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El síndrome del perfeccionismo:

aprende a detectarlo.
La búsqueda de la perfección pasa factura.
¿Existe el mundo perfecto, la pareja perfecta, el trabajo
perfecto? Casi todo el mundo tiene clara la respuesta:
rotundamente no. Sin embargo, es bastante frecuente que
nos desgastemos buscando algo que racionalmente
sabemos que no existe.
La idea de perfección se transmite desde que eres
pequeño “hazlo mejor, sé qué puedo esperar mucho más
de ti”, “no te conformes con ser mediocre”. Con ella,
profesores y padres pretenden que te esfuerces, que
desarrolles al máximo tu potencial, que hagas un trabajo
de calidad.
La intención, por supuesto, es buena, y a muchos niños
les sirve, en términos generales, para motivarse en la
superación personal, a otros les refuerza el afán
competitivo de ganar a otros y ser el primero o el mejor, y
los hay para quienes se convierte en una losa que les
asfixia durante la niñez y adolescencia, convirtiéndose en
“el objetivo” que se marcan en todas las áreas de su vida
adulta: ser perfecto.
Es difícil reconocer que buscas la perfección, porque el
auténtico perfeccionista intenta relativizar el leitmotiv de
su vida, y desde luego, no lo considera un problema
hasta que alguien no se lo señala o acumula unos
niveles significativos de ansiedad y/o depresión. Se
disfraza con aquello de “no soy perfeccionista,
simplemente me gustan las cosas bien hechas”; “no es
para tanto, sólo cumplo con mi obligación”.
¿Te identificas con esta forma de pensar y actuar?
Veamos algunas de las características que mejor definen
a alguien con tendencia a buscar la perfección de manera
patológica:
#Excesivo autocontrol de lo que sientes y haces.
Evalúas, una y otra vez, tus sentimientos y conductas, y
no te permites expresar tus emociones de manera
espontánea, pues estás muy pendiente de si es correcto,
pertinente o prudente mostrarte “alegre, triste o enfadado”
en un determinado momento.
#Rigidez e inseguridad en la toma de decisiones.
Has de estar seguro de que escoges la mejor de las
opciones, por lo que decidir te suele llevar mucho tiempo
y energía, barajando una y otra vez todos los pros y
contras de cada una de las alternativas.
No te permites fallar, por lo que sopesas mucho tus
elecciones y conductas. Por eso, una vez que eliges una
opción, si piensas que es la mejor, te resulta imposible
contemplar la posibilidad de cambiarla.
Si los demás cambian sus planes, puedes sentirte
realmente angustiado y descolocado.
#Pensamiento dicotómico.
Piensas en términos de todo o nada. En tu mente, las
cosas son buenas o malas, perfectas o imperfectas; y
además, lo malo o imperfecto lo consideras como algo
catastrófico u horrible: “Si fallo en esto, será un completo
fracaso”; “no puedo permitirme hacerlo mal, las
consecuencias serían gravísimas”
#Alto sentido del deber y la disciplina.
Sueles planear todos y cada uno de los pasos que hay
que dar cuando te marcas un objetivo, esforzándote lo
máximo posible e invirtiendo mucho tiempo, por lo que
tienes grandes dificultades para poder tener varios
objetivos abiertos a la vez.
De la misma manera, te muestras especialmente
exigente con los demás, manifestándote intransigente
con los fallos que otros cometen por falta de atención o
esfuerzo.
Eres un gran trabajador que te esfuerzas hasta la
extenuación por la recompensa del trabajo bien hecho,
con el convencimiento de que lo que tú haces es lo
que todo el mundo debería hacer.
Te atascas en cada uno de los pequeños errores que
cometes, dramatizando y exagerando la repercusión de
los mismos, e invirtiendo mucho tiempo y energía en
subsanarlos hasta que los consideras aceptables.
#Incapacidad para delegar o pedir ayuda.
Siempre percibes en la actuación de los otros
inconvenientes, pegas o grandes faltas, por lo que te
sientes incapaz de delegar en terceros tareas de tu
competencia o pedir ayuda, porque en realidad piensas
que sólo tú haces las cosas como realmente hay que
hacerlas.
Esto te hace alcanzar altos niveles de estrés y ansiedad,
queriendo acaparar las tareas más complejas y arduas,
cueste lo que cueste.
En definitiva, un perfeccionista patológico es una persona
muy trabajadora, rígida y autocontrolada, que vive y
respira con una soga al cuello que ella misma se coloca
en nombre de la perfección.
Este perfeccionismo patológico es difícil de identificar
como tal, tanto por la persona que lo padece como por los
allegados, porque suele confundirse como un benévolo
exceso de responsabilidad.
Incluso la sociedad lo valora positivamente, prueba de ello
es que en las entrevistas de trabajo es uno de los
defectos más fácilmente confesables, “no está mal visto
ser perfeccionista precisamente”. Esta idea social
refuerza mucho más la conducta de autoexigencia del
perfeccionista que, en el fondo, siente una alta
gratificación ejecutando a la perfección sus tareas.
El cuestionamiento llega cuando empieza a tener
problemas de salud, señales de su cuerpo que le avisan
de que ya no puede más, de que está forzando la
máquina más allá de lo razonable y paradójicamente
comienza a rendir menos, justo lo contrario de lo que
deseaba. Es en ese momento cuando el perfeccionista
puede reconocer, muy a su pesar, que tiene un problema
de autoexigencia que le está haciendo sufrir.
No obstante, es necesario aclarar que el perfeccionismo
insano no es un estado absoluto que se presenta al
100%, esto quiere decir que se puede manifestar en
distintos grados a lo largo de la vida.
Permanece atento a estas conductas que, con la
apariencia de positivas, pueden provocar grandes daños
colaterales a tu vida y a tu salud. No es un rasgo
inamovible con el que tengas que conformarte, es más, si
te provoca malestar o sufrimiento, acudir a un
profesional para adquirir herramientas para
combatirlo puede serte de gran utilidad. En la
psicoterapia cognitivo-conductual puedes encontrar
estrategias para cuestionar esos pensamientos
perfeccionistas que te persiguen.

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