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La Gerencia Basada en Valores: La tercera vía

Es imposible negar el creciente estado de conmoción mundial. Líderes de todas las


áreas y tendencias nos vienen advirtiendo que el mundo que conocemos no es
sustentable, y que a menos que actuemos a tiempo y deprisa, corremos el riesgo de
que los cambios produzcan un estado general de las cosas peor que el que está
causando todos estos tumultos. En Venezuela no escapamos a esta realidad; de hecho,
estamos actualmente en una coyuntura particularmente delicada que puede significar el
fin del país que conocemos, con sus virtudes y defectos, y el nacimiento de uno nuevo,
con implicaciones y consecuencias que ni siquiera sus impulsores conocen a cabalidad.

Los grandes enfrentamientos que hoy en día se suceden en el mundo tienen en su


mayoría raíces sociopolíticas, religiosas, o una combinación de ambas. Asimismo, en la
mayoría de los casos, de un lado y usualmente en el banquillo de los acusados está el
capitalismo; del otro, están grupos de diversas raíces y tendencias que de una forma u
otra se han sentido y se sienten desplazados, subestimados y hasta atacados por ese
capitalismo. Las soluciones que plantean, tan diversas como sus proponentes, tienen
algunos factores en común: la sustitución del sistema vigente por otro que dé respuesta
a la injusticia social y a las grandes inequidades a través de mecanismos más justos
para la distribución de la riqueza. Todas estas soluciones requieren efectuar un
significativo cambio en el balance de poder vigente.

Revisemos ahora un poco la historia. El capitalismo blanco de tantas acusaciones y


ataques, es el que conocemos como capitalismo “salvaje”, siendo este último calificativo
usado generalmente por sus detractores. El capitalismo en sí, sin embargo, no nació
con planes o aspiraciones de convertirse en “salvaje.” Según Wikipedia 1, “El
capitalismo generalmente se refiere a un sistema económico en el cual los medios de
producción son total o parcialmente propiedad de particulares y operados con fines de
lucro, en el cual las inversiones, la distribución, los ingresos, la producción, y la fijación
precios de los productos y servicios se determinan a través de la operación de una
economía de mercado.”

La historia de los últimos quinientos años tiene mucho que ver con el desarrollo del
capitalismo, con sus componentes positivos y negativos. Notables estudiosos incluso
alegan que su historia está ligada al nacimiento de la misma democracia, por haber
florecido ambas concurrentemente en Gran Bretaña en el siglo 18.

El capitalismo es el sistema económico predominante hoy en día. Sin embargo, muchos


economistas argumentan que el capitalismo puro, o “laissez-faire”, no existe como tal.
Lo que predomina son las llamadas “economías mixtas” que mezclan las empresas
privada y pública, el libre mercado y la legislación reguladora buscando un equilibrio
entre los intereses de todos.

No hay sistema económico al que se le pueda atribuir mayor poder de generación de


riqueza y progreso que al capitalismo. Desafortunadamente, tampoco podemos negar
que en su desarrollo y transformación, el costo de esta generación de riqueza se ha

1
http://en.wikipedia.org/wiki/Capitalism. (Traducción del autor.)
hecho cada vez más alto, y no sólo hablamos del costo económico. Hablamos del costo
social y del costo ambiental.

La empresa privada es el alma y corazón del capitalismo. Durante la evolución de éste,


las empresas han adquirido un poder nunca imaginado por sus fundadores. La
globalización y la necesidad de competir ha llevado a las grandes corporaciones a
extender su área de influencia a muchos países, con gentes y culturas diferentes,
quienes a pesar de sus diferencias esenciales están igualmente a merced de las
decisiones que en forma centralizada toman dichas corporaciones. Las consecuencias
de estas decisiones en las comunidades en las cuales las corporaciones tienen
presencia han sido generalmente subestimadas y en algunos casos hasta ignoradas por
los líderes que las toman.

Los opositores del capitalismo desdicen de su precepto fundamental de que la


búsqueda del beneficio propio llevará en forma natural al beneficio colectivo.
Argumentan, en cambio, que el capitalismo induce en forma natural la acumulación de
riqueza y poder, incluso a la monopolización, sin poder evitar fomentar las
desigualdades sociales. Los moderados abogan por una mayor intervención del estado
en garantizar la distribución justa de las riquezas. Los revolucionarios, por su parte,
piensan que hay que abolirlo en forma total, sin ofrecer alternativas históricamente
probadas que lo sustituyan en su poder de generación de riqueza y bienestar. Hay, sin
embargo otra salida.

Líderes empresariales de todo el mundo, conscientes de las desigualdades e injusticias


sociales, así como del deterioro ambiental, se han abocado a proponer alternativas al
capitalismo tal y como lo conocemos, al cual declaran simplemente como no
sustentable. Sus propuestas, considerablemente menos traumáticas pero no
necesariamente menos efectivas que las demás, no implican delegar el control del
bienestar a terceros, sino más bien asumirlo como estrategia fundamental, y mucho
menos abolir al sistema en si. Coinciden al darle a la empresa privada un nuevo papel,
considerablemente más protagónico, en el desarrollo de la sociedad y en el
aseguramiento de su bienestar.

Una propuesta sistémica que está cobrando auge a escala mundial es la Gerencia
Basada en Valores. Este sistema de gestión incluye y abarca a los sistemas
tradicionales de gestión empresarial, pero introduce elementos nuevos que cambian
totalmente la forma de ver y de gerenciar a las empresas, y proponen un nuevo rol para
éstas. Este nuevo rol se basa en un cambio elemental en el precepto fundamental del
capitalismo del cual hablábamos antes. Cito al renombrado inversionista George Soros:
"La doctrina del capitalismo Laissez-faire sostiene que el bien común se logra a través
de la búsqueda desinhibida del beneficio propio. A menos que sea moderado por el
reconocimiento de un bien común que está por encima de los intereses particulares,
nuestro sistema actual el cual, no obstante imperfecto, califica como una sociedad
abierta, tiene grandes posibilidades de derrumbarse2”

2
G. Soros, “The Capitalist Threat”, Atlantic Monthly, Volume 279, No. 2, February 1997
(Traducción del autor)
En otras palabras, lo que está en juego es la sostenibilidad del capitalismo y lo que se
requiere es un cambio de gran alcance. Para que un cambio tan trascendental suceda
en las empresas debe estar precedido de un cambio similar en sus líderes. Sólo se
materializará cuando ellos dejen de operar en base puramente al interés propio y
comiencen a asimilar la gran realidad de que la globalización hace cada vez más difícil
crecer a través de la eliminación de la competencia, y de que las verdaderas ventajas
competitivas provienen del crecimiento interno, de la adecuada gestión del talento, y del
respeto al medio ambiente.

La evolución de la humanidad se ha caracterizado por ser una secuencia más o menos


continua de cambios y transformaciones, alterada ocasionalmente por cambios
trascendentales. La mayoría de estos cambios trascendentales se han sucedido para
responder a desarreglos mayores e invariablemente la solución ha sido aquella que, en
el largo plazo, tiende con más énfasis hacia el bien común. Quienes promovemos la
Gerencia basada en valores pensamos que lo está comenzando a tener lugar es un
cambio trascendental, que afectará al capitalismo y a las empresas, y que será el
comienzo de una serie de transformaciones que tenderá a revertir las desigualdades e
inequidades creadas por el capitalismo tradicional, e igualmente repondrá un equilibrio
entre las empresas y el medioambiente. Este cambio, sin embargo, no vendrá desde
afuera. Por el contrario, un cambio de tal profundidad sólo puede originarse desde
adentro. Se trata, nada más y nada menos, que conocernos a nosotros mismos.

La gerencia basada en valores tiene a uno de sus preceptos más importante el


considerar a la organización como un organismo vivo. Conformadas por seres
humanos, las organizaciones adquieren las emociones y la personalidad de sus líderes,
expresadas a través de los valores que éstos exponen. La personalidad de las
organizaciones es equivalente a su cultura. Una organización tendrá una cultura sólida
si los valores de sus líderes son compartidos y vividos por la gente que trabaja en ella.
Consideradas entonces como organismos vivos y más aún, como seres humanos, su
bienestar total sólo puede conseguirse a plenitud mediante el logro equilibrado del
bienestar físico, emocional, mental y espiritual.

El bienestar físico de una organización tiene que ver con el éxito en su desempeño
financiero, medido a través de índices que sólo hablan de su historia pero poco dicen de
su futuro. El bienestar emocional tiene que ver con lo bien que sus integrantes se
sienten como comunidad y con la calidad de las relaciones entre ellos. Se mide a través
de índices de productividad, calidad y eficiencia.

El bienestar mental está directamente relacionado con su capacidad de aprender del


entorno y de su propio interior. Se mide por el grado en que sus procesos y productos,
por un lado, y el crecimiento de su personal por el otro estén abiertos a las innovaciones
y en un permanente estado de cambio hacia la mejora. El bienestar espiritual está
relacionado con el grado de cohesión interna y externa que logra la empresa. El
sentimiento de pertenencia de sus trabajadores, así como el establecimiento de
alianzas estratégicas y el mantenimiento de las mejores relaciones ganar-ganar-ganar
con clientes, proveedores, competidores y con la comunidad en general presentan
buenos indicadores del éxito en el logro del bienestar espiritual.
Cuando los líderes empiezan a mirar hacia adentro de ellos mismos y de sus
organizaciones y no hacia afuera; cuando dejan de ver a su organización como una
simple máquina de hacer dinero y comienzan a preocuparse ya no sólo por su bienestar
físico sino por su bienestar pleno, es cuando podemos decir que el cambio
trascendental está en marcha. Este cambio se logra a través de la satisfacción del
personal, del establecimiento de relaciones justas y equitativas con clientes,
proveedores y competidores, y de la adopción de una actitud responsable y
conservadora en sus relaciones con el medioambiente, sin olvidar que una empresa sin
beneficios atractivos cierra sus puertas.

La gerencia basada en valores es una herramienta única y valiosa en la que los líderes
pueden apoyarse en la promoción y consecución de estos cambios. Es hora de
comenzar a buscar qué es lo correcto y no quién tiene la razón.

Emilio Ferrero Norrild


Consultor Asociado
Creating, C.A.
Octubre de 2007

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