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A los siete años Isabella fue diagnosticada con escoliosis en su columna vertebral. Fue así como
aprendió a hacer cosas que los niños generalmente no hacen. Se ponía inyecciones sola, iba a citas
con médicos todas las semanas, entre otros. A los once años ya la enfermedad había avanzado
dramáticamente y fue imprescindible operarla. Era un evento fuerte que causaba miedo, pero a la
vez era momento de ser fuerte, respaldarse en la familia y entregar toda la confianza a un grupo de
médicos. Esta situación hizo que Isabella construyera su fortaleza emocional dado un aprendizaje
experiencial y en cierto modo individual. En esas situaciones las personas siempre aprenden algo,
en este caso fue el hecho de hacer de una niña de siete años un personaje maduro e independiente.
Cuando Isabella ya tenía quince años, su hermano Nicolás le dijo que iba a ser tía. Isabella siempre
había sido la niña pequeña de la casa por lo que la idea no le gustaba mucho. Cuando nació Julieta
todo fue diferente, todos los regalos eran para ella y todos los halagos también. Sin embargo,
después de un tiempo ella entendió que ser tía no implicaba perder la infancia, era tener un niño
solo para jugar. Después de esto nació Lucas y como Isabella ya era más grande tenía que cuidar a
sus sobrinos. Esto implicaba ser adulta y comprometida, pero a la vez era ser creativa para que
ellos realmente quisieran a su tía.
La entrada a la universidad fue un cambio muy brusco para Isabella ya que ella ya tenía su grupo
social definido y hacer amigos no era su fuerte. Cuando le tocó empezar a hacer grupos y a hablar
con otra gente ella fue aprendiendo a hacerlo cada vez más natural. Hoy en día Isabella es la que
intermedia situaciones entre personas de diferentes disciplinas para lograr trabajos.