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INTRODUCCIÓN 04
JUSIFICACIÓN 05
MARCO TEÓRICO
1.1 Divorcio 08
METODOLOGÍA 59
Objetivo 59
Pregunta de investigación 59
Tipo de estudio 61
o Hipótesis 62
o Definición de Variables 62
Tipo de diseño 63
Población y muestra 64
PROCEDIMIENTO 66
BIBLIOGRAFÍA 68
ANEXOS 77
INTRODUCCIÓN
El divorcio es por mucho, una fuerte causa de conductas desadaptativas que, suelen
presentar niños pequeños, que en su futuro pueden tornarse en conductas aberrantes o
criminales, llegando a vulnerar la integridad o la vida misma de las personas que se
encuentran alrededor de quien presenta tales comportamientos caóticos. Existen diversas
investigaciones que prueban tales consecuencias. En concordancia con éstas
investigaciones previas, que sugieren el divorcio afecta a los niños, tiende a volverlos más
violentos o retraídos, pero, una intervención a tiempo, puede ayudar a disminuir los
problemas sociales que ello deriva, acarreando beneficios en pro de la sociedad y los
padres, pues la relación entre padres e hijos mejora, porque, los niños dejan de sentirse
culpables de la separación de los padres; Sin embargo, las utilidades de minimizar los
riesgos de que los niños presenten conductas desadaptativas no son sólo para los padres e
hijos o la sociedad en general, sino para los maestros, mismos que viven carne propia los
momentos en los cuales los niños no logran adaptarse a su entorno escolar.
Podemos observar que hay conductas de estos niños que están afectando la funcionalidad
no solo del niño en el salón de clases, sino también, la de los compañeros y el docente,
afectando directamente al rendimiento y aprovechamiento académico de los niños y el
rendimiento profesional del profesorado. Es por ello que investigaciones como la que ahora
se suscribe son de vital importancia para mitigar las consecuencias que el divorcio evoca en
los niños.
De manera conjunta se analizarán los diversos tipos de divorcio que existen, así como una
breve consideración de la separación conyugal en México, con el propósito de generar un
mayor conocimiento en lo que a este tópico se refiere. Del mismo modo se incluyen
diversas consecuencias, tanto emocionales como conductuales y psicológicas. Por otra parte
una parte de suma relevancia es aquella que sugiere los tipos de relación que los padres
separados tienen con sus hijos, y las consecuencias que cada una de ellas trae consigo.
Finalmente es deber del presente trabajo presentar un enfoque general de todo lo que el
divorcio conlleva.
JUSTIFICACIÓN
Por otro lado, también existe otro grupo de infantes que ante la inevitable separación
conyugal comienzan a denotar comportamientos mayormente agresivos, derivados de una
inestabilidad emocional. Entre las conductas exteriorizadas aparece con especial relevancia
la agresión y, por tanto, ha sido minuciosamente estudiada. La violencia, lejos de ser un
instinto natural, responde a un acto deliberado, que implica el uso de la fuerza de forma
intencional para lastimar a otros (Navarro, 2009). La violencia se contempla como un
fenómeno relacional en el que convergen variables desde lo individual hasta lo macro
social, en consideración de su presente y de su historia (Galdames & Arón, 2007) por lo
cual convierte a esta conducta en uno de los problemas con mayor importancia social.
La tendencia a reaccionar con agresión crece en función de la edad hasta los 17 años, y
desciende bruscamente en los primeros años de la vida adulta. Algunas de estas conductas
agresivas traspasan los límites de lo legal y se calcula que un 5% de varones presenta una
conducta antisocial desde la primera infancia; y si no se traspasan los límites legales, se
estima que la conducta agresiva oscila entre un 10 y un 15% de la población (del Barrio,
Moreno y López, 2001). No obstante, es de vital importancia realizar un análisis del
contexto familiar que se está viviendo durante el proceso de divorcio, antes de poder hacer
conjeturas al respecto de las causas que provocan ambas prácticas. De igual manera es
necesario que se establezca, en primera instancia, la frecuencia, intensidad y duración de
dichas conductas con el objetivo de determinar el método más adecuado de procedimiento
que continuará con el análisis del contexto familiar antes mencionado.
Referente a éste tema, en el 2008 (Becerra, Fernández, Juárez y Salmerón) se realizó una
investigación no experimental, en donde se sugiere que el 66% de los niños que son hijos
de padres divorciados o en proceso de separación, presentan altos índices de agresividad, de
los cuales, el 60% de los niños incurren en conductas de agresión física, mientras que el
40% restante, lleva a cabo actos verbales violentos. Lo cual sugiere que una gran cantidad
de niños hijos de padres divorciados, están en riesgo de presentar rasgos agresivos.
Por todo ello, es menester de la presente investigación, no sólo describir y analizar las
conductas que exhiben los hijos de padres en proceso de divorcio, sino, proporcionar una
aportación, sobre todo en beneficio de la sociedad, en términos menos complejos, esto
quiere decir que, la principal razón para realizar el trabajo que ahora se suscribe, es ver que
tanto padres como hijos puedan sobrellevar tal proceso de divorcio, aunado a disminuir de
forma indirecta los índices de delincuencia en la comunidad, que puedan verse afectados
por las conductas antisociales de cualquiera de las personas concernientes a éste tema.
1.1 Divorcio
El doctor Magallón (1988), en un magnífico estudio sobre el divorcio, dice que "la palabra
divorcio encuentra su etimología en el verbo latino divertere, que entraña que cada cual se
va por su lado", ello puede hacer alusión al hecho innegable de que disolver una unión
matrimonial confiere del derecho a las partes involucradas a tomar caminos separados, sin
necesidad de rendirle cuentas al otro miembro de la unión matrimonial. El artículo 266 del
Código Civil para el Distrito Federal, olvidando al antiguo artículo 155, que ha sido
transcrito, indica: "El divorcio disuelve el vínculo del matrimonio y deja a los cónyuges en
aptitud de contraer otro". Esto quiere decir que el divorcio, desde el punto de vista legal, no
sólo alude al efecto de la disolución del vínculo conyugal, consecuencia del divorcio, sino
que tal parece que existió una intencionalidad de dejar en libertad a los cónyuges de rehacer
una nueva vida matrimonial al lado de otro individuo o, en pocos casos, con el mismo
conyugue.
Es bien sabido, por experiencia, que no todos los que llevan a cabo el proceso de divorcio o
el divorcio en sí, buscan la disolución de su vínculo para comprometerse con algún otro ser
humano, en una nueva relación conyugal, por el contrario, lo que desean es acabar con
situaciones que no les permiten vivir con felicidad. Por ejemplo, una de las partes
involucradas ha decidido escindirse de su contraparte conyugal, ya que la relación entre
ambos se ha deteriorado en demasía, por lo cual continuar manteniendo una relación
caótica puede traer consigo repercusiones emocionales, físicas, conductuales, académicas e
incluso económicas, pues, en no pocas ocasiones, se viven situaciones de tal magnitud, que
se producen dentro del matrimonio, desembocadas en actos de índole violento.
Por lo general, las causas de un divorcio son menos numerosas y más sencillas que sus
consecuencias. El divorcio es la segunda causa más dolorosa después de la muerte. Todos
sabemos que somos mortales y que algún día, lo deseemos o no, vamos a tener que partir de
este mundo. En cambio el divorcio es una decisión voluntaria. Nadie está obligado a
divorciarse, pues la mayoría de los matrimonios se forman con las intenciones que duren
una vida entera. ¿Cómo nace entonces esa determinación de romper un hogar? Agresiones
físicas, económicas y psicológicas, así como infidelidad, son las principales causas que
generan la alta cantidad de divorcios en México. No obstante, no son las únicas que pueden
observarse. En éste sentido El artículo 267 del Código Civil señala veintiuna causas de
divorcio necesario, todas las cuales pueden poner en disputa conductas o situaciones de las
partes, expuestas para hacer procedente en su contra la sentencia de divorcio, o que
desprestigian la conducta de la persona a quien se le atribuyen.
De acuerdo con la ley Mexicana existen dos tipos de divorcio: necesario y por mutuo
consentimiento o voluntario.
Considerado el divorcio un mal (necesario), y ante la realidad que se vive en los procesos
judiciales en que se ventila, es preferible el voluntario, pues en el necesario se aducen
causales en la demanda que, si bien muchas veces no comprobadas, implican razón de
desprestigio para la parte a quien se le adjudican tales causas, por todo ello, su busca ante
cualquier medio evitarse que esta situación se produzca. De tal manera que el divorcio es
uno de los principales síntomas de un matrimonio en crisis, la decisión de procurar la
unidad y la paz que se buscaba desde un principio pero en otro lugar. El que en un
matrimonio no exista la separación no significa que éste no pase por crisis de cualquier
tipo, la separación legal no garantiza que antes no hubiera ya una ruptura. Cabe señalar que
en los últimos tiempos se han incrementado los índices de divorcio, Castañeda (2010)
aseguró que el divorcio express es una buen intención, pero en la ciudad de México, cuando
una pareja se separa, el cónyuge solicitante no suele responsabilizarse de su familia;
entonces, esta reforma en lugar de ser positiva encubre y acentúa varios problemas, que
afectan principalmente a la familia.
La especialista explico que si bien la reforma de los artículos 266, y 267 del código civil del
Distrito Federal, entre otros, que dio paso al divorcio unilateral, voluntario o express en el
que uno de los cónyuges, sin dar explicaciones ni proveer causales, puede disolver el
matrimonio, fue una modificación que no cuido otros detalles como la protección de la
familia. Castañeda Ribas agrego que la buena intención del legislativo local para resolver el
entrampado legal del divorcio en México para convertirlo en un proceso de separación que
dura entre 9 y 30 días puede ser sano, ya que el proceso legal constituye un proceso largo,
cansado y costoso, pero desgraciadamente descuida otros aspectos importantes como
alimentos, guarda y custodia de los hijos; visitas y convivencias y en general, diversas
cuestiones trascendentales para la célula familiar.
En el caso de México se sabe que el divorcio fue practicado por diversas culturas indígenas
en el periodo prehispánico. Durante la colonia fue regido por el derecho canónico que
prevaleció en España varios siglos y que sólo permitía el divorcio-separación. No fue sino
hasta 1914 cuando Venustiano Carranza expidió en Veracruz la ley del divorcio vincular en
la que se observa un cambio radical en el enfoque al divorcio. Esta ley en su fracción IV del
artículo 1 dice: “El matrimonio podrá disolverse en cuanto al vínculo ya sea por el mutuo y
libre consentimiento de los conyugues cuando el matrimonio tenga más de tres años de
celebrado y en cualquier tiempo por causas que hagan imposible o indebida la realización
de los fines del matrimonio o por faltas graves de alguno de los conyugues, que hagan
irreparable la desavenencia conyugal.”
Al momento de citar los diferentes impactos que el divorcio adquiere en las personas que lo
viven, son por ejemplo el impacto económico, psicológico, el familiar el cual indica que
existen dos caminos para superar la separación por las buenas o por las malas o como bien
se dice, voluntario o necesario, es la manera de saber si se ha dado la calma o se ha
declarado la guerra entre cónyuges. De tal manera, hoy en día, una de las modalidades que
hoy por hoy se puede encontrar con gran aceptación, es la del divorcio express, la cual se
crea para agilizar los trámites legales acerca del mismo, sin dejar de lado las problemáticas
de alimentación, guardia y custodia considerando su módico costo de acuerdo a la
modalidad en el Distrito Federal (Rodríguez, 2011).
Por otro lado se dice que la conducta anormal o conducta desadaptada es el resultado de la
incapacidad para manejar el estrés en forma efectiva.
A veces cambios en la vida de una persona producen que esta empiece a comportarse de un
modo no adaptativo, este cambio de conducta empieza a ser considerado raro por la
sociedad, que generalmente y equivocadamente lo llama enfermo, y tiende a aislarlo como
si ya no tuviese cabida dentro de la sociedad, además se piensa que es una enfermedad de la
cual ellos están libres o exentos. (Psicología General, 2012). Tal concepción se puede
hilvanar con lo mencionado por Frías, Corral, Castell y Sotomayor (2001) mismos que
sugieren, además, que es probable que en la escuela también exista un patrón de
aprendizaje de conductas desadaptativas y que algunos estímulos de la vida escolar y
familiar promuevan la aparición y mantenimiento de éste tipo de conductas.
Las conductas antisociales aisladas que surgen habitualmente no tienen significación clínica
ni social para la mayoría de los niños. Sin embargo, cuando estas conductas son extremas,
remiten en el curso del desarrollo, afectan el funcionamiento diario del niño y tienen
implicaciones importantes para quienes están en contacto con él (p. ej., los padres no
pueden controlar al niño o la conducta del niño puede ser peligrosa), entonces se
proporciona al niño atención clínica (Kazdin, 1988). Los niños que cometen actos
desadaptativos al parecen tienen un patrón de conducta definido, se pueden encontrar cifras
que señalan tal punto, en el 2004 el 27.4% de los internos en el Consejo Tutelar para
Menores (COTUME) son reincidentes.
Para la mayoría de las teorías que buscan develar la verdad acerca de la etiología
de las conductas delictivas y antisociales se pueden reunir en dos categorías
sumamente amplia. En primera instancia, es plausible encontrar a aquellas teorías
que hacen énfasis en la importancia de las actitudes y las emociones que traen
consigo las conductas delictivas en el aspecto individual de cada uno de los
delincuentes.
Por otra parte, los demás modelos consideran a la delincuencia como una
consecuencia del entorno social. Aquellos que defienden esta posición teórica
sostienen que la importancia del ambiente social más amplio como fuente
primordial de los comportamientos antisociales. En concordancia con lo anterior,
algunos sociólogos como Clarizio y McCoy (1981) buscan la causalidad de los
procesos sociales del ambiente en el cual el delincuente juvenil se desarrolla.
De igual manera, para ahondar más en el grave conflicto social e individual que suscitan las
conductas desadaptativas resulta interesante, al igual que vital, examinar nuevas directrices
que sugieren nuevos conceptos acerca de lo que pueden o no ser las conductas
desadaptativas y lo que ellas implican. En este tópico se devela una nueva clasificación de
las conductas antes mencionadas, a pesar, de ser diferente, no la hace menos significativa,
pues ambos conjuntos se entrelazan para dar una visión más amplia del tema ahora
expuesto.
Conducta normal: Conducta normal o conducta social, es la que cumple con las adecuadas
normas de convivencia, la que no agrede en forma alguna a la colectividad y la integridad
individual, esta se encarga de cumplir, participar, construir y alcanzar, tanto individual
como colectivamente el bien común.
Conducta asocial: Es aquella que carece de contenido social y que no está relacionada con
las normas de convivencia, ni con el bien común. Se caracterizan por una conducta de
soledad y de aislamiento.
Conducta para social: Se produce en el ambiente social, pero es diferente a las conductas
seguidas por la mayoría de la gente; no acepta los valores estipulados por la sociedad,
aunque tampoco los ataca, ni intenta destruirlos; no busca el bien común, pero no lo agrede.
No aporta a la sociedad, retoman lo que les sirve de la sociedad.
A lo largo y ancho del capítulo analizaremos estos últimos, puesto que, son considerados
los más completos, aunados al objetivo primordial que ostenta el presente trabajo, donde se
pretende exponer las ventajas del tratamiento de modificación conductual, no obstante, se
debe hacer mención que tal proceso conductual no es el único, ni más completo tratamiento
para atender las afecciones conductuales ya suscritas previamente.
En primera instancia es conveniente empezar por descifrar, paso a paso, qué se entiende por
tratamiento conductual, siendo que toda técnica clasificada bajo el título "terapias de la
conducta" debe estar formulada bajo fundamentos de la psicología experimental (Eysenck,
1987) Como tal sus procedimientos se han sometido a verificación, siendo estos
relativamente efectivos.
Éste conjunto de supuestos generales sustentan que cualquier terapia de la conducta debe
centrarse en el aquí y ahora de la conducta manifiesta (actual) y no en aspectos históricos
(biográficos). El objetivo terapéutico fundamental es el cambio de la conducta desadaptada
específica, para lo cual es importante fundamental determinar el tratamiento en términos
objetivos y planificados, atendiendo a las necesidades de cada paciente. De esta forma
queda patente que las conductas desadaptativas observables del paciente, que son
susceptibles de ser reproducidas y confrontadas, constituyen los objetivos de la terapia de la
conducta y no las vivencias psíquicas de carácter subjetivo.
Eysenck y Wilson (1980) indican que el proceso terapéutico se inicia con la evaluación
conductual, la cual permite al terapeuta obtener del paciente la información necesaria para
decidir el cambio en la conducta, así como para predecir y controlar los cambios a lo largo
de la terapia. Esta evaluación facilita la descripción objetiva, explícita y cuantitativa de las
respuestas desadaptativas que conforman el trastorno del paciente, así como las
circunstancias en que éste aparece, proporcionando los datos suficientes para escoger y
diseñar un programa de tratamiento conductual individual. Las fases que conlleva este
proceso parten de la definición de las conductas blanco y culmina con la evaluación de los
resultados, durante, al final y después de haber aplicado la terapia.
a) Entiende la realidad como una totalidad, es decir, no sirve analizar las partes de
forma independiente, sino que deben relacionarse con un todo.
Según esta teoría, el TLP puede entenderse como un fracaso, ya que, vulnera los principios
señalados, los pacientes con conductas desadaptativas no suelen sentirse como parte de un
todo, pues no son capaces de integrarse en los diferentes sistemas de su vida cotidiana
(grupo familiar, amigos, pareja, relaciones laborales), fallando así el principio de totalidad.
Por otro lado los TLP son individuos que mantienen posiciones rígidas y contradictorias en
cuanto a sus cogniciones, sus emociones y sus relaciones interpersonales, no siendo capaces
de integrarlas, es decir, no admitiendo la posibilidad de cambio.
1.2.2.2Técnicas de Modificación Conductual
Desensibilización Sistemática
Watson y otros psicólogos conductuales han demostrado cómo el miedo podía aprenderse
por condicionamiento y desaprenderse por el mismo mecanismo. Concibió la ansiedad
como una respuesta emocional compleja y susceptible de ser condicionada, con arreglo a
las leyes del aprendizaje.
Esto implica que la ansiedad puede ser inhibida siempre que entre en competencia con otros
mecanismos, sea la relajación muscular, la excitación sexual, la autoafirmación, etc. El
inhibidor más utilizado por largo tiempo ha sido la relajación muscular, describiendo sobre
esta base la desensibilización sistemática. La aplicación de esta técnica tiene mayor eficacia
en el tratamiento de las ansiedades fóbicas, aunque también sus efectos son positivos en el
tratamiento de conductas obsesivas, en personas con tartamudez y conductas sexuales
anormales, entre otros.
Entrenamiento Asertivo
Modelamiento
En 1984 (Rimm, y Masters) hizo mención acerca del modelamiento el cual, técnicamente
consiste en la observación de la conducta de un modelo, ya sea filmado o en vivo. Una
variedad especialmente eficaz es el modelo participativo o desensibilización por contacto,
en el que el terapeuta actúa como modelo, realizando en vivo la respuesta, y siendo
observado por el paciente que luego ha de repetir en pasos sucesivos, bajo la dirección del
terapeuta, la misma conducta
Este tratamiento derivado de los principios del aprendizaje social, fue introducido al campo
de las terapias de conducta en 1969. Estas se basan en la idea de que se puede verificar un
aprendizaje no solamente como resultado de una experiencia directa, sino que puede ser
vicario, es decir, como una función de presenciar o de ser testigo de un comportamiento y
del resultado que dicho comportamiento tiene en otras personas. Este modelamiento o
aprendizaje por imitación fue investigado en el laboratorio experimental animal, desde
finales del siglo pasado.
El aprendizaje por imitación, considerado el tercer tipo de aprendizaje, sólo detrás del
clásico y el operante, se utiliza para que el sujeto adquiera una nueva conducta con arreglo
a nuevos patrones, facilitación de conductas apropiadas, desinhibición de conductas de
evitación y extinción del miedo y la ansiedad unidos a la conducta a favorecer.
Sin importar la gravedad del problema o el enfoque se prefiera para abordar y subsanar
desde su raíz el conflicto, que en un momento dado se tenga, cualquier psicoterapia ha
probado su valía, por lo cual, carece de sentido dudar o debatir entre cual es mejor o peor,
pues en general todas y cada una de éstas cumple con el objetivo primordial, siendo
únicamente el facilitar la habilitación y rehabilitación del paciente en cuestión.
Desde tiempo inmemorables los seres humanos han aprendido a convivir y adaptarse a una
sociedad, dentro de todas las formas de organización que han existido (las hordas, el clan,
la tribu), en donde se han apreciado y se siguen apreciando las maneras de vivir y convivir
en pareja hombre mujer por ser individuos gregarios desde de su naturaleza misma. De tal
manera que el individuo a través de su necesidad social biológica y cultural es que se ha
creado la costumbre de estar cerca de otra persona afín, con características similares,
alguien del sexo opuesto en la mayoría de las ocasiones, siendo ahí donde surge un primer
acuerdo de voluntades, de forma tácita, el cual posteriormente se oficializa y solemniza por
medio de una institución religiosa y/o civil.
Es así como un contrato entre dos personas en común acuerdo surge para formar una
familia, en donde se visualiza nacerán, crecerán y se formaran descendientes listos para el
futuro, los cuales tendrán los valores emitidos por esas primeras dos personas que se
entregan el amor que en un principio los unió y piensan estará por un largo tiempo. Esta
armonía ayudará a forjar el porvenir de los hijos que ambos desean tener. La idea de vivir
felices para siempre, embarga el pensamiento de quienes en ese entonces estaban
dispuestos a vivir juntos con la persona de su agrado. De esta manera se percibe el
matrimonio quizá en un principio, cuando el mutuo acuerdo ya no es válido para una o para
ambas partes, la palabra divorcio es una de las más difíciles de vivir dentro del concepto
matrimonio. (Aguillón, Tinoco y Vargas, 2010)
Aunque no se puede asegurar si una persona que ha pasado por un momento como este se
recupere prontamente, es necesario saber que el tiempo es quien ayuda a sobreponerse en la
mayoría de los casos. “La familia conyugal marca el ideal de la diada esposo-esposa para
complementarse con la triada madre- padre- hijos (Estrada y Ribeiro, 1998). De tal manera
que las mujeres no están exentas de huir a la palabra divorcio, es algo que se presenta de
manera temporal y natural en una relación que ya no es muy sólida y que ambos o alguna
de las partes ya decidió seguir un rumbo diferente al de la persona que antes habían
escogido como pareja de toda la vida, la mujer por su parte pude manejar varias maneras de
enfrentar una situación de la disolución del matrimonio. Los impactos que en ella se
presentan van de la mano con la manera en la que la misma se sobrepone, ya que en la
actualidad la mujer es un ser que trabaja y tiene casi iguales oportunidades a los hombres,
es por ello que algunas veces y en contadas ocasiones se llega a encontrar la decisión de
tomarle poca importancia al divorcio por su parte.
El divorcio por sus efectos e incidencia reclama una atención especial que ayude a evitar
daños graves en los cónyuges, los hijos y el patrimonio. En abril de 2011 se publicó la
reforma al Código Civil que modificó sustancialmente el régimen del divorcio. Se
derogaron los divorcios por mutuo consentimiento y el necesario o fundado en una causal
específica; quedó el divorcio administrativo y se estableció el divorcio sin causa. Por el
interés que hay en este tema, antes de tratar esas formas de divorcio conviene hacer un
avistamiento panorámico del matrimonio y las formas que han existido para disolverlo. Con
ese propósito desarrollaré en éste y los siguientes artículos. Para la religión católica el
matrimonio es un sacramento. En México, cuando esa religión era la única permitida, parte
de la doctrina jurídica lo califica como un acto solemne, lo cual quiere decir que la forma
de su celebración es un elemento esencial y cuando no se observa el matrimonio no existe.
Pero por su naturaleza el matrimonio es un contrato creador de derechos y obligaciones.
En efecto, los cónyuges están obligados a vivir juntos, a guardarse respeto y fidelidad, a
socorrerse y proporcionarse alimentos mutuamente y a sus hijos. Los alimentos incluyen la
comida, el vestido, la habitación, la asistencia en casos de enfermedad; y la educación de
los hijos. Naturalmente cada cónyuge tiene el derecho de exigir al otro el cumplimiento de
esas obligaciones. Las principales causas de divorcio son la falta de comunicación, la
infidelidad, la violencia y los problemas económicos, pero, a eso debe agregarse que en el
siglo XX se dio la emancipación y el empoderamiento de la mujer gracias al acceso a más y
mejores trabajos, a la educación profesional y al control de la natalidad. Por eso en los
matrimonios donde no se reconoce la dignidad de la mujer y su igualdad de derechos con el
hombre, ellas deciden terminar la relación que les impide su desarrollo.
En los países más avanzados el índice de divorcios es mayor al 50% de los matrimonios. En
México crece el número de divorcios sobre todo en los Estados progresistas donde viven las
mujeres con más educación y dinero; en los Estados tradicionales, con la supremacía del
hombre y el sometimiento de las mujeres, el índice de divorcios es menor y mayor la
violencia intrafamiliar.
"El mecanismo compensatorio tiene como objeto resarcir el perjuicio económico causado al
cónyuge que vio mermadas sus posibilidades de desarrollarse con igual tiempo, intensidad
y diligencia en una actividad en el mercado laboral convencional por asumir determinadas
labores domésticas y de cuidado", señala el texto. En el 2011 entró en vigor la reforma al
Código Civil del Estado de México que establece el reparto de bienes entre cónyuges
cuando uno de ellos solo se hubiera dedicado al hogar.
La mayor parte de las horas dedicadas al trabajo del hogar la realizan las mujeres, con el
79.1% del total, superando en casi cuatro veces el tiempo destinado por los hombres a los
mismos quehaceres, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, 2008).
En su informe del trabajo no remunerado de los hogares de México, 2007-2011, el instituto
señala que el valor económico del Trabajo No Remunerado en los Hogares alcanzó los
3,154 billones de pesos en 2011, porcentaje representa el 21.6% del Producto Interno Bruto
(PIB) del país. La Primera Sala señaló que la compensación de hasta el 50% de los bienes
tiene como objeto "resarcir el perjuicio económico causado al cónyuge" que se encargó del
trabajo del hogar, pues "vio mermadas sus posibilidades de desarrollarse con igual tiempo,
intensidad y diligencia en una actividad en el mercado laboral convencional por asumir
determinadas labores domésticas y de cuidado".
Las relaciones interpersonales son dinámicas por naturaleza y por ello nace la obligación de
ajustar figuras jurídicas que garantizan los derechos y relaciones civiles de los ciudadanos;
particularmente la figura del divorcio. Hoy en día nos encontramos frente a nueva
modalidad de divorcio, derivado de la reciente reforma al Código Civil del Estado (2011)
de México, en el ya denominado divorcio incausado. A pesar de la oposición conservadora
que rechaza el divorcio por considerar indisoluble el matrimonio, esta figura permanece
para proteger la integridad de los cónyuges y la familia. Por ello, resulta necesario facilitar
el acceso al divorcio, considerándolo como un medio necesario que garantiza el fin de los
conflictos matrimoniales y no como el fin mismo de la Institución de la familia y el
matrimonio.
Desde el punto de vista jurídico el divorcio Incausado es una propuesta constitucional que
proporciona múltiples beneficios a los involucrados desde la tenencia compartida,
otorgando igualdad en derechos y deberes de ambos padres y protegiendo a los menores en
casos de incumplimiento. Este aumento de la libertad individual determinada por el
divorcio Incausado va a tener incidencias desde el punto de vista psicológico que serán
mejor evaluadas con el tiempo, pero a primera vista puede facilitar el duelo por el término
del matrimonio, favorecerá la relación de los hijos con sus padres, ya que los hijos no son
quienes se divorcian únicamente lo hacen los padres, lo cual no debería repercutir en las
relaciones de parentesco entre los niños y los divorciantes.
Finalmente entre las bondades que conlleva la propuesta se encuentran (Carrasco, 2012):
Aunque la ruptura matrimonial ha alcanzado tasas tan altas que va camino de convertirse en
una etapa normativa del ciclo vital de la familia occidental, a la que se verán enfrentadas un
porcentaje muy alto de familias, sigue siendo una experiencia especialmente traumática en
la mayoría de los casos. Desde el punto de vista clínico, se considera incluso que un
divorcio tiene un potencial traumatizador comparable a la muerte de un familiar por cuanto
produce también fuertes sentimientos de pérdida y lleva a aparejados cambios profundos en
las relaciones interpersonales y en el sentido personal (Wallerstein, Corbin y Lewis, 1988) .
De hecho, el divorcio supone una transición importante para todo el sistema familiar, que
afecta no sólo a una, sino generalmente a tres e incluso a cuatro generaciones desde un
punto de vista sistémico.
Sin embargo, una ruptura matrimonial no suele ser un fenómeno repentino y aislado, sino
más bien un proceso que se prolonga en el tiempo, a veces incluso a lo largo de años. Este
proceso ha tendido a conceptualizarse como una pendiente de deterioro progresivo, aunque
visiones más modernas lo describen en función de una serie de etapas, cada una con sus
propios momentos de equilibrio y de transición. En cualquier caso, es importante entender
que el efecto potencialmente negativo que una ruptura de pareja tiene sobre los hijos no
reside solamente en la separación o del divorcio propiamente dicho, sino también en la
exposición del menor a ese proceso insidioso y prolongado de conflicto matrimonial que
generalmente les precede (Nieto, 1993) De hecho, diversos autores han subrayado que el
conflicto entre los padres tiene efectos más perniciosos que el divorcio en sí e incluso que
del divorcio pueden derivarse efectos positivos para los hijos si pone fin a un conflicto
crónico entre los cónyuges (Sandler y Legua, 1996).
A menudo el divorcio no pone fin al conflicto previo, si lo había, en este punto soy más
pesimista. La experiencia clínica muestra cómo el divorcio a menudo no marca el final del
conflicto, sino una nueva etapa más del mismo, de modo que a partir del divorcio los padres
siguen batallando, aunque en otros terrenos y por otros medios, a menudo con la nueva
munición que les proporciona el ámbito judicial. En otros casos, el divorcio no se ve
precedido por una convivencia conflictiva, sino simplemente por un proceso de desapego
conyugal que tal vez ni siquiera sea advertido por los hijos. En ese caso, el efecto
pernicioso del divorcio en sí mismo es probablemente mayor. En cualquier caso, a la hora
de entender el efecto que una ruptura matrimonial tiene sobre los hijos, no deberemos
circunscribirnos únicamente al momento de la decisión de los padres de separarse, a cómo
se anunció y produjo el divorcio, o cómo se está gestionando el nuevo régimen de
convivencia en el presente. Más bien nos convendrá ampliar nuestro foco temporal y
observar cómo estaba afectando la relación entre los padres a los hijos antes, durante y
después del divorcio, de qué manera los hijos han estado o no involucrados en el conflicto
conyugal, y cómo se fue gestando en el tiempo la organización y estructuración de la
familia (Terrón, 2012).
En México, por cada 100 enlaces matrimoniales se registran 32.4 divorcios, dio a conocer
el INEGI (2012) en años anteriores 2011, las más recientes en la materia. Las separaciones
crecen en el país mientras que los matrimonios disminuyen, informó el instituto. De las
parejas que se divorciaron en 2011, el 25.7% estuvieron casadas cinco años o menos,
16.6% permanecieron unidas entre seis y nueve años, y más de la mitad, 57.7%, proviene
de un matrimonio con una duración legal de 10 años o más.
El diccionario define al matrimonio como una institución social, reconocida como legítima
por la sociedad, que consiste en la unión de dos personas para establecer una comunidad de
vida. A partir de 2009, en el Distrito Federal se legalizaron los matrimonios entre personas
del mismo sexo, por lo que en 2010 se realizaron 689 enlaces, en 2011 fueron 802 y en
2012 se registraron 936. De manera opuesta a la definición de matrimonio, la palabra
divorcio significa disolver, separar, apartar a las personas que vivían en una estrecha
relación. En México ha ido en aumento el número de divorcios por cada 100 matrimonios.
En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios; en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a
poco más de 7 divorcios, para 2005 el número de divorcios por cada 100 matrimonios fue
de casi 12 y al 2012 fue de 17 divorcios por cada 100 matrimonios.
No obstante Castañeda (2010) consideró que este proceso es armonioso sólo si ambas
partes están de acuerdo en concluir el vínculo matrimonial, porque solo así se puede hablar
de divorcio voluntario; si la situación es contraria la consecuencia de la solicitud unilateral
que agrede a la otra parte, pues sin importar su opinión, el juez dictará la sentencia.
Por otra parte una de las opciones que se plantean de manera eficaz para disminuir el índice
de divorcios, es la creación y aplicación de pruebas psicológicas antes de contraer nupcias,
esto significa llevar a cabo pruebas ó test mentales los cuales den un informe detallado y
conciso acerca del estado mental que la persona enfrenta en el momento del matrimonio ó
ya en un tiempo pasado, con esto podemos “advertir” o informar a los futuros cónyuges
sobre los problemas emocionales que la pareja enfrenta y las repercusiones que se habrán
de dar en caso de que este problema no se atienda en su momento, también cabe señalar si
¿aun sabiendo esta información la pareja decide contraer matrimonio?, independientemente
de que este cuestionamiento persista el hecho de elaborar todo un expediente acerca del
estado psicológico y médico de las parejas es una manera de crear conocimiento y forjar el
sentido de conciencia para identificar los problemas que se pueden dar si aun estando alerta
de los conflictos emocionales que enfrentan se desea llevar a cabo el proceso de
matrimonio con la persona.
CAPÍTULO 3 CONSECUENCIAS DEL DIVORCIO EN LOS NIÑOS
Con frecuencia la ex pareja y otras personas en ocasiones culpan e indican todo lo que
debería haber hecho, lo que refuerza su baja autoestima. Identidad personal y familiar. por
otra parte, un fragmento de nuestra autoimagen es el rol que hemos jugado durante muchos
años. Con el divorcio dejamos perdemos la identidad de "la familia unida".
Si estos papeles o roles eran importantes para nosotros y nos identificábamos con ellos, al
perderlos, sentimos que perdemos una parte de nuestra personalidad, se distorsiona la forma
de ver el mundo y la manera en que imaginamos el futuro (Russek, 2007).
Cuando el miedo, la angustia, enojo, depresión, entre otros: son una constante en nuestra
vida diaria, nuestros pensamientos son, por lo regular, negativos, extremistas, rígidos,
depresivos. Este tipo de pensamientos hace que veamos nuestro presente y nuestro futuro, a
través de lentes que oscurecen y distorsionan todo lo que nos rodea.
La opinión popular en cuanto al divorcio es que, si los padres se sienten mejor, los hijos
también se sentirán así. Sin embargo, hay sobreabundantes estudios que muestran algunos
aspectos contrarios. El divorcio no es una garantía de que los hijo o hijas sufrirán todas las
consecuencias que se describirán a continuación, pero sí es importante que se sepa que los
niños serán más vulnerables a ellas. Sin importar la edad, el divorcio afecta mucho a los
hijos (Grudem, 1996). Básicamente, el divorcio suele intensificar la dependencia del niño y
acelerar la independencia del adolecente; a menudo provoca una repuesta regresiva en los
niños y una respuesta agresiva en los adolescentes.
Efectos en Niños Pequeños
Desde el punto de vista de un niño pequeño, ha sucedido algo insólito… ¡Sus padres ya no
se aman el uno al otro! Por eso, los niños pequeños temen perder el amor de sus padres
también. Por lo general, les cuesta comprender que, si bien el amor se acabó entre sus
padres, el amor que ellos sienten por él, en cambio, es incondicional.
Pickhardt (2011) indicó que esto lleva a que actúen de diferentes maneras para solicitar
más atención y mimos. Suelen dar marcha atrás en cuanto a habilidades y destrezas que ya
habían adquirido para hacerse más autosuficientes, tal como vestirse, dormir en su propia
cama, comer por sí solo y usar el baño. Sienten que cuando sus padres le dan más atención,
le están confirmando su amor. Es sumamente importante que los padres en hogares
divididos den énfasis y un apoyo especial al progreso del niño hacia su autonomía. Para
ello, el niño debe sentir seguridad, sostén y, sobre todo, incondicionalidad, idealmente de
ambas partes.
Los niños no solo son afectados emocionalmente, los niños de hogares divididos son más
susceptibles a enfermarse. El riesgo de problemas de salud es más alto de lo normal durante
los primeros 4 años después de que la familia se desintegra, pero, sorprendentemente, esto
puede incrementar en los años que siguen. No solo se enferman más frecuentemente, sino
que también toman más tiempo para recuperarse.
Efectos en Adolescentes
Los adolescentes de hogares con padres divorciados son más propensos a abusar del
alcohol y las drogas y hacerse sexualmente activo, que jóvenes con familias unidas y
estables. Según un estudio realizado en La Universidad de Toronto por la profesora
Mauldon (1996) descubrió que, muchachos cuyos padres se divorciaban antes de que ellos
cumplieran 18 años, tenían 48% más probabilidad de comenzar a fumar cigarrillos que
jóvenes de familias cuyos padres mantenían una relación armónica. En el caso de las
mujeres, esto era 39% más probable.
Como señalábamos en un principio, los efectos del divorcio sobre los hijos no son
favorables. Es importante ser consciente de esta realidad y aceptarla, más allá de lo
doloroso que pueda ser para uno y de los distintos sentimientos que esto nos pueda
generar (entre ellos, la culpa, como uno de los más frecuentes). No obstante, hay cosas que,
como adultos responsables, podemos y debemos hacer para ayudar a nuestros hijos a
comprender los cambios en la dinámica familiar (Ahorca, 2012). En primer lugar, la buena
comunicación con tu hijo (ya sea niño o adolescente) puede contrarrestar el resentimiento
que lleva a conductas destructivas. Es necesario ser honesto en cuanto a lo que está
sucediendo a fin de evitar que tu hijo se sienta traicionado.
Sin embargo, no se debe confundir la buena comunicación con obligar a tu hijo a cumplir
con el papel de confidente y consejero. Esto causa un tremendo daño, ya que tu hijo no está
preparado, ni emocional ni moralmente, para asumir ese papel. Los niños que asumen el
rol de confidente de sus padres son más propensos a sufrir de trastornos de la alimentación
como la anorexia. Más a menudo, las madres tienden a caer en esta “trampa” con sus hijas
adolescentes, especialmente cuando estas demuestran madurez y empatía.
Para concluir, es fundamental que, como padre o madre, estemos dispuestos a brindar todo
el apoyo y contención que nuestros niños necesitan en una situación de estas
características. Claro, incluso en ocasiones, sobreponiéndonos a nuestro propio dolor y
sufrimiento (Ahorca, 2012).
3.1 Consecuencias emocionales
Dentro del impacto emocional se maneja la idea de las emociones que son fuertes ante
impactos no previstos. Así mismo el impacto psicológico se da al momento de la aparición
codependiente y el pensar muchas veces en una situación es una manera de gastar energía.
Existen muchas maneras de terminar una relación de cualquier tipo con las personas que
están alrededor, sin embargo cuando existe un rompimiento lleva inmerso un sentimiento
llamado “amor”, la tristeza que puede llegar a existir es más fuerte. Gastos por proceso de
divorcio voluntario y/o necesario por mujeres
El estar forzosamente con una persona que no es del agrado de quien se encuentra a su lado,
es una manera de vivir en contra de lo que el individuo ha deseado para su vida, como se
aseguran en la totalidad de los casos de divorcio.
Las personas no pueden ser obligadas a convivir con alguien en contra de su voluntad,
porque es atentatorio de su libertad y propia dignidad humana (D´Egremy, 2008) Romper a
su vez con el paradigma de la “costumbre” es la manera de darse cuenta que es posible
llegar a vivir sola y que es importante salir adelante por los méritos propios: “de esta
manera las dificultades que enfrentan las mujeres para volver a casarse se debe en parte, a
que son ellas quienes se quedan con los hijos, y porque aún impera una cultura machista
que rinde culto a la virginidad y que fundamenta su relación en la posesión por lo que una
buena parte de los hombres prefieren buscar una compañera “nueva” evitando así que su
inseguridad (característica del machismo) los atormente por los celos hacia la sombra del
pasado sexual de la esposa. (Ribeiro, 1994)
Mientras menos consecuencias se tengan, más fácil y rápido podrá asimilar el proceso
psicológico del divorcio. En las consecuencias psicológicas se incluye la desorganización,
el estrés, la angustia, sentimientos desagradables como el dolor y crisis. (Roque, 2001)
Existe también resistencia al divorcio por parte de alguno de los cónyuges atendiendo al
esquema de la familia feliz aún a costa del sacrifico. Esta resistencia se manifiesta en estrés
y angustia. Todos los cambios en teoría llevan al estrés y así encontramos en la escala del
reajuste social, en primer lugar como causa más estresante, la muerte de uno de los
cónyuges con un valor de cien unidades y en segundo lugar el divorcio con valor de setenta
y cinco unidades (Morris, 2000)
Otro aspecto emocional que desarrollan los cónyuges es: el odio y resentimiento que no
permite relajarse y sentirse bien por lo que el psicoterapeuta tiene que trabajar el perdón
para que el paciente pueda avanzar y ser feliz. Algunos otros desarrollan culpas que las
hacen perpetuar sus conductas en vez de resarcir daños y continuar. Por otra parte también
se puede hablar de un duelo en niños como en adultos.
Cualquier niño que atraviesa por el divorcio de sus padres experimenta sentimientos muy
intensos y encontrados. Una sola emoción puede durar días o semanas o pueden cambiar
constantemente en un mismo día, dice Russek (2007), esta situación se da, aún en las
personas que toman la decisión de divorciarse, ya sea por violencia intrafamiliar,
infidelidad en la pareja o por un nuevo amor en su vida. Sin embargo, cuando el divorcio es
el resultado de largas crisis y conflictos o cuando la persona no quiere el divorcio, las
emociones son más intensas y desgastantes.
Entre las emociones más frecuentes encontramos:
Desde los inicios de la familia ha habido una mala o escasa relación entre por ejemplo el
padre y su hija, el divorcio de los padres tenderá a aumentar aún más esa brecha emocional
que ya existía. Con respecto al impacto emocional de la ruptura conyugal en los hijos es
innegable que por muy acostumbrado que el menor pueda estar al conflicto entre sus
padres, el hecho de la separación física de los mismos puede y suele tener toda una serie de
efectos negativos sobre los hijos. Aunque el tipo de efectos está en parte mediado por el
desarrollo evolutivo del menor, no hay ninguna edad en la que esté a salvo de sufrirlos.
Entre los efectos emocionales más frecuentes de acuerdo con Terrón (2012) están:
Hay que señalar que el divorcio puede tener efectos positivos sobre los menores en
determinadas circunstancias, por ejemplo en los casos en los que pone fin a situaciones de
conflicto abierto y violento. En este punto es muy importante destacar que, aunque la
variedad, gravedad y duración del impacto negativo depende en buena medida de diversos
factores ambientales y de la propia resiliencia y capacidad de adaptación del menor, el
factor más importante que determina cómo afecta el divorcio a un niño es cómo los padres
gestionen emocionalmente su ruptura si mantienen o no una buena cooperación como
padres y de qué forma ayudan (o dificultan) a sus hijos en el proceso, tanto en el momento
de comunicar a los hijos su decisión como en todo el reajuste familiar posterior.
Es en este punto dónde los padres responsables del bienestar de sus pequeños suelen
consultar a especialista en salud mental, para minimizar los efectos negativos que su
decisión pueda tener. Con las medidas oportunas y el profesional adecuado estos efectos
negativos son transitorios, pudiendo el menor recuperar su nivel de funcionamiento y ajuste
a la nueva situación, aceptando y funcionando psicológica y emocionalmente. Es probable
que la hija que desde pequeña ha sido confidente de la madre siga jugando ese papel
cuando los padres se separan; es esperable que el hijo que años antes de divorcio ya se
encontraba haciendo de mensajero entre sus padres siga cargando con esa pesada función
tras el divorcio. Si a lo largo de los años un hijo o hija se fue convirtiendo en aliado de uno
de los padres, o incluso ha estado en coalición con uno contra el otro, es improbable que
durante y tras el divorcio pueda mantenerse equidistante o neutral entre sus progenitores.
Desarrolla estrategias de autodefensa y formas básicas de reaccionar (O'connor, Thorpe y
Golding, 1999).
Los niños más pequeños desarrollan un intenso sentimiento de culpabilidad por sentirse
responsables de la separación de sus padres. El sentimiento de culpa es alimentado por
comentarios desafortunados por parte de los padres que se les escapan: “Este niño está
acabando conmigo”; “¡¡Ya no aguanto más!!”. A pesar de todo ello, cuando la situación
familiar es realmente insostenible y es un infierno vivir juntos, es sumamente liberador la
separación de los miembros de la familia sin dar lugar a la vivencia de otros sentimientos
(Terrón, 2012).
Culpa.
Hiperresponsabilidad.
Ira y agresividad
Aislamiento social
Problemas escolares
Problemas de alimentación
Alteraciones del sueño
Síntomas psicosomáticos
El divorcio se traduce en el niño como una pérdida parcial y separación de relación con los
padres, ya que de alguna forma ambos estarán ausentes y ello provocara angustia, tristeza y
enojo por lo que se puede hablar de un duelo. Los niños con frecuencia creen que son la
causa o que tienen que reconciliar a los padres.
Algo de lo que más afecta es que los hijos se vean atrapados en conflictos materiales, al
tener que tomar partido por uno de los padres, así como escuchar comentarios negativos de
uno o de ambos. Los hijos de padres divorciados tienden a ser más agresivos, dominantes,
demandantes, poco afectivos y tienen más temor a ser abandonados y maltratados o a no ser
amados. También el no ver realizadas sus metas los lleva a la frustración que como
consecuencias emocionales tienen ansiedad, tristeza, enojo y puede llegar hasta la
agresividad. Definitivamente el tener pensamientos devaluatorios y de fracaso los lleva a
tener baja autoestima (Papalia y Wendkosolds, 2000). La mujer puede optar por varios
caminos: la de regresión, sentirse víctima, amargura, soledad o incluso hasta caer en una
depresión.
Regresión: se comporta como una niña y regresa con sus padres a que le
solucionen todo.
I. De negación y aislamiento
II. De ira.
III. De pacto
IV. De depresión
V. De aceptación.
Los estudios indican que aunque muchos de los hijos registran efectos nocivos tras el
proceso de divorcio, la causa no es tanto el divorcio sino las circunstancias que le
precedieron. Es importante señalar que una relación positiva del menor con uno de los
padres, mitiga en gran proporción los posibles efectos negativos.
Parecería que en los contextos contemporáneos la frase litúrgica “para toda la vida” se
aplica más al divorcio que al matrimonio, porque los problemas que originaron la
separación se prolongan con los años y terminan afectando a los hijos, a los padres y a los
abuelos. Esta situación se ha evidenciado con el paulatino incremento de los divorcios o
separaciones de parejas que hubiesen tenido hijos. Frente a estas situaciones, de
responsabilidad y de sentimientos de fracasos, la ley se ha limitado a proteger a las partes
más vulnerables, pero de primera línea, sin hacer una ampliación del ámbito de cuidado que
debería tener, tal como lo dice la propia nomenclatura del término familiar. Así los hijos
asumen una responsabilidad mayor, al tener la sensación de ser culpables de la ruptura de la
familia. Este “conflicto de lealtades” (Bermúdez, 2007) genera en los hijos una presión para
asumir una lealtad frente a un progenitor en detrimento del otro.
En forma paralela, los abuelos forman parte de un sector claramente desprotegido en sus
derechos (más familiares y sociales que económicos), pero finalmente se encuentran
afectados por toda esta situación, toda vez que si son los padres del progenitor que se
encuentra sin la tenencia o custodia, no tendrán una mayor relación con los nieto,
perjudicando no sólo su vinculación afectiva con ellos, sino también generando una mayor
atomización de las relaciones familiares.
Paralelamente a los cambios en las relaciones de los adultos, los padres han ido
incorporando cierta congruencia entre la forma de educar a sus hijos y la manera en que
aplican disciplina. Gracias a los diferentes medios comunicación y que cada día el acceso a
la información se torna más asequible, los padres, ahora divorciados, vuelcan sus esfuerzos
en mantener una simetría en las enseñanzas que cada uno proporciona a sus hijos,
propiciada por la creciente idealización de los diferentes estilos de enseñanza infantil. Un
modelo de enseñanza recurrente es aquel que se conoce como democrático (Aguilera,
2012). Sin duda, este estilo, basado en el saber escuchar y ser equitativo en la toma de
decisiones, con frecuencia se ha mal interpretado y ha supuesto un fracaso en la práctica.
Uno de los puntos clave es el creer que hay que ser amigos de los hijos. Esto es totalmente
erróneo. Se cree que los padres deben saber escuchar, proporcionar afecto incondicional y
por supuesto orientarles en su toma de decisiones en especial durante la adolescencia. Sin
embargo, se acarrean graves consecuencias al asumir roles de amistad en lugar del rol
paternal que corresponde. Este papel de amigo deben desempeñarlo sus iguales o
compañeros. Ser sus amigos, significa privarles de algo más valioso: sus Padres.
Otro error habitual es creer que nunca se deben imponer las cosas, por el contrario, se
suelen negociar los límites. En lo referente los limites se visualiza que puede ser deseable,
hasta cierto punto, la negociación de los mismos, pero teniendo en cuenta que no es
incompatible el hablar las cosas, con la exigencia del cumplimiento de las normas y respeto
a los límites marcados en el propio sistema familiar. Con frecuencia el exceso de buena
voluntad y fraternalismo por parte de los padres acaba en fracaso y los jóvenes acaban
rompiendo un sistema que perciben confuso, vulnerable o en el que intenta hacer prevalecer
sus derechos y exigencias por encima de las de sus padres. Todo ello se hace más evidente
en las situaciones de separación o divorcio de los padres.
El divorcio de los padres suele ser experiencia muy común para muchos niños en el mundo
de hoy. Y aun cuando podamos admitir que el divorcio, en muchos casos, puede ser la
mejor solución para terminar con una relación familiar destructiva, casi siempre la
separación de sus padres constituye una experiencia dolorosa para el niño, generadora de
complicaciones emocionales diversas, desajustes y considerable estrés. El impacto de los
cambios producidos por la separación no solamente afecta a las relaciones dentro de la
familia sino que también produce importantes alteraciones y dificultades en el área
interpersonal. Está bien documentada la relación existente entre el conflicto parental y sus
consecuencias sobre la conducta infantil.
Necesariamente se debe entender que los conflictos de esta clase aparecen siempre con
variaciones en intensidad, frecuencia y duración, y que su resolución siempre supone dosis
diferentes de estrés para los hijos. Emery (1982) sugiere que la intensidad de los conflictos
entre los padres puede variar entre una discusión más o menos calmada y la agresión física
abierta. Pudiera asumirse que la exposición de los niños a conflictos de baja intensidad no
está relacionada con problemas de naturaleza grave, mientras que los conflictos parentales
que involucran hostilidad y agresión física sí conducen a serios desajustes conductuales.
Por otra parte, cuando los conflictos son muy frecuentes es más probable la generación de
desajustes en el niño y suelen evidenciarse en él un mayor número de problemas de
conducta. A medida que se incrementa la exposición del niño a las distintas variedades de
conflicto también aumentan sus efectos negativos, Long, Slater y Forehand, (1988)
sugieren que pueden variar desde bajas en su competencia social y cognitiva hasta
descensos notables en sus niveles de rendimiento y ajuste escolar, pasando por índices de
mayor agresión y depresión. Al mismo tiempo Burin y Meler (1998) se suman, en
concordancia con lo planteado con anterioridad y refieren que el divorcio, en especial
cuando ocurre en edades tempranas del desarrollo del niño, ocasiona una serie de efectos
que interfieren en la adaptación posterior de éste. Dentro de estos efectos se mencionan:
c) Percepción de rechazo por parte del padre, sobre todo de aquellos aspectos que le
recuerdan a la ex pareja y,
d) Alteraciones del súper yo, al existir discrepancia entre los padres en el manejo de
las normas.
En los niños más pequeños con edades que comprenden de los 2 a los 6 años, son
habituales conductas regresivas como la enuresis, chuparse el dedo, infantilismo, querer
dormir con los padres, miedos, ansiedad, También rabietas, necesidad de llamar la atención
constantemente, ansiedad de separación. En ocasiones, el niño, pasa de la agresividad o al
menosprecio a la búsqueda de un afecto incondicional (abrazos, besos, promesas de que se
portará bien, etc.). Alteraciones en el patrón de las comidas y el sueño. quejas somáticas:
dolor de cabeza, estomago, etc. no justificadas, negarse a ir a casa de uno de los
progenitores (normalmente el padre), apatía, introversión, mutismo ante nuevas personas.
Dificultades para relacionarse o jugar.
Los niños que ya disponen de mayores recursos verbales Banús (2015) indica que en cierto
eso les ayuda a exteriorizar sus sentimientos. Pueden seguir presentes los diferentes
síntomas antes expuestos en uno u otro grado. No obstante, hay que añadir las siguientes:
Comportamientos y conductas de recriminación a los padres con la esperanza de intentar
unirlos de nuevo si siguen sin aceptar la realidad. Conductas manipulativas, de menosprecio
o rencor a alguna de las figuras paternas paralelamente a la idealización de la otra. Esto
puede agravarse según las actitudes que tomen los adultos que rodean al niño. Sentimientos
de culpa, conductas de riesgo, baja autoestima, dificultades en las relaciones con sus
iguales, baja tolerancia a la frustración, agresividad. Pueden aumentar la hiperactividad e
impulsividad. Deterioro en el rendimiento escolar. Niños que habitualmente eran buenos
estudiantes empiezan a tener dificultades.
Luego de la separación de los progenitores, surgen nuevas formas de relación entre los
progenitores entre sí y con respecto de sus hijos. Habitualmente el hijo se encuentra en una
posición intermedia y sin acceso a métodos de proponer mecanismos de solución, en caso
la separación de los progenitores hubiera sido en términos conflictivos. Quien tiene la
custodia y/o tenencia en mayor proporción de tiempo frente al régimen de visitas, por lo
general suele autocalificarse como la parte víctima /pasiva en la fragmentación de la
relación de pareja y traslada una carga emocional negativa a su hijo (progenitor “débil”).
Dichos procesos de alienación son una manifestación de una acción psicológica (e inclusive
física) de maltrato que ejecuta un progenitor contra su propio hijo y contra el otro
progenitor, describiéndose de forma categórica quienes formarían parte de la clasificación
penal:
En general, sin embargo, los estudios realizados sobre la custodia paterna indican que estos
hogares cuentan con una serie de ventajas frente a los hogares monoparentales a cargo de
la madre. Los separados que piden y obtienen la custodia de sus hijos tienen una mayor
disponibilidad económica disfrutan de una mejor vivienda, vecindario y colegio, utilizan
unas prácticas de crianza más eficaces, tiene menos hijos a su cargo, la madre tiene más
apoyo emocional por parte de sus familiares (Clarke-Stewart y Hayward, 1996).
Algunos estudios han informado también de diferencias étnicas en estas relaciones, siendo
los divorciados con custodia afroamericanos los que dedican más tiempo a hablar con ellos,
leerles y ayudarlos con sus deberes, mientas que los hispanos comparten más actividades
recreativas. Estos resultados son importantes porque los hijos que comparten más
actividades con el padre son los que tienen, por ejemplo, mejor rendimiento académico
(Cooksey y Fondell, 1996). Asimismo estos mismos estudios indican que los hijos e hijas
bajo la custodia de la figura Paterna presentan menos problemas de conducta y personales
(mayor autoestima y menor depresión, ansiedad o comportamiento problemático) y se
muestran menos negativos con la madre.
De la misma manera, también se debe tener presente que se encuentran mejor adaptados
emocionalmente cuando también lo está el progenitor a cargo de ellos, que las relaciones
entre ambos son más positivas cuando las visitas de la madre son más prolongadas y que
los niños que mantienen una relación con la madre es más probable que presente problemas
(Clarke-Stewart y Hayward, 1996).
CAPÍTULO 4 RELACIONES ENTRE PADRES E HIJOS DESPUÉS DEL DIVORCIO
Ante la amenaza de disolución del matrimonio, el niño debe producir alguna clase de
procesos que faciliten la adaptación al nuevo contexto situacional que empieza a
experimentar, éstos procesos deben ser similares a los que surgen frente a otro tipo de
acontecimientos desfavorecedores o caóticos. El niño que atribuye las causas de la ruptura
conyugal a sí mismo viéndose como origen del conflicto, seguramente va a experimentar
gran cantidad de estrés. La respuesta del niño ante el conflicto parental suele estar influida
por sus creencias y expectativas en relación con la eficiencia de los mecanismos
disponibles para enfrentar la situación (Compas, 1987). Las estrategias normalmente
empleadas por el niño han sido consideradas como un conjunto de mecanismos de defensa
importante para disminuir el impacto adverso de la situación.
Es frecuente que tras la separación y divorcio, los padres tengan con los hijos otras formas
de conducta y relación, lo que implica, en no pocas ocasiones, un cambio de roles dentro de
la relación. Los roles que los padres asignan a sus hijos está en función de sus propias
actitudes hacia ellos. La experiencia confirma que en ocasiones son utilizados para
satisfacer necesidades personales bien de compañía, venganza contra el otro progenitor, rol
de pareja en algunas decisiones, y sin duda en muchas ocasiones se les convierte en
emisarios, diciendo al hijo lo que se desea decir a la pareja. La tendencia a que los hijos
suplan a la pareja ausente se concreta en los regalos que se le hacen, la petición más o
menos explícita de permanecer con él/ella en casa, que duerma en su habitación, que sean
un soporte emocional, descargando sobre ellos situaciones emocionales que no les
corresponde asumir. Un análisis de los roles que más comúnmente asumen los hijos de
acuerdo con Maganto (2010) son:
• El “hijo posesión”
• El “hijo cartero”
• El “hijo suplente” de la pareja
• El “hijo amordazado”
• El “hijo apoyo social”
Esta es otra de las variables que afectan, sin duda alguna, al impacto o consecuencias
psicológicas que el divorcio tiene en los hijos. Por supuesto, es necesario mayor número de
investigaciones contrastadas sobre dicho tema para confirmar o rechazar estudios previos.
Según Hetherington, Bridges e Insabella (1998) el impacto de los factores de riesgo se
encuentra matizado por la ruptura en las relaciones e interacciones familiares, provocados
por el divorcio. Entre estos procesos se incluyen las relaciones del niño con los padres, las
prácticas de crianza, los conflictos interpersonales y las alteraciones en el ejercicio de las
funciones correspondientes a los padres.
Actitudes negativas por parte de la madre ante las interacciones con los hijos se relacionan
directamente con los problemas que éstos presentan, ello también contribuye a explicar el
hecho de que los hijos adolescentes terminen, en no pocas ocasiones, desinteresándose por
los asuntos que atañen al núcleo familiar o, en el peor de los casos, lleguen a alejarse
completamente de su familia. En contraparte, Mason, Cauce, González e Hiraga (1994)
mencionan que el mantenimiento de una relación positiva de la madre con los hijos, protege
a los niños mayores y adolescentes de la influencia de sus iguales y disminuye el consumo
de drogas. Por el contrario, las malas relaciones, el rechazo o escaso control los hace
vulnerables a la presión de los iguales y al consumo de drogas.
En conjunción, algunos estudios han encontrado que las actitudes y conductas sexuales
liberales y permisivas de las divorciadas, en algunos casos, tienen un efecto modelador
sobre el comportamiento sexual de los hijos e hijas, mayor permisividad sexual y unas
prácticas de crianza ineficaces les llevan a implicarse con individuos de edades y
experiencias semejantes dentro de un entorno distópico. Las madres divorciadas y las
depresivas tienen menos habilidades de resolución de problemas familiares y es más
probable que provoquen conflictos con los hijos por el uso de una disciplina coercitiva
(DeGarmo y Forgach, 1999). El divorcio se relaciona con una mayor presión económica y
depresión de la madre que, a su vez. la pueden llevar a una menor supervisión de los hijos y
a aplicar unas estrategias de disciplina menos eficaces. La edad del niño modifica el tipo de
reacción afectiva y conductual que se produce ante el conflicto de los padres, una buena
relación al menos con uno de los progenitores parece atenuar parcialmente los efectos
negativos de dicho conflicto.
Las separaciones que se producen antes de los cinco años suelen producir los peores
efectos, siendo la madre la fuente de apego principal y por ende más fuerte para el niño, la
separación de la figura materna se considera la más perjudicial. A nivel de prevención
parece haber común acuerdo en una serie de recetas que pudieran ayudar a minimizar los
efectos desastrosos de los conflictos conyugales, pero siempre teniendo en cuenta que a
veces el divorcio representa una salida menos dañina que el permanente conflicto parental,
sobre todo en hogares donde la relación de la pareja definitivamente se ha hecho
intolerable.
Para comenzar, cada progenitor debe estar consciente de que sus disputas con el compañero
tiene efectos negativos sobre los hijos y debe prepararse para buscar ayuda especializada
cuando la crisis se agudice. En segundo lugar, hay que intentar mantener las disputas
parentales lejos de los niños, especialmente si se ha escogido como norma resolver las
desavenencias conyugales a gritos y empellones.
En tercer lugar, los padres deben tratar de coincidir por lo menos en el manejo de los
procesos disciplinarios, ya que la inconsistencia en este aspecto ha sido reconocida como
causa de agresividad, delincuencia juvenil y otros serios trastornos conductuales en los
hijos (Patterson, 1986). Los progenitores deben también esforzarse en mantener su relación
individual con cada niño en las mejores condiciones, pues se asume que de este modo el
efecto del conflicto puede ser minimizado. Se entiende que la calidad de la relación entre
los padres y el niño es un elemento definidor del clima emocional en la familia, capaz de
moderar el impacto de distintas situaciones estresantes, incluyendo el conflicto marital.
Finalmente, no debe perderse de vista la existencia de una fuerte asociación entre ausencia
del padre y desarrollo cognitivo infantil desmejorado (Shinn, 1978). Debe quedar muy claro
que el divorcio no solamente interrumpe la relación entre los padres sino que también
modifica los nexos afectivos entre hijos y progenitores. Luego de la separación, tanto los
conceptos del papel del padre y de la madre como el de la permanencia de la relación deben
ser revisados y sus representaciones internas reordenadas.
Las prácticas de crianza democrática reducen en gran medida los efectos de los conflictos,
no obstante, en un hogar mono parental con a la conflictividad entre las partes involucradas
y con un estilo no democrático de la madre con la custodia, éstas prácticas del padre no
reducen los efectos negativos del estilo educativo de la madre. en los hogares con un solo
padre, las prácticas de crianza son más determinantes que las del padre para la adaptación
de los hijos e hijas. sin embargo cuando las visitas se producen en un contexto de baja
conflictividad y el padre no se encuentra bien adaptado y usa un estilo democrático, sus
visitas frecuentes resultan beneficiosas para la adaptación de los hijos (Hetherington, 1999)
dos años después de la separación los niños de hogares intactos pero con alto nivel de
conflictos paternales tienen más problemas de adaptación y de autoestima que los de
familias intactas o divorciadas con bajo nivel de conflictos (Amato y Keith, 1991)
Según Kitson (1992), el aspecto cualitativo más importante del hogar mono parental a
cargo de las madres es la mayor frecuencia e intensidad de sucesos vitales negativos y el
estrés económico. Estos sucesos estresantes le pueden provocar un desequilibrio
psicológico reflejado en una conducta cólera, impulsividad, depresión, ansiedad, soledad,
sensación de estar controlada desde fuera y labilidad emocional (Hetherington, 1993). las
divorciadas puntúan más en síntomas depresivos debido a la presión económica que
soportan, el estrés laboral, los sucesos negativos y la falta de apoyo, a su vez, los problemas
emocionales provocan disrupciones en el funcionamiento familiar: menor disponibilidad
psicológica, irritabilidad y prácticas de crianza coercitiva (Lorenz, Simons y Chao, 1996).
Aunque las madres de hogares intactos insatisfechas con su matrimonio es más probable
que utilicen unas prácticas de crianza disfuncionales, las divorciadas recurren a ellas con
más frecuencia a causa del estrés y la depresión. A pesar de ello, el empleo desempeña un
papel moderador en una relación entre depresión de la divorciada y el empleo del castigo
físico, de manera que las divorciadas depresivas que trabajan fuera de casa recurren menos
a él.
Si bien es cierto toda separación trae cambios, pérdidas y nuevos aprendizajes, muchas
veces se convierte también en un motor de crecimiento en la vida de una familia, sobre todo
si se da para evitar el maltrato, las humillaciones o una vida indigna para sus miembros
Cuando una familia toma conciencia de que la separación de sus miembros es posible,
surge una nueva conciencia de equipo y cuidado mutuo, organizando a todos a asumir
nuevos roles, tomando posiciones más adultas y menos idealizadas, Maestre (2008)
menciona algunos aspectos positivos de la separación de los padres:
Además, que son niños que desarrollan mayor sensibilidad frente al dolor y el sufrimiento
de sus compañeros. También se reporta que estos niños pueden adoptar una actitud más
crítica frente a los eventos que se viven, y con ello contribuir a tomar decisiones más
acertadas. De igual manera, pueden aumentar la capacidad que tienen para identificar y
comunicar los sentimientos y las necesidades a otras personas Por otra parte, el tener que
alternar períodos de tiempo entre dos casas, hace que los niños crezcan con mayor
independencia. (Isaza, 2001).Sin embargo, para lograrlo es indispensable que los hijos no
pierdan la seguridad del afecto de sus padres, puedan tener con ellos una relación cercana y
sientan que su apoyo es incondicional en todo momento. Lograrlo requiere que los padres
logren establecer una comunicación respetuosa y cooperativa.
Cuando estos pueden continuar una relación parental amigable y muestran interés por lo
que acontece en sus vidas, los hijos recuperan la seguridad que han perdido con la
separación. Además aprenden que los lazos de afecto que se desarrollan entre los miembros
de la familia son estables y duraderos. Finalmente, dice Ordoñez (2002) que los padres
tienen la responsabilidad de apoyar a los hijos durante el proceso de divorcio. Es necesario
asumir la situación más allá del conflicto de pareja y de lo que este pueda significar para sí
mismo. Se trata de ayudarles para que ellos también logren superar esta dolorosa etapa con
un balance positivo entre las pérdidas y las ganancias. Y esto depende de lo que los adultos
hagan para que ello suceda.
Una separación o divorcio es difícil, pero cuando hay hijos de por medio lo es más.
Generalmente es el papá el que se va de casa, y es ahí cuando su vínculo con los hijos
cambia inevitablemente, y pasa a ser “papá de los fines de semana”. Un divorcio no debe
cambiar la calidad en la relación con los niños. Papá debe ser un padre presente aunque ya
no conviva con sus hijos. Que quede claro: el papá es tan importante como la mamá para el
desarrollo del niño.
Para Sacks (2009) esto puede ser difícil, "dadas las limitaciones que siempre tienen los
padres divorciados". Esas limitaciones van desde el régimen de visitas hasta las distancias
que puede haber cuando un padre se muda a otra ciudad o estado. "Además, mientras los
chicos van creciendo, sus amigos, la escuela, o los deportes casi siempre toman prioridad”,
agrega Sacks. ¿Puede haber algún impedimento para que la relación padre-niño no
prospere? El mayor obstáculo entre papás divorciados y sus hijos a menudo es la madre de
los niños. con frecuencia, luego del divorcio, las madres están enfadadas, a veces por una
buena razón y otras no. Pero muchas de estas madres no se dan cuenta cuánto están
dañando a sus hijos por hablar mal del padre o limitando el rol de su ex en la vida de sus
hijos,
Un estudio reciente realizado por el Boston College estableció que los padres juegan un rol
muy importante en el desarrollo de sus hijos, incluyendo los divorciados. Cuando los
padres que no viven con sus hijos se involucran en sus vidas, sobre todo si son
adolescentes, la tendencia al abuso de sustancias, la violencia, el crimen y el absentismo
escolar, disminuye notablemente, señaló la investigación publicada por la revista Child
Development.
Los padres como hombres y mujeres tienen dos funciones, la relación conyugal y la
relación parental. La primera se caracteriza por la gratificación y apoyo mutuo que se dan
como pareja; la segunda se caracteriza por la unidad en el acompañamiento de los hijos
durante su desarrollo. Son dos funciones independientes y el éxito en la una no garantiza la
efectividad de la otra; a pesar de esto, entre ellas se debe guardar un equilibrio que las
diferencie, pero, a la vez las conserve dice Villegas (2007).
Los hijos durante el proceso de separación y divorcio: Los hijos asumirán el proceso de
separación o divorcio de sus padres de acuerdo con la etapa del proceso vital individual, el
género y las características personales de cada uno. Además, son importantes los eventos
que han sucedido antes y durante el proceso. En general, los hijos varones en ciertas edades
pueden comportarse más agresivos e independientes, no sienten que les deben obediencia a
las madres, sobre todo si son ellas las que se quedan a cargo de los hijos (Brazelton, 1994)
Los anteriores son rasgos generales que pueden manifestar los niños y los adolescentes
durante el proceso de separación o divorcio de sus padres, los cuales se pueden acrecentar
por las características particulares y de los sucesos que anteceden al hecho. Además, es
fundamental la forma como los padres manejen el momento: si hay estrés y conflictos el
impacto será más fuerte y si la situación se resuelve entre los adultos con madurez, el efecto
sobre los hijos será menor. Las conductas duran más o menos tiempo de acuerdo con la
trascendencia de la situación y con la calidad de las relaciones y de las manifestaciones
afectivas que los padres establezcan con sus hijos, que de ser buenas servirán como
amortiguadores en el proceso de adaptación a la nueva vida. Recuérdese que es importante
diferenciar la relación conyugal del ejercicio de ser padres, quienes ya separados deberían
continuar como unidad ante los hijos propendiendo a que los ambientes, las normas y las
conductas sean similares en los dos hogares (Villegas, 2007).
Los hermanos mayores pueden adoptar el papel del progenitor ausente y es probable que
asuman una actitud de sobreprotección con los hermanos y quieran ocupar el espacio que el
padre deja en la cama de la madre. La ausencia total del padre, quien es el que
generalmente sale del hogar, puede ocasionar en los hijos la pérdida del modelo de
orientación. Al suspenderse el apoyo directo que él ofrece a la madre en la crianza, se
descuida o se pierde la función socializadora que él ejerce.
Es importante resaltar que los padres deberían continuar acompañando a sus hijos como tal
y están en la obligación de establecer normas y rutinas similares con ellos, porque así les
ofrecen la seguridad y la confianza que necesitan para continuar con su desarrollo y a la vez
se disminuye el sentimiento de abandono que sienten.
Además, Chen, (2011) dice que los hijos de padres divorciados también tienen 50% más de
posibilidades de casarse con otro hijo de divorciados, dice. Los consejeros matrimoniales
aseguran que han visto cómo los problemas de esposos afectan la forma en la que un hijo
percibe su propia relación amorosa
METODOLOGÍA
OBJETIVOS
Objetivo General.
Disminuir las conductas desadaptativas que presentan los alumnos del Jardín de
niños José María Velasco de 4 a 6 años de la comunidad de Colorines, Estado de
México que estén viviendo un proceso de divorcio de los padres
Objetivos Específicos.
PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN
¿Las repercusiones conductuales desadaptativas que presentan los niños del Jardín de niños
José María Velasco de 4 a 6 años de la comunidad de Colorines, Estado de México, con
padres en proceso divorcio pueden desaparecer por completo?,
El divorcio es una situación cada vez más común en diversos países alrededor del mundo,
en 2012, de acuerdo a cifras proporcionadas por el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía (INEGI) en México, durante el año 2012, se registraron más de 99,000 divorcios.
En 1980 por cada 100 matrimonios había 4 divorcios; en 1990 y 2000 esta cifra se elevó a
poco más de 7 divorcios, para 2005 el número de divorcios por cada 100 matrimonios fue
de casi 12 y al 2012 fue de 17 divorcios por cada 100 matrimonios.
Cuando la disociación del matrimonio es un hecho, debe ser prioridad de los padres evitar,
en medida de lo posible, las repercusiones de índole negativa o todas aquellas que puedan
derivar en daños emocionales, psicológicos o conductuales en los niños pequeños, ya que,
cuando éste acontecimiento es asimilado y existe una relación sana con al menos uno de los
padres, las influencias negativas se logran mitigar. Concretamente, los niños de familia
monoparentales a cargo de la madre es más probable que presenten puntuaciones más
elevadas en conducta agresiva, comportamiento antisocial, conducta delictiva y consumo de
alcohol y drogas (Cantón y Justicia, 2002a)
Investigadores de distintas especialidades han estudiado los efectos del divorcio en los
niños y adolescentes, pero no hay conclusiones unánimes. Asimismo, señalan que las
consecuencias pueden ir de moderadas a graves, de transitorias a permanentes y que
dependen de diversos factores: del grado del conflicto previo, de la crianza conjunta de los
hijos) y de los efectos del deterioro económico. Cabe mencionar que las reacciones
emocionales que se dan en los niños no están predeterminadas, puesto que dependen de un
número importante de elementos, tales como la historia del niño, la manera y habilidad que
tiene para enfrentarse a la nueva situación que se está presentando en su vida (García,
2009). En ocasiones se creen culpables por el alejamiento de sus padres, temen quedarse
solos y abandonados, estas son algunas de las reacciones que se pueden presentar en los
niños.
Los hijos de padres divorciados, comparados con los que viven con ambos progenitores, es
más probable que presenten problemas de adaptación (Cantón, Cortes y Justicia, 2002). En
1996 (Simons y Chao), se hizo mención que los adolescentes que viven en hogares con un
solo representante paternal, presentan más conductas delictivas (robos, citación judicial).
La relevancia del tópico de la separación parental, radica en que los conflictos que pueden
surgir en los infantes que no han vivido una adecuada transición de ésta etapa, existen altas
probabilidades de verse afectados por conductas de evitación de diferente índole, así como
la presencia de agresiones de diversos tipos dirigidos hacia sus coetáneos. Por todo lo
anteriormente expuesto, el principal propósito que se pretende alcanzar es: disminuir las
conductas desadaptativas que presentan los alumnos del Jardín de niños José María Velasco
de 4 a 6 años que estén viviendo un proceso de divorcio de los padres. Asimismo, Describir
las conductas de agresión y evitación, Determinar la frecuencia, intensidad y duración de
conductas de agresión física y Determinar la frecuencia, intensidad y duración de conductas
de evitación, mismos que ayudarán a alcanzar la meta principal
TIPO DE ESTUDIO
De acuerdo con los datos planteados anteriormente, el estudio planteado para realizar y
cumplir los propósitos de éste trabajo, tarea que se desarrolla mediante la implementación
de un estudio de tipo descriptivo. Es función de los estudios descriptivos detallar
fenómenos, qué son y cómo se manifiestan. La utilidad de los estudios descriptivos es que
sirven para mostrar con precisión los ángulos o dimensiones de un fenómeno, suceso,
comunidad, contexto o situación (Hernández, Fernández y Baptista, 2010), toda vez que se
conjuntan las metas, facilitando la obtención de resultados, el análisis de la información y la
manera en cómo interaccionan las variables, tanto dependientes como las independientes.
Los estudios descriptivos han probado ser de utilidad en más de una oportunidad,
particularmente cuando el objetivo de una investigación no se acerca a dilucidar o pretende
descubrir las causas que originan un fenómeno.
HIPÓTESIS
Las conductas desadaptativas que presentan los niños de cuatro a seis años del Jardín de
Niños José María Velasco se pueden minimizar mediante un proceso de modificación
conductual, dejando a un lado las causas que generen tales conductas.
DEFINICIÓN DE VARIABLES
Las variables a considerar para realizar un trabajo experimental, como lo es éste, son las
siguientes:
Variable dependiente (VD), la cual sirve para observar si la variable independiente (VI)
provoca algún cambio o no lo hace, para determinar si la VI produce un efecto significativo
en la VD se utilizarán 3 diferentes, las cuales son: frecuencia, de las conductas
desadaptativas (número de veces que se realiza una conducta de agresión o de evitación),
intensidad de las conductas desadaptativas (Cantidad de objetos o personas que son
víctimas de agresión o que se evitan), finalmente se tomará en cuenta la duración de las
conductas desadaptativas (tiempo que se mantienen las conductas desadaptativas de
evitación y agresión). De igual manera la VI que se manipulará es un programa de
modificación conductual, que seguirá los principios de la terapia conductual para modificar
las VD; Así mismo, las variables de control (V. CONT) son, el grado escolar de los
participantes, aunado a la cantidad de observadores diferentes para establecer las diversas
líneas base, para lo cual se emplearán tres, cabe mencionar que todos los participantes
deberán ser hijos de padres divorciados o en proceso de divorcio. La distribución de los
participantes a las diferentes secuencias se ha dejado como variable aleatoria (V.A) de la
misma forma la cantidad de niños y niñas que pasaran cada secuencia experimental, esto
con el propósito de realizar análisis en futuros trabajos, donde el factor relevante sea la
comparación de las conductas desadaptativas entre hombres y mujeres
Sin embargo, a pesar del control experimental, siempre existirán aquellas variables que no
pueden ser controladas y, por ello, pueden sesgar los resultados, es decir, las variables de
Confusión (V.C.) no obstante, es deber del experimentador minimizar tales efectos por tal
razón se han analizados diversos factores que pueden impedir la pureza del experimento,
estas son, la reconciliación de los padres o el abandono del tratamiento por parte de los
participantes.
TIPO DE DISEÑO
El diseño implementado del que se valdrá la presente tesis, para comprobar y sostener las
aseveraciones antes mencionadas es un diseño experimental Univariable, Múlticondicional
de tipo conductual, es decir, un diseño de balanceado entre grupos ABA- BAB (Castro,
1975) durante el cual se obtienen un gran número de observaciones en diferentes
secuencias, teniendo en cuenta el efecto de orden, estas observaciones sirven a modo de
comparación para evaluar si los cambios son producidos por la presencia de una variable
independiente. Si se observa un cambio en la respuesta, entonces, se puede se argumentar
que los efectos provocados en la variable dependiente son producto de la variable
independiente. Esto se puede entender de la siguiente manera:
A-B-A
A-B-A
A la segunda hilera se le considera como una replicación entre sujetos o entre grupos de la
primer hilera (Martin, 2008), la principal ventaja de llevar a cabo un diseño entre sujetos es
que la exposición a la variable independiente no puede contaminar el comportamiento del
participante que esté en otros niveles. 5 participantes en cada grupo
POBLACIÓN Y MUESTRA
INSTRUMENTO
Fase 1: En primer lugar es de hacer notar la relevancia que tiene esta primera fase, ya que,
en ella es el momento el cual se establecerá el reglamento, frecuencia y tipo de reforzadores
que se emplearán a lo largo de toda la experimentación conductual. Ello se realiza con el
propósito de minimizar la saciedad que los participantes puedan presentar ante los
reforzadores; mismos que pueden ser primarios (cuyo valor es innato, p. ej. Comer o
dormir) o secundarios (cuyo valor es aprendido, p. ej. Juguetes, videojuegos, etc…). Todo
aquello que sea estipulado en el acuerdo entre experimentadores y participantes no podrá
ser modificado una vez que el experimento haya dado comienzo. Cabe señalar que, el
contenido del acuerdo, es decir, cada uno de los apartados, preferentemente se realizará de
modo que cada uno de los participantes obtenga los reforzadores, que mejor le convengan.
Sin embargo, el contenido del acuerdo no podrá ser, en ningún caso, individual, por lo
tanto, se debe alcanzar un consenso entre experimentadores y participantes.
Fase 2: Una vez que la fase 1 haya concluido, se procede a establecer la línea base de las
diferentes conductas, pero, esto únicamente se realizará en los participantes que
pertenezcan a los grupos de las secuencias ABA. La línea base de ambas conductas
desadaptativas, se determinará mediante el uso de diferentes tipos de registro, en donde es
labor de cada observador (al mismo tiempo), determinar la frecuencia, intensidad y
duración de las conductas desadaptativas que presenten o no los participantes, que
pertenezcan a la secuencia antes mencionada. Para efecto de reducir posibles errores, el
procedimiento anterior se llevará a cabo con cada uno de los participantes, en cada una de
las sesiones de observación. No obstante, el registro previamente citado, se debe efectuar
un participante a la vez.
Los criterios de entrega de los reforzadores se modificarán de acuerdo al tiempo que lleve
aconteciendo el programa de modificación conductual.
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Frecuencia
(Número de veces que se realiza una conducta de agresión o de evitación)
8:00 a 9:00 9:00 a 10:00 10:00 a 11:00 11:00 a 12:000 12:00 a 13:00
Duración
(Tiempo que se mantienen las conductas desadaptativas de evitación y agresión)
8:00 a 9:00 9:00 a 10:00 10:00 a 11:00 11:00 a 12:000 12:00 a 13:00
Intensidad
(Cantidad de objetos o personas que son víctimas de agresión o que se evitan)
8:00 a 9:00 9:00 a 10:00 10:00 a 11:00 11:00 a 12:000 12:00 a 13:00