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Índice
Sinopsis
La noche que conocí a Drew Jagger, él acababa de irrumpir en mi nueva
oficina de Park Avenue.
Marqué el 911 antes de proceder a atacarlo con mis nuevas y elegantes
habilidades de Krav Maga.
Rápidamente me restringió, luego se rio, encontrando divertido mi
intento de asalto.
Por supuesto, mi intruso debía ser arrogante.
Sólo que, resultó, que no era en absoluto un intruso.
Drew era el dueño de mi nueva oficina. Había estado de vacaciones
mientras el lujoso lugar era renovado.
Razón por la cual un estafador consiguió arrendarme un espacio en una
oficina que en realidad no estaba disponible para rentar.
Me robaron diez de los grandes.
Al día siguiente, después de horas en la estación de policía, Drew se
apiadó de mí y me hizo una oferta que no pude rechazar. A cambio de
responder sus teléfonos mientras su secretaria no estaba, me dejaría
quedarme hasta que encontrara un nuevo lugar.
Probablemente debería haber actuado agradecida y mantener la boca
cerrada cuando escuché los consejos que les escupía a sus clientes. Pero no
pude evitar darle mi opinión.
Nunca esperé que mi cuerpo reaccionara cada vez que discutimos. En
especial cuando eso era todo lo que parecíamos poder hacer.
Los dos éramos completos opuestos. Drew era un amargado, molesto,
hermoso como el infierno, destructor de relaciones. Y mi trabajo era ayudar a
las personas a salvar sus matrimonios.
La única cosa que teníamos en común era el espacio que estábamos
compartiendo.
Y la atracción que estaba haciéndose más difícil de negar cada día.
A veces lo que estás buscando
Viene cuando no estás mirando en absoluto.
~Desconocido
Capítulo 1
Odio la víspera de año nuevo.
Dos horas en el tráfico para no lograr hacer ni siquiera los diez kilómetros
a casa desde La Guardia. Eran pasadas las diez de la noche. ¿Por qué toda esta
gente no estaba ya en una fiesta? Toda la tensión que las dos semanas en
Hawái habían aliviado, estaba de nuevo apretando más y más fuerte dentro
de mí mientras el auto avanzaba centímetro a centímetro hacia la parte alta de
la ciudad.
Intenté no pensar en todo el trabajo al que tenía que volver: las cadenas
sin fin de problemas de otras personas que encajaban con los míos.
“Ella fue infiel.”
“Él fue infiel.”
“Quiero la custodia completa de los niños.”
“Ella no puede quedarse con la casa en Vail.”
“Lo único que quiere es mi dinero.”
“No me ha dado una mamada en tres años.” Escucha, cretino, eres un
cincuentón, calvo, pomposo y con forma de huevo. Ella tiene veintitrés, está buena, y
tiene unas tetas tan jóvenes que casi le llegan a la barbilla. ¿Quieres arreglar este
matrimonio? Ve a casa con diez mil, billete sobre billete, y dile que se arrodille.
Tendrás tu mamada. Ella tendrá su dinero para gastar. No pretendas que alguna vez
fue más de lo que realmente fue. ¿No te funciona? A diferencia de tu futura ex esposa,
yo tomaré un cheque. Hazlo a nombre de Drew M. Jagger, Abogado.
Me froté la nuca, sintiéndome ligeramente claustrofóbico en la parte
trasera del Uber, y miré por la ventana. Una anciana con andador nos
adelantó.
—Voy a salir —gruñí al conductor.
—¿Pero, y el equipaje?
Ya estaba en la parte posterior del auto.
—Abre el maletero. De todas maneras no nos estamos moviendo.
El tráfico estaba completamente detenido, y solo faltaban dos cuadras
para llegar a mi edificio. Dándole una propina de cien dólares al conductor,
agarré mi maleta y tomé una profunda bocanada de Manhattan.
Amaba esta ciudad tanto como la odiaba.
El 575 de Park Avenue era un edificio restaurado de antes de la guerra
en la esquina sur este de la calle 63. Era una dirección que le daba a la gente
nociones preconcebidas respecto a ti. Alguien con mi apellido había ocupado
el edificio desde antes de que se convirtiera en un espacio sobre valuado.
Razón por la cual mi oficina pudo permanecer en la planta baja cuando los
otros inquilinos comerciales fueron desalojados hace algunos años. También
vivía en el piso superior.
—Bienvenido de nuevo, Sr. Jagger. —El portero uniformado me saludó
mientras abría la puerta del lobby.
—Gracias Ed. ¿Me perdí algo mientras no estuve?
—Nah. Lo mismo de siempre. Sin embargo, me asomé a su oficina el otro
día. Luce bien.
—¿Han usado la entrada de servicio por la sesenta y seis como se suponía
que hicieran?
Ed asintió.
—Seguro que sí. Apenas los escuchamos los últimos días.
Dejé caer mi equipaje dentro de mi apartamento, luego bajé de nuevo por
el elevador a revisarlo todo. Por las últimas dos semanas, mientras estaba
retozando en Honolulu, mi espaciosa oficina había estado recibiendo una
reforma total. Grietas en el techo elevado serían cubiertas y pintadas, y nuevos
suelos reemplazarían al viejo parqué.
Todavía había plástico grueso sobre todos los pasillos internos cuando
entré. El poco mobiliario que no había almacenado en un depósito también
estaba cubierto con mantas. Mierda. No lo han terminado todavía. El contratista
me había asegurado que solo quedarían trabajos de acabado para cuando
regresara. Estuve en lo correcto al ser escéptico.
Encendí las luces, me sentí feliz al encontrar el recibidor completamente
terminado. Finalmente, una víspera de navidad sin ninguna horrible
sorpresa, para variar.
Di un pequeño vistazo alrededor, complacido con lo que encontré, y
estaba a punto de irme cuando noté una luz por debajo de la puerta de un
pequeño cuarto de archivo al final del pasillo.
Sin pensar sobre ello, me dirigí allí para apagarla.
Ahora, soy una persona de 1,90 metros, 92 kilos, y tal vez era solo mi
marco de pensamiento, el no esperar ver a nadie, pero cuando abrí la puerta
del cuarto de archivo y la encontré, me asusté como la mierda.
Ella gritó.
Di un paso atrás por la puerta.
Se levantó, se subió en la silla y comenzó a gritarme, agitando su teléfono
en el aire.
—¡Llamaré a la policía! —Sus dedos sonaban mientras marcaba el nueve,
luego el uno y retenía el último uno—. ¡Sal ahora y no llamaré!
Podría lanzarme hacia ella y el teléfono estaría fuera de sus manos antes
de que se diera cuenta de que no había marcado el último dígito. Pero lucía
aterrorizada, así que retrocedí otro paso y levanté las manos en señal de
rendición.
—No voy a lastimarte. —Usé mi mejor voz de calma—. No necesitas
llamar a la policía. Esta es mi oficina.
—¿Te parezco estúpida? Acabas de irrumpir en mi oficina.
—¿Tu oficina? Creo que diste un giro equivocado en la esquina de Loca y
Cucú.
Se tambaleó encima de la silla, sosteniendo abiertos ambos brazos para
recuperar el equilibrio, y luego, su falda cayó a sus pies.
—¡Sal! —Se agachó y tomó su falda, subiéndola hasta su cintura mientras
me daba la espalda.
—¿Toma medicamento, señora?
—¿Medicamento? ¿Señora? ¿Estás bromeando?
—¿Sabes qué? —Señalé al teléfono que todavía sostenía—. ¿Por qué no
presionas el último uno y dejas que la policía se pase por aquí? Ellos pueden
llevarte de vuelta a cuál sea el manicomio del que escapaste.
Sus ojos se ampliaron.
Para ser una loca, ahora que realmente estaba mirándola, era
malditamente linda. Fiero cabello rojo se apilaba sobre ella combinando con
su explosiva personalidad. A razón de la mirada en sus furiosos ojos azules,
me alegré de aguantarme de decírselo.
Presionó el uno y procedió a reportar el crimen de irrumpir en la oficina.
—Me gustaría reportar un robo.
—¿Robo? —Arqueé una ceja y miré alrededor. Una solitaria silla
plegable y una mesa de metal eran los únicos muebles en todo el espacio—.
¿Qué es exactamente lo que estoy robando? ¿Tu personalidad ganadora?
Modificó su queja con la policía.
—Allanamiento de morada. Me gustaría reportar un allanamiento de
morada en el 575 de Park Avenue. —Hizo una pausa y escuchó—. No, no creo
que esté armado. Bueno, es grande. Realmente grande. Al menos un metro
ochenta. Tal vez más.
Hice una mueca.
—Y fuerte. No olvides decirles que también soy fuerte. ¿Quieres que
haga flexiones para ti? Y tal vez deberías decirles que tengo los ojos verdes.
No sea que la policía me confunda con todos los demás ladrones realmente
grandes que están aquí, en mi oficina.
Después de colgar, continuó subida en la silla, mirándome.
—¿También hay un ratón? —pregunté.
—¿Un ratón?
—Considerando cómo saltaste a esa silla... —Me reí.
—¿Lo encuentras divertido?
—Ciertamente. Y no tengo idea de por qué. Debería haberme molestado
como la mierda llegar a mi casa después de dos semanas de vacaciones y
encontrar un intruso en mi oficina.
—¿Intruso? No soy un intruso. Esta es mi oficina. Me mudé hace una
semana.
Se tambaleó de nuevo mientras estaba sobre la silla.
—¿Por qué no te bajas? Te vas a caer de esa cosa y te lastimarás.
—¿Cómo sé que no vas a hacerme daño cuando me baje?
Sacudí mi cabeza aguantando la risa.
—Cariño, mira mi tamaño. Mira tu tamaño. Permanecer en esa silla no
hará una mierda por mantenerte a salvo. Si quisiera hacerte daño, ya estarías
inconsciente y fría en el suelo.
—Tomo clases de Krav Maga dos veces a la semana.
—¿Dos veces a la semana? ¿En serio? Gracias por advertirme.
—No tienes que ridiculizarme. Tal vez pueda hacerte daño. Para ser un
intruso, realmente eres como rudo, ¿sabes?
—Bájate.
Después de mirarnos por un minuto completo, se bajó de la silla.
—¿Ves? Estás tan a salvo en el suelo como lo estabas allí arriba.
—¿Qué quieres?
—No llamaste a la policía, ¿verdad? Casi me engañas por un segundo.
—No. Pero puedo hacerlo.
—Ahora, ¿por qué no vas y lo haces? ¿Para que puedan arrestarte por
allanamiento?
Señaló a su maltrecho escritorio. Por primera vez noté papeles por todo
el lugar.
—Te lo dije. Esta es mi oficina. Estoy trabajando hasta tarde porque el
equipo de construcción hizo tanto ruido el día de hoy que no pude terminar
con lo que tenía. ¿Por qué alguien allanaría para trabajar a las diez y media de
la noche en la víspera de año nuevo?
¿Equipo de construcción? ¿Mi equipo de construcción? Aquí pasa algo.
—¿Estuviste hoy con el equipo de construcción?
—Sí.
Me rasqué la barbilla, medio creyéndole.
—¿Cuál es el nombre del capataz?
—Tommy.
Mierda. Estaba diciendo la verdad. Bueno, al menos algo de eso tenía que
ser verdad.
—¿Dijiste que te mudaste hace una semana?
—Correcto.
—¿Y exactamente, a quién le rentaste el espacio?
—John Cougar.
Mis dos cejas se levantaron esta vez.
—¿John Cougar? ¿Por casualidad dejó el Mellencamp1?
—¿Cómo podría saberlo?
Esto no sonaba bien.
—¿Y le pagaste a este John Cougar?
—Por supuesto. Así es como se renta una oficina. Dos meses de depósito,
primer y último mes de renta.
Cerré los ojos y sacudí la cabeza.
—Mierda.
—¿Qué?
2En el original Suck: juego de palabras. Suck se utiliza tanto para decir que algo apesta, como en
relación a la acción de mamar/chupar.
—Nop. Es una de mis palabras favoritas por muchas razones. Chúpatela,
es algo que murmuro a la gente por lo menos una vez al día. Y por supuesto,
¿a quién no le encanta una buena mamada?
—Eres un pervertido.
—Lo dice la mujer cuya contraseña es joder.
—Hice que mi contraseña fuera joder porque nunca podía recordar cuál
era, y cada vez que introducía una clave errónea, murmuraba joder. Baldwin
me sugirió que la cambiara a joder la última vez que bloqueé mi propio
teléfono.
—¿Baldwin?
Nuestros ojos se encontraron.
—El chico de la foto.
Asintió.
Por alguna razón, hablarle de Baldwin a Drew me hizo sentir incómoda,
así que cambié de tema. Tecleando Chúpatela en su teléfono, dije:
—Veamos qué descubro acerca de usted, abogado.
Drew cruzó sus manos detrás de su cabeza y se recostó en la silla,
mirándome.
—Todo tuyo.
Encontré el ícono de las fotos y lo abrí. No habiendo nada, fui a la app
de cámara y la abrí. Tampoco había nada allí.
—¿No tienes fotos? Pensé que era un ejercicio de aprender acerca del
otro.
—Lo era.
—¿Y exactamente, qué aprendí de ti con una cámara llena de nada?
—Aprendiste que no juego limpio.
Capítulo 6
Qué idiota.
Yo. No la bien formada que me acaban de atrapar mirándola. Sin
embargo… qué idiota.
Emerie ha estado inclinada sobre el escritorio de mi recepción para
alcanzar mi teléfono de la oficina sonando mientras me encontró mirando el
suculento final de su espalda. Lo políticamente correcto habría sido mirar
hacia otro lado, pretendiendo que no estaba mirando su trasero. Pero. ¿Qué
hice? Guiñé.
De nuevo. Qué idiota.
Y ahora, Emerie me mira mientras continúa hablando por teléfono. Las
cosas van de una de dos maneras cuando una mujer te encuentra
escrutándola. Coquetea contigo o…
Emerie colgó el teléfono y caminó por el pasillo hacia mí con un
propósito. Su rostro estaba sin expresión alguna, así que no estaba seguro de
qué esperar.
Se paró en la puerta y cruzó los brazos sobre su pecho.
—¿Estabas mirando mi trasero?
Así que estaba optando por la otra manera, cuando el objeto de tu
escrutinio te saca tu propia mierda. Reflejé su postura, cruzando mis brazos
sobre el pecho también.
—¿Quieres que mienta?
—No.
—Es un culo maravilloso.
Sus mejillas se sonrojaron.
—Tú eres un culo, ¿lo sabes?
—Entonces debo ser un gran culo. Porque se necesita uno para
reconocerlo.
Su rostro estoico se quebró, y soltó la risa. Me gustaba que estuviera más
divertida que enojada.
—¿Las mujeres suelen encontrar atractiva tu conducta?
Me encogí.
—Soy guapo y rico. Las mujeres tienden a encontrarme atractivo. Te
sorprendería cuántas veces puedo salirme con la mía.
—Estás tan lleno de ti mismo.
—Quizás, pero es cierto. —Salí de donde había estado parado tras mi
escritorio, dejando apenas unos centímetros entre nosotros—. Dí la verdad. Si
yo fuera bajito, calvo, pobre, sin dientes y con una joroba en mi espalda, me
habrías reclamado al haberme encontrado mirando tu trasero.
Su boca se abrió, y lució adorable tratando de encontrar una salida
retórica incluso cuando su rostro ya me había dicho que estaba en lo cierto.
—Eres un ego-maníaco.
—Tal vez. Pero uno atractivo.
Emerie rodó los ojos y resopló, pero capté una pequeña sonrisa en su
rostro justo antes de que sus caderas se balancearan saliendo de mi oficina.
Qué idiota.
El resto de la tarde, estuve atado al teléfono. A pesar de que había
liberado mi agenda de consultas de oficina hasta la próxima semana, ya se
habían enterado de que estaba de vuelta, y todos mis miserables clientes
querían actualizarme sobre las últimas maniobras de sus cónyuges. Trabajaba
en un negocio horrible, pero era muy bueno en lo que hacía. Lo que querían
era venganza, y cada vez que le daba un golpe moral a una esposa que se lo
merecía, mentalmente lo conseguía con mi propia ex, Alexa, de nuevo.
Probablemente necesitaba un terapeuta, pero la venganza vicaria era más
barata y mucho más satisfactoria.
Acababa de colgar con un cliente que quería una orden de restricción
para evitar que su esposa, ahora separada, quemara su escondite porno,
cuando escuché a Emerie hablando por teléfono desde el área de recepción.
El espacio vacío de la oficina traía su voz hacia mí, y no pude evitar escuchar.
—¿Queens? ¿Eso es lo más cercano al centro que me puedes conseguir
por menos de mil quinientos al mes? ¿Y si conseguimos algo más pequeño?
Sin área de recepción, solo una oficina sencilla en algún edificio de alguna
parte. —Hizo una pausa durante un minuto—. ¿Qué es tan gracioso? Sí, pensé
que me estabas ofreciendo un espacio en el que cupiera más de una persona.
—Otra pausa—. No, no soy de Nueva York. Pero... pero... ¿Sabes qué?
Olvídalo. Llamaré a otro agente.
—¿Problemas para encontrar un lugar? —dije tras ella.
Emerie se giró. La expresión en su rostro era de pura exasperación.
—¿Qué estoy haciendo en Nueva York?
—Dímelo tú.
Suspiró.
—Larga historia. Yo... —Mi teléfono de oficina sonó, y ella levantó un
dedo y lo atendió antes de que siquiera pudiera intentarlo.
—Oficina de Drew Jagger… ¿Quién llama, si puedo preguntar? Sr.
Londom…
Me miró, y levanté las dos manos haciendo la señal universal de “de
ninguna manera”. Ella continuó suavemente.
—El Sr. Jagger se encuentra con un cliente en este momento. Y también
tiene una cita inmediatamente después que ya se encuentra esperándolo.
¿Podría tomar un mensaje de su parte?
Se quedó quieta por un minuto y luego sostuvo el teléfono retirado de su
oído y levantó las cejas. Podía escuchar al halcón Hal London incluso a dos
metros de distancia. Cuando él tomó aliento, ella lo manejó con diplomacia
hasta terminar la llamada.
—¿Escuchaste todo eso? —me preguntó.
—Si, lo escuché. Ese tipo es un asno. Casi prefiero representar a la perra
infiel de su esposa. Me mantiene en el teléfono por más de una hora cada vez
que tiene la oportunidad. Es su dinero, pero igual no quiero hablar con él.
Pudiste librarte de él bastante rápido.
—Intenta ser extremadamente dulce con ellos. Casi siempre apaga a la
gente.
—Tendré que tener eso en mente.
Emerie miró su reloj.
—Son casi las cuatro. No puedo creer que la empresa de muebles no esté
aquí todavía. Lo siento, he estado aquí todo el día.
—No hay problema. Lo sumaré a tu cuenta de alquiler.
Sonrió.
—Bien. Pero entonces te cobraré por mis servicios de secretaría. No soy
barata.
Un destello sucio de Emerie jugando a la secretaria conmigo como jefe
apareció en mi cabeza, y las palabras cayeron antes de que pudiera detenerlas.
—Pagaría mucho por tus servicios.
Se sonrojó, pero luego presionó.
—Debes ser un cretino en el trabajo, entre tu gran ego y tus comentarios
pervertidos. Qué bueno que eres abogado, para cuando te demanden.
—¿Acabas de llamarme cretino?
Se mordió su abultado labio.
—Sí.
Me reí.
—Lo descubriste bastante rápido.
Una alarma en su teléfono comenzó a zumbar. La apagó.
—Tengo una llamada a las cuatro en punto con un paciente que tengo
que tomar. Voy a salir a recibirla. Así tampoco me perderé si llega la compañía
de muebles.
—¿Por qué no usas mi oficina? Podrías usar un poco el escritorio antes
de que se lo lleven. Soy duro con los muebles. No quisiera dañarlo o estropear
tu posibilidad de devolverlo. Además, más privacidad para hablar con tu
paciente.
—No quiero perderme a la compañía de muebles.
—Yo estaré pendiente.
Dudó.
—¿No te importa?
Sacudí la cabeza.
—Nop. Adelante. Jugaré a ser tu secretario.
No tomó mucho esfuerzo convencerla. La miré caminando por el pasillo,
corrijo, miré su trasero mientras caminaba por el pasillo. Cuando llegó a la
oficina, se detuvo y miró por encima de su hombro, atrapándome de nuevo.
Así que le guiñé el ojo. Sip, soy absolutamente consistente.
Era poco más de las cuatro treinta cuando la compañía de muebles
finalmente apareció. Emerie todavía estaba en mi oficina, así que toqué la
puerta entrecerrada para conseguir su atención. Estaba escribiendo en un
cuaderno mientras hablaba a través del dispositivo de manos libres. Había
recogido su largo cabello cobrizo en un moño desordenado en la cima de su
cabeza, y cuando levantó la vista, fue la primera vez que la vi usando gafas.
Tenían marco oscuro, forma rectangular y gritaban fóllame bibliotecaria.
Al menos eso fue lo que escuché cuando las miré. Me quedé mirándola
por un minuto, siendo capturado en mi propia fantasía mientras ella
terminaba la llamada.
Sus cejas bajaron marcadamente mientras se despedía y apagaba su
dispositivo manos libres.
—¿Todo bien?
¿Sus ojos siempre fueron así de azules? La montura negra debía hacer que el
color resaltara aún más que su piel clara.
—Oh, sí. La compañía de muebles está aquí.
Me miró divertida, pero salió hacia el recibidor. Después de que firmara
cierto papeleo, el trabajador la siguió a mi oficinal. Envolvieron el escritorio
con mantas de mudanza y las ajustaron en su lugar.
Emerie suspiró, mirándolo.
—Es un escritorio hermoso.
La miré observándolos llevárselo.
—Precioso.
En los últimos tres días, se había dado cuenta de que le habían robado
diez mil, había sido arrestada y descubierto que su oficina soñada le
pertenecía a alguien más. Esta fue la primera vez en que la vi realmente triste.
La miré llegar a su límite. Vi sus ojos llenos de lágrimas, lo cual sentí en mi
pecho. Me afectó más de lo que podía explicar. Y obviamente afectó más que
a mi pecho, afectó…
Mi cordura.
Porque la mala idea que me escuché sugerir ciertamente no habría salido
de mi boca si no hubiese tenido un lapso momentáneo en mi cordura.
—Quédense. Tú y tu escritorio deberían quedarse. Tengo suficiente
espacio aquí.
Capítulo 7
3 Candy Caned: Candy golpeada con una bara. Hace referencia a una práctica común en el BDSM.
abogado para una audiencia de conciliación, se negó a sentarse en la sala de
conferencias con Ferdinand hasta que dejase el bastón fuera de la oficina.
El camarero me trajo mi nueva bebida y tomé un sorbo.
—Locura calzará bien.
6 Foodie: término inglés informal para una clase particular de aficionados a la comida y a la bebida.
Baldwin me deseó buenas noches, y luego se detuvo y se dio la vuelta.
Por un breve segundo, mi imaginación tomó lo mejor de mí, e imaginé que se
daría la vuelta y cerraría la puerta, decidiendo quedarse.
En su lugar, dijo:
—Estoy esperando un paquete mañana. Si lo ves en el pasillo, ¿Podrías
tomarlo por mí? No estaré en casa hasta tarde.
—Seguro. ¿Mañana en la noche es el Simposio de psicología de Nueva
York del que me hablaste?
—No. Eso es la semana que viene. Rachel tiene entradas para ver una
obra en Broadway mañana.
—Oh. Rachel.
—La conociste la semana pasada en la cafetería.
—Sí. Rachel. —Me gustaría poder olvidarla. Estaba usando ese vestido
tipo camiseta que llevaba la noche anterior cuando escuché su puerta y los
espié por la mirilla—. Tomaré lo que se encuentre frente a tu puerta. Que se
diviertan mañana en la noche.
Después de que se fue, me retiré el maquillaje y cepillé los dientes. Por
supuesto, a pesar de que hace menos de cinco minutos estaba bostezando,
estuve alerta y despejada apenas pude ir a la cama.
La historia de mi vida.
Pensé en mi conversación con Drew más temprano ese día. Parecía como
si hubiese pasado una semana.
El Capitán Prolactineitor había sugerido que me masturbara antes de ir
a la cama. Pero no estaba de humor para pensar en Baldwin después de
escuchar respecto a su cita de mañana en la noche con Rachel.
Sin embargo…
No tenía que visualizar a Baldwin, ¿verdad? Una visión de Drew
apareció en mi cabeza. Era definitivamente lo suficientemente guapo…
Pero no debía.
Me giré y me obligué a cerrar los ojos. Una hora después, alcance el final
de mi mesa. Estaba desesperada por dormir después de ese día tan largo y
demandante.
Encendí mi vibrador y cerré los ojos, intentando relajarme.
Diez minutos después estaba adormecida con una sonrisa en mi rostro.
Capítulo 13
Alexa había arruinado mi trabajo por mucho tiempo. Después del
divorcio, había encontrado pequeñas piezas de mi matrimonio en cada
amarga batalla de mis clientes. Eso me recordaba cuánto tiempo había
desperdiciado, como cuando aquella primera noche dejé que mi polla tomara
las decisiones en lo que se refería a Alexa, en vez de que lo hiciera mi cabeza.
Todo en los archivos de mis clientes se volvió personal para mí, y era como si
todos los días me revelaran las peores noches de mi vida.
Finalmente, aprendí a separar las cosas, de alguna manera. Pero perdí
algo en el camino. Mi trabajo se convirtió en una fuente de dinero y no algo
que yo disfrutara haciendo. Así como ya no tenía que tener miedo de bajar a
mi oficina, tampoco seguí mirando hacia el futuro.
Hasta hoy.
Me levanté más temprano de lo habitual. Después de ir al gimnasio,
estuve en la oficina para las siete de la mañana, revisando el archivo de un
caso. Henry Archer era uno de los pocos clientes que realmente me
agradaban. Su divorcio fue incluso amigable porque él era un tipo
genuinamente agradable. Tenía su audiencia de repartición hoy a las once. La
pandilla entera estaría aquí para tratar de conseguir un acuerdo final.
Milagrosamente, tampoco odiaba a su futura exesposa.
Estaba en el cuarto de copiado cuando escuché a Emerie entrar. Sus
tacones repiqueteaban mientras caminaba por el pasillo cargando una gran
caja marrón. Detuve lo que estaba haciendo y caminé hacia ella para quitársela
de las manos.
—Gracias. ¿Sabes que nadie me ofreció el asiento en el metro mientras
cargaba esa cosa?
—La mayoría de las personas son unos imbéciles. ¿Qué demonios tienes
aquí? Esta mierda pesa. —Coloqué la caja sobre su escritorio y la abrí sin
preguntar. Dentro había un sujetapapeles de vidrio, pero muy bien podría
estar hecho de plomo—. Esta cosa pesa cinco kilos. ¿Te preocupa que un
huracán nos atraviese y vuele todos tus papeles?
Lo tomó de mi mano.
—Es un premio. Lo gané por un artículo que escribí y publicaron en
Psicología Hoy.
—Es un arma. Me alegra que no tuvieras esa cosa cuando te encontré en
mi oficina la primera noche.
—Sí, pude haber hecho una hendidura en esa linda cabeza tuya.
Sonreí.
—Lo sabía. Crees que soy lindo.
Intenté mirar qué más había en la caja, pero palmeó mi mano evitándolo.
—Entrometido.
—Tú desempacaste mis cajas.
—Es cierto. Supongo que puedes mirar.
—Bueno, ahora no quiero, dado que me dijiste que podía.
—Eres como un niño ¿sabes?
Había dejado mi teléfono celular en la fotocopiadora y lo escuché sonar
desde el otro lado del pasillo. Fui a contestarlo, pero el llamante colgó.
Después de terminar de hacer mis copias, tomé el montón de papeles y me
detuve de nuevo en la oficina de Emerie.
Parado en la puerta, me burlé de ella.
—Llegaste temprano. ¿Seguiste mi consejo para conseguir dormirte?
—No. —La respuesta rápida de Emerie fue… demasiado rápida. Años
de hacer declaraciones me había hecho desarrollar habilidades para captar
pequeñas pistas: a veces algo incluso muy pequeño me tumbaba un
argumento que no había esperado y terminaba en algo interesante. Recogí la
esencia de su respuesta de dos letras y estaba por seguirle la corriente.
—¿Entonces no tuviste problemas para dormir anoche, ah?
Cuando comenzó a sonrojarse e intentar ocuparse desempacando la caja,
supe que estaba cerca de algo. Curioso, entré a su oficina y bordeé su escritorio
para poder ver su rostro incluso mientras miraba hacia abajo y desempacaba.
Agaché mi cabeza y miré hacia arriba para atrapar sus ojos.
—Te masturbase anoche, ¿no es así?
Su rubor se hizo más rojo.
—¿Y tú? —contestó.
Reflejo. Todos sabemos lo que significa. Sonreí.
—Lo hice. Y también esta mañana. ¿Quieres saber en qué estaba
pensando mientras lo hacía?
—¡No!
—¿No estás ni remotamente curiosa?
A pesar de que su rostro estaba rojo, me encantaría que ella presionara y
me enfrentara.
—¿No tienes ningún matrimonio que terminar, pervertido?
—Vamos. Admítelo. Te masturbaste y por eso tuviste una buena noche
de sueño y llegaste temprano a trabajar para variar.
—¿Por qué te importa?
—Me gusta tener razón.
—Realmente eres un ego-maniaco gigante.
—Eso me han dicho.
—¿Dejarías el tema si te digo la verdad?
Asentí.
—Sí.
Me miró directo a los ojos.
—Lo hice.
—¿Qué?
—¿Qué quieres decir con qué? Sabes a qué me refiero.
Por supuesto.
—No estoy seguro. ¿Por qué no me explicas a qué te refieres?
—Largo.
—Di que te masturbaste y me iré.
—¿Por qué? ¿Para que puedas irte con la imagen de mí masturbándome?
—¿Creí que no querías escuchar en qué estaba pensando anoche
mientras me acariciaba a mí mismo?
Me reí. Emerie estaba tratando de ser ruda, pero su voz me dijo que
estaba más avergonzada y divertida que enojada. Sintiéndome inusualmente
amable, decidí dejarla en paz antes de presionar mi suerte.
—Tengo una audiencia a las diez que probablemente se convierta en un
almuerzo con el cliente. Hay menús en la gaveta superior del escritorio de
recepción si quieres ordenar algo.
—Gracias.
—A tu orden.
Me detuve justo fuera de su puerta.
—Otra cosa.
—¿Hmmm?
—¿Estabas pensando en mí cuando te masturbabas?
Lo dije solo para molestarla, pero su repentina “cara de ciervo atrapado
en las luces” me dijo que había dado en el clavo. Bueno, mierda. Venir a trabajar
acaba de volverse incluso mejor. Una parte de mí, (una muy gran parte de mí, por
supuesto) quería quedarse y presionar ese interesante dato de información
todavía más, pero repentinamente me convertí en un niño de doce años que
podía sentir su polla irguiéndose. Gracias a esos sucios pensamientos, la
pequeña Señorita Oklahoma con gran trasero, consiguió una absolución.
—Ese no es tu maldito problema. El problema es tu incapacidad de
preparar una comida decente sin quemarla.
Escuchar ese tipo de declaración a gritos no era nuevo para estas paredes.
Solo que en esta ocasión, no venía de uno de mis clientes.
Acababa de volver a la oficina después de un almuerzo tardío con Henry
Archer, y el sonido de un hombre enojado hizo eco por el pasillo. La puerta
de la oficina de Emerie estaba ligeramente abierta, y me pregunté si debía
chequearla, asegurándome de que todo estuviera bien. Prestando atención, la
escuché pedirle al tipo que se calmara y luego otra mujer comenzó a hablar.
Así que regresé a mi oficina a enfocarme en mis propios asuntos.
Quince minutos después, allí estaba de nuevo. Yo estaba al teléfono
cuando la voz del mismo tipo recorrió el pasillo directo a mi oficina.
Tenía dudas respecto a casarme contigo en primer lugar. Debí haberlo evitado
después de que no pudieras ni siquiera tener a nuestro hijo.
El vello en mi nuca se erizó. Lo que él dijo era horrible. Pero yo ya había
escuchado a las parejas escupirse cosas horribles entre sí durante un divorcio.
Ya no me sorprendía tanto. Sin embargo, este tipo… No era tanto qué había
dicho, sino cómo lo había dicho. Su voz estaba cargada de rabia e intimidación,
amenazando mientras insultaba. Ni siquiera había visto su rostro, pero mis
vísceras me dijeron que era más que un abusador verbal. Por desgracia,
también había visto abusadores físicos a lo largo de los años. Había algo en la
forma en que las escorias gritaban que los ponía sobre sus cónyuges en la más
pura forma de “te odio y quiero herir tu alma”.
Me apresuré con el cliente con el que estaba al teléfono y fui a chequear
a Emerie. Antes de que pudiera llegar a su oficina, un fuerte sonido de cosas
quebrándose me envió corriendo.
Cuando llegué a la puerta, el tipo estaba sentado en su silla mientras su
esposa estaba sobre sus manos y rodillas limpiando algo. Emerie estaba de
pie.
—¿Qué ocurre aquí? ¿Todo bien?
Emerie dudó y me miró a los ojos cuando habló. Estaba tratando de diluir
la situación. Lo vi en sus ojos, y lo escuché en su voz.
—El señor Dawson se emocionó un poco y tocó el premio de vidrio que
tenía en mi escritorio.
El pesado pisapapeles que había cargado en el metro dentro de la caja
estaba estrellado por todo el suelo.
—Da un paseo y relájate, amigo.
La cabeza del cretino giró mirando a todos lados.
—¿Me hablas a mí?
—Lo hago.
—¿Quién diablos eres tú?
—Soy el tipo que te está diciendo que salgas a dar un paseo y calmarte.
Se levantó.
—¿Y si no quiero?
—Saldrás involuntariamente.
—¿Vas a llamar a la policía por romper un trozo de vidrio?
—No al menos que Emerie quiera que lo haga. Voy a sacar tu trasero a
patadas yo mismo.
Crucé mis brazos en mi pecho y mantuve el contacto visual. Los hombres
que abusan de las mujeres son unos cobardes. Patearía su culo y disfrutaría
cada maldito minuto.
Después de unos segundos, el tipo miró a su esposa.
—Ya terminé con esta mierda de consejería. —Luego salió en estampida.
Di un paso a un costado para hacerle espacio al pasar.
Tanto Emerie como su cliente permanecieron en silencio hasta que
escuchamos la puerta principal azotarse.
—¿Están bien? —pregunté.
Emerie asintió, y por primera vez, la mujer se giró y me miro. Su mejilla
estaba amoratada y amarilla con un moratón en proceso de curación. Mi
mandíbula se apretó. Debí haber golpeado al maldito cuando tuve
oportunidad.
—Por lo general no es así. Solo ha estado pasándolo mal en el trabajo
últimamente.
Seguro.
Emerie y yo nos miramos a los ojos una vez más, un intercambio no
hablado. Estábamos en la misma página.
—Las dejaré conversar. —Cerré la puerta detrás de mí.
Por la siguiente media hora, trabajé en un caso en el escritorio de
recepción en el recibidor, no queriendo que el cretino del esposo regresara sin
que yo lo supiera. Eventualmente, me encontré con su rostro afuera de la
ventana del frente. Estaba fumando un cigarrillo y esperando a su esposa.
Movimiento inteligente.
Emerie caminó con la Sra. Dawson por el pasillo mientras hablaban.
—¿Qué te parece si hablamos por teléfono mañana? ¿Aunque sean solo
unos minutos? Realmente me gustaría escuchar de ti después de la sesión de
hoy.
Su cliente asintió.
—Está bien.
—¿Qué te parece a las diez?
—Eso estaría bien. Bill se va a trabajar a las ocho.
Emerie asintió.
—¿Sabes qué? No te di una tarjeta de citas por la sesión de la semana que
viene. Déjame traerte una. No tardo.
Después de que se alejara, hablé con la Sra. Dawson. Mi voz fue baja, sin
juicios, y precavida.
—¿Va a estar bien?
Brevemente me miró a los ojos, pero rápidamente los desvió hacia el
suelo.
—Voy a estar bien. En realidad no es un mal hombre. Honestamente,
solo lo atrapaste en un mal momento.
—Ajá.
Emerie regresó y le entregó una tarjeta.
—¿Hablamos mañana?
Asintió y se fue.
Cuando la puerta se cerró, Emerie suspiró audiblemente.
—Lamento eso.
—Nada de qué lamentarse. No puedes evitar que tu cliente sea un
cretino. He tenido muchos de esos.
—Creo que abusa físicamente de ella.
—Estoy de acuerdo contigo.
—También pienso que nunca volveré a escuchar de ella. Me va a
bloquear porque la confronté acerca de lo que sospechaba que estaba
sucediendo.
—¿No crees que te llame mañana o aparezca para la cita de la próxima
semana?
—Nop. Él no la va a dejar continuar. Ahora que lo conozco un poco
mejor, me sorprende que accedieran a venir aquí. Mis sesiones de terapia
habían sido siempre solo con ella.
—Es rudo.
Asintió de nuevo.
—Espero que te llame.
—¿A mí?
—La tarjeta de recordatorio que le di fue tu tarjeta de negocios. Me
imaginé que necesitaría un abogado de divorcios más que un terapista
matrimonial.
Mis cejas saltaron.
—Agradable.
Caminamos juntos por el pasillo.
—Me vendría bien un trago —dijo Emerie.
—¿Tu oficina o la mía?
Emerie me miró.
—¿Tienes alcohol en tu oficina?
—He tenido un montón de días de mierda.
Sonrió.
—Mi oficina.
—Feliz aniversario.
Alexa se sentó en el sofá mirando la revista People. Me incliné para besar
su mejilla, y luego me incliné más allá para tocar con mis labios la frente de
mi hijo de casi dos años, que dormía con la cabeza en su regazo. Estaba
babeando. Una gran piscina de babas empapaba el muslo de mi esposa.
Lo señalé y bromeé:
—Hace un par de años, mojarte en la víspera de Año Nuevo significaba
algo muy diferente.
Ella suspiró.
—Ojalá pudiéramos salir. Este es el primer Año Nuevo que paso en casa
desde que era una niña.
La víspera de Año Nuevo era una gran fiesta para mi esposa. La esperaba
como un niño esperando a Santa. Y ayer, alguien le había dicho a Alexa que
Santa no existía. Habíamos planeado salir esta noche, ir a una fiesta en el
centro de Atlanta de un amigo suyo por el cual no tenía ningún cuidado, pero
la niñera nos había cancelado. Alexa estaba devastada. Yo estaba feliz en
secreto. Hoy era el primer día libre que había tenido en un mes, y quedarme
en casa y ver películas, quizás recibir el año dentro de mi esposa, era lo más
excitante para lo que estaba de ánimo.
Pero Alexa había estado refunfuñando por veinticuatro horas. Aún
estaba teniendo dificultades para adaptarse al nuevo estilo de vida asociado
a la maternidad. Era comprensible. Después de todo, solo tenía veintidós
años, y todos sus amigos estaban de fiesta como chicos despreocupados.
Tenía la esperanza de que hiciera nuevos amigos en la clase de “Mamá y
yo” a la que se unió el mes pasado, tal vez amigos casados, con hijos, que no
creyeran que beber responsablemente significaba no derramar su chupito de
Goldschläger.
—¿Por qué no sales? Yo me quedaré en casa con Beck esta noche.
Sus ojos se iluminaron.
—¿De verdad?
No era exactamente como pensaba que pasaríamos nuestro aniversario,
pero Alexa lo necesitaba.
—Seguro. Estoy exhausto. Mi amiguito y yo nos quedaremos. De todas
maneras, no pasamos el suficiente tiempo juntos y a solas.
Alexa levantó suavemente la cabeza de Beck de su regazo, la apoyó en
una almohada y se levantó para darme un gran abrazo.
—No puedo esperar a usar el vestido que compré. Lauren y Allison van
a estar tan celosas de que ahora pueda permitirme comprar en Neiman
Marcus.
Forcé una sonrisa.
—No puedo esperar a ayudarte a quitártelo cuando vuelvas a casa.
Hacerle una mamada7 a otra persona hace que su día brille más.
Hoy haré brillar a mi cónyuge por hacerle una mamada.
7Juego de palabras. En el original Blowing (soplar) pero lo usa como acción de blowjob (realizarle
sexo oral a un hombre).
Voy a matar a Drew.
Capítulo 16
—¡Eres un imbécil!
—Steve, te llamo luego. Creo que hay una discusión que necesita un
réferi en la sala de conferencias al lado. —Colgué el teléfono justo cuando
Emerie entraba en mi oficina para continuar con sus gritos—. ¡Ese tipo de
cosas podrán ser graciosas con todos tus clientes masculinos quienes
contratan personas para rebuscar en la basura de sus esposas, pero para mí
no!
—¿Qué demonios tienes metido en el trasero? —Se veía seriamente
enojada. Pero… también tenía esos lentes puestos mientras estaba
gritándome. Hay algo con esos malditos lentes. Y no lo había notado esta mañana,
pero esa falda estaba un poco del lado ajustado. El rojo se veía bien en ella.
Ladeó su cabeza.
—¿Qué estás haciendo?
—¿Qué? ¿Qué estoy haciendo?
—Estás mirándome. Acabo de verte hacerlo. Vine aquí a gritarte por ser
un imbécil, y estás mirándome. —Subió sus manos al aire.
—Estaba admirando tu atuendo. Eso es diferente a mirarte.
—¿Oh, en serio? —Sus manos fueron a sus caderas—. ¿Cómo es
diferente?
—¿Cómo es diferente?
—No repitas la pregunta ganando tiempo para inventar una respuesta.
¿Cómo es diferente el que admires mi atuendo de que me mires?
Solo había una forma de salir de esto.
—Me gustas con lentes.
—¿Mis lentes?
—Sí. Tus lentes. ¿Solo son para leer?
Estuvo en silencio mientras examinaba mi nivel de ridiculez. Finalmente
sacudió su cabeza.
—¿Crees que puedes suavizar lo que has hecho con un halago, verdad?
Eso espero.
—Creo que estás un poco loca.
—¿Yo estoy loca? —Su voz se elevó.
Me eché hacía atrás en mi silla, divertido. Era divertido jugar con ella.
Apartar mi mente de otras cosas.
—No pensaba que las pelirrojas podían lucir bien de rojo.
Bajó la mirada a su falda y de nuevo a mí, momentáneamente perpleja,
pero entonces entrecerró los ojos.
—Deja eso.
—¿Qué?
—Tratar de suavizarme diciendo cosas amables.
—¿No te gustan los halagos?
—Cuando son de verdad, sí. Me gustan. ¿Pero cuando son mentiras para
distraerme? No, no me gustan en absoluto.
—No digo halagos de mentira.
Me miró con una expresión que decía que no se lo creía.
—¿Entonces de verdad te gustan mis lentes de lectura?
—Te da esa apariencia sexy de bibliotecaria.
Sacudió su cabeza.
—¿Y mi falda roja?
—Para ser honesto, me importa muy poco el color. Pero es ajustada. Y
abraza todos los lugares correctos.
Las mejillas de Emerie empezaron a sonrojarse. Me hizo preguntarme
como luciría su piel cremosa después de succionarla un poco.
—¡No juegues con mi tablero! Mis clientes lo leen. Tengo suerte de que
estén de buenas, o estarían dudando de mi profesionalismo después de tu
pequeño ardid.
—Sí, señora. —Levanté dos dedos hacia mi frente y parodié un saludo.
—Gracias.
Se dio vuelta para salir. No pude resistirme.
—Apuesto a que el tipo consigue una mamada esta noche.
—Eso sería solo uno de ustedes entonces.
8 Tiny: pequeño.
mujer que sabía que estaría cómoda en un billar-bar clandestino. Era un extra
que fuera sexy como el infierno.
Solo me fui unos minutos, pero cuando regresé a la mesa de billar, había
un tipo hablando con Emerie. Una punzada de clásicos celos cobró vida
dentro de mí. Resistiendo la urgencia de decirle que se fuera, opté por hacer
sentir al tipo incomodo hasta que lo hiciera.
Me acerqué y me paré al lado de Emerie. Pasándole la bebida mientras
miraba a la serpiente, dije:
—Aquí tienes. ¿Quién es tu amigo?
—Este es Will. Se ofreció a mostrarme unos trucos.
—¿Ah sí?
Will estaba sosteniendo una bebida en su mano izquierda. El dedo del
que se había quitado el anillo de bodas todavía tenía la marca en éste. Esperé
hasta que nuestros ojos se encontraron, luego dejé que los míos bajaran a su
dedo.
—Tenemos la mesa por otros veinte minutos. ¿Tú y tu esposa quieren el
próximo juego cuando terminemos?
Nada como una conversación silenciosa de hombre a hombre.
Apuntó hacia la barra.
—Tal vez en otro momento. Mis amigos me esperan.
Un placer hablar contigo, Will.
Después de eso, Emerie y yo terminamos nuestro juego y fuimos a
sentarnos en una mesa en un área más tranquila del bar. Se bebió el primer
margarita muy rápido, y la mesera acababa de traer el segundo. Su ánimo
había cambiado de deprimida por el imbécil con corbata de lacito a un
optimismo aumentado por el licor.
—¿Entonces cuál es el mejor regalo de cumpleaños que te han dado? —
preguntó.
—¿A mí? No lo sé. Al crecer mi papá me compró mucha mierda. Un auto
para mi cumpleaños diecisiete, supongo.
—Que aburrido. —Le dio un sorbo a su margarita, y una línea de sal se
quedó en su labio.
—Tienes… —Apunté a mi boca donde la sal estaba en la suya—. Sal.
Alzó su mano y la pasó por su labio, pero el lado equivocado.
Me reí y me estiré sobre la mesa.
—Lo tengo.
Sin pensarlo dos veces, llevé la sal de su labio al mío y lo succioné de mi
pulgar. Tal vez estaba engañándome a mí mismo, con el gran ego y todo eso,
pero juro que sus labios se separaron, y si me hubiera inclinado, habría
escuchado un pequeño jadeo.
Mierda. Apuesto a que es muy receptiva en la cama.
Me aclaré la garganta.
—¿Qué hay de ti? ¿El mejor regalo que has recibido?
—Mis padres me dieron una tarjeta de regalo para cirugía láser cuando
cumplí dieciocho.
—¿Láser? Pero usas lentes.
—Oh, no me quedé con el bono. Fui a la oficina del doctor y le expliqué
que mis padres habían cometido un error, y que no quería la cirugía.
—Así que no querías la cirugía, ¿pero fue el mejor regalo que has
recibido?
Bebió de su margarita de nuevo. Desafortunadamente, nada de sal se
quedó esta vez. Pensé en fingir que sí había, pero comenzó a hablar de nuevo
muy rápido.
—Oh, no, quería hacerme la cirugía. En segundo grado, Missy Robinson
me llamó abuela porque necesitaba diferentes lentes para ver el tablero y leer.
El apodo se quedó durante la secundaria. Odiaba mis lentes. Por mucho
tiempo no los usé, incluso aunque tenía que bizquear y constantemente me
daban dolores de cabeza.
—¿Qué no estoy entendiendo? ¿Tus padres te consiguieron algo que
querías de verdad, así que lo regresaste?
—Mis padres no podían pagar la cirugía. Eran seis mil dólares, y mi papá
estaba conduciendo por ahí en un auto de veinte años de antigüedad. Pero
fue el regalo más bonito que pude haber pedido alguna vez.
Añade dulce al gran escote, el trasero altamente follable, y una boca
ingeniosa. Esa boca ingeniosa también es muy follable, podría añadir.
—¿Qué tal ahora? Si pudieras tener algo que quieres para tu cumpleaños
hoy, ¿qué sería?
Su dedo tocó su labio mientras peleaba.
—Un baño.
—¿Un baño? ¿Como uno de esos tratamientos de spa con lodo o algo así?
—Nop. Solo un buen baño en una buena bañera. Mi apartamento solo
tiene una ducha, y de verdad extraño tomar un baño. Solía tomar uno cada
domingo en la mañana; usar mis auriculares y sumergirme hasta que estaba
arrugada. Es mi lugar feliz.
Tomé un gran sorbo de mi cerveza, mirándola de nuevo.
—Eres fácil de complacer.
Se encogió de hombros.
—¿Qué hay de ti? ¿Si hoy fuera tu cumpleaños y pudieras elegir un
regalo, qué sería?
Tragué mi pensamiento inmediato. Beck. Sin querer dañarle el ánimo a
Emerie en su cumpleaños, le di mi segunda elección de regalo.
—Una mamada sería agradable.
Emerie estaba a medio sorbo y salpicó toda su margarita sobre mí cuando
se rió.
Limpié mi rostro con una servilleta.
—Bueno, ahora he conseguido la sal y la margarita.
Ella se rió.
—Lo siento.
Eran pasadas las dos de la mañana cuando tropezamos en el
apartamento de Emerie. Había insistido en acompañarla a su casa. Estaba
ligeramente ebrio, pero pensé que ella podría estar cerca de completamente
borracha.
—Shhh… —Sostuvo un dedo contra su boca para decirme que me
callara, pero ella era la única haciendo ruido. Apuntando al apartamento de
al lado mientras buscaba las llaves en su bolso, añadió—: Ese es el
apartamento de Baldwinny.
Síp. Estaba borracha.
Tomé las llaves de su mano.
—Podría hacerle algo de bien escucharte con otro hombre.
Emerie se hizo a un lado para dejarme abrir por ella. Dejando salir un
gran suspiro, inclinó su cabeza en mi brazo mientras intentaba abrir la puerta.
La maldita cosa parecía atorada.
—No estaría celoso —dijo arrastrando la voz—. No me quiere.
Moví las llaves en la cerradura un par de veces más y el cerrojo se abrió.
—Bueno, entonces es un idiota.
Empujé la puerta abriéndola y sostuve las llaves para ella. En el traspaso,
las dejó caer y se rió un poco más cuando chocamos las cabezas al agacharnos
para recogerlas del suelo. Sobre el sonido de su risa, escuché la puerta al lado
de su apartamento abrirse. Emerie pareció no darse cuenta.
Cuando Baldwin salió al pasillo y nos vio, de repente me sentí muy
territorial. Con su espalda hacia él, Emerie aún no se daba cuenta de que
teníamos audiencia. Me sonrió con esos grandes ojos azules, y algo se apoderó
de mí. Me incliné y le di un suave beso en los labios; un dedo dentro del agua
para probar la temperatura.
El pequeño beso fue pura testosterona, yo siendo un idiota con el imbécil
de al lado. Orinando en el poste, por decirlo de alguna forma. Pero cuando
eché mi cabeza hacia atrás y vi sus ojos dilatados y sus labios abiertos por más,
mi próximo movimiento no tuvo nada que ver con quién estaba mirando.
Era puro deseo. Perdí el control. Mi boca se estrelló contra la de ella, y
sus labios se abrieron para mí. Mi lengua se deslizó dentro, y tomé mi primera
caricia interior. Fue salada y pimentada por el tequila, pero era la cosa más
deliciosa que había probado alguna vez. Y de repente, estaba muerto de
hambre.
La acerqué al ras contra mí y envolví mis brazos alrededor de ella con
fuerza. No había tipo del que estaba enamorada mirando; solo éramos Emerie
y yo. Todo lo demás desapareció mientras profundizaba el beso, y ella
ansiosamente presionó sus senos contra mi pecho. El sonido que hizo cuando
mi mano fue a su fenomenal trasero me animó a seguir. No quería nada más
que presionarla contra la puerta y apretar mi hinchada polla contra ella. Y
podría haberme rendido y hacerlo, si el imbécil de al lado no hubiera
arruinado el momento.
Baldwin se aclaró la garganta. Al escuchar el sonido, Emerie se apartó y
se giró para encontrar que el hombre del que estaba enamorada acababa de
ver todo esto. Parecía sorprendida, y odié que ya hubiera una mirada de
arrepentimiento en sus ojos. No tenía el corazón para hacerla sentir más
perturbada de lo que ya estaba.
Acunando sus mejillas, me incliné y susurré en su oído:
—Tal vez eso lo despertará. —Luego besé su mejilla—. Te veo en la
oficina, cumpleañera.
Capítulo 19
El sol estaba poniéndose para cuando abrí mis ojos. Alexa había llevado
a Beck al centro comercial para comprar otro nuevo vestido, y me había
desmayado en el sofá después de terminar mi bebida y la discusión con ella.
Sentándome, pasé mis dedos por mi cabello. No debería haber estado tan
sorprendido que Alexa hubiera planeado ir a una fiesta esta noche. Dios no
permita que se pierda una fiesta, en especial en la víspera de Año Nuevo. Le
había dado más crédito del que se merecía en el departamento del egoísmo,
aparentemente.
Mi estómago gruñó. No podía recordar la última vez que había comido
de verdad. Ayer, ¿tal vez? la cena en ese lugar italiano entre la mañana y la
tarde durante el velorio en la sala del funeral, creo. Rebuscando en el
refrigerador, saqué el platón que habíamos ordenado esta mañana y piqué un
poco el antipasto con mis dedos. Mientras estaba atragantándome, mi teléfono
empezó a timbrar, y al principio, lo ignoré. Pero después de que empezó a
timbrar de inmediato otra vez, me estiré para mirar el identificador de
llamadas. Era un número local; uno que era muy familiar. Para el tercer tono,
mi teléfono había buscado en mi libreta interna y finalmente recordé porqué
lo conocía.
Lo había marcado sin parar los últimos meses, cada vez que la salud de
mi padre empeoraba. El hospital Lenox Hill estaba llamando.
Traumatismo abdominal. Eso fue lo que el doctor nos había dicho hace
dos horas. Alexa había necesitado un par de puntos en su cabeza, pero Beck
no tuvo tanta suerte. Su asiento en el auto había recibido todo el impacto del
choque cuando una furgoneta de una floristería perdió los frenos y se pasó
una luz roja contra el tráfico que atravesaba la ciudad. Había virado para
evitar la colisión, pero terminó colisionando contra la parte trasera del lado
del conductor en el auto de Alexa. Exactamente donde Beck había estado
sentado.
Los doctores habían asegurado que sus heridas no parecían letales, pero
un ultrasonido mostró que había daño en su riñón izquierdo; al menos una
pequeña incisión que necesitaba ser reparada de inmediato. Estaba ahora
esperando porque las enfermeras trajeran los formularios de consentimientos
para la cirugía. Beck dormía pacíficamente mientras me sentaba junto a su
cama. Alexa estaba en otro examen neurológico en la habitación a nuestro
lado.
Después de que el doctor vino y me dijo los riesgos del procedimiento,
la enfermera me trajo una pila de formularios para llenar. Consentimiento
médico, acta de privacidad, autorizaciones del seguro, el ultimo formulario
estaba dirigido a las transfusiones de sangre.
La enfermera explicó que no había tiempo antes de la cirugía de Beck
para conseguir sangre de nosotros, así que en el caso de que necesitara sangre,
se le daría del banco de sangre. Sin embargo, podíamos donar nuestra sangre
y almacenarla para él para un uso futuro, si era necesario. Llené el formulario
para que se realizara el examen de compatibilidad mientras esperábamos y le
pedí a la enfermera que hiciera que Alexa firmara todo en la otra habitación.
No quería dejar a Beck a solas en caso de que despertara.
Las siguientes horas fueron un infierno mientras mi hijo estaba en
cirugía. Pasaron dos horas para que el asistente de cirugía saliera y hablara
con nosotros. Se quitó la máscara de papel.
—Las cosas no son tan sencillas como pensamos al principio. El daño en
el riñón de su hijo era más grande de lo que la resonancia mostró. Ahora
estamos intentando reparar la laceración, pero la rasgadura está rodeando el
pedículo vascular, el cual contiene las arterias y las venas que conectan con la
aorta. Necesito que entienda que hay una posibilidad de que no podamos
repararlo lo suficientemente bien para dejar el riñón dentro del cuerpo de su
hijo. Si ese es el caso, tendrá que hacerse una nefrectomía parcial o completa.
Intentó convencernos que tener un riñón era perfectamente normal.
Sabía de muchas personas que tenían solo uno, pero si nacíamos con dos,
quería que mi hijo tuviera el beneficio de ambos, si era posible.
Alexa y yo apenas y hablamos, aparte de asegurarme de que estaba bien.
Estaba concentrado en Beck, y parte de mi la culpaba por el accidente. No es
que fuera su culpa, pero si no hubiera estado tan preocupada con comprar
otro maldito vestido para esta noche, nada de esto habría sucedido.
—Vi una maquina abajo junto a los elevadores. ¿Quieres café?
Alexa asintió.
Cuando regresé con dos cafés, la enfermera estaba hablando con Alexa.
—Oh, señor Jagger. Aquí está su tarjeta de donante. Tiene su tipo escrito
por si alguna vez lo necesita. Se la damos a todos lo que hacen donaciones de
sangre.
—Gracias. ¿Soy un donante compatible con Beck?
—Déjeme ver su gráfico. —Caminó a los pies de la cama donde una
carpeta de metal estaba colgando. Mientras pasaba las páginas dijo—: Su tipo
es O negativo, así que eso quiere decir que puede donar a cualquiera. —Se
detuvo en una hoja rosada—. Tiene suerte. No es muy común que un
padrastro sea un donante universal.
—Soy su padre, no su padrastro.
La enfermera dejó la carpeta colgando de nuevo a los pies de la cama y
regresó a la carpeta que traía con ella. Una mirada de desconcierto cruzó su
rostro.
—Es tipo O. Beckett es AB. —Frunció el ceño—. ¿Está diciendo que
Beckett es su hijo biológico?
—Sí.
Miró a Alexa y luego a mí, sacudiendo su cabeza.
—Eso no es posible. Un O no puede genéticamente hacer un niño con
tipo de sangre AB.
Estaba exhausto por el infierno de día, entre enterrar a mi padre y mi
esposa y mi hijo sufriendo un accidente. Tenía que haber entendido mal.
—¿Entonces el laboratorio cometió un error?
La enfermera sacudió su cabeza.
—Por lo general son muy buenos… —Miró de un lado a otro entre mi
esposa y yo—… pero haré que vengan y saquen una muestra fresca. —
Después de eso, prácticamente salió corriendo de la habitación.
Me volteé a mirar a mi esposa, cuya cabeza estaba agachada.
—Esto es un error de laboratorio, ¿verdad, Alexa?
Casi vomité cuando levantó la mirada. No tuvo que decir ni una maldita
palabra para que supiera.
No había error.
¡Ningún jodido error!
Beck no era mi hijo.
Capítulo 26
—¿Tienes un hijo? —Incliné mi cuello para mirar a Drew. Todavía
estábamos en la bañera, y no era muy fácil maniobrar entre sus piernas.
Drew asintió con sus cerrados antes de abrirlos para mirarme. Había
demasiado dolor en su expresión; mi estómago se hundió en anticipación de
lo que estaba por venir.
—Es una larga historia. ¿Qué tal si salimos, y te preparo algo de comer
mientras te explico?
—Bien.
Drew salió primero para conseguirnos toallas. Después que él se secó,
incluyendo una frotada de tres segundos en su cabello, la envolvió alrededor
de su cintura y me ofreció una mano.
Su rostro estaba contemplativo, y quería aligerar el humor en este.
Cualquier cosa que fuera a decirme sobre su hijo claramente no era una
historia fácil.
Tomé su mano y salí de la bañera.
—Parece como si pudiera filmar un comercial de crema para afeitar
ahora, y probablemente yo parezco una rata mojada. —Mi cabello estaba
pegado en mi cara, y estaba feliz de que el espejo estaba empañado por el
vapor para no poder ver mi reflejo.
Drew se estiró para rodearme con una toalla de baño afelpada y empezó
a secarme.
—Provees buenos servicios de acicalamiento —bromeé mientras se
agachaba a secar una pierna y luego otra.
Guiñó un ojo.
—Va con mis servicios de empujes.
—Tus empujes fueron bastante espectaculares también.
—Soy un tipo de servicio completo.
Cuando ha terminado de secarme el cuerpo (mis pechos y entre mis
piernas estaban extra secos por todo el tiempo que estuvo ahí), Drew envolvió
la toalla alrededor de mi pecho y metió la punta en una esquina. Su lado dulce
todavía estaba en exhibición cuando enlazó nuestros dedos juntos para salir
del baño.
En la cocina, sacó un taburete debajo del mesón del granito y le dio un
golpecito encima.
—Toma asiento.
Di vueltas en este un par de veces mientras Drew sacaba las cosas fuera
de los gabinetes y el refrigerador. Recordando lo que habíamos hecho contra
el vidrio hace unas horas, dejé de dar vueltas y miré la ventana. Estaba oscuro
ahora, y pude ver las luces de la ciudad iluminando el cielo claramente.
—¿La gente puede… puede de verdad ver adentro? —Una mezcla de
pánico y vergüenza subió a mis mejillas mientras recordaba como mis senos
habían sido presionados contra el vidrio. En ese momento, había parecido
excitante que alguien pudiera posiblemente ver; le había añadido erotismo.
Pero definitivamente no quería terminar en YouTube porque algún
pervertido nos había filmado a través de un telescopio.
Drew se rio.
—No. Es un vidrio en solo un sentido. No te pondría en riesgo de esa
forma. —Se estiró sobre mi cabeza para agarrar una sartén y besó mi frente
mientras la bajaba—. Además, no comparto las cosas que son mías.
La primera parte de su respuesta hizo que mi parte racional tomara un
suspiro de alivio, pero la última me dio unas cosquillas cálidas por dentro.
Drew también estaba usando sólo una toalla, su mano envuelta
alrededor de su estrecha cintura, y estaba disfrutando la vista de los músculos
de su espalda flexionándose mientras cortaba una cebolla, cuando noté una
cicatriz. Corría diagonal a lo largo de un costado de su torso, extendiéndose
del frente a la espalda. La marca estaba desvanecida a una sombra tenue de
bronceado que el resto de su piel; definitivamente no era nueva, pero algo
serio había pasado.
—¿Te hicieron cirugía? —pregunté.
—¿Mmmm? —Drew puso un poco de mantequilla en la sartén y se giró
con las cejas fruncidas.
Apunté.
—Tu cicatriz.
Un movimiento de algo pasó sobre su rostro. Tristeza, pensé. Se dio
vuelta de nuevo y respondió.
—Sí. Una cirugía hace unos años.
Tal vez estaba mirando demasiado las cosas, escrutando cada cosa que
hacía, pero no podía evitarlo. Mi mente estaba intentando juntar un
rompecabezas sin saber cómo se veía la imagen.
Drew cortó un montón de otras cosas, negándose a que lo ayudara.
Cuando sirvió dos hermosos omelets Wester, parecía como si hubieran sido
preparados en uno de los restaurantes lujosos de Baldwin.
Baldwin.
No podía desperdiciar otros tres años suspirando por un hombre que
nunca iba a corresponder mis sentimientos. Necesitaba recordar que Drew no
estaba interesado en más que sexo. Apegarme y sentir cosas por este hombre
no era una opción.
Aun así… no pude evitar sentir una especie de conexión con Drew.
Como si hubiera una razón para haber sido estafada y encontrada furiosa
sentada en su oficina la víspera del Año Nuevo. Estúpido, lo sé. No tenía ni
idea de cuál era la conexión entre ambos todavía, pero estaba determinada a
descubrirla.
Hablamos de cosas triviales durante nuestra cena, y luego yo limpié. No
había suficientes platos para encender el lavaplatos, así que lavé mientras
Drew secaba. Los dos trabajábamos bien juntos, y me encontré pensando que
era interesante como en la oficina nuestras opiniones y consejos eran tan
opuestos, aun así físicamente estábamos tan en sincronía.
—¿Quieres algo de tomar? ¿Una copa de vino o algo? —preguntó cuándo
la cocina estaba organizada de nuevo.
—No, gracias. Estoy muy llena.
Asintió.
—Ven, vamos a sentarnos a la sala.
Drew movió las almohadas alrededor del sofá, colocando una en el
extremo para mi cabeza, y luego apuntó.
—Recuéstate.
Se quedó de pie hasta que me acomodé. Entonces levantó mis pies y los
puso sobre su regazo.
—¿Eres cosquillosa?
—¿Vas a convertirlo en un desafío si te digo que no?
Me lanzó una sonrisa ladeada.
—No. Iba a masajear tus pies.
Sonreí y levanté uno de mis pies en el aire ofreciéndoselo.
—No soy cosquillosa. Pero cuando les dices eso a las personas,
encuentran necesario enterrar sus dedos en tus costillas hasta que quedas todo
magullado tratando de probar que se equivocan.
Drew tomó mi pie y empezó a frotarlo. Sus dedos eran fuertes, y cuando
con sus pulgares frotó con destreza un punto en el talón de mi pie; el punto
donde mis talones recibían la mayor parte del peso de mi cuerpo; dejé salir un
pequeño gemido.
—¿Bueno?
—Más que bueno —suspiró.
Después de unos minutos de su masaje, todo mi cuerpo se relajó, y Drew
comenzó a hablar en voz baja.
—Beck tenía cinco años cuando tuvo un accidente con mi ex esposa.
Oh, Dios.
—Lo siento. Lo siento mucho.
El ceño de Drew se frunció, y entonces rápidamente pareció darse cuenta
lo que pensé.
—Oh, mierda. No. No quise hacerte pensar que… él está bien. Beck está
bien.
Mi mano fue a mi pecho.
—Dios. Me diste un susto de muerte. Pensé…
—Sí. Me di cuenta ahora. Lo siento. Él está bien. Fue aterrador por un
tiempo después del accidente, pero ahora ni siquiera te darías cuentas
después de que pasó por tres cirugías.
—¿Tres cirugías? ¿Qué le pasó?
—Una furgoneta para pedidos a domicilio chocó con el auto de Alexa, y
se estrelló en todo el centro de la camioneta.
—Eso es horrible.
El asiento para niños de Beck y parte de la puerta del auto cortaron su
costado, lacerando su riñón. Los cirujanos intentaron repararlo, pero debido
a la ubicación y el tamaño de la herida, tuvieron que remover una parte. El
día de su accidente tuvo una nefrectomía parcial en su riñón izquierdo.
—Vaya. Lo siento.
—Gracias. —Se tomó un minuto y luego continuó—. Mientras estaba en
cirugía, las enfermeras nos ofrecieron donar sangre. Me sentía impotente, y
quería hacer lo que pudiera.
—Por supuesto.
—Como sea, sacaron unas muestras e hicieron las pruebas de sangre en
ambos, Alexa y yo, para ver si éramos compatibles para donar y almacenar la
sangre para Beck. Resultó que ninguno de los dos lo era.
—¿No sabía que dos padres podían tener un hijo a quien no pudieran
donarle sangre?
Drew me miró.
—No pueden.
Me tomó un par de segundos darme cuenta lo que estaba diciendo.
—Te diste cuenta que Beck no era tu hijo.
Asintió.
—Estuve ahí para el parto, así que estaba jodidamente seguro de que era
el hijo biológico de Alexa.
—No sé qué decir. Eso es terrible. ¿Ella sabía que no eras el padre?
—Lo sabía. No lo admitiría. Pero lo supo desde el principio. Beck nació
un par de semanas antes. No pensé en nada de eso. —Sacudió su cabeza—. Si
no fuera por la cirugía, podría nunca haberme enterado.
—Dios, Drew. Te enteraste mientras él estaba en cirugía. Hablando de
estrés sobre el estrés.
—Sí. No fue un buen día. Resultó, que fue uno de los tantos no buenos
días por venir. Las siguientes semanas fueron peores.
—¿Qué sucedió?
—Alexa y yo terminamos incluso antes de que saliera del hospital esa
noche. La verdad es, habíamos terminado mucho tiempo antes del accidente.
Pero Beck y yo…
Drew giró su cabeza unos segundos, y observé mientras tragaba. Sabía
que estaba conteniendo las lágrimas. Todavía tenía mis pies en sus manos,
pero había dejado de moverse. No tenía ni idea de que se suponía que dijera
o hiciera, pero quería ofrecer el consuelo que pudiera. Así que me senté y me
subí a su regazo. Envolviéndome alrededor de su cuerpo, le di el abrazo más
grande que podía dar.
Después de unos minutos, me retiré y hablé en voz baja.
—No tienes que contarme nada más. Otro día, ¿tal vez?
Drew me sonrió débilmente.
—Ese día cambió la forma en que me sentía por Alexa, pero no cambió
nada de lo que sentía por Beck. Era todavía mi hijo.
—Por supuesto.
—Como sea, después de unos días de la cirugía de Beck, le dio fiebre. Su
herida estaba sanando, pero parecía estar enfermándose de nuevo. Le
pusieron antibióticos por intravenosa para tratar una posible infección por la
cirugía, pero no ayudó. Los doctores terminaron por operar de nuevo y
remover la porción del riñón que le quedaba. Y mientras tanto el otro riñón
había empezado a mostrar signos de tener problemas en su funcionamiento.
De hecho no es raro que después que un riñón es removido, o parcialmente
removido, el otro tenga problemas para funcionar apropiadamente por un
tiempo.
—Pobre bebé. Debió de haber sufrido mucho. Un accidente de auto,
cirugía, comenzar a sanar, y después más cirugía.
Drew soltó un profundo suspiro.
—Los días en que se molestaba eran de hecho más reconfortantes que los
días en que estaba muy débil para hacer algo. Mirar a tu hijo yaciendo ahí y
no ser capaz de ayudar es la peor sensación del mundo.
—No puedo imaginarlo siquiera.
—Después de otra semana, las cosas no estaban mejorando. La infección
se había ido, pero el otro riñón aun no funcionaba bien. Comenzaron a hacerle
diálisis, lo cual lo hizo sentirse mejor y se puso más saludable, pero también
empezaron a hablar de ponerlo en lista de donantes si su prueba de
funcionalidad salía más baja.
—Las personas pasan años en esa lista de espera. Y cuidar a un niño de
cinco años quien se siente saludable por unas horas de diálisis cada día era
difícil. Así que hice que me hicieran el examen de compatibilidad. Y
sorprendentemente, incluso aunque no era el padre biológico, mi riñón era
compatible. Cuando estuvo sano para otra cirugía más, doné uno de mis
riñones, el cual trasplantaron al lado izquierdo donde habían removido el
riñón malo. De esa forma tendría dos riñones completos, y si el otro no se
reponía por completo, tenía doble probabilidad de que uno de ellos al menos
funcionara.
Recordé la espalda de Drew.
—¿De eso es la cicatriz?
Asintió.
—Para resumir una historia muy larga, el trasplante fue un éxito, y su
otro riñón se activó y comenzó a funcionar de nuevo después de unas
semanas. Es tan saludable como un caballo ahora. Esa fue una época
jodidamente aterradora.
Toda la historia era demasiado para asimilar. Tenía tantas cosas en la
cabeza, pero una de ellas era más prominente que las otras.
—Eres un hombre hermoso, Drew Jagger. Y no me refiero al exterior. —
Me incliné y dejé una línea de besos desde un extremo de su cicatriz a otro.
—Sólo piensas eso porque me salté la parte donde empaqué la mierda
de Alexa y la saqué mientras no estaba en casa —bromeó, aunque podía notar
que no bromeaba.
—Se lo merecía. Habría cortado agujeros en la entrepierna de los
pantalones, perra estúpida.
Drew echó su cabeza hacia atrás, con el rostro divertido.
—¿Ese es el consejo de pareja que me habrías dado si me hubiera
aparecido en tu oficina buscando por consejería?
Pensé por un minuto. ¿Qué habría hecho?
—Sólo trabajo con personas que de verdad quieren que funcione. Si
hubiera escuchado tu historia, visto la mirada en tus ojos, no te habría recibido
como cliente. Porque básicamente estaría dándole a la parte que quería
hacerlo funcionar una falsa esperanza en el caso. Por no mencionar, que
habría sido malo tomar el dinero por hacer algo que nunca iba a suceder.
—¿Te ha sucedido antes? ¿Has tenido clientes donde uno quiere que
funcione y el otro no?
—Así es. No es muy raro, de hecho. Tengo sesiones separadas primero
para que las partes puedan decir las cosas con libertad sin preocuparse por
herir los sentimientos de la otra persona. Encuentro en que consigo más
honestidad en esas sensaciones que en cualquier otra. Cuando empecé, tuve
una pareja que había estado casada por veintisiete años; una pareja con
dinero, muy sociable con dos hijas mayores. El hombre era gay y estaba
viviendo la vida que suponía que viviera después de crecer con unos padres
ultra conservadores y religiosos. Le tomó hasta que tuvo cincuenta y dos años,
pero salió del closet ante su esposa y le dijo que debían separarse. Se sintió
terrible y había estado quedándose porque la amaba, pero no de la forma en
que un esposo debería amar a su esposa. Les presté las consejerías para la
separación y les ayudé superarlo.
—Mierda. Desearía que hubiéramos compartido espacio en esa época.
Podría haberle conseguido a ella un buen acuerdo —bromeó Drew.
Lo empujé en el pecho.
—Aunque sólo representes hombres.
—¿Qué tanto dinero tenían? Podría haber hecho una excepción.
Me reí.
—¿Por qué sólo representas hombres? ¿Por lo que tu ex esposa te hizo?
Drew sacudió su cabeza.
—No. Sólo me va mejor con hombres.
Su respuesta fue vaga, y tenía la sensación de que era reacio a responder.
Entrecerré los ojos.
—Dame la razón verdadera, Jagger.
Me miró a los ojos.
—Puede que no quieras oírla.
—Bueno, ahora tengo curiosidad, así que quiera oírla o no, tienes que
decirme.
La mandíbula de Drew se flexionó.
—Sexo de venganza.
—¿Disculpa?
Cuando representaba mujeres que estaban enojada y molestas, querían
vengarse.
—Entonces… estaban amargadas. Eso es normal en un divorcio.
Drew parecía avergonzado.
—Querían vengarse de sus esposos conmigo.
—¿Te acostabas con tus clientes?
—Ahora no estoy orgulloso de eso, pero sí. Estaba recientemente
divorciado y furioso también. El sexo por venganza puede ayudarte mucho
para liberar era ira temporalmente.
—¿Tener sexo con tus clientes no es una regla de abogados o algo?
—Como dije, no fueron mis mejores momentos.
Podía notar que Drew no sólo estaba diciendo que estaba avergonzado.
De verdad lamentaba la forma en que actuó, y había sido honesto conmigo
cuando podría haber mentido. No era mi lugar juzgar su pasado. Preferiría
juzgarlo por la honestidad que me mostraba hoy.
—¿Sexo con rabia, eh? —Traté de ocultar una sonrisa.
Asintió ligeramente y me miró con precaución.
—Bueno, creo que eres un mujeriego, egoísta y pretencioso imbécil.
Drew echó su cabeza hacia atrás.
—¿Qué diablos? Querías que fuera honesto.
—No pensé que honestamente serías un imbécil.
Él estaba a punto de responder de nuevo cuando me incliné más cerca y
esbocé una sonrisa.
—¿Te enojé?
—¿Estás intentando enojarme?
—He escuchado que el sexo con rabia puede ayudarte mucho para liberar
temporalmente la ira.
Antes de saber que estaba pasando, Drew me había levantado en el aire
y me había dejado sobre mi espalda en el sofá.
Se cernió sobre mí.
—Bien. Entonces me alegra molestarte diario. Todos necesitamos mucho
trabajo con nuestros problemas de control de ira.
Capítulo 27
Los jueces odian escuchar casos la víspera de año nuevo. Pero sabía lo
que planeaba mi ex esposa. Pensó que llevarme a la corte en nuestro
aniversario con una artimaña de una vaga emergencia iba a molestarme. ¿De
verdad era tan jodidamente despistada? ¿De verdad pensó que estaba sentado
en mi casa suspirando por ella los tres meses después de que nuestro divorcio
finalizó? Había conseguido lo que quise de ella de nuestro divorcio: mi
libertad y la custodia libre y compartida de nuestro hijo. Que fuera o no mi
hijo biológico no cambiaba la forma en que me sentía por él. Era mi hijo.
Ninguna prueba de paternidad me diría lo contrario.
La cosa más lista que Alexa alguna vez hizo fue no pelear conmigo por
la custodia compartida. Después de que me ofrecí a pagar una considerable
cuota de manutención; incluso aunque técnicamente podría no haber pagado
nada; de repente estuvo muy dispuesta a compartir la custodia. El dinero era
en lo único en que mi ex esposa estaba interesada. Incluso mientras estuve
casado con ella, creo que lo supe muy en el fondo.
La había llamado para saber qué demonios estaba tramando una docena
de veces, pero por supuesto no respondió. El lado manipulador de ella había
asomado su fea cabeza en los días desde que había empacado sus cosas y las
había mudado a una casa rentada a unas cuadras; una casa por la que todavía
pagaba la factura. Si no fuera por Beck, habría echado sus cosas por la ventana
cuando cambié las cerraduras. Pero quería a mi hijo cerca de mí, y él no se
merecía vivir en un edificio de apartamentos que Alexa apenas y pudiera
pagar.
—Víspera de Año Nuevo. ¿A qué pobre tonto estás apaleando y dejando
miserable para empezar el año nuevo? —George, el oficial de la corte en la
entrada al tribunal de familia bromeó mientras escaneaba mi ID. Hacia
trabajos aparte para Roman, cubriendo la vigilancia de la noche, y nos
habíamos vuelto amigos en el último año.
—A este pobre tonto. La ex esposa es todavía una perra.
Asintió, habiendo escuchado toda mi jodida situación con Roman
mientras tomábamos unas cervezas. Recibiendo mí ID, preguntó:
—¿Vas a la fiesta de Roman esta noche?
—Eso espero.
—Te veo allí. Buena suerte hoy.
Alexa y su abogado de mierda, Wade Garrison, ya estaban sentados en
la sala de la corte cuando entré. Fue difícil no reírse ante su falda hasta la
rodilla y el escote que parecía que pudiera ahogarla. En especial ya que tenía
miles de fotos de ella saliendo de fiesta los fines de semanas usando vestidos
ajustados que apenas y cubrían su trasero y mostraban el suficiente escote
para ser confundida con una prostituta. Esos fueron regalos de Roman
después de que ella y yo nos separamos; en caso de que las necesitara algún
día.
Mi ex esposa mantuvo su rostro mirando al frente, negándose a mirarme.
Si había algo que sabía sobre Alexa, era que evitaba mirarme cuando estaba
siendo extremadamente perra.
El oficial de la corte llamó nuestro turno, y me aseguré de ir frente a ellos,
para poder abrir la puerta y obligar el contacto visual entre Alexa y yo.
—¿Estás usando eso para la fiesta de fraternidad de hoy en la noche? —
susurré—. Puede que quieras ponerte un mejor sostén. Tus tetas se ven caídas.
Probablemente por amamantar.
Me fulminó con la mirada. Y sonreí ampliamente.
—¿Qué tenemos aquí, señores? Leí la moción y no tengo ni idea de por
qué están aquí de pie ante mí el día de hoy, desperdiciando mi valioso tiempo
—dijo el juez Hixton.
—Me gustaría saber por qué estamos aquí también —añadí.
El juez Hixton movió su atención al otro lado de la sala.
—¿Por qué no nos ilumina a ambos, abogado?
Garrison aclaró su gruesa garganta. ¿Cómo demonios podía hablar con
ese cuello abotonado tan apretado? Parecía que necesitaba pasar de una talla
veintitrés a una veinticuatro.
—Su señoría, de hecho tenemos una petición para una modificación que
nos gustaría presentar, junto con una declaración jurada de un laboratorio de
Nueva York.
El juez hizo señas para que el oficial de la corte recogiera los documentos.
—¿Estás han servido a la oposición abogado?
—No, su señoría. La declaración jurada fue recibida anoche tarde.
Tenemos una copia para el señor Jagger también.
El oficial de la corte distribuyó para mí, así como para el juez Hixton, y
ambos nos tomamos un momento para leerlos. Pasé la petición de
modificación y los resultados de paternidad del laboratorio y fui directamente
a la tercera parte de la declaración jurada. Sólo tuve que leer la primera mitad
de la página.
Nosotros, Alexa Thompson y Levi Archer Bodine, hemos leído y entendemos las
consecuencias, alternativas, derechos y responsabilidades en relación a esta
declaración y habiendo debidamente declarado bajo juramento dice:
Yo, Alexa Thompson, soy la madre biológica de Beckett Archer Jagger, como fue
documentado en el certificado de nacimiento de la ciudad de Nueva York número
NYC2839992.
Yo, Levi Archer Bodine, soy el padre biológico de Beckett Archer Jagger, el niño
mencionado en el caso del Laboratorio de Nueva York número 80499F.
Donde, la paternidad ha sido establecida por Levi Archer Bodine con una certeza
científica de al menos el 99.99%
Por lo tanto, juntos deseamos una corrección del certificado de nacimiento para
identificar a Levi Bodine como el padre. También deseamos los derechos de paternidad
completa, incluyendo la custodia compartida y visitas.
La voz del juez Hixton fue simpática cuando habló.
—¿Señor Jagger, le gustaría unos días para responder esta moción?
Mi corazón estaba pesado por rabia y el dolor. Se sentía como si todo mi
mundo acabara de ser arrancado bajo mis pies. Me aclaré la garganta y
contuve las lágrimas.
—Por favor, su señoría.
Todo lo que sucedió después de eso paso en un borrón. Garrison pidió
visitas temporales para Bodine, lo cual el juez declinó en orden de permitirme
tiempo para revisar la legitimidad de la prueba presentada. Una nueva fecha
para reunirnos fue puesta para dos semanas a partir del martes, y el martillo
se estrelló.
Todavía estaba de pie en el lugar después de que Alexa y su abogado
salieron de la corte.
Levi Archer Bodine. El hombre tenía el mismo segundo nombre que
nuestro hijo. Alexa había elegido el segundo jodido nombre. Había sugerido
que usáramos uno de los nombres de nuestros padres, pero había insistido
que le encantaba Archer como segundo nombre. Siempre había soñado con darle
a su niño el segundo nombre de Archer.
Maldita mentirosa.
¿Pero por qué su nombre era tan jodidamente familiar?
Levi Archer Bodine.
Levi Archer Bodine.
Levi Bodine.
Lo conocía de alguna parte.
Finalmente, el oficial de la corte se acercó y me dijo en voz baja que
necesitaba irme para llamar el siguiente caso.
Atónito, me abrí paso por la sala. Pasé un par de personas que conocía y
las ignoré. Escuché sus voces, pero no podía descifrar que estaban diciendo.
No fue hasta que salí al aire fresco y helado que mi niebla se disipó. Lo cual
fue justo a tiempo para ver a Alexa entrar en un brillante Dodge Charger
amarillo con el número nueve pintado en un costado.
Capítulo 28
—Tu clienta debería estar más preocupada por perder su licencia médica
que por una temporada en las Isles Vírgenes. Su paciente la grabó sobre la
mesa de exámenes mientras él le daba un examen rectal con su pene, Alan.
Cuando estemos dividiendo los bienes, considera ese video uno de los míos.
Mi cliente gastó veinte de los grandes comprando ese video, pero diría que su
valor supera cien veces eso en esta sala.
Estaba sentado en mi sala de conferencias negociando un acuerdo con el
abogado opositor Alan Avery. Habíamos hecho casos suficientes para que él
supiera que estaba molestando. Roman se había enterado que una cinta sexual
existía incluso antes de que la buena doctora Appleton lo supiera. Y ahora el
señor Appleton quería pensión conyugal y los bienes maritales.
Pero la concentración de Alan no estaba las posibles repercusiones de esa
cinta. Su mente parecía en otra parte diferente. Y cuando me di vuelta para
mirar sobre mi hombro para ver qué estaba mirando, estuve enojado por más
que estuviera sólo desperdiciando mi tiempo.
—¿Es tu nueva secretaria? —preguntó.
Emerie estaba al final del pasillo firmando un paquete de UPS. Su trasero
se veía fenomenal en esa falda ajustada marrón.
—No. Es una sub arrendadora por un tiempo —dije cortante.
—¿Casada?
—¿Podemos volver al acuerdo? —Cerré con fuerza mi archivo—. Mi
cliente no va a darle a la doctora PeneEnElCulo ni un maldito centavo.
—Eso es ridículo. Su esposo viviendo a expensas de ella por años. Ella
pagó por todos los bienes conjuntos que tienen con los ingresos de su práctica
como médica.
—Sí, bueno, dile que le mandamos a decir gracias por los regalos de la
separación. Puede ganar un poco más. Estoy segura de que es una proctóloga
muy famosa.
—Es una ORL10.
—¿En serio? Por el video parece que se especializa más en los exámenes
rectales.
—Hablando de culos, ¿qué se te metió al tuyo esta mañana? Estás de mal
humor.
—Sólo acabemos con esta mierda. Tengo una tarde ocupada —gruñí.
Unos minutos después, Emerie tocó la puerta abierta.
—Lamento interrumpir, pero tienes una llamada, Drew. Ella dice que es
urgente.
—¿Quién es?
Emerie dudaba.
—No lo sé. No me dijo su nombre.
—Dile que la llamaré después. Obviamente no es tan importante si ni
siquiera te dijo su nombre.
Emerie me miró a los ojos.
—Quien llamó tiene un fuerte acento sureño. Pienso que a lo mejor de
Georgia.
Genial. La jodida Alexa.
Me levanté y hablé con Alan.
—Discúlpame un minuto.
—Tómate tu tiempo. Tu nueva arrendataria y yo podemos conocernos
un poco mientras no estás.
Perfecto.
10 ORL: Otorrinolaringólogo
No detuve a la puerta de cerrarse de un portazo detrás de mí mientras
me encerraba en mi oficina y tomaba el teléfono.
—Drew Jagger.
—La mujer que respondió el teléfono es molesta.
Dejé salir un irritado suspiro.
—¿Qué quieres, Alexa? Estoy en medio de una conferencia.
—Voy a quedarme en Atlanta dos semanas más.
—Claro que no lo harás. Mis visitas empiezan el viernes, y ya has estado
allá una semana más de las dos que acordamos. No he visto a mi hijo en más
de tres semanas.
—Puedes venir aquí a visitarlo.
—No puedo dejar todo y volar a Atlanta cada dos semanas por qué
quieres quedarte a jugar con tus amigos. Beck necesita estar en casa, de
regreso en la escuela, y de regreso a su rutina.
—También necesitaba conocer a su padre.
Sabía exactamente lo que quería decir.
—Vete al diablo, Alexa. ¡Él conoce a su padre!
—Su padre biológico. Levi quiere conocerlo mejor. Es importante.
Sentí la presión de mi sangre aumentar.
—¿En serio? Si es tan importante, ¿por qué no le dijiste hace siete jodidos
años cuando te enteraste de que estabas embarazada? ¿Y por qué no ha hecho
un intento por conocer a nuestro hijo cuando ha sabido la verdad por más de
dos años? Por no mencionar, ¿ya ha empezado a pagar la manutención?
Desperdicié los siguientes minutos de mi vida en otra discusión inútil
con Alexa. Por el bien de Beck, extendí mi paciencia tanto como posiblemente
podía y no le colgué. No confiaba en mi ex esposa para que no jugara la única
carta que tenía en su muy usada baraja: llevarme de regreso a la corte para
reducir las visitas. Incluso después de que la paternidad había sido probada
y el nombre de Levi reemplazó el mío en el certificado de nacimiento de mi
hijo, su ex novio campesino nunca había intentado conocer a Beck. Habíamos
acordado fuera de la corte el arreglo de la custodia, y había acordado pagar
una pensión alimenticia y la manutención incluso aunque podría haber
presentado una moción para detener la pensión una vez que la paternidad fue
refutada. Pero en el fondo de mi mente, siempre estuve esperando por la
conclusión inevitable; en especial ahora que ella estaba hablando con Levi de
nuevo. Mi hijo todavía no sabía quién era el hombre.
Sabiendo lo vengativa que era Alexa evitaba que hiciera muchas cosas
que quería hacer para convertir su vida en una miseria, como colgarle hoy.
Después de un minuto de silencio, Alexa finalmente llegó al punto que
había llamado para comentar. Me pateé a mí mismo por morder el anzuelo de
la discusión que puso para mí.
—Si quieres tanto que Beck regrese a Nueva York, supongo que
podríamos resolver algo.
—¿Qué quieres, Alexa?
—Bueno, Levi tiene una gran carrera la próxima semana, y quiero estar
aquí para esta.
Por alguna razón no tenía la misma ira hacia Levi como por Alexa. Una
parte de mí de hecho se sentía mal por el idiota. Ella había rechazado al
imbécil, se había referido a él como un mono grasoso, si recordaba
correctamente, con el fin de atraparse un marido con una cuenta bancaria más
grande. Pero ahora que el mono grasoso era un piloto patrocinado en el
circuito de la NASCAR, de repente era lo suficiente bueno para hablar otra
vez.
—¿Hay un punto en esta historia?
—Bueno, sí es muy ruidoso en las carreras, de todos modos. Supongo
que si quieres volar aquí y llevarte a Beck contigo durante una semana, podría
quedarme aquí sola antes de volver a Nueva York. Aunque, me estoy
quedando un poco corta de efectivo ahora, y necesito un poco extra para los
gastos de viaje de la carrera.
Quería decirle que se fuera al diablo, pero en cambio dije:
—Conseguiré los tiquetes para Beck y yo. Te escribiré a qué hora llega el
vuelo, y me traerás al aeropuerto para reunirnos. Tú consigues mil en efectivo
y no me llames por más.
—Bien.
Después de que colgué, me senté en mi escritorio por otro minuto,
tratando de recobrar la compostura. Esa mujer me hacía querer beber licor del
fuerte antes de almorzar. El minuto o los dos minutos extras ayudaron
ligeramente, aunque cualquier rabia que había logrado contener volvió a
burbujear hacia la superficie cuando regresé a la sala de conferencias y
encontré a Alan todavía hablando con Emerie. Ella estaba riéndose por algo
que él acababa de decir.
—¿Terminaste tan pronto? ¿No tienes más llamadas por atender? Emerie
y yo estábamos conociéndonos.
—Tal vez deberías haber pasado los últimos quince minutos
averiguando como tu cliente va a pagarte la factura cuando la deje sin nada
más que su licencia médica.
—Me alegra ver que tu llamada mejorara tu humor, Jagger.
Gruñí algo parecido a métetelo por el culo y fui a sentarme de nuevo.
—¿Drew? —dijo Emerie—. Antes de que vuelvas a trabajar, ¿puedo
hablar contigo?
Asentí y la seguí a su oficina. Ella cerró la puerta detrás de nosotros.
—Alan parece amable.
—Es un mujeriego. —De hecho no sabía si lo era; sólo se me salió.
Emerie sonrió.
—Puedo ver por qué. Es apuesto también.
Fruncí el ceño.
—¿Quieres acostarte con Alan?
—¿Eso te molestaría?
—¿Estás bromeando? Porque acabo de colgarle a mi ex esposa, y ya estoy
enojado sin que me digas que estás interesada en el primer chico que entró en
la oficina después de que saliste de mi cama esta mañana.
Emerie caminó hacia el escritorio e inclinó una cadera contra este.
—Mantén ese sentimiento. Lo daremos buen uso más tarde.
Estuve sobre ella en dos segundos. Mis dedos se presionaron contra su
cadera mientras la presionaba entre mi cuerpo y su escritorio.
—Lindo. ¿Quieres una follada con rabia? Estoy más que dispuesto a
darla ahora.
—Alan está esperándote.
—Alan puede escucharte gritar mi nombre mientras entierro mi polla
dentro de ti.
La urgencia me golpeó como una pared de ladrillos, y de repente mi boca
estaba aplastada sobre la suya. Me tragué el sonido de su jadeo mientras una
mano se deslizaba por su cadera y tocaba su pecho a través de su blusa.
Cuando sus manos se estiraron y agarraron mi trasero, mi otra mano fue a su
cuello para poder inclinarle la cabeza justo en el ángulo correcto para hacerla
abrirla más amplio para mí. Olía increíble, su piel se erizó bajo mis dedos, y
su cálida boca sabía tan bien.
Ambos estábamos jadeando cuando el beso se rompió. Emerie parecía
un poco atónita, y me sentía un poco drogado.
—¿Cuál es tu horario para esta tarde?
Pensó por un momento.
—La última cita es una sesión de video de tres a cuatro. ¿Tú?
—Ve a mi oficina a las 4:01. —Nuestro beso había embadurnado su
labial. Usé mi pulgar para limpiarlo de su rostro y luego froté su labio
inferior—. Colócate labial fresco antes de que vengas. Quiero follar esta boca
pintada de rojo brillante.
Emerie todavía parecía un poco sorprendida mientras enderezaba sus
ropas y luego las mías. Bajando la mirada, no había mucho que pudiera hacer
para esconder el bulto en mis pantalones. Con suerte mi oponente no miraría
cerca de mi pene cuando regresara. Aunque… pensándolo bien, ojala lo
hiciera.
Una vez que ambos nos acomodamos, le di a Emerie un rápido beso.
—4:01 —le recordé.
Ella tragó y asintió. Justo cuando mi mano alcanzó la puerta, Emerie
finalmente habló.
—¿Drew?
Me giré.
Apuntó el costado de su boca.
—Tienes un poco… de labial. Justo aquí.
Sonreí.
—Bien.
Drew: Vuelo 302 de American Airlines, aterriza a las 5:05 la noche del
viernes. El vuelo de regreso a las 6:15pm. Ve a la puerta y encuéntrame ahí.
Alexa: ¿Tienen algo un poco más tarde? El tráfico desde el aeropuerto
será terrible cuando vuelva a casa.
Como si me importara una mierda si se queda sentada en el tráfico.
Drew: No.
Asumí que recibiría alguna respuesta quejándose, pero en cambio su
nombre destelló en mi pantalla con una entrante.
A regañadientes, respondí:
—No cambiaré los vuelos.
La puerta de mi oficina estaba medio abierta, y mi atención rápidamente
fue hacia Emerie entrando y cerrando la puerta tras ella. Había perdido el
rastro del tiempo, así que mis ojos fueron a la esquina superior derecha de mi
computadora. 4:01.
Alexa estaba ocupada hablando sobre cómo había empezado a revisar el
horario de los vuelos para la próxima semana para su regreso, y los precios
eran muy altos. Pero no podía concentrarme. En cambio, observé a Emerie
echarle seguro a la puerta de mi oficina y caminar hacia mí. Tenía un brillo
travieso en sus ojos y comenzó a desabotonarse su blusa mientras caminaba.
Alcanzando mi silla, colocó su mano sobre la parte superior de la silla de
espaldar ancho y la giró para que la mirara. Casi dejé caer el teléfono cuando
se lamió los labios y lentamente se dejó caer de rodillas ante mí.
Santo Dios.
Emerie se puso a desabotonar mis pantalones, y no fue hasta que escuché
la voz de Alexa chillando a través del teléfono que recordé que todavía estaba
hablando.
—¿Estás ahí? —se quejó Alexa.
—¿Cuánto necesitas?
—Otros mil. —Si tan sólo supiera, que le habría dado unos cien mil sólo
para colgarle la llamada para poder meter mi pene en la boca de Emerie en
paz.
—Bien. Los llevaré. No me llames de nuevo. —Presioné finalizar, arrojé
mi teléfono sobre el escritorio, y bajé la mirada a la hermosa visión ante mí.
Emerie levantó la mirada bajo sus largas pestañas, y me di cuenta que sus
labios estaban pintados de un rojo brillante.
Diablos sí.
Bajó la cremallera de mis pantalones y me jaló para que me levantara
para poder bajarlos. Felizmente obedecí y la ayudé a quitar mi bóxer a la vez.
Mi polla tensa se liberó. Una de sus delicadas manos se envolvió alrededor de
mi eje, y dio un par de bombeadas hasta que una pequeña gota de líquido pre
seminal brillo en la punta.
Mis ojos estaban pegados a ella mientras se inclinaba y la lamía. Sus ojos
se cerraron mientras llevaba su lengua de nuevo a su pequeña y caliente boca
y lamió sus labios.
—Mierda —gruñí.
Me sonrió maliciosamente.
—¿Todavía enojado?
—Está disipándose rápidamente.
No estoy seguro de si en verdad se está tomando su tiempo, o si era mi
mente jodiéndome, pero abrió su boca ampliamente y todo pareció
desarrollarse en cámara lenta. Se inclinó hacia mi polla, su lengua se asomó,
y entonces sus labios gloriosamente pintados de rojo se envolvieron alrededor
de mi corona y se cerraron. Me succionó dentro, tomando toda mi longitud
en un profundo, largo y duro movimiento.
—Dios. Mierda, Em.
Era la cosa más extraña, pero en lugar de sentir alivio por tener su boca
sobre mí, sabiendo que liberación no tomaría mucho tiempo, de repente me
sentí tenso e inquieto. Estaba molesto de saber que era buena dando
mamadas, enojado de que debió haber aprendido con algún otro tipo.
Se retiró lentamente, succionando fuerte mientras sus labios se
deslizaron por mi longitud mientras la parte plana de su lengua se presionó
contra la vena palpitante. Entonces, después de salir casi del todo,
inmediatamente me tragó de nuevo. Con cada subida y bajada, sentí una
emoción diferente, vacilando entre la rabia de que fuera buena en esto y
agradeciéndole a Dios que lo fuera.
Alternó entre tomarme profundamente y bombearme en la base con su
resbaladiza y pequeña lengua girando alrededor de mi punta. Si hubiera
estado dentro de ella, el tiempo que me hubiera tomado terminar sería
vergonzoso. Incluso entonces, fueron menos de cinco minutos antes de que
estuviera conteniéndome y teniendo que advertirle que estaba a punto de
explotar.
—Em, voy a… —Mis palabras fueron medio gruñidas/medio dichas,
pero debió haber entendido—. Em… —Le di una última advertencia. Pero en
lugar de alejar su cabeza, y liberarme de su boca, ella me miró y sostuve su
mirada mientras me tomaba hasta el fondo de su garganta.
Jodidamente hermosa. Sus ojos azules mirándome, las pálidas mejillas
cremosas llenas de mi polla, y los labios rojos cerrados sobre cada centímetro.
Enredé mis dedos en su cabello y rogué con su nombre una vez más mientras
me liberaba en su garganta. Soltó un gemido mientras cerraba sus ojos y se
tragaba hasta la última gota de mi semen.
Sin poder hablar, bajé la mano y la levanté, sentándola en mi regazo para
poder enterrar mi rostro en su hombro. Después de que su respiración se
calmó, besé su cuello.
—Eso fue… increíble. Se siente raro querer decir gracias después de eso.
Pero mierda, gracias.
Se rio. El sonido me hizo sonreír como un idiota.
—De nada.
La sostuve sobre mi regazo por un largo rato. Cuando la sangre
finalmente volvió a mi cerebro, recordé que había hablado con Alexa.
—Quédate conmigo esta noche. Debo de volar a Atlanta mañana en la
tarde, así que me iré de la oficina temprano.
—¿Oh? ¿Cuánto tiempo te irás?
—Solo una noche. Es una larga historia. Pero voy a volar para ir por mi
hijo y regresaré con él una hora después. Alexa se quedará allá otra semana,
y no quiero que vuele solo.
—Eso es bueno. ¿Así que lo tendrás la semana sólo para ti?
Sin siquiera pensarlo, dije:
—Sí. Te va adorar. Es un verdadero donjuán.
Sonrió.
—Me encantaría quedarme esta noche, y no puedo esperar a conocer a
tu hijo.
Nunca antes le había presentado ninguna mujer a Beck. Pero por alguna
razón, quería que Beck conociera a Emerie. Tal vez la mejor mamada que
había tenido en mi vida no me dejaba pensar con claridad, pero tenía la
sensación de que se suponía que él la conociera.
Capítulo 29
Me desperté primero. Incluso aunque por lo general era la que dormía
hasta tarde, Drew era quién todavía estaba durmiendo a casi las siete y media
de la mañana. Estaba sobre su estómago, con la sábana enredada alrededor
de su cintura, dejando su trasero apretado a la vista. Sus dos brazos estaban
sobre su cabeza, metidos bajo su almohada mientras dormía pacíficamente,
mirando en mi dirección. Le había crecido un indicio de barba y su cabello
estaba despeinado; nos habíamos dormido hace unas horas; aun como si fuera
posible, se veía incluso más sexy de lo que se veía ayer.
¿Podría ser más sexy? Posiblemente, pero era más probable que estuviera
apreciando más, que me gustaba más. Era probablemente bueno que el hijo de
Drew fuera a estar con él por la próxima semana. No sería difícil apegarse
rápidamente, y la última cosa que necesitaba era saltar de un hombre que no
estaba interesado en mí a uno que no estaba interesado en una relación.
Mi teléfono vibró en la mesa de noche, así que me estiré para agarrarlo
antes de que despertara a Drew. Después de escribir mi contraseña, encontré
que un mensaje había llegado.
Baldwin: ¿Casablanca esta noche? Llevaré albóndigas marroquíes de
Marrak de la Cincuenta y Tres.
Suspiré. Esta era nuestra cosa. A los dos nos encantaba rentar películas y
convertirlas en un tema para la cena. En la universidad, habíamos tomado
turnos para elegir la película, y el otro debía de traer la comida que hiciera
juego. Había elegido Sweet Home Alabama, y él había traído pollo frito sureño.
Él había elegido Sueño de Fuga, y yo había llevado sándwiches de boloñesa.
Hace dos semanas habría saltado ante una noche de película con
Baldwin, pero ahora me sentía en conflicto por alguna razón. No era como si
Drew y yo estuviéramos en verdad saliendo, o si lo estuviéramos haciendo,
Baldwin no tenía interés en mí aparte de una amistad. ¿Entonces por qué se
sentía mal decir que sí? Tal vez porque estaba acostada desnuda en la cama
con un hombre, pensando en hacer planes con otro. Era probablemente por
eso que no se sentía bien. Presioné el botón en el costado de mi teléfono y
decidí que después pensaría mejor en la invitación de Baldwin antes de
responder.
Desde que mi vejiga estaba llamando, decidí ir al baño y luego hacer café
antes de irme. Necesitaba llegar a mi apartamento por ropa limpia y una
ducha rápida antes de mi reunión de las nueve abajo.
Cuando terminé, dejé una nota bajo una taza de café vacía en el
mostrador de la cocina y fui hacia el subterráneo.
Alrededor de la segunda parada, me di cuenta de que había dejado mi
teléfono en la mesa de noche de Drew. Al menos no tendría que ir muy lejos
para recogerlo cuando llegara al trabajo en un momento.
11 Daddy Long Legs: en original nombre con el que se conoce a las arañas patonas.
no había mencionado nada más. Debió haber sido porque la única
conversación para la que tuvimos tiempo esta tarde fue yo susurrándole al
oído mientras estaba inclinada sobre su escritorio con su falda alzada veinte
minutos antes de que tuviera que irme. Córrete en mi polla fue muchísimo
mejor que cualquier otra discusión más sobre el Profesor Pendejo.
Pero ahora estaba carcomiéndome. ¿Estaba sentada en casa al lado de ese
imbécil por el que había estado suspirando por más de tres años? El imbécil
podría actuar más refinado que yo, pero cuando al final, ambos éramos
hombres, y Emerie era una mujer hermosa. Había visto la forma en que había
actuado cuando sospechó que podría haber algo entre nosotros. Se puso
territorial; no celoso. Lo que me dijo demasiado sobre cómo pensaba. La gente
se pone celosa cuando quieren algo que alguien más tiene. Son territoriales
cuando están protegiendo algo que ya tienen. Ese hijo de puta supo todo el
tiempo que la tenía.
Mi instinto me dijo que estaba evitando involucrarse con Emerie porque
quería divertirse; abrirse paso follando en la facultad a sus estudiantes, evitar
cualquier relación real. ¿Y cómo, exactamente, sabía esto sobre el tipo cuando
sólo lo había conocido un par de veces? Porque conocía la cara de ese tipo de
hombres. Lo había mirado en el espejo cada día por los últimos dos años
desde mi maldito divorcio.
Beck había sacado su cuaderno de dibujo y estaba dibujando una jirafa.
Me reí, pensando que tan seguido garabateo mientras hablo por teléfono. La
crianza ganaba sobre la naturaleza. Podía verme fácilmente dibujando esa
jirafa ahora mismo si ese lápiz hubiera estado en mi mano. Aunque mi jirafa
probablemente hubiera tenido tetas, porque desde que llegué a los diez años,
todos mis dibujos básicamente incorporaban tetas de alguna forma.
Mientras que durante toda mi niñez todo me había recordado a las tetas,
la última semana todo me recordaba a Emerie. Un aviso para un brillante lápiz
de labios en el aeropuerto. Los brillantes labios rojos de Emerie alrededor de mi
polla. La azafata mencionando que nuestros planes podrían arruinarse debido
al retraso por el clima. Los planes de Emerie; ¿estaba Acurrucada en el sofá con el
pendejo? Mi hijo dibujando una jirafa. Si dibujara una jirafa, tendría tetas. Las
tetas de Emerie son increíbles. Todos los caminos de mi mente conducen a un
solo destino últimamente.
Me tomé la mitad de la bebida en un sorbo y saqué el teléfono de mi
bolsillo.
Drew: ¿Qué terminaste haciendo esta noche?
Entonces esperé por el zumbido que me dijera que Emerie respondió. Y
esperé.
—Puedo caminar.
Drew me levantó por décima vez. Me había llevado en brazos de la pista
al taxi, del taxi al hospital, del hospital al taxi, y desde el taxi hasta el
apartamento donde procedió a sentarme en el sofá con el pie elevado. Justo
como el doctor había instruido.
Ahora, acababa de recibir la comida y me estaba llevando a la mesa.
—El doctor dijo que no pusieras peso en eso.
—Está bien. Es sólo un esguince. La bota me impedirá poner demasiado
peso en él de todos modos.
Beck apartó la silla mientras su padre se acercaba conmigo en sus
brazos. Roman, quien había estado sacando contenedores de comida fuera de
la caja del domicilio, nos miraba divertidos. Hoy era la primera vez que lo
veía, y probablemente pensó que era la reina del drama.
—Estoy tan avergonzada. Juro que normalmente no soy tan torpe.
Roman siguió contemplando la escena, observando cómo Drew me
sentaba y continuó colocando comida en el plato frente a mí. Tenía la
sensación que Roman no era un hombre que pasaba por alto muchas cosas.
—Estás bien. Florence Nightingale12 no debería haberte dejado caer.
Drew gruñó.
—No la dejé caer. Me soltó la mano.
Le guiñé a Roman, haciéndole saber que estábamos en la misma página,
y luego me quedé boquiabierta.
—Me dejó caer.
—Tonterías. —Drew se congeló con una bandeja de ziti13 en su mano. Ya
había colocado demasiado en mi plato. Me miró y luego a Roman—. No la
dejé caer, pero te voy a dejar caer a ti si sigues con esta mierda.
—Cuida tu lenguaje —dije.
Roman simplemente rió.
La cena estuvo lejos de ser pacífica. Primero Drew y yo no estuvimos de
acuerdo con política, y luego Roman, Drew y Beck tuvieron una acalorada
discusión sobre quién iba a llegar a las eliminatorias en hockey esta
temporada. Fue ruidoso, y ocasionalmente hablábamos uno encima del otro,
pero no podía recordar la última vez que había disfrutado tanto una comida.
Después de que terminamos, Drew insistió que no podía ayudar en la
limpieza y me llevó de vuelta al salón. Roman, a quien Drew había dado
instrucciones de ayudar a limpiar, abrió una cerveza y se unió a mí en su
lugar.
—¿Quieres una cerveza?
—No, gracias. —Me deslicé en el sofá y coloqué las manos sobre mi
estómago—. Estoy demasiado llena de los diez kilos de pasta y pollo
parmigiana que Drew sirvió en mi plato.
—¡Vamos a ir!
—¡No vas a llevarlo de viaje por carretera para seguir a un grupo de
pilotos por todo el país y darle clases en casa! Ve, si quieres ir, pero Beck se
queda aquí.
—¿Qué va a hacer aquí contigo? Trabajas sesenta horas a la semana.
—Lo hago funcionar. Al menos aquí tiene su escuela, su rutina, su hogar.
—No haces que funcione. Lo dejas con una niñera. He oído hablar más
de la nueva niñera que de ti esta mañana. Y aparentemente ni siquiera es
competente para vigilarlo, ya que su mano está quemada.
Mierda.
Los gritos cesaron y supe que Drew estaba tratando de ponerse bajo
control. Imaginé su mandíbula apretándose y flexionando mientras respiraba
fuego e intentaba exhalar hielo.
Cuando finalmente habló, su tono era más que enfadado; se escuchaba
letal.
—No tienes idea de lo que estás hablando. No dejo a mi hijo con una
niñera. Estuvo conmigo o con mi novia todo el tiempo, y estuvo bien cuidado.
—¿Novia? —espetó Alexa—. ¿Tienes a mi hijo con tu follada del mes
ahora?
—Nuestro hijo —gruñó a Drew—. Y no es una follada del mes. A
diferencia de ti, nunca le he presentado a Beck alguien a quien estuve viendo
casualmente. Todas las veces que ha mencionado hombres al azar estando
alrededor, he mantenido mi boca cerrada y confiando en que estuvieras
siendo cuidadosa y respetuosa a su alrededor. Y a cambio espero lo mismo
por Emerie.
—¿Emerie? ¿La mujer que conocí en el vestíbulo? ¿Estás follando a la
empleada?
—Estamos compartiendo espacio. Ella es psicóloga, no empleada. ¿Y qué
mierda te importaría si barre el piso aquí? Al menos ella tiene un
trabajo. Deberías probarlo. Podría hacerte apreciar las botas de mil dólares
que estás usando ahora mismo.
—Estoy criando a nuestro hijo. Es un trabajo a tiempo completo.
—Lo curioso es cómo él es nuestro hijo cuando menciono pagar las
cuentas por ese trabajo a tiempo completo. Pero es tuyo cuando quieres
llevarlo a un recorrido de NASCAR del país sureño.
—Lo voy a llevar —dijo bruscamente
—No te lo llevarás.
—No creo que sea algo que quieras pelear. Beck debería conocer a su
padre y pasar tiempo con él.
Me preparé para el rugido que sabía que vendría.
—¡Él está pasando tiempo con su padre!
—Me refería a su padre biológico.
—Esa no fue mi elección. Te aseguraste de eso. ¡Dios sabe que no me
habría jodidamente casado si hubiera sabido que eras una puta llevando el hijo de otro
hombre!
—¡Púdrete!
—Vete, Alexa. Sólo vete a la mierda.
A pesar que sabía que estaba llegando, salté cuando abrió de un golpe la
puerta de la oficina de Drew, y la estrelló contra la pared. Alexa salió a
pisotones y estallidos.
Esperé en mi oficina durante unos minutos, sin saber si debía darle
tiempo a Drew para refrescarse o tratar de consolarlo. Finalmente, cuando no
oí nada más que silencio, decidí comprobarlo.
La silla de Drew estaba apartada de su escritorio, y estaba sentado con
los codos sobre las rodillas y la cabeza entre las manos.
—¿Estás bien? —pregunté suavemente.
No levantó la mirada cuando contestó. Su voz era ronca:
—Sí.
Entré con pasos vacilantes en su oficina.
—¿Qué puedo hacer?
Drew negó varias veces, luego levantó la mirada.
—¿Me puedes hacer el verdadero padre de ese niño? —Mi corazón se
encogió en mi pecho cuando vi su expresión derrotada. Sus ojos estaban rojos
y llenos de lágrimas no derramadas, y sentí el dolor que pude ver en su rostro.
Me arrodillé ante él.
—Eres su verdadero padre, Drew.
A pesar que me estaba escuchando, no estaba consiguiendo llegar a
él. Así que, decidí compartir una historia que nunca le había contado a nadie.
—Cuando tenía diecinueve años, decidí que quería saber quién era mi
madre biológica. No tengo idea por qué; nada había salido mal. Tenía
curiosidad, creo. De todos modos, mi adopción era abierta, así que, la
información estaba allí si quería. Como no quería herir los sentimientos de
mis padres, decidí no decirles y obtuve la información por mi cuenta.
Drew me prestaba atención ahora, así que continué:
—Un sábado, le dije a mis padres que iba a casa de una amiga y en
cambio, conduje cuatro horas por todo el estado en dirección hacia donde
vivía mi madre biológica. Me senté frente a su casa y esperé hasta que
salió. Luego la seguí hasta donde trabajaba en un restaurante. Después de un
par de horas más, tuve el valor suficiente para realmente entrar. Había
observado a través de la ventana, así que sabía qué sección atendía y pedí una
mesa cerca de la ventana para que ella fuera mi camarera.
A pesar de que Drew era el que estaba mal, extendió la mano y apretó
mi hombro con ánimos.
—¿Qué pasó?
—Ella llegó a tomar mi pedido, y balbuceé cada palabra que salió de mi
boca. Pero me las arreglé para pedir tostadas y té mientras la miraba. —Hice
una pausa, pensando en aquel día—. Tenía el cabello rojo.
Drew acarició mi mejilla.
—De todos modos, mientras que ella estaba tomando una orden en la
mesa junto a mí, mi teléfono sonó, y vi que era mi madre. Dejé que fuera al
correo de voz porque pensé que tal vez se había enterado de lo que estaba
haciendo de alguna manera, y estaba enfadada. Pero cuando escuché su
mensaje, sólo había querido comprobar y ver si todo estaba bien. Dijo que me
vio algo decaída el día anterior. No es necesario mencionar que, me sentí
culpable como el infierno. Cuando la camarera, mi madre de nacimiento, vino
a entregarme mi tostada unos minutos más tarde, yo estaba llorando. Ella me
miró y ni siquiera preguntó si estaba bien. No pudo esperar dejar el pan
tostado en la mesa y desaparecer.
Suspiré.
—Le di una mirada más a la mujer que me había dado a luz, y me di
cuenta que mi madre era la mujer que me había dejado el correo de voz. Que
estaba conectada biológicamente a la camarera, y ella no sentía nada diferente
por mí que por un completo desconocido. Porque eso es lo que era... una
completa desconocida. Arrojé un billete de veinte sobre la mesa y nunca miré
atrás.
Miré a Drew.
—Ser padre es una opción, no un derecho. Realmente no entendí por qué
mis padres celebraban el día de mi adopción hasta entonces. Eres el padre de
Beck, tal como Martin Rose es el mío. Cualquiera puede convertirse en padre,
pero se necesita un verdadero padre para amar y criar a un hijo como suyo.
—Ven aquí. —Drew me levantó del suelo a su regazo. Apartó un mechón
de cabello detrás de mi oreja. Sus ojos previamente enojados y tristes, se
habían calentado—. ¿De dónde has venido?
—Irrumpí y te mostré mi culo, ¿recuerdas?
Se rió, y sentí un poco de la tensión disiparse cuando me envolvió en sus
brazos y besó la parte superior de mi cabeza.
—Gracias. Necesitaba eso.
Estaba encantada de haberlo calmado. Dado que Drew había estado con
Beck durante toda la semana, esta era en realidad la primera tarde que
teníamos a solas en ese tiempo.
—No tengo cita hasta dentro de dos horas, por si necesitas cualquier otra
cosa.
Drew estuvo de pie conmigo en sus brazos, prácticamente antes que
terminara la frase. Grité por el movimiento repentino. Esperando que
extendiera mis piernas, allí mismo, en su escritorio, me sorprendió cuando
comenzó a ir hacia la puerta de la oficina.
—¿Nada de sexo en el escritorio? —pregunté.
—El escritorio es para follar. Quiero hacerte el amor.
Capítulo 36
Me podría acostumbrar a esto.
Acababa de salir de la ducha y entré en la cocina. Emerie estaba de pie
llevando una de mis camisas de vestir, que colgaba sobre sus rodillas, y estaba
preparando algo que olía casi tan bueno como ella. Sé oía música, y me quedé
en la puerta y observé mientras se balanceaba a un lado, cantando alguna
canción que no reconocí.
Como si me detectara, después de un minuto, se dio vuelta y sonrió.
—El desayuno está casi hecho.
Asentí, pero me quedé allí un minuto más, disfrutando observarla. Hace
cinco días, después que Alexa había llegado como una furia y comenzó a
contarme su intención de llevar a Beck en un viaje por carretera, había
asumido que mi semana sería una mierda, como era típico después de
nuestras discusiones. Pero Emerie tenía una manera de calmarme,
provocando que me concentre en lo positivo. También podría haber ayudado
que ella había estado en mi cama todas las noches, para ayudar a aliviar
cualquier tensión, y que me había despertado esta mañana con su cabeza bajo
las sábanas y su lengua lamiéndome como si fuera una paleta de caramelo.
Ella sonrió y me guiñó, sonrojándose.
—Ve a sentarte. Mi turno de alimentarte.
Sí. Hay una clara posibilidad de que podría acostumbrarme a esto.
—¿A qué hora es tu primera cita? —pregunté. Habíamos terminado el
desayuno, luego, la follé sobre la encimera de la cocina antes de limpiar los
platos mientras ella se preparaba. Ahora estaba cepillando alguna mierda en
sus pestañas mientras se inclinaba hacia el espejo.
—Diez. Pero tengo que correr a mi apartamento primero. ¿Tú?
—No tengo citas hasta esta tarde, pero me tienen que redactar una
moción y acabar de una vez en el tribunal de familia para entonces. ¿Qué
necesitas de tu apartamento?
—Ropa. ¿A menos que creas que puedo salir con un cinturón y tacones
con esto? —Hizo un gesto a mi camisa de vestir, que estaba abierta, y no tenía
nada debajo. Amando el acceso fácil, tomé un pecho en mi mano antes de
bajar y besar a su pezón respingón.
—¿Por qué no dejas ropa aquí para las noches en que te quedas, de
manera que no tengas que regresar a casa con tu ropa del día anterior? —A
pesar de que la declaración salió sin pensarlo mucho, no me asustó
decirla. Raro.
Emerie me miró.
—¿Me estás ofreciendo un cajón?
Me encogí de hombros.
—Toma la mitad del armario, si quieres. No me gusta la idea de que
corras alrededor de la ciudad con falda y sin ropa interior en las mañanas, a
pesar de que realmente no entiendo por qué no puedes simplemente darle
vuelta y usarlas de nuevo.
Arrugó la nariz.
—Eso es cosa de hombres.
Después que terminó de ponerse el maquillaje que llevaba en el bolso, se
vistió y se fue a su apartamento. Llamé a Alexa y le dejé un mensaje de que
recogería a Beck para pasar el fin de semana alrededor de las cinco, esta noche.
Agradecido de que me respondiera su correo de voz en lugar de ella, bajé
para trabajar un poco, todavía en mi buen estado de ánimo, sólo para ser
recibido por un agente judicial esperando en mi puerta. Yo era abogado de
divorcio; no era raro ser notificado a primera hora de la mañana. Lo inusual
era que el servicio fuera de un tribunal de Atlanta.
Nunca había tenido sexo por teléfono, y tenía muchas ganas de llamar a
Drew. Tanto, que me había puesto en un pequeño lindo juego de pantalones
cortos y camisola de seda, y un poco de perfume para la ocasión. Era poco
después de las diez, así que pensé que probablemente él también estaría
preparándose para la noche. Tomando mi celular, marqué su número y sonreí
cuando respondió con voz ronca:
—¿Estás desnuda?
—No, pero puedo estarlo.
Mi mano estaba en el interruptor de luz de la cocina, lista para apagarlo
y llevar mi teléfono a la cama conmigo, cuando alguien llamó a mi
puerta. Drew también lo oyó.
—¿Alguien ahí?
—Creo que sí. Espera un segundo. —Me acerqué a la puerta y me asomé
por la mirilla, aunque sabía quién era sin mirar. No era como si tuviera
muchos amigos en la ciudad, y mucho menos que pasara a visitar.
—¿Puedo volver a llamar en unos minutos?
—¿Quiero saber quién es?
—Probablemente no. Dame unos minutos para deshacerme de él.
Después que terminó la llamada, tomé un suéter del armario y me lo
puse antes de abrir la puerta.
—¿Baldwin? ¿Está todo bien?
—Sí, bien. Sólo quería ver cómo estabas. Toqué la noche anterior, pero
no estabas en casa. Así que, intenté esta mañana, y aún no estabas aquí, y
luego, no respondías mis mensajes hoy. Estaba empezando a preocuparme.
Mis sentimientos por Baldwin habían sido tan confusos, que había
olvidado que había sido un buen amigo durante algunos años.
—Lo siento. No era mi intención preocuparte. Estoy bien. Todo
bien. Sólo fue un día de locos ayer, seguido de otro agitado hoy.
No parecía convencido, así que, decidí ser honesta.
—He empezado a ver a alguien; me quedé en su casa durante la noche
anterior.
—Oh. —Me dio una triste sonrisa que parecía forzada—. Bueno, me
alegro que estés bien.
Cuando no ofrecí que pasara, sus ojos vagaron por mi rostro como si
estuviera buscando algo. Esperé en silencio incómodo, agarrando mi suéter
mientras estaba allí.
Finalmente, Baldwin me dio una breve inclinación de cabeza, y sus ojos
cayeron a mis piernas desnudas.
—¿Es el abogado?
Por alguna razón, me molestó que lo llamara el abogado y no por su
nombre.
—Drew. Sí.
Me miró a los ojos.
—¿Estás feliz?
Ni siquiera tuve que pensar en la respuesta.
—Lo estoy.
Los ojos de Baldwin se cerraron brevemente, y me dio otro silencioso
asentimiento.
—¿Tal vez podemos ir por un café este fin de semana y ponernos al día?
Sonreí.
—Por supuesto.
Café en Starbucks era probablemente la mejor manera de restablecer
nuestra amistad. Volver a empezar era mi final, porque Baldwin realmente
nunca se había interesado en mí de la forma que yo me había interesado en
él. Pero ahora que estaba viendo a alguien, no se sentiría bien salir a cenar con
él. Tal vez algún día, en el futuro, cuando pasara más tiempo entre los
sentimientos que tenía por Baldwin y el inicio de una nueva relación; pero en
este momento sólo se sentiría mal.
Después de darle las buenas noches, me tomé un minuto para reagrupar
mis pensamientos antes de ir a la habitación para volver a llamar a
Drew. Hacía mucho tiempo que mis sentimientos por Baldwin habían
crecido. No podría negarlos completamente, pero algo había cambiado,
definitivamente. Aunque sabía que una parte de mí extrañaría la comodidad
desenfrenada que había disfrutado con Baldwin cuando no había nada que
me retenía, me di cuenta que era más importante para mí respetar los límites
que sabía que Drew quisiera que tuviera en cuenta; como no invitar a un
hombre a mi apartamento tan tarde, mientras estaba en mi pequeño lindo
pijama.
Sintiéndome contenta, apagué todas las luces y me metí en la cama
mientras marcaba el número de Drew en mi celular.
—Hola —dije.
—¿El visitante se fue? —Cautela se había filtrado en la voz segura de
Drew.
—Era Baldwin. Quería ver cómo estaba. Al parecer, llamó anoche y esta
mañana, y estaba preocupado porque tampoco contesté hoy sus mensajes.
—¿Qué le dijiste?
—Le dije que había dormido en la casa de mi novio, y que hoy había
estado ocupada, pero todo estaba bien.
—Tu novio, ¿eh? ¿Eso es lo que soy? —Había alivio en su voz.
—¿Prefieres que te llame de otra manera?
—No lo sé. ¿Qué más tienes?
—Hmm... Veamos... ¿qué hay de hombre que me da muchos orgasmos?
—Eso suena como mi nombre indio.
Me reí.
—¿Qué tal propietario con beneficios o capitán Prolactinator?
—Llámame lo que quieras con el profesor Pendejo, siempre y cuando él
sepa que eres mía.
Mía. Me gustó el sonido de eso. No estaba segura de cómo había
ocurrido. Conociéndonos, había comenzado como un capullo en medio de
una pelea, y floreció mientras estaba inclinada sobre su escritorio; pero
independientemente de cómo llegamos aquí, de alguna manera, lo hicimos. Y
me di cuenta que no había otro lugar en el que preferiría estar.
—¿Estás solo?
—Roman está abajo en el bar. La cantinera es una mujer. No creo que
extrañe mi compañía.
—Está bien, bueno. —Me acerqué a mi mesita y abrí el cajón—. ¿Oíste
eso?
—No me digas que está llamando de nuevo.
Deslizando mi vibrador del cajón, decidí que Drew necesitaba un poco
de distracción de los últimos dos días horribles. Lo encendí y lo acerqué al
celular durante unos segundos antes de bajarlo por mi cuerpo.
—¿Eso es…?
—Mi vibrador. Ha estado solitario las últimas semanas.
Drew gruñó.
—Mierda. Me gustaría estar allí para verte.
—Creo que me gustaría. Tal vez cuando vuelvas.
—Tal vez no. Voy a ir directamente a tu apartamento desde el avión.
Su reacción me alimentó. Froté el vibrador sobre mi clítoris y hablé con
voz tensa:
—¿Qué tal si te vienes de manera diferente primero?
Capítulo 38
—Ella tiene pelotas —susurró Roman no tan bajo mientras Alexa sonreía
en nuestra dirección en su camino por la corte con su abogado, Atticus
Carlyle.
Mis manos se cerraron en puños apretados. Después de terminar con las
manos vacías por un día y medio buscándola, no sé por qué me sorprendió
que hubiese elegido a ese idiota. Odiaba a ese jodido tipo, casi tanto como él
me odiaba. Era la quintaesencia del buen muchacho sureño, acento grueso y
lenta pronunciación, corbata de moño, y jugaba a ser Dios en sus argumentos
de apertura y cierre. También era el abogado que alguna vez me había hecho
perder en la sala del tribunal. Y sucedió que fuimos asignados al juez que me
había golpeado con sanciones como resultado de ese desenlace. Estaba
empezando a sentir como si nada fuera una coincidencia.
La necesidad de mantener cualquier apariencia de calma se desvaneció,
ni siquiera podía mirar al otro lado de la corte. El juez Walliford tomó el
banquillo, y el empleado uniformado llamó nuestro número de
expediente. Pasó unos minutos leyendo con sus gafas en la punta de su nariz,
y luego levantó la mirada.
—Bueno, bueno, bueno, mira lo que tenemos aquí. Parece que los tres
hemos tenido este pequeño baile antes, ¿verdad?
—Sí, su señoría —dije.
—Claro que lo tuvimos, su señoría. Es bueno verlo de nuevo —dijo
arrastrando las palabras el abogado contrario.
Walliford movió unos papeles y se quitó las gafas, luego se echó hacia
atrás en su silla.
—Señor Jagger, ¿por qué cree que este caso debe ser escuchado en un
tribunal de la ciudad de Nueva York en lugar de aquí, en Atlanta? ¿No confía
que las ruedas de la justicia giren a la misma velocidad con que a ustedes, los
norteños, les gusta hacer las cosas?
¿Cómo demonios se suponía que debía responder a eso? Había
presentado una propuesta de cambio de lugar basado en la residencia. Me
aclaré la garganta.
—No, su señoría. Estoy seguro de que este tribunal haría un buen trabajo
en cualquier caso presentado, pero dado que el demandante y yo somos
residentes de Nueva York, creo que la jurisdicción apropiada sería el condado
de Nueva York. Con respecto a nuestro acuerdo…
Carlyle interrumpió.
—Su señoría, mi cliente es una residente del buen estado de Georgia. Ella
nació y se educó aquí. Durante su corto matrimonio con Jagger, fue residente
temporal de Nueva York durante un período de tiempo, pero recientemente
ha comprado una casa en el condado de Fulton, y este es el estado de su
residencia. —Levantó unos papeles y continuó—: Tengo aquí una copia de la
escritura de su nuevo hogar, su licencia de conducir de Atlanta, y una copia
del contrato de arrendamiento donde temporalmente se alojaba en Nueva
York. Verá que el contrato de arrendamiento ni siquiera estaba al nombre de
la señora Jagger.
—Eso es mierda. El contrato de arrendamiento estaba a mi nombre
porque yo lo estaba pagando. Ella ha vivido allí durante dos años. —Sabía
antes que terminara que había cometido un gran error con mi arrebato.
Juez Walliford agitó un dedo.
—No voy a tolerar ese lenguaje en mi sala. A ustedes, los norteños, puede
que les resulte aceptable comunicarse de esa manera, pero esto no es un bar
lleno de humo o alguna calle sucia de la ciudad. Va a respetar este banco. Se
lo advierto, señor Jagger. Después de su comportamiento la última vez que
estuvo en esta sala, tiene una correa muy corta.
Y esa fue la mejor parte de mi día. El juez Walliford negó mi petición de
cambio de lugar a Nueva York, y ordenó un juicio completo sobre el cambio
en la custodia de la petición que Alexa había presentado; en dos semanas a
partir del lunes. La única cosa que hizo en mi favor fue cumplir nuestro
horario de la custodia actual, donde tenía a Beck viernes, sábados y domingos
por la noche, así como el miércoles para la cena. A pesar de que ordenó que
mi visita fuera en, lo adivinaste, el gran estado de Georgia.
Esperé hasta que estuvimos fuera del edificio antes de incluso intentar
acercarme a Alexa. La última cosa que necesitaba era que ella gritara que
estaba acosándola y que Walliford me encerrara.
Apreté los dientes.
—Alexa, ¿puedo hablar contigo, por favor?
Carlyle tomó su codo.
—No creo que sea una buena idea, Alexa.
No le hice caso, mirando a mi ex mujer a los ojos.
—Me debes eso por lo menos. Han pasado más de dos años desde que lo
descubrí, y aún duele como el infierno. Pero nunca he dejado ver a Beck o que
sienta algo diferente de lo que es para mí. No importa lo que diga alguna
prueba de sangre de mierda, es mi hijo. —Ella apartó la mirada—. Mírame,
Alexa. Mírame. —Cuando finalmente se encontró con mi mirada, continué—
: Ya sabes cómo soy. ¿Voy a renunciar incluso si pierdo en dos semanas?
Su abogado intervino.
—¿Está amenazando a mi cliente?
Continué con mi mirada en Alexa.
—No. Estoy pidiéndole que ponga a nuestro hijo primero y no alargue
esto.
Ella respiró hondo.
—Él no es tu hijo. Vamos, señor Carlyle.
Gracias a Dios Roman estaba de pie junto a mí. Pasó sus brazos alrededor
de mi pecho para que no pudiera ir tras ella, incluso mientras se alejaba.
Antes del vuelo a casa, intenté, sin éxito, sincronizar mi calendario para
poder pasar unas horas reacomodando mi agenda con el fin de pasar los
lunes, martes, y la mitad del día los miércoles en Nueva York, y luego de
vuelta en Atlanta para cenar con Beck los miércoles por la noche. Entonces me
quedaría en Atlanta y trabajaría a distancia de jueves a viernes antes de
recoger a Beck de nuevo por el fin de semana. No iba a ser fácil meter una
semana entera de citas con clientes, declaraciones y presentaciones en la corte
en dos días y medio, pero ¿qué otra cosa podía hacer? Mi hijo tenía que ser lo
primero. Él ya estaba confundido por la mudanza repentina y no poder pasar
sus fines de semana en casa de papá. También dudaba que si perdía una sola
visita, el juez Walliford oiría al respecto. No tenía necesidad de darle más
munición para utilizar en mi contra.
A pesar que mi hijo era mi prioridad, tuve otro enfoque ahora que estaba
de nuevo en el suelo de Nueva York. No había estado seguro de que sería
capaz de tomar el último vuelo a casa desde Atlanta, así que, no le mencioné
a Emerie que había una posibilidad de que estuviera de vuelta esta noche. Era
tarde, casi medianoche, pero le di al taxista su dirección en lugar de la mía de
todos modos.
Por los seis días que estuve fuera, habíamos hablado todas las noches, y
la mayoría de las noches terminé masturbándome con el zumbido de su
vibrador. Había ayudado para aliviar la tensión, pero al mismo tiempo
también me abrió el apetito por la cosa real.
El interior de su edificio estaba en silencio. Fui hacia el ascensor sin que
nadie me cuestionara, ya que su edificio no tenía portero. Aunque lo
odiaba. Necesitaba un lugar más seguro para vivir, cualquier idiota podría
estar golpeando a su puerta. Ahora que lo pienso, uno estaba a punto de
hacerlo. Bajando mis maletas para llamar, miré al apartamento de al lado.
Sí. Ella definitivamente necesita un lugar más seguro para vivir.
Después de dos rondas de golpear, la segunda vez tan fuerte que pensé
que podría despertar a un vecino o dos; Emerie con un aspecto somnoliento
llegó a la puerta.
Ya que había estado dormida, no tenía sus lentillas, y tenía las gafas
puestas. Dios, la amo con esas cosas.
—Oye. ¿Qué estás…?
No le di la oportunidad de terminar, ni siquiera saludé. Al menos, no en
tantas palabras de todos modos. En cambio, entré, empujándola hacia atrás
mientras tomaba no tan suavemente su rostro entre mis manos y la besaba. La
besé duro y largo, pateé la puerta para cerrarla detrás de mí antes de
levantarla, así envolvía sus piernas alrededor de mi cintura. Se sentía
increíble, como la cura para la perpetua sensación de dolor en el culo que
había tenido durante la última semana.
Cuando metí la mano debajo de sus atractivos y pequeños pantalones
cortos de dormir y agarré su trasero, ella gimió en mi boca, y tuve la tentación
de dejarla en el suelo para poder levantar el puño en el aire. Pero eso habría
significado poner mi pene completamente erecto lejos del calor entre sus
piernas abiertas, y no había jodida manera de que eso sucediera. Así que, en
cambio, de alguna manera la llevé hacia el sofá y sin tropezar, y sin
contemplaciones la tumbé antes de cubrirla con mi cuerpo.
—Te he jodidamente echado de menos. —Mi voz era cruda.
Los ojos de Emerie estaban entrecerrados y felices.
—Lo supuse por tu saludo.
Empecé a chupar su cuello mientras mis manos se movieron para bajar
sus pantalones y ropa interior, al mismo tiempo.
—¿Me extrañaste?
Sus uñas se clavaron en mi espalda mientras bajé desde el cuello hasta
su oreja.
—Sí —dijo, exhalando—. Lo hice. Mucho.
Mordí el lóbulo de su oreja mientras frotaba dos dedos arriba y abajo de
su coño.
—Mucho. ¿Estás húmeda para mí? —Ya sabía la respuesta, por
supuesto, pero esperé a que lo dijera.
—Sí.
Le froté su clítoris con mi dedo pulgar.
—¿Sí qué?
—Sí, estoy húmeda por ti.
—Dime que tu coño está mojado por mí. Quiero oír que lo digas. —Ya
estaba desabrochándome los pantalones. Quién sabía lo hábil que era; de
alguna manera me las arreglé para desnudarnos con una mano mientras que
chupaba su cuello, oreja, labios, y la otra mano frotando su coño mojado.
—Mi... coño está mojado por ti.
Dios, no había nada más sexy que escuchar a Emerie decir que estaba
caliente por mí. La última semana de infierno era un recuerdo lejano, y todo
lo que podía pensar era en estar dentro de ella.
—Te extrañé tanto —le dije de nuevo, porque a pesar de que ya se lo
había dicho, era la jodida verdad.
Y tenía que estar dentro de ella. Iba a estar en una gran deuda con el
juego previo en esta ocasión, aunque por el sonido de sus jadeos y la sensación
de su calor húmedo, no parecía importarle. Empujé lentamente, mi cuerpo
sacudiéndose para mantenerse bajo control. Cuando estuve completamente
ubicado, habría jurado que mis terminaciones nerviosas regresaron a la vida
por primera vez en años. Su apretado coño envolvió mi pene, y sus piernas
alrededor de mi cintura me apretaron con más fuerza.
Jesús, no recuerdo la última vez que se sintió tan bien.
Empecé a moverme, sobre todo porque necesitaba sentir ese apretado
lugar estrujándome mientras me deslizaba dentro y fuera, y me di cuenta que
no iba a durar mucho tiempo. Era demasiado increíble. Emerie abrió los ojos
mientras salía, y nuestras miradas se encontraron. Tomando sus manos,
entrelacé nuestros dedos y los levanté sobre su cabeza. Quería besarla, pero
no podía dejar de mirarla el tiempo suficiente. La forma en que jadeaba con
cada empuje que salía y emitía un pequeño gemido con cada embestida era
fascinante de ver.
Sus caderas se movieron, meciéndose al unísono con las mías. Arriba y
abajo, dentro y fuera.
—Oh, Dios, Drew. Justo ahí. No te detengas.
Milagrosamente, logré controlarme el tiempo suficiente para que ella se
viniera. Observé su rostro transformándose, con la cabeza inclinada hacia un
lado, con los ojos en blanco, sus labios carnosos entreabiertos, y fue la cosa
más hermosa que había visto jamás.
Cuando ella había comenzado a bajar el ritmo, aumenté mi velocidad,
las embestidas más duras y rápidas, buscando su orgasmo mientras el mío
estaba al borde. Justo cuando estaba a punto de explotar, me di cuenta por
qué se había sentido tan diferente, por qué todos los nervios se despertaron
repentinamente por primera vez.
No me había puesto un condón. Mierda. Iba a tener que apartarme…
—Em, no me… —intenté explicar por qué estaba a punto de arruinar su
final, pero me estaba quedando sin palabras tan rápido como me resistía—.
Sin condón.
Ella me miró a los ojos.
—Está bien. Estoy tomando la píldora. Córrete dentro de mí. Por favor.
No había nada que quisiera más que venirme dentro de ella. Me dolía el
cuerpo por ello con necesidad animal, pero mientras me dejaba llevar,
también sentí como si le estuviera dando algo que había estado guardando en
un nivel mucho más profundo.
Por primera vez desde la noche que me encontré con Alexa y me dijo que
estaba tomando la píldora, tomé el riesgo de confiar en alguien. Sólo que, por
alguna razón, no se sentía como un riesgo con Emerie. Se sentía correcto.
Capítulo 39
Sentí la cama hundirse cuando Drew se levantó.
—¿A dónde vas?
—Estaba tratando de no despertarte. —Se acercó a mi lado y me besó la
frente—. Es temprano. Vuelve a dormir.
—¿Qué hora es?
—Cinco y media.
Me apoyé en los codos en la oscuridad.
—¿Por qué estas despierto tan temprano?
—Tengo que ir a la oficina y averiguar cómo voy a hacer seis días de
trabajo, que ya había reducido a cinco, a sólo dos días a la semana durante un
tiempo.
—¿Supongo que no has mirado el calendario en un día o dos?
—Intenté, pero la maldita cosa tenía clave y no sincronizaba.
Volví a tumbarme en la cama y halé la manta.
—Tu primera cita no es hasta las diez. No pensé que regresarías hasta
esta mañana, o hubieras comenzado temprano hoy. Todo está reprogramado
durante las próximas dos semanas para ti. Hay días largos, pero pude cambiar
todas tus reuniones en persona a dos días, cada semana. Cambié una reunión
en persona a una conferencia telefónica, y la tienes desde Atlanta el jueves de
la semana próxima. Pero, todo lo demás está listo. También reprogramé mi
horario de manera contraria, así tengo poco trabajo cuando estás aquí, y días
completos cuando no estés. De esa forma puedo ayudar con lo que necesites
de trabajo de secretaria para seguir con tu día.
Drew estuvo en silencio durante un minuto, y empecé a preocuparme si
tal vez me había sobrepasado y no debería haber entrado en su
calendario. Pero quería hacer lo que pudiera para ayudar. La habitación
estaba a oscuras, y oí el sonido de su ropa, aunque no estaba segura si se la
estaba quitando o poniendo, hasta que subió de nuevo a la cama. Sentí su
cálido cuerpo presionándose contra mi lado. Aún estaba en silencio, así que,
me giré hacia él.
—¿Me sobrepasé?
Me acarició la mejilla.
—No, nena. No te sobrepasaste.
—Estás muy silencioso. Pensé que tal vez te había molestado.
—Sólo pienso.
—¿Sobre qué?
—Lo mucho que siento, en este momento, que estoy en casa, y no he
puesto un pie en mi apartamento en una semana.
Eso, muy posiblemente, podría haber sido la cosa más dulce que alguien
me hubiera dicho. También tenía razón. Había estado nerviosa durante toda
la semana y no me había dado cuenta hasta ahora que me había aliviado en el
momento en que miré por la mirilla anoche.
—Sé lo que quieres decir. Me haces sentir calma. En paz, supongo que es
eso.
—¿Sí? —Su mano se deslizó por mi mejilla, y su pulgar frotó el hueco de
mi cuello.
—Sí.
—Me alegro. —Besó la parte superior de mi nariz—. ¿Sabes qué estoy
pensando ahora?
—¿Qué?
—Cómo debo agradecerte por arreglar mi agenda. Si debo utilizar mi
boca para comerte como desayuno o darte la vuelta y tomarte por detrás,
mientras que meto un dedo en tu culo.
Sonreí.
—Eres muy grosero. Pasaste de dulce a cerdo en menos de diez
segundos.
Su mano en mi cuello bajó a mi pecho, donde su dedo rozó y luego
pellizcó... duro.
—Te gusta mi boca grosera.
Decidiendo que tenía razón, no peleé contra la verdad.
—¿Cuáles eran mis opciones de nuevo?
Escuché la sonrisa en sus palabras.
—¿Boca o en cuatro?
Tragué.
—¿Por qué sólo uno? No tienes que estar en la oficina hasta las diez.
Estaba casi tan nervioso como ayer, cuando tuve que darle la noticia a
Beck. Pero también había algo diferente en la forma en que me
sentía. Determinado. Sin importar lo que me tomara, iba a hacer que Emerie
me perdonara y me diera otra oportunidad. Lo había jodido; podría culpar a
un millón de experiencias en mi vida, pero la verdad del asunto era que lo
había jodido. Y estaba a punto de comenzar a arreglarlo.
Había un letrero de fuera de servicio en los dos de los ascensores en su
edificio. Me paré frente al solitario que funcionaba, dando golpecitos
ligeramente con el pie, mientras veía los números bajar por los pisos. Se quedó
quieto en el nueve durante treinta segundos, luego se detuvo en el ocho por
el mismo tiempo. No tengo tiempo para esto. Ya había perdido demasiado
tiempo. Mirando alrededor, vi el letrero de la escalera y empecé a correr. Mi
corazón latía mientras subía dos a la vez hasta el tercer piso.
Entonces, estaba delante de la puerta de Emerie, y me di cuenta por
primera vez que no tenía idea de lo que iba a decir. Dos horas en el avión, y
no había planeado mi declaración de apertura. Lo bueno es que soy bueno
improvisando sobre la marcha cuando se trata de argumentos orales.
Respiré profundamente, me tranquilicé, y llamé.
Cuando la puerta se abrió, me di cuenta de lo completamente poco
preparado que estaba.
Porque Baldwin estaba mirándome desde el interior.
Capítulo 45
—¿Dónde está Emerie?
—Se está vistiendo. Tenemos un desayuno de trabajo en la universidad
esta mañana. No es que sea de tu incumbencia.
El profesor Pendejo seguía de pie en el interior, y yo era el que estaba en
el pasillo. El simbolismo me carcomió. Pasé por su lado y entré en el
apartamento de Emerie.
—Claro, adelante —murmuró, con sarcasmo.
Me volví hacia él, cruzando mis manos sobre el pecho.
—Ahora vete.
—¿Disculpa?
—Necesito hablar con Emerie a solas, así que, agradecería si pudieras
desaparecer.
Negó.
—No.
Mis cejas se levantaron. No creía que el imbécil tuviera las agallas. Si se
tratara de cualquier otro momento, podría haber estado impresionado por su
tenacidad. Pero en este momento, sólo me molestaba como la mierda.
Di un paso hacia adelante.
—Puedes irte por tu cuenta, o te ayudaré a irte. De cualquier manera, te
vas a ir. ¿Cómo va a ser?
Viendo que no estaba jugando, tomó la ruta inteligente y abrió la puerta.
—Dile a Emerie que la veré en la escuela más tarde.
—Sí. Me aseguraré de darle el mensaje. —Le di un empujón la puerta,
cerrándola sobre sus talones.
Girando, me encontré con la sala de Emerie atestada de mobiliario de
oficina. El lugar apenas tenía suficiente espacio para un sofá y una silla
antes. Ahora también estaba lleno por un escritorio, sillas de oficina,
archivadores, equipos informáticos, y todo lo demás de su oficina.
La puerta de su habitación crujió, y Emerie salió, con la mirada gacha
mientras miraba algo en su teléfono.
—Encontré la BIOS del departamento de Psicología en la página web de
la universidad. ¿Dime otra vez con quién nos vamos a encontrar? Soy tan
mala con los nombres.
Mi respuesta la detuvo en seco.
—Sólo tú y yo.
La cabeza de Emerie se levantó rápidamente, y parpadeó un par de veces
como si estuviera imaginando el hombre de pie en su sala de estar.
—Drew. ¿Qué haces aquí? —Miró detrás de mí—. ¿Y dónde está
Baldwin?
—Se fue.
—¿A dónde?
Miré mis pies por un minuto, y luego encontré su mirada. Había una
sensación que retorcía mi pecho mientras encontré la misma tristeza que
sentía dentro de mí detrás de sus ojos.
Mi voz era baja y ronca.
—¿Lo amas?
Me miró fijamente por largos segundos, las ruedas girando en su cabeza.
Contuve la respiración todo el tiempo. Finalmente, negó.
Gracias a Dios.
Eso era todo lo que necesitaba escuchar. Cualquier otra cosa lo podíamos
solucionar. Podría hacer que me perdonara, podría aprender a confiar en mí,
pero no podía hacer que no estuviera enamorada de otro hombre. Aún estaba
de pie en la puerta de su dormitorio, y de repente no había demasiado espacio
entre nosotros. Me acerqué a ella, sin que me importara una mierda si era un
movimiento cavernícola. La imperiosa necesidad de tocarla sobrepasó
cualquier necesidad de comportarse.
Ella no se movió. Con cada paso que daba, mi corazón latía más
rápido. No se movió cuando extendí mis manos, tomé su rostro entre mis
manos, y poco a poco, posé mis labios contra los suyos, probando las
aguas. Tomando esto como una luz verde, o al menos no un rojo brillante
parpadeante, fui por más. Plantando mis labios sobre su boca, ser suave se fue
por la ventana, y la besé con fuerza. Ella abrió sus labios, gimiendo mientras
la acercaba a mí. El sonido fue como un disparo directo a mi pene, y el beso
duro rápidamente cambió a un frenesí. Olía increíble, sabía tan dulce como la
recordaba, y la sensación de su cuerpo pegado al mío era mejor de lo que
había experimentado.
Dios, era un jodido idiota. ¿Cómo siquiera pude alejarme de esto?
El beso se prolongó durante mucho tiempo. Cuando se rompió, no pasó
mucho tiempo para que dudara y se atemorizara, por no hablar de la ira.
—No puedes simplemente aparecer…
Mis labios se estrellaron en los de ella, interrumpiéndola. Esta vez, trató
de luchar. Me dio un empujón débil en mi pecho, que sólo me hizo envolver
mis brazos con más fuerza. Finalmente, se relajó, y se dio por vencida de
nuevo. Cuando nuestro beso se rompió, aparté mis labios unos centímetros
como recordatorio de que estarían sobre ella en menos de un latido si
comenzaba de nuevo.
—Sólo dame un minuto antes de hacerme trizas, ¿de acuerdo?
—Sesenta segundos —dijo.
La esquina de mi labio se torció. Dios, extrañé esa boca. Y no sólo la
sensación de sus labios suaves y su sumisa lengua, extrañé su descaro. Froté
dos dedos por su mejilla, se lo dije directamente. Mi voz era cruda mientras
dejaba el peso sobre ella.
—Te amo.
Una sonrisa de esperanza se formó en su hermoso rostro. Pero, entonces
lo recordó. Recordó lo que le había hecho las últimas semanas, y su sonrisa
desapareció.
—Tienes una forma divertida de demostrarlo. Me amas, ¿así que me
dejaste?
—El juez no ha cambiado mi horario de visitas con Beck, pero permitió
que Alexa se quedara en Atlanta. Tengo que mudarme.
—Lo sé todo. Roman me lo dijo.
—¿Roman?
—Sí, Roman.
—¿Qué mierda?
—No me digas qué mierda a mí. Al menos Roman tuvo la cortesía de
decirme la razón por la que estabas actuando como un idiota.
—Estaba asustado.
—Igual yo. Pero no me alejé.
Bajé la mirada.
—Lo sé. Te podría dar un millón de excusas sobre por qué hice lo que
hice, tratar de justificarme. Pero todas estas razones conducen de nuevo a una
sola cosa. —Hice una pausa y luego le dije mirándola a los ojos—: Tenía
miedo.
—¿Y ahora? ¿Ya nunca más tendrás miedo?
Negué.
—Finalmente me di cuenta que tenía más miedo de perderte que de
intentar y salir lastimado. Supongo que puedes decir que me crecieron un par
de bolas.
Ella se relajó. Parecía que quería creerme, pero se mostraba escéptica. No
podría decir que la culpaba.
—¿Cómo sé que no vas a acobardarte y desaparecer de nuevo? —Su voz
se quebró—. Realmente me lastimaste, Drew.
—Lo siento mucho. Y sé que en este momento mi palabra no vale mucho
para ti. Pero juro por Dios, Em, si me das otra oportunidad, no voy a joder las
cosas esta vez.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—Vas a estar viviendo en Atlanta, y estaré aquí todos los días, algunos
días de trabajo en la universidad con Baldwin. ¿Cómo siquiera funcionaría?
—Como necesites que funcione. Tomaremos turnos. Una semana irás a
Atlanta; una semana vendré a Nueva York. O cada dos, si eso es demasiado
para ti. Y tendremos un jodido montón de sexting14 y llamadas por FaceTime.
Aún no lo tengo todo planeado, pero lo solucionaré. No va a ser fácil, pero
valdrá la pena. Te amo, Emerie. Pasaría trescientos sesenta y cuatro días de
sed si eso significaría que te bebería por sólo un día.
Una lágrima se deslizó por su mejilla, y la atrapé con mi pulgar.
—Por favor, dime estos son lágrimas de felicidad, Em.
—No creo que una relación a larga distancia funcione.
—Vamos a hacer que funcione. Por favor. Por favor, dame otra
oportunidad.
Negó rápidamente.
—No.
—Pero… —Intenté cambiar su opinión, pero esta vez, me hizo callar.
Emerie presionó sus labios contra los míos.
El beso estaba lleno de tantas emociones locas que podía sentir pulsando
a través de mis venas y en nuestra conexión. Cuando finalmente nos
apartamos, ella estaba jadeando, y yo estaba en un puto pánico. Se está
despidiendo.
—No va a funcionar de larga distancia.
—Em, vamos a hacer que funcione.
—No. Voy a ir contigo a Atlanta.
—¿Lo conseguiste?
Roman metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un sobre.
—Justo aquí. —Negó—. Aún no puedo creer que te quitaste de encima
esta mierda.
Vi a Drew venir por el pasillo.
—Guárdalo. Ahí viene.
Roman deslizó el sobre en su bolsillo y sacó un frasco en su
lugar. Quitándole la tapa, me lo ofreció.
—¿Trago?
—No, gracias.
Drew entró mientras Roman levantó el viejo frasco de metal a sus labios.
—¿Todavía llevas eso contigo?
—Nunca se sabe cuándo necesitarás una inyección de Hennessy, mi
amigo.
Me sorprendió que Drew no hubiera empezado a beber tragos después
de los últimos días. Más o menos lo había vuelto loco para que se preparara
para esta noche. Mis padres iban a llegar en los próximos minutos, y una
media docena de amigos de Beck también. A pesar que habíamos vivido en
Atlanta durante casi un año, realmente era la primera vez que tendríamos
compañía. Bueno, excepto por Roman, que no contaba como invitado.
Siempre fue la familia de Drew, y en el último año, se había convertido en mi
familia también. Él era el hermano molesto que siempre había querido.
A veces, cuando nos visitaba, lo encontraba en el sofá jugando
videojuegos con Drew a las dos de la mañana. En otras ocasiones, hacía que
Drew perdiera su vuelo cuando tenía negocios en Nueva York, porque se lo
llevó en una misión de vigilancia. Pero todo el tiempo, él estaba allí para
nosotros. La mayoría de la gente tiene cicatrices de varicela. Drew consiguió
un preciado amigo de por vida. De alguna manera, eso tenía sentido con esos
dos.
Beck llegó corriendo desde el patio. Su ropa estaba empapada, y agua de
color marrón goteaba de su pequeña cabeza.
—¡Regué el jardín!
—Umm... ¿regaste el jardín, o el jardín te regó a ti? —Señalé el baño—.
Ve a tomar un baño antes que todos lleguen.
—¿No puedo ir a la piscina desnudo? —Dio saltitos, con las manos juntas
como en súplica.
—No, no puedes ir a la piscina desnudo. Los vecinos te verán.
Beck hizo un puchero y bajó los hombros, antes de voltearse y arrastrar
sus pies de camino al baño.
—Román y yo vamos por cerveza —anunció a Drew—. ¿Necesitas
algo? ¿Recoger el pastel que pediste?
—Mis padres van a pasar por allí de camino. Es una tradición que
paguen por el pastel. No preguntes —mentí.
Drew me dio un beso en la mejilla.
—Lo que quieras. —Luego, susurró:
—Por cierto, no parecía importarte si los vecinos veían cuando estabas
desnuda en la piscina la otra noche.
Supongo que tenía un punto. Aunque en mi defensa, sólo tuvimos a Beck
por tres semanas mientras su madre estaba en su luna de miel en Bali, estaba
bebiendo una copa de vino, y Drew acababa de volver del gimnasio, por lo
que sus músculos estaban particularmente abultados. Además, estaba oscuro,
y demonios… ¿había mencionado que sus músculos estaban particularmente
abultados?
Diez minutos más tarde, acababa de terminar de preparar la ensalada de
melón cuando sonó el timbre.
Mis padres sonriendo me recibieron con los brazos en el aire.
—¡Feliz día de adopción!