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Jeremy y Percy se encontraban en una vieja taberna de los bajos fondos de Londres.

Habían ido allí con la esperanza de poder unirse a una de las partidas ilegales que
era frecuente que se organizasen en esos sitios... Y después beber unas cuantas
copas y seguramente llevarse a alguna de las camareras a una de las habitaciones
para pasar un buen rato.
Jeremy suspiró. Desde que su primo Dereck había sentado la cabeza todo eso ya no
le suponía ninguna emoción. No es que se considerase algo espectacular, pero la
verdad, no era difícil que todos los ojos femeninos se fijasen en él y pasaran por alto
al pobre Percy, cuyas quejas le resultaban ya demasiado gastadas. Y la verdad, el
que una conquista le resultase tan sencilla, le quitaba toda su emoción.
También influía el hecho que en la pasada semana había conocido al ser más
hermoso de toda Inglaterra y muy posiblemente del mundo.
Sólo con recordarla se despertaba ese brillo diabólico en sus ojos, que había
heredado de su tío Toni, y que tanto molestaba a su Padre. Y es que por si no
bastase el increíble parecido físico con su tío, también había heredado “ciertas
cualidades poco decorosas” como las llamaba su madrastra.
Y claro, gracias a esas “cualidades poco decorosas”, lo primero que pensó al
conocer a Isabella es que moriría si no le hacía el amor enseguida. Así que no era
de extrañar que se sintiese increíblemente frustrado al descubrir que esa deliciosa
personita que días atrás había llamado a su puerta era una dama, para ser más
exactos, una dama comprometida, y para más inri una íntima amiga de su
madrastra George.
Así que ese ángel se encontraba alojado a sólo dos habitaciones de distancia de la
suya y no podía ni acercarse a ella sin que su padre se le echará encima con una de
sus famosas miradas de “...ni se te ocurra!”
Vaya, no debería haber pensado en ella, en su cabello castaño con reflejos dorados,
ni en esos ojos de gata verdes azulados que le habían hechizado, ni por supuesto el
fabuloso cuerpo que se adivinaba debajo sus vestidos, y que le tenía en vela cada
noche.
Fantástico, ahora necesitaba una buena borrachera, o de lo contrario esa noche al
llegar a casa iba a hacer una estupidez.
Habían pasado unas cuantas horas y unas cuantas copas cuando Jeremy se disponía
a abrir la puerta de su casa cuando una figura vestida de negro se le hecho encima
y hizo que cayeran hacía atrás, yendo a parar a los setos que cubrían la parte
delantera de la casa.
Tras la sorpresa inicial, se dio cuenta de que lo que estaba sujetando no era una
amplia espalda de algún posible intruso, más bien todo lo contrario...esas
estrecheces sólo podían pertenecer a un niño o, a una mujer. Jeremy comenzó a
descender su mano a lo largo de la espalda, y si, en efecto era una mujer. Si no era
suficiente prueba el trasero que ahora mismo sujetaba su mano, basto oir la
exclamación de sorpresa de aquella mujer y su intento por incorporarse
inmediatamente.
Una vez que estuvo frente a su presa, se fijo en que aunque era una mujer, no iba
vestida como tal, sino que iba ataviada con una capa negra que incluso le cubría
todo el cabello.
-Tu!.- no pudo evitar su sorpresa cuando apreció los rasgos del rostro que tenía
delante de él y descubrió que se trataba de Isabella.
-Antes de que te pongas hecho una furia, quiero explicarte algo. No creas que soy
tan estúpida como para salir sola a la calle a estas horas de la noche. Tengo un
coche esperándome a la vuelta de la esquina.- contesto Isabella. Vaya, ahora que
tenía delante de ella el motivo de su salida nocturna no sabía como desenvolverse.
Aunque, claro, bien mirado, ella era una novata en esto de la seducción. Nunca
había tenido demasiados problemas para que los hombres se fijasen ella. Y aunque
sonaba mal, solía conseguir bastantes de sus objetivos con unas cuantas sonrisas.
Jeremy no salía de su asombro, había estado bebiendo sin parar con el fin de que
cuando llegase hasta su cama estar lo bastante aturdido como para no pensar en
Isabella y no había servido para nada, por que ella, literalmente se le había echado
encima.
El pensar en lo cerca que había estado de ella y el recordar las redondeces que
había tenido entre las manos no le ayudo demasiado a calmar sus instintos, que
empezaban a “acentuarse” en una parte en concreto de su cuerpo.
Quizá por esa pasión contenida, o porque estaba enfadado consigo mismo por no
haber podido quitarse a esa damisela de la cabeza, su contestación no sonó del
todo amable.
-¿ Se puede saber para que demonios ibas a querer salir tu sola a estas horas?
- Para tu información, no pensaba permanecer mucho tiempo sola...
Jeremy no aguantó más. Por si no era bastante el tenerla tan cerca, con ese aire tan
misterioso, para que encima ella le diese a entender que iba a reunirse con un
amante en plena noche.
Isabella no sabía exactamente como había ido a parar a los brazos de Jeremy, pero
sí sabia una cosa, el beso que él le estaba dando en ese momento la iba a hacer
derretirse si continuaba durante más tiempo. Sus labios la oprimían delicadamente,
acariciando, saboreando...De pronto, notó como Jeremy pujaba por introducir su
lengua. E Isabella no tardó mucho en aceptar ese delicioso ofrecimiento, al sentir el
contacto de ese músculo aterciopelado sintió que todo su ser se convulsionaba, dios
mío eso era delicioso!! Antes ella ya había recibido algún que otro beso de algún
pretendiente, pero sin lugar a dudas, lo que Jeremy le provocaba no tenía nada que
ver. Se sentía capaz de todo entre sus brazos, y para empezar, comenzó por
devolverle el beso.
Jeremy sabía de antemano la agradable que sería besar a Isabella, pero desde
luego lo que estaba sintiendo lo superaba. Sentir el delicado cuerpo de ella ajustado
centímetro a centímetro al suyo le excitaba sobremanera, el roce de sus pechos, el
contorno de sus caderas, sus manos aferrándose a su espalda...Por dios, no
esperaba que ella fuese tan apasionada, si no se retiraba inmediatamente, él ya no
tendría fuerzas para separarse de ella. A no ser para quitarle toda la ropa y hacerle
el amor en plena calle.
La mano de Jeremy empezó a recorrer lentamente el espació que separaba su
cintura de su pecho, y una vez lo tuvo entre sus dedos y aunque aún estaba
cubierto por el vestido, Isabella sintió como si le abrasara la piel, el roce de sus
dedos en su pezón la iba a volver loca, pero en cuestión de segundos descubrió que
aquello no era nada en comparación con sentir sus labios y su lengua recorriéndole
el pecho, mordisqueando su aureola, hasta que escalofríos de placer recorrieron su
espalda. Isabella supo en ese momento, en algún recóndito lugar de su cerebro que
ya no había marcha atrás, y que si Jeremy la dejaba sin terminar lo que había
comenzado, enloquecería. Así que hizo lo único que se le ocurrió para que eso no
ocurriera, le devolvió sus caricias, se aferró a él y le susurró al oído.
- Si no me tomas ahora, voy a morir.
Jeremy la miró a los ojos con tal intensidad que Isabella pensó que le atravesaría el
alma. De repente tuvo miedo de que al hablar hubiese conseguido todo lo contrario
de lo que pretendía y hubiese roto la magia y la pasión que los envolvía.
Pero lo que Jeremy vió en ella, fue una mujer cuya pasión en ese momento igualaba
la suya. Y si quedaba en su cuerpo o su mente algún gramo de fuerza de voluntad
para poder parar aquello, con esa frase le desarmó completamente.
Le quitó la capa a Isabella y la extendió detrás de un seto, que si bien no les
protegería de los habitantes de la casa, ya que estaba situado frente a una ventana
del salón comedor, impediría que fuesen vistos desde la calle.
Suavemente tendió a Isabella en el suelo, y se colocó a su lado, para poder seguir
besándola, aunque esta vez su necesidad de ella le hizo ser más exigente en sus
besos, reclamando toda la suavidad de la boca de ella, hundiéndole su lengua en
un beso salvaje, intenso y que rayaba en la vehemencia. Aunque Isabella en un
principió la desbordó tanta pasión, ya que si bien estaba actuando como alguien
muy experimentado, en realidad nunca antes había recibido esa clase de besos y
caricias. Si bien su temor sólo duró un segundo, y enseguida se relajo y disfrutó
plenamente de lo que él le ofrecía.
Jeremy ya había comenzado a desabrochar su vestido, a decir verdad
magistralmente, ya que en ningún momento había dejado de besarla, y en ese
momento su lengua se estaba deslizando lentamente por su garganta, haciendo
gemir de placer a Isabella, quién también parecía ansiosa por desnudarle a él. En
pocos segundos se encontraron los dos completamente desnudos, echados sobre
una capa y apenas escondidos tras un seto.
Jeremy ya había intuido que el cuerpo de ella era magnífico, pero lo que tenía ante
sus ojos no hizo sino aumentar su deseo. Su piel era tan suave como el terciopelo,
sus pechos perfectos, rosados y erguidos, del tamaño perfecto para que el pudiese
contenerlos perfectamente en la palma de su mano, y eso era lo que estaba
haciendo en ese momento. Colocado entre sus piernas, presionando su ya excitado
centro de su femineidad, se dedicaba a torturarla deliciosamente mordisqueando
sus hombros, mientras acariciaba su pecho, lo presionaba, y hacía que Isabella se
inflamase de pasión. Ella nunca se hubiese imaginado que el simple tacto de otra
persona fuese capaz de hacerle sentir esas sensaciones, era como si por primera
vez se sintiese libre, pero a la vez se sentía prisionera de las caricias de ese
hombre. Instintivamente, agarró las nalgas de Jeremy y las apretó con fuerza contra
sí, para poder sentir la presión de la dureza que había notado en ese primer beso a
través de los pantalones de Jeremy. En ese mismo momento sintió una explosión de
sensaciones, luz y calor, que la embriagó y recorrió su cuerpo a latigazos del más
puro placer, sin poder contenerse gritó. Un grito que ahogo Jeremy con su boca en
un beso suave a la vez que se acomodaba sobre ella y la penetraba con una rápida
y fuerte embestida.
Isabella percibió un leve pinchazo de dolor que pasó instantáneamente, pero sintió
que Jeremy se tensaba sobre ella, y al levantar la vista y mirarle a los ojos
comprendió que su mirada era una mezcla de temor y reproche. Temor por haberla
lastimado y a la vez se sentía demasiado confuso. Hubiese jurado que ella no era
virgen. Demonios, ella no se había comportado para nada como una virgen inocente
y casta, sino que había respondido con demasiado fervor a sus besos y caricias.
Isabella, confundida y aún anhelante levantó sus caderas y las apretó contra el
cuerpo de Jeremy a la vez que le abrazaba y besaba con desesperación, intentando
darle a entender que aún le necesitaba. Que aún le deseaba.
Ese gesto provocó un gemido de placer de Jeremy, que ya no pudo resistir el dulce
placer que suponía el caliente y acogedor cuerpo de Isabella y continuó
penetrándola, al principio con suavidad, lentamente, recreándose en cada
centímetro de piel que invadía de ella. Ella se unió con el movimiento de sus
caderas al sensual ritmo que el imponía, y cuando ya estaban a punto de unirse en
el más puro éxtasis, aceleraron el ritmo, mientras cabalgaban el uno en el otro y
remontaban la ola de placer que les sacudía, hasta quedar exhaustos y abrazados
en la oscuridad de la noche.
Tras pasar un buen rato abrazando y besando tiernamente el cuello y las mejillas de
Isabella, Jeremy recobró cierto grado de cordura y cayó en la cuenta de lo que
acababa de hacer y con quién lo había hecho. Dios mío, por si no era
suficientemente malo el haberse acostado con una amiga intima de su madrastra
George, para colmo la dama en cuestión estaba comprometida y era virgen, antes
de toparse con él. No quería ni imaginar la reacción de su padre al enterarse, y por
supuesto se enteraría...no era lo mismo acostarse cada noche con una camarerita o
una viuda bien dispuesta, a andar seduciendo jovencitas inocentes por ahí. Al
recordar cómo comenzó toda aquello también recordó que Isabella tampoco había
opuesto la resistencia que se le hubiese atribuido a una doncella.
- Será mejor que nos vistamos y entremos en la casa para afrontar lo que ha
sucedido- dijo Jeremy.- Tranquila, podrás protegerte detrás de mí, de cualquier
forma nunca ellos nunca creerán que tú me sedujiste.
- ¿Qué yo te seduje? Si no recuerdo mal, si bien no abrí la boca, te lanzaste sobre
mí para besarme. Y para tú información, esa no era mi intención. Precisamente
para evitar esto es que había salido esta noche a buscarte.- Isabella se sintió
muy dolida con las palabras de Jeremy, su intención esa noche había sido
buscarle con la intención de hablar con él. Y así se lo hizo saber.
- Jeremy, de verdad siento mucho lo que ha pasado, pero lo que realmente quería
hacer contigo era hablar, y no...- Isabella no pudo evitar sonrojarse al pensar en
lo que había compartido.
A Jeremy le conmovió inmensamente el aspecto que tenía ella, aún desnuda, con el
pelo sobre los hombros, y con ese delicado rubor de sus mejillas. Y pensó para sí
mismo, que sería nada desagradable el hacerle el amor a Isabella durante muchas,
muchas noches. Ella continuó:
- Lo que quiero decir es que mi única intención era pedir tu ayuda. En realidad lo
que quería era evitar precisamente que esto llegase a pasar.
- Explicate.- ella había conseguido despertar su interés.
- Como ya sabes, yo estoy comprometida con Sir William Hollenwurg, pero lo que
poca gente conoce es que ese es un matrimonio impuesto por mi familia,
William ha sido siempre un buen amigo de la familia, ya que tiene varios
negocios con mi padre, y por ese motivo siempre ha pasado mucho tiempo en
casa. Así que después de que mi prometido muriese en la maldita guerra, mis
padres decidieron que lo mejor para que yo no me afligiese era buscarme un
nuevo prometido lo más rapidamente...y bueno, William se ofreció
amablemente.
- ¿Me estás diciendo que me has utilizado, sólo por evitar una boda impuesta por
tus padres?- Jeremy no encajó muy bien las palabras de Isabella, se sentía
herido en su orgullo, usado, y nunca hubiese esperado eso de parte de la dulce
Isabella. De pronto se sintió que ella no era como había imaginado, y que la
mujer a la que acababa de hacer el amor era fría y manipuladora.- Pues te diré
algo preciosa, lo único que has conseguido, es que en lugar de que te obliguen a
casarte con William, te obliguen a hacerlo conmigo. Y créeme, yo nunca seré un
buen esposo, supongo que George ya te habrá contado lo libertino que soy, y no
pienso cambiar mi estilo de vida, sólo porque una muchacha caprichosa ha
decidido utilizarme.

Dicho esto, Jeremy se vistió a toda prisa, y entró en la casa sin volver a dirigirle
la palabra. Y ella no pudo evitar sentirse la mujer más desdichada del mundo.
En ningún momento había querido involucrar de aquella manera a Jeremy. Ella
apreciaba mucho a Georgina, y sabía que ella a su vez, adoraba a ese bribón. Lo
único que tenía pensado pedirle esa noche era ayuda. Ayuda para que juntos
ideasen un plan que le permitiese escapar de esa absurda boda con un hombre
25 años más mayor que ella, y de carácter tan frío. Y lo único que había
conseguido con su estúpida idea de salir esa noche a buscarlo había sido
traicionar la confianza de su amiga y que el hombre que la había hecho sentirse
toda una mujer la despreciase. No sabía como iba a soportar la tormenta que se
le avecinaba, y peor todavía sería soportar las miradas de reproche de Jeremy,
cuando lo que deseaba de él, eran sus besos...

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Isabella se desperezó lentamente, miró por la ventana y vio que la mañana ya
estaba bastante avanzada. La noche anterior la había pasado dando vueltas por su
cuarto, como un animal enjaulado, pensando y pensando en lo que había pasado y
en cómo iba a afectarla todo eso. Cuando por fin se durmió, la luz del alba se
filtraba por su ventana. Así que no era de extrañar que cuando bajó a tomar un
ligero desayuno, la casa se encontrase vacía. Posiblemente Georgina habría salido a
pasear con Jackie, su preciosa niña, o a visitar a alguna de sus cuñadas. James
estaría sin duda en su oficina del puerto, controlando sus negocios de las Indias
Occidentales. Y Jeremy... Jeremy entró de pronto en el salón comedor, tan
arrebatadoramente apuesto como siempre, vestido con un traje de corte moderno,
en tonos cremas y azules, que resaltaban si cabía más el intenso azul de sus ojos.
Isabella no pudo evitar evocar los momentos vividos la noche anterior, cómo se
habían entrelazado sus cuerpos , el tacto de sus duros músculos, el sabor de sus
labios...Al recordar esto su cara se cubrió de rubor, ya que tenía delante el hombre
que había conseguido convertirla en fuego entre sus brazos.
Jeremy, al ver avergonzarse a Isabella pensó que su rubor se debía más a haber
sido descubierto su manipulador plan, que a lo que en realidad era, la vergüenza de
una dama al pensar en el cuerpo desnudo de un hombre, y en lo que este le
producía.
- Vaya, así que después de todo, tienes algo de conciencia. Aunque sé de mujeres
que pueden llorar a voluntad, así que no me extrañaría que tu pudieses
sonrojarte cuando te convenga...- Jeremy comprendió que lo que acababa de
dar a entender no era precisamente lo que se le decía a modo de saludo a una
dama de buena mañana, pero bien mirado, ella no se había comportado como
una dama anoche, así que...Pero que demonios le había hecho aquella mujer.
Jeremy se enojó consigo mismo, el nunca había sido uno de esos hipócritas de la
alta sociedad, después de todo, nunca había tenido problemas en saltarse las
normas, siguiendo así el “buen ejemplo” que siempre le habían dado su padre y
su tío Tony. Lo que enfureció a Jeremy anoche lo había descubierto durante las
horas que pasó en vela frente a su chimenea y acabando con más de una
botella de brandy. El siempre había sido irresistible para las mujeres, y ahora de
pronto, el daba con la horma de su zapato, una mujer impresionantemente
bella, no había dejado de pensar en su piel, sus labios, sus pechos, sus caderas
y sobretodo en que hacerle el amor había sido una de las mejores experiencias
de su vida. También le enfadaba pensar que había sido utilizado, si bien el era
un incorregible mujeriego, y casi se podía decir que nunca dormía con la misma
mujer, nunca las utilizaba, siempre daba por igual que recibía y ellas sabían de
antemano que sólo eran pequeños escarceos, nada serio. ¡Campanas del
infierno! Presentía que esa mujer le iba a causar más de un calentamiento de
cabeza.
- Supongo que sigues enfadado conmigo...pues te diré que todo lo que tu me
digas no va a mortificarme más de lo que ya lo ha hacho mi cabeza esta noche.
Porque aunque no lo creas lo que sucedió ayer me pesa más a mí que a ti. Yo no
fui educada para caer en los brazos del primer hombre atractivo que me
besase.- Al darse cuenta de que le había hecho un cumplido a Jeremy, Isabella
volvió a ruborizarse.- Lo que me gustaría explicarte si te calmas un poco es que
yo lo que quería era evitar que sucediese...eso.
- Dulzura, “eso” como tu lo llamas, es hacer el amor, y no tienes nada que
explicarme nada. Ayer reaccioné mal por la sorpresa que me causó que fueses
tan apasionada cuando se supone que todas las damas de alta sociedad no
deben comportarse así hasta estar casadas, o al menos comprometidas.
Aunque, supongo que con los antecedentes familiares que tengo sería un
hipócrita si te criticase. No tienes que darme ninguna explicación, simplemente
disfrutamos de un buen rato, y si tu eres capaz de guardar el secreto, ya que
parece que nadie se ha enterado, yo haré como si nada hubiese sucedido.

Dicho esto Jeremy hizo intención de salir de la habitación, como si una vez
terminado su discurso, la conversación no tuviese sentido. Isabella se enojó, se
enojó mucho, no sabía muy bien si era debido al plantón que estaban a punto de
darle, o por la autosuficiencia de Jeremy o por esa parte en la que había dicho que
el hacer el amor con ella, sólo había sido pasar un buen rato. Que se creía ese
presuntuoso, que ella iba perdiendo su virginidad una y otra vez como si fuese algo
sin importancia. Si no había opuesto resistencia la noche anterior, es porque en
alguna parte de su ser sabía, desde que hace un par de semanas conociese a
Jeremy, Isabella había ido sintiéndose cada vez más atraída por el. Y al sentirse
suya, supo que ya no había vuelta atrás, y que si tenía que acabar ardiendo en el
infierno, así sería, porque de hecho ya le había entregado su corazón a un apuesto
demonio. Lo cual no le daba ningún derecho como para tratarla de aquella manera.
- Jeremy Malory! Ni se te ocurra dejarme aquí plantada, primero vas a escuchar lo
que tenga que decirte, y después, si no te convence, podrás marcharte y no
volver a dirigirme la palabra nunca más.
Jeremy se quedó mudo, las mujeres normalmente seducidas por su apostura no
solían levantarle la voz, incluso su prima Amy, con la que tenía una gran amistad,
solía ceder ante una de sus sonrisas más seductoras. El que esa mujer en concreto,
de apariencia tan dulce y sumisa, se resistiese a sus encantos y le levantase la voz,
simplemente le dejó sin palabras. Y luego estaba el brillo que se encendía en sus
ojos, los iluminaba y refulgían como dos piedras preciosas exóticas, una mezcla
entre esmeraldas y aguamarinas. Se quedó mirándola fijamente, detenidamente,
recorriendo cada centímetro de su cuerpo, sabiendo lo suave que era su cabello, lo
firmes y tersos que eran sus pechos, lo redondeado y prieto que era su trasero...Oh,
dios! Estaría en un grave problema si ella no empezaba a hablar y distraía su
atención. ¿A caso sabría ella lo seductora que estaba esa mañana y lo mucho que el
se sentía atraído hacía ella?
- Supongo que es muy importante para ti, verdad? – concedió él.- Muy bien,
habla, te escucho. Aunque no creo que vaya a variar nada de lo que pienso.
- Bien, en primer lugar quiero que sepas que desde que vine a esta casa me he
sentido atraída por ti, para ser sincera conmigo misma, bastante atraída. Al
decirte esto, quiero que comprendas que si para alguien tan experimentado
como tu no pudo resistirse al deseo, para mí quedó descartado desde el
momento en que me besaste. Supongo que me pilló por sorpresa, no es que sea
una excusa, pero en cierto modo, me sentí desbordada por tanta pasión. Te
garantizo que no volverá a suceder.
Las confesión de Isabella de que le había deseado durante todos estos días,
conmovió a Jeremy, el que la pasión de ella no fuese fingida le satisfizo
enormemente, después de todo no sólo el había estado sufriendo por tenerla tan
cerca cada noche.
- ¿Quieres que lo comprobemos? ¿Qué pasaría si volviese a besarte Isabella? –
dijo a la vez que se acercaba a ella con los ojos brillándole de expectación y los
labios curvados en una maliciosa sonrisa.
Isabella se quedó petrificada, realmente el iba a volver a besarla, si no hacía algo
por detenerle inmediatamente se vería envuelta otra vez entre sus brazos y no
sabía como iba a reaccionar. Bueno, en realidad si lo sabía, seguramente acabasen
haciendo el amor en el suelo del comedor. Para que después el la acusase de
haberlo provocado con cualquier excusa. Así que dijo lo primero que se le ocurrió y
que supo que daría en el blanco.
- Así que volverías a besarme, después de haber dicho que me desprecias. Vaya,
si haces eso, llegaré a pensar que al decir que no deseabas ser mi esposo, lo
que en realidad quieres es todo lo contrario. ¿Estoy en lo cierto, querido?
- No Isabella, no te mentí al decirte que no sería tu esposo en esas circunstancias
– ¿acaso fue tristeza lo que ella percibió en su voz?- pero no voy a negar que te
deseé, y que al recordar con tus palabras lo que sucedió, me hierve la sangre,
pero eso ahora no importa.
Si no recuerdo mal ibas a darme una explicación de porque salías anoche a
escondidas de esta casa para ir a parar a mis brazos. Y ten cuidado con lo que
dices, corazón, por que si me convences, tal vez ya no tenga la excusa de que eres
una mujer calculadora e interesada, y podría volver a prestarte todas mis
atenciones.
- ¿De verdad voy a poder continuar sin que hayan interrupciones? - comentó
Isabella, molesta al volver a escuchar que la consideraba fría y calculadora-
Bien, como te iba diciendo, supe que tenerte cerca podía traerme problemas.
Puede que sea inexperta en cuestiones amorosas, pero no soy tonta, y sé que
tener un joven apuesto durmiendo tan cerca, cuando ante mi solo tengo la
perspectiva de un matrimonio con un hombre mucho mayor que yo, insulso y no
muy atractivo, podría crearme complicaciones que no necesitaba. Así que
pensé, que antes de que se produjese cualquier tipo de acercamiento entre
nosotros dos, debía encontrar la forma de quedar libre de ese compromiso sin
que eso supusiera un escándalo. Como sabes, no conozco a nadie en Londres
salvo a mi futuro prometido y a tu madrastra, así que pensé en ti como
colaborador en mis planes. Pensé que con tu ayuda podría encontrar la forma de
librarme de ese matrimonio sin tener que explicar a todo el mundo que
realmente no sentí mucho la muerte de mi anterior prometido, ya que apenas lo
conocía, y que mucho menos sentiría que se cancelase esta absurda boda.
Así que lo único que iba a hacer anoche era buscarte para pedir tu ayuda, sólo
para hablar. Con el fin de evitar precisamente el que tú te comprometieses por
mi culpa. Por tu parte puedes pensar lo que quieras, yo ya he descargado mi
conciencia, se que lo que digo es verdad, así que lo único que me puedes
reprochar es de haberme entregado a ti como una cualquiera.- dijo llena de
tristeza Isabella.
Al verla tan abatida, Jeremy se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos, y esta
vez ella ansiaba más que el ese abrazo, y no se resistió. Así permanecieron durante
un largo rato, hasta que Jeremy se separó de ella, la miró directamente a los ojos, y
le susurró dulcemente:
- Yo nunca he menospreciado a ninguna mujer, Isabella, y mucho menos
despreciaría el regalo que me has entregado. Perdóname dulzura si te he
molestado, pero es poca la gente que logra sorprenderme y tú lo has
conseguido.
Isabella le agradeció esas palabras con una sonrisa, y a modo de compensación le
dijo,
- Gracias. Supongo que eso quiere decir que me crees, pero aún así no quiero que
te preocupes más. Lo que tuvimos anoche como tú has dicho antes no tiene por
que saberse. Pero aún así he decidido que no voy a seguir adelante con mi
compromiso. William puede no gustarme, pero no se merece que le engañe, si
algún día me enamoro, le confesaré a esa persona lo que pasó anoche, y si me
quiere tendrá que aceptarlo.- Dicho esto Isabella salió de la habitación, dejando
más que pensativo a Jeremy.
Después de lo que le había dicho ella, debería sentirse aliviado por no tener que
afrontar una posible boda, aparte claro, del hecho que la futura novia estuviese
alojada en casa de su padre, y por tanto fuese responsabilidad de él. Pero al
escuchar a Isabella librarle de toda culpa y ver la tristeza reflejada en su rostro,
sintió un desasosiego y un deseo de librarla de toda pena que lo dejó aturdido.
Ahora podría seguir con su vida de libertino, pero si era sincero consigo mismo,
malditas las ganas que tenía de volver a la rutina después de haber probado lo
deliciosa que era Isabella.

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A Isabella la noticia de que ese fin de semana acudirían a la fiesta que ofrecía una
de las anfitrionas más celebradas por su originalidad a la hora de preparar
reuniones sociales no la animó mucho más de lo que había conseguido Georgina,
desde que se dio cuenta de se encontraba deprimida y melancólica. Y eso había
sido hacía ya más de dos meses, justo cuando se dio cuenta de que al fin y al cabo
su “escapada” si iba a ser de conocimiento público. Ella siempre había sido muy
regular con su período, y al comprobar que sufría un retraso, se vino abajo.

La pobre Georgina se había estado esforzando por tenerla distraída, llevándola de


compras, poniendo como excusa el que su vestuario era demasiado infantil, y que
necesitaba algo más “llamativo”. Aquel comentario hizo que Isabella pensara en
que dentro de poco, lo que iba a necesitar en lugar de los vestidos de colores
llamativos y profundos escotes, era ropa que la hiciese pasar desapercibida y que
ocultase su tripa. Pero eso no se lo podía contar a nadie por el momento. Sus
padres aún estaban molestos con ella, por el hecho de haber anulado una
“oportunidad estupenda” como ellos lo habían llamado. Y sencillamente no tenía
fuerzas para decirle a James y Georgina que ella y su hijo se habían acostado juntos
y no sólo eso, sino que ella estaba en cinta.
El caso es que más temprano que tarde ella tendría que confesar su estado. Y en
primer lugar debería decírselo a Jeremy, le debía al menos el que se enterase en
primer lugar, y no a través de su padre cuando a fuese a reclamarle. Ella había
decidido contárselo hacía varios días, pero últimamente no era fácil que ella se
encontrase con él, y eso que vivían en la misma casa.
Desde la mañana en que le contó que no iba a tener que hacerse responsable de
nada, literalmente, sólo iba a casa a dormir, y eso solía ser a altas horas de la
madrugada.
Se comportaba como si lo sucedido esa noche hubiese sido un aviso de lo próximo
que había estado de pasar por el altar, y se dedicaba a aprovechar el tiempo al
máximo. Se pasaba las noches de taberna en taberna, cuando no iba al teatro o a
las carreras de caballos, todas las noches llegaba de madrugada apestando a humo
y licor, y según James les había dicho a ella y a Georgina para hacerlas sonrojar, a
perfume barato. Lo que ellos no sabían es que el sonrojo de ella no se debía al
pudor, sino a la ira. Bien mirado, tenía todo el derecho del mundo a estar enfadada,
después de todo el se comportaba como si entre ellos no hubiese sucedido nada, la
evitaba, y aunque le costase reconocerlo, la molestaba el hecho de que no hubiese
vuelto a interesarse por ella.
Tal vez si le sirviese de algo ir a esa estúpida reunión, allí Jeremy no podría evitarla
constantemente, después de todo, la fiesta iba a celebrarse en la residencia que los
marqueses de Cross tenían en el campo. Y allí no tendría muchos lugares a los que
escabullirse.
Durante el viaje, que realizaron en uno de los coches de James, Jeremy permaneció
callado y con la cabeza agachada, intentando simular que dormía. De esa forma no
tendría que mirar a Isabella directamente, ya que estaba sentada frente a el, y se
veía arrebatadora con uno de sus nuevos vestidos. Bastante le había costado
mantenerse alejado de ella todo este tiempo, cada noche salía de casa con ella en
el pensamiento, y le costaba más de una botella del mejor brandy atontarse lo
suficiente para desterrarla de sus pensamientos. Si antes ya era un calavera, desde
que se topó con Isabella, no había noche que no se emborrachara, se peleara con
algún impresentable e incluso había empezado a retar a duelo a más de un infeliz
por cualquier tontería. Si seguía a ese ritmo, empezarían a circular rumores, y a él
no le interesaba que su padre se enterase de sus andanzas. Tendría que hacer algo
para poner fin a esta obsesión. ¿Pero que?
Desde luego no le hizo ningún bien la pregunta de su madrastra,
- ¿ Verdad Jeremy, que Isabella esta muy hermosa con su nuevo vestuario? Yo
creo que lo que le hace falta son cumplidos de un caballero, o varios, para
convencerse de lo hermosa que esta, porque por su cara, se diría que esta de
luto. ¿Tu que dices?- sonrió Georgina con picardía.
- Realmente preciosa, nadie en esa estúpida fiesta podrá eclipsar la belleza de
sus ojos, salvo quizá tú “mama”- Jeremy dijo esto último porque sabía que a
George no le gustaba que la llamase así, ya que, de hecho, él sólo era unos
pocos años menor que ella. Con este comentario quiso dejar claro que no le
interesaba nada ser incluido en la conversación.
- ¿Qué mosca te ha picado Jeremy?- dijo su padre- Hace unas semanas, no fuiste
tú el que dijo que si te diesen a elegir entre la diosa afrodita e Isabella, te
quedarías con la última. – el comentario de James iba acompañado de su sonrisa
más sarcástica, y de el levantamiento de una de sus cejas.
- Cállate, viejo. No ves que estas consiguiendo ruborizar a la dama.- la
conversación terminó con una sonora carcajada de James.
Al llegar a la mansión de los marqueses de Cross, les asignaron sus respectivas
habitaciones, y Jeremy descubrió que le habían acomodado en la habitación de al
lado de Isabella. Justo lo que había querido evitar, pero por lo visto era su destino.
Por una vez decidió no resistir el impulso de acercarse a ella, lo que no podía
asegurar es si resistiría el deseo de estrecharla entre sus brazos, devorarle la boca,
y hacerle el amor apasionadamente.
Isabella le abrió la puerta sólo vestida con una bata, ya que se disponía a tomar un
baño y pensó que la llamada a su puerta debía ser la mucama que venía a vaciar
otro cubo de agua caliente en la bañera. Por eso el ver parado a Jeremy delante de
su habitación, la sorprendió doblemente.
- Puedo entrar. – Preguntó el, su voz era apenas un susurro, como si temiese
intimidarla, aunque lo cierto es que su sola presencia, tan varonil que ocupaba
casi todo el espacio de la puerta, ya intimidaba a Isabella.
- No creo que sea correcto, Jeremy, alguien podría verte entrar en mi habitación y
pensar cosas que no son...además, estoy a punto de tomar un baño.- mencionó
Isabella.
La imagen de Isabella totalmente desnuda sumergiéndose en una bañera
humeante, le produjo un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. Y la bata que la
cubría, que más que tapar, enseñaba no le era de gran ayuda. Dios santo, el que
siempre había dado rienda suelta a su deseo, ahora tenía que controlarlo, sino
quería complicar aún más las cosas entre Isabella y él.
- Esta bien, entonces te dejaré darte ese baño a ti sola,- dijo, como si en algún
momento se le hubiese pasado por la cabeza el bañarse con ella, ese
pensamiento hizo que a Isabella le inundara un profundo calor.- Sólo quería
pedirte disculpas por el comentario de mi padre, su pasatiempo favorito es
meterse con la gente, sobre todo si sabe que tiene las de ganar. Supongo que
nos veremos esta noche en el baile de inauguración de la temporada. Hasta
luego, dulzura.
- Jeremy...- comenzó ella. Supuso que ese era tan buen momento como otro para
contarle lo de su embarazo, porque de hecho intuía que no iban a tener la
oportunidad de estar a solas muy a menudo, con tanta gente alojada en esa
casa.
- Isabella, por favor, no me tengas más tiempo contemplándote sólo con esa bata.
Si no vas a pedirme que entre y te vuelva a hacer el amor como si se fuese a
acabar el mundo esta noche, te suplico que me dejes marcharme, o no
respondo de mi.- Su voz sonaba ronca por la pasión que estaba conteniendo.
- Entonces, si tienes que elegir entre irte o volver a avergonzarme, márchate. Lo
que tengo que decirte puede esperar.- Aunque no mucho, se dijo Isabella,
dentro de poco su estado iba a ser difícil de ocultar.
Ella no supo si fue un suspiro lo que escucho, pero consiguió que Jeremy se volviese
y se dirigiese a su habitación. Entonces, por que se sentía como si a su cuerpo
tuviese un vacío, no era justo, le hubiese gustado hacer entrar a Jeremy, y que la
colmase con sus promesas, y no podía. El ya le dejó claro una vez que nunca sería
un buen esposo, para ser exacta, en pocas palabras le dijo que seguiría siendo el
libertino que estaba acostumbrado a ser. Porque era su corazón tan cruel, que la
hacía sufrir, aún a sabiendas que no tenía ninguna posibilidad con él.

Al llegar la hora del baile Isabella se reunión con Georgina y James, y al verlos tan
enamorados sintió un pinchazo de celos. Bajaron al salón principal, que ya estaba
lleno de gente, pese a lo temprano de la hora, nadie quería perderse una sola pieza.
La pista de baile estaba repleta de elegantes vestidos en colores llamativos y por
supuesto el equivalente en elegantes trajes de caballero.

El vestido de Isabella tampoco palidecía ante la belleza del resto. Es más era
impactante, un diseño nuevo que Georgina se había empeñado en que se
comprase. La tela era de un elegante raso color plata, con bordados de diminutas
rosas en hilo de seda azul en el ribete de la falda, las mangas de estilo medieval y
el profundo escote cuadrado. En cada capullo de rosa se habían cosido diminutas
esmeraldas que rivalizaban en brillo con el fulgor de sus ojos. Al contrario que la
mayoría de las mujeres se había dejado su impresionante cabellera suelta, sólo se
lo había recogido con una magnifica diadema de perlas y esmeraldas que hacía si
eso era posible, estuviese más hermosa.
En cuanto estuvo en la pista de baile se le echaron encima todos los caballeros
solteros que había esa noche, después de todo, la ruptura de su compromiso había
sido de dominio público. Al cabo de unos minutos, tuvo reservados todos los bailes
de esa noche, casi no iba a tener tiempo de recuperar el aire.
Isabella había ido allí con la esperanza de poder hablar un rato a solas con Jeremy,
pero después de una hora de esperar que el se presentara, llego a la conclusión de
que finalmente el no iba a asistir. Además después de todo, se lo estaba pasando
realmente bien, la música era deliciosa, y sus acompañantes, perfectos caballeros
que no tenían limite a la hora de decirle lo hermosa que se veía. Quien sabe, si
Jeremy la rechazaba, a lo mejor alguno de esos caballeros se enamoraba de ella sin
importarle sus faltas.
Había salido a dar un paseo por los jardines de la casa con su última pareja de baile,
un joven bastante apuesto llamado Matthew, que la entretenía contándole su
próximo viaje a Africa, donde su padre poseía minas de oro y diamantes. Isabella
estaba tan fascinada con las historias del negro continente que no se dio cuenta de
que él se estaba acercando demasiado a ella, hasta que de pronto la agarró de la
espalda y comenzó a besarla, y no con demasiada delicadeza, de hecho empezaba
a magullarle los labios.
Isabella, que al principio no había reaccionado debido a la sorpresa, empezó a
debatirse, estirando de la chaqueta de él, revolviéndose, sin que eso diese
demasiado resultado. Empezaba a asustarse, le daba la impresión de que no podía
respirar, se estaba poniendo frenética cuando notó que Matthew era arrancado
literalmente de encima de ella y lanzado como si fuese un muñeco de trapo.
Isabella creyó que iba a llorar de alivio cuando escuchó la voz de Jeremy.
- Más vale que te largues de aquí, o voy a recomponerte la cara para que todo el
mundo pueda ver lo que eres realmente, un cerdo. Y hazlo deprisa, no sé cuanto
tiempo voy a poder contenerme.
Una vez que notó que Matthew se marchaba a toda prisa, se acercó a Isabella y la
abrazó y empezó a consolarla con pequeños besos en las mejillas y susurros que
acariciaban sus oidos.
Isabella al sentirse por fin segura entre sus brazos, dio rienda suelta a toda la
tensión que había estado acumulando por su embarazo, la inquietud de sus
sentimientos por él, y lo sucedido hacía unos momentos, que se puso a sollozar.
- Oh, Jeremy, estaba tan asustada, pense...pensé que ese canalla de verdad iba a
propasarse conmigo. Y yo sólo quería hablar contigo, he estado toda la noche
intentando localizarte, necesito confesarte algo y acabar con esto, y que sea lo
que dios quiera, pero necesito quitarme esta angustia del pecho.- Jeremy se la
quedó mirando, no había comprendido las ininteligibles palabras de Isabella,
pero si notó la angustia en su voz y en sus ojos, y supo que daría su vida por
aliviarla.
- Vamos dulzura, cálmate, ya ha pasado todo, ya me tienes a tu lado, y no me
movería de aquí por nada del mundo.- dijo, intentando calmar a Isabella.- Así
que vas a tener todo el tiempo del mundo de hablar conmigo, lo único que debe
preocuparte es descansar.
Al verla acurrucada en su pecho, tan frágil, tan dulce, no pudo seguir reprimiendo
todo el deseo que le ahogaba y se apoderó de los suaves labios de Isabella en un
tierno beso, acariciador, envolvente, y esta vez Jeremy no quería despertar la
pasión de ella, sólo su amor. Por que él ya le había entregado el suyo.
Tampoco en ese momento pudieron disfrutar de un momento de intimidad ya que
fueron interrumpidos por Georgina, que en ese momento salía a buscar a Isabella.
Aunque lo que menos se hubiera esperado era encontrar esa bonita escena entre su
hijastro y su amiga. Después de todo ese rufián sí, estaba interesado en Bella...
Quizá su plan de “distraer a su amiga” si resultara después de todo. A Georgina le
había apenado ver lo melancólica y callada que se había vuelto su amiga tras la
ruptura con su prometido, aunque presentía que su tristeza se debía a esta
cuestión. Así que, sin que James lo supiera ya que odiaba que ella hiciese de
casamentera, decidió que lo que necesitaba Isabella era alguien alegre y vital como
Jeremy, y organizó aquella visita a la finca de los marqueses de Cross, de manera
que las habitaciones de ellos quedarán en la misma planta, y bueno...ella no iba a
meterlos en la cama, pero si era allí donde acababan ella se iba a alegrar
enormemente, siempre y cuando, todo acabase en boda.
- Si interrumpo, puedo regresar cuando hayáis terminado...- dijo con un brillo
malicioso en los ojos.
- “Madre” siempre tan oportuna...
- Vamos Jeremy, deberías agradecerme, después de todo, en el salón habrá al
menos cien de las más grandes chismosas de Londres- se defendió Georgina al
ver la expresión de enfado del joven. – Además, sólo quería decirle a Isabella
que mañana a primera hora la Sra. Cross, organizará un pequeño
entretenimiento en el jardín para sus invitados más jóvenes, así que supongo
que eso también te incluye a ti, Jeremy.
Dicho esto, se dio media vuelta y les dejó sin poder reprimir una sonrisa en sus
labios, sabiendo que les había dejado muy intrigados con ese comentario. Si todo
iba bien, en veinticuatro horas, Jeremy se habría declarado a Isabella.

Isabella se encontraba sentada en un banco de piedra mientras trataba de recordar


como la habían convencido para que participase en ese absurdo juego. Bueno, si
sabía como la habían convencido, Georgina había estado insistiéndole en que
necesitaba distraerse, liberar su cabeza de preocupaciones, y por supuesto, estaba
la posibilidad de que Jeremy se pusiese celoso. Ese pensamiento le produjo un
escalofrío que la recorrió de arriba abajo. El juego en cuestión consistía en que una
de las debutantes de ese año, tras un sorteo entre todas ellas, debía permanecer en
un banco que se hallaba en mitad de un precioso jardín con forma de laberinto, a la
espera de que el primero de todos los caballeros solteros que participasen la
encontrará, y como premio, recibiría un beso de la dama en cuestión. Tras celebrar
el sorteo, que Isabella sospechaba no había sido del todo limpio después de ver la
pícara sonrisa de Georgina, le comunicaron las reglas del juego, y por supuesto, al
ser ella el premio, casi todos los hombres decidieron participar, después de todo, la
noche anterior había causado sensación, y eran muchos los que ansiaban besarla.
Por supuesto, a Isabella no le interesaba ser besada por nadie excepto por Jeremy,
pero al ver las miradas asesinas que dirigía a todos los participantes no pudo evitar
sonreír. Finalmente, Jeremy también participaría.
Los participantes debían salir desde cada una de las cuatro esquinas del laberinto,
en grupos de cuatro con sus correspondientes árbitros, los cuales debían asegurar
la descalificación del participante que errara en su camino. Jeremy se encontraba
situado en la esquina derecha de la parte trasera del laberinto, y en su rostro se
podía ver una arrogante sonrisa, que mantenía intrigados al resto de sus
compañeros. Al escuchar las reglas del estúpido juego, Jeremy supo que tendría que
asesinar al vencedor, ya que de ninguna manera iba a permitir que nadie besase a
Isabella, ella ya le pertenecía. Bueno, tal vez diese una oportunidad de retractarse
al vencedor, si el tipo era tan estúpido como para no desistir, entonces tendría que
retarle a duelo. Después de esa primera idea, y al recordar en casa de quién
estaba, se le fue suavizando la expresión. Desde que había conocido a su padre, a
los quince años, había visitado en varias ocasiones a los marqueses de Cross, y en
muchas de esas visitas se había “perdido” en ese laberinto con alguna de las
doncellas de la marquesa. Así que no era raro que conociese a la perfección el
laberinto. Quizá, después de todo, si le gustase ese juego. Si Isabella y el resto de
invitados esperaban entretenimiento, él sabía como dárselo. Casi podía saborear los
dulces labios de Isabella, la suavidad de su lengua...¡Dios! Con sólo pensar en ella le
hervía la sangre. Espero impaciente a que diesen la señal de salida, y se lanzó hacía
el laberinto. En la primera bifurcación uno de sus compañeros giro a la derecha en
lugar de hacerlo hacía la izquierda, con lo cual quedo eliminado. Sólo quedaban dos
más, y estos al ver la rapidez y decisión de Jeremy, optaron por seguirle. Se las
arreglo para hacer creer a uno de ellos que iba a seguir de frente, cuando con un
rápido giro de cintura volvió a dirigirse a la izquierda. Ese era el truco, siempre
había que dirigirse a la izquierda. Siguió corriendo a toda velocidad, ya que parecía
que la única forma de despistar a su último compañero era siendo más veloz,
además cuanto más corría más cerca sentía su recompensa.
Cuando supo que llegaba el último recodo, Jeremy aumentó la velocidad, no quería
que cualquier otro familiarizado con el laberinto le arrebatase los besos de Isabella.
Al llegar al rincón donde estaba el banco de piedra en el que debía estar Isabella, lo
halló vacío.
Que clase de broma era esa, después de todo, él había sido el más rápido de todos.
¿O no? Al caer en la cuenta de que el único motivo por el que Isabella no estaba allí
era que otro participante había llegado antes, y que posiblemente se hallaba
disfrutando de su premio en ese momento, lo vio todo color púrpura. Por que
diablos había consentido en participar ella en ese estúpido juego, acaso quería
ponerle celoso. Ahora por su culpa tendría que descuartizar a algún pobre imbécil.
Furioso consigo mismo y sobretodo con Isabella, se dirigió a la salida.
- ¿Se puede saber donde demonios está esa condenada mujer?- preguntó ceñudo
a su padre.
- Tranquilo, chico, ella esta donde la dejaron, en el centro del laberinto, además,
¿por qué tienes esa cara de asesino?- los ojos de James brillaban alegremente,
siempre le resultaba divertido el enojo de los demás.
- Ella no está allí.- fue lo único que dijo Jeremy antes de girarse y ponerse a
buscar a Isabella entre los demás invitados. No sabía que había sucedido, pero
no le gustaba el sentimiento de peligro que estaba notando.

Isabella despertó con un terrible dolor en sus labios, cuando consiguió aclarar sus
pensamientos se dio cuenta de que estaba fuertemente amordazada, además de
atada de pies y manos. Una gran confusión la inundó. Lo último que recordaba era
haber escuchado la señal de salida, sentada en el banco del laberinto, mientras
pensaba lo que ansiaba que Jeremy fuese el ganador de su beso, para poder volver
a sentir sus labios entre los suyos. Después había sentido como le oprimían la nariz
con un paño, desde ese momento no recordaba nada.
La habitación en la que se encontraba le era totalmente desconocida, lo cual no le
ayudo demasiado para poder averiguar quién estaría interesado en secuestrarla, y
sobre todo para qué.
Se le pasó por la cabeza que quizá todo formase parte de una representación
dentro del juego en el que estaba participando, pero rápidamente desecho la idea.
Georgina nunca permitiría que ella se encontrase en semejante situación,
amordazada, atada, y sobre todo llena de angustia.
Después de lo que le parecieron horas, y de algún que otro calambre debido a las
ataduras que la mantenían los brazos detrás de la espalda, se abrió la puerta.
Isabella pensó que lo más conveniente sería hacerse pasar por dormida, con el fin
de poder serenarse lentamente, hasta que supiera que iban a hacer con ella.
- Isabella, querida, despierta.- Dijo una voz suave pero varonil
Isabella se quedó petrificada, no hubiera querido reconocer la voz, pero así fue.
Abrió los ojos lentamente, para ver como William Hollenwurg, impecablemente
vestido la miraba desde el borde de la cama.
- Espero no haberte causado demasiadas molestias amor, me hubiese gustado
que nuestro encuentro hubiese sido menos traumático para ti, pero confío en
que sepas perdonarme. A sido mi ansía por ti lo que me ha hecho obrar así.-
Isabella notó que, aunque William hablaba correctamente en todo momento, sus
ojos tenían una mirada vacía, como si su mente estuviese a kilómetros de allí, y
todas aquellas palabras formasen parte de un estudiado guión. La seguridad de
que a William le parecía perfectamente lógico que ella estuviese allí contra su
voluntad, a su disposición, le produjo un escalofrío.
- Enseguida mandaré a alguien para que te ayude a bañarte y arreglarte para la
cena.- después de decirle esto se marcho, al parecer no se daba cuenta que
seguía amordazada y que por lo tanto no podía contestarle. Decididamente
William estaba perturbado, por lo tanto, quizá en su imaginación ella estaría
libre y podría pasarse horas atada en aquella cama sin que nadie subiese a
desatarla, ya que todo podía ser obra de la imaginación de él.
No fue así. Al rato subió una rechoncha mujer de mediana edad y de aspecto
descuidado. Sujetaba una daga en la mano y comenzó a rasgar las ligaduras de sus
tobillos y sus manos, cuando Isabella sintió que se restablecía la circulación en sus
manos se retiró la mordaza. Por lo visto la mujer pensó que ella no le causaría
problemas, ya que se mantuvo a su lado.
Isabella aprovechó su confianza para abalanzarse sobre ella, con el fin de quitarle el
cuchillo y poder huir, un terrible error. Ya que la mujer, al verse sorprendida,
reaccionó levantando las manos para protegerse, y con ellas el cuchillo, que se
clavó profundamente en el hombro de Isabella.
Nunca había sentido semejante dolor, sintió como la afilada hoja le desgarraba la
carne y empezaba a brotar abundante sangre. Por suerte no duró demasiado,
porque inmediatamente, se desmayó. Desplomándose en el suelo.

Cuando volvió a abrir los ojos pensó que todo había sido una pesadilla, que se
encontraba en su cama, confortablemente arropada. Pero al intentar incorporarse,
un latigazo de dolor le recorrió todas las terminaciones nerviosas desde el hombro
hasta el cerebro, y le hizo emitir un grito.
Al momento se abrió la puerta de la habitación y entró William, visiblemente
preocupado.
Ese gesto de preocupación le hizo pensar que quizá William no estaba loco, que a lo
mejor, el pensaba gastarle una broma, una broma que se le había ido de las manos.
Ese hilo de esperanza se esfumó en cuanto escuchó lo que él dijo:
- Oh, Bella, me tenías muy preocupado. Pensaba que ibas a dormir todo el día,
con lo ilusionado que estaba con la cena que he preparado para los dos.- al
decir esto, se sentó junto a ella en la cama. Al parecer no podía ver la enorme
mancha de sangre que cubría su vestido, ni la palidez de su rostro por la pérdida
de sangre. Sólo veía lo que su imaginación y su locura le permitían.
- William...necesito un medico, ¿es que no ves que estoy herida? No habrá
ninguna estúpida cena, ni siquiera puedo moverme sin que me atraviese el
dolor, así que mucho menos pienso bajar a cenar contigo.- dijo ella con la voz
cargada de furia y reproche, el ver la falta de consideración de él la había
enfurecido, como podía jugar así con la vida de ella.
El notar el enfado en la voz de Isabella pareció surtir efecto, ya que por unos
segundos volvió a ver alguna expresión en el rostro de su antiguo prometido, un
perfecto caballero, intimo amigo de su padre.
- Claro cariño, tienes razón, es cierto que estas un poco pálida, si te sientes
indispuesta, avisaré a un doctor para que te revise. Después de todo, tengo que
cuidar a mi mujercita para que pueda darme hijos fuertes y robustos, ¿verdad?.-
dicho esto, se inclino sobre ella y le besó la frente.- Pero sigo pensando que es
injusto que me prives de tu compañía esta noche, así que cuando se marche el
doctor, yo mismo si es necesario te bajaré en brazos al salón..
Cuando finalmente la dejó sola, Isabella se esforzó por mantenerse despierta, pese
a que cada minuto que pasaba se encontraba más débil. Debía estar despierta
cuando llegase el médico, si es que venía alguna vez, para poder convencerle de
que la ayudase a escapar de un loco que la había tomado por su esposa, y que
pensaba hacerla engendrar hijos. Al pensar en bebés cayó en la cuenta de que la
pérdida de sangre podía haber afectado al suyo, y rogó con todas sus fuerzas que
Dios no permitiese que le sucediera nada a su criatura. Si algo le sucedía, se juró
que sacaría las fuerzas de donde fuera para vengarse de William. Después de
infundirse un poco de ánimo, se dijo que aún contaba con una posibilidad, que él
médico que tenía que visitarla, no estuviese tan loco como su secuestrador. Con
ese pensamiento, volvió a caer rendida por el sueño.

Jeremy estaba sentado en la mesa de una vieja taberna cercana al puerto. Había
ido allí para encontrarse con un viejo contacto de su padre. Tras un par de noches
sin dormir, y después de haber recorrido todos los tugurios de Londres había
encontrado una pista Bastante fiable.
El tipo que estaba esperando decía ser amigo del cochero encargado de transportar
a Isabella aquella tarde.
Al recordar aquella tarde, recordó otra vez la angustia que había sentido al
descubrir que Isabella había desaparecido, la idea de que alguien le hubiese hecho
daño le estaba enloqueciendo. Además de la frustración que sentía al ver que
pasaban las horas y que seguían sin saber nada, si estaba viva, si se encontraba
bien, o si volvería a verla alguna vez. Jeremy ya sabía que la amaba, o al menos que
la deseaba con todas sus fuerzas, pero nunca hubiese imaginado que le afectaría
tanto su desaparición.
Iba por su segunda jarra de cerveza cuando se le acerco un tipo que parecía salido
de una pocilga, completamente desaliñado, con aspecto de no haber visto una
bañera en su vida.
- Soy Jack, y supongo que tú eres el que ha estado preguntando por ahí por una
dama desaparecida. Antes de sentarme quiero dejar claro que al darte esta
información pongo en peligro mi cuello, y que por eso, espero que la
recompensa sea generosa.- dijo, mostrando una mueca que pretendía ser una
sonrisa.
- Tranquilo viejo, si tu información me sirve de ayuda, podrás emborracharte a mi
salud durante mucho tiempo, y no te molestaré- al mencionar el alcohol los ojos
del hombre se iluminaron- ahora no tengo tiempo que perder, dime lo que
sepas, y si me mientes, te buscaré.- dijo Jeremy en tono amenazador.
Jeremy no quería crearse muchas esperanzas, ya que las anteriores investigaciones
habían sido lentas y desalentadoras.
- A “mi amigo” le ofrecieron una suculenta suma de dinero, por estar esperando
con un carruaje bastante elegante en la parte trasera de la mansión de los
marqueses de Cross. Allí debía esperar a que otro tipo le entregase un paquete.
Después de un buen rato de estar allí “plantaó” apareció un tipo encapuchado y
completamente de negro que transportaba un fardo bastante grande. Entonces,
al fijarm...quiero decir, al fijarse “mi amigo” vio que por uno de los bordes de la
tela asomaba una larga melena de pelo y en el otro costado unos bonitos
zapatos de mujer. Después ese mismo sujeto, le dio un papel en el que aparecía
una dirección, y le dijo que debía descargar allí su mercancía. Aquí le ha
apuntado la dirección que recuerda mi amigo.- dicho esto le alargo un
mugriento trozo de cuero seguramente arrancado de una de sus botas.
Jeremy estiro la mano casi sin poder creerlo, por fin tenía una verdadera pista...si lo
que decía ese desgraciado era cierto. Leyó rápidamente la dirección dispuesto a
salir corriendo hacía allí no sin antes arrojarle una bolsa repleta de monedas al tal
Jack. Para cuando aquel infeliz comprobó la enorme suma de dinero que había
dentro, Jeremy ya no estaba allí.

Isabella despertó sobresaltada. Como venía haciendo desde hacía cosa de dos días,
según su noción del paso del tiempo, porque seguía recluida en esa habitación.
El médico que le prometió William, había resultado ser uno de sus secuaces, que al
escuchar sus súplicas, no había hecho sino ignorarla. Al menos, se habían ocupado
de su hombro, después de servirle un gran vaso de brandy, el cual la obligaron a
beber de un trago, le cosieron varios puntos ya que la herida era bastante profunda
y le vendaron el hombro. Aunque no lo hicieron con toda la delicadeza que le
hubiese gustado a Isabella.

Lo único que consiguió fue convencer a William de que no le convenía moverse de


esa habitación, ya que podría volver a abrírsele la herida, cosa que no le agradó
demasiado, ya que seguía empeñado en mantener una velada romántica. Pero al
admitir realmente sonrojada Isabella, que se encontraba indispuesta debido a su
periodo, después de eso William se disculpo bastante avergonzado y no volvió a
molestarla durante esos dos días, hasta esa mañana.
Al presentarse esa mañana en el cuarto en el que se encontraba vigilada, se le
notaba muy nervioso, impaciente, así que de buenas a primeras informó a Isabella
que esa noche prepararían una cena “íntima” en esa misma habitación, a decir
verdad, sus palabras textuales fueron:
- Isabella, querida, como esposo estoy en todo mi derecho de reclamar mis
satisfacciones, así como tu tienes el deber de darme un heredero. O varios,
contra más, mejor. Así que voy a preparar una romántica cena para que puedas
recuperar fuerzas, y después...
Lo que daba a entender enfureció tanto a Isabella, que le hubiera estrangulado, si
hubiese tenido fuerzas, se sentía tan cansada que casi no podía mantener abiertos
los ojos. Había empezado a sospechar que la estaban sedando sin que ella se
hubiese dado cuenta.
- William “querido”- dijo con su tono más sarcástico,- ¿cuándo te volviste tan
rematadamente loco? ¡No estamos casados! ¡No soy tu mujer, y no pienso tener
hijos tuyos! – le gritó con toda su rabia.
- Lo veremos, sólo te aconsejo que colabores, por tu bien, amor.- dijo él, con un
tono tan frío que a Isabella se le heló la sangre en las venas.
Cuando el se hubo marchado, gastó las pocas fuerzas que le quedaban llorando.
Sólo podía pensar en su hijo, en que no fuese dañado...y en Jeremy. ¿Dónde estaba?
¿Porqué no la ayudaba? Acaso se habría enterado de su estado, y había decidido
ignorarla para poder seguir con su vida de libertinaje. Ese pensamiento fue más
doloroso para ella que cualquier puñalada.
Ahora se encontraba frente a su secuestrador, aún vestía el viejo camisón que le
habían entregado, manchado casi completamente por la sangre de su herida,
descalza, y totalmente despeinada. Realmente debería estar espantosa, y sin
embargo, ese loco estaba embobado, mirándola como si fuese la obra de arte más
bella del mundo. Si le hubiese quedado algo de sentido de humor, hubiese reído.
Isabella intentaba comer lo más despacio posible, y aunque no tuviese ningún
apetito, pensaba comer todo cuanto le fuese posible, con el fin de retrasar lo que
vendría después. Sólo de pensarlo se le hacía un nudo en la garganta que la
impedía tragar.
- William, debes dejarme marchar, esto no es correcto, y mis padres deben estar
muy preocupados...- fue su intento por apelar a la cordura de él.- además, yo
nunca podré amarte. Yo amo a otro hombre, y tú, comparado con él, resultas
ridículo.- sentenció ella, con el fin de herirle, aunque aquello era cierto, al
confesárselo a él, sólo buscaba causarle algún tipo de daño. Puede que William
sometiese su cuerpo, pero no su mente y su corazón.
Nunca hubiese esperado lo que esas palabras provocaron. Inmediatamente, él se
abalanzó sobre ella, y le aferró el cuello con ambas manos, intentando
estrangularla. Al principio Isabella, al verse sorprendida, se quedó paralizada por el
horror de lo que estaba sucediendo, William estaba ido, completamente
desencajado, y cada vez oprimía con más fuerza su garganta. Entonces reaccionó, y
comenzó a luchar por salvar su vida, y la de su hijo. Si los días pasados había
estado aturdida y somnolienta la adrenalina que ese ataque había desencadenado,
la hizo resistirse con todas sus fuerzas, pateó, arañó y golpeó a William, pero nada
parecía suficiente. Isabella notaba como poco a poco se oscurecía todo a su
alrededor.

Jeremy entró en la habitación justo a tiempo para evitar que William matara a
Isabella, al ver la horrenda imagen, rápidamente se abalanzó hacía él y le separó de
ella, al tiempo que le propinaba un fuerte puñetazo en la nariz, que inmediatamente
le comenzó a sangrar. Jeremy creyó que con ese golpe bastaría para disuadir a
aquel hombre de seguir con su plan, pero lejos de eso, William intentó acercarse a
Isabella otra vez mientras mascullaba toda serie de insultos.
Aquello fue la gota que colmó la paciencia de Jeremy, se colocó entre William e
Isabella y le dirigió un duro golpe en el estómago que dobló al pobre infeliz por la
mitad y un rápido gancho, que le dejo inconsciente.
- Maldito y endiablado hijo de puta...- dijo Jeremy con la voz cargada de rabia.-
más te vale quedarte en el suelo, sin causar problemas, o haré que cada
segundo que te quede de vida te parezca un año.- dijo para sí Jeremy.
Entonces volvió a mirar hacía la cama en la que Isabella intentaba reponerse del
ataque que había sufrido, sintió que se le tensaban todos los músculos del cuerpo al
verla casi cubierta de sangre, rápidamente se acercó a ella y empezó a palparle
todo el cuerpo en busca de la herida.
- ¿Estas bien Isabella? Dios santo, me tenías tan preocupado, mi pequeña, cuanto
debes haber sufrido- le susurro Jeremy al oído mientras la estrechaba entre sus
brazos y la acunaba suavemente, como si fuese realmente una niña. – Cuando
nos dimos cuenta de que te habían secuestrado, pense enloquecer, a partir de
ahora no volveré a separarme de ti, te lo juro.- dicho esto, le rozó los labios en
un tierno beso.
Isabella se sentía feliz, por fin había acabado la angustia de su cautiverio, y estaba
entre los brazos del hombre al que amaba, por un momento, dejo de pensar, y se
concentró en sentir. Era muy agradable sentir el corazón de Jeremy latiendo junto a
su oreja, sentir sus fuertes brazos rodeándola y protegiéndola de todo mal, percibir
la calidez de su piel a través del fino camisón, y la suavidad de sus labios al rozar
los suyos. Pero aún en ese momento de dicha, no podía apartar de su pensamiento
que posiblemente, cuando se enterase de que iba a dar a luz, pensase lo peor de
ella, el saber que no podría resistir que Jeremy la repudiase, le anegó el corazón de
tristeza.
- Estoy bien, ahora sí. Mi herida ha sido lo de menos, lo peor era pensar que nadie
sabía donde estaba, y que ese loco pensaba violarme esta misma noche. De no
haber aparecido tu, hubiese preferido que me estrangulase, a que me pusiera
un solo dedo encima.- Isabella se liberó de todo el miedo que había sentido en
los días pasados, se abrazó con todas sus fuerzas a Jeremy y lloró sobre su
pecho. – Eres tan bueno conmigo Jeremy, y yo no he hecho más que ocultarte
cosas, no te lo mereces.- terminó Isabella entre sollozos.
- Cálmate preciosa, ahora todo esta bien, nadie volverá a hacerte daño, yo estaré
siempre a tu lado para protegerte.- le dijo Jeremy con el corazón lleno de
ternura hacía ella.
- No será así cuando termine lo que tengo que decirte, ojalá lo hubiese hecho
antes, pero no he tenido el valor suficiente, y me temo que dentro de poco será
demasiado tarde...Jeremy, esa noche, en el jardín de tu casa, sucedió algo...
- Claro que sucedió algo, preciosa, algo que no he conseguido arrancarme del
pensamiento en estos dos meses. Nunca había sentido algo así, a decir verdad,
no sé lo que siento. Sólo sé que al no tenerte a mi lado me vuelvo loco, no
volveré a permitir que algo así vuelva a pasar. Tu ya me perteneces, y mi
cuerpo te reconoce como su única dueña. Te deseo Isabella, más de lo que
nunca he deseado a nadie. Mi corazón y mi mente no han tenido descanso
desde la noche en que nos amamos. Espero que me hagas el hombre más
afortunado del mundo casándote conmigo. ¿Qué me dices, dulzura?
Isabella se había quedado muda. Nunca había pensado que Jeremy se le declararía
voluntariamente, pero al comprender que no había hecho falta que ella le
mencionase lo del bebé, se sintió feliz, radiante, a punto de explotar. Ese hombre
tan magnifico la amaba, por el mismo, es más le había propuesto matrimonio. No
pudo contener que una lágrima de alegría se deslizara por su rostro.
- Por supuesto que acepto, desde aquella noche, tú también eres mi dueño, mi
cuerpo ha gritado cada segundo por estar separado del tuyo. – dijo Isabella,
apenas en un susurro.

Jeremy atrajo a Isabella hacía él y se fundieron en un cálido y apasionado beso


mientras la sentía estremecerse en su abrazo. Al sentir la dulzura de sus labios,
pensó que jamás se cansaría de abrazar, besar y hacerle el amor a esa mujer, como
había dicho antes, le había robado para siempre el corazón...
Ya habría tiempo para los reproches por no haberle dicho antes lo del bebé, se dijo
Isabella, ahora sólo podía sentir los besos de Jeremy, el tacto de su pelo, su olor...y
el torbellino de emociones que sólo él la hacía sentir.

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