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¿Por qué son tan importantes los primeros cinco años de la vida de un niño?

¿Qué se juega allí?


Los primeros diez años de la vida los dividimos en dos fases: la primaria infancia hasta
los cinco años y luego, la niñez. Pero, ¿por qué es tan importante la primera infancia?
Porque es fundacional, se crean todas las redes cerebrales neuronales que van a ser
la base de lo que va a ocurrir después, los cimientos del desarrollo cognitivo y
socioemocional futuro del niño.
El filósofo francés Jean Paul Sartre (1905-1980) en su obra “Las Palabras” dice que en
el adulto no importa su valor, su posición social o su actitud, “decide la infancia”. Lo que
quiere decir es que el ser humano es lo que decidió su infancia que fuera. Por lo tanto,
esos primeros cinco años son claves.
Sobre estas redes fundacionales se van a montar los próximos cinco años, hasta los
10, que es cuando se sientan las bases para el desarrollo intelectual y cultural futuro.
Por lo tanto, primero ocurre el desarrollo cognitivo, el conocer, y luego el intelectual, el
conceptualizar el conocimiento. Esa conceptualización inicial, que ocurre
principalmente de los siete a los 10 años, va a ser la base para el desarrollo intelectual
futuro que es ilimitado.
El desafío para educadoras de párvulos y profesores
Si consideramos que la primera infancia es fundacional, ¿cuáles son los
hallazgos de la neurociencia que toda educadora de párvulos debería conocer?
Lo esencial es que el niño viene ya antes de nacer con una red neuronal de soporte,
que se desarrolló durante los últimos tres meses del embarazo. Sobre esa red, durante
su primera infancia va creando modelos internos sólidos, estables e indelebles, que
serán la base de todo lo que vendrá después. Por ejemplo: un modelo interno
lingüístico, un modelo interno comunicativo, un modelo interno social, un modelo interno
de descubrimiento del mundo natural, un modelo interno del movimiento. Para ello, el
niño cuenta con tres veces más potencial sináptico que el que va a tener de los siete
años en adelante. Se estima que tiene 300 billones de neuronas en la corteza cerebral,
algunas de ellas vienen conectadas y otras están abiertas a la experiencia, es decir,
van a esperar la sinapsis. De estos 300 billones, entre los cinco y los siete años
eliminarán al menos 100 billones, pero las redes fundacionales se mantienen.
La magia del cerebro humano es que se reorganiza constantemente para lo que está
por venir. En la historia de su evolución de millones de años hubo un aprendizaje y el
cerebro sabe que el futuro va a ser más complejo.
¿Cree que hoy en día se les habla suficiente de neurociencia a las educadoras de
párvulos?
Sí. El dilema está en quiénes hablan de neurociencia, ése es el tema. Hablar de
neurociencias es muy fácil, pero hablar de neurociencias aplicadas a la educación no
tanto. Requiere de una serie de condiciones que no las tiene todo el mundo. Un
neurobiólogo de laboratorio puede hablar maravilloso de neurociencias, pero de allí a
aplicarlas en el ámbito de la educación, eso es distinto. Hoy hay mucha gente hablando
de neurociencias porque han ido a tres o cuatro seminarios, eso es peligroso. Es como
enseñar cocina internacional luego de ir a tres cursos sobre cómo se prepara el risotto.
Yo estoy un poco preocupada, tenemos poca expertise en el tema, pero
afortunadamente recibimos extranjeros con muy buena formación que creo que son un
aporte importante. En todo caso, las neurociencias llegaron, se instalaron, y de aquí no
las mueve nadie.
¿Cómo pueden los profesores de niños pequeños aprovechar todo su potencial
y que, al mismo tiempo, sean felices?
Hay que dedicar tiempo a la música, el arte, los juegos, el movimiento y la creatividad.
Una de las grandes perdedoras hoy día es la imaginación. Los niños actuales son
expertos en el “touch”, pero son muy precarios en el imaginar. Cuando les he pedido a
algunos chicos que inventen un animal, dicen que no se les ocurre y quieren buscarlo
en google. Yo les insisto: “intentémoslo, te voy a ayudar a imaginar”. Pero les cuesta
enormemente, porque no están acostumbrados a producir.
Es decir, los profesores deben fomentar actividades que incrementen la
imaginación de los niños.
Claro. Y se puede usar la tecnología digital, pero se tiene que saber usar para que esté
al servicio de la imaginación, de la creatividad, del desarrollo lingüístico y matemático.
Esto no es lo mismo que pasar a los niños una tablet para que juegue, porque ahí él no
crea, no imagina.
Cómo armonizar las transformaciones del cerebro infantil con la escolarización
inicial
El título de su ponencia en el III Congreso de Educación, efectuado
recientemente, fue: “Los primeros y mágicos 10 años de la vida: Armonizar las
transformaciones del cerebro infantil con la escolarización inicial”. ¿Cómo se
puede lograr eso?
Éste es un ámbito sobre el cual estoy insistiendo mucho: la necesidad de comprender
que el concepto de escolarización de un niño pequeño, desde que entra a primero
básico y hasta que llega a cuarto básico, es muy estrecho, se centra exclusivamente en
lo cognitivo. Se da exagerada importancia a que el niño adquiera conocimientos, que
se supone le van a ser útiles después para la vida. La verdad es que esos años están
para que el niño desarrolle competencias esenciales de escolarización, que más
adelante le van a servir para adquirir y comprender los conocimientos.
Por ejemplo, si a un niño pequeño se le enseña lo que es la célula, él aprenderá pero
de memoria. Su cerebro no está listo aún para entender lo que es una célula, un
concepto tan abstracto. En cambio, sí puede desarrollar ciertas competencias
esenciales que le van a permitir después una buena conceptualización; me refiero a la
capacidad de imaginar, crear, jugar, estar en movimiento, escuchar música, tomar
contacto directo con la naturaleza.
Howard Gadner, psicólogo e investigador de la Universidad de Harvard y autor de la
teoría de las inteligencias múltiples, fue el primero en demostrar que el cerebro del niño
ofrecía a la educación muchísimo más que un cerebro lingüístico-matemático. En ese
sentido, las metodologías de enseñanza deben aprovechar todo lo que el niño creó y
consolidó los primeros cinco años de la vida.
Los profesores, ¿cómo pueden despertar la curiosidad y el asombro de los niños
sin dejar de lado el currículum que deben enseñar?
Ésa es una de las tremendas inquietudes. Muchas veces cuando los profesores van a
mis seminarios me dicen: “todo esto es maravilloso, pero no se puede hacer”. Pregunto:
¿por qué no? “Porque a mí me exigen hacer planificaciones, pasar la materia, etc”. Yo
les digo: “perfecto, pero eso es lo grueso, el modus operandi, tu arte, tu vocación, hace
la diferencia”. Es como el médico del servicio público, que le dicen que tiene que atender
a cinco pacientes por hora y se transforma en un robot, atiende rápidamente y que pase
el siguiente. Hay médicos que aun atendiendo a cinco pacientes por hora, ejercen el
arte de la atención integral. Esos médicos tienen una profunda vocación. Todo depende
de la persona. Yo les digo a los profesores: “aunque tengas la espada de Damocles
encima, con las planificaciones por hacer y la directora pendiente de lo que estás
haciendo, tú eres libre en el aula. Cierra la puerta y has las cosas como te dicta tu
corazón. Si tienes que pasar tal materia, perfecto, pero transfórmala de una manera tal
que resulte atractiva”.
Por ejemplo, si se va a hablar de la célula. ¿Por qué no comenzar contando la historia
del español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934)? A él lo expulsaron de la escuela
porque no aprendía y el padre, furioso, lo llevó donde un zapatero a quien le dijo:
“enséñele a remendar zapatos, que es para lo único que sirve”. El zapatero usaba
tinturas para teñir zapatos y ahí el chico comenzó a idear cómo usar estas tinturas. ¡Fue
el primero que tiñó la neurona en el cerebro! Recibió el Premio Nobel de Medicina en
1906 y llegó a ser campeón mundial de ajedrez. Era un genio de la neurociencia, sin
sus aportes no sabríamos lo que es una neurona. Con una historia como ésa, todo el
curso se va a motivar.
La mielina y su impacto en la inteligencia
Hoy la neurociencia ha puesto énfasis en la mielina, material formado por proteínas y
sustancias grasas que aísla cada nervio en el cerebro y la médula espinal como una
funda de plástico alrededor de un cable eléctrico. Su tarea es que los impulsos
eléctricos se transmitan de manera rápida y eficiente a lo largo de las neuronas. Por lo
tanto, si la mielina se daña, los impulsos se vuelven más lentos y se ven afectadas las
funciones motrices y sensoriales, entre otras.
Amanda Céspedes sostiene que la producción de mielina en niños menores de cinco
años es determinante en su inteligencia.
¿Qué pueden hacer los padres y educadores para incrementar la mielina en los
niños?
Ésa es una pregunta importante y con una respuesta comprometedora. La mielina se
forma esencialmente a partir de cuatro elementos:
1) Los genes, que indican cómo será la formación de mielina a lo largo del desarrollo.
2) La alimentación, pues el niño debe recibir aportes nutricionales específicos para la
formación de mielina. Me refiero a proteínas de muy buena calidad, no sólo animales
sino vegetales, especialmente legumbres; al aporte equilibrado de grasas saturadas de
animales que se encuentran en la leche entera y la mantequilla; grasas poliinsaturadas
que entregan los frutos secos (nueces, almendras), la palta y los vegetales; algunos
peces de agua fría como el salmón y el atún, pero ojalá el salmón austral y no el de
salmonera que a lo mejor no se ha alimentado de manera tan sabia como el de Puerto
Williams. A falta de estos peces, que son caros, el jurel puede ser un muy buen aporte
nutricional para un niño pequeño.
3) La posibilidad de tener sólidas experiencias motoras, ya que el movimiento es
esencial. El niño debe moverse desde que nace y a partir del año y medio en adelante,
tiene que contar con espacios protegidos en los cuales pueda moverse muchísimo. Hoy
día me encanta escuchar que en las salas cuna de la JUNJI (Junta Nacional de Jardines
Infantiles) se deja espacio a la sala de gateo.
4) La afectividad, que en el niño pequeño tiene que ver con el respeto en sus cuidados
cotidianos. Él es asistido en todo, para vestirse, alimentarse y bañarse. Ésas son
instancias de cuidados cotidianos y si en ellas es vulnerado, eso tiene un impacto en la
formación de la mielina. Por lo tanto, es fundamental el cuidado amoroso cuando se le
baña, se le viste o se le alimenta. Y esto adquiere importancia en las salas cuna donde
cada niño debe ser atendido de manera individual, amorosamente, de modo de crear
una identidad de niño respetado y considerado. Esto es clave en la formación de estas
fibras que van a ir cubiertas de mielina y que son la base para el funcionamiento
intelectual futuro.
Durante las actividades pedagógicas, ¿hay algo más que las educadoras de
párvulos y profesores deban tener presente para la formación de mielina?
Sin duda. Cuando hablé de experiencias motoras, me faltó referirme a las experiencias
sensoriales y éstas tienen que ver con la percepción: visual (formas, colores), auditiva
(melodías de canciones y rondas). Un niño que crece escuchando melodías, canciones
y rondas va a ser dos veces más inteligente que el que no las escuchó o escuchó otra
música. El que crece al ritmo del reggeaton no va a tener el mismo desarrollo intelectual.
Lo musical, lo visual, lo táctil, la experiencia de trabajar con arena, macilla o plasticina,
es fundamental. Pero aquí el educador o educadora tiene que tener muy claro dónde
está actuando, qué está estimulando. Si sus alumnos van a trabajar con plasticina, debe
saber por qué va a realizar esa actividad, qué modelos internos va a estar creando el
niño que trabaja con eso.
El 80% de la mielina se forma antes de los cinco años de edad y el 20% de los siete a
los 25 años. Por lo tanto, en ese período tenemos la posibilidad de seguir formando
mielina. ¿Cómo se debe formar? De los cinco a los 10, dándole centralidad a los juegos,
al baile, a la música, al canto, a la ejecución musical. Todos los niños debieran ejecutar
un instrumento musical desde pequeños. Y luego, a partir de los 11 o 12 años sus
fuentes de producción de mielina son a través del baile, la música y otros estímulos
intelectuales como la lectura. Lamentablemente, los adolescentes también se
proporcionan sus fuentes de destrucción de mielina. Ayer realicé una charla para padres
y el tema era alcohol y adolescentes; puse mucho énfasis, ojalá los adolescentes me
escucharan, de que el alcohol entre los 13 y 25 años de edad es un destructor de
mielina, por lo tanto destruye esencialmente la inteligencia.
El papel de la inteligencia emocional
¿Qué importancia tiene la inteligencia emocional en el proceso de enseñanza –
aprendizaje? ¿Y cómo se educa?
Hay un dicho: “Para aprender el alma debe estar serena”, por lo tanto el aspecto
socioafectivo del niño, su armonía emocional, es esencial. Hay una relación directa
entre el desarrollo de la inteligencia y el de los aspectos socioafectivos. Cuando hago
clases a los profesores les digo que lo intelectual es como un guiso que vamos a
preparar, ponemos la cacerola al fuego, pero el error más grande sería colocar la
cacerola e irse, hay que encender el fuego. Sólo así, se va a cocinar bien el guiso.
Entonces, es un error entregar y entregar contenidos a los niños sin haberse
preocupado primero del aspecto emocional.
¿Cómo nos preocupamos de eso?
En los primeros cinco años de la vida lo importante para el niño es sentirse seguro,
saber que lo quieren y confiar en un adulto que ha creado un vínculo con él. La creación
de ese vínculo afectivo con el niño pequeño es fundamental y se consigue a partir del
respeto irrestricto hacia él.
Muchas veces el adulto dice: “Yo lo respeto” y al rato siguiente, le está gritando. El
respeto en los cuidados cotidianos, la valoración, lo que los conductistas llamaban el
estímulo positivo, cumplen un papel relevante. El acento no debe estar puesto en “mira
lo que hiciste” o “deja de hacer eso”, sino en “me encanta lo que hiciste”, “muy bien,
felicitaciones”. También vale la pena mencionar aquí la música y el juego, que son
grandes fuentes de alegría para el niño.
Pero nos encontramos con un problema: hay que educar emocionalmente al adulto. En
Chile, de 10 adultos que tienen que ver con niños, ocho son analfabetos emocionales.
Más que darles una serie de tips de qué hacer, creo que hay que educarlos
emocionalmente, enseñarles las claves de la relación vincular con el resto de las
personas, especialmente con los niños.
¿Qué podemos hacer los adultos para subsanar de alguna manera nuestra “mala
educación emocional”? Somos demasiado estructurados, ansiosos, distímicos,
etc.
Un gobierno que cree en la educación tiene que pensar en la transversalidad de todas
las políticas públicas relacionadas con la infancia y muchas de ellas pasan por el
cuidado de la salud mental del adulto. Si tenemos adultos distímicos, rabiosos,
frustrados, insatisfechos, indudablemente eso va a incidir en forma directa en la
posibilidad de educación de un niño.
¿Qué cosas concretas hacer? Obviamente políticas públicas que favorezcan las
jornadas laborales de la mujer, que mejoren sus salarios, que amplíen el post natal de
manera que el niño no tenga que ir a la sala cuna tan pequeño, que permitan a la madre
amamantar a su hijo por lo menos año y medio porque la leche materna es uno de los
mejores precursores de la mielina. En otras palabras, políticas públicas que tengan que
ver con la felicidad del ciudadano.
Y, por otra parte, hay que trabajar con los adultos para sacar de sus cabezas un sistema
de creencias que están arraigadas en el inconsciente y que les hacen mucho daño a
los niños. Por ejemplo, Chile es un país donde la mayoría de los adultos cree
firmemente en el valor educativo del castigo. Esto es algo que me ha costado mucho
erradicar. A veces me han entrevistado y me han dicho: “Pero cómo, doctora, usted
promueve el estilo permisivo”. No, todo lo contrario. A mí me gusta la autoridad con los
niños, pero no la autoridad centrada en el castigo, porque el castigo no enseña, no
educa, reprime. Algunos adultos dicen: “A mí me dieron una cachetada y no me pasó
nada”, y replican el modelo.
Lo que hay que hacer con los profesores y educadoras de párvulos es casi una
intervención quirúrgica: sacarles todos esos sistemas de creencias. Lo primero es
hacerlos conscientes de eso, pues lo que tenemos en el inconsciente no se puede
modificar. Es un trabajo enorme y lo hacen muy bien quienes dictan talleres de
resolución de conflictos o de comunicación afectiva, que apuntan justamente a remover
sistemas de creencias erróneos e instalar creencias sensibles, lúcidas, sensatas.
Los talleres de resolución de conflictos deben ser transversales a todos los lugares
donde hay adultos reunidos, ya sea para abordar la relación entre adultos o con niños.
Son imprescindibles en los colegios o instituciones educativas. A veces el profesor no
sabe qué hacer frente a un conflicto entre dos niños y opta por descalificarlos a ambos,
amenazarlos, avergonzarlos. Cuando uno le pregunta a ese profesor por qué humilló a
ese niño, responde: “Bueno, porque cuando yo era chico así me enseñaron”. Ahí vemos
la replicación de un sistema de creencias. Hay que decirle: “así te criaron, pero no
funciona, ésta es la forma”. Los talleres de resolución de conflictos son maravillosos,
enseñan muchas estrategias para abordar un conflicto.
¿Cree necesario hacer Escuelas para Padres para ayudarlos en la educación
integral de sus hijos y acercarlos a las neurociencias?
Es tan fuerte mi creencia que este año inauguré una escuela para padres vía streaming,
que es televisión por internet. Pretendo llegar a muchos padres, aunque a veces ellos
encuentran algún argumento para no participar. El año pasado hice una escuela para
padres una vez al mes en la Universidad San Sebastián, en la sede de Pío Nono, un
lugar neurálgico donde confluyen todas las comunas y aun así llegaban entre 16 y 20
personas.
Entonces, cuesta mucho que participen, pero es necesario que lo hagan. Debemos
hacer muchísimas escuelas para padres. Esto debería ser parte de la cultura escolar,
lo que hoy día se llama la cultura inclusiva que es mucho más que integración escolar.
Todavía persiste el error de creer que inclusión es atender a la diversidad, es
exactamente lo contrario. Inclusión es que no exista la diversidad y que todos tengan
los mismos derechos. Para eso hay que educar. Entonces, insisto, las escuelas para
padres deben formar parte de la cultura escolar y se deben proporcionar a los padres y
apoderados todos los recursos para que ellos puedan tener acceso.
La escuela para padres vía streaming es televisión por internet, es como el canal del
fútbol. ¿Quién puede ver el canal del fútbol? Todo aquel que pague por verlo. En
nuestro caso, un padre o madre, en cualquier lugar del mundo, pagando una cuota
mínima, puede acceder a la escuela para padres en directo, el día y hora en que se
transmite, y luego verlo en diferido si así lo desea. Es decir, si quiere hacer una reunión
en su casa, con varios papás, puede verlo nuevamente.
En la Escuela para Padres que usted realiza, ¿sólo participan chilenos?
Todos los padres hispanoparlantes de países como Perú, Ecuador, EE.UU. y España
pueden tener acceso a esta charla. De hecho, trato de usar un lenguaje neutro, sin
chilenismos, de manera de facilitar que lo pueda ver un español, un portugués si sabe
español, etc. En estos momentos, además de chilenos, tenemos gente de Perú,
Uruguay y un matrimonio de España, pero quisiéramos llegar a muchos más. ¿Por qué
razón? Porque es muy educativo. Los padres están cansados de psicología, quieren
algo más y ese algo más se lo damos desde el modelo de la neurociencia, que es
fascinante.
La charla de abril fue sobre cómo potenciar la inteligencia de los niños. Desde la
psicología se pueden decir cuatro o cinco cosas al respecto, pero desde las
neurociencias lo que se dice es rotundo: el cerebro habla de cómo hacer a un niño más
inteligente.
En junio hablaremos sobre estrés y aprendizaje, de qué manera el estrés de la vida en
Chile, sobre todo en las grandes ciudades, está impidiendo que los niños aprendan
bien. Los niños están teniendo muy bajos desempeños de aprendizaje, las pruebas
Simce a veces son lamentables, y se opta por introducirles más y más contenido en vez
de pensar cómo trabajo yo en el medio y eso tiene que ver con el estrés.
¿Hoy tenemos más niños con déficit atencional que antes?
Todo pareciera indicar que han aumentado los niños con déficit atencional,
síndrome de Asperger y otras patologías. ¿Por qué ha ocurrido eso?
En el tema del trastorno por déficit atencional sucede un fenómeno paradójico: hay un
sobrediagnóstico y un infradiagnóstico. Es decir, por un error de índole conceptual se
identifican con déficit atencional muchos niños que no lo tienen y no se identifican los
que sí lo tienen.
¿Qué pasa? El trastorno por déficit de atención se origina por una inmadurez de la
región última de la corteza cerebral en madurar, que es la región prefrontal, que madura
al final. ¿Qué significa madurar? Mielinizar. En otras palabras, el trastorno por déficit de
atención tiene que ver con una mielinización más lenta. Pero ocurre que la región
prefrontal es muy vulnerable, muy sensible, a factores ambientales que tienen que ver
con malos hábitos de vida. Puedo dañar o perturbar el funcionamiento de mi región
prefrontal durmiendo poco o mal, alimentándome mal, viviendo en medio del estrés,
jugando videojuegos de manera compulsiva, bebiendo bebidas gaseosas con una
cantidad enorme de azúcar. Todo eso altera esta zona. Hoy vemos un incremento de
niños que actúan como si tuvieran déficit atencional, vale decir, son tremendamente
impulsivos y no se concentran, sin embargo lo único que tienen son malos hábitos de
vida que, al no ser corregidos, se van perpetuando.
En los adolescentes, el consumo prematuro de alcohol daña la mielina. Entonces, todo
se va concatenando para aumentar enormemente el número de niños y adolescentes
que no tienen déficit atencional, pero que actúan como si lo tuvieran. Creo que fui una
de las primeras en Chile que habló en la década de los 80 del seudo déficit atencional
y lo anuncié: “Esto a comienzos del siglo 21 va a ser una epidemia”. No me equivoqué.
En ese momento, aparecían los primeros Atari y videojuegos.
Al mismo tiempo, observamos que hay un infradiagnóstico, que se produce porque
muchos chicos con déficit atencional no son hiperactivos ni impulsivos, pero tienen
trastornos del aprendizaje. Y al no ser hiperactivos ni impulsivos, no se les diagnostica
y su trastorno de aprendizaje se interpreta como se ha hecho por siglos: flojera. Y no
se les presta la debida atención.
¿Y qué pasa con los niños con síndrome de Asperger?
La prevalencia de Asperger es la misma, no ha variado, lo que ha aumentado
notoriamente son niños que tienen ciertas características Asperger, aunque no el
cuadro completo. Se piensa que estas características Asperger son producto de una
serie de neurotoxinas que actuaron de manera muy sutil en el desarrollo del cerebro del
niño el último trimestre del embarazo, neurotoxinas ambientales no del todo
identificadas todavía. Algunas estarían presentes en la comida, como los aditivos
químicos, preservantes y colorantes, que serían dañinos; otras dicen relación con la
presencia de metales pesados en el ambiente y el estrés, que es una neurotoxina
porque produce cortisol que es dañino para el cerebro. Es decir, hoy tenemos más niños
con características Asperger debido a una contaminación ambiental silenciosa
subterránea, pero nadie le ha puesto el cascabel al gato. Y aquí vuelve a aparecer la
importancia de las políticas públicas.
También hoy estamos preocupadísimos quienes trabajamos en educación porque el
uso temprano de la tablet para entretener a niños menores de tres o cuatro años causa
un deterioro gravísimo de sus habilidades comunicativas. Vamos a tener una legión
creciente de niños con características Asperger: que no miran a los ojos, que no son
capaces de leer las claves del entorno y que no entienden la comunicación no verbal.
¿Por qué razón? Porque un niño de dos años que está todo el día pegado a la tablet
no está observando el entorno. Así de simple.
Finalmente, ¿todos los niños pueden aprender o hay factores como los índices
de vulnerabilidad que perjudican su aprendizaje?
Estadísticamente, los niños que no pueden aprender y que han sido llamados
clásicamente no educables, es un 0.03% de la población. Es decir, es ínfimo,
corresponde a niños con multidéficit (daño cerebral, no videntes, etc.) que, en general,
están institucionalizados en lugares como el Pequeño Cottolengo. Son verdaderas
tragedias humanas. Estos niños han venido al mundo con un mensaje, lo importante es
saber leer ese mensaje.
Muchos fallecen entre los 10 y 20 años, y son productos de tóxicos que han actuado de
manera muy dañina en su desarrollo, como el alcohol bebido a lo largo del embarazo
de sus madres que causa desastres en los niños.
¿Entre estos niños no educables se encontrarían aquellos afectados con
microcefalia? En Brasil, han nacido muchos a causa del virus Zika.
En el caso del virus Zika y la microcefalia, todavía se discute si el responsable es el
virus o un poderoso pesticida utilizado para erradicarlo antes de que fuera epidémico.
Porque llama la atención que la microcefalia se ha dado sólo en ciertos lugares de Brasil
y de otros países, no todas las madres infectadas con el virus Zika han tenido hijos con
microcefalia. Entonces, se cree que pudo ser un pesticida.
La microcefalia es la expresión de una falta de desarrollo cerebral y en el embarazo,
¿qué es lo que se forma? Las neuronas. Son niños que vienen con muchísimas menos
neuronas y sin neuronas no pueden hacer conexiones.
Pero, como decía, la proporción de niños con estos problemas tan serios es mínima. La
gran mayoría puede aprender. El dilema es, como ha dicho Howard Gadner, que “no
todos los niños pueden aprender todo lo que queremos enseñarles, no todos los niños
necesitan aprender todo lo que queremos enseñarles, y no todos los niños quieren
aprender todo lo que queremos enseñarles”. Si tenemos claras esas tres condiciones,
podemos afirmar con certeza: todos los niños pueden aprender, sólo que algunos
aprenderán lo que quieren, otros lo que pueden y otros de acuerdo a sus necesidades.
Incluso hay niños con retardo mental que son maravillosos en el arte de cuidar el jardín
o cocinar. Eso es vida. Eso es aprender, porque el aprendizaje no sólo es escolar.
En todo caso, no hay que olvidar que los primeros cinco años de la vida son
determinantes. Las neuronas se forman en el primer trimestre del embarazo. Luego,
crecen, se especializan y finalmente se conectan. ¡Se conectan durante toda la vida!
Pero los primeros cinco años son fundacionales. Si quieres que un niño sea políglota,
trabaja con él de manera adecuada los primeros tres años de su vida; si quieres que
sea bueno para la música, que escuche música. Mi hijo llegó de la maternidad
escuchando radio Bethoveen y a los cinco años ya sabía distinguir los distintos géneros
musicales, los compositores. Hoy es músico, además de cientista político.
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