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TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ

Una abogada en los Andes


CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

2
TRINIDAD MARÍA ENRIQUEZ. UNA ABOGADA EN LOS ANDES

CARLOS RAMOS NÚÑEZ


MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ


Una abogada en los Andes

Palestra Editores
Lima — 2005

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

TRINIDAD MARÍA ENRÍQUEZ.


Una abogada en los Andes
Carlos Ramos Núñez / Martín Baigorria Castillo

Primera edición, diciembre 2005

Queda prohibida la reproducción total o parcial


de esta obra sin el consentimiento expreso de su
autor.

© Copyright : CARLOS RAMOS NÚÑEZ - MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO


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HECHO EL DEPÓSITO QUE ORDENA LA LEY


Cert N.º 2005-9088

ISBN: 9972-733-99-8

Nº de registro del Proyecto Editorial: 31501010500721

Tiraje: 1000 ejemplares

Impreso en el Perú Printed in Peru

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ÍNDICE

ÍNDICE

Introducción ....................................................................... 9
CAPÍTULO I
La audacia de una ilustrada decimonónica ..................... 27
CAPÍTULO II
«Contracción y despejada inteligencia» ........................... 45
CAPÍTULO III
El proceso ........................................................................... 63
3.1. Primera etapa (1878-1883) .................................. 63
3.2. Segunda etapa (1884-1891) ................................. 72
CAPÍTULO IV
«El triunfo de una aspiración» .......................................... 85
ANEXOS
N.° 1. Resolución suprema de 3 de octubre de 1874 .... 99
N.º 2. Expedientillo de convalidación de estudios y
examen de ingreso (1875) ..................................... 100
N.° 3. Informe del ministro de Justicia e Instrucción
Mariano Felipe Paz Soldán. 4 de enero de 1874 102

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

N.º 4. Informe en mayoría de los vocales de la Corte


Superior de Justicia de Lima (20 de octubre de
1890) ....................................................................... 104
N.º 5. Informe en minoría de los vocales de la Corte
Superior de Justicia de Lima (20 de octubre de
1890) ....................................................................... 115
N.º 6. Dictamen del Fiscal de la Corte Suprema, Ri-
cardo W. Espinoza (20 de julio de 1891) ............ 116
N.° 7. Necrología de Trinidad Enríquez, por Paulino
Fuentes Castro (Lima, 1891) ............................... 119
N.° 8. Biografía anónima en El Perú Ilustrado (Lima,
1891) ....................................................................... 122
N.° 9. Proemio de la tesis de Laura Rodríguez Du-
lanto (Lima, 1898) ................................................. 127

Bibliografía ......................................................................... 129

6
ÍNDICE

La manera como vine al mundo, mi prematura


orfandad y las consiguientes dificultades para pro-
curarme una educación siquiera mediana,
concurrieron a que viera de cerca la triste condi-
ción de la mujer, cuyo destino en nuestra sociedad
no corresponde ni a la mitad del que asume el
altanero y erguido hombre, constituido en árbitro
de cuanto le rodea por su cultivada inteligencia y
su fuerza... ¡El eterno pupilaje que pesa sobre la
mujer, me pareció una desigualdad indigna, pero
sancionada por los hábitos y la ley!

Trinidad María ENRÍQUEZ. «Al bello sexo de


Lima». El Semanario del Pacífico, N.º 71, 19 de
octubre de 1878.

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

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I NTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN

Prolegómenos
Del hogar no puede ir la mujer sino al cie-
lo; llevarla a otra parte es malear el hogar,
es desviar el sendero de la familia, del Es-
tado y de la humanidad.
M. P. PORTUGAL. Las grandes cuestiones (1913).

Un aspecto singularmente llamativo en el tránsito hacia la


emancipación femenina lo constituyó, en el Perú, el debate
suscitado hacia 1890 en torno al ejercicio de la abogacía por
las mujeres. La larga y dolorosa reclamación emprendida en
1878 por una ilustrada dama cuzqueña, Trinidad María Enrí-
quez, quien demandaba la autorización oficial para obtener
el bachillerato, luego el título y ejercer libremente la profe-
sión forense, fue el acicate de esa discusión, que alcanzaría a

9
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

las más altas esferas políticas y jurisdiccionales*. El caso de


Trinidad Enríquez despunta como un emblema negativo de
razonamiento administrativo y judicial. Para impedirle la ob-
tención del título, con el que habría podido convertirse en la
primera abogada hispanoamericana, los operadores de la época
no dudaron en recurrir al Derecho romano y a las Siete Par-
tidas, en una manifiesta utilización ultraactiva de la norma.
Probablemente ese haya sido el esfuerzo simbólico en el que
la argumentación jurídica justificaba —ni siquiera tan subli-
minalmente— al machismo y al sistema patriarcal entonces
dominante. En un período en el que los contemporáneos abra-
zaban embelesados al Derecho moderno, bajo la apariencia
de códigos básicos1, no deja de ser curioso que se acuda al
Derecho del viejo régimen, incluso derogado, a fin de relativi-
zar o amenguar, hasta su virtual inaplicación, a las normas
contenidas en el Código de Enjuiciamientos Civiles de 1852
—normativa procesal entonces vigente—, que al no haber
previsto el caso del ejercicio de la profesión por parte de las
mujeres, no contempló prohibición alguna sobre el particu-
lar. Una aplicación formal de la ley hubiera allanado el camino

*. Adoptamos la forma onomástica «Trinidad María», por ser la que más se


ajusta a la propia voluntad del personaje. La letrada acostumbraba fir-
mar como «Trinidad M. Enríquez», mientras que terceros, entonces y
después, se refieren a ella como «Trinidad María», «María Trinidad»,
«M. Trinidad» y aun «María T. Enríquez». No así «Trinidad» a secas, en
cuanto este era nombre indistinto de varón y de mujer. El nombre de
pila de nuestro personaje fue María Josefa Trinidad.
1. Véase sobre el particular, RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Historia del Derecho
civil peruano. Tomo V: «Los signos del cambio», Vol. 1.º: «Los reperto-
rios y el periodismo forense». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005;
volumen 2.°: «Las Instituciones». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005,
en proceso de edición.

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I NTRODUCCIÓN

de Trinidad Enríquez al escenario del foro peruano. Sin em-


bargo, la arbitraria interpretación retrasaría por décadas la
incorporación de las mujeres a la defensa y a la magistratura.
Todo ello demuestra que la creatividad judicial puede ser tam-
bién una atroz herramienta de exclusión.
Quizás en nuestros días, cuando las Facultades de Dere-
cho (antiguas o modernas, serias o informales, académicas o
empíricas) albergan en sus aulas a un numeroso grupo de
jóvenes alumnas, no llame la atención la valiente cruzada
que arremetió la dama cuzqueña. Pero es necesario enten-
der también que el escenario social de la época y la
mentalidad actuaban de modo hostil contra una pretensión
que abarcó prácticamente toda su vida adulta. Este libro
reconstruye los argumentos de la letrada sureña, como tam-
bién la de sus deplorables impugnadores. Rastreamos el
proceso a partir el examen de los actuados, tal como fueron
reproducidos en la prensa jurídica limeña. Nuestra pers-
pectiva es la del historiador del Derecho, de modo que el
cometido central, antes que lanzar una nueva biografía de la
ilustre letrada sureña2, ha consistido en rescatar una dimen-
sión insuficientemente conocida, inexplorada, o,
sencillamente, desdeñada por los investigadores sociales, a
saber: la firme decisión de la ilustre cuzqueña de convertir-
se en la primera abogada del Perú.

2. Tarea por lo demás innecesaria, en vista de la cuantiosa bibliografía


emanada en torno a la jurista cuzqueña. No obstante, en esos trabajos,
que reseñaremos en seguida, es de lamentar la indolencia frente al em-
pleo de fuentes histórico-jurídicas. Éstas, por un pertinaz error de
concepción, suelen ser consideradas por someros receptáculos de legis-
lación positiva y no como elementos vitales para la reconstrucción
historiográfica en general.

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

Activista social, educadora, periodista y literata —en el


sentido antiguo del término3—, Trinidad María Enríquez
(Cuzco, 1846 – 1891) es una de las figuras más fascinantes del
siglo XIX peruano. Fue no solamente la primera mujer que,
en nuestro país y quizás en Hispanoamérica, decidió some-
terse a un examen de admisión universitaria, sino, también,
la primera aspirante a abogada surgida en estas latitudes.
Mujer a la vez «frágil e intensa» a decir de sus contemporá-
neos, Trinidad María navegó a contracorriente de la visión
patriarcal de la época y del centralismo capitalino, dos for-
mas tenaces de prejuicio y de aislamiento. Su origen andino,
la espectacular odisea que significó la obtención de su grado
de bachiller en Jurisprudencia —aventura que se inicia en
1874 y que se extiende hasta después de su fallecimiento en
1891— y su propia condición de mujer instruida y sensible
enaltecen aún más la imagen del personaje.
Hemos optado por un estilo esencialmente narrativo, en el
que los hechos de la vida de Trinidad se entretejen con el
contexto que le tocó transitar. El capítulo primero, «La auda-
cia de una ilustrada decimonónica», se concentra en los años
de su infancia y primera adolescencia, a la vez que encierra
un vistazo a la esfera intelectual en la que se formaban las
muchachas de la incipiente burguesía cuzqueña; el capítulo
segundo, «Contracción y despejada inteligencia», constituye
un esbozo de la temprana juventud del personaje, de su paso

3. Según el contemporáneo Diccionario académico, se definía literato como


un adjetivo «que se aplica á la persona instruida en varios ramos de la
literatura, especialmente en las letras humanas». Vid. REAL ACADEMIA
ESPAÑOLA DE LA LENGUA. Diccionario de la lengua castellana, por la
Academia Española. Undécima edición. Madrid: Manuel Rivadeneyra,
1869, p. 470.

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I NTRODUCCIÓN

por la docencia y de los años de su educación universitaria; el


crucial capítulo tercero, titulado escuetamente «El proceso»,
describe y analiza el curso de la reclamación en sí, en sus dos
etapas (1878-1883 y 1884-1891), a las que separa el hiato de la
Guerra del Pacífico. En el cuarto capítulo, «El triunfo de una
aspiración», se intenta seguir la huella trazada por Trinidad
Enríquez a través de las primeras abogadas peruanas e hispa-
noamericanas. Un epílogo y una sección de anexos
complementa el presente estudio.

Hogar / espacios públicos: ¿una disyuntiva irresoluble?


Si empleamos el vocabulario de nuestro tiempo diríamos que
Trinidad María logró «abrirse un espacio» en una sociedad do-
minada por el varón. Esta noción — indudablemente cierta—,
remite sin embargo a un cierto anacronismo, en cuanto des-
atiende el contexto histórico-jurídico, tanto en el plano de la
legislación positiva, cuanto en el que concierne a las prácticas
y las mentalidades de los actores del Derecho. Como se sabe,
la irrupción del feminismo jurídico del entresiglo asoma como
parte del proceso de la modernización social y la descodifica-
ción, que suponía una deconstrucción del sistema normativo
basado en la supremacía absoluta de los códigos y su reempla-
zo o, por lo menos deterioro, por parte de la legislación especial4.
La solidez de los grandes códigos se resquebraja merced a la

4. En torno al fenómeno de la descodificación véase, de manera primordial,


IRTI, Natalino. L’età della decodificazione. Milán: Giuffrè editore, 1979.
También en versión castellana: La edad de la descodificación. Traduc-
ción e introducción de Luis Rojo Ajuria. Barcelona: José M. Bosch,
1992. Aspectos específicos en las siguientes contribuciones: ACOSTA

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

progresiva modernización de la sociedad. Surge así una cons-


telación de normativas singulares: la rama de los denominados
Derechos Especiales, vale decir, aquellos ordenamientos vin-
culados con la agricultura, la minería y la industria
manufacturera; la regulación de la condición del indígena y de
las comunidades nativas, que empieza a plantearse en térmi-
nos de una propuesta concreta; y, por último, el nuevo Derecho
del trabajo, que aspira a introducir la equidad —que no la igual-
dad pura y simple— en las relaciones entre trabajadores y
empresarios. Bajo el manto de la descodificación se desvanece
también la asimetría entre los sexos que el Derecho privado
codificado sancionaba5.
Dicho lo anterior, el discurso feminista no deja de ilumi-
nar la hazaña precursora de Trinidad María Enríquez. Tal
como lo plantea esa tendencia intelectual, el Derecho debería
activarse no solo en el plano simbólico sino, principalmente,
en tanto urdimbre de normas que produzcan y sostengan la
justicia para las mujeres6. Según ha anotado Carol Smart, cir-

ROMERO, Miguel. «El fenómeno de la descodificación del Derecho Ci-


vil». Revista de Derecho Privado. N.º 63, 1989, pp. 611-628; DIEZ PICAZO,
Luis. «Codificación, decodificación y recodificación». Anuario de Dere-
cho Civil, abril-junio, 1992, pp. 473 y siguientes. Y, en torno al futuro
de los códigos, RAMOS NÚÑEZ, Carlos. Codificación, tecnología y post-
modernidad. La muerte de un paradigma. Lima: Ara, 1996; Fondo
Editorial PUCP, 2000, 2005.
5. Sobre los enlaces entre feminismo jurídico y descodificación, consúltese
el apartado, «La condición jurídica de la mujer» en RAMOS NÚÑEZ,
Carlos. Historia del Derecho civil peruano. Tomo V, volumen 2.°: «Los
signos del cambio: Instituciones». Lima: Fondo Editorial PUCP, 2005,
en proceso de edición.
6. Existe una frondosa literatura en torno a las bases teóricas del feminis-
mo jurídico contemporáneo. Véase una aproximación en, STANG DAHL,
Tove. Women’s Law. An Introduction to Feminist Jurisprudence. Oslo:

14
I NTRODUCCIÓN

culan tres slogans feministas en torno al Derecho: a) que es


sexista; b) que es masculino y, c) que es sexuado. Merced a
este criterio, el ordenamiento jurídico sería sexista porque
discrimina a las mujeres, adscribiéndoles menores recursos y
oportunidades; sería masculino, en tanto que, antes que ope-
rar a través de criterios objetivos, se sirve de criterios
masculinos; y, por último, sería sexuado, en cuanto enfoca los
fenómenos de trascendencia jurídica a partir de los significa-
dos divergentes que varones y mujeres les confieren7. Tamar
Pitch, otra connotada exponente del Feminist Jurisprudence,
nos recuerda que el ordenamiento jurídico constituye un uni-
verso simbólico, cuyo alcance normativo y su eficacia
dependen de cómo son entendidos y practicados los concep-
tos, valores y representaciones que en él se encierran8.
La dramática experiencia vivida por la estudiosa cuzque-
ña dentro de ese universo «sexista, masculino y sexuado» se
erige, de esta manera, en un terreno de elección para escu-
driñar las (incluso hoy) tensas relaciones entre el acceso al
libre ejercicio profesional y la adopción de una postura pro-
piamente de género. Desde un horizonte más amplio, al esbozar

Norwegian University Press, 1987. Desde la perspectiva del feminismo


radical, la obra clave de Catharine A. MCKINNON, Feminism Unmodi-
fied. Discourses on Life and Law. Cambridge: Harvard University
Press, 1987. Y una visión complementaria en COLLIER, Richard. Mascu-
linity, Law and the Family. Londres: Routledge, 1995.
7. SMART, Carol. «The woman in the legal discourse». Social and Legal
Studies, N.° 1. Existe versión castellana: «La mujer en el discurso jurí-
dico», en LARRAURI, Elena. Mujeres, Derecho penal y criminología.
Madrid: Siglo XXI, 1994, pp. 166-189.
8. Véase PITCH, Tamar. Un Derecho para dos. La construcción jurídica
del género, sexo y sexualidad. Madrid: Editorial Trotta, 2003, pp. 256 y
siguientes.

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

una definición más completa de la vida, personalidad y ac-


tuar de Trinidad María Enríquez en uno de sus aspectos
cruciales, el presente trabajo supone también un vistazo so-
bre la condición de la mujer de acuerdo con las mentalidades
y el discurso jurídico patriarcal que imperaban en la segunda
mitad del Ochocientos y que extenderán su influjo hasta las
primeras décadas del siglo XX y aun después.

Una jurista en la ciudad letrada


Cabe preguntarse, ¿qué razones impulsaron a esta expo-
nente de la mediana clase terrateniente local a abrazar el
ejercicio de la profesión forense? ¿Cómo explicar los motivos
de su deslumbrante empresa, a la que entrega los diecisiete
últimos años de su vida? Preciosas pistas se descubren en el
escenario de su actuar. Hacia 1846, año del nacimiento de
Trinidad Enríquez, el Cuzco experimentaba los primeros aso-
mos de modernización urbana. La escasez de recursos públicos
había despojado a la ciudad histórica de su antiguo lustre.
Paul Marcoy, el frívolo pero certero viajante galo, retrata,
precisamente en ese año de 1846, a la ciudad languideciente y
a su pintoresca elite de clérigos, eruditos y «damas de socie-
dad», elegantemente ataviada según el gusto europeo pero
rodeada de una masa indígena invisible a sus ojos y sensibili-
dad. El bon vivant francés, a la vista de los edificios construidos
sobre murallas incaicas, comenta: «la ciudad no se ha trans-
formado sino a medias: católica y moderna por su parte
superior, sigue siendo antigua y pagana por su base»9. El via-

9. MARCOY, Paul. Viaje a través de América del Sur: del Océano Pacífico al
Océano Atlántico. 2 tomos. Lima: IFEA – PUCP – BCR – CAAA,
2001. T. 1, p. 361.

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I NTRODUCCIÓN

jero describe con colores crudos a los eruditos de la capital


sureña:
Todos estudian con ardor la teología, la filosofía, el Dere-
cho natural y el Derecho de gentes, el Derecho civil y el
Derecho canónico. Las ciencias naturales, las lenguas
muertas y vivientes, y las artes de la belleza les parecen
indignas de una educación viril, y las destierran del pro-
grama de sus estudios, así como el divino Platón
desterraba de su república a los autores de sonetos y diti-
rambos. La educación seria que reciben no hace sino
aumentar la gravedad de su exterior. Un cuzqueño erudi-
to que atraviesa la calle, envuelto en su capa, tiene el aire
majestuoso de un dogo dirigiéndose a los esponsales con
el mar10.

Marcoy agrega:

Las definiciones sutiles con que han amoblado su espíri-


tu le permiten elegir entre la magistratura y la abogacía.
A veces se consagra a la enseñanza, pero el caso es raro. En
el Perú se han visto émulos de Cicerón comenzar de un
solo tirón como generales de brigada, ascender después a
mariscales de campo, y sentarse en fin en el sillón de la
presidencia. Semejantes casos explican el prodigioso nú-
mero de abogados con que cuenta la ciudad11.
En medio de tales personajes, llaman la atención del viaje-
ro el contraste de las casuchas, los olores fétidos emanados de
los canales que atraviesan la ciudad —un viejo leit motiv de la

10. Ib., p. 372. La cursiva es nuestra.


11. Ib.

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

literatura cuzqueña—, las crueles matanzas de perros y el


desorden. Treinta años después, otro testigo foráneo, el ex-
plorador Charles Wiener, aun pudo contemplar a don Pío
Benigno Mesa, «doctor en Derecho, coronel de la guardia
municipal, presidente del Concejo e inspector general de las
escuelas»12. Cuenta Wiener que el letrado y político cuzque-
ño conducía un establecimiento que funcionaba
simultáneamente como botica, periódico y colegio superior.
El explorador confiesa haber adquirido allí un almanaque, una
Historia del Cuzco —escrita por el propietario—, un par de
botines y espuelas, un sombrero de paja, papel de carta, ante-
ojos y hasta una caja de galletas y un empaque de conservas.
Mientras que, en el patio intermedio, se instalaban las ofici-
nas del semanario El Ciudadano, que redactaba, corregía e
imprimía el mismo Mesa. Finalmente, en el interior del in-
mueble, el letrado impartía clases de Literatura, Cálculo
Comercial y Derecho. Pío Benigno Mesa, dice risueñamente
Wiener, era bodeguero en el frente de la casa, editor en el
patio y catedrático en los interiores13.
Pero el Cuzco fue, hasta la primera mitad del Ochocien-
tos, la ciudad más importante del sur andino desde los puntos
de vista político, económico y cultural. Desde 1825 funciona-
ba allí una Corte Superior de Justicia, cuya jurisdicción se
extendía a todo el departamento y que reemplazaba a la anti-
gua Real Audiencia merced a un dispositivo bolivariano
ejecutado por el entonces prefecto Agustín Gamarra14. El pri-

12. WIENER, Charles. Pérou et Bolivie. Récit de voyage. París: Librairie


Hachette et Cie., 1880, p. 329.
13. Ib.
14. Cfr. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la iniciación republi-
cana en el Cuzco. Lima: Fondo del Libro del Banco de los Andes, 1981,

18
I NTRODUCCIÓN

mer tribunal cuzqueño lo conformaron legistas de la talla de


Vicente León Argüelles, Santiago Corbalán, el arequipeño
Benito Laso de la Vega, Manuel Torres Mato y el fiscal José
María de Lara15. Pedro Ignacio de Morales fue designado se-
cretario de cámara, en tanto que don Agustín Ampuero, el
relator, no tardará en ser reemplazado por el doctor Juan Pinto
y Guerra16. Por su parte, José Maruri de la Cuba —otro colo-
rido personaje, que años después entablará una ruidosa
denuncia contra Mariano Santos de Quirós, el gran compila-
dor de las leyes republicanas— fue el primer Juez de Derecho
del Cuzco17. Hacia 1834, José María Blanco, en su crónica del
viaje al sur del presidente Orbegoso, refiere que el foro cuz-
quense lo integraban «treinta y tres abogados, ocho escribanos
y cuatro notarios»18. No hay que olvidar que en el Cuzco,
capital del Estado Sur Peruano, también serían promulgados
los códigos santacrucinos, primeros cuerpos legales de ese
género puestos en vigencia en nuestro país.
Luego del fugaz auge confederado, la Universidad cuzque-
ña, en tránsito hacia la secularización pero presupuestalmente
agobiada, se reducía a emitir los indispensables grados aca-

pp. 55-64. El decreto de creación, de 1.° de febrero de 1825, puede verse


en la Gaceta del Gobierno. Tomo 7, N.° 19, domingo 27 de febrero de
1825, p. 1. En dicha entrega de la Gaceta figura el decreto bolivariano,
de la misma fecha, que dispone la creación de la Corte Superior de
Justicia de Arequipa.
15. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la iniciación republicana
en el Cuzco, op. cit., p. 55.
16. Ib., pp. 56-62.
17. Ib., p. 63.
18. BLANCO, José María. Diario del viaje del presidente Orbegoso al sur del
Perú. Edición, prólogo y notas de Félix Denegri Luna. 2 tomos. Lima:
PUCP - IRA, 1974, T. 1, p. 185.

19
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

démicos19. Lo propio ocurría en Lima, Arequipa y Trujillo.


Por lo demás, la formación jurídica en el país, hacia mediados
del siglo era paupérrima, por decir lo menos: bastaba con ha-
ber aprendido el Manual del abogado americano para acceder
al examen de título profesional, según se infiere de un dispo-
sitivo dictado en 1841, que prohíbe tal método de acreditación
a través de un breviario «deficiente e incompleto» y que no
puede sino suministrar «nociones muy triviales del Derecho
patrio». Según precisa César A. Ugarte, en el Cuzco, antes
de la reformas de 1866 y 1869, «se dispensaba arbitrariamen-
te de los derechos de grado y se confería el grado de doctor a
alumnos que no habían optado ni el bachillerato ni la licencia-
tura»20. Entre 1853 y 1858, simplemente, los grados se dejaron
de conferir21.
Con el paso de los años y merced a las sucesivas las refor-
mas, la situación de la educación superior progresaba, aunque
muy lentamente. Algo semejante ocurría en Lima, como lo
demuestran las agrias disputas entre el Gobierno y las autori-

19. Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. La Universidad Nacional de


San Antonio Abad del Cuzco. Cuzco: Edit. H. G. Rozas S.A., 1963, pp.
51-60.
20. UGARTE, César A. «Las Universidades menores». Revista Universita-
ria. Órgano de la Universidad del Cuzco. Año VI, N.° 19, Cuzco, marzo
de 1917, pp. 3-34 [pp. 19-20]. Es la primera de seis entregas. Un versión
preliminar del citado estudio: «Evolución de la enseñanza universitaria
en el Cuzco». Revista Universitaria. Órgano de la Universidad del Cuz-
co. Año I, N.° 3, Cuzco, diciembre de 1912, pp. 45-59.
21. Anales Universitarios del Perú, redactados y publicados por el D. D.
José G. Paz Soldán, rector de la Universidad de San Marcos de Lima.
Tomo segundo. Lima: Imprenta de la «Época», por J. E. del Carpio,
1862, pp. 42-43. Informe del secretario de la Universidad, José Casimiro
Pro, de 15 de noviembre de 1858.

20
I NTRODUCCIÓN

dades del Colegio de San Carlos. En la ciudad imperial, en


1878, mientras la aventura de Trinidad Enríquez recién em-
pezaba, circuló un curioso comentario, del que hace eco la
prensa capitalina. Sucede que en los exámenes de fin de año,
de un total de cuarenta alumnos matriculados en la Facultad
de Jurisprudencia, no menos de treinta y cuatro habían obte-
nido el calificativo de «sobresaliente».
No queremos aminorar en lo menos la inteligencia de la
juventud cuzqueña —comenta El Comercio de Lima—; pero
estamos seguros que en pocos establecimientos de educación
se encuentra una desproporción tan visible entre los exami-
nados, los buenos, y los sobresalientes. Esto cuando más prueba
la excesiva indulgencia que las más de las veces, es perjudi-
cial, porque forma malos abogados22.
Pero, aunque elocuente, esta es tan solo una anécdota.
Desde 1863, y con mayor ímpetu desde 1869, la Universidad
cuzqueña empieza a consolidarse como un centro de discu-
sión liberal, anticlerical, federalista e intransigente, tal como
lo demuestra el elenco de tesis defendidas por los graduados
de esa casa de estudios23. Temas como la igualdad jurídica
entre varones y mujeres, matrimonio civil, pacifismo, consti-
tucionalismo y soberanía popular, abolición de la pena de
muerte, separación entre Iglesia y Estado y hasta una inci-
piente etnografía, desfilan entre las inquietudes de los
entusiastas alumnos de Jurisprudencia de la ciudad sureña.

22. El Comercio. Año XL, N.° 13,933, jueves 14 de febrero de 1878, edición
de la tarde [p. 2, col. 4]. Sección «Crónica».
23. Véase la nómina de graduados y de tesis del período 1863-1904, inserta
en VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. La Universidad Nacional de San
Antonio Abad del Cuzco, op. cit., apéndice, pp. 127-144.

21
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

En 1905, Hildebrando Fuentes anotaba, en la crónica de su


viaje al Cuzco, que el número de los letrados «no es, por cier-
to, muy reducido»; en efecto, casi un centenar de abogados
acreditados ante la Corte Superior de Justicia componían el
foro cuzqueño24.

Trinidad María Enríquez: un estado de la cuestión


Los textos consagrados a delinear el perfil de la estudiosa
conforman un cuerpo documental del más diverso jaez: mate-
rial archivístico disperso, testimonios orales, reseñas
periodísticas, artículos en revistas, entradas en diccionarios y
enciclopedias ilustradas y hasta una que otra monografía, que
condensan casi un siglo de producción escrita. En lo sustan-
cial, esta narrativa —que ha contribuido a erigir a Trinidad
María Enríquez en «la primera jurista peruana»— se deriva de
un puñado de elogiosas biografías publicadas con anterioridad
a 1950. Tres de ellas han sido particularmente influyentes en
la construcción del personaje, a saber: a) la necrología apareci-
da en el semanario limeño El Perú Ilustrado en julio de 189125,
redactada por «un amigo» a instancias de Clorinda Matto de
Turner, entonces directora de la revista; b) las breves reminis-

24. Vid. FUENTES, Hildebrando. El Cuzco y sus ruinas. Lima: Imprenta La


Industria, 1905, p. 81. Fuentes consigna una nómina de 94 abogados
(Ib., pp. 81-84).
25. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez». El Perú Ilustrado. Semanario para
las familias. Año 5.°, Semestre I, N.° 218, sábado 11 de julio de 1891, p.
2411. La entrega ostenta en portada el retrato de la homenajeada, según
un grabado del artista D. Lozano, con la leyenda: «Trinidad María
Enríquez. Muerta el 28 de abril de 1891». Reproducimos el texto en los
anexos del presente libro.

22
I NTRODUCCIÓN

cencias del artista plástico y cronista Juan Guillermo Sama-


nez, aparecidas en Variedades de Lima y reproducidas luego
en su compilación de artículos costumbristas de 192426; y, c) el
artículo elaborado por el Seminario de Historia de la Universi-
dad del Cuzco e inserto en la Revista de esa casa de estudios en
192927. Anterior por unas semanas a la reseña de El Perú Ilus-
trado, pero menos transitada —por tratarse de una publicación
reservada para el lector forense—, fue la necrología que Pauli-
no Fuentes Castro escribe en honor de Trinidad Enríquez en
El Diario Judicial el 1.° de junio de 189128.
La necrología anónima de El Perú Ilustrado sería divulga-
da —sin citar procedencia y en una versión considerablemente
resumida— en el enciclopédico libro de Elvira García y Gar-
cía, La mujer peruana a través de los siglos, publicado en
Lima entre 1924 y 192529. Mas una nueva etapa en los estu-

26. SAMANEZ, Juan Guillermo. «Trinidad María Enríquez». En Ccapacc


Llacctan Carcca. Apuntes de folklore peruano. Lima: T. Scheuch, 1924,
pp. 119-123 y un retrato en la página 120. Artículo aparecido original-
mente en el semanario Variedades de Lima. Juan Guillermo Samanez
(Andahuaylas, 1870 – Lima, 1928), quien estuvo en el Cuzco desde
alrededor de 1883, refiere haber recogido «informaciones personales
tamadas en el seno de la sociedad distinguida de la ciudad histórica» y
asegura haber conocido fugazmente a Trinidad Enríquez (Ib., p. 121).
27. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS . «Trinidad M. Enríquez». Revista Universitaria. Órgano de la
Universidad Nacional del Cuzco. Año XVIII, Vol. II, Segunda Época,
Segundo Semestre, 31 de diciembre de 1929, pp. 349-360.
28. FUENTES CASTRO, Paulino. «Necrologías. XIV: Una aspirante á aboga-
do. Trinidad M. Enríquez». El Diario Judicial de Legislación y
Jurisprudencia. Año II, Cuatrimestre I, N.º 312, lunes 1.º de junio de
1891, p. 1243, col. 2.
29. GARCÍA Y GARCÍA, Elvira. «Trinidad María Henríquez». En La mujer
peruana a través de los siglos. Serie historiada de estudios y observacio-

23
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

dios sobre Trinidad Enríquez se abre con el capítulo que Jor-


ge Cornejo Bouroncle le dedica en su libro Sangre andina.
Diez mujeres cuzqueñas, editado en 194930. Cornejo, arequi-
peño avecindado en Cuzco y primo hermano del jurista Ángel
Gustavo Cornejo, ofrece una curiosa semblanza, en la que la
narración, por momentos novelada, se entrecruza con la trans-
cripción de valiosa documentación de archivo. En 1954, el
educador y político J. Wilbert Salas Rodríguez entrega una
breve semblanza, inserta en la Revista Universitaria y luego
en el opúsculo, Dos maestros cuzqueños31. Finalmente, la tra-
yectoria de la jurista ha sido dilucidada merced a los aportes,
historiográficamente rigurosos, de Horacio Villanueva Urte-
aga32 y de Luis Miguel Glave33. Ambos investigadores, el
primero mediante labor de archivo, y el segundo, a través del

nes. 2 tomos. Lima: Imp. Americana, 1924-1925. T. 2, pp. 498-500.


Elvira García y García (Lambayeque, 1862 – Lima, 1951) dirigió el
Colegio de Educandas de la ciudad imperial entre 1916 y 1919. Sin
embargo, si recogió allí información de primera mano sobre el personaje,
lo cierto es que declinó incorporarla a su libro y se contentó con el
resumen mencionado.
30. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas.
Cuzco: H. G. Rozas, Sucesores, Librería e Imprenta, 1949, pp. 244-270.
31. SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños. Cuzco: Edito-
rial H. G. Rozas S. A., 1954, pp. 13-16. También en Revista Universitaria,
Año XLIII, N.º 106, Cuzco, 1er. semestre de 1954, pp. 26-44.
32. Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Nacimiento y muerte de Trini-
dad Enríquez». El Comercio. Cuzco, 27 de febrero de 1970; «Trinidad
Enríquez, su ascendencia incaica». Revista del Museo Histórico Regio-
nal. Nos. 3-4-5. Cuzco, 1970.
33. GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad. Trinidad María Enríquez.
Cusco, 1846-1891. Lima: Red Nacional de Promoción de la Mujer, 1997.
Versión informatizada y resumida en el vínculo <http://
webserver.rcp.net.pe/cemhal/capitulo5.html> (agosto de 2005).

24
I NTRODUCCIÓN

estudio de la prensa regional, han aclarado aspectos esencia-


les de la vida del personaje.
Comprensiblemente, Trinidad María Enríquez ha sido
mencionada de manera fugaz en numerosos estudios de al-
cance general. Pero la fama de la «primera jurista peruana» le
ha dado también un lugar en obras de referencia34 y en las
páginas de periódicos35 y revistas de circulación masiva36.
Quizás tal como a ella le hubiese agradado. De este modo, el
ejemplo de la recia estudiosa imperial ha logrado ampliamen-
te la admiración de las generaciones venideras. O, como
acotaba el anónimo de 1891: «Alma grande y generosa, cora-
zón noble y magnánimo, la posteridad se hará justicia».

***

Este estudio nació, de manera imprevista, a fines de 2003,


mientras ambos recorríamos las páginas de La Gaceta Judi-
cial y los igualmente frágiles folios de El Diario Judicial, en
busca de datos para una historia del periodismo forense deci-

34. BASADRE, Jorge. Historia de la República del Perú. 5.ª edición. 11 to-
mos. Lima: Ediciones «Historia» - Editorial Universitaria, 1961-1968,
T. 5, pp. 2094-2095; TAURO DEL PINO, Alberto. Enciclopedia ilustrada
del Perú. 6 tomos. Lima-Barcelona, 1987, T. 2, p. 761; MILLA BATRES,
Carlos (editor). Enciclopedia biográfica e histórica del Perú. Siglos XIX-
XX. 12 tomos. Lima: Editorial Milla Batres, 1994, T. 4, p. 127.
35. PIZARRO PILLCO, Elver. «Una cusqueña de talla universal. María Josefa
Trinidad Enríquez Ladrón de Guevara y Túpac Amaru». El Comercio,
Cuzco, viernes 7 de junio de 1996, edición del centenario.
36. DE LOS RÍOS, Edmundo. «Trinidad M. Enríquez. Relámpago incesan-
te». Caretas. Ilustración peruana. N.º 1149, 4 de marzo de 1991, pp.
90-91.

25
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

monónico. Las pesquisas prosiguieron y los exiguos apuntes


crecieron hasta constituir material suficiente para la prepa-
ración de un texto autónomo. Nos sorprendió la singular
perseverancia de Trinidad María, que la llevó, durante los
tres últimos lustros de una vida marcada por la penuria física,
a luchar por el título de abogada que, con razón y con dere-
cho, le correspondía. El presente libro es un homenaje a esta
mujer que, merced a su tenacidad y talento, contribuyó a
desvanecer la imagen parcial e incompleta de la mujer que
prevalecía en su tiempo.
Versiones preliminares de este trabajo aparecieron en las
siguientes publicaciones: Lumen. Revista de la Facultad de
Derecho, de la Universidad Femenina del Sagrado Corazón
(N.° 4, enero-diciembre de 2003, pp. 113-122); Revista Biblio-
tecal. Edición Bicentenario, 1804-2004, del Colegio de
Abogados de Lima (Año I, N.° 7, octubre de 2004, pp. 381-
392); y, Yachaq. Revista de Derecho, valiosa publicación
auspiciada por los estudiantes de la Universidad San Antonio
Abad del Cuzco (N.º 3, noviembre de 2004, pp. 171-178).
Agradecemos, pues, a sus directores y responsables de edi-
ción, quienes acogieron las sucesivas primicias del esbozo.
Como siempre, va nuestra gratitud al personal de la Bibliote-
ca Nacional del Perú (Sala de Investigaciones y Hemeroteca).
Igualmente, a los funcionarios y personal de la Biblioteca de
la Universidad de Lima, que nos permitió examinar la colec-
ción de La Gaceta Judicial de 1891-1893 que allí se custodia.
Y una mención especial a los experimentados libreros Juan
Díaz Calixto y Luis Verme Moviliano, por los impresos raros
o escasos que pusieron a nuestro alcance.

26
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

Capítulo I
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

Parecerá hiperbólico, si no inverosímil, el


hecho de que en una modesta ciudad andi-
na, hacia el ultimo tercio del siglo XIX,
hubiera cerebro femenino capaz de alimen-
tar, difundir e implantar los esquemas de
las nuevas ideas que hoy en día amenazan
transformar el aspecto del mundo, varian-
do la faz de la civilización, mediantes [sic]
formas hasta hoy desconocidas; y sin em-
bargo, así fue; y este es el mérito más
grande y tal vez desconocido de la insigne
patricia cuzqueña.
Juan Guillermo SAMANEZ. Ccapacc Llacctan Carcca.
Apuntes de folklore peruano (Lima, 1924, pp. 120-121).

María Josefa Trinidad Enríquez nació en la ciudad impe-


rial en los primeros días de junio de 1846, de la unión no
27
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

sancionada de doña Cecilia Ladrón de Guevara y Castilla,


una mediana terrateniente cuzqueña, y de don Marcelino
Enríquez, oscuro comerciante de productos agrícolas del que
quedan escasos rastros1. La fecha exacta del natalicio de Tri-
nidad María es uno de los misterios que esconde su
personalidad: los más han señalado día el 5 de junio; Jorge
Cornejo Bouroncle sugiere el día primero del mismo mes2. El
año exacto —1846, y no 1848— solo ha sido determinado en
época relativamente reciente3. Así pues, ¿quién era esta mu-
jer, en quien las generaciones posteriores reconocerían a la
primera jurista, no solo del Perú sino del orbe hispanoameri-
cano?
Empecemos por enumerar los testimonios corroborados por
los biógrafos más autorizados. Por el lado materno, la futura
letrada entroncaba con varias familias de notables de la ciu-
dad. Cecilia Ladrón de Guevara y Castilla, nacida hacia 1803
y fallecida en 1869, contaba entre sus antepasados a algunos
miembros de la burocracia colonial y de la antigua nobleza
inca4. Pertenecía, pues, en la escala social cuzqueña, al estra-
to de los pequeños y medianos propietarios, capa constituida
por las «personas de honor, lucimiento, comodidades, enlaces
de estimación y empleos de aprecio» a que se refería Ignacio

1. En adelante, nuestra narración sigue la reconstrucción que obra en


GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., salvo indicación en
nota aparte.
2. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas,
op. cit., p. 256.
3. Vid. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Nacimiento y muerte de Trini-
dad Enríquez». El Comercio. Cuzco, 27 de febrero de 1970.
4. VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. «Trinidad Enríquez, su ascendencia
incaica». Revista del Museo Histórico Regional. Nos. 3-4-5. Cuzco, 1970.

28
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

de Castro a fines del siglo XVIII5. Doña Cecilia llegó a poseer


dos pequeñas haciendas en la provincia de Urubamba6; mien-
tras que en la ciudad mantenía varias casonas: una en la calle
de la Coca, otra en el número 44 de Mesón, en su encuentro
con la calle del Qquera, y una tercera en la calle de Matará7.
De su convivencia con Marcelino Enríquez nacerían dos hi-
jas: María Ángela Enríquez de Vega —más tarde una
eminente precursora del indigenismo y maestra en la provin-
cia puneña de Lampa—, quien ve la luz en 18428, y nuestro
personaje. De un anterior relación con Juan Pascual Laza —
un próspero minero y comerciante—, procedía una media

5. CASTRO, Ignacio de. Relación de la fundación de la Real Audiencia del


Cuzco en 1788. Madrid: en la Imprenta de la viuda de Ibarra, MDCCX-
CV [1795], p. 45. Según la clasificación de Castro, Trinidad María,
aunque racialmente mestiza, no lo era para los cánones de la época. El
relacionista define a los mestizos como «aquellos que traen inmediato
origen de los indios» pero nacidos de descendientes de la nobleza o de la
casta de las «personas de honor».
6. Cfr. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HIS-
TÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit. Se trataba de las haciendas de
Media Luna y Yanahuara. Germán Stigilich dice que Media Luna Grande
y Media Luna Chica eran haciendas de caña ubicadas en el distrito de
Urubamba y que hacia 1920 contaban con 11 y 9 habitantes, respectiva-
mente. Yanahuara, en el distrito de Ollantaytambo, tenía a esa fecha 36
habitantes. Vid. STIGLICH, Germán. Diccionario geográfico del Perú
[...]. Segunda y última parte. Lima: Imp. Torres Aguirre, 1922, pp. 673,
1159. El explorador Charles Wiener, en camino a las ruinas de Ollanta-
ytambo, pasó hacia 1876 por las inmediaciones de la hacienda de
Yanahuara. Vid., WIENER, Charles. Pérou et Bolivie. Récit de voyage,
op. cit., p. 331.
7. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349.

8. RAMOS ZAMBRANO, Augusto. «Una pedagoga e indigenista en Lampa».


En su: Fundación de Puno y otros ensayos históricos. Arequipa: Insti-
tuto de Estudios Históricos Pukara, 2004, pp. 95-103.

29
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

hermana de la estudiosa, Manuela Fernanda, nacida hacia


18399.
La predisposición de las hermanas Enríquez hacia las le-
tras y las artes se hizo patente desde muy temprano. La
tradición local es particularmente fecunda en torno a la in-
fancia de Trinidad María. «Un amigo», el anónimo biógrafo
que escribe en El Perú Ilustrado en 1891, refiere:
Su talento, verdaderamente notable, tuvo un desarrollo
bastante precoz. Personas de eleva[da] clase social del
Cuzco, que concurrían á las tertulias que en su casa se
daban, refieren que era muy ver á una niñita de siete años,
parada en su asientito, jugando ajedrez con los más dies-
tros, y derrotándolos casi siempre. Desde entonces se
auguró lo que debía ser10.
Se cuenta también que leía con avidez cuanto libro cae
entre sus manos y que hasta triunfaba con frecuencia en las
partidas de ajedrez que entablaba encaramada en un tabure-
te11.
Llamada su madre á Tacna el año 51, á recojer una fuerte
herencia, se dirijió con todos sus hijos á dicha ciudad, y
después de recibida, pasó a Lima, donde la niñita Trini-
dad llamó la atención de las personas que la conocieron,
por lo notables de sus producciones12.

9. GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., pp. 21-22.


10. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1.
11. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de fo-
lklore peruano, op. cit., p. 121; UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE
INVESTIGACIONES HISTÓRICAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349;
SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños, op. cit., p. 13.
12. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1.

30
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

El viaje a la capital es resaltado con insistencia por los bió-


grafos: en Lima, se afirma, «llamaba la atención por la agudeza
notable de sus respuestas», mientras que, en la tierra natal,
los amigos de doña Cecilia retenían a la pequeña «por horas,
y hasta por más tiempo, tal era el embeleso y encanto que
producía el espíritu lúcido y siempre alerta de la niña ex-
traordinaria»13.
Sin duda, la holgura económica permitía a las Enríquez es-
capar de las severas limitaciones que, de otro lado, afligían a la
educación provinciana y, en particular, la instrucción femeni-
na. Y es que en el Cuzco decimonónico, pese al enjambre de
periódicos de efímera existencia14 y una activísima labor de
imprenta —que culminaría, dicho sea de paso, con el alumbra-
miento de la primera revista jurídica del interior del país: El
Debate Judicial, hacia 189615—, lo cierto es que la vida acadé-
mica institucionalizada se hallaba vedada para las mujeres. En
una época signada por el patriarcalismo y por la rígida división
de roles entre uno y otro sexo, los vacíos en la instrucción pú-
blica afectaban con singular gravedad a las mujeres. La

13. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-


CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 349.
14. Vid. CAHUATA CORRALES, Fructuoso. Historia del periodismo cusque-
ño. Época republicana. Cuzco: edición particular, 1990; DENEGRI LUNA,
Félix. Apuntes para una bibliografía de periódicos cuzqueños (1822-
1837). Lima: Editorial Lumen, 1964; GLAVE, Luis Miguel. La república
instalada. Formación nacional y prensa en el Cuzco, 1825-1839. Lima:
IFEA – IEP, 2004. Una treintena de periódicos nacieron y desaparecie-
ron entre 1824 y 1839.
15. Para un estudio de la precoz revista jurídica cuzqueña, véase en RAMOS
NÚÑEZ, Carlos. Historia del Derecho civil peruano. Tomo 5, volumen
1.°: «Los signos del cambio: Los repertorios y el periodismo». Lima:
Fondo Editorial PUCP, 2005. En proceso de edición.

31
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

postergación social y económica que consagraba el Código civil


de 1852 es bien conocida. También aquí la fortuna familiar y
los paradigmas de la alta sociedad actuarían de contrapeso.
Aún en la década de 1910 no habían teatros establecidos ni
clubes literarios o artísticos en la ciudad imperial16, de modo
que el cultivo del intelecto se ejercitaba en el interior de los
hogares, con la regularidad y amplitud que permitía la condi-
ción social de cada cual. Una cultura de tertulias, veladas
literarias y recitales de poesía y música —complementada
con la frecuentación de la biblioteca familiar—, constituían
el marco en el que se formaban los notables de la ciudad.
Todos coinciden en que las Enríquez se insertaron con facili-
dad en ese mundillo refinado e ingenuo que constituía la vida
intelectual provinciana ochocentista. Las muchachas de la elite
se formaban en las Educandas, un plantel de niñas que Si-
món Bolívar fundara en julio de 1825 y que el prefecto Gamarra
puso en funcionamiento el primero de abril de 182717. El pa-
dre Blanco, una década más tarde, observaba:
En el día es el colegio que presenta más moralidad en las
costumbres y que manifiesta mayores adelantamientos
en la enseñanza. Continuamente dan las alumnas exáme-
nes públicos, en los que se disputan la preferencia las
gracias del talento y del arte acompañadas de la hermo-
sura y de la elegancia en el decir18.

16. VALCÁRCEL, Luis Eduardo. Memorias. Lima: IEP, 1981.


17. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco.
Apuntes históricos». Cuzco Histórico. Revista Histórico Arqueológica.
Órgano de la Comisión Histórico Eclesiástica. Año I, N.º 1, julio de
1920, pp. 71-80; VILLANUEVA URTEAGA, Horacio. Gamarra y la inicia-
ción republicana en el Cuzco, op. cit., p. 207-211.
18. BLANCO, José María. Diario del viaje del presidente Orbegoso al sur del
Perú, op. cit., p. 260.

32
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

Desde 1846, el colegio femenino se instalaba en una parte


del secularizado claustro de la antigua orden de San Juan de
Dios, que fungía hasta entonces como sede de la Casa de
Moneda19.
La música constituía un elemento esencial en la formación
de las jóvenes de la sociedad acomodada de la ciudad. En
1847, un profesor de música, don José Sota, formaba parte
del equipo de docentes enviados por el gobierno de Castilla
en vistas de la reapertura del Colegio de Educandas en enero
de 184820. Pero las muchachas de la generación de Trinidad
Enríquez se beneficiarías de las lecciones de otro maestro
limeño, José María Varea. Profesor él mismo de las Educan-
das, Varea solía organizar recitales de canto y piano en los
que sus discípulas exhibían su destreza al ejecutar «difíciles
trozos de música clásica italiana»21. Acudían a esas veladas
las jóvenes de la buena sociedad local: Elena Benavides, Do-
lores Camacho, María Ana Leiseca, Emilia y Gabriela Concha,
Manuela Sanz de Santo Domingo, Genara Juárez, las señori-
tas Orihuela, Virginia y Carlota Rozas, Matilde Calle,

19. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco.


Apuntes históricos. (Continuación)». Cuzco Histórico. Revista Históri-
co Arqueológica. Órgano de la Comisión Histórico Eclesiástica. Año I,
N.º 2, diciembre de 1920, pp. 53-71, [p. 61]. Según el plano del Cuzco
reproducido por Wiener, el local se erigía en la esquina de las calles
Moneda y Concordia (hoy, San Juan de Dios y Teatro). Cfr. WIENER,
Charles. Pérou et Bolivie, op. cit., plano entre las páginas 306 y 307.
20. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apun-
tes históricos. (Continuación)», op. cit., p. 61. También, REGAL, Alberto.
Castilla educador. La instrucción pública durante los gobiernos de Cas-
tilla. Lima: Instituto Libertador Ramón Castilla, 1968, p. 48.
21. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 351.

33
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

Nicolasa Montes22. Elena Benavides ingresó como maestra


interina de música del Colegio de las Educandas en 1853 y
más tarde se convertiría en compositora profesional, mien-
tras que Manuela Fernanda era, de las tres hermanas
Enríquez, la que más destacaba en el arte de los sonidos23.
Ángela y Trinidad, en cambio, entablaban conversación inte-
lectual en las tertulias llevadas a cabo en la casa familiar.
Desfilaban allí Ramón Mato —el padre de la autora de Aves
sin nido—, Mariano Mato, el poeta Abraham Vizcarra, Nar-
ciso Aréstegui —el romántico novelista de El padre Horán y
de El ángel salvador—, los Usandivaras, los Saldívar, los
Herrera, los Romainville, Antonio Concha, Gabino Pacheco
Zegarra —natural de Ayaviri y traductor del Ollantay—, Max
E. Montes, Adeodato Nadal, Mariano Rozas, Manuel Miota,
Gabino Ugarte, Mariano Orihuela y el pintor Mariano Cor-
bacho24. Era fama que los exiliados colombianos Villa Duque,
Castro, Gómez y Carbajal participaban de esas pláticas ilus-
tradas25.
De otro lado, el nacimiento de Trinidad Enríquez en 1846,
como lo ha destacado Luis Miguel Glave, coincidiría con un
período de efectiva modernización de la ciudad imperial26.
Desde 1848, bajo el gobierno del prefecto José Miguel Medi-
na, el Cuzco logró contar con una biblioteca pública, un museo
de antigüedades, un gabinete de historia y un cementerio que
desterraba la antihigiénica costumbre de sepultar los cadáve-

22. Ib.
23. Ib., pp. 351-352
24. Ib.
25. Ib.
26. GLAVE, Luis Miguel. Dama de sociedad, op. cit., pp. 13 y siguientes.

34
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

res en los templos. Otras obras públicas que modificaron la


faz de la antigua capital inca eran la alameda trazada por
encima del río Huatanay —un pequeño orgullo ciudadano—,
los portales, y la nivelación y empedrado de las calles27. Cle-
ments Markham, quien visita la ciudad andina en 1853, se
sorprendía de esas mejoras urbanas y de los nueve mil volú-
menes de la biblioteca, tanto como de la rara prestancia física
e intelectual de las señoritas procedentes de la «buena socie-
dad» local:
Las jóvenes del Cuzco —escribe el viajero e historiador
inglés— son, en general, muy bellas, con rasgos regulares,
con un cutis fresco, ojos brillantes y llenos de inteligen-
cia, con largas pestañas y abundante cabellera negra
arreglada en dos trenzas. Han sido muy bien educadas,
pues hay un excelente colegio para jovencitas, pero la
reclusión en que viven les da un aire sencillo e ingenuo; y
son notables asimismo por su bondadosa afabilidad28.
Resulta difícil sustraerse a la tentación de ver aquí el re-
trato de alguna de las hermanas Enríquez. Una fugaz mirada
al interior de las casas de la clase terrateniente es registrada
por el viajero británico: los salones eran largos y bellamente
amoblados con sillas antiguas, gabinetes enchapados en ná-
car y un piano, llevado desde la costa a lomo de indio, para
evitar estragos en el delicado mecanismo del instrumento29. A
falta de ese instrumento —narra Charles Wiener en 1876—,

27. Vid. TAMAYO HERRERA, José. Historia social del Cuzco republicano. 2.ª
edición. Lima: Editorial Universo, 1981, pp. 58-60.
28. MARKHAM, Clements R. Cuzco and Lima. Traducción de Edgardo
Rivera Martínez. Lima: Ediciones Copé – Markham College, 2001, pp.
152-153.
29. Ib., p. 152.

35
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

algunas viejas espinetas heredadas de los tiempos coloniales


sobrevivían penosamente en las casonas de los notables30. Lo
que no entrañaba problema alguno: esos instrumentos de te-
clado eran señales de status que bastaba con exhibir en el
salón. No faltaban algunos exóticos individuos foráneos que
daban similar colorido a la ciudad: Markham recuerda a «un
arquitecto polaco, un francés que enseña en el Colegio y un
italiano dedicado a la búsqueda de tesoros escondidos»31. Pero
una nueva inquietud social sería trasvasada, casi de contra-
bando, a esa lánguida capa tradicional, junto con las modas
francesas de vestimenta, mobiliario y etiqueta. El auge del
romanticismo político y literario, germinado en la revolución
parisina de 1848, parece explicar la excepcional cruzada re-
novadora que Trinidad María emprenderá muy pronto.
Trinidad Enríquez recibe la instrucción oficial en el Cole-
gio de Educandas, establecimiento que dirigían, con mano
circunspecta, doña Antonina Pérez y Gertrudis Araujo32. El
año de su ingreso se sitúa hacia 1853, es decir a los siete u
ocho años de edad33. En las Educandas habría empezado a
enseñar, a partir de los once o doce años, el curso de Geogra-
fía34. Pero, más significativamente, la jovencita se forma «en
el silencio del hogar», es decir, entre profesores particulares

30. WIENER, Charles. Pérou et Bolivie, op. cit., p. 328: «quelque vieille épi-
nette dont il existe plusiers spécimens autentiques dans le cité».
31. MARKHAM, Clements R. Cuzco and Lima, op. cit., p. 152.
32. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco.
Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 61 y siguientes.
33. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1.
34. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de fo-
lklore peruano, op. cit., p. 121.

36
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

y la biblioteca familiar. Trinidad María, según el anónimo


biógrafo de El Perú Ilustrado,
No teniendo ya clase alguna que cursar, se dedicó con
ahínco á la lectura, que rindió poderosamente su privile-
giada inteligencia. Raro era el autor que le fuera
desconocido. El más erudito podía hablar con ella sobre
historia, filosofía, astronomía, ciencias sociales ó cualquie-
ra otra materia. Consagrada en este período de su vida á
prácticas religiosas, que la condujeron hasta el misticis-
mo, conocía mejor que muchos sacerdotes el Evangelio,
cuyas doctrinas practicaba35.
La biblioteca doméstica había sido instalada por un tío «ca-
laverón y manirroto»36. Juan Guillermo Samanez, quien se
entrevistó con familiares y allegados de la letrada, escribe:
Las fantasmagorías de un tío carnal, visionario y fastuoso
dotaron a la casa de una desbordante cantidad de libros
encargados a Europa, lo que permitió a las hermanas En-
ríquez [...] encontrarse al corriente de los más recientes
descubrimientos de la ciencia política europea, y una
ámplia familiarización con las doctrinas más en boga de
los pensadores y tratadistas de la época37.
La solvencia pecuniaria de los Ladrón de Guevara permitía
también la contratación de docentes contratados:
Siguiendo las costumbres de las familias acomodadas del
Cuzco la caja del hogar remuneraba con creces las leccio-
nes particulares de profesores a domicilio, doctos en

35. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 1.


36. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., pp. 349-350.

37. SAMANEZ, Juan Guillermo. Ccapacc Llacctan Carcca. Apuntes de fo-


lklore peruano, op. cit., p. 121.

37
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

diversas materias del saber humano. Profesores de idio-


mas, de geografía, de matemáticas, de música, de baile, de
dibujo, maestras de bordado, en fin. Colombianos perte-
necientes a la más alta clase social bogotana arrojados del
lar amado por el ciclón revolucionario, que pagaban en el
ostracismo delitos políticos, amenizaban las tertulias co-
tidianas de todas las noches, en los anchurosos salones de
la casa solariega; tertulias a donde concurría lo más esco-
gido de la intelectual regional38.
Conocemos los nombres de algunos de esos maestros que,
a cambio de media onza de oro mensual —remuneración exor-
bitante para la época—, desfilaban por la residencia de doña
Cecilia: Julio Rufino Oblitas —el impetuoso liberal y cate-
drático de Derecho civil—, Gabino Pacheco Zegarra, Jaime
Pacheco, Isaac Tejeira, J. José Aráoz y otros preclaros inte-
lectuales de la región39. Por su parte, José Varea se encargaba
de la formación musical de las tres hermanas, mientras que
un caballero venido de Venezuela, de apellido Bougereau, se
dedicaba a enseñarles el francés. Fervoroso admirador de
Bolívar, el señor Bougereau se esforzaba por transmitir a la
pequeña Trinidad su propia devoción por el patriota cara-
queño40. Otro curioso personaje, el padre Jaime —«confesor
y saqueador de bibliotecas particulares»—, cuidaba de la sa-
lud espiritual de las muchachas. Circulaba el rumor de que,
en el confesionario, el astuto sacerdote acostumbraba impo-

38. Ib.
39. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 350.

40. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas,


op. cit., p. 257.

38
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

nerles a los fieles la penitencia de entregarle aquellos libros


raros o antiguos que les indicaba, hasta que uno de los colec-
cionistas, enfurecido y garrote en mano, recuperó un lote de
preciosos volúmenes41.
Refiérese a este respecto que Trinidad Enríquez experi-
mentó una suerte de crisis mística durante la pubertad o en la
temprana adolescencia42. « Un amigo» esboza el retrato de
una mujer de alcurnia, consagrada cristianamente a la cari-
dad y el sufrimiento; relata que Trinidad, luego de fundar un
colegio femenino en su propia casa, acogió a varias niñas huér-
fanas, «á las que educó y trató con todo el cariño y solicitud
de una madre»43. El devoto necrologista agrega:
Después de los exámenes que hacía rendir, y que eran
brillantísimos, se verificaba la rifa de las obras de mano
trabajadas por las alumnas, y su producto lo hacía repar-
tir por ellas mismas entre las familias pobres, á fin de
despertarlas al sublime sentimiento de la caridad y ense-
ñarles á practicarla [...]. Conocidos sus designios de ingresar
á la Universidad, con la mira de alcanzar una carrera pro-
fesional, la hicieron los retrógrados el blanco de sus
sarcasmos y de sus invectivas. Esta guerra, que nada tenía
de cristiana y que no cesó hasta su muerte, la soportó con
inquebrantable valor. A ella, que era esencialmente reli-
giosa, ¡la calificaron de hereje!44.
Esa efigie contrasta con los demás testimonios y con la
propia trayectoria de la letrada, que apuntan más bien hacia

41. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-


CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 352.

42. Ib., p. 353.


43. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411, col. 2.
44. Ib.

39
CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

el laicicismo, la inquietud social y el inconformismo. Uno de


sus maestros particulares fue José Teodosio Rozas, masón
afamado y cultor de la filosofía krausiana y de la metafísica
espiritista45. Jorge Cornejo, quien entrevistó o leyó algunos
apuntes de Ángel Vega Enríquez, sobrino de la letrada, regis-
tra que don Teodosio se hacía traducir por voz de Trinidad,
«largos trozos de las obras originales de Rousseau, Montes-
quieu, Saint Simon, Blanc, Comte, etc.»46. Cornejo agrega que,
a través del magisterio del profesor liberal, la muchacha fre-
cuentó los libros de Flora Tristán y hasta desliza la especie
de que fue José Teodosio Rozas quien alentó a Trinidad Ma-
ría a postular a la Universidad47.
Nuestro personaje no tardó en formarse una idea de las
limitaciones que afligían a la educación femenina de la época.
La placidez de su esfera social cede ante al vigor contestata-
rio. En 1865 Trinidad María Enríquez aparece en los registros
del refundado Colegio Nacional de Educandas como profeso-
ra de Geografía, asignatura en la que es ratificada
oficialmente, previo concurso, en marzo de 186648. Es un mo-
mento de esplendor del plantel de niñas, que hasta entonces

45. TAMAYO HERRERA, José. Historia social del Cuzco republicano, op. cit.,
p. 64.
46. CORNEJO BOURONCLE, Jorge. Sangre andina. Diez mujeres cuzqueñas,
op. cit., p. 257.
47. Ib., p. 259.
48. Vid. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco.
Apuntes históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 68-69. Trinidad Enrí-
quez fue nombrada profesora «para la clase de Geografía» mediante
resolución suprema de 3 de marzo de 1866. El mismo dispositivo ratifica
a las docentes María Josefa Balcárcel en Aritmética y Grimanesa Jimé-
nez en Gramática. Vid. El Peruano. Publicación oficial. Año 24, Tomo
50, Sem. 1, N.° 26, lunes 13 de marzo de 1866, p. 100.

40
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

había cursado una vida accidentada. Tras sucesivos recesos,


traslados y una persistente escasez de rentas, las Educandas
habían alcanzado un relativo período de estabilidad. Hacia
1865, según consta del acta inicial del libro de exámenes que
glosa Fidelina Mendoza en 1920, la plana docente de las Edu-
candas presentaba la siguiente composición:

Antonina Pérez Directora y profesora de Higiene y


Economía Doméstica
Gertrudis Araujo Subdirectora y profesora de Urbani-
dad
María Jesús Tejada Religión, Historia Santa y Moral
Cristiana
Elena Benavides Música
Josefa Salazar Aritmética y Sistema Métrico
Trinidad Enríquez Geografía
Grimanesa Jiménez Gramática49

100 alumnas externas y 28 internas becarias recibían allí la


instrucción primaria. Hasta hoy se conserva el antiguo edifi-
cio del colegio cuzqueño, con sus dos patios y una capilla. En
algún momento la joven maestra de Geografía debió de con-
tar entre sus pupilas nada menos que a Grimanesa Mato
—nombre verdadero de Clorinda Matto de Turner—, nacida
alrededor de 1855. Trinidad Enríquez impartirá el curso de

49. MENDOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apun-


tes históricos. (Continuación)», op. cit., p. 68.

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CARLOS RAMOS NÚÑEZ / MARTÍN BAIGORRIA CASTILLO

Geografía en las Educandas hasta 186950. En ese año Cecilia


Ladrón de Guevara fallece.
En 1870 la estudiosa instala, en su casa de la calle Mesón,
un plantel particular para señoritas: el Colegio Superior, donde
se dictarían las materias necesarias para rendir satisfactoria-
mente el examen de ingreso a la Universidad. Las pupilas
recibían allí lecciones de Derecho Natural, Civil y Romano,
Filosofía, Lógica y Matemáticas Superiores. Rosa Jáuregui,
Felícitas Zavala, Sofía Latorre y la poetisa Inés Vizcarra son
algunas de las jóvenes que se matriculan en el plantel51. Entre
tanto, la inquieta letrada no descuida el activismo social: con-
tribuye a la fundación de la Sociedad de Artesanos, para lo
cual dispone de algunos ambientes de la casa de la calle Coca,
junto con el mobiliario, «una alfombra de Bruselas» —artícu-
lo particularmente apreciado en las residencias cuzqueñas de
la época— y su biblioteca y museo particular52. Abre, por la
misma época, una escuela nocturna para obreros53. La parti-

50. Trinidad Enríquez abandonó su puesto en las Educandas en 1869,


quizá luego del fallecimiento de Cecilia Ladrón de Guevara. Así lo sugie-
re el necrologista de El Perú Ilustrado. En ese año, las lecciones de
Geografía son encomendadas a la profesora Juliana Otazú. Vid. MEN-
DOZA, Fidelina. «Colegio Nacional de Educandas del Cuzco. Apuntes
históricos. (Continuación)», op. cit., pp. 68-69.
51. UNIVERSIDAD DEL CUZCO. SEMINARIO DE INVESTIGACIONES HISTÓRI-
CAS. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 353.
52. Ib., p. 354; SALAS RODRÍGUEZ, J. Wilbert. Dos maestros cuzqueños, op.
cit., p. 15.
53. «Un amigo» relata: «A esta época corresponde el establecimiento de la
Escuela Nocturna que, para la instrucción de la clase obrera, organizó en
su casa dando personalmente lecciones, fundando, al mismo tiempo,
una biblioteca, con la cesión que hizo de sus obras, en pró de la clase
obrera». Vid. ANÓNIMO. «Trinidad M. Enríquez», op. cit., p. 2411.

42
LA AUDACIA DE UNA ILUSTRADA DECIMONÓNICA

cipación de la Enríquez en la Sociedad de Artesanos sería


crucial: hacia 1876, auspicia la candidatura del presidente de
esa corporación, el próspero carpintero Francisco González,
a una diputación por la provincia del Cuzco. González, posi-
blemente el primer parlamentario obrero del país, concurrió
a la Cámaras en las legislaturas de 1878 y 187954.

54. Vid. ECHEGARAY, Ismael R. La Cámara de Diputados y las Constitu-


yentes del Perú. 1822-1965. Lima: Imprenta del Ministerio de Hacienda
y Comercio, 1965, pp. 597, 605.

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