You are on page 1of 1

Las agencias de colocación

Por Walter Neil Bühler


La historia de la intermediación laboral es tan antigua como la del propio derecho del trabajo. A fines del
siglo XIX aparece como respuesta a una necesidad social que, antes de ser captada y asumida por el Estado,
es prestada únicamente por empresas privadas, con ánimo de lucro. Los abusos cometidos por estas
empresas ceden paso rápidamente a la creación de bolsas de trabajo impulsadas por los sindicatos y por
sociedades de socorros mutuos, hasta que –finalmente- el Estado, en forma decidida, asume el control y la
ejecución de la intermediación laboral. Ya en el Convenio nº 2 de la OIT, de 1919 y su Recomendación
Primera, se establece el compromiso de crear un sistema de agencias públicas no retribuidas de colocación
y se recomienda la prohibición de crear agencias retribuidas de
colocación. En nuestro país, en 1949, se dicta la ley 13.591, que en su art. 10 prescribe: “Prohíbese el
funcionamiento de las agencias privadas de colocaciones con fines de lucro. Entiéndese comprendida en la
prohibición toda actividad lucrativa relacionada con la colocación de trabajadores”. Esta ley se encuentra
vigente.
Como suele ocurrir en nuestro país, la existencia de leyes prohibitivas parece funcionar como un incentivo
para que no se cumplan. Mediante insostenibles argucias legales hay quienes sostienen que esa ley no rige.
Inclusive en el año 2001 se dictó un decreto (489) de dudosa legalidad que –además- regula en forma harto
deficiente esta actividad.
Podríamos hablar de tres situaciones diferentes según las características de estas empresas: 1.- Empresas
de servicios eventuales: son perfectamente legales porque tienen una expresa regulación de excepción; 2.-
Empresas de selección de personal: estas agencias actúan en un limbo, porque aunque deberían estar
alcanzadas por la referida prohibición de la ley 13591 se mueven hace muchas décadas sin ningún obstáculo
y 3. Empresas de colocación: prohibidas por ley, autorizadas por decreto.
Aun sin reconocerle legitimidad, veamos los ínfimos requisitos que exige el referido decreto 489. Para ser
titular de una agencia de colocaciones no se requieren condiciones de idoneidad moral ni solvencia
económica. Cualquier persona física o jurídica puede instalarse así se trate del criminal más buscado o del
narcotraficante más despiadado (que de paso selecciona tropa para su pequeño ejército). La única
prohibición es para las cooperativas que no pueden actuar como agencias de colocaciones. Sin embargo en
los últimos años numerosas “pseudo” cooperativas invadieron el mercado con ofertas fraudulentas de
colocación de trabajadores, como si éstos, fueran una mercadería más.
Las agencias de colocación retribuidas con fines lucrativos pueden percibir del trabajador, por única vez,
en concepto de retribución y gastos, una suma no superior al equivalente al diez por ciento (10%) de la
primera remuneración mensual bruta convenida entre trabajador y empleador. El trabajador deberá abonar
esa comisión en el plazo de 72 horas de haber percibido su remuneración.
Lo cierto es que en este tema, tan grave y preocupante, el Estado ha desertado de sus funciones básicas de
promoción de sus propias agencias y del exhaustivo control que debería ejercer sobre las privadas con fines
de lucro.

You might also like