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MUSICOLOGÍA
APLICADA AL
CONCIERTO
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ifícilmente un lector habrá conocido a algún
melómano que no asista, con asiduidad
variable, a conciertos. Tras su implantación
definitiva en Europa a finales del siglo XVIII,
el concierto se convirtió pronto en una manifestación
capital de la cultura occidental. Y las estadísticas
confirman su vigencia actual. En España, por ejemplo,
en el año 2012 se registraron unos 15.000 recitales de
música clásica a los que asistieron más de 4.700.000
espectadores.
Este dosier explica algunas de las principales
aportaciones de la musicología reciente al concierto,
entendido en su doble dimensión estética y social.
Cuatro musicólogos en activo explican cómo la
musicología, cada vez más interesada en la vertiente
aplicada y práctica de la música, puede enriquecer
distintos momentos del proceso de concepción y
desarrollo de un concierto: desde la programación
(Miguel Ángel Marín) y la recuperación de repertorio
histórico (Dinko Fabris), pasando por la gestualidad del
intérprete sobre el escenario (Luca Chiantore) hasta la
grabación del concierto (Pablo L. Rodríguez). Cuatro
visiones que evocan nuevos modelos de reflexión
sobre algo a la vez tan familiar como desconocido.
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TAREAS DE PROGRAMADOR
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ara muchos de los asistentes a un concierto, el progra- cidas de contemplar o escuchar el arte, con recorridos que
mador es un agente invisible en quien rara vez repa- resulten sorprendentes e inciten a la reflexión, aunque las
ran. El melómano acude generalmente movido por el obras de partida no sean siempre necesariamente inéditas. La
interés de ver en vivo a un intérprete concreto, sobre elección de las obras, de su disposición en la sala o en el
quien se pone el foco de atención, o escuchar un repertorio programa, de la perspectiva que presentan y, en definitiva,
específico, casi siempre seleccionado por el propio músico de la “historia” que cuentan al contemplarse en conjunto son
según sus preferencias o sus proyectos. Ambos elementos misiones que comparten un programador y un comisario.
—intérprete y repertorio— son imprescindibles, y una elec- Sin embargo, en el caso del concierto la elección queda
ción acertada o desacertada convertirá el concierto en una de facto limitada a un puñado de compositores, al repertorio
experiencia estética intensa o en un aburrimiento mortal. canónico privilegiadamente atesorado en el museo imaginario
Pero un concierto puede ser mucho más. Concebido con de obras musicales y tenidas como objetos ideales de perfec-
creatividad, puede llegar a ser un itinerario de escucha, una ción. Por alguna razón que no es tan fácil de entender como
tesis transformada en sonido, un diálogo entre disciplinas, la cotidianidad nos hace creer, la atención de oyentes, intér-
un acceso a otras culturas, un proyecto pedagógico o una pretes y programadores se centra en un grupo selecto de
herramienta de integración social, entre otras cosas. Y en obras de un número muy reducido de compositores creadas
ese escenario, el papel del programador es capital. mayoritariamente entre mediados del siglo XVIII y comienzos
Programar es un proceso continuo de toma de decisio- del siglo XX. Un periodo breve de la historia de la música
nes. No es sólo cuestión de decidir quién interpreta, sino que, a efectos de programación, podría iniciarse como míni-
también —en conjunción irreemplazable con el intérpre- mo con la polifonía temprana del siglo XIII. Un análisis
te— qué obras, en qué orden, en qué contexto y, en defi- reciente de 2.700 programas de conciertos internacionales
nitiva, qué propuesta de escucha plantea el concierto. celebrados en los últimos cuatro años ha mostrado datos con-
Todo ello, además, en armonía con la disponibilidad pre- tundentes que permiten describir este panorama familiar y
supuestaria, el perfil de la institución y los tipos de oyente chocante a la vez: el 1,7% de los autores representados en
al que se dirige. Como el malabarista que mantiene simul- estos programas (22 de 1.265) acaparan el 45% de las inter-
táneamente varios platos en rotación, la artesanía de la pretaciones (4.025 de las 8.789 registradas). Esta lista de oro
programación tiene también algo de juego de equilibrios. está conformada por viejos conocidos de todos los melóma-
El programador debe atender con el impulso preciso distin- nos (véase ilustración 1), pilares esenciales en la fonoteca de
tos frentes y guiar la negociación, a veces implícita, entre cualquier aficionado y en los manuales de historia de la músi-
los tres agentes que confluyen en el acto: el propio progra- ca. Más aún. Solo los diez primeros compositores suman casi
mador, el intérprete y el público. Y al mismo tiempo tiene la cuarta parte de interpretaciones (23,8%): Beethoven,
que responder a los retos y desafíos que encierra el con- Mozart, Bach, Brahms, Debussy, Chaikosvki, Haendel, Britten,
cierto en su formato actual, agotado en algunas de sus con- Schubert y Wagner. Ni siquiera los sesgos que pueda conte-
venciones pero tenazmente resistente al cambio. Resulta ner este muestreo, inherentes a todo análisis estadístico, logra
sorprendente constatar lo poco que ha cambiado desde su difuminar la imagen de concentración desmesurada provoca-
definitivo establecimiento a finales del siglo XVIII. Por últi- da por unos criterios tan enraizados como inmutables.
mo, hay que añadir una característica más de la programa- Ante este panorama, cuya explicación requeriría una
ción: es una actividad estratégica, en tanto que dota de una reflexión detallada, el primer desafío que afronta el progra-
personalidad distintiva al proyecto, festival o institución mador es la capacidad que cabe atribuirle —y quiera ejer-
musical que la impulsa. cer— para reconstruir el puente que aminore el divorcio
En el epicentro de este escenario se sitúa el programa- entre público y música del presente. Hay que recordar que
dor, rodeado de intérpretes, repertorios, agentes, público, esta fractura, por incoherente que resulte en términos histó-
mercado y medios de comunicación, arrastrado por la ricos y en comparación con otras artes, en realidad no pare-
herencia de la historia del concierto y aturdido por la irrup- ce incomodar ni al público ni a la mayoría de los intérpre-
ción de una tecnología con un potencial que intuye pero tes. Esta aceptación no hace más que intensificar el reto de
cuya aplicación no resulta automática. Se erige, en fin, fondo: la posibilidad de moldear el canon establecido en la
como el principal responsable para tomar las decisiones sala de conciertos. No se trata sólo de integrar con naturali-
más determinantes que de antemano están condicionadas y dad dentro del repertorio clásico-romántico predominante a
moldeadas por este entramado de intermediarios. ¿Cuáles la música contemporánea y la música antigua (entendida
son los principales retos que afronta hoy día el programa- como práctica interpretativa y no sólo como repertorio),
dor de música clásica y qué tareas tiene atribuidas? sino también de dar más visibilidad a otros autores de este
periodo poco o nada representados.
El repertorio
El público
Una de las funciones esenciales del programador es desvelar
al oyente (y subsidiariamente también al intérprete) itinera- Entre todos los desafíos que afronta el programador musical,
rios de escucha poco transitados, conformados por autores ninguno ha suscitado tanto interés y preocupación como el
infrecuentes o por una articulación insospechada de obras relacionado con el público. Esto es comprensible tan pronto
conocidas. Resulta curioso que no se hayan advertido las se asumen los efectos que tiene la asistencia a un concierto:
similitudes evidentes que existen entre un programador mide el éxito de la propuesta artística y condiciona los ingre-
musical y un comisario de exposiciones, un perfil profesional sos en taquilla. De modo que la cuestión fundamental que
bien consolidado en el mercado de la cultura. Ambos com- siempre planea en la concepción de un proyecto es cómo
parten el objetivo de proponer formas novedosas o descono- captar público. Más allá de la estrategia de comunicación, es
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Concierto "Música, espacio, luz" interpretado por Sigma Project en la Fundación Juan March el 30 de octubre de 2013. [Foto con proyección de vídeo].
"Simog / Civitella" de José Manuel López López con videocreación de Pascal Auger. [Foto de colores] "In heaven everything is fine" de Germán Alonso,
con espacio lumínico del propio compositor.
cios muy populares (2,5 dólares). Este tipo de concierto, par- de lleno en el terreno artístico y curatorial. La constante his-
ticularmente atractivo para un público que acudía al World tórica de hacer el concierto atractivo para un público nume-
Centre a escuchar música clásica por primera vez, venía roso permanece intacta dos siglos después de su invención.
acompañado por breves presentaciones sobre el escenario Cambian las amenazas, si acaso ahora más intimidatorias.
protagonizadas por el director, un músico o un especialista, y Otra razón más para que el programador agudice el talento
por un uso discreto de proyecciones de vídeo o de imágenes. y la imaginación, y asuma en pleno su tarea: la de contri-
Otro formato de concierto (Encounters) con un espíritu simi- buir, junto al intérprete y la propia música, a convertir cada
lar pero de mayor duración (60 minutos), se caracteriza por concierto en una experiencia en vivo única e intensa.
interpretar un programa con enfoque temático, centrado en
una idea concreta: un compositor, un estilo o una perspecti- Miguel Ángel Marín
va. El precio de la entrada incluye la invitación a un coctel
tras el recital, una oportunidad para conversar con los músi- BIBLIOGRAFÍA
cos y potenciar la vertiente social del concierto. El formato
Pulse da un paso más al integrar música clásica con dance Esta selección de referencias bibliográficas se centra en los tres
music y electrónica a cargo de un DJ. Esta propuesta implica aspectos relacionados con el concierto que se desarrollan en el
tanto un espacio alternativo para escuchar la música fuera de dosier: la programación, la interpretación y la grabación.
la propia sala de conciertos, como una transformación nota-
ble en las normas de comportamiento. Las encuestas refleja- T. W. Adorno, “Tipos de comportamiento musical”, en Introduc-
ban el giro que suponía este formato, criticado por melóma- ción a la sociología de la música, Madrid, Akal, 2009, 177-198
nos habituales pero acogido con interés por un sector joven (original de 1968), traducción de Gabriel Menéndez Torrellas.
e infrecuente en la sala de conciertos. Hans Erik Bödeker y Patrice Veit, eds., Organisateurs et formes
La lista de experiencias diversas podría ampliarse hasta d’organisation du concert en Europe, 1700-1920. Institutionna-
completar una larga serie de iniciativas: permitir a los oyentes lisation et pratiques, Berlín, Berliner Wissenschafts-Verlag, 2008.
tumbarse y mantener los ojos cerrados, proyectar vídeos con Luca Chiantore, Beethoven al piano. Barcelona, Nortesur Musi-
colores cambiantes durante la interpretación, vestir a los keon, 2010.
músicos con trajes de época o teatralizar el acto superponien- Nicholas Cook, Eric Clarke, Daniel Leech-Wilkinson y John
do una historia sobre las obras musicales para crear así la fic- Rink (eds.), The Cambridge Companion to Recorded Music.
ción de una narración; estas son sólo algunas, entre un pano- Cambridge, Cambridge University Press, 2009.
rama variopinto. El riesgo evidente al pensar en alternativas a Hermann Danuser (ed.), Musikalische Interpretation, en Neues
las convenciones establecidas es acabar perdiendo de vista Hadbuch der Musikwissenschaft, vol. 11. Laaber, Laaber-Verlag,
que la esencia de un concierto es escuchar la música. Intro- 1992.
ducir nuevos elementos que alimenten los sentidos, capten Timothy Day, Un siglo de música grabada. Madrid, Alianza
mejor la atención del oyente o induzcan modos distintos de Música, 2002 (original de 1999).
escucha tienen pleno sentido, claro está. Pero si la propia Martin Elste, “Von der Partiturwissenschaft zu einer Klangwis-
escucha aparece mermada o sustancialmente desplazada, senschaft. Überlegungen zur Schallplattenforschung” en Jahr-
entonces puede dejar de ser un concierto para convertirse en buch des Staatlichen Instituts für Musikforschung (SMI)
otro tipo de espectáculo (que sin embargo podría perfecta- Preußischer Kulturbesitz (1983/84), 1984, pp. 115-144.
mente encerrar sus propios valores artísticos). La seducción Johan Idema, Present! — Rethinking Live Classical Music, Roter-
de querer ser moderno puede así acabar siendo contraprodu- dam, Music Centre the Netherlands, 2012.
cente. El reto que afronta en este terreno el programador es John Rink, La interpretación musical. Madrid, Alianza, 2006.
de una dimensión mayor que la apariencia de añadir una Martin Tröndle (ed.), Das Konzert. Neue Aufführungskonzepte
mera ornamentación al concierto. La cuestión es cómo apro- für eine klassische Form, Bielefeld, Transcript Verlag, 2009.
vechar la tecnología para fortalecer y potenciar la escucha New World Symphony. Summary Report 2010-2013 Concert
sólo en aquellas ocasiones en las que existe una razón funda- Format Assessment, disponible en internet:
da que lo haga propicio. http://www.nws.edu/pdfs/FinalAssessmentReport.pdf
En definitiva, las tareas que tiene encomendadas un pro- William Weber, La gran transformación del gusto musical. La
gramador, por invisibles que a muchos puedan parecer, tras- programación de conciertos de Haydn a Brahms, Madrid, Fon-
cienden el ámbito organizativo y administrativo para entrar do de Cultura Económica, 2012 (original de 2008).
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odavía me resulta difícil explicar a la gente en qué
consiste mi trabajo, es decir, qué es un musicólogo.
Generalmente pensamos que hablar de música no tie-
ne ninguna utilidad, quizá porque la música es uno de
los raros placeres de la vida que no precisan de ninguna
explicación para poder disfrutarlo. Sólo una vez he conoci-
do a alguien que ha agradecido mi oficio con un entusias-
mo que jamás antes había encontrado: cuando me presenta-
ron en Cuba a un operario que no era profesional de la
música, exclamó con cara de felicidad: ¡Un musicólogo, qué
gran honor!”. Experimenté una sensación muy placentera,
porque sabía que en Cuba todos sienten un gran respeto
por la música en cualquiera de sus formas, sin ningún tipo
de prejuicios.
Un musicólogo puede ser muchas cosas, pero en reali-
dad es un humilde trabajador al servicio de la música, con
la misión de ayudar a los intérpretes a desvelar los secretos
más íntimos de la música escrita. Sus caminos son paralelos,
aunque independientes. El intérprete es el responsable de
(re)crear arte del pasado (o, más raramente, del presente)
en el presente. El musicólogo ha de seguir un método cien-
tífico y declarar lo que se propone hacer. Podría bastar con
decir que su contribución a la cultura es similar a la de cual-
quier historiador académico, desde la historia del arte hasta
la literaria, aunque esa es otra cuestión.
Precisamente porque su tarea es complementaria, la
colaboración entre los dos profesionales parece natural, si
bien en realidad resulta bastante extraña, acaso porque no
PATRIZIA BOVI
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Centro
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Nacional
de Difusión
Musical 14
SERIES 20/21
CICLO MUSEO CICLO AUDITORIO CICLO FRONTERAS
Museo Nacional Centro Auditorio Nacional de Música Auditorio Nacional de Música
de Arte Reina Sofía Sala de Cámara | 19:30h Sala de Cámara | 19:30h
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oy: concierto. No falta mucho, pero tenemos tiem- Es cierto que parte de estas iniciativas se centran en
po. Llegamos a la sala, entramos. Buscamos nuestra temáticas más ligadas a la música popular que a la música
butaca, con nuestra entrada en la mano. Nos senta- clásica, pero no es menos cierto que el intercambio se vuel-
mos, quizás conversando con quien está a nuestro ve beneficioso para todos en un panorama en el que la
lado. Apagamos el móvil (¡¡imprescindible!!), damos una frontera antaño tan clara entre musicología y etnomusicolo-
ojeada al programa; empezamos a leer los comentarios que gía se desdibuja por momentos. Y esto es lo que sucede si
lo acompañan (siempre aconsejable) o la biografía de quien ampliamos nuestra mirada al conjunto de los países de
va a tocar. Pero pronto se apagan las luces, y a eso hemos habla hispana. Rubén López Cano, Alejandro L. Madrid y
venido. Allí empieza la magia. Allí empieza la música. Susan Campos Fonseca —reciente Premio Casa de las Amé-
Porque la música, parece obvio recordarlo, es sonido: ricas 2012— cuentan entre las figuras internacionales más
sólo existe en forma de ondas sonoras, de aire vibrante. activas en esta corriente de la musicología actual, y su
Antes de ese momento, sólo existe en potencia. Incluso poliédrica actividad es un ejemplo de cómo el verdadero
esas partituras que vemos en los atriles, no son música, sino objetivo no consiste tanto en localizar nuevos objetos de
herramientas: quienes ofrecen la experiencia irrepetible de estudio como en mirar con otros ojos la realidad musical
la escucha son los hombres y las mujeres que se encargan que nos rodea. Algo que puede suceder tanto con los vide-
de interpretarlas. oclips de la MTV como ante un concierto de música clásica.
Por otra parte, la presencia en el escenario de esos De hecho, las propias fuentes históricas nos invitan a
hombres y esas mujeres nos indica que estamos a punto de reivindicar esta atención al cuerpo. En una fecha tan tem-
asistir a un acto que no se limita al oído. La información prana como 1753, Carl Philipp Emanuel Bach defendía el
sonora nos llega acompañada de aquello que nuestros ojos poder expresivo de la música y la necesaria implicación del
ven: ven a los intérpretes tocar, y por lo tanto ven a los intérprete afirmando: “Un músico emociona a los demás
intérpretes moverse. Incluso el intérprete más comedido sólo si él mismo se conmueve; es imprescindible que sienta
necesita emplear su cuerpo para producir el sonido y esa todos los estados de ánimo que quiere suscitar en los oyen-
información es significativa: lo ha sido siempre, y lo es tes, ya que de este modo les hará comprender sus senti-
especialmente en una cultura tan visual como la actual. Y si mientos y los hará partícipes de sus emociones”. Un objeti-
es cierto que desde hace más de un siglo una parte consi- vo que debe alcanzarse no sólo con el sonido sino con la
derable de nuestra escucha está vinculada a grabaciones actitud corporal: “Solamente quien sea tan insensible como
audio que no nos involucran visualmente, no es menos para sentarse frente al instrumento como una estatua podrá
cierto que, incluso si hablamos de grabaciones, el mundo afirmar que todo ello puede conseguirse sin el mínimo ges-
actual muestra una y otra vez (desde Youtube hasta los to; si bien es cierto que muecas y gestos descompuestos
canales temáticos de televisión) cuán atractivo resulta poder son feos y desagradables, expresiones y gestos espontáneos
ver al intérprete, y no sólo escucharlo. aclaran nuestras intenciones a los oyentes”.
La musicología ha tardado en hacerse eco de esta
dimensión esencial del fenómeno musical. Durante genera- El caso Liszt
ciones, de hecho, pareció volcada más bien en ofrecer
argumentos en sentido contrario: la ortodoxia avalaba un Con el paso de las décadas, mientras la vida concertística se
estudio de la música fundamentado en el dato objetivo, que convertía en el eje de la cultura musical europea, se fue
le permitiera ajustarse al modelo de las ciencias naturales, y hablando de forma creciente de la movilidad corporal.
ese “dato objetivo” parecía ofrecerlo la partitura, más que el Espectaculares eran los movimientos del gran Paganini,
sonido en sí. Pero ese tiempo ya ha pasado. La musicología emblema del virtuosismo, y aún más llamativos los de Liszt,
reciente, animada por los formidables desarrollos de la cuyo cuerpo, como recordaba el mismísimo François Fétis,
etnomusicología a partir de los años sesenta, ofrece hoy un fundador de la Revue musicale, se encontraba en “perenne
panorama muy dinámico en el que la música es entendida movimiento.” Los gestos de Liszt atrajeron tanto el imagina-
como proceso comunicativo y manifestación cultural dotada rio del público como para dar vida a una iconografía riquísi-
de múltiples vertientes. Y en este nuevo panorama, la ma, que incluye numerosas caricaturas, pero no eran gratui-
dimensión corporal de la interpretación va ganando espa- tos. Él mismo hablaba a sus alumnos de la importancia de
cios de forma imparable. encontrar un sonido que alcanzara las últimas filas de un
Las múltiples iniciativas surgidas recientemente en terri- teatro (aquéllas, comentaba, en las que suelen encontrarse
torio español son una buena muestra del interés que el cuer- los verdaderos amantes de la música, porque en las prime-
po despierta entre los investigadores: revistas (en particular ras filas se sientan a menudo quienes sólo van a “enseñar el
TRANS: Revista transcultural de música, que ya en 2005 abrigo”). Un sonido amplio y cambiante, para el cual la
dedicó al tema Música y cuerpo un pionero dosier monográ- acción del dedo ya no era suficiente.
fico coordinado por Rubén López Cano, y que desde enton- Dejando atrás la tradición clavecinística, el pianista fue
ces ha seguido ocupándose de ello en repetidas ocasiones), poniendo en movimiento partes del cuerpo antaño inmóvi-
tesis doctorales (como la de Alicia Peñalba, cargada de apor- les. El número de recursos cinéticos necesarios para ajustar-
taciones de gran calado científico) y encuentros internacio- se a la evolución del gusto musical fue aumentando expo-
nales (el Congreso Música y Corpografías organizado en nencialmente. La muñeca, el codo y el hombro permitían
2012 en la Universidad de La Rioja y coordinado por Teresa que la mano y el brazo variaran continuamente su inclina-
Cascudo y María Palacios) han contribuido a dar forma a ese ción con respecto al teclado, y a nadie se le escapó que
“giro corporal” del que habló hace años Ramón Pelinski y esos movimientos, tan vinculados a la producción del soni-
que hoy impregna el debate musicológico. do, condicionaban la escucha e involucraban al espectador.
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LA GRABACIÓN COMO
IDEAL DEL CONCIERTO
C
uando escuchamos una grabación a menudo olvida- completamente alterado. Por el contrario, Gould llegó a consi-
mos que no percibimos simplemente a un músico o derar el concierto en vivo una institución caduca y anacrónica
un ensemble interpretando una obra concreta, sino marcada por el mero exhibicionismo del intérprete, que ade-
también las tomas seleccionadas por un productor más dificultaba el verdadero contacto del público con la obra
que previamente ha registrado un ingeniero de sonido en un musical; por esa razón cambió la sala de conciertos por el
soporte sonoro. La influencia del productor sobre el resulta- estudio de grabación y renunció a partir de 1964 a realizar
do artístico de una grabación de música pop no suele poner- actuaciones publicas, limitándose en adelante a relacionarse
se en duda; pensemos, por ejemplo, en Georges Martin, el con su público a través del disco.
conocido como “quinto Beatle”, o en Phil Spector y su famo-
so “muro de sonido”. Pero en la música clásica todo ha sido La discología
bien distinto y, no sólo resulta difícil averiguar el nombre de
los responsables técnicos de un registro sonoro en numero- En el fondo de estas posturas antagónicas anida el proble-
sas ediciones fonográficas, sino que también muchos intér- ma que Walter Benjamin y Theodor W. Adorno habían
pretes se han sentido intimidados por su labor. Hay anécdo- empezado a discutir varias décadas atrás: la oposición entre
tas sumamente ilustrativas, especialmente desde los inicios el aura y la reproductibilidad, es decir, entre el carácter úni-
de la era eléctrica hacia mediados de los años veinte del siglo co e irrepetible de la obra de arte y el de su reproducción y
pasado. Entonces comenzó a registrarse la música con micró- repetición tal como se plantea en el ensayo clásico de Ben-
fono, es decir, con la misma disposición y en los mismos jamin La obra de arte en la era de la reproductibilidad técni-
lugares donde se celebraban las representaciones operísticas ca (1936). Con la grabación fonográfica, la obra musical
o los conciertos. Por ejemplo, el bajo Alexander Kipnis echó perdía su esencia irreproducible y única del concierto en
en 1933 al equipo técnico durante una grabación de Lieder vivo en favor de lo repetitivo y mecánico que introducía la
de Hugo Wolf y reconoció después haber hecho su mejor técnica. La pérdida de la experiencia aurática del concierto
disco sin ingenieros; o el director Wilhelm Furtwängler dedi- en favor de la reproductibilidad de la grabación determinó
có a Friedrich Schnapp, el ingeniero de la emisora del Reich una transformación completa y paulatina de la experiencia
durante la Segunda Guerra Mundial, un curioso halago: “Lo perceptiva que llegaría a cambiar la autoridad del concierto
más maravilloso de usted es que no les hace absolutamente por la autonomía del registro sonoro. Mientras la obra musi-
nada a sus retransmisiones”. Obviamente Kipnis hizo su dis- cal se reescribía cada vez que se interpretaba en un concier-
co de Wolf con ingenieros y Schnapp manipulaba las retrans- to, la grabación permanecía siempre materialmente invaria-
misiones de Furtwängler, pero ambas anécdotas reflejan pre- ble y se convertía, por tanto, en un documento autónomo.
cisamente ese rechazo de los músicos clásicos hacia la labor La musicología histórica, que ha vivido cómodamente
de productores e ingenieros de sonido. anclada desde el siglo XIX en el estudio de la obra musical
exclusivamente a través de la partitura, estableció una clara
Concierto versus grabación distinción entre el acto de sonar y la obra musical escrita. Y
tardó mucho en darse cuenta de la importancia que tenían
En los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, precisa- las grabaciones para documentar la enorme pluralidad de
mente cuando las grabaciones —ahora ya estereofónicas y visiones, lecturas o reescrituras que tiene una misma com-
realizadas en cintas editables dentro de un estudio— posición. En realidad, los registros sonoros permiten estu-
comenzaron a condicionar de forma determinante lo escu- diar su tradición interpretativa o la historia de su interpreta-
chado en las salas de concierto, surgieron voces muy críti- ción vista como recepción, es decir, la evolución que han
cas contra el sonido grabado y sus responsables. Kurt experimentado algunas composiciones desde la época de
Oppens, el histórico crítico y autor de notas al programa en su creación hasta nuestros días.
el Aspen Music Festival, publicó en 1963 un breve artículo Conviene recordar que una grabación sonora es la repre-
en la revista intelectual Merkur donde atacaba la pretensión sentación audible de una obra musical y está formada por la
de los registros sonoros y denunciaba su corrupción: “Las combinación de esa representación y del objeto físico donde
grabaciones sonoras roban al oyente no sólo la posibilidad esta fijada, es decir, del soporte sonoro que almacena el
de ver la producción del sonido, sino que también falsifican sonido. Estos soportes van desde el cilindro de Edison de
la interpretación, especialmente por la interferencia que 1877 hasta dispositivos electrónicos como el iPod, y suelen
representan los ingenieros acústicos y musicales”. Para dividirse en analógicos, como el LP surgido en torno a 1948,
Oppens, la posibilidad de repetir pequeñas secciones de y digitales, como el disco compacto que nació en 1982. La
una obra musical desechaba toda espontaneidad artística y grabación constituye un documento que se sitúa a medio
hacía que las grabaciones mostrasen a menudo una compe- camino entre la partitura y su interpretación, y que desde los
tencia superior a la que en realidad tenía el músico. años ochenta del siglo XX ha sido objeto de estudio de la
Los intérpretes se erigieron a partir de entonces en detrac- llamada discología (en alemán Schallplattenforschung)
tores o defensores acérrimos del medio fonográfico; los extre- cuyos métodos han sido definidos a través de la confronta-
mos de ambas posturas fueron personalizadas en esos años ción de diversas fuentes tanto textuales como sonoras, pero
por el director rumano Sergiu Celibidache y el pianista cana- también de la relación entre la composición y la interpreta-
diense Glenn Gould. El primero consideraba los registros en ción. Para la discología, las grabaciones no son simplemente
vivo de sus conciertos como una mera transcripción comple- un medio, sino una manifestación de la obra de arte musical
tamente descontextualizada de los mismos; para Celibidache en la que, a diferencia de las interpretaciones realizadas en
resultaba imposible captar en un registro fonográfico los mati- directo en la sala de conciertos, participan unos intérpretes
ces sonoros del directo al disponer de un espacio acústico adicionales encabezados por la figura del productor.
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John Culshaw en 1965 entre Hans Hotter, Georg Solti y Birgit Nilsson
durante las sesiones de grabación de Die Walküre en Viena
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El productor de hoy
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