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Y como Anacreonte se canta, pues el delirio es el único lenguaje de la pasión.

Escribe Benjamin: "El estudio apasionado de la embriaguez de hachís no enseñará sobre el


pensamiento (que es en sí un narcótico eminente) ni la mitad de lo que nos enseña la profana
iluminación del pensamiento de la embriaguez de hachís." Y en su propio estudio sobre la
embriaguez de hachís lo primero que hace después de ingerirlo es salir a las calles y perderse
entre la muchedumbre, observar los rostros transformados de las personas que caminan y
sentir el movimiento de las masas que se desplazan de un lugar a otro. Es quizás De Quincey
el primer profano que impulsado por el opio recorre durante horas las calles de un Londres
moderno y se entrega totalmente al pensamiento entre los muchos edificios. Si el opio, el
hachís o el sueño le otorgan al profano el empuje primario, es la embriaguez del pensamiento
en el vagabundeo en las grandes ciudades -que no deja de ser el intento desesperado de
aquella tradición de la caminata en la naturaleza de un Thoreau- la que otorga la iluminación.

Además del amor-vanidad por el conocimiento del moderno trabajo científico -identificado por
Nietzsche como condición y ethos, puro aburrimiento, en lugar de una pasión y por Freud
como poco más que una auténtica distracción contra las miserias de la vida- nos queda
siempre la voluntad de saber de la práctica filosófica de la que habló Aristóteles y que tiene su
potencia, su empuje inicial, en los centros mismos del ser. Que en tiempos modernos esta
última sea vista como inútil, y sobre todo como improductiva, por la primera, sólo nos confirma
la naturaleza de su auténtica libertad de pensamiento.

El conocimiento no es más que miedo

Freud sobre el horror en los sueños, citado por Benjamin: "Tales sueños satisfacen el deseo
de consolarnos de las desazones que nos acarrea el despertar. Despertando de ellos
encontramos unas condiciones que, en comparación con las soñadas, nos son soportables".
Y B. añade: "¿No resulta de la necesidad de mitigar el horror a la muerte, que nos es segura,
con un horror que es aún más profundo ante otras cosas que nos son inciertas y que acaso
evitamos?"
Pero el horror siempre es horror de muerte y este se oculta en el lenguaje, un horror más
profundo es un horror más cercano a la verdad de la nada que la muerte desoculta y que se
presenta sin discriminación tanto en la falsa seguridad de las horas de vigilia como en el no-
tiempo inconsciente del sueño.

Cuando Kleist leyó La Eutanasia de la Razón de Kant se deprimió tanto que abandonó las
ciencias, a Kleist le faltaba Hegel, que este le dijera que la razón se basta por sí misma, con
tres suaves palmadas en la espalda. Habría que ver si le hubiera creído. Lo cierto es que
Kant, como dice Nietzsche, es el primero en poner un dedo en la herida, apuntar a la grieta, la
brecha, del sujeto y el conocimiento. Pero si la crítica a la razón lo deprimió la ética kantiana lo
terminó de convencer:
Kant: El hombre vive sólo porque es su deber, no porque tenga el menor gusto por la vida. Tal
es la naturaleza del verdadero móvil de la razón pura práctica.

Entre la clasificación de animales de John Wilkins, de Borges, además de mis favoritas,


(m) que acaban de romper un jarrón,
(n) que de lejos parecen moscas.
he pensado, basado en experiencias personales, en dos clasificaciones más :
(o) que han sido abandonados por su madre después del parto, o porque los ha visto muy débiles o
porque han sido demasiados cachorros o porque les ha caído mal,
(p) que por las madrugadas, cuando no hay nadie cerca, hablan un idioma extranjero.

Bataille escribió que el vicio tiene una relación estrecha con los tormentos del amor más puro;
la farmacofilia da prueba de ello y dentro de este campo los opiáceos siempre han sido los
que despiertan las pasiones ambivalentes más profundas: se les ha llamado my wife, my love;
Hans Fallada llamaba a la morfina: my princess.

Thoreau pertenecía a esa clase de filósofos que William James identificó como poseedores de
una especial susceptibilidad emocional (James recuerda a Hegel, que era capaz de observar
los movimientos indecibles del espíritu) a la que él mismo había llegado sólo después de sus
experiencias con óxido nitroso. Thoreau se levanta por la mañana y el aire de la montaña lo
llena de dicha, observa el cielo y sus aves y entra en estados extáticos que le hacen
comprender las vicisitudes del universo sobre su propia alma. Dennis Mckenna ha
mencionado que el estado psicodélico reconecta al sujeto a un estado primordial,
prelingüístico, precognitivo, sin duda infantil y Stirner ha comparado el alma del niño con la del
filósofo siempre admirado de los acontecimientos del universo. Platón en su Fedón señala su
deseo de ser incluido entre aquellos participantes de los misterios (según él los únicos que
han filosofado correctamente), los rituales eleusinos en donde se bebía el ciceón que
Hofmann y Wasson creían pudiera haber contenido alguna lisergamida. Aristóteles compara el
conocimiento filosófico con el estado mistérico: "aquellos que han tocado directamente la
verdad pura aseguran poseer el objetivo último de la filosofía..."

Ortega y Gasset reprochaba a los místicos construir un maravilloso relato para al final dejar con las manos
vacías al lector, se prometía la verdad y se iba uno con la desilusión. Dennis McKenna ha escrito sobre la
profunda necesidad que se tiene de transmitir la experiencia mística (o el no-conocimiento como le llama
Agamben) al salir de ella, y que se puede comparar a la "pulsión de traductor" de Ricoeur. Pero poco importa
la comprensión del lector o el oyente, nada tiene que ver con ellos, esto lo hace el místico para sí mismo: el
relato del viaje fantástico, hablar de lo indecible, solo tiene utilidad para legitimar en el universo simbólico su
propia experiencia inefable. El místico habla en el lenguaje de lo que está más allá del lenguaje sólo para
hacer aquello realidad.

Mystos “guardar silencio” se deriva de myein: “cerrar ojos y boca”

McKenna: La cultura no es tu amiga. Lacan: La cultura es una cloaca.


Ambos usaron y recomendaron diferentes dispositivos para ir hacia un más allá de ella, es decir para
trascenderla hacia la verdad del ser. "La búsqueda de la verdad es todavía la forma de rebelión más
grande y más sensata"

Mainländer le escribe a Schopenhauer: "Quiero ser tu Pablo"


Sería curioso saber qué pensaba A. S. de esto pero uno no puede evitar pensar en los lectores suicidas
que tanto fastidiaban a Cioran pidiéndole su bendición. No llegaron a entender que los desdichados al
final todos necesitaron a un Padre y nadie a un Pablo.

La experiencia psicodélica y la cuestión del ser

“Eyes spiritualised by death can judge.”


Yeats

Después de su contacto con la mescalina, el poeta Henri Michaux hace una


recomendación que resulta valiosa para aquellos que se enfrentan a la experiencia
psicodélica: “La autoentrega es el secreto para atravesar lo enloquecedor.”
Existe un umbral en la experiencia psicodélica en el cual las últimas estructuras
significantes que constituyen la realidad se terminan por derrumbar, entonces uno
se encuentra sumergido en lo inconsciente con casi nada a que asirse. Encontrarse
abismado en lo puro sin represión, en un inconsciente a cielo abierto, es el horror de
lo enloquecedor. Kierkegaard llamó enfermedad mortal a una desesperación de no
poder morir, quién desespera no puede morir, por lo que vive la muerte
eternamente sin poder pasar hacia un más allá de ella, quedándose atrapado en lo
enloquecedor. Son bien conocidas, en la experiencia psicodélica, las sensaciones de
estar atrapado en un bucle temporal infinito que se experimenta como el puro
horror de la muerte. La autoentrega es lo contrario a la desesperación, es la
humildad de la aceptación de muerte –el desvanecerse del instante: una entrega total
a la Nada abismal; que resulta siempre más difícil cuanto mayores sea nuestros
apegos simbólicos, cuanto mayor sea nuestra desesperación. Benjamin lo puso así:
la muerte está entre mí y la embriaguez, …y un camino nevado más allá de la
embriaguez; ese camino es la muerte. Esta etapa de la experiencia psicodélica tiene la
forma de la auténtica tragedia clásica en la cuál la única meta es la catarsis. En esta
tragedia psicodélica ocurre el último enfrentamiento antagónico, en el sentido
nietzscheano, entre la individuación apolínea (el yo) y la aniquilación dionisiaca del
velo de Maya (lo Uno primordial).

Nota: Como el Empedocles de Holderlin, busca la muerte.

Pero la vida del espíritu no es la vida que se asusta ante la muerte y se mantiene pura
de la desolación, sino la que sabe afrontarla y mantenerse en ella. El espíritu sólo
conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto
desgarramiento.

Pero nunca debemos olvidar que este antagonismo fundamental que nos hace creer
en dos fuerzas en fricción es siempre en realidad una sola, lo que Freud llamó
pulsión de muerte, y Lacan lo Real: es la vida en sí misma como principio de la
inmortalidad, lo que insiste más allá de la muerte. La paradoja de esta fuerza vital, la
pulsión de muerte, como vida que no quiere morir nunca, es que a través de la
vuelta a un estado originario recupera su impulso vital primordial. Es esta la
paradoja psicodélica primordial y también el fundamento del valor de su posible
enseñanza: entender que aquello que sólo somos capaces de representar como dos
caras, dos fuerzas antagónicas que nos oprimen continuamente, es en realidad una
sola cara con un solo borde. Lo que sólo podemos concebir como exterior y lejano,
es en realidad interior y demasiado cerca de nosotros. Michaux lo dice resume
bellamente al declarar: He dejado atrás mi vida para vislumbrar la vida.

¿Antes de este primer momento hemos tocado lo Real nouménico?

La experiencia psicodélica se puede pensar como un dispositivo ontológico de


desestructuralización de la realidad que comienza por el derrumbamiento del
mundo de las apariencias -del universo simbólico, hasta la total aniquilación del yo
imaginario. Por lo tanto, es también una regresión a estados precognitivos,
prelinguisticos e infantiles, como ya había remarcado Dennis McKenna.
Estos estados psíquicos, Freud los llamó procesos primarios: el estado del infante,
los sueños y ciertos estados psicóticos poseen la misma estructura primordial. El
estado psicodélico es otro ejemplo de estos estados que Freud teorizó podrían haber
sido estados primitivos de consciencia. Recientes investigaciones clínicas con
diferentes técnicas de neuroimagen han demostrado que el estado psicodélico se
presenta como un aumento de entropía –una desestabilización y desintegración de
las redes cerebrales normalmente bien establecidas en el adulto moderno- a medida
en que el sistema entra en un estado crítico. El aumento de entropía correspondía
siempre con un aumento en misma proporción del estado subjetivo de perdida del
sentido del yo en el voluntario.

“Wo Es war, soll Ich werden”. Es decir: “Donde Ello estaba Yo debo advenir”

ich werden: yo adviene: sujeto adviene: la verdad


aleteia: la verdad: como des-ocultamiento del ser
kern unseres Wesens: núcleo del ser: Freud
La interpretación analítica allí planteada busca recobrar el horizonte deshabitado del ser.
Unerkannt: lo indecible: inconsciente real, Aquel que, como también el ombligo del sueño,
ya no tiene alcance de sentido.

Michaux can say: I left my life behind to catch a glimpse of life.

“lo real: instante que se desvanece”


“«Al final del análisis se trata sin duda de eso: de un crepúsculo, de una declinación imaginaria del mundo,
e incluso de una experiencia que confina con la despersonalización. Cae entonces lo contingente - lo
accidental, el trauma, los desgarrones de la historia-. Y lo que se constitLtye entonces es el ser»
Los psicoanalistas y psicoterapeutas fueron los profesionales que con más
entusiasmo realizaron un amplio estudio en la investigación con psicodélicos a
partir de los 50s hasta la prohibición a finales de los 60s. Rápidamente pudieron
observar las ventajas que la experiencia psicodélica añadía al análisis y un nuevo
acceso al inconsciente se abría para la investigación analítica. Muchos analistas
pudieron entrever que de alguna manera eran dos experiencias con el mismo fin:
una revelación del ser. Precisamente Jacques Lacan pone a esta constitución del ser
como lo implicado en el final de análisis, después de un arduo camino de
despersonalización. Para los ochentas, las últimas investigaciones declaraban: si
Freud consideró que los sueños son el camino regio hacia el inconsciente, los
psicodélicos son la supercarretera hacia el inconsciente.

Podemos utilizar el término de lo Real lacaniano para referirnos aquello


irrepresentable, inefable, aquello que escapa a toda simbolización, el infinito
turbulento.

Huxley: In the final analysis any sensous experience is inefable.


Michaux can say: I left my life behind to catch a glimpse of life.

Paz: This helplessness is our strength. At the last moment, when there is
nothing left in us - when self is lost, when identity is lost - a fusion takes
place, a fusion with something alien to us that nonetheless is the only
thing that is truly ours.
Perhaps there is a point where the being of man and the being of the
universe meet.
The visible entrails, chaos is the primordial stuff, the original disorder,
and also the universal womb.

Es también un “pasaje al acto”, un iniciar desde cero, un renacer como sujeto nuevo

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