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O P O R T U N I D A D D E UNA EDICIÓN
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porque vamos a encontrarnos con u n poeta sorprendente y con una
poesía de calidades m u y notables. Si no fuésemos a recorrer con el pe-
regrino Basho las sendas dilatadas e inmarcesibles 1 de u n a peregrinación
vital, de claras y rotundas evidencias. M a t s ú o Basho puede ser desde
este m o m e n t o u n poeta clave, una piedra de toque por la que debe
pasar nuestra poesía de cara a una agilización, a una fluidez y a una
liberalización de los estrechos prejuicios formales que la condicionan
y oprimen. Veamos por qué.
L A POESÍA DE BASHO
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cosas que nos rozan y tocan con mil sugerencias que desoímos volun-
taria o involuntariamente. Es u n a verdadera lección de h u m i l d a d sin
falsas posturas (como h o m b r e y como poeta, así se nos aparece). E n la
poesía d e Basho, aparentemente, no pasa n a d a y, sin e m b a r g o , cuánta
vida, cuánto latir continuado y pujante. E n la poesía de B a s h o — t a m -
bién lo señala Octavio P a z — n o existe el simbolismo, todo tiene su
n o m b r e y su lugar precisos; y, sin embargo, cuánta evocación y tras-
cendencia se deja traslucir en todas y cada una de sus alusiones.
Basho se plantea la poesía como la creación de u n m u n d o en el
que la realidad va a tomar u n papel f u n d a m e n t a l y a adquirir dimen-
sión vital, verdadera dimensión vital. N o se trata de u n a realidad a ras
de tierra, sino de u n a visión trascendida de la realidad; u n a fusión
— n u n c a total—-de dos realidades unidas e inseparables: «el grito del
pájaro y la luz del relámpago». Sólo con hablar, sólo con contarnos su
peripecia, Basho provoca sensaciones de nueva y curiosa intensidad
porque, afortunadamente, n o se apoya en la valoración semántica de
la palabra, ni en la intención que p u e d a encubrir esta misma p a l a b r a ;
es, repito, u n a poesía libre en su ser y en su existir, d o n d e el lector
coopera y debe plantearse el hecho poético como verdadero creador.
Las sugerencias' que nos proporciona el poeta tocan, ponen en m a r c h a
(deben hacerlo) la capacidad creadora de nosotros, lectores.
Kasane, ¿dices?
El nombre debe ser
del 'clavel doble.
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lo evocado nunca sobrepasa lo vivido, n u n c a h u y e hacia la hipérbole;
lo vivido (que es lo visto) se patentiza lisa y llanamente así:
E n mis oídos soplaba «el viento del otoño», en mi imaginación bri-
llaban «sus hojas rojeantes», pero ante mis ojos, delicia de la vista,
m a n c h a s reales de verdor se extendían a q u í y allá. Blancas como lino
las flores de U, y no menos blancos los espinos en flor —era como si
caminásemos en u n campo de nieve.
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rige por u n rigor dogmático a machamartillo, sino p l a n t e a d a m u y
simplemente como trasmisión de una experiencia utilizando el recurso
de lo sensorial, lo emotivo, lo reflexivo (pero encontrando la clave de
su originalidad en la visión h u m i l d e y complacida), alcanzamos a vis-
l u m b r a r los1 sorprendentes valores actuales que posee y por los que
se nos hace evidente su necesidad.
Que desde el Japón del siglo xvn, u n a voz poética simple y serena
como la de Basho puede cobrar vida entre nosotros, españoles de los
setenta, no puede menos que alegrarnos y aleccionarnos. L a poesía vive
en el h o m b r e y en las cosas. Simple, ¿verdad? Revelar esto sería, en úl-
t i m a instancia, el único proceso verdadero y positivo del hecho poético.
Octavio P a z lo h a comprendido así y Matsúo Basho, a través suyo, pue-
de estar ahora con nosotros.—/Oi^GS RODRÍGUEZ PADRÓN (San
Diego de Alcalá, 75, 4° izqda. LAS PALMAS DE GRAN CANARIA).
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