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Ama tu ira

Ama a tu ira
Cuando la gente habla de dejar ir o liberar la ira,
con demasiada frecuencia entiende que lo que debe
hacer es deshacerse de ella.
La juzgan equivocada e indeseable, incluso
inquietante.
No quieren sentirla, entonces sólo hablan de ella e
intentan analizarla intelectualmente, pero esto no
funciona.
El intento de procesar la emoción hablando de ella
nos es más que otro medio de resistirse a sentirla.
Por eso la mayoría de las terapias basadas en la
expresión oral no funcionan.
Lo que resistes persiste.
Como la ira representa energía en movimiento,
oponer resistencia no hace más que bloquearla
dentro de nosotros hasta que el volcán estalla.
Liberar energía significa, en realidad, liberar la
energía atascada de las emociones retenidas
permitiéndoles moverse con libertad a través del
cuerpo en forma de sensaciones.
Realizar algún tipo de trabajo sobre la ira nos
ayuda a sentirla intencionalmente y bajo control.
El trabajo sobre la ira mueve la energía
Lo que llamamos trabajo sobre la ira no se refiere
exactamente a ella.
Es el proceso de conseguir que la energía atascada
en el cuerpo se ponga otra vez en movimiento.
Sería más apropiado llamarle trabajo de liberación
de la energía.
No importa qué nombre le pongamos, el proceso
puede ser tan sencillo como gritar contra un cojín
(para no alarmar a la vecindad), vociferar dentro
del coche, golpear almohadas, cortar leña o
cualquier otra actividad física enérgica.
La combinación de actividad física con el uso de
la voz parece ser la clave del éxito en el trabajo de
liberación de la energía.
Con demasiada frecuencia bloqueamos la energía
de la emoción en la garganta, ya sea ira, tristeza,
sentimiento de culpa o cualquier otra.
Entonces la expresión vocal debería
siempre formar parte del proceso.
Tenemos que meternos de lleno en ello, no con la
idea de deshacernos del sentimiento, sino con la
intención de sentir su intensidad desplazándose
por nuestro cuerpo, sin pensar ni juzgar.
Si de verdad logramos entregarnos a las
emociones, nos sentiremos más vivos que nunca y
descubriremos que la energía se ha disipado.
Cuando la ira asusta
Para muchos de nosotros la idea de dejar aflorar la
ira puede resultar tan espeluznante como
imposible de plantearse, sobre todo si por debajo
de la ira subyace el terror.
La persona que nos hizo aquellas cosas tan
terribles quizá siga ejerciendo una fuerte
influencia sobre nuestro subconsciente.
Cuidado con la adicción a la ira
Aquí conviene advertir que es muy sencillo
volverse adicto a la ira.
Ésta se autoalimenta y se convierte con facilidad
en resentimiento, el cual se regodea volviendo una
y otra vez sobre viejas heridas, visitando
reiteradamente el dolor asociado y aventando la ira
resultante de alguna forma.
Entonces, la ira se convierte de por sí en una
auténtica adicción.
Conviene darse cuenta de que la ira que persiste no
sirve ningún propósito útil.
Por lo tanto, en cuanto hemos permitido que la
energía de la ira fluya en forma de sentimiento,
deberíamos usarla para crear un resultado positivo.
Quizá necesitemos poner un límite o una condición
para futuras interacciones con la persona en torno
a la cual evoluciona nuestra ira; quizá podamos
tomar algún tipo de decisión como tener la
voluntad de sentir compasión por dicha persona o
perdonarla.
Solamente cuando utilicemos la ira como
catalizador de un cambio positivo, de auto
potenciación o de perdón podremos prevenir que
el enfado se convierta en un círculo adictivo.

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