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Primer Congreso Red de Investigadores Sociales Sobre Agua 1

18 y 19 de marzo de 2010

SIMBOLISMO Y TECNOLOGÍA DE LA CHINAMPA EN EL MÉXICO PREHISPÁNICO

José Luis MARTÍNEZ RUIZ


Instituto Mexicano de Tecnología del Agua
jlmartin@tlaloc.imta.mx

Resumen
En este artículo se estudia la chinampa en la cosmovisión indígena, el cual se
aborda tanto en sus aspectos simbólicos como en lo tecnológico. En cuanto lo
primero, relaciono a la chinampa y sus ahuejotes como un referente de la
función de los árboles cósmicos que sostienen la bóveda celeste, mediante ello,
se conserva el espacio y se permite la circulación del tiempo. La chinampa es
pues un baluarte del paisaje ritual, una metáfora viva de la imagen del cosmos
indígena: En cuanto a lo segundo, se expone que la chinampa forma parte de la
cultura hidráulica mesoamericana y que esta tecnología de riego con base a una
infraestructura hidráulica fue uno de los soporte económicos y políticos
estratégicos para consolidar el poder de los mexicas en el Valle de México, por
ello sin el control del agua, su infraestructura y simbolismo asociado no era
posible ejercer el gobierno.
1.- La chinampa en las fuentes documentales del siglo XVI
En cuanto a las fuentes históricas, en la Crónica Mexicáyotl, se advierte que los
grupos nahuas durante su peregrinaje por la cuenca, utilizaban conocimientos
hidráulicos para la agricultura y no les era desconocida la tecnología de las
chinampas. Cerca de Coatepec, la tribu mexica, creyendo que habían llegado a
su destino, hacen una presa que luego su dios los mandará destruir:
“Y Huitzilopochtli planta de inmediato su juego de pelota, coloca su
“tzompantli”. E incontinenti obstruyeron el barranco, y la cuesta empinada,
con lo cual se reunió, se represo el agua”. (Tezozómoc, 1998:32).
Más adelante, en su paso hacia el Valle de México, en la primera mitad del siglo
XII, se menciona la construcción de una chinampa:
“Luego fueron a dar a Tullan, donde no permanecieron, se acercaron acá
por Atitalaquía, por Tequixquiac, donde hicieron su chinampa, que llamaron
“chinamitl”.” (Tezozómoc, 1998:37).
Otros sitios donde hicieron chinampas los mexicas, fueron Cuachilco, Xaltocan,
Epcoac, lugares ubicados al norte de la cuenca de México.
En otro momento de sus avatares, ya asentados en lo que sería Tenochtitlan, en
el tiempo que reinaba Acamapichtli, culhuacano de ascendencia, fue cuando,
Tezozomoc señor de Azcapozalco ante el crecimiento de los mexicas, les exige
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en tributo que les entreguen sauces y ahuehuetes crecidos y listos para


plantarse, que además le hagan una balsa sobre el agua, y que en ella traigan
flotando un sembradío de plantas de maíz, calabaza, frijoles, bledos, chile, etc.
(Duran,1995:101). Es probable que los de Azcapotzalco consideraran a los
mexicas gente bárbara e incapaces de conocer cómo hacer una chinampa
flotante y que esa haya sido la razón de pedirles tal tributo, la cuestión es que
probablemente los mexicas, antes de arribar a la cuenca desconocían el uso de
la chinampa agrícola, y que hayan aprendido esta tecnología mediante el
contacto con los pueblos ribereños que los antecedieron, y de ahí la sorpresa de
Tezozomoc de ver el dominio chinampero de los aztecas y su capacidad para
adaptarse y sacar el mejor provecho de la vida lacustre.
Esta misma anécdota, es referida para los Xochimilcas, en este caso, el año 1263,
cuando gobernaba Acatonalli, Tlotzin, Señor de Tenayuca, les demanda como
tributo una sementera flotante en plena producción que fuera acompañada de un
ave anidando y a punto de que sus polluelos nacieran. (Peralta y Rojas,1992:22).
Acontanalli cumple con lo requerido inventando la chinampa, más adelante, este
mismo Tlatoani, preocupado por incrementar el sustento de su pueblo, propone
multiplicar las sementeras sobre las ciénagas, para ello, utilizaron recortaron las
cintas de vegetación que flotaban por las lagunas y mediante un cercado de varas
las encajonaran, para luego rellenarlas de lodo y tules, con el fin de tener suelo
en el agua para sus cultivos. De estos datos sólo puede inferirse que las
chinampas eran conocidas de por lo menos antes del siglo XII y que era una
técnica dominada por los diversos pueblos ribereños.

Fig.-1 Códice Magliabechiano


1.2.- El diluvio y la chinampa como metáfora del cosmos
Uno de los temas recurrentes de la cosmovisión mesoamericana es la
destrucción y construcción del cosmos, para los pueblos prehispánicos, antes de
formarse nuestro sol –el quinto hasta ahora- han existido otros y que dieron
origen a 4 eras solares. En los mundos que nos antecedieron, se dan los primeros
ensayos de humanidad y los alimentos anteriores al descubrimiento del maíz. En
cada periodo, domina un elemento natural, que puede ser el fuego, la tierra, el
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viento o el agua, son estos mismos los causantes de la ruina de cada teogonía
solar.
Así, a cada era que se ha creado le corresponde un sol y un signo de destrucción,
sucediéndose uno tras otro, los 4 soles que han precedido nuestra época, son:
sol-fuego, sol-viento, sol-tierra y sol-agua (Atl-Tonatiuh).En algunos casos son
seres que representan a éstos y contribuyen a su devastación, como los jaguares
que devoran a un remedo de humanidad. En el quinto sol se crea al tiempo, al
hombre y su sustento: el maíz. En el marco de está dinámica mítica de alternar
entre la génesis y el Apocalipsis. En el caso del sol cuya destrucción fue causada
por un diluvio, observo que una tendencia del sistema mítico mesoamericano
para la renovación del cosmos, fue que para alzar el cielo que se desplomó con
las lluvias torrenciales, los dioses tutelares se transformen en árboles cósmicos.
De ese modo logran levantar, sostener y apuntalar de nuevo la bóveda celeste.
Respecto al diluvio y con referencia a la chinampa, en la Historia de los
Mexicanos pintado por sus pinturas, la restauración del cielo, y en concordancia
con el paradigma de la génesis indiana, los dioses se transforman en árboles
celestiales:
“Vista por los cuatro dioses la caída del cielo sobre la tierra, la cual fue el año
primero de los cuatro, después que cesó el sol y llovió mucho –el cual era el año
tochtli- ordenaron todos los cuatro de hacer por el centro de la tierra cuatro
caminos, para entrar por ellos y alzar el cielo. Y para que los ayudasen, criaron
cuatro hombres: al uno dijeron Cuatémoc y al otro, Itzcóatl, y al otro Itzmali
(t.v. Itzmalli) y al otro, Tenexuchitl. Y criados estos cuatro hombres, los dos
dioses, Tezcatlipuca y Quetzalcóatl, se hicieron árboles grandes. Tezcatlipuca,
en un árbol que dicen tezcacuahuitl que quiere decir “árbol de espejos”, y el
Quetzalcóatl en un árbol que dicen quetzalhuexotl. Y con los hombres y con los
árboles y dioses alzaron el cielo con las estrellas como agora está.”(Garibay,
1996:32).
Aquí queda de manifiesto el carácter divino del huexotl, sostén del cielo, vuelto
un árbol-dios, alegoría de Quetzalcóatl que, junto con Tezcatlipoca, recordemos
crean a la tierra, al cielo y a los dioses del agua.
1.3.- El ahuejote árbol divino
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Fig. 2- Ahuejotes Microcuenca Xochimilco-Chalco


Foto: José Luis Martínez Ruiz, 2003.
Precisamente, esta divinidad dendrita del quetzalhuexotl en el que encarna
Quetzalcóatl, no es otro que el ahuejote (Salix bonplandiana) y que en su
momento contribuyó a formar un paisaje singular en el Valle de Anáhuac, su
etimología revela su esencia.
Este vocablo en español lo podríamos traducir como árbol de verde precioso y
alegóricamente nombrarse, divino sauce en el agua o precioso sauce esmeralda
en el agua. El Rey-Poeta, de Texcoco, expresa está visión en uno de sus poemas:
“Se han levantado columnas de jade/de en medio del lago se yerguen las
columnas, es el Dios que sustenta la tierra y lleva sobre sí al Anáhuac/sobre
el agua celeste. Flores preciosas hay en vuestras manos (en referencia a
Moctezuma) con verde sauces (ahuejotes) habéis matizado a la ciudad.
(León Portilla, en DDF Memorias de las Obras,T-I, 1975:8).

Fig.3- XVI Trecena Códice Borbónico


Xolotl y Tlalxitonatiuh (Sol tocando la tierra)
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Obsérvese que en la esquina izquierda superior, se presentan dos deidades que


simbolizan al sol por su paso al inframundo, situadas en el plano del mundo
terrestre, la pareja está circunda por el agua unida al cosmos y que al quedar
ligadas forman las paredes cósmicas del agua
Desde la perspectiva simbólica, el ahuejote para los pueblos chinamperos
nahuas, es considerado un árbol sagrado, vital para mantener la estructura
arquitectónica celestial-terrestre. De acuerdo a la imagen que se desprende del
modelo cósmico de los pueblos mesoamericanos y, bellamente proyectada en el
poema de Nezahualcóyotl, la tierra fue concebida como una especie de plato
rodeado de agua y unido a la bóveda celeste,(ver la lámina correspondiente a la
XVI Trecena del Códice Borbónico). La estructura del cosmos fue dividido en
esferas aplanadas que formaban una serie de pisos ascendentes y descendentes,
en el que la superficie de la tierra servía de plataforma divisoria entre el cielo y
el mundo subterráneo. Estos espacios, como es bien sabido, eran habitados por
diferentes deidades cuya misión era mantener el equilibrio del mundo.
1.4.- El levantamiento del cielo da origen al tiempo y a los rituales

Fig.4 .- Dibujo de López Austin


En Tamoanchan y Tlalocan, (1994:21)

Los árboles cósmicos daban lugar al axis mundis y constituían los vasos
comunicantes entre los 3 niveles, son los caminos por los cuales transitan y
habitan las deidades, son los pilares en la que descansa el orden del mundo.
López Austin1 piensa que estos cuatro postes deificados son los “caminos de los

1
Al respecto escribe López Austin: “Por el interior de los postes huecos viajaron los
dioses procedentes del cielo y de las profundidades de la tierra. Su encuentro fue
pecaminoso. No debían volver a unirse las dos partes del cuerpo de Cipactli. Los
dioses de arriba y los de abajo eran fragmentos del cuerpo dividido de la diosa, y
el connubio era la violación de la separación original. El pecado, sin embargo fue
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dioses” a través de los cuales se desplazan las “esencias divinas” que por tener
naturalezas distintas, se contraponen. A través de este juego de fuerzas
celestiales y del inframundo en permanente oposición y combate teogónico, dan
origen al “transcurso del tiempo”, por lo que la humanidad quedará regido por el
devenir de los días (Austin,1994:20). Esta interpretación es de enorme
relevancia, ya que al levantar el cielo se crea también el espacio e implica la
creación de los astros y su rotación, -recuérdese que en otros relatos,
Tezcatlipoca y Quetzalcóatl crearon la Vía Láctea y que a este último se le
representa como Venus, y aquél está asociado con la constelación de la Osa
Mayor-. Este movimiento de los astros inaugura el tiempo y sus divisiones que dan
pauta a los ciclos estaciónales, como advierten David Freidel, Linda Schele y Joy
Parker:
“La puesta en pie del axis mundis no sólo elevó el cielo de su posición
tendida sobre la tierra sino que también imprimió cierto movimiento a los
campos de estrellas. Aquel desplazamiento fue el principio del tiempo y del
espacio, pues es mediante el movimiento de las estrellas, la Vía Láctea y los
planetas como los seres humanos calculamos el paso del tiempo” (Freidel et
al 2001:71).
Al depender de la temporalidad, los hombres quedan inscritos en el ciclo de
vida/muerte, espacio/tiempo; además -agrego-, destinados a trabajar para su
mantenimiento y a honrar a los dioses con ofrendas y sacrificios en tributo por
darles residencia, vida y sustento; es también el fundamento de la ritualidad y
la sacralización de la geografía espacio-temporal. Es la base para formular los
calendarios que integraran y organizaran la vida social, ritual y simbólica de los
hombres. El hombre contrata una deuda de “vida” con los dioses, en pago hará
ofrendas, rituales, tributo y sacrificio a las deidades. Por eso señala Broda, que a
este acto de devolver lo prestado, se le llamaba nextlahualli o sea, “la deuda
pagada”. (Broda, 1971:276 y 2001a:299).
Los rituales son un medio de expresión-representación-escenificación para llevar
a cabo las acciones de “pago”. La tierra entonces, entre otras cosas, se vuelve
campo de trabajo y territorio sacro. El paisaje cobra sentido, se carga de
símbolos y, a través del cual pueden encarnarse o manifestarse los dioses o sus
esencias, que los rituales y mitos reafirman. Realidad y mito se funden en la vida
agroreligiosa, el hombre y la divinidad se ligan en el ritual, entonces los
hombres se vuelven los hombres de maíz, encarnan la metáfora, vivifican el
mito. Tal y como puede verse en el mural del Templo Rojo en Cacaxtla, en el
que de la planta de maíz los frutos son cabezas de hombres.
1.5.- El agua y el cosmos
En otro momento del relato de la génesis indiana del mundo, (que se empalma

productivo, porque de la unión de los dioses del cielo y del inframundo nació el
transcurso del tiempo.” Tamoanchan y Tlalocan (López Austin, 1994:20).
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con la creación de los árboles cósmicos y los tlaloque de los puntos cardinales, y
que ahora en menor o mayor medida subyace en las principales fiestas católicas)
se menciona que la creación de la tierra se hace a partir de una bestia que
habita en el agua primigenia. De acuerdo a la narración mítica
citada,(Cfr.Garibay 1965:25) la tierra fue hecha a partir de un enorme peje
llamado Cipactli,(lagarto) en otro texto mítico citado en Histoire du Mechique, la
tierra es hecha a partir de un monstruo repleto de ojos y fauces que los dioses
depositan en el agua, en esta versión, la formación de la tierra, se cuenta de
este modo:
”Dos dioses, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca2 bajaron del cielo a la diosa Tlatecutli,
la cual estaba llena por todas las coyunturas de ojos y de bocas, con las que
mordía, como bestia salvaje. Y antes de que fuese bajada, había ya agua, que no
saben quien la creó, sobre la que esta diosa caminaba. Lo que viendo los dioses
dijeron el uno al otro: “Es menester hacer la tierra”. Y esto diciendo, se
cambiaron ambos en dos grandes sierpes, de los que el uno asió a la diosa de
junto a la mano derecha hasta el pie izquierdo, y el otro de la mano izquierda
al pie derecho. Y la apretaron tanto, que la hicieron partirse por la mitad, y del
medio de las espaldas hicieron la tierra y
la otra mitad la subieron al cielo, de lo cual los otros dioses quedaron muy
corridos.”(Garibay, 1965:108).
Superponiendo las dos imágenes que proyectan los árboles cósmicos y la creación
de Tlaltecutli, (advocación de Tláloc), tenemos por un lado, que la tierra
formada es imaginada como una isla rodeada de agua (en algunos casos
representada como tortuga y otras como tortuga-jaguar) en cuyos extremos la
mar y el cielo se unen para formar las paredes del agua cósmica(ilhuicaatl)(Broda
1991b:482;López-Austin, 1996:64).Por otra parte, erguidos hacia los 4 puntos
cardinales las deidades vegetales,(en otros casos iconográficos, son 4 Tlaloques o
4 iguanas como en los Mayas)sostienen la bóveda celeste, dividida en una serie
de pisos cósmicos. (López Austin citado por Broda 1991b:485).
De acuerdo a este modelo, por encima de la tierra se edificaron 13 basamentos
celestiales, los primeros cuatro de abajo hacia arriba corresponden a los cielos
iniciales inmediatos a la superficie de la tierra y que son también morada de
dioses. De este segmento, el nivel más bajo que topa con la tierra era habitado
por la luna y en él se localizaba el Tlalocan, mientras que el cuarto cielo era
habitado por Huixtocíhuatl, la diosa de las aguas saladas. Por debajo de la
plataforma terrestre se formaron otros 9 pisos, asiento de las deidades del
inframundo, pero también es al interior de los cerros y montañas que suele
ubicarse al Tlalocan.El reino de Tláloc, otras fuentes lo sitúan al oriente.(Paso y
Troncoso, ed.1993:164). Es de señalarse, que tanto en el cielo como en las
propias entrañas de los cerros, se localizan entidades o representaciones

2Los mismos que se transforman en árboles cósmicos que vimos anteriormente y que
crean los astros.
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paradisíacas del agua, ¿se trata de reinos diferentes o son dos residencias por las
que fluyen los dioses del agua? Más que una contradicción, me parece que esta
situación tiene que ver con la dinámica física del ciclo del agua, y que como
buenos observadores de la naturaleza, se da cuenta de la importancia de este
elemento en su constante movimiento hídrico del cielo a la tierra y viceversa,
incluido el almacenamiento subterráneo del agua.
Agua y cielo se confunden como en un espejo y su reflejo parece hundirse al
submundo. Nezahualcóyotl en otra parte del poema que vimos adelante, en sus
metáforas comparaba al lago, con un espejo de jade:
“Aquí es México, dónde tu gobernabas Itzcóatl,/Por él, tienes tú ahora
estera y solio. Donde hay sauces blancos, sólo tú reinas./Donde hay blancas
cañas, donde se extiende el agua de jade,/ Aquí en México.”
(Garibay:1965).
De hecho, hay quienes han señalado que el lago servía como un mirador del
cielo, ¿acaso el reflejo del cielo estrellado en el agua tuviera un uso
astronómico? (cfr Sullivan, 1991:206).Es de recordar que Sahagún menciona el
arte la hidromancia que se hacía lanzando maíces masticados en jícaras con
agua.
Ya hemos visto, que el otro árbol cósmico en el que se transmuta Tezcatlipoca,
es el tezcacuahuitl. En una afortunada descripción, Cordero López, ve en el
reflejo del ahuejote pintado en el lago, la corporeidad de esta deidad arbórea,
ya que “parece ir al encuentro del cielo del inframundo y sostenerlo, es el
reflejo del Quetzalhuéxotl es el espejo de los acalotes y lagunas de la
chinampería.”(Luna de la Vega,1991:23).Es posible, aunque no tengamos un dato
etnográfico o histórico que lo confirme, que esta imagen reflejada del ahuejote
en los acalotes, (la cual puede uno verla al recorrer el lago de Xochimilco o de
Chalco) visualmente, parece que se hunde hacia lo profundo del agua y que
desciende al inframundo. No es incongruente, pensar en esta imagen que duplica
al sauce, sea el reflejo del ahuejote. Tezcatlipoca como deidad par y opuesta de
Quetzalcóatl, está asociada al espejo, al engaño, a la simulación. La formación
de una imagen en el agua es una forma de ilusión que alude a diferenciar los
atributos de un dios y otro, y hace recordar que el mundo es tan frágil que puede
disolverse como la imagen del ahuejote pintada en el lago.
1.6.- Juego de espejos
La cosmovisión indígena no es ajena al juego de espejos y a la idea de la
dobletud. El nahualismo es una de sus expresiones más complejas, además, en
esta idea de lo doble, de lo múltiple y de lo metafórico, la serpiente como el
axolote, ese anfibio habitante del lago de Xochimilco, son gemelos de
Quetzalcóatl.Por otra parte, el propio nombre de Tezcatlipoca da cuenta de esta
particularidad: Espejo que humea, ligado a la piedra de obsidiana que de oscura
y reluciente hace las veces de objeto reflejante, además es un dios que trae la
sequía, la hambruna y castigo a los pecadores.Recuérdese que en mayo se le
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veneraba en la veintena de Toxcatl a quien según Durán, se le hacía rogaciones


de lluvia, por miedo a que enviara alguna sequía o que las lluvias cesaran. Al
respecto es interesante lo que anota Lawrence E. Sullivan:
“And this terrible symmetry of water – the water of this especular world of
sky, mountain, and land- converges toward the world center of
Tenochtitlan, the theatrical state in wich all reality is mirrored in rite and
drama. This is the world wherin Tezcatlipoca, the “dark mirror,” is
everywhere.”(Sullivan, 1991,p. 206).
En ese sentido, el lago como espejo duplicaba el paisaje de la cuenca, volcanes,
cerros, montes, cielo y astros replicaban su imagen en las aguas lacustres. El
lago como espejismo y puerta de la oscuridad del inframundo, podría pensarse
como territorio de Tezcatlipoca. El agua como mirador es semejante al
ytlachiayan, espejo en el que esta deidad “veía todo lo que se hacía en el
mundo”. (Durán, 1995,V-II,p.48). Ver el agua es ver el cosmos, y en él se pensaba
que estaba escrito el destino de los hombres y sus pueblos. Si se acaba el agua
termina el mundo. Así entonces, en el marco de esta cosmovisión, la chinampa al
igual que el Templo Mayor3, resulta una reproducción a escala de este modelo
cósmico, pues ésta, consiste en una isleta circundada por el agua por sus cuatro
costados y cuya tierra es tejida y edificada por las manos del hombre. En esta
proyección de la chinampa como metáfora de la imagen del cosmos, es relevante
el papel de los ahuejotes. Se sabe que esta parcela rectangular, para que se
mantenga unida se le cerca de estos árboles. En términos míticos, por su esencia
divina, evitan que el cielo se desplome, permanezca el espacio y circule el
tiempo, pero igualmente, está estructura puede ser de un momento a otro
barrida por Tezcatlipoca o por Chalchiuhtlicue y hacernos ver que la ilusión es la
realidad.
1.7.- Arqueología de las chinampas
Los trabajos iníciales de Pedro Armillas, Robert C. West, William T. Sanders,
Ángel Palerm, Eric Wolf, en los años 50 y más recientemente Teresa Rojas, han
insistido en que el conocimiento y aplicación de la tecnología hidráulica, de riego
y por extensión, los sistemas de colección de agua pluvial, son rasgos
fundamentales para comprender a los pueblos y sus complejos desarrollos
culturales mesoamericanos.Palerm levantó con base a documentos históricos del
siglo XVI y ciertas evidencias arqueológicas, un mapa geográfico de la
distribución del riego en poblados prehispánicos dentro del área central y
occidental de Mesoamérica, encontrando, que en el territorio de 16 entidades

3
Johanna Broda ha mencionado que el Templo Mayor de Tenochtitlan se puede
considerar como “una réplica de la imagen que los mexica tenían de la tierra ya
que concebían ésta como Cemanahuac, “el lugar rodeado por agua”, en forma de
un disco flotando sobre el agua”, (Broda 1991:479), recordemos que algunas
construcciones de la capital mexica, se cimentaron usando la tecnología
chinampera.
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estatales del México actual, se identificaron 382 localidades diferentes que


practicaron algún tipo de agricultura de riego y ligadas antiguamente con
asientos prehispánicos. (Palerm y Wolf,1992:82) A partir de estos estudios,
mucha tinta ha corrido, hoy en función de los avances que la arqueología ha
tenido en materia de investigación sobre colección de agua, irrigación e
hidráulica, se tienen evidencias materiales de obras hidráulicas y
almacenamiento que se remontan al Preclásico,(Rojas, 2001,pp.31-39;García et
al.2000,pp. 10-11) a esta evidencia pertenecen las pozas de colección de agua
de lluvia, hechas en promontorios del poblado olmeca de San Lorenzo, Veracruz
(1200-900 a.C.)(León Portilla, 1992:11).El canal y una presa de almacenamiento
de agua que existe en el sitio olmeca de Teopantecuanitlán, Guerrero, y que es
probable, servía para fines de irrigación agrícola. Se calcula que podrían tener
una antigüedad de 3000 años. (Martínez Donjuan, 1995). El sistema de riego por
canales de Santa Clara Coatitla ubicada al norte de la cuenca de México, se
remonta al 900 a.C. En el Valle de Tehuacan, (Puebla), para los años 700-600
a.C. se construyó la presa identificada como Purrón o Maquitongo. Otras obras de
importancia, son la presa almacenadora de Xoxocotlán, en Monte Albán, Oaxaca
(550-400 a.C.) y, lo que parece ser un antiguo sistema de canales, es el
localizado en Hierve el Agua, a unos cuantos kilómetros de Mitla, Oaxaca,
datado entre 300 a.C. y 1200 d.C. (Doolittle,2004).
Es indudable que el tiempo le ha dado sobradamente la razón a Palerm y a Wolf,
cuando escribieron en los años 50: “...el regadío debe ser añadido a la lista de
elementos culturales característicos de Mesoamérica.”(Palerm/Wolf, 1992:64).La
chinampa forma parte de esta tradición hidráulica y de riego que caracteriza a
Mesoamérica.
En el marco de estas investigaciones, uno de los temas no resueltos, es la fecha,
el lugar y quienes iniciaron el uso de las chinampas. En principio este sistema
originado en los humedales de agua dulce, puede desarrollarse sin necesidad de
contar con obra hidráulica. De acuerdo con Palerm, las chinampas pueden
considerarse de dos tipos, las de tierra adentro formadas mediante drenes y las
que se levantan en las ciénegas por acumulación de suelo orgánico, llamadas de
laguna adentro, éstas últimas parecen ser que se originaron en la cuenca de
México. Es interesante anotar, que el uso de la tecnología de construir tierra
antropogénica en cuerpos de agua cenagosos o someros, también se aplicó en
utilizarla como cimientos para edificaciones4,(Serra, 1995:51, en Rojas, 1995) a

4
Los estudios de Serra Puche en Terremote-Tlalteco en la antigua zona ribereña del lago
Chalco-Xochimilco, revelan que la construcción se hizo con un cerco de troncos
para formar un cuadrilátero al que se rellenó de lodo y capas de tule para formar
el suelo. Según Serra Puche, éste basamento sirvió para levantar edificaciones.
En este caso la tecnología de crear suelo artificial sobre la zona lacustre, su fin
no fue el agrícola, pero como la misma Serra Puche advierte, no descarta que
otros asentamientos cercanos, sí hayan construido chinampas con fines agrícolas.
(Serra,1995:51, en Rojas, 1995)
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estos terraplenes que se han ubicado en el antiguo lago de Texcoco y en las


riberas antiguas de Chalco-Xochimilco, se les conoce popularmente como
tlateles. El uso de las chinampas como parcelas agrícolas –aunque
arqueológicamente no se ha comprobado del todo- es posible que se remonte a la
etapa del Preclásico, entre el 659 al 300, en la fase conocida como Ticoman
Tardío, (Palerm-Wolf 1990,p.84;West y Armillas en Rojas, 1993,pp.114-115;Serra
1988:22;Serra 1994:32). Sin embargo, para el arqueólogo William T. Sanders, la
presencia de las chinampas son situadas en una época más temprana, entre 1300
y 800 a.C. (Rojas, 1995:62).
Aunque no se tiene la certeza para determinar la antigüedad de las chinampas,
para varios especialistas del tema, este sistema es probable que tenga alrededor
de 2000 años de existencia y que éstas hayan empezado a construirse a las
orillas de los lagos dulces. Debido a sus condiciones geohídricas más óptimas,
una de las zonas propicias para que surgiera esta forma de aprovechamiento de
humedales, fue la región de Chalco-Xochimilco. En especial los estudios
arqueológicos de Pedro Armillas realizados en la isla de Xico y sus alrededores,
encontraron asentamientos de origen teotihuacano y tolteca y, aunque hasta la
fecha, no se ha podido sustentar con evidencias sólidas, es posible que estos
antiguos colonizadores de la cuenca, hayan construido chinampas agrícolas.
Aunque durante el periodo que va del año 100 a 1200 d.C., a causa de situaciones
climáticas no fue un periodo favorable para que la chinampa se propagara como
un sistema masivo de cultivo. (Armillas en Rojas, 1993:194).
Lo que sí es un hecho contundente, para el periodo que va de 1400 a 1600 d.C.
las condiciones físicas del lecho lacustre tanto en volumen, profundidad y calidad
del agua, fueron idóneas para la construcción de chinampas. La investigación de
Pedro Armillas probó con su estudio que el nivel del agua de la subcuenca
Xochimilco-Chalco, era por debajo de los 2 238 metros s n/m. Y que esta altura
promedio resultaba idónea para hacer chinampas, ya que si el agua desciende
demasiado o rebasa exageradamente éste nivel, las chinampas, corren el riesgo
de secarse o hundirse. (Armillas, en Rojas 1993:195).La topografía del piso
lacustre de la cuenca, es como una llanura más o menos plana con ciertas
elevaciones que daban lugar en los tiempos prehispánicos, a islas e islotes y a
subdivisiones lacustres y pantanosas. Esta constitución geológica, condicionó la
formación de lagos extensos y poco profundos, aunque no exentos de variaciones
debidos a cambios extremos en la temporada de sequías o lluvias. Por lo que se
considera que durante la época azteca, la zona lacustre de Chalco-Xochimilco,
dado el nivel y el volumen constante de agua, fueron ideales para edificar las
chinampas. Coincidentemente es durante el auge del Estado confederado de la
Triple Alianza, que se tiene la época de apogeo del cultivo chinampero en la
Cuenca.5 No obstante, la tendencia de los cuerpos lacustres era de mantenerse
5
“¿Cuáles fueron las condiciones ambientales que estimularon la expansión de las
chinampas en la época azteca? Con está consideración, probé el nivel normal en
la zona de Tláhuac, para los siglos XIV al XVI, probé de la excavaciones que
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en niveles estables que permitían el aprovechamiento agrícola chinampero, la


presencia de fenómenos extremos meteorológicos, como las sequías, crecidas,
granizadas, vientos o heladas, hacía que la toda la zona chinampera, dependía de
estas fuerzas controladas por los dioses, especialmente lo relacionado con las
precipitaciones pluviales o los periodos de sequía.
1.8.- Las chinampas y las obras hidráulicas.
En la cuenca de México, los diferentes grupos que se asentaron después de la
caída de Tula en el siglo XII, desarrollaron una serie de tecnologías hidráulicas e
impulsaron la agricultura de riego a través –entre otras alternativas- de la
chinampa. Este sistema lacustre de cultivo, encuentra su máxima expresión al
formarse la Triple Alianza. Bajo la hegemonía de los mexicas, se conformó un
sistema hidráulico, consolidándose la rica tradición de cultura lacustre y de
agricultura intensiva de riego. Y si a ello, le sumamos los otros tipos de técnicas
agrícolas, como el terrazeo, secano o sistemas de riego por canales, dio como
resultado, la formación de una sociedad cuyo funcionamiento dependía en sumo
grado del agua.
Ejercer el dominio del agua, implicaba, por una parte, el control, uso y manejo
físico del agua, y por otra, el manejo del aparato simbólico desarrollado en la
cosmovisión indígena para mediar y comprender los designios de los dioses del
agua, de la agricultura y de la fertilidad, expresados en la geografía ritual de la
cuenca. El papel destacado de la lluvia y del cultivo del maíz, particularmente,
se refleja intensamente en la cosmovisión indígena, especialmente en las
múltiples ceremonias y rituales plasmados en sus calendarios y que regían las
actividades agrícolas, sociales y religiosas. (Broda, 2001b:206). Sin embargo, no
es posible caracterizar a la Triple Alianza como un estado hidráulico, esto a
causa de que la organización social, tenía otros pilares que la hidráulica para su
sostenimiento, como la tributación, el comercio y la guerra florida. No obstante,
tampoco, puede soslayarse la importancia de la tecnología hidráulica en la
composición de la sociedad mexica, sus aliados y sus vasallos, de hecho, la caída
de Tenochtitlán es debida en buena medida porque Hernán Cortés, para lograr la
conquista de la capital de los mexica, dispuso de una estrategia acuática, que
incluía el combate naval y el control de la infraestructura hidráulica.
1.9.- El sistema hidráulico como parte de la estructura del gobierno
confederado de la Triple Alianza
Cortés y sus hombres después de atravesar el paso entre el Popocatépetl y el
Iztaccihuátl, los legendarios volcanes que se alzan como guardianes de la cuenca,

realicé en 1968. En los pozos de prueba que se hicieron para investigar la


estructura artificial, se encontraron pisos y muros que datan de los tiempos
aztecas, a una profundidad que indicaba el nivel de la laguna en la época de
lluvias era inferior a los 2 238.8 m lo cual es, justamente, el nivel del piso en el
asentamiento más bajo, cuando comenzaron las construcciones en esta zona.”(En
Rojas, Armillas 1993:195).
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pasan por Amecameca, luego se internan por la provincia de Chalco.A su paso por
la zona lacustre, quedan impresionados de encontrar poblados enclavados en las
lagunas, dice Cortés:
“E todavía seguía el camino por la costa de aquella gran laguna e a una legua del
aposento donde partí ví dentro de ella, casi dos tiros de ballesta, una ciudad
pequeña que podría ser hasta de mil o dos mil vecinos,(probablemente Mixquic)
toda armada sobre el agua, sin haber para ella ninguna entrada, y muy torreada,
según que de lo fuera parecía. E otra legua adelante entramos por una calzada
tan ancha como una lanza jineta, por la laguna adentro, de dos tercios de legua,
y por ella fuimos a dar a una ciudad, la más hermosa, aunque pequeña, que
hasta entonces habíamos visto, así de muy bien obradas casas y torres como de la
buena orden que en el fundamento della había, por ser armada toda sobre agua.”
(Cortés, 1961,pp.58-59).
Pero donde quedaron más maravillados aún fue al internarse a la ciudad de
Tenochtitlán. Después de atravesar una calzada en medio del agua, asombrado,
Cortés describe su llegada a Iztapalapa:
“Terna esta ciudad de Iztapalapa doce o quince mil vecinos; la cual está en la
costa de una laguna salada grande, la mitad dentro del agua y la otra mitad en la
tierra firme… Tienen en muchos cuartos altos y bajos jardines muy frescos, de
muchos árboles y flores olorosas; asimismo albercas de agua dulce muy labradas,
con sus escaleras hasta lo fondo. Tiene una muy grande huerta junto a la casa, y
sobre ella un mirador de muy hermosos corredores y salas, y dentro de la huerta
una muy grande alberca de agua dulce, muy cuadrada, y las paredes della de
gentil cantería, e alrededor della un andén de muy buen suelo ladrillado, tan
ancho que pueden ir por él cuatro paseándose… (Cortés, 1961:59).
Con una escritura más sensible, Bernal, describe así el paisaje de la cuenca:
“Y otro día por la mañana llegamos a la calzada ancha y vamos camino a
Estapalapa, (Iztapalapa). Y desde que vimos tantas ciudades y villas
pobladas en el agua, y en tierra firme otras grandes poblaciones, y aquella
calzada tan derecha y por nivel cómo iba a México, nos quedamos
admirados, y decíamos que parecía a las cosas de encantamiento que
cuentan en el libro de Amadís, por las grandes torres y cúes y edificios que
todos tenían dentro en el agua, y todos de calicanto, y aun algunos de
nuestros soldados decían que si aquello que veían si era entre sueños…
Después de bien visto todo aquello fuimos a la huerta y jardín, que fue cosa
muy admirable verlo y pasearlo, que no me hartaba de mirar la diversidad
de árboles y los olores que cada uno tenía, y andenes llenos de rosas y
flores, y muchos frutales y rosales de la tierra, y un estanque de agua
dulce, y otra cosa de ver: que podían entrar en el vergel grandes canoas
desde la laguna por una abertura que tenían hecha, sin saltar en tierra…
(Díaz del Castillo, 1970:159).
Y más adelante en su crónica, estando en Xochimilco, señala Bernal:
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“Quiero decir ahora que están muchas ciudades las unas de las otras cerca
de la gran ciudad de México obra de dos leguas, porque Xochimilco, y
Coyoacán y Huichilubusco e Iztapalapa y Cuedlavaca (Cuitláhuac) y
Mezquique y otros tres o cuatro pueblos que están poblados los más de ellos
en el agua…” (Díaz del Castillo, 1970:322).
Desde un principio, los españoles observan poblados y ciudades lacustres,
comunicados tanto por calzadas -que sirven al mismo tiempo de diques y
caminos- como a través de una red de canales (acalotes y zanjas) que se
entrelazan y conectan a los diferentes pueblos ribereños y al sistema chinampero
entre sí. A tal grado que desde Ayotzingo, un verdadero puerto comercial
situado al extremo del lago de Chalco, podía arribarse al centro de Tenochititlán.
Por esta entrada era posible transportar mercancías provenientes de la tierra
caliente de Morelos y Guerrero, como la de los Valles de Puebla y Tlaxcala.
Los conquistadores observan depósitos de agua dulce en medio de lagunas
saladas, asimismo un conjunto ordenado de andenes y huertos
cultivados,(evidentemente chinampas) tanto en tierra firme como sobre el propio
lago. No menos sorpresa causó a los españoles, encontrarse con obras como el
Albarradon de Netzahualcóyotl que dividía de norte a sur, en dos cuerpos
lacustres al lago de Tezcoco, formando hacia el occidente la llamada laguna de
México que circundaba a Tenochtitlán. Esta obra, se construyó con la finalidad de
ejercer un mayor control sobre las crecientes del lago de Tezcoco y contener el
flujo del agua salada; no menos impresionante, fue conocer el doble acueducto
de Chapultepec y los embalses o “cajas” que proporcionaban agua dulce a la
capital mexica. Asimismo, el control de avenidas tan sorprendente como la
desviación del río Cuautitlán hacia el norte de la cuenca, que se hizo, para
protección de inundaciones y usar el agua para riego agrícola.
Al igual que Cortés o Bernal Díaz del Castillo, otros españoles han descrito las
diferentes obras hidráulicas y si a éstas se suman las fuentes de origen
prehispánico, es posible reconstruir la infraestructura hidráulica del llamado
Valle de México, Ángel Palerm y otros autores como Teresa Rojas, Rafael Strauss
y José Lameiras, han mostrado la complejidad del sistema hidráulico que
operaba en los cuerpos lacustres de la cuenca.(Rojas,Strauss y Lameiras, 1974).
Las principales obras que funcionaban antes de la culminación de la conquista,
podemos resaltar las siguientes: el citado albarradon de Netzahualcóyotl y el de
Ahuítzotl, las calzadas-diques de Tacuba, Tepeyac, Xochimilco, Iztapalapa,
Azcapotzalco y Tláhuac entre las más importantes, que conectaban el centro de
Tenochtitlán con las principales ciudades y que servía también como vías de
comunicación entre los poblados o para separar los cuerpos lacustres, como la
calzada de Tláhuac que separaba a Chalco de Xochimilco. Los acueductos y
canales de abastecimiento de agua dulce provenientes de los manantiales
cercanos, desecación del lago para fines agrícolas, asimismo, el uso de una serie
de drenajes, puentes levadizos, embarcaderos, albercas, estanques, posibles
compuertas para control hidráulico, jardines alimentados por acequias y
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estanques artificiales, igualmente canales de navegación y zanjas para


humedecer e irrigar y transportar mercancía.
Todo este desarrollo, constituye en su conjunto una infraestructura hidráulica
con base a lo cual se controlaba el agua para hacer de Tenochtitlán y sus
ciudades adyacentes, una civilización lacustre. Es de subrayarse, que
paralelamente a la obra hidráulica, se impulsaron los cultivos chinamperos,
generándose un sistema chinampero al servicio de la tributación, que al dominar
la tecnología de ganarle suelo al lago, era posible planificar y ordenar las
sementeras en unidades de explotación agrícola, creándose una arquitectura de
paisaje que transformó la zona lacustre en un entorno moldeado
antropogénicamente.
La chinampa en tiempo de los mexicas, no solamente se construyó a partir de
aprovechar las condiciones naturales lacustres, sino, que con las obras
hidráulicas, el gobierno mexica y sus aliados confederados, ejercían cierto
control sobre las crecidas y la salinización de las aguas, creando así un entorno
favorable para la edificación planificada de chinampas.
En ese sentido, se construyó un distrito o sistema chinampero de agricultura
intensiva, jamás visto en la historia mesoamericana. Para el siglo XVI Parsons
calculó que la productividad del conjunto chinampero de Chalco-Xochimilco,
cuya superficie se estimó en 9 500 hectáreas, podían mantener a una población
de alrededor 200 mil personas. (Parsons en Rojas, 1993:284). Por lo que resulta
claro que las chinampas, constituían un bastión fundamental para el sostén
económico del gobierno mexica, por lo que el control político del sistema
hidráulico y de las fuentes hídricas de la cuenca, resultaban una prioridad para el
pueblo que quisiera tener la hegemonía del Valle de México.
La historia del control militar y político de los mexicas en la cuenca, se hace más
comprensible, si se plantea como un proceso por ejercer el dominio y
administración del agua. Y ello, tanto en los aspectos tecnológicos, físicos,
administrativos, como los religiosos e ideológicos involucrados en el control
hídrico. La apropiación simbólica del paisaje de la cuenca, desde la óptica
agraria-pluvial, era un rasgo que se enfatizaba en los rituales y ceremonias
relacionadas con en el agua y la agricultura oficializadas en las veintenas, esto
incluye, evidentemente las obras hidráulicas.
Es claro que el cogobierno de la Triple Alianza, era teocrático-militar, lo que le
permitió tejer un imperio comercial y perfeccionar un sistema tributario en
especie y en fuerza de trabajo, pero a esta caracterización, hay que anexarle al
perfil de su gobierno, el aparato hidráulico orientado a explotar en beneficio del
estado confederado, la agricultura intensiva y al aprovechamiento lacustre.
No obstante, -insisto- todo esta civilización estaba inscrita en un sistema mágico
religioso, en el que la cosmovisión jugaba un papel trascendental, que
comprendía en primer término a la cuenca y su funcionamiento hidrogeológico, y
simultáneamente, a aquella, en la constitución del cosmos ordenada por los
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dioses tutelares. Para los mexicas fueron principalmente Huitzilopochtli y Tláloc,


para otros pueblos ribereños, Quetzalcóatl y Tláloc. En otros términos, la
tecnología hidráulica dependía también de Tláloc y de las otras deidades del
agua. Haciendo una extrapolación,Tláloc podría considerársele de igual modo,
como el dios de la hidráulica.
1.10.- La función de los rituales en las obras hidráulicas
El Tlatoani Auitzotl, a finales del siglo XV, al ver que con el agua dulce
prosperaban las chinampas y su ciudad crecía, decidió construir un acueducto
desde un manantial situado en Coyoacán:
“...viendo el rey Ahuitzotl que toda la hermosura de México y su fertilidad
consistía en tener la ciudad abundancia de agua, a causa de que los
mexicanos habían hecho algunos camellones, cada uno en sus pertenencias
y huertos para gozar de algunas frescuras, en los cuales por su recreación
sembraban maíz, chía, calabazas y chile, bledos, tomates, rosas de todos
los géneros que podían, las cuales hermoseaban las pertenencias y la ciudad
con su frescura, lo cual con la falta de agua se secaban y marchitan. Para
conservación de esta frescura quiso el Rey traer el agua de
Acuecuexco...”(Durán, 1995,V-I,p.428).
Pese a la advertencia del tlatoani Tzotzoma quien regía sobre Coyoacán, de que
estas aguas impetuosas no era fácil su control y podría anegarse la ciudad,
Ahuitzotl, irritado por la negativa, mandó a matar a este gobernante y, ordenó la
construcción de este nuevo acueducto. De inmediato se hizo venir a trabajadores
(macehuales) de Texcoco, Xochimilco, Chalco, así como de los otros pueblos
dominados por los mexicas, para ello se hizo una represa y un acueducto con
técnicas semejantes a la de la chinampa.Es de mencionarse, que los Xochimilcas
acudieron “con instrumentos para sacar céspedes y con muchas canoas de tierra
para cegar el agua” y los chalcas contribuyen con troncos y piedras (Durán,
1995,V-I,p.432).
Cabe decir que esta magna obra hidráulica fue concluida en un tiempo
relativamente corto, pues participaron numerosos trabajadores y se dispuso de
una gran cantidad de materiales, lo que revela el dominio mexica sobre los
pueblos tributarios y el interés por controlar el agua (y el bosque) de la cuenca.
Está claro que al construir las obras hidráulicas mafianzaban su hegemonía
política-militar en la cuenca. Por ello, era significativo que al terminar una
magna obra hidráulica fuera avalada por los dioses, la puesta en operación del
acueducto de Acuecuéxcatl, se hizo una gran ceremonia y sacrificios dedicados a
Chalchiuhtlicue y Tláloc:
“Mando el Rey Ahuitzotl se soltase el agua y se cerrasen todos los
desaguaderos, y que para la venida del agua se aparejasen los niños para
sacrificar en cada alcantarilla, y se vistiesen y aderezasen los sacerdotes
para las ofrendas y sacrificios, y para las ceremonias a la diosa del agua se
habían de hacer, lo cual fue con mucha diligencia aparejado y puesto a
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punto, de los cual fue avisado el Rey Ahuitzotl, el cual con gran deseo que
tenía de ver aquella obra acabada y el agua en México, creyendo con
aquello ennoblecía su ciudad y la engrandecía, hizo gracias a los dioses y
mandó que uno de los grandes de su corte se vistiese, a la forma y manera
que representase a la diosa del agua, el cual desde que el agua se soltase
por el caño donde había de venir encañada, viniese delante de ella, en cuya
presencia se hiciesen las ceremonias y sacrificios.” (Durán, 1995,V-I,pp.432-
433).
Con base a su poderío militar-teocrático, los mexicas movilizaron una enorme
fuerza de trabajo tributario a través de la cual se hicieron monumentales obras
hidráulicas, como la descrita anteriormente. Con base a ello, es factible,
considerar que una vez concluido los trabajos, su puesta en operación, fuera
hecha y validada por los propios dioses del agua mediante representaciones de
hombres-dioses, ceremonias, rituales, autopenitencias y sacrificios, que
habitualmente se les hacía en los templos y santuarios de acuerdo a las fechas
establecidas en su calendario. Al realizar estos rituales en las obras hidráulicas,
éstas se volvían una extensión de las deidades del agua y merecían las mismas
atenciones dispuestas para los rituales en los cerros, cuevas, manantiales y
templos consagrados a los númenes, tales como el honrar a los dioses del agua
con la muerte de niños. El sacrificio de infantes, ha escrito Johanna Broda:
“eran el acto propiciatorio más antiguo de Mesoamérica para solicitar la
lluvia a las deidades atmosféricas. Estos sacrificios se relacionaban de
manera especial con los lugares de culto en los cerros. Los niños eran seres
pequeños al igual que los tlaloque o servidores del dios de la lluvia,
personificación de los cerros mismos; pero también guardaban una relación
especial con el maíz y con los ancestros. Se hacían desde el mes XVI
Atemoztli hasta IV Huey tozoztli para provocar la caída de la lluvia y
fortalecer el crecimiento del maíz.” (Broda, 2001a:297).
Sin embargo, también se hacían fuera del calendario, así, para este acueducto
Durán refiere que se llevaron a cabo cuatro sacrificios de niños de alrededor de
6 años, los cuales fueron pintados de negro sus cuerpos y de color azul la frente,
ataviados de papel y sartas de piedras; los lugares escogidos fueron: en una
alcantarilla, -probablemente un surtidor de agua- en lugar llamado Achinanco,
otro en lo que ahora se conoce como San Antonio y en donde desembocaba un
canal a otra caja de agua y dos más en Huitizlan y Pahuacan,(hoy barrio de
Tepito según José Luis Bribiesca).(Bribiesca, 1960).
Cuando se inauguró dicho sistema de abastecimiento de agua dulce, comenta
Durán, que al paso de la corriente por el acueducto, iba una procesión en la que
se tocaba música y cánticos a los dioses del agua, los sacerdotes ofrecían
ofrendas de peces, culebras y ranas vivas; echaban objetos que figuraban peces y
ranas y diversas joyas y piedras preciosas, al mismo tiempo en reverencia a sus
deidades, mataban a codornices para que con su sangre alimentaran a la
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“lengua” de la diosa del agua. También como una acción de magia simpática,
vertían harina de maíz azul, seguramente con la finalidad de asegurar que las
chinampas dieran maíz en abundancia. Al llegar el agua al centro de la ciudad
de Tenochtitlán, Ahuitzotl y su séquito real recibieron con gran pompa y respeto
sacro la llegada del agua a la capital transfigurada en la diosa Chalchiuhtlicue:
“O diosa poderosa del agua: seas muy bienvenida a tu ciudad cuyo protector
y abogado es el dios Huizilopochtli, prodigioso y admirable en sus hazañas y
hechos: mira, señora y diosa poderosa, que vienes a ser favorable a los
mexicanos tus siervos y a suplir sus miserias y necesidades en esta vida
temporal que vivimos, lo uno para que beban de ti, pues sin ti ninguno
podría vivir, y lo otro para que en ti hallen remedio de sus granjerías
(cultivos de chinampas) y sustento ordinario, con el género de sabandijas
que tú con tu supremo poder crías, lo cual te es ya muy anexo y ordinario, y
también para que esos mesmos peces y animales que tu criares guarden el
lugar del agua; por tanto empieza desde hoy hacer tu
oficio.”(Durán,1995,V-I,p.437).
En ese sentido, al efectuar estos ritos oficiales fuera del ámbito del calendario
agrícola y al realizar sacrificios de niños y ofrendas en las obras hidráulicas, se
daba constancia de la función ideológica de la religión del Estado confederado
mexica, que disponía para su servicio de un complejo aparato simbólico, en que
los dioses servían al poder hidráulico y político de los hombres. El control hídrico
y la tributación de obras hidráulicas fueron una estrategia que permitió a los
mexicas consolidarse y transformar la zona lacustre en una ciudad protegida y
sustentada por el agua.
Desde el principio de la fundación de Tenochtitlán, (al igual que los colhuas,
xochimilcas y chalcas hicieron anteriormente) los mexicas optaron por extender
su territorio a través de la tecnología chinampera para construir basamentos de
tierra y piedra y parcelas agrícolas. Para luego iniciar un control de los
manantiales como el de Chapultepec y el de Tlatelolco, construir albarradas
sobre el lago de Tezcoco e imponer a los pueblos sometidos militarmente el
tener que trabajar y edificar obras hidráulicas. Así sucedió con Xochimilco y
Chalco, los principales pueblos chinamperos. Durante la campaña militar por
someter a esta comarca, a los de Xochimilco después de perder en la batalla de
Xochitepec, se les impuso construir una larga calzada que comunicó por vía
terrestre a Tenochtitlán con el sur, este trazo, es lo que hoy en día es la calzada
de Tlalpán en la actual ciudad de México:
“... pero vuelto a los de Xochimilco (Tlacaelel ordeno)les mandó que luego,
sin más tardar, mandasen a todos los de la ciudad hiciesen una calzada de
tres brazas en ancho desde su pueblo hasta la ciudad de México, de piedra y
tierra, cegasen el agua que al término de esta calzada tomase, y hiciesen
sus puentes a trechos para que el agua tuviese por donde salir de una parte
a otro. Los xochimilcas bajaron la cabeza y luego dieron mandato por toda
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la nación xochimilca, que gran población y trecho de tierra el que ocupó,


pues corre más de veinte leguas hasta un pueblo que se dice Tuchimilco y
por otro nombre, Ocopetlayucan. Oida la voz acudió toda la nación a hacer
la calzada, que hoy en día anda de la ciudad de México a Xochimilco.”
(Duran, 1995:162).
El avasallamiento de Chalco, resultó importante, porque esta era uno de las
regiones más prosperas y de la cual se podían extraer tributos lacustres,
agrícolas, aves, animales de caza, piedras y recursos forestales. Al mismo
tiempo, con la derrota de Chalco, se completaba el control de los pueblos
ribereños que Durán menciona que llamaban Chinampaneca o sea toda la “gente
de los setos o cercas de cañas.” Por el sólo hecho de conducir el agua o por
contenerla en un dique o presa, mediante las ceremonias oficiales, estás obras
pasaban a formar parte del culto de los dioses del agua, en este caso de
Chalchiuhtlicue.
El uso ritual de los dioses del agua para la inauguración de las obras hidráulicas,
pone de manifiesto, la importancia de controlar el aparato religioso y aplicar el
modelo de la cosmovisión desde una plataforma de Estado que diera legitimidad
simbólica para ejercer el dominio hídrico amparado en las deidades
mesoamericanas. Incluso en la veintena de Ochpaniztli, estaba instituido sanear
y limpiar las acequias, canales, ríos, fuentes, calzadas y las avenidas reales.
(Durán 1995,V-II,p.275). En buena medida, las obras hidráulicas como el
acueducto de Acuecuéxcatl, apuntaban a fortalecer y ampliar el sistema
chinampero de la laguna de México, que por su capacidad productiva, podría
contribuir a la expansión y sostenimiento de la capital lacustre mexica. La
conquista del lago y su desalinización no podía hacerse a espaldas de los dioses
del agua, de la agricultura y de la fertilidad. Este control hidráulico, no fue una
tarea fácil, por el contrario, en varias ocasiones, los mexicas –al igual que otros
pueblos de la cuenca- enfrentaron situaciones adversas ante la ocurrencia de
fenómenos climáticos extremos, especialmente sequías intensas e inundaciones,
que hacían ver que tan poderosos eran los dioses del agua, lo que justificaba con
creces su extendido culto en la cuenca. En ese sentido, el acueducto de
Acuecuéxcatl ejemplifica esta situación. Aparentemente y de acuerdo a los
estudios hechos por el reconocido ingeniero José Luis Bribiesca, (1960:9), a causa
de adelantadas precipitaciones intensas en las montañas del este, (precisamente
en esta sierra, en una de sus cúspides se encontraba el principal adoratorio de
Tláloc y es el sitio donde atraviesan los vientos cargados de humedad y nubes de
agua) se provocó una situación catastrófica, al grado que la fuerza del agua
contenida en las represas se desbordó, inundando en el año 1500 la ciudad de
Tenochtitlan y sus cultivos, como bien lo advirtió el Tlatoani Tzotzoma. No
obstante, este tipo de avatares, formó parte del aprendizaje por el control
hidráulico de los cuerpos lacustres. El control material del agua también
implicaba hacerlo simbólicamente. Una forma de hacerlo, consistió en la
realización de rituales en sitios representativos de la fuerza hídrica o mediante la
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invocación de fenómenos atmosféricos en lugares privilegiados para observar o


convocar a las fuerzas acuíferas o del viento, esto, amén de los espacios
tradicionales de residencia de las deidades del agua, como cerros, cuevas,pozos,
nubes, neblina, mares, ríos y manantiales. En esta perspectiva, cobran interés,
los rituales del agua hechos en espacios lacustres y que fueron descritos por
Durán y Sahagún.
1.12.- Ritual del Tota en el lago
La imagen de los árboles cósmicos era una metáfora que se reelaboraba tanto a
nivel mítico como en los propios rituales, uno de los ritos que invocaba a los
dioses del agua y su relación con la estructura del cosmos, era el culto al árbol
Tota (nuestro padre)y su vínculo con la laguna. Como se ha hecho notar, las
fiestas de las veintenas se enlazaban unas con otras, así, entre el fin de
Tozoztontli y el inicio de Huey Tozoztli, de acuerdo con Durán, se cortaba un
árbol frondoso, grueso y derecho proveniente del monte de Culhuacan (hoy cerro
de la Estrella), en un rito que se semeja a los que actualmente hacen los
voladores en la Huasteca y en Papantla.
Este árbol recién cortado era traslado en vilo con todos los honores religiosos al
Templo Mayor, para ser colocado frente al templo de Tláloc, luego formaban un
cuadrilátero con pequeños arbolitos que eran amarrados con unas sogas de paja
torcido al tronco del árbol principal y alrededor de ellos se simulaba un
bosquecito. En esta escenificación de la imagen del cosmos, es de figurarse que
indicaba el acto del levantamiento del cielo por los dioses encarnados en los
árboles cósmicos. Como parte de la representación, dice Durán que una niña de
alrededor de 7 años personificaba a la laguna, es decir a Chalchiuhtlicue:
“sacaban esta niña en hombros metida en aquel pabellón toda vestida de
azul que representaba la laguna grande y todas las demás fuentes y
arroyos...” (Durán, 1995,V-II,p.96).
Cuando apenas habían acabado los rituales de rogación de lluvia en el monte
Tláloc, levantaban la metáfora viviente de los árboles cósmicos y la niña como
diosa del agua y, en procesión se embarcaban a un sitio de la laguna conocido
como Pantitlán y en el que se refiere que se formaban peligrosos remolinos de
agua, cerca de este sumidero (probablemente un manantial o una hendidura
subterránea) hincaban en el cieno al árbol padre y los otros sostenes o “hijos”
como les llama y degollaban a la niña-diosa con una fisga para matar patos.
Terminada de desangrarse la lanzaban al sumidero, seguido de ofrendas de joyas,
piedras y collares que ofrecían los nobles para honrar a Tláloc y a
Chalchiuhtlicue.(Cf.Broda 1971).Broda que ha analizado este rito, anota al
respecto:
“Mientras que el sacrificio de la niña estaba dedicado a la laguna, el árbol,
al parecer, simbolizaba el árbol cósmico... El Pantitlán era para los mexicas
la entrada al inframundo, creían que las aguas subterráneas conectaban con
el mar, el cual, como símbolo absoluto de la fertilidad, pertenecía al
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inframundo, que rodeaba la tierra.” (1991:479; 2001b:214).


Pero también, al simularse la creación del cosmos mediante este ritual del Tota,
se dejaba asentado que los dioses tutelares del agua sostendrían la estructura del
cosmos, que las lluvias o los cuerpos de aguas no derrumbarían el cielo o
anegarían sus parcelas. En especial el sumidero de Pantitlán representaba un
centro poderoso de energía hídrica, amenazante para las ciudades lacustres y sus
sementeras. El ritual aseguraba que se mantuviera el orden del cosmos y en
consecuencia, el sistema social con su estratificación encontró su legitimación
mediante estos ritos.En otra escala, a nivel de los campesinos, al estar
sustentada la cosmovisión indígena en una realidad agraria y climatológica, es
factible que se efectuaran ceremonias agrícolas y de fertilidad, asimismo ritos
agropluviales en las chinampas y demás tipo de sementeras, un hecho que puede
confirmarlo, es que todavía hoy en las chinampas se han encontrado pequeños
ídolos o estatuillas que los chinamperos actuales consideran que les asegura
tener buenos cultivos y les brinda protección contra las heladas.
1.13.- Las chinampas parte integral del paisaje ritual
Desde el punto de vista simbólico, el sistema chinampero es una extensión del
paisaje ritual. La propia orientación de la red de chinampas parece obedecer, a
conceptos astronómicos como los aplicados para los templos o centros
ceremoniales de las ciudades precolombinas. Por lo menos a partir de analizar las
fotografías áreas y sus estudios de suelo, Pedro Armillas en los años 70,
reconoció un patrón prehispánico de orientación de las chinampas, para la región
Chalco-Xochimilco. La retícula del sistema chinampero corre sobre dos ejes, uno
que va de sur-suroeste, y otro, establecido norte-noreste. De acuerdo con
Armillas, la mayor parte de las chinampas en Xochimilco se ubican entre los 18 y
26 grados en el sentido de las agujas del reloj en referencia al norte
astronómico, aunque en otro bloque de canales de la zona chinampera al oeste
de Xico, su azimut está a 14 grados del norte verdadero. (Armilla en
Rojas,2001:196). Más allá de poder constatar una orientación astronómica del
trazado de las chinampas, por lo menos, para el cultivo del maíz, las parcelas
pluviales, sí parecen determinarse en función de la procedencia cardinal de los
vientos y las lluvias y el astro solar, lo que da a las chinampas una orientación
con base solar.
1.14.- Correspondencia entre la chinampa y el Tlalocan
Con el sistema chinampero, especialmente en el periodo de auge de los mexicas,
en el que resalta un mayor control hidráulico de los cuerpos lacustres, el paraje
lacustre de la cuenca de México se transforma en un vergel antropogénico,
apoyado, en buena medida por un sistema hidráulico. La chinampería a su vez,
está inscrita en una geografía simbólica mayor, cuya característica estriba en que
las esencias de los dioses se fusionan con la naturaleza o se asocian a los
fenómenos relacionados con ésta. Con base a esta transmutación, al hacerse los
dioses naturaleza o al quedar ligada a su fenomenología, la geología de la cuenca
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quedó erigida en un paisaje sacralizado, en un sistema de comunicación


mediante el cual los hombres y los dioses como naturaleza dialogaban o
entraban en desacuerdo, de ahí la importancia de los festejos y rituales
agropluviales.
Lo cual nos conduce a la pregunta: ¿qué tanto influyó el modelo cósmico en la
formación de las chinampas? o viceversa, ¿qué tanto las prácticas y tecnologías
agrícolas (basadas en la larga y acumulativa experiencia social de la
observación de la naturaleza, que bien pudiera decirse conversación del hombre
con la divinidad) moldearan los símbolos e imágenes míticas de la cosmovisión
indígena? ¿Acaso no, algunos autores piensan que la idea prehispánica de
construir chinampas se deriva de observar cómo de manera natural se formaban
isletas de plantas? La respuesta es difícil de contestar, pero podría suponerse,
que una y otra interactuaron, y que el modelo práctico se alimentaba del
modelo simbólico y así recursivamente.
Bajo esa óptica, la chinampa sin dejar de ser una parcela de labor, me parece,
que podría considerarse como un reflejo de la imagen mítica de la creación del
cosmos y más aun, quiere semejarse a la visión paradisíaca del Tlalocan. La
chinamperia, al igual que los jardines de Netzahualcóyotl en el Tezcotzingo, los
de Oaxtepec o los de Iztapalapa, entre otros vergeles, me parece, que
responden también, más allá del interés práctico o estético, a la necesidad
anímica de plasmar en la naturaleza la imagen soñada del Tlalocan. Visión
metonímica parecida al ideal onírico de Tamoanchan pintada por los
teotihuacanos en su mural de Tepantitla. Cuando los trajineros recuerdan lo
que era antes el lago de Xochimilco, una comparación recurrente, es semejar el
paisaje chinampero como un lugar paradisíaco, en el que abundan las aves, los
peces, la vegetación, los manantiales y los frutos. Es por ello, que este paisaje
lacustre, hasta la fecha continua siendo un referente esencial para la identidad
cultural de Xochimilco y motivo de luchas sociales en defensa de la tierra y el
agua.
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