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República Bolivariana de Venezuela

U.E.C Agustiniano “Cristo Rey”

Materia: Convivencia

¿ES LA MUERTE UNA SOLUCIÓN?

Caracas, 24 de enero de 2018


¿Es la muerte una solución?

Las personas en la sociedad respondemos a códigos de conducta y comportamiento


que regulan las interacciones sociales, el modo de relacionarnos con el resto de los
individuos y con la naturaleza. Entre estos códigos hay conceptos fundamentales como
el respeto a los demás, la tolerancia, la honestidad y sobre todo el bien y el mal, bases
de la justicia y las decisiones penales que se aplican a lo largo del mundo. Cabe destacar
que son conceptos muy variables y que responden en algunos casos a situaciones
ambiguas o de interés personal. Son conceptos sometidos a perspectivas, es decir, para
unas personas algo bueno es malo y viceversa, complicando así la objetividad al
imponer estas etiquetas a situaciones, acciones, etc.

Cuando se rompen estos códigos atentando con el bienestar de otra persona o


dañando el medio ambiente y seres vivos se aplican castigos que permiten demostrar y
establecer los parámetros del “bien y el mal”, esta dinámica se viene aplicando desde
los principios de la humanidad como control para el mantenimiento de una sociedad
sana y duradera. Como siempre en el principio los castigos eran realizados sin seguir
ningún tipo de normativa y de vez en cuando sin bases objetivas, volviendo al
victimario en víctima y en víctima al victimario, generando más violencia que control,
ya que, al ser hombres tenemos la tendencia a equivocarnos y actuar de forma
impulsiva, ya sea por sentimientos, emociones, prejuicios, ignorancia e ideales.

Una de las principales leyes que surgen para determinar estas sanciones es la Ley del
Talión, donde se “imponía un castigo que se identificaba con el crimen cometido. De
esta manera, no sólo se habla de una pena equivalente, sino de una pena
idéntica. Históricamente, constituye el primer intento por establecer una
proporcionalidad entre daño recibido en un crimen y daño producido en el castigo,
siendo así el primer límite a la venganza” (Nesty, 2011). A partir de este principio a lo
largo del tiempo se crearon leyes con basamentos más humanos que permiten un
sistema judicial imparcial y que permita la reivindicación de los criminales.

Sin embargo surgen muchos conflictos en el momento en que un ser comete un


crimen grave, tal como el homicidio o violación, crímenes clasificados de esa forma por
el acto que cometen que es perjudicar de forma directa la vida de alguien o incluso,
arrebatarla. Normalmente se piensa que las personas que cometen estos actos no tienen
el derecho u oportunidad de reintegrarse a la sociedad casos a los cuales se aplica la
Pena de Muerte.

Se conoce como Pena de Muerte a una “pena corporal de efecto directo”, es decir, el
agresor se ve involucrado completamente al pagar con su vida el crimen cometido. Sus
motivos son extensos, dependiendo de las leyes de cada país, tendencias políticas y
religiosas, pero su finalidad es la misma, terminar con la existencia del criminal
acusado. El principal problema con este tipo de reprimenda surge en el momento de la
decisión de su aplicación, ya que, este legalmente es sentenciado por un juez, el cual
siendo un ser humano puede equivocarse o verse influenciado. Es aquí donde surgen las
preguntas ¿qué tantas facultades, conocimientos o experiencias debe adquirir un juez
para decidir cuándo acabar con la vida de una persona? ¿Es solo una cuestión de
estudios y de reglas? ¿Se toma en cuenta el peso de una decisión irreversible como lo es
la muerte? Si es cierto que la mayoría de las personas que son sometidas a este destino
toman la misma decisión, pero de forma barbárica o vengativa.

Otro de los puntos que entran en debate son aquellos de clase ideológica y religiosa.
Uno de los principios básico de la Iglesia católica se encuentra entre los diez
mandamientos, el cual es “no matarás”, base que choca de forma clara con la aplicación
de la Pena de Muerte. Sin embargo “El Catecismo de la Iglesia Católica, expone que la
enseñanza de la Iglesia no excluye la pena de muerte, cuando ésta es la única solución
para colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicios y así mantener la
perseverancia del bien común. Sin embargo, hoy en día la autoridad pública, tiene
suficientes medios incruentos para defender a la sociedad del agresor. Por lo tanto la
Iglesia, hace inválida su aplicación.”.(Barry, 2010). Es decir que la Pena de Muerte para
la Iglesia sería la última de las opciones posibles para reprimir un acto de graves
consecuencias.

A su vez la Pena de Muerte puede, como casi todo, puede utilizarse como un
instrumento para reprimir a las personas que no estén de acuerdo con un régimen o sean
peligrosas para el mismo, ya que, el Estado tiene la decisión a la hora de establecer los
parámetros para aplicarla y esto sumado a la corrupción puede ser mortífero para la
libertad de expresión y de justicia.
La mayoría de las veces al tratar un problema solo se buscan soluciones inmediatas,
aquellas que se usan cuando ya el daño está hecho y no se puede hacer nada para
cambiarlo, la Pena de Muerte es un claro ejemplo de estas “soluciones”. El mundo
jurídico debería dejar de discutir acerca de cómo hacer más digna o menos dolorosa esta
práctica y basarse en el verdadero problema ¿En qué condiciones habrá vivido una
persona para decidir matar a sangre fría? ¿Qué se pudo haber cambiado?

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