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ORIGINALES Y REVISIÓN
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NORTE DE SALUD MENTAL nº 18 • 2003
resolver. Tan sólo disponemos de una semiolo- desde la perspectiva epistemológica, que
gía, un catálogo de síntomas, sólo útil para el pueda llegar a explicarse la conducta enferma
diagnóstico clínico y para el entendimiento en términos exclusivamente neurobiológicos,
entre profesionales. Ni siquiera está delimitado pues tal reducción es, por principio, imposible.
con suficiente rigor y claridad el objeto episté- Si despreciamos el ámbito de lo subjetivo y la
mico de la psicopatología, aunque parece exis- influencia de lo social nunca lograremos com-
tir un amplio consenso en que nuestra discipli- prender plenamente el enfermar psíquico. No es
na clínica se ocupa de la conducta alterada. posible una descripción ateórica de los fenóme-
nos psicopatológicos realizada a partir de la
La discusión, aún no resuelta del todo, acer- pura observación, pues estos fenómenos se
ca del ámbito científico de la psiquiatría y la psi- dan junto con determinadas vivencias subjeti-
cología clínica ha dado lugar a numerosos para- vas cargadas de significados e intenciones, que
digmas y tendencias escolásticas que han no pueden ser comprendidos sin aprehender la
especulado a lo largo del siglo pasado sobre la conducta y la vivencia como una unidad inse-
naturaleza de los trastornos mentales y de su parable, que necesita ser interpretada desde
posible clasificación. No cabe duda que esta los postulados de una construcción teórica.
dispersión ha dificultado la comunicación y
entendimiento entre profesionales. De aquí la
aparición de clasificaciones intencionadamente Del corpus hipocrático al CIE 10
ateóricas, esto es, sin ninguna fundamentación
psicopatológica. Estos listados de trastornos En opinión de los escritores del corpus hipo-
mentales están basados, guste o no, en una crático, la clínica se une a un saber teórico
semiología clínica reducida y de carácter des- sobre el ser humano y el mundo en el que vive;
criptivo, sustentada en simples criterios estadís- más aún, consideran que no es posible saber
ticos, es decir, no son otra cosa que agrupacio- medicina sin saber qué es el hombre.
nes sintomáticas delimitadas por consenso
mediante criterios de inclusión y exclusión. Los diálogos didácticos de Platón, en los
que nunca desligó la parte del todo, fueron reto-
Nadie puede ni debe negar las bondades de mados a lo largo de la historia de la psiquiatría
estos manuales diagnósticos, pues nos permi- por numerosos y relevantes autores que pre-
ten lograr una buena comunicación entre clíni- tendieron constituir los fundamentos teóricos de
cos, incrementar la fiabilidad diagnóstica y, por la práctica psicopatológica. Sin embargo, pron-
tanto, prescribir la terapéutica apropiada, esta- to quedaron atrás la perspicacia y categoriza-
blecer factores pronósticos y posibilitar la inves- ción clínica de Pinel, Esquirol, Griessinger o
tigación. Sin embargo, tampoco podemos sosla- Kretschmer.
yar que el diagnóstico continúa basándose en la
observación de la conducta del paciente, a la El discurso psiquiátrico se aleja cada vez
que reputamos de anómala y la incluimos en más de una actividad clínica que eleve sus
entidades supuestamente naturales, pero que reflexiones a cuerpo teórico psicopatológico.
no dejan de ser meras convenciones entre pro- Tanto es así que avanzado el año 2003, los
fesionales. grandes clásicos de la Psiquiatría reposan con-
finados en los anaqueles de las bibliotecas de
Sería deseable que se detectara una corres- vetustos hospitales psiquiátricos, en fotocopias
pondencia entre estas entidades clínicas conve- mimadas como tesoros por algunos clínicos til-
nidas y los procesos neurobiológicos y neurofi- dados de trasnochados y, en algunos casos,
siológicos que determinan los comportamientos revitalizados en reediciones que enaltecen a
anómalos, pero aún en ese caso, es discutible, sus promotores y editores.
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No debemos olvidar que los clásicos como como un proceso inflamatorio de los alvéolos e
Kraepelin, Bleuler, Lasègue, Jaspers, Kahl- intersticios pulmonares.
baum, Séglas, Clérambault, Bellak o Ey, fueron
especialmente minuciosos en sus análisis de Aunque intuimos que los textos tipo DSM-III
los fenómenos, en la articulación y vinculación o CIE-10 poco nos aportan acerca de lo que de
de grupos de fenómenos entre sí y en la discri- verdad es la esquizofrenia o los trastornos afec-
minación brillante y sutil de unas agrupaciones tivos, nuestra práctica clínica parece subyugada
fenoménicas respecto de otras. También en por el contenido concreto y práctico de estos
nuestro país la psiquiatría adquirió una impor- manuales. El riesgo que entraña esta actitud
tancia relevante, y ello se debió al impulso que estriba en que las nuevas generaciones de clí-
determinados profesionales produjeron en su nicos podrían perder el interés por la investiga-
desarrollo. Esto es precisamente lo que aconte- ción de la estructura íntima de los cuadros psi-
ció en España durante los últimos dos tercios quiátricos. Lo cierto es que actualmente psi-
del siglo pasado. Si se quiere citar algunos quiatras y psicólogos se interesan escasamen-
nombres que personifiquen este impulso, serían te por el estudio de la evolución de conceptos
los de Carlos Castilla del Pino, Luis Martín San- como neurosis, esquizofrenia o psicosis manía-
tos, Juan José López Ibor, Juan Antonio Vallejo co depresiva, y consideran esta materia como
Nágera y Federico Soto Yarritu. superflua y alejada de la realidad clínica.
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embargo, esta meticulosidad científica contiene cos, supone, en nuestra opinión, una limitación
una paradoja. Este reduccionismo, que mutila insalvable a la hora de conocer la intencionali-
una buena parte de la realidad del enfermar dad y sentido de la conducta. No es posible
humano, determina que el modelo se muestre reproducir la mente humana en un ordenador ni
insuficiente para dar cuenta de los fenómenos reducir su complejidad a un modelo hardwa-
psicopatológicos en su complejidad, que es re/software.
como realmente acontecen. De alguna manera,
los modelos psicológicos reduccionistas, por En la vida, los seres humanos, a veces tro-
impecable que sea el método científico emplea- piezan, pierden comba y la suerte les esquiva.
do, dan la espalda a la realidad y desdeñan, Vagan sin parar por estados de ánimo feroces y
en cierto modo, la verdad, y eso representa opresivos. Llegado a este punto, no les basta
una actitud incompatible con el espíritu de la todo su arte para ocultar su aflicción o vestirla a
la moda. En esa coyuntura anímica, huera y
ciencia.
baudeleriana, no pueden observar la realidad
A pesar de ello, el conductismo ha contribui- sino con los quevedos de Quevedo, deforman-
tes como los espejos de Valle-Inclán, que tam-
do con importantes conocimientos acerca de
bién usaba quevedos. Su puntual y subjetiva
los mecanismos del aprendizaje y ha aportado
atalaya les ofrece, sin duda, una perspectiva
técnicas de modificación de conducta, que se
menos atractiva, repleta de desdichas en
han revelado muy eficaces en el tratamiento de
aumentativo y de alborozos en diminutivo. ¿Qué
ciertos problemas, como los trastornos de
ha ocurrido? Simplemente que el sujeto, siste-
ansiedad, la fobia o los trastornos alimentarios.
máticamente denodado como objeto epistémico
de la ciencia psiquiátrica, ha enfermado, aun-
El conductismo clásico, dadas sus limitacio-
que de él sólo interese el síntoma y su alterada
nes, sufrió modificaciones importantes, culmi-
conducta. En buena lógica, el discurso antropo-
nando en el llamado cognitivismo-conductual.
lógico del enfermar psíquico, necesariamente
La psicología cognitiva está actualmente en
bio-psico-social, está siendo sustituido por el
proceso de expansión y no es de extrañar que
panegírico de un modelo psiquiátrico farmaco-
esté llamada a ser la psicología del nuevo siglo.
dependiente y rudimentariamente biológico,
De hecho es eficaz en el tratamiento de nume-
que conlleva, además, una práctica psicológica
rosas enfermedades mentales como el trastor-
de clara vocación conductista, donde importa
no obsesivo, la fobia, la depresión e incluso la menos el saber como su fácil manejo. No pre-
esquizofrenia y el trastorno bipolar. tendemos cuestionar la validez de ambos
modelos terapéuticos, nada más lejos de nues-
Esta corriente pretende dilucidar como fun- tra intención sino tan sólo perseguimos remar-
ciona la mente y a partir de esto explicar la con- car sus limitaciones, pues sus restrictivas coor-
ducta externa, pues parte de la base de que denadas teóricas camuflan la problemática sub-
ésta se genera en los procesos mentales inter- jetiva y social de fondo y actúan casi exclusiva-
nos. La mente se comporta como un ordenador mente sobre el síntoma en su parte más emer-
procesador de información, es decir, que epis- gente, esto es, sobre aquello que aflora a la
temológicamente la relación cerebro/mente es superficie, sobre lo que hace ruido, en definitiva,
análoga a las del hardware (soporte técnico) y lo que molesta socialmente. La salud mental,
software (programa funcional) respectivamente. más conservadora que nunca, emerge no
Con este armazón conceptual se pretende lle- mucho más allá de su enroque tradicional,
gar a conocer las propiedades funcionales de la nutriendo la práctica asistencial de jóvenes
mente y de hecho muchos han sido los avan- especialistas impregnados por el discurso más
ces. Sin embargo, su propia axiomática, por sencillo del fármaco y seducidos por la ágil
mucho que se compliquen sus esquemas teóri- intervención conductista. No debe sorprender-
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nos que los servicios de salud mental no sean, El sujeto debe ser entendido como un yo
hoy día, otra cosa que un conjunto de estructu- subjetivo e individual, con conciencia de sí
ras ambulatorizadas que funcionan a la luz del mismo. El sujeto es proyecto, es aquello a lo
modelo médico tradicional, tanto en cuanto a que se dedica. Carece de uniformidad y de uni-
las técnicas de intervención terapéuticas, basa- dad, pues a lo largo de su experiencia vital son
das casi exclusivamente en prescripciones far- muchos y diferentes los sujetos que se dan en
macológicas, como a las relaciones con los un individuo. Un ser humano no es nunca igual
pacientes, que se reducen prácticamente a las así mismo ni psíquica ni físicamente. Es una
consultas convencionales. sucesión de yoes desperdigados. Es como el
grifón dantesco, que sin dejar de ser el mismo,
Si despreciamos el ámbito de lo subjetivo cambia constantemente de figura. Quizá sería
nunca lograremos comprender plenamente el más exacto hablar, pues, de sujetos en plural. El
enfermar psíquico. No es posible una descrip- sujeto no nace, se hace. No tiene pues estabili-
ción de los trastornos mentales efectuada a par- dad. El sujeto es un proceso, una serie de actos
tir de la pura observación de la conducta del y de movimientos en un devenir incesante. No
enfermo, soslayando el elemento fundamental tiene perennidad. Es intermitente. Se manifiesta
del enfermar que no es otro que el sujeto mismo en cada acto y se agota en cada proyecto, rena-
con sus motivaciones, intencionalidades y sus ciendo modificado al ocuparse de una nueva
opacos móviles inconscientes, operantes en actividad. Su destino es, pues, la persecución
grado sumo. Todo lo que es profundo necesita obstinada de fines unilaterales. ¿Qué es, enton-
una máscara, dijo Nietzsche. ces, el sujeto? Es ser consciente de sí mismo,
tener memoria de su propia secuencia biográfi-
Solamente una visión totalizadora, que ca, pese a los constantes cambios identitarios y
incluye ineludiblemente al sujeto, tiene el sufi- morfológicos, sin confundirse nunca con lo que
ciente valor heurístico como para ser capaz de uno no es. La conciencia y la memoria rescatan,
explicar de forma coherente todas las vivencias de esta suerte, la dispersión, la falta de estabi-
y comportamientos, ya sean normales o altera- lidad, identidad y perennidad del sujeto, apor-
dos. Todo conocimiento científico que se plan- tándole, definitivamente, coherencia y vivencia
tee desentrañar lo profundo del enfermar psico- de mismidad. Sin embargo, en este mundo coti-
patológico debe ahondar en la experiencia sub- diano y prosaico, el sujeto no puede exteriori-
jetiva en la que se revelan los verdaderos móvi- zarse enteramente. Sus actividades no constitu-
les de toda actuación humana y donde los sín- yen una emanación plena de todo su potencial
tomas adquieren su auténtico significado bio- humano, sino tan sólo una multiplicidad de
gráfico. detalles. Su vida, contingente, dependiente, frá-
gil y siempre incompleta, representa una cons-
El ser humano no puede ser reducido a un tante inquietud, avidez, angustia y miedo.
comportamiento que se observa, a una mera En una palabra, es un ser que vive asediado
conducta, si acaso, susceptible de ser técnica- en todos los sentidos por la conciencia de su
mente modificada, lo que inevitablemente le finitud.
convierte en prisionero de la coseidad. El suje-
to debe manifestarse, revelar su profundidad,
exteriorizar su interioridad, objetivarse y darse a Conocimiento social y cultural
conocer. El sujeto debe encontrar una existen-
cia carnal, activa y consciente en su enfermar, El ser humano nace y se hace en un con-
retornar hacia sí mismo, superada la alienación texto social que le precede. Alcanza su condi-
que representa su impuesta identificación con ción de sujeto en ese tiempo mítico denomina-
el síntoma. do Edipo y consolida su singular condición en la
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interacción social. Su mundo subjetivo procede sión escolástica, que dio lugar a numerosos
de la interiorización y asunción de normas y paradigmas desde los cuales se pretendía
valores de los grupos sociales con los que se explicar la naturaleza de los trastornos menta-
relaciona, especialmente de la familia. Es obvio les. Somos conscientes de que después de
que existe, pues, una estrecha relación entre caer agua sin tregua, la lluvia acaba por mojar
las pautas culturales de conducta y el desarro- el propio agua. No es nuestra intención, pues,
llo de la personalidad. Igualmente existe, sin que cada corriente o escuela, cada cenáculo y
duda, una influencia relevante de la cultura en cada capilla, que todavía las hay, retornen con
la génesis, curso, pronóstico, prevención y tra- innecesario furor dialéctico para alzarse con el
tamiento de determinadas enfermedades men- santo y la limosna. Tan sólo apuntamos unas
tales. pocas notas, quizá algo apresuradas, orienta-
das hacia una nueva epistemología del enfer-
Está demostrado que las alteraciones men- mar psíquico.
tales en su conjunto son más frecuentes en las
clases sociales bajas que en las acomodadas. Se dice que hemos entrado de lleno en la
La incidencia de las psicosis es mayor en las era del cerebro, pues bien, aún siendo relativa-
clases bajas, mientras que las llamadas anti- mente cierto este aserto, a modo de epílogo
guamente neurosis se dan con más frecuencia queremos afirmar que, en realidad, la salud
en las clases económicas más pudientes. Las mental del siglo XXI nos va a conducir inexora-
personas divorciadas enferman con más fre- blemente a una epistemología psicopatológica
cuencia que los casados. Estor datos vienen a del ser humano entendido como un sujeto, esto
demostrar el relativismo de los datos biológicos es, como una unidad biológica dotada de subje-
y psicológicos en salud mental. Las aportacio- tividad, libre y contingente, sin poder moderador
nes de las ciencias sociales ponen en cuestión alguno ni última apelación posible, que se mani-
los reduccionismos biologistas y psicologistas y fiesta a través de comportamientos intenciona-
dan primacía a aquellos modelos que, sin per- dos y amenazada por fuerzas inasibles y, a su
der de vista la importancia del conocimiento vez, integrada socialmente.
neurobiológico y psicológico, abordan el proble-
ma de la enfermedad mental desde una pers-
Dirección de contacto
pectiva integral bio-psico-social.
Fabricio de Potestad Menéndez
Centro de Salud Mental I-A
No pretendemos con estas reflexiones
C/ Compañía s/n - 31001-Pamplona.
recrear de nuevo el escenario del siglo pasado, Tel: 948 20 66 35 - Fax: 948 20 64 09
que si por algo se caracterizó fue por la confu- E mail: fabdepopa@latinmail.com
BIBLIOGRAFÍA
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