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Érase una vez, un país llamado México donde asesinaron, asesinan y asesinarán periodistas
por investigar, analizar, escribir y publicar información que va en contra de los intereses de
dos poderosas bestias mejor conocidos como Estado Mexicano y Crimen “organizado”.
Hace 69 años, en el año 1948, la ONU lanzó la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, la cual tiene como objetivo preservar y ampliar las garantías individuales de las
personas. El artículo 19 de esta Declaración señala que “Todo individuo tiene derecho a la
libertad de opinión y de expresión; ese derecho incluye el de no ser molestado a causa de
sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas sin
limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.” Tiempo después, el impacto de
esta Declaración, trajo cambios a numerosas legislaciones que reforzarían la
responsabilidad del Estado a lo que actualmente se conoce como “Derecho a la
información”.
Como vemos ante la realidad de (muerte, censura, hostigamiento, amenazas) que viven los
periodistas en México, el ejercicio pleno de las libertades está fracturado a través del
silenciamiento, la exclusión y la aniquilación, acciones que van en contra de cualquier
sistema democrático. Por lo que el Estado mexicano, debe estar abierto a la diversidad de
ideas, intereses y posturas, las cuales son la fuente de la participación plural en una
sociedad democrática.
El periodista Omar Raúl Martínez, quien fue mi profesor en el año 2015, plantea una
definición muy completa sobre lo que significa ser periodista. “Ser periodista es saber que
la información veraz y de alcance social es su principal materia prima e incentivo para
afrontar el día; es asumir que de su proceder profesional depende la autodefensa de la gente
frente a los poderes; es arraigarse tres fidelidades: a la propia conciencia, al público y a la
verdad; es reconocerse como testigo, interprete o interlocutor sensible e inteligente para
dirimir diferencias; es aceptar que su vulnerabilidad y sus fortalezas lo descubren como
alguien capaz de develar y hacer entender realidades diversas; es abrazar como llama
sagrada, la duda, la verificación de los datos, la interrogación constante; y es ser, como
diría Kapuscinski, un hombre abierto a otros hombres, a otras visiones ideológicas y a otras
culturas, tolerante y humanitario.
Asimismo, los periodistas deben recibir remuneración justa por su trabajo y protección
jurídica y social. Existen más de 9 organizaciones internacionales reconocidas por la
UNESCO que se encargan de proteger y defender a los periodistas, además, en México
también existen organizaciones no gubernamentales como Articulo 19, Periodistas de a pie,
Mexicanos contra la corrupción, entre otras; e instancias gubernamentales como la Fiscalía
Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE)
y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) encargadas de hacer
recomendaciones, vigilar, coordinar y supervisar las investigaciones y en su caso perseguir
los delitos cometidos en contra de los periodistas. Sin embargo, la mayoría de las acciones
que han realizado estas organizaciones no muestran resultados reales a favor de la libertad
de expresión y de los periodistas. Por el contrario la lista continúa creciendo y cada vez,
más voces son silenciadas.
Los ataques a la libertad de expresión no solo son debido a los asesinatos, también existe la
censura y peor aún la autocensura. Ante el panorama de violencia que se vive en México,
los periodistas en ciertos estados han decidido dejar de hacer publicaciones sensibles al
poder, han bajado los micrófonos y las cámaras, dando como resultado zonas de silencio.
Lugares donde no se matan periodistas porque ya no se cuenta nada, son zonas invisibles,
sin historia, ni realidad, sin intercambio crítico y debate, gobernadas por el crimen
organizado o por funcionarios públicos sin escrúpulos.
Cada vez que se mata un periodista, el derecho a la información también muere. Ya que, a
pesar del acceso que como ciudadanos tenemos de la información pública, gracias a la
creación del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de
Datos Personales (INAI), el Estado mexicano no trabaja para garantizar que exista un
periodismo real y crítico. El INAI existe, sin embargo, un ciudadano corriente, no va hacer
un uso inteligente de la información que se le proporcione, sino tiene las herramientas para
analizarla, interpretarla y difundirla para lograr que tenga un impacto sobre cierto sector de
la población.
Como he dicho, en México matan a los periodistas por informar. Con esto, no solo se está
cometiendo un agravio contra el derecho a la vida, también se está haciendo un atropello al
derecho a estar informado. Por ahora, hay periodistas que siguen haciendo su labor ante el
contexto de violencia que se vive, sin embargo, si el Estado mexicano no lleva a cabo una
estrategia que asegure la libertad y el bienestar de los periodistas, va a llegar un momento
en el que el periodismo desaparezca.
Finalmente, pienso que la violencia que viven los periodistas es responsabilidad de todos.
Por eso al inicio del texto digo que las dos grandes bestias de este país son el Estado
mexicano y el crimen organizado, porque no solo el gobierno les ha negado seguridad y los
ha mandado matar a través del crimen organizado. Nosotros como sociedad hemos
permitido que México se convierta en un campo de batalla en el que los periodistas están
expuestos a perder la vida y los poderosos aprietan el gatillo sin represalia alguna. Somos
una sociedad egoísta que ve lejano el sufrimiento del otro y que olvida rápido. Han sido
asesinadas 111 personas, quienes nos miraron y dieron la vida por despertar nuestras
conciencias con sus verdades, por denunciar la podredumbre de este país, por hablar de los
feminicidios, de los estudiantes reprimidos en las marchas, de los desplazados, por
enfrentarse al crimen organizado y al sistema político mexicano. Periodistas callados,
estados callados, libertad en extinción. Sueño con ser periodista, pero no quiero
convertirme en una cifra más, ni en un caso más sin resolver de éste Estado fallido. Ellos
fueron valientes, sin embargo me encuentro en el dilema sobre si vale la pena morir en la
búsqueda de verdades. Sé que no hay respuesta a este dilema, pero a pesar de la trágica
realidad en la que me encuentro, intento ser optimista y anhelo en que algún día nos
humanicemos y trabajemos como Estado mexicano para lograr que México sea el país
democrático que todos hemos deseado en el que se garantice el derecho a la información.