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Créditos

Índice
Sinopsis
La noche que conocí a Drew Jagger, él acababa de irrumpir en mi nueva
oficina de Park Avenue.
Marqué el 911 antes de proceder a atacarlo con mis nuevas y elegantes
habilidades de Krav Maga.
Rápidamente me restringió, luego se rio, encontrando divertido mi
intento de asalto.
Por supuesto, mi intruso debía ser arrogante.
Sólo que, resultó, que no era en absoluto un intruso.
Drew era el dueño de mi nueva oficina. Había estado de vacaciones
mientras el lujoso lugar era renovado.
Razón por la cual un estafador consiguió arrendarme un espacio en una
oficina que en realidad no estaba disponible para rentar.
Me robaron diez de los grandes.
Al día siguiente, después de horas en la estación de policía, Drew se
apiadó de mí y me hizo una oferta que no pude rechazar. A cambio de
responder sus teléfonos mientras su secretaria no estaba, me dejaría
quedarme hasta que encontrara un nuevo lugar.
Probablemente debería haber actuado agradecida y mantener la boca
cerrada cuando escuché los consejos que les escupía a sus clientes. Pero no
pude evitar darle mi opinión.
Nunca esperé que mi cuerpo reaccionara cada vez que discutimos. En
especial cuando eso era todo lo que parecíamos poder hacer.
Los dos éramos completos opuestos. Drew era un amargado, molesto,
hermoso como el infierno, destructor de relaciones. Y mi trabajo era ayudar a
las personas a salvar sus matrimonios.
La única cosa que teníamos en común era el espacio que estábamos
compartiendo.
Y la atracción que estaba haciéndose más difícil de negar cada día.
A veces lo que estás buscando
Viene cuando no estás mirando en absoluto.

~Desconocido
Capítulo 1
Odio la víspera de año nuevo.
Dos horas en el tráfico para no lograr hacer ni siquiera los diez kilómetros
a casa desde La Guardia. Eran pasadas las diez de la noche. ¿Por qué toda esta
gente no estaba ya en una fiesta? Toda la tensión que las dos semanas en
Hawái habían aliviado, estaba de nuevo apretando más y más fuerte dentro
de mí mientras el auto avanzaba centímetro a centímetro hacia la parte alta de
la ciudad.
Intenté no pensar en todo el trabajo al que tenía que volver: las cadenas
sin fin de problemas de otras personas que encajaban con los míos.
“Ella fue infiel.”
“Él fue infiel.”
“Quiero la custodia completa de los niños.”
“Ella no puede quedarse con la casa en Vail.”
“Lo único que quiere es mi dinero.”
“No me ha dado una mamada en tres años.” Escucha, cretino, eres un
cincuentón, calvo, pomposo y con forma de huevo. Ella tiene veintitrés, está buena, y
tiene unas tetas tan jóvenes que casi le llegan a la barbilla. ¿Quieres arreglar este
matrimonio? Ve a casa con diez mil, billete sobre billete, y dile que se arrodille.
Tendrás tu mamada. Ella tendrá su dinero para gastar. No pretendas que alguna vez
fue más de lo que realmente fue. ¿No te funciona? A diferencia de tu futura ex esposa,
yo tomaré un cheque. Hazlo a nombre de Drew M. Jagger, Abogado.
Me froté la nuca, sintiéndome ligeramente claustrofóbico en la parte
trasera del Uber, y miré por la ventana. Una anciana con andador nos
adelantó.
—Voy a salir —gruñí al conductor.
—¿Pero, y el equipaje?
Ya estaba en la parte posterior del auto.
—Abre el maletero. De todas maneras no nos estamos moviendo.
El tráfico estaba completamente detenido, y solo faltaban dos cuadras
para llegar a mi edificio. Dándole una propina de cien dólares al conductor,
agarré mi maleta y tomé una profunda bocanada de Manhattan.
Amaba esta ciudad tanto como la odiaba.
El 575 de Park Avenue era un edificio restaurado de antes de la guerra
en la esquina sur este de la calle 63. Era una dirección que le daba a la gente
nociones preconcebidas respecto a ti. Alguien con mi apellido había ocupado
el edificio desde antes de que se convirtiera en un espacio sobre valuado.
Razón por la cual mi oficina pudo permanecer en la planta baja cuando los
otros inquilinos comerciales fueron desalojados hace algunos años. También
vivía en el piso superior.
—Bienvenido de nuevo, Sr. Jagger. —El portero uniformado me saludó
mientras abría la puerta del lobby.
—Gracias Ed. ¿Me perdí algo mientras no estuve?
—Nah. Lo mismo de siempre. Sin embargo, me asomé a su oficina el otro
día. Luce bien.
—¿Han usado la entrada de servicio por la sesenta y seis como se suponía
que hicieran?
Ed asintió.
—Seguro que sí. Apenas los escuchamos los últimos días.
Dejé caer mi equipaje dentro de mi apartamento, luego bajé de nuevo por
el elevador a revisarlo todo. Por las últimas dos semanas, mientras estaba
retozando en Honolulu, mi espaciosa oficina había estado recibiendo una
reforma total. Grietas en el techo elevado serían cubiertas y pintadas, y nuevos
suelos reemplazarían al viejo parqué.
Todavía había plástico grueso sobre todos los pasillos internos cuando
entré. El poco mobiliario que no había almacenado en un depósito también
estaba cubierto con mantas. Mierda. No lo han terminado todavía. El contratista
me había asegurado que solo quedarían trabajos de acabado para cuando
regresara. Estuve en lo correcto al ser escéptico.
Encendí las luces, me sentí feliz al encontrar el recibidor completamente
terminado. Finalmente, una víspera de navidad sin ninguna horrible
sorpresa, para variar.
Di un pequeño vistazo alrededor, complacido con lo que encontré, y
estaba a punto de irme cuando noté una luz por debajo de la puerta de un
pequeño cuarto de archivo al final del pasillo.
Sin pensar sobre ello, me dirigí allí para apagarla.
Ahora, soy una persona de 1,90 metros, 92 kilos, y tal vez era solo mi
marco de pensamiento, el no esperar ver a nadie, pero cuando abrí la puerta
del cuarto de archivo y la encontré, me asusté como la mierda.
Ella gritó.
Di un paso atrás por la puerta.
Se levantó, se subió en la silla y comenzó a gritarme, agitando su teléfono
en el aire.
—¡Llamaré a la policía! —Sus dedos sonaban mientras marcaba el nueve,
luego el uno y retenía el último uno—. ¡Sal ahora y no llamaré!
Podría lanzarme hacia ella y el teléfono estaría fuera de sus manos antes
de que se diera cuenta de que no había marcado el último dígito. Pero lucía
aterrorizada, así que retrocedí otro paso y levanté las manos en señal de
rendición.
—No voy a lastimarte. —Usé mi mejor voz de calma—. No necesitas
llamar a la policía. Esta es mi oficina.
—¿Te parezco estúpida? Acabas de irrumpir en mi oficina.
—¿Tu oficina? Creo que diste un giro equivocado en la esquina de Loca y
Cucú.
Se tambaleó encima de la silla, sosteniendo abiertos ambos brazos para
recuperar el equilibrio, y luego, su falda cayó a sus pies.
—¡Sal! —Se agachó y tomó su falda, subiéndola hasta su cintura mientras
me daba la espalda.
—¿Toma medicamento, señora?
—¿Medicamento? ¿Señora? ¿Estás bromeando?
—¿Sabes qué? —Señalé al teléfono que todavía sostenía—. ¿Por qué no
presionas el último uno y dejas que la policía se pase por aquí? Ellos pueden
llevarte de vuelta a cuál sea el manicomio del que escapaste.
Sus ojos se ampliaron.
Para ser una loca, ahora que realmente estaba mirándola, era
malditamente linda. Fiero cabello rojo se apilaba sobre ella combinando con
su explosiva personalidad. A razón de la mirada en sus furiosos ojos azules,
me alegré de aguantarme de decírselo.
Presionó el uno y procedió a reportar el crimen de irrumpir en la oficina.
—Me gustaría reportar un robo.
—¿Robo? —Arqueé una ceja y miré alrededor. Una solitaria silla
plegable y una mesa de metal eran los únicos muebles en todo el espacio—.
¿Qué es exactamente lo que estoy robando? ¿Tu personalidad ganadora?
Modificó su queja con la policía.
—Allanamiento de morada. Me gustaría reportar un allanamiento de
morada en el 575 de Park Avenue. —Hizo una pausa y escuchó—. No, no creo
que esté armado. Bueno, es grande. Realmente grande. Al menos un metro
ochenta. Tal vez más.
Hice una mueca.
—Y fuerte. No olvides decirles que también soy fuerte. ¿Quieres que
haga flexiones para ti? Y tal vez deberías decirles que tengo los ojos verdes.
No sea que la policía me confunda con todos los demás ladrones realmente
grandes que están aquí, en mi oficina.
Después de colgar, continuó subida en la silla, mirándome.
—¿También hay un ratón? —pregunté.
—¿Un ratón?
—Considerando cómo saltaste a esa silla... —Me reí.
—¿Lo encuentras divertido?
—Ciertamente. Y no tengo idea de por qué. Debería haberme molestado
como la mierda llegar a mi casa después de dos semanas de vacaciones y
encontrar un intruso en mi oficina.
—¿Intruso? No soy un intruso. Esta es mi oficina. Me mudé hace una
semana.
Se tambaleó de nuevo mientras estaba sobre la silla.
—¿Por qué no te bajas? Te vas a caer de esa cosa y te lastimarás.
—¿Cómo sé que no vas a hacerme daño cuando me baje?
Sacudí mi cabeza aguantando la risa.
—Cariño, mira mi tamaño. Mira tu tamaño. Permanecer en esa silla no
hará una mierda por mantenerte a salvo. Si quisiera hacerte daño, ya estarías
inconsciente y fría en el suelo.
—Tomo clases de Krav Maga dos veces a la semana.
—¿Dos veces a la semana? ¿En serio? Gracias por advertirme.
—No tienes que ridiculizarme. Tal vez pueda hacerte daño. Para ser un
intruso, realmente eres como rudo, ¿sabes?
—Bájate.
Después de mirarnos por un minuto completo, se bajó de la silla.
—¿Ves? Estás tan a salvo en el suelo como lo estabas allí arriba.
—¿Qué quieres?
—No llamaste a la policía, ¿verdad? Casi me engañas por un segundo.
—No. Pero puedo hacerlo.
—Ahora, ¿por qué no vas y lo haces? ¿Para que puedan arrestarte por
allanamiento?
Señaló a su maltrecho escritorio. Por primera vez noté papeles por todo
el lugar.
—Te lo dije. Esta es mi oficina. Estoy trabajando hasta tarde porque el
equipo de construcción hizo tanto ruido el día de hoy que no pude terminar
con lo que tenía. ¿Por qué alguien allanaría para trabajar a las diez y media de
la noche en la víspera de año nuevo?
¿Equipo de construcción? ¿Mi equipo de construcción? Aquí pasa algo.
—¿Estuviste hoy con el equipo de construcción?
—Sí.
Me rasqué la barbilla, medio creyéndole.
—¿Cuál es el nombre del capataz?
—Tommy.
Mierda. Estaba diciendo la verdad. Bueno, al menos algo de eso tenía que
ser verdad.
—¿Dijiste que te mudaste hace una semana?
—Correcto.
—¿Y exactamente, a quién le rentaste el espacio?
—John Cougar.
Mis dos cejas se levantaron esta vez.
—¿John Cougar? ¿Por casualidad dejó el Mellencamp1?
—¿Cómo podría saberlo?
Esto no sonaba bien.
—¿Y le pagaste a este John Cougar?
—Por supuesto. Así es como se renta una oficina. Dos meses de depósito,
primer y último mes de renta.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza.
—Mierda.
—¿Qué?

1John Cougar Mellencamp (Seymour, Indiana; 7 de octubre de 1951), es un cantante, compositor y


guitarrista de rock estadounidense.
—Te estafaron. ¿Cuánto te costó todo esto? ¿Dos meses de depósito,
primer y último mes de renta? ¿Cuatro meses en total?
—Diez mil dólares.
—Por favor dime que no le pagaste en efectivo.
Algo finalmente hizo clic, y el color se drenó de su bonito rostro.
—Dijo que su banco estaba cerrado por la noche y que no podía darme
las llaves hasta que cobrara mi cheque. Si le daba efectivo, me podría mudar
de inmediato.
—¿Le pagaste a John Cougar cuarenta mil dólares en efectivo?
—¡No!
—Gracias a Dios.
—Le pagué diez mil en efectivo.
—Pensé que le habías pagado cuatro meses.
—Lo hice. Dos mil quinientos dólares al mes.
Eso lo hizo. De todas las mierdas locas que había escuchado hasta ahora,
pensar que podía encontrar un espacio en Park Avenue por dos mil
quinientos dólares por mes fue la guinda del pastel. Solté una enorme
carcajada.
—¿Qué es tan divertido?
—No eres de Nueva York, ¿verdad?
—No. Me acabo de mudar de Oklahoma. ¿Qué tiene eso que ver?
Dí un paso más cerca.
—Odio darte las malas noticias, Oklahoma, pero fuiste estafada. Esta es
mi oficina. He estado aquí por tres años. Mi padre estuvo treinta años antes
de eso. Estuve de vacaciones las últimas dos semanas y dejé la oficina en
remodelación mientras tanto. Alguien ya mencionado te engañó para que le
dieras efectivo por alquilarte una oficina sobre la que no tenía ningún derecho.
El portero se llama Ed. Pasa por la entrada principal del edificio y él verificará
todo lo que acabo de decirte.
—No puede ser.
—¿Qué haces que necesitas una oficina?
—Soy psicóloga.
Extendí mi mano.
—Soy abogado. Déjame ver tu contrato.
Su rostro cayó.
—No me lo ha entregado todavía. Dijo que el arrendador estaba de
vacaciones en Brasil y que podía mudarme, que volvería el primero para
cobrarme la renta y me entregaría el contrato para firmar.
—Has sido estafada.
—¡Pero le pagué diez mil dólares!
—Lo cual es otra cosa que debió alertarte. No puedes rentar ni un
armario en Park Avenue por dos mil quinientos dólares al mes. ¿No
encontraste extraño conseguir un lugar así por casi nada?
—Pensé que era un gran trato.
Sacudí mi cabeza.
—Obtuviste un gran trato. Un trato sin sentido.
Se cubrió la boca.
—Creo que voy a vomitar.
Capítulo 2
Me sentí como una completa idiota.
Un ligero toque sonó en la puerta del baño.
—¿Estás bien ahí dentro?
—Estoy bien. —Avergonzada. Estúpida. Ingenua. Completamente
arruinada. Pero bien.
Elevé mi rostro y me miré en el espejo. ¿Qué demonios iba a hacer ahora?
Mi línea telefónica había sido instalada finalmente esta semana, y me habían
enviado la papelería. Mi hermosa papelería. Con el pequeño logo y mi elegante
dirección en Park Avenue. Ugh. Otros doscientos cincuenta dólares
desperdiciados. Dejé caer mi cabeza y miré el lavabo, incapaz de seguir
mirando mi cara de tonta.
Finalmente, entreabrí la puerta del baño y di un paso fuera. El inquilino
correcto estaba recostado de la pared, esperándome. Por supuesto, tenía que
ser hermoso. Porque no me podría avergonzar a mí misma delante de un
hombre feo. No, definitivamente no.
—¿Segura que estás bien?
Evité el contacto visual.
—No lo estoy. Pero lo estaré —dudé antes de continuar—. ¿Está bien si
regreso a mi oficina… quiero decir… tu oficina… y recojo mis cosas?
—Por supuesto. Tómate tu tiempo.
No había demasiado que empacar. Todo mi mobiliario sería entregado
esta semana. Así como los expedientes de mi unidad de almacenaje. Tendría
que cancelar eso también. ¿Dónde diablos iba a poner todo eso? Mi
apartamento no era mucho más grande que el cuarto de archivo en el que
estaba establecida.
Mientras empacaba lo último de mis cosas en una de las cajas que traje,
el inquilino correcto vino y se detuvo en el marco de la puerta. Hablé antes
que él.
—Lo siento, por caer en la estafa, y por tratar de lanzarte a la policía.
—No olvides el intimidarme con tus alocadas habilidades en Krav Maga.
Levanté la vista y lo vi sonriendo. Era apuesto. Demasiado apuesto. Su
atractivo rostro me puso nerviosa, pero no la clase de nerviosa como para
sentirme forzada a subirme a una silla y llamar a la policía. No, la sonrisa de
este hombre era confiada y me golpeaba en las rodillas, además de otros
lugares.
—De verdad hago Krav Maga, sabes.
—Bien por ti. Me asustaste un poco cuando entré. Apuesto a que puedes
patear algunos traseros de niñitas.
Me congelé a la mitad de mi empaque.
—¿Traseros de niñitas? Mi instructor es un hombre.
Cruzó los brazos sobre su pecho. Su ancho y fuerte pecho.
—¿Por cuánto tiempo has tomado lecciones?
—Casi tres meses.
—No reducirías a un hombre de mi tamaño con tres meses de
entrenamiento en Krav Maga.
Tal vez porque era tarde, o por darme cuenta de que me habían robado
los ahorros de toda la vida y no tenía oficina en la que atender a mis pacientes,
en ese momento, mi cordura se quebró. Me lancé al pobre y sorprendido
hombre. Literalmente; salté a la silla, de allí a la mesa plegable y volé hacia él.
Volé hacia él.
A pesar de que lo tomé por sorpresa, me tuvo completamente sujeta en
menos de un latido. No estaba segura siquiera de cuál fue el movimiento que
hizo. De alguna manera se las arregló para girarme haciendo que mi espalda
quedara hacia él y mis brazos sujetos tras de mí, en medio de nosotros.
Me molestó que no estuviera ni siquiera agitado cuando habló. Su aliento
me hizo cosquillas en el cuello mientras me colocaba en mi lugar, y su voz fue
baja y comedida.
—¿Qué fue eso?
—Trataba de mostrarte mis movimientos.
Sentí su cuerpo sacudirse tras de mí, a pesar de que no hizo ningún
sonido.
—¿Te estás riendo de mí? ¿De nuevo?
Se rió a través de su respuesta.
—No.
—Tengo movimientos. Lo juro. Solo que todos están como apagados por
todo lo que pasó.
Todavía no me soltó. En su lugar, se acercó, colocando su cabeza sobre
mi hombro y habló.
—Si vamos a mostrar movimientos, estaría encantado de mostrarte
algunos de los míos.
Cada vello de mi cuerpo se elevó hacia el cielo mientras piel de gallina
me cubría.
—Ummm, yo… yo…
Aflojó su agarre, y me tomó un minuto estabilizar mi mente. En vez de
enfrentarlo con el rubor que sentía en mi rostro, mantuve mi espalda hacia él
mientras recogía lo último de mis cosas y tiraba del cargador de la pared.
—Tengo entregas programadas y una línea telefónica que será instalada
el martes. —Mis hombros se elevaron de nuevo—. También pagué el doble a
la compañía de almacenaje para que entregaran los muebles esta semana.
Cancelaré todo a primera hora de la mañana, pero en caso de que se
presenten… Si estás aquí, y no te importa despacharlos…
—Por supuesto.
—Gracias. —Levanté mi caja y no tuve más remedio que enfrentarlo.
Caminó alrededor de la mesa hacia donde estaba parada y tomó la caja
de mis manos antes de guiarme al área de recepción. Todo lo demás en el
espacio estaba oscuro, pero la luz del que pensaba era mi cuarto de archivo
iluminaba el pasillo lo suficiente como para que nos pudiéramos ver. Nos
detuvimos frente a la puerta de servicio que había estado usando como
entrada durante la última semana. Me percaté del hecho de que el falso agente
inmobiliario probablemente me había hecho utilizar esa entrada para evitar
ser atrapado demasiado pronto. Me había dicho que no usara la entrada
principal en Park Avenue para que el edificio no se ensuciara con la tierra en
nuestros zapatos durante la construcción. Había comprado todo lo que había
dicho.
—¿Tienes un nombre, Oklahoma? ¿O simplemente debo llamarte
intrusa?
—Emerie. Emerie Rose.
—Lindo nombre. ¿Rose es tu apellido o segundo nombre?
—Apellido.
Cambió la caja que cargaba con ambas manos a una sola para
extenderme la mano libre.
—Drew. Drew Michel.
Lo miré.
—¿Apellido o segundo nombre?
Su sonrisa iluminó la penumbra cuando puse mi mano en la suya. El
hombre no tenía hoyuelos. Tenía un escote en la boca.
—Segundo nombre. Jagger es mi apellido.
—Encantada de conocerte, Drew Jagger.
No soltó mi mano.
—¿En serio? ¿Estás encantada de conocerme? Eres mucho más
diplomática de lo que sería yo en estas circunstancias.
—Tienes razón. En este punto, debería estar deseando que fueras un
verdadero criminal después de todo.
—¿Tienes auto? Es tarde, y esta caja pesa bastante.
—Está bien. Tomaré un taxi.
Asintió.
—Mejor que tengas cuidado al entrar y salir. Esa falda parece tener vida
propia.
Esta vez ni siquiera la oscuridad pudo ocultar el rubor.
—¿Con todas las mortificaciones que sufrí esta noche, no podías dejar
pasar esa en particular? ¿Hacer como que nunca pasó?
Drew sonrió.
—Es imposible hacer como que no vi ese trasero.
Yo era delgada, pero mi trasero tiraba un poco para el lado grande.
Siempre había sido consciente al respecto.
—¿Qué se supone que significa eso?
—Era un cumplido.
—Oh.
—De todos modos, ¿por qué se cayó tu falda? ¿Perdiste peso
últimamente o algo?
A este punto nada podía avergonzarme más de lo que ya estaba, así que
reí y le dije la verdad.
—Tuve una gran hamburguesa para cenar y mi falda estaba ajustada, así
que abrí la cremallera. La puerta estaba bloqueada. No pensé que entraría
nadie.
—¿Una mujer que come grandes hamburguesas y luce así? No dejes que
las otras mujeres de Nueva York lo sepan. Te pondrán en un autobús de
regreso a Oklahoma. —Guiñó un ojo. Y, Dios, fui tan patética que sentí el
latido de mi corazón acelerándose.
Salimos, y Drew esperó conmigo, sosteniendo mi caja hasta que un taxi
apareció por la esquina. Permaneció en la puerta después de que monté en él.
—La víspera de navidad siempre apesta. Mañana será mejor. ¿Por qué
no te quedas en la cama, ordenas otra hamburguesa y tratas de descansar? Te
veré pasado mañana en la décimo novena estación de policía, en la calle 67.
Digamos, ¿a las ocho? El día de año nuevo será una locura en la comisaría,
todavía procesando a idiotas borrachos de la noche anterior.
No había pensado en la policía. Supuse que necesitaba presentar una
denuncia.
—No tienes que venir conmigo. Ya te he causado suficientes problemas.
Drew se encogió de hombros.
—Van a querer mi declaración de todas maneras. Además, conozco a
algunos de los chicos. Haré que entres y salgas más rápido.
—Está bien.
Golpeó dos veces el techo del taxi con sus nudillos y se inclinó para
hablar con el taxista.
—Cuídela bien. Ha tenido una noche de mierda.
Una vez que nos incorporamos al tráfico, todo lo que había pasado
durante la última hora me golpeó. Mi adrenalina se había elevado y ahora
comenzaba a caer en picada.
Me habían estafado los ahorros de toda mi vida.
Ya no tenía una oficina.
Había dado a todos mis pacientes la nueva dirección.
Mi cabeza giraba.
¿A dónde iré?
¿Qué voy a hacer para dar un depósito incluso si encontrara un nuevo espacio
pronto?
Sintiendo nauseas de nuevo, recosté mi cabeza contra el asiento de cuero
y cerré los ojos, respirando profundamente. Extrañamente, la primera cosa
que vino a mi mente fue el apuesto hombre de cabello oscuro con los labios
llenos recostado del marco de la puerta de mi oficina. El marco de su oficina.
Y con esa imagen en mente, en el medio de mi espiral descendiente y mi
ataque de pánico masivo, no pude detener la sonrisa que curvó mis labios.
Capítulo 3
Revisé la hora en mi reloj. Veinte minutos tarde. Ella era sexy, y ese
pequeño punto suave que aún quedaba en mi corazón realmente se sintió mal
por la manera en que había sido engañada. Pero ¿veinte minutos? Yo facturaba
675 dólares por hora. Acaba de perder 225 dólares parado en frente de la
maldita estación de policía. Dí una última mirada a la cuadra y estaba a punto
de regresar a mi oficina cuando un flash de color giró la esquina.
Verde. Siempre me había gustado el verde. ¿Cómo no gustarme? Dinero,
césped, esas ranas con los ojos protuberantes que amaba cazar cuando era
niño, pero hoy, “gusto” había sido promovido a “favorito” mientras miraba
las tetas de Emerie saltar arriba y abajo en su jersey. Para ser una cosita
pequeña, tenía lo suyo, que combinaba agradablemente con ese trasero
curvilíneo.
—Lamento llegar tarde. —Su abrigo estaba abierto y la pálida piel de sus
mejillas estaba rosada mientras se calmaba de su pequeño apuro subiendo la
cuadra. Lucía diferente a la otra noche. Su cabello, largo y ondeado estaba
suelto, y la luz del sol sacaba pequeños reflejos dorados sobre su color cobrizo.
Intentaba calmarse mientras hablaba—. Tomé el tren equivocado.
—Estaba a punto de irme. —Miré mi reloj y capté pequeñas gotas de
sudor escurriéndose por su escote. Aclarando mi garganta, calculé cuanto
tiempo había estado esperando—. Treinta y cinco minutos. Eso serán 350
dólares.
—¿Qué?
Levanté los hombros y mantuve mi rostro estoico.
—Facturo 675 dólares la hora. Me hiciste desperdiciar más de media hora
de mi tiempo. Así que serán 350 dólares.
—No tengo dinero para pagarte. Estoy en quiebra, ¿recuerdas? —
Levantó sus manos exasperada—. Fui estafada con el alquiler de tu lujosa
oficina. No tendría que pagarte esa cantidad de dinero solo porque me quedé
dormida.
—Relájate. Estoy molestándote. —Hice una pausa—. Espera. Creía que
habías tomado el tren equivocado.
Se mordió el labio, luciendo culpable, y señaló a la puerta de la estación
de policía.
—Deberíamos entrar. Te he tenido suficiente tiempo esperando.
Sacudí la cabeza.
—Me mentiste.
Emerie gruñó.
—Lo lamento. Me quedé dormida. De nuevo, anoche no podía dormir.
Todo esto todavía se siente como una pesadilla.
Asentí, y contrario a lo característico en mí, la dejé tranquila.
—Vamos. Miremos si hay una mínima oportunidad en el infierno de que
atrapen a este tipo.
Dentro de la estación de policía, el sargento estaba hablando por teléfono
cuando entramos. Nos sonrió y levantó dos dedos. Tras decirle a quien llamó
que los folletos de supermercado robados eran competencia del inspector de
Servicio Postal, y no del departamento de policía de Nueva York, extendió su
mano y se apoyó en el mostrador.
—Drew Jagger. ¿Qué te trae por los bajos fondos? ¿Rebajándote el día de
hoy?
Saludé y le choqué la mano.
—Algo así. ¿Cómo estás, Frank?
—Nunca había estado tan feliz. Voy a casa en la noche, no tengo que
quitarme los zapatos en la puerta, dejo la tapa del inodoro levantada después
de orinar, y uso platos de papel por lo que no tengo que lavar la maldita
vajilla. La vida de soltero es buena, amigo mío.
Me giré hacia Emerie.
—Este es el sargento Frank Caruso. La manera en que pasa de una esposa
a otra me mantiene en el negocio. Frank, ella es Emerie Rose. Necesita poner
una denuncia. ¿Mahoney está de guardia hoy? Tal vez él pueda ayudarla.
—Está fuera por algunas semanas. Se torció el tobillo persiguiendo a un
sospechoso de entrada forzada. Pero voy a echar un vistazo para saber quién
está en el cubículo y te conseguiré a alguien bueno. ¿Qué es? ¿Asuntos
domésticos? ¿El esposo le está haciendo pasar un mal rato?
—Nada como eso. Emerie no es un cliente regular. Alquiló un espacio en
mi edificio hace unas semanas.
Frank silbó.
—Un espacio en Park Avenue. Bonita y rica. ¿Estás soltera, cariño?
—¿Nunca aprendes la lección, viejo?
—¿Qué? Solo lo he intentado con feas y pobres. Tal vez ese es mi
problema.
—Estoy bastante seguro de que ese no es tu problema.
Frank me sacudió con la mano.
—¿Cuál parece ser el asunto? ¿El casero te está dando un mal rato o algo
así?
—Rentó el espacio por 2500 dólares al mes. Pagó diez mil por adelantado.
El problema es que no se lo alquiló al casero. Fue engañada por alguien
haciéndose pasar por un agente inmobiliario mientras yo estaba fuera de la
ciudad y remodelaban mi oficina.
—2500 al mes. ¿En tu edificio?
—Es de Oklahoma.
Miró a Emerie.
—¿No juegan Monopolio en Oklahoma? ¿No pudiste darte cuenta que el
espacio del Park cuesta cinco veces el valor de Baltic?
Corté al sargento sabelotodo antes de que hiciera que Emerie se sintiera
peor de lo que ya estaba. Después de todo, yo había ridiculizado su juicio la
otra noche cuando me sorprendió con una bienvenida a casa que no me
esperaba. Suficiente era suficiente. Frank le dio algunos papeles para que
comenzara a llenarlos y nos mostró una sala privada donde esperar. En el
camino, me detuve para hablar con un viejo amigo, y Emerie estaba casi lista
con los formularios para cuando me uní a ella.
Cerré la puerta tras de mí, levantó la vista y me preguntó:
—¿Haces trabajo penal?
—No. Solo matrimonial.
—Parece que todos los policías te conocen.
—Mi amigo solía trabajar aquí. Algunos de mis primeros clientes fueron
policías. Una vez que eres amigo de uno de los hermanos de azul, y haces algo
bueno por alguno de ellos, consigues hacer negocios con todo el
departamento. Son un grupo leal. Al menos entre ellos. Sin embargo, tienen
las tasas más altas de divorcios ocupacionales en la ciudad.
Un minuto más tarde, un detective que nunca había visto entró y tomó
la declaración de Emerie, luego la mía. Cuando terminamos, dijo que era todo
conmigo, por si quería retirarme.
No tenía idea de por qué seguía aquí cerca de una media hora después
mientras Emerie revisaba el segundo libro de sospechosos.
Pasó la página y suspiró.
—No puedo creer cuantos criminales parecen gente común y corriente.
—Sería más difícil para ti entregarle diez mil en efectivo si lucieran como
criminales, ¿no es así?
—Supongo.
Me rasqué la barbilla.
—De todas maneras, ¿Dónde llevabas esa cantidad de efectivo? ¿En una
bolsa de papel marrón llena de billetes de cien?
—No. —Su tono era defensivo, pero no dijo nada más. Así que me quedé
mirándola, esperando. Rodó los ojos—. Bien. Pero no era una bolsa de papel
marrón. Era blanca. Y decía Wendy’s.
Levanté mi ceja.
—¿Wendy´s? ¿La cadena de comida rápida? Realmente tienes algo con
las hamburguesas, ¿ah?
—Puse la hamburguesa que acababa de comprar para el almuerzo en mi
cartera y coloqué allí el dinero porque no quería tenerlo en mis manos en el
subterráneo. Pensé que era más probable que alguien tratara de robar mi
cartera que mi almuerzo.
Tenía un buen punto.
—Bien pensado para una chica de Oklahoma.
Me entrecerró los ojos.
—Soy de la ciudad de Oklahoma, no de la tierra agrícola. ¿Crees que soy
ingenua solo porque no soy de Nueva York? ¿Que tomo malas decisiones?
No pude evitarlo.
—Le diste a un falso agente de bienes raíces diez mil dólares en una bolsa
de Wendy´s.
Parecía estar a punto de que le saliera humo de sus oídos.
Afortunadamente, un golpe en la puerta impidió que fuese comido de nuevo
al estilo Oklahoma. Frank asomó la cabeza.
—¿Tienes un segundo, consejero?
—Seguro.
Frank abrió la puerta completamente, esperando a que pasara, y la cerró
tras nosotros mientras hablaba.
—Tenemos un pequeño problema, Drew.
Tenía su máscara de sargento puesta mientras señaló la puerta cerrada
tras la que se encontraba Emerie sentada.
—El procedimiento estándar es ejecutar al demandante.
—Si, ¿y?
—Oklahoma, apareció en el sistema. Tengo una orden pendiente.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Ojalá. El nuevo sistema informático nos hace registrar las razones por
las que introducimos un nombre. El detective que tomó su declaración ya
había ingresado en él que se encontraba en la estación. No es como en los
viejos tiempos. Ahora todo es rastreable. Va a tener que responder por la
orden. Salgo en una hora. Me encargaré del arresto y la llevaré a la corte a que
responda por los cargos para que no tengamos que ponerle esposas, si quieres.
Es una solicitud de presentación. Estoy seguro de que puede introducir una
súplica y resolverlo todo lo suficientemente fácil.
—¿Cuáles son los cargos?
Frank sonrió.
—Exposición indecente.

—Entonces, cuéntame toda la historia, desde el principio. —Nos


sentamos en una banca fuera de la corte, esperando que iniciara la sesión de
la tarde.
Emerie hundió su cabeza.
—¿Tengo que hacerlo?
Mentí.
—Vas a tener que contarle tu versión de la historia al juez, así que, como
tu abogado, necesito escucharla primero.
Sin duda estaría molesta cuando se diera cuenta que una orden de
presentación no requería un recuento de los eventos en cuestión. Entraríamos,
declararíamos culpabilidad, pagaríamos una multa y estaríamos fuera en una
hora. Pero había desperdiciado todo mi día, así que me merecía un poco de
diversión. Además, me gustaba el lado fiero de su personalidad. Era todavía
más sexy cunado estaba molesta.
—Está bien. Bueno, estaba aquí en Nueva York por el verano visitando a
mi abuela. Y conocí a un chico. Salimos un par de veces, nos hicimos cercanos,
y esa noche de agosto en particular estaba realmente calurosa y húmeda. Me
acaba de graduar de la secundaria y nunca había hecho nada ni remotamente
salvaje en casa. Así que cuando me sugirió que nadáramos desnudos en la
piscina pública, pensé ¿por qué no? Nadie va a saberlo.
—Continúa.
—Fuimos al club deportivo de la calle ochenta y dos que tenía una
piscina exterior y saltamos la verja. Estaba tan oscuro cuando nos
desvestimos, que ni siquiera creí que el chico pudiera verme.
—¿Entonces te desvestiste? ¿De qué color era tu ropa interior? —¿En
serio? Era un maldito enfermo haciendo este tipo de preguntas. Pero en mi
retorcida imaginación, la vi en una pequeña tanga blanca y un sostén de
encaje a juego.
Pareció momentáneamente en pánico.
—¿Realmente necesitas saber todo eso? Fue hace diez años.
—Debería. Mientras más detalles, mejor. Le demostraré al juez que
recuerdas la noche perfectamente y él creerá que estás arrepentida.
Emerie mordisqueó la uña de su dedo pulgar pensando profundamente.
—¡Blanco! Eran blancos.
Bien.
—¿Tipo tanga o calzoncillo?
Sus mejillas se tiñeron de rosa, y se cubrió el rostro con las manos.
—Tanga. Dios, esto es tan embarazoso.
—Te será más fácil dejarlo salir ahora.
—Está bien.
—¿Te desvestiste sola o este chico te desvistió?
—Me desvestí sola.
—Bien. ¿Qué pasó luego? Cuéntame todos los detalles. No omitas nada.
Puedes pensar que no es relevante, pero puede ayudar en tu caso.
Asintió.
—Después de que me desvestí, dejé mi ropa en una pila cerca de la verja
que saltamos. Jared, así se llamaba el chico con el que estaba, tomó su ropa, la
dejó junto a la mía, subió al trampolín más alto, y se lanzó en bola de cañón.
—¿Y luego qué?
—Llegó la policía.
—¿Tú todavía no estabas en el agua? ¿Jugueteando en la piscina o algo?
—Nop. Nunca entré a la piscina. Justo cuando Jared salió a tomar aire,
las sirenas parpadearon.
Sentí como si me hubiesen timado. ¿Toda esta reconstrucción y eso fue todo?
¿ni siquiera un tanteo? Antes de poder hacerle más preguntas, salió un oficial
de la corte y mencionó una lista de nombres. Escuché llamar a Rose, así que
guié a Emerie hacia donde él estaba, fuera de la sala de la corte con una
carpeta.
—Sala 132, bajando por el pasillo, a su derecha. El fiscal a cargo se
encontrará allí con ustedes para discutir el caso antes de que vean al juez.
Esperen afuera. Los llamará por su nombre cuando sea su turno.
Sabiendo donde estaba la sala, caminé con Emerie por el pasillo, y
tomamos asiento en la banca afuera. Estuvo tranquila por un minuto antes de
hablar. Su voz tenía una pequeña sacudida, como si estuviera peleando para
aguantar el llanto.
—Lamento tanto todo esto, Drew. Probablemente te debo unos cinco mil
dólares por todo tu tiempo y ni siquiera puedo alcanzar a pagarte quinientos.
—No te preocupes por eso.
Extendió su mano y tocó mi brazo. Había puesto mi mano en su espalda
mientras caminaba y también la había ayudado a salir de la parte trasera de
la patrulla policial del Sargento Caruso en la que vinimos, pero era la primera
vez que me tocaba. Me gustó. Maldición. No la conocía bien, pero sabía lo
suficiente como para saber que Oklahoma no era la clase de mujer que follas
y tiras. Necesitaba terminar esto y salir de aquí.
—Lo digo en serio. Realmente lo lamento, y no puedo agradecerte lo
suficiente por venir conmigo hoy. Habría enloquecido si no estuvieras aquí.
Te pagaré de alguna manera.
Puedo pensar en un par de maneras.
—Está bien. En serio. No te preocupes por eso. Todo va a estar suave, y
estaremos fuera de aquí en veinte minutos.
Y justo entonces, una voz nos llamó más allá de la puerta.
—Rose, expediente número 18493094. ¿Sesión para Rose?
Asumí que era el fiscal. No hacía mucho trabajo penal, solo ocasionales
multas de tráfico o cargos por violencia doméstica para un cliente de divorcio
de alto valor. Pero la voz de la mujer me resultaba vagamente familiar, a pesar
de que no podía ubicarla.
Hasta que abrí la puerta.
De pronto me fue eminentemente claro porqué el llamado me resultó
familiar.
Lo había escuchado antes.
La última vez, había estado gritando mi nombre mientas la penetraba
desde atrás en el baño de la oficina de una firma legal rival.
De todos los abogados en el condado de Nueva York, Kierra Albright
tenía que ser nuestro fiscal a cargo.
Tal vez suave no era exactamente la palabra correcta para describir cómo
iban a salir las cosas.
Capítulo 4
Joder.
—No entiendo. ¿Qué sucede? —La voz de Emerie estaba llena de pánico.
Y no podía culparla. Todo el mundo sabe que las cobras, los tigres y los
tiburones son peligrosos. ¿Pero el delfín nariz de botella? Luciendo tan dulce
y amable, ellos silban armonías cuando les palmeas la cabeza. Pero si
accidentalmente lastimas a uno de ellos, atacarán. Es cierto. Mi hobby, después
de follar y trabajar, es mirar el canal National Geografic.
Kierra Albright es un delfín nariz de botella. Simplemente le recomendó
al juez treinta días de prisión, el lugar del acuerdo que nos dijo que ofrecería
hace menos de media hora.
—Dame un minuto. Siéntate en la tribuna, e iré por ti en unos minutos.
Necesito intercambiar unas palabras con la fiscal a solas.
Emerie asintió, a pesar de que lucía como si estuviera al borde de las
lágrimas, y se tomó un momento para recomponerse. Luego abrí la puerta que
separaba a los espectadores de los acusados en la corte y la conduje a una fila
vacía en la parte de atrás. Cuando comencé a alejarme, vi una lágrima rodar
por su rostro, y eso detuvo mis pasos.
Sin pensarlo, le levanté el rostro para que nuestros ojos se encontraran.
—Confía en mí. Irás a casa esta noche ¿sí? Solo confía en mí.

Mi voz sorprendió a Kierra en el sanitario de damas al otro lado de la


sala de la corte.
—¿Qué demonios fue todo eso? —Cerré con seguro la puerta mientas se
giraba para enfrentarme.
—No puedes entrar aquí.
—Si alguien pregunta, hoy estoy identificado con mi lado femenino.
—Eres un cretino.
—¿Yo soy un cretino? ¿Qué demonios fue toda esa mierda de “qué bueno
verte, Drew”? Voy a recomendar una multa de cincuenta dólares, y estarás
fuera de aquí a tiempo para ir a jugar golf”.
Se giró lejos de mí y caminó hacia el espejo. Sacando un labial del bolsillo
de su chaqueta de traje, delineó sus labios con un rojo sangre, sin decir
absolutamente nada hasta que terminó. Luego me dio la más amplia y
brillante sonrisa que jamás había visto.
—Me imaginé que tu nuevo juguete necesitaba acostumbrarse a que le
dijeran una cosa y luego hicieran otra cuando menos lo esperara.
—Ella no es mi juguete. Es una… amiga a la que estoy ayudando.
—Vi la manera en que la mirabas, y la manera en que tu mano
permaneció en su espalda. Si todavía no están follando, lo estarán pronto. Tal
vez necesita una noche en la prisión del condado porque tú no eres capaz de
manejarte en la sala de la corte. Tal vez la persuada de tu encanto. Si lo
pensamos bien, estoy dándole a esa mujer un servicio. Debería
agradecérmelo.
—Estás loca si piensas que voy a dejar que te salgas con la tuya de esto.
Emerie no tiene nada que ver con lo que pasó entre nosotros dos. Le pediré al
Juez Hawkings que se inhiba si es necesario.
—¿Qué se inhiba? ¿Bajo qué premisas?
—Bajo la premisa de que tu padre juega golf con él todos los viernes, y
que tú misma me has dicho que él te da lo que le pidas. ¿Te olvidaste de
cuanto te gustaba parlotear después de follar?
—No te atreverías.
Había estado tomando distancia, unos metros lejos de la puerta
bloqueada, pero camine lentamente a donde ella estaba de pie, siendo
agradable y cercano.
—Pruébame.
Mantuvo mi mirada por un largo rato.
—Bien. Pero hagamos esto de la forma en que se supone que lo hacen los
adversarios. Ningún trato bajo la mesa. Haremos un acuerdo.
Sacudí la cabeza.
—¿Qué quieres, Kierra?
Su lengua humedeció su labio superior como si estuviese hambrienta y
acabara de ver un jugoso bistec.
—A ti. Y no en un baño o en el asiento trasero de un Uber. Te quiero a ti,
en una cita real, en la que me invites a salir, y una cena y vino antes de hacer
conmigo un sesenta y nueve.

—Oh Dios. No puedo agradecerte lo suficiente.


—Paguemos la multa y salgamos de aquí.
Mientras la apuré para salir de la corte, Emerie parecía interpretar que
mi apuro se debía a cuánto de mi día me había quitado. Pero no era eso en
absoluto, casi logro salir cuando Kierra me llamó.
—Drew, ¿tienes un momento?
—Ahora no. Necesito estar en un lugar. —Cualquier lugar excepto aquí.
Mantuve mi mano en la espalda de Emerie y seguí moviéndome, pero
mi cliente tenía otras ideas. Dejó de caminar.
—Tenemos que irnos —dije.
—Déjame agradecerle a la fiscal.
—No es necesario. La ciudad de Nueva York le agradece cada viernes
cuando le entregan su cheque de pago.
Los ojos de Emerie me reprocharon.
—No voy a ser ruda solo porque tú lo eres. —Con eso, se giró y esperó a
que Kierra nos alcanzara.
Extendió su mano.
—Muchísimas gracias por todo. Me volví loca esta mañana cuando creí
que me dejarían bajo custodia.
Kierra miró la mano de Emerie y la ignoró. Giró su cuerpo hacia mi
dirección y me miró mientras contestaba:
—No me lo agradezcas. Agradéceselo a tu abogado.
—Si, lo haré.
—Pero no le agradezcas demasiado. No quiero que quede exhausto. —
Kierra dio la vuelta sobre sus talones y se despidió con la mano por encima
de su hombro—. Te llamaré para nuestra cita de negocios, Drew.
Emerie me miró.
—Eso fue extraño.
—Debe haberse quedado sin medicación. Vamos, salgamos de aquí.
Para el momento en que pagamos la multa y recibimos la copia del cierre
del caso de Emerie, eran casi las cuatro.
En las escaleras de la corte, se giró hacia mí.
—Espero que no estés en contra de las manifestaciones físicas de afecto,
porque necesito darte un abrazo.
En realidad, no era mucho de mostrar afecto en público, para nada, pero
oye, no me estaban pagando por haber desperdiciado mi día, así que al menos
podría sacar algo de esto. Esas tetas presionadas contra mi eran
definitivamente mejor que nada, incluso tal vez mejor que un día completo
por seiscientos setenta y cinco la hora.
—Si insistes.
La sonrisa que me disparó estuvo casi demasiado cerca de ser la más
perfecta que jamás había visto. Luego vino el abrazo. Fue largo, esas tetas y
ese pequeño cuerpo envuelto dentro del mío en algo más que un abrazo
cortes. Ella incluso olía bien.
Cuando se retiró, mantuvo sus manos en mis brazos.
—Te voy a pagar por el día de hoy. Incluso si me toma años.
—No te preocupes por eso.
—No, lo digo en serio.
Pasamos unos minutos más hablando, intercambiando números
telefónicos en caso de que las entregas llegaran, y nos despedimos. Ella se fue
caminando hacia la parte alta de la ciudad, y yo hacia la parte baja, así que
partimos en direcciones contrarias. Después de unos pasos, miré por encima
de mi hombro y vi el balanceo de su trasero. Lucía tan bien yéndose como
viniendo.
Eso me hizo pensar… apuesto a que se ve todavía mejor cuando se está
viniendo. Justo cuando estaba por girarme de nuevo, Emerie se giró en mi
dirección y me atrapó mirándola irse. Sonrió en grande y me despidió una
vez más con la mano antes de voltear en la esquina y perderse de vista.
Quería que me pagara por el día de hoy, ciertamente.
Y podía pensar en muchas maneras en las que me gustaría cobrarle.
Capítulo 5
Levanté mi teléfono zumbando a mi oído, mirando la hora mientras lo
hacía. Casi las once de la noche. Tarde para que alguien llamara.
—¿Hola?
—¿Emerie?
Esa voz. No tuve que preguntar quién era. En persona, su voz era
profunda y rasposa, pero sonaba ronca y gravosa en el teléfono.
—¿Drew? ¿Está todo bien?
—Sí, ¿Por qué?
—Porque es… como tarde.
Escuché el teléfono moverse y luego:
—Mierda. Lo siento. No tenía idea. Acabo de ver la hora. Pensaba que
eran como las nueve.
—El tiempo vuela cuando pasas casi todo el día en la corte con
criminales, ¿no es así?
—Supongo. Regresé a casa, comencé a poner al día algo de trabajo y
luego me detuve en la oficina. Debí perder la noción del tiempo.
—Yo regresé a casa, tomé un par de copas de vino, y me sentí mal por mí
un poco más. Tu noche suena bastante más productiva. ¿Todavía estás en la
oficina?
—Sí. Por eso fue que te llamé. Estoy aquí sentado pensando en que
cuando encuentres una nueva oficina, lucirá muy bien.
Qué cosa tan extraña.
—Gracias. Pero, ¿Qué te hizo decir eso?
—Vidrio y madera oscura. Me gusta. Aunque habría escogido para ti
algo más de chica.
—¿Qué estás…? Oh, no. Entregaron mi mobiliario de oficina, ¿cierto?
—Sí, así fue.
—¿Cómo? ¿Cómo siquiera pudieron hacerlo si estuviste conmigo todo el
día?
—Mi contratista estuvo aquí terminando, y no tuve la oportunidad de
decirle nada. Pensó que me estaba haciéndote un favor dejándolos entrar.
Apoyé mi cabeza en el mostrador de la cocina, y mantuve mi frente
presionada para detenerme de golpearme a mi misma. Sin embargo no pude
aguantar el gruñido que salió de mi garganta.
—Lo lamento. Lidiaré con eso de inmediato. A primera hora de la
mañana.
—Tómate tu tiempo. Mis cosas todavía están en el depósito. Puedo
tenerlas aquí por un tiempo.
—Gracias. Lo lamento tanto. Los llamaré a primera hora de la mañana y
los haré regresar a recogerlo. Luego me iré a tu oficina a esperarlos para que
no tengas que lidiar con eso, si te parece bien.
—Por supuesto.
—Lo lamento.
—Deja de decir que lo lamentas, Emerie. Los ex convictos son duros. No
te disculpes. Te veré en la mañana.
Me reí, pues es lo único que podía hacer para no llorar.

—¿Hola? —Toqué la puerta entreabierta y escuché el eco de mi voz


regresar a mí. La puerta que presioné se abrió y me sorprendió encontrar que
el área del recibidor todavía estaba vacía. Pensaba que el mobiliario habría
sido dejado aquí.
En la distancia, escuché una voz, pero no pude entenderla. Di un paso
adentro y llamé un poco más fuerte.
—¿Hola? ¿Drew?
Pasos rápidos sonaron contra el nuevo suelo de mármol, cada paso
haciéndose más fuerte hasta que Drew apareció por el pasillo. Tenía su
teléfono en la oreja y levantó un dedo mientras continuaba su llamada.
—No queremos la casa en Breckenridge. Mi cliente odia el frío. Puede
quedársela, pero será la única propiedad con la que salga de este matrimonio.
—Una pausa, luego—: No, no estoy loco. Cuando cuelgue, voy a enviarte
algunas fotos de la propiedad de Breckenridge. Eso te convencerá de que la
señora Hollister realmente disfruta esa casa.
Justo así, un repartidor de FedEx apareció con las manos llenas de cajas.
Drew separó el teléfono de su oído para hablar con él.
—Dame un minuto.
Decidiendo que lo menos que podía hacer era ayudarlo, firmé el recibo
de la entrega y le pedí al repartidor que colocara las cajas encima del
mostrador cubierto de plástico. Drew moduló un gracias y continuó su
llamada.
Mientras estaba medio gritando a quien quiera que estuviese al otro
extremo de la conversación, me tomé un minuto para mirarlo. Vestía lo que
asumí era un traje muy costoso. La manga en el brazo que sostenía el teléfono
estaba retirada hacia atrás, revelando un gran reloj de apariencia cara. Sus
zapatos eran brillantes y su camisa estaba cuidadosamente planchada. Su
cabello era oscuro y demasiado largo para alguien que pule sus zapatos, y su
piel estaba bronceada de sus recientes vacaciones, lo que hacía que sus ojos
verdes bastante claros lucieran todavía más brillantes.
Pero fueron sus labios los que resultaron imposibles de no mirar, tan
llenos y perfectamente formados. Él de verdad es hermoso. No estaba segura de
haber pensado nunca que un hombre fuese hermoso. Atractivo, sí. Incluso
caliente. Pero hermoso llenaba la descripción de Drew Jagger, ninguna otra
palabra le haría justicia.
Terminó su llamada.
—En serio, Max, ¿en cuántos casos has estado al otro lado de la mesa
mirando mi cara bonita? ¿Todavía no sabes cuando no estoy engañando? Mira
las fotos, luego déjame saber tu respuesta a la oferta. Creo que la encontrarás
más que justa después de que te ponga las cosas en perspectiva. Su instructor
de esquí de veinte años estaba enseñándole una nueva pirueta sobre la nieve.
La oferta está sobre la mesa por cuarenta y ocho horas. Luego tendré que
hacerte otra llamada, lo que significa que mi cliente recibirá otra factura y tu
oferta se reducirá un jodido montón.
Drew presionó un botón en su teléfono y me miró, a punto de hablar,
cuando este comenzó a vibrar en su mano.
—Mierda. —Resopló, sus ojos bajando a su teléfono de nuevo, y de
regreso a mí—. Lo lamento. Necesito atender esta también.
Un repartidor de Poland Spring cargando grandes botellas de agua tocó
la puerta principal. Miré a Drew.
—Lo tengo. Atiende tu llamada.
Por los siguientes quince minutos Drew estuvo en el teléfono, despaché
a un solicitante, contesté el teléfono de la oficina sonando bajo una manta (dos
veces) y firmé unos documentos legales enviados a la Oficina Legal de Drew
M. Jagger. Estaba echándole un rollo a través de la llamada de un cliente
potencial cuando Drew apareció.
—Bueno, tenemos que agradecerle a Mr. Aiken por recomendarlo. —
Escuché por un momento y luego agregué—: Nuestra tasa es… —Capté la
mirada de Drew—. Setecientos la hora.
La esquina de su boca se torció.
—Seguro. ¿Por qué no fijamos una cita para la consulta inicial? Déjeme
ponerte en espera un segundo para revisar la agenda del Sr. Jagger.
Presioné el botón y estiré mi mano, con la palma hacia arriba.
—¿Tu agenda está sincronizada al teléfono?
Drew sacó su teléfono del bolsillo y me lo entregó.
—Lo está.
Abriendo el calendario de Outlook en su móvil, busqué la próxima cita
libre. No había nada en un mes completo.
—¿Podrías mover tu cena con alguien llamada Mónica de las seis a las
ocho, y te anoto a Mr. Patterson a las cuatro treinta el próximo miércoles? Dijo
que es urgente. Puede necesitar una orden de restricción para proteger sus
activos, como hiciste con el Sr. Aiken.
—Hecho.
Reconecté la llamada.
—¿Qué le parece el próximo miércoles a las cuatro y treinta, el día ocho?
¿Está perfecto? Genial. Y su retención estándar es… —miré a Drew, y levantó
diez dedos—. Doce mil… está bien. Lo esperamos entonces, hasta luego.
Drew parecía divertido cuando colgué.
—¿Subí mi tarifa por hora de seiscientos setenta y cinco a setecientos?
—No, esos veinticinco dólares extra son míos. Por cada hora que le
cobres, puedes rebajarlos de lo que te debo. Imagino que mi cuenta por las
ocho horas de ayer es cinco mil cuatrocientos dólares. Pagaré la tarifa
estándar, no la tarifa abultada del Sr. Patterson, así que, si puedes facturarle
al Sr. Paterson unas doscientas horas, estaría genial.
Drew se carcajeó.
—Allí está la fiera que me atacó con sus locas habilidades en Krav Maga
hace algunas noches. Tu falta de tenacidad ayer me preocupó.
—Estaba arrestada y casi en la cárcel.
—Tengo el corazón roto. ¿Tenías tan poca fe de que te sacaría?
—La mujer estaba completamente tras mi sangre al principio. ¿Qué le
dijiste para que cambiara el tono?
—Hicimos un trato.
Rodé los ojos.
—¿Qué le diste a cambio de que se aligerara un poco conmigo?
Drew me miró a los ojos.
—Nada importante
El teléfono de la oficina comenzó a sonar de nuevo detrás de mí.
—¿Quieres que…?
Me hizo un ademán con la mano.
—El servicio de contestador atenderá. Vamos, te mostraré tu mobiliario.
—Imaginé que estaría en el recibidor.
—Tom pensó que estaba ayudando, así que los ubicó en mi oficina.
Seguí a Drew por el pasillo, y abrió una puerta a la gran oficina al lado
del cuarto de archivo en el que había estado trabajando. Cuando estuve aquí
el otro día no estaba terminado, las molduras todavía necesitaban colgarse y
todo lo demás estaba cubierto con mantas. El contratista debió trabajar todo
el día de ayer para terminarlo.
—Guau. Luce hermoso aquí. Excepto… —Pensé un poco respecto a
compartir mis pensamientos y sacudí la cabeza—. Nada. Luce hermoso.
—¿Excepto qué? ¿Qué ibas a decir?
—La oficina es hermosa. Realmente tiene techos altos, molduras de
corona ancha, excepto… que todo es blanco. ¿Por qué no pintaste nada de
color? Es como aburrido que todo sea blanco.
Se encogió de hombros.
—Me gustan las cosas simples. Blanco y negro.
Lo miré.
—Entonces, qué bueno que regresaras a tiempo. Ya había escogido un
amarillo brillante para tu oficina. La habitación de fotocopiado iba a ser roja.
Mi hermoso escritorio de hecho lucía asombroso en su oficina gigante, a
pesar de la aburrida pintura blanca. El tope era de vidrio templado, y la parte
inferior tenía patas caoba oscuro con forma de pilares. Generalmente no era
una persona de mobiliario moderno, pero el escritorio era tan hermoso y
parecía tan sereno que tuve que tenerlo.
—La compañía de muebles no me dijo hora, pero se supone que vendrán
hoy a recogerlo. Querían cobrarme el cuarenta por ciento de empaque y
recogida. Me tomó una hora al teléfono con el gerente explicarle que violaban
su propio contrato de entrega dejando que una persona no autorizada lo
recibiera.
—Eres buena al teléfono.
—Trabajé como representante de servicio al cliente en una compañía de
impresoras mientras estudiaba en la universidad. Recuerdo qué era lo que me
hacía escuchar realmente y flexibilizar las reglas por un cliente después de un
largo día de llamadas de quejas.
El móvil de Drew comenzó a sonar de nuevo. Lo miró y decidió no
contestar.
—Atiéndela. Estaré fuera de tu camino. Dios sabe que he ocupado
demasiado de tu tiempo. Y pareces realmente ocupado.
—Está bien. No necesito contestar.
—¿Solo estás tú en este enorme espacio?
—Normalmente tengo un asistente paralegal y una secretaria. Pero mi
secretaria está de licencia médica por algunos meses desde hace dos semanas,
y mi asistente paralegal decidió ir a la escuela de leyes fuera del estado.
—Suena como que estarás bastante ocupado.
Su celular sonó de nuevo, y está vez indicó que necesitaba contestar la
llamada. Me dijo que me sintiera como en casa, pero… no había realmente
nada que hacer. Drew entró al cuarto de archivo y se sentó en la mesa que yo
había estado usando como escritorio, y yo regresé al recibidor. Después de
remover el resto del plástico del escritorio de la recepción, encontré algunos
artículos de limpieza y lo limpié antes de colocar mi laptop.
En medio de revisar los emails, contesté el teléfono de la oficina y tomé
los mensajes.
Cuando Drew salió una hora después, lucía enojado.
—Mi celular murió. ¿Podrías prestarme el tuyo unos minutos? Mi
inalámbrico está en el depósito con el resto de mi basura y prácticamente
estábamos listos para llegar a un acuerdo. No quiero darle tiempo al abogado
para reconsiderar todas las estupideces que acabamos de acordar.
Levanté mi teléfono.
—Por todos los medios.
Drew dio unos pasos lejos y se detuvo.
—¿Cuál es la contraseña?
—Ummm. Joder.
—¿No quieres que sepa tu contraseña?
—No. Mi contraseña es joder.
Drew se rió.
—Femenina ante todo. —Luego lo escribió en el aparato y se fue de
nuevo.
Para el momento en que llegó el medio día, mi estómago estaba
gruñendo dado que me levanté tarde y no tomé desayuno. Pero no podía dejar
la oficina y dar la oportunidad de perderme de nuevo a los repartidores de
muebles. Cuando escuché que Drew tomaba un descanso de hablar por
teléfono, me dirigí al cuarto de archivo.
—¿Usualmente ordenas el almuerzo? Me da miedo salir y perderme la
entrega.
—A veces. ¿Qué te apetece?
Me encogí de hombros.
—No me importa. No soy quisquillosa.
—¿Qué te parece comida india? La casa del Curri está a unas cuadras de
aquí y entregan bastante rápido.
Arrugué mi nariz.
—¿No te gusta la comida india?
—No en realidad.
—¿Qué tal la china?
—Demasiado glutamato monosódico
—¿Sushi?
—Soy alérgica al pescado.
—¿Mejicana?
—Demasiado pesada para el almuerzo.
—Entiendes qué significa la frase no soy quisquillosa, ¿cierto?
Rodé mis ojos.
—Por supuesto. Solo que estás escogiendo puras cosas raras.
—¿Qué te gustaría comer, Emerie?
—¿Pizza?
Asintió.
—Pizza entonces.
¿Ves? No soy quisquillosa.

Después que terminamos de almorzar, Drew tomó su teléfono del


cargador. Luego tomó el mío.
—¿Puedo ver las fotos?
—¿Las fotos de mi teléfono? ¿Por qué?
—La mejor manera de conocer a alguien es ver las fotos de su teléfono
cuando menos se lo esperen.
—Ni siquiera estoy segura de qué tengo allí.
—Ese es el punto. Si tienes la oportunidad de limpiar tus fotos, no estaría
viendo a la verdadera tú. Estaría viendo a quien quieres que vea.
Traté de recordar si había algo embarazoso o incriminatorio en el
teléfono mientras Drew lo deslizaba de mi lado de la mesa al suyo con una
sonrisa en el rostro. Al último segundo, cubrí su mano con la mía,
deteniéndolo.
—Espera. Quiero mirar las tuyas si vas a estar viendo las mías. Y mejor
que tengas algunas cosas embarazosas allí, porque estoy bastante segura de
que yo las tengo.
—Por supuesto. No me avergüenzo fácilmente. —Drew me deslizó su
teléfono por la mesa plegable.
Lo miré mientras tecleaba la contraseña y comenzaba a pasear por mis
fotos. Después de un momento se detuvo, y levantó las cejas.
—Esta me dice bastante respecto a ti.
Me estiré por el teléfono, pero lo alejó demasiado rápido.
—¿Qué? ¿Qué foto es?
Drew giró el teléfono para que la pantalla quedara frente a mí. Oh, Dios.
Qué embarazoso. Era un acercamiento mío durante la última semana de
trabajo. Había tenido un día lleno de sesiones de terapia telefónica y mi manos
libres había decido dejar de funcionar ese lunes en la mañana. No tenía tiempo
para correr y conseguir un nuevo teléfono fijo, y para primeras horas de la
tarde estaba frustrada de no poder hacer varias tareas al mismo tiempo
porque una mano tenía que sostener el teléfono contra mi oído. Así que me
puse creativa. Tomé dos grandes bandas de goma anaranjadas y las coloqué
alrededor de mi cabeza y el teléfono, aguantando de manera efectiva el
auricular en su lugar, de manera que ya no tenía que agarrarlo. Una de las
bandas de goma me atravesaba la frente, ligeramente por encima de mis cejas
presionándolas un poco hacia abajo, dándome un extraño rostro arrugado. La
otra banda de goma estaba alrededor de mi rostro, haciendo que la piel se
juntara creando un muy retorcido hoyuelo en la barbilla que usualmente no
tenía.
—Mi dispositivo manos libres murió, y tenía un montón de llamadas ese
día. Necesitaba poder usar mis manos.
Se rió.
—Inventiva. No ha habido ninguna buena mejora en el IPhone desde que
Steve Jobs murió. Deberías considerar venderles tu nueva tecnología.
Arrugué mi servilleta y se la lancé al rostro.
—Cállate.
Pasó un par de fotos más y se detuvo. Esta vez no pude adivinar qué
estaba pensando.
—¿Qué? ¿En qué te paraste?
Miró la foto por un largo rato y tragó de nuevo antes de colocarla de
frente a mí. Era una foto completa que tomé la última vez que fui a una boda
con Baldwin. Era, sin duda, lo mejor que había visto en una foto. Llevaba
peinado y maquillaje profesional, y el vestido que lucía se ajustaba como un
guante. Era simple, negro, sin mangas, con tiros, corte bajo en v que mostraba
mi escote y mis curvas. El vestido era más arriesgado de lo que usaba
usualmente, y me había sentido confiada y bonita. A pesar de que solo
pasaron quince minutos desde que Baldwin tomó esa foto hasta que contesté
el timbre de su apartamento y me di cuenta que llevaba una cita a la boda a la
que ambos estábamos invitados. Y esa cita no era yo.
Recordando la tristeza que sentí ese día, dije:
—Boda.
Drew asintió y miró de nuevo la foto antes de mirarme de nuevo a mí.
—Luces maravillosa. Sexy como el infierno.
Sentí el rubor alcanzar mi rostro. Odiaba tener la piel clara por esta
precisa razón.
—Gracias.
Pasó unas cuantas fotos más y luego lo giró de nuevo hacia mí.
—¿Novio?
Esa la había tomado apenas unos minutos después de que Baldwin me
dijera cuán hermosa lucía y tomara esa foto mía. Sus brazos estaban
enrollados alrededor de mi cintura, y yo estaba sonriendo y mirándolo
mientras él tomaba el selfie. Su cita tocó la puerta justo después de esa foto.
El resto de la noche fue de sonrisas forzadas.
—No.
—¿Exnovio?
—No.
Miró de nuevo y regresó a mí.
—¿Hay una historia allí, cierto?
—¿Cómo lo sabes?
—Tu cara. La manera en que lo miras.
Es bastante triste que un virtual extraño pueda ver mis sentimientos
después de mirar una foto de nosotros por diez segundos y que Baldwin
nunca lo hiciera. Habría mentido, pero por alguna razón no lo hice.
—Nos conocimos antes de graduarnos. Era el asistente técnico en mi
clase de psicología mientas trabajaba en su doctorado. Es uno de mis amigos
más cercanos. En realidad, vivo en el apartamento junto al suyo.
—¿No funcionó?
—Nunca lo intentamos. Él no se siente de la misma manera respecto a
mí.
Parecía que Drew quería decir algo más, pero asintió y volvió a mirar
fotografías. Para cuando terminó, de verdad había aprendido cosas respecto
a mí. Había visto fotos de mis dos hermanitas pequeñas, incluyendo algunas
selfies que tomamos con el perro antes de que me mudara a Nueva York.
Sabía de mis sentimientos hacia Baldwin, y estaba al tanto de cuán creativa
podía ser ante mi necesidad de hacer varias cosas a la vez.
Cuando deslizó el teléfono de nuevo hacia mí, pregunté:
—Entonces… dices que mirar las fotos de otros te cuenta mucho en
relación a esa persona. ¿Qué te dijeron mis fotos respecto a mí?
—Orientada a la familia, con el corazón roto y un poco loquilla.
Quería sentirme ofendida con la última parte, pero era difícil hacerlo
cuando tenía absoluta razón. No obstante, no iba a admitir que estaba en lo
correcto. En su lugar, me estiré por su teléfono.
—¿Contraseña?
Sonrió.
—Chúpatela2.
—Sal de aquí. Acabas de cambiarla.
Negó.

2En el original Suck: juego de palabras. Suck se utiliza tanto para decir que algo apesta, como en
relación a la acción de mamar/chupar.
—Nop. Es una de mis palabras favoritas por muchas razones. Chúpatela,
es algo que murmuro a la gente por lo menos una vez al día. Y por supuesto,
¿a quién no le encanta una buena mamada?
—Eres un pervertido.
—Lo dice la mujer cuya contraseña es joder.
—Hice que mi contraseña fuera joder porque nunca podía recordar cuál
era, y cada vez que introducía una clave errónea, murmuraba joder. Baldwin
me sugirió que la cambiara a joder la última vez que bloqueé mi propio
teléfono.
—¿Baldwin?
Nuestros ojos se encontraron.
—El chico de la foto.
Asintió.
Por alguna razón, hablarle de Baldwin a Drew me hizo sentir incómoda,
así que cambié de tema. Tecleando Chúpatela en su teléfono, dije:
—Veamos qué descubro acerca de usted, abogado.
Drew cruzó sus manos detrás de su cabeza y se recostó en la silla,
mirándome.
—Todo tuyo.
Encontré el ícono de las fotos y lo abrí. No habiendo nada, fui a la app
de cámara y la abrí. Tampoco había nada allí.
—¿No tienes fotos? Pensé que era un ejercicio de aprender acerca del
otro.
—Lo era.
—¿Y exactamente, qué aprendí de ti con una cámara llena de nada?
—Aprendiste que no juego limpio.
Capítulo 6
Qué idiota.
Yo. No la bien formada que me acaban de atrapar mirándola. Sin
embargo… qué idiota.
Emerie ha estado inclinada sobre el escritorio de mi recepción para
alcanzar mi teléfono de la oficina sonando mientras me encontró mirando el
suculento final de su espalda. Lo políticamente correcto habría sido mirar
hacia otro lado, pretendiendo que no estaba mirando su trasero. Pero. ¿Qué
hice? Guiñé.
De nuevo. Qué idiota.
Y ahora, Emerie me mira mientras continúa hablando por teléfono. Las
cosas van de una de dos maneras cuando una mujer te encuentra
escrutándola. Coquetea contigo o…
Emerie colgó el teléfono y caminó por el pasillo hacia mí con un
propósito. Su rostro estaba sin expresión alguna, así que no estaba seguro de
qué esperar.
Se paró en la puerta y cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Estabas mirando mi trasero?
Así que estaba optando por la otra manera, cuando el objeto de tu
escrutinio te saca tu propia mierda. Reflejé su postura, cruzando mis brazos
sobre el pecho también.
—¿Quieres que mienta?
—No.
—Es un culo maravilloso.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Tú eres un culo, ¿lo sabes?
—Entonces debo ser un gran culo. Porque se necesita uno para
reconocerlo.
Su rostro estoico se quebró, y soltó la risa. Me gustaba que estuviera más
divertida que enojada.
—¿Las mujeres suelen encontrar atractiva tu conducta?
Me encogí.
—Soy guapo y rico. Las mujeres tienden a encontrarme atractivo. Te
sorprendería cuántas veces puedo salirme con la mía.
—Estás tan lleno de ti mismo.
—Quizás, pero es cierto. —Salí de donde había estado parado tras mi
escritorio, dejando apenas unos centímetros entre nosotros—. Dí la verdad. Si
yo fuera bajito, calvo, pobre, sin dientes y con una joroba en mi espalda, me
habrías reclamado al haberme encontrado mirando tu trasero.
Su boca se abrió, y lució adorable tratando de encontrar una salida
retórica incluso cuando su rostro ya me había dicho que estaba en lo cierto.
—Eres un ego-maníaco.
—Tal vez. Pero uno atractivo.
Emerie rodó los ojos y resopló, pero capté una pequeña sonrisa en su
rostro justo antes de que sus caderas se balancearan saliendo de mi oficina.
Qué idiota.
El resto de la tarde, estuve atado al teléfono. A pesar de que había
liberado mi agenda de consultas de oficina hasta la próxima semana, ya se
habían enterado de que estaba de vuelta, y todos mis miserables clientes
querían actualizarme sobre las últimas maniobras de sus cónyuges. Trabajaba
en un negocio horrible, pero era muy bueno en lo que hacía. Lo que querían
era venganza, y cada vez que le daba un golpe moral a una esposa que se lo
merecía, mentalmente lo conseguía con mi propia ex, Alexa, de nuevo.
Probablemente necesitaba un terapeuta, pero la venganza vicaria era más
barata y mucho más satisfactoria.
Acababa de colgar con un cliente que quería una orden de restricción
para evitar que su esposa, ahora separada, quemara su escondite porno,
cuando escuché a Emerie hablando por teléfono desde el área de recepción.
El espacio vacío de la oficina traía su voz hacia mí, y no pude evitar escuchar.
—¿Queens? ¿Eso es lo más cercano al centro que me puedes conseguir
por menos de mil quinientos al mes? ¿Y si conseguimos algo más pequeño?
Sin área de recepción, solo una oficina sencilla en algún edificio de alguna
parte. —Hizo una pausa durante un minuto—. ¿Qué es tan gracioso? Sí, pensé
que me estabas ofreciendo un espacio en el que cupiera más de una persona.
—Otra pausa—. No, no soy de Nueva York. Pero... pero... ¿Sabes qué?
Olvídalo. Llamaré a otro agente.
—¿Problemas para encontrar un lugar? —dije tras ella.
Emerie se giró. La expresión en su rostro era de pura exasperación.
—¿Qué estoy haciendo en Nueva York?
—Dímelo tú.
Suspiró.
—Larga historia. Yo... —Mi teléfono de oficina sonó, y ella levantó un
dedo y lo atendió antes de que siquiera pudiera intentarlo.
—Oficina de Drew Jagger… ¿Quién llama, si puedo preguntar? Sr.
Londom…
Me miró, y levanté las dos manos haciendo la señal universal de “de
ninguna manera”. Ella continuó suavemente.
—El Sr. Jagger se encuentra con un cliente en este momento. Y también
tiene una cita inmediatamente después que ya se encuentra esperándolo.
¿Podría tomar un mensaje de su parte?
Se quedó quieta por un minuto y luego sostuvo el teléfono retirado de su
oído y levantó las cejas. Podía escuchar al halcón Hal London incluso a dos
metros de distancia. Cuando él tomó aliento, ella lo manejó con diplomacia
hasta terminar la llamada.
—¿Escuchaste todo eso? —me preguntó.
—Si, lo escuché. Ese tipo es un asno. Casi prefiero representar a la perra
infiel de su esposa. Me mantiene en el teléfono por más de una hora cada vez
que tiene la oportunidad. Es su dinero, pero igual no quiero hablar con él.
Pudiste librarte de él bastante rápido.
—Intenta ser extremadamente dulce con ellos. Casi siempre apaga a la
gente.
—Tendré que tener eso en mente.
Emerie miró su reloj.
—Son casi las cuatro. No puedo creer que la empresa de muebles no esté
aquí todavía. Lo siento, he estado aquí todo el día.
—No hay problema. Lo sumaré a tu cuenta de alquiler.
Sonrió.
—Bien. Pero entonces te cobraré por mis servicios de secretaría. No soy
barata.
Un destello sucio de Emerie jugando a la secretaria conmigo como jefe
apareció en mi cabeza, y las palabras cayeron antes de que pudiera detenerlas.
—Pagaría mucho por tus servicios.
Se sonrojó, pero luego presionó.
—Debes ser un cretino en el trabajo, entre tu gran ego y tus comentarios
pervertidos. Qué bueno que eres abogado, para cuando te demanden.
—¿Acabas de llamarme cretino?
Se mordió su abultado labio.
—Sí.
Me reí.
—Lo descubriste bastante rápido.
Una alarma en su teléfono comenzó a zumbar. La apagó.
—Tengo una llamada a las cuatro en punto con un paciente que tengo
que tomar. Voy a salir a recibirla. Así tampoco me perderé si llega la compañía
de muebles.
—¿Por qué no usas mi oficina? Podrías usar un poco el escritorio antes
de que se lo lleven. Soy duro con los muebles. No quisiera dañarlo o estropear
tu posibilidad de devolverlo. Además, más privacidad para hablar con tu
paciente.
—No quiero perderme a la compañía de muebles.
—Yo estaré pendiente.
Dudó.
—¿No te importa?
Sacudí la cabeza.
—Nop. Adelante. Jugaré a ser tu secretario.
No tomó mucho esfuerzo convencerla. La miré caminando por el pasillo,
corrijo, miré su trasero mientras caminaba por el pasillo. Cuando llegó a la
oficina, se detuvo y miró por encima de su hombro, atrapándome de nuevo.
Así que le guiñé el ojo. Sip, soy absolutamente consistente.
Era poco más de las cuatro treinta cuando la compañía de muebles
finalmente apareció. Emerie todavía estaba en mi oficina, así que toqué la
puerta entrecerrada para conseguir su atención. Estaba escribiendo en un
cuaderno mientras hablaba a través del dispositivo de manos libres. Había
recogido su largo cabello cobrizo en un moño desordenado en la cima de su
cabeza, y cuando levantó la vista, fue la primera vez que la vi usando gafas.
Tenían marco oscuro, forma rectangular y gritaban fóllame bibliotecaria.
Al menos eso fue lo que escuché cuando las miré. Me quedé mirándola
por un minuto, siendo capturado en mi propia fantasía mientras ella
terminaba la llamada.
Sus cejas bajaron marcadamente mientras se despedía y apagaba su
dispositivo manos libres.
—¿Todo bien?
¿Sus ojos siempre fueron así de azules? La montura negra debía hacer que el
color resaltara aún más que su piel clara.
—Oh, sí. La compañía de muebles está aquí.
Me miró divertida, pero salió hacia el recibidor. Después de que firmara
cierto papeleo, el trabajador la siguió a mi oficinal. Envolvieron el escritorio
con mantas de mudanza y las ajustaron en su lugar.
Emerie suspiró, mirándolo.
—Es un escritorio hermoso.
La miré observándolos llevárselo.
—Precioso.
En los últimos tres días, se había dado cuenta de que le habían robado
diez mil, había sido arrestada y descubierto que su oficina soñada le
pertenecía a alguien más. Esta fue la primera vez en que la vi realmente triste.
La miré llegar a su límite. Vi sus ojos llenos de lágrimas, lo cual sentí en mi
pecho. Me afectó más de lo que podía explicar. Y obviamente afectó más que
a mi pecho, afectó…
Mi cordura.
Porque la mala idea que me escuché sugerir ciertamente no habría salido
de mi boca si no hubiese tenido un lapso momentáneo en mi cordura.
—Quédense. Tú y tu escritorio deberían quedarse. Tengo suficiente
espacio aquí.
Capítulo 7

Algunos de los mejores momentos en la vida surgen de las malas ideas.


¿La rubia alta con piernas largas que se estiran como escaleras hacia el
cielo? Ella definitivamente era una mala idea. He estado vigilándola toda la
noche. Vino con dos amigas, las tres luciendo de apenas unos dieciocho años.
Algún local que es amigo de un amigo de alguno de mis hermanos de
fraternidad las trajo con él. El local tiene sus ojos puestos en la rubia, y algunas
veces también sus manos, pero ella parece estar más interesada en conocer
chicos Sigma Alpha que en él.
Debería estar estudiando para el examen final. Debería haber dejado
Atlanta e ido a casa por las vacaciones como normalmente hacía. Pero dado
que era nuestro último semestre en la casa, todos los de último año de mi
fraternidad decidimos quedarnos durante las vacaciones de invierno. Una
fiesta llevó a otra por diez días seguidos. Y esta noche, en vista de que era la
víspera de año nuevo, había una concurrida multitud. La mayoría de los
estudiantes estaban de regreso en casa, lo que dejaba espacio para los locales.
Y Daisy Duke y sus largas piernas gritaban durazno de Georgia.
Nuestros ojos se encontraron mientras bebía un sorbo de mi cerveza.
Sonrió ampliamente, y de repente sentí deseos de comer algo de fruta. Se
acercó a mí, ni siquiera tuve que levantarme.
—¿Este asiento está ocupado? —Momentáneamente confundido, miré a
mi derecha y luego a mi izquierda. Estaba sentado en una silla reclinable en
la esquina de la sala de estar, mirando la fiesta a mi alrededor. El asiento más
cercano estaba en el otro lado de la habitación.
—Eres bienvenida a sentarte donde quieras.
Hizo justo eso, dejó caer su bien formado trasero en mi regazo.
—Noté que me estabas mirando.
—Eres una persona difícil de pasar por alto.
—Igual que tú. Eres el chico más guapo de esta fiesta.
—¿En serio? —Tomé otro sorbo de mi cerveza, y la pequeña Señorita
Piernas Largas la retiró de mi mano cuando terminé. La llevó a sus labios y
bebió la mitad de la botella. Cuando terminó, hizo un audible sonido de ahhhh.
—¿Cómo te llamas, piernas?
—Alexa. ¿Y tú?
—Drew. —Tomé de nuevo la botella y me la terminé—. ¿Quién es el
chico con el que viniste?
—Oh, él es simplemente Levi.
—¿No es un novio o algo?
Sacudió la cabeza.
—Nop. Solo Levi. Vive en Douglasville, no demasiado lejos de mí. Es
bueno con los autos. A veces arregla el mío.
Justo entonces, Levi llamó a Alexa desde la puerta. No parecía feliz de
encontrarla sentada en mi regazo.
Levanté mi rostro en su dirección.
—¿Estás segura de que Levi no cree que son más que solo amigos? Parece
que está un poco molesto justo ahora.
Había estado sentada con sus piernas cruzando mi regazo, pero se
levantó para enfrentarme y balanceó una por encima hasta el otro lado de mi
cadera, bloqueando efectivamente mi visión de su enfadado mecánico.
—Ahora no puedes verlo.
Cerré mis manos por detrás de su espalda.
—Mi visión acaba de volverse mucho mejor.
Había pasado menos de una hora cuando me pidió que le mostrara mi
habitación. Por supuesto, la complací. Soy todo por complacer una mujer
hermosa. Había estado viviendo por cuatro años para ese momento. Algunas
mujeres eran muy directas con lo que querían. Yo estaba ocupado y no
buscaba una relación, por lo que apreciaba una mujer que no se andaba con
juegos, sino que iba directa al punto.
Los dedos de Alexa estaban en la cremallera de mis pantalones cortos
antes de que cerrara la puerta de mi cuarto. La presioné contra ella para
bloquear la fiesta afuera, y eso la cerró de golpe. Dos pájaros de un tiro.
—¿Estás aplicando para la escuela de leyes el próximo año? —preguntó
mientras yo sentía sus tetas. Debí colocar una alarma dado que no había
mencionado mis planes para el futuro. Pero tenía unas tetas geniales. Y
piernas matadoras. De esas que usualmente estaban enrolladas alrededor de
mi cintura. También había tomado toda la tarde.
—Si. Probablemente me quede en Emory. Mi padre y mi abuelo son
leyenda.
Después de eso, empezamos el año follando.
Grandes recuerdos.
Mala idea.
Capítulo 8
—¿Que tú, qué? —Roman Olivet me miró como si acabara de decirle que
había asesinado a la Reina Elizabeth. Sacudió su cabeza—. Mala idea, hombre.
Miré mi escocés, arremolinando el líquido ámbar en el vaso por un
minuto antes de llevarlo a mis labios.
—Va a ayudarme mientras Tess está de licencia por tres meses, a cambio
de la renta. Le daré la oportunidad de encontrar un lugar que pueda pagar y
estar de nuevo en pie.
Roman bebió su cerveza.
—Te pedí que me rentaras un espacio hace dos años y me dijiste que no
podías compartir con nadie.
—No puedo. Esto es temporal.
Me miró con los ojos entrecerrados.
—Ella está buena, ¿verdad?
—¿Qué tiene que ver eso?
—Eres un cretino.
—¿Qué demonios? Emerie me dijo lo mismo.
Las cejas de Roman saltaron.
—¿Te llamó cretino y la dejas compartir oficina contigo? Debe tener buen
culo.
Traté de mantener mi rostro estoico, pero Roman y yo hemos sido
amigos desde siempre. Captó el ligero tic en la esquina de mi labio.
Sacudió su cabeza y se rio.
—Un buen culo es tu criptonita, amigo mío.
Para ser honestos, todavía estaba tratando de entender qué demonios me
había pasado hace un par de horas. No solo invité a esta mujer, sí tenía un
culo espectacular, a mudarse a mi oficina, sino que la había convencido de
aceptarme como oferta. Repito, hablé con ella para que se mudara a mi oficina
de Park Avenue, al espacio que me rehusaba a compartir con nadie, y gratis.
Me tomé de un trago el resto de mi escocés y levanté la mano solicitando
me lo reemplazaran.
—¿Qué tipo de ley practica?
—No es abogado. Es Psicóloga.
—¿Loquera? ¿vas a tener un montón de gente loca rondando tu oficina?
No había pensado en eso. ¿Qué tal si sus pacientes eran psicóticos con
una gran variedad de trastornos de personalidad múltiple? ¿O ex convictos
que habían rebanado la garganta de ancianas pero se habían librado de
prisión porque estaban mentalmente enfermos? Voy a ser asesinado a causa de
un trasero grande. Ningún trasero merece esa pena.
Luego, de nuevo… ¿Qué tan locos están mis propios clientes? El
septuagenario Ferdinand Armonk, quien vale cien millones de dólares, fue
arrestado el año pasado por asaltar a su novia de veintitrés con su bastón por
encontrarla con la lengua entre las piernas de su terapeuta físico. Esa es la
clase de locos con los que lidio a diario.
Me encogí de hombros.
—Sus locos no pueden ser mucho peor que los míos.
Candice Armonk hizo que arrestaran a su esposo por golpearla con el
bastón y estaba tratando de conseguir la mitad de su fortuna en el divorcio.
Roman, no era solo mi mejor amigo, sino también mi investigador privado y
trabajaba en el caso Armonk. Había encontrado cierta pornografía de chica-
con-chica que Candice había hecho cuando tenía dieciocho y todavía vivía en
Francia. Se titulaba Candy Caned3, lo había tomado de una chica dándole con
una bara, pero aparentemente su esposo dándole un roce que no había dejado
marca valía unos cincuenta millones. Cuando vino a mi oficina con su

3 Candy Caned: Candy golpeada con una bara. Hace referencia a una práctica común en el BDSM.
abogado para una audiencia de conciliación, se negó a sentarse en la sala de
conferencias con Ferdinand hasta que dejase el bastón fuera de la oficina.
El camarero me trajo mi nueva bebida y tomé un sorbo.
—Locura calzará bien.

Después de una conferencia matutina cruzando la ciudad, caminé a mi


despacho y encontré a Emerie balanceándose atrás y adelante en mi oficina
auxiliar utilizando un dispositivo manos libres mientas hablaba por teléfono.
Su espalda apuntaba hacia mí mientras giraba por el pasillo, lo que me dio la
oportunidad de tomarme mi tiempo para observarla. Llevaba una falda negra
ajustada que la abrazaba en los lugares correctos, y una blusa blanca de seda.
Cuando escuchó mis pasos, se giró, y noté que sus pies estaban descalzos. El
rojo brillante en el esmalte de sus dedos hacía juego con el de sus labios. Una
extraña tensión en mi pecho me tuvo sonriéndole de vuelta mientras me
preguntaba si necesitaba tomar Prilosec4 o algo. La saludé y entré a mi oficina,
la cual estaba llena con mi mobiliario, a pesar de que todavía no había hecho
los arreglos para que me los entregaran.
Diez minutos después, Emerie tocó ligeramente mi puerta a pesar de que
estaba abierta. Sus zapatos estaban puestos de nuevo, tacones rojos cubriendo
sus dedos rojos. Lindo.
—Buenos días.
—Buenas. —Asentí.
Levantó una libreta y tomó un lápiz de detrás de su oreja.
—Tienes una mañana ocupada. Seis llamadas: Jasper Mason, Marlin
Appleton, Michael Goodman, Kurth Whaler, Alan Green y Arnold Schwartz.
Anoté mensaje por mensaje en el libro de mensajes que encontré en tu armario
de suministros. Espero que no te moleste que me auto ayude.
Le hice una seña con la mano.

4 Prilosec: Omeprazol. Medicamento para el alivio de la acidez recurrente.


—Para todos los propósitos, ayúdate. De todos modos, no sé dónde está
nada si Tess no anda alrededor.
Arrancó los mensajes del libro de mensajes con copia al carbón y lo
colocó en mi escritorio.
—Aquí tienes.
—Gracias. Por cierto, ¿tienes algo que ver con que trajeran mi mobiliario
del depósito?
—Oh. Sí. Espero que no te importe. La compañía de almacenamiento
llamó esta mañana y quería programar la entrega para hoy, así que tomé la
primera cita que tenían disponible. El contratista estaba aquí limpiando
cuando llegué en la mañana, y dijo que había terminado con todo lo que podía
ensuciar. Va a enviar a uno de sus chicos luego para hacer algunas cosas, como
colocar los cobertores de los encendedores de luz y colocar el aviso de nuevo
en el recibidor. La caja con tus cosas personales de oficina está en el suelo. Iba
a revisarla y colocarla por ti, pero pensé que eso podría ser sobrepasarme.
—No me habría importado. Pero gracias. Gracias por hacerte cargo de
todo esta mañana. Pensé que llegaría aquí y me sentaría en la silla plegable de
nuevo. Es una agradable sorpresa.
—No hay problema. —Miró su reloj—. Tengo una video-conferencia en
unos minutos, pero estoy disponible de doce y treinta a dos, si quieres que te
ayude a acomodar tu oficina. Puedo ordenar comida y almorzamos
trabajando, si quieres.
—Estaría genial. Tengo una llamada que debería terminar para las doce
y treinta.
—¿Qué te apetece para almorzar?
—Sorpréndeme.
—¿Lo que yo quiera?
—Lo que sea. A diferencia de ti, no soy quisquilloso.
Emerie sonrió y se giró para volver a su oficina. La detuve para hacerle
una pregunta que había estado en mi cabeza desde la cena con Roman la
noche anterior.
—¿Qué clase de psicóloga eres? ¿Te especializaste?
—Lo hice. Creí que te había dicho. Soy consejera matrimonial.
—¿Consejera matrimonial?
—Si. Trabajo para salvar matrimonios en problemas.
—Definitivamente no discutiremos eso. Tengo que recordarlo,
considerando que yo también trabajo con matrimonios en problemas, para
disolverlos permanentemente.
—¿Ese es un problema?
Sacudí la cabeza.
—No debería.
Famosas últimas palabras.
Capítulo 9
—Aquí tienes unos cuantos mensajes más.
Drew acababa de colgar el teléfono después de llamarme con la mano
hacia su oficina. Coloqué la bolsa contenedora de nuestro almuerzo en su
escritorio y le pasé las pequeñas tiras de papel. Los miró rápidamente y
seleccionó uno.
—Si este tipo llama de nuevo, Jonathon Gates, tienes permiso de colgarle.
—¿Puedo llamarle algo antes?
Drew parecía entretenido.
—¿Cómo lo llamarías?
—Eso depende. ¿Qué hizo mal?
—Golpeó a su esposa.
—Oh, Dios. Está bien. —Torcí mis labios mientras pensaba un buen
nombre para el Sr. Bates—. Lo llamaría un jodido animal, y luego le colgaría.
Drew se carcajeó.
—No maldices como un neoyorquino.
—¿Qué quieres decir?
—Pronuncias la palabra completa. J-o-d-i-d-o.
—¿Cómo debería pronunciarlo?
—Jodío. Deja fuera la d.
—Jodío —repetí.
—Suena forzado. Debes practicarlo más para que suene natural.
Busqué dentro de la bolsa y saqué la comida que había ordenado. Con
una sonrisa, se lo ofrecí.
—Aquí está tu jodío almuerzo.
—Bien. —Sonrió—. Sigue así. En nada sonarás como Tess.
—¿Tess?
—Mi secretaria que está fuera porque tuvo una cirugía de cadera. Tiene
sesenta y luce como Mary Poppins, pero maldice como un marinero.
—Practicaré un poco más.
Nos ordené sándwiches de un deli que descubrí en mi primer día como
falso arrendatario. Dado que Drew lucía como si se cuidara, le escogí un club
de pavo en trigo entero con aguacate y me ordené para mí lo mismo, a pesar
de que tendía a comer menos saludable. Drew devoró su sándwich entero
antes de que yo pudiera terminar la mitad del mío, y eso que yo no comía
lentamente.
Mirando su envoltorio vacío, pregunté:
—¿Asumo que te gustó el sándwich?
—Fui al gimnasio a las 5 a.m. y no tuve tiempo de comer antes de la
reunión temprana al otro lado de la ciudad. Esta fue mi primera comida hoy.
—¿5 a.m.? ¿Fuiste al gimnasio a las cinco de la mañana?
—Me levanto temprano. Por el tono horrorizado de tu voz, supongo que
tu no.
—Trato de hacerlo.
—¿Cómo te está resultando?
—No tan bien. —Me reí—. Tengo problemas para quedarme dormida en
la noche, así que las mañanas son rudas.
—¿Haces ejercicios?
—Comencé a tomar las clases de Krav Maga un par de veces a la semana
por la noche para agotarme, esperando que me ayudara a dormir. Realmente
no funcionó. Pero me gustó de todas maneras.
—¿Y qué tal con esas bebidas con melatonina?
—Las probé. Nada.
—¿Pastillas para dormir?
—Permanezco atontada por veinticuatro horas después de tomar
cualquier cosa. Incluso el Tylenol PM me atonta.
—Entonces Prolactina.
—¿Prolactina? ¿Qué es eso? ¿Una vitamina o algo?
—Es la hormona que segregas después de un orgasmo. Te vuelve
somnoliento. ¿Has tratado de masturbarte justo antes de acostarte?
Estaba a mitad de un bocado y me atraganté con un trozo de sándwich.
No de la clase de atragantamiento de cuando se te va por la tubería
equivocada. No. Me atraganté. Literalmente. Un pequeño trozo de pan se
atoró en mi garganta, bloqueando mi entrada de aire. Presa del pánico me
paralicé, golpeando el papel con el resto de mi sándwich de pavo y mi soda
al suelo, y comencé a señalar furiosamente hacia mi garganta.
Afortunadamente, Drew entendió la pista. Corrió a mi lado del escritorio
y me golpeó en la espalda un par de veces. Cuando permanecí incapaz de
respirar, envolvió sus brazos alrededor de mí desde atrás y realizó una
maniobra Heimlich. En el segundo fuerte apretón, el pan que bloqueaba mi
vía respiratoria salió y voló al otro lado de la oficina. A pesar de que todo el
episodio probablemente duró apenas unos segundos, jadeé por aire como si
hubiese estado privada por tres minutos. Mi corazón tronaba dentro de mi
pecho, la adrenalina repentina golpeando con fuerza.
Drew no lo dejó pasar. Mantuvo sus brazos bloqueados a mi alrededor
firmemente, justo bajo mi pecho, mientras yo tomaba grandes respiraciones.
Finalmente, cuando mi respiración regresó a cierta normalidad, habló en
una voz suave, dudosa.
—¿Estás bien?
Mi voz estaba rasposa.
—Eso creo.
Su agarre a mi alrededor se relajó, pero no se movió. En su lugar,
descansó su cabeza en la cima de la mía.
—Me asustaste como la mierda.
Agarré mi garganta con una mano.
—Fue una sensación aterradora. Nunca antes me había atragantado. —
Por el breve momento de mi destino inminente, olvidé por completo lo que
me hizo atragantar—. Casi me matas.
—¿Matarte? Creí que tu cerebro estaba privado de oxígeno. Acabo de
salvar tu vida, preciosa.
—Me hiciste atragantar. ¿Quién menciona la masturbación delante de un
casi extraño mientras almuerzan?
—¿Casi extraño? Te he visto en ropa interior, te saqué de prisión, y te di
un espacio donde aparcar tu trasero todo el día. Estoy bastante seguro de que
a este punto soy tu mejor amigo en la ciudad.
Me giré y me le quedé mirando.
—Tal vez no necesito masturbarme. Tal vez tengo un novio que se ocupa
de esas necesidades.
Drew sonrió satisfecho. No sonrió. Sonrió satisfecho.
—Si fuera el caso, y todavía tienes problemas para dormir después de
que se ocupe de ti en la noche, deberías botarlo, porque apesta en la cama.
—Y supongo que todas tus mujeres se duermen inmediatamente
después de que te ocupes de ellas.
—Malditamente cierto. Soy como un super héroe. El Prolactineitor.
Este hombre tenía la extraña habilidad de hacerme reír en medio de una
discusión. Me incliné para limpiar mi sándwich del suelo.
—Está bien, Prolactineitor. ¿Cómo usas tus super poderes para ayudar a
limpiar este desastre?
Después de que la debacle del almuerzo estuvo solucionada, me ofrecí a
ayudar a Drew a desempacar sus cajas. Tenía un teléfono inalámbrico en la
primera caja que abrimos, y colgó algunos de sus elegantemente enmarcados
diplomas mientras yo desenvolvía cosas y las limpiaba. Nuestra conversación
fue ligera y fácil hasta que me hizo la pregunta que siempre temía contestar.
—Nunca me contaste el otro día ¿Qué te trajo a Nueva York?
—Es una larga historia.
Drew miró su reloj.
—Tengo veinte minutos hasta mi próxima consulta. Dispara.
Por un breve momento, consideré inventar una historia para no tener
que decirle la verdad. Pero luego me di cuenta de que este hombre me había
visto en mi peor momento, me ayudó a permanecer fuera de la cárcel y fue
testigo de primera mano de que podrían haberme vendido el proverbial
Puente de Brooklyn en la forma de bienes raíces de Park Avenue. Así que fui
honesta.
—En mi primer año en la universidad, no estaba segura de en qué quería
especializarme. Tomé la clase introductoria de Psicología y el profesor era
asombroso. Pero también era un borracho que con frecuencia perdía clases o
llegaba cuando quedaban diez minutos para terminar. Tenía un asistente
técnico que era de Nueva York, pero trabajaba en su doctorado en la
universidad de Oklahoma, y estuvo enseñando un montón durante gran parte
del curso. Ese asistente era Baldwin.
Drew guardó una pila de expedientes en un archivador y lo cerró,
girándose para mirarme de frente.
—¿Entonces te mudaste a Nueva York para estar cerca de este tipo,
Baldwin? Creí que habías dicho el otro día que no correspondía a tus
sentimientos.
—No lo hace. Baldwin y yo nos volvimos buenos amigos en el transcurso
de los siguientes cuatro años. Él vivía con su novia, una graduada en historia
del arte que además modelaba. —Rodé los ojos pensando en Meredith, ella
estaba demasiado llena de sí misma—. Él se quedó en la universidad
enseñando después de terminar su doctorado, y luego decidió mudarse a
Nueva York para comenzar su práctica y enseñar aquí. Nos mantuvimos en
contacto mientras hacía mi trabajo de grado, y me ayudó mucho a escribir mi
tesis a través de Skype por un año.
—¿Llegaremos a la parte del sexo o a algo bueno en esta historia pronto?
Porque Baldwin está comenzando a aburrirme como la mierda.
Drew estaba a mi lado, abriendo la última caja, y empujé su brazo.
—Tú fuiste quien quiso escuchar la historia.
—Pensé que sería más interesante.
—Como sea. Voy a resumir para que no te quedes dormido.
—No te preocupes. No tengo sueño. No me masturbé esta mañana.
—Gracias por compartirlo. ¿Quieres que termine o no?
—Claro. No sé por qué, pero estoy ansioso por escuchar qué hay de malo
con Baldwin.
—¿Por qué asumes que hay algo malo con él?
—Presentimiento.
—Bueno, te equivocas. No hay nada malo con Baldwin. Es un gran tipo,
extremadamente inteligente y culto.
Drew puso sus manos en las caderas y dejó de desempacar para
prestarme completa atención.
—Dijiste que tenía una novia desde hace cuatro años. ¿Supongo que
terminaron?
—Si. Terminaron justo antes de que él viniera a Nueva York.
—¿Y no hizo un movimiento hacia ti, sabiendo que estabas enamorada
de él?
—¿Cómo sabes que estaba enamorada de él?
Me miró y la respuesta fue obvia.
—¿Lo estabas?
—Sí, pero… no te había dicho eso.
—Eres fácil de leer.
Asentí.
—¿Por qué es fácil para ti notarlo, pero Baldwin parecía no tener ni idea?
—Él tenía idea. Lo sabía. Pero por una razón u otra, no te dejó saber que
lo sabía.
Era bastante asombroso que Drew dejara en claro algo que había
sospechado por mucho tiempo. Siempre sentí que Baldwin sabía de mis
sentimientos por él, a pesar de que nunca lo había vocalizado. Y una parte de
mí creía que Baldwin correspondía esos sentimientos, a pesar de que nunca
actuó en consecuencia. Lo cual es la razón por la que decidí dar el primer paso,
literalmente, y me mudé a Nueva York. De alguna manera me había
convencido de que, dado que estaba soltero ahora, el momento sería
adecuado. Pero lo único que conseguí fue torturarme, mientras traía
diferentes citas a casa varias noches a la semana.
—Pensé que, si me mudaba a Nueva York, tal vez sería nuestra
oportunidad.
—¿Está soltero ahora?
—No está saliendo con nadie formalmente, no. Sin embargo, parece que
ha estado con la mitad de las mujeres de Nueva York durante los últimos
meses. Llega a casa con una mujer diferente casi cada semana. La más nueva
es Rachel. —Rodé los ojos.
—¿Vives con él?
—No. Subarriendo el apartamento al lado del suyo, mientras su vecino
está enseñando en África por un año.
—Déjame entender esto. Pasea mujeres por la puerta del apartamento en
que vives y nunca te ha hecho saber que sabe cómo te sientes respecto a él.
—Es mi culpa. Nunca le he dicho cómo me siento.
—No es tu culpa. Este tipo es un idiota.
—No, no lo es.
—Abre los ojos, Emerie.
—No tienes idea de lo que estás diciendo.
—Espero que tengas razón. Pero apuesto a que no estoy equivocado.
Pude sentir la rabia subiendo por mi garganta y consideré volver a mi
oficina pataleando y no ayudarlo a desempacar el resto de las cajas, pero
estaba ocupando un espacio en Park Avenue gratis. Así que, en su lugar, me
quedé quieta y terminé lo que había empezado, hasta que destapé el último
artículo.
Era un pequeño marco de fotos cubierto en papel de burbujas. Drew
había salido de la oficina a llevar algunas cajas al compactador de basura en
el cuarto de mantenimiento del edificio. Acababa de regresar cuando retiré el
último trozo de cinta. La foto era de un precioso niño con uniforme de hockey.
Tenía unos seis o siete años, y un labrador dorado lamía su rostro mientras
reía.
Sonriendo, la giré de frente a Drew.
—Es adorable, ¿es tu hijo?
Tomó la foto de mi mano. Su respuesta fue cortante.
—No.
Cuando nuestros ojos se encontraron, estaba a punto de hacer otra
pregunta cuando me interrumpió.
—Gracias por ayudarme a desempacar. Tengo que prepararme para otra
cita.
Capítulo 10

Estoy de pie en la pequeña habitación en la parte trasera de la iglesia,


mirando hacia afuera. Estaba lloviendo a cántaros y el cielo estaba de un
profundo gris oscuro.
Sombrío.
Lo que probablemente no era la señal más alentadora de que estaba
tomando la decisión correcta.
Roman abrió la puerta.
—Aquí estás. ¿A cuánta gente invitó tu padre? Tienen que haber unas
cuatrocientas personas llenado el lugar. Ya empezaron a conducirlos hacia el
balcón.
—No tengo idea. No pregunté. —La verdad era, que era poco lo que
había preguntado en relación a la boda. Le había achacado mi falta de interés
al estar ocupado estudiando en la escuela de leyes, pero últimamente me
había dado cuenta de que era más que eso. No estaba emocionado por
casarme.
Roman se paró junto a mí y se unió a mí mirando por la ventana. Alcanzó
el bolsillo interno de su smoking y sacó una licorera de bolsillo,
ofreciéndomelo a mí primero. Lo tomé porque lo necesitaba.
—El auto está en la parte de atrás si quieres escapar —dijo.
Lo miré de reojo mientras tomaba un trago doble de whiskey de la
licorera.
—No podría hacerle eso. Va a tener a mi bebé, hombre.
—Tendrá a tu bebé, te guste o no, en dos meses.
—Lo sé. Pero esto es lo correcto.
—Que se joda lo que es correcto.
Le pasé la licorera a mi padrino con una sonrisa.
—Sabes, estás en la iglesia.
Tomó un sorbo de la licorera.
—Ya voy camino al infierno. ¿Cuál es la diferencia?
Me reí. A los veinticuatro años, a mi padrino de bodas se le había pedido
diplomáticamente que dejara el Departamento de Policía de Nueva York.
Pedido era una palabra educada para decir renuncia o te despedimos. No era
precisamente un ángel.
—Alexa me importa. Haremos que funcione.
—Todavía no he oído la palabra amor. ¿Te casarías con ella si no la
hubieras golpeado como un idiota después de unos pocos meses de comenzar
a verse?
No respondí.
—Eso es lo que pensé. La gente puede tener un hijo y no casarse. Ya no
estamos en 1960, Sr. Inteligente.
—Haremos que funcione.
Roman me golpeó en la espalda.
—Es tu vida. Pero las llaves están en mi bolsillo si cambias de opinión.
—Gracias, viejo.
Capítulo 11
—Solo porqué físicamente estés a miles de kilómetros de distancia no
significa que sus corazones lo estén. Cada uno de ustedes debería tomarse el
tiempo de dejar saber al otro que está pensando en él. Déjame preguntarte,
Jeff, mencionaste que hoy pensaste en Kami cuando saliste a correr porque
pasaste por una tienda de lencería femenina llamada El alma de Kami. ¿Le
comentaste eso a Kami antes de nuestra terapia de hoy? ¿Tal vez cuando trajo
a colación que siente que tú no piensas ni un poco en ella?
La pantalla de mi monitor de 42 pulgadas estaba dividida, un cuadro de
video de Jeff Scott a la izquierda y otro cuadro de video de Kami Scott a la
derecha. Los dos habían estado casados por menos de un año cuando Jeff fue
transferido a la costa Oeste. Considerando que era su único ingreso, con Kami
en su segundo año de residencia odontológica, no tuvo otra opción que
reubicarse hasta que pudiese encontrar un nuevo empleo más cerca de su casa
en Connecticut.
—No. No lo mencioné en ningún momento antes de hoy —dijo Jeff—.
Estoy ocupado. Ella sabe que pienso en ella. —Su rostro se congeló en mi
pantalla por unos segundos, a pesar de que su voz siguió adelante. Estaba
hablando, pero la imagen congelada lo había atrapado en una expresión rara.
Un ojo estaba completamente cerrado, y solo podía ver la parte blanca del otro
ojo a medio cerrar. Su boca estaba abierta, y su lengua parecía manchada con
café. Necesitaba encontrar un mejor programa de video para mis sesiones de
consejería. Dios sabe cómo lucía yo en sus pantallas en ese momento.
Nuestra sesión de terapia para parejas de cuarenta y cinco minutos
estaba casi por terminar.
—Esta semana me gustaría hacer un ejercicio. Al menos una vez al día,
cuando alguno se acuerde del otro, se lo dejará saber al momento. Si sales a
correr y ves algo, tal vez toma una foto y envíasela por mensaje de texto. Kami,
si un paciente llega con un resfriado y estornuda mucho, recordándote la
propensión de Jeff a estornudar de seis a ocho veces seguidas, déjalo saber.
Esas pequeñas cosas pueden avanzar un largo trecho en recordarles que sus
corazones no están lejos nunca, a pesar de los kilómetros entre ustedes. La
distancia es solo una prueba para saber qué tan lejos viaja el amor.
Escuché lo que parecía una risita afuera de mi puerta parcialmente
cerrada. Así que después de que mi sesión terminó, tuve curiosidad y fui a
buscar a Drew. Estaba en el cuarto de copiado, que estaba al lado de la oficina
que yo estaba usando, haciendo unas fotocopias.
—¿Me acabas de decir algo? —pregunté, dándole el beneficio de la duda.
—Nop. Mi padre siempre me dijo que, si no tenía nada agradable que
decirle a una mujer, debería quedarme callado.
No lo había imaginado.
—Estabas escuchando mi sesión de consejería. Te reíste del consejo que
les di a mis clientes ¿cierto?
Los ojos de Drew se pusieron en blanco.
—No estaba escuchando. Tenías la puerta abierta y hablabas en voz alta
al teléfono. ¿Sabes que no necesitas gritarle a la persona al otro lado de una
video conferencia para que te escuche, cierto?
—No estaba gritando.
Drew terminó de hacer sus copias, retirando un grupo de papeles del
alimentador.
—Como sea, quizás quieras cerrar tu puerta si no me quieres escuchando
tus malos consejos.
Mis ojos se abrieron como platos.
—¿Malos consejos? ¿De qué hablas? Soy una psicóloga licenciada quién
hizo su disertación respecto a superar barreras en las relaciones abriendo
líneas de comunicación en la terapia de parejas.
Drew soltó una risita de nuevo.
—Entonces tú eres la experta. Te dejaré para que lo seas. —Caminó de
regreso a su oficina.
No tenía idea de qué estaba hablando. Mi consejo era sólido, basado en
años de estudiar parejas que querían que las cosas funcionaran. No podía
ayudarme a mi misma. Lo seguí, deteniéndome en su puerta.
—¿Y qué consejos le habrías dado tú a una pareja forzada a mantener
una relación a larga distancia?
—Les habría dado un consejo más realista que “la distancia es solo una
prueba para ver qué tan lejos viaja el amor”. Eso es un montón de mierda.
¿Dónde lo leíste? ¿En una tarjeta Hallmark?
Mis ojos se expandieron.
—¿Y cuál es tu idea de un consejo realista?
—Simple. Contraten a un buen abogado de divorcios. Las relaciones a
larga distancia. No. Funcionan.
—¿Entiendo que tuviste una que te desgastó, así que asumes que todos
los demás van a resultar desgastados?
—Para nada. Nunca he tenido una relación a larga distancia. ¿Sabes por
qué? Porque no funcionan. Y lo sé por experiencia. ¿Qué experiencias tienes tú
en relaciones de larga distancia?
—He estudiado parejas durante años. Pienso que tengo más experiencia
que tú en la materia.
—¿Ah, sí? —Drew fue a su archivador y sacó un gran expediente,
cerrado con una goma elástica expandible. Lo lanzó a su escritorio—.
Morrison. Felizmente casado por catorce años. Divorciado hace dos. Tres años
antes del divorcio, Dan Morrison aceptó un trabajo como vendedor viajero
regional. Más dinero, su esposa no tendría que volver a trabajar. Cuatro
noches seguidas viajando, y aun así Dan nunca se perdió una cita con su
esposa los viernes o dejó de conducir veinte kilómetros los domingos, su día
libre, para darle a su anciano suegro un baño. Pero, ¿Sabes qué se perdió?
Cada martes, miércoles y jueves en los que la Sra. Morrison estaba follando a
su instructor de tenis, Laire.
Cuando continué mirándolo, abrió otra gaveta y sacó otro expediente,
dejándolo caer sobre el de los Morrison.
—Loring. Felizmente casados por seis años cuando su oficina se reubicó
de Nueva York a Nueva Jersey. Cuarenta kilómetros, no demasiado lejos. Pero
Al Loring trabajaba dieciséis horas al día unos pocos días de la semana. La
zorra de su esposa, Mitsy, era de sueño ligero, así que él pasaba las noches en
las que trabajaba hasta demasiado tarde en el sofá de su oficina, no queriendo
despertar a su princesa. Fue a casa una noche que se suponía que tenía trabajar
porque extrañaba a Mitsy. La encontró en cuatro patas sobre su cama, con las
bolas de su vecino profundamente enterradas en ella. El vecino tiene ahora a
su esposa y su perro, y Al se volvió alcohólico y perdió su trabajo en Nueva
Jersey.
Buscó en la misma gaveta y sacó otro expediente.
—McDune. Casado por seis años. Erin fue a vivir a Dublin
temporalmente para hacerse cargo de su madre que cayó en una depresión
después de la muerte de su padre. Se divorció de Liam por un tipo que parecía
un duende porque encontró a su alma gemela en mamálandia. Demasiado lejos
para ir a cuidar el alma de tu madre.
Drew se agachó hasta la gaveta inferior y la abrió. Esta vez, lo detuve.
—¿Deberías estar diciéndome algo de esto? ¿Nunca has escuchado nada
del privilegio cliente-abogado?
—Cambié los nombres para proteger a los no tan malditamente
inocentes. Lo creas o no, a diferencia de las esposas de mis clientes, yo tengo
cierta ética. —Señaló el gabinete—. ¿Quieres escuchar más? Creo que
realmente te gustará la historia del teniente O´Connor. Es una verdadera
tragedia. La esposa estaba follándose a su hermano mientras él estaba en Iraq
y ella…
Lo corté nuevamente.
—Entiendo tu punto. Pero lo que estás pasando por alto es que tal vez
estos divorcios no habrían pasado si las parejas hubiesen acudido a terapia.
Tú ves a la gente cuando están en su peor momento, gente que se rindió en
lugar de luchar por sus matrimonios.
Drew me miró.
—¿Realmente crees que los matrimonios pueden salvarse?
Pensé un momento en la pregunta antes de responder.
—No todos. Pero creo que la mayoría pueden salvarse, sí. Abrir los
canales de comunicación puede reparar un montón de cosas.
Drew sacudió la cabeza.
—Eso es ingenuo. También tengo una propiedad en Park Avenue que
puedes rentar por dos mil al mes.
—Que te jodan —siseé y regresé a mi oficina.

Mantuve mi puerta cerrada el resto de la tarde. Un toque que llegó casi


a las siete me sobresaltó mientras trabajaba en trascribir los garabatos de pollo
en mis notas de las sesiones de hoy. Mantenía un archivo digital de cada
paciente.
—Adelante.
La puerta se abrió, pero solo ligeramente, solo lo suficiente para que
pasara un brazo. Lo cual fue exactamente lo que apareció. El brazo de Drew,
ondeando algo blanco.
¿Qué está ondeando? ¿Eso es… ropa interior?
Había estado llevando una carga completa de rabia toda la tarde después
de nuestra acalorada discusión, y estaba comenzando a agotarme. Su gesto
me dio una muy necesitada ligereza.
—Adelante —dije de nuevo.
Empujó la puerta abriéndola unos centímetros más. Esta vez su cabeza
acompaño a su brazo ondeando la bandera blanca.
—¿No estás aun enojada y planeando usar tus habilidades locas en Krav
Maga conmigo, verdad?
Me reí.
—Debería. Mereces una buena pateada en el trasero. Pero me aguantaré.
Drew sonrió y abrió la puerta el resto del camino, quedándose en la
entrada.
—¿Supongo que te debo una disculpa por algunas cosas que dije hoy?
Me recosté en la silla.
—Es correcto.
Hundió su cabeza. La acción me recordó a un niño pequeño que le dio a
su perro un baño… en pintura roja. Era tierno. Él era tierno. Pero lo haría rogar
de todas maneras. Su cabeza todavía estaba un poco gacha mientras me miró
desde detrás de sus largas pestañas.
—Lamento lo de hoy.
—¿Qué lamentas exactamente?
Bajó su cabeza de nuevo.
— Vas a ponérmelo difícil ¿verdad?
—Sip.
—Bien. Lamento haberte llamado ingenua.
—¿Algo más?
Miré su rostro mientras las ruedas giraban en su cabeza.
—Por escuchar tu conversación con tu cliente.
—¿Eso es todo?
—¿Se supone que hay más? —Pareció un poco nervioso por un segundo.
—Hay más.
Después de otros treinta segundos de pensamiento, chasqueó sus dedos
como si estuviera orgulloso de sí mismo.
—Lamento mirar tu trasero.
Mis cejas se hundieron.
—¿Cuándo miraste mi trasero?
Se encogió de hombros.
—¿Cada vez que tengo oportunidad?
No pude evitar reírme.
—Disculpa aceptada.
Sus hombros bajaron un poco y pareció aliviado. El hombre tenía un
rudo exterior. Pero algunas veces, quien la pasa peor lleva la armadura más
pesada.
—¿Qué tal si te compro una hamburguesa en Joey’s para hacer las paces?
Te compraré la más grande para que quedes realmente llena y te quites la
falda para mí otra vez.
Capítulo 12
—¿Puedo hacerte una pregunta personal?
—No. —La respuesta de Drew fue rápida.
—¿No? —Levanté mi rostro, confundida—. Sabes, normalmente cuando
dos personas están sentadas conversando y comiendo, y una de ellas le
pregunta a la otra si puede preguntarle algo personal, la otra dice que sí. Es
educado.
—Tengo una regla. Cuando alguien pregunta si puede preguntar, digo
que no.
—¿Por qué?
—Porque si tienes que preguntar si puedes preguntar, probablemente se
trate de algo que de todas maneras no quiero contestar.
—¿Pero cómo lo sabrías si ni siquiera has escuchado la pregunta?
Drew se recostó en su silla.
—¿Cuál es tu pregunta, Emerie?
—Bueno, ahora siento que no debería preguntarla.
Se encogió de hombros y terminó el resto de su cerveza.
—Está bien. Entonces, no la hagas.
—¿Te pasó algo que te amargara en cuanto a relaciones de pareja?
—¿Creía que sentías como que no debías preguntar?
—Cambié de parecer.
—Como que eres un dolor en el trasero. Lo sabes, ¿verdad?
—Y tú eres como un idiota amargado, así que tengo curiosidad de saber
qué te hizo así.
Drew trató de esconderlo, pero vi la esquina de sus labios levantarse en
una sonrisa.
—Te diré por qué soy un idiota amargado, si me dices por qué eres un
dolor en el trasero.
—Pero yo no creo ser un dolor en el trasero.
—Tal vez deberías ver a un terapeuta, para que te ayude a darte cuenta
de esa mierda.
Arrugué mi servilleta y se la lancé a la cara. Le di directo en la nariz.
—Muy madura —dijo.
—No creo ser un dolor en el trasero en general. Creo que tú solo sacas el
trasero en mí.
Se rió.
—Es un buen trasero para sacar. Hablando de eso, si estás llena, puedo
ayudarte a bajarte la cremallera para que estés cómoda.
Jesús, en serio era un sabelotodo.
—¿Nunca vas a dejar pasar la noche que nos conocimos, cierto?
—Ni la mínima posibilidad.
Sorbí mi merlot, no queriendo desperdiciarlo, pero estaba tan llena de la
gigantesca hamburguesa que Drew había ordenado para mí. Honestamente,
no podía esperar a llegar a casa y desabrocharme la falda, a pesar de que
nunca admitiría eso ante Drew.
—Entonces, volviendo a mi pregunta original. ¿Por qué eres tan
amargado respecto a las relaciones?
—Lidio todo el día con divorcios. Es un poco difícil tener una mirada
positiva cuando lo único que ves es infidelidad, mentiras, robos y gente que
comenzó enamorada y terminó hiriéndose.
—Entonces es por tu línea de trabajo. ¿No has tenido una mala relación
que te afectara?
Drew me miró por un rato. Su pulgar fue a tocar la parte central de su
carnoso labio inferior mientras deliberaba su respuesta, y mis ojos lo
siguieron. Dios tiene labios geniales. Apuesto a que podrían devorar mi boca.
Por suerte, vino la mesera e interrumpió mi mirada hipnotizada.
—¿Puedo traerles algo más? —preguntó.
Drew me miró.
—¿Algún postre o algo?
—Estoy demasiado llena.
Él le contestó a la mesera.
—Solo la cuenta, gracias.
Ella retiró nuestros platos, y cuando se fue, hubo un minuto de incómodo
silencio. Todavía no había contestado mi pregunta, y creí que tal vez
intentaría cambiar de tema de nuevo. Me sorprendió cuando contestó.
—Estoy divorciado. El matrimonio duró cinco años.
—Guau. Lo siento.
—No es tu culpa.
A pesar de que podía notar que le había costado un montón de esfuerzo
compartir tanto, y sabía que probablemente debía dejarlo en paz, no pude
aguantarme.
—¿Tuviste una relación de larga distancia?
—No, en el sentido físico, no. La amargura de hoy fue completamente
por mi experiencia en divorcios. La razón principal por la que la gente acude
a mi oficina es porque no pasan suficiente tiempo juntos.
—Lo admitiré, muchos de mis casos de consulta son similares. No
siempre son relaciones a larga distancia como la que escuchaste hoy, pero en
la mayoría de mis consultantes, las parejas no pasan tiempo juntos. O trabajan
demasiado o no hacen tiempo para compartir con el otro, o siguen teniendo
las vidas separadas que tenían antes de casarse.
—Apuesto a que nuestros casos son bastante similares. Si te pones a
pensarlo, tal vez puedas tener algunas de mis tarjetas profesionales en caso
de que la consejería no funcione.
Mis ojos se ampliaron.
—¿Estás bromeando?
Una lenta sonrisa se extendió por su rostro mientras se llevaba la cerveza
a los labios.
—Lo estoy.
La camarera regresó con la cuenta, y Drew sacó su billetera. Me moví a
buscar la mía, pero él me detuvo.
—Yo invito. Es mi ofrenda de disculpa por ser un cretino hoy,
¿recuerdas?
—Bien, gracias. Espero que seas un cretino con frecuencia —me burlé—
. Tengo que reunir 10 mil de nuevo.
Drew se levantó y caminó hasta mi silla, halándola mientras yo me ponía
de pie.
—Oh, eso no será un problema. Soy medio cretino todos los días.

La cerradura de mi departamento era complicada. Tenía que sacudirla y


mover la llave adentro y fuera antes de encontrar el punto exacto en el que
me dejaba girarla. Baldwin debió escuchar mis llaves tintineando. La puerta
de su departamento, junto al mío, se abrió.
—Hola. Te toqué más temprano para saber si querías buscar algo de
cenar, pero aún no estabas en casa.
—Oh, cené con Drew.
Baldwin tomó las llaves de mi mano. De alguna manera, conseguía el
truco a la primera cada vez. La puerta se abrió y me siguió dentro.
—¿Drew?
—Es el propietario de la oficina que creí que había rentado. ¿El que me
dejó quedarme un par de meses?
Baldwin asintió.
—¿También estás saliendo con él?
Exhalé.
—No. Hoy fue un idiota y me invitó a cenar para disculparse.
—¿Por qué fue un idiota?
Entré a mi habitación a cambiarme y continué la conversación a través
de la puerta parcialmente cerrada.
—Supongo que en realidad no fue un idiota. Simplemente tenía una
opinión muy distinta a la mía en cuanto a las relaciones. Me escuchó hablando
por teléfono y me dejó saber lo que pensaba en relación a cómo funcionaría lo
que le estaba aconsejando a mis pacientes.
Luego de deslizarme en una sudadera y una camiseta, salí hacia la sala
de estar. Baldwin estaba sentado donde siempre se sentaba a pasar el rato. Yo
tomé el sofá y él la poltrona de cuero gigante. Algunas veces eso me hacía
sentir como si fuera su paciente.
—No debería estar escuchando tus sesiones de consejería. Son
confidenciales.
—Fue mi culpa. Tiendo a gritar cuando estoy en video conferencias, y
dejé la puerta abierta.
—¿Tal vez debería pasarme por la oficina?
—¿Para qué?
—No sé. ¿Chequear las cosas?
Baldwin estaba siendo dulce. Escuchar que alguien había sido un idiota
conmigo sacó a la superficie su lado protector. Aunque pensaba que Baldwin
contra Drew sería algo bien cómico.
Los dos eran polos opuestos. Baldwin era delgado, educado, peso
promedio y cada centímetro de él lucía como el profesor que era. Incluso
usaba corbatas de lazo y anteojos que lo hacían parecer mayor que sus treinta
y cinco años. Drew tenía veintinueve, era alto, construido y rudo. Incluso
maldecía cuando le apetecía, independientemente de quién estuviera cerca. A
pesar de que nunca lo habría descrito como tan educado como Baldwin, había
algo muy galante en él a pesar de su rudo exterior.
—No lo creo necesario. Estoy bien. Simplemente es un poco dentado5 en
los bordes, eso es todo. Lo divertido es que no lo había pensado hasta ahora,
pero su apellido es Jagger. Como que le queda.
Sabiendo que Baldwin le gustaba una copa de vino tarde en la noche, fui
a la cocina y abrí el refrigerador, sacando la botella que mantenía allí para él
antes de que siquiera respondiera a mi pregunta.
—¿Quieres una copa de vino?
—Si, gracias.
La serví y tomé para mí un agua. Mientras se la entregaba, dijo:
—¿No me acompañas?
Me dejé caer en el sofá.
—Estoy demasiado llena. Me comí una hamburguesa enorme en la cena.
Drew ordenó para mí una hamburguesa con queso doble de lujo.
—¿Ordenó para ti? Si eres muy quisquillosa para comer.
—Sabe que me gustan las hamburguesas. —Me encogí de hombros.
Desenroscando la tapa de mi agua, pregunté—. ¿Qué terminaste cenando?
—Ordené Sushi de Zen’s a domicilio.
Arrugué la nariz.
—Me alegra habérmelo perdido.
—Habría ordenado otra cosa si hubiésemos cenado juntos.
Baldwin siempre delegaba en mí el ordenar comida. Era una de las cosas
que me encantaban de él. El sushi parecía ser su comida para citas, así que no
era como que lo estuviese privando de sus comidas favoritas.

5 Dentado: en el original Jagged, de allí el juego de palabras con el apellido Jagger.


—¿Sin cita esta noche? —pregunté. Normalmente evitaba ese tópico de
su vida. Era difícil para mí verlo con una mujer, y escuchar cualquier clase de
detalles al respecto me mataría. Pero esta noche me sentía menos afectada por
alguna razón.
—Trabajos que evaluar. Apreciarías la respuesta que obtuve de una
estudiante femenina.
—¿Cuál fue la pregunta?
—Les pedí que me dieran un argumento sólido respecto a que las
técnicas psicoanalíticas de Freud eran defectuosas. Hemos pasado las últimas
tres semanas estudiando a Günbaum y Colby, por lo que debía ser una
pregunta fácil.
—Estoy de acuerdo. ¿Qué obtuviste como respuesta?
—La Srta. Balick escribió: Freud era hombre.
Me reí.
—Creo que sería un argumento válido. Probablemente deberías darle
puntos por eso.
—Lindo. Pero no lo creo.
—Siempre has sido un evaluador exigente.
—Siempre te di a ti buenas calificaciones.
—Sin embargo, me las gané. —Lo cual era cierto, pero me puso a
pensar—. ¿Alguna vez le diste a alguien un puntaje que no mereciera? ¿Tal
vez porque era bonita, o porque te sintieras mal por ellos?
—Nunca. —Su respuesta no me sorprendió. Baldwin sorbió su vino—.
¿A dónde quieres ir el jueves en la noche?
—¿Jueves?
—Tu cena de cumpleaños.
—Oh. Lo olvidé. He estado tan ocupada últimamente, que se escapó
totalmente de mi mente que viene mi cumpleaños.
—Bueno, a mí no se me olvidó. He estado pensando en que podríamos
ir a Ecru. Es un nuevo lugar francés en el Upper East Side. La lista de espera
es de tres meses, pero un colega mío es amigo de los dueños y dijo que se
aseguraría de hacernos entrar.
—Suena genial. Gracias. —Si era honesta, habría preferido ir a Joey´s por
una enorme y grasienta hamburguesa. Pero Baldwin era un foodie6 y siempre
trataba de expandir mis horizontes culinarios. En algunas ocasiones, incluso
me gustaban algunas comidas elegantes.
Baldwin se quedó por un rato y parloteamos. Me contó acerca de un
artículo científico que esperaba fuera publicado y yo le conté cuán nerviosa
estaba por conocer personalmente a dos de mis video clientes mañana.
Después de que me reubiqué en Nueva York, algunos de mis clientes por
video o teléfono eran locales y se convertirían en clientes presenciales.
Siempre era extraño conocerlos por primera vez, pero las reuniones de
mañana me ponían particularmente nerviosa porque suponía que el esposo
abusaba físicamente de su esposa.
Comenzaba a hacerse tarde, y en determinado punto me estiré y bostecé.
Mi camiseta se levantó un poco y expuso parte de mi abdomen. Los ojos de
Baldwin se desviaron a la carne, y vi cuando tragó grueso. Momentos como
ese eran los que más me confundían. No me proclamaría como una experta
en hombres, pero había tenido citas con una cantidad decente de ellos, incluso
había tenido algunas relaciones de larga duración. Generalmente podía leer
la atracción de un hombre hacia mí bastante bien, y en este momento, habría
jurado que Baldwin estaba interesado en mí. No era algo nuevo. Lo había
sentido en numerosas ocasiones. Lo cual podía ser la razón de por qué todavía
estaba alrededor después de todos estos años.
Algunas veces una chispa se convierte en un incendio.
Baldwin aclaró su garganta y dijo:
—Debería irme. Es tarde.
—¿Estás seguro? Tal vez me sirva una copa de vino para mí si quieres
otra…
—Tengo una lectura temprano mañana.
—Está bien. —Cubrí mi desencanto y lo acompañé hasta la puerta.

6 Foodie: término inglés informal para una clase particular de aficionados a la comida y a la bebida.
Baldwin me deseó buenas noches, y luego se detuvo y se dio la vuelta.
Por un breve segundo, mi imaginación tomó lo mejor de mí, e imaginé que se
daría la vuelta y cerraría la puerta, decidiendo quedarse.
En su lugar, dijo:
—Estoy esperando un paquete mañana. Si lo ves en el pasillo, ¿Podrías
tomarlo por mí? No estaré en casa hasta tarde.
—Seguro. ¿Mañana en la noche es el Simposio de psicología de Nueva
York del que me hablaste?
—No. Eso es la semana que viene. Rachel tiene entradas para ver una
obra en Broadway mañana.
—Oh. Rachel.
—La conociste la semana pasada en la cafetería.
—Sí. Rachel. —Me gustaría poder olvidarla. Estaba usando ese vestido
tipo camiseta que llevaba la noche anterior cuando escuché su puerta y los
espié por la mirilla—. Tomaré lo que se encuentre frente a tu puerta. Que se
diviertan mañana en la noche.
Después de que se fue, me retiré el maquillaje y cepillé los dientes. Por
supuesto, a pesar de que hace menos de cinco minutos estaba bostezando,
estuve alerta y despejada apenas pude ir a la cama.
La historia de mi vida.
Pensé en mi conversación con Drew más temprano ese día. Parecía como
si hubiese pasado una semana.
El Capitán Prolactineitor había sugerido que me masturbara antes de ir
a la cama. Pero no estaba de humor para pensar en Baldwin después de
escuchar respecto a su cita de mañana en la noche con Rachel.
Sin embargo…
No tenía que visualizar a Baldwin, ¿verdad? Una visión de Drew
apareció en mi cabeza. Era definitivamente lo suficientemente guapo…
Pero no debía.
Me giré y me obligué a cerrar los ojos. Una hora después, alcance el final
de mi mesa. Estaba desesperada por dormir después de ese día tan largo y
demandante.
Encendí mi vibrador y cerré los ojos, intentando relajarme.
Diez minutos después estaba adormecida con una sonrisa en mi rostro.
Capítulo 13
Alexa había arruinado mi trabajo por mucho tiempo. Después del
divorcio, había encontrado pequeñas piezas de mi matrimonio en cada
amarga batalla de mis clientes. Eso me recordaba cuánto tiempo había
desperdiciado, como cuando aquella primera noche dejé que mi polla tomara
las decisiones en lo que se refería a Alexa, en vez de que lo hiciera mi cabeza.
Todo en los archivos de mis clientes se volvió personal para mí, y era como si
todos los días me revelaran las peores noches de mi vida.
Finalmente, aprendí a separar las cosas, de alguna manera. Pero perdí
algo en el camino. Mi trabajo se convirtió en una fuente de dinero y no algo
que yo disfrutara haciendo. Así como ya no tenía que tener miedo de bajar a
mi oficina, tampoco seguí mirando hacia el futuro.
Hasta hoy.
Me levanté más temprano de lo habitual. Después de ir al gimnasio,
estuve en la oficina para las siete de la mañana, revisando el archivo de un
caso. Henry Archer era uno de los pocos clientes que realmente me
agradaban. Su divorcio fue incluso amigable porque él era un tipo
genuinamente agradable. Tenía su audiencia de repartición hoy a las once. La
pandilla entera estaría aquí para tratar de conseguir un acuerdo final.
Milagrosamente, tampoco odiaba a su futura exesposa.
Estaba en el cuarto de copiado cuando escuché a Emerie entrar. Sus
tacones repiqueteaban mientras caminaba por el pasillo cargando una gran
caja marrón. Detuve lo que estaba haciendo y caminé hacia ella para quitársela
de las manos.
—Gracias. ¿Sabes que nadie me ofreció el asiento en el metro mientras
cargaba esa cosa?
—La mayoría de las personas son unos imbéciles. ¿Qué demonios tienes
aquí? Esta mierda pesa. —Coloqué la caja sobre su escritorio y la abrí sin
preguntar. Dentro había un sujetapapeles de vidrio, pero muy bien podría
estar hecho de plomo—. Esta cosa pesa cinco kilos. ¿Te preocupa que un
huracán nos atraviese y vuele todos tus papeles?
Lo tomó de mi mano.
—Es un premio. Lo gané por un artículo que escribí y publicaron en
Psicología Hoy.
—Es un arma. Me alegra que no tuvieras esa cosa cuando te encontré en
mi oficina la primera noche.
—Sí, pude haber hecho una hendidura en esa linda cabeza tuya.
Sonreí.
—Lo sabía. Crees que soy lindo.
Intenté mirar qué más había en la caja, pero palmeó mi mano evitándolo.
—Entrometido.
—Tú desempacaste mis cajas.
—Es cierto. Supongo que puedes mirar.
—Bueno, ahora no quiero, dado que me dijiste que podía.
—Eres como un niño ¿sabes?
Había dejado mi teléfono celular en la fotocopiadora y lo escuché sonar
desde el otro lado del pasillo. Fui a contestarlo, pero el llamante colgó.
Después de terminar de hacer mis copias, tomé el montón de papeles y me
detuve de nuevo en la oficina de Emerie.
Parado en la puerta, me burlé de ella.
—Llegaste temprano. ¿Seguiste mi consejo para conseguir dormirte?
—No. —La respuesta rápida de Emerie fue… demasiado rápida. Años
de hacer declaraciones me había hecho desarrollar habilidades para captar
pequeñas pistas: a veces algo incluso muy pequeño me tumbaba un
argumento que no había esperado y terminaba en algo interesante. Recogí la
esencia de su respuesta de dos letras y estaba por seguirle la corriente.
—¿Entonces no tuviste problemas para dormir anoche, ah?
Cuando comenzó a sonrojarse e intentar ocuparse desempacando la caja,
supe que estaba cerca de algo. Curioso, entré a su oficina y bordeé su escritorio
para poder ver su rostro incluso mientras miraba hacia abajo y desempacaba.
Agaché mi cabeza y miré hacia arriba para atrapar sus ojos.
—Te masturbase anoche, ¿no es así?
Su rubor se hizo más rojo.
—¿Y tú? —contestó.
Reflejo. Todos sabemos lo que significa. Sonreí.
—Lo hice. Y también esta mañana. ¿Quieres saber en qué estaba
pensando mientras lo hacía?
—¡No!
—¿No estás ni remotamente curiosa?
A pesar de que su rostro estaba rojo, me encantaría que ella presionara y
me enfrentara.
—¿No tienes ningún matrimonio que terminar, pervertido?
—Vamos. Admítelo. Te masturbaste y por eso tuviste una buena noche
de sueño y llegaste temprano a trabajar para variar.
—¿Por qué te importa?
—Me gusta tener razón.
—Realmente eres un ego-maniaco gigante.
—Eso me han dicho.
—¿Dejarías el tema si te digo la verdad?
Asentí.
—Sí.
Me miró directo a los ojos.
—Lo hice.
—¿Qué?
—¿Qué quieres decir con qué? Sabes a qué me refiero.
Por supuesto.
—No estoy seguro. ¿Por qué no me explicas a qué te refieres?
—Largo.
—Di que te masturbaste y me iré.
—¿Por qué? ¿Para que puedas irte con la imagen de mí masturbándome?
—¿Creí que no querías escuchar en qué estaba pensando anoche
mientras me acariciaba a mí mismo?
Me reí. Emerie estaba tratando de ser ruda, pero su voz me dijo que
estaba más avergonzada y divertida que enojada. Sintiéndome inusualmente
amable, decidí dejarla en paz antes de presionar mi suerte.
—Tengo una audiencia a las diez que probablemente se convierta en un
almuerzo con el cliente. Hay menús en la gaveta superior del escritorio de
recepción si quieres ordenar algo.
—Gracias.
—A tu orden.
Me detuve justo fuera de su puerta.
—Otra cosa.
—¿Hmmm?
—¿Estabas pensando en mí cuando te masturbabas?
Lo dije solo para molestarla, pero su repentina “cara de ciervo atrapado
en las luces” me dijo que había dado en el clavo. Bueno, mierda. Venir a trabajar
acaba de volverse incluso mejor. Una parte de mí, (una muy gran parte de mí, por
supuesto) quería quedarse y presionar ese interesante dato de información
todavía más, pero repentinamente me convertí en un niño de doce años que
podía sentir su polla irguiéndose. Gracias a esos sucios pensamientos, la
pequeña Señorita Oklahoma con gran trasero, consiguió una absolución.
—Ese no es tu maldito problema. El problema es tu incapacidad de
preparar una comida decente sin quemarla.
Escuchar ese tipo de declaración a gritos no era nuevo para estas paredes.
Solo que en esta ocasión, no venía de uno de mis clientes.
Acababa de volver a la oficina después de un almuerzo tardío con Henry
Archer, y el sonido de un hombre enojado hizo eco por el pasillo. La puerta
de la oficina de Emerie estaba ligeramente abierta, y me pregunté si debía
chequearla, asegurándome de que todo estuviera bien. Prestando atención, la
escuché pedirle al tipo que se calmara y luego otra mujer comenzó a hablar.
Así que regresé a mi oficina a enfocarme en mis propios asuntos.
Quince minutos después, allí estaba de nuevo. Yo estaba al teléfono
cuando la voz del mismo tipo recorrió el pasillo directo a mi oficina.
Tenía dudas respecto a casarme contigo en primer lugar. Debí haberlo evitado
después de que no pudieras ni siquiera tener a nuestro hijo.
El vello en mi nuca se erizó. Lo que él dijo era horrible. Pero yo ya había
escuchado a las parejas escupirse cosas horribles entre sí durante un divorcio.
Ya no me sorprendía tanto. Sin embargo, este tipo… No era tanto qué había
dicho, sino cómo lo había dicho. Su voz estaba cargada de rabia e intimidación,
amenazando mientras insultaba. Ni siquiera había visto su rostro, pero mis
vísceras me dijeron que era más que un abusador verbal. Por desgracia,
también había visto abusadores físicos a lo largo de los años. Había algo en la
forma en que las escorias gritaban que los ponía sobre sus cónyuges en la más
pura forma de “te odio y quiero herir tu alma”.
Me apresuré con el cliente con el que estaba al teléfono y fui a chequear
a Emerie. Antes de que pudiera llegar a su oficina, un fuerte sonido de cosas
quebrándose me envió corriendo.
Cuando llegué a la puerta, el tipo estaba sentado en su silla mientras su
esposa estaba sobre sus manos y rodillas limpiando algo. Emerie estaba de
pie.
—¿Qué ocurre aquí? ¿Todo bien?
Emerie dudó y me miró a los ojos cuando habló. Estaba tratando de diluir
la situación. Lo vi en sus ojos, y lo escuché en su voz.
—El señor Dawson se emocionó un poco y tocó el premio de vidrio que
tenía en mi escritorio.
El pesado pisapapeles que había cargado en el metro dentro de la caja
estaba estrellado por todo el suelo.
—Da un paseo y relájate, amigo.
La cabeza del cretino giró mirando a todos lados.
—¿Me hablas a mí?
—Lo hago.
—¿Quién diablos eres tú?
—Soy el tipo que te está diciendo que salgas a dar un paseo y calmarte.
Se levantó.
—¿Y si no quiero?
—Saldrás involuntariamente.
—¿Vas a llamar a la policía por romper un trozo de vidrio?
—No al menos que Emerie quiera que lo haga. Voy a sacar tu trasero a
patadas yo mismo.
Crucé mis brazos en mi pecho y mantuve el contacto visual. Los hombres
que abusan de las mujeres son unos cobardes. Patearía su culo y disfrutaría
cada maldito minuto.
Después de unos segundos, el tipo miró a su esposa.
—Ya terminé con esta mierda de consejería. —Luego salió en estampida.
Di un paso a un costado para hacerle espacio al pasar.
Tanto Emerie como su cliente permanecieron en silencio hasta que
escuchamos la puerta principal azotarse.
—¿Están bien? —pregunté.
Emerie asintió, y por primera vez, la mujer se giró y me miro. Su mejilla
estaba amoratada y amarilla con un moratón en proceso de curación. Mi
mandíbula se apretó. Debí haber golpeado al maldito cuando tuve
oportunidad.
—Por lo general no es así. Solo ha estado pasándolo mal en el trabajo
últimamente.
Seguro.
Emerie y yo nos miramos a los ojos una vez más, un intercambio no
hablado. Estábamos en la misma página.
—Las dejaré conversar. —Cerré la puerta detrás de mí.
Por la siguiente media hora, trabajé en un caso en el escritorio de
recepción en el recibidor, no queriendo que el cretino del esposo regresara sin
que yo lo supiera. Eventualmente, me encontré con su rostro afuera de la
ventana del frente. Estaba fumando un cigarrillo y esperando a su esposa.
Movimiento inteligente.
Emerie caminó con la Sra. Dawson por el pasillo mientras hablaban.
—¿Qué te parece si hablamos por teléfono mañana? ¿Aunque sean solo
unos minutos? Realmente me gustaría escuchar de ti después de la sesión de
hoy.
Su cliente asintió.
—Está bien.
—¿Qué te parece a las diez?
—Eso estaría bien. Bill se va a trabajar a las ocho.
Emerie asintió.
—¿Sabes qué? No te di una tarjeta de citas por la sesión de la semana que
viene. Déjame traerte una. No tardo.
Después de que se alejara, hablé con la Sra. Dawson. Mi voz fue baja, sin
juicios, y precavida.
—¿Va a estar bien?
Brevemente me miró a los ojos, pero rápidamente los desvió hacia el
suelo.
—Voy a estar bien. En realidad no es un mal hombre. Honestamente,
solo lo atrapaste en un mal momento.
—Ajá.
Emerie regresó y le entregó una tarjeta.
—¿Hablamos mañana?
Asintió y se fue.
Cuando la puerta se cerró, Emerie suspiró audiblemente.
—Lamento eso.
—Nada de qué lamentarse. No puedes evitar que tu cliente sea un
cretino. He tenido muchos de esos.
—Creo que abusa físicamente de ella.
—Estoy de acuerdo contigo.
—También pienso que nunca volveré a escuchar de ella. Me va a
bloquear porque la confronté acerca de lo que sospechaba que estaba
sucediendo.
—¿No crees que te llame mañana o aparezca para la cita de la próxima
semana?
—Nop. Él no la va a dejar continuar. Ahora que lo conozco un poco
mejor, me sorprende que accedieran a venir aquí. Mis sesiones de terapia
habían sido siempre solo con ella.
—Es rudo.
Asintió de nuevo.
—Espero que te llame.
—¿A mí?
—La tarjeta de recordatorio que le di fue tu tarjeta de negocios. Me
imaginé que necesitaría un abogado de divorcios más que un terapista
matrimonial.
Mis cejas saltaron.
—Agradable.
Caminamos juntos por el pasillo.
—Me vendría bien un trago —dijo Emerie.
—¿Tu oficina o la mía?
Emerie me miró.
—¿Tienes alcohol en tu oficina?
—He tenido un montón de días de mierda.
Sonrió.
—Mi oficina.

—Esto sabe a trementina. —El rostro entero de Emerie se retorció.


Sorbí.
—Es un Glenmorangie de veinte años. Es una botella de aguarrás de
seiscientos dólares lo que estás tomando.
—Por ese precio, ¿no podría tener algo de sabor?
Me reí. Estaba sentado en su silla de visitas, y Emerie estaba detrás de su
escritorio. Debía haber desempacado el resto de la caja porque había algunos
artículos personales a la vista. Levanté la base de vidrio que había quedado
del premio que el cretino de Dawson había roto.
—Vas a necesitar un arma nueva.
—No creo que necesite una contigo alrededor para amenazar a mis
clientes.
—Lo merecía. Debí golpearle como hizo a su esposa.
—Debiste. El tipo realmente es un mal nacido. Un maldito mal nacido.
Era dulce trabajando en su acento neoyorkino, a pesar de que seguía
sonando como Oklahoma imitando a Nueva York.
Había dos nuevos marcos de fotos en el escritorio, y me estiré para tomar
uno de ellos. Era una foto de una pareja mayor.
—Adelante —dijo con sarcasmo y una sonrisa.
La miré, luego a la pareja, luego de nuevo a ella.
—¿Son tus padres?
—Sip.
—¿A quién te pareces?
—A mi madre, según me han dicho.
Estudié el rostro de su madre. No se parecían para nada.
—No logro verlo.
Se estiró y retiró la foto de mis manos.
—Soy adoptada. Me parezco a mi madre biológica.
—Oh. Lo lamento.
—Está bien. No es algo que guardo en secreto.
Me recosté en la silla, mirándola ver la foto. Había cierta reverencia en
su rostro cuando habló de nuevo.
—Puede que no me vea como mi mamá, pero somos muy similares.
—¿Ah, sí? ¿Ella también es un dolor en el trasero?
Pretendió estar ofendida.
—No soy un dolor en el trasero.
—Te conozco desde hace apenas una semana. El primer día estabas
robándote mi espacio y tratando de patearme el trasero cuando te atrapé.
Unos días después comenzaste una pelea porque hice un comentario inocente
sobre el mal consejo que le estabas dando a tus clientes, y hoy, casi me voy a
las manos por ti.
—Mi consejo no era malo —dijo—. Pero supongo que el resto es verdad.
He sido un dolor en el trasero, ¿no es así?
Terminé mi trago y me serví dos dedos más en mi vaso, luego llené el de
Emerie.
—Tienes suerte. Me gustan los dolores en el trasero.
Conversamos por un rato más. Emerie me contó de la tienda de
hardware de sus padres en Oklahoma y estaba en la mitad de una historia
relacionada con la venta de suministros a un tipo que fue arrestado por
encerrar a su esposa en su refugio subterráneo por dos semanas cuando el
teléfono de mi oficina sonó. Fui a contestarlo, pero ella lo tomó primero.
—Oficina del señor Jagger. ¿Cómo puedo ayudarlo? —contestó en una
voz sexy, coqueta.
Los dos tragos la habían relajado, volviéndola juguetona. Me gustó.
—¿Puedo preguntar quién llama? —levantó un bolígrafo e hizo una
pausa para escuchar, frotando descuidadamente la parte superior del mismo
a lo largo de su labio inferior.
Mis ojos la siguieron. Apuesto a que saben bien. Tuve la urgencia repentina
de subirme al escritorio y morderlo. Mierda. No es un buen pensamiento.
Todavía estaba mirando su labio cuando me miró. Debí dejar de hacerlo,
pero la manera en que se movieron mientras comenzó a hablar me mantuvo
cautivo.
—Está bien Srta. Logan. Déjeme ver si está disponible.
Eso rompió mi mirada. Sacudí ambas manos en frente de mí, haciéndole
señas de que no estaba disponible. Puso la llamada en espera por cinco
segundos y luego la retomó.
—Lo lamento, Srta. Logan. Parece que acaba de salir. —Una pausa—. No,
lo lamento, no estoy autorizada para darle el teléfono celular del Sr. Jagger.
Pero le avisaré que lo llamó.
Después de que colgó, dijo.
—¿Sabes de qué me acabo de dar cuenta?
—¿De que tu voz suena más sexy cuando te has tomado unos tragos?
Parpadeó.
—¿Mi voz suena más sexi?
Me tomé de un sorbo mi segundo trago.
—Sí. Estabas coqueteando cuando contestaste el teléfono.
—No estaba coqueteando.
Me encogí de hombros.
—Como sea. Me gustó. ¿De qué decías que te diste cuenta?
—Ya ni siquiera lo recuerdo. Creo que esos dos pequeños tragos se
fueron directo a mi cabeza.
—Y a tus labios —murmuré.
—¿Qué?
—Nada.
—¡Oh! Ya recodé qué iba a decir. —Me señaló con el dedo—. He tomado
al menos veinte llamadas en tres días y visto una tonelada de citas en tu
agenda. Esa fue la primera “Señorita” que te llama. No tienes ninguna clienta
llamada Jane, Jessica o Jullie.
—Eso es porque solo tomo clientes hombres.
—¿Qué? —Me miró como si le acabara de decir que el cielo era púrpura.
—Clientes masculinos. Ya sabes. Son como las mujeres, excepto que con
menos drama y más grandes… —me callé a mitad de palabra, al escuchar la
puerta principal abrirse—. ¿Esperas a alguien?
—No, ¿Por qué?
—Acabo de escuchar la puerta principal. —Me levanté y caminé hacia el
pasillo—. ¿Hola?
Un tipo que nunca había visto mostró su cabeza por la esquina del
recibidor.
—Hola. ¿Estoy buscando a Emerie Rose?
Lo miré.
—¿Quién eres? —Me preocupaba que la escoria de Dawson regresara y
diera problemas. Pero este tipo parecía como que el último problema en el que
se había visto involucrado fue cuando los niños se metían con él en la escuela
primaria.
Me giré hacia Emerie, quien ya venía en mi dirección. Me alcanzó en la
entrada.
—¿Baldwin? Creí haber escuchado tu voz. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Pensé en sorprenderte.
El tipo tenía un ramo de flores que no había visto en su costado, el color
combinaba con su corbata de lazo. Eran sosas, parecía como si las hubiese
comprado en el mercado chino de la esquina por 7.99$.
—Qué dulce.
Emerie dio un paso fuera de la entrada en la que estábamos agradables
y cercanos y caminó hacia el tipo, dándole un abrazo y un beso. Por alguna
razón, me quedé allí, mirándolo todo.
Después de tomar las flores, recordó que estaba tras ellos.
—Baldwin, él es Drew. Drew, Baldwin es el amigo del que te hablé el
otro día.
Estaba confundido, y ella lo leyó en mi rostro.
—El AT en mi universidad. ¿Recuerdas que te conté al respecto?
¿En serio? ¿Ese tipo?
—Oh, sí. —Extendí mi mano—. Encantado en conocerte. Drew Jagger.
—Igualmente, Baldwin Marcum.
Luego hubo un extraño e incómodo silencio hasta que Emerie lo rompió.
—¿Verdad que la oficina es hermosa?
—Muy linda.
—¿Vas de camino a encontrarte con Rachel?
—El espectáculo comienza en una hora y media. Así que pensé en venir
a saludar.
Baldwin todavía estaba mirando alrededor de la oficina cuando notó la
botella de Glenmorangie y los dos vasos vacíos en el escritorio de Emerie.
La miró.
—¿Eso es escocés? ¿A las cinco de la tarde?
Emerie tampoco captó el desdén en su voz o fue muy buena ignorándolo.
—Tuvimos un día difícil —dijo.
—Ya veo.
—¿Te apetece un trago? —pregunté, sabiendo que declinaría la oferta
por sesenta segundos que le había hecho—. Es de veinticinco y suave.
—No, gracias.
Había visto lo suficiente.
—Tengo trabajo que terminar. Un placer conocerte, Baldwin.
Asintió.
Una hora más tarde, estaba empacando mi oficina cuando los escuché a
los dos riendo. Los eventos de más temprano ese día todavía tenían la
testosterona bombeando en mis venas. Lo cual probablemente era la razón, si
no otra, por la que tenía la urgencia de golpear al hombre. Necesitaba una
salida. Una follada rabiosa. Necesito echar un polvo.
Toqué ligeramente la puerta de Emerie antes de empujarla.
—Voy de salida. Deberías probar la técnica de sueño que te dije de nuevo
esta noche para que llegues a tiempo de nuevo mañana.
Los ojos de Emerie se ampliaron mientras intentaba esconder una
sonrisa.
—Sí. Tal vez lo haga.
Baldwin miró de cerca nuestro intercambio.
Los despedí con la mano y asentí.
—Tengan una buena noche.
Había dado un paso cuando Emerie me llamó.
—Drew.
Me volteé.
—¿Sí?
Presionó sus manos.
—Gracias por lo de hoy. No lo había dicho, pero aprecio todo lo que
hiciste.
—Cuando quieras Oklahoma. —Golpeé mis nudillos contra el marco de
la puerta—. No te quedes hasta muy tarde.
—No lo haré. Me iré en unos minutos. Baldwin tiene planes para esta
noche así que caminaré con él.
—¿Quieres que espere? ¿Podemos comernos una hamburguesa en Joey’s
de nuevo?
Emerie comenzó a responder cuando el Sr. Corbata de lacito
interrumpió.
—En realidad, acabo de tener un cambio de planes de última hora. ¿Por
qué no vamos a cenar?
—¿No vas a ir al espectáculo con Rachel?
—Podemos verlo en cualquier otro momento. No estaba al tanto de que
habías tenido un mal día. Puedes contármelo mientras cenamos.
Emerie me miró, en conflicto. Facilité la elección para ella. ¿Quién era yo
para interrumpir a la feliz pareja?
—Tengan ambos una buena noche entonces.
Tal vez era arrogante. Después de todo, me habían dicho más de una vez
últimamente que mi ego era bastante grande, pero pude haber jurado que el
cambio de planes del amiguito de Emerie tenía algo que ver conmigo.
Capítulo 14

—Feliz aniversario.
Alexa se sentó en el sofá mirando la revista People. Me incliné para besar
su mejilla, y luego me incliné más allá para tocar con mis labios la frente de
mi hijo de casi dos años, que dormía con la cabeza en su regazo. Estaba
babeando. Una gran piscina de babas empapaba el muslo de mi esposa.
Lo señalé y bromeé:
—Hace un par de años, mojarte en la víspera de Año Nuevo significaba
algo muy diferente.
Ella suspiró.
—Ojalá pudiéramos salir. Este es el primer Año Nuevo que paso en casa
desde que era una niña.
La víspera de Año Nuevo era una gran fiesta para mi esposa. La esperaba
como un niño esperando a Santa. Y ayer, alguien le había dicho a Alexa que
Santa no existía. Habíamos planeado salir esta noche, ir a una fiesta en el
centro de Atlanta de un amigo suyo por el cual no tenía ningún cuidado, pero
la niñera nos había cancelado. Alexa estaba devastada. Yo estaba feliz en
secreto. Hoy era el primer día libre que había tenido en un mes, y quedarme
en casa y ver películas, quizás recibir el año dentro de mi esposa, era lo más
excitante para lo que estaba de ánimo.
Pero Alexa había estado refunfuñando por veinticuatro horas. Aún
estaba teniendo dificultades para adaptarse al nuevo estilo de vida asociado
a la maternidad. Era comprensible. Después de todo, solo tenía veintidós
años, y todos sus amigos estaban de fiesta como chicos despreocupados.
Tenía la esperanza de que hiciera nuevos amigos en la clase de “Mamá y
yo” a la que se unió el mes pasado, tal vez amigos casados, con hijos, que no
creyeran que beber responsablemente significaba no derramar su chupito de
Goldschläger.
—¿Por qué no sales? Yo me quedaré en casa con Beck esta noche.
Sus ojos se iluminaron.
—¿De verdad?
No era exactamente como pensaba que pasaríamos nuestro aniversario,
pero Alexa lo necesitaba.
—Seguro. Estoy exhausto. Mi amiguito y yo nos quedaremos. De todas
maneras, no pasamos el suficiente tiempo juntos y a solas.
Alexa levantó suavemente la cabeza de Beck de su regazo, la apoyó en
una almohada y se levantó para darme un gran abrazo.
—No puedo esperar a usar el vestido que compré. Lauren y Allison van
a estar tan celosas de que ahora pueda permitirme comprar en Neiman
Marcus.
Forcé una sonrisa.
—No puedo esperar a ayudarte a quitártelo cuando vuelvas a casa.

Habíamos llevado a Alexa a casa de su amiga Lauren anoche, y me ofrecí


a buscarla, pero insistió en que tomaría un taxi para que no tuviera que
despertar al bebé. Resultó, que no era un problema. El bebé estaba
completamente despierto, considerando que eran las ocho de la mañana, y mi
esposa todavía no había vuelto a casa.
Beck se sentó en su silla alta, chupando Cheerios, e hizo un fuerte sonido
de pato para llamar mi atención mientras me servía mi segunda taza de café.
Me llené las mejillas de aire, lo obligué a salir y le respondí con un sonido de
pato mientras me sentaba. Pareció momentáneamente sorprendido por el
sonido, y por un segundo pensé que iba a llorar. Pero luego dejó escapar una
risa, que me hizo reír de inmediato.
—Eso te gusta, amiguito, ¿ah? —Me incliné más cerca de él y llené mis
mejillas de nuevo—. Cuack Cuack.
Mi hijo estudió mi rostro como si yo fuera un extraterrestre, y entonces
estalló en un ataque de risa. Después de la tercera o cuarta vez, se enganchó,
y lo observé mientras trataba de hacer el mismo sonido. Sus pequeñas mejillas
se llenaban, pero solo una ráfaga de aire con algún escupitajo salía de su boca.
Ningún cuack. Eso no lo desalentó.
Después de cada uno de sus intentos, yo hacía el sonido, y él lo observaba
atentamente y lo intentaba de nuevo. En un momento, era su turno, y pensé
que finalmente podría ser su momento brillante. Chupó una gran bocanada
de aire y luego... contuvo la respiración. Sus mejillas rechonchas comenzaron
a ponerse rojas, y su rostro estaba tan atento. Ese es mi chico. Si al principio no
lo logras, trabaja con más ímpetu. Tuve un momento de padre orgulloso. Mi niño
sería un trabajador incansable.
Hizo la cosa del rostro rojo por aguantar la respiración un par de veces y
luego comenzó a reírse de nuevo. Fue mi turno. Así que me incliné para
hacerle el sonido, y cuando aspiré, me di cuenta de que durante la última
ronda no había estado trabajando en su cuack. Estaba haciendo popó.
Ambos nos reímos durante diez minutos mientras lo cambiaba. Aunque
creo que se estaba riendo de mí y no conmigo.
Poco después, la pequeña máquina de mierda terminó. Lo miré con
asombro durante un rato. Así no era exactamente como había imaginado mi
vida cuando visualizaba mis próximos años, pero no lo cambiaría por nada
en el mundo. Mi hijo era todo para mí.
Cuando llegaron las diez y estaba molesto porque Alexa no había llegado
a casa todavía, comencé a preocuparme. ¿Y si le había pasado algo? Tomé mi
teléfono del mostrador de la cocina y revisé mis textos. Aún nada. Así que
marqué su número. Fue directamente al correo de voz.
La ventana de la sala de estar de nuestro condominio en el tercer piso
daba a Broad Street, una tranquila cuadra arbolada en las afueras de Atlanta.
La mayor parte del mundo había estado de fiesta la noche anterior, así que la
calle estaba particularmente tranquila esta mañana. Fue por eso que no pude
dejar de ver el Dodge Charger amarillo brillante, con el número nueve
pintado en un costado avanzando desde la esquina. A pesar de que las
ventanas estaban cerradas, podía oír el rugido de un silenciador y el chillido
cuando el conductor giró demasiado rápido.
Qué idiota. Esa esquina era un gran punto ciego. Alexa podría haber
estado cruzando la calle con el cochecito, y ese idiota no los habría visto hasta
que fuera demasiado tarde. Sacudí la cabeza y miré el auto desde la ventana
mientras rodaba hasta detenerse unos cuantos edificios antes. Esperó en
silencio durante unos minutos. Entonces vi cómo la puerta del lado del
pasajero se abría, y un par de piernas asesinas se asomaban.
Estaba casado, no muerto. Mirar estaba bien.
Entonces la mujer salió del auto, y me di cuenta de que mirar
definitivamente estaba bien.
Porque la mujer saliendo de un auto unos edificios más allá de donde
vivíamos, era mi esposa.
Capítulo 15
Llegué a la oficina antes que Drew. Cuando entró, casi a las diez, lo
saludé con sarcasmo.
—¿Levantándote tarde? Tal vez pueda recomendarte algo que te ayude
a dormir.
Esperaba una respuesta digna de que me sonrojara. Pero ni siquiera
estaba segura de que me hubiese escuchado.
—Buenas. —Desapareció en su oficina y de inmediato se puso al teléfono
y se metió en lo que sonaba como una acalorada discusión. Después de oírlo
colgar, le di unos minutos para que se instalara y luego le llevé los mensajes
de la mañana a su oficina.
Drew estaba de pie detrás de su escritorio, mirando por la ventana y
bebiendo un café. Parecía estar a un millón de kilómetros de distancia. Estaba
a punto de preguntarle si todo estaba bien cuando se giró y obtuve mi
respuesta. No se había afeitado, su camisa normalmente crujiente parecía
haber salido de una botella y tenía círculos oscuros debajo de sus ojos
normalmente brillantes.
—Te ves terrible.
Forzó una media sonrisa.
—Gracias.
—¿Está todo bien?
Se frotó la parte posterior del cuello durante un minuto y luego asintió.
—Solo mierda personal. Estaré bien.
—¿Quieres hablar al respecto? Soy buena escuchando.
—Hablar es lo último que necesito. Pasé dos horas al teléfono anoche. Ya
he terminado de hablar.
—Bien. Bueno... ¿qué más puedo hacer? ¿Qué necesitas?
A pesar de que lucía como que estaba atravesando el infierno, un destello
de Drew pareció aparecer. Arqueó una ceja en respuesta.
—De alguna manera dudo que me necesites para eso.
Sonrió.
—Definitivamente me habría ayudado a dormir anoche.
Hablamos durante unos minutos, y luego señalé mi oficina.
—Tengo una videoconferencia en unos minutos, así que no podré
contestar los teléfonos durante una hora. Después de eso, estoy bien hasta una
cita presencial a última hora de la tarde.
—No hay problema. Yo me encargo de los teléfonos.
—Gracias. —Fui a darme la vuelta, luego recordé lo que quería
preguntarle esta mañana antes de que él llegara—. ¿Te importaría si cuelgo
una pequeña pizarra en la puerta de mi despacho? Tengo esas cosas pegajosas
para adherirlo, así que no dañaré la puerta.
—Adelante.
Después de pasarle otra llamada a Drew, me las arreglé para colgar la
pizarra en mi puerta antes de mi videollamada. Mi plan era escribir una
declaración reflexiva y motivadora en ella cada día, como siempre lo había
hecho en mi sitio web cuando mi asesoramiento era estrictamente a través de
videoconferencias y llamadas telefónicas. Ahora que la gente me visitaba,
quería continuar la práctica.
Dado que mi cita aún no había sonado en mi computadora, tomé mis
gafas de lectura y fui al diario en el que guardaba pensamientos y citas
relacionadas con relaciones de pareja, y miré hasta que encontré una que me
gustaba. Lo transcribí textualmente en la pizarra.

Soplar la vela de otra persona no hace que la tuya brille más.


Hoy haré que mi cónyuge brille por ___________________.

Retrocedí y sonreí releyendo mi cita. Dios, me encanta ayudar a la gente.

—Revisa su correo. No me importa cómo lo averigües. Necesito saber si


se va a acostar con el tipo antes de mañana a las dos.
No había visto a Drew desde esta mañana, aunque lo escuché alto y claro
mientras enjuagaba mi taza de café en la pequeña cocina al lado de su oficina.
—Roman, te daré cinco mil si consigues una foto íntima de ellos juntos.
Deja una canasta de picnic en la puerta principal si es necesario... solo tienes
que sacarlo a la luz pública. —La voz de Drew resonó por el pasillo, seguida
por una carcajada. Y luego—: Sí, claro. Chúpamela, grandulón... Hasta más
tarde.
Mientras estaba secando mi taza de café, Drew entró en la cocina.
—No pude evitar oír por casualidad parte de tu conversación.
—¿Oh sí? ¿Qué parte?
Sonreí.
—La mayor parte. ¿Supongo que tú y tu investigador privado son muy
cercanos?
Drew cogió una botella de agua de la nevera y le quitó la tapa.
—Roman ha sido mi mejor amigo desde que le robé la novia en sexto
grado.
—¿Le robaste la novia y eso los hizo amigos?
—Sí. A él le había dado varicela, que luego me pasó. Tanto Roman como
yo tuvimos malos casos y estuvimos fuera de la escuela por dos semanas.
Terminamos jugando videojuegos en su casa durante diez días seguidos.
—¿Qué le pasó a su novia? ¿No se interpuso entre ustedes?
—Roman y yo hicimos un pacto. Nunca volveríamos a buscar a la misma
chica. La dejé el día que volvimos a la escuela, y Roman y yo somos amigos
desde entonces.
—Curiosamente, es un poco dulce.
Drew se rió.
—Esos somos nosotros. Roman es el tipo que revisa la basura de una
mujer a media noche buscando condones usados, y yo soy el que le deja saber
al abogado contrario lo que él encontró, en medio de un juicio de divorcio.
Los dos somos dulces.
Me froté la nariz.
—¿Es una historia verdadera? Es asqueroso. Física y moralmente.
—¿Cómo puedes decir eso sin saber por lo que podría estar pasando mi
cliente? La venganza puede ser muy dulce.
—¿Qué parte de la venganza es dulce? ¿La parte en la que ambos se
sienten horribles después de que está completa, en vez de que lo haga solo
uno de ustedes?
Drew tomó un largo sorbo de su agua y apoyó una cadera contra el
mostrador.
—Se me olvidó que eres la eterna optimista en cuanto a relaciones.
Hablando de eso, ¿cómo te fue en tu cita anoche?
—¿Cita?
—Con el señor Corbata de Lacito.
—Oh. La cena estuvo agradable. Pero no lo llamaría una cita.
—No hubo acción al final de la noche, ¿eh?
—No es que sea asunto tuyo, pero no. No pasó nada entre nosotros
físicamente. Tuvimos una buena cena y hablamos mucho sobre el trabajo.
Baldwin ha estado tratando de conseguirme una posición de adjunta en NYU
donde enseña. No creo que alguna vez quiera ser académica a tiempo
completo, pero me encantaría enseñar a tiempo parcial y ver a mis pacientes
el resto del tiempo. De todos modos, después de cenar nos despedimos en mi
puerta.
—¿Cuál es el asunto con ese tipo? ¿Está dentro o está fuera?
—No lo sé. Me envía señales mezcladas. Como anoche. Se suponía que
iba a salir con Rachel, la mujer a la que está viendo, y luego aparece aquí sin
avisar, cambia de opinión y me lleva a cenar a última hora.
—¿Alguna vez le has contado cómo te sientes?
—Nunca ha sido el momento preciso.
Drew apartó la cabeza.
—¿El momento preciso? ¿Por qué no aprovechaste anoche?
—Está viendo a alguien.
—¿Y qué?
—No quiero interferir en su relación.
—No dije que te lo follaras. Dile cómo te sientes.
—¿Eso es lo que tú harías?
Drew soltó una risita.
—En realidad, normalmente solo follo a mis citas y no discutimos mis
sentimientos. Pero ese no es tu estilo.
Suspiré.
—Me gustaría que fuera mi estilo.
Movió sus cejas.
—Puedo ayudarte con eso, si quieres intentar algo nuevo.
—Qué generoso.
—Oh, sería muy generoso. Créeme.
Mi corazón palpitó un poco al ver la malvada sonrisa de Drew. Sacudí la
cabeza.
—¿Es en esto en lo que se ha convertido mi vida? Ser una consejera de
parejas, y recibir consejos para mi propia vida de un abogado de divorcios.
—Eres una idealista. Yo soy realista.
Enderecé mis hombros.
—¿Y cuál es exactamente tu estatus en cuanto a relaciones de pareja, ya
que eres tan experto?
—Tengo muchas relaciones.
—¿Te refieres a relaciones sexuales?
—Sí. Me gusta el sexo De hecho, me encanta el sexo. Es la otra mierda la
que no me gusta.
—¿Te refieres a la parte de la relación?
—Me refiero a la parte en la que dos personas se juntan y empiezan a
confiar en el otro, comparten incluso una vida y luego uno de ellos jode al
otro.
—No todas las relaciones resultan de esa manera.
—En cada relación, una persona termina jodiendo a la otra en algún
momento. A menos que te quedes solo en la parte de follar. Allí no hay falsas
expectativas.
—Creo que tu divorcio y tu línea de trabajo han contaminado tu
perspectiva.
Se encogió de hombros.
—Contaminado funciona para mí.

Sara y Ben Aster eran un excelente ejemplo de por qué amaba el


asesoramiento de parejas. Comencé a ver a Sarah después de que naciera su
hijo y me di cuenta rápidamente de que sus problemas de relación eran mucho
más que el estrés producido por un nuevo bebé. La pareja solo había estado
junta durante cuatro meses para el momento en que Sarah quedó embarazada,
lo que los llevó a una boda rápida y un recortado período de luna de miel
interrumpido por la llegada de un bebé.
Después de tal torbellino, la pareja finalmente había comenzado a
instalarse en sus vidas, solo para descubrir que sus esperanzas y sueños eran
muy diferentes. Ben quería un hogar lleno de niños, una casa en los suburbios
con un gran patio trasero, y a Sara como ama de casa. Su esposa, por otra
parte, quería quedarse en su pequeño apartamento en el Upper East Side,
volver a trabajar, y contratar a una niñera.
Lo curioso es que ambos insistían en haberle dicho al otro cómo veían su
futuro, y creo que era cierto. El problema radicaba en su comunicación. Así
que, aunque en los últimos meses habían encontrado una manera de
comprometerse en sus arreglos de vivienda buscando una casa en Brooklyn
con un pequeño patio y dando un corto viaje a Manhattan, todavía
necesitaban trabajar en ello. Lo que me llevó al ejercicio de esta semana.
Les había pedido a Sarah y Ben que trajeran una lista de cinco cosas que
querían lograr durante el próximo año. Hoy pasamos la mayor parte de
nuestra hora revisando la lista de Sarah. Ella le leería a Ben uno de sus
objetivos planeados, y tendría que explicarle lo que significaba ese plan. Era
increíble cómo una pareja que había estado casada durante dieciocho meses
todavía podía interpretar mal las cosas.
—Quiero hacer un viaje a Carolina del Sur para ver a mi mejor amiga,
Beth —dijo Sarah.
Miré a Ben.
—Bueno. Dime lo que acaba de decir Sarah.
—Bueno, que quiere ir a Carolina del Sur a visitar a su amiga soltera,
Beth.
—Sí. Bueno, Sarah no mencionó que Beth fuera soltera, pero suena como
que escuchaste algo importante. ¿Por qué el hecho de que Beth sea soltera es
significativo para ti?
—Quiere escapar. Lo entiendo, y se merece un descanso. Pero quiere
pasar tiempo con Beth para recuperar lo que tenía antes de que estuviéramos
juntos: la vida de soltera y despreocupada. Entonces volverá y estará
resentida con nosotros.
Sarah entonces le dijo las cosas que extrañaba de tener cerca a su mejor
amiga y cómo quería pasar su tiempo mientras la visitaba. Estaba claro que lo
que ella quería, y lo que él había interpretado respecto al viaje, eran cosas muy
diferentes. Pero después de quince minutos de hablar al respecto, ella había
puesto su mente a gusto. La comunicación y la confianza entre estos dos
estaba mejorando cada semana, y al final de nuestra sesión, sugerí que
comenzáramos a vernos cada dos semanas en lugar de semanalmente.
—¿Sabes de qué acabo de darme cuenta? —dijo Sarah mientras Ben la
ayudaba a ponerse el abrigo.
—¿De qué?
—Después de que terminan nuestras sesiones de videoconferencia,
siempre hay una pequeña cita en tu página que me gusta leer, algo que me
recuerda hacer algo agradable por Ben. Ya no vamos a tenerlas.
Sonreí.
—De hecho, sí. Las citas todavía se actualizan en mi sitio web, pero
también las escribiré en mi puerta. Estaba abierta cuando llegaste, así que
probablemente no lo notaste. Pero debes leer el día de hoy cuando salgas.
Sarah detuvo a Ben, y juntos leyeron la pizarra después de abrir la
puerta. Sarah me miró con una extraña expresión, mientras Ben sonreía de
oreja a oreja.
Después de que se hubieron ido, agarré mis gafas de lectura y fui a la
puerta, preguntándome si tal vez había escrito algo mal.
No lo había hecho, pero aparentemente Drew pensó que sería gracioso
ajustar mi cita. Mientras yo había escrito:

Soplar la vela de otra persona no te hace brillar más.


Hoy haré que mi cónyuge brille por ___________________.

La pizarra en mi puerta ahora decía:

Hacerle una mamada7 a otra persona hace que su día brille más.
Hoy haré brillar a mi cónyuge por hacerle una mamada.

7Juego de palabras. En el original Blowing (soplar) pero lo usa como acción de blowjob (realizarle
sexo oral a un hombre).
Voy a matar a Drew.
Capítulo 16
—¡Eres un imbécil!
—Steve, te llamo luego. Creo que hay una discusión que necesita un
réferi en la sala de conferencias al lado. —Colgué el teléfono justo cuando
Emerie entraba en mi oficina para continuar con sus gritos—. ¡Ese tipo de
cosas podrán ser graciosas con todos tus clientes masculinos quienes
contratan personas para rebuscar en la basura de sus esposas, pero para mí
no!
—¿Qué demonios tienes metido en el trasero? —Se veía seriamente
enojada. Pero… también tenía esos lentes puestos mientras estaba
gritándome. Hay algo con esos malditos lentes. Y no lo había notado esta mañana,
pero esa falda estaba un poco del lado ajustado. El rojo se veía bien en ella.
Ladeó su cabeza.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué? ¿Qué estoy haciendo?
—Estás mirándome. Acabo de verte hacerlo. Vine aquí a gritarte por ser
un imbécil, y estás mirándome. —Subió sus manos al aire.
—Estaba admirando tu atuendo. Eso es diferente a mirarte.
—¿Oh, en serio? —Sus manos fueron a sus caderas—. ¿Cómo es
diferente?
—¿Cómo es diferente?
—No repitas la pregunta ganando tiempo para inventar una respuesta.
¿Cómo es diferente el que admires mi atuendo de que me mires?
Solo había una forma de salir de esto.
—Me gustas con lentes.
—¿Mis lentes?
—Sí. Tus lentes. ¿Solo son para leer?
Estuvo en silencio mientras examinaba mi nivel de ridiculez. Finalmente
sacudió su cabeza.
—¿Crees que puedes suavizar lo que has hecho con un halago, verdad?
Eso espero.
—Creo que estás un poco loca.
—¿Yo estoy loca? —Su voz se elevó.
Me eché hacía atrás en mi silla, divertido. Era divertido jugar con ella.
Apartar mi mente de otras cosas.
—No pensaba que las pelirrojas podían lucir bien de rojo.
Bajó la mirada a su falda y de nuevo a mí, momentáneamente perpleja,
pero entonces entrecerró los ojos.
—Deja eso.
—¿Qué?
—Tratar de suavizarme diciendo cosas amables.
—¿No te gustan los halagos?
—Cuando son de verdad, sí. Me gustan. ¿Pero cuando son mentiras para
distraerme? No, no me gustan en absoluto.
—No digo halagos de mentira.
Me miró con una expresión que decía que no se lo creía.
—¿Entonces de verdad te gustan mis lentes de lectura?
—Te da esa apariencia sexy de bibliotecaria.
Sacudió su cabeza.
—¿Y mi falda roja?
—Para ser honesto, me importa muy poco el color. Pero es ajustada. Y
abraza todos los lugares correctos.
Las mejillas de Emerie empezaron a sonrojarse. Me hizo preguntarme
como luciría su piel cremosa después de succionarla un poco.
—¡No juegues con mi tablero! Mis clientes lo leen. Tengo suerte de que
estén de buenas, o estarían dudando de mi profesionalismo después de tu
pequeño ardid.
—Sí, señora. —Levanté dos dedos hacia mi frente y parodié un saludo.
—Gracias.
Se dio vuelta para salir. No pude resistirme.
—Apuesto a que el tipo consigue una mamada esta noche.
—Eso sería solo uno de ustedes entonces.

Para variar, estaba saliendo de la oficina a las seis en punto.


—¿Quieres venir con Roman y conmigo por una cerveza al Fat Cat?
Emerie estaba sentada en su escritorio mirando un pequeño espejo
mientras delineaba sus labios en un brillante rojo que hacia juego con su falda.
Siguiendo su mano mientras se curvaba en el arco de su labio superior, se me
pasó por la cabeza que, contra el fondo blanco puro de las paredes de la
oficina, parecía una salpicadura de colorido arte vivo sobre un lienzo.
¿Qué demonios, Jagger? ¿Arte vivo?
—Gracias, pero tengo planes esta noche.
—¿Cita sexy?
—Baldwin me va a llevar a un restaurante francés.
La tensión se mezcló con una dosis saludable de inesperados celos
rugiendo en mi estómago.
—¿Comida francesa, eh? No me gusta mucho.
—Tampoco a mí. Pero a Baldwin le encantan el escargot.
—Caracoles —resoplé, luego murmuré—. Imagínate.
—¿Qué dijiste?
—Nada. —Lo que de verdad quería decir era que los caracoles me
recordaban a las babosas. Y comer esa mierda sería canibalismo para el Sr.
Corbata de Lacito. Ese tipo era una babosa. Pero en cambio, dije—: Que tengas
una buena noche.
Capítulo 17
—¿Cuál es tu posición favorita?
Emily se subió a mi regazo, montándome a horcajadas.
—Me gusta esta.
Tendría que enviarle una botella de Gran Patrón Platinum a Roman por
su brillante idea esta noche. Nos habíamos encontrado para unos tragos en
nuestro bar de siempre, pero luego insistió en que fuéramos donde Maya para
probar sus empanadas; el tipo tenía una obsesión por la comida mexicana.
Emily DeLuca y su amiga Allison ya estaban ahí, disfrutando margaritas en
el bar. Emily era abogada en una firma al otro lado de la ciudad donde a
menudo refería trabajo de planeación patrimonial. Habíamos coqueteado un
par de veces, y había una chispa, pero para mí, la chispa nunca triunfaba sobre
el brillo en cierto dedo en la mano derecha. Y la gran roca que usaba era
bastante difícil de omitir.
Fue fácil notar que faltaba esta noche, en especial desde que movió los
dedos en su mano izquierda hacia mí justo antes de preguntarme si podía
comprarle un trago. Incluso con ese gesto obvio, aun así, confirmé su ruptura
antes de irnos juntos. Sin importar que tan caliente o lista era una mujer, no
tocaba a las infieles.
Emily se presionó contra mi creciente polla, y metí mis manos debajo de
su falda subida para manosear su trasero. Luego tiré de la tela de encaje que
cubría su coño para incrementar la fricción al frente. Gimió, así que halé con
más fuerza.
Dios, amaba las tangas.
Llegó hasta mi camisa y comenzó a trabajar en los botones mientras
chupaba su cuello.
—Supe la primera vez que te vi que seriamos buenos juntos. Espero que
tengas una caja entera de condones. Porque después de que te monte, quiero
estar en cuatro mientras me tomas desde atrás.
La idea del trasero de Emily levantado era exactamente lo que
necesitaba. En especial ya que había pasado la semana pasada fantaseando
sobre el trasero de otra mujer; uno en que el no debería estar pensando.
Aunque, la repetida imagen del cremoso y redondeado trasero de Emerie con
mi huella rosada sobre este mientras la embestía desde atrás era mi nueva
fantasía favorita a la cual recurrir. Soñaba con terminar dentro de ella y luego
ahuecar mi mano en mi semen mientras chorreaba para frotarlo en la huella
de mi mano sobre su piel como un bálsamo.
Mis ojos estaban cerrados, y tuve que presionarlos con más fuerza para
mantener a raya la imagen de otra mujer. Porque pensar en una mujer
mientras otra te monta es una cosa imbécil de hacer, incluso para mí.
Emily se levantó lo suficiente para deslizar su mano entre nosotros y
acunó mi polla, dándole un buen apretón.
—Te quiero ahora. —Comenzó frenéticamente a desabrochar mis
pantalones, lo cual me hizo buscar mi billetera. Y entonces recordar que no
había condón ahí. Mierda.
—¿De casualidad tienes un condón? —pregunté, mordiendo el lóbulo de
su oreja.
Su voz estaba tensa.
—No. Y dejé mi control de natalidad este mes, así que por favor dime
que tienes uno en alguna parte de este apartamento.
Mierda. No tenía. Había acabado la caja grande en mi mesa de noche el
mes pasado y nunca llegué a reemplazarla. Luego había usado el de
emergencia que guardaba en el fondo de mi billetera en Hawái.
Pero… tengo un par en mi oficina en el cajón superior de la derecha. Al
menos no tenía que salir y congelarme las pelotas. Gruñí mientras retrocedía.
Acunando el rostro de Emily, dije:
—Necesito dos minutos. Lo siento. Los condones están en mi oficina
abajo.
—¿Quieres que vaya contigo? no me molestaría un poco de sexo de
escritorio. Además, ahorrará tiempo.
Chica lista. Pero… probablemente no era buena idea llevarla a un lugar
donde estaríamos rodeados por mierda que me recordaba a la mujer que
estaba intentando mantener fuera de mi cabeza.
Le di un casto beso y la levanté de encima de mí.
—Quédate aquí. Mi oficina está en el primer piso. Hay seguridad las
veinticuatro horas allá abajo. No quiero tener que cubrir tu boca mientras
gritas mi nombre.
El maldito elevador se tomó una eternidad en bajar, así que tomé la
oportunidad para al menos abrochar el cinturón de mis pantalones antes de
encontrarme con Ted, el portero. Lo que debería haber hecho era ponerme los
zapatos. El suelo de mármol era como un cubo de hielo, y no quería la
temperatura de mi cuerpo enfriándose.
Dentro de mi oficina, me esforcé por no mirar la puerta cerrada de la de
Emerie mientras subía por el pasillo. No necesitaba que nada más me la
recordara. Definitivamente no el tablero donde escribió mierda sensiblera
sobre las relaciones y luego entró como un tornado a mi oficina luciendo sexy
y molesta. Nop. No voy a mirar. Como un niño de dos años, alcé mi mano para
bloquear mi visión periférica de la oficina al otro lado de la mía mientras abría
la puerta.
Rebuscando en mi escritorio, encontré tres condones sueltos en el cajón.
Mierda, gracias. Los metí en mi bolsillo y empecé a regresar por el pasillo hacia
el vestíbulo. Casi había salido del pasillo cuando escuché un sonido.
Debería mirar.
Al diablo eso. Deja que alguien entre y se robe lo que quiera. Me encargaría
de eso mañana. Tenía cosas más importantes esperándome arriba.
Entonces lo escuché de nuevo. Esto casi… sonaba como un resoplido.
¿Emerie todavía estaba aquí? Traté de seguir, pero sabía que nunca
podría concentrarme si pensaba que podía estar herida o algo. ¿Y si se cayó
cuando salía y estaba sangrando en el piso de su oficina cerrada? Caminé de
nuevo a su puerta y la abrí.
—¡Drew! Casi me matas del susto. —Emerie saltó en su asiento y agarró
su pecho.
—¿Qué haces aquí todavía? ¿Pensé que tenías una cita caliente con el Sr.
Caracol?
—Así era.
Inspeccionando más de cerca, me di cuenta de que había estado llorando.
Tenía un pañuelo arrugado en su mano, y su pálida piel estaba manchada.
—¿Qué hizo? —Tuve la repentina urgencia de ahorcar el pequeño
cerebrito con corbatín.
Resopló.
—Nada, en realidad. Solo canceló nuestros planes de salir.
—¿Qué pasó?
—Hoy es mi cumpleaños, y…
—¿Es tu cumpleaños? ¿Por qué no dijiste nada?
—Los cumpleaños nunca han sido importantes para mí. Celebraba el día
Gotcha al crecer como la mayoría de la gente celebra sus cumpleaños.
—¿Día Gotcha?
—El día que mis padres me trajeron a casa de la agencia de adopción.
Siempre decían que todos tenían un cumpleaños, pero el día que me
consiguieron fue el mejor regalo que habían recibido alguna vez. Así que
comenzaron a celebrar el Gotcha conmigo en lugar de sus propios
cumpleaños. Simplemente se quedó pegado, y los cumpleaños son solo un
número para mí.
—Eso es en verdad increíble. Pero aun así deberías haberme dicho que
era tu cumpleaños. —No se me pasó por alto que Emerie apenas y reconocía
su cumpleaños, mientras que mi ex esposa pensaba que su cumpleaños era
una fiesta nacional. Eso siempre me había molestado demasiado, incluso
antes de que las cosas se pusieran de verdad mal.
Se encogió de hombros.
—Como sea, solo estoy siendo un bebé. Baldwin hizo reserva en este
popular restaurante francés donde es imposible conseguir una mesa, y se
suponía que lo vería a los ocho.
—¿Qué pasó?
—Me escribió y me dijo que Rachel estaba enojada de que la dejara para
llevarme a cenar la otra noche, y cuando había mencionado que me llevaría a
cenar de nuevo, se molestó, así que tuvo que cancelar esta noche.
El tipo era un completo imbécil. Definitivamente estaba engañando a
Emerie. No había duda en mi cabeza después de todo lo que me contó y luego
ver cómo reaccionó él la otra noche cuando sugerí que ella y yo saliéramos a
comer. Era territorial con ella en más que de forma amistosa. Aun así, quería
tener el pastel y comérselo también.
—Sé que sientes cosas por él. Pero el tipo me parece un imbécil.
—Solo debo dejarlo ir y seguir.
—Creo que es una buena idea.
—Debería salir y celebrar mi cumpleaños por mi cuenta… encontrar a
alguien en un bar y llevarlo a casa conmigo.
—Esa no es una buena idea.
Suspiró.
—Lo sé. Simplemente no soy el tipo de chica de rollos de una noche. Lo
he intentado, y me odio a mí misma durante semanas después. No vale la
pena.
Gracias a Dios. La idea de que llevara a un tipo cualquiera para tener sexo
me puso físicamente enfermo. Hablando de eso… mi rollo de una noche
estaba arriba esperando.
—¿Qué harás esta noche? —pregunté.
—Solo terminaré este archivo y me iré a casa. Estoy cansada de todos
modos.
—Bien. Solo no te quedes mucho. Celebraremos mañana. Te llevare a
Joey’s para almorzar.
Emerie forzó una sonrisa.
—Suena bien. —Sus ojos cayeron a mis pies—. ¿No tienes zapatos?
—Solo bajé rápidamente.
—¿Estás trabajando hasta tarde y olvidaste algo?
—No… yo… eh… tengo compañía.
—Oh. —Su rostro, el cual ya estaba triste, parecía como si le acabara de
decir que su cachorro había muerto. Esta vez, ni siquiera pudo forzar una
sonrisa—. No dejes que te retenga. Saldré de aquí en poco tiempo de todos
modos.
Dije buenas noches, pero me sentí como una completa mierda al
alejarme. ¿Por qué sentía como si noventa kilos de peso extra estuvieran
asentados en mis hombros mientras iba en el elevador hacia arriba? No fui yo
quien la había plantado. Ni siquiera sabía que era su cumpleaños.
Regresé a mi apartamento, completamente perdido en los pensamientos,
solo para ser recibido por Emily. Estaba de pie en el umbral de la puerta que
llevaba a mi sala de estar, usando nada más que esos zapatos de tacón de
aguja jodidamente sexis y la tanga de encaje negro.
Nada como un par de respingonas copas D para animarte cuando te sientes
deprimido.
Inclinó su cabeza y cruzó las piernas por los tobillos. Los zapatos
definitivamente se quedaban puestos. Casi podía sentirlos enterrándose en mi
espalda.
—¿Te gusta lo que ves?
Respondí sin palabras, caminando hasta ella y levantándola, guiando sus
piernas para envolverlas alrededor de mi cintura.
—Puedes montarme luego. Ahora, voy a follarte en la mesa de mi cocina.
¿Te parece bien, Emerie?
Se rió.
—Emily. Creo que toda la sangre está corriendo al sur y dañando tu
habilidad para hablar.
Mierda. La había llamado Emerie y ni me había dado cuenta.
—Eso debe ser. —Nos llevé a la mesa y la abrí para poder desabrochar
rápidamente mis pantalones, pero cuando alcé la mirada a su rostro sonriente,
vi a Emerie.
Emerie.
No a Emily a quien estaba a punto de follar.
Parpadeé un par de veces, y mis ojos se enfocaron. El cabello castaño,
piel oscura italiana, grandes ojos marrones. Las dos no se parecían en nada.
Cerniéndome sobre ella, me detuve de bajarme mi ropa interior para aclarar
mi cabeza y volver al momento. Luego miré su boca de nuevo, y estábamos
besándonos.
No podía quitarme la imagen de Emerie llorando sola en su escritorio.
Sus grandes ojos azules rojos, la piel suave manchada, triste porque un
imbécil quien probablemente estaba comiendo caracoles estaría
despertándola a las dos de la mañana sacudiendo las paredes.
Mierda.
Mierda.
—Mieerda. —Me levanté y me pasé una mano por el cabello, queriendo
jalarlo de la frustración.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
Subí mis pantalones mientras respondía.
—Es una clienta. Llamó cuando estaba abajo, y le colgué. Pero necesito ir
a trabajar en algo.
—¿Estás bromeando? ¿Ahora?
—Lo siento, Emerie.
—Emily. —Se cubrió sus pechos mientras se sentaba en la mesa.
—Emily. Sí. Lo siento. Mi mente está en otra parte. —Como con Emerie,
en lugar de Emily, donde debería estar.
—Está bien —dijo.
Podía notar que no lo estaba. Por supuesto, no la culpaba ni un poco.
Estaría enojado como el infierno si una mujer me dijera la mierda que acababa
de soltar. Pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Excepto
disculparme.
—De verdad lo siento. Es urgente, o no haría esto.
—Entiendo.
Se vistió por su cuenta, y menos de cinco minutos después de que había
entrado a mi apartamento donde una mujer jodidamente sexy y desnuda
estaba esperándome, estaba acompañándola al elevador.
El viaje hasta abajo fue incómodo. En el vestíbulo, me besó en la mejilla
y salió sin mirar atrás. Debería haberme sentido mal, pero en cambio, lo único
que sentí fue ansiedad, preguntándome si Emerie todavía estaba ahí.
Será mejor que no se haya ido todavía.
Capítulo 18
—¡Santo Dios! —Emerie estaba justo detrás de la puerta principal de la
oficina cuando la abrí de golpe. Si hubiera dado otro paso, probablemente la
hubiera estrellado en su cara.
Se agarró el pecho.
—¿Estás intentando provocarme un ataque?
—Bien. Todavía estás aquí.
—Estaba preparándome para irme. ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
—Todo está bien. Pero voy a llevarte a salir por tu cumpleaños.
—No tienes que hacerlo.
—Sé que no tengo que hacerlo. Pero quiero hacerlo.
Entrecerró los ojos.
—Pensé que tenías compañía.
—Me deshice de ella.
—¿Por qué?
—¿Por qué, qué?
—¿Por qué echaste a tu cita? —La confusión en su rostro se derritió
cuando una comprensión de algún tipo pareció llegarle—. Oh.
Mis cejas se fruncieron.
—¿Oh, qué?
—Terminaste con tu cita.
—Estaba lejos de terminar —gruñí, luego hice señas hacia la calle—.
Vamos. Te mereces una bonita noche por tu cumpleaños. Ese imbécil no tiene
ni idea de lo que se pierde. Vamos a emborracharnos.
Sonrió de oreja a oreja.
—Suena genial.

—Nunca voy a meter las bolas.


—Tal vez por eso estás tan tensa. No te has tenido sexo en tanto tiempo,
que olvidaste que las bolas no van dentro. —Sonreí a Emerie mientras la bola
cinco rodaba por la esquina izquierda de la tronera. Era nuestro primer juego
de billar, y acababa de meter mi quinta bola seguida. Ella tenía razón. Podría
limpiar la mesa antes de que le echara tiza a su taco.
Entrecerró los ojos.
—¿Cómo sabes cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que tuve
sexo?
—Estás un poco demasiado tensa.
Esperaba que explotara conmigo, pero en cambio me sorprendió.
Literalmente. Justo cuando estaba por ir a mi sexta bola, gritó:
—¡Cuidado! —Mi mano giró en medio del tiro, y la bola dos aterrizó en
ningún lugar cerca de la tronera que quería.
Tenía una sonrisa petulante, orgullosa de sí misma.
—¿Así es como vamos a jugar esto?
—¿Qué? Estoy muy tensa, no puedo evitarlo. Algunas veces las palabras
quedan embotelladas, y simplemente salen de mi boca como corcho de
champaña.
—Tu turno. —Extendí mi mano hacia el fieltro. Mientras se posicionaba
a sí misma, rodeé la mesa, acercándome hasta que me paré directamente tras
ella. Intentó hacer como si no le molestara, pero finalmente se giró.
—¿Qué haces?
—Estoy observándote disparar.
—¿Desde atrás?
Sonreí.
—Me da la mejor vista.
—Vuelve a donde estabas parado. —Movió su mano hacia el otro lado
de la mesa de billar—. Creo que tu vista es clara desde ahí.
Se inclinó de nuevo, intentando alinear su disparo. Mis ojos cayeron a su
maravilloso trasero.
—Eso depende de lo que esté mirando.
Cuando finalmente disparó, su taco se raspó a lo largo del fieltro y falló
por completo a la bola.
—Pensé que sabias como jugar.
—Sé.
—No lo parece.
—Me estás poniendo nerviosa parado detrás de mí.
Me incliné a su lado y le mostré cómo posicionar su mano para agarrar
el taco para que al menos fuera más sencillo conectar con la bola. Después que
le agarró el truco, volví al otro lado de la mesa. Mis intenciones esa vez fueron
completamente altruistas; al menos hasta que su blusa se abrió, y estuve
mirando directamente sus pechos.
No pude moverme. Debía estar usando uno de esos sujetadores que solo
cubren medio seno, porque lo único que podía ver eran dos perfectos globos
de lujuriosa y cremosa piel con un indicio de algo negro y de encaje.
Tetas geniales que combinan con un trasero espectacular.
Llevé mi cerveza a mis labios mientras esperaba a que disparara, pero
seguí mirando sobre la botella mientras tomaba un gran sorbo. La única cosa
que finalmente me distrajo fue observarla deslizar el taco de atrás adelante
entre sus dedos.
Luego imaginé que mi polla era el palo.
Obligando a mis ojos a cerrarse cuando finalmente disparó, vacíe el
contenido de mi Stella. Emerie logró conectar con la bola esta vez, solo que
hundió una de mis bolas en lugar de una de las suyas. Estaba tan emocionada,
que no tuve el corazón para decírselo.
—¿Eso quiere decir que voy de nuevo?
—Claro que sí. Voy por otra cerveza. ¿Quieres una?
—Sí, pero no otra cerveza. Me ponen muy llena.
—¿Bien? ¿Qué quieres?
—Sorpréndeme. Beberé lo que me traigas.
Definitivamente necesitaba alejarme un minuto.
La línea en la barra era muy larga, pero venía a menudo aquí. Roman y
yo nos reuníamos en el Fat Cat cada fin de semana para jugar billar o hablar.
Así que cuando Tiny8; el camarero que debía medir cerca de dos metros diez;
me vio, tomó mi orden antes que las demás personas.
—Tomaré otra Stella y uno de esos. —Apunté a un margarita.
Tiny sonrió.
—¿Roman se está poniendo en contacto con su lado femenino esta
noche?
—No. Probablemente está en casa poniéndose en contacto con él mismo.
Estoy aquí con… —¿Qué demonios era ella? No era una cita. No era una
compañera de trabajo incluso aunque trabajábamos en la misma oficina. Ni
siquiera podía llamarla empleada. Buscando por una palabra, me fui por la
más sencilla—. Una mujer.
Emerie definitivamente era una mujer.
Mientras esperaba, pensé en el hecho de que nunca habría considerado
traer a una cita aquí; de nuevo, no que esta noche fuera una cita. Pero este era
el tipo de lugar en el que pasabas el rato y eras tú mismo. Aun así no había
pensado dos veces en traer a Emerie aquí. Era agradable pasar tiempo con una

8 Tiny: pequeño.
mujer que sabía que estaría cómoda en un billar-bar clandestino. Era un extra
que fuera sexy como el infierno.
Solo me fui unos minutos, pero cuando regresé a la mesa de billar, había
un tipo hablando con Emerie. Una punzada de clásicos celos cobró vida
dentro de mí. Resistiendo la urgencia de decirle que se fuera, opté por hacer
sentir al tipo incomodo hasta que lo hiciera.
Me acerqué y me paré al lado de Emerie. Pasándole la bebida mientras
miraba a la serpiente, dije:
—Aquí tienes. ¿Quién es tu amigo?
—Este es Will. Se ofreció a mostrarme unos trucos.
—¿Ah sí?
Will estaba sosteniendo una bebida en su mano izquierda. El dedo del
que se había quitado el anillo de bodas todavía tenía la marca en éste. Esperé
hasta que nuestros ojos se encontraron, luego dejé que los míos bajaran a su
dedo.
—Tenemos la mesa por otros veinte minutos. ¿Tú y tu esposa quieren el
próximo juego cuando terminemos?
Nada como una conversación silenciosa de hombre a hombre.
Apuntó hacia la barra.
—Tal vez en otro momento. Mis amigos me esperan.
Un placer hablar contigo, Will.
Después de eso, Emerie y yo terminamos nuestro juego y fuimos a
sentarnos en una mesa en un área más tranquila del bar. Se bebió el primer
margarita muy rápido, y la mesera acababa de traer el segundo. Su ánimo
había cambiado de deprimida por el imbécil con corbata de lacito a un
optimismo aumentado por el licor.
—¿Entonces cuál es el mejor regalo de cumpleaños que te han dado? —
preguntó.
—¿A mí? No lo sé. Al crecer mi papá me compró mucha mierda. Un auto
para mi cumpleaños diecisiete, supongo.
—Que aburrido. —Le dio un sorbo a su margarita, y una línea de sal se
quedó en su labio.
—Tienes… —Apunté a mi boca donde la sal estaba en la suya—. Sal.
Alzó su mano y la pasó por su labio, pero el lado equivocado.
Me reí y me estiré sobre la mesa.
—Lo tengo.
Sin pensarlo dos veces, llevé la sal de su labio al mío y lo succioné de mi
pulgar. Tal vez estaba engañándome a mí mismo, con el gran ego y todo eso,
pero juro que sus labios se separaron, y si me hubiera inclinado, habría
escuchado un pequeño jadeo.
Mierda. Apuesto a que es muy receptiva en la cama.
Me aclaré la garganta.
—¿Qué hay de ti? ¿El mejor regalo que has recibido?
—Mis padres me dieron una tarjeta de regalo para cirugía láser cuando
cumplí dieciocho.
—¿Láser? Pero usas lentes.
—Oh, no me quedé con el bono. Fui a la oficina del doctor y le expliqué
que mis padres habían cometido un error, y que no quería la cirugía.
—Así que no querías la cirugía, ¿pero fue el mejor regalo que has
recibido?
Bebió de su margarita de nuevo. Desafortunadamente, nada de sal se
quedó esta vez. Pensé en fingir que sí había, pero comenzó a hablar de nuevo
muy rápido.
—Oh, no, quería hacerme la cirugía. En segundo grado, Missy Robinson
me llamó abuela porque necesitaba diferentes lentes para ver el tablero y leer.
El apodo se quedó durante la secundaria. Odiaba mis lentes. Por mucho
tiempo no los usé, incluso aunque tenía que bizquear y constantemente me
daban dolores de cabeza.
—¿Qué no estoy entendiendo? ¿Tus padres te consiguieron algo que
querías de verdad, así que lo regresaste?
—Mis padres no podían pagar la cirugía. Eran seis mil dólares, y mi papá
estaba conduciendo por ahí en un auto de veinte años de antigüedad. Pero
fue el regalo más bonito que pude haber pedido alguna vez.
Añade dulce al gran escote, el trasero altamente follable, y una boca
ingeniosa. Esa boca ingeniosa también es muy follable, podría añadir.
—¿Qué tal ahora? Si pudieras tener algo que quieres para tu cumpleaños
hoy, ¿qué sería?
Su dedo tocó su labio mientras peleaba.
—Un baño.
—¿Un baño? ¿Como uno de esos tratamientos de spa con lodo o algo así?
—Nop. Solo un buen baño en una buena bañera. Mi apartamento solo
tiene una ducha, y de verdad extraño tomar un baño. Solía tomar uno cada
domingo en la mañana; usar mis auriculares y sumergirme hasta que estaba
arrugada. Es mi lugar feliz.
Tomé un gran sorbo de mi cerveza, mirándola de nuevo.
—Eres fácil de complacer.
Se encogió de hombros.
—¿Qué hay de ti? ¿Si hoy fuera tu cumpleaños y pudieras elegir un
regalo, qué sería?
Tragué mi pensamiento inmediato. Beck. Sin querer dañarle el ánimo a
Emerie en su cumpleaños, le di mi segunda elección de regalo.
—Una mamada sería agradable.
Emerie estaba a medio sorbo y salpicó toda su margarita sobre mí cuando
se rió.
Limpié mi rostro con una servilleta.
—Bueno, ahora he conseguido la sal y la margarita.
Ella se rió.
—Lo siento.
Eran pasadas las dos de la mañana cuando tropezamos en el
apartamento de Emerie. Había insistido en acompañarla a su casa. Estaba
ligeramente ebrio, pero pensé que ella podría estar cerca de completamente
borracha.
—Shhh… —Sostuvo un dedo contra su boca para decirme que me
callara, pero ella era la única haciendo ruido. Apuntando al apartamento de
al lado mientras buscaba las llaves en su bolso, añadió—: Ese es el
apartamento de Baldwinny.
Síp. Estaba borracha.
Tomé las llaves de su mano.
—Podría hacerle algo de bien escucharte con otro hombre.
Emerie se hizo a un lado para dejarme abrir por ella. Dejando salir un
gran suspiro, inclinó su cabeza en mi brazo mientras intentaba abrir la puerta.
La maldita cosa parecía atorada.
—No estaría celoso —dijo arrastrando la voz—. No me quiere.
Moví las llaves en la cerradura un par de veces más y el cerrojo se abrió.
—Bueno, entonces es un idiota.
Empujé la puerta abriéndola y sostuve las llaves para ella. En el traspaso,
las dejó caer y se rió un poco más cuando chocamos las cabezas al agacharnos
para recogerlas del suelo. Sobre el sonido de su risa, escuché la puerta al lado
de su apartamento abrirse. Emerie pareció no darse cuenta.
Cuando Baldwin salió al pasillo y nos vio, de repente me sentí muy
territorial. Con su espalda hacia él, Emerie aún no se daba cuenta de que
teníamos audiencia. Me sonrió con esos grandes ojos azules, y algo se apoderó
de mí. Me incliné y le di un suave beso en los labios; un dedo dentro del agua
para probar la temperatura.
El pequeño beso fue pura testosterona, yo siendo un idiota con el imbécil
de al lado. Orinando en el poste, por decirlo de alguna forma. Pero cuando
eché mi cabeza hacia atrás y vi sus ojos dilatados y sus labios abiertos por más,
mi próximo movimiento no tuvo nada que ver con quién estaba mirando.
Era puro deseo. Perdí el control. Mi boca se estrelló contra la de ella, y
sus labios se abrieron para mí. Mi lengua se deslizó dentro, y tomé mi primera
caricia interior. Fue salada y pimentada por el tequila, pero era la cosa más
deliciosa que había probado alguna vez. Y de repente, estaba muerto de
hambre.
La acerqué al ras contra mí y envolví mis brazos alrededor de ella con
fuerza. No había tipo del que estaba enamorada mirando; solo éramos Emerie
y yo. Todo lo demás desapareció mientras profundizaba el beso, y ella
ansiosamente presionó sus senos contra mi pecho. El sonido que hizo cuando
mi mano fue a su fenomenal trasero me animó a seguir. No quería nada más
que presionarla contra la puerta y apretar mi hinchada polla contra ella. Y
podría haberme rendido y hacerlo, si el imbécil de al lado no hubiera
arruinado el momento.
Baldwin se aclaró la garganta. Al escuchar el sonido, Emerie se apartó y
se giró para encontrar que el hombre del que estaba enamorada acababa de
ver todo esto. Parecía sorprendida, y odié que ya hubiera una mirada de
arrepentimiento en sus ojos. No tenía el corazón para hacerla sentir más
perturbada de lo que ya estaba.
Acunando sus mejillas, me incliné y susurré en su oído:
—Tal vez eso lo despertará. —Luego besé su mejilla—. Te veo en la
oficina, cumpleañera.
Capítulo 19

—¿Quién demonios son estas personas? —Roman estaba sentado en el


balcón de mi apartamento en la oscuridad, fumando un cigarro, cuando salí
para escaparme por unos minutos.
—Tal vez lo sabrías si estuvieras dentro en lugar de aquí afuera. —Tomé
asiento a su lado y miré hacia el mar de luces que era la ciudad de Nueva
York—. Está helando aquí.
—¿Viste las tetas de esa rubia con el suéter azul?
—Esa es Sage. Una de las nuevas amigas de Alexa.
—No es la más lista. Estaba bromeando y le dije que podía adivinar su
edad si la tocaba.
—¿No me digas que la manoseaste?
El extremo del cigarro de Roman se iluminó de un rojo brillante mientras
le daba una larga calada.
—Síp. Después de una buena manoseada, me preguntó cuándo había
nacido. —Sopló una tira de anillos de humo—. Le dije que ayer y vine a
sentarme aquí afuera.
Me reí. Jodido Roman. Él conseguía ser golpeado o tener suerte, y
algunas veces me preguntaba cuál le gustaba más.
—Sí. Alexa tiene mano para elegir a sus amigas.
—Parece que le ha sentado bien en Nueva York, al menos.
Desde afuera, al menos esta noche, parecería de esa forma. Esto
ciertamente era mejor que ella saliendo sola el año pasado, seguido de la gran
pelea para recibir el año nuevo cuando le había preguntado quién era el tipo
que la había llevado a casa. Este año, nuestra casa estaba llena de todos los
amigos que había hecho durante los últimos cuatro meses desde que nos
mudamos a Nueva York desde Atlanta. Pero la verdad era, que todavía se
quejaba a diario por dejar atrás a sus amigos.
—Ha hecho algunos amigos. La mayoría de las clases de actuación que
está tomando y del gimnasio. Estaba esperando que encontrara más amigos
que tuvieran más en común con ella… tal vez algunas de las mujeres de
“Mamá y yo”, pero dice que son todas unas perras conservadoras con suéteres.
—Si esos suéteres son como el de la rubia, tal vez tome al niño prestado
para llevarlo a una de esas clases.
Nos quedamos en silencio por unos minutos, disfrutando de la paz de la
noche despejada. La voz de Roman se puso seria cuando habló de nuevo.
—¿Cómo va AJ?
Aj era el apodo de mi padre, la versión corta de Andrew Jagger. Ninguno
de nosotros usaba nuestro nombre de pila, yo siempre era Drew, así como él
siempre era AJ.
—No muy bien. Se le ha extendido a un pulmón ahora. Parece que van a
tener que extirpar un trozo.
—Mierda. Lo siento, amigo. AJ es demasiado joven para esta mierda.
Hace cuatro meses mi padre había ido al doctor para un examen anual y
su examen de sangre reveló que las enzimas de su hígado estaban disparadas.
Dos días después fue diagnosticado con cáncer de hígado. Incluso aunque las
estadísticas estaban de su lado; una tasa del quince por ciento para una
supervivencia de cinco años desde el diagnóstico, era optimista. Había
soportado meses de altas dosis de quimioterapia que lo enfermaban como un
perro, solo para que el día después de terminar la última sesión le dijeran que
el cáncer había hecho metástasis en su pulmón.
—Sí. Estoy feliz de poder estar aquí para él. Tiene un montón de amigos
y socios de negocio, pero sin una esposa que lo cuide, necesitaba regresar a
Nueva York.
—Estaba empezando a pensar que no ibas a volver.
—Creo que ese era el plan de Alexa.
Siempre había tenido intenciones de volver a Nueva York con mi padre
en su práctica. Después de que aprobé el examen para ejercer, Alexa me había
rogado que me quedara en Atlanta un año más. Eso quiso decir que tuve que
tomar un segundo examen para ejercer como abogado, pero estaba intentando
hacerla feliz mientras estaba ajustándose a la maternidad. Así que acordamos
quedarnos en Atlanta por un año. Un año se convirtió en dos, y hasta que mi
papá se enfermó, creo que el plan de Alexa era seguir pidiéndome un año
más.
—Está ajustándose. Le gustan las compras y ha decidido tomar unas
clases de actuación. Aparentemente es algo que siempre ha querido, pero
nunca mencionó hasta que se anotó para la primera clase. —Me encogí de
hombros—. Como sea, la hace feliz.
Roman me miró.
—¿Qué hay de ti? ¿Te hace feliz?
—Es una buena madre.
—También mi mamá. Pero eso no quiere decir que quiero acostarme con
ella y pasar el resto de mi vida a su lado.
—Tienes una forma única de mirar las cosas.
—Estoy acostándome con una instructora de yoga; está metida en toda
esa mierda de la introspección.
—Estoy seguro que por eso estás con ella. No porque pueda levantar una
pierna sobre su propio hombro.
—Las únicas veces en que cierra la boca y deja de intentar iluminarme
con esa sabiduría inútil es cuando tengo sus piernas sobre sus hombros. Mi
pene actúa como un tapón en una bañera llena de frases de sabiduría.
Me rio y me levanto, golpeando a mi amigo en la espalda.
—Vamos, volvamos a la fiesta. Estoy congelándome las pelotas, y quiero
ver a Beck. Están empezando a hacer mucho ruido allá.
Navegando por la fiesta en desarrollo, me abrí paso hacia la habitación
de mi bebé. Jodidamente dulce; incluso sonreía en su sueño. Muy bien, puede
que fuera un tic, pero su boca se relajaba y luego saltaba en una sonrisa cada
pocos segundos. Debía de estar soñando con sus autos de carreras y uvas, sus
dos cosas favoritas en los últimos meses. Subí la manta hasta su barbilla y pasé
mis dedos sobre sus suaves mejillas. Dios, nunca había soñado que podría
amar tanto a alguien en el mundo. Mi corazón se apretó en mi pecho
momentáneamente mientras me preguntaba si mi propio padre me había
mirado de la misma forma hace unos veintitantos años. Necesitaba que
mejorara. Quería que llegara a conocer a mi hijo y me guiara para ser el buen
padre que él era conmigo.
No era un tipo religioso; la última vez que había estado en la iglesia fue
en mi boda forzada con Alexa. Y antes de eso, probablemente en un funeral.
Pero una pequeña cruz colgaba sobre la cuna de mi hijo. La miraba a diario,
pero nunca la vi realmente como más que una decoración.
No podía doler intentarlo.
De pie al lado de la cuna de Beck, dije una pequeña oración a Dios para
que cuidara a mi padre y mi hijo.
Habíamos estado en Nueva York por cuatro meses, y esa cruz había
estado colgada en la pared al lado de su cuna todo el tiempo. Pero cuando
abrí la puerta para volver a la fiesta, la cosa se cayó al suelo.
Esperaba que eso no fuera una señal.
Capítulo 20
Mi cabeza se sentía como si hubiera corrido directamente contra un auto
lleno de miembros de AA9 enojados. Tenía mucha sed, mi boca había sido
poseída por un desierto, aun así, cada sorbo de agua me ponía mareada. Jesús.
No es de extrañar por qué no bebo tan seguido.
La única cosa buena de esta resaca era que estaba tan ocupada
sintiéndome como una mierda, que no tenía la capacidad para pensar en la
noche anterior.
Drew.
Ese beso.
Ese beso.
Baldwin.
Conteniendo el aire, entré a mi oficina incluso más tarde que mi retraso
de siempre. No tenía reunión hasta la tarde, pero estaba atrasada para digitar
unas notas en los archivos de los pacientes.
La idea de enfrentar a Drew de repente hizo que mis nauseas por la
resaca parecieran un calentamiento para la cosa de verdad. Estuve aliviada
cuando giré en la esquina hacia el pasillo para ver que su puerta estaba
cerrada. La incomodidad con él era inevitable, pero sería más fácil cuando me
sintiera mejor. Retrasarlo la mayor cantidad de tiempo posible parecía lo ideal
en este momento.
Dentro de mi oficina, colgué mi abrigo en el perchero detrás de la puerta
y puse mi portátil en el área para cargar. No fue hasta me senté en mi

9 AA: Alcohólicos Anónimos.


escritorio y me estiré para encender mi monitor que vi la nota. Era la escritura
de Drew:
Estaré todo el día en un testimonio en Jersey. No regresaré hasta esta noche.
Necesito que me hagas un favor y subas a mi apartamento. Dejé una nota con
instrucciones en la cocina. El pent-house del este. La llave para el elevador y la llave
de la puerta están en tu cajón superior. Gracias, D.
Eso era raro. Intenté acomodarme y responder un par de correos, pero la
curiosidad no iba a esperar mucho. Tomando la llave y la tarjeta del elevador
de mi escritorio, salí hacia el vestíbulo después de menos de cinco minutos.
En la subida, observé las luces iluminarse perturbadoramente. Sabía que
Drew vivía en el edificio, pero nunca había mencionado que fuera un pent-
house. ¿Qué podría necesitar que hiciera en su apartamento? ¿Tenía un gato?
Las brillantes puertas plateadas del elevador se abrieron cuando llegué
al piso superior. Saliendo, solo había dos puertas, PO y PE. A diferencia de mi
apartamento, la cerradura del pent-house giró fácilmente. Drew había escrito
que no regresaría hasta la noche, aun así me sentí obligada a hablar mientras
abría la puerta.
—¿Hola?... ¿Hola? ¿Hay alguien en casa?
El apartamento estaba en silencio. Ninguna criatura pequeña y peluda
me saludó tampoco en la puerta. La cerré detrás de mí y fui a buscar en la
cocina.
Santa mierda.
El apartamento de Drew Jagger era impresionante.
Con la boca abierta, caminé dentro de la elegante cocina, bajando dos
escalones hacia la sala a un nivel más inferior y fui hacia la pared de vidrio.
Ventanas del techo al suelo enmarcaban una vista al Central Park que podría
haber sido arrancada de una película. Después de observar el escenario por
unos necesarios minutos, despegué mis ojos y regresé a la cocina. En el mesón
de granito había una nota:
Por el pasillo, primera puerta a la derecha.
¿Qué demonios?
Solo había un pasillo. Mis palmas estaban sudorosas cuando me estiré
por el pomo. ¿Por qué estaba tan nerviosa?
No tenía ni idea de qué esperar, así que abrí la puerta lentamente. Solo
para encontrar… ¿un baño vacío? Todavía estaba sosteniendo la nota de la
cocina en mi mano, así que revisé las instrucciones. Primera puerta a la derecha.
Asumiendo que debía haber cometido un error, estaba a punto de cerrar la
puerta cuando vi una nota pegada en el espejo sobre el lavabo. Encendí la luz
y miré alrededor del cuarto antes de leerla. Era un baño jodidamente genial.
Más grande que el cuarto de mi apartamento. Girando para ver mi reflejo,
quité la nota pegada del espejo.
Hay una bolsa en el mostrador. Te conseguí algunas cosas de baño para chicas.
El control para los chorros también está en la bolsa. Feliz tardío cumpleaños. Disfruta
tu día. P.D. Hay Motrin en el gabinete de medicinas.
Inesperadamente, mis ojos se llenaron de lágrimas. El imbécil destructor
de relaciones tenía un lado dulce.

Mi piel se estaba poniendo como una ciruela pasa. De hecho, había


tomado una siesta de veinte minutos sumergida en la tranquila bañera y
escuchando a Norah Jones. Drew había elegido sales de baño, baño de
burbujas de lavanda, y dos pequeñas velas de lavanda. La extraña sensación
que tuve quitándome la ropa y metiéndome en una bañera en una casa
desconocida rápidamente se desvaneció cuando entré en el agua cálida.
Había estado en la bañera por más de media hora, y el agua estaba
empezando a enfriarse, aun así, todavía quería probar los chorros de
remolino. Abrí el desagüe por un minuto, luego añadí un poco de agua
hirviendo para calentar el agua de nuevo. Agarrando el pequeño control,
presioné un par de botones, y la bañera se arremolinó con vida.
Mmmm, eso se siente celestial.
Incrementé la presión de los chorros en mi espalda y cubrí el que estaba
a mis pies con el arco de mi pie derecho, simulando un masaje de pies.
De verdad se sentía como un masaje. ¿Cuándo fue la última vez que
alguien me dio un masaje? ¿Un hombre? había pasado un largo tiempo.
Demasiado. Razón por la cual, probablemente, cuando cerré mis ojos para
disfrutar la sensación, comencé a pensar en cómo se sentiría esa sensación en
otros lugares de mi cuerpo.
Y eso llevó mi mente de regreso a Drew.
Ese beso.
Ese beso.
Suspiré. No me había dado cuenta de que Baldwin había salido al pasillo,
y Drew estaba solo haciéndolo para darle celos. Se había sentido tan real. Tan
lleno de deseo. La forma en que presionó su cuerpo contra el mío,
sosteniéndome tan fuerte, pensé que era hambre alimentando su beso. E
incluso aunque había estado sorprendida al principio, mi cuerpo había
reaccionado de inmediato. Fue por eso que, cuando me di cuenta que solo lo
hizo porque Baldwin estaba mirando, para ponerlo celoso, estuve llena de
tantas emociones mezcladas.
Hoy estaba confundida por otra razón. Parecía estar más preocupada por
las cosas poniéndose raras entre Drew y yo de lo que lo estaba por lo que
Baldwin pensaría.
Ya que tenía al hombre en la cabeza, decidí enviarle un mensaje. No
estaba segura de si era alguien de mensajes; nunca lo había visto prestándole
atención a su teléfono más que para responder llamadas.
Emerie: Este podría ser mi regalo de cumpleaños favorito. Gracias.
Mi patético corazón se aceleró cuando vi puntos empezando a saltar.
Drew: Superar un regalo para arreglarte la vista, ¿el cual devolviste?
Eres jodidamente fácil de complacer.
Me reí. También moví mi pie para destapar el chorro y abrí mis piernas
para sentir la presión del agua.
Emerie: En verdad fue muy dulce de tu parte. Esta bañera es celestial.
Drew: ¿Es? ¿Estás escribiéndome desde la bañera ahora?
Emerie: Así es.
Drew: No puedes decirme mierdas como esa. Estoy en medio de una
declaración, y ahora voy a estar distraído imaginándote desnuda en mi
bañera.
Empecé a escribir la respuesta, luego me detuve. Drew estaba
imaginándome desnuda. Pequeños escalofríos cubrieron mi cuerpo, incluso
aunque estaba cubierta por agua cálida. Sabía que estaba molestándome, aun
así, había algo excitante con eso, y quería jugar.
Emerie: ¿Te gusta lo que estás imaginando?
Drew: Acabo de ajustarme los pantalones bajo la mesa. ¿Qué crees?
Creo que… me gustaba la idea de Drew Jagger consiguiendo una
erección al pensar en mí. Mi cuerpo estaba reaccionando a sus mensajes de la
misma forma en que reaccionó a su beso anoche. Intenté pensar en algo sexi
para responder, pero antes de que pudiera ocurrírseme algo ingenioso, los
pequeños puntos estaban saltando de nuevo.
Drew: ¿Cómo salieron las cosas con el Profesor Pendejo anoche después
de que me fui?
Ante la mención de Baldwin, la misma otra sensación que tuve anoche
me golpeó como un balde de agua fría: un recordatorio de que Drew estaba
siendo el grosero normal de siempre. Aun así, pensé que estaba siendo serio
por un minuto.
Emerie: No hay mucho que contar.
Por alguna razón, no conté que Baldwin había preguntado si podía
invitarme a salir esta noche para compensar el cancelarme.
Los mensajes de Drew habían estado llegando en una rápida sucesión,
pero se quedó en silencio por unos minutos. Finalmente, los puntos saltaron
de nuevo.
Drew: Diviértete. Debo volver al caso.
No escuché de él después de eso. Me quedé sumergida unos minutos
más en la bañera, y luego volví a la oficina. Mis citas de la tarde pasaron sin
novedades, y el resto del día pasó volando mientras me ponía al día con la
actualización de los archivos. Baldwin me escribió diciendo que había hecho
reserva a las siete para un lugar que no intentaría ni pronunciar, así que salí
de la oficina a las cinco y media para refrescarme antes de la cena.
Me cambié la falda y la blusa que había usado en la oficina por un
pequeño vestido negro. No fue necesario buscar el restaurante al que iríamos;
sabía que sería elegante. A diferencia de Drew, Baldwin no iba a billares
clandestinos y bares, o comía hamburguesas grasientas de Joey’s. Lo gracioso
era que, de verdad no tenía ganas de ir a un lugar pedante esta noche.
Mientras ponía los pequeños aretes de perlas en mis orejas, me molesté
conmigo misma por pretender que quería estar en esos lugares con Baldwin.
La verdad del caso era, que había pretendido que me gustaban algunas de las
mismas cosas que él solo para tener una razón para pasar tiempo juntos.
Cuando Baldwin tocó sin demora a las siete, todavía no me sentía bien.
Mi emoción de siempre había sido reemplazada por molestia. Estaba molesta
porque me había cancelado anoche por la última mujer con la que estaba
follando, y estaba molesta de haber pretendido que me gustaban cosas por él
cuando claramente él no salía de su camino por mí. Abrí la puerta y lo invité
a pasar para poder agarrar mi teléfono del cargador y cambiar de bolso.
Mientras estaba en el cuarto, escuché un celular sonar en la sala de estar y
luego la voz de Baldwin diciendo hola.
Escuché un lado de la conversación mientras regresaba a la sala.
—Probablemente a las once.
Caminé a la cocina y abrí el bolso que había usado hoy para ir al trabajo
y comencé a transferir un par de cosas a un pequeño bolso de mano.
—Bien, sí. Será tarde, pero podemos hablarlo entonces.
Pasé por mis mensajes mientras Baldwin terminaba su conversación. Un
mensaje de Drew había entrado hace diez minutos.
Drew: Voy de regreso. ¿Todavía estás en la oficina? Tengo que escribir
una moción cuando llegue, va a hacer una noche larga para mí. Voy a ordenar
comida china a domicilio. ¿Quieres algo?
Empecé a responder y luego me detuve cuando Baldwin colgó y
preguntó.
—¿Lista?
—Claro. —Tomé mi nuevo bolso y fui al armario por mi abrigo. Baldwin;
siempre tan caballeroso, tomó mi abrigo y se paró detrás de mí para ayudarme
a ponérmelo—. ¿Debes trabajar después de cenar?
—¿Mmmm?
—La llamada. Te escuché decir que hablarías con alguien más tarde.
—Oh. Era Rachel. Ambos tenemos eventos de trabajo este fin de semana,
y quiere que vaya al suyo con ella después del mío. Le dije que lo hablaría
cuando llegué allá más tarde esta noche.
La pequeña burbuja de molestia que había estado amenazando
finalmente se rompió dentro de mí. Extrañamente, no estaba de verdad
molesta con Baldwin. Estaba enojada conmigo misma. Me giré para mirarlo.
—¿Sabes qué? Lamento hacer esto de último minuto, pero he tenido un
dolor de cabeza todo el día, y solo está empeorando. Me temo que no seré
buena compañía esta noche.
Baldwin fue tomado por sorpresa, frunció su ceño.
—¿No quieres salir a cenar?
—No esta noche. Lo siento. ¿Puedo postergarlo? —No había pretendido
hacerlo, pero me di cuenta inmediatamente después de decirlo que Baldwin
había usado la misma frase cuando me canceló anoche. ¿Puedo postergarlo?
Después de que se fue, recordé que no le había escrito a Drew el mensaje
que había empezado a digitar. Mi dedo se cernió sobre el mensaje Ya me fui,
gracias por preguntar, hasta que empecé a borrar las palabras.
Al diablo.
Escribí algo sin permitirme pensarlo.
Emerie: Comeré el cerdo moo shu.
Capítulo 21
—Parece que elegí el día equivocado para estar fuera de la oficina.
Emerie se había quitado el abrigo, revelando un ajustado y corto vestido
negro. Sonrió. Maldición. Había pasado el viaje a casa anoche convenciéndome
a mí mismo de que ese beso fue por su propio bien. Estaba ayudándola. No
era porque fuera hermosa, lista y no pudiera jugar ni mierda de billar y aun
así no se quejara ni una vez cuando la llevé a uno. Fue porque el Profesor
Pendejo necesitaba un pequeño incentivo para hacer su movimiento. Casi me
había convencido también a mí.
Pero me había estado carcomiendo todo el día. ¿Y si había agitado las
cosas para finalmente actuar y lo había motivado a él también? Emerie se
había derretido contra mí con ese beso. Había sentido su cuerpo rendirse,
escuché ese pequeño ruidito que hizo, y supe que lo sintió como yo. El motor
estaba todo encendido y listo para correr. Por ese imbécil.
Mi declaración debería de haberse hecho en cuatro horas. Aun así, me
tomó casi el doble de eso por mi falta de concentración. Más tarde esa noche,
llamé a Yvette y cancelé la cita que habíamos hecho hace un mes. Yvette, la
azafata que no quería un compromiso y tarareaba una dulce melodía mientras me daba
una mamada. La mujer era material de oro para un soltero.
—Se suponía que saldría y hubo un cambio de planes —dijo Emerie.
Asentí.
—Ven a comer. Tu moo shu se está enfriando.
Se sentó en una de las sillas para invitados al lado contrario del escritorio.
—Esto parece mucha comida. ¿Alguien más viene?
—Te tomaste un tiempo para responder, así que ordené cosas extras en
caso de que todavía estuvieras aquí. No estaba seguro de si te gustaba el pollo,
la carne, los camarones, así que conseguí de cada uno. El tipo del teléfono
apenas hablaba inglés. Cuando llamé de nuevo para añadir el cerdo, supuse
que era mejor añadirlo a la orden que intentar cambiarla. —Deslicé una caja
de comida para llevar a lo largo del escritorio para ella—. Nada de platos.
Nada de tenedores. Espero que puedas comer con palillos.
—Apesto un poco con los palillos.
Apunté con mi pulgar al techo.
—Puedes ir arriba y conseguir un tenedor en mi apartamento, si quieres.
Pero no he comido desde las seis de la mañana, así que quedas por tu cuenta
con eso.
Sonrió y rasgó el papel de los palillos.
—Me las arreglaré. Pero no te burles de mí.
No fue una tarea sencilla. La mujer tenía dos palillos izquierdos. Dejó
caer más de lo que metió en su boca. Pero los dos rápidamente nos
establecimos en un sistema sin hablarlo. Cada vez que dejaba caer un trozo de
cerdo de camino a sus labios, sonreía y ella me miraba con los ojos
entrecerrados. Era casi tan divertido como lanzarle insultos, pero con la mitad
del esfuerzo.
—¿Entonces qué pasó con el Profesor Pendejo anoche?
Suspiró y se echó hacia atrás en su silla.
—Nada. Me invitó a salir esta noche a cenar para compensarme por
cancelar anoche.
Me congelé con los dos palillos a medio camino de mi boca.
—¿Te dejó plantada de nuevo esta noche?
—No esta vez. De hecho, yo lo hice.
Metí un camarón en mi boca.
—Bien. Venganza. ¿Cómo se sintió?
Una sonrisa se extendió por su hermoso rostro.
—Jodidamente genial, de hecho.
—¿Entonces es por eso que estás toda arreglada?
Asintió.
—Se suponía que iríamos a un restaurante elegante para mi cena tardía
de cumpleaños. Vino a mi apartamento para recogerme, y lo escuché
hablando en su celular con Rachel diciendo que iba a ir con ella después de la
cena.
—¿Así que te dieron celos y cancelaste?
—De hecho no. Me molesté conmigo misma. He pasado los tres últimos
años aceptando cualquier sobra que se me ofrecía un hombre que nunca iba a
verme como algo más que una amiga y vecina. Me merezco algo mejor que
eso.
No podía estar más de acuerdo.
—Demonios claro que sí.
Suspiró.
—Necesito seguir adelante.
Tomé un camarón con mis palillos y se lo ofrecí.
—¿Camarón?
—Bien. Pero ponlo en mi boca, o haré un rastro de salsa a lo largo de tu
escritorio para cuando lo tome.
Arqueé una ceja.
—Lo pondré felizmente en tu boca. Abre grande.
Se rió.
—Puedes convertir algo tan inocente en algo tan sucio.
—Es un don.
Acerqué más mi oferta, y su hermosa boca se abrió para poder
alimentarla. Cuando sus labios se cerraron alrededor de mis palillos, lo sentí
directamente en mi polla. Me imaginé mi propia erección deslizándose
dentro, siendo tragada por sus perfectos labios pintados. El sabor del camarón
golpeó su lengua, y sus ojos se cerraron mientras apreciaba lo delicioso. En
ese punto, necesité reajustar mis pantalones. De nuevo.
Tragué, observándola tragar.
—¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo?
Tosió, casi ahogándose con el pedazo de camarón esta vez.
—¿Perdona?
—Me escuchaste bien. Sexo. ¿Cuándo fue la última vez que lo tuviste?
—Ya sabes mi historia. No he tenido una relación en casi un año.
—¿Querías decir una relación sexual? Asumí cuando dijiste eso, que
querías decir que no habías salido consistentemente con nadie en ese tiempo.
—No.
—¿Sabes que no todas las relaciones necesitan ser más que sexuales?
—Claro que lo sé. Pero necesito algo más que un rollo de una noche.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. Sin pensarlo demasiado, necesito sentirme a salvo con la
persona. Necesito estar físicamente atraída por ésta. Necesitamos ser capaces
de llevarnos bien después del acto, y necesito sentir que no se están
aprovechando de mí… que nuestra relación, lo que sea que sea, no es
unilateral. Si es únicamente sexo, está bien, pero ambos debemos de tener eso
claro.
Asentí.
—Todo eso está bien. —Con ese punto, había perdido bastante de mi
cabeza. Lo cual explicaría cómo mi siguiente pensamiento se abrió paso por
mi cerebro y se disparó directamente a través de mis labios—. ¿Cómo aplico
para el trabajo?
—¿El trabajo? —De verdad parecía confundida. Pensé que estaba
jodidamente claro.
—De compañero sexual. Creo que deberíamos tener sexo.
Capítulo 22
—Estás loco.
—¿Por pensar que deberíamos tener sexo? ¿Cómo eso me convierte en
loco?
—Somos bastante opuestos. Crees que una relación es el periodo de
tiempo que las personas pasan juntas antes de que uno joda al otro.
—¿Y?
—Creo en el amor, el matrimonio y hacer funcionar las cosas.
—No estoy hablando de esas cosas. Estoy hablando de sexo. Sé que ha
pasado un tiempo, pero eso es cuando un hombre y una mujer…
Lo interrumpí.
—Sé qué es el sexo.
—Bien. También yo. Entonces hazlo conmigo.
—Es una locura.
—¿Te sientes a salvo conmigo?
—¿A salvo? Sí. Supongo. Sé que no dejarías que algo me sucediera.
—¿Te sientes físicamente atraída por mí?
—Claramente sabes que eres apuesto.
—Y si ambos tuviéramos en claro lo que está pasando, no te sentirías
como si se estuvieran aprovechando de ti. —Drew echó su cabeza hacia
atrás—. Reúno todos tus requisitos. —Guiñó un ojo—. Además, tengo una
gran bañera. Eso es un extra. Ahora que lo pienso, tal vez debería investigarte
mejor. Soy una gran presa.
No pude evitar reírme por el absurdo.
—Ves. Otro extra. Te hago reír.
No se equivocaba con eso. Honestamente, en las dos últimas semanas,
Drew Jagger había removido muchas cosas dentro de mí que no había sentido
en mucho tiempo. Me mordí el labio. Mi estómago se sintió como una
secadora con una carga de ropa a la mitad; rebotando alrededor por todas
partes mientras las cosas se calentaban. No podía creer que estuviera siquiera
considerando lo que había sugerido.
—¿Hace cuánto tiempo estuviste con una mujer?
—El día antes de conocerte.
—Entonces hace unas semanas. ¿Estabas saliendo con ella?
—No. La conocí mientras estaba de vacaciones en Hawái.
—¿Se conocieron antes de tener sexo? —No tenía ni idea de por qué
estaba siquiera haciendo la pregunta.
Drew dejó su contenedor sobre la mesa.
—Me dio una mamada en el baño menos de media hora después de
conocernos en el restaurante bar.
Arrugué la nariz.
—¿Querías que te mintiera?
—Supongo que no. Sin embargo creo que habría preferido que esa no
fuera tu respuesta.
Asintió.
—Querías creer que hubo romance y algo exótico, que era más de lo que
fue. Solo fue sexo consensuado entre dos adultos. No siempre tiene que haber
más que eso.
Terminé mi comida china y me incliné hacia atrás, doblando mis manos
sobre mi estómago lleno.
—Aunque es tentador… —Sonreí—. Mayormente por la bañera. No creo
que sea una buena idea. Pasamos demasiado tiempo juntos para tener nada
más que sexo.
El pulgar de Drew rozó su boca, y frotó su lleno labio inferior.
—Podría desalojarte.
—Entonces definitivamente quiero tener sexo contigo. Porque nada me
excita más que ser echada a la calle —bromeé.
Drew rodeó el escritorio hasta llegar a mi lado y llevó mi caja vacía hacia
su basura. Lo sentí venir detrás de mí cuando regresó. Inclinándose, con su
cabeza sobre mi hombro, su aliento cosquilleó en mi cuello cuando habló.
—Si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme.
Incluso aunque en realidad no me gustaba estar sola, un poco después
de terminar de comer, le dije a Drew que necesitaba volver a casa para hacer
algo de trabajo. Su mensaje de antes había dicho que tenía horas de trabajo
por hacer cuando llegara a la oficina, y no quería retrasarlo. Además,
necesitaba un poco de tiempo para dejar que la discusión que habíamos tenido
se asentara. Aunque toda la proposición fue extraña, no podía negar
honestamente que la idea de tener una relación sexual con Drew era atractiva.

Mientras las cosas regresaban a la normalidad entre Drew y yo en la


oficina durante los siguientes días; y por normal me refiero a él ridiculizando
los consejos que me escuchaba dar a mis pacientes, y yo le sugería que buscara
en su trasero por sus éticas perdidas después de que lo escuchaba darles
consejos a sus clientes; las cosas entre Baldwin y yo permanecían tensas. Lo
escuché abrir y cerrar su puerta ayer en la mañana, y hubo un golpe en la mía
después, así que actué muy madura y pretendí que no estaba en casa.
No tenía ni idea de por qué estaba evitándolo cuando en realidad no
había hecho nada malo. Así que, al día siguiente, cuando golpeó de nuevo,
respiré profundamente y me comporté como una adulta.
—He estado preocupado por ti —dijo.
—¿Sí? No pretendía preocuparte. Solo he estado ocupada con el trabajo.
—Eso es bueno, supongo. Me alegra que todo esté saliendo de la forma
en que lo planeaste con tu mudanza.
No todo. Pero no importa.
—Sí. Estoy feliz con la forma en que está desarrollándose mi práctica.
—¿Estás libre para desayunar? Estaba esperando que pudiéramos hablar
un poco. Ponernos al día con todo lo que está pasando.
Así era, pero mentí. Mirando mi reloj, vi que eran las siete y media.
—De hecho, tengo una sesión de consejería a las ocho y media, y no he
terminado de organizarme.
—¿Cena?
—Todo mi día está muy lleno. —Sonreí débilmente—. Estaré ocupada
hasta tarde transfiriendo mis notas a los archivos de los casos.
Baldwin frunció el ceño.
—Almuerzo. Podemos comer en tu oficina, si quieres.
No iba a tomar un no por respuesta.
—Mmmm… claro.
Después de que se marchase, pensé mejor el tener a Baldwin en la oficina
para el almuerzo y le escribí que lo vería en un restaurante cerca. No que
estuviera preocupada de que Drew se molestaría ni nada, pero no había cómo
saber que podría salir de la boca de Drew.

No es lo que dices, es cómo lo dices.


Hoy, me gustaría decirte __________, y demostrarte que lo digo en
serio.

Después de añadir la frase diaria a mi tablero, lo añadí a mi sitio web y


luego empecé a revisar mis casos. Tenía una sesión de terapia esta tarde, y
quería estar preparada en caso de tardar en volver del almuerzo. Baldwin
había escrito antes que había hecho reservaciones en el Seventh Street Café,
un restaurante del tipo de servilletas de tela que podría tardarse un poco en
preparar sus elaborados platos. No hacían hamburguesas. Hacían
hamburguesas de carne Kobe con semillas de hinojo y grasa de pato ecológica;
algo que sonara exótico para justificar el precio de veinticinco dólares.
Media hora antes del almuerzo, fui sorprendida cuando Baldwin
apareció en la oficina en lugar de verme en el restaurante como planeamos.
—¿Pensé que nos íbamos a ver en el Seventh Street Café?
—Estaba en el vecindario, así que pensé en recogerte de camino.
Le dije que entrara en mi oficina para poder agarrar mi abrigo y apagar
mi portátil. Drew había estado en una conferencia telefónica toda la mañana,
y por supuesto terminó justo en ese momento. Entró a mi oficina sin saber que
alguien estaba ahí.
—¿De qué tienes ganas? Estaba pensando en perros calientes callejeros.
Tenía ganas de caminar hasta… —Se detuvo en el lugar cuando vio a
Baldwin—. No me di cuenta de que tenías compañía.
Capté la pequeña tensión en su mandíbula. Definitivamente no le caía
bien Baldwin.
Por supuesto, Baldwin no ayudó a la causa. Respondió sarcásticamente.
—Sí. Tenemos una cita para almorzar en un lugar donde no sirven
comida basura.
Drew me miró, y sus ojos expresaban lo que no le dijo en voz alta a
Baldwin. Entonces se dio vuelta y volvió a su oficina, diciendo únicamente:
—Disfruta tu comida limpia… —Sobre su hombro mientras se iba.
Casi había salido de la oficina cuando Baldwin se detuvo para leer la
frase diaria.
Se giró hacia mí.
—¿A tus clientes les gustan estás cosas?
Estaba a la defensiva.
—Sí. Coloco la misma frase diario en mi sitio web donde las personas se
conectan y desconectan para sesiones de consejería por video. Dejar a las
personas con una frase motivadora y una sugerencia para dar más en su
relación es un refuerzo a mis sesiones.
—Supongo que eso depende de qué estés sugiriendo.
Estaba confundida sobre qué no le gustaba al respecto, porque de hecho
había conseguido la idea de las frases diarias de unas de sus sesiones de
asistente técnico en la universidad. No podía imaginar por qué parecía
perturbado con que las usara.
Mientras salía por la puerta, me detuve para releer mi frase.
Drew.
Iba a matarlo.
La había modificado.
De nuevo.
Yo había escrito:

No es lo qué dices, es cómo lo dices.


Hoy, me gustaría decirte ________, y demostrarte que lo digo en serio.

Él debió haberla cambiada cuando la puerta estaba cerrada. Ahora decía:

No es lo qué haces, es con quién lo haces.


Hoy, me gustaría hacértelo. Y lo digo en serio.
Capítulo 23
—Tengo un regalo de cumpleaños tardío —dijo Baldwin mientras
esperábamos en el vestíbulo del restaurante a que el anfitrión terminara de
acomodar a la gente delante de nosotros.
—¿Sí?
Sonrió y asintió.
—Tienes una entrevista para un puesto de auxiliar en dos semanas. Es
solo enseñando una clase, pero te pondrá con un pie dentro.
—¡Oh Dios mío, Baldwin! —Sin pensarlo, pasé mis brazos alrededor de
su cuello y le di un gran abrazo—. Muchas gracias. Eso es… —Estaba por
decir el mejor regalo que podría haber pedido este año, pero entonces recordé
lo que Drew me había dado y me corregí a mí misma—. Es asombroso.
Muchas gracias.
El anfitrión vino y nos sentó, y pasamos la siguiente hora hablando sobre
trabajo y el profesor con quién tendría la entrevista. Fue agradable ponerme
al día con Baldwin… de verdad disfrutaba de su compañía. Me di cuenta de
eso durante el último mes, mi frustración por los sentimientos que tenía por
él había empezado a interferir con nuestra relación. Era hora de avanzar y
disfrutar de lo que teníamos por cómo era.
Después de que terminamos de comer, la mesera se llevó nuestros platos,
y Baldwin ordenó un espresso. Dobló sus manos sobre la mesa y movió el
tema de conversación lejos del trabajo.
—¿Entonces estás saliendo con el abogado con quién compartes el
espacio?
—No. Ese beso que viste fue el resultado de muchas margaritas.
Baldwin frunció el ceño, pero asintió.
—Bueno, está bien. No estoy seguro de que sea el tipo de persona con
quién deberías involucrarte.
—¿Qué significa eso?
Sí, estaba enojada en el momento con Drew, y planeaba patear su trasero
cuando regresara a la oficina, pero Baldwin no iba a hablar mal de él cuando
ni siquiera lo conocía.
—Parece… no sé. Torpe.
—Es directo. Y algunas veces un poco grosero. Pero de hecho es bastante
considerado una vez que lo conoces.
Baldwin estudió mi rostro.
—Bueno, me alegra que no haya nada entre ustedes. Soy protector
contigo. Ya lo sabes.
Qué gracioso, en el corto tiempo que he conocido a Drew, de hecho, sentí
que él era quien era protector conmigo.

La puerta de Drew estaba cerrada cuando regresé a la oficina. Escuché


para asegurarme que no estuviera en una llamada y luego la abrí
ampliamente.
—¡Eres un imbécil!
—Ya me han dicho eso. ¿Cómo estuvo tu almuerzo con el Profesor
Pomposo?
—Delicioso —mentí. Mi hamburguesa elegante ni siquiera era tan
buena—. Baldwin leyó lo que escribiste en mi tablero. Necesitas dejar de
joderme.
Sonrió.
—Pero es tan divertido meterme contigo. Y no me dejas joderte. Así que
debo complacerme de alguna forma.
—Pero estoy segura de que ahora cree que no soy profesional con mis
clientes.
Drew se encogió de hombros.
—¿Por qué no le dijiste que yo lo escribí?
—Ya no le caes muy bien. No quería empeorarlo.
—No me importa ni una mierda lo que piense de mí. ¿Por qué te importa
a ti?
Esa era una muy buena pregunta. Una para la cual no tenía respuesta.
—Solo me importa.
Me miró. Y entonces comenzó a frotarse ese maldito labio lleno con su
pulgar.
—¿Quieres saber lo que creo?
—¿Tengo opción?
Drew rodeó su escritorio e inclinó su cadera contra el frente.
—Creo que te gusto. Es por eso que te importa lo que ese imbécil piense.
—Ahora mismo no me gustas mucho.
Sus ojos caen a mi pecho.
—A parte de ti sí le gusto. —Bajé la mirada para encontrar mis pezones
duros y erectos. Las malditas cosas prácticamente estaban sobresaliendo a
través de la blusa de seda. Traidores.
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—Hace frío aquí.
Drew se apartó del escritorio y dio unos pasos más cerca de mí.
—No hace nada de frío. En realidad, creo que hace calor. —Agarró el
nudo de su corbata y lo aflojó.
Maldición, ¿por qué creo que eso es sexy?
Mi corazón golpeteó contra mi pecho.
Dio un paso más cerca. Tal vez dos pasos nos separaban ahora.
—Creo que le gusto a tu cuerpo, y tu cabeza está luchando. Los dos
deberían resolverlo como adultos… desnudos en una habitación conmigo.
—Creo que estás loco. Y soy una psicóloga, así que mi diagnóstico es
probablemente el más acertado.
Dio otro paso.
—Así que si levanto esa falda tuya y meto la mano entre tus piernas, ¿no
estarías mojada?
Mi piel se calentó, y no estaba segura de si era por escuchar a Drew decir
que quería meter la mano entre mis piernas o la necesidad que sentí de que
de verdad lo hiciera. No podía levantar la mirada y enfrentarlo, pero tampoco
podía alejarme. Lo miré desde el nivel de mi rostro; era mucho más alto que
lo que veía de la caída y subida de su pecho. Cada respiración fue más
profunda, y la mía se unió a su ritmo.
—Mírame, Emerie. —Su voz era profunda y confiada. Drew esperó hasta
que mis ojos encontraran los suyos cerrando la brecha entre los dos con un
pequeño paso—. Tienes tres segundos para salir de mi oficina. De lo contrario
me estás dando el permiso para hacer lo que quiera contigo.
Tragué. Mi voz rota mientras sostenía su mirada.
—Vine aquí para gritarte.
—Me gusta cuando estás enojada. —Se detuvo—. Uno.
—¿Te gusta cuando estoy enojada?
—Parece que me excita. Dos.
—No harás nada cuando llegues a tres si te digo que pares.
Se acercó más.
—Claro que no. Confías en mí. Pero no me dirás que pare. —Pausó—.
Ultima oportunidad.
Me quedé inmóvil mientras contaba el último número.
—Tres.
Antes de que pudiera objetar, la boca de Drew se estrelló contra la mía.
Su labio inferior era tan perfectamente suave y lleno. Había estado mirándolo
durante semanas, y de repente toda esa insana mirada lujuriosa se apoderó
de mi cerebro. Agarré su corbata y lo acerqué aún más mientras succionaba
ese labio inferior. Él respondió con un gruñido y estiró las manos
rodeándome, cada una yendo a mis nalgas mientras me levantaba del suelo y
apretaba con fuerza.
Mi falda subió mientras mis piernas se envolvían en su cintura. Dio un
par de pasos hasta que mi espalda chocó contra la pared, luego me sujetó a
ésta con mis caderas, así podía liberar sus manos.
Dios, sabe todos los trucos. Su boca empezó a succionar mi cuello, y escuché
el frufrú de la correa siendo sacada por los ojales.
Ese sonido.
Sonaba tan forzado y desesperado. Si ya no hubiera estado mojada, lo
habría estado después de escuchar eso.
—¿Tienes alguna reunión para hoy?
—No. Solo sesiones por video. ¿Tú?
—Gracias a Dios. —Agarró mi camisa, con una mano a cada lado, y la
rompió abriéndola. Los botones de perla cayeron al suelo. Sus pulgares
bajaron el frente de mi sujetador, y se inclinó, succionando un pezón dentro
de su boca. Con fuerza.
—Oh, Dios. —Arqueé mi espalda. Dolió, pero quise más. Fui a agarrar
sus pantalones, pero por la forma en que me tenía sujeta, no podía alcanzarlos.
Aun así, necesitaba algo. Así que enredé mis dedos en su cabello y tiré
mientras incrementaba de nuevo su succión. Nunca en mi vida sentí tanto
deseo. Era tan poderoso, quería provocarle dolor. Lo cual era completamente
raro para mí. Me gustaba el sexo dulce y amoroso. Esto era pura necesidad
carnal sin adulterar.
Mi cuerpo estaba tan inquieto, zumbando cerca del clímax febril, que casi
perdí el control cuando su mano se movió entre mis piernas. Moviendo mis
bragas a un lado, gruñó ante mi humedad.
—Sabía que estarías empapada. —Entonces deslizó dos dedos dentro de
mí, y dejé salir un fuerte gemido.
Había pasado mucho tiempo.
Demasiado tiempo.
—Drew —suspiré una advertencia. Si no desaceleraba, iba a venirme—.
Despacio.
—De ninguna jodida forma —gruñó—. Iré despacio después de que te
vea correrte en mis dedos. Me tomaré mi tiempo cuando lama cada gota de
dulce jugo de este pequeño coño apretado. Pero ahora mismo, no voy a ir
despacio. —Empujó sus dedos dentro y fuera y luego encorvó uno justo en el
ángulo correcto, y me hizo perder el control por completo. Gemí a través de
mi clímax, sin estar avergonzada de que le hubiera tomado menos de cinco
minutos el hacerme venir.
—Dios, Emerie. Esa es la cosa más sexy que he visto.
Estaba por decirle que debería hacer que sucediera de nuevo, cuando
una voz hizo eco a través de la habitación.
—UPS. ¿Drew, eres tú?

Drew tenía un par de camisas de repuesto en la parte de atrás de la


puerta de la oficina, así que agarré una mientras él iba a reunirse con el tipo
de las entregas de UPS. Nos habíamos quedado inmóviles, esperando que se
fuera, pero debió haber escuchado algo porque comenzó a avanzar por el
pasillo dirigiéndose a nuestras oficinas, lo cual obligó a que Drew saliera a
regañadientes a encargarse de él.
Ahora estaba enloquecida, abotonando una camisa de hombre que era
diez tallas demasiado grande para cubrirme; como si Drew fuera a dejar que
el tipo de UPS viniera a decir hola o algo. Dos minutos atrás, había estado más
allá de lo alto, lo cual hizo que la caída rápida me golpeara con fuerza. ¿Qué
estoy haciendo?
Claro, Drew era sexy, y estaba físicamente atraída por él. No había como
negarlo. Pero esto era un error. Queríamos cosas diferentes en la vida. El
hecho de que disfrutaba de su compañía y pasaba cada día con él haría muy
difícil separar el sexo y las emociones. Él era como una droga; sé que no
debería, pero la adición se formó rápidamente.
Estaba en botón del final, cuando Drew entró a la oficina.
—El tipo de UPS cree que estaba masturbándome.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Tenía un paquete para ti y preguntó si estabas. No quería que pidiera
que lo firmaras, así que dije que no, que estaba solo hoy.
—¿Y? ¿Cómo eso terminó en que pensara que estabas masturbándote?
—Cuando fue a pasarme la tableta electrónica para firmar, noté que sus
ojos fueron a esto. —Drew apuntó hacia abajo. Tenía un bulto considerable, y
podía ver claramente el contorno de su pene apuntando a través de sus
pantalones. Su cierre también estaba abierto y parte de su camisa estaba
colgando fuera.
Puse mi mano sobre mi boca y reí.
—Oh Dios mío. —Luego lancé un segundo vistazo a sus pantalones.
Oh Dios mío. El pene de Drew era tan ancho y largo que parecía que
estaba cargando un bate de béisbol.
No me había dado cuenta todo el tiempo que me quedé mirando hasta
que Drew se rió.
—Deja de mirarlo así, o no voy a ser educado y dejar que lo tomes de a
poco cuando estés chupándolo en un rato.
Dios, es tan grosero.
Dios, quiero chupar esa cosa.
Sacudí mi cabeza y obligué a mis ojos a mirar a los de Drew. Los suyos
estaban bailando con diversión.
—¿Algo que necesitas hacer antes de subir?
—¿Subir?
—A mi apartamento. Quiero asegurarme que la primera vez que esté
dentro de mí, no tengamos interrupciones.
—Pero… no creo…
Drew me calló antes de que pudiera terminar mi frase presionando sus
labios contra los míos. Cuando nos separamos por aire, estaba mareada. Me
miró a los ojos.
—No pienses. No hoy. Piensa mañana. Si quieres que esto sea algo de
una sola vez, lo aceptaré. Pero hoy sucederá.
Mi cerebro gritaba no, pero mi cabeza asintió.
Sonrió.
—¿Está bien?
—Está bien.
Metió la mano en su bolsillo y sacó sus llaves.
—Toma tu portátil y tu teléfono. Sube a mi apartamento y cancela lo que
sea que tengas por el resto del día. Haré lo mismo y subiré en quince minutos.
—¿Por qué no podemos hacer eso aquí abajo?
—Porque tengo una erección gigante, y verte con mi camisa no ayudará
a eso para nada. Ya es suficientemente malo que la forma en que te deshaces
al venirte esté grabada en mi cerebro. Necesito tener las cosas bajo control
para no avergonzarme.
—Oh.
Sonrió.
—Sí, oh. —Entonces me besó en los labios castamente y me envío arriba
con una palmada en mi trasero—. Ve.
Capítulo 24
No tenía nada sexy que usar, así que hice mi mejor esfuerzo. Retrasando
hacer las llamadas a mis clientes, primero arreglé rápidamente mi cabello
despeinado y maquillaje. Por suerte, estaba usando un bonito sujetador de
encaje negro y una tanga a juego, así que me quité la falda y decidí esperar
por Drew sólo usando su camisa de vestir, la cual desabotoné un poco para
exponer el sujetador de encaje. Satisfecha por cómo me veía, fui a la sala para
llamar mi agenda en la computadora y empezar a cancelar mis pacientes de
la tarde.
Estaba mirando por la ventana, en mitad de mi última llamada, cuando
escuché la puerta principal abrirse. La calma que había dejado penetrar
mientras trabajaba en reprogramar a mis pacientes de repente fue espantada
por un enjambre de mariposas en mi vientre.
Tess McArdle estaba en medio de una historia sobre su reciente cita con
el doctor; sin ninguna relación con nuestra consejería; y pensé que era mejor
no dar la vuelta y mirar a Drew. Ya estaba teniendo un momento difícil para
terminar la conversación ahora que el cerrojo de la puerta se había abierto.
No podía apartar mis ojos del reflejo de Drew en la ventana. Dejó sus
llaves sobre el mostrador, vació sus bolsillos, sacó lo que sospechaba podría
ser un condón fuera de su billetera, y se acercó detrás de mí. Sus ojos nunca
dejaron el cristal todo el tiempo.
Hice mi mejor esfuerzo para colgarle a la señora McArdle, pero ella no
captaba la pista. Drew estaba lo suficientemente cerca que podía sentir el calor
de su cuerpo a mi espalda, pero no me tocó. En cambio, empezó a desvestirse.
Primero la camisa. Su pecho era tan esculpido y hermoso. Podía ver
todas las pequeñas líneas cinceladas de su abdomen. Si se veía tan bien en el
reflejo de la ventana, ni siquiera podía imaginar lo locamente precioso que iba
a ser cuando lo mirara directamente.
Luego siguieron los zapatos y las medias y luego… los pantalones. Mis
ojos estaban pegados en sus dedos mientras rápidamente iban al botón y al
cierre y sus pantalones caían al suelo. Salió de estos y los pateó a un lado.
Contuve el aliento cuando sus dedos fueron a la cinturilla de su ropa interior
y dejé salir un jadeo audible cuando rápidamente la bajó por sus piernas.
—¿Emerie? ¿Estás ahí? ¿Estás bien?
Mierda. Mierda. No había escuchado ni una palabra de lo que la señora
McArdle me dijo en el último minuto, y me había escuchado jadear.
—Sí. Lo siento, señora McArdle —dije, completamente sonrojada—.
Una… una… araña gigante acaba de subir a mi escritorio y me sorprendió.
Drew me sonrió en el reflejo. Estaba disfrutando esto. Tal vez demasiado.
Tomando su polla en su mano, comenzó a acariciarse mientras me miraba.
—Señora McArdle, lo siento, de verdad debo irme. Alguien vendrá en
un minuto.
Drew se inclinó y besó mi cuello, susurrando en la oreja que no estaba
presionada en el teléfono.
—Oh, alguien está por venirse muy bien. —Deslizó su mano por la parte
de atrás de la camisa y tocó mi trasero—. Voy a follarte contra la ventana.
Apreté mis muslos, pero no hice ni una maldita cosa para detener la
ondulación entre mis piernas. Cuando su mano en mi trasero se deslizó entre
mis muslos y frotó la humedad de mis labios hasta mi trasero, mis piernas
empezaron a temblar. ¿Estaba planeando en poner esa cosa enorme ahí dentro?
Nunca había hecho eso, y no estaba muy segura de comenzar con esa cosa
gigante.
Continuó masajeándome, extendiendo mi humedad por todas partes.
Para cuando finalmente le colgué a la señora McArdle, estaba más lubricada
que cuando me encargaba de mi misma y de verdad usaba lubricante.
Dejé que mi celular cayera al suelo, sin importarme si se rompía en el
proceso, y me incliné hacia atrás contra Drew mientras deslizaba dos dedos
dentro de mí.
—Tan mojada y lista. —Su voz era tan baja y grave; estaba en serio
corriéndome con él hablando. Sus palabras. El tono. La forma en que no estaba
preguntándome, sino diciéndome lo que iba a hacer—. Amo tu cuerpo.
Amaba la forma en que me hacía sentir.
—¿Puede… la gente puede ver? —Apenas y era coherente, pero cuando
abrí mis ojos pude ver personas en la calle. Seguro, estaban muy lejos. Pero
aun así.
Sus dedos continuaron deslizándose dentro y fuera de mí.
—¿Importa? Si había oportunidad de que alguien viera, ¿me detendrías
ahora mismo?
Respondí honestamente.
—No. —No le diría que se detuviera ni aunque tuviéramos una
audiencia viendo, esperando para sostener letreros con nuestra calificación
por desempeño. Ya estaba muy perdida para eso.
—Bien. —Sus dedos momentáneamente salieron de mí, y antes de que
pudiera entender que pasaba, Drew estaba abriendo mi camisa. Bueno,
técnicamente, eran los botones de su camisa chocando contra el vidrio.
—¿Tienes algo en contra de los botones?
—Tengo algo en contra con que uses ropa.
De alguna forma se las arregló para quitar su camisa, mi sujetador y
bragas en tiempo récord, y entonces mi cuerpo cálido estaba contra el frío
vidrio de las ventanas.
—Tal vez puedan verte allá abajo. —Deslizó una mano entre mis pechos
y el cristal y pellizcó uno de mis pezones—. Tal vez hay un hombre en uno de
esos edificios de allá. —Movió su barbilla a los edificios diagonales a nosotros,
alineándose al otro lado del parque—. Está mirándonos con unos binoculares
y acariciando su polla, pretendiendo que está frente a ti mientras estoy detrás
de ti.
—Oh, Dios. —La ventana estaba tan fría, y mi cuerpo estaba en llamas.
Drew succionó mi hombro, subiendo por mi cuello, y finalmente
llegando a mi oído.
—Ábrete para mí, Em.
Habría saltado por la ventana si me lo hubiera dicho en ese momento.
Abrí mi postura, separando mis piernas, y Drew envolvió un brazo alrededor
de mi cintura, subiendo mi trasero hacia él y obligando a mi espalda a
arquearse mientras mis pechos se quedaban presionados en el vidrio.
Entonces agarró su polla, envainada, y se agachó un poco para guiarse dentro
de mí.
Empujó dentro y fuera un par de veces, cada empuje yendo más
profundo hasta que estuvo dentro por completo. Nunca había estado con un
hombre que fuera tan grueso, y cada caricia coaccionó mi cuerpo para
envolverse a su alrededor como un guante.
—Mierda. Te sientes tan bien. Tu pequeño coño apretado me aprieta tan
fuerte. Quieres que te llene, ¿verdad? Tu cuerpo quiere succionar el semen de
mi polla.
Dios, amaba su boca sucia. Gemí y empujé contra él, tomándolo más
profundo.
—Sí. Drew. Por favor.
El apartamento estaba en silencio con excepción del ruido de nuestros
cuerpos mojados chocándose entre sí. Parecía hacer eco a nuestro alrededor.
El exquisito sonido debió de enloquecerlo tanto como a mí, porque Drew
empezó a empujar más fuerte y profundo. Mis ojos habían estado cerrados
mientras me perdía en el placer de mi cuerpo, pero cuando los abrí, se fijaron
en los de Drew en el reflejo, y eso me empujó. Me vine con fuerza y largo, sin
romper el contacto visual mientras gemía a través de este.
—Mierda. Eres hermosa —murmuró Drew mientras daba un profundo
empujón, y luego sentí una sensación pulsando en mi interior mientras
soltaba su semen cálido y me decía una y otra vez lo hermosa que era.
Desaceleró a un ritmo lánguido después de eso, finalmente saliendo de
mí para poder encargarse del condón. Cuando regresó, todavía estaba en mi
sitio en la ventana, y me sorprendió al levantarme en brazos.
—¿Qué haces?
—Te llevo a la cama.
Apoyé mi cabeza contra su hombro.
—Estoy exhausta.
Drew sonrió.
—No hablo de ir a dormir. Estoy hablando de follarte apropiadamente
la próxima vez.
—¿Apropiadamente? —dije.
—Sí. Necesito cerca de diez minutos. Pero no puedo esperar para
tomarme el tiempo para mirar tu rostro deshacerse en mi cama.
—¿Diez minutos? —Podría necesitar unas horas.
Drew se rio y besó mi frente.
—Tomaremos un baño después del round dos. ¿Qué tal suena eso?
Celestial.
—¿Vas a negarme esa bañera si estoy muy cansada para el round dos?
—No te preocupes. Haré el trabajo. Puedes recostarte, disfrutar de mi
lengua, y soñar con ese baño.
—Y pensar, que le dijo que no a todo esto ayer.
—Esa será la única vez que me digas que no.
—¿Es así?
—Puedes apostar tu trasero a que sí. Ahora que sé lo buenos que somos
juntos, puedes decir que no, pero no lo aceptaré como respuesta.

—Dejé una marca. —Drew ahuecó un puñado de agua caliente y lo dejó


caer en grandes gotas sobre mi protuberante pezón. Estaba acomodada entre
sus piernas mientras nos sumergíamos en la bañera juntos.
—¿Dónde?
—Aquí. —Apuntó a una marca roja que no había notado en mi seno.
—Está bien. Probablemente nadie la verá.
Se tensó.
—¿Probablemente?
—Quiero decir que será cubierto que mi sujetador, así que incluso si me
desvisto para alguien, como en un vestidor o en el doctor, probablemente no
se verá.
—¿Entonces no planeas acostarte con nadie antes de que desaparezca?
Incliné mi cabeza para mirarlo.
—¿Esto es algo más que una cosa de una sola vez?
Drew me miró a los ojos.
—Lo es.
—Bien, entonces. Nadie verá mi piel marcada, así que no debes
preocuparte por eso.
Su mandíbula se relajó.
—Bien. Porque no es la única marca que dejé.
—¿Qué? ¿Dónde más?
—Aquí. —Toqué un punto en su clavícula—. Aquí. —Apuntó un punto
justo bajo mi oreja—. Y estoy muy seguro de que encontrarás un par más en
el interior de tus muslos.
Me reí.
—Esos definitivamente no me importaron. Pero no puedes dejar
chupetones en mi cuello donde los pacientes pueden verlos. La mayoría de
ellos están pasando por momento complicados en sus relaciones, y no debería
tener que ver la prueba de que estoy pasándola bien en la noche.
—Entendido. Limitaré mis marcas a tus tetas, muslos, coño y culo.
—Tienes una boca sucia, ¿sabes?
Pellizcó mi pezón.
—Parecía que no te importaba cuando estaba dentro de ti.
—Sí, bueno… —No tenía nada que decir ya que tenía razón. También
sentí mis mejillas calentarse.
Drew se rio.
—Has montado mi cara, y que diga tetas y coño todavía te hace sonrojar.
—Cállate. —Lo salpico con agua
Drew encendió los chorros, y me relajé contra sus brazos, disfrutando
del masaje del agua. El sonido arremolinado estaba de fondo y tenía un efecto
calmante en mí. Aunque, tenía algo en mi cabeza la ultima hora, y no podía
sacármelo.
Después de un rato, los chorros se apagaron, y encontré mi valentía.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Tu culo está presionado contra mis bolas. Así que estoy suponiendo
que no es una pregunta que quiera responder si esperaste hasta ahora para
preguntar.
Que sabiondo. Pregunté de todas formas.
—¿Qué pasó en tu matrimonio que pediste el divorcio?
Suspiró.
—Ya es estás arrugando como una ciruela pasa. ¿Segura que quieres
escucharlo? Puede que parezcas de noventa una vez que termine de descargar
toda la mierda que sucedió con Alexa.
Alexa. Ya la odiaba, sólo por su nombre.
—Dame la versión corta.
—La conocí mi último año en la universidad. Se embarazó tres meses
después de acostarnos.
¿Tiene un hijo?
—Vaya. ¿Entonces te casaste?
—Sí. Era la decisión más inteligente, en retrospectiva. Pero parecía dulce
e iba a tener a mi bebé. También había vivido un estilo de vida diferente del
mío, creciendo con dinero, así que quería mantenerla a ella y mi bebé.
—Eso es muy noble de tu parte.
—Creo que confundes nobleza con inocencia.
—Para nada. Creo que es increíble que quisieras asegurarte de que
tuviera una buena vida.
—Sí, bueno… la versión corta de la historia, no era la persona dulce que
pretendía ser al principio. Pero seguí intentándolo por un tiempo.
—¿Qué te empujó a terminarlo?
Drew estuvo en silencio por un rato. Cuando habló de nuevo, su voz se
rompió.
—Terminó la noche en que tuvo un accidente con mi hijo en el auto.
Capítulo 25

Miré la cruz en la pared de mi hijo. Me había inspirado a rezar hace


exactamente un año. La cuna sobre la cual había colgado no estaba, había sido
cambiada a una cama de plástico para niño con forma de auto de carreras.
Pero había colgado la cruz de nuevo después de que Dios me dejó un indicio
de que no tenía suerte en desear por la salud de mi papá. Murió hace tres días.
Después del servicio esta mañana, un par de personas habían venido a
nuestra casa para almorzar. Estaba agradecido de que ya se hubieran ido;
necesitaba el silencio. También quería un par de tragos en paz. Giré el líquido
ámbar en mi vaso.
La puerta se abrió, pero no me molesté en girarme. Brazos se envolvieron
alrededor de mi cintura desde atrás y las manos se cerraron juntas, cubriendo
la hebilla de cinturón al frente.
—¿Qué estás haciendo aquí? Beck está en Play Place con la niñera. No
regresará en una hora o dos.
—Nada.
—Ven a la sala de estar. Déjame masajearte los hombros.
El último año entre Alexa y yo había sido difícil. No era que
discutiéramos mucho, pero la novedad había pasado hace mucho de nuestra
relación. Teníamos tres cosas en común: A ambos nos gustaba el sexo. El
dinero; yo lo ganaba, ella lo gastaba. Y nuestro hijo.
Pero cuando estás trabajando diez horas al día, y luego las noches y fines
de semanas estás cuidando a tu padre quien literalmente se está muriendo
ante tus ojos, incluso el sexo toma un segundo plano.
Antes de que mi padre empezara a deteriorarse tan rápido, había
intentado tomar un interés en los nuevos pasatiempos de mi esposa, darnos
algo más en común. Pero aparte de ir a una de las obras que sus clases estaban
organizando, no fue fácil. Tenía sexo con ella, pero me decía que no ponía
suficiente esfuerzo en mi desempeño. Eso era porque probablemente no era un
jodido actor. Fui a ver los ensayos de su obra, y me dijo que mi presencia la
hacía pensar demasiado en su presentación. Finalmente, me rendí. Aunque
los últimos días, había sido absolutamente increíble.
Me di vuelta, y abracé a mi esposa, besando la cima de su cabeza.
—Sí. Vamos. Mis hombros están anudados. Me gustaría eso.
Después de quince minutos, había empezado a relajarme; hasta que
Alexa volvía a poner la tensión en mi cuello.
—Deberíamos ir a la fiesta de Sage de esta noche.
—Enterré a mi padre hace dos horas. El único pariente que tenía,
considerando que mi madre se fue con su novio cuando apenas y era mayor
que nuestro hijo. De verdad no estoy de humor para una fiesta.
—Pero es nuestro aniversario. Es la víspera de Año nuevo.
—Alexa, no iré a una maldita fiesta esta noche. ¿Bien?
Dejó de masajear.
—No tienes que ser un imbécil por eso.
Me enderecé.
—¿Un imbécil? ¿Esperas que vaya a una fiesta el día del funeral de mi
padre? No creo que yo sea el que se comporta como un imbécil.
Mi esposa resopló. Nuestra diferencia de cinco años se sentía más como
veinte a veces.
—Necesito una fiesta. Los últimos meses han sido depresivos.
No era como si me hubiera ayudado con mi padre ni nada. Cada fin de
semana mientras estaba cuidándolo, ella estaba afuera con sus amigas, por lo
general de compras o almorzando Dios sabe dónde. Su egoísmo finalmente
me había superado.
—¿Cuál parte de los últimos meses fue depresiva? ¿Vivir en Park
Avenue y gastar miles de dólares en compras cada semana? ¿O tal vez fue la
niñera que cuidaba a nuestro hijo para que pudieras tomar clases de actuación
y salir a almorzar? ¿Qué hay de los viajes de tres semanas que tomaste a
Atlanta para visitar a tus inmaduros amigos, los viajes en los que volaste en
primera clase y te quedaste en el St. Regis de la ciudad en lugar de la casa de
tu hermano en las afueras? Eso debió ser muy deprimente.
—Mis amigos no son inmaduros.
Fruncí el ceño y fui a responder, pero entonces decidí que preferiría
tomar otro trago en lugar de continuar esta conversación. Fuera de todo lo
que había dicho, ¿lo qué lastimó sus sentimientos fue la parte de que sus
amigos eran inmaduros? Sí que tenía un jodido sentido de prioridad. Caminé a
la cocina, la cual era abierta a la sala de estar donde todavía estaba sentada, y
me serví otro trago.
—Ve a la fiesta tú sola, Alexa.

El sol estaba poniéndose para cuando abrí mis ojos. Alexa había llevado
a Beck al centro comercial para comprar otro nuevo vestido, y me había
desmayado en el sofá después de terminar mi bebida y la discusión con ella.
Sentándome, pasé mis dedos por mi cabello. No debería haber estado tan
sorprendido que Alexa hubiera planeado ir a una fiesta esta noche. Dios no
permita que se pierda una fiesta, en especial en la víspera de Año Nuevo. Le
había dado más crédito del que se merecía en el departamento del egoísmo,
aparentemente.
Mi estómago gruñó. No podía recordar la última vez que había comido
de verdad. Ayer, ¿tal vez? la cena en ese lugar italiano entre la mañana y la
tarde durante el velorio en la sala del funeral, creo. Rebuscando en el
refrigerador, saqué el platón que habíamos ordenado esta mañana y piqué un
poco el antipasto con mis dedos. Mientras estaba atragantándome, mi teléfono
empezó a timbrar, y al principio, lo ignoré. Pero después de que empezó a
timbrar de inmediato otra vez, me estiré para mirar el identificador de
llamadas. Era un número local; uno que era muy familiar. Para el tercer tono,
mi teléfono había buscado en mi libreta interna y finalmente recordé porqué
lo conocía.
Lo había marcado sin parar los últimos meses, cada vez que la salud de
mi padre empeoraba. El hospital Lenox Hill estaba llamando.

El conductor del taxi me gritó cuando salí corriendo hacia la entrada de


emergencias. Aparentemente, había salido con tal prisa, que había olvidado
cerrar la puerta.
—Mi esposa y mi hijo tuvieron un accidente en el auto. Fueron traídos
en ambulancia —grité a través del agujero a la mujer detrás del cristal.
—¿Apellido?
—Jagger.
Levantó la mirada e inclinó una ceja.
—Esos labios, debo de preguntar. ¿Alguna relación con Mick?
—No.
Hizo una mueca, pero apuntó a la puerta a mi derecha.
—Cuarto 1A. Lo llamaré para llenar el registro.

Traumatismo abdominal. Eso fue lo que el doctor nos había dicho hace
dos horas. Alexa había necesitado un par de puntos en su cabeza, pero Beck
no tuvo tanta suerte. Su asiento en el auto había recibido todo el impacto del
choque cuando una furgoneta de una floristería perdió los frenos y se pasó
una luz roja contra el tráfico que atravesaba la ciudad. Había virado para
evitar la colisión, pero terminó colisionando contra la parte trasera del lado
del conductor en el auto de Alexa. Exactamente donde Beck había estado
sentado.
Los doctores habían asegurado que sus heridas no parecían letales, pero
un ultrasonido mostró que había daño en su riñón izquierdo; al menos una
pequeña incisión que necesitaba ser reparada de inmediato. Estaba ahora
esperando porque las enfermeras trajeran los formularios de consentimientos
para la cirugía. Beck dormía pacíficamente mientras me sentaba junto a su
cama. Alexa estaba en otro examen neurológico en la habitación a nuestro
lado.
Después de que el doctor vino y me dijo los riesgos del procedimiento,
la enfermera me trajo una pila de formularios para llenar. Consentimiento
médico, acta de privacidad, autorizaciones del seguro, el ultimo formulario
estaba dirigido a las transfusiones de sangre.
La enfermera explicó que no había tiempo antes de la cirugía de Beck
para conseguir sangre de nosotros, así que en el caso de que necesitara sangre,
se le daría del banco de sangre. Sin embargo, podíamos donar nuestra sangre
y almacenarla para él para un uso futuro, si era necesario. Llené el formulario
para que se realizara el examen de compatibilidad mientras esperábamos y le
pedí a la enfermera que hiciera que Alexa firmara todo en la otra habitación.
No quería dejar a Beck a solas en caso de que despertara.
Las siguientes horas fueron un infierno mientras mi hijo estaba en
cirugía. Pasaron dos horas para que el asistente de cirugía saliera y hablara
con nosotros. Se quitó la máscara de papel.
—Las cosas no son tan sencillas como pensamos al principio. El daño en
el riñón de su hijo era más grande de lo que la resonancia mostró. Ahora
estamos intentando reparar la laceración, pero la rasgadura está rodeando el
pedículo vascular, el cual contiene las arterias y las venas que conectan con la
aorta. Necesito que entienda que hay una posibilidad de que no podamos
repararlo lo suficientemente bien para dejar el riñón dentro del cuerpo de su
hijo. Si ese es el caso, tendrá que hacerse una nefrectomía parcial o completa.
Intentó convencernos que tener un riñón era perfectamente normal.
Sabía de muchas personas que tenían solo uno, pero si nacíamos con dos,
quería que mi hijo tuviera el beneficio de ambos, si era posible.
Alexa y yo apenas y hablamos, aparte de asegurarme de que estaba bien.
Estaba concentrado en Beck, y parte de mi la culpaba por el accidente. No es
que fuera su culpa, pero si no hubiera estado tan preocupada con comprar
otro maldito vestido para esta noche, nada de esto habría sucedido.
—Vi una maquina abajo junto a los elevadores. ¿Quieres café?
Alexa asintió.
Cuando regresé con dos cafés, la enfermera estaba hablando con Alexa.
—Oh, señor Jagger. Aquí está su tarjeta de donante. Tiene su tipo escrito
por si alguna vez lo necesita. Se la damos a todos lo que hacen donaciones de
sangre.
—Gracias. ¿Soy un donante compatible con Beck?
—Déjeme ver su gráfico. —Caminó a los pies de la cama donde una
carpeta de metal estaba colgando. Mientras pasaba las páginas dijo—: Su tipo
es O negativo, así que eso quiere decir que puede donar a cualquiera. —Se
detuvo en una hoja rosada—. Tiene suerte. No es muy común que un
padrastro sea un donante universal.
—Soy su padre, no su padrastro.
La enfermera dejó la carpeta colgando de nuevo a los pies de la cama y
regresó a la carpeta que traía con ella. Una mirada de desconcierto cruzó su
rostro.
—Es tipo O. Beckett es AB. —Frunció el ceño—. ¿Está diciendo que
Beckett es su hijo biológico?
—Sí.
Miró a Alexa y luego a mí, sacudiendo su cabeza.
—Eso no es posible. Un O no puede genéticamente hacer un niño con
tipo de sangre AB.
Estaba exhausto por el infierno de día, entre enterrar a mi padre y mi
esposa y mi hijo sufriendo un accidente. Tenía que haber entendido mal.
—¿Entonces el laboratorio cometió un error?
La enfermera sacudió su cabeza.
—Por lo general son muy buenos… —Miró de un lado a otro entre mi
esposa y yo—… pero haré que vengan y saquen una muestra fresca. —
Después de eso, prácticamente salió corriendo de la habitación.
Me volteé a mirar a mi esposa, cuya cabeza estaba agachada.
—Esto es un error de laboratorio, ¿verdad, Alexa?
Casi vomité cuando levantó la mirada. No tuvo que decir ni una maldita
palabra para que supiera.
No había error.
¡Ningún jodido error!
Beck no era mi hijo.
Capítulo 26
—¿Tienes un hijo? —Incliné mi cuello para mirar a Drew. Todavía
estábamos en la bañera, y no era muy fácil maniobrar entre sus piernas.
Drew asintió con sus cerrados antes de abrirlos para mirarme. Había
demasiado dolor en su expresión; mi estómago se hundió en anticipación de
lo que estaba por venir.
—Es una larga historia. ¿Qué tal si salimos, y te preparo algo de comer
mientras te explico?
—Bien.
Drew salió primero para conseguirnos toallas. Después que él se secó,
incluyendo una frotada de tres segundos en su cabello, la envolvió alrededor
de su cintura y me ofreció una mano.
Su rostro estaba contemplativo, y quería aligerar el humor en este.
Cualquier cosa que fuera a decirme sobre su hijo claramente no era una
historia fácil.
Tomé su mano y salí de la bañera.
—Parece como si pudiera filmar un comercial de crema para afeitar
ahora, y probablemente yo parezco una rata mojada. —Mi cabello estaba
pegado en mi cara, y estaba feliz de que el espejo estaba empañado por el
vapor para no poder ver mi reflejo.
Drew se estiró para rodearme con una toalla de baño afelpada y empezó
a secarme.
—Provees buenos servicios de acicalamiento —bromeé mientras se
agachaba a secar una pierna y luego otra.
Guiñó un ojo.
—Va con mis servicios de empujes.
—Tus empujes fueron bastante espectaculares también.
—Soy un tipo de servicio completo.
Cuando ha terminado de secarme el cuerpo (mis pechos y entre mis
piernas estaban extra secos por todo el tiempo que estuvo ahí), Drew envolvió
la toalla alrededor de mi pecho y metió la punta en una esquina. Su lado dulce
todavía estaba en exhibición cuando enlazó nuestros dedos juntos para salir
del baño.
En la cocina, sacó un taburete debajo del mesón del granito y le dio un
golpecito encima.
—Toma asiento.
Di vueltas en este un par de veces mientras Drew sacaba las cosas fuera
de los gabinetes y el refrigerador. Recordando lo que habíamos hecho contra
el vidrio hace unas horas, dejé de dar vueltas y miré la ventana. Estaba oscuro
ahora, y pude ver las luces de la ciudad iluminando el cielo claramente.
—¿La gente puede… puede de verdad ver adentro? —Una mezcla de
pánico y vergüenza subió a mis mejillas mientras recordaba como mis senos
habían sido presionados contra el vidrio. En ese momento, había parecido
excitante que alguien pudiera posiblemente ver; le había añadido erotismo.
Pero definitivamente no quería terminar en YouTube porque algún
pervertido nos había filmado a través de un telescopio.
Drew se rio.
—No. Es un vidrio en solo un sentido. No te pondría en riesgo de esa
forma. —Se estiró sobre mi cabeza para agarrar una sartén y besó mi frente
mientras la bajaba—. Además, no comparto las cosas que son mías.
La primera parte de su respuesta hizo que mi parte racional tomara un
suspiro de alivio, pero la última me dio unas cosquillas cálidas por dentro.
Drew también estaba usando sólo una toalla, su mano envuelta
alrededor de su estrecha cintura, y estaba disfrutando la vista de los músculos
de su espalda flexionándose mientras cortaba una cebolla, cuando noté una
cicatriz. Corría diagonal a lo largo de un costado de su torso, extendiéndose
del frente a la espalda. La marca estaba desvanecida a una sombra tenue de
bronceado que el resto de su piel; definitivamente no era nueva, pero algo
serio había pasado.
—¿Te hicieron cirugía? —pregunté.
—¿Mmmm? —Drew puso un poco de mantequilla en la sartén y se giró
con las cejas fruncidas.
Apunté.
—Tu cicatriz.
Un movimiento de algo pasó sobre su rostro. Tristeza, pensé. Se dio
vuelta de nuevo y respondió.
—Sí. Una cirugía hace unos años.
Tal vez estaba mirando demasiado las cosas, escrutando cada cosa que
hacía, pero no podía evitarlo. Mi mente estaba intentando juntar un
rompecabezas sin saber cómo se veía la imagen.
Drew cortó un montón de otras cosas, negándose a que lo ayudara.
Cuando sirvió dos hermosos omelets Wester, parecía como si hubieran sido
preparados en uno de los restaurantes lujosos de Baldwin.
Baldwin.
No podía desperdiciar otros tres años suspirando por un hombre que
nunca iba a corresponder mis sentimientos. Necesitaba recordar que Drew no
estaba interesado en más que sexo. Apegarme y sentir cosas por este hombre
no era una opción.
Aun así… no pude evitar sentir una especie de conexión con Drew.
Como si hubiera una razón para haber sido estafada y encontrada furiosa
sentada en su oficina la víspera del Año Nuevo. Estúpido, lo sé. No tenía ni
idea de cuál era la conexión entre ambos todavía, pero estaba determinada a
descubrirla.
Hablamos de cosas triviales durante nuestra cena, y luego yo limpié. No
había suficientes platos para encender el lavaplatos, así que lavé mientras
Drew secaba. Los dos trabajábamos bien juntos, y me encontré pensando que
era interesante como en la oficina nuestras opiniones y consejos eran tan
opuestos, aun así físicamente estábamos tan en sincronía.
—¿Quieres algo de tomar? ¿Una copa de vino o algo? —preguntó cuándo
la cocina estaba organizada de nuevo.
—No, gracias. Estoy muy llena.
Asintió.
—Ven, vamos a sentarnos a la sala.
Drew movió las almohadas alrededor del sofá, colocando una en el
extremo para mi cabeza, y luego apuntó.
—Recuéstate.
Se quedó de pie hasta que me acomodé. Entonces levantó mis pies y los
puso sobre su regazo.
—¿Eres cosquillosa?
—¿Vas a convertirlo en un desafío si te digo que no?
Me lanzó una sonrisa ladeada.
—No. Iba a masajear tus pies.
Sonreí y levanté uno de mis pies en el aire ofreciéndoselo.
—No soy cosquillosa. Pero cuando les dices eso a las personas,
encuentran necesario enterrar sus dedos en tus costillas hasta que quedas todo
magullado tratando de probar que se equivocan.
Drew tomó mi pie y empezó a frotarlo. Sus dedos eran fuertes, y cuando
con sus pulgares frotó con destreza un punto en el talón de mi pie; el punto
donde mis talones recibían la mayor parte del peso de mi cuerpo; dejé salir un
pequeño gemido.
—¿Bueno?
—Más que bueno —suspiró.
Después de unos minutos de su masaje, todo mi cuerpo se relajó, y Drew
comenzó a hablar en voz baja.
—Beck tenía cinco años cuando tuvo un accidente con mi ex esposa.
Oh, Dios.
—Lo siento. Lo siento mucho.
El ceño de Drew se frunció, y entonces rápidamente pareció darse cuenta
lo que pensé.
—Oh, mierda. No. No quise hacerte pensar que… él está bien. Beck está
bien.
Mi mano fue a mi pecho.
—Dios. Me diste un susto de muerte. Pensé…
—Sí. Me di cuenta ahora. Lo siento. Él está bien. Fue aterrador por un
tiempo después del accidente, pero ahora ni siquiera te darías cuentas
después de que pasó por tres cirugías.
—¿Tres cirugías? ¿Qué le pasó?
—Una furgoneta para pedidos a domicilio chocó con el auto de Alexa, y
se estrelló en todo el centro de la camioneta.
—Eso es horrible.
El asiento para niños de Beck y parte de la puerta del auto cortaron su
costado, lacerando su riñón. Los cirujanos intentaron repararlo, pero debido
a la ubicación y el tamaño de la herida, tuvieron que remover una parte. El
día de su accidente tuvo una nefrectomía parcial en su riñón izquierdo.
—Vaya. Lo siento.
—Gracias. —Se tomó un minuto y luego continuó—. Mientras estaba en
cirugía, las enfermeras nos ofrecieron donar sangre. Me sentía impotente, y
quería hacer lo que pudiera.
—Por supuesto.
—Como sea, sacaron unas muestras e hicieron las pruebas de sangre en
ambos, Alexa y yo, para ver si éramos compatibles para donar y almacenar la
sangre para Beck. Resultó que ninguno de los dos lo era.
—¿No sabía que dos padres podían tener un hijo a quien no pudieran
donarle sangre?
Drew me miró.
—No pueden.
Me tomó un par de segundos darme cuenta lo que estaba diciendo.
—Te diste cuenta que Beck no era tu hijo.
Asintió.
—Estuve ahí para el parto, así que estaba jodidamente seguro de que era
el hijo biológico de Alexa.
—No sé qué decir. Eso es terrible. ¿Ella sabía que no eras el padre?
—Lo sabía. No lo admitiría. Pero lo supo desde el principio. Beck nació
un par de semanas antes. No pensé en nada de eso. —Sacudió su cabeza—. Si
no fuera por la cirugía, podría nunca haberme enterado.
—Dios, Drew. Te enteraste mientras él estaba en cirugía. Hablando de
estrés sobre el estrés.
—Sí. No fue un buen día. Resultó, que fue uno de los tantos no buenos
días por venir. Las siguientes semanas fueron peores.
—¿Qué sucedió?
—Alexa y yo terminamos incluso antes de que saliera del hospital esa
noche. La verdad es, habíamos terminado mucho tiempo antes del accidente.
Pero Beck y yo…
Drew giró su cabeza unos segundos, y observé mientras tragaba. Sabía
que estaba conteniendo las lágrimas. Todavía tenía mis pies en sus manos,
pero había dejado de moverse. No tenía ni idea de que se suponía que dijera
o hiciera, pero quería ofrecer el consuelo que pudiera. Así que me senté y me
subí a su regazo. Envolviéndome alrededor de su cuerpo, le di el abrazo más
grande que podía dar.
Después de unos minutos, me retiré y hablé en voz baja.
—No tienes que contarme nada más. Otro día, ¿tal vez?
Drew me sonrió débilmente.
—Ese día cambió la forma en que me sentía por Alexa, pero no cambió
nada de lo que sentía por Beck. Era todavía mi hijo.
—Por supuesto.
—Como sea, después de unos días de la cirugía de Beck, le dio fiebre. Su
herida estaba sanando, pero parecía estar enfermándose de nuevo. Le
pusieron antibióticos por intravenosa para tratar una posible infección por la
cirugía, pero no ayudó. Los doctores terminaron por operar de nuevo y
remover la porción del riñón que le quedaba. Y mientras tanto el otro riñón
había empezado a mostrar signos de tener problemas en su funcionamiento.
De hecho no es raro que después que un riñón es removido, o parcialmente
removido, el otro tenga problemas para funcionar apropiadamente por un
tiempo.
—Pobre bebé. Debió de haber sufrido mucho. Un accidente de auto,
cirugía, comenzar a sanar, y después más cirugía.
Drew soltó un profundo suspiro.
—Los días en que se molestaba eran de hecho más reconfortantes que los
días en que estaba muy débil para hacer algo. Mirar a tu hijo yaciendo ahí y
no ser capaz de ayudar es la peor sensación del mundo.
—No puedo imaginarlo siquiera.
—Después de otra semana, las cosas no estaban mejorando. La infección
se había ido, pero el otro riñón aun no funcionaba bien. Comenzaron a hacerle
diálisis, lo cual lo hizo sentirse mejor y se puso más saludable, pero también
empezaron a hablar de ponerlo en lista de donantes si su prueba de
funcionalidad salía más baja.
—Las personas pasan años en esa lista de espera. Y cuidar a un niño de
cinco años quien se siente saludable por unas horas de diálisis cada día era
difícil. Así que hice que me hicieran el examen de compatibilidad. Y
sorprendentemente, incluso aunque no era el padre biológico, mi riñón era
compatible. Cuando estuvo sano para otra cirugía más, doné uno de mis
riñones, el cual trasplantaron al lado izquierdo donde habían removido el
riñón malo. De esa forma tendría dos riñones completos, y si el otro no se
reponía por completo, tenía doble probabilidad de que uno de ellos al menos
funcionara.
Recordé la espalda de Drew.
—¿De eso es la cicatriz?
Asintió.
—Para resumir una historia muy larga, el trasplante fue un éxito, y su
otro riñón se activó y comenzó a funcionar de nuevo después de unas
semanas. Es tan saludable como un caballo ahora. Esa fue una época
jodidamente aterradora.
Toda la historia era demasiado para asimilar. Tenía tantas cosas en la
cabeza, pero una de ellas era más prominente que las otras.
—Eres un hombre hermoso, Drew Jagger. Y no me refiero al exterior. —
Me incliné y dejé una línea de besos desde un extremo de su cicatriz a otro.
—Sólo piensas eso porque me salté la parte donde empaqué la mierda
de Alexa y la saqué mientras no estaba en casa —bromeó, aunque podía notar
que no bromeaba.
—Se lo merecía. Habría cortado agujeros en la entrepierna de los
pantalones, perra estúpida.
Drew echó su cabeza hacia atrás, con el rostro divertido.
—¿Ese es el consejo de pareja que me habrías dado si me hubiera
aparecido en tu oficina buscando por consejería?
Pensé por un minuto. ¿Qué habría hecho?
—Sólo trabajo con personas que de verdad quieren que funcione. Si
hubiera escuchado tu historia, visto la mirada en tus ojos, no te habría recibido
como cliente. Porque básicamente estaría dándole a la parte que quería
hacerlo funcionar una falsa esperanza en el caso. Por no mencionar, que
habría sido malo tomar el dinero por hacer algo que nunca iba a suceder.
—¿Te ha sucedido antes? ¿Has tenido clientes donde uno quiere que
funcione y el otro no?
—Así es. No es muy raro, de hecho. Tengo sesiones separadas primero
para que las partes puedan decir las cosas con libertad sin preocuparse por
herir los sentimientos de la otra persona. Encuentro en que consigo más
honestidad en esas sensaciones que en cualquier otra. Cuando empecé, tuve
una pareja que había estado casada por veintisiete años; una pareja con
dinero, muy sociable con dos hijas mayores. El hombre era gay y estaba
viviendo la vida que suponía que viviera después de crecer con unos padres
ultra conservadores y religiosos. Le tomó hasta que tuvo cincuenta y dos años,
pero salió del closet ante su esposa y le dijo que debían separarse. Se sintió
terrible y había estado quedándose porque la amaba, pero no de la forma en
que un esposo debería amar a su esposa. Les presté las consejerías para la
separación y les ayudé superarlo.
—Mierda. Desearía que hubiéramos compartido espacio en esa época.
Podría haberle conseguido a ella un buen acuerdo —bromeó Drew.
Lo empujé en el pecho.
—Aunque sólo representes hombres.
—¿Qué tanto dinero tenían? Podría haber hecho una excepción.
Me reí.
—¿Por qué sólo representas hombres? ¿Por lo que tu ex esposa te hizo?
Drew sacudió su cabeza.
—No. Sólo me va mejor con hombres.
Su respuesta fue vaga, y tenía la sensación de que era reacio a responder.
Entrecerré los ojos.
—Dame la razón verdadera, Jagger.
Me miró a los ojos.
—Puede que no quieras oírla.
—Bueno, ahora tengo curiosidad, así que quiera oírla o no, tienes que
decirme.
La mandíbula de Drew se flexionó.
—Sexo de venganza.
—¿Disculpa?
Cuando representaba mujeres que estaban enojada y molestas, querían
vengarse.
—Entonces… estaban amargadas. Eso es normal en un divorcio.
Drew parecía avergonzado.
—Querían vengarse de sus esposos conmigo.
—¿Te acostabas con tus clientes?
—Ahora no estoy orgulloso de eso, pero sí. Estaba recientemente
divorciado y furioso también. El sexo por venganza puede ayudarte mucho
para liberar era ira temporalmente.
—¿Tener sexo con tus clientes no es una regla de abogados o algo?
—Como dije, no fueron mis mejores momentos.
Podía notar que Drew no sólo estaba diciendo que estaba avergonzado.
De verdad lamentaba la forma en que actuó, y había sido honesto conmigo
cuando podría haber mentido. No era mi lugar juzgar su pasado. Preferiría
juzgarlo por la honestidad que me mostraba hoy.
—¿Sexo con rabia, eh? —Traté de ocultar una sonrisa.
Asintió ligeramente y me miró con precaución.
—Bueno, creo que eres un mujeriego, egoísta y pretencioso imbécil.
Drew echó su cabeza hacia atrás.
—¿Qué diablos? Querías que fuera honesto.
—No pensé que honestamente serías un imbécil.
Él estaba a punto de responder de nuevo cuando me incliné más cerca y
esbocé una sonrisa.
—¿Te enojé?
—¿Estás intentando enojarme?
—He escuchado que el sexo con rabia puede ayudarte mucho para liberar
temporalmente la ira.
Antes de saber que estaba pasando, Drew me había levantado en el aire
y me había dejado sobre mi espalda en el sofá.
Se cernió sobre mí.
—Bien. Entonces me alegra molestarte diario. Todos necesitamos mucho
trabajo con nuestros problemas de control de ira.
Capítulo 27

Los jueces odian escuchar casos la víspera de año nuevo. Pero sabía lo
que planeaba mi ex esposa. Pensó que llevarme a la corte en nuestro
aniversario con una artimaña de una vaga emergencia iba a molestarme. ¿De
verdad era tan jodidamente despistada? ¿De verdad pensó que estaba sentado
en mi casa suspirando por ella los tres meses después de que nuestro divorcio
finalizó? Había conseguido lo que quise de ella de nuestro divorcio: mi
libertad y la custodia libre y compartida de nuestro hijo. Que fuera o no mi
hijo biológico no cambiaba la forma en que me sentía por él. Era mi hijo.
Ninguna prueba de paternidad me diría lo contrario.
La cosa más lista que Alexa alguna vez hizo fue no pelear conmigo por
la custodia compartida. Después de que me ofrecí a pagar una considerable
cuota de manutención; incluso aunque técnicamente podría no haber pagado
nada; de repente estuvo muy dispuesta a compartir la custodia. El dinero era
en lo único en que mi ex esposa estaba interesada. Incluso mientras estuve
casado con ella, creo que lo supe muy en el fondo.
La había llamado para saber qué demonios estaba tramando una docena
de veces, pero por supuesto no respondió. El lado manipulador de ella había
asomado su fea cabeza en los días desde que había empacado sus cosas y las
había mudado a una casa rentada a unas cuadras; una casa por la que todavía
pagaba la factura. Si no fuera por Beck, habría echado sus cosas por la ventana
cuando cambié las cerraduras. Pero quería a mi hijo cerca de mí, y él no se
merecía vivir en un edificio de apartamentos que Alexa apenas y pudiera
pagar.
—Víspera de Año Nuevo. ¿A qué pobre tonto estás apaleando y dejando
miserable para empezar el año nuevo? —George, el oficial de la corte en la
entrada al tribunal de familia bromeó mientras escaneaba mi ID. Hacia
trabajos aparte para Roman, cubriendo la vigilancia de la noche, y nos
habíamos vuelto amigos en el último año.
—A este pobre tonto. La ex esposa es todavía una perra.
Asintió, habiendo escuchado toda mi jodida situación con Roman
mientras tomábamos unas cervezas. Recibiendo mí ID, preguntó:
—¿Vas a la fiesta de Roman esta noche?
—Eso espero.
—Te veo allí. Buena suerte hoy.
Alexa y su abogado de mierda, Wade Garrison, ya estaban sentados en
la sala de la corte cuando entré. Fue difícil no reírse ante su falda hasta la
rodilla y el escote que parecía que pudiera ahogarla. En especial ya que tenía
miles de fotos de ella saliendo de fiesta los fines de semanas usando vestidos
ajustados que apenas y cubrían su trasero y mostraban el suficiente escote
para ser confundida con una prostituta. Esos fueron regalos de Roman
después de que ella y yo nos separamos; en caso de que las necesitara algún
día.
Mi ex esposa mantuvo su rostro mirando al frente, negándose a mirarme.
Si había algo que sabía sobre Alexa, era que evitaba mirarme cuando estaba
siendo extremadamente perra.
El oficial de la corte llamó nuestro turno, y me aseguré de ir frente a ellos,
para poder abrir la puerta y obligar el contacto visual entre Alexa y yo.
—¿Estás usando eso para la fiesta de fraternidad de hoy en la noche? —
susurré—. Puede que quieras ponerte un mejor sostén. Tus tetas se ven caídas.
Probablemente por amamantar.
Me fulminó con la mirada. Y sonreí ampliamente.
—¿Qué tenemos aquí, señores? Leí la moción y no tengo ni idea de por
qué están aquí de pie ante mí el día de hoy, desperdiciando mi valioso tiempo
—dijo el juez Hixton.
—Me gustaría saber por qué estamos aquí también —añadí.
El juez Hixton movió su atención al otro lado de la sala.
—¿Por qué no nos ilumina a ambos, abogado?
Garrison aclaró su gruesa garganta. ¿Cómo demonios podía hablar con
ese cuello abotonado tan apretado? Parecía que necesitaba pasar de una talla
veintitrés a una veinticuatro.
—Su señoría, de hecho tenemos una petición para una modificación que
nos gustaría presentar, junto con una declaración jurada de un laboratorio de
Nueva York.
El juez hizo señas para que el oficial de la corte recogiera los documentos.
—¿Estás han servido a la oposición abogado?
—No, su señoría. La declaración jurada fue recibida anoche tarde.
Tenemos una copia para el señor Jagger también.
El oficial de la corte distribuyó para mí, así como para el juez Hixton, y
ambos nos tomamos un momento para leerlos. Pasé la petición de
modificación y los resultados de paternidad del laboratorio y fui directamente
a la tercera parte de la declaración jurada. Sólo tuve que leer la primera mitad
de la página.

Nosotros, Alexa Thompson y Levi Archer Bodine, hemos leído y entendemos las
consecuencias, alternativas, derechos y responsabilidades en relación a esta
declaración y habiendo debidamente declarado bajo juramento dice:
Yo, Alexa Thompson, soy la madre biológica de Beckett Archer Jagger, como fue
documentado en el certificado de nacimiento de la ciudad de Nueva York número
NYC2839992.
Yo, Levi Archer Bodine, soy el padre biológico de Beckett Archer Jagger, el niño
mencionado en el caso del Laboratorio de Nueva York número 80499F.
Donde, la paternidad ha sido establecida por Levi Archer Bodine con una certeza
científica de al menos el 99.99%
Por lo tanto, juntos deseamos una corrección del certificado de nacimiento para
identificar a Levi Bodine como el padre. También deseamos los derechos de paternidad
completa, incluyendo la custodia compartida y visitas.
La voz del juez Hixton fue simpática cuando habló.
—¿Señor Jagger, le gustaría unos días para responder esta moción?
Mi corazón estaba pesado por rabia y el dolor. Se sentía como si todo mi
mundo acabara de ser arrancado bajo mis pies. Me aclaré la garganta y
contuve las lágrimas.
—Por favor, su señoría.
Todo lo que sucedió después de eso paso en un borrón. Garrison pidió
visitas temporales para Bodine, lo cual el juez declinó en orden de permitirme
tiempo para revisar la legitimidad de la prueba presentada. Una nueva fecha
para reunirnos fue puesta para dos semanas a partir del martes, y el martillo
se estrelló.
Todavía estaba de pie en el lugar después de que Alexa y su abogado
salieron de la corte.
Levi Archer Bodine. El hombre tenía el mismo segundo nombre que
nuestro hijo. Alexa había elegido el segundo jodido nombre. Había sugerido
que usáramos uno de los nombres de nuestros padres, pero había insistido
que le encantaba Archer como segundo nombre. Siempre había soñado con darle
a su niño el segundo nombre de Archer.
Maldita mentirosa.
¿Pero por qué su nombre era tan jodidamente familiar?
Levi Archer Bodine.
Levi Archer Bodine.
Levi Bodine.
Lo conocía de alguna parte.
Finalmente, el oficial de la corte se acercó y me dijo en voz baja que
necesitaba irme para llamar el siguiente caso.
Atónito, me abrí paso por la sala. Pasé un par de personas que conocía y
las ignoré. Escuché sus voces, pero no podía descifrar que estaban diciendo.
No fue hasta que salí al aire fresco y helado que mi niebla se disipó. Lo cual
fue justo a tiempo para ver a Alexa entrar en un brillante Dodge Charger
amarillo con el número nueve pintado en un costado.
Capítulo 28
—Tu clienta debería estar más preocupada por perder su licencia médica
que por una temporada en las Isles Vírgenes. Su paciente la grabó sobre la
mesa de exámenes mientras él le daba un examen rectal con su pene, Alan.
Cuando estemos dividiendo los bienes, considera ese video uno de los míos.
Mi cliente gastó veinte de los grandes comprando ese video, pero diría que su
valor supera cien veces eso en esta sala.
Estaba sentado en mi sala de conferencias negociando un acuerdo con el
abogado opositor Alan Avery. Habíamos hecho casos suficientes para que él
supiera que estaba molestando. Roman se había enterado que una cinta sexual
existía incluso antes de que la buena doctora Appleton lo supiera. Y ahora el
señor Appleton quería pensión conyugal y los bienes maritales.
Pero la concentración de Alan no estaba las posibles repercusiones de esa
cinta. Su mente parecía en otra parte diferente. Y cuando me di vuelta para
mirar sobre mi hombro para ver qué estaba mirando, estuve enojado por más
que estuviera sólo desperdiciando mi tiempo.
—¿Es tu nueva secretaria? —preguntó.
Emerie estaba al final del pasillo firmando un paquete de UPS. Su trasero
se veía fenomenal en esa falda ajustada marrón.
—No. Es una sub arrendadora por un tiempo —dije cortante.
—¿Casada?
—¿Podemos volver al acuerdo? —Cerré con fuerza mi archivo—. Mi
cliente no va a darle a la doctora PeneEnElCulo ni un maldito centavo.
—Eso es ridículo. Su esposo viviendo a expensas de ella por años. Ella
pagó por todos los bienes conjuntos que tienen con los ingresos de su práctica
como médica.
—Sí, bueno, dile que le mandamos a decir gracias por los regalos de la
separación. Puede ganar un poco más. Estoy segura de que es una proctóloga
muy famosa.
—Es una ORL10.
—¿En serio? Por el video parece que se especializa más en los exámenes
rectales.
—Hablando de culos, ¿qué se te metió al tuyo esta mañana? Estás de mal
humor.
—Sólo acabemos con esta mierda. Tengo una tarde ocupada —gruñí.
Unos minutos después, Emerie tocó la puerta abierta.
—Lamento interrumpir, pero tienes una llamada, Drew. Ella dice que es
urgente.
—¿Quién es?
Emerie dudaba.
—No lo sé. No me dijo su nombre.
—Dile que la llamaré después. Obviamente no es tan importante si ni
siquiera te dijo su nombre.
Emerie me miró a los ojos.
—Quien llamó tiene un fuerte acento sureño. Pienso que a lo mejor de
Georgia.
Genial. La jodida Alexa.
Me levanté y hablé con Alan.
—Discúlpame un minuto.
—Tómate tu tiempo. Tu nueva arrendataria y yo podemos conocernos
un poco mientras no estás.
Perfecto.

10 ORL: Otorrinolaringólogo
No detuve a la puerta de cerrarse de un portazo detrás de mí mientras
me encerraba en mi oficina y tomaba el teléfono.
—Drew Jagger.
—La mujer que respondió el teléfono es molesta.
Dejé salir un irritado suspiro.
—¿Qué quieres, Alexa? Estoy en medio de una conferencia.
—Voy a quedarme en Atlanta dos semanas más.
—Claro que no lo harás. Mis visitas empiezan el viernes, y ya has estado
allá una semana más de las dos que acordamos. No he visto a mi hijo en más
de tres semanas.
—Puedes venir aquí a visitarlo.
—No puedo dejar todo y volar a Atlanta cada dos semanas por qué
quieres quedarte a jugar con tus amigos. Beck necesita estar en casa, de
regreso en la escuela, y de regreso a su rutina.
—También necesitaba conocer a su padre.
Sabía exactamente lo que quería decir.
—Vete al diablo, Alexa. ¡Él conoce a su padre!
—Su padre biológico. Levi quiere conocerlo mejor. Es importante.
Sentí la presión de mi sangre aumentar.
—¿En serio? Si es tan importante, ¿por qué no le dijiste hace siete jodidos
años cuando te enteraste de que estabas embarazada? ¿Y por qué no ha hecho
un intento por conocer a nuestro hijo cuando ha sabido la verdad por más de
dos años? Por no mencionar, ¿ya ha empezado a pagar la manutención?
Desperdicié los siguientes minutos de mi vida en otra discusión inútil
con Alexa. Por el bien de Beck, extendí mi paciencia tanto como posiblemente
podía y no le colgué. No confiaba en mi ex esposa para que no jugara la única
carta que tenía en su muy usada baraja: llevarme de regreso a la corte para
reducir las visitas. Incluso después de que la paternidad había sido probada
y el nombre de Levi reemplazó el mío en el certificado de nacimiento de mi
hijo, su ex novio campesino nunca había intentado conocer a Beck. Habíamos
acordado fuera de la corte el arreglo de la custodia, y había acordado pagar
una pensión alimenticia y la manutención incluso aunque podría haber
presentado una moción para detener la pensión una vez que la paternidad fue
refutada. Pero en el fondo de mi mente, siempre estuve esperando por la
conclusión inevitable; en especial ahora que ella estaba hablando con Levi de
nuevo. Mi hijo todavía no sabía quién era el hombre.
Sabiendo lo vengativa que era Alexa evitaba que hiciera muchas cosas
que quería hacer para convertir su vida en una miseria, como colgarle hoy.
Después de un minuto de silencio, Alexa finalmente llegó al punto que
había llamado para comentar. Me pateé a mí mismo por morder el anzuelo de
la discusión que puso para mí.
—Si quieres tanto que Beck regrese a Nueva York, supongo que
podríamos resolver algo.
—¿Qué quieres, Alexa?
—Bueno, Levi tiene una gran carrera la próxima semana, y quiero estar
aquí para esta.
Por alguna razón no tenía la misma ira hacia Levi como por Alexa. Una
parte de mí de hecho se sentía mal por el idiota. Ella había rechazado al
imbécil, se había referido a él como un mono grasoso, si recordaba
correctamente, con el fin de atraparse un marido con una cuenta bancaria más
grande. Pero ahora que el mono grasoso era un piloto patrocinado en el
circuito de la NASCAR, de repente era lo suficiente bueno para hablar otra
vez.
—¿Hay un punto en esta historia?
—Bueno, sí es muy ruidoso en las carreras, de todos modos. Supongo
que si quieres volar aquí y llevarte a Beck contigo durante una semana, podría
quedarme aquí sola antes de volver a Nueva York. Aunque, me estoy
quedando un poco corta de efectivo ahora, y necesito un poco extra para los
gastos de viaje de la carrera.
Quería decirle que se fuera al diablo, pero en cambio dije:
—Conseguiré los tiquetes para Beck y yo. Te escribiré a qué hora llega el
vuelo, y me traerás al aeropuerto para reunirnos. Tú consigues mil en efectivo
y no me llames por más.
—Bien.
Después de que colgué, me senté en mi escritorio por otro minuto,
tratando de recobrar la compostura. Esa mujer me hacía querer beber licor del
fuerte antes de almorzar. El minuto o los dos minutos extras ayudaron
ligeramente, aunque cualquier rabia que había logrado contener volvió a
burbujear hacia la superficie cuando regresé a la sala de conferencias y
encontré a Alan todavía hablando con Emerie. Ella estaba riéndose por algo
que él acababa de decir.
—¿Terminaste tan pronto? ¿No tienes más llamadas por atender? Emerie
y yo estábamos conociéndonos.
—Tal vez deberías haber pasado los últimos quince minutos
averiguando como tu cliente va a pagarte la factura cuando la deje sin nada
más que su licencia médica.
—Me alegra ver que tu llamada mejorara tu humor, Jagger.
Gruñí algo parecido a métetelo por el culo y fui a sentarme de nuevo.
—¿Drew? —dijo Emerie—. Antes de que vuelvas a trabajar, ¿puedo
hablar contigo?
Asentí y la seguí a su oficina. Ella cerró la puerta detrás de nosotros.
—Alan parece amable.
—Es un mujeriego. —De hecho no sabía si lo era; sólo se me salió.
Emerie sonrió.
—Puedo ver por qué. Es apuesto también.
Fruncí el ceño.
—¿Quieres acostarte con Alan?
—¿Eso te molestaría?
—¿Estás bromeando? Porque acabo de colgarle a mi ex esposa, y ya estoy
enojado sin que me digas que estás interesada en el primer chico que entró en
la oficina después de que saliste de mi cama esta mañana.
Emerie caminó hacia el escritorio e inclinó una cadera contra este.
—Mantén ese sentimiento. Lo daremos buen uso más tarde.
Estuve sobre ella en dos segundos. Mis dedos se presionaron contra su
cadera mientras la presionaba entre mi cuerpo y su escritorio.
—Lindo. ¿Quieres una follada con rabia? Estoy más que dispuesto a
darla ahora.
—Alan está esperándote.
—Alan puede escucharte gritar mi nombre mientras entierro mi polla
dentro de ti.
La urgencia me golpeó como una pared de ladrillos, y de repente mi boca
estaba aplastada sobre la suya. Me tragué el sonido de su jadeo mientras una
mano se deslizaba por su cadera y tocaba su pecho a través de su blusa.
Cuando sus manos se estiraron y agarraron mi trasero, mi otra mano fue a su
cuello para poder inclinarle la cabeza justo en el ángulo correcto para hacerla
abrirla más amplio para mí. Olía increíble, su piel se erizó bajo mis dedos, y
su cálida boca sabía tan bien.
Ambos estábamos jadeando cuando el beso se rompió. Emerie parecía
un poco atónita, y me sentía un poco drogado.
—¿Cuál es tu horario para esta tarde?
Pensó por un momento.
—La última cita es una sesión de video de tres a cuatro. ¿Tú?
—Ve a mi oficina a las 4:01. —Nuestro beso había embadurnado su
labial. Usé mi pulgar para limpiarlo de su rostro y luego froté su labio
inferior—. Colócate labial fresco antes de que vengas. Quiero follar esta boca
pintada de rojo brillante.
Emerie todavía parecía un poco sorprendida mientras enderezaba sus
ropas y luego las mías. Bajando la mirada, no había mucho que pudiera hacer
para esconder el bulto en mis pantalones. Con suerte mi oponente no miraría
cerca de mi pene cuando regresara. Aunque… pensándolo bien, ojala lo
hiciera.
Una vez que ambos nos acomodamos, le di a Emerie un rápido beso.
—4:01 —le recordé.
Ella tragó y asintió. Justo cuando mi mano alcanzó la puerta, Emerie
finalmente habló.
—¿Drew?
Me giré.
Apuntó el costado de su boca.
—Tienes un poco… de labial. Justo aquí.
Sonreí.
—Bien.

Drew: Vuelo 302 de American Airlines, aterriza a las 5:05 la noche del
viernes. El vuelo de regreso a las 6:15pm. Ve a la puerta y encuéntrame ahí.
Alexa: ¿Tienen algo un poco más tarde? El tráfico desde el aeropuerto
será terrible cuando vuelva a casa.
Como si me importara una mierda si se queda sentada en el tráfico.
Drew: No.
Asumí que recibiría alguna respuesta quejándose, pero en cambio su
nombre destelló en mi pantalla con una entrante.
A regañadientes, respondí:
—No cambiaré los vuelos.
La puerta de mi oficina estaba medio abierta, y mi atención rápidamente
fue hacia Emerie entrando y cerrando la puerta tras ella. Había perdido el
rastro del tiempo, así que mis ojos fueron a la esquina superior derecha de mi
computadora. 4:01.
Alexa estaba ocupada hablando sobre cómo había empezado a revisar el
horario de los vuelos para la próxima semana para su regreso, y los precios
eran muy altos. Pero no podía concentrarme. En cambio, observé a Emerie
echarle seguro a la puerta de mi oficina y caminar hacia mí. Tenía un brillo
travieso en sus ojos y comenzó a desabotonarse su blusa mientras caminaba.
Alcanzando mi silla, colocó su mano sobre la parte superior de la silla de
espaldar ancho y la giró para que la mirara. Casi dejé caer el teléfono cuando
se lamió los labios y lentamente se dejó caer de rodillas ante mí.
Santo Dios.
Emerie se puso a desabotonar mis pantalones, y no fue hasta que escuché
la voz de Alexa chillando a través del teléfono que recordé que todavía estaba
hablando.
—¿Estás ahí? —se quejó Alexa.
—¿Cuánto necesitas?
—Otros mil. —Si tan sólo supiera, que le habría dado unos cien mil sólo
para colgarle la llamada para poder meter mi pene en la boca de Emerie en
paz.
—Bien. Los llevaré. No me llames de nuevo. —Presioné finalizar, arrojé
mi teléfono sobre el escritorio, y bajé la mirada a la hermosa visión ante mí.
Emerie levantó la mirada bajo sus largas pestañas, y me di cuenta que sus
labios estaban pintados de un rojo brillante.
Diablos sí.
Bajó la cremallera de mis pantalones y me jaló para que me levantara
para poder bajarlos. Felizmente obedecí y la ayudé a quitar mi bóxer a la vez.
Mi polla tensa se liberó. Una de sus delicadas manos se envolvió alrededor de
mi eje, y dio un par de bombeadas hasta que una pequeña gota de líquido pre
seminal brillo en la punta.
Mis ojos estaban pegados a ella mientras se inclinaba y la lamía. Sus ojos
se cerraron mientras llevaba su lengua de nuevo a su pequeña y caliente boca
y lamió sus labios.
—Mierda —gruñí.
Me sonrió maliciosamente.
—¿Todavía enojado?
—Está disipándose rápidamente.
No estoy seguro de si en verdad se está tomando su tiempo, o si era mi
mente jodiéndome, pero abrió su boca ampliamente y todo pareció
desarrollarse en cámara lenta. Se inclinó hacia mi polla, su lengua se asomó,
y entonces sus labios gloriosamente pintados de rojo se envolvieron alrededor
de mi corona y se cerraron. Me succionó dentro, tomando toda mi longitud
en un profundo, largo y duro movimiento.
—Dios. Mierda, Em.
Era la cosa más extraña, pero en lugar de sentir alivio por tener su boca
sobre mí, sabiendo que liberación no tomaría mucho tiempo, de repente me
sentí tenso e inquieto. Estaba molesto de saber que era buena dando
mamadas, enojado de que debió haber aprendido con algún otro tipo.
Se retiró lentamente, succionando fuerte mientras sus labios se
deslizaron por mi longitud mientras la parte plana de su lengua se presionó
contra la vena palpitante. Entonces, después de salir casi del todo,
inmediatamente me tragó de nuevo. Con cada subida y bajada, sentí una
emoción diferente, vacilando entre la rabia de que fuera buena en esto y
agradeciéndole a Dios que lo fuera.
Alternó entre tomarme profundamente y bombearme en la base con su
resbaladiza y pequeña lengua girando alrededor de mi punta. Si hubiera
estado dentro de ella, el tiempo que me hubiera tomado terminar sería
vergonzoso. Incluso entonces, fueron menos de cinco minutos antes de que
estuviera conteniéndome y teniendo que advertirle que estaba a punto de
explotar.
—Em, voy a… —Mis palabras fueron medio gruñidas/medio dichas,
pero debió haber entendido—. Em… —Le di una última advertencia. Pero en
lugar de alejar su cabeza, y liberarme de su boca, ella me miró y sostuve su
mirada mientras me tomaba hasta el fondo de su garganta.
Jodidamente hermosa. Sus ojos azules mirándome, las pálidas mejillas
cremosas llenas de mi polla, y los labios rojos cerrados sobre cada centímetro.
Enredé mis dedos en su cabello y rogué con su nombre una vez más mientras
me liberaba en su garganta. Soltó un gemido mientras cerraba sus ojos y se
tragaba hasta la última gota de mi semen.
Sin poder hablar, bajé la mano y la levanté, sentándola en mi regazo para
poder enterrar mi rostro en su hombro. Después de que su respiración se
calmó, besé su cuello.
—Eso fue… increíble. Se siente raro querer decir gracias después de eso.
Pero mierda, gracias.
Se rio. El sonido me hizo sonreír como un idiota.
—De nada.
La sostuve sobre mi regazo por un largo rato. Cuando la sangre
finalmente volvió a mi cerebro, recordé que había hablado con Alexa.
—Quédate conmigo esta noche. Debo de volar a Atlanta mañana en la
tarde, así que me iré de la oficina temprano.
—¿Oh? ¿Cuánto tiempo te irás?
—Solo una noche. Es una larga historia. Pero voy a volar para ir por mi
hijo y regresaré con él una hora después. Alexa se quedará allá otra semana,
y no quiero que vuele solo.
—Eso es bueno. ¿Así que lo tendrás la semana sólo para ti?
Sin siquiera pensarlo, dije:
—Sí. Te va adorar. Es un verdadero donjuán.
Sonrió.
—Me encantaría quedarme esta noche, y no puedo esperar a conocer a
tu hijo.
Nunca antes le había presentado ninguna mujer a Beck. Pero por alguna
razón, quería que Beck conociera a Emerie. Tal vez la mejor mamada que
había tenido en mi vida no me dejaba pensar con claridad, pero tenía la
sensación de que se suponía que él la conociera.
Capítulo 29
Me desperté primero. Incluso aunque por lo general era la que dormía
hasta tarde, Drew era quién todavía estaba durmiendo a casi las siete y media
de la mañana. Estaba sobre su estómago, con la sábana enredada alrededor
de su cintura, dejando su trasero apretado a la vista. Sus dos brazos estaban
sobre su cabeza, metidos bajo su almohada mientras dormía pacíficamente,
mirando en mi dirección. Le había crecido un indicio de barba y su cabello
estaba despeinado; nos habíamos dormido hace unas horas; aun como si fuera
posible, se veía incluso más sexy de lo que se veía ayer.
¿Podría ser más sexy? Posiblemente, pero era más probable que estuviera
apreciando más, que me gustaba más. Era probablemente bueno que el hijo de
Drew fuera a estar con él por la próxima semana. No sería difícil apegarse
rápidamente, y la última cosa que necesitaba era saltar de un hombre que no
estaba interesado en mí a uno que no estaba interesado en una relación.
Mi teléfono vibró en la mesa de noche, así que me estiré para agarrarlo
antes de que despertara a Drew. Después de escribir mi contraseña, encontré
que un mensaje había llegado.
Baldwin: ¿Casablanca esta noche? Llevaré albóndigas marroquíes de
Marrak de la Cincuenta y Tres.
Suspiré. Esta era nuestra cosa. A los dos nos encantaba rentar películas y
convertirlas en un tema para la cena. En la universidad, habíamos tomado
turnos para elegir la película, y el otro debía de traer la comida que hiciera
juego. Había elegido Sweet Home Alabama, y él había traído pollo frito sureño.
Él había elegido Sueño de Fuga, y yo había llevado sándwiches de boloñesa.
Hace dos semanas habría saltado ante una noche de película con
Baldwin, pero ahora me sentía en conflicto por alguna razón. No era como si
Drew y yo estuviéramos en verdad saliendo, o si lo estuviéramos haciendo,
Baldwin no tenía interés en mí aparte de una amistad. ¿Entonces por qué se
sentía mal decir que sí? Tal vez porque estaba acostada desnuda en la cama
con un hombre, pensando en hacer planes con otro. Era probablemente por
eso que no se sentía bien. Presioné el botón en el costado de mi teléfono y
decidí que después pensaría mejor en la invitación de Baldwin antes de
responder.
Desde que mi vejiga estaba llamando, decidí ir al baño y luego hacer café
antes de irme. Necesitaba llegar a mi apartamento por ropa limpia y una
ducha rápida antes de mi reunión de las nueve abajo.
Cuando terminé, dejé una nota bajo una taza de café vacía en el
mostrador de la cocina y fui hacia el subterráneo.
Alrededor de la segunda parada, me di cuenta de que había dejado mi
teléfono en la mesa de noche de Drew. Al menos no tendría que ir muy lejos
para recogerlo cuando llegara al trabajo en un momento.

El teléfono de la oficina estaba timbrando cuando entré unos minutos


antes de que mi cita llegara. Me estiré sobre el escritorio de recepción y lo
agarré.
—Oficina de Drew Jagger. ¿Cómo puedo ayudarle?
—Necesito hablar con Drew. —Solo había escuchado la voz de Alexa una
vez, pero sabía que era ella. No muchos de sus clientes tenían acento sureño
y esa actitud.
Una dulzura exagerada emanó de mi tono.
—¿Puedo saber quién habla?
—No, no puedes.
Perra.
Miré sobre el escritorio de recepción hacia el teléfono y vi que la línea de
la oficina de Drew estaba en rojo. Estaba al teléfono.
Sonreí mientras volví a la línea.
—El señor Jagger no está disponible ahora. ¿Le gustaría dejar un
mensaje?
Resopló.
—Dile que llame a Alexa. —Luego colgó en mi oreja
Escuché a Drew hablando mientras pasaba su oficina, así que escribí el
mensaje en mi cuaderno de mensajes y arranque la pequeña hoja para dejarla
en su escritorio antes de que mi cita llegara. Pero cuando volví a su oficina,
estaba colgando el teléfono.
—Buenos días. —Sonreí mientras me acercaba—. Acabo de tomar un
mensaje para ti mientras estabas en la otra línea.
Drew se inclinó en su silla con una mirada impasible.
—Recibí un mensaje para ti también.
—¿Oh?
Deslizó mi teléfono por el borde de su escritorio.
—Pensé que podrías ser tú, llamando para ver si dejaste el teléfono en mi
casa, así que respondí.
Había sólo dos personas que me llamarían temprano en la mañana. Ya
que Drew estaba actuando extraño, supuse que no era mi madre.
—¿Quién era?
El musculo en la mandíbula de Drew se tensó.
—Baldwin. Quería saber si debería ordenar las albóndigas marroquíes
para esta noche.
Mierda. Esto se siente incluso más raro que esta mañana. Sentía la necesidad
de explicar.
—Escribió esta mañana y preguntó si quería rentar una película y cenar.
Me gusta emparejar la comida con el tema de la película. No había
respondido.
El rostro de Drew era ilegible.
—Bueno, está esperando tu respuesta.
Nos miramos el uno al otro, mi mente saltaba por todas partes, tratando
de descifrar que esperaba Drew que hiciera o dijera. Por suerte, la puerta
principal timbró. Bajé la mirada a mi reloj, aliviada de que mi cita de la
mañana llegara unos minutos antes.
Drew se levantó.
—¿Es para ti?
—Eso creo. Tengo una sesión a las nueve. Los dejaré entrar.
—Yo abriré. Tengo una llamada por conferencia, así que mi puerta estará
cerrada, pero no me gusta que la gente crea que estás sola aquí.
Me pasó mi teléfono mientras pasaba.
—No quieres dejar esperando al Profesor Pendejo.

Irónicamente, el problema con la pareja que acababa de salir de mi


oficina era que no decían lo que estaba de verdad en sus cabezas. No eran
abiertos con el otro. Lauren quería más sexo oral y estaba avergonzada de
pedirlo. Su prometido, Tim, quería que iniciara el sexo más seguido. Mientras
que Drew y yo todavía debíamos encontrar problemas en la cama, no tenía ni
idea de qué quería de mí. Aquí estaba yo, aconsejando a personas de que la
clave para cualquier tipo de relación exitosa es la comunicación, aun así estaba
escondiéndome de Drew en mi oficina para evitar terminar la conversación
que sabía que no estaba terminada.
Me senté en mi escritorio por otra media hora, sintiéndome frustrada y
molesta conmigo misma. Por no mencionar, Drew era el tipo de hombre que
decía exactamente lo que pensaba, así que, ¿por qué no estaba diciéndome
cómo se sentía porque cenara con Baldwin? ¿Y por qué estaba tan preocupada
por lo que Drew pensara si sólo estábamos follando?
Mientras más me sentaba en mi escritorio, más ansiosa me sentía.
Necesitaba una especie de aclaración de lo que estaba pasando entre ambos.
Si no la conseguía antes de que se fuera esta tarde, iba a arruinarse más. Así
que decidí tomar el consejo que estaba dando constantemente. Y era mejor
terminar con esto mientras todavía estaba molesta.
Parándome, respiré profundamente y caminé a la oficina de Drew.
Estaba al teléfono cuando entré.
Dándome un vistazo, dijo:
—Déjame pensarlo. Te llamaré la próxima semana, ¿bien, Frank?
Cuando colgó la llamada, se inclinó hacia atrás en su silla de la misma
forma que hizo esta mañana y asintió.
—Emerie.
—Drew.
Nos miramos.
Cuando no dijo nada, hice rodar mis ojos.
—¿Qué estamos haciendo?
—¿Ahora? Estás de pie en mi oficina luciendo un poco molesta.
Entrecerré los ojos.
—Sabes lo que quiero decir.
—No estoy seguro de que yo sí.
—¿Estamos… —Moví mi mano entre ambos—… simplemente
acostándonos?
—Pasamos la mayoría de los días juntos, compartimos la mayoría de
nuestras comidas juntos, y cuando se trata de dormir… no conseguimos
mucho de eso cuando estamos en la cama juntos.
Drew parecía divertido. Yo no lo estaba.
—¿Estamos… haciendo esas cosas de forma exclusiva?
Se levantó y rodeó su escritorio. El jugueteó en su voz de repente
desapareció de su tono.
—¿Me estás preguntando si está bien que te acuestes con alguien más?
—¡No! —¿Sí? ¿No? ¿Tal vez? no había nadie más con quien quisiera estar.
Extrañamente la idea de dormir con Baldwin ni siquiera era atractiva ahora.
Pero quería saber si sería raro si pasaba tiempo otro hombre.
—¿Entonces qué me estás preguntando?
—No… no lo sé.
El silencio cayó entre ambos. Podía ver los engranes girando detrás de
sus ojos mientras me miraba, su pulgar frotando su labio inferior. Después de
un minuto se apartó de su escritorio, y ese pulgar encontró su camino a mi
barbilla y la levantó.
Habló mirándome a los ojos.
—No estoy planeando acostarme con nadie más. Y espero que tú
tampoco. Pensé que lo habíamos dejado en claro ayer en la bañera.
Mi voz salió débil.
—Bien.
—¿Entiendo que esto es por el mensaje que te di antes?
Asentí.
—¿Quieres saber que pienso sobre que pases la noche a solas en tu
apartamento cenando y viendo una película con el tonto?
Asentí de nuevo.
—Bien. —Apartó la mirada pareciendo contemplar su respuesta por un
momento, y entonces dijo—: Me gustas. Me gusta la forma en que escuchas
los problemas de mierda de la gente todo el día y aun así creer que hay una
razón para resolver las cosas. Me gusta que estés dispuesta a cualquier cosa;
que te guste quedarte en casa y ver películas viejas, o ir a una piscina. Me
gusta la forma en que tus ojos se iluminan cuando hablas de tus padres. Y de
verdad me gusta la forma en que te sientes cuando estoy dentro de ti y la
forma en que gimes mi nombre cuando estás por venirte. Me gusta que me
hiciste café esta mañana antes de irte, e incluso me gusta que te preocupes por
lo que pienso de que cenes con el Profesor Mariquita.
Se detuvo.
—Creo que todo eso debería decirte que para mí, hay más aquí que sólo
follar. Dicho eso, te diré que odio la idea de que te acurruques en el sofá para
ver una película con el imbécil de quién has estado enamorada por tres años.
Pero no te pediré que no pases tiempo con él. Esa es una decisión que debes
tomar por tu cuenta, y lidiaré con lo que sea que elijas porque me doy cuenta
de que mis problemas de confianza vienen de un lugar que no tiene nada que
ver contigo.
Tragué. Eso era mucho para digerir de una sola vez. Y era mucho más de
lo que había esperado que él se comprometiera.
—Bien.
—¿Estamos bien? Porque tengo cuatro horas para hacer ocho horas de
trabajo antes de subirme a un avión para que mi perezosa y jodida ex pueda
quejarse del trafico al llevar a mi hijo al aeropuerto mientras vuelo
novecientos kilómetros para recogerlo y luego dar la vuelta y volar otros
novecientos kilómetros de regreso a casa. Y necesito al menos media hora de
esas cuatro horas libre para poder follarte doblada sobre tu escritorio. Porque
puede que me hayas hecho café esta mañana, pero no te quedaste lo suficiente
para que me viniera dentro de ti, y planeo remediar eso antes de irme al
aeropuerto.
Mi cabeza podría haber estado girando, pero sabía algo con certeza. No
había nada que quisiera más que Drew terminara su trabajo y cumpliera sus
planes.
Me paré sobre las puntas de mis pies y besé sus labios.
—Ve. ¿Qué estás esperando aquí? tienes trabajo que terminar.
Capítulo 30
—Mira lo largas que son sus piernas.
A la mierda la biología; este chico definitivamente era mi hijo. Beck
estaba mirando a la azafata con las piernas más largas que había visto alguna
vez. Ella se estiró para meter un equipaje en el compartimento superior sobre
el asiento frente a nosotros y atrapé a Beck inclinándose hacia el pasillo y
mirando.
—¿Cuál es un tu nombre? —Le sonrió a él.
—Beckett Archer Jagger.
Había dicho muy orgulloso, no tuve el corazón para decirle que no era
normal recitar el primero, el segundo nombre y el apellido a los extraños. La
azafata cerró la puerta superior y se arrodilló a su lado.
—Bueno, hola, Beckett Archer Jagger. Soy Danielle Marie Warren, y eres
adorable. ¿Qué edad tienes, cariño?
—Tengo seis años y tres cuartos.
—Seis y tres cuartos, ¿eh? Bueno, yo tengo treinta y uno y medio. —Me
guiñó un ojo y continuó hablando con Beck—. Sólo que por lo general
redondeo de treinta y uno y medio a veintisiete. ¿Puedo ofrecerte de tomar,
Beckett Archer Jagger de seis años y tres cuartos de edad? ¿Tal vez un jugo?
Asintió. Y luego añadió:
—Tienes las piernas como una jirafa.
—Beck —lo regañé.
La azafata se rio.
—Está bien. Me han dicho eso antes. Cuando tenía tu edad, los niños
solían burlarse de mí por tener piernas largas. —Apunté al nombre en su
placa, la cual decía Danny—. Mi nombre es Danielle, pero todos me llaman
Danny para acortar. Y cuando estaba en la secundaria, los chicos solían
llamarme Danny piernas largas. Ya sabes… —Movió sus dedos—… ¿cómo
las arañas de piernas largas? Las arañas patonas11.
Beckett se rio.
—Mi mamá tiene un apodo para mi papá.
—¿Sí? Apuesto a que es mejor que araña patona.
Interrumpí.
—No estoy seguro de que queramos repetir ninguno de los apodos que
mami usa para papi estos días. —Miré a la azafata y expliqué—. Divorciado.
Ella sonrió y guiñó un ojo.
—Bueno, ¿qué tal si te traigo un jugo antes de despegar? ¿Y algo especial
para papi también?
Unos minutos después, volvió cargando un jugo de manzana en un vaso
de plástico con una tapa y una pajilla y un vaso con dos medidas de un líquido
con hielo.
Pasándonos las cosas, dijo:
—Vamos a estar un poco retrasados esperando que un mal clima pase.
Espero que no tengan planes para esta noche. —Miró a Beck y bromeó—. ¿No
tienes una cita o algo, verdad?
Él arrugó su nariz como si acabara de decirle que tenía que comerse todo
su brócoli y remolacha. Mantengámoslo de esa forma por un largo tiempo, hijo. Yo
ni siquiera he podido descifrar a las mujeres todavía. Estoy lejos de estar listo para
darte algún consejo.
Aunque ni Beckett ni yo teníamos planes para esta noche, el comentario
de Danny piernas largas me tenía preguntándome que planes había
decidido Emerie para la noche. Después de nuestra conversación esta mañana,

11 Daddy Long Legs: en original nombre con el que se conoce a las arañas patonas.
no había mencionado nada más. Debió haber sido porque la única
conversación para la que tuvimos tiempo esta tarde fue yo susurrándole al
oído mientras estaba inclinada sobre su escritorio con su falda alzada veinte
minutos antes de que tuviera que irme. Córrete en mi polla fue muchísimo
mejor que cualquier otra discusión más sobre el Profesor Pendejo.
Pero ahora estaba carcomiéndome. ¿Estaba sentada en casa al lado de ese
imbécil por el que había estado suspirando por más de tres años? El imbécil
podría actuar más refinado que yo, pero cuando al final, ambos éramos
hombres, y Emerie era una mujer hermosa. Había visto la forma en que había
actuado cuando sospechó que podría haber algo entre nosotros. Se puso
territorial; no celoso. Lo que me dijo demasiado sobre cómo pensaba. La gente
se pone celosa cuando quieren algo que alguien más tiene. Son territoriales
cuando están protegiendo algo que ya tienen. Ese hijo de puta supo todo el
tiempo que la tenía.
Mi instinto me dijo que estaba evitando involucrarse con Emerie porque
quería divertirse; abrirse paso follando en la facultad a sus estudiantes, evitar
cualquier relación real. ¿Y cómo, exactamente, sabía esto sobre el tipo cuando
sólo lo había conocido un par de veces? Porque conocía la cara de ese tipo de
hombres. Lo había mirado en el espejo cada día por los últimos dos años
desde mi maldito divorcio.
Beck había sacado su cuaderno de dibujo y estaba dibujando una jirafa.
Me reí, pensando que tan seguido garabateo mientras hablo por teléfono. La
crianza ganaba sobre la naturaleza. Podía verme fácilmente dibujando esa
jirafa ahora mismo si ese lápiz hubiera estado en mi mano. Aunque mi jirafa
probablemente hubiera tenido tetas, porque desde que llegué a los diez años,
todos mis dibujos básicamente incorporaban tetas de alguna forma.
Mientras que durante toda mi niñez todo me había recordado a las tetas,
la última semana todo me recordaba a Emerie. Un aviso para un brillante lápiz
de labios en el aeropuerto. Los brillantes labios rojos de Emerie alrededor de mi
polla. La azafata mencionando que nuestros planes podrían arruinarse debido
al retraso por el clima. Los planes de Emerie; ¿estaba Acurrucada en el sofá con el
pendejo? Mi hijo dibujando una jirafa. Si dibujara una jirafa, tendría tetas. Las
tetas de Emerie son increíbles. Todos los caminos de mi mente conducen a un
solo destino últimamente.
Me tomé la mitad de la bebida en un sorbo y saqué el teléfono de mi
bolsillo.
Drew: ¿Qué terminaste haciendo esta noche?
Entonces esperé por el zumbido que me dijera que Emerie respondió. Y
esperé.

Estaba convirtiéndome en un marica. Esta era la tercera vez que revisaba


mi celular esta mañana. Nada. Doce horas habían pasado.
Después de hacer panqueques con chispas de chocolate que eran más
chocolate que panqueques, le había preguntado a Beck qué quería hacer. Su
respuesta fue siempre la misma: patinar en hielo. El chico estaba obsesionado
con el hockey. Así que envolví al pequeño monstruo en tres capas, até los
cordones de nuestros patines juntos, y colgué cada par sobre cada hombro
antes de irnos.
Llegamos al vestíbulo, y le dije a Beck que necesitaba hacer una parada
rápida en mi oficina. Al no haber escuchado de Emerie, estaba empezando a
preguntarme si tal vez debería preocuparme en lugar de enojarme por lo que
podría haber estado haciendo.
Dentro de mi oficina, una débil música sonaba. Era una especie de
música instrumental, y mi corazón se aceleró al saber que Emerie estaba al
fondo del pasillo. No estaba seguro de si era emoción o rabia, pero escuché la
sangre silbando a través de mis orejas mientras llegaba a su oficina.
La puerta estaba medio abierta, pero pareció no escucharme entrar, así
que toqué, sin querer asustarla. Considerando que saltó de su silla, diría que
no tuve éxito.
El instinto me hizo levantar las manos en rendición hacia ella. De nuevo.
—Sólo soy yo.
—Casi me das un puto infarto del susto.
Con eso, Beck, quien había estado de pie detrás de mí, asomó su cabeza
detrás de mis piernas.
Emerie se cubrió la boca.
—Oh Dios mío. Lo siento. Mi lenguaje.
Beck respondió por mí.
—Mi papá dice cosas peores.
Sonreí y revolví su cabello, pero necesitaba recordar tener una
conversación con él después sobre contar mis secretos.
Emerie, se levantó de su silla, se acercó y se inclinó, ofreciendo su mano.
—Tú debes ser Beck.
—Beckett Archer Jagger.
Los labios de Emerie temblaron, y me miró. Yo me encogí de hombros.
—Bueno, es un gusto conocerte, Beckett Archer Jagger. Soy Emerie Rose.
—¿Rose es un segundo nombre o el apellido?
Emerie sonrió y se rio. Era la misma pregunta que le había hecho cuando
nos conocimos.
—Es mi apellido. No tengo segundo nombre.
Beckett pareció pensarlo por un minuto, así que intervine.
—No quise asustarte. Beck y yo vamos a patinar en hielo. Sólo estaba
preocupado cuando no respondiste mi mensaje anoche. —Fijé los ojos en
Emerie.
Ella se dio vuelta y fue a su escritorio, levantando su teléfono roto y
moviéndolo entre su pulgar e índice.
—Lo dejé caer anoche. Acabo de comprar uno nuevo, y estoy tratando
de descubrir si hay una forma de restaurar mis contactos desde la nube. No
me sé el número de nadie.
Dejé escapar un suspiro. No estaba rechazándome. Eso de verdad había
estado carcomiéndome. Probablemente mucho más de lo que debería haber
hecho.
Normalmente, si estaba interesado en una mujer y ella no
respondía… siguiente. Hay bastantes peces en el mar. Simplemente con
Emerie, no sólo me había puesto ansioso de que no hubiera contestado, sino
que la idea de buscar en mi agenda otro número no me atraía para nada.
—¿Quieres ayuda con eso? Rompo mi teléfono cada mes.
Ella miró los patines sobre mi hombro.
—No quiero retrasarlos chicos cuando van de camino a divertirse.
—A Beck no le importa. ¿Verdad, amigo?
Mi hijo era tan tranquilo. Se encogió de hombros.
—Nop. ¿Puedo dibujar en tu escritorio, papá?
—Claro. El cajón inferior derecho.
Beck salió corriendo. Amaba sentarse en mi gran escritorio y dibujar.
Podía hacerlo por horas.
Caminé al otro lado del escritorio de Emerie.
—Es adorable —dijo.
—Gracias. Es un buen niño. —Saqué su silla—. Siéntate. Te mostraré
como cargar tu nuevo teléfono.
Por supuesto, podría haberme sentado y hacerlo por ella en dos
segundos, pero prefería inclinarme sobre su hombro y tenerla atrapada entre
el escritorio y mi cuerpo. Intencionalmente hablé en voz baja y dejé que mi
aliento cosquilleara en mi cuello.
—Das clic en esta carpeta. —Puse mi mano sobre la suya en el ratón y di
clic—. Luego este. Y luego despliegas el menú aquí y presionar restaurar.
Mirando su piel erizarse, incliné mi cabeza más cerca de su oído.
—¿Tienes frío?
—No. Estoy bien.
Sonreí para mí mismo mientras daba clic en un par de pantallas más.
Luego su nuevo teléfono, el cual ya estaba conectado en su portátil, se
encendió y comenzó a restaurarse desde la nube.
—Vaya. He intentado descifrar eso durante una hora.
—¿Cómo lo rompiste de todos modos?
—Si te digo, debes prometerme que no te reirás.
—¿Pero todavía puedo burlarme de ti?
—No. No puedes hacer eso tampoco.
Me levanté.
—¿Entonces cuál es la diversión en escuchar la historia?
Emerie se rio.
—¿Cómo estuvo tu viaje en Atlanta, idiota?
—El vuelo se retrasó unas horas por el clima. Pero estuvo bien. Al menos
Alexa no me la puso difícil.
Emerie me acababa de dar la entrada perfecta. Odiaba que necesitara
saberlo, pero al diablo, lo necesitaba. Intenté al menos sonar casual.
—¿Cómo estuvo tu cena anoche?
El ceño de Emerie se frunció; entonces se dio cuenta lo que estaba
preguntando.
—Oh. Sólo ordené comida china para mi sola.
—¿No hubo cena con Pendejo?
Mordió su labio inferior y negó. Di un paso más cerca.
—¿Por qué no?
—Simplemente… no se sentía como lo correcto.
Habíamos acordado que seríamos sexualmente exclusivos, y
básicamente le había dicho que creía que teníamos más que sólo una gran
química, pero no podía decirle que no podía cenar con un amigo. No me
malinterpreten, eso es exactamente lo que quería decirle; aunque la idea
incluso me asustó, supuse que debería mantener esa mierda para mí mismo.
En lugar de revelar mi cobarde interior, la llevé hasta la puerta. Mis ojos
nunca dejaron los suyos mientras gritaba a mi hijo.
—¿Todo bien, Beck?
—¡Sí! —respondió.
—Bien. Sólo tardará unos minutos, amigo.
Entonces en silencio cerré la puerta.
—Ven aquí.
—¿Qué estás haciendo?
—Ven aquí.
Emerie hizo lo que le pedí, parándose a mí alcance.
—¿Qué?
—Pensé en ti durante todo el vuelo a casa.
Tragó.
—¿Sí?
—Y en la ducha esta mañana. Tuve que abrir el agua fría para poner a mi
polla bajo control porque cada vez que cerraba mis ojos, veía tu culo doblado
sobre mi escritorio.
Sus ojos se abrieron.
—Tu hijo está justo en la oficina de al lado.
—Lo sé. Es por eso que no estás doblada sobre ese escritorio ahora, y voy
a conformarme con una pequeña probada.
Ella se lamió los labios, y decidiendo que Beck podría venir a buscarme
en cualquier segundo, dejé de desperdiciar tiempo. Acuné la parte de atrás de
su cuello y la usé para acercarla más mientras tomaba su boca en un rudo
beso. Mi otro brazo se enganchó alrededor de su cintura, y ella gimió mientras
tiraba de su cuerpo a ras contra el mío. Olía tan jodidamente bien. Una dulce
fragancia mezclada con su propia esencia femenina y naturalmente sexy era
embriagadora. Se necesitó cada parte de autocontrol que tenía para no darle
vuelta y empujarla contra la pared. Cuando agarré una parte de su culo y ella
gimió en mi boca, casi perdí el control.
Mi pene palpitaba en el momento que liberé su boca. Estaba a punto de
ir por más, cuando escuché a mi hijo llamar.
—Mierda —gruñí, inclinando mi frente contra la de Emerie—. Voy a
tener que ocultar mi erección para que no haga preguntas que no estoy listo
parar responder.
Por suerte, estaba usando pantalones oscuros y fui capaz de ajustarme a
mí mismo antes de siquiera ir con Beck.
—¿Qué pasa, amigo?
—¿Podemos ir por chocolate caliente antes de ir a patinar?
—Acabaste de comer panqueques de chocolate al desayuno. ¿No crees
que es suficiente chocolate para la mañana?
Mi hijo era listo.
—Pero hará frío afuera, y me mantendrá caliente por dentro.
Emerie vino a mi lado. Sonrió.
—Tiene un buen punto.
—¿Vas a venir a patinar con nosotros? —preguntó Beck.
—No creo que sea buena idea. No sé cómo patinar sobre hielo.
—Mi papá puede enseñarte. Es bueno en todo.
Bien, niño.
Emerie me miró buscando ayuda.
Me encogí de hombros.
—El niño tiene un punto. Soy bueno en todo.
Ella puso los ojos en blanco, luego le dijo a Beck:
—Tú y tu papá no necesitan que los retrase.
—Nunca hemos ido a patinar con nadie. Puedo mostrarte mis
movimientos.
Emerie se giró hacia mí con una ceja levantada.
—Tiene movimientos, ¿eh? justo como su padre.
Bajé la voz.
Capítulo 31
—No creo que esté roto. —El médico de la sala de emergencias tenía mi
tobillo hinchado en la mano. Ya se estaba poniendo azul—. Pero vamos a
tomar una radiografía para estar seguros.
—Gracias.
—La enfermera llegará en unos minutos para obtener información y
luego llamará al técnico de rayos X.
—Está bien. —Me volteé hacia Drew—. Esto es tú culpa.
—¿Mi culpa?
—Sí. Me estabas haciendo ir demasiado rápido.
—¿Demasiado rápido? Una abuela empujando un cubo sobre el hielo
nos pasó. No deberías haberme soltado la mano.
—Me asusté.
Patinamos sobre el hielo por más de dos horas, y ni siquiera pude
aprender. Debido a que estaba tan inestable, mis tobillos estaban
constantemente temblado hacia adelante y atrás, lo que causó que mi patín se
aflojara. La última vez que caí, el tobillo no tenía soporte, y la maldita cosa se
dobló. Me dolía, pero no había pensado que estaba roto.
Drew, sin embargo, echó un vistazo a la hinchazón y decidió que
necesitábamos visitar la sala de emergencias. No podía convencerlo de lo
contrario. Su amigo, Roman, se había encontrado con nosotros frente al
hospital y había llevado a Beck a su casa para que Drew pudiera quedarse
conmigo.
La enfermera llegó con un portapapeles.
—Tengo que hacerle algunas preguntas. Su marido puede quedarse si
quiere, pero tendrá que salir cuando el técnico venga a hacer la radiografía.
—Él no es... —Hice un gesto entre Drew y yo—. No estamos casados.
La enfermera sonrió. No a mí, sino a Drew. También batió sus pestañas.
¿De verdad?
—Bueno, entonces tendré que pedirle que salga —le dijo—. Iré a buscarlo
después de terminar de preguntarle a su...
Esperó a que Drew llenara el silencio.
—Novia.
—Oh. Sí. Vendré a buscarlo cuando termine con su novia.
¿Lo estaba imaginando o ella había intentado averiguar si estábamos
juntos? Drew me besó en la frente y me dijo que volvería. Tan pronto se fue,
la enfermera empezó a hacer preguntas médicas. Sólo entonces, me di cuenta
que Drew acababa de llamarme su novia.

—Puedo caminar.
Drew me levantó por décima vez. Me había llevado en brazos de la pista
al taxi, del taxi al hospital, del hospital al taxi, y desde el taxi hasta el
apartamento donde procedió a sentarme en el sofá con el pie elevado. Justo
como el doctor había instruido.
Ahora, acababa de recibir la comida y me estaba llevando a la mesa.
—El doctor dijo que no pusieras peso en eso.
—Está bien. Es sólo un esguince. La bota me impedirá poner demasiado
peso en él de todos modos.
Beck apartó la silla mientras su padre se acercaba conmigo en sus
brazos. Roman, quien había estado sacando contenedores de comida fuera de
la caja del domicilio, nos miraba divertidos. Hoy era la primera vez que lo
veía, y probablemente pensó que era la reina del drama.
—Estoy tan avergonzada. Juro que normalmente no soy tan torpe.
Roman siguió contemplando la escena, observando cómo Drew me
sentaba y continuó colocando comida en el plato frente a mí. Tenía la
sensación que Roman no era un hombre que pasaba por alto muchas cosas.
—Estás bien. Florence Nightingale12 no debería haberte dejado caer.
Drew gruñó.
—No la dejé caer. Me soltó la mano.
Le guiñé a Roman, haciéndole saber que estábamos en la misma página,
y luego me quedé boquiabierta.
—Me dejó caer.
—Tonterías. —Drew se congeló con una bandeja de ziti13 en su mano. Ya
había colocado demasiado en mi plato. Me miró y luego a Roman—. No la
dejé caer, pero te voy a dejar caer a ti si sigues con esta mierda.
—Cuida tu lenguaje —dije.
Roman simplemente rió.
La cena estuvo lejos de ser pacífica. Primero Drew y yo no estuvimos de
acuerdo con política, y luego Roman, Drew y Beck tuvieron una acalorada
discusión sobre quién iba a llegar a las eliminatorias en hockey esta
temporada. Fue ruidoso, y ocasionalmente hablábamos uno encima del otro,
pero no podía recordar la última vez que había disfrutado tanto una comida.
Después de que terminamos, Drew insistió que no podía ayudar en la
limpieza y me llevó de vuelta al salón. Roman, a quien Drew había dado
instrucciones de ayudar a limpiar, abrió una cerveza y se unió a mí en su
lugar.
—¿Quieres una cerveza?
—No, gracias. —Me deslicé en el sofá y coloqué las manos sobre mi
estómago—. Estoy demasiado llena de los diez kilos de pasta y pollo
parmigiana que Drew sirvió en mi plato.

12Florence Nightingale: Pionera de la enfermería.


13Ziti: tipo de pasta italiana de grano duro, de forma cilíndrica (parecidos a los macarrones) y con la
superficie lisa (no estriada, como la de los rigatoni o tortiglioni). Se trata de una pasta muy empleada
en los platos de Italia del sur.
Roman dio un trago a cerveza, observándome por encima.
—¿Ustedes pelean mucho?
Sonreí.
—En realidad, sí.
—Es lo que cuenta.
La confusión debió de ser evidente en mi rostro, porque Roman puso su
botella sobre su rodilla y continuó:
—Nos conocimos en sexto grado. Le robé a su novia...
Lo interrumpí.
—Por la forma que Drew cuenta la historia, él robó tu novia antes que te
contagiaras de varicela.
—¿Te contó sobre eso?
Asentí.
—Sí. Fue una historia extrañamente dulce. Lo cuenta con reverencia.
—De todos modos, los dos hemos estado peleando desde el sexto
grado. Pero, también es mi mejor amigo. Él y su padre eran lo más cercano
que cualquier padre e hijo que hubiera conocido. Peleaban diariamente. No
es una coincidencia que él también discuta como medio de vida. —Roman
tomó un sorbo de su cerveza y pareció meditar sus siguientes palabras—.
¿Quieres saber cómo sabía que no iba a salir bien con Alexa?
—¿Cómo?
—Nunca discutían. No hasta el final cuando comenzó a mostrar sus
verdaderos colores como la perra egoísta que siempre fue. Y esa es un tipo de
pelea diferente a la que Drew tiene cuando ama a alguien.
—No estamos…
Roman se recostó en el sofá con una sonrisa simplona.
—Lo sé. Puedo ver que ninguno de los dos se ha dado cuenta
todavía. Háblame en un mes o dos.
—Hay una construcción nocturna en la 49ª, deberías tratar por la 51ª.
—Jesucristo, eres un dolor en el culo —murmuró Drew mientras hacía
un brusco giro a la izquierda.
Habíamos discutido durante media hora sobre mi regreso a casa. Quería
que me quedara en su casa para poder ayudarme a moverme. Pero con su hijo
allí, no era lo correcto. Finalmente cedió, pero esperamos hasta que Beck se
fuera a dormir. Entonces, Roman se había quedado para que Drew pudiera
llevarme a casa.
Cuando llegamos a mi edificio, hice un intento medio inútil de discutir
para que no me cargara, luego me rendí. Envolviendo mis brazos alrededor
de su cuello, me incliné para disfrutarlo.
—Podrías pensar en dejar las hamburguesas —se burló Drew.
—Cuidado. Chistes de gordura y voy a dejar toda la carne.
—Estás llena de mierda. Te gusta mucho mi carne.
—Estás lleno de ti mismo.
—Tal vez. Pero tú también vas a estar llena de mí en unos cinco minutos.
La puerta del ascensor se abrió.
—No tenemos tiempo para eso. Necesitas regresar para que Roman
pueda volver a casa.
—Qué se joda Roman. —Una de las manos que me acunaban se deslizó
hasta mi culo y apretó fuerte—. He tenido tu culo en mis manos todo el
día. Vamos a desnudarnos.
—¿Y si no te invito a entrar?
—Buen punto. Quizás debería follarte aquí mismo en el ascensor. —
Señaló con su mentón una pequeña cámara en la esquina—. Alguien podría
estar observando. Démosle un buen espectáculo.
Había estado inclinando mi cabeza contra el pecho de Drew, así que, la
incliné hacia atrás para mirarlo. Sus ojos estaban llenos de calor. Si no
llegábamos a la privacidad de mi apartamento, había una posibilidad que
alguien realmente pudiera tener un espectáculo. Pero ¿por qué aún no nos
movíamos?
—¿Has presionado el botón de mi piso?
—Mierda. —Drew se rió y se inclinó hacia adelante para presionar el
botón en el panel del ascensor. Justo antes que las puertas se cerraran, un
brazo lo impidió.
Por supuesto, tenía que ser Baldwin.
Me miró en los brazos de Drew y luego vio que la bota amarrada en mi
pierna.
—¿Emerie? ¿Qué pasó?
Sentí que el agarre a mí alrededor se apretaba.
—Me caí patinando sobre hielo. Es sólo un esguince.
Baldwin miró a Drew.
¿Qué demonios? ¿Necesita que lo confirme?
—Ha sido examinada. No está roto —dijo Drew cortante. Tenía la
mandíbula tan apretada que podía ver su músculo flexionado.
La puerta del ascensor se cerró y el interior se volvió mucho más
incómodo. Se sentía... sofocante. Los dos hombres se pararon uno al lado del
otro. De repente, deseé haber discutido más respecto a que me
cargara. Cuando llegamos al tercer piso, estaba segura de que no había mucho
oxígeno en el silencioso elevador. Baldwin extendió el brazo para dejarnos
salir primero.
Intenté encontrar mis llaves en mi bolso, pero era difícil en mi posición
actual. Cuando Drew se detuvo frente a mi puerta, le dije:
—¿Te importaría bajarme para encontrar mis llaves?
Me bajó suavemente, manteniendo su brazo alrededor de mí para
reducir el peso en mi pie.
Baldwin se detuvo en mi puerta.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar?
Abrí la boca para responder, pero Drew me ganó.
—Me ocuparé de lo que ella necesite.
Baldwin prácticamente no le hizo caso.
—Puedo dejarte en la oficina por la mañana y recogerte.
—Tengo auto —murmuró Drew, mientras tomaba las llaves de mi mano
y abría la puerta.
—No es necesario que salgas de tu rutina. Salimos del mismo lugar, y
puedo arreglar mi viaje para dejarte de camino a la universidad.
Ignoré la mirada fulminante y volví hacia Baldwin.
—Eso sería genial. Gracias. O puedo tomar un taxi. No quiero que Drew
tenga que venir hasta aquí por la mañana, especialmente trayendo a su hijo
con él.
—Entonces está arreglado. Envíame un mensaje por la mañana si
necesitas ayuda para prepararte o algo parecido.
—Gracias.
Baldwin asintió hacia Drew, y luego, finalmente, se fue a su
apartamento. El encuentro entero probablemente duró la suma total de tres
minutos, pero parecieron horas.
En el interior, encendí las luces y me quité el abrigo. Drew estaba callado,
y sentí venir un comentario. Después de un minuto, empecé a relajarme y
pensar que tal vez todo estaba en mi cabeza, que había mal juzgado la
situación y sólo yo me había sentido incomoda.
Estaba equivocada.
—Ese tipo es un idiota.
—¿Qué hizo?
Drew debió haber tomado mi pregunta como defensa de Baldwin. Todo
su comportamiento cambió.
—¿Quieres follarlo?
—¿Qué? ¡No! ¿De dónde diablos ha salido eso?
Se pasó una mano por el cabello.
—Me tengo que ir. No quiero que Beck se despierte y no esté allí todavía.
Aunque pude entender eso, hace cinco minutos no había planeado
regresar de inmediato. Drew pasó de desesperado por estar conmigo a
desesperado por alejarse de mí, en menos de cinco minutos.
—¿Qué acaba de pasar aquí?
—¿Quieres que te quite la bota o haga algo antes de irme?
Frustrada, le dije:
—No. Sólo vete.
Apoyé la cabeza contra la puerta después de cerrarla detrás de él. Mi
mente estaba girando, pero la misma pregunta siguió dando vueltas:
¿Quiero acostarme con Baldwin?
Capítulo 32
A la mañana siguiente, debatí ir al apartamento de Emerie media docena
de veces antes de decidir que solo lo empeoraría si aparecía. No quería que
pensara que mi disculpa era una excusa porque no quería que el idiota la
llevara a trabajar. Por supuesto, no quería que el Pendejo la llevara al
trabajo. Pero, alrededor de las dos de la mañana, después de tumbarme sobre
mi almohada, finalmente recobré mis sentidos.
Haber actuado como un imbécil no tenía nada que ver con Emerie. Entre
una ex-esposa infiel y mi dosis diaria de clientes que habían sido engañados
o habían engañado a su cónyuge, no era exactamente la persona más confiada.
Aún no creía que estuviera equivocado con Baldwin, el tipo era un idiota, y
mi instinto me decía que algo finalmente caería en su lugar una vez que se
diera cuenta de que Emerie ya no estaba esperando en el banquillo por él. Pero
eso tampoco era por su culpa.
Casi eran las diez cuando ella finalmente apareció en la oficina. Beck sólo
tenía medio día de clase, así que esperaba que no tuviera una cita matutina
que atender. Había estado demasiado alerta esperando que ella entrara, por
lo que apenas había entrado cuando fui a la zona de recepción.
Y el idiota estaba con ella. Su brazo alrededor de su cintura, estaba
tratando de ayudarla a caminar. Pude ver en su rostro que todo el asunto la
hacía sentir incómoda.
—Buen día.
—Buenos días. —Emerie forzó una sonrisa dubitativa—. Le dije a
Baldwin que no necesitaba ayudarme a entrar. Pero insistió.
Me las arreglé para responder con un toque de sinceridad.
—Necesitas ayuda. El doctor dijo que no tenías que poner peso en ese
tobillo.
Probando mi determinación, retrocedí y lo dejé llevarla hasta el final de
su oficina mientras regresaba a la mía. Estaría mintiendo si dijera que no
escuché a escondidas. Él preguntó a qué hora debía recogerla, y Emerie dijo
que tenía planes después del trabajo y que la llevarían.
Una vez que el Pendejo desapareció, respiré hondo y entré en su
despacho. Estaba acomodando su computadora portátil en la base de
conexión.
—¿Tienes un paciente ahora?
—Nop. —No levantó la mirada.
—Entonces, ¿podemos hablar?
Me miró.
—Oh. ¿Estás de humor para hablar ahora?
Merecía eso.
—Tal vez debería empezar con una disculpa de inmediato.
Su expresión se suavizó, pero cruzó los brazos sobre su pecho, tratando
de parecer más dura.
—Eso sería bueno.
—Lo siento por la forma en que actué anoche.
—¿Quieres decir por acusarme de acostarme con otro hombre después
de que ya habíamos acordado que íbamos a dormir juntos exclusivamente?
—Sí. Eso.
Emerie suspiró.
—No soy ese tipo de persona, Drew. Incluso si quisiera acostarme con
alguien más, no lo haría mientras estuviera comprometida con alguien.
Sin querer, acababa de golpear mi punto ciego de dolor. Había pasado la
mitad de la noche y la mañana asimilando el hecho de que tenía problemas
de confianza; lo que me hacía fácil culpar a otras personas. Era culpa de
Alexa. Mi trabajo ha matado mi fe en la raza humana. Pero cuando se trataba de
ella, me gustaba esta mujer, tal vez más de lo que debería después de tan poco
tiempo, y eso me asustaba como la mierda. Había pasado los últimos años de
su vida esperando a que otro chico la notara, y no estaba seguro de qué pasaría
cuando finalmente él lo hiciera.
Claro, estaba celoso. Pero también asustado. Y definitivamente no me
gustaba sentirme así.
Me acerqué a ella, no tanto por sentir que tenía que estar cerca para decir
lo que tenía que decir, sino porque odiaba estar al otro lado de la habitación
cuando podía estar cerca de ella.
Hoy estaba especialmente frío, y sus mejillas estaban rosadas, igualando
la punta de su nariz. Acuné su rostro frío en mis manos y me incliné y posé
un suave beso en sus labios.
Luego me aparté para estar a la altura de sus ojos.
—Lo siento por ser un idiota celoso. Había planeado decirte por qué no
era mi culpa que estuviera celoso, que mi historia y mi trabajo me hicieron así,
y tal vez sea eso en parte. Pero no lo es todo. Para ser honesto, no noté la
verdad hasta hace unos minutos.
—¿Y cuál es?
—Necesito saber cuáles son tus intenciones con ese tipo. Lo seguiste
mitad de camino por todo el país hace unos meses. Sé que tuviste fuertes
sentimientos por él. Y si dices que hablarías conmigo si no quisieras continuar
con esto exclusivo, te creo. Pero, lo que necesito saber es que si él te dijera hoy
que tiene sentimientos por ti, ¿me dirías que ya no quieres continuar con esto?
Emerie se tensó, un destello de algo parpadeando en su rostro antes de
que nuestros ojos se encontraran.
—¿Por qué no te sientas?
Capítulo 33
Practica lo que predicas.
Era una orden difícil cuando Drew Jagger te miraba, esperando una
respuesta. Quería saber qué pasaría si el hombre por el que había estado loca
durante los últimos años, el hombre por el que me había mudado a Nueva
York para que me diera una oportunidad, de repente decidiera querer estar
conmigo. Era una pregunta que me había estado haciendo desde que los dos
hombres me dejaron sola con mis pensamientos anoche.
Se lo debía a Drew, para ser honesta. Diablos, me lo debía a mí misma.
—He tenido sentimientos por Baldwin durante tanto tiempo que no
recuerdo cómo se siente no tenerlos.
Drew se apoyó en el borde de mi escritorio, con las piernas extendidas
en una postura tan intrínsecamente masculina y dominante, algo tan simple,
pero me recordó que lo que iba a decir era cierto.
—Pero lo que he sentido por Baldwin es muy diferente de lo que está
pasando entre nosotros.
Los ojos de Drew brillaron, y tuve que apretar mis muslos para evitar
que me excitara cuando él se enfureciera. No había duda que hacernos
enfadar era alguna especie de juego previo, pero no era el momento para eso.
—Baldwin es inteligente y cortés. Compartimos una pasión por la
psicología y la sociología. No usa lenguaje sucio, me lleva a lujosos
restaurantes, y nunca me ha levantado la voz.
Drew estaba pensando.
—Más vale esté por venir un jodido pero pronto.
Mi labio tembló. Necesitaba pasar por la parte difícil antes de darle su
pero.
—Lo hay. Pero quiero ser completamente honesta.
La mirada en sus ojos me dijo que llegara al punto. Asintió para que
continuara.
—Estaría mintiendo si dijera que no tenía sentimientos por
Baldwin. Pero luego estás tú. Me confundes, y no tengo idea de a dónde nos
va a llevar lo que está pasando entre nosotros, pero hay una cosa de la que
estoy segura.
—¿Qué es?
—Cuando te miro, me doy cuenta por qué nunca hubiera funcionado con
él.
Sus ojos se suavizaron.
—Apesto en confiar.
—Lo sé.
—Todavía voy a gritar, y uso joder como sustantivo, adjetivo y verbo.
Sonreí.
—He aprendido que hay momentos en que tu lengua realmente funciona
para mí.
Drew extendió la mano y pasó dos dedos por mi barbilla, por mi cuello
y por mi clavícula antes de moverlos a mi escote.
—¿Oh, sí?
Eso fue todo lo que tomó. El sonido ronco, profundo de su oh sí, y un
simple toque. No podía explicar por qué sentía cosas por Drew más de lo que
podía explicar el sabor del agua. Sin embargo, de alguna manera, se había
convertido en una necesidad para mí, y no estaba en modo alguno dispuesta
a asumir una sequía.
—¿Dónde está Beck? —susurré.
Los ojos de Drew siguieron sus dedos mientras se metían bajo mi suéter.
—Escuela. No tengo que recogerlo en otra hora.
Mi cuerpo se estremeció al pensar en cómo podríamos pasar esa hora.
—¿Algunos clientes antes?
Comenzó a desabotonar los pequeños botones de perlas que corrían por
el frente de mi suéter.
—Nop. ¿Tú?
Negué.
Cualquier paciencia que Drew hubiera estado practicando, salió por la
ventana después de eso. En el minuto siguiente, me levantó de mi silla, me
arrancó las bragas y me apoyó sobre mi escritorio, frente a la silla con mi falda
levantada alrededor de mi cintura. Todo el tiempo teniendo cuidado de mi
pierna lesionada.
Luego se sentó en la silla, frente a mi coño expuesto, y aflojó su corbata.
—¿Qué estás haciendo?
—Te estoy mostrando que lo siento. Ábrelas más.
Oh, Dios.
Abrí las piernas y me estremecí por la forma en que me miraba allí
abajo. Cuando se lamió los labios, acercó la silla y tiró hasta que mi culo estaba
al borde del escritorio, ya estaba a medio camino del orgasmo, y ni siquiera
me había puesto un dedo encima.
—Puede que no me guste comer en restaurantes elegantes, pero siempre
te alimentaré y te comeré hasta que seas la que grite obscenidades.
Eso funcionaría completamente.

Las cosas fueron diferentes después de nuestra charla de esta


mañana. Había una intimidad, un vínculo de algún tipo, que no había estado
allí antes. Drew recogió a Beck de la escuela y trajo el almuerzo para todos
antes que los dos se fueran a la biblioteca y a patinar sobre hielo otra vez. Me
encantaba que Drew hiciera sus tardes con su hijo parte de trabajo y parte
juego para los dos. Beck leyó historias en la alfombra de niños mientras Drew
trabajaba en un caso en la habitación contigua. Cuando terminaron, Beck leyó
libros a Drew, y entonces la recompensa fue patinaje sobre hielo.
Tuve una tarde llena de pacientes, e incluso a las seis y media sentí una
esperanza renovada de que había una solución para los problemas de cada
pareja. Mi optimismo se había notado en mis sesiones de una buena manera.
Estaba guardando mi computadora portátil cuando escuché la puerta
principal abrirse y luego los pies pequeños corriendo hacia mi oficina.
—¡Tenemos todas las cosas para la noche de cine! —gritó Beck. Sus
mejillas regordetas estaban rojas por el frío, y estaba envuelto como un
pequeño muñeco de nieve.
—Oh, ¿en serio? ¿Qué planeas ver?
Beck levantó dos dedos.
—Tenemos dos películas. Una es para la cena y la otra para el postre.
No entendía bien lo que quería decir, pero su emoción era contagiosa.
—Eso suena genial. ¿Qué película verás primero?
Drew apareció detrás de su hijo.
—Me obligó a dejarlo en la acera en lugar de ir al estacionamiento, para
poder correr y decirte primero.
Beck sonrió tan ampliamente, que casi podía contar sus diminutos
dientes. Levantó una caja de CD.
—Para la cena, tenemos Lluvia de Hamburguesas. —Luego señaló a su
padre, que tenía una bolsa de comida para llevar.
—Mamá Theresa’s hace las mejores albóndigas de la ciudad.
Beck asintió rápidamente, luego levantó una segunda caja.
—Y de postre tenemos Blancanieves y los siete enanitos.
Beck señaló a su padre. Era como si estuvieran haciendo una pequeña
escena.
Drew levantó otra bolsa.
—Pastel de grosella de la Pastelería Francesa.
Sonreí.
—¿Qué es el pastel de grosella, de todos modos?
Drew se encogió de hombros.
—Demonios si lo sé. Pero tuvimos que ir a tres panaderías para
encontrarlo, y la cosa costó veintiséis dólares, así que, mejor que sea bueno.
Beck agregó:
—Voy a comer el mío con helado de vainilla. Eso no es parte de tu fiesta
de cine.
—¿Mi fiesta de cine?
—Papá dijo que te gustaban las fiestas temáticas de películas. ¿Puedes
venir?
Otra parte de la pared que había construido alrededor de mi corazón
porque tenía miedo de enamorarme de este hombre, se desmoronó.
Drew me observó, evaluando mi reacción. No podría ocultarlo si
quisiera.
Mi mano fue hacia mi pecho.
—Eres la persona más dulce. No puedo creer que hayas hecho una noche
de cine temática para mí. Me encantaría ir.
Ansioso por empezar, Beck se echó a gritar por el pasillo.
—Tomaré el ascensor.
—No subas hasta que esté allí —le advirtió Drew.
Terminé de guardar mis cosas y fui a la puerta. Poniéndome de puntitas,
le di un suave beso en los labios.
—Gracias.
Me guiñó.
—Lo tienes.
Drew me cargó, porque al parecer no se me permitía caminar hasta que
me quitaran la bota, y caminó hacia el ascensor.
Bajando la voz, dijo:
—Creo que me va a gustar esta cena y la temática de cine... finalmente le
daré un buen uso a mi colección porno.
Capítulo 34
El resto de la semana fue tan increíble como la noche de películas. Pasar
tiempo en casa con Drew y Beck me mostró mucho más sobre el hombre, de
lo que habría aprendido en docenas de citas. Si pensamos en ello, debe ser
parte del ritual de citas. En la segunda o tercera, el hombre debe llevar un
niño, tal vez una sobrina o sobrino si no tiene hijos propios, para poder ver la
relación que tiene con ellos. Ahorraría más tiempo que tener seis meses de
citas.
Ya sea que tomáramos el desayuno o la cena juntos cada día, Drew
siempre se las arreglaba para sacar tiempo para los tres y para los dos solos.
Estaba empezando a sentirlos como mi propia pequeña familia. Pero en el
fondo de mi mente, me di cuenta de que las cosas no siempre serían así. Alexa
regresaría mañana, y no estaba segura de a qué conllevaría
eso. Definitivamente tenía curiosidad por ella.
Esta tarde estaría cuidando a Beck sola durante unas horas mientras
Drew tenía una declaración que no podía reprogramar. Había planeado
pedírselo a uno de los maestros asistentes de la escuela de Beck que a veces lo
cuidaba, pero insistí en que podía manejarlo.
Drew tenía un alijo de películas que podíamos ver en su apartamento, y
había comprado algunas palomitas de maíz Jiffy Pop de la vieja escuela, para
hacer en la estufa. Ser niñera sería pan comido.
O eso pensé.
Luego tuve que llamar al celular de Drew e interrumpir su declaración
diez minutos después que empezara. Para decirle que necesitábamos ir al
hospital.
—Lo siento mucho. —Fue la millonésima vez que lo dije. Estábamos en
una pequeña habitación con cortinas, en la misma sala de emergencia en que
habíamos estado por mi tobillo torcido, ni siquiera hace una semana. Sólo que
esta vez, Beck estaba siendo tratado.
—Esas cosas pasan. Fue un accidente. Ahora sabe que no debe tocar la
estufa.
—Yo debería haberlo sabido. —Beck y yo habíamos hecho el Jiffy Pop
juntos. Él nunca había visto cómo se hacían palomitas de esa manera. Sus
grandes ojos chocolate se ampliaron viendo cómo el papel de aluminio se
inflaba con cada pop de los granos. Cuando el estallido se había ralentizado y
la lámina parecía a punto de estallar, deslicé la cacerola plateada del fuego
sobre un enfriador e hice un aguajero en la parte superior para permitir que
el vapor escapara. Cuando Beck fue a ver el gabinete de películas, pensé que
no era nada ir al baño. Estuve fuera de la habitación menos de tres minutos,
pensando en lo agradable que era la tarde mientras me lavaba las manos...
cuando empezaron los gritos.
El pobre chico había vuelto a la estufa y, sin darse cuenta de que parte
de la lámina aún estaba caliente, aunque ya no estaba de color naranja, trató
de subirse para ver el vapor que salía de la parte superior del Jiffy Pop. Sin
saberlo, había puesto toda su mano en la estufa aún caliente.
—La cocina de su madre tiene gas. Debería haberle explicado que la
parte superior queda caliente cuando recibí la nueva estufa hace un año. No
es tu culpa. Es mía.
Beck se encogió de hombros. El muchacho era un soldado.
—Ya ni siquiera me duele tanto.
El médico dijo que era una simple quemadura de primer grado y le
aplicó la loción de Silvadene, luego envolvió la mano de Beck con gasa en el
interior y un vendaje frío en el exterior.
Puse mi mano en la rodilla de Beck.
—Lo siento mucho, cariño. Debería haberte dicho que seguiría caliente,
incluso cuando cambiase el color.
Un poco más tarde, una enfermera entró y nos dio instrucciones, un tubo
de crema, y algo de gasa para usar al día siguiente, así que no tuvimos que ir
a la tienda enseguida. Aunque todo el mundo lo trató como si fuera una
ocurrencia común, todavía me sentía como una mierda.
La primera vez que Drew me dejaba a solas con su hijo, lo había herido.

—¡Parezco un boxeador! —exclamó Beck de camino a casa desde el


hospital—. Papá, ¿puedes envolver mi otra mano? ¿Y tal vez conseguir estas
cosas en color rojo? —Señaló el vendaje frio.
—Claro, amigo.
Los dos estaban de vuelta a su ser normal, pero todavía me sentía
horrible. Drew se acercó y puso su mano en mi rodilla mientras conducía.
—La gente va a empezar a verme gracioso con ustedes dos.
Fruncí el ceño.
—Tienes una bota, y él tiene una mano envuelta.
Me tapé la boca.
—Oh Dios mío. Imagina, te miran gracioso a ti, cuando ambas lesiones
son completamente mi culpa.
Drew bajó la voz.
—En serio, te veo sentada allí, asumiendo todo tipo de culpa. Fue un
accidente. Podría haber sido yo haciendo las palomitas de maíz, y lo mismo
habría pasado.
—Pero no pasó.
—Deja de culparte. Hace dos meses él tenía el ojo negro por correr hacia
la cómoda mientras su madre lo cuidaba. Es un niño pequeño. Ellos hacen
mierda sin pensar y salen lastimados.
—Oh, no.
—¿Qué?
—Ni siquiera había pensado en su madre. Va a odiarme.
—No te preocupes por ella. No había muchas posibilidades de que le
agradaras de todos modos.
Estupendo. Simplemente genial.
Capítulo 35
—¿Quién eres tú?
Sólo tomó tres palabras saber que la mujer que entró en la oficina la
mañana siguiente era una perra.
Jeans ajustados, botas de cuero marrón de tacón alto en largas y delgadas
piernas, y una diminuta cintura en un top que mostraba piel, aunque era
finales de enero y helaba en Nueva York. No quería mirar más. Quería ir a
casa y cambiarme a algo menos profesional y más sexy. No había duda en mi
mente de quién era ella.
Temiéndolo, caminé el resto del camino y me encontré con un rostro tan
bonito como el cuerpo. Por supuesto.
—Soy Emerie Rose. ¿Y usted es?
—Alexa Jagger. Esposa de Drew.
Drew apareció de repente junto a mí en el vestíbulo.
—Ex esposa. —Sus ojos estrechados igualaron su respuesta cortante.
Alexa puso los ojos en blanco.
—Lo que sea. Necesitamos hablar.
—Pide una cita. Esta mañana estoy ocupado.
Ignoró por completo a Drew y pasó por delante de él, avanzando hacia
su oficina.
Los dos permanecimos en el vestíbulo por un momento.
Hablé suavemente:
—Bueno, ella es encantadora.
Drew respiró hondo.
—Es posible que desees ponerte tapones en los oídos.

—¡Vamos a ir!
—¡No vas a llevarlo de viaje por carretera para seguir a un grupo de
pilotos por todo el país y darle clases en casa! Ve, si quieres ir, pero Beck se
queda aquí.
—¿Qué va a hacer aquí contigo? Trabajas sesenta horas a la semana.
—Lo hago funcionar. Al menos aquí tiene su escuela, su rutina, su hogar.
—No haces que funcione. Lo dejas con una niñera. He oído hablar más
de la nueva niñera que de ti esta mañana. Y aparentemente ni siquiera es
competente para vigilarlo, ya que su mano está quemada.
Mierda.
Los gritos cesaron y supe que Drew estaba tratando de ponerse bajo
control. Imaginé su mandíbula apretándose y flexionando mientras respiraba
fuego e intentaba exhalar hielo.
Cuando finalmente habló, su tono era más que enfadado; se escuchaba
letal.
—No tienes idea de lo que estás hablando. No dejo a mi hijo con una
niñera. Estuvo conmigo o con mi novia todo el tiempo, y estuvo bien cuidado.
—¿Novia? —espetó Alexa—. ¿Tienes a mi hijo con tu follada del mes
ahora?
—Nuestro hijo —gruñó a Drew—. Y no es una follada del mes. A
diferencia de ti, nunca le he presentado a Beck alguien a quien estuve viendo
casualmente. Todas las veces que ha mencionado hombres al azar estando
alrededor, he mantenido mi boca cerrada y confiando en que estuvieras
siendo cuidadosa y respetuosa a su alrededor. Y a cambio espero lo mismo
por Emerie.
—¿Emerie? ¿La mujer que conocí en el vestíbulo? ¿Estás follando a la
empleada?
—Estamos compartiendo espacio. Ella es psicóloga, no empleada. ¿Y qué
mierda te importaría si barre el piso aquí? Al menos ella tiene un
trabajo. Deberías probarlo. Podría hacerte apreciar las botas de mil dólares
que estás usando ahora mismo.
—Estoy criando a nuestro hijo. Es un trabajo a tiempo completo.
—Lo curioso es cómo él es nuestro hijo cuando menciono pagar las
cuentas por ese trabajo a tiempo completo. Pero es tuyo cuando quieres
llevarlo a un recorrido de NASCAR del país sureño.
—Lo voy a llevar —dijo bruscamente
—No te lo llevarás.
—No creo que sea algo que quieras pelear. Beck debería conocer a su
padre y pasar tiempo con él.
Me preparé para el rugido que sabía que vendría.
—¡Él está pasando tiempo con su padre!
—Me refería a su padre biológico.
—Esa no fue mi elección. Te aseguraste de eso. ¡Dios sabe que no me
habría jodidamente casado si hubiera sabido que eras una puta llevando el hijo de otro
hombre!
—¡Púdrete!
—Vete, Alexa. Sólo vete a la mierda.
A pesar que sabía que estaba llegando, salté cuando abrió de un golpe la
puerta de la oficina de Drew, y la estrelló contra la pared. Alexa salió a
pisotones y estallidos.
Esperé en mi oficina durante unos minutos, sin saber si debía darle
tiempo a Drew para refrescarse o tratar de consolarlo. Finalmente, cuando no
oí nada más que silencio, decidí comprobarlo.
La silla de Drew estaba apartada de su escritorio, y estaba sentado con
los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos.
—¿Estás bien? —pregunté suavemente.
No levantó la mirada cuando contestó. Su voz era ronca:
—Sí.
Entré con pasos vacilantes en su oficina.
—¿Qué puedo hacer?
Drew negó varias veces, luego levantó la mirada.
—¿Me puedes hacer el verdadero padre de ese niño? —Mi corazón se
encogió en mi pecho cuando vi su expresión derrotada. Sus ojos estaban rojos
y llenos de lágrimas no derramadas, y sentí el dolor que pude ver en su rostro.
Me arrodillé ante él.
—Eres su verdadero padre, Drew.
A pesar que me estaba escuchando, no estaba consiguiendo llegar a
él. Así que, decidí compartir una historia que nunca le había contado a nadie.
—Cuando tenía diecinueve años, decidí que quería saber quién era mi
madre biológica. No tengo idea por qué; nada había salido mal. Tenía
curiosidad, creo. De todos modos, mi adopción era abierta, así que, la
información estaba allí si quería. Como no quería herir los sentimientos de
mis padres, decidí no decirles y obtuve la información por mi cuenta.
Drew me prestaba atención ahora, así que continué:
—Un sábado, le dije a mis padres que iba a casa de una amiga y en
cambio, conduje cuatro horas por todo el estado en dirección hacia donde
vivía mi madre biológica. Me senté frente a su casa y esperé hasta que
salió. Luego la seguí hasta donde trabajaba en un restaurante. Después de un
par de horas más, tuve el valor suficiente para realmente entrar. Había
observado a través de la ventana, así que sabía qué sección atendía y pedí una
mesa cerca de la ventana para que ella fuera mi camarera.
A pesar de que Drew era el que estaba mal, extendió la mano y apretó
mi hombro con ánimos.
—¿Qué pasó?
—Ella llegó a tomar mi pedido, y balbuceé cada palabra que salió de mi
boca. Pero me las arreglé para pedir tostadas y té mientras la miraba. —Hice
una pausa, pensando en aquel día—. Tenía el cabello rojo.
Drew acarició mi mejilla.
—De todos modos, mientras que ella estaba tomando una orden en la
mesa junto a mí, mi teléfono sonó, y vi que era mi madre. Dejé que fuera al
correo de voz porque pensé que tal vez se había enterado de lo que estaba
haciendo de alguna manera, y estaba enfadada. Pero cuando escuché su
mensaje, sólo había querido comprobar y ver si todo estaba bien. Dijo que me
vio algo decaída el día anterior. No es necesario mencionar que, me sentí
culpable como el infierno. Cuando la camarera, mi madre de nacimiento, vino
a entregarme mi tostada unos minutos más tarde, yo estaba llorando. Ella me
miró y ni siquiera preguntó si estaba bien. No pudo esperar dejar el pan
tostado en la mesa y desaparecer.
Suspiré.
—Le di una mirada más a la mujer que me había dado a luz, y me di
cuenta que mi madre era la mujer que me había dejado el correo de voz. Que
estaba conectada biológicamente a la camarera, y ella no sentía nada diferente
por mí que por un completo desconocido. Porque eso es lo que era... una
completa desconocida. Arrojé un billete de veinte sobre la mesa y nunca miré
atrás.
Miré a Drew.
—Ser padre es una opción, no un derecho. Realmente no entendí por qué
mis padres celebraban el día de mi adopción hasta entonces. Eres el padre de
Beck, tal como Martin Rose es el mío. Cualquiera puede convertirse en padre,
pero se necesita un verdadero padre para amar y criar a un hijo como suyo.
—Ven aquí. —Drew me levantó del suelo a su regazo. Apartó un mechón
de cabello detrás de mi oreja. Sus ojos previamente enojados y tristes, se
habían calentado—. ¿De dónde has venido?
—Irrumpí y te mostré mi culo, ¿recuerdas?
Se rió, y sentí un poco de la tensión disiparse cuando me envolvió en sus
brazos y besó la parte superior de mi cabeza.
—Gracias. Necesitaba eso.
Estaba encantada de haberlo calmado. Dado que Drew había estado con
Beck durante toda la semana, esta era en realidad la primera tarde que
teníamos a solas en ese tiempo.
—No tengo cita hasta dentro de dos horas, por si necesitas cualquier otra
cosa.
Drew estuvo de pie conmigo en sus brazos, prácticamente antes que
terminara la frase. Grité por el movimiento repentino. Esperando que
extendiera mis piernas, allí mismo, en su escritorio, me sorprendió cuando
comenzó a ir hacia la puerta de la oficina.
—¿Nada de sexo en el escritorio? —pregunté.
—El escritorio es para follar. Quiero hacerte el amor.
Capítulo 36
Me podría acostumbrar a esto.
Acababa de salir de la ducha y entré en la cocina. Emerie estaba de pie
llevando una de mis camisas de vestir, que colgaba sobre sus rodillas, y estaba
preparando algo que olía casi tan bueno como ella. Sé oía música, y me quedé
en la puerta y observé mientras se balanceaba a un lado, cantando alguna
canción que no reconocí.
Como si me detectara, después de un minuto, se dio vuelta y sonrió.
—El desayuno está casi hecho.
Asentí, pero me quedé allí un minuto más, disfrutando observarla. Hace
cinco días, después que Alexa había llegado como una furia y comenzó a
contarme su intención de llevar a Beck en un viaje por carretera, había
asumido que mi semana sería una mierda, como era típico después de
nuestras discusiones. Pero Emerie tenía una manera de calmarme,
provocando que me concentre en lo positivo. También podría haber ayudado
que ella había estado en mi cama todas las noches, para ayudar a aliviar
cualquier tensión, y que me había despertado esta mañana con su cabeza bajo
las sábanas y su lengua lamiéndome como si fuera una paleta de caramelo.
Ella sonrió y me guiñó, sonrojándose.
—Ve a sentarte. Mi turno de alimentarte.
Sí. Hay una clara posibilidad de que podría acostumbrarme a esto.
—¿A qué hora es tu primera cita? —pregunté. Habíamos terminado el
desayuno, luego, la follé sobre la encimera de la cocina antes de limpiar los
platos mientras ella se preparaba. Ahora estaba cepillando alguna mierda en
sus pestañas mientras se inclinaba hacia el espejo.
—Diez. Pero tengo que correr a mi apartamento primero. ¿Tú?
—No tengo citas hasta esta tarde, pero me tienen que redactar una
moción y acabar de una vez en el tribunal de familia para entonces. ¿Qué
necesitas de tu apartamento?
—Ropa. ¿A menos que creas que puedo salir con un cinturón y tacones
con esto? —Hizo un gesto a mi camisa de vestir, que estaba abierta, y no tenía
nada debajo. Amando el acceso fácil, tomé un pecho en mi mano antes de
bajar y besar a su pezón respingón.
—¿Por qué no dejas ropa aquí para las noches en que te quedas, de
manera que no tengas que regresar a casa con tu ropa del día anterior? —A
pesar de que la declaración salió sin pensarlo mucho, no me asustó
decirla. Raro.
Emerie me miró.
—¿Me estás ofreciendo un cajón?
Me encogí de hombros.
—Toma la mitad del armario, si quieres. No me gusta la idea de que
corras alrededor de la ciudad con falda y sin ropa interior en las mañanas, a
pesar de que realmente no entiendo por qué no puedes simplemente darle
vuelta y usarlas de nuevo.
Arrugó la nariz.
—Eso es cosa de hombres.
Después que terminó de ponerse el maquillaje que llevaba en el bolso, se
vistió y se fue a su apartamento. Llamé a Alexa y le dejé un mensaje de que
recogería a Beck para pasar el fin de semana alrededor de las cinco, esta noche.
Agradecido de que me respondiera su correo de voz en lugar de ella, bajé
para trabajar un poco, todavía en mi buen estado de ánimo, sólo para ser
recibido por un agente judicial esperando en mi puerta. Yo era abogado de
divorcio; no era raro ser notificado a primera hora de la mañana. Lo inusual
era que el servicio fuera de un tribunal de Atlanta.

Acababa de terminar de leer el mismo párrafo de la moción por quinta


vez.

Se han producido cambios desde la última sentencia de custodia que hacen


necesaria una modificación en el orden de visitas al niño. Los cambios eran
desconocidos en el momento de la sentencia definitiva, y justifican una revisión del
acuerdo de custodia.

Fue la siguiente parte la que me había tumbado en mi silla, en lugar de


dirigirme al apartamento de Alexa, porque temía de lo que era capaz de
después de leer el resto.

Adjunta a la presente, la paternidad ha sido establecida para Levi Archer Bodine


y no al acusado al que se le concedieron visitas en el decreto final de custodia.
El peticionario solicita una modificación de la custodia compartida igualitaria,
para permitir una visita demandada cada fin de semana durante un período de ocho
horas. El aumento de las visitas de la peticionaria es para dar tiempo a la introducción
del padre biológico del mencionado niño menor.
Además, la custodia compartida de la parte demandada debe reducirse en base a
los últimos incidentes de negligencia infantil. Es decir, la parte demandada ha
incurrido en una conducta que puso al niño sujeto en riesgo, mediante la exposición
del niño a criminales conocidos. Como resultado directo de esta conducta, el niño
sujeto ha salido herido.
Por tanto, el peticionario tiene razones para estar preocupado por la seguridad
del niño menor en cuestión, y solicita una modificación inmediata de la orden de
custodia.
La documentación anexa en apoyo de la petición incluye una copia de la
detención más reciente de la supuesta criminal y un informe de la sala de
emergencia. La criminal era Emerie, y por supuesto, era sólo una copia parcial
de los cargos de exposición indecente. No había ninguna mención de que
había sido cuando era adolescente o que la demanda se había reducido el mes
pasado. Además de ese montón de mierda, había una copia del informe de la
sala de emergencia que tenía el diagnóstico de quemaduras accidentales,
junto con una declaración jurada de una enfermera que verifica que Beck fue
traído por su padre y la mujer que lo había estado observando en el momento
de la lesión: Emerie Rose.

Después de la tercera vez que pasé a correo de voz, no pude aguantar


más y me dirigí a la casa de Alexa en persona. No era la idea más inteligente,
teniendo en cuenta el estado de ánimo en el que estaba, pero necesitaba
descargarme con ella. Tenía sólo una cosa que ansiaba esta mujer, pero tenía
muchísimo: dinero. No tendría vergüenza de pagarle para que cortara esta
mierda. De nuevo. Este pequeño juego era la venganza por decirle que no
podía llevar a Beck en un tour de dos semanas, tras el circuito
NASCAR. Necesitaba demostrarme que estaba al control. Conocía a mi ex
mujer; ella era astuta y trataba de asegurarse de tener la sartén por el
mango. Nuestra pelea, y probablemente el ver a Emerie, le había hecho pensar
que tenía que ser puesto en mi lugar.
El primer golpe en la puerta del apartamento no tuvo respuesta y sólo
sirvió para molestarme y golpear más fuerte. Después de dos minutos
impacientes, saqué mi llave. Cuando eché a Alexa y le alquilé este lugar, había
guardado una llave para mí. Nunca hubo una ocasión para usarla, pero estaba
cansado de que me evitara.
La cerradura estaba atascada, pero después de un minuto de mover la
llave, sentí un poco de alivio al oír el ruido metálico cuando se abrió. No
queriendo que me golpeara en la cabeza con un sartén, Abrí la puerta y grité:
—¿Alexa?
Sin respuesta.
Por segunda vez:
—¿Alexa?
El pasillo estaba en silencio, y no había ni un sonido proveniente del
interior del apartamento. Decidiendo que era seguro, abrí del todo la puerta.
Y mi corazón se detuvo cuando vi lo que había dentro.
Capítulo 37
Algo pasaba.
Las puertas de la oficina se habían cerrado de a portazos durante toda la
segunda mitad de mi sesión de asesoramiento telefónico. En los últimos diez
minutos, también habían comenzado los gritos. Una voz era la de Drew muy
enfadado, y la otra era de Roman, que acababa de llegar. Con frecuencia, él
hacía investigaciones para Drew, pero lo que estaba ocurriendo parecía
mucho más personal que un simple caso.
Después de disculparme de nuevo con mis pacientes, al mentirles y
decirles que iba a hablar con el equipo de construcción por su lenguaje; colgué
y me dirigí hacia la puerta cerrada de la oficina. Me detuve al oír mi nombre.
—¿Emerie? ¿Qué diablos tiene ella que ver con esto?
—Alexa básicamente le dijo al tribunal que estoy durmiendo con una ex
convicta.
—¿Una ex convicta? ¿Qué hizo? ¿Tuvo una multa de estacionamiento?
—Es una larga historia, pero fue detenida por indecencia el mes pasado.
—¿Qué?
—Ocurrió cuando ella era adolescente. Fue una pequeña multa por
inmersión que se convirtió en una orden porque no había pagado. Es un delito
menor... nada más serio que una multa de estacionamiento. Pero, por
supuesto, Alexa está haciendo que parezca algo más. En la petición la llama
ex convicta con una predilección por el exhibicionismo. Y también agregó que
se trataba de la misma ex convicta que recientemente causó que Beck se
quemara.
—Mierda.
—Sí. Mierda. Eso no es lo peor. Podría convencer al tribunal de Nueva
York con la mierda que los jueces escuchan aquí todos los días. Pero, presentó
la moción de cambio de custodia en Atlanta.
—¿Cómo puede hacer eso cuando ambos viven aquí?
—Acabo de llegar de su apartamento. Se ha ido. El portero dijo que se
fue ayer y le dio una dirección de reenvío. Su casa está vacía. ¡Jodidamente se
mudó!

Drew no era un gran bebedor. Tomaba un vaso de whisky o una cerveza


ocasionalmente, o dos, pero bajarlos de un golpe no era algo que lo había visto
hacer.
Hasta esta noche.
A pesar de que me había asegurado que nada de esto era mi culpa, aún
me sentía culpable por provocar que él luciera como un padre no apto.
Nos sentamos en el apartamento de Drew; ambos habíamos liberado
nuestros horarios de la tarde. Le había prometido a Roman que Drew iba a
estar en el aeropuerto para su vuelo mañana por la mañana. Los dos iban a
volar a Atlanta para intentar hablar con Alexa, y me alegraba mucho que
Drew no fuera solo. Ni siquiera podía decir el nombre de su ex esposa sin
gruñir.
Cerrando la puerta detrás de Roman, bloqueé la cerradura de la parte
superior, tomé la copa de Drew de la encimera de la cocina y vacié el resto por
el desagüe. Luego fui al sofá donde yacía con un brazo cubriendo sus ojos. Sus
piernas eran más largas que el sofá, y sus pies colgaban sobre el
extremo. Desaté sus zapatos y empecé a quitárselos.
—¿Estás intentando desnudarme? —dijo, articulando mal las palabras—
. A la mierda los zapatos. Quítame los pantalones.
Sonreí. Incluso borracho, el hombre seguía siendo el mismo.
—Son casi las once. Tu vuelo es en diez horas. Calculo que necesitas
dormir un poco. La mañana puede no ser demasiado amable con tu cabeza.
Sus zapatos resonaron contra el piso cuando se los quité, seguido de sus
calcetines.
—No puedo perder a mi hijo.
Mi corazón se rompió al escuchar la angustia en su frágil voz.
—No lo harás. Si no puedes convencerla con dinero, podrás convencer a
un juez de que tu hijo te necesita y te pertenece.
—No hay mucha justicia en nuestro sistema. La gente como yo la
retuerce en un juego cada día.
No sabía cómo responder a eso. Sólo quería hacer lo que fuera para que
se sintiera mejor. Así que, me quité los zapatos, me arrastré en el sofá, y
envolví mis brazos alrededor de él, acurrucándome contra su pecho.
—Lamento que esto esté sucediendo. Es muy claro lo mucho que amas a
ese niño. Un juez tiene que ver eso.
Me apretó en respuesta, y unos minutos más tarde, después de que pensé
que se había quedado dormido, volvió a hablar, sus palabras apenas un
susurro:
—¿Quieres hijos, Oklahoma?
—Sí. Me gustaría tener unos cuantos y tal vez también adoptar.
—Vas a ser una buena madre algún día.

—No hemos podido encontrarla. La dirección de reenvío que dejó era de


la casa de su hermano. El tipo es un perdedor. Llegamos allí a las dos, y aún
estaba durmiendo. —La risa de Drew retumbó por la línea telefónica—.
Bueno, lo estaba hasta que de repente estaba colgando en el aire de las manos
de Roman.
—¿Irrumpieron?
—No tuvimos que hacerlo. La puerta de entrada ni siquiera estaba
cerrada con llave. Confía en mí, no necesitaba hacerlo. Ni siquiera las
cucarachas quieren ir dentro de ese lugar.
—¿Les dijo dónde estaba Alexa?
—No lo sabía.
—¿Está mintiendo por su hermana?
—No lo creo. La habría entregado. Su culo de mierda tenía tanto miedo
de Roman, que se meó encima. Además, conozco al tipo. Habría tratado de
venderme la ubicación de ella por lo suficiente para comprar su próxima
dosis, si hubiera tenido alguna pista. El tipo vendería a su madre por veinte
dólares.
—Entonces, ¿qué harás ahora?
—Llegué a la corte antes de que cerraran y presenté una orden de
restricción de emergencia, pidiendo al juez que la obligue a volver a Nueva
York. Nuestro acuerdo de custodia no permite que ninguno de los dos lleve a
Beck fuera del estado sin permiso del otro. Ellos agregarán el movimiento al
calendario con su cambio de la demanda de custodia para pasado mañana. Si
no podemos encontrarla antes del jueves, entonces, tendrá que, por los menos,
presentarse en la corte.
—¿Hay algo que pueda hacer?
—Nah. Gracias, nena. Sólo escuchar tu voz es bueno para mí.
Sonreí.
—Tal vez esta noche te voy a llamar y esta voz tendrá algunas cosas
sucias que decir.
—¿Sí?
Me mordí el labio.
—Soy un jugador en equipo. Quiero ayudar en lo que pueda.
—Me desharé de Roman por un rato más tarde. A él le gusta sentarse en
el bar y tomar unos whiskys al final del día. No creo que haga eso durante
mucho tiempo, después de la última noche. Prefiero escucharte venir,
mientras me cuentas lo mucho que extrañas mi polla.
—Lo tienes. Me voy a casa pronto.
—Está bien, nena. Llámame más tarde cuando estés lista.
—¿Drew?
—Sí.
—Para que lo sepas, te extraño y a tu polla.
Gruñó mi nombre.
—Date prisa en llegar a casa.

Nunca había tenido sexo por teléfono, y tenía muchas ganas de llamar a
Drew. Tanto, que me había puesto en un pequeño lindo juego de pantalones
cortos y camisola de seda, y un poco de perfume para la ocasión. Era poco
después de las diez, así que pensé que probablemente él también estaría
preparándose para la noche. Tomando mi celular, marqué su número y sonreí
cuando respondió con voz ronca:
—¿Estás desnuda?
—No, pero puedo estarlo.
Mi mano estaba en el interruptor de luz de la cocina, lista para apagarlo
y llevar mi teléfono a la cama conmigo, cuando alguien llamó a mi
puerta. Drew también lo oyó.
—¿Alguien ahí?
—Creo que sí. Espera un segundo. —Me acerqué a la puerta y me asomé
por la mirilla, aunque sabía quién era sin mirar. No era como si tuviera
muchos amigos en la ciudad, y mucho menos que pasara a visitar.
—¿Puedo volver a llamar en unos minutos?
—¿Quiero saber quién es?
—Probablemente no. Dame unos minutos para deshacerme de él.
Después que terminó la llamada, tomé un suéter del armario y me lo
puse antes de abrir la puerta.
—¿Baldwin? ¿Está todo bien?
—Sí, bien. Sólo quería ver cómo estabas. Toqué la noche anterior, pero
no estabas en casa. Así que, intenté esta mañana, y aún no estabas aquí, y
luego, no respondías mis mensajes hoy. Estaba empezando a preocuparme.
Mis sentimientos por Baldwin habían sido tan confusos, que había
olvidado que había sido un buen amigo durante algunos años.
—Lo siento. No era mi intención preocuparte. Estoy bien. Todo
bien. Sólo fue un día de locos ayer, seguido de otro agitado hoy.
No parecía convencido, así que, decidí ser honesta.
—He empezado a ver a alguien; me quedé en su casa durante la noche
anterior.
—Oh. —Me dio una triste sonrisa que parecía forzada—. Bueno, me
alegro que estés bien.
Cuando no ofrecí que pasara, sus ojos vagaron por mi rostro como si
estuviera buscando algo. Esperé en silencio incómodo, agarrando mi suéter
mientras estaba allí.
Finalmente, Baldwin me dio una breve inclinación de cabeza, y sus ojos
cayeron a mis piernas desnudas.
—¿Es el abogado?
Por alguna razón, me molestó que lo llamara el abogado y no por su
nombre.
—Drew. Sí.
Me miró a los ojos.
—¿Estás feliz?
Ni siquiera tuve que pensar en la respuesta.
—Lo estoy.
Los ojos de Baldwin se cerraron brevemente, y me dio otro silencioso
asentimiento.
—¿Tal vez podemos ir por un café este fin de semana y ponernos al día?
Sonreí.
—Por supuesto.
Café en Starbucks era probablemente la mejor manera de restablecer
nuestra amistad. Volver a empezar era mi final, porque Baldwin realmente
nunca se había interesado en mí de la forma que yo me había interesado en
él. Pero ahora que estaba viendo a alguien, no se sentiría bien salir a cenar con
él. Tal vez algún día, en el futuro, cuando pasara más tiempo entre los
sentimientos que tenía por Baldwin y el inicio de una nueva relación; pero en
este momento sólo se sentiría mal.
Después de darle las buenas noches, me tomé un minuto para reagrupar
mis pensamientos antes de ir a la habitación para volver a llamar a
Drew. Hacía mucho tiempo que mis sentimientos por Baldwin habían
crecido. No podría negarlos completamente, pero algo había cambiado,
definitivamente. Aunque sabía que una parte de mí extrañaría la comodidad
desenfrenada que había disfrutado con Baldwin cuando no había nada que
me retenía, me di cuenta que era más importante para mí respetar los límites
que sabía que Drew quisiera que tuviera en cuenta; como no invitar a un
hombre a mi apartamento tan tarde, mientras estaba en mi pequeño lindo
pijama.
Sintiéndome contenta, apagué todas las luces y me metí en la cama
mientras marcaba el número de Drew en mi celular.
—Hola —dije.
—¿El visitante se fue? —Cautela se había filtrado en la voz segura de
Drew.
—Era Baldwin. Quería ver cómo estaba. Al parecer, llamó anoche y esta
mañana, y estaba preocupado porque tampoco contesté hoy sus mensajes.
—¿Qué le dijiste?
—Le dije que había dormido en la casa de mi novio, y que hoy había
estado ocupada, pero todo estaba bien.
—Tu novio, ¿eh? ¿Eso es lo que soy? —Había alivio en su voz.
—¿Prefieres que te llame de otra manera?
—No lo sé. ¿Qué más tienes?
—Hmm... Veamos... ¿qué hay de hombre que me da muchos orgasmos?
—Eso suena como mi nombre indio.
Me reí.
—¿Qué tal propietario con beneficios o capitán Prolactinator?
—Llámame lo que quieras con el profesor Pendejo, siempre y cuando él
sepa que eres mía.
Mía. Me gustó el sonido de eso. No estaba segura de cómo había
ocurrido. Conociéndonos, había comenzado como un capullo en medio de
una pelea, y floreció mientras estaba inclinada sobre su escritorio; pero
independientemente de cómo llegamos aquí, de alguna manera, lo hicimos. Y
me di cuenta que no había otro lugar en el que preferiría estar.
—¿Estás solo?
—Roman está abajo en el bar. La cantinera es una mujer. No creo que
extrañe mi compañía.
—Está bien, bueno. —Me acerqué a mi mesita y abrí el cajón—. ¿Oíste
eso?
—No me digas que está llamando de nuevo.
Deslizando mi vibrador del cajón, decidí que Drew necesitaba un poco
de distracción de los últimos dos días horribles. Lo encendí y lo acerqué al
celular durante unos segundos antes de bajarlo por mi cuerpo.
—¿Eso es…?
—Mi vibrador. Ha estado solitario las últimas semanas.
Drew gruñó.
—Mierda. Me gustaría estar allí para verte.
—Creo que me gustaría. Tal vez cuando vuelvas.
—Tal vez no. Voy a ir directamente a tu apartamento desde el avión.
Su reacción me alimentó. Froté el vibrador sobre mi clítoris y hablé con
voz tensa:
—¿Qué tal si te vienes de manera diferente primero?
Capítulo 38
—Ella tiene pelotas —susurró Roman no tan bajo mientras Alexa sonreía
en nuestra dirección en su camino por la corte con su abogado, Atticus
Carlyle.
Mis manos se cerraron en puños apretados. Después de terminar con las
manos vacías por un día y medio buscándola, no sé por qué me sorprendió
que hubiese elegido a ese idiota. Odiaba a ese jodido tipo, casi tanto como él
me odiaba. Era la quintaesencia del buen muchacho sureño, acento grueso y
lenta pronunciación, corbata de moño, y jugaba a ser Dios en sus argumentos
de apertura y cierre. También era el abogado que alguna vez me había hecho
perder en la sala del tribunal. Y sucedió que fuimos asignados al juez que me
había golpeado con sanciones como resultado de ese desenlace. Estaba
empezando a sentir como si nada fuera una coincidencia.
La necesidad de mantener cualquier apariencia de calma se desvaneció,
ni siquiera podía mirar al otro lado de la corte. El juez Walliford tomó el
banquillo, y el empleado uniformado llamó nuestro número de
expediente. Pasó unos minutos leyendo con sus gafas en la punta de su nariz,
y luego levantó la mirada.
—Bueno, bueno, bueno, mira lo que tenemos aquí. Parece que los tres
hemos tenido este pequeño baile antes, ¿verdad?
—Sí, su señoría —dije.
—Claro que lo tuvimos, su señoría. Es bueno verlo de nuevo —dijo
arrastrando las palabras el abogado contrario.
Walliford movió unos papeles y se quitó las gafas, luego se echó hacia
atrás en su silla.
—Señor Jagger, ¿por qué cree que este caso debe ser escuchado en un
tribunal de la ciudad de Nueva York en lugar de aquí, en Atlanta? ¿No confía
que las ruedas de la justicia giren a la misma velocidad con que a ustedes, los
norteños, les gusta hacer las cosas?
¿Cómo demonios se suponía que debía responder a eso? Había
presentado una propuesta de cambio de lugar basado en la residencia. Me
aclaré la garganta.
—No, su señoría. Estoy seguro de que este tribunal haría un buen trabajo
en cualquier caso presentado, pero dado que el demandante y yo somos
residentes de Nueva York, creo que la jurisdicción apropiada sería el condado
de Nueva York. Con respecto a nuestro acuerdo…
Carlyle interrumpió.
—Su señoría, mi cliente es una residente del buen estado de Georgia. Ella
nació y se educó aquí. Durante su corto matrimonio con Jagger, fue residente
temporal de Nueva York durante un período de tiempo, pero recientemente
ha comprado una casa en el condado de Fulton, y este es el estado de su
residencia. —Levantó unos papeles y continuó—: Tengo aquí una copia de la
escritura de su nuevo hogar, su licencia de conducir de Atlanta, y una copia
del contrato de arrendamiento donde temporalmente se alojaba en Nueva
York. Verá que el contrato de arrendamiento ni siquiera estaba al nombre de
la señora Jagger.
—Eso es mierda. El contrato de arrendamiento estaba a mi nombre
porque yo lo estaba pagando. Ella ha vivido allí durante dos años. —Sabía
antes que terminara que había cometido un gran error con mi arrebato.
Juez Walliford agitó un dedo.
—No voy a tolerar ese lenguaje en mi sala. A ustedes, los norteños, puede
que les resulte aceptable comunicarse de esa manera, pero esto no es un bar
lleno de humo o alguna calle sucia de la ciudad. Va a respetar este banco. Se
lo advierto, señor Jagger. Después de su comportamiento la última vez que
estuvo en esta sala, tiene una correa muy corta.
Y esa fue la mejor parte de mi día. El juez Walliford negó mi petición de
cambio de lugar a Nueva York, y ordenó un juicio completo sobre el cambio
en la custodia de la petición que Alexa había presentado; en dos semanas a
partir del lunes. La única cosa que hizo en mi favor fue cumplir nuestro
horario de la custodia actual, donde tenía a Beck viernes, sábados y domingos
por la noche, así como el miércoles para la cena. A pesar de que ordenó que
mi visita fuera en, lo adivinaste, el gran estado de Georgia.
Esperé hasta que estuvimos fuera del edificio antes de incluso intentar
acercarme a Alexa. La última cosa que necesitaba era que ella gritara que
estaba acosándola y que Walliford me encerrara.
Apreté los dientes.
—Alexa, ¿puedo hablar contigo, por favor?
Carlyle tomó su codo.
—No creo que sea una buena idea, Alexa.
No le hice caso, mirando a mi ex mujer a los ojos.
—Me debes eso por lo menos. Han pasado más de dos años desde que lo
descubrí, y aún duele como el infierno. Pero nunca he dejado ver a Beck o que
sienta algo diferente de lo que es para mí. No importa lo que diga alguna
prueba de sangre de mierda, es mi hijo. —Ella apartó la mirada—. Mírame,
Alexa. Mírame. —Cuando finalmente se encontró con mi mirada, continué—
: Ya sabes cómo soy. ¿Voy a renunciar incluso si pierdo en dos semanas?
Su abogado intervino.
—¿Está amenazando a mi cliente?
Continué con mi mirada en Alexa.
—No. Estoy pidiéndole que ponga a nuestro hijo primero y no alargue
esto.
Ella respiró hondo.
—Él no es tu hijo. Vamos, señor Carlyle.
Gracias a Dios Roman estaba de pie junto a mí. Pasó sus brazos alrededor
de mi pecho para que no pudiera ir tras ella, incluso mientras se alejaba.
Antes del vuelo a casa, intenté, sin éxito, sincronizar mi calendario para
poder pasar unas horas reacomodando mi agenda con el fin de pasar los
lunes, martes, y la mitad del día los miércoles en Nueva York, y luego de
vuelta en Atlanta para cenar con Beck los miércoles por la noche. Entonces me
quedaría en Atlanta y trabajaría a distancia de jueves a viernes antes de
recoger a Beck de nuevo por el fin de semana. No iba a ser fácil meter una
semana entera de citas con clientes, declaraciones y presentaciones en la corte
en dos días y medio, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Mi hijo tenía que ser lo
primero. Él ya estaba confundido por la mudanza repentina y no poder pasar
sus fines de semana en casa de papá. También dudaba que si perdía una sola
visita, el juez Walliford oiría al respecto. No tenía necesidad de darle más
munición para utilizar en mi contra.
A pesar que mi hijo era mi prioridad, tuve otro enfoque ahora que estaba
de nuevo en el suelo de Nueva York. No había estado seguro de que sería
capaz de tomar el último vuelo a casa desde Atlanta, así que, no le mencioné
a Emerie que había una posibilidad de que estuviera de vuelta esta noche. Era
tarde, casi medianoche, pero le di al taxista su dirección en lugar de la mía de
todos modos.
Por los seis días que estuve fuera, habíamos hablado todas las noches, y
la mayoría de las noches terminé masturbándome con el zumbido de su
vibrador. Había ayudado para aliviar la tensión, pero al mismo tiempo
también me abrió el apetito por la cosa real.
El interior de su edificio estaba en silencio. Fui hacia el ascensor sin que
nadie me cuestionara, ya que su edificio no tenía portero. Aunque lo
odiaba. Necesitaba un lugar más seguro para vivir, cualquier idiota podría
estar golpeando a su puerta. Ahora que lo pienso, uno estaba a punto de
hacerlo. Bajando mis maletas para llamar, miré al apartamento de al lado.
Sí. Ella definitivamente necesita un lugar más seguro para vivir.
Después de dos rondas de golpear, la segunda vez tan fuerte que pensé
que podría despertar a un vecino o dos; Emerie con un aspecto somnoliento
llegó a la puerta.
Ya que había estado dormida, no tenía sus lentillas, y tenía las gafas
puestas. Dios, la amo con esas cosas.
—Oye. ¿Qué estás…?
No le di la oportunidad de terminar, ni siquiera saludé. Al menos, no en
tantas palabras de todos modos. En cambio, entré, empujándola hacia atrás
mientras tomaba no tan suavemente su rostro entre mis manos y la besaba. La
besé duro y largo, pateé la puerta para cerrarla detrás de mí antes de
levantarla, así envolvía sus piernas alrededor de mi cintura. Se sentía
increíble, como la cura para la perpetua sensación de dolor en el culo que
había tenido durante la última semana.
Cuando metí la mano debajo de sus atractivos y pequeños pantalones
cortos de dormir y agarré su trasero, ella gimió en mi boca, y tuve la tentación
de dejarla en el suelo para poder levantar el puño en el aire. Pero eso habría
significado poner mi pene completamente erecto lejos del calor entre sus
piernas abiertas, y no había jodida manera de que eso sucediera. Así que, en
cambio, de alguna manera la llevé hacia el sofá y sin tropezar, y sin
contemplaciones la tumbé antes de cubrirla con mi cuerpo.
—Te he jodidamente echado de menos. —Mi voz era cruda.
Los ojos de Emerie estaban entrecerrados y felices.
—Lo supuse por tu saludo.
Empecé a chupar su cuello mientras mis manos se movieron para bajar
sus pantalones y ropa interior, al mismo tiempo.
—¿Me extrañaste?
Sus uñas se clavaron en mi espalda mientras bajé desde el cuello hasta
su oreja.
—Sí —dijo, exhalando—. Lo hice. Mucho.
Mordí el lóbulo de su oreja mientras frotaba dos dedos arriba y abajo de
su coño.
—Mucho. ¿Estás húmeda para mí? —Ya sabía la respuesta, por
supuesto, pero esperé a que lo dijera.
—Sí.
Le froté su clítoris con mi dedo pulgar.
—¿Sí qué?
—Sí, estoy húmeda por ti.
—Dime que tu coño está mojado por mí. Quiero oír que lo digas. —Ya
estaba desabrochándome los pantalones. Quién sabía lo hábil que era; de
alguna manera me las arreglé para desnudarnos con una mano mientras que
chupaba su cuello, oreja, labios, y la otra mano frotando su coño mojado.
—Mi... coño está mojado por ti.
Dios, no había nada más sexy que escuchar a Emerie decir que estaba
caliente por mí. La última semana de infierno era un recuerdo lejano, y todo
lo que podía pensar era en estar dentro de ella.
—Te extrañé tanto —le dije de nuevo, porque a pesar de que ya se lo
había dicho, era la jodida verdad.
Y tenía que estar dentro de ella. Iba a estar en una gran deuda con el
juego previo en esta ocasión, aunque por el sonido de sus jadeos y la sensación
de su calor húmedo, no parecía importarle. Empujé lentamente, mi cuerpo
sacudiéndose para mantenerse bajo control. Cuando estuve completamente
ubicado, habría jurado que mis terminaciones nerviosas regresaron a la vida
por primera vez en años. Su apretado coño envolvió mi pene, y sus piernas
alrededor de mi cintura me apretaron con más fuerza.
Jesús, no recuerdo la última vez que se sintió tan bien.
Empecé a moverme, sobre todo porque necesitaba sentir ese apretado
lugar estrujándome mientras me deslizaba dentro y fuera, y me di cuenta que
no iba a durar mucho tiempo. Era demasiado increíble. Emerie abrió los ojos
mientras salía, y nuestras miradas se encontraron. Tomando sus manos,
entrelacé nuestros dedos y los levanté sobre su cabeza. Quería besarla, pero
no podía dejar de mirarla el tiempo suficiente. La forma en que jadeaba con
cada empuje que salía y emitía un pequeño gemido con cada embestida era
fascinante de ver.
Sus caderas se movieron, meciéndose al unísono con las mías. Arriba y
abajo, dentro y fuera.
—Oh, Dios, Drew. Justo ahí. No te detengas.
Milagrosamente, logré controlarme el tiempo suficiente para que ella se
viniera. Observé su rostro transformándose, con la cabeza inclinada hacia un
lado, con los ojos en blanco, sus labios carnosos entreabiertos, y fue la cosa
más hermosa que había visto jamás.
Cuando ella había comenzado a bajar el ritmo, aumenté mi velocidad,
las embestidas más duras y rápidas, buscando su orgasmo mientras el mío
estaba al borde. Justo cuando estaba a punto de explotar, me di cuenta por
qué se había sentido tan diferente, por qué todos los nervios se despertaron
repentinamente por primera vez.
No me había puesto un condón. Mierda. Iba a tener que apartarme…
—Em, no me… —intenté explicar por qué estaba a punto de arruinar su
final, pero me estaba quedando sin palabras tan rápido como me resistía—.
Sin condón.
Ella me miró a los ojos.
—Está bien. Estoy tomando la píldora. Córrete dentro de mí. Por favor.
No había nada que quisiera más que venirme dentro de ella. Me dolía el
cuerpo por ello con necesidad animal, pero mientras me dejaba llevar,
también sentí como si le estuviera dando algo que había estado guardando en
un nivel mucho más profundo.
Por primera vez desde la noche que me encontré con Alexa y me dijo que
estaba tomando la píldora, tomé el riesgo de confiar en alguien. Sólo que, por
alguna razón, no se sentía como un riesgo con Emerie. Se sentía correcto.
Capítulo 39
Sentí la cama hundirse cuando Drew se levantó.
—¿A dónde vas?
—Estaba tratando de no despertarte. —Se acercó a mi lado y me besó la
frente—. Es temprano. Vuelve a dormir.
—¿Qué hora es?
—Cinco y media.
Me apoyé en los codos en la oscuridad.
—¿Por qué estas despierto tan temprano?
—Tengo que ir a la oficina y averiguar cómo voy a hacer seis días de
trabajo, que ya había reducido a cinco, a sólo dos días a la semana durante un
tiempo.
—¿Supongo que no has mirado el calendario en un día o dos?
—Intenté, pero la maldita cosa tenía clave y no sincronizaba.
Volví a tumbarme en la cama y halé la manta.
—Tu primera cita no es hasta las diez. No pensé que regresarías hasta
esta mañana, o hubieras comenzado temprano hoy. Todo está reprogramado
durante las próximas dos semanas para ti. Hay días largos, pero pude cambiar
todas tus reuniones en persona a dos días, cada semana. Cambié una reunión
en persona a una conferencia telefónica, y la tienes desde Atlanta el jueves de
la semana próxima. Pero, todo lo demás está listo. También reprogramé mi
horario de manera contraria, así tengo poco trabajo cuando estás aquí, y días
completos cuando no estés. De esa forma puedo ayudar con lo que necesites
de trabajo de secretaria para seguir con tu día.
Drew estuvo en silencio durante un minuto, y empecé a preocuparme si
tal vez me había sobrepasado y no debería haber entrado en su
calendario. Pero quería hacer lo que pudiera para ayudar. La habitación
estaba a oscuras, y oí el sonido de su ropa, aunque no estaba segura si se la
estaba quitando o poniendo, hasta que subió de nuevo a la cama. Sentí su
cálido cuerpo presionándose contra mi lado. Aún estaba en silencio, así que,
me giré hacia él.
—¿Me sobrepasé?
Me acarició la mejilla.
—No, nena. No te sobrepasaste.
—Estás muy silencioso. Pensé que tal vez te había molestado.
—Sólo pienso.
—¿Sobre qué?
—Lo mucho que siento, en este momento, que estoy en casa, y no he
puesto un pie en mi apartamento en una semana.
Eso, muy posiblemente, podría haber sido la cosa más dulce que alguien
me hubiera dicho. También tenía razón. Había estado nerviosa durante toda
la semana y no me había dado cuenta hasta ahora que me había aliviado en el
momento en que miré por la mirilla anoche.
—Sé lo que quieres decir. Me haces sentir calma. En paz, supongo que es
eso.
—¿Sí? —Su mano se deslizó por mi mejilla, y su pulgar frotó el hueco de
mi cuello.
—Sí.
—Me alegro. —Besó la parte superior de mi nariz—. ¿Sabes qué estoy
pensando ahora?
—¿Qué?
—Cómo debo agradecerte por arreglar mi agenda. Si debo utilizar mi
boca para comerte como desayuno o darte la vuelta y tomarte por detrás,
mientras que meto un dedo en tu culo.
Sonreí.
—Eres muy grosero. Pasaste de dulce a cerdo en menos de diez
segundos.
Su mano en mi cuello bajó a mi pecho, donde su dedo rozó y luego
pellizcó... duro.
—Te gusta mi boca grosera.
Decidiendo que tenía razón, no peleé contra la verdad.
—¿Cuáles eran mis opciones de nuevo?
Escuché la sonrisa en sus palabras.
—¿Boca o en cuatro?
Tragué.
—¿Por qué sólo uno? No tienes que estar en la oficina hasta las diez.

—¿Quieres un poco más de café? —Eran pasadas las seis de la tarde, y


Drew aún tenía otro cliente y una docena de llamadas telefónicas que
regresar.
—Me gustaría un poco. Gracias.
Hice el café como a él le gusta y lo llevé a su oficina. Estaba leyendo algo
con una contraportada azul que recibí una hora antes.
—Gracias —dijo sin levantar la vista.
—Parece que estás muy agradecido conmigo hoy.
—Sólo espera hasta que veas lo que tengo bajo la manga para esta noche
—contestó.
Sabía que estaba ocupado, así que, no quise tomar demasiado de su
tiempo para follar. Me detuvo en cuanto llegué a la puerta.
—¿Mi casa esta noche? Puedes seguir durmiendo cuando salga mañana
temprano, o tomar un baño si quieres. Mi nueva secretaria esclava arregló mi
horario a partir de las siete a.m.
—¿Seguro que no puedes tener una mejor noche de sueño si me quedo
en casa? Necesitas descansar con todos los viajes y el estrés que tienes.
Drew dejó que el paquete de papeles que estaba leyendo cayera sobre el
escritorio.
—Ven aquí.
Caminé de regreso para pararme frente a su escritorio.
—Más cerca.
Cuando di la vuelta hacia donde estaba sentado, me sorprendió al
jalarme sobre su regazo.
—Cuatro horas de sueño a tu lado son mejores que ocho en una cama
vacía.
—Mejor contrólate, Jagger. Estás perdiendo la amargura y te estás
volviendo dulce conmigo.
—He sido dulce contigo desde la primera noche que intentaste darme
una patada en el culo. Ahora ve. Busca tus cosas. No es necesario que te
quedes aquí si terminaste, y se supone que va a nevar esta noche.
Me fui para hacer lo que Drew me había instruido, empacar un bolso y
regresar.
Todo el viaje a casa, no pude dejar de pensar en él. Drew era el tipo de
hombre que no dejaba fácil traspasar su exterior, pero cuando lo hacías, valía
la pena la resistencia que había tenido para mantenerte fuera. Durante la
última semana, se sentía como si nuestra relación realmente hubiese dado un
vuelco.
Incluso llamé a mis padres mientras estaba empacando y decidí contarles
sobre el nuevo hombre en mi vida, algo que rara vez hacía. En los últimos
tiempos, digamos, no sé, los últimos tres años, había sido así porque
no hubo ningún hombre nuevo, pero también sabía que mi madre se
preocupaba por mí. Se preocuparía porque saliera herida, o se preocuparía
porque, sin saberlo, había elegido salir con un asesino en serie, porque, por
supuesto, todos los habitantes de una gran ciudad tenían potencial de ser un
asesino en serie. Así que, tuve cuidado respecto a cuánto contaba.
—Eso es maravilloso, cariño. ¿Cómo lo conociste?
Uh… él entró en mi oficina y me rescató de la cárcel al día siguiente. La mejor
primera cita.
—En realidad, es el dueño de mi nueva oficina.
—¿Y es un buen hombre?
No peleamos… hoy.
—Sí, mamá. Es muy agradable.
—¿Que hace para ganarse la vida?
Bueno, se nutre de las tendencias misóginas que desarrolló debido a su ex esposa
mentirosa e infiel, e intenta sacar a los hombres de sus matrimonios fallidos, dejando
a las mujeres sin un centavo.
—Es abogado. Derechos de familia.
—Un abogado. Muy agradable. Y derechos de familia. Esa es una
profesión noble. ¿Cuándo podremos conocer a este hombre?
—No estoy segura, mamá. Está tan ocupado con el trabajo en este
momento.
Y luchando por la custodia de su hijo… que no es técnicamente su hijo porque
su ex esposa perra lo vio cómo su fuente de comida cuando se quedó embarazada con
el bebé de otro hombre.
Ella suspiró.
—Bueno, sólo asegúrate de que tenga los valores correctos. Dinero y una
cara bonita a menudo causan ceguera temporal.
—Sí, mamá.
Hablamos un poco más y, luego, no tengo idea de dónde vino, pero hice
una pregunta que salió de mi boca.
—¿Cómo supiste que papá era el más adecuado para ti?
—Dejé de usar la palabra yo cuando miraba hacia el futuro.
—¿Qué quieres decir?
—Antes de conocer a tu padre, todos mis planes eran sólo
eso: mis planes. Pero después de conocerlo, incluso después de sólo unas
pocas semanas, dejé de ver el futuro como mío y empecé a verlo
como nuestro. Ni siquiera lo había notado durante un tiempo, pero cuando
hablaba de cosas que venían: sábados por la noche, días de fiesta, o lo que
fuera; finalmente me di cuenta que había empezado a decir nosotros y no yo.

Me detuve en la tienda de comestibles en el camino de vuelta a la oficina


y recogí algunas cosas para hacer la cena. Drew estaría viviendo en un hotel
en Atlanta y trabajando largas horas cuando estuviese aquí, así que pensé que
apreciaría una comida casera. Él entró cuando estaba sacando la lasaña del
horno.
—Huele bien aquí.
—Espero que te guste lasaña.
—Es mi segunda comida favorita.
—¿Cuál es la primera?
Vino detrás de mí, apartó mi cabello a un lado, y besó mi cuello. Su
palabra vibró contra mi piel.
—Tú.
—Contrólate. Necesitas disfrutar de una comida hecha en casa cuando
puedas. Tus próximas semanas van a estar ocupadas.
Abrí el cajón a la derecha de la estufa para sacar una espátula y encontré
dos autos Matchbox y un viejo teléfono plegable con los implementos de
cocina.
—Me preguntaba dónde guardabas los autos de juguete.
Drew se rió en voz baja.
—Cuando le digo a Beck que limpie, simplemente mete mierda en los
cajones. El año pasado me encontré con lápices de colores en la sección de
cucharas en el cajón de los cubiertos. Había quitado las cucharas y las arrojó
a la basura. Cuando le pregunté por qué, se encogió de hombros y dijo que no
las necesitábamos porque podíamos usar nuestras manos, pero nada más
podía colorear un papel.
Sonreí.
—Tiene un punto.
Drew extendió la mano al cajón y sacó el teléfono plegable.
—¿Recuerdas cuando nos conocimos, y miré las imágenes en tu teléfono?
—Sí. Me dijiste que la mejor manera de conocer a alguien era mirar la
galería de sus celulares cuando menos se lo esperan. Luego, después que te
dejé ver las mías, descubrí que el tuyo estaba vacío. —Exageré un suspiro—.
Idiota.
Drew abrió la tapa del teléfono, pulsó algunos botones, y me lo tendió.
—Voy a ir a lavarme y cambiarme antes de la cena. Este es el celular de
Beck. No tiene servicio, pero le gusta utilizarlo para tomar fotografías. Cada
vez que empiezo a dudar si estoy haciendo lo correcto al quedarme en su vida,
si estoy confundiendo las cosas al no dar marcha atrás y dejar que su padre
biológico intervenga, miró estás fotografías. Echa un vistazo.
Drew fue al dormitorio, y me serví una copa de vino y me senté en la
mesa del comedor para mirar las imágenes.
La primera foto era de Drew rasurándose. Estaba de pie en el baño
llevando nada más que una toalla envuelta alrededor de su cintura. Tenía
crema de afeitar en el lado izquierdo de su rostro, y levantaba la rasuradora
cerca de su barbilla después de afeitar una línea hacia abajo. La otra mejilla ya
estaba limpia. A un lado, en el reflejo del espejo, pude ver a Beck sosteniendo
la cámara con una mano y con la otra, sostenía una espátula cubierta de crema
de afeitar hasta su rostro, que también estaba medio limpio.
La siguiente foto era de Beck de pie en un arroyo. Parecía que podría ser
el norte del estado, en alguna parte. Probablemente fue tomada hace un año,
teniendo en cuenta lo mucho que había madurado el rostro de Beck. Llevaba
botas y sonreía ampliamente para la cámara mientras sostenía un pequeño
pez que debe haberlo simplemente sacado de la corriente.
Seguí bajando, Beck y su padre patinando sobre hielo, una foto de ellos
sentados juntos en el metro, una de Drew leyendo Harold and the Purple
Crayon en la cama de Beck; ellos andando en bicicleta con Roman en Central
Park, una que tuve que girar el teléfono boca abajo para ver bien la imagen,
era de Beck tomando una foto de ellos mientras estaba en los hombros de
Drew. Lo había inclinado para sacar la foto de sus rostros.
La siguiente reveló su vida diaria y mostró lo mucho que Drew era el
padre de Beck, no importa lo que dijera una prueba de laboratorio.
La última foto me sorprendió. Ni siquiera había sabido que Beck tenía
un teléfono en el momento que fue tomada, y mucho menos que había tomado
una foto. Era la tarde habíamos ido a patinar sobre hielo, antes de mi caída y
herir mi tobillo. Beck debe haber estado de pie en un lado de la pista, mientras
que Drew y yo estábamos en el otro, y yo intentaba patinar. Mis piernas
estabas abiertas, algo que no era capaz de detener ese día, y me reía por caer
con poca elegancia. Drew tenía un brazo alrededor de mi cintura, tratando de
levantarme, y estaba mirándome mientras también reía. Lucíamos tan felices,
casi… como si estuviésemos enamorados.
Mi corazón se hinchó en mi pecho. Drew tenía razón. La mejor manera
de llegar a conocer a alguien era echarle un vistazo a sus imágenes. Él miraba
las fotografías y veía el amor padre e hijo, un recordatorio de por qué tenía
que luchar. Vi a un hombre bueno, con ferocidad apasionada por las cosas
que amaba y que haría cualquier cosa para protegerlos. Frotando el dedo por
la pantalla mientras miraba la foto de nosotros, de mí cayendo, me di cuenta
que había caído en más de un sentido ese día.
Tuve que contener las lágrimas para mantener mis emociones al borde,
y decidí que debía levantarme y cortar la lasaña para distraerme.
Todavía preocupada, no estaba pensando y agarré el lado de la bandeja
de lasaña caliente para girarla y cortarla.
—Maldición. —Sacudí la mano y giré el grifo de la cocina para poner
agua fría sobre la quemadura leve. La estufa está sacando lo mejor de mí.
Por supuesto, Drew apareció en ese momento.
—¿Qué pasó?
—Toqué la bandeja caliente. No es malo, sólo arde un poco.
Drew apartó mi mano de la corriente de chorro de agua fría, la
inspeccionó, y la regresó cuando terminó.
—Voy a servir. Ve a sentarte. No quiero terminar en la sala de
emergencias por tercera vez este año.
Pasamos toda la cena poniéndonos al día, ya que no habíamos hablado
exactamente demasiado anoche o esta mañana, a menos que contara la
comunicación entre nuestros cuerpos. Drew me puso al corriente de su
estrategia de custodia en el juicio, y le conté de algunos de los nuevos clientes
que había recibido. Todo el asunto se sintió extrañamente doméstico y
natural. Después de que terminamos de comer, Drew cargó el lavavajillas
mientras limpiaba el mostrador y la mesa.
—¿Dónde tomaste esa foto de Beck pescando? Se veía tan adorable en
sus pequeñas botas.
—Upstate. Roman tiene una cabaña en las montañas, arriba en New
Paltz. Es rústica, pero tiene una gran y vieja bañera con patas si la deseas.
Deberíamos ir en primavera.
—Me encantaría.
Unas horas más tarde, nos lavamos los dientes preparándonos para
acostarnos, cuando Drew dijo:
—Tess llamó hoy.
—¿Quién?
—Mi secretaria. Dijo que su médico cree que puede volver a tiempo
parcial en dos semanas. Su recuperación después de la cirugía de cadera fue
mejor de lo esperado, y moverse es bueno, como parte de su terapia física.
—Eso está muy bien. —En el torbellino del último mes, realmente no
había estado buscando una nueva oficina. La primera semana me había
llamado un agente de bienes raíces, que me había mostrado espacios en áreas
que no quería que me costara más del doble de mi presupuesto. Había tomado
un descanso después de eso. Aunque por el momento, la idea de lo que podría
conseguir con mi presupuesto no era ni la mitad de deprimente como la idea
de ya no ver a Drew todos los días—. Lo siento. Tengo que volver a buscar un
nuevo espacio.
Drew frunció el ceño.
—¿De qué estás hablando?
Enjuagué mi boca y hablé a Drew a través del espejo.
—Nuestro acuerdo. Me dejabas quedarme mientras que tu secretaria no
estaba, a cambio de contestar los teléfonos y ayudar hasta que encontrara un
nuevo lugar.
Me giró con las manos en mis hombros.
—No vas a irte a ninguna parte.
—No puedo pagar mi parte de lo que debe costar el alquiler de tu oficina.
—Vamos a pensar en algo.
—Pero…
Me hizo callar con un beso, pero mantuvo su rostro cerca del mío.
—Lo resolveremos. Sólo pensemos cómo lidiar con esta mierda en
Atlanta, y luego, nos sentaremos y hablaremos de ello, si quieres. ¿Bueno?
No quería añadir más tensión a lo que ya estaba sintiendo, así que asentí.
—Bueno.
No fue hasta que nos acostamos, y pensé sobre todo el día en mi mente,
y conecté algunos de los puntos de las últimas horas.
“Roman tiene una cabaña en las montañas, arriba en New Paltz. Deberíamos ir
en la primavera”.
“Lo resolveremos. Sólo pensemos cómo lidiar con esta mierda en Atlanta...”
“¿Cómo supiste que papá era el más adecuado para ti?”
“Dejé de usar la palabra yo cuando miraba hacia el futuro”.
Drew estaba usando un nosotros tanto como yo, ya fuese si era consciente
de ello o no.
Cuando se metió en la cama junto a mí, envolví mis brazos alrededor de
él con fuerza. Tal vez, sólo tal vez, ninguno de los dos había encontrado al
indicado antes de ahora… porque aún no nos habíamos conocido.
Capítulo 40
Habían pasado las tres semanas más largas de mi vida.
El alguacil llamó a la corte a sesión. El juez Walliford se tomó su dulce
tiempo de mierda, estoy seguro que lo llaman el tiempo adecuado del sur, para
caminar hasta el banco. Luego se sentó y rebuscó entre un montón de
papeles. Roman se sentó en la primera fila de la galería justo detrás de mí, y
se inclinó para darme un apretón en el hombro para reasegurarme mientras
esperaba averiguar cuán exitosa sería mi visita. Sabía lo que venía. Sólo que
no tenía idea de cuán feo sería.
La última vez que estuve tan nervioso, al borde de no saber lo que iba a
pasar el resto de mi vida, fue el día en que me casé con Alexa. Y sabemos lo
jodido que resultó. Miré a mi ex mujer por primera vez vestida de forma
conservadora. Ella, por supuesto, tenía la vista al frente, sin regresar mi
mirada. Esa mujer era un caso serio.
Finalmente, Walliford terminó de mover papeles alrededor y se aclaró la
garganta antes de empezar con un montón de trámites para el registro.
—Expediente número 179920-16. Jagger vs. Jagger. Petición de reducción
de la custodia. Movimiento transversal para obligar reubicación y hacer
cumplir el acuerdo de custodia firmado anteriormente. —Entonces,
finalmente levantó la mirada—. Antes de empezar con mis decisiones, me
gustaría tomar un momento para decir que este no fue un caso fácil. Tuve que
tener en cuenta los derechos de ambas partes presentes en esta sala, los
derechos del padre biológico al que le fueron arrebatados años de unión con
su hijo, así como lo mejor para el niño.
Miró directamente a Alexa.
—Sra. Jagger, la encuentro en gran medida responsable por el lío que
tenemos hoy aquí. Si usted tenía un atisbo de duda de que su marido podría
no ser el padre del niño, tenía el deber de llegar a la verdad cuando nació ese
bendito niño.
Por primera vez, sentí una punzada de esperanza. Walliford nunca había
mostrado su lado, y había asumido que había caído por el encanto del sur que
Alexa había demostrado desde el primer día. Lo que salió de su boca me
conmocionó como la mierda aún más.
—Señor Jagger, me gustaría felicitarlo por su dedicación al joven Beckett.
Está claro que usted ama y cuida al niño sin diferencia alguna respecto a si las
cosas hubieran sido distintas en los resultados de la prueba de paternidad
hace algunos años.
En mi interior, salté y levanté el puño al aire, pero de alguna manera me
las arreglé para fingir humildad.
—Gracias, su señoría. Eso significa mucho viniendo de usted.
—Cierto. Pues, bien, una vez dicho esto, vamos a llegar al asunto que nos
incumbe hoy. En la petición de la señora Jagger por un cambio en la custodia,
no encuentro circunstancias que justifiquen una modificación. El ajuste de
visitas de Andrew M. Jagger por el presente afirmo que queda sin cambio. —
Miró a Alexa—. Señora Jagger, el hecho de que su petición de aumentar
custodia era con el fin de permitir que el señor Bodine empezara a visitar a su
hijo, es un paso en la dirección correcta. Sin embargo, no ha pasado
desapercibido que el señor Bodine no ha aparecido ni una vez durante el
presente procedimiento. Para ser franco, su falta de interés y participación me
hace cuestionar sus prioridades e intereses en la vida de su hijo. En cualquier
caso, es el padre del niño, y voy a concederle al señor Bodine algunas visitas.
Sin embargo, esta vez va a salir de su tiempo con su hijo, no del tiempo del
señor Jagger. Este tribunal le concede a la petición de Levi Bodine la custodia
en la cantidad de ocho horas por semana. Una vez establecida una relación, y
el señor Bodine le haya demostrado a este tribunal su deseo de participar en
la vida de su hijo, voy a considerar una visita adicional. Sin embargo, esto
probablemente también saldrá de su tiempo, señora Jagger.
Me puse de pie ante el tribunal totalmente sin habla. Mentalmente, había
pasado por la línea amarilla de meta con las manos en alto mientras terminaba
la maratón de casi cuatro semanas que había estado corriendo. Simplemente
no podía creer que había ganado.
Detrás de mí, Roman dejó escapar un triunfante sí, y yo me quedé
aturdido, sintiendo como si fuera un sueño y en cualquier momento iba a
despertar en la pesadilla de la realidad golpeándome.
Luego, el juez Walliford finalizó:
—Por último, el movimiento transversal de Jagger para obligar a Alexa
y Beckett Jagger a reubicarse a su casa en la ciudad de Nueva York; el
movimiento queda denegado.
Espera. ¿Qué?
—Su señoría, si estoy reteniendo mi visita, ¿cómo se puede negar mi
moción para que mi hijo regrese a casa?
—¿No es obvio, señor Jagger? Su hijo va a estar aquí, en el gran estado
de Georgia. Es posible que desee pensar en mudarse. —Golpeó su mazo y se
levantó para abandonar la sala.
—¡Eso es una mierda! Tengo una práctica en Nueva York. Alexa no tiene
ni siquiera un trabajo aquí.
Walliford se congeló a medio paso.
—Eso le va a costar mil dólares por el uso de ese lenguaje y tono en mi
sala. No le gusta mi decisión, preséntelo en la corte de apelaciones.

Me sostuve de la pared del baño para mantenerme de pie el tiempo


suficiente para hacer pis, luego salí a trompicones del baño de nuevo a mi
taburete. Con la corbata y chaqueta en Dios sabe dónde, cremallera aún
abierta, camisa medio metida y la otra mitad fuera; lucía tan destrozado como
me sentía.
—Voy a tomar otro whiskey. —Deslicé mi vaso largo hacia el
camarero. Miró a Roman, luego a mí—. ¿Tienes que pedirle permiso a mi
padre o algo así? Sólo dame la maldita bebida.
¿He mencionado que soy un idiota aún más grande de lo habitual
cuando estoy borracho?
Mi celular saltó encima de la barra. Emerie. Era la tercera vez que había
llamado. También la tercera vez que no respondía.
—¿No vas a responder de nuevo? —preguntó Roman.
Dije arrastrando las palabras:
—¿Cuaaalselpunto?
—¿Qué tal dejar que la dama tenga una buena noche de sueño? Dios sabe
que vas a tener una buena cuando te duermas a las cinco p.m., bastardo
egoísta. —Roman bebió su cerveza y la dejó sobre la barra—. Ella te ama. Van
a resolverlo.
—¿Resolver qué? Se acabó.
—¿De qué estás hablando? No seas idiota. Es la primera mujer que he
visto de la que realmente te enamoraste. ¿Cuánto tiempo hemos sido amigos?
—Demasiado tiempo, al parecer, si vas a comenzar a sermonearme.
—¿Qué te dije en la habitación de la iglesia, justo antes que te casaras con
Alexa?
En el estado en el que estaba, la mayor parte de mi vida era borrosa, pero
esa mañana siempre estaba muy clara. Había recordado a Roman
ofreciéndome sus llaves para irme más de una ocasión desde entonces. "El
auto está atrás si quieres salir de esto", había dicho. Cuando le había recordado
que Alexa estaba llevando a mi bebé, y que estaba haciendo lo correcto, él me
había dicho: "a la mierda lo correcto”.
El cantinero trajo mi bebida, y ya que todavía era capaz de recordar una
parte de mi vida no tenía ningún deseo de recordar, rápidamente bebí la
mitad del vaso.
Entonces, me giré para mirar a Roman, bueno, dos Roman.
—Nunca dijiste te lo dije.
Negó.
—Nop. Y tampoco voy a decirlo si no tomas mi consejo y resuelves la
mierda con Emerie. No me gusta mucho restregar las malas elecciones en la
cara de la gente.
—A veces la elección es tomada por ti por las circunstancias.
Roman se rió en voz baja.
—Eso es una mierda, y lo sabes. —Hizo una pausa—. ¿Recuerdas a
Nancy Irvine?
Me tomó un minuto llegar de nuevo en lo más profundo de mi cerebro
alcoholizado.
—¿La chica con viruela?
Inclinó la cerveza en mi dirección.
—Esa es.
—¿Qué hay de ella?
—¿Recuerdas el pacto que hicimos de que nunca debíamos ir por la
misma chica?
—Sí.
—Bueno, después de que te mudes a Atlanta y dejes a Emerie con el
corazón roto porque eres demasiado estúpido para tratar de encontrar la
manera de hacer que funcione, voy a estar allí para consolarla, entre otras
cosas. La venganza es una perra.
—Vete a la mierda.
—¿Que te importa? Ella es sólo un coño para mantenerte ocupado. No
vale la pena preocuparse.
En ese preciso momento, mi teléfono se iluminó con el nombre de
Emerie, indicando que había llegado un mensaje. Lo agarré y a mi copa del
bar, y me puse de pie.
Tambaleándome, me incliné hacia mi amigo.
—Que te jodan.
Luego salí furioso hacia el ascensor del hotel.
Capítulo 41
Si tan sólo pudiera abrir mi cráneo y desaparecer algunos de los
pequeños latidos, podría haber tenido la oportunidad de levantarme de mi
sofá.
Fue un puto milagro que hubiese conseguido subir al avión en
absoluto. Nunca hubiese ocurrido si no fuera por Román, que arrastró a mi
culo con resaca de la habitación esta mañana, a las seis.
Ahora era el mediodía. Había estado en casa durante más de una hora, y
finalmente, me crecieron un par de bolas y le respondí a Emerie.
Le respondí el mensaje.
Sí. Bolas. Por supuesto.
Y mentí.
No era la primera vez. Desde luego, no sería la última.
Drew: Lo siento por lo de anoche. Estaba enfermo como un
perro. Comida en mal estado. Sushi malo, creo.
Los pequeños puntos comenzaron a saltar inmediatamente.
Emerie: Sólo me alegra que estés bien. Estaba preocupada. ¿Qué pasó en
la corte?
Admitir la verdad significaría tratar con ella, y no estaba listo todavía.
Drew: El juez aplazó dictar su decisión hasta la próxima semana.
Emerie: Suspiro. De acuerdo. Bien, tal vez eso sea bueno. Realmente está
prestándole atención.
No podía ser un idiota cuando ella estaba tratando tanto de seguir siendo
positiva.
Drew: Tal vez.
Emerie: ¿Cuándo regresarás?
Fue entonces cuando empecé a sentirme como un verdadero imbécil. Era
una cosa evitar contarle la decisión. En mi cabeza podía justificar que lo hacía
para evitar hacerle daño, pero estar sentado arriba, mintiéndole cuando ella,
probablemente, estaba en la planta baja, respondiendo mi teléfono… estaba
siendo un cobarde.
Aunque notar eso no me hizo menos idiota.
Drew: Seguramente iré en el último vuelo, esta noche. Será tarde cuando
regrese.
Emerie: No puedo esperar a verte.
Finalmente dije algo que no era una mentira.
Drew: Sí. Yo igual.

Había un espejo en el vestíbulo que reflejaba el pasillo que conduce de


nuevo a las oficinas privadas. Me detuve cuando vi a Emerie tan jodidamente
hermosa. Tan dulce y honesta, y todo lo bueno. Mis palmas comenzaron a
sudar mientras me quedaba allí, mirándola. Su puerta estaba cerrada, y estaba
escribiendo algo en la pizarra, probablemente algo positivo acerca de hacer
funcionar las cosas, lo que me haría sentir como un idiota aún más grande
cuando lo leyera.
Me había pasado las últimas veinticuatro horas pensando cómo debería
hacerlo, qué le dolería menos. No había ninguna razón para decirle lo que
había pasado en la corte. Ella creía que las relaciones podrían soportar
cualquier cosa si dos personas trabajaban en ello. No había ninguna duda en
mi mente de que querría intentar estar juntos, mientras, estaríamos separados
por casi mil quinientos kilómetros. En un primer momento, incluso podría
funcionar. Pero con el tiempo, la mierda comenzaría a
desmoronarse. Siempre lo hace. Es probable que no nos diéramos cuenta de
lo mal que estaban las cosas hasta que explotara en nuestras caras. Emerie
acababa de ubicarse en Nueva York, dejarla vivir aquí era lo correcto.
Así que, todo lo que fui capaz de pensar fue hacerlo rápido. No dar
vueltas con esta mierda y tratar de alargar el asunto, porque eso sólo gastaría
más de su tiempo. Ya había perdido tres años de su vida aferrándose a ese
idiota, Baldwin; no estaba a punto de hacerle lo mismo. Desprendimiento
rápido y completo, como jalar una bandita. La herida duele como una hija de
puta, pero luego, cuando dejas que le dé el aire fresco, cubres la herida con
una crema para curarla.
Ella tapó el marcador y dio un paso atrás, leyendo lo que acababa de
escribir. Una lenta sonrisa se extendió por su rostro, y el dolor de cabeza del
que me deshice finalmente, sólo apareció de repente con venganza.
Respiré profundamente y me dirigí a mi oficina.
Emerie estaba por salir justo cuando iba a entrar.
—Hola, dormilón. —Envolvió sus brazos alrededor de mi cuello—. Es
una pena que no te tomaras un poco más de tiempo. Estaba a punto de subir
para despertarte. —Me dio un beso en los labios y añadió—: desnuda.
—Emerie... —Carraspeé porque mi voz patéticamente se quebraba—.
Necesitamos… —Nunca llegué a terminar la frase, porque antes que pudiera
añadir la palabra hablar, nuestros teléfonos comenzaron a sonar, y el tipo de
entregas me gritó desde el vestíbulo. En lugar de ignorarlo, tomé la
postergación como el imbécil sin bolas que era.
Entonces, después que el tipo se fue, el superintendente del edificio vino
a hablar conmigo de algo de trabajo que se va a hacer, por lo que necesitaban
cortar el agua dos horas mañana. En el momento en que había podido salir de
la conversación, mi cliente había aparecido veinte minutos antes de su
cita. No podría hacerlo esperar en el vestíbulo mientras dejaba a mi novia, así
que, mi conversación con Emerie iba a tener un retraso de al menos una hora.
Pero una cita llevó a la siguiente, y una hora se convirtió en dos, y de
repente eran casi las siete de la noche. Emerie no había hecho nada más que
sonreír y lucir feliz de tenerme de vuelta todo el día. Incluso me había pedido
el almuerzo y se sentó en el vestíbulo, bromeando con uno de mis clientes
durante diez minutos para que pudiera ingerir la comida. Ahora, todas mis
excusas se habían ido, y la oficina estaba en silencio.
Miré por la ventana, bebiendo el café que había aparecido mágicamente
en mi escritorio hace media hora, cuando Emerie entró en mi oficina. Lo supe
por el golpeteo de sus tacones, no porque me di la vuelta.
Ella se puso detrás de mí y envolvió sus manos alrededor de mi cintura.
—Día loco.
—Sí. Gracias por todo. Por el almuerzo, café, contestar el teléfono y la
puerta, todo el día. Por todo.
Apoyó la cabeza en mi espalda.
—Por supuesto. Somos un buen equipo. ¿No lo crees?
Cerré los ojos. Maldición. Sólo hala la bandita, Drew, eres un marica.
Termina con la mierda. Tragué saliva y me volteé para mirarla.
—Emerie... no estoy hecho para ser parte de un equipo.
Se rió, probablemente aún sin comprender plenamente lo que estaba
diciendo. Entonces, levantó la vista y vio mi rostro sombrío. Su sonrisa se
marchitó.
—¿De qué estás hablando? Eres un gran jugador en equipo. Continúo
desde donde me necesitas, y haces lo mismo por mí.
Hala la jodida bandita. Rápido.
—No, Emerie. Eso es lo que hace un empleado por su empleador. No
somos un equipo.
Se veía como si hubiera sido golpeada físicamente. Su labio inferior
tembló por medio segundo, y luego se calmó, cambiando todo su
comportamiento. Brazos que habían estado casualmente a su lado, se
cruzaron en una postura protectora sobre su pecho, y enderezó la espalda. Lo
jodido fue que, por un breve instante, me encendí observándola en su modo
pelea. Después de todo, discutir había sido la forma en que habíamos
empezado este lío en primer lugar. Pero definitivamente no era el momento
ni el lugar para pensar con mi polla.
—Toda relación pasa por períodos en que una persona tiene que
apoyarse más en la otra. Llegará un día en que voy a tener que apoyarme en
ti.
La asesora de relaciones en ella salió, y me di cuenta que tenía que ser
franco. Así que, en lugar de jalar la bandita, le hice una nueva herida.
—No quiero que te apoyes en mí, Emerie. Tengo que terminar las cosas
entre nosotros.
Dio un paso atrás, por lo que, me preparé para seguir, y di el último
golpe.
—Mi hijo es mi prioridad, y no hay espacio para nada más en mi vida.
La voz de Emerie fue un susurro:
—Entiendo.
—Lo siento. —Por fuerza de la costumbre, me incliné para tocar su
hombro, darle consuelo, pero ella retrocedió como si mi mano fuera fuego.
Bajando la mirada, dijo:
—Te dejé mensajes en el escritorio, y tu primera cita fue pospuesta para
las siete y media.
Había tanto que debería haber dicho, pero lo único que hice fue
asentir. Lo cual ella ni siquiera vio.
Emerie se acercó a la puerta de mi oficina, y todo lo que quería hacer era
volver los últimos cinco minutos; regresar y decirle que no sólo quería ser su
compañero de equipo, quería ser todo su jodido equipo. Pero en cambio, me
quedé allí y la observé alejarse. Porque, sólo sería más difícil dentro de un
mes, o un año; las jodidas relaciones a larga distancia jamás funcionan. Uno de
nosotros estaría en un infierno mucho peor cuando el tiempo pasara y alguien
fuera infiel.
Emerie desapareció en su oficina y regresó un momento después con su
abrigo, su computadora portátil y el bolso colgado sobre su hombro.
Suavemente cerró la puerta de su oficina, tanto que casi ni siquiera la escuché
marcharse. Quizás ese era el punto. Pero lo hice, y cuando levanté la mirada
para darle un último vistazo, vi que estaba llorando. Tuve que agarrar la silla
frente a mí con el fin de evitar ir tras ella.
Entonces, ya no estaba.
Y mientras me quedé durante la siguiente hora con mierda dando
vueltas en mi mente, todo en lo que podía pensar era: ¿a quién estaba tratando
de proteger aquí?
A ella… o a mí.
Capítulo 42
No creí que fuera posible sentirme más miserable de lo que había estado
la última semana. Alexa y yo habíamos discutido durante una hora cuando
busqué a Beck, y luego, empezó justo donde había quedado cuando lo dejé de
nuevo, dos días más tarde. Mi hijo no se había sentido bien durante todo el
fin de semana y quería saber por qué no podíamos ir a mi casa nunca más. No
sabía qué decirle, y cuanto más tiempo dejaba mierda sin respuesta, más
difícil se hacía.
Para empeorar las cosas, mi vuelo de regreso a Nueva York se retrasó
por seis horas, y la última noche de sueño decente que había tenido fue la
noche antes de que el juez dictara su decisión. Incluso la azafata me preguntó
si me sentía bien. La verdad del asunto es que no me sentía bien; me sentía
jodidamente miserable tratando de arreglar mi mudanza a Atlanta. A pesar
de que no era la verdadera razón de mí reciente odio a la vida.
Para el momento en que mi vuelo aterrizó en el aeropuerto JFK, era
medianoche. Estaba tan agotado por falta de sueño, que pensé que en realidad
podría dormir esta noche, finalmente tener un poco de desesperado sueño.
Pero entonces, cometí el error de parar en la oficina, sólo para mirar alrededor.
Estaba tranquilo. No esperaba que Emerie estuviera allí tan tarde. Me
había evitado a toda costa antes de irme a Atlanta de todos modos; viniendo
a la oficina sólo para encontrarse con sus pacientes personalmente y luego se
marchaba inmediatamente. Supuse que estaba haciendo el resto de su trabajo
desde casa. Además, tenía acceso a mi horario, habría sabido que regresaría
temprano esa noche, así que, estaba seguro de que me evitaría.
Dejé mi equipaje en el mostrador de recepción y entré por la oficina en
un misterioso silencio. La puerta de Emerie estaba cerrada, e hice lo posible
por pasar de largo, pero simplemente no podía hacerlo. A pesar que estaba
relativamente seguro que nadie estaba allí, llamé en primer lugar; luego, abrí
lentamente la puerta. Estaba oscuro, pero la luz del pasillo iluminaba lo
suficiente para poder ver el interior. Sin embargo, estaba seguro de que la
oscuridad me estaba haciendo imaginar cosas. Así que, encendí la luz. Mi
corazón saltó hasta mi garganta cuando me quedé helado y miré fijamente.
Vacío.
La oficina estaba jodidamente vacía.
Parpadeé un par de veces, con la esperanza de que mis ojos me
estuvieran jugando una mala pasada, pero no. Ella se había ido. Esta vez para
siempre.

—Necesito que sigas a alguien por mí.


—Buen jodido día, para ti también, cariño. —Roman se sentó en la silla
de invitados en el otro lado de mi escritorio.
Cuando le había enviado un mensaje a las seis de la mañana, ya estaba
de camino a mi casa. Ya que no había dormido en toda la noche y decidí hacer
un uso productivo de mi insomnio, le dije que nos encontráramos en la
oficina.
—No hay nada bueno en ello. —Arrojé el archivo en mi mano sobre el
escritorio y froté mis ojos.
—Te ves como la mierda, hombre. —Roman se echó hacia atrás en su
silla, y levantó sus pies con botas en mi escritorio, cruzando los
tobillos. Normalmente, los apartaba, pero no me importaba lo suficiente esta
mañana.
—Todos los viajes me han agotado.
—Sí, esa es la razón.
—¿Que se supone que significa eso?
—Nada. ¿Qué necesitas?
—Quiero que sigas a Emerie por mí.
—¿Para qué mierda? ¿No está al otro lado del pasillo la mitad del día?
—Se fue.
—¿Cuando pasó eso?
—En algún momento durante los últimos días, supongo. Regresé a la
medianoche, y su oficina estaba vacía.
—Supongo que eso explica la razón por la que parece que no has
dormido en dos días.
—Sólo necesito saber si encontró un nuevo lugar para alquilar. He
encontrado una pequeña casa para arrendar en Atlanta. David Monroe va a
unirse a mí aquí, a tiempo parcial, se va a hacer cargo de algunos de mis
clientes a los que no les importaría si no los manejo personalmente. Entre eso
y trabajar de forma remota, estoy pensando que puedo volver dos veces al
mes durante unos días, en lugar de ir y volver todas las semanas. No hay
ninguna razón por la que no pueda quedarse aquí. Sería fácil evitarme.
—Entonces, ¿realmente lo vas a hacer? ¿Vas a dejar tu práctica y mudarte
a Atlanta?
—¿Qué opción tengo? Voy a apelar, pero no hay garantía de que algo
cambie. Beck siente el limbo en el que estoy. No puedo vivir en una habitación
de hotel; él nunca se va a conformar con no ser capaz de tener su propio lugar
para dormir y guardar sus cosas. Necesita sentir como si estuviera en su casa,
que estoy ahí si me necesita para eventos escolares, citas con el médico. Acaba
de formar un equipo de hockey de niños. ¿Qué haría cuando sus juegos fueran
los días que esté en Nueva York cada semana? Además, no puedo ir y venir,
cincuenta y dos veces al año, desperdiciando cuarenta horas de trabajo en dos
días. Es duro después de un tiempo.
—¿Por cuánto tiempo es el contrato de arrendamiento de la casa que has
encontrado?
—Un año. —Mis hombros cayeron—. Imagino que me tomará unos
nueve meses antes de que tenga una cita para argumentos orales sobre mi
apelación de custodia.
—¿Ya firmaste?
—Aún no. Tengo una reunión con el propietario cuando regrese al final
de la semana.
—Bueno. Dame unos días más.
—¿Para qué?
—Tengo un tipo en Atlanta trabajando en algo para mí.
—¿Quiero saber?
Roman sonrió.
—Mierda, no. Así no puedes resultar implicado.
Fue la primera vez que me reí desde… no estaba seguro. Ese era Roman,
un hombre con un plan que siempre sostenía mi espalda.
—Bueno, sea lo que sea, gracias.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres hacer con Emerie? ¿Sólo que la
siga? ¿Qué tal una pista sobre lo que estoy buscando?
—Sólo necesito saber que está bien. Si encontró una oficina y si es en un
barrio seguro.
Roman levantó una ceja.
—Entonces, ¿no quieres saber si está follando con alguien?
Apreté la mandíbula con tanta fuerza que casi me quebré un diente.
—No. Si descubres eso, ni siquiera me digas esa mierda. Sobre todo si es
ese idiota, Baldwin, porque sólo la va a joder.
—¿Como tú?
—¿Qué demonios significa eso? No la herí. A mí me jodieron. Estoy
haciendo lo mejor para ella.
Roman se puso de pie.
—No voy a pelear contigo, amigo. La seguiré si eso es lo que
quieres. Pero tal vez deberías preguntarte si lo mejor para Emerie podría ser
dejar que tome su propia decisión sobre cómo manejar su relación.
Capítulo 43
—Estuviste increíble —dijo Baldwin desde la puerta.
Levanté la mirada desde donde empacaba mi material de clase.
—¿Cuánto tiempo has estado ahí?
—Los últimos cinco minutos.
—Estás siendo amable. Era un manojo de nervios.
Él sonrió.
—Se hace más fácil. Pero en serio, no pareció.
Hace dos días, Baldwin había llamado para decir que una de las
asistentes de enseñanza del departamento tuvo que irse de forma inesperada,
y me preguntó si quería intentar. Prácticamente me aseguraría la posición
adjunta de la facultad por la que me entrevistarían mañana, así que, accedí,
aunque tenía cero deseos de hacer cualquier cosa en estos días. Levantarme
de la cama era un esfuerzo.
Después de haber terminado de embalar, caminé hacia la puerta.
—¿Vas a clase?
—No. Acabo de terminar de calificar algunos documentos y quería ver
cómo estabas. ¿Qué tal algo de comer? Hay un pequeño y lindo restaurante a
pocas cuadras que hace la mejor ensalada de atún.
Durante el último mes, había estado evitando a Baldwin por Drew, pero
ya no había ninguna razón para hacerlo. A pesar que no estaba de humor para
tener compañía; sabía que encerrarme en mi apartamento y estar triste no era
muy saludable.
—Por supuesto. Me encantaría.
Baldwin y yo almorzamos fuera, al lado de las lámparas de calor, ya que
era una hermosa tarde. En un momento dado, me levanté para ir el baño, y vi
a un hombre sentado en un auto estacionado a media manzana. El auto estaba
a mi espalda mientras estaba comiendo, así que, no tenía idea de cuánto
tiempo había estado allí, pero podría haber jurado que el hombre en el interior
era Roman. Después de haber terminado el almuerzo, busqué el auto de
nuevo, pero ya se había ido.
Más tarde en el día, después de terminar mis diligencias por la tarde, fui
a casa para hacer un asesoramiento en línea. Ni siquiera podía abrir la puerta
de entrada completamente, porque mi apartamento estaba repleto de muebles
de oficina. Probablemente irme antes de encontrar un nuevo espacio no fue la
mejor idea, pero simplemente no podía quedarme allí. Incluso cuando Drew
no estaba, lo único en lo que podía pensar era en él. Había pensado que
librarme de tener que ver el escritorio en el que habíamos tenido sexo y la
habitación de copias en la que nos habíamos conocido, me ayudaría a pensar
menos en él. Por desgracia, mis pensamientos viajaron conmigo en lugar de
quedarse en la oficina.
Mientras estaba acomodando mi ordenador portátil para que mis
pacientes no vieran la habitación alocada y llena de muebles de oficina,
llamaron a mi puerta. Odiaba que tuviera esperanzas, pensando que tal vez
era Drew. Estuve confundida cuando vi a Roman a través de la mirilla.
Abrí la puerta.
—¿Roman?
Estaba de pie, agarrando la parte superior de la puerta.
—He recibido instrucciones de seguirte.
—Creí haberte visto en el restaurante hoy.
—¿Puedo entrar? No voy a tomar mucho de tu tiempo.
—Ummm... claro. Por supuesto. Pero debo advertirte, el lugar es un
desastre. Mudé mi oficina a mi pequeño apartamento y no tengo lugar para
poner cualquier cosa, así que, básicamente se apoderó de mi sala de estar. —
Abrí la puerta tanto como pude y Roman entró—. ¿Quieres algo de beber?
Levantó la mano.
—Estoy bien.
Había montones de archivos en todo el sofá. Empecé a recogerlos para
hacer espacio para que se sentara.
—¿Quieres sentarte? ¿Acomodarte para contarme la razón por la que me
estás siguiendo?
Se rió.
—Claro.
Me senté en mi silla de oficina frente a él y esperé que empezara.
—Drew me pidió que te siguiera. Afirma que quiere asegurarse que tu
nueva oficina está en un barrio seguro.
—¿Y si no lo estuviera? ¿Qué va a hacer con esa información?
Roman se encogió de hombros.
—La mierda no siempre tiene sentido cuando un hombre está
enamorado.
—¿Enamorado? ¿Has olvidado la parte en la que me dejó?
—Nunca pensé que diría esto acerca de mi mejor amigo. He conocido al
hombre desde la primaria, y siempre ha tenido bolas de acero, pero tiene
miedo.
—¿De qué?
—De enamorarse. Su madre engañó a su padre y se fue cuando era
niño. Su esposa le mintió sobre ser el padre del niño del que estaba
embarazada, y luego continuó al follar al papá del bebé después de casarse. Se
enamoró de ese niño, luego ella le arrebató el derecho de ser padre. También
le recuerdan día a día en el trabajo cómo funcionan las relaciones,
especialmente aquellas en las que las parejas no pasan tiempo juntos.
Finalmente, encontró algo bueno en su vida contigo. No me gusta ver que lo
desperdicie porque es demasiado cobarde para tener una
oportunidad. ¿Siquiera te dijo que el juez dejó a Alexa quedarse en Atlanta, y
se está por mudar allí?
—No.
Hubo un dolor en mi pecho. La forma en que terminó las cosas tenía un
poco más de sentido ahora. Una parte de mí podía entender por qué Drew
sería escéptico respecto a que las cosas podrían funcionar entre nosotros. Su
pasado le había enseñado más o menos que cuando te enamoras, luego te lo
arrebatan. Pero eso no justificaba lo que había hecho. Si estaba o no
justificado, no cambiaba el hecho de que ni siquiera había tratado de luchar
por nosotros. Ni siquiera me dijo lo que estaba ocurriendo.
—Siento por lo que está pasando, Roman. Nada de esto es justo para
él. Pero incluso si fuera cierto que todavía se preocupa por mí, ¿qué podría
hacer al respecto? No puedo hacer que deje de tener miedo. Ni siquiera quiere
intentar. Eso me dice que no valía la pena el riesgo por él. Tengo que valer
más que eso.
Roman asintió.
—Lo entiendo. Es sólo que... te vi con ese profesor hoy, en el almuerzo.
—Baldwin y yo somos amigos. Sí, tenemos historia, o debería decir,
yo tengo una historia de sentimientos por Baldwin. Pero me enamoré de
Drew, y eso me demostró que los sentimientos que pensé que tenía por
Baldwin no eran realmente amor. Porque nunca fue así con Baldwin; lo que
siento por Drew está en un nivel diferente.
Roman sonrió.
—Dijiste siento, no sentía.
—Por supuesto. No puedo apagar sentimientos sólo porque estuve
herida. Va a tomar un tiempo superar a Drew.
—¿Hazme un favor? No intentes demasiado aún. Todavía tengo
esperanza de que mi amigo va a sacar la cabeza de su culo.
Capítulo 44
Yo no sudo.
Me había puesto de pie en el tribunal y fui sorprendido por un cambio
de planes, cuando un testigo cambió su testimonio y un juez estaba
mirándome bajo su nariz; ni una gota. Sin embargo, de alguna manera, tuve
que limpiar mi frente, y la servilleta de papel estaba pegajosa en mis manos
sudorosas.
¿Por qué tengo que hacer esto hoy? No estaba listo. Beck no estaba
listo. Pero eso no detendría a mi ex esposa. Había amenazado con decirle a
Beck cuando lo dejara esta noche si no lo hacía, y aunque no era una mujer de
palabra, estaba seguro que su amenaza iba en serio.
Fue la segunda vez en dos semanas que estaba canalizando a mi
padre. Hala la bandita era su cliché favorito. Tan sólo esperaba que el rostro de
mi hijo no luciera ni de cerca como el de Emerie cuando terminé lo nuestro.
Me volteé hacia Beck, que estaba riendo a carcajadas viendo dibujos
animados, y miré el reloj. Mierda. Me quedé sin tiempo para poder postergar.
—¿Beck? ¿Amigo? Necesito hablar contigo de algo antes de volver esta
noche con mamá. ¿Crees que puedes apagar la televisión?
Se volvió hacia mí, un niño tan dulce, tolerante.
—Está bien, papi.
Después que se levantó y tomó el mando a distancia de la mesa, se sentó
de nuevo y se volteó, y me dio toda su atención. Tenía la boca seca de repente,
por lo que era difícil hablar. No había manera fácil de decirle esto a un niño,
sin importar lo mucho que lo endulzara.
—¿Está todo bien? Te ves como yo antes de vomitar. —Beck se puso de
pie—. ¿Quieres que te traiga un cubo como lo haces por mí cuando vomito?
Me reí con nerviosismo.
—No, amigo. No necesito un cubo. —Por lo menos, creo que no—.
Siéntate. Se trata sobre ser tu papi.
Su expresión cambió.
—¿No vas a ser mi papá nunca más? ¿Es por eso que no me llevas a tu
casa?
Puede que necesite ese cubo después de todo.
—Oh, Dios. Nada de eso en absoluto. Nunca voy a dejar de ser tu
padre. Pero... —A la mierda, aquí va—. Pero, algunos niños tienen suerte y
tienen más de dos padres.
Sus ojos se iluminaron.
—¿Te vas a casar con Emerie?
Jesús. Eso dolió de muchas maneras.
—No creo que eso vaya a suceder, Beck. No.
Se estaba emocionando y empezó a hablar sin parar.
—Porque Mikayla de la escuela tiene una madrastra. Sus padres están
divorciados, como tú y mamá, y ahora tiene dos mamás.
—No. Bueno, sí. No. Algo así. La cosa es que... en realidad, yo soy tu
padrastro.
—Entonces, ¿tengo dos papás? —Arrugó la nariz.
—Sí. Cuando naciste, tu madre y yo nos casamos. No sabía que no eras
mi… —Sentí las palabras comenzar a burbujear en mi garganta, y tuve que
aclararla un par de veces para evitar mostrar lo triste que estaba. Necesitaba
que Beck supiera que lo que le estaba diciendo, no tendría ningún efecto sobre
nuestra relación, y mi llanto no enviaría el mensaje correcto.
Empecé de nuevo:
—No sabía que no eras… mi hijo, biológicamente, hasta años después
que naciste.
—Si no eres mi padre biológico, entonces, ¿quién es?
—Un hombre llamado Levi. Mamá dice que ya lo has conocido un par
de veces.
Sus ojos se iluminaron.
—¿El piloto de carreras?
Estaba emocionalmente en conflicto. Si bien apestaba para mí que él
estuviera emocionado por estar relacionado con ese idiota, si le facilitaba
aceptar la noticia, estaba de acuerdo con eso.
—Sí. El piloto de carreras.
—¡Conduce un auto genial! Tiene una tobera al frente y es ruidosa.
Forcé una sonrisa.
—Tu mamá va a tener que empezar a llevarte para que conozcas a
Levi. Pero esto no significa que algo va a cambiar entre tú y yo.
Pensó en todo lo que había dicho por un momento, y luego preguntó:
—¿Todavía me amas?
Beck podría tener casi siete y empezar a ser demasiado genial para tomar
mi mano cuando caminábamos a la escuela, pero todo eso no importaba. Lo
subí en mi regazo y lo miré directamente a los ojos.
—Te amo más que a nada en este mundo.
—Entonces, ¿no me vas a dejar por tener un nuevo papá?
—No, Beck. Nunca te dejaría. La gente no se va cuando ama a alguien. Se
quedan para siempre. Es por eso que me voy a mudar a Atlanta. Tu madre te
trajo hasta aquí, y yo iré donde tú vayas.
—¿Mi padre biológico no me ama, y es por eso que vivimos en Nueva
York?
Jesús. Tenía algunas preguntas difíciles.
—Sé que es confuso, pero Levi no sabía que eras su hijo cuando
naciste. Así que, no tuvo la oportunidad de conocerte. Ahora que sabe,
también va a amarte, estoy seguro.
Me di cuenta que era el momento de sentarme y tener una charla con
Levi para asegurarme de que mi hijo sería la prioridad que tenía que ser. Si
iba a ser parte de su vida, mejor que no fuera una decepción.
—¿Va a vivir aquí, también?
—No estoy seguro, amigo.
—Pero dijiste que las personas no se van cuando aman a
alguien. Entonces, ¿sólo se irá cuando no me amé?
Dios, estaba jodiendo esto magníficamente.
—A veces, hay que dejar ir físicamente cuando se ama a alguien, como
por trabajo, tal vez, pero encuentras otras maneras para seguir con ellos, todos
los días. Cuando dije que las personas no se van cuando aman a alguien, no
quiere decir que tendrían que estar allí en persona diariamente. Sólo tienen
que ser más creativos para encontrar formas de estar juntos cuando no puedes
estar allí en persona. Como tú y yo el mes pasado, cuando tuve que volver a
Nueva York para trabajar.
—¿Cómo hacer FaceTime con el iPhone de mamá?
—Exactamente.
—¿Cómo hablar por Snapchat?
—No estoy en ese. Pero si eso quieres.
Beck asintió y se quedó en silencio durante un tiempo.
Era mucho para asimilar, especialmente para un niño de su edad. A estas
alturas, yo apenas podía procesarlo.
—¿Tienes alguna pregunta, amigo?
—¿Aún puedo llamarte papá?
Mi corazón se retorció.
—Sí, definitivamente. Siempre voy a ser tu papá.
—Entonces, ¿cómo voy a llamar a Levi? —Pensar en mi hijo llamando
papá a otro hombre, era físicamente doloroso. Pero mi propio dolor no
importaba.
—Estoy seguro que mamá, y Levi van a arreglarlo con el tiempo.
Unos minutos más tarde, Beck preguntó si podía volver a encender sus
dibujos animados. Él no lucía agotado. Yo, por el contrario, sentía como si
hubiese estado en diez rounds de una pelea de peso pesado con las manos
atadas a la espalda. Estaba mental y físicamente exhausto.
Esa noche, después de dejar a Beck con Alexa, me recosté en mi cama en
el hotel, repitiendo la conversación una y otra vez. Era importante para mí
respaldar las cosas que le dije a mi hijo hoy. Los niños aprendían más de lo
que los padres hacían que por lo que decían. Necesitaba demostrarle que me
quedaría aquí a largo plazo, sobre todo porque no podía controlar lo que Levi
y Alexa hacían.
Mientras intentaba conciliar el sueño, una cosa siguió insistiendo en el
fondo de mi mente y no me dejó seguir. Era algo que yo había dicho. Mientras
que creía que las palabras eran verdad, si era honesto conmigo mismo, no
estaba siguiendo exactamente mis declaraciones. Y no tenía nada que ver con
mi hijo.
Las personas no se van cuando aman a alguien. Se quedan para siempre.

A la mañana siguiente, mi sentimiento de inquietud había brotado. La


raíz había estado allí durante las últimas semanas, pero desde mi
conversación con Beck, había crecido como una vid y se ubicó en mi estómago
y mi cabeza. Y se había enrollado alrededor de mi corazón con tanta fuerza
que apenas podía respirar.
Tuve que arrastrarme fuera de la cama para poder llegar al aeropuerto
para el vuelo. En la parte trasera de un taxi, comprobé mi tiempo de salida y
me puse nervioso. Me conocía, cómo podía obsesionarme con la mierda,
y necesitaba saber. Finalmente, cedí, le envié un mensaje a Roman a las cinco
de la mañana.
Drew: ¿Está saliendo con alguien?
Como siempre, respondió a los pocos minutos. Era la única persona que
conocía que necesitaba menos sueño que yo.
Roman: Pensé que se suponía que no debía decirte esa parte.
Drew: Sólo dime.
Roman: ¿Estás seguro que puedes manejarlo?
Jesucristo. En realidad, no estaba tan seguro de poder. Si él estaba
preguntando, no era bueno.
Drew: Dime.
Roman: El vecino está acercándose a ella. Le envió flores, una cosa
enorme de rosas amarillas. También la llevó a comer el otro día en algún lugar
elegante con precios caros y comida estúpida y pequeña.
Mierda.
Drew: ¿Algo más?
Roman: Empecé a seguirlo un poco. Llevó a una mujer a cenar anoche.
Alta. Lindas piernas. A mitad de la cena, parecía que estaban discutiendo.
Ella empezó con mierda dramática, se puso de pie y arrojó la servilleta sobre
la mesa, y luego salió corriendo. Creo que la dejó.
El sentimiento de inquietud en el estómago estaba allí por una maldita
razón. Iba a perderla para siempre si no sacaba mi cabeza de mi
culo. Estacionando en el aeropuerto, le escribí un último mensaje a mi amigo
antes de salir del taxi.
Drew: Gracias, Roman.
Respondió de inmediato.
Roman: Ve por ella. Era cuestión de jodido tiempo.

Estaba casi tan nervioso como ayer, cuando tuve que darle la noticia a
Beck. Pero también había algo diferente en la forma en que me
sentía. Determinado. Sin importar lo que me tomara, iba a hacer que Emerie
me perdonara y me diera otra oportunidad. Lo había jodido; podría culpar a
un millón de experiencias en mi vida, pero la verdad del asunto era que lo
había jodido. Y estaba a punto de comenzar a arreglarlo.
Había un letrero de fuera de servicio en los dos de los ascensores en su
edificio. Me paré frente al solitario que funcionaba, dando golpecitos
ligeramente con el pie, mientras veía los números bajar por los pisos. Se quedó
quieto en el nueve durante treinta segundos, luego se detuvo en el ocho por
el mismo tiempo. No tengo tiempo para esto. Ya había perdido demasiado
tiempo. Mirando alrededor, vi el letrero de la escalera y empecé a correr. Mi
corazón latía mientras subía dos a la vez hasta el tercer piso.
Entonces, estaba delante de la puerta de Emerie, y me di cuenta por
primera vez que no tenía idea de lo que iba a decir. Dos horas en el avión, y
no había planeado mi declaración de apertura. Lo bueno es que soy bueno
improvisando sobre la marcha cuando se trata de argumentos orales.
Respiré profundamente, me tranquilicé, y llamé.
Cuando la puerta se abrió, me di cuenta de lo completamente poco
preparado que estaba.
Porque Baldwin estaba mirándome desde el interior.
Capítulo 45
—¿Dónde está Emerie?
—Se está vistiendo. Tenemos un desayuno de trabajo en la universidad
esta mañana. No es que sea de tu incumbencia.
El profesor Pendejo seguía de pie en el interior, y yo era el que estaba en
el pasillo. El simbolismo me carcomió. Pasé por su lado y entré en el
apartamento de Emerie.
—Claro, adelante —murmuró, con sarcasmo.
Me volví hacia él, cruzando mis manos sobre el pecho.
—Ahora vete.
—¿Disculpa?
—Necesito hablar con Emerie a solas, así que, agradecería si pudieras
desaparecer.
Negó.
—No.
Mis cejas se levantaron. No creía que el imbécil tuviera las agallas. Si se
tratara de cualquier otro momento, podría haber estado impresionado por su
tenacidad. Pero en este momento, sólo me molestaba como la mierda.
Di un paso hacia adelante.
—Puedes irte por tu cuenta, o te ayudaré a irte. De cualquier manera, te
vas a ir. ¿Cómo va a ser?
Viendo que no estaba jugando, tomó la ruta inteligente y abrió la puerta.
—Dile a Emerie que la veré en la escuela más tarde.
—Sí. Me aseguraré de darle el mensaje. —Le di un empujón la puerta,
cerrándola sobre sus talones.
Girando, me encontré con la sala de Emerie atestada de mobiliario de
oficina. El lugar apenas tenía suficiente espacio para un sofá y una silla
antes. Ahora también estaba lleno por un escritorio, sillas de oficina,
archivadores, equipos informáticos, y todo lo demás de su oficina.
La puerta de su habitación crujió, y Emerie salió, con la mirada gacha
mientras miraba algo en su teléfono.
—Encontré la BIOS del departamento de Psicología en la página web de
la universidad. ¿Dime otra vez con quién nos vamos a encontrar? Soy tan
mala con los nombres.
Mi respuesta la detuvo en seco.
—Sólo tú y yo.
La cabeza de Emerie se levantó rápidamente, y parpadeó un par de veces
como si estuviera imaginando el hombre de pie en su sala de estar.
—Drew. ¿Qué haces aquí? —Miró detrás de mí—. ¿Y dónde está
Baldwin?
—Se fue.
—¿A dónde?
Miré mis pies por un minuto, y luego encontré su mirada. Había una
sensación que retorcía mi pecho mientras encontré la misma tristeza que
sentía dentro de mí detrás de sus ojos.
Mi voz era baja y ronca.
—¿Lo amas?
Me miró fijamente por largos segundos, las ruedas girando en su cabeza.
Contuve la respiración todo el tiempo. Finalmente, negó.
Gracias a Dios.
Eso era todo lo que necesitaba escuchar. Cualquier otra cosa lo podíamos
solucionar. Podría hacer que me perdonara, podría aprender a confiar en mí,
pero no podía hacer que no estuviera enamorada de otro hombre. Aún estaba
de pie en la puerta de su dormitorio, y de repente no había demasiado espacio
entre nosotros. Me acerqué a ella, sin que me importara una mierda si era un
movimiento cavernícola. La imperiosa necesidad de tocarla sobrepasó
cualquier necesidad de comportarse.
Ella no se movió. Con cada paso que daba, mi corazón latía más
rápido. No se movió cuando extendí mis manos, tomé su rostro entre mis
manos, y poco a poco, posé mis labios contra los suyos, probando las
aguas. Tomando esto como una luz verde, o al menos no un rojo brillante
parpadeante, fui por más. Plantando mis labios sobre su boca, ser suave se fue
por la ventana, y la besé con fuerza. Ella abrió sus labios, gimiendo mientras
la acercaba a mí. El sonido fue como un disparo directo a mi pene, y el beso
duro rápidamente cambió a un frenesí. Olía increíble, sabía tan dulce como la
recordaba, y la sensación de su cuerpo pegado al mío era mejor de lo que
había experimentado.
Dios, era un jodido idiota. ¿Cómo siquiera pude alejarme de esto?
El beso se prolongó durante mucho tiempo. Cuando se rompió, no pasó
mucho tiempo para que dudara y se atemorizara, por no hablar de la ira.
—No puedes simplemente aparecer…
Mis labios se estrellaron en los de ella, interrumpiéndola. Esta vez, trató
de luchar. Me dio un empujón débil en mi pecho, que sólo me hizo envolver
mis brazos con más fuerza. Finalmente, se relajó, y se dio por vencida de
nuevo. Cuando nuestro beso se rompió, aparté mis labios unos centímetros
como recordatorio de que estarían sobre ella en menos de un latido si
comenzaba de nuevo.
—Sólo dame un minuto antes de hacerme trizas, ¿de acuerdo?
—Sesenta segundos —dijo.
La esquina de mi labio se torció. Dios, extrañé esa boca. Y no sólo la
sensación de sus labios suaves y su sumisa lengua, extrañé su descaro. Froté
dos dedos por su mejilla, se lo dije directamente. Mi voz era cruda mientras
dejaba el peso sobre ella.
—Te amo.
Una sonrisa de esperanza se formó en su hermoso rostro. Pero, entonces
lo recordó. Recordó lo que le había hecho las últimas semanas, y su sonrisa
desapareció.
—Tienes una forma divertida de demostrarlo. Me amas, ¿así que me
dejaste?
—El juez no ha cambiado mi horario de visitas con Beck, pero permitió
que Alexa se quedara en Atlanta. Tengo que mudarme.
—Lo sé todo. Roman me lo dijo.
—¿Roman?
—Sí, Roman.
—¿Qué mierda?
—No me digas qué mierda a mí. Al menos Roman tuvo la cortesía de
decirme la razón por la que estabas actuando como un idiota.
—Estaba asustado.
—Igual yo. Pero no me alejé.
Bajé la mirada.
—Lo sé. Te podría dar un millón de excusas sobre por qué hice lo que
hice, tratar de justificarme. Pero todas estas razones conducen de nuevo a una
sola cosa. —Hice una pausa y luego le dije mirándola a los ojos—: Tenía
miedo.
—¿Y ahora? ¿Ya nunca más tendrás miedo?
Negué.
—Finalmente me di cuenta que tenía más miedo de perderte que de
intentar y salir lastimado. Supongo que puedes decir que me crecieron un par
de bolas.
Ella se relajó. Parecía que quería creerme, pero se mostraba escéptica. No
podría decir que la culpaba.
—¿Cómo sé que no vas a acobardarte y desaparecer de nuevo? —Su voz
se quebró—. Realmente me lastimaste, Drew.
—Lo siento mucho. Y sé que en este momento mi palabra no vale mucho
para ti. Pero juro por Dios, Em, si me das otra oportunidad, no voy a joder las
cosas esta vez.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Vas a estar viviendo en Atlanta, y estaré aquí todos los días, algunos
días de trabajo en la universidad con Baldwin. ¿Cómo siquiera funcionaría?
—Como necesites que funcione. Tomaremos turnos. Una semana irás a
Atlanta; una semana vendré a Nueva York. O cada dos, si eso es demasiado
para ti. Y tendremos un jodido montón de sexting14 y llamadas por FaceTime.
Aún no lo tengo todo planeado, pero lo solucionaré. No va a ser fácil, pero
valdrá la pena. Te amo, Emerie. Pasaría trescientos sesenta y cuatro días de
sed si eso significaría que te bebería por sólo un día.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, y la atrapé con mi pulgar.
—Por favor, dime estos son lágrimas de felicidad, Em.
—No creo que una relación a larga distancia funcione.
—Vamos a hacer que funcione. Por favor. Por favor, dame otra
oportunidad.
Negó rápidamente.
—No.
—Pero… —Intenté cambiar su opinión, pero esta vez, me hizo callar.
Emerie presionó sus labios contra los míos.
El beso estaba lleno de tantas emociones locas que podía sentir pulsando
a través de mis venas y en nuestra conexión. Cuando finalmente nos
apartamos, ella estaba jadeando, y yo estaba en un puto pánico. Se está
despidiendo.
—No va a funcionar de larga distancia.
—Em, vamos a hacer que funcione.
—No. Voy a ir contigo a Atlanta.

14 Sexting: Mensaje de texto sexuales.


—Lo solucionar… espera… ¿qué? —La miré con incredulidad—. Repite
eso.
—Dije que voy a ir contigo a Atlanta.
—¿Qué pasa con el trabajo que has solicitado en la universidad? ¿Tus
pacientes?
—Soy asistente el resto de este semestre. Sólo me entrevistaron para la
posición de adjunta a invitados. Puede que ni siquiera me contraten. El
semestre termina en tres meses. Vamos a ir y venir hasta entonces. Con un
poco de experiencia en mi hoja de vida, tal vez será más fácil encontrar un
trabajo a tiempo parcial ahí. Y la mayoría de mis clientes son portátiles;
hicieron sesiones de vídeo de asesoramiento antes. Tal vez, voy a mantener
incluso unos pocos y regresar cada tanto mientras tienes a tus clientes aquí.
Necesitas estar cerca de tu hijo, y también quiero conocerlo. Él es parte de ti.
—¿Lo dices en serio? Casi me dio un ataque al corazón cuando dijiste
que a larga distancia no funcionaría.
Sonrió.
—Bueno. Es lo justo después de lo que me has hecho pasar las últimas
semanas.
Sin previo aviso, la levanté en el aire. Gritó, pero la sonrisa en su rostro
me dijo que estaba feliz. Sus piernas envueltas alrededor de mi cintura, brazos
alrededor de mi cuello, y la apreté con tanta fuerza, que me preocupaba que
podría hacerle daño.
—Dios, te amo.
—Mejor que lo hagas.
—Lo hago.
Tomé su boca con otro beso y me fui con ella en mis brazos hasta que
pude encontrar una superficie limpia para dejarla. Esa superficie sucedió que
era la encimera de la cocina, que también era de la altura perfecta. Mi pene ya
estaba duro, sintiendo su calor a través de los pantalones.
De alguna manera nos las arreglamos para rasgar la ropa del otro
mientras nos manteníamos conectados todo el tiempo. Chupé debajo del
lóbulo de su oreja, y mis dedos exploraron la raja de su culo mientras ella me
desabrochaba los pantalones. Cuando los pantalones cayeron al suelo, me
quité la ropa interior, y mi pene se balanceó contra mi estómago.
Mirando entre nosotros, le dije:
—Te echamos de menos.
Ella rió.
—Los extrañé a ambos, también.
Necesitaba tanto estar dentro de ella.
—El juego previo va a ser corto, pero lo compensaré en la parte final. Va
a ser juego posterior en su lugar. —Extendí la mano hacia abajo y agarré mi
pene, bajándolo a un poco para que pudiera utilizarlo para frotar la humedad
por todos lados. Ella estaba resbaladiza y lista, y yo estaba impaciente como
el infierno, así que, de un empujón entré. Emerie miró entre nosotros, mirando
mi polla desaparecer dentro de ella mientras empujaba lentamente.
Cuando estuve completamente dentro, levanté la barbilla.
—Verte observarme poner mi polla dentro de ti es la cosa más sexi que
he visto en mi vida.
Sonrió.
—Me alegra, porque realmente me gustó ver.
Le acaricié la mejilla con el pulgar.
—Pensándolo bien, esta sonrisa de aquí, podría ser la cosa más atractiva
que he visto en mi vida.
Empecé a moverme, lentamente al principio, deslizándome dentro y
fuera. Había algo diferente en esta ocasión, como si las barreras entre nosotros
hubiesen desaparecido, finalmente era libre de amarla.
Besé sus labios suavemente.
—Te amo.
Ella encontró mi mirada.
—También te amo, Drew. No lo supe hasta que sentí la cosa real, pero no
estoy segura de alguna vez haber estado realmente enamorada antes de
conocerte.
Se sintió como si me hubiese dado una corona. En ese momento, yo era
un jodido rey. No estaba seguro de qué había hecho para merecerla, pero era
lo suficientemente codicioso como para que importara. Ella era mía, y tenía
pensado tenerla para siempre este vez.
A pesar de que habían pasado sólo un par de semanas desde la última
vez que estuve dentro de ella, fue demasiado tiempo. Traté de ir lento, pero
cuando apretó las piernas alrededor mí y su coño se comprimió, exprimiendo
mi polla, sabía que no iba a durar mucho tiempo. A ella le gustaba cuando
hablaba durante el sexo, así que, le susurré todo lo que quería hacerle en su
oído; no poder esperar por frotar mi cara en su coño, cómo quería correrme
sobre sus tetas, y la forma en que más tarde iba a inclinarla sobre el mostrador
en el que estaba sentada y tomarla desde atrás, terminando sobre todo su culo
que estaría rojo y caliente por mis manos en ellos.
Gimió fuerte, gritando mi nombre y pidiendo que fuera más
duro. Aceleré el ritmo, y después que sentí su cuerpo temblar de espasmos a
mi alrededor, me vine largo y duro dentro de ella. No había forma de que los
vecinos no escucharan nuestro final espectacular, y sin duda esperaba que uno
en particular hubiese disfrutado oírlo.
Después que nuestras respiraciones se calmaran, aparté un mechón de
su mejilla y miré sus ojos azules saciados.
—Entonces, ¿de verdad te mudarás a Atlanta conmigo?
—Sí.
—He encontrado una pequeña casa con un patio que está disponible para
arrendar. Tal vez usted puedas venir a verla, y podemos decidir si queremos
algo más grande.
—He estado viviendo en esta caja de zapatos por seis meses, cualquier
cosa parecería más grande.
—Tiene tres dormitorios, una gran bañera, y el propietario me dijo que
podía volver a pintarla si quiero.
—¿Me estás diciendo que me permites añadir color a tu vida?
—Estoy diciendo que ya lo hiciste. Eres rojo en mi mundo en blanco y
negro.
Epílogo

—¿Lo conseguiste?
Roman metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un sobre.
—Justo aquí. —Negó—. Aún no puedo creer que te quitaste de encima
esta mierda.
Vi a Drew venir por el pasillo.
—Guárdalo. Ahí viene.
Roman deslizó el sobre en su bolsillo y sacó un frasco en su
lugar. Quitándole la tapa, me lo ofreció.
—¿Trago?
—No, gracias.
Drew entró mientras Roman levantó el viejo frasco de metal a sus labios.
—¿Todavía llevas eso contigo?
—Nunca se sabe cuándo necesitarás una inyección de Hennessy, mi
amigo.
Me sorprendió que Drew no hubiera empezado a beber tragos después
de los últimos días. Más o menos lo había vuelto loco para que se preparara
para esta noche. Mis padres iban a llegar en los próximos minutos, y una
media docena de amigos de Beck también. A pesar que habíamos vivido en
Atlanta durante casi un año, realmente era la primera vez que tendríamos
compañía. Bueno, excepto por Roman, que no contaba como invitado.
Siempre fue la familia de Drew, y en el último año, se había convertido en mi
familia también. Él era el hermano molesto que siempre había querido.
A veces, cuando nos visitaba, lo encontraba en el sofá jugando
videojuegos con Drew a las dos de la mañana. En otras ocasiones, hacía que
Drew perdiera su vuelo cuando tenía negocios en Nueva York, porque se lo
llevó en una misión de vigilancia. Pero todo el tiempo, él estaba allí para
nosotros. La mayoría de la gente tiene cicatrices de varicela. Drew consiguió
un preciado amigo de por vida. De alguna manera, eso tenía sentido con esos
dos.
Beck llegó corriendo desde el patio. Su ropa estaba empapada, y agua de
color marrón goteaba de su pequeña cabeza.
—¡Regué el jardín!
—Umm... ¿regaste el jardín, o el jardín te regó a ti? —Señalé el baño—.
Ve a tomar un baño antes que todos lleguen.
—¿No puedo ir a la piscina desnudo? —Dio saltitos, con las manos juntas
como en súplica.
—No, no puedes ir a la piscina desnudo. Los vecinos te verán.
Beck hizo un puchero y bajó los hombros, antes de voltearse y arrastrar
sus pies de camino al baño.
—Román y yo vamos por cerveza —anunció a Drew—. ¿Necesitas
algo? ¿Recoger el pastel que pediste?
—Mis padres van a pasar por allí de camino. Es una tradición que
paguen por el pastel. No preguntes —mentí.
Drew me dio un beso en la mejilla.
—Lo que quieras. —Luego, susurró:
—Por cierto, no parecía importarte si los vecinos veían cuando estabas
desnuda en la piscina la otra noche.
Supongo que tenía un punto. Aunque en mi defensa, sólo tuvimos a Beck
por tres semanas mientras su madre estaba en su luna de miel en Bali, estaba
bebiendo una copa de vino, y Drew acababa de volver del gimnasio, por lo
que sus músculos estaban particularmente abultados. Además, estaba oscuro,
y demonios… ¿había mencionado que sus músculos estaban particularmente
abultados?
Diez minutos más tarde, acababa de terminar de preparar la ensalada de
melón cuando sonó el timbre.
Mis padres sonriendo me recibieron con los brazos en el aire.
—¡Feliz día de adopción!

Después de entrar a la casa para ir al baño, me quedé mirando la fiesta


en el patio por la ventana de la cocina durante unos minutos. Todo iba muy
bien. Mis padres estaban hablando con el nuevo socio de Drew y su esposa,
Roman estaba coqueteando con la madre soltera de uno de los mejores amigos
de Beck, podría haber mencionado su estado de solteros a ambos; y Beck
estaba trepando a la casa del árbol que él y su padre había pasado cuatro
meses construyendo después de mudarnos aquí.
Y hoy era mi festejo de día de adopción. Mis padres estaban aquí, y este
año iba a ser aún más especial que nunca.
Desde el patio, Drew me atrapó mirando y se excusó con uno de sus
nuevos amigos. Se metió en la casa y fue detrás de mí, envolviendo sus brazos
alrededor de mi cintura para unirse a mí para observar por la ventana.
—¿Qué estamos mirando?
—Mi vida.
—¿Sí? —Me giró y me dio un dulce beso—. Ahora yo también estoy
mirando a la mía.
Mi corazón suspiró.
—Amo cuando te pones dulce.
—Ayer por la noche amabas mi charla sucia.
Envolví mis brazos alrededor de su cuello.
—Tal vez, simplemente te amo.
—Soy bastante impresionante.
Poniendo los ojos en blanco, me reí.
—Egocéntrico.
Drew me dio un beso en la frente.
—Tus padres están ansiosos por el pastel. Creo que tu madre le gusta lo
dulce.
Mis padres habían comenzado a preguntar por el pastel en el momento
en que entraron. Sólo que no por la razón que Drew pensaba. El sol había
comenzado a ponerse, y probablemente una hora más tarde de lo debido para
servir el pastel, pero estaba haciendo tiempo. Una oleada repentina de nervios
me atravesó, después de más de seis meses de ansiosa espera para que este
día llegara.
—Le prometí a Beck que podía ayudar a llevar el pastel. ¿Por qué no
haces una taza de café, y yo iré a traerlo?
Encontré a Beck, y él corrió a la casa cuando le dije que era el momento.
Sonrió de oreja a oreja, y me trajo muchos recuerdos de emoción de mi primer
día de adopción.
Al ver el rostro emocionado de su hijo, Drew dijo:
—Eso debe ser por el pastel.
—Está en mi habitación. El tío Roman dijo que lo colocara debajo de la
almohada, porque él es mejor que un hada —gritó Beck por encima del
hombro, y a la mitad del pasillo.
Drew frunció el ceño; extendí mi mano hacia él sin ninguna explicación.
—Vamos.
La habitación de Beck era de color amarillo brillante. Le dejamos elegir
el color cuando me mudé a Atlanta permanentemente después que el
semestre terminara. Fiel a su palabra, Drew no se quejó de todo el color que
añadí a la casa. Cada habitación era más brillante que la siguiente, excepto
nuestra habitación, que lo había pintado de un gris apagado. Lo había elegido
porque cuando le pregunté a Drew qué color le gustaría para nuestro
dormitorio, me dijo que yo era todo el color que necesitaba. Así que, pensé en
darle lo que quisiera en nuestra habitación, ya que en ese lugar siempre me
daba lo que me gustaba.
Beck estaba de pie junto a su cama con el sobre detrás de su
espalda. Parecía como si fuera a estallar de la emoción, su sonrisa era tan
amplia.
Asentí hacia él.
—Adelante.
Beck sacó el sobre detrás de su espalda y se lo tendió a su padre.
—Feliz día de adopción.
Vacilante, Drew tomó el sobre blanco y grueso, y luego me miró.
—¿Es para mí? Pero es tu día, nena.
Negué.
—Ábrelo.
Drew deslizó los documentos del sobre y los desdobló. Era un abogado,
por lo que no le habría tomado mucho tiempo descubrir qué era, incluso si el
título de la orden no lo decía todo. Se quedó quieto mientras leía el título,
entonces me miró estupefacto.
Asentí.
Al recibir confirmación de todo lo que estaba claramente escrito en la
parte superior del papel, Drew revolvió rápidamente las docenas de páginas
engrapadas para llegar a la última. Sabía lo que estaba buscando: todas las
firmas para ver que era oficial. Y allí estaba, en blanco y negro, como a él le
gustaban las cosas. Las firmas de Justice Raymond Clapman y Levi Archer
Bodine.
Cuando volvió a mirarme, sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Cómo…?
—Feliz día de adopción, papá. ¡Me tienes a mí en el día de la
adopción! ¡Ahora tú y Emerie pueden celebrar el mismo día!
Por supuesto, era sólo una formalidad. Drew siempre había sido el padre
de Beck, tanto en su corazón como en el de Beck, no era diferente a cómo era
con mis padres. Pero a veces, oficializar las cosas es el moño del ya mejor
regalo. Más tarde, le diría a Drew que tendríamos que pagar manutención
adicional por los siguientes doce años, más o menos, aunque sabía que no le
importaría ni lo más mínimo.
Cuando había aceptado cumplir con todos los pagos de manutención de
Levi, a cambio de que firmara los documentos de adopción, siempre había
tenido la intención de pagar la manutención con mis ganancias, de todos
modos. Sería mi manera de apoyar al niño que también se convirtió en mío en
el último año.
Resultó que Levi no tenía mucho interés en ser el padre de
Beck. Tampoco estaba muy interesado en el estilo de Alexa de interrumpir sus
carreras. Al parecer, tampoco les gustaba a todas las otras mujeres con las que
se acostaba. Menos de dos semanas después que Alexa había hecho que Drew
le informara a su hijo que tenía un padre biológico diferente, Levi la dejó. Él
no quería tener nada que ver con conocer a Beck. Su única conexión eran los
grandes cheques que Alexa se aseguraba que el estado le cobrara por
manutención, después que él la molestara.
Así que, hace unos meses, mientras que Drew estaba en Nueva York por
negocios y las carreras NASCAR estaban en Georgia; Roman y yo tomamos
un paseo para hablar con Levi. Mi plan de comprarlo fue ciertamente mejor
que el de Roman; el cual implicaba un amigo de un amigo en el departamento
de policía de Atlanta que podía implicar a Levi en un arresto por conducir
ebrio, luego, amenazar con arruinar su vida como conductor si no firmaba sus
derechos parentales.
Pensé que era una posibilidad remota que él firmaría los papeles de
adopción a cambio de hacernos cargo de su parte, pero no tenía nada que
perder y mucho que ganar por Drew. Y algunas veces arriesgarse valía la
pena. Ahora que Alexa había encontrado alguien nuevo para alimentarla, no
se opuso a la adopción. En el fondo, sabía que era lo correcto, y en última
instancia, no le importaba si recibía el cheque de manutención y tuviera un
hombre a su lado.
Drew se quedó mirando los papeles con incredulidad. Pensé que tal vez
estaba tratando de contener las lágrimas, pero cuando una gota cayó en los
papeles, me di cuenta que estaba llorando, no conteniéndolas. Abriendo los
brazos, envolvió uno a mí alrededor y el otro alrededor de su hijo, y nos acercó
a su cuerpo. Luego, dejó salir todo. Sus hombros se sacudieron, y su cuerpo
vibraba mientras sollozaba en silencio.
No pude evitar unirme. Era un momento muy bonito, me recordó a mi
propio día de adopción y las lágrimas de mis padres. No había entendido todo
el alboroto, en ese entonces, pero hoy se hizo muy evidente.
Después de limpiar nuestros ojos, Beck preguntó si podíamos comer
pastel.
—Adelante, amigo. ¿Por qué no vas por el pastel y lo llevas fuera?
Emerie y yo iremos en unos minutos.
—Está bien, papá. —Beck corrió desde su habitación, dejándonos solos.
Drew me miró fijamente con mirada de asombro en su rostro.
—No puedo creer que hayas hecho esto. Nadie ha hecho nada tan
significativo por mí en toda mi vida.
Empecé a tener nudo en la garganta de nuevo.
—Roman ayudó.
Drew apartó mi cabello detrás de mí oreja. —Estoy seguro de que lo
hizo. Pero eres tú quien me dio todo lo que podría pedir.
Apreté su mano.
—Eso es lo justo, porque me has dado lo mismo.
Soltó mi mano y dio un paso atrás.
—No te he dado todo aún. Pero tengo intención de hacerlo, si me lo
permites.
Lo que vino después pasó en cámara lenta. Drew rebuscó en su bolsillo
delantero y sacó una pequeña caja negra antes de ponerse sobre su rodilla.
—He estado llevando esta cosa en mi bolsillo todos los días durante la
última semana, tratando de encontrar la manera de dártelo. Quería que fuera
algo especial, pensé que hoy podría ser el día, pero estaba esperando el
momento perfecto. No puedo pensar en uno más perfecto, ¿verdad?
Mi mano fue rápidamente a mi boca mientras lo miraba.
—Tienes razón. Es perfecto.
Drew me apretó la otra mano. —Emerie Rose, desde el día que
irrumpiste en mi oficina, con actos de vandalismo, y me mostraste tu culo, he
sentido como si una parte de mí no estuviese cuando no estabas cerca. Eres
color en mi mundo en blanco y negro. Antes de conocerte, no entendía por
qué las cosas nunca funcionaron con nadie más. Pero finalmente lo entiendo
ahora; porque no eras tú. Así que, por favor, dime que te casarás conmigo,
porque ya me has dado todo. La única cosa que falta en mi vida es que tengas
mi apellido.
Se sentía como si estuviera en un sueño. Las lágrimas rodaron por mis
mejillas.
—¿Esto es real? ¿Realmente está sucediendo?
—Esto es muy real, nena. Tú, Beck y yo… quizás otro en tu vientre y otro
que adoptemos algún día. Ya somos una familia. Me diste oficialmente a Beck
hoy. Ahora, hazlo oficial y acepta ser mía, también. Di que sí.
—¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! —Me emocioné tanto que tiré a Drew hacia atrás desde
donde estaba arrodillado, y ambos terminamos en el suelo.
Nos quedamos allí por un tiempo mientras mi futuro marido besaba mis
lágrimas.
—Tu propuesta fue tan dulce. ¿Me atrevo a decir romántica? No pensé
que tenías eso, Jagger.
Nos giró así él estaba encima.
—Lo tenía. Pero vas a tenerlo en ti tan pronto en cuanto saque a estas
personas el infierno de aquí.
Sonreí.
—Ahí está el pervertido que conozco y amo.
—Sólo quiero que seas feliz, nena. —Hizo una pausa—. Y desnuda.
Y lo estaría. Porque en algún lugar entre peleas y rasgar ropa por sexo
feroz, me había enamorado increíblemente de un hombre inesperado en el
momento más inoportuno. Y resultó ser exactamente lo que ambos
necesitábamos.
FIN
Acerca de la
Autora
Vi Keeland es la autora # 1 de gran
éxito en ventas del New York Times.
Con más de un millón de libros
vendidos, sus títulos han aparecido en más
de cincuenta listas de Bestseller y
actualmente están traducidos en doce
idiomas.
Ella vive en Nueva York con su
esposo y sus tres hijos donde vive su
propio felices por siempre, con el chico
que conoció a los seis años.

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