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P r o fe s o r d e L in g ü ís tic a
U n iv e rs id a d d e Sussex
INTRODUCCIÓN
AL LENGUAJE
Y A LA LINGÜISTICA
V e r s ió n esp a ñ o la
R a m ó n Cerdá
Ca te d rá tic o d e L en gu a E sp a ñ o la
U n iv e rs id a d de B a rc e lo n a
L A N G U A G E A N D LIN G U IS T IC S
g ) C a m b r i d g e U n i v e r s i t y P r e s s 1981
IS B N : 0 521 230 34 9 / 0 521 2 9 7 7 5 3
R amón C erdA
Barcelona, enero de 1984
Prefacio
E l presente lib ro está pensado para un curso del m ism o títu lo que m is cole
gas y yo im p a rtim o s en la Universidad de Sussex a los alum nos de p r im e r año.
M u y p ocos de estos estudiantes llegan a la Universidad con la in te n ción de
especializarse en lingüística. Y aunque algunos, anim ados p o r el cu rso, se de
cid en p o r ella y abandonan o tro s derroteros, la inm ensa m ayoría continúa
en la especialidad p reviam ente elegida al fo rm a liz a r la in scrip ción . P o r ello,
la fina lid ad del m encionado curso consiste en in tro d u c ir a los alum nos en
los con cep tos teóricos más im p orta n te s y en los hallazgos em p írico s de la
lin gü ística actual, en un nivel relativam ente no técnico, con el p ro p ó s ito de
p o n e r de relieve las conexiones que existen én tre la lin gü ística y las num erosas
disciplinas académ icas igualm ente interesadas, si bien con o b je tiv o s y pers
pectivas diferentes, en el estudio del lenguaje. C o n fío en que este lib r ó resul
tará tam bién prov ech o so para cursos sim ilares que so b re el lenguaje existen
hoy díá en m uchas universidades y escuelas superiores p olité cn ica s y pedagó
gicas ta nto en nuestro país c o m o en el extra n jero. Y aún espero que despierte
asim ism o el interés d e l le c to r en general que desee aprender algo sob re la lin
gü ística m oderna.
E l lib ro presenta un con ten id o más am plio, y m enos exigente en sus ca
p ítu lo s centrales, que m i In trodu cción en la lingüística teórica (1971). Resulta,
en consecuencia, m enos detallado en el tra ta m ien to de m uchos temas. E n cam
bio, he añadido a cada ca p ítu lo una lista de sugerencias b ib liográ fica s para un
adecuado desa rrollo temático'. E n tie n d o que esto ha de' ser su ficie n te para
que los lectores y profesores usuarios del lib ro hagan una selección de acuer
do con. sus co n o cim ien tos sobre cada asunto y con sus p referencia s teóricas.
Pueden incluso añadir a la lista de lib ro s una serie de im p orta n tes artícu los
aparecidos en revistas especializadas cuya m ención yo he o m itid o p o r norm a
a m enos que se hayan reeditado en publicaciones más accesibles. La B ib lio
grafía está en consonancia con las m encionadas sugerencias para una A m p lia
c ió n B ib lio g rá fica y viene a representar p rá ctica m en te todos los pu n tos de
vista concurrentes. Pensando en los estudiantes que u tilic e n el lib r o sin o rie n
ta ció n especiatiz&da y en el le c to r general interesado en p rofu n d iza r sobre
un determ in a d o tema, he señalado unos veinte manuales y algunas c o le c c io
nes de a rtícu lo s de la B ib lio g ra fía con un asterisco. Con ello he p rocu ra d o
ha cer una selección representativa tanto de las distintas concepciones co m o
de los niveles de exposición.
Cada ca p ítu lo lleva una serie de Preguntas y E je rc icio s . E n algunos casos
se tra ta de sencillas cuestiones de revisión que n o req u iere n ninguna lectu ra
u lte rio r. E n o tro s — especialm ente cuando se refiere a citas de o tro s lib ro s
de lin gü ística — el estudiante se verá obligado a considera r y evaluar o p in io
nes distintas a las que p resen to en el lib ro. Algunas de las preguntas son bien
d ifíc ile s y n o espero que el a lu m n o las conteste sin ayuda, contand o sólo
c o n un curso de lin gü ística de diez semanas. P o r o tr o lado, entiend o que es
im p o rta n te que los estudiantes de estos cursos p ercib a n el talante de la lin
gü ística en sus niveles más avanzados, aunque n o necesariam ente más té cn i
cos. ¡H ay que v e r lo que se consigue a veces con un p o c o de m anipulación
so crá tica !
L o m is m o d iría con resp ecto a un p rob le m a que he in clu id o ( tras el capí
tu lo de G ra m á tica ). L o in venté hace m uchos años cuando enseñaba en la
U niversidad de Ind iana y se ha venido em pleando, p o r m í y p o r otros, co m o
un e je rc ic io rela tiva m en te c o m p le jo en el análisis lin gü ís tico. ¡Q uien ap orte
una s o lu ció n que satisfaga las exigencias de adecuación observacional y ex
p lica tiv a en m enos de dos horas no necesita leer los ca p ítu los prin cip a les del
lib r o !
A unque In trod u cción al lenguaje y a la lingüística resulta m uy d is tin to
de m i In trodu cción en la lingüística teórica, ta m bién está in fo rm a d o p o r el
m is m o sentid o de con tin u id a d en la teoría lingüística, desde las épocas p r im i
tivas hasta la actualidad. N o he in clu id o ningún c a p ítu lo que tra te espe
cia lm e n te sobre la h is to ria de la lingüística, p e ro d e n tro de los lím ite s dis
p on ib le s he p ro cu ra d o situ a r los temas teóricos más im p orta n te s d e n tro de su
c o n te x to h is tó ric o . H e redactado asim ism o un breve ca p ítu lo sobre estru ctu
ralism o, fu n cio n a lism o y g en era tivism o en lin gü ística p o rq u e las relaciones
e n tre estos m ov im ie n to s apenas si reciben, a m i ju ic io , atención, o bien apa
recen m al interpretad as en la m ayoría de m anuales al uso. E n p a rticu la r, la
g ra m á tica generativa suele confund irse, p o r una parte, con un c ie rto tip o
de gra m á tica tra n sform ativo-generativa form alizada p o r Chom sky y, p o r otra,
con lo que yo lla m o aqu í 'gen era tivism o', igualm ente propagado p o r Chom sky
so b re todo. E n la breve exp osición que hago sob re la gra m á tica generativa, lo
m is m o que en m i lib r o Chom sky (1974) y en otras partes, in te n to m antener
las necesarias distinciones. P ersonalm ente, estoy del to d o a fa v o r de los ob
je tiv o s de quienes em plean las gram áticas generativas — p o r m otiv os te ó ri
cos, más que p rá ctico s — c o m o m od elos para la d e scrip ció n de la estructura
g ra m a tica l de las lenguas naturales.• C om o se p on d rá bien de m anifiesto a lo
la rg o del lib ro , yo rechazo m uchos de los dogm as del generativism o, p o r no
d e c ir todos. A pesar de ello, los p resento del m od o más im p a rcia l y o b je tiv o
posible. M i p ro p ó s ito ha sido con ced er en todas las instancias una im p o rta n
cia idéntica a las bases ta nto cultura les c o m o b iológicas del lenguaje. L o digo
p o rq u e se observa una recien te tendencia a destacar las últim as en detrim en
to de las prim eras.
D ebo d ejar constancia de m i a p recio p o r la ayuda prestada al es crib ir el
lib ro hacia m is colegas, el D r. R ic h a rd Coates y el D r. G erald Gazdar. Los dos
han leíd o toda la ob ra en b o rra d o r y m e han hecho m uchos com entarios c rí
ticos de gran utilidad, y m e han aconsejado, además, en cam pos que ellos
dom inan m e jo r que yo. N i que d e cir tiene, no hay que considerarles responsa
bles p o r ninguna de las op iniones sostenidas en la versión -final del lib ro, y
más cuando — m e alegra decla ra rlo públicam ente— todavía discrepam os en
una serie de asuntos teóricos.
M e gustaría expresar asim ism o que m e siento deudor de m i esposa, no sólo
p o r haberm e deparado el apoyo m ora l y el a m or necesarios m ientras escribía
el lib ro, sino tam bién p o rq u e ha actuado co m o un m odelo de le c to r general
en diversos capítulos y ha c o rre g id o la m ayoría de pruebas. Una vez más, he
tenido la suerte de co n ta r con el con s ejo ed itorial experto y com p ren sivo del
D r. Jerem y M y n o tt y de la Sra. Penny C árter de la Cam bridge U niversity
Press, a quienes debo m i sin ce ro agradecim iento.
E n ero de 1981
1. El lenguaje
(i) Según Sapir (1921: 8): « E l lenguaje es un m étodo puram ente humano
y no instintivo para la com unicación de ideas, em ociones y deseos Dor m edio
de sím bolos producidos vo lu n ta ria m e n te .» Esta definición adolece de diver
sos defectos. Por m uy am plios que sean ios sentidos atribuidos a los térm i
nos ‘ idea’, ‘ em oción’ y ‘ deseo’, parece evidente que mucho de lo que se comu
nica p o r m edio d el lenguaje no queda cu bierto p er nin gu n o de ellos; sobre todo
‘idea’, que es esencialm ente im preciso. P o r otra parte, existen muchos siste
mas de sím bolos voluntariam ente producidos que sólo consideraríam os len
guajes en un sentido am pliado o m e ta fó rico del térm ino. P o r ejem plo, lo que
h oy se entiende popularm ente p o r m edio de la expresión ‘lenguaje corporal’
— que recurre a gestos, posturas, miradas, etc.— parece satisfacer este aspecto
de la definición de Sapir. Desde luego, queda en p ie la duda de si se trata de
algo exclusivamente humano y no instintivo. Pero esto m ism o, com o verem os,
puede preguntarse acerca de las lenguas propiam ente dichas. Es lo más im
portante que cabe destacar en la definición de Sapir.
1. En ediciones anteriores (1964: 14; 1971: 13), dice: «Las lenguas son infinitamente
extensibles y modificables a partir de las necesidades y condiciones cambiantes de los
hablantes.» En la última edición ‘adaptables’ sustituye a ‘infinitamente extensibles'.
en cualquier m om ento presenta un interés muy in ferio r a la posibilidad de
que puedan aparecer, y realm ente aparezcan, nuevas construcciones gram ati
cales a lo largo del tiem po. Uno de los temas centrales de la lingüística con
siste en determ inar si hay lím ites en este últim o tipo de m odiñcabilidad y,
en caso afirm ativo, en sentar cuáles son estos límites.
(v ) La últim a definición que vam os a aducir aquí pulsa una nota bien
diferen te: «D e ahora en adelante consideraré que una lengua es un conjunto
(fin ito o infinito) de oraciones, cada una de ellas finita en longitud y compues
ta por un conjunto finito de elem en tos.» Esta definición procede de Syn tactic
S tru ctu re s (1957: 13) de Chomsky, cuya publicación inauguró el m ovim iento
denom inado gram ática tran sform ativa. En contraste con las demás definicio
nes, trata de abarcar mucho más que las lenguas naturales. Ahora bien, según
Chomsky, todas las lenguas naturales, en form a hablada o escrita, son lenguas
en el sentido de su definición, puesto que (a ) toda lengua natural presenta
una cantidad finita de sonidos (y una cantidad finita de letras, en el supuesto
de que se escriba en un sistem a alfabético), y (b ) porque, si bien puede haber
un núm ero infinito de oraciones en la lengua, cada oración puede represen
tarse com o una secuencia finita de sonidos (o letras). La tarea del lingüista,
p o r tanto, consiste en describir una lengua natural para determ inar, entre
sus secuencias de elem entos, cuáles constituyen oraciones y cuáles no. A su
vez, la tarea del lingüista teórico que interprete la pregunta «¿Q ué es la len
gu a?» en el sentido de «¿Q u é es la lengua natural?» consiste en revelar, si
puede, las propiedades estructurales, en caso de haberlas, que distinguen las
lenguas naturales de lo que, en contraposición, cabe denom inar lenguas no
naturales.
Chomsky está persuadido — y ha acentuado esa postura en su obra más
reciente— de que no sólo existen realm ente estas propiedades estructurales,
sino que son tan abstractas, com plejas y específicas en su finalidad, que nin
gún niño em peñado en la adquisición de la lengua nativa puede aprenderlas
de la nada. Han de estar presentes en el conocim iento del niño, en algún sen
tido, antes e independientem ente de que éste tenga experiencia alguna con
una lengua natural, pues los ha de u tilizar en el proceso misjno de adquirirla.
P o r este m otivo, Chomsky se considera racionalista y no em pirista. Más ade-
lanre volverem os a esta cuestión (cf. 7.4).
H em os citado con cierta am plitud la definición de Chomsky sobre ‘ lengua’
p o r el contraste que o frece con las demás definiciones, tanto en estilo com o
en contenido. N ada m enciona sobre la función com unicativa de las lenguas,
naturales o no. com o tam poco sobre la naturaleza sim bólica de sus elem entos
o secuencias. En cambio, concentra su atención en las propiedades puram en
te estructurales para p ropon er que deben investigarse desde un punto de vista
m atem áticam ente preciso. Una de las principales contribuciones de Chomsky
a la lingüística consiste en haber concedido una especial atención a lo que
él m ism o llam a la d e p e n d e n c i a e s t r u c t u r a l de los procesos aue
configuran las oraciones de las lenguas naturales y en haber form ulado uña
teoría general de la gram ática basada en una cierta definición de esta pro
piedad (cf. 4.6).
Las cinco definiciones de ‘ lengua’ que acabamos de citar y examinar bre
vem ente han servido para introducir algunas propiedades que los lingüistas
consideran rasgos esenciales de las lenguas tal com o las conocemos. La ma
yoría estim a que las lenguas son sistemas de sím bolos diseñados, com o si
dijéram os, para la comunicación. Tam bién nosotros adoptarem os este supues
to más abajo, en el apartado titulado ‘ E l punto de vista sem iótico’ . Como
verem os, la semiótica- es la disciplina o ram a de estudio que se ocupa de in
vestigar el com portam iento sim bólico y com unicativo. Lo que p o r el m om ento
nos interesa es saber si existe alguna propiedad o conjunto de propiedades,
que distinga las lenguas naturales de otros sistemas s e m i ó t i c o s. Entre
las ya mencionadas se cuentan la arbitrariedad, la flexibilidad y la modifi-
cabilidad, la libertad con respecto al control de estím ulo v la dependencia
estructural. En su debido m om ento añadirem os otras. Y en 1.4 tratarem os
sobre la relación entre lengua y habla.
Hasta aquí hemos procedido con lo que denom inaré la ficción de la hom oge
neidad, esto es la creencia o la~suposxcioñ~3e que todos los m iem bros de una
m isma com unidad lingüística hablan exactamente la m ism a lengua. Desde
íuego, cabe la posibilidad de definir el térm ino ‘com unidad lingüística’ de
m odo que se desprenda de la propia definición la ausencia de diferencias
sistemáticas de pronunciación, gram ática o vocabulario en el habla de sus
m iem bros. P ero si el térm ino se interpreta con referencia a cualquier grupo
de personas a quienes se atribuye el habla de una m ism a lengua, p. ej., el
español, el inglés, el francés o el ruso, entonces depende de la observación
em pírica establecer si todos los m iem bros de la com unidad lingüística ha
blan o no del m ism o m odo en todos los respectos.
Salvo en las m ás pequeñas comunidades lingüísticas del m undo, en__el
resto existen siem pre diferencias más o menos evidentes de a c e n t o y de
d i a l e c t o . De estos térm inos, el prim ero es más restrin gido que el segun
do, pues se refiere tan sólo a la manera com o se pron uncia la lengua y nada
tiene que ver con Ija gram ática y el vocabulario. P o r ejem pío, es posible, y
aun nada tiene de raro, que un extranjero quede inm ediatam ente identificado
por el acento, aun cuando su lengua resulte indistinguible, p o r la gram ática
y el vocabulario, con respecto a la de los hablantes nativos. E incluso es
posible que dos hablantes nativos hablen un m ism o dialecto, si bien con un
acento claram ente distinto. Esto o curre con frecuencia, sobre todo si el dia
lecto en cuestión ha tom ado, por razones históricas, el rango de lengua e s-
t á n . d a r nacional o regional. P or ejem plo, la m ayoría de habitantes cultos
nativos de In gla terra hablan un dialecto que se aproxim a más o menos a un
determ inado tipo de inglés estándar, pero lo pronunciarán con un acento
que revelará su proveniencia geográfica o social. H ay que establecer una dis
tinción, al menos en el uso cotidiano, entre ‘ acento* y ‘ dialecto*. Muchos lin
güistas, sin em bargo, incluyen las diferencias de acento dentro de las de
dialecto. Esta cuestión, puram ente term inológica, no o frec e consecuencias
graves, por sí misma. P ero conviene com prender que un dialecto dado que
se mantiene idéntico en los dem ás aspectos, puede pronunciarse de maneras
n o t^ jg m e n te distintas. Y conviene asimismo com pren der que, donde no hay
una lengua estándar nacional o regional reconocida y bien establecida, las
diferencias de dialecto, no sólo ya en la pronunciación, sino también en la
gram ática y el vocabulario, tienden a acentuarse mucho más de lo que sucede
hoy, pongamos, en la m ayoría de comunidades lingüísticas de habla inglesa
[o española].
Aunque el lingüista utilice el térm ino ‘dialecto* y, com o el profano, lo re
lacione con ‘ lengua* diciendo que una lengua dada puede com ponerse de dis-
tin t o s d ía le c to s , no acepta, en cambio, las im plicaciones que típicam ente
acom pañan al térm ino ‘ dialecto* en el uso diario. Én especial, rechaza que el
dialecto de una región"o~uná clase social sea ung m era versión envilecida o
degenerada deT dialecto estándar, pues sabe, p or el contrario, que desde un
punto_de_yistá h istórico el dialecto estándar — al que el lego tenderá a lia-
m ar ‘lengua’, en vez de ‘ dialecto’— no es, en su origen, aunque sí en su desa
rrollo ulterior, de distinto tipo con respecto a los dialectos no estándares. Es
igualm ente consciente de que, en tanto que desempeñe una gam a considera
blem ente am plia de funciones en la vida diaria de la localidad o de la clase
social en que actúa, los dialectos no estándares no son menos sistem áticos
que el estándar regional o nacional. Y a hemos aclarado estas cuestiones con
anterioridad. Volverem os a ellas, para am pliarlas y ejem plificarlas — y, en su
caso, para introducir alguna que otra caracterización— en los capítulos pos
teriores del lib ro: m irado desde un punto de vista contem poráneo social y
cultural, es adm isible considerar un dialecto estándar regional o nacional m uy
distinto en carácter de los dialectos no estándares afines con los que guarda
una relación histórica.
En el uso cotidiano de los térm inos ‘ dialecto’ y 'lengua', la distinción suele
basarse prim o rdialm ente en consideraciones políticas .o culturales. Así, p or
ejem plo, se e s tim a q u e e F m andarín y el cantonés son dialectos del chino,
pero ambos se distinguen entre sí más que, pongamos, el danés y el noruego
o, lo que es aún más sorprendente, que el holandés, el flam enco y al africaans,
frecuentem ente presentados com o lenguas diferentes. Cabría pensar qu e el
criterio de la intercom prensibilidad bastaría para trazar una línea decisoria
política y culturalm ente neutra en la dem arcación de las lenguas. Se trata
precisam ente del principal criterio que esgrim iría el lingüista em peñado en
esclarecer los lím ites de una com unidad lingüística. Pero tam bién aquí sur
gen inconvenientes. Sucede con gran frecuencia que una determ inada varia
ción dialectal se extiende gradualm ente, y con más o menos continuidad,
por un vasto territorio. D ebido a ello, los hablantes de dos regiones alejadas
entre sí pueden ser incapaces de com prenderse, aun cuando no haya ningún
punto in term edio a los dos dialectos que provoqu e la ruptura de la Ínter-
com prensibilidad. Y a ello hay que añadir el problem a, aún más dificultoso,
de que la com prensibilidad no es siem pre sim étrica, ni tam poco un asunto de
todo o nada. Cabe m uy bien la posibilidad, y es incluso bastante com ún que
X com prenda la m ayor parte de lo que dice Y y que Y apenas com prenda
nada de lo que dice X , cuando ambos conversan en sus respectivos dialectos.
P o r diversos m otivos, entonces, a menudo es m uy d ifícil trazar una distinción
precisa entre lenguas distintas y entre dialectos diferentes de una m ism a
lengua.
En realidad, sucede muy frecuentem ente que no _ p_ugdan_dgliroitarse.
bien dos dialectos situados en regiones adyacentes. P o r m uy estrictam ente
que circunscribam os el área dialectal a 'partir de criterios sociales e incluso
geográficos, siem pre nos encontrarem os, si investigam os bien el tema, una
cierta cantidad de variación sistem ática en el habla incluso de quienes so n ;
reputados hablantes del m ism o dialecto. E n última instancia, habrem os de*
adm itir que cada cual tiene su propio dialecto individual, esto es que cada
uno tiene su propio i d i o l e c t o , com o dicen los lingüistas. T o d o id io lecto
difiere de todos los demás sin duda en vocabulario _y en pronunciación y qui
zá también, aunque en m enor grado, en la~j^amaTíca. P o r lo demás, tam poco
el propio idiolecto queda fijado de una vez p o r todas cuandq se supone^que^
_termina el perío d o de la adqu isición lingüística; por el contrario, está suje to
a m odificaciones y am pliaciones a lo largo de toda la v ida.
Aparte de esta especie de escala a base de lengua-dialecto-idiolecto. existe
otra dim ensión de variación^ sistem ática en la enunciación de los m iem bros
de una com unidad lingüística: el_ e s t i 1o . H em os aludido ya a las d iferen
cias estih'sticás~aí dislin gu ir entre lo literario y lo coloquial, distinción que
deriva, aun sin co in cid ir con ella, de la otra distinción entre lengua escrita
y hablada. L o cierto es que hay mucha más variación estilística aún. En cuan
to hablam os o escribim os en nuestra lengua nativa lo hacemos en un estilo
y no en otro, según la situación, las relaciones entre nosotros y la persona o
personas a que nos dirigim os, el propósito o la naturaleza de lo que tenem os
que com unicar y algunos otros factores más. Tan to si las opciones estilísti-
cas que hacem os son conscientes com o si no, son, a pesar de todo, sistem á
ticas'e~ld entificab lesL Más aún, tom ar las opciones constituye una parte im^
portante del uso co rrecto y efectivo de la lengua. En cierto modo, p o r con
siguiente, todo hablante nativo' aéHuñá- lengua"es estilísticam ente m u ítilin gü e.
Así corno vale, en (^irrcTpi6”~s’uponer qüe cada dialecto constituye un sistem a
lingüisfico_ a^parre, tambTén~válF^— y no menos razonablem ente— suponerlo
de cada estilo reconocible.
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A
4. «Con bastante fre cue ncia,'el profano piensa que escribir e s algo m ás básico
que hablar. Y e s casi lo contrario» (Hockett, 1958: 4). C o m é ntese (sob re todo
con relación a ‘b á sic o ’ y a ‘c a s i’).
7. ¿R ecu erd a alguna oración en español que sea am bigua por escrito pero no
cuando se expresa oralm ente? Y al revés, ¿h á y oraciones am biguas en el habla,
pero no en la lengua e scrita ? (¿E n qué afectan a esta cuestión sobre la trans-
feribilidad de medio (a) las diferencias de acento y dialecto y (b) el hecho de
dar el debido reconocim iento a la distinción entre com ponentes ve rbales y no
verbales de la lengua?)
16. «todos lo s [ s e re s ] hum anos norm ales adquieren el lenguaje, m ientras que la
adquisición de s u s m ás escu eto s rudim entos está fuera del alcance de un mono,
en otros respectos inteligente» (Chom sky, 1972a: 66). ¿H a quedado refutada esta
afirmación por la investigación actual so bre los chim pan cés?
17. «Tanto los niños so rd o s com o los chim pancés aprenden su primer signo
m ucho antes de que los niños norm ales digan su prim era palabra, lo que apoya
la idea de que ontogénica y filogenéticam ente esta m os dotados para el lenguaje
gesticular antes que para el habla» (Linden, 1976: 72). Com éntese.
18. ¿ E s correcto llamar lenguas naturales a los siste m a s síg n ico s utilizados
por lo s s o rd o s ?
20. «Hay lugar para los dialectos regionales y para el inglés de la Reina. El ámbi
to del acento regional es el m ism o donde se ha formado, y es adecuado para la
taberna, el cam po de fútbol y el baile del pueblo. El inglés de la Reina lo es para
la d iscu sión radiofónica sobre el existencialism o, la recepción, la entrevista para
un mejor em pleo» (Bu rgess, 1975: 16). Com éntese.
2. La lingüística
Como hemos visto, tanto el lenguaje en general com o las lenguas en particu-
lár pueden estudiarse~d^3e'*3TvérsdTpuntoslie vista. En consecuencia, el ám-
b (to g eñ er^ ~ d ^ ~ T ^ H n g u ística puede divid irse en distintos com partim entos
según el punto de vista que se adopte o según el interés especial que quiera
concederse a un determ inado conju nto de fenómenos.
La prim era distinción separa la lingüistica- g e n e r a l de la' lingüística
d e s c "r ip tT iv ~ a ""y ^ c o lre s p ó liH e "¡T T iT ^ rfé re n c ia que hay entre estudiar el
lenguaje en general y describir las lenguas en concreto. Así, la pregunta «¿qu é
es el lenguaje?», que en el"'capítu lo arTterior hemos considerado com o la
principal cuestión definitoria de toda la disciplina, resulta más apropiada
para la lingüística general. L a lingüística general y descriptiva no carecen,
desde luego, de relación, pues cada una depende explícita o im plícitam ente
de la otra. La lingüística general proporcionaJos^ conceptos y las categorías
a partiF3e~lós*cüales ¿¿“pueden "analizar íás dirersás lenguas: a su vez, la lin -1
güística descriptiva aporta los “ciatos que confirm an o refutan las proposicio
nes y ’ te o rfís presenteclas~pbr la" lingüística general. P o r ejem plo, el lingüista
general podría form u lar la hipótesis de que todas las lenguas tienen nom bres
y verbos. E l descriptivista, p o r su parte, podría refu tarla p o r m edio de piue-
bas em píricas y m ostrar que hay por lo menos una lengua en cuya descrip
ción no puede establecerse la distinción entre nom bre y verbo. Ahora bien,
para refu tar o confirm ar la hipótesis, el lingüista descriptivista debe operar
con un cierto concepto de ‘n om bre’ y ‘verb o ’ proporcionado p o r el lingüista
general.
Hay, por supuesto, toda suerte de razones para describir una determ inada
lengua. Muchos de los que trabajan en la lingüística descriptiva no lo hacen
con el propósito de fa cilita r datos al lingüista general ni de com prob ar teo
rías e hipótesis en conflicto, sino que desean produ cir una gram ática de con
sulta o un diccionario por necesidades puram ente prácticas. Pero ello no
tiene p or qué afecta r la interdependencia entre los campos com plem entarios
de la lingüística general y descriptiva.
A lo largo del siglo pasado, los lingüistas se preocuparon mucho por inves
tigar los detalles de la evolución histórica de determinadas lenguas y p or
form ular hipótesis generales acerca del cam bio lingüístico. La rama de la dis
ciplina que trata de estos temas se conoce ahora por la lingüística h i s t ó r i-
c a. Es evidente que en la lingüística histórica, com o en la no histórica, uno
también puede interesarse p or el lenguaje en general o por las lenguas en
particular. Conviene m encionar a este propósito los térm inos más técnicos
'diacrón ico’ y ‘ sin crón ico’, acuñados p~or~~Saussure (a cuya distinción entre
‘ langue’ y ‘p a role’ aludim os en el capítulo a n terioi^ _L a descripción d i a c r ó -
n i c a de una 1engua ~escudr i ñ a~e 1 desarrollo histórico de la misma y registra
los cambios que ha experim entado entre sucesivos puntos d e l _ t i e m p o o r
tanto, ‘ diacrón ico’~equivakT-a~rh iston co ’. La descripción s i n c r ó n i c a de
una lengua nó es'K IstóncaT ya que presenta un estado de lengua tal com o se
encuentra en ún determ in ado punto del tiem po..
H ay una tercera dicotom ía entre lingüística t e ó r i c a aplicada.
Brevem ente, la lingüistica teórica estudia' el lenguaje y„ías lenguas con el "ob
je tiv o de construir una teoría sobre su estructura y funciones sin prestar aten
ción a ninguna de las aplicaciones prácticas jque podría te n e r la investigación,
m ientras que la lingüística aplicada se propone en prim er lugar al aprove-
cham iento de jo s conceptos y hallazgos de la lingüística en una variedad de
tareas prácticas, en tre las que se incluye la enseñanza de lenguas. En principio,
la distinción entre teoría y aplicación es independiente de las otras distincio
nes establecidas hasta aquí. En la práctica, apenas hay diferen cia entre los
térm inos ’ liñgüfstica te ó n c a ’ 'y 'liH g ü ís tic irgéñ ei^ C p u es la m ayoría de los que
utilizan el p rim ero "dan p o r sFnr¿3o~^u™ s^''propoñeñ la "fo rm u la c ió n de una
te o n a ^ a tis fá c to r r á ^ o b r é lá ” éslm H ü rá ’ d é r i e i ^ á j é 'e n 'g e n e r á l T É n cu anto]a
^ lin g ü ís t ic a aplicada, es evidente que se basa tanto en la general com o en la
descriptiva7"" ‘
L a"cú arta y últim a dicotom ía distingue entre una visión más estricta y
más am plia del ámb ito de investigación. N o hay una distinción term inológica
generalm ente aceptada para ello, de m odo que utilizarem os los térm inos ‘ mi-
crolingüística’ y ‘m acrolingü ística’, para decir que en la m i c r o l i n g ü í s-
t i c a, se adopta el punto de vista más estricto y en la m a c r o l j n g ü í s t i -
c a, el_más_ am plio. En su sentido m áxim am ente estricto, la m icrolingüística
se ocupa tan sólo de la estructura de lo s sistemas lingüísticos, sin tener
en cuenta cóm o se adqu ieren las lenguas, ‘se alm acenan en el cerebro o se
em plean en sus diversas funciones, y sin atender^ tam poco a la interdepen
dencia que hay entre lengua y cultura ni entre lo s mecanism os fisiológicos y
psicológicos que intervienen en el com portam iento lingüístico; en resumen,
sin atender m ás q ue al sistem a lingüístico considerado (c o m o Saussure o. me-
jor, sus editores, lo expusieron) en sí m ism o y p or sí mismc». En su sentido
m áxim am ente am plio, la m acrolingüística se ocupa de todo lo que pertenece
de algún m odo al lenguaje y a las lenguas.
Como existen muchas otras disciplinas, además de la lingüística, que se
aplican al lenguaje, no es sorprendente que ciertas zonas interdisciplinarias
se hayan identificado con la m acrolingüística y hayan recibido una denomi
nación específica: sociolingüística. psicolingüística. etnolingüística. estilística,
etcétera.
Conviene subrayar que la distinción entre m icrolingüística y m acrolin-
güística es independiente de la que se establece entre lin güística teórica y
aplicada. En pnñcipIoT’Eay uh~áspecto~~téonco en tocias las ramas de la ma-
■crolingüística. Sucede, entonces, que en Ciertas áreas de la lingüística apli
cada, com o la enseñanza de las lenguas, es esencial adoptar el punto de vista
más amplio, en lugar del más estricto, sobre la estructura y las funciones
de las lenguas. A esto se debe que algunos autores hayan incorporado lo que
aquí denominam os m acrolingüística a la lingüística aplicada.
En capítulos sucesivos atenderem os a algunos otros aspectos de la ma
crolingüística. Podría pensarse, a ju zgar por la reconocida im portancia del
lenguaje en tantas disciplinas, que la lingüística debería asumir el punto de
vista más am plio posible sobre su propio cam po de estudio. Y en cierto modo,
así es. E l problem a es que to davía no existe, y probablem ente nunca exista, un
marco teórico satisfactorio dentro deí cual podamos contem plar el lenguaje^
al m ism o tiem po desdé un punto de vista psicológico, sociológico7.cultural,
estético y neuropsicológico (para no m encionar otros puntos de vista igual-
mente pertinentes). En la actualidad, la gran m ayoría de lingüistas d iría que
la m icr^ iñ gu istica sincrónica teórica es lo que constituye el núcleo m edular
de su discip lina v lo que le confiere unidad v coherencia. Casi la m itad de
este lib ro se dedicará a este aspecto crucial; el resto se ocupará de la lin
güística histórica y de una serie selecta de aspectos m acrolingüísticos.
Aquí em pleamos el térm ino ‘d escrip tivo’ en un sentido d ife rente y opuesto
tanto, a ‘gen eral’ com o a ‘h istórico’. Este contraste es el que se establece en-
tre d e s c r i b i r cóm o son las cosas y p r e s c r i b í r cóm o deberían ser.
O tro térm ino equivaTénte á~F^ esS Tpn voT~eñ ^posicíoír~an áloga a ‘d escriptivo’,
es ‘n orm ativo’. A firm ar q ue la lingüística es una ciencia descriptiva (es decir,
no n orm ativa) supone que el lingüista trata de descubrir y alm acenar las
reglas que siguen realm ente los m iem bros de una com unidad lingüística sin
im pon eríes"otras reglas- o “normas” T3ívérsas^"y," p or tanto, extrañas) de co-
rrección. ' '
Quizá resulte confuso em plear, com o acabo de hacer, el térm in o ‘ regla’
con dos significados tan diferentes. Los lingüistas, con razón o no, lo utilizan
así. Será útil, p o r tanto, ilustrar la diferen cia entre am bos tipos de reglas
— llamémoslas inmanentes y trascendentes, respectivamente— a través de algo
que“ ñaclá—tíérieTqué ver con la íefrfgli á7"E xami ríemo s"el com portam iento sexual
de la gente en una sociedad dada. Si nos interesa el punto de vista puramente
descriptivo (es decir, no norm ativo) en la investigación de dicho com porta
miento, trataremos de averiguar cómo se comporta realmente la gente a este
respecto: si practican el sexo prematrim onial y, si es así, de qué manera y
desde qué edad; si los maridos y las esposas son igualmente fieles o no a sus
compañeros, y así sucesivamente. Ahora bien, en tanto que el com portam ien
to de un grupo dentro de la comunidad esté gobernado, en la práctica, por
principios determinables — si los miembros los obedecen o no, o son cons
cientes de ellos— , podemos decir que está regulado, en el sentido de que las
reglas son i n m a n e n t e s al com portam iento real. Pero tales reglas (si es
que cabe llam arlas-' así) son muy distintas en condición, si no en contenido,
de las reglas de conducta que podría prescribir la relación establecida o una
cierta m oralidad convencional. La gente, en la práctica, puede o no amoldarse
a esta suerte de reglas t r a s c e n d e n t e s (es decir, extrañas, o no in
manentes) del com portam iento sexual. Por lo demás, puede haber diferen
cias entre el modo com o la gente se comporta y como afirma o incluso cree
comportarse. Todas estas diferencias guardan correlación con el com porta
miento lingüístico. La distinción más importante, sin em bargo, es la que se-
para las reglas trascendentes (o prescriptivas) 5e las inmanentes (o descrip
tivas). Las afirmaciones y negaciones prescriptivas son órdenes (¡D i / Ñ o
digas )¿7)7 mTéñt7iiJ~^TTás*^fírma£Ío^es y negaciones descriptivas son sim-
ples áse^ racloñ esT £ á “ ^n /e"3¿cF7 no dice X ).
E ITn ofivo"prfñ^ípall3F ^ü elóTTingm stás actuales insistan tanto en la dis-
tin c ió ñ ^ iíffg ~ r ^ la s ~ d H c ñ p t iM s ~ y ^ fe s m ^ w á s " reside en q u é lá gram ática
tradicional presentaba un talante fuertemente norm ativo. El gram ático con
cebía su tarea com o la form ulación de pautas de corrección y su imposición,
en caso de necesidad, a los hablantes de la lengua respectiva. A algunos segu
ramente les resultarán fam iliares muchos de los preceptos norm ativos de la
gram ática tradicional: «L a segunda persona singular del indefinido nunca ter
mina en -s» (no cantastes, sino cantaste); «H ay que evitar la ambigüedad
entre antecedente y cláusula de relativo» (no Es el ch ico del vecino que estu
vo aquí)-, «H a y que respetar la correspondencia entre d eícticos» (n o Pásame
esto que llevas a h í); «N o hay que confundir los numerales partitivos con los
ordinales» (n o E l lib ro está en la doceava ed ición); «E l o b jeto indirecto pro
nominal carece de concordancia de género» (n o La escribió una postal).'
2. [Algo semejante sucede en español con ‘entre’, que rige actualmente las formas
pronominales de nominativo (v. gr., Entre tú y yo lo haremos) tras una situación vaci
lante hasta ñnales del xvu (v. gr.. Estaba entre ti y m í).]
3 [U n ejemplo de ultracorrección en español se encuentra en una grafía como Viva
lio, en lugar de Viva yo, cuyo autor, sin duda semianalfabeto y yeísta, esto es hablante
que confunde 11 (v. gr,,. calló) e y (v. gr., cayó) en favor de y (y pronuncia [kayó] en am
bos casos), se corrige-indebidamente al aplicar en exceso (en una forma de ‘yo’) la nor
ma ortográfica que ha de aplicar todo yeísta de que, a veces, ha de escribir < ll> donde él
pronuncia [y ], Cf. 6.5, nota 3.]
y a y o », etc. L o que no im plica, p o r supuesto, que todo hablante de inglés
que diga betw een you and I, H e ío_íd you and I, etc., haya realizado la ope
ración de aplicar bien y mal, al m ism o ^tiempo, la regla tradicional. Estas
construcciones son tan comunes en el habla actual de la clase m edia y alta
del inglés estándar de In gla terra que seguramerite^ las han aprendido con
toda naturalidad la m ayoría de los que las utilizan. Y no hay duda, sin em
bargo, de que se origin aron en un proceso de ultracorrección.
Desde luego, ni la lógica ni la gram ática del latín sirven de tribunal de
cisorio para d ecid ir si algo es o no co rrecto en inglés. Tam p oco puede a p e
larse a la autoridad incuestionable de la tradición p o r la tradición (« A s í m e
los énséñáron a m i, a m is padres y a los padres de m is p a d res») o al uso
de los escritores más reputados de la lengua. H ay una opinión am pliam ente
adm itida en nuestra sociedad, al m enos hasta hace poco, según la cual el
cam bio lin gü ístico supone necesariam ente un decaim iento o una corrupción
de ia lengua, ü sta o p im ó ji no puede defenderse de ningún m odo. Todas Tas
lenguas están sujetas al cam bio, no hay más que observarlo. De ahí que la
tarea de la lingüística h istórica consista en investigar todos los detalles po
sibles del cam bio lingüístico y, m ediante una teoría explicativa, contribu ir al
con ocim ien to de la naturaleza del lenguaje. Los factores que determ inan el
cam bio son com plejos y hasta ahora sólo parcialm ente com pren didos. Pero
sé conocen suficientem ente ya — desde m itad del siglo pasado^— para que no
quepa duda de que, si se m ira sin p reju icios el cam bio en la lengua, lo qu e
en un m om ento se condena com o corrupción o decaim iento de criterios tra
dicionales de uso puede siem pre ponerse en correlación con o tro cam bio
an terior del m ism o tipo que dio origen al uso que los propios tradiciona-
listas consideran genuinam ente correcto.
En cuanto al prin cip io de seguir los criterios de los escritores más con
sagrados, tam bién es índeienaiDie, ai m enos por la form a en que suele aplicar
se. N o nav razón para creer que un escritor, p o r m uy genial que sea, está
in vestido de un don especial para el conocim iento seguro y certero de las
reglas trascendentes de corrección p o r encim a de los demás hablantes. De
ahí que la gram ática tradicional tenga un verdadero p reju icio litera rio en
sus 'bases de com paración. E llo se debe a que en períodos im portantes del
desarrollo cultural europeo — desde la escuela alejandrina en el siglo n a. C.
hasta el hum anism o renacentista— la descripción gram atical, p rim ero del
griego y luego del latín, estaba subordinada a la tarea práctica de hacer acce
sible la literatu ra p rim itiva a los que no hablaban, o no podían hablar p o r
el paso del tiem po, el dialecto del griego o del latín en que se basaba la len
gua de los textos clásicos. E l p reju icio litera rio de la gram ática tradicional
no sólo se explica por estos hechos históricos, sino que resulta aun, ju stifica
ble, al m enos en lo que atañe a la descripción del griego y del latín. Pero
carece de sentido en la descripción gram atical de las lenguas habladas m o
dernam ente.
N o hay, en la lengua, pautas absolutas de corrección. Podem os decir que
un ex tra n jero ha com etido un e rro r si dice algo que viola las reglas inm a
nentes al uso de los hablantes nativos. Podem os decir igualm ente, si nos
em peñam os en ello, que el hablante de un dialecto social o regional no es
tán dar se ha expresado de una fo rm a no gram atical si su enunciación vu l
nera las reglas inm anentes a lengua estándar. Pero al expresarnos así adop
tam os, desde luego, el supuesto de que quería u tilizar la lengua estándar o de
que, al menos, debía h aberlo qu erido. Y este supuesto requ iere justificación.
Para evita r m alentendidos, hem os de subrayar que, al distin gu ir en tre
descripción y prescripción, el lingüista no m ega el establecim ien to y la pres
crip ció n de norm as de uso. E xisten evidentes ven tajas adm inistrativas y edu-
cacionales en el m undo m oderno si se estandariza un dialecto prin cip al para
un determ in ado país o región. E ste proceso de estandarización ya ha tenido
lu gar durante largos p eríod os en muchos países occidentales, con o sin la
in terven ción d el gobierno. En la actualidad se está realizando a escala ace
lerad a y den tro de la p olítica oficial en algunas naciones en vías de desarrollo
de' Á fric a y Asia. E l problem a de seleccionar, estandarizar y p ro m o ve r una
determ in aba lenguá o dialecto a expensas de ofras está lle na de difacultades
p o líticas y sociales. ¡Forma parte efe lo que se ha ven ido en Uaínar " p í a ^ T IT í-
c a c i ó n l i n g ü í s t i c a , , un cam po im portan te de la soc iolingüística apli-
ca3a.
T a m p oco debe pensarse que, al negar que todo cam bio en la lengua sea
para mal, el lingüista im pliqu e que deba ser necesariam ente para bien. E l
lin gü ista se lim ita a poner en tela de ju icio la apelación irreflexiva a crite
rios em píricam ente desacreditados. Concede que cabe la posibilidad, en prin
cip io, de evalu ar los dialectos y las lenguas p o r su flexibilidad relativa, el
ám b ito de expresión, la precisión y el potencial estético, y acepta ciertam en
te qu e el uso de un dialecto o lengua p o r cada hablante y escritor puede ser
más o menos efectivo. N o obstante, y a ju zgá r p o r la obra cien tífica más
recien te sobre el lenguaje y las lenguas, tam bién ha de a d m itir que la ma
y o ría de estos ju icios son extrem adam ente subjetivos. C om o m iem bro de
una com unidad de hablantes, el lingüista tendrá sus propios preju icios, es
pontáneos o derivados de su origen social, cultural o geográfico, y puede ser
con servador o progresista p o r tem peram ento. Sus actitudes hacia la propia
lengua no serán menos subjetivas, a este respecto, que las del profan o. P o r
ejem p lo , puede en contrar agradable o desagradable una determ inada p ro
nunciación o dialecto. Puede, incluso, c o rregir el habla de sus h ijos si los oye
u tiliza r una pronunciación, una palabra o una construcción gram atical re
probadas p o r los puristas. Ahora bien, al proced er así, si es consecuente con
sigo m ism o, sabrá que co rrige algo n o inherentem ente in correcto, sino sólo
en relación con un cierto m odelo que, p o r razones de p restigio social o p o r
alguna ven ta ja educativa, desea que adopten sus hijos.
„ E n cuanto a su actitud con respecto a la lengua literaria, el lingüista se
lim ita a subrayar que la lengua se em plea para muchos propósitos y que
estos em pleos no deben juzgarse a p a rtir de criterio s aplicables única o p ri
m ord ialm en te a la lengua literaria. Esto no qu iere decir, en absoluto, que
sea h ostil a la literatu ra o a su estudio en la escuela y la universidad. P o r
e l con trario, m uchos lingüistas manifiestan un particu lar interés p o r la in
vestigación de los usos litera rios a que se aplica la lengua y al m odo de cul
m in ar dichos usos. E sto fo rm a parte — muv im portante, p o r cierto— de la
r ama de la m acrolingüística conocida p o r e s t i l í s t i c a .
se distingue de
4. E l uso de asteriscos para in dicar m a lfo rm a ció n no debe con fu n d irse con el em p leo
tam bién com ún y más arraiga d o que se hace en ia lin gü ística h istó rica para cara cterizar
form as recon stru idas [ o no docu m en tadas] (c f. 2.5). El c o n tex to aclarará, sin duda, a cuál
nos referim o s.
está m al form ad a y, en rig o r, es no gram atical con respecto al español estándar.
N o obstante, está gram aticalm en te bien form ad a en ciertos dialectos del es
pañol. E ste e jem p lo ilu stra el p rin cip io más general de que pueden construirse
lenguas distintas a p a rtir de los m ism os elem entos y unidades, y lo que está
bien fo rm ad o en una lengua puede estar m al form ad o con respectó a qtra.
Pese a que se ha ilu stra d o con dos dialectos de la m ism a lengua, el p rin cip io
vale para lenguas d iferen tes. M ucho más podría decirse aún sobre la estruc
tura de los sistem as lin gü ísticos, p ero es m e jo r d eja rlo para los capítulos de
fon ología, gram ática y sem ántica, donde cabe presentar gradualm ente y e jem
p lificar con m a yor d eta lle las cuestiones generales.5
H em os em pezado este apartado asum iendo la definición de Chom sky sobre
la lengua (es decir, el sistem a lin gü ístico) com o un conju n to de oraciones.
Es p referib le, sin em bargo, con cebir el sistem a lingü ístico com puesto de un
in ven tario de elem entos, un vocabu lario de unidades y unas reglas que deter
m inan la buena fo rm a c ió n de las oraciones en ambos niveles. A ello vam os a
atenernos en lo sucesivo. A l parecer, con una definición adecuada de ‘ o ra ció n ’
coinciden am bas fo rm a s de con ceb ir los sistemas lingüísticos.
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R A F IC A
(
En general, sirve la misma que para el capítulo 1. Además, Crystal (1971), capítu
los 2-3; Lyons (1974).
De los textos que en la bibliografía aparecen con asterisco, Robins (1979a) es
el más comprehensivo y neutral en la presentación de temas controvertidos; Lyons
(1968) subraya la continuidad entre la gramática tradicional y la lingüística mo
derna, se circunscribe a la microlingüística sincrónica y se inclina en favor de una
determinada versión (actualmente pasada de moda) de la gramática transforma
tiva; Martinet (1960) se encuentra en la tradición del estructuralismo europeo; Glea-
son (1961), H ill (1958) y Hockett (1958), junto con Joos (1976), proporcionan una
buena descripción desde la llamada lingüística postbloomfieldiana; Southworth &
Daswani (1974) plantea magistralmente la relación de la lingüística con la sociolo
gía y la antropología, y vale asimismo en la lingüística aplicada; lo mismo, aunque
menos comprehensivo, resulta Falk (1973); Akmajian, Demers & Hamish (1979),
2. «com o todas las ram as del saber hacen uso del lenguaje, puede d e cirse que,
en ciertos aspectos, la lingüística reside en el centro de todas ellas com o estudio
de la herramienta que deben utilizar» (Robins, 1979a: 7). Com éntese.
5. « A menudo los filó sofos y lingüistas tienen la im presión de que las intuiciones
no so n ‘científicas' ni suscep tib les de una observación directa, y s í va ria b le s
y poco dignas de crédito. A nosotros n o s parece una objeción no válida...» (Sm ith
& W ilson, 1979: 40). Com éntese.
11. Indíquese qué se entiende por prioridad del punto de vista sincrónico
sobre el d i a c r ó n i c o , en lingüística.
12. H á ga se un com entario crítico so bre la fam osa com paración de S a u ssu re entre
la lengua y una partida de ajedrez.
14. «El sistem a lingüístico en s í ... e s una estructura puram ente abstracta» (p. 49).
C o n sid é re se esta afirm ación con referencia al u so de c ó d ig o s y cifrados sim p le s
basados en el principio de la su stitu ció n (a) letra a letra y (b) palabra a palabra
en m ensajes escritos. E sta s té cn ica s criptográficas, ¿c o n se rv a n o destruyen, ne
cesariam ente el i s o m o r f i s m o ?
15. ¿Pue de idearse un c ó d igo o cifrado sim ple que explote la independencia de
ios d o s nive les estructurales del siste m a lingüístico y cam bie uno sin afectar por
ello el otro?
3. Los sonidos de la lengua
H acia finales del siglo pasado, cuando la fonética articu latoria re cib ió un
auténtico im pulsó en O ccidente (gracias, justo es decirlo, a la secular tradi
ción in dia), los estudiosos em pezaron a sen tir la necesidad de confeccionar
un sistem a estándar e internacionalm ente aceptable de tran scripción foné
tica. Aunque hubo y tod avía hay mucho que decir en fa v o r de los sistemas no
a lfa b ético s de represen tación , en la actualidad el más u tilizado p o r los lin
güistas, con m odificacion es más o menos im portantes, es el A lfa b eto Fonético
In tern a cio n a l (A F I ), com pu esto e instaurado p o r la Asociación Fonética In
tern acion al en 1888. Se in spira en el prin cip io de disponer de una letra distin
ta para cada sonido distin gu ible de habla. Com o en realidad no hay lím ite
para el nú m ero de sonidos de habla distinguibles y capaces de ser producidos
p o r los órgan os hum anos de habla (al menos, un lím ite su perior tipográfica
m en te ra zo n a b le) este p rin cip io no puede aplicarse de un m odo coherente.
P o r ello, el A F I p ro p o rc io n a al usuario un conju nto de d i a c r í t i c o s de
d iverso s tipos que pueden añadirse a los s í m b o l o s a fin de establecer
distin cion es más precisas de lo que perm itirían p o r sí solas las letras aisladas.
Así, con un uso co rrecto y m oderado de diacríticos, el especialista puede re
p resen tar con su ficiente plu critu d las distinciones necesarias a cada p rop ó
sito. Desde luego, no alcanzará a describir con toda precisión los m is m íni
m os detalles fo n éticos que distingue una enunciación concreta de otra, pero,
p o r lo com ú n no hay razón para alcanzar este ideal. Para ciertos com etidos,
basta una tra n scrip ción relativam en te a n c h a ; para otros, conviene una
tra n scrip ción m ás o m enos e s t r e c h a . 1
E n lo sucesivo u tilizarem os el A F I para representar los sonidos del habla
o form as tran scritas fonéticam en te. Respetarem os asim ism o la convención
usual de co lo c a r las transcripciones fonéticas entre corchetes. Así, en lugar
de re ferirn o s a un sonido p, un sonido k, etc., com o hemos hecho hasta aquí,
n os re fe rire m o s a [ p ] y [ k j . (E lijo deliberadam ente sím bolos del A F I con el
m ism o v a lo r fo n ético, al m enos con aproxim ación, que las letras p y k en los
sistem as ortog rá fico s de la m ayoría de lenguas europeas.) La m ayoría de
sím bolos d el A F I p roced en d el a lfabeto latino o griego. P ero com o sabe muy
b ien qu ien habla y lee, pongam os, inglés, francés, italian o y español, las letras
distan m ucho de ten er un va lo r fon ético igual en todas estas lenguas, pese
a que em plean esencialm ente el m ism o alfabeto. En rigor, la m ism a letra no
presenta n ecesariam en te un va lo r fo n ético constante ni aun en el sistem a or
tográ fico de una sola lengua. A qu í reside una de las ven tajas de disponer de
un a lfa b eto fo n é tic o estándar e internacionalm ente aceptado, ya que no hay
qu e re la tiviza r la in terp retación de los sím bolos a una determ inada lengua
o incluso a determ inadas palabras: «a com o en ita lian o», « u com o en el fran
cés lu », etc. L a con trap artid a para tan considerable ven ta ja consiste en que
los usuarios del A F I se ven obligados a renunciar a todo tip o de supuestos
sobre la m anera com o habría de pronunciarse tal o cual sím bolo de letra. P o r
ejem p lo , [ c ] es un sonido m uy distinto del que1representa la letra c en inglés,
francés, italian o o español (cf. ch ico [c ík o ]). En lo que sigue, sólo in corp o
Figura 1. Los órganos del habla: 1, Labios. 2, Dientes. 3, Alvéolos. 4, Paladar duro.
5, Paladar blando (ve lo ). 6, Üvula. 7, Ápice de la lengua. 8, Dorso de la 'lengua.
9, Raíz de la lengua. 10, Faringe. 11, Epiglotis, 12, Esófago. 13, Cuerdas vocales.
6. E n castellan o, sin e m b a rgo , suele pron u n ciarse com o fric a tiv o p ostvelar, o uvular,
que en el A F I se tran scrib e c om o [X ] .
sordo, pero aparece en [español y ] griego m oderno (y en ciertos dialectos
del ruso).
TABLA 1
bilabiales P b m V 3
labiodentales b f
a
TZ "D V
dentales t d n e
alveolares t, d, n s z
palatales c J «ji ? j
velares k g X r
glotales h fi
Volvam os ahora al análisis articu latorio de las vocales. Com o las vocales
(en oposición a las consonantes) se caracterizan p o r la ausencia de obstruc
ción en la corriente de aire a su paso p o r la boca, no presentan un lugar de
articulación com o las consonantes. En cam bio, hay que considerar la confi
guración entera de la cavidad oral, la cual varía de un m odo infinito en tres
dim ensiones convencionales a base de cerradas : abiertas (o bien ja ita s : ba
jas), anteriores : posteriores y labializadas : no labializadas.
H agam os ahora unas breves precisiones sobre esta clasificación tridim en
sional de las vocales. En p rim er lugar, com o cada dim ensión es continua, la
diferencia entre dos vocales cualesquiera en virtu d de la abertura, la anterio
ridad y la labialización siem pre se produce en m ayor o m enor grado. N o
obstante, para estandarizar las referencias, los fonetistas recurren al sistema
de v o c a l e s c a r d i n a l e s . Éstas no deben confundirse con las vocales de
ninguna lengua real, pues constituyen sim plem ente puntos teóricos de refe
rencia a p a rtir de los cuales el fonetista establece los sonidos vocales de las
distintas lenguas. Gracias a ellas puede sentar hechos com o el siguiente: la
vocal de la form a p ie del francés, que podem os tran scribir a base de [p i ] ,
se aproxim a más a la [ i ] cardinal que la prim era parte de la vocal en la pro
nunciación fo rm al de la palabra pea del inglés, que tam bién cabe transcribir,
aproxim adam ente, a base de [ p i ] o, con más estrecham iento (in dicando la
aspiración de la consonante y la longitu d de la vocal, aunque no su cualidad
dipton gal no u n iform e), a base de [ p hi : ] . Las ocho vocales cardinales prim a
rias aparecen en la figura 2. D en tro de poco considerarem os las cardinales
secundarias. O bsérvese que las cardinales 1, 4, 5 y 8 — esto es [ i ] , [ a ] , [ a ] , y
[ u ] — constituyen los extrem os teóricos de las dim ensiones de abertura y an
teriorid ad . E n tre [ i ] y [ a ] y en tre [u ] y [a ], en intervalos supuestamente
iguales, se encuentran las vocales s e m i c e r r a d a s [ e ] ■y [ o ] y las s e m i -
a b i e r t a s [e ] y [o ].
O tro aspecto que conviente precisar es que m ientras todas las vocales an
teriores de la figura 2 son no labializadas, las correspondientes posteriores
(salvo para la núm ero 5) son labializadas. Esto no significa que no aparezcan
vocales anteriores labializadas o p osteriores sin labializar. En realidad, las
hay, p ero se encuentran m ucho menos a menudo — especialm ente las poste
riores no labializadas— en las lenguas europeas (la verdad es que el A F I y
sus vocales cardinales tienen una cierta predisposición en fa vo r de las len
guas europeas). Ahora bien,, cada vocal cardinal prim aria tiene su contrapar
tida entre l^s v o c a l e s c a r d i n a l e s s e c u n d a r i a s (anteriores labiali
zadas y posteriores no labializadas), enumeradas de 9 a 16. P or ejem plo, la
equ ivalente secundaria de [ i ] es la núm ero 9, anterior labializada [ y ] , apro
xim adam ente la vocal de la palabra tu del francés; la equivalente secundaria
de [u ] es la núm ero 16, p o sterio r no labializada [u i], que aparece en ja
ponés. ■*
Nótese, además, que las vocales de la figura 2 vienen dispuestas en un
cu adrilátero con una base más estrecha que su parte superior. Este diagram a
refleja esquem áticam ente el hecho de que, por razones fisiológicas, hay m e
nos diferencia, tanto articu latoria com o auditiva, en la dim ensión de ante
rio rid ad y posteriorid ad entre vocales abiertas que entre cerradas, esto es
hay m enos diferencia, p o r ejem plo, entre [a ] y [ a ] que entre [ i ] y [u ]. L o m is
ino sucede con respecto a la labialización. Así, [ i ] difiere de [u ] más que [a ]
difiere de [£ ] en dos de las tres dim ensiones (pues la labialización es irrele-
van te en las vocales máxim am ente abiertas). N o es sorprendente, entonces,
que las lenguas tiendan a form ar sistemas vocálicos asimétricos con menos
distinciones entre vocales abiertas que entre cerradas.
Finalm ente, hay que subrayar de nuevo que el cuadrilátero vocálico re
presenta un continuo de tres dimensiones, dentro del cual, excepto en el ideal
teórico, los sím bolos vocálicos del A F I indican zonas y no puntos. Por lo de
más, hay zonas, especialm ente en el centro del continuo, más bien poco
atendidas por el A F I y el sistema de vocales cardinales.
Basta ya sobre la articulación de consonantes y vocales. Por lo dicho hasta
aquí, pese al tratam iento selectivo del asunto, se habrá aclarado sobradam ente
que las consonantes y las vocales, consideradas com o s e g m e n t o s de
habla, constituyen haces de r a s g o s articulatorios, cada uno de ellos equi
valente al va lo r de una variable en una determ inada dimensión. Por ejem plo,
[m ] es oclusiva, sonora, bilateral, nasal: esto es, presenta el valor de [o clu
siva ] en la dim ensión de la oclusión u obstrucción, de [so n o ra ] en la de la
voz, de [la b ia l] en la del lugar (p rim a rio ) de articulación y de [n asal] en
la de nasalidad.
Segmen-
tos foné-
n. ticos
Rasgos \
articula-
torios \ P p" b m 3 t t" d n e 5 k kh g in X Y
s o n o ro — — + — + — — + + — + — — + + — +
a s p ir a d o — + — — 0 0 — + — — 0 0 — + — — 0 0
nasal — — + 0 0 — — — + 0 0 — — — 0 0
o c lu s iv o + ■ + + 0 0 + + + + 0 0 + + + + 0 0
fr ic a tiv o 0 0 0 0 + + . 0 0 0 0 + + 0 0 0 0 + +
la b ia l + + + + + + 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0
d e n ta l 0 0 0 0 0 0 + + + + + + 0 0 0 0 0 0
v e la r 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 + + + + + +
T a b la 2. A lg u n a s c o n s o n a n t e s a n a liz a d a s e n r a s g o s a r t ic u la t o r io s . (A p a r e c e n e je m
p lific a d a s la s o c lu s iv a s o r a le s s o rd a s a s p ira d a s , p e r o n o la s o c lu s iv a s s o n o ra s a s p i
ra d a s , n a s a le s u o r a le s , c o m o t a m p o c o la s n a s a le s s o rd a s . A t í t u l o p u r a m e n t e ilu s
t r a t iv o , se l i m i t a n a tr e s lo s lu g a r e s d e a r t i c u l a c i ó n : la b ia l, d e n ta l y v e la r. L a ta b la
p u e d e a m p lia r s e f á c i lm e n t e h a s ta i n c l u i r la s c o n s o n a n t e s de la ta b la 1 y sus c o
r r e la t o s a s p ir a d o s .)
Los corchetes que encierran los térm inos ‘oclusiva', ‘ labial’, etc., del pá
rrafo anterior, indican que dichos térm inos funcionan com o rótulos de ras
gos fonéticos. Las tablas 2 y 3 reclasifican ahora com o conjuntos de rasgos
algunas de las consonantes y vocales ya presentadas. Obsérvese que estos ras
gos son simultáneos y no secuenciales (en cualquier sentido pertinente del
térm ino). Hay que apreciar asimismo que debe establecerse una distinción
entre los rasgos independientem ente variables y los que no lo Son. Así, un
sonido de habla no puede ser, en un mom ento dado, a la vez sonoro y sordo,
o nasal y oral. Las tablas 2 y 3 utilizan signos de más y menos para reflejar
este hecho: [s o n o ro ], [n a sa l], etc., han sido elegidos com o m iem bros posi
tivos de los pares de rasgos en correlación, mientras que [s o rd o ] [o r a l], et
cétera, aparecen com o m iem bros negativos. En cuanto al lugar de articulación
de las consonantes, la situación es diferente. Desde luego, si una consonante
es (prim ariam ente) labial no puede ser también (prim ariam en te) dental o ve
lar. Sin em bargo, no cabe tratar los rasgos [d en ta l] o [v e la r ] com o si fueran
negativos de [la b ia l]. Una vez establecido esto, si se m arca positivam ente una
consonante en uno de los valores de la dimensión de lugar de articulación,
aparece, en la tabla 2, com o neutra, y no negativa, en los demás valores. De
un m odo sim ilar se procede con la distinción entre oclusiva y fricativa. La
tabla 3 sólo representa las tres dimensiones de la clasificación articulatoria
de las vocales a p a rtir de la configuración de la boca; no hay dificultad, enton
ces, en in corporar a esta tabla la distinción entre sonoro y sordo y entre
oral y nasal para las vocales. En futuras ocasiones las tablas 2 y 3 nos se
rán útiles.
i e a a o u y tu
abierta — 0 + + 0 — — —
posterior — — — + + + — +
labializada — — — — + + + —
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A
2. En qué difiere la f o n é t i c a de la f o n o l o g í a ?
6. «Lo que llam am os 'ó rg a n o s vo c a le s' u ‘órganos del habla’...no son de ningún
m odo ó rgan os prim arios del habla» (O ’Connor, 1973: 22). Com éntese.
1. C o n tra riam en te a lo que dan a e n ten d er m uchos m anuales d e lin gü ística, lo que
se o p o n e a la 'sin ta xis', en la gra m á tica tra d icio n a l, no es la ‘ m o r fo lo g ía ’, s in o la ‘ flex ió n '.
E l té rm in o ‘ m o r fo lo g ía ’ no s ó lo es d e recien te creación , sino que, cu an d o c o n tra s ta con
‘ sin taxis’ — esp ecialm en te si se d efin e a p a r tir d el té rm in o aún más re c ie n te ‘ m o r fe m a ’— ,
im p lica una con cep ción nada tra d ic io n a l s o b re la estru ctu ra gra m a tica l d e las lenguas. A l
m argen d e sus in discu tib les d eficien cias, la gra m á tica trad icio n al n o an d a fo rzo s a m e n te
equ ivo ca d a a este resp ecto. S i se exp lican ad ecu adam en te y se fo rm u la n con p recisión , las
con cep cion es trad icio n ales son al m en os tan sa tisfa cto ria s c om o cu alq u iera d e las rép licas
qu e lo s lin gü istas han opu esto c o n el tiem p o.
Todos los diccion arios corrientes de las lenguas europeas antiguas y m o
dernas establecen la distinción entre sintaxis y flexión. A sí se nos ha enseña
do, p o r cierto, en la escuela. Y aun en caso de que los térm inos ‘sintaxis' y
‘flexión ’ no nos resulten fam iliares, en cierto m odo sabem os qué significan.
Estam os habituados a op era r con el térm ino ‘palabra’ y u tilizarlo, com o en
la gram ática tradicional, en dos sentidos bien distintos según lo que abarque,
en la práctica, lo que se entiende p o r ‘flexión’. Em pecem os, pues, por la
‘palabra’.
¿Cuántas palabras hay en español? Se trata de una pregunta ambigua.
En un sentido, canto, canta, cantam os, cantaría, cantado y cantar cuentan
com o palabras diferen tes. En otro, se consideran f o r m a s distintas de úna
mism a palabra, a saber ‘can tar’. En general, si nos preguntan cuántas pala
bras contiene un diccion ario entendem os el térm ino ‘palabra’ en el segundo
sentido. P o r o tro lado, si se nos pide que escribam os un artículo de dos m il
palabras sobre un cierto tema, aplicam os el p rim er sentido y contam os cada
aparición concreta de canto, cantas, cantado, etc,., com o elem entos aparte.
Presentem os ahora otra term inología destinada, en caso de necesidad, a
m antener separados los dos sentidos de ‘ palabra’. D irem os que canto, cantas,
cantaría, etc., son f o r m a s d e p a l a b r a s (esto es, form as que son, a su
vez, tam bién palabras), tal com o lo hemos sobreentendido ya en apartados
anteriores. Y direm os que ‘cantar’ (nótese: ‘cantar’ y no ca n ta r) es un l e x e
ma , o una palabra de vocabulario, cuyas form as son canto, cantas, canta
mos, etc., las cuales, en realidad, son lo que tradicioiíalm en te se denom ina
ban f o r m a s f l e x i v a s . Ahora bien, cantar ocupa una cierta posición de
p rivileg io entre las form as de ‘ cantar’ , ya que se trata de la f o r m a d e
c i t a , m ientras qu e cant- sería, para muchos lingüistas, la f o r m a d e b a s e .
Y aunque no hay dificultad en distinguir la fo rm a de cita de la fo rm a de
base, es im p ortan te distin gu ir cada una de ellas con respecto al lexema. La
fo rm a de cita d e l lexem a es la que se em plea para alu dir al lexem a y qu e
aparece en el listado a lfa b ético de los diccionarios convencionales. L a form a
de base es la form a, si la hay, de la que pueden d eriva r las demás p o r m e
dio de las r e g l a s m o r f o l ó g i c a s de la lengua. En inglés, la fo rm a de
cita de un lexem a puede co in cid ir con la form a de base (cf. ‘sing’, «ca n ta r»,
sing-, etc.) pero, en general, difieren entre sí en la m ayoría de lenguas euro
peas m odernas lo m ism o que entre verbos y muchos nom bres y adjetivos en
latín y griego.
Al igual que podem os referirnos a los lexemas, podem os referirn os a
cualquiera de sus form as. En rigor, así lo hemos hecho, y lo continuarem os
haciendo, al u tiliza r la cursiva (sin corchetes: ¿f. 3.2) y en ocasiones la nota
ción fonética o foném ica. Las form as mismas pueden va ria r en ciertos res
pectos según el con texto en que aparecen — el grado y la naturaleza de su
variación fon ética en la lengua hablada viene determ inada p o r las reglas fo
nológicas— . Aun así, tienen una form a de cita con que pueden ser aludidas;
p o r lo demás, los lingüistas, y en especial los fonetistas, suelen u tilizar el tér
m ino ‘ fo rm a de cita' só lo para las de form as fon éticam en te variables. P o r
ejem plo, dirán que vienen o ven (fo rm a s del lexem a ‘ v e n ir’ ) se pronuncian
con una nasal alveolar [n ] en la posición final de sus form as de cita, pero
pueden pronunciarse con nasal labiodental [n j]), ante una consonante labio-
dental com o [ f ] (cf. vienen fieras [bjénerrj fjé ra s ]).
Este tipo de variación se llam a subfonémica, pues la distinción entre al
veolar y labiodental no constituye contraste fonológicam ente distintivo entre
las nasales del español, lo que no obsta para que ciertas variaciones contex
túales com porten, según la foném ica americana clásica, la sustitución de un
fonem a p or o tro (cf. 3.5, nota 8). En ambos casos, sobre todo en la fonología
generativa, hoy se habla de derivar o generar todas las form as fonéticam en
te variables a partir de una f o r m a s u b y a c e n t e común, que será
idéntica a la form a de cita de la form a fonéticam ente variable en cuestión
o sim plem ente más sim ilar a la form a de cita que a cualquiera de las demás
variantes fonéticas.
A p artir de la distinción entre el lexem a (o, más exactamente, lexema de
palabra) y sus form as podem os form u lar com o sigue la distinción tradicio
nal entre s i n t a x i s y f l e x i ó n . Tom adas a la vez, la sintaxis y la flexión
son com plem entarias y constituyen la parte principal, si no total, de lo que
denominamos gram ática. Conjuntamente, determinan la gram aticalidad (es
decir la buena form ación gram atical) de las oraciones: la sintaxis especificandp
cóm o se combinan los lexemas entre sí en las distintas c o n s t r u c c i o n e s ;
las reglas de flexión (en la m edida en que la gram ática tradicional disponía
de reglas, en lugar de paradigm as) estableciendo qué form as del lexem a de
ben aparecer en tal y tal construcción. E ntre sintaxis y flexión hay un nivel?
o subnivel, de descripción al que se alude con expresiones com o ‘la tercera
persona del singular, (d e la form a de) presente (del lexem a) c a n t a r ’ ; ‘ (la fo r
m a) singular (del lexem a) c h i c o ’ . Aquí he introducido deliberadam ente una
notación distinta para los lexemas, utilizada en obras recientes; en todo caso,
‘cantar’ y c a n t a r son variantes notacionales que se refieren exactam ente a la
misma entidad.2
La distinción m oderna (y, más en particular, post-bloom fieldiana) entre
s i n t a x i s y m o r f o l o g í a , según la cual la sintaxis se ocupa de la distri
bución de las palabras (esto es de las form as de palabra), mientras que la m or
fología se ocupa de su estructura gram atical interna, resulta, a prim era vista,
muy sim ilar a la distinción tradicional entre sintaxis y flexión. Pero difiere de
ella en dos aspectos: (a ) la m o rfolo gía no sólo incluye la flexión, sino también
la d e r i v a c i ó n ; (b ) trata la flexión y la derivación por m edio de reglas que
operan sobre las mismas unidades básicas, a saber, los m orfem as. P or ejem
plo, así com o la form a flexiva cantar se com pone de las unidades más básicas
(m o rfem a s) cant y ar, tam bién la form a derivacional cantante se com pone de
2. E strictam en te hablan do, no se trata de palabras c om o lexem as, n i siqu iera d e pa
labras co m o form a s d e p a la b ra cuya d istrib u ció n qu eda especificada p o r las reglas sintác
ticas de la gra m ática tra d icio n a l, s in o d e palabras en e l sen tido de estas entidades in ter
m edias: p alabras m o rfo sin tá ctica s. Aún así, n o vam os a e n tra r aqu í en esta suerte de
refin am ien tos te rm in o ló gic o s (c f. M atth ew s, 1974).
las dos unidades más básicas cant y ante. Además, en ambos casos se trata
del m ism o proceso de a f i j a c i ó n, es decir de añadir un a f i j o a una
form a de base. Desde este punto de vista, los m o r f e m a s — form as m íni
mas— constituyen las unidades básicas de la estructura gram atical. De ahí
que una buena parte de la m orfología puede entrar en la sintaxis si se des
p oja la palabra de su antigua posición de privilegio en la teoría gramatical.
Existen argumentos en fa vor y en contra de la gram ática m orfém ica o
basada en los m orfem as. L o m ism o puede decirse de la gram ática más tra
dicional basada en la palabra. El problem a consiste en conservar las ven
tajas de cada una dentro de una teoría coherente y, en otros aspectos, bien
asentada sobre la estructura gram atical de las lenguas humanas. E n -los úl
tim os veinte años se ha alcanzado más progreso en esta dirección que en
cualquier Otro período de la larga historia de la lingüística. La m ayor parte
de este progreso puede atribuirse, directa o indirectam ente, a la form aliza-
ción de una teoría de la sintaxis, en el m arco de la gram ática generativa,
creada p o r Chomsky. Más adelante, volverem os con m ayor detalle sobre ello.
Aquí basta con advertir que, si bien la teoría de la sintaxis de Chomsky se fun
da en el m orfem a y no en la palabra, en su versión más reciente ha ter
minado adoptando una concepción más tradicional sobre la com plem entari-
dad de la sintaxis y la flexión de lo que adm itía en versiones anteriores. En
particular, la m orfología derivacional no depende ahora del com ponente sin
táctico central de la gram ática, sino de la estructura del vocabulario (o 1 é-
x i c o ). Cualquiera que sea la teoría gram atical con que operem os, es evi
dente que ya no podem os lim itarnos a decir, com o hacíam os en la form ulación
anterior del principió de la dualidad, que las unidades del n ivel prim ario se
componen de elem entos del nivel secundario (1.5). La relación entre los dos
niveles es muchísim o más com pleja de lo que esta form ulación deja entrever.
N o obstante, cabe la posibilidad de gobernar esta com plejidad p or m edio de
reglas. Además, a pesar de las considerables diferencias de estructura gram a
tical y fonológica que hay entre las lenguas humanas, se observan sim ilitu
des, igualmente sorprendentes, que vienen a sugerir que al menos algunas
de las reglas que determ inan o integran los dos niveles — y que los niños do
minan en un período relativam ente corto durante la adquisición de la len
gua— son comunes a todas las lenguas humanas.
y
(2) Se levantó tarde esta mañana
son, por definición, oraciones diferentes del español. Desde un punto de vista
teóricam ente más general y tradicional, las oraciones pueden definirse com o
clases de sartas de form as de palabra, donde cada m iem bro de la clase p re
senta la misma estructura sintáctica. Esta definición nos perm ite, aunque
no nos oblique a ello, tratar (1) y (2) com o si fuesen, no oraciones diferentes,
sino versiones alternativas de una m ism a oración.
H ay que recordar asim ism o que toda oración de la lengua hablada lleva
superpuesto a la sarta de form as de palabra un cierto c o n t o r n o p r o s ó
d i c o (en especial, una determ inada pauta de entonación) sin el cual no
sería oración. Los lingüistas no se ponen de acuerdo en establecer qué can
tidad de estructura prosódica de los enunciados hablados ha de atribuirse
a la estructura de las oraciones. L a m ayoría consideraría propia de la estruc
tura oracional a l. menos la parte que distingue las afirm aciones de la§: pre
guntas y las órdenes. N osotros aceptarem os en la práctica esta posturá, que
deja abierta la posibilidad de que (1) y (2 ) se hallen en correspondencia, no
con oraciones únicas, sino con conjuntos de oraciones diferentes d el español
hablado. De ahí, y p o r lo dicho en el párra fo anterior, se sigue que si las
diferencias en el orden de plabras y en el contorno prosódico reciben igual
peso com o índices de estructura gram atical, la diferen cia entre dos versiones
distintas en entonación tanto en (1) com o de (2) contará, en prin cip io, tanto
com o la diferen cia entre (1 ) y (2). Conviene tener bien presente tod o esto
aun cuando en muchas partes del lib ro hablemos com o si las oraciones que
daran satisfactoriam ente representadas com o m eras sartas de palabras.
¿Qué diferen cia hay, entonces, entre una sarta de palabras gram atical y
otra no gram atical? La respuesta es sim ple, aunque poco aclaratoria. Una
sarta no gram atical de palabra es aquélla cuya form ación no respeta las re
glas gram aticales del sistem a lingüístico. Este principio no sólo abarca ora
ciones, sino tam bién frases: por ejem plo, *mañana esta, *se tarde levantó
son no gram aticales (d é ahí el asterisco: cf. 2.6). Veam os qué im plica esto y
— lo que no es menos im portan te— qué no im plica, en lo que atañe a las
oraciones.
Evidentem ente, no im plica ninguna actitud norm ativa o prescriptiva ha
cia la lengua, pues nos interesam os por las reglas inmanentes que, al m argen
de cualquier fa cto r in hibidor o distorsionante sin im portancia lingüística,
aplican inconscientem ente los hablantes nativos de cada lengua. Tam p oco
im plica ninguna conexión directa entre gram aticalidad y prob a b ilid ad de apa
rición. Finalm ente, tam poco im plica la identificación entre gram aticalidad y
significátividad; admite, en cam bio, una conexión estrecha y esencial entre,
al menos, parte de la gram aticalidad de las oraciones y la significatividad de
enunciados reales o potenciales.
En el capítulo 5 exam inarem os con más detalle cóm o se expresan los di
versos tipos de significado en las lenguas naturales. L o único que nos inte
resa señalar aquí es que, cualquiera que sea la conexión entre gram aticalidad
y significatividad, hay que distinguirlas entre sí. E l ejem p lo ya clásico de
Chomsky,
es una oración perfectam ente bien form ada del español, aun cuando no pue
da recib ir una in terpretación literal coherente. P o r el contrario,
es indudablem ente no gram atical, aun cuando presum iblem ente no resulte
menos fá cil de in terp retar que (1 ) o (2), una vez establecidas las debidas con
cesiones a la viola ción de las reglas sobre la posición relativa de las diversas
clases de palabras en la oración. Podríam os aducir innum erables casos más
com plicados de lo que ejem plifican (3) y (4 ); indudablem ente, existe una ex
tensísim a interdependencia del m ayor interés teórico entre gram aticalidad y
significatividad. N o obstante, hay que m antener separadas estas dos p rop ie
dades de las oraciones.
La gram ática tradicion al sólo o frecía una presentación m uy parcial y a
menudo poco exp lícita de la gram aticalidad. A certó a establecer muchos prin
cipios específicos todavía útiles a los lingüistas y, para ciertas lenguas bien
estudiadas, cod ificó un gran núm ero de construcciones gram aticales y aun
a d virtió un núm ero todavía m ayor de hechos diversos que, aunque sancio
nados p o r el uso y, p o r tanto, gram aticales en cierto m odo, caían fu era de
las reglas del sistem a lingüístico com o tal. L a m oderna teoría gram atical se
ha propu esto ser explícita y com prehensiva, especialm ente en la form ulación
de las reglas sintácticas, hasta un punto inim aginable para la gram ática tra
dicional. Y ello porqu e, com o el latín y el g riego eran lenguas con abundante
flexión y m ucho de lo que evidentem ente atañe a la gram aticalidad puede es
tablecerse directa o indirectam ente a p a rtir de categorías flexivas (género,
núm ero, caso, tiem p o verbal, m odo, etc.), la ‘gram ática’, en su in terpretación
tradicional, era fu ertem en te p roclive al estudio de la flexión. De ahí la creen
cia, bastante común, de que las lenguas no flexivas, com o el chino clásico,
no tienen gram ática, y que una lengua com o el inglés, con una m orfología
flexiva relativam en te m enor, tiene menos gram ática que el latín y el griego
o incluso que el francés, el alem án [ y el esp añ ol]. La m oderna teoría gram a
tical opera con una noción de ‘gram ática’ desprovista de sem ejantes p reju i
cios en fa v o r de las lenguas flexivas.
O tra razón de que la gram ática tradicional no proporcion ara — ni se p ro
pusiera tan sólo prop orcion a r— una exposición integral y totalm ente explí
cita de la sintaxis de las lenguas que describió se debe a que gran parte de
la sintaxis se consideraba explícita o im plícitam en te dependiente del sentido
com ún o, para u tilizar un térm ino grandielocuente, de las leyes del pen
samiento. E l hecho de que se diga Esta mañana se levantó tarde o bien Se
levantó tarde esta mañana, en lugar de Tarde se esta mañana levantó, en es
pañol, se suponía que no necesitaba más explicación que la de que el orden
de las palabras refleja el orden del pensamiento. Esta concepción se vuelve
más y más d ifíc il de sostener al investigar seriam ente una muestra suficien
tem ente am plia y representativa de las lenguas del mundo. D entro de ciertos
lím ites, en latín y en griego el orden de las palabras era en buena parte un
asunto de variación estilística. Son muchas las lenguas, entre e lla s 'e l inglés,
donde el papel estilístico que desempeña el orden de palabras es mucho me
nor m ientras que se hace proporcionalm ente más im portante su función sin
táctica.
Desde luego, puede sostenerse en parte que el orden de palabras estilís
ticam ente variable, com o se ejem plifica en (1 ) y (2), está determ inado por
factores psicológicos y principios lógicos que cabe concebir groseram ente
com o leyes del pensamiento. Pero, ¿cóm o explicar, por ejem plo, que en ora
ciones declarativas estilísticam ente neutras del inglés el sujeto preceda al
verbo, m ientras que en sus equivalentes del irlandés sea el verbo el que va
antes? O bien, más aún, ¿cóm o explicar que en frases nominales el adjetivo
preceda norm alm ente al nom bre en inglés (re d coát), m ientras que (para la
m ayoría de a d jetivo s) se sigue el orden inverso en español (chaqueta roja )?
Las explicaciones chauvinistas de que un orden dado de palabras está más
en consonancia que o tro con las leyes del pensam iento y que la lengua de
una nación resulta, en consecuencia, más lógica que la de o tra se desmoronan
en seguida. L o m ism o ocu rre con la hipótesis, aún más arriesgada, de que cada
nación tiene su lógica, tal vez distinta de la de otra nación, y que esta lógica
es la que determ ina los principios del funcionam iento sintáctico del orden
de palabras en la lengua correspondiente. S i se pide a un inglés y a un es
pañol que describan una chaqueta roja, ¿acaso el p rim ero pensará ante todo
que es ro jo y sólo entonces que se trata de una chaqueta, m ientras que el
español realizará estas operaciones mentales en el orden inverso? Parece im
probable.
E l orden sintáctico de las palabras no es más que uno de los muchos as
pectos de la estructura gram atical hasta cierto punto a r b i t r a r i o s , en el
sentido de que no pueden describirse a p a rtir de principios lógicos y psicoló
gicos más generales (cf. 1.5).
Y , aun así, el niño pequeño, en el curso norm al de la adquisición lingüís
tica, consigue aprender, sin que nadie se las enseñe, la s reglas gram aticales
de su lengua nativa. Y es todavía más sorprendente, habida cuenta que las
lenguas naturales, en virtu d de su estructura gram atical, tienen tam bién la
propiedad de la p r o d u c t i v i d a d (cf. 1.5). La tarea que em prende el niño
durante el períod o de la adquisición lingüística consiste nada menos que en
inferir, a p a rtir de una muestra abundante, pero finita, de enunciados, unos
principios gram aticales en gran parte arbitrarios en virtu d de los cuales es
gram atical un conju nto indefinidam ente grande, acaso infinito, de sartas de
palabras, m ientras que resulta gram aticalm ente m al form ad o o tro conjunto,
tal vez más grande aún, de sartas de palabras.
Chomsky fue, alrededor de 1955, el prim ero en apreciar el va lo r del do
m inio que el niño ejerce sobre los determinantes sintácticos de la gram atica
lidad. Y fue él tam bién quien presentó lo que luego se ha convertido en la
más influyente teoría de la sintaxis de cualquier período, antiguo o m oderno,
de la lingüística. La sintaxis chomskyana se form aliza en el m arco de la gra
mática generativa y, sobre tod o en sus versiones más recientes, integra la sin
taxis con la fonología y la sem ántica en una teoría com prensiva de la estruc
tura de la lengua. E n un lib ro de esta naturaleza no podem os penetrar en
los porm enores más técnicos de la gramática generativa. N o obstante, en un
próxim o apartado expondrem os sucintamente los principios más im portantes
de la g r a m á t i c a g e n e r a t i v a de Chomsky (4.6) y, en un capítulo pos
terior, estudiaremos el llam ado g e n e r a t i v i s m o en su contexto histó
rico (cf. 7.4).
E l generativism o, en contraste con el estructuralismo, el funcionalism o,
el historicism o, etc., es lo p rim ero que viene a las m ientes de quienes se re
fieren, correctam ente, a la revolución chomskyana. Com o todas las revolucio
nes, parte del pasado y deja intacto mucho más de lo que llegan a com prender
los propios revolucionarios y la m ayoría de sus contem poráneos. Así com o
no puede com prenderse la filosofía aristotélica al margen del platonism o ni
Descartes sin la tradición escolástica contra la cual reaccionó y de la que
aceptó indudablemente tanto com o rechazó, lo m ism o ocu rre con Chomsky
y las ideas que le eran más fam iliares por su form ación en lingüística, psico
logía y filosofía: el generativism o chomskyano está m uy condicionado por el
contexto intelectual y cultural en que se desarrolló. Pero de m om ento de
jarem os a un lado estos asuntos más generales.
m ientras que el ú ltim o, y n o el prim ero, puede aparecer en o tra serie de con
textos, entre los que se halla
(1 ) [d es [e n -[a m o r]-a m ie n to ]]
Es preciso n otar que (1) y (2) son form alm ente equivalentes. Cada uno
dice ni más n i m enos J o , siguiente: que los c o n s t i t u y e n t e s i n m e d i a
t o s (C I) de desenam oram ien to son des y enam oram iento; que los C I de
en a m ora m ien to son en, a m o r y am iento, y, al no ser posible un nuevo análisis
en el n ivel gram atical de descripción, que los c o n s t i t u y e n t e s t e r m i
n a l e s de tod o el sintagma son des, en, a m or y am iento. Procediendo de o tro
modo, nos dicen tam bién que en, a m o r y am ien to pueden com binarse (en
secuencia) para fo rm a r un constituyente inm ediato, enam oram iento, al cual
puede p refija rse des- para produ cir d esenam oram iento y, con ello, dar lugar
a toda la fo rm a de palabra. Los dos m étodos de representación (1) y (2) son
neutros con respecto al análisis y a la síntesis de los sintagmas.
N o m e propon go ju stificar con detalle la división parentética de desena
m ora m ien to que asigno a (1) y (2). En prin cip io se basa (según los postulados
del distribucionalism o postbloom fieldian o) en los criterios de sustituibilidad,
o perm utabilidad y generalidad. La form a desenam oram iento pertenece a una
clase de form a (es decir a un conjunto de form as intersustituibles) que de
nom inaremos, utilizando una term inología tradicional, nom bres abstractos y
que sim bolizarem os a base de N a. En español hay muchos nom bres abstrac
tos form ados por la adición del sufijo -(a )m (i)e n to a form as verbales (más
exactamente, a las form as básicas de verbos). De una m anera sim ilar, la p re
fijación de des- a una form a verbal (V ) o nom inal ( N ) constituye un proceso
m orfológico extraordinariam ente productivo. A su vez, los m orfem as consti
tuyentes en y (a )m (i)e n to , aunque no necesariam ente solidarios (cf. entalla
dura, d erram am iento, etc.), ño suelen ten er una productividad independiente,
pues en la gran m ayoría de form as en que aparecen no ofrecen, p or lo común,
otras opciones constitutivas (d e ahí que no haya, al menos en principio/ algo
así com o a m o r a m iento o enam oradura).
La ju stificación distribucional de la estructura de constituyentes asigna
da a la fo rm a de palabra desenam oram iento es relativam ente sencilla. M uy
peliaguda resulta, en cam bio, con respecto a muchas otras form as de palabra,
y en especial si se pretende co n vertir los criterio s distribucionales en p roce
dim ientos m ecánicos de descubrim iento (cf. 7.4). Pero aquí no nos interesa
abogar p o r el distribucionalism o com o tal, sino tan sólo ilustrar lo que se
entiende p o r estructura de constituyentes. L a cuestión es que si se da validez
a un determ in ado análisis a base de criterios puram ente distribucionalés o
no, el uso de un determ inado térm ino o sím bolo, pongamos, ‘ n om bre’ o N,
para r o t j u l a r clases de form a im plica que los m iem bros de dicha clase
son perm utables en todos los contextos sujetos a cualquier regla que u tilice
el rótulo en cuestión. P o r ejem plo, asignem os arbitrariam ente el rótu lo N a
al conjunto de form as que resulta de sufijar (a )m (i)e n to a los m iem bros de la
clase de fo rm a V. Podem os, entonces, expresar lo que acabamos de decir p or
m edio de las siguientes reglas:
o bien
(4 ) en + V + (a jm (i)e n to Na
Esto nos dice que, en la práctica, todas las form as de la clase V s o n perm u
tables al m enos en el ám bito de los contextos com prendidos en (3) o (4). Im
plica, además, que todos los m iem bros d^ la subclase N a son intersustituibles
en los contextos com prendidos en otra regla com o 1
y (9) son form alm ente equivalentes. Com o las clisposiciones parentéticas ro
tuladas, sijbien más compactas, son difíciles de leer, los lingüistas suelen uti
lizar árboles rotulados.
(9) FP
P FN
N A
Dos hechos generales hay que sentar en cuanto a (8) y (9). E l prim ero es
que representan la frase mesa m etálica com o pertenecientes a la misma clase
de form as que mesa (N ). Se trata de algo distribucionalm ente justificable.
Más aún, pese a que determ inados principios precisan la secuencia relativa de
nom bres y luego adjéítivos dentro de la misma frase en español, no hay lím ite
para el núm ero de adjetivos que pueden aparecer en tal posición. N o obstan
te, hay dudas razonables sobre la estructura interna de las sartas de adjetivos
en dichas posiciones.
El segundo aspecto se refiere a los térm inos ‘ frase nom inal’ y ‘ frase pre
posicional’, tom ados de la gram ática tradicional. N o se basan en la noción
de constitución, sino en la de dependencia (cf. 4.4). Una frase nominal, en la
gram ática tradicional, es aquélla cuyo regente o c a b e c e r a es un nom
bre; y una frase preposicional, aquélla cuyo regente o cabecera es una pre
posición. La representación de estructura de constituyentes en (8) y en (9)
nada indica sobre la dependencia. A este respecto, los térm inos ‘ frase nom i
nal’ y ‘frase preposicional’ son inmotivados. En cambio, si se adm ite que im
plican que las frases nom inales y las frases preposicionales tienen la misma
distribución, respectivam ente, que los nom bres y las preposiciones resulta
que no es así, al menos en lo que atañe a las fiases preposicionales. Parece,
entonces, que el térm ino ‘frase nom inal’ resulta más apropiado desde este
punto de vista. Y para ciertas lenguas sí lo es, en efecto; entre ellas, el latín
y el ruso, que no tienen artículo definido y, frente a lo que sucede en español,
pueden utilizar los llam ados nom bres comunes en singular sin artículo, de
finido o indefinido, ni otro m iem bro de la clase de form as que Hoy se deno
minan d e t e r m i n a d o r e s . Pero bastará una breve reflexión para advertir
que aun cuando la mesa m etálica y la mesa tienen en general la m ism a dis
tribución que los nom bres propios y los pronom bres, no la tienen igual, en
cambio, que los nom bres comunes de tipo mesa.
Los ejem plos que he aducido aquí para ilustrar la noción de estructura de
constituyentes son bien sencillos y, al margen de algunos detalles, nada con
trovertidos. Pero cuando se em prende el análisis de un conjunto represen
tativo de oraciones en español y otras lenguas siguiendo el punto de vista
adoptado en este apartado, sobreviene toda clase de problem as. En particular,
es difícil integrar la estructura de constituyentes de las form as de palabra
en la de sintagmas más am plios donde dichas form as aparecen com o cons
tituyentes. Pocos lingüistas, si es qué los hay, creerían hoy en la posibilidád
o en la utilidad de describir la sintaxis de una lengua en el m arco esbozado
aquí sin invocar otras nociones adicionales, A l propio tiem po, es indiscutible
que existe algo así com o una estructura de constituyentes, en algunas lenguas
naturales, y presum iblem ente en todas. La sintaxis teórica ha experim entado
un considerable avance gracias al esfuerzo de la lingüística postbloom fieldia-
na para form alizar la noción de estructura de constituyentes con criterios dis-
tribucionales.
Para terminar, conviene mencionar, por un lado, lo que suele denom inar
se (quizás inadecuadamente) c o n s t i t u y e n t e s d i s c o n t i n u o s y, p or
otra, la cuestión del orden secuencial. Muchas lenguas presentan casos de cons
tituyentes term inales o interm edios cuyas partes com ponentes aparecen se
paradas p o r una sarta de una o más formas. P o r ejem plo, los participios de
pasado de muchos verbos en alemán están form ados por la prefijación de ge-
y la sufijación de -t o -en a la form a de base: ge-lob-t, «a m a d o », ge-sproch-en,
«h a b la d o». La discontinuidad dentro de la palabra no es extraña en lenguas
flexivas. En realidad, es m uy común en sintagmas extensos, p o r ejem plo, ha
b ría...en contra d o en De haberlo buscado bien, lo habría tal vez en contra do;
está...borracho en Está, sin la m en o r duda, b orrá ch o; o en inglés, looked...u p,
«b u scó », en H e look the w ord up in the dictionary, «B u scó la palabra en el
diccion ario».
La discontinuidad viola el principio de la a d y a c e n c i a , según el cual
las unidades (o las partes com ponentes de unidades) sintácticam ente conec
tadas deben situarse juntas en las oraciones. En ciertas lenguas este principio
no pasa de ser una m era tendencia estilística; en otras, la adyacencia misma
se utiliza com o un m odo de probar la corrección sintáctica. P o r ejem plo, pa
seando p o r el cam ino se atribuiría p or adyacencia o proxim idad a Juan y no
a M aría tanto en Paseando p o r el cam ino, Juan en con tró a M aría com o en
Juan, paseando p o r el cam ino, en co n tró a M aría (cuando se pronuncian con
acento y entonación norm ales). Es preciso com prender que la noción de es
tructura de constituyentes no im plica p o r sí misma la adyacencia de los co-
constituy entes.
Tam poco im plica que los co-constituyentes deban aparecer en un o r d e n
s e c u e n c i a l fijo. Ocurre que muchas ordenaciones secuenciales de form as
en español, aunque de ninguna manera todas, dependen de una regla grama
tical más que de una tendencia estilística, pues ninguna form a de palabra de
tipo *am or-en-des-am iento, *en-am iento-am or-des, etc., o bien frases com o
* m etálica la mesa sobre, * sobre m etálica mesa la, etc., están bien form adas.
N o cabe duda de que, en la m ayor p a n e de palabras de todas las lenguas na
turales, el orden secuencial de los m orfem as constituyentes viene fija d o por
reglas. P ero hay considerables diferencias entre las lenguas con respecto al
uso que hacen del orden secuencial en sintagmas más extensos. Com o vere
mos, la form alización de Chomsky para la estructura de constituyentes, y
para la estructura gram atical en general, considera tanto la adyacencia com o
el orden secuencial necesariamente dependientes de reglas.
9. «Una form a libre que conste enteramente de dos o m ás form as m enos libres...
e s una f r a s e . Una forma libre que no sea una frase e s una p a l a b r a . Una
palabra, entonces, ... e s una f o r m a l i b r e m í n i m a » (Bloomfield, 1935: 178)
(a) El térm ino ‘palabra’ es am biguo (cf. 4.1). ¿Q u é tipo de palabra trata de sa tis
facer la definición de Bloom field? (b) ¿Existe n palabras tradicionalm ente recono
cidas en español (en el sentido adecuado de ‘palabra’) que no satisfagan la defini
ción de Bloom field? (g) ¿Q u é otros criterios se hallan in cu rso s en la definición
de palab ras?
10. ¿Presentan todas las lenguas (a) palabras, (b) morfemas y (c)
oraciones?
11. C om poner una lista de cincuenta lexem as en español cu yas form as de base
term inen en -ble (com o ‘aceptable’, ‘com estible’, etcétera), (a) Escrib ir una regla
de form a X + ble -» Y (sustituyendo X e Y por rótulos adecuados de clase de
form a) para generar tantas form as de base com o sea posible de las cincuenta
pedidas al principio, (b) ¿Para cuántas form as de base de la lista anterior resulta
la regla s e m á n t i c a m e n t e satisfactoria?
12. ¿E n qué difieren s i n t á c t i c a m e n t e los nom bres propios de los nom bres
com unes y pronom bres en españ o l? ¿E n qué se distinguen sintácticam ente los
nom bres cuantificables de los no cuantificables?
13. «Hay reglas de orden que gobiernan la aparición de las palabras com ponentes
de la frase all the ten fine oíd stone houses, lit. «todas las diez fina vieja piedra
casas», «las diez ca sa s de fina vieja piedra». A lg u n a s de esta s reglas so n a b so
lutas...» (Hill, 1958: 175). (a) ¿Q u é reglas de orden pertinentes a un ejemplo
a sí so n absolutas [en e sp a ñ o l]? (b) ¿C u á n ta s fra se s diferentes podría construir
sustituyendo otras form as de palabras en cada p o sic ió n ? (c) ¿Pue de am pliarse
añadiendo otros adjetivos entre el artículo y el nom bre? (d) ¿C u á le s son, s i e s
que los hay, los principios que determinan el orden de las su b c la se s distribucio-
nalmente distintas de adjetivos? (cf. Crystal, 1971: 128-41). (e) ¿Q u é im portancia
tiene el acento y la,, entonación para form ular e sto s p rincipio s?
19. Dentro del com ponente de base de una gram ática transform ativa, s e ,h a n
realizado d iv e rsa s propuestas para generar toda la gam a de form as ve rbales en
inglés. El tratado, ya clásico, de C h o m sky (1957), levem ente modificado, incluía
reglas com o las siguientes:
Verbo — » A u x V
A u x — ► Tiem po (M )
Tiem po {Presente, P asado }
M —* { querer, poder, -deber}
V { abrir, ver, venir, ... }
(a) Enum érense cinco sartas generadas por las reglas de m ás arriba indi
cando su m a r c a d o r fraseal.
(b) ¿C u á n ta s sarta s diferentes generan las reglas para cada verbo léxico?
(c) ¿Q u é otras o pera cio n es se requieren para generar form as verbales como
abrió, quiere ver, ha visto, podría haber abierto, quisiera haber venido, etc.?
(d) ¿E x iste n o tro s ve rb o s auxiliares, en español, no com prendidos por las re
g la s de m ás arriba?
(e) j , A qué se debe que en las reglas no se hayan pre visto las distinciones
de núm ero (singular/plural: v. gr., abre/abren, tengo/tenem os) y de voz (activa/
pasiva/refleja: v. gr., ab re /e s abierto/se abre)?
Bongo-bongo
(In glés)
[E sp a ñ o l]
5
tixaw am pixep?
ap piwampi issulpifin.
(H ave you fínished hitting m e?)
(W e do not beat our w ive s.)
[ ¿ H a s term inado de p e garm e ?]
[N o vapuleam os a n ue stras e sp o sa s.]
6
jem tlw am pusu ivand? iw am pusi isulpin.
(W h y w ere you beating that drum ?) (She w a s beating her husband.)
[ ¿P o r qué golpeabas aquel tam bor?] [(Ella) vapuleaba a su m arido.]
7 17
ioilpixet. zgoldifini isurgo zalp.
(She is falling in love with you.) (Som e ot our friends are pipe-smokers.)
[(Ella) se enamora de ti.] [A lgu n o s am igos nuestros son fumadores de
pipa.]
8
18
ixaoilpusip.
pirdí isurgexo zalp.
(They had fallen in love with us.)
(Fred is sm oking a pipe.)
[S e han enamorado de nosotros.]
[Alfred o fuma (ahora) en pipa.]
9 19
¡xaoilpixe. uholdifini ixayimkik.
(They are in love with her.) (That friend of mine is here now.)
[Están enam orados de ella.] [Aquel amigo mío está aquí ahora.]
20
10 iharti ixayiyim kosi ¡zgoldín.
sp u rje io ilp u z je lt .
(The farmer brought h is friends.)
(Children love books.) [El agricultor trajo a s u s am igos.]
[A los niños le s entusiasm an los libros.]
21
11 uOimbi ixajarcexe pird.
pixaoilpixo ijelt. (The girl over there is Fred’s fiancée.)
(We love this b o o k ) [La chica de allí es la prometida de Alfredo.]
[N o s encanta este libro.]
22
ixacengosu uwing usark.
12 (Sh e w a s w earing that expensíve dress.)
ioungosu u/elt. [(Ella) llevaba aquel vestido caro.]
(She w a s reading that book.)
[(Ella) leía aquel libro.]
23
icengo pirt sark.
13 (Sh e alw ays d re sse s beautifully.)
uflimbí ¡Sungexo jelt. [(Ella) siem pre se viste maravillosamente.]
(That girl is reading a book.)
[Aquella chica lee (ahora) un libro.)
24
pul tixazim jek?
A (How long have you been up?)
izeltu uxaxarpik pu iSam p. [¿C u á n to tiempo llevas levantado?]
(The books are on the table.)
[L o s libros están sobre la m esa ] 25
uzgoldiQini bump bump ixazazimjexep.
(Those friends of yours got me up very early.)
IS [A q u e llo s am igos tuyos me hicieron levantar
ispurje ixaxarpus. m uy temprano.]
(The children viere in bed.)
[L o s niños estaban en cama ]
26
uzgarti ihoncos: iharti ixahoncek.
16 (Those farm ers w ere getting rich: this farmer is
pixaxarpíxe ifurj. rich (already).)
(I am putting baby to bed.) [A q u e llo s agricultores se hacían ricos: este agri
[A c u e sto al bebé.] cultor (ya) lo es.]
27 30
zdarbu ufirt: ¡Sarbu pirt uxafirtik. uwunt usturpi igantusi uhart isulpin.
(R o se s are beautiful: this rose is really beautiful
now.) (Those blind mice you se e over there w ere
[Las rosas so n herm osas: esta rosa e s bien bo chasing that farm er's wife.)
nita (ahora).] [Aquellos ratones ciegos que v e s allí perseguían
a la e sp o sa de aquel agricultor.]
28
kansi ¡5¡3¡lp¡ stimb: korti ioanti pirt stimb.
(H ans is a Jady-killer: Kurt is a woif.) 31
[H an s é s un donjuán: Kurt e s un calavera.] ifirt istinribi iSilpi gonc zgart.
(These pretty girls are alw ays falling in love
29
pinge iSanti skuld. w ith rich farm ers.);
(Ping is a fisherman.) [E sta s chicas guapas siem pre s e enamoran de
[Ping e s pescador.] agricultores ricos.]
5. La semántica
La sem ántica es el estudio del significado. Ahora bien, ¿en qué consiste el
significado? Hace más de dos m il años que los filósofos llevan discutiendo el
asunto con especial referen cia al lenguaje y, sin em bargo, nadie ha em itido
una respuesta satisfactoria. Quizá la pregunta, tal com o se plantea, no tenga
contéstación posible, pues contiene dos presuposiciones com o m ínim o pro
blem áticas: (a ) que lo que aludimos, en español, con la palabra ‘significado’
tiene algún tipo de existencia o realidad; (b ) que tod o cuanto se incluye en
el significado es sim ilar o uniform e, si no idéntico, p o r naturaleza. Podem os
denom inar a estas presuposiciones, respectivam ente, (a ) de existencia y (b ) de
hom ogeneidad.
N o pretendo decir que dichas presuposiciones sean falsas, sino únicam en
te controvertidas desde él punto de vista filosófico. Son muchas las introduc
ciones a la sem ántica qué pasan p o r alto este hecho. En lo que sigue trata
remos con cuidado de no com prom eternos en ninguna de ellas. En especial,
evitarem os decir, com o hacen algunos manuales de lingüística, que la lengua
tiende un puente e n tre e l sonido y el significado. B ien es verdad que esta
suerte de ju icios adm ite una interpretación más refinada de lo que parece
a sim ple vista. Pero tom ada en su apariencia inm ediata resulta falaz y filosó
ficam ente tendenciosa, pues induce a pensar que el significado, com o el so
nido, existe independientem ente de la lengua y es hom ogéneo p o r naturaleza.
Desde luego, lo tradicional es concebir así el significado. De acuerdo con
una teoría am pliam ente aceptada sobre la semántica, los significados son
ideas o conceptos qu e pueden transferirse desde la m ente del hablante a la
del oyente encarnándose, com o si dijéram os, en las form as de una u otra
lengua.
La identificación entre significado y conceptos no ayuda a contestar la
pregunta «¿q u é es el significado?» m ientras el térm ino ‘con cepto’ no quede
claram ente definido. Tal com o se em plea habitualm ente resulta demasiado
vago, o general, para soportar el peso requerido por su función de piedra
angular en la tradicional teoría conceptualista del significado. ¿Qué tienen en
com ún los conceptos asociados a las siguientes palabras (traducidas de la
prim era página de una lista de palabras más frecuentes en in glés): ‘ e l’, ‘ para’,
‘y o ’, ‘p rim ero ’, ‘año’, ‘pequ eñ o’, ‘escrib ir’, ‘ tres’, ‘ escuela’, ‘n iñ o’, ‘ desarrollo’,
‘ n om bre’, ‘a lgo’ ? En algunos casos, cabría decir razonablem ente que el con
cepto asociado consiste en una cierta imagen visual. Peró, evidentem ente, no
podríam os sostener esta idea con respecto a palabras com o ‘e l’, ‘ para’, ‘ algo’,
e incluso ‘n om bre’. Aun en los casos en que parece verosím il concebir los
conceptos com o im ágenes visuales, crea más problem as que no resuelve. Las
imágenes mentales asociadas a una palabra, v. gr., ‘ escuela’, p o r distintas p er
sonas son variables y llenas de recovecos. Muy a menudo, poco o nada hay
en común entre estas im ágenes mentales tan com plejas y personales. Y , aun
así, hemos de a d m itir que, en general, la gente utiliza palabras con un signi
ficado más o menos idéntico. N o hay pruebas en fa vo r de que las imágenes
visuales, que indudablem ente evocam os voluntaria o involuntariam ente en aso
ciación con determ inadas palabras, form en parte esencial del significado de
estas palabras o, en todo caso, parte necesaria para su em pleo cotidiano.
En realidad, tam poco hay pruebas para pensar que los conceptos, en al
gún sentido claram ente definido del térm ino ‘concepto’, sean pertinentes para
la construcción de una teoría em píricam ente ju stificable de la sem ántica lin
güística. E videntem ente tam poco se gana nada aprovechando la gran vague
dad del térm ino ‘con cep to’, tal com o se interpreta ordinariam ente, para evitar
la refutación de una teoría sem ántica basada en él. En nuestra discusión so
bre el significado renunciarem os a toda referencia a los conceptos.
En lugar de pregu ntar «¿q u é es el significado?», plantearem os la cuestión
d e un m odo un tanto d iferen te: «¿cu ál es el significado de ‘ significado’ ?».
Este cam bio de en foqu e que va de hablar del significado a h ablar del ‘ signifi
ca d o ’, ofrece una serie de ventajas. En p rim er lugar, no nos com prom ete, en
cuanto a las presuposiciones de existencia y hom ogeneidad, con respecto a
lo que sea el ‘ significado’. Naturalm ente, sí nos com prom ete con respecto a la
presuposición de existencia para la palabra ‘significado’ .en español, pero se
trata de algo bien inocuo. O tra ventaja derivada del cam bio de perspectiva
que va de hablar sobre las cosas a hablar sobre las palabras (s i acaso vale
form u la r esa distinción un tanto toscamente entre palabras y cosas) es que
previen e eficientem ente la posibilidad de que la palabra ‘ significado’ no tenga
el m ism o ám bito de aplicación que cualquier otra palabra única en otras len
guas. Y así es. Por ejem plo, hay contextos en que ‘significado’ puede tradu
cirse al francés p or ‘ signification ’ o bien ‘ sens , y otros en que, p o r el con
trario, no se puede. De un m odo sim ilar, la distinción ordin aria entre
‘ Bedeutung’ y ‘ Sinn’, en alemán, no coincide ni con la distinción del francés
en tre ‘signification’ y ‘ sens’, del inglés entre ‘ meaning’ y ‘ sense’ [o del español
en tre ‘ significado, ‘sen tido’ y ‘ significación’ ]. Cabe, al menos, la posibilidad
de que al form u la r la pregunta «¿cu ál es el significado de ‘significado’ ?» en
español, en lugar de hacerlo en otra lengua, estem os influyendo, siquiera le
vem ente, en la construcción de una teoría semántica, desde el m om ento que.
com o hemos dicho, la semántica es el estudio del significado, esto es de lo
que com prende la palabra ‘significado'. Desde luego, no hay m otivos para su
poner que una palabra corriente com o ‘ significado’ se preste tal cual al uso
científico m e jo r que cualquier otra, com o ‘fu erza’ o ‘energía’.
H e sostenido que la pregunta «¿cu ál es el significado de ‘significado’»?
no nos com prom ete en cuanto a la presuposición de hom ogeneidad. Una im
portante particularidad de muchas palabras cotidianas consiste en que no
presentan un significado único y nítido, ni siquiera un conjunto tal de signifi
cados que cada uno pueda distinguirse claram ente de los demás. La propia
palabra ‘ significado’ tam poco constituye una excepción. N ada tiene de sor
prendente, por tanto, que haya tan poco acuerdo entre lingüistas y filósofos
en cuanto a las fronteras de la semántica. Hay quienes adoptan una concep
ción am plia, com o haré yo m ism o aquí, y otros que circunscriben mucho
más el ám bito de aplicación.
N o se trata de una m era cuestión de optar, o no, por una interpretación
relativam ente am plia o estricta de ‘significado’. Como acabo de decir los sen
tidos que cabe distinguir en la palabra ‘significado’ pueden considerarse m ez
clados entre sí. T o d o el mundo aceptará que ciertos usos del térm ino ‘ signi
ficado’ ofrecen más interés que otros para la semántica lingüística. P o r ejem
plo, que
o bien que, desde el punto, de vista de la semántica, el uso del verb o ‘ signifi
car’ que se encuentra en
o en
(4) La palabra francesa ‘ fen étre’ significa lo m ism o que la palabra es
pañola ‘ ventana’
Toda lengua contiene un vocabulario, o léxico, com plem entario a la gram áti
ca, con el com etido no sólo de enumerar los lexemas de la lengua (p o r m e
dio de sus form as de cita o de tem a o, en principio, de cualquier otra m a
nera que distinga a los lexemas entre sí), sino de asociar a cada lexem a toda
la inform ación requ erida por las reglas de la gramática. Esta in form ación
gram atical es de dos tipos: (a ) sintáctica, y (b) m orfológica. P o r ejem plo, el
lexema del español ‘i r ’ llevaría asociada a su e n t r a d a l é x i c a : (a ) in
form ación de que pertenece a una o más subclases de verbos intransitivos, y
(b ) la inform ación necesaria, incluyendo los temas, para seleccionar o cons
truir todas sus form as (voy, vas, íbamos, fueron, yendo, ido, etc.).
N o todos los lexemas lo son de palabra (es decir lexemas cuyas form as
son form as de palabra). Muchos serán lexemas frasales (esto es, lexem as cu
yas form as son frases en el sentido tradicional del térm ino). P o r ejem plo,
en cualquier diccionario de español cabría esperar lexemas frasales com o ‘dar
gato p o r lieb re’, ‘m eterse en camisa de once varas’, ‘a pies ju n tilla s’, ‘pon er
verde', ‘cabeza de tu rco’, etc. Los lexemas frasales tienden a ser gram atical o
sem ánticamente i d i o m á t i c o s , o bien ambas cosas a la vez, es decir su
distribución en las oraciones de la lengua o su significado resulta im predic-
tible a p a rtir de las propiedades sintácticas y semánticas de sus constituyen
tes. Por lo común, com o queda ilustrado por ‘cabeza de turco’, ‘ dar gato p o r
liebre’, ‘poner verd e’, etc., pero no p o r ‘a pies ju n tilla s’, los lexemas frasales
se corresponden con expresiones frasales no idiom áticas (algunas o todas las
expresiones cuyas form as son idénticas con las de los correspondientes lexe
mas frasales). Estas expresiones frasales no idiom áticas no constituyen le
xemas, pues no form an parte del vocabulario de la lengua. Cuando un lexem a
frasal sem ánticamente idiom ático puede ponerse en correspondencia con una
expresión frasal no idiom ática se dice tradicionalm ente que la últim a tiene
un s i g n i f i c a d o l i t e r a l en contraste con el s i g n i f i c a d o f i g u r a -
d o, idiom ático o m etafórico del prim ero.
N o vam os a añadir ya más sobre los lexemas frasales com o tales ni sobre
los diversos tipos y grados de idiom aticidad que cabe encontrar en la lengua.
Pero más adelante volverem os a la distinción entre significado literal y figu
rado, que a veces se establece en relación con los significados distinguibles
de los lexemas de palabra, así com o a las frases correspondientes no lexém icas
y lexémicas. H ay que subrayar aquí que, aunque hablem os con aproxim ación
del vocabulario de una lengua en el sentido de que contiene las palabras (es
decir los lexemas de palabra) de dicha lengua, los lexem as de palabra consti
tuyen sólo parte del vocabu lario de toda lengua natural. H ay que in terpretar
el térm ino ‘ significado léxico', que aparece en el epígrafe de este apartado,
com o «sign ificado de los lexem as». H em os de m encionar tam bién aquí que,
pese a la abundancia de lexem as frasales evidentes en toda lengua, es proba
ble que haya al menos un núm ero igual de expresiones frasales cuya condi
ción lexém ica o no lexém ica sea discutible. N o existe un crite rio generalm ente
aceptado que nos perm ita sentar una distinción nítida entre lexemas frasa
les, p o r un lado, y c l i c h é s o f r a s e s h e c h a s , por otro. N o es más
que una de las razones p o r las cuales el vocabu lario de toda lengua natural,
aunque finito, presente un tam año indeterm inado.
O tra razón se refiere a la dificultad de distinguir entre h o m o n i m i a y
p o l i s e m i a . Tradicion alm en te se dice que los hom ónim os son palabras (es
decir lexem as) diferentes con una m ism a form a. Ahora bien, com o los le
xemas pueden tener más de una form a, y es incluso habitual que varios lexe
mas com partan una o más form as propias, aunque no todas (las form as com
partidas no necesitan in clu ir la' form a de cita o de base), la definición
tradicional de hom onim ia requ iere evidentem ente m ayor depuración para
p rever diversos tipos de h om on im ia parcial. Y aun con cualquier procedi
miento, habrá de tenerse tam bién en cuenta la posibilidad de que no coinci
dan las unidades de la lengua hablada y escrita, es decir de que haya hom ó
fonos que no sean h om ógrafos y viceversa (cf. 3.2). Sin em bargo, no hay di
ficultad en in trod u cir las correcciones necesarias en la definición tradicional
de hom onim ia a raíz de lo dicho en capítulos anteriores; más aún, daré por
sentado que el lecto r m ism o puede hacerlo y aun prop orcion a r los ejem plos
adecuados, en español o en otra lengua, para ilustrar los diversos subtipos
de hom onim ia absoluta y parcial. N o vam os a ocuparnos de este aspecto de
la distinción entre hom onim ia y polisem ia.
La polisem ia (o significado m ú ltiple) es una propiedad de los lexem as
aislados, y esto es, precisam ente, lo que la diferencia, en principio, de la ho
monimia. Por ejem plo, ‘banco,' y ‘banco2’ (co n el significado, respectivam ente,
de «m u eble para sentarse» e «in stitu ción fin an ciera») se consideran n orm al
mente hom ónim os, m ientras que el nom bre ‘cu ello' viene tratado en los dic
cionarios corrientes de español com o un lexem a único con diversos significa
dos distinguibles, es decir com o un p o l i s e m o . N o hay dificultad en captar
esta distinción entre hom onim ia y polisem ia con nuestra notación convencio
nal: cf. ‘banco,’ : ‘banco2’, a p a rtir de lo cual cada uno puede ser, de hecho,
polisém ico; pero ‘cu ello’, cuyos significados son aproxim adam ente «c u e llo ,»
= «p a rte del cu erpo», «cu ello 2» = «p a rte de la camisa u otra prenda de ves
tir », «cu ello 3» = «p a rte de la b o tella », «cuello,,» = «p a rte de la viga en los
m olin os de a ceite», etc. Todos los diccionarios corrientes respetan la distin
ción entre hom onim ia y polisem ia. ¿Pero, cóm o trazan la divisoria entre
am bas?
U no de los criterios es e t i m o l ó g i c o . Por ejem plo, ‘canto/ con el sig
nificado de «acción o efecto de can tar», y ‘ canto/, «extrem idad de una cosa»,
son tratados com o lexem as diferen tes en la m ayor parte de diccionarios pri-
m ordíalm en te, si nó 'únicamente, porqu e derivan de lexemas o hom ónim os ya
en latín tardío. P ero el crite rio etim o ló gico no es pertinente, com o hemos
visto ya, en la lingüística sincrónica (cf. 2.5). En todo caso, aunque haya le
x icógra fo s que se m uestran partidarios de que la diferen cia de origen constitu
ya condición su ficiente para la hom onim ia, nunca se ha tom ado com o condi
ció n necesaria, y ni siquiera principal, para distinguir la hom onim ia de la
polisem ia.
La consideración decisiva p rovien e de la relación de significados. Los di
versos significados de un lexem a polisém ico único (v. gr., «c u ello j», «cu ello 2»,
«c u e llo 3», etc.), se consideran relacionados. Si no se cum ple esta condición,
el lex icó gra fo procederá com o si se tratara de una hom onim ia, y no de p o
lisem ia, y dispondrá diversas entradas léxicas en el diccionario ( ‘cuello/, ‘ cue-
llo 2’, ‘cu ello3’, etc.). Existe una dim ensión histórica en la relación de significa
dos, y esto es lo que com plica el asunto. P o r ejem plo, puede dem ostrarse que
los significados de ‘pupila/ (« m u je r de la m a n ceb ía ») y ‘pupila2’ («ab ertu ra
del iris en el o jo » ) tienen una conexión histórica, aunque se hayan separado
con el tiem p o hasta el punto de que ningún hablante m edio de español pen
saría que se hallan sincrónicam ente relacionadas. Y lo que buscamos es pre
cisam ente la relación sincrónica.
N o hay dificultad en v e r que m ientras la identidad de form a es una cues
tión de sí o no, la relación de significado lo es de más o menos. Por este m o
tivo, la distinción en tre hom onim ia y polisem ia, aunque .fácil de form ular,
es d ifíc il de aplicar de un m odo coherente y fiable.
Algunos tratados m odernos de sem ántica han abogado p or co rta r senci
llam en te el nudo gordian o y postu lar hom onim ia, en lugar de polisem ia, en
todos los casos. P o r m uy atractiva que parezca esta propuesta a sim ple vista,
no resu elve de verdad los problem as cotidianos que afron ta el lexicógrafo.
Más im p ortan te aún, ignora la cuestión teórica. Los lexem as no ofrecen un
nú m ero determ in ado de significados distintos. L a discreción en la lengua cons
tituye una propiedad de la form a y no del significado (cf. 1.5). P o r la esencia
m ism a de las lenguas naturales, los significados-tléxicos se confunden entre
sí y se hacen indefinidam ente extensibles. L a única m anera de resolver, o qui
zá de evitar, el problem a tradicional de la hom onim ia y la polisem ia consiste
en abandonar totalm ente los criterios sem ánticos en la definición del lexem a
y basarse únicam ente en criterios sintácticos y m orfológicos. Esto daría com o
resultado que «b a n c o ^ y «b a n co 2» se dividieran en dos significados (fácilm en
te distin gu ibles) de un m ism o lexem a sincrónicam ente polisém ico. La m ayoría
de lingüistas no suscribiría una solución tan radical. Y , sin em bargo, es teó
rica y prácticam en te más defen d ible que su alternativa. Acaso debam os re
signarnos a pensar que la distinción entre hom onim ia y polisem ia es, en prin
cipio, insoluble.
El significado, com o vim os en el apartado anterior, puede ser descriptivo,
expresivo y social; muchos lexemas presentan una combinación de dos de
ellos, o incluso de los tres. Si se define la s i n o n i m i a com o identidad de
significado, entonces puede decirse que los lexemas son c o m p l e t a m e n t e
s i n ó n i m o s (en una cierta gama de contextos) si, y sólo si, tienen el m ism o
significado descriptivo, expresivo y social (en la gama de contextos en cues
tión). Pueden describirse com o a b s o l u t a m e n t e s i n ó n i m o s , si, y
sólo si, tienen la misma distribución y son com pletam ente sinónimos en
todos sus significados y en todos sus contextos de aparición. En general, se
reconoce que la sinonimia com pleta de lexem as es relativam ente rara en las
lenguas naturales y que la sinonimia absoluta, tal com o se ha definido aquí,
apenas existe. En rigor, la sinonim ia absoluta se lim ita probablem ente al vo
cabulario muy especializado y puram ente descriptivo. Un ejem plo posible es
el de ‘a ltim etría ’ : ‘h ipsom etría’ (con el significado de «m edición de la altura
top ográfica»). Ahora bien, ¿cuántos hablantes nativos de español utilizan con
fam iliaridad estas dos palabras? Lo que tiende a ocu rrir en estos casos es que,
aun cuando puedan coexistir, entre especialistas y durante un tiem po más
bien corto, un par o un conjunto de térm inos, uno de ellos term ina por im
ponerse sobre el o tro para el significado en cuestión. E l térm ino o térm inos
oponentes o bien desaparecen o bien desarrollan un nuevo significado. E l mis
m o proceso puede observarse en la lengua cotidiana con respecto al vocabu
lario creado para instituciones o inventos nuevos: ‘ coche’ ha elim inado casi
por com pleto a ‘au tom óvil’, aunque coexistieron durante un tiem po com o fo r
mas alternativas para muchos hablantes, ‘ a eródrom o’ (y ‘campo de aviación')
y ‘aeropu erto’, por o tro lado, difieren actualm ente en significado descriptivo.
Se observará que (con tra el proced er de la m ayoría de semantistas) he
establecido una distinción entre sinonim ia absoluta y completa. En m i opi
nión, se trata de una distinción im portante. La sinonimia contextualm ente
restringida puede ser relativam ente rara, p ero ciertam ente existe. Por ejem
plo, ‘ fla co ’, ‘ delgado’ y ‘ fin o ’ no son absolutam ente sinónimos, ya que hay con
textos en que suele utilizarse sólo uno de ellos, y su perm utación por otro, en
caso de ser aceptable, podría dar lugar razonablem ente a alguna diferencia
de significado (cf. Este es su p u n to flaco, L e duele el intestin o delgado, E l so
nido de este in stru m en to es m uy fin o ). P ero hay también contextos en que
parecen ser sinónimos al menos de dos én dos (cf. Se ha com p ra d o un p erro
flaco/delgado, Ha dibujad o una línea delgada/fina sobre el papel). In vito al
lector a que busque ejem plos sim ilares, en español o en otras lenguas, y a
m editar sobre ellos. Tengo la im presión de que encontrará que, aun cuando
existe indudablem ente una cierta diferen cia de significado, a menudo es muy
d ifícil asegurar en qué consiste esta diferencia. Se dará cuenta, asimismo, de
que no siem pre está claro cuándo hay o no una diferencia de significado, e
incluso puede sentirse tentado, com o ocu rre con los semantistas y los autores
prescriptivistas sobre el uso correcto, a postular matices sutiles que diferen
cian las palabras entre sí.1
Estos descubrim ientos son saludables, ya que refuerzan lo dicho anterior
m ente sobre la indeterm inación parcial del significado léxico. A l propio tiem
po, tam bién dem uestran que gran parte del conocim iento que se tiene de la
lengua, en tanto que sistema lingüístico determ inado, va más allá de la intros
pección fidedigna. Y lo m ism o que con las reglas gramaticales de una lengua
sucede tam bién con las reglas o principios que determinan — en la m edida
en que esté determ inado el significado léxico— el significado de palabras y
frases. En cierto sentido, dem ostramos conocerlos por el propio uso que ha
cemos de la lengua, pues se manifiestan en el com portam iento lingüístico
y podem os, hasta un cierto punto de fiabilidad, reconocer las violaciones que
se hacen contra ellos. En o tro sentido, evidentem ente no sabemos qué son
estas reglas y principios, pues cuando se nos pide que los identifiquem os nos
cuesta mucho trabajo y, p or lo común, lo hacemos incorrectam ente.
El problem a se com plica por la evidente existencia de lo que popularm en
te se denominan c o n n o t a c i o n e s de los lexemas. (E x iste también un
em pleo más técnico de ‘connotación’ en semántica, que no nos interesa aquí.)
E l em pleo frecuente de una palabra o frase en una gama de contextos en lu
gar de otra tiende a crear ciertas asociaciones entre esta palabra o frase y
cualquier elem ento distin tivo de sus contextos típicos de aparición. Por ejem
plo, hay ciertas diferencias de connotación, al margen del significado descrip
tivo, entre ‘ señora’ y ‘ dam a’. A veces, la diferencia es relativam ente clara y
una pregunta com o ¿E s una señora o una dama? se presta a una fá cil in ter
pretación. Con frecuencia, sin embargo, lás connotaciones no se dejan iden
tificar tan nítidam ente. Y , aun así, son bien reales, al menos para determ ina
dos grupos de hablantes, e incluso bien explotadas, especialm ente p or ora
dores y poetas, p ero tam bién por todos, a veces, cuando vam os en pos de
nuestros propósitos cotidianos. E l supuesto de que las connotaciones contex-
tualm ente determ inadas de un lexema form an parte de su significado depende
en gran m edida de lo am plia que sea la interpretación que estamos dispuestos
a asignar al térm ino ‘significado’. A menudo, aunque no siem pre, lo que se
atribuye a las connotaciones de un lexema entraría en el cam po de su signi
ficado expresivo o social.
La sinonim ia incom pleta no es en m odo alguno rara. En particular — y
éste es quizas el único caso de identidad de un tipo de significado, pero no
de otros, clara y provechosam ente reconocible com o tal— , los lexemas pue
den ser descriptivam ente sinónimos sin tener un m ism o significado expresivo
o social. La sinonim ia d e s c r i p t i v a (habitualm ente denom inada c o g n i -
t i v a o r e f e r e n c i a l) es lo que muchos semantistas consideran sinoni
1. [O a su p rim ir, incluso, d iferen cias eviden tes según las con d icion es con textú ales:
piénsese, p o r e je m p lo , en la sinon im ia enunciativa (o p ra g m á tic a ) que puede p ro d u cirse
en con d icion es ap rop iad as en tre p on d erativos com o ‘ e x tra o rd in a rio ’ , ‘ fa b u lo s o ’ , ‘ de m ie
do', etc. (c f. 5.5.).]
m ia propiam ente dicha. E n tre los ejem plos de sinónimos descriptivos, en es
pañol, se encuentran ‘padre’, ‘papá’, ‘p a p i’, ‘p a ’, etc.; ‘letrin as’, ‘ excusado’,
‘lavabo', 'servicios', etc, Am bos conjuntos de sinónimos descriptivos ilustran
el hecho de que no todos los hablantes de una lengua utilizarán necesaria
mente, pese a que puedan com prenderlos, todos los m iem bros de un conjunto
sinoním ico; y el segundo ejem p lo dem uestra, con más claridad aún que el
prim ero, que también puede haber t a b ú e s sociales, que operan de m odo
que el em pleo de ciertas palabras indica la pertenencia a determ inados gru
pos dentro de la comunidad. H ace algunos años la distinción entre el llam ado
vocabulario ‘U ’ y el vocabulario ‘no-U’ (don d e ‘U ’ significa ‘upper-class’ «c la
se a lta ») era tema diario de conversación en la Gran Bretaña — gracias a la
popularización, aunque no invención, de N ancy M itfo rd — .2 Era y continúa sien
do un tem a candente (si bien los térm inos ‘ U ’ y ‘no-U’ han pasado ya de
m oda) especialm ente entre m iem bros de las clases m edias acomodadas.
La función que desempeñan los tabúes sociales en el com portam iento lin
güístico entra en el terreno de la sociolingüística. Si lo m enciono aquí es p o r
que afecta a los significados expresivos y sociales de los lexemas. En la actua
lidad, ya no estamos tan expuestos a que nos echen en cara el uso de alguna
palabra obscena; sin em bargo, existen todavía diferencias de significado so
cial y expresivo que distinguen, pongamos, ‘p o lla ’ o ‘ca ra jo ’ con respecto a
‘peñ e’, o bien ‘tetas’ o ‘lim on es’ con respecto a ‘senos’ o ‘ pechos’ . Las investi
gaciones diacrónicas del vocabu lario han revelado la enorm e im portancia del
e u f e m i s m o — la evitación de palabras tabúes— en el cam bio del sign ifi
cado descriptivo de las palabras. E llo im plica una interdependencia sincróni
ca, durante algún tiem po, en tre el significado descriptivo y no descriptivo.
En fin, algo hay que decir tam bién sobre la sinonim ia entre lexem as que
pertenecen a lenguas diferentes. La sinonim ia descriptiva entre lenguas es aún
mucho menos habitual, a excepción de las subpartes más o menos especiali
zadas de los vocabularios, de lo que los diccionarios bilingües inducen a creer.
Sería absurdo m antener que no existe algo así com o una sinonim ia in terlin
güística (o incluso in terdialectal). Y , p o r otra parte, hemos de recon ocer que
la traducción palabra por p a la b ra es im posible, en general, entre dos lenguas
naturales cualesquiera. L a im portan cia teórica de este hecho nos ocupará
más adelante.
En este apartado nos ocuparem os tan sólo del significado descriptivo, lo que
im plica, al menos, la presencia de dos com ponentes distinguibles: sentido y
E l significado de una oración es el produ cto del significado léxico y gram ati
cal, esto es del significado de los lexemas constituyentes y de las construccio
nes gram aticales que relacionan sintagm áticam ente los lexemas (cf. 5.1). Re
cuérdese que utilizam os los térm inos ‘ gram ática' y 'gram atical' en sentido es
tricto a lo largo del libro (cf. 4.1).
Ambas oraciones difieren en significado. P ero esta diferen cia no puede atri
buirse a ninguno de los lexemas constituyentes, com o sería el caso entre (1 ) y
(3) E l perro m o rd ió al period ista
o en tre (2) y
L a diferen cia sem ántica en tre (1) y (2) se describe tradicionalm ente diciendo
qu e en (1 ) ‘el p erro ' es el s u j e t o y ‘ el ca rtero ’ el o b j e t o , m ientras que
en (2) estas funciones gram aticales aparecen invertidas.
L a diferen cia sem ántica entre (1) y (2) es de significado descriptivo, ya
qu e puede establecerse, com o verem os después, a p a rtir de sus c o n d i c i o
n e s v e r i t a t i v a s (cf. 5.6). E l significado gram atical, sin em bargo, no es
necesariam ente descriptivo. E n tre oraciones correspondientes declarativas e
in terrogativas com o (1) y
o bien
(7) P o r nuestra parte, pensam os que los jóven es llevan razón en esto
(en el sentido de « P o r m i parte, pienso q u e ...»)
En capítulos sucesivos añadiremos algo más sobre la m anifestación del signi
ficado social y expresivo.3 Aquí m e basta con haber establecido el principio
general de que la diferencia entre significado léxico y gram atical no coincide
con la que hay entre significado descriptivo y no descriptivo.
La diferen cia entre significado léxico y gram atical depende, en principio,
de la diferen cia entre vocabulario (o léxico) y gramática. Hasta aquí hemos
operado con el supuesto de que se trata de una diferencia palmaria. Y no es
así. A veces los lingüistas establecen una distinción entre palabras plenas,
pertenecientes a las partes m ayores del discurso (nom bres, verbos, adjetivos
y adverbios) y las llamadas palabras funcionales de diversos tipos, entre las
cuales cabe citar los artículos definidos (e l, la, ...), las preposiciones (de, en,
para, ...) o las conjunciones (y, pero, ...) — para ilustrar la distinción a partir
sólo del español— . Una característica de estas palabras funcionales es que
pertenecen a clases de pocos m iem bros y que su distribución tiende a estar
muy condicionada por las reglas sintácticas de la lengua. Y muy a menudo
desempeñan la misma función que la variación flexiva en otras lenguas. Por
ejem plo, los en los tres días, fren te a en ( o al cabo de) de en tres días es
sem ánticam ente com parable al uso del caso acusativo frente al ablativo en
latín (tre s dies : tribus diebus). En general, se adm ite que las palabras fun
cionales son menos léxicas que los nom bres, los verbos, los adjetivos y la
m ayoría de adverbios, y que, además, algunas palabras funcionales tienen
un carácter más léxico que otras. En el caso extrem o donde una palabra
funcional no tiene más rem edio que aparecer dentro de una construcción sin
táctica dada, no presenta ningún significado léxico: cf. de en Va en com pañía
de su am igo, o bien en al m argen de todo esto. Ahora bien, entre el caso lím i
te de las palabras puram ente gram aticales sin significado léxico y los lexemas
plenos del o tro extrem o, hay muchas subclases de palabras funcionales que,
sin ser lexem as plenos, contribuyen en cierta m edida a configurar el signifi
es indudablem ente anómala. Ahora bien, no viola ninguna de las reglas pura
m ente sintácticas del inglés. En rigor, cabría sostener razonablem ente que
se trata de una oración igualm ente bien form ada desde el punto de-vista se
m ántico. Lo que resulta extraño en (9 ) es que, en el supuesto de que he, « é l»,
y her, «su [d e e lla ]», se refieran a la m ism a persona, su enunciación im p li
caría incoherencia (o un cam bio de decisión en el curso de la propia enun
ciación) por parte del hablante. Queda todavía el trascendental tem a sobre
la diferen cia entre la buena form ación sem ántica y la adecuación contextual.
V o lverem o s a ello cuando expongam os la relación entre el significado ora
cion al y el significado enunciativo. Aquí sólo hemos dado un ejem plo para
ilu strar que las sartas de palabras a las que se suele atribu ir una violación
de las reglas gram aticales de una lengua pueden ser, en realidad, oraciones
gram atical y sem ánticam ente bien form adas. Podríam os aducir un núm ero
en orm e de ejem plos, entre ellos algunos tom ados de las obras más recientes
sobre sem ántica y gram ática, cuyos autores se han precipitado un tanto al
asignar el rótu lo de ‘agram atical’ a ciertas sartas de palabras.
O tro fa cto r que com plica los hechos se refiere al problem a de establecer
si una determ inada c o l o c a c i ó n (es decir, una com binación gram atical
m ente coherente de lexem as) es anóm ala en virtu d del significado de sus le
xem as constituyentes y de la construcción gram atical que los reúne, o por
alguna otra razón. P o r ejem plo, ‘la chica rubia’ y ‘la yegua baya' son colo
caciones norm ales, m ientras que ‘la yegua ru bia’ y ‘la chica baya’ no lo son.
¿Acaso se debe al significado — o, más en particular, al sentido y denotación—
de ‘bayo’ y ‘ ru bio’ ? Aunque el pelo de una persona tuviesé exactam ente el
m ism o c o lo r dorado que el p e lo de una yegua, seguram ente no utilizaríam os
el lexem a ‘b a yo ’ para describir el p elo de aquélla. Y , viceversa, si el pelo de
una yegua coincidiese exactam ente con el co lor del pelo de una persona ru
bia, seguram ente evitaríam os predicar el a d jetivo ‘ ru bio’ del caballo en cues
tión. La cuestión es que hay m uchísim os lexemas en todas las lenguas cuyo
significado no puede considerarse totalm ente independiente de las colocacio
nes en que aparecen de un m odo m uy característico. En últim a instancia,
no se puede sentar sin arbitrariedad la distinción entre una tendencia colo-
cacional y una regla gram atical.
Finalm ente, existe el problem a general, que recientem ente ha llam ado
m ucho la atención de los lingüistas y ha desorientado a los filósofos durante
m ucho tiem po, de establecer la fron tera entre los determ inantes lingüísticos
y n o lingüísticos de la gram aticalidad. Este problem a aparece frecuentem ente
fo rm u la d o p o r quienes suscriben los principios del generativism o a base de
tra za r una divisoria entre el conocim iento de la lengua y el conocim iento
del m undo o, incurriendo probablem ente en un em pleo erróneo, a base de la
distin ción técnica entre c o.m p e t e n c i a y a c t u a c i ó n (cf. 7.4). P or ejem
plo, cabe suponer que la siguiente sarta de palabras (con un contorn o prosó
d ico adecuado)
tam poco puede ser una oración. Ahora bien, (11), seguramente, no carece de
interpretación. Desde luego, podría sostenerse que para interpretarla — o
para darle sentido— hemos de entender o ‘presidente’ o ‘ transcurrir’ en algún
sentido no litera l o traslaticio. La interpretación más evidente tal vez con
siste en tom ar ‘presidente’ con el significado de «presiden cia» (cf. tres pre
sidentes más tarde, etc.), lo que se consideraría com o una sinécdoque o una
m etonim ia p o r el gram ático de talante tradicional. Estos térm inos raram ente
se em plean en la actualidad; y el m arco elaborado de las llamadas f i g u r a s
d e d i c c i ó n (co m o la clasificación tradicional de las partes del discurso)
está abierto a tod o tipo de crítica de detalle. Lo im portante es que la inter
pretación de (11) depende del conocim iento que tenemos sobre la interdepen
dencia del significado de ‘ transcurrir’ y su valencia gramatical. N o es tanto
cuestión de exactitud com o de decisión teórica o m etodológica que (10) y (11)
sean gram aticales o no. Si decidim os considerarlas gramaticales, podem os
explicar su anom alía, y aun la posibilidad de in terpretar (11) más fácilm ente
que (10), p o r m edio de razonam ientos semánticos.
E l m odo co m o la estructura gram atical de las lenguas y del lenguaje en
general se relaciona con el mundo es una cuestión filosófica genuinamente
enrevesada. V olverem os a ella en el capítulo 10. Si la hemos m encionado aquí
es p o r las im plicaciones que o frece para la relación entre semántica y gra
mática. En térm inos generales, los lingüistas últim am ente han venido a tratar
con un cierto exceso de confianza la distinción entre el conocim iento lingüís
tico y no lingüístico. Muchas de las sartas de palabras supuestamente no
gram aticales presentan una situación, com o m ínim o, discutible. De otras,
com o (10) y (11), se dice que carecen de significado literal y que son, quizás,
tam bién agram aticales: se trata, p o r cierto, de los ejem plos teóricam ente más
interesantes. En tod o caso, en artículos y tratados aparecen muchísimas sar
tas de palabras que, al m argen de lo que dicen de ellas sus autores, están
indudablem ente bien form adas gram atical y semánticamente.
A l p rin cip io de este apartado decíam os que el significado de una oración
es el produ cto del significado léxico y del gram atical. H em os tenido ocasión
de ve r que pese a la evidente distinción entre ambos tipos de significado en
ciertos casos, los lím ites respectivos no son siem pre tan fáciles de identificar
com o quisiéram os. H em os visto también que la distinción entre la significa-
tividad y la gram aticalidad de las oraciones dista mucho de ser clara por di
versas razones. Exam inem os ahora más de cerca la noción de significado
oracional.
Ante todo hay que trazar una distinción entre el significado de las oraciones
y el de los enunciados. Muchos lingüistas y lógicos, que proceden con una
interpretación más estricta de ‘ sem ántica’ de lo que es tradicional en lingüís
tica y de lo que hemos adoptado en este libro, dirían que, mientras el signi
ficado oracional entra en el ám bito de la semántica, la investigación del sig
nificado enunciativo form a parte de la p r a g m á t i c a (cf. 5.6). Los genera-
tivistas chomskyanos tienden a identificar la distinción entre oración y enun
ciado, y entre semántica y pragm ática, con la distinción entre com petencia
y actuación, (cf. 7.4).
Quienes distinguen oraciones de enunciados suelen estim ar que las p ri
m eras son entidades abstractas independientes del contexto, p o r cuanto no
tienen ningún vínculo con un tiem po y un lugar dados; son, en suma, unida
des del sistema lingüístico al qué pertenecen. Esto, considerado así, es indis
cutible. A su vez, 'enunciado' se refiere a una porción de com portam iento lin
güístico o a la señal interpretable, producida por dicho com portam iento en
un m om ento y lugar dados, que pasa del em isor al receptor a través de un
canal de comunicación (c f. 1.5). N adie confundiría las oraciones con su enun
ciación. N o obstante, es m uy fácil, inádvertidam ente o no, identificar las ora
ciones con lo que se enuncia. En rigor, hay un sentido perfectam ente norm al
dentro del térm ino ‘o ra ció n ’ que refleja esta con tu sión en las referencias co
tidianas a la lengua. P o r ejem plo, cabría decir que el p rim er párra fo de este
apartado se com pone de tres oraciones. En este sentido, las oraciones equi
valen a enunciados (el térm ino ‘enunciado’ se em plea para la lengua tanto
hablada com o escrita) o a partes conexas de un enunciado sim ple. Tam bién
en este sentido — de que una oración es lo que se enuncia— , las oraciones
son, evidentem ente, más o menos dependientes del contexto. P ero también son
repetibles en distintos m om entos y lugares. La dependencia del contexto no
im plica, por tanto, unicidad espacio-temporal, en tanto que la abstracción,
entendida com o carencia de vínculo con un tiem po o un lugar dados, tam poco
im plica com pleta independencia contextual.
H ay que añadir tam bién que muchos enunciados, acaso la m ayoría, de la
conversación diaria no constituyen oraciones enteras, sino q u e son, de una
u otra manera, elípticos. P o r ejem plo,
son casos típicos de lo que muchos lingüistas, al igual que los gram áticos
tradicionales, describirían com o oraciones incom pletas o elípticas. Sin em
bargo, su significado es el m ism o que el de las oraciones enteras de las cuales
supuestamente decivan . en, determinadas condiciones de enunciación.
N o vamos a entrar en los inconvenientes de relacionar las oraciones de
un sistema lingüístico con enunciados reales y potenciales. Con el debido re
conocim iento a las,com p lejidades mencionadas, podem os d ecir que el signi
ficado enunciativo es el producto del significado oracional y del contexto. En
general, el significado de un enunciado será más cum plido que el de la ora
ción (u oraciones) de que deriva.
A l p rop io tiem po, conviene notar que los hablantes nativos de una lengua
no tienen, por lo que sabemos, acceso al significado de las unidades descon-
textualizadas, o abstractas, del sistema lingüstico que el lingüista denomina
oración. En realidad, las oraciones, en ese sentido del térm ino, tal vez carez
can de validez psicológica; son constructos teóricos de los lingüistas y, más
específicam ente, de la teoría general de la gramática. Cuando preguntam os
a los hablantes nativos qué entienden por oraciones y examinam os sus reac
ciones («¿ E s aceptable la siguiente oración?», «¿S ign ifica esta (o ra ció n ) lo
m ism o que esta otra?», etc.), lo que hacemos, en realidad, es pedirles que
em itan un ju icio intuitivo o razonado sobre enunciados potenciales. Pode
mos, com o lingüistas, establecer una distinción entre el significado oracional
y el significado enunciativo abstrayendo del p rim ero y atribuyendo a la parte
no oracional del segundo todo cuanto tenga que ve r con contextos dados de
enunciación: creencias y actitudes de las personas, referencia a entidades del
m edio, convenciones de cortesía entre grupos, y así sucesivamente. P ero no
hay razón para suponer que los hablantes de una lengua puedan realizar esto
en virtu d de su com petencia lingüística. La com petencia lingüística —^en cual
quiera de los dos sentidos: «com peten cia en una lengu a» y «com peten cia
para la lengua»— siem pre está orientada hacia la actuación.
H em os visto ya que ciertos tipos de oración guardan relación con ciertos
tipos de enunciado: las oraciones declarativas con aseveraciones, las in terro
gativas con preguntas, etc. H em os explicado la naturaleza de esta relación
recu rriendo a la noción de u s o c a r a c t e r í s t i c o . H em os reconocido,
com o es de rigor, que en cualquier ocasión un hablante puede usar una ora
ción de un m odo no característico para indicar algo distinto o algo, que se
da por añadidura a lo que característicam ente significa. Existe, no obstante,
una conexión intrínseca entre el significado de una oración y su em pleo ca
racterístico. P o r ejem plo,-pueden utilizarse oraciones declarativas, i n d ¡ r e c
t a m e n t e , para form u lar preguntas, em itir órdenes, hacer prom esas, expre
sar los sentim ientos del hablante, etc., pero si los hablantes no considerasen
que las oraciones dotadas de la estructura gram atical que llam am os declara
tiva están asociadas con el acto de habla de hacer aseveraciones — habiéndose
establecido y m antenido p o r el uso regu lar este vínculo asociativb entre fo r
ma gram atical y función com unicativa— tales oraciones no se llam arían de
clarativas. Adem ás, p o r lo común, el uso no característico de una oración
puede explicarse a p a rtir de su uso característico. Para tom ar un ejem p lo
célebre,
tiene la form a gram atical de una oración declarativa, p ero podría m uy bien
utilizarse, en circunstancias adecuadas, de un m odo no característico e indi
recto, en lugar de
es más probable que se enuncie com o petición que com o pregunta. Si el re
cep to r respondiera diciendo S í sin cu m plim entar la petición y tratara de ex
cusarse, ante el reproch e de rudeza o com portam iento poco solidario, soste
niendo que ha contestado efectivam ente a la pregunta, podría razonablem ente
ser acusado de l i t e r a l i s m o . H abría tom ado el enunciado inadecuada
m ente en su significado literal, es decir en el significado determ inado p or el
uso característico de oraciones con una cierta estructura gram atical (y por
e llo definido com o in terrogativo).
L a existencia m ism a del literalism o com o fenóm eno identificable (y so
cialm ente reprobable) — ante el cual los lingüistas y filósofos se muestran
corporativam en te proclives a él— justifica la postulación de las nociones, teó
ricam en te definidas, de uso característico y no característico, p o r una parte,
y de actos de habla directos e indirectos, por otra. P ero se trata de nociones
teóricas. N o debe suponerse que en cada uso no característico, en este sen
tido especializado del térm ino, de una oración, el recep tor deba realizar paso
a paso la deducción del presunto significado in directo o no litera l a p a rtir
del significado directo o literal. H ay grados diversos a este respecto: v. gr., (4)
es más indirecta que (6 ) com o petición y requ eriría más apoyo contextual
para ser tom ada así. Son muchas las oraciones que deben tom arsé conven
cionalm ente, en parte o en todo, en su presunto significado indirecto. P or
ejem p lo , ¿Puede usted...? y ¿Le m olesta qu e...? (en contraste con sinónimos
más o 'm en o s exactos com o ¿Es usted capaz de...? y ¿ E n co n tra ría algún fas
tid io e n ...? ) están m uy convencionalizados en su uso com o peticiones.
Esta conexión intrínseca entre el significado .fie una oración y su em pleo
característico en enunciados puede generalizarse aún más. A menudo se dis
tingue entre el significado inherente de una expresión y lo que el hablante
pretende decir al em plear dicha expresión. (D e hecho, son varias las distin
ciones relativas a sentidos conexos entre sí, en el térm ino ‘ significado’ , que los
filósofos han estudiado. Pero ésta bastará para nuestro propósito inm ediato.)
En un m om ento dado, el hablante puede u tilizar una expresión para dar a
entender algo diferen te del significado que dicha expresión tiene en virtu d
de su significado léxico y gram atical. Pero no siem pre puede proceder así.
Tam poco es libre de usar una expresión con cualquier significado que se le
ocurra atribuirle. A menos que establezca algún acuerdo previo con el recep
tor sobre la m anera de in terpretar una expresión, lo que con ella quiera decir
debe guardar relación con su significado inherente, el cual está determ inado
precisam ente por el uso característico. Aun cuando podem os rechazar la sim
ple identificación entre significado y uso p o r la misma razón que rechazamos
la identificación entre significado oracional y significado enunciativo, tal vez
convenga m antener que el significado de las expresiones y las oraciones está
asegurado p o r su em pleo característico. Siendo esto así, la sem ántica en sen
tido estricto no es lógicam ente anterior a la pragmática. Ambas son interde-
pendientés.
Para concluir este apartado, conviene decir algo sobre la r e f e r e n c i a ,
la d e i x i s y su contribución al significado enunciativo. La referencia, com o la
denotación, es una relación que se entabla entre expresiones y entidades, pro
piedades o situaciones del mundo externo (cf. 5.3). Pero hay una im portante
distinción entre denotación y referencia: esta última, en contraste con la pri
mera, está ligada al contexto de la enunciación. P or ejem plo, la expresión
‘aquella vaca' puede u tilizarse en el contexto apropiado para h a c e r r e f e
r e n c i a a una determ inada vaca, esto es a sú r e f e r i d o . Y puede utili
zarse en distintos contextos para aludir a distintas vacas, ya que su referen
cia, en cada ocasión concreta, está determ inada en parte p or su significado
inherente (qu e incluye la denotación de ‘vaca’) y en parte p or el contexto en
que se enuncia. La inmensa m ayoría de e x p r e s i o n e s r e f e r e n c i a l e s
en las lenguas naturales depende de una u otra manera del contexto. N i si
quiera los nom bres propios tienen referencia única e independiente del con
texto, lo que se olvid a dem asiado a menudo.
La dependencia contextual de la m ayoría de expresiones referenciales tie
ne com o secuela sem ánticam ente im portante que la proposición expresada
p o r la oración enúnciada tiende a variar con el contexto de enunciación. Por
ejem plo,
puede u tilizarse para em itir una aseveración sobre una cantidad indefinida
de individuos distintos, según la referencia de ‘m i am igo’ en cada enuncia
ción. Cuando hablam os de relaciones semánticas entre oraciones en función
de su contenido p ro p o sicio n a f partim os del supuesto tácito o explícito de que
la referen cia de todas las expresiones referenciales se mantiene constante.
N o sólo puede una m ism a expresión referirse a distintas unidades en
distintas ocasiones, sino que cabe aun la posibilidad de que distintas expre
siones se refieran a la m ism a entidad. Así, pongamos p o r caso, el pronom bre
‘ é l’, el nom bre p rop io ‘C arlos’ y cualquiera de las innumerables frases des
criptivas de tipo ‘el que tom a un re fres co ’, ‘eí lechero', ‘el m arido de Josefa’,
etcétera, pueden tener la m ism a referencia entre sí, o que ‘m i a m igo’, en las
circunstancias adecuadas. H a y que tener presente esto también.
Hasta cierto punto, la referen cia potencial de las expresiones está deter
minada no sólo por su significado inherente y por factores contextúales, com o
los supuestos que com parten hablante y oyente, sino también por reglas gra
maticales, de un lado, y convenciones y tendencias estilísticas, de otro, que
operan en las oraciones y aun en porciones más extensas de texto o discur
so. En particular, estas reglas o tendencias (n o está siem pre claro si es
asunto de gram ática o de estilo) gobiernan lo que ha venido a llam arse c o-
r r e f e r e n c i a , es decir la referencia a una misma entidad (o conjunto de
entidades) por parte de expresiones diferentes o de diversas apariciones
de una misma expresión. Por ejem plo, en
y
(9) Como perdió su cartera, m i am igo está desesperado
Suele decirse, acaso correctam ente, que esto es m ateria de regla gram atical,
relativa a la diferencia entre coordinación y subordinación. Por o tro lado, no
hay ninguna regla gram atical en español (aunque algunos lingüistas sosten
gan lo contrario) que prohíba la construcción de oraciones com o
o bien
Aunque el térm ino ‘sem ántica fo rm a l’ pueda utilizarse en un sentido muy ge
nérico para referirse a una nutrida serie de enfoques teóricos sobre, el signi
ficado, se suele dar a una versión de la s e m á n t i c a v e r i t a t i v a , que se
origin ó en el estudio de lenguas form ales especialm ente construidas p or los
lógicos, y que se ha aplicado recientem ente a la investigación de las lenguas
naturales. De esto ú ltim o nos ocuparem os aquí. En este sentido, la semántica
form al viene a considerarse com plem entaria de la p r a g m á t i c a — definida
ésta muy diversam ente com o estudio de los enunciados reales, del uso en vez
del significado, de la parte no puram ente veritativa del significado, de la ac
tuación y no de la com petencia, etc.
Em pecem os distinguiendo el valor veritativo de una p r o p o s i c i ó n
con respecto a las condiciones veritativas de una oración. L o único que debe
decirse acerca de las proposiciones es que pueden afirm arse o negarse, cono
cerse, ponerse en duda o creerse, mantenerse constantes a través de la pará
frasis y la traducción y ser verdaderas o falsas. L a verdad o falsedad de una
proposición constituye su va lo r veritativo, que es invariable. Podem os cam
biar nuestro parecer sobre la verdad de una proposición: p o r ejem plo, en un
m om ento dado creyendo que la tierra es plana y más tarde, tanto si proce
demos correctam ente com o si no, pensando que no lo es. P ero esto no im plica
que una proposición anteriorm ente verdadera se haya vu elto falsa. Es im
portante com pren der a fond o esto.4
puede utilizarse para afirm ar un núm ero indefinidam ente grande de proposi
ciones verdaderas o falsas con arreglo a la referencia variable de ‘ m i am igo'
(q u e incluye la expresión deíctica ‘ m i’) y al carácter deíctico de ‘ acabar d e’,
así com o del tiem po gram atical. Pero las oraciones pueden tener c o n d i
c i o n e s v e r i t a t i v a s , es decir una exposición rigurosam ente especificable
de las condiciones que determ inan el va lo r veritativo de las proposiciones
expresadas p or ellas mismas cuando se em plean com o aseveraciones. Para
u tiliza r el ejem p lo clásico (d eb id o al lógico de origen polaco Tarsk i):
y así sucesivamente. Ahora bien, Austin afirm ó que las oraciones de tipo (3 ) y
(4) carecen de condiciones veritativas cuando se utilizan com o ejecutivas.
(Evidentem ente, pueden utilizarse también para em itir enunciados simples
descriptivos.) E l punto de vista de Austin ha sido criticado por una serie de
semantistas form alistas. Sin embargo, tanto si decim os que tienen condicio
nes veritativas com o si no, su estatuto todavía las distingue de lo que podría
mos denominar, de una form a aproximada, declarativas ordinarias. Para
muchos lingüistas y filósofos, es una mera contumacia el em peño de tratar
(5) y (6) com o si fuesen más básicas que ‘ ¿Está abierta la puerta?’ y ‘A bre la
puerta'.
Las expresiones deícticas (tam bién llamadas i n d é x i c a s ) han plantea
do asimismo otros problem as. Todas las oraciones declarativas del español
(lo m ism o que muchas no declarativas) tienen tiem po gram atical, y muchas
de ellas contienen expresiones contextualm ente dependientes de varios tipos,
cuya referencia viene determ inada por la deixis. Incluso el ejem plo de Tarski,
(2), es engañosamente sim ple a este respecto y aun muy poco representativo
de las oraciones declarativas del español. Explota nuestros supuestos sobre
la presunta interpretación tanto de la oración de la lengua o b je to ’ ‘ La nieve
es blanca’, com o de la cláusula metalingüística ‘ si, y sólo si, la nieve es blan
ca’. Pero en ambos casos puede haber una interpretación deíctica (« L a nieve
es (eventualm ente) blanca en el mom ento y en el lugar de enunciación») o no
deíctica (o genérica) (« L a nieve es (por naturaleza) siem pre y en todas partes
b lan ca»), que es la que presum iblem ente trataba de u tilizar Tarski. La exis
ten cia de la deixis — y su ubicuidad en las lenguas naturales— no invalida
la aplicación de la teoría veritativa de la semántica a la lingüística. Pero in tro
duce, ciertam ente, com plicaciones técnicas muy considerables.
Lo m ism o ocurre con el hecho de que muchísimos lexemas de las lenguas
naturales son, en m ayor o m enor medida, vagos o indeterm inados en signi
ficado. P o r ejem plo, podríam os insistir en que, en un contexto dado de enun
ciación, (1) expresa una proposición verdadera o falsa. Ahora bien, ¿cuán
reciente ha de ser la llegada del referid o de ‘ mi am igo’ para que resulte ver
dadero decir que acaba de llegar? Y la expresión ‘ acabar de’ no es, p or otra
parte, nada atípica.
Estos no son más que algunos de los problem as que vienen a com plicar,
si es que, en últim a instancia, no invalidan, la aplicación de la teoría de la
semántica form al al análisis del significado en las lenguas naturales. Y a he
puesto de m anifiesto m i propia preferencia en fa v o r de una noción de sig
nificado más com prehensiva y que no confiera al significado descriptivo un
estatuto teórico más básico que el no descriptiva (c f. 5.1). Aun así, debo sub
rayar que el intento m ism o de am pliar las nociones de la sem ántica form al
hasta cubrir los datos de las lenguas naturales, a los que no parecen adap
tarse bien, tanto si tiene éxito como si fracasa, no hace más que agudizar
nuestra com prensión sobre los propios datos. Durante los últim os años así
se ha dem ostrad© una y otra vez.
Por lo demás, aun cuando concluyamos que en el significado hay más de
lo que puede abarcar la semántica veritativa, ello no im pide, p o r supuesto,
que el sentido y la denotación de las expresiones lexémicas y no lexém icas
pueda form alizarse a base de sus condiciones veritativas, una vez adm itida
la indeterm inación de muchos lexem as (c f. 5.3). Si dos oraciones tienen las
mismas condiciones veritativas (en todos los mundos posibles), es que tienen
el m ism o significado descriptivo: cf. ‘ Carlos abrió la puerta' y ‘ La puerta fue
abierta p o r Carlos’. Si dos expresiones son perm utables en oraciones que ten
gan las mismas condiciones veritativas, las expresiones en cuestión son des
criptivam ente sinónimas, esto es tienen el m ism o sentido. La sem ántica form al
ha puntualizado mucho de lo que se había expresado con im precisión o se
había tom ado sim plem ente p or sentado en las perspectivas más tradicionales
del estudio sobre el significado. Y , lo que no es menos im portante, ha reali
zado un serio intento para dar contenido a lo que se había establecido, un
tanto program áticam ente, al prin cip io de uno de los apartados anteriores
(5.4): el significado de una oración es el produ cto del significado léxico y
gram atical. Y lo hace tratando de fo rm u la r con precisión el m odo com o in-
teractúan ambos tipos de significado.
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A
2. «“Cuando uso una palabra”, dijo Hum pty Dum pty en un tono m ás bien d e s
deñoso, “significa lo que quiero que signifique, ni m ás ni m enos” » (Lew is Carroll,
Alicia a través del espejo: cf. Palmer, 1976: 4). El hablante, ¿quiere decir siem
pre y necesariam ente lo que quiere decir su enunciación? ¿S ie m p re y necesaria
mente quiere decir lo que d ice ? Lo que dice, ¿ e s lo m ism o que lo que quiere decir
su enunciación? N ótese que Hum pty Dum pty só lo parece preocuparse por el s ig
nificado de las palabras. ¿ A c a s o hay algo m á s? ¿ A c a s o Hum pty Dumpty, en esta
ocasión, (a) dice lo que quiere decir y (b) quiere decir lo que dice (n. b. «en un
tono m ás bien d e sd e ñ o so» )? (Cf. «El significado del hablante e s lo que el ha
blante quiere decir al producir un enunciado. Ahora bien, si hablam os literalmen
te y querem os decir lo que nu estras palabras quieren decir, no habrá ninguna
diferencia importante entre el significado lingüístico y el significado del hablante.
Pero si hablam os no literalmente, querem os decir algo distinto de lo que quieren
decir nuestras palabras» (cf. Akm ajian, D em ers & Harnish, 1979: 230).)
4. «La distinción entre com petencia y actuación... implica específicam ente una
distinción entre el significado de una oración y la interpretación de un enuncia
do» (Smfth & W ilson, 1979: 148). Com éntese.
14. ¿L e ha sorprendido leer «com o la reina Victoria nos hizo saber...» (p. 137,
nota 3) por pensar que e s una frase anóm ala? ¿C on tinú a pareciéndoselo? ¿Q u é
efecto produce sustitu ir hizo por ha hecho con relación a la aceptabilidad y al
significado? En el sup u esto de que ‘S ó cra te s’ aluda al fam oso filósofo griego del
siglo V a. de C., ¿Q u é diferencias de significado y aceptabilidad aprecia, si es
que las aprecia, entre: -t
A l contestar a esta pregunta, ¿tom a la serie de (1) a (4) com o oraciones o com o
enunciados?
15. ¿Puede usted contextualizar ‘[É l] tiene dolor en su [de ella] e stó m a go ’
[o bien, pongam os, ‘Este hom bre e s m ujer'] de modo que resulte factible el
enunciado y no contradictoria la proposición que expresa (cf. p. 1 3 9 )? ¿ E s inevi
table que [é l] y su [de ella] s e refieran a una m ism a p ersona?
17. S e ha dicho que ‘Eres la crem a de mi café’ e s «una oración necesariam ente
falsa» (Kem pson, 1977: 71). ¿E stá usted de acuerdo con ello? Justifique su con
testación con arreglo a (a) una cierta interpretación de ‘necesariam ente’; (b) el
significado del sujeto implícito; (c) la distinción entre oraciones y enunciados;
(d) la opinión del autor sobre la interdependencia de la condicionalidad véritati-
va y la interpretación literal de las oraciones.
1. P o d ría argüirse, a lo sum o, que los p idgin y crio llo s han n acid o d e la un ión d e una
lengua m adre y. otra, d igam os, pad re, y que estas lenguas p ro gen itora s continú an exis
tien d o al m argen de su p ro le (c f. 9.3). P e ro esta in terp retació n m e ta fó ric a m ás o m en os
aceptab le de ‘ p a te rn id a d ’ y ‘ n acim ien to ’ n o viene a cuento aquí.
lenguas en f a m i l i a s , en virtu d de su d e s c e n d e n c i a común con res
pecto a una l e n g u a m a d r e anterior, y decim os de las lenguas deriva-
bles de otra a n c e s t r a l (co m o las rom ánicas con respecto al la tín ) que
tienen una r e l a c i ó n g e n é t i c a . Cuando, en el siglo x ix, se in trodujeron
estos térm inos en la lingüística, recibieron con frecuencia una in terpretación
más litera l — debido a la influencia del rom anticism o alemán, p o r una parte,
y del evolucionism o darwinista, p o r otra— de lo que se aprecia en la actua
lidad. Conviene observar que no existe ningún m om ento preciso en el que,
digam os, el anglosajón se transform ase de pronto o diera lugar al inglés,
com o tam poco existe ningún instante ¿n que el latín alum brase las lenguas
rom ánicas m ientras continuaba existiendo com o lengua de cultura a lo
largo de varios siglos. Y , sin em bargo, los legos conciben precisam ente así
el origen de las lenguas.
L o cierto es que la transform ación de una lengua en otra no es instantá
nea, sino gradual. Sólo una m era convención y una decisión arbitraria nos
lleva a divid ir, pongamos, la historia del inglés en tres períodos — antiguo in
glés (o anglosajón), inglés m edio e inglés m oderno— y a considerar dichos
períodos alternativam ente com o si se tratara de tres lenguas diferentes o, al
m enos, d e tres estadios de una m ism a lengua. Existen razones lingüísticas y
no lingüísticas para establecer de esta m anera la división. L o que actualm en
te es el inglés estándar en los rasgos esenciales de su fonología y su gram á
tica, y en gran parte del vocabulario, nó es más que un descendiente del
dialecto de Londres que, habiéndose fo rm ad o cerca del lugar donde concu
rrieron tres de los cuatro principales dialectos anglosajones — m erciano, sa
jó n occidental y kentianp— , contiene rasgos de los tres. Contiene asim ism o
algunos otros rasgos aisládos que derivan del cuarto dialecto principal, el
nordum briano — en especial, las form as they, «ellos/as», their, «su/s (de ellos/
/ a s)», them , «a ellos/as», y muchas de las palabras que contienen el grupo ini
cial sfc- ( ‘ sk ill’, «destreza», ‘ sky’ , «c ie lo », ‘ skin’, «p ie l», ‘ skirt’, «fa ld a », etc.)— ,
fu ertem en te influido, desde el siglo ix, p o r la lengua de los vikingos.
A proxim adam ente un siglo y m edio después de la conquista normanda,
en 1066, la lengua de las clases dirigentes era él francés, al menos en la lite
ratura y la adm inistración; y cuando vo lvió a utilizarse el inglés com o lengua
literaria, a principios del x m , habían aparecido ya muchas diferencias bien
notorias con respecto al anglosajón del períod o anterior. A l m argen de otras
evoluciones más, lo que ahora denom inam os inglés m edio había caído b a jo la
influencia del francés normando, del que se vio profundam ente afectado en
el vocabu lario y en la gramática. Chaucer, p o r ejem plo, escribió en el dialecto
londinense del inglés m edio, el cual, en virtu d de la im portancia política y
económ ica de la capital, em pezaba a em erger com o lengua nacional estándar.
H acia el final de la guerra de los Cien Años, en el siglo xv, In glaterra había
cobrado una gran conciencia de su identidad nacional y se había tra n sfor
m ado de un estado feudal en un estado con una burguesía educada, próspera
y cada vez más poderosa. Esto constituyó un fa cto r decisivo para la fo rm a
ción y creciente estandarización del inglés m edio literario.
E l p eríod o del inglés m edio queda separado del m oderno p o r el Rena-
cim iento, que alcanzó In gla terra hacia finales del siglo xv. Una de las más
destacadas consecuencias en la esfera educativa y cultural fue la reaparición'
del latín com o lengua literaria. P ero se trató de un fenóm eno relativam ente
efím ero. Aun cuando el latín continuaba gozando de un enorm e prestigio
cultural hasta bien entrado el x ix , las principales obras literarias del período
isabelino y postisabelino, incluyendo las de Shakespeare y el Paraíso P erd id o
de M ilton, fueron escritas en inglés. M ientras tanto, la Gran Bretaña em pe
zaba a ejercer una acción cada vez más im portante en los asuntos mundia
les. En el siglo x v n se fundaron colonias de habla inglesa en Am érica del
N o rte. Y ya en el x ix , el inglés era la lengua de la adm inistración, la educa
ción superior y los negocios no sólo en los Estados Unidos, Canadá, Australia
y N u eva Zelanda, donde era entonces la prim era lengua de la m ayoría de los
colonos política y económ icam ente dominantes y sus descendientes, sino tam
bién en la In dia y otros países asiáticos y africanos den tro del Im p erio B ri
tánico. En el períod o post-renacentista, el inglés ya se ha convertido en una
lengua mundial de un m odo m uy sem ejante a com o lo había hecho el latín
(en el llam ado M undo Antiguo de Europa, Á frica del N o rte y parte de Asia)
casi dos m il años atrás, y p o r razones tam bién muy sem ejantes. Pero el latín
y el inglés no eran en su origen más que dialectos locales de pequeñas tribus,
itálicas en un caso y germ ánicas en el otro, y no d ifería n en nigún detalle
lingüísticam ente pertinente de los dialectos itálicos y germ ánicos de las tri
bus vecinas.
Esta breve y excesivam ente sim plificada sem blanza de la evolución y ex
pansión del inglés pretende dem ostrar el principio general de que aun ha
biendo buenas razones para d iv id ir la historia externa e interna de una len
gua en períodos más o menos diferentes, el proceso del cam bio lingüístico
es, en sí mismo, continuo. L o que produce la ilusión de discontinuidad, por
ejem p lo, entre el anglosajón y el inglés m edio o, en m enor medida, entre el
inglés m edio y el m oderno, es la coincidencia de diversos factores com o, por
un lado, los huecos en la docum entación histórica entre diversos períodos
y, p o r otro, la relativa estabilidad de las lenguas literarias al cabo de p orcio
nes m uy largas de tiem po. Apenas disponem os de testim onios escritos sobre
los diversos dialectos del anglosajón y el inglés m edio. P ero podem os estar
seguros de dos cosas: en p rim er lugar, que desde los tiem pos más prim itivos
los dialectos del inglés hablado eran m enos hom ogéneos y nienos nítidam en
te separablés entre sí de lo que han dado a entender las exposiciones tradi
cionales de la historia del inglés fundadas en la evidencia de los textos lite
rarios; y, en segundo lugar, que si dispusiéramos (de un testim onio h istórico
com pleto sobre cualquier dialecto hablado, de Londres o de una pequeña
aldea en algún enclave rem o to del país, seríamos incapaces de identificar un
trecho concreto de tiem po en el que el dialecto en cuestión cám biase repenti
nam ente de uno a o tro período. Las lenguas cambian más de prisa en unos
períodos que en otros. Incluso las lenguas literarias cam bian en el curso del
tiem po; tanto es así, que las lenguas habladas que se adquieren en la niñez
y se em plean a lo largo de la vida en una gran variedad de situaciones — las
lenguas vivas, en el sentido más com pleto del térm ino— cam bian mucho más
que las lenguas literarias. P o r lo demás, ninguna lengua viva es com pleta
mente uniform e (cf. 1.6), lo que, com o verem os más adelante, es crucial para
explicar el cam bio lingüístico.
En lo que sigue, em pezaré p o r exponer la lingüística histórica tal com o
la hubiese practicado (salvo en ciertos detalles que se han aclarado más re
cientemente o que se refieren a la actualidad) alguno de los llam ados neo-
gramáticos o sus sucesores. Los neogram áticos (en alemán, Junggrammati-
ker) eran un grupo de estudiosos afincados en la universidad de L eipzig a fi
nales del siglo pasado, en gran m edida responsables de la form ulación de los
principios y m étodos de la lingüística histórica que desde entonces han pre
valecido en la m ayoría de obras de la especialidad. Cuando proclam aron por
prim era vez estos principios y m étodos se levantaron grandes polém icas; y
hay que adm itir que gran parte de la crítica dirigida contra ellos nos resulta
en la actualidad perfectam ente justificada. N o obstante, han im perado duran
te casi un siglo y todavía se encuentran en muchos supuestos cotidianos que
el lingüista acepta sobre el cam bio de las lenguas y aún form an parte de los
criterios que inspiran el tratam iento habitual de las fam ilias lingüísticas en
enciclopedias y obras de referencia. En los apartados postreros de este capí
tulo, exam inarem os y reform u larem os, a la luz de la obra más reciente, uno
o dos de los principios neogram áticos.
D ecir que dos o más lenguas pertenecen a la misma fam ilia — esto es, que
están genéticam ente relacionadas— equivale a reconocer que constituyen
variantes divergentes o descendientes de una misma lengua ancestral común
o protolengua.
En la m ayoría de casos no tenem os noticia directa de la protolengua de
la que descienden los m iem bros de una determ inada fam ilia o subfamilia.
A este respecto, las lenguas rom ánicas son muy poco típicas, pues aunque el
dialecto del latín del que derivan seguram ente habrá diferido, en muchos de
talles de gram ática y vocabulario, con respecto al de los textos incluso colo
quiales que nos han llegado, lo cierto es que disponemos de una idea mucho
más cabal sobre la estructura del llam ado p r o t o r r o m a n c e que sobre mu
chas otras protolenguas.
En térm inos generales, las protolenguas son constructos hipotéticos, so
bre cuya existencia no hay pruebas directas, pero que se postulan com o len
guas de tal o cual estructura con el fin de ju stificar la relación genética entre
dos o más lenguas documentadas. P o r ejem plo, se postula el p r o t o g e r m á -
n i c o com o antecesor de las lenguas germánicas (inglés, alemán, holandés,
danés, islandés, noruego, sueco, etc.); y el p r o t o e s l a v o com o antecesor
de las lenguas eslavas (ruso, polaco, checo, eslovaco, servo-croata, búlgaro, et
cétera). En ambos casos disponem os de testim onios documentales en torno
a la historia anterior de la fam ilia. Para e l germánico, además de una serie
de antiguas inscripciones fragm entarias, contamos con la traducción, del si
glo iv, de la B iblia al gótico (hablado p or los visigodos que, p or aquel tiem po,
se habían instalado en el curso b a jo del D anubio); hay textos literarios bien
extensos en los distintos dialectos del anglosajón (o inglés antiguo) que cu
bren el período que va del siglo v i al x i; los textos del antiguo islandés (o an
tiguo noruego) sobre sagas del x n ; textos de antiguo alto alemán fechados a
p artir de la segunda m itad del v m , y así sucesivamente. Para: el eslavo, el
testim onio más p rim itivo se encuentra en los textos del siglo ix escritos en
antiguo eslavón eclesiástico. Pero en ningún caso hay nada tan p róxim o a la
protolengua ancestral postulada com o la de los textos latinos llegados hasta
nosotros y escritos en lo que seguramente sería el dialecto más popu lar del
latín (a menudo denom inado latín vulgar) que llam am os protorrom ance.
A p a rtir de las pruebas disponibles y aplicando los principios elaborados,
durante el siglo pasado, en sus datos esenciales por los neogram áticos, los
especialistas pueden r e c o n s t r u i r , con razonable fiabilidad, casi tod o el
sistema fónico y parte de la estructura gram atical del protogerm ánico y el
protoeslavo. Pueden, incluso, reconstruir ciertos estados interm edios en la
evolución de m iem bros atestiguados de una determ inada fam ilia lingüística
a p artir de un supuesto antecesor común. P o r ejem plo, la figura 3 o frec e una
representación esquem ática del desarrollo de las lenguas germ ánicas oficial
m ente reconocidas y habladas hoy y del gótico, que em pezó a declinar a prin
cipios de la Edad M edia hasta desaparecer (ante el em puje de algún que o tro
dialecto eslavo) unos siglos más adelante. Se advertirá que el inglés, que,
com o vim os en el apartado anterior, estaba ya dialectalm ente diferen ciado en
la época de los más prim itivos testim onios conservados, aparece más direc
tam ente relacionado con el frisio que con el holandés o el alemán y más con
estos dos que con las lenguas escandinavas. E l frisio fue antes una lengua
mucho más hablada que en la actualidad. Aunque no constituye lengua na
cional en el m ism o sentido qué las demás lenguas germánicas m odernas
goza de un estatuto oficial en la provin cia de Frisia, al n orte de los Países
B ajos, donde ha sufrido una intensa influencia, al menos en el vocabulario,
del holandés estándar. Tanto el inglés com o todas las demás lenguas m o
dernas de la figura se manifiestan \a base de ^diversos dialectos, p o r lo que
muy a menudo la transición entre un dialecto y o tro no es brusca, sino gra
dual. Com o verem os más adelante, el d i a g r a m a " ' a r b ó r e o de fam ilias
lingüísticas sobre la relación entre las lenguas tiende a sim plificar convencio
nalm ente los hechos, si es que no los distorsiona com pletam ente al o m itir
p o r com pleto el fenóm eno de la convergencia y la difusión y representar la
relación lingüística com o si fuese el resultado de una divergencia necesaria
y continua.
R etrocedien do más aún para abarcar una gama más am plia de pruebas,
con las inscripciones hititas. del. Asia M en or (descifradas en 19Í5), las tablillas
del griego m icénico (descifradas en 1952) y, para el sánscrito más p rim itivo ,
los him nos védicos —^sobre cuya datación cabe aventurar la m itad del segun
do m ilenio antes de nuestra era— , podem os reconstruir parcialm ente la fo-
* protogermánico
E l procedim ien to corriente para dem ostrar la relación genética de las lenguas
consiste en recu rrir al llam ado m étodo com parativo, desarrollado y m ejorado,
a p a rtir de su m anifestación prim itiva, en. e l p eríod o clásico de la lingüística
histórica, esto es, entre 1820 y 1880 (cf. 6.1). E ste procedim ien to se basa en
que muchas de las palabras más evidentem en te relacionadas entre las len
guas pueden ponerse en correspondencia sistem ática tom ando su estructura
fon ológica y m orfológica. H acia 1870, los estudiosos habían conseguido éxitos
tan grandes en la aplicación del m étodo com parativo a los casos más claros
de relación genética, que lo extendieron tem erariam ente sobre lenguas cuya
relación distaba de ser evidente.
E jem p lifica ré el prin cip io de la correspondencia sistem ática, de m om en
to, a p a rtir de las lenguas románicas, pues tiene la ven taja no sólo de que su
relación está fu era de duda, sino tam bién de que contam os con datos directos
de la protolengu a de que derivan, el latín. N o obstante, com o verem os, no
faltan casos de form as protorrom án icas que, aun perteneciendo a los m ism os
rom ances y pudiéndose recon stru ir p o r el m étodo com parativo, difieren de
las form as latinas atestiguadas.
La tabla 4 allega diversos conjuntos de palabras evidentem ente relacio
nadas (en sus form as de cita ortográficas) d el latín y tres lenguas románicas,
a saber el francés, el italiano y el español. L a tabla podría am pliarse h orizon
talm ente con las correspondencias de otras lenguas y dialectos rom ánicos (ru
mano, portugués, catalán, sardo, ladino, etc.), y verticalm en te añadiendo más
grupos de palabras en correspondencia. Pese a su lim itación, sirve para ilus
trar el p rin cip io de la correspondencia sistem ática.
latín (l.) francés (f r . ) italiano (it.) español (esp.)
Ante tod o debe observarse que las palabras de cada línea se relacionan
no sólo en su form a, en la que radica el principio de la correspondencia siste
m ática, sino tam bién en el significado. Evidentem ente, las palabras pueden
ca m b iar de significado en el curso del tiempo. P o r ejem plo, la palabra norm al
del latín clásico para «c a b a llo » no era ‘caballus’, que tenía el significado más
esp ecífico de «ca b a llo de ca rg a » y se utilizaba también, peyorativam ente, para
sig n ifica r «r o c ín » o «ja m e lg o », sino ‘ equus’. Sin em bargo, ‘caballus’ y ‘equus’
guardan una evidente relación de significado, y es plausible suponer que ‘ca-
b a llu s’ perdería su significado específico y los m atices peyorativos en el latín
ta rd ío (es decir en el p roto rro m a n ce) y se convertiría en la palabra general
y estilísticam ente neutra que ocupó el lugar de ‘ equus’. Y a la inversa, los
descendientes de la palabra latina ‘caput’, «ca b eza », de la tábla han adquirido
una serie de sentidos más estrechos o m etafóricqs: v. gr., fr. ‘c h e f’ significa
« j e f e » , lo m ism o que el it. ‘ca p o ’ ; algo así ha ocu rrido tam bién con el español
‘ ca b o ’, etc. Ahora bien, tam bién aquí hay una conexión intu itivam ente obvia
en tre el significado del latín ‘capu t’ y los significados de sus descendientes.
Ninguna de las palabras de la tabla presenta inconvenientes en cuanto
a su relación sem ántica, aun cuando quepa algún desacuerdo en determ inados
casos sobre la naturaleza de esta relación. A menudo, sin em bargo, no queda
c la ro — especialm ente en lenguas con menos datos disponibles que las ro
m ánicas— si dos palabras tienen relación sem ántica o no. P o r esta razón pre
cisamente, el m étodo com parativo concede prioridad a la relación de form as.
Es preciso notar asimismo que las palabras no sólo pueden cam biar de sig
nificado con el tiem po, sino tam bién caer en desuso y, por diversas razones,
ser sustituidas. Esto explica los huecos de la tabla 4. Así, el español moderno',
ha sustituido la palabra derivada del latín ‘canis’ p or ‘p erro ’, y ni el italiano
ni el francés conservan en su vocabulario descendientes del latín ‘ form osus’ .
Volvam os a las correspondencias form ales de la tabla. Las palabras apa
recen en su form a de cita escrita. Conviene recordar, por tanto, que nos in
teresam os en principio, no p o r las letras, sino p or los sonidos. En latín, es
pañol e italiano hay una discrepancia relativam ente m enor entre la ortografía
y la pronunciación. H ay que tener en cuenta que en el español m oderno no
hay ningún fonem a que se corresponda con la letra < h > ; que en español
e italiano la letra < c > se pronuncia de un m odo distinto en posiciones d ife
rentes; que < c h > se pronuncia [ k ] en italiano, pero [tJp en español, y así
sucesivamente. Pero se trata de discrepancias pequeñas y podem os proceder,
sin fo rza r dem asiado los hechos, con el supuesto de que hay una correspon
dencia biunívoca entre las letras (o, en ciertos casos, entre grupos de letras:
sp. < l l > , < c h > ; it. < c h > , < g g i > ) y los fonem as. El francés presenta una si
tuación m uy diferente. P o r ejem plo, no hay m odo de saber, a p a rtir de sus
convenciones ortográficas, que c le f se pronuncia [k le ], p ero ch ef se pronun
cia [jjE f]; o que hu.it suele pronunciarse con una [ t ] final, m ientras n u it y
lait, no (excepto en ciertas expresiones fija s), y que hay pronunciaciones di
versas para fait. N o obstante, en tanto que la norm a ortográfica del francés
se basa en la pronunciación de siglos atrás (lo m ism o que el sistem a ortográ
fico del inglés),, podem os tom ar sus form as escritas, para nuestros propósitos
inm ediatos, tal com o aparecen directam ente. N o ha de inquietarnos que la
fo rm a de cita latina de un lexem a ¡no sea la base de las form as diacrónica-
m ente relacionadas del francés, italiano y español, ya que casi siem pre es la
fo rm a de acusativo del n om bre y adjetivo, y no de nom inativo, la que pro
porciona el origen de las form as tem áticas románicas — canem, caballum , et
cétera (donde [m ] fin al se perdió en latín tardío ó p rotorrom an ce)— .
Com parando las palabras de la tabla 4 se observará que hay correspon
dencias regulares entre form as em parentadas (es decir, entre las form as de
lexem as em parentados). Estas correspondencias, a llí en negrita, las represen
tam os ahora mediante sonidos, tom ando la o rtogra fía en su sentido literal,
a base de
Tan to el francés < i t > com o el español < h > aparecen aquí con el va lo r foné
tico correspondiente a períodos históricos anteriores: a esto m e refería al
d ecir que tom aba la ortog ra fía en su sentido literal. H ubiéram os podido pro
ceder igualmente con transcripciones fonéticas (o con representaciones fono-
lógicas) de las form as habladas modernas. Desde luego, aun así podían esta
blecerse las correspondencias sistemáticas, pero resultarían menos inm edia
tamente evidentes. Se advertirá que, además de la serie de (1) a (4), cabe ex
traer aún otras correspondencias más:
(iii) *fa b é r- : *b ro 8 a r-
2. [E n español pueden citarse, a p a rtir de étim os latin os, g rie g o s o árab es, d ob letes
com o 'ra d io ' y ‘ ra y o ’ , ‘ rá p id o ’ y ‘ ra u d o ’ , ‘ c a p ítu lo ’ y ‘ c a b ild o ’ , ‘ p la te a ’ y ‘ p la za ’, ‘ c á te d ra ’
y ‘ c ad era’, ‘ c íta ra ’ y ‘ gu ita rra ’ , etc. N o faltan incluso d erivacion es m ás extensas: cf. ‘ h os
p ita l’, ‘ h ostal’ y ‘ h o te l’, -este ú ltim o to m a d o en p résta m o d el fra n c és .]
ob ra más recien te en dialectología y sociolingüística ha precisado la im p or
tancia de la variedad sincrónica dialectal y estilística dentro de una com uni
dad lingüística com o fa c to r eficaz de cam bio lingüístico. En condiciones de
variación sincrónica — y, más en especial, de bilingüism o y diglosia (c f. 9.4)— ,
e l concepto tradicional de préstam o quizá resulte inaplicable.
Sea com o sea, es evidente que los neogram áticos establecieron una dis
tinción dem asiado firm e entre lo que podía tratarse m ediante leyes fonéticas
y lo que requ ería una explicación a base de analogía y préstam o. A pesar de
todo, la gran m ayoría de tratados sobre la evolución h istórica de las lenguas
continúa a este respecto la tradición neogram ática.
¿P o r qué cam bian las lenguas a lo largo del tiem po? N o hay una respuesta
generalm en te aceptada sobre ello. Son varias las teorías propuestas, p ero
ninguna tiene en cuenta todos los hechos. Aquí podem os m encionar y co
m entar, a lo sumo, algunos de los principales factores que los lingüistas han
argüido para explicar el cam bio lingüístico.
En esta clase de discusión es costum bre sentar dos distinciones p o r se
parado: (a ) entre cam bio fón ico, p o r un lado, y cam bios gram aticales y léxi
cos, p o r o tro ; (b ) entre factores internos y externos. P ero no hay que lleva r
dem asiado lejo s estas distinciones. C om o hemos visto, la concepción de los
neogram áticos de que el cam bio fó n ico es radicalm ente d iferen te de ; otros
tipos de cam bio lingüístico resulta, en el m e jo r de los casos, una veiídad a
m edias. Incluso los procesos más o m enos fisiológicam ente explicables; com o
la a s i m i l a c i ó n (p o r la cual diversos sonidos sucesivos se vu elvefí idén
ticos o más parecidos en lu gar o m odo de articulación: cf. italian o o tto ,
n otte, etc., de la tabla 4 del apartado 6.3) o la h a p l o l o g í a (p érd id a de
una de dos sílabas sucesivas fonéticam en te sim ilares: p. ej. ant. inglés *E ngla-
land, «p a ís de los anglos», > E ngla nd ; [ paralelepípedo > *p a ra lep íp ed o']),
requ ieren el soporte de otros factores más generales, si es que producen cam
bios perm anentes en el sistem a fón ico de una lengua. En cuanto a la distinción
en tre factores externos e_ internos, dependiente de si se abstrae el sistem a
lingü ístico, com o tal, del m arco cultural y social en que se desenvuelve, tam
p o co se sostiene, en últim o térm ino: la función com unicativa de la lengua,
que relaciona fo rm a y significado en un sistem a lingüístico, tam bién relaciona
el p rop io sistem a lingüístico con la cultura y la sociedad a cuyo servicio se
encuentra.
En el apartado a n terior hem os aludido ya a dos de los factores más ge
nerales para el cam bio lingüístico: la analogía y el préstam o. Podem os ahora
subrayar que mucho de lo que los neogram áticos atribuían a las leyes fo n é
ticas puede explicarse por la acción conjunta de estos dos factores. Las leyes
fonéticas no tienen por sí mismas va lo r explicativo, pues no son más que
ín dices de lo o cu rrid o en una determ inada región (m ás exactam ente, en una
d eterm in a d a com u nidad lin gü ística) en tre dos puntos dados de tiem po. Con
sid era d o retrosp ectiva y m acroscópicam ente, el cam bio produ cido puede re
su lta r bastante regu lar (en el sentido que los neogram áticos y sus partidarios
otorga b a n al p rin cip io de la regu laridad). N o obstante, la investigación de
ca m b ios fó n icos que tienen lugar en el presente ha dem ostrado que pueden
origin a rse en una o más palabras prestadas y propagarse por analogía a otras
en un determ in a d o p eríod o de tiem po.
U no de los in dicios de este proceso de cam bio lingü ístico es el que suele
lla m a rse u l t r a c o r r e c c i ó n . Un ejem p lo de ello se encuentra en la ex
ten sión analógica de la vocal de b u tter, «m a n teq u illa », en inglés m eridional
a palabras com o b u tch er, «c a rn ic e ro », entre hablantes del n orte de In glaterra
qu e han a d q u irid o (esto es, tom ado en p résta m o ) la pronunciación R P de
a q u ella clase de palabras. Esta suerte de u ltra corrección fon ética no difiere,
en cuanto a m otivación , de la u ltracorrección que determ in a que los hablan
tes de la clase m edia, a m enudo educados, del inglés m eridion al estándar
d igan betw een you and /, «e n tr e tú y y o », [en lu gar de betw een you and me,
«e n tr e ti y m í» ] . Se apreciará sin duda que el p rim e r tip o de ultracorrección,
y n o el segundo, p o d ría conducir al fin a un cam b io fó n ico m acroscópica y
re tro s p ectiva m e n te regular.3
Con e llo no qu erem os decir, por supuesto, que tod o cam bio fón ico haya
de explicarse así. H em os de a d m itir todavía la posibilidad de que con el tiem
p o se fo rm e una t e n d e n c i a f o n é t i c a gradual e im p ercep tib le en to
das las palabras en qu e aparece un determ in ado sonido. L o que qu iero pun
tu aliza r es sim plem en te que puede in terven ir una diversidad de factores
determ in an tes para p rod u cir a la postre un m ism o resultado: algo de lo que
suele considerarse cam b io fó n ico regular y, al m enos en la tradición neogra-
m ática, contrapu esto a fenóm enos presuntam ente esporádicos, com o la ana
lo g ía y el préstam o.
Los lingüistas qu e destacan la distinción en tre factores internos y ex
tern os — especialm en te los que suscriben los p receptos del estructuralism o
y el fu n cion alism o (c f. 7.2, 7.3)— tienden a asignar tod o lo que pueden del
ca m b io lin gü ístico a factores considerados internos, sobre todo a los conti
nuos reaju stes que ejecu ta un sistem a lin gü ístico al pasar de un estado d e
e q u ilib rio (o de qu asi-equilibrio) a otro. Uno de los defensores más p rom i
nentes de este punto de vista ha sido el estudioso francés A ndré M artinet,
qu ien trató de ex p lica r el cam bio lingüístico, y en especial el fón ico, a p a rtir
d e su con cepción de que las lenguas son sistemas,, sem ióticos autorregulados,
gobern ados p o r los principios com plem entarios del m ín im o esfuerzo y la
cla rid a d com u nicativa. E l p rim er prin cip io (a l que pueden incorporarse fe
n óm enos fisiológicam en te explicables com o la asim ilación y la haplología, in
dicados más arriba, así com o la tendencia a a b revia r las form as de m ayor
3. [C f., a este p ro p ó s ito , 2.4, n ota 3. Una solu ción u ltra c o rre c ta q u e to m ó carta de
n a tu ra lez a es la de 'M a llo r c a ' ( < M a j o r í c a ) en lu gar d e ‘ M a y o rc a ’ .]
p redictibilidad) dará lugar a la reducción del número de distinciones fono
lógicas y a potenciar su función. Se verá, sin embargo, refrenado p o r la ne
cesidad de m antener un núm ero suficiente de distinciones a fin de salvaguar
dar enunciados que de o tro m odo podrían confundirse en las condiciones
acústicas en que se utilizan las lenguas habladas. Se trata de una noción
intuitivam ente atractiva que se ha aplicado con éxito a una serie de cambios
fónicos. H asta ahora, sin em bargo, no se ha dem ostrado de manera convin
cente todo el p o d er explicativo que sus partidarios le atribuyen.
La contribución más destacada de los estructuralistas y funcionalistas a
la lingüística histórica p rovien e de su insistencia en que cada cam bio pos
tulado en un sistem a lingüístico debe evaluarse a p artir de las repercusiones
que provoca en el sistem a entero. P o r ejem plo, han llegado a precisar que
las distintas partes de la ley de G rim m (o de la gran mutación vocálica,
que tuvo lu gar en la transición del inglés m edio al prim itivo inglés m oderno)
deben considerarse conjuntam ente. Tam bién han suscitado interesantes plan
team ientos en to m o a los tipos de r e a c c i ó n e n c a d e n a que parecen
haberse produ cido a lo largo de diversos períodos en la evolución histórica
de las lenguas. Volvien do, para ejem plificarlo, a la ley de Grim m , ¿acaso las
aspiradas sonoras pi-e., [ * b h, *d h, *g h], al perder su aspiración, hicieron que
las oclusivas sonoras no aspiradas pi-e., [*b , *d, * g ], perdieran su sonoridad
para hacer que, a su vez, las oclusivas sordas pi-e., [*p , *t, * k ], se volviesen
fricativas? ¿O fue más bien que las oclusivas sordas pi-e. iniciarían el proceso,
atrayendo a las dem ás tras sí, com o si dijéram os, hacia los lugares que iban
quedando vacíos? T a l vez no haya contestación para estas preguntas. P ero al
m enos reconocen debidam ente que los distintos cambios enumerados en la
ley de G rim m son susceptibles de re cib ir una conexión casual.
L o que ahora se entiende p o r r e c o n s t r u c c i ó n i n t e r n a (en con
traste con la reconstrucción p o r e l m étodo com parativo) puede colocarse
tam bién en el haber del estructuralism o. Se funda en la convicción de que
las regularidades parciales y las asim etrías sincrónicamente observables pue
den explicarse con relación a lo que en un período anterior eran procesos
productivos, totalm ente regulares. P o r ejem plo, pese a que no tuviéram os
evidencia com parativa a que acudir ni testim onios de las etapas anteriores
de la evolución del inglés, podríam os in fe rir que las regularidades parciales
que aparecen en los verbos fu ertes de esta lengua (cf. drive : d rove : driven,
«co n d u cir», ride : rodé : ridden, «ca b a lga r», sing : sang : sung, «ca n ta r»,
rin g : rang : rung, «so n a r», etc.), eran reliquias, por así decirlo, de un sistema
flex ivo del verbo, antiguam ente m ucho más regular. La reconstrucción in ter
na ya constituye, en la actualidad, una parte reconocida de la m etodología
de la lingüística histórica tras haber m ostrado su valía en diversas ocasiones.
Com o verem os más adelante, el generativism o nace de una cierta versión
del estructuralism o y en parte la continúa. Una característica del generati
vism o consiste en con ceb ir el cam bio lingüístico com o una adición, pérdida
o reordenación de las reglas que determ inan la com petencia lingüística del
hablante. En tanto que la distinción entre com petencia y actuación puede asi
milarse a la de lengua y habla del estructuralism o saussureano (cf. 7.2), la
contribución realizada a la teoría y a la m etodología de la lingüística histó
rica por los generativistas puede considerarse com o una depuración y un
desarrollo de la concepción estructuralista del cam bio lingüístico. En ambos
casos se concede preferencia a los denominados factores internos. La noción
estructuralista de autorregulación ha quedado aquí reem plazada por la de
reestructuración de las reglas del sistema lingüístico y por una tendencia
hacia la sim plificación. Es ciertam ente d ifícil apreciar diferencias fundamen
tales entre ambas nociones.
N o obstante, la distinción chomskyana de com petencia y actuación y la
distinción saussureana de lengua y habla difieren en que la prim era se presta
m e jo r que la segunda a una interpretación semántica. Como verem os, los
generativistas, por diversas razones, se han preocupado mucho p o r el pro
blem a de la adquisición lingüística en los niños. Han hecho hincapié en que
el niño, en cuanto em pieza a adqu irir la lengua nativa, no tiene aprendidas
las’ reglas del sistema subyacente, sino que debe inferirlas a p a rtir de las
pautas de correspondencia entre form a y significado que descubre en las enun
ciaciones que oye en torno suyo. Lo que tradicionalm ente se ha considerado
falsa analogía (p. ej., la proclividad del niño a decir andó en vez de anduvo)
se interpreta desde el generativism o com o parte del proceso más general de
la adquisición de las reglas.
Los generativistas no han sido los prim eros en buscar una explicación
para el cam bio lingüístico en la transmisión de la lengua de uña a otra ge
neración. Pero sí han exam inado más cuidadosamente que otros el proceso
de la adquisición lingüística a ten or de la naturaleza de las reglas indispen
sables en etapas concretas de este proceso. Además, han em pezado a inves
tigar con detalle el cam bio sintáctico, ju nto con el fonológico y el m o rfo ló g i
co, habida cuenta que hasta hace poco los aspectos sintácticos del cam bio
apenas se han tratado, salvo de una manera ocasional y asistemática. L o más
im portante, sin em bargo, es que el generativism o ha facilitado a la lingüística
histórica una concepción más precisa sobre los u n i v e r s a l e s form ales y
sustantivos, en relación con los cuales los cam bios postulados de etapas p re
históricas o no documentadas de la lengua pueden evaluarse en una escala
de m ayor o m enor probabilidad.
Por el lado negativo, ni el estructuralism o ni el generativism o han llegado
a prestar suficiente atención a la im portancia de la variedad sincrónica com o
fa cto r del cam bio lingüístico. Al margen de cualquier otra consideración, esto
ha dado lugar a pseudo-problemas com o los siguientes: E l cam bio lingüístico,
¿es gradual o repentino? ¿Se origina en la com petencia o en la actuación?
En cuanto a la prim era pregunta, hace más de cien años que Johannes
Schm idt impugnó el concepto de árbol genealógico! que los neogram áticos
asumían para la filiación de las lenguas, y señaló que las innovaciones de to
dos los tipos, y en especial las fónicas, pueden irradiarse a p a rtir de un cen
tro de influencia, com o las olas de un estanque, perdiendo fu erza a m edida
que se alejan más y más de él. En las décadas posteriores, los estudiosos,
sobre todo los que trabajan en el campo de las lenguas románicas, de donde
se obtenían abundantes pruebas tanto sincrónicas com o diacrónicas, dem os
traron que lo que ha dado en llam arse t e o r í a d e l a s o n d a s del cam
b io lingüístico proporcion aba una explicación más satisfactoria de los hechos,
al m enos en muchos casos, que la t e o r í a d e l á r b o l g e n e a l ó g i c o
más ortodoxa, con sus supuestos inherentes sobre una divergencia repentina
y luego continua entre dialectos em parentados. Los dialectólogos m ostraron
tam bién que, lejo s de aplicarse sim ultáneam ente a todas las palabras a que
eran aplicables, los cam bios fónicos podían iniciarse tan sólo en una o dos
y luego extenderse a otras y aun, siguiendo las líneas de com unicación, a
otras regiones. Siendo así p o r lo común, es evidente que la cuestión de si el
cam bio fón ico es gradual o repentino p ierd e gran parte de su sentido. Y al
igual que* los individuos pueden vacilar en el uso de una fo rm a más antigua
o m oderna, lo m ism o ocu rre con la cuestión de si los cam bios lingüísticos
se origin an en la com petencia o en la actuación.
Más recientem ente, los Sociolingüistas han dem ostrado que cuanto se ha
dicho para la difusión geográfica de variedades fonológicas, gram aticales o
léxicas, sirve igualm ente para su difusión a través de las clases socialm ente
distinguibles de una com unidad dada. En general, se ha com pren dido que los
factores sociales (d e l tipo que exam inarem os en el capítulo 9) soní,.mucho
más im portantes en el cam b io lingü ístico de lo que se había supuesto ante
riorm en te. Después de todo, no son sólo las fron teras geográficas o -incluso
políticas las que im ponen lím ites en el grado de intercom unicación entre la
gente que vive en la m ism a región. Los dialectos sociales pueden d ife rir entre
sí tanto com o los de base geográfica. P o r o tra parte, en condiciones sociales
adecuadas (descom posición de una sociedad tradicionalm ente estratificada,
im itación de form as o expresiones de la clase alta, etc.), un dialecto, social
puede su frir m odificaciones p o r el contacto con otro. En realidad, hóy ya se
acepta que el b i l i n g ü i s m o y la d i g l o s i a — y aun la p i d gi^n i z a -
c i ó n y la c r i o l l i z a c i ó n — pueden haber desem peñado una fu nción m u
cho más am plia en la form ación de las fam ilias lingüísticas d el m undo de lo
que se pensó en o tro m om ento (cf. 9.3, 9.4).
„ H em os em pezado este apartado con la pregunta de p o r qué las lenguas
cam bian a lo largo del tiem po. Podem os concluirlo repitien d o ló que se ha
dicho en un capítulo a n terior (cf. 2.5): la ubicuidad y la continuidad del cam
bio lingüístico resultan m enos enigm áticas en cuanto se com pren de que no
hay lengua natural estable o u n iform e y que gran parte de lo que cabe des
cribir, m acroscópicam ente, com o cam bio lingüístico es produ cto de una va
riación sincrónica socialm ente condicionada. Esto no qu iere d ec ir que todo
cam bio lingüístico haya de explicarse así, sino tan sólo que los factores so
ciales son indudablem ente mucho más im portantes de lo que se había im agi
nado en épocas pasadas.
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A
3. ¿Q u é e s una p r o t o l e n g u a ?
7. «Una de las razones m á s firm es para adoptar el supuesto del cam bio fonético
regular e s que la constitución de los vástagos... arroja mucha luz sobre el origen
de nuevas form as» (Bloom field, 1935: 405). Com éntese.
12. Hay expresiones hechas en español moderno, com o 'd e cabo a rabo’, 'ojo
avizor’, ‘el día de autos', que conservan antiguos significados para algunos de s u s
componentes. ¿Puede enum erar otros ejem plos sim ila re s?
14. «El cam bio lingüístico, por tanto, ofrece pruebas importantes so bre la na
turaleza del lenguaje humano, en el sentido de que está regulado» (Akmajian,
D em ers & Harnish, 1979: 226). C om éntese lo dicho a propósito de la noción de
los generativistas sobre la r e e s t r u c t u r a c i ó n .
15. «Tal vez la contribución m ás importante hacia la com prensión del m ecanis
mo real del cam bio lingüístico proviene de la investigación detallada en so cio lin
güística sobre com unidades lingüísticas vivientes» (Bynon, 1977: 198). Com éntese.
7.1 E l historicismo
En este capítulo exam inaré una serie de m ovim ientos lingüísticos del pre
sente siglo que han configurado algunas de las actitudes y supuestos actuales.
E l p rim ero, al que im pon dré la etiqu eta de h i s t o r i c i s m o , suele ser con
siderado más bien p rop io del pensam iento lingü ístico anterior. Su principal
interés a este propósito radica en qu e preparó el advenim iento del estruc
turalism o.
En 1922, el gran lingüista danés O tto Jespersen em pezaba una de sus más
interesantes y controvertidas obras generales sobre el lenguaje con la siguien
te declaración: « E l rasgo distin tivo de la ciencia del lenguaje tal com o se
concibe en la actualidad consiste en su ca rácter h istoricista». Con ello Jes
persen expresaba el m ism o punto de vista que H erm ann Paul en sus P rin zi-
p ien d er S pra ch geschichte («P rin c ip io s de la h istoria d el len gu a ge»), cuya
p rim era edición data de 1880 y cuyo conten ido constituía, para muchos, la
biblia de la ortod oxia neogram ática. Se trataba de la idea (p a ra expresarla
tal com o aparece en la quinta edición del lib ro de Paul, aparecida en 1920)
de que «e n cuanto se sobrepasa la m era enunciación de los hechos individua
les, en cuanto uno intenta escrutar su interconexión [d en Zusam m enhang]
para co m pren der los fenóm enos [d ie Erscheinungen], se pen etra en el d o
m in io de la historia, aunque quizá sin darse cuenta». Repárese en que tanto
el lib ro de Jespersen com o la quinta edición de los P rin z ip ie n de Paul son
posteriores en algunos años al postum o C ours de lin g u is tiq u e générale de
Saussure, con el que se inauguró el m ovim ien to que hoy conocem os com o
estructuralism o, y en que son sólo unos años anteriores a la fundación del
Círculo Lin gü ístico de Praga, en el cual el estructuralism o se com bina con
el fu ncionalism o y con algunas de las ideas q u e dieron origen al actual ge
nerativism o. E l estructuralism o, el fu n cion alism o y el generativism o son las
principales tendencias, o actitudes, de que nos ocuparem os en este capítulo.
Es conveniente observar, de paso, que B loom field, en Language (1935),
m ientras reconocía los grandes m éritos de los P rin zip ien de Paul, lo critica
ba, no sólo por su historicism o, sino tam bién p or su m entalism o y porqu e
sustituía la generalización indu ctiva a p a rtir del «estu dio lingüístico descrip
t iv o » p o r lo que dio en llam ar «pseudoexplicaciones filosóficas y psicológicas»;
L o curioso del caso es que la rueda ha dado un giro com pleto, ya que, com o
verem o s más adelante, el d e s c r i p t i v i s m o bloom fieldian o (que pode
m os tom ar com o peculiar versión am ericana del estructu ralism o) propició
el am biente en que nació, com o una reacción en contra, el generativism o
chom skyano. En un lib ro de esta naturaleza es im posible hacer ju sticia a las
co m p leja s relaciones que hay en tre las escuelas actuales de lingüística y a
la influencia que cada una ha ejercid o sobre las demás. L o que sigue en este
ca p ítu lo es muy selectivo e incluye, inevitablem ente, una cierta dosis de in
terp reta ció n personal. Desde luego, es una perogrullada pensar que no puede
alcanzarse una perspectiva genuinam ente histórica sobre las ideas y las acti
tudes contem poráneas. ¡E l m ero hecho de in tentarlo puede constitu ir ya un
tip o de historicism o!
A hora bien, ¿qué es, en rigor, el historicism o, en el sentido en que em-_
pleam os aquí el térm ino? T a l com o lo expresó, con tanta contundencia, Paul
en e l pasaje citado más arriba, es la idea de que la lingüística, en tanto„que_
es o intenta ser científica, presenta un carácter necesariam ente, h istórico.
M ás en particular, el h istoricista adopta el supuesto de que el único tip o de
esclarecim ien to vá lid o en lingüística es el que daría un historiador, en el
sen tid o de que las lenguas son lo que son porqu e en el curso del tiem p o se
han visto som etidas a una diversidad de fuerzas causales, internas y externas,
d e l tip o que se describió en el ú ltim o apartado (6.5) del capítulo anterior.
A l su scribir esta concepción, los grandes lingüistas del siglo pasado no hacían
sin o reaccion ar contra las ideas de los filósofos del S iglo de las Luces francés
y sus predecesores, quienes form ab an una larga tradición que se rem ontaba,
en ú ltim o térm ino, a Platón, A ristóteles y los estoicos, y cuyo o b je tiv o con
sistía en deducir las propiedades universales del lenguaje a p a rtir de p re
suntas propiedades universales de la m ente humana.
E l historicism o, tal com o se entiende aquí, no im p lica n ec esa ria m e n te
e v o l u c i o n i s m o , esto es el supuesto de que existe direccionalidad en
e l d esa rro llo h istóricofd e las lenguas. En rigor, el evolucionism o e je rc ió una
g ra n influencia en la lingüística de finales del x ix ; el p rop io Jespersen, en
e l lib r o aludido más arriba, defiende una determ inada versión del m ism o.
L o s idealistas d e diversas escuelas han propuesto, asim ism o otras variantes,
in clu so los marxistas, desde luego, en el m arco del m aterialism o dialéctico.
N o obstante, es probablem en te legítim o decir que, con m uy pocas notables
excepcion es, la m ayoría de lingüistas del siglo x ix ha rechazado el evolu cio
n ism o (cf. 1.4). E l h istoricism o, com o verem os en el siguiente apartado, cons
titu y e uno de los m ovim ientos al que se opuso el estructuralism o y en rela
c ió n al cual puede definirse éste.
7.2 E l estructuralism o
7.3 E l funcionalismo
y
(2 ) Se levantó tarde esta mañana
7.4 E l generativismo
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R Á F IC A
Sobre la historia reciente de la lingüística, cf. Ivic (1965); Leroy (1963); Malmberg
(1964); Mohrmann, Sommerfelt & Whatmough (1961); Norman & Sommerfelt (1963);
Robins (1979b); [Szemerényi (1979)].
En cuanto al estructuralismo saussureano y post-saussureano, añádanse Culler
(1976); Ehmann (1970);- Hawkes (1977); Lañe (1970); Lepschy (1970). Para los lec
tores de francés, Sanders (1979) proporciona una excelente introducción al Cours
de Saussure y a las ediciones críticas y comentarios más especializados. [Para una
edición crítica, cf. Mauro (1973). Cf. asimismo Comeille (1979); Koerher (1982);
Mounin (1969).]
Sobre el estructuralismo y él funcionalismo de la Escuela de Praga, véanse
también Garvín (1964); Jakobson (1973); Vachek (1964, 1966). Y además Halliday
(1970, 1079) por su trátamiento en parte independiente. [Añádanse Fontaine (1980)
y Tm ka et alii (1971).]
Sobre el generativismo chomskyano, la bibliografía de divulgación y especiali
zada se ha vuelto inmensa, y en su mayor parte también controvertida, errónea o
sin actualizar. Lyons (1977a) es una sencilla introducción a las ideas y trabajos de
Chomsky, con una bibliografía y sugerencias para profundizar en, los datos. A las
obras enumeradas hasta aquí pueden añadirse: Matthews (1979), por su enérgica
crítica a los preceptos centrales del generativismo; Piattelli-Palmarini (1980), que
desarrolla y en parte modifica a Sampson (1975); Smith & Wilson (1979), con una
presentación animosa y agradable de la lingüística desde un punto de vista choms
kyano. Las publicaciones más recientes del propio Chomsky tienden cada vez hacia
una mayor especialización, pero Chomsky (1979) contiene una actualización gene
ral de su postura.
1. ¿Q u é e s el h i s t o r i c i s m o ? ¿E n qué difiere del e v o l u c i o n i s m o ?
¿Q u é influencia han ejercido am bos en la form ación de la lingüística del p resen
te s ig lo ?
4. «el estructuralism o s e basa, ante todo, en com probar que si las acciones o
producciones hum anas tienen un significado e s porque ha de haber un sistem a
subyacente de co n ven cio n es que hagan posible éste significado» (Culler, 1973:
21-2). Com éntese.
9. «hay mucha m enos diferencia de lo que cabría esperar entre las concepcio
nes de Bloomfield y de C h o m sky sobre la naturaleza y los objetivos de la lingüís
tica» (p. 199). Com éntese.
Desde los tiem pos más prim itivos ha habido una estrecha conexión Centre la
filosofía del lenguaje y otras ramas de la filosofía tradicionalm ente reconoci
das, com o la lógica (el estudio del razonam iento) y la epistem ología (la teo
ría del conocim iento). En cuanto a la lógica, el m ism o n om bre revela su re
lación con lo que se ha convertido en una disciplina extraordinariam ente
rigurosa y más o menos independiente: la palabra griega ‘lógos’ guarda rela
ción con el verb o que significa «h a b la r» o «d e c ir » y puede traducirse, según
el contexto, com o «ra zon a m ien to» o bien «discu rso». Desde luego, esta cone
xión histórica no tiene nada de sorprendente. E l p rop io sentido com ún y la
introspección apoyan el supuesto de que el pensam iento constituye una suer
te de habla in terior, y no faltan versiones más refinadas de una id ea así a lo
largo de siglos de filosofía. De hecho, al cabo de los 2000 años que ha do
m inado en O ccidente lá gram ática tradicional a través de sus diversos cen
tros institucionales, nunca se estableció, en un plano teórico, una diferen cia
radical entre gram ática y lógica. En determ inados períodos — especialm ente
en el siglo x m y, más adelante, en el x v m — se propusieron diversos siste
mas de lo que vin o a llam arse la g r a m i t i c a universal, donde se
hacía una conexión explícita entre lógica y gram ática al tiem po que se aducía
una cierta ju stificación filosófica de tal proceder. En todos los casos, la gra
m ática quedaba supeditada a la lógica b a jo el supuesto de que los principios
lógicos habían de tener validez universal.
P o r su parte, los lingüistas del siglo pasado se m ostraron más bien rea
cios a aceptar una gram ática universal filosóficam ente fundamentada. Por
un lado, se puso de m anifiesto que había mucha m ayor diversidad de estruc
tura gram atical entre las lenguas del mundo de lo que habían supuesto los
estudiosos de generaciones anteriores. P o r otro, el espíritu de la época y los
logros solidísim os de la flam ante lingüística diacrónica favorecieron la des
cripción histórica a expensas de la filosófica (cf. 7.1). H ubo quienes, incluso,
em pezaron a preguntarse si serían realm ente universales las categorías lógi
cas, de inspiración aristotélica, de la lógica tradicional. H acia 1860, el clasi-
cista y filó so fo alemán A. Trendelen bu rg (1820-72) em itió la idea de que si
A ristóteles hubiese hablado chino o dakotano, y no griego, las categorías de
la lógica aristotélica hubiesen sido radicalm ente diferentes. E ste punto de vis
ta tenía m ucho que ver con los de H erd er (1744-1803) y de W ilh elm von
H u m b o ld t (1762-1835), quienes habían ponderado tanto la diversidad de la
estructura lingüística com o su influencia en la categorización del pensam iento
y la experiencia. Más adelante volverem os a tratar este asunto en conexión
con la llam ada hipótesis w horfiana (c f. 10.2). A qu í conviene quizá subrayar
qu e tam bién el historicism o — para no m encionar el evolucionism o darwinis-
ta— d ejó su im pronta, a finales del siglo x ix, en las disciplinas nacientes de
la an tropología y la psicología. N o sólo era habitual hablar de la evolución
de la cultura desde un estadio de barbarie hasta el de la civilización, sino
que algunos investigadores, com o Levy-Bruhl, estaban incluso dispuestos a
sostener que la mente del llam ado salvaje funciona de un m odo distinto con
respecto a la del hom bre civilizado.
P o r diversas razones, pues, la gram ática universal, en el sentido tradi
cional, p erd ió el fa vo r de los científicos a lo largo del siglo pasado. Ahora
bien, durante los últim os vein te años ha sido resucitada, dentro de lo que he
llam ado generativism o, p o r Chom sky y sus seguidores (c f. 7.4). La versión
chom skyana de la gram ática universal establece el m ism o supuesto que las
versiones prim itivas acerca de la universalidad de la lógica y la interdepen
dencia en tre lengua y pensam iento. Sin em bargo, considera que el estudio
em p írico de la lengua debe más a la filosofía de la m ente de lo que la lógica
tradicion al y la filosofía del lenguaje deben a la lingüística. E llo introduce
una diferen cia profunda en el m odo de argum entar — aun cuando el conte
n ido sea evidentem ente tradicional— por ejem plo, si la facultad de la lengua
es o no innata. La origin alidad de Chomsky a este respecto ha quedado clara
m ente resum ida en una reciente introducción a su teoría del lenguaje y de la
lingüística: «p robablem en te ha sido el p rim ero en sum inistrar argum entos
detallados, desde la naturaleza del lenguaje hasta la naturaleza de la mente,
en lugar de hacerlo viceversa» (S m ith & W ilson, 1979: 9).
M ucho de lo que se consideraba dentro de la filosofía de la m ente — in
clu ida la epistem ología— lo estudian hoy en día conjuntam ente, aunque a
m enudo desde distintos puntos de vista, filósofos y psicólogos. En tanto que
el o b je to de estudio es el propio lenguaje y no otra facultad o m odo opera
tivo de la m ente humana, se ha desarrollado una subdisciplina enteram ente
nueva durante los últim os años denom inada p s i c o l i n g ü í s t i c a . Com o el
m ism o térm ino im plica, resulta de la intersección de la psicología y la lin
güística y se apoya igualm ente en ambas, p ero tam bién radica, en sus as
pectos más teóricos, en la obra desplegada en el cam po de la lógica y la
filo so fía del lenguaje, con lo que se vincula, p or un extrem o, con la n e u-
r o l i n g ü í s t i c a (el estudio de las bases neurológicas del lenguaje) y la
c i e n c i a d e l c o n o c i m i e n t o (cf. 8.6) y, p or el otro, con la s o c i o -
lingüística. EL cam po de investigación es vasto, y al m enos hasta el
presente no existe aún un m arco generalm ente aceptado de criterios a partir
del cual pueda diseñarse un program a interdisciplinario y coherente para la
investigación. A pesar de todo, se ha progresado en determinados aspectos,
especialm ente en el estudio de la percepción del habla y de la adquisición
de la lengua. En este capítulo trataré de hacer una breve exposición divulga-
tiva sobre los principales temas teóricos en relación con el estudio del len
guaje y de la m ente para introducir al lector en parte de la obra em pírica
más actual llevada a cabo en la neurolingüística, la adquisición de la lengua
y lo que ha venido a llam arse ciencia del conocim iento.
Ante todo, un sim ple com entario sobre el uso de la palabra ‘m ente’. Se
trata, desde luego, de una palabra corriente en español, pero, al m ism o tiem
po, se em plea con profusión para aludir al o b jeto de una determ inada rama
de la filosofía, por un lado, y de la psicología, p o r otro. En la lengua cotidia
na, su sentido se ha vu elto más estricto — y próxim o al de ‘ in telecto’, ‘ razón’,
‘com prensión’ y ‘ju ic io ’— que el sentido más o menos técnico que tiene en la
filosofía de la m ente y (para los psicólogos que utilizan el térm ino) la psico
logía. En estas disciplinas com prende no sólo la facultad humana del razo
nam iento, sino tam bién los sentimientos, la m em oria, las em ociones y la vo
luntad. H ay que tener esto bien en cuenta, sobre todo porque, com o verem os,
ha habido una tendencia en trabajos recientes sobre lingüística teórica y filo
sofía del lenguaje a conceder una interpretación excesivam ente estricta a
‘m ente’ (y a ‘ m entalism o’ ).
Vale la pena señalar tam bién que la existencia de la mente y su relación
con el cuerpo en que habita, o con el que mantiene alguna asociación, cons
tituye un problem a filosófico pertinaz y controvertido. De los distintos in
tentos conocidos para form u la r y, en algún caso, resolver el llam ado pro
blem a de la m ente y el cuerpo podem os m encionar los siguientes: el dualis
mo, el m aterialism o, el idealism o y el monismo.
Como doctrina filosófica, el d u a l i s m o se rem ite en especial a Platón
y Descartes. Ahora bien, presum iblem ente a causa del apuntalamiento reli
gioso qu e tiene en la tradición cristiana, constituye también el credo tácita
e irreflexivam en te aceptado del hom bre de la calle europeo. E l dualista sos
tiene no sólo la existencia de la mente, sino también que ésta difiere de la
m ateria p o r su naturaleza no física. En la enseñanza cristiana tradicional
suele describirse la m ente com o una potencia del alma. Para Platón y los
griegos no se estableció, en cam bio, una distinción entre m ente y alma, pues
la palabra ‘ p sy jé’ com prendía ambas cosas. Los dualistas han aducido diver
sas teorías para dar cuenta de la interdependencia que parece existir entre
los fenóm enos som áticos y corporales.
E l m a t e r i a l i s m o , menos común en la actualidad que a finales del
siglo pasado y com ienzos del presente, afirm a que no existe más que m ate
ria, y que cuanto entra en los supuestos fenóm enos mentales se explica, en
ú ltim o extrem o, p or m edio de propiedades puram ente físicas de los cuerpos
m ateriales. Una versión especial del m aterialism o aparece en el c o n d u c -
t i s m o [o , a p a rtir del inglés, beh aviorism o], según el cual no existe algo
así com o la m ente y que los térm inos mentalísticos com o ‘m ente’, ‘ pensa
m iento’, ‘em oción’, ‘ voluntad’ y ‘ deseo’ han de interpretarse com o una alusión
a determinados tipos de com portam iento o, en todo caso, a predisposiciones
para com portarse de una determ inada manera. H em os señalado ya que el
conductismo recibió un im portante im pulso no sólo en la psicología nortea
mericana, sino también, y gracias a la exposición detallada que B loom field
hizo de él, en la lingüística norteam ericana prechom skyana (cf. 7.4). En cam
bio, nunca llegó a imponerse bien en la lingüística europea, aun cuando e je r
ciese cierta influencia en la filosofía (cf. Ryle, 1949).
Así com o el m aterialism o niega la existencia de la mente, el i d e a l i s m o
niega la existencia de lá m ateria y sostiene que todo cuanto existe es m en
tal. O tro térm ino utilizado en lugar de ‘ idealism o’ es el de ‘ m entalism o’. Sin
em bargo, en los últimos años este ú ltim o ha venido a utilizarse, especialm en
te entre lingüistas, con un sentido más bien confuso y no tradicional (cf. 8.2).
En fin, el m o n i s m o , en contraste con el dualismo, proclam a la uni
dad de lo real. Tanto el m aterialism o com o el idealism o pueden, por tanto,
considerarse versiones distintas de monismo. N o obstante, lo más norm al es
preservar el térm ino ‘m onism o’ para aludir a la concepción de que ni lo fí
sico ni lo m ental constituyen la realidad última, sino tan sólo aspectos d ife
rentes de algo más neutro y fundamental.
Es evidentem ente im posible expresar todo el contenido de un térm ino
filosófico p or m edio de una definición tan general. Pero, aun siendo inade
cuadas desde el punto de vista filosófico, estas definiciones nos ayudarán a
evaluar parte de los trabajos más recientes en lingüística, psicología y cien
cia del conocim iento ligados a la investigación de lo que tradicionalm ente
se conoce p o r el lenguaje y la m e n te.. ,
Chom sky y quienes con él suscriben los principios del generativism o han
afirm ado que la lengua constituye una prueba en fa vo r del m e n t a l i s m o ,
esto es, de la existencia de la mente. En numerosas ocasiones se ha malin-
terp retado este principio, sobre todo al suponerse que ‘m entalism o’ equivale
a ‘ idealism o’ o a ‘ dualism o’. Así lo utilizaba precisam ente B loom field (cf. 7.4).
Pero Chomsky y sus partidarios no son, evidentem ente, idealistas ni tam poco,
al menos necesariamente, dualistas. Lo que sostienen es que la adquisición
y el uso de la lengua no pueden explicarse sin apelar a principios que en la
actualidad están más allá de una explicación puram ente fisiológica de los
seres humanos. Con ello tam poco se adhieren al supuesto de que la m ente
sea una entidad no física distinta del cerebro u o tra parte del cuerpo. Y , p or
o tro lado, rechazan los prejuicios m etodológicos de aquellos psicólogos, en
especial conductistas, que insisten en que todo cuanto tradicionalm ente se
describe com o mental “es m ero resultado de sim ples procesos físicos.
E l m entalism o chomskyano contiene un aspecto negativo y o tro positivo,
de los cuales el últim o es el más interesante y controvertido. E l aspecto ne-
gativo, o crítico, consiste en el antifisicalism o o antim aterialism o y, más en
particular, dentro del contexto de la ideología previam ente dom inante en la
lingüística y la psicología americanas, en su ánticonductism o. Com o hemos
visto, el conductism o es tan sólo una versión particular del m aterialism o por
la que se restringe el o b jeto de la psicología a la conducta humana y se in
tenta explicar todos los tipos de conducta, entre ellos el híabla — pues el pen
samiento se deñnía com o habla interiorizada— , a p artir de procesos psicoló
gicos y biológicos determ inistas (cf. 7.4). Aunque a veces puede exagerarse
la im portancia del conductism o en B loom field y en la lingüística post-bloom-
fieldiana, no cabe duda de que ha ejercid o una poderosa influencia en la psi
cología americana, e incluso de que ha llegado a disuadir a muchos lingüistas
de em prender una actividad seria en sem ántica y de colaborar con psicólogos
y filósofos en el estudio de lo que tradicionalm ente cubría la rúbrica del
lenguaje y la mente. Desde luego, no faltan versiones depuradas más o menos
sostenibles. Pero el tip o de conductism o por el que abogó B loom field, junto
con el que ha criticad o Chomsky en su fam osa recensión al lib ro V erb al
B ehavior (1957) de B. F. Skinner, es, com o m ínim o, poco prom etedor. Y en
ello el p rop io Chomsky puede atribuirse el m érito de haberle quitado gran
parte del apoyo de que gozaba en lingüística y en psicología hace tan sólo
una generación. -í .
N o debe pasarse por alto ni subestimarse lo que acabo de presentar
com o aspecto n egativo del m entalism o. Com o ya hemos visto en un. capítulo
anterior, los lingüistas se han preocupado mucho, durante las prim eras dé
cadas del presente siglo, p o r el estatuto de la lingüística com o ciencia (cf.
2.2). Muy a menudo han concluido que toda disciplina con pretensiones cien
tíficas debía m odelarse necesariam ente a p artir de las ciencias más rigurosas,
esto es, la física y la quím ica. Tal supuesto se em parejaba a veces, cóm o en
B loom field, con la doctrina filosófica conocida p o r r e d u c c i o n i s m o , esto
es, que hay ciencias más básicas que otras, en el sentido de que los,,concep-
tos teóricos de una ciencia m enos básica han de definirse, en ú ltim o extrem o,
a partir de los conceptos teóricos de otra ciencia más básica. P o r ejem plo,
dado que la física es más básica que la química, la quím ica más que la b io
logía, la biología más que la psicología, y así sucesivamente, el reduccionism o
sostendría que los térm inos teóricos con que operan los psicólogos han de
definirse, en últim a instancia, por la biología, que los térm inos teóricos de
la biología deben encontrar su definición en la química, etc., etc.
Seguram ente no hay dificultad en com prender cóm o puede asociarse esta
concepción con el m aterialism o y con lo que hoy se considera, en general,
una postura típicam ente decim onónica sobre las ciencias físicas. M uy pocos
filósofos de la ciencia adm itirían en la actualidad la doctrina del reduccio
nismo. A pesar de todo, son muchos los adeptos y teóricos de las ciencias
sociales que todavía parecen pensar, erróneam ente, que la postulación de en
tidades y procesos no descriptibles en térm inos físicos tienen algo de poco
científico. Gracias en gran parte a Chomsky, esta actitud apenas se prodiga
entre lingüistas, por lo que la lingüística ha ganado en riqueza de matices
y en interés.
Basta ya, pues, sobre el aspecto negativo o crítico contenido en la rea
firm ación del m entalism o en lingüística, psicología y filosofía p o r parte de
Chom sky y de quienes han recibido su influencia. A su vez, las propuestas
positivas constituyen lo más origin al y polém ico de lo que doy en llam ar
m entalism o chom skyano. Uno de los problem as cruciales de la filosofía de
la m ente se refiere a la adquisición del conocim iento y, más en particular, al
papel que la mente, o la razón, desempeña en este proceso, p o r un lado, y
la experiencia de los sentidos, por otro. Los que destacan el com etido de la
razón, com o Platón o Descartes, son tradicionalm ente conocidos por r a c i o
n a l i s t a s , m ientras que quienes subrayan, com o Locke o Hum e, la im p or
tancia p rim ord ia l de la experiencia, o de los datos sensoriales, son conocidos
p o r e m p i r i s t a s . Chomsky se alinea entre los prim eros. Y , además, adop
ta el punto de vista — com o muchos otros racionalistas— de que los princi
pios p o r los cuales la m ente adquiere el conocim iento son i n n a t o s , esto
es que la m ente no es una tabla rasa donde la experiencia im p rim e su ca
rácter, sino que debe concebirse, siguiendo el sím il de Leibniz, com o un blo
que de m árm ol que puede ser labrado de diversas form as, pero cuya estruc
tura im pone restricciones a la creatividad del escultor.
La adquisición de la lengua constituye un caso particular del proceso
más general de adqu irir conocim iento. A l p rop io tiem po, aquel aspecto de
la adquisición de la lengua nativa que consiste en aprender el significado
de las palabras form a parte integral, en opinión de muchos, de la adquisi
ción de los demás tipos de conocim iento. En efecto, adq u irir conocim iento,
según la concepción tradicional, supone tom ar conciencia de conceptos pre
viam en te ignorados, p o r lo que hay una clara conexión entre descubrir o fo r
m ar conceptos nuevos (en el supuesto de que sea ello p o sib le) y aprender
el significado de las palabras. Así, pues, la posesión de los conceptos apro
piados, ¿constituye una precondición para adqu irir y usar, correctam ente el
vocabu lario de la propia lengua nativa? Dicho de o tro m odo, la conexión
en tre lengua y pensamiento, ¿es tal que no pueda establecerse siquiera una
distin ción lógica entre estar en posesión de un determ inado concepto y co
nocer el significado de alguna palabra que lo identifique y, p o r así decirlo,
lo fije ? A la vista de tales consideraciones no tiene nada de sorprendente
que la adquisición de la lengua haya desem peñado un papel tan señalado,
a lo la rgo de los siglos, en los debates que se han produ cido entre racionalis
tas y em piristas.
Com o sus predecesores en la tradición racionalista, Chomsky adopta el
supuesto de que las lenguas sirven para expresar el pensam iento, que los
seres humanos están dotados de una m anera innata (es d ecir genética) de
una capacidad para fo rm a r ciertos conceptos y no otros y que la form ación
de conceptos es una precondición para adqu irir el significado de las pala
bras. P ero el interés de Chomsky por la lengua difiere del que se desprende
de sus predecesores ‘racionalistas en dos sentidos, lo que hace, p o r cierto,
más origin al e im portante su contribución al examen filosófico del tema. En
p rim er lugar, ha dejado sentado que aprender (o, para u tilizar un térm ino
más neutro, a d q u irir) la estructura gram atical de la lengua nativa requiere
una explicación análoga a la del proceso de em parejar el significado de una
palabra con su form a. De ahí también que su form alización de diversos ti
pos de gram ática generativa haya alcanzado nuevas cotas de precisión para
los que quieren evaluar la com plejidad estructural de las lenguas humanas
en relación con otros sistemas com unicativos (cf. 1.5). En segundo lugar, ha
puntualizado que la naturaleza de la lengua y el proceso de la adquisición
lingüística son inexplicables sin postular la existencia de una facultad innata
para dicha adquisición.
Am bos aspectos están relacionados. Com o vim os anteriorm ente, Chomsky
basa sü argum entación sobre el innatismo y la especificidad de la facultad
lingüística en la universalidad de ciertas propiedades form ales arbitrarias de
la estructura lingüística (cf. 7.4). Estas propiedades form ales suelen inscri
birse b a jo el epígrafe más general de d e p e n d e n c i a e s t r u c t u r a l ,
cuya m anifestación más evidente se realiza en la sintaxis, pese a que puede
encontrarse tam bién en la fonología y la m orfología. Cuando se dice de una
regla, o de un principio, que es estructuralm ente dependiente quiere indi
carse que el conjunto o secuencia de objetos a que se aplica posee una es
tructura interna y que la regla o principio en cuestión hace una referencia
esencial a dicha estructura com o condición de su aplicabilidad o com o de
term inación sobre el m odo de aplicarse. P o r ejem plo, dado que las oraciones
de una lengua tengan el tipo de estructura sintáctica que hoy los lingüistas
describen m ediante la noción de constitución, aquéllas pueden generarse
m ediante una gram ática de estructura fraseal, cuyas reglas sean estructural
mente dependientes en el m odo requ erido (cf. 4.6). Además, las relaciones
entre oraciones correspondientes de distintos tipos (p. ej., ‘Carlos escribió
el lib ro ’ y ‘ ¿E scribió Carlos el lib ro?’ ; ‘Carlos escribió el lib ro ’ y ‘ ¿Fue es
crito p o r Carlos el lib ro ?’, etc.), pueden precisarse, con relación a los m ar
cadores fraseales que form alizan su estructura de frase (en un cierto nivel
de descripción ), a base de reglas transform ativas, que son más poderosas
que las reglas de estructura de frase e incluyen una noción más com pleja
de dependencia estructural.
Los detalles técnicos de la dependencia estructural y su form alización
por m edio de algún tipo de gram ática generativa no nos interesan aquí. Lo
im portante es que la positiva contribución de Chomsky a la filosofía de la
mente, p or un lado, y a la psicología de la adquisición lingüística, por otro,
se funda en el reconocim iento decisivo de la dependencia estructural com o
propiedad aparentem ente universal de las lenguas humanas y de la necesidad
de m ostrar cóm o llegan los niños a dom inar dicha propiedad en la adquisi
ción y uso de la lengua. En la concepción de Chomsky, lo que llam am os men
te adm ite una descripción óptim a a base de un conjunto de estructuras abs
tractas cuyo soporte físico es todavía relativam ente desconocido, pero que
se asem eja a ciertos órganos corporales com o el corazón o el hígado en
que madura de acuerdo con un program a genéticam ente determ inado de
desarrollo en interacción con el m edio en que se desenvuelve. L o que hemos
venido llam ando facultad lingüística (en el sentido en que se em plea tradi
cionalm ente el térm ino ‘ facu ltad’ ) es una de estas muchas estructuras men
tales, cada una de las cuales está altam ente especializada con respecto a la
función que desempeña.
¿Es todo esto correcto? La respuesta más inmediata, y totalm ente insa
tisfactoria, es que puede que sí y puede que no. La evidencia más asequible
— tom ada de indagaciones sobre la adquisición de la lengua, de casos pro-
totípicos de alteraciones lingüísticas de diversas clases, de experim entos con
otros prim ates, sobre todo chimpancés, de progresos alcanzados en la neuro-
fisiología del cerebro y de otros campos diversos de investigación— no parece
conclusiva. Conviene subrayar, no obstante, que la acumulación de eviden
cias se halla en continuo crecim iento. Y no está fuera de lugar que cuanto
se ha venido m anifestando a lo largo de los siglos com o un debate puram en
te filosófico term ine por replantearse com o una investigación em pírica in
terdisciplinaria. ¡Y recordem os, a este propósito, que ‘em p írico’ no presupone
ningún com prom iso con el em pirism o!
La particular versión de Chomsky sobre el m entalism o no es en absoluto
la única, dentro del propio mentalismo, que se haya desarrollado e invocado
últim am ente con respecto a la adquisición lingüística. Así, p o r ejem plo, la
teoría del psicólogo suizo J. Piaget ha ejercido una influencia no menor. Se
gún Piaget, existen cuatro etapas en el desarrollo de los procesos mentales
del niño. Para la adquisición lingüística, en su opinión, es crucial el paso de
la etapa s e n s o m o t r i z , que dura hasta la edad de unos dos años y en la
que el niño experim enta con los objetos tangibles de su m edio, a la llamada
etapa p r e o p e r a t i v a , que dura hasta alcanzar ,el período conocido por
el uso de razón (hacia los siete años), durante la cual el niño llega a m anejar
palabras y frases a p a rtir de su com prensión previa sobre el m odo com o
pueden com pararse, manipularse y transform arse los o b jetos tangibles. Mu
chos psicólogos encuentran que lo más atractivo del pensam iento de Piaget
es su evidente conexión con el funcionalism o (c f. 7.3) e incluso su intento
de describir la adquisición lingüística a partir de principios más generales de
desarrollo mental. Ahora bien, com o hemos visto, Chomsky ha argüido que
la evidencia no apoya a Piaget en esto, pues la estructura sintáctica en par
ticular no puede describirse a base de térm inos funcionalistas, y la adquisi
ción lingüística no parece verse afectada por las diferencias de capacidad
intelectual en los niños. Es justo añadir, sin em bargo, que son muchos los
lingüistas y psicólogos que sostendrían que dicha evidencia, en ambos res
pectos, no es clara.
La teoría de Piaget sobre el desarrollo m ental suele considerarse situada
entre los extrem os tradicionales del racionalism o y el em pirism o. P or una
parte, destaca la im portancia de la experiencia — especialm ente la senso
m otriz— y por otra, tom a las distintas etapas del desarrollo cognoscitivo
com o un proceso exclusivo de la especie y genéticam ente program ado (esto
es, determ inado por lo que cabría llamar, en un sentido m oderno del p rim i
tivo térm ino racionalista, ideas innatas). Tam bién de un m odo sem ejante,
aunque el propio Chomsky se llam e racionalista, nunca ha negado el papel
esencial que desempeña la experiencia en la adquisición del conocim iento,
e incluso lo que identifica, no sin rego cijo (en térm inos más característicos
de la psicología em pirista e incluso conductista), com o procesos de desen
cadenam iento y configuración. Quizás el com entario final más ju icioso para
este apartado sería el de apuntar que el debate tradicional entre racionalistas
y em piristas se ha transform ado mucho, gracias al progreso reciente en ge
nética, neurofisiología y psicología, hasta el punto de que hoy ya no es po
sible u tilizar ninguno de aquellos térm inos tradicionales sin añadir alguna
otra cualificación que caracterice debidam ente cualquiera de las posiciones
defendibles sobre los asuntos que enfrentan a ambos grupos de filósofos y
psicólogos. Y hay que considerar esto com o un avance, pues im plica que la
versión actual de una postura atribu ible p o r su p rop io au tor al em pirism o o
al racionalism o ha de tom ar en consideración una serie de evidencias que
no estaban al alcance de los grandes filósofos del pasado. Los temas, en un
principio muy generales, que habían servido para etiquetar, digam os, a Des
cartes com o racionalista y a L ocke com o em pirista se han escindido en una
variedad de planteam ientos más concretos susceptibles de respuesta sólo
a p a rtir de una investigación em pírica m ultidisciplinaria.
A M P L IA C IO N B IB L IO G R Á F IC A
7. ¿H a sta qué punto depende el desarrollo lingüístico del desarrollo cogn osciti
v o ? C om párense, a este propósito, lo s puntos de vista de C h o m sk y y de Piaget.
8. Expliqúese por qué el aparente retroceso del niño al pasar de decir escrito,
hubo, supo, etc., a decir escribido, habió, sabio, etc., debe considerarse, [p o r el
contrario], com o prueba de p ro greso norm al en fa adquisición lingüística.
9. ¿Q u é función desempeña el refuerzo paterno por medio de prem ios y castigo s
en la adquisición de la lengua por parte de los niños?
10. «... incluso en las sociedades no occidentales donde los herm anos m ayores
asum en buena parte del cuidado de los niños, el niño pequeño recibe una e s
timulación lingüística simplificada» (Villiers & Villiers, 1979: 99). Com éntese la
función del llamado [en otras partes] m a t e r n é s [esto es, ‘lengua m aterna']
en la adquisición lingüística infantil.
11. ¿Puede usted facilitar una explicación plausible sobre el uso de la llamada
h a b l a t e l e g r á f i c a por los niño s?
14. C ítense y evalúense algunas de las pruebas experimentales que tengan re
lación con la r e a l i d a d p s i c o l ó g i c a de las gram áticas generativas.
H asta el presente no existe un m arco teó rico generalm ente aceptado y den
tro del cual quepa estudiar m acrolingüísticam ente la lengua desde puntos de
vista distintos e igualm ente atractivos; com o el social, el-cultural, el psicoló
gico, el b iológico, etc. (c f. 2.1). Más aún, hay m otivos incluso para dudar,
com o m ínim o, de que pueda diseñarse nunca un m arco teórico así. M erece
la pena no o lvid a r esto.
En la actualidad pocos lingüistas suscribirían los principios positivistas
del reduccionism o tal com o los propugnaron B loom field y sus seguidores
hace m edio siglo en los Estados U nidos (c f. 2.2). P ero son muchos los que
abogan p o r un tipo más m oderado de reduccionism o y conceden p riorid a d
a un determ inado vínculo entre la lingüística y alguna de las diversas disci
plinas que se ocupan de la lengua. Algunos, com o Chomsky y los gerierati-
vistas, subrayarán los puntos de contacto entre la lingüística y la psicología
cognoscitiva; o tros sostendrán que, com o la lengua es una institución que
funciona y se m antiene en la sociedad, no cabe establecer, ¿n ú ltim o térm ino,
ninguna distinción entre lingüística y sociología o antropología social.. Es na
tural que un determ inado grupo de estudiosos adopte, p or polarización p ro
fesional, form ación u otros intereses más concretos, uno de estos dos puntos
de vista con preferen cia sobre el otro. P ero hay que condenar, desde luego,
la tendencia en que incurren quienes presentan una determ inada actitud com o
si fuese la única científicam ente justificable. Actualm ente existen diversas
ramas reconocidas de la m acrolingüística — psicolingüística, sociolingüística,
etnolingiiística, etc.— , que son interdisciplinarias, ya que, tal com o se cu lti
van en el presente, congregan el uso de técnicas y conceptos teóricos p roce
dentes de dos o más disciplinas. Contra lo que se a firm a en los tratados más
tendenciosos, la lingüística no guarda ninguna predilección ni proxim idad
m etodológica intrínseca con una u otra de las disciplinas con que colabora
en la investigación m acrolingüística.
N o sólo falta un m arco teórico generalm ente adm itido dentro del cual
puedan interrelacionarse satisfactoriam ente todas las disciplinas que tienen
qu e v e r con la lengua. Muchas de estas disciplinas se encuentran enzarzadas
en conflictos de delim itación entre ellas y aun en controversias internas. Así,
p o r ejem plo, cabe preguntarse cuál es la diferencia entre la sociología y la
antropología. O cóm o se in tegra la psicología cognoscitiva en la psicología
social. Las preguntas de este talante afectan inevitablem ente a la propia
concepción sobre sectores interdisciplinarios com o la sociolingüística, la et-
nolingüística y la psicolingüística. N o debem os sorprendernos, pues, ante di
feren cias de opinión sobre el m odo de definirse y deslindarse estos sectores
y ante el hecho de que tales diferencias se reflejen en los manuales más
corrientes. ,
Según la definición más am plia de s o c i o l i n g ü í s t i c a (q u e muchos
especialistas rechazarían precisam ente por ser tan am plia), cabe d ecir que
es « e l estudio de la lengua en relación con la sociedad» (cf. Hudson, 1980: 1).
E n un plano sem ejante, puede definirse la e t n o l i n g ü í s t i c a com o el
estu dio de la lengua en relación con la cultura, tom ando ‘cultura’ en el sen
tid o en que lo em plea la an tropología y, más en general, las ciencias sociales
(c f. 10.1). Ahora bien, la cultura, en este sentido, presupone la existencia de
la sociedad, m ientras que la sociedad, a su vez, depende de la cultura. De
ahí se sigue que, a p a rtir de las definiciones más am plias de ‘ sociolingüística’
y ‘ etnolingüística’, ambas ram as de la m acrolingüística se superponen en muy
considerable m edida. Cada ram a se vuelve más estricta si se añade a su res
p ectiva definición la condición de que la teoría y la in vestigación han de
orien tarse prim ordialm en te hacia la lingüística y no tanto a la sociología, la
antropología, la psicología, etc., y que, en consecuencia, deben circunscribirse
ante todo a la pregunta de «¿Q u é es el len gu aje?» (cf. 1.1). Claro que esta con
d ició n adicional tam poco reduce de un m odo significativo aquel grado de in
tersección.
P o r tod o ello, la división de contenido entre este capítulo y el siguiente
resultará un tanto arbitraria. De cualquier m odo, ningún capítulo llega a
a barcar tod o el ám bito tem ático a que se aplica. De ahí que m e lim ito a se
leccion ar algunos de los temas o b je to de reciente tratam ien to e investigación
y a tratarlos en virtu d de su relación más o menos inm ediata con la estruc
tura de las sociedades o con sus creencias y costum bres. P o r su p rop ia natu
raleza, esta distinción es inevitablem ente artificiosa a veces.
Incluso la distinción en tre psicolingüística, p o r un lado, y sociolingüística
o etnolingüística, p o r otro, puede crear d ificú lteles en especial si se define
la p s i c o l i n g ü í s t i c a de un m odo lato com o el estudio de la lengua
y la mente. M ucho de lo que hoy aparece en distintas ramas de la m acrolin
güística se hubiese clasificado treinta años atrás com o o b je to de la psico
lingüística. Com o en muchos otros campos, tam bién existen m odas pasajeras
en estos asuntos. En la actualidad, por ejem plo, está en boga qu e la psicolin
güística tenga más p redilección por lo universal y biológicam en te determ ina
do que p or las variaciones derivadas de lo social y cultural. A su vez, la
sociolingüística propende a ocuparse casi exclusivam ente de la variedad lin
güística. Ahora bien, no hay que pensar tam poco que estas diferencias de
actitud y predilección m etodológica sean cruciales en la definición de ‘psico
lingüística’ o ‘ sociolingüística’. En principio, no hay m otivo para que la psi
colingüística no se ocupe de la diversidad y variabilidad de las lenguas hu
manas o, a la inversa, para que la sociolingüística no se interese por los
universales lingüísticos y sociales. En el capítulo anterior sobre el lenguaje
y la m ente apenas hemos dicho nada sobre los determinantes sociales y cul
turales, claramente, no biológicos, de la estructura lingüística. Señalamos, sin
em bargo, que se han realizado indagaciones a partir de la llam ada hipótesis
de W h o rf o de Sapir-W horf (cf. 8.5). De ello nos ocuparemos con más dete
nim iento en el capítulo 10 bajo la rúbrica de ‘Lengua y cultura’, aun cuando
convendría igualmente bien bajo la de ‘Lenguaje y m ente’.
8. [D e n tro de estas actitudes glob ales, a veces cam bian tes, pueden citarse en españ ol
p en in su lar la p red ile cc ió n p o r el seseo (p o r el qu e masa y maza se pronuncian [m á s a ]),
d elib era d a m en te gen era liza d o a veces e n tre can tantes y en d etrim en to d el ceceo, a m e
n udo d en o stad o (p o r el que masa y m aza se pronu n cian [m á 0 a ]). De v ez en cuando, y
ap aren tem en te p o r razon es de falso casticism o o d e in terés p ed agógico, b ro ta n d efen so res
de la restau ración p ara < v > de [ v ] la b io d en ta l, desap arecida ya en el x vi. P o r el con
tra rio , la su p resión d e /d/ en p osición fin a l — v. gr., verdad [b e rS á ]— p arece gan ar adep
tos y aun p re s tig io a costa de la solu ción [b e rg á B ], algo m ás defen d ida en o tros tie m p o s.]
presentan más incidencia de [ r ] preconsonántica que los de clase m edia su
perior. Esto se ha interpretado plausiblem ente com o consecuencia de una
m ayor sensibilización de los socialm ente menos seguros y más am biciosos.
Otras conclusiones más o menos sim ilares aparecen tam bién en la investiga
ción sociolingüística de acentos y dialectos en la Gran Bretaña (c f. Tru d gill,
1978). Especialm ente interesante resulta el descubrim iento de que, tanto en
A m érica com o en Gran Bretaña, las m ujeres tienden a adoptar más que los
hom bres el acento o dialecto que en general se considera p rop io de niveles
sociales más altos.
Existen diversas razones por las que las m ujeres resultarían más recep
tivas a las normas y a los niveles sociales que los hom bres en las m odernas
sociedades occidentales, desde el punto de vista lingüístico y aun en otros
respectos. E ntre las propuestas, apoyadas p o r una cierta evidencia em pírica
en lo que atañe a la R P en Inglaterra, hay que citar la de que, m ientras la
conservación de un acento local confiere virilid ad y lealtad al grupo entre
m uchos hom bres de las clases obreras del norte, el em pleo de la R P por par
te de las m ujeres de la misma región les otorga una consideración más fa
vo ra b le a los ojos de los demás en una serie de parám etros de evaluación,
n orm alm en te asociados a la masculinidad algunos (com petencia profesional,
dotes de persuasión, etc.) y otros a la fem inidad. Tanto si éste es o no el
fa c to r determ inante en la diferenciación del habla de hom bres y m ujeres
ante una m otivación de prestigio social en sentido lato, lo cierto es que el
sexo es una de las principales variables sociolingüísticam ente pertinentes en
todas las lenguas. H ay muchos casos bien documentados en la bib liogra fía
especializada de diferencias dialectales debidas al sexo que no reflejan nece
sariam ente las mismas actitudes hacia el n ivel o los com etidos sociales de
h om bres y m ujeres, com o se ha apreciado eri la sociedad británica. La rela
j ó n en tre la variedad lingüística y sus correlatos sociales es tal que su am
p lia ció n a base de parám etros com o el sexo, la edad y la clase social da lugar,
en determ in ados casos, a un conocim iento más detallado e interesante sobre
la estructu ra de distintas sociedades y las actitudes (esto es la cultura) de
sus m iem bros.
P o r tod o lo dicho aquí es evidente que la noción de i d i o l e c t o resulta
m enos provechosa de lo que tal vez parecía a prim era vista. N o sólo ocurre,
co m o se ha indicado antes, que cada individuo es capaz de m odificar y am
p lia r sus idiolectos a lo largo de su vida, si bien menos fácilm ente, desde
luego, a m edida que se vuelve vie jo (cf. 1.6). Más im portan te resulta aún el
hecho de que, com o acabamos de ver, un individuo puede disponer de un re
p e r to r io de variantes dialectales y pasar de una a otra según la situación en
que se encuentra. A l menos desde un punto de vista sociolingüístico, es mu
ch o m ás ven ta joso im aginar un individuo que domina, en su com petencia
lin gü ística, un conju nto de dialectos parcialm ente isom órficos y que com par
te en cada caso con los m iem bros de un grupo social u otro, que no con
c e b ir lo s llam ados dialectos com o conjuntos de idiolectos en intersección.
L a va rie d a d lingüística en los individuos y en el seno de la com unidad cons
titu ye las dos caras de una m ism a moneda.
T o d o ello reviste gran im portancia para lo que se ha dicho en torno al sig
nificado expresivo y social en el capítulo dedicado a la semántica, esto es,
que se funden y se hacen interdependientes (cf. 5.1). En tanto que m anifes
tamos nuestra personalidad e individualidad a través del com portam iento
lingüístico, lo hacemos a p a rtir de categorías sociales codificadas, com o si
dijéram os, en la variedad lingüística de la comunidad a que pertenecemos.
Además, el significado social asignado a las variables de acento y dialectos
viene determ inado, en su m ayor parte, por los llam ados e s t e r e o t i p o s .
Cabe asociar un cierto acento o dialecto — para no m encionar la cualidad de
la voz, aun cuando sea un fenóm eno dependiente en parte de factores pura
m ente anatómicos— con un determ inado rasgo de personalidad (p o r ejem plo,
inteligencia, sim patía, v irilid a d ) y, en la m ayor parte de nuestro trato coti
diano con la gente, ju zgarlo con referencia al estereotipo. Se ha dem ostrado
que los m iem bros de un grupo social dado reaccionan positiva o negativam en
te ante ciertos acentos o dialectos y, sin llegar a ver o conocer para nada al
hablante, em iten ju icios sobre su personalidad a partir de la voz. Especial
m ente interesante resulta que no siem pre se evalúe el acento o el dialecto
característico del p rop io grupo social, en cuanto a las dim ensiones de la per
sonalidad o el carácter, más favorablem ente que el de o tro grupo social re
conocible. A l menos en ciertos casos, los m iem bros de un grupo social in fe
rio r parecen adm itir la validez del estereotipo que les atribuyen los m iem
bros de grupos socialm ente m ás dominantes.
Las im plicaciones que derivan de este p reju icio lingüístico — si cabe lla
m arle así (cf. Hudson, 1980: 195)— para la educación y las perspectivas de
fu tu ro profesional son bien evidentes. Más adelante volverem os a este as
pecto del asunto (cf. 9.5). L o que aquí conviene subrayar, sin em bargo, es el
hecho más general de que la personalidad resulta ser, al menos en parte,
produ cto de la s o c i a l i z a c i ó n , esto es, del proceso p o r el cual nos con
vertim os en m iem bros de una sociedad y partícipes de la cultura que la ca
racteriza. Y lo que denom inam os expresión del yo no es más que la proyec
ción de una u otra im agen socialm ente interpretable. De ahí que el significado
expresivo y el social, tanto en la lengua com o en los demás tip os de com
portam ien to com unicativo, se confundan en últim o término. Com o hem os vis
to en este m ism o apartado, las diferencias de acento y dialecto pueden desem
peñ ar un im portante papel en la proyección de determ inadas imágenes
sociales. Y aunque lo hemos ilustrado a través del inglés [ y el españ ol], todo
ello es igualm ente válido para ám bitos más generales. Más abajo tendrem os
ocasión de com probar que el inglés — en parte p o r su gran estandarización
y en parte porque se habla com o lengua internacional prioritaria— resulta
extrem adam ente raro, en muchos respectos, com o espécim en de lengua hu
mana. La variedad dialectal en la India, por ejem plo, presenta un aspecto
bien distinto (cf. Burling, 1970: 103 y ss.). N o obstante, al m argen de las di
ferencias de estructura social (p o r ejem plo, la pertenencia a una casta en la
sociedad india), lo que se ha dicho aquí sobre la im portancia social de las
diferencias de dialecto sería vá lid o en la India y en todos los países donde
existe alguna suerte de variedad dialectal apreciable.
9.3 Estándar y vernáculo
(2) I t ’s raining?
(1 ) Is it raining?
} «¿ L lu eve? »
(3 ) Querem os beber
en contraste con
De los dos ejem plos, (3) es estilísticam ente neutro, m ientras que (4), com o
(2), y en contraste con (1), es estilísticam ente m a r c a d o (esto es no neu
tro). En este caso, la diferen cia estilística entre la construcción m arcada y
no m arcada, o neutra, no se consideraría p o r lo general que com porta va
riación. Tien e que ve r más bien con lo que los lingüistas de la Escuela de
Praga han llam ado p e r s p e c t i v a funcional de la o r a c i ó n y
otros han tratado com o una suerte de significado tem ático de los enunciados o
de su estructura in form ativa (c f. 7.3). Aun cuando (3 ) y (4) son veritativam ente
equivalentes y, en consecuencia, tienen el m ism o significado descriptivo o
proposicional, no son equivalentes con respecto a los contextos en que nor
malm ente aparecerían. Una razón por la cual (4) resulta más efectivo que (3)
reside en que da por sentado, o im plícito en el contexto, que la persona o
personas que enuncian (4) desean algo, en concreto algo de beber. Gran parte
de la variación estilística que manejan los lingüistas m ediante la noción de
perspectiva funcional de la oración o de significado tem ático consiste en va
riar el orden de palabras u optar entre distintas construcciones gram atica
les, ju nto con diferencias de acento y entonación, p o r lo que respecta a la
lengua hablada.
La capacidad del hablante para controlar las opciones significativas de
registro y ajustar la estructura de los enunciados a cada contexto, a ten or
de sus intenciones cqmunicativas, form a parte integral de su com petencia
lingüística, es decir de su conocim iento acerca de una u otra lengua. P o r
ejem plo, quien tenga en español una com petencia tal que pueda reconocer
que tanto
com o
están bien form adas gram aticalm ente, pero ignore que (6 ) está estilística
mente marcada y sea incapaz de contextualizarla debidam ente, será, a este
respecto, menos com petente 'en español que otro capaz de u tilizar e in ter
pretar (5 ) y (6 ) com o lo haría un hablante nativo. Los hablantes no nativos
de una lengua suelen denunciar su condición por incu rrir en alguna i n c o n
g r u e n c i a e s t i l í s t i c a , por ejem plo, al yuxtaponer dos expresiones es
tilísticam ente marcadas, una coloquial y la otra literaria. P o r o tro lado, los
humoristas y los poetas vienen a sacar partido del m ism o fenóm eno. Claro
que esta suerte de desviación de la norma no hace sino dem ostrar que existe
ante todo una norma. La incongruencia estilística se reconoce com o tal y
consigue sus efectos en relación con las normas de la congruencia estilística.
La más reciente investigación ha mostrado* que las normas de la con
gruencia estilística son, en su m ayor parte, de naturaleza estadística. P o r
ejem plo, aunque quepa identificar ciertas expresiones o construcciones com o
form ales o coloquiales, la diferencia entre lo form al, y lo coloqu ial en espa
ñol no tiene que ver, generalm ente, con que lo uno contenga expresiones y
construcciones qué lo o tro no contenga. Depende sobre todo dé la proporción
entre alternativas más form ales o más coloquiales en cada texto y discurso.
Los hablantes no cam bian entre registros discretos cuando pasan de un tipo
de situación, o dom inio, a otro.
H ay que subrayar asimismo que lo que cuenta com o estilísticam ente
marcado en relación con lo estilísticam ente neutro variará según el registro
apropiado a cada contexto. Así, por ejem plo, se acostum bra a evitar en la
redacción de trabajos científicos las oraciones con sujetos en prim era perso
na del singular ( ‘H e decidido...’, ‘Quiero decir con esto ...’, etc.) y a sustituir
las por sus correspondientes impersonales o con sujetos en prim era persona
del plural ( ‘Se ha decidido...’, ‘Queremos decir con esto...', etc). Aunque las
oraciones con sujeto en prim era persona del plural, fren te al singular, resul
ten estilísticam ente marcadas, no sólo en el español de todos los días, sino
también en muchos" otros registros form ales o no, sucede, en cam bio, lo con
trario con respecto a lo que cabe identificar com o el español científico. T od o
esto reviste la m ayor im portancia desde el m om ento en que el efecto que
se consigue con el em pleo deliberado de una expresión o construcción estilís
ticamente marcada depende de que lo sea precisamente para el registro del
contexto en que aparece y no para el sistema lingüístico en su totalidad.
Con ello llegam os a la e s t i l í s t i c a , una rama más o menos bien es
tablecida de ia macrolingüística (cf. 2.1). Una de sus definiciones,..que mu
chos suscribirían, podría discurrir así: la estilística es eílestu dio dé-v-laf^arier?
dad de estilos en las lenguas y del m odo com o sacan partido de ella losíusuaí •
rios. Se trata, desde luego, de una definición bien general, pues com pren de,
todo lo que pueden alcanzar a desear quienes em plean :;dicho térm inos Bérót
precisamente por ello es demasiado comprensiva. Según esta definición;‘ la*
estilística quedaría totalm ente incorporada ai dom inio de la sociolingüística
(en su sentido lato: cf. 9.1) y de la pragm ática (cf. 5.6). Algunos autores,-dicho
sea de paso, quedarían bien com placidos con una interpretación así;| v ;
Más habitualmente, no obstante, se lim ita el térm ino ‘estilística’ , icón «Mr
sin otras cualificaciones, a la e s t i l í s t i c a l i t e r a r i a, esto es, al estu
dio de la lengua que se em plea en los textos literarios. Pero, a su vez, tam
bién los propios térm inos ‘litera rio ’ y ‘literatu ra1 pu edeii& ecibir una jinferpré^
tación más o menos amplia. La literatura, tal com o se entiende el| tétm in ó'
en nuestros esquemas culturales, no es de ningún m odo universal ¿n la hu
manidad. Hay, sin em bargo, una definición más general de ‘ literatu ra’, que
no se circunscribe a la lengua escrita ni a las categorías y géneros de nuestra
cultura. Como indicaba Bloom field (1935: 21-2): «L a literatura, tanto si se
presenta en form a hablada o, com o es normal ya, p or escrito, consta de enun
ciados bellos o notables por alguna otra razón.» Desde luego, podríam os
buscar sutilezas en los térm inos ‘b ello ’ y ‘ notable’, y aún cabe pensar, incluso,
que el térm ino ‘enunciado’ ha de entenderse en el sentido de que cubra to
dos los textos y no sólo los productos de actos únicos de enunciación. A pesar
de ello, la definición de Bloom field ofrece la ventaja de m ostrar que lo que
solemos considerar literatura en nuestro marco cultural es una m era mani
festación de algo que se encuentra en todas las culturas, esto es, el recono
cim iento de que ciertos enunciados y textos son más dignos de conservación,
repetición y com entario que otros, en virtud de sus propiedades estéticas
o dramáticas. En este sentido, la literatura no sólo es culturalm ente univer
sal, sin o qu e es tam bién una de las más im portantes características definito-
ria s de las culturas, capaces de distinguirlas entre sí.
Lam en tablem en te, en los ú ltim os años parece que se ha abierto un va
c ío en tre la lin gü ística y los estudios literarios. En buena m edida se debe
a la in com pren sión y a los preju icios, p o r una parte, y a las pretensiones
exageradas que han in trod u cido determ inados lingüistas y críticos literarios
acerca de los o b je tiv o s y logros de sus respectivas disciplinas. Y aunque la
in com p ren sió n y los p reju icios aún perduran en determ inados bastiones de
am bos lados, tam bién es verdad que van reduciéndose paulatinamente. Los
lin gü istas ya no ponen tanta en ergía en proclam ar la condición científica de
su disciplin a (cf. 2.2), y andan con más cautela al form u lar el prin cip io de la
p rio rid a d de la lengua hablada y en la crítica contra la obstinación literaria
y p rescrip tivista de la gram ática tradicion al (cf. 1.4, 2.4). Y algunos críticos
litera rio s, al m enos, son conscientes de que la insistencia del lingüista en
qu e el uso de la lengua en la literatu ra no es el único, ni siquiera el más
básico, no desvirtú a en absoluto su concepción de que las funciones literarias
d e la lengua son especialm en te dignas de estudio. En realidád, hay muchos
estu diosos qu e trabajan en el cam po de la estilística literaria cuyos intereses
p rofesion a les com pren den la lengua y la literatu ra p o r igual, tal com o se in
terp reta n p o r lo com ún estos térm inos en nuestras escuelas y universidades.
E n este apartado nos hem os lim itado a hacer una referencia superficial
a los p rop ó sito s de la estilística literaria. Es evidente, no obstante, que la de
fin ició n general de ‘estilística ’ que hemos dado más arriba .— el estudio de
la va ried a d de estilo en las lenguas y el m odo com o sacan partido de ella
los usuarios— com p ren d e igualm ente la estilística literaria, al menos en prin
cip io , puesto qu e el uso litera rio de las lenguas puede considerarse com o
a q u el cuya explotación de recursos en todos los niveles de estructura es par
ticu la rm en te e fe c tiv a y creativa. L a incongruencia estilística, la am bigüedad
delib era d a , el em p leo audaz de m etáforas, p o r no m encionar la aliteración,
la asonancia, el m etro, el ritm o, etc., que dependen en últim o extrem o de
las p ropiedades d el m ed io fón ico, no son más que algunos de los recursos
m ás ob via m en te lin gü ísticos que un poeta o un o ra d o r puede allegar en la
p rod u cción de «enu n ciados bellos o notables por alguna otra razón». L a esti
lís tic a litera ria acom ete la tarea de describir estos recursos. En las obras
citadas en la am pliación bibliográfica se encontrarán abundantes ejem p lifi-
caciones de tod o ello.
Además de los tratamientos que se encuentran en las obras más generales citadas
en los capítulos 1 y 2, se recomiendan las siguientes como introducción a la socio-
lingüística: Bell (1976); Fishman (1970); Hudson (1980); Pride (1971); Trudgill (1974).
Añádanse, además, Fishman (1968); Giglioli (1972); Giles (1977); Gumperz &
Hymes (1972); Hymes (1964); Laver & Hutcheson (1972); Pride & Holmes (1972);
[Alvar (1973, 1976); Beinhauer (1968, 1973); Granda (1978); Lope Blanch (1969)].
Entre los compendios de artículos influyentes escritos por distintos estudiosos
se incluyen Emeneau (1980); Érvin-Tripp (1973); Ferguson (1971); Fishman (1972a);
Greenberg (1971); Gumperz (1971); Haugen (1972) Hymes (1977); Labov (1972).
Sobre acentos y dialectos, cf. además Bailey & Robinson (1973); Chambers &
Trudgill (1980); Hughes & Trudgill (1979); Trudgill (1978).
Para el inglés de los negros (en América), añadir Burling (1973); DeStefano
(1973); Dillard (1972); Shuy & Fasold (1973).
Sobre pidgins y criollos, además Hymes (1971); Todd (1974); Valdman (1977).
Sobre bilingüismo y diglosia, Ferguson (1959); Bell (1976); capítulo 5. Un libro
ya clásico es Weinreich (1953). Véanse también Vildomec (1963); Haugen (1973).
Para algunas sugestivas precisiones sobre los aspectos neurofisiológicos del bilin
güismo, cf. Albert & Obler (1978).
Sobre la lengua y las clases sociales (con especial referencia a la noción de
códigos restringidos y elaborados), añadir Bernstein (1971); Dittmar (1976); Éd-
wards (1976); Lawton (1968); Robinson (1972); Rosen (1972).
Sobre planificación lingüística, añadir Fishman, Ferguson & Das Gupta (1968);
Rubin & Shuy (1973); [Marcos Marín (1979)].
Sobre lengua y nacionalismo, añadir Fishman (1972c); [Ninyoles (1975)].
Sobre variación estilística, además Bailey & Robinson (1973); Crystal & Davy
(1969); Quirk (1968); Turaer (1973).
Sobre estilística literaria, añadir Chatman & Levin (1967); Culler (1975); Fowler
(1966); Freeman (1970); Halliday & Mclntosh (1966); Hough (1969); Leech (1969);
Love & Payne (1969); Quirk (1968); Sebeok (1960); Ullmann (1964); Widdowson
(1974). [Para la llamada ‘ lingüística del texto’, cf. Bernárdez (1982); Pécheux (1969);
Petófi & García Berrio (1978); Talens et alii (1978).]
En muchas de las obras enumeradas más arriba se consideran las implicacio
nes educacionales y las aplicaciones prácticas de la sociolingüística y la estilística.
Pero hay que hacer también referencia a las obras citadas en el capítulo 2 para
la lingüística aplicada y aun a otras como Mackey (1965); Widdowson (1976, 1978);
Wilkins (1972). Dos libros que tratan específicamente las implicaciones educacio
nales de la lingüística, junto con la sociolingüística y la psicolingüística, son Cash-
dan & Grudgeon (1972); Johnson (1976).
1. C om é ntese la importancia social que tienen las diferencias de acento y dia
le cto dentro de una com unidad lingüística. (¿C um p len un com etido generalm ente
beneficioso o nocivo, teniendo en cuenta el punto de vista de (a) la sociedad y
(b) el individuo?)
8. S e ha indicado que toda la lingüística es, o debe ser, so cio lin gü ística y aún
que toda la lingüística es, o debe ser, psicolingüística. ¿Q u é p iensa usted de
todo ello?
15. « C o n o ce r las cond iciones en que sería adecuado recibir al Prim er M in istro
con un am igo Wotcher no n o s parece m ás atingente a la lingüística qué cono
cer las con dicione s en que se ría adecuado guiñarle el ojo» (Sm ith & W ilso n , 1979:
194). Com éntese.
1. [E n rig o r, n o pu ede trad u cirse ninguna de las cinco palabras d el o rig in a l (esp ec ia l
m en te si ap arecen e n tre c om illa s sim ples: cf. 2.3), ni siqu iera al español, salvo, tal vez,
‘ m a n ’ , qu e se c o rres p o n d e bastan te bien con ‘ h o m b re ’. L a traducción d e ‘ th e’ y ‘ is ’ p o r
‘ e l’ y ‘ e stá ’ , resp e ctiva m en te ( y no, p on ga m os, ‘ la s ’ y ‘ es’ o ‘ sea’ ), depen de d e exigen cias
estru ctu rales d el españ ol. E n cu an to a ‘ s ick ’ , c ab ría trad u cirlo tam bién p o r ‘ m a rea d o ’^
( y aun ‘ lo c o ’ ). N o q u ed a exclu id a, p o r tan to, una trad u cción glob al d e ( ‘ T h e ) m an is s ick ’
a base d e a lg o a s í c o m o ‘ E l gén ero h um an o (¿c o n s a b id o? ) tiene arca d a s’.]
cálm ente distintas. Aceptando esta im portante restricción e insistiendo debi
damente en ella, hemos d^'cCT^E s c e n d E r r a T S J v K S r ^ é 'ja s ^ m g j^ jpresentesT
ante una versión m odificada de la tesis de la relatividad lingüística.
Com o en este capítulo nos ocupamos prim ordialm ente de la lengua y la
cultura, conviene añadir que de ningún m odo pueden todas las diferencias
léxicas y gramaticales de las lenguas atribuirse plausiblem ente a diferencias
presentes, o incluso pasadas, de tipo cultural entre los respectivos hablantes.
La traductibilidad puede dilucidar si hay o no diferencias correlativas de
cultura entre dos comunidades lingüísticas. P o r ejem plo, sería d ifíc il de jus
tificar la idea de que la presencia o ausencia de artículo definido (c f. en es
pañol y en ruso) corre parejas con alguna característica cultural apreciable.
Pero, no obstante, existen muchas diferencias de estructura tanto léxica com o
gram atical que sí pueden hallarse en correlación con ciertas diferencias de
las culturas a las que se asocian las lenguas respectivas. En los dos aparta
dos siguientes ilustraremos esta cuestión a base de dos ejem plos un tanto
distintos, con lo que nos encontrarem os en m ejor disposición para evaluar
el papel que desempeña el com ponente cultural a la hora de determ inar la
estructura de las lenguas.
5. A ctu alm en te suele em plearse el térm in o 'm e ta lin g ü ís tic o ’ con el sign ificad o de « p e r
ten eciente a la d escrip ció n o al análisis del lenguaje o de una le n g u a » (c f. ‘ m eta len gu a’ : 5-6).
T a m b ién lo han e m p lead o lo s estructu ralistas p ost-b lo o m field ian o s con re fe re n c ia a l estu
d io d e las lenguas en sus con textos culturales. A m b o s sen tid os son p ertin en tes aquí.
10.5 Imbricación y difusión cultural y traductibilidad
A M P L IA C IÓ N B IB L IO G R A F IC A
3. Com éntese críticam ente la hipóte sis de Sapir-W horf con referencia a alguna
parte del vocabulario distinta del color.
4. Exponer y ejemplificar (con ejem plos distintos a los del texto) el p roce so del
c a l c o de t r a d u c c i ó n .
6. «Las lenguas difieren entre s í sin límite y en forma impredictible» (Joos, 1966:
228). Com éntese este aserto en conexión con la teoría de C h o m sky sobre los
u n i v e r s a l e s I i n g ü í s t i c o s (c. 7.4). ^
10. (a) «El ámbito insólito de la traducción bíblica, que incluye efectivam ente no
só lo todas las lenguas principales del mundo, sin o también cientos de lenguas
“prim itivas” , proporciona una riqueza de datos y una base de experiencia en los
problem as fundam entales de la com unicación...» (Nida, 1966: 12). ¿ A qué se debe
que la traducción de la Biblia sea tan peculiar? ¿ A c a s o las ideas teológicas del
traductor influyen sobre lo que cabría considera r una traducción fidedigna? Y, si
es así, ¿e n qué sentido le influyen? (b) ¿C u á n ta s exp resion es corrientes que u s
ted conozca han penetrado en el español gracias a la traducción de la Biblia?
¿C u á n ta s las consideraría, intuitivamente, m o dism o s idiom áticos, y por q u é ? ¿H a
ejercido la traducción bíblica alguna influencia sobre la estructura gram atical de
la lengua (i) coloquial y (¡i) literaria?
13. D e scríb a se con la m ayor pre cisión posible todos lo s determ inantes sociolin-
gü ístic o s y e stilísticos de u so para la distinción T/V en la lengua propia o en otra
fam iliar que la contenga. Evalúense los resultados a la vista de las generalizacio
ne s sobre p o d e r y s o l i d a r i d a d contenidas en Brow n & Gilm an (1960),
Brow n & Levinson (1978) y en los textos de so cio lin güístíca aludidos en el capí
tulo 9. ¿Podría decirse, en su caso, si existe algo com parable en in g lé s?
15. «Los hablantes de todas las lenguas en todas las partes del m undo acreditan
a m enudo a algunos de s u s con gé n ere s con habilidades lin g ü ística s superiores,
y los que a sí son reconocidos reciben a m enudo un respeto especial» (Burllng,
1970: 150). D e scríb a se algún tipo de v i r t u o s i s m o l i n g ü í s t i c o (distinto
del que suele considera rse com posición literaria en nuestra cultura), p. ej., hacer
juegos de palabras, rim as y adivinanzas, y otras variedades de juegos verbales;
la gloso lalia (o p o lig lo tism o ); charloteo y juegos ilegales de rifa (entre los hablan
te s de inglés negro en Am érica); el habla antoním ica o inversa en walbiri, etc.
Enjuíciese la función que desem peña este tipo particular de virtuo sism o lingüís
tico en la cultura en que se realiza y evalúese su im portancia para una teoría
general de la estructura y u so de la lengua.
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1. [L a ad ap tación esp añ ola resp eta en to d o lo p osib le la b ib lio g ra fía o rig in a l tanto
en la p resen tación y o rd en ació n d e lo s d atos c o m o en la p ro p ia a lfa b e tiza ció n (c a d a vez
m ás u tiliza d a en edicion es hisp án icas). D e m o d o que cuando existe una v ers ió n reco n o ci
da d e alguna obra, se m a n tien e la cita p rim itiv a y se añade esta circu n stan cia entre
c orch etes p a ra que a s í n o p ierd a n sen tid o las citas y en vío s d el te x to p rin cip al. L a b i
b lio g r a fía in co rp o ra d a se in te rp o la ta m b ién en tre corchetes en la lista alfa b ética . A ten
d ien d o al c rite rio s im p lifica d o r d el a u to r, cuando existen edicion es en d iversas lenguas
s ó lo se indican , p o r lo gen eral, lo s d ato s d e la v ersió n que se estim a m ás asequ ib le al
p ú b lico hispánico. Y en cu an to a l uso d e asteriscos, se siguen igu alm en te las m ism as d i
re ctric es d el o rigin a l, a las qu e se añade, en algún que o tro caso, la elem en ta rid a d (y no
s ó lo el p resu n to e q u ilib r io ) d e lo s p la n te a m ie n to s .]
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Zabeeh , F., K lemke, E. D. & Jacobson, A. (comps.) (1974) Readings in Semantics.
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Indice alfabético
.
« p a r o le » , 8, 30, 181-182, 190, 35. 225, 227.
201 p r o b a b ilid a d d e a p a ric ió n , re a lis m o tra d ic ion al, 132.
p a rte s d el d isc u rso, 50, 94- 91. realización fon ética, 77, 81.
98, 112, 138, 141. p ro d u c tiv id a d , 15, 18, 19, «re c e iv e d p ro n u n c ia tio n »,
P a u l , 187, 188. 90-94, 175, 192, 198, 199, 61, 233.
P a y n e , 257. 221, 267. re ce p to r, 14, 142, 144.
P é c h e u x , 257. p ro n o m b r e , 95, 100. re co n stru c c ión lin gü ística,
p e jin o , 234. p ro n o m b r e s de tra ta m ie n 45-47, 171-174, 181.
p erce p ció n d el h ab la , 209. to, 274-279, 285. re cu rsiv id a d , 110, 191.
p ersa , 164, 282. p ro p o sic ió n , 123, 124, 145, re d u cc io n ism o cien tífico,
p e rso n a g ram a tic a l, 136, 141, 148, 195. 35, 211, 231.
147. p ro s o d ia , 79. * j¡ refe re n c ia , 745-148, 192.
p ersp ec tiv a fu n c io n a l de la p rotoc éltíc o, 163. re fe re n te v id . re fe rid o ,
o rac ió n , 195, 254. p ro to e sla v o , 161-161, 173. re fe rid o , 139, 145, 147, 150.
P e t o f i , 257. p ro to g e rm á n ic o , 161-166, regente, 100, 105.
P i .a cet , 214, 228. 170-173. re gistro , 252, 255.
P ia t t e l l i -P a l m a r i n i , 203, p ro to in d o e u ro p e o , 46, 163- re gla s de e stru ctu ra fra -
228. 166, 170-173, 176, 189. 190. seal, 110, 213.
PlCKETT, 111. p ro to in d o ira n io , 163. re gla s d escrip tiv as, 3945.
p id gin , 24, 158, 242, 243,257. p ro to itá lic o , 163. re g la s fo n o ló g ic as, 82, 88.
p id gin ización , 183, 243. p ro to le n g u a , 161, 162, 167. re g la s g ram a tic a le s, 89-94,
98, 130, 135, 139, 140, 146, sa jón , 159, 171. 125, 129-131, 136, 137, 239,
198, 224. S a m p s o n , 112, 203. 270, 274, 276.
re gla s m o r fo ló g ic a s , 88. S á n c h e z de Z a v a l a , 53. sign ificado figu rad o , 126.
re gla s p re sc rip tiv a s, 3945. sán scrito, 162-165, 171, 172, sign ificad o focal, 272, 274.
re gla s p ro d u c tiv a s, 175. 282 283 sign ificado gram a tic a l, 122,
re gla s sintácticas, 82, 89, S a p i r , 3. 4, 95, 226, 263, 135-137, 141, 144, 151.
92, 96, 97, 100, 140, 201. 264, 269. sign ificado inherente, 145,
re gla s tra n sfo rm a tiv a s, 110, S a p o r t a , 284. 146.
213, 224. sard o, 167. sign ificad o léxico, 122, 126-
re gu la c ión lin gü ístic a , 221. sartas de p a la b ra s , 90, 91, 135, 137, 141, 144, 151.
R e ib e l , 111. 93, 110, 140, 141. sign ificad o lin güístico, 194.
relacion es c o m b in ato ria s, S a u s s u r e , 8, 9, 30, 45, 47, sign ificad o literal, 126, 127,
191. 49, 81, 177, 187, 189-192, 144, 282.
re lac io n e s c o n tra stiva s, 191. 199, 201, 202. sign ificado o racion al, 122,
relacion es de con stitución , S a v o r y , 285. 140-147, 149.
202 . sayagués, 234. sign ificado p erifé ric o , 272.
relacion es d e dep en d en cia, SCHANE, 83, 111. sign ificad o p rop o sicion al,
202. S c h a f f , 228. 254.
relacion es d e sen tid o, 134. SCHMIDT, 182. sign ificad o sim b ólico, 282.
re lacion es p a ra d ig m á tic a s, S e b eo k , 25, 257. sign ificad o social, 124, 125,
v id . re lac io n e s sustituti- segm en tos fó n ico s, 65-72, 129-131, 136, 137, 239, 270,
vas. 75. 274, 276.
re lacion es sin tagm áticas, sem ántica, 57, 73, 78, 87, sign ificad o tem ático, 254.
81, 134, 135, 190. 94, 99, 119-151, 211, 239, sign ificatividad , 51, 91, 92,
251. 112, 139, 141.
relacion es su stitu tivas, 81,
sem ántica filosófica, 123, sign o, 14.
134, 135, 190.
132, 151, 274. síla b a , 80, 81.
re la tiv ism o lin g ü ístic o , 192,
sem ántica fo rm a l, 147-152. sím b o lo , 5, 14, 61-69.
226, 264, 267, 270.
sem án tica h istó rica, 152.
R e n z i , 184. sim ilitu d fon ética, 72, 74.
sem án tica léxica, 151.
re p resen ta ció n fon ém ica, S in c la ir , 111.
sem ántica ve rita tiva , 124,
80. sin c ro n ía , 30, 45, 4648, 189,
147, 150.
190, 193, 240.
re p resen ta ció n ro tu la d a , sem io lo gía, 193.
sin écd o que, 141.
105. sem iótica, 7, 14-20, 193.
S i n g h , 228.
R i c h e l i e u , 240. sen tido, 131-135, 141, 150,
sin o n im ia, 74, 126-131, 135,
R i t c h i e , 228. 151, 191.
251.
R o b in s , 5, 25, 52, 83, 111, sen tid o p ro to típ ic o , 281.
sin o n im ia a b so lu ta, 129,
112, 202 . señal, 4, 5, 14, 15-18, 142.
251, 253.
R o b in s o n , 83, 257. señal lin gü ística, 12, 125.
sin o n im ia com p leta, 129,
servo -croata, 161.
R o d m a n , 25, 53, 83. 251.
S h a k e s p e a r e , 158, 160.
R o s c h , 285. sin o n im ia d escrip tiv a, 130,
S h e r z e r , 285.
ro m an tic ism o , 159. S h u y , 257. 131.
R onsar d , 158. sign ificado, 14-19, 39, 4547, sin o n im ia enun ciativa, 130.
R o s e n , 257. 51, 74, 92, 96, 98, 119-135, sin o n im ia in co m p leta, 130.
168, 177, 179, 182, 189, sin tagm a, 81, 82, 103, 106-
R osenbaum , 111.
191, 195, 212, 224, 251, 108.
ro tu lac ió n , 103, 105.
268, 274, 278, 279, 282. sintaxis, 50, 57, 78, 82, 87-
R ou sseau , 165, 225. 90, 92, 94-96, 101, 106, 110,
sign ificad o a fe c tiv o v id .
R oy, 83. 111, 195, 202, 213.
sign ificad o expresivo,
R u b í n , 257. S ip l e , 25.
sign ificad o d escrip tivo , 123-
ru m a n o , 167. 125, 129-132, 136, 137, 148, sistem a, 48-52.
R u m b a u g h , 25. 150, 151, 254, 270, 274. sistem a a lfa b ético , 6.
ru so , 20, 32, 41, 65, 66, 95, sign ificad o d ire cto, 144. sistem a com un icativo, 2, 3,
106, 112, 136, 161, 218, 269- sign ifica d o enun ciativo. 12, 13-19.
271, 274, 276-278, 280. 122, 140-147, 149, sistem a fo n o ló g ic o , 220,
R y l e , 210. sign ifica d o exp resivo , 124, 236.
sistem a gesticular, 11-13, tam il, 13, 245. u n iv e rsa lism o lin güístico,
23. T a rs k i, 148, 150. 192, 200, 232, 263.
sistem a léxico, 271. tem a gram a tic a l, 97. u n iv e rsa lism o sem ántico,
sistem a lin güístico, 7-9, 15- tendencia colocacional, 140. 133-134.
19, 22, 47-52, 57, 71-79, 81, tendencia fonética, 180. u rd u , 245, 246.
82, 91, 92, 107, 109, 122, te o ría d el á rb o l gen ealó U r r u t ia , 111.
125, 130, 143, 174, 179-182, gico, 165-167, 178, 182, uso lin güístico, 123, 130,
189-192, 194-197, 199-202, 183. 131, 196, 251.
222, 225, 235, 243, 251, 255, u s o característico , Í43-145,
te o ría de las on das, 182,
265-268. 149.
183.
sistem a sem iótico, 7, 123,
te o ría p ro só d ic a, 79.
125, 180, 191.
te o ría veritativa, 35, 150.
sistem a vocálico, 23, 69. vacío s léxicos, 268.
térm in os de color, 270-274.
S k in n e r , 211. V a c h e k , 25, 83, 203.
térm in os hon oríficos, 280.
S l o b i n , 227, 266, 284. v a gu e d ad sem ántica, 150-
T e sn ié re , 112.
S l o m a n , 228. 151.
thai, 280.
S m i t h , 25, 53, 83, 203, 208. Valdm an, 257.
T h o r p e , 25.
socialización lin güística, valen cia g ram a tic a l, 100,
tiem p o gram a tic a l, 97, 147, 112, 138, 141.
239, 252.
138, 150. v a lo r v eritativo, 124, 147,
sociolin güística, 31, 44, 131,
tip o s n atu rales, 132, 133, 148.
179, 208, 231-233, 242, 248,
274.
250-257, 274, 280. va ria ció n a lo fó n ica , 77, 89.
T odd , 257. va ria ció n d ia cró n ica , 49.
sociología, 9, 35, 37, 38, 52,
193, 231, 232. T o ls t o y , 276, 277, 278, 280. v a ria ció n e stilística, 93,
S ó focles , 41. to ngan o, 283. 251-256.
S o m m e r f e l t , 202. tono, v id . entonación, va ria ció n lib re , 75, 251.
trad ucció n , 147 282-285. v a ria ció n sin crón ica, 48, 49,
SoMMERSTEIN, 82.
tra d u c tib ilid a d , 268, 270, 183.
so n id o s de h ab la , 12, 16,
279-284. v a rie d a d lin gü ística, 233,
57, 58, 59, 60, 62, 64, 70-
T rager , 3, 4. 238.
75, 119.
v a rie d a d sincrón ica, 179,
so n o rid a d fon ética, 62-64, tra n sc rip ción fonética, 59-
182.
69, 70, 76-78. 61, 65, 71- 74, 80, 170.
vasco, 242.
SOUTHW ORTH, 52. tra n sfe rib ilid a d de m edio,
v e rb o , 29, 42, 95, 97, 100,
S t a m , 25. 9, 13, 15, 49.
101, 137, 140, 175.
S t e i n e r , 285. T r a u g o t t , 184.
v e rd a d , 124, 147-149, 262. ..
S t o c k w e l l , 111. T r e n d e le n b u r g , 208, 268.
v e rn á c u lo, 240-243, 248, 249.
S t o k o e , 25. T r n k a , 203.
V e rn er, 170, 172.
S t r a n g , 184. T rubetzkoy, 75, 83, 193,
vietn am és, 221.
S tre v e n s , 111. 194.
V il d o m e c , 257.
su b ord in ac ió n , 99, 146. T r u d g iix , 235, 238, 250, 257,
V i l l a r , 184.
sueco, 157, 161, 176. 284.
V i l l i e r s , J. G . de, 228.
su jeto , 100, 101, 136, 140, T r u j i l l o , 151.
V i l l i e r s , P . A . de, 228.
146. Tucídides, 41.
v o c a lism o , 17, 64, (57-69.
su stitu ib ilid a d lin güística, turco, 79, 95, 97, 138, 282.
v o c a b u la rio , 5, 20, 21, 24,
103. T u r n e r , 257. ^ 46, 51, 97, 107, 126- 138,
SVARTVIK, 112. T y l e r , 284. 147, 162, 163, 178, 219, 221.
sw a h ili, 2, 167, 242, 245. 225, 233-236, 241-243, 250,
S z e m e r é n y i , 202. 252, 265-280.
U ld a ll , 25. V o l t a ir e , 46.
ultra c orre c ció n , 42, 43, 180.
T aber, 285. U llm a n n , 151, 152, 257.
ta b ú social, 131. u n ive rsa les lin güísticos, w a lb ir i, 285.
T ale n s, 257. 182, 196, 199, 233, 263. W a l d r o n , 151.
W a s o n , 228. W lLK IN S, 257. x h o sa , 167.
W a t t , 285. W il k s , 228.
W e i n r e i c h , 257. W i l s o n , 25, 53, 83,- 203, 208. Y ller a, 25.
W e s c o t t , 25.
W i l l i a m s , 261.
W h a t m o u g h , 202.
W h o r f , 226, 263, 264, 266, W in o c r a d , 228. Z a b e e h , 152.
268, 269, 284. W it t g e n s t e in , 122, 123. zulú, 167.
W i d d o w s o n , 257. W o lff, 184. zuni, 266.
Indice general
Prefacio VI1
1. El len g u a je 1
2. L a lingüística 29
3. Los s o n id o s de l a lengua 57
3.1. El medio fónico 57
3.2. Representación fonética y ortográfica 59
3.3. Fonética articulatoria 62
3.4. Fonemas y alófonos 72
3.5. Rasgos distintivos y fonología suprasegmental 75
3.6. La estructura fonológica 80
Ampliación bibliográfica 82
Preguntas y ejercicios 84
4. La g r a m á t ic a 87
5. La s e m á n t ic a 119
5.1. La diversidad del significado 119
5.2. Significado léxico: homonimia, polisemia, sinonimia 126
5.3. Significado léxico: sentido y denotación 131
5.4. Semántica y gramática 135
5.5. Significado oracional y significado enunciativo 141
5.6. Semántica formal 147
A m p lia c ió n b ib lio g r á f ic a 151
P r e g u n ta s y e j e r c ic io s 153
6. El c a m b io l in g ü ís t ic o 157
P r e g u n ta s y e je r c ic io s 204
9. L engua y s o c ie d a d 231
Bibliografía 289