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INTRODUCCION
Mejorar las relaciones interpersonales es a tan sencillo como aprender a escuchar, expresar nuestros
pensamientos de la forma correcta, conectar con los deseos de los demás respetar las “reglas del juego”
que rigen cada uno de los ámbitos (familiar, laboral, conyugal...). Todo ello está a tu alcance poniendo en
práctica las cuatro reglas de comunicación eficaz, que se analizan sucesivamente en esa Serie de 4
Entregas. Estas son:
1°) Domina el “Arte” de la Empatía:que es la llave de la comunicación emocional, y “gánate” a la
gente.
2°) Aprende a Expresarte con Eficacia: cómo hablar para que tus interlocutores entiendan tu
mensaje.
3°) Aprender a Escuchar: los Secretos de la escucha activa.
Seguramente, muchas veces habrás vibrado con una mirada o un tono de voz sin saber por qué: “Ha
habido química”, te dirás. Otras, has sentido ganas de ayudar a alguien al sintonizar con sus emociones
sin apenas conocerle. Son maneras en las que se manifiesta la empatía, un fabuloso poder que tienen
quienes son capaces de ponerse en el lugar, la piel y los sentimientos del otro, captando sus señales
emocionales. Mantener una actitud abierta, confiar en la propia intuición respecto a los demás, desechar
las suposiciones fijas y las perspectivas egocéntricas, practicar la “escucha sensible” (prestar atención
plena al interlocutor), tener una marcada disposición para el servicio a los demás, saber ver
oportunidades ocultas en la adversidad y, sobre todo, pensar en la otra persona, son algunos de los
rasgos que configuran una personalidad plenamente empática.
INGREDIENTES BASICOS
PARA CAPTAR EL SENTIR AJENO
Si entiendes el lenguaje afectivo de los demás es porque se han desarrollado en ti un par de aptitudes
emocionales básicas: la conciencia de ti mismo y el autocontrol. Si no tenemos la capacidad de
observar, comprender y manifestar equilibradamente nuestras emociones, es prácticamente imposible
que lleguemos a conectar con la sensibilidad y los sentimientos del otro.
¿CÓMO RECONOCERLA?
Un vendedor, un educador, un amante, un médico o un padre necesitan tener empatía. Casi todos la
utilizamos, en mayor o menor grado, cuando nos relacionamos con el mundo, salvo individuos asociales
como los psicópatas. Pero a muchas personas les cuesta expresar lo que sienten con palabras. Y lo
hacen con los ojos, la expresión, los gestos o el tono de voz, instrumentos de la comunicación
emocional: ¿Te has dado cuenta alguna vez de lo que sentía alguien sin que te lo dijera? Es señal
clara de que disfrutas de empatía a raudales.
UN IMPUSO INNATO
QUE SE PERFECCIONA EN FAMILIA
¿Has observado que un bebé se pone a llorar al oír el llanto de otro? Ese proceso imitativo motriz es el
precursor de la empatía. Desaparece alrededor de los dos años de edad, justo cuando el niño aprende a
distinguir el dolor ajeno del propio. A partir de entonces, manifiesta diferentes grados de empatía: o se
muestra muy consciente de las emociones ajenas o las ignora. Dos actitudes que, según el Nacional
Institute of Mental Health de EE.UU., se corresponden con la educación adquirida. Cuando un niño pega
a otro, no es lo mismo decirle “Eso no se hace” que “Date cuenta de que le has hecho daño”. Lo último
crea conciencia; lo primero, indiferencia. La falta de sintonía emocional en familia tiene un coste muy
alto. Si los padres fracasan al mostrar empatía cuando su hijo llora o quiere ser abrazado, el pequeño
dejará de expresar e incluso de sentir emociones: a quienes más quiere y necesita parece que no le
entienden ni le prestan atención. Es el paso más corto para que se encierre en sí mismo.
LA PEOR SINTONÍA
VIENE DEL ABUSO EMOCIONAL
Aunque la empatía está en el meollo del altruismo y la solidaridad, no siempre es moralmente
irreprochable. ¿Conoces a Tom Ripley, el famoso personaje de Patricia Highsmith? Es un tipo amoral,
que utiliza su enorme capacidad de ponerse en la piel de los demás para conseguir lo que quiere a
cualquier precio. La escritora le atribuye una infancia descuidada y maltratada. Según Daniel Goleman
( Inteligencia emocional. Ed. Kairós), el descuido emocional de los padres hacia los hijos da lugar a una
empatía torpe. Pero el abuso emocional intenso y sostenido (amenazas, humillaciones) provoca una
extraordinaria hipersensibilidad y dependencia de los sentimientos ajenos... que puede autodestruir o ser
destructiva.
LAS 8 BARRERAS
DE LA ESCUCHA ACTIVA
Según Thomas Gordon, discípulo de Carl Rogers, el padre de la empatía, hay ocho tapones que
bloquean la confesión de alguien que intenta hablarnos de una emoción o de un problema:
1 Ordenar, mandar, exigir:
“Ve a tu habitación”.
2 Amenazar, asustar:
“Si tardas, no me encontrarás”.
3 Moralizar, sermonear:
“No está bien lo que haces”.
4 Aconsejas, dar soluciones mágicas:
“Yo que tú no lo pensaría tanto...”.
5 Aleccionar, decir frases lapidarias:
“El dinero está para gastarlo”.
6 Juzgar, criticar, censurar:
“¡Nunca prestas atención!”.
7 Eludir, frivolizar:
“¡Déjalo de una vez!
Total, para lo que te sirve...”.
8 Ridiculizar, subvalorar:
“Debería avergonzarte, tan mayor”.
GAMA DE HABILIDADES
¿CUÁNTAS TIENES?
Cuanto más domines el lenguaje empático, mayor será tu competencia profesional, el aprecio de tu
familia y amistades...
* Saber escuchar y comprender a los demás, interesarnos activamente por sus desvelos.
*Tener disposición para el servicio, querer satisfacer.
* Atender al desarrollo del otro y detectar sus deseos.
* Aprovechar la diversidad, saber ver las oportunidades.
* Disponer de olfato político para registrar las corrientes sociales.
* Ser asertivos y hábiles para negociar y resolver conflictos.
¿QUÉ ES?
EMPATÍA: Capacidad de entender las emociones ajenas. Más intuitiva que racional, implica a los
propios sentimientos. Consustancial con la persona, puede desarrollarse si las emociones se
manifiestan. SIMPATÍA: Proceso mental que permite conectar con lo que piensa el otro. Es posible
ser simpático y tener actitudes hostiles.
TEST:
VALORA TUS HABILIDADES
1. Siempre soy consciente del efecto de mi comportamiento en los otros.
2. Si me encuentro con una persona emotiva, soy capaz de intuir o detectar qué siente: temor, felicidad,
tristeza, esperanza o enojo.
3. Sé distanciarme de mi punto de vista y ponerme en el lugar del otro.
Resultado: Si has obtenido más respuestas positivas que negativas en cada apartado, estás de
enhorabuena: tu sabiduría para sintonizar con la gente en cada momento es muy buena. Si sucede al
revés, intenta seguir las pautas señaladas en las afirmaciones y verás cómo tus habilidades empáticas
suben tanto como la espuma.
LA AUTÉNTICA COMUNICACIÓN
ES PERSONAL Y ESPONTÁNEA, NO ARTIFICIOSA
Solemos creer que comunicar bien significa utilizar sofisticadas técnicas de persuasión. Estudiamos a
nuestro interlocutor y pronunciamos un mensaje hecho a su medida: “Como me dijo tal cosa, debe
entender aquello; o sea que he de contestarle esto otro”. Pues debes saber que actuar de esta forma es
un grave error cuando se trata de establecer unas relaciones fluidas. La comunicación eficaz no es
estudiada o artificiosa, sino personal y espontánea. Una guitarra debe afinarse para sonar lo mejor
posible como guitarra, no como piano; lo contrario sería pura confusión. Cada uno de nosotros somos
instrumentos con características propias. Si eres una persona dulce, debes usar la ternura para
convencer. Si tienes una naturaleza agresiva, aprovecha tu determinación. Si prefieres las pocas
palabras, da mensajes sintéticos. Si disfrutas charlando, sé más coloquial... ¡No te esfuerces en hablar
como la ersona que no eres!
UN DISCURSO FORZADO...
DAÑA LA ARMONÍA CUERPO-MENTE
Si la comunicación se desvía de nosotros mismos, peligra la salud. El lenguaje que usamos está
doblemente ligado al cerebro. Los discursos confusos hacen la mente laberíntica. Hablar demasiado del
futuro refleja ansiedad. Hacer continua referencia al pasado es un abono para la depresión. Usar el
potencial transmite inseguridad. Cada modo de hablar se materializa en uno mismo. ¿Te has fijado en
que una persona con lenguaje envolvente suele ser redondita? ¿Y que alguien con principios férreos
utiliza un lenguaje marcial y está siempre rígido? Limpia tu discurso de palabras ajenas o inútiles, de
tópicos y repeticiones, y lo harás más emotivo, convincente y coherente contigo mismo.
TRES LENGUAJES
VISUAL, AUDITIVO Y CINESTÉSICO
Según el doctor Lair Ribeiro (en su libro “La magia de la comunicación”) y los postulados de la
Programación Neurolingüística (usamos el lenguaje para ordenar nuestros pensamientos), hay tres tipos
de personas: las que tienden a relacionarse con el mundo a través de la “antena” de la vista (el alumno
que, cuando le explican algo en clase, piensa: “Ahora lo veo claro”), con la del oído (“Esto me suena
mal”) y con la de del movimiento del cuerpo (“Esa persona me cae estupendamente”).
¿Cuál de los tres es el canal en el que mejor te entiendes?
* ?Si para comprender algo prefieres verlo, pertenecerás al grupo de los visuales.
* ?Si registras mejor la información que te llega a través de los oídos, serás de los auditivos.
* ?Si lo tuyo son los gestos y el movimiento, eres un cinestésico.
A la hora de entender, es muy importante respetar la naturaleza de cada uno. Así, por ejemplo, el
profesor que reprende a un alumno por mirar al techo cuando ha de responder a una pregunta estará
provocando interferencias en la mente visual del chico.
3. APRENDER A ESCUCHAR
Comprenderás a los demás y te harás querer
Hablamos como cotorras, pero nos entendemos con dificultad. Sucede porque, aunque oímos
mucho, escuchamos poco y mal. Y ésa es la madre de todos los conflictos.
Nos encontramos en la era de la comunicación y, sin embargo, ¡qué mal nos entendemos! En parte es
culpa del “ruido externo”, el bombardeo de mensajes de todo tipo. Pero también tenemos “ruidos
interiores” que interfieren en nuestra conexión con los demás. Valoraciones críticas, juicios visuales,
comentarios automáticos, pensamientos temerosos. Si pudiéramos escuchar las propias palabras a
través de los oídos de los demás, nos sentiríamos abrumados por la gran cantidad de generalizaciones,
imprecisiones y comentarios vanos que hacemos. A lo que hay que sumar los apuros, los prejuicios, la
autocomplacencia, el monólogo negativo que entablamos con nosotros mismos... Son impedimentos
para vivir en armonía de los que se derivan malentendidos, falta de atención y pérdida de información
crucial.
Te adelantamos que, para ser un buen oyente, debes dejar de lado tus propios asuntos y meterte en la
historia del otro con interés positivo. Y, para hacerte escuchar, conviene que establezcas una relación
de confianza mutua y vayas al grano.
HABLAMOS DEMASIADO
SIN ATENDER BIEN
Las investigaciones demuestran que al menos el 40 por ciento de las horas que estamos despiertos las
pasamos escuchando. Pero, minutos después de una charla, el oyente medio recuerda menos del 25 por
ciento de lo oído. La frase más repetida por los maestros de todos los tiempos es “Presten atención”,
cuando en realidad quiere decir “Callen y aguanten mientras hablo”. No saber escuchar provoca errores
y conflictos personales.
LLEGÓ TU TURNO
NO COMETAS ESTOS ERRORES
Cuando te toque hablar, no abuses de los siguientes hábitos:
?Dar excesivos detalles.
* ???Usar con frecuencia jerga técnica.
* ?Contar anécdotas interminables.
* ?Abusar de las interjecciones.
* ?Hacer pausas prolongadas.
* ?Evitar mirar a tu interlocutor.
* ?Interrumpir a un hablante con preguntas tangenciales.
* ?Criticarte a ti mismo. Y, ante todo, no contestes con...
* ?La negación por sistema: “No será para tanto”, “No creo...”.
* ?El interrogatorio negativo: “¿Cómo se te ocurrió hacer eso?”.
* ?Los consejos no solicitados: “Si yo estuviera en tu lugar...”.
* ?El psicoanálisis de aficionado: “Tú lo que tienes es un trauma infantil”.
RESULTADOS:
* ?Si has logrado una puntuación igual o superior a 20, ¡felicidades! Sigue adelante.
* ?Una puntuación de 16 a 19 sugiere que sueles captar la mayor parte de las ideas principales del
mensaje que recibes, pero a menudo te pierdes el resto debido a las dificultades para mantener la
atención.
* ?Entre 10 y 15 puntos, quizás te distraes fácilmente o creas que escuchar es una obligación.
* ?Inferior a 9 puntos, para ti escuchar es una actividad aburrida. Si la respuesta mayoritaria ha sido
“a veces”, te falta concentración.
4. RESPETAR LAS NORMAS
Ya sabemos que la comunicación eficaz ha de ser sincera y espontánea. Pasemos ahora a la
práctica. Estas son las normas de convivencia que mejorarán tus relaciones contigo mismo y los
demás.
Llevarse bien con los demás es tan sencillo como seguir unas “normas de actuación” que, si bien no
están recogidas en ningún manual, sí que forman parte de la lógica y el sentido común. A veces es tan
sencillo como reprimir los primeros impulsos y contar hasta diez; en otras ocasiones, el “buen rollo” pasa
por cumplir a rajatabla la regla de escuchar las versiones de todas las partes implicadas antes de emitir
un juicio; y otras veces –las más–, disfrutar de unas estupendas relaciones con la familia, con los hijos,
con los compañeros de trabajo, con la pareja e incluso con uno mismo es tan fácil como tener mucha
paciencia.
EN FAMILIA
EVITA LOS JUICIOS Y APRENDE A ESCUCHAR CON ATENCIÓN
La familia es el terreno de la comunicación por excelencia. Pero a menudo está sembrado de
minas. Estas son buenas normas a seguir para entendernos en casa.
ACEPTA EL SILENCIO
En las familias con problemas, la comunicación suele ser rígida y repetitiva. Se ocultan las emociones y
se usurpa la personalidad de los demás. Pensar “Ya sé lo que me dirá” es la negación del diálogo, y lleva
a reaccionar contra fantasmas inexistentes. Aceptar el silencio del otro, esperar a que quiera expresarse
y escucharle entonces con interés, son reglas de oro.
NO PREJUZGUES
En familia, creemos conocer a fondo cómo es el otro y lo que nos dirá, por eso nuestras palabras
contienen ideas preconcebidas que deforman la comunicación. Es necesario evitar los juicios forjados en
el pasado.
NO DISCUTAS EN LA MESA
La inmensa mayoría de los conflictos domésticos se de- sencadenan sobre el mantel. Conviene que
evites las discusiones comiendo: es el momento de centrarnos en los alimentos, no el de afrontar y
solucionar problemas. Y tampoco resulta el momento adecuado para embobarnos con el telediario, la
novela o los dibujos animados.
PROHIBIDO ASALTAR
Si quieres que tus familiares te escuchen de verdad, emplázales, queda con ellos para hablar de lo que
te interesa en el momento que les parezca más oportuno de mutuo acuerdo. A lo mejor no están
disponibles de inmediato, e incluso te da la sensación de que se quieren evadir del asunto. Pero, si les
asaltas a traición, durante la comida, en la cama o ante la televisión, es muy probable que no quieran
escucharte.
LA PAREJA QUE
DISCUTE...
AL FINAL SE SEPARA
Lo confirman los datos: es así de crudo. Aunque los partidarios del “Hablémoslo todo” no estén muy de
acuerdo, las discusiones reiteradas, más o menos amistosas, acaban minando la vida en pareja. Procura
huir de lamentaciones, reproches o comentarios insidiosos. Respeta los estados de ánimo de tu
compañero/a. Recuerda que, al principio de la relación, te atrajo su misterio. Polemizar continuamente lo
estropea. A fuerza de analizar, de comparar comportamientos pasados, de juzgar, se acaba con esa
fascinación de lo no descubierto del todo. Se pueden cuestionar las opiniones del otro, pero nunca la
realidad profunda de su ser, ni encasillable ni evaluable. Si no te conviene, reflexiona sobre ello y decide,
pero no juegues al desgaste.
CONTIGO MISMO
TÚ TIENES LA PALABRA
Para entenderse con los demás, primero hay que saber escucharse a uno mismo. He aquí un
recorrido interior en cuatro puntos que nos hará recuperar la conciencia y la atención.
OBSÉRVATE
Observarse significa centrarse en uno mismo, no en lo que pueda pensar la persona que tenemos
enfrente. Es un verdadero giro de fuera hacia dentro, una situación a la vez de distancia emocional y de
presencia consciente: estar sin juzgar.
SIENTE EL SILENCIO
Acallemos el flujo continuo de pensamientos en nuestra mente y escuchemos el sonido del silencio...
¿Dónde lo sientes? ¿Está cargado de pensamientos, de llanto contenido o de risas? Vaciemos la mente
de creencias, pensamientos, ideas o juicios.
ESCUCHA AL OTRO
Sócrates pasaba mucho tiempo escuchando. Y cuando hablaba, casi siempre era para plantear
cuestiones que obligaran a pensar. Lo importante no es conocer las respuestas sino saber hacer
preguntas.
SURGE LA PALABRA
Hay un espacio en nuestro ser, único muy íntimo, del cual nace –como nos recuerda el filósofo Martin
Heidegger– la palabra más auténtica, la que “toca” el corazón de nuestros interlocutores. Sale de forma
espontánea y nos identificamos de lleno con ella. Es el gran secreto de la comunicación: la autenticidad.
EN EL ÁMBITO LABORAL
NO TE PONGAS TAN SERIO
A menudo “vivimos” después de trabajar ocho horas, concebidas como sacrificio y deber. Esta
“seriedad” activa áreas del cerebro poco vitales, que producen una comunicación estereotipada,
fatigosa para nosotros y para los demás. Por el contrario, la alegría y la felicidad ponen en
marcha zonas ligadas a la comunicación creativa, personal, espontánea y revitalizante. Te
ofrecemos unos sencillos consejos para lograrlo.
SÍ A LA SONRISA
Cuando estamos delante del jefe o de un superior nos olvidamos de que también es un ser humano.
Unas bromas inocuas suelen aceptarse siempre, y hacen la comunicación eficaz, espontánea y
agradable. Aprender a reírnos de los pequeños errores propios ajenos es síntoma de una naturaleza
adaptable e inteligente.
NO A LOS RODEOS
La comunicación sobre asuntos de trabajo debe ser directa, precisa y funcional. Perderse en rodeos, en
frases artificiosas y vacías, resulta muy aburrido para quien escucha y para quien habla. Aprende a ser
más sintético y claro pensando y organizando tu discurso de antemano.
BASTA DE QUEJAS
Las personas que hablan siempre de sí mismas, que se quejan continuamente al final las evita todo el
mundo por aburridas y cargosas. Lamentarse demasiado disminuye además nuestra autoestima, porque
nos obliga a enfrentarnos a una autoimagen negativa. ¿SEDUCIR
A TODOS?
¡Es un esfuerzo inútil! No se puede agradar a todo el mundo. Perseguir la aprobación de los demás en
todo momento conlleva un notable desgaste de energías. Además, recuerda que con la máscara de la
simpatía forzada no se comunica eficazmente.