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Daniel Velasco

Evolución

Tabla de contenido:

I – Bipedestación, herramientas y cultura


II – Fases evolutivas
III – Avances técnicos vitales de la prehistoria
IV – Anexo documental
I – Bipedestación, herramientas y cultura

Los simios presentan los dedos de los pies grandes como pulgares, con una movilidad que
les permite tocarse entre sí, útiles para colgarse de rama en rama y alcanzar los frutos más altos,
pero no para soportar todo el peso del cuerpo. Sus piernas son cortas y regordetas, con pies pla -
nos y el dedo mayor muy separado, mientras que los brazos son largos y finos, en línea recta
desde los hombros hasta los nudillos, y de una longitud similar a las piernas. Además, sus patas
y nalgas carecen de los poderosos músculos que, en los humanos, mantienen la posición verti-
cal. La columna vertebral describe un arco simple, sin la convexidad lumbar que en los humanos
cumple una función estabilizadora. Debido a estas características anatómicas los simios se des-
plazan a cuatro patas; pueden hacerlo en dos pero por cortos trechos y tambaléandose, por lo
que deben alzar los brazos para ayudar a mantener el equilibrio, lo que impide el empleo de las
manos para transportar objetos o utilizar herramientas.
La bipedestación libera las manos de su función de ayuda al desplazamiento. Un simio bípedo
y bimano tiene sentido desde el punto de vista de la evolución porque puede utilizar las manos
para fabricar y transportar herramientas, y utilizar estas herramientas para satisfacer las necesi-
dades cotidianas con mayor eficacia. Prueba de ello es la ausencia de colmillos que ya se obser -
va en los primeros homínidos bípedos y bimanos. Los primates emplean los colmillos para abrir
frutos de cáscara dura o cortar bambú, tarea que es mejor realizada cuando se emplea una he-
rramienta; también utilizan los colmillos para amenazar o combatir contra depredadores o rivales
sexuales, lo que también es más eficazmente remplazado por una herramienta (son más de te-
mer quienes portan los palos más grandes que quienes muestran los colmillos más grandes).
Según hallazgos próximos al lago Baringa (Kenia, en el centro-este de África)) los homínidos
habrían comenzado a adoptar la posición erecta hace unos 5 millones de años.
La posición erguida y el empleo de herramientas evolucionaron al unísono. Cuanto más de-
pendían del uso de herramientas, mayor se hacía la diferencia anatómica entre manos y pies, y
cuanto más aumentaba esta diferencia, mayor necesidad y dependencia de las herramientas.
Los chimpancés y otras especies de simios no son herbívoros, fabrican herramientas con ra-
mas para cazar insectos ocultos en montículos y escondrijos, y termitas y hormigas en sus nidos.
También comen pequeños insectos y gusanos. Los primeros homínidos podrían aventurarse en
la sabana en busca de estas fuentes de grasas y proteínas animales, altamente nutritivas. Y a
medida que aumentasen la frecuencia y duración de las expediciones a campo abierto podrían
aprovechar recursos nutricionales adicionales: durante la excavación en busca de insectos sub-
terráneos podían descubrir tubérculos, bulbos y raíces comestibles ricos en calorías. La sabana
proporcionó más recursos. A veces, un grupo de homínidos quizá encontraría alguna cría aparta-
da de la manada, fácil de cazar; quizá también hallarían animales más grandes heridos o muer-
tos y se alimentarían de su carne. La fabricación de hachas y cuchillos de piedra afilados permi-
tía cortar las gruesas pieles y tendones para acceder a la carne. A medida que estas fuentes nu-
tricionales (proteínas y grasas) enriquecían la dieta, la selección natural favoreció el desarrollo de
quienes poseían estas capacidades.
Los homínidos aprendieron a alimentarse y protegerse siguiendo el ejemplo de sus compañe-
ros de grupo, especialmente los mayores. Disponían de un pequeño repertorio de tradiciones
sencillas que se transmitía de generación en generación. La aptitud de aprender, almacenar y
transmitir información depende de capacidades especificas determinada genéticamente. Pero
también algunas especies dependen más del aprendizaje para sortear los problemas de la vida.
Mientras que la información codificada en los genes constituye el instinto natural, la informa-
ción codificada en el cerebro, que se adquiere mediante observación, imitación y experimenta-
ción y, por consiguiente, puede ser transmitida, constituye la cultura.
A medida que los homínidos empezaron a depender cada vez más de la fabricación y utiliza -
ción de herramientas y de las tradiciones culturales, su repertorio sujeto a control genético de
gruñidos, muecas y chillidos no bastaría ya para expresar la gama creciente de peticiones que
tenían que realizar. Los gestos y sonidos de invención cultural aumentarían proporcionalmente
dando origen al lenguaje oral. El despegue cultural es también y al unísono un despegue lingüís-
tico. Un ritmo de cambio rápido y acumulativo de las tradiciones implica un avance en la cantidad
de información socialmente adquirida, almacenada y compartida. La competencia lingüística po-
sibilita que se formulen reglas para actuar del modo adecuado en situaciones lejanas en tiempo
y espacio. La evolución del lenguaje, como condición de posibilidad del pensamiento, creó las
condiciones para el desarrollo del pensamiento abstracto y la consciencia de sí.
II – Fases evolutivas

1. Autralopithecus

El valle del Rift, que se extiende desde Tanzania al sur hasta Etiopía al norte, en África Orien-
tal, contiene uno de los yacimientos de fósiles al descubierto más ricos del mundo.
Esta región africana estuvo habitada por dos especies de simios que ya habían adoptado la
bipedestación: una, robusta y con grandes molares adecuados para triturar vegetales muy fibro-
sos y nueces; la otra, más ligera y esbelta, provista de una dentadura acorde con una alimenta -
ción omnívora. Tanto una como la otra se desplazaban sobre sus dos pies, aunque su cerebro no
era mayor que el de los chimpancés o gorilas actuales. La época de ambas especies se sitúa en-
tre hace 3 y 1,3 millones de años. Fueron denominados Australopithecus Robustus y Australopi-
thecus Africanus, respectivamente.
En la zona de Hadar (Etiopía) fueron descubiertos restos de Autralopithecus todavía más anti-
guos, que datan de hace 3,25 millones de años. Entre los restos se halló el esqueleto, completo
en un 40%, de una hembra adulta, de 107 cm. de altura, que se desplazaba sobre sus dos pies
(al que se le dio el nombre Lucy); se lo clasificó como Australopitecus Afarensis. Otros Afarensis
hallados cerca eran más altos (probablemente machos). También se encontraron restos de Afa-
rensis en Laetoli, cerca de la llanura del Serengeti (Tanzania). Datan de hace entre 3 y 4 millones
de años. El Afarensis presenta los huesos de los dedos de pies y manos ligeramente curvos y el
brazo tiene el 95% de la longitud de la pierna. En el chimpancé brazos y piernas son de igual lon -
gitud, mientras que en el Homo Sapiens el brazo tiene un 70% de la longitud de la pierna. Los
dedos curvos y la misma longitud de brazos y piernas representan una ventaja a la hora de trepar
árboles. Sin embargo, la estructura ósea demuestra que el Afarensis ya se desplazaba sobre sus
dos pies en postura vertical, puesto que el dedo gordo del pie es paralelo a los demás dedos.
Además, su dentadura era similar a la del Homo Sapiens (incisivos pequeños y molares anchos
y planos, más aptos para moler y triturar) lo que indica una alimentación omnívora. El volumen
cerebral oscila entre 450 y 500 cc.
El hábitat de las distintas variedades de Autralopithecus era el linde de la selva tropical con la
sabana, en lugares con abundante agua, en África Oriental y Meridional.
En los yacimientos del valle del Omo y en Gona, también en la zona de Hadar (Etiopía), se ha -
llaron hachas y lascas de una antigüedad datada en 2,5 y 3,1 millones de años, respectivamente.
Para esas fechas, el Australopithecus era el único homínido existente, lo que indica que ya po-
seía la capacidad de elaborar herramientas, coincidente con la adopción de la bipedestación.
El Autralopithecus Afarensis podría ser el antepasado común a los Autralopithecus Robustus
y Africanus, mientras que estas últimas podrían representar etapas evolutivas previas al género
Homo.

2. Homo Habilis

En el valle de Olduvai (Tanzania) se han hallado restos de la que parecería ser la primera es-
pecie del género Homo, a la que se le dio el nombre de Homo Habilis, y cuya antigüedad oscila
entre 2,5 y 1,8 millones de años.
La estatura de estos homínidos varía entre 90 y 100 cm., mientras que su volumen cerebral es
de 650 a 775 cc.; los dedos de pies y manos son algo curvos, mientras que la longitud de brazos
y piernas muestra la misma proporción que los Autralopithecus, lo que demostraría que poseía
un género de vida en el que la capacidad para trepar árboles continuaba siendo de importancia.
Al Homo Habilis se le atribuye la elaboración de hachas toscas y lascas de sílex del tamaño de
un puño.

3. Homo Erectus

El Homo Erectus representa una especie de mayor envergadura, de alrededor de 180 cm. los
machos y 150 cm. las hembras. El cráneo es alargado y achatado, con un volumen cerebral de
entre 900 y 1000 cc. Una protuberancia supraorbital limita el cráneo por delante formando una vi-
sera por encima de las órbitas; en la parte exterior, el occipital sobresale y luego se encorva a
partir de un grueso rodete; la frente, pequeña, muestra una protuberancia; todos los huesos son
muy gruesos. El rostro se muestra relativamente pequeño, moderadamente prognato y mediana-
mente elevado en relación a su anchura; la nariz es ancha y la mandíbula maciza. La dentadura
presentaba una morfología similar a la del Homo Sapiens. Los dedos de pies y manos son rec-
tos, lo que demuestra que ya había perdido la capacidad trepadora de sus antecesores.
El Homo Erectus subsistió a lo largo de aproximadamente 1.300.000 años, desde hace 1,8
millones hasta hace unos 300.000 años aproximadamente; lo llamativo es que a lo largo de tan
prolongado período su evolución técnica fue prácticamente nula. Utilizaba como herramientas
lascas afiladas, hachas de mano, cuchillas y puntas de piedra afiladas en ambas caras. Habitaba
en cuevas y campamentos al aire libre y se supone que había logrado dominar el uso del fuego.
El Homo Erectus fue la primera especie del género Homo que inició la expansión territorial fuera
de África, hacia el continente asiático y, posteriormente, Europa. Sin embargo, entre 400.000 y
200.000 años atrás comenzó a ser gradualmente sustituido por especies procedentes de África
y Próximo Oriente denominadas Homo Sapiens Arcaico.
4. Homo Neanderthalensis

El Homo Neanderthalensis apareció en Europa hace unos 120.000 años, a comienzos del últi-
mo período glaciar (Würm). Su capacidad craneal era de 1600 cc, similar a la del Homo Sapiens.
Los huesos son de considerable espesor; el cráneo presenta una forma alargada y deprimida
con gran desarrollo de los arcos superciliares, que forman una especie de visera por encima de
las órbitas; la frente es pequeña. El occipital se prolonga a manera de moño y posee un rodete
transversal muy desarrollado que separa el plano de la nuca del plano occipital; visto desde atrás
el cráneo presenta una forma casi circular. Su rostro aparece particularmente desarrollado en
comparación con la bóveda craneana, de gran longitud y que sobresale hacia adelante. La nariz
es hundida y ancha. Las órbitas, de gran tamaño, presentan un contorno circular. La cara inferior
del maxilar se continúa en el malar sin presentar ninguna concavidad; los pómulos crecen en re-
lieve y el paladar es vasto; la mandíbula es de grandes dimensiones y aspecto robusto.
La estatura promedio del Homo Neanderthalensis sería de 170 cm., con cuello corto y robus-
tas extremidades. La pequeñez del cuello y la prominencia del rostro indican que la faringe esta -
ba aún escasamente desarrollada y, por consiguiente, es muy probable que careciera de la ca-
pacidad de fonación del Homo Sapiens; si su capacidad de lenguaje era rudimentaria, la capaci-
dad de pensamiento y consciencia de sí eran proporcionalmente inmaduras. Como su aparición
coincide con el principio del último período glaciar del continente europeo, sus particulares for-
mas anatómicas sugieren una adaptación a la vida en condiciones de gran frío. El cuerpo grueso
y rechoncho lo hacía más apto para tolerar el frío, sus enormes incisivos servirían para ablandar
pieles de animales para satisfacer la necesidad de abrigo y, por disponer de escasos vegetales,
su alimentación dependería principalmente de la caza.
El Homo Neanderthalensis se extinguió con posterioridad a la llegada del Homo Sapiens a
Europa hace entre 45.000 y 35.000 años.
Los principales yacimientos arqueológicos con restos de Homo Neanderthalensis se encuen-
tran en La Quina, La Ferrassie y La Chapelle-aux-Saints en Francia, Spy en Bélgica, Saccopas-
tore y el Monte Circeo en Italia, Banyoles y Gibraltar en la Península Ibérica, Krapina en Croacia y
el Monte Carmelo en Palestina.

5. Homo Sapiens

Aún se desconoce el punto de aparición del Homo Sapiens. Quizá se sitúa en África meridio-
nal, a juzgar por los restos fósiles hallados en Boca del Río Klasies (Sudáfrica), que datarían de
entre 115.000 y 85.000 años; quizá en en Próximo Oriente según los restos hallados en Qafzeh
(Israel), con una antigüedad de entre 97.000 y 87.000 años. Desde el punto de vista anatómico
los restos de estos Homo Sapiens son enteramente modernos, pero las herramientas que utiliza-
ban no difieren de las asociadas a los Sapiens Arcaicos de África o los Neanderthalensis de Eu-
ropa.
Sin embargo, cuando el Homo Sapiens apareció en Europa, hace unos 45.000 años, sus he-
rramientas eran ya muy evolucionadas y se hallaba a punto de iniciar el despegue lingüístico y
cultural.
Se desconoce si la transición del Sapiens Arcaico al Sapiens Sapiens se produjo en un solo
lugar (sea en África o el Próximo Oriente, para iniciar desde allí su expansión territorial) o si por el
contrario, dicha evolución se verificó en varios y distintos sitios a la vez. El Homo Sapiens Fosilis,
cuyo principal ejemplar es el denominado Hombre de Cro-Magnon (hallado en La Dordoña,
Francia), vivió en Europa hace unos 35.000 años. Era de 170 a 180 cm. de estatura, complexión
física robusta, y con la capacidad craneana y esqueleto ya enteramente similar al Homo Sapiens
Sapiens.
El Homo Sapiens elaboró una gran variedad de herramientas bien trabajadas, en piedra, hue-
so y marfil, junto con las primeras manifestaciones estéticas. En paredes y techos de galerías
subterráneas, lejos de la luz natural, se realizaron pinturas de gran realismo. En algunos casos
superpuestos, y en otros a mayor escala que el natural, y con colores llamativos, fueron pintados
caballos, bisontes, renos, jabalíes, bóvidos salvajes, rinocerontes y mamuts. En ocasiones tam-
bién se representaban figuras humanas, con máscaras y símbolos en forma de pene y vulva. La
escultura comenzó hacia la misma época, primero con toscas figuras de animales en marfil y
hueso; posteriormente aparecen diversas estatuillas de figuras humanas, principalmente muje-
res, gordas, con nalgas anchas y pechos enormes (en marfil, hueso, arcilla y piedra). En las cue-
vas se hallaron, además, tablillas grabadas con motivos animales y figuras humanas. También se
elaboraban adornos corporales, como collares, pulseras y brazaletes hechos con huesos, dien-
tes, colmillos y conchas, finamente tallados y decorados. Que las pinturas murales se hicieran en
galerías subterráneas, donde se necesitaba iluminación artificial para trabajar, ha inducido a al-
gunos antropólogos a suponer que tendrían un significado más religioso que estético; cerca de
algunas pinturas fueron hallados huesos huecos y perforados (que servirían como flautas rudi-
mentarias) por lo que también se ha supuesto que se hacía música y se danzaba; esta interpreta-
ción está avalada por la existencia de pinturas rupestres que muestran figuras danzantes con
máscaras. Por otra parte, las pinturas muestran a los animales que se cazaban; y se los pintaba
con el pelaje de invierno y de verano, renos machos con la cornamenta desarrollada (como en el
verano) o sin ella (como en el invierno); los bisontes también aparecen pintados con pelaje de in-
vierno y de verano, mirando en cada caso en direcciones opuestas (quizá para indicar la direc-
ción de la migración anual). También se han hallado tablillas en las que están grabadas en bajo-
rrelieve las fases de la luna.
En el Próximo Oriente el Homo Sapiens cohabitó con el Homo Neanderthalensis durante más
de 30.000 años; sin embargo, en Europa esta coexistencia no duró más de 5.000 años. Cuando
el Homo Sapiens llegó a Europa su técnica había dado un salto cualitativo marcado. La base de
su industria lítica estaba formada por hojas largas, finas y afiladas como cuchillas, construidas a
partir de nódulos de pedernal seleccionados; también eran hábiles en la fabricación de herra-
mientas de hueso, marfil y astas; habían inventado la aguja de coser y probablemente confeccio-
naban abrigos con pieles que se adaptaban a las formas de los cuerpos; utilizaban propulsores
de madera que multiplicaban el alcance de lanzas y dardos, equipados con gran variedad de
puntas. Esto ha llevado a varios antropólogos a suponer que la irrupción en Europa del Homo
Sapiens, dotado de semejantes avances técnicos, habría forzado al Homo Neanderthalensis a
desplazarse hacia regiones marginales más frías, en las que contarían con menos posibilidades
de caza; la subalimentación resultante, sumada a una población de por sí mínima, habría llevado
a la decadencia de la especie hasta su extinción. Esta hipótesis es la que pretende explicar por
qué en un período de tiempo relativamente breve (5.000 años) a partir de la llegada del Homo
Sapiens a Europa se verificó la desaparición del Neanderthalensis.
III – Avances técnicos vitales de la prehistoria

1. Domesticación de animales

La domesticación de animales, particularmente rumiantes, fue quizá el hecho más importante


que determinaría la adopción de la vida sedentaria. En primer lugar la supervivencia de la comu -
nidad ya no dependía de la lucha cotidiana contra los animales salvajes, que había que encon-
trar, perseguir y cazar; el sustento estaba asegurado mientras hubiese cabezas de ganado pa-
ciendo alrededor de la vivienda. Además, la cría de ganado obligaría a talar claros en los bos-
ques para facilitar el pastoreo de los animales, dando comienzo a una primera transformación del
hábitat y sentando las bases para el inicio de la agricultura.
El buey fue utilizado como la primera bestia de tiro y carga, mucho antes que el caballo; de he-
cho, la domesticación de los bóvidos es muy anterior a la de los caballos. Los héroes de los poe-
mas homéricos consideran a los caballos seres casi divinos, un regalo de los dioses. En las le-
yendas germánicas los caballos que se emplean para montar poseen nombre y un árbol genea-
lógico tan conocido como el de los mismos héroes, mientras que los caballos salvajes son aptos
para la caza; su carne se utilizó como alimento hasta muy entrada la era cristiana (el caldo de ca-
ballo forma parte del rito del dios de la guerra Odin – también llamado Wotan – deidad principal
de la mitología nórdica, dios de la sabiduría, la guerra y la muerte). La domesticación de los bóvi-
dos de tiro (que también son proveedores de leche) produciría cambios importantes en la organi-
zación social: las pequeñas tribus incrementaron su población gracias a la mayor disponibilidad
de alimento, al mismo tiempo que las necesidades de criar y cuidar al ganado demandaron un
grado más complejo de organización social. Por otra parte, el crecimiento demográfico crearía la
necesidad de cambiar con frecuencia el hábitat, particularmente debido al agotamiento de las
tierras de pastoreo. Estos desplazamientos frecuentes dieron lugar a uno de los más decisivos
inventos: el carro con ruedas.

2. Desarrollo de los metales

El cobre fue el primer metal que sustituyó el uso de la piedra, a fines del neolítico, gracias a la
abundancia de este metal en estado puro en grandes bloques. El lugar tradicional para la obten-
ción del cobre en Europa fue, en primer término, la isla de Chipre, de donde deriva su nombre la-
tino Cuprum.
Si bien los primeros utensillos de metal fueron hechos en cobre, pronto aparecería el bronce,
una aleación de nueve partes de cobre y una de estaño; el bronce es bastante más duro, pero
más fácil de trabajar, que el cobre, por lo que su empleo se difundió rápidamente. Es muy proba-
ble que el descubrimiento de la aleación de cobre con estaño, que da lugar al bronce, se haya
realizado en algún lugar donde abundan ambos minerales, situación que se da en Turkestán, en
el Sudeste Asiático (Tailandia, Laos y Camboya), Gales y la Península Ibérica.

3. La hoz

El descubrimiento del bronce hizo posible la invención de la hoz, que a su vez posibilitaría el
desarrollo de la agricultura, ya que la hoz de metal permite segar las plantas recogiendo los ta-
llos al mismo tiempo que los corta, formando un atado de tallos con cada golpe. La mitología
griega representa a Ceres, la diosa de los campos y la agricultura, con una hoz en la mano. Para
los celtas la hoz era un objeto sagrado.

4. La espada

El descubrimiento del bronce también posibilitó la invención de la espada cortante, probable-


mente en Asia. Los griegos debieron adquirirla de los fenicios, ya que en la Odisea se hace alu-
sión al comercio de espadas con los fenicios; mientras que en la Ilíada, si bien los guerreros con-
tinúan empleando armas arrojadizas, ya aprecian como un tesoro a sus espadas, algunas de
ellas obras de los dioses y don especial que hacen éstos a sus héroes favoritos. Los pueblos
germánicos también guardaban una especial veneración a las espadas, que habría de perdurar
hasta la Edad Media; veneración que se explica por la revolución que significó su empleo en el
arte de la guerra y en la diferenciación social fundada entre quienes poseían espadas y estaban
socialmente autorizados a emplearlas y quienes no.
IV – Anexo documental

El Valle del Rift es una gran fractura geológica que se extiende a lo largo


de 6.400 kilómetros de norte a sur, desde la región del Mar Rojo hasta el
centro-este de África.
Laetoli

Valle del
Serengeti

Valle del Olduvai


Huellas de Australopithecus Afarensis
halladas en Laetoli, corresponderían a
dos adultos y un niño

Restos de cráneos de Autralopithecus,


del tipo Africanus en la parte superior y
Robustus en la inferior
Cráneo de Autralopithecus Africanus

Esqueleto completo en un 40% de un ejemplar hembra


de Australopithacus Afarensis, hallado en el yacimiento
de Hadar (Etiopía), al que se le dio el nombre Lucy
Cráneo incompleto de un Homo Erectus

Restos óseos de Homo Neanderthalensis:


cráneo de un adulto y parte del esqueleto de
un niño pequeño (2 a 3 años)
Cráneo de un Hombre de Cro-Magnon

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