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Ovidio
Las Heroidas
Por las mismas fechas en que publicaba sus Amores (23 a. C-14 a. C), Ovidio compone
una nueva galería de escenas en torno al amor. Lo sitúa en un mundo mítico, dando a
sus personajes una voz, como si fueran reales. Heroidas consiste en una colección de
veintiuna epístolas poéticas que dirigen las más famosas enamoradas de la leyenda
griega a sus respectivos amantes. En tres casos son ellos los que escriben (15 + 6
cartas dobles, con respuesta de los amantes).
El tema legendario central devuelve el arte de Ovidio a fuentes anteriores: Calímaco, los
poemas homéricos, la tragedia ateniense, la épica helenística, el Carmen 64 de Catulo y
la Eneida). Teniendo presentes tan grandes modelos, Ovidio recrea con libertad y con
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La etopeya era la caracterización de un personaje mediante un discurso del mismo.
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ánimo polemizador los mismos personajes de siempre. Se sirve de los mitos para lograr
con la dificultad añadida del hilo conductor único –el amor- unos brillantísimos
estudios de la psicología femenina y la descripción de los más complejos y sutiles
matices del amor.
Ovidio ha creado una obra donde el dístico elegíaco, lo erótico y lo mitológico no son
sino herramientas que conviven armoniosamente con el dramatismo de la narración
epistolar, intensificado además por las continuas evocaciones al mundo de la tragedia
ateniense, euripidea en particular, al tiempo que se recrean temas de los más hermosos
poemas épicos en una emulación constante y mediante las más profunda y variada
exploración del alma femenina hecha literatura latina.
Las Metamorfosis
Las Metamorfosis son un conjunto de unos 250 mitos y leyendas articuladas a lo largo
de quince libros. La distribución de estos libros se puede establecer como sigue:
Libro I: Primera metamorfosis, la de Caos en Cosmos; creación del hombre, las Cuatro
Edades, el castigo de los hombres, de la última de estas edades con la primera
metamorfosis de un mortal, Licaón y el Diluvio; Deucalión y Pirra; la muerte de Pitón a
manos de Apolo y el amor de este por Dafne; la saga de Io, con la que el poeta introduce
la más antigua de las estirpes heroicas, la argiva; el hijo de Io y de Jupiter, Épafo, y, por
paralelismo con él, Faetón, que anticipa el siguiente libro.
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Libro II: los amores de Jupiter con Calisto; una serie de metamorfosis cuya causa es la
charlatanería (corneja, Coronis, Bato) y el rapto de Europa, con lo que se pasa a la rama
fenicia de la estirpe argiva.
El libro III se inicia con la búsqueda de Europa por parte de su hermano Cadmo, lo que
nos adentra en las leyendas de la genealogía tebana (Acteón, Sémele, Baco) con la
conclusión de Narciso, y lo termina el castigo de Penteo.
El libro IV nos presenta castigos a los que no aceptan el culto báquico, a saber, las
miníades o mineidas, que se entretienen en contar las historias de Píramo y Tisbe, el
adulterio de Marte y de Venus y otros; se pasa a Ino y Atamante, tíos de Baco junto a los
que se crió, y culmina lo referente a Tebas con la metamorfosis de Cadmo y Harmonía;
finaliza el libro con la leyenda de Perseo, nieto de otro despreciador de Baco, el argivo
Acrisio. Abre el libro V con las hazañas de Perseo; a continuación, el certamen de las
Musas y las Piérides con otra serie de relatos, el rapto de Prosérpina, su madre Ceres y
acaba el libro con la metamorfosis de las Piérides.
El libro VIII en sus primeros versos continúa con Minos, Escila, el Laberinto, Teseo y
Ariadna, Dédalo e Ícaro; sigue con la cacería del jabalí de Calidón y sus consecuencias,
y finaliza con las historias narradas en casa de Aqueloo, entre las que destacan la de
Filemón y Baucis y la de Erisicton. Del libro IX puede decirse que está consagrado a
Hércules, su muerte y apoteosis, aunque en él aparecen, entre otros, las leyendas de
Biblis y de Ifis.
El libro X, al que se podría llamar “el libro del amor” por excelencia, contiene todo lo
referente a Orfeo y Eurídice, el canto de Orfeo, en el que se relatan las historias de
Jacinto, Pigmalión, Mirra, Venus y Adonis, finalizando el canto del tracio con la muerte
y metamorfosis de Adonis.
El libro XI, en cuyo inicio está la muerte de Orfeo, cuenta, tras el episodio de Midas,
las leyendas de Laomedonte y Hesíone, de Tetis y Peleo, y en él se destaca sobre todo el
pasaje de Ceix y Alcíone. Con el XII, la leyenda de los Lapitas y centauros es la de
mayor extensión y cierra el libro la muerte de Aquiles.
El XIII es el de los posthomerica: juicio de las armas de Aquiles, Áyax y Ulises, las
vicisitudes de las troyanas y troyanos, incluido Eneas y, con ocasión de los errores de
los Enéadas, se insertan en él los episodios de Escila, Galatea, Polifemo y Glauco.
Con Glauco se abre el XIV, narrándose en él la relación con Circe, y se vuelve de nuevo
a Eneas, entroncando con las leyendas propiamente romanas que se inician con los
orígenes de Roma, divinidades romanas y apoteosis de Romulo y Hersilia.
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El libro XV es absolutamente itálico, sobresaliendo en él Numa, el discurso de
Pitágoras y su teoría de la metempsícosis, la metamorfosis de Egeria, los Eneadas, y
concluye con la apoteosis de César y la celebración de Augusto.
En estos casi 250 mitos y leyendas y a lo largo de 11.991 versos, podemos observar
unos 175 cambios de forma. Muchas son metamorfosis en animales como aves, lobo,
vaca, osos, perra, serpientes, peces y araña. Otras serán en piedras y en plantas. Hay
nueve apoteosis. También se observan metamorfosis temporales de los dioses o de
humanos que se transforman en animales fabulosos como las harpías, o de cambio de
sexo. Hay que señalar rejuvenecimientos, resurrecciones, cambios mágicos y de color
de piel. También aparecen diversos cuerpos transformados en hombres como las piedras
de Deucalión, los dientes del dragón o las hormigas de Egina. Las metamorfosis más
importantes son las que sufren los seres humanos que en su nueva forma suelen
conservar algunas cualidades de su existencia anterior.
Pero hay una característica especial en las metamorfosis en animal: las de Io, Calisto y
Acteón: conservan su alma humana. Tienen consciencia de sí y sufren una operación
monstruosa (al separarse su alma de su cuerpo).
Una ordenación cronológica de los cambios de forma explica que llame a sus
metamorfosis un Perpetuum Carmen. No renuncia, sin embargo, a la libertad que cada
relato tiene de ser una entidad propia, demostrando fidelidad a la técnica de los
alejandrinos, especialmente de Calímaco que abomina del poema largo.
Este deseo de querer combinar Carmen perpetuum y Carmen deductum (se refiere a una
serie de episodios que no tienen por qué estar necesariamente concatenados) es lo que
lleva a incluir el máximo posible de mitos y leyendas, haya o no en ellos metamorfosis,
porque le interesa mucho más el mito en sí que el cambio de forma.
Entre estas obras, que podríamos considerar sus fuentes, están las Heteroioumena u
“objetos que están sufriendo transformación” de Nicandro de Colofón, Ornithogonia,
atribuido a Beo (y conocida en Roma por la obra homónima de Emilio Macro, amigo de
Ovidio), Metamorfosis de Partenio de Nicea. También abundan obras que incluyen todo
tipo de leyendas y mitos, tanto en prosa como en verso, científicas o de ficción.
Se deben citar los catálogos hesíodicos en los que Ovidio encontraría una sucesión
cronológica y genealógica de los mitos, donde los cambios de forma aparecerían
expuestos como una parte esencial del tema y en servicio de lo que venía a
continuación. También han de considerarse los Aitia de Calímaco, una serie de
narraciones en dísticos elegíacos, independientes entre sí, que tienen como tema común
la explicación de fiestas, ritos, costumbres, fundaciones y denominaciones de diversos
lugares. Asimismo hay que tener en cuenta la prácticamente desaparecidas Fundaciones
de Apolonio de Rodas.
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de esa clase de contaminatio. Cuenta con 1) las epopeyas desde Homero a Virgilio,
pasando por la Teogonía y el resto de las obras hesiódicas, los Ciclos, la épica
alejandrina, fundamentalmente Apolonio de Rodas, y las epopeyas nacionales romanas
de Nevio y Ennio.
El otro gran género del que se sirve es 2) la tragedia, que le enseñaba a hacer hablar a
las pasiones. Para Ovidio, Sófocles representa la perfección, es Eurípides el que más
cuida las escenas independientes y, sobre todo, el análisis psicológico de los personajes
femeninos. No es desdeñable la huella de la tragedia romana en el Juicio de las armas,
uno de los más claros exponentes de la influencia retórica en la oratoria forense.
Junto a la tradición literaria debe ser tenida en cuenta la propia formación de Ovidio y la
realidad circundante. En la escena de su tiempo estaba en boga 5) el pantomimo que
consistía en una serie de escenas adaptadas al caudal mitológico en los que tenían gran
importancia los constantes cambios del actor entre una escena y otra así como el
encanto visual de esas escenas. Son muy pocos los títulos de pantomimos que nos han
llegado que no coincidan con leyendas incluidas en Metamorfosis.
Aunque el más frecuente es el amor de dioses (Apolo, Jupiter, Venus) hacia mortales
(Dafne, Io, Sémele, Jacinto, Adonis), también encontramos entre dioses (Venus y
Marte, Plutón y Proserpina) o entre mortales (Céfalo y Procris, Píramo y Tisbe,
Filemón y Baucis, Orfeo y Eurídice), unido, en muchas ocasiones al tema de la cólera
de los dioses, sobre todo la de Juno hacia sus rivales o al tema de los celos.
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No sólo por su metro, se inscribe dentro de la épica. Contiene también la objetividad de
la narración, grandiosidad de las acciones poéticas, sublimidad de hechos y personajes,
solemnidad del tono, discursos largos y poco numerosos, vocabulario elevado, etc.
Hay diferentes posturas frente al augustanismo de Ovidio, que van desde la defensa a
ultranza de que la figura de Augusto debe ser entendida como elemento estructural y de
unidad del poema, o bien, que las Metamorfosis participan de la defensa de la religión
romana en general y de la reforma augústea en particular. Sean cuales fueran las
intenciones del poeta al iniciar su obra, las Metamorfosis han conseguido convertir en
realidad las palabras con las que Ovidio las corona: “Seré leído por la boca del pueblo, y
a lo largo de todos los siglos, gracias a la fama, si algo de verdad tienen los vaticinios de
los poetas, viviré” (Metamorfosis XV, 878-879)
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