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Latinismos
Por otro lado, resulta interesante señalar que, antes de que la escritura en lengua vernácula
se encontrase perfilada (hacia el siglo XII), es imposible distinguir, en los orígenes del
idioma, los latinismos de las palabras populares o semicultas. Por ello, una voz escrita en
esa época, como el término “desiderio” (Glosa emilianense 132) puede interpretarse
como la representación gráfica de un préstamo culto */desidério/ o como un intento de
reflejar gráficamente el popular /deséo/. Sin embargo, a partir del siglo XII, ya se puede
diferenciar entre los latinismos y el vocabulario patrimonial.
Cabe destacar que los latinismos serán más abundantes en aquellos períodos en que se
practica la traducción de obras latinas.
II. Helenismos
La lengua hablada en los asentamientos griegos de la costa oriental de la Península en
tiempos prerromanos, no ha dejado más legado en español que un puñado de topónimos.
Realmente, los helenismos que apreciamos dentro del vocabulario castellano llegaron tras
haber sido incorporados previamente al latín de Roma o por haber sido tomados como
préstamos directamente del griego literario. En estos helenismos, se pueden distinguir tres
clases diferentes.
En segundo lugar, hay que recordar que el griego fue, al principio, la lengua de la Iglesia,
incluso en el Imperio Romano de Occidente. Como consecuencia, el latín eclesiástico
estaba lleno de helenismos, muchos de los cuales han pasado al español. Algunas palabras
de este grupo son: abismo, bautismo, biblia, blasfemar, diablo, ermita, himno, etc.
En tercer lugar, el griego ha servido, a lo largo de la historia del español, como fuente de
vocabulario técnico y científico. Algunos términos son: anatomía, arteria, antídoto,
cráneo, alfabeto, cólico, biblioteca, sintaxis, tragedia, caos, cono, cubo, narciso, entre
otros.