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Autobiografía y autorretrato

Autobiografía y autorretrato

“…en el mismo momento en que vemos nuestro yo en el espejo vemos a este yo como imagen, como
otro; más aún, normalmente es confirmado por otro otro.”

(Hal Foster, 2001, El retorno de lo real, p.214)

El presente trabajo ahondará en el concepto de autobiografía como des–figuración.


Idea que plantea Paul de Man sobre este género, quien pone el acento sobre su carácter
literario y por lo tanto, sobre la implicancia de la transformación, propia de la estructura
lingüística. Desde esta perspectiva, la autobiografía no es un relato sobre la vida real de
un sujeto; sino que es el producto de la figuración característica de los recursos de estilo,
que a ese sujeto, lo desfiguran y al mismo tiempo, lo simbolizan. Expresa Guash (2009)
que en este sentido: dos sujetos (un yo pasado y otro presente, el yo autobiográfico y el
yo real) se reflejan mutuamente y se constituyen a través de esta reflexión (p.19).
Siguiendo en esta línea, expresa la autora:

…de las tres fases correspondiente a los tres órdenes de los que se compone la
palabra autobiografía: el bios, el autos y el grafé, Paul de Man apuesta
decididamente por el grafé, es decir por la escritura, como un conjunto de tropos y
metáforas (“la estructura tropológica que subyace a toda toda cognición”, afirma de
Man) y por una organización textual de este impulso, acto o espacio autobiográfico,
basado en la conjunción de tres elementos básicos: la memoria, la metáfora y el
lenguaje (Guash, 2009, p.19).

Tomando las ideas del autor y sobretodo el concepto de grafé como referencia
para realizar la tarea; se intentará representar una autobiografía visual. El autorretrato
hecho a lápiz y con papel serán el medio y los materiales para la representación.
La elección del autorretrato se justifica por relacionarse con la idea de
autobiografía de forma más directa. Ahora bien, este retrato se construirá paso a paso , es
decir, parte por parte y esto es crucial, pues cada una de ellas estará simbolizada a través
de metáforas, conformando en su encadenamiento: una alegoría. En el resultado práctico
y final de esta tarea, los sentidos captados a a través de los órganos del rostro están
distorsionados pues el mismo ha sido deformado. Por ejemplo, uno de los ojos del dibujo
está tapado y cocido, mientras que el otro mira de forma desviada pues una nariz rota le
impide mirar al frente. Por un lado, la visión ha sido casi anulada por completo, salvo
por una pequeña posibilidad de observar las cosas de forma colateral, nunca directamente.
Es claramente un metáfora, de lo que no se puede ver, lo que no se puede conocer, pues
alguien ha cerrado ese ojo (¿la cultura?, ¿La religión?, ¿el dinero?, ¿los medios de
comunicación?) y además, de una forma tremendamente agresiva. También el resto del
rostro está construido por metáfora: la boca, las orejas, la forma del cráneo....
Esta referencia a la alegoría tiene su fundamentación en la fragmentación, producto de
los tropos (de la grafé) de los que habla Paul de Man, como característica del género.
También Guash, (2009) referencia a Barthes para iluminar acerca las divisiones o
disociaciones propias de este lenguaje:

La autobiografía de Roland Barthes puede por encadenamiento de convergencias ir


y venir (…) es el movimiento vital del texto, ya que hace emerger la vida, la
evolución de un “yo” autobiográfico. En resumen, el último referente es menos el
individuo que se mira a sí mismo que el individuo auto-bio-gráfico que se mira
escribiendo. Y aquí lo que cuenta es el acto de mirarse en el momento de consumar
el acto autobiográfico con todo lo que ello implica: la división de uno mismo, la
dispersión de los fragmentos en un plano que los reenvía y reúne (pag.17).

Además, es posible que la desfiguración en el autorretrato sea una forma de traducir


la grafé al mundo visual. En este sentido entran a jugar las relaciones entre el rostro como
un elemento de identidad, que al transformarse o mostrarse de una forma distinta a la
cotidiana, pone de relieve la existencia de fronteras porosas entre el “yo real” y el “yo
autobiográfico”.
A modo de conclusión, caen las máscaras que crean a estos “yo”. Se acepta que la
grafé y su desfiguración despoja de las máscara, pero también es posible que las cree:

Ello justifica y explica la confluencia de dos sujetos en el momento autobiográfico:


el que dice yo (una suma de bios y autos) y el que escribe yo (el grafé) o, en otras
palabras, entre el “yo real” y el “yo autobiográfico” que, desde la estructura
lingüística y tropológica, funciona como máscara que no sólo oculta el “yo real”,
sino que lo des-figura” para acabar reconstruyéndolo: “El interés de la
autobiografía sostiene Paul de Man, no reside en que revela autoconocimiento fiable
–no lo hace- sino en que demuestra de manera sorprendente la imposibilidad de
cierre o de totalización de todos los sistemas textuales hechos de sustituciones
tropológicas” (Guash, 2009, p.19).
Bibliografía

Guash, A.M. (2009). Autobiografías Visuales: del archivo al índice. España: Ediciones
Siruela.
Foster, H. (2001). ¿y qué pasó con la posmodernidad?. El retorno de los real: la
vanguardia a finales de siglo, 7, 209-230.
Solans, P. (2003). Del espejo a la pantalla: derivas de la identidad. Arte, cuerpo y
tecnología, 110-137.
Ardenne, P. (2004). Figurar lo humano en el S.XX. Cartografías del cuerpo: la dimensión
corporal en el arte contemporáneo, 35-45.
Sánchez, P. (2005). Arte(s) abyecto(s): el cuerpo en el panorama artístico contemporáneo.
Contrapuntos Estéticos, 147-160.

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