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Las aves que se encuentran más amenazadas son las más comunes, las
que hace 30 o 40 años eran las más típicas de las zonas rurales. La
mayoría de estas aves han disminuido de manera notable. Este es un
hecho que preocupa a la comunidad científica en general y más
particularmente a los observadores ornitológicos, como es el caso del
responsable de la Unidad de Divulgación y Formación de l’Institut Català
d’Ornitología (ICO) Abel Julién, quien comenta que “los que llevamos
unas décadas observándolas ya no presenciamos lo que vieron
nuestros padres o abuelos, pero recordamos que los grupos de
gorriones, pinzones, jilgueros o verdecillos, que se ven en
descampados, se veían en una proporción diez veces mayor a la
que hay ahora”.
Está comprobado que una tórtola que ha sido marcada en Marsella, hace
un vuelo directo de 200 o 300 kilómetros sobre el mar, para en Menorca,
para volver a coger el vuelo 24 horas más tarde y de un tirón llegar hasta
la costa de Argelia. “De este modo”, justifica el ornitólogo Julien, “se
han saltado todos los peligros de los cazadores”.
Aves isleñas
Las islas del Pacífico han estado habitadas por especies de aves no
voladoras hasta que han sido colonizadas por los humanos. Hasta hace
relativamente poco, mientras no han habido depredadores, muchas de
las aves que habitan estos ecosistemas tan específicos, no han
necesitado volar. Pero con la llegada del hombre esto cambia. Al no
haber conocido amenazas con anterioridad, estos animales son
confiados, no tienen miedo y se convierten en una presa fácil para el ser
humano, no sólo para el aborigen sino también para el europeo que llegó
a introducir ratas y gatos a través del transporte marítimo. En algunos
lugares habría que sumar a los cerdos salvajes que arrasan comiéndose
los nidos. Aún así, muchas especies avícolas han podido sobrevivir en la
propia dinámica de los ecosistemas quedando relegadas a lugares
remotos de las islas.
Una de las aves que tiene este grave problema es el Kiwi de Nueva
Zelanda. De las 6 especies existentes de kiwi, la que presenta mayor
población es el Apterix australis, con 20.000 individuos, pero aún así,
sufre un declive constante de un 2% anual, lo cual la hace entrar en la
categoría de vulnerable. La que mantiene menor población es el Apteryx
rowi con 300 individuos, clasificada en peligro ya que su situación es
muy crítica. Otros kiwis reúnen poblaciones muy escasas, del orden de
los 1.000 a los 10.000 ejemplares.
Kiwi - Mónica Viviana Bolívar Martínez
Especie estable
Sin embargo, afirma Abel Julién, que “70 parejas de una especie
pequeña según donde habite, podría peligrar ante alguna catástrofe
de índole natural; no obstante, su reproducción es alta y su
recuperación sería más fácil. Estaremos hablando de proporciones
de cientos en las rapaces y de diez mil en los individuos pequeños.
Estaría más en peligro un pájaro pequeño con 10.000 ejemplares de
la especie, que un águila con 800 individuos”.
Cambio climático
Por lo tanto, el responsable del ICO Abel Julien determina que, “el
hecho que el hábitat se extienda con mayor lentitud hacia arriba de
lo que las aves necesitan, hace que especies como la
pirenaica Perdiz blanca (Lagopus muta), presenten a causa de la
bajada de las temperaturas, graves problemas para sobrevivir”. Esta
perdiz de plumas marrones durante la primavera que pasa desapercibida
entre rocas y prados, hace una muda de plumas blancas en invierno,
para seguir camuflada durante los meses de más frío. “Pero como las
precipitaciones son cada vez menores, nieva poco, la perdiz blanca
queda mucha más expuesta y vulnerable a los depredadores, en un
fondo marrón”, sentencia Julién.
Sin embargo, el cambio climático está favoreciendo por otro lado, a una
serie de especies termófilas como la Abubilla (Upupa epops), la Curruca
cabecinegra (Sylvia melanocephala), que son de hábitas secos y
calurosos. Estas están encontrando mejores condiciones climáticas y
algunas especies se están expandiendo.
Upupa epops - Joao Simoes
Protección ornitologica