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ARCA DE SALVACIÓN

Ó SEA

CURSO DE MEDITACIONES ESPIRITUALES


PARA TODO EL AÑO
ARCA DE SALVACION
O SEA CURSO DE

MEDITACIONES ESPIRITUALES
PARA TODO EL AÑO
SACADAS EN SU MAYOR PARTE DE LAS OBRAS DEL

V. P. LA PUENTE
ORDENADAS Y ADICIONADAS POR EL

RDO. P RAM ÓN GENOYER


SACERDOTE DE LA CONGREGACION DE MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO
CORAZÓN DE MARÍA.

CON LICENCIA DEL ORDINARIO

N is i quod le x tua meditatio mea e st, tune fo r te


periissem in humilitate mea.
(PSALM. CXV1
I] , 92.)
Si vuestra Ley no hubiera sido mi meditación,
entonces de cierto que hubiese perecido en mi
abatimiento.
(S almo cxvih , vers. 92.)

IM PR EN TA D E A . P É R E Z D U B R U ^ L . Ofe o a V o iv e r s ita n a
F lo r B a ja , núm . 22 ' '

1887

' rvM| 7 8 3 4
4 p /0 flh /¿ l '

á ^ H ' ^ r ^ Á < A
PRO LO GO

0 7 ^ Ninguna persona medianamente experimentada en el camino espi­


ritual puede desconocer la importancia y necesidad del ejercicio de la
meditación. La falta de esta práctica origina y acarrea todas las ca­
f lamidades y desgracias que lamentamos. Si la tierra está llena de
desolación 1, si las virtudes desaparecen, si la inmoralidad cunde, si
y -* * y y y y la impiedad prospera y aumenta , y se presenta cada día más amena­
zadora, es porque no hay quien considere de corazón. Las verdades
^ yL' A r C C -M 'O l'd '# s c t, de nuestra fe son siempre las mismas ; ni el infierno y juicio son me­
nos terribles ahora que en los primeros siglos de la Iglesia, ni los
ejemplos de Jesucristo menos admirables, ni la ley de Dios menos apre­
t J ^ ¡n c x - U r Á u r / i^ é r c -M ^ ciable. ¿De dónde procede que ahora todas estas verdades no produz­
can aquellos prodigios de penitencia, v a lo r, abnegación, tan frecuen­
^ á ^ v U P 'i U sc y v , /
tes en los cristianos de otros ^tiempos? La falta de consideración y
meditación. Nuestra santa fe es como el grano de mostaza 3. que para
* U * J > * 5¿ & T W “ “ crecer y hacerse grande árbol, ha de ser sembrado en las entrañas de
la tierra, y allá germinar y nacer, fecundado por el calor del sol y la
< y ^ c v /^ ^ ^ humedad del suelo. Es un alimento nutritivo sí, pero que sólo produce
su fin masticándolo, digiriéndolo y asimilándolo.
La ley de Dios es inmaculada, decía el profeta David 3 ; capaz de
convertir las almas y dar inteligencia á los pequéñuelos ; mas para
producir tan apreciables frutos preciso es amarla, conocerla y medi­
tarla. «¿Cómo amé, Señor, tu ley?» , pregunta el. mismo Profeta «. Y
luego se da la razón : «todo día es objeto de mi meditación». La ilustre
santa Teresa de Jesús, escribiendo al obispo de Osma 5. decíale con su
angelical candor y santa libertad: «Nuestro Señor me ha mostrado que
»le faltaba á V. S. lo más principal; y faltando lo m ás, la obra se des-
»hace y no es firm e: porque le falta la oración con lámpara encendida,
»que es la lumbre de la fe ; y perseverancia en la oración con forta-

FONDOEMETERIO 1 Jerem., xn, 11. — 2 Matth., xm, 3 1. — 3 Psalm. xvw , 8. — 4 Psalm. cxvm, 97.

VALVERDEYTELLEZ 5 Carta 8.
6 Introducción. Prólogo. 7
pieza....,,por cuya falta viene toda la sequedad y desunión que tiene y aun sobre sí mismo '. Ella enciende en el corazón el fuego divino
peí ánima». El temor de este abandono dejaba entrever el melifluo san de la caridad, y hace que las entrañas se abrasen en el amor de Dios*.
Bernardo, el cual, escribiendo al Papa Eugenio III, no sólo le mani­ La consideración, dice san Bernardo >, purifica la mente, rige los afec­
fiesta este recelo que abriga, sino las consecuencias funestas que de tal tos, endereza los actos, corrige los excesos, compone las costumbres,
abandono se seguirían para su alm a: Tim o, Eugeni, le dice, ne multi­ ordena la vida, nos señala lo que hemos de hacer, y rumia acerca de
tudo negotiorum, intermissa oratione et consideratione, te ad cor durum lo que se ha hedió. En la prosperidad nos prepara para las adversidades,
perducat quod seipsum non exhorret, quia non sentit'. Mediten los sacer­ y en las adversidades estamos como insensibles. La meditación, añade
dotes, y en general todas las personas entregadas al desempeño de san Lorenzo Justiniano *, aparta el corazón de las cosas exteriores y le
importantes negocios, que olvidan el ejercicio de la meditación, qué obliga á entrar en sí. Ella es luz del entendimiento, pedagogo espiri­
verdad tan profunda y amarga encierra esta sentencia. tual, imán de la oradón, instruedón de los principiantes, y sabia
Sin la meditación, el alma se ve de ordinario privada de la preciosa gobernadora del hombre. La meditación, según san Agustín *, produce
y necesaria virtud de la devoción, que la hace ágil y diligente para las la dencia, la ciencia causa lacompundón, la compunción es fuente de la
cosas que son del servicio de Dios, puesto que ella es la causa intrín­ devodón, y la devoción perfecciona la oración. Subamos, pues, al
seca que la produce *. Sin la meditación no se practican las virtudes, monte de la perfecdón y de la gloria, termina el citado san Bernardo *,
porque, ó no se conoce su importancia y necesidad, ó se ignoran los como con dos pies, con la meditación y oración ; aquélla nos mostra­
medios, ó falta el estimulo que ayuda á vencer la repugnancia que su rá lo que nos falte; ésta lo alcanzará, para que nada falte: con aquélla'
ejercicio trae consigo. Si la meditación, en fin, no precede ó acompaña descubriremos los peligros que nos amenazan; con ésta los evitaremos.
á la oración vocal, ésta se hará sin atención, y vendrá á ser para Dios Estas tan vivas reflexiones de los Santos Padres, el ardiente deseo
como latratus canum, como dice san Agustín, ó como grunihis suis, se­ que nos anima de extender el ejercicio santo de la meditación, y
gún san Jerónimo, ó una bestialidad, según santa Teresa. ¡A y del que sobre todo la obediencia debida á los amadísimos Superiores que en
abandona la meditación! No necesita de demonio que le tiente. Es un lugar de Dios nos gobiernan, nos han movido á editar esta A rca
de S alvación, ó curso de meditaciones espirituales para todo el
hombre que, debiendo levantar un suntuoso edificio, no se acuerda de
pensar con detenimiento en los dispendios que serán necesarios para lle­ año, sacadas en su mayor parte de las del P. La Puente. Pocos son los
var á cabo la obra »; por lo cual se verá forzado á dejarla sin terminar, libros, quizá ninguno, que como las referidas Meditaciones del V. La
haciéndose objeto de burla para Dios, para sus ángeles y para los de­ Puente reúnan con tanta perfección la solidez en la doctrina, la viveza
monios, Es un rey que, debiendo presentar batalla á formidables y y fuego en los afectos santos, la sencillez y sublimidad en las reflexio­
nes , y la manera magistral de hacer prácticos los misterios más pro­
aguerridos enemigos, ni se pertrecha, ni se ejercita en la lucha, ni
fundos y las verdades más especulativas de que trata. Con este libro
cuenta sus soldados, ni conoce las fuerzas de que dispone, y así natu­
en la mano, y meditándolo profundamente, fácilmente se descubren
ralmente ha de ser arrollado y vencido.
los ardides del demonio, los engaños del amor propio, y la astucia
Por el contrario, para el que se dedica á este devoto ejercicio, la
de todos nuestros enemigos, que saben colorear sus tentaciones con
meditación es como un sol refulgente que ilumina las potencias de
falsas apariencias de bien, con el fin de introducirse en el alma y
su alma, para que obren tranquilamente los actos que les son propios
hacer en ella horrible estrago. Estas meditaciones son para el confe­
en orden á Dios y á la vida eterna, y que fecunda la tierra estéril de
sor un tesoro de afectos y consejos para estimular á los penitentes á
su corazón para que, en lugar de espinas y abrojos, produzca opimos
la virtud, para el religioso un compañero- fiel que le avisa caritativa­
frutos de santidad. Es una brisa suave que empuja con tranquilidad y
mente de sus faltas, y para el predicador un arsenal muy bien pro­
firmeza el navio de su espíritu, para que, salvando escollos y atrave­
visto para el desarrollo de casi todos los temas que se deben tratar en
sando peligros, llegue con seguridad al puerto deseado. Bienaventurado
el pulpito.
el varón, dice el Espíritu Santo ♦ , que medita en la justicia del Señor,
Ahora bien : el difundir estas excelentes meditaciones, poniéndolas
y fija su pensamiento en la presencia de Dios. En esta meditación, si­
en manos de todas las personas que consagran una parte del día á tan
lencio y soledad aprende el hombre á levantarse sobre todas las cosas
■ Thren., ni, 28. — »Psalm. xxxviu,4. — i Decansid., lib. 1. — 4De cotí. ctmnub., c. xm.
i De ctmsiitr., I. i. — * S. Thom., 2.» 2.“ , q. uxxnt, a. ) . — i Luc., xiv, 28. * Despir. tí anima, c. l. — * Serm. prim. S. Andr.
4 Bceli., xtv, 22.
8 Introducción.

piadoso y útil ejercicio; el formar de ellas una colección que sirva para
todo el año t con las adiciones y epílogos que aconsejan los maestros de
la vida espiritual; el proporcionar á las comunidades religiosas que ha­
cen laudablemente la meditación en común un manual que les guie en
este camino, sin omitir ninguna de las adiciones prescritas por san MÉTODO PARA HACER LA MEDITACIÓN
Ignacio y demás directores de almas: tal ha sido el fin qne nos hemos
propuesto al publicar la presente obra. Sin apartarnos del orden, ni
omitir las ideas, y aun conservando casi siempre las mismas palabras
del V. P. La Puente, hemos procurado que, tanto las meditaciones
como los puntos en que se dividen, fuesen relativamente iguales en ex­ Extraño parece que haya necesidad de dar reglas y enseñar el mé­
tensión , poco más ó menos ; para lo cual hemos tenido precisión de todo para meditar. Porque, siendo el hombre racional y discursivo, y
dividir unas, acortar otras y extender algunas. En secciones separadas pasando por su misma naturaleza del conocimiento de una verdad sa­
hemos reunido y aumentado las meditaciones de la Virgen Santísima, bida al descubrimiento de otra desconocida, y de una verdad especu­
del Santísimo Sacramento y de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, lativa ¿ la práctica que dicha verdad exige, debe de serle connatural
á fin de que se hagan respectivamente las dos primeras en los sábados el ejercicio de la meditación. Porque no consiste en otra cosa que en
deducir de una verdad propuesta las consecuencias prácticas que na­
y domingos, y la última en los viernes del año y tiempo de Cuaresma.
turalmente de ella se deducen. En el orden corporal y para el bien
Por último, la quinta sección ó serie consta de 66 meditaciones origi­
temporal, todos los hombres saben meditar, sin necesidad de estudiar
nales más breves para las dominicas y fiestas de entre año. reglas ni sujetarse á método. Medita el artesano para poder prosperar
Tal es la obra que tenemos el gusto de ofrecer á todas las almas en su arte, el comerciante para acrecentar sus ganancias, el hombre
que aspiran á la perfección por medio de la imitación de las virtudes de ciencia para adquirir una posición decente, el niño para salir con
de nuestro adorable Redentor Jesucristo. sus pretensiones, y hasta el mendigo para recoger más abundante
No sin madura reflexión y consejo la hemos titulado A rca de S al ­ limosna. Y cuando se trata de la meditación espiritual, que se ordena
vación , aludiendo al arca salvadora deNoé y al arca santa de la alianza.
á la reforma ó mejora de la vida y á la adquisición de las virtudes,
Porque confiamos, y aun abrigamos la convicción íntima de que muy común es decir : « Y o no sé meditar; en cuanto cierro el libro,
ya no sé pensar un instante en lo que acabo de leer».
todos aquellos cristianos que se acojan á la meditación y adopten este
¿En qué .consiste la meditación? ¿Cómo se hace? ¿Qyé obstáculos
ejercicio santo, conseguirán la salud con la seguridad con que la ele­ se han de superar y cómo se han de vencer? En dos palabras, y por
gida familia de Noé se salvó del diluvio ; y en esta práctica devota el el mismo orden con que se han propuesto, vamos á contestar á estas
Señor se dignará hablarles, como hablaba á Moisés desde el arca santa; preguntas :
les aclarará sus dudas, les fortalecerá en sus temores, les manifestará
su voluntad y les defenderá y protegerá contra todos sus enemigos. ¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN?
¡ Qgiera el cielo que todos aquellos que se resuelvan á tomar en sus
Con lo que hemos dicho anteriormente, parece que ya está contes­
manos y valerse de esta A rca de S alvación para sus meditaciones tada la primera pregunta. Sin embargo, bajando más al particular, y
diarias, reporten copiosamente todas estas bendiciones, y saquen de concretándonos al sentido en que aquí hablamos de la meditación, di­
ella todos los tesoros de gracia y virtud que nosotros les deseamos, y remos con el P. La Puente que es obra de las tres potencias interiores
que, llenos de méritos y santidad, podamos todos algún día subir á la del ánima, memoria, entendimiento y voluntad, ejercitando con el
gloria á bendecir eternamente al Padre de las misericordias y Dios de divino favor sus actos cerca de los misterios y verdades que enseña
toda consolación! nuestra santa fe católica, y hablando dentro de nosotros mismos y
tratando familiarmente con Dios Nuestro Señor, pidiéndole sus dones,
y negociando lo necesario para nuestra salvación y perfección. De
manera que la substancia de la meditación Viene á reducirse á las si­
guientes cosas : Ejercicio de la memoria, recordando una verdad, mis­
terio ó hecho, acompañándola de actos de fe y avivándola con la
imaginación. Ejercicio del entendimiento, entablando discursos, $a­
10 Introducción.
Método para hacer la meditación. 11
cando consecuencias, buscando las causas, mirando los efectos y con­
siderándolo todo muy en particular y aplicándolo á sí, Ejercicio de la recogida y cerrando los ojos, mirando dentro de sí al Señor, ó levan­
voluntad, y esto es lo principal ‘de la meditación , y ha de obrar: tándola al cielo, ó mirando fijamente al tabernáculo ó alguna devota
imagen ; la lengua, diciendo algunas palabras ú oraciones con más
iS a c a n d o afectos santos de lo que el entendimiento le ha propuesto,
fervor, pronunciando los coloquios, aunque sin esforzarse en decirlos
con los cuales se aparte del amor de las criaturas y se una con Dios,
muy concertados, sino según vayan saliendo los afectos del corazón;
a.® Haciendo propósitos particulares, prácticos, y confirmándolos con
en fin, todo el cuerpo, guardando uná posición modesta y mortificada,
vivos deseos de ejecutarlos. 3.®Dirigiendo fervientes peticiones á Dios,
y . si se hace á solas la oración, puédense tomar algunas posturas que
á Jesucristo, á la'Virgen, á los santos, alegando razones y motivos
exciten más la devoción, como levantar los brazos en alto, extender­
de parte del mismo Dios, de s í , del demonio y otras, no tanto para
los , postrarse, etc.
mover á Dios cuanto para moverse á sí.
Tercero: insístase mucho en la repetición de los propósitos, bus­
cando en la misma meditación nuevos motivos para excitarse á más
¿CÓMO SE HA DE HACER? vivos deseos de cumplirlos y á hacer con más fervor las súplicas que
deben dirigirse á la Santísima Trinidad en general, ó á cada persona
La meditación tiene tres partes, á las que llaman los maestros de en particular, á la Virgen, ángeles, etc.
la vida espiritual preparación, cuerpo y conclusión. La preparación Cuarto: si el entendimiento está como atontado ó embobado, que
es remota y próxima : la remota consiste, como la misma palabra lo parece no sabe pensar nada, es útil despertarle con varias preguntas á
indica, en remover y apartar los estorbos de la oración, que, según • ' las cuales haya de contestar . ó interiormente, y aun quizá mejor de
san Bernardo, son los pecados, las pasiones desordenadas, la solicitud palabra, hablando consigo mismo. Estas preguntas pueden ser diver­
demasiada y la libertad de la imaginación. La preparación próxima sas, según la diversidad de los asuntos sobre los cuales se medite. Si se
abraza dos tiempos, que son la noche precedente y lo que precede in­ medita acerca de un hecho, se le puede interrogar sobre las circunstan­
mediatamente á la meditación. En la noche anterior se deben pre­ cias del mismo; á saber: ¿quién obra? ¿qué hace? ¿porqué lo hace?
parar los propósitos y súplicas que se hayan de hacer en la medita­ ¿de qué modo? ¿con qué auxilios? ¿en qué tiempo? También se le
ción de la mañana siguiente, y recordar los puntos sobre los que puede interrogar acerca de las causas que motivaron aquel hecho, los
haya de versar, y con este pensamiento acostarse, y traerlo á la me­ efectos que de él se originaron, lo que hubiera sucedido á no haberse
moria inmediatamente al despertarse por la mañana. Al ir á comenzar realizado: no menos útil será'preguntarse qué enseñanzas pueden
la meditación, deben hacerse los actos que se explicarán al hablar del sacarse de cada una de las personas que concurren á él, cómo las ha
modo práctico de hacer la meditación valiéndose del presente libro. practicado, qué ha de hacer en lo sucesivo, etc. Si se medita acerca
El cuerpo de la meditación son los mismos puntos sobre los cuales de alguna sentencia, se le puede interrogar: quién dice aquella sen­
se ha de meditar, ejercitando en ellos, comose ha dicho, las tres po­ tencia, á quién se dice ó endereza, á qué fin, con qué modo y espíritu
tencias , memoria, entendimiento y voluntad, haciendo con cada una se dice, y qué es lo que significa; es á saber: qué es lo que manda
de ellas los actos que quedan anteriormente indicados. Acerca de lo ó aconseja, amenaza ó promete, ó qué es lo que se pide ó pretende
cual se puede advertir : con ella. Sí la meditación versa sobre alguna virtud ó vicio, las pre­
Primero: que si se hace en particular la meditación, no es necesa­ guntas pueden se r: ¿Qpé dijo Jesucristqsobre él? ¿Qué conviene saber
rio leer de una vez todo el punto, sino que basta leer hasta que el en­ ó creer sobre esta materia? ¿Ojié he hecho hasta el presente para obrar
tendimiento encuentra alguna idea para formar sobre ella algunos conforme á ella? ¿Qué haré en adelante?¿cómo? ¿cuándo?¿en dónde?
discursos, y la voluntad halla en la misma pábulo y entretenimiento ¿de qué medios me serviré?
para hacer, movida por ella, coloquios, afectos, súplicas, en que Y quinto: que un cuarto de hora antes de terminar la meditación,
consiste lo esencial de la meditación; empero si la meditación se hace si ésta dura una hora, ó menos si es más breve, se debe hacer el epí­
en compañía de otros, dirigiéndola uno, conviene escuchar con aten­ logo ó recapitulación de la misma, como aconsejan san Francisco de
ción todo el punto, y luego volver con la memoria, entendimiento y Sales, san Ignacio, P. Roothan, y otros maestros de espíritu, en el
voluntad sobre aquella reflexión ó idea que más ha llamado la aten­ cual se reúnen y recapacitan los afectos que se han ido sintiendo du­
ción , y terminado el gusto y atención hacia ella, pasar á otra, pro - rante la meditación, las razones que más han movido, las reflexiones
curando sobre todo gastar la mayor parte del tiempo en los afectos que más han despertado, y con todo esto, excitada el alma, sedes-
y coloquios, en la repetición de los propósitos y en las súplicas. ahoga en fervorosos coloquios, ya con Dios, ya consigo misma, ya
Segundo: para activar las potencias del alma es muy útil el hacer con su Ángel custodio, etc. Sobre esto, sólo advertiremos que aunque
trabajar las otras facultades, como la imaginación, fijándola con toda todas las meditaciones tienen su epilogo, como se verá, pero cada cual
la atención posible en la composición de lu gar; la vista, ó teniéndola podrá formárselo en particular ó tomar de él aquello que le convenga.
12 Introducción.
Método para hacer la meditación. 13
como hemos dicho de los puntos de la meditación ; porque podrá suce­
pirituales. La sequedad, como se ve, no debe confundirse con el estado
der muy fácilmente que á uno le haya movido mucho una razón que
de indiferencia, en el cual el alma ni siente gusto ni disgusto en la
apenas se toque en el epílogo que está escrito, y, al revés, que no haya
oración, va á ella sin repugnancia, persevera sin tedio ni consuelo, y
apenas hecho hincapié en algunas otras que se recuerden con mayor
sale ¿orno había entrado, aunque con la misma disipación. Este estado
detenimiento en él. Además , esta es la ocasión oportuna para la reno­
es propio de las personas tibias, las cuales, si hacen meditación, es
vación de los propósitos, cuya repetición aconsejamos encarecidamen­
como si no la hicieran, porque no se ocupan en ella en ninguna de las
te, con el fin de que queden muy impresos en la mente y se recuerden
operaciones que constituyen su substancia, ni en afectos, ni súplicas, ni
después durante el día ; y también para pedir mercedes, lo cual debe
propósitos; su entendimiento vaguea por donde quiere con toda liber­
hacerse en el coloquio, con palabras que salgan del corazón, ajjnque
tad ; su imaginación loca se entretiene en pintar toda suerte de imá­
dichas sin concierto ni orden, porque esto poco importa, toda vez genes, ya vanas, ya ridiculas, ya feas ó repugnantes , andando con
que el corazón es el que ha de hablar, y su lenguaje es el que princi­ toda soltura y libertad, sin pensar en enfrenarla. Este estado tan peli­
palmente escucha Dios, lnsístase aquí mucho en las súplicas, rogando groso sólo puede remediarse con una resolución firme de trabajar, ha­
particularmente por la santa Iglesia , por el Sumo Pontífice , por los ciendo con las potencias, auxiliadas de la divina gracia, los actos que
Prelados y sacerdotes, por la conversión de los pecadores, herejes é se han dicho, aunque sea con violencia. Los remedios para la sequedad
infieles; por la perseverancia de los justos, santificación de las almas son varios, pero todos pueden reducirse á la humildad, confianza en
consagradas á Dios, libertad de las almas del Purgatorio y demás ne­ Dios, y activar las potencias para que hagan alguna cosa. Y así con­
cesidades generales y peculiares de cada uno. viene : i.° Tener muy en la memoria el método de hacer la medita*
C onclusión. —Terminado el tiempo de los coloquios, que conviene ción, de modo que siempre que el alma se aperciba que se halla
qüe dure cuando menos diez minutos, se da fin á la meditación con la ociosa, tenga á la mano algo en que ocuparse. 2.* Además, débese
oración del Padre nuestro y demás prácticas que después se dirán. tratar el negocio de nuestra salvación de un modo seño, atento, con
Ahora sólo advertiremos que. en acabando la meditación, es muy útil interés verdadero, al modo que un hombre cualquiera trata los asun­
elegir alguna máxima sacada de la misma meditación, expresando la tos importantes que tiene entre manos. 3.0 Para pasar útilmente el
idea que más ha movido ó el propósito que se ha hecho, para recor­ tiempo cuando el alma se halla desolada, puede unas veces conside­
darla y repetirla durante el día, y por medio de ella renovar el fruto rarse como un pobre que está delante de un Señor riquísimo, ó
de este santo ejercicio. ' como enfermo, hijo pródigo, discípulo, etc.; otras puede ir repitiendo
con la mente, y aun con los labios, pausadamente y con toda atención,
¿QUÉ OBSTÁCULOS SE HAN DE SUPERAR alguna jaculatoria, como la de Tais la pecadora: «Tú que me criaste,
Y CÓMO SB HAN DE VENCER? ten compasión de mía ; ó la del ciego : «jesús, hijo de David, ten
misericordia de mí ». ú otras semejantes; otras echarse á los pies del
Como la meditación es el ejercicio piadoso que más ayuda ai Señor, diciéndole lo que aconseja el P. M. Avila : En cuanto es culpa
hombre para seguir el camino del bien y apartarse del mal, á ningún, mía esta sequedad, Señor, y o la detesto y abomino de ella ; pero en
otro tiene el demonio tanta ojeriza como á éste. Prescindiendo de los cuanto es voluntad vuestra, y o me conformo y abrazo con ella. 4.* Si
pretextos de falta de tiempo y sobra de ocupaciones con que suele ya se ha pasado casi toda la meditación sin .ocuparse uno en cosa pro­
engañar frecuentemente á la gente del mundo, pretextos que sólo vechosa. hallándose al fm de ella, aconseja san Francisco de Borja que
pueden vencerse formándose un reglamento de vida acomodado á las se haga un propósito eficaz de portarse uno mejor durante el día, para
obligaciones del propio estado y profesión. y formándose como un que ya que el demonio ha ganado algo en la meditación, lo pierda
deber imprescindible el cumplirlo; los medios ordinarios y frecuentes todo en el decurso del día.
que suele adoptar para impedir el fruto de la meditación en aquellas D i s t r a c c i o n e s . Suelen molestar también frecuentemente á las
personas que por regla ó por costumbre ya ordinaria suelen hacerla, personas que se dedican á la oración mental las distracciones de cosas
son la sequedad, las distracciones y el sueño. varias y ajenas á la cosa que se medita; todo parece que les viene á
S equedad . E s la sequedad aquel estado del espíritu en que se en­ la mente en aquella hora : la'familia, los quehaceres domésticos, las
cuentra desolado, sin hallar gusto en la meditación; ninguna reflexión visitas, los encargos. Y si no están alerta, pensarán en todo menos en
le mueve, ningún afecto le despierta de su postración. Aunque se lo que deben pensar. Para remediar este mal tan dañoso, sirve:
esfuerza en practicar sus actos con violencia, ninguna satisfacción 1.* Humillarse profundamente, avergonzándose de estar delante
experimenta. Á lo cual se suelen acompañar obscuridades del alma, de Dios pensando en cosas tan ajenas de Dios y portándonos con El
turbaciones, tendencia á las cosas terrenas, tentaciones vehementes, de un modo que no nos atreveríamos á portarnos con los hombres.
tedio, pereza y repugnancia para la meditación y demás ejercicios es- 2.0 Tener fortaleza y constancia en apartar cualquier pensamiento

•NIVBír - T-
IMMtft Muerte jMkg
»4 Introducción.

ajeno de lo que se m edita, aunque nos parezca muy importante y te­


mamos que después no nos hemos de acordar. 3.®Orar con mayor fer­
vor , menospreciando la turba de pensamientos importunos que nos
inquietan, acordándonos que el ciego de Jericó ' , clamando á'jesús MODO DE SERVIRSE DE ESTE LIBRO
en medio del tropel de gente que le quería acallar, mereció ser oído.
' 4.®Confiar en Dios, el cu a l, mandándonos orar, nos dará las gracias
necesarias para orar bien.
S ueño . Otro obstáculo parala meditación es el sueño, y para
vencerlo, conviene indagar la causa que lo produce, la cual quitada,
Dos cosas conviene que tengan presentes aquellos que quieran
quedará vencido él. Si procede de falta de descanso, remedíese des­ valerse de este libro para hacer, según él, la meditación diaria : Dis­
cansando algo más, si es posible; si reconoce alguna causa accidental, tribución de las meditaciones. y modo práctico de hacerlas.
como pesadez del tiem po, enfermedad, y lo mismo si es producido D is t r ib u c ió n o e l a s m e d it a c io n e s . El que hace en particular la
ó causado por el dem onio. conviene violentarse, ya tomando meditación, no tiene necesidad de sujetarse á ningún orden, sino
alguna postura incómoda, ya usando algún cilicio, que sin dañar cause hacer aquellas que más le muevan y exciten á la devoción, aunque
molestia, ya mojándoselos ojos, paseándose, etc. por muchos días y aun méses repita la misma. Inútil y aun perjudi­
Tales son los obstáculos y dificultades que es preciso vencer y su­ cial es buscar el afecto santo por otro camino y vía que por aquel en
que Dios lo comunica. Si empero la meditación se hace en comuni­
perar para sacar provecho grande de la meditación, y esta lucha debe
dad, y , aunque sea particularmente, si se desea seguir algún orden,
ser enérgica, constante y perenne, evitando á todo trance caer en el nos atrevemos á proponer el siguiente, aconsejado y aprobado por la
escollo tan frecuente que nos descubre san Agustín al decirnos 1 : experiencia. En el presente curso de meditaciones se hallarán cinco
« Muchos son los que van aflojando y languideciendo en la oración; series distintas : La primera abraza las meditaciones propias de las
»al principio de su conversión oran con fervor; luego con flojedad, tres vías, purgativa, iluminativa y unitiva, y son en número de 160.
«luego con frialdad, y últimamente con negligencia y abandono». La segunda, 70 de la Pasión del Señor. La tercera, 40 de la Virgen
Santísima. La cuarta, 30 del Santísimo Sacramento. Y la quinta con­
• Luc., xvm, 38. — »lnpsal. 55. tiene 66 meditaciones originales para todas las Dominicas y festivi­
dades que ocurren entre año. Para distribuir estas meditaciones puede
adoptarse el orden siguiente: En los cuatro primeros días de la sema­
na, lunes, martes, miércoles y jueves, háganse las meditaciones de
la primera serie por el mismo orden del libro. Las de la segunda se
harán en todos los viernes del año y durante el tiempo ocurrente,
desde Septuagésima á Pascua, en los días en que debían hacerse las
anteriores. En los sábados la meditación será de la Virgen, y en los
r domingos del Santísimo Sacramento, para que sirva de preparación
para la comunión. En lastres Pascuas, de Navidad, Resurrección y
Pentecostés, se harán durante la octava las meditaciones designadas
para tales tiempos. Lo mismo puede decirse de la octava del SanSKs-
simtim Corpus. Para las festividades principales que ocurran durante el
año, se interrumpirá el orden indicado, á fin de hacer la que corres­
ponde á dicha festividad, cualquiera que sea la serie en que está
incluida. Lo propio se debe decir del día de retiro mensual, en el cual
procede hacer la meditación de la muerte. Por fin, las comunidades
religiosas, ú otras personas de virtud, que en los días festivos con­
sagran algún rato de tiempo más á la oración, podrán servirse con
provecho de las meditaciones de la quinta serie.
M o d o p r á c t i c o d e h a c e r l a m e d it a c ió n . Suponiendo que se hace
en comunidad, dirigiéndola uno y atendiendo los demás, se procederá
en ella del modo siguiente :
Noche. Hecho el examen general y demás ejercicios de la noche,
inmediatamente antes de recogerse, el director dirá :
1.® Preparemos los propósitos particulares que hemos de hacer en la
meditación de mañana, y las gracias que debemos pedir.... Y guardando
i6 Introducción.
Modo de servirse de esle libro. »7
uno ó dos minutos silencio, cada cual preparará los propósitos, los Aderémosle con profunda humildad y reverencia.... Yo os adoro.
cuales conviene que sean los mismos cada día, hasta lograr vencer la Dios mío. Vos sois mi Dios, yo vuestra criatura; Vos, santísimo, yo
pasión dominante ó adquirir la virtud más necesaria. Luego añadirá pecador.... Santo, Santo, Santo.... Bendición, gloría, alabanza,acción
el director: de gracias os sean dadas....
2 ° La meditación para mañana será.... Aquí lee el titulo de la me­ Pidámosle gracia para hacer confruto esta meditación.... Señor, ense­
ditación, y añade : La composición de lugar será representamos, etc..... ñadme á orar.... Pues me mandáis orar, dadme lo que me mandáis....
Léase aquí la composición de lugar, que en las meditaciones que tienen Invoquemos á estefin ¡a protección déla Virgen Santísima, de tos ángeles
tres preludios ocupa el segundo lugar, y en las de dos el primero. custodios y demás santos de nuestra devoción.... Virgen Santa, Angel
En seguida anunciará los puntos en que se divide la meditación, tocán­ mío, san José, san....; alcanzadme que orecomo vosotros....; defen­
dolos con brevedad. leyendo el encabezamiento de ellos que está en dedme del enemigo....; socorredme....
letra cursiva, diciendo: En elprimer punto consideraremos....; en el segun­ Preludios. . .. Váyase practicando lo que se indica en cada uno de
d o....; en el tercero.... Podrá terminarse con la breve antífona. Subtuum los preludios con la mayor perfección que sea posible.... Luego se
praesidium...., pidiendo á la Virgen que nos tenga bajo su amparo y hace la lectura de los puntos de la meditación con entonación llena,
protección y nos asista con su eficaz patrocinio. grave y afectuosa; de un modo pausado, dando á cada sentencia y
Hecho todo esto, cada cual se va á descansar sin perder de vista la palabra toda la fuerza y peso que reclaman; acomodándose en el tono
meditación que ha de hacer al día siguiente y que acaba de preparar, á los diversos afectos que encierran.... Después de cada punto se guar­
como si ella fuera el negocio de mayor importancia que tiene entre dará silencio por el tiempo de diez minutos si la meditación ha de
manos. Acostándose con decencia, antes de entregarse al sueño, pen­ durar una hora, ó menos si no ha de durar tanto; pero proporcionán­
sará un momento siquiera en la hora de levantarse y en la meditación dolo de tal modo, que sea igual el tiempo de silencio después de cada
que habrá de hacer á la mañana. Lo mismo practicará durante la no­ punto, y que en todo caso queden diez ó doce minutos después del
che si se despertare. epílogo y coloquios. Durante el tiempo en que se guarde silencio, cada
Llegada la hora de levantarse, lo hará con presteza, modestia y cuál deberá excitar y entretener sus potencias del modo que se ha
fervor, como si delante de sí tuviera al mismo Jesús que le dice: «Ven, dicho arriba.
hijo, á tratar conmigo del negocio para ti más importante». Interin se Gnco minutos antes de terminar el tiempo señalado para ia me­
vista, vaya pensando en la meditación que ha de hacer, ayudándose de ditación, dirá el director:
la composición de lugar; pudiendo también rezar al propio tiempo, ó Para alcanzar las gracias que hemos pedido, recemos un Padre-nuestro__
el ejercicio del cristiano, u otra devoción particular que tenga, como Y luego continúa:
el Salmo Deus, Deue meta, el himno Te Deum, los siete Padre-nuestros á Demos gracia á Dios por todos los beneficios que nos ba dispensado en la
san losé, etc. Meditación.... Gracias, Dios mío, por los favores, luces, inspiraciones y
Reunida la comunidad en el lugar señalado para principiar la me­ demás dones q u e... Bendito seáis.... Agradecedlo Vos mismo por mí....
ditación , invocado el Espíritu Santo, el que dirige dice en voz alta y Ofrezcámoste los propósitos que hemos techo, y pidámosle gracia para
clara: Meditación de.... Mas antes ponerlos en ejecucion.... He propuesto, Señor, esto y esto....; ofrézcoos
Reflexionemos atentamente qué vamos á hacer, y á qué fin.... Cada cual estas mis resoluciones.... Ayudadme, que sin Vos soy nada, y mi
interiormente podrá pensar que va á tener un rato de conversación palabra se perderá en el espacio....; experiencia tengo de mi incons­
con Dios, Rey soberano de cielos y tierra , al cual va á hablar del ne­ tancia y miseria....
gocio más importante.... ¿qué si hubiese de hablar á un Rey terreno Invoquemos á este fin la protección de la Virgen Santísima, de los án­
ó á un distinguido personaje?.... geles custodios, y demás santos de nuestra devoción.... Virgen purísima,
Excitemos en nosotros vivos deseos de hacer bien ¡a meditación y aprove­ sois la Madre de la gracia.... Angel santo, etc....
charnos de tila.... Diga cada cual consigo: ¡O h ! ¡quién me diera hacer E xamen . El examen de la meditación podrá hacerse en un breve
bien la meditación I.... Si hoy hubiese de morir...., si esta fuese la últi­ espacio de tiempo que siga á la misma, y para él podrá el que dirige
ma.... ¿Qyién sabe la gracia que el Señor me quiere conceder?.... hacer en voz clara las preguntas que siguen, haciendo una breve
Preparemos los propósitos que más nos conviene hacer, y las gracias que pausa en cada una de ellas: ¿Preparé anoche los propósitos particula­
debemos pedir.... Tráiganse á la memoria los propósitos y gracias que res que hoy debía hacer, las gracias que debía pedir y los puntos de la
ya se prepararon en la noche anterior: He de enmendarme ó alcanzar meditación?.... ¿Procuré dormirme con el corazón fijo en ella?.... Al
esto y esto...., en tal ocasión debo hacer esto, etc. despertarme, ¿he puesto pronto el pensamiento en la misma?.... ¿La
Avivemos la fe de la presencia de Dios.... Puede hacerse esta adición he comenzado con deseo y resolución de hacerla bien y de aprove­
ó con un acto de fe intelectual: « Creo firmemente, Dios mío, que charme?.... ¿Me he dejado vencer del sueño?.... ¿He dado lugar á las
me veis, escucháis y penetráis mi mismo pensamiento é intención»; distracciones?.... ¿Hé estado en ella con el corazón caído ó remiso, ó
ó por vía de imaginación, ya representándose á Dios sentado ep trono con el entendimiento ocioso?.... ¿He estado atento á las reflexiones, y
refulgente, rodeado de ángeles, y que algunos bajan para recibir aplicado á las mismas el presente estado de mi alma?.... ¿Qué propo­
nuestras oraciones y presentarlas á su Majestad, ya imaginándose uno sitos particulares he formado, cómo y cuándo pienso cumplirlos?....
delante de Jesucristo orando, ó en otro paso de su vida mortal, etc. ¿He pedido gracia al efecto y rogado por las demás obligaciones y
2
i8 Introducción.

necesidades?.... ¿Qué es lo que más me ha movido para tenerlo des­


pués presente?..*
Si nos ha ido bien en ¡a meditación, demos gracias á Dios; mas si
hemos cometido alguna falta, pidámosle perdóny propongamos la enmienda—
Hágase Interiormente esto por cadá uno. INDULGENCIAS
Para obtener el don de la perseverancia en los propósitos, redaremos el
Ave María.... Después digan todos juntos la jaculatoria siguiente: CONCEDIDAS AL EJERCICIO SANTO DE LA MEDITACION.
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Acordaos que soy todo vuestro;
conservadme y,defendedme como cosa y posesión vuestra. Amén.
Notas , i A Cuando se hace la meditación eu particular, si bien
no es necesario amoldarse tan al pie de la letra al orden propuesto,
conviene mucho no separarse de é l, á lo menos en lo relativo á las
adiciones. El ilustre y piadoso Pontífice Benedicto XIV, en su Bula Quemadmo­
2.a Si se hiciera la meditación al pueblo, ó á una reunión de dum de 16 de Diciembre de 1746, recomendó muy singularmente la
personas menos versadas en este santo ejercicio, úsese el método que
sigue : piadosa práctica de la meditación; y á fin de estimular eficazmente á
P reparación , i .* Reflexiona que vas á hablar con Dios, y á tratar los fieles á que se consagrasen á ella, concedió á todos los que hubieran
con El de un negocio para ti el más importante.
2. ° Prepara los propósitos que debes hacer para agradarle, y las hecho todos los días media hora, ó á lo menos un cuarto de hora de
gracias que tienes más necesidad de pedir. oración mental, una indulgencia plenaria cada mes, que podrán ga­
3. ° Aviva la fe de que Dios te ve y mira hasta lo más secreto de nar el día en que comulguen y rueguen por la santa Iglesia.
tu corazón.
4. ° Humíllate delante de É l, y dile con fervor y confianza: Señor En la misma Bula se concede otra indulgencia plenaria, una vez-
Dios m ío, creo que estáis aquí presente; rendidamente os adoro y amo ai mes y con las mismas condiciones, á todos los que enseñen frecuen­
con todo mi corazón. Os doy gracias por todos los favores que me
habéis dispensado. Os ofrezco esta meditación, y os suplico me deis temente á los demás, en público ó en particular, el modo de meditar,
gracia para hacerla bien, para gloria vuestra y bien de mi alma. Ilus­ y á aquellos que frecuentemente también hacen que se les enseñe.
trad mi entendimiento c inflamad mi corazón. Haced que deseche con Además, cada vez que una persona verdaderamente contrita, y des­
prontitud las distracciones, que esté atento á loque debo considerar,
y que sepa formar propósitos prácticos de lo que. más me importa. pués de haber comulgado, explica á otras el método de la oración,
A este fin os ruego, Virgen Santísima, Angel de mi guarda y santos ó concurre á su explicación, gana siete años y siete cuarentenas de
de mi devoción, que intercedáis por mi y me alcancéis estas gracias.
Amén. indulgencia.
C o n c l u s ió n . Rezado el Padre-nuestro , como se dijo arriba, añá­
dase: Demos gracias á Dfcs por los favores que nos ha comunicado,
diciéndole: Os doy gracias, Dios mío, por la asistencia que me habéis
dispensado en esta meditación. Os pido humildemente perdón de las
faltas que en ella he cometido, y propongo enmendarlas. Os ofrezco.
Señor, las resoluciones y propósitos que con vuestra gracia he forma­
do, y os suplico me concedáis la que necesito para ponerlos en ejecu­
ción. A este fin ruego á V os, ¡ oh Virgen Soberana!, ángeles custo­
dios y santos de mi devoción, qué me alcancéis esta gracia. Amén.
PRIMERA SERIE

1.a—FIN DEL HOMBRE,

P reludio I 0 Representémonos á Dios á manera de un mar inmenso, del cual salen tas
criaturas, y vuelven á El como á su centro.
P reludio 2.° Pide la gracia de conocer el fin de tu creación.

P u n t a l.° F in que nos ha señalado Dios al c r e a m o s— En


este punto has de traer á la memoria el fin para que fuiste cria­
do, que es para alabar, reverenciar y servir á D ios, y por este
medio salvar tu alma. A sí lo dice san Pablo, escribiendo á los
Romanos ': «Tenéis por fruto la santificación, y por fin la vida
eterna», Pondera aquí cómo la infinita majestad de D ios, que no
tiene necesidad de sus criaturas, no por tus merecimientos, sino
por sola su bondad, te crió á su imagen y semejanza no para
que vivieses á tus anchuras, siguiendo tus antojos, ni para que
buscases honras ó dignidades, riquezas ó regalos, ó alguna otra
cosa criada, sino para que le reverenciases y alabases, para que
le amases y obedecieses en esta vida mortal, y después alcan­
zases la vida eterna. Bastaba, ciertamente, darte por fin el que
tu naturaleza pedía; pero no se contentó Dios con esto, sin o , por
sola su misericordia, te ordenó y levantó á otro fin más alto y
soberano, que es verle claramente y gozarle, y ser bienaventu­
rado como lo son los ángeles, y como lo es Él mismo, conforme
á lo que dijo san Juan 5: «Seremos en la gloria semejantes á Dios,
porque le verem os como Él es». Mira luego cuán mal has p re­
tendido este fin en la vida pasada, viviendo como si fueras cria­
do, no para servir á D ios, sino para servir á tus gustos, y buscar
honras, regalos y riquezas, haciendo por esta causa innumera­
bles pecados, como si el fin de tu creación hubiera sido, no la
santidad-*, sino la inmundicia; no la libertad de espíritu, sino la
libertad de carne; y considerando esto, debes excitarte á afectos
de admiración viendo lo que ha hecho D ios, y de confusión vien­
do lo que tú hiciste. i Oh caridad inmensa de nuestro soberano
Dios! ¿Qué es, Señor, lo que hacéis? ¿Á un gusanillo tan vil como
el hombre levantáis á un tan alto lin? ¿Queréis que este pedazo
de barro con inclinaciones tan desordenadas y rebeldes llegue á
participar de vuestra misma gloria? Bendita sea vuestra infinita
misericordia, y os alaben los ángeles por tan soberana merced.

1 Rom., v i , 22 . — - Cc.i., 1,26. — 5 I Joan., Hl, 2. — •) 1 The*., iv , 7.


22 Serie primera.— Via purgativa.
Mtd. 1 Fin del hombre. 23
M as: ¡oh qué miseria la nuestra! ¡Cuán ciegos y errados hemos la consecución del fm. Pondera primeramente el daño que se te
andado en lo que más nos importaba saber! ¡ Cuán ingratos hemos seguirá si le pierdes, pues no hay ni puede haber mayor pérdida
sido á quien nos crió para tan alto fin, y cuán mal hemos corres­ que perder el alma, perder la divina gracia, perder la paz y la
pondido á quien tanto bien nos hizo! Pero ¿qué haremos en ade­ alegría de la conciencia y perder la bienaventuranza, con lo cual
lante? ¿Conocemosnuestro fin? ¿Procuraremos conseguirlo? anda junta la eterna condenación y la pérdida del mismo Dios.
P i m t o 3 .° M edios que nos otorgó el Señor para alcanzar Pues, «¿ qué te aprovechará ganar todo el mundo, si pierdes tu
e l /In.—Aquíhas de considerar los medios innumerables é inapre­ alma ' y á D ios, en cuya comparación el mundo es nada? P or
ciables que Dios te concedió para que con ellos alcanzases el fm el contrario, si alcanzas este fm, alcanzas la posesión del mismo
de tu creación. Estos medios, unos son naturales, otros sobrena­ D ios, salvarás tu alm a, tendrás paz y alegría de corazón, serás
turales y otros divinos. Los naturales son, y a internos, y abrazan amparado de la divina Providencia, hallarás quietud y descanso
todas las facultades y potencias de tu alma y cuerpo, los cuales perpetuo, como le hallan todas las cosas en su fin y centro. Pues
son otros tantos instrumentos para conocer, amar y servir á siendo esto así, como lo es, aliéntate á buscar el fin para el cual
Dios; ya externos, y comprenden todas las criaturas sensibles Dios te c rió , y pon en esto todos tus cuidados, pues no hay cosa
que para tu bien se dignó Dios criar y conserva. En ellas se des­ que más te importe. S i sirves á D io s. ¿qué m ás quieres? S i tienes
cubren las perfecciones divinas, ellas demuestran el amor que á D ios, ¿qué más buscas? S i D ios es tu posesión, ¿qué te falta?
te profesa, ellas aumentan y acrecientan tus fuerzas y te dan D ale gusto en pretenderle; y confía de alcanzarle, porque ama
ejemplo de cómo has de servirle, según lo que dice el Profeta á s u s criaturas, v gusta que alcancen el fin para que las crió.
«Por su orden persevera el d ía , porque todas las cosas le sir­ ¡Oh Dios infinito, centro de mi alma! Convertidme á V o s , para
ven*. Pondera luego los medios sobrenaturales que el Señor ha que descanse, pues me criasteis para V o s , y mi corazón estará
puesto á tu disposición para que te ayudasen á servirle. P or ti inquieto hasta que llegue á V o s ! 2 ¡Oh P adre E terno!; pues me
inspiró los libros sagrados “, obró grandes m ilagros, estableció criasteis para que os amase como hijo, dadme g ra cia , por quien
admirables Sacramentos, fundó la Iglesia, dotándola de infalibi­ V os sois, para que os ame como á Padre. ¡Oh Hijo unigénito!;
lidad en la doctrina, de autoridad para mandar y de su perpetua pues me criasteis y redimisteis para que os obedeciese é imitase,
asistencia, ¡ Con cuánta abundancia te ha comunicado su divina ayudadme para que llene cumplidamente vuestros deseos. ¡Olí
gracia! ¡Qué ilustraciones tan claras en tu mente! ¡Qué inspira­ Espíritu divino!; y a que por vuestra bondad m ecriasteis para que
ciones y piadosos movimientos tan fuertes y suaves en tu volun­ fuese santo, concededme que lo sea para gloria vuestra. Y tú,
tad! ¡Cuántos documentos, ejemplos y auxilios te depara diaria­ alm a fie l, ¿comprendes las consecuencias que se seguirán si no
mente ! Pero mira los medios divinos que te ha preparado. No se alcanzas tu- fin? ¿Qué debes hacer para obtenerlo? ¿Qué has
contentó con darte un ángel que te guardase. É l m ism o, siendo hecho hasta ahora?
el Dios de la majestad y tu último fin. se ha querido hacer medio E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh dignación infinita de D ios! Sin
y bajar á la tierra, para que nosotros subiésemos por su medio tener ninguna necesidad de nosotros, por sola su bondad y deseo
al cielo. Por cuyo motivo te d i c e «Yo soy el camino, verdad y . de hacernos bien, nos ha criado á su imagen y semejanza, para
vida. ¡Oh Dios de m isericordia! ¿qué más podíais hacer por la que !e amásemos, alabásemos y sirviésem os en este mundo, y
ingrata viña de mi alma, que no hicierais 4? ¡ Y con todo, ella , en después le gozásem os en el cielo, disfrutando de su misma felici­
vez de frutos, os ha dado agraces! L o que V os le dabais para dad infinita y de la dicha de los ángeles. ¡O h, cuántos y cuán
su bien, ella lo empleaba para haceros mal. ¿De cuál de los me­ soberanos medios y auxilios lia puesto á nuestra disposición,
dios recibidos para su salvació n , no ha abusado para su conde­ para que se nos facilitara la adquisición de nuestro último fin!
nación? ¡Oh, Señor! No apartéis de nosotros vuestra m isericor­ G racias y dones naturales y sobrenaturales, propios y extraños,
dia, indignado por nuestras maldades. Y tú , cristiano, ¿seguirás internos y externos, terrenos y celestiales, humanos y divinos.
abusando de lo que te ha dado el Señor? ¿No emplearás en su ¿Qué más debía hacer este benignísimo Señor por nuestra alma
servicio los bienes naturales y sobrenaturales que has recibido? que no lo haya hecho? Y , con todo, nosotros, ingratos á tantos
¿Qué resoluciones debes hacer para esto? beneficios, los hemos disfrutado sin dar una mirada siquiera de
P u n t o 3 .° Consecuencias de alcan zar ó no alca n za r el agradecimiento al Señor que nos los daba, y sin servirle como
f i n —En este punto has de considerar las consecuencias que Él pretendía. Mas, ¿qué haremos desde hoy? ¿Deseamos tener
necesariamente se han de segu ir de trabajar ó no trabajar para p az, rep oso, alegría en este mundo, y la gloria en el otro? Tra-

• Psalm. exvm, 91. — * II Tim., 111, 16. — 5 Jo*n., xiv, 6 . - 4 Isai., v, 4'. > Matth., xvi, 26. — * S. August.
24 Serie prúnera.— V ia purgativa. M ed. 2 .a— Fin de las criaturas. 25
*
bajemos por alcanzar nuestro fin. ¿Queremos que nuestra alma con ellas. Pues ¿cómo servimos á D ios, que tanto bien nos ha
disfrute de las delicias y de la tranquilidad más constantes? Bus- hecho? ¿Empleamos en su servicio las criaturas? ¿Nos valemos
quémoslas en Dios que es su centro. Y si hasta el presente no lo de ellas para conocer, amar y glorificar al Criador?
hemos hecho, hora es ya que formemos propósitos muy firmes P a n t o 2 .” L a s cria tu ra s cum plen perfectam ente su fin .—
y acomodados al actual estado en que se halla, y pidamos forta­ Considera en este punto cuán bien cumplen las criaturas el fin
leza y voluntad para cumplirlos, rogando al propio tiempo p o r para que Dios las crió; porque ellas no se cansan de servir y r e ­
la conversión de los pecadores y demás necesidades que tenemos g ala r al hombre, porque D ios se lo manda. El sol nos alumbra y
encargadas. da calor; el aire purifica la atmósfera; los alimentos nos nutren;
las medicinas nos curan, y todos los animales están subordina­
2.a - F IN OE LAS CRIATURAS. dos al hombre, el cual llega á servirse de todos ellos para su
provecho. P or el contrario, reflexiona sobre ti mismo, y verás
Preludio t.» Representémonos á Dios mirando todas las criaturas, después de ha­ cuán mal has cumplido 3* cumples con tu fin respecto de ellas,
berlas criado, y diciendo que son buenas. porque, en vez de usar de ellas para servir á D ios, te has valido
P reludio 2.» Pidamos la gracia de estar indiferentes en orden á las criaturas, y de de las mismas para ofenderle, poniendo en ellas tu último fin,
usarlas del modo que quiere Dios. como si fueras criado para gozar de ellas, haciendo fin d é lo que
era medio. D iscurre por tus cinco sentidos, y hallarás para tu
P i n i t o l.° F in de la s cria tu ra s— En este punto has de con­ confusión que han estado amancebados con las criaturas, usando
siderar el fin para el cual fueron criadas todas las cosas que h a y de ellas sólo por su deleite, y no para glorificar á D io s. P o r lo
en la tierra fuera del hombre, el cual no fué otro sino para que cual justamente m erecías que nuestro Señor te las quitara, y que
le ayudasen á conseguir el fin último de su creación, tomándolas librara, como dijo por Oseas ', su trigo y su vino, su lino y lana
por medio para servir á D io s y salvarse, según lo que dijo de de la servidumbre que padecen en tu poder, aprovechándote de
su pueblo el real Profeta 1: «Dióle Dios las regiones de las gen­ ellas contra su inclinación, para ofender á su Criador. ¡Oh C ria­
tes, y poseyeron las haciendas de los pueblos para que guarden dor justísimo! ¿cómo no habéis hecho justicia del que tal agravio
sus santos mandamientos y busquen su santa ley». Pondera aquí hizo á vuestras criaturas, usando de ellas contra V os? ¡ A y de
primeramente cuán generoso se ha mostrado Dios con el hombre m i, cuán ingrato he sido á vuestros soberanos beneficios, pues
en criar tanta muchedumbre de criaturas tan bellas y m aravillo­ lo que me disteis para serviros, lo convertí en ocasión de ofen­
sas por su respeto, y no sólo crió las necesarias para conservar deros! ¿Cómo habéis tenido, D ios m ío , tanta paciencia conmigo?
su vida, sino otras muchas para su regalo 3’ entretenimiento, y ¿Por qué no habéis permitido que vuestras criaturas, que yo
para recreación de su vista, oído, olfato, gusto y tacto. Pondera convertía en cebo de mis pecados, fuesen instrnmentos dé vues­
también otro fin que se ha propuesto el Señor en la creación de tra justicia para mi castigo? Mas ¿qué haremos en adelante?
todos estos seres visibles, que fué para que por ellos conocieses ¿Cómo nos servirem os de las criaturas?
las excelencias y perfecciones del Criador, y le amases de todo tu P o n t o 3 .® In d iferen cia en que hem os de estar en orden á
corazón *; y asf puedes imaginar quecada uno te está dando voces, la s cria tu ra s.— En este punto has de reflexionar sobre la conclu­
diciendo:« Esta perfección que tengo, m ejor está en D ios que en sión práctica que se sigue de lo dicho; es á sab er: que has de estar
m í: É l xne la dió, conócele, ám ale, y usa de ella por su servicio». indiferente acerca del uso de las criaturas, sin tener la voluntad
Considerando todo esto, has de m overte á dar infinitas gracias al aficionada á ellas, no queriendo más de lo que te ayudare para
Señor, y a por el bien que hizo á estas criaturas, y a por el m ayor servir á tu Criador y alcanzar el fin de tu creación, procurando
bien que en ellas te hizo á ti, pues por tu respeto lo hizo á ellas. cuanto es de tu parte no querer más riqueza, que pobreza; honra,
¡ Oh D ios de bondad! G racias os doy por el ser que dais á los cie­ que deshonra; salud, que enfermedad; vida larg a, que corta,
los y á los elementos, á los animales y á las plantas, y á los sino solamente lo que de esto más te conviniere para la salva­
demás cuerpos de la tierra. G racias os doy por la hermosura de ción; pues que en buena prudencia cae no tomar de los medios
los colores, por la suavidad de los sonidos, por la apacibilidad más de lo que conviniere para alcanzar el iin. como de la medi­
de los olores, por la dulzura de los manjares, por la blandura de cina no se toma más cantidad de la necesaria para la salud. Con
los vestidos, 3’’ por todas las cosas que recrean mis cinco senti­ esta consideración has de entrar dentro de tu corazón y hacer
dos, pues las criasteis para m í, y para que os alabase 3* sirviese anatomía de las inclinaciones y aficiones desordenadas que tiene

> P*alm. civ, 44. — >Sap., xiii, }: Rom , i, 20. Osee., 11, 9.
26 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 3. a— Pecado m ortal: su gravedad. 27
á las riquezas, honras y re g a lo s; á los padres. deudos y amigos,
y á su propia salud y vida, procurando m over la voluntad á que 3.a— PECADO MORTAL: SU GRAVEDAD.
quiera mortificar la demasía en el amor de las criaturas, confian­
do en la divina Providencia, que acude con m ás cuidado á los Preludio i .o Representémonos á nuestra alma enferma y cubierta de llagas, y ence­
que totalmente se resignan en sus divinas m an os1, y recordando rrada en la cárcel del cuerpo.
la promesa de Jesús, que d ijo 1: «Buscad primero el reino de Preludio 2.» Pilamos luí y gracia para conocer la gravedad del pecado y detestarlo
Dios y su justicia, y todas las demás cosas se os darán por aña­ intimamente.
didura.» Mas como no puedes por tus fuerzas obtener este total
desprendimiento, has de pedirlo con fervor al Señor. ¡Oh Dios P u n t o l .° G randeza de D ios d quien se ofende.—En este
m ío ! Confieso que mi corazón está muy pegado y asido á las cria­ punto has de considerar cóm o, siendo el pecado una ofensa de
turas con amor desordenado; y pues soy tan miserable que pue­ D ios, su malicia será tanto m ayor, cuanto más grande y per­
do asirme á ellas, y no puedo desasirm e, favoreced con vuestra fecto es el Señor ofendido, y en consecuencia infinita. P ara sentir
omnipotencia mi flaqueza, destruyendo esta trabazón. y arran­ más vivam ente esta verdad, pondera las infinitas perfecciones de
cando de mí este desordenado amor, para que o sam e y sirva Dios, contra las cuales va directamente el pecado. Su bondad le
con todo mi corazón y con todas mis fuerzas. Mas para esto, hace infinitamente amable sobre todas las criaturas, y si fueses
¿qué aficiones debo mortificar? ¿Á qué cosas siento mi corazón capaz de tener un amor infinito, todo se lo debías; y es tan grande
inclinado? ¿C óm olie de mortificar esta afición? esta bondad, que no es posible" verla claramente sin amarla con
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué riqueza, abundancia y pre­ sumo amor, domo lo hacen los bienaventurados. Por su inmensi­
ciosidad de criaturas ha creado el Señor para nuestro sustento, dad, junto con su sabiduría, está presente á todas las cosas, y todo
a livio , rep osó, salud y deleite! En el firmamento, el sol y los pla­ lo v e , y observa, y penetra; y en el mismo instante en que pe­
netas ; en la tierra, infinita variedad de árboles, arbustos, animales ca s estás dentro de aquella inmensidad llena de ojos, provocán­
y aves; en el m a r, riquezas inconcebibles é innumerables habita­ dola á enojo, asco y vómito 1, porque sus ojos ! no pueden mirar
dores. Todo esto ha hecho D ios para bien del hombre, para que lu maldad. Su omnipotencia es tal, que da el ser á todas las cria­
por medio de estas cosas le sirv a, agrade y contente, y para que turas, y en un instante las puede privar de él; y sin su concurso
en ellas, como en un terso espejo, descubra el hombre algunas nada puedes h acer, ni v e r , ni oír, ni hablar, ni menear pie ni
de las infinitas perfecciones, que de un modo eminente se reúnen mano; y cuando pecas, te ayudas de sn omnipotencia para hacer
en su Majestad. ¡Cuán bien cumplen estas criaturas irraciona­ aquello que le ua disgusto. Considera luego los iniinitos benefi­
les ó insensibles el cometido que les ha señalado el Criador! Xo cios que de Dios has recibido, por los cuales merece justamente
parece sino que de cada mía puede decirse lo que decía David»: el título de Bienhechor soberano. Él te ha criado, conserva y go­
•:Puso el Señor precepto, y no fué traspasado ». En cam bio, para bierna, dándote todos los bienes de cuerpo y alm a que posees,
confusión nuestra, tal vez hemos de reconocer que cuanto m ayor los cuales son tantos, que ni tú mismo puedes conocerlos. Él te
ha sido la fidelidad de las criaturas p ara con su C riador, tanto ha redimido, encarnándose y sometiéndose á toda suerte de pena­
más grande ha sido el abuso que de ellas hemos hecho, poniendo lidades, para librarte de la extrem a miseria en que se hallaba-tu
en unas el corazón con desorden, prefiriendo otras al mismo alma. Él te ha santificado, preparando para ti los Sacramentos,
D ios, y depositando en otras nuestro último fin. Pues ¿qué hace­ sacrificios y dem ás medios de santificación. Meditando todo esto,
mos? ¿Hasta cuándo serem os pesados de c o r a z ó n a m a n d o la admírate, por una parte, de la excesiva bondad de D ios contigo,
vanidad, y buscando con afán la mentira? ¿P or qué no vivim os y de tu extremada ingratitud con Él. ¡Oh D ios de mi corazón!
desprendidos de las criaturas? Escudriñemos los senos de nues­ ¡Cuánto más justo sois vo s que y o , porque vo s no cesáis de ha­
tro corazón, y si alguna afición desordenada hallásem os, extir­ cerm e m isericordias, y yo no ceso de haceros ofensas! Vos,
pémosla con eficaces propósitos y fervientes súplicas, rogando pudiéndome quitar el ser y la vida, no lo hacéis, y y o . no pudiendo
por nosotros y por los demás. quitároslo, cuanto es de mi parte lo intento. Perdonad, Señor, mi
desagradecimiento, y ayudadme con vuestra copiosa gracia para
que no torne á caer en tan horrenda miseria. ¿Cómo no lloro al
• I Petr., v . 7. Mjuh., »1, 33. — » Psaim. cxLvm, 6. — 4 Psatm. nr . 3.
ver estos mis pecados? ¿Qué haré para evitarlos?
P a n t o S.° V ileza d el hom bre que ofende A D io s —Aquí

• Apoc.. m, 16. — >Hatac., i. 13.


38 Serie prim era.— V i i purgativa. M ed. y .* — Pecado m ortal: su gravedad. 29
has de meditar la extremada vileza y miseria del hombre que se y es justo que no tenga mando en la tierra el que no se rinde
atreve á pecar contra Dios y á ofenderle descaradamente. En al R ey del cielo y tierra, fel pecado destruye la salud, casti­
cuanto al cu erp o , su principio es el lodo y su fin el polvo su gándolo Dios con multitud de enfermedades, llagas de pies á
carne es como flo r 2 y heno que presto se marchita, y su vida es cabeza ', dolorosas y asquerosas, porque no merece tener sano
un soplo y vapor que presto se pasa; y con ser tan b r e v e , está el cuerpo el que tiene enferma el ánima. D estruye el contento y
llena de innumerables miserias», d é la s cuales sin los auxilios la alegría, causando tristeza mortal que seca los huesos y da una
de Dios no puede librarse. ] Qué locura, sabiendo todo esto, en­ vida peor que la misma muerte. ¡Oh cuán am argas son las con­
tretenerse en ofender al único poderoso Remediador! En cuanto secuencias del pecado! Pondera también los espantosos castigos
ai alm a, ha sido criada de la nada, y de su cosecha nada puede, generales y particulares que Dios ha enviado por causa de él.
nada va le, nada m erece, y si Dios no la asistiese, ai instante se Mira en particular á Lucifer y á todos sus secuaces, cayendo con
volvería á la nada de donde salió. A dem ás, ha sido concebido en desesperación y desorden del cielo, empujados por la mano del
pecado, y v iv e expuesto á innumerables caídas, las más humi­ Altísimo =; á los dos primeros reyes del mundo, A dán y E v a »,
llantes, y sin los auxilios de Dios caería en los más horribles saliendo avergonzados del paraíso y llorando su desgracia; al
precipicios, haciéndose inferior á los mismos brutos, dejándose mundo cubierto de un diluvio; á las ciudades nefandas abrasa­
arrastrar de los apetitos desordenados que le hacen cruda y cons­ das por horrible incendio; á los israelitas pereciendo á millares
tante g u e rra , y á los cuales no podría resistir. Pondera luego lo en el desierto por los pecados, y, sobre lodo, al Hijo de Dios mu­
que es el hombre y eres tú comparado con el Señor á quien ofen­ riendo entre espantosos tormentos en el Calvario por los peca­
des pecando. ¿Qué eres comparado con todos los hombres del dos que no ha cometido. ¡ Oh Dios infinito en misericordia y bon­
mundo? Poco más que nada; como una gota de agua comparada dad!: ¿qué será el pecado, y cuán enorme su gravedad, cuando
con el O céano, como un grano de arena comparado con todos V o s , infinitamente bueno y misericordioso, con tal rigor lo casti­
los montes. ¿Qué son todos los hombres y ángeles comparados con gáis? Alumbrad mi entendimiento para que descubra su malicia y
Dios? Son como si no fuesen, dice Isaías 4; nada, una cosa vacía lo deteste con toda mi alm a, y esté dispuesto á perderlo todo y á
y sin substancia. Pues ¿ qué serás tú en la presencia de Dios?¿ Qué sacrificarlo todo antes que cometerlo. ¿Qué juicio formamos del
será tu ciencia, tu virtud, tu poder, tu discreción, fortaleza, her­ pecado? ¿Comprendemos su gravedad? ¿No nos espantan los
mosura y todo cuanto tienes, en comparación de lo que tiene castigos que por él D ios ha enviado?
Dios? ¡Oh loco y miserable de mí! ¡Siendo tan vil y desprecia­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¿Quién podrá comprender toda la
ble, me he atrevido á despreciar á Dios y ofenderle con tantos malicia que encierra el pecado? Aunque tuviéram os el entendi­
pecados! ¡Oh Dios inmenso, en cuya comparación soy como si miento de todos los espíritus angélicos, no seríamos capaces de
no fuese! Por la infinita excelencia de vuestro ser, os suplico comprenderla. El pecado es una ofensa de D ios, y sería preciso
perdonéis mis pecados, y me deis luz para que conozca la vileza comprender la grandeza del Señor para comprender la malicia
en que por ellos he caído; concededme que me aborrezca y des­ del pecado. Un vil gusanillo nacido del polvo, y condenado al
precie, y me tenga en menos que nada, y haga penitencia, como polvo en cuanto al cuerpo, y la nada y la culpa en cuanto al alma,
J o b e n ceniza y en pavesa, teniéndome por tal en vuestra pre­ osa levantar su altiva mirada contra un Señor inmenso que le ve
sencia. ¿Cómo piensas de ti mismo? ¿En qué concepto te tienes? y sostiene, infinito en bondad, en poder y en toda clase de per­
¿No te avergüenzas de haber despreciado á D ios, pecando? fecciones. ¡Oh locura! ¡Oh insensatez! ¡O hingratitud!D ios le da
P n n t o 3 .° G ravedad d el pecado por su s castigos.— Consi­ la vid a, y él intenta quitarla al mismo D ios; Dios le llena de be­
dera aquí con pavor los terribles castigos que vienen por el pe­ neficios, y él llena á Dios de insultos; D ios le da su propia san­
cado. E l pecado destruye las haciendas, quitándolas D ios á los g re y vida para hacerle feliz, y él derrama la sangre de D ios con
pecadores porque usan mal de ellas, como despojó á los egipcios horribles tormentos; Dios en cierto modo agota su sabiduría
de sus joyas y á los cananeos de sus tierras. El pecado destruye infinita para inventar medios para hacerle bienaventurado, y él
la honra, porque quien pretende quitar la honra á Dios,.m erece no cesa de inventarlos para perseguir, injuriar y ultrajará Dios.
perder la suya, como la perdieron e l sacerdote Helí y sus malva­ ¿Qué castigos bastarán para expiar tan enorme ingratitud? Justo
dos hijos. E l pecado destruye el cetro y el imperio, quitándolos es que pierda la hacienda, honra, poder, salud y contento quien
D ios á los que abusan de ellos, como S a ú l‘ y Nabucodonosors, de todo abusa para ofender al que se lo dió. Y tú, al considerar

• Genes., ui, 19. — * Isa!., x i, 6: Jacob, ív, 1;. — 3 Job, xiv, I — a Isa!., xl, 17. 1 Iu¡ , 1 , 6 . — * Is»i., xiv, 15 : Luc., x, 18: II Pctr., 11,4: Afoc., xii , 9.
5 Job, XLii, 6. — 6 1 Rcg., xill, 14. — J Dan., iv, 22. * Genes., ni, 7.
30 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 4 * — Castigo de los pecados.

esto, ¿nd lloras tus pecados? ¿No propones evitarlos en adelante? titudes ? Y a no quiero llamaros Dios de las venganzas, sino Padre
¿No tratarás de hacer penitencia? M ira lo que en vista de esto de las m isericordias, pidiéndoos humildemente que continuéis
has de proponer, y, conociendo tu m iseria, pide auxilio al Señor teniéndola de mí, perdonando mis pecados, y librándome del in­
para cumplir tus propósitos, pide por los pecadores y por todo fierno que he merecido por ellos. ¿Reconocemos la ingratitud
el mundo. que hemos tenido con Dios? ¿Le servirem os en adelante con
mayor fidelidad?
P u n t o Sí.0 Pecado y castigo de los prim eros p a d r e s—En
4 .a— CASTIGO DE LOS PECADOS. este punto has de considerar el pecado de Adán y E va 1, y el cas­
tigo que por él les fué impuesto á ellos y á todos sus descendien­
Preludio i .» Represéntate i Lucifer y á sus ángeles cayendo del cielo, y abrasándose tes. Pondera primeramente la infinita largueza de Dios en llenar
rabiosos en ardientes llamas. de beneficios á nuestros primeros padres, porque, no sólo los crió
Preludio 2.0 Pide la gracia de conocer los castigo# que ha mcrcciJo el pecado y temor á su imagen y semejanza, y los adornó de su divina gracia, comu­
vivo de cometerle. nicándoles la integridad de la naturaleza, sino que crió para
ellos un amenísimo jardín lleno de belleza y de suavísimos fru­
I3sm to l.° Pecado y castigo de los ángeles.— Considera tos, dió el ser á innumerables vivientes que les sirv iesen ; alegra­
cómo los ángeles fueron criados por Dios en el cielo empíreo, sen y ayudasen, y puso todas las cosas visibles bajo su imperio.
llenos de sabiduría y gracia; pero usando m al, algunos de ellos, ¡ Qué bondad! Con todo, Adán y E va fueron tan ingratos con Su
dfcsu libre albedrío, se ensoberbecieron contra su Criador, por Bienhechor, que, con no haberles impuesto más que un pre­
lo cual fueron echados del cielo, y arrojados en el infierno1. cepto, éste quebrantaron; porque, seducida E va por el demonio,
Sobre esta verdad has de ponderar cuán generoso fué Dios con que se le presentó en figura de una astuta serpiente, comió de la
los ángeles, ú quienes crió á su im agen y semejanza, y adornó fruta vedada, y la alargó á A dán, quien, por no disgustarla, tam­
con nueve preciosísimas piedras >; porque les hizo puros espíri­ bién com ió, injuriando con esto á su Criador, y haciéndose me­
recedores de la muerte y de todos los demás castigos, incluso el
tu s, sin mezcla de cuerpos, inm ortales, intelectuales, libres,
infierno. Pondera luego la severidad y rig o r con que fueron cas­
sabios, poderosos, santos, m oradores del paraíso, y capaces de
tigados por D ios; porque al momento que pecaron s e le s pre­
verle claramente en la gloría. ¡Qué riqueza! Mira luego cuán in­
sentó , y después de haberles severamente reconvenido, echólos
gratos fueron algunos de ellos contra D io s , envaneciéndose con
del paraíso, quitóles la justicia original, sujetólos á todas las
estos dones, y haciendo de ellos arm as contra quien se los dió,
enfermedades y A la m uerte; y en estos espantosos m ales incurri­
no dándole la reverencia ú obediencia que debian darle con
mos todos sus hijos, naciendo hijos de i r a 1 y sujetos á innume­
humildad, empleando su libertad y fuerzas en ofender á quien
rables miserias. Reflexiona que si por un solo pecado, cometido
por tantos títulos debieran servir. P ondera, por fin, cuán terrible
en un instante, por instigación del demonio, tus primeros padres
se mostró Dios en castigarles luego, sin darles lugar de peniten­
fueron tan terriblemente castigados por un D ios infinitamente
cia, privándolos por aquel solo pecado d é lo s dones de gracia
justo, sabio y santo, ¿qué m erecerás tú , que has cometido tan­
que les había concedido, y arrojándolos como rayos desde el
tos. y con tanta deliberación y por pura malicia? ¡Oh R e y de las
cielo á los fuegos eternos del infierno », sin tener respeto ni á la
gentes >! ¿quién no os tem erá, contemplando y experimentando
hermosura de su naturaleza, ni á la grandeza de su estado, ni á
vuestro espantoso rigor? ¡Oh pecado, cuán pesado y dañoso eres
que eran criaturas suyas hechas á su im agen y semejanza, ni á
para mí ri T ú me quitas la gracia, me robas las virtudes, me
que eran muy sabios, n iá que habían sido sus amigos; porque
echas del paraíso, me condenas á muerte eterna, turbas el reino
un solo pecado mortal basta para ob scu recer todo esto, y es digno de mi alma llenándole de innumerables miserias. ¡Oh alma! ¿osa­
de tan terrible castigo. V u e lve ahora sobre ti mismo los o jo s, y rás todavía cometer el pecado? ¿Serás ingrata con Dios? •
mira cuán generoso ha sido D ios co n tigo , y cuán ingrato tú con P u n t o 3 .° Castigo de algunos que se han condenado por
É l ; si Él te hubiese tratado con el r ig o r que á sus ángeles, mil un solo pecado.— En este puntó has de bajar con la considera­
veces habrías caído en los horrores infernales. ¡Oh Dios délas ción al infierno, en donde encontrarás algunas almas que están
venganzas! ¿Por qué habéis usado conm igo de tanta misericor­ allí ardiendo por un solo pecado : unas por un perjurio, otras
dia? ¿Cómo habéis sufrido por tanto tiempo mis enormes ingra­ por un pensamiento deshonesto consentido, y otras por otro de

1 lsa¡., x iv , 15: II P c tr., it, 4: A je e ., x¡', 9. — > Ezcch.. x x v n , 13. ' Genes, 11' ,6 . — « Ephes. 1:. 3 — ; Jercm., x , 7 . - 4 Psalm. xxvil, 5.
j l.uc., x, iS.
* )2 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 5.a— M uerte: sus propiedades y consecuencias. 33
palabra ü obr;i. Pondera cómo estos infelices condenados eran afligen á la humanidad! ¡Cuántos pecados se cometen diaria­
hombres como tú, y muchos de ellos cristianos como tú, y goza­ mente! ¡Cuántas miserables almas caen de continuo en el infier­
ron de los mismos Sacramentos y sacrificios, y de los sermones no ! .Originalmente todo procede de este pecado. Y ¿no temere­
y libros sagrados de que tú gozas, y quizá en algún tiempo fue­ mos la culpa? ¿No huiremos del pecado? ¿Qué hemos hecho
ron santos, ó muy mejores que tú , y privaron mucho con Dios. hasta hoy?¿En qué pecados hemos caído con más frecuencia?
Pero descuidáronse poco á poco, y vinieron á caer en aquel ¿Qué nos conviene resolver para evitarlos? Exam iném oslo; pro­
pecado m ortal, y por justos juicios de Dios les cogió la muerte pongamos, pidamos auxilio al Señor, y reguém osle por la santa
en él, y fueron condenados por él justísimamente; porque, como Iglesia, por la conversión de los pecadores y demás asuntos en­
dice Santiago quien cae en un solo pecado, quebrantando un comendados.
mandamiento, es deudor de todas las penas eternas en su espe­
cie, como quien quebranta muchos, porque ofende á Dios de
5.a — MUERTE: SUS PROPIEDADES Y CONSECUENCIAS.
infinita majestad, que los mandó guardar todos. Haz aquí com­
paración de este pecado á los muchos en que tú has caído, y P reludio i .» Reprejéntate en el mismo instante de la muerte, como si estuvieras ten­
mira con cuánta razón merecías estar en el infierno, como estos dido en el lecho, sin peder apenas respirar, faltándote ya la luz de los ojos.
desgraciados, y cuánto debes á Dios que no ha querido conde­ P reludio 2.0 Pide la gracia de conocer lo que te sucederá en la muerte, y de prepa­
narte ; porque si á uno de estos desdichados le sacase del lugar rarle para ella.
de tormento, no le haría m ayor merced de la que te ha hecho á
ti, preservándote de caer en é l ; como no es menor él favor que P a n t o l .° P ropied ades de la m uerte.—Considera cómo la
se hace al que se preserva de una caída, que al que levantan primera propiedad de la muerte es su certeza indubitable, acer­
después de caído. Pues ¿qué le das al Señor por tan extraordi­ cándote cada día y cada momento á ella, aunque no te acuerdes;
nario favor? ¿Cómo correspondes á tamaño beneficio? ¡Oh Dios y no podrás escaparte de la misma en el tiempo que el Señor ba
mío! ¿Qué os movió á esperarme tanto tiempo á que hiciera pe­ determinado '. Porque D ios, desde la eternidad, tiene contados
nitencia? ¿Por qué no me arrojásteis en los infiernos, como á los años de tu vida, y señalado el mes *, dia y hora en que has
tantos desdichados que están por menos pecados que los míos? de m o rir; y terminado el plazo, nada será bastante poderoso
Confieso que m erecía estar con e llo s ; m as, pues Vuestra Majes­ para impedirla, ni los más afamados m édicos, ni las m ás exqui­
tad me ha esperado con tanta m isericordia, yo propongo con sitas medicinas. S í, m orirás; seguirás el camino que han seguido
vuestra gracia hacer muy entera y verdadera penitencia. ¿Son todos los hombres que han existido hasta hoy*, incluso el mismo
estas nuestras resoluciones? ¿Cómo hemos de cumplirlas? Jesucristo; y todos los días que viv es te son dados por D ios g ra ­
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán espantosos son los juicios de ciosamente, de lim osna; por lo cual debes emplearlos todos en
Dios, y cuán terrible su severidad en castigar el pecado! Los servir á tan generoso Señor. L a segunda propiedad de la muerte,
ángeles, criaturas nobilísimas, riquísim as, sapientísimas, prín­ es ser incierta en cuanto al d ía , lugar y modo; porque no puedes
cipes de su corte soberana, caen en un pecado de pensamiento ó saber sin revelación de D ios el día ni la hora en que has de
deseo, y al instante el Señor de la majestad los mira indignado m orir *, ni el lugar, ni la ocasión ó coyuntura en que te cogerá
y fulmina contra ellos el más pavoroso castigo. Prívalos de todo la muerte, ni el modo como has de m orir, si de muerte natural,
lo sobrenatural que tenían, aféales lo natural que conservan, y lleno de días, ó de muerte prematura, violenta ó repentina, por
del cielo empíreo son precipitados en espantoso desorden al pro­ fuego ó agu a, á manos de hombres ó de fieras, ó de un ray o , ó
fundo del infierno. ¡Qué horror! Los dos primeros personajes caída, ó de una teja que ven ga de algún tejado sobre ti. L o único
que poblaron la tierra, Adán y E va, han recibido también de su que sabes e s, que será cuando menos pienses y más descuidado
Criador señalados favores y gracias en lo natural y en lo sobre­ estés. ¡Cuánto te importa viv ir siempre alerta, esperando la
natural , en el cuerpo y en el alma. Mas e llo s, ingratos, no cum­ llegada del Esposo para entrar con Él en las bodas! Pondera la
plen el único precepto negativo que Dios les ha impuesto; comen tercera propiedad de la m uerte, que es ser una sola. D ecreto es
la fruta vedada, sucumben á las tentaciones del demonio, y el de D ios, dice san Pablo ■ », que los hombres mueran una sola vez.
Señor de los cielos visítalos airado, arrójalos del paraíso, y ellos De donde se sigue que el daño y yerro de la mala m uerte, con
y sus hijos quedan para siempre privados de la integridad natu­ ser el sumo de todos, es irremediable por toda la eternidad; así
ral y original justicia de que hubieran disfrutado. ¡ Cuántos males com o el acierto de la buena muerte es perdurable para siempre,

Jac , ii, lo. 1 Hebr., tx, 27. — Psalm. xxxviu, 6. — » Mitlh., xxiv 42. — < Hebr., ix , 27.

3
34 Serie prim era .— V ia purgativa. M e i. 5 .*— M uerte : sus propiedades y consecuencias. 35
cumpliéndose entonces lo que dice el Sabio ■ : Dondequiera que- acerca de lo que nos ha de pasar en la muerte? ¿Qué sería de
cayere el árbol al ser cortado, al Septentrión ó al Mediodía, allí nosotros, si ahora nos asaltase? ¿Qué quisiéramos haber hecho?
se quedará para siempre jamás. ¡Oh temeridad espantosa! Si es P u n t o 3.® E stado d el cuerpo después d e la m u erte— Con­
cierto que he de m orir, si no tengo un solo día seguro, y si una sidera cuál quedará tu cuerpo después de la muerte. Su estado
sola vez lo he de hacer, ¿cómo se comprende que sea yo tan no podrá ser más triste. Perdido para siempre el uso de los sen­
insensato, que v iv a como si esto fuera una falsedad? ¡Oh Dios tidos, jam ás podrá v e r. oir, oler, gu star, ni menearse de un
de mi alma! Justo sois, y recto vuestro ju ic io ; disponed cuando lado, ni gozar de los bienes del mundo. L a s cosas hermosas, las
queráis de mi vida, puesto que bien m erezco perderla, habiendo músicas suaves, los manjares delicados, los vestidos blandos, son
abusado tantas veces de ella para ofenderos. ¿Hemos meditado para él como si no fuesen. Su’ figura será horrible, causando
las propiedades de la muerte? ¿Estam os convencidos de ellas? horror y espanto á los que le miren; descolorido, desfigurado,
¿Cómo, pues, no nos preparamos para este lance horrible? feo, yerto, helado y hediondo, caminando con gran prisa á l a
P u n t o 2 .° Causas de a flicció n en la hora de la m uerte. — descomposición y corrupción. En él se cumplirá lo que dijo D a­
En este punto has de considerar las cosas que en la muerte afli­ v i d 1: «Los que me miraban, huyeron de mí y olvidáronme de
girán y angustiarán tu alma. Prim eram ente la afligirá en gran corazón». Pondera el vestido, cama y aposento que le apareja­
manera la memoria de los pecados pasados, de todas las liberta­ rán. Una sencilla mortaja de lo más pobre y vil de toda la casa
des, carnalidades, venganzas, odios y codicias, los cuales, á modo será su vestido. L a cama será la dura tierra, los colchones serán
de un ejército,com o de toros, tigres, leones y otras fieras, te despe­ la polilla, los cobertores los gusanos s, las cortinas y almohadas
dazarán el corazón *. A llí verás las tibiezas en el servicio de Dios, los huesos de otros muertos. El aposento será una estrecha hue­
las negligencias yomisiones en el cumplimiento de lusdeberes, el sa de siete pies de largo, que se fabrica en media hora; porque
tiempo mal empleado, los Sacram entos que podías haber frecuen­ las demás fábricas suntuosas de los sepulcros de nada sirven al
tado, los sermones que podías haber oído, las limosnas que pudiste- triste cuerpo, ni es capaz de gozar de ellas. ¡En esto han de parar
hacer. las mortificaciones que pudiste practicar, las inspiracio­ los vestidos pomposos, las camas regaladas y los suntuosos pala­
nes á que resististe. Querrías entonces suplir tu abandono; pero cios! M ira, finalmente, la jornada que tu cuerpo hará hasta la
oirás la voz que te d ice ? : «No h ay más tiempo». ¡Oh desengaño sepultura; cerrado dentro de un ataúd para no apestar con su
cruel! ¿Quién será tan loco que no abra los ojos pensando en ti? hediondez, irá por las calles en pies ajenos el que poco antes
En segundo lugar, afligirá y tu rb ará tu alma la vista de todas las paseaba orgulloso mirando á todas partes; de los pocos que le
cosas presentes que ha de abandonar. Pondera lo que sentirá al acompañen, unos llorarán, otros cantarán, todos escarmentarán
ver que se ha de apartar de todas las riquezas, dignidades, en su desgracia y se lamentarán de su suerte. Cuanto antes lo
oficios, regalos y posesiones, m uchas de ellas tal vez mal ad­ encerrarán en la sepultura, para que los gusanos se ceben en él y
quiridas. D e los padres, herm anos, p arientes, am igos, cóm­ lo destrocen. ¡Oh cuerpo mío! Este es el desgraciado fin que has
plices de los pecados y dem ás seres á quienes había amado con de tener. ¿D e qué te aprovecharán entonces aquellos gustos que
desorden. De su cuerpo y de todos los bienes que por él dis­ ahora con tanto ardor apeteces?¿Q ué pena te causarán las peni­
fruta. ¡Oh separación dolorosa, cómo am argas al corazón del tencias y mortificaciones que tanto aborreces? ¡Oh alma! A b re
moribundo! L o tercero, a flig irá tu alma el tem or de la cuenta ahora los ojos, y a que el Señor te da tiempo; c o m ie n z a á practi­
que has de dar y el resultado d e ella: el mal que temes es el car aquello que entonces quisieras haber hecho; huye de aquellos
m ayor, el supremo que se pued e tem er; la sentencia que te van gustos y placeres que en aquel día te habrían de afligir. ¿ Qué
á dar es definitiva é irr e v o c a b le , y la causa es m uy dudosa, por­ debes resolver para esto?
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh muerte! ¡Cuán sabio y pru­
que te consta del pecado y no d e la penitencia. ¡ Oh Padre mise­
dente es tu consejo! ¡Dichoso aquel que en todas sus dudas é
ricordiosísimo ! P or la angustia y aflicción que en vuestra muerte
incertidumbres procura consultarte! Certísim o es que m orire­
sentisteis, os pido no me desam paréis en la m ía; m is iniquidades
mos; ninguna persona de sano juicio puede pensar otra cosa.
pesan sobre mí como una c a r g a enorm e, y apenas me atrevo á
Nada tan incierto como el lu gar, la hora, el modo y las circuns­
levantar la cabeza; si miro a l tiempo pasado, me veo árbol sin
tancias de la m uerte; en cualquier lu g ar, y del modo menos
fruto; si al presente, m onstruo d e ingratitud; si á lo venidero,
imaginado, y en el tiempo menos pensado, puede venir. Y , con
tizón del infierno. ¡Oh Jesús! S e d para mí Jesús, salvándome en
todo, es una sola, y si s e d a este paso en falso, el daño es irreme-
tan grande apuro y librándom e d el infierno. ¿Reflexionamos bien
• Psahn. xxx, 12. — 3 Isai., xiv. II.
> Eccles., x i , 3. — * Psatm. xxi, 13. — ) Apoc.. x , 6.
36 Serie prim era.— Via. purgativa.
Med. 6 . * —Juicio particular. 37
diable. ¿Es posible que no nos preparemos para él? ¡Qué apuros
para el hombre moribundo, que se halla en el perfecto uso de sus paz y consuelo en el bueno. Este Juez es tan sabio, que no puede
potencias y sentidos! Mira lo pasado, y se estrem ece, viendo que engañarse; tan bueno, que no puede torcer la justicia; tan pode­
no ha hecho sino pecar y abusar de la bondad divina; contempla roso, que ninguno puede resistir á su sentencia; y como es Su­
lo presente, y se horroriza de la separación am arga que le espe­ premo, no hay lugar á apelación ni suplicación; y su sentencia
ra; fija su mirada en lo porvenir, y sólo v e obscuridad, tinieblas es siempre definitiva é irrevocable. Im agínate, pues, que te ha­
palpables, temores horribles. Y si se acuerda de su propio cuer­ llas y a en este temible tribunal, considerándote unas veces como
p o , y lo contempla del modo que ha de quedar dentro de poco, crim inal, temblando delante del Juez indignado, y viendo al
el vestido que le han de poner, la cama y aposento en que le han demonio gozoso á tu derecha, y al Á n g el triste á tu izquierda,
de colocar, ¡qué dolor! ¡qué amargura! ¡qué aflicción! Y nos­ y despierta en ti afectos de temor; otras avivarás la confianza
otros, ¿qué pensamos de todo esto? ¿Quisiéramos que la muerte imaginándote como justo que vas á recib ir una sentencia favora­
nos hallase del modo que estamos? Pues ¿qué debemos resolver ble. ¡Oh justísimo Juez y misericordiosísimo Padre! Confieso que
para nuestro bien? ¿Qué propósitos hemos de hacer ó renovar? por mis pecados he merecido vuestra indignación, y que podíais
Hora es ya que pensemos en lo que más nos importa, y pidiendo mil veces fulminar contra mí sentencia de muerte eterna; mas
gracia y auxilio al Señor para cumplir nuestras resoluciones, vuestra m isericordia ha detenido el brazo de vuestra justicia,
roguemos también con fervor por los agonizantes y por las demás para que no descargase sobre mi alma; continuad favoreciéndo­
necesidades. me; lavadm e de mis pecados, que detesto de vera s, á fin de que
en mi muerte, vuestra m isericordia m e reciba y vuestra justicia
6.a— JUICIO PARTICULAR. me corone. ¿No tememos los rigores del divino juicio? ¿Ño pro­
curaremos prepararnos para él?
P mludio 1.° Representémonos á Jesucristo dictando la sentencia que hemos merecido. P u n t o a.® A cusadores que hay en e l ju ic io p a rticu la r.—
P reluoio 2.0 Pidamos la gracia de conocer la terribilidad del juicio, y prepararnos Considera cuáles serán los acusadores que se presentarán en el
para él. juicio particular para acusar á la pobre alm a delante del Juez. 0
primero será el demonio, cuyo oficio es acusar á los hom bres1
P u n t o 11 .° P ersonas que asisten a l ju ic io p a rticu la r.— delante de D ios, para que el Señor aparte de ellos su m isericor­
En el mismo punto que el alma se separa del cuerpo, es presen­ dia infinita; m as en este juicio, como verá que tiene poco tiempo,
tada ante el tribunal de Jesucristo1 para recibir de este Soberano procurará con m ayor odio y rabia encarecer las acusaciones, y
Juez el premio ó castigo merecido por sus obras. Sobre esta fingirá otras fa lsa s, por las sospechas que ten ía ; recordará las
verdad de fe has de considerar las personas que á este juicio tentaciones que él presentó, á las cuales consintió el alma; las
concurren, y los semblantes con que se presenta cada una. L a intenciones que abrigó, la s palabras que dijo el desgraciado reo.
prim era es el alma que ha de ser juzgada, la cual estará sola, ¡ A y de nosotros, si no somos fieles y constantes en resistir al
desnuda de su cuerpo y de todas las cosas visibles, vestida sola­ demonio! E l segundo acusador será la propia conciencia de cada
mente de sus obras; y aunque en la muerte estuviese rodeada de uno. la cual también será testigo y valdrá por m il, porque sus
muchos deudos y am igos, ahora ninguno la puede acompañar; y pensamientos darán latidos contra nosotros; y e llo s , como dice
así, tan sola v a el alma del rey como la del vasallo, la del rico el Apóstol *, nos han de acusar ó defender en aquella hora. E l
confio la del pobre, la del sabio como la del idiota. Á los dos lados tercero es el mismo Á n g el de la guarda, el cual será también
del alma estarán 1 el Á n gel de la guarda y el demonio con dife­ testigo de m ayor excepción, descubriéndolas rebeldías que tuvi­
rentes semblantes, según lo'que barruntan ha de suceder; á los mos á sus inspiraciones y el menosprecio que hicimos de los a vi­
malos acompañará el demonio con aspecto alegre y satisfecho, sos interiores con que pretendía apartarnos del pecado. Pondera
estando con grande orgullo á su derecha, mientras que el Á ngel particularmente el examen minucioso y exactísimo que hará el
custodio estará á la izquierda con triste semblante, por la desgra­ Supremo Juez de todos los pecados de pensamiento, palabra y
cia eterna en que van á c a e r ; y al contrario será en los buenos. obra, de acción y omisión, sin que nada quede oculto, ni olvida­
L a cuarta persona es el Juez, que es el mismo D ios, el cual ha do, ni disimulado; patentizando al alma los beneficios que la
de hacer este juicio invisiblem ente, aunque dará señales de su hizo, los Sacramentos que puso en sus manos, la sangre que
presencia, imprimiendo terrible miedo y horror en el malo, y derramó, las inspiraciones que le comunicó. A llí ju zgará á las
mismas justicias »y obras buenas, en las cuales hallará grandes
1 II Cor., v, 10. — 2 Zach.,11!, i : P$*l¡ti. cvm, 6: S. Grcgor.
< Apoc.,xu, 10. — 1 Rom., n. 13. — i Psaltn. lu iv , 3.
38 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 7.a— Juicio universal. 39

defectos, que nosotros desconocimos. ¡Oh qué afligida estará E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ A y del pobre pecador en la hora
nuestra pobre alm a con tan estrecho y riguroso examen! ¡Oh de la muerte! A l instante que c ié r r e lo s ojos á este mundo, se
Dios eterno! No entréis en juicio con vuestro siervo; porque nin­ hallará su alma enfrente del mismo Dios que viene á juzgarla.
guno de los que viven será en vuestra presencia justificado. Des­ ¡Qué horror! Sola, desamparada, sin apoyo, sin confianza, se
cubridme ahora mis pecados, ilustrad mi entendimiento, á fin de presentará ante aquel tribunal rectísim o, supremo, cuyo Juez ha
que vea mis iniquidades y las llore con dolor, para que en aquel sido siempre mirado como un enemigo. E l demonio está gozoso
día temible pueda estar con grande confianza en vuestra sobé- á su derecha; y el Á n g el de la gu arda, con triste y macilento ros­
rana presencia. ¿Deseamos no tem er la acusación y examen del . tro . á su izquierda. L a acusación no podrá ser ni más detallada,
juicio? ¿Cómo nos portamos en las tentaciones del enem igo, y minuciosa y exacta, ni más comprobada; los testigos son todos
cómo nos examinamos? de m ayor excepción; entre ellos está la misma conciencia que
P a n t o 3 .° S en ten cia d e l J u e z .— Considera en este punto la con sus pensamientos conturba, acusa y reprende al pecador.
diversa sentencia y suerte de lo s malos y de los buenos en este jQ u é desesperación, cuando se vea desnudar de todos los dones
juicio. Porque el alma del m alo será en aquel instante privada y gracias sobrenaturales que había conservado después de la
y despojada de las gracias y dones sobrenaturales que le habían culpa! (Qué rabia cuando oiga de los labios del Juez la sentencia
quedado después del pecado. L a desnudarán y privarán de la formidable que le condena á perpetuo llanto, en compañía del
lumbre de la fe, dé la cual abusó torpemente; de la virtud de la demonio y de todos los malvados que han muerto en la obstina­
esperanza, d é la cual no quiso aprovecharse para aborrecer al ción! M as, ¡ dichoso mil veces el justo, que ha muerto en amistad
mundo y buscar la gloria; d e las gracias g ra tis datas que le de Dios! E l Juez soberano le está esperando con rostro amable y
habían concedido para bien de sus prójimos, y que no quiso utili­ risueño; el demonio está avergonzado á su izquierda, y el Á n g el
zar en su propio bien; de las virtudes morales que le habían sido custodio, jo vial y a leg re, se halla á su derecha. L a sentencia no
infundidas ó que él había gan ad o en vida. ¡Oh desnudez vergon­ puede ser más satisfactoria; como un río de paz inundará á la
zosa y terribilísima! Estando a sí desnudo y afrentado delante del felicísim a alma. ¿Qué suerte deseamos para nosotros? ¿Qué sen­
soberano J u ez, Éste pronunciará la sentencia, diciendo': «Apár­ tencia pretendemos oir? ¿Cómo nos disponemos para aquel trance
tate de Mí. maldito de mi P a d r e ; al fuego eterno que está apare­ que, sin duda, nos ha de ocurrir? Mirémoslo bien, y preparémo­
jado para Satanás y sus ángeles». V ete, abominable pecador, nos con eficaces propósitos, ardientes súplicas; y extendiendo
que no m ereces ostar en m i presencia, ni entrar en mi gloria: nuestra caridad, pidamos ahora mismo por todos aquellos que
vete al fuego eterno que tus pecados m erecen , en compañía de se hayan de presentar hoy al juicio y por las demás necesidades.
Satanás, á cuyo brazo infernal te relajo para que te lleve consi­
7.a— JUICIO UNIVERSAL.
go. ¡Oh sentencia formidable! ¡ Oh palabra durísima 1 ¡Oh castigo
tremendo! ¿Quién no os tem erá ? Pondera luego la sentencia que P reludio i .‘ Dcspuéi de la remrrtcción general, reunidos todos los hombres en d
se dará al justo, diciéndole invisiblem ente el Juez con vo z amo­ valle deJoNifat. serán jungados y sentenciados por Jesucri.to.
rosa - V en, bendito de mi P a d r e , á recibir el reino que te tengo P reludio 2.* Representémonos este espantoso acontecimiento: i los pueblos reunidos,
aparejado desde el principio del mundo*: ven , siervo bueno y al Juez majestuoso, a los ángéles haciendo la separación, etc.
fiel alégrate; que pues lu iste fiel en pocas cosas, Y o te daré P relui'IO 3.* Pidamos vivo temor del juicio y cuidadosa preparación para él, juzgán­
posesión de muchas. ¡ Oh d ich a inefable del alma afortunada que donos i nosotro. mismos con rigor.

oiga esta sentencia! E l dem onio huirá, y tomándola los ángéles


en sus brazos, la llevarán al cie lo . Comparando la suerte de unos P a n t o l.° P reparativos 'del ju ic io u niversal. — En este
con la desgracia de otros, desp ierta en tu corazón viv o s deseos punto has de considerar con temblor las cosas que precederán al
de oir favorable sentencia, pidiéndoselo con fervor á M aría, Ma­ juicio universal. Porque, asi como un reloj que se descompone,
dre del Supremo Juez. ¡O h V ir g e n soberana!; pues sois abogada y cada una de sus ruedas se aparta de su lu g a r , asi la máquina
de los pecadores, abogad p o r m í delante de vuestro Hijo; apla­ del universo sufrirá las convulsiones más espantosas, y todas
cad con vuestra intercesión s u ira, alcanzándome lugar de ver­ sus partes experimentarán los efectos de la indignación divina.
dadera penitencia, antes q u e s e pase el tiempo de hacerla. ¿Qué Se verán señales en el sol, en la luna, en los cielos y elementos,
sentencia querríam os se nos d ie se en el día del juicio? ¿Cómo y los hombres se secarán á causa del espantoso temor que se
vivim os? ¿Qué sentencia n os to c a ría , si ahora muriésemos? apoderará de ellos *. E l Anticristo levantará la persecución más
• Luc. , xxi, 26.
» Match., xx», 4 1.— >Matth., xxv, 54. — J Matth., xx», 21, 2}.
)S Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 7 .a— Juicio universal. 59
defectos, que nosotros desconocimos. ¡Oh qué afligida estará E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ A y del pobre pecador en la hora
nuestra pobre alma con tan estrecho y riguroso examen! |Oh de la muerte! A l instante que c ié r r e lo s ojos á este mundo, se
Dios eterno! No entréis en juicio con vuestro siervo; porque nin­ hallará su alma enfrente del mismo D ios que viene á juzgarla.
guno de los que viven será en vuestra presencia justificado. D es­ ¡Qué horror! Sola, desamparada, sin apoyo, sin confianza, se
cubridme ahora mis pecados, ilustrad mi entendimiento, á fin de presentará ante aquel tribunal rectísim o, suprem o, cuyo Juez ha
que vea mis iniquidades y las llo re con dolor, para que en aquel sido siempre mirado como un enemigo. El demonio está gozoso
día temible pueda estar con grande confianza en vuestra sobe­ á su derecha; y el Á ngel de la gu arda, con triste y macilento ros­
rana presencia. ¿Deseamos no tem er la acusación y examen del tro, á su izquierda. L a acusación no podrá ser ni más detallada,
juicio? ¿Cómo nos portamos en las tentaciones del enemigo, y minuciosa y exacta, ni más comprobada; los testigos son todos
cómo nos examinamos? de mayor excepción; entre ellos está la misma conciencia que
P a n t o 8.° Senten cia d el J t ie s — Considera en este punto la con sus pensamientos conturba, acusa y reprende al pecador.
diversa sentencia y suerte de lo s malos y de los buenos en este ] Qué desesperación, cuando se vea desnudar de todos los dones
juicio. Porque el alma del m alo será en aquel instante privada y gracias sobrenaturales que había conservado después de la
y despojada de las gracias y dones sobrenaturales que le habían culpa! |Qué rabia cuando oiga de los labios del Juez la sentencia
quedado después del pecado. L a desnudarán y privarán de la formidable que le condena á perpetuo llanto, en compañía del
lumbre de la fe. de la cual abusó torpemente; de la virtud de la demonio y de todos los malvados que han muerto en la obstina­
esperanza, de la cual no quiso aprovecharse para aborrecer al ción ! M as, ¡ dichoso mil veces el justo, que ha muerto en amistad
mundo y buscar la g lo ria ; de las gracias g ra tis datas que le de Dios! El Juez soberano le está esperando con rostro amable y
habían concedido para bien de sus prójimos, y que no quiso utili­ risueño; el demonio está avergonzado á su izquierda, y el Á n gel
zar en su propio bien; de las virtudes morales que le habían sido custodio, jovial y alegre, se halla á su derecha. L a sentencia no
infundidas ó que él había gan ado en vida. ¡Oh desnudez vergon­ puede ser más satisfactoria; como un río de paz inundará á la
zosa y terribilísima! Estando a sí desnudo y afrentado delante del felicísim a alma. ¿Qué suerte deseamos para nosotros? ¿Qué sen­
soberano Ju ez, Éste pronunciará la sentencia, diciendo 1: « A p ár­ tencia pretendemos oir r ¿Cómo nos disponemos para aquel trance
tate de M í. maldito de mi P a d r e ; al fuego eterno que está apare­ que, sin duda, nos ha de ocurrir? Mirémoslo bien, y preparémo­
jado para Satanás y sus ángeles». V ete, abominable pecador, nos con eficaces propósitos, ardientes súplicas; y extendiendo
que no mereces estar en m i presencia, ni entrar en mi gloria: nuestra caridad, pidamos ahora mismo por todos aquellos que
vete al fuego eterno que tus pecados m erecen, en compañía de se hayan de presentar hoy al juicio y por las demás necesidades.
Satanás, á cuyo brazo infernal te relajo para que te lle v e consi­
7.a— 111ICIO UNIVERSAL.
go. ¡Oh sentencia formidable! ¡ Oh palabra durísim a! ¡Oh castigo
tremendo! ¿Quién no os te m e rá ? Pondera luego la sentencia que Pu tuno 1.* Después de b resurrección general, reunido» todo» lo» hombres en d
se dará al justo, diciéndole invisiblem ente el Juez con v o z amo­ rolle deJoMÜt. serán juegados y scntencudos por Jesucri«t».
rosa *: «V e n , bendito de m i P a d r e , á recibir el reino que te tengo PtEtumo 2." Representémonos es;c espantoso acontecimiento: á lo» pueblos reunidos,
aparejado desde é l principio del mundo»: ven , siervo bueno y al Juez majestuoso, a los ángíles haciendo b separación, etc.
fiel *, alégrate; que pues lu is te fiel en pocas cosas, Y o te daré PacLU»-K> 3 .' Pidamos siso temor del juicio y cuidadosa preparación para él, juzgán­
donos á nosotros unsmos con rigor.
posesión de muchas. ¡O h d ic h a inefable del alm a afortunada que
oiga esta sentencia! E l dem onio huirá, y tomándola los ángeles
en sus brazos, la llevarán a l cie lo . Comparando la suerte de unos P u t o I.® P reparativos 'd el ju ic io u n iversal. — En este
con la desgracia de otros, d e sp ie rta en tu corazón viv o s deseos punto has de considerar con temblor las cosas que precederán al
de oir favorable sentencia, pidiéndoselo con fervor á M a ría , Ma­ juicio universal. Porque, así como un reloj que se descompone,
dre del Supremo Jaez. ¡ O h V ir g e n soberana!; pues sois abogada y cada una de sus ruedas se aparta de su lu g a r , asi la máquina
de los pecadores, abogad p o r m í delante de vuestro Hijo; apla­ del universo sufrirá las convulsiones m ás espantosas, y todas
cad con vuestra intercesión s u ira, alcanzándome lu gar de ver­ sus partes experimentarán los efectos de la indignación divina.
dadera penitencia, antes q u e s e pase el tiempo de hacerla. ¿Qué Se verán señales en el sol, en la luna, en los cielos y elementos,
sentencia querríam os se n o s d ie s e en el día del juicio? ¿Cómo y los hombres se secarán á causa del espantoso temor que se
vivim os? ¿Qué sentencia n os to c a ría , si ahora muriésemos? apoderará de ellos E l Anticristo levantará la persecución más
1 Lúe. , xxi, aó.
• Matth., xa», 4 1 .— » Matth., xxv, 34- — » Matth., xxv, 21 . 23.
40 Serie prim era.— V ia purgativa. M eJ. j . * —Juicio universal. 41
cruel que jam ás se ha visto , y obrará tales portentos por arte resistió á sus cuidados; sus superiores, sus compañeros, sus
del demonio, que los mismos elegidos serian seducidos por él. inferiores, los cómplices de sus culpas, los escandalizados con
s in o se abreviase el tiempo de su imperio Pondera el espan­ sus malos ejemplos, los pervertidos con sus perniciosas doc­
toso y universal incendio que abrasará todo el mundo y todas las trinas; su propia conciencia. que no podrá ocultar ni olvidar
cosas de él; ciudades, palacios, jardines, todos los monumentos nada; el mismo Jesucristo, que le dirá lo del salm o ': «Pensaste
dél orgullo humano en b reve tiempo quedarán reducidos á pave­ neciamente que había de ser y o semejante á ti». ¡Pobre;pecador!
sas. Y cuando ya todo el mundo no sea más que una inmensa so­ ¿Adonde volverá los ojos? ¿En dónde hallará consuelo? Enton­
ledad y un vasto cem enterio, de repente resonará por todos los ces v erá con espanto y rabia á m uchos, que habían recibido me­
ámbitos de la tierra la formidable trompeta que hará levantar de nos gracias que él, y habían sufrido m ayores tentaciones y estado
sus sepulcros á todos los m uertos», resucitando gloriosos ó con­ rodeados de más graves peligros, que están colocados á la dere­
denados, según el estado de la propia alma. Contempla cómo cha. V erá á muchos infieles, que con menos luces c rey ero n ; á
todos los hombres y a resucitados, y tú entre e llo s , se van muchos pecadores, que con menos gracias se convirtieron; á
reuniendo en el valle de Josafat». Vienen los ángeles, y van muchos tibios, que con menos auxilios salieron de su pereza, en
separando los malos de en medio de los buenos •*. al modo que el la cuai él ha sucumbido. Si es sacerdote, verá á muchos laicos
pastor separa los cabritos de los corderos \ j Oh separación en la gloria; si es religioso, v erá á sus hermanos y á muchos se­
espantosa y cruel, que durará por toda la eternidad! Jesucristo, glares á la diestra del Juez. ¡Oh desesperación tremenda! ¡Oh
juez de viv o s y muertos, precedido de su sagrado estandarte, • pecador desgraciado! Mira bien la suerte que te ha de tocar, si
descenderá con gran m ajestad. sentado sobre nubes resplan­ no sales del cieno de tus vicios é iniquidades;, ten compasión de
decientes, entre los atronadores aplausos de los justos y los tu pobre a lm a 2, y procura lim piarla d e sú s culpas y pecados
furiosos y desesperados gritos y alaridos de los m alo s, los antes que caiga en las manos de Dios vivo K ¿Qué querrías ha­
cuales pedirán á los montes que los aplasten para no v e r tal ber hecho entonces? ¿Qué debes hacer ahora?
majestad. ¡Oh Juez soberano! ¡Cuán eficazmente os vengaréis de P a n t o 3 .° Sen ten cia d el J u e z soberano. — A q u í has de
todas las injurias que ahora recibís de los hom bres! ¡ Cómo tem­ considerar la sentencia definitiva, inapelable y eterna, que profe­
blarán los malos al veros sentado sobre trono resplandeciente, rirá el soberano Juez en favor de los buenos y contra los malos.
dando contra ellos muestras de espantosa ira! ¡Oh alma! ¿Qué Con ella alegrará y consolará á los justos; confundirá y humi­
será de ti en aquel día? ¿Qué pensarás al ver el incendio univer­ llará á los réprobos; ostentará su divina bondad y justicia, y
sal del mundo? ¿Cómo resucitará tu cuerpo? ¿Qué efectos cau­ patentizará su admirable providencia, recibiendo todos de D ios
sará en ti la venida del Juez? la alabanza que hayan merecido ó las reprensiones de que se
P u n t o Sí.0 E xam en que se h a ré en el ju ic io u n iv ersa l — hayan hecho dignos. Contem plad Jesús, que con semblante ama­
Considera cómo reunidos todos los hombres y puestos los malos ble y cariñoso se vu elve á los buenos, que están á su derecha, y
á la izquierda del soberano Juez y los buenos á la derecha, co­ les dice con ternura2: «Venid, benditos de.mi P ad re, á poseer
menzará el más terrible proceso contra aquéllos. Se abrirán los el reino que os tengo preparado; tuve hambre y me alimentas­
libros en que están escritos los pecados de to d o s6, comunicando teis, tuve sed y me saciasteis, estuve enfermo y me visitasteis».
D ios una luz soberana para que todos vean los pecados de cada Por el contrario, volviendo su rostro airado y terrible contra los
uno, y cada uno los de todos, sin que nada pueda encubrirse ni malos, d ir á ; «Apartaos de m í, malditos; al fuego eterno, prepa­
disimularse. Se leerán las promesas y profesión que cada cuál rado para el diablo y para sus secuaces». Pondera bien cada una
hizo, para que aparezcan más patentes y manifiestas las transgre­ de estas palabras, pensando que puede lleg a r un día que el Señor
siones. Se descubrirá el mal uso de los beneficios, dones, talen­ te la s dirija para tu desgracia y sin rem edio, y resuélvete á
tos y gracias, siendo más riguroso el juicio de los que más han obrar de tal modo ahora, que o í aquella hora tengas la dicha de
recibido. ¡Qué confusión para el pobre p ecad or! Pero pondera oir las bendiciones del Señor, y recibir la sentencia favorable
las terribles increpaciones que habrá de oir á pesar suyo. L e que dará á los buenos. M ira, finalmente, cómo luego de fallada
acusarán los demonios, trayéndole á la memoria los tiempos, lu­ la causa de unos y otros, se cumplirá sin dilación la sentencia,
gares y ocasiones en que sucumbió á sus tentaciones; los ánge­ yendo los réprobos al suplicio eterno *, para lo cual es de creer
le s, dando testimonio de las veces que pretendieron sanarle, y que se abrirá la tierra, y en espantosa confusión, y entre furio-

1 Mauh., xxiv ,22. — > i Thessal., ív, 15. — 5Jcel. , 111,2. — 4 Malth., xm, 49, • Psahn. XLIX, 21. — * Hedí., xxx, 24. — 3 Hcbr., x , 31. — 4 Matth., XXV, 34.—
5 Ibid., xxv , 32. — * Apoc., xx, 12. 5 Matth., xxv, 46..
42 Serie prim era.— V ia purgativa.

sos alaridos, maldiciones y blasfem ias, demonios y pecadores


M ed. 8.*— Infierno y eternidad de su» penas: 43
descenderán al profundo abismo, cerrándose en pos de ellos la
temible ab ertu ra, para que. no salgan por toda una eternidad. 8.a— INFIERNO Y ETERNIDAD DE SUS PENAS.
Entretanto los justos, acompañados de los ángeles y guiados
por el S alvad o r, subirán á la vida eterna 1,.para cantar á Dios P reludio i .» Representémonos una espantosa caverna en el centro de la tierra . sin res­
perpetuas alabanzas. ¡Oh Dios eterno! ¿Qué será de mí en aquel piradero . llena de humo y fuego , y habitada de demonios y condenados.
día formidable? ¿Cuál será mi suerte? ¿Entre quiénes seré con­ Preludio a.» Pidamos un saludable temor de tales tormentos.
tado? ¡ Oh justísim o Juez de las venganzas! Perdonadme gene­
roso mis pecados; borrad mis iniquidades antes que llegue el día P a n t o l.° E n qué consiste e l infiern o.— Considera en este
de la cuenta, para que, al ser juzgado, no sea y o condenado; antes punto lo que es el infierno, del modo que la fe nos lo enseña. In­
oiga la sentencia apetecible que me llene de consuelo y me dé fierno es una cárcel perpetua, llena de fuego y de innumerables
la eterna gloria. y muy terribles tormentos, para castigar eternamente á los que
E p ílo g o y « o lo q n io s. ¡Q ué día de tanta angustia, temor mueren en pecado mortal. Infierno es un estado eterno, en el cual
y dolor será el día del juicio u niversal! L o s preparativos y anun­ los pecadores, en castigo de sus pecados, carecen de todos los
cios de él no pueden ser más temibles. Señales espantosas en el bienes que pueden desear para su contento, y padecen todos los
s o l. luna y estrellas; guerras, pestes, terremotos en el mundo; géneros de males que pueden tem er para su tormento. D e suerte
persecuciones, crueldades de los malos contra los buenos, apos­ que en él se junta toda la privación de todos lós bienes que en
tasias lam entables, m ilagros falsos con todas las apariencias de esta vida gozan los hombres y en la otra los ángeles, y la pre­
verdad eros; no parecerá sino que todo el infierno se conjura, para sencia de todos los males que en esta vida afligen á los hombres
librar la últim a batalla á Jesucristo. Mas de nada servirán sus y en la otra á los demonios. Esto puedes considerar, discurriendo
esfuerzos. Un fuego vivísim o, encendido por el soplo de Dios, por todos los males y m iserias que padeces ó ves padecer á otros,
cubrirá 1.a tierra; y cuando todo esté consumido, y en el mundo aumentándolos y eternizándolos con la consideración. Porque, si
reine el más profundo silencio, el Á ngel del Señor tocará la aquí padeces hambre y sed, entiende que en el infierno tendrás
otra hambre y sed incomparablemente m ayor, y además eterna.
trompeta ¡ haciéndola resonar por todo el universo; al instante
Si padeces algún dolor ó deshonra, pobreza ó tristeza, ó falta de
resucitarán todos los m uertos, dirigiéndose al valle de Josafat,
am igos, etc., todo esto padecerás en el infierno con tanto exceso,
adonde bajará también Jesús desde el cielo, vestido de majes­
que lo de acá es como pintado y como un so p lo ; pero lo de allá
tad y gloria. Preparado y dispuesto todo, colocados los malos á
será todo terribilísimo y nunca se ha de a ca b a r, porque pasados
la izquierda del Juez y los buenos i la derecha, comenzará el
cincuenta mil años, quedan cincuenta mil millones que pasar; y,
proceso. ¡Qué examen tan escrupuloso! ¡Qué acusaciones tan
pasados éstos, otros y otros sin cuento. C erca de seis mil años
fundadas, ciertas y comprobadas! ¡Qué confusión para el peca­
hace que Caín está en el infierno, y es como si hoy comenzara;
dor, que no sabrá ni.tendrá qué responder! Pero ¿quién será ca­
y casi dos mil años ha que el rico Epulón arde y pide una gota de
paz de comprender lo temible de la sentencia? ¡Sentencia defini­
agua, y siempre arderá y la deseará. ¡ Oh Dios eterno! A h ora
tiva, inapelable y la más grave que se puede imaginar! ¡A y del
veo cuán gran locura es, por no padecer en esta vid a tan breves
que la oiga contra sí! ¿Qué debemos hacer nosotros para que
y pequeños trabajos, ponerme á peligro de padecer m ales tan
nuestra sentencia sea favorable? ¿Qué quisiéramos en aquella grandes y tan largos; ilustradme con vuestra soberana luz para
ocasión haber hecho? ¿Qué pecados desearíamos haber llorado que por los males presentes conozca la terribilidad de los eternos
y enmendado? A h o ra que tenemos tiempo y gracia, resolvamos tormentos, y dadme gracia para que, sufriendo con paciencia
eficazmente la enmienda de e llo s, formando eficaces propósitos estas insignificantes penas, me libre de las eternas. ¿No nos ate­
y pidiendo gracia para cum plirlos; roguemos por la conversión m oriza el infierno? ¿Hemos conocido en qué consiste esta verdad?
de los infieles y por los dem ás fines acostumbrados. ¿Hemos meditado sus penas?
P a n t o 8.° E tern id a d d e l infiern o.— En este punto has de
< Matili., xxv, 46. considerar las causas y circunstancias de la eternidad, ponde­
rando cómo todo cuanto hay en el infierno es eterno. E l conde­
nado es eterno, no sólo cuanto al alm a, sino cuanto al cuerpo,
después de la resurrección; porque será inmortal, y aunque
desee m orir, la m uerte huirá de é l, ni D ios le cum plirá este de­
seo ; antes las rabias por deshacerse le darán terrible tormento,
M ed. 8 .* — Infierno y eternidad de sus penas. 45
44 Serie prim era.— V ia purgativa. tem blor y crujir de dientes, batallando con el ardor. Pondera
cómo, con ser los tormentos tan largos y continuos, no se gana
viendo que no puede alcanzar lo que desea El lu g ar es eterno,
sin que pueda arruinarse, y el fuego que en él hay es también costumbre en el padecer, de modo que cause alivio, antes cada
eterno, porque el soplo eterno de Dios * servirá de piedra azufre día se hacen como nuevos, y con nueva impaciencia reverdecen.
que le irá conservando sin tener necesidad de otra leña, y este Porque como la soberbia de estos desventurados que aborrecen •
fuego tendrá la virtud partida >, porque abrasará y no consumirá, á Dios siempre crece ’ , así crece la ira y envidia, la impacien­
y así siempre durará lo abrasado por él. E l gusano que allí cia, furor y rabia. Pues ¿quién tiene aliento para considerar
muerde será eterno, sin que haya quien le pueda m a ta r4, porque tanta terribilidad, tanta duración, tanta continuación é inmuta­
la podredumbre de donde se engendra, que es la culpa, nunca se bilidad de penas? S i pasar una noche en v ela , aunque sea en
acaba, y la v iv a aprensión de ella y de la pena nunca cesa, y asi cam a blanda, es tan doloroso, ¿qué será estar en aquella cárcel
la cruel mordedura que hace en la conciencia nunca tendrá fin. obscura del infierno en cam a de fuego por toda la eternidad?
E l decreto de Dios es también eterno é irrevocable, porque está ¡Oh justicia del Todopoderoso! ¡Quién no tiembla en vuestra
resuelto á no revocar la sentencia definitiva que d ió , ni librar del presencia! Libradm e, Señ or, de vuestra i r a 1 , y no me casti­
infierno al que una ve z entra en é l , porque allí no hay redención guéis con vuestro fu ro r; amparadme con vuestra misericordia,
de cautivos, ni rescate de presos, ni precio para ello , pues que para que no caiga en tan espantosa y eterna miseria. ¿ Qué hemos
la sangre de Jesucristo no pasa allá. Finalmente: todas las penas de hacer para preservarnos de tan duras penas? ¿Cóm o está
serán eternas ’ , porque las culpas también lo serán, por cuanto nuestra alma en orden á D ios?¿Reina en ella el pecado?
E p í U g * y e o lo q m io s. ¡ Oh locura criminal del hombre que
en el infierno no hay perdón de pecados, ni penitencia verda­
dera, ni satisfacción que se acepte, ni sangre de Jesucristo que se atreve á pecar! En el mismo instante en que su voluntad con­
siente en la culpa, debajo de sus pies se abre el infierno, y todos
se aplique. Por lo cual, e l que quiere m orir sin penitencia de sus
los demonios se preparan á arrastrarle á él. P ero , ¿qué es el
pecados, virtualmente quiere que ellos sean eternos, y eterno
infierno? ¡A h ! Un lu gar el más horrible; un estado el m ás es­
sea tam biénsucastigo. ¡O h Dios verdadero! No perm itáis caiga
pantoso ; la privación absoluta y perpetua de todos los bienes
en tan extremada locura, que ose cargar sobrem í el peso inmenso'
que se pueden desear, y la reunión y cúmulo de todos los males
de vuestra indignación eterna. Abrid los ojos de tantos ciegos
que el hombre puede tem er; y esto en un grado incomprensible y
que voluntariamente se arrojan al suplicio eterno, por no abo­
por toda la eternidad. Eterno será el condenado, y aunque clam e
rrecer con tiempo sus cu lpas ; haced que muden su vida por la
por m orir, la muerte huirá de é l ; eterno el lugar y fuego de que
penitencia, para que vos podáis revocar la sentencia que tienen
está lle n o ; eterno el gusano roedor que atormenta la conciencia
merecida. Y tú, alm a, ¿no temes este ser eterno obligado á mise­
del rép rob o; eterno el decreto d ivin o , eterna la culpa en que se
rias eternas? ¿No te horroriza este fuego, este soplo, este gu­
funda y eterno el tormento con que se castiga. ¡Oh eternidad,
sano y este decreto de D ios sempiterno ?
cuán temible e res! ¿ Quién se atreverá á v iv ir en pecado, si piensa
P u n t o 3 .° C ontin uación é in v a ria b ilid a d de la s penas
en ti? Porque las penas que en ella sufre el condenado son de tal
del infiern o.— Considera aquí cómo las penas del infierno de tal
condición, que nunca cesan, ni disminuyen, ni .se hacen m ás sua­
manera durarán para siem pre, que serán continuas sin interrup­ ves por la costumbre, ni hay esperanza alguna de a livio , ni de
ción, é invariables sin diminución ; de modo que, aunque duren refrigerio por siglos infinitos. ¡Oh dolor! ¿Caerem os nosotros en
millónes de años, no habrá ni un solo día de vacaciones, ni ce­ tan horribles penas? S i ahora m uriésemos, ¿qué seria de nos­
sará la pena por una sola hora ni por un momento, ni la pena otros? ¿Qué quisiéramos haber hecho? A vivem os la f e , y m ire­
substancial se menoscabará, ni tendrá mi mínimo alivio 6; como mos con atención los propósitos que debemos hacer para estar
se vió en el Epulón, á quien negó Abraham tan pequeño refrige­ preparados y preservarnos del infierno ; y conociendo nuestra
rio, como era tocarle la lengua con el dedo mojado en agua: antes debilidad é inconstancia, pidamos al buen Jesús sus auxilios para
se le acrecentarán nuevas penas accidentales con las nuevas cumplirlos y el remedio de todas las necesidades generales y
entradas de otros condenados; y la mudanza que acá suele ser particulares.
de alivio, si la hay en el infierno, será para nuevo tormento;
porque si los lujuriosos, como dice Job 1, pasan de los ardores Psalm. Lxxm, 23. — 1 Psalm. v i, 2.
del fuego á las aguas de la nieve, será para que el ardor les con­
goje , por la guerra que trae con el frío, y el frío les cause mayori
i Apoc., ix , 6. — » lsá¡., xxx , 33. — J Psal. xxvm , 7. — 4 M»re. , ix , 45.
5 SS. Thom., Augujt,, Greg. — 6 Luc., xvi ,24. — 7 Job, xxiv , 19. ■
46 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. p,*— Penas del infierno en particular. 47
P o n t * 8.° Pena de daño.—Considera aquí la pena de daño,
9.a— PENAS DEL INFIERNO EN PARTICULAR.
la cual es infinita, por privar de un bien infinito, que es Dios. P or
manera que estos desventurados estarán para siempre privados
Preludio 1.0 Representémonos á un condenado alado de pies y manos , postrado en
un lecho de fuego , rodeado de demonios que le atormentan , y en estado de completa des*
de la bienaventuranza, desterrados del cielo, apartados de D ios
esperación. y de sus santos, lo cual les dará suma tristeza, porque, aunque
Preludio 2.a Pidamos conocimiento y temor de las penas del infierno. su entendimiento esté obscurecido para conocer lo que les podría
dar algún a livio , no lo estará para lo que pueda originar nuevo
tormento. Entonces verán la sublimidad y excelencia de la gloria
P a n t o l.° Pena de sentido— En este punto has de conside­
para que habían sido criados, y que ellos por su loca voluntad
rar cómo todos los sentidos de] condenado tendrán especial tor­
han perdido. Si tanto sienten los hombres que les quiten algún
mento, porque por ellos 1 han entrado los pecad os; y serán aqué­
m ayorazgo á que tenían algún derecho, ¿cuánto m ás sentirán
llos tanto más g r a v e s , cuanto más se haya pecado por éstos. L a
ellos que les quiten el m ayorazgo eterno del cielo, á que podrían
vista será atormentada, viendo cabe sí á sus enemigos, y pade­
haber tenido d erech o, si no le perdieran por su pecado? Y si la
ciendo horribles visiones de figuras espantables que tomarán
muerte es la más terrible entre las cosas terribles, porque aparta
los demonios para atormentarla. El oído estará siempre oyendo
el alm a del cuerpo y de todas las cosas visibles, ¿cuánto más te-
blasfemias contra D ios, maldiciones y palabras injuriosísimas,
rrible.será la muerte eterna, en que se aparta el alma de Dios, de
con otros sonidos asperísimos á modo de aullidos, bramidos, sus­
su reino y mundo invisible? A s í como ni el ojo vió •, ni el oído
piros lastimeros y quejas amarguísimas. E l olfato olerá cosas
oyó, ni en el corazón del hombre puede caber la grandeza de los
hediondas, como piedra azufre y el abominable hedor que des­
bienes que D ios tiene aparejados en el cielo para los que le aman,
pedirán los cuerpos de los condenados. El gusto en la garganta
así también no es posible imaginar la terribilidad de los m ales
y lengua gustará cosas amarguísimas m ás que hieles y ajenjos,
que están encerrados en carecer para siempre de tales bienes-
con terribles arcadas y congojas de estómago y padecerá ham­
Con esta pena irá junto el carecer de la vista y compañía de
bre canina y sed rabiosa, deseando una gota de a g u a », qué Cristo Nuestro Señor, de su benditísima M adre, de los nueve
jam ás le será dada. El tacto en todo el cuerpo padecerá grandes coros angélicos y de todos los bienaventurados, cu ya separación
tormentos, juntándose para atormentarle los dolores de ojos, ha de causar terrible pena, sobre todo en eld ia del juicio, cuando
oídos y muelas, costado, corazón y gota, con llagas podridas, se vean apartados de ellos. Y como y a saben que D ios es más
temblores continuos, fríos insoportables y ardores abrasado­ generoso en premiar que riguroso en castigar, por los m ales que
res. Pondera luego el espantoso tormento del fuego, el cual se ellos experimentan, barruntarán los bienes de que hubieran go­
entraña 4 con el condenado contal trabazón, que, adondequiera zado, si hubiesen seguido el camino de los justos. ¡Oh qué amar­
que va el demonio, es atormentado con él; y con ser uno, ator­ gura tan dolorosa y qué dolor tan amargo causará todo esto á
menta desigualmente á los condenados, y á uno mismo aflige aquellos desventurados! ¡Oh D ios infinito! Descarguen sobre mi
más en aquella parte del cuerpo con la que más p e c ó »en v id a ; y todas las demás penas de sentido, como sea sin pecado, con tal
además, carece de lo que suele dar alivio, y tiene lo que es puro que no me castiguéis con esta pena de daño, privándome por mi
tormento, porque quema y no consume, arde y nunca se menos­ culpa de vuestra amorosa visita. ¿No tememos nosotros el ver-
caba. ¿ Qué será ver á un condenado metido en un pozo de fuego, nos eternamente separados de D ios y de sus santos? ¿Por qué nos
en una inmensidad de llam as, con alaridos y gem idos, sin hallar separamos ahora de ellos pecando?
refrigerio ni esperanza de alivio? ¡Oh cuán terrible mal es el pe­ P a n t o 3.° Pena de las potencias interiores del condena­
cado!; pues así le castiga un Dios misericordiosísimo, sin que do.— Considera ahora la pena que sufrirá el condenado en sus
jam ás piense en sacar de tal tormento á la m iserable criatura potencias interiores, las cuales serán también atormentadas á
suya que voluntariamente lo ha escogido. ¡ Oh alma! Contempla proporción de los pecados que con ellas haya cometido. L a imagi­
con atención este fuego, para que su ardor consuma el fuego de nativa será atormentada con horrendas imaginaciones *, más terri­
tus codicias y sensualidad: ¿notemesestos ardores sempiternos6? bles que las que padecen los muy melancólicos en sueños, y que
¿No te horroriza este fuego devorador? ¿No te estremeces al las que padecieron los egipcios; dé las cuales, dice el Sabio * que
pensar en las penas de los sentidos? eran horribles y espantables, con visajes monstruosos y tristísi­
mos de fieras y dragones, con bramidos y silbos que les causaban
' Thren., 111,51. — > Jerem., ix, 15: xxm, 15. — i Luc. . x v i, 24. — 4 S. Thom.
« 1 Cor., 1 1 ,9 . — * S. Tnom. — ) Sap., xvii, 4.
5 Sap. , xi , 17. — 6 Isai., xxxiil, 14.
48 Serie prim era .— V ia purgativa. M cd. ¡ o . — Purgatorio. 49
grande pavor y espanto. L o s apetitos serán atormentados con la d e tales penas? ¿Cómo empicamos nuestros sentidos y potencias?
furia de las mismas pasiones, sintiendo vehementes tem ores y ¿Rehusamos la mortificación? G ozar aquí y en el otro mundo no
tristezas, tedios y agonías, iras y desesperaciones, envidias y es posible. Veam os los propósitos que debemos hacer, y rogue-
rabias, con tan cruel guerra entre sí, que se despedazarán unos mos fervorosamente al Señor que nos ayude á cumplirlos, y que
á otros. L a memoria será atormentada con La continua y fija se compadezca de los pecadores, convirtiéndolos, 3' que remedie
recordación de los bienes que poseyó, de los males que padece, todas las demás necesidades.
y de los que están por venir en la eternidad, sin que pueda acor­
darse de otra cosa, si no es para m ayor tormento. E l entendi­
10.— PURGATORIO.
miento estará entenebrecido, sin poder discurrir ó entender cosa
que le dé gusto; estará lleno de errores, ponderando y encare­ Preludio I • Reprejcntate una cárcel obscurísima y llena <le un luego abrasador, en la
ciendo sus m ales, juzgando con pertinacia que le hace Dios que están metidas las almas que han de purificarse antes de entrar en la gloria
a gra vio , quejándose de É l como de injusto. L a voluntad estará Preludio 2.o Pide la gracia de conocer y temer las terribles penas dei purgatorio. y de
endurecida y obstinada en sus pecados y en el odio de D ios y de hacer penitencia para evitarlas.
sus santos, sin poderse ablandar, ni mudar, ni arrepentir; y de­
seando hacer su propia voluntad, jam ás p o drá, porque está atado l* n n t o l . ° Q ué es e l p u rg a to rio — Considera cómo D ios
de pies y manos en aquellas tinieblas y no tiene libertad para Nuestro Señor ha ordenado que el que muera en g ra cia, pero sin
ejercitar obras de luz y alegría. Finalmente: el corazón del mise­ haber pagado la pena m erecida por sus culpas mortales ó venia­
rable condenado es como un mar alborotadísimo, en el cual entran, les, no entre su alm a o í el cielo hasta pagarla en una c á r c e l' de­
como ríos caudalosos, todos los tormentos que se pueden sufrir bajo de la tierra, deputada para esto, que llamamos purgatorio,
por los cinco sentidos, exteriores é interiores, en castigo de haber á la cual es llevada por su ángel, luego que sale de este mundo.
dado su consentimiento á los pecados que con ellos cometió. |Oh! A cerca de esta verdad de fe has de ponderar primeramente cuán
¿Qué desdicha m ayor podría haber, que las potencias que Dios justo es D ios Nuestro Señor, y cuán grande la rectitud de su ju s­
me dió para gozarle y ennoblecerme, se convirtiesen en mis crue­ ticia, aunque mezclada con m isericordia, porque ninguna culpa
les verdugos para atormentarme y confundirme? lOh D ios inmen­ quiere dejar sin algún castigo, por lo cual en el sacramento de la
so ! Ayudadm e á mortificar y labrar las potencias que me disteis, Penitencia, cuando perdona la culpa m ortal, conmuta la pena
y sea yo su verdugo en esta v id a , para que ellas no sean mis eterna en alguna tem poral, mostrando en esto su infinita miseri­
verdugos en la otra. ¡ Cómo mortificamos nuestras potencias? cordia en perdonar la pena terribilísima que había de durar para
¿Sujetamos la imaginación? ¿Negamos la voluntad? siempre, y la justicia en pedir satisfacción con otra pena m ás
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh infierno! ¡ Cuán espantosas son lig era que dure poco. M ira cómo el Señor de tal modo exige que
tus penas 1 ¡Cuán desventurados los que entran por tus puertas! el hombre satisfaga con esta pena por sus culpas, que si no se
Después del día del ju icio , cuando el cuerpo esté unido con aque­ paga en esta vida con alguna contrición, ó con algunas obras pe­
llas infortunadas alm as, padecerá horriblemente en cada uno de nales, ó con indulgencias, forzosamente se ha de pagar en la otra,
sus cinco sentidos. V istas y figuras espantables; suspiros y alari­ así porque se guarde el orden de la divina justicia, como porque
dos intolerables; hedores hediondos; gustos amarguísimos; dolo­ Dios es tan amigo de pureza, que no quiere admitir en el c ie lo .
res vivísim os é insoportables. El fuego le envolverá de pies á .al que no está muy purgado, no sólo de culpas, sino de penas que
cabeza, y atormentándole de un modo admirable, jamás le con­ son reliquias de ellas. D e donde has de sacar cuán g ra v e mal es
sumirá, y nunca se separará de él por todos los siglos. ¡Qué un pecado ven ial, pues con él es imposible entrar en el cielo
horrori Y ¿quién será capaz de imaginar la gravedad de la pena hasta haberse bien purificado, y lo aborrece Dios tanto, que á
de dafto? ¡V erse el infeliz réprobo, en un instante, privado por sus mismos amigos, aunque sean muy santos, les detiene presos
toda la eternidad de su dicha, de su fin, de su bienaventuranza, hasta que se purifiquen; y los humilla tanto, que les da por cár­
de su Dios; separado de todo consuelo, de la V irgen Santísima, cel un lugar obscuro debajo la tierra, cercano al infierno. Tan
de los santos y án geles, y de todo lo que había esperado y desea­ pesada carga es la de cualquier culpa ó pena que de ella resulta,
do! ¡Qué tortura! ¡A y del religioso, del sacerdote, del cristiano que da con nosotros en tan profundo abismo. ¿Y no evitaremos las
en aquellos momentos! ¿Qué pensará su entendimiento? ¿Qué faltas veniales? ¿No haremos penitencia de ellas? ¡Oh Cordero de
recordará su memoria? ¿Qué amará su voluntad? ¿Qué sentirá D io s ! S ien vuestra preciosa sangre lavan y blanquean los .justos
su corazón? Cada una de estas potencias será como una fuente
inagotable de amargura y de dolor eternos. ¿Deseamos librarnos > Zuh. , 1*, 11: S. Thom.
4
48 Serie prim era .— V ia purgativa.
M cd. ¡ o . — Purgatorio. 49
grande pavor y espanto. L o s apetitos serán atormentados con la
de tales penas ? ; Cómo empicamos nuestros sentidos y potencias?
furia de las mismas pasiones, sintiendo vehementes tem ores y
¿Rehusamos la mortificación? G ozar aquí y en el otro mundo no
tristezas, tedios y agonías, iras y desesperaciones, envidias y
es posible. Veam os los propósitos que debemos hacer, y rugue­
rabias, con tan cruel guerra entre si, que se despedazarán unos
mos fervorosamente al Señor que nos ayude á cumplirlos, y que
á otros. L a memoria será atormentada con la continua y fija
se compadezca de los pecadores, con virtiéndolos, y que remedie
recordación de los bienes que poseyó, de los males que padece, todas las demás necesidades.
y dé lo s que están por venir en la eternidad, sin que pueda acor­
darse de otra cosa, si no es para m ayor tormento. E l entendi­
10.— PURGATORIO.
miento estará entenebrecido, sin poder discurrir ó entender cosa
que le dé gusto; estará lleno de errores, ponderando y encare­ P lu m o 1 .« Represéntate una cárcel obscurísima y llena de un fuego abrasador, en la
ciendo sus m ales, juzgando con pertinacia que le hace Dios -que están metidas las almas que han de purificarse antes de entrar en la gloria
a gra vio , quejándose de É l como de injusto. L a voluntad estará Preludio 2.» Pille la gracia de conocer y temer las terribles penas del purgatorio, y de
endurecida y obstinada en sus pecados y en el odio de D ios y de -hacer penitencia para evitarlas.
sus santos, sin poderse ablandar, ni mudar, ni arrepentir; y de­
seando hacer su propia voluntad, jam ás p o drá, porque está atado l* n n t o l.° Q ué es e l p u rg a to rio — Considera cómo Dios
de pies y manos en aquellas tinieblas y no tiene libertad para Nuestro Señor ha ordenado que el que muera en gracia, pero sin
ejercitar obras de luz y alegría. Finalmente: el corazón del mise­ haber pagado la pena m erecida por sus culpas mortales ó venia­
rable condenado es como un mar alborotadísimo, en el cual entran, les, no entre su alma en el cielo hasta pagarla en una c á r c e l' de­
como ríos caudalosos, todos los tormentos que se pueden sufrir bajo de la tierra, deputada para esto, que llamamos purgatorio,
por los cinco sentidos, exteriores é interiores, en castigo de haber á la cual es llevada por su ángel, luego que sale de este mundo.
dado su consentimiento á los pecados que con ellos cometió. ¡Oh! A cerca de esta verdad de fe has de ponderar primeramente cuán
¿Qué desdicha m ayor podría haber, que las potencias que Dios justo es D ios Nuestro Señor, y cuán grande la rectitud de su jus­
me dió para gozarle y ennoblecerme, se convirtiesen en mis crue­ ticia, aunque mezclada con m isericordia, porque ninguna culpa
les verdugos para atormentarme y confundirme? j Oh D ios inmen­ quiere dejar sin algún castigo, por lo cual en el sacramento de la
so ! Ayudadm e á mortificar y labrar las potencias que me disteis, Penitencia, cuando perdona la culpa m ortal, conmuta la pena
y sea yo su verdugo en esta v id a , para que ellas no sean mis eterna en alguna tem poral, mostrando en esto su infinita miseri­
verdugos en la otra. ¿Cómo mortificamos nuestras potencias? cordia en perdonar la pena terribilísima que habia de durar para
¿Sujetamos la imaginación? ¿Negamos la voluntad? siempre, y la justicia en pedir satisfacción con otra pena más
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh infierno! ¡ Cuán espantosas son lig era que dure poco. Mira cómo el Señor de tal modo exige que
tus penas! ¡Cuán desventurados los que entran por tus puertas! el hombre satisfaga con esta pena por sus culpas, que si no se
Después del día del juicio, cuando el cuerpo esté unido con aque­ paga en esta vida con alguna contrición, ó con algunas obras pe­
lla s infortunadas alm as, padecerá horriblemente en cada uno de nales, ó con indulgencias, forzosamente se ha depagaren la otra,
sus cinco sentidos. V istas y figuras espantables; suspiros y alari­ asi porque se guarde el orden de la divina ju sticia, como porque
dos intolerables; hedores hediondos; gustos amarguísimos; dblo- Dios es tan amigo de pureza, que no quiere admitir en el cielo .
res vivísim os é insoportables. El fuego le envolverá de pies á al que no está muy purgado, no sólo de culpas, sino de penas que
cabeza, y atormentándole de un modo admirable, jam ás le con­ son reliquias de ellas. De donde has de sacar cuán g ra v e mal es
sum irá, y nunca se separará de él por todos los siglos. ¡Qué •un pecado venial, pues con él es imposible entrar en el cielo
horror! Y ¿quién será capaz de imaginar la gravedad de la pena hasta haberse bien purificado, y lo aborrece Dios tanto, que á
de daño? ¡V erse el infeliz réprobo, en un instante, privado por sus mismos amigos, aunque sean muy santos, les detiene presos
hasta que se purifiquen; y los humilla tanto, que les da por cár­
toda la eternidad de su dicha, de su fin, de su bienaventuranza,
cel un lugar obscuro debajo la tierra, cercano al infierno. Tan
de su D ios; separado de todo consuelo, de la V irgen Santísima,
pesada carga es la de cualquier culpa ó pena que de ella resulta,
de los santos y ángeles, y de todo lo que había esperado y desea­
que da con nosotros en tan profundo abismo. ¿Y no evitarem os las
do! ¡Qué tortura! ¡ A y del religioso, del sacerdote, del cristiano
faltas veniales? ¿No haremos penitencia de ellas? ¡Oh Cordero de
en aquellos momentos! ¿Qué pensará su entendimiento?¿Qué
D io s ! S ie n vuestra preciosa sangre lavan y blanquean los .justos
recordará su memoria? ¿Qué amará su voluntad? ¿Qué sentirá
su corazón? Cada una de estas potencias será como una fuente
< Zach., iz, 11: S. Thom.
inagotable de am argura y de dolor eternos. ¿Deseamos librarnos
4
5o Serte prim era.— V ia purgativa.
M ed. t o . — Purgatorio. 51
sus almas para ser admitidos en vuestro reino, concededme en
que las aflige. Este fuego es el mismo que el del infierno, y, en su
virtud de ella tan grande dolor de mis culpas, que también quede
comparación, el de este mundo es como pintado. Adem ás, ator­
libre de las penas, p a ra que, suelta mi alm a de la cárcel de este
menta milagrosamente á las alm as, como instrumento de Dios,
cuerpo, no sea detenida en la cárcel del purgatorio.
y de D ios airado, el cual tiene la mano m uy pesada cuando ven­
P u n t o 58.° O b scu rid a d y pena de daño que padecen la s
g a la injuria. Y como el fuego derrite la plata para purificarla de
alm as en el p u rg a to rio .— Considera aquí lo mucho que sienten
la escoria, así este fuego ’ derretirá, esto es, afligirá terrible­
las almas la obscuridad y tinieblas de aquella cárcel, en la que
mente las almas para purificarlas de la escoria que trajeron del
se carece de la vista de D ios, cuya pena es semejante á la pena
mundo: y mientras hubiere que purificar, será continuo el dolor;
de daño que padecen lo s condenados. P ara conocer algún tanto
porque no hay sueño ni distracción, ni cosa que temple su furia,
la terribilidad de esta pena, pondera que allí está m uy viva la fe
como lo hay en esta vida. Por lo cu a l, como dicen los santos a,
de quién es D ios, y d e cuán bueno, cuán hermoso y poderoso es:
los dolores del purgatorio exceden, en lo que es pena y tormento,
ven aquellas afligidas alm as que D ios es su fin último y bien­
á los dolores que pueden padecer en esta vida los hombres, y á
aventuranza suprema. Todo lo cual atiza el deseo de verle, y acre­
los que padecieron los m ártires, y aun á los que padeció el R ey
cienta la pena de la dilación que sufren por su culpa, porque la de'todos ellos, Jesucristo Nuestro Señor. Considerando todo esto,
esperanza que se dilata aflige el co razó n '. Otra causa de esta do­ has de despertár en tu alma un grande temor de D ios y del rigor
lorosa pena es el am or ele D io s, que está allí en su punto, y el alma' de su justicia, porque por ella, amando mucho á las alm as del pur­
que se halla en aquel lu g ar, desea sumamente ver á su amado gatorio y siendo amado de ellas, las v e padecerpenas m uy terribles
para unirse con É l, y no tiene cosa que le divierta ni entretenga y por culpas muy ligeras, y con todo las deja arder y penar hasta
como cuando estaba en vida. Pues si tan grandes son las ansias- que paguen todo lo que deben. S a ca también de aquí una firme r e ­
de ver á Dios que tienen en vida algunos santos, que parece que solución de satisfacer en vida por tus pecados, y abrazar de buena
se mueren de pena, y dicen como D a v id ’ : « ¡A y de m í!, que se ha gana cualesquier penitencias y aflicciones, pues todas ellas son
dilatado mi d estie rro , y ha mucho que mi alma peregrina ep la nada en comparación de las penas del purgatorio, y de huir cuanto
tierra», ¿con cuánto m ayor sentimiento lo dirán las almas que fuere posible de los pecados veniales, pues no son otra cosa, como
están detenidas en e l purgatorio, amando, penando y no me­ dice el A p ó sto l», sino leña, heno y paja con que se ceba el fuego
drando? Finalm ente: también causa esta terrible angustia la sus­ que te ha de abrasar en aquel lugar. Y siendo tal este fuego, ¿es
pensión en que se encuentran, sin saber cuánto tiempo ha de- posible que no temas á D io s que con él te amenaza, y que no tra­
durar esta cárcel y p rivació n de Dios ; y aunque están confor­ tes de evitarle por medio de la penitencia, y detestando lo que le
mes con la divina voluntad, no dejan de tener grande pena, con­ sirve de alimento? ¡Oh buen Jesús! ¡Cuán grande es el rig o r de
siderando que originalm ente nace de su pecado, y que por sus vuestra justicia, que asi quemáis al árbol fructuoso por unas po­
culpas y negligencias de esta vida se hallan en tal estado sin po­ cas espinas que mezcló con su buena fruta! Pues que prometisteis
der contemplar á su divino Esposo Jesús, ni disfrutar de la com­ purificar á los hijos de vuestra Iglesia, como se purifica el oro y
pañía de la V ir g e n , de los ángeles y de los santos, y de las demás- la plata por el fuego, purificadme como quisiereis en esta vida,
cosas que creen y esperan ver. ¡Oh Madre mía amantísima! Sólo para que vaya á gozar de V o s en saliendo de ella.
V o s y el D ios que le formó sabéis la viv a pena que sintió vuestro E p ílo g o y c o lo q u io * . ¡ Cuán bien se descubre la severi­
ternísimo Corazón en los tres días que estuvo separado de Vos dad de la divina justicia á la luz del obscuro fuego del purgato­
el divino Jesú s: p o r e l mérito de tan excesivo torm ento, os su­ rio! E l hombre que peca, merece castigo; y aunque D ios en su
plico me deis á co n o cer algo de lo que padecen las almas en el misericordia le perdone la culpa y le libre de la- peca eterna,
purgatorio, p rivad as de la vista y compañía de su amoroso Re­ no quiere dejar de sujetarle á alguna pena tem poral, á fin de no
dentor. ¡Oh alma! S i tanta pena te causa la separación de una abdicar completamente Jos derechos de su justicia. Y si no la
persona am ada, ¿q u é sentirás en el purgatorio, separada de tu paga en este mundo con un dolor vehemente ó con penitencias
Criador? ¿No te e sfo rza rá s en trabajar para preservarte de aque­ ó indulgencias, la habrá de pagar en el otro en el purgatorio,
llas penas? quizá por muchos años, entre amarguísimos tormentos. A llí,
P a n t o 8.® P e n a de sentido que se padece en el purgatorio. envuelta la pobi’e alma en tenebrosa obscuridad, conoce que
—En este punto h as de considerar la pena que llaman de sentido Dios es sumamente amable y deseable, que es su tesoro, ri­
que padecen las a lm as en el purgatorio, consistente en el fuego queza, felicidad y bienaventuranza, y no le posee ni sabe cuándo

> Prov., XIII, I*. — » rsa’.m. cxi.x , 5. ■ Malach., i», 2. — = SS. A»gust., G c j , Tlnm. — 5 1 Cor., m, 12.
52 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. t t . — Soberbia y hum ildad. 53
le poseerá. Querría ir al cielo, y la puerta está cerrada para e lla ;
scando desordenadamente honras y dignidades que no m erece, ó
desearla ver á Jesús, á la V irg en y á los santos, y no puede ni
procurándolas por malos medios ó con demasiada afición, po­
sabe cuándo podrá. ¡Oh estado tristísimo! Un noble encerrado en
niendo en ellas su fin. E l cuarto es p resu n ció n , presumiendo de
obscurísima cárcel. no es ejemplo adecuado de él. Y si á esta
sí cosas grandes, m ayores de lo que puede, y arrojándose á ellas
terrible privación se añade el tormento del fuego, ¿quién será con temeridad. E l quinto es h ip o cresía , fingiendo una virtud que
capaz de comprender la espantosa terribilidad del purgatorio? no tiene, para que le tengan por santo. E l sexto es protervia en
E l fuego de acá es como pintado si se compara con el de allá; su propio juicio, anteponiéndole al de los demás, aunque sean su­
los tormentos todos de este mundo son alivio en comparación de periores. E l séptimo es desprecio de los dem ás, haciendo poco
los de aquel lugar. Y conociendo todo esto, ¿no procuraremos evi­ caso de ellos, primero de los menores, después de los iguales,
tar las culpas aún ligeras? ¿No temeremos á un Señor tan severo luego de los superiores, y , por últim o, del mismo Dios. Consi­
en castigarlas? ¿No haremos penitencia de nuestras culpas? Si derando estos v ic io s , y lo mucho que en ellos has pecado, debes
un alma saliera de aquellas penas, ¿qué haría, puesta en este confundirte grandemente, y p e d ir á D ios que te perdone. ¡O h
mundo? A hora que el Señor nos da tiempo y ocasión, procure­ quién nunca hubiera caído en tales culpas! ¡Quién siempre hu­
mos proponer y resolver lo que nos co n v en g a ; oremos con fer­ biese detestado un vicio tan irracion al! P orque, ¿qué h ay en mí
vo r por nosotros y por los demás, especialmente por las afligi­ que no lo haya recib id o '? Y si lo he recibido, ¿por qué m e glorio
das almas que allí se encuentran. como si no lo hubiese recibido y fuese del todo mío? Perdonad­
m e, Señor, tal atrevim iento, y libradme de tales culpas.¿Somos
II.— SOBERBIA Y HUMILDAD. nosotros soberbios? ¿ Caem os en alguno de los vicios que nacen
de la soberbia? ¿Cómo hemos de vencerlos?
Preludio i .» Representémonos á Satanás cayendo del cielo como un rayo, en castigo P u n t o 9 .° C astigos d e lo s soberbios.— En este punto has de
de su soberbia. considerar los castigos que ha hecho D ios en algunos soberbios
P reludio 2.0 Pidamos la gracia de vencer la soberbia y practicar la humildad. en esta vid a , y hará en todos en la otra. P o rq u e , conforme á su
amenaza, que d ic e 1: * Quien se ensalzare, será humillado », suele
P n n t o 1." Moño como se peca por la soberbia.— Considera privarlos de la excelencia que tienen, negarles lo que desean, y
cómo la soberbia es un apetito desordenado de la propia excelen­ en su lu gar darles la bajeza y confusión que temen. A s í lo hizo
cia, y es de dos maneras 1: Carnal y mundana, que pone la exce­ en Satanás y sus ángeles, los cuales, por su soberbia, perdieron
lencia en bienes corporales, como hacienda, linaje, hermosura las excelencias de la g ra cia , y no alcanzaron las preeminencias
y demás; y espiritual, que se ceba en los bienes espirituales de en las sillas de la g lo ria, y fueron echados del cielo em píreo at
ciencias y virtudes, y a atribuyéndose á sí lo q u e es de Dios, abismo del infierno >. P o r semejantes castigos pasaron Adán, Na-
como si fuera suyo; y a atribuyendo á sus merecimientos lo que bucodonosor, H olofernes, Senaquerib, Herodes, y otros, que
Dios le ha dádo de pura gracia; y a creyendo que tiene muchos apetecieron ser como D io s, y no le dieron la gloria que le debían.
más bienes de los que de verdad tiene; y a , en fin, pensando ser Pondera luego cómo el m ayor castigo que D ios hace en esta vida
singular * y excelente sobre todos en los bienes que tiene, ó de­ por un pecado, es permitir por su causa otros m uchos, y quitar
seando vanamente serlo, para que todos se le rindan y sujeten. los favores especiales de su gracia que preservaran de ellos; y
Pondera luego los vicios que dimanan de la soberbia >, como de este modo castiga la soberbia, la cual es causa de las seque­
hijos de tan mala madre. El primero es la v a n a g lo ria 4, que es dades, desconsuelos y desamparos que nos suceden, y por ella
un apetito desordenado de ser conocido, estimado y alabado de permite D ios g raves caídas en lujurias é infidelidades; como su­
los hom bres, siendo sus actos el gloriarse de lo que se tiene, cedió á A n a n ia s4 y Safira, que por vanagloria vendieron el
como si no se hubiera recibido de D io s; gloriarse d é lo que no se cam po, y vinieron á caer en g raves culpas, y á tener muerte
tiene ó de cosa indigna de gloria; desear vanamente a g ra d a rá desastrada. Medita sobre todo las penas del soberbio en la otra
los hom bres; alegrarse vanamente cuando es alabado, saboreán­ vida, en donde padecerán especial confusión con terrible v e r­
dose en oir sus alabanzas, aunque sean falsas lisonjas. E l se­ güenza, viéndose sumamente despreciados, y bajo los pies de
gundo vicio es la ja c ta n c ia , alabándose á sí m ismo, diciendo lo L ucifer los que aquí pretendían el prim er lugar, y oyendo las
que no tiene, ó exagerando lo que tie n e , ó descubriendo sin ne­ mofas y escarnios de los demonios que les dirán »: «Tú has sido
cesidad lo que debiera encubrir. E l tercero es a m b ición , de-
• I Cor. i v , 7 . — > Matth., xxm, 12 .— i I s i l , x iv , 1 5 ; Loe., x , 18.
4 Aet. v, 5 ; S. Basü. — 5 Isai., » * . 10.
< Casian. — > Psalm. x i, 5; Isa»., x , ly ; S. G:e¿. — * S . Thom. — 4 S. Basü.
54 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 1 2 .— A varicia y pobrera de espíritu. 55
llagado como nosotros, y te han hecho semejante en la pena, como Por ella el hombre pretende la excelencia que no m erece, ni le
lo fuiste en la culpa; derribada ha sido tu soberbia hasta los ■ conviene, y a en las cosas m ateriales y mundanas, y a en las es­
infiernos, y hasta lo m ás profundo de sus lagos.» ¡ Oh humildísimo pirituales y divinas, llegando á alzarse con aquello que sólo es
Jesús! Pues bajasteis del cielo y os vestísteis de nuestra misera­ propio de Dios. L o s hijos que de tan mala madre nacen, son la
ble naturaleza, para enseñarnos á huir de la soberbia y á buscar vanagloria, la jactancia, la ambición, la presunción, la hipocre­
la humildad, suplicóos que obréis en mí tal prodigio, que, abo­ sía, la^protervia y el desprecio de los demás; y el desgraciado
rreciendo con toda mi alma aquel abominable vicio , me abrace que la admite en su corazón sentirá que van creciendo continua­
con la humildad que tanto deseáis hallar en vuestros discípulos. mente estos venenosos frutos, hasta pretender asemejarse á Dios.
¿Deseamos nosotros librarnos de los castigos reservados á los Mas ¡ay de él! Presto caerá sobre él la indignación del Señor,
soberbios? ¿Huimos para esto de .tan pernicioso vicio? el cu a l, en castigo, le privará de los bienes qiue posea, le negará
P a n t o 3.° B ien es g ra n d es d é la h u m ild a d .— En este punto los que desee y le sujetará á los males que tema. A s í lo hizo con
puedes considerar los grandes bienes que alcanzarás si mortifi­ L ucifer y con otros innumerables soberbios. ¡ A y del hombre
cas la soberbia y abrazas la humildad. Estos bienes se incluyen orgulloso! Quiere levantarse contra D ios, y en justo castigo será
en la promesa que hizo Jesús, diciendo que quien se humillare desamparado de É l, y de pecado en pecado, de abismo en abis­
, será ensalzado; en la cual se encierran tres grandes favores, que m o, no parará hasta el abismo del infierno, en donde será eter­
hace á los que de verdad se hum illan, librándoles de las mise­ namente hollado por los demonios. En vista de esto, ¿no temere­
rias en que habían caído, conservándoles las g ra cias y excelen­ mos la soberbia? ¿No arrancarem os de nuestro corazón las raíces
cias que han recibido, y levantándoles de nuevo á otras m ayores: todas de este vicio? ¿No practicarem os la humildad, esa virtud
y asi, los que se humillan con corazón contrito por haber pecado, divina que atrae las miradas del Señor, libra de todos los males,
son ensalzados de Cristo en lo mismo en que se humillan, porque alcanza todos los bienes, y nos hace m erecer eterna exaltación?
les perdona los pecados, aparta de ellos los castigos que mere­ P ero , ¿qué medios debemos practicar para alcanzarla? ¿En qué
cían, dales su gracia y caridad, levántalos á la dignidad de hijos nos hemos de corregir? Escudriñémoslo cuidadosamente; pro­
de D ios, oye sus oraciones, y llénalos de grandes dones, porque pongamos lo que nos convenga hacer y enmendar, pidiendo gracia
Dios resiste á los soberbios y da su gracia á los humildes '. El para ello , y suplicando con fervorosos coloquios al Señor nos
rey A cab a, porque se humilló delante de D ios, se libró del cas­ libre á todos de la soberbia y nos dé la humildad y las demás
tigo con que le había amenazado. El publicano »quedó justificado gracias que deseamos.
por su humildad, siehdo reprobado el fariseo por su soberbia. De
la misma manera, los justos, humillándose, son ensalzados de 12.— AVARICIA Y POBREZA DE ESPÍRITU.
Dios en la misma justicia, aumentándoles la santidad, los dones
de gracia, y la honra y glo ria que merecen por ella. P or lo cual Preludio 1.» Representémonos á Jesús, dicicadonos: «No seáis demasiado solícitos
dice el S a b io *: «Cuanto fueres m ayor, tanto más humíllate, y ¡por las cosas materiales».
hallarás gracia delante de D io s» , como la halló la Virgen Santí­ P reludio 2.0 Pidamos la gracia de huir del vicio de la avaricia, y practicar y guardar
Ja pobreza espiritual.
sima, que por su profunda hum ildad fué levantada á la dignidad
de Madre de Dios. ¡Oh dulcísim o Jesús! Pues que dijisteis:
«Aprended de Mí que soy hum ilde de corazón 5», deseando que to­ P a n t o l.° Modos cómo se peca por a v a ricia —L a avaricia
dos os imitemos en la virtud d e la humildad, de la cual nos disteis •es un apetito desordenado de riquezas y bienes tem porales, y se
los más esclarecidos ejem plos, infundid en mi alm a esta impor­ peca en ella de muchas maneras. L o prim ero, deseando tomar
tantísima virtu d, de modo que la practique en mis pensamientos, lo ajeno contra el décimo mandamiento de la le y de D ios, ó
palabras y obras, humillándome delante de D ios, de mis supe­ tomándolo por la obra, ó reteniéndolo contra el séptimo. L o se­
riores y de mis Iguales, no p a r a m erecerla exaltación, sino sólo gundo , usando mal de lo propio, con escasez, y no repartiéndolo,
por conformarme con V os en l a humillación. ¿Deseam os nosotros cuando obliga la ley de la justicia ó de la caridad}' misericordia,
hacernos dignos de los fa v o re s del cielo? ¿Cóm o, cuándo y en con los necesitados, teniendo entrañas duras con ellos. Lo ter­
qué cosas podemos y nos co n vien e humillarnos? cero, buscando estos bienes con demasiadas an sias, poniendo
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán grave mal es la soberbia! todo el corazón en e llo s , atropellando por esta causa los manda­
mientos de Dios y de su Iglesia, y las obligaciones del propio esta­
■ jacob, iv, 6. — > II! Reg., xxi , 2 9 . - 5 Luc., xvm, 14. — 4 Eccli., 111, 20. do. De donde nacen muchas culpas que son hijas de la a va ricia ; es
5 Matth., xi, 29. á sa b e r: mentiras, fraudes,perjurios, violencias, tiranías, cruel-

0 - 1 1 7 4 1
Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 1 2 .— A varicia y pobrera de efp in tu . 57
dades, pleitos, discordias y otras innumerables; por cuyo mo­ z ó n : J e z a b e l' usurpó la viña á N a b o t, y fué comida de los
tivo dijo el A póstol' que la codicia era raíz de todos los males. p e r ro s : Ananías y S a fira », según se c r e e , quebrantaron el voto
Lo cuarto, peca el religioso haciendo contra el voto de la pobreza de pobreza y murieron repentinam ente: Ju das»vendió al Señor,
alguna acción propietaria sin licencia del Superior, como usur­ y se ahorcó. M ira, finalmente, los castigos del otro mundo, en
pando para sí lo que otros le han dado, ó enajenándolo, ó escon­ donde los avarientos padecerán gravísim o dolor con la aprensión
diéndolo, usando de lo que tiene en uso prohibido, ó con modo- de su terrible necesidad, viendo que les falta todo cuanto deseó
propietario, esto es, con afición desordenada, como si fuera pro­ su codicia. ¡ Oh Dios omnipotente, rico en hacer misericordias!
pio, entristeciéndose ó quejándose de que se lo quiten, aunque Libradm e de esta insaciable pasión de la avaricia, de la cual
sea por justo título..Lo quinto, se falta haciendo las obras bue­ nacen tan grandes y espantosas m iserias; mil veces prefiero pa­
nas, principalmente por interés temporal, ó por sólo él dejar las' decer ahora necesidades temporales q u e, nadando en la abun­
obligatorias, atropellando las reglas de su estado y oficio. Medi­ dancia, caer después en las eternas. ¿ No temeremos nosotros el
tando estos varios modos de pecar por avaricia, has de examinar dejarnos llevar de la avaricia ? ¿ Qué hemos de hacer para vencer
detenidamente si has caído en alguno de ellos, ya deseándolo este vicio ?
ajeno, ya conservando con desorden lo propio, ya falcando átus P a n t o 3 .° B ien es de la pobresa d e esp íritu .— Considera
promesas y votos, ya, en fin, poseyendo alguna cosa que sea aquí los grandes bienes que reportarás, mortificando la codicia y
como ídolo, al cual adore tu codicia; porque cierto es lo que dice el amor á las riquezas. D os modos hay de practicar esta morti­
el A p óstol8, que la avaricia es servidumbre y adoración de ficación : yno es quedándose con el dominio de las cosas y ejerci­
ídolos. ¡ Oh Jesús m ío! Confieso con grande vergüenza que no- tándose en mortificar la afición desordenada á ellas, y a haciendo
pocas veces me ha arrastrado la afición á las cosas del mundo, limosnas, ya repartiendo generosamente los bienes cuándo y
ora deseándolas con afán, ora conservándolas con inquietud, ora como con ven ga; y otro modo es dejando todas las cosas por
sintiendo con demasía su pérdida. Por vuestra admirable pobre­ C risto , como hacen los religiosos. Am bos modos encierran gran­
za os pido me hagáis participante de vuestro espíritu, con el des bienes, porque, generalm ente, á todos los pobres de espíritu
cual pise las cosas terrenas, y sólo suspire por las celestiales. prometió Jesucristo4 el reino de los c ie lo s, así el reino de la otra
¿Nos domina algún tanto la avaricia ? ¿Cómo nos portamos e.nel vida como el que se goza en ésta, que es justicia, paz y gozo en
uso de las cosas materiales? el Espíritu Santo*. D e suerte que si mortificas y vences la codi­
P u n t o Sí.0 Castigos de la avaricia.—Considera aquí los cia , gozarás tres grandes b ien es: ju sticia, con abundancia de
castigos de la avaricia; ya los que trae consigo este pernicioso buenas o b ra s; p az, sin ruido de turbaciones, y gozo espiritual,
v icio , y a también los que el Señor añade en este mundo y en el libre de tristezas y congojas, porque habrás quitado la raíz de.
otro. Pondera primeramente cómo la avaricia, según el A póstol todos los m ales que impide estos bienes. Pondera lu eg o , en par­
es raíz de dos suertes de m ales, á que se reducen todos los de ticular, có m o , si practicas la pobreza del prim er modo, siendo
esta v id a ; á sab e r: culpas y penas, pecados y dolores, los coales generoso y espléndido con D io s , D ios será generosísimo y abun­
se juntan para castigar á la madre que los sustenta; y así ella es dantísimo contigo, pues por esto d ijo 1 : «Dad y os darán; medida
verdugo de sí m ism a, poniendo al codicioso en grandes congojas buena, llena, apretada y colm ada pondrán en vuestro seno; y con
y aflicciones por ganar ó por conservar sus riquezas, con una la misma medida que midiereis á los otros seréis vosotros medi­
m iserable servidumbre ó esclavonía de ellas. E s también lazo de dos ». Mas considera los grandes bienes que reportan aquellos que
Satanás, con que le arrastra por espinas y abrojos de tentacio­ mortifican la codicia del segundo modo, dejando por Cristo todas
nes, nieblas en la fe y remordimientos de conciencia, y de cuida­ las c o s a s ; porque como ésta es m ayor generosidad con D ios, así
dos que le punzan, y con él al fin le ahorca, como á Judas, entre el Señor será m ás generoso con ellos, cumpliendo la promesa
el cielo y la tierra; porque ni le deja gozar de los bienes de la tie­ que hizo de darles en esta vida el cien doblado de lo que le dan,
rra , ni que alcance los del cielo. Pondera luego los castigos que y después la vida eterna, con un especial premio de sentarles en
en este mundo ha enviado D ios á los que pecan de algún modo el día del juicio en tronos de grande gloria para ju zg ar las tribus
por avaricia. A cán * pretendió enriquecerse contra el precepto de Israel y las naciones del mundo. ¡ Oh dulcísimo Jesús! Pues que
del Señor, y filé quemado vivo con su familia é intereses: N abal* vinisteis del cielo á la tierra á darnos ejemplos de pobreza, para
negó á D avid el necesario alimento, y murió secándosele el cora- que por ella subiésemos de la tierra al cielo, y escogisteis morir

■ 111 Reg., xxi, 6. — * Act., v, 5 ; S. Aujut.; Belarm. — i Joan., xu, 6.


< I Tim., v i , 10. — * Hpbes., v, 5.— 31 Tim-, vi, 9, 1 0. — 4 Josué, vn, 25.
4 Matth., v, 3. — 3 Rom., xiv, 17. « Luc., v i , 38.
3 I Reg., xxv, 10, 57.
c8 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. / j .— Lujuria y castidad. 59
desnudo en una c ru z, saliendo del mundo sin tener cosa del mun­
Señor. Porque primeramente permite que el ángel de Satanás
do , dadme aborrecimiento de las riquezas temporales para que os
que con el aguijón de la carne derriba á los lujuriosos, les dé
sirva con perfección y alcance las eternas. ¿Mortificamos el amor
crueles bofetadas, atormentando sus cuerpos con mil zozobras y
á los bienes terrenos ? ¿ Procuram os desprendernos de ellos del
enfermedades penosas, asquerosas y vergonzosas, con infamias
modo que nos es posible ? y con otros m il tormentos, hasta consumir la hacienda, salud,
K p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ A y del avariento! ¡A y del hombre contento y vida. Demás de esto, ha hecho Dios terribles escar­
que ha puesto su corazón en los bienes de este mundo! Cometerá mientos para mostrar la ojeriza que tiene con este vicio. P or él
muchos pecados, porque la codicia es la raíz de todos los vicios, vino el chinvio que anegó al mundo=, el fuego que abrasó á Sodo­
y , por fin, perderá su alm a eternamente. E l que es dominado de ma y Gom orra >, y la gran matanzq que hizo Moisés en sus israe­
esta repugnante pasión, unas ve ce s desea lo ajeno injustamente, litas Con muerte repentina fué castigado un nieto * de Jacob
otras lo usurpa ó retiene, pisando los santos preceptos; ya lo por este pecado, y con grandes trabajos y afrentas lo fueron D a­
busca con excesiva solicitud, y a lo distribuye con mezquindad y vid y Salomón por el mismo, y los hijos de Heli murieron desas­
dureza, y a , en fin, falta á sus votos, si es religioso. ¿Qué hará el tradamente6. Pondera singularmente con horror los tormentos
Señor con uh hombre tal, que así m enosprecia lo celestial por excesivos que padecerán los lujuriosos en el infierno, cuyo fuego
no perder lo terreno ? ¡A h! Perm itirá que la misma avaricia sea abrasará con especial tormento aquellos sentidos y partes del
su cruel verdugo, despertando en su corazón metalizado envi­ cuerpo que fueron instrumento del pecado. Y así, la imaginación,
dias, inquietudes, odios y otras bajas pasiones que no le dejen que se saboreaba en pensar estas carnalidades, padecerá repre­
descansar de día ni de noch e; enviarále terribles castigos y a en sentaciones horrendas, y los cinco sentidos, que fueron cinco fuen­
este mundo, de modo que ni halle consuelo en lo que tiene ni en tes de sucios deleites, serán como cinco balsas de increíble tor­
lo que le falta, y, por fin, le p rivará de las infinitas riquezas de mento; y el m iserable lujurioso de pies á cabeza estará metido en
la gloria, condenándole á las eternas privaciones del infierno. el estanque de fuego y piedra azulre, porque vivió rendido á los
i Q uién, al pensar todo esto, no se decidirá por abrazar la po­ olores y blanduras de su carne. ¡Oh alma ¡nial Considera bien
breza de espíritu, esa virtud que el Señor quiso poner por primera las llamas del fuego infernal, para que huyas las llamas del fue­
piedra del edificio espiritual, y que es origen y principio de todos go carn al; llora amargamente la menor falta que en este punto
los bienes ? ¿Pues cómo la practicam os nosotros? ¿Tenem os el hayas cometido, y ruega al Señor que te m ire con ojos de mise­
corazón desprendido de las cosas terrenas ? ¿ Nos disgustamos ricordia. ¿ Sentimos nuestro corazón inclinado á tan funesto vicio?
cuando algo nos falta? ¿N osquejam os del Señor, ó de los que ¿Meditamos los tormentos con que es castigado? ¿Cómo nos por­
están en su lugar ? ¿ Cómo hemos de reformarnos ? ¿ Qué propó­ tamos en las tentaciones?
sitos nos conviene hacer ? Veám oslo con cuidado: miremos lo P a n t o ¡4.° A ctos de la perfecta castid ad .— Considera aquí
que en la muerte querríamos haber hecho, y roguemos por nos­ seis preciosos actos que abraza la perfecta mortificación de la
otros y por los demás por quienes debemos pedir. lujuria y práctica de la castidad, los cuales son como las seis de­
licadas hojas de la azucena, que la simboliza. El primero es,
13.— LUJURIA Y CASTIDAD. tener pureza en la v ista » y en el oído, cerrando las puertas de
estos sentidos, para que no entre por ellos cosa que despierte
Preludio i Represéntate á Jetút, diciendo : > Bienaventurados los limpios de corazón algún mal pensamiento ó fea imaginación. El segundo es pureza
porque ellos verán á Oios a. en el uso de las cosas deleitables al sentido del olfato, gusto y
Preludio 2.1» Pide la gracia de huir siempre de la lujuria y practicar la angélica virtud tacto, apartándote de todas las cosas dulces y blandas que dañan
de la Castidad. á la castidad 8. E l tercero es pureza en las palabras, pláticas y
conversaciones; en las risas, semblantes y meneos del cuerpo, y
P n n t o l.° L u ju r ia y su s castigos. — En este punto has de en los trajes y adornos exteriores, castificándolo todo de modo
considerar brevemente cómo la lujuria es un apetito desordenado que en todo resplandezcan la honestidad y decencia cristianas.
de deleites sensuales ó de cosas feas y deshonestas, y se peca E l cuarto es pureza en las amistades y en el trato familiar y
diciendo, haciendo ó pensando cosas contrarias á la castidad, amoroso con las criaturas, huyendo con sumo cuidado cualquier
complaciéndose en los pecados cometidos, ó deseando cometer­ familiaridad demasiada con persona ocasionada á tiznar la casti-
los de nuevo; y lo mismo mirando ó escuchando cosas impuras. 1 H Cor., xii, 7. — * Genes., v i , 5, 7. — J Cer.cs., xix, 24. — 4 Num., x x v , 9.
Pondera cómo, siendo este pecado el que más aleja de Dios y > Genes , xxwm. 9. — * I Reg.. 11, 34; iv , 11. — 7 Job, xxxi, 1.
aficiona á lo terreno, es tam bién severamente castigado por el • I Petr., ni, 2: S. Basil.
58 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. / f .— Lujuria y castidad. 59
desnudo en una cruz, saliendo del mundo sin tener cosa del mun­
Señor. Porque primeramente permite que el ángel de Satanás
do, dadme aborrecimiento de las riquezas temporales para que os que con el aguijón de la carne derriba á los lujuriosos, les dé
sirva con perfección y alcance las eternas. ¿Mortificamos el amor crueles bofetadas, atormentando sus cuerpos con mil zozobras y
ó los bienes terrenos ? ¿ Procuramos desprendernos de ellos del enfermedades penosas, asquerosas y vergonzosas,-con infamias
modo que nos es posible ? y con otros m il tormentos, hasta consumir la hacienda, salud,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡A y del avariento! ¡A y del hombre contento y vida. Demás de esto, ha hecho Dios terribles escar­
que ha puesto su corazón en los bienes de este mundo! Cometerá mientos para mostrar la ojeriza que tiene con este vicio. Por él
muchos pecados, porque la codicia es la raíz de todos los vicios, vino el diluvio que anegó al mundo5, el fuego que abrasó á Sodo­
y, por fin, perderá su alma eternamente. El que es dominado de ma y Gornorra >, y la gran matanzq que hizo Moisés en sus israe­
esta repugnante pasión, unas veces desea lo ajeno injustamente, litas •>. Con muerte repentina fué castigado un nieto * de Jacob
otras lo usurpa ó retiene, pisando los santos preceptos; ya lo por este pecado, y con grandes trabajos y afrentas lo fueron D a­
busca con excesiva solicitud, ya lo distribuye con mezquindad y vid y Salomón por el mismo, y los hijos de Helí murieron desas­
dureza, ya, en fin, falta á sus votos, si es religioso. ¿Qué hará el tradamente6. Pondera singularmente con horror los tormentos
Señor con uh hombre tal, que así menosprecia lo celestial por excesivos que padecerán los lujuriosos en el infierno, cuyo fuego
no perder lo terreno ? ¡Ah! Permitirá que la misma avaricia sea abrasará con especial tormento aquellos sentidos y partes del
su cruel verdugo, despertando en su corazón metalizado envi­ cuerpo que fueron instrumento del pecado. Y así, la imaginación,
dias, inquietudes, odios y otras bajas pasiones que no le dejen que se saboreaba en pensar estas carnalidades i padecerá repre­
descansar de día ni de noche; enviarále terribles castigos ya en sentaciones horrendas, y los cinco sentidos, que fueron cinco fuen­
este mundo, de modo que ni halle consuelo en lo que tiene ni en tes de sucios deleites, serán como cinco balsas de increíble tor­
lo que le falta, y, por fin, le privará de las infinitas riquezas de mento ; y el miserable lujurioso de pies á cabeza estará metido en
la gloria, condenándole á las eternas privaciones del infierno. el estanque de fuego y piedra azulre, porque vivió rendido á los
¿Quién, al pensar todo esto, no se decidirá por abrazar la po­ olores y blanduras de su carne. ¡Oh alma mía! Considera bien
breza de espíritu, esa virtud que el Señor quiso poner por primera las llamas del luego internal, para que huyas las ilamas del fue­
piedra del edificio espiritual, y que es origen y principio de todos go carn al; llora amargamente la menor falta que en este punto
los bienes ? ¿Pues cómo la practicamos nosotros? ¿Tenemos el hayas cometido, y ruega al Señor que te m ire con ojos de mise­
corazón desprendido de las cosas terrenas ? ¿ Nos disgustamos ricordia. ¿Sentimos nuestro corazón inclinado á tan funesto vicio?
cuando algo nos falta? ¿ Nos quejamos del Señor, ó de los que ¿Meditamos los tormentos con que es castigado? ¿Cómo nos por­
están en su lugar ?; Cómo hemos de reformarnos ? ¿ Qué propó­ tamos en las tentaciones?
sitos nos conviene hacer ? Veámoslo con cuidado: miremos lo P n n t o 2 .° Actos de la perfecta castidad.— Considera aquí
que en la muerte querríamos haber hecho, y roguemos por nos­ seis preciosos actos que abraza la perfecta mortificación de la
otros y por los demás por quienes debemos pedir. lujuria y práctica de la castidad, los cuales son como las seis de­
licadas hojas de la azucena, que la simboliza. El primero es,
13,— LUJURIA Y CASTIDAD. tener pureza en la v is ta 7 y en el oído, cerrando las puertas de
estos sentidos, para que no entre por ellos cosa que despierte
Preludio 1 Represéntate á Jesús, diciendo : a Bienaventurados los limpios de coraión algún mal pensamiento ó fea imaginación. El segundo es pureza
porque ellos verán á Diosa. en el uso de las cosas deleitables al sentido del olfato, gusto y
Preludio 2.» Pide la gracia de huir siempre de la lujuria y practicar la angélica virtud tacto, apartándote de todas las cosas dulces y blandas que dañan
<lu la Castidad, á la castidad8. El tercero es pureza en las palabras, pláticas y
conversaciones; en las risas, semblantes y meneos del cuerpo, y
P n n to l.° L u j u r i a y s u s c a s t i g o s .— E n este punto has de en los trajes y adornos exteriores, castificándolo todo de modo
considerar brevemente cómo la lujuria es un apetito desordenado que en todo resplandezcan la honestidad y decencia cristianas.
de deleites sensuales ó de cosas feas y deshonestas, y se peca El cuarto es pureza en las amistades y en el trato familiar y
diciendo, haciendo ó pensando cosas contrarias a l a castidad, amoroso con las criaturas, huyendo con sumo cuidado cualquier
complaciéndose en los pecados cometidos, ó deseando cometer­ familiaridad demasiada con persona ocasionada á tiznar la casti-
los de nuevo; y lo mismo mirando ó escuchando cosas impuras. i II Cor., xu, 7. — 3 Gene»,, v i , 5, 7. —- * Oer.es., xix, 24. — 4 Num., xxv, 9.
Pondera cómo, siendo este pecado el que más aleja de Dios y 5 G en es , x x W M . 9. — 6 I R e g .. n , 5 4 ¡ 'V , I I . — J J o b , x x x l , I .

aficiona á lo terreno, es también severamente castigado por el 3 I Petr., m, 2: S. Basil.


6o Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 1 4 .— Ira y mansedumbre 61

dad, no dando ni recibiendo donecillos que sean lazos ó tropie­ de alcanzarlos, perdiendo, si es necesario, todas las cosas d d
zos para faltar en ella. El quinto es pureza en apartarse de todas mundo para no verte privado de ellos. ¡Oh Señor del ciclo y de la
las ocasiones, así exteriores como interiores, que provoquen á tierra! Gustoso dejaré, no sólo la capa, como José ',sin o la hon­
cualquiera cosa que deslustre ó desmorone la castidad, como es ra , hacienda, contento, vida y todas las cosas, antes que ofende­
la soberbia, ira, ociosidad y lugares peligrosos. El sexto y su­ ros con la pérdida de la castidad; sabiendo con certeza que, si por
premo grado es pureza en todos los pensamientos del corazón, vuestro amor renuncio á la tierra, V o s me haréis rey en vuestro
y en los movimientos y alteraciones de la carne, de tal modo que cielo, ¿ Memos visto los sublimes premios de la castidad? ¿Desea­
ni en vig ilia, ni en sueños, cuanto es de nuestra parte, se desvíe mos alcanzarlos? ¿Qué hemos de hacer para esto?
del dictamen de la razón. ¡Oh dulcísimo Jesús!; pues que os ali­ E p i l o g o y c o lo q u io s .— ¡Cuán repugnante y asqueroso es el
mentáis entre las azucenas', hallando vuestro contento y regocijo vicio cam al! Ni siquiera su nom bre2debiera oirse entre los cris­
entre las almas puras y casta s, concededme esta excelente vir­ tianos. Mas ¡ cuán fácil es deslizar en é l, y cuán severos los cas­
tud , con todos los grados y perfecciones que la embellecen y la tigos enviados por D ios á los que se han dejado esclavizar del
hacen digna de vuestro divino aprecio, para que gustéis morar mismo! Infamia, deshonor, desprecio del mundo, enfermedades
conmigo y no os separéis de mí por todos los siglos.; Somos cas­ vergonzosas, embrutecimiento intelectual: todo viene á caer
tos en el uso de los sentidos, en las palabras y en las amistades? sobre el desdichado impuro. D ilu vios, incendios, g u erras, pes­
.<•Procuram os huir de todo lo que puede mancillar esta delicada tes , fuego eterno, tormentos indecibles, desesperación perpetua:
virtud? tales son las últimas consecuencias del vicio carnal. ¡ A y del lu­
P a n t o 3.° Prem ios de la castidad. — En este punto has de jurioso! Su gozar será breve y ambarado, su penar inexplicable
considerar atentamente seis premios riquísimos que el Señor y eterno. Mas los castos, aquellos que en el uso de sus sentidos,
concede á aquellos que se resuelven á pelear con «ánimo generoso en las am istades, relaciones, conversaciones y trato co n c l mun­
contra tos» bríos de la carne y abrazar la castidad. E l primero es do. procuran apartarse de todas las cosas que pueden mancillar
enviar ángeles que asistan con ellos y les «ayuden en esta guerra la virtud angelical; aquellos que se esfuerzan en contener dentro
par.a que «salgan con victoria, como sucedió á santa C ecilia, santo de los límites y de las leyes de la pureza todos los afectos de su
Tom ás y otros. El segundo es asistir el mismo Dios con particu­ corazón, recibirán premios inmensos. L o s ángeles serán sus
lar protección á la guarda de los castos, los cuales, con su pu­ compañeros, D ios mismo será su protector, y á É l se unirán es­
reza, no sólo se hacen semejantes á los ángeles, sino al mismo piritualmente; sus palabras obrarán m aravillosas conversiones;
Señor de los ángeles, fuente de toda pureza, el cual gusta de tra­ veránse llenos de gracia en este mundo, y en el otro seguirán
tar familiarmente con los castos y admitirlos á su amistad. El eternamente al Cordero divino. ¿Q ué hacem os, pues, nosotros?
tercero es, por las bodas carnales á que renuncian, admitirlos á ¿Qué dice á esto nuestro corazón? ¿Sentimos que la conciencia
las bodas espirituales 2, desposándose espiritualmente con su nos remuerda de no haber obrado según esta doctrina? ¿Nos ha­
alma con desposorio de f e , misericordia y caridad, y comunicán­ llamos actualmente en alguna ocasión ó peligro? ¿ Sentimos la
doles deleites de espíritu tan soberanos, que olvíden del todo los rebeldía de nuestras pasiones ? ¿Con qué medios nos opondremos
de la carne. El cuarto favor es, por los hijos carnales que pudie­ eficazmente á ellas ?.... Entremos en reflexión sobre nosotros mis­
mos, hagamos firmes propósitos, y con fervientes y humildes ple­
ran tener, darles abundancia de hijos espirituales, incomparable­
garias, dirijámonos al Señor, pidiéndole gracia al efecto para
mente mejores, llenándoles de buenas obras, de ricos mereci­
nosotros y para todos nuestros prójimos.
mientos y de muchas almas ganadas para Cristo por su ejemplo
y palabra. El quinto favor abraza muchas gracias y privilegios 14.— IRA Y MANSEDUMBRE.
muy singulares que les concede, en testimonio de lo mucho que
ama la castidad; porque, si los esposos regalan espléndidamente Pummo i .» Represéntate á Jesucristo, diciéndote: «El que se aíra contra su hermano,
á sus esposas, mucho más 16 hará Jesús con las suyas, cuales son es reo de juicios.
las almas castas. El último favor es aquel singular privilegio de P reludio 2.0 Pide la gracia de saber enfrenar la ira y tener paciencia.

seguir en la gloria al Cordero donde quiera que fuere ’ ; porque


P a n t o l.° Pecados que nacen de la ira.— Considera cómo
quien le imita en esta vida, abrazando su virginidad y pureza, es
la ira es un apetito desordenado de vengar las injurias, ó un
justo le siga en la otra, participando de su excelentísima gloria.
encendimiento desconcertado del corazón, por las cosas que su-
Considerando estos soberanos premios, has de moverte á deseo
■ Cenes., xxxix , u . — > Ephes., v , 3.
i Gmt., n, 16. — 1 Osee, il, 10. — s Apoc., xiv, .( ; Aiígust.
62 Serie prim era.—.-Via purgativa. M ed. 1 4 .— Ira y mansedumbre. 6}
ceden contra nuestro gusto. D e ella proceden tres clases de Pondera en particular lo que Jesucristo dijo acerca de esto 1:
pecados. Unos de pensamiento, como son odio del prójimo, pro­ «Quien se airare contra su hermano, será culpado en el ju ic io ;
pósitos de vengarse de él, deseos de que le suceda algún mal, quien le dijere raca ó vano, lo será en el concilio; y quien le lla­
gozo de que le haya sucedido, tristeza de su bien y saborearse mare necio, será digno del fuego del infierno». D e suerte que,
con deleite en las venganzas. Otros pecados son de len g u a ; es comenzando la ira á señorearse del corazón, se comienza en el
á saber : palabras vengativas é injuriosas en presencia, ó mur­ tribunal y consejo de laSantísim a Trinidad á tratar de la venganza,
m uraciones en ausencia; m aldiciones, palabras altas y desen­ creciendo el rig o r del castigo como crece la gravedad del pecado,
tonadas con muestras de c ó le ra ; contiendas y porfías en las llegando á castigar con el fuego del infierno al que no ha querido
disputas por salir con la suya. Otros pecados son de obra con­ contener el fuego de la i r a s. Y aunque el fuego del purgatorio y
tra el quinto mandamiento, como matar, herir ó maltratar al del infierno sean el mismo, aquél es llevadero por la paciencia, y
prójimo ; no perdonar al injuriador, dando muestras exteriores éste es intolerable por la ira. jOh pacientísimo Jesús! V o s que,
de enem istad con é l ; discordias, pleitos, rencillas, cism as, ban­ como mansísimo cordero, en medio de las m ayores aflicciones,
dos y guerras. Adem ás, con la ira suele andar junta la impacien­ no desplegasteis los labios para quejaros, ni en vuestro corazón
cia por los males que nos suceden, contra la salud, honra ó ha­ hubo un solo movimiento desordenado contra vuestros verdugos,
cienda, entristeciéndonos demasiado por el deseo vehemente y libradme, os ruego, de la ira é im paciencia, pues no hay m ayor
desordenado de librarnos de ellos. D e lo cual nacen muchos pe­ infierno que vivir á ella rendido y de V os tan apartado. ¿No te­
cados contra Dios y el prójimo y contra sí mismo, como quejas memos los castigos de la ira? ¿L os hemos merecido alguna vez?
del S eñ o r con asomos de blasfem ia, poca conformidad con su P u n t o 3 .° B ien es de la m ansedum bre.—> Considera aquí
v o lu n ta d , desconfianza, tedios de la vida, deseos impacientes de los grandes bienes que trae consigo la perfecta mortificación de
la m uerte; poner en sí mismo las manos con r a b ia ; ser áspero é la ira, abrazando las dos virtudes que la resisten, mansedumbre
intratable con los otros, y airarse con todos hasta con las bestias y paciencia. Porque estas virtudes nos dan señorío y posesión
y cosas insensibles. Mirando todos estos pecados y las innume­ quieta de nosotros mismos y de nuestras pasiones; porque ios
rab les veces que en ellos has caido, debes humillarte grande­ mansos poseen la tierra de su co razó n ,y con la paciencia posee­
mente y suplicar al Señor que te perdone. ¡ Oh Dios infinito!; pues mos nuestras alm as y alcanzamos paz de conciencia con alegría
que vu estra ira es terrible, pero justa, contra los que se airan cordial de espíritu. Á m ás, la mansedumbre nos hace amables, y
sin m edida , suplicóos humildemente que esclarezcáis los ojos de la paciencia nos hace admirables; porque el que hace las obras
mi a lm a, para que, considerándolos terribles castigos que nacen con mansedumbre, es amado más que la honra y gloria: y quien
de vu e stra santa ir a , refrene los malos ímpetus que nacen de la tiene valo r para reprim ir su ira y sufrir el a gra vio , acredita su
mía. ¿I lemos pecado nosotros en el vicio de la ira ? ¿ Nos ha do­ persona y edifica á los prójim os, porque mejor es y m ás admira­
m inado algunas veces la impaciencia? ble el paciente que el fuerte. También estas virtudes nos hacen
P u n t o S.° Castigos de la ira .—En este punto hemos de con- amables á D ios, y nos dan entrada al trato familiar con su Ma­
sid é ra r los muchos daños y castigos de este vicio de la ira. Pri­ jestad, como Moisés por su mansedumbre tuvo con É l estrecha
m eram ente, la ira destruye la semejanza con D ios, cuyas obras familiaridad, y por un poquito que faltó en e lla ,s e le menoscabó
son con gran tranquilidad; inquieta la conciencia, tapa la fuente el espíritu que había recibido K Finalmente: si somos mansos y
de la divina gracia, ahoga el espíritu de devoción y los consue­ sufridos, participaremos con excelencia del espíritu de Jesucristo,
los del Espíritu Santo, el cual mora y descansa en los humildes el cual se esmeró en estas dos virtudes, y las recomendó espe­
y quietos de corazón, y huye de los iracundos, en quienes mora cialmente á sus discípulos; y cuando dos de ellos faltaron á las
mismas con color de celo, deseando vengarse de los Samaritanos,
el espíritu malo. Demás de esto, como el Señor es Dios de las
les d ijo 4: «No sabéis cuál es vuestro esp íritu »; como si dijera:
v e n g a n z a s , ejercítalas con rigurosa justicia contra los que se
El espíritu de mis discípulos no ha de ser de ira, sino de manse­
' ven ga n con ir a , y matan ó agravian á su prójim o; por lo cual
dumbre; no de ven ganza, sino de sufrimiento. ¡Oh manso y
dió terrib le sentencia contra los dos primeros homicidas que
paciente Jesús! V o s, siendo maldecido, no maldecíais >, pade­
hubo en el mundo, Caín y Lam ech, disponiendo quedel primero
ciendo injurias, no am enazábais, y recibiendo gravísim os despre­
se tom ase venganza siete veces, y del segundo, que no quiso es­
cios, correspondíais con divina mansedumbre ó callabais con ad­
carm entar en aquel ’ , setenta veces siete, esto es, venganza muy
mirable silen cio; ayudadm e, para q u e , á imitación vuestra,
cum plida en todos los géneros de penas que hay en esta vida.
■ Malth., v, 22.— * S. Aujust. — J S. Dionis. — 4 Luc., ix, 55. — 5 I Petr., u , 2j.
■ Genes., iv , 24.
64 Serie prim era.— V ía purgativa.
M eJ. 1 5. — Gula y templanza. 65
venza la ira. reprima la im paciencia, abrace la mansedumbre y
calidad, que sean mu3r regalados ó preciosos, más de lo que pide
me haga digno de eterno premio. ¿Comprendemos las ventajas
la persona ó estado, por sólo regalo ó sensualidad. Cuarto, co­
de la paciencia y mansedumbre? ¿Cuándo y cómo hemos de ejer­
citar estas virtudes? miendo más veces de lo que conviene, fuera de tiem po, y en oca-
.sión que puede hacernos daño, ó en lugar no conveniente, ó
E p ílo g o y c o lo q u io s .— ¡Cuán digno de lástima es el hombre
contra la prohibición ó regla de la religión. Y quinto, comiendo
iracundo que con facilidad se deja arrastrar de los ímpetus de
con demasiado afecto, saboreándose en lo que se come por solo
cólera y de los deseos de venganza! ¡Cuántos pecados cometerá
deleite, y con modo inmodesto y apresurado, sumido todo en lo
á cada momento! P ecados de pensamiento, palabra y obra; de­
que se está haciendo con pensamientos y palabras de sensuali­
seos punibles, rencores injustos, odips, enemistades, contiendas,
dad. Considerando estos cinco modos de pecar por este vicio tan
disputas, maldiciones y blasfem ias, daños del prójimo, injusti­
v i l , por una parte has de llorar las muchas culpas que has co­
cias y pleitos. D e todos ello s se formará una cadena no interrum­
metido-, 3’ por otra has de hacer grandes propósitos de mortifi­
pida, que le arrastrará al precipicio del infierno. En este mundo
c a r te , guardando las reglas de la templanza en las cinco cosas
vivirá en continua desesperación é inquietud; atraerá sobre sí la
dichas1; á saber: en el precepto,cantidad,calidad, tiempo y modo;
indignación de D ios, la repugnancia de los hombres y los casti­
huyendo en la cantidad de dos extrem os, que ni sea tanta que te
gos del cielo; y en el o t r o , su ira rabiosa le obligará á temblar y
cargue, ni tan poca que no te sustente; en la calidad, conten­
dar diente con diente p o r toda la eternidad. ¡A y de nosotros si
tándote con manjares ordinarios, antes groseros que exquisi­
nos dominase la ira! M a s, si domando el genio y natural, ejerci­ tos. imitando á Jesús, que comía pan de cebada; y en el modo,
tamos la paciencia y m ansedum bre, nos enriqueceremos de mé­ comiendo de manera que al mismo tiempo no. sea comido el
ritos , nos haremos dignos del amor y aprecio de nuestros próji­ esp íritu 5 3' esclavizado del manjar. ¡A y de m í, Dios mío! Que
mos , 3’ el Señor nos lia rá participantes de su divino Espíritu. casi siempre peco, cuando como y bebo, sirviendo más á mi sen­
¿Qué hacemos, p u e s, en vista de todo esto? ¿Nos dom ínala ira ó sualidad que á mi necesidad, y buscando más el deleite de mi
impaciencia? ¿Cuándo 3’’ en qué circunstancias faltamos por este carn e que la conservación de mi vid.:. Compadeceos, Señor, de
vicio? ¿Qué propósitos prácticos debemos hacer para dominar­ mi flaqueza, y socorredme con vuestra gra cia, para que no me
nos? Vcámoslo con detenimiento é imparcialidad; nonos disimu­ arrastre la gula. ¿Nos ha dominado alguna v e z este vicio? ¿Nos
lemos ni excusemos á nosotros mismos, y si nos sentimos débiles excedem os en la calidad, cantidad, tiempo ó modo de comer?
para reformarnos, acudam os al que es la misma fortaleza con P a n t o 8.° Castigos d e la #«/«.—Considera en este punto
amorosos coloquios y v iv a s súplicas, rogando al propio tiempo los castigos de la gu la, de los cuales unos proceden del mismo
por las necesidades que se nos han encomendado. vicio , otros son impuestos 3* enviados de D ios en esta vida, y
otros reservados para la otra. Pondera primeramente cómo la
15.— GULA Y TEMPLANZA. gula es castigo de sí misma, y de contado paga con la pena el
deleite de la culpa, porque carg a el cuerpo, quita la salud,
l’ MLUDio 1.° Representémonos á Jesucristo sentido i la mesa, viendo la modestia y acorta la vida 3' apresura la muerte K Á m ás, aflige el espíritu,
templan» con que toma el sustento corporal. entorpece el entendimiento, inhabilita para Ja oración y trato
Prbu'dio 2." Pidamos la gracia de mortificar la guia y practicar la virtud de la tem­
con D io s, hace incapaz de los consuelos espirituales, porque se
planza.
deja llevar de los carnales, y acobarda el corazón para cosas
grandes del divino servicio ; porque,- quien se ve rendido á este
P u n t o l.° ■ M aneras d e pecar por la g u la .— Considera cómo enem igo, que es el más liaco, pierde el ánimo para acom eterá
la gula es un apetito desordenado de comer y beber 1, y se peca otros más fuertes. M ira luego los castigos que en este mundo ha •
en ello de cinco m aneras. Prim ero, comiendo manjares prohibi­ enviado Dios por pecados de gula. Por comer de una manzana
dos por la Iglesia, ó quebrantando sus ayunos, ó aquellos que contra el divino p recep to4, A dán y E va perdieron el estado de
estamos obligados á g u a rd a r por. voto particular ó pór razón de inocencia, v fueron echados del paraíso. L os israelitas en el
nuestro estado *. S e g u n d o , tomando el manjar ó bebida en dema­ desierto desearon desordenadamente comer carn es, 3’ cuando
siada cantidad, ó con g r a v e daño de la salud corporal, ó de la tenían el bocado en la boca >, vino sobre ellos la ira de D ios, 3*
espiritual, que se im pide p o r esto; ó bebiendo hasta perder ó tur­ «1 lugar de su h artu ra6 fué llamado sepultura de su gula. Un
bar el juicio. T e rce ro , procurando manjares ó bebidas de tal
« S . B a s ii., S . B e r a . — » H e d í . , x x x i , 20. — J L u c ., x x i , 34. — 4 G tr.es., n i , 6 .
1 S. T h o rn . — J S. G r e g . i Palm . Lxxvii, 30. — 6 Num. x t, 3 4.
5
66 Serie primera — F ia purgativa.
Med. ¡ 6 .— Envidia y caridad. 67
santo P ro fe ta , porque comió en el lugar que Dios le habia prohi­
bido , fué devorado por un le ó n 1, sin que le valieran los milagros deleite, y un ayuno tan estrecho que aplaque vuestra ira , como
que habia hecho, ni la obediencia que había tenido, ni la necesi­ los ninivitas, satisfaga por mis pecados, espante á los demonios,
dad que padecía, ni el engaño que sufrió de parte de otro que pa­ alegre á los ángeles, y me haga m erecedor de eterno premio.
recía ser de su misma profesión. Contempla, finalmente, los cas­ ¿Amamos nosotros la templanza? ¿Queremos alcanzar los pre­
tigos de la otra vida en la persona del desgraciado Epulón *, que mios de ella?¿C óm q la practicamos?
E p í l o g o y c o lo q u io s .— ¡ Qué vicio tan impropio del ser ra­
comía y bebía espléndidamente durante su vida, y ahora está pa­
cional es la gula! P or él se pone bajo el nivel de los brutos, los
deciendo hambre canina y sed rabiosa, sin poder esperar alivio'
cuales conocen por instinto los manjares que no les convienen, y
por toda la eternidad. ¡Oh Dios mío! ¿Es posible que no llore yo
los dejan; y cuando está satisfecha su hambre, dejan de comer. El
mis glotonerías y excesos, viendo el rigor con que castigáis tales,
glotón nada respeta, ni la justa prohibición de quien tiene derecho
pecados, y que por los viles alimentos de esta miserable tierra
para imponerla, ni la norma racional en la cantidad,calidad, tiem­
venda el riquísimo m ayorazgo del cielo? Haced, Señor, que,
po ni modo. Con lodo, es una g ra ve obligación que todos tenemos
contemplando á los que han sido castigados por este vicio, escar­
el dominar la gula; y si omitimos el cum plirla, vendrán sobre
miente en cabeza ajena, antes que la pena venga por ia propia.
nosotros los más tremendos castigos. ¡Qué efectos tan detestables
¡Oh almal Mira bien las consecuencias am argas del vicio* de la
produce este vicio en el desventurado que á él se rinde! ¡Qué
g u la ; mira los castigos que él trac consigo, y los que Dios im­ daños tan espantosos ocasiona á sí mismo, á su familia y á toda
pone á los esclavos de él. ¿Aún no le temerás? la sociedad! Enfermedades en el cuerpo, torpeza en el airoa, obs­
IM in to 3 .° Ventajas y prem ios de la tem planza.— En este curidad en la mente, dureza de corazón; el entendimiento se em­
punto has de considerar los grandes bienes que proceden de la bota, los intereses de la familia se descuidan, el cuidado de los
templanza, y los premios con que es recompensada por Dios en hijos se olvida, y todo se arruina miserablemente. ¿ Y qué casti­
este mundo y en el otro. L a abstinencia premia de contado la pena gos podrá tem er de la justicia de Dios? A dán y E va arrojados del
que trae á los principios, porque alivia al cuerpo, preserva de paraíso, los israelitas muertos en el desierto, y tantos otros* glo­
enfermedades, conserva la salud, alarga la vida, r e c r e a d alma, . tones víctim as de la divina indignación en este mundo y en el
habilítala para la oración y para recibir los consuelos del cielo; otro, son testimonios vivos de esta verdad. ¿P or qué, en vista de
quita las armas á su enemigo, que es la carne, y sujétala al es­ esto, no detestaremos la gula con toda nuestra alma ? ¿ P or qué no
píritu, para que ose acometer empresas gloriosas del divino practicarem os la virtud de la templanza, que tantos bienes pro­
servicio. Demás de esto, como Dios es tan generoso y compasi­ duce? ¿Que debemos proponer y resolver para esto?Pensém oslo
v o , no consiente que vivam os sin algún deleite; y así, á los que con atención, y, haciendo propósitos muy particulares y acomo­
se privan de los manjares del cuerpo, recrea con los del espíritu, dados al estado actual de nuestra alm a, pidamos al Señor y á la
y por los consuelos sensuales da los espirituales. D e modo que V irgen sus auxilios para cumplirlos, y reguém osles por la con­
no pierdan el consuelo, sino lo mejoren, traspasándole de la versión de los pecadores, perseverancia de los justos y demás
carne al espíritu. A éstos comunica ilustraciones celestiales, necesidades.
como á Daniel, y les da esclarecidas victorias, como á sus tres
compañeros contra Xabucodonosor, y los levanta á muy alta 16.— ENVIDIA Y CARIDAD.
contemplación, como á Moisés y á E lias, dándoles parte en su
gloriosa Transfiguración ’ eii premio de su ayuno y mortificación. Preludio i .* Representémonos á Jesucristo, diciendo á SUS discípulos y á nosotros con
Pondera, finalmente, cómo los que mortifican.este vicio tendrán eilos: * Quien desee ser el mayor, hágase el menor, y el que pretenda presidir, sea el
en el cielo especial hartura, sentándolos Cristo á su mesa para ñervo de todos».
que coman y beban en su reino de los manjares que come el P r e l u d io 2 . ’ Pidamos la g r a c i a de v e n c e r la envidia y abrazar la c a r id a d fra te rn a .

mismo Dios. ¡Oh dulce Jesús! Pues todos los que son de vuestro
bando han de crucificar la carne con sus vicios y codicias, conce­ P u n t o l .° Vileza de la e n v id ia ,y pecados que de ella na­
dedme que mortifique la m ía, como V o s mortificasteis la vuestra. cen .— Envidia es tristeza desordenada del bien del prójimo, en
Por la sed que padecisteis en la C ru z, y por la hiel y vinagre que cuanto sobrepuja ú obscurece el nuestro; nace de la soberbia,
os dieron en ella, os suplico me deis una templanza tan perfecta, acompáñala de ordinario la ira, y sus principales actos son abo­
que, comiendo y bebiendo, satisfaga mi necesidad sin servir al rrecer al prójim o, porque sus bienes contristan; gozarse de verle
caído; pesar de verle ensalzado; sentir pena de sus alabanzas y
111 Ueg., xiii ,2 1- — * Luc., xvi M.’.tth., xvii, J. gozo de "sus vituperios; murmurar de él y de sus cosas, apocán-
66 Serie prim era— Via purgativa.
M ed. ¡ 6 . — Envidia y caridad. 67
santo P ro fe ta , porque comió-en el lugar que Dios le había prohi­
bido, fué devorado por un le ó n 1, sin que le valieran los milagros deleite, y un ajumo tan estrecho que aplaque vuestra ira, como
que había hecho, ni la obediencia que había tenido, ni la necesi­ los ninivitas, satisfaga por mis pecados, espante á los demonios,
dad que padecía, ni el engaño que sufrió de parte de otro que pa­ alegre á los ángeles, y me haga m erecedor de eterno premio.
recía ser de su misma profesión. Contempla, finalmente, los cas­ ¿Amamos nosotros la templanza? ¿Queremos alcanzar los pre­
tigos de la otra vida en la persona del desgraciado E pu lón s, que mios de ella? ¿Cómq la practicamos?
comía y bebía espléndidamente durante su vida, y ahora está pa­ E p í l o g o y c o lo q u io s .— ¡ Qué vicio tan impropio del ser ra ­
deciendo hambre canina y sed rabiosa, sin poder esperar alivio- cional es la gula! Por él se pone bajo el nivel de los brutos, los
por toda la eternidad. ¡Oh Dios mío! ¿Es posible que no llore yo cuales conocen por instinto los manjares que no les convienen, y
mis glotonerías y excesos, viendo el rigor con que castigáis tales, los dejan; y cuando está satisfecha su hambre, dejan de comer. El
glotón nada respeta, ni la justa prohibición de quien tiene derecho
pecados, y que por los viles alimentos de esta miserable tierra
para imponerla, ni la norma racional en la cantidad,calidad, tiem­
venda el riquísimo maj’orazgo del cielo? Haced, Señor, que,
po ni modo. Con lodo, es una g ra ve obligación que todos tenemos
contemplando á los que han sido castigados por este vicio, escar­
el dominar la gula; y si omitimos el cum plirla, vendrán sobre
miente en cabeza ajena, antes que la pena venga por la propia.
nosotros los más tremendos castigos. jQué efectos tan detestables
¡Oh alma! Mira bien las consecuencias am argas del vicio* de la
produce este vicio en el desventurado que á él se rinde! ¡Qué
g u la ; mira los castigos que él trac consigo, y los que Dios im­
daños tan espantosos ocasiona á sí mismo, á su familia y á toda
pone á los esclavos de él. ¿Aún no le temerás?
la sociedad! Enfermedades en el cuerpo, torpeza en el alm a, obs­
P u n t o 8.® Ventajas y premios de la tem planza.— Ea. este
curidad en la mente, dureza de corazón; el entendimiento se em­
punto has de considerar los grandes bienes que proceden de la
bola, los intereses de la familia se descuidan, el cuidado de los
tem planza, y los premios con que es recompensada por Dios en
hijos se olvida, y todo se arruina miserablemente. ¿ Y qué casti­
este mundo y en el otro. L a abstinencia premia de contado la pena gos podrá temer de la justicia de Dios? A dán y E va arrojados del
que trae á los principios, porque alivia al cuerpo, preserva de paraíso, los israelitas muertos en el desierto, y tantos otros*glo­
enfermedades, conserva la salud, alarga la vida, recrea el alma, . tones víctim as de la divina indignación en este mundo y en el
habilítala para la oración y para recibir los consuelos del cielo? otro, son testimonios vivo s de esta verdad. ¿Por qué, en vista de
quita las armas á su enemigo, que es la carne, y sujétala al es­ esto, no detestaremos la gula con toda nuestra alma ? ¿ P o r qué no
píritu, para que ose acometer empresas gloriosas del divino practicarem os la virtud de la templanza, que tantos bienes pro­
servicio. Demás de esto, como Dios es tan generoso y compasi­ duce? ¿Que debemos proponer y resolver para esto? Pensémoslo
vo , no consiente que vivam os sin algún deleite; y así, á los que con atención, y. haciendo propósitos m uy particulares y acomo­
se privan de los manjares del cuerpo, recrea con los del espíritu, dados al estado actual de nuestra alm a, pidamos al Señor y á la
v por los consuelos sensuales da los espirituales. D e modo que V irgen sus auxilios para cum plirlos, y roguémosles por la con­
no pierdan el consuelo, sino lo mejoren, traspasándole de la versión de los pecadores, perseverancia de los justos y demás
carne al espíritu. Á éstos comunica ilustraciones celestiales, necesidades.
como á Daniel, y les da esclarecidas victorias, como á sus tres
compañeros contra Xabucodonosor, y los levanta á muy alta 16. — ENVIOIA Y CARIDAD.
contemplación, como á Moisés y á E lias, dándoles parte en su
gloriosa Transfiguración j eñ premio de su ayuno y mortificación. Preludio i .* KcprcsmUémonoj i Jesucristo, diciendo i sus discípulos y i nosotros con
Pondera, finalmente, cómo los que mortifican.este vicio tendrán eilos: «Quien desee ser el mayor, hágase el menor, y el que pretenda presidir, sea el
en el cielo especial hartura, sentándolos Cristo á su mesa para siervo tic todos».
que coman y beban en su reino de los manjares que come el P reludio 2.’ Pidamos la gracia de vencer la envidia y abrazar la caridad fraterna.
mismo Dios. ¡Oh dulce Jesús! Pues todos los que son de vuestro
bando han de crucificar la carne con sus vicios y codicias, conce­ P u n t o l .° Vileza de la en v id ia , y pecados que de ella na­
dedme que mortifique la m ía, como V o s mortificasteis la vuestra. cen .— Envidia es tristeza desordenada del bien del prójim o, en
P or la sed que padecisteis en la C ru z, y por la hiel y vinagre que cuanto sobrepuja ú obscurece el nuestro; nace de la soberbia,
os dieron en ella, os suplico me deis una templanza tan perfecta, acompáñala de ordinario la ira, y sus principales actos son abo­
que, comiendo y bebiendo, satisfaga mi necesidad sin servir al rrecer al prójim o, porque sus bienes contristan; gozarse de verle
caído; pesar de verle ensalzado; sentir pena de sus alabanzas y
• III Reg., nu , 2 1. — > Lúe., xvi , 1 9 . - 5 M.'.tth., x.11, 3. gozo de sus vituperios; murmurar de él y de sus cosas, apocán-
68 Serie p rim era .— F in purgativa. M cd. 1 6 .— Envidia y caridad. 69
dolas y hundiéndolas, para v e rle despreciado. Pondera cómo la judíos * entregaron por envidia á Jesús, y fueron destruidos y
envidia se ceba unas ve ce s en los bienes tem porales, sintiendo dispersos, sufriendo los m ayores castigos que ha visto el mundo.
que otros sean aventajados en hacienda, honra, dignidades, pri­ Pondera, finalmente, los castigos del infierno, en donde los envi­
vanza con principes, herm osura en el cuerpo y otras excelencias diosos, con rabia increíble, se convertirán contra si mismos,
semejantes. Otras veces se ceba en letras, ciencias, habilidades mordiendo sus ca rn e s, y el cruel gusano que muerde sus con­
y artes, y en las excelencias que tocan al entendimiento, y esta ciencias aguzará sus dientes con la envidia, acordándose de los
envidia suele acometer á lo s que profesan estudios, y anda acom­ bienes que perdieron y otros alcanzaron, especialmente después
pañada de porfías y contiendas y otros medios ilícitos para salir que el día del juicio vean la gloria de los buenos á quienes acá
cada uno con su honra y desdorar la ajena. Otras se ceba en las despreciaron. ¡Oh! D esgraciado aquel que sigue los caminos de
virtudes y dones espirituales, entristeciéndose de que otros ten­ Caín ’, persiguiendo con envidia á sus hermanos-; y como Balaam
gan excelencia en ellos y sean honrados y alabados como santos. les da malos consejos, y como C oré pretende ensalzarse, hundién­
Y cuando esta envidia crece, llega al supremo grado, que se llama dolos á ellos 1¡Oh Dios mío 1¿ Cómo habéis tenido tanta paciencia,
envidia de la gracia y caridad fraterna, y es uno de los pecados que ni la tierra me ha tragado, ni me habéis arrojado de vuestra
que llaman contra el E sp íritu Santo ■ , entristeciéndose de que el presencia, ni me habéis enviado una muerte m iserable? V uestra
prójimo sea virtuoso, y ten ga gracias y dones del D ivino Espíri­ infinita bondad ha hecho esto, Dios m ío, y por ella os pido me
tu , deseando que no las tuviese; de donde nace el gravísim o pe­ libréis de la envidia y me comuniquéis una perfecta caridad. ¿No
cado del escándalo, haciendo ó diciendo algo para que.el prójimo temeremos caer en los gravísim os males de la envidia? ¿Nos he­
pierda la gracia, al modo que lo hizo el demonio con el hombre en mos hecho reos de los castigos que tal pasión merece?
el paraíso. ¡ Oh amantísimo Salvador! ¿E s posible que el hombre P u n t o 3 .° B ien es de la caridad fra tern a . — Considera
tenga envidia de su prójim o, al veros á V o s que os humilláis infi­ cómo la caridad fraterna es el poderoso antídoto con que el alma
nitamente para honrarle? ¡Oh ingratitud del hombre! ¡Oh atrevi­ vence á la diabólica envidia, resiste á sus malos movimientos;
miento inconcebible! Olvidándose de los bienes que generosa­ de modo que, aunque la acometa la tristeza del bien del prójimo,
mente Dios le ha concedido, querría usurpar los que ha recibido no consiente con ella. Pasando m ás adelante, se g oza de los bie­
nes que su prójimo tiene, y le d a el parabién, como si fuesen
su prójimo, con m enoscabo d é la Providencia divina. Libradme,
S eñ or, de este vicio de dem onios, porque sé que si los imito en la suyos. P o r último, desea que muchos tengan las excelencias que
envidia. séría participante de su pena. ¿Sentimos en nuestro co­ él tiene, y aun m ayores, si así D ios lo quisiera. Pondera cómo
es generosidad de ánimo cristiano querer m ás el gusto de Dios
razón la pasión de la envidia? ¿Xos dejamos llevar de ella en los
que el su y o , y la gloria de Dios más que la su y a ; y si D ios quiere
pensamientos, palabras ú obras?
y se glorifica en que el prójimo tenga m ayores dones naturales
P u n t o 2 .° D añ os d e la envid ia.— A quí has de considerar
ó sobrenaturales que tú , justo es que tú también gustes de ello.
los innumerables m ales que, ó se originan de la envidia, ó son
No has de ser como Josué, criado de M oisés, que tenía envidia
enviados per Dios en castigo de este vicio. Prim eram ente, la
que otros profetizasen, sino como M oisés, que decía ’ : «Quién
envidia es como un sop lo venenoso de la serpiente infernal,por la
me diese que todos profetizasen», que fuesen todos sabios, pru­
cual lanza todo su ven eno junto, induciendo á gravísim os peca­
dentes y santos, y glorificasen mucho á Dios. Ni has de ser
dos, obscureciendo la razó n , embraveciendo el alm a, alterando
como los discípulos del Bautista que tenían envidia de que Cristo
el cuerpo, pudriendo lo s huesos 5, y mucho más destruyéndolas
bautizase, sino como el mismo B au tista, que decía 4: «Conviene
virtudes fuertes del corazón. De aquí los terribles castigos, con
que Cristo crezca y yo m e deshaga'». D em ás de esto, la caridad
que han sido afligidos lo s envidiosos. C a ín »por envidia mató á
fraterna de todas las cosas saca bien para s í, de suerte que; ale­
su hermano A b el; quiso encubrir su pecado, desconfió del per­
grándose de los bienes del prójim o, los hace p ropios, y entriste­
dón , y se perdió. L o s hermanos de J o s é 4 vendieron á éste por
ciéndose de sus m ales, m erece que D ios le libre de ellos. Y al
esclavo, movidos de la envidia, y aunque se les humilló, no se
modo que los envidiosos padecen y a un infierno en este mundo,
aplacaron, y después debieron humillarse ellos á él. C o ré, Datán
los caritativos disfrutan del reino de D ios, que es ju sticia , paz y
y Abirón por e n vid ia, quisieron usurpar la suprema dignidad,
gozo eu el Espíritu Santo. ¡ Oh dulcísimo Jesús! Pues que vinis­
y se abrió la tierra y lo s tragó vivos. Saúl, envidioso de David,
teis á traer fuego á la tierra, y no deseáis sino que arda, encen­
vivió como endem oniado, y se mató como desesperado. Los ded en mi alma la llama de la verdadera caridad, que destruya

■ S. Tliom. — s Prov., xiv ,30. — ) Ocr.es., iv , S. — 4 Genes., xxxvu, 48. ■ Mjith., xxvil, 18. — *Jud., vers. 11. — } Num., xi, 19. — 4 Joan., m, 30.
5 Nutn.. xvi, 31.
70 Serie prim era.— V ia purgativa. M td . r j . — Pereda y ferv o r. 71
en mi toda envidia y a v iv e e l deseo santo de imitar á los buenos originan, y muchos los vicios que la acompañan. T ales son :tem or
y de aventajarlos a i la virtud, no para ser m ás honrado, sino demasiado de los trabajos y asperezas de la virtud, huyendo de
para que Dios sea en mi m ás glorificado por todos los siglos. e lla por esta causa. Pusilanimidad y cobardía en acom eter cosas
¿ Practicamos la caridad fraterna, alegrándonos de los bienes del arduas del divino servicio , escondiendo por esta causa los talen­
prójimo y doliéndonos de sus m ales? ¿Conocemos los admirables tos que Dios ha concedido, y no usando de ellos cuando la ley
frutos de esta caridad? de la justicia ó caridad obliga. Descuido y flojedad en el cumpli­
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué vicio tan odioso y bajo es la miento y observancia de la le y de D io s, de los consejos evangé­
envidia! E l alma en quien domina esta pasión, ve con malos ojos licos y reglas del propio estado, haciendo estas cosas con quie­
á su prójimo, si le aventaja; quisiera quitarle los bienes que po­ bras, dilaciones y repugnancias, ó con fines bajos é intenciones
see, alégrase cuando le v e humillado, entristécese cuando le •serviles. Inconstancia en proseguir las obras de virtud, y llevar­
contempla elevado, y los bienes de que disfruta son m ales para las á cabo con instabilidad en ellas, salpicando de una en otra
ella. L a envidia es un pecado sumamente aborrecible, y a se cebe por quitar el enfado, hasta dejar el bien comenzado,, volviendo
en los bienes naturales del cuerpo ó del alm a, y a en los bienes atrás como perro al vómito. Desm ayo y desconfianza de salir con
espirituales y sobrenaturales; m as llega á su colmo la odiosidad la pretensión de las virtudes, y con la victoria de las tentaciones,-
que encierra este vicio , cuando alguno intenta robar á su próji­ hasta caer en el abismo de la desesperación. Rencor é indigna­
mo los bienes sobrenaturales de la gracia y caridad, inducién­ ción contraías personas espirituales, porque dan en rostro sus
dole á cometer pecado, escándalo enorme, que se llam a pecado virtudes y buenos ejemplos. Ociosidad, perdiendo el tiempo pre­
contra el Espíritu Santo. ¡ Qué daños tan g raves y de cuán seve­ cioso que Dios nos da para trabajar. Vagueación en diversas
ros castigos se hace m erecedor el envidioso! En este mundo viv e cosas ilícitas y vanas por solo entretenimiento, como distraccio­
m uriendo, el odio seca sus huesos ', la felicidad del prójimo le nes voluntarias, soltura de lengua, palabras ociosas, juegos v a ­
causa suma tristeza, y halla desconsuelo de muerte en todo aque­ nos , curiosidad de sentidos, vista ue representaciones profanas,
llo que más debiera consolarle. Caín, los hermanos de José, Saúl, deseos de mudanzas, sin tener estabilidad en cosa alguna • si no
son los ejemplares en quienes debiera escarm entar; y si no lo es en ser mudable. Finalmente: todos los pecados de omisión
hace, vendrá á caer en la suma infelicidad del infierno, en donde proceden también de este mismo vicio , por lo cual no se pasará
la envidia será el verdugo más cruel que le atormentará eterna­ un día sin faltar en él muchas veces ¡Oh D ios mío! Confieso que
mente. ¿Cómo no temeremos tan baja pasión?¿No plantaremos -en este solo vicio he pecado tantas v e c e s , que no tienen número
en nuestra alma la caridad fraterna, árbol frondoso que causa mis culpas; y a sí, todas juntas las arrojo en la muchedumbre sin
suma alegría y nos enriquece de preciosos frutos ? ¿ Qué debe­ número de vuestras infinitas m isericordias, para que remediéis
mos reform ar, m ejorar y perfeccionar en nuestra conducta? ¿En la muchedumbre sin númerode mis miserias. ¿Hallamos nosotros
qué cosas nos com bate.este vicio? ¿D e qué medios debemos haber faltado en el vicio de la pereza? ¿Estamos en ello habi­
echar mano para extirparlo? Pensémoslo detenidamente, haga­ tuados por desgracia?
mos eficaces propósitos, avergonzándonos eu gran manera de P a n t o 2 .° D años y castigos de la p ereza -C o n sid era en
nuestros pasados deslices, y supliquemos al Señor, firmeza y este punto los gravísim os daños de la pereza, no sólo los que
constancia en cumplirlos y remedio de todas las necesidades pú­ nacen de ella misma, sino los que añade D io sen su castigo en
blicas y'privadas. ■ esta y en la otra vida. Pondera cómo la tibieza es penosa y p eli­
grosa sombra de m uerte, y muy cercana al infierno. E lla va cía
17.- PEREZA Y FERVOR. el corazón de consuelos celestiales, llénale de tristezas, y abre
la puerta á innumerables tentaciones del demonio. El alma tibia
P reludio i .» Representémonos á Jesucristo reprendiendo nuestra pereza , diciéndonos:
. es como la viña ó heredad que no se labra y está sin v a lla d a r ', la
«(Cómo estáis todo el dia ociosos ?»
cual se llena de ortigas de pecados, y de espinas de pasiones y
P reludio I.» Pidamos la gracia de vencer la pereza, y ser fervorosos en el divino
servicio. am arguras, es pisada y hollada de los demonios y de varios pen­
samientos que, como pasajeros, entran y salen por ella; se halla
P a n t o l .° Pecados que nacen de la pereza.— Considera pobre de bienes espirituales, y reducida á una mendiguez des­
cómo la pereza es una tristeza desordenada y tedio fastidioso de aprovechada, y le sucederá lo que á las vírgenes f a tu a s p o r q u e
los ejercicios virtuosos. Muchos son los pecados que de ella se :no será admitida al banquete del cielo. Demás de esto, los justos

* Prov., xvii, 22. J Prov., xxiv ,31. — s M.uih. , xxv, 9.


72 Serie prim era.— V ia purgativa.
Med. ¡ y .— Pereda y fervor. 73
padecen gravísim os daños con la tibieza; porque ella es como fervor y alegría de corazón, porque Dios ama al dador ale­
carcoma de las virtudes, polilla de las buenas o b r a s , acíbar de gre. ’. A éste hace grandes m ercedes, y oye las peticiones y de­
las conciencias, destierro de las divinas consolaciones, diminu­ seos de su corazóns; y , finalmente, le da á gustar la alegría que
ción de los m erecimientos, y aumento de los trabajos; porque los se goza en el c ie lo , porque cumple alegremente la divina volun­
tibios en la virtud andan llenos de temores y de deseos; trabajan tad en la tierra. Y así, con grandes veras has de pedir á Dios
mucho y medran poco, cayendo sobre ellos la maldición de Jere­ nuestro Señor este espíritu nobilísimo de alegría en su servicio,
mías, que dijo 1: «Maldito e l que hace la obra de D ios con negli­ diciéndole con David «Vuélvem e la alegría de tu salud, y con­
gencia y fraude». Finalm ente: como el siervo flo jo 2que enterró el fírmame con tu espíritu principal». ¡Oh Salvador del mundo!
talento de su Señor, perdió lo que tenia, y fué arrojado en las V o s, como gigante ■ *, os alegrasteis para correr vuestra carrera,
tinieblas exteriores, donde hay perpetuo llanto y crujir de dien­ con ser muy áspera, por el grande amor que me tuvisteis; con­
tes , asi será castigado el perezoso en el infierno con pena muy cededme la salud y alegría de espíritu que me ganasteis, para
proporcionada il su p ereza, quitándole el talento de la te y espe­ que corra de tal manera mi carrera, que m erezca ganar la coro­
ranza que tenía sepultada. Y porque amó la ociosidad y temblaba na eterna. ¿Somos nosotros fervorosos de espíritu? ¿Qué debe­
del trabajo, vivirá en perpetuas tinieblas, no obrando, sino pade­ mos hacer y proponer para serlo ?
ciendo, temblando y dando diente con diente, por la terribilidad E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuántas almas están rabiando en
del tormento que padece. ¡ Oh Dios eterno! Si por vuestra senten­ él infierno á causa del funestísimo vicio de la pereza! D e esta
cia los cobardes ? y perezosos perecieron en el desierto, sin entrar fuente nace el temor desordenado á los trabajos de la virtud, la
en la tierra que les habíais prometido, justo sería que por mi pusilanimidad en acometer cosas arduas, la flojedad en cumplir
pereza fuese yo echado de vu estrá casa, excluido de vuestro reino las propias obligaciones, la inconstancia en las obras buenas, el
y arrojado en el. abismo, atado de pies y manos. Pésam e, Señor, desmayo y desconfianza de vencer los obstáculos de la virtud, la
de la tibieza p asad a; libradm e de ella por vuestra misericor­ indignación é hipo contra las personas virtuosas, la ociosidad, la
dia, para que m erezca en trar en la tierra de promisión eterna. vagueación, y, en una palabra, todos los pecados de omisión
¿Comprendemos nosotros los daños de la pereza? ¿Deseamos reconocen á la pereza por su mala madre. Y ¡cuántas calam ida­
preservarnos de ellos? ¿Q u é hemos de practicar al efecto? des y castigos atrae sobre el infeliz que se deja arrastrar de ella!
P n n t o 3 .° B ien es d e l ferv o r esp iritu al.— En este punto E l perezoso y tibio viv e triste y desconsolado, porque ni parti­
hemos de considerar los inmensos bienes que obtendremos si cipa de los consuelos del mundo ni de los regalos de D ios; es
vencemos la acidia ó p e r e z a , abrazando la a le g ría espiritual y el como viña sin valladar, cubierta de m alezas y pecados, sin que
fervor en el servicio de D io s. D e este modo las obras de virtud . sus frutos puedan llegar á sazó n , pobre de virtudes, falto de
nos serán fáciles y su a v e s: trabajaremos poco y medraremos a leg ría , hambriento de consuelo, víctim a de la maldición de
mucho, creciendo mucho e n poco tiem po: como los obreros que D ios, y expuesto á ser del todo vomitado y apartado del Señor.
vinieron tarde á la viña, trabajaron con tanto ferv o r, que mere­ En la muerte sufrirá el espantoso desengaño de las vírgenes ne­
cieron tanto premio en u n a hora ■*como los tibios que habían tra­ cias, y en el juicio padecerá la triste suerte dei siervo perezoso.
bajado muchas, sufriendo e l peso del día y del estío, el cual peso ¿Seremos todavía nosotros tan insensatos que nos dejemos llevar
no sintieran si hubieran trabajado con fervor ¡porque la alegría de tan detestable vicio? ¿No procurarem os despertar el fervor
del espíritu hace la c a rg a de la le y muy ligera y su yugo muy santo y aquella espiritual alegría que tan encarecidamente reco­
suave. Y demás de esto, e lla aumenta los merecimientos, dobla los mienda Dios á los que le sirven? ¿Qué nos conviene resolver al
talentos recibidos, causa grande paz en el alm a, y asegura mu­ efecto de conseguirla? Pensém oslo, propongamos, y pidamos con
cho la perseverancia en e l bien hasta alcanzar la gloria. Pondera humildad, fervor y confianza.
también cómo Dios nuestro Señor gusta mucho de ser servido
con fervor y alegría, p o rq u e como E l es esencialmente la misma' > II Cor., ix, 7. — > P-alm. xxxvi, 4 — j Psalm. 1 ,1 4 . — 4 Psalm. xvm, 7.
alegría, y todas las obras que hace, y las m ercedes que nos da
es con grande a le g r ía ’ , gozándose en hacem os bien, justísimá­
mente nos manda * que le sirvam os y le demos cuanto nos pida,
no con tedio y tristeza, ni p o r fuerza y con repugnancia, sino con

> Jerem., xuviii, io. — » M atlh., xxv, 18. — 3 Nuro., xiv, 23. — 4 Matlh., xx, 9.
5 Psalm. cui, 3 1 . — 6 Psalm. xcix, 2.
74 S erie-¡cin tero.— V ia purgativa.
M e l. 18 .— Mandamientos de la ley Je D ios. 75
testimonios, y dejando de cumplir tus propósitos, le mientes. Mira
18.—MANDAMIENTOS DE LA LEY OE DIOS. bien y confúndete del número sin número de tus pecados, y llora
amargamente tanta iniquidad. ¡ Oh. Dios de mi alma! ¡Quién pu­
Preu'DIO i .• Represéntate á Jesucristo ¿¡siéndote: «Si quieres entrar en la vida, diera deciros en el P ro fe ta ': «Avenidas de agua salieron de mis
guarda los mandamientos». ojos, porque no guardaron-tu santa ley». ¡Dadme estas lágrimas
P reludio 2.« P.de la gracia de conocer y llorar los pecados cometidos contra ellos, y tan copiosas para que lave mis innumerables culpas! ¿Conocemos
guardarlos con fidelidad. cuántos pecados hemos cometido? ¿No nos avergonzamos de
haber faltado tanto á Dios nuestro Señor ?
P a n t o 1.° Pecados que se cometen contra los m anda­ P a n t o 2 .° Castigos contra los transgresores de la ley.—
mientos.— En este punto has de considerar los muchos pecados Considera aquí las terribles amenazas y maldiciones que echa
que has cometido contra la santa ley de D ios, ponderando cómo D ios á los quebrantadores de su ley. En este mundo caerán sobre
en el primer mandamiento, que prescribe las virtudes de fe, espe­ ellos las que anuncia Moisés en nombre del Señor *; y asi serán
ranza , caridad y reí igión, puedes pecar faltando á alguna de ellas maldecidos en todo lugar y ocupación, en sus bienes y fortuna,
con la infidelidad, desconfianza ó presunción y con el odio contra en sus hijos y rebaños, en los bienes que se les negarán, en los
D ios, ó amando á las criaturas más que á É l ; y asimismo, ado­ males que les afligirán y en todas las cosas. En la muerte caerá
rando al ídolo de tu propio ju ic io ', ó teniendo por Dios al vien­ como un peso inmenso la maldición que dará Jesús á los pecado­
tre ’ , y no guardando á Dios la debida'lealtad. En el segundo, que res, diciér.doles» :« A partaos de M í, m alditos; id al fuego eterno
prohibe tomar el santo nombre de Dios ■ en v a n o , pecas jurando preparado para el demonio y sus ángeles». Después de lá muerte
sin verdad, justicia y necesidad; dejando de cumplir los votos y caerán en el pozo del abism o, en el cual D ios esconderá de ellos
promesas, ó haciéndolas sin intención de cum plirlas, ó difirien­ su rostro y se verán sum ergidos en todos los males. Pondera con
do sin motivo su cumplimiento. En el tercero, que manda santifi­ cuánta puntualidad se han cumplido las temerosas amenazas del
car las fiestas, pecas haciendo en ellas obras serviles, dejando, Señor contra los transgresores de la le y , recordando cómo
de oir Misa, ti oyéndola sin reverencia, ó haciendo cosas indig­ Faraón y los egip cios, que fueron rebeldes al mandamiento del
nas de la fiesta y contrarias al.fin de honrar á D io s. para que han Señor, fueron espantosamente castigados con diez p lagas, v i­
sido establecidas En el cuarto, que prescribe honrar á los niendo sobre ellos ran as, m oscas y mosquitos, pestes y langos­
padres, puedes laltar dejando de amar, respetar ú obedecer á tus tas , truenos, rayos y granizo y tinieblas muy espesas, y hasta el
padres y superiores, contradiciéndolos con protervia, haciendo mismo Á n g el del Señor?, con su espada desenvainada, entró por
con desgana lo que mandan, y no queriendo sujetarte á toda sus casas, matando á sus primogénitos y destruyendo las cosas
humana criatura por el Criador, como nos lo manda por san que más amaban, y porque continuaron en su rebeldía, fueron
Pedro?. En el quinto, puedes pecar causando algún daño á tu ahogados en el m ar, bajando como plomo al profundo dél infier­
salud y vida y á la vida y salud del prójimo; y espiritualmente no. Y para que no pienses que sólo á los antiguos tocaron estos
quebrantas este precepto matando tu alma con la culpa, y la de espantosos castigos, en el A p o ca lip sis' se hace mención de
tu prójimo con el escándalo; ahogando el espíritu, esto e s ? ,.r e ­ ellos; porque la divina Providencia, que es benigna con los
sistiendo á las divinas inspiraciones y crucificando * con el pecado guardadores de su ley, es rigurosa contra los que la quebrantan;
dentro de ti á Cristo. En el sexto, que prohibe todo pensamiento, y tiene á punto siete ángeles con siete espantosas trom petas, y
palabra y obra contra la castidad, pecas hiriendo de algún modo otros siete con siete copas llenas de su ira é indignación, prepa­
esta virtud ; y en sentido espiritual lo quebrantas aficionándote rados para derramarla sobre la tierra, hiriendo á los pecadores
con desorden á las cria tu ra s, y abusando de las cosas santas con insoportables plagas. ¡Oh D ios infinito! ¿Cómo no temblaré
para tu propio contento y deleite, adulterando, como dice san de quebrantar vuestra ley, que tan terribles y celosos vengado­
P ab lo 6, la palabra de Dios. En el séptimo pecas, no sólo por la res tiene? ¿cómo no m e espantan los sonidos de estas trompetas?
avaricia, sino también robando á Dios la gloria, desperdiciando ¿cómo no me causa horror el vino horrible de estas copas?
¿cómo no me pasma la terribilidad de estas plagas? ¡Oh amantí-
el tiempo y la gracia, y quitando á los prójimos la caridad. En el
simo Jesús, llagado en la C ruz de pies á cabeza! Curad con
octavo, pecas con juicios tem erarios, murmuraciones, mentiras
y engaños; y , asimismo, quejándote de D ios, le levantas falsos vuestra sangre preciosa las llagas de mis culpas, para que sea

> Rsifcn. cxyiii , 136. — * Deut., xxvii. 13 ; xxvih .5 9 . — i MiUh.. u t , 41.


■ 1 Reg., xv, 23. — : Philip., iii , 19. — s I Pítr., 11, 13. — 4 I The*., v, 19.
4 Exod., sin , 1 5 . - 5 Apoc., v ill, 5 •, xv, 7 ; xil.
5 Hebr., vi, 6. — * II Cor., u, 17.
76 Serie prim era.— V ia purgativa.
Aíed. /9.— Sentidos y potencias exteriores. 77
libre de tan horrendas p lagas. ¿Creem os nosotros en la verdad
miran al honor de su Majestad ó al provecho de los prójimos,
de las amenazas del Señor co n tra los que quebrantan su ley? ¿Y
vendrán sobre ellos las maldiciones más espantosas, las plagas
nos atrevem os si quebrantarla?
más dolorosas, y todos los males imaginables. Testigos de esta
P a n t o 3 .° B en d icio n es en fa v o r de los guardadores de la
temible verdad son los egipcios, rebeldes á las ordenaciones di­
ley.—Aquí has de' considerar las inmensas bendiciones que re­
vinas, los israelitas, siempre que se apartaban de la santa le y , y
portarán los que observen la santa ley de Dios. Moisés hace un
todos aquellos que se han atrevido á pisar los divinos preceptos.
catálogo de ellas, diciendo 1: «S erás bendito en la ciudad y en el
No se ofende nunca á D ios impunemente. Y si los males no al­
campo; bendito el fruto de tu v ie n tre , de tu tierra y de tu gana­
canzan al pecador y a en esta vida, debe con razón temer que
do; serán benditos tus g ra n e ro s, tus entradas y salidas, y todas
subirá de punto la indignación del Señor, y será con tanto mayor
las obras de tus manos. E l S e ñ o r abrirá su mano para enrique­
rigor castigado, cuanto más tiempo ha tenido para llorar sus cul­
certe, mandará á ,su cielo que te envíe lluvia á su tiempo, serás
pas y apartarse de ellas. Mas el justo que no se aparta del camino
un pueblo santo, y todos te respetarán, viendo que eres favore­
de la santidad, halla en la misma ley divina una abundante fuente
cido de su santo nombre*. E sta s bendiciones que prometía Dios al
de bendiciones, todas las suertes de bienes que puede apetecer,
pueblo hebreo, concede D io s de un modo más perfecto al pueblo
el honesto, útil y deleitable, y el principio de su felicidad perdu­
cristiano cuando cumple su le y , aunque son muy más excelentes
rable. ¿Pues quién, al considerar esto, no se decidirá seguir
las bendiciones espirituales que sobre él derrama. Pondera luego
invariablemente el camino de la virtud? ¿Quién no resolverá
cómo en la guarda de su l e y ha encerrado Dios con gran exce­
observar escrupulosamunte los divinos preceptos? ¿Qué respon­
lencia los tres, géneros que h a y de bien; á saber: honesto, útil y
de á esto nuestro corazón? ¿Cuáles son los que con más frecuen­
deleitable a ; porque ella e s purísim a y santísima, convierte las
cia hemos quebrantado? ¿ Por dónde suele embestirnos el ene­
almas, llénalas de sabiduría y de todas las virtudes; es prove­
migo? Meditémoslo, opongamos á é l sólidos y firmes propósitos,
chosísima para alcanzar to d o s los bienes que se pueden, desear,
fervorosas súplicas y confiados coloquios.
no sólo para el alm a, sino p a r a el cuerpo, como salud, vida larga,
sustento y prosperidad >; e s , en fin, dulcísima, mucho más que la
miel y el panal, y alegra lo s corazones con una alegría m ayor 19.— SENTIDOS Y POTENCIAS EXTERIORES.
que la que pueden dar todas la s cosas dulces de esta vicia. Á los
Preludio I.* Represéntate i Jesús dicicaJote: ■ Mira, hijo, que b muerte se introduc C
principiantes previene con bendiciones de d u lzu ra«, para que
por la» ventanas de los sentidos >.
comiencen á correr con a le g r ía este cam ino; á los que aprove­ Preludio Pide la gracia de enfrenarlos y Je practicar la modestia.
chan da el L egislador » su bend ición, para que crezcan de virtud
en virtud hasta la cumbre d e la perfección; y sobre la cabeza de P u n t o 1.'* Pecados que s e cometen con los sentidos. — Con­
los perfectos derrama b e n d ició n 6 copiosa, dándoles á gustar algo sidera primeramente los muchos pecados que se pueden cometer
de lo que han de gozar en la gloria. ¡Oh Legislador dulcísimo! con el uso desordenado de los cinco sentidos. P écase con los
V o s, que al haceros hom bre pusisteis luego esta ley santa en ojos, gustando de ver cosas herm osas, vanas, curiosas, ó daño­
medio de vuestro corazón, y co n vuestra gracia la escribís en los sas por sola curiosidad, vanidad ó sensualidad, con inmodestia
corazones de vuestros e sco g id o s; escribidla también en el mío, ' y libertad de carne y desedificación de otros. Y en las mismas
de modo que nunca se b o r re , p a ra que sea digno de estar escrito cosas que ves, puedes pecar en la intención con que las miras,
en el libro de la vida, sin s e r jam ás borrado de él por todos los y en el modo de m irarlas, trayendo los ojos altaneros y movién­
siglos. ¿ Comprendemos lo s p rem ios que Dios reserva para los dolos con liviandad á una y otra parte. Con los oídos se peca
que observan su santa le y ? ¿D eseam os obtenerlos? ¿Qué debe­ oyendo pláticas vanas y curiosas, novedades impertinentes,
mos practicar para esto? lisonjas y alabanzas propias, murmuraciones ó detracciones de
E p i l o g o y c o lo q u io s .— ¡ Bienaventurados los que, sin man­ otros; oyendo con disgusto y pesadumbre las pláticas buenas y
cilla , andan en la le y santa d e l S e ñ o r! P e r o , ¡ ay de aquellos que, serm ones, las correcciones y avisos de los que deben darlos.
engañados por el demonio ó arrastrados por sus pasiones, se Con el olfato, gusto y tacto puede pecarse, cayendo en los asque­
apartan de esta senda de s a lu d ! S i, olvidados de lo que deben á rosos vicios de la lujuria y gula. Pondera luego los pecados de la
su Dios y al prójimo, q u eb ran tan los santos mandamientos, que lengua, de la cual puede decirse que es un mundo de maldad
porque con ella se ofende á D ios, se ultraja ó escandaliza al pró-
• Deuf. xxvili, 1. — » Psalm. xvm, S. — jProv., m, 2 . - 4 Psalm. xx, 4.
5 Psalm. ixxxnt, 8. — * Prov., x , 6 - 1 Jar.. iu,6.
76 Serie p rim era .— y ¡a purgativa.
M cJ. 19 .— Sentidos y potencias exteriores. 77
libre de tan horrendas p la g as. ¿Creem os nosotros en la verdad
miran al honor de su Majestad ó al provecho de los prójimos,
de las amenazas del Señor co n tra los que quebrantan su ley? ¿ Y
vendrán sobre ellos las maldiciones m ás espantosas, las plagas
nos atrevem os á quebrantarla?
más dolorosas, y todos los males imaginables. T estigos de esta
P a n t o 3.° B endiciones en fa v o r de los guardadores de la
tem ible verdad son los egipcios, rebeldes á las ordenaciones di­
ley.—A quí has de' considerar la s inmensas bendiciones que re­
vinas, los israelitas, siempre que se apartaban de la santa le y , y
portarán los que observen l a san ta le y de Dios. Moisés hace un
todos aquellos que se han atrevido á pisar los divinos preceptos.
catálogo de ellas, diciendo 1: « S erás bendito en la ciudad y en el
No se ofende nunca á D ios impunemente. Y si los m ales no al­
campo; bendito el fruto de tu v ie n tre , de tu tierra y de tu gana­
canzan al pecador y a en esta vida, debe con razón tem er que
do; serán benditos tus g ra n e ro s , tus entradas y salidas, y todas
subirá de punto la indignación del Señor, y será con tanto m ayor
las obras de tus manos. £1 S e ñ o r abrirá su mano para enrique­
rigor castigado, cuanto más tiempo ha tenido para llorar sus cul­
certe, mandará á su cielo q u e te envíe llu via á su tiem po, serás
pas y apartarse de ellas. Mas el justo que no se aparta del camino
un pueblo santo, y todos te respetarán, viendo que eres favore­
de la santidad, halla en la misma le y divina una abundante fuente
cido de su santo nombre». E s ta s bendiciones que prometía D ios al
de bendiciones, todas las suertes de bienes que puede apetecer,
pueblo hebreo, concede D io s de un modo m ás perfecto al pueblo
el honesto, útil y deleitable, y el principio de su felicidad perdu­
cristiano cuando cumple su le y , aunque son m uy más excelentes
rable. ¿Pues quién, al considerar esto, no se decidirá á seguir
las bendiciones espirituales q u e sobre él derrama. Pondera luego
invariablemente el camino de la virtud? ¿Quién no resolverá
cómo en la guarda de su leyr h a encerrado D ios con gran exce­
observar escrupulosamunte los divinos preceptos? ¿Qué respon­
lencia los tres, géneros que h a y de bien; á saber: honesto, útil y
de á esto nuestro corazón? ¿Cuáles son los que con más frecuen­
deleitable *; porque ella e s purísim a y santísima, convierte las
cia hemos quebrantado? ¿ P or dónde suele embestirnos el ene­
almas, llénalas de sabiduría y de todas las virtudes; es p rove­
m igo? Meditémoslo, opongamos á él sólidos y lirmes propósitos,
chosísima para alcanzar to d o s lo s bienes que se pueden, desear,
fervorosas súplicas y confiados coloquios.
no sólo para el alm a, sino p a r a e l cuerpo, como salud, vida larga,
.sustento y prosperidad >; e s , en fin, dulcísima, hiucho más que la
miel y el panal, y alegra lo s corazones con una alegría m ayor 1 9 .-SENTIDOS Y POTENCIAS EXTERIORES.
que la que pueden dar todas la s cosas dulces de esta vicia. Á los
Preludio l.* Represéntate á Jesús didcaJote: «Mira, hijo, que la muerte se mtro,1uc c
principiantes previene con bendiciones de du lzu ra4, para que
por las ventanasde los sentidos 1.
comiencen á correr con a le g r ía este cam ino; á los que aprove­ P reludio 2.* Pide la gracia de enfrenarlos j de practicar la modestia.
chan da el L egislador > su bendición, para que crezcan de virtud
en virtud hasta la cumbre d e la perfección; y sobre la cabeza de P u n t o l. w Pecados que se cometen con los sentidos.— Con­
los perfectos derrama b e n d ició n 6 copiosa, dándoles á gustar algo sidera primeramente los muchos pecados que se pueden com eter
de lo que han de gozar en la gloria. ¡Oh Legislador dulcísimo! con el uso desordenado de los cinco sentidos. P écase con los
V o s, que al haceros hom bre pusisteis luego esta ley santa en ojos, gustando de ver cosas herm osas, vanas, curiosas, ó daño­
medio de vuestro corazón, y con vuestra gracia la escribís en los sas por sola curiosidad, vanidad ó sensualidad, con inmodestia
corazones de vuestros e sco gid o s; escribidla también en el mío, y libertad de carne y desedificación de otros. Y en las mismas
de modo que nunca se b o r r e , p ara que sea digno de estar escrito cosas que ves, puedes pecar en la intención con que las miras,
en el libro de la vida, sin s e r jam ás borrado de él por todos los y en el modo de m irarlas, trayendo los ojos altaneros y movién­
siglos. ¿Comprendemos los p rem ios que Dios reserva para los dolos con liviandad á una y otra parte. Con los oidos se peca
que observan susanta le y ? ¿D eseam os obtenerlos? ¿Qué debe­ oyendo pláticas vanas y curiosas, novedades impertinentes,
mos practicar para esto? lisonjas y alabanzas propias, murmuraciones ó detracciones de
E p í l o g o y c o lo q u io s .— ¡ Bienaventurados los que, sin man­ otros; oyendo con disgusto y pesadumbre las pláticas buenas y
cilla , andan en la ley santa d e l S e ñ o r! P e r o , ¡ ay de aquellos que, sermones, las correcciones y avisos de los que deben darlos.
engañados por el demonio ó arrastrados por sus pasiones, se Con el olfato, gusto y tacto puede pecarse, cayendo en los asque­
apartan de esta senda de s a lu d l S i, olvidados de lo que deben á rosos vicios de la lujuria y gula. Pondera luego los pecados de la
su Dios y al prójimo, q u eb ran tan los santos mandamientos, que lengua, de la cual puede decirse que es un mundo de maldad 1;
porque con ella se ofende á Dios, se ultraja ó escandaliza al pró-
■ Deut. xxvill, 1. — » Psalm. xvm, S. — jProv., ni, 2 . - 4 Psalm. xx, 4.
5 Psalm. Lxxxiit, 8. — * Prov., x , 6. 1 Jac.. Iil,6.
78 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. /9.— Sentidos y potencias exteriores. 79
jim o .y s e perjudica uno á sí mismo. Fáltase hablando sin las acabados, que con su modestia moviesen á los hombres á a la b a r
debidas circunstancias de tiempo, lugar y modo; quebrantando á Dios y á practicar la virtud, haced que aborrezca y o toda inmo­
las reglas del propio estado, y aun dejando de hablar cuando destia , de la cual tantos m ales se originan, y ejercite constante*
debiera hacerse por motivo de! ca rg o , por caridad ó por otro mente la modestia, con la cual glorifique á vuestro Padre, os imite
motivo. M ira, por íin, otros muchos pecados de inmodestia que á V o s, edifique á mis prójim os, y m erezca vuestras bendiciones.
puedes cometer en el uso de los demás miembros y potencias ex­ ¿Tememos los daños y castigos de la inmodestia? ¿No los hemos
teriores, como risadas descompuestas, mofas, escarnios, meneos y a experimentado alguna vez ?
de cabeza, pies ó manos con liviandad, andar afectado, precipi­ P o n t o 3 .a B ien es d e la m odestia.— Considera cómo la mo­
tado y desentonado; y considerando tantas culpas, confúndete, y destia abre la puerta del alm a, para que entre en ella el espíritu
pide con humildad perdón de ellas. ¡ Oh gran D io s! ¿ Cómo habéis de D ios; también la abre para que penetre el espíritu de ora­
sufrido en mí tan gran desorden? Y ¿cómo he osado yo come­ ción , devoción y contem plación, gustando Dios de conversar con
ter tales inmodestias delante de V os? L a presencia de una per­ las alm as que son como huertos cerrados, y por esto nos dice
sona, aunque v il y despreciable, basta para contenerme, y de­ que para orar entremos dentro dél aposento de nuestro corazón,
lante de vuestra inmensa Majestad he tenido el atrevimiento de y , cerrada la puerta, hablemos á nuestro P adre, que nos oye
caer en innumerables faltas, que por rubor no hubiera cometido en lo escondido. A d e m á s , cuando los sentidos hacen sus actos
delante de un hombre. Concededm e, D ios m ió, gracia para sa­ según la voluntad de D ios, son fuentes por donde entra la vida,
berme dominar y no sucumbir jam ás en tales bajezas. ¿ Qué faltas y lo que ven y o y en , gustan y hablan, les ayuda para alcanzar la
de modestia hemos cometido? ¿Cómo usamos d é lo s sentidos y vida espiritual de la gracia. Y s i, como dice S a n tia g o ', por un
potencias exteriores? mismo caño de la fuente no sale agua dulce y am arga, tampoco
P u n t o 2 .° Dafios d e la libertad en los sentidos.— Con­ has de consentir que por un mismo sentido entre la vida y la
sidera aquí los daños que te vienen por tus sentidos mal guarda­ m uerte, sino que siempre han de estar cerrados para todo lo que
dos é inmortificados. Ellos son como puertas ó ventanas, por las es ocasión de m uerte, y abiertos para lo que te ha de d a r la vida.
cuales entra la muerte en la casa de tu a lm a ', perdiendo la gra­ Pondera también que la modestia y mortificación exterior edifica
cia y el calor vital de la caridad; por ellos entran también las ten­ mucho á los prójimos, 3* echa de si tal fragancia, que llena la
taciones del demonio, el cual, como ladrón, roba la casa de tu casa de la iglesia y religión de buen nombre y crédito; y si la
conciencia, despojándola de los dones de D ios y de las virtudes. Y buena portada honra la casa, y despierta deseos de entraren
si Eva por los ojos perdió Injusticia original, Dina la virginidad, e lla , la modestia y compostura de los sentidos y miembros exte­
y David la castidad y la justicia, tú, si no refrenas tus sentidos, riores es hermosísima portada de la virtud y vida religiosa, y la
perderás unas veces la templanza, otras la obediencia y otras la hace tan am able, que pone ganas de entrar á gozar de lo interior
devoción ú otras virtudes. Dem ás de esto, por los sentidos entran que dentro tiene encerrado. D e aquí nace el gran provecho que
las imágenes sensibles, que después inquietan la imaginación y se causa en los prójimos, 3’ el incomparable premio que D ios
la memoria con distracciones y vagueaciones, alborotan los concederá en el ciclo, comunicando deleites mu\r soberanos á los
apetitos con el desconcierto de las pasiones. y turban el corazón, sentidos que se han mortificado. ¡Oh dulcísimo Salvador! Por
echándole fuera de é l , do modo que cuando pretendes entrar en ' los crueles dolores que en vuestra Pasión sufrieron vuestros cinco
ti mismo, no aciertas, ni hallas quietud en tu propia casa, por los sentidos, os ruego con fervor me a3’udéis á mortificar los míos.
alborotos que sientes en ella; de donde nacen innumerables de­ Basta y a , Señor, las faltas que con ellos he cometido; cese tan
fectos y daños en la o ra ció n , privación de los favores del cielo, perniciosa corriente, y comience ho>' mismo á imiíaros con per­
carencia de fervor, y afán desmedido por las cosas materiales, fección, para no ser privado de vuestro amor y gloria.... ¿Mortifi­
porque cierto es que cuando falta el consuelo interior, búscalo el camos nosotros los sentidos? ¿Cuándo y cómo debemos hacerlo?
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuántos pecados y cuántos des­
hombre en las cosas exteriores. Pondera también les daños y
órdenes nacen de la inmortificación de los sentidos! L a vista, el
escándalos que con tu inmodestia puedes causar en los otros, y
oido, el olfato, gusto y tacto, son manantiales inagotables de cul­
los castigos que te vendrán de Dios en este mundo y en el o tro ;
pas para el desgraciado que no quiere enfrenarlos. Y *qué se
porque escrito está que cada uno será atormentado especialmente
podrá decir de la lengua, verdadera universidad de males, como
en aquellas cosas por las cuales pecó ¡Oh modestísimo Jesús!
la llamó Santiago? Y si á esto se añaden los demás pecados que
Si tanto deseasteis que vuestros discípulos fuesen modelos tan

' Jcrcm,, lx, 21; Tlircr... m. 51. 1 J a e .,m ,n .


«o Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 30 .— Potencias interiores del alm a. 8i

se pueden cometer con los demás miembros y potencias del res, á quienes has de obedecer y dar crédito. Este vicio es el
cuerpo, preciso será convenir que éste es el m ayor enemigo del principio de todas las herejías y engendra divisiones, discordias
alm a, si no se le sujeta á u n a rigurosa mortificación. L a inmo­ y otros gravísim os daños. El sexto es astucia ó prudencia de
destia es causa de grandes males espirituales y corporales, atrae carne ó sabiduría m undana, inventando con sagacidad medios
los castigos de D ios en este mundo y e n el otro, y e s piedra de para salir con tus intentos mundanos. El séptimo es la curiosi­
escándalo para los que la v e n . Por ella, E va perdió la gracia, dad, deseando saber lo que no conviene, ó por malos medios, ó
Dina la virginidad y D avid la castidad; por ella se pierde la de­ con afición desordenada. Pondera'lo mucho que has faltado en
voción, recogim iento, oración, y se franquea la entrada al de­ estos vicios, y pide al Espíritu Santo que te ilumine con sus dones
monio, nuestro capital enem igo, que, si entra en el .alma, sólo es para preservarte de ellos. ¡Oh, Espíritu divino! Esclareced con
para robarle todos los bienes y sujetarla á todos los males. ¡Di­ vuestros soberanos dones mi pobre entendimiento, tan obscure­
choso tú si eres modesto! Honrarás á D ios, edificarás al próji­ cido con pecados, para que, libre de éstos y ayudado de aqué­
mo , te enriquecerás de m éritos, te llenarás de virtu des, y te llos, comience una vida nueva, espiritual y perfecta, siguiendo
harás merecedor de eterno premio. ¿Qué piensas de todo esto? vuestra divina inspiración, sin jam ás apartarme de ella. ¿ Hemos
¿Cómo debes portarte para practicar la modestia? ¿ En qué oca­ faltado en alguno de los vicios intelectuales ? ¿ Cómo hemos de
siones, lugares y ocupaciones sueles faltar ? Míralo bien, y para portarnos para preservarnos de ellos ?
enm endarte, haz propósitos muy particulares, y pide al modestí­ P a n t o Si.0 Vicios que nacen de la voluntad — A qu í has de
simo Jesús y á la V irgen Santísima auxilios muy eficaces para considerar lo que es la voluntad propia y los males que de ella
cumplirlos, y ruégales por todo cuanto necesitas alcanzar para proceden. Voluntad propia es la que sólo atiende á querer su pro­
ti y para los demás. pio gusto, dejando el de Dios y el de los prójim os; de modo que,
siendo tu voluntad hechura de D ios, tú te alzas con ella, usurpan­
20.— POTENCIAS INTERIORES DEL ALMA. do los derechos que á ella tiene, y entrando en batalla tu volun­
tad con la divina, queda la tuya triunfante y la de D ios vencida.
Pábiudio l.ü Representémonos á nuestra alma como un ser hermosísimo , embellecido Pondera los pecados que de esta voluntad propia se originan. D e
con tres preciosísimas joyas, que son sus potencias, ella nacen todos los vicios y pecados, los cuales pueden reducir­
P iíf.ludio 2.0 Pidamos la grada de saber dirigir y gobernar de tal modo estas potencias, se á tres cabezas. Prim ero, desobediencia general á todo lo que
que nunca ofendamos á Dios con ellas. Dios manda, por sí ó por sus ministros. Segun do, m alear ó tor­
cer la intención en las cosas buenas que hace, haciéndolas, no
P u n t o l.° Pecados d el entendim iento.— En este punto has porque es voluntad de D ios, sino por otros fines de su propio
de considerar los vicios y pecados que tienen su asiento en el gusto, interesado ó sensual. por lo cual lo bueno se convierte en
entendimiento, y los daños que te causan. E l primero es la igno­ m alo, y lo que pudiera agradar á D ios le desagrada, como dijo
rancia de las cosas necesarias para la salvación, de la cual se Isa ía s' de los ayunos de los judíos. T ercero , apropiarse á sí todas
origina el faltar á e lla s , porque mal se pueden practicar si se las cosas que puede, sin reparar en el daño que causa á otros, de
ignoran; y así dijo san P a b lo 1: « Quien ignora será ignorado», y donde proceden muchas avaricias, injusticias, crueldades, con­
D ios le dirá en la m uerte: «No te conozco ». E l segundo es impru­ tiendas y otros innumerables vicios. Finalm ente: la propia volun­
dencia ó precipitación y falta de consideración en las cosas que tad es la reina y capitana de todos los vicios, la pobladora del
has de hacer,.atrojándote á ellas con pasión, de donde nacen in­ infierno y cebo de los fuegos eternos; por cuyo motivo dijo san
numerables yerros en todas las materias de virtud. E l tercero es Bernardo: * C ese la propia voluntad y no habrá infierno». En esta
temeridad en ju zg ar los dichos ó hechos del prójimo, condenán­ vida causa y a un infierno anticipado, porque ella e s , según san
dolos ó sospechando mal de ellos sin bastante fundamento, usur­ A m brosio, en las codicias ciega, en las honras hinchada, en los
pando á D ios el juicio y agraviando á tus hermanos. E l cuarto es cuidados congojosa, en las sospechas inquieta; más codiciosa de
inconstancia y mutabilidad en lo bueno, cambiando fácilmente de gloria que de virtud, y más amadora de fama que de buena con­
p a re c e r, por lo cual dejas de cumplir los buenos propósitos, y ciencia, y mucho más miserable gozando de las cosas que ama,
eres llevado de diversos pensamientos sin concierto, á causa de que si careciera de ellas, porque su experiencia aumenta su mi­
la veleidad de tu imaginación. E l quinto es protervia y pertina­ seria. ¡Oh Maestro Soberano, C risto Jesús! A h ora veo que no
cia de juicio, sin quererlo doblegar ni rendir al juicio de tus m ayo­ m erezco llamarme discípulo vuestro, porque la prim era condi-

• I Cor., xiv, y$. • l$»¡., LVIII. }.


6
82 Serie prim era.— V ia purgativa.
M eJ. a i . — Estado religioso. 8)
ción que pusisteis á vuestros discípulos fué que se negasen á sí
mismos. Mas desde hoy propongo imitaros, diciendo en mis tri­ d a cam al, y la curiosidad: tales son los vicios que anublan y
casi llegan á cegar nuestro entendimiento, ocasionando que él y
bulaciones y contratiempos: No se haga mi voluntad, sino 1%
vuestra. Justo e s, Señor, que mi voluntad quede hundida, en cas­ nosotros caigamos en la hoya profunda del error y del pecado.
P ero si son de dolorosas consecuencias estos vicios, no lo son
tigo de las muchas veces que se alzó contra la vuestra. ¿Hemos
menos los que proceden de la propia voluntad, esto es, de la que
caído en los vicios que causa la propia voluntad? ¿En qué cosas
sistemáticamente se adhiere á s í, alejándose de Dios. ¡Cuántas
debemos particularm ente mortificarla?
desobediencias! ¡Qué intenciones tan torcidas! ¡Qué afición á su
P u n t o 3 .° Pecados de las demás potencias y apetitos
propio interés, gusto y contento, con perjuicio de los prójimos!
interiores del alm a.— "En este punto debes ponderar primera­
En verdad, esta voluntad propia es nuestro verdugo en vid a, y
mente los desórdenes que nacen de la imaginación,la cual escomo
es la que nos abre el infierno por toda la eternidad. E n esta obra
una sala pintada con muchas imágenes y figuras, unas feas, otras
de perdición tiene por auxiliares, y á menudo por m otores, á la
profanas y otras ridiculas, monstruosas y disparatadas, entre­
imaginación con sus cavilaciones, á las pasiones que fácilmente
teniéndose en pintarlas, y saboreándose en m irarlas, y solici­
se desordenan, á las m alas inclinaciones y apetitos sensuales que
tando al entendimiento para que las m ire, y arrebatándole mu­
contrarían á la razón. ¡A y de nosotros si no velam os de continuo!
chas veces tras sí para que piense en ellas, dando origen á innume­
Seremos víctim as en esta vida y después de ella. ¿Qué haremos,
rables culpas internas y también externas. Considera luego cómo pues, en vista de esto ? ¿ En qué vicios cae nuestro entendimiento ?
tus potencias apetitivas son como un mar turbadísimo, comba­ ¿ Nos esclaviza el amor propio ? ¿ Cómo peleamos contra las pa­
tido de once olas de pasiones encontradas entre sí mismas, es á siones y los desórdenes de nuestra imaginación? ¡ A y de nosotros
s a b e r : amor y odio, deseo y huida, tristeza y gozo, esperanza y si nos descuidamos! Seremos por siempre miserables. Necesa­
desesperación, temor y audacia y la ira. Estas pasiones, que de­ rio nos es hacer propósitos particulares y acomodados al estado
bieran servirte para ayudar á tu alma á alcanzar con más suavi­ actual de nuestro espíritu. Pidamos luz y fortaleza para cumplir­
dad y eficacia el fin de su creación, vienen á convertirse no pocas lo s, y no olvidemos el rogar por lo demás que acostumbramos y
veces en arma y lazo del demonio, con que te arrastra á innu­ necesitamos.
merables cu lp a s; porque amas lo que habías de aborrecer, y
aborreces lo que hablas de a m a r ; deseas lo que debieras huir, y 21.— ESTAOO RELIGIOSO
huyes de lo que debieras d e se a r; te alegras de lo que había de
entristecerte, y te entristeces de lo que debía alegrarte. D e suer­ P reludio i .» Representémonos á Jesús óiciéndooos : «Si alguno quiero venir en pos de
te que tú mismo das al enemigo las principales armas con que Mí, niegúese á si mismo».
te combate, persigue y destruye. Y , por fin, estas pasiones se con­ P reludio 2.» Pidamos b gracia de conocer los fines del estado religioso y alcanzarlos
vierten en tus verdugos cruelísimos, por la guerra que traen entre con perfección.
sí y con tu pobre espíritu, molestándote para que quieras lo que
no querrías, por hacer lo que quiere tu carne. ¡ Oh desgraciado de P a n t o 1.° F in es d e l estado religioso.— Considera cómo
m í! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte, que, usurpándo­ Dios nuestro Señor ha establecido dentro de su Iglesia el estado
me la vida d é la gracia, me conduceá la muerte de la culpa? religioso por altos y soberanos fines. E l primero es para que la
¿Cómo soy tan m iserable que siento en mí tan espantosa contra­ religión fuese escuela de perfección cristiana, la cual consiste
riedad á D ios, y soy tan pesado y molesto para mí mismo? ¡Oh en la perfecta caridad y amor con D ios y con los prójim os, dando
Señ o r! Favorecedm e con vuestra gracia para que me vea libre de de mano á todas las demás cosas que desvían de ello. E l segundo
tan grande miseria. ¿ Y nosotros nos dejamos dominar de la ima­ es para que la religión fuese también escuela de imitación de
ginación? ¿Permitimos que nos esclavicen las pasiones? Dios y de Cristo, en la cual los religiosos estudien por imitar las
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán doloroso es que el entendi­ virtudes ejemplares de Dios y los ejemplos de Cristo, guardan­
miento , que había de ser nuestro guía y m aestro, se convierta con do, no sólo sus preceptos, sino también sus consejos. El tercero,
frecuencia en nuestro capital enemigo, cayendo en los vicios y para que fuese casa de refugio, donde los fieles se recogiesen,
defectos que introducen el desorden en todas nuestras obras! ■ Como los religiosos, adonis de Us obligaciones comunes i todos los cristianos, tie­
L a ignorancia de las cosas necesarias ó olvido voluntario de nen otras peculiares de su estado, ha parecido conveniente colocar en este lugar las medi­
ella s, la precipitación y falta de reflexión en lo que se ha de ha­ taciones sobre el estado religioso, á fin de que los llamados á la perfección por el cambo
cer , la temeridad en los juicios, la inconstancia en las determina­ de los consejos evangélicos, después de haberse examinado acerca de lo que deben i Dfos>
ciones y.consejos, la pertinacia en el propio parecer, la pruden- como cristianos, puedan también examinarse acerca de sus deberes como religioso*.
84 Serie prim era.— P ía purgativa.
M ed. 3 1 .— Estado religioso. 85
huyendo de los peligros del mundo, y asegurasen más su salva­ varios Institutos, unos con mucha soledad, otros con mucho trato
ción por los medios que ella les proporciona. E l cuarto, p ara que de los hombres; unos con ásperas penitencias, otros con grande
la religión sea casa de recreación p ara D ios en medio de la tie­ obediencia y suavidad, á fin de que todos los temperamentos,
rra , y paraíso de deleites; porque como sus regalos son estar con complexiones y caracteres hallaran un Instituto en el cual con
los hijos de los hombres, dispuso que hubiera casa especial de suavidad pudiesen alcanzar la virtud. ¡Oh sabiduría infinita, que
algunos particulares am igos, con quienes regalarse E l quinto, hacéis todas las cosas con fortaleza y las disponéis* con suavi­
para que ella fuese como candelero de la Iglesia y ciudad sobre dad 1! G racias os doy por haber edificado dentro de vuestra Igle­
este monte, dando luz de doctrina y ejemplar vida, convidando sia la casa de la religión con mucha variedad de Institutos, que,
con ella á los hombres. E l sexto y último es para que sea lugar como columnas’ , la sustentan, y como m esa llena de variedad de
deputado para granjear muchos m erecimientos y grandes aumen­ m anjares, sirve al gusto y necesidad de sus m oradores; y pues
tos de virtudes, de modo que los hombres suban á una perfec­ me habéis arrimado por vuestra bondad á una de estas columnas,
ción angélica, haciéndose dignos de ser contados con estos bien­ atadme fuertemente á ella, para que, perseverando en vuestro
aventurados espíritus en la g lo ria ,. después de haberlos imitado servicio hasta la m uerte, llegue á ser columna en el santo templo
en su vida en este mundo. Considerando estos seis fines, hemos de la gloria K ¿ Qué nos exige el Instituto de nuestra religión? ¿En
de procurar otros seis afectos y deseos correspondientes á ellos, qué virtud hemos de imitar principalmente á Jesús, y qué acto
los cuales nos ayuden á volar hasta lo grar la perfección de núes- * de caridad nos es más conforme?
tro estado. ¡Oh Padre de las m isericordias!; pues me habéis lla­ P o n t o 3 .° Vocación de los hombres para la religión —
mado á un estado tan alto por fines tan'soberanos, suplicóos Considera la providencia de Dios en llam ar gente para la reli­
que !a vida no sea baja, sino que concuerde la alteza de la vida gión, y para cada uno de los Institutos que É l ha inspirado. A cer­
con la del estado, para que con ambas alcance la alteza de la glo­ ca de lo cu al, has de ponderar que nadie puede tomar este estado
ria. ¿Procuramos alcanzar los fines que el Señor se ha propuesto si no es llamado por D io s, porque la pobreza, castidad y obedien­
al instituir nuestra religión? ¿Nos mostramos negligentes en cia perpetuas son cosas que exceden tanto á nuestra naturaleza,
alguno de ellos? que no podemos por nosotros prometerlas, sin ser de aquellos á
P u n t o £.° Variedad de religiones— Considera cómo la quienes el Señor ha hecho este favor *. A dem ás, como este estado
Divin.a Providencia, para obtener con más suavidad y eficacia no es necesario para entrar en el cielo, sólo escoge D ios á los que -
los predichos fines, ha ordenado que hubiera mucha variedad de quiere, y esto no por los merecimientos de ellos, sino por sola su
religiones, con diversos estatutos y reglas. L a s causas de esta bondad; y así á veces deja en el mundo á los m ás santos, y lleva
variedad son tres, principalmente. L a prim era, porque como la á la religión á los que habían sido pecadores para m ejorarlos,
perfecta caridad tiene varios acto s, en orden á Dios y en orden cumpliéndose lo que É l dijo á sus Apóstoles: «No me elegisteis
al prójimo, ejercitando con él las obras de m isericordia, y a espi­ vosotros, sino que yo os elegí». Sin em bargo, cuando uno se
rituales, y a corporales; y no pudiendo un solo Instituto resplan­ siente llamado, debe responder á su llamamiento, y a por ser
decer en todo esto, ordenó D ios que hubiese varios, señalándose grande la m erced que con esto D ios le hace, y es enorme ingra­
unos en la contemplación, otros en el culto divino, otros en la titud el menospreciarle, y a también por el peligro en que se pone
penitencia, otros en las obras de misericordia espirituales, y resistiendo á la vocación, exponiéndose á que el Señor le diga
otros en las corporales; y a sí, en todas las religiones juntas bri­ lo que á los convidados á las bodas que rehusaron acudir, á quie­
llase la caridad con toda su perfección. L a segunda causa fué, por­ nes dijo que no gustarían de su cena ’. Pondera, finalmente, cómo
que como C risto nuestro Señor es dechado perfectísim o de todas D ios, como sabio Gobernador de todas las religiones, cuida de
llam ar gentes para cada una, y como buen P ad re, inspira á cada
las virtudes, de tal modo que no puede una religión esm erarse con
uno de sus hijos aquella que más le conviene, según su com­
eminencia en imitarle en todas e lla s , por ser grande nuestra fla­
plexión, salud y demás circunstancias que le rodean. ¿Hemos sen­
queza para tan grande em presa, trazó el Señor que hubiese va ­
tido nosotros la divina vocación? ¿Hemos correspondido á ella?
ria s, y que unas le imitasen en la pobreza, otras en la obediencia,
¡Oh Maestro Soberano! G racias os doy porque m e escogisteis
otras en él celo de las alm as, otras en la humildad y ejercicios
para ser discípulo vuestro en la escuela de lá perfección, dejando
humildes, y así de las demás. L a tercera fué, porque como son
á otros que merecían mejor entrar en ella. No pudiera yo escoger
varias las inclinaciones de los hom bres y no es posible que todos
tiendan á la perfección por el m ism o camino, quiso que hubiera
1 Sap., VM, I. — = Prov., iz, l. — i Apoc., m, 12. — 4 Matth., ziz, n.
5 Luc., xiv, 24.
' LVI, 5: Cant., 11, 4.
86 Serie p rim era.— F ia purgativa.
M ed. 2 2 .— Bienes del estado religioso. 87
este estado, si vuestra m isericordia no me previniera para ello; y
pues y a me habéis escogido, ayudadme para que lleve frutos que visible, que es bueno y hechura de D ios, hay otro mundo fundado
permanezcan hasta la vid a eterna. en maldad, cuyo príncipe es el demonio, y cuyo empleo e s 1 codi­
E p i l o g o y c o lo q u io s .^ - ;O h ! ¡Cómo brilla la adorable pro­ cia de carne y ojos, y soberbia de la vida. Este mal mundo tiene
videncia de D ios en la institución del estado religioso! Quiere que dos partes: una está fuera de la Iglesia, que son los infieles, los
en el mundo se ejercite con perfección la caridad, que Jesús cuales, como carecen de fe, se deslizan en innumerables vicios,
tenga perfectos im itadores, que haya casas de refugio para los y no paran hasta despeñarse en los infiernos: otra parte está den­
que temen los escollos de la tierra. Desea tener una casa de re­ tro de la Iglesia, y son la congregación de los pecadores, que
creación para sí, un faro resplandeciente para los fieles y un ar­ poseen ó pretenden con desorden los regalos, riquezas y digni­
senal de grandes m erecim ientos; y viendo que todo esto era dades de la v id a , con pérdida de la caridad y riesgo de la salva­
ción. En medio de este mundo viven los justos s e g la re s, que
dificultoso y casi imposible en el mundo, establece el estado reli­
poseen lícitamente estas cosas, los cuales corren grandes peli­
gioso , en donde pueden alcanzarse con suavidad y facilidad todos
g ro s, y a por las ocasiones en que viven, y a por los malos ejem­
estos bienes. Y para m ejor lo g ra rlo s, no se contenta con que haya
plos que ven, y por las calumnias y molestias que reciben de los
una sola religión; antes dispone que haya varios Institutos con
que pretenden lo mismo que ellos poseen. Pondera cómo de este
diversas re g la s; pero cuyo objeto y fin general sea la santifica­
mundo tan peligroso saca D ios nuestro Señor, por su m isericor­
ción y salvación de los que las profesan, aunque sean diversos
dia, á los religiosos, poniéndolos en un estado desnudo de estas
los caminos para obtenerla. D e este modo la caridad, que abraza
riquezas, deleites y vanas libertades, para que vivan libres de
actos muy diversos, será ejercitada con perfección, distinguién­
los vicios y pecados que traen consigo. Pero pasa más adelante
dose una religión en uno y otra en otro; y Jesucristo, modelo aca­
la amorosa providencia del Señor, porque á algunos que están
bado de toda suerte de virtudes, será imitado en todas ellas; de
pegados á las cosas del mundo, si no quieren dejarlas de grado,
este modo, todos los hom bres, cualquiera que sea su complexión
suele casi hacerles violencia, y forzarlos á que las dejen, permi­
y naturaleza, podrán aspirar á ser perfectos, escogiendo el Insti­
tiéndoles caer en trabajos, enfermedades y tentaciones, y á veces
tuto que más se acomode á sus circunstancias personales. ¡Oh
en graves pecados, para que, viendo el peligro a l ojo, procuren
Providencia inefable de nuestro buen Dios! No se ha contentado
huir de él: al modo que los ángeles, viendo que L oth n o se resol­
aun con instituir las religiones; Él mismo se ha encargado de vía á salir de Sodoma *, le asieron de la mano, y le sacaron por
proveerlas de hijos fieles que vayan perpetuando el Instituto que la fuerza, para librarle del incendio. ¡ Oh Padre amorosísimo) •
abrazaron, y atraj’endo á él á otros afortunados á que les sigan. ¿Qué gracias os daré por haberme competido á entrar en vuestra
¿Comprendemos los fines que se ha propuesto D ios al establecer casa > para huir del fuego que abrasa el mundo? Conservadme
el estado religioso? ¿Nos esforzam os en conseguirlos? ¿A grade­ dentro de ella, aunque sea á fuerza de trabajos, para que, libre
cemos á Dios el favor que nos ha dispensado, llamándonos á él? de los fuegos que me amenazan, alcance los premios que me es­
¿De qué modo le probam os nuestra gratitud? ¿ Cuántos han que­ peran. ¿Hemos oído nosotros el llamamiento divino? ¿Hemos
dado en el mundo, que, si hubiesen sido llamados com o nosotros, resistido á él? ¿Cómo está nuestra conciencia?
habrían correspondido m ejorI Alentémonos á trabajar, por ser P n n t o 2 .° L a religión comprende los tres bienes, honesto,
lo que debemos. Form em os los propósitos que nos son necesa­ ú til y deleitable.— Considera cómo el estado religioso encierra
rios, y oremos al Señor nos ayude para cumplirlos y se compa­ con grande excelencia los tres géneros que hay de bienes, á
dezca de todas las necesidades. saber: E l bien honesto, que abraza todas las virtudes, así mora­
les como teologales, con los dones del Espíritu Santo. E l bien
22.— BIENES DEL ESTADO RELIGIOSO. útil y provechoso, que en ciérralos medios convenientes para
conservar y aumentar la vida del alma y alcanzar la vida eterna,
P reludio i .» Representémonos á Jesús diciéndonos: «Vosotros que, dejadas todas las y también los que ayudan para pasar esta vida temporal del
cosas , me seguisteis, recibiréis el ciento por uno en este siglo y después la vida eterna». cuerpo con provecho del espíritu. E l bien deleitable, que abraza
P reludio 2.» Pidamos la gracia de conocer los bienes que encierra el estado religioso la paz de D ios que sobrepuja á todo sentido, y el gozo del Espí­
y agradecimiento al Señor que nos escogió para él. ritu Santo, con los deleites que nacen de las obras virtuosas.
Todos estos bienes se hallan en la religión excelentísimamente;
P o n t o 1 »° P elig ros d e que se libra el religioso.—Considera porque ella es madre de todas las virtudes en su perfección; ella
primeramente los m ales gravísim os de que preserva Dios al re­
ligioso. Para lo cual has de ponderar cómo dentro de este mundo ' I Joan. . i t , 16.— * Genes , xix . 1 7 . — } Lu í . . xiv . ; j .
86 Serie p rim era.— V ia purgativa.
M ed. 2 2 .— Bienes del estado religioso. 87
este estado, si vuestra m isericordia no me previniera para ello; y
pues y a me habéis escogido, ayudadme para que lleve frutos que visible, que es bueno y hechura de D ios, hay otro mundo fundado
permanezcan hasta la vid a eterna. en maldad, cuyo príncipe es el demonio, y cuyo empleo e s 1 codi­
E p í l o g o y c o lo q u i o s . — ;Oh! ¡Cómo brilla la adorable pro­ cia de carne y ojos, y soberbia de la vida. Este mal mundo tiene
videncia de Dios en la institución del estado religioso! Quiere que dos partes: una está fuera de la Iglesia, que son los infieles, los
en el mundo se ejercite con perfección la caridad, que Jesús cuales, como carecen de fe, se deslizan en innumerables vicios,
tenga perfectos im itadores, que haya casas de refugio para los y no paran hasta despeñarse en los infiernos: otra parte está den­
tro de la Iglesia, y son la congregación de los pecadores, que
que temen los escollos de la tierra. Desea tener una casa de re­
poseen ó pretenden con desorden los regalos, riquezas y digni­
creación para sí, un faro resplandeciente para los fieles y un ar­
dades de la v id a , con pérdida de la caridad y riesgo de la salva­
senal de grandes m erecim ientos; y viendo que todo esto era
ción. En medio de este mundo viven los justos s e g la re s, que
dificultoso y casi imposible en el mundo, establece el estado reli­
poseen lícitamente estas cosas, los cuales corren grandes peli­
gioso , en donde pueden alcanzarse con suavidad y facilidad todos
g ro s, ya por las ocasiones en que viven, y a por los malos ejem­
estos bienes. Y para m ejor lo g ra rlo s, no se contenta con que haya
plos que ven, y por las calumnias y molestias que reciben de los
una sola religión; antes dispone que haya varios Institutos con
que pretenden lo mismo que ellos poseen. Pondera cómo de este
diversas reglas; pero cuyo objeto y fin general sea la santifica­
mundo tan peligroso saca Dios nuestro Señor, por su m isericor­
ción y salvación de los que las profesan, aunque sean diversos
dia, á los religiosos, poniéndolos en un estado desnudo de estas
los caminos para obtenerla. D e este modo la caridad, que abraza
riquezas, deleites y vanas libertades, para que vivan libres de
actos muy diversos, será ejercitada con perfección, distinguién­
los vicios y pecados que traen consigo. Pero pasa m ás adelante
d ole una religión en uno y otra en otro; y J esucristo, modelo aca­
la amorosa providencia del Señor, porque á algunos que están
bado de toda suerte de virtudes, será imitado en todas ellas; de llegados á las cosas del mundo, si no quieren dejarlas de grado,
este m odo, todos los hom bres, cualquiera que sea su complexión suele casi hacerles violencia, y forzarlos á que las dejen, permi­
y naturaleza, podrán aspirar á ser perfectos, escogiendo el Insti­ tiéndoles caer en trabajos, enfermedades y tentaciones, y á veces
tuto que más se acomode á sus circunstancias personales. ¡ Oh en g ra ves pecados, para que, viendo el peligro a l o jo , procuren
Providencia inefable de nuestro buen Dios! No se ha contentado huir de é l; al modo que los ángeles, viendo que L o th n o se resol­
áun con instituir las religiones; Él mismo se ha encargado de vía á salir de Sodoma *, le asieron de la mano, y le sacaron por
proveerlas de hijos fieles que vayan perpetuando el Instituto que la fuerza, para librarle del incendio. ¡ Oh Padre amorosísimo) •
abrazaron, y atrayendo á él á otros afortunados á que les sigan. ¿Qué gracias os daré por haberme competido á entrar en vuestra
¿Comprendernos los fines que se ha propuesto D ios al establecer casa > para huir del fuego que abrasa el mundo? Conservadme
el estado religioso? ¿Nos esforzam os en conseguirlos? ¿A grade­ dentro de ella , aunque sea á fuerza de trabajos, para que, libre
cemos á Dios el favor que nos ha dispensado, llamándonos á él? de los fuegos que me amenazan, alcance los premios que m e es­
¿De qué modo le probam os nuestra gratitud? ¿ Cuántos han que­ peran. ¿Hemos oído nosotros el llamamiento divino? ¿Hemos
dado en el mundo, que, si hubiesen sido llamados com o nosotros, resistido á él? ¿Cómo está nuestra conciencia?
habrían correspondido m ejor! Alentémonos á trabajar, por ser P n n t o 2 .° L a religión com prende los tres bienes, honesto,
lo que debemos. Form em os los propósitos que nos son necesa­ ú til y deleitable.—Considera, cómo el estado religioso encierra
rio s, y oremos al Señor nos ayude para cumplirlos y se compa­ con grande excelencia los tres géneros que hay de bienes, á
dezca de todas las necesidades. saber: E l bien honesto, que abraza todas las virtudes, así mora­
les como teologales, con los dones del Espíritu Santo. E l bien
22.— BIENES DEL ESTADO RELIGIOSO. útil y provechoso, que en ciérra lo s medios convenientes para
conservar y aumentar la vida del alm a y alcanzar la vida eterna,
P reludio i .» Representémonos á Jesús didéndonos: «Vosotros que, dejadas todas las
y también los que ayudan para pasar esta vida temporal del
cosas , me seguisteis, redbiréis el ciento por uno en este siglo y después la vida eterna». cuerpo con provecho del espíritu. E l bien deleitable, que abraza
Preludio 2.« Pidamos la gracia de conocer los bienes que encierra el estado religioso la paz de D ios que sobrepujad todo sentido, y el gozo del Espí­
y agradecimiento al Señor que nos escogió para ¿I. ritu Santo, con los deleites que nacen de las obras virtuosas.
Todos estos bienes se hallan en la religión excelentísimamente;
P n n t o 1 ,° P elig ros d e que se libra el religioso.—Considera porque ella es madre de todas las virtudes en su perfección; ella
primeramente los males gravísim os de que preserva D ios al re­
• I Joan. . 11, 16.— * Genes , xix . 17. — 5 Lúa. . xtv . 23.
ligioso. Para lo cual has de ponderar cómo dentro de este mundo
88 Serie prim era. — V ía purgativa. Med. 2 3 .— Bienes del estado religioso. 89
las cría y sustenta con la leche de su doctrina, y las hace crecer cera promesa del Señor consiste en darlela vida eterna, añadiendo
con los medios que pone para que ejerciten sus actos; y las en­ á la que se promete á todos los fieles una especial providencia de
cierra con los cerrojos de los votos dentro de su casa, para que encaminarle á dicha vida por medios tan segu ros, que la alcancen
no se vayan fuera de ella, y las levanta á tanta grandeza, que con más facilidad y con m ayores ventajas: por cuyo motivo dicen
compite con la angélica; porque, como dicesan Basilio, no es los santos que la perseverancia en la religión es señal de predes­
otra cosa religión que un traspaso del modo de vivir humano al tinación , porque en premio de haber renunciado su propio pare­
que tienen los santos en el cielo, y por la semejanza de lo que cer y gobierno, los gobierna Dios con especial cuidado para que
pasa en el cielo se puede conocer la vid a que los religiosos pro­ alcancen su dichoso premio. ¡Oh Dios de mi vida! Gózome de
fesan en la tierra. Porque acá toman posesión especial del reino haber sido escogido por V o s para este dichoso estado; más
de D ios, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu S a n to 1. el cual quiero viv ir en él despreciado y olvidado, que m orar con grande
con particular asistencia es Padre de todos estos géneros de bie­ honra en los palacios del m undo; de hoy m ás, para mi la celda
nes, de los cuales la religión es m a d re , llenando de ellos á sus será como mi cielo, procurando vivir en ella con la pureza que
hijos ; por lo cual todos los que han recibido la divina vocación, viven los ángeles en el c ie lo : haced, D ios mío, que persevere fiel
han de procurar escuchar los consejos de esta m adre, la cual hasta la m uerte, para que logre el premio que me prometisteis.
dice á cada uno de sus hijos 1 : «R ecib a tu corazón mi doctrina, ¿Deseas tú .alcanzar los premios que Dios te ha ofrecido? ¿Cómo
guarda mis preceptos, y viv irá s, no la vida que solías, sino otra vives en la religión? ¿Cumples tú las prom esasquehiciste á Dios?
más que humana, vida santa, alegre, pacífica, celestial y diviiia». E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh religioso! ¡ Cuán soberana es la
¡ Oh Padre am antísimo! G racias os d o y cuantas puedo por ha­ suerte que te-ha cabido! Sólo en el cielo conocerás el bien inmen­
berme traído á v iv ir en la casa de la santidad, haciéndome hijo- so que el Señor te ha dispensado llamándote al celestial estado
de la que es madre de las virtudes, p a ra que me críe en ella; en que te hallas. Inminentes peligros de pecar y condenarse
concededme que como buen hijo ejercite luego todo lo que m e rodean por todas partes á los que viven en el mundo. L a s tres
manda esta buena m adre, para que alcan ce los bienes que m e concupiscencias, y el demonio que las atiza, y el mundo que se
promete. ¿Miramos á la religión como á una madre? ¿Procura­ va le de ellas y las despierta, no cesan de tenderles por todas par­
mos cumplir lo que ella nos manda? tes peligrosos lazos. Y ¡cuántos caen! ¡Cuántas víctim as hace
P u n t o 8.° Prem ios que Dios prom ete al relig io so — En diariamente el infierno! D e entre tantos escollos se ha dignado el
este punto has de considerar los bienes que Dios promete al reli­ Señor sacarnos, trayéndonos á la religión. P ara esto se h a valido
gioso q u e , dejadas todas las cosas, le sigue. Porque á cada uno de inspiraciones, am enazas, y aun quizá de castigos. ¡ Bendita sea
dice lo que al apóstol san Pedro y dem ás discípulos ? :« Vosotros la soberana bondad de nuestro Padre amoroso! En la religión ha
dispuesto que hallásemos toda suerte de bienes, el honesto, el
en la regeneración os sentaréis sobre doce tronos para juzgar á
útil y el deleitable, de modo que pudiésemos decir que con la
Israel; y todos los que abandonen to d as las cosas por mi causa,
divina vocación nos han venido todos los bienes. P or medio de
recibirán el ciento por uno en este m undo, y después la vida eter­
este estado quiere sublimarnos á las más altas honras. ¡ Jueces
na». Primeramente, el religioso, en e l día del juicio, recibirá un
asesores en el día del juicio, confirmando la sentencia que Él dé
lugar y trono excelentísimo por el lu g a r que dejó en el mundo y
á los buenos y malos! E n este mundo y a quiere recompensarnos
tomó en la religión, de modo que cuando los demás hombres han
con el ciento por uno, y después consumar la o b r a , llevándonos
de parecer ante el tribunal de C risto para ser juzgados, él, con
á la vida eterna. ¿Qué daremos á este amante Padre por lo que
los apóstoles, se sentará en trono de g lo ria como ju ez, con gozo y
É l nos ha dado? ¿Cómo le pagaremos tan señalados beneficios?
honra especial, por haber imitado a l Ju ez supremo en la castidad
¿Qué desea É l de nosotros? ¿En qué cosas nos hemos de mejorar
p o b reza , obediencia y demás virtudes. E n segundo lu gar, dale
ó reform ar ? ¿Qué nos falta para ser perfectos religiosos? Medi­
el Señor por lo que dejó ciento tanto e n esta v id a ,y esto lo hace
tém oslo m uy atentamente, y , en conociéndolo, formemos efica­
de dos m odos: uno es con la misma m oneda, abasteciéndole de
ces y prácticos propósitos, suplicando á Jesucristo nos dé abun­
tal modo de todas las cosas que n ecesita, que por una casa reciba
dante gracia para cumplirlos, y se com padezcadetodo el mundo,
cien, y por un padre, m adre, herm anos, recibe innumerables
en particular del estado religioso.
que le profesen am or más perfecto y encendido que los carnales;
otro es pagandoconmoneda m ás p re cio sa , dándole y colmándole
de bienes espirituales por los tem p orales que abandonó. JLater-•

• Rom., x iv , 17. — » Prov. v¡i, i-2. — i M atth. , xix, 2$ : L ú e ., xviu, 30.


90 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 2 3 .— Foto de pobrera. 91
en el otro. ¿Nos hallamos culpables en la observancia del voto
23,— VOTO DE POBREZA. de la pobreza? ¿en qué y cuándo hemos faltado á é l?
P a n t o 2 .° E xcelencia de la pobreza. — Considera en este
P reludio i / Represéntate á Jesucristo diciéndote: (Bienaventurados los pobres de punto la grande excelencia de la pobreza religiosa, lilla , según
espíritu».
san Am brosio, es el origen y madre de todas las virtudes, de tal
P reludio 2.» Pide fervorosamente la gracia de saber practicar la pobreza.
modo, que no es posible poseerlas con solidez sin fundarlas en
la pobreza del espíritu. El mismo Jesucristo la colocó al frente
P u n t o l . ° Obligación de la p obreza —Consiáen.la obliga­ de las bienaventuranzas 1, y todos los fundadores de las reli­
ción que te impone el voto de pobreza y los varios modos con giones la pusieron por piedra fundamental de sus espirituales
que puedes pecar contra él. Por este voto has hecho una renun­ edificios y firmísimo apoyo para sustentarlos. P or ella te haces
cia espontánea, perpetua y absoluta de todos los bienes de la semejante al Hijo de D ios encam ado, el cual nació pobre en un
tierra, prometiendo al Señor no hacer ningún a,cto que suponga estibio de brutos, viv ió pobrísimo sin tener donde reclinar su
propiedad, sin el consentimiento del superior. Puedes pecar eon- cab eza, y murió en la más extremada pobreza, faltándole un
tra este voto de varias maneras: i.a Pretendiendo sin necesi­ vaso de agua para calm ar su sed, un harapo para cubrir su desnu­
dad singularidades con menoscabo de la perfecta vida común, y dez, seis palm os de tierra para extender sus miembros fatigados
usando de las cosas como si fuesen propias, poniendo en ellas de y moribundos, y un m iserable sepulcro para depositar su cuerpo
tal modo el corazón, que temas que te las quiten, las defiendas muerto. Pues ¿qué m ayor gloria puedes desear que asemejarte
con pertinacia y te resientas al verte privado de ellas. 2.a Ha­ al que es el modelo y ejemplar de todos los predestinados? ¿Qué
ciendo actos que suponen propiedad ó libre administración de las m ayor excelencia que parecerte al que es R ey de reyes, Hijo del
cosas, como dar, recibir, retener, gastar, cambiar, no mediando Eterno Padre j r figura de su substancia *? D e aquí procede que
el permiso del superior. Y si eres superior, ó está á tu cargo la aún el mundo no puede menos de rendir tributo de veneración
distribución ó administración de las cosas, faltarías en lo mismo y respeto á los pobres q u e , por imitar y seguir á Cristo, dejan
haciéndolo de un modo arbitrario, ó contra la voluntad de tus todas las cosas. En ellos depositan los hombres su confianza, á
principales, ó buscando sólo la satisfacción del amor propio, ó ellos confían sus secretos, á ellos consultan sus dudas, de las
negando Sin motivo aquello que razonablemente te pidan tus oraciones de ellos esperan el buen resultado de sus negocios, y
hermanos ó súbditos. 3.a Buscando con solicitud para ti lo pre­ aquellos mismos q u e , quedándose en sus casas, cuidando de sus
cioso, curioso y superfluo, y rehusando en las comidas, vestidos y intereses, hubieran sido el blanco de la maledicencia, murmura­
muebles aquellos que sean más propios de los pobres. 4.a Disgus­ ción y desprecio de los hombres, después de renunciadas todas
tándote cuando hayas de experimentar los efectos de la pobreza, las cosas, son venerados, escuchados y santamente amados de
quejándote y murmurando de los que tienen el cargo de adminis­ todos los que los conocen. ¡ Oh amantísimo Jesús! G racias os doy
trar las temporalidades, ostentando con la tristeza del semblante, por el beneficio inmenso que me habéis hecho, inspirándome la
ó de otro modo, el disgusto interior que sientes, llegando hasta resolución de dejar todas las cosas para seguiros. Confuso estoy
arrepentirte de haber hecho el voto de pobreza y profesado en a l recordar aquellos años en que corría tras la vanidad de los
la religión. 5.a Finalmente: faltarías á la pobreza teniendo en tu bienes terrenos, y buscaba las cosas m entirosas» del mundo. No
poder ó en el de otro, dinero ú otra cosa equivalente, ocultando permitáis que vu elva al vóm ito 4, poniendo otra vez mi afición
aquello que presumes no te había de permitir el superior, y en estas viles riquezas que con vuestro auxilio he abandonado.
ejerciendo por el lucro temporal los sagrados ministerios. Vistos ¿Conoces tú, alma religiosa, la excelencia de la pobreza que
todos estos pecados, has de acusarte humildemente delante de prometiste? ¿Mirarás todavía como una afrenta el ser pobre?
D ios, diciéndole: Confieso, Dios m ío, mi injusticia delante de F n n t o 3 .° U tilidad de la pobreza.— Considera los inmen­
Vos, porque, habiéndoos entregado todos los bienes terrenos, he sos bienes que produce la pobreza religiosa. Estos bienes, ¿quién
pretendido usurpároslos de nuevo, alzándome con ellos como si los podrá enumerar? Si eres pobre de espíritu, tu pobreza será
fuesen míos. Contra vuestro precepto he querido poseer oro, el más poderoso destructor de la soberbia, el m ás eficaz medio
plata y demás bienes m ateriales, y en lugar de considerar como para satisfacer por los pecados pasados, la fuente m ás abundante
bienaventurados á los pobres de espíritu, he mirado como una de humildad, templanza, castidad y despego d élos deleites mun­
calamidad la pobreza. Ayudadm e, D ios mío, para que, mirando danos. Pero pondera, sobre todo, las ricas promesas que ha hecho
como cosa secundaria las cosas de la tierra, busque siempre y
con ahinco vuestro reino en este mundo y le goce eternamente • Matth., v , 3. — » Hebr. i, 3. — i Psaim. iv, 3. — 4 Prov., xxvi , 1 1 .
9> Serie prim era — V ia purgativa.
M eJ. 2 4 .— V oto de castidad. 93
e l mismo Salvador en favor de los pobres de espíritu ’ : «Vosotros
que habéis dejado todas las cosas y me habéis seguido, recibi­ 2 4 . - VOTO OE CASTIDAD.
réis el ciento por uno y después la vida eterna; en el día del
juicio, os sentaréis sobre tronos brillantísimos como jueces para P/610010 i.» Represéntale < Jesucristo dictándote: «Persevera en la castidad, y me
ju zg ar á las tribus de Israel; y si buscáis ante todo el reino de seguirás donde quiera que yo vaya ».
D io s y su ju sticia , todas las cosas se os darán por añadidura». P k;.iuok>2.« Pide al Señor que te conceda esta angelical virtud.
¡Qué paz tan abundante, qué riqueza tan espléndida, qué segu­
ridad tan abastecida se encierra en estas generosas promesas! Si P a n t o l . ° Obligación d el voto de castidad.— Considera
eres verdaderamente pobre, nada puedes temer. D e tu cuerpo cuán estrecha y g ra ve es la obligación que te impone el voto de
cuidará el que viste los lirios del cam po y alimenta á todos los castidad. Porque mientras que en los otros votos los pecados que
vivientes; la experiencia propia y d e todos los religiosos que te contra ellos se cometan, por razón de la materia puede ser que no
han precedido te confirma esta verdad. T u alm a se enriquecerá pasen de pecados veniales, todos los cometidos deliberadamente
de virtudes y de gracia. En tu m uerte no tem erás dejar al mundo contra la castidad son otros tantos pecados mortales. ¡ Y cuán
y cuanto hay en él. En el juicio no serás contado entre los que fácil es resbalar en una cosa tan atractiva para la naturaleza re ­
oyen la sentencia, sino entre los que la dictan. En el cielo brilla­ belde, y á la cual tan vivam ente instigan el mundo y el demonio!
rás más que el sol, riquísimo con la posesión de Dios. ¡Oh alma Un pensamiento libremente admitido y consentido, un deseovolun­
m ía! ¿De dónde á ti tanto bien? ¿C óm o no te deshaces en alaban­ tariamente aceptado, una mirada, una palabra, una acción, bas­
zas de aquel Señor, que se ha dignado escogerte para un estado tan para perder en un momento esta preciosísim a virtu d, que,
que tantos bienes produce á los que lo poseen?¿Cómo conservas semejante á un terso espejo, un ligero hálito la empaña, y como
todavía rastro de afición á la tie r ra , p o r cuyo abandono y renun­ delicada azucena, muy fácilmente se aja y marchita. Con lo cual
cia aseguras el cielo? ¡ Oh Dios verdadero! D e hoy en adelante en un instante te harías reo de dos pecados m ortales, uno contra
quiero deciros con el Profeta 3: ¿ Q u é hay para mí en el cielo, y la virtud de la castidad, y otro contra la virtud de religión,
fuera de V o s , qué quiero en la tierra? V o s sois toda mi herencia, por haberte consagrado y entregado á D ios por medio del voto.
y mi Dios y Señor por toda la eternidad. ¡A y del religioso descuidado en este punto! M uy presto su cora­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡C u án fácilmente puede faltar el zón se endurecerá para todas lascosasbuenas, m irará con repug­
religioso al voto de pobreza! Y a s e a superior, y a sea súbdito, nancia sus obligaciones, se labrará una cadena no interrumpida
está expuesto á quebrantarlo. T od o acto de propiedad es una he­ de pecados, que principiará por arrancarle de la religión y aca­
rida más ó menos g ra ve contra este voto. S i da, recibe, retiene bará por arrastrarle al infierno. Pero considera también que
ó permuta sin permiso; si m algasta ó destruye sin cuidado; si quien está obligado á obtener un fin, ha de practicar los medios
rehúsa con orgullo las cosas p ob res; si desea singularidades in­ necesarios para lograrlo, y remover los impedimentos que estor­
justificadas.... ¡Cuántos pecados! ¿ L o s has cometido? M ira, para barían la consecución del mismo. En consecuencia, no cumplirías
tu confusión y arrepentimiento, la excelen cia y utilidad de la po­ las obligaciones que con el voto de castidad has contraído, s in o
breza, contra la cual has pecado. E lla es la madre de las virtu­ pusieras en práctica los medios para ser casto, y no te apartases,
des; ella ¡te asemeja á Jesucristo; e lla es el fundamento d é la s pudiendo. de aquellas cosas que pueden ponerla en peligro. ¡Oh
religiones. E lla destruye la soberbia, quita el cebo de los vicios, Esposo divino, que os apacentáis entre las azucen as', y os rega­
las ocasiones de pecar, los medios d e ofender á Dios. P or ella tu láis con las almas castas, y miráis con horror á los que osan man­
muerte será tranquila, tu juicio glo rio so y tu gloria abundante. charlas c'on el vicio inmundo! Gracias os doy cuantas puedo por
¿Es posible que te hayas atrevido á destruir este baluarte de la haberme inspirado la resolución de consagraros esta hermosa
perfección? ¿á cerrar esta fuente de bienés? ¿á perder este tesoro virtu d : ahora mismo renuevo la promesa que os h ice, pidiéndoos
riquísimo? M ira lo que te conviene hacer para remediar tanto gracia m uy eficaz para nunca fa lta rá ella, prudencia para ale­
mal. Exam ina qué querrías haber hecho en la hora de la muerte, jarm e de los peligros, y constancia en la práctica de los medios
y mientras Dios te da tiempo, haz lo s propósitos prácticos que que para conservarla son necesarios. ¿ Son estos nuestros deseos?
te convengan para la observancia fie l de este voto; pide gracia ¿Qué hemos de practicar y rem over para que sean eficaces?
eficaz para el cumplimiento de e llo s , y ruega por las necesidades P u n t o g .° Excelencia de la castidad religiosa.—En este
que te hayan encomendado. punto debes considerar la excelencia de la castidad. L a cual en

s C a n t ., 11, 16.
■ Matih., xix, 28. — 1 Psalm. lxxii , 25.
94 Serié prim era.— V ia purgativa. M ed. 2 4 .— V eto de castidad. . 95
cierto modo levanta al hombre caído á aquel estado en que se escuchando dócilmente sus amonestaciones, y recibiendo con hu­
hallaban los primeros padres antes del pecado. Porque de tal ma­ mildad sus consejos. ¡Felices los castos! ¡Qué fruto tan copioso
nera sujeta la carne al espíritu, que ni en pensamientos ni en obras alcanzarán con sus sermones, avisos y correcciones! ¡Cuántos
padezca cosa alguna que desdiga del estado de la inocencia. ¡Qué méritos acaudalarán para la otra vida! ¡Á cuántas almaS arran­
excelencia tan soberana! Por la castidad, según los santos Pa­ carán del lodazal del vicio con sus buenos ejemplos y porte mo­
dres, te haces semejante á los mismos ángeles, príncipes glorio­ desto! Contempla, por último, á los castos en el cielo. M íralos
sos , de los cuales uno solo vale más que todo el universo. Y aun vestidos con blanquísimos ropajes, señal de su candor y pureza,
en algún m odo, más digna de alabanza es la pureza del hombre paseando en pos del Cordero ' inmaculado, al cual nunca per­
casto que la delángel, porque, como observasan JuanCrisóstomo, dieron de vista en el mundo para im itarle, y del cual januis se
la pureza del ángel es natural y necesaria, mientras que la del separarán, para regalarse con É l, entonando deliciosos cantares
hombre es libre, voluntaria y adquirida á costa de grandes sacri­ que sólo ellos saben cantar. ¡Oh virtud, no terrena, sino celestial,
ficios. No terminan aquí las excelencias de la castidad. Esta vir­ que tantos bienes nos cau sas! T ú nos defiendes de los enemigos,
tud, según afirman sanBasilio y san Juan C lím aco, llega á hacer tú nos enriqueces el alm a, tú la haces apreciable al m undo, ama-
al hombre semejante á Dios, dándole participación en aquella in- ble á los ángeles, querida de D ios, y compañera inseparable del
corruptibilidad y pureza que se halla en Dios como en su propia Cordero divino. ¡Oh alm a m ía ! Mira cuán hermosa y agraciada
íuente, y perlectísimo dechado. Si eres casto alcanzarás y a en este es la generación de los castos ’. Su memoria es inm ortal, cono­
mundo aquella gloriosa semejanza con D ios, con que el enemigo cida de D ios y de los hombres; porque los hombres la veneran y
engolosinó á nuestros padres en el paraíso, y por la cual vinie­ Dios la premia eternamente en el cielo. ¿Qué piensas de la casti­
ron á perder los bienes de que habían sido colmados. Pondera, dad? ¿Comprendes su ex celen cia , su delicadezay utilidad? ¿Qné
finalmente , cómo esta castidad religiosa es un don tan soberano haces para conservarla?
y una dádiva tan preciosa, que no á todos se concede. Es una gra­ E p í l * s « y c o lo q u io s . ¡ A y del religioso q u e , teniendo
cia m uysingular, dada por la mano de D ios á aquellos que quiere voto de castidad, no ejerce una constante vigilancia sobre sí
sublimar á grande altura de perfección. Y por lo mismo que es m ism o! Perderá esta riquísima jo ya , v e rá empañado este bri­
joya riquísim a, son muchos y muy poderosos los ladrones que llante esp ejo , tristemente ajada esta hermosa flor. Un pensa­
desean apoderarse de ella. ¡Oh amantísimo Jesú s!; pues que por miento, una palabra, una mirada, una acción, un deseo, una
vuestra inefable bondad habéis querido hacerme participante de complacencia, bastan para robarte esta virtud. Pero ¿serás tan
la angelical virtud, levantándome poco menos que al estado d é la insensato, que consientas en perder, por un momentáneo gusto,
inocencia, á la semejanza de los ángeles y de V o s mismo; yo os una virtud que te asemeja á los ángeles, que te transporta al es­
bendigo y alabo por un favor tan señalado, y quisiera que todos tado de inocencia, y hace que te parezcas al mismo Dios? ¿P er­
los hombres y ángeles os alabasen por él ; y pues sabéis que mitirás que el demonio te usurpe aquello que más em bellece tu
llevo este tesoro en vaso tan flaco y quebradizo, añadid nuevas alm a, y que con más rabia ve él en ti? ¿T e privarás neciamente
gracias, para que sepa conservar lo que con tan grande benigni­ de las ventajas sublimes que esta virtud proporciona á sus po­
dad me habéis concedido, y con tanta ventaja yo he aceptado. seedores, así en este mundo como en el otro, así-enel orden tem­
P u n t o S.° Ventajas de la castidad religiosa.—A quí has de poral como en el eterno? Mira atentamente los peligros que te
considerar las utilidades que te proporciona el voto de castidad rodean, las ocasiones en que te hallas, los escollos que más de­
fielmente observado. Porque él te libra del imperio de la carne, berías temer. Examina del propio modo cómo te portas en las
enemigo doméstico que pretende arrojarte en el abismo de todos tentaciones, con qué claridad te confiesas, qué conversaciones
los vicios y del infierno. É l te pone en la precisión de adquirir un tienes. Y en vista de todo, forma aquellos propósitos que con
grande cúmulo de virtudes, cuales son la modestia, cautela, vig i­ mayor eficacia podrán preservarte de mancillar tan excelente
lancia , m ortificación, desprendimiento del mundo, y otras. de las y provechosa virtud. Pide gracia para p racticarlos. y ruega
cuales, á no ser por este voto, apenas te habrías acordado. Él por las demás necesidades, especialmente para que se conserve
hace á tu alm a compañera de los ángeles y amiga de la Reina del inmaculada la pureza en todos los religiosos de uno y otro sexo.
cielo, y á.tu cuerpo templo del Espíritu Santo y morada de Dios.
¡Qué utilidad! Mira también con atención lo que piensa el mundo • Apoc., xiv , 4. — a S ap., iv , 1.
acerca de la castidad. Mientras que contempla con desprecio y
huye con horror del religioso poco cauto acerca de esta virtud,
ama con preferencia y trata con confianza al religioso casto,
96 Serie prim era. — V ia purgativa. M ed. 25.— Voto de obediencia. 97
vina voluntad. ¿Hemos faltado á la virtud de la obediencia? ¿No
25,— VOTO DE OBEDIENCIA. lo sentimos?
P u n t o a .° Excelencia de la obediencia.—Considera en este
Preludio i * Represéntate í Jesucristo diciendo : cNo vine á hacer mi voluntad, tino punto la excelencia de la obediencia religiosa. P ara lo cual has
Ij de mi Padre que me envié». de ponderar cómo por este voto haces á Dios entrega completa
' P reludio 2 0 Pide la gracia de obedecer á Dios y á sus representantes. de lo mejor que tienes. P o r el voto de pobreza haces donación á
D ios de los bienes m ateriales; por el de castidad le haces dueño
P a n t o l .° U sencia y obligación del voto de obediencia. — de tu cuerpo; pero por el de obediencia le entregas el alma con sus
Considera ante todo en qué consiste el voto de obediencia y cómo potencias, consagrándole la voluntad y entendimiento, prome­
lo debes cumplir. A l h acer esta excelentísima promesa A Dios, le tiéndole no querer sino lo que él quiera, ni separarte un punto
hiciste dueño absoluto de todas tus acciones, obligándote á obe­ de sus mandatos. D e aquí se sigue que sólo el voto d é la obe­
decer en la religión A todos aquellos que en su nombre te go- diencia hace que el religioso sea tal, porque en él se incluyen
, b iem an ,sin distinción de personas, caracteres, cualidades que todos los dem ás, con la observancia de los estatutos, mientras
los adornan, sean cuales fueren las afecciones que con ellos sien­ que él no está encerrado en los otros. ¡Cuánto aprecio debieras
tas , las relaciones que con los mismos hayas tenido. D ebes obe­ hacer del voto de la obediencia! En él hallas un manantial inago­
decerles en todas las cosas, aunque sean, por otra parte, no obli­ table de virtudes, porque ninguna puede faltar al verdadero
gatorias y de difícil ejecución. D ebes estar dispuesto para ir á obediente, y a que faltando á una sola, se falta también á la obe­
cualquier lugar adonde quieran enviarte, desempeñar cualquier diencia, que las prescribe todas. Aunque ofrecieras á Dios los sa­
cargo que deseen confiarte, recibir las pruebas que pretendan crificios m ás ricos, inspirados por el m ayor desprendimiento que
hacerte, aceptar las le y e s y preceptos que, sin oponerse á la ley pudiera darse, no harías una cosa que le fuese tan grata como su­
de Dios, te impongan. T u obediencia ha de ser pronta, sin demora jetarte á su santísima voluntad, pues que Él mismo te d i c e ‘ Mejor
ni excusa; perpetua, no p or un mes ni por un año, sino por toda es la obediencia que las víctimas.» Mas para acabar de conven­
la vida; entera , tanto en lo espiritual como en lo corporal, tanto certe de la excelencia de esta virtud, pondera con atención los
en lo que mira ú la ciencia y virtud, como en lo concerniente á la ejemplos de Jesucristo. Nace obedeciendo; v iv e en la obediencia,
salud, reposo y bienestar del cuerpo; perfecta, no contentándote y muere inclinando la cabeza, en señal de sumisión y rendimiento
con hacer las cosas A m edias y por solo cumplir y salir del paso, á su Eterno Padre. Protesta que su manjar y delicia es hacer la
sino con toda la perfección posible; por motivo del divino amor, voluntad del P a d r e ’ ; que tiene su ley escrita en medio de su
apartando los ojos de todo respeto humano é inclinación del amor corazón; que no vino á cumplir su voluntad, sino la del Padre \
propio, y mirando sólo á D ios á quien representa el superior; i Oh Redentor obedientísimo! A brid ios ojos de mi entendimiento
con rendimiento de volun tad y entendimiento, sacrificando en para que v e a claramente la excelencia que está encerrada en el
aras de la obediencia tus propios quereres y juicios, buscando voto de obediencia, y , convencido de ella , ame cada día más y
razones para apoyar las disposiciones de lá superioridad. Luego más la suerte que me. ha cabido al haceros dueño absoluto de mi
debes volver los ojos so b re ti m ism o, ponderando las muchas voluntad. V o s dijisteis que es bienaventurado el varón que pone
faltas que contra esta v irtu d lias cometido, unas veces resistiendo su voluntad en la lev del Señor: inspiradme este santo afecto
pertinazmente como S a ú l. otras con pretexto de humildad como para con vuestra santa ley, y arrancad de mi corazón todo amor
san Pedro ', ó de no ofender á Dios como A ca z \ Á tu obediencia propio para que logre ser partícipe de vuestra bienaventuranza.
han precedido largas dem oras, han acompañado muchas excusas ¿Qué te conviene hacer para esto?
y sentimientos , y seguido la inconstancia é imperfección. Consi­ P a n t o 3 .° Ventajas de la obediencia.— Reflexiona en este
punto acerca de los provechos grandes que reportarás de la obe­
derando todo esto, debes p ed ir á Dios perdón, diciendo: ¡Oh, Dios
diencia. Porque esta virtud tiene la admirable propiedad de me­
mío! Siento las muchas desobediencias que he cometido. Vos,
jorar y subir de quilates á todas las obras virtuosas, y aun de
mansísimo Cordero, os som etisteis á los que os desollaban, y
hacer aceptas á Dios y meritorias aquellas que de suyo serían
y o , lleno de soberbia, no h e querido sujetarme á vuestros minis­
indiferentes. ¡ Cuán necio serás s i, olvidándote de la obediencia,
tros, que me guiaban p or e l camino de la felicidad. Perdonadme,
te dejas guiar en las obras de los impulsos de tu propia voluntad!
buen J e sú s, por vuestra adm irable obediencia, y haced que sea
En el día del juicio oirás aquella formidable.sentencia «Reci-
en adelante todo mi gusto y contento el sujetarme A vuestra di-1
1 I R-g., xv, 22.— >Joan., iv, 34. — >Joan., v, ,;o. — 4 Mattta., v i , 2.
1 Joan., xiii. S. — > Isai., vil, 12.
7
98 Serie primera.— '/¡a purgativa.
Med. 2 6 .— Observancia de las reglas. 99
biste y a tu paga». Empero si tu norma constante es la obedien­
cia, ella te defenderá de los enemigos, aclarará tus dudas, te
tranquilizará en las zozobras, y, guiado por ella, saldrás airoso 26. - OBSERVANCIA DE LAS REBLAS.
de todos los apuros. Pondera sobre todo la admirable paz de que
P reludio i .* - Represéntate d Jesucristo entregándote el libro de la* reglas, y uicién-
disfruta el religioso obediente. ¿Qué puede turbársela en este
dote: « Guarda esta ley y consejo . y será vida para tu alma 1 a.
mundo? Nada, El no tiene cuidado por lo que ha de hacer, no está
P keluoio 2.* Pide conocimiento de las faltas cometidas contra las reglas, y gracia de
inquieto por el día de mañana, no siente pesadumbre por los observarlas con perfección.
cargos ú ocupaciones que deja, ni por los lugares de donde sale;
no puede robarle la paz, ni el poco fruto que saca de sus trabajos,
P u n t o l .° Obligación de observar las reglas.— Considera
haciendo lo que buenamente puede, ni el temor de la muerte, ni
cómo la exacta observancia de las reglag es para ti una estrecha
aun las faltas ó defectos en que caiga. Bien dijo san Juan Clímaco
obligación. Esto prometiste en el acto, de hacer la profesión reli­
que la obediencia es una vida sin cuidado, una navegación sin
giosa , y no habrías sido admitido á ella sin hacer esta solemne
p elig ro , un caminar sin recelo bajo la dirección de otro, un nadar
promesa. Contrajiste en aquel día el solemne compromiso con
sobre los brazos de otro, sin peligro de anegarse. ¡Oh santa obe­
D ios, autor de las r e g la s ; con el Instituto á que perteneces, y que
diencial ¡Oh virtud digna de todo aprecio! Tú eres fuente de me­
por ellas se gobierna; con tus hermanos, á quienes debes edificar.
recimientos, manantial de bienes eternos, guarda fiel de la gra­
¡ A h ! La triple atadura, dice el Espíritu S a n t o c o n dificultad pue­
c ia , auxiliadora segura contra nuestros enemigos. Por ti el
de romperse. E s también una necesidad. L as reglas son el camino
pecador llega á la amistad de Dios, el tibio obtiene el fervor, el
por donde has de ir al c ie lo ; el conducto por el cual Dios te co­
soberbio alcanza la humildad, el justo logra la perseverancia y
munica sus dones, favores y gracias; el antemuro que defiende
una corona brillantísima en el cielo. ¡ Oh alma m ía ! Sé obe­
la ciudad de tu alm a, rodeada de encarnizados enemigos. ¡ A y de
diente, sujetándote á toda humana criatura, sobre todo á tus su­
ti si descuidas su observancia! T e apartas del verdadero y seguro
periores , por amor de D ios, á quien representan. M ira si lo haces.
camino, cierras la fuente de las gracias, y quedas expuesto á los
E p í l o g o y c o lo q u io » . ¡Cuán estrecha y g ra ve es la obli­
más furiosos ataques de tus enem igos, que fácilmente te vence­
gación que te has impuesto al hacer voto de obediencia! Ha$ re­
rán. Pondera ahora la facilidad con que puedes quebrantar las
nunciado á tu propia voluntad, poniéndola en manos del ministró
reglas. P ara lo cual observa cómo algunos faltan á ellas por aten­
de D ios, obligándote á someterte con prontitud, integridad, per­
der á sus propios caprichos y antojos, prefiriendo seguir su propia
fección y alegría á todas las disposiciones que dé y preceptos
voluntad, más bien que las prescripciones de su regla ; otros, pre­
que te imponga, y a acerca de los lugares en donde hayas de textando que son cosas pequeñas y de escasa importancia aque­
vivir, de las ocupaciones que debas teDer, los empleos que debas llas en que faltan; éstos, vacilando ó dudando si han sido verda­
desempeñar; y todo esto, no por un año, sino por toda la vida. deramente llamados á la religión, se dispensan ó prescinden de
¡Dichoso tú s i,-fiel á la promesa que hiciste, no te apartas un sus estatutos; aquéllos, con el achaque de antigüedad, nobleza,
punto de este camino! Ningún sacrificio podías hacer que fuese á ciencia, ó de haber trabajado mucho por la religión ■ desean
Dios más grato, porque le has consagrado la voluntad y enten­ exenciones y dispensas injustificadas; quiénes, en fin, debiendo
dimiento, haciéndole dueño absoluto de toda tu persona, y te has vigilar por su ca ig o acerca de la observancia, ó son descuida­
conformado cuanto podías al modelo universal de toda santidad. dos. ó dejan de co rre g ir, ó m uy fácilmente dispensan á otros ó
¡ Cuántos bienes obtendrás por medio de esta virtud! R íos de paz á sí mismos. M írate á ti mismo si estás comprendido en alguna
inundarán tu alm a, virtudes preciosas vendrán á adornarla, y de estas clases, y acúsate humildemente en la presencia de Dios.
méritos excelentísimos la prepararán para una elevada gloria. En ¡ Oh D ios mío y P adre mío! A hora conozco mi ingratitud é infi­
vista de todo esto, examina: ¿Cómo piensas acerca de la obe­ delidad; porque habiéndoos prometido la observancia de las re­
diencia? ¿De qué modo observas las obligaciones que te impone? g la s, en cambio de los inmensos bienes que V o s me ofrecíais en
¿Qué motivos te obligan á someterte á tus superiores? ¿Qué de­ vuestra casa, no sólo he olvidado mi promesa, sino que, á sabien­
bes hacer para ser un perfecto religioso en la observancia de das y con escándalo, las he quebrantado innumerables veces.
este voto? Piénsalo con cuidado; resuelve aquello que debas ha­ Perdonadme, D ios mío, y dadme gracia para cumplir en adelante
cer ó evitar en adelante. P id e gracia muy eficaz para cumplir lo que he tenido tan olvidado.
estos propósitos, y ruega p or las demás necesidades generales y P u n t o Sí.0 U tilidad de observar las reglas.— Considera la
particulares, especialmente por la santaIgíesia, para que en ella
se conserve aquella obediencia que tanto recomendé el Salvador. * Prov. , m , 21, 22. — : Eccles., iv, 12.

0
100 Serie prim era.— V ia purgativa. M ed. 2 j . — Observancia de las reglas. I0I

grande utilidad que reportarás de la fiel observancia délas reglas. causa de esas caídas te vas enfriando en el fervor, vas perdiendo
L o que son las alas para el a v e , las ruedas para el carro, el hé­ el santo temor de D ios, te acostumbras al pecado, tu alma se
lice para el navio de vapor, son las reglas para el religioso. Aun­ debilita con las repetidas batallas que pierde, tus enemigos van
que le sean algo pesadas, ellas le ayudan á remontarse hasta el cobrando nuevos bríos y se hacen más orgullosos, hasta que por
cielo, le facilitan el caminar seguro por el desierto del m undo, y último te arrojen en el abismo del pecado m ortal, y tal vez del
le sirven para surcar con m ayor velocidad el m ar tempestuoso infierno, como á Judas.¿No temes estas espantosas consecuencias?
por donde navega. ¿Lo habías reflexionado? O ye la generosa pro­ Reflexiona también acerca del daño que causas á tus hermanos,
mesa de Jesucristo «Alégrate, siervo bueno y fiel; pues que has á los cuales con tus faltas, de reglas induces á la inobservancia.
sido fiel en lo poco, yo te pondré y levantaré sobre lo m ucho». Si son fervorosos, tal vez por tus malos ejemplos se debilitarán
¡Dichoso el que observa con fidelidad las reglas! En este mundo en el fervor; si son tibios, se confirmarán en la tibieza; y si y a
recibirá gracias muy especiales, cumpliéndose en él lo que ha son inobservantes, se endurecerán en su m ala conducta y se
dicho el Apóstol *:« El que observare esta r e g la , vendrá sobre él harán más atrevidos y escandalosos, viendo que hay quien les
apoya con su proceder.¡Qué perjuicio! ¡Qué responsabilidad para
la paz y la misericordia, como escogido del S e ñ o r». ¡ Cuántas y
til L a religión misma no podrá y a considerarte como un hijo,
cuán señaladas virtudes practica! ¡ Cuántos méritos alcanza!
sino más bien como un verdugo, por los hijos que-le has asesinado
¡ Cuántos favores y distinciones de Dios recib e! Si el R ey prefiere
con tus escándalos, por la relajación que has introducido y por
al siervo más dócil y sumiso á sus mandatos, si el padre distin­
los castigos de Dios que sobre ella has atraído. ¡Oh D ios mío!
gue al hijo más obediente y puntual á sus órdenes, ¿qué hará tu
¿Seré yo tan miserable que quiera ocasionar tan g raves m ales á
Dios y tu Padre contigo si cumples exactamente la ley que te ha
mi Religión? ¿No temblaré ante el pensamiento de quebrantar las
impuesto? Levanta tus ojos al cielo , y mira aquel gozo soberano
reglas? A p artad, Padre m isericordioso, de m í, de mis hermanos y
en que será introducido el siervo bueno y fie l, que ha sido fiel
de la religión, los castigos que por mis faltas he m erecido, y haced
en lo poco. Tan grande será este gozo, que no cabrá dentro de él,
que con mi observancia repare ei daño que con mis inobservan­
é inundará sus potencias, sentidos, alma, cuerpo, todo su ser.
cias había causado. ¿Conoces, alma m ía, ios daños que se siguen
Será una medida >de gloria buena, llena, apretada, y que rebo­
de no observar las reglas? ¿Qué debes hacer para evitarlos?
sará. Ante tal perspectiva, ¿quién no se enciende en deseos de
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán estrecha y g ra ve es la obli­
observar con fidelidad sus reglas? ¡ Oh dulcísimo Jesús 1V os nos
gación que tiene el religioso de observar la regla que ha profe­
dijisteis4: «Mi yugo es suave y mi carga ligera; venid á Mí
sado! L a promesa que ha hecho solemnemente á Dios y á su
todos los que os halláis agobiados, y Yo os aliviaré». Confieso
Instituto, el deber de atender á s u perfección por el único y nece­
que es suavísimo el yugo de vuestra ley 3' ligerisim a la carga de
sario medio que D ios le ha señalado, la necesidad de edificar á
vuestros consejos, y que, en lu g ar de pesar, alivian y llenan el
sus hermanos; razones son poderosísimas que le obligan á una
alma de dulce consuelo; asoldadme con vuestra gracia para
constante y fiel observancia. ¡A y de él, si por vanos pretextos y
que jamás arroje de mí este y u g o , ni eche esta carga, sino que, fútiles m otivos se dispensa del cumplimiento de este sagrado de­
adornado con ellos, me presente á V o s para m erecer vuestro ber! S erá inicuo, al p arecer, en lo poco; pero dará una triste
alivio eterno. ¡Oh alma! ¿Comprendes la utilidad de llevar la prueba de que un día lo ha de ser en lo mucho. Despreciando co­
carga de Jesucristo, que son tus reglas? ¿Cómo la llevas? sas aparentemente pequeñas, perderá el santo temor de Dios,
P u n t o 8.° D años de quebrantar las reg la s.— Considera hará paces con las culpas, y al fin vendrá á caer en cosas gran­
en este punto los daños grandes que se originan de la inobser­ des. P or causa de esta gotera de la inobservancia se arruinará
vancia de las reglas. Pondera que con esta inobservancia se todo el edificio de su alma. Y ¡ cuánto daño para sus hermanos!
perjudica grandemente el mismo transgresor, cumpliéndose en ¡Cuánto perjuicio para toda la religión! P o r el contrario, el reli­
él la sentencia de Jesucristo, que d i c e « E l que es malo é inicuo gioso observante atraerá sobre sí, sobre sus hermanos y sobre
en lo poco, lo será también en lo mucho»; porque, despreciando toda la religión, bienes inmensos. L as virtudes que practique, los
estas cosas, al parecer insignificantes, de su regla , poco á poco buenos ejemplos que dé, serán para él una fuente de dicha en este
irá cayendo al abismo del pecado; y destruido este antemuro, mundo y de felicidad en el otro. M ira atentamente si eres inobser­
también el muro de la santa le\' de D ios será derribado por sus vante, en qué quebrantas de ordinario la regla, y cómo debes re­
adversarios. }’ la ciudad de su alm a será tomada. M ira cómo por mediar este mal. Form a propósitos serios y eficaces, pidiendo
gracia para cumplirlos, y rogando por las demás necesidades que
■ Matih., XXV; 21. — J Ga’.at , iv , 16. — ) Lúe.. vi, 5 8 . - 4 Mattb., x i , 50. tienes encomendadas.
5 Lúe., xvi , 10.
102 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 2 j . — Reino de Jesucristo. 103
mos.—En este punto has de considerar el razonamiento que este
27.— REINO DE JESUCRISTO. soberano R ey hace á todos sus vasallos, con el fin de cumplir el
precepto de su P a d r e 1 al constituirle R ey en Sión. D íceles, si no
P reludio i .o Represéntate al Padre Eterno, mostrándote ií Jesús y diciéndote: < He con palabras, á lo menos con las obras y con el ejemplo: «Mi justí­
aquí á tu Rey».
sima voluntad es hacer guerra á mis enemigos los demonios,
P reludio 2.» Pide la gracia de ser vasallo fiel dejesucrlsto.
mundo y ca rn e, y á todos los vicios y pecados, y triunfando
de e llo s, entrar en el reino de mi Padre. Por tanto, quien me
P u n t o l.° E xcelencias de J e s ú s , R ey.— Considera ante quisiere seguir en esta empresa, v iv a como Y o , y reinará como
todo la infinita caridad de Dios con los hombres, el cual, que­ Y o : imíteme en la p e le a , y sin duda tendrá parte en la v ic ­
riendo darles un R ey que les gu iase, rigiese y gobern ase, esco­ toria; puesto que para todos he dicho: Quien me quisiere servir,
gió el mejor que les podía dar, á Jesús, su divino Hijo, el cual sígame, y adonde Y o estoy ‘ , estará el que me sirviere, gozando
por una parte fuese verdadero hombre, de nuestra misma natu­ de la gloria que Y o goce, del mismo modo que participó de mis
raleza, para que fuese delante de nosotros con el ejemplo y nos penas y trabajos.» Pondera luego las sólidas razones que deben
tratase con blandura y compasión como á herm anos, y por otra m overte á seguir este llamamiento. El que llama es un R e y de
fuese verdadero D ios, para que pudiese remediarnos y ayudar­ grande majestad, y tan bienhechor y dadivoso, que por rail títu­
nos con su infinito poder. Pondera luego las infinitas excelencias los te tiene obligado á su servicio. L a empresa á que eres llamado
y cualidades sublimes de este R ey) inmensamente más perfectas es muy justa y de grande provecho, más tuyo que suyo, pues se
que todas las que pueden poseer todos los reyes de la tierra. Por­ trata de destruir á tus enemigos que tantos daños te causan. L a
que É l es infinitamente sabio, y conoce todas nuestras necesi­ victoria es segurísim a, si tú quieres, y el grem io será inmenso.
dades y m iserias; es omnipotente, y puede remediarlas; infinita E l resultado será, además de tu provecho, grande gloria para
es su misericordia en compadecerse de ellas, su bondad y cari­ É l, para su Padre y para sus vasallos. Finalm ente: É l mismo v a
dad en querer darlas remedio, su providencia en mirar con cui­ adelante peleando, y para darte ejemplo y ánimo bajó del cielo, y
dado por nuestro bien, su mansedumbre y afabilidad en mirarnos no es mucho que un vil soldado haga lo mismo que hace su rey y
como á hermanos, su largueza y magnificencia en repartir con capitán. ¡Oh R ey eterno! G racias os doy por la suavidad con
nosotros de sus riquezas y darnos cuanto tiene, hasta su mismo que nos llamáis, trayéndonos á vuestro servicio con cuerdas de
cuerpo y sa n g re ; su justicia y su prudencia en el gobierno, Adán *, tejidas con tan eficaces razones. ¡Oh si todos las entendie­
enderezándonos con grande entereza y rectitud, y, finalmente, su sen con vuestra divina lu z , para que todos os siguiesen con ar­
eternidad con perpetua firmeza en su imperio celestial, sin que diente caridad! Nosotros, á lo menos, ¿estamos penetrados de la
jamás se haya de acabar. Compara ahora lo que hacen, y cómo se fuerza de estas razones? ¿Estamos resueltos á seguir á nuestro
han con sus vasallos los reyes de la tierra 1, con el proceder de este R ey Jesucristo?
Rey celestial, y con grande admiración verás que aquellos les P n n t o 3 .° Tres suertes de personas que oyen el llam a­
imponen tributos crecidísim os, exigiéndolos con gran r ig o r ; éste m iento de Cristo. - E n este punto has de considerar varias suer­
los quita y paga todos con sumo amor: aquéllos viven á cósta de tes de hombres que hay en el mundo, á quienes llega la noticia de
la sangre de sus súbditos; éste los alimenta con su mismo cuerpo este llamamiento. L a primera es de aquellos que se hacen sordos
y sangre: aquéllos les obligan á exponer la vida en las guerras á é l, y, embaucados con los bienes de esta vida, no quieren seguir
para defenderse á sí y á sus tierra s; éste pierde la vida para de­ á este R e y , mostrándose estos miserables sumamente ingratos y
fenderles y salvarles á ellos;v merecerles un reino eterno. A l ver desleales; puesto que querrían llegar adonde está Cristo, y no
todo e s to , ¿no agradecerem os al Padre Eterno el habernos dado quieren ir tras Él; querrían el premio de seguirle, y rehúsan el
un R e y tan perfecto como Jesucristo ?¿X o nos consideraremos trabajo de hacerlo. É stos, en castigo, no llegarán á gozar de la
dichosos en ser sus vasallos? ¡Oh, Jesús m ío, R ey soberano! dulzura del convite celestia l, como los que fueron convidados y
Gózome de las grandezas que tenéis tan infinitas, y por ellas os se excusaron 4. L a segunda es de aquellos que quieren seguir á
suplico me toméis bajo vuestro am paro; porque si V os me regís, este R ey , y acompañarle en esta guerra, pero cortamente, con­
nada me podrá faltar. S i vos reináis en m í, ¿qué me importa que tentándose con guardar sus preceptos, queriendo quedarse con
el mundo me persiga ? ¿ P o r qué he de temer sus amenazas ? sus riquezas y dignidades, y gozar de los deleites y placeres que
P a n to Invitación que nos d irig e para que le siga- pueden sin culpa. Éstos, aunque hacen lo que basta para salvar.

1 Psalm. 11,6. — * Joan., xu ,26. — ) Osae., x i, 4. — 4 L u c., xiv, 24.


• Ini., x, i.
104 -Serie prim era.— !/ia ilum inativa. M ed. 2 8 .— Causas de la redención. 105
se; pero como su imitación es corta, así será corto su galardón;
y es género de cortedad, que el soldado, cuanto es de su parte, no
imite á su capitán en cuanto puede; pues el capitán hace por él 28.—CAUSAS DE LA REDENCIÓN.
más de lo que está obligado. L a tercera suerte es de aquellos
q u e, con ánimo gen eroso, se ofrecen á seguir á su R ey en todo y Preludio i .» Quiso' Dios, por altísimas causas , redimir á los hombres, y no á los
por todo, guardando sus preceptos, y también sus consejos, ángeles caído».
como Él los guardó, viviendo en pobreza, castidad y obediencia, Preludio 2.° Representémonos á Dios sentado en su trono, decretando la redencidn
renunciando á todas las cosas por imitar á s u Señor. Tales son del género humano.
Preludio ).° Pidamos la gracia de conocer y agradecer la misericordia de Dios en la
los religiosos, los cuales, como imitan con más perfección á
redencidn del mundo.
C risto , así recibirán de É l más abundante premio 'ju n o en esta
vida, que es el ciento por uno, y otro después en la vida eterna.
¡Felices aquellos que han sido llam ados, y han correspondido á P a n t o l .° M isericordia de D ios en la redención d el m un­
tan provechosa vocación! ¿ Á qué clase pertenecemos nosotros? d o —Considera cóm o, habiendo criado Dios nuestro Señor dos
¿Correspondemos á las divinas inspiraciones? ¡Oh Señor sobe­ suertes de criaturas á su imagen y semejanza para que le sir­
rano! hablad á mi corazón, que vuestro siervo escucha =. Vedme viesen y alabasen, es á sa b er: ángeles y hombres ; ángeles en el
aquí aparejado para pumplir vuestros preceptos, y también para cielo em píreo, y hombres en el paraíso terrenal; y habiendo visto
guardar vuestros consejos: yo me ofrezco por vuestro amor á se­ que gran parte de los primeros pecaron, y también los segun­
guiros en pobreza y castidad, dejando por vuestra gloria mi li­ dos, determinó mostrar la terribilidad de su justicia rigurosa en
bertad y cuanto te n g o , si tal es vuestra divina voluntad. castigar á los ángeles, flechando contra ellos el terrible arco de
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuánjusto es que bendigamos y su ira, y arrojándolos luego del cielo al infierno', sin darles lugar
alabemos la infinita misericordia dé D ios, nuestro amantisimo de penitencia; pero con los hombres, aunque m erecían el mismo
Padre! Nos ha dado un R ey, ¡qué R e y !, Jesucristo, D ios y hom­ castigo, quiso m ostrar las riq u ezas1 de su m isericordia infinita,
bre verdadero. Como Dios, puede concedernos cuanto le pidamos; determinándose á remediarlos y sacarlos de las m iserias en que
como hom bre, quiere favorecem os, mirándonos como á herma­ habían caíd o, dándoles medios para alcanzar el perdón de sus pe­
nos. Él es sapientísimo, omnipotente, misericordiosísim o, lleno cados. Porque en ninguna cosa resplandece tanto la m isericor­
de bondad y caridad, de mansedumbre y ternura, de am or y lar­ dia de D ios como en perdonar pecados y compadecerse de sus
gueza para con sus súbditos. No exige tributos; antes los paga mismos enem igos, y no era razón que la misericordia dejase de
generoso: no v iv e á expensas de sus vasallos; antes con su vida mostrarse en cosa que tanto la engrandece. Y así lo hizo con los
les da vida y con su sangre los alimenta: no expone la existencia hombres, por lo cual todos los hombres debiéramos dar infinitas
de ellos para defenderse á sí; antes la pierde para defenderlos. gracias á este Señor, viendo que con ser criaturas tan viles, y
¿Quién no se a le g rará de ser contado entre los súbditos de tan mereciendo ser desamparadas por su justicia, nos amparó con
distinguido M onarca? É l á todos llam a, de nadie se olvida, y al su misericordia, dejando á los ángeles -que eran m ás nobles que
que le Siga promete la victoria, asegura el premio y le prepara nosotros. Mas tú, viendo que la redención, aunque suficiente para
la recompensa. P ara m overles con m ayor eficacia, É l mismo va todos, no á todos se aplica con eficacia, has de procurar no resis­
adelante con el ejem p lo ; en los combates, Él recibe los primeros tir á la divina m isericordia, para no caer en manos de Injusticia
tiros; en la victo ria , reparte todos los despojos: y nosotros, ¿no le como los rebeldes. ¡Oh D ios eterno, verdadero P adre de miseri­
seguiremos? ¿H arem os el sordo á la amorosa invitación de este cordias! ¿Con qué os pagaremos tan soberano beneficio como
amable Rey? Entre lo s hombres que lo oyen, unos lo menospre­ este, que sin m erecerlo nos deis remedio para alcanzar perdón
de nuestro pecado? Alábenos los ángeles que quedaron en el
cian, otros se contentan con lo indispensable, cumpliendo sólo
cielo ; reconózcanla y aprovéchense de ella los hombres que
sus preceptos, otros siguen también sus consejos. ¿Entre quiénes
viven en la tierra, y derrítanse sus almas en amor vu estro, can­
hemos de ser contados nosotros? ¿Cómo nos portamos con este
tando la muchedumbre y grandezas de vuestras misericordias.
amoroso R ey? ¿L e seguim os de cerca? Pues ¿cómo nos hemos
Y nosotros, ¿conocemos la gracia que nos ha hecho el Señor? ¿De
de portar en lo sucesivo? Atendamos á lo que nos conviene; re­
qué modo se lo agradecemos? ¿Resistimos á sus inspiraciones ?
solvamos eficazm ente, y con fervorosos coloquios roguem ospor
P a n t o 2 .° R em edió D ios el pecado d el hom bre, porque
nosotros y por los demás.
1 II Pctr., 11, 4. — i Sap., x i, 24.
i Matth., xix ,2 9 . — »1 Reg. , 111, 10.
IO6 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 2 8 .— Causas de la redención. 107
con él dañó á su posteridad.—Considera aquí una de las causas de ellos triunfó. Reflexiona con cuánta seguridad tienes derecho
principales que en alguna manera movieron á Dios á remediar de esperar que el Señor se compadecerá de ti y tomará tu causa
el pecado del hombre, dejando sin remedio el de los ángeles. por su ya, pues el demonio ahora te persigue con la misma envi­
Esto fué porque A dán, con su pecado, no solamente hizo daño á dia y rabia, y así puedes decirle con D a v id 1: «Levántate, Señor,
sí mismo, sino también á todos sus descendientes. Jos cuales de­ y vu elve por tu causa», ayudándome con vuestra gracia á que­
bían de nacer pecadores, condenados ám u erte.y cárcel eterna, brantar la cabeza de la serpiente, pues siempre me persigue
incurriendo en estos daños, no por su propia voluntad personal, porque os aborrece. Otras veces puedes hacerle presente el gozo
sino por la que tuvieron en su primer p a d r e V como D ios es tan y regocijo de tus enem igos, si logran verte caído por la ofensa
misericordioso, no pudo sufrir sn clemencia que toda su obra pe­ que haces á D ios con tu pecado, porque sus gozos son lo s des­
reciese sin remedio por culpa de uno, y que todo este mundo visi­ precios é injurias que D ios recibe. ¡Oh D ios omnipotente! Mirad
ble que había sido criada para el hombre, quedase frustrado de la rabia y furor con que vuestros enemigos me persiguen, porque
su fin, sirviendo a l pecador, por lo cual se determinó remediarlo. quiero guardar vuestra santa ley. Si por vuestro amor soy per­
D e lo cual puedes sacar dos m otivos poderosos para confiar en seguido, á V o s principalmente toca ayudarme. A lza d , Señor,
la divina m isericordia, alegándolos por títulos para que remedie vuestra mano omnipotente, y serán disipados todos vuestros
tu miseria, como lo hacía David. Uno es el haber sido concebido enem igos, y de vuestra presencia huirán todos los que os abo­
en pecado *, heredando una naturaleza flaca, débil y excesiva­ rrecen , quedando libres de sus ataques vuestros amados. Pero
mente inclinada al m al, herida con cuatro asquerosas lla ga s, que nosotros, ¿podemos decir que los enemigos han causado siem­
son la ignorancia en el entendimiento, la malicia en la voluntad, pre nuestras caidas? ¿No ba sido el amor propio nuestro ma­
y la concupiscencia y debilidad en el apetito sensitivo, de las y o r enemigo? ¿Hemos resistido del modo que debíamos á las
cuales mana abundante postema de pecados. Y otro motivo es, tentaciones?
que eres obra de sus m an os»: por lo cual no te ha de despreciar K l» íl« £ o y c o lo q u io s .— ¡Cuán digna de alabanza, agradeci­
ni aborrecer, pues nada aborrece de lo que hizo *. ¡Oh Padre mi­ miento y eterna loa es la misericordia que D ios ha usado con los
sericordiosísimo! Pues conocéis la masa de que vuestros hijos hombres! Habían éstos pecado como los án geles, luego de su
somos formados, la cual salió de V o s buena y por Adán se hizo creación; y mientras que los espíritus rebeldes atraen con su pe­
m a la , compadeceos de nosotros, remediando el daño que Adán cado sobre si las maldiciones é indignación de D ios, el hombre
hizo, para reform ar lo bueno que V o s hicisteis. Mis manos, Se­ pecador halla en É l á un padre cariñoso que, compadecido de su
ñor, han borrado en mi lo que hicieron las vuestras; repárenlas miseria, trata de remediarla con modo inefable, perdonándole
vuestras con una gracia copiosa lo que hicieron las mías con sus pecados. ¡Bendita, glorificada y eternamente alabada sea la
gran culpa. Mas, ¿cómo nos disponemos para alcanzar este fa­ misericordia de Dios! P ero, ¿cuáles fueron las causas que en
vor? ¿Con qué humildad, confianza y fervor se lo pedimos? cierto modo pudieron m over á Dios á distinguir de una manera
P i u i t o 3 .° D io s remedió el pecado de A d á n , porque cayó tan amorosa á los hombres? ¿Por qué fueron éstos preferidos á
por sugestión del dem onio— Considera otra causa que pudo los ángeles? ¡Ah! L o s ángeles, pecando, se habían dañado á sí
m otivar en cierto modo la redención del hombre, compadecién­ solos, y su reato no podía perjudicar a otros; mas el hombre
dose Dios de él, y no del ángel caído. Esta fué porque el hombre había envuelto en su ruina espantosa á toda su posteridad, la cual
pecó siendo tentado é inducido del demonio, parte por envidia eternamente habría llorado el pecado de su primer padre sin
que tuvo de su bien, parte por la rabia que tenía contra Dios, consuelo ni esperanza. L os ángeles pecaron solicitados única­
deseando vengarse del Criador en criatura que de él era tan mente por su soberbia y ambición; el hombre había sucumbido á
favorecida, y en quien estaba su divina imagen estampada. Por las asechanzas y tiros de su enem igo, deseoso de derribarle, mo­
cuyo motivo, el mismo D ios, movido á compasión, quiso tomar vido del doble odio de D ios 5’ de él. ¡Qué m otivos de confianza
por suya la causa del hombre, determinándose á remediarle, para impetrar la misericordia de Dios! También nosotros pode­
porque su enemigo no quedase para siempre victorioso. Y así le mos alegarlos; también podemos recordarle que fuimos concebi­
dijo, en pecando A d á n »:«Y o pondré enemistad entre ti y la mu­ dos en pecado, y que el demonio nos persigue cruelm ente, y que,
j e r , y entre tus descendientes y los suyos, y ellos te quebrantarán si nuestros padres en el paraíso sucumbieron, más fácilmente
la cabeza», venciendo á quien los venció, y triunfando de quien sucumbiremos nosotros en este mundo de m iserias y desórdenes.
Despertemos nuestra confianza en vista de esto, y, proponiendo
* R o m .,v , 1 2 .— *• Psalm. L. 7. — 3 Psalm. cxxxvn, 8 .— 4 S a p .,x i,2 5 .
' Genes., 111, 15. > Psalm. lxxiu , 22.
io8 Serie prim ara.— V ia ilu m in a fiva .
M eJ. 29.— Atributos divinos que brillan en la Encarnación. 109
con firmeza re sistirá nuestros enem igos, imploremos los auxi­ liasteis para remediarme, y que haga yo lo sumo que pudiere
lios divinos para nunca ser ven cid os, y el socorro en todos nues­ por vuestro servicio, como V o s hicisteis lo sumo que podíais
tros apuros y necesidades. para mi remedio. ¡ Oh alm a mía! Haz por tu Dios todo lo que pue­
das, pues todo es poco para lo mucho que le debes. Aprende á
29. — ATRIBUTOS DIVINOS QUE BRILLAN EN LA ENCARNACIÓN. estimar á Dios como É l te estim a; y pues te ha levantado á tanta
grandeza, no hagas nada que desdiga de ella. ¿No nos acusa
nuestro corazón de haber faltado en esto? ¿Trabajamos y pade­
P reludio i .» Queriendo la Santísima Trinidad remediar al mundo, decretó que la
segunda persona se hiciera hombre, mostrando la excelencia de su sabiduría, bondad, poder
cemos por Dios todo cuanto Él quiere?
y demás atributos. P a n t o ¡4 .° E n este decreto de la Encarnación se descubren
P reludio 2.* Represéntate á la Santi-ima Trinidad, decretando la encarnación del la bondad, m isericordia y ju s tic ia de D ios. — En este misterio
Verbo. de la Encarnación pretendió también el Señor descubrimoslainfi-
P reludio j .» Pide agradecimiento ai Scftor por este beneficio. nita excelencia de todas sus perfecciones y virtudes, empleándo­
las con la suma perfección que era posible en provecho nuestro.
Pondera aquí cómo ostentó su infinita bondad y caridad, miseri­
P u n t o l . ° L a S a n tísim a T rin idad decreta que el Verbo se cordia y justicia. Primeramente mostró su infinita bondad en
haga hombre. — Considera cómo la Santísima Trinidad, viendo comunicarse á sí mismo cori la m ayor comunicación que podía,
en su eternidad muchos m edios que tenía para remediar los hom­ dando su ser personal á una naturaleza humana, y emparentando
bres, ó perdonándolos con pura y sola m isericordia, criando otro de esta manera con todo el linaje de los hombres. Mostró también
nuevo hombre que satisfaciese por ellos; ó encargando esto á los su caridad en unir consigo esta naturaleza con tan estrecha unión,
serafines, no quiso escoger el medio que era más fácil ni el menos que uno mismo fuese hombre y D ios, para que todos los hombres
perfecto; ni encargar esta obra á o tro, sino escogió el mejor fuesen una cosa con D ios por unión de a m o r, dándoles generosa­
medio que era posible, trazando que el Hijo de Dios se hiciese mente y de balde la cosa que más amaba y estimaba, y con ella
hombre para remediar á los hombres. De suerte que no pudo todas las demás cosas '. Mostró además su infinita misericordia,
darnos mejor remediador, ni más poderoso rem edio, ni más co­ hermanándola maravillosamente con la justicia; porque no pudo
piosa redención, queriendo que en donde abundó el delito >, abun­ ser m ayor misericordia que venir personalmente Dios á reme­
dase infinitamente más la gracia. P ara ponderar más esta verdad, diar nuestras m iserias, y hacerse capaz de tristeza, para tener
m íralo que el primer hombre hizo contra D ios, comparando las verdadera compasión de ellas. Finalmente: no pudo mostrar tam­
pensamientos y trazas del uno con los del otro. Adán trazaba con poco más eficazmente su justicia, que con pagar el mismo Dios
soberbia alzarse contra el mismo D io s , queriendo usurpar su humanado nuestra propia deuda, pasando por la pena de muerte
divinidad y sabiduría, y el dominio sobre todas las cosas; por lo que m ereció nuestra culpa; ni pudo ser m ayor hermandad que
cual m erecía que Dios le aborreciera y hum illara, y que aniqui­ aplicar á los demás hombres por misericordia la paga que Dios-
lara su naturaleza pervertida. P ero D ios, con su infinita bondad, hombre mereció de justicia, dándonos confianza de alcanzar
no solamente quiso perdonar esta injuria, sino para ello escogió todas las cosas que nos convienen, pues todas las ganó este
un medio de suma honra y provecho para el hombre, y de suma Señor de justicia, y nos aplica sus merecimientos por su infinita,
humillación y. trabajo para s í; porque con ser el V erbo divino de misericordia. ¡Oh D ios infinito! ¡Cuán bien habéis descubierto
infinita grandeza y m ajestad, no reparó e n 1 deshacerse y humi­ las infinitas perfecciones y atributos que tenéis! V uestra caridad
llarse á tomar forma de s ie r v o , y vestirse la naturaleza mortal y es inm ensa, vuestra bondad no tiene lim ites, y vuestra miseri­
pasible de su enemigo, y jun tarla consigo en unidad de persona, cordia y justicia se han unido y abrazado tan admirablemente,
para sacarla de la suma m iseria y levantarla á suma honra; pues, que, lejos de menoscabar la una á la o tr a , mutuamente se acre­
como dice san A gu stín , D io s se hizo hombre para hacer al cientan , ensalzan y en cierto modo se engrandecen. Pues ¿ cómo
hombre D ios: para que en virtu d de D ios humanado, los hombres no amamos nosotros á un Señor tan bueno? ¿Cómo no confiamos
fuesen Dioses por participación. ¡Oh D ios eterno! G racias os doy en un D ios tan misericordioso? ¿Cómo no tememos á un R ey tan
por esta soberana traza que intentasteis por mi rem edio, tomando justiciero ?
sobre V o s mi bajeza, para com unicarm e vuestra grandeza. Con­ P a n t o 3 .° D escúbrense tam bién en este decreto la sabi­
cededme que yo me hum ille p ara serviro s, como V o s os humi- duría , om nipotencia y santida d d e D ios.— Considera en este

I Rom., v, 20. — » Philip., u, 6-7. • Rom., mi yx.

.
no Serie prim era.— l'ia ilum inativa. M ed. y o .— infinita caridad de Dias en la Encarnación. 1 11
punto cómo el Señor mostró además en el misterio de la la divinidad; su omnipotencia soberana, que logra unir extremos
Encarnación su inmensa sabiduría en inventar un modo cómo tan distantes como son Dios y hombre, Criador y criatura’ , infi­
juntar cosas tan distantes como son Dios y hombre, Eterno y nito y limitado en un solo supuesto! Y todo esto lo ejecuta Dios
temporal, impasible y pasible, y en dar traza para desatar el para bien de los hombres, esto e s , de aquellos que pecaron pre­
nudo dificilísimo de nuestras c u lp a s, perdonándolas la divina tendiendo usurparle su sabiduría, su grandezay el reino universal
m isericordia, sin perjuicio de la justicia. Mostró también la omni­ sobre todas las criaturas. P u es, ¿cóm o no salimos de nosotros
potencia, en hacer por el hombre lo sumo que p od ía, en razón meditando todo esto? ¿ Cóm o nos atrevemos á ofender á un Señor
de honrarle y enriquecerle; porque entre todas las cosas divinas, tan benéfico? ¿Cómo no tememos á un D ios tan justo? ¿ Cómo no
ninguna hay m ayor qhe hacerse Dios hombre. P o r último, m os­ temblamos ante un D ios tan poderoso y sabio ? ¿ Cóm o no ama­
tró su santidad y todas sus virtudes, imprimiéndolas en D ios mos á un P adre tan amoroso? ¿ Qué contesta á todo esto nuestro
humanado para que fuese dechado visible de todas, animándonos corazón? ¿Q ué debemos reform ar en nuestra conducta, en
con su ejemplo á im itarlas, y ayudándonos con su gracia á pro­ orden á D ios nuestro Señor? Exam iném oslo, propongamos y
curarlas, sin que haya quien pueda excusarse de ello. Porque si pidamos con fervor y confianza.
Dios ama á los prójimos, ¿quién no los amará? Si Dios hace bien
á sus enemigos, ¿quién hará mal á los suyos? Si Dios se humilla,
¿quién se ensoberbecerá? S i Dios padece y sufre, ¿quién será 30.— INFINITA CARIDAD DE DIOS EN LA ENCARNACIÓN.
impaciente y mal sufrido? Y si obedece D ios, ¿cómo no obede­
cerá el hombre? Pondera cómo todas estas perfecciones que Preludio i .» Descúbrese la caridad de Diosen este misterio, ya en la persona que amó
resplandecen en esta obra, son motivos poderosísimos que deben á los hombres, ya en el don que les did , ya en el fin para que lo dio.
m overte á alabar á Dios cada día, con deseo de amarle y ser­ Preludio 2.» Kepresentémaoos á Jesucristo diciendo: <De tal modo amó Dios al mun­
virle con la m ayor perfección que te fuere posible. Y como la do , que dió por él á su Hijo unigénito ».
PrEUiDto j.* Pidamos la grada de conocer y agradecer la caridad divina en el misterio
prueba del amor son las obras, has de mostrarlo imitando sobre
de la Encarnación.
todo las virtudes que D ios encamado ejercitó en el mundo
para nuestro ejemplo. ¡Oh, Trinidad beatísima! ¿Q ué gracias os
daré por haber descubierto con esta obra las infinitas grandezas P a n t o l . ° Excelencia d e la carid ad por la persona que
que teníais encubiertas en vuestro pecho? ¿Qué os daré que no nos am a.—Considera aquí la infinita grandeza de la persona que
sea poco por dádiva tan soberana? ¿Cómo os amaré y serviré nos amó y nos hizo este soberano beneficio, y la infinita vileza
por ella? Heme aquí dedicado á vuestro servicio , con deseo de del que es amado, comparando lo uno con lo otro. Pondera cómo
amaros como me am asteis, y de imitar las virtudes que me des­ el origen de este soberano beneficio fué la infinita caridad y
cubristeis. Y pues me habéis dado lo que es m ás, dadme también amor de Dios, el cual, para su provecho y bienaventuranza no
lo que es m enos; dándome que os ame por el don infinito que me tenía necesidad de amar á nadie fuera de sí mismo, porque con
disteis. ¿ Cómo hemos de m ostrar el amor que tenemos á D ios? sólo verse y amarse es infinitamente bienaventurado. Con todo;
¿E n qué virtudes hemos d e imitarle ? de pura gracia quiso amar á las criaturas, y hacerlas bien sola­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh invenciones soberanas de la mente porque es bueno, y por mostrar en ellas las riquezas de su
sabiduría y bondad de nuestro P a d re ! Deseando sacar á sus hijos bondad y m isericordia, como dijo san Pablo '. L a cual resalta
de la esclavitud del demonio en que se hallaban, inventa un inmensamente más si se considera que el amado es el mundo,
medio tan inaudito, que aunque todos los entendimientos angéli­ esto es, la muchedumbre de los hombres pecadores que pecaron
cos lo hubieran estado pensando por toda la eternidad, jam ás lo en A dán, y de él contrajeron la mancha de la culpa original, y
habrían adivinado. No fía este negocio á otro, sino que lo después, por su propia voluntad, cayeron en gravísim os pecados
reserva para s í ; ni quiere que la misericordia deje de obrar la actuales, por los cuales eran indignísimos de ser amados, y me­
obra m ayor que podía r e a liz a r , ni consiente que la justicia abdi­ recían sumamente ser aborrecidos. D e suerte que, no sólo amó
que uno solo de sus derechos. El mismo Dios se hace hombre, Dios á los hombres cuando no eran, y, por consiguiente, ni eran
para poder cargar sobre sí los pecados de los hombres y pagar amigos ni enemigos, sino también los amó cuando eran enemigos
por éllos el precio infinito.de sus satisfacciones divinas. ¡Cuán ' rebeldes, y desagradecidos á otros innumerables beneficios que
bien se descubre en todo esto la bóndad, la caridad, la miseri­ les había hecho, para descubrir con esto los infinitos tesoros de
cordia y la justicia de D io s ! ¡Cómo resaltan su sabiduría infinita,
que halla un medio para unir en una sola persona la humanidad y ■ Ephcs. ,11,4.
I IO Serie prim era.— Via iluminativa. M ed. y o .— Infinita caridad de D ios en la Encarnación . itt
punto cómo el Señor mostró además en el misterio de la la divinidad; su omnipotencia soberana, que logra unir extremos
Encarnación su inmensa sabiduría en inventar un modo cómo tan distantes como son Dios y hombre, Criador y criatura', infi­
juntar cosas tan distantes como son Dios y hombre, Eterno y nito y limiíado en un solo supuesto! Y todo esto lo ejecuta Dios
temporal, impasible y pasible, y en dar traza para desatar el para bien de los hombres, esto e s , de aquellos que pecaron pre­
nudo dificilísimo de nuestras cu lp a s, perdonándolas la divina tendiendo usurparle su sabiduría, su grandeza y el reino universal
m isericordia, sin perjuicio de la justicia. Mostró también la omni­ sobre todas las criaturas. P u e s , ¿ cómo no salimos de nosotros
potencia, en hacer por el hombre lo sumo que podía, en razón meditando todo esto? ¿Cóm o nos atrevemos A ofender A un Señor
de honrarle y enriquecerle; porque entre todas las cosas divinas, tan benéfico? ¿Cómo no tememos á un D ios tan justo? ¿ Cóm o no
ninguna hay m ayor q\ie hacerse Dios hombre. Por último, m os­ temblamos ante un Dios tan poderoso y sabio ? ¿ Cóm o no ama­
tró su santidad y todas sus virtudes, imprimiéndolas en Dios mos á un Padre tan amoroso ? ¿ Qué contesta A todo esto nuestro
humanado para que fuese dechado visible de todas, animándonos corazón? ¿Q ué debemos reform ar en nuestra conducta, en
con su ejemplo á im itarlas, y ayudándonos con su gracia á pro­ orden á D ios nuestro Señor ? Exam iném oslo, propongamos y
curarlas, sin que haya quien pueda excusarse de ello. Porque si pidamos con fervor y confianza.
Dios ama á los prójimos, ¿quién no los amará? Si Dios hace bien
A sus enemigos, ¿quién hará mal á los suyos? Si Dios se humilla,
¿quién se ensoberbecerá? Si Dios padece y sufre, ¿quién será 3 0 .-INFINITA CARIDAD DE DIOS EN LA ENCARNACIÓN.
impaciente y mal sufrido? Y si obedece D ios, ¿cómo no obede­
cerá el hombre? Pondera cómo todas estas perfecciones que P reludio i .» Descúbrese la caridad de Dios en este misterio , ya en la persona que amó
resplandecen en esta obra, son motivos poderosísimos que deben á los hombres, ya en el don que les «fió , ya en el fin para que lo dio.
moverte á alabar A Dios cada día, con deseo de amarle y ser­ Preludio 2.* Representémonos á Jesucristo diciendo: « De tal modo amó Dios al mun­
virle con la m ayor perfección que te fuere posible. Y como la do , que dió por él á su Hijo unigénito a.
P« eludió 3.0 Pidamos la gracia de conocer y agradecer la caridad divina en el misterio
prueba del amor son las obras, has de mostrarlo imitando sobre
de la Encarnación.
todo las virtudes que Dios encarnado ejercitó en el mundo
para nuestro ejemplo. ¡Oh, Trinidad beatísim a! ¿ Qué gracias os
daré por haber descubierto con esta obra las infinitas grandezas JPunto l.° E xcelencia de la carid ad por la persona que
que teníais encubiertas en vuestro pecho? ¿Qué os daré que no nos am a.— Considera aquí la infinita grandeza de la persona que
sea poco por dádiva tan soberana? ¿Cómo os amaré y serviré nos amó y nos hizo este soberano beneficio, y la infinita vileza
por ella? líem e aquí dedicado á vuestro se rvicio , con deseo de del que es amado, comparando lo uno con lo otro. Pondera cómo
amaros como me am asteis, y de imitar las virtudes que me des­ el origen de este soberano beneficio fué la infinita caridad y
cubristeis. Y pues me habéis dado lo que es m ás, dadme también amor de D ios, el cual, para su provecho y bienaventuranza no
lo que es m enos; dándome que os ame por el don infinito que me tenía necesidad de amar A nadie fuera de sí mismo, porque con
disteis. ¿ Cómo hemos de m ostrar el amor que tenemos A Dios ? sólo verse y amarse es infinitamente bienaventurado. Con todo;
¿ En qué virtudes hemos de imitarle ? de pura gracia quiso amar A las criaturas, y hacerlas bien sola­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh invenciones soberanas de la mente porque es bueno, y por mostrar en ellas las riquezas de su
sabiduría y bondad de nuestro Padre 1Deseando sacar á sus hijos bondad y misericordia, como dijo san Pablo ■ . L a cual resalta
de la esclavitud del demonio en que se hallaban, inventa un inmensamente más si se considera que el amado es el mundo,
medio tan inaudito, que aunque todos los entendimientos angéli­ esto es, la muchedumbre de los hombres pecadores que pecaron
cos lo hubieran estado pensando por toda la eternidad, jam ás lo en A dán, y de él contrajeron la mancha de la culpa original, y
habrían adivinado. No fía este negocio á otro, sino que lo después, por su propia voluntad, cayeron en gravísim os pecados
reserva para s í ; ni quiere que la misericordia deje de obrar la actuales, por los cuales eran indignísimos de ser amados, y m e­
obra m ayor que podía r e a liz a r , ni consiente que la justicia abdi­ recían sumamente ser aborrecidos. D e suerte que, no sólo amó
que uno solo de sus derechos. El mismo Dios se hace hombre, Dios á los hombres cuando no eran, y, por consiguiente, ni eran
para poder cargar sobre sí los pecados de los hombres y pagar amigos ni enemigos, sino también los amó cuando eran enemigos
por ellos el precio infinito de sus satisfacciones divinas. ¡Cuán • rebeldes, y desagradecidos á otros innumerables beneficios que
bien se descubre en todo esto la bóndad, la caridad, la miseri­ les había hecho, para descubrir con esto los infinitos tesoros de
cordia y la justicia de Dios 1 ¡ Cómo resaltan su sabiduría infinita,
que halla un medio para unir en una sola persona la humanidad y ■ Ephcs., 11, 4.
lis Serie prim era.— V ia ilum inativa. M a l. yo .— Infinita caridad de Dios en la Encarnación. ¡ 15
su misericordia y caridad. P ara penetrarte más de la excelencia amaros como me am áis, dándoos la cosa más preciosa que en mí
de esta caridad, com para lo que Dios hace en el cielo con lo que te n g o : recibid mi corazón en prenda de este amor, para que de
los hombres hacen en la tierra, y verás que D ios ama al mundo hoy más no os ame con solas palabras y lengua, sino con obras y
que le aborrece, y el mundo aborrece al Dios que le ama. El con verdad', buscando siempre vuestra g lo ria , sin mezcla de cosa
mundo se emplea en ofender á D io s, y D ios desea emplearse en profana. ¿ Qué damos nosotros á Dios en retorno de lo que Él nos
hacer bienal mundo; y admírate de la maldad abominable del ha dado? ¿ H ay en nosotros alguna cosa que no sea para Dios?
mundo y de la infinita bondad y caridad de Dios. ¡Oh Dios de ¿ Reservam os algo para nosotros mismos ?
infinita majestad! ¿Cóm o os dignáis de amar á un mundo de infi­ P u n t o 3 .° F in por el que dió D ios d su Unigénito al
nita vileza? Pues conocéis quién es el mundo, ¿cómo no le abo­ m u n d o — Considera aquí el fin para que Dios dió al mundo este
rrecéis? ¿Cómo no le hundís y aniquiláis? Bendita sea vuestra Hijo unigénito, y los infinitos bienes que de este don resultan á
inmensa caridad, en cuyo seno cabe amor de tan ingrata criatura. los hombres. En lo cual has de ponderar cómo el Hijo de Dios
Mostradla, Señor, conm igo en hacer que osam e como me amáis vino al mundo, como É l mismo dijo, para salvar al m undo2 con
y os sirva como m erecéis. ¿Es posible que no amemos á un Señor una per feotísima salvación, la cual consiste en dos cosas. L a pri­
que tales títulos reúne, que le hacen infinitamente amable? ¿Cómo mera. en quitarle todas las cosas que son causa de que perezca y
le mostramos nuestro am or? se condene, perdonándole los pecados, librándole de la esclavo-
l 'n n t o ¡8.° G ran deza del don que nos ha concedido el Se­ niu del demonio y de la cárcel eterna del infierno, y de todas las
ñor.— En este punto has de considerar la grandeza del don que demás miserias que andan anejas con la culpa y son cansa de vol­
Dios dió al mundo, que fué su Hijo unigénito. Pondera cómo el ver á ella. L a segunda, en darle la vida de la gracia, con todas
amor de Dios no es am or de solas palabras y buenas razones, las virtudes sobrenaturales que la acompañan, y después la vida
sino de obras, haciendo bien á los que ama, y cuanto más ama, •eterna. En cuyas dos cosas se encierran otras innumerables en
tantos m ayores bienes da al amado. P or lo cual, para m ostrar la número é infinitas en grandeza. Finalmente: para echar el sello á
grandeza de su a m o r, nos dió la cosa más preciosa que podía la excelencia de este beneficio, quiere Dios que se extienda á
darnos, que es su m ism o Hijo, de igual dignidad con su Padre y todos los hombres del m undo.de cualquier estado y condición que
un mismo Dios con É l, queriendo que se hiciese hombre como nos­ sean, sin exclu ir, cuanto es de su parte, á ninguno de cuantos
otros, para que dentro de un hombre morase la plenitud de Dios, quisieren creer en Él con viva te. los cuales no perecerán, sino
d é la cual todos participasen Y á esta causa Jesús, queriendo que todos alcanzarán la vida eterna. Y siendo esto así, también á ti
encarecer la grandeza del amor de Dios, dijo *: «De tal manera se extiende este beneficio, y puedes aplicar á tí todas estas pala­
amó Dios al mundo , que le dió á su Hijo unigénito»; como quien bras, diciendo con toda v e rd a d : - A s í me amó Dios, que me dió á
d ic e : no pudo am arle más que en darle á su H ijo natural, el uni­ su 1 lijo unigénito, para que, creyendo en él con viv a fe, no pe­
génito y solo. P ond era adem ás á quién se dió don tan precioso, rezca. sino alcance la vida eterna.» ¡Oh I lijo unigénito del Padre!
que es á un mundo p e r v e r s o , ingrato y desconocido, y tan obce­ ¿ Qué gracias os daré por haber venido al mundo para librarnos
cado , que viniendo e ste gran Unigénito de Dios á v iv ir en é l , no de tintos males y llenam os de tantos bienes? V os perdonáis nues­
le conoció >, ni le estim ó , ni le reverenció como debía; ni supo tros pecados, despojáis el infiem o, abrís las puertas del paraíso,
agradecerle la honra y el bien que de É l recibía. Y así, compa­ vencéis al dem onio, triunfáis del mundo, domáis nuestra carne,
rando lo que D ios h a c e por los hombres, que es darles á su Hijo, atajáis nuestros peligro s. consoláis nuestras tristezas, aviváis
y lo que los hom bres hacen contra D ios, que es ofenderle y des­ nuestras obras, aumentáis nuestros merecimientos, nos dais per­
conocer su d o n , h a s de admirarte grandemente de la infinita severancia en vuestra gracia, y después nos coronáis con vuestra
caridad de D ios, deseando amarle muy de-veras por esta merced, gloria. Bendito sea el Padre que nos dió tal don; bendito seáis V os
procurando m ostrar con obras tu amor; y así como D ios te dió que vinisteis á remediamos. ¿ P or qué no somos agradecidos á
el único Hijo que te n ía , así tú le has de dar la única alma que tamaños favores ? ¿ Cómo se los pagaremos á D ios ? ¿ Qué exige
tienes, y tu único co ra zó n , empleando tu memoria, entendimiento actualmente de nosotros ?
y voluntad, con to d o s tus sentidos y potencias, en amar y servir E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Con qué energía \* viveza declaró
á tal Padre, que dió tal Hijo á tal mundo. ¡ Oh Padre Eterno! Jesús el amor de su Padre al m undo! « De tal manera amó Dios
G racias os doy cuantas puedo por el infinito amor que nos tuvis­ al mundo, que le dió á su Unigénito Hijo para que el que crea en
teis, dándonos la c o s a más amada y preciada que teníais. Deseo i Él no perezca, sino posea la vida eterna.» ¿ Qué más podía decir-

i Oolo?., n , 9. — * Joan. , lll, 16. — i Joan., 1, 10. • I Joan., 111. iS. - s Joan., Xli, 47.
8
114 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 3 1 .—-Tiem po de la Encarnación. 115
se para declarar el amor infinito de Dios al mundo ? D ios, el Infi­
traba. De suerte que cuando Dios echa á nuestros padres del
nito, el E terno, el Omnipotente, que de nadie necesita, que se paraíso terrenal, les promete quien les abra las puertas del pa­
basta á sí sólo, que, si dió el ser á las criaturas, no fué porque raíso celestial; y cuando les carga de maldiciones por la culpa,
esperase algo de ella s, sino para hacerlas b ie n , se dignó amar á les ofrece el A utor de todas las bendiciones. Resplandeció tam­
un mundo ingrato, rebelde, obstinado en perseguirle, deseoso de bién la infinita misericordia de D ios en no dilatar esta promesa
destronarle; á unos hombres que, viéndose ricos con los dones de nuestro remedio muchos días, ni aun horas, sino en el mismo
que É l les había dado, se los apropian y no quieren reconocer la día que pecó A dán vino á darle aviso de su yerro y de su reme­
dependencia que de É l tienen. ¡ Oh caridad admirable ! Pero esta dio , porque desea grandemente que el pecador, y a que peca por
caridad no es de solas palabras, sino de obras. S i por los efectos flaqueza, no se detenga ni un solo día en su pecado, por el grande
se conoce la causa, si por el don se de'duce el amor de donde pro­ daño que de ello le resulta, sino que luego se convierta y haga
cede, siendo el don que el Señor nos ha dado un don infinito, cual penitencia. P or lo cual tú, si tienes la desgracia de caer en pe­
es su mismo H ijo , infinito será el amor, | Y da D ios su Unigénito. cado , al sentir que Dios en su bondad, en lugar de castigarte con
, á un mundo que le recibirá en un establo de animales y le despe­ justicia, te previene con inspiraciones para que salgas de la culpa,
dirá en un patíbulo, y durante su vida no cesará de p ersegu irle!. has de darle gracias, y levantarte el mismo día de él por medio
P e ro , ¿ para qué nos da Dios un don tan soberano ? P ara nuestra de la penitencia. ¡Oh Padre de misericordias! G racias os doy,
salvación ; para que nos libre de los pecados y nos conceda la porque en medio de vuestra ira os acordáis de vuestras bonda­
divina g ra cia, y con ella todo cuanto necesitemos para nuestra des ’ infinitas; y cuando todos los hom bres, por el A dán primero,
felicidad temporal y eterna. ¡Qué ingratitud la de aquellos que no merecíamos ser malditos, nos prometisteis el Adán segundo, por
quieren reconocer el don de Dios! ¿Qué hacemos nosotros? ¿En quien fuésemos benditos. Mostrad, Señor, conmigo esta miseri­
qué se conoce nuestro agradecimiento al Señor ? ¿ En qué cosas y cordia , librándome de las maldiciones que m erezco por mis pe­
c,uándo debiéramos mostrarla ? Pensémoslo, resolvam os y pida­ cados , y llenándome de las bendiciones que vuestro Hijo me ganó
mos fervientemente por nosotros, por la conversión de los infieles con sus merecimientos. ¿ Comprendemos ahora e l exceso de la
y pecadores, por la santa Iglesia y demás fines acostumbrados. misericordia divina? Y ; no amaremos á un Señor tan misericor­
dioso? ¿No procurarem os salir presto del pecado, si alguna v e z
31,— TIEMPO DE LA ENCARNACIÓN. cayérem os en él?
P u n t o fc.° Conveniencia d el tiem po en que se ejecutó la
Preludio i.» Dispuso el Padre con admirable providencia enviar á su Unigénito al
Encarnación d el H ijo de D ios.— En este punto has de conside­
mundo en la mitad de los tiempos.
rar la conveniencia del tiempo que escogió el Señor para ejecu­
P reludio 2.® Representémonos á la Santísima Trinidad en sublime consejo, decretan­
do la Hncarnación del Verbo.
tar el decreto de la Encarnación d e - s u Hijo, para que brillase
Preludio 3.° Pidamos la gracia de aprovecharnos de este beneficio. más su m isericordia infinita. P ara esto, levanta los ojos al cielo, y
m ira á la Santísim aTrinidad en el trono de su g lo ria, dando las
P u n t o l .° E n el principio del mundo f u é prometido el trazas para remediar al hombre caído por medio de la Encarna­
R ed entor.— Considera cómo Dios nuestro Señor, luego que Adán ción del Verbo. A s í como en la creación dijeron «Hagamos al
y E v a pecaron, quiso revelarles el misterio de su Encarnación 1 hombre á nuestra imagen y semejanza »; así dirían a h o ra : Reme­
en remedio de su pecado y de las penas que por él habían mere­ diemos al hombre que criamos, reparando la imagen y semejanza
cido, para m ostrar en esto la grandeza de su caridad y miseri­ que le dimos. ¡ Oh qué gusto tan grande tendrían en esta plática!
cordia con los hombres =. L a cual resplandeció primeramente en. ¡Qué alegría por haber llegado el tiempo de ejecutar su deter­
que viniendo como juez á tomar cuenta á Adán y E v a de su des­ minación! Y ¡qué regocijo en apercibirse cada persona p a ra lo
obediencia, y á declararles la sentencia de muerte en que habían, que de esta obra le tocaba! Baja luego tu v is ta , y mira lo que en
incurrido por ella, juntamente, como Padre misericordioso, les este tiempo pasaba en el mundo, el cual había llegado al abismo
prom ete, no sólo hacerse hombre por e llo s, sino morir para de las maldades. L o s gentiles habían crecido tanto en las idola­
librarlos de la muerte; pretendiendo con esto que con la fe de este trías , que se hacían adorar como dioses. L o s judíos estaban llenos
Rem ediador no desconfiasen de la divina misericordia ni del de hipocresías, avaricias, ambiciones y otros innumerables pe­
perdón de su pecado, sino que luego lo procurasen con la peni­ cados. L a tierra estaba toda anegada con un diluvio de inmundi­
tencia, doliéndose de haber ofendido á quien tanto amor les mos- cias y carnalidades, alcanzándose,.como dice O seas1 , una olad e

1 Genes. , iil, 15. — » S. Thom. i Hibac., ni, 2. — * Galat. , iv , 4. — 3 Genes., 1, 26. — 4 Osee., iv , 2.

I
Ii6 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. j 2 .— Condiciones del cuerpo que tomó el Verbo encarnado. 1 17
sangre á otra. Todo esto v e ía Dios desde el cielo 1, y no sólo no
dilatéis más el remediarlas, para qué se descubra en mí la gran­
fué eausa para que dilatase su determinación, sino que, cuando
deza de vuestras misericordias. Y nosotros, ¿nos-quejamos cuan­
había de mostrar más su ira *, se acordó de hacernos m ayor mi­
do el Señor tarda en ayudarnos? ¿Aumentamos entonces nuestra
sericordia, anegando al m undo, no con un diluvio de agua ó fue­
confianza? ¿A vivam os los deseos?
g o , como m erecía, sino don un diluvio de misericordia y amor.
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cómo resplandece la misericordia
¡ Oh caridad infinita, que no pudieron apagar ni disminuir tantos
divina en el misterio de la E ncam ación, si se considera e l tiempo
ríos de iniquidad y pecado, antes bien la hicieron dar mayores
que escogió el Señor para prometerlo y para ejecutarlo! Apenas
muestras de amor al que m ás indigno era de é l ! G racias os doy,
nuestros primeros padres acababan de caer en el lazo del demo­
¡ oh amantísimo S eñ o r!, por esta caridad que nos mostrasteis,
nio, se presento el Señor, como Juez soberano, para imponerles
por la cual os suplico que, si y o , como m alo, m ereciere vuestra
el castigo, arrojándolos dei paraíso; pero en el mismo tiempo y a
ira, V os, como bueno, no d ejéis de favorecerm e con la grandeza
les descubre los secretos de su misericordia y los intentos pater­
de vuestra misericordia. ¿Com prendem os el admirable contraste
nales que abrigaba su corazón. C iérrales el paraíso terrenal,
entre la bondad de Dios y la m alicia del mundo? ¿No ha pasado
pero les promete quien les abra el celestial; lés declara incursos
y pasa aún con nosotros este contraste?
en la sentencia de muerte, pero les asegura la venida de Aquel
P a n t o 3 .° Causas p o r q u e se difirió la ejecución de la E n­
que les ha de dar la vida eterna. ¡Oh misericordia de D ios, cuán
carnación.— A qúí has de considerar las causas porque el Verbo
digna eres de toda alabanza! Mas, ¿cuándo dispone Dios la ejecu­
divino difirió por cuatro m il años su venida al mundo. L a pri­ ción del decreto de su Encarnación? ¡Ah! Precisam ente cuando
mera es para que en este tiem po los hom bres, por la experiencia el mundo estaba más apartado de É l ; cuando y a todos los hom­
de sus innumerables y g ra v ísim o s pecados, conociesen la extre­ bres, judíos y gentiles, griegos y bárbaros, se habían declarado
ma necesidad que tenían de s u Remediador, el cu al, como venía en abierta rebeldía contra su Dios. No quiere que sea antes, para
del ciclo para médico de n u estras dolencias, aguardó á que cre­ que el mundo se convenza de su propia necesidad, y para que se
ciesen y se m anifestasen, p a r a que también se manifestase su aumente la confianza y crezcan los verdaderos adoradores del
infinita sabiduría y om nipotencia en curar tan g raves enfermeda­ Señor. ¡Qué documento ton importante! S i lo consideramos aten­
des con tan proporcionados rem edios. Y así, cuando por la sober­ tamente, ¿dejaremos de confiar en ia misericordia de Dios? ¿No
bia el hombre se hacía dios. D io s, con infinita humildad, se hizo alabaremos la bondad de este amabilísimo Señor? ¿No avivare­
hombre; y cuando la codicia todo lo avasallaba, Dios se hizo po­ mos los deseos de obtener su protección y auxilio? ¿Cómo nos
bre; y cuando la sensualidad todo lo dominaba, D ios se abrazó haremos dignos de este favor? ¿Son nuestras obras tales, que
con la cruz y murió en ella. O tra causa de esta dilación fué por­ merezcan las benignas miradas de Dios? ¿Puede este Señor estar
que quiere Nuestro Señor q u e sus dones, especialmente cuando contento de nosotros? ¡Qué confusión, si bien nos examinamos!
son muy grandes, sean estim ad o s, pedidos y solicitados con ora­ Volvam os sobre nosotros mismos, propongamos lo que quisié­
ciones y gem idos, como lo hicieron todo este tiempo los Padres ramos haber hecho aquel dia en que el Señor nos pida cuenta del
que estaban en el limbo y lo s justos que vivían en la tierra; y de beneficio de la Redención; y para cumplir nuestros propósitos,
camino, probaba con esta d ilació n la confianza y paciencia délos pidamos gracia al Señor y roguemos por todo lo demás.
ju sto s, d quien estaba hecha prom esa, porque es heroica virtud
no perder la confianza cuan d o se dilata mucho el cumplimiento 32.— CONDICIONES DEL CUERPO QUE TOMÓ EL VERBO ENCARNADO1.
de la promesa. Conforme á e s ta s dos cau sas, suele D ios nuestro
P reludio i .» La Santísima Trinidad se alegró en la Encarnación, y el Verbo tomó un
Señor permitir que sus e s c o g id o s padezcan largos desamparos y
cuerpo pasible en estado de niAo.
tribulaciones, retardándoles e l remedio, parte por aumentar su
Preludio 2.» Representémonos I la Santísima Trinidad mirando con gozo el cuerpo
confianza y a viva r sus d e s e o s , y parte porque conozcan más su sacrosanto de Jesús.
propia necesidad y lo poco q u e pueden sin los auxilios de Dios. Preludio Pidamos la gracia de sufrir por Dios todo lo que su Majestad disponga.
¡ Oh Médico soberano I G r a c ia s os doy por haber venido en tal co­
yuntura á curar nuestras l la g a s con tan preciosa medicina, y por P u n t o l .° - llegria de la Santísim a Trinidad en la E ncar­
haber retardado la curación d el mundo para el tiempo en que nación del Verbo.— Luego que la V irgen consintió en ser Madre
vuestra misericordia fuese m á s patente y nuestra necesidad más del M esías, el Espíritu Santo formó de su sangre purísima un
manifiesta. M irad, Señor, q u e han crecido mucho mis llagas; nó
< Las meditaciones que aqui se echen de menos acerca de la Encarnación , sa hallarán
• Palm, xm, i . — * Habac., m . 2. en la serie de las de la Virgen Santísima.
118 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. ja .— Condiciones del cuerpo que tomó el Verbo encam ado, i 19
cuerpo perfectísim o, y crió una alma racional excelentísim a, y porque el cuerpo de Cristo había de ser impasible é inmortal, es
los juntó entre sí y con la persona del Verbo eterno, quedando porque su alma era gloriosa y bienaventurada; y así, por dere­
Dios hecho hombre * y e l hombre Dios. Pondera aquí el «fraude cho, había de tener su cuerpo las cuatro dotes de gloria que tiene
contento de toda la Santísim a Trinidad en v e r cumplida su pro­ ahora en el cielo, que son claridad, impasibilidad, sutileza y li­
m esa y en haber hecho esta muestra de su omnipotencia y de su gereza; mas con todo eso, quiso este amorosísimo Señor hacer
bondad y caridad. E l Padre Eterno se alegró por habernos dado este nuevo m ilagro y renunciar este derecho, privándose de.
á su Hijo, amándole con amor infinito y agradándose en este Dios- estas dotes de gloria, y vistiéndose de mortalidad é ignominia,
niño sobre todo lo criado; pues, como dice santo T om ás, mucho con las demás m iserias nuestras, para que su cuerpo, como Él
más ama Dios á solo C risto que á todos los ángeles y hombres y mismo dijo, fuese a p to 1 para ser hostia y sacrificio por nuestros
á todas las criaturas juntas; y m ás se goza en m irarle, que en pecados en el ara de la cruz. ¡Oh Señor amantísimo! Bendito y
m irar á todo el resto de lo criado y por criar. El V erbo eterno alabado seáis mil veces por la caridad que mostrasteis en hacer
tuvo infinito gozo en v e rs e hecho hombre, y comenzó á amar con m ilagros para poder m orir, y en renunciar todo lo que os podía
amor entrañable á aquella Santísima Humanidad, abrazándola excusar de padecer. ¡Oh, cuán confuso y avergonzado estoy
consigo, con propósito de no dejar lo que una v e z tom ó, y por su viendo las ansias con que huyo los trabajos, pidiendo á veces
respeto desearía abrazar y m eter dentro de sus entrañas á todos m ilagros para librarme de ellos! D eseo, de hoy m ás, renunciar
los hombres, como deudos suyos. Finalmente: el Espíritu Santo todo lo que fuere honra y regalo, por imitaros en padecer igno­
tuvo grande contento en haber hecho esta obra, que se atribuye minia y tormento. ¿ Abrigam os nosotros estos deseos? ¿ Estamos
á É l, por ser propio de esta persona la bondad y a m o r; y enton­ dispuestos á sacrificar por D ios nuestra paz, reposo, honra y
ces parece que hartó su deseo, habiendo hecho la suprema obra todas las cosas?
de amor que podía. P o r lo cual dijo Isaías * que saldría una vara P a n t o :t.° Causas porque quiso D io s hacerse niño.— Aquí
de la raíz de Jesé, y de ella una flor, sobre la cual descansaría el has de considerar las causas porque quiso Dios hacerse niño,
divino espíritu; porque en este Verbo eterno encarnado, figurado pudiendo tomarun cuerpo de varón perfecto, como formó el cuerpo
por esta vara y flor de Jesé, halló el Espíritu Santo descanso y de Adán. L a primera fué para hacerse, como dice el A p ó s to l',
gozo perpetuo, como en la cosa que más amaba. ¡Oh Trinidad semejante en todo á sus hermanos los hom bres, y obligarlos con
beatísima! Gózom e del gozo que tenéis por una obra en que tan esto á que le amasen más tiernamente. L a segunda fué para dar­
admirablemente se descubren vuestras grandezas soberanas. Por nos ejemplo de humildad y aficionarnos á ella cuando viésem os
este gozo os suplico me deis parte en los bienes que nos ha me­ con los ojos de la fe al Dios de la majestad hecho niño pequeñito;
recido el Verbo encarnado, de modo que en este mundo y en el y al que no cabe en ciclo ni tierra, estrechado en el seno de una
otro mi gozo sea lleno, y nadie pueda privarm e de él. ¿Nos goza­ mujer. De lo cual has de sacar afectos de admiración é imitación,
mos nosotros de esto misterio tan glorioso y útil para nosotros? admirándote que un D ios tan grande así se haya empequeñecido,
¿Nos aprovecham os de él? y deseando imitar la humildad que en esto resplandece. L a ter­
P u n t o 8 .u Causas porque quiso J esú s que sit cuerpo fu ese cera causa fué para entrar en el mundo dándonos ejemplo de
pasible y m ortal.— Considera cómo el cuerpo del Hijo de Dios paciencia y mortificación muy perfecta, sufriendo una cárcel
fuépasible y m ortal para nuestro bien, debiendo ser natural­ horrible, obscura y estrecha de nueve m eses, sin poderse mover,
mente impasible é inm ortal, principalmente por dos causas. La ni menear pie ni mimo, ni ver, ni oler, ni gustar cosa alguna. Y
prim era, porque Cristo nuestro Señor fué totalmente libre de la aunque ios otros niños no sienten la apretura en que están en el
culpa original, no por privilegio, sino por derecho, por ser Hijo seno materno, por no tener uso de razó n ; pero este niño bendití­
de Dios natural, y por haber sido concebido, no por obra de v a ­ simo, como le tenía muy perfecto, sentíalo y sufría de buena
rón, sino por virtud del Espíritu Santo. Y , por consiguiente, no gana aquella cárcel y mortificación de sentidos para librarnos de
le tocaba la pena de la mortalidad y pasibilidad, debida al pecado la cárcel eterna, y para pagar la libertad y desenvoltura de Eva,
original; pero, con todo, quiso este Señor, para mostrar su humil­ que salió á pasear por el Paraíso y miró la fruta del árbol y la
dad y caridad, dejar la culpa y tomar la pena; y sin ser pecador, gustó, contra el precepto divino; y asimismo, para pagar por tus
libertades y alentarte á la mortificación y á sufrir algún encerra­
tomar, como dijo san Pablo ’ , carne de pecador, sujeta á todas las
miento y estrechura en la habitación. ¡Oh Verbo eterno encarna-,
penalidades y m iserias que tienen los pecadores, para pagar con
do! Gracias os doy por la entrada que hicisteis en el mundo
su muerte y con sus penas nuestras culpas. La segunda causa
» Psalm. xxxix, 7. — a H íb'., 11, 17*
Joan., 1, 14. — 3 Isai., x i , 1 . — 3 Rom., vm, 3.
120 Serie prim era.— -V ia ilu m in a tiv a . Med. — Excelencia del alma de Cristo. 121

sufriendo tan estrecha cárcel y tan larga y p rolija mortificación de mensa , de modo que ni pecó ', ni pudo pecar, ni errar, ni enga­
vuestra carn e; por ella os suplico me lib réis de la eterna cárcel ñarse, ni tener imperfección ninguna que desdijese de esta pureza
del infierno y de la molesta prisión de m is v icio s, ayudándome á y limpieza de corazón; porque era Cordero de D io s , no terreno,
enfrenar mis sentidos y á dominar mis pasiones desordenadas. sino celestial; Cordero sin mancha % que venía á quitar los pe­
; Hemos conocido los ejemplos de amor, humildad y abnegación cados del mundo. Segunda, santidad pert'ectísima, la cual excedió
que nos da Jesús, naciendo nifio?¿Los im itam os como debemos? incomparablemente á la de todos los ángeles y hombres juntos;
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué contento tuvo la Santísima del propio modo poseía la caridad, humildad y obediencia, con
Trinidad en pl instante en que la segunda Persona tomó carne todas las demás virtudes, pudiéndose llamar propiamente el santo
humana en el seno de María! Sin duda que e l Padre Eterno se ale­ de los san tos5. T ercera, gracia consumada, que es la bienaventu­
g ró , al ver vestido con aquel nuevo traje á su Hijo divino; el ranza y visión beatífica, viendo desde aquel instante A la divina
Y erb o eterno se alegró viéndose revestido con nuestra naturale­ esencia con m ayor claridad que todos los San tos; y á esta pro­
za , de la cual jam ás había de sep ara rse; el Espíritu Santo se porción amó á Dios, y se gozó con gozo inmenso. Cuarta, poseyó
alegró viendo realizada aquella obra én que más brilla Su infinita todos los teso ro s 4 de la sabiduría y ciencia de D ios, no divididos,
bondad y amor. ¿ Quién podrá medir el g o z o de la humanidad sino juntos, conociendo todas las cosas pasadas, presentes y por
santísima de Jesús viéndose unida personalm ente con el mismo ven ir, para poder ser juez universal de todos. Quinta, tuvo lapo-
Dios ?,; Quién podrá imaginar el gozo de M a ría , contemplándose testad de hacer m ilagros sin tasa alguna, ni en el número, ni en la
Madre de su mismo Criador ? Y nosotros, ¿ no nos alegram os ? grandeza , ni en el modo. Sexta, tuvo también la potestad de exce­
¿No participamos de este gozo purísimo p o r la parte que nos lencia en perdonar pecados 5, convertir pecadores, trocar sus co­
toca ? E l Verbo divino quiere unir á sí un cuerpo mortal y pasi­ razones, ordenar sacramentos y sacrificios, y repartir gracias y
ble, aunque naturalmente había de haber sido impasible é inmor­ dones sobrenaturales á los hombres.Séptima, hizola Dios cab eza 6
tal , ya por no haber sido concebido en p e c a d o , ya por estar unido de la Iglesia, así militante como triunfante, de los hombres y ánge­
á un alma en estado glorioso y b ienaventurada; mas hace este les, y fuente de todas las bendiciones celestiales. P or estas siete
nuevo milagro para poder padecer, p a ra darnos ejemplos de prerrogativas y excelen cias, has de bendecir con toda tu alma á
virtud y mostrarnos su amor. Del propio m odo quiere asumir un Dios que se las d ió, y á esta dichosa alm a que las p osee, suplicán­
cuerpo de niño para enseñarnos la humildad y la m ortificación, y dola que las emplee en favor tuyo. ¡.Oh Hijo de Dios vivo! Gózome
hacerse en todo semejante á sus hermanos. ¿Cóm o no procuramos de veros tan hermoso sobre todos los hijos de los hom bres7,blanco
nosotros hacernos semejantes á Él ? ¿ P o r qué no imitamos sus y colorado, escogido entre millares. ¡ Oh piedra viv a y angular!
virtudes y no amamos su bondad infinita? ¿Q u é nos conviene hacer ¡ Cuán vistosa estáis con estos siete ojos de inmenso resplandor
en lo sucesivo? ¿Vacilarem os en aceptar p e n a s , deshonras, sacri­ que puso en V o s la mano de vuestro Padre! ¡Oh Verbo encar­
ficios, por amor á Jesús? No seamos tan ingratos á este dulce nado , lleno de gracia y verdad!; pues de vuestra plenitud 8 reci­
Salvador. Antes resolvámonos con eficaces propósitos á corres­ ben los hombres una gracia por otra, cada uno la s u y a ; llenad
ponder á sus bondades, y pidámosle con am orosos coloquios ésta mi alma de esta gracia, para que con ella os agrade y merezca
y demás gracias. el premio de la gloria. ¿Conocemos nosotros las excelencias de)
alma de Cristo? ¿La honramos del modo que es justo? ¿Desea­
33.— EXCELENCIA DEL ALMA DE CRISTO. mos participar de los bienes que ella derrama á los hombres?
P u n to Virtudes que el alm a de Cristo ejercitó en el
P reludio I.« El alma de Cristo en el primer instante de su creación tuvo la mayor ex­ prim er instante de su existencia.—En este punto has de consi­
celencia que puede tener una pura criatura, y ejercitó en el grado más heroico todas las vir­ derar los heroicos actos de virtud que practicó el alma de Jesu­
tudes. cristo en el primer momento de su existencia, y a para con Dios,
P reludio 2.« Represéntate á Jesús dieiéndote - «En mí está toda la gracia del camino
y a para con el prójimo. Primeramente, como vió con toda claridad
y de la verdad, y toda espcrausa de vida y virtud a.
la divina esencia y los innumerables beneficios que graciosa­
Preludio.5.« Pide la gracia de conocer las excelencias y virtudes del alma de Jesús, y
honrarla é imitarla del modo posible.
mente había recibido sin mérito suyo, al punto brotó con grande
ímpetu cuatro excelentes afectos, como cuatro ríos que salen del
P u n t o l . ° G racias que recibió e l a lm a d e Cristo en la paraíso; es á saber: un amor encendidísimo á D ios, un agrade-
crea ció n — Considera en este punto las g r a c ia s soberanas que el
• I Petr., u , 2 2 ,— »Jo»n., 1 ,2 9 .— j Oui., ix , 24. — «Cotos., 11,3.
Señor concedió al alma santísima de C ris to en el instante de su
t Matth., íx, 2. — * Colos., 11, 10; Ephts-, 1,10. — 7 Psalm. xur, 3. — sjean. 1. 16.
creación. Pueden reducirse á siete cab ezas: P rim era, pureza in­
1 20 Serie prim era.— P ia ilu m in a tiv a . Med. — Excelencia del alma de C risto. 121
sufriendo tan estrecha cárcel y tan larga y p rolija mortificación de m ensa, de modo que ni pecó ni pudo pecar, ni errar, ni enga­
vuestra carn e; por ella os suplico me lib réis de la eterna cárcel ñarse, ni tener imperfección ninguna que desdijese de esta pureza
del infierno y de la molesta prisión de m is v ic io s, ayudándome á y limpieza de corazón; porque era Cordero de D io s , no terreno,
enfrenar mis sentidos y á dominar mis pasiones desordenadas. sino celestial; Cordero sin mancha % que venía á quitar los pe­
i Hemos conocido los ejemplos de amor, hum ildad y abnegación cados del mundo. Segunda, santidad perfectísima, la cual excedió
que nos da Jesús, naciendo niño? ¿L o s im itam os como debemos? incomparablemente á la de todos los ángeles y hombres juntos;
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué contento tuvo la Santísima del propio modo poseía la caridad, humildad y obediencia, con
Trinidad en pl instante en que la segunda Persona tomó carne todas las demás virtudes, pudiéndose llam ar propiamente el santo
humana en el seno de María! Sin duda que e l Padre Eterno se ale­ de los santos». T e rc e ra , gracia consumada, que es la bienaventu­
g ró , al v e r vestido con aquel nuevo traje á su Hijo divino; el ranza y visión beatífica, viendo desde aquel instante á la divina
V erbo eterno se alegró viéndose revestido con nuestra naturale­ esencia con m ayor claridad que todos los San tos; y á esta pro­
za, de la cual jam ás había de separarse; el Espíritu Santo se porción amó á D ios, y se gozó con gozo inmenso. C uarta, poseyó
alegró viendo realizada aquella obra én q u e más brilla su infinita todos los teso ro s4 de la sabiduría y ciencia de D ios, no divididos,
bondad y amor. ¿ Quién podrá medir el g o z o de la humanidad sino juntos, conociendo todas las cosas pasadas, presentes y por
santísima de Jesús viéndose unida personalm ente con el mismo venir, para poder ser juez universal de todos. Quinta, tuvo lap o-
Dios ?¿ Quién podrá imaginar el gozo de M a ría , contemplándose testad de hacer m ilagros sin tasa algun a, ni en el núm ero, ui en la
Madre de su mismo Criador ? Y nosotros, ¿ no nos alegram os ? grandeza , nieu el modo. Sexta, tuvo también la potestad de exce­
¿No participamos de este gozo purísimo p o r la parte que nos lencia en perdonar pecad os’ , convertir pecadores, trocar sus co­
toca? El Verbo divino quiere unir á sí un cuerpo mortal y pasi­ razones, ordenar sacramentos y sacrificios, y repartir gracias y
ble, aunque naturalmente había de haber sido impasible é inmor­ dones sobrenaturales á los hombres. Séptima, hizola Dios cabeza *
tal , ya por no haber sido concebido en p e c a d o , ya por estar unido de la Iglesia, así militante como triunfante, de los hombres y ánge­
á un alma en estado glorioso y bienaventu rad a; mas hace este les, y fuente de todas las bendiciones celestiales. P o r estas siete
nuevo milagro para poder padecer, p a ra darnos ejemplos de prerrogativas y excelencias, has de bendecir con toda tu alma á
virtud y mostram os su amor. Del propio m odo quiere asumir un D ios que se las dió, y á esta dichosa alma que las posee, suplicán­
cuerpo de niño para enseñarnos la humildad y la m ortificación,y dola que las emplee en favor tuyo. ¡.Oh Hijo de Dios vivo! Gózome
hacerse en todo semejante á sus hermanos. ¿Cóm o no procuramos de veros tan hermoso sobre todos los hijos de los hom bres7,blanco
nosotros hacernos semejantes á É l? ¿ P o r qué no imitamos sus y colorado, escogido entre millares. ¡O h piedra v iv a y angular!
virtudesy no amamos su bondad infinita? ¿Q u é nos conviene hacer ¡Cuán vistosa estáis con estos siete ojos de inmenso resplandor
en lo sucesivo? ¿Vacilarem os en aceptar p e n a s, deshonras, sacri­ que puso en V o s la mano de vuestro Padre! ¡Oh V erbo encar­
ficios, por amor á Jesús? No seamos tan ingratos á este dulce nado , lleno de gracia y verdad!; pues de vuestra plenitud * reci­
Salvador. A ntes resolvámonos con eficaces propósitos á corres­ ben los hombres una gracia por otra, cada uno la s u y a ; llenad
ponder á sus bondades, y pidámosle con am orosos coloquios ésta mi alm a de esta gracia, p ara que con ella os agrade y m erezca
y demás gracias. el premio de la gloria. ¿Conocemos nosotros las excelencias de)
alma de Cristo? ¿La honramos del modo que es justo? ¿Desea­
33.— EXCELENCIA DEL ALMA DE CRISTO. mos participar de los bienes que ella derrama á los hombres?
P u n t o 8.® Virtudes que el alm a d e Cristo ejercitó en el
P reludio i ,° El alma de Cristo en el primer instante de su creación tuvo b mayor ex­ prim er instante de su existencia.—En este punto bas de consi­
celencia que puede tener una pura criatura, y ejercitó en el grado más heroico todas las vir­ derar los heroicos actos de virtud que practicó el alma de Jesu­
tudes. cristo en el primer momento de su existencia, y a para con Dios,
P reludio 2.° Represéntate á Jesús diciéndote - «En mi está toda la gracia del camino y a para con el prójimo. Primeramente, como vió con toda claridad
y de la verdad, y toda esperauxa de vida y virtud ».
la divina esencia y los innumerables beneficios que graciosa­
P reludiólo Pide la gracia de conocer las excelencias y virtudes del alma de Jesús, y
mente había recibido sin mérito suyo, al punto brotó con grande
honrarla é imitarla del modo posible.
ímpetu cuatro excelentes afectos, como cuatro ríos que salen del
paraíso; es á saber: un amor encendidísimo á D ios, un agrade-
P u n t o l .° Gracias que recibió el a lm a de Cristo en la
creación.— Considera en este punto las g ra c ia s soberanas que el
• I Petr., II , 22. — »Joan., 1 , 29. — J Don., IX, 24. — 4 Coios., 11, y
Señor concedió al alma santísima de C risto en el instante de su 5 Matth., ix , 2. — * Coios., il, 10 ; Ephes., 1, 10. — 7 Psalm. xliv , y — sje a n .,, . 16.
creación. Pueden reducirse á siete cab ezas: P rim era, pureza in­
122 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. — Excelencia del alm a de C r id o . 123
cimiento grandísimo á tales beneficios, una humillación pro­ muerto por el nombre de Jesús; ¿cuánto más diría esto este Señor,
fundísima en su p resen cia, viendo la nada que de sí tenía, y un cuyo amor á su Padre superaba al de todos los santos ? Pondera,
ofrecimiento prontísimo de obedecerle en todo-cuanto quisiere, por fin, que de talm anera se ofreció áp ad ecer por todos los hom­
deseando se le ofreciese ocasión de mostrar todo estop or la obra. bres, que estaba resuelto á padecer lo mismo por cada uno de
¡ Oh qué coloquios tan fervientes y dulces tendría esta alma con ellos si fuese necesario p ara su salvación, y así á todos y cada
la Santísima Trinidad! ¡Cómo se agradarían en ella las divinas uno los tenía presentes, y á t i , como si tú solo fueras el necesitado
personas! Pondera luego los actos de virtud que ejercitó para con de remedio; por lo cual, puedes decir con el A p ó s t o l q u e te
los hombres; porqu e, viendo los pecados de ellos, y las gravísi­ amó y se entregó á la m uerte por ti. ¡ Oh Niño tierno y gigante
mas injurias que hacían á D io s , y cómo el demonio se había apo­ valeroso! ¿Con qué os pagaré yo el ánimo con que os ofrecéis hoy
derado del mundo, y el infierno se poblaba de alm as, tuvo inten­ a c o r r e r vuestra carrera, aceptando p or junto los trabajos que
sísimo dolor, siendo éste el m ayor que jam ás ha habido ni habrá habéis de pasar en el discurso de ella? Alábenos los ángeles por
en esta v id a , juntándose en esta alma sumo gozo por la vista de esta merced tan señalada que hicisteis á los hom bres. y mi ánima
D ios, y suma tristeza por la vista de nuestros pecados. Además, os glorifique por el amor que entonces la tuvisteis, por el cual
conociendo que era voluntad del Padre que fu e s e Redentor y me ofrezco á padecer lo que quisiereis en el discurso de m i vida,
remediador de los hom bres, á costa de grandes trabajos y sacri­ hasta llegar á la eterna gloria. ¿Agradecem os nosotros á Jesús
ficios ,|al instante se ofreció á ellos, diciendo •:« V eism eaquí para tal caridad como nos tuvo y mostró en su primer instante? ¿Esta­
hacer en todo vuestra voluntad, poniendo vuestra le y en medio mos dispuestos para hacer y padecer lo que e l Señor nos exija?
de mi corazón». ¡Oh M aestro soberano! ¡Qué lección tan precio­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué gracias tan soberanas, qué
sa nos leéis en el prim er momento de vuestro ser!¡Q uéejem plos carism as tan preciosos recibió el alm a de Jesús en el prim er
tan admirables nos dais! ¡Cuán bien cumplís todos los deberes momento de su s e r ! ¡Como que había de unirse personalmente con
que la criatura tiene para con su Criador! Concededme, Señor, el mismo D ios! P ureza inmaculada, santidad inmensa, gracia con­
una luz tan viva que, conociendo quién es D io s, le ame con fer­ sumada con la visión b eatifica, sabiduría y ciencia universal de
vor, agradezca sus beneficios, me tenga por nada en su presen­ todas las cosas, poder soberano de hacer m ilagros, sin limitación
cia, y me ofrezca A servirle constantemente; y una caridad tan de tiempos, lugares ni ocasiones, poder de perdonar pecados sin
encendida con mis prójimos, que remediesus males cuanto pueda, restricción y ser cabeza de toda la Iglesia y fuente de todas las
y llore lo que no puedo remediar. ¿Cumplimos estos deberes que gracias y dones celestiales: tales son las jo yas preciosísimas con
nos incumben? ¿En qué cosas y cuándo solemos faltar? que fué adornada esta dichosa alma. ¿Cómo es que no la amamos
P n n t o 3 ." Caridad y obediencia del alm a de Cristo.— sobre todas las otras criaturas? M as, ¡qué actos de virtud tan
Considera aquí la caridad y obediencia del alma de Cristo en el heroicos practica esta alma gloriosa en el primer instante de su
primer instante de su existencia. Para mejor comprender tales existencia! Y e á Dios cara á cara, contempla la infinita grandeza
virtudes, has de ponderar cómo en aquel primer momento el de los benelicios que ha recibido, y de ella brotan afectos encen­
Padre eterno le descubrió todo cuanto había de hacer y padecer didos de amor, agradecimiento, humillación profunda y deseo
por la redención del mundo: que había de nacer pobre, ser cir­ ardiente de cumplir la divina voluntad. V e al mundo alejado de
cuncidado y perseguido por Herodes y los judíos, ser preso, azo­ su Dios, rebelde á su Señor, en las garras de su enemigo, y por
tado , coronado de espinas y clavado en una cruz. Y á esta volun­ una parte siente extremo dolor por tan grande m al, y por otra
tad del Padre, respondió al punto ofreciéndose á padecer todo encendido deseo de rem ediarlo; y para ello se ofrece con una
aquello con prontísima voluntad, cumpliendo lo que dijo San voluntad y caridad incomprensible á todos los tormentos y aflic­
Pablo que dejando el gozo de esta vida y el gozo eterno de la ciones que su Padre ha dispuesto. ¡ Oh cristiano I ¿ Cómo pagarás
otra,abrazó la cruz,sin hacer caso deque era muyignominiosa.Xo á Jesús lo que por tu bien ha hecho? ¿Le honras del modo que
paró aquí su caridad y obediencia, sino que, con ser tanto lo que merece su grandeza y excelencia? ¿Serás remiso en su servicio
había de padecer, no contento con esto, se ofreció con un corazón siendo Él tan generoso en tu obsequio ? ¿Rehusarás obedecerle
muy generoso y.con una sed muy ardiente á padecer mucho más, viendo que Él por ti se som eteá tan difíciles obediencias? Medita
si su Padre lo ordenase y fuese menester para nuestro bien; por­ bien todo esto, y, confuso de tu pasado proceder, haz nuevos pro­
que si San Pablo >, al anunciarle los trabajos que le esperaban, pósitos, ruégale que te ayude á cumplirlos y que te socorra en
contestó que estaba aparejado, no sólo á ser preso, sino también todas tus necesidades.

< Psalm. xxxiX , p. — > Hebr., xil,2, — 3 Act., XXI, I!, 13. ‘ Galat., H, 20.

1
124 Serie prim era..— V ia ilum inativa. Med. 14.— Nacimiento de Jesús. 125

P a n t o 2 .° Afectos de María y José viendo á J e sú s recién


34,— NACIMIENTO DE JESÚS >. n a cid o — En este punto has de considerar lo que haría la V irgen
Santísim a, cuando, por aquel júbilo extraordinario, conoció que
era llegada la hora del parto. Porque se recogería á un rincón
Preludio i ,« Llegado el tiempo señalado por Dios, nació Jesús, y su Madre santí­
del porta!, y puesta en altísima contemplación, dió á luz á su Hijo
sima , despuis de adorarle , le envolvió en unos pañales y reclinóle en un pesebre.
unigénito, y iuego le tomó en sus brazos. ¡Olí qué contento y
P reludio 2.° Represéntate á Jesús recién nacido y reclinado en el pesebre.
Prsluuio 3 » Pide la gracia de aprender las divinas enseñanzas que te dan Jesús y
alegría recibió en aquella primera vista, no parando en la her­
Mtria en esta ocasión. mosura que miraba por defuera en el cuerp o, sino pasando á la
belleza del alma y de la divinidad! P or una parte, le abrazaría y
besaría con amor como á su Hijo, y por otra se encogería y reti­
P a n t o I.° Jesú s al nacer concedió gracia s m uy excelentes raría con humildad, mirando que era D io s , el c u a l, con estos dos
d su M adre.— Considera en este punto cómo, pasados nueve me­ brazos quiere ser abrazado, con caridad y humildad, con amor y
ses desde la Encarnación, salió Jesús á la luz del mundo para reverencia. Pondera cómo habiendo María desahogado su cora­
cumplir los fines que se propuso al hacerse hombre. Pondera zón con tiernos afectos, envolvió á su Hijo en los pañales y man­
que, así como no quiso anticipar el tiempo de su nacimiento, tillas que tenía aparejados, y reclinóle en el pesebre, teniéndose
tampoco quiso diferirlo, sino n acer puntualmente cumplidos los por indigna detenerle en sus brazos; é, hincadas las rodillas, le
nueve m eses, y manifestarse al mundo con un entrañable deseo adoró como á su D ios; dióle gracias por el favor que hacia al
de comenzar su carrera con gran fervor y alegría de corazón, género humano viniendo á rem ediarle, y también se las dió muy
verificándose lo que dijo David =: «A le g ró se como gigante para detenidamente por haberla escogido por su M adre, ofreciéndose
correr su carrera; de lo sumo del cielo es su salida, sin parar á servirle humildemente con su cuerpo, con su alm a y con todas
hasta el otro extremo»; porque, aunque sabía cuán áspera había sus fuerzas. L o mismo haría el glorioso patriarca san José, de­
de ser esta carrera desde su nacimiento hasta la muerte, se alegró rramando amorosas lágrim as de am or y consuelo, y agradeciendo
con gran fortaleza, y principió il co rrerla en este día con amo­ con fervientes afectos la m erced que le hizo en tom arle por ayo,
rosa voluntad. Mira luego los dones inmensos que concedió á su y ofreciéndose á servirle muy de varas. Contemplando tan tierno
Santísima Madre en esta ocasión, porque si un hombre rico y espectáculo, ¿no sentimos nosotros deseos de imitar la humildad,
poderoso, cuando se ha hospedado en casa de un aldeano pobre reverencia y amor de M aría y José? ¿No nos ofrecem os como
y le ha hecho buen hospedaje, no p o r interés, sino por servirle, ellos á servir muy de veras al divino Jesús? ¡Oh dulcísimo y
suele á la despedida pagárselo m u y bien y darle alguna preciosa soberano Señor! ¿Qué gracias os podré dar por tan gran merced
dádiva, ó por agradecimiento ó p o r lim osna, así también, como como me habéis dispensado, en venir á remediarme, hecho niño,
la Virgen había hecho á su Hijo tan buen hospedaje nueve meses, en tanta pobreza? ¡Oh quién se hallara presente eu aquella hora
al tiempo que quiso salir de la p o sa d a , la dió riquísimos dones; para serviros en vuestra niñez! A quí me presento en espíritu
porque no sólo conservó sin detrim ento su virginidad y la pre­ delante de vuestra majestad, y os ofrezco lo que soy, puedo y
va lgo , para emplearlo todo en vuestro sérvicio.
servó de los dolores que otras m u jeres suelen pasar en el parto,
P a u t o 2 .° G randezas del N iño recién nacido. — Considera
sino que la comunicó una a ltísim a contemplación de aquel
ahora con grande admiración y ternura las grandezas infinitas
misterio y unos júbilos de a le g ría ta n extraordinarios, que echó
de este Niño que acaba de nacer, del modo que las consideraría
en olvido todos los trabajos y hum illaciones que había sufrido.
la V irgen Santísim a, contemplándole en el pesebre delante de sus
¡Oh Niño divino! G racias os doy p o r la generosa largueza que
ojos. Mira atentamente la persona de este Niño, haciendo com­
mostráis con vuestra dulcísima M a d re , y por la puntualidad con
paración de lo que tiene en cuanto* D ios, á lo que tiene en el pe­
que aparecisteis como sol brillante en este mundo, con el fin de
sebre en cuanto hombre. Pondera cómo este Niño es aquel Dios
alumbrarle con vuestro resplandor: concededm e, os suplico, que
de la Majestad, cuya silla es el c ie lo 1, y cuyo trono son los que­
os hospede con amor citando v e n g á is á visitarm e, y con presteza
rubines, y cuyos criados son las jerarquías de los án geles, estan­
me ofrezca á vuestro divino se rv icio . ¿Seré y o tan in grato, Se­
do en medio de ellos como Emperador á quien todos adoran y
ñor. que, viendo vuestra fortaleza y a le g ría en favorecerm e, os
reconocen vasallaje; y por otra parte está puesto en vil pesebre
sirva con flojedad y tristeza?
entre dos torpes animales. Y el que es V erbo y palabra del eterno

• E»ta meditación, y las siete que siguen, podrán servir para toda la octava de Navi­
> Isai., lxvi , 1 ¡ xxxvu, 16; Psalm. ixxix, 2.
dad , sin interpolar ninguna otra.— 1 Psalm. x v m , 7.
126 Serie prim era.— V ia ilum inativa. Med. 75.— Enseñanzas de Jesús recién nacido. lij

Padre, por quien hizo todas las cosas y las sustenta con su vir­ moslo; propongamos y pidamos confiados por nosotros y por el
tud, está hecho infante sin hablar ni articular una sola palabra, mundo entero. No seamos escasos en pedir hoy que el Señor vie­
y fajado de pies y manos sin poderse menear. Y el que tiene por ne para derramar gracias con divina generosidad.
vestidura la lumbre * infinita de la divinidad, por ser resplandor
de la gloria de su Padre, y viste de hermosura á sus criaturas, y 35.— ENSEÑANZAS DE JESÚS RECIÉN NACIDO.
las da mantenimiento con mano la r g a . para conservar su vida,
ese mismo está vestido de pobres pañales y mantillas, y tiene ne­ P reludio ■ * Representémonos al hijo de Dios hecho niño . tendido en el pesebre y
cesidad de ser sustentado con la leche de su Madre. Mas, á pesar envuelto en los pañales.
de tal abatimiento y humillación tan proíunda, no es por esto me­ P reludio 2.* Pidamos la gracia de aprender las prácticas enseñanzas que desde tan
nos amable y admirable; a) contrario, como dice san Bernardo, humilde lugar nos está dando.
cuanto más despreciado está por nosotros, tanto es más digno de
nuestro amor; y cuanto más abatido, tanto más ensalzado, por­ P a n t o l . ” Palabras que dice.—Considera aquí cómo desde
que en los abatimientos muestra las grandezas de su inmensa el pesebre el Niño-Dios está hablando con no menos elocuencia
caridad. ¡Oh Niño excelentísimo y abatidísimo! i Quién os amase y eficacia que cuando después predicaba por el mundo. No habla
como merecéis! ¡Oh si yo me apocase y humillase como yo mis­ con la lengua, pero sí con el espíritu; no con vo c e s, sino con
mo merezco! Porque apocarme en mí, será engrandecerme en ejemplos. Pondera cómo interiormente hablaría con su Eterno
Vos. ¿Cómo no te confundes, ¡oh alma m ía!, de v er esto persona Padre, dándole gracias infinitas por haber llegado aquella hora
tan grande y tan humillada, y la tuya tan vil y tan envanecida? y haber querido que estuviese reclinado en aquel pesebre; le
Aprende de este Niño á hum illarte, porque quien se humillare ofrecería con grande amor todos los trabajos que había de pade­
como Él en la tierra , será por Él engrandecido en el cielo. cer en el mundo; y diríale con decidida y firme voluntad aquellas
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¿Quién podrá dejar de experimentar palabras que tanto pondera san P ab lo: «Veisme aquí, Señor,
el más intenso júbilo en este día tan solemne, glorioso y memora­ que he venido á cumplir vuestra voluntad». ¡Cuán dulcemente
ble para el género humano? Llegado el fin de los nueve meses resonarían en los oídos del Eterno Padre estas palabras de su
después de la Encarnación, el Verbo divino hecho hombre quiso divino Hijo! ¡Cuánto se com placería en sus acciones de gracias!
salir á la luz del mundo; no quiso anticipar su nacimiento, para ¡Qué contento hallaría en sus ofrecimientos, y con qué gusto los
poder ofrecer por los hombres aquel estrecho encerramiento, y aceptaría! Pero oye también las palabras que habla con los hom­
no quiso tampoco dilatarlo, porque tenia vivos deseos de seguir bres y contigo, porque te da voces, díciéndote desde el pesebre
presuroso la carrera que su Padre le había trazado. Mas al salir lo que después dijo á todos predicando: «Aprende de m i, que soy
del seno materno, ¡qué gracias tan singulares, qué dones tan so­ manso y humilde de corazón; y si no te convirtieres y te hicie­
beranos concedería á su santísima Madre! No sólo la conservó res como niño, no entrarás en el reino de los cielos; y sólo el que
intacta la virginidad, sino que la ilustró con sublimes contempla­ se humillase como este Niño será el m ayor en aquel reino.» T ales
ciones y llenó de un júbilo inefable. Pero ¡qué sentiría el cora­ son las palabras que está allí Jesús predicando con el ejemplo, y
zón de esta celestial Madre cuando contempló por primera vez que debieran oir todos los cristianos con gran d evoción , pidién­
en sus brazos recién nacido el Hijo de Dios! ¡ Qué palabras le dole que se digne abrirles los oídos de su corazón para entender
diría! ¡Qué abrazos! ¡Qué ósculos! ¡Cómo se postraría ante Él este lenguaje y ponerle por obra. ¡Oh soberano Niño! Desde
con profunda reverencia, ofreciéndose á servirle con su cuerpo ese pesebre me estáis convidando á que me haga n iñ o , y fuisteis
y alma, y con todas sus cosas! ¡Qué gracias le darían Ella y el siempre tan amigo de niños, que los abrazabais con am or; ha­
glorioso patriarca san José por haberlos escogido para dignidad cedme, os suplico humildemente, niño como Vos en la inocen­
tan elevada! ¡Oh, si nosotros nos penetrásemos de los sentimien­ cia , pequeñuelo en la humildad, infante en el silencio y tierno
tos de tan dichosos personajes, y recibiésemos á Jesús con los en la caridad. ¿Aspiramos nosotros á practicar estas virtudes del
mismos afectos que ellos! También viene Jesús á nosotros, y Niño Jesús? ¿Oímos con atención y docilidad las palabras que
viene con el mismo objeto que entonces; está animado de idénti­ desde el pesebre nos dirige ?
cos deseos. ¿Cómo lo recibimos? ¿Qué palabras le decimos? ¿Qué P a n t o ».° Obras que hace.— Considera en este punto las
fruto reportamos de su venida? ¡Ah! Mil veces viene, y somos obras que este Niño divino hace en el pesebre, en las cuales
siempre los mismos. Y ¿no cambiaremos de proceder? Pensé- has de ponderar una cosa m aravillosa que las acompaña, por­
que, siendo varón tan perfecto en el juicio como cuando era de
• Joan Psalnn- e n , 2; Hobr., i , ). treinta años, hacía todas las obras, meneos y semblantes de
128 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M cJ. i ? .— Enseñanzas de Jesús recién nacido. 129
niño, no contrahechos ni fingidos, sino real' y verdaderamente escoge sus contrarios ». Con esta consideración has de confundirte
como los demás niños, con una armonía admirable para quien « n ía presencia de este Niño benditísimo, viendo cuán al revés
sabe considerar la junta de estas dos cosas tan extrem as. Pon­ has vivido de lo que Él enseña, y proponer de imitarle de aquí
dera ahora en particular aquel llo rar del N iño, y las causas de adelante, escogiendo padecer lo que É l padece, pidiéndole te
las lágrim as que derrama; É l llo ra , no tanto de dolor por lo ayude para esto. ¡Oh Niño soberano! V o s , mucho mejor que
que padece como los demás niños, cuanto por lo que nosotros D avid, sois príncipe sapientísimo entre tres, porque de las tres
padecemos por nuestros pecados, llorando con amor por ellos; D ivinas Personas, sois la segunda á quien se atribuye la sabidu­
llora por ias ofensas que de continuo recibe su Eterno Padre, tan ría ; ¿qué hacéis sentado en esa cátedra del pesebre, callando, sin
enormes, que para borrarlas le ha sido preciso hacerse hombre decirnos nada? V os sois el gusanito ternísimo del m adero, que
y ponerse en el estado en que se halla en el pesebre; llora tam­ con un ímpetu matáis ochocientos, porque con el desprecio y
bién la multitud innumerable de hombres, á quienes m ira ya humillación que tenéis en el madero carcomido de vuestro brizo,
como hermanos, los cuales por sus culpas se hacen merecedores matáis con el ímpetu de vuestro amor divino los innumerables
de penas eternas. Es de creer q u e con aquellas lágrim as juntaría ímpetus del amor mundano. ¿E s posible que viendo nosotros
interiormente oraciones fervorosísim as á su P a d re, haciendo lo vuestra pobreza y desprecio, suspiremos por riquezas y honras?
que dice san Pablo, que en los días de su carne ofreció ruegos y ¿Que pretendamos regalos al contemplaros tan atormentado y
oraciones á Dios con gran clam or y lágrimas. L a V ir g e n , ai ver afligido en el pesebre ?
llorar á su Divino Hijo, y penetrando las causas de su llanto, E p i l o g o y c o lo q u io » . ¡ Qué documentos tan sa b io s>prác­
lloraría también con É l, deseando consolarle con su dolor. Y nos­ ticos y necesarios nos da Jesús desde el pesebre! ¡ E s, en verdad,
otros, ¿ acompañamos á Jesús y M aría en su llanto ? ¿ Nos admi­ nuestro Maestro! Callando enseña, y guardando un silencio, al
ran las obras misteriosas y significativas de este Niño ? ¡Oh dulce parecer necesario, nos habla con voz elocuente. Él habla á su
Jesús! ¿P or qué lloráis tan am argam ente mis m iserias ? ¿P orqué Padre celestial con tiernos afectos de agradecimiento, alabanza,
ocultáis con tanta humildad vu estras grandezas, como sin o las oblación de sí mismo y profunda hum ildad; habla también al
tuvieseis? ¡Oh Virgen Sacratísim a! Alcanzadm e esta humildad m undo, exhortándole á la imitación de su pobreza, confianza y
tan profunda, que me m ueva ¡l esconder aquello que no debo demás virtudes. Sus obras no son menos in structivas; en la apa­
manifestar, y don de lágrim as, siquiera para acompañaros con riencia es un niño como los demás, con la misma ignorancia, fla-
ellas, por el consuelo de vuestro H ijo , que se consuela en vem os queza y m iserias de los otros niños; y, con todo, en los conoci­
llorar,¡y dice que son bienaventurados los que lloran, porque mientos, poder y perfección excede infinitamente á todos los
ellos serán consolados. hombres. A s í sabe ocultar los tesoros de la sabiduría y ciencia de
P u n t o 8.° Cosas que p a d e c e J e s ú s — En este punto has de Dios encerrados en Él. L lo ra como los niños de su ed a d ; pero no
considerar las cosas que p a d ece este Niño, que son: pobreza, llo ra por el motivo que ellos, sino por m otivos infinitamente m ás
desprecio, frío y dolor, con otrn s incomodidades.Todo lo cual elevados. Para nuestra confusión y ejemplo, se acompaña incesan­
padece, no por necesidad ó fu e rz a , sino por voluntad y de grado; temente de todas las cosas que aborrece el mundo y echa de si
porque como es Dios y varón en el juicio, Él escogió todo lo que todas las que ama. Pobreza, sacrificios, hum illación: tales son
padece. Escogió nacer en el tiem po más riguroso del invierno, los primeros compañeros que le reciben á su entrada en el mundo,
en la hora más fría de la m edia noch e, en el portal más vil y des­ y de ellos no se separará en toda su vida m ortal, y con ellos
preciado de toda la ciudad, con la m ayor pobreza y desamparo y •abrazado dará su supremo aliento. ¿ Qué dice todo esto á tu cora­
olvido de todos los hombres q u e era posible, y todo con tanto zón ? ¿ O yes las palabras que te dice el divino Jesús? ¿Penetras el
disfraz de humildad, que, siendo voluntario, parecía forzoso, y, sentido de las obras que ejecuta? ¿ Sientes en ti deseos de imitar­
por consiguiente, más vil y abatido. Porque desde el pesebre, le? ¿C óm o y cuándo puedes hacerlo? Actualm ente, ¿qué te
como dice un salm o, tomó p o r compañeros inseparables hasta ex ige? Reflexiónalo atentamente y con cuidado; no resistas á su
inspiración; forma propósitos particulares y acomodados al esta­
la muerte á la p o b reza, á los d e s p r e c io s , dolores y trabajos, y en
todas estas cosas padeció mil g é n e ro s de aflicciones, escogiendo do actual de tu alma; pide gracia para cumplirlos, y ruega por
tal modo de vida, contraria á la del mundo, para descubrir con todo el mundo.
su ejemplo los engaños y e r ro re s de los mundanos que le siguen;
pues, como dice san B ern ard o: « E s evidente que el mundo yerra
escogiendo por sus com pañeros riq u ezas, honras y regalos; pues
C risto , sabiduría infinita-, que no puede engañarse ni engañarnos,
9
■ JO Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. jó .— Adoración de los ángdes a l N iño Jesús. 131
las vigilias de la noche, y se les apareció el ángel dél Señor.
36.— ADORACIÓN DE LOS ÁNGELES AL NIÑO JESÚS. A cerca de esto, has de considerar cóm o la revelación del naci­
miento de Cristo no se hizo á los sabios de Belén y de la Judea,
P H u m o i.« En d lucim iento de Cristo fa¿ adorado con gran regocijo por los ánge­ porque eran soberbios y estaban llenos de orgullo, y en un alm a
les . los cuales dieron la nuera de él á los pastores.
oigu llosa no penetra la divina sabiduría; tampoco se hizo á los
- PhELcmo 2.* Representémonos á los ángdes adorando á Cristo y anunciándolo á las.
ricos, porque eran codiciosos y tenían su corazón puesto en la
pastores.
Preludio3.» Pidamos bgracia de participar tle la santa alegría de los ángeles, j de
tierra , y no convenía que á los tales fuese manifestada la apari­
mitar su humildad y devoción en honrar á Jesús. ción de Aquel que Venía á poner por primera condición á los
que le siguiesen, la renuncia de todas las cosas; tampoco á los
nobles, porque eran regalados y am igos de sus placeres y com o­
P a u t o l.° Adoraciones d e la s jera rq u ía s angélicas á Jesú s
didades. L o s afortunados á quienes se manifiesta primeramente
recién nacid o.— Considera aquí lo que pasaría en el cielo al el nacimiento de Cristo son los V isto res, gente sencilla y humil­
tiempo que nació Cristo Nuestro Señor en el suelo; porque las de , sin pretcnsiones ambiciosas, contentos con la baja suerte en
jerarquías de los ángeles, como veían claramente la infinita ma­ que D ios los ha puesto; gente laboriosa, que no vacila en privarse
jestad y grandeza de D io s, y por otra parte le miraban tan humi­ del necesario descanso para atender al cumplimiento de su oficio;
llado, arrinconado y desconocido de los hombres, quedaron gente, en fin, que, desprendida de las cosas de la tierra, atendía
admirados en extrem o de tanta humildad, y con grandes ansias á buscar con cuidado el reino de los cielos. M ira en estos senci­
de que fuese honrado y venerado de todos, deseando, si D ios les llos pastores las virtudes que debes practicar y los vicios de que
diera licencia, bajar al mundo á manifestarle y darle á conocer. debes huir para disponerte á recibir los dones celestiales y la
Entonces se cumplió lo que después escribió el Apóstol, que luz divina. L a humildad y sencillez, la laboriosidad y vigilancia,
cuando el Padre Eterno introdujo á su Prim ogénito en el mundo, el désprendimiento de las cosas mundanas; esto es lo que desea
dijo 1: «A dórenle todos sus ángeles». Todos, dice, sin faltar nin­ D ios de ti, porque, como dijo después Jesucristo ', encubre D ios
guno; y todos desde el cielo le adoraron con suma reverencia, sus secretos á los sabios y prudentes. y los revela á los peque-
viéndolo este Niño desde el suelo. L o s serafines, encendidos en ñuelos y humildes. {Oh Jesús humildísimo! Bien se ve cuán amigo
amor, m irándole, se tenían por helados, y con profunda humildad seréis de la humildad, cuando, apenas nacido, llamáis en torno
le reconocían por su Dios. L os querubines, llenos de ciencia, en de vuestro pesebre á los humildes pastores, recibís sus humildes
presencia del Niño se tenían por ignorantes, y con grande temblor presentes, y os presentáis á ellos en medio de dos humildes ani­
le adoraban y reverenciaban como á su Señor. L o mismo hacían males. Pues que con los sencillos y humildes tenéis vuestra con­
todos los otros coros an gélicos, reconociendo la nada que de sí versación, enseñadme con eficacia la práctica de esta virtud por
tenían y las infinitas perfecciones y majestad que en aquel Niño la cual más me asemejo á V os y me hago digno de vuestra bene­
contemplaban. A imitación de estos bienaventurados espíritus, volencia y amor.
has de m irar con los ojos de tu mente á Jesús en el pesebre, reco­ P u n t o 3 .° Modo cómo los ángeles dieron la nueva á los
nociendo su inmensa grandeza y tu pequeñez excesiva, su infinita pastores.— Considera cómo para comunicar la nueva dichosa del
humillación y tus orgullosas pretensiones, confundiéndote de uno nacimiento de Cristo á los pastores, acercóse á ellos un ángel,
y otro. ¡ Oh Bien mío! Gózome de veros adorado de vuestros án­ . que se cree fué san G abriel, vestido de un cuerpo resplande­
geles, y siento grandemente el veros tan olvidado y desconocido ciente, y rodeándoles de una luz celestial que les infundió gran
de los hombres. Y o , S eñ or, os adoro con estos celestiales espí­ temor, les d ijo 2: «Mirad que os traigo una nueva de gran gozo
ritus, admirado de ver vuestra Majestad tan humillada, y quisiera, para todo el pueblo, porque ha nacido para vosotros el Salvad or
que todos los hombres os conociesen y adorasen y se hiciesen en la ciudad de D avid; esto tendréis por señal, que hallaréis al
dignos de participar de las bendiciones de los que os acompañan infante envuelto en pañales y puesto en un pesebre». Sobre esto
en ese portal. Y nosotros, ¿adoramos á Jesús? ¿Deseamos darle á has de ponderar cómo es materia y motivo de sumo gozo que el
conocer? ¿ Qué medios practicamos con ejSte objeto? Salvador nace para nosotros: no nace para sí, porque no viene á
P u n t o 8.° L os ángeles anunciaron á J e s ú s á unos pasto­ salvarse á sí mismo; ni nace para los ángeles, porque no viene
res.— A l tiempo que nació Cristo en el portal de Belén, estaban á salvarlos á ellos; sino nace para los hombres y para ti, porque
en aquella com arca unos pastores guardando sus rebaños durante viene á salvarte; para ti nace y es circuncidado; y todo cuanto

• H «br.,i,6. < M»lth , x i , 25. — » Luí., 11, 10, 12.


IJO Serie prim era.— P ia ilum inativa.
M ed. jó .— Adoración de los ángeles a l N iño Jesús. 1)1

las vigilias de la noche, y se les apareció el ángel del Señor.


36. ADORACIÓN DE LOS ÁNGELES AL NIÑO JESÚS. A cerca de esto, has de considerar cómo la revelación del naci­
miento de Cristo no se hizo á los sabios de Belén y de la Judea,
P reludio i . « En el nacimiento de Cristo fue adorado con gran regocijo por los ánge­ porque eran soberbios y estaban llenos de orgullo, y en un alm a
les . los cuales dieron la nueva de ¿I á los pastores. orgullosa no penetra la divina sabiduría; tampoco se hizo á los
- Preludio 2.« Representémonos á los ángeles adorando á Cristo y anunciándolo á los. ricos, porque eran codiciosos y tenían su corazón puesto en la
pastores.
tierra , y no convenía que á los tales fuese manifestada la apari­
Preludio 3.» Pidamos la gracia de participar de la santa alegría de los ángeles, y de
ción de A quel que Venía á poner por prim era condición á los
mitar su humildad y devoción en honrar á Jesús.
que le siguiesen, la renuncia de todas las cosas; tampoco á los
nobles, porque eran regalados y amigos de sus placeres y como­
P a n t o l.° Adoraciones d éla s jera rq u ía s a ngélicasá Jesú s didades. L o s afortunados á quienes se manifiesta primeramente
recién nacid o.— Considera aquí lo que pasaría en el cielo al el nacimiento de Cristo son los pastores, gente sencilla y humil­
tiempo que nació Cristo Nuestro Señor en el suelo; porque las de , sin pretensiones ambiciosas, contentos con la baja suerte en
jerarquías de los ángeles, como veían claramente la infinita ma­ que D ios los ha puesto; gente laboriosa, que no vacila en privarse
jestad y grandeza de D ios, y por otra parte le miraban tan humi­ del necesario descanso para atender al cumplimiento de su oficio;
llado, arrinconado y desconocido de los hombres, quedaron gente, en fin, que, desprendida de las cosas de la tierra, atendía
admirados en extremo de tanta humildad, y con grandes ansias á buscar con cuidado el reino de los cielos. Mira en estos senci­
de que fuese honrado y venerado de todos, deseando, si D ios les llos pastores las virtudes que debes practicar y los vicios de que
diera licencia, bajar al mundo á manifestarle y darle á conocer. debes huir para disponerte á recibir los dones celestiales y la
Entonces se cumplió lo que después escribió el A póstol, que luz divina. L a humildad y sencillez, la laboriosidad y vigilancia,
cuando el P adre Eterno introdujo á su Prim ogénito en el mundo, el désprendimiento de las cosas mundanas; esto es lo que desea
dijo 1: «Adórenle todos sus ángeles». Todos, dice, sin faltar nin­ Dios de ti, porque, como dijo después Jesucristo *, encubre D ios
guno ; y todos desde el cielo le adoraron con suma reverencia, sus secretos 4 los sabios y prudentes, y los revela á los peque-
viéndolo este Niño desde el suelo. L os serafines, encendidos en ñuelos y humildes. ¡Oh Jesús humildísimo! Bien se ve cuán amigo
amor, m irándole, se tenían por helados, y con profunda humildad seréis de la humildad, cuando, apenas nacido, llamáis en torno
le reconocían por su Dios. L o s querubines, llenos de ciencia, en de vuestro pesebre á los humildes pastores, recibís sus humildes
presencia del Niño se tenían por ignorantes, y con grapde temblor presentes, y os presentáis á ellos en medio de dos humildes ani­
le adoraban y reverenciaban como á su Señor. L o mismo hacían males. Pues que con los sencillos y humildes tenéis vuestra con­
todos los otros coros a n gélico s, reconociendo la nada que de sí versación, enseñadme con eficacia la práctica de esta virtud por
tenían y las infinitas perfecciones y majestad que en aquel Niño la cual más me asemejo á Vos y me hago digno de vuestra bene­
contemplaban. A imitación de estos bienaventurados espíritus, volencia y amor.
has de m irar con los ojos de tu mente á Jesús en el pesebre, reco­ P u n t o 3 .° Modo cómo los ángeles dieron la nueva á los
nociendo su inmensa grandeza y tu pequeñez e x cesiv a , su infinita pastores.— Considera cómo para comunicar Ja nueva dichosa del
humillación y tus orgullosas pretensiones. confundiéndote de uno nacimiento de Cristo á los pastores, acercóse á ellos un ángel,
y otro. ¡O h B ien mío! Gózome de veros adorado de vuestros án­ . que se cree fué san G abriel, vestido de un cuerpo resplande­
geles, y siento grandemente el veros tan olvidado y desconocido ciente, y rodeándoles de una luz celestial que les infundió gran
de los hombres. Y o , S eñ or, os adoro con estos celestiales espí­ temor, les dijo 2: «Mirad que os traigo una nueva de gran gozo
ritus, admirado de v e r vuestra Majestad tan humillada, y quisiera para todo el pueblo, porque ha nacido para vosotros el Salvador
que todos los hombres os conociesen y adorasen y se hiciesen en la ciudad de D avid; esto tendréis por señal, que hallaréis al
dignos de participar de las bendiciones de los que os acompañan infante envuelto en pañales y puesto en un pesebre». Sobre esto
en ese portal. Y nosotros, ¿adoramos á Jesús? ¿Deseamos darle á has de ponderar cómo es materia y motivo de sumo gozo que el
conocer? ¿ Qué medios practicamos con este objeto? Salvador nace para nosotros: no nace para sí, porque no viene á
P u n t o ¡í.0 L os ángeles anunciaron á J e sú s á unos pasto­ salvarse á si mismo; ni nace para los ángeles, porque no viene
res.— A l tiempo que nació Cristo en el portal de Belén, estaban á salvarlos á ellos; sino nace para los hombres y para ti, porque
en aquella com arca unos pastores guardando sus rebaños durante viene á salvarte; para ti nace y es circuncidado; y todo cuanto

* Hcbr. , 1 , 6 . 1 Malth , x i , 25. — s Luc., 11, io , 12.


132 S e rie prim era.— V ía ilum inativa.
M ed. 37.— Cántico de los ángeles en e l nacim iento. 133
hizo 3' padeció p a r a ti fué; y lo que pasa en el pesebre, todo es
practicar para dominar tales defectos y vencer estos obstáculos;
para perdonar tu s pecados, para encenderte en el amor de las
y conociendo nuestra incapacidad y m iseria, importunemos al
virtudes y para enriquecerte con aquellos m erecimientos. De
Señor para que nos a yu d e, y pidámosle todas las demás gracias
modo que lo que p a r a Jesús es materia de dolor, para nosotros
que pretendemos alcanzar.
es motivo de g ra n d e gozo por el bien que por ello nos vien e; por­
que este am antísim o Señor ha sido tan bueno con el hombre, que
ha tomado p ara sí sus dolores para comunicarle sus propios 37. — CÁNTICO DE LOS ÁNGELES EN EL NACIMIENTO.
gozos. Reflexiona adem ás acerca de la revelación del á n g el, que
P reludio i .» Apareció á los pastores innumerable muchedumbre del ejercito angélico
las señales para h a lla r al Salvador nacido son infancia, pañales
cantando el himno « Gloria á Dios en las alturas >.
pesebre. ¡Oh g ra n d eza infinita de Dios! ¡Quién tal pensara que Preludio 2.» Represéntate á este ejército celestial, y como si oyeses sus cantares.
cosas tan bajas h ab ía n de ser señas para hallar y conocer al Dios Preludio 3.° Pide sincero agradecimiento por el favor que Dios nos ha dispensado a]
de la Majestad! P e r o y a sé , Seffljr, que gustáis de estas bajezas darnos á su Hijo.
y estáis en m edio de ellas para moverme á p rocurarlas, ense­
ñándome de cam ino que las señales de que habéis nacido en mí P u n t o l .° Enseñárteos de los ángeles en el nacim iento de
espiritualmente so n inocencia de niño en la vida, silencio en. la Jesús.— Considera en este punto cómo al tiempo que el ángel del
lengua, pobreza en el traje y humildad en escoger para mí lo Señor estaba manifestando á los pastores el nacimiento de Cristo
más vil y desechado de la tierra. ¿ Experimentas tú en ti mismo en Belén, de repente apareció en los aires una muchedumbre
estos virtuosos d eseo s ? Si tu corazón te responde negativamente, innumerable del ejército angélico, bendiciendo áD ios y cantando
mira de dónde p ro ce d e la causa de ello v trata de remediarla, armoniosos y alegres himnos. E l Padre Eterno fué quien envió
porque de otra su e rte podrías temer que Jesús no había venido estos espíritus celestiales para honrar á su divino H ijo, que tan
eficazmente p ara ti. humillado estaba en el pesebre, porque propio es de este celestial
E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Qué pasaría en los cielos al tiempo Padre ensalzar á los que se humillan por su gloria, manifestar á
que Jesús nació en el suelo ! Indudablemente los ángeles, al con­ los que humildemente se encubren, y glorificar á los que se
templarle tan solo y abandonado de todo el m undo, desearían abrazan con los desprecios. Pondera cómo los ángeles no se des­
correr por toda la tierra, exhortando á los hombres á que acudie­ deñaron de abandonar las mansiones de la gloria para venir á
ran presurosos a l portal de Belén. Pero y a que esto no les acompañar y hacer la corte y alegrar con dulces himnos al Hijo
ordenaba su D io s , cuando menos desde el alto cielo se postra­ de Dios hecho Niño, y con tanto gusto estaban en el pesebre y en
rían reverentes y le adorarían con vivos sentimientos de admira­ el portal como en lo alto del cielo. Y á su imitación no has de
ción, gratitud, h um ildad, reverencia y amor. R ecibid, Jesús rehusar tú el tomar parte en la pobreza y humillaciones de Jesús,
divino, las adoraciones de los espíritus celestiales en cambio de tu R ey, tu Señor y tu Padre. S i á D avid, cuando salía de su
las que os deben y no os dan los hombres terrenos. Mas el naci­ corte macilento, triste y á pie, siguieron sin vacilar todos sus
miento de C risto no podía permanecer oculto; preciso era que se amigos y el pueblo fie l, con mucha más razón has de seguir tú á
manifestase de u n a m anera bastante para probar la verdad de este R ey, infinitamente más digno del amor de sus súbditos que
este suceso. ¿ Q u ién es serán los dichosos á quienes se dé parte David. Mira también la alegría que manifiestan los santos ánge- -
de éste acontecim iento? No á los ricos, sabios ni nobles de Belén, * les en el nacimiento de Cristo, y aprende tú á alegrarte de un
sino á los s e n c illo s, humildes y diligentes pastorcitos: á estos acontecimiento que, si no era necesario para la gloria de ellos,
busca y con estos conversa el humilde J e sú s; y si deseamos co ­ era indispensable para tu felicidad. ¡Oh Padre celestia l! G racias
nocer sus se c re to s , persuadámonos que nos son necesarias esas os doy por el cuidado que tenéis de honrar á vuestro Hijo,
mismas virtudes. Entonces podremos decir que el nacimiento de • enviando, á vuestros ángeles que le acompañen y prediquen;
Jesús es p ara nosotros m otivo de grande gozo. ¿ Creem os que hacedme participante de los afectos que comunicasteis á estos
este Niño recién nacido es verdadero Hijo de Dios ? ¿ L e adora­ bienaventurados espíritus, para que toda mi gloria, felicidad y
mos con la h u m ild a d , reverencia y amor que los ángeles ? £ D e­ alegría sea la compañía é imitación de Jesucristo. ¿Deseamos
seamos que no nos oculte sus secretos? ¿Imitamos las virtudes de nosotros participar de las humillaciones de Jesús ? ¿ Nos alegra­
los piadosos p asto res? Escudriñemos los secretos de nuestro mos espiritualmente en su nacimiento ?
corazón, y si nos sentim os soberbios, perezosos, descuidados en P a n t o 3 .° Gloria que da á D ios el nacim iento de Cristo
nuestras o b lig acio n es, no nos admire que el Señor nos prive de En este punto has de considerar el himno que entonaban los
sus regalos. E n este caso, propongamos lo que nos convenga ángeles en este venturoso d ía , diciendo:« G loria sea á Dios en las
134 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed y ] .— C ántico de los ángeles en e l nacim iento. 135
alturas, y en la tierra paz á lo s hombres de buena voluntad», sig­ D ios nos tiene, con la cual la ofrece á todos los hombres; pero,
nificando que por la venida de C risto al mundo se da á D ios la con efecto, sólo la gozan los que tienen buena voluntad, bien
m ayor gloria que se le puede tributar, y á los hombres se conce­ intencionada, conforme con la de D ios y sujeta á su divina ley.
den los m ayores bienes que pueden desear. Reflexiona prim era­ D e suerte que no se promete á los hombres por ser de buen
mente cómo toda esta obra de la Encarnación del Hijo de D ioses entendimiento, ni de grandes fuerzas ó insignes talentos; porque
gloria del Señor por excelencia. Porque si la divina gloria consis­ con todas estas cosas puede haber mucha guerra, discordia y
te en la manifestación de sus soberanos atributos, en esta obra se enemistad con D io s ; y aunque falten, no faltará la paz, si hay
descubren y resaltan admirablemente todos ellos. Descúbrese su buena voluntad; porque, como dice san G regorio, ninguna cosa
divina bondad comunicándose á las criaturas del modo más per­ hay más r ic a , ni más am able, ni más pacífica, que la buena volun­
fecto que es posible: su infinita caridad, ofreciéndose á innume­ tad; y , por el contrario, ninguna cosa hay más m iserable, ni más
rables sacrificios y trabajos con el fin de unir á sí al hombre, su turbada, ni m ás aborrecible, que la mala voluntad. ¿Deseas,
enemigo rebelde y d esag rad ecid o : su misericordia, queriendo pues, gozar de la paz que ha traído el Salvador? P rocura esta
Dios por sí mismo sentir los m ales del hombre, compadecerse de buena volun tad, pidiéndola con instancia. ¡Oh Salvador dulcísi­
él y prestarle rem edio: su om nipotencia, porque m ayor poder mo! Dadme esta buena voluntad que me ofrecéis, para que nie­
exige el hacerse Dios hombre y niño que dar el ser á todas las gue mi voluntad propia, y siga la vuestra buena, agradable y
criatu ras: su justicia, exigiendo condigna reparación de una m uy perfecta; pues la vuestra es principio de todos los bienes, y
ofensa infinita: su sabiduría, descubriendo el medio de realizar la m ía, dejada á su albedrío, es raíz de todos los males.
todo e sto : su providencia, teniendo paternal cuidado del hombre E p í U g o y c o lo q u io s. ¡ Cuán puntual y cuidadoso es Dios,
p ob re, desnudo, y privado de todos los bienes. De aquí se deduce, nuestro P adre, en honrar á lo s que le honran y en glorificar á los
que ninguna de sus obras da á D ios tanta gloria como ésta; por que por su amor se humillan! S u divino Hijo está en el pesebre
la cual merece ser alabado de todos los que profesan alteza de en estado humillante, niño, silencioso, desconocido, despreciado;
vida; en los cielos es por e lla especialmente glorificado, y es y para exaltarle el Padre eterno envía legiones de ángeles, que
razón que lo sea en nuestra tie rra , pues por esta causa está la en su honor entonan gloriosos himnos. ¿Tem erás humillarte por
tierra llena de la gloria de D ios. ¡Oh R ey de la gloria! Levantad amor á tu Dios? M ira á los án g eles; descienden del cielo y pene­
mi corazón á las alturas, para que glorifique vuestro santo nom­ tran en el desmantelado p ortal; no se tienen por humillados en
bre en la tierra, como lo hacen los ángeles en el cielo. Cuanto acompañar á su R ey en sus desprecios. ¡ Cómo confunden con esto
hiciere y dijere será para vu estra g lo ria, sin buscar la m ía; y de tu orgullo y amor p ropio! Jesús es pobre, y tú quieres ser rico;
mi boca no se apartará esta p alab ra: G loria á Dios trino y uno. Jesús está olvidado, y tú deseas ocupar el corazón de todos;
Gloria al P ad re, porque me dió á su H ijo ; gloria al Hijo, porque Jesús padece, y tú suspiras por los goces y placeres del mundo.
se hizo hombre por mi rem edio , y gloria al Espíritu Santo, de ¿En qué se conocerá que eres discípulo de Jesús? En alegres •
cuyo amor esta obra procedió. •cantares anuncian los espíritus celestiales que la venida de Jesús
P n n t o 8.° Ventajas q u e e l hombre reporta de la venida al mundo es el acontecimiento más glorioso para Dios y más
de J e sú s.— Considera cómo lo s ángeles, no sólo dijeron que la ventajoso para el género humano. Glorifica este suceso á Dios,
■ venida de Cristo era gloriosa p a ra D ios, sino que añadieron: «En porque muestra la excelencia de sus soberanos atributos; apro­
la tierra paz á los hombres de buena voluntad». Sobre lo cual vecha al linaje humano, porque le proporciona la más perfecta
has de ponderar cómo con e sta insigne obra viene la paz á los paz, hasta entonces del todo desconocida en el mundo, desde el
moradores de la tierra, y no p a z limitada, sino muy cumplida; pecado de los primeros padres. Glorificar á D ios, pacificar nues­
paz con Dios y con los ángeles; paz á cada uno consigo y con lo s ' tra alma: tales son también los frutos que nosotros debemos
demás hombres, porque este S alvad or trae la reconciliación del reportar de este misterio. ¿Procuramos con todas nuestras fuer­
mundo con su Padre, el perdón de los p ecad os,la victoria délos zas la divina gloria? ¿Es por nuestra causa el nombre de D ios
demonios, la sujeción de la carn e al espíritu, la unión y concor­ glorificado ó blasfemado entre las gentes? ¿Trabajamos por con­
dia de las voluntades entre sí y con D ios, de la cual procede la serva r la paz con el S eñ o r, con nuestros hermanos y con nosotros
alegría de la conciencia y la paz que sobrepuja á todo sentido. mismos? ¿Somos nosotros manzana de discordia á causa de nues­
P or lo cual este Señor se llam a Príncipe de la paz, y estaba anun­ tro temperamento, orgullo ó genio? ¿Cómo hemos de evitar
ciado por los Profetas que en sus días nacería la justicia y la tamaño mal? Ycám oslo atentamente, propongamos y pidamos.
abundancia de la paz que d u raría eternamente. Mas pondera cómo
esta paz, aunque originalm ente nace de la buena voluntad que
1)6 Serie primera.— Via iluminativa. M ed . 3 8 .— A d ora ción de b s p a stores. 137
Madre. E s de creer que en aquel feliz momento en que penetra­
38.— ADORACIÓN DE LOS PASTORES. ron en aquel extraño palacio del R ey del cielo, saldría del rostro
del Niño benditísimo una luz y resplandor que penetraría sus en­
Preludio i Oída la rev«tación del ángel, exhortáronse los pastores mutuamente á ir tendimientos, y les descubriría con v iv a fe cómo el que estaba
á Belén: fueron , adoraron al Niño, y se volvieron gozosos. allí era D ios y hombr^, Salvador del mundo y el Mesías prome­
Pasmo» 2.0 Represéntate á estos pastorcitos entrando con grande orden y reverencia tido en la le y ; y con esta lu z , encendidos en amor s u y o , con gran
en el portal y adorando á Jesús. reverencia, postrándose en tierra, le adorarían y agradecerían
P reludio 3 .0 Pide la gracia de imitar la docilidad y demás virtudes de estos pastores.
su venida a l mundo, suplicándole llevase adelante esta obra, y
se compadeciese de su pueblo de Israel, y también se ofrecerían
P u n t o l . ° Exhortaciones m utuas entre los pastores p a ra á servirle con palabras m uy llenas de devoción, lis de creer que
ir á B elén. — L u eg o de haberse retirado los ángeles, comenzaron además le ofrecerían alguna cosa de las que tuviesen, conforme
los pastores á exhortarse mutuamente, d i c i e n d o «Vam os á Be­ á su pobreza; porque Nuestro Señor les traería á la memoria
lén , y v e a m o s con nuestros ojos lo que se nos ha dicho»; y así, aquello del Deuteronomio que dice ■ : «No aparecerás vacío de­
con gran p r ie s a emprendieron el camino para el portal. A cerca lante del Señor». ¡Oh con qué afición se lo ofrecerían, deseando
de lo cual h a s de considerar cómo los pastores no echaron en darle inmensamente m ás, y todo el mundo si fuese suyo; y con
olvido la re v e la c ió n , sino con caridad se animaban unos á otros qué amor lo recibiría el Niño, y les volvería en retorno copiosos
á esta jo rn a d a ; porque las inspiraciones y mandatos de Dios no dones de su g ra cia , de modo que no saliesen vacíos de su pre­
se han de o lv id a r, sino ejecutar, exhortándonos con palabras sencia! También la V irg en se lo agradecería con humildad, y
y ejemplos a l cumplimiento de ellos; al modo que los cuatro san­ ellos la hablarían con gran respeto, admirfldos de la santidad que
tos anim ales, siguiendo el ímpetu del espíritu, se herían unos á en ella resplandecía, y la contarían todo lo que les había pasado
otros con la s a la s, como quien se provocaba á seguirse con m ás con los ángeles, de lo cual recibió grandísima alegría por la
f e r v o r a. P o n d e ra luego la admirable obediencia que tuvieron gloria de su ITijo. ¡Oh dulce Jesús! Y o os adoro con estos santos
estos p a sto re s; porque, aunque el ángel no les mandó expresa­ pastores, y deseo adoraros con la devoción con que ellos os ado­
mente ir á B e lé n , contentáronse con que mostró ser este gusto raron; y por no venir á vuestra presencia va cío , os ofrezco mi
de D ios, p\ies que para esto lo revelaba é inspiraba; y al per­ corazón y libertad y cuanto tengo. Suplicóos, D ios m ío, que no
fecto obediente bástale tener cualquier significación de la divina salga vacío de vuestra presencia; llenadme de vuestra gracia,
voluntad p a ra ponerla luego por obra, aunque sea necesario de­ para que con ella os sirva y alcance la vida eterna. ¿Cómo nos
ja r por esto, como los pastores, el ganado y todo cuanto tiene. presentamos nosotros delante de Dios? ¿Qué le ofrecemos? ¿Imi­
Más adelante pasaron éstos; porque con gran fervor ejecutaron tamos la devoción y fervor de los pastores?
.lo que Dios q u e ría ; y por esto se dice que iban aprisa, movidos P a n t o 3 .° Regreso de los pastores, y diversas clases d e
del Espíritu S a n to , con deseo de ver la palabra que el ángel les. hombres que supieron el nacim iento de J e s ú s .— Aquí has de
dijo, que era la palabra eterna de D ios, hecho hombre por nos­ considerar cómo los pastores, luego que hubieron satisfecho su
otros; y su fe rv o r les hizo dignos de hallar lo que buscaban, devoción, despidiéndose de la V irgen y de san José, volviéronse
guiándoles e l ángel al lugar del pesebre donde estaba. ¡ Oh quién alabando y glorificando á Dios por lo que habían visto; y refi­
supiese im itar la obediencia y diligencia fervorosa de estos san­ riéndolo á cuantos topaban, todos se admiraban grandemente de
tos pastores p a ra buscar y hallar al Salvador! ¿Somos nosotros lo que contaban. Pondera aquí cuatro suertes de personas que
prestos en o b ed ecer y fervorosos en ejecutar lo mandado? ¡Oh hubo en Belén y su com arca, que se hubieron diversamente
P astor sob eran o, cuyas ovejas son los demás pastores! Descu­ acerca del nacimiento de Cristo. Unos, aunque oyeron lo que
bridme con v u e s tra divina ilustración el lugar donde estáis recos­ decían los pastores y se admiraban de oirlo, ni siquiera se aso­
tado y os apacentáis en vuestro santo nacimiento, para que os maron al portal, por estar embebidos en sus ocupaciones ó nego­
busque y os h a lle , de modo que os conozca y ame por todos los cios ; así hacen muchos que no quieren consagrar un momento á
siglos. . la meditación de estos m isterios, por pereza ó por acudir á cosas
P a n t o 2 .° Obsequios de los pastores a l Niño J esú s. — En de su gusto. Otros, acaso entraban en aquel portal de paso; pero
este punto has de considerar lo que hicieron los devotos pastores ni conocían al Niño ni á la Madre , ni reparaban en más de aquel
cuando, entrando en el portal, hallaron al divino Infante con su exterior que veían, y pasaban adelante: tales son los que asisten

■ D cu t., x v i , 16.
1 Luc., 11, 15. — s Ezech., ni, 15; S. Greg.
i }8 Serie prim era.—^-^ia ilu m in a tiva .
M eJ. 3 9 .— Contem plación d el nacim iento. 1)9
á estos misterios con fe m uerta, sin reparar n i ahondar lo que y o r parte del tiempo posible en conversar con Jesús en la ora­
hay en e llo s , y así ningún provecho sacan. O tro s , como los pas­ ción? ¿D e dónde nace la repugnancia que á este ejercicio experi­
tores, entraron movidos de D ios, y con v iv a fe adoraron al Niño mentas ? Examínalo bien, y para vencerla, haz firmes resolucio­
y sacaron grandes p ro vech o s; pero no se quedaron allí, antes se nes y pide la gracia de ponerlas en práctica. No olvides el rogar
volvieron á sus oficios; así obran aquellos ju sto s que á tiempos por todo lo que te ha sido encomendado.
se dan á la oración y contemplación de estos m isterios, mas de
allí salen para cumplir con sus ministerios y m o ver á otros á que
39.— CONTEMPLACIÓN DEL NACIMIENTO.
busquen y conozcan á Dios. O tros, en fin, com o san José y la
V irgen , siempre estuvieron en el portal asistiendo al Niño y
P í eludió i.» Representémonos el portal de Belén, viendo el pesebre, la paja , el Niño
sirviéndole con amor, y conservando en la m em oria todo lo que
sobre d'a tendido, y observando todo lo que allí pasa.
veían y oían, confiriéndolo en su corazón con grandes afectos de
P reludio 2.0 Pidamos afectos santos de devoción, amor, reverencia y acción de gracias.
amor, gratitud y adm iración; así obran los q u e despacio se dedi­
can por algunos días á la contemplación de esto s m isterios, ocu­
pándose atentamente en estas conferencias espirituales. ¡Dichosos P n n t o l.° A plicación de la vista interior d el alm a — Con
los que de esta manera pueden y saben a sistir a l Niño en el pese­ la vista interior de tu espíritu contempla afectuosamente todo lo
bre 1¿ Somos nosotros de estos afortunados ? ¿ Á cuál de estas cla­ que pasa en la cueva de Belén. M ira todo lo que se ve en el lugar:
ses pertenecemos? ¡Oh V irgen soberana! A yu dadm e á conferir es solitario, retirado d é la ciudad, pocas son las personas que por
dentro de mí mismo lo que la fe me dice de vu estro Hijo y lo que él pasan; un m iserable cobertizo, en el cual entra el que quiere,
V os conferíais de K1 en vuestro c o ra zó n 1, p a ra que, imprimién­ sin puerta ni cerradura, sin abrigo, expuesto al viento, lluvia,
dolo en mi espíritu, nunca me aparte de su presencia, ocupándome frío y demás inclemencias. ¡Con todo, este es el palacio del R ey
de continuo en su conocimiento, amor y servicio. d é la gloria! M ira lu e g o á D ios hecho hombre, aposentado en
E p í lo g o y c o lo q u io s .— ¡ Cuán envidiable fué la suerte de este establo de bestias, y encoge tus hombros con admiración
los devotos pastores! Porque no sólo tuvieron la dicha de recibir y pasmo de tan profunda humildad como resplandece en un Señor
de tanta majestad. F ija tu mirada en el hermosísimo Infante, que
la revelación angélica, sino que correspondieron fielmente á los
tendido se halla en el p esebre; es blanco y rubicundo, escogido
intentos de Dios al enviársela. Con caridad se estimulan y animan
entre m illares ■ ; para hacerse am ar se ha hecho niño, porque los
unos á otros, con puntualidad obedecen á lo s deseos de D ios, sin
niños son de ordinario m ás amables por su candor é inocencia.
esperar manifiesto precepto, y con fervor santo ejecutan su reso­
M ira su corazón que, aunque pequeñito en las dimensiones mate­
lución , acudiendo presurosos al lugar que le s había dicho el
riales , es infinito en la capacidad, y arde en am or á su P adre y en
ángel. ¡Felices israelitas, que lograron v e r al que no habían
deseos de tu salvación ; de sus ojos brotan abundantes lágrim as,
podido contemplar sus antiguos patriarcas, á p esar de sus inten­
que derram a, no tanto por sus dolores, cuanto por tus pecados,
sísimos deseos y ardientes suspiros! ¡Qué sentirían estos afortu­
ofreciendo á su Padre su propia vida para librarte de ellos. Con­
nados pastorcitos cuando se hallaron y a en la presencia de aquel
templa también junto al pesebre á José y á la V irg en , miran­
divino Niño! ¡Qué palabras le dirían! ¡Qué afectos embargarían
do con profunda veneración al Niño tiem ecito que en él está
su espíritu! ¡Qué ofrecimientos le harían! ¡Q u é pláticas tan dul­
tendido; unas veces le besan con amor, otras se hincan de rodi­
ces trabarían con la V irgen! ¡Y cómo se adm irarían de verla
llas delante de Él y le adoran con reverencia; ya le hablan con
tan tiern a, humilde, santa y tan favorecida y regalada del cielo!
cariñosos afectos, y a le enjugan piadosos sus lágrimas. Contem­
¡ Cómo envidiarían santamente la suerte de é sta Señora y de san plando todo esto, despierta en tu alma vivos deseos de practicar
José, los cuales no se separaban un instante d el lado de su divino las virtudes, cuyos brillantes ejemplos estás viendo en el portal.
Hijo! Verificados estos obsequios, vo lviéro n se á sus rebaños los ¡Oh tierno Niño! ¡Oh cariñosa Madre! ¡Oh afortunado José!
pastores, lleno su corazón de júbilo, su alm a de riquezas espiri­ ¡Quién tuviese la dicha de hallarse en vuestra dulce compañía
tuales y su voluntad de firmes deseos de no olvid ar jam ás esta y sentir los santos afectos que sentís! Bienaventurados son,
visita. Y aunque á todos contaron lo que h ab ían visto, y ninguno Señor, vuestros siervos, que están en vuestra compañía y habitan
dejaba de adm irarse de ello, unos fueron al p ortal, otros no, y en vuestra casa; por los siglos de los siglos os alabarán. Sea
todos dejaron solos á la V irgen y á san J o sé en compañía del yo uno de ellos, y no consintáis que nunca me aparte de Vos.
Niño. Y tú, ¿no los acompañas? ¿No te esfu erzas en pasar la ma­
> C»nt,, v , 10.
■ Lúe., ii, 19.
ij8 Serie prim era.-¿ -P ia ilu m in a tiva . M eJ. 2 9 .— Contemplación del nacim iento. 139
á estos misterios con fe m uerta, sin reparar ni ahondar lo que y o r parte del tiempo posible en conversar con Jesús en la ora­
hay en e llo s , y así ningún provecho sacan. O tro s, como los pas­ ción? ¿De dónde nace la repugnancia que á este ejercicio experi­
tores, entraron movidos de D ios, y con v iv a fe adoraron al Niño mentas ? Examínalo bien, y para vencerla, haz firmes resolucio­
y sacaron grandes p ro vech o s; pero no se quedaron allí, antes se nes y pide la gracia de ponerlas en práctica. No olvides el rogar
volvieron á sus oficios; así obran aquellos ju sto s que á tiempos por todo lo que te ha sido encomendado.
se dan á la oración y contemplación de estos m isterios, mas de
allí salen para cumplir con sus ministerios y m o ver á otros á que
39.— CONTEMPLACIÓN DEL NACIMIENTO.
busquen y conozcan á Dios. O tros, en fin, com o san José y la
V irgen, siempre estuvieron en el portal asistiendo al Niño y
sirviéndole con amor, y conservando en la m em oria todo lo que P reludio i Representémonos el portal de Belén, viendo el pesebre, la paja, el NiAo
veían y oían, confiriéndolo en su corazón con grandes afectos de sobre el'a tendido, y observando todo lo que allí pasa.
P reludio 2.° Pidamos afectos santos de devoción, amor, reverencia y acción de gracias.
amor, gratitud y adm iración; así obran los que despacio se dedi­
can por algunos días á la contemplación de e sto s m isterios, ocu­
pándose atentamente en estas conferencias espirituales. ¡Dichosos P o n t o l.° A plicación de la vista interior d el alm a.— Con
los que de esta manera pueden y saben asistir a l Niño en el pese­ la vista interior de tu espíritu contempla afectuosamente todo lo
bre ! ¿ Somos nosotros de estos afortunados ? ¿ Á cuál de estas cla­ que pasa en la cueva de Belén. Mira todo lo que se v e en el lugar:
ses pertenecemos? ¡Oh V irgen soberana! A yu dadm e á conferir es solitario, retirado de la ciudad, pocas son las personas que por
dentro de mí mismo lo que la fe me dice de vu estro Hijo y lo que él pasan; un miserable cobertizo, en el cual entra el que quiere,
V os conferíais de íil en vuestro corazón 1, p a ra que, imprimién­ sin puerta ni cerradura, sin abrigo, expuesto al viento, lluvia,
dolo en mi espíritu, nunca me aparte de su presencia, ocupándome frío y demás inclemencias. ¡Con todo, este es el palacio del R ey
de continuo en su conocimiento, amor y servicio. de la gloria! M ira luego á D ios hecho hombre, aposentado en
E p í l o g o y c o lo q u io » .— ¡ Cuán envidiable fué la suerte de este establo de bestias, y encoge tus hombros con admiración
los devotos pastores I Porque no sólo tuvieron la dicha de recibir y pasmo de tan profunda humildad como resplandece en un Señor
la revelación angélica, sino que correspondieron fielmente á los de tanta majestad. F ija tu mirada en el hermosísimo Infante, que
intentos de Dios al enviársela. Con caridad se estimulan y animan tendido se halla en el p eseb re; es blanco y rubicundo, escogido
unos á otros, con puntualidad obedecen á lo s deseos de D ios, sin entre m illares ■ ; para hacerse amar se ha hecho niño, porque los
esperar manifiesto precepto, y con fervor santo ejecutan su reso­ niños son de ordinario más amables por su candor é inocencia.
lución , acudiendo presurosos al lugar que le s había dicho el M ira su corazón que, aunque pequeffito en las dimensiones mate­
ángel. ¡Felices israelitas, que lograron v e r a l que no-habían riales, es infinito en la capacidad, y arde en amor á su P adre y en
podido contemplar sus antiguos patriarcas, á p esar de sus inten­ deseos de tu salvación ; de sus ojos brotan abundantes lágrim as,
sísimos deseos y ardientes suspirosI ¡Qué sentirían estos afortu­ que derram a, no tanto por sus dolores, cuanto por tus pecados,
nados pastorcitos cuando se hallaron y a en la presencia de aquel ofreciendo á su Padre su propia vid a para librarte de ellos. Con­
divino Niño! ¡Qué palabras le dirían! ¡Qué afecto s embargarían templa también junto al pesebre á José y á la V irgen , miran­
su espíritu! ¡Qué ofrecimientos le harían! ¡Q u é pláticas tan dul­ do con profunda veneración al Niño tiernecito que en él está
ces trabarían con la V irgen! ¡Y cómo se adm irarían de verla tendido; unas veces le besan con am or, otras se hincan de rodi­
tan tiern a, humilde, santa y tan favorecida y regalada del cielo! llas delante de El y le adoran con reverencia; y a le hablan con
¡ Cómo envidiarían santamente la suerte de é s ta Señora y de san cariñosos afectos, y a le enjugan piadosos sus lágrim as. Contem­
José, los cuales no se separaban un instante del lado de su divino plando todo esto, despierta en tu alm a vivo s deseos de practicar
las virtudes, cuyos brillantes ejemplos estás viendo en el portal.
Hijo! Verificados estos obsequios, volviéron se á sus rebaños los
¡Oh tierno Niño! ¡Oh cariñosa Madre! ¡Oh afortunado José!
pastores, lleno su corazón de júbilo, su alm a de riquezas espiri­
¡ Quién tuviese la dicha de hallarse en vuestra dulce compañía
tuales y su voluntad de firmes deseos de no o lvid a r jam ás esta
y sentir los santos afectos que sentís! Bienaventurados son.
visita. Y aunque á todos contaron lo que h ab ían visto, y ninguno
Señor, vuestros siervos, que están en vuestra compañía y habitan
dejaba de admirarse de ello, unos fueron al p ortal, otros no, y
en vuestra casa; por los siglos de los siglos os alabarán. S ea
todos dejaron solos á la V irgen y á san J o sé en compañía del
yo uno de ellos, y no consintáis que nunca me aparte de Vos.
Niño. Y tú, ¿no los acompañas? ¿No te esfu erzas en pasar la m a­
i C»nt., v , to.
• Luí., 11,19.
140 Serie prim era.— V ia ilum inativa. Med. j p .— Contem plación del nacim iento. I4 I

P a n t o Ü.° A p lica ció n d el oído y olfato espiritual.—En este tomaba en el pecho de su Madre! ¿H allas tú gusto en las cosas
punto, puesto co n la imáginación en la presencia de Jesús niño y que gustan á Jesús? ¿Te repugnan aquellas que á Él disgustan?
de la V irg e n y s a n José que están en el portal, al modo que un Porque á este Niño divino, así como le es sabrosa la virtud y mor­
pobrecito está delante del rico, mirándole si le alarga una limos­ tificación , así le es amarguísimo el vicio , la soberbia y sensuali­
na, ó como d ecía la cananea á la manera que los cachorritos dad ; y los que pecan le dan á beber vinagre, como los soldados
están junto & la m esa enclavados sus ojos en los que comen en en el Calvario. Finalm ente: con el tacto espiritual toca las vesti­
ella , esperando que les echen un pedacito de pan para comer, duras de aquel Niño, el heno de aquel pesebre, la tierra de aquel
escucha prim eram ente las palabras que el divino Niño habla con portal, besándolo y abrazándolo con tu corazón, despertando en
su eterno P a d r e , y los amorosos coloquios que tiene con É l sobre ti grande estima de todo e llo , y escogiéndolo para ti como cosa
el negocio de nu estra salvación, alegrándote de oirlos y aprove­ de grande precio. Si te atreves, llégate al Niño, y pídele permiso
chándote de e llo s ; oye también los dolorosos gemidos que d a , y para besarle los pies y abrazarte con ellos, y llorar allí tus peca­
llora con dolor tu s pecados, que así le hacen suspirar; y atiende dos como la M agdalena, pidiéndole perdón de ellos. ¡Oh Jesús
á lo que te diría, si quisiera hablarte desde el lugar donde-está: dulcísimo! Dadme licencia para acercarm e á V os y deciros que
cómo reprendería tu soberbia, vanidad y curiosidad en el vesti­ quiero amaros con todo mi corazón. Confieso que por mis pecados
do ; cómo te exh ortaría á que te hicieras niño, y te presentaría, y no merezco besar la tierra que pisáis ni presentarme delante de
ofrecería al se rvicio de su eterno Padre. Luego has de oler con Vos. Mas, pues el amor hace semejantes ál amante con el amado,
el olfato del alm a la fragancia celestial que sale de este Niño y de quiero asemejarme á V o s, gustando de lo que gustáis, detestando
sus virtudes. E ste olor recrea infinitamente al Padre Eterno, el desde hoy lo que ab orrecéis, y vistiéndome de las virtudes con
cual diría, lo que de Jacob su hijo, decía el patriarca Isaac *: «El que os vestís, para subir á contemplar la gloria infinita de que
olor de mi hijo es como de campo lleno de flo res, al cual bendijo disfrutáis.
el Señor». Tam bién con este olor se recrean y alegran los ángeles E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh alma devota! Penetra con la
y las almas ju stas, las cuales dicen como la Esposa de los Canta­ consideración en el sagrado portal, y vu elve tus ojos hacia el vil
res» : «Correrem os en pos de ti al olor de tus ungüentos». Y así pesebre donde está reclinado Jesucristo, tu R ey, tu Padre y tu
como los defectos y vicios despiden un hedor tan intolerable que Dueño. ¿ Qué descubres? L a Majestad infinita de D ios y los teso­
a flig e, desvanece y provoca á vómito, y este hedor está muy lejos ros inmensos de su sabiduría y bondad escondidos en un tieme-
de aquel santo lu g ar en donde están Jesús y M aría, así el olor de cito Niño, que no habla, que llo ra , que en la apariencia no es más
la virtud alegra, conforta y despierta deseos de adquirirla en los que los otros niños de su ed ad : los ángeles, que le adoran: M aría
que la contemplan. ¡Oh dulce Niño! Vuestras vestiduras, que son y José, que le s irv e n : al mismo Padre Eterno, que le mira com­
vuestras obras, son como un campo de flores muy o lo ro sa s; Ves­ placido. ¿ Qué oyes ? Músicas celestiales de los ángeles, llanto
tidme con ellas, p ara que yo huela bien á vuestro Eterno Padre, amargo del Niño, consejos sapientísimos, sermones patéticos con
y por V os me dé la bendición que por ella merecisteis. Sienta mi que te exhorta á la virtud. ¿ Qué percibe tu olfato ? Una fragancia
alma la fragancia de vuestros divinos olores para que corra tras divina de santidad que alegra, conforta y da vig o r para imitarla;
V os, imitando vuestras virtudes, hasta que llegue á gozar el pre­ fragancia que deleita infinitamente al Eterno Padre y que recrea
mio de ellas. á los ángeles. ¿Qué gustas ? ¿ Qué tocas ? ¡Oh Jesús divino! A v i­
P u n t o ti .0 A p licación del gusto y tacto espiritual.— Un este vad y perfeccionad los sentidos de mi alma para que perciban
punto, con el gusto interior del alm a, has de gustar la suavidad todo cuanto pasa en torno vuestro, y que sean recreados con lo
y dulzura de aquel benditísimo Niño y de sus virtudes, y ¡cuán que V os os recreáis, y sientan pena y disgusto de lo que á V os
disgusta. Penetremos dentro de nuestro corazón y examinemos
dulces eran pitra D ios y para É l mismo,.y cuánto lo son para todos
sus inclinaciones-con cuidado. ¿Qué desea? ¿En qué se complace?
los que las ejercitan imitándole! ¡Qué gusto sentiría el Padre
¿ Siente en sí los afectos del divino Jesús ? ¿ Qué le pide en estos
Eterno en m irar las virtudes de su Hijo, y qué gusto tenía el
momentos este amantísimo Señor? Escuchemos la voz interior de
Hijo en darle contento en todo! ¡ Oh qué dulzura sentía este
nuestra conciencia, y propongamos com placerle; y para esto,
Niño benditísimo en verse pobre, despreciado y recostado en
pidámosle su divina gracia y todo cuanto deseemos obtener.
un pesebre de an im ales! ¡Cuán dulces y suaves le eran las lágri­
mas que derram aba, y cuán sabroso el cumplir en todo la volun­
tad de su P adre, mucho más sin comparación que la leche que

• Matth:, xv ,2 7 . — » Gcn.-f., xxvii ,27. — 3 Cant., 1, 3.


«42 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M cd. 4 0 .— 'Buen uso del tiempo. 14$
siempre acompañada de incertidumbres y temores, y está rodea­
40. - BUEN USO DEL TIEMPO. da de peligros; concededme que aproveche en vuestro servicio
el tiempo que me dais de vida, para que en la muerte encontréis
Preludio i .* Represéntate al tiempo á manera de un caudaloso río, que corre á preci» lle n o s 1 mis días y me coronéis con vuestra misericordia.
pitarse en la eternidad, apareciendo unos hombres y hundiéndose otros, y estando todos en P u n t o 8.° B revedad del tiem po.— Considera en este punto
la mayor agitación y continuo movimiento. la brevedad de la vida, de la cual con razón dice S a n tia g o ! que
P reludio 2.a Pide la gracia de saber aprovechar el tiempo. es como un vapor que se levanta y al instante se disipa. V u elve
los ojos sobre tu vida pasada; y ¿qué piensas de ella? ¿No te pa­
P a n t o l .° Incertidum bre d el tiem po.— Considera cómo rece que en un instante se pasaron los años de tu niñez y adoles­
uno de los motivos que arrancan lágrim as á Jesús recién nacido, cencia? ¿Qué te queda y a de ellos? ¡Ah! Toda carne es heno 3, y
es el abuso perniciosísimo que los hom bres hacen del tiempo que su gloria es como la flor del heno; secóse el heno, y cayó su flor,
el Señor les concede para negociar su salvación. Un nuevo año y nada queda y a de él. E ste es tu fiel retrato. Y aun en este poco
ha pasado, y si das una mirada retrospectiva á lo que durante él tiempo de que dispones, apenas hallas ocasión para atender á tu
has hecho, con lágrim as habrás de confesar que fuiste árbol in- negocio más importante. En la niñez no eras capaz de pensar en
•ructuoso, y que, en vez de dar buenos frutos de virtudes, has cosas tan serias; en la vejez, la debilidad y el peso de tus años te
dado agraces de vicios. ¿Para cuándo confías en ser prudente y oprimirán, y necesitarás todo el tiempo para conservar tu cuerpo
trabajar en tu negocio capital? Pondera que el tiempo de tu vida que se irá desmoronando. Actualm ente has de emplear la m ayor
es incierto, y la seguridad que te forjas no es más que una ilusión y mejor parte del tiempo en el descanso, alivio ó alimento del
diabólica; es el enemigo que te dice lo que á los primeros pa­ cuerpo; y si algo haces por tu alm a, es tan poco, que apenas se
dres: «No morirás M illares de m illares de personas de toda echa de ver. L o s vicios crecen, las virtudes desaparecen, los pe­
edad, estado y condición han fallecido durante este año; casi cados se aumentan, y la penitencia no se conoce. Y , sin embargo,
todas esperarían viv ir más tiem po; m uchas conñarian llegar á este es el único y b reve tiempo de que disfrutas para preparar tu
ver el ñn del año que comenzaron, y sus esperanzas se han des­ eternidad; y si no lo empleas bien, pasarás perpetua y cruel ham­
vanecido. ¡Con cuánta razón ha dicho el Espíritu Santo * que el bre. Reflexiona la velocidad con que v a pasando el tiempo. Mis
hombre no sabe cuándo será su íin! ¡Cuán cierto es lo que ase­ días, decía el santo J o b «, huyen con más celeridad que un ligero
gura el A p ó sto l3, que el Señor vendrá com o un ladrón, de noche! jinete, y se precipitan veloces como el águila cuando se arroja
¿En qué puedes fundar tus esperanzas de vid a, si no aprovechas sobre la presa. Un momento empuja á otro, una hora á la otra,
la que Dios te concede? ¿En la experiencia? E lla te dice que la y un día á otro; se te dá un momento de tiem po, y al instante
muerte nada respeta y á todos ig u a la , jó ven es y ancianos, hom­ quedas privado de é l; viene y huye, ahora lo tienes, y m ientras
bres y m ujeres, reyes y vasallos. ¿En la razón? É state dicta que estás hablando lo pierdes. U sa de é l , por tanto, y aprovéchale
el Señor es dueño de la vida y de la m uerte, y puede enviarla mientras pasa. E l fruto que reportarás aprovechándole, será infi­
cuando quiera; y si eres higuera infructuosa, tienes m ás motivo nito y eterno, el daño que te causarás abusando de él será tam­
para temer no te d ig a «: «Por qué ocupas la tierra?» y te arran­ bién infinito y eterno. S i tan breve es el tiempo, ¿por qué lo gas­
que de ella. M ira cuán insensata es e sa seguridad, que te imagi­ tas inútilmente? ¿P or qué no lo empleas en lo que más te importa?
nas, creyendo que podrás evitar un m al del que ahora no haces ¿Por qué lo pasas en la ociosidad? ¡Oh Señor de mi vida! ¿Cómo
habéis tenido tanta paciencia conm igo, que, viendo cuán mala­
caso. E l J u e z »rectísim o, severo, inexorable, puede salirte al en­
mente empleaba el tiempo, no dejabais de concedérmelo gene­
cuentro. S i falla tu ca u sa , pierdes en un instante tu salud, tu vida,
roso? Y o he sido el m al siervo que no he negociado con vuestro
tu fortuna, tu eternidad. En tus oídos reson ará aquella formidable
talento; mi alma ha sido una virgen loca que se ha dormido cuan­
voz que dice 6: « Y a no hay más tiempo ». Debajo tus pies se abri­
do debía v e la r; pero ahora os pido. Señor, vuestra gracia, para
rá el pozo del abismo, y quedará para ti cerrado y sellado eter­
que, empleando útilmente el tiem po, aporte feliz á vuestra gloria.
namente. Y ¿menosprecias el'tiem po q u e D ios te da p ara evitar
P a n t o 8 .° E l tiempo perdido es irreparable.— Considera
tales males? ¿ Y no procuras aplacar a l Ju ez, llorar tus pecados
aquí cómo la pérdida del tiempo es una pérdida irreparable, por­
y hacer buenas obras? ¡ Oh Dios etern o ! V o s sois siem pre el mis-
que el tiempo que ha pasado, ya no v u e lv e , y lo que podías ganar
m o 7, y vuestros años no se m enoscaban, m ientras que mi vida va
en é l, y a se te ha hecho imposible. A s i como las aguas que se
«
1 Gen-, ni, 4. — * Hccli., IX, 12. — ) ITess., v , a. — 4 Luc-, xm, 7.
1 Palm, ixxu, 10. — »Jae., iv, 15. — s I P*tr., 1, 2 4 .- 4 Job, u , 25.
i J»c., v, 9. — < Apoc., x , 6 . - 7 r>alm. c i , 28.
144 S»/í prim era .— V ia ihuninalíva.
Med. ¿ft .— Circuncisión del Niño-Dios. 145
dirigen al m ar pasan y. no retroceden, así son los días de tu vida.
cuido tienen para lo que atañe á su eterna felicidad! ¿Puede este
¿Q ué te queda y a de tu niñez? ¿Qué de los días de tu juventud?
desorden creerse de nosotros? ¿Serem os nosotros de aquellos
Pasaron y a , y no vo lverán ; y los días que entonces perdiste, para
que ponen todo su conato en pasar alegre y deliciosamente la
siem pre serán perdidos. Podrás, en verdad, ahora darte prisa,
vida y en un momento bajan al infierno? S i damos tina mirada al
adelantar la obra de tu santificación, ganar en poco tiempo por
año que espira, ¡qué desengaños! ¡qué enseñanzas! ¡qué avisos
tu fervor lo que hubieras ganado en mucho tiempo sin él; con
tan saludables podremos aprender! Muchos hubo que lo princi­
todo', el tiempo pasado y a no está en tu mano utilizarlo, y en tus
piaron alegremente'; vastos proyectos embargaban su mente;
ganancias actuales siempre hallarás que faltan las que pudieras
insaciables deseos ocupaban su corazón; grandes esperanzas ali­
haber hecho en el tiempo que perdiste. ¡ Oh locura del hombre
mentaban sus ilusiones. Murieron....; todo se desvaneció..»; de su
que así m algasta un bien tan inestimable como es el tiempo! Cada
cuerpo sólo quedan unos huesos secos; sus alm as, ¿dónde están?
momento de él vale tanto como la eternidad, porque en él se
¿Pues qué pensamos nosotros? ¿Cuándo tratarem os de emplear
puede p erder ó ganar, y el hombre insensato se entretiene en
bien el tiempo? ¿En qué cosas lo hemos de ocupar para que no
derrocharlo. Pondera cómo si alguna pena pudiesen tener los
tengam os que arrepentim os? ¿ Qué haríamos si en el año que v a
bienaventurados en el cielo , sería esta: el haber dejado pasar sin
•á em pezar hubiésemos de morir? Abram os los ojos, miremos lo
provecho el tiem po, el no haberlo utilizado todo para acrecentar que más nos interesa, propongamos, oremos con fervor por nos­
su g lo r ia , para em bellecer más su corona, el no haber aumentado otros y por todo el mundo.
sus m éritos cuando podían hacerlo, y no poder verificarlo cuando
quisieran. E n el infierno mismo, uno de los pensamientos que más
41.— CIRCUNCISIÓN DEL NIÜO-DIOS.
desesperan á los condenados, es el recuerdo de lo que podían
hacer y no quisieron. Ellos dicen aquello de la Sab id u ría1: «¿De
Preiinho i .*> Al octavo (lía de su nacimiento fué Jesúi circuncidado, dándonos ejem­
qué nos aprovechó la soberbia, y el derroche de las riquezas qué
plos admirables de virtud, y mostrándonos el deseo de que nosotros nos circuncidemos espi­
bien nos hizo? Todo se pasó como una sombra, ó como unanave ritualmente.
que surca los m ares, ó como una saeta que hiende los aires, que PcittiHO 2.* Representémonos á la Virgen consolando con tiernas caricias á su Hijo,
no deja en pos de sí rastro alguno; así nosotros nacimos y des­ ■ que llora en la Circuncisión.
aparecim os del mundo sin dar muestra de virtud, y nos perdimos Ptttucio 3.0 Pidamos la gracia de imitar las virtudes de Jesús en su Circuncisión.
en nuestra malignidad.» ¡Oh dulcísimo Jesús!: V o s, sin y o mere­
cerlo , me habéis dado un año más de v id a , aunque sabíais el poco JL*nnt« 1*° Obediencia de san J o sé y la Virgen á los pre­
provecho que de él había de sacar; bendita sea vuestra miseri­ ceptos de la ley.—'C onsidera cóm o, llegado el octavo día después
cordia infinita, y en cada instante querría bendecirla y alabarla del nacimiento de Jesús, determinaron los dos santos Esposos de
con toda mi alm a, porque cada momento es un nuevo beneficio circuncidarle, en cumplimiento de la le y , que ponía precepto de
que debo á vuestra bondad; por ella os sup lico, Señor, gracia e llo á los padres *. Pondera aquí la admirable obediencia de la
para no m alograr el tiempo, antes aprovecharlo para gloria Y'irgen y de san José, tan puntual y pronta: porque con saber
vu estra y bien de mi alma. ¿Cómo hemos pasado este año? ¿Qué que el divino Niño no estaba incluido en la ley general de la cir­
virtudes hemos ganado en él? ¿Qué vicios hemos enmendado? cuncisión, y que el cumplimiento de ésta le había de ser suma­
¿No nos acusa la conciencia de haber estado ociosos? mente penoso y doloroso; con todo, en conociendo la voluntad de
E p i l o g o y e o lo q n io s . .¡Oh locura é insensatez humanal D ios, se someten con la m ayor presteza y conformidad; porque
Sabemos y confesamos que el tiempo es in cierto, que el tiempo ella ha de ser sobre todo; y estimábala tanto la V irg en , que, si
es breve, y que su pérdida es irreparable; no ignoramos que fuera m enester, ella mism a, como otra Séfora % tomara el cuchi­
este tiempo nos ha de servir para alcanzar una eternidad feliz; llo y circundara á su Hijo. Y aun algunos aseguran que ella le
y , con todo, dejamos p asarlos días en la ociosidad; sólo atende­ circuncidó; pero otros creen que fué san José; mas lo cierto es que
mos al cuidado de nuestro cuerpo, y apenas pensamos en lo que ambos estaban aparejados para hacer todo lo que juzgaran ser
nos amenaza en cada instante. ¡Qué desgracia! Quien examine la más agradable á Dios. Mira luego la caridad y devoción de la
vida de muchos cristianos, no podrá menos de pensar, ó que han V irg e n , la cual, sin duda, quiso hallarse presente á este doloroso
perdido la fe, ó que han hecho pacto con la muerte, ó que Dios espectáculo; lo uno, para acariciar á su Hijo y curarle la llaga,
les ha asegurado una prolongada existencia. ¡Tan grande des- com o quien tanto le amaba; lo otro, para recoger la preciosísima

Sap., v ,8. * Levit., m i, 3. — » Exoá., iv, ¡ y


IO
144 Serie primera.— V ia iluminativa.
Med. 41 . — Circuncisión del Niño-Dios. 145
dirigen al m ar pasan y. no retroceden, así son los días de tu vida.
cuido tienen para lo que atañe á su eterna felicidad! ¿Puede este
¿Qué te queda y a de tu niñez? ¿Qué de los días de tu juventud?
desorden creerse de nosotros? ¿Seremos nosotros de aquellos
Pasaron y a , y no volverán; y los días que entonces perdiste, para
que ponen todo su conato en pasar alegre y deliciosamente la
siem pre serán perdidos. Podrás, en verdad, ahora darte prisa,
vida y en un momento bajan al infierno? Si damos una mirada al
adelantar la obra de tu santificación, ganar en poco tiempo por
año que espira, ¡qué desengaños! ¡qué enseñanzas! ¡qué avisos
tu lervor lo que hubieras ganado en mucho tiempo sin él; con
tan saludables podremos aprender! Muchos hubo que lo princi­
todo', el tiempo pasado y a no está en tu mano utilizarlo, y en tus
piaron alegremente-; vastos proyectos embargaban su mente;
ganancias actuales siempre hallarás que faltan las que pudieras
insaciables deseos ocupaban su corazón; grandes esperanzas ali­
haber hecho en el tiempo que perdiste. ¡Oh locura del hombre
mentaban sus ilusiones. Murieron....; todo se desvaneció....; de su
que asi m algasta un bien tan inestimable como es el tiempo! Cada
cuerpo sólo quedan unos huesos seco s; sus alm as. ¿ dónde están?
momento de él vale tanto como la eternidad, porque en él se
¿Pues qué pensamos nosotros? ¿Cuándo trataremos de emplear
puede perder ó ganar, y el hombre insensato se entretiene en bien el tiempo? ¿En qué cosas lo hemos de ocupar para que no
derrocharlo. Pondera cómo si alguna pena pudiesen tener los .tengamos que arrepentimos? ¿ Qué haríamos si en el año que va
bienaventurados en el cie lo , sería esta: el haber dejado pasar sin •á empezar hubiésemos de morir? Abram os los ojos, miremos lo
provecho el tiem po, el no haberlo utilizado todo para acrecentar que más nos interesa, propongamos, oiremos con fervor por nos­
su g lo r ia , para embellecer más su corona, el no haber aumentado otros y por todo el mundo.
sus méritos cuando podían hacerlo, y no poder verificarlo cuando
quisieran. En el infierno mismo, uno de los pensamientos que más
41— CIRCUNCISIÓN DEL NIÑO-DIOS.
desesperan á los condenados, es el recuerdo de lo que podían
hacer y no quisieron. Ellos dicen aquello de la Sabiduría «¿De
PRELUDIO l.« Al octavo día de su nacimiento fue Jcsú< circuncidado, dándonos «¡du­
qué nos aprovechó la soberbia, y el derroche de las riquezas qué plos admirables de virtud, y mostrándonos el deseo de que nosotros nos circuncidemos esfi-
bien nos hizo? Todo se pasó como una sombra, ó como una nave ritualmente.
que surca los mares, ó como una saeta que hiende los aires, que P*íttDK>2.» Representémonos á U Virgen consolando cou tiernas caricias i su Hijo,
no deja en pos de sí rastro alguno; así nosotros nacimos y des­ -que llora en la Creuncisión.
aparecim os del mundo sin dar muestra de virtud, y nos perdimos Preludio 3.0 Pidamos la gracia de imitar las virtudes de Jesús en su Circuncisién.
en nuestra malignidad.» ¡ Oh dulcísimo Jesús!: V os, sin yo mere­
cerlo , me habéis dado un año más de v id a , aunque sabíais el poco P u n t o l.° Obediencia de san J o sé y la Virgen á los p re­
provecho que de él había de sacar; bendita sea vuestra miseri­ ceptos de la ley.— Considera cóm o, llegado el octavo día después
cordia infinita, y en cada instante querría bendecirla y alabarla del nacimiento de Jesús, determinaron los dos santos Esposps de
con toda mi alm a, porque cada momento es un nuevo beneficio circuncidarle, en cumplimiento de la ley, que ponía precepto de
que debo á vuestra bondad; por ella os su p lico, Señor, gracia « lio á los p a d r e s P o n d e r a aquí la admirable obediencia de la
para no m alograr el tiempo, antes aprovecharlo para gloria Virgen y de san José, tan puntual y pronta; porque con saber
vu estra y bien de mi alma. ¿Cómo hemos pasado este año? ¿Qué que el divino Niño no estaba incluido en la ley general de la cir­
virtudes liemos ganado en él? ¿Qué vicios hemos enmendado? cuncisión, y que el cumplimiento de ésta 1c había de ser suma­
¿No nos acusa la conciencia de haber estado ociosos? mente penoso y doloroso ; con todo, en conociendo la voluntad de
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¿Oh locura é insensatez humanal D ios, se someten con la m ayor presteza y conformidad; porque
Sabemos y confesamos que el tiempo es in cierto, que el tiempo ella ha de ser sobre todo; y estimábala tanto la V irg en , que, si
es breve, y que su pérdida es irreparable; no ignoramos que fuera m enester, ella m ism a, como otra Séfora *, tomara el cuchi­
este tiempo nos ha de servir para alcanzar una eternidad feliz; llo y circundara á su Hijo. Y aun algunos aseguran que ella le
y , con todo, dejamos pasar los días en la ociosidad; sólo atende­ circuncidó; pero otros creen que fué san José; m as lo cierto es que
mos al cuidado de nuestro cuerpo, y apenas pensamos en lo que ambos estaban aparejados para hacer todo lo que juzgaran ser
nos amenaza en cada instante. ¡Qué desgracia! Quien examine la m ás agradable á Dios. Mira luego la caridad y devoción de la
V irgen , la cual, sin duda, quiso hallarse presente á este doloroso
vida de muchos cristianos, r.o podrá menos de pensar, ó que han
espectáculo; lo uno, para acariciar á su Hijo y curarle la llaga,
perdido la fe, ó que han hecho pacto con la muerte, ó que D ios
com o quien tanto le amaba; lo otro, para recoger la preciosísima
les ha asegurado una prolongada existencia. ¡Tan grande des-
« Levit., su. 3. — >Ejod., iv, 25.
> Sap., v,s.
IO
I
146 Serie prim era.— y ia ilu m in a tiv a .
M ed. 4 1. — Circuncisión del N iño-D ios. 147
sangre que allí se derramaba y gu a rd a r el pedacito de carne que- tidura sacerdotal de J e s ú s , mucho más preciosa que de grana y
se cortaba, porque* sabía que era san gre de Dios y de inmenso va­ púrpura M ¡Oh gran Sacerdote! Hoy os vestís de esta vestidura
lor. ¡Oh! ¡Con cuánta devoción la b e sa ría , y con qué cuidado la para ofrecer el sacrificio de la mañana, y os la vestiréis después
guardaría en su pecho! ¡ Qué requiebros tan amorosos diría á esta en la cruz para ofrecer el sacrificio de la ta rd e ; vestidme con
sangre preciosísim a, y cómo pediría a l Padre Eterno que por otra tal para que ofrezca mi cuerpo y alma en hostia viva *, santa
ella perdonase al mundo, suplicándole, si era posible, se conten­ y agradable á vuestra Soberana Majestad. ¿ Está nuestra alma
tase con esta sola, pues tanto valía! Y cuando esta Madre cari­ adornada con estas cuatro virtudes? ¿Somos humildes, pacientes
ñosa vió las lágrim as que derramaba s u H ijo, quedaría atrave­ sumisos y caritativos como Jesús ?
sada de compasión y dolor por lo que É l padecía, y lloraría por P u n t o 3 .°- Circuncisión espiritu al que nos p id e J esú s —
verle llorar y por la causa que lloraba. ¡Oh V irgen benditísima! En este punto has de considerar la circuncisión espiritual que te
¡Cuán caros cuestan á vuestro Hijo y á V o s nuestros pecados! pide Jesucristo con el ejemplo de su circuncisión corporal K
¡Cuán am arga os es 1a culpa de A d á n ! ¡ O h ! ¡Si pudiese yo acom­ Con el cual te mueve y enseña á que circuncides y cortes todas
pañaros en este llanto, llorando mis cu lp as para alcanzar remedio tus demasías en re g a lo , honra y comodidades de la carne, morti­
de e lla s , llorando los dolores de v u e stro Hijo, pues luí causa de ficando los vicios y aficiones desordenadas, en razón de cumplir
ellos, y llorando vuestra allicción, y a q u e también y o la he oca­ la ley de D ios, aunque sea menester para esto derram ar sangre;
sionado! porque de esta manera se alcanza el verdadero espíritu; y en
l 'u n t o 2 .° Virtudes de J e s ú s en la C ircu n cisió n — En. este este sentido decía un santo: «Da sangre y recibirás espíritu»;
punto has de considerar los heroicos a cto s de virtud que ejercitó porque la perfección del espíritu no se alcanza sino es á costa
Jesús en la Circuncisión, porque en É l , no fué sólo ejercicio de de sangre, mortificando y circuncidando todas las aficiones de
padecer como en los demás niños, sino obra de virttxd excelentí­ carne y sangre. D em ás de esto, has de lleva r con paciencia que
sima. L a primera virtud que ejercitó fué la obediencia á la ley; otros te circunciden y quiten algo de tu regalo, honra ó comodi­
porque no le obligaba, y aunque h ubiese estado obligado á ella,, dad, ya sea con buena intención 3- con fin recto, y a con mala, por
podía dispensar consigo, ni faltaba cau sa para ello; pero deseando odio y deseos de injuriarte. Para lo cual te ayudará el recordar
hacer lo mejor y darnos ejemplo, som etióse voluntariamente á. que en tres ocasiones derramó Jesús sangre por ministerio de
ella, poniendo Sobre sí la espantosa c a r g a de toda la le y , porque diversas personas: en la Circuncisión, por el ministro de Dios
quien se circuncidaba quedaba obligad o ' á cum plirla toda. L a que obraba con santo fin: en el huerto, por sí mismo, conside­
segunda fué humildad profundísima; porque, no pudiendo tenerse rando sus próximos trabajos; y en el pretorio-de Pilatos y C alva­
por pecador, ni siéndolo, ni pudiendo s e rlo , quiso ser tenido por rio, por mano de los verdugos y ministros de Satanás. D el mismo
tal, sujetándose á la circuncisión, que era señal de niños peca­ : modo tú has de estar aparejado á dar tu sangre, y a sujetándote á
dores, y quien le viera circuncidar d ijera de Él que tenía pecado: • lo que ordenaren tus superiores y los ministros del Señor, aunque
así confunde tu soberbia. É l, siendo santísim o, consiente en ser ; sea gravoso jr doloroso; jra moviéndote á obras de penitencia
tenido por pecador, y tú, lleno de cu lp as, pretendes ser teniejo por i voluntarias por tu provecho, ayudándote d é la consideración de
santo. L a otra virtud fué paciencia in v ic ta ; porque los demás niños, j tus pecados, de las penas de Jesús y otras cosas espirituales; ya,
por carecer del uso de razón, no tem en la circuncisión, ni el cu­ < por fin, sufriendo con paciencia los dolores y daños que te vinie-
chillo, ni la herida, y hasta que d e sca rg a el golpe no lo sienten;, , ren por manos de tus enemigos. ¡Oh buen Jesús! Por la sangré que
pero este, niño benditísimo sabía lo q u e se trataba, y estuvo tan j derramasteis en estas tres ocasiones, os suplico alentéis mi cora-
zó n , para que se o frezca , si fuese menester, á derramarla en las

I
quedo como si lo ignorara; y si lloró com o los otros niños, no fué
tanto del dolor de la herida, cuanto de la gravedad del pecado por mismas; y pues tiene tanto que circuncidar y el am or propio le
la cual la sufría. L a última virtud fué caridad ardentísim a, derra­ detiene para no hacerlo, V os, Señor, por vuestra mano circunci­
mando aquella poca sangre con tanto am or, que, si fuera menes­ dadle, y dad traza como otros le circunciden, para que no haya
en él cosa alguna que desagrade á V uestra D ivina Majestad.
ter* derramarla toda luego, así lo h iciera; y si conviniera recibir
¿Circuncidamos nosotros nuestro corazón ? ¿ Mortificamos nues­
luego otras más y m ayóles heridas, á todo se ofreciera por amor
tros apetitos? ¿Nos disgustamos cuando otro nos mortifica?
de su Padre y para bien nuestro. ¡O h caridad inmensa! ¡Oh pa­
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán presto quiere comenzar
ciencia invencible! ¡Oh humildad profunda y obediencia perfecta
Jesús el oficio de Redentor que le ha encargado su Padre! Como
de mi Redentor! ¡Oh virtudes soberanas de las que se teje laves- 1

1 Galat. t v, 3. ■ Emi-, xxxix .2 . — • Ro n., xii , I. — ) Rom., it, 29


148 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M cd. 4 2 . — Nombre de Jesús. 149
sin derramamiento de sangre no se p erd o n a d pecado, á los ocho
b r e , no fué más que por figura y sombra de este soberano Niño;
días de su nacimiento principia ya á derramarla. No ignoraban el cual á boca llena y por excelencia m erece ser llamado J esús,
san José y la Virgen que el divino Niño no debía estar obligado porque nos salva y libra con tres soberanas excelencias. L a
á la ley de la circuncisión, que se había dado para los pecadores, prim era, que nos libra de toda suerte de m a le s, ignorancias y
á quienes únicamente obligaba; sin em bargo, conocen la volun­ errores, de culpas y de penas, así tem porales como eternas. L a
tad de D ios, y átodo la anteponen; y es tal el deseo de cumplirla, segunda, que no sólo nos libra de los m ales, sino que nos conce­
que ellos mismos no vacilarán en ejecutar esta operación tan de excelentísimos b ienes, para que nuestra salud y redención
dolorosa, si falta un ministro de Dios que la lleve á cabo. ¡ Oh sea muy copiosa y perfecta. L a te rc e ra , es en el modo de sal­
admirable obediencia! E lla vence á la maternal ternura, y sólo la varnos, por razón del cual este nombre de Jesús no puede conve­
permite consolar y acariciar al Hijo querido que derrama su nir al que fuere solo D io s , ni á puro hombre ó ángel de cuantos
inocente y preciosa sangre. ¿ P or qué no imitamos nosotros la hay criados, sino sólo á C risto , cuyo es propio, por razón de ser
obediencia de la V irgen y de san José ? Y ; cómo no imitamos Dios y hombre verdadero; porque sólo hom bre, no puede salvar­
con m ayor cuidado, si c a b e , la sublime obediencia, la profunda nos; sólo Dios, puede salvarnos, pero con sola misericordia; mas
humildad, la invicta paciencia y la generosísima caridad del un Dios-hombre nos salva también con rigor de justicia, ganando
divino Niño ? Sin estar obligado se somete á la dura y penosa lev- por punta de lanza y por sus merecimientos la salvación que su
de la circuncisión; siendo santísimo, preséntase como pecador, nombre significa. Y a s í , preguntándole á este Señor quién era,
sufre con inalterable m ansedum bre, y no sólo derrama gustoso respondió ' : « Y o , que hago justicia y soy fuerte guerrero para
esa poca san g re, sino que está dispuesto á derramarla toda por salvar». ¿ Comprendes tú las soberanas excelencias con que nos
nuestro bien , y para movernos á que, á imitación s u y a , nosotros salva J esús? ¿ Conoces cuán bien le conviene este dulce nombre?
también nos circuncidemos. ¿ Oimos esta lección del divino Niño? ¡Oh dulcísimo J esús ! Sea para bien el nombre tan glorioso que
¿ Estamos dispuestos á circuncidar y enfrenar nuestros apetitos hoy os ponen. Gózom c que no sea nombre v a c ío , ni de sombra,
y á declarar guerra mortal á nuestras pasiones. ¡ A h ! Nuestros como otros le han tenid o, sino lleno de verdad y de toda perfec­
sentidos están muy lib re s , nuestro genio muy v i v o , nuestra vo­ ción. A légrate, ¡oh alma mía!, con las excelencias de este S alva­
luntad muy rebelde y nuestra imaginación m uy suelta. ¿ Cuándo dor tan poderoso; porque Él es tu fortaleza, É l te dará pies como
y cómo circuncidaremos todo esto? Meditémoslo atentamente, de ciervo para huir de los p ecad os, y como vencedor te lleva rá
porque mucho nos importa; formemos resoluciones prácticas y con sus santos al descanso y felicidad eterna.
pidamos constancia y firmeza en cumplirlas y socorro en tpdas P u n t o sí-0 Causas por qué se im puso a l N iña este nombre
nuestras necesidades. en la C ircuncisión.— En este punto puedes considerar las causas
por qué se puso este nombre al Señor en la Circuncisión las
42.-NOMBRE DE JESÚS. cuales encierran notables enseñanzas. L a prim era fué para honra
del Niño; porque, viéndole su Padre tan humillado, y que tenía
Preludio i .» Representémonos á José y María diciendo en el acto de la Circuncisión imagen de pecador, quiere que entonces sea ensalzado, dándole
del Señor: «Jesús será su nombre». un nombre sobre todo nombre, que es el nombre de J esús, con el
P reludio 2.» Pidamos la gracia de conocer las grandezas que encierra el nombre de cual se declara que, no sólo no tiene pecado sino que es Salva­
Jesús, é invocarle á menudo. dor de pecadores *, y perdonador de pecados. Esto te ha de m over
á dar graoiás al Padre Eterno porque así honra á su Hijo, cuando
P n n t o l.° S ign ificación y excelencias d el nombre d e J e ­ por Él se hum illa; con lo cual te da prendas de que si tú te humi­
Considera cómo el que impuso el nombre a l Niño circunci­
s ú s .— llares, también te ensalzará y te dará un nombre nuevo, tan glorio­
dado no fué José, ni M a ría , ni el án gel, sino el Padre E tern o; so, que nadie lo sabe estimar como conviene hasta que lo recibe •».
porque tan grande es la excelencia de este Niño, que ninguna L a segunda cansa fu é , para que se viera que el nombre y oficio
criatura de la tierra ni del cielo podía p o r sí misma ponerle de Salvador le había de costar derramamiento de sangre. Y así,
nombre que le cu ad rase, sino sólo su Eterno Padre, que conocía nuestro dulce J esús , en tomando el oficio del Redentor, da por
y sabía el fin para que encarnaba, y el oficio que había de hacer señal del precio que ha de pagar en el rescate una poca de san­
en cuanto hombre. Y á esta cau sa, entre los muchos nombres g re que derrama en su Circuncisión, con determinación de pagar
que podía p onerle, quiso que se llamase J e s ú s , que quiere decir todo el precio enteramente en la Pasión, derramándola toda por
Salvador; porque su venida al mundo fué principalmente para
salvarnos, y este fué su oficio. Y aunque otros tuvieron este nom­ ■ 1-ui.. LXiu. 1. — - l-uc., 11, 21. — * M ítth., 1, 21. — 4 Apoc., II, 17.
150 Serie prim era.— V ia ilu m in ativa. M ed. 4 3 .— Adoración de los Reyes. 151
los pecadores. Verdad es que esta poquita e r a y a bastante precio •en tu m em ória, grabado en tu corazón, impreso en tu entendi­
por todos los pecados del m undo, por ser sa n g re de D io s ; pero m iento, y nunca cesases de invocarle, alabarle y publicar sus
su generosa caridad quiso que el precio fuese toda ella. P ara lo grandezas! ¡O h dulcísimo J esús! Sed J esús para mí en todas
cual dió permiso á todos los instrumentos q u e hay en la tierra m is potencias, ejercitando en ellas vuestro oficio , para que ellas
para derramar san gre, que sacasen la suya co n gravísim o dolor también se ejerciten en procurar vuestra honra. ¡ Oh J esús mió y
y desprecio; es á s a b e r : el cu ch illo , los a z o t e s , espin as, clavos todas mis cosas! Concededme que os ame sobre todas ellas, y que
y lanza. El cuchillo abrió hoy la primera fuente de sa n g re , que •sólo en V o s busque mi descanso y hartura perfecta, pues sólo en
después se cerró; los demás instrumentos abrieron después otras, V os se halla por junto todo lo que me puede hartar eternamente.
las cuales no se cerraron hasta que salió toda. ¡ Oh Salvador dul­ E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán excelente, significativo
císimo ! Esas vuestras fuentes, aunque son de sangre derramada y provechoso es el nombre de Jesús ! José y M aría lo pronuncia­
con gran d o lo r, son también fuentes de a gu a v iv a 1 de inmensas ron por primera vez con extraño jú b ilo ; pero el Padre Eterno lo
gracias, que han de ser cogidas con grande g o zo y amor; alábeos reveló, y era el único que podía haberlo hallado tan adecuado.
mi alma por la infinita caridad con que abrís esas fuentes y me S í, Jesús es nuestro Salvador, porque nos libra del pecado, nos
mandáis que acuda con alegría á gozar del p recio que derramáis llena de bienes y nos rescata de la esclavitud del enemigo con
con tanta pena. ¡ Oh alma m ía ! ¿Qué será ra zó n hagas tú por tu todo rigor de justicia, pagando con su sangre el precio de nuestro
propia salvación, si tanto hace tu Salvador p o r ella? ¿Rehusarás rescate. ¿ Cuándo agradecerem os debidamente estas excelencias
humillarte por Dios, viendo la presteza con q u e este Señor acude soberanas con que quiere ser nuestro Salvador ? Y ¡ cuánto tra­
á ensalzar á los que por su amor se humillan ? bajo y dolor le costará el llenar complidamente este o ficio! Será
P in it o 3 .° Grandescis del nombre d e J esús.— Considera nuestro Salvador, pero derramando su san g re, por cuyo motivo,
en este punto con toda atención las g ran d ezas que están ence­ al tomar posesión de este nombre, principia y a á derramarla,
rradas en el nombre de Jesús. Este nom bre es primeramente aunque en pequeña cantidad. ¿Vacilarem os nosotros en dar la
una suma y memorial de todas las grandezas que. hay en Cristo, salud, vida, descanso y todos los bienes por J esús , viendo lo
en cuanto D io s , en cuanto hombre y en cuanto Dios-hombre. ■ qué É l hace por nosotros? Y al contemplar las grandezas inmen­
D e suerte que puedes inferir: si es J esús, lu e g o es infinitamente sas que encierra este glorioso nombre, ¿ no le invocaremos con
bueno , santo , sab io , poderoso y la m ism a bondad, sabidu­ más frecuencia, con m ayor devoción y con m ás firme confianza?
ría y santidad infinita. Si es Jesús, luego es sum amente humilde, E l nombre de J esús incluye y envuelve todas las perfecciones que
manso , paciente , fuerte , modesto , o b edien te y caritativo, C risto tiene como D ios, como hombre y como D ios y hombre
porque de todas estas virtudes ha de se r dechado. Á más, si juntam ente; en É l se contienen todos los títulos honrosos con
es J esús, luego es maestro, médico, p a d re, ju e z , pastor,, pro­ que los antiguos profetas le distinguieron; en Él, en fin,hallamos
tector y abogado nuestro. De modo que en J esú s tienes todas las la fuente de todos los bienes que podemos d esea r, los espiritua­
co sas. y a s í, con afecto de amor intenso y g ra titu d p erfecta, pue­ les y los corporales, los temporales y los eternos. Y ¿no serem os
des decir: ¡Oh Jesús mío y todas mis c o s a s ! A d em ás, este pre­ todavía más devotos del nombre de Jesús? ¿Con qué am or le
cioso nombre encierra todos los nombres g lo rio so s que los pro­ invocam os? ¿Con qué asiduidad lo repelim os? Pensém oslo; con­
fetas 1 dieron al Mesías que esperaban ; p o rq u e É l es el Dios fundámonos de nuestra tibieza, propongamos verdadera y eficaz
que nos remedia, el Fuerte que vence á n uestro enem igo, el refo rm a , y supliquemos para esto las gracias necesarias.
Adm irable en todas sus obras, trabajos y p o rten to s, el A n g el del
gran consejo, el Padre del siglo venidero y e l Príncipe de la paz, 43.-ADORACIÓN DE LOS REYES.
pacificándonos con Dios y con los hom bres, con abundancia de P reludio i .* Llegados los Reyesal portal de Belén, postráronse ante el Niño, y le ado­
toda paz. Pondera, finalmente, los bienes q u e tienes en este san­ raron , ofreciéndole sus dones, y luego, despidiéndose de María y José, regresaron á su país
tísimo Nombre; Él es e l único medio para a lc a n za r perdón de tus por otro camino.
pecados: es título para ser oído en tus o ra c io n e s; es medicina de P reludio 2.° Representémonos á los tres Reyes en estas distintas acciones, adorando
todas tus enfermedades; es arm a contra to d a s las tentaciones; es al Niño. hablando con Maria , y volviéndose alegres.
amparo en los peligros, luz v guía en las ign o ran cia s, dechado y P reludio 5.» Pidamos la gracia de imitar en lo posible á estos santos Reyes.

ejemplo de todas, las virtudes, y fuego y e stím u lo que m ueve á


P u n t o l . ° L leg a d a de los R eyes Magos a l portal de Be-
ejercitarlas. ¡ Oh si tuvieses este santísim o X om bre fijo siempre
lé n .— Habiendo seguido fielmente los R eyes Magos la estrella
prodigiosa que les venía guiando desde sus tierras, llegados á
> Im ¡., xir, 3. — > l$a¡., ix, 6.
1 52 Serie prim era.— V ía ilum inativa. M eJ 4 1 .— A doración de los Reyes. 153
B elén , paróse aquella brillante luz sobre el lugar donde habla ma adoración que se da á solo D ios, y se llam a latría, recono­
nacidó el R ey que buscaban; y entrando, hallaron al Niño con su ciendo con viv a fe que aquel Niño era su verdadero Dios y Cria­
Madre A cerca de este suceso has de considerar cuán bien pre­ dor, que había nacido para remedio de todo el mundo; y con esta
mió el Señor lá fidelidad de estos Magos en seguir la estrella, fe hablarían con É l y desahogarían su corazón con dulces afec­
haciendo que hallasen lo que con tantas ansias, cansancio y peli­ tos, estando persuadidos que el Niño les entendía. L a tercera fué
gros venían buscando; y el mismo favor recibirás tú si procuras abrir los cofres de sus tesoros, que habían traído cerrados por
seguir fielmente la estrella de la divina inspiración. Luego pue­ todo el camino, y ofrecer dones al Niño en señal de vasallaje, y
des ponderar la novedad y admiración grande que causó en los en protestación de que le servirían con sus personas, y con todas
M agos ver parar aquella estrella sobre un lugar tan pobre y vil sus cosas; y con los mismos dones protestaron la fe que tenían,
como aquel establo, porque, como hombres y tan principales, porque le ofrecieron oro como á R e y , incienso como á Dios y
pensarían que aquel R e y había nacido en algún p alacio, ó en la sumo sacerdote, y mirra como á hombre mortal. A s í se cumplió
mejor casa de la ciudad, donde suelen aposentarse los demás lo que estaba escrito 1: que los reyes de A rabia y Sabá ofrecerían
reyes; pero, ilustrados con la luz interior, reconocieron que la dones y presentes de incienso, m irra y oro, con alabanzas del
grandeza de aquel R e y no se mostraba en las cosas pomposas Señor. Á imitación de estos Magos, has de postrarte ante el Señor,
del mundo, sino en el verdadero desprecio de ellas, y así rindie­ y adorándole profundamente, ofrecerle el incienso de la oración,
ron su juicio al testimonio de la estrella exterior. Pondera tam' la m irra de la mortificación y el oro de la caridad; y si eres
bién cómo en el mismo punto que los Magos vieron al Niño, salió- religioso, puedes ofrecerle el oro de la pobreza, la mirra de la
de su divino rostro un rayo de luz celestial que penetró sus cora­ castidad y el incienso de la obediencia. ¿Son estos tus sentimien­
zones, y les descubrió cómo era Dios y hombre, R ey y Mesías tos? ¿Imitas la devoción, humildad y generosidad de los Magos?
prometido á los judíos y Salvador del mundo, y les causó un ¡Oh R ey del cielo!. A ceptad piadoso los votos que os he ofrecido,
gozo interior excesivo que les llenó toda el alma; porque si la cuyo ofrecimiento renuevo en este instante; quitad de mí el espí­
vista de la estrella material tan gran gozo les produjo, ¿qué ritu propio que me engaña, dándome vuestro espíritu que me
gozo causaría la vista de Jesús s, E strella de la mañana y Señor vivifica.
de las estrellas? ¡Oh qué cbntentos y hartos quedarían.con la 1*u u t o ü.° D espedida de los Magos y regreso á su tierra.
vista de esta divina E strella! ¡Oh G loria del Padre, Estrella res­ —Considera aquí eí coloquio tan dulce que tuvieron los R eyes
plandeciente de la m añana!: Ilustradme con vuestra luz, hartad­ con la V irgo» , dándola cuenta de la estrella que habían visto en
me con vuestra v is ta , alegradm é con vuestro resplandor, y lle­ Oriente, y de todo lo que les había pasado en el viaje; luego se
nadme de bienes con vuestra celestial influencia. Dichosos los ofrecerían á su servicio, admirados d é la santidad que en aquella
que os hallan, aunque sea en el pesebre, porque la bajeza del Señora resplandecía, y de v e r la pobreza del lugar en que estaba.
lugar no obscurece la grandeza de vuestra gloria, antes templa Y aunque san José no estuvo presente á la prim era entrada, para
la inmensidad de vuestro resplandor para que os contemplen con que ellos entendiesen que el Niño no tenia padre en la tierra; pero
más gusto. ¿Deseam os nosotros hallar á Cristo? ¿ Seguim os, corno» poco después vendría y tratarían con él de las mismas cosas.
los M agos, la estrella de la divina inspiración? ;Oh qué contenta estaría la V irg en oj'éndolas! ¡Cóm o las conser­
P u n to A doración d e los Mogos y presentación d e s u s varía con cuidado, y las conferiría en su corazón! ¡Cómo agra­
reales ofrendas.— Considera las tres cosas que hicieron los Ma­ decería á los M agos el trabajo que habían tomado en venir á
go s en obsequio de je s ú s , luego que penetraron en el portal, las adorar á su H ijo, y qué cosas tan divinas les diría para confir­
cuales estaban y a profetizadas por David. L a primera fiié pos­ marlos en la fe! Pondera, finalmente, cómo hallándose los M agos
trarse en tierra, en señal de la suma reverencia interior y exte­ perplejos acerca de lo que habían de h a c e r , y qué camino habían
rio r que le tenían; porque como el cuerpo se humilló lo más que de emprender p ara v o lv e r á su p a ís , en sueños tuvieron respues­
pudo, así e l ánima se humilló delante de este R ey, reconocién­ ta del Señor, que no volviesen á H erodes, y así se volvieron á su
dose en su presencia como polvo y nada; y cumpliéndose aqui lo tierra por otro camino- En lo que se v e la providencia y cuidado
que había dicho D avid *; que delante de El se postrarían los de tan paternal que tiene D ios de los que le sirv en , avisando á estos
Etiopía, y los que antes eran sus enemigos besarían la tierra en M agos de lo que les convenía, no sólo para librar al Niño de la
señal de sumisión. L a segunda cosa que hicieron fué adorarle, persecución de H erodes, sino para librarlos á ellos de las veja­
no sólo como se adoran los reyes de la tierra, sino con la supre­ ciones que aquel tirano cru el les hiciera, si volvieran á él. B óci-

• Matlb., ii, i i , — s Apoc., xxn, 16. — > P$a!m. lxxi , 9. > Psahn. l u í , 10.
■ 54 S<rr¿s p rim era .— P ía ilum inativa. M ed. 4 4 — V ir tu d e s, pruebas y prem ios de san José. 155
les ellos al mandato de D ios, luego le cumplieron, estimando en
más la palabra que les decía D io s, que guardar la que ellos 4 4 .— VIRTUDES, PRUEBAS Y PREMIOS DE SAN JOSÉ '.
habían dado al hombre^, porque no hay m ayor cordura que
P reludio 1.« San José fué d ig n o e sp o so d e M aría p o r la ex celen cia de sus virtudes, y
oir la voz de Dios y estar por su gobierno; pues todo v a orde­ g ra n d em en te co n so lad o p or su fidelidad en las pruebas.
nado para nuestra justicia y abundante paz. ¡ Oh dichosos Reyes! P reludio 2 .° R e p re sé n ta te al E tern o P a d r e , q u e t e d esig n a á san J o s é d lc ién d o te: « H e
V olveos contentos y gozosos por vuestro camino; dad por bien aq ui el v ard n ju s t o i q u ien c o n s titu í s e ñ o r d e m i c a sa y p rin c ip e d e m i h ered ad >.
empleados todos los trabajos que habéis padecido, y contad á Preludio y.” Pide la gracia de conocer las excelencias de san José y de imitar sus vir­
vuestras gentes las m aravillas del Señor que habéis contemplado. tudes.
£
Mas ahora que estáis eti vuestra glo ria, acordaos que nosotros,
miserables, nos hallamos en medio de innumerables peligros; P a n t o l .° Santid ad y virtud es de san J o s é — ponsidera
concedednos que, siguiendo com o vosotros la estrella de la di­ aquí la grande santidad de san José y las excelentes virtudes y
vina inspiración, logrem os lle g a r á la eterna contemplación del gracias que lé concedió el Señor para ser digno esposo de María
Señor. y ayo suyo; porque así como llenó de gracia al Bautista que había
.E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh R eyes mil veces afortunados! de ser su precursor y á los Apóstoles que habían de ser sus
Apenas conocen la señal del g ra n R e y , síguenla con fidelidad y pregoneros, así llenaría á san José de dones y gracias excelentí­
constancia. F ija su vista en la m isteriosa estrella, no declinan ni simas , con las cuales pudiese llenar los ministerios que le enco­
á la diestra, ni á la siniestra: y aunque han de pasar por amargas mendaba. Pondera luego cuán bien supo negociar san José estas
pruebas, al /in dan con el tesoro que con tanto afán han buscado. g r a c ia s , creciendo continuamente en e lla s , cumpliendo con per­
Párase la estrella sobre una hum ilde cueva ó portal; quedan los fección el significado de su nom bre, que quiere decir aumento ó
Magos sorprendidos de adm iración al v e r tanta p o b reza ; mas, crecimiento % Porque él acrecentó su santidad sobre todos los
alumbrados de celestial lu z, en el Niño fajado, tendido sobre el santos que le habían precedido: tuvo m ayor fe y obediencia que
pesebre, contemplan al mismo D io s del c ie lo ; póstranseante Él, A b ra h am ; más tolerancia en los trabajos que J a co b ; m ás casti­
adófanle como á su D ios y S eñ o r, y ofrécenle los dones que traen dad que su hijo J o s é ; trato más familiar con Dios qne Moisés;
á este lin dispuestos. Con el oro le reconocen como R e y ; con el m ás caridad con su pueblo que S am u el, y más humildad y man­
incienso como D ios, y con la m irra como hom bre; mas interior­ sedumbre que David. Y en todas estas y otras virtudes iba tra­
mente le ofrecen oro purísimo de caridad, incienso oloroso de zando cada día m ayores crecimientos, auxiliado m uy eficazmente
oración, y mirra m uy am arga de mortificación. ¡Cuánto agrada­ por el S eñ o r, que le habia escogido para m ás elevada dignidad
rían á Jesús estos dones! ¡Y qué gracias concedería en retornoá que á los antiguos patriarcas. En especial crecía este dichoso
santo subiendo por la escalera espiritual de la lecció n , medita­
los donantes! ¡Qué coloquios tan dulces y santos tendrían los
ción , oración y contem plación, imitando á su santísima Esposa,'
Magos con la V irgen y san José! A s í nos muestran estos piado­
y provocándose estos dos serafines á volar con sus alas, y á glo­
sos varones la conducta que hem os de tener en las diversas cir­
rificar al Santo de los santos en su oración K Y para hacer esto
cunstancias de nuestra vida. ¿T ratam os seriamente de imitarlos?
con más libertad de espíritu, escogió por inspiración divina
¿Seguimos como ellos la divina inspiración? ¿ Somos dóciles á los
guardar perpetua castidad, la c u a l, como dice san P a b lo «, quita
avisos de Dios y de sus representantes? ¿Nos arguye de alguna
los estorbos de la oración ; y en esta virtud se esmeró tanto, que
falta nuestra conciencia? ¿S erá posible que estos varones genti­
por especial favor ningún mal movimiento sen tía, aunque con­
les sean una reprensión viva de nuestra dureza y rebeldía? E xa­
versaba con una virgen muy b e lla , pero tan casta , que sólo
minémonos con im parcialidad, resolvam os, y oremos con fervor.1
m irarla ponía deseos de castidad. ¡ Oh glorioso P a tria rca ! De
vuestra angelical y purísima hermosura se admiran las jerar­
quías del cielo; por ella os pido supliquéis al Deseado de los co­
llados eternos», que derramó sobre vuestra cabeza su copiosa
bendición, la derrame también sobre la m ía , para q u e , á imita­
ción vuestra, crezca en buenas obras y aumente las virtudes, per­
severando con firmeza hasta alcanzar la corona. ¿Imitamos nos-

1 Esta m ed itació n podri h a c erse con provecho en la s festiv id a d e s d el glorioso patriarca


san J o sé. — * G e n e s ., xux , 2 2 . — i Is a i., vi, 2. — 4 I Cor., vu, 3 5 . - 5 Genes., xlix, 26.
154 Serie p rim era .— V ia ilum inativa. M ed. 4 4 . — V irtu d es , pruebas y prem ios de san José. 155
les ellos al mandato de D ios, luego 1c cumplieron, estimando en
más la palabra que les decía D io s, que guardar la que ellos 44.— VIRTUDES, PRUEBAS Y PREMIOS DE SAN JOSÉ *.
habían dado al hombre^ porque no hay m ayor cordura que
P reludio 1.0 S a n J o s é fu e d ig n o e s p o s o d e M arta p o r b ex celen c ia d e s u s v ir tu d e s , y
oir la voz de Dios y estar por su gobierno; pues todo v a orde­
g ra n d e m e n te co n so lad o p o r s u fid elidad e n la s p ru e b a s .
nado para nuestra ju sticia y abundante paz. ¡ Oh dichosos Reyes! Preludio 2.0 R e p re -é n ta te a l E te rn o P a d r e , q u e t e d e s ig n a á san Jo sé d ic ié n d o te : « H e
V olveos contentos y gozosos por vuestro camino; dad por bien a q u í e l v a ró n J u sto á q u ie n c o n s titu i s e ñ o r d e tn i c a s a y p rin c ip e d e m i h e re d a d a .
empleados todos los trabajos que habéis padecido, y contad á Preludio y .» P id e b g r a c ia d e c o n o c e r la s e x c e le n c ia s d e san J o sé y d e im ita r s u s v ir ­
vuestras gentes las m aravillas del S eñ or que habéiscontemplado. tu d e s .
$
M as ahora que estáis eu vuestra g lo ria , acordaos que nosotros,
m iserables, nos hallam os en m edio de innumerables peligros; P a n t o l . ° Sa n tid a d y virtud es d e san J o s é — Considera
concedednos que, siguiendo com o vosotros la estrella de la di­ aquí la grande santidad de san José y las excelentes virtudes y
vina inspiración, logrem os lle g a r á la eterna contemplación del gracias que lé concedió el Señor para ser digno esposo de María
Señor. y ayo suyo; porque así como llenó de gracia al Bautista que había
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh Res'es mil veces afortunados! de ser su precursor y á los Apóstoles que habían de ser sus
Apenas conocen la señal del g ra n R e y , síguenla con fidelidad y pregoneros, así llenaría á san José de dones y gracias excelentí­
constancia. Fija su vista en la m isteriosa estrella, no declinan ni simas , con las cuales pudiese llenar los ministerios que le enco­
á la diestra, ni á la siniestra; y aunque han de pasar por amargas mendaba. Pondera luego cuán bien supo negociar san José estas
pruebas, al fin dan con el tesoro que con tanto afán han buscado. g r a c ia s , creciendo continuamente en e lla s , cumpliendo con per­
Párase la estrella sobre una hum ilde cueva ó portal; quedan los fección el significado de su nom bre, que quiere decir aumento ó
M agos sorprendidos de adm iración al v e r tanta p o b reza; mas, crecim ientos. Porque él acrecentó su santidad sobre todos los
alumbrados de celestial lu z, en el Niño fajado, tendido sobre el santos que le habían precedido; tuvo m ayor fe y obediencia que
pesebre, contemplan al mismo D io s del c ie lo ; póstranse ante Él, A b ra h am ; más tolerancia en los trabajos que Jacob ; más casti­
ad ó tan le como á su D ios y Señ or, y ofrécenle los doneá que traen dad que su hijo J o s é ; trato más familiar con Dios que Moisés;
á este lin dispuestos. Con el oro le reconocen como R ey ; con el más caridad con su pueblo que Sam u el, y más humildad y man­
incienso como D ios, y con la m irra cómo hombre; mas interior­ sedumbre que David. Y en todas estas y otras virtudes iba tra­
mente le ofrecen oro purísimo de caridad, incienso oloroso de zando cada día m ayores crecimientos, auxiliado m uy eficazmente
oración, y mirra m uy am arga de mortificación. ¡Cuánto agrada­ por el S eñ o r, que le había escogido para más elevada dignidad
rían á Jesús estos dones! ¡Y qué gracias concedería en retorno á que á los antiguos patriarcas. E n especial crecia este dichoso
los donantes! ¡Qué coloquios tan dulces y santos tendrían los santo subiendo por la-escalera espiritual de la lecció n , medita­
ción , oración y contem plación, imitando á su santísima Esposa,
Magos con la Virgen y san José! A s í nos muestran estos piado­
y provocándose estos dos serafines á volar con sus alas, y á glo­
sos varones la conducta que hem os de tener en las diversas cir­
rificar al Santo de los santos en su oración Y para hacer esto
cunstancias de nuestra vida. ¿T ratam os seriamente de imitarlos?
con más libertad de espíritu, escogió por inspiración divina
¿Seguimos como ellos la divina inspiración? ¿ Somos dóciles á los
guardar perpetua castidad, la c u a l, como dice san P a b lo 4, quita
avisos de Dios y de sus representantes? ¿Nos arguye de alguna
los estorbos de la oración ; y en esta virtud se esmeró tanto, que
falta nuestra conciencia? ¿S erá posible que estos varones genti­
por especial favor ningún mal movimiento sen tía, aunque con­
les sean una reprensión viva de nuestra dureza y rebeldía? E xa­
versaba con una virgen muy b e lla , pero tan casta , que sólo
minémonos con imparcialidad , resolvam os, y oremos con fervor.
m irarla ponía deseos de castidad. ¡ Oh glorioso P a tria rca ! De
vuestra angelical y purísima hermosura se admiran las jerar­
quías del cielo; por ella os pido supliquéis al Deseado de los co­
llados eternos’ , que derramó sobre vuestra cabeza su copiosa
bendición, la derrame también sobre la m ía , para q u e , á imita­
ción vuestra, crezca en buenas obras y aumente las virtudes, per­
severando con firmeza hasta alcanzar la corona. ¿ Imitamos nos-

> Esta meditación podrá hacerse con provecho en las festividades del glorioso patriarca
san José. — a Genes., xlix ,22. — i Isai., v i, 2. — 4 I Cor., vil, 55. — »Genes., xlis, 26.
156 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M eJ. 4 4 .— V irtu d es. pruebas y prem ios de sau José. 157
otros las virtudes de san José ? ¿ Procuram os, como él, crecer de den á Jesús. ¡Qué am arguras! |Oh D ios eterno! Pues que permi­
continuo en la gracia? tisteis tales tribulaciones al santo patriarca José, para que en
i * a n t o S8.° P ru eb a s de san José. — Considera en este punto ellas diese los más provechosos ejemplos de virtud; por sus glo­
las am argas pruebas á que fué sometido por la Divina Providen­ riosos méritos os suplico me deis gracia muy eficaz para que en
cia este santo Patriarca. Porque le y ordinaria es que todos los que mis pruebas imite sus esclarecidas virtudes, y me haga digno de
quieren vivir piadosamente en Cristo J e s ú s , padezcan tribula­ m ayores dones. ¿ Cómo nos portamos en las pruebas que Dios
ción 1; y que cuanta m ayor haya de ser su semejanza con el Señor, nos envía ó permite?¿Imitamos la paciencia, resignación y pru­
tanta m ayor participación tengan en su cáliz. Pondera cómo la dencia que en las suyas tuvo san José?
primera*prueba que el Evangelio nos refiere del santo Patriarca P u n t o 3 .° Consuelos de san Jo sé.— Considera cómo Dios
José fué cuando, sin comprender el sublime misterio que el Es­ nuestro Señor, aunque reserva para la otra vida la paga princi­
píritu Santo habla obrado en su angelical E sp o s a , observó el pal de lo que por su amor se hace y se padece, no deja, sin em­
estado en que ésta se hallaba. ¡ Qué tribulación tan amarga! ¡Qué bargo, de regalar con abundancia y consolar con ternura á los
dudas, qué ansiedades, qué temores se apoderaron de su des­ suyos, aun en este mismo mundo. A sí lo hizo con el glorioso P a ­
consolado espíritu! ¿Sospechará de la fidelidad de M aría?Su triarca. Ninguna aflicción g ra ve le permitió á la que no siguiese
santidad no lo consiente. Y si e s , como piensa, la venturosa Vir­ poco después algún precioso regalo. V acila entre crueles angus­
gen anunciada por los profetas, ¿ se atreverá á morar en su com­ tias acerca de lo que debe hacer viendo el estado de María, y al
pañía? Su humildad profundísima no se lo permite =. ¿ Qué hará momento un ángel del Señor le d ic e ;«José, hijo de D avid, no te­
pues? ¿Separarse de ella? Su amor no lo tolera. ¡ O h , qué angus­ mas recibir á María, tu esposa: porque lo que ha nacido en ella,
tia! ¡Q ué zozobra! No puede descansar un solo instante, hasta es obra del Espíritu Santo. D ará á luz un Hijo, á quiert llamarás
que por medio de un ángel queda apaciguada en su corazón esta Jesús, porque salvará á su pueblo, librándole de sus pecados».
horrible tempestad. Mas José es el siervo fiel, y habiéndolo sido ¡Qué consuelo recibiría José al oir tan regalada noticia, y al
en esta primera prueba y salido de ella tan acrisolado y brillante, saber que Dios Nuestro Señor se dignaba tenerle en su casa y
el Señor le sujetará á otras n u e va s, compartiendo con su divina que le sirviese de padre! A l a pobreza, desamparo y padecimien­
Esposa M aría las triste za s, dolores y penas que habían de atra­ tos del portal de Belén, acompañan los himnos .angélicos y ado­
vesar el maternal corazón. L le g a el momento en que esta Señora raciones de los devotos pastores, que alegran su corazón. Con la
ha de dar á luz el Hijo de Dios , y san José no le pifede ofrecer exquisita dulzura del nombre de Jesús queda suavizada la am ar­
otra casa que un desmantelado p o rtal, ni otra cama que un pese­ gura de su espíritu, al v e r derramar la divina sangre. L a s ala­
bre de animales, y sobre las pajas ha de contemplar tendido al banzas inspiradas de Simeón y A na y el recuerdo de las grandes
R ey de cielos y tierra. Pasaron ocho días desde el nacimiento de obras que ha de realizar el divino Niño, sosiegan su corazón con­
Je sú s, y con lágrim as en los ojos ha de ver José que el cuchillo turbado por la memoria de los padecimientos que sufrirán tanto
cruel derrama la sangre de aquel inocentísimo Cordero. En el É l como su santísima Madre. A flígese á José en el viaje á Egip­
templo oye los aflictivos pronósticos de S im eón , que atraviesan to; pero consuélase viendo á los ídolos caerse hechos pedazos á
el alma de Alaría y destrozan su corazón amantísimo. No bien se los pies de Jesús. Tem e la ira de A rqu elao, y al instante un án­
ha templado algo esta pena irrem ediable, una visita del cielo le gel de Dios le tranquiliza. L lo ra inconsolable la pérdida del Niño,
anuncia que Herodes quiere matar á Jesús, y que por tanto es y le halla entre los doctores, causando la admiración de todos los
indispensable pasar á Egipto, para salvarle de la matanza infantil sabios, que le escuchan pasmados de tanta sabiduría en tan tierno
que ha resuelto aquella fiera; y José emprende este larguísimo Niño. De modo que cuantas veces el S^ñor permitió que la tri­
v ia je , sin ningún preparativo ni alivio de ningún género. Llora bulación acibarase la vida de José, otras tantas envióle divinos
Jesús, y él no le puede consolar; padece, y no le puede aliviar; contentos que volviesen la calma y alegría á aquel corazón con­
sufre su Esposa las inclemencias del tiempo y del viaje, y 110 tristado. De esta manera fué creciendo en toda suerte de virtudes
puede consolarla ni remediarla. ¡Pobre José! ¡ Cuántas lágrimas al lado de la angelical y divina Alarla, teniéndose por indigno de
derramaríais en aquel largo y penoso camino, aunque disimulan­ vivir en su com pañía, y mucho más de llamar con el cariñoso
do vuestra pena- para no aumentar la de M aría! Vuelven de nombre de esposa á tan distinguida Señora. ¡Oh dichoso santo,
Egipto, y nuevo dolor para José, porque teme al hijo de Hero­ á quien tan buena compañía le cupo en suerte! ¡Oh serafines de
des. Suben posteriormente á adorar á Dios en el tem plo, y pier­ la tierra, María y José! V uestra pureza excede á la de los del
cielo, y con vuestras alas voláis ligeramente á cumplir la divina
• I I T io i., n i, i i — > S . T h o m . , S u p p l . , lxu, 3 , i d 2 "m.
voluntad: encended mi corazón en amor de D ios, para que yo
i $$ Serie prim era .— V ia ilum inativa. M ed. 45.— San Juan Bautista en e l desierto. 139
también 1c sirva con la obediencia que ambos le tuvisteis, y ame esmeró sobremanera en la penitencia y aspereza corporal, practi­
;i todos mis hermanos con la p u reza de caridad con que ambos os cándola en todas las cosas en que se puede ejercitar, y esto con
amasteis. ¿Hemos meditado n osotros la suave providencia con gran rigor. En la comida, comiendo langostas y miel silvestre, la
que Dios regala «1los suyos en la s tribulaciones? ¿No confiaremos que topaba por los campos. En el vestido, vistiéndose una vesti­
en adelante en su divina bondad? dura tejida de pelos de cam ellos, y ciñéndose con una cinta muy
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Q u é gracias tan singulares y qué áspera. En el aposento y cam a, recogiéndose en alguna cueva ó
dones tan soberanos recibió san Jo sé de la benéfica mano del Se­ hendedura de las peñas, y durmiendo en el suelo, sufriendo con
ñor! Por lo mismo que le destinaba para el ministerio más subli­ admirable paciencia los fríos y calores y las injurias de los tiem­
me que hasta entonces había sid o desempeñado por el hombre, pos. Pondera cómo este glorioso santo hacía todo esto , no en
debía recibir m ayores favores celestiales que ningún otro; porque castigo de pecados pasados, pues fué santificado en el seno de su
propio es del Señor preparar 3’ disponer á sus criaturas para el madre y nunca hizo pecado g ra v e , sino para preservarse de pe­
fin á que las ordena. Mas José, com o siervo óptimo y fidelísimo, cados m uy ligeros, 3' para domar su carne y tenerla rendida á su
no se limitó á conservar cuidadoso los talentos recibidos, antes, espíritu, y para disponerse á recibir los dones del cielo, los cuales
negociando con ellos, conform e al expresivo significado de su de ordinario no se alcanzan sino por semejantes asperezas ■ . R e­
nombre, creció cada día con adm irables crecimientos, y adelantó flexiona ahora sobre ti mismo, y mira cuánto distas de la imitación
á pasos agigantados en el cam ino de la santidad. En medio de su de este admirable santo, porque te repugna la mortificación, no
próspera carrera se ve sorprendido por las más terribles tribu­ puedes sufrir las privaciones, resistes á las penitencias, y te in­
laciones, dudas crueles, so sp ech a s que destrozan su corazón, quietas y hasta murmuras y te quejas cuando en la comida, ves­
temores efue amargan su v id a , ifteertidumbres espantosas: todo tido ó aposento, te falta alguna cosa que por tu antojo quisieras
se junta para poner al santo P a tria rc a en las más duras pruebas. tener, llegando hasta el extrem o de sentir envidia de otros que
Pero en todas ellas no da un s o lo paso en falso, ni desdice un tú crees preferidos. Y confundiéndote de tan repugnante conduc­
punto de lo que reclaman su a criso la d a virtud é ilustre santidad. ta, enciende en tu corazón entrañables deseos de imitar á este •
Su paciencia es inalterable, su prudencia es consumada, su obe­ santo en lo que és imitable conforme á tu llaqueza, abrazando la
aspereza corporal que pudieres, castigando á tu carne, y ofre­
diencia la más diligente y rendida. Confía en D ios, y Dios le so­
ciéndola en hostia v iv a , santa, agradable á D ios *, no solamente
corre , enviándole sus ángeles.ú o tro s alivios que repentinamente
por los fines dichos, sino también en satisfacción de los muchos
convierten su llanto en g o zo , su tristeza en aleg ría , sus vacila­
pecados que por su causa has cometido, 3' porque esta librea es
ciones en seguridad completa. ¡ F e liz el hombre que pone, como
propia de los criados del R ey celestial; pues, como dijo Cristo *,
san José, en Dios toda su confianza! ¿Qué hacemos nosotros?
los que van por contrario cam ino, viven en los palacios de los
¿Cómo nos conducimos? Si J o s é es tan santo, ¿por qué no le
reyes terrenos, y précianse de ser sus siervos. ¡Oh R ey eterno!
somos más devotos? Si d eseam os su devoción, ¿por qué no le
Siervo vuestro deseo s e r , y en serlo poner toda mi gloria. Pré-
imitamos con más cuidado c in vo cam o s con m ás asiduidad y
ciense otros de servir á los nobles y grandes de la tierra; mi
confianza? ¿Puede este bendito s a n to estar satisfecho de nuestro
gozo, mi honor y toda mi gloria está cifrada en serviros 3' agra­
proceder? ¡ Qué confusión sentirá nu estra alm a, si reflexiona bien
daros á V o s, morar en vuestra casa, vestir vuestra librea, tra­
acerca de esto! Aumentemos, p u e s , nuestros deseos de honrar á
yendo en mi cuerpo vuestra mortificación, como la trajo vuestro
José, y para que sean v e rd a d e ro s , propongamos lo que hemos
Precursor. ¿Sientes esto, alma mía? ¿Cómo debes practicarlo?
de hacer al efecto; pidámosle su protección para nosotros, para
P a n t o Sí.0 E jercitóse en oración y contem plación altísi­
la Iglesia y para todo el mundo.
ma.—Considera en este punto cómo san Juan Bautista se ocupó
en oración y contemplación perpetua y muy levantada, teniendo
45.— SAN JUAN BAUTISTA EN EL DESIERTO. por singular privilegio al mismo Espíritu Santo por M aestro, el
cual le llevó á la soledad, y állí le hablaba al co razó n 4, enseñán­
Preludio i .«• El Bautista estuvo en el desierto hasta principiar su predicación, y allí se dole con m aravillosas ilustraciones 3' consuelos, con m ás abun­
ejercitó en la penitencia , oración, fortaleza y pureza de alma.
dancia que á M oisés, E lias, D avid 3- á todos los Profetas que le
Preludio t » Represéntate al Bautista cubierto de áspera vestidura, orando.
precedieron. Adm ira aquí la amorosa providencia del Señor, el «
Preludio 3.» Pide la gracia de saber imitar la vida santa del Bautista.

• Luc., 1, 80; III, 2: Mattb., m, 4: Marc., 1, 4- — » Rom., xii, 1 .— 1 MatUl.,xi,3 .


P a u t o l.° E jercitóse en la penitencia corporal.— Con­ 4 Osee., 11, 14.
sidera atentamente cómo san J u a n Bautista en el desierto se
¡6 o Serie prim era. — y ¡a iluminativa.
Med. 4 5 .— San Juan Bautista cu el desierto. 161
c u a l, viendo que no le es posible al hombre vivir sin algún de­
leite , cuando por su amor unose priva de los deleites de la carné, ba en la pureza de corazón, apartándose de culpas muy ligeras,
le com unica con m ayor abundancia los deleites del espíritu '• V y en el fervor de crecer en todas estas virtudes; por lo cual dice
como san Juan renunció totalmente las riquezas, honras, digni­ san Lucas ' que crecía y se iba confortando en el espíritu, esto
dades y re g a lo s de la casa de su padre, y afligía su carne tan ás­ es, que crecía en el cuerpo y también en el espíritu: porque el
peramente , prem iábalo Dios con el ciento tanto, regalándolo con Espíritu Santo le confortaba y ayudaba, cumpliéndose en él lo
inefables g o zo s celestiales; de modo, que el desierto era para él que dijo D a v id 3:« Bienaventurado el varón á quien tú ayudares,
casa de recrea ció n , y la cueva como cielo, y la soledad era oca­ porque con tu auxilio trazará los crecimientos en su corazón, y
sión de com pañía, conversando siempre con los ángeles y con el subirá de virtud en virtud, hasta ver á ti Dios verdadero en Sión».
mismo Dios. S a c a de todo esto grande aliento para las asperezas ¡Oh Espíritu santísimo! Confortad mi ilaco espíritu, para que, á
del cu erp o , pues así las premia Dios con los regalos del cielo, y imitación de este valeroso Precursor, siga firme y constante por
juntamente grande afición á la oración y trato con Dios nuestro el caminó de la penitencia y oración, resistiendo con valor á los
Señor, donde tanto consuelo y aliento se recibe. Procura subir espíritus m alignos, preservándome de toda culpa y creciendo en
juntamente al monte de la mirra y al collado del incienso 3, ar­ las virtudes como la luz de la mañana hasta llegar al perfecto
monizando la m ortificación con la oración, porque la una sin la día K Exam ina, alma devota, si te apartas de esta doctrina, y cómo
otra podrían condu cirte, ó á la vanidad espiritual, ó á alguna pe­ debes reformarte.
ligrosa ilusión, y las dos se ayudan mutuamente. Pide al Espíritu E p i l o g o y c o lo q u io s .—¡ Qué penitencia tan austera y rigu­
' Santo que sea tu m aestro interiormente, aunque no por eso has. rosa! ¡qué oración tan elevada! ¡qué fortaleza y constancia tan
de dejar á los maestros de espíritu que Dios ha puesto en la tie­ invicta!, y, sobre todo, ¡qué limpieza tan angelical resplandecen
en san Juan Baut'sta durante su permanencia en el desierto! Su
rra , porque no querrá usar contigo del privilegio que concedió á
com ida, la más fru gal: su vestido, el más áspero; su cam a, la más
san Juan. ¡Oh, alm a mía! Fija tu vista en este glorioso Precur­
d u ra ; su oración y contem plación, incesante; sus batallas contra
sor, y al v e r los regalos exquisitos con que Dios le premia en
el demonio, continuas, y quedando él siempre vencedor; y todo
medio del d esierto , ten buen ánimo y esfuérzate en imitarle con
esto sin caer apenas en la más ligera falta, y creciendo sin cesar
la perfección que te sea posible, recordando que la mano del Se­
en todo género de virtudes: tal es san Juan, uno de los modelos
ñor no se ha abreviado, y que no negará á sus imitadores las gra­
m ás perfectos y acabados que debieras tener siempre delante de
cias que á él dispensó. Piensa, pues, lo que te conviene hacer.
los ojos. El mismo Jesucristo quiso tributarle las más gloriosas
F a n t o 5t.° E jercitóse en la fo rta leza d e espíritu y lim pie­
alabanzas y hacer de él el más elocuente panegírico. V tú apenas
za de alm a — Considera en este tercer punto cómo se esmeró el
te acuerdas de im itarle, quizás sigues un camino opuesto. En lu­
Bautista en grande fortaleza y constancia, perseverando mochos
g a r de amar la penitencia, buscas los regalos del cuerpo y huyes
años en estos dos géneros de ejercicios ; y es muy creíble que en
de toda mortificación; prefieres parlar con los hombres que con­
este tiempo padecería gravísim as tentaciones y batallas del de­
versar amorosamente con D ios: á una leve tentación del demonio,
monio; porque si C risto Nuestro Señor las padeció en los cua­
y a sucumbes; en tus buenos propósitos eres inconstante, y llenas
renta dias que se reco gió en el desierto, mucho más las padecería
tu alma de defectos, imperfecciones y hasta pecados. ¿H^sta
san Juan en el discurso de tantos años, haciendo vida tan admi­
cuándo ha de durar una vida tan extraviada? ¿Qué debes resol­
rab le, de la cual Satanás tenía rabiosa envidia; y así deseaba
ver y practicar para imitar al glorioso Precursor? ¿ En qué cosas
derribarle, porque siempre desea tragar el manjar m ás escogido, te debes reform ar? Piénsalo atentamente, haz firmes propósitos,
y querría sorber si pudiera al mismo río Jordán \ esto es, al santo pide a l mismo santo su protección para cum plirlos é im itarle, y
m ás penitente. Pondríale delante los regalos que tendría en la ruega por las demás necesidades.
casa de sus padres y entre sus deudos; la dignidad del sacerdocio
que le venía por herencia; la terribilidad de la vida que comen­ • I.uc-. i . So. — 5 N m . ixxxm . 6. — t Prov., i v f 18-
zaba, y otras batallas á este talle, invisibles y visibles, permitién­
dolas Dios para ejercicio de este santo, y para que creciese en toda
virtud y fortaleza, porque le resistía valerosamente y triunfaba
, siempre de su enemigo. Pondera cómo de esta manera se señala-

• S. Gr«g., lib. vin, Atoro/., c. 8— * Canl.,iv, $. 6 ; Greg., lib. i, Dtalog., c. i.


i Job, x i, i$.
11
162 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. 4 6 .— Predicación de san Juan Bautista i ‘63

.(¿.— PREDICACIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA. P u n t o S8.° M ateria de su predicación y f ruto.— Considera
en este punto la m ateria sobre que versaba la predicación del
Pkeiudi» i .o Movido d«l Espíritu Santo, d Bautista salió á predicar con grande espi- Bautista. E l asunto de todos sus sermones no eran cosas vanas,
ritu; convirtió muchos pecadores. humillándose profundamente. tem porales y de escasa importancia para las alm as, sino exhor­
P reludio 2 ° Represéntate al Bautista predicando á la multitud compuesta de todas las tar á la penitencia, haciendo frutos dignos de ella, y á esto ¡novia
clases sociales, que le oye compungía. con la esperanza del premio eterno, porque se acercaba el reino
P reludio 3»0 Pide la gfacia d e imitaren lo que puedas at santo Precursor*
de los cielos; y también con amenazas del castigo eterno, porque,
como él decía, la segu r está puesta á la raíz, y todo árbol que no
P u n t o l.° Motivos y modo d e la predicación del B a u ­ llevare fruto, será cortado y echado en el fuego, y D ios tiene el
tista.— Considera cómo llegado el Bautista á la perfecta edad bieldo en su mano para limpiar la era del mundo; y el trigo , que
movido por el Espíritu Santo, salió por las riberas del Jordán á son los buenos, será recogido en las trojes <|cl cielo, y la paja, que
predicar el bautismo de penitencia en remisión de los pecados. son los m alos, será echada en el fuego que nunca se ha de acabar.
Pondera cómo es propio del divino Espíritu, después que hace á Con estos dos títulos debes tú alentarte á hacer penitencia, espe­
sus escogidos muy perfectos, m overles á que procuren hacer rando el premio y temiendo el castigo, imaginando que quizá está
perfectos á otros; y así movió :i san Juan para que saliese á pre­ y a la segur á la raíz del árbol de tu vida para cortarla; y si no
dicar y aparejar un pueblo perfecto para Cristo nuestro Señor *.
te enmiendas, serás paja que ha de ser cebo del fuego eterno. Pon­
Demás de esto, como había estado tantos años en la secreta
dera también el fruto de la predicación de san Juan, el cual fué
bodega de los vinos de D ios >, embriagándose con el vino tortísi­
copiosísimo, porque innumerable gente de todos los estados con­
mo de la caridad, ella misma le hizo salir de aquel recogimiento,
currían á él, y le obedecían, y se dejaban bautizar, con tantas
para convidar á los hombres al servicio de su Amado. M ira los muestras de humildad y arrepentimiento, que le confesaban y
motivos que deben inducir á los predicadores y te deben inducir declaraban sus p eca d o s'. Y lo que m ás admira es, que, con no
á ti, si lo eres, á emprender el ejercicio del sagrado ministerio; hacer m ilagros, persuadía esto, porque tenían su vida p or un
el amor de Dios y del prójimo, y la obediencia á la inspiración del continuo 3' muy señalado milagro. ¡Tan eficaz es la vida ejem plar
Espíritu Santo. Si otros m otivos te inducen á salir en público, si
del predicador para persuadir lo que predica. aunque sea la cosa
pones tus ojos en algún bien ó lucro tem poral, y te entremetes más dificultosa, y el que lo oye muy duro de corazón. ¡Oh Padre
por tu voluntad, yerras miserablemente, y en vez de ganancias Eterno! Despertad en vuestra Iglesia muchos imitadores de este
reportarás pérdidas. Reflexiona también cómo el espíritu con soberano P recursor, que vayan delante de vuestro H ijo, apare­
que predicaba era por una parte celoso y terrible como el de jándole un pueblo perfecto, predicando su santa ley con celo y
E lias, y por otra compasivo y misericordioso como el de Moisés, m isericordia, confirmando con la vida lo que dicen con la pala­
mezclando sabiamente lo dulce con lo am argo, la severidad con bra, para que recojan fruto muy copioso de muchas alm as, alcan­
la blandura; porque á los obstinados fariseos hablaba con pala­ zándoles la vida eterna. Y tú, alm a m ía, ¿no te avergüenzas de
bras duras, llamándoles linaje de v íb o ras, y amenazándoles con tu tibieza y soberbia, al ver la penitencia y humildad de los oyen­
que la segur estaba puesta á la r a íz , y otras cosas terribles >; tes del Bautista ? ¿ X o pensarás en imitarios ?
pero á la sencilla muchedumbre del pueblo y á los publicanos y P a n t o 3 .° H u m ild a d d el B a u tista en m edio de los
soldados acogía con gran m isericordia, sin excluir á ninguno, aplausos.— Considera cóm o, viendo el pueblo la admirable vida
dándoles consejos saludables y de fácil cumplimiento. En estas del Bautista, llegaron á pensar si era el M esías, y algunos le
enseñanzas tienen los varones apostólicos la manera prudente tenían por tal. Mas en esta ocasión descubrió él la rara humildad
de ejercitar el santo ministerio con provecho de las almas. ¡Oh que tenia en medio de tantas grandezas y aplausos. Porque él no
admirable y glorioso Santo! Verdaderamente sois lámpara que se envaneció con la vida tan áspera que hacía ni con los excelen­
a rd e y q u e alumbra 6; porque el ardor de la caridad en que os tes clones y favores que recibía de Dios en la contemplación, n;
abrasáis, os obliga á salir de vuestro retiro, para derramar en por el aplauso del pueblo, ni por la grande opinión que de él
abundancia los rayos brillantes del buen ejemplo con que alum­ tenían, ni por la grande honra que todos le daban. L o cual es
bráis á todo el mundo. ¡Oh alma! Á los resplandores de esta luz cosa rara, porque, como dice san Bernardo es de pocos y muy
examina tu conducta, y mira la reforma de que necesitas. esclarecidos santos juntar humildad con inocencia y con santidad
m uy honrada y venerada. A dem ás, él no vaciló en confesar pübli-
« S. Tliom.; Luc., ui, 3: Matth., 1:1,2. — = Luc., ¡.1 7 . — jCant., 11, 4.
^ Matth , 111, 7. — 5 l.uc., u i, 3 . — í Joan , v . 35. 1 Matth., tu, 6. — 2Serm. 13 ct 4a; Epist. 43; S. Greg. lib. mor.
164 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 47 .— Embajada de los ju d ío s a l Bautista. 165
camente su propia bajeza y la grandeza de Cristo Nuestro Señor,
Señor en dar eficacia á su palabra. ¿Por qué no imitas tú al glo­
dicien d o1: «Aunque me tenéis por tan grande, sabed que hay rioso Bautista en las circunstancias de su predicación? ¿Por qué
otro más fuerte que y o , y más poderoso en la obra y en la pala­
no le im itas, especialmente en la virtud de la humildad, siéndote
b ra; y el ex ceso que me hace no es como quiera. sino ta l. que no
tan necesaria y tan fácil? Piensa lo que debes hacer; haz propó­
so y digno de ser el mínimo de sus esclavos, ni de hacer el oficio sitos; pide gracia, y ruega por todo lo demás que te hayan enco­
m ás bajo en su servicio, cual es desatarle 1% correa de sus zapa­ mendado.
tos ». P or donde se ve que el verdadero hum ilde, cuanto es inás
santo, tanto se tiene por más vil y bajo á los ojos de D ios, juzgán­
4 7 ,- EMBAJADA DE LOS JUDÍOS AL BAUTISTA.
dose por indigno de ser su e scla v o . en lo cual podrás tú conocer
si lo eres. P o r fin, m ira cómo el B au tista, prosiguiendo en su hu­
P reludio Enviaron los judíos una embajada á san Juan Bautista para preguntarle si
millación . apoca su bautismo por engrandecer el de Jesucristo, era Cristo , ó Elias, ó algún profeta, á lo que contestó negativamente
diciendo que el suyo es de agua sola, sin tener virtud de perdo­ Ptauoio Rcproéntate á san Juan Bautista hablando con los embajadores.
nar pecados ni lavar el alma; pero que otro vendría que los P reludio 5.0 Pide gracia de imitar la bu nüJaJ y demás virtudes del Bautista.
bautizaría con un bautismo por el cual les diese el Espíritu Santo
y el fuego del divino amor; y en esto se ve otro carácter del P u n t o l . ° Sari J u a n d ice que no es e l Cristo, n i E lia s , n i
humilde, que apoca y desprecia sus obras en cuanto son suyas, otro profeta.— Considera cómo los judíos, deseosos de enterarse
y juntamente engrandece y da á conocer las obras de Dios. Al de quién era Juan, cuya vida tanto les adm iraba, le enviaron una
v e r tan profunda humildad en san Juan, confúndete de conocerle diputación que le preguntase si era el Cristo '. Mas é l, con gran
tan diferente y hallarte tan soberbio en los pensamientos, pala­ prontitud y aseveración, contestó secamente: « Y o no soy Cristo».
bras y ob ras, y pide á este glorioso santo te alcance la gracia de A s í burló este santo P recursor los ardides del demonio, que, en­
saberle im itar, ¡Oh glorioso Precursor! Gózome en el alma de vidioso de su virtud. pensaría derribarle ofreciéndotela dignidad
veros tan hum ilde, con ser de Dios y de los hombres tan honrado; de Dios y de C risto . como había derribado á los primeros padres
suplicad al S eñ o r, que os dió tan rara humildad, me dé alguna A dán y E va y á muchos príncipes y monarcas del mnndo. ¡Cuán
parte de ella , para que no pierda por mi soberbia el bien que Dios poderosa es la virtud de la humildad para descubrir y vencer los
me hubiere dado por su gracia !. Y nosotros, siendo tan pobres, engaños de Satanás! Pondera cóm o, no satislechos los enviados
¿no querrem os humillarnos? ¿Dejaremos que nos lleve la vani­ de los judíos de la respuesta del Bautista, continuaron pregun­
dad , el deseo de agradar y el afán de sobreponernos á los demás? tándole: «¿Eres Elias?» Respondió: «No soy». «¿Eresprofeta?»
!El>ílogo y c o lo q u io s . ¡ Hermoso y perfecto dechado para Respondió: «No». En lo cual debes admirar más la humildad de
el misionero y para todo aquel que tiene á su cuidado la ense­ este grande hom bre; porque pudiendo decir con verdad que era
ñanza de los demás, es el glorioso Bautista! Amante de su retiro E lias =y proteta en el sentido en que lo dijo después Jesucristo,
y enamorado del desierto, sólo se aparta de él cuando se siente no quiso; sino, atendiendo al sentido en que se lo preguntaban,
movido por el divino Espíritu é impulsado por el amor á Dios y con gran resolución respondió que no lo era. M ira cómo es pro­
á los'bombres. Él predica, pero ¡con qué c e lo ! ¡con cuánta vive­ pio del verdadero humilde, no sólo el rechazar la honra que no
za! ¡con qué dulzura atrae á los arrepentidos, y con qué fuego m erece, sino también el rehusar, cuanto es de su parte, la que
embiste á los duros y soberbios! Predica, pero ¡qué asuntos tan m erece y pudiera aceptar; por cuyo motivo él inventa modos
prácticos! ¡con qué razones tan sólidas los apoya! L a penitencia, para encubrir y ocultar sus grandezas, con tal de no ofender á la
e l arrepentimiento de las culpas, arrancado é inspirado por la majestad de Dios; como en este caso dijo san Juan que no era
consideración de los bienes eternos y de los males perdurables: profeta, entendiendo por tal al que anuncia las cosas por venir,
tales son sus temas favoritos. A s í se explica el maravilloso frutó en cuyo sentido él no lo e r a , toda vez que señalaba con el dedo
de bendición que logra. A s í se comprende que, sin hacer otros al M esías, que y a estaba en el mundo. O bserva, por fin, el modo
m ilagros que el de su vida austera y penitente, vengan á milla­ cómo responde con palabras breves y muy se c a s, y cada vez m ás
res los pecadores más endurecidos, confesando humildemente lacónicas, hasta decir secamente «no». A s í se porta el verdadero
sus pecados, y pidiendo con lágrim as el perdón de todos ellos. humilde con los que le lisonjean y alaban vanamente; porque ni
¡A h ! Es que D ios ensalza á los humildes; y como san Juan esta­ se paga de la honra ó fam a, ni se recrea en mirar al sol de la glo­
ba adornado con esta hermosa y atractiva virtud, complacíase el ria mundana cuando resplandece, como dice Job ni á la luna

‘ Math., ni, H. — 1 Mich.,vi. 14. Joan., 1, 19. — * MaíUi., xvn ,12 . — S Job. xxxi, 26.
164 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
A íeJ. 4 7 .— Embajada de los ju d ío s a l Bautista. 165
camente sil propia bajeza y la grandeza de Cristo Nuestro Señor,
Señor en dar eficacia á su palabra. ¿Por qué no imitas tú al glo­
diciendo*: «Aunque me tenéis por tan grande, sabed que hay
rioso Bautista en las circunstancias de su predicación? ¿Por qué
otro más fuerte que y o , y más poderoso en la obra y en la pala­ no le im itas, especialmente en la virtud de la humildad-siéndote
bra; y el exceso que me hace no es como quiera. sino ta l, que no
tan necesaria y tan fácil? Piensa lo que debes hacer: haz propó­
so y digno de ser el mínimo de sus esclavos, ni de hacer el oficio sitos; pide gracia, y ruega por todo lo demás que te hayan enco­
más bajo en su servicio, cual es desatarle la correa de sus zapa­ mendado.
tos ». P or donde se ve que el verdadero hum ilde, cuanto es más
santo, tanto se tiene por más vil y bajo á los ojos de D ios, juzgán­
47. -EMBAJADA DE LOS JUDÍOS AL BAUTISTA.
dose por indigno de ser su esclavo, en lo cual podrás tú conocer
si lo eres. P o r fin, mira cómo Cl B autista, prosiguiendo en su hu­
P reludio l.° Enviaron los judíos una embajada á san Juan Bautista p ra preguntarle sí
millación, apoca su bautismo por engrandecer el de Jesucristo, era Cfisto , ó Elias, ó algún profeta, á lo que contestó negativamente
diciendo que el suyo es de agua sola, sin tener virtud de perdo­ Preludio 2.* Repreréntate á san Juan Bautista hablando con los embajadores.
nar pecados ni lavar cl alma; pero que otro vendría que los Preludio 5.0 Pide gracia de imitar !a hu niUad y demás virtudes del Bautista.
bautizaría con un bautismo por el cual les diese el Espíritu Santo
y el fuego del divino amor; y en esto se ve otro carácter del P u n t o l . ° San J u a n dice que no es el Cristo, n i E lia s , n i
humilde, que apoca y desprecia sus obras en cuanto son suyas, otro profeta.— Considera cómo los judíos, deseosos de enterarse
y juntamente engrandece y da á conocer las obras de Dios. Al de quién era Juan, cuya vida tanto les adm iraba, le enviaron una
ver tan profunda humildad en san Juan, confúndete de conocerte diputación que le preguntase si era el Cristo Mas él, con gran
tan diferente y hallarte tan soberbio en los pensamientos, pala­ prontitud y aseveración, contestó secam ente: « Y o no soy Cristo ».
bras y obras, y pide á este glorioso santo te alcance la gracia de A sí burló este santo Precursor los ardides del demonio, que, en­
saberle imitar. ¡Oh glorioso Precursor! Gózome en cl alma de vidioso de su virtud, pensaría derribarle ofreciéndole la dignidad
veros tan hum ilde, con ser de Dios y de los hombres tan honrado; de Dios y de C risto , como había derribado á los prim eros padres
suplicad al Señor, que os dió tan rara humildad, me dé alguna Adán y E va y á muchos príncipes y monarcas del mundo. ¡Cuán
parte de ella , para que no pierda por mi soberbia el bien que Dios poderosa es la virtud de la humildad para descubrir y vencer los
me hubiere dado por su g r a c ia 2. Y nosotros, siendo tan pobres, engaños de Satanás! Pondera cóm o, no satisfechos los enviados
¿no querrem os humillarnos? ¿Dejaremos que nos lleve la vani­ de los judíos de la respuesta del Bautista, continuaron pregun­
dad , el deseo de agradar y el afán de sobreponernos á los demás? tándole: «¿Eres Elias?» Respondió: «No soy». «¿Eres profeta?»
E p í l o g o y c o lo q n io s . ¡ Hermoso y perfecto dechado para R esp on d ió:«No». En lo cual debes adm irar.m ás la humildad de
el misionero y para todo aquel que tiene á su cuidado la ense­ este grande hom bre: porque pudiendo decir con verdad que era
ñanza de los dem ás, es el glorioso Bautista I Amante de su retiro E lia s 2 y profeta en el sentido en que lo dijo después Jesucristo,
y enamorado del desierto, sólo se aparta de él cuando se siente no quiso; sino, atendiendo al sentido en que se lo preguntaban,
movido por el divino Espíritu é impulsado por el am or á Dios y con gran resolución respondió que no lo era. M ira cómo es pro­
á los'bombres. Él predica, pero ¡con qué celo! ¡con cuánta vive­ pio del verdadero humilde, no sólo el rechazar la honra que no
za! ¡con qué dulzura atrae á los arrepentidos, y con qué fuego m erece, sino también el rehusar, cuanto es de su parte, la que
embiste á los duros y soberbios! P redica, pero ¡qué asuntos tan m erece y pudiera aceptar; por cuyo m otivo él inventa modos
p rácticos! ¡ con qué razones tan sólidas los apoya! L a penitencia, para encubrir y ocultar sus grandezas, con tal de no ofender á la
e l arrepentimiento de las culpas, arrancado é inspirado por la majestad de Dios; como en este caso dijo san Juan que no era
consideración de los bienes eternos y de los males perdurables: profeta, entendiendo por tal al que anuncia las cosas por venir,
tales son su s temas favoritos. A s í se explica el m aravilloso frutó en cuyo sentido él no lo era, toda vez que señalaba con el dedo
de bendición que logra. A s í se comprende q u e, sin hacer otros al M esías, que y a estaba en el mundo. O bserva, por fin, el modo
m ilagros que el de su vida austera y penitente, vengan á milla­ cómo responde con palabras breves y muy secas, y cada vez m ás
res los pecadores más endurecidos, confesando humildemente lacónicas, hasta decir secamente «no». A s í se porta el verdadero
sus pecados, y pidiendo con lágrim as el perdón de todos ellos. humilde con los que le lisonjean y alaban vanamente; porque ni
¡A h ! Es que D ios ensalza á los humildes; y como san Juan esta­ se paga de la honra ó fam a, ni se recrea en m irar al sol de la glo­
ba adornado con esta hermosa y atractiva virtud, complacíase el ria mundana cuando resplandece, como dice Job }, ni á la luna

Joan., 1, 19. — * Maith., xvh , 12. — i Job. xxxi, 26.


1 Math., i n , i i . — 1 Mich.,vi. 14.
16 6 Serie prim era.— Via iluminativa.
M ed. q-j. — Embajada de los ju d íos a l Bautista. 167
de la fama cuando está c la ra , ni les bésala m ino,saboreándose en qué bautizaba, reprendiéndole como usurpador de un oficio que
lo que tiene, ó en lo que de él dicen. ¿Caes tú en estos defectos? no le pertenecía, no siendo ni el Cristo, ni E lia s , ni Profeta. Pero
¿Imitas al Bautista al recibir aplausos del mundo? ¿Te complaces san jaan, sin excusarse, ni volver por sí, ni decir que bautizaba por
en las alabanzas que te tributan? ¿Ocultas discretamente los do­ mandato de D ios, contestó sencillamente: * Mi bautismo es sólo
nes que el Señor te ha concedido? ¡Oh Sol de Justicia de quien de agua; mas en medio de vosotros está otro que no conocéis:
vuestro Precursor recibió tanta luz para despreciar el resplandor este e s el Mesías que ha de ven ir, el cual es m ayor que y o , y yo
mundano! Ilustradme con otra semejante, que cierre mis ojos no soy digno de desatar la correa de su zapato». ¡ Qué humildad
para no v e r con deleite lo que me ha de cegar con vanidad. tan profunda! Recibe la reprensión que le dirigen sin defenderse,
P a n t o ¡8.° E l B a u tista dice que es vos d el que clam a en como que gusta de ser reconvenido sin culpa, y no quiere des­
el desierto. — Considera cóm o, preguntando por cuarta vez los cubrir lo secreto de su h onra, sino es cuando conviene para la
enviados de los judíos á san Juan quién era, él respondió2: «Soy honra de D ios, que siempre y en todo procura. ¡ Qué fidelidad en
voz del que clama en el desierto». Con las cuales palabras, como cumplir su ministerio! S e vale de la misma reprensión de los dele­
muy humilde, de tal modo declaró el oficio que D ios le había en­ gados del concilio para dar delante de ellos testimonio de Cristo,
comendado . que juntamente descubrió la nada que tenía de su como lo había dado delante del pueblo, apocando su propia per­
cosecha, cliciendlo que su oficio era ser voz y pregonero de C ris­ sona y bautism o, y engrandeciendo la persona de Cristo nuestro
to, avisando á los hombres que se preparasen para recibirle. Señor. En lo cual descubrió también exquisita prudencia, porque
Pero llamóse vo z, porque como la voz no tiene ser ni permanen­ como esta gente era tan principal, y había de llevar su respuesta
cia de su cosech a. y está pendiente del que la dice y del que á todo el senado de Jerusalén. gustó de manifestar quién era él
h ab la, asi él sentía de sí mismo que de su cosecha no tenía ser y quién era C risto, para que llegase á noticia de todos, y de
ni valor en aquel oficio, sino que todo lo recibía de Dios, que ha­ todos fuese Cristo venerado como M esías, y él no más que por
blaba por él y cuya voz era. Por donde se ve que la humildad no una v o z, y el bautismo de Cristo fuese más estimado que d suyo,
es ciega para conocer los dones que tiene de Dios, ni muda para 3' asi le recibiesen de mejor gana. ¡A h ! Con mucha razón dijo el
confesarlos cuando es menester; pero entonces los declara con S e ñ o r ', hablando de éste glorioso santo, que no.era caña que se
palabras humildes, en las cuales descubre la dependencia que m ovía á todos vientos, sino firme como la tierra, porque estaba
tiene de Dios y la nada que tiene de sí. Pondera además cómo, fundado sobre su nada. ¡Oh Dios Eterno, que labrasteis por
pudiendo el Bautista haber dicho que era hijo de Z acarías, de la vuestra mano este dechado de humildad, y le enviasteis delante
familia sacerdotal, no dijo sino que era voz de Cristo, porque el de Vuestro Hijo, que venia por maestro de ella! Ayudadm e para
humilde no se precia de linajes, ni de padres carnales, ni de ofi­ que aprenda de estos ejemplos á ser humilde, y con la humildad
cios habidos por herencia, como el soberbio, sino solamente de disponga mi corazón para recibir los dones de vuestra gracia,
ser siervo de C risto , consagrado á cumplir su voluntad. Final­ que negáis á los soberbios y concedéis á los humildes, levantán­
mente: mira con cuánta razón dijo que era voz, porque su vida y doles de la bajeza, para que suban á la alteza de su gloria. ¿X o
doctrina, sus ejemplos y palabras, eran voz que exhortaba á san­ nos persuadimos aún de cuán necesaria nos es la humildad?¿Qué
tidad y perfección; y era voz de Dios, porque así como el hombre hacem os para alcanzarla?
es conocido por la vo z, así por la vida del Bautista se daba á co­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh humildad verdaderamente ad­
nocer la grandeza y majestad de Dios. ¡ Oh Dios Eterno! Haced­ mirable del glorioso Precursor! E s tal su perfección y santidad,
me voz de vuestro Hijo unigénito Jesucristo, concediéndome una que da motivo á que se sospeche si es el M esías, 3’ preguntado
vida tan perfecta, que ella sea voz pregonera de su g lo r ia , atri­ acerca de este punto tan glorioso para é l , no sólo niega lo qne
buyéndola, no á mí, sino á Vos, de quien todo lo bueno procede, y debía n egar, sino que encubre lo que sin falta podía manifestar,
á quien sea honra y gloria por los siglos. ¡Oh alma! Mira la humil­ diciendo que tampoco era E lias ó algún profeta en el sentido en
dad del santo P recu rso r, mira cómo contesta, cómo es voz de que se lo preguntaban los enviados del Sanedrín. A sí te enseña
Cristo, el poco caso que hace de las cosas mundanas. ¿D eseas á ocultar con el velo de la humildad los dones que has recibido;
imitarle? ¿Qué debes proponer y hacer? pero también te enseña á declararlos con palabras modestas y
P a n t o 3 .° San J u a n da ilu s t r e testim onio de Jesucristo — del modo más humilde, cuando conviene para la gloria dé Dios.
Considera cómo, oyendo los enviados del concilio de Jerusalén la O ye cómo descubre su ministerio: «Yo soy voz del que clama en
última respuesta del Bautista, se atrevieron á preguntarle por el desierto». D e mí nada s o y , simple voz, sin ser ni permanencia,

i Milach., iv, 2. — > Isai., xi, ) . 1 M a tth .. x i, 7 .


1 68 Serie primera.— Via iluminativa.
Med. 4 8 .— Bautismo de Jesucristo. 169
dependiendo en todo del que por mi habla. Y porque soy v o z , yo te manifieste cosas de mucha gloria s u y a : aprende también á
hablaré y haré que por mí sea conocida y exaltada la grandeza practicar antes ' aquello que debes predicar á los demás, autori­
del que me ha enviado. Y porque soy v o z, digo que el bautismo zando con el ejemplo la doctrina que enseñas; no contentándote
que yo administro es de pura agua; pero el que administre aquel con observar los preceptos, sino guardando también los consejos,
que me envió al desierto, y cuyo calzado no soy digno de desatar, porque si Jesucristo guardó el consejo de sji Precursor, recibien­
será bautismo de Espíritu Santo, el cual limpiará vuestras almas do su bautismo, mucha más razón es que tú guardes los de este
de toda mancha. ¡ Qué ministro tan fiel es el Bautista! ¡ Qué mo­ divino Maestro. ¡Oh Cordero inocentísimo que quitáis los peca­
delo tan perfecto hallamos en él! ¡Cómo se hunde él en la nada dos del mundo! ¿Qué á V os con este bautismo? ¿Qué á V os con
para engrandecer á Jesucristo! ¡Cuán diverso lia sido tu modo ese lavatorio de gente sucia y manchada de pecados? V o s, Señor,
de obrar! ¡ Cuántas veces has buscado tu honor y gloria á queréis ser tenido por pecador, sin serlo , y yo suspiro por ser
costa de Jesucristo y por el ministerio que te había concedido! tenido en opinión de justo, siendo vil pecador! ¡V o s , siendo R ey
¿ Qué harás en adelante ? ¿Te atreverás á profanar ó adulterar la de reyes, os humilláis á un siervo vuestro, y y o , miserable gu­
palabra de Dios? ¿Usurparás los dones recibidos de Dios para su sano, no me quiero sujetar á mis superiores! ¿Qué dices á esto,
gloria? Llora tus faltas pasadas; resuelve para lo venidero, y alma fiel? ¿No quedará consumida tu soberbia con tan raro ejem­
convencido de tu nada, ruega con instancia é importunidad al plo de humildad?
Señor para ti y para los demás. P a n t o ¡t.° A dm iración y obediencia d el B a u tista .—'C on­
sidera cómo al tiempo que san Juan iba á bautizar á C risto, e!
4 8 . - BAUTISMO DE JESUCRISTO. Espíritu. Santo interiormente le reveló cómo aquel hombre era el
M esías, porque no le conocía de cara ; y rehusando bautizarle, le
P r elu d io i .» Jesucristo iué bautizado por san Juan , y al mismo tiempo fué honrado dijo 5: « Y o , Señor, debo ser bautizado por ti, ¿y tú vienes á mi
por el Padre Eterno eon un modo maravilloso. para que te bautice?» Pondera cuál sería el gozo y alegría inte­
P reludio 3.0 Represéntate i Jesucristo recibiendo el bautismo de manos de Juan.
rior de Juan al conocer á Cristo Nuestro Señor; sin duda se le
P reludio Pide la gracia de saber imitar la humildad del Salvador.
renovarían aquellos admirables júbilos que tuvo cuando le cono­
ció en el vientre de su madre. Y con este gozo juntó grande reve­
1 ’ a n t o l.° H u m i l d a d d e J e s u c r is t o . — Considera cómo Je­ rencia y profunda humildad, confesando de sí que era pecador,
sucristo, en su primera salida para la vida pública, se dirigió necesitado de que el Salvad or le lavase y purificase con su
al río Jordán', en donde su Precursor estaba predicando, y bautismo de Espíritu Santo, y lleno de admiración y pasmo por
habiendo oído el sermón confundido con los pecadores, pidió verle tan hum illado, prorrumpió en aquellas palabras: «¿Tú
que le bautizase. Deseaba el Salvador obrar primero lo que había vienes ám í?» ¿Tú, Dios infinito?¿Tú, Salvador del mundo, per-
de enseñar, honrando de camino el bautismo de su Precursor, y donador de pecados? ¿Tú que me santificaste en el vientre de mi
con la obra aprobarle. Movido por este deseo, mira cómo se madre? ¿ Á mí, tu criatura? ¿ A m í, tu esclavo? ¿ A m í, vil gusa­
humilla, cómo comienza el oficio de maestro y predicador, dán­ nillo? ¿ Y para que yo te bautice con mi bautismo de agua sola,
dote ejemplo de rara humildad. El Maestro se humilla al dis­ siendo tú autor del bautismo de gracia ? A sí debieras tú recibir
cípulo, el Redentor á su redimido, el Hijo de Dios vivo á su las visitas del Señ or, especialm ente cuando se digna venir á ti en
Precursor y criado, y el Autor de la santidad toma figura de peca­ la sagrada comunión, saliéndole al encuentro con fervientes afec­
dor; porque siendo Cristo sabiduría infinita y maestro de todos, se tos de humildad, reverencia, admiración y amor. M as reflexiona
puso entre los soldados y publicanos á oir el sermón de Juan; y cómo Jesucristo, aunque muy complacido de las disposiciones de
con ser purísimo y sin mancilla, quiso pedir el bautismo de los su P recursor, le respondió»: «¡ D éjate de eso por ahora, porque
pecadores como si fuese pecador. Pondera cuán perfectamente así nos conviene cumplir toda justicia!» Como si dijera: A l modo
cumplió todos los tres grados que tiene la virtud de la humildad; que yo me humillo con todos los grados de hum ildad, así tú has
porque en este día se sujetó al que era infinitamente menor que de dar un perfecto ejemplo de obediencia, sometiéndote de obra,
É l, con tanto rendimiento y prontitud como si fuera mayor, en de voluntad y entendimiento. Y el Bautista, sin resistir más, como
lo cual está el tercero y supremo grado de esta virtud. Aprende hizo san Pedro cuando era todavía im perfecto, cumplió lo que
de todo esto que todo principio de cosas grandes ha de ser con ordenaba Jesús. ¿ Imitamos las virtudes que aquí nos enseñan
ejercicios de humildad, disponiéndote con ella para que Dios Jesucristo y su Precursor? ¿Somos obedientes como Juan? ¿ Nos

1 Matth., 111, 13 ; s. Thom. ' A c t., 1, 1. — » Matlh. , 111, 14. — » Matth., III, 15.
i-0 Serie prim era.— Via iluminativa.
M ed. 4 9 . — Jesucristo se retira a l desierto. >7 *
humillamos como Jesíis? ¡ Oh amorosísimo R edentor! Y a que de­ mirable descubre Jesucristo en su bautismo! Maestro soberano,
seáis que se cumpla toda ju s tic ia , ilustrad los o jo s de mi ánima oye las lecciones de su discípulo; D ios de p u reza , recibe el
con la luz que comunicasteis á vuestro favorecid o Precursor, bautismo de pecadores. No es y a sólo á su Padre á quien se
para que, conociéndome á m í, me humille b a jo vuestra pode­ sujeta, sino á su mismo Precursor q u e , aunque santo, le es infi­
rosa mano, y me sujete á toda humana criatura ■ ; y conociéndoos nitamente in ferior, cumpliendo y llenando todos los grados de
1á V o s , os ame con ferviente amor por todos lo s siglos. esta importante virtud. Con razón se admira el Bautista al reco­
P u n t o 3 .° H onra que hace el E terno P a d r e d su H ijo — nocer á su mismo D ios y Redentor en el que le pedía su bautismo
Considera cómo ej Padre Eterno, cuyo es p ropio ensalzar á Jos de agua. ¿ No te adm ira la humildad de Jesucristo ? ¿ Rehusarás
que se humillan *, al ver á su Unigénito tan profundam ente humi­ tú humillarte cuando tanto se abaja el Señor de los ángeles?
llado, quiso honrarle de un modo proporcionado á su propia gran­ ¿ Querrás pasar por ju s to , cuando el que es la misma justicia se
deza y :í la dignidad de su Hijo. Para esto dispuso lo primero que presenta como pecador? Mira el Bautista con cuánta prontitud
se abriesen los cielos >, formándose en ellos u n a com o abertura se somete á realizar una o b ra , á la cual su humildad y respeto
con un resplandor m aravilloso, con lo cual se d a b a á entender que tanto se resistía. ¿ L o manda Jesucristo? Basta. San Juan se so­
Cristo Nuestro S e ñ o r, por cuyo respeto se a b ría n , no era hom­ mete y rinde de o b r a , de voluntad y de entendimiento. ¡ Oh si
bre terreno, Sino celestial *; y que se abrirían las puertas del supieras tú imitar la obediencia de este Precursor y la humildad
cielo á los que le imitasen. L o segundo envió a l Espíritu Santo de tu Divino Maestro ! Entonces tendrías derecho para esperar
en figura de paloma ?, la cual se puso sobre su c a b e z a , signifi­ las honras de D io s , el cual siem pre ha solido ensalzar á los hu;
cando la plenitud del divino espíritu que tenía dentro de sí 6. Y mildes, como en esta ocasión lo hizo con su Divino Hijo. D a gra­
quiso que tomase la figura exterior de paloma p a ra dar á enten­ cias al Padre celestial por esta honra; examina cómo debes tú
der la p ureza, inocencia y mansedumbre de C r i s t o ; y para que hacerte digno de ella; forma para esto eficaces propósitos, pide
los hombres supiesen que no sólo estaba lim pio de pecados, sino gracia para cum plirlos, y ruega por las demás necesidades.
que sería el portador de la paz, y que por él c e s a r ía el diluvio de
culpas que inundaba el mundo, al modo que la palom a de Noé
49,— JESUCRISTO SE RETIRA AL DESIERTO.
anunció la cesación del diluvio 7. Por fin, el m ism o Padre Eterno
quiso dar público testimonio de E l , diciendo8: « Este es mi Hijo
P reludio i .* Jesucristo, después dd bautismo, movido del divino Espíritu, se retiró
amado, en quien me he agradado». Pondera con atención el signi-
al desierto, en donde ayunó é hizo otras penitencias.
íicadode cada una de estas palabras,llenasde lo s sentidos más glo­
P reludio 2.* Represéntate á Jesucristo en d desierto orando y haciendo penitencia.
riosos para Jesucristo. E ste , que parece puro hom bre, que tiene P reludio }.° Pide la gracia de saber imitar los qemplos de Jesucristo.
apariencia de pecador, que recibe el bautismo d e los pecadores, es
mi H ijo . no adoptivo, sino natural, unigénito, e n todo igual á Míi
tan santo, sabio, poderoso como Y o »; por esto e s mi m uy amado', l ’ u n to l.° L uego d e bautizado, partió J e sú s del rio Jor-
á quien amo sobre todas las c o s a s , y por q u ie n comunico mi d dn .—Considera cóm o, luego de bautizado, partió Jesucristo del
amor á todas e lla s ; en Él me a gra d o , y todas s u s cosas me gus­ río Jordán ', ejercitando con esta partida varias virtudes propias
tan, y no tenia necesidad de ese bautismo p a ra p oseer mi amor. de los que están llenos del EspírituSanto.Porque lo prim eroejer-
¡Oh Padre Eterno ! G racias os doy por la h o n ra que hicisteis á citó la virtud de la humildad, huyendo las alabanzas humanas y
vuestro Hijo en tal coyuntura, abriendo p o r su respeto los las honras mundanas, porque la muchedumbre del pueblo que
c ie lo s, enviando el Espíritu Santo sobre Él y d an d o V os mismo había visto y oído las m aravillas que pasaron en su bautismo, no
tan glorioso testimonio; gózome del amor y b u e n agradamiento cesaran de honrarle y alabarle, y así quiso huir y esconderse.no
que tenéis en Él, por quien os suplicó me a y u d é is , para que á su porque Él tuviese peligro de vanid ad, sino para enseñar con su
imitación haga siempre lo que os agrade ,0, de m odo que os agra­ ejemplo á los que le tenemos, que huyamos los lugaresy ocasiones
déis en mí. ¿H acem os nosotros lo que agrada á D io s? ¿Puede dcnuestrasulabanzas, especialmente en los principios, cuando la
Él complacerse en nuestras obras?¿C óm o d eb iéram os hacerlas? virtud está tierna y corre peligro de perderse en flor con el viento
K p í lo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué humildad ta n profunda y ad- de la vanidad, como se pierde la virtud de ¡os hipócritas, según
dice el Espíritu S a n to 1 en el libro de Job. Lo segundo quiso con
esta salida significar que los varones llenos del Espíritu Santo
1 I Petr., II, 13. — * Luc., XIV. i i . — iMítill., 111, 16. - r 4 I Cor., xv, 47.
5 Luc,, lll, 22. — 6 Isai., xi, 2; S. Thom. — 7 Gen., vm, 11. — * Mattli., m, 17.
■ Luc., iv , i. — » Job, vm , 13.
9 Psalm. eix. 3. — >«Joan., vm, 29.
173 Serie p rim era .— V ia ilum inativa.
Mcd. 4 9 .- Jesucristo se retira a l desierto. \~t y
aunque no desprecian las ceremonias exteriores, como era el
bautismo de sola a g u a ; pero en cumpliendo con e lla s , luego se blado. para parlar y conversar con los hombres. ¡A h ! Quería que
retiran ¡i las interiores, y ¡i ejercicios de virtud más levantados y antes de la predicación se ejercitase para tu enseñanza en la hu­
mildad, haciendo que m orase entre las bestias, á la manera que
espirituales, porque no se diga de ellos lo que el mismo Señor
habla nacido en un pesebre de animales antes de entrar en el
dijo de los fariseos, que hacían grande caso de estos lavatorios
m undo; en la penitencia, para io cual es lugar á propósito el de­
exteriores 1: «Este pueblo solamente me honra con los labios y
sierto , en donde velaba mucho, dormía en el suelo, sufría las in­
con ceremonias exteriores, y su corazón está lejos de mí. ¡A y de jurias de los tiempos sin abrigo alguno, y ayunaba con ayuno
vosotros, hipócritas, que limpiáis por defuera el vaso y el plato, riguroso y m ilagroso; en la oración y contemplación continua,
y de dentro estáis llenos de inm undicia»3! Por último., se retira de modo que, aunque su cuerpo estaba con las bestias, su espí­
del Jordán, en donde se había reunido mucha gente para oir la ritu estaba en el cielo con los á n g e le s; y a s í, de aquel desierto
predicación del Bautista y recibir su bautism o, para significar subía siempre su oración como pebete de mirra ■ é incienso muy
que quien está lleno del divino Espíritu y ha visto los secretos oloroso al Eterno Padre. ¡Oh Salvador m ío !; pues por mi ejem­
del ciclo, y gustado en la oración la suavidad de D ios, luego plo vais al desierto . llevadm e en vuestra compañía, enseñándo­
desea huir el bullicio y tráfago de la gente, para ru m iará sus me á buscar dentro de mí la soledad, y ejercitar la oración y
solas lo que ha visto , y entregarse más de veras á la contempla­ penitencia en ella. ¡Oh Espíritu santísimo! Inspiradme y guiadme
ción de lo que se le ha mostrado. V uelve ahora los ojos sobre ti con eficacia al monte de la mirra y al collado del incienso, para
mismo, y poniendo delante de ellos este hermoso espejode Cristo, que pueda seguir al Salvador. ¿ Y tú , alma devota, sigues las
mira si te dejas llevar d é la vanidad, buscando, ó, á lo menos, inspiraciones del divino Espíritu? ¿A m as la soledad, y practicas
aceptando y complaciéndote en las alabanzas del mundo ¡sipones en ella,la$ virtudes que tu Redentor? Medítalo.
todo tu corazón en las ceremonias exteriores, y si á los debidos l* n n to :í .° Ayuno de J c s i i s —Considera cómo, llegado Jesús
tiempos te retiras á la consideración de las verdades que has al desierto, principió un ayuno que duró hasta cuarenta dias y
aprendido. ¡Oh dulcísimo Jesús! Llenadme del Espíritu Santo de cuarenta noches. Quiso el divino Maestro comenzar su obra de la
que estabais lleno, para que comience á imitar el ejemplo que Redención satisfaciendo por la gula de nuestros prim eros padres,
me disteis retirándome á orar á sus tiempos del modo que os reti­ que contra el precepto del Señor comieron de la fruta del árbol
rasteis. ¿Abrigam os nosotros estos deseos? ¿Cómo debemos efec­ vedado, y juntamente satisfacer por todas las glotonerías y em­
tuarlos?- briagueces del mundo Pretendió, adem ás, enseñar á todos los
i* u n t o 3.° J e sú s yendo a l desierto.— Considera cóm o, luego bautizados que, después de recibida la divina g ra c ia , deben
que se retiró Jesús del Jordán , dirigióse al desierto, en lo cual ejercitarse en la penitencia », para domar los bríos de la carne y
debes ponderar que quien m ueve á Jesús á este retiro no es el sujetarla al espíritu; y á aquellos que han de ser ministros de su
espíritu de vanidad, ni el carn al, ni el humano, ni el diabólico, E vangelio, que les conviene castigar su cuerpo y reducirle á ser­
sino el Espíritu Santo, de que estaba lleno, porque esta es la di­ vidum bre, porque no les suceda que, predicando á o tro s, queden
ferencia que hay entre los hijos del A dán terreno y los del Adán ellos reprobados4. Pondera aquí también las cualidades que acom­
celestial; aquéllos son guiados en sus empresas por el espíritu pañaron al ayuno de Jesucristo; el cual fué rigurosísim o, aunque
m a lo , pero éstos son m ovidos del buen Espíritu, siguiendo sus m ilagroso, porque estuvo todo el tiempo sin com er ni beber cosa
inspiraciones é impulsos celestiales K Mas. reflexiona sobre el alguna de día ni de noche. A s í debieran ser los tuyos, rigurosos,
modo cómo este divino Espíritu movió á Cristo 4, q u efu éco n aunque sin pedir milagros. Fué largo y prolijo. durando cuarenta
presteza, s ta tiin ,al punto, luego de bautizado, sin demora, por­ días y cuarenta noches, para significarte Ja constancia que hasde
que este Espíritu no admite dilaciones ni tardanzas; con eficacia, tener en las obras de penitencia, y en la castigación de la carne,
exp u lit, le arrojó y le impelió eficaz, pero suavemente, como quien perseverando hasta alcanzar la perfección; porque, aunque
le guiaba y llevaba de la mano, enseñándote con esto que los Cristo nuestro Señor no prolongó su ayuno más de estos días,
que son hijos de D ios han de obedecer á la inspiración del Espí­ aparejado estaba para dilatarlo más tiempo si fuera necesario.
ritu Santo con la misma presteza, eficacia y gusto, alegrándose Fué, por fin, aunque riguroso por una parte, por otra suave; por­
de seguí •su dirección sin divertirse á otra cosa. O b serva, final­ que en todo este tiempo no tuvo ham bre, como se colige de los
mente, el lugar adonde g u ía el Espíritu Santo á Jesucristo, y Evangelistas, haciendo la virtud de la divinidad y la dulzura de
Verás que es al desierto y á la soledad, no á Jerusalén ni á po­ la contemplación que la carne no sintiese hambre ni trabajo en

• Matth. , x v , 8. — > M alth., xxm 25. — J Rom., vm, 14. — 4 Mire. , 1, 12. 1 Cant. , 111. 6, - - S. T 110:11. — i Oi-hn; S. Greg. M. — 4 I Cor., ix , 27.
174 Serie prim era.— V ia ilum in ativ.i. M eJ. 5o.— Tentaciones de Jesucristo en general. 175
su ayuno; como ni le sintieron M oisés y Elias el uno por estar los cuales el divino Espíritu movió á Jesucristo á ir al desierto,
en el monte conversando con D io s , y el otro porque iba al monte fué para que fuese tentado del dem onio'. E s propio del divino
á conversar con Él y había sido confortado con el pan que le dió Espíritu poner á los varones muy perfectos en lugares y ocasio­
el ángel; en lo cual se te avisa 5 q u e la oración y devoción hacen nes donde sean tentados, para descubrir.en ellos la eficacia de su
suave el ayuno, premiando la a y u d a que de él reciben con el g ra cia, y darles esclarecidas victorias y ganancias de grandes
gusto que le añaden. ¡ Oh dulcísim o Jesús! G ra d a s os doy por el virtudes y merecimientos. P o r e s to , si la voluntad y providencia
ayuno tan riguroso que hicisteis, en satisfacción de mis pecados; de D ios te ha puesto en medio del fuego de las tentaciones, no
por él os suplico los perdonéis, y m e ayudéis, para que de hoy tem as, porque á su fidelidad toca darte la g r a c ia 8para que, no
más mi cuerpo ayune, absteniéndose de manjares, y el espíritu sólo no recibas daño de ellas, sino que te sean de grande prove­
ayune, apartándose de los vicios. ¡ O h alma! Mira con sorpresa el cho. Pondera cómo el divino Espíritu guió á Jesucristo al desierto
ayuno de Jesucristo, y examina cóm o piensas acerca de lós ayu­ más que á otro lugar, pan» ser tentado, porque el desierto es
nos. ¿Cómo los practicas? ¿Cóm o debieras hacerlo? lugar ocasionado para las tentaciones por razón de la soledad,
C p i l o g o y c o lo q u io s . ¡C uán bien empieza el Salvador á porque, en viendo el demonio á uno que está solo y que no tiene
hacer el oficio de Maestro! No h a dado principio á l a predica­ hombre que le ayude con su consejo y dirección, y con otros me­
ción: pero sus obras hablan y a elocuentemente. Lleno del Espí­ dios que los padres espirituales dan á los tentados, espera ven­
ritu Santo, se retira del Jordán p a ra huir de las alabanzas y aplau­ cerle; y así, le acomete con grande cuidado, como acometió á
sos del mundo, para darte á co n o cer que no debías ser como los Eva en viéndola sola y apariada de su marido A dán, y la venció
hipócritas, que sólo piensan en la s obras exteriores de religión, y engañó fácilmente. Y por esto, ninguno que no sea perfecto ha
olvidándose después de los ejercicio s interiores, para enseñarte de presumir de entrar en los desiertos á viv ir vida solitaria ’. Mas
que el alma llena del divino E sp íritu halla todo su consuelo en la reliexiona que, aunque v iv a s en poblado y en comunidad, si no
soledad y todas sus delicias en el retiro . Conoce por este ejemplo quieres dar cuenta de tus tentaciones al confqjsor ó padre espiri­
de Jesucristo si en tu alm a m ora e s te espíritu celestial. Pero mí­ tual, verdaderamente estás solo, y vives en desierto y en peligro
rale cómo v a al desierto impulsado con fuerza y suavidad por el de ser tentado y vencido del demonio fácilmente, porque, como
Espíritu Santo. ¿Qué hará allá Jesús? ¡ A h ! Se humillará, viviendo dice.el Eclesiastes «Cuando muerde la serpiente en secreto, y
entre las bestias, Él, que tiene su tro n o sobre los querubines; hará sin silbo, no tiene ganancia el encantador», que es decir: Cuando
penitencia aquel que es el I-lijo m u y amado del Padre celestial y el demonio tienta y muerde con la culpa, y el mordido calla,
el objeto de todas sus com p lacen cias; orará y contemplará las aunque haya médico que le cu re, no será curado, porque es
grandezas de D io s, aquel por quien bajan al mundo todas las gra­ como estar solo; y ¡ay del solo!, que si cae, no habrá quien le dé
cias ; a yu n ará, por fin , para co m en zar á satisfacer por las gloto­ la mano para levantarle. Considera, además de esto ,.q u e, como-
nerías del mundo que viene á s a lv a r ; y su ayuno será riguro­ la vida de los solitarios, fundada en aspereza y oración, es muy
so, pasando días y noches sin p r o b a r alimento ni bebida; será períecta, en viendo el demonio que alguno la comienza, acude á
prolongado, alargándolo hasta cu a ren ta días; será suave, acom­ tentarle, para atajarle los pasos; porque, aunque aborrece y
pañado y sostenido por las dulzuras de la divina gracia. Mira de tienta á todos los nombres, pero mucho más á los muy fervorosos
nuevo á Jesús, y mírate á ti, y al v e r tu proceder tan disonante que comienzan á servir á Dios con perfección, donde quiera que
del suyo, confúndete, propón, p ide gra cias, y ruega por todo lo estén. ¡Oh Espíritu Santísim o! Y o me arrojo en vuestra provi­
dencia, para que me pongáis donde quisiereis, á fin de q u esea
que tengas encomendado.
tentado y probado; porque, siendo V o s mi padrino y ayudador en
50.— TENTACIONES DE JESUCRISTO EN GENERAL. los combates, tengo segura la victoria, y nada podrá contra mí
el enem igo, y a esté solo, y a acompañado, y a en desierto, ya
P r í l u d i o 1.0 J e s u c r is to fue g u ia d o p o r el d i v i n o E s p íritu al d e s ie rto para- se r te n ta d o , en poblado. ¡Oh alma fiel! ¿Quieres no temer los asaltos de tu
y h ab ien do v en cid o la s t e n t a c io n e s , v in iero n lo s á n d e le s á s e rv irle .
enemigo? Sé lervorosa, confía en la Providencia divina, mani­
P reludio 2 ." R -p resén tate á J e s ú s v e n c e d o r y s e r v id o p or lo s á n g e le s .
fiesta tus tentaciones á quien debes. ¿Te conduces de esta ma­
P reludio 3 . ° P íd e la g ra c ia d e sab er lu c h a r y ven cer com o Jesú s.
nera?
P u n t o Sí.0 Causas de las tentaciones de J e s ú s .— Consi­
P u n t o i .° J esú s conducido p o r el E sp íritu Santo al d e ­
dera aquí las causas porque quiso C risto Nuestro Señor ser ten-
sierto para ser tentado. — C onsid era cómo uno de los fines por
• Matth , iv, I : S. Thom. — a I Cor., x , 13. — J S. Basil. *t Casian. — 4 Eccles., x, 11.
* Exod., xxxiv, 2S ; 111 Reg.. xix, S. — 3 S. Bern.
174 Serie primera.— y ia iluminativa, Med. 50 .— Tentaciones de Jesucristo en general. 175

su ayuno; como ni le sintieron M oisés y Elias él uno por estar los cuales d divino Espíritu movió á Jesucristo á ir al desierto,
en el monte conversando con D io s , y el otro porque iba al monte l'ué para que fuese tentado del demonio E s propio del divino
á conversar con Él y había sido confortado con el pan que le dió Espíritu poner á los varones muy perfectos en lugares y ocasio­
el ángel; en lo cual se te avisa ! que la oración y devoción hacen nes donde sean tentados, para descubrir en ellos la eficacia de su
suave el ayuno, premiando la a yu d a que de él reciben con el gracia, y darles esclarecidas victorias y ganancias de grandes
gusto que le añaden. ¡ Oh dulcísim o Jesús! Gracias os doy por el virtudes y merecimientos. Por e sto , si la voluntad y providencia
ayuno tan riguroso que hicisteis, en satisfacción de mis pecados; de Dios te ha puesto en medio del fuego de las tentaciones, no
por él os suplico los perdonéis, y m e ayudéis, para que de hoy temas, porciue á su fidelidad toca darte la g r a c ia ' para que, no
más mi cuerpo ayune, absteniéndose de manjares, y el espíritu sólo no recibas daño de ellas, sino que te sean de grande prove­
ayune, apartándose de los vicios. ¡ O h alma! Mira con sorpresa el cho. Pondera cómo el divino Espíritu guió á Jesucristo al desierto
ayuno de Jesucristo, y examina có m o piensas acerca de los ayu­ más que á otro lugar, para ser tentado, porque el desierto es
nos. ¿Cómo los practicas? ¿Cóm o debieras hacerlo? lugar ocasionado para las tentaciones por razón de la soledad,
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡C uán bien empieza el Salvador á porque, en viendo el demonio á uno que está solo y que nb tiene
hacer el oficio de Maestro! Ño h a dado principio á la predica­ hombre que le ayude con su consejo y dirección, y con otros me­
ción; pero sus obras hablan y a elocuentem ente. Lleno del Espí­ dios que los padres espirituales dan á los tentados, espera ven­
ritu Santo. se retira del Jordán p a ra huir de las alabanzas y aplau­ cerle; y así, le acomete con grande cuidado, como acometió á
sos del mundo, para darte á co n o cer que no debías ser como los E va en viéndola sola y apartada de su maride A dán, y la venció
hipócritas, que sólo piensan en la s obras exteriores de religión, y engañó fácilmente. Y por esto , ninguno que no sea perfecto ha
olvidándose después de los ejercicio s interiores, para enseñarte de presumir de entrar en los desiertos á v iv ir vida solitaria >. Mas
que el alma llena del divino E sp íritu halla todo su consuelo en la reflexiona que, aunque vivas en poblado y en comunidad, si no
soledad y todas sus delicias en el retiro . Conoce por este ejemplo quieres dar cuenta de tus tentaciones al confqpor ó padre espiri­
de Jesucristo si en tu alma m ora e s te espíritu celestial. Pero mí­ tual , verdaderamente estás solo, y vives en desierto y en peligro
rale cómo v a al desierto impulsado con fuerza y suavidad por el de ser tentado y vencido del demonio fácilmente, porque, como
Espíritu Santo. ¿Qué hará allá Jesús? ¡ A h ! Se humillará, viviendo dice,el Eclesiastes * :« Cuando muerde la serpiente en secreto, y
entre las bestias, Él, que tiene su tro n o sobre los querubines; hará sin silbo, no tiene ganancia el encantador», que es decir; Cuando
penitencia aquel que es el Hijo m u y amado del Padre celestial y el demonio tienta y muerde con la culpa, y el mordido calla,
el objeto de todas sus com placencias; orará y contemplará las aunque haya médico que le cu re, no será curado, porque es
grandezas de D io s, aquel por quien bajan al mundo todas las gra­ como estar solo; y ¡ay del solo!, que si cae, no habrá quien le dé
cias ; a yu n ará, por fin , para co m en zar á satisfacer por las gloto­ la mano para levantarle. Considera, además de esto,.q u e, como •
nerías del mundo que viene á s a lv a r ; y su ayuno será riguro­ la vida de los solitarios, fundada en aspereza y oración, es muy
so, pasando días y noches sin p r o b a r alimento ni bebida; será perfecta, en viendo el demonio que alguno la comienza, acude á
prolongado, alargándolo hasta cu a ren ta días; será suave, acom­ tentarle, para atajarle los pasos; porque, aunque aborrece y
tienta á todos los nombres, pero mucho más á los muy fervorosos
pañado y sostenido por las du lzu ras de la divina gracia. M ira de
que comienzan á servir á Dios con perfección, donde quiera que
nuevo á Jesús, y mírate á ti, y al v e r tu proceder tan disonante
estén. ¡Olí Espíritu Santísimo! Y o me arrojo en vuestra provi­
del suyo, confúndete, propón, pide g ra cias, y ruega por todo lo
dencia , para que me pongáis donde quisiereis, á lin de que sea
que tengas encomendado.
tentado y probado; porque, siendo V o s mi padrino y ayudador en
50.— TENTACIONES DE JESUCRISTO EN GENERAL. los combates, tengo segura la victoria, y nada podrá contra mí
el enem igo, y a esté solo, y a acompañado, y a en desierto, y a
Preludio i Jesucristo filé guiado por el divino Espíritu al desierto para- ser tentado, en poblado. ¡Oh alma fie l! ¿Quieres no temer los asaltos de tu
y habiendo vencido las tentaciones, vinieron ¡os ándeles á servirle. enemigo? Sé fervorosa, confía en la Providencia divina, mani­
Preludio 2.° R -preséntate á jesús vencedor y servido por los ángeles. fiesta tus tentaciones á quien debes. ¿T e conduces de esta ma­
P reludio 3.“ Pide la gracia de saber luchar y vencer como Jesús.
nera?
P u n t o ¡t.° Causas de las tent aciones de J e s ú s .— Consi­
P a n t o l . ° J e sú s conducido p o r el E sp íritu Santo a l d e ­
dera aquí las causas porque quiso Cristo Nuestro Señor ser ten-
sierto para ser tentado. — C o n sid era cómo uno de los fines por
■ Matth , IV, 1: s. Thoni. — »I Cor., x , 13. — j ’S. Bisil. et Carian. — 4 Eccles., x, 1 1.
■ Exod., xxxiv, 28 ; III Reg.. x u , S. — » S . Bera.
i76 Serie prim era .— V ia ilum inativa.
M cd. 50.— Tentaciones de Jesucristo en general. 177
tado, luego después del bautismo y ayuno , porque sin duda son
gran reverencia le ponen la mesa en aquel desierto, y le dan de
para tu provecho. Pondera cóm o, aunque lil no era principiante
com er para .aliviar su ham bre, sirviéndole como criados á su
en la virtud, quiso, con lodo, p asar por la ley ordinaria de los
señor. ¡ Qué confianza tan firme debes tener en la Providencia de
que comienzan á se rvir á D ios, los cuales, como dice el Sabio *,
Dios, pues tan grande cuidado tiene de sus hijos, y de los que por
son tentados, y se han de ap ercib ir para las tentaciones. Quiso
É l pelean en el desierto de esta vida! M as, de todo esto has de
además asemejarse á los dem ás hom bres en todas las m iserias que inferir que los ángeles asisten invisiblemente á los que pelean,
no son culpa ó Trisan con ella , y para que, sabiendo por experien­ para ayudarlos, y cuando vencen se alegran con ellos; y así ellos
cia qué es ser tentado, se com padeciese, como dice san Pablo solemnizarán tus victorias y serán los instrumentos de la P rovi­
d élo s que lo son, y con la victoria de sus tentaciones nos enseñase dencia para rem ediar tus necesidades; por cuyo m otivo has de
á vencer las nuestras, y nos diese ánimo y esfuerzo para vencer­ am arlos y reverenciarlos, y llam arlos á menudo en tu favor, y
las. P or cuyo motivo >, aunque por el discurso de los cuarenta no rendirte á las tentaciones; siquiera p o m o privarles de esta
días quiso sertentado con varias tentaciones, como dan á entender alegría. Tan cierta es esta verdad, que el mismo Satanás, ten­
san L ucas y san M arcos. al fin de ellos lo fué con tres tentaciones tando al Señor, la confesó 1, y se la trajo á la m em oria, ordenán­
visibles, en las cuales, como en se m illa . están todas las demás, dolo así la divina Providencia para tu esfuerzo; porque sabiendo
para que por ellas sacásem os el modo de pelear contra las otras. el demonio que hay un ángel que te defiende y que es más fuerte
Saca de todo esto varios avisos importantísimos para cuando te que é l, encoge su orgullo para no hacerte todo el mal que desea.
halles tentado. Uno es no afligirte ni desconsolarte4, creyéndote No pierdas la paciencia y sufrimiento en las necesidades tempo­
desfavorecido de Dios; pues si tu Salvador, siendo Hijo de Dios, ra le s , que á su tiem p os las remediará D ios Nuestro Señor, y ten
fué tentado. no es mucho que lo seas tú; alégrate, pues, en las confianza en las tentaciones, aunque se multipliquen y prolon­
tentaciones, ya que la alegría espiritual en ellas es grande arma guen , porque á su tiempo hará D ios que cesen , apartando de ti
ofensiva y defensiva para salir con victoria. Otro aviso es preve­ al dem onio; mas no te asegures m ientras estás en el mundo,
nirte para las tentaciones con oración y ayuno, como Jesús se recordando lo que dice san L ucas J, que Satanás huyó do Cristo
previno, porque, así como dijo después á sus A p óstoles»que hasta otro tiempo. ¡Oh Padre celestial! Bendita sea la amorosa
había un género de demonios que no salían de los cuerpos, si no providencia que tenéis de vuestro Hijo y de todos los que 1c
es por ayuno y oración, así también hay algún género de demo­ siguen. Si permitís que el demonio los tiente, disponéis los ánge­
nios tentadores que no son vencidos si no es con las mismas les para que los ayuden, aplaudan y feliciten en su victoria. Si
armas, El último aviso es acudir con gran conlianza á este Señor consentís que sufran algunas privaciones, es para regalarles des­
por remedio y ayuda en tus tentaciones, recordándole las que pués con m ayor abundancia, preparándoles deliciosa comida en
por tu amor quiso sufrir. ¡Oh R e y mío amantísimo! V os sabéis el desierto y enriqueciéndolos de excelentes merecimientos. ¡Olí
que padezco violencia; responded por m í; los enemigos me han alma atribulada! ¿P or qué desconfías en las tentaciones? ¿P or
rodeado y circuyen por todas p artes y amenazan devorarm e; sed qué no invocas á los ángeles que te rodean? ¿Por qué no esperas
mi escudo y p rotector; y pues sabéis lo que es ser tentado, com­ el socorro que te enviará el Señor?
padeceos de mí para que no sucum ba á la tentación. ¡Oh! Si nos­ E p í l o g o y c o lo q u io » . ¡ A y del que está solo -«!, ha dicho el
otros hubiésemos practicado estos avisos en las tentaciones, Espíritu Santo. L a soledad, aunque es lugar muy á propósito para
¡ cuántas caídas habríamos evitado! ¿L o haremos en adelante? levantar el alma á sublime contemplación por medio de la consi­
deración de las cosas divinas, también es lugar en donde el hom­
P u n t o 8.° Efecto de la s tentaciones de J e s ú s — Considera
bre está expuesto á sufrir rudos combates del demonio. P or esto
eómo, habiendo luchado valerosam ente y triunfado Jesús de su
el divino Espíritu condujo á él á Jesucristo. Y si esta soledad se
enemigo, vinieron inmediatamente los ángeles á servirle 4. En lo
busca por propio capricho, y a retirándose' á ella sin consejo, y a
cual debes ponderar cómo el P adre eterno se dignó enviarlos
dejando de manifestar á quien corresponda las tribulaciones del
para honra de su H ijo,.y para solem nizar su victoria, y para que
espíritu, entonces es saniamente peligrosa. ¡ Cuántos lo han expe­
se viese cómo tenía cuidado de él, y le tiene de los tentados; y
rimentado por su desgracia! Pecho cerrad o, no tardará en ser
aunque bastara un ángel para servirle en aquella necesidad,
vencido. Empero evitando esta soledad culpable y practicando
quiso que viniesen muchos á darle el parabién de la victo ria , y los medios que nos enseña Jesucristo, no hay por qué temer las
alegrarse con él por haber vencido á Satanás. Mira cómo con tentaciones, aunque vehementes, repetidas, pertinaces. Jesús l'ué

• Eccli., ii , i. — =Hcbr.. iv , 15. — >S. Thom. — 4 Hedí., n , 4. — 5 Matth., xvii , 20. * Psalm. xc. M. — » P.alm. cn iv, i$. — í Liu\. iv, 1$. — 4 Hcclcs., iv. 10.
4 Mattli., iv . u .
12

a
iy8 Serie p rim era.— V ia ilum inativa.
1 ‘
M ed. 5/.— Tentaciones de Jesucristo en particular. 179
tentado: ¿por qué querrás tú ser libre de ellas? K1 conoce el
poder del enemigo, sabe tu debilidad, ve tu tem or, te alarga la de Cristo Nuestro Señor. El cu al, á la solicitación del demonio,
contestó humildemente con un texto de la Sagrada Escritura 1:
mano, te m ira con amor p a ra alentarte, envía sus ángeles para
«No viv e el hombre de solo pan, sino también de toda palabra que
tu ayuda, ; v tú tem erás? ¿te acobardarás? ¿te creerás abando­
sale de la boca de D io s »; que fué decirle: No quiero hacer mila­
nado? M ira el fin y resultado que tuvo la lucha de Jesús con el ,
gros por tu persuasión ni para mi r e g a lo , pues Dios puede sus­
demonio, liste huyó, y los ángeles se acercaron, dispusieron la
tentarme por otros caminos, y por cualquiera cosa que Él quisiera,
mesa en el desierto y le sirvieron como siervos humildes á su
sin pan; yo creo á lo que está escrito en la Escritura acerca de
amado Señor. Dichoso tú, si á imitación de tu divino Maestro ahu­
esto *, y confío en su providencia, que no me faltará. A sí has de
yentas con intrepidez al demonio: no se dejarán esperar los aplau­
vencer tú ias tentaciones que se fundan en necesidades tempora­
sos y premios del cielo. ¿Q ué debes, pues, hacer? ¿Qué propósi- '
les, y en falta de sustento y re g a lo ; teniendo humildad y le en la
tos? ¿Qué tentaciones su eles padecer?¿Cóm o has de resistir?¿D e
palabra de Dios y confianza en su providencia; porque si no niega
qué modo te condujiste h asta hoy? ¡ Cuánto te importa armarte de
Dios la comida á los hijos de los cuervos cuando piden por ella >,
valor y constancia, y no tem er al demonio! H az, pues, eficaces • ¿cómo la negará el Padre celestial á sus propios hijos, si confia­
resoluciones, bajando m uy al particular, in vócalos auxilios del damente se la piden? ¡Oh P adre bondadosísimo, que hacéis salir
Señor y ruega por los tentados y por las demás necesidades. el sol para los justos y pecadores, y enviáis la lluvia sobre el
campo del santo y del impío! No quiero yo desconfiar de vuestra
51.—TENTACIONES DE JESUCRISTO EN PARTICULAR. providencia, porque, aunque pecador, deseo enmendarme y pe­
lear contra el demonio, que querría apartarme de Vos. ¿Hemos
Preludio I.* Jesucristo fue tentado de gula, vanagloria y ambición. imitado nosotros á Jesucristo resistiendo valerosamente al demo
Priludio 2.° Represéntate á Jesús solicitado por Satanás en estas ocasiones. nio? ¿Nos hemos dejado arrastrar del afán demasiado por las
P reludio 3.' Pide gracia de conocer los ardides del demonio y vencerle.
cosas materiales?
P u n t o 2 .° S egu n da ten ta ció n , de vanidad. — Considera
P lin t o l.° P rim era ten tación, de g u la .— Considera cómo el cómo Satanás, tomando ocasión de la respuesta dada por ei
demonio, que andaba m irando á Jesús, envidioso de tanta virtud, Señor á su primera tentación, pasó á tentarle de vanidad y pre­
y viendo que después de los cuarenta días de ayuno tenía ham­ sunción y confianza dem asiada; para esto llevóle al pináculo
bre . no perdió esta ocasión de tentarle, y así, con aspecto compa- del templo de Jerusalén, y d íjo le :«S i eres Hijo de D ios, arrójate
. sivo y aire de piedad, le d ijo :«Si eres Hijo de D ios, di que estas a b ajo , porque escrito está que ha dado D ios cuidado de ti á los
piedras se conviertan en pan 1». Como quien dice: Usa de la po­ ángeles, y en sus palmas te llevarán para que no recibas daño V
testad que tienes de h ace r m ilagros para remediar tu necesidad Mira aquí las astucias de Satanás para tentar á los hom bres, por­
y hambre; provocándole con esto á tener un alecto desordenado que en la prim era tentación procura descubrir sus inclinaciones,
a la comida, haciendo m ilag ro s porhaberia. fon d era aquilos y de ellas se vale para arm arles nuevos lazos. Á los confiados en
varios modos que tiene e l demonio para tentar de gula. Á los re­ D io s. instiga á que confíen en dem asía, hasta dar en presun­
galados tienta poniéndoles delante el deleite de la com ida, ha­ tuosos. A los celosos de la gloria de Dios atiza para que den en
ciéndoles atropellar la l e y de Dios por g o zarle, como la atro­ iracundos; y si v e que son letrados, y que fundan su virtud en
pelló Eva. A los n ecesitad o s tienta provocándoles á remediar los dichos de la Sagrada E scritura, de ella se aprovecha para
su necesidad por m edios ilícitos. Unas veces al descubierto por encubrir su tentación, procurando engañarles. Por lo cual no
medio de hurtos; otras v e c e s con maña ó fingiendo falsas dispen­ debes asegurarte con lo que parece bueno, sin exam inar el fin,
saciones y fingidas re v e la cio n e s, como engañó á un santo profe­ la intención y las circunstancias, probando bien los espíritus, si
ta ; ó con capa de p ie d a d . instigando medios vanos ó presuntuo­ son de Dios, antes de darles crédito \ Observa también la contra­
sos; y de este modo tentó á Cristo nuestro Señor; y por una vía riedad del mal espíritu y del bueno que se descubre en este hecho;
6 por otra, desea m ucho ven cer á los que tratan de espíritu en porque el buen espíritu llevó á Cristo á la soledad, huyendo de
este vicio de la gula, p o r q u e , siendo vencidos en vicio tan bajo, las alabanzas del inundo; el mal espíritu le saca d é la soledad,
queden acobardados p a ra otras peleas. Quizá tú también sientes colocándole en el pináculo del templo, delante de mucha gente,
estos combates, y aun h a s sucumbido alguna vez en ellos. Mira, esperando que por vanagloria haría el m ilagro que no había que-
pues, cómo has de o b te n e r la victoria, considerando el ejemplo
> Matt., iv, 4. — * Deut.. vm, 3 . - 3 Pxalnt. cxlvi, 9.
Mattb , iv, 3. « Matth., it , 6; Psalm. xc, 11. — > (Joan., iv , 1.
iSo Serie prim era.— V ia ilum inativa. M td . 5 1 . — Tentaciones de Jesucristo en particular. 181

rido hacer por necesidad en el desierto. Mas admira de parte de Con este ejemplo te enseña cuánto te importa vestirte de santo
Cristo su extraordinaria mansedumbre en dejarse tomar del de­ celo contra ¡os tentadores, cuando tocan en la honra de Dios,
monio y llevar desde el desierto, hasta ponerle en el pináculo echándolos de ti con grande brío y valor, preciándote de no hin­
del templo de Jerusalén, sin resistirle ni con tradecirle, pudién­ car la rodilla, ni sujetarte á otro que á solo D io s, y por Él á
todos los que Él quiere; pero á ninguno contra É l 1, porque esta
dolo hacer tan fácilm ente, encubriendo por entonces su omnipo­
santa libertad espanta á los demonios y los hace huir. ¡ Oh Dios
tencia para que no le conociese por Hijo de D ios, y dándote
de las batallas, que armado de vuestro celo, peleasteis contra el
ejemplo de humildad. A d m ira también el modo cómo vence la
príncipe de este mundo y le echasteis de él con vuestra virtud!
tentación, respondiendo sencillam ente al demonio: «Escritoestá,
A yudad mi flaqueza, para que yo también le venza y le aparte de
no tentarás á tu Señor D io s En lo cual puedes aprender cómo
mí con vuestra gracia. ¡ Oh alm a m ía ! Mira las pretensiones de
la humildad y discreción, con el reposo y mansedumbre, valen
tu enem igo; quiere que te postres y le adores, negando tu ado­
mucho para vencer las tentaciones de vanidad, coloreadas con
ración á Dios. ¿Harás caso de sus’falsas promesas? ¿T e deslum­
apariencia de virtud, ¡Oh guerrero diestro y poderoso, Cristo
brarán sus vanos y mentirosos ofrecimientos? ¿Cómo debes
Jesús! Ilustrad los ojos de mi alma con vuestra luz celestial, para
contestarle?
conocer las astucias de Satanás cuando se transfigura en ángel
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán grande y vivo es el deseo
de luz para engañarm e. y ayudadme con vuestra omnipotencia,
que tiene el demonio de perder al hombre! j Y cuán sagaz y
para que ni la fuerza de este león me espante, ni la astucia de
astuto para tenderle lazos y presentarle tentaciones para hacerle
este dragón me engañe. ¡ Oh alma! ¿H as sido tú víctim a alguna
c a e r! En las tentaciones de nuestro modelo y M aestro, Jesús,
vez de tales engaños ? ¿ L o eres actualmente?
descubre toda su habilidad, astucia y saña. D e la necesidad que
F in it o SI.0 Tercera ten ta ció n , de avaricia y ambición.—
padece ei Señor toma ocasión para tentarle de gu la, haciendo
Considera cómo el dem onio, pertinaz en el deseo de derribar que con afecto desordenado busque el alimento que necesita.
á Cristo, viéndose burlado en las dos primeras tentaciones, llevó Rechazado, no desmaya; antes de la contestación que recibe
otra vez á Cristo á un monte muy a lto , y desde allí le mostró se sirve para probarle por la vanidad, llevándole al pináculo del
todos los reinos del mundo y sus grandezas, diciéndole: «Todas templo é instigándole á que se arroje de él, confiando vanamente
estas cosas te daré, si postrado me a d o r a s M i r a cuánta es la en que los ángeles le han de recibir en sus palm as, y todo el
pertinacia del enemigo y la sed i-abiosa de perderte, que por lo­ mundo le reconocerá por Hijo de Dios. Sufre del Señor nueva re­
grarlo, te daría todo e l m undo, si fuera suyo. Y tú , ¿no tendrás pulsa ; pero no importa : él insiste, le lleva á la cum bre de un
m ayor estima de tu salva ció n y más firme propósito de hacer monte, presenta en su imaginación todos los reinos del mundo, y
cuanto puedas para a lca n za rla , y de perder todo el mundo, si se los ofrece, á trueque de que le rinda adoración. ¡ Qué pertina­
necesario e s, para no p erderla? Pondera sobre todo cómo es cia y rabia en el enem igo! ¡ Cuánta m ansedum bre, humildad,
propio del demonio, p a d re de la m entira, engañar á los hombres serenidad, discreción, prudencia y celo en Jesucristo! ¡ Ob! S i tú
con falsas promesas de lo que ni es su yo , ni lo puede d a rá su supieras imitarle en las tentaciones, ¡ cuántas caídas evitarías!
voluntad; y esto hace, y a p e r medio de nuestra imaginación, for­ Tam bién el demonio te tienta, unas v eces para dar algún placer
mando torres de viento y esperanzas de grandes bienes, si hace­ momentáneo á tu cuerpo, otras veces para satisfacer algún tanto
mos algo que es pecado m o r ta l; y a por m edio de hombres mun­ tu vanagloria y deseo de ser alabado y aplaudido, o tra s, hala­
danos y lisonjeros y a m ig o s faisos, que nos persuaden injustas gando tn ambición de honores ó tu sed de riquezas. ¿C óm oresis­
pretensiones con esp eran zas de salir con ellas. M as ¡a y del que tes á sus sugestiones ? T al vez te rindes á sus amenazas ó te dejas
peca mortal mente! S in p en sarlo , viene á postrarse en tierra y á deslumbrar por sus prom esas, ó engañar de sus ardides. M ira
adorar á S a tan ás, rehusando su adoración á D io s, porque, como el modo cómo te has conducido hasta hoy en las tentaciones de
dijo Jesucristo, es im p osible servir á dos s e ñ o re sJ. Pondera, tu enemigo; observa por dónde más te combate, y piensa y refle­
finalmente, e l modo c ó m o C risto nuestro Señor venció esta ten­ xiona acerca de los medios de que debes valerte para vencede-
tación, diciendo con g r a n imperio al demonio: «V ete de aquí, Form a eficaces propósitos; pide gracia para su cumplimiento*
S a tan ás, porque e s c rito -está: A tu D ios adorarás y á Él sólo y ruega por todos.
servirás * ». E n lo cu a l m o stró el grande celo que tenía de la honra
de D ios; porque, v ie n d o la desvergüenza del dem onio, le arrojó- '• Act., v, 29.
de sí indignado, y le h iz o huir ven cido, co rrid o }’’ atemorizado

* vi, 16. — 1 Matth., i», 9. — 3 Matth., v i.24. — 4 D«ut., v i, l y


i8z S erie prim era.— V i* ilum inativa.
M ed. 53. — V o ca a ó n de los A p ó stoles. 183

52. — VOCACIÓN DE LOS APÓSTOLES. Padre Soberano, Señor deí cielo y de la tierra! Y o os alabo y
glorifico por la elección que hacéis de los humildes para darles
parte de vuestros misterios. Siem pre han robado vuestro corazón
Preludio i .* Jesús escogió para Apóstoles hombres pobres y desconocidos, ya justos,
lo s humildes, porque ellos os dan la gloria de todo y no la usur­
ya pecadores. .
P reludio 2.* Represéntate á Jesús llamando á sos Apóstoles.
pan para s í : hacedme, Señor, pequeño en mis ojos para que sea
Preiuoio 3.* Pídele la gracia de ser agradecido y dócil á su llamamiento. grande en los vuestros, tomándome por instrumento de vuestra
omnipotencia, para obrar cosas dignas de vuestra grandeza.
¿Qué nos conviene hacer para ser humildes? ¿Cómo debemos
P u n t o l.° C ausas por qué J e sú s escogió hombres pobres
disponernos para ser vasos de elección?
é ignorantes p a ra e l apostolado.—Queriendo Jesucristo escoger P u n t o 8.° je s ú s escoge algunos que eran ju sto s.— Consi­
doce varones que fuesen como doce fundamentos de su Iglesia, dera que la vocación divina sólo tiene dos c a u sa s; es á sa b er: la
puso los o jo s , no en los nobles, ricos y poderosos de la Judea, ni infinita bondad de Dios y los merecimientos de Jesucristo nues­
en los letrados y sabios, sino en unos hombres pobres, humildes, tro Señor, por el cual nos escogió y llamó Dios con su santa vo­
ignorantes, y ejercitados en oficios muy viles y desechados. Con­ cación *,no por nuestras obras. Con todo, atiende el Señor no
sidera que tu divino Redentor obró de esta m anera, porque, pocas veces en estos llamamientos á algunas congruencias y dis­
aunque por ser poderoso no desecha á los poderosos y por ser posiciones del hombre, en orden al fin á que los llam a, para que
sabio no desprecia á los sabios; pero como se humilló á ser hom­ ’todosse animená procurárselas. Pondera cómo, según esto, llamó
bre, y se hizo por nosotros pobre, humilde y despreciado, y vino el Señor para su apostolado á algunos discípulos de la escuela de
á ser Maestro de humildad, quiso ejercitarla en todas las cosas, san Juan Bautista, donde se habían criado en virtud, para hon­
y escoger discípulospobres y humildes, y acompañarse con ellos, r a r á su P recursor, y para que entiendas que gusta de echar
porque siempre gustó Dios de tener su conversación con los mano de tales hombres para cosas grandes. Uno de ellos fué san
sencillos y humildes de corazón J. Deseaba ademas este Señor A n d rés, en el cual brillaban dos cualidades que le disponían ad­
que sus discípulos fuesen muy humildes en el espíritu, y que no mirablemente para el oficio de A póstol *; que eran tener grande
se atribuyesen á sí mismos los grandes dones que pensaba darles, deseo de su propia santificación y de seguir lo m ejor, y vivo celo
ni las gloriosas obras que pretendía hacer por medio deellos. Por de que sus hermanos alcanzasen el mismo bien. Aním ate tú á
esto, como dice san Pablo \ no escogió letrados, ni nobles, que procurarlas, sí deseas que el Señor te asocie á su divino minis­
suelen ser muy soberbios; sino idiotas, plebeyos y bien fundados terio y te haga su apóstol. Llam ó también Jesús á otros que
en el conocimiento de su flaqueza, por la experiencia que de si eran virtuosos, y bien in d in ad o s, y ejercitados en obras buenas,
tenían, para que ningún hombre, acordándose que es carne fla­ para honrar con esto la virtud, y alentarte á sus loables ejerci­
ca, se gloríe vanamente en la presencia de D ios, atribuyéndose cios. D e estos eran Santiago y Juan, hijos delZebedeo >, en quienes
á si mismo lo que no es suyo. A dvierte cuánto te importa fun­ resplandecieron otras dos admirables propiedades, que fueron,
darte bien en la humildad y en el conocimiento propio, si quie­ mucha aplicación á su oficio trabajoso y hum ilde, huyendo de la
res que Dios te escoja para cosas grandes de su servicio, acor­ ociosidad, ganando la comida con el sudor de su rostro, y remen­
dándote de que Jesucristo alabó á su Eterno Padre porque había dando por sus manos las redes que tenían, y grande hermandad
escondido los m isterios de nuestra redención á los sabios y pru­ entre s í , porque, no solamente eran hermanos según la carne,
dentes del mundo, y reveládolos á los pequeñuelos4. D e aquí se sino según el espíritu, con grande conformidad de voluntades
sigue la otra causa que tuvo el Señor para la elección que hizo, para ayudarse uno á otro y querer para otro el bien que querían
que fué para que la conversión del mundo tan m itagrosa no se para sí. ¿Sientes en ti estas gloriosas cualidades que adornaban
atribuyese á fuerzas humanas, sino á la virtud divina, porque no á estos .santos hermanos, y que le s dispusieron en algún modo
fuera posible que hombres tan pobres y despreciados persuadie­ para que el Señor fijase en ellos sus ojos misericordiosos? ¿Pro­
ran á un mundo tan soberbio y codicioso una fe tan nueva, una curas imitar el celo de tu propia santificación que ostenta san
doctrina tan levantada, una ley tan pura y una vida tan rigurosa A ndrés? ¡Oh amantísimo Jesús, que, sin tener necesidad de nadie,
com o la evangélica, si la omnipotencia de Dios no hiciera esta sólo para hacernos bien y darnos ocasión de adquirir grandes
obra, y la diestra del muy A lto no hiciera esta mudanza -'. ¡Oh, m éritos, os dignáis escoger á los hombres para que os ayuden
en la obra de la salvación del mundo! Purificad y adornad de tal
1 Job, xxxvi , 5 . — a Prov., m, 32 — 5 I Cor.. 1 , 26. — 4 Matth., x i, 25.
•5 Psalm. lxxvi , 11. « 11 Tim., 1 ,9 .— 1 Joan., 1,40. — » Matth., iv, 21.
184 Serie prim era.— V ia ilu m in ativa.. M ed. 5 ¿ .— Correspondencia de los Apóstoles á la vocación. 185
modo mi alma, que en ella fijéis v u e s tr a amorosa mirada y la co­ otras, su amor á la humildad. D e este modo serán humildes los
muniquéis tan soberano don, h aciéndola instrumento hábil para apóstoles elegidos, y su humildad los hará aptos para cosas gran­
la salvación de las almas. des. A s í no podrán jam ás atribuir á sus fuerzas lo que sólo puede
P a n t o 3 .° J e s ú s elig e á a lg u n o s que eran pecadores.— reconocer por causa adecuada la omnipotencia del Señor. R es­
Considera cómo Jesucristo, no sólo esco gió varones justos para plandece. ciertamente, la sabiduría de Jesucristo en esta elec­
su apostolado, sino también á algu n o s que eran grandes pecado­ ción; pero no resplandece menos su bondad y m isericordia, si se
res, y estaban muy inclinados y a sid o s á las cosas de la tierra, y examinan las cualidades m orales de los elegidos. Su bondad,
aun tal vez m uy hundidos en el ab ism o del pecado. Esto hizo el atendiendo á algunas cualidades que algunos poseían para fijar
Señor para que conocieses y te co n ven cieses que la vocación es en ellos los ojos; teniendo en cuenta el celo, laboriosidad, frater­
un don gratuito suyo, que á cu a lq u ie ra , por malo que sea, puede nidad de algunos, que les disponen para el apostolado. Su mise­
concederse, y así no te engrieses ni prefirieses á nadie, porque ricordia, prescindiendo en la elección de otros de toda cualidad
podní ser que ese á quien d esp recia s sea vaso de elección, y tú dispositiva, arrancándolos del estiércol de sus vicios para colo­
merezcas ser reprobado. Pondera c o n admiración la omnipoten­ carlos entre los principes de su p ueb lo¿C om p ren d es ahora algo
cia del Señor, cómo de repente, d e go lp e y en un instante, cam­ de la sabiduría, bondad y misericordia de Jesús en la elección de
bia un pecador, y le trueca de p erseg u id o r en predicador, de los Apóstoles? ¿Conoces las disposiciones con que debes pre­
injusto en justo, de aficionado á las c o s a s del mundo en despren­ pararte para que el Señor te escoja? ¿Las has procurado hasta
dido de todo lo terreno. Esto puedes v e r en la vocación de san ahora? ¿Qué debes practicar? P ién salo; propón particularmente,
Mateo ', el cu a l, estando sentado en su despacho, muy atareado pide gracias y ruega por todos, especialmente por los elegidos
en sus negocios y cuentas, y tal v e z teniendo su corazón muy á la vida apostólica.
ocupado con sus riquezas, al punto q u e oyó la voz de Jesús, se
levantó, abandonó todas las c o s a s , dejó el destino, y le siguió
53.— CORRESPONDENCIA OE LOS APÓSTOLES Á LA VOCACIÓN.
con tal contento, que quiso m an ifestarlo dando en honor de su
Maestro un convite á todos sus a m ig o s. L o mismo puedes admi­ P reludio i .» Jesucristo llamó á sus Apóstoles, los cuales, respondiendo con docilidad
rar en el llamamiento de Saulo y en tantos otros. V u elve los ojos á la divina vocación, recibieron excelentes gracias.
sobre ti mismo, y al recordar el e sta d o en que se hallaba tu alma Preludio 2.® Represéntate á Jesucristo Samando á sus discipulos , y i éstos obede­
cuando sintió los primeros síntom as d e la divina vocación , quizá ciendo á la divina voz.
no podrás menos de alabar y b e n d e cir la m isericordia infinita del Pmummo ).* Pide fiel correspondencia á la divina vocación.
Señor, viendo que en ti ha querido cu m p lir la profecía de David,
el cual dice del S e ñ o r a, que le v a n ta la s nubes del extrem o de la P u n t a 1.® Modo cómo llam ó J e s ú s á s u s Apóstoles.—Con­
tierra; porque teniendo un co razó n frío y seco como tierra sin sidera cómo de dos modos muy diversos llam ó Jesucristo á sus
agu a, le ha levantado como nube, p a r a que vu ele por el mundo discípulos para el apostolado, aunque ambos fueron muy efica­
y le riegue con la doctrina y el eje m p lo . ¡Oh alm a m ía! Glorifica ces. A unos fué disponiendo poco á poco, llamándoles por tres
á tu D ios que te llamó para su e s c u e la sin m erecerlo, dejando á veces consecutivas *. Éstos fueron san A ndrés y san P edro, á los
otros muchos compañeros tuyos, y n o tan m alos como tú , en el cuales primero admitió en su posada algunas h oras, para que le
abismo del pecado y del error; p o n te con la humildad en el extre­ conociesen, conversando con ellos como con otros muchos; luego
mo de la tierra, para que el Sol d e Justicia te m ire y te levante les invitó á que oyesen su doctrina y tuviesen con Él m ayor fami­
como nube á lo alto del cielo. M ir a qué es lo que debes hacer liaridad ; por fin les mandó q u e, dejadas todas las cosas, le siguie­
para lo gra r esta gracia. sen 5. D e este modo te enseña Jesús que los hombres, de le y ordi­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ C u á n adm irables son las trazas del naria, van subiendo por grados á la perfección, y que importa en
Señor! Ha resuelto conquistar e l m und o, y quiere confiar esta gran manera obedecer á cualquier inspiración y llamamiento
obra á los hombres. P ara ella e s c o g e r á doce varones, y teniendo interior, aunque sea á obras pequeñas y á la oración ordinaria,
en su mano los corazones de to d o s . y pudiendo elegir personajes porque con esta obediencia el hombre se dispone para que su
distinguidos, pone sus ojos en a lg u n o s pobres, humildes, desco­ Majestad le llam e á cosas mayores. A otros llamó el Señor de
nocidos. A s í se muestra J e s u c risto consecuente con todas las golpe y á la primera vista, para mostrar la omnipotencia de su
acciones de su vida, descubriendo en esta, como en todas las voluntad en llam ar á los que quiere, y arrancarlos en un momento

■ Matth-, ix , 9. — 1 Psalm. cxxxtv; 7 Jcrem , 1.1, 16. 1. Psalm., cxii, 8. — * S. August. — ) Maro., 1, 18: S. Greg.
1S4 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. — Correspondencia de los Apóstoles á la vocación. 185
modo mi alma, que en ella fijéis v u e s tr a amorosa mirada y la co­ otras, su amor á la humildad. De este modo serán humildes los
muniquéis tan soberano don, h aciénd ola instrumento hábil para apóstoles elegidos, y su humildad los hará aptos para cosas gran­
la salvación de las almas. des. A s í no podrán jam ás atribuir á sus fuerzas lo que sólo puede
P a n t o 3 .° J e s ú s elig e A a lg u n o s que eran pecadores.— reconocer por causa adecuada la omnipotencia del Señor. R es­
Considera cómo Jesucristo, no sólo esco gió varones justos para plandece. ciertamente, la sabiduría de Jesucristo en esta elec­
su apostolado, sino también á algu n o s que eran grandes pecado­ ción; pero no resplandece menos su bondad y m isericordia, si se
res, y estaban muy inclinados y a sid o s á las cosas de la tierra, y examinan las cualidades m orales de los elegidos. Su bondad,
aun tal vez m uy hundidos en el ab ism o del pecado. Esto hizo el atendiendo á algunas cualidades que algunos poseían para fijar
Señor para que conocieses y te co n ven cieses que la vocación es en ellos los ojos; teniendo en cuenta el celo, laboriosidad, frater­
un don gratuito suyo, que á c u a lq u ie ra , por malo que sea, puede nidad de algunos, que les disponen para el apostolado. Su mise­
concederse, y así no te engrieses n i prefirieses á nadie, porque ricordia, prescindiendo en la elección de otros de toda cualidad
podrá ser que ese á quien d esp recia s sea vaso de elección, y tú dispositiva, arrancándolos del estiércol de sus vicios para colo­
merezcas ser reprobado. Pondera c o n admiración la omnipoten­ carlos entre los príncipes de su pueblo'. ¿Comprendes ahora algo
cia del Señor, cómo de repente, de g o lp e y en un instante, cam­ de la sabiduría. bondad y misericordia de Jesús en la elección de
bia un pecador, y le trueca de p erseg u id o r en predicador, de los Apóstoles? ¿Conoces las disposiciones con que debes pre­
injusto en justo, de aficionado á las c o s a s del mundo en despren­ pararte para que el Señor te escoja? ¿Las has procurado hasta
dido de todo lo terreno. Esto puedes v e r en la vocación de san ahora? ¿Qué debes practicar? P ién salo; propón particularmente,
Mateo ', el cual, estando sentado en su despacho, muy atareado pide gracias y ruega por todos, especialmente por los elegidos
en sus negocios y cuentas, y tal v e z teniendo su corazón muy á la vida apostólica.
ocupado con sus riquezas, al punto q u e oyó la voz de Jesú s, se
levantó, abandonó todas las c o s a s , dejó el destino, y le siguió 53.— CORRESPONDENCIA DE LOS APÓSTOLES Á LA VOCACIÓN.
con tal contento, que quiso m an ifestarlo dando en honor de su
Maestro un convite ¡i todos sus a m ig o s. L o mismo puedes admi­ P reludio I.» Jesucristo llamó i sus Apóstoles, los cuales, respondiendo coa docilidad
rar en el llamamiento de Saulo y en tantos otros. V u elve los ojos á la divina vocación, recibieron excelentes gracias.
sobre ti m ism o, y al recordar el e sta d o en que se hallaba tu alma P reludio 2.a Represéntate á Jesucristo llamando á sus discipulos , y á éstos obede­
cuando sintió los prim eros síntom as d e la divina vocación, quizá ciendo á la divina voz.
no podrás menos de alabar y b e n d e cir la m isericordia infinita del Preludio 3.a Pide fiel correspondencia á la divina vocación.

Señor, viendo que en ti ha querido cum p lir la profecía de David,


el cual dice del Señor =, que leva n ta las nubes del extrem o de la P u t a l . " Modo cómo llam ó J e s ú s á su s Apóstoles.—Con­
tierra; porque teniendo un corazón frío y seco como tierra sin sidera cómo de dos modos muy diversos llamó Jesucristo á sus
a g u a , le ha levantado como nube, p a r a que vuele por el mundo discípulos para e l apostolado, aunque ambos fueron muy efica­
y le riegue con la doctrina y el e jem p lo . ¡Oh alma m ía! Glorifica ces. A u n o s fué disponiendo poco á poco, llamándoles por tres
á tu Dios que te llamó para su e s c u e la sin m erecerlo, dejando á veces consecutivas *. Estos fueron san Andrés y san Pedro, á los
otros muchos compañeros tuyos, y n o tan malos como tú, en el cuales primero admitió en su posada algunas h oras, para que le
• abismo del pecado y del error; p o n te con la humildad en el extre­ conociesen, conversando con ellos como con otros muchos; luego
mo de la tierra, para que el Sol d e Justicia te mire y te levante les invitó á que oyesen su doctrina y tuviesen con Él m ayor fami­
como nube á lo alto del cielo. M ir a qué es lo que debes hacer liaridad; por fin les mandó q u e, dejadas todas las cosas, le siguie­
para lo grar esta gracia. sen \ D e este modo te enseña Jesús que los hombres, de le y ordi­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ C u á n adm irables son las trazas del naria, van subiendo por grados á la perfección, y que importa en
Señor! Ha resuelto conquistar e l m undo, y quiere confiar esta gran manera obedecer á cualquier inspiración y llamamiento
obra á los hombres. P ara ella e s c o g e r á doce varones, y teniendo interior, aunque sea á obras pequeñas y á la oración ordinaria,
en su mano los corazones de to d o s, y pudiendo elegir personajes porque con esta obediencia el hombre se dispone para que su
distinguidos, pone sus ojos en a lg u n o s pobres, humildes, desco­ Majestad le llame á cosas mayores. A otros llamó el Señor de
nocidos. A s í se muestra J e s u c risto consecuente con todas las golpe y á la prim era vista, para mostrar la omnipotencia de su
acciones de su vida, descubriendo en esta, como en todas las voluntad en llam ar álosq u e quiere, y arrancarlos en un momento

• Matth., ix, 9. — » Psalm. cxxxtv; 7 Jcrem , U , 16. 1. Psalm., cxii.8. — * S. August. — ) Maro., 1, iS: S. Greg.
1 36 Serie p r im e r a .— Vía ilu m in a tiv a , M ii. 5 ? .— Correspondencia de ¡os Apóstoles a la vocación. 187

de don de estaban atollados, trocando de repente sus corazones. repugnancia ó tristeza; y con tener presentes las cosas que ama­
D e e s ta m anera llamó á los hijos del Zebedeo. cuando estaban ban ó estim aban, padres, redes y dineros, luego lo dejaron todo,
con su p a d re pescando y remendando las redes, y á san Mateo como si huyeran de una serpiente. L os que tenían las redes ten­
cuando e sta b a sentado én su banco, cambiando y negociando con didas en el m ar, al punto las soltaron. L os que las estaban remen­
otros; y con estar atado con una cuerda de tres dobleces, á saber, dando, no dieron más puntada; y el que tenía los libros abiertos
s ú m a la inclinación, la posesión de muchas riquezas y el oficio y el dinero sobre Ja m esa, le dejó como se estaba, con tanto
público d e alcabalero, con una sencilla palabra le desató, y gusto, que para m anifestarlo, celebró su llam am iento, haciendo
d icién d o le: «Sígueme», le arrancó de golpe la mala inclinación y un suntuoso convite á Cristo y á sus discípulos. ¡ Oh m ilagros de
le hizo d e ja r las riquezas y el oficio, mostrando con esto la efica­ la omnipotencia de D io s ! ¡ Oh mudanza de la diestra del muy
cia de s u g ra c ia y el poder que tiene sobre la naturaleza. En la A lto '! ¡ Oh sol de Ju sticia, que abrasáis tres veces los montes
persona de estos varones mírate á ti mismo enredado y enlazado con rayos de fu eg o , cegando los ojos con vuestro resplandor!
con la s re d e s y lazos de tus pasiones y pecados y de los negocios Concededme una obediencia ciega, fervorosa y d iligente, como
y cuidados del siglo, tan flaco, que no puedes por tus fuerzas la disteis á estos montes apostólicos, para q u e , obedeciéndoos
d e se n re d a rte ; y tan rendido, que ni lo quieres ni lo deseas, antes como e llo s , llegue á reinar con ellos por todos los siglos. ¿Prac­
adoras y sacrificas á tus redes ', que son las cosas terrenas que ticas t ú , alma relig io sa , la obediencia de este modo ? ¿ Qué grado
m iras corno íd olos; pero la misericordia de Jesús es tan grande y de ella te falta ?
tan p o d e ro s a , que con sola una palabra puede hacer que te guste P n n t o 3 .° Favores que J e s ú s concedió á s u s 'Apóstoles a l
d eja rla s, y darte fuerzas para desenredarte de ellas. ¡Oh Dios llam arlos.— Considera aquí los grandes favores que dispensó
omnipotente! Romped con presteza mis ataduras 1 , para que Jesucristo á sus Apóstoles en premio de la grande obediencia que
.nunca m ás sacrifique á estas redes, sino á V os sacrificio de ala­ tuvieron á su llamamiento. Primeramente los levantó á la mayor
banza , ó invoque vuestro santo nombre \ { Estamos nosotros tam­ dignidad de cuantas instituyó en su Iglesia, que es la del aposto­
bién enredados con las cosas materiales? ¿No oímos la voz de lado 5, haciéndolos sus legados y embajadores, para que con sus
Jesús que nos convida y ofrece la verdadera libertad? veces y autoridad fuesen á predicar por el mundo la ley evangé­
P n n t o 2 .° Obediencia de los Apóstoles a l llam am iento de lica. Escogiólos también, como dice san M arcos5 «para que estu­
J esú s.— Considera la obediencia con que los Apóstoles siguieron viesen con Él», andando siempre en su com pañía, teniendo con
el divino llamamiento, la cual tuvo tres perfecciones que la hicie­ ellos muy estrecha fam iliaridad, dándoles parte de todos sus se­
ron excelentísim a. E lla fué de entendimiento y juicio, cautiván­ cretos, y asi les d ijo :«No os llam aré siervos, sino amigos, porque
dole en servicio de Cristo, y rindiéndole á su ordenación, sin todas las cosas que oí á mi Padre os las he manifestado á vos­
rep licar ni alegar las razones que tenían para dejar ó diferir el otros ■ ♦ ». A d em ás, comunicóles m ayores gracias y dones, que á
cumplimiento de ella. No pretextaron que habían de cuidar de los todos los santos del Testamento viejo y nuevo, que después de
padres, ó a rreg la r los negocios, sino, rindiendo su juicio al man­ ellos sucedieron, asi en género de santidad como de sabiduría,
damiento de C risto , y arrojándose confiadamente en la divina con la potestad de hacer m ilagros, y las demás gracias que lla­
P ro vid en cia, le obedecieron con obediencia ciega, pero no necia, man g ra tis d alas ; por lo c u a l, dice san Pablo.»que tuvieron las
sino m u y cuerda. F u é, adem ás, su obediencia con sujeción pron­ primicias del esp íritu , y son la gloria de Cristo. Finalm ente:
tísima d e su voluntad á la de Cristo, descarnándose del amor que prometióles que el día del juicio se sentarían con Él en doce tro­
tenían á m ujer, hijos, padres, deudos y á su hacienda; y aunque nos . para ju zgar las doce tribus de Israel, por haberle obedecido
tenían p o ca , dejaron muchísima, en cuanto dejáronla voluntad y en dejar por su amor todas las c o s a s , y en esta vida les dió cien
deseo de tener otra cosa que á C ris to 4; y si todo el mundo fuera veces más de lo que dejaron *. Y si es verdad que con la voluntad
suyo, todo lo dejaran por seguirle. Y á esta causa dijo san Pedro -eficaz dejaron todas las riquezas, honras y regalos que podían
á C risto nuestro S eñ o r: «Mirad que hemos dejado todas las d e s e a r, lo que les dió valía cien mil veces más que todo eso,
c o s a s 5»; porque, no sólo dejaron las cosas que tenían, sino todas porque les dió tales g r a c ia s , dones y consuelos espirituales, que
Jas del mundo absolutamente, privándose hasta del derecho y excedían incomparablemente á todo cuanto dejaron; y para que
te animases á hacer otro tanto como los A p ó sto les, te prometió
libertad de tenerlas. F u é, por último, obediencia presta, puntual
lo mismo que á ellos. ¡ Oh Redentor mío! Pues con tanta genero-
y alegre en la ejecu ción, sin dilación, ni por un instante, y^ in

• Psalm. lxxvi, II. — » Marc., ni, 14. —■ ) Ibid.— 4 ¡can., xv, 15.
• Habac., i, 16. — * Psalm. exv, 16. — jEcdi-, Li. 17. — 4 S. Ore* i Rom, viii, 2); II Cor., m i, 23. — 6 Matth., xix, 28.
5 Matlh., x a , 27.
i8 8 Serie prim era.— i''ia ilu m in a tiv a .
MeJ. 54.—Jesús arroja del templo á los profanadores. 189
sidad premiáis Ja obediencia á v u e s tro llam am iento, justo es que
y o os siga en esta vida, para que lle g u e á estar donde V os estáis, debes considerar el celo grande que tenía Jesús de la gloria de
gozando de vuestra gloria. M as¿ c ó m o y en qué cosas debemos su Padre y de la pureza de su tem plo; porque celo es 1 un ar­
nosotros obedecer ? ¿ Qué nos e x ig e ú ordena Jesús? diente deseo de quitar ó impedir lo que es contrario á la cosa
JHpílogo y c o lo q n io a . ¡ C u á n digno de toda alabanza am ada, por ser contra su voluntad, honra ó p rovech o; y cuanto
y agradecimiento es el Señor por la vocación con que llama á es m ayor el am or, es m ayor el celo , y , por consiguiente, mayor
sus escogidos ! D e dos modos lo r e a liz a , atendiendo á las cir­ la tristeza de la injuria ó daño de su am igo, y m ayor el ímpe
cunstancias personales de los lla m a d o s , y ambos son suaves y tu de remediarlo. Y como Jesús amaba inmensamente á su Padre
cuanto es de su parte eficaces para e l fin que se propone. Á unos y á s u templo, así tenia ardentísimo celo de todo lo que les to­
llama poco á poco y como por g r a d o s , á otros de repente, de caba. Reilexiona con cuánta razón había dicho D a v id 1 de Jesu­
g o lp e , con deseo de que al instante l e s ig a n .; Cómo has sido tú cristo. que el celo d é la casa de D ios le devoró; porque este
llamado? Actualm ente, ¿cóm o te lla m a Jesús? ¡Feliz si, á imita­ celo lué como fuego consumidor, el cual, no solamente atormen­
ción de los Apóstoles, sigues el d iv in o llamamiento! ¡Dichoso si, taba su corazón, sino que le consumió hacienda, honra, contento
con puntualidad, p resteza, buena y decidida voluntad y rendi­ y vid a ; deshaciéndole todo, hasta dejarle desnudo, deshonrado,
miento de ju ic io , abandonas todas l a s cosas por seguir á C risto! desamparado y muerto en una cruz; y así como el que come el
L o s favores más señalados y las g r a c ia s más singulares vendrán manjar lo muda y convierte en si, del propio modo el celo comió
á inundar tu alma. Mira á los A p ó sto le s . Son dóciles y obedientes á Cristo, transportándole y transformándole en sí; porque todo
al llamamiento de Cristo, y este S e ñ o r , sumamente generoso en El, sus pensamientos, palabras y obras, estaban transformados en
remunerar los menores s e r v ic io s , en riq u ece sus almas de. gra­ celo; y el celo le meneaba y atizaba á todo cuanto decía y hacía
cias soberanas, distinguiéndoles é n tr e todos los santos que han por nuestro bien. ¡Oh! ¡Si tú estuvieras animado de un celo se­
existido y existirán hasta el fin d el mundo; concediéndoles las mejante por la gloria de D io s! M ira, por fin, la fortaleza de
primicias del espíritu; de tal modo lo s une con sigo, que les hace Cristo Xuestro Señor, nacida de este celo, con la cual hizo ros­
confidentes de todos sus se c re to s, llam ándoles á boca llena con tro á tanto tropel de gente, con riesgo de que se levantasen con­
el dulce nombre de a m ig o s; quiere q u e en el mundo sean sus le­ tra El; porque el amor divino echa fuera todo temor mundano, y
gados y em bajadores, y en el d ía del juicio jueces asesores, el celo es fuerte y duro como la muerte >; y cuando es menester,
para que con Él juzguen las d o c e tribus de Israel y á todo el hace azote con que castiga á los delincuentes, y aparta de la casa
mundo. ¿ Pueden darse m ayores fa v o re s ni más grandes distin­ de Dios todo lo que es en su daño. Y á esta misma causa D io s 4
castiga al que am a, y al hijo en quien se agrada, para quitar de
ciones ? M ira, p u e s , qué te co n v ie n e hacer para ser participante
de e llo s ; examina cómo co rresp o n d es á tu v o ca ció n , qué debes él todas las imperfecciones que tiene. ¡Oh dulcísimo Salvad or,
que con un mismo celo tomáis el azote para purificar la casa de
hacer para ser fiel á la misma. P r o p ó n , p id e, y no te canses de
vuestro P a d r e , y permitís que vuestros enemigos lo tomen para
importunar á Jesús, rogándole p o r ti y por todos tus prójimos.
castigar vuestro cuerpo, pagando con vuestros azotes la pena de
sus pecados! Arm adm e con este santo celo, para que castigue mi
54,—JESÚS ARROJA DEL TEMPLO Á LOS PROFANADORES. carne por sus culp as, y procure con fortaleza estorbar las ajenas.
¿Sentimos nosotros este celo por la gloria de D ios?¿C óm o lo
Preludio l . ' Jesús arroja del templo á los negociadores, y exigiéndole éstos una señal, hemos de adquirir?
anunció su resurrección al tercer día de muerto.
P u n t o 8.° S eñ a l que da J e s ú s á los ju d ío s para que le
Preludio 2.“ Represéntate á Jesús encendido en celo, arrojando á los proánadores de
crean.—Considera có m o , pidiendo los judíos á Jesús una señal
templo.
P reludio } ’ Pide la gracia de saber imitar e l celo de Jesús.
m ilagrosa para creer en El y aprobar lo que hacía, les dijo
«Destruid este templo, y en tres días lo vo lveré á edificar»; alu­
diendo al templo de su cuerpo, que sería destruido por los judíos,
P u n t o l . ° Celo ard ien te y f u e r t e d e J esú s. — Subiendo y que Él resucitaría á los tres días. Pondera cómo Jesús en estas
Jesús al tem plo, y viendo que le p ro fa n a b an , comprando y ven­ palabras dió dos m isteriosas señales á los judíos, en confirmación
diendo y cambiando dinero, hizo u n azote de cordeles, y arrojó del poder con que celaba por la gloria de su Padre: la primera
á los profanadores, trastornando la s m esas, y diciendo: «No es la permisión de que destruyesen templo tan precioso con azo-
hagáis de la casa de mi Padre c a s a d e negociación ’ ».-En lo cual
1 S. Thcm. — » Pillan, t xvm , lo. — ) Cant., vm , 6.
■ Joan. . 1 1 , 1 ó. 4 Prov.. ni, 12 : Hd>r., xn , 6. —. $Joan., ii, 19.
190 S erie p rim era — F ia ilum inativa. Med. 54 .— Jesús arroja del templo á los profanadores. 191

tes, espinas y c la v o s , dejándole descoyuntado y muerto'-en una vez ú otrti se o ra , sino el que es oratorio dedicado para sólo esto,
cruz; la segunda es la resurrección que haría con su propia vir­ tal ha de ser tu corazón, consagrándole á la frecuencia de este
tud, volviend o su cuerpo á la vida que antes tenía con mayor ejercicio con gran fervor. En todo lugar, como dice san Pablo '
gloria. A m b a s señales son m ilagrosas y eficaces para probar el has de orar, levantando tus manos puras al cielo, sin ira ni tur­
poder de J e sú s; porque m ilagro fué grande que Cristo, Dios y bación, y entrando dentro de ti mismo, en donde está Dios para
hombre, con ánim a gloriosa, tuviese cuerpo m o rta l, y se dejase escucharte. Mas acuérdate que, para qué sea casa de oración,
m atar, deshaciéndose la unión del alma con el cuerpo. Y este mi­ debe estar limpia de culpas que la rem uerdan. quieta de pasio­
lagro fué señal de su infinita caridad y m isericordia, por la cual nes que la Lurben, y adornada con actos de virtudes que la alien­
díó licencia á sus enemigos que destruj-esen el templo de su ten. Porque si está sucia, turbada y descompuesta, en queriendo
cuerpo, para re p a ra r el templo de sus almas y hacerlas templo de . entrar dentro de ella , te saldrás, y dejarás la oración; como quien
D ios vivo. Y también fué señal de su omnipotencia, la cual mos­ entra á orar en una iglesia donde hay gran ruido y gritería, luego
tró en sufrir tan terribles tormentos y desprecios con milagrosa se sale porque no puede orar como desea. ¡Oh Salvador mío!
paciencia y m ansedum bre, hasta m orir en una cruz. Pero resuci­ A rm aos con vuestro santo celo, y tomad el azote en vuestra ma­
tando mostró también su om nipotencia, triunfando de la misma no; entrad dentro de este vuestro tem plo, y echad de él todo lo
muerte y del infierno, no sólo en sí m ism o, sino en sus escogidos, que os desagrada; n o consintáis que pase por él cosa que le tur­
librándolos d e su tiran ía, y sacando del vientre d é la ballena á be; purificad esta cueva de ladrones, para que de hoy más sea
los demás que había tragado. Con estas señales hizo que los hom­ casa de oración, morada de ángeles y habitación de paz. donde
bres creyesen en É l, y le amasen y obedeciesen, por lo cual Él V os moréis por todos los siglos. A lm a fiel, ¿ eres casa de ora­
dijo ': «Si Y o fuera levantado de la tierra, traeré á Mí todas las ción ó de disipación? ¿Eres morada de D ios, ó cueva de ladro­
cosas», no con azotes hechos de cordeles, á fuerza de castigos, nes? ¿Hallaría Jesús algo que reprender en ti?
> sino con cuerdas de A dán y con cadenas de caridad, á fuerza de E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡ Cuán v iv o , eficaz y ardiente era el
beneficios 5. ¡O h dulcísimo Redentor! G racias os doy por haber­ celo que devoraba al Corazón de je sú s! Bien lo demostró al echar
me dado señal tan nueva, tan costosa para Vos y tan amorosa del templo á los profanadores. E ste celo, inspirado y causado
para mí. Yo s o y el miserable que con mis pecados destruy(^vues­ por el amor infinito que profesaba á su amantísimo Padre, de tal
tro templo, que es mi alma; pero V os podéis repararle en tres modo encendió y abrasó su alm a, que vino á consumir todo
días, vivificándom e con vuestra gracia, perfeccionándome con cuanto tenía: riquezas, salud, descanso y honra, transformán­
Ja,perseverancia, y resucitándome á la participación de vuestra dole en sí de manera que todo É l era un celo viviente. ¡Oh si tú
gloria. ¡Oh alm al ¿No te convencen estas señales que da Jesús celases de este modo por la gloria de D ios y bien de las alm as!
de su bondad y misericordia? Y ¿qué señales de gratitud le A sí lo harías, sin duda, si en tu corazón hubiese prendido algún
das tú? tanto la llama del amor divino. L a s señales que Jesús aduce para
P n n t o 3 .° Los profanadores arrojados del templo otra probar la autoridad soberana con que castiga á los profanadores
v es por el m ism o Jesú s. — Considera cómo Jesús otra vez, es­ del santo templo, no son otras que su muerte y resurrección. No
tando y a cerca de su Pasión, echó del mismo templo á los profa­ recuerda la excelencia de su doctrina, ni la grandeza de sus mila­
nadores, diciendo «Mi casa es casa de oración, y vosotros la gros, ni la justificación de su conducta; sólo su m uerte y resurrec­
habéis convertido en cueva de ladrones». A cerca de esto has de ción. El padecer por Dios y por el bien de las almas es la más clara
observar que la prim era vez, para echar á losn egocian tes.se y evidente señal del carácter divino que brilla en los discípulos del
valió de am enazas y azotes; la segunda, de palabras y grandes Señor. Estas y no otras eran las señales de su apostolado, que
m ilagros, reservando los azotes para sus espaldas; con lo cual con santo orgullo recordaba san Pablo. S i rehúsas sufrir tribula­
te enseña cómo tiene dos medios para purificar las alm as, que ciones, te falta esta señal tan evidente. ¿Qué debes hacer? Eíjate
son su templo v iv o ; el temor y el amor, los castigos y los bene en Jesús, cómo, no contento con haber salvado al templo de la
lirios, suplicándole que purifique la tiiya del modo que más con­ profanación una v e z, repite tan santa obra poco tiempo antes de
ven ga para su gloria. Pondera las palabras que dijo J e s ú s : «Mi su Pasión, y. aunque en ésta no usó de tanto rigor y severidad
casa es casa de oración». S í; tu alma ha de ser cása de oración, como en ia prim era, increpó, sin em bargo, duramente á los ju ­
en la cual has de entrar, y orar en ella á tu Padre c e le s tia l4. Mas díos, y en ellos á ti, porque convertían el lugar de oración.en
porque no se llam a casa de oración aquel lugar en donde una cueva de ladrones. Mira cómo está tu alm a; quizá sea cueva de

1 1 T in» ., 1 1 . 8.
1 Jo an ., ¡til, 3 2 . — * O s e e -, x i , 4. — 3 M a tlh ., XXI, 12. — 4 ívlatlh ., V I, 6.
192 Serie primera.— P»<J iluminativa. MeJ. 5 5 . — Sermón del m onte.— introducción. 193
ladrones, usurpando con sus potencias la gloria á D ios y la ca­ C o n qué os pagaré esta merced de haber venido en persona, y
ridad al prójimo. Si así fuera, llora, arrepiéntete, forma propó­ haber abierto vuestra misma boca para enseñarme vuestra doc­
sitos, suplica con fervor, rogando por ti y por los demás. trina, pues bastara que vinieran ángeles, por cu ya boca m edierais
parte de ella. ¡Oh alm a! ¿ Aprendes la doctrina de este maestro ?
55.— SERMÓN DEL MONTE.-INTRODUCCIÓN. i Observas las leyes de este legislador ? ¿Sigues los consejos de
este consejero ?
P reludio l .o Principia Jesús á ejercitar los oficios de maestro , legislador y consejero, P u n t ó 5t.° J e s ú s ja m á s ha dejado d e ejercitar estos ofi­
para continuarlos hasta el fin del mundo de un modo invisible y excelente. cios con tos hom bres.— Considera en este punto cómo C risto
P reludio 2.° Represéntate á Jesús sentado en el monte, hablando á las turbas, entre nuestro Señor, aunque haya salido del mundo según su vida pa­
las cuales te hallas. sible y tem poral, no por esto ha dejado de hacer los olicios para
P reludio Pide la gracia de comprender y practicar las enseñanzas de Jesús. que vino á la tierra con todos los hom bres. especialmente con
los que desean subir con Él al monte de la perfección, y se le acer­
P u n t o l .° J e sú s nuestro m aestro, legislador y consejero. can con el amor. Por este motivo has de procurar ser de éstos,
— Viendo Jesús la gente que lo segu ía . subió á un monte, y sen­ porque, como dice la Escritura ■ -los que se llegan al Señor serán
tándose en tierra, se le acercaron sus d isc íp u lo s, abrió su boca, iluminados; y los que se ponen cabe sus pies, imitando su humil­
y comenzó á enseñar '. Sobre esta, introducción del Evangelista dad , recibirán su doctrina. A ellos dirige especialmente los ojos,
debes considerar cómo Jesús en este d ía tomó pública posesión para mirarlos con m isericordia, al modo que el pastor regala
de tres oficios muy prin cipales, que s u P adre le en c a rg ó ; es á más á la oveja que procura ir cabe é l; y los enseña como buen
saber: de m aestro , legislador y c o n s e je r o , ejercitándolos con al­ m aestro, y a por boca de los predicadores, cuando los o y e n J; y a
tísima perfección, significada por el monte. Como maestro, te por medio de los libros sagrados y devotos, cuando los leen ; y a
enseñó 1, no cosas vanas ó cu rio sas, no astrologias ni otras cien­ á sus solas por medio de inspiraciones, cuando oran ó meditan,
cias hum anas, que suelen hinchar m ucho y aprovechar poco, abriendo Él mismo su b o ca para hablarles al corazón, é infun­
sino la ciencia de los santos, que a b ra z a los misterios altísimos diéndoles allí nueva luz para conocer los misterios de la l e ; como
de nuestra le y las cosas necesarias p a ra alcanzar la santidad. legislador sabio y am oroso, les imprime los afectos d é la le y de
Como legislador, promulgó de n u evo , y declaró la divina ley gracia y carid ad , de modo que obedezcan á ella, no como escla­
con toda la pureza y santidad que tien e , purgándola de los erro­ vos á las órdenes de su S e ñ o r, sino con espiritu de buenos hijos,
res que la malicia humana la había m e z c la d o , y perfeccionando deseosos de complacer y agradar en todo á su amante P a d r e ; y
lo imperfecto de la ley antigua. Como c o n se je ro , enseñó los con­ como consejero prudente y caritativo, les llama y solicita suave­
sejos de la ley nueva y evangélica, q u e son los más excelentes mente para que sigan la perfección. De todo lo cual has de sacar
que se pueden aconsejar, por razón d e los cuales es llamado por con qué espíritu debes acudir al sermón, lección y oración, como
el profeta Isaías, admirable consejero y Á n g e l del gran consejo K quien se llega de cerca á oir este divino Maestro, que te habla
Mas reflexiona cómo hizo estos tres o licio s con un modo nuevo, interiormente por los demás. Pues por esto dijo el Padre Eterno
admirable y excelentísim o; p o rq u e . como m aestro, no sólo que nunca se apartaría de nosotros el Preceptor que nos d a b a ’.
proponía exteri ormente la doctrina, sin o también daba interior­ ¡ Oh Maestro del c ie lo !; pues os dignáis hablar también á mí
mente luz celestial para entenderla y estim arla. Como legislador, como hablasteis á vuestros discípulos, abrid vuestra boca, que
no sólo ponía excelentes leyes y p r e c e p to s , sino imprimíalos en vuestro siervo escucha, y dadme vuestra luz para conocer lo que
me enseñáis. ¡ Oh Legislador soberano! Dadme vuestra bendición
el co razó n , dando gracia para cu m p lirlos con mucha suavidad.
para cumplir lo que me mandáis. ¡Oh Consejero admirable!
Y como consejero, no sólo daba el co n sejo , sino el espíritu y fuer­
Dadme fuerzas para seguir lo que me aconsejáis, para que con
zas para recibirle y ponerle por obra. Kn lo cual excedió á todos
vuestra ayuda, subiendo de virtud en virtud, llegue á veros en la
los maestros , legisladores y co n sejero s del mundo; por lo cual
santa Sión. ¿ Qué caso hacemos nosotros de las enseñanzas de
con mucha razón nos dijo que á ninguno sino á Él llamásemos
Jesús? ¿Obramos según ellas?
m aestro4 ; porque un solo maestro h ;iy , que es C risto, y por la P n n t o S-° Tema de su sermón, ó bienaventuranzas en g e­
misma razón hay un solo legislad o r y consejero. ¡ Oh Padre neral.— Considera cómo Jesús, mirando el tesoro de virtudes que
E terno! G racias os doy por haberme dado el mejor m aestro, le­ tenia dentro de su alm a, sacó de allí ocho principalísimas, en que
gislador y consejero que podíais d arm e. ;Oh Hijo de Dios vivo!
« Psalm. xxxhi, 6. — J Deut., xxxm, 3. — J Uai. , xxx , 20.
1 Matth., v, 2. — s Isa¡., xlviii . 17. —• i Itai. , ix , 6 . - 4 ¡YUitli., xxm, 10.
‘3
194 Serie p rim era .— V ia ilum inativa.
M cd. 56 .— Prim era M alaventuranza . 195
se suma toda la perfección evangélica; virtudes muy antiguas-
pero muy nuevas y nunca oídas en el mundo; y llam ólas con eí mundo. Él predicará por si m ismo, mediante las inspiraciones
secretas, por los predicadores y por otros m edios, la práctica de
nombre nuevo de bienaventuranzas, aunque á la carne son amar­
aquellas virtudes sublimes que llama bienaventuranzas, y que el
gas. Pondera cóm o aquí se cumplió lo que dice de É l la Esposa ■ ;
mundo considera como desdichas, y las predicará como único
que sus labios son com o lirios que destilan la mirra primera;
camino que conduce á la verdadera télicidad. ¿Deseas tú ser dis­
porque, abriendo su b o c a , destiló esta primera vez por sus
cípulo de Jesús? Es preciso oir su doctrina, observar sus leyes y
labios con gran blandura y suavidad estos ocho actos de virtud
seguir sus consejos. ¿ L o has hecho así? ¿Qué debes reformar en
y mortificación m uy e sco g id a , am argos al gusto de la carne,
tu conducta? ¿Puede Jesús honrarse contener un discípulo como
pero olorosos á D ios y provechosos al espíritu; poderosos para
tú ? ¡ A h ! Si profundizas sobre esta reflexión, tu rostro se llenará
preservarle de toda corrupción de culpa, endulzorándolos con el
de vergüenza. D espierta y a de tu letargo; haz los propósitos que
premio que prometió y con e l modo que los proponía. Mira tam­
te convienen, y , viendo tu impotencia para cum plirlos, pide con
bién cómo Cristo nuestro Señor vu elve en esta ocasión por el
espíritu para ti y para todo el mundo.
honor de estas virtudes, que estaban en el mundo muy desecha­
das y aborrecidas; teniéndolas, no por bienaventuranzas, sino
56.— PRIMERA BIENAVENTURANZA.
por desdichas; huyendo de e lla s, y abrazándolas cosas contra­
rias. Jesús, em pero, honra á cada una con un nombre muy glo­
Priludió i.« Dijo «I Salvador: « Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
rioso, y con un premio m uy esclarecido, y, sobre todo, con su
ellos es el reino de los cielos ».
raro ejemplo; porque, como no fuese capaz, en cuanto D ios, de P reludio a.» Represéntate á Jesús anunciando esta bienaventuranza.
pobreza, llanto y persecuciones, quiso bajar del cielo y hacerse P reludio 3.* Pide la gracia de saber comprenderla y practicarla.
hombre para ejercitar los actos de estas virtudes, y descubrírnos­
los tesoros que estaban escondidos dentro de ellas. D e este modo P u n t o l.° E n qué consiste la pobreza d e e s p ír itu — Consi­
estas ocho bienaventuranzas han venido á ser como ocho escalo­ dera lo primero en qué consiste y qué grados abraza la pobreza
nes de la escalera del c ie lo , por los cuales se sube á la cumbre de espíritu. L a pobreza de espíritu no consiste en carecer abso­
de la santidad y unión con Dios. ¡Oh Maestro soberano! G racias lutamente de los bienes tem porales, sino en no tener el corazón
os doy por haber sacado al mundo del error en que se hallaba en aficionado á ellos, de modo que. cuanto m ás desapegado esté él,
orden á estas virtudes, con vuestra doctrina y ejemplo. D e hoy más excelente será la misma pobreza, la cual abraza cinco actos
más las tendré por bienaventuranzas, como vos las llam áis, y las- ó grados. El primero es renunciar con el espíritu y corazón las
miraré como ia escalera del c ie lo , esforzándome en subir por cosas temporales, quitando las aficiones desordenadas á ellas, y
ella hasta llegar á la eterna bienaventuranza. hallándote en la disposición necesaria de ánimo de dejarlas cuan­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán bien empieza Jesucristo los do fuere necesario para cum plir la voluntad de Dios. El segundo
oficios de m aestro, legislador y consejero que le ha encomenda­ grado es más perfecto, y consiste en dejar con efecto y despren­
do su Padre! Sentado sobre la cumbre de un monte, para signi­ derte voluntariamente de todas las cosas que posees, moviéndote
ficar la perfección que encierra su doctrina, y á que conduce á á ello, no por ningún m otivo bajo, sino con una voluntad espiri­
los que la siguen, abre su boca Aquel que hasta entonces había tual y pura de agradar á sólo D ios, por obedecer a l impulso del
abierto las bocas de los profetas, y comienza á enseñar , á dar divino Espíritu que á ello te inclina. El tercero es vaciar y lim­
leyes y A prom ulgar consejos. Pero ¡ qué doctrina tan celestial piar tu alma de todo espíritu y viento de vanidad y de toda hin­
enseña! ¡Q u é le jrcs tan sabias dicta! ¡Q ué consejos tan santos chazón y presunción va n a , despreciando cuanto pudieres con el
nos da! Él es M aestro, mas no como los otros, que solamente en­ corazón las pompas del mundo, ó dejándolas cuando puedes y te
señan exteriorm ente, sino que también da luz al entendimiento conviene para el divino servicio. El cuarto pasa m ás adelante, y
para que se comprendan sus enseñanzas; es L egislador, q u e , no es vaciar el espíritu de toda propiedad, desnudándole del propio
sólo impone preceptos, sino que ayuda para cumplirlos; es Con­ juicio y de la propia voluntad con todos sus propios quereres, si
sejero, que no se satisface con aconsejar, sino que con su ejem­ no es en cuanto son conformes con los de D io s, porque en tal
plo y gracia hace am ar sus consejos. Y no se contentó con ejer­ caso y á no serán propios, sino comunes. E l quinto y supremo
citar estos oficios allá en el m onte, y durante su vida mortal; acto de pobreza de espíritu es vaciarte de ti mismo, conociéndote
ahora mismo sigue ejercitándolos, y lo hará hasta el fin del por tan pobre, que de tu cosecha ninguna cosa buena tie n e s', si

i Cant., V, 13. • II Cor., 111, 5.


•94 Serie p rim era .— V ia ilum inativa.
M ed. jó .— Prim era bienaventuranza. 195
se suma toda la perfección evangélica; virtudes muy antiguas,
mundo. É l predicará por s i m ism o, mediante las inspiraciones
pero muy nuevas y nunca ofdas en el mundo; y llam ólas con eí
secretas, por los predicadores y por otros medios, la práctica de
nombre nuevo de bienaventuranzas, aunque á la carne son amar*
aquellas virtudes sublimes que llam a bienaventuranzas, y que el
gas. Pondera cómo aquí se cum plió lo que dice de É l la Esposa •;
mundo considera como desdichas, y las predicará como único
que sus labios son com o lirios que destilan la m irra primera;
camino qne conduce á la verdadera felicidad. ¿Deseas tú ser dis­
porque, abriendo sú b o c a , destiló esta primera v e z por sus
cípulo de Jesús? E s preciso oir su doctrina, observar sus leyes y
labios con gran blandura y suavidad estos ocho actos de virtud
seguir sus consejos. ¿ L e has hecho así? ¿Qué debes reform ar en
y mortilicación m uy escogida, am argos al gusto de la carne,
tu conducta? ¿Puede Jesús honrarse con tener un discípulo como
pero olorosos á D ios y provechosos al espíritu; poderosos para, tú ? ¡ A h ! Si profundizas sobre esta reflexión , tu rostro se llenará
preservarle de toda corrupción de culpa, endulzorándolos con el de vergüenza. Despierta y a de tu letargo; haz los propósitos que
premio que prometió y con e l modo que los proponía. Mira tam­ te convienen, y , viendo tu impotencia para cum plirlos, pide con
bién cómo Cristo nuestro Señor vu elve en esta ocasión por el espíritu para ti y para todo el mundo.
honor de estas virtudes, que estaban en el mundo muy desecha­
das y aborrecidas; teniéndolas, no por bienaventuranzas, sino
56.— PRIMERA BIENAVENTURANZA.
por desdichas; huyendo de e lla s, y abrazando las cosas contra­
rias. je sú s , em pero, honra á cada una con un nombre muy glo­
P reludio i .* Dijo el Salvador: « Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
rioso , y con un premio m uy esclarecido, y, sobre todo, con su
ellas es el remo de las cíelas s.
raro ejemplo; porque, como no fuese capaz, en cuanto D ios, de P reludio 2.» Represéntate ¿Jesús anunciando esta bienaventuranza.
pobreza, llanto y persecuciones, quiso bajar del cielo y hacerse P reludio y * Pide la gracia de saber comprenderla y practicarla.
hombre para ejercitar los actos de estas virtudes, y descubrirnos-
los tesoros que estaban escondidos dentro de ellas. De este modo P a n t o 1 * E n qué consiste la pobreza d e e s p ír itu — Consi­
estas ocho bienaventuranzas han venido á ser como ocho escalo­ dera lo primero en qué consiste y qué grados abtaza la pobreza
nes de la escalera del cielo, por los cuales se sube á la cumbre de espíritu. L a pobreza de espíritu no consiste en carecer abso­
de la santidad y unión con D ios. ¡Oh Maestro soberano! Gracias, lutamente de los bienes tem porales, sino en no tener el corazón
os doy por haber sacado al mundo del error en que se hallaba en aficionado á ellos, de modo que, cuanto más desapegado esté él,
orden á estas virtu d es, con vu estra doctrina y ejemplo. D e hoy más excelente será la misma pobreza, la cual abraza cinco actos
más las tendré por bienaventuranzas, como vos las llam áis, y las- ó grados. El primero es renunciar con el espíritu y corazón las
miraré como la escalera del c ie lo , esforzándome en subir por cosas temporales, quitando las aficiones desordenadas á ellas, y
ella hasta llegar á la eterna bienaventuranza. hallándote en la disposición necesaria de ánimo de dejarlas cuan­
E p í l o g o y c o lo q u io » . ¡Cuán bien empieza Jesucristo los do fuere necesario para cumplir la voluntad de Dios. E l segando
olicios de m aestro, legislador y consejero que le ha encomenda­ grado es más perfecto, y consiste en dejar con efecto y despren­
do su Padre! Sentado sobre la cumbre de un monte, para signi­ derte voluntariamente de todas las cosas que posees, moviéndote
ficar la perfección que en cierra su doctrina, y á q u e conduce á á ello, no por ningún motivo bajo, sino con una voluntad espiri­
los que la siguen, abre su b o ca A quel que hasta entonces había tual y pura de agradar á sólo D ios, por obedecer a l impulso del
abierto las bocas de los profetas, y comienza á en señ ar, á dar divino Espíritu que á ello te inclina. El tercero es va ciar y lim­
leyes y á prom ulgar consejos. Pero ¡ qué doctrina tan celestial piar tu alma de todo espíritu y viento de vanidad y de toda hin­
enseña! ¡Qué leyes tan sabias dicta! ¡Q ué consejos tan santos chazón y presunción van a, despreciando cuanto pudieres con el
nos da! Él es M aestro, mas no como los otros, que solamente en­ corazón las pompas del mundo, ó dejándolas cuando puedes y te
señan exteriorm ente, sino q u e también da luz al entendimiento conviene para el divino servicio. El cuarto pasa m ás adelante, y
para que se comprendan sus enseñanzas; es L egislador, q u e , na es vaciar el espíritu de toda propiedad, desnudándole del propio
sólo impone preceptos, sino que ayuda para cum plirlos; es Con­ juicio y de la propia voluntad con todos sus propios quereres, si
sejero, que no se satisface con aconsejar, sino que con su ejem­ no es en cuanto son conformes con los de D ios, porque en tal
plo y gracia hace am ar sus consejos. Y no se contentó con ejer­ caso y a no serán propios, sino comunes. E l quinto y supremo
citar estos oficios allá en e l m onte, y durante su vida mortal; acto de pobreza de espíritu es vaciarte de ti mismo, conociéndote
ahora mismo sigue ejercitándolos, y lo hará hasta el fin del por tan pobre, que de tu cosecha ninguna cosa buena tienes 1, si

> Caat., v , i y II Cor., 111, 5.


196 Serie prim era. — V ia ilum in ativa.

Dios 110 te la da de limosna y de pura g ra c ia , pues ni aun el ser M ed. 56. — Prim era bienaventuranza. 197
que tienes es tuyo, sino de D ios, sin e l cual eres nada. Ponde­ que, no contento con haber predicado la pobreza, la escogéis por
rando estos excelentes grados de p o b reza, te has de confundir y compañera inseparable de vuestra vid a ! Imprimid de tal modo en
humillar profundamente, viendo cuánto distas de esta virtud, que mi alma vuestras enseñanzas y ejemplos, que jam ás me olvide
es el fundamento de la perfección; porque tienes el corazón tan de ellos, buscando en la imitación de vuestra pobreza todo mí
aficionado á los bienes terrenos, que, s i no los tienes, los deseas honor, gloria y riqueza sempiterna. ¿Hemos considerado nos­
con avidez; si los posees, tratas de conservarlos hasta con pér­ otros la pobreza de Jesucristo? ¿Deseamos imitarla?
dida de tu a lm a , y cuando los p ierd es, lo sientes más vivamente P u n t o 3 .° P rem io de los pobres y castigo de tos ricos.—
que la pérdida de la gracia y amistad divina. ¡ Oh Espíritu divi­ Considera en este punto la excelente promesa que hace Cristo
no , que infundisteis en los prim eros cristianos tal espíritu de nuestro Señor á los pobres de espíritu, de los cuales d ic e 1 que
pobreza, que, vendiendo todas sus c o s a s , arrojaban su precio á es el reino de los cielos. En este mundo poseen y a el reino de
los pies de los Apóstoles! Ilustradme con V uestra gracia para D ios, que es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo, porque tie­
que mire como basura estos bienes, poniéndolos debajo los pies, nen la justicia con abundancia de buenas obras; paz sin ruido
y no usándolos sino según sea V u e stra santísima voluntad. ¿Qué de turbaciones, y gozo espiritual libre de tristezas y congojas,
juicio formamos de la pobreza? ¿En q u é grado de ella debiéra­ por haber quitado la codicia, raíz de todos los males que impiden
mos estar? ¿ Cómo se halla nuestro co razó n respecto de las cosas estos bienes. D e este modo alcanzan la bienaventuranza que se
materiales? puede disfrutar en esta vida, poseyendo también la esperanza y
P u n t o 2 ,° Ejem plos de pobreza q u e dió Cristo.— Considera prendas de que han de obtener el reino de los cielos; al modo que
¿n este punto los raros y admirables ejem plos que Cristo nuestro el que dió el precio de una cosa tiene prendas de que le darán la
Señor te dió de la pobreza ‘, ejercitándola en todas las edades de misma cosa á que tiene derecho. Mira la felicidad inmensa que en
su vida y en todas las cosas que son materia de ella. Pondera la gloria ha preparado D ios nuestro Señor para ti, si ahora eres
cómo escogió pobre Madre, pobre p a tria y un pobrisimo portal pobre de espíritu; pero teme también los castigos que sobre ti
para nacer, siendo reclinado en un p o b re pesebre. En su moce­ lloverán si, rehusando practicar la pobreza, pones tu corazón en
dad ejercitó pobre y despreciado o ficio , ganando la comida con los bienes de la tierra. Pondera para esto la terrible amenaza que
el trabajo de sus manos, y viéndose n o pocas veces, como dice Cristo nuestro Señor hace á los ricos que aborrecen la pobreza
san Buenaventura, privado hasta d e las cosas necesarias. Du­ de espíritu y aman con demasía las riquezas, d ic ié n d o le s «¡ A y
rante su predicación, comía de la lim osna que le daban las de vosotros, ricos, que aquí tenéis vuestra consolación!»; que es
personas devotas, que compartían c o n É l sus escasos alimentos; decir: Desdichados sois vosotros, porque todo vuestro premio
su comida era de ordinario pan de c e b a d a y algún pececillo. Xo pasará en el consuelo que tenéis con vuestras riquezas, recibien­
pocas veces padecieron hambre É l y sus discípulos, los cuales, do aquí vuestro galardón. Xo recibiréis vosotros el consuelo de
acosados de la necesidad, habían d e c o g e r y desgranar las espi­ D ios, que es püro y verdadero, sino el vuestro, que está mez­
gas de trigo que hallaban junto al cam in o y comer sus granos. Xo clado con mil zozobras. Xo será vuestro el reino de los cielos, que
tenía casa propia ni donde reclinar l a cabeza, faltando al Hijo de es justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo porque estaréis
Dios lo que no falta á las raposas y á las aves del campo. Esco­ llenos de injusticia, turbación y tristeza en este mundo, y • des­
gió además pobres discípulos, acom pañóse con pobres, amó los pués, como el rico avariento, caeréis en la extrem a miseria del
desprecios, huyó las honras, desapropióse de la propia voluntad infierno. ;X o s asombra el premio que Dios da á los pobres y el
y de sí mismo con excelentísim a p o b re z a interior, diciendo - que castigo de los ricos? Si ahora m uriésemos, ¿qué suerte nos toca­
no vino á hacer su voluntad, y que n o podía hacer nada por sí, ría? ¡Oh Padre amantisimo! Y a que no queréis que nadie se
sino lo que viese hacer á su Padre. Y , finalmente, cuando murió, pierda, sino que todos se salven, suplicóos arranquéis de mi
llegó su pobreza á tal extrem o, q u e l e tomaron sus vestiduras, corazón el afecto desordenado á las riquezas, á fin de que el amor
dejándole desnudo en la cruz. Y en confirm ación del amor y esti­ á la tierra no me haga perder el cielo, y por buscar lo temporal
venga á menospreciar lo eterno.
ma que tenía á la pobreza, la puso e n e ste sermón por fundamento
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán sublime y perfecta es la doc­
de su E vangelio, y por puerta p ara en trar en su escuela, dicien­
trina de Jesucristo! L a primera piedra del edificio de la perfec­
do» que quien no renunciaba, siq u ie ra con el afecto, á las cosas
ción que desea levantar, es tan preciosa y rara , que los filósofos
que poseía, no podía ser su discíp u lo . ¡Oh Maestro soberano,
todos de la antigüedad no alcanzaron á descubrirla. Bienaventu-
1 Luc , v iii. 5 ; S . Thom. — « Jo*!» ., v i , 3 S . — 5 L u c .,x iv , j y
1 Maltli., v. y — - Luc., vi, 24. — i Rom., xiv, 17.
198 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. f,"].— Segunda bienaventuranza. 199
rados, dice, los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de
sino antes dejes de resistir con violencia injuriosa al que te hace
los cielos. Bienaventurados aquellos que no ponen su corazón en
injuria, llevándola y sufriéndola con serenidad y sosiego, ofre-
las cosas que poseen; mas dichosos los que con efecto se despren­
-ciendo, si es menester, el carrillo derecho ' á quien te diese una
den de todo lo m a te ria l, y mucho más todavía los que guardan
bofetada en el izquierdo; volviendo bien por mal; haciendo favo­
su corazón libre de toda afición al propio gusto y contento, á la
res á aquel de quienrecibes daños; excusando con caridad al que
voluntad propia y aun á sí mismos, teniéndose por nada delante
te ofende, y rogando á Dios que le perdone. Y esta mansedum­
de Dios. ¿H as llegado tú á tal perfección? Jesucristo, como buen
bre, no sólo debes conservarla con los m ayores, sino también
M aestro,no se contenta con predicarla, sino que pasa adelantea
•con 1os iguales y aun con los m enores, y en todos los negocios y
p racticarla, dándote ejemplo para que le imites. El es pobre en
sucesos, aunque tuvieres necesidad, por razón de tu estado, de
su niñez, m ocedad y edad v ir il: pobre en las personas de quienes usar del celo de la justicia. Reflexiona ahora tus pensamientos,
se rodea, en los vestidos que usa, en las comidas, en los viajes, palabras 3' obras, y verás cuán pobre te hallas de esta virtud,
en el descanso, en todas partes: ejercita la pobreza en Belén, en porque ni sabes enfrenar los arrebatos de tu cólera, sino que te
E gipto, en N azareth, durante la predicación y en su muerte. llevan hasta proferir palabras de que te has de arrepentir; ni
Razón tiene para decirte: «Ejemplo te he dado para que obres sabes ni quieres perdonar ó excusar las ofensas que recibes de
como Y o lo he h ech o ». F eliz tú si sabes seguir los ejemplos de tu tus prójimos, llegando áconsentir en pensamientos de venganza, y
Salvador. El reino de los cielos es ya tuyo, porque has dado el deseando llevarlos defecto. Pues ¿cuándo, alma cristiana, apren­
precio de él. A q u í disfrutarás de la ju sticia , paz y gozo en el Espí­ derás á ser mansa? ¿Cuándo dominarás la ira? ¿Qué debes pro­
ritu Santo, y en el cielo nadarás en un mar de deliciosas y eter­ poner para eso? ¡Oh Dios de bondad y de amor! V o s, que hacéis
nas riquezas. ¿Q ué debes, pues, hacer? ¿Qué propósitos? Pién­ salir el s o l»para los justos que os aman y para los pecadores que
salo con m adurez, y ora con fervor. los ofenden, y enviáis vuestra lluvia benéfica sobre el campo del
bueno 3r del malo, concededme un espíritu tan fuerte y un corazón
57.— SEGUNDA BIENAVENTURANZA. tan grande, que nunca sea arrastrado por la pasión, sino que.
venciéndose á sí mismo, logre conquistar la ciudad de vuestra
P reludio i .* Dijo Jesucristo; « Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la gloria.
tierra ». P o n t * 2 .° E jem plos de m ansedum bre que d ió Jesucristo.
P reludio 2.° Represéntate á Jesús predicando esta bienaventuranza. — Considera aquí la excelentísim a mansedumbre de Jesucristo,
P reludio 3.* Pide la gracia de entender y practicar la mansedumbre.
de la cual se preció tanto, que se dió por modelo y dechado de
e lla , diciendo *: «Aprended de M í, que soy manso y humilde de
P a n t o l . ° E n qué consiste esta mansedumbre. — Consi­ co razó n ». L o s profetas le habían anunciado bajo la figura de un
dera cómo la mansedumbre es una virtud m oral que tiene por manso cordero que es llevado al matadero sin quejarse, ni resis­
objeto el refrenar los ímpetus de la ira. Varios son los actos que tirse, ni dar la menor señal de ira. D e Él había dicho Isaías * que
abraza esta virtud para lleg ar á la perfección con que desea no sería triste, ni revoltoso, ni vocinglero, ni apagaría la torcida
Cristo nuestro S eñ o r que la posean sus discípulos '. El primero que humeaba, sufriendo el humo á narices. Jesús comenzó á ser
es reprim ir los ímpetus interiores de la ira , y las turbaciones del manso desde su misma niñez. L o s demás niños de su edad decían,
corazón, conservando la quietud interior y exterior en el sem­ hablando de este divino Niño, según san Dionisio: E am u s a d
blante del rostro y en los m eneosdelcuerpo, de tal modo, que no su a v ita tem ; vamos al que es la misma mansedumbre. Durante
te lleven tras sí lo s arrebatos de la cólera, sino,que conserves un su vida apostólica, ¿quién podrá referir los raros ejemplos que
completo dominio de tu pasión y de ti mismo. E l segundo acto dió de esta virtud? S i se v e rechazado por aquellos á quienes lle-
consiste en las palabras, siendo afable con todos, usando de pa­ naba de favores, c a lla ; si quieren precipitarle desde la cumbre
labras blandas, sin decir ninguna que sea injuriosa y desabrida, d e una montaña, tranquilamente pasa por medio de suseneinigos,
ni con v o z desordenada, ó con porfía que cause turbación, cum­ sin obligarles á escarm entar por su temeridad. M ira cómo se
pliendo lo que dice S a n tia go 2, siendo pronto para oír y tardo porta cuando es cubierto de oprobios y afrentado con injurias.
para hablar, pesando bien lo que dices, y pasando por la lim a de L e llaman samaritano, amigo de publícanos, endemoniado, pro­
la razón todo lo que habla la lengua. E l tercero consiste en que, fanador de la ley de M oisés, y pudiendo fácilmente castigar á
no sólo no quieras vengar las injurias ni volver mal por mal, tales blasfem os, se contenta con dar muestras las más elocuentes

• Matth., v , 4. — ' * Jacob. , 1 , 1 9 .


200 Serie prim era. — V ia ilum inativa. • M ed. 5 8 .— Tercera bienaventuranza. 201
de mansedumbre. Pero pondera, sobre todo, la excesiva manse­ gloria. ¡Oh alm a! M ira cuál será tu suerte si eres mansa. ¿Deseas
dumbre de Jesús en su P asión, en la cual no se contenta con su­ serlo? ¿Qué medios debes adoptar?
frir callando, y disimular las injurias que recibe, sino que las E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Bienaventurados mil veces los
ofrece con su sangre por el bien y salvación de los que se las mansos! T ales son aquellos que saben enfrenar los impulsos de
hacen, rogando fervorosamente por ellos y excusándolos del úni­ la ira, los movimientos del genio y los arrebatos de la pasión,
co modo que puede. ¡ Oh mansísimo Cordero! ¿A quién no adm ira sin dar muestra alguna de turbación; aquellos que son tan come­
vuestra extraña mansedumbre, que, siendo desollado con azotes, didos en las palabras, que jam ás profieren ninguna que no sea
no abríais vuestra boca 1 para quejaros, ni teníais pensamientos- inspirada por la más amable caridad; aquellos q u f , olvidando
de castigo contra vuestros verdugos, cuando tan fácil os hubiera con suma facilidad las injurias, en lugar de vengarse del que les
sido aniquilarlos? Concededme vuestra copiosa g ra c ia . para que injurió, son blandos con él, dándole bien por m al, excusándole
nunca deje de imitaros en ella. Y nosotros, {cuándo y de q u é con amor, disimulando con caridad, y hasta rogando por él. D i­
modo podemos y debemos imitar la mansedumbre de Jesús? chosos son estos tales, porque, haciéndose, en cuanto pueden,
P u n t o 3 .° Prem io de los m ansos.— Considera en este punto- semejantes al mansísimo Jesús, modelo perfectísimo de manse­
el premio que Cristo nuestro Señor promete á los mansos, para dumbre, se harán acreedores al premio que ha prometido á los
que te muevas á serlo. E llos, dice el Señor, poseerán la tierra; mansos. E llos poseerán la tierra de su corazón, dominando y g o ­
porque primeramente serán dueños de la tierra de su corazón y bernando sus pasiones con la m ayor facilidad y eficacia; ellos
de sus pasiones, poseyendo sus almas con firmeza, y dentro de poseerán los corazones de sus hermanos, triunfando de ellos con
ellas á su Dios y Señor, con quien tienen trato fam iliar, como el la mansedumbre; y, por fin, ellos poseerán la tierra feliz, abun­
mansísimo Moisés y el manso D avid; porque gusta Dios nues­ dante y deliciosa de los v iv o s , en la que serán reyes por toda la
tro Señor de enseñar sus caminos á los mansos *, y de conversar eternidad, y a que durante su vida supieron reinar sobre sí mis­
con ellos. Poseen también la tierra de los corazones humanos, mos. ¿Has procurado tú, hasta el presente, hacerte digno de tales
porque con su suavidad ganan las voluntades de todos, y hacien­ premios? ¿T e has esforzado en ser manso con tus superiores,
do sus obras con mansedumbre, son amados más que la honra y iguales é inferiores? ¿No te arg u ye la conciencia de algún ligero
gloria 5. Y así como el soberbio no puede tener paz con nadie, y pensamiento ven gativo, de alguna expresión ó palabra dura y
es de todos aborrecido, el manso vive en paz con todos; con los áspera, de alguna acción poco conforme con la mansedumbre?
superiores, á quienes respeta y obedece; con los iguales, á quie­ Si es así, procura remediarlo, y para esto indaga cuándo y por
nes no Se antepone y trata con dulzura; con los inferiores, de qué causas te dejas arrastrar de la ira, y aplica la segur á la raíz,
quienes por su trato manso se hace amable, inspirándoles con- haciendo propósitos, pidiendo gracia para cum plirlos, y rogando
íianza; y asi es de todos amado. Finalmente: los mansos po­ fervoroso por todas las necesidades que tienes encargadas.
seerán algún día la tierra prometida de los v iv o s , que es la patria
celestial para que fueron criados, adonde poseerán á Dios nues­ 58.— TERCERA BIENAVENTURANZA.
tro Señor, que es su herencia y patrimonio, y serán poseídos de
Dios, el cual mora y descansa sobre los mansos, y de ellos pue­ P reludio 1.» Dijo Jesús: < Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán conso­
bla los cielos. Mira con los ojos del entendimiento aquella tierra lados,,.
dichosísima, región de vivos, donde ninguno puede m orir, valle P reludio 2.0 Represéntate al Salvador diciéndote estas palabras.
P reludio 3.0 Pide la gracia de ejercitarte en el llanto, que puede hacerte bienaven­
de deleites que mana leche y miel, tierra de bendición y de rega­
turado.
dío , fertilizada con aquel río de agua cristalina que mana del
trono de Dios ■ *, en cuya ribera tiene muchedumbre de árboles de
vida, cargados de abundantes y variados frutos. Esta tierra te P u n t o 1.” E n qué consiste el llanto bienaventurado.—Con­
dará el Señor, si eres manso. ¡Oh Espíritu divino, que como sidera los actos que abraza el llanto que llama Jesús bienaven­
mansa paloma descendéis »sobre los que son mansos corderos, turado, que son cuatro los principales. El primero es enfrenar las
por la semejanza que con V os tienen! Hacedme semejante á V o s risas, juegos y entretenimientos demasiados, cercenando, no sola­
en la mansedumbre, para que posea con firmeza la unión de mente los ilícitos, sino algunos que pudieras tomar sin pecado, di­
ciendo aquello del Eclesiastés 1: « Á la risa tuve por error, y al
vuestra gracia y después la herencia y tierra prometida de la i*
gozo dije: ¿por qué me engañas?» E l segundo acto consiste en 11o-
i Matth., xii, 19; lsa¡., luí, 7. — » Píalm. xxiv, 9.
■ Ecclcs., 11, 2.
} Kccles., ni, 19 ; Psalm. xxxvi, 9. — 4 Apoc., xxn , I. — >Joan, i, 32.
202 S erit prim era. — y ¡a ilum inativa.
M ed. 5 8 .— Torcera bienaventura n^a. 203
rar los pecados, no tanto p or el daño propio que con ellos te oca­ de su vista. Lloró también al entrar en la ciudad de Jerusalén,
sionas, cuanto por la ofensa que haces á D ios, al modo que los viendo la ingratitud de sus habitantes, que no conocían el bien
lloraba el apóstol san Pedro; y como David, que d e c ía ': «Arroyos que por sus puertas les entraba y los enormes castigos tempora­
de lágrim as salieron por m is ojos, porque no guardaron tu santa les y eternos que habían de venir sobre ellos, por no haberse
ley». El tercero es llorar por los pecados de los hombres, así por querido aprovechar de su amorosa visita. En la cruz derram aría
su daño y condenación, com o por la injuria que hacen A Dios, muy tiernas lágrim as, rogando fervorosamente por sus perse­
doliéndote de v e r cuán m al servido es, al modo que Jerem ías2 guidores, doliéndose más del daño que á ellos les venía, que de
sentía la perdición de su pueblo y deseaba que sus ojos se convir­ las penas que Él mismo sufría. Finalm ente, como djee san Pa­
tiesen en fuentes de lá g r im a s , para llorar de día y de noche sus blo en los días de su carne, que es de su mortalidad, oraba
miserias; El cuarto es llo ra r tu destierro y la ausencia de Dios, muchas veces con lágrim as, hasta que en el huerto de Getscmaní
suspirando por gozar de su presencia, diciendo con D a v id 3: «Las oró, sudando, no gotas de agu a , sino de san gre, como quien
lágrim as fueron mi pan de día y de noche, mientras me están lloraba lágrim as de sangre por todos los poros de su cuerpo na­
diciendo: ¿Dónde está tu Dios?» Estas son lágrim as que Jesús tural . por los pecados y m iserias de su cuerpo místico. Todo lo
llama bienaventuradas, las cuales causan gozos más puros y cual debe ser para ti un motivo poderosísimo para ejercitarte en
exquisitos que todos los deleites de los sentidos. L a s primeras esta v irtu d ; porque si aquel Señor, que es la misma alegría
lágrim as son de contrición; las segundas son de compasión; las esen cial, que sin un m ilagro estupendo no podía sufrir tristezas,
terceras son de d evo ció n , y con ellas tienen semejanza las que quiso hacerlo para poder enseñarte á derram ar lágrim as con su
se derraman meditando la P asión de Cristo; y las cuartas son de ejemplo; ¿qué será razón que h agas tú , viviendo en un va lle de
puro am or, por el deseo de unirse con el Amado. Pondera ahora lágrim as, expuesto á continuas caídas, y no sabiendo la suerte
la falta que tú tienes de tales lágrim as, no sólo de las corpora­ cierna que te tocará? ¡Oh dulcísimo Jesús! Convertid mis ojos
le s, que suelen faltar sin culpa, sino también del espíritu de en fuentes de lágrim as, para que os acompañe en las vuestras;
donde ellas nacen, y llorando tu sequedad, has de decir á nues­ pues no es razón que lloréis V o s , siendo inocentísimo, y ría yo,
tro Señor lo que dijo la hija de Caleb á su padre •*: «La tierra que miserable pecador.
me diste es seca y e s té ril; dame otra que tenga agua; y su padre P a n t o 3 .® P rem ios de los que lloran.— Considera en este
la dió el regadío superior y el inferior». ¡Oh Padre soberano! Mi punto cómo el llorar, que en los ojos del mundo es señal de mise­
alma es como tierra sin a gu a ; dadme el riego inferior, que son ria , en los de Cristo lo es de bienaventuranza, prometiendo á los
lágrim as de tem or, y el rieg o superior, que son lágrimas de que lloran que serán consolados en lo mismo porque lloran. S i
amor, para que de tal modo llore mis pecados y miserias y las lloran por sus pecados, teniendo de ellos vivo dolor, alcanzarán
de todos los m ortales, que alcance de vuestra misericordia reme­ el consuelo del Señor, perdonándoselos generosamente, y dán­
dio para ellas. ¿Deseam os nosotros estas lágrim as? ¿Quó hace­ doles gracia para que jam ás caigan en ellos, si se conservan
mos para alcanzarlas? fieles á la misma. Si lloran los pecados ajenos, Dios convertirá
P a n t o 2 .® Jesu cristo derram ó la s lágrim as que llam a su llanto en gozo -, haciendo que se conviertan aquellos por cuya
bienaventuradas.— C onsidera aquí cómo Jesucristo practicócon salvación lloran, ó á lo menos les concederá otras gracias ma­
la m ayor perfección la virtud que te recomienda en esta bien­ yores, que les descubran la bondad que con ellos ha usado el
aventuranza. Porque de Él no se lee que nunca riese, como dice Señor. Si lloran el destierro del mundo en que se hallan, sentirán
san Basil io >: y, por el co n trario , sabemos y nos consta que lloró nacer y aumentarse la esperanza de que tendrán fin los trabajos,
varias veces. En el pesebre, en su nacimiento, lloró, como lloran y vendrán presto los consuelos eternos 1, en los que aquel que es
todos los niños, aunque no tanto por el dolor que padecía como el verdadero consolador, y que se llam a el D ios de todo consue­
ellos, cuanto por lo que tú habías de padecer por tus pecados, lo , enjugará por sí mismo estas lágrim as, y comunicará tal har­
deseando con sus lágrim as enjugar y lim piarla causa de las que tura de bienes, y tal seguridad de poseerlos para.siempre, que
debieras derramar y no derramas. En la muerte de Lázaro lloró jam ás la tristeza más insignificante pueda venir á aguar el con­
de compasión por eí dolor que experimentaba aquella familia tan tento. ¡Dichosas lágrim as, que con tantos consuelos son premia­
querida suya, y por los m ales espantosos que había acarreado das ! Pondera finalmente la amenaza que dirige Cristo nuestro
el pecado al mundo, especialm ente la muerte que tenía delantei Señor á los que siguen el camino opuesto *:«¡ A y de vosotros, los
que ahora reís, porque después llo r a r é is !» De suerte que. si
i Psalm.cxvm, i$6. — «Jeretn.. ix , 1. — »Polín. x u , 4.
1 H ebr., v, 7, — > Psaim . xxix , 12. — i A p o c . , vil , 1 7 . - 4 l .u e ., vi, 25.
4 Josué, xv, 19; S. G.-eg., lib. 1, Dialog. — 5 Regul. 17.
M ed. 59.— Cuarta bienavenhnan{a. 205
204 Serie prim era.— V ia ilum in ativa.

desenfrenadamente te entregas á risas y van os p laceres, después


se te seguirán amargas lágrim as y terribles pesares, ó en esta 59.— CUARTA BIENAVENTURANZA.
vida, sucediendo el llanto al gozo, como dice el Sabio ■ , ó en la
otra, adonde, como dice el Salvador h abrá llanto y crujimiento P reludio i .° Dijo Jesús i las turbas y discípulos que le escuchaban: . Bienaventura*
dos los que tienen hambre y sed de justicia, jorque ellos serio hartos».
de dientes, conforme á la sentencia que s e dió contra Babilo­
Preludio 2.° Represéntate á Jesucristo diciendo estas palabras.
nia >. «Cuanto se glorificó en los regalos, tanto reciba de tormen­ P reludio 5.0 Pide la gracia de tener siempre esta hambre y sed.
to y llanto; porque dijo en su corazón: N unca sabré qué cosa es
llanto». ¡Oh Juez justísimo, que á todos dais lo m erecido, con­ l * i u i to l.° E n qué consiste esta ham bre y sed.— Considera
solando á los que lloran sus pecados, y afligiendo á los que se cómo el hambre y sed de justicia de que te habla Jesús en esta
alegran de ellos! Dadme vivo y claro conocimiento de la malicia bienaventuranza no es otra cosa que un ardiente deseo de la vir­
que en ellos se encierra, y de los daños que me causan, para tud y santidad, y de todas las cosas que son necesarias para
que, llorándolos aquí con dolor, m erezca ser consolado para alcanzarla. A braza cinco actos. El primero es desear cumplir
siempre. ¡ Oh alma mía! ¡Mira cuán distinto es el término á que todas las cosas que son de justicia y obligación para con Dios y
conducen las risas y llantos de esta vida! ¿ Q u é es lo que tú pre­ para con los prójimos, sin dejar ninguna, haciéndolas con mucho
fieres? gusto, sin tedio ni fastidio, aunque sean desabridas á la carne;
E p í l o g o y co lo q u io !» . ¡ Cuán de r a íz combate y destruye así como el que come con hambre y bebe con sed, come y bebe
Jesús las aspiraciones del mundo! Éste d esea gozar, te convida á todo lo que ha menester con gran gusto; porque, como dice el
risas y entretenimientos, te ofrece goces y pasatiem pos deliciosos S a b io ', «el alma hambrienta tiene por dulce lo amargo». El segun­
y recreativos; Jesucristo te dice: «Bienaventurados los que llo­ do acto es desear crecer más y más en las virtudes, trazando de
ran; y ¡ay de los que ahora ríen!» No p retende, por cierto, Cl continuo nuevas subidas en su corazón, pareciéndolc ser poco lo
prohibirte toda alegría, aunque m oderada; m uy al contrario, no que tiene y mucho lo que todavía le Calta. E l tercer acto es tener
se cansa de recordarnos, por sí y por sus m inistros, que nos ale­ hambre y sed de que en el mundo haya esta justicia, y que todos
gremos. L o que Jesús desea es que no p ongas tu corazón en los la procuren y guarden, evitando los pecados y todo aquello que
goces mundanos; que llores tus pecados y lo s de tus prójimos, y pueda ser escollo ó peligro para perderla, ofreciéndose á pade­
que, considerando este mundo como un destierro, suspires por cer hambre temporal 3’ cualquier otro trabajo en razón de que
tu patria, por el cielo, en donde se halla únicam ente el verdadero ella prevalezca. El cuarto es desear entrañablemente recibir
consuelo. Este es el llanto bienaventurado, en el que se ejercitó sncramcntalniente, ó á lo menos espiritualmente, á C risto nues­
durante su vida mortal el divino R edentor; quien jam ás se dice tro S eñ or, que es nuestra ju sticia, y desear beber el agua viv a de
que riera, y se sabe que lloró repetidas v e c e s , como en el pese­ su gracia y el vino y leche de las divinas consolaciones, corrien­
bre , en la muerte de L ázaro, sobre Jeru sa lén , y en la cruz. Este do con gran sed á los Sacramentos y á la oración y meditación,
llanto es más dulce que todos los placeres del sentido, y llena el que son las fuentes 1 de donde manan. El quinto y último acto es
alma de dulcísimo consuelo, y a en este m u n d o , recibiéndole en desear fervientemente la corona de justicia, suspirando por v e r á
las mismas cosas que le hacen llorar, y, s o b re todo, en el otro, D ios, para sentarse con Cristo á su mesa y comer 3’ beber lo que
trocándolo el Señor en gozo sempiterno. ¡O h ! ¡Si tú imitases á para siempre te ha de hartar. Pondera cómo en esta hambre y
Jesucristo, tu Maestro, en este llanto! ¿ A c a s o te faltan motivos sed consiste el verdadero fervor del espíritu, opuesto al vicio de
para llorar? ¿No sientes á tu alma aprisionada con tantas pasio­ la pereza, el cual es tan necesario á los que sirven al Señor, que
nes, caída en tantos pecados, expuesta ta n repetidas veces á la sin él es imposible hacer algún progreso en el camino de la per­
eterna condenación? Piénsalo atentamente. H az firmes propósitos fección. A vergüénzate de hallarte tan falto de él, sintiendo tanto
de no entregarte á alegrías desordenadas, y para cumplirlos, fastidio de las cosas y manjares del espíritu, mientras que tienes
ruega con fervor á J e sú s, pidiéndole por ti y por todo el mundo. tanta hambre de los manjares del cuerpo. ¿ No es esto lo que te
sucede? ¿No sientes el peso de tu cuerpo terreno? ¡Oh Espíritu
Prov. , xiv , 11 — » Matth., vm, 1 2 ,— } Apoc. , x v u i, 7. divino! V os, que con tanta facilidad y tan de repente trocasteis
los corazones de los A póstoles, haciéndoles de tibios fervorosos,
de tímidos valientes, comunicadme una chispa de este amor que

> Piov , xxvii, 7. - » Isai., x ii, 5.


M ed. 50.— Cuarta bi< naventm an^a. 205
304 Serie prim era.— V ia ilum in ativa.

desenfrenadamente te entregas á risas y vanos placeres, después


se te seguirán amargas lágrim as y terribles pesares, ó en esta 59.— CUARTA BIENAVENTURANZA.
vida, sucediendo el llanto al gozo, como dice el S a b io ', ó en la
otra, adonde, como dice el Salvador 2, h ab rá llanto y crujimicnto P reludio i .« Dijo jesús á las turbas y discípulos que le escuchaban: . Bienaventura­
dos los que tienen hambre y sed de justicia, jorque ellos serán hartos».
de dientes, conforme á la sentencia que se dió contra Babilo­
Pteicna 2.» Represéntate á Jesucristo diciendo estas palabras.
nia «Cuanto se glorilleó en los regalos, tanto reciba de tormen­
P reludio ?.«
Pide la gracia de tener siempre esta hambre y sed.
to y llanto; porque dijo en su corazón: N unca sabré qué cosa es
llanto». ¡Oh Juez justísim o, que á todos dais lo merecido, con­ P a n t o l.° En qué consiste esta ham bre y sed.—'C onsidera
solando á los que lloran sus pecados, y afligiendo A los que se
cómo el hambre y sed de justicia de que te habla Jesús en esta
alegran de ellos! Dadme vivo y claro conocimiento de la malicia bienaventuranza no es otra cosa que un ardiente deseo de la vir­
que en ellos se encierra, y de los daños que me causan, para tud y santidad, y de todas las cosas que son necesarias para
que, llorándolos aqui con dolor, m erezca ser consolado para alcanzarla. A braza cinco actos. El primero es desear cumplir
siempre. ¡ Oh alma mía! ¡Mira cuán distinto es el término á que todas las cosas que son de justicia y obligación para con Dios y
conducen las risas y llantos de esta v id a ! ¿ Q ué es lo que tú pre­ para con los prójimos, sin dejar ninguna, haciéndolas con mucho
fieres? gusto, sin tedio ni fastidio, aunque sean desabridas á la carne;
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán de ra íz combate y destruye así como el que come con hambre y bebe con sed, come y bebe
Jesús las aspiraciones del mundo! Éste d esea gozar, te convida á todo lo que lia menester con gran gusto; porque, como dice el
risas y entretenimientos, te ofrece goces y pasatiem pos deliciosos S a b io ', «el alma hambrienta tiene por dulce lo amargo». El segun­
y recreativos; Jesucristo te d ice : «Bienaventurados los que llo­ do acto es desear crecer más y más en las virtudes, trazando de
ran; y ¡ay de los que ahora ríen!» No pretende, por cierto, el continuo nuevas subidas en su corazón, pareciéndolc ser poco lo
prohibirte toda alegría, aunque m oderada; m uy al contrario, no que tiene y mucho lo que todavía le falta. E i tercer acto es tener
se cansa de recordarnos, por sí y por sus m inistros, que nos ale­ hambre y sed de que en el mundo haya esta justicia, y que todos
gremos. L o que Jesús desea es que no p o n gas tu corazón en los la procuren y guarden, evitando los pecados y todo aquello que
goces mundanos; que llores tus pecados y lo s de tus prójimos, y pueda ser escollo ó peligro para perderla, ofreciéndose á pade­
que, considerando este mundo como un d estierro, suspires por cer hambre temporal y cualquier otro trabajo en razón de que
tu patria, por el cielo, en donde se halla únicam ente el verdadero ella prevalezca. E i cuarto es desear entrañablemente recibir
consuelo. Este es el llanto bienaventurado, en el que se ejercitó sacramcntalmente, ó á io menos espiritualmente, á C risto nues­
durante su vida mortal el divino R ed entor; quien jam ás se dice tro S eñ o r, que es nuestra ju sticia, y desear beber el agu a v iv a de
que riera, y se sabe que lloró repetidas v e c e s , como en el pese­ su gracia y el vino y leche de las divinas consolaciones, corrien­
bre , en la muerte de L áza ro , sobre J eru sa lén , y en la cruz. Este do con gran sed á los Sacramentos y á la oración y meditación,
llanto es más dulce que todos los placeres d el sentido, y llena el que son las fuentes ’ de donde manan. E l quinto y último acto'es
alma de dulcísimo consuelo, y a en este m u n d o , recibiéndole en desear fervientemente la corona de ju sticia, suspirando por v e r á
las mismas cosas que le hacen llorar, y , s o b re todo, en el otro, *l>ios, para sentarse con C risto á su mesa y com er y beber lo que
trocándolo el Señor en gozo sempiterno. ¡O h ! ¡ S it ó imitases á para siempre te ha de hartar. Pondera cómo en esta hambre y
Jesucristo, tu M aestro, en este llanto! ¿ A c a s o te faltan motivos sed consiste el verdadero fervor del espíritu, opuesto al vicio de
para llorar? ¿No sientes á tu alm a aprisionada con tantas pasio­ la p ereza , el cual es tan necesario á los que sirven ai Señor, que
nes, caída en tantos pecados, expuesta ta n repetidas veces á la sin él es imposible hacer algún progreso en e l camino de la per­
eterna condenación? Piénsalo atentamente. H az firmes propósitos fección. A vergüénzate de hallarte tan falto de é l, sintiendo tanto
de no entregarte á alegrías desorden adas, y para cumplirlos, fastidio de las cosas y manjares del espíritu, mientras que tienes
ruega con fervor á J e s ú s , pidiéndole p or t i y por todo el mundo. tanta hambre de los manjares del cuerpo. ¿ No es esto lo que te
sucede? ¿No sientes el peso de tu cuerpo terreno? ¡Oh Espíritu
’ Prov. , xiv , M — * M«tth., viii, 12. — 3 Apoc. , xvm , 7. divino! V os, que con tanta facilidad y tan de repente trocasteis
los corazones de los A p óstoles, haciéndoles de tibios fervorosos,
de tímidos valientes, comunicadme una chispa de este amor que

• P io v , XXVII. 7 . — a ls » ¡., XII, 3-


20 6 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 5p.— Cuarta bienaventuranza. 207
les d isteis, para que, enardecido mi espíritu, corra con celeridad que deseaban, comunicándoles copiosa gracia, abundancia de
por el camino de la perfección, anhelando con ardor la justicia y m erecimientos, gran gusto interior del espíritu, y dándoseles á
santidad, y.so b re todo á V os, que sois fuente de ellas. sí mismo por manjar, y uniéndose á ellos con amor, con tanta
P u n t o <8.° J e s ú s sufrió esta hambre y s e d .~ Considera hartura, que digan 1: «¿Qué quiero yo en el cielo, y fuera de Ti,
cómo Jesucristo sintió esta hambre y sed, pero de un modo tan qué otra cosa puedo desear yo sobre la tierra?» Y aunque la har­
intenso, que le hacía olvidar el hambre y sed del sustento ordi­ tura de esta vida despierta nueva hambre y nueva sed >; pero
nario y necesario. Ocupado de continuo por el deseo ardiente de esta hambre y sed no es penosa, sino dulce, porque quita el fas­
la salvación de las alm as, olvidase con frecuencia del alimento tidio y aumenta el gusto. E m p ero, la recompensa cumplida de
corporal. O ye cóm o, hallándose muy cansado y necesitado de esta bienaventuranza será la hartura de la gloria, en donde
com er, contesta á sus discípulos, que le presentan la comida 1: los hambrientos quedarán completamente satisfechos con la vista
«Mi manjar es hacer la voluntad de mi P ad re» ; como quien dice: clara de Dios >, la cual engrandece y enriquece tan to, que quita
Hasta que harte el hambre de mi espíritu, no me da cuidado el las ganas de todas las grandezas y riquezas de este siglo, porque
hambre del cuerpo, ni el cuerpo siente la falta de su manjar en su comparación todas son miserias y bajezas. Serán satisfe­
hasta que el espíritu coma el suyo, que consiste en cumplir la chos los deseos de saber, porque en Dios se ven todas las cosas
voluntad de mi Padre y santificar las alm as, para las cuales he que se pueden d esear; y también quedarán saciados los deseos
venido á este mundo. ¡Oh, si tú sintieras tal hambre de convertir de virtud, porque allí se da el cumplimiento y última perfección
las almas y santificar la tuya cual sentía Jesús, que por ella te de todas ellas. ¡ Con tal hartura será premiada esta bienaventu­
olvidases de tus necesidades corporales, y no echases de menos rada hambre! -Mas, escucha la amenaza de Jesús á aquellos que,
la comida m aterial por hartarte de esta comida espiritual! Mira, estando llenos de bienes tem porales, comen y beben hasta har­
además, la sed vivísim a que tiene Jesús de beber el cáliz.de su tarse sólo por su regalo * :« ¡ A y de vosotros los que estáis hartos,
Pasión, aunque tan amargo y repugnante, la cual le hace vivir porque padeceréis ham bre! > Estos no tienen hambre y sed de
en continua apretura 1 y violencia mientras no se llega el mo­ justicia, sino fastidio de ella; porque, como dice el Sabio *, «el
mento de bcberle; le mueve á hablar repetidas veces de él, y le alm a harta pisa el panal y les sucederá lo que al rico Epulón,
hace salir de su paso al dirigirse por postrera vez á Jerusalén; y que comía espléndidamente y ahora padece increíble se d , sin que
cuando vienen los verdugos á prenderle, Él mismo les sale al se le dé una gota de agua para refrigerarla 4. ¡Oh D ios eterno,
encuentro, mostrando que era más intenso su deseo de padecer que en vuestra adorable Providencia llenáis de bienes á los ham­
que el de ellos de atormentarle. Finalmente: estando y a clavado brientos, y dejáis vacíos á los ricos y hartos! Quitad de mí tan
en la cruz, saturado de oprobios y cubierto de ignominia, dijo abominable hartura, que me haga indigno de vuestras m isericor­
que tenía sed, no sólo por la que padecía el cuerpo, sino mucho dias, y dadme aquella hambre cuyo premio es hartura sempiter­
más por la que padecía el espíritu, porque tenía sed de obedecer na. ¿Suspiramos nosotros por este premio?¿Resistimos al hambre
en todas las cosas, cumpliendo toda justicia, sin olvidar el menor de los bienes terrenos? ¿Nos.compadecemos de aquellos que tie­
de los encargos que había recibido de su Padre; sed de padecer nen su corazón puesto en los bienes del mundo?
por nuestro amor, hallándose dispuesto á estar sufriendo todo el K p í lo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán dichosos son los que tienen
peso de los dolores en la cruz hasta el fin del mundo si fuera ne­ hambre y sed de justicia! Pertenecerás á este pueblo escogido y
cesario ; y sed de salvar las alm as, por las cuales ofrecía el sacri­ afortunado, si ardes en deseos de cumplir todo aquello á que es­
ficio de sí mismo. ¡Oh amantísimo Jesús, cuyo manjar y bebida tás obligado, aunque sea dificultoso, duro y áspero; si, no con­
es cum plir la voluntad de vuestro Padre y procurar, á costa de tento con esto, aspiras cada día á m ayor virtud y santidad; si
grandes sacrificios, nuestra felicidad! G racias os doy por este suspiras y trabajas de continuo y con todas tus fuerzas para que
amor intenso que nos profesáis y por el que tenéis á vuestro P a­ los demás vayan creciendo en las virtudes de modo que el Señor
dre, de los cuales procede este deseo. Infundidlos en mi corazón, tenga muchos amigos fieles que le sirvan, y , por fin, si anhelas
para que logren despertar en mí esta hambre y sed que os aflige. vivam ente unirte con D ios en esta vida por medio de los Sacra­
¿Qué nos conviene proponer y hacer para alcanzarlos? mentos y la caridad que por ellos se nos infunde, y en la otra por
P u n t o 3 .° P rem io que corresponde á esta bienaventuran­ la participación de su gloria. ¿Sientes en ti esta bienaventurada
za. — Considera cómo los hambrientos, según dice Jesucristo, hambre? Mira á Jesucristo, cómo de ella te da relevantes y ad-
serán hartos, porque D ios les concederá en esta vida las cosas
■ Palm, a s » , 15. — * Eccti., xxiv, v).— 3 Psaln». x v i, 15. — 4 Luc., w . 25.
» Prov., xxvu, 7. — * Luc., xvi, 25.
i Jo.’ n., iv, ¿4. — : Luc., k i, 50.
2 o8 Serie prim era.— V ia ilu m in a tiva .
M ed. 6 0 .— Q uinta bienaventuranza. 209
mirablcs ejemplos. Su m anjar es cum plir la voluntad de suPadre,
para lo cual ha venido al mundo; y es tal el hambre que padece si no es de Dios. Pondera ahora cuán culpable eres en la falta de
de esto y de la salvación de los h om bres, que le hace olvidar misericordia con tus prójimos, porque ni has tenido el despren­
todas sus necesidades corporales, v iv e p o r ello en continua, apre­ dimiento necesario para subvenir á sus necesidades corporales,
tura y violencia, y no puédem enos de manifestarla en alta voz ni la caridad y abnegación indispensables para remediar las
desde lo alto de la cruz, pocos momentos antes de espirar. ¡Cómo espirituales. Escaso en las limosnas, duro con el necesitado, pere­
confunde el Salvador tu tibieza en la práctica de la virtud, tu zoso para visitar al enferm o, soberbio con el prójimo á quien has
fastidio por las cosas de perfección, y tu hambre desmedida de negado el consejo, ni has procurado su consuelo, y te has olvi­
bienes materiales! O ye la amenaza que Jesús dirige á los que se dado de rogar por él. Dem ás de esto, en tus escasos favores has
hallan en este estado, y tiembla. E l mismo Señor, que promete tenido acepción de person as, buscando tal vez en ellos la satis­
hartura completa á los que le imitan en e l hambre, amenaza con facción de tu amor propio, el fomento de la van id ad, ó el hacer
hambre eterna á los que sigan un camino opuesto. En vista de méritos para que te recompensen con otros beneficios mayores.
esto , ¿qué pensamos nosotros de la hartura de este mundo? ¿Quié­ Ponderando todo esto, has de humillarte y confundirte grande­
nes son los bienaventurados? ¿Deseamos nosotros serlo? Veamos mente delante de Dios, suplicándole que te dé un corazón miseri­
cordioso, que sepa compadecerse de las m iserias del prójimo. ¡Oh
cómo nos hemos conducido hasta hoy, y qué debemos hacer en
Padre de las m isericordias, cuya única ocupación es hacer bien
lo sucesivo. Resolvam os prácticamente lo que nos convenga, y
á todas las criaturas, sin esperar de ellas cosa algnna! Conceded­
pidamos lo que nos sea necesario.
me un espíritu tan com pasivo, que se entemezpa por los males
de sus hermanos y se m ueva con eficacia á rem ediarlos. ¿ Somos
60.— QUINTA BIENAVENTURANZA.
nosotros misericordiosos? ¿N os compadecemos de nuestros pró­
jimos y procuramos remediar sus necesidades?
Preludio i .» Dijo el Señor: « Bienaventurados lo» misericordiosos, porque ellos aican- P u n t o Sí.0 E jem p los d e m isericordia que d ió J esú s.— Con­
tirin misericordia». sidera cómo Jesucristo fué misericordiosísimo * con g ra n exce­
Preludio 2.0 Represéntate i Jesús diciendo estas palabras.
lencia en las condiciones que ha de abrazar la misericordia.
Preludio 3.0 Pide la gracia de practicar la misericordia.
Estimulado por el deseo de ejercitar esta virtu d , se m ovió á
bajar del cielo, y tomar nuestra carne para rem ediar todos los
■ ‘ u n to 1.° Q uiénes son los m isericordiosos. — Considera
males que afligían á la humanidad. Porque como la m isericordia
cómo la misericordia que recomienda Jesucristoen esta bienaven­ tiene dos actos, que son: entristecerse del mal del prójim o, y li­
turanza , abraza las catorce obras que se llam an de misericordia, brarle de é l , y como en cuanto D ios no fuese capaz del prim ero,
las siete corporales , cuyo objeto es rem ed iar las necesidades quiso que no le faltase del modo que era posible, haciéndose
del cuerpo, y las siete espirituales, que socorren las necesida­ hombre verdadero, de tal manera que pudiese entristecerse de
des del alma. .Más para que la m isericordia sea m ás perfecta, tus m iserias, y tener compasión y tristeza de ellas, como si
deben tales obras practicarse con tres excelentes condiciones, fueran propias. Pero reflexiona el modo excelente con que ejer­
que la comunican notables quilates. L a primera es que se cita su m isericordia durante su vida m ortal, porque gastó todos
extienda ;i lodos los prójimos que padecen m iseria , cualquiera los años de su predicación en estas o b ra s, y no hubo enfermedad
que sea su edad, sexo, condición y estado m oral, sin excluir nin­ que no curase =, ni desgracia que no aliviase. M írale cómo sana
guno , aunque sea pecador y enemigo tuyo. L a segu n d a, que se á los enfermos que le piden remedio , da de com er m ilagrosa­
extienda á remediar todo género de m iseria corporal y espiritual, mente á los hambrientos, resucita á los m uertos, perdona con
conforme al caudal de que dispones, dando mucho si tienes mu-. amor á los pecadores, enseña á los ignorantes, y cansado d é la s
oho, como dijo Tobías á su hijo ', y poco si tienes p o c o : y si no fatigas de la predicación , se retira á orar por todos *. Contém­
tuvieres posibilidad para rem ediar tal necesidad, á lo menos plale en la Pasión, y verás que da para los miserables todo cuanto
• has de desear hacerlo . y pedir á D ios que lo verifiq u e, procu­ tiene, sin perdonar hacienda, honra, sangre y vida para el reme­
rando , si puedes, que otros la remedien. L a tercera es que se dio de sus miserias; y prepara y amasa de tal modo su cuerpo
ejercite con interior compasión de la m iseria ajena, sintiéndola y sangre, que puede servir de comida para los hambrientos, de
como si fuera propia , dando prim ero el corazón com p asivo, y bebida para los sedientos, precio para los cautivos, medicina
después el don por pura carid ad , sin e sp e ra r otra retribución, para los enfermos y panacea para todos los males. Finalm ente:

> Tob., iv . 9. 1 Luc., xiv, 13.— ■ Matlh., iv, 23. — } Act-, x , 3S.
14
2 10 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 6 1 . — Sexta bienaventuranza. 2 11
es tal su deseo de ejercitar la m isericordia, que á los que pre­
virtud de la misericordia! E lla m ueve á nuestro corazón á entris­
tendían apartarle de ella, dijo 1: «Aprended lo que hace al caso y
tecerse por las desgracias y m iserias del prójimo, que considera
agrada más á D io s , porque más estima la misericordia que el
como propias, y á buscar medios y 4 desprenderse de lo suyo
sacrificio». [Oh buen J e sú s, que vinisteis al mundo, movido de
para subvenirlas. E sta m isericordia no acepta p erson as, derra­
m isericordia, y por compasión tomasteis sobre V o s nuestras mi­
mando sus bienes sobre todos indistintamente; ella no distingue
serias. para librarnos de ellas! Haced conmigo esta misericordia,
necesidades, cuando las puede remediar to d as; ella, en fin. no
que aprenda áim itaros en ella. ¡Oh alma! A cuérdate que Jesús busca su contento y satisfacción, sino sólo el bien del prójimo y
dijo *: «Sed m isericordiosos como vuestro Padre celestial ** {Ob­ la gloria del Señor. ¡Con qué perfección ejercitó Jesucristo esta
servas este precepto? virtud tan noble y provech osa! P o r ella baja del c ie lo , se c a ig a
P n n t o 3 .° P rem io de los m isericordiosos.— Considera en con el peso de nuestra c a rn é , emprende una vida trabajosa,
este punto el premio que Jesús promete á los m isericordiosos, y busca al desgraciado para socorrerle, y , por último, va en el
el castigo que vendrá sobre los que no lo sean. Pondera cómo los término de su vida, sacrifica en aras de esta virtud lodo cuanto
m isericordiosos alcanzarán de Dios m isericordia, librándoles de tiene. ¡ Bendita sea una tan inaudita m isericordia! V t ú , ¿ cómo
todas sus m iserias, espirituales y corporales, parte en esta vida practicas esta virtud? ¿ Deseas que D ios sea m isericordioso con­
tratándoles el Señor como hijos muy amados, acudiéndolos en sus tigo en esta v id a , en el ju ic io , y después de él ? Sélo con tu pró­
necesidades corporales como un padre cuida de sus hijos, y librán­ jim o , porque los m isericordiosos serán los que alcancen miseri­
doles de las m iserias espirituales de culpa y p e n a , perdonando cordia. Mas ¡ desgraciado de ti si no lo e r e s ! Serás miserable en
sus pecados, ayudándoles en las tentaciones, esclareciendo sus v id a ; tu juicio será sin m isericordia, y después de él caerás en
dudas • tranquilizándolos en sus temores; y cumplidamente en la la eterna miseria. M ira lo que te importa proponer y practicar.
otra con tanto exceso , cuanto va de la misericordia del hombre Piénsalo b ie n , y persuadido de tu pequeñez y pobreza, pide con
fia*:o, á la m isericordia de D ios omnipotente, la cual por todas confianza cuanto necesites.
partes es infinita. Mas reflexiona que esta misericordia de Dios,
aunque infinita en si m ism a, será tanto m ayor contigo, cuanto
61.— SEXTA BIENAVENTURANZA.
fuere m ayor la que hicieres con el prójimo, porque serás me­
dido >con la medida con que tú midieres á él. Pues si son tantas
las miserias que tien es, de las cuales sólo D ios puede librarte, I’ ieluiiio i.« Dijo Jesús: « Bienaventurados los limpios de corazón, porque elos veri*
■ i Dms*.
¿qué cosa más acertada puedes hacer que ser misericordioso con
P keluo» 2.» Represéntate á Jesús diciendo estas palabras.
otros para que Dios lo sea contigo ? M ira, por último, los casti­
Pkeuudw 3.' Pide esta limpieza de corazón.
gos que experim entarás si no eres misericordioso; D ios no se
compadecerá de t i , como no se compadeció del s ie rv o 4 que no
tuvo m isericordia de su com pañero; el juicio que contigo se P o n t * I.° Qué es la lim p ieza d e corazón. — Considera
haga será sin m isericordia, como dice Santiago >, porque no la cóm o la limpieza de corazón es la perfecta caridad, con las tres
tuviste con tus herm anos, y en aquel día tremendo, así como las condiciones que pone san Pablo de corazón puro, con buena
obras de m isericordia serán la palanca poderosa que levantará conciencia y fe. no fingida. L a prim era es pureza de corazón, pu­
á los justos hasta el cielo , por la falta de ellas serás precipitado rificándole, no sólo de pecados mortales, sino lo más que pudieres
en el infierno, ¡Oh Redentor mío! Gracias os doy por la abundan­ de veniales; de modo q u e, aunque toquen al corazón, no estén en
cia de gracias y mercedes con que favorecéis al misericordioso. él de asiento, ni se detengan por costumbre ó afición estable. L a
Bien se echa de v e r en esto el amor de padre que nos profesáis, segunda es limpieza y santidad d é la conciencia, llenándola de
que no os contentáis con hacernos V os el b ie n , sino queréis que limpios pensamientos y deseos, con limpias y santas obras. L a
todos nuestros hermanos nos lo h agan , pagándoles V o s con ge­ tercera es sencillez en el trato con D ios y con los hombres, an­
nerosidad divina lo que nosotros no podríamos pagar. Dadme dando en verdad con todos con sencillez y pura intención, sin
esta m isericordia, para hacerme digno de vuestro premio. ¿ Lo doblez ni engaños. E sta limpieza se llam a de corazón, porque
principalmente pertenece al alma y á la voluntad, y de ella se de­
deseas de veras , alma fiel ? ¿ Cómo debes alcanzarlo ?
riv a al cuerpo en la pureza de la castidad, conforme al estado de
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán excelente y apreciable es la i*
cad a uno; aunque el de las vírgenes y continentes es más puro;
i Matth., ix, 13.— >Luc., vi ,36. — 5 Matth., vu, 2. — 4 Mattb , xyiii, 34.
« I T ii» .. 1, 5
> Jacob., 11, 13.
212 Serie prim era.— V ia ilum in ativa.
M ed. 6 1 .— Sexta bienaventuranza. 215
porque, como.dijo el A p ó s to l', son santos en el cuerpo y en el
espíritu, purificándose de las m anchas del espíritu y carne. Pon­ exterior, y como nadie querría beber en vaso que está muy
dera cómo para conservar tu co razó n limpio y puro es indispen­ -sucio por dentro, aunque esté limpio por defuera, así Cristo
sable ejercer una continua y atenta vigilancia sobre los sentidos nuestro Señor no se agrada de la lim pieza exterior sin la inte­
rior '. Pondera cómo este mismo Señor no se contentó con ser Él
y pasiones; no consintiéndoles ninguna libertad que pueda aca­
limpio de corazón, sino que exigió esta misma limpieza en todos
rrear algún pensamiento ó deseo menos puro, y poner en peligro
los que escogió para su escuela; su Madre, su P recursor, todos
tu almíu L o s sentidos son las ventanas * por donde entra la muerte
sus Apóstoles fueron lim pios, no consintiendo en ellos ni siquiera
en el alma. El corazón, colocado dentro del pecho, no podrá ser
e l polvo de pecados veniales y afectos desordenados, que fácil­
herido por los dardos enem igos, si los sentidos no les franquean
mente se contrae; y si algún pecador se acercó á É l, trató de
la entrada, pues que sabido es que nada hay en el entendimiento
lim piarle y purificarle al momento de sus manchas. ¡ Oh Salvador
que no lo haya recibido por los sentidos. Debes también vigilar
purísim o! Por aquella excelente limpieza que resplandeció en
sobre tu imaginación, que es com o una sala pintada con muchas
V os y en todas las acciones de vuestra vida, os suplico humilde­
figuras, unas feas, otras profanas, ridiculas y disparatadas, y si
mente me limpiéis de todas mis mancillas, guiéis todos mis pasos,
no la gobiernas, se entretendrá en m irarlas, y solicitará á tu co­
y gobernéis mis sentidos é imaginación, á fin de que mi corazón
razón á que consienta en algún pecam inoso deseo. Considerando
se conserve puro y pueda ser agradable morada vuestra. Y nos­
todo e s to y tu propia fragilidad é inconstancia, debes pedir al
otros, ¿cómo debemos imitar la limpieza de Jesús? ¿En qué cosas
buen Jesús que te ayude para co n servar tal limpieza. ¡Oh Hijo
nos diferenciamos de este modelo?
de Dios vivo , espejo sin m ancha de la majestad de D ios, engen­ P u n t o 3 .° Prem io de esta bienaventuransa.—Considera
drado desde todos los siglos en tre los resplandores de la santi­ cómo el premio que se da á los limpios de corazón es la vista clara
dad! Por vuestra hermosura y p u re za infinita os suplico me a u x i­ de D io s. no sólo en este mundo por medio de la oración y con­
liéis para que conserve limpio él vaso de mi pobre corazón, que templación. sino principalmente en el otro con la visión clara de la
os dignasteis lavar con vuestra sangre. ¿Aspiram os nosotros á Divinidad, en que consiste la esencial bienaventuranza de los san­
esta celestial pureza? ¿De qué m odo la hemos de obtener y con­ tos. A sí se cumple lo que dijo D a v id 1 : ¿Quién subirá a l monte
servar? del Señor? ¿Quién m orará en su santo cielo? E l inocente de manos
P a n t o 2 .° je s ú s f u é lim p io de corazón.— Considera cómo- y el limpio de corazón, el que no recibió a i vano su alm a, ni
Jesucristo fué limpio de corazón en grado excelentísimo. Porque trató á su prójimo con engaño». Pondera aquí con toda atención
Él ni pecó j ni pudo pecar ni de pensamiento, palabra ni obra; el l a riqueza de este premio. A llí tu entendimiento estará lleno de
principe de este mundo no halló en Él cosa suya, y desafiando á D ios,contem plando sin figuras ni enigm as, r o s tr o á r o s tr o »á
sus enemigos á que le tildasen d e algún pecado, nada pudieron todo D ios, Padre, Hijo y Espíritu Santo: y cómo el P adre engen­
echarle éstos en cara, por m ás q u e le estaban acechando de con­ dra al H ijo, y los dos producen el E sp irita Santo, y los tres son
tinuo para acusarle si en Él h ubiesen observado alguna cosa de- un mismo Dios infinito, inmenso é incomprensible. V e r á los
iéctuosa ó mala. Por el co n tra rio , adornó su vida con obras purí­ inefables m isterios de la Encarnación del Hijo de D ios, de su
simas y.santísim as, buscando e n ellas la gloria de su Padre; ni sacratísim a Humanidad, y las obras m aravillosas que D ios ha
en su boca se halló jam ás doblez ni engaño *. Era tal la perfección obrado de naturaleza y gracia. V e r á los secretos juicios de D ios
de todas sus acciones, que de e lla se vieron obligados á dar pú­ en el gobierno de sus criaturas, y la providencia paternal con que
blico testimonio sus con trarios, diciendo que había hecho bien D ios te gobernó y encaminó para que lograses la salvación. V erá
todas las cosas; que era veraz e n todo, enseñando con toda ver­ alli los peligros de que te libró y los beneficios ocultos que te hizo.
dad el camino del cielo. D e a q u í procedió la grande ojeriza que Finalmente: allí hartarás el deseo insaciable que tienes de saber,
tuvo siempre contra la lim pieza fingida, que no era de corazón, porque, viendo á D ios, verás en É l todas las cosas, alcanzando
reprendiéndola con palabras á s p e r a s , diciendo5: « ¡A y de vos­ de un modo inefable lo que la serpiente infernal prometió á los
otros, hipócritas, que lim piáis e l cáliz y el plato por dé fuera, y prim eros padres en el paraíso, que es se r como D ios, que sabe el
de dentro estáis llenos de inm undicia! Fariseo ciég o , lim pia pri­ bien y el m a l. gozando de lo bueno sin tener parte en lo malo.
m ero lo de dentro, y de ahí re s u lta rá quedar limpio lo de fuera»» T a l es el premio que puedes prometerte, sieres limpio de corazón.
porque de la lim pieza del c o ra z ó n procede la pureza de la obra ¡ Oh bienaventurada limpieza, que es levantada á tanta grandeza!
4 Oh alma m ía! Pues que ninguno manchado «puede entrar en este

* I Cor., v il, 34 ; II Cor., vn, i. — = Jerem., i>:, 21. — 3 Joan., vm , 46.


* S»p., vn, 25. — * P-alm. xxm , 3. — 3 I Cor.. x m , 12. — 4 Apoc., xxi, 27.
* I Petr., 11. — 5 Matth., xxm , 52.
214 Serte prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 6 2 .— Séptim a bienaventuranza. 215

océano de luz.y claridad, que es el cielo, procura suma pureza y que mientras esto no alcances, no disfrutarás de verdadera y
lim pieza, para que alcances esta dichosa vista. ¿Suspiras por ver sólida paz en ti mismo, consistiendo ésta en una tranquilidad
á Dios? ¿Qué medios practicas p ara lograrlo? S i ahora fueses ordenada, como dice San Agustín. E l segundo grado e s , si no te
llamado a ju icio , ¿tendrías confianza de obtener este bien? contentas con tener paz contigo mismo, si no procuras tenerla
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡O h cuán hermoso y agraciado es con todos tus prójimos; evitando todo aquello que pueda turbarla,
el linaje de los que se conservan limpios y puros de corazón! no dando jam ás culpablemente ningún motivo de turbación injus­
Más |cuán difícil es conservar la perfecta pureza en esta tierra ta, sino m otivos de mucha unión. E l tercero consiste en pacificar
de corrupción y maldad! P a ra ello es indispensable evitar todo los prójimos entre s í, lo s unos con los otros, procurando entre
pecado mortal y venial, no consintiendo que el corazón se man­ ellos la concordia, y huyendo de todo aquello que pueda encen­
che de un modo estable con uno solo. Preciso es limpiar la con­ d e r la discordia, acordándote de lo que dice el Espíritu Santo
ciencia, llenándola de santos pensamientos y limpias obras. Es que una de las cosas que m ás aborrece D ios, es al que siembra
preciso ejercer una continua vigilancia sobre los sentidos é ima­ discordias entre los herm anos. haciendo con esto oficio de demo­
ginación, puertas por las que-podría el demonio entrar basta el nio. E l cuarto y supremo grado es pacificar las alm as con Dios,
corazón y m ancillarlo con su hálito venenoso. ¿Tratas tú de ayudando á reconciliarlas con É l , y á reducir las criaturas al
obrar de este modo? Jesucristo, tu divino M aestro, v a delante, y servicio de su Criador. Ponderando estos grados de p a z, cuya
te enseña prácticamente esta lim pieza. M írale; jam ás comete un grandeza, como dice el A póstol *, sobrepujad todo sentido, has
solo pecado, ni siquiera hay en É l la posibilidad de faltar en la de llorar la falta que tienes de ella , porque, si con detención te
cosa más insignificante. Sus enem igos no hallan de qué acusarle* exam inas, verás que ni tienes paz contigo m ism o, sino continua
y para justificar de algún modo la sentencia que contra Él dan, lucha, porque no te acabas de reso lver á n e g a r del todo tus ape­
instigados por la envidia, necesitan de testigos falsos.¡O h , si tu titos desordenados, sujetándolos á la razón; ni la tienes con tus
imitaras tal limpieza! ¡Qué premio tan glorioso, abundante y rico prójim os, porque, cegado por el am or propio, buscas tus propios
alcanzarías! L a vista de D ios, en este mundo por medio d éla contentos, con daño é injuria de ellos; en lugar de p acificará tus
oración y contemplación, y en el otro por la lumbre de la gloria; prójimos entre s i , has sem brado, no pocas v eces, la cizaña de la
la cual saciaría todos los deseos de tu corazón y todas las- discordia con tus murmuraciones y críticas injustas; y en v e z de
aspiraciones de tu entendimiento. ¿Qué piensas, en vista de todo pacificar los hombres con D ios, has sido tal vez piedra de escán­
esto? ¿No procurarás alca n za ré couservar y perfeccionar esta dalo y causa de que se apartasen de su divino servicio. ¡Oh D ios
limpieza de corazón? ¿Te detiene alguna afición desordenada, de la paz y caridad! Confuso y arrepentido estoy de las muchas
algún-hábito criminal, alguna ocasión peligrosa? Medítalo; haz veces que por mi causase ha turbado la paz entre mis hermanos;!
propósitos acomodados al estado actual de tu alm a, y con fervor V o s que la concedisteis á vuestros Apóstoles dádmela como la
y confianza ruega á Jesús por ti y por todo el mundo. disteis á ellos, para que os sirv a con paz y quietud, y otros os
sirvan por medio mío, pacificándolos yo con V os. i Oh cristiano
¿Eres verdaderamente pacífico? ¿Has procurado alcanzar esta
62,— SÉPTIMA BIENAVENTURANZA.
bienaventuranza ?
Preludio i .» Dijo Jesús: «Bienaventurados tos pacificos , porque serán llamados hijos
P a n t o &.° Jesucristo f u é modelo de hombres pacíficos.—
de Diosa. Considera cuán perfectamente ejercitó Jesucristo esta bienaven­
Preludio 2.0 Represéntate á Jesús predicando esta bienaventuranza. turanza. Porque Él bajó del cielo á la tierra para traer la paz á
Preludio 3.° Pide la gracia de ser siempre pacífico con todos. los hombres de buena voluntad, como lo dijeron los ángeles en
su nacimiento *. L os profetas le saludaron con los excelentes
P u n t o l .° Quiénes son los pacíficos. — Considera cómo nombres de Rey pacífico, Principe de la paz; anunciaron ríos de
llama Jesucristo pacíficos á los que hacen paz, en lo cual hay paz que inundarían el mundo á su venida, y que el pueblo que
cuatro grados, cada uno más excelente que el otro. El primero redimiese gozaría de asiento de la hermosura de la paz, en los
es hacer la paz contigo mismo, procurando que se e x tín g a la tabernáculos de la confianza y con descanso opulento. Contém­
guerra íntima que hay entre la porción inferior 1 de tu ser cop la plale y a nacido al mundo en la época de m ayor paz que hasta
superior; para lo cual has de sujetar y subordinar la carne al entonces se había visto, significando el bien que con su venida
espíritu, tus pasiones á la razón, y todo tu espíritu á D ios; por­ había de traer á los hombres, que era pacificarlos entre sí y con

1 Prov., v i, 19. — * Philip.^ iv . 7. — 3 j o a n . ,x x , 19 .— 4 l.UC.( II, 14.


> Rom., vil,


214 Serie prim era .— V ia ilum inativa. M ed. 6 2 .— Séptim a bienaventuranza. 215

océano de luz.y claridad, que es el cielo, procura suma pureza y que mientras esto no alcances, no disfrutarás de verdadera y
lim pieza, para que alcances esta dichosa vista. ¿Suspiras por ver sólida paz en ti mismo, consistiendo ésta en una tranquilidad
á Dios? ¿Qué medios practicas para lograrlo? Si ahora fueses ordenada, como dice San Agustín. E l segundo grado e s , si no te
llamado á juicio, ¿tendrías confianza de obtener este bien? contentas con tener paz contigo m ism o, si no procuras tenerla
E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡ Oh cuán hermoso y agraciado es con todos tus prójim os; evitando todo aquello que pueda turbarla,
el linaje de los que se conservan limpios y puros de corazón! no dando jam ás culpablemente ningún motivo de turbación injus­
Más ¡cuán difícil es conservar la perfecta pureza en esta tierra ta, sino motivos de mucha unión. E l tercero consiste en pacificar
de corrupción y maldad! P ara ello es indispensable evitar todo los prójimos entre s í, los unos con los otros, procurando entre
pecado mortal y venial, no consintiendo que el corazón se man­ ellos la concordia, y huyendo de todo aquello que pueda encen­
che de un modo estable con uno solo. P reciso es limpiar la con­ der la discordia, acordándote de lo que dice el Espíritu Santo
ciencia, llenándola de santos pensamientos y limpias obras. Es que una de las cosas que m ás aborrece D ios, es al que siembra
preciso ejercer una continua vigilancia sobre los sentidos é ima­ discordias entre los herm anos, haciendo con esto oficio de demo­
ginación, puertas p o rtas que-Jpodría el demonio entrar hasta el nio. E l cuarto y supremo grado es pacificar las alm as con Dios,
corazón y mancillarlo con su hálito venenoso. ¿Tratas tú de ayudando á reconciliarlas con É l , y á reducir las criaturas al
obrar de este modo? Jesucristo, tu divino M aestro, v a delante, y servicio de su Criador. Ponderando estos grados de p az, cuya
te enseña prácticamente esta lim pieza. M írale; jam ás comete un grandeza, como dice el A póstol *, sobrepujad todo sentido, has
solo pecado, ni siquiera hay en El la posibilidad de faltar en la de llorar la falta que tienes de ella, porque, si con detención te
cosa más insignificante. Sus enem igos no hallan de qué acusarle,, exam inas, verás que ni tienes paz contigo mismo, sino continua
y para justificar de algún modo la sentencia que contra Él dan, lucha, porque no te acabas de resolver á negar del todo tus ape­
instigados por la envidia, necesitan de testigos falsos. ¡Oh, si tu titos desordenados, sujetándolos á la razón; ni la tienes con tus
imitaras tal limpieza! ¡Qué premio tan glorioso, abundante y rico prójimos, porque, cegado por el amor propio, buscas tus propios
alcanzarlas! L a vista de D ios, en este mundo por medio d é la contentos, con daño é injuria de ellos; en lu gar de p a cifica rá tus
oración y contemplación, y en el otro por la lumbre de la gloria; prójimos entre s í , has sem brado, no pocas v eces, la cizaña de la
la cual saciaría todos los deseos de tu corazón y todas las. discordia con tus murmuraciones y críticas injustas; y en v e z de
aspiraciones de tu entendimiento. ¿ Qué piensas, en vista de todo pacificar los hombres con D ios, has sido tal vez piedra de escán­
esto? ¿No procurarás a lca n za ré conservar y perfeccionar esta dalo y causa de que se apartasen de su divino servicio. ¡Oh Dios
limpieza de corazón? ¿Te detiene alguna afición desordenada, de la paz y caridad! Confuso y arrepentido estoy de las muchas
algún hábito criminal, alguna ocasión peligrosa? Medítalo; haz veces que por mi causase ha turbado Ja paz entre mis hermanos;!
propósitos acomodados al estado actual de tu alm a, y con fervor V o s que la concedisteis á vuestros A póstoles % dádmela como la
y confianza ruega á Jesús por ti y por todo el mundo. disteis A ellos, para que os sirv a con paz y quietud, y otros os
sirvan por medio m ío, pacificándolos yo con V os. ¡O h cristiano
¿E res verdaderamente pacífico? ¿Has procurado alcanzar esta
62.— SÉPTIMA BIENAVENTURANZA.
bienaventuranza ?
P reludio i .® Dijo Jesús: «Bienaventurados los pacíficos , porque serán llamados hijos,
P u n t o 2 .° Jesucristo f u é modelo de hombres pacificos.—
de Diosa. Considera cuán perfectamente ejercitó Jesucristo esta bienaven­
Preludio 2.° Represéntate á jesús predicando esta bienaventuranza. turanza. Porque Él bajó del cielo á la tierra para traer la paz á
P reludio 3.® Pide la gracia de ser siempre pacífico con todos. los hombres de buena voluntad, como lo dijeron los ángeles en
su nacimiento *. L o s profetas le saludaron con los excelentes
P u n t o l.° Quiénes son los pacíficos. — Considera cómo nombres de Rey pacifico, Príncipe de la paz; anunciaron ríos de
llama Jesucristo pacíficos á los que hacen p a z, en lo cual hay paz que inundarían el mundo á su venidla, y que el pueblo que
cuatro grados, cada uno más excelente que el otro. E l primero redimiese gozaría de asiento de la hermosura de la paz, en los
tabernáculos de la confianza y con descanso opulento. Contém­
es hacer la paz contigo mismo, procurando que se extinga la
plale y a nacido al mundo en la época de m ayor paz que hasta
guerra íntima que hay entre la porción inferior 1 de tu ser cop la
entonces se había visto, significando el bien que con su venida
superior; para lo cual has de sujetar y subordinar la carne al
había de traer á los hombres, que era pacificarlos entre sí y con
espíritu, tus pasiones á la razón, y todo tu espíritu á D ios; por­
* Prov., vi . 19. — * Philip.^ iv. 7. — ? Joan.» xx, 19.— 4 Luc., 11, 14.
• Rom., vii, 23.


2l6 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 6 2 .— Séptima bienaventuranza. 217
Dios su Padre. T a l aprecio h ace de la paz, que con ella saluda á m os semejantes á É l, porque le verem os como es. ¡Oh Padre
los discípulos, y quiere y manda que ellos usen del mismo saludo, amantísimo! Gracias os doy por la herencia soberana y filiación
diciendo : -P az sea en esta casa '». Cuando un pecador se le pos­ gloriosa que comunicáis á los pacíficos, que, cómo hijos de tal
tra á los pies pidiéndole p erdón . le consuela diciéndole: « L a paz P ad re, se esfuerzan en establecer entre los hombres y en sí
sea contigo». Cuando los A p ó sto le s , turbados y llenos de miedo mismos el reinado de la p a z : concededme tal fortaleza y constan­
a i medio del mar, no saben qué h a ce rse ni qué decir, disipa sus cia en luchar contra m is enem igos, que no desfallezca hasta ven­
temores dándoles la paz. ¡O h, qué a p recio hacía Jesús de la paz cerlos por completo y alcanzar esta paz bienaventurada, que es
y cuánto hizo para concederla á lo s hombres! Y aun no se con­ una prenda de vuestra gloria. Y nosotros, ¿deseamos obtener el
tentó con trabajar durante su v id a en pacificarlos, sino que. prem io que está prometido á le s pacíficos? ¿Queremos alcanzar
llegando al término de e lla , quiso a ca b a r las paces con D ios; y la herencia de Dios nuestro P adre ? ¿ Qué debemos hacer ?
entonces, ¿qué hace? ¿cuánto p a d e c e ? H orribles azotes des­ E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡Cuán digno de alabanza y aprecio
cargan sobre sus espaldas, una c o ro n a de espinas atraviesa sus e s el hombre pacífico! Jesús le llam a bienaventurado. En verdad,
sienes, pesadísima cruz pesa so b re s u s hombros, la sangre corre serás dichoso si estableces la paz en ti m ismo, sujetando tu parte
á torrentes, los dolores se m u ltip lican , y da el último suspiro inferior á la superior; si la extiendes á los prójimos, evitando todo
después de decir en alta vo z que e s ta b a consumado aquel sacri­ aquello que puede turbarla; si pacificas los prójimos entre sí, unos
ficio que había de pacificar las c o sa s d el cielo y de la tierra ¿ Qué con otros; y , sobre todo, si procuras hacer las paces entre las
debes hacer tú para aprovecharte d e la paz que te ha merecido alm as y D ios nuestro Señor. S erás dichoso y bienaventurado,
Jesús? ¿Eres pacífico como É l? ¡O h R e y pacífico y soberano, que porque imitarás á Jesús en una de las cualidades de que m ás se
para ganarnos la paz entráis en c r u e l guerra con todas las potes­ g lo ría y que y a anunciaron los profetas como un distintivo claro
tades del infierno, hasta perder la v id a á sus manos entre horri­ del M esías. Contempla cada una de las acciones de su v id a , y
bles torm entos! No permitáis que p ie rd a y o el fruto de e lla , ni sea verá s que todas tienden á introducir en el mundo el reinado d é la
parte en ninguna guerra, para que deje de seguir vuestra paz. p az, destruido por e l prim er pecado de nuestros padres. ¡ Cuán­
P n n t o S .° P rem io de los p a c ífic o s. — Considera en este tos trabajos le cuesta esta obra! ¡Qué guerra tan cruel y pertinaz
punto el premio que se promete á lo s pacíficos, que es ser por ha de sostener! ¡Cuántas heridas recibe! ¡Derram a toda su san­
excelencia hijos de Dios. De m an era q u e , si imitas á Jesucristo en g re y da su misma vida! ¡Oh, si acertases á imitarle! ¡Si fueses
esta virtud, tendrás en cierto m odo alguna participación en su pacífico aun con los mismos que aborrecen la paz! Serías llamado
filiación divina; porque prim eram ente serás muy timado de Dios, hijo de D ios, que es el premio que el Señor ha prometido á esta
y hallarás gracia en su p resen cia , p o r tener con Él mucha seme­ bienaventuranza. En esta vida disfrutarías de su amistad y gra­
janza. A dem ás, Dios te tom ará d e b a jo de su paternal providen­ cia, recibirías de Su Majestad singulares caricias y muestras de
cia, mirando por ti como por hijo m uy querido, regalándote y . amor, y en la otra entrarías á poseer y á gozar de aquella heren­
enriqueciéndote con sus dones, y dándote espíritu de verdadero cia riquísima que tiene preparada para sus hijos amados. ¿ No
hijo, para que, no solamente te lla m e s, sino que seas hijo de despertarán estos bienes en tu corazón un vivo deseo de ser
Dios K Finalmente: como esta ad o p ció n de hijo que se recibe en pacífico ? ¿ Cómo lo has sido hasta hoy ? ¿ Cómo debes serlo en lo
este mundo es im perfecta, por c u a n to se corre peligro de per­ por venir ? ¿ Qué has de resolver y practicar? ¡A y ! ¡Cuán necesa­
d erla, y aun los mayores san tos, c o m o los Apóstoles, mientras rio es que con decisión emprendas la mortificación de tu amor
vivieron, esperaban otra a d o p ció n , según dice el Apóstol ■*, Dios propio y la abnegación de tu voluntad! Estos son los enemigos que
comunicará otra filiación más p e r fe c ta á tu alma el día que entre turban tu paz y destruyen la que debieras conservar con tu pró­
en la g lo ria . cumpliendo con p e rfe c c ió n la promesa que ha hecho jim o y con Dios. Propón, pues, con eficacia lo conveniente; pide
á los pacíficos de hacerlos hijos s u y o s ; porque entonces tomarás con confianza, y encomienda al Señor todas las necesidades.
posesión de la herencia que se te d e b e , para recibir á la fin del
mundo tu cuerpo glorificado con la s cuatro elotes de g lo r ia ; enton­
ces descubrirá Dios la dignidad d e lo s que son sus hijos, porque,
como dice san Juan, ahora som os h ijos de Dios*, pero no se ha
descubierto todavía lo que s e r e m o s ; cuando se descubriere, sere-

< Luc., x , j . — a Coios., i, 40. — J I Joan., m , i. — 4 Rom., viii , 43.


J I Joan., 111, 4.
2 l8 Serie prim era.— V ia purgativa.
M ed. 6 j . — OSlava bienaventuranza. 219
de vuestros dolores y persecuciones! Hacedme fiel discípulo y
63.— OCTAVA BIENAVENTURANZA. amigo vu estro, y concededme que pueda compartir en este
mundo con V o s las penas de la cruz, para poder después partici­
Preludio i .o Dijo Jesús: « Bienaventurados los que padecen persecución por la jus­
par de las delicias de la gloria.
ticia , porque de ellos es el reino de los cielos ».
P a n t o <®.° Jestís practicó esta bienaventuranza.—Consi­
Preludio í .» Represéntate i Jesús enseñando esta bienaventuranza.
P reludio 3 .8 Pide-al Señor la gracia de sufrir con amor las persecuciones de tus ene­
dera en este punto los raros ejemplos que te dió Jesucristo en
migos. esta materia. Él sufrió desde su misma niñez crueles y dolorosas
persecuciones de parte del demonio y de todos sus aliados, con­
viniéndose y armándose contra Él todas las potestades, como
P u n t o l . ° E n qué consiste esta b ien aven turan za— Con­ había predicho D avid '. Niño todavía, y a se v e obligado á refu­
sidera cómo los justos, todos sin excepción, han de padecer algu­ giarse en Egipto, huyendo de la persecución de Herodes. Apenas
nas persecuciones, recibiendo y tolerando injurias y aflicciones principia á predicar su divina doctrina, cuando se levantan con­
en 1.a hacienda, ó en la honra, ó en el contento, salud ó vida, y de tra Él innumerables enem igos, de los cuales unos le calumnian,
ellas ninguno se escapa. Porque regla general e s, según dicesan otros le tienden lazos para ver si pueden hacerle caer en contra­
Pablo que todos los que quieren viv ir con piedad en Cristo Je­ dicción ; éstos mueven al pueblo contra É l ; aquéllos le arrojan
sús han de padecer persecuciones por Él. No quieras tú librarte ignominiosamente de su ciudad; en una palabra: le persiguen en
de lo que nadie se escapa. El demonio, tu .capital enemigo, será toda suerte de cosas con la m ayor fiereza que jam ás se vió. L a
quien las p ro cu rará, estimulado por el odio que tiene contra Dios, causa que É l defendía, y por la cual es blanco de las iras y odios
que no puede desfogar contra É l, y lo vu elve contra su imagen, de sus enemigos, es la causa m ás justa y santa que puede darse;
que erés t ú ; ayudarán al demonio en esta obra de perdición sus la publicación de su santa l e y ; la reprensión de los vicios y mal­
ministros los hombres, así los enemigos descubiertos como los dades de los hom bres; la redención del género hum ano; la de­
que se precian de amigos con capa de piedad; y hasta los padres, fensa de los derechos de su Padre c elestia l, el celo de su gloria,
hermanos y deudos, como decía je sú s á sus discípulos *, os entre­ su trabajo asiduo y constante para la salvación del mundo: tales
garán á la m u erte, pensando á veces que hacen servicio á Dios en fueron los motivos que despertaron el odio del demonio y de sus
ello. Pondera también las causas de las persecuciones que pade­ ministros contra Jesús. Mas pondera la paciencia invicta é inalte­
cen los justos, las cuales no son delitos que ellos hayan come­ rable con que sufrió tan g raves é injustas persecuciones, la cual
tido, como dice el Apóstol san Pedro ’, sino la ju sticia ; esto es, fué tan extraña y adm irable, que con ella confundió y triunfó de
por guardar con firmeza y constancia la fe recibida y la religión sus enem igos, de los cuales muchos vinieron á reconocerle por
que p ro fesan ; por hacer las obras de virtud á que por su estado Hijo de Dios. Con este ejemplo has de animarte á padecer y su­
ó condición están o b ligad o s; por reprender los vicios que ven frir, diciéndote á ti mismo: Si á mi Señor persiguieron, ¿qué
en sus hermanos, y cuya corrección desearían alcanzar, aunque mucho persigan á m í, su siervo? S i llamaron Beelcebub al padre
fuese á costa de trabajos y hum illaciones; por seguir la vida de fam ilias5, ¿qué m aravilla llamen de la misma manera á los de
perfecta y religiosa á que se sienten llamados. ; Conoces tú si su casa? ¡Oh Salvador mío! D e vuestra casa so y, y aparejado
has sufrido ó estás sufriendo alguna persecución por alguno de estoy á padecer y sufrir cualquier persecución por la gloria y g a ­
estos m otivos? Si es así, debes alegrarte grandem ente, sobre lardón de e lla ; concededme que, á imitación vuestra, haciendo en
todo si la sufres con grande paciencia, teniendo por especial vuestro servicio grandes bienes, padezca sin ofensa vuestra gran­
favor del Señor el poder padecer algo por su a m o r4, conforme des males, con los cuales pague losm uchos que padecisteis por mi.
con lo que decía san Pablo á los fieles de Filipos >:« Á vosotros P u n t « 3 .° P rem io de esta bienaventuranza.— Considera
ha distinguido el Señor entre todos los d em ás, porque os ha con­ aquí cómo es premio de esta bienaventuranza el mismo reino de
c e d id o ,^ sólo que creáis en É l, sino que podáis padecer por su los cielos que se promete á los pobres de esp íritu ; pero con ma­
am or».¿Puede decirse lo mismo de nosotros? ¿Consideramos j o r ventaja, porque más es sufrir las persecuciones que vienen
como un beneficio del Señor el sufrir algo por su causa? ¡Oh por mano ajena, que sufrir los trabajos y m iserias de la pobreza
am antísim oR edentor, que, como favor muy señalado, os com­ que se toma por elección propia. Este reino les da Dios á gustar
placéis en dar á vuestros amigos alguna participación en la cruz 1 en esta vida, comunicándoles por medio de las tribulaciones
grande justicia, paz y gozo en ellas >. Por lo cual dijo Cristo nues-
1 II T im ., 111, 12. — » Luc., xxi ,1 6 . — 51 P«tr., 11, 2>. — 4 I Petr., iv , 16.
i Philip., 1, 29. I Psahn. II, 2. — » Matth., X, 25. — ) R«m., XIV , 17.
220 Serie p rim era.— V ia iluminativa. M ed. 6 4 .— O ficios apostólicos. 221

tro Señor que dará el cien doblado con las. persecuciones, y des­ sucumbe en la cruz bajo el peso de las persecuciones más crue­
pués la vida e t e r n a Y así. É l mismo añade: «Bienaventurados les. A sí te enseñó el modo de merecer las bendiciones de Dios, y
sois, cuando por mi causa os maldijeren los hombres y dijeren • de hacerte digno de entrar en la gloria. Estas persecuciones que
contra vosotros todo género de mal con mentira; entonces ale­ Sin culpa tuya te afligen, se convertirán en manantial de bendi­
graos y regocijaos, porque vuestro galardón es muy copioso en ciones eternas, y esos trabajos serán los escalones por los que
el cielo». Como quien d ice : E s tan grande el premio, que sola su subirás hasta el trono de la gloria, que Dios te tiene preparado.
esperanza basta para alegraro s en las persecuciones con tanta ¿Deseas alcanzar tales bendiciones? ¿Quieres escalar este trono?
alegría, que exceda cien ve ce s á la que tuviérais careciendo de No te quejes de los trabajos que te afligen; besa con amor la
ellas. Mira cuán provechosas te serán las persecuciones, pues cruz que el Señor te ofrece; alégrate de probar la amargura de
que ellas te levantarán á ser r e y en los cielos, si las sufres con su cáliz, y si sientes tu debilidad, fortifícate con firmes y humil­
paciencia, á imitación de Jesús y por su causa. Mas considera des resoluciones, y, sobre todo, insta fervoroso en la oración,
también la amenaza que Jesú s hace á los que van por camino rogando por ti, mas sin olvidarte de las demás necesidades.
contrario, diciendo 2: « ¡A y de vosotros cuando os bendijeren los
hombres!»; esto es, los mundanos, gustando de sus vanas ala­ 64.— OFICIOS APOSTÓLICOS.
banzas y lisonjas. En no decir más que ¡ay!, te da á entender el
Señor que es muy grande la amenaza, como si dijera: ¡A y de Preludio i .» Jesús encargó á sus Apóstoles que fuesen sal de la tierra, luz del mundo
vosotros!; porque pon estas bendiciones os engañan y hacen caer y ciudad sobre el monte.
P reludio 2.« Represéntate que te hallas entre los Apóstoles, oyendo á Jesucristo.
en graves culpas; y siendo bendecidos de los malos, á quienes
Preludio j ." Pide la gracia de ser lo que desea Jesús.
imitáis, tendréis parte en la s maldiciones que vendrán sobre
ellos. ¡Oh Redentor mío! No quiero ser bendecido de los munda­
nos , ni que la lisonja del pecador unja con aceite mi cabeza, por­ P u n t o l.° L o s A p ó s to te s h a n d e s e r s a l d e l a t ie r r a c o m o

que la maldición no penetre como aceite mis entrañas. Aquí J e s ú s .—Considera cómo uno de los oficios de los varones apostó­
quiero ser maldecido de los m a lo s3, para ser después bendecido licos que desean imitar perfectamente á Jesús, es salar los cora­
por Vos con los buenos y rein ar con Vos en el reino de los cielos zones de los hombres terrenos con su palabra y doctrina y con
por todos los siglos. ¡Oh alm a! Comprende que no son las ala­ el ejemplo de su v id a , purificándolos de los humores viciosos de
banzas del mundo, sino las persecuciones, loque ha de elevarte al los pecados para que no huelan mal, ni se pierdan para siempre.
y juntamente hacerles sabrosa la penitencia y mortificación y
cielo ■*. ¿Qué preferirás en adelante? ¿Tem erásel ser perseguido?.
E p ílo g o y c o lo q u io » . ¡ Cuán opuestas son las máximas de los ejercicios de virtud, para que de buena gana las coman, y
Jesucristo á las máximas d e l mundo! Éste busca aplausos, se ellos mismos sean también sabrosos á D io s, para que guste de-
afana por los honores, qu iere á todos debajo de sus pies rindién­ incorporarles consigo, y tener paz y unión de amor con ellos.
Pondera cuán bien hizo este oficio de sai Cristo nuestro Señor, y
dole vasallaje y tributándole adoración; Jesús, empero, dice á
cuán á costa s a y a ; porque como la s a l, dando sabor al manjar,
sus discípulos y á todos los q u e le siguen: «Bienaventurados los
se deshace, así Él se deshizo á sí mismo ' con humillaciones y
que se ven perseguidos p or la justicia»; bienaventurados aque­
trabajos para hacerte sabroso á Dios, y hacerte sabrosa la vir­
llos que, siendo justos con D io s , con sus prójimos y consigo mis­
tud y merecerte la sal de la sabiduría y gracia que la da este sa­
mos, dando á cada cual lo que le pertenece y corresponde, á
bor ’ ; porque como ningún sacrificio antiguo agradaba á Dios si
pesar de todo son blanco de cruel persecución. ¿Cómo piensas tú
no tenia sal, así ninguna obra tuya le agradará si no está unida
de esta doctrina del S a lv a d o r? ¿Llamas dichosos y bienaventu­
con Cristo y con su gracia. Reflexiona también que, aunque este
rados á los que Él tiene p o r tales? Vuelve tus ojos á Jesús, que
oficio de ser sal es dádiva graciosa de Dios, pero su conserva­
no se contenta con enseñar d e palabra esta celestial doctrina;
ción pende también de tu libre albedrío, por lo cual, si eres sal
consiente, para darte e je m p lo , en ser perseguido todos los días y conservando tu entereza, merecías estar en la mesa de Dios
de su vida por toda clase de enemigos á cual más rabiosos con­ con grande honra, si después, por tu soberbia, te desvaneces y
tra Él. Todo lo hizo bien: p asó por el mundo favoreciendo á deshaces y pierdes tu sabor, serás echado fuera de la protección
todos, y librando á los e s c la v o s del demonio; ocupó su vida en de Dios al muladar del mundo, y vendrás á ser pisado de los
buscar la gloria de D ios, v e n procurar la salvación de ios hom­ hombres, y hollado de los demonios en el infierno con grande
bres; sin embargo, se v e continuamente perseguido, hasta que
1 Philip., n , 7. — * Levit., » , 13; Marc., ix, 49.
1 Mtrc., x , 30. — = Luc., vi, 2t».— i Psalm. cvm , 18 j cxu 5 . - 4 Jacob., 1, 12.
222 Serte prim era.— V ia iluminativa.
Med. 6 4 .— Oficios apostólicos. 223
ignominia. Por tanto, mira si tienes en ti esta sal y con qué sabor
tí.—Considera cómo dice Jesucristo que sus Apóstoles habían de
sirves á Dios, y cómo haces oficio de sal con los que están á tu
ser también como ciudad sobre un monte, que no puede ocul­
cargo. ¿Procuras ser sal del modo que quiere Jesús? ¿Haces
tarse á las miradas de los hombres, con lo cual les declara que
suave y agradable la virtud con tus ejemplos? ¡Oh dulce Jesús,
su oficio no es ser ermitaños ni solitarios, atendiendo solamente á
que con tal perfección y con tan grande sacrificio vuestro quisis­
su propio provecho, sino ser ciudad espaciosa y capaz para reco­
teis ser sal de la tierra, enseñándonos con vuestro ejemplo y pa­
ger á otros muchos, y no ciudad edificada en un valle, esto es,
labras á mirar como suave y delicioso lo más amargo que tiene
en vida imperfecta y ratera, sino fundada sobre un monte, esto es,
el mundo, que es la cruz! Hacedme sal de la tierra, aunque haya
en grande fortaleza y alteza de perfección, conforme á lo que
de pasar por fuego y agua. No permitáis que en lugar de darla
dijo el profeta Isaías 1: «Sube sobre un monte alto, tú que evan­
sabor la escandalice, y que, como tierra sembrada de sal, sea
gelizas á Sión; levanta con fortaleza tu voz, tú que predicas &
estéril por mi culpa, convirtiendo en mi daño el oficio que me
Jerusalén». Pondera cómo con esto les avisa que su oficio ha de
disteis para su provecho.
ser recoger. no poca gente, sino mucha, como ciudad populosa,
P a n t o 2 o. L o s A p ó s to le s h a n d e s e r l u s d e l m u n d o .— Con­
admitiendo á todos los que quieran ser perfectos, y enseñándo­
sidera cómo el oficio de los varones apostólicos y doctores no es
les el camino de la perfección evangélica, y la policía de la vida
terreno, sino c e le s tia lp o r q u e ellos han de ser además la luz del
celestial. Xo quiere Cristo nuestro Señor que sus discípulos se
mundo, y como estrellas del firmamento y cielo de la Iglesia, han
contenten con medianías, ni se satisfagan con convertir poca
de lucir y resplandecer, procurando con su doctrina y ejemplar
gente, ni se paguen de obras bajas y rateras, sino que suban á la
vida ser luz de los hombres mundanos, desterrando de ellos las
alteza de la vida perfecta, y ayuden á los prójimos á lo mismo,
tinieblas de la ignorancia y de la culpa, y comunicándoles la luz
para que con otros muchos suban á poblar la ciudad soberana.
de la verd ad 1 y de la virtud, para que se conviertan de hijos de De aquí el encargo que les hizo de predicar el Evangelio por
tinieblas en hijos de luz, y vivan conforme á ella, en lo cual imi­ todo el mundo *, no contentándose con un reino ó nación; de en­
tan á su divino Maestro, que dijo de sí mismo ’ : «Mientras estoj­ señar á todas gentes, sin excepción de tribus ni de razas, y de
en el mundo, luz soy del mundo». Reflexiona cuán grande yerro enseñarles todas las cosas que Él les había mandado, no sólo las
y locura cometerías slpor cobardía y pusilanimidad escondieses de precepto, sino también las de consejo, ni sólo las de obliga­
la luz y caudal de doctrina que Dios te da, ó la obscureciesescon ción, sino también las de perfección. ¿Cómo es que no procuras
fines terrenos, poniéndote á peligro de perderla y quedarte á obs­ tú subir al monte de la perfección y conservarte en él ? ¿ Por
curas. como se muere la luz de una candela puesta debajo del qué eres inconstante en la práctica de los medios necesarios para
celemín y sin respiradero. Y no sería menor yerro si, habiendo ello? ¡Oh sabiduría eterna, que mandáis á vuestras esclavas,
sido puesto en el candelero de la Iglesia militante, esto es, en que son las almas de los predicadores, que llamen gente para
algún estado ú oficio público, no dieses luz de doctrina y ejem­ que suba á los muros y alcázar de la ciudad». exhortándolas á
plo á los que están á tu ca rg o ; porque, cumpliendo Jesús la ame­ la alteza de la perfección cristiana! Llamadme con eficacia, para
naza que hizo á un Prelado descuidado, quitaría el candelero de que yo suba primero á e lla ; y ayudadme también á llamar á
su lugar ■*, arrojándote del oficio, y castigándote por el descuido otros para que suban por mi medio, para que seáis glorificado
que en él hubieres tenido. Y, al contrario, mira cuánto desea Cris­ de todos.
to que tus obras sean santas y resplandecientes, que provoquen á E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ O h , cuán elevado y honroso es el
los que las ven á glorificar á su Eterno Padre y á hacer otras oficio apostólico! Ellos son, según Jesucristo ■ *, la sal de la
tales, con que sea del mismo modo glorificado. ¡ Oh Salvador mío! tierra, porque con su doctrina y ejemplo hacen sabrosa la vir­
Pues tanto deseáis la gloria de Vuestro Padre, concededme gran tud y la observancia de la divina ley; y predicando y convir-
resplandor de v id a , libre de toda obscuridad de culpa, que por tiendo á los pecadores, los hacen sabrosos y agradables al pala­
ella alumbre á los que me ven y los mueva á alabar y á glorifi­ dar de Dios. ¡ Qué dicha la tuya en haber sido escogido para tan
car á D io s; no permitáis que por un vano temor ó por secreta glorioso oficio, sobre todo si imitas á Jesucristo, que de tal
soberbia esconda y apague la luz que me disteis con daño de modo fué sal, que para hacer grata á los hombres su santa le y , se
vuestra gloria y perjuicio de mi salvación. ¿Somos luz del deshizo como la sal eu el agua. Mas ¡ay de t i , si . no cooperando
mundo ? ¿ Alumbramos con nuestras obras , ó escandalizamos ? á la vocación recibida. vienes á perder la sal de la sabiduría y
P n n to Si. 0 L o s A p ó s to le s h a n d e s e r c i u d a d so b re el m on- gracia que Dios te había concedido! Los Apóstoles y sus suce­

• Dan.-, xii, } . — » Ephes., v, 9. — ; Joan., ix , 5. — 4 Af-oe., 11,5. 1 lsai., xl, 9. — a Maro., xvi , 1 5 . - 3 Prov., ix , 5. — 4 Matth., v, 15.
224 S ír ií p r im e r a . — V \ 'a ilu m in a tiv a . Med. 6 5 . — Promulgación de la ley evangélica. 225

sores en el sagrado ministerio son luz del mundo, porque deben, .Además vino del cielo á cumplirla ley cuanto á la s promesas
como estrellas en el firmamento, iluminar á las almas con la que encerraba con tanto rigor, que d ice 1: «Mientras duren el
claridad de sus enseñanzas y buenas obras, apartarlas de las ■ cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde de la ley se dejará de
tinieblas del pecado, y guiarlas p o r el desierto obsfcuro de esta cumplir >. Puedes estar certísimo y segurísimo de que Dios, de
tierra miserable hasta conducirlas á la Jerusalén celestial. ¿ Eres su parte, cumplirá todo cuanto ha prometido en la le y , por mí­
tú luz ó tinieblas? ¿Son tus obras obras de tinieblas ó de luz? nimo que sea. como Cristo cumplió todo cuanto habían escrito de
¿Escondes la luz de doctrina que h a s recibido bajo el celemín de El los profetas; con lo cual te provoca á que cumplas todos sus
tu orgullo ó pereza ? ¿ Tratas de aprovechar con ella al prójimo? mandamientos, aun los menores, significados por la j o t a , que en
Mira que Jesús quiere que los elegidos para su ministerio apos­ hebreo es la menor de las letras, y con toda la perfección que
tólico sean ciudad, no escondida en el valle que con dificultad tienen, significada por la t il d e ó acento que se pone encima de la
se encuentra, sino patente sobre un monte y abierta á todos los letra. ¿Lo haces tú así? Mira, por fin, cómo vino del cielo á cum­
que á ella quieran acogerse. R e fle xio n a , por tanto, si te hallas plir la ley. añadiendo á ella la perfección que le faltaba. decla­
sobre el monte de la perfección. S i trabajas para acoger á todos rando más sus preceptos, poniendo admirables consejos, y co­
los que desean alcanzar por ti la v id a eterna, ó si, por el contrario, municando interiormente la gracia con que se cumplen todos.
finges pretextos para eludir el trabajo. En este caso, confúndete ¿Imitamos la perfección conque Jesús cumple la ley? ¿Cómo
de tu pésima correspondencia á lo s piadosos designios del Señor, cumplimos nosotros las leyes de nuestro estado? ¿Nos dispensa­
forma eficaces propósitos de cam biar de costumbres, ruega hu­ mos con facilidad en ellas? ¡Oh Legislador soberano! Gracias
mildemente al Señor por ti y por todos los que han sido escogi­ os doy cuantas puedo, por estos varios modos con que cumplis­
dos para el sagrado ministerio y p o r las demás necesidades. teis vuestra misma ley; ayudadme con vuestra gracia á cumplir
lo que me mandáis, para que cumpláis en mí lo que prometéis.
65.— PROMULGACIÓN DE L A LEY EVANGÉLICA. P u n to 55.° Q u ié n e s s o n lo s g r a n d e s y lo s p e q u e ñ o s e n e l
r e in o d e ¡o s c ie lo s .—Considera cómo Jesucristo, para inducir á la
Preludio i .» Jesucristo no vino i derogar, sino á cumplir la ley; quiso que se obser­ observancia de la le y , adujo dos memorables sentencias podero­
vase con toda perfección, y mandó i sus discípulos que fuesen perfectos como su Padre ce­ sas para despertarte de la apatía y moverte á ser fiel en la misma.
lestial. L a primera es: «Quien quebrantare uno de los mandamientos
Preludio 2.» Represéntate á Jesucristo enseñando tan sublime doctrina. pequeños y enseñare lo mismo, será pequeño en el reino de los
Preludio Pide la'gracia de aprender y practicar estas enteftantas. cielos . En cuyas palabras te avisa que, si quebrantas un solo
mandamiento, aunque sea de los pequeños, pero de taj modo
P u n t o l.° J e s ú s n o v in o á q u e b r a n t a r la ley n a t u r a l, sin o que la transgresión llegue á culpa grave, serás despreciado y
d c u m p lir la .— Considera
cómo J esu cristo, queriendo publicar tenido en poco en el reino de los cielos, y por consiguiente ex­
su ley evangélica, comenzó por confirmar la ley natural, decla­ cluido de é l, como si los hubieses quebrantado todos; porque,
rada por Moisés y los p rofetas , diciendo 1 : «No vine á quebran­ según lo que dice Santiago % el que quebranta un mandamiento
tar la ley, sino á cumplirla». L o c u a l hizo excelentísimamente, de injuria al Legislador que los puso todos, y se hace reo de todos.
tres maneras 2. Porque lo primero , no vino del cielo á traspasar Empero, aunque la transgresión no llegue á culpa mortal, si á
la ley, viviendo á sus anchuras con libertad de carne, como sabiendas y con malicia quebrantares un mandamiento pequeño,
quien no está atado á ley ninguna; ni vino á dispensar en ella senis también pequeño en la virtud, por haber hecho poco caso
consigo ni con los suyos, sino an tes vino á guardarla estrechísi- de lo que Dios manda; pues debieras mirar que, aunque la cosa
mamente, y á dar á todos sus discípulos ejemplo de lo mismo. sea pequeña, el que la manda es grande, y no tiene por cosa ajena
De suerte que, para imitarle, d eb es tú decirte frecuentemente: de su grandeza mandar cosas pequeñas, y por esta parte no es
«No vine yo al mundo á vivir á m i voluntad, atropellando la de pequeña injuria el despreciarlas. Y pues el vencedor es mayor
Dios, y haciendo astillas el y u g o de su le y , sino á sujetarme á que el vencido, si eres vencido de cosa pequeña, serás pequeño,
ella y cumplirla con entereza; ni v in e á la religión á cumplir mi y se cumplirá en ti lo que dice el Sabio >: «Quien desprecia las
voluntad propia, sino Ja divina, declarada en las reglas de mi cosas pequeñas, poco á poco vendrá á caer». Finalmente: s i , no
Instituto; porque, si mi Dios y suprem o Legislador, con ser supe­ contento con quebrantar algún mandamiento, persuadieres á
rior á la ley, se sujetó á e lla , ¿q u é mucho me sujete yo también? otros lo mismo, ó de palabra ó con el ejemplo, escandalizándoles

1 v . iS. — * Jacob., 11, 10. — J Eccli., x n , 1.


> Miilth., v , i/. — =SS. August. et Crisost.
»5
224 S erie p r im e r a .— V i a ilu m in a tiv a . M ed. 65. — Prom ulgación de la ley evangélica. 223

sores en el sagrado ministerio son luz del mundo, porque deben, Además vino del cielo á cumplir la ley cuanto á las promesas
como estrellas en el firmamento, iluminar á las almas con la que encerraba con tanto rigor, que d ice 1: «Mientras duren el
claridad de sus enseñanzas y buenas obras, apartarlas de las cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde de la ley se dejará de
tinieblas del pecado, y guiarlas por el desierto obsfcuro de esta cumplir ■>.Puedes estar certísimo y segurísimo de que Dios, de
tierra miserable hasta conducirlas á la Jerusalén celestial. ¿ Eres su parte, cumplirá todo cuanto ha prometido en la ley. por mí­
tú luz ó tinieblas? ¿Son tus obras obras de tinieblas 6 de luz? nimo que sea, como Cristo cumplió todo cuanto habían escrito de
¿Escondes la luz de doctrina que h a s recibido bajo el celemín de Él los profetas; con lo cual te provoca á que cumplas todos sus
tu orgullo ó pereza ? ¿ Tratas de aprovechar con ella al prójimo? mandamientos, aun los menores, significados por la j o t a , que en
Mira que Jesús quiere que los elegidos para su ministerio apos­ hebreo es la menor de las letras, y con toda la perfección que
tólico sean ciudad, no escondida en el valle que con dificultad tienen, significada por la t il d e ó acento que se pone encima de la
se encuentra, sino patente sobre un monte y abierta á todos los letra. ¿Lo haces tú así? Mira, por fin. cómo vino del cielo ácum ­
que ¡i ella quieran acogerse. R eflexion a,p or tanto, si te hallas plir la ley. añadiendo á ella la perfección que le faltaba. decla­
sobre el monte de la perfección. S i trabajas para acoger á todos rando más sus preceptos, poniendo admirables consejos, y co­
los que desean alcanzar por ti la v id a eterna, ó si, por el contrario, municando interiormente la gracia con que se cumplen todos.
finges pretextos para eludir el trabajo. En este caso, confúndete ¿Imitamos la perfección conque Jesús cumple la ley? ¿Cómo
de tu pésima correspondencia á lo s piadosos designios del Señor, cumplimos nosotros las le 3Tes de nuestro estado? ¿Nos dispensa­
forma eficaces propósitos de cam biar de costumbres, ruega hu­ mos con facilidad en ellas? ¡Oh Legislador soberano! Gracias
mildemente al Señor por ti y por todos los que han sido escogi­ es doy cuantas puedo, por estos varios modos con que cumplis­
dos para el sagrado ministerio y p o r las demás necesidades. teis vuestra misma ley; ayudadme con vuestra gracia á cumplir
lo que me mandáis, para que cumpláis en mí lo que prometéis.
65.— PROMULGACIÓN DE L A LEY EVANGÉLICA. P a a U 2 .° Q u ié n e s s o n lo s g r a n d e s y lo s p e q u e ñ o s e n e l
r e in o d e lo s c ie lo s .—Considera cómo Jesucristo, para inducir á la
P reludio i . o Jesucristo no vino á derogar, sino á cumplir la ley; quiso que se obser­ observancia de la le y , adujo dos memorables sentencias podero­
vase con toda perfección, y mandó i sus discípulos que fuesen perfectos como su Padre ce­ sas para despertarte de la apatía y moverte áserfiel en la misma.
lestial. L a primera es: «Quien quebrantare uno de los mandamientos
P reludio 2.° Represéntate á Jesucristo enseñando tan sublime doctrina. pequeños y enseñare lo mismo, será pequeño en el reino de los
Preludio 3.« .Pide la'gracia de aprender y practicar estas enseñanzas. cielos . En cuyas palabras te avisa que, si quebrantas un solo
mandamiento, aunque sea de los pequeños, pero detaj modo
P u n to I.° J e s ú s n o v in o á q u e b r a n t a r l a le y n a t u r a l, s in o que la transgresión llegue á culpa grave, serás despreciado y
d c u m p l i r l a .—Considera
cómo Jesu cristo, queriendo publicar tenido en poco en el reino de los cielos, y por consiguiente ex­
su ley evangélica, comenzó por confirm ar la ley natural, decla­ cluido de él. com osi los hubieses quebrantado todos; porque,
rada por Moisés y los profetas, d icie n d o 1: «No vine á quebran­ según lo que dice Santiago -, el que quebranta un mandamiento
tar la ley, sino á cumplirla». L o c u a l hizo excelentísimamente, de injuria al Legislador que los puso todos, y se hace reo de todos.
tres maneras *. Porque lo prim ero , no vino del cielo á traspasar Empero, aunque la transgresión no llegue á culpa mortal, s iá
la ley, viviendo á sus anchuras con libertad de carne, como sabiendas y con malicia quebrantares un mandamiento pequeño,
quien no está atado á ley ninguna; ni vino á dispensar en ella senis también pequeño en la virtud, por haber hecho poco caso
consigo ni con los suyos, sino an tes vino á guardarla estrechísi- de lo que Dios manda; pues debieras mirar que, aunque la cosa
mamente, y á dar á todos sus discípulos ejemplo de lo mismo. sea pequeña, el que la manda es grande, y no tiene por cosa ajena
De suerte que, para im itarle, d eb es tú decirte frecuentemente: de su grandeza mandar cosas pequeñas, y pór esta parte no es
«No vine yo al mundo á vivir á m i voluntad, atropellando la de pequeña injuria el despreciarlas. Y pues el vencedor es mayor
Dios, y haciendo astillas el y u g o de su le y , sino á sujetarme á que el vencido, si eres vencido de cosa pequeña, serás pequeño,
y se cumplirá en ti lo que dice el Sabio >: «Quien desprecia las
ella y cumplirla con entereza; ni v in e á la religión á cumplir mí
voluntad propia, sino la divina, declarada en las reglas de mi cosas pequeñas, poco á poco vendrá á caer». Finalmente: s i , no
Instituto; porque, si mi Dios y suprem o Legislador, con ser supe­ contento con quebrantar algún mandamiento, persuadieres á
rior á la ley, se sujetó á e lla , ¿q u é mucho me sujete yo también? otros lo mismo, ó de palabra ó con el ejemplo, escandalizándoles

• M jl'.h.. v , lS. — 1 Ja co b .. 11, IO. — J Eccli., XM , I.


* Mauh., v , 17. — • SS. August. et Crisost.
226 S e r ie p r im e r a .— V i a ilu m in a tiv a .
M ed. 6 6 .— Excelencias de la ley evangélica. 227
y provocándoles á pecar, serás el mínimo en el reino de los cie­ ción procuréis la mayor perfección que os fuere posible; y este
los, y serás excluido de él por dos títulos: por haber sido malo dechado sea vuestro Padre celestial, para que, como hijos, pro­
para ti y para otros. Pondera la otra sentencia del Señor: «Quien curéis serle muy semejantes en las tres cosasque abraza su infi­
hiciere y enseñare, será grande en el reino de los cielos.» En b
nita perfección. ¡Oh Hijo de Dios vivo! Gracias os doy por el
cual te enseña que la medida de la santidad y de la grandeza en
favor que hacéis á los hijos adoptivos, exhortándolos á ser per­
la virtud, y del premio que te dará por ella en el reino de los cie­
fectos como lo es vuestro Padre celestial. Ilustradme con vuestra
los, es la observancia de la ley, en la cual hay dos grados: hacer
luz soberana, para que conozca la perfección que me encomen­
y enseñar. Hacer es cumplir todos los mandamientos, sin dejar
dáis; encendedme para que la ame, y fortalecedme para que la
ninguno; y enseñar es persuadir á otros que los cumplan. De
busque de modo que la alcance. ¡Oh alma míal Mira el modelo
estos dos grados, el segundo es el más excelente; pero tú has de
que debes imitar para ser perfecta. ¿Lo has procurado con empe­
procurar los dos, á imitación de Cristo Nuestro Señor, que quiso
abrazar entrambos, diciéndose de Él que «comenzó á hacer y á ño hasta ahora?
E p ílo g o y co lo q u io » . ¡ Con qué solidez y firmeza establece
enseñar». ¡Oh Maestro soberano, que de tal modo nos enseñas­
Jesucristo su divina ley! No da principio á este establecimiento
teis lo que debíamos h acer, que quisisteis antes practicarlo que
derogando las leyes antiguas, sino más bien confirmándolas, y
predicarlo, á fin de podernos decir: «Ejemplo os he dado para
protestando que no ha venido áquebrantarlas, sinoá cumplirlas,
que obréis como Y o he obrado!» Concededme vuestra gracia
esto es, á observarlas Él mismo, aunque, como Legislador, no
para que oiga atento vuestras lecciones y siga fiel vuestros ejem­
está obligado á e lla s; á cumplir todas las promesas que allí
plos, observando con tal cuidado las cosas pequeñas de vuestra
se hacen, y además á perfeccionarlas, añadiendo los conse­
ley, que merezca ser grande en vuestro reino. Y nosotros, ¿cum­
jos á los preceptos. ¿Imitas tú á este divinb Maestro en el cum­
plimos las cosas pequeñas de la ley haciendo caso de ellas? ¿So­
plimiento de la ley? ¿Buscas con afán pretextos y excusas para
mos descuidados en este punto?
librarte de ella, y haces poco caso délas cosas pequeñas?Oye lo
P u n t o 3.° P e r fe c c ió n q u e d e s e a J e s ú s e n s u s d is c íp u lo s.
que dice este mismo S eñ o r:«Quien quebrantare alguno de estos
— Considera aquí la grandeza de la perfección á que Cristo nues­
mandamientos pequeños y lo enseñare á otros, será pequeño en
tro Señor te exhorta, diciendo 1: «Sé perfecto como lo es tu Padre
el reino de los cielos». De modo que si quebrantas uno solo de
celestial». Para penetrar la soberanía de esta sentencia has de
estos mandamientos, perecerás; y si el mandamiento no fuere
ponderar cómo la perfección de Dios consiste en tres cosas, á
grave, á lo menos perderás mucho delante de Dios y de sus án­
saber: E ncarecer de toda culpa y defecto, de modo que le es
geles; y si llegas á enseñar á otros á pecar con tu mal ejemplo,
imposible hacer cosa alguna que sea mala ó defectuosa contra
serás castigado por doble motivo. Mira cuánto importa que sigas
su bondad y santidad. En abrazar todas las virtudes y perfeccio­
la otra sentencia del Salvador que dice: «Quien hiciere y ense­
nes que se pueden imaginar, sin que le falte ninguna; porque
ñare, será grande en el reino de los cielos». Sólo así lograrás
cuantas hay en las criaturas, y otras innumerables que no alcan­
aqueíla sublime perfección á la que debes aspirar, si deseas lle­
zamos, están unidas en el Criador. En tener cada una de estas
nar los consejos de Jesús, que te dice seas perfecto como tu Pa­
perfecciones con la mayor excelencia que es posible. De modo que
dre celestial. ¡Oh qué perfección tan admirable desea ver en ti
no se puede imaginar mayor sabiduría, bondad y caridad, por­
Jesús! ¡Qué limpieza de pecados, mortales y veniales! ¡Qué cú­
que es infinitamente sabio, bueno y caritativo, y así en las demás,
mulo de virtudes! ¡Qué perfección en todas las obras! Y ¿no lo
perfecciones. D e aquí es que, siendo Dios tan perfecto en sí mis­
procurarás? ¿No darás este consuelo á Jesús? ¿Qué has hecho
mo, tiene grande inclinación á que todas sus obras sean perfec­ hasta hoy? Piénsalo con atención, llora tu tibieza pasada, forma
tas, y participen en el grado que puedan de su infinita perfección,, propósitos, pide gracia, y ruega por todo el mundo.
especialmente los hombres que crió á su imagen y semejanza %
y de este deseo nace el decimos Cristo: «Sed perfectos, como lo 66.— EXCELENCIAS DE LA LEY EVANGÉLICA.
es vuestro Padre celestial», como si dijera: No os contentéis con
mediana pureza y santidad, ni toméis por dechado de vuestra Preludio i .« 1.a ley evangélica reúne tres excelencias, que son: prohibir todos los pe­
perfección solamente á Abraham, Moisés ó alguno de los profe­ cados, mandar todas las virtudes y prescribirlas con la mayor perfección posible.
Preludio 3.» Represéntate á Jesús en el monte predicando su ley.
tas, , ni solamente á los ángeles, querubines ó serafines, sino tomad
Preludio y.» Pide conocimiento y aprecio de la ley evangélica y gracia para cumplirla.
un dechado infinito de perfección infinita, para que á suimita-
P a n t o l.° L a le y e v a n g é lic a p r o h ib e to d o s lo s p e c a d o s —
• Matth., v, 48. — * Gilíes., i, 26. Considera en este punto la primera excelencia de la ley evangé-
22i> Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 6 6 .— Excelencias de la ley evangélica. 229
lic a . que consiste ! en prohibir todo género de culpa, grande y leza humana por el pecado de nuestros primeros padres, y siendo
pequeña, hasta una palabra ociosa, sin que consienta cosa alguna éstas cuatro, á saber: la ignorancia en el entendimiento, la ma-
defectuosa. Y para más apartarnos de las culpas, nos encarga . licia en la voluntad, la debilidad en el apetito irascible y la con­
que nos desviemos aun de cosas muy menudas, y de cualesquier cupiscencia en el concupiscible, quiso cicatrizarlas por medio
aficiones demasiadas que pueden ser ocasión de ellas. A l modo de las cuatro virtudes cardinales, curando la ignorancia por me­
que mandaba Dios antiguamente á los nazareos ' que no bebie­ dio de la prudencia, la malicia por la justicia, la debilidad por
sen vin o, ni comiesen u vas, ni p asas, ni aun sus granillos, para la fortaleza, y por la templanza la concupiscencia. ¡ Oh Providen­
que estuviesen más apartados de la embriaguez. Esto puedes cia adorable de Jesús, cuán digna eres de toda alabanza! Pondera
ponderar discurriendo por algunos mandamientos que se llaman que si observas fielmente la ley evangélica, cumplirás también
negativos, en que se prohibe algo. Porque en el segundo, para todos los deberes que tienes y a para con D io s, contigo mismo y
que estemos más lejos de no jurar mal, dice Cristo nuestro Señor con el prójimo, porque practicarás las virtudes que te perfec­
que no juremos, ni aun por un cabello de nuestra cabeza: y que cionan con tu Criador, las que doman las pasiones de tu carne
nuestro ordinario hablar sea s í , s í , no, no 1 ; porque lo demás para sujetarla al espíritu, y las que cumplen todas las obras de
a m a l o e s t , ó es m alo, ó peligroso é imperfecto, si no es en justicia y de misericordia con el prójimo. De aquí se sigue que
caso de grave necesidad. En el quinto, para desviamos de matar esta santísima ley á todos se extiende, marcando sus deberes á
al prójimo, d ice: Que no le injuriemos de palabra ni por seña, los pobres y á los ricos, á los reyes y á los vasallos, á los sanos
ni tengamos ira interior; y que si nos injuriare, con gran pacien­ y á l o s enfermos, en una palabra, á todos y á cad a uno de los
cia le suframos, volviendo el carrillo izquierdo al que nos hiriere hombres. ¡Oh Redentor amantísimo, que nos habéis dado una
en el derecho «. En el sexto , para no caer en deshonestidad ley tan perfecta, que, como el sol, á todos alumbra, sin que nadie
manda que si tu ojo ó mano derecha te escandalizan 5, los arran­ quede fuera de la influencia de sus benéficos rayos! Concededme
ques ó cortes; esto e s , que te apartes de cualquier persona ó cosa que, contemplándola de día y de noche con toda atención, llegue
que te pueda ser ocasión de pecar, por más amada y preciada que á conformar mis obras con lo que ella me manda. ¿Qué es lo que
sea, y por más necesaria que te parezca. En el séptimo, para estar nos manda á nosotros la ley evangélica? ¿Cómo lo cumplimos?
más lejos de hurtar lo ajeno , dice que des de lo propio , y á P a n t o 3.° L a le y e v a n g é lic a p r e s c r i b e l a s u m a p e r fe c c ió n
quien te quitare la capa *, le des también el sayo. ¿ Comprendes e n t o d a s l a s v i r t u d e s .—Considera
últimamente la tercera exce­
ahora cuán sin mancha es la pureza de esta divina ley ? ¿ No te lencia que tiene la ley evangélica; la cual consiste en que enseña
moverá esto á observarla ? ¡ Oh pureza soberana de la ley evan­ cada una de las virtudes con el mayor grado de perfección que és
gélica . ley digna del purísimo D io s! Verdaderamente , Señor, posible en esta vida. De modo que no puede haber ni más pro­
vuestros mandamientos son castos y puros como plata purificada funda humildad, ni más heroica paciencia, ni más admirable obe­
de la tierra, que ha pasado siete veces por el fuego ¡ Oh , si diencia, ni más perfecta caridad que la que nuestra ley enseña.
los guardase perfectamente, para quedar limpio délos siete i Qué intención más pura puede ser que esconder tanto las obras,
vicios, y libre de todas las imperfecciones i que no sepa la mano izquierda lo que hace la derecha, por agradar
P u n t o 2.° L a le y e v a n g é lic a m a n d a todas l a s v ir tu á Dios ■ ? Y ¿qué mayor amor de Dios puede haber que amarle
d e s .—Considera aquí la segunda excelencia de la ley evangélica, con todo el corazón, ánima, espíritu y fuerzas? Y ¿qué amor del
que consistes en que se extiende á mandar ó aconsejar toda suer­ prójimo puede ser más excelente, que el que se extiende á los
te de virtudes. Porque, no sólo ha pretendido Jesucristo apartar mismos enemigos, orando por ellos, saludándolos y haciéndoles
por medio de ella á los hombres del mal, sino que los ha querido bien *, á imitación de nuestro Padre celestial, que hace salir su
obligar ó inducir á hacer el bien. Esta lejr, pues, manda las vir­ sol para buenos y malos, y llueve para justos y pecadores? Con
tudes teologales de f e , esperanza y caridad, por medio de las razón concluyó Cristo nuestro Señor la divina sentencia: «Sed
cuales el hombre se une sobrenaturalmente con D io s. que es su perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». De todo lo
último fin. Manda también las virtudes cardinales de prudencia, cual has de sacar que tu fin principal y el término de tus deseos
justicia, fortaleza y templanza, con todas las demás virtudes in­ en la vida cristiana ó religiosa que vives, ha de ser guardar la
telectuales)'morales que de ellas proceden. Porque, habiendo ley ó tus reglas con las tres excelencias dichas, á saber: evitando
dispuesto el Salvador curar las heridas causadas en la natura- todos los defectos contra ellas; practicando las virtudes, y ha­
ciendo todas tus obras con la mayor perfección que te fuere
• S.Thom.— 1 Num.,vi, } — }M»tth., v , 37.— 4 Mitth-, — $Matth.,xviii,9-
* Mallli, v. 40. — ; Psalm. x i, 7. — * S.Thom. 1 M a t t h ., v i , — 2 l .: ¡ c ., X , 27. — 3 L u c , v i , 2 7 .
1

230 Serie prim era.— V ia ilum inativa.


Med. 6j . — Preámbulo del Paire vuestro. 231
posible. ¡Oh Padre celestial, que mostrasteis vuestra perfectí-
para con Dios, manda que la comencemos llamándole Padre.
sima caridad en hacer que el Sol de Justicia, vuestro Hijo, nacie­
Pondera con cuánta razón se llama Dios tu Padre Él te dió el ser
se 1 para todos los hombres, y la lluvia de su doctrina se comu­
natural como á los demás hombres; te añadió el ser de gracia,
nicase á todos, dando en esto á sus enemigos el sumo bien que
adoptándote por hijo en el santo bautismo, y haciéndote heredero
les podíais dar para su remedio! Haced que imite vuestra infinita
del cielo; y es mil veces tu Padre, porque cuantas veces pierdas
caridad con todas sus virtudes, del modo que las mandáis en vues­
este ser de hijo adoptivo, está aparejado á volvértele á dar por
tra le y , para que alcancé la perfección de todas ellas. ¡Oh alma
la penitencia. Mira cómo, aunque de balde se ofrece Dios á ser
fiel! ¿Aspiras á alcanzar esta perfección? ¿ En qué cosas princi­ ' tu Padre, no le costó poco el serlo, porque te engendró con gra­
palmente la debes buscar? vísimos dolores en la cruz, muriendo el Hijo de Dios para for­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán sublime es la excelencia de
mar hijos adoptivos', para que todos tuviésemos un mismo Padre.
la ley evangélica que nos enseñó Jesucristo! Jamás otra ley ha ¿Cómo no se enternece tu corazón al considerar tales finezas
reunido tales caracteres de excelencia y santidad. Ella prohibe y divinas? Pondera además cuán bien hace Dios el oficio de Padre,
condena todos los pecados, inclusos los defectos más insignifi­ amándote con ternura, mirando por ti con cuidado, amparán­
cantes, encargándonos que nos desviemos de cualesquiera afi­ dote con su providencia, dándote sustento en abundancia, y po­
ciones demasiadas; que huyamos de todas las ocasiones, aimque. niéndote en el estado que te conviene para tu salvación. De modo
al parecer, necesarias; que rechacemos aquellas cosas que, no que todos los padres de la tierra no merecen este nombre en su
siendo malas en sí, pueden tener, ó apariencia de mal, ó pueden comparación. Por lo cual dijo Jesucristo*: «Ño llaméis á nin­
inducirnos á él. Mas esta ley no se contenta con prohibir todos guno padre sobre la tierra, poique un soloPadre tenéis, que está
los pecados y defectos; pasa más adelante, y manda todas las vir­ en el cielo. ¡Oh Padre! Sed para mí pad re;y mostraos tal con­
tudes, sin exceptuar una sola. Ella prescribe las virtudes teolo­ migo, llenando el nombre que tomasteis por mi amor. Mas atiende
gales y morales; ordena á los hombres con Dios, consigo mismos á que por el mismo caso que Dios quiere ser tu Padre, te ofrece,
y con los prójimos; da preceptos á todas las clases y estados de la dignidad de hijo, y quiere que hagas con Él oficio de hijo para
la sociedad. Y como si esto no fuese suficiente para satisfacer los con su padre, amándole con todo tu corazón, reverenciándole en
deseos de nuestro divino Maestro de hacer un pueblo perfectos, el pensamiento, en las palabras y en las obras, obedeciéndole en
encarga en la misma le y la mayor perfección que puede darse en todo cuanto mande, y celando constantemente su honra y gloria.
la observancia de cada uno de los mandamientos. Quiere que ¡Oh Padre celestial! ¿De dónde á mi tanto bien, que siendo tan
todas las virtudes se ejerciten en grado heroico, todas las obras vil criatura, sea llamado hijo vuestro? ¿Qué candados ha movido
se hagan de un modo perfecto, y todas las penas se soporten con á tomar por hijo á un tan vil esclavo? Pues hacéis conmigo ofi­
la mayor resignación. V uelve ahora los ojos sobre ti mismo. Has cio de padre, ayudadmeparaque haga con V os oficio de buen hijo.
conocido las excelen cias de la ley evangélica; en el bautismo y ¡Oh cristiano! Mira bien la dignidad que Dios te ha concedido, ha­
otras mil veces te has comprometido á cumplirlas. ¿Cómo la ob­ ciéndote su hijo. ¿Degeneras tú de ella? ¿ Haces algo repugnante
servas? ¿Cumples los mandamientos que miran á tu estado y ofi­ ó impropio de la misma?
cio? ¿No te acusa de alguna cosa tu conciencia ? Medítalo con de­ P u n t o 2.° N u e s tr o .— Considera aquí las causas por qué
tención; pues ella servirá de código en el divino tribunal. Forma quiso Jesucristo quq llamases á Dios Padre nuestro, y no Padre
propósitos eficaces de mejorarte; pide las gracias que te son ne­ mío. Quería ante todo que conocieses la infinita caridad y muni­
cesarias para su cumplimiento, y no olvides el rogar por todas ficencia de este Padre, la cual resplandece en que, como no puede
las necesidades de costumbre. • tener más que un Hijo natural, quiso tener muchos hijos adopti­
vos, comunicando esta dignidad tan excelente á hombres y á ánge­
67.— PREÁMBULO DEL PADRE NUESTRO. les , dándola á cada uno sin perjuicio del otro; porque de tal ma­
Preludio i Rogado Jesús por sus Apóstoles á que les enseñase á orar, contestó: nera es Padre de todos, que es tan tuyo como si lo tuese de ti
«Vosotros, cuando orareis, diréis : « Padre nuestro , que estás en los cielos ». solo. ¡Bendita sea caridad tan inmensa, en quien cabe tanta infini­
P reludio 2.« Represéntate á Jesús enseñando esta sublime oración. dad de hijos, cuidando de todos como si no fueran más que uno!
P reludio 3.® Pide la gracia de mirar á Dios como al mejor de los padres. Quiso también que entendieses que, como Él es Padre demuchos
P a n t o l.° P ad re .— Considera cóm o, deseando Jesús inspi­ hijos, así también todos somos hermanos, y así se despertase en
rarnos la más viva confianza en la oración y sentimientos filiales ti el amor de tus prójimos, pidiendo para todos, y deseando que

• Matth,, v , 45. — » Luc., 1, 17. * Ga'.at., iv, 5. — 1 Matth., rail, 9.


2J2 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 6 j . — Preám bulo del Padre nuestro. 2)3

todos sean hijos adoptivos de este Padre, sin despreciar á ninguno? morar, y para que se recoja y entre dentro de sí donde está Dios,
pues el rico y el pobre, el noble y el plebeyo, el sabio y el idiota, y allí derrame su oración delante de su Padre, que está en lo
pueden ser igualmente hijos de un mismo Padre celestial. acor­ secreto de su corazón', y le ve en lo escondido del aposento inte­
dándote de aquellas palabras del profeta Malaquías1: «¿Por rior donde ora. ¡Oh! ¡Quién fuese cielo claro y adornado de vir­
ventura no es uno el Padre de todos? ¿Por ventura no nos crié tudes, en quien Dios gustase morar! Confieso, Dios m ío, que soy
un mismo Dios? Pues ¿por qué desprecia cada uno de nosotros hombre de tierra, y terreno, como hijo del terreno Adán; pero
á su hermano?» Quiso, finalmente, que le llamases Padre nues­ con vuestra gracia deseo convertirme en cielo y en hombre celes­
tro en vez de mío, para moverte á reverencia, porque la palabra tial , como hijo del celestial Adán. Levantad, Señor, mi espíritu
Padre mío es de mucho regalo, y más propio del Hijo unigénito al cielo en donde Vos moráis, haciendo la dicha de todos los san­
de este divino Padre, á quien debe.s tratar con amor y reveren­ tos. ¡ Oh alma! Tu Padre está en los cielos. ¿Deseas ir allá? ¿Te
cia juntamente. Aunque, sin embargo de esto, á tus solas y en tu acuerdas á menudo de aquel lugar de ventura? ¿Cómo lo has de
rincón le puedes llamar Padre m ío , pues tan tuyo es como si no alcanzar?
tuviera otro hijo adoptivo más que á ti. ¿ Has meditado la infinita E p ílo g o y c o lo q u io s. ¿Quién será capaz de comprender
caridad de Dios en querer ser Padre de todos? ¿Consideras á tus los tesoros de misericordia, bondad y confianza encerrados en
prójimos como á hermanos? ¿Qué debes corregir ó mejorar para las primeras palabras de la oración dominical? Jesús es quien
llegar áesto? ¡Oh Padre lleno de misericordia y de bondad! Per­ nos las ha puesto en los labios, y quiere que saludemos á Dios, su
mitidme que os salude con este dulce nombre de Padre. Sois mi Padre, con esta misma palabra ¡Padre nuestro que'estás en los
Padre, porque me criasteis, me conserváis y tenéis especial pro­ cielos! El mismo Dios es tu Padre, porque te ha criado; es tu
videncia de mí, como si no tuvierais otro hijo; pero os decís Padre, porque te ha adoptado, y mil veces es tu padre, porque
Padre nuestro, para indicarnos vuestra caridad que á todos se está dispuesto á volverte otras tantas la dignidad de hijo, si por
extiende, y el amor que nos hemos de tener como hermanos. el pecado llegas á perderla. Él hace contigo los oficios de un buen
Bendito sea amor tan señalado, por el cual os suplico aineá padre; y , aunque cuida de ti con tanto cariño y providencia como
todos mis prójimos, ya que á todos abraza vuestra caridad. si no tuviera otro hijo, quiere recordarte que su caridad paternal
P u n t o 3.° Que estás en los cielo s— Considera en este pumo se extiende cuanto es de su parte á todos los hombres, y del pro­
cómo, estando Dios en todo lugar , quiso que dijeses solamente pio modo á todos se debe extender tu amor de hermano; por lo
que estás en los cielos, moviéndole á esto muchas razones. La cual te manda que le digas Padre nuestro. ¿Te acordarás tú que
primera, para moverte á reverencia, considerando la majestad, eres hijo de este amoroso Padre? ¿Cumplirás con él los deberes
grandeza y dignidad de este Soberano Padre, que es el Señor de un buen hijo? ¿Mirarás á los prójimos como hermanos? Pero
de los cielos, y reina eficazmente en ellos. L a segunda, para advierte que este Padre está en los cielos, no porque deje de
levantar tu corazón de lo terreno á lo celestial, despreciando todo estar en todas partes por su inmensidad, sino porque allá espe­
lo de acá, y suspirando por la herencia del cielo, donde está tu cialmente se comunica á sus escogidos. Allí has de levantar tu
Padre. L a tercera, para que en esta vida mortal vivas como pere­ espíritu; allí has de tener tu tesoro; allí se han de dirigir tus aspi­
grino y extranjero; pero como pretendiente del cielo, buscando raciones; allí has de conversar con tu Dios; tu vida ya no ha de
la pureza celestial, sin la cual no s e puede entrar allá. L a cuarta, ser terrena, sino celestial. ¡Oh, si esto alcanzases! ¿No te aver­
especialmente, para que en la oración levantes la vista y el pen­ güenzas de tener tan poco amor á tu Padre, que estando Él en el
samiento al cielo, de donde te han de venir todo socorroa y los cielo, tú sólo piensas en prolongar tu estancia sobre la tierra y
bienes que pides, cualesquiera que ellos sean, estando de tal modo diíerir la entrada en el cielo? ¿Cuándo suspirarás por la casa de
fijo tu espíritu en la gloria, que pueda decirse de ti lo que de sí tu celestial Padre? Desprende tu corazón de los bienes de acá, y
decía San Pablo 5, esto e s, que toda su conversación era en el entonces buscará los de allá; para esto propón lo que te conven­
cielo. Pondera además cómo también se llaman cielos * las almas g a , y pide gracia para cumplir tu propósito, sin olvidar las
justas en quienes Dios mora por g racia , y de ellas se hace aquí demás necesidades, especialmente la santa Iglesia y el Sumo
mención, para que se entienda que Dios es Padre principalmente Pontífice.
de los justos que son cielo suyo, y para que quien ora despida de
sí toda culpa y terrestri dad, y se h aga cielo, donde Dios pueda ■ M<tth.,vi,6.

■ Malach., M, lo. — » Psalm. cx x , i. — > Philip., m , 20.


4 SS. August. et Ambros. •
234 Serie prim era.— P ía ilum inativa. M ed. 6 8 ,— Oración del Padre nuestro.— Prim era parte. 235
deis luz de fe á todos los infieles, gracia y caridad á todos los
justos, para que todos santifiquen vuestro santo nombre en la
68.-ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO.— PRIMERA PARTE. tierra, al modo que lo santifican los bienaventurados en el cielo.
P a n t o S.° S e g u n d a p e t ic ió n . V e n g a á n o s e l t u r e in o —
Preludio i .<• Represéntate á Jesucristo ensellando i sus discípulos, y á ti con ellos, la
Considera aquí la segunda petición: «Venga á nos el tu reino».
oración del Padre nuestro. E l reino que pides en ella e s, ante todo, el reino con que reina
P reludio 2.» Pide U gracia de penetrar el sentido de sus peticiones, y retarle con Dios en esta vida en los justos por gracia. El cual abraza la doc­
verdadero fervor. trina de la fe que hemos de creer, las leyes de su gobierno que
hemos de guardar, los sacramentos que hemos de recibir, los
P a n t o l . ° P r i m e r a p e tic ió n . S a n t ific a d o s e a e l t u n om ­ sacrificios que hemos de ofrecer, y las virtudes todas con que
b re.— Considera cómo en la primera petición pides á Dios que su hemos dq servir á nuestro R ey, disponiéndonos para que entre
nombre sea conocido, alabado y glorificado por todos, venerado dentro dé nuestras almas y reine en ellas. Pides también el reino
y adorado y tenido por santo. No dices que su nombre sea alaba­ de la gloria, donde reina Dios con los bienaventurados pacífica­
do ó glorificado, sino que sea santificado, porque la santidad es mente; y no dices: llévanos á tu reino, sino: venga á nos el tu
lo que más ama Dios y de lo que más se precia, deseando que los reino, porque si viene á ti el reino de Dios por gracia, cierto es
hombres en la tierra le entonen el mismo cántico que los ángeles que te llevará al reino de la gloria; y así, más cuidado has de
en el cielo, diciendo «Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios tener en desear el primero que el segundo, porque todos desean
de los ejércitos, el que es, fué y será para siempre». Pondera reinar con Cristo en la gloria, y esto á todos es sabroso; pero no
por qué nos manda Jesús que digamos santificado sea tu nom­ todos desean que Cristo reine en ellos en la tierra, porque esto
bre , y no santificada sea tu majestad y potencia; la causa es, por­ es penoso, y no agrada á la naturaleza viciada y acostumbrada á
que es justísiiho que cuanto se nombre de Dios y cuanto conoce­ vivir sin freno ni sujeción. Otro reino que pides es el reino de
mos de Lsl sea venerado, conocido y tenido por santo. Su justicia Dios, último y consumado, cual será el día del juicio, cuando del
ps santa, su omnipotencia es santa , su providencia es santa, todo se acabe el reino del demonio y Dios reine en los justos,
todos sus atributos son santos, y están incluidos y se sobreentien­ glorificando sus almas y cuerpos, y el reino de la gloria sea cum­
den en la palabra n o m b r e. Considera la absoluta universalidad plido en todos. ¡Oh! ¡Cuándo llegará este reino para que del
de esta petición-, porque no dices santificado sea tu nombre por todo se acaben los pecados y se cumplan los deseos de las almas
nosotros, sino de un modo absoluto, santificado sea tu nombre, que le están esperando, para gozar de él juntamente con sus
queriendo que tu petición sea sin tasa ni limite alguno, deseando cuerpos! Pondera finalmente la palabra t u u m , tuyo; venga, Se-
que-el nombre santísimo de Dios sea santificado de los ángeles y .ñor, ám í tu reino, para que destruya todo reino que no sea tuyo.
de los hombres; y no sólo de los hombres que están en la tierra, No reine en mí el reino del pecado ni del demonio; antes os pido
sino también de las almas que están en el cielo y en el purgato­ que los destruyáis. No os pido, Señor, que venga á mí el reino de
rio, de las presentes y de las que han de nacer, y que todas las este mundo, fundado en riquezas, honras y regalos, sino el reino
criaturas de este mundo visible, del modo que puedan, alaben y vuestro, fundado en verdaderas virtudes. ¡Oh Salvador dulcísi­
glorifiquen este santo nombre, pues es dignísimo de ser glorifi­ m o, que dijisteis: Mi reino no es de este mundo! Vuestro reino
cado de todos, y que toda rodilla de los moradores celestiales, quiero, vuestro reino deseo, y ese sólo pido. Venid, ¡oh Trinidad
terrenales é infernales 2 se doble y postre al soberano nombre de Beatísima!, y entrad dentro de nosotros; morad y reinad en los
Dios. Mira el modo cómo debes tú y todas las criaturas santifi­ que vivimos en la tierra, como reináis en los santos que viven en
carle; su principal glorificación consiste en que todos crean lo el cielo, para que os sirvamos como ellos os sirven. ¿Quieres, ¡oh
que revela, esperen lo que promete,obedezcan á lo que manda, alma fie)!, que reine en ti Jesús? ¿Qué exige de ti?¿En qué cosas
y le adoren y sirvan como El ordena, y le amen de todo su cora­ has de mostrarte súbdita de este Rey?
zón. De modo que su vida y sus obras sean tales >, que quien las P a n t o 3 .° T e r c e r a p e t ic ió n . H á g a s e t u v o lu n t a d , a s i en
la t ie r r a co m o e n e l c ie lo .— Considera cómo en la tercera peti­
viere, por ellas glorifique al Padre celestial. ¿Glorificas tú de
este modo el nombre de Dios? ¿Puede acaso decirse de ti que ción pides que se cumpla la voluntad divina, declarada por los
por tus obras es el nombre de Dios blasfemado *? ¡ Oh Padre glo­ preceptos de la ley, por los consejos del Evangelio, por las secre­
riosísimo! Por los méritos de vuestro Hijo unigénito, os suplico tas inspiraciones del Espíritu Santo, por las ordenaciones de la
Iglesia y de sus ministros y de todos los superiores que están en
* (sai., v i , J ; Apoc.. i». 2. — >Philip., 11. IO.— 3 Matth., v, 16. — ♦ Rom., 11, 24.
lugar de Dios. ¡Oh, si cumplieses esta voluntad de Dios: pues
2 )6 Serie prim era.— P ia ilu m in ativa.
M ed. 6 g .— Oración del Padre nuestra,— Segunda parte. 237
basta que sea la voluntad de su C riad o r para que todas sus cria­
quiere reinar con Cristo, ha de procurar que antes reine en él
turas gusten de cumplirla! Pero fíjate en la palabra t u a , tuya,
Cristo. Mas ¿cómo obtendrás este doble reino? Cumpliendo la
que es como si .dijeses al Señor: No quiero que se cumpla mi pro­
voluntad de Dios. Este es el único medio para lograrlo. Y cum­
pia voluntad, que es perversa; ni la voluntad de la carne, que es
pliéndola, en cuanto puedas, con la perfección con que se cumple
rebelde contra el espíritu; ni la voluntad del demonio, que es
en el cielo. De aquí la tercera petición. Mira con atención la obe­
injusta; ni la del mundo, porque es vana; vuestra sola voluntad
diencia de Jesús á la voluntad divina, y verás que es entera, per­
se haga, porque ella sola es buena y ju sta, y regla de toda buena
severante. pronta y amorosa. Examina si procuras modelar tu
voluntad. Pondera, asimismo, el m odo de cumplir esta voluntad,
obediencia por la que tuvo el divino Maestro. Y si algo hallas en
que se declara en las palabras siguien tes:« A sí en la tierra como
tí que corregir, haz resoluciones firmes y prácticas, y para cum­
en el cielo»; esto es, con aquel modo que los ángeles y espíritus plirlas pide los auxilios al Señor, rogándole por todas las cosas
bienaventurados la cumplen en el cielo; conviene á saber: con que te han encargado pedir.
entereza, sin faltar en cosa alguna, p o r mínima que sea; con pura
intención de agradar á solo Dios; con prontitud, puntualidad y
69.-O R A C IÓ N DEL PADRE NUESTRO. — SEGUNDA PARTE.
presteza grande, sin tardanza ni repugnancia alguna; con fortaleza
y perseverancia hasta el fin, y , finalmente, por amor y con amor P reludio i .« Represéntate i Jesucristo enseñando esta oración á sus discipulos, entre
ferviente, continuo é intenso, saboreándose y gozándose en cum­ los cuales te hallas tú.
plir lo que Dios manda. Pides tam bién en esta misma petición Preludio 2.» Pide la gracia de penetrar el sentido de las peticiones que encierra y de
que se haga la voluntad de Dios p o r los hombres terrenos, como decirlas con verJadero espíritu y fervor.
la hacen los hombres celestiales, y . sobre todo, como la hizo el
Adán celestial, Jesucristo, Señor nuestro, el cual bajó del cielo P u n to l.° C u a r t a p e t ic ió n . E l p a n n u e stro d e ca d a d ía
á cumplir la voluntad divina con excelentísima perfección. ¡Oh Considera cada una de las palabras de la cuarta
d á n o s te hoy.—
Padre celestial! Razón es que los hijos engendrados por vuestra peticióu. En ella pides á Dios el «pan», esto e s , el pan que sus­
graciosa voluntad hagan lo que les m andáis, como lo hizo el Hijo tenta y conforta el espíritu, que es el santísimo Sacramento del
engendrado de vuestra substancia. Enseñadme á cumplir vuestra altar, suplicándole que te hagas digno de recibirle cada día
divina voluntad 1, porque Vos sois m i Dios, á quien sea honra y sacrainentalmente, ó á lo menos espiritualmente; pides también
gloria por los siglos de los siglos. Ahora bien: ¿qué hemos de el pan ó sustento del alma ordinario, que son los socorros de la
hacer nosotros para cumplir la voluntad de Dios? ¿Cómo la he­ gracia con que se conserva la vida espiritual, el eual comprende
mos cumplido y la cumplimos? los sacramentos, inspiraciones, ilustraciones, inteligencia de las
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡L a g lo ria de Dios! He aquí el fin verdades. y, sobre todo, el cumplimiento de la voluntad divina,
último de todas las cosas, y la prim era aspiración del cristiano, que Jesucristo llamó su p an1; pides, por fin, el pan ó sustento
y lo que siempre ha de tener delante de los ojos. Jesucristo puso ordinario para conservar la vida del cuerpo, porque quiere
ésta por primera petición de la oración que por sí mismo dictó. Dios que la conserves, y se lo pidas, no con solicitud demasiada,
Santificado sea el tu nombre. Que sea por siempre este nombre sino conliando en su divina providencia. Este pan dice Jesucristo
divino y todo cuanto él encierra a la b a d o , glorificado y tenido por que es «nuestro», porque, aunque es verdaderamente de D ios. ya
santo; porque á él solo corresponde esencialmente la santidad, y que de Til procede, Él lo amasa y reparte; mas quiere que lo
nadie es santo sino él ó por él. P o r lo cual Justo es que todos, án­ llamemos nuestro, porque se ordena al remedio de nuestra nece­
geles y hombres, alaben y glorifiquen este santo y divino nombré. sidad, y Jesucristo nos lo mereció y lo compró con el precio de
Mas después de haber pedido la consecución del fin último de to­ su sangre, no para si ni para los ángeles, sino para nosotros.
das las cosas, has de pedir la adquisición de tu propio fin, porque Pondera la palabra de «cada día», la cual significa que no has de
sólo así contribuyes del modo que D io s desea al fin supremo uni­ pedir aquella ración extraordinaria que suele el Señor conceder
versal. Este fin último tuyo pides e n la segunda petición, al supli­ á sus particulares amigos, pues que no eres digno de ella, sino la
car que venga á ti el reino de D io s , esto e s , el reino de la gracia ración ordinaria de cada día, sin la cual no puede vivir tu alma
en este mundo, y el reino de la g lo r ia en el otro, los cuales están ni medrar en la vida espiritual, ni tampoco el cuerpo, remitiendo
entre si tan íntimamente en lazad o s, que no puede obtenerse el á la adorable providencia de Dios otros favores ó gracias extra­
segundo sin haber conseguido a n te s el primero, porque el que ordinarias que quiera darte. Y esta ración ordinaria no debes

i Psalm . c x l ii , 10. 1 Jinn.. iv,


2?8 Serie p rim ra .— V ia ilum inativa. M ed. 6 9 .— O radón del Padre nuestro.— Segunda parle. 239

pedirla para ti solo, sino también para tus prójimos, por cuyo tencia contra t i ; porque diciendo á Dios que te perdone como tú
motivo añade el Señor la palabra «danos», teniendo grande cari­ perdonas, si no lo h aces, es decirle, cuanto es de tu parte, que
dad y hermandad con todos, queriendo para ellos lo que quieres no te perdone. ¡ Oh Padre amorosísimo! Muy de corazón perdono
para ti. Fija, por último, la atención en la palabra «hoy», la cual las deudas que me deben, para que Vos me perdonéis las que os
te indica que todos los días debes acudir á la oración, estando debo. Nada es lo qué me deben mis prójimos, y yo os debo diez
continuamente colgado de la providencia de Dios, y evitando la mil talentos ', por haber pecado innumerables veces contra cada
demasiada solicitud para el día de mañana, acordándote de los uno de los mandamientos de vuestra santa ley. ¿Conoces tú las
israelitas', que en el desierto cogían todos los días el maná, y deudas que tienes con Dios ? ¿Deseas alcancar el perdón de ellas?
Dios tenía cuidado de preparárselo. ¿ Qué pan pides principal­ ¿Perdonas de corazón á tus hermanos ?
mente al Señor? ¿ Suspiras por el pan divino y sobresubstancial? P a n to 3.° S e x t a y s é p t im a p e t ic ió n . N o n o s d e je s c a e r e n
{Cómo te aprovechas de él? ¡Oh Padre amabilísimo! V os, que la t e n t a c ió n ; m a s líb r a n o s d e l m a l. A m é n .— Considera que en

alimentáis las aves del cielo y preparáis el manjar para toáoslos la sexta petición pides al Señor que no te deje caer en la tenta­
seres vivientes, rio os olvidéis de este miserable hijo vuestro, ción. No le pides que no seas tentado y que no dé licencia al ten­
que OS pide el pan de vuestra divina gracia y el de vuestra santa tador para que te tiente; antes se supone que has de serlo, y que
doctrina; dadme este pan copiosamente para el día de hoy y para conviene que tu Padre celestial l.o permita y dé tal licencia; por­
siempre, pero de tal manera, que viva v ore con tal fervoren que si Él la da, sin duda será justa y para tu provecho, y medida
este día, como si para mí no hubiera otro. conforme á tus fuerzas %y así has de estar aparejado para pade­
P u n t o SI. 0 Q u in t a p e tic ió n . P e r d ó n a n o s n u e s t r a s deu ­ cer tentaciones del demonio y de sus ministros que viven en el
d a s , co m o n o so tro s p e r d o n a m o s á n u e s tr o s d e u d o r e s . — Consi­
mundo, y de tu propia carne con sus pasiones. Pero quiere Cristo
dera cómo en la quinta petición pides que Dios te perdone las nuestro Señor que le pidas gracia para no ser vencido en la ten­
deudas, esto es, los pecados mortales ó veniales y las penas á tación, y para no caer en e lla , consintiendo en algún pecado, y
que por ellos quedaste obligado; las cuales deudas sólo Dios juntamente que no seas tentado con tal género de tentación y en
tal genero de ocasión, donde ve su Majestad que has de ser ven­
puede perdonar *, y las perdona por los medios que tiene para
cido. Pondera la última petición, que es: «Líbranos del mal». En
ello instituidos; y así le pides que te las perdone, aplicándote
la cual pides ser librado de todos los males pasados, presentes
estos medios y dándote ayuda para usar de ellos. Pondera que,
y por ven ir, así temporales como eternos, y así del alma como
aunque seas tan santo, que puedas llamar á Dios Padre, y haya
también del cuerpo, en el grado que conviene para el bien del
venido á ti su reino, y te esfuerces en cumplir la voluntad de Dios
alma; y así le pides te libre de los pecados pasados, perdonán­
aquí en la tierra del modo que se cumple en el cielo, has de reco­
dolos con su gracia, y que te saque de las ignorancias, errores,
nocer que eres pecador, y puedes presumir que cada día pecas en
pasiones, aflicciones y miserias que ahora padeces, y que te
este género de culpas veniales, é incurres en deudas por las cua­
preserve y libre de las futuras, especialmente de la eterna con­
les cada día debes decir: «Perdónanos, Señor, nuestras deudas». denación y del poderío del demonio, que es el m a l 5 de quien de­
Reflexiona que para mover á Dios á que te perdone, te ofreces tú á seamos principalmente ser librados cuando decimos: «Líbranos
perdonar á tus prójimos las deudas que tienen contigo, como son del m a l», para que ni en esta vida ni en la futura tenga poder
las injurias y ofensas que te han hecho; y las has de perdonar, no sobre nosotros, ni seamos esclavos suyos. Mira, por fin, cómo
aborreciendo al que te injurió, ni vengándote de él cont.u propia Jesús, por remate de esta oración, añadió la palabra « Am én»,
autoridad, ni dando señales de aborrecimiento, sino antes las se­ que quiere decir, así sea; y esta palabra debes decir con un fer­
ñales comunes de amistad; pero más perfectamente perdona quien viente afecto y deseo de alcanzar todo lo que has pedido, y con
totalmente se olvida de la injuria, y con especial amor ama á su una viva confianza de que serás oíd o, pues pides las cosas que
injuriador, y le hace especiales beneficios, por lo cual alcanzará te ha de conceder el mismo á quien pides, y lo haces con las mis­
de Dios más copioso y absoluto perdón de sus propias deudas. mas palabras que Él te ha enseñado. ¡ Oh amabilísimo Jesús!
Por donde conocerás cuánto quiere nuestro Señor que perdones Vos veis que las tentaciones más violentas nos amenazan y los
á los demás, pues pone esto por condición para perdonarte, y males más graves nos rodean; el demonio, el mundo y carne
cuánto desea que perdones luego, y que el sol* no se ponga rete­ desean arruinamos, y si sucumbimos, corremos peligro de caer
niendo 1n ira, pues en la oración de cada día te manda decir que en todas las miserias de esta vida y de la otra; levantaos y ayu-
perdonas á tus deudores; y si no lo haces así, tú mismo dassen-
1 Matth . svm ,24. — =1 Cor., x , 13. — 3 Mitth., xui, 19.
• Exc«!., xvi, 4. — * Marc., 11, 3 E;hes., iv, 26.
Afe./. 70.— M isión de los Apóstoles. 241
240 Serie prim era.— V ta ilum inativa.
-obreros á cogerla». En cuyas palabras debes ponderar su infinita
dadnos; no permitáis que caigamos en la tentación; haced que
-caridad y misericordia, y el deseo que tiene de nuestro bien. Dice
sea eficaz nuestra súplica para vernos libres de los males eternos.
primeramente que la mies es mucha. porque son muchos los que
¿No tememos las tentaciones? ¿ .Yo deseamos vernos libres de
tiene escogidos para el cielo, y muchos los que están esperando
los males que nos amenazan? ¿ Qué debemos hacer para esto ?
la ayuda de los predicadores para rendirse del todo á s u serví-,
E p i l o g a y c o l o r im o s , i Cuán bien ha sabido compendiar
•cío; y esto le mueve á compasión. Dice, además, que los obreros
el Señor en la oración dominical todas las cosas que hemos de -ó segadores son pocos; porque los más de los hombres son ami­
pedir para nuestra felicidad eterna! S i para alcanzar el reino de gos del ocio y enemigos del trabajo; y si trabajan, buscan más
los cielos nos es preciso cumplir acá la divina voluntad como se bien su propio provecho que el bien de los otros. Añade que al
cumple allá, para hacer esto nos es indispensable el pan de la Señor de la mies corresponde el enviar obreros á ella , porque
divina gracia, que á continuación pedimos diciendo': «El pan nues­ ninguno puede entrar en mies ajena sin voluntad de su dueño, y
tro de cada día dánosle hoy». ¿No sientes la necesidad de este ■ quien, sin Tocación de Dios ■ , que es el Señor de la mies, entra
pan celestial, contenido en los sacramentos, inspiraciones, obras en esta labor, señal es que no busca el servicio y gusto de su
piadosas? ¡ A y de ti si no tienes hambre de é l ! Jesucristo quiere Señor, niel provecho de la mies, sino su propioprovecho.su
que. después de pedir lo necesario para alcanzar tu fin, supliques honra y comodidad, y trabajará en vano; porque, si no es en nom­
la remoción ó alejamiento de los estorbos que podrían impedirte bre y virtud de Jesucristo, ni'se puede segar esta mies, ni pescar
esta gracia; y como estos son, ó las culpas cometidas, ó las ten­ Ja pesca de las almas. Dice últimamente que nieguen al Señor de
taciones, ó las penalidades de esta vida, que no pocas veces te la mies, que envíe obreros; porque no está olvidado de ella, y
apartan de Dios, conforme á las pretensiones de tu enemigo, que desea mucho que se coja, aunque quiere ser rogado; toda vez
las causa inmediatamente; de aquí las tres últimas peticiones, en •que la oración es medio para ejecutar las trazas de la Divina
las que ruegas al Señor que te perdone las culpas cometidas y te Providencia, y para manifestar que el interesado en esta obra no
preserve de otras nuevas, ayudándote á vencer las tentaciones •es tanto Él como la mies y los obreros que la cogen, porque así
y librándote de todos aquellos males en que podría naufragar tu han de alcanzar su salvación. Sin embargo, es tal la caridad de
virtud. ¡Oh con cuánta devoción y con qué voluntad tan ferviente este Señor, que antes que lerueguen que envíe obreros, se re­
debieras rezar esta sublime y divina oración. ¿ Cómo lo has he­ suelve de enviarlos, para significar que, aunque nosotros nos
cho hasta el presente? ¿No es verdad que al rezarla no pocas descuidemos en pedir esta merced, su infinita bondad no se olvi­
veces ni tú mismo te oyes ó entiendes ? Y ; quieres que te oiga dará de la mies, sino por sola su misericordia escogerá obreros
Dios, á quien con tal disipación hablas? Reflexionemos bien sobre y los enviará. ¡ Oh Salvador dulcísimo! Gracias os doy, cuantas
esto que tanto nos interesa; miremos las tentaciones con que so­ puedo, por el cuidado que tenéis de vuestra mies y de enviar
mos con más crueldad perseguidos. y formemos aquellos propó­ obreros á cogerla. Y pues queréis ser rogado, mil veces os suplico
sitos que más nos ayuden para conservarnos firmes en medio de enviéis muchos obreros, fieles, ejemplares}- libres de toda confu­
ellas, y para cumplirlos pidamos la divina gracia que nos es ne­ sión; y si yo valgo. vedme aquí, enviadme; porque si Vos me lla­
cesaria y todos aquellos bienes que pretendemos alcanzar. máis y enviáis, justo es que yo os obedezca, trabajando en cum-
pl ir 1o que me mandáis. ¡ Oh alma m ía! Oye las palabras de Jesús,
70— MISIÓN DE LOS APÓSTOLES. y pregúntate: Has rogado que multiplique las vocaciones al mi­
nisterio apostólico?; Correspondes tú á ella?
Preludio i .° Viendo Jesús la mucha mies de pecadores y la escasez de obreros para P u n to J e s ú s e n v ía á s u s d is c íp u lo s d e d o s e n d o s , y
coger!», envia á sus discípulos á predicar, dándoles notables consejos y grande potestad. ■ dales g r a n d e p o d e r .—Considera aquí cómo Jesucristo, por gra­
P reludio 2.0 Represéntate á Jesús enviando á la predicación á sus discipulos, entre ves motivos, dispuso que sus discípulos fuesen de dos en dos, y
los cuales te hallas. no uno solo. Quería que el uno ayudase, consolase y guardase al
P reludio 3.° Pide la gracia de comprender y seguir los consejos de Jesús. otro; y para que pudiesen ejercitar entre sí la ley de la perfecta
-caridad. con cuyo ejemplo exhortasen á los demás á guardarla;
P u n t o l.° M o tiv o p o r e l c u a l J e s ú s e n v ía s u s d is c íp u lo s á y porque fuesen dos testigos pareados de una misma verdad. Y ,
-Queriendo Jesucristo enviar sus discípulos á predi­
p r e d ic a r . finalmente, para que los venideros guardásemos este mismo
car, indicóles el motivo de su misión, diciendo «La mies es ■ ejemplo, procurando andar en estos ministerios bien acompaña-
mucha, y los obreros pocos; rogad al Señor de ella que envíe
1 lltrbr, , v . 4.
1 Matth., IX, 37,38. 16
240 Serie ftrim ra .— Km ilum inativa. M eJ. j o . — M isión de los apóstoles. 241

dadnos; no permitáis que caigamos en la tentación; haced que obreros á cogerla». En cuyas palabras debes ponderar su infinita
sea eficaz nuestra súplica para vernos libres de los males eternos. -caridad y misericordia, y el deseo que tiene de nuestro bien. Dice
i No tememos las tentaciones? ¿ No deseamos vem os libres de
primeramente que la mies es mucha, porque son muchos los que
tiene escogidos para el cielo, y muchos los que están esperando
los males que nos amenazan? ¿ Qué debemos hacer para esto ?
la ayuda de los predicadores para rendirse del todo á su serví- ,
y c o lo q u io s. ¡Cuán bien ha sabido compendiar
•cío;-y esto le mueve á compasión. Dice, además, que los obreros
el Señor en la oración dominical todas las cosas que hemos de
ó segadores son pocos; porque los más de los hombres son ami­
pedir para nuestra felicidad eterna! S i para alcanzar el reino de
gos del ocio 3- enemigos del trabajo; y si trabajan, buscan más
los cielos nos es preciso cumplir acá la divina voluntad como se
bien su propio provecho que el bien de los otros. Añade que al
cumple allá, para hacer esto nos es indispensable el pándela
Señor de la mies corresponde el enviar obreros á ella, porque
divina gracia, que á continuación pedimos diciendo': «El pan núes*
ninguno puede entrar en mies ajena sin voluntad de su dueño, y
tro de cada día dánosle hoy». ¿Xo sientes la necesidad de este •quien, sin locación de Dios ■ , que es el Señor de la mies, entra
pan celestial, contenido en los sacramentos, inspiraciones, obras en esta labor, señal es que no busca el servicio y gusto de su
piadosas? ¡ A y de ti si no tienes hambre de é l ! Jesucristo quiere Señor, n iel provecho de la mies, sino su propioprovecho.su
que, después de pedir lo necesario para alcanzar tu fin, supliques honra y comodidad, y trabajará en vano; porque, si no es en nom­
la remoción ó alejamiento de los estorbos que podrían impedirte bre 3' virtud de Jesucristo, ni'se puede segar esta mies, ni pescar
esta gracia; y como estos son, ó las culpas cometidas, ó las ten­ la pesca de las almas. Dice últimamente que rueguenal Señor de
taciones, ó las penalidades de esta vida, que no pocas veces te la mies, que envíe obreros; porque no está olvidado de ella, y
apartan de Dios, conforme á las pretensiones de tu enemigo, que •desea mucho que se coja, aunque quiere ser rogado: toda vez
las causa inmediatamente; de aquí las tres últimas peticiones, en -que la oración es medio para ejecutar las trazas de la Divina-
las que ruegas al Señor que te perdone las culpas cometidas y te Providencia. y para manifestar que el interesado en esta obra no
preserve de otras nuevas, ayudándote á vencer las tentaciones •es tanto El como la mies y los obreros qne la cogen,porque así
y librándote de todos aquellos males en que podría naufragar tu han de alcanzar su salvación. Sin embargo, es tal la caridad de
virtud. ¡ Üh con cuánta devoción y con qué voluntad tan ferviente este Señor, que antes que le nieguen que envíe obreros, se re­
debieras rezar esta sublime y divina oración. ¿Cómo lo has he­ suelve de enviarlos, para significar que, aunque nosotros nos
cho hasta el presente? ¿Xo es verdad que al rezarla no pocas descuidemos en pedir esta merced, su infinita bondad no se olvi­
veces ni tú mismo te oyes ó entiendes ? Y ¿ quieres que te oiga dará de la mies, sino por sola su misericordia escogerá obreros
Dios, á quien con tal disipación hablas? Reflexionemos bien sobre y los enviará, j Oh Salvador dulcísimo! Gracias os doy, cuantas
esto que tanto nos interesa; miremos las tentaciones con que so­ puedo, por el cuidado que tenéis de vuestra mies \r de enviar
mos con más crueldad perseguidos. y formemos aquellos propó­ obreros á cogerla. Y pues queréis ser rogado, mil veces ossuplico
sitos que más nos ayuden para conservarnos firmes en medio de enviéis muchos obreros, fieles, ejemplares 3' libres de toda confu­
ellas, y para cumplirlos pidamos la divina gracia que nos es ne­ sión; y si \'o valgo, vedme aquí, enviadme: porque si Vos me lla­
cesaria y todos aquellos bienes que pretendemos alcanzar. máis y enviáis, justo es que yo os obedezca, trabajando en cum­
plir lo que me mandáis. ¡ Oh alma mía! 0\'e las palabras de Jesús,
70.— MISIÓN DE LOS APÓSTOLES. y pregúntate: ¿Has rogado que multiplique las vocaciones al mi­
nisterio apostólico?; Correspondes tú á ella?
P ruludio !.° Viendo Jesús la mucha mies de pecadores y la escasez de obreros para JPnnto ¡£.° J e s ú s e n v ía á s u s d is c íp u lo s d e d o s e n d o s , y
cogerla, envía i sus discípulos á predicar, dándoles notables consejos y grande potestad. d a l e s g r a n d e p o d e r .— Considera aquí cómo Jesucristo, por gra­
Preludio 2.0 Represéntate á Jesús enviando á la predicación á sus discípulos , entre ves motivos, dispuso que sus discípulos fuesen de dos en dos, y
los cuales te hallas. no uno solo. Quería que el uno ayudase, consolase y guardase al
P reludio Pide la gracia de comprender y seguir los consejos de Jesús. otro; y para que pudiesen ejercitar entre sí la ley de la perfecta
caridad, con cuyo ejemplo exhortasen á los demás á guardarla;
P u n t o l.° M o tiv o p o r e l c u a l J e s ú s e n v ía s u s d is c íp u lo s á y porque fuesen dos testigos pareados de una misma verdad. Y ,
p r e d ic a r .—Queriendo
Jesucristo enviar sus discípulos á predi­ finalmente, para que los venideros guardásemos este mismo
car, indicóles el motivo de su misión, diciendo': «La mies es -ejemplo. procurando andar en estos ministerios bien acompañar
mucha, y los obreros pocos; rogad al Señor de ella que envíe
1 ll-b r. , v . 4.
M a t t h . , ix , y ¡ , 38. »6
242 Serie prim era.— l'ia ilum inativa.
M td. yo.— Misión de los Apóstoles. 243
dos; pues, como dice el Sabio dos hermanos que se ayudan-
uno á otro son como una ciudad muy fuerte; y ¡ ay del solo! *, que hace Jesús á sus discípulos, es que del mismo modo que han
porque, si cae, no tiene quien le ayude á levantar. Y como dijo- recibido gratuitamente del Señor la potestad, así la ejerciten de
el mismo S eñ or»: «Donde están dos juntos en mi nombre, allí g racia , siendo generosos con sus prójimos, no buscando por
estoy Y o en medio de ellos». ¡ Oh dichosa junta, en la cual tercia medio de sus trabajos ningún interés temporal por vía de precio;
Cristo, asistiendo á mirar por ella! Pondera también la potestad sabiendo de cierto que cuanto menor recompensa buscaren de
grande y virtud extraordinaria que concedió el Señor á sus Após­ los hombres, tanto mayor la recibirán de Dios, el cual se agravia
toles y discípulos, diciendo: «Curad los enfermos, resucitad los y queja de que sus ministros sean interesados, diciendo por el
muertos, sanad los leprosos y echad los demonios». En lo cual profeta M alaquías«¿Q uién hay de vosotros que cierre las puer­
has de admirar la largueza y omnipotencia de Cristo nuestro tas del templo y encienda el fuego de mi altar g r a t u i t o , gracio­
Señor en comunicar tan sin envidia la potestad de hacer milagros samente, buscando principalmente mi gloria y no su interés?»
á sus discípulos, hasta decirles después 4 que los harían mayores ¿Buscamos recompensa en la tierra por nuestros trabajos?¿Re­
que Él los hizo, para autorizarlos y acreditar su doctrina; por­ conocemos como dado por Dios todo cuanto tenemos? ¡Oh dulce
que como eran gente humilde y de baja condición, no fuera es­ Jesús!; pues Vos me habéis dado lo que tengo, con ello os serviré
timada, si no es con tan soberana potestad. Lo cual ha de des­ de balde por ser vuestro: por vuestro solo amor cerraré las puer­
pertar en ti la confianza, que si el Señor te escoge para este oficio- tas de mis sentidos, y en el altar de mi corazón encenderé el fuego
tan sublime, no dejará de concederte las gracias y dones que te de los afectos, 3' os ofreceré sacrificio de buenas obras; y si me
sean necesarios >, aunque te reconozcas pobre y falto de cualida­ diereis algo para bien de mis prójimos, yo lo repartiré con
des. ¡Oh amantísimo Salvador! No quiero yo desconfiar, viendo ellos, sin querer otro premio más que á V os, á quien se dé la
el poder que concedéis á vuestros Apóstoles, porque cierto estoy gloria por todo.
que, si lo necesito para cumplir vuestra voluntad, me concederéis E p ilo g o y co lo q u io » .—¡Cuán soberana es la misericordia
otro tanto; pues que vuestra mano no se ha abreviado, ni vuestra de Dios! Ño teniendo Él necesidad alguna de los hombres, ni sa-
bondad y misericordia han disminuido. ¡Oh alma! Si quieres alcan­ cando provecho alguno de los servicios que éstos le prestan, sólo
zar favores de Jesús , oye y sigue sus consejos, ejercitándola por ser bueno y misericordioso y por hacerles bien se interesa
caridad con tus hermanos. ¿Lo practicas do este modo? por ello s, diciendo: «La mies es mucha y pocos los segadores»
P u n to 3.° J e s ú s e n c a r g a á s u s d is c íp u lo s q u e no busquen esto es : muchos son los elegidos para el cie lo , y pocos aquellos
r e c o m p e n s a d e lo s h o m b r e s — Considera en este punto Inmemo­
que quieran dedicarse á mostrarles el camino, porque los hom­
rable sentencia y provechoso precepto que impuso Jesucristo á bres en su casi totalidad buscan su interés y no la gloria del
sus discípulos cuando les envió á predicar, diciéndoles: «De Señ or; mas rogadle que envíe tales obreros, porque la oración
balde lo habéis recibido, dadlo también de balde». Por la cual es medio para ejecutar las trazas de la divina Providencia; y si
pretende primeramente fundarlos en la humildad, para que en­ Dios los envía, serán obreros útiles y sin confusión. ¡Oh. Señor!
tiendan que esta potestad y las demás no les han sido dadas por Quien vea el interés que mostráis en buscar obreros y segadores
para vuestra mies, creerá que tenéis necesidad de ellos. Jesús
deuda ni por sus merecimientos, sino de pura g racia; y asi, que
ninguno se gloríe en sí mismo, sino en D ios, de quien las reci­ quiere que sus discípulos vayan á predicar de dos en dos, para que
mutuamente se vigilen, se ayuden y consuelen, y sean dos testi­
bió. Y conforme á esto. volviendo los discípulos de esta misión
gos contcxtes en la misma doctrina.Pero ¡qué poder tan inmenso
muy ufanes y contentos, porque hasta los demonios se les suje­
les concede! ¡qué dominio tan absoluto sobre todas las criaturas!
taban, sin que uno solo se atreviese á resistirles, Cristo nuestro
i qué eficacia imprime á su palabra! Los mismos demonios se su­
Señor reprimió su soberbia, diciendo6: «Vi á Satanás caer del
jetan á su imperio. Mas, para que no se alcen con tales bienes, y
cielo como un ra y o »; esto e s : escarmentad en los demonios que
den á su generoso Dador la gloria de ellos, y no busquen con los
os obedecen, porque cayeron del cielo por su soberbia, atribu­
mismos su propio interés y provecho, les d ice: «Mirad que lo
yéndose lo que era propio de Dios. ¡ A y de ti, si, fijando tus ojos
recibisteis todo de balde , y del propio modo lo habéis de distri­
en las cualidades que el Señor graciosamente te ha concedido,
buir». ¡Documento importantísimo, que jamás debiéramos borrar
pusieses en ellas tu fin! Aunque fueses más rico que Lucifer,
de nuestra memoria! A si triunfaríamos del orgullo y vanidad;
serias arrojado de la presencia de Dios. L a segunda advertencia
asi buscaríamos en todo á D io s; así nuestros ministerios serían
provechosos. ¿Cómo nos hemos portado hasta ahora? ¿Hemos
• Prov., xvm, 19 .— * Eccks., 1», 10. — ) M tlh ., XVIII ,2 0 .- 4 J*í».; xir, i í .
» S. Thom. — * Luc., x , i8.
• Match , 1, 10.
244 Serie prim era.— F ia ilum inativa.

rogado al Señor de la míes que envíe obreros á ella ? ¿ Hemos M ed. 7 / .— Requisitos de los varones apostólicos. 245
procurado la fraternidad con nuestros compañeros ? ¿ Hemos re­
y maten tu alma, aunque maten el cuerpo, como la serpiente ex­
conocido como venidas de D ios todas las dotes? ¡ A y de nosotros
pone todo el cuerpo para salvar la cabeza; y buscando el tiempo,
si buscásemos nuestro interés y no el de Jesucristo! En la muerte
lugar y ocasión más oportunos para persuadir la doctrina, como
oiríamos la terrible sentencia: «Recibiste ya tu paga». Abramos
la serpiente supo buscarlo para engañar á Eva. Pero tu prudencia
los ojos de nuestra m ente; examinémonos con imparcialidad, y
no ha de ser de raposa, mezclada con dobleces y engaños, con
para corregir nuestros defectos formemos resoluciones muy
falsas sospechas, ficciones y juicios temerarios, sino acompaña­
particulares, según el estado de nuestra alma; pidamos la gracia
da de la sinceridad de la paloma, teniendo los ojos puros para
de cumplirlas y el socorro de todas las necesidades.
mirar lo que es gloria de Dios y bien de las almas. sin mezcla de
cosas terrenas. ¡Oh Cordero sin mancilla, en quien descansó el
71.— REQUISITOS DE LOS VARONES APOSTÓLICOS. Espíritu Santo 1 en figura de paloma! Juntad en mi alma la pru­
dencia con la simplicidad, la mansedumbre con la paciencia, la
P reludio !.♦ Al enviar sus discípulos á predicar, dales Jesús excelentes consejos y les caridad con la confianza que en Vos resplandecen, para que sea
señala el tema de su predicación. digno ministro é imitador vuestro, 5- de tal modo haga bien á
Preludio 2.» Represéntate á ti entre los Apóstoles oyendo los consejos dd Señor. otros, que no reciba daño de ellos. ¿Poseemos nosotros las virtu­
P reludio 3.» Pide la gracia de seguirlos con fidelidad y constancia. des que el Señor encarga á sus Apóstoles? ¿Qué hemos de hacer
para alcanzar las que nos faltan?
P u n t o 5í.° M o d o d e v i a j a r q u e J e s ú s e n c a r g a á lo s su y o s.
P u n t o l.° J e s ú s e n c a r g a á s u s d is c íp u lo s la tn a n se d u m -
—Considera cómo Jesús enseñó á los Apóstoles el modo que ha­
b r e , p n u l e n c i a y o tr a s v i r t u d e s .—Considera lo que dijo Jesús á bían de tener en los viajes, diciendo:« No llevéis oro, ni plata, ni
sus Apóstoles al enviarlos íí predicar: «Mirad que os envío como moneda en la bolsa, ni alforja con bastimento, ni vara, ni dos
corderos entre lobos En cuyas palabras les encarga varias túnicas, ni calzado, porque digno es el trabajador de su comida,
virtudes; ¡1 saber: mansedumbre de ovejas en no hacer mal á y por el camino á nadie saludéis2». En cuyas palabras les da tres
otros, aunque reciban mal de ellos; paciencia en sufrir el mal admirables consejos. El primero, que cercenen todo lo demasiado
que les hicieran; caridad en darse á sí mismos y cuanto tienen y superfluo de las cosas temporales, contentándose con lo nece­
por el bien de otros, aunque sean enemigos, como las ovejas dan sario, de modo que no lleven cosa preciosa de oro ó plata, ni
su leche, lana y carne para provecho de los hombres; pero jun­ demasiado dinero para su regalo. Y si les basta un vestido y cal­
tamente han de tener grande confianza en el pastor quedes envia, zado , no lleven dos para mudarse; y si les bastan sandalias, no
al modo que la oveja, olvidada de su propia defensa, toda su lleven calzado entero; y si no han menester báculo, que no usen
guarda tiene puesta en el pastor. Y para más moverles á esto, de él, ó si llevaren báculo en que apoyarse por flaqueza, no lle­
diceles Cristo: «Mirad que yo os envío»; como si dijera: Ten­ ven vara para defenderse por venganza. El segundo, que pierdan
dréis ciertamente perseguidores y enemigos que como lobos os el cuidado demasiado de su sustento vestido y comodidad, lián­
morderán y querrán m ataros, y vosotros vais entre ellos, no dose déla divina Providencia, que les proveerá de todo, siendo
como lobos ni como p e rro s, sino como ovejas y corderos, pelean­ ellos lo que deben y haciendo bien su oficio, porque el trabajador
do con las armas de la mansedumbre y paciencia, de la caridad digno es de que su amo le dé la comida, y Dios se la dará é ins­
y confianza. hasta ven cerlos y convertirlos en corderos; y para pirará á los hombres á que se la den, y él la puede recibir, no
que no os acobardéis, recordad que Yo, vuestro Pastor, Dios y como premio de su trabajo, sino como sustento de la vida para
Maestro, soy quien os e n v ío , y miraré por vosotros y os defen­ trabajar. El tercero, que en el camino no se entretengan en pláti­
deré en los peligros. ¡ Oh s i siempre te acordases que es Jesús cas ni cosas impertinentes que les aparten y diviertan de su in­
quien te envía y pelea á tu la d o ! Ciertamente no perderías tantas tento y propósito. Y por esto, díceles que no saluden por el ca­
batallas. Mas, pondera qu e Jesús de tal modo quiere que sus dis­ mino, entreteniéndose con salutaciones profanas; aunque no por
cípulos sean mansos y pacientes, que no por esto se olviden de la esto prohibe las convenientes; y así quiere que sean tan humildes
prudencia. Por lo cual añade: «Sed prudentes como las serpien­ en las posadas adonde lleguen, que ellos primero saluden á los
tes, y sencillos como la p alom a1 ». Prudencia de serpiente has de huéspedes, y les conviden con la paz del Evangelio, y entren
tener, haciendo tus trabajos de tal modo, que los lobos no muerdan pidiéndola á Dios nuestro Señor para ellos; porque. si no hay
paz en la casa del alm a. no está bien dispuesta para oir la ver-
1 Luc., x , y . — > Matth., x , 16.
1 M a tth., n i , 16 — 2 Luc., x , 4. — ; M atth., v i, 25.
246 Serie prim era .— V ia ilum inativa.
M ed. 7 2 .— Prisión de san Juan B autista. 247
dadera doctrina. ¡Oh Maestro del cielo!; pues tan á pechos to­
máis nuestra enseñanza, imprimidla en mi corazón para que la -en el oficio de la predicación! Han de ser como ovejas entre re­
ponga por obra, sin divertirme á cosa que me aparte de ella. ¡Oh baños de lobos. Su mansedumbre ha de ser á toda prueba; su pa­
alma mía! Míralos saludables consejos que te da el Salvador, di­ ciencia, invencible; su caridad, inmensa; su confianza en el Pas­
ciéndose que te contentes con lo necesario, ni te preocupes y tor que les envía, ilimitada. No deben olvidar la prudencia de la
agobies por buscarlo, fiándote de la Providencia, y evitando 'serpiente, procurando salvar á todo trance su alma, aunque se
cuanto te pueda distraer de lo principal. ¿ Los has seguido con pierda todo lo demás, y buscar la oportunidad más á propósito
fidelidad? para hacer eficaz su ministerio, aunque conservando la sencillez
P u n t o !i.° Tema de la predicación apostólica—Considera columbina. ¿Posees tú estas virtudes? Mira el desprendimiento
cómo Jesucristo, no contento con los provechosos y prácticos de las cosas terrenas que tan encarecidamente te recomienda Je­
consejos que dió á sus discípulos acerca del modo de haberse sucristo. Has de contentarte con lo puramente necesario, y aun
consigo mismos y con los demás, pasó adelante y les señaló la en esto has de evitar toda inquietud demasiada, arrojando tus
materia y tema de su predicación, diciéndoles 1: «Predicad que •cuidados en el Señor, que no se olvidará de ti, como no se olvida
se ha acercado el reino de los cielos, y que hagan penitencia». de los seres más despreciables; á su tiempo te alimentará, to­
Cuyo tema abraza tres puntos muy importantes, que los Apósto­ cando para esto los corazones de las almas piadosas, ó valién­
les debían explicar según las enseñanzas que de Él habían reci­ dose de otros medios que Él conoce, como siempre ha hecho con
bido. El primero es los medios necesarios para la salvación y los que en Él han puesto su conlianza. En tu predicación, si á ella
para entrar en el reino de los cielos, como era la penitencia de te dedicas, no has de pretender nota de sabio, erudito, orador
los pecados cometidos, la extirpación de los vicios, ejercicios de de moda; Jesús te da el tema ó materia de tus predicaciones. Me­
obras virtuosas y desprecio de las cosas terrenas, que son causa dios paraalcanzar el reino de Dios en este mundo y en el otro; fin
de la perdición de las almas. El segundo es el fin y motivo de é intención en la aplicación de estos medios; proximidad v facili­
todas estas obras, que era el reino de los cielos, de suerte que no dad de obtener este reino: tales son los puntos culminantes á que
se moviesen, principalmente por temor de castigo, ni por espe­ debe reducirse tu predicación y enseñanza. ¿Comprendes los
ranza de premios temporales, sino por la promesa del reino de los consejos y encargos de Jesús? ¿Practicarás las virtudes que te
cielos. El tercero es que todo esto era fácil, suave y hacedero, recomienda?¿Tendrás el desprendimiento que te exige? ¿Cómo
contesta tu corazón? ¡Qué responsabilidad contraes si, por olvi­
porque estaba ya cercano y dentro de ellos el reino délos cielos,
dar estos divinos encargos, haces infructuoso tu ministerio!
esto es, el Autor de la gracia, el cual había de abrir las puertas
Piénsalo maduramente; y á fin de evitarlo, forma eficaces pro­
del cielo, y dar medios suaves y eficaces para entrar en é l, como
pósitos de seguir los consejos del Salvador, pide fuerzas para
ya los comenzaba á dar. A estos tres puntos pueden reducirse los
cumplirlos, y ruega por todo el mundo.
asuntos de que deben valerse los varones apostólicos en sus tra­
bajos para la conversión de los pecadores, tratándolos con senci­
llez, no con palabras de sabiduría humana2. sino ostentando en 72.— PRISIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA.
sí mismos, por medio de buenos ejemplos, el espíritu y virtud
Preludio 1.» Habiendo el Bautista reprendido los vicios de Herodes, filé encarcelado por
que en sus enseñanzas están encerrados, como lo hacía el após­
éste , á instancias de Herodias.
tol san Pablo. ¿Obras según las enseñanzas de Jesús á los Após­
P reludio 2.» Represéntate al Bautista reprendiendo i Herodes con gran celo, y después
toles? ¿Practicas tú la penitencia para arrebatar el reino de los en la cárcel.
cielos? ¿Es este el fin de tus trabajos y fatigas? ¡Oh Rey del cielo, P reludio Pide la fortaleza y demás virtudes de san Juan.
que tan glorioso reino trajisteis al mundo! Ayudadme para que
yo le conquiste y arrebate, pues Vos dijisteis ' que desde los días P n n to 1,° F o r t a le z a d e l B a u t is t a . - Considera la grande
de Juan Bautista que 1e comenzó A predicar, padecía fuerza, y fortaleza del Bautista, la cual manifiesta el Evangelista diciendo1:
los esforzados lo arrebatarían. Dadme, Señor,este esfuerzo, para «Habiendo el rey Herodes tomado la mujer de su hermano, y
que yo robe y arrebate joya tan preciosa; pues Vos, que sois su casado con ella, san Juan le reprendió, diciendo que no era licito
dueño, gustáis de que todos la roben para enriquecerse con ella. lo que hacía». Notable en gran manera debía ser la fortaleza y
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué cualidades tansuperiores exige celo de este nuevo Elias, para hablar con esta santa libertad á un
el divino Maestro de sus Apóstoles y de los que han de imitarlos rey como Herodes, con quien tenía grande amistad y privanza, y

1 l.uc. , x , 9. — » I C o r . , i ! , 1. — > Matth. , x i , 12. 1 M ittn ., xiv, 4.


2 46 Serie primera . — V ia ilum inativa.
M ed. 7 3 .— Prisión de san Juan Bautista. 247
dadera doctrina. ¡Oh Maestro del cielo!; pues tan á pechos to­
máis nuestra enseñanza, imprimidla en mi corazón para que la <en el oficio de la predicación! Han de ser como ovejas entre re­
ponga por obra, sin divertirme á cosa que me aparte de ella. ¡Oh baños de lobos. Su mansedumbre ha de ser á toda prueba; su pa­
alma mía! Míralos saludables consejos que te da el Salvador, di- ciencia, invencible; su caridad, inmensa; su confianza en el Pas­
ciéndoteque te contentes con lo necesario, ni te preocupes y tor que les envía, ilimitada. No deben olvidar la prudencia de la
agobies por buscarlo, fiándote de la Providencia, y evitando •serpiente, procurando salvar á todo trance su alma, aunque se
cuanto te pueda distraer de lo principal. ¿ Los has seguido con pierda todo lo demás, y buscar la oportunidad más á propósito
fidelidad? para hacer eficaz su ministerio, aunque conservando la sencillez
columbina. ¿Posees tú estas virtudes? Mira el desprendimiento
P u n t o 3.° T e m a d e la p r e d ic a c ió n a p o s t ó lic a —Considera
de las cosas terrenas que tan encarecidamente te recomienda Je­
cómo Jesucristo, no contento con los provechosos y prácticos
sucristo. Has de contentarte con lo puramente necesario, y aun
consejos que dió á sus discípulos acerca del modo de haberse
en esto has de evitar toda inquietud demasiada, arrojando tus
consigo mismos y con los demás, pasó adelante y les señaló la
-cuidados en el Señor, que no se olvidará de ti, como no se olvida
materia y tema de su predicación, diciéndoles 1 : «Predicad que
de los seres más despreciables; á su tiempo te alimentará, to­
se ha acercado el reino de los cielos, y que hagan penitencia».
cando para esto los corazones de las almas piadosas, ó valién­
Cuyo tema abraza tres puntos muy importantes, que los Apósto­
dose de otros medios que Él conoce, como siempre ha hecho con
les debían explicar según las enseñanzas que de Él habían reci­
los que en Él han puesto su confianza. En tu predicación, si á ella
bido. El primero es los medios necesarios para la salvación y te dedicas, no has de pretender nota de sabio, erudito, orador
para entrar en el reino de los cielos, como era la penitencia de de moda; Jesús te da el tema ó materia de tus predicaciones. Me­
los pecados cometidos, la extirpación de los vicios, ejercicios de dios para alcanzar el reino de Dios en este mundo y en el otro; fin
obras virtuosas y desprecio de las cosas terrenas, que son causa é intención en la aplicación de estos medios; proximidad y facili­
de la perdición de las almas. El segundo es el fin y motivo de dad de obtener este reino: tales son los puntos culminantes á que
todas estas obras, que era el reino de los cielos, de suerte que no debe reducirse tu predicación y enseñanza. ¿Comprendes los
se moviesen, principalmente por temor de castigo, ni por espe­ consejos y encargos de Jesús? ¿Practicarás las virtudes que te
ranza de premios temporales, sino por la promesa del reino de los recomienda?¿Tendrás el desprendimiento que te exige? ¿Cómo
cielos. El tercero es que todo esto era fácil, suave y hacedero, contesta tu corazón? ¡ Qué responsabilidad contraes si, por olvi­
porque estaba ya cercano y dentro de ellos el reino de los cielos, dar estos divinos encargos, haces infructuoso tu ministerio!
esto es, el Autor de la gracia, ql cual había de abrir las puertas Piénsalo maduramente; y á fin de evitarlo, forma eficaces pro­
del cielo, y dar medios suaves y eficaces para entrar en él, como pósitos de seguir los consejos del Salvador, pide fuerzas para
ya los comenzaba á dar. Á estos tres puntos pueden reducirse los cumplirlos, y ruega por todo el mundo.
asuntos de que deben valerse los varones apostólicos en sus tra­
bajos para la conversión de los pecadores, tratándolos con senci­ 72 — PRISIÓN DE SAN JUAN BAUTISTA.
llez, no con palabras de sabiduría humana %sino ostentando en
sí mismos, por medio de buenos ejemplos, el espíritu y virtud Prewmo i .» Habiendo el Bautista reprendido ios vicios de Herodes, filé encarcelado por
que en sus enseñanzas están encerrados, como lo hacia el após­ -éste, i instancias de Herodias.
tol san Pablo.; Obras según Jas enseñanzas de Jesús á los Após­ P reludio 2.» Keprcséntate al Bautista reprendiendo á Herodes con gran celo, y después
toles? ¿Practicas tú la penitencia para arrebatar el reino de los «o la cárcel.
cielos? ¿Es este el fin de tustrabajos y fatigas? ¡Oh Rey del cielo, P riíluoio J.o Pide la fortaleza y demás virtudes de san Juan.
que tan glorioso reino trajisteis al mundo! Ayudadme para que
yo le conquiste y arrebate, pues Vos dijisteis ’ que desde los dias P n n t o 1.° F o r t a le z a d e l B a u t i s t a . - Considera la grande
de Juan Bautista que le comenzó á predicar, padecía fuerza, y fortaleza del Bautista, la cual manifiesta el Evangelista diciendo':
los esforzadosloarrebatarían. Dadme, Señor,este esfuerzo, para «Habiendo el rey Herodes tomado la mujer de su hermano, y
que yo robe y arrebate joya tan preciosa; pues V os, que sois su casado con ella, san Juan le reprendió, diciendo que no era lícito
dueño, gustáis de que todos la roben para enriquecerse con ella. lo que hacía». Notable en gran manera debía ser la fortaleza y
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Qué cualidades tansuperiores exige celo de este nuevo Elias, para hablar con esta santa libertad á un
el divino Maestro de sus Apóstoles y de los que han de imitarlos rey como Herodes, con quien tenía grande amistad y privanza, y

1 L u c ., X , 9. — > I C o r ., It, 1. — i Matth., x i, 12. • Msttb., xiv, 4.


248 Serie prim era. — V ía ilum inativa. M ed. ya.-— Prisión de san Juan Bautista. 249
de quien dice san M arcos' : « Que le respetaba, sabiendo quecra> al encuentro á los soldados, ofreciéndose á la prisión, y cuando
un varón justo y santo; oíale de buena gana, y hacía muchas cosas se vió atar con cadenas, se gozaría con ellas no menos que san
que le decía». Sin embargo de esto, reprendió ásperamente su P a b lo ', alegrándose de que le ayudaban á maltratar la carne que
pecado público y escandaloso, aunque sabía que había de perder él tanto aborrecía con santo aborrecimiento. L a cárcel convirtió
su amistad y privanza; porque los varones celosos de la honra de en oratorio, gastando las noches en oración y contemplación,
Dios no temen perder la gracia del rey terreno, por no perderla como en el desierto, y de día no cesaba de enseñar á los presos y
del Rey celestial. Y aunque sabia san Juan que Herodes era cruel á sus discípulos; y desde allí los envió á Cristo nuestro Señor,
y Hcrodías mucho m ás, y que deseaba matarle por estas repren­ pidiéndole, no que le librase de la cárcel, sino que áellos lihrasc-
siones, no por esto se amedrentó ni acobardó, ni dejó de prose­ de la ignorancia que tenían. Finalmente: como ya había hecho su
guir su oíicio, poniéndose á cualquier peligro y daño que le vinie­ oficio de Precursor en el mundo, deseaba ser desatado de la cár­
se , mostrando en esto su grande fortaleza y constancia, y que no- cel de su cuerpo, para ir á hacer el mismo oficio al limbo, y dar
era caña movediza, sino columna de hierro y muro de bronce1 ;, noticia á los justos de cuán cerca estaba su Redentor, y asi, cada
porque como no amaba su honra ni su vida, no temía perderlas, día esperaba la muerte con alegría, porque, siendo tan gran pro­
ni hacían en él mella las amenazas, sino, como león, estaba con­ feta , tendría revelación de la divina voluntad, y sabría que estaba
fiado sin pavor alguno. De donde has de sacar grandes propósi­ cerca su partida. ¡Oh alma mía! Alégrate como este sanio Pre­
tos de imitar la fortaleza invicta y firme constancia de este santo cursor en las tribulaciones, porque sabes que la tribulación en­
Precursor, estando dispuesto á perder la honra, fama y amistad gendra paciencia, y la paciencia prueba, y la prueba esperanza,
de todo el mundo, antes que dejes de cumplir aquello á que estás- y la esperanza no confunde 2 y engaña; porque los que de este
obligado, y apartando de ti el amor desordenado délas cosas- modo padecen, tienen dentro de su corazón la caridad dél Espí­
mudables de esta vid a, de donde procede el mudarte, como caña ritu Santo, que es prenda de la vida eterna. ¿Qué juicio formas
con cualquier viento de tentación. ¡Oh valeroso Santo! Por la de las tribulaciones? ¿Cómo las aceptas?
admirable fortaleza que nos descubrís en este día, suplicóos me P u t o 5t.° M a l d a d d e H e r o d e s .— Considera cómo no sin
alcancéis del Señor un valor invencible para cumplir su voluntad misterio dijo san Lucas >, que Herodes & todos sus pecados aña­
con corazón grande y ánimo decidido, sin que me detenga ni el dió este de prender al Bautista y aprisionarle, porque es condi­
amor al mundo ni el tem or á su odio. Y nosotros, ¿ hemos dejado ción del pecado y del pecador que comienza ú desenfrenarse, ir
de decir alguna vez la verdad por temor de ofender á los hom­ siempre de mal en peor, añadiendo á las anteriores culpas otras
bres ? ¿ Hemos consentido en faltar á Dios para no atraer sobre nuevas y mayores, cumpliéndose lo qtie dijo David *:«La sober­
nosotros la ira de los mundanos ? bia de los que aborrecen á Dios crece siempre». Y así principió
P o n t o &.° S a n J u a n es p r e s o y m e t id o e n l a cá r c e l. -Insti­ Herodes á trabar una amistad criminal, la cual 1c hizo caer en la
gado el rey Herodes por su perversa compañera de crimen: mandó injusticia de quitar la mujer á su mismo hermano, y , consiguien­
prender al Bautista, y fué aherrojado en una cárcel *. En lo cual temente, en espantoso adulterio é incesto; luego se hizo sordo á
has de ponderar cómo nuestro Señor permitió esta prisión de san la caritativa amonestación de san Juan; después le prendió y en­
Juan, aunque era tan am igo suyo, porque hasta entonces todo le cadenó », y, por fin, trató de matarle como raposa astuta, buscan­
había sucedido prósperamente, siendo honrado de todos yalabado do colores aparentes para ello, con título falso de religión, por
y bendecido; vera menester que pasase por las persecuciones que cumplir un juramento. Examina tu conducta, y confúndete de
pasaron los Profetas y han de pasar los escogidos, para que, á haber seguido, por desgracia, un procedimiento análogo; pues,
imitación de Job, com o había mostrado sus excelentes virtudes á imitación de Herodes, tú, que solios tener amistad con la divi­
en la prosperidad, así la s mostrase en la adversidad, y con ella na gracia, figurada por Juan, y oías de buena gana sus inspira­
se afinase más, como e l oro en el crisol, y aumentase la corona ciones , por causa de una afición desordenada á tu amor propio, á
de su gloria con la excelencia de su paciencia. ¡Cuánto has de los intereses ú honores, ó á alguna persona, comenzaste á resis­
estimar las persecuciones y trabajos padecidos por la justicia! A tir á ellas, y luego la aprisionaste con tus pasiones, y la mataste
los ojos del mundo parecen castigos ; pero á los de Dios son pre­ con tus pecados, añadiendo unos á otros, unas veces haciendo
mio al cual se concede el reino de los cielos. Pondera también el fiesta de ellos, y otras pensando que guardas religión en hacer­
modo cómo san Juan lle v ó este trabajo, porque es de creer que, los. Saca de aquí aviso para atajar el mal en sus principios, y en
cuando le fueron á prender, no huyó ni se escondió; antes saldría
> Cotos., i , 24. — » Rom., v, 3. — 5 Luc-, tu, 19,20. — 4 Psabn. lxxhi , 23.
■ M íre., VI, JO. — ¡ J c re m ., 1, 18. — } Marc., vi, 17. * Luc., 111, 20.
250 S e rie prim era.— V ia ilum inativa.
M cd. 7 3 .— M a rtirio de san Juan B autista. 251
especial para aceptar la* corrección con ánimo humilde y agra­
decido; porque la diferencia entre predestinados y réprobosno
está en que unos pecan y otros no, sino en que aquéllos final­ 73.— MABTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA.
mente aceptan la corrección, y se enmiendan como D avid1; pero
P reludio l.« Instado por Herodias, Herodes mandó cortar la cabeza al glorioso Bau­
éstos la desechan como Saúl *, y vuelven su ira contra el que los tista , el cual aceptó la muerte con contento y fué premiado con grande gloria.
corrige, como H erodes, hasta caer en el profundo de la maldad P reludio 2.« Represéntate á san Juan en el acto de ser martirizado.
y en el abismo del infierno. ¿No escarmentarás en el desgraciado P reludio 3.a Pide la gracia de imitar la virtud, conformidad y grandeza de ánimo del
Herodes? ¿No tratarás de domar las pasiones en sus principios? santo Precursor.
¿No aceptarás con agradecimiento los avisos? ¡Oh Dios infinito!
No permitáis que sea y o tan soberbio, que deseche la corrección P a n t o l.° S e n t e n c ia d e m u e r te c o n tr a s a n J u a n . — Consi­
y me levante como H erodes contra el que me corrige. Corregid­ dera el modo cómo se decidió el cruel Herodes á consentir en dar
me y avisadme, Señor, con misericordia para vivificarme y con­ la muerte á san Juan, según lo explica san M ateo1: «En el
cederme la vida de la gracia, si no la tuviera; y si no bastara la aniversario de su nacimiento hizo un gran convite á los princi­
suavidad, tomad el azote y afligidme con trabajos, á fin de que pales de Galilea, y entrando á danzar la hija de Herodias, agra­
con ellos, corregido y enmendado, me convierta á Vos, y jamás dó tanto á todos, que prometió el rey con juramento darla cuanto
vuelva á separarme de vuestra amistad. le pidiese, aunque fuese la mitad de su reino. Ella, por consejo
E p ílo g o y c o lo q u i o s . ¡Qué enseñanzas tan prácticas y de su m adre, pidió la cabeza de Juan, y el rey, por cumplir su
útiles hallamos en el lamentable suceso de la prisión de san Juan juramento . se la concedió». En lo cual has de ponderar la astu­
Bautista! La fortaleza invencible de este ilustre Precursor del cia y crueldad de Satanás por medio de este tirano, levantando
Mesías, por la cual no vacila en decir la verdad al mismo rey. todo el escuadrón de los vicios, para cortar la cabeza del Bau­
aunque sepa que por ser amarga le ha de hacer perder su amis­ tista, en odio de sus esclarecidas virtudes y de la guerra qoe le
tad, y le ha de atraer sobre sí el odio de la. más cruel é infame hacia, sacando por medio de su predicación á muchos del pe­
mujer, nos enseña que también nosotros hemos de ser fuertes y cado, y moviéndoles á hacer penitencia. Él levantó la glotonería
valientes, prefiriendo ios desprecios y odio del mundo entero al del convite contra su templanza; la lujuria de Herodias contra
abandono de nuestra obligación, y estando dispuestos á sufrir su castidad; la liviandad y desenvoltura de la hija contra su mo­
mil muertes antes que apartarnos un solo punto del cumplimiento destia; la vanagloria de los convidados contra su gravedad; la
de la divina voluntad. ¡Oh cómo recibe san Juan la orden de su prodigalidad y jactancia de Herodes en la promesa contra su
prisión y encarcelamiento! No huye, ni se esconde; presenta sus pobreza y humildad; finalmente, la crueldad, ficción y embuste,
manos para ser atadas, y mirando esta persecución como permi­ la infidelidad y falsa religión se levantaron contra la manse­
tida por Dios, que con ella quiere sujetarle á dura prueba, ya dumbre y la sinceridad, contra la verdad y religión perfectísima
gozoso á la cárcel, como podría ir á un convite, y la prisión es de este Santo. Por donde verás cómo d demonio, por medio de
para él un lugar á propósito para santificarse; conviértela en un los vicios, hace guerra á las virtudes; pero no prevalecerá contra
oratorio, y de continuo desde ella levanta sus manos al cielo, los virtuosos que se han fundado bien en ellas. Y así, con grande
ánimo has de resolverte á quebrantar la cabeza de esta serpiente,
pidiendo que cumplan en él todos sus designios. ¡ Dichoso Precur­
aunque ella te corte la tu ya ; porque cuando corte la cabeza de
sor, que en la misma cárcel ha hallado un tesoro inagotable de
tu cuerpo, no te apartará de tu cabeza Cristo Jesús, en quien
virtud y santidad! Miremos, por fin, á Herodes, y escarmentemos
está todo bien. ¡ Oh dulcísimo Jesús, cabeza de los principados
en este criminal. Una pasión, no domada á tiempo, le va condu­
y potestades *! Concededme tal fervor de espíritu, que ni tribula­
ciendo de abismo en abismo y le arrastrará al profundo del infier­
ciones, ni angustias, ni peligros, ni persecuciones, ni la misma
no.! A y del que no vencesuspasiones!¿Hemos imitado la fortaleza
muerte, me aparten un punto de vuestra caridad; ayudadme á
del Bautista? ¿Cómo recibimos las pruebas que el Señor nos en­
pelear por vuestro servicio en la Iglesia militante, de modo que
vía ó permite? ¿Nos domina alguna pasión? Entremos dentro de
llegue á reinar con Vos en la triunfante. ¿ Con qué vicio nos
nosotros mismos, pesemos cuidadosamente las inclinaciones de
combate especialmente el demonio r ¿ Cómo peleamos contra él ?
nuestro corazón, y si observamos que en él asoma algún afecto
P a n to M u e r t e d e s a n J u a n B a u t i s t a .— Resuelto yu
desordenado, combatámoslo, valiéndonos de firmes propósitos,
Herodes á llevar á cabo su cruel resolución >, envió un verdugo
lenientes súplicas, orando por nosotros y por los demás.
• Matth.. xiv ,6 . — 1 Coios., 1. 18. — } Matth., xiv , 11.
1 11 Rcg., u i 13. - s I Re.', x v , 25.
M ed. 7 ? — M artirio de san Juan Bautista. 253
252 Serie prim era.— V ia ilum inativa. ciosísimas aureolas ó coronas de virgen, de doctor y de mártir,
Á la cárcel donde estaba san Juan, para que le cortase la cabeza, y dos veces mártir, una con perpetuo martirio voluntario, con la
H ízolo, y trájola á Herodes, el cual la dió á la hija de Herodi,os, pobreza, castidad y mortificación de la carne, crucificándola con
y ella á su m adre. Pondera acerca de este tan lastimoso hecho el todas sus concupiscencias desde niño en el desierto, haciendo
consuelo grande con que el Bautista aceptó la sentencia de rigurosa penitencia, y después por toda la vida, admirando al
muerte cuando se le notificó, alegrándose de morir por tal causa mundo con sus asperezas y austeridades; y otra, de martirio vio­
y conformando su voluntad con la divina , que lo permitía: yes lento, derramando su sangre en testimonio d éla verdad y por
de creer que; como Cristo nuestro Señor quiso morir en día so­ cumplir la voluntad de Dios y hacer el oficio que le había con­
lemne de P a s c u a , para significar el gozo con que moría, y que liado: y el día del juicio, por haber dejado todas las cosas por
sus pascuas eran morir por los hom bres, así quiso que san Juan Cristo, estará sentado con Él en un trono glorioso, como los
muriese en día solemne de convite, para significar cómo sus con­
Apóstoles, para juzgar las doce tribus de Israel ’ y á todo el
vites eran m orir por la justicia y verdad. Llegado ála cárcel elver-
mundo. Un todo lo cual puedes v e r la generosidad con que Dios
dugo, puede suponerse que el Bautista, hincado de rodillas,haría
recompensa los pequeños sacrificios que por su amor se toleran;
porque por treinta y tres años de penitencia goza san Juan una
oración prim ero por sus enem igos, diciendo <i Dios: «Señor,
eternidad de delicias; por una vida que perdió ha alcanzado otra
perdónalos, porque la pasión los c ie g a , y no saben lo que hacen».
gloriosa 6 inmortal, y por un dolor momentáneo, gozo eterno. Y
Después oraría por sus discípulos , y últimamente por si mismo,
¿no te alienta á padecer la consideración de tal premio? ¿Un qué
encomendando su espíritu en las manos de D io s, y de esta
cosas quiere el Señor que sufras? ¡Oh santo Precursor! Gózome
m anera dió su cabeza con grande ánimo, y si alguna pena tenía,
de vuestra grandeza. Dichoso luisteis en el nacimiento, más
era porque su muerte no era más penosa, para tener más que
dichoso luisteis en la vida, y muy más dichoso en la muerte, y
padecer por el servicio de su Amado. Pondera luego la grande
dichosísimo en la gloria que tenéis por tal vida y por tal muerte.
honra con que aquella alma santísima fué llevada al seno de
Dichosos vuestros servicios y trabajos, pues han parado en tan
Abraham , porque si vinieron muchos ángeles ' á llevar el alma
dichosos premios y coronas; y pues tan grande ha sido vuestra
de Lázaro el p ob re, ¿cuántos más millares vendrían állevar la
dicha, suplicad al Señor me ayude á imitar vuestra vida, para
del Precursor? Y así como se alegraron muchos cuando nadó en
que alcance parte de vuestra gloria.
el mundo, como dijo el á n g e l!, así cuando entró en el limbo,los
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué rabia tan cruel y desapiadada
justos se alegraron con especial alegría que D ios les comunicó
tiene el demonio contra lSs virtuosos! Cuando ve que no puede
en su entrada, y por las nuevas que les dió del Mesías que espe­
atraerlos á su servicio con halagos y promesas ó amenazas, se
raban. ¡Oh Redentor amantísimo! A hora veo con cuánta razón
enturece contra ellos, y mueve todo el escuadrón de las pasiones
dijisteis «Bienaventurados seréis cuando os maldijeren los hom­
y vicios, para hacerles sentir todo el peso de su cólera. Pava salir
bres por mi causa; puesto que vuestra recompensa es grande en
con su intento, todas las ocasiones son buenas; en medio del
el cielo ». V u estro santo P recursor lo ha experimentado; su
regocijo de un espléndido banquete, resuelve asesinar bárbara­
muerte fué un dulce sueño, y ahora recibirá perpetuamente d
mente al santo Bautista, y sin forma de juicio, sin oir al reo, por
premio de sus trabajos. ¡Oh alma mía! \To te desconsueles al
un antojo mujeril, la cabeza de Juan cae bajo el cuchillo del ver­
verte perseguida; imita al Bautista, orando por tus perseguido­
dugo. ¡ A y del hombre apasionado, y más si es al mismo tiempo
res y ofreciendo al Señor tu vida. ¿Obraste acaso de este modo
poderoso 1 Mas ¡ qué consuelo da el ver la alegría santa, el gozo
en tu vida pasada? ¿Qué exige de ti el Señor en la actualidad? inefable del Bautista, cuando oye la noticia de que su muerte está
P u n t o 3.° P r e m io y g lo r ia d el B a u t i s t a — Considera en
decretada, y que al instante, antes que termine el convite, se ha
este punto la g lo ria del Bautista en el cielo, en premio de tantos
de ejecutar! ¡Cómo rogaría fervorosamente por sus perseguido­
y tan esclarecidos servicios como hizo á Cristo nuestro Señor,
res y asesinos! ¡Cómo encomendaría su espíritu en las manos del
desde que le santificó en el vientre de su madre hasta que murió Padire celestial! ¡Cómo pediría con instancia por los discípulos á
en la cárcel; p orqu e, aunque la vida fué b reve, pues no pasó de quienes había predicado! Alegraos, santo Precursor: un momen­
treinta y tres a ñ o s ; pero los merecimientos fueron grandísimos, to, y millares de ángeles descenderán del cielo, y tomando en sus
por la grandeza del fervor con que cumplió el ministerio que se manos vuestra afortunada ánima, la llevarán en triunfo al seno de
le había confiado y con que ejercitó toda suerte de virtudes. Y Abraham, de donde saldrá dentro de breve tiempo, para subir al
asi Cristo nuestro Señor le sublimó en uno de los más altos tro­
nos del cielo, entre los supremos serafines, y le dió lastres pre­ > Matth., xix, 28.

Luc., x v i, 2 2 . — » L h c ., i , 14. — i M atlh , v , 1 1 .


¿14 Serie primera . - Via iluminativa. M ed. 74 .— M isericordia de Jesús en el milagro de los cinco panes. 255
trono que es debido A vuestra elevada dignidad y relevantes vir­ Vos tan fuertemente, que, olvidado de todas las cosas y aun de
tudes. Y allí, sumergido en un océano de luz y ceñida vuestra mí mismo, sólo quiera á Vos, mi Criador, y abandone mis pro­
cabeza con triple aureola, viviréis eternamente, gozando el pre­ pios contentos y gustos por contentaros á Vos. ¡Oh alma mía! In­
mio de vuestro mártirio. Todo esto, ¿no nos animará ápelear mensos beneficios espirituales y corporales te ha hecho y desea
contra nuestras pasiones? ¿No nos moverá á recibir con humildad hacerte el Señor, ¿por qué no le sigues?
y resignación los trabajos y persecuciones? Meditémoslo bien, P u n t o 8 .° M is e r ic o r d ia d e J e s ú s co n la g e n t e n e c e s ita d a .
y para saberlo cumplir, propongamos con eficacia aquello que nos —Considera aquí la misericordia de Jesús con estas gentes, y
convenga, y roguemos con grande fervor. compárala con la que tuvieron de ellas los Apóstoles. L a miseri­
cordia de los Apóstoles l'ué corta y mezquina, como de hombres
74.— MISERICORDIA DE JESÚS EN EL MILAGRO DE LOS CINCO PANES. flacos y pobres; porque viendo que aquella gente estaba fatigada
y hambrienta, y que ellos no tenían posibilidad para sustentarla,
Preiudio i .°' Viendo Jesús la mucha gente que ie seguía, se compadeció de su necesi­ compadeciéronse de ella, y dijeron á su Maestro que la despi­
dad , y dijo i ios Apóstoles que ia socorriesen. diera para que fuese á los lugares comarcanos á comprar de co­
Preludio 2,o Represéntate i Jesús hablando con los Apóstoles acerca de esto. mer , porque, como eran tan obedientes y rendidos, no quisieron
P reludio 3.0 Pide la gracia de conocer y agradecer la misericordia de Jesús. hacerlo por su autoridad ni despedirla sin su licencia. Pero Cristo
nuestro Señor, viendo la cortedad de esta misericordia, tuvo
l 'u n t o l.° D e v o c ió n d e la g e n t e q u e s e g u ía d J e s ú s — Con­ otra muy mayor, como misericordia de Dios, el cual puede dar
sidera la muchedumbre inmensa de gentes que iban en pos de manjar en el desierto y sacar fuentes de cristalinas aguas de la
Jesucristo, las cuales, abandonados sus negocios, haciendas y peña durísima; y así quiso remediar, con efecto, aquella necesi­
trabajos, no sabían apartarse de su dulce compañía, yendo en dad , y exhortóá ello á sus discípulos, diciendo: «Dadles vosotros
pos de Él por valles y collados, por pueblos y montañas desier­ de comer». Como quien dice: Ensanchad las entrañas de piedad,
tas. Más de cinco mil hombres ’ , sin contar mujeres y niños, ha­ y no enviéis á esta gente necesitada á que ella busque su remedio,
bían seguido á Jesucristo devotamente hasta el desierto, olvi­ sino buscadle vosotros y dádsele, pues os he dado la facultad de
dándose hasta de sus necesidades más indispensables. ¡Oh si hacer milagros, ó á lo menos pedidme á Mí que se le de, pues Y o
tuvieras tú la ardiente devoción y amor & Jesús de estas turbas! puedo hacerlo. En lo cual te avisa que la misericordia, especial­
Pondera las causas que movían á estas devotas gentes á seguir mente en los Prelados, no ha de ser corta, sino grande, como
al Señor, que eran dos las principales: L a una, por ver los mila­ decía David 1 de la misericordia de Dios, poniendrf todos los
gros, que de continuo hacía, curando enfermos, resucitando medios que pudiéremos para remediar la miseria de nuestros
muertos, librando endemoniados y socorriendo todas las necesi­ prójimos; y si te faltare posibilidad, has de acudir al que la tiene,
dades. Y la otra, por el pasto de saludable doctrina con que las y solicitarle para que la remedie.; Oh misericordiosísimo Jesús!
alimentaba, siendo tales sus enseñanzas, que jamás se había Como Vos dijisteis que no hay nadie bueno sino Dios, así quiero
visto otro que hablase como Él. Todo lo cual hacía con tal dul­ decir que nadie es misericordioso sino Dios, y V os qué sois Dios
zura y mansedumbre, con tal caridad y humildad, que atraía y hombre verdadero. Vuestra misericordia, Señor, es sobre todas
irresistiblemente los corazones de cuantos le oían, cumpliéndose vuestras obras, y dista tanto de la misericordia de los hombres,
aquí lo que el Señor había dicho por el profeta O seasJ: Traeré- como el oriente dista del ocaso. Por ella os suplico remediéis la
necesidad que padezco en este valle de lágrimas, y me deis ia
los á Mí con cuerdas de Adán y con ataduras de caridad, esto es,
gracia necesaria para subir al descanso de la gloria. ¿Procuramos
con beneficios corporales y espirituales; y con estas cuerdas los
nosotros imitar la misericordia de Jesús? ¿Ño somos agradeci­
tenía Cristo tan asidos, que, con ser ya. tarde y no haber comido
dos á la que Él usa con nosotros ?
ni tener que comer, no se querían apartar de Él; y olvidados de
P u n t o 3.° M o d o có m o J e s ú s e je r c it a s u m is e r ic o r d ia .—
la comida, se entretenían con su amorosa presencia, lo cual ha
Para comprender mejor la misericordia de Jesús, considera en
de confundirte grandemente, viendo la tibieza y dejadez que tie­
este punto lo que Él dijo en otro caso semejante2: ••Tengo mise­
nes por seguir á Jesús, y tu reprensible delicadeza, pretendiendo
ricordia de esta multitud, porque ha tres días que perseveran
disfrutar en su mismo servido de todas las comodidades, como
conmigo, y no tienen que comer, y si los envío ayunos, desfalle­
si éstas se aviniesen con la imitación de un Dios crucificado. ¡ Oh
cerán en el camino, porque algunos han venido de muy lejos».
dulcísimo Jesús! Traedme A Vos con tales cuerdas y atadme con
1 II Reg. , ix, 3.— 2 Marc., vin, 2 ; Matth., xv, 52.
1 Milth., XIV, 21, — : Osee.,*!, 4.
2>4 Serie prim era. - t'ia ilum inativa. M ed. 7 4 .— M isericordia de Jesús en e l milagro de los citico p a n a . 235
trono que es debido á vuestra elevada dignidad y relevantes vir­ V os tan fuertemente, que, olvidado de todas las cosas y aun de
tudes. Y a llí, sumergido en un océano de luz y ceñida vuestra mí mismo, sólo quiera á V os, mi Criador, y abandone mis pro­
cabeza con triple aureola, viviréis eternamente, gozando el pre­ pios contentos y gustos por contentaros á Vos. ¡ Oh alma mía! In­
mio de vuestro martirio. Todo esto, ¿no nos animaráápelear mensos beneficios espirituales y corporales te ha hecho y desea
contra nuestras pasiones? ¿No nos moverá á recibir con humildad hacerte el Señor, ¿por qué no le sigues?
y resignación los trabajos y persecuciones? Meditémoslo bien, P u n to M is e r ic o r d ia d e J e s ú s co n l a g e n t e n e c e s it a d a .
y para saberlo cumplir, propongamos con eficacia aquello que nos —Considera aquí la misericordia de Jesús con estas gentes, y
convenga, y roguemos con grande fervor. compárala con la que tuvieron de ellas los Apóstoles. L a miseri­
cordia de las Apóstoles fué corta y mezquina, como de hombres
74.— MISERICORDIA DE JESÚS EN EL MILAGRO DE LOS CINCO PANES. ñacos y pobres; porque viendo que aquella gente estaba fatigada
y hambrienta, y que ellos no tenian posibilidad para sustentarla,
PreiUOIO i .«* Viendo Jesús la mucha gente que le seguía, se compadeció de su neón- compadeciéronse de ella, y dijeron á su Maestro que la despi­
dad , y dijo á los Apóstoles que la socorriesen. diera para que fuese á los lugares comarcanos á comprar de co­
P reludio 2.° Represéntate á Jesús hablando con los Apóstoles acerca de esto. m er, porque, como eran tan obedientes y rendidos, no quisieron
P reludio 3.® Pide la gracia de conocer y agradecer la misericordia deJesús. hacerlo por su autoridad ni despedirla sin su licencia. Pero Cristo
nuestro Señor, viendo ¡a cortedad de esta misericordia, tuvo
l* u n to l.° D e v o c ió n d e la g e n t e q u e s e g u ía d J e s ú s .— 1Con­ otra muy mayor, como misericordia de Dios, el cual puede dar
sidera la muchedumbre inmensa de gentes que iban en pos de manjar en el desierto y sacar fuentes de cristalinas aguas de la
Jesucristo, las cuales, abandonados sus negocios, haciendas y peña durísima; y así quiso remediar, con efecto, aquella necesi­
trabajos, no sabían apartarse de su dulce compañía, yendo en dad , y exhortó á ello á sus discípulos, diciendo: «Dadles vosotros
pos de Él por valles y collados, por pueblos y montañas desier­ de comer». Como quien dice: Ensanchad las entrañas de piedad,
tas. Más de cinco mil hombres ', sin contar mujeres y niños, ha­ y no enviéis á esta gente necesitada á que ella busque su remedio,
bían seguido á Jesucristo devotamente hasta el desierto, olvi­ sino buscadle vosotros y dádsele, pues os he dado la facultad de
dándose hasta de sus necesidades más indispensables. jOh si hacer milagros, ó á lo menos pedidme á Mi que se le d é, pues Y o
tuvieras tú la ardiente devoción y amor á Jesús de estas turbas! puedo hacerlo. En lo cual te avisa que la misericordia, especial­
Pondera las causas que movían á estas devotas gentes á seguir mente en los Prelados, no ha de ser corta, sino grande, como
a.1 Señor, que eran dos las principales: La una, por ver los mila­ decía David 1 de la misericordia de Dios, poniendtf todos los
gros, que de continuo hacía, curando enfermos, resucitando medios que pudiéremos para remediar la miseria de nuestros
muertos, librando endemoniados y socorriendo todas las necesi­ prój irnos; y si te faltare posibilidad, has de acudir al que la tiene,
dades. Y la otra, por el pasto de saludable doctrina con que las y solicitarle para que la remedie.; Oh misericordiosísimo Jesús!
alimentaba, siendo tales sus enseñanzas, que jamás se había Como Vos dijisteis que no hay nadie bueno sino Dios, así quiero
visto otro que hablase como Él. Todo lo cual hacía con tal dul­ decir que nadie es misericordioso sino Dios, y V os que sois Dios
zura y mansedumbre, con tal caridad y humildad, que atraía y hombre verdadero. Vuestra misericordia, Señor, es sobre todas
vuestras obras, y dista tanto de la misericordia de los hombres,
irresistiblemente los corazones de cuantos le oían, cumpliéndose
como el oriente dista del ocaso. Por ella os suplico remediéis la
aquí lo que el Señor había dicho por el profeta O seasJ: Traeré-
necesidad que padezco en este valle de lágrimas, y me deis ia
los á Mí con cuerdas de Adán y con ataduras de caridad, esto es,
gracia necesaria para subir al descanso de la gloria. ¿Procuramos
con beneficios corporales y espirituales; y con estas cuerdas los
nosotros imitar la misericordia de Jesús ? ¿ Xo somos agradeci­
tenía Cristo tan asidos, que, con ser ya tarde y no haber comido
dos á la que Él usa con nosotros ?
ni tener que comer, no se querían apartar de El; y olvidados de
JPunto 3.° M o d o có m o J e s ú s e je r c it a s u m is e r ic o r d ia .—
la comida, se entretenían con su amorosa presencia, lo cual ha
Para comprender mejor la misericordia de Jesús, considera en
de confundirte grandemente, viendo la tibieza y dejadez que tie­
este punto lo que Él dijo en otro caso semejante =: -Tengo mise­
nes por seguir i Jesús, y tu reprensible delicadeza, pretendiendo
ricordia de esta multitud, porque ha tres días que perseveran
disfrutar en su mismo servicio de todas las comodidades, como
conmigo, y no tienen que comer, y si los envió ayunos, desfalle­
si éstas se aviniesen con la imitación de un Dios crucificado. ¡Oh
cerán en el camino, porque algunos han venido de muy lejos».
dulcísimo Jesús! Traedme á Vos con tales cuerdas y atadme con
> II Reg. , B , 3.— 2 jMarc., viii, 2 ¡ Matth., xv, 32.
> M.ith., xir, 21.-- * O se e ., xi, 4.
2 56 Serie prim era.— V ia ilum inativa.

Kn vuj*as palabras descubre que es propio de la misericordia de MeJ. 75.— Circunstancias del tnilagro de ¡os cinco panes. 257
Dios conocer por menudo nuestras miserias, y los titulos ó moti­ miento, y veamos cuidadosamente á quién hemos de seguir, en
vos que tiene para remediarlas, y el peligro que corremos si no quién hemos de confiar, en qué misericordia mejor podemos
las remedia. Y de todo se hace Dios cargo para compadecerse de esperar. Miremos la vida pasada, y ¿ qué veremos ? ¡Ah! Hemos
nosotros y darnos remedio, como si le importara algo el reme­ esperado en el dinero, talento, habilidad, amistad de los hom­
diarnos. ¡ Qué motivo tan poderoso hallamos en esto para exci­ bres, y de Dios apenas nos hemos acordado. ¿ Hasta cuándo
tar nuestra confianza en un Padre tan compasivo, que así se hemos de ser pesados de corazón ? ¿ Cuándo nos convenceremos
interesa por sus hijos! Pondera también cómo para mostrar que sólo en Dios hallaremos la misericordia grande que necesita­
Jesús el cuidado que en esta ocasión tenía de aquella gente, dfio mos ? 1Cuándo imitaremos á las turbas, prefiriendo á Jesús sobre
¡i F elipe:«; De dónde compraremos pan para que coman estos?» todas las cosas, aun sobre nuestra propia vida ? Cese y a nuestra
¡Como si fuese un deber suyo el sustentar A los que le seguían! ingratitud con el Señor, y para mostrarnos agradecidos á .sus
Mas díjolo también para probar la fe de aquel discípulo, y para favores, propongamos aquello que hemos de corregir y enmen
que se descubriese la necesidad que había de hacer aquel mila­ ■ dar en nosotros, y supliquémosle nos dé su gracia y todo cuanto
gro ; porque no quiere usar de medios milagrosos para nuestro necesitemos.
sustento cuando se puede hacer por medios naturales. L a res­
puesta de Felipe fu é : «No bastarán doscientos denarios ó reales 75.— CIRCUNSTANCIAS DEL MILAGRO DE LOS CINCO PANES.
para dar uii bocado de pan A cada uno»; y lo mismo dijeron los
demás Apóstoles. ¡Oh dulcísimo Maestro! Todos nuestros bienes Preludio. Pidió Jesús i l«$ Apóstoks los panes qu< tenían, j , bendáciéndofc», mandó
no bastan para hacemos felices y satisfacer las aspiraciones de -que los distribuyesen á la gente puesta en orden, y para todos bastaron.
nuestro corazón; pero V os, sin necesidad de dinero, con sólo Pkblüoío 2.* Represéntate á Jesús en estos actos y á los Apóstoles repartiendo el pan.
vuestra palabra, podéis alimentamos, consolarnos y satisfacer Preludio 3.* Pide la gracia de aprender las enseAantas de Jesús.
los deseos de nuestra alma; de hoy m ás, no quiero poner mi con­
fianza en el dinero, aunque á él obedezcan todas las cosas Vos Pm nt» 1.® G e n e r o s id a d d e lo s A p ó s to le s e n d a r á J e s ú s lo s
solo seréis el objeto de mi amor, el motivo de mi confianza y el p a n e s q u e t e n ía n .—Deseando
Jesucristo remediar la necesidad
término do mis deseos.,¡Oh alma mía! Sigue el ejemplo de las de las turbas, pidió á los Apóstoles los panes que traían consigo,
devotas turbas, y no te separes de Jesús.; Qué debes hacer para y éstos le ofrecieron cinco panes ' de cebada y dos peces. Acerca
cumplir esdo ? •de lo cual has de ponderar la grande pobreza de Cristo nuestro
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Qué consuelo da el ver las muche­ Señor y de sus discípulos, y el poco cuidado que tenían del rega­
dumbres inmensas que siguen á Jesucristo, tan embelesadas y lo y sustento del cuerpo; pues estando en aquella soledad, no
contentas con su'compailía, que, por no dejarla, se olvidan hasta tenían para trece personas, y otras que se les llegaban, sino
del indispensable alimento! ¡Cuánta fuerza hacían en los corazo­ cinco panes, y éstos de cebada, que era el pan más desabrido y
nes de todos, los milagros del Salvador! ¡Cuán eficaces para más propio de pobres que entonces había; y con ser pescadores,
moverlos eran sus palabras y doctrina! ¡Qué poder tan irresisti­ no tenían más que dos peces para todos. Con cuyo ejemplo te
ble ejercía sobre los ánimos con los maravillosos ejemplos de has de confundir de la solicitud con que buscas demasías y rega­
virtud que daba! Y tü , ¿ por qué no sigues á Cristo ? ¿ Por qué los en las comidas, alentándote á contentarte con poco y ordi­
prefieres seguir los placeres, gustos, amor propio y aun al demo­ nario , aunque sea desabrido. Mira también la caridad y obedien­
nio ? Mira la misericordia de Jesucristo, ¡cuánto se diferencia de cia de los Apóstoles; porque, en pidiéndoles el Señor los panes,
la misericordia de los Apóstoles! Aquélla es misericordia de un se los dieron, sin replicar ni decir que los habían menester para
Dios omnipotente que puede remediar todos los males; ésta, -su comida, gustando de quitárselo de la boca para dárselo á los
misericordia de un hombre flaco que nada puede ; aquélla, de un necesitados que allí estaban. ¡Oh si tú supieras, como ellos, jun­
Dios sapientísimo, á quien nada se oculta, y detallada y particu­ tar obediencia y caridad en bien de los pobres,compadeciéndote
larmente ve todas las miserias y los medios de remediarlas, y las ■ de ellos • y gustando de perder tus comodidades por remediar
razones que á el lo 1inducen; ésta, de un hombre ignorante que ni sus miserias! Sin duda no Jas perderías, antes las remediarías
á sí mismo se conoce, y tiene por graves los males ligeros, y por m ejor, como aquí sucedió á los Apóstoles. Por esta causa, aun­
ligeros los gravísimos. Abramos los ojos de nuestro cntendi-i que Cristo nuestro Señor pudiera remediar esta necesidad por
•otros muchos medios milagrosos, quiso aprovecharse del pan
i Hcc¡es , x , 19.
' M atth. , xiv , 17.

17
258 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 75.— Circunstancia del m ilagro de los cinco panes. 259
que tenían los Apóstoles, y pedírselo, para probar si su caridad
era verdadera, y para que ellos tuviesen parte en la buena obra; tus comidas estas excelentes reglas que te enseña prácticamente
y para enseñarte que, si no puedes remediar toda la necesidad Jesús ? ¡Oh Maestro soberano, que, no sólo nos enseñáis de pala­
del pobre, es bien que remedies parte de ella, y Dios con su gene* bra, sino también con vuestras obras, porque en todas vuestras
rosidad remediará lo que tú no pudieres, cumpliendo lo que dijo acciones tácitamente nos indicáis lo que nosotros debemos hacer!
Tobías á su hijo ': «Del modo que pudieres sé misericordioso; y Concededme que sea yo discípulo aprovechado, y que aprenda
si tuvieres poco, da poco de buena gana 3. ¡Oh dulce Jesús, que esta lección que me dais, guardando en mis comidas las circuns­
tancias que Vos guardáis.
al pueblo ingrato sustentasteis en el desierto con pan del cielo, y
P a n t o 3.° G r a n d e z a d e l m ila g r o d e la m u lt ip lic a c ió n d e
á Vos y á vuestros queridos discípulos sustentasteis con pan de
lo s p a n e s —En este punto has de considerar la grandeza de este
cebada! Concededme que , á imitación vuestra, sea riguroso y
soberano milagro, porque milagrosamente se iba el pan multi­
áspero conmigo, y caritativo y generoso con mi prójimo, no es­
plicando en las manos de Cristo nuestro Señor, y en las de los
perando de él la recompensa, sino de Vos, que reputáis por favor
Apóstoles, y en las de los mismos que comían. De modo que,
vuestro el bien que á él se hace. ¿Cómo no aprendemos la lección
aunque recibiesen poco pan, y aunque comían de é l, no se consu­
de pobreza que nos da Jesús, y la de obediencia y caridad que
mía, sino multiplicábase, hasta que todos quedaron hartos y muy
nos dan los Apóstoles? ¿ Qué debemos resolver en la práctica? contentos, porque el pan era muy sabroso, como pan de Dios,
P u n t o 3.° O r d e n y m o d o d e l m i la g r o .—Considera aquí lo dado por tal mano. En lo cual has de ponderar la omnipotencia
que hizo Jesús por principio de este convite. Primeramente del Salvador, que tan fácilmente pudo convertir cinco panes en
mandó á los Apóstoles que hicieran sentar á la gente sobre el millares de ellos, y panes desabridos en panes sabrosos, y del
heno, en grupos de cien y de cincuenta; ya para que se supiese mismo modo los peces, y con esto aliéntate á servir á un Señor
el número total de los socorridos, que fué de cinco mil hombres, tan poderoso, y á poner en Él toda tu confianza, porque donde
sin contar mujeres y niños; ya también para que hubiese ordeny está Él no falta la abundancia, ni hay que temer el desierto. ¡ Di­
concierto en la comida. Luego tomó Cristo nuestro Señor el pan chosos los que confían en el Señor, y arrojan en él todos sus cui-
en sus manos, y levantó los ojos al cielo , dando á entender que * dados, porque Él los alimentará, y no les dejará vivir en la fluc­
del cielo viene toda dádivaa; dió gracias á Dios,.así por el man­ tuación é inquietud! Contempla la providencia paternal de este
jar que tenía presente, como por el que pretendía dar milagro­ gran Dios en dar de comer á los que le sirven con mano tan larga
samente, enseñándonos á ser agradecidos por cualquier don, y medios tan milagrosos cuando faltan los humanos, con tal que
aunque sea pequeño; porque basta darlo Dios para que se estime, no falte la confianza en ella, recordando que dijo '; - No seáis de­
cuanto más dándolo á quien nada debe ni se lo merece. Después masiado solícitos por la comida, bebida y vestidos, porque esto
bendijo el pan con algunas palabras de oración, con las cuales le es propio de gentiles, y vuestro Padre celestial sabe que tenéis
imprimió virtud de multiplicarse y de mejorarse; porque la ben­ necesidad de todo esto. Buscad primero el reino de Dios y su jus­
dición de Cristo no es como la nuestra, que sólo pide ó desea, ticia, y todo lo demás se os dará por añadidura^. A sí se vió en
sino es eficaz para hacer lo que dice; y echada la bendición, par­ esta gente que vino en busca de Cristo por oir la doctrina del
tió el pan, y le dió á los Apóstoles, para que ellos lo diesen á las reino de D ios; y después de hablarles largamente, como dice san
turbas. Pondera en todo este importantísimo hecho la lección que Lucas, les dió el manjar corporal copiosamente para ellos y para
Jesús te da, enseñándote el modo de comer.cristianamente. Por­ sus hijos. ¡Oh Padre amantísimo! Gracias os doy por esta pater­
que primeramente importa guardar orden, ocupando cada cual nal providencia que tenéis de los que os sirven y esperan en
su lugar respectivo, sin competencias, escogiendo más bien el Vos. Concededme, Señor, que tenga mucho cuidado de serviros
postrer lugar >. Luego se han de levantar al cielo los ojos del como hijo, pues tenéis cuidado de darme todo lo necesario como
alm a, pensando que Dios está presente, á fin de enfrenar la gula Padre. ¿Confiamos sin temores en el Señor? ¿Le servimos fiel­
y la lengua, guardando templanza y modestia. En tercer lugar, es mente? ¿Buscamos, antq todo y sobre todo, el reino de Dios?
preciso comer con ánimo agradecido, como quien come de E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué pobreza tan grande la de Je­
limosna, dada graciosamente por la benéfica mano de D ios, de sucristo y de sus Apóstoles! ¡Cómo se olvidan del cuidado y
quien pobres y ricos reciben el pan que comen. Finalmente: debe regalo de sus cuerpos! Cinco panes y dos peces era todo el ali­
preceder la bendición con oración devota, para que de tal modo mento de que disponían en un desierto para trece personas, sin
coma el cuerpo, que no sea comido el espíritu. ¿Guardas tú en contar otras que se juntarían á comer con ellos. Sin embargo,

« T o b ., 1», 8. — * Jacob. , 1 , 17. — } L u c., x iv , 10. • Matth.-, vi, }t.


26o Serie prim era.— P ia ilum inativa. M ed. 76 — H artura y gratitud de las turbas. 261
aun de ellos quiere Jesús que se desprendan los Apóstoles, y se suavidad de la divina Providencia, la cual da á cada uno de los
los pide para alimentar á la gente. ¿No replicarán los discípulos justos lo que quiere, á unos más y á otros menos; pero á todos .
del Señor? ¿No dirán que tienen necesidad de ellos? Nada de harta y satisface, dando tanto contento á un justo con lo poco
esto. Con la más admirable obediencia y caridad los ceden vo­ como á otro con lo mucho. Pero mucho más se representa en este
luntariamente, quitándose el bocado de la boca para con él ali­ hecho la grandeza del Santísimo Sacramento del altar, el cual,
mentar á sus hermanos, contentos con poder contribuir de algún con ser un mismo pan del cielo, aunque se reparte por manos de
modo al alivio de aquella necesidad. Mira á Jesucristo.cómo, los sacerdotes entre millares de hombres, nunca se menoscaba;
después de ordenada la gente, toma en sus manos el pan, levanta y aunque una hostia se divida en muchas partes, tanto tiene den­
al cielo sus ojos, dando gracias á su Padre, bendice el pan, y lo tro de sí cada parte como tenía la hostia entera, porque en toda
distribuye á sus Apóstoles para que éstos lo repartan á las tur­ y en cada parte está todo Cristo ; y así, tanto recibe quien recibe
bas. ¡Cuán, bien te enseña Jesús el modo de portarte en las comi­ la parte pequeña como quien la recibe muy grande, y tanta har­
das! En las acciones que en este caso Él ejecuta, puedes ver lo tura puede dar aquélla como é sta ; y, finalmente, á todos harta y
que debes hacer en tus comidas, para comer, no como irracional, satisface, dando á cada uno la ración de gracia que su necesidad
sino como cristiano. Pero, ¡qué milagro tan portentoso se está y disposición piden. ¿Comprendemos y agradecemos la providen­
obrando en el pan! ¡ Cuán poderosa ha sido la bendición de Je­ cia que de nosotros tiene Dios ? ¿Nos conformamos con sus dis­
sús! El pan se multiplica, crece maravillosamente en las manos posiciones y con los bienes que nos concede ? ¡ Oh Dios omnipo­
de Cristo y de todos. El Señor va partiendo, y nunca se acaba el tente! ¡Cuán maravillosas son vuestras obras! ¡Cuán rica vues­
pan que p arte; los Apóstoles distribuyen, y nunca agotan lo que tra Providencia! ¡Cuán larga, cuán amorosa y cuán suave! Todos
reparten; la gente come, y no se acaba el pan hasta que quedan los ángeles os alaben por ella; gocen de ella con agradecimiento
satisfechos. ¡Oh omnipotencia de Dios! ¡Oh misericordia infinita todos los hombres, y mi ánima se derrita en vuestro amor con
de Jesús! ¡Oh bondad inefable del Señor! ¿No te moverá todo todas sus potencias, empleándolas en serviros, pues así os
esto á practicar la pobreza, obediencia y caridad? ¿No te indu­ empleáis en regalarme.
cirá á imitar á Jesús en las comidas y á confiar en su poder? ' P o n t o Ü.° C e lo d e J e s ú s e n m a n d a r r e c o g e r lo s f r a g m e n ­
tos d e p a n s o b r a n te s — Después que toda la gente hubo comido
Medítalo con mucho cuidado; mira las cosas en que te apartas de
los ejemplos de Jesús; forma eficaces propósitos, y con fervor, y quedó completamente satisfecha, Cristo nuestro Señor mandó
confianza y humildad, pide por ti y por todo el mundo. á los Apóstoles que recogiesen todo el pan que había sobrado, y
recogieron doce canastas llenas. En lo cual has de ponderar,
primeramente, el cuidado que debes tener de todas las cosas que
7 6 .— HARTURA Y GRATITUD DE LAS TURBAS.
el Señor te concede, no dejando perecer cosa alguna por tu culpa;
Preludio i .® frunció ya Htisfcchis las turbas, mandó Cristo recoger los fragmento»
porque la virtud de la pobreza, no sólo se opone á la ambición y
sobrantes. y la gente>agradecida , quito altarle por Rey.
avaricia en buscar y retener los bienes que no se tienen, ó irra­
P reludio i .» UepreaéntRie e<to mismo como ai le preaenciaras. cionalmente se quieren conservar, sino también á la prodigalidad,
Preludio 3.0 Pide agradccimieqto á loa tavoreadejeaúa. dejando que se malogren y pierdan los bienes que el Señor te ha
concedido. También en esto te muestra Jesucristo su generosidad
P u n t o I.° H a r t u r a co m p le ta d e la s tu r b a s e n esta oca­
infinita en premiar la voluntad con que los Apóstoles le ofrecie­
la providencia tan particular y admirable que
s i ó n .— Considera.
ron los cinco panes de cebada, volviéndoles por ellos doce canas­
resplandece en el modo cómo se verificó este milagro. Porque tas llenas de muy buen pan; y como ellos eran doce, así quiso
siendo los que comían muchos y de diversas edades y complexio­ . que las canastas fuesen doce, como quien daba una á cada uno,
nes , mozos y viejo s, fuertes y flacos, mujeres y niños, y dando por lo que cada uno había ofrecido. A si como á la viuda que dió
á todos de.un mismo pan la cantidad que querían los Apóstoles, generosamente un poco de harina al profeta Elias se la multi­
plicó para muchos días. Por donde puedes ver cómo premia Dios
ésta bastaba á todos, y los hartaba y dejaba contentos, -cumplién­
á los limosneros y á todos los que le ofrecen algo por servirle,
dose lo que está escrito del maná', que con la cantidad que cogía
volviéndoles, mucho más de lo que dan; porque dar á Dios no es
cada uno quedaba satisfecho, sin que faltase al que cogía poco,
perder, sino ganar, y, como dice el Sabio’ , es dar á interés, pues
ni sobrase al que cogía mucho, aunque aquí sobró, para que se
vuelve el ciento por uno. Saca también de este hecho cuánto dará
viese la magnificencia del Dador. En lo cual se representa la•
111 Reg., xvii, 16. — » Prov., xix , 17.
• Exod., x v i, 18 j II Cor., Vlll, 13.
262 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 77 .— -Jesús sosiega una tempestad. 263
Dios en la otra vida, pues tanto da en esta. Dará sin duda, como pagó Jesús el sacrificio que habían hecho, siguiéndole hasta él
É l dijo una medida buena, llena, apretada, colmada, y que so­ desierto! Ciertamente no estarían arrepentidas de haber abando­
bre y exceda inmensamente á lo que por É l se hace. ¡Oh Dios nado sus rasas y cuanto tenían para no abandonar á Jesucristo.
inmenso! ¿Con qué os pagaremos lo mucho que por nosotros Padecieron hambre por un momento; mas después quedaron sa­
hacéis? Deseo daros una medida de todas partes buena, llena de tisfechas con la comida de un pan milagroso, figura expresiva de
santas obras, apretada con estrechas penitencias, colmada con otro pan soberano que todos tenemos la dicha de poder comer.
fervorosos afectos, y que sobre, cumpliendo más de lo que man­ Tal es el pan eucarístico. ¡Oh! Si tú sabes comerle con las dispo­
dáis , con hacer también lo que me aconsejáis; y pues por vues­ siciones debidas, llenará tu corazón de consuelo, tu alma de
tra gracia me habéis dado tal deseo, dadme también fuerzas para alegría, tu entendimiento de luz y tu voluntad del fuego divino,
cumplirlo. ¡ Oh alma m ía! Reflexiona bien cuán generoso es Dios j Con qué abundancia y generosidad premia el Señor los servi­
contigo. ¿ Qué debes hacer tú por Él? ¿Procurarás conservar y cios que se le prestan! Cinco panes le han dado los Apóstoles, y
aprovecharte de lo que graciosamente te ha dado? después de comer todo cuanto han necesitado, tanto ellos como
P a n t o 3.° P r e t e n s i ó n d e la s tu r b a s e n a le a r p o r rey á los demás discípulos, recogen doce canastas de excelente pan.
J e s ú s .—Aquí has de considerar la alegría y admiración de la ¿Qué hará Dios en el día del juicio, cuando con infinita miseri­
gente que se había alimentado con el pan milagrosamente multi­ cordia y de un modo espléndido, como es propio de su Majestad,
plicado, porque fué tan grande, que se determinaron en sus co­ premie y recompense todos los trabajos, dolores, padecimientos,
razones de alzar á Cristo por rey, teniéndose por dichosos en privaciones y persecuciones que se hayan tolerado y llevado á
servir á tan poderoso y espléndido Señor. En lo cual te enseñan cabo por su amor? ¡Oh alma! Aliéntate, recordando este premio
el agradecimiento que debes tener á Jesús por los muchos bene­ y mirando en lontananza esta felicidad. Pero entretanto, trata de
ficios que te ha hecho, escogiéndole por Rey, y deseando que que Jesús sea tu Rey, que reine Él en ti con absoluto dominio,
reine en tu corazón, y que ejerza un completo dominio sobre to­ que sea Él el dueño de todos tus pensamientos, palabras y obras.
das tus potencias y sentidos, de modo que ninguna de ellas se ¿No te arguye y acusa la conciencia de haber menospreciado al­
levante jamás contra este R e y 2, sino que voluntariamente, y con guna vez la autoridad y dominio de Jesús? ¿No has quebrantado
gozo, se sometan á su imperio. Has de desear que reine sobre tu su yugo y arrojado de ti su carga? ¿Has correspondido con vivo
entendimiento, memoria y voluntad, sobre tus apetitos y pasio­ amor y fiel servicio á la infinita bondad y generosidad de este
nes, sobre tus sentidos y afecciones; y si alguna vez se levanta Rey? ¿Cuándo y en qué cosas has de mostrarle tu sumisión y
alguna que diga >: «No quiero que reine Jesús sobre m í», has de rendimiento? Piénsalo, renueva tus propósitos, aviva tu fervor
someterla y dominarla, hasta lograr, si es necesario, su extermi­ y confianza, y con ella ruega por ti y por todas las demás cosas
nio. Pondera lo que hizo Jesús cuando conoció de lo que trataban que acostumbras ó tienes obligación de hacerlo.
las turbas; al momento desapareció de sus ojos y huyó á lo más
escondido del desierto, atajando la determinación de estos hom­ 77.-^!ESÚ$ SOSIEGA UNA TEMPESTAD.
bres, porque no quería honras ni dignidades temporales, para
enseñarte con su ejemplo que no busques por tus buenas obras Preludio i .* Navegando el Señor con su» discípulos, durmióse; y como se levantase
premio temporal de los hombres, ni apetezcas dignidades; antes, una tempestad en el mar, acudieron á despertarle, y la calmó con su mandato.
cuanto es de tu parte, las huyas, y huyas también las ocasiones de Preludio 2.» Represéntate á Jesús mandando á los vientos que cesen.
ellas. ¡Oh Rey eterno, que así aborrecisteis el reinado temporal, Preludio 3.* Pide la gracia de saber acudir i Jesús en tos apuros.
porque vuestro reino no era de este mundo ni os había de venir
por elección de los hombres! Dadme gracia para que yo también P a n t o l.° D u r m i ó s e J e s ú s , y s e le v a n t ó u n a b o r r a sc a .—
pise las grandezas temporales, contentándome con las eternas. Hallándose Jesús cansado de predicar, entró en un navio con sus
¡Oh alma fiel! Escoge á Jesús por R ey, sometiéndote incondicio­ Apóstoles, y mandó que navegasen; É l, entretanto, echóse á dor­
nalmente á su imperio, é imita su proceder. ¿Quién es tu Rey? mir en la popa ’ ; y al mismo punto se levantó una furiosa tempes­
¿Quién te domina? ¿Te arrastra la ambición ú otro afecto des­ tad. En este sueño del Señor debes examinar las circunstancias
ordenado? que concurren. las cuales debes imitar en tu descanso. Fué des­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Dichosas turbas, que presenciaron pués de grande trabajo y cansancio; tomado de paso, y así no se
y participaron del pan milagroso que les dió el Señor! ¡ Bien les fué á dormir al fondo del navio como Jonás, sino en la popa; y

• Loe., vi, 38. — »Psalm- 11,2.— } Luc., xix, 14. • Malth., viil. 24; Mar,:., iv , 38.
2Ó2 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 77 .— Jesús sosiega una tempestad, 263
Dios en la otra vida, pues tanto da en esta. Dará sin duda, como pagó Jesús el sacrificio que habían hecho, siguiéndole hasta el
Él dijo ', una medida buena, llena, apretada, colmada, y que so­ desierto! Ciertamente no estarían arrepentidas de haber abando­
bre y exceda inmensamente á lo que por Él se hace. ¡Oh Dios nado sus casas y cuanto tenían para no abandonar á Jesucristo.
inmenso! ¿ Con qué os pagaremos lo mucho que por nosotros Padecieron hambre por un momento; mas después quedaron sa­
hacéis? Deseo daros una medida de todas partes buena, llena de tisfechas con la comida de un pan milagroso, figura expresiva de
santas obras, apretada con estrechas penitencias, colmada con otro pan soberano que todos tenemos la dicha de poder comer.
fervorosos afectos, y que sobre, cumpliendo más de lo que man­ Tal es el pan eucarístico. ¡ Oh! Si tú sabes comerle con las dispo­
dáis , con hacer también lo que me aconsejáis; y pues por vues- ■ siciones debidas, llenará tu corazón de consuelo, tu alma de
tra gracia me habéis dado tal deseo, dadme también fuerzas para ‘ alegría, tu entendimiento de luz y tu voluntad del fuego divino.
cumplirlo. ¡ Oh alma m ía! Reflexiona bien cuán generoso es Dios i ¡Con qué abundancia y generosidad premia el Señor los servi­
contigo. ¿ Qué debes hacer tú por Él? ¿Procurarás conservar y cios que se le prestan! Cinco panes le han dado los Apóstoles, y
aprovecharte de lo que graciosamente te ha dado? después de comer todo cuanto han necesitado, tanto ellos como
P u n t o 3.° P r e t e n s i ó n d e la s tu r b a s en a le a r p o r rey d los demás discipulos, recogen doce canastas de excelente pan.
J e s ú s — Aquí has de considerar la alegría y admiración de la ¿Qué hará Dios en el día del juicio, cuando con infinita miseri­
gente que se había alimentado con el pan milagrosamente multi­ cordia y de un modo espléndido, como es propio de su Majestad,
plicado, porque fué tan grande, que se determinaron en sus co­ premie y recompense todos los trabajos, dolores, padecimientos,
razones de alzar á Cristo por rey, teniéndose por dichosos en privaciones y persecuciones que se hayan tolerado y llevado á
servir á tan poderoso y espléndido Señor. En lo cual te enseñan cabo por su amor? ¡Oh alma! Aliéntate, recordando este premio
el agradecimiento que debes tener á Jesús por los muchos bene­ y mirando en lontananza esta felicidad. Pero entretanto, trata de
ficios que te ha hecho, escogiéndole por Rey, y deseando que que Jesús sea tu Rey, que reine Él en ti con absoluto dominio,
reine en tu corazón, y que ejerza un completo dominio sobre to- . que sea Él el dueño de todos tus pensamientos, palabras y obras.
das tus potencias y sentidos, de modo que ninguna de ellas se ¿No te arguye y acusa la conciencia de haber menospreciado al­
levante jamás contra este R e y 1, sino que voluntariamente, y con guna vez la autoridad y dominio de Jesús? ¿No has quebrantado
gozo, se sometan á su imperio. Has de desear que reine sobre tu ¡ su yugo y arrojado de ti su carga? ¿Has correspondido con vivo
entendimiento, memoria y voluntad, sobre tus apetitos y pasio­ amor y fiel servicio á la infinita bondad y generosidad de este
nes, sobre tus sentidos y afecciones; y si alguna vez se levanta Rey? ¿Cuándo y en qué cosas has de mostrarle tu sumisión y
alguna que diga >: «No quiero que reine Jesús sobre mí», has de rendimiento? Piénsalo, renueva tus propósitos, aviva tu fervor
someterla y dominarla, hasta lograr, si es necesario, su extermi­ y confianza, y con ella ruega por ti y por todas las demás cosas
nio. Pondera lo que hizo Jesús cuando conoció de lo que trataban que acostumbras ó tienes obligación de hacerlo.
las turbas; al momento desapareció de sus ojos y huyó á lo más ,
escondido del desierto, atajando la determinación de estos hom- ‘ 77.— JESÚS SOSIEGA UNA TEMPESTAD.
bres, porque no quería honras ni dignidades temporales, para
enseñarte con su ejemplo que no busques por tus buenas obras P reludio i .» Navegando «I Señor con sus discípulos, durmióse; y como te levántale
premio temporal de los hombres,ni apetezcas dignidades; antes, una tempestad en d mar, acudieron á despertarle, y la calmó con su mandato.
cuanto es de tu parte, las huyas, y huyas también las ocasiones de P reluoio 2.« Represéntate i Jesús mandando á los vientos que cesen.
ellas. ¡Oh Rey eterno, que así aborrecisteis el reinado temporal, P reludio ) .* Pide la gracia de saber acudir á Jesús en tus apuros.

porque vuestro reino no era de este mundo ni os había de venir


por elección de los hombres! Dadme gracia para que yo también P u n t o l.° D u r m i ó s e J e s ú s , y s e le v a n tó u n a b o r r a sc a .—
pise las grandezas temporales, contentándome con las eternas. Hallándose Jesús cansado de-predicar, entró en un navio con sus
¡Oh alma fiel! Escoge á Jesús por R ey, sometiéndote incondido- \ Apóstoles, y mandó que navegasen; É l, entretanto, echóse á dor­
nalmente á su imperio, é imita su proceder. ¿Quién es tu Rey? \ mir en la popa'; y al mismo punto se levantó una furiosa tempes­
¿Quién te domina? ¿T e arrastra la ambición ú otro afecto des- ¡ tad. En este sueño del Señor debes examinar las circunstancias
ordenado? que concurren, las cuales debes imitar en tu descanso. Fué des­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Dichosas turbas, que presenciaron pués de grande trabajo y cansancio; tomado de paso, y así no se
y participaron del pan milagroso que les dió el Señor! ¡ Bien les fué á dormir al fondo del navio como Jonás, sino en la popa; y

• Loe., vi, $8. — * Psalm. 11, i . — i Luc., xix, 14. • Matth., vui. 24; Mar*., iv , 38.
264 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 77 .— -Jesús sosiega una tempestad. 265
aunque dormía el cuerpo, velaba el .corazón, conociendo lo que- taos, Señor: ¿por qué dormís '? Levantaos, y no me desechéis
pasaba como si estuviera despierto. Tal debiera ser tu sueño y hasta el fin: ¿por qué volvéis, Señor, vuestro rostro y os olvidáis
descanso, tomado por necesidad, de paso y acompañado de bue­ de mi pobreza y de mi tribulación? Pondera también aquí de parte
nos sueños, si es posible, de modo que en ti se verifique lo que de Cristo nuestro Señor cuán presto despertó, como quien tenía
dice el Salmo 1:«»La noche es mi resplandor en medio de mis gana de socorrer á sus discípulos, reprendiéndoles de la poca fe
regalos». Pondera luego el misterio de este sueño, porque el y confianza que tenían en su omnipotencia. Y por esto les dijo:
Señor, en la nave de su Iglesia y de cada alma, se hace algunas «¿De qué teméis, hombres de poca fe?» Como quien dice: Aun­
veces del dormido, como quien descuida de nosotros, permitiendo que mirando vuestro peligro y vuestras propias fuerzas hay ra­
que se levanten tan bravas tempestades de persecuciones y ten­ zón de temer; pero mirando que estáis en mi compañía, no hay
taciones, que la ponen á punto de anegarse ; porque, no sólo la por qué temáis, si tenéis fe de quién soy Yo. ¿Acudes tú, como
combaten por de fuera, sino también por dentro con tristezas, los Apóstoles, á Jesús en tus tribulaciones? ¿Tienes absoluta
temores, escrúpulos y otras varias turbaciones. Mas no creas que confianza en su poder y bondad? ¡Oh Salvador mío dulcísimo!
por esto se ausente Jesús de tu alma, ni deje de ver lo que pasa; Confieso que, mirándoos á V o s, no tengo por qué dudar, ni de
contigo está en la tribulación J, y si la permite, es para probar tu. vuestro poder, ni de vuestro saber, ni de vuestro querer para mi
fe y avivar tu confianza, fundarte en la humildad, purificarte de remedio, porque V os sois infinitamente poderoso, sabioybueno;
los vicios y provocarte al ejercicio de la oración y de varias vir­ en vuestras manos me arrojo de todo mi corazón, y cuanto fuere
tudes , al modo que permitió que se levantase esta borrasca por mayor mi tribulación, tanto será mayor mi confianza, para que
estoS mismos fines; pues por esto se d ice: Que quien entra en la mostréis en mí vuestra omnipotencia.
mar, aprende á o ra r; y entrando en el alma las olas de las tribu­ P a n t o 3.° J e s ú s s o s ie g a c o n s u m a n d a t o la t e m p e s t a d .—
laciones, suelen salir de ella las olas de los vicios; entrando la Considera en este punto la omnipotencia de Cristo nuestro S e­
humillación, sale el viento de la vanidad, y entrando la congoja, ñor, el cual, dirigiendo una mirada á las encrespadas olas y á los
sale la tibieza. ¡Oh Piloto sapientísimo! Gobernad comoquisie- agitados vientos, mandóles que se sosegasen, diciendo: «Calla,
reis la nave de mi alma,con tal que no os ausentéis de ella; porque- enmudece», y al punto cesó el viento y quedó sosegado el mar.
si Vos estáis presente, aunque sea combatida, no será hundida, ¡Cuán inmenso es el poder que el Señor tiene sobre todas las
sino mejorada, levantándola las olas de las tribulaciones al ejer­ criaturas, y qué obediencia tan puntual tienen éstas á lo que Él
cicio soberano de las virtudes. ¿ Guardamos en nuestro sueño las. les manda! Gózate de todo esto, ya que redunda en gloria de tu
circunstancias del sueño de Jesús? ¿Cómo recibimos las tribula­ Redentor; pero al mismo tiempo has de confundirte y avergon-.
ciones que el,Señor permite en nosotros? zarte profundamente de ti mismo, viendo la rebeldía que tienes
P a n t o S.° C o m p o r ta m ie n to d e lo s d is c íp u lo s e n e s te á la divina voz, y la poca obediencia á sus mandatos, mientras
a p r i e t o — Considera cómo los discípulos, al ver que la tempestad' que los mismos seres insensibles, como si tuvieran razón, con
arreciaba, y el peligro que corrían, fueron á Jesús, diciendo tal docilidad y prontitud se someten. Pondera el misterio que en­
«Señor, sálvanos, que perecemos». Mira á estos prudentes discí­ cierran tas dos palabras que usó el Señor para calmar la tempes­
pulos , que en tal aprieto saben acudir al único remedio de todos tad. D ijo: <C alla, enmudece», porque las obras de Dios son per­
los trabajos, que es Dios, por medio de la oración. Unos usaron de tectas, y cuando quiere mostrar su omnipotencia, no sólo manda
palabras breves, pero eficaces, alegando su peligro y necesidad, callar, sino enmudecer, que es más, sanando la turbación de raíz
diciéndole: «Señor, sálvanos, porque perecemos». Otros, con un y causando perfecta paz. Y así, cuando te vieres turbado con
modo de queja amorosa, dijeron:«Maestro, ¿no te toca mirar que varios pensamientos ó pasiones, has de suplicar al Señor las
perecemos?» Como quien dicerÁ ti pertenece mirar por nosotros* mande, no solamente callar por un rato, sino enmudecer, para
porque eres nuestro Maestro, y en ti tenemos puesta nuestra con­ que nunca más te turben en la materia que te turbaron; y si te
fianza; pues ¿cómo nos dejas en tanto peligro? Á imitación de. conviniere, así lo hará; de modo que, con grande admiración de
estos discípulos has de acudir á Cristo nuestro Señor en tus tra­ lo que en ti experimentas, digas lo que decía la gente del navio1:
bajos, con estas dos oraciones, diciéndole: Señor, salvadme* «¿Quién es este á quien así obedecen los vientos y el mar?» ¡Oh
porque perezco. Maestro mío, á Vos pertenece librar mi alma* Salvador omnipotentísimo! Mi corazón es un mar turbado con
. porque más es vuestra que mía. Yo soy vuestro discípulo, y mil vagueaciones, y anda muy alterado con vientos de contrarías
debajo vuestra protección vivo. Vuestro s o y , salvadme4. Levan­ pasiones; mandadle que se sosiegue, y decidle: Calla, enmudece,

« Psalm. cxxxviu, 11. — » Psalm. xc, 15. — 3 Mittli , vm , 2 5 . - 4 Psalm. exvm, 94- i Psalm. xun, 2 ) . — » Matth., vm, 27.
266 Serie prim era.— V ia ilu m in a tiv a . M ed. j 8 .— Tempestad en que Jesús anduvo sobre las aguas. 267

porque vuestro decir es omnipotente; y luego obedecerá.¿Ves,


alma fiel, con qué puntualidad obedecen á Jesús los vientos y el. 78.— TEMPESTAD EN QUE JESÚS ANDUVO SOBRE LAS AGUAS.
mar? ¿Cómo, estando muy agitados, se calman á su voz? Y tú,
¿cómo te sujetas á ella? ¿Cómo obedeces al Señor? P reludio i ." Quedindose jesús «n el mente á orar, mandó á los Apóstoles que pasasen
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué tesoro de enseñanzas se es­ el mardeTiberíades; mas viéndoles envueltos en una tempestad, vino i ellos andando sobre
conde en las más insignificantes acciones de Jesucristo! En ellas las aguas.
te da documentos importantísimos para todas las circunstancias P reludio 2.» Represéntate á Jesús andando sobre las aguas, y dirigiéndose adonde es­
taban sus Apóstoles trabajando.
de la vida. Si come, te dice cómo debes comer; si duerme, te dice
P reludio }.“ Pide la gracia de imitar la caridad de Jesús y la diligencia de los Após­
cómo debes dormir. Cansado de la predicación, entra en el mar, toles.
y échase en la popa del navio, y comienza á dormir; mas sin
dejar de conocer todo cuanto pasa en torno suyo. Su sueño es
inspirado por la necesidad, tomado de paso, y acompañado de P u n to l.° J e s ú s o b lig a á s u s A p ó s to le s á p a s a r el m a r , y
santos pensamientos. A sí debiera ser tu sueño. Mas, lo mismo fué Mandó Jesús á sus discípulos ' que entra­
É l s e q u e d a o r a n d o .—
dormirse Jesús, que levantarse una horrible tormenta, que puso sen en un navio y pasasen el mar de Tiberfades, y Él quedóse
en grande aprieto á sus discípulos. ¡Cuántas veces el Señor, en solo á orar en un monte, y luego se levantó una tormenta que
el navio de su Iglesia y del alma que le ama, hace del dormido, batía el navio. En estas palabras del Evangelista debes conside­
y permite que se levanten tempestades horribles, que pongan rar primeramente el amor que el Señor tenía á la oración, esco­
casi en peligro á una y á otra! No se separa de su compañía; giendo para ella lugares solitarios y el tiempo quieto déla noche,
pero parece que se esconde y no deja percibir los efectos de su ‘y dejando la compañía de sus discípulos, prolongábala casi hasta
presencia. Pero ¿qué hacer en este caso? ¿Desfallecer y entre­ la mañana con gran fervor. ¡Oh cuánto debieras tú orar por tu
garse á una loca desconfianza? Mira á los Apóstoles; corren á salvación, viendo este ejemplo de Jesús! Mira también cuánto
Jesús en cuanto conocen el peligro en que se hallan; manifiés- sintieron los Apóstoles el separarse de la compañía de su divino
tanle su necesidad; quéjanse amorosamente con Él, y el Señor, Maestro, pues San Marcos d ijo1: Coegit, que los forzó á pasar el
compadecido, y habiendo reprendido con suavidad su descon­ mar; porque quisieran ellos subir con Él al monte á orar, y estar
fianza, manda imperiosamente á los vientos y al mar, los cuales siempre en su compañía, como quien barruntaba que entrar sin
rendidamente se someten y obedecen á su voz. Vuelve sobre ti Él en el mar era cosa peligrosa; pero prevaleció la virtud de la
los ojos, y considerando este suceso, examina si imitas á Jesús obediencia, porque en todo ha de ser Dios obedecido, aunque‘Sea
en tu descanso, si desconfías de Él en las tribulaciones, si te va­ poniéndonos á grande peligro, dejando la oración retirada, por­
les del recurso de la oración, si tienes completa fe en su poder, que esto es dejar á Dios por Dios. Pondera el misterio de la
sabiduría y bondad. ¿Te remuerde la conciencia acerca de estos tempestad que en esta ocasión padecía-la nave de los Apóstoles.
puntos? ¿Cuál es tu comportamiento en las tribulaciones? ¿Cómo Otra vez se levantó la tempestad, estando Jesús durmiendo >en
procedes en tus oraciones? ¡Cuántas veces desfalleces, éinte­ el navio; esta vez, estando ausente, para probar más la fe de
riormente quizá te estás quejando de la providencia del Señor! ello s , viendo más lejos á su Maestro; y para significar que Cristo
Basta ya de desconfianza; no hagas tal injuria á Padre tan aman­ nuestro Señor suele ausentarse de los suyos cuanto al socorro
te; propón con decidida voluntad lo que debas corregir y enmen­ sensible de su g ra c ia , y dejarlos en grandes tribulaciones para
dar, y pide la gracia que para ello necesitas. probar su fidelidad. Y como van creciendo en la virtud, suelen
crecer las pruebas con tal modo de ausencia por los innumera­
bles bienes que resultan de ellas. ¡ Oh Maestro sapientísimo! Muy
bien hacéis todas las cosas, y por todo sois infinitamente digno
de alabanza ; si vuestra presencia nos alegra, vuestra ausencia
nos hace crecer en vuestro amor, viendo cuán pobres y misera­
bles somos sin Vos; permitidme que, ya presente, ya ausente,
seáis Vos el único tesoro de mi corazón. ¡ Oh alma! Aprende de
Jesús á amar la oración retirada, y de los Apóstoles á temer el
separarte de Él. ¿Qué sientes acerca de esto?

■ Matth., xiv , 2 2 . — * M ir e ., v i , 45. — > M a tth., v i d , 24.


2ÓS Serie prim era. — P ia ilum inativa.
' M cd. / 8 .— Tempestad en que Jesús anduvo sobre las aguas. 269
l'n n t o Sí.0 C o n d u c ta d e lo s d is c íp u lo s en la te m p e s ta d , y
so co rro d e J e s ú s . — Considera cómo, sobreviniendo la tempestad cipalmente, y conviene ponderarlas. La primera, para dar una
cuando los discípulos se hallaban en alta mar. no perdieron por muestra de su omnipotencia, significando de este modo el poder
que tenía sobre las aguas del m ar, y sobre las tribulaciones y
esto el ánimo, ni se estuvieron mano sobre mano, sino traba­
tempestades del mundo, y cómo era superior á todas y las tenía
jaban remando contra los vientos que les eran contrarios y
debajo los pies sin temor ninguno. Y por consiguiente, que si en
las furiosas olas que les embestían, por salvar su pobre navio y
el tiempo de su Pasión fué sumido debajo de las olas, atollado en
llevarle al puerto que les había señalado Jesús. Con lo cual te
el lodo del profundo1 , noera por flaqueza, sino por caridad,
enseñan que en las tentaciones y tribulaciones 110' has de amila­
con deseo de padecer por nuestro bien; pero de tal manera, que
narte ni estar ocioso, dejando el remedio á solo Dios, sino que
luego saldría de aquel abismo de tribulaciones como superior y
has de hacer de tu parte cuanto pudieres, aunque sea con traba­
vencedor de ellas. Otra causa fué para significar la virtud de la
jo, como quien rema á so la s, ejercitando las obras de oración y oración que había tenido en el monte, de la cual suelen salir los
penitencia lo mejor que pudieres, no-dudando que cuando el Se­ justos con tanto esfuerzo, que ni temen tempestades, ni se hun­
ñor sea servido y vea tu fidelidad, vendrá en tu socorro para den en ellas, sino con ánimo esforzado en la virtud de D ios, las
sacarte de la tribulación, al modo que el platero saca del crisol
acometen y son superiores á todas: y cuando temen los que están
el oro cuando ya está purificado y limpio, y como en esta ocasión en el navio, no temen ellos en medio de la. mar; porque la ora­
lo hizo Jesús con sus discípulos. Mira la caridad de este divino ción y confianza en Dios les da mayor seguridad, que todos los
Señor, el cual, aunque parece que está ausente, muy cierto es medios humanos á los que confían en ellos; y aunque estén en
que no se olvida de los suyos, antes está mirando su trabajo y medio de innumerables tempestades, y dentro del vientre de la
diligencia, y se agrada por una parte de verlos trabajar, y por ballena como Joñas 1 , orando, alcanzan que la ballena de la tri­
otra se compadece de verlos padecer. Por lo cual, aunque te bulación no les dañe, antes les ponga en el puerto con mucha
veas en el mar de este mundo y en la noche de este siglo, lleno de seguridad. ¿Temerás tú aún las tribulaciones que te afligen? ¿Por
obscuridades y combatido de tentaciones, has de tener gran con­ qué no pones tu confianza en Jesucristo tu Salvador? ¿Cómo no
fianza , porque tu Salvador está en el monte de esos cielos, abo­ acudes á la oración que te hace superior á ellas? ¡Oh dulce Je­
gando y orando por ti á su Eterno P a d re', y'mirando desde su
sús! Concededme que suba con Vos al monte alto de la oración,
trono tus trabajos, compadeciéndose de ellos y ayudándote, como
levantándome sobre mí mismo, para que en virtud de ella, con
á san Esteban, con su misericordia infinita, para que alcances la vuestra gracia, me levante sobre las aguas de las tentaciones y
corona eterna; y si se difiriera el socorro, no desconfíes, porque tribulaciones, sin ser oprimido de ellas.
. á su tiempo vendrá el remedio, el cual será tanto más eficaz y K p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuánto temían los Apóstoles se­
abundante, cuanto haya sido más deseado. ¡Oh Jesús mío amantí- pararse de Jesús! ¡ Con cuánto mayor gusto se hubieran quedado
sim o! Á ese monte altísimo donde estáis, á la diestra de vuestro con Él orando toda la noche en el monte! Mas Jesús lo manda, en
Padre, dirijo mis ojos, esperando que de ahí me ha de venir el cierto modo los fuerza y obliga, y ellos, sumisos, obedecen y en­
auxilio. Mirad desde ese lugar seguro el estado triste de mi alma; tran en el mar, aunque preven el peligro á que se exponen,
luchando estoy de día y de noche, en medio de este mundo, con para enseñarnos que cuando hay de por medio la voluntad de
innumerables enemigos. L as heridas que recibo cada día ponen Dios, no hemos de vacilar en exponernos, aunque sea á los ma­
en peligo mi v id a ; y si V os no me ayudáis, ellos prevalecerán yores peligros. ¡ Oh si consultásemos á esto y no al amor propio,
contra mí; miradme y compadeceos de mi necesidad.¿Seguimos á la vanidad y al afán de lucir! Sin duda no sucumbiríamos en
el ejemplo de los discípulos de Jesús en las tribulaciones, pe­ ellos; porque Jesús vendría en nuestro socorro, como en esta
leando con valor? ¿ Confiamos en la bondad de Jesús, nuestro ocasión lo hizo con sus discípulos. Se ha levantado la tempestad
Maestro? que barruntaban, el navio es furiosamente combatido, las olas
P o n t o 3.° J e s ú s a n d u v o s o b re l a s a g u a s , y e n d o a d o n d e amenazan hundirle; mas los discípulos no se acobardan, traba­
e s ta b a n s u s d is c ip u lo s .— Resuelto Jesucristo á tranquilizar á jan con firmeza, reman con valor, y hacen todos los esfuerzos
sus amados discípulos atribulados, abandonó el lugar de su ora­ para llegar al puerto, aunque sea peleando contra los vientos.
ción y se fué adonde ellos estaban, andando sobre las aguas. A sí debieras tú obrar en las tribulaciones. Mas ¿qué hará Jesús?
L as causas de este nuevo modo de andar sobre el agua como ¿ Se olvidará de sus amados discipulos? Lejos de esto, los mira
sobre tierra firme que en esta ocasión usó Jesús, fueron dos prin- desde el monte en donde ora, y compadecido de su necesidad,
• Rom., viii, 34 : 1 Joan., n, i . ■ Platal, l x v iii , 5- — - jor.ae, n. I .
270 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. j q .— Jesús es tenido p or fw t.ism a . 271

baja aceleradamente y comienza á caminar sobre las aguas. ¡ Oh rar tú, cuya debilidad tienes experimentada tantas veces ? Saca
poder infinito de Jesús! Para É l es el agua como tierra firme; Él también un firme propósito de no temer cuando no hay motivo
se pasea por los mares, y á su imperio cesan las más horribles para e llo , recordando que en donde está el espíritu del S eñ o r1,
tempestades. ¡ Oh eficacia de la oración, que de tal modo fortalece allí no hay encogimiento, sino libertad. ¡ Oh Salvador amorosí­
el alma flaca, y que así atrae los divinos auxilios , para que en simo ! Concededme q u e, arrojando de mí todo temor servil que
medio de las mayores amarguras no se hunda, sino que flote glo­ os desagrade, os sirva con espíritu de h ijo, temiendo más vues­
riosamente sobre ellas, haciéndose-á todas superior!; Quién, en tra ofensa que el castigo que por ella me podéis d a r , y sin que
vista de esto, no confiará en Jesús? ¿Quién no se aficionaráá me impida el serviros ningún respeto humano ni el temor de cosa
la oración que tales bienes produce? ¿Qué hemos hecho nos­ transitoria. ¿ Estamos nosotros convencidos de nuestra flaqueza?
otros ? ¡Cuán inconstantes somos en este útil y necesario ejerci­ ¿ Tememos lo que no debemos temer ?
cio! ¡ Y con cuánta frialdad la hacemos! No seamos ya más tibios P u n t o 55.° T r e s c la s e s d e h o m b r e s q u e j u z g a n d i v e r s a ­
m e n te a c e r c a d e lo s f a v o r e s d e D i o s .— Considera cómo hay tres
en cosa que tanto nos interesa; propongamos, dirijámonos a! Se­
ñor con súplicas fervorosas, pidiendo por nosotros y por todo el clases de personas que, tratando con Cristo, sienten diferente­
mente de Él y de sus cosas. Unas hay que tienen por Cristo lo que
mundo.
es solamente fantasma y sombra antojadiza, calificando sus sue­
79— JESÚS ES TENIDO POR FANTASMA. ños é imaginaciones por verdaderas revelaciones; y á sus pasio­
nes tienen por virtudes, pensando que su rabiosa ira es celo, y su
P reludio i .° , Viendo los discípulos que jesús venia á ellos sobe las aguas, temieren amor carnal, espiritual. Estos, por la mayor parte, son algunos
grandemente y dieron voces, diciendo: a Fantasma es >, y Jesús Ies tranquilizó. soberbios y presuntuosos que se fían mucho de su propio juicio;
P reludio 2.* Represéntate este mismo suceso, como si te hallaras presente.
y ora el demonio transfigurado en ángel de l u z o r a su amor
Preludio 3.« Pide la gracia de conocer los espíritus y no padecer ilusiones.
propio, ora su imaginación con sus ardides, invenciones y fala­
cias, les hacen caer en ilusiones que no pocas veces les conducen
P u n t o l.° V a n o te m o r d e lo s d i s c í p u l o s — Viendo los dis­
á la perdición. Otras hay, por el contrario, que tienen por fan­
cípulos que hacia ellos venía Jesús, andando sobre las aguas,
tasma á lo que verdaderamente es Cristo, á la virtud por pasión
comenzaron á temer grandemente, y dieron voces, diciendo:
y á la buena inspiración por antojo de su propio espíritu. Esto,
«Fantasma es 1». En lo cual has de considerar cuán grande es la
aunque suele acontecer entre gente escrupulosa y melancólica é
flaqueza y miseria humana , que mientras parece ser muy fuerte
ignorante, sucede también algunas veces entre gente aprove­
para desafiar y vencer enemigos poderosos, desfallece y se aco­
chada, como se ve aquí en los Apóstoles, sobre todo en tiempos
barda delante de lo que sólo es enemigo imaginario , siendo real­
de tentaciones y borrascas, permitiéndolo Dios para prueba de la
mente el mayor am igo; así ves á los discípulos del Señor, que no
humildad y virtud, porque entonces es más terrible la tentación,
daban voces con la furia de la tempestad, y las dieron de miedo
cuando el alma imagina que es nuevo engaño lo que Dios envía
por un antojo, precisamente cuando debían darlas de gozo y ale­
por su remedio. Ambos extremos son viciosos, porque si es
gría. Muchas veces te ha sucedido que con la virtud de Dios has
malo tener á Cristo por fantasma, no lo es menos tener á la fan­
hecho rostro á grandes peligros y dificultades, y al poco tiempo,'
tasma por Cristo ?. Y así la tercera clase de personas están en el
con gran pusilanimidad y cobardía, te has espantado de peligros
buen camino, siguiendo el consejo de san Juan4, que dice: «No
insignificantes y antojadizos. ¿Cuándo llegarás á conocer y á con­
creáis á todo espíritu, sino probad y examinad los espíritus si
vencerte que nada eres de ti mismo ? Pondera cuán perjudicial es
son de Dios». Y este examen se ha de hacer por medio déla ora­
la pasión del miedo cuando arrastra el entendimiento ; porque le
ción , humildad, consejo y reflexión imparcial. ¿A cuál de estas
hace tener por fantasma lo que es realidad, por defectuoso lo santo,
clases perteneces? ¿Cómo pruebas los movimientos interiores?
por imperfecto lo perfecto. Y á tal extremo llega algunas veces
¡ Oh Maestro celestial, verdadero ponderador de los espíritus!
esta pasión, sobre todo en algunos escrupulosos y pusilánimes,
No permitáis que os haga tal agravio que llame fantasma á lo
que vienen á cometer desobediencias ú otras faltas verdaderas
que es Dios, y Dios á lo que es fantasma; ilustradme con vuestra
y manifiestas por el vano temor de caer en algunos defectos pu­
divina luz, para que pueda discernir entre uno y otro, y ayu­
ramente imaginarios. De todo lo cual debes sacar grande descon­
dadme con vuestra gracia, para que siempre siga los ímpetus del
fianza de tus propias fuerzas, porque si los discípulos del Señor
espíritu bueno, y aborrezca los del malo.
experimentan tal flaqueza sin causa fundada, ¿qué puedes espe­

> Matth., xiv, 26. 1 XI Cor., ni, 17. II Cor., xi, 14. — 5 S. Greg. — 4 I Joan., iv, t.
270 Serie prim era.— ¡fia ilum inativa. Med. 79.— Jesús es tenido por fantasm a. 271

baja aceleradamente y comienza á caminar sobre las aguas. ¡ Oh rar tú, cuya debilidad tienes experimentada tantas veces ? Saca
poder infinito de Jesús! Para Él es el agua como tierra firme; Él también un firme propósito de no temer cuando no hay motivo
se pasea por los mares, y á su imperio cesan las más horribles para e llo , recordando que en donde está el espíritu del Señor 1,
tempestades. ¡ Oh eficacia de la oración, que de tal modo fortalece allí no hay encogimiento, sino libertad. ¡ Oh Salvador amorosí­
el alma flaca, y que así atrae los divinos auxilios . para que en simo ! Concededme q u e , arrojando de mí todo temor servil que
medio de las mayores amarguras no se hunda, sino que flote glo­ os desagrade, os sirva con espíritu de h ijo , temiendo más vues­
riosamente sobre ellas, haciéndose á todas superior!; Quién, en tra ofensa que el castigo que por ella me podéis d a r , y sin que
vista de esto, no confiará en Jesús? ¿Quién no se aficionaráá me impida el serviros ningún respeto humano ni el temor de cosa
la oración que tales bienes produce? ¿Qué hemos hecho nos­ transitoria. ¿Estamos nosotros convencidos de nuestra flaqueza?
otros ? ¡Cuán inconstantes somos en este útil y necesario ejerci­ ¿ Tememos lo que no debemos temer?
cio! [ Y con cuánta frialdad la hacemos! No seamos ya más tibios P u n to 2.° T r e s c la s e s d e h o m b r e s q u e j u z g a n d i v e r s a ­
m e n te a c e r c a d e lo s f a v o r e s d e D i o s — Considera cómo hay tres
en cosa que tanto nos interesa; propongamos, dirijámonos al Se­
ñor con súplicas fervorosas, pidiendo por nosotros y por todo el clases de personas que, tratando con Cristo, sienten diferente­
mundo. mente de Él y de sus cosas. Unas hay que tienen por Cristo lo que
es solamente fantasma y sombra antojadiza, calificando sus sue­
79,— JESÚS ES TENIDO POR FANTASMA. ños é imaginaciones por verdaderas revelaciones; y á sus pasio­
nes tienen por virtudes, pensando que su rabiosa ira es celo, y su
Preludio i .° , Viendo los discípulos que Jesús venia á ellos sobre las aguas, temieron amor carnal, espiritual. Estos, por la mayor parte, son algunos
grandemente y dieron voces, diciendo : t Fantasma es 1, y Jesús les tranquilizó.
soberbios y presuntuosos que se fían mucho de su propio juicio;
P relu d io 2.° Represéntate este mismo suceso, como si te hallaras presente.
y ora el demonio transfigurado en ángel de lu z *. ora su amor
P r elu d io 3.» Pide la gracia de conocer los espíritus y no padecer ilusiones.
propio, ora su imaginación con sus ardides, invenciones y fala­
P u n t o l.° V a n o te m o r d e los d is c ip u lo s ,—Viendo los dis­ cias, les hacen caer en ilusiones que no pocas veces les conducen
á la perdición. Otras hay, por el contrario, que tienen por fan­
cípulos que hacia ellos venía Jesús, andando sobre las aguas,
tasma á lo que verdaderamente es Cristo, á la virtud por pasión
comenzaron á temer grandemente, y dieron voces, diciendo:
y á la buena inspiración por antojo de su propio espíritu. Esto,
«Fantasma es '». En lo cual has de considerar cuán grande es la
aunque suele acontecer entre gente escrupulosa y melancólica é
flaqueza y m iseria humana , que mientras parece ser muy fuerte
ignorante, sucede también algunas veces entre gente aprove­
para desafiar y vencer enemigos poderosos, desfallece y se aco­
chada, como se v e aquí en los Apóstoles, sobre todo en tiempos
barda delante de lo que sólo es enemigo imaginario, siendo real­
de tentaciones y borrascas, permitiéndolo Dios para prueba de la
mente el mayor am igo; así ves á los discípulos del Señor, que no
humildad y virtud, porque entonces es más terrible la tentación,
daban voces con la furia de la tempestad, y las dieron de miedo
cuando el alma imagina que es nuevo engaño lo que Dios envía
por un antojo, precisamente cuando debían darlas de gozo y ale­
por su remedio. Ambos extremos son viciosos, porque si es
gría. Muchas veces te ha sucedido que con la virtud de Dios has
malo tener á Cristo por fantasma, no lo es menos tener á la fan­
hecho rostro á grandes peligros y dificultades, y al poco tiempo,
tasma por Cristo >. Y así la tercera clase de personas están en el
con gran pusilanimidad y cobardía, te has espantado de peligros
buen camino,siguiendo el consejo de san Juan«, que dice: «No
insignificantes y antojadizos. ¿Cuándo llegarás á conocer y á con­
creáis á todo espíritu, sino probad y examinad los espíritus si
vencerte que nada eres de ti mismo ? Pondera cuán perjudicial es
son de Dios». Y este examen se ha de hacer por medio de la ora­
la pasión del miedo cuando arrastra el entendimiento; porque le
ción, humildad, consejo y reflexión imparcial. ¿ Á cuál de estas
hace tener por fantasma lo que es realidad, por defectuoso lo santo,
clases perteneces? ¿Cómo pruebas los movimientos interiores?
por imperfecto lo perfecto. Y á tal extremo llega algunas veces
¡Oh Maestro celestial, verdadero ponderador de los espíritus!
esta pasión, sobre todo en algunos escrupulosos y pusilánimes,
No permitáis que os haga tal agravio que llame fantasma á lo
que vienen á cometer desobediencias ú otras faltas verdaderas
que es Dios, y Dios á lo que es fantasma; ilustradme con vuestra
y manifiestas por el vano temor de caer en algunos defectos pu­
divina luz, para que pueda discernir entre uno y otro, y ayu­
ramente imaginarios. De todo lo cual debes sacar grande descon­
dadme con vuestra gracia, para que siempre siga los ímpetus del
fianza de tus propias fuerzas, porque si los discípulos del Señor
espíritu bueno, y aborrezca los del malo.
experimentan tal flaqueza sin causa fundada, ¿qué puedes espe­

> Matth., xiv, 26. « IICor., ni. 17. — » II Cor., xi, 14. — JS . Grog. — 4 I Joan., 1», 1.
2 '2 Serie p rim era .— V ia ilum inativa. M ed. 8 o .— Jesús perm ite i san Pedro andar sobre las agitas 273
P i n i t o 3 .° J e s ú s tr a n q u iliza d los Apóstoles. — Oyendo g ra nos debiera entristecer! L os discípulos tienen á Jesús por
Jesús los clam ores de los A p ó sto les, luego les habló, y dijo 1: fantasm a, arrastrados por un excesivo miedo. A s í yerran los
«Confiad, y o so y; no temáis». A qu í debes considerar cuán propio hombres acerca de las cosas de Dios. Unos tienen por realidad y
es de la clem encia de C risto nuestro Señor el consolar luego á los verdad y cosa celestial lo que es puro fantasma; otros tienen por
afligidos-, m anifestándoseles por medio de algunas palabras que fantasma lo q u e es real y verdadero; pocos son los que tienen
les habla al corazón, y m oviéndoles á verdadera confianza; de siempre un juicio recto d é la s cosas divinas; porque pocos son
los que examinan los espíritus con aquelia humildad, prudencia,
manera que, quitado todo tem or vano, sientan en su alma tales
discreción y desprendimiento del amor propio que son tan nece­
afectos, que por ellos conozcan la verdad de aquella palabra: «Yo
sarios para no errar. ¿Cómo nos portamos nosotros? ¿Tememos
soy», y con ella logren com pleta p a z , conociendo que es palabra
padecer errores perjudiciales? £n este caso, la oraciónes el medio
del mismo Cristo. Pondera lo que pasa en el corazón humano
más eficaz pará salir de dudas y ansiedades. Jesús, cuando quiere,
cuando Cristo nuestro S eñ o r le visita y habla, dándole á enten­
se da á conocer con tal claridad y certidumbre, su voz es tan
der por algunas señales interiores quién es el que le habla; por­
c la ra , poderosa y distinta de la voz humana, que no puede menos
que, como cada hombre tiene cierto modo de hablar, por el cual
de reconocerla el que ¡a oye en su corazón. Diciendo: «Yo soy»,
le conocen los que conversan con é l, y le diferencian de otros,
puede calm ar instantáneamente al espíritu más agitad o, así
así los santos * dicen de nuestro Señor, que tiene tal modo de como conturbar a l hombre más valiente, que alardea de ser ene­
hablar al corazón, con tal dulzura y paz y plenitud de virtudes,
migo suyo. T an grande es su poder y tal la eficacia de su pala­
que representan su divin id ad , y se da bien á conocer que es buen bra. ¿Por qué no confiamos en Él? ¿Por qué no acudimos á Él en
espíritu el que habla, porque el malo no puede ni atina á hablar nuestras dudas? ¿Qué haríamos si la muerte estuviese á las puer­
con tal modo de sabor. E sto m uestra el Señor con la omnipoten­ tas de nuestra alma? Decidámonos, por fin, á confiaren la sabidu­
cia de su qalabra, porque en un momento trueca el corazón de ría, bondad y poder de Jesús, y para que a s ilo verifiquemos,
tímido en confiado, de triste en alegre,, de turbado en sosegado, formemos los propósitos oportunos, acudiendo al Señor nos asista
de duro en blando, de seco en devoto, de afligido con varias ten­ con su gracia para cum plirlos, y remedie todas las necesidades.
taciones de carne ó vanidad y codicia en quietó con los afectos
contrarios. ¡Oh cómo disipa las tristezas}'turbaciones la voz del
80.— JESÚS PERMITE Á SAN PEDRO ANDAR SOBRE LAS A6UAS.
Señor, cuando habla al co razó n ! Mas como el hombre, con una
misma palabra dicha de distinto modo, muestra enojo para es­ P reludio i .* Viendo san PedroáJesús, quiso irá É i, endando también sobre el agua;
pantar ó blandura para r e g a l a r , así Cristo nuestro S e ñ o r, con mas habiendo dudado, comenzó á hundirse; Jesús le tomó de la mano, y subieron al navio.
esta misma palabra, « Y o s o y », obra contrarios efectos en con­ P reludio 2.® Represéntate con viveza este suceso.
trarias personas, porque á s u s discípulos con ella quitó el miedo, •Preludio }.» Pide b gracia de imitar b fervorosa caridad de san Pedro.
y á sus enemigos en el h u erto con la misma espantó de tal modo,
que dió con ellos en tierra *. Y del mismo modo procede ahora, P u n t a 1.* P edro pidió á J e s ú s que le dejase ir sobre la s
porque á los justos da paz y go zo espiritual, para alentarles en aguas.—Considera cóm o P ed ro , oyendo las palabras con que
su servicio, y á los p ecad o res atemoriza con reprensiones, ame­ Jesús había consoladoásus discípulos, dijo •: «Señor, si T ú eres,
nazas y espantos para que sa lg a n del pecado. ¿Por qué no con­ mándame venir á T i sobre las aguas». En cuyas palabras se
fías en un Señor que puede consolarte con tanta facilidad? ¿ Por apuntan cincopropiedadesdela verdadera caridad, por las cuales
qué no acudes á Él en las tristezas? ¡Oh D ios omnipotente, que se diferencia el fervor verdadero del falso. L a prim era, es tener
sois el que sois! Decid á m i alm a Yo soy, manifestándolo y ha­ grande luz y estima del Señor y de las grandezas que encierra
ciéndola sentir los efectos d e vuestra dulce presencia, para que la palabra «Y o soy ••, las cuáles penetró san Pedro con divina
con ella cesen todos sus v a n o s tem ores, y se enciendan sus fer­ ilustración, y asiendo de ella, d ijo , no dudando, sino afirmando;
vorosos deseos, poniéndolos p o r o b ra , para gloria vuestra. «Señor, si T ú eres....», que fué d ecir; «Pues tú eres la misma
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ C uán grande es la cobardía y mi­ bondad y caridad, muestra conmigo ser el que eres, dando testi­
seria del hombre! L o s A p ó s to le s , que con tanto valor luchan monio de quién eres». L a segu n d a, es tener grandes ansias de
contra la deshecha tem p estad, se llenan de miedo y pavor al divi­ que Dios le mande algo en que muestre el amor que le tien e, di­
sa r á Jesús, que viene á e llo s andando sobre las aguas. ¡Cuántas ciendo : «Mándame», porque esclavo tuyo soy; aparejado estoy
veces lo que nos entristece debiera alegrarnos, y lo que nos ale­
> Matth., xiv, 28.
* Matth., xiv, 2 7. — * Greg. , August. , Diadocus. — 5 Joan., xvm , 6 . 18
274 S«/í« p rim era.— y ia ilum inativa. M ed. 8 0 .— Jesús permite a san Pedro andar sobre lat aguas. 275
á obedecerte; tengo por gran favor que me mandes algo; manda sobre las aguas como sobre tierra firm e, y de allí levantasen el
lo que quisieres, que yo te obedeceré.» L a tercera, es tener entra­ espíritu á creer y confiar que también era poderoso para hacer
ñable deseo de estar junto á su amado, pareciéndole larga cual­ que anduviesen sobre los basiliscos y escorpiones 1, y hollasen
quier dilación, y deseando no caminar al paso ordinario, y por los leones y dragones sin recibir daño de ellos. Pondera ya cómo
esto dijo san P e d ro : «Señor, si T ú eres, mándame ir á T i sobre san Pedro, en oyendo la palabra de Cristo nuestro Señor, sin
las a gu a s»; y no dijo esto por vanidad ó por pedir milagros, dilación y sin temor salió de su navio y comenzó su viaje, ca­
sino llevado del fervoroso deseo de estar junto á su Maestro. La minando hacia donde estaba Jesús con deseo de acercarse á Él,
cuarta, es ofrecerse confiadamente á cosas que exceden sus fuer­ para que por aquí entiendas la presteza y confianza con que has
zas , y aun parecen imposibles á su flaca naturaleza, porque no de ejecutar todo lo que fuere voluntad de Cristo, y cumplir los
mide sus deseos con las propias fuerzas, sino con las de Dios. Y propósitos y ofrecimientos que has hecho de su servicio, no
por esto san Pedro se ofreció á echarse en el mar tempestuoso, dudando de arrojarte á cualesquier peligros en virtud de su pala­
pareciéndole que en virtud de su Maestro andaríasobre las aguas bra, pues todas las cosas podrás en el Señor que te conforta
como Él andaba, sin ser anegado de ellas, porque la encendida 1 Oh si imitases la prontitud de san Pedro en cumplir tus propósi­
caridad no teme ser anegada de las aguas de las tribulaciones, to s ! ¿No te arguye la conciencia de algún descuido en esto ? ¿ Qué
como se dice en el libro de los Cantares !. Finalmente: aunque la harás en adelante? ¡Oh poderosísimo Jesús! D eseosa está mi
caridad es fervorosa, no es precipitada ni tem eraria, sino pru­ alma de ir tras V os. siguiendo vuestra vida, y de ir á V o s para
dente y reportada, ni se arroja á más de lo que puede sin licen­ gozar de vuestra gloria. D ecidla, Señor, esta palabra, v en , por­
c ia , mandato é inspiración de D ios, en quien confía, como san que en virtud de ella todo le será fácil. pues al que confía en V o s
Pedro no se arrojó en el mar hasta que Cristo se lo mandó. ¡Oh todo le es posible.
dulcísimo Maestro I Entradme en la bodega de vuestros vinos P n n t o S.° P edro v acila y s e h u n d e; pero J e s ú s le da la
preciosos *, y ordenad en mí la caridad con las cualidades que la mano.—Viendo Pedro la furia de los v io lto s, tem ió; y comen­
disteis á este santo A p ó s to l, para que el fe rv o r, ni por el desor­ zando á hundirse, dió voces, diciendo: <Señor, salvadm e*. Y al
den me despeñe, ni por el mucho miedo se menoscabe. ¡Oh alma! punto, tomándole C risto por la m ano, le dijo: «Hombre de poca
Mira,que tu caridad ha de ser ilustrada, deseosa de obedecer y fe, ¿por qué dudaste?» Y entrando en el navio, cesó el viento, y
de estar junto al Am ado, confiada y prudente. ¿Tiene estas cuali­ se halló la nave en el puerto. En todo este'hecho debes ponderar
dades ? primeramente, que Jesucristo permitió este tem or en Pedro, por­
P u n t o a .° J e sú s accedió A la súplica del Apóstol. -Consi­ que después no se envaneciese. y para que reconociese que toda­
dera cómo Cristo nuestro Señor, aunque otras veces reprimió vía no tenía perfecta le,.pues quien tuvo ánimo p ara echarse en
el fervor de san P e d ro , esta vez se agradó de él y le concedió su el mar tempestuoso, temió después el viento que se levantó, por­
petición, diciendo : «Ven», porque procedía de verdadero amor que apartó los ojos de Cristo y los puso en el viento; y como
y con espíritu de resignación, y con grande confianza, no en sus faltó la confianza, faltó la consistencia, y comenzó áhundirse.
fu erzas, sino en las de Cristo ; y cuando las peticiones son de tal Pondera también que quien por obediencia de C risto, y fiado en
m anera, como proceden del Espíritu Santo, admítelas este Se­ su palabra, se arroja en los p elig ro s, no p erecerá ; porque, en
ñor, cuya propiedad es hacer la voluntad de los que le temen, y llam ándole, acudirá á darle la mano y librarle de ellos; pero si
oir las peticiones de los que le aman, cuando van ordenadas para en ellos te pones por tu propia voluntad, ó por vanidad y jactan­
muestras de amor. A l contrario: cuando en la noche d éla Pasión > cia, D ios te dejará de su mano en castigo de tu loco atrevimiento,
se ofreció el mismo A póstol á ir con Él á la cárcel y á la muerte, y perecerás como los sacerdotes M acabeos >, que por este fin
no le respondió «Ven», porque sabia que aquel ofrecimiento pro­ vano entraron en la batalla sin consejo. Observa cómo, entrando
cedía de soberbia y presunción de sí mismo, con algún desprecio Jesús en la nave, cesó el viento, para significar que las tentacio­
de sus com pañeros, anteponiéndose á e llo s ; antes le reprendió nes que se levantan en su ausencia cesan con su presencia, y con
y castigó por ello. Mas en esta ocasión concedió también Jesús á su auxilio llegará presto el navio de tu alma al puerto de salva­
san Pedro lo que pedía, para que sus discípulos viesen por expe­ ción. Mas espiritualizando este hecho, mira cómo en él se descu­
riencia con cuánta razón les había dicho: «Confiad, yo soy, no bre el estilo que tiene Cristo cuando llama á uno á la religión ó
tem áis»; pues era tan poderoso, que comma sola palabra, «Ven», d una grande empresa; al principio facilita los medios; después
podía hacer una cosa tan prodigiosa cual era andar un hombre permite borrascas y tentaciones; mas si el alma corresponde á su

> Caiit., vi», 7. — »Cant., 11, 4. — i Luc., xxh . 33. ■ Psalm. xc, 13. — «Philip., iv. 13. — 3 I Machab , v , 67.
276 Serie primera — y ia ilum inativa.

vocación, acaba el Señor por darle completa paz. Y por esto dijo Med. S i — Juicio de los hombre* acerca de Dios. 277
por un profeta ': «Yo la engañaré con la leche de mis consuelos,
y la llevaré á la soledad, y después la pondré en el valle déla 81.—JUICIO DE LOS HOMBRES ACERCA DE DIOS.
turbación, para que cobre nuevas esperanzas, y cante con ale­
gría, com osolía ensus principios». ¡Oh Amado mío! Engañadme P r e l udi o i .» Preguntando d Señor á sus discipulos qué decian de É! los hombres , con­
con este santo engaño, para que me libréis de los engaños del testaron : <1 Unos dicen que sois Elias , otros quejeremias....>
mundo; y cuando permitáis que me asalte la tribulación, haced P reludio 2 0 Represéntate á Jesús haciendo esta pregunta á sus discípulos.
que vuelva mis ojos á V os y con ferv o r pida vuestro auxilio, á lia P reludio 3.0 Pide la gracia de juzgar rectamente de Jesús.

de que con él llegue al descanso de la gloria. ¿Hemos acudido


á Jesús en nuestras tribulaciones? ¿Hemos desconfiado de su P u n to l.° Pregunta de J esú s acerca del ju ic io que de E l
palabra? form aban los hombres.— Viniendo Jesús al territorio de Cesárea
E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué caridad tan fervorosa ostenta de Filipo, preguntó á sus discípulos': «¿Quién dicen los hombres
san Pedro en esta ocasión! A penas o y e !a voz de Jesús, su amor que es Hijo del hombre? » Y . según san Lucas, hizo esta pregunta
no sufre dilaciones, y con un santo fervo r le dice: «Señor: pues habiendo estado primero á solas orando, para q u e se entendiese
Tú eres, mándame que vaya á Ti sobre las aguas». ¡Con qué cla­ que no la hacia por vana curiosidad, sino por necesidad ; y no
ridad conoce Pedro la bondad, poder y misericordia de su Maes­ para su p rovech o, sino para el nuestro. Pondera la causa princi
tro ! ; Qué deseo tan encendido tiene de s e rv irle ! ¡ Qué ansias por pal que movió á Jesucristo á hacerla, que filé para tomar ocasión,
acercarse á Él! Mas, aunque es confiadoy animoso, no es impru­ de dtir á sus discípulos con más claridad conocimiento verdadero
dente, no se arroja al agua hasta o ir el mandato del Señor. Estas de quién era, de cuyo conocimiento,comoÉl mism odijo’ , depende,
son las propiedades que debieran acom pañar á tu caridad. Jesús como de sem illa, nuestra salvación ; y también para enseñarnos el
la aprobaría, como aprobó en esta ocasión la de su discípulo; modo cómo nos hemos deaprovechar de los dichos de los hombres;
en otras ocasiones había reprimido el fervor de sanPedro, porque porque desear saber la opinión que tienen de nosotros, para fun­
procedía del amor propio ó iba acom pañado de é l ; mas esta vez, dar en ella la seguridad de nuestra vida, es gran y erro ; pues,
no sólo no le reprim e, sino que acced e á su petición, aunque tan como dijo san Pablo quien nos ha de juzgar es Dios, pero no es
osada, y le dice ven. Y al instante P ed ro salta del navio y comien­ malo querer saberla, para que, oyendo sus dichos, corrijamos lo •
za á andar hacia donde estaba Jesús. ¡Cuán confiados estarían malo que dijeren de nosotros, ó huyamos de ello para que no lo
los Apóstoles viendo el prodigio que por la palabra de su Maes­ digan co n verd ad ;y lo bueno que dijeren, procuremos ganarlo, si
tro se estaba realizando en su con discíp u lo! ¡ Cuán gozoso corre­ no lo tenemos, ó perfeccionarlo, si lo tu viérem os, y de esta manera
ría Pedro por aquel camino tan desusado! Mas ¡oh miseria los dichos de los hombres se convertirán en nuestro provecho.
humana! Pedro vacila, aparta los o jo s de Jesús para ponerlos en Mira también la humildad que resplandece en llamarse el Señor
el recio viento que se levanta, y principia á hundirse; clama al á s í mismo Hijo del hombre, que es nombre común á todos los
Señor, y Éste le toma de la mano, y juntos suben á la nave. ¡ Ah! hombres, vil y despreciado, dejando otros nombres muy glorio
Si en medio de las tribulaciones m ira s á Jesús, tendrás paciencia; sos con que se podía llam ar, enseñándole con este ejemplo á
mas si te fijas en ellas, te hundirás en la impaciencia. D irige tus humillarte y á tomar siempre los títulos más bajos y humildes
ojos á ti mismo: ¿tiene tu candad las propiedades necesarias? que pudieres, según tu estado, porque quien se humilla será
¿Eres animoso para el servicio del Señor? ¿Obedeces á su voz? ensalzado. Y así, Cristo nuestro Señor, llamándose á sí mismo
¡Cuánto distas de tener el fervor animoso y decidido de Pedro! Hijo del hombre, luego, por revelación del Padre, fué llamado
¡Qué de dificultades encuentras p a r a cumplir la voluntad del p or san Pedro Hijo de Dios. ¡Oh hijo de Dios vivo! Dadme la
Señor! Reflexiónalo bien; procura enm endarte , y para lograrlo, humildad que m ostrasteis, haciéndoos hijo del hombre, y abra
haz propósitos prácticos y p articulares, y ruega por ti y por todo zando las bajezas de los hijos de los hombres, para que por esta
el mundo. humillación llegue á la grandeza de Hijo de D ios, gozando de la
gloria que sus hijos gozan. ¡Oh alma! Aprende de Jesús á humi­
' Osee., 11, 14.
llarte y á indagar los juicios que los hombres forman de t i , no por
curiosidad. sino para aprovecharte de ellos, corrigiendo lo malo
y conservando y perfeccionando lo bueno. ¿ Ha sido esta tu
conducta ?

1 Malth., xvi, 13 — 1 Joan., xvii, 3. — s i Cor., iv, 4.


278 Serie primera.— Via ihuninatioa. M ed. 8 1 .— -Juicio Je ios hombree acerca de D ios. 279
P u n t o ü .° R espuesta d e los A p ostóles— Contestando los le quitan la divinidad, como la chusma del pueblo, que en Jesús
A póstoles á la pregunta de Jesucristo; dijeron: «Unos dicen que sólo veia á un hombre como el Bautista ó Elias; otros le quitan
eres Juan Bautista; o tro s, que E lia s ; otros, que Jeremías, ó uno la sabiduría, llamándole lo co , ó la santidad, llamándole sam ari­
de los profetas». E n lo cual debes ponderar, primeramente, la tano, ó el poder, ó la providencia. A s i obran los infieles, y aun
prudencia que en ella usaron los Apóstoles; porque, sabiendo que muchos que á sí mismos se llaman cristianos. Más frecuente es
los escribas y fariseos decían de Cristo nuestro Señor que era un v e r que muchos fieles, aunque, con la s palabras confiesan á C ris­
sam aritano, comedor y bebedor y amigo de publicanos *. y otros to, por su mala conciencia, con las obras dan testimonio que
muy grandes m ales, nada de esto respondieron, sino solamente tienen falsas aprensiones d e D ios y de É l, y yerran práctica­
lo que parecía honroso para.su M aestro; para que aprendas tú mente en su conocimiento, imaginando un D ios severo - im placa­
que los justos y prudentes no han de referir á otros los dichos de ble, y que quiere coger de lo que no sem bró; ó , al contrario, un
sus enem igos, porque ordinariamente son falsos, y no sirven sino Dios tan misericordioso, que todo lo disimula, aunque vivan como
de provocarles á ira é indignación contra e llo s ; y así es más cor­ quisieren; formándose, como dicesan Bernardo, un concepto tan
dura encubrírselos. y no andar en chismerías que ahogan la fra­ ajeno de la verdad de lo que h ay en D io s , que no es concepto de
terna caridad. Y quizá por esta causa no preguntó el Señor: D ios, riño de dios falso y de ídolo, que es nada en el mundo
¿ Quién dicen los escribas y fariseos que es el Hijo del hombre?, porque en él no h ay tal D ios que sea c ru e l. olvidadizo, inexora­
sino los hombres,esto es, la muchedumbre del pueblo. Reflexiona ble, aceptador de personas, disimulador de pecados, como ellos
también acerca de la respuesta de los A póstoles, cuán propio se imaginan. Finalm ente: algunos espirituales yerran también en
es de hombres, dejados á su miserable naturaleza, errar en el sus juicios acerca de D ios y de C risto , pensando que su espíritu
conocimiento de Dios y de Jesucristo, ó por cortedad de enten­ es solamente riguroso, áspero y penitente como él del Bautista,
dimiento , ó por la pasión que les ciega la lumbre de la razón, ó ó celoso y terrible contra los pecados como el de E lias, ó com­
por engaño del demonio, el cual procura quitarles este verdadero pasivo y lloroso por las m iserias del mundo como el de Jere­
conocimiento para tenerlos cautivos debajo de su tiranía con m ías, ó solitario y abstraído de los hombres como el de algunos
innumerables pecados, conforme al dicho del p rofetas: « Mi pue­ profetas; y , según este modo de pensar, quieren juzgar á los de­
blo fué llevado cautivo porque no tuvo cien cia », esto es, no tuvo m ás, obligándoles á ir por el camino que ellos siguen. Y éstos
verdadera fe y conocimiento de Dios y de las cosas que pertene­ yerran,porqu e el espíritu del Señor es uno y m últiple3, y con
cen á su servicio. Por lo cual has de compadecerte grandemente unos es penitente, con otros es solitario, y á cada cual guía por
de los ínfleles y de los ignorantes que yerran en esto, de los el camino que más le conviene. ¡Oh Sabiduría eterna, en quien
cuales dice san P ab lo ’ que muchos tienen ignorancia de Dios, y están recogidos todos los espiritas que han tenido los santos que
que quien ignora, será ignorado, porque Dios ni le conocerá por os sirvieron! Dadme aquel espíritu que más os agrade, y á cada
suyo, ni le aprobará para la vida eterna. ¡Erram os nosotros uno de vuestros escogidos aquel que m ás le convenga. Purificad
también en el conocimiento del Señor? ¿Procuram os imitar la mi entendimiento de erro res, para que os conozca como verda­
prudencia que en esta ocasión tuvieron los Apóstoles? ¡Oh Dios deramente sois, y os tenga dentro de mi corazón en la figura que
de las ciencias +1Compadeceos de nuestras ignorancias, y cum­ merecéis. ¿Qué dices tú , alma m ía, y qué sientes de Cristo?
plid la promesa que hicisteis, llenando la tierra de la ciencia de ¿Cómo juzgas de sus atributos, grandezas y espirita?
Dios A b rid los ojos á tantos ciegos, para que vean claramente E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué prudencia tan consumada des­
y conozcan que V os sois el Señor omnipotente, digno de todo cubre el Señor en la pregunta que dirige á sus discípulos! ¡Qué
honor y gloria. Noverim te , noverim me. Conózcam e para des­ humildad tan profunda! ¡Qué discreción tan admirable! E sta pre­
preciarme , y conózcaos para amaros y serviros eternamente. gunta podría proceder en el que la hiciera de un espíritu dudoso,
P u n t o 3 .° E rrores que los hombres padecen acerca de y para enseñarnos el modo cómo se han de escudriñar los espi­
D io s.— Considera, acerca de la misma respuesta de los Apósto­ rita s , no la hace sino después de haber gastado gran rato en la
les , cómo muchos yerran acarea de las cosas de D ios y de Cris­ oración á solas y en retiro. ¡ Oh si nos valiéram os de este medio
to , quitándole lo que tiene, no sólo en la p ráctica, sino aun es­ para examinar los espíritus! Entonces, no sólo nos aprovecha­
peculativamente ; porque, midiendo la s grandezas de D ios con la ríam os del modo que conviene de los juicios humanos, sino que
cortedad de su ingenio, ó con su juicio rendido á la p asito , unos tendríamos de Jesús un juicio recto y ajustado, y nosotros tam­
bién nos tendríamos en él sentido en que debem os, y nos llama-
» Matth., x i, 19. — » ls>¡., r , 13. — J I Cor., x», 34; xi», 38. — 4 I Ríg.. u , 3-
i lsa¡., x i, 9. * I Cor., v n , 4 .— » Sap., »11,22.
280 Serie primera,— P ia iluminativa. Med. 8 2 .— !lustre confesión de san Pedro. 281
riamos con los nom bres que nos corresponden según es nuestra á los judíos y esperado de las g e n te s; el R ey de I s r a e l, R ey de
miseria. ¡ Cuánto se y e rra en el mundo acerca del conocimiento reyes y Señor de señ ores: el sumo Sacerdote según el orden de
de D ios! Unos maliciosamente le usurpan los atributos que le Melquisedec 1 ; e l supremo P ro fe ta ; el Santo de los san to s*, un­
pertenecen y le son esenciales, y a quitándole la justicia, ya la gido del Señor con óleo de alegría sobre todos tus compañeros.
misericordia, y a la providencia. Otros, por ignorancia y debili­ T ú e r e s , no cualquier Cristo como los paros hombres, sino Hijo
dad. aunque en sus palabras confiesen á Jesucristo, con sus obras de D io s , no adoptivo , sino n a tu ra l, Hijo de Dios v iv o , el cual
niegan lo que con aquéllas afirman; confiesan su justicia, y obran por ser viv o tiene la obra m ás noble de los viv ien tes, que es
como si no la tu viese; confiesan su m isericordia, y se desesperan engendrar á sus sem ejantes; y así te engendró á T i , D ios viv o
como si de ella care cie se ; hablan de su providencia, ydesconfían como É l, y por consiguiente infinito, inm enso, eterno y todopo­
c o m o s ie n e ila no creyesen. ¿Eres tú, acaso, de esta clase de deroso , sabio y bueno y la mismá sabiduría y bondad. Todo esto
hombres? ¿Piensas com o ciertas personas espirituales, muy ape­ y mucho más penetró san Pedro con la luz del c ie lo . y lo con­
gadas á su propio p a recer, para quienes á Jesús sólo gusta aquel fesó con la boca con tal fe rv o r , reverencia y devoción , que se
espíritu que á ellas les guía? Si son amigas de soledad, creen hizo digno de soberana recompensa. Y nosotros. ¿qué pensamos
que sólo este espíritu le agrada; si amantes de la caridad y limos­ de Cristo y de sus atributos, grandezas y virtudes? ¿D am os tes­
na, piensan que sólo la limosna es el sacrificio acepto al Señor. timonio verdadero de É l? ¡ Oh Hijo de D ios v iv o ! Concededme tal
iQué espíritus tan cortos y mezquinos! Vigilem os para no dejarnos luz y tal viveza de fe, que todas mis palabras y acciones den tes­
seducir; y para e v ita rlo s, propongamos lo que sea conveniente timonio de quién V o s s o is ; no obre yo de tal m odo, que por mi
<5 renovemos los propósitos que tenemos hechos, pidiendo fuer­ causa sea vuestro santo Nombre blasfem ado; antes bien que sea
zas para cum plirlos y socorro para todos los males que nos buen olor de C r is to 5, manifestándose vuestra santidad y virtud
afligen. en mi cuerpo mortal.
P a n t o “i . 1 Alabanzas de J e s ú s á san P ed ro .— Oyendo Je­
82.— ILUSTRE CONFESIÓN DE SAN PEDRO. sús la fervorosa confesión de san Pedro, le respondió: «Bien­
aventurado eres, Simón, hijo de Joná, porque la carne y la san­
P kbludío i.° Preguntando Jesús á sus Apóstoles qué dedan de Él, respondió Pedro: gre no te reveló esto, sino mi Padre que está en los cielos». En
(Tú eres Hijo de Dios vivo »; por lo cual el Señor le alabó y premió. esta respuesta manifestó el Señor claramente lo mucho que se
Paatuoio 2.° Represéntate á san Pedro confesando á Jesús por Hijo de Dios. había agradado de la confesión de su A póstol; y así le honró,
Pkbiuoio 3 ° Pide viva fe de la divinidad de Jesucristo. llamándole primeramente bienaventurado. porque de este cono­
cimiento y confesión comenzó su buena d ich a, como también
P u n t o l.° P r e g u n ta del Señor y confesión de san Pedro. comienza la nu estra, por ser principio de la vida eterna y bien­
— Considera cómo Jesucristo, habiendo oído lo que de Él decían aventurada. Llám ale Simón, que quiere decir obediente. hijo de
los hombres, interrogó á los mismos A póstoles, no porque igno­ Juan, que significa gracia, ó de Joná. que quiere decir paloma,
rase lo que de É l se n tía n , sino para confirmarlos en la fe de su para significar que por esta confesión tan noble se había mos­
divinidad, y les d ijo : «Vosotros, ¿quién decís que Y o soy?» trado obediente á D ios, que se la r e v e ló , hijo de su gracia ó del
A esta p regu n ta, que se había dirigido á todos colectivamente, Espíritu Santo que se la inspiró; y en virtud de ella sería obe­
respondió sólo san Pedro; y a porque, como más fervoroso, era diente á la ley de gracia j- sería lleno del Espíritu Santo con
siempre el prim ero en todas las cosas que miraban á la honra de gran plenitud de sus divinos dones. D ícele. en tercer lu g a r , que
su divino M ae stro ; y a porque, como mejor dispuesto, fué ilus­ no le reveló esto la carne ni la sangre; porque ni esta fe ni los
trado por el S eñ o r con extraordinaria luz para que conociese bienes sobrenaturales que de ella proceden se pueden entender
las grandezas de C risto . L a respuesta del Apóstol fué 1: «Tú eres ni haber por herencia de los padres carnales, ni por industria ó
C risto, Hijo de D io s vivo». Pondera cada una de sus palabras. magisterio de los hombres de carne, ni por las fuerzas de la na­
Tú, que te llamas p o r humildad el Hijo del hombre; Tú, de quien turaleza humana, pues no somos suficientes para pensar cosa
dicen los hom bres que eres ei B austistaó E lia s; T ú , que eres sem ejante, sino toda nuestra suficiencia ha de ser de Dios «.
nuestro Maestro y nos has escogido por discípulos; T ú eres el Añádele que se lo reveló su Padre que está en los cielos, con lo
que e re s, y el m ism o ser esen cial, del cual depende todo lo que cual confirma que es Hijo de Dios v iv o , cuyo Padre está en los
existe. T ú eres el C risto de D io s , esto e s , el Mesías prometido
> Psalm. ctx , 4. — * Dan., ix , 24; Psalm. xuv , 8. — 3 11 Cor., 11, 15.
4 II Cor., 111, 3.
i M atth., x v i , 16.
28o S erie prim era.— V ía ilum inativa.
M ed. 8 2 .— Ilustre confesión de san Pedro. 281
riamos con ios nom bres que nos corresponden según es nuestra á los judíos y esperado de las g en tes; el R ey de Is r a e l, R ey de
miseria. ¡ Cuánto s e y e rra en el mundo acerca del conocimiento reyes y Señor d e señ o res: el sumo Sacerdote según el orden de
de D io s! Unos m aliciosam ente le usurpan los atributos que le M elquisedec1 ; el supremo P ro feta ; el Santo de los santos ’ , un­
pertenecen y le son esenciales, y a quitándole la justicia, ya la gido del Señor con óleo de alegría sobre todos tus compañeros.
m isericordia, y a la providencia. Otros, por ignorancia y debili­ T ú e r e s , no cualquier Cristo como los puros hombres, sino Hijo
dad, aunque en sus palabras confiesen á Jesucristo, con sus obras de D io s , no a d o p tivo , sino n atu ral, Hijo de D ios v iv o , el cual
niegan lo que con aquéllas afirm an; confiesan su justicia, y obran por ser v iv o tiene la obra m ás noble de los v iv ien tes, que es
como si no la tu viese; confiesan su m isericordia, y se desesperan engendrar á sus sem ejantes; y así te engendró á T i , D ios viv o
como si de ella c a r e c ie s e ; hablan de su providencia, y desconfían como É l, y por consiguiente infinito, inm enso, eterno y todopo­
como si en ella no creyesen. ¿Eres tú, acaso, de esta clase de deroso , sabio y bueno y la misma sabiduría y bondad. Todo esto
hombres? ¿Piensas com o ciertas personas espirituales, muy ape­ y mucho más penetró san Pedro con la luz del c ie lo , y lo con­
gadas á su propio p a re ce r, para quienes á Jesús sólo gusta aquel fesó con la boca con tal fe rv o r , reverencia y devoción , que se
espíritu que A ellas les guía? Si son amigas de soledad, creen hizo digno de soberana recompensa. Y nosotros. ¿qué pensamos
que sólo este espíritu le agrada; si amantes de la caridad y limos­ de Cristo y de sus atributos, grandezas y virtudes ? ¿ Damos tes­
na, piensan que sólo la limosna es el sacrificio acepto al Señor. timonio verdadero de É l? ¡ Oh Hijo de D ios v iv o ! Concededme tal
¡Qué espíritus tan cortos y mezquinos! Vigilem os para nodejarnos luz y tal viveza de fe, que todas mis palabras y acciones den tes­
seducir; y para evita rlo s, propongamos lo que sea conveniente timonio de quién V o s s o is ; no obre y o de tal modo, que por mi
ó renovemos los propósitos que tenemos hechos, pidiendo fuer­ causa sea vuestro santo Nombre blasfem ado: antes bien que sea
zas para cum plirlos y socorro para todos los males que nos buen olor de C r is to 5, manifestándose vuestra santidad y virtud
afligen, en mi cuerpo mortal.
P o n t » a . 3 Alabansas d e J e sú s á san P ed ro .— Oyendo Je­
82.— ILUSTRE CONFESIÓN DE SAN PEDRO. sús la fervorosa confesión de san P edro, le respondió: «Bien­
aventurado eres, Sim ón, hijo de Joná, porque la carne y la san­
P reludio i ,® Preguntando Jesús á sus Apóstoles qué decían de É l, respondió Pedro: g re no te reveló esto, sino mí Padre que está en los cielos». En
«Tú eres Hijo de Dios vivo »¡ por lo cual el Señor le alabó y premió. esta respuesta manifestó el Señor claramente lo mucho que se
Preludio 2.® Represéntate á san Pedro confesando á Jesús por Hijo de Dios. había agradado de la confesión de su A póstol; y así le honró,
P reludio 3.® Pide viva fe de la divinidad de Jesucristo. llamándole primeramente bienaventurado. porque de este cono­
cimiento y confesión comenzó su buena d ich a , como también
P u n t o 1.0 P r e g u n ta del Señor y confesión de san Pedro. comienza la nu estra, por ser principio de la vida eterna y bien­
— Considera cómo Jesucristo, habiendo oído lo que de É l decían aventurada. Llám ale Simón, que quiere decir obediente. hijo de
los hombres, interrogó á los mismos A póstoles, no porque igno­ Juan, que significa g ra cia, ó de Joná, que quiere decir paloma,
rase lo que de É l se n tía n , sino para confirmarlos en la fe de su para significar que por esta confesión tan noble se había m os­
divinidad, y les d ijo : «Vosotros, ¿quién decís que Y o soy?» trado obediente á D ios, que se la r e v e ló , hijo de su g ra cia ó del
A esta p regu n ta, que se había dirigido á todos colectivamente, Espíritu Santo que se la inspiró; y en virtud de ella serla obe­
respondió sólo san Pedro; y a porque, como más fervoroso, era diente á la le}' de gracia y sería lleno del Espirito Santo con
siempre el prim ero en todas las cosas que m iraban á la honra de gran plenitud de sus divinos dones. D ícele. en tercer lu g ar - que
su divino M a e stro ; y a porque, como m ejor dispuesto, iué ilus­ no le reveló esto la carne ni la sangre; porque ni esta fe ni los
trado por el S eñ o r con extraordinaria luz para que conociese bienes sobrenaturales que de ella proceden se pueden entender
las grandezas de C risto . L a respuesta del A póstol fue ■ : «Tú eres ni haber por herencia de los padres carnales, ni por industria ó
C risto , Hijo de D io s v iv o ». Pondera cada una de sus palabras. magisterio de los hombres de carne, ni por las fuerzas de la na­
T ú , que te llam as p o r humildad el Hijo del hom bre; Tú, de quien turaleza humana, pues no somos suficientes para pensar cosa
dicen los hom bres que eres ei B austistaó E lia s; T ú , que eres sem ejante, sino toda nuestra suficiencia ha de ser de Dios <.
nuestro Maestro y nos has escogido por discípulos; T ú eres el Añádele que se lo reveló su Padre que está en los cielos, con lo
que eres, y el m ism o ser esen cial, del cual depende todo lo que cual confirma que es Hijo de Dios v iv o , cuyo P adre está en los
existe. T ú eres el C risto de D io s , esto e s , él M esías prometido
1 Pialm. ctx , 4. — 1 Dan., ix, 24; Psalm. x u v , 8. — f II Cor., a , 15.
4 II Cor., m , 5.
■ Matth., xvi, 16.
28a Serie primera.— V ia iluminativa. Med. 8 2 .— Ilustre confesión de san Pedro. 283
c ie lo s, y revela estas verdades de pura gracia para gloria de su tu ra s, y la llave del poder para perdonar los pecados que impi­
H ijo y bien de los hombres. E l cual, por esta causa, es llamado den la entrada en el cielo. ¡Oh santo Apóstol! Gózome del nuevo
Padre de los hombres 1, porque de Él proceden todas las'verda- nombré que hoy os ponen, y de la nueva dignidad que os prome­
deras ilustraciones con que son conocidos Él y su Hijo, i Oh Pa­ ten. Sea para bien ser piedra fundamental de la Iglesia, espanta- .
dre celestial! Por el amor que tenéis íl este vuestro Hijo unigé­ ble á los demonios y llavero del cielo, amable á los ángeles y á
nito, os suplico ilustréis mi alma para entender lo que carne y los hombres. Suplicad al Señor, que os hizo piedra fundamental,
■ sangre no pueden alcanzar; y pues ninguno puede i r á vuestro me ayude á fundar mi vida sobre esta piedra. de modo que las
Hijo, si V os no le tra é isJ, traedm e, Señor, con las cuerdas de la puertas del infierno no prevalezcan contra mí. ¿V es, alma mía,
caridad, para que le obedezca como debo ; y siendo hijo de obe­ cuán bien recompensa Jesús á los que le honran? ¿Buscarás to­
diencia, lo sea también de vuestra gracia, que dais á los que davía agradar á los hombres con preferencia á Él? ¿No serás
están en caridad. ¿Nos hacemos dignos con nuestra obediencia de devoto del Sucesor de.Pedro?
que Dios nos revele sus secretos? ¿Somos dóciles en correspon­ E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Dichoso mil veces el Apóstol san
der á la divina gracia? Pedro, á quien se dignó D ios revelar el misterio de la divinidad
P u n t o 3 .° Prom esas de J e sú s d san Pedro.— Considera de Jesucristo, escondido desde todos los siglos 1 Jesús pregunta
aquí las promesas gloriosas y los grandes bienes que Jesús con­ á sus discípulos quién dicen que es Él. Y san Pedro, iluminado por
cedió á san Pedro en premio de su ilustre confesión. Primera­ extraordinaria luz yestim ulado por divino fervor, contesta por to­
mente le impuso un nombre glorioso, diciendo: «Tú eres PedFo»; dos: «Tú eres el Hijo de Dios v iv o ». Aunque te llames por humil­
como quien d ic e : Tú has dicho de Mí que soy Cristo Hijo de dad el hijo del hombre y te dignes conversar amorosamente con
Dios viv o ; pues Y o qviiero ahora cumplir la palabra que te di?, discípulos tan pobres y miserables como somos nosotros, no eres
de que te llamarías Cefas ó P e d ro , y así de hoy más quiero que menos que el Hijo de D ios divino. ¡Oh Pedro! Escucha el premio
te llam es Pedro. Y como los nombres que pone Cristo no son va­ inestimable que m ereciste con tu inspirada confesión. E s Jesús
cíos, sino llenos de la virtud que significan, así con este nombre quien te habla. Bienaventurado eres, Simón, hijo de Joná. Bien­
hizo á este Apóstol participante de las virtudes que significa el aventurado por la obediencia con que te has dejado guiar del di­
nombre de Pedro, derivado de piedra, que es C risto, haciéndole • vino E sp íritu ; bienaventurado, porque has alcanzado una g ra cia
semejante á sí mismo en lo que es ser piedra fundamental de la tan singular como el recibir tan alta revelación de mi Padre;
Ig le sia , y en fortaleza y constancia, y en las demás virtudes de bienaventurado por tu sencillez; bienaventurado por tu comuni­
esta piedra preciosa v fuerte. Luego le dijo: «Sobre esta piedra cación con mi Padre. D esde hoy tú eres Pedro y piedra por la
edificaré mi Iglesia» ; como quien d ice : Sobre t i , como sobre pie­ firmeza, consistencia y robustez; sobre ti se asentará mi Iglesia,
dra firme, fundaré mi Iglesia, dándote la dignidad'de cabeza y todas las potestades del infierno, reunidas no podrán derrocar
universal de todos los fieles; los cuales estribarán en ti y en tu á ella ni al fundamento sobre el cual se apoye. ¡Oh recompensa
confesión y viva fe , y sobre ella edificarán las casas de sus con­ infinita del Señor! Verdaderam ente paga como quien es. ¿Qué
ciencias, y tú los confirmarás y establecerás en la fe y religión, dices tú de Jesucristo? ¿Qué dicen de É l tus obras? S i le crees y
y en la obediencia á mi santa ley. En seguida añadió que será confiesas por Hijo de D ios, ¿por qué no le amas con todo tu co­
tan firme y sólido este edificio y piedra sobre que descansa, que razón? ¿Por qué no sigues sus consejos? ¿Por qué no temes SUS
aunque se abran de par en par las puertas del infierno, y salgan amenazas? ¿No oyes que te dice por un Profeta: S i yo soy tu Pa-
todos'los poderes infernales á com batirla, no prevalecerán con­ - d re , ¿dónde está el amor que me tienes? S i soy tu Señor, ¿dónde
tra ella. Y aunque las llu via s, vientos y ríos ■*de todas las perse­ está el temor que te inspiro? ¿No te conmueven estas sentidas pa­
cuciones del mundo y de la carne descarguen sobre esta casa, no labras? Mira á P ed ro , imítale en la f e , se fiel á su enseñanza, no
la derribarán, porque está fundada sobre la omnipotencia, sabi­ te apartes un punto de su doctrina y de la de sus sucesores; para
duría y protección de Cristo, que es piedra v iv a ;e l cual da esto haz eficaces y particulares resoluciones, y pide fuerzas para
firm eza á la piedra, que es Pedro, y á sus sucesores. Finalmente: cum plirlas, rogando al mism o tiempo por la Ig lesia , por el Sumo
le dió las llaves del reino de los cielos, para que lo abra y cierre á Pontífice y demás necesidades.
los hom bres; y estas llaves son la llave de la ciencia *, para de­
clarar las verdades que están encerradas en las sagradas Escri-

' Jacob, I, 17. — Jjcai., v i. 44; O^ee.. xi, 4. — J Joan., i, 42.


4 Matth., vil , 2 5 . - 5 L u c.. x i . 52.
M ed. 8 3 .— Transfiguración del Señor. 285
284 S e rit prim era.— V ia ilum inativa.
¿qué debes corregir y enmendar en ti? ¿Qué cosas has de prac­
ticar?
83. — TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR. P u n to Compañía que tuvo J estis en su transfigura­
ción.— Considera los compañeros que llevó consigo Jesús al
monte y el ejercicio de oración en que se ocupaba. L o s compa­
Preludio i .» Estando Jesús en un monte con ires de sus discipulos, se transfiguró, que*
dando sus vestidos blancos más que la nieve y resplandecientes como el sol.
ñeros fueron tres A p óstoles, los m ás fervorosos y m ás queridos; .
Preludio 2.« Represéntate á Jesucristo transfigurado. porque aunque D ios nuestro Señor quiere y ama á todos los
Preludio 3.» Pide la gracia de transfigurarte en otro varón. justos, pero á los fervorosos hace m ayores regalos; y si no llevó
á todos doce, fué porque se entienda que no á todos se hacen
estas mercedes extraordinarias; y quizá porque entre los doce
P u n t o l.° Tiem po y lu gar de la transfiguración.—Que­ estaba Judas, hombre malo y pervertido, y no convenía llevarle
riendo Jesús dar á sus A póstoles algún testimonio de la gloria á que gozase de tanto bien, ni dejarle á él solo para no infamarle.
que tenía encubierta debajo de su humanidad mortal y pasible, y P or donde se v e cuánto importa ser fervoroso en el am or de
de la que tendrían los que le sirviesen cuando con El reinasen; C risto, y cuánto daño hace un malo en una comunidad de buenos.
y para animarlos á llevar la cruz, y para que entendiesen que A dvierte también que el Señor hace estos favores á quien quiere
también en esta vid a da D ios á gustar los gozos de la gloria, y como quiere, y á veces por sus altos juicios los hace al menos
aunque de paso quiso transfigurarse delante de ellos, apare­ santo y deja á otro más santo, remitiendo todo el premio para la
ciendo con su rostro m ás resplandeciente que el s o l, y con sus otra vid a ; y así, no te has de desconsolar, aunque te vieres desecha­
vestiduras más blancas que la n ie v e '. A qu í será bien consideres do y otros son favorecidos con estas gracias soberanas.Pondera el
cómo el tiempo que para esto escogió fué en medio de su predi­ misterio que está encerrado en estos tres discípulos, por los cua­
cación, y seis días después que predicó á todos que llevasen su les se representan tres virtudes principales que acompañan á la
c ru z, y que prom etió que algunos de los presentes verían su oración levantada, en la que se hace la transfiguración del alm a;
gloria; para que v e a s que no tarda el Señor en cumplir las pro­ conviene á saber: fe v iv a y fervorosa, figurada por Pedro; es­
mesas que hace, y p ara que todos conozcan que la perfecta glo­ peranza fuerte, peleando con valor contra los enemigos d é la
rificación será después de los seis días de esta vida m ortal, al oración, figurada por Santiago, y caridad muy encendida y afec­
octavo de la resurrección general; pero todo el tiempo es poco tuosa, figurada por Juan; aunque siempre es m enester que
en respecto á la eternidad; p u es, como dice David ’ , mil años Cristo guíe y enderece con sus inspiraciones los afectos con
delante de Dios son como el día de ayer que y a pasó; ó, como que se verifica la transfiguración amorosa en Dios. E l ejercicio
dice san Pablo >, todo es un momento que apenas se puede per­ en que se ocupaba Cristo en el monte era la oración, para signi­
cibir. El lugar fué un monte alto y apartado , m uy acomodado ficar que en la oración se dan los regalos y favores del cielo , y la
para la oración, en señal de que estos favores no los hace Dios á oración alcanza la transfiguración del alm a, mudándola de terre­
las almas en lo público y en el bullicio y tráfago del mundo, sino na, en celestial: en la oración el alm a se levanta sobre sí misma,
en la soledad ■*y secreto del recogim iento, y cuando están muy su rostro se pone resplandeciente por la luz de las verdades, y sus'
apartadas de los afectos y cuidados terrenos, y levantadas ávida vestiduras, que son sus obras, aparecen blancas con purísimas
de gran p erfecció n , como Moisés y E lias no llegaron á contem­ intenciones. ¿Poseemos nosotros las virtudes que nos disponen
plar á Dios en lo p o b la d o , sino en un monte m uy apartado; con para la transfiguración espiritual? ¿Nos ejercitamos en la oración
lo cual debes anim arte á buscar esta soledad y alteza de vida, fervorosa y retirada que tal efecto produce? ¡O h dulcísimo
diciendo con David.* : «¡Oh quien me diese alas como de paloma Jesús! Concedednos que de tal m anera meditemos y contemple­
para volar y alejarm e á la soledad, esperando que allí me habla­ mos la gloria de vuestras virtudes, que quedemos transformados
rá Dios al corazón, y hallaré el descanso que deseo!» ¡Oh alma en ellas. Enseñadnos á orar con tanto espíritu, que seamos trans­
m ía! Levántate sob re ti misma, y procura que tu corazón sea figurados en la imagen de vuestra gloria.
como monte alto y apartado; monte por la perfección de tus P a n t o 3.° Modo cómo se verificó la transfiguración de
obras; alto, por la contemplación de las cosas eternas; apartado, J e sú s.—En este punto has de considerar el modo cómo se trans­
por la m ortificación de las cosas transitorias, para que guste figuró C risto nuestro Señ or, que fué dando licencia para que
Cristo de venir á t i, y transfigurarte por amor en sí. P ara esto, la gloria del alm a, que estaba como represada, sin derivarse al
cuerpo, saliese afuera y se le comunicase; y así quedó resplande­
• 1. — » Psalm. lxx íix . j . — > II Cor., iv, 17 .— « O sce.,u , 14. ciente como el sol, y aun mucho m ás, sino que no hubo cosa más
» Ps»lm. u v, 7.
286 Serte prim era .— Pía ilum inativa.
M ed. 8 4 .— Circunstancias, de la transfiguración. 287
resplandeciente á que compararle. Y de allí resultó que sus ves­
tanto necesitas! E l olvido de estos medios ha hecho que, después
tiduras quedaron blancas como la nieve, y su divino rostro lleno
de mucho tiempo de vida espiritual, todavía no te hayas cam­
de inefable hermosura, la m ayor, como dice D avid 1, que jamás
biado y continúes con los mismos defectos, con el mismo genio
hubo ni habrá entre los hijos de los hombres; Levántate sobre ti
indómito, el mismo amor propio v iv o , la misma rebeldía en los
mismo y contempla á este Jesús N azareo a, príncipe de los naza-
sentidos. -;Qué debes, pues, hacer? ¿Qué has de corregir? Míralo
reos, más rubicundo que el marfil, y m ás hermoso que el zafiro.
con cuidado y detenimiento, y después de conocido, haz firmes
M írale cuán glorioso ha aparecido en la presencia del Señor, con propósitos, y con fervor ruega por ti y por los demás.
la hermosura de que le ha vestido; tu Amado es hermoso más que
. la luna, resplandeciente más que el s o l, blanco y colorado, esco­
84.— CIRCUNSTANCIAS DE LA TRANSFIGURACIÓN.
gido entre m illares >, digno de todo amor y ternura. Despierta
también en tu corazón grandes afectos de alabanza y agradeci­
P reludio !.• Estando J«*iií transfigurado, apareciéronse Moisés y Elias gloriosos , y al
miento á Cristo nuestro Señor, por los muchos años que privóástí ver Pedro tanta grandeza y gloria, pidió quedarse allí para siempre.
cuerpo de tanta gloria por nuestra ca u sa , y también porque se la P reludio 2.* Represéntate este maravilloso suceso.
dió ahora á gustar, aunque por poco tiempo,, con propósito de qui­ P reludio 7.» Pide viva íe y encendidos deseas de la gloria.
társela para proseguir el negocio de nuestra Redención. ¡ Oh buen
Jesús! G racias os doy cuantas puedo., por el alivio que daisá P a n t o 1." Aparecieron M oisés y E lia s hablando con
vuestro afligido y maltratado cuerpo, haciéndole que pruebe la J esú s.— Estando Jesús transfigurado, apareciéronse Moisés y
dulzura de la ¡gloria que ha de gozar en la resurrección, antes E lias, también gloriosos, y hablaban con É l F u e r o n escogidos
que pase por los dolores y afrentas de la Pasión. P or aquí veo, estos dos grandes personajes, más que otros, porque se señala­
Señor, lo mucho que os debo, pues privasteis por tantos años á ron entre todos en la grandeza de la santidad; porque ambos fue­
vuestro santísimo cuerpo de tanta gloria, para que pudiera ser ron muy celosos por la observancia de la ley y por el bien de su
sacrificado en la cruz con tan grande ignominia. ¡Oh quién pudie­ p u eb lo : porque ambos ayunaron- como el Señor, cuarenta días %
se renunciar á todos los deleites y gozos perecederos de esta mi­ y en otro monte contemplaron la gloria de D io s ; y porque repre­
serable v id a , para padecer algo por vuestro infinito am or! sentaban la ley y los profetas que d a n testimonio de Jesucristo.
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán fiel y puntual es Dios en el Considera cómo vinieron estos dos santos con grande resplandor
cumplimiento de sus p rom esas! Ha soltado una prenda, ha ofre­ y majestad, y a porque así convenia para la honra de C risto, á
cido á algunos de sus A p óstoles que contemplarían su gloria; y quien venían á reconocer por su R ed en tor; y a para que se enten­
pocos días después toma aparte á P edro, Juan y Santiago, y diese que los santos han de ser semejantes á Cristo en la gloria y
subiendo con ellos á un monte alto, apartado y solitario, se trans­ majestad, como lo son en los trabajos é ignominias de esta vida.
figura delante de ellos, transmitiendo al cuerpo la gloria que esta­ ¡ Oh, qué contento recibirían estos santos en ver al que por tantos
ba como encerrada y escondida en el alma, y parándole más res­ años habían deseado y esperado! ¡Cómo le reconocerían por su
plandeciente que el s o l, más blanco que la nieve y más hermoso D ios y Salvador, y qué gracias le darían por haber venido á redi­
que el cielo. ¡Oh m ilagro estupendo del poder, sabiduría y bondad mirlos! Atiende también á lo que hablaban con Cristo nuestro
de Jesús! ¡ Oh consueto inefable para el alma que, afligida y agobia­ Señor, diciéndole el exceso que había de cum plir en Jerusalén,
da con el peso de la c r u z , camina penosamente por este valle de esto e s, su Pasión y muerte, la cual fué exceso de dolores é igno­
lágrim as! Jesús en su transfiguración te dice que aun en el mundo minias, y exceso de satisfacción por nuestros pecados, pues todo
puedes esperar, aunque transitoriamente, gozar de favores celes­ fué ex cesiv o , y mucho más de lo que nosotros m erecíam os, y
tiales; que para esto debes prepararte con el ejercicio asiduo de más de loque era necesario para nuestro remedio. D e esto hablaba
las virtudes de la fe, esperanza y caridad; y que si quieres trans­ Jesús aun en medio de sus m ayores gozos, para que aprendas que
figurar tu alma y cam biarla de terrena en celestial, de imperfec­ cómo É l mientras vivió no quiso tener un rato de puro descanso,
ta en perfecta, debes ejercitarte en la oración humilde, fervorosa sino mezclado siempre con trabajo, así en esta vida el gozar es
y retirada, apartándote del bullicio y tráfago del mundo, en donde para padecer, y se han de recibir los favores espirituales que el
el Señor de ordinario no concede estos favores. ] Oh si te pene­ Señor concede para adquirir fuerzas y sufrir m ayores tormentos
trases bien de la importancia de estas verdades! ¡Oh si ellas des­ por su amor. ¡Oh A m ador excesivo! D adm e que os ame como
pertasen en ti vivos deseos de la transformación espiritual que m e amasteis para que guste de padecer y hablar de ello como V os

* Pszlm. x l iv . 3 — *Tht«n., ív, 7. — iCsnt., v , 10. ■ Luc., ix, 30. — » Exod , xxxiv, 28 ; III Rcg., xix, 8.
288 S e rie prim era.— V ia ilum inativa.
Med. 8 4 — Circunstancias de la transfiguración. 289
gustasteis. ¡O h, si tod os mis consuelos se ordenasen á padecer
muy amado, en el cual me he agradado; oídle». T a l fué el modo
dolores é ignom inias con exceso! Aunque no será exceso, pues ,
m aravilloso con que el Padre y el Espíritu Santo se dignaron
todo será poco p a ra lo que yo merezco por mis culp as, y para lo
honrar al Hijo. E l Espíritu Santo le honró en figura de aquella
mucho que el S e ñ o r padeció por mí. ¿G ustas t ú , alma fiel, de nube, representando la lluvia copiosa de doctrina y ciencia, y la
padecer trabajos p o r Jesús? ¿ Imitas el c e lo , penitencia y oración abundancia de gracias y dones espirituales que se darían á los
q u eá Moisés y E lia s hicieron dignos de acompañarle en su trans­ hombres por Cristo; y aquella nube no era obscura, como anti­
figuración? guamente se mostraba Dios en nube y nieblas ■ , sino clara y res­
P a n t o 5t.° D e se o s de san P edro de hacer tres tabernácu­ plandeciente, para significar que y a cesaron las figuras, y vino
los y de quedarse en aquel m onte.— A l tiempo que Jesús se la verdad representada por ellas. E l Padre Eterno honró á su
transfiguró, estaban los Apóstoles gravados de sueño, y en des­ H ijo, repitiendo las palabras que había dicho al tiempo de ser
pertando, al v e r ta n ta g lo ria, dijo san P edro: «Señor, hagamos bautizado en el Jordán, como ratificándose en lo que había ma­
aquí tres tabern ácu los, uno para T i , otro para -Moisés y otro para nifestado de É l; pero aquí añade: « Oídle», como quien d ice: Oíd
Elias». A ce rca de lo cual debes considerar primeramente la dife­ lo que os enseña y manda; creedlo y cumplidlo, porqtie É l es
rencia que hay e n tre la oración de los fervorosos y la de los ti­ vuestro M aestro.no Moisés ni E lia s ,} ' es mi voluntad que le
bios , en la cual a q u é llo s se transfiguran y éstos se duermen. Es de oigáis. ¡Oh qué testimonio tan glorioso para Jesús! Pondera el
creer que los A p ó sto le s comenzarían la oración con J e sú s; mas temor que se apoderó de los Apóstoles al oir la voz del Padre: el
como se prolongase m ucho, ellos no pudieron vencer el sueño, y cual fué de manera que cayeron en tierra como muertos. Y si tal
como flacos y m isera b les se durmieron. ¡ Cuánta es la miseria del efecto produjo en sus corazones la vo z amorosa del P ad re, ¿qué
hombre, que, lejos d e ser más fervorosa su oración al fin que al hará en los réprobos la voz terrible del Juez, cuando ven ga á
principio, como d ic e el S a b i o h a c e lo contrario, principiando juzgar á todos, y castigarlos según sus o b r a s 2? O bserva, por ul­
con fervor y acabando con tibieza! Pondera luego la inmensidad t i m ó l a humildad de Jesús al encargar á s u s Apóstoles que á
de gozo que habrá e n la gloria, porque si una sola gótica de ella nadie dijesen lo que habían v isto , hasta después de su resurrec­
que recibió san P e d r o * bastó para sacarle de sí y no suspirar ción, con el fin de encubrir por entonces esta gloria que le habría
sino por quedarse a llí siempre, sintiendo que se fuesen Moisés y cabido, y quizá para que no fuese ocasión de estorbar su muerte.
E lias, y ofreciéndose á hacer tres tabernáculos para ellos, ¿qué ¡ Oh I ‘adre 1item o ! G racias os doy por el honor infinito que hacéis
será cuando D ios introduzca al alma en aquel gozo inmenso y á vuestro Hijo dando tan repetidos testimonios de su divinidad;
mar infinito de p la c e r e s y delicias soberanas? M ira, por fin, lo que concededme que oiga siempre sus enseñanzas, siga sus ejemplos
dice el E vangelista : que san Pedro no sabía lo que d e c ía ; parte é imite sus virtudes, para q u e, transfigurado aquí en su imagen,
por estar em briagado con la dulzura que sentía en su alma, y parte tenga la dicha de participar de su gloria. ¡ Oh alm a mía! ¿ O yes con
por el horror que te n ía á la muerte y padecimientos de Cristo, de docilidad á Jesucristo, como te manda el Padre Eterno?¿Qué caso
cuya plática no g u s ta b a , antes pretendía estorbarla, como ya lo haces de sus palabras? ¿Sigues sus consejos?
habla hecho antes; m as ni en una ni en otra ocasión sabía lo que E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Q ué gloria para Moisés y Elias!
d e c ía ; porque D io s tenía ordenado que Cristo m uriese, y porque Son elegidos para dar testimonio de Jesucristo, y á su lado-están
esta vida no es p a r a gozar, sino para padecer, y los consuelos de gloriosos y resplandecientes, y hablando dulcemente del exceso
la oración-no son p a ra quedarse en ellos , sino para alentarse de amor á que se ha de entregar en Jerusalén. Bien les paga y a
con ellos á los tr a b a jo s de la pasión. ¿No te alentarás á padecer el Señor el ayuno de cuarenta días que hicieron en el desierto;
viendo las g ran d ezas de la gloria? ¿Seguirás á san P e d ro , mos­ los trabajos que sufrieron para promulgar y defender su l e y , y
trando repugnancia á la cruz? ¡Oh dulce Jesús! Concededme el celo que tuvieron por el bien de su pueblo. G ozad, ¡oh ilustres
que ame lo que V o s am áis, y guste de lo que V os gustáis,}' que santos!, de tanta gloria, y enseñadnos á practicar las virtudes
mi gusto sea con la s . dulzuras quem e diereis en el Tabor, ani­ que os han hecho dignos de ella. Mas, ¡ a y !; si entramos dentro de
marme á estar con V o s en el monte Calvario. nosotros mismos, quizá nos hallemos tan llacos y más que los
JP anto 3 .° E l P a d r e Eterno da testim onio de J e s ú s , y los Apóstoles. Empiezan con Jesús la oración, y mientras Él se
Apóstoles se a s u s ta n . — Considera cómo, mientras decía san transfigura, ellos se duermen; y al despertar y contemplar la ad­
Pedro las palabras referidas, una nube muy resplandeciente los mirable visión que se les presenta, en vez de confundirse y hu­
c e rcó , y de la n u b e salió una voz que dijo ’ : «Este es mi Hijo m illarse, se engolosinan tanto con ella, que san Pedro, no pen-

1 Eccles , vil, 9. — = S. Auguit. ¡n solí!. — j Ntitth.. xvit, 5. ■ Exod., xxiv, 18. — » Roin., 11,6.
*9
¿9 o Serte prim era.— V ia ilum inativa. MeJ. 8 5 .— Petición de los hijos del Cebedeo. 291

sánelo y a en el oficio que el Señor le ha encargado, sin saber lo para pretensiones de honra; y a sí, estos A póstoles, no sólo se
que h ab la , sólo trata de idear un medio de quedarse para siem­ unieron los dos para hablar á C risto, sino que, para obtener más
pre en aquel monte. ¡ Oh Pedro! Xo penséis tanto en disfrutar de eficazmente lo que pedian, obligaron á su madre á que ella hi­
la vista de vuestro Maestro glorioso, cuanto en oir su voz, que ciese la demanda, después de haberle adorado profundamente.
no c e s a , ni aun en medio de sus g lo rias, de hablar de trabajos. En todo lo cual se v e con cuánta razón D a v id 1 llama á este vicio
Esto os dice el Padre Eterno, y esto mismo es lo que nos encarga negocio que anda en tinieblas; porque él es mal s u til, ponzoña
á todos. Felices nosotros si ahora seguimos este encargo; llegará se c re ta , peste oculta, tramadora de engaños, madre de la hipo­
undta que gozarem os de su gloriosa vista. ¿Qué nos dice Jesu­ cresía, fuente de la envidia, origen de los vicios, polilla de las
cristo? ¿ Qué preceptos y consejos nos da? ¿ Cómo los cumplimos? virtudes y gusano destructor de la santidad. ¿Somos nosotros am­
Si ahora tuviésemos que presentarnos ante el Padre, podríamos biciosos? ¿Deseamos puestos elevados?¿Sentim os ser pospuestos
decirle: ¿Hicimos lo que nos mandasteis? ¡Cuánto más diligentes á los demás? ¡Oh humildísimo Jesús! Pues que por amor nuestro
somos para oir la voz de los hombres, y aun quizá las voces que quisisteis abajaros tanto, hasta llamaros gusano y no hombre,
dan nuestros apetitos, que la voz de Jesús! Confundámonos de oprobio de los hombres y desecho de la plebe; por tan profunda
tan indigno proceder; resolvámonos A cambiar de conducta, re­ humildad os suplico me deis á conocer los daños de la ambición
novando los propósitos que tenemos hechos, y pidiendo gracia y y deteste con toda mi alma un vicio que atrae vuestro odio y mal­
fuerza para ponerlos en obra, sin olvidarnos de los que se han diciones sin cuento sobre el que le tiene.
recomendado á nuestras oraciones. P a n t o 2 .° P ru d en cia de J e s ú s en responder á estos Após­
toles.— Considera la prudencia y sabiduría que mostró Jesús con
estos A póstoles, diciéndoles: «¿Qué queréis que haga con vos­
85.— PETICIÓN DE LOS HIJOS DEL CEBEDEO.
otros?» Porque con saber lo que deseaban en su corazón, no los
P reludio i .« Santiago y Juan llamaron á Jesús aparte, y le pidieron los dos primeras
reprendió luego ni les d ijo: Xo me pidáis lo que queréis, porque
asientos en su reino; mas el Señor les dijo que no sabían lo que pedian. no es convenienle; antes quiso que ellos mismos descubriesen la
Preludio a.a Represéntate &estos dos Apóstoles hablando á solas áJesús. llaga de su ambición y echasen por su boca la ponzoña. Xi tam­
Preludio 3,° Pide la gracia de saber evitar siempre la ambición. poco les dijo que les daría todo lo que le pidiesen, porque no es
prudencia el ofrecer á bulto cualquier cosa que nos pidieren
P n n t o l .° D anos de la ambición. — Llegáronse á Jesús o tr o s , porque nos podrían pedir una cosa injusta, como 1-lero-
Santiago y Juan, hijos del Cebedeo, y le dijeron 1 : «Queremos días á Herodes 2. Pondera que estos dos hermanos no ignoraban
que nos concedas cualquier cosa que te pidiéremos»; con cuyas que con san Pedro eran preferidos á los demás Apóstoles; mas
palabras, sin ellos pensarlo, descubrieron los daños que caúsala sentían que san Pedro tuviese alguna preferencia á ellos, y por
am bición, y será bien los consideres. P o rq u e, primeramente, ha­ esto pidieron los dos lugares inmediatos á su M aestro; y es
biendo oído decir á Jesús que había de padecer y después resuci­ temible que, si la ambición pasara adelante, también cundiera
tar 2y entrar en su rein o , olvidados de lo prim ero, echaron mano entre los mismos y los desuniera, porque cada uno deseara para
de lo segundo, pidiendo los primeros puestos de él. A si obra el sí la mano derecha por ser antepuesto al otro. Porque la ambi­
ambicioso; cierra los ojos para no v e r lo que es ignominia, y los ción es un vicio insaciable é inquieto, que no perdona á comjiañe-
abre para atender á lo que es honra, deseando desordenadamente ros ni hermanos. Y a s í, lo más seguro es escoger el lugar último,
procurarla. L uego hace que la oración sea imperfecta é impruden­ como dijo Cristo nuestro Señor J. después del cual no hay otro,
te en el modo, como lo fué la de estos Apóstoles al decir:« Maes­ sin querer ser preferido á uno solo, porque de otra manera este
tro, queremos que nos des cuanto te pidiéremos»; en lo cual sólo bastará á quitarte la paz del corazón y el fruto de la humildad.
mostraron tres imperfecciones; á saber: ser muy voluntariosos y Mira también cómo la ambición cunde en todas las cosas, espiri­
amigos de su propia voluntad; falta de resignación en la voluntad tuales y corporales, deseando la prima en todas con desorden;
divina, porque no dijeron: Maestro, si quieres, ó si es posible, y asi estos Apóstoles, ó desearon la m ayor grandeza fen el reino
sino; querem os; y presunción grande en pedir á Cristo lo que se y gloria de C risto , imaginando que este reino sería temporal,
les antojase, usando m al de la promesa que les había hecho, di- como creían los ju d ío s, ó si creían que era espiritual, deseaban
ciéndoles*: «Pedid, y recibiréis». A esto conduce la ambición. la m ayor grandeza en él, no por ser más santos, sino por ser más
L a cual, además, hace que carne y sangre se unan y concierten honrados de los otros. ¡Oh Maestro de humildad Cristo Jesús!

' Mare., x, 35. — 2 Mattii., xvl, 21 . — ) Joan., xvi, 24. 1 S. Bern.. Serm. 6 ¡n Pialm. xc. — » Maro., vi ,25. — } Luc., xiv, 10; S. Bern.
290 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M eJ. 8 5 .— Petición de los hijos del Cebedeo. 291

sando ya en el oficio que el Señor le ha encargado, sin saberlo para pretensiones de honra; y a sí, estos A póstoles, no sólo se
que h ab la, sólo trata de idear un medio de quedarse para siem­ unieron los dos para hablar á C risto, sino que, para obtener más
pre en aquel monte. ¡Oh Pedró! No penséis tanto en disfrutar de eficazmente lo que pedían, obligaron á su madre á que ella hi­
la vista de vuestro Maestro glorioso, cuanto en oir su voz, que ciese la demanda, después de haberle adorado profundamente.
no c e s a , ni aun en medio de sus glorias, de hablar de trabajos. En todo lo cual se v e con cuánta razón D a v id 1 llama á este vicio
Esto os dice el Padre Eterno, y esto mismo es lo que nos encarga negocio que anda en tinieblas; porque él es mal su til, ponzoña
á todos. F elices nosotros si ahora seguimos este encargo; llegará secreta , peste oculta, tramadora de engaños, madre de la hipo­
un día que gozarem os de su gloriosa vista. ¿Qué nos dice Jesu­ cresía, fuente de la envidia, origen de los vicios, polilla de las
cristo? ¿ Qué preceptos y consejos nos da? ¿ Cómo los cumplimos? virtudes y gusano destructor de la santidad. ¿Somos nosotros am­
Si ahora tuviésemos que presentarnos ante el Padre, podríamos biciosos? ¿Deseamos puestos elevados?¿Sentim os ser pospuestos
decirle: ¿Hicimos lo que nos mandasteis? ¡Cuánto más diligentes á los demás? ¡Oh humildísimo Jesús! Pues que por amor nuestro
somos para oir la voz de los hom bres,}: aun quizá las voces que quisisteis abajaros tanto, hasta llamaros gusano y no hombre,
dan nuestros apetitos, que la voz de Jesús! Confundámonos de oprobio de los hombres y desecho de la plebe; por tan profunda
tan indigno proceder; resolvámonos á cam biar de conducta, re­ humildad os suplico me deis á conocer los daños de la ambición
novando los propósitos que tenemos hechos, y pidiendo gracia y y deteste con toda mi alm a un vicio que atrae vuestro odio y mal­
fuerza para ponerlos en obra, sin olvidarnos de los que se han diciones sin cuento sobre el que le tiene.
recomendado á nuestras oraciones. P u n t o 8 .° P ru d en cia de J e s ú s en responder á estos Após­
toles.—Considera la prudencia y sabiduría que mostró Jesús con
estos A p óstoles, diciéndoles: «¿Qué queréis que haga con vos­
85.— PETICIÓN DE LOS HIJOS DEL CEBEDEO.
otros?» Porque con saber lo que deseaban en su corazón, no los
P reludio i .« Santiago y Juan llamaron á Jesús aparte, y le pidieron los dos primer**
reprendió luego ni les dijo: No me pidáis lo que queréis, porque
asientos en su reino ¡ mas el Señor les dijo que no sabian lo que pedían. 110 es conveniente; antes quiso que ellos mismos descubriesen la
Priludio a.° Represéntate á estos dos Apóstoles hablando á solas á Jesús. llaga de su ambición y echasen por su boca la ponzoña. Ni tam­
PMLUBIO J,» Pide la gracia de saber evitar siempre la ambición. poco les dijo que les daría todo lo que le pidiesen, porque no es
prudencia el ofrecer á bulto cualquier cosa que nos pidieren
P u n t o l.° D años de la ambición. — Llegáronse á Jesús o tr o s , porque nos podrían pedir una co sí » injusta, como Hero-
Santiago y Juan, hijos del Cebedeo, y le dijeron 1 : «Queremos días á I lerodcs *. Pondera que estos dos hermanos no ignoraban
que nos concedas cualquier cosa que te pidiéremos»; con cuyas que con san Pedro eran preferidos á los demás Apóstoles; mas
palabras, sin ellos pensarlo, descubrieron los daños que caúsala sentían que san Pedro tuviese alguna preferencia á ellos, y por
am bición, y será bien los consideres. Porque, primeramente, ha­ esto pidieron los dos lugares inmediatos á su M aestro; y es
biendo oído decir á Jesús que había de padecer y después resuci­ temible que, si la ambición pasara adelante, también cundiera
tar s y entrar en su rein o , olvidados de lo prim ero, echaron mano entre los mismos y los desuniera, porque cada uno deseara para
de lo segundo, pidiendo los primeros puestos de él. A si obra el sí la mano derecha por ser antepuesto al otro. Porque la ambi­
ambicioso; cierra los ojos para no v e r lo que es ignominia, y los ción es un vicio insaciable é inquieto, que no perdona á compañe­
abre para atender á lo que es honra, deseando desordenadamente ros ni hermanos. Y así, lo más seguro es escoger el lugar último,
procurarla. L uego hace que la oración sea imperfecta é impruden­ como dijo Cristo nuestro S e ñ o r >. después del cual no hay otro,
te en el m odo, como lo fué la de estos Apóstoles al decir: «Maes­ sin querer ser preferido á uno solo, porque de otra manera este
tro, queremos que nos des cuanto te pidiéremos»; en lo cual sólo bastará á quitarte la paz del corazón y el fruto de la humildad.
mostraron tres imperfecciones; á saber: ser muy voluntariosos y Mira también cómo la ambición cunde en todas las cosas, espiri­
amigos de su propia voluntad; falta de resignación en la voluntad tuales y corporales, deseando la prima en todas con desorden;
divina, porque no dijeron: Maestro, si quieres, ó si es posible, y así estos Apóstoles, ó desearon la m ayor grandeza en el reino
sino, querem os; y presunción grande en pedir á Cristo lo que se y gloria de C risto , imaginando que este reino sería temporal,
les antojase, usando mal de la promesa que les había hecho, di- como creían los judíos, ó si creían que era espiritual, deseaban
ciéndoles «Pedid, y recibiréis». A esto conduce la ambición. la m ayor grandeza en él, no por ser más santos, sino por ser más
La cual, adem ás, hace que carne y sangre se unan y concierten honrados de los otros. ¡Oh Maestro de humildad Cristo Jesús!

■ Marc., x , 35. — * Matth., xvi, 21. — j Joan., xvi, 24. > S. Bern.. Serm. 6 in Pialm. XC. — * Marc., v i, 25. — 5 Luc., xiv, 10; S. Bem.
2Q3 Serte prim era.— Via iluminativa. 1

V o s, que, compitiendo con B arrabás, no quisisteis ser preferido- Med. 86. — Los hijos del Cebedeo aceptan el cá lif de la Pasión. 293
ni á este solo, escogiendo para V o s el último lugar en la opinión
res de una reprensión de su divino Maestro f y atraen sobre si la
del mundo; ayudadme para que yo también le escoja para mi,
indignación de sus condiscípulos. Por la ambición se olvidan de
pues es razón escoja el discípulo lo que escogió su maestro. ¡Oh
lo s trabajos que el .Señor tenía siempre grabados en su corazón,
alma mía! Si Jesús te hiciera la pregunta que hizo á los dos
y cuyo amor deseaba inspirar, sobre todo á sus discípulos,}7
A póstoles, ¿qué contestarías?¿Te a rrá strala ambición?¿Sientes
•sólo piensan en la gloria, de la cual les quiere desprendidos; por
estar en lugar bajo y humilde?
la ambición caen en grandes imperfecciones en el trato con su
P a n t o 3 .° Yerros en la o r a ció n — Con testando Jesús á la
Maestro, deseando en cierto modo imponérsele, con el pretexto
petición de los Apóstoles, les dijo: «No sabéis lo que pedís».
•del parentesco que con Él les lig a , mostrándose volúntanosos y
A cerca de lo cual has de reflexionar que muchas veces te podría
poco resignados en sus súplicas, y abusando de la promesa que
decir lo mismo el Señor, y por esto no alcanzas lo que pides, por
el Señor les ha hecho de escucharlas; por la ambición desean
hacerlo m al, como dice S a n t i a g o L o s errores que en la oración
derrocar á san Pedro del lugar que el Señor le ha señalado, sin­
suelen de ordinario com eterse, son: i.° Pedir alguna excelencia
tiendo que sea á ellos preferido; por la ambición miran los bienes
ó dignidad temporal ú otra cosa de la tierra, sin resignación en
•espirituales y celestiales, como si fuesen m ateriales y terrenos,
la voluntad de D ios, y sin poner condición, si conviene alcan­
pensando que la carne y sangre y las recomendaciones solas
zarla para la salvación del alma. 2.0 Pedir alguna excelencia
podían bastar para obtenerlos. ¡A y de nosotros si nos dejáse­
espiritual, aunque sea en virtu des, sin la pureza de intención
mos llevar de este v ic io , y si de un modo abierto y patente ó sola­
debida, pretendiéndola, no tanto por la gloria de D ios, cuanto
pado pretendiéramos ascender, subir, aun pasando por encima
por la nuestra. Ó pedir alguna de estas grandezas que excede ’
■ de los que están sobre nosotros! M ereceríam os que el Señor nos
mucho á nuestros m erecim ientos, y es singular ó extraordina­
dijese: No sabéis lo que pretendéis y deseáis; ignoráis el espíritu
ria y m ayor de lo que pensamos; p e ro , con ignorancia y falta
que os mueve. Entremos dentro de nosotros, y estudiando los
de humildad, como quien pidiese rap to s, revelaciones y otros
afectos de nuestro corazón, examinemos si somos ambiciosos; si
favores tales. 3.0 Pedir estas m ismas gran d ezas, pretendiendo
deseamos algún lugar, em pleo, ocupación ó destino, que no nos
alcanzarlas con solos ruegos é intercesiones, sin hacer caso de
corresponde; si conservamos con espirita ambicioso el que tene­
merecimientos ni de obras: porque dado caso que son necesarias
mos; si sentimos el vernos postergados, olvidados y arrincona­
oraciones; pero no bastan, si con ellas no juntas obras y trabajos
dos. Y si algo de esto nos perturba, combatámoslo con firmes
con que té dispongas á recibirlas; y mucho menos bastan cuando
propósitos, humildes súplicas y fervientes coloquios, rogando
sólo se alegan títulos de carne y san gre, y puramente naturales,
por nosotros y por todo el mondo.
los cuales pesan poco delante de D ios para cosa tan alta. 4.0Por
fin: es otro yerro el pedir estas grandezas, que son premio.y coro­
86.— LOS HI10S DEL CEBEDEO ACEPTAN EL CÁLIZ DE LA PASIÓN.
na de los que vencen, antes de haber peleado ni merecido el pre­
mio. P or lo cual debes mirar cuidadosamente lo que pides, y la
P reludio i .* Jtsás , íin responder directamente i b súplica de Santiago y Juan , les
intención y medio y modo cómo lo pides, para que no te diga el
brindó con d calis de su Pasión, y eBos se ofrecieron á beberle.
Señor lo que dijo á sus Apóstoles: «No sabes lo que pides». ¡Oh
P reludio 2/ Represéntate á Jesús hablando con los dos Apóstoles , opendo tú d ra­
buen Jesús! Y a que dijisteis á vuestros A p ó s to le s c u a n to pidie­
zonamiento que tienen.
reis en mi nombre se os dará, concededm e que sólo pida lo que P reludio Pide fortaleza y virtud para beber el cáliz de amargura que el Señor te
es justo pedir en nombre vu e stro , p a ra que, pidiendo lo que os - -ofrezca.
agrade, me deis lo que os pidiere. ¡O h alm a mía! ¿Guardasen
tus peticiones las circunstancias que e x ig e Jesucristo ? ¿T e pro­ P u n t o l .° J esú s ofreció el c a lis d e su P a sió n á Santiago
pones en ellas un fin recto y las h aces del modo que agrada al y Ju a n .— Habiendo Jesús oído la petición de los dos'Apóstoles,
Señor? y descnbierto el error en que se hallaban, en vez de a cc e d e rá
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh qué vicio tan detestable, per­ ella, les preguntó d icien d o ': «¿Podréis beber el cáliz que yo
nicioso y funesto es la ambición! Juan y Santiago, con ser ilus­ bebo, y ser bautizados con el bautismo que yo soy bautizado?»
tres Apóstoles de C risto, le dan algun a entrada en su corazón,y Esto e s , ¿ sentís ánimo y fuerzas para esto , y estáis aparejados
por ello, después de caer en varios defectos, se hacen merecedo- para ello ? Sobre lo cual has de considerar cuán grande es el be­
neficio que te hace el Señor . cuando yerras en las cosas que
Jacob., iv, 5. — ; Joan., xiv, 13.
• Marc., x, }3.
394 Serie primera.— Vía ilnminativa. M ed. 8 6 .— Los bijos del Cebedeo aceptan el c á lif de h Pasión. 295
pides, ó en el modo de pedirlas, negándotelo ó enderezándote en que padecen como los confesores. Pondera cómo Jesús, contes­
lo uno y en lo o tr o , y poniéndote delante lo que es. razón que le tando al ofrecimiento de los Apóstoles, dijo:« A s í se rá , que bebe­
p id as, como lo hizo con estos dos Apóstoles, así esta vez como réis mi cáliz y recibiréis mi bautism o; pero sentaros á mi lado,
cuando le pidieron permiso para hacer bajar fuego del. cielo en no me toca darlo á vo so tro s, sino á aquellos para quienes lo ha
castigo de los samaritanos , y el Señor les contestó 1 : <No sabéis aparejado mi Padre ‘ ». Con las cuales palabras de tal modo les
el espíritu que habéis de tener, porque yo no he venido á des­ niega la petición, que al propio tiempo se la concede; porque les
truir las a lm as, sino á salvarlas». P or lo cual debes dar gracias dice que no les ha de dar tales asientos por ser sus deudos, ni
á D io s , no sólo cuando te concede lo que le p id es, sino también por solas intercesiones y ru eg o s, porque este premio no se da á
cuando te lo niega, como buen P ad re, ó endereza tu oración, los que no lo merecen trabajando; pero que lo dará á los que
concediéndote otra cosa que no habías pedido, y te conviene están señalados por su P ad re, que son los que beben su cáliz y
más que aquello. Pondera también aquí la caridad y suavidad trabajan en su servicio, cumpliendo lo que les manda. Y pues
del Señor en esta pregunta, convidando á los Apóstoles á los vosotros habéis de beber este c á liz . Y o os lo daré por este titulo,
trabajos de su Pasión con palab ras, ejemplos y razones dicaces, cuando lo hubiereis bebido. ¡Oh dulcísimo J esú s, Dios verda­
dándoles á entender que el medio para alcanzar la mano derecha dero, á quien pertenece tam bién, como á vuestro Padre, dispo­
é izquierda que pretendían, era beber el cáliz que Él bebía y ser ner las sillas y asientos de vuestro reino! Gózome de la rectitud
bautizados con el bautismo que Él lo e r a , provocándoles con su que tenéis, mezclada con tanta- suavidad. Y pues no es vuestro
ejemplo á imitarle en esto. Porque si el Monarca supremo del dar esas sillas á los indignos, sino á los dignos %hacedme tal por
cielo y de la tierra llega á sentarse en el trono de la g lo ria , be­ vuestra gracia, para que alcance una de ellas en la gloria. ¡Oh
biendo este c á liz , ¿ cuánta más razón es que sus vasallos no alma mía! Imita la buena voluntad de estos A póstoles, y trabaja
lleguen á sentarse con Él en los tronos que les ha prometido, en hacerte digna de un trono de gloria. ¿En qué has de ejercitar
sino bebiéndole también =? Y ; qué mucho le beban los discípulos, tu trabajo ? ¿ Qué has de hacer para que puedas algún día ser
pues le bebe su Maestro ? Pues . ¿ cómo rehusarás tú beber la contado entre los elegidos del P adre ?
parte del cáliz del Señor que te ha tocado ? ; Cómo no quieres l ’ u n to 3 ,° Ind ig n a ció n d e los Apóstoles contra Santiago
sufrir el pequeño sacrificio que ahora te exige ? ¡ Oh Amado mío! y J u a n , y consejos d e J e s ú s — Oyendo los diez Apóstoles lo que
Bástame que V o s hayáis bebido este cáliz y que gustéis de que pasaba, indignáronse contra los dos por las pretensiones que
yo le b e b a , para que me ofrezca á ello. A.unque no hubiera para m ostraban; y llamándolos el Señor á todos, ies dijo»: « L os
mí asiento de mano derecha ó izquierda en vuestro reino, me príncipes de las gentes se enseñorean de e lla s , y ejercitan su
tengo por dichoso en beberle, porque mi principal premio es potestad con gran imperio en sus súb ditos; pero vosotros habéis
hacer y padecer mucho por V o s , en agradecimiento de lo mu­ de ir por otro cam ino, porque quien quisiere ser m ayor, ha de
cho que hicisteis y padecisteis por mí. ser como cria d o ; y el que quiere ser el prim ero, ha de ser siervo
P u n t o 2 .° L os dos Apóstoles se ofrecen á beber el cáliz de todos, como el Hijo del hombre no vino para que le sirviesen,
de J e s ú s — Considera cómo los dos A póstoles, en oyéndola pre­ sino para servir y dar su vida por la redención de muchos». ¡Oh,
gunta de C risto , luego contestaron: P o s s u m u s ,podemos. Esta cuán grande se manifiesta en todo esto la flaqueza del hombre y la
prudencia del Señor! Con haber oído los Apóstoles lo que Cristo
palabra, aunque muchas veces se dice con espíritu de ambición,
ó de fervor c ie g o , ignorante y poco experimentado , tomando el nuestro Señor había dicho á los dos hijos del Cebedeo, lo cual
tan eficaz era para poder reprim ir su loca am bición, no recibie­
padecer á bulto y en com ún, es de creer que ellos la dijeron con -
ron por ello ninguna enseñanza, antes tropezaron en el mismo
espíritu de C risto, ofreciéndose muy en particular á todos los
vicio, indignándose contra ellos porque habían querido aventa­
trabajos que É l mismo padeció. Y de este modo has de ofrecerte
jarlos. De aquí debes inferir cuánto daña él mal ejemplo y cuán
á los trabajos, estribando y confiando, no en tus fuerzas, sino en
perjudicial es la ambición en las comunidades, por las discordias,
las que te dará el Señor que te conforta K Reflexiona qué es
envidias é indignaciones que de ella se originan. Descúbrese
un grande favor de Cristo darte á beber su cáliz, y como tal le
también la prudencia y mansedumbre del Señ or, el cual no se
concedió á estos A póstoles, de los cuales, no sin misterio, el uno
indigna ni contra los ambiciosos ni contra los indignados, sino
murió por la fe, y e l otro, aunque padeció mucho por ella, murió
que con prudencia los junta á todos, y reprim e su ambición con
de muerte n atu ral, para que entiendas que, no sólo beben el cáliz
dos ejemplos: uno que deben huir, y otro qne han de seguir. E l
de Cristo los que mueren como los m ártires, sino también los
* Matth., xx, t y — * Luc., XXII, 29. — } Marc., x x, 29.
» Luc., ix, 55. — * Luc., xxii ,30. — i Philip., i» | 13.
296 Serie prim ara.— V ia ilum inativa. M ed. 8 j .— Santidad de Lázaro el pobre. 297
prim ero es el de los príncipes m undanos, que ponen su grandeza
en mandar con imperio y tiranía y e n tener los súbditos debajo 87.— SANTIDAD D E LÁZARO EL POBRE.
de sus p ie s , y de él han de h uir, poniendo su grandeza en servir
á todos. E l segundo es e l de su v id a , porque Y o , dice, con ser Preludio i .» Lázaro, d mendigo, después de una vida Mena de sufrimientos, tuvo
vuestro M aestro, vine al mundo, no á se r servido, sino á servir y una muerte santa, y fue su alma Nevada por los ángeles al seno de Abestian).
á ser el postrero de todos, como s ie r v o ; y este es el ejemplo que Preludio 2.* Represéntate á Lázaro cubierto de llagas y tendido á la puerta del pa­
han de segu ir, como discípulos á su Maestro. ¡Oh dulcísimo lacio del rico Epulón.
Preludio j .» Pide la groen de imitar la paciencia de Lázaro.
Maestro! He oído la soberana lecció n que me habéis leído; no
quiero, de hoy7 m ás, aprender de lo s ejemplos del mundo, que son
para mi condenación, sino de lo s vu estro s, que son para mi sal­ P u n t o l . ° P a cien cia d e L á z a r o — Considera los m ales g ra ­
vación y perfección. Y pues por v u e stra g ra cia me habéis traído vísimos que padeció L á z a r o , y el modo admirable cómo los
á vuestra escuela, ayudadme á p o n er en práctica esta lección, sufrió. Prim eram ente, se señaló en padecer g raves dolores de lla­
para gloria de vuestro santo nom bre. ¿ Cóm o reprimimos nos­ g a s, estando cubierto de ellas de pies á c a b e z a 1, como Job z, sin
otros los movimientos de la am bición ? ¿D eseam os imitar á los poderse menear de una parte á otra, estando tendido á la puerta
mundanos soberbios, ó á Jesús hum ilde ? del rico Epulón, sufriendo esto con gran resignación y conformi­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡C uán diferentes son los pensamien­ dad con la voluntad de D io s , sin rencor ni murmuración ó queja.
tos y juicios de D ios, de los pensamientos y juicios de los hom­ En segundo lugar, padeció extrem ada pobreza, mendiguez y ham­
bres ! Santiago y Juan, como hom bres, sólo buscan lo que anhela bre ; la cual llevaba con tanto silencio, que no se dice de él que
su amor propio: el primer lu g a r, el figurar sobre todos los pidiese limosna con palabras, sino con la manifestación d esú s
demás ; Jesucristo, verdadero D io s, sólo se acuerda de humilla­ llagas. Adem ás, padeció sumo desamparo y desprecio de los hom­
ciones y padecimientos y sumisión absoluta. E llos le piden los bres , porque, siendo tanta su ham bre, que quisiera hartarse de
primeros asientos en su rein o; Él le s ofrece su amarguísimo cáliz las m igajas que caían de la m esa del rico, no había quien se las
con todas las privaciones, sacrificio s y penalidades que en él se diese, y no por esto se quejaba de la crueldad del rico , ni de sus
encierran. C011 tod o, esto es lo verdaderam ente importante, y criados. P or último; á tal extrem o llegó su m iseria, que los
este es el único camino para subir á ocupar los asientos primeros perros venían á lam erle las lla ga s, por cebarse en su p odre, y él
en el cielo. ¡Dichosos los A p ó sto les á quienes el Señor lo da á estaba tan tullido, que ni los podía echar de sí, ni había quien se
beber! ¿Te ha ofrecido alguna v e z el Señor este cáliz? Actual­ los desviase. Pondera sobre esto cómo la paciencia perfecta
mente, ¿ te concede alguna participación de él ? ¿ Cómo respondes abraza toda suerte de trabajos *: los que vienen de la naturaleza,
al ofrecimiento de Jesucristo ? M ira cómo los Apóstoles, conlia­ como enferm edades; los que de la malicia de los hombres, como
dos en los auxilios del Señor, contestan con decisión y buena robos; los que de los irracionales, como fieras, etc., y los que se
vo lun tad: «Podemos». ¿ Respondes tú lo mismo cuando Dios te originan de causas naturales, como fríos; y todos los acepta y
brinda .con el cáliz de alguna enferm edad, humillación, calumnia tolera por imitar á Jesucristo. D e este modo Lázaro vino á subir
ú otro mal temporal ? Posible es q u e , apartando los ojos del Señor á tal grado de santidad, que el mismo Salvador quiso hacerse
que te conforta, y fijándolos en tu m iseria, digas: «No puedo cronista de su vida, y darla por dechado de perfección, y aun di­
sufrir este dolor». Posible es q u e , como los diez Apóstoles, bujar en ella su propia Pasión, en la cual estuvo lleno de llagas,
mirando con disgusto la hum illación y desvío que sufres, fijes tus con extremada pobreza, y con tanto desamparo, que, deseando
ojos envidiosos en los que son preferidos y gozan del mundo, y una gota de agua en la cruz, no hubo quien se la diese, ni quien
te indignes contra ellos. Posible es q u e en tu proceder imites más de Éi se compadeciese. Con lo cual te enseña que el camino más
ordinariamente el dominio despótico y arbitrario de los munda­ breve y llano para la santidad está en abrazar todos los dolores,
nos, que la potestad humilde y a fa b le de Jesucristo. Pues, ¿qué pobreza, desamparo y desprecios de los hombres, conformándote
has de hacer ? ¿ Qué debes c o rre g ir ? Si te hubieses de presentar en todos, sin exceptuar uno, con la divina voluntad. ¿Procedes tú
ante el tribunal de Jesús, ¿no p o d ría echarte en cara ninguna de este modo? ¿T e atreves á quejarte de tus trabajos y dolores?
falta contra sus divinas enseñanzas ? Jesús quiere discípulos ¿No los sufrirás con paciencia? ¡Oh Jesús llagado, pobre y des­
humildes y que escojan el último lu g a r , y tú suspiras por el pri­ amparado! Dadme g ra cia para imitar vuestra santa paciencia
mero. Piensa bien todo esto, y , convencido de la necesidad de y la de este pobre m endigo, conformando mi voluntad con la
reform arte, haz firmes y prácticos propósitos, ora con fervientes
coloquios, rogando por ti y por to d o el mundo. • L uc., x v i, 20. — » Job. n , 8 . — i Jacob. , 1 , 4 .
296 Serie prim era.— F ia ilum inativa. M ed. 8 j .— Santidad de Lázaro el pobre. 297
primero es el de los príncipes m undanos, que ponen su grandeza
en mandar con imperio y tiranía y en tener los súbditos debajo 87.— SANTIDAD DE LÁZARO EL POBRE.
de sus p ie s , y de él han de h u ir, poniendo su grandeza en servir
A todos. E l segundo es el de su v id a , porque Y o , dice, con ser P reludio i .« Lázaro, el mendigo, despuéi de una vida llena de sufrimientos, tuvo
vuestro M aestro, vine al mundo, no á ser servido, sino A servir y una muerte santa, y fu¿ su alma llevada por los ángeles al seno de Abraham.
A ser el postrero de todos, como s ie r v o ; y este es el ejemplo que P reludio 2.® Represéntate á Lázaro cubierto de llagas y tendido á la puerta del pa­
han de seguir, como discípulos á su Maestro. ¡Oh dulcísimo lacio del rico Epulón.
Preludio j .» Pide la gracia de imitar la paciencia de Lázaro.
Maestro! He oído la soberana lecció n que me habéis leído; no
quiero, de hoy más, aprender de lo s ejemplos del mundo, que son
para mi condenación, sino de los vu estros, que son para mi sal­ P u n t o l .° P acien cia de L á z a r o — Considera los m ales gra­
vación y perfección. Y pues por vu e stra gracia me habéis traído vísimos que padeció L á z a r o , y el modo admirable cómo los
A vuestra escuela, ayudadme á p o n er en práctica esta lección, sufrió. Prim eram ente, se señaló en padecer graves dolores de lla­
para gloria de vuestro santo nom bre. ¿ Cómo reprimimos nos­ gas, estando cubierto de ellas de pies á cabeza ■ , como Job *, sin
otros los movimientos de la am bición ? ¿ Deseamos imitar á los poderse menear de una parte á otra, estando tendido á la puerta
mundanos soberbios, ó á Jesús hum ilde ? del rico Epulón, sufriendo esto con gran resignación}» conformi­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán diferentes son los pensamien­ dad con la voluntad de D io s , sin rencor ni murmuración ó queja.
tos y juicios de D ios, de los pensamientos y juicios de los hom­ En segundo lugar, padeció extrem ada pobreza, mendiguez y ham­
bres ! Santiago y Juan, como h om bres, sólo buscan lo que anhela bre ; la cual llevaba con tanto silencio, que no se dice de él que
su amor propio: el primer lu g ar, el figurar sobre todos los pidiese limosna con palabras, sino con la manifestación d esú s
demás ; Jesucristo, verdadero D io s, sólo se acuerda de humilla­ llagas. Adem ás, padeció sumo desamparo y desprecio de los hom­
ciones y padecimientos y sumisión absoluta. E llos le piden los bres , porque, siendo tanta su ham bre, que quisiera hartarse de
primeros asientos en su rein o; Él le s ofrece su amarguísimo cáliz las m igajas que caían de la m esa del rico , no había quien se las
con todas las privaciones, sacrificios y penalidades que en él se diese, y no por esto se quejaba de la crueldad del rico, ni de sus
encierran. C011 tod o, esto es lo verdaderam ente importante, y criados. P or último; á tal extrem o llegó su m iseria, que los
este es el único camino para subir á ocupar los asientos primeros perros venían á lam erle las lla ga s, por cebarse en su podre, y él
en el cielo. ¡Dichosos los A p ó sto les á quienes el Señor lo da á estaba tan tullido, que ni los podía echar de sí, ni había quien se
beber! ¿Te ha ofrecido alguna v e z e l Señor este cáliz? Actual­ los desviase. Pondera sobre esto cómo la paciencia perfecta
mente, ¿te concede alguna participación de él? ¿Cómo respondes abraza toda suerte de trabajos ’ : los que vienen de la naturaleza,
al ofrecimiento de Jesucristo ? M ira cómo los Apóstoles, confia­ como enferm edades; los que de la malicia de los hombres, como
dos en los auxilios del Señor, contestan con decisión y buena robos; los que de los irracionales, como fieras, etc., y los que se
vo lun tad: «Podemos». ¿ Respondes tú lo mismo cuando Dios te originan de causas naturales, como fríos; y todos los acepta y
brinda con el cáliz de alguna enferm edad, humillación, calumnia tolera por im itará Jesucristo. D e este modo Lázaro vino á subir
ú otro mal temporal ? Posible es q u e , apartando los ojos del Señor á tal grado de santidad, que el mismo Salvador quiso hacerse
que te conforta, y fijándolos en tu m iseria, digas: «No puedo cronista de su vida, y darla por dechado de perfección, y aun di­
sufrir este dolor». Posible es q u e , como los diez Apóstoles, bujar en ella su propia Pasión, en la cual estuvo lleno de llagas,
mirando con disgusto la hum illación y desvío que sufres, fijes tus con extremada pobreza, y con tanto desamparo, que, deseando
ojos envidiosos en los que son preferidos y gozan del mundo, y una gota de agua en la cruz, no hubo quien se la diese, ni quien
te indignes contra ellos. Posible es q u e en tu proceder imites más de Él se compadeciese. Con lo cual te enseña que el camino más
ordinariamente el dominio despótico y arbitrario de los munda­ breve y llano para la santidad está en abrazar todos los dolores,
nos, que la potestad humilde y a fa b le de Jesucristo. Pues, ¿qué pobreza, desamparo y desprecios de los hombres, conformándote
has de hacer ? ¿ Qué debes c o rre g ir ? S i te hubieses de presentar en todos, sin exceptuar uno, con la divina voluntad. ¿Procedes tú
ante el tribunal de Jesús, ¿no p o d ría echarte en cara ninguna de este modo? ¿T e atreves á quejarte de tus trabajos y dolores?
falta contra sus divinas en señ an zas? Jesús quiere discípulos ¿No los sufrirás con paciencia? ¡Oh Jesús llagado, pobre y des­
humildes y que escojan el último lu g a r , y tú suspiras por el pri­ amparado! Dadme g ra cia para imitar vuestra santa paciencia
mero. Piensa bien todo esto, y , convencido de la necesidad de y la de este pobre m endigo, conformando mi voluntad con la
reform arte, haz firmes y prácticos propósitos, ora con fervientes
coloquios, rogando por ti y por tod o el mundo. * Luc., xvi, 20.— » Job. 11,8. — J Jaco b . , 1.4.
298 Serie primera.— Via iluminativa.
Med. 87.— Santidad de Lázaro el pobre. 299
vuestra en mis trabajos; pues para este fin me ponéis delante
tales ejemplos. po los publicará y honrará, y quiere que en su Iglesia sean
P a n t o 2 .° M uerte dichosa de Lázaro.—A qu í has de consi­ honrados, como lo son san Pablo, primer ermitaño, san Fran­
derar la muerte gloriosa de L ázaro, del cual dice Cristo nuestro cisco y otros, cuyos nombres estuvieran olvidados, si no hubie­
Señor 1, q u e , «en m uriendo, los ángeles le llevaron al seno de ran sido santos. Y para que con esto perdamos el hipo de ser
Abraham>. Con el la dió fin á todos sus dolores, pobrezas y desam­ conocidos y nombrados en el mundo, y de que nuestro nombre
paros tem porales, y principio á sus descansos, riquezas y honras y obras sean sabidos, dejando á D ios el cuidado de ello. L a
eternas. Es verdad que su muerte, cuanto al cuerpo, fu éril y segunda fué en canonizarle É l mismo por santo, y revelar la gloria
despreciada á los ojos del mundo; pero cuanto al alm a, fue pre­ que le hicieron los ángeles en su muerte, para que todos le ten­
gan por ta l, y en su Iglesia le edifiquen templos y pongan imáge­
ciosa á los ojos de D io s 1; el cual envió sus ángeles para que la
nes. y si hubiera reliquias, las veneráramos cpn devoción. Y en
llevasen al seno de Abraham á descansar con los justos. Y aun­
que para esto bastaba el A ngel de su guarda, quiso que viniesen especial hizo esto para que se entienda la excelencia de la pa­
muchos ángeles, y como un ejército de ellos, para honrarla y ciencia en los trabajos y m iserias, pues ella sola basta por testi­
monio de santidad, para canonizar por santo al paciente, pórque
acompañarla. ¡Oh qué contenta saldriaaquella alma de su cuerpo!
quien se conforma con la voluntad de D ios en el padecer, más
¡ Oh qué gozosa iría con tan ilustre com pañía! ¡Oh qué de para­
bienes la darían de su victoria los santos ángeles, y cuán corri­ fácilmente se conform ará en el obedecer ; y, para ser santo insig­
ne, basta obedecer á cuanto D ios manda, y padecer bien cuanto
dos quedarían los demonios! Pondera luego la gloria de que
ordena ó permite. ¡Oh D ios eterno! G racias os doy' por la honra
goza ahora el ánima de este mendigo en él cielo, adonde fue tras­
que hacéis á vuestros siervos, levantando al pobre L ázaro del es­
ladada del limbo, y la que gozará su cuerpo en la resurrección.
tiércol , para colocarle con los príncipes de vuestro cielo. Conce­
P o r las lla g a s , recibe ahora goces inmensos; por la pobreza, ri­
dedme que imite su paciencia y obediencia, para que con ellos
quezas eternas; por la desnudez, vestidura dé gloria; por el
goce de vuestra gloria. ¡Oh alma m ía !¿X o te ad m írala honra
h am b re, hartura sem piterna; por el desamparo y desprecio de
que, aun en este mundo, hace D ios á sus siervos? ¿Qué hará en
los hom bres, amparo y honra de Dios y de sus ángeles. ¡Oh por
el otro? ¿Por qué, pues, no le sirves con amor?
cuán bien empleados da los trabajos padecidos en esta vida!
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡D ichoso mil veces el mendigo^
A hora le parece poco y momentáneo lo mucho que padeció, com­
L ázaro! Durante su vida padeció toda suerte de tormentos; las
parado con lo mucho y eterno * que le han dado. ¡Oh Dios de
enfermedades más crueles le afligieron; los hombres le despre­
bondad! Verdaderamente veo ahora que es preciosa la muerte
ciaron; los mismos irracionales aumentaron su pena, y las incle­
de vuestros santos, aunque hayan sido pobres, llagados y des­
mencias del tiempo vinieron á acrisolar su paciencia; m as su
preciados en el mundo. De las manos de hombres crueles caen
padecer fué b reve, y su gozar será eterno. En su muerte se abrie­
en las del Padre más m isericordioso; y cuanto más profundas
ron para él de par en par las puertas de la felicidad perdurable.
echaron las raíces por medio de humillaciones y desprecios, más
M illares de ángeles toman su alma y la suben al seno de A b ra­
frondosos, lozanos y bellos suben en vuestra divina presencia.
ham, y rescatada por Jesucristo, es colocada en trono glorioso.
¡Oh alm a mía! Aliéntate á padecer en esta vida, pues tanto des­
¡ Oh santo ilustre 1Gozad en hora buena de los bienes que el Padre
canso te está esperando en la otra. ¿Crees firmemente estas ver­
de las misericordias os ha concedido; adornaos con la vestidura
dades? Y ¿no te mueven á aceptar con alegría los trabajos, aun­
de gloria, por las asquerosas llagas que os cubrieron; recibid los
que sean como los de Lázaro ?
parabienes de los án geles, por los desprecios de los hom bres;
JPnnto 3 .° Honra que Jesucristo tributó en esta vida ti
disfrutad de ese mar de delicias, por el mar de miserias en que
Lázaro. — Considera la grande honra que Cristo nuestro Señor estuvisteis sumergido. ¿ A quién no animarán los premios de que
hizo en esta vida á este mendigo, especialmente en dos cosas. La goza este santo? Aun en este mundo recibe y a recompensa. Jesu­
prim era fué en revelarnos su nombre, que estaba olvidado en el cristo ha sido, su panegirista, ha revelado su nom bre, ha mani­
mundo, y quiso que quedase escrito en su Evangelio, para que festado su gloria, y ha querido que su virtud sirva de modelo á
todos tuviesen de él memoria, no dignándose de nombrar al rico todos, y quede eternamente escrita en los tastos divinos. ¡ Oh si
Epulón, ni de tomar su nombre en la boca, para que los pobres le imitásemos en la paciencia! ¡Si recibiésemos como de la mano
y despreciados entiendan que no les tiene Dios olvidados, y que de Dios los trabajos, abrazándonos amorosamente con ellos
les conoce por sus nombres y tiene cuidado de ello s, y á su tiem­ cuando esta es la voluntad del S e ñ o r! ¿Cómo nos portamos? ¿Nos
inquietamos cuando la enfermedad no cede á los remedios que
1 Lu c, , x v i , *a . — * Psalm, e x v , 15. — 3 Rom., vm , 18. se nos prescriben? ¿Nos preocupa demasiado el cuidado de las
M cJ. 8 8 .— Desventura del Epulón. 301
300 Serie primera.— Via iluminativa.
púrpura por escarnio y desnudo en una cruz. No quiero banquetes
cosas temporales? «Nos inquietan lo s desprecios de los hombres? ni regalos en la comida, pues V os comíais pan de cebada y be­
Avergoncém onos de no saber su frir lo que sufre este pobre men­ bíais hiel y vinagre. No quiero que mi nombre sea pregonado en
digo; formemos eficaces propósitos de corregirnos, y roguemos el mundo, porque no le borréis del libro de la vida ni os olvidéis
al Señor nos dé su gracia para p onerlos en ejecución y se com­ de m í, echándome de vuestro santo reino. ¿No escarmentaremos
padezca de todas las necesidades. nosotros en la cabeza de este rico? ¿ Buscaremos regalos y delica­
dezas para nuestro cuerpo, viendo lo que hace Jesús con el suyo?
88.— DESVENTURA DEL EPULÓN. P u n t o a ." M uerte desventurada d el Eptilón.— Considera
la muerte desventurada del Epulón, el cual, en muriendo, como
P reludio i . o E l E p u ló n , e n tre g a d o á lo s p la c e r e s y re g a lo s d el c u e rp o , m u rió desastra­ dijo el Señor, fué sepultado en el infierno; de suerte que su m uer­
d am en te , y s u alm a lu é sep u lta d a en e l in fie rn o . te luc fin de todas sus riquezas, regalos y vanidades, y principio
P r e l u d io 2 .» R e p re sé n ta te á e s te d e s g r a c ia d o e n t r e lla m a s p r o fu n d a s , clam an do por de las m iserias, tormentos y desprecios que padece y padecerá
un a g o ta d e a g u a . sin fin. D e esta vida no llevó cosa que tuviese, sino los vicios y
P r e l u o io ).» Pide la g r a c ia d e h u ir d e los vicios d e e ste infeliz. pecados, que lian de ser cebo de sus tormentos, verificándose en
él lo que dice Job '; «Pasan los días en deleites, y en un punto
P n n t o l.° Vicios del E p u ló n .— Considera la miserable vida bajan al infierno»; porque aunque muriese con apariencia de
del Epulón, que fué en todo co n traria á la del justo Lázaro, por­ muerte suave, el instante último de su vida fué principio de su
que toda ella fué un continuo e je rcicio de soberbia y avaricia, de pena. ¡Oh punto terrible, fin de la vida deleitable que presto se
regalo para consigo y dureza de corazón para con los otros. La acaba, y principio de la vida miserable que nunca se ha de aca­
soberbia y sensualidad mostró en e l v e stid o , vistiéndose de púr­ b a r ! S i en este punto bajas al infierno, ¿de qué te servirá la so­
pura por vanidad y de holanda p o r regalo '. Y también en la co­ berbia? Y la jactancia de las riquezas, ¿de qué te aprovechará*?
mida, haciendo banquetes espléndidos por jactancia, y de man­ M ejor es pasar los días en trabajos, y en un punto subir al cielo
jares delicados por glotonería, com iendo y bebiendo cada día á gozar el premio de ellos. Pondera, para tu m ayor tem or, las
hasta hartarse. L a avaricia m ostró usando de las riquezas para cuatro espantosas penas que, según Jesucristo, padece este des­
sí solo, teniendo gran dureza y crueldad con los pobres, sin venturado en el infierno y padecerá para siempre. L a prim era, de »
íener misericordia de éllos ni d a rles lim osna, ni aun de las miga­ llamas que le cubren de pies á cabeza, en castigo de la vanidad y
jas que se caían de su mesa; y sin com padecerse del llagado y regalo de la púrpura y holanda con que se cubría. L a segunda, en
hambriento que tenía á su puerta, siendo más cruel que sus mis­ la lengua, que fué instrumento de sus gustos y parlerías, abra­
mos perros, y dando de comer á lo s perros, no lo daba á los po­ sándole el fuego y padeciendo terrible hambre y sed rabiosa. L a
bres. D e aquí procedía que los d e su casa eran tales como él, tercera, de envidia, viendo por revelación la buena suerte de L á ­
aprendiendo del ejemplo de su s e ñ o r , pues no hubo criado que zaro, que, llagado y hambriento, solía estar á la puerta de su
tuviese piedad del pobre. P or e sto s pasos caj'ó en muchos y gra­ casa despreciado. L a cuarta, sumo desamparo y desprecio de
vísimos pecados, bebiendo todo e l espíritu del mundo maligno, todos en castigo de su crueldad; porque ni halló misericordia en
fundado en las tres concupiscencias *, de las cuales era víctima. Abraham , ni se le concedió la gota de agua que pedía, no mere­
Por lo cual fué sumamente desp reciado de Cristo, y cuando contó ciendo alcanzar m isericordia aquel que jam ás la tuvo del necesi­
su vida, no quiso nombrarle ni to m a r su nombre en la boca, en tado. ¡Oh justísimo Dios! ¡Cuán justos son vuestros juicios y cuán
señal de horror y desprecio, y de q u e no lo conocía ni aprobaba, • proporcionados vuestros castigos connuestros pecados! ¿Cómo no
y de que su nombre estaba b orrado del libro de la vida, ni quería temo el rigor de vuestra justicia? Libradm e, Señor, de vuestras
que hubiese memoria de él entre lo s hombres. M ira cuán contra­ ofensas, para que no descarguen sobre mi vuestras iras; abrid
rios son los juicios de Cristo y lo s d e l mundo. L áza ro , en los ojos los ojos de los ricos, para que escarmienten en la cabeza de éste;
del mundo era desdichado; en lo s d e C risto dichoso. A l contra­ y abrid también los ojos de los pobres, para que no tengan envi­
rio , Epulón en los ojos del mundo e r a dichoso, pero desdichado dia de los ricos. ¡Oh alma mía! M ira el resultado fatal que tiene
en los de C risto, e l cual fué h um ilde y áspero consigo y blando el hombre sensual y mundano. ¿No tem erás aficionarte á sus
para con los o tro s, y tales quiere q u e sean sus siervos. ¡Oh dulce vicios? ¿D e nada te argu ye la conciencia que te haga semejante
Jesús! Con todo mi corazón ab om in o la soberbia de la púrpura á este desventurado rico?
y la delicadeza de la holanda, p u e s V o s estuvisteis vestido de
• Job, x n , 15 — s S«p., », 8.

» Lúe., xvi ,19. — >1 J o a n ., 11, 16.


302 S en e prim era.— P ia ilum inativa. M eJ. 8 9 .— Conversión de la M agdalena. 303
P n n t o 3 .° J u stic ia é inm u tabilid ad de la s penas del Epu­ dieron llamas abrasadoras; á la abundancia de manjares y bebi­
lón.— Estando el Epulón en el infierno, levantó los ojos, y vióá das, hambre canina y sed rabiosa; al orgullo con que despreciaba
Lázaro en el seno de Abraham ; y pidiendo á éste que se lo envia­ á los demás, envidia devoradora; á la compañía numerosa y
se para refrigerarle siquiera con una gota de agua, oyó esta jovial de sus am igos, la más horrible soledad y triste desamparo.
respuesta «Acuérdate que tú recibiste bienes en tu vida.y ¡Adónde conduce la sensualidad, el amor desordenadoálos pla­
Lázaro males; y ahora muy justamente es él consolado y tú cas­ ceres, el orgullo y la soberbia! L a sentencia y pena de este des­
tigado; además, entre nosotros y vosotros liajr un caos tan pro­ venturado rico, ha sido justísim a, y será irrevocable, lo mismo
fundo. que no es posible pasar de una parte á otra». En cuyas que la del pobre Lázaro. E l mismo Jesús habló de él con tal des­
palabras se ve primeramente la justicia de la suerte de uno y precio y aborrecimiento, que ni su nombre quiso tomar en sus
otro; porque el rico recibió bienes, y los aceptó y abrazó con labios. ¡ A y de ti, si sigues el camino que él siguió! Un breve
sumo gusto, como premio de algunas buenas ob ras, y en castigo gozar te conducirá á un eterno penar. ¿Qué debes resolver y
de las malas recibe ahora males y tormentos. A l contrario, Láza­
h a c e r . en vista de esto? ¿ Cómo miras los gustos del mundo?
ro recibió en esta vida males y trabajos, abrazándolos con ¿Cóm o se halla tu corazón respecto de los bienes terrenos?
paciencia, y purgando con ellos las culpas en que había caído; y ¡Cuántas veces tu am or desordenado fie ha arrastradoácom eter
en premio de las buenas obras, ahora recibe grandes bienes y re­ la culpa! ¡Cuántas veces has mirado con emulación á los favore­
galos. Coteja la suerte de estos dos hombres tan diferentes en vida
cidos con ellos, siendo así que eran más bien dignos de compa­
y en m uerte, y m ira lo que esco ges, porque no es posible en vida sión que de envidia! C orrige ya tus afectos; ordénalos según las
ser Epulón y en la muerte’ Lázáro. Reflexiona, en segundo lugar,
enseñanzas de Jesús; y para esto, mira los propósitos que debes
sobre la inmutabilidad y eternidad de las p en as1 del infierno y de hacer:, ora con confianza, pidiendo las gracias necesarias para ti y
la gloria del cielo, la cual se indica al decir que no hay paso de para los demás.
un lugar á otro; porque el decreto de Dios es irrevocable, y ni
los bienaventurados jam ás podrán temer la condenación, ni los
condenados podrán jam ás esperar la salvación, sino que donde 89.—CONVERSIÓN DE LA MAGDALENA.
quiera que caiga > el árbol, allí quedará para siem pre:ó para
Pnuvcio i.» E&tand«Jesús«xnkud»<n casa de un Arisco, se presentó la Magdalena
■ pudrirse con los condenados en el infierno, ó para florecer y
á pedirte perdón de sus pecados, lo cuati excitó la murmuración del Arisco.
fructificar perpetuamente con los santos en la gloria. ¡Oh Dios de P reludio 2.» Represéntate á Jesús sentado á A mesa y á la Magdalena á sus pies,
tremenda Majestad! ¿Quién no tem blará al v e r el rigor y seve­ llorando.
ridad con que castigáis á aquellos que, despreciando vuestras P reludio 3.0 Pide b gracia de imitar b penitencia de b Magdalena.
leyes, ponen su corazón en el mundo y en sus bienes perecede­
ros , adorándolos como dioses? Y ¿quién no se alentará á sufrir P u n t o l.° Pecados y conversión d e la M agdalena.— Ha­
y padecer por vuestro am o r, al contemplar el premio inefable biendo sido convidado1 Jesús por un fariseo llamado Sim ón , una
con que pagáis tales penas? ¡Oh cristiano! Piensa bien la suerte mujer de la ciudad, y pecadora, fué á buscarle, mientras estaba
que escoges en esta vid a, pues de ella depende la que te ha de sentado á la mesa. L a s calidades de esta pecadora y el llamarla
caber en la otra. Si ahora llegase tu muerte, ¿estarías satisfecho con este nombre, dan á entender que sus pecados eran de sen­
de ti mismo? ¿Qué suerte te tocaría? sualidad y muy arraigados y escandalosos, pues por tales pe­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh’ fin desastroso y horrible del cados suele darse tal nombre á las mujeres. Pero el Evangelista
Epulón! Durante su vida nadaba en riquezas, sólo pensaba en no nombra la especie de estos pecados, porque, como dijo san
regalar su cuerpo y en dar pábulo á su sensualidad con los vesti­ Pablo *, ni aun su nombre debe tomarse en la boca. Mas diciendo
dos, comidas y otros gustos. Su corazón duro le hacía apartarla san L ucas y san M arcos ’ que Cristo echó de esta misma mujer
vista del desgraciado m endigo; y con su mal ejemplo arrastraba siete demonios, puede pensarse que no serian sólo estos los p'e-
á todos los de su casa á los vicios de que él adolecía. Llegó el cados que tenía, sino otros muchos, significados por el número
momento fatal de la muerte, y en un abrir y cerrar de ojos se vió de siete, y que los siete demonios que tientan de los siete peca­
privado de todas sus delicias, separado de todos sus amigos, olvi­ dos capitales morarían casi de asiento en ella. D e lo cual has de
dado de sus admiradores, y echado de su casa por los mismos sacar por una parte grande temor de tu flaqueza, escarmentando
criados que le servían. En cam bio, á los placeres sensuales suce­ en la Magdalena, que por males pequeños Afino á caer en gran-

1 Luc., xvi, 25. — a II Thes., 1.9. — ? Ecclcs., xi, 3. • Luc., vil ,36. — 1 Ephes., v , 3. — í luc., vm, 2; Marc., xvi, 9.
302 Set ie prim era.— V ia iluminativa. M eJ. 8 p .— C onversión de ¡a Magdalena. 303
P u n t o 3 .° J u stic ia é inm u tabilid ad de las penas del Epu­ dieron llamas abrasadoras; á la abundancia de manjares y bebi­
lón.— Estando el Epulón en el infierno, levantó los ojos, y vióá das. hambre canina y sed rabiosa; al orgullo con que despreciaba
Lázaro en el seno de Abraham ; y pidiendo á éste que se lo envia­ á los demás, envidia devoradora; á la compañía numerosa y
se para refrigerarle siquiera con una gota de agua, oyó esta jovial de sus am igos, la más horrible soledad y triste desamparo.
respuesta «Acuérdate que tú recibiste bienes en tu vida, y ¡ Adónde conduce la sensualidad, el amor desordenado á los pla­
Lázaro males; y ahora muy justamente es él consolado y tú cas­ ceres, el orgullo y la soberbia! L a sentencia y pena de este des­
tigado; además, entre nosotros y vosotros liay un caos tan pro­ venturado rico, ha sido justísim a, y será irrevocable, tom ism o
fundo. que no es posible pasar de una parte á otra». En cuyas que la del pobre Lázaro. E l mismo Jesús habló de él con tal des­
palabras se ve primeramente la justicia de la suerte de uno y precio y aborrecimiento, que ni su nombre quiso tomar en sus
otro; porque el rico recibió bienes, y los aceptó y abrazó con labios. ¡A y de ti, si sigues el camino que él siguió! Un breve
sumo g u sto , como premio de algunas buenas o b ras, y en castigo gozar te conducirá á un eterno penar. ¿Qué debes resolver y
de las malas recibe ahora males y tormentos. A l contrario, Láza­ h a c e r-c n vista de esto? ¿Cóm o miras los gustos del mundo?
ro recibió en esta vida males y trabajos, abrazándolos con ¿ Cómo se halla tu corazón respecto de los bienes terrenos?
paciencia, y purgando con ellos las culpas en que había caído; y ¡ Cuántas veces tu am or desordenado *te ha arrastrado á cometer
en premio de las buenas obras, ahora recibe grandes bienes y re- la culpa! ¡Cuántas veces has mirado con emulación á los favore­
galos.Coteja la suerte de estos dos hombres tan diferentes en vida cidos con ellos, siendo así que eran más bien dignos de compa­
y e n muerte, y mira lo que escoges, porque no es posible envida sión que de envidia! C orrige ya tus afectos; ordénalos según las
ser Epulón y en la muerte’ Lázdro. Reflexiona, en segundo lugar, enseñanzas de Jesús; y para esto, mira los propósitos que debes
sobre la inmutabilidad y eternidad de las p en asadel infierno y de h a c e r o r a con confianza, pidiendo las gracias necesarias para ti y
la gloria del cielo, la cual se indica al decir que no hay paso de para los demás.
un lugar á otro; porque el decreto de Dios es irrevocable, y ni
los bienaventurados jam ás podrán temer la condenación, ni los
89.— CONVERSIÓN DE LA MAGDALENA.
condenados podrán jam ás esperar la salvación, sino que donde­
quiera que caiga» el árbol, allí quedará para siempre: ó para
pREtUDio i.« Estando jesús comiendo en casa de un fariseo, se presentó la Magdalena
■ pudrirse con los condenados en el infierno, ó para florecer y á pedirte perdón de sus pecados, lo cual excitó la murmuración dd fariseo.
fructificar perpetuamente con los santos en la gloria. ¡OhDios de Preunmo 2.» Represéntate á Jesús sentado á la mesa j i l a Magdalena á sus pies,
tremenda Majestad! ¿Quién no tem blará al v e r el rigor y seve­ llorando.
ridad con que castigáis á aquellos que, despreciando vuestras Pcajumo J.» Pide la gracia de imitar h penitencia de la Magdalena.
leyes, ponen su corazón en el mundo y en sus bienes perecede­
ros, adorándolos como dioses? Y ¿quién no se alentará á sufrir P u n t o 1 « Pecados y conversión d e la M agdalena.— Ha­
y padecer por vuestro am or, al contemplar el premio inefable biendo sido convidado1 Jesús por un fariseo llamado Sim ón , una
con que pagáis tales penas? ¡ Oh cristiano! Piensa bien la suerte mujer de la ciudad, y pecadora, fue á buscarle, mientras estaba
que escoges en esta vida, pues de ella depende la que te ha de­ sentado á la mesa. L a s calidades de esta pecadora y el llamarla
caber en la otra. Si ahora llegase tu muerte, ¿ estarías satisfecho con este nombre, dan á entender que sus pecados eran de sen­
de ti mismo? ¿Qué suerte te tocaría? sualidad y muy arraigados y escandalosos, pues por tales pe­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh fin desastroso y horrible del cados suele darse tal nombre á las mujeres. Pero el Evangelista
Epulón! Durante su vida nadaba en riquezas, sólo pensaba en no nombra la especie de estos pecados, porque, como dijo san
regalar su cuerpo y en dar pábulo á su sensualidad con los vesti­ Pablo % ni aun su nombre debe tomarse en la boca. Mas diciendo
dos, comidas y otros gustos. Su corazón duro le hacía apartarla san L ucas y san M arcos ’ que Cristo echó de esta misma mujer
vista del desgraciado m endigo; y con su mal ejemplo arrastraba siete demonios, puede pensarse que no serían sólo estos los pe­
á todos los de su casa á los vicios de que él adolecía. Llegó el cados que tenía, sino otros m uchos, significados por el número
momento fatal de la muerte, y en un abrir y cerrar de ojos serió de siete, y que los siete demonios que tientan de los siete peca­
privado de todas sus delicias, separado de todos sus amigos, olvi­ dos capitales morarían casi de asiento en ella. De lo cual has de
dado de sus admiradores, y echado de su casa por los mismos sacar por una parte grande temor de tu flaqueza, escarmentando
criados que le servían. En cam bio, á los placeres sensuales suce- en la Magdalena, que por males pequeños vino á caer en gran-

I Luc., XVI, 2 $. — a II ThíJ., 1, 9 . — } Eccles., xi, } . ■ Lúe., vii ,9 6 . — » Eptaes., v , 3. — í l.uc., vm , 2 ; Marc., x v i, 9.
304 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
Med. 89.— Conversión de la Magdalena. 305
des pecados, lo cual puede su ced er en ti; y por otra, grande con­
fianza en la misericordia de D io s , en quien halló remedio esta la reconciliase consigo, y la diese beso de paz y perdón; tín­
pecadora, confiando que tú tam bién lo hallarás, si, como imitaste glaselos, suplicándole la ungiese con sus virtudes, y sin hablar
á la que pecó, imitas á la que s e arrepintió. Pondera la pronta palabra, derramaba su corazón mucho m á s 1 que el ungüento en
obediencia de esta pecadora á la inspiración de Dios; porque, la presencia de C ris to , manifestándole todas sus m iserias con
sintiéndose movida á dolor de su s pecados y á pedir perdón de grande sentimiento y dolor de ellas. De este modo debieras tú
ellos, por haber quizá oído a lg ú n sermón de Jesús, y saber presentarte delante de C risto , oran do, no tanto con palabras
la mansedumbre con que recib ía á los [pecadores, no aguardó, cuanto con obras y señales exteriores, nacidas del afecto del
para presentarse á pedirle p e r d ó n , á que Jesús se recogiese á corazón. T u vo, por fin, perfectísima penitencia exterior, convir­
tiendo en instrumentos de satisfacción aquellas cosas que lo
su posada donde solía estar, sino en sabiendo dónde comía, aun­
habían sido del pecado; cumpliendo lo que después dijo el Após­
que era en casa ajena, y en c o n v ite , entre convidados, luego fué
tol : : «Como empleasteis vuestros cuerpos para servir á la in­
á b u sca rle; para que aprendas á no dilatar los buenos propósi­
mundicia 3’ maldad para vuestra perdición, así empleadlos ahora
tos y á responder a la s divinas inspiraciones, especialmente en
en s e r v ir á Injusticia para vuestra santificación». ¡Oh penitente
materia de tu conversión,'acordándote de lo que dice el Sabio
fervorosa! ¡Oh poder de la divina inspiración! T ocad m e, Se­
«No tardes en convertirte al S e ñ o r , ni lo difieras de día en día,
ñor, con tal eficacia, que todas mis entrañas se estremezcan y
porque de repente vendrá su i r a , y en el día de la venganza te
todas mis potencias 3- sentidos se ocupen en aplacaras, convír-
destruirá.» ¡ Oh Padre c e le stia l, sin cuyo favor ninguno viene á
tiéndome á V os 5 diez veces más que me aparté de V os. ¿Imita­
Jesucristo J! Traedm e á su s e r v ic io con cadenas de caridad, do­
mos nosotros las virtudes de la fe 3' de la humildad que con tanta
lí éndome de haber ofendido al q u e por tantos títulos merece ser
perfección practica la Magdalena? ¿Ejercitam os, como ella, la
am ado; concededme una docilidad y obediencia tal á vuestra
penitencia interior y exterior?
santa inspiración, que la ponga a l momento en obra, sin temor á
P a n t o 3 .° J u ic io tem erario y m urm uración d el fa riseo .—
los respetos humanos ni á las afrentas que por ello me puedan
l-:i fariseo que había convidado á Jesús, viendo lo que pasaba,
venir. ¿ Hemos imitado á la M agd alen a pecadora ? ¿ Cómo hemos
d ecía entre sí: * E ste, si fuera profeta, supiera quién y cuál sea
de seguir á la penitente?
esta mujer que le toca, porque es pecadora». A q u í se han de
P u n t o SS.° Virtudes de la M a g d a len a en su conversión.—
ponderar dos gravísim os juicios tem erarios de este fariseo: uno
Considera aquí las excelentes v irtu d e s que acompañaron la con­
contra C risto, y otro contra la M agdalena, y ambos nacían de
versión y penitencia dé la M agdalena. Prim eram ente, tuvo gran­ su soberbia y presunción. Primeramente juzgó de Cristo que
de fe y estima de la divinidad» 3’ m isericordia de Jesús, porque no conocía qué mujer era aquella, 3-, por consiguiente, que no
creyó que era D ios, cuyo es el perdonar los pecados, y creyó e ra profeta; ó, si la conocía, que no era santo, pues se dejaba
que sin hablarle palabra, la entendía }T penetraba el corazón y tocar de ella y mancharse con tal tocam iento; y en ambas co­
sabía á lo que v e n ía ; otros v e n ía n á Cristo á pedir remedio de sas erraba, siguiendo el dictamen de los demás fariseos sober­
sus enfermedades corporales; só lo de ella se lee que viniese con bios, que decían aquello de Isa ía s4: «Apártate de mí; no te lle­
el único fin de remediar las esp iritu ales y alcanzar el perdón de gues á mí, porque eres inmundo y sucio»; cu3*o castigo añade el
sus pecados. Tuvo también h e ro ic a humildad, despreciando los Profeta, diciendo: «Que serán humo 3’ cebo del fuego eterno»,
respetos humanos y su propia h o n ra , sabiendo lo que probable­ pagando su error con el hum o. y su soberbia con el fuego. De la
mente dirían los convidados al v e r la de aquella manera. No vino á Magdalena juzgó que, habiendo sido pecadora, todavía lo era,
Jesús, como Nicodem us, de n o ch e 4, sino en pleno día, entre las teniendo indicios bastantes para pensar que 3Ta no lo era. pues
alegrías de un banquete; h um illóse también delante del Señor, no a sí lloraba á los pies de Jesús; por donde echarás de v e r cuán
atreviéndose á ponerse delante d e É l , avergonzada de la multi­ errados son los juicios de los hombres, que se abalanzan á ju z­
tud de pecados de que se re co n o cía culpable. T u vo además un g ar los corazones y las intenciones que están reservadas á sólo
dolor interior intensísimo, junto c o n grandes afectos de oración D ios, y del bien sacan mal; pues de donde habían de sacar com­
y devoción, declarados por a q u e lla s señales exteriores; porque pasión 3 'edificación, toman motivo para despreciar al prójimo.
regaba con lágrim as los pies de C r is to , llorando sus malos pasos, P ero, pondera especialmente en la persona de este fariseo á
y suplicándole la lavase con su g r a c i a ; limpiábalos con sus cabe­ algunos tan pertinaces en sus primeras aprensiones, que, enmar-
llos, pidiéndole la limpiase de su s culp as; besábaselos, pidiéndole
1 I Reg., 1, 3; Psalm. xxxi, 3. — » Rom., vi, 19. — J Baruch, iv, 28.
• Eccli., v, 8.— «Jo*n., vi,66. — i Isai., xun, 25. — 4 Joan., m, 2. 4 tai , lxv, 3.
20
3o6 Serie prim era .— Via ilum inativa. M ed. 9 0 .— Jesús defiende y perdona á la M agdalena. 307
cando á otro por malo, nunca se quieren persuadir que es bueno,
y siem pre se recelan de é l; y aunque vean señales de su mudanza, 90.— JESÚS DEFIENDE Y PERDONA Á LA MAGDALENA.
no las dan crédito, de suerte que con m ayor dificultad mudan
Preludio 1 Viendo Jesús los juicios del fariseo contra la Magdalena, salió á su de­
ellos su juicio , que el otro la mala vida; y si son superiores, son
fensa con una parábola , y despidióla en paz.
ocasión de desesperación á los súbditos, porque no creen su pe­ P reludio 2.® Represéntate &Jesús hablando con el fariseo.
nitencia como creyeron su culpa; en lo cual injurian á Dios, cuya P reludio 3.* Pide agradecimiento al Señor por las deudas que te ha condonado.
propiedad es olvidarse de los pecados ■ en haciendo el hombre
penitencia de ellos, y honrar al que p e c ó y se enmendó, ¡Oh buen P a n t o I.° J e s ú s , por m edio d e una parábola, corrige a l
J e sú s, Profeta santo! Librad á mi alma de tal soberbia, que quiera fariseo.— Considera aquí la sabiduría y justicia de Cristo, por las
ju zg a r atrevidam ente de aquello que V os habéis reservado á cuales conoció claramente los pensamientos del fariseo y los de
vu estra sabiduría infinita. Concededme tal simplicidad en mis la Magdalena, aprobando los de ésta, y condenando los de aquél.
ju icio s, que, atento A mí mismo, no quiera jamás juzgar álos Mira luego la caridad con que procedió en la corrección del fari­
otros. ¿Som os nosotros fáciles en juzgar temerariamente de seo , porque, teniendo respeto á que le había convidado y se
nuestros prójimos? ¿Nos dejamos llevar de las primeras apren­ hallaba en su casa, primero le pidió permiso para hablarle, y ,
siones? obtenido , lo hizo no con claridad, sino preparándole por medio
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué confusión, y cuánto aliento ha de una expresiva p a r á b o la ¡ O h , si supieras imitar estas admira­
de despertar en nosotros el maravilloso ejemplo de la conversión bles virtudes del Señor! ¡Cuánto más eficaces serian tus correc­
de la M agdalena! E lla había, sin duda, ofendido á Dios; mas, tal ciones, sobre todo cuando te diriges á letrados ó amigos! L a
v e z nosotros la hemos excedido en las culpas, y a en el número, parábola que adujo el Señor es la de un acreedor que tenía dos
y a en la m alicia: y ¡ cuán distinta es su penitencia de la nuestra! deudores; de los cuales uno le debia quinientos denarios y el otro
A l punto que siente en su corazón la voz de su Amado que la cincuenta, y que 110 pudiendo pagarle, á ambos condonó la deuda,
llam a A penitencia, sin demora, al instante le busca, sin esperar con lo cual quedan obligados á am arle á proporción de la cantidad
á que se recogiese A su posada ó A que fuera de noche, como lo perdonada. El acreedor es D ios nuestro Señor; el cual, no ce­
hizo Nicodemus. Xo importa que la maledicencia se ensañe con­ sando de hacer beneficios á los hombres, no recibe de ellos otra
tra ella; no importa que su honra sufra menoscabo; no importa cosa que ofensas. L o s deudores somos todos los hombres, de­
que Jesús esté en un convite en medio de los maliciosos fariseos; biendo los unos cincuenta, porque con los cinco sentidos hemos
ella se presenta, se arroja á sus pies, los riega con lágrimas de quebrantado los diez mandamientos. y los otros quinientos por
sus ojos y enjúgalos con los cabellos; dando á conocer en su pos­ haber pecado más veces, atropellando los preceptos de la Iglesia
tura humilde y modesta y en su aspecto confuso y vergonzoso, el y de su estado, y los de la ley evangélica, que es le y de perfección,
dolor interior que destroza su alma. ¡Qué fe tan viva en la divini­ significada por el número de ciento. P ero los hom bres, por más
dad del Señor! ¡Qué humildad tan profunda! ¡Qué dolor y arre­ que hagan, no pueden pagar esta deuda, porque es infinita, y
pentimiento tan intensos! ¡Qué penitencia y mortificación exterior todos sus méritos son m uy limitados; por lo cual D ios nuestro
tan prudente y eficaz para el fin que se propone! ¡Cómo la guía S eñ o r, con gran bondad y generosidad, se la p e r d e r . Y aunque
el mismo espíritu del Señor! Y tú- ¿por qué no imitas á esta feliz todos debieran corresponderle con un amor infinito y proporcio­
pecadora? Si la imitaste en los pecados, ¿por qué no la sigues en nado al bien que les hace, desgraciadamente no es así; sino que
la penitencia? ¿Tem es, acaso, las murmuraciones de los hom­ algunos, no conociendo la enormidad de su deuda, como los so­
bres? Tam bién de ella murmuraron; pero el mismo Jesucristo la berbios fariseos, le aman poco; otros, em pero, teniendo muy
defendió, y lo mismo hará contigo. M ira, pues, el modelo que grande conocimiento de e lla , como la M agdalena, le aman
debes seguir. ¿Qué le pides al Señor?¿Rehusas el humillarte en su mucho. Y tú, ¿cómo amas á este Señor, que tales favores te hace?
divina presencia? ¿V acilas por la muchedumbre y gravedad de ¿Reconoces la deuda que tenias contraída y que con tanta la r ­
tus culpas? ¿Te detienen los respetos humanes? Aliéntate; aviva gueza está dispuesto á perdonarte? ¡Oh D ios generosísimo y mi­
tu fe y confianza, y, renovando y confirmando tus resoluciones, sericordiosísim o! Con todo mi corazón deseo amaros; pues, en
arró jate, como la M agdalena, á los pies de Jesús, y pídele por ti lugar de castigarm e porque os ofendí, queréis perdonarme para
y por el mundo entero. que os ame. Reconozco ser muchos y m uy g raves mis pecados, y
por ellos deseo volveros muchos y muy grandes servicios.
> Eiech., xviii, 22.
■ I.UC. , VIII, 4 1 .
308 Serie prim era.— F ia ilum inativa. M ed. g o. —Jesús defiende y perdona <1 la Magdalena. 309
P n n t o 8,° J e sú s defiende á la M agdalena. — Considera palabra, J esús no hizo c a so , y continuó diciéndola: « Tu fe te ha
cómo Jesús aplicó la parábola A la m ujer que se tenía por grande hecho salva; vete en paz». Pondera en este suceso la eticada de
pecadora, y al fariseo que se te n ía p or justo y menos pecador, la palabra del Salvador: «Perdonados te son tus pecados», con la
porque, señalando á la m ujer, dijo A Simón ■ : «¿Ves A esta mujer? cual absolvió á la Magdalena de culpa y de pena, y la comunicó
Entré en tu c a s a , y no me diste a g u a para los p ies; y ésta los lavó, muy copiosa gracia, regocijándose ella grandemente al oirla.
no con agua, sino con lá g rim a s, y lo s lim pió, no con toalla, sino Y tú también debes regocijarte no menos, pues por medio de los
con sus cabellos; no me diste b eso de paz, y ésta no ha cesado de confesores, cuando te absuelven, te dice la misma palabra, la
besar mis pies; no ungiste con óleo mi cabeza, y ésta ungió mis cual tendrA la misma eficacia, si tienes las disposiciones que ella
pies con precioso ungüento. P o r ta n to , te digo que le son perdo­ tenia. Observa cuán grande fué la modestia de Cristo en este
nados muchos pecados, porque am ó m ucho, y al que menos se caso; pues, viendo que los fariseos se admiraban de la palabra
le perdona, menos ama». Que fué d ecir: Esta mujer siente de sí que había dicho, perdonando los p ecad os, sin responder como
que debe mucho, y así espera d e M í m ayor beneficio en que la en otra ocasión hizo , prefirió atribuir este perdón, más que á su
perdone. Y por eso me amó m uch o, como se ha visto por las omnipotencia y generosidad, á la fe de la p ecad ora, diciéndole:
obras, y yo la he perdonado m uch os pecados, porque con este «Tu fe te ha hecho s a lv a » ; esto e s : la fe viva que has tenido de
amor se ha dispuesto para el perdón de e llo s; pero tú piensas que mi divinidad y potestad, y la confianza amorosa que has tenido
debes p oco, 3’ así esperas pequeño beneficio en que te perdone, de mi misericordia, han sido causa de tu salud. Finalmente: pue­
y , por consiguiente, también a m a s poco. Mira cómo el Señor, des ponderar cuán asida estaba la Magdalena á los pies de
con el ejemplo de los grandes p e ca d o re s convertidos, suele con­ Cristo, pues con haber alcanzado el perdón que pretendía, no se
fundir A los que presumen de ju s to s , y así nos aconseja que los quería apartar de a llí, hasta que la dijo el S e ñ o r : «Veteen paz»,
miremos y consideremos d esp acio, diciendo: Vides hanc mulie­ pues y a estás pacificada con D ios y dentro de ti con la plenaria
rem ? ¿ V es á esta mujer ?¿ V es sus lágrim as, suspiros, penitencias, indulgencia de tus p ecad os, y con la cumplida victoria de tus
su humillación y confusión? ¿ V e s la s invenciones que halla para pasiones sensuales, porque todo esto se puede presumir que con­
aplacar A Dios? Considéralo b ien , y confúndete de lo poco que tú cedió la m isericordia del Señor á la que tanto amó. Quizá por
haces para que Dios te perdone, y sab e que muchos publicanos esto no la dijo lo que decía á otros p e c a d o r e s n o quieras más
y pecadores1 precederán á m uchos q u e presumen de justos en el p eca r, como quien conocía la gran firmeza que en esto tenia, por
reino de los cielos. Reflexiona igu alm ente cómo un gran pecador, la mucha gracia y amor que la habia dado. ¡ O h. dichosos los que
con un acto fervoroso, suele s u b ir á . más excelente caridad y se llegañ con humildad y caridad á los pies de Cristo, pues tan bien
santidad que un justo tibio con m u ch o s actos y en muchos años, despachados se levantan de ellos! ¡Oh amantísimo Jesús! Decid á
como la Magdalena en este caso. Y sa ca de todo esto cuán gene­ mi a lm a : T u s pecados te son perdonados, vete en p a z : suene en
roso modo de alcanzar el perdón e s am ar mucho á D ios, porque mis o íd o s1 vuestra dulce v o z , y alegrarse ha mi corazón, y gus­
el amor dispone para el perdón d e lo s pecados, anda con él y con toso os sacrifican! hostia de alabanza y holocausto de amor,
él crece 3' se aumenta, viéndose e l hombre obligado á amará alabando y bendiciendo vuestro nombre por siempre. ¡ Oh alma
quien así le perdona K ¡ Oh R e d e n to r m ío ! Confuso estoy en pre­ m ía ! L légate á los pies de Cristo con gran confianza, abrázalos
sencia de esta penitente tan f e r v o r o s a , viendo mi extremada con am or, y sigue sus p isa d a s, y no te apartes jam ás de ellos.
tibieza. Lavad, Señor, las m anchas d e esta hija de Sión, mi pobre ¿Qué debes resolver para practicar esto ?
alm a, con espíritu de juicio y c o n espíritu de ardor, dándome E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh Bondad infinita de Jesús!
espíritu de justicia y fuego de c a r id a d , para que os ame mucho, ¡Cuán digna sois de toda alabanza! Apenas el Señor v e el cora­
pues me habéis perdonado mucho. ¿ X o nos confunde el ejemplo zón del fariseo que juzgaba dura é injustamente de É l 3* de la
de la Magdalena, que Jesús nos in v ita á contemplar? Superiores Magdalena, olvidado de volver por su propia h onra, sólo piensa
á los suyos en número y grave d ad habrán sido tal vez los peca­ en dejar á salvo la de aquella pecadora arrepentida. P e r o , ¡ de
dos que Jesús nos ha perdonado; ¿ p o r qué no le tenemos siquiera qué prudencia usa para avisar al que le ha invitado! ¡ L e pide
tanto amor como ella ? perm iso! ¡D io s, á un hombre m iserable! S e insinúa indirecta­
P u n t o 3 .° J e s ú s d esp ide á l a M agdalena y a perdonada. mente por medio de una p arábola, y con tal destreza la presenta,
— Vuelto Jesús á la M agdalena, la d ijo 4: «Perdonados te son tus que el mismo fariseo corrige su juicio y se v e obligado á confe­
pecados»; y aunque se turbaron l o s circunstantes oyendo esta sar que m ayor es el amor que tiene á Dios aquella mujer á quien

* Luc. , vil, 44. — * Matth,, xxi, 31. — í lsai., iv, 4. — 4 Luc., vil, 48. 1 Joan., v , 14. — =Caat., 11, M
310 Serie prim era.— P 7a ilum inativa. M cd. 9 1 .— Jem s habla con la Sam aritana. 31!
en su corazón había y a condenado, que el que le profesa él mis­ poniéndoles ocasiones para ello cuando menos piensan. E ra la
mo. ¡ Oh sabiduría , prudencia y caridad de Jesucristo! Corre­ samaritana una mujer pecadora y carn al, que con haber tenido
g id n o s, S eñ o r, de esta m anera, para que, humillando nuestra cinco maridos ó varones, ahora estaba amancebada con otro. Y
so b e rb ia , nos confesemos viles y despreciables á vuestros ojos. aun san Crisóstomo y otros D octores dicen que todas cinco ve­
P ero no apartemos los ojos de esta m ujer, porque así nos lo re­ ces estuvo am ancebada, y que los cinco varones no fueron legí­
comienda el Señor. E lla debía mucho , s í ; pero el conocimiento timos. Siendo, pues, tal esta mujer, y viniendo por agua, bien
claro de la bondad y grandeza de su Dios le hacía profundizar de •descuidada de su salvación, allí topó con Cristo, que le hizo extra­
tal modo en estas mismas deudas, q u e , viéndose por una parte ordinarios favores con admirable eficacia y suavidad, acomodán­
cargad a de e lla s , y por otra rodeada de la misericordia del Se­ dose A la calidad y condiciones de la persona con quien trataba.
ñor que la perdonaba, su corazón era un incendio de caridad, ¿V es, alma fiel, el cuidado tan amoroso que tiene Jesús de los
i Cuán dulcemente resonarían en sus oídos las tiernas palabras pecadores? ¿Imitas su encendido é incansable celo por la salva­
de Jesu cristo : Perdonados son tus pecados; vete en paz! ¡ Qué ción de tus prójimos? ¡Oh Sabiduría encarnada! ¡Cuán admirable
gratitud tan eterna profesaría á su divino M aestro! ¿ liemos nos­ y amorosa es la providencia con que salís al camino á los que
otros contraído muchas deudas con Dios? ¿Tenemos conocimiento yerran! L o s que no os buscan os hallan; y á los que por V os no
de ellas ? ¿ Deseamos que se nos perdonen ? ¿ Qué debemos practi­ preguntan, d e c ís* : «Aquí estoy». S i la M agdalena fué á busca­
car para ello ? Miremos á la Magdalena, y propongamos imitarlos ros 2, Vos se lo inspirásteis; y si la samaritana os baila, es porque
herm osos ejemplos que nos d a , con los cuales, sin duda, alcanza­ V os la fuisteis á buscar. Inspiradme. Señor, que os busque; y
rem os la dicha que ella alcanzó. Para esto pidamos gracia, y no buscadme para que os halle.
nos olvidem os de rogar por las demás necesidades. P n n t o 8.° Cortedad del hombre con D ios y larg ues a de
D ios con el hom bre— Considera cóm o, habiendo pedido Jesús
agua A la samaritana, ésta le respondió: «¿Cómo tú, siendo judío,
91.— JESÚS HABLA CON LA SAMARITANA.
me pides agua, siendo así que vosotros los judíos no comunicáis
P reludio i .» P»ra convertir ú una mujer sam aritana, sentóse Jesús junto aun pozo, y
•con los samaritanos?» Mira cuán grande es la cortedad del hom­
entabló con ello conversación hasta lograr convertirla. bre con Dios. A sí como esta mujer no sólo negó á Cristo el
P reludio 2.« Represéntate á Jesús sentado, hablando con esta mujer. agua, sino que aun le reprendió porque se la pedía \r hablaba con
P reludio _j .» Pide la gracia de saber Imitar el celo de Jesús. ella, así el hombre suele negar á D ios lo que le pide, ora sea por
secretas inspiraciones, ora por su santa le3' ó por los superiores,
P n n t o l.° Celo incansable é ingenioso de Cristo.—Cami­ ó por los pobres que le piden limosna, y nunca le faltan excusas
nando Jesucristo desde la Judea A Galilea por Sam aria, fatigado y achaques para no dárselo; y á veces disimuladamente le re­
del cam in o , sentóse junto á un pozo á eso de mediodía, 3' enton­ prende, quejándose de que le pida cosas g raves 3- m uchas, y
ces lle g ó una mujer con un cántaro, que venía por agua *. En lo aun tiene por pecado el mismo hablar y tratar con Dios. Todo lo
cual debes ponderar los trabajos y cansancios de Jesús en sus cual procede de que no conoce, como la sam aritana, quién es
cam inos y peregrinaciones por el bien de las almas, yendo á pie ■ este gran Dios que se lo pide, ni tiene de El la estima que fuera
y sin alivio, con soles de mediodía 3’ jornadas largas. ¡Cuán caro razón , por tener la fe muy amortecida. Pondera en cambio la
le cuesta á este buen Pastor buscar las ovejas perdidas, traba­ infinita largueza de Dios con el hombre, que se descubre en
jando por una como por muchas! ¡Qué de veces sudaba en los la contestación del Salvador á la sam aritana, diciéndola: «Si co­
cam inos, forzándole el cansancio del cuerpo á sentarse para to­ nocieses el don de D ios, y quién es el que te pide de beber, tú
m ar algún alivio! Mas en esta ocasión se sentó junto al pozo, no quizá se lo pedirías» 3* Él te daría una agua viva ». Porque Dios
tanto para descanso de su cuerpo, aunque se hallaba muy fatiga­ nuestro Señor, en lugar de vengarse del hombre, que rehúsa
do, cuanto para cazar un alma que tenía para si escogida, porque darle lo que le pide, como quería hacer D avid con Nabal \ por­
nunca perdía ocasión de hacer bien á ellas. A sí debieras por­ que le negó lo que le pedía, de nuevo le convida A que le pida los
tarte tú, aprovechando para bien de las almas todas las ocasiones bienes que le fallan, y desea que conozca quién es D ios, y cuán
que te proporciona tu estado, y que las obligaciones del mismo .grandes son sus dones para que tenga ganas de pedirlos. Y aún
te deparan. Pero, mira acerca de este hecho cuán maravillosos pasa más adelante su generosidad; porque por una parte dice
son los secretos de Dios en la conversión de los pecadores. que. conociendo el hombre sus dones, fo r s ita n , tal vez se los

' loan., iv, 5. 1 I s a i . , ixv, i. — » I.uc., vil , 3 7 . — 1 i R « g ., XXV , 42.


312 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 9 2 .— Conversión de la Sam aritana. } 13

pedirá, siendo, como es, libre para ello; mas. por otra parte ase­ nunca tenga sed de otra cosa, ni me ocupe, con ansia en buscar
gura que, en pidiéndoselos, sin ninguna duda los alcanzará. Es ,el agua de los bienes corporales y corruptibles, pues me bastan
dudoso que el hombre quiera pedirlos; pero no lo es que Dios los los espirituales y eternos. ¡Oh dulce Jesús, fuente de agua viva!
dé al que los pida. ¡Oh Salvador mío! Esclareced mi alm a para que Poned dentro de mi alma esta divina fuente, de modo que siempre
conozca el don de D ios, y movedme con eficacia á que le pida de bulla, crezca y salte hasta la vida eterna.
modo que lo alcance. Si V o s tenéis sed de mi salvación, yo deseo E p i l o g o y c o l o q o i o s . — ¡Cuán ardiente, fervoroso é incan­
vivam ente saciaros, porque quiero con todas veras salvar mi sable es el celo de Jesús por la salvación de las almas! Cansan­
alma. Decidme lo que queréis; pedidme cuanto deseéis, que no es cios, fatigas, viajes largos, calores intensos: todo lo soporta y
justo, dándoos todo á m í, os niegue yo cosa alguna. ¡Oh alma! tolera para esto. É l las sale al encuentro, y cuando más descui­
¿Has visto la generosidad de Jesús contigo? ¿V es cómo nada te dadas están, se les presenta para salvarlas. Nadie acaso merecía
niega? Y tú, ¿desechas sus inspiraciones y súplicas? menos que la Samaritana la gracia del Señor. E sclava de sus
l* u n t o 3 .° P ropiedades d é la divina g ra cia .— Considera pasiones, no sabia negarles cuanto le pedían, aunque fuese con
cómo pensando la Samaritana que Jesús le hablaba del agua del escándalo del mundo: y , á pesar de todo, en ella fija Cristo sus
pozo, le objetó: « No tienes con qué sacarla, y el pozo está hondo: o jo s , la tiende amoroso lazo y persevera en su intento hasta que
¿cómo me darás agua viva?» En cuyas palabras se ve palpable­ logra extinguir en su corazón el amor al mundo y entronizar en
mente la propiedad del hombre animal de que nos habla san lugar suyo la caridad de Dios. ¡ Oh amor inmenso y generoso de
Pablo ', que mientras es muy diligente para todo lo que concierne Dios para con los hom bres! ¡Oh cortedad y m iseria de los hom­
al cuidado y gustos del cuerpo, no percibe ni comprende la s bres para con Dios! Éstos niegan al Señ or lo que les pide, y aun
cosas de D ios, ni piensa que haya otra agua viva que la que mana á veces le insultan porque les pide; Él les ofrece sus riquísimos
de las fuentes que v e al ojo. Tal vez tú has merecido con tu porte dones sin pedírselos. Ellos le niegan un vaso de agua, una acción
ser comprendido en esta clase tan degradada. Pondera en la res­ transitoria, la sumisión á su ley; Él en cambio quiere darles el
puesta del Señor declaradas las propiedades de la divina gracia; agua viva de su gracia, don soberano que radicalmente quita la
porque dice que el agua que Él dará quita la sed para siem pre, for­ sed de bienes tem porales, que permanece constantemente dentro
mándose en el que la recibe una fuente de agua viv a, que salta rá .
hasta la vida eterna. El agua déla divina graciaquita primeramente
f del alma si el hombre no la rechaza, y que, inclinándole siempre
con alegría á las cosas celestiales, 1c da una prenda segura de
la sed de tal modo, que el alma queda perpetuamente satisfecha, su salvación. ¿Cóm o, en vista de esto, no amaremos la bondad
porque, como es agua v iv a , no se consume como el agua material infinita del Señor? ; Nos atreverem os á negarle lo que nos pida?
en el que la bebe, sino que permanece siempre mientras no se P ues, ¿qué desea de ti Jesús? ¿Q ué propósitos te ha- inspirado,
arroja voluntariamente. Ella harta de tal modo al alma, que y cuando los debes cumplir? No uses con Jesús de la mezquindad
quita al propio tiempo la sed de los bienes materiales, cumplién­ que no tendrías con una vil criatura. S é generoso con un Señor
dose lo que dijo Cristo J: «El que cree en Mí, no tendrá más sed; que tanto se distingue en este atributo. P ara esto resuelve, ora,
esto es, no tendrá sed ni apetito de cosa contraria á M í, porque suplica y ruega por ti y por todos los que se han encomendado á
conmigo estará harto y satisfecho. Esta agua viva es además tus oraciones.
como fuente que siempre mana, porque ella v a creciendo y
aumentando por los actos virtuosos á que inclina la misma gracia 92.— CONVERSIÓN DE LA SAMARITANA.
y el Espíritu Santo que mora en el alma que la posee. Ella
sale y crece, saltando y bullendo dentro del alm a, inclinando con P reludio i .» Iluminada por la gracia de Cristo, la Samaritana confesó sus pecados,
impetu á las cosas celestiales con grande alegría, presteza y se arrepintió , y Alé á invitar á los suyos i que viniesen á escuchar i Jesucristo.
P reludio 2.» Represéntate á Jesús hablando con la Samaritana.
prontitud; porque ni consiente ser detenida por las cosas terrenas,
P reludio 3.» Pide docilidad i las cnseñantas y correcciones del Señor y de sus mi­
ni soporta dilaciones ni tardanzas, ni admite repugnancias y tedios, nistros.
sino que hace saltar hasta su fuente, que es Dios. Por fin, ella
salta hasta la vida eterna, porque es prenda ó arras de la gloria
P u n t o 1.” Modo adm irable con que J e s ú s convirtió d la
eterna, como dice san P a b lo 4. ¡Dichoso tú si tienes la suerte de
sam aritana.— Considera la destreza con que Jesús fué dispo­
beber con abundancia de esta agua en los Santos Sacramentos! niendo á la samaritana para recibir la divina g ra cia, porque pri­
¡Oh Señor de cielos y tierra! Dadme esta agua [viva, para que meramente le descubrió el secreto de su vida licenciosa, mani­
festándole que sabía bien todos sus pecados, y que, aunque ella
> I Cor., ii, 4. — «Joan., vi, 35. — 3Joan., vil, 38. — 4 Ephes., 1, 4; 1 Cor., xm, 8.
3ia Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 9 2 .— Conversión de la Sam aritana. 313
pedirá, siendo, como es, libre para ello; mas, por otra parte ase­ nunca tenga sed de otra cosa, ni me ocupe, con ansia en buscar
gura que, en pidiéndoselos, sin ninguna duda los alcanzará. E s »el agua de los bienes corporales y corruptibles, pues me bastan
dudoso que el hombre quiera pedirlos; pero no lo es que Dios los los espirituales y eternos. ¡ Oh dulce Jesús, fuente de agua v iv a !
dé al que los pida. ¡Oh Salvador mío! Esclareced mi alm a para que Poned dentro de mi alma esta divina fuente, de modo que siempre
conozca el don de D io s, y movedme con eficacia á que le pida de bulla, crezca y salte hasta la vida eterna.
modo que lo alcance. Si V o s tenéis sed de mi salvación, yo deseo E p í l o g o y c o l o q u i o s .— ¡Cuán ardiente, fervoroso é incan­
vivam ente saciaros, porque quiero con todas veras salvar mi sable es el celo de Jesús por la salvación de las almas! Cansan­
alma. Decidme lo que queréis; pedidme cuanto deseéis, que no es cios. fatigas, viajes largos, calores intensos: todo lo soporta y
justo, dándoos todo á m í, os niegue yo cosa alguna. ¡Oh alma! tolera para esto. É l las sale al encuentro, y cuando más descui­
¿lia s visto la generosidad de Jesús contigo? ¿V es cómo nada te dadas están, se les presenta para salvarlas. Nadie acaso merecía
niega? Y tú, ¿desechas sus inspiraciones y súplicas? menos que la Samaritana la gracia del Señor. E sclava de sus
l* u n t o 3 .° Propiedades d é la divina g ra c ia .— Considera pasiones, no sabía negarles cuanto le pedían, aunque fuese con
cómo pensando la Samaritana que Jesús le hablaba del agua del escándalo del mundo; y , á pesar de todo, en ella fija Cristo sus
pozo, le objeto: «No tienes con qué sacarla, y el pozo está hondo: o jo s , la tiende amoroso lazo y persevera en su intento hasta que
¿cómo me darás agua viva?» En cuyas palabras se ve palpable­ logra extinguir en su corazón el am or al mundo y entronizar en
mente la propiedad del hombre animal de que nos habla san lugar suyo la caridad de Dios. ¡ Oh amor inmenso y generoso de
Pablo que mientras es muy diligente para todo lo que concierne Dios para con los hom bres! ¡Oh cortedad y m iseria de los hom­
al cuidado y gustos del cuerpo, no percibe ni comprende las bres para con Dios! Éstos niegan al Señor lo que Jes pide, y aun
cosas de D ios, ni piensa que haya otra agua viva que la que mana á veces le insultan porque les pide; Él les ofrece sus riquísimos
de las fuentes que ve al ojo. Tal vez tú has merecido con tu porte dones sin pedírselos. Ellos le niegan un vaso de agua, una acción
ser comprendido en esta clase tan degradada. Pondera en la res­ transitoria, la sumisión á su ley; É l en cambio quiere darles el
puesta del Señor declaradas las propiedades de la divina gracia; agua viv a de su gracia, don soberano que radicalmente quita la
porque dice que el agua que Él dará quita la sed para siem pre, for­ sed de bienes tem porales, que permanece constantemente dentro
mándose en el que la recibe una fuente de agua v iv a , que saltará del alma si el hombre no la rech aza, y que, inclinándole siempre
hastala vida eterna. E l agua deladivinagraciaquita primeramente con alegría á las cosas celestiales, 1c da una prenda segura de
la sed de tal modo, que el alm a queda perpetuamente satisfecha, su salvación. ¿Cóm o, en vista de esto,, no amaremos la bondad
porque, como es agua v iv a , no se consume como el agua material infinita del Señor? ¿Nos atreverem os á negarle lo que nos pida?
en el que la bebe, sino que permanece siempre mientras no se P ues, ¿qué desea de ti Jesús? ¿Qué propósitos te ha- inspirado,
arroja voluntariamente. E lla harta de tal modo al alma:, que y cuándo los debes cumplir? No uses con Jesús de la mezquindad
quita al propio tiempo la sed de los bienes m ateriales, cumplién­ que no tendrías con una v il criatura. S é generoso con un Señor
dose lo que dijo Cristo : «El que cree en Mí, no tendrá más sed; que tanto se distingue en este atributo. P ara esto resuelve, ora,
esto e s , no tendrá sed ni apetito de cosa contraria á M í, porque suplica y m ega por ti y por todos los que se han encomendado á
conmigo estará harto y satisfecho. Esta agua v iv a es ádemás tus oraciones.
como fuente que siempre mana, porque ella v a creciendo y
aumentando por los actos virtuosos á que inclina la misma gracia 92.—CONVERSIÓN DE LA SAMARITANA.
y el Espíritu Santo >, que mora en el alma que la posee. E lla
sale y crece, saltando y bullendo dentro del alm a, inclinando con P reludio i .» Iluminad» por la gracia de Cristo, la Samaritana confesó sus pecados,
se arrepintió , y fue á invitar á los suyos á que viniesen á escuchar á Jesucristo.
impetu á las cosas celestiales con grande- alegría, presteza y
P reuuoio 2.o Represéntate á Jesús hablando con la samaritana.
prontitud; porque ni consiente ser detenida por las cosas terrenas, P reludio 3.» Pide docilidad i las enseñanzas y correcciones del Señor y de sus mi-
ni soporta dilaciones ni tardanzas, ni admite repugnancias y tedios, uistros.
sino que hace saltar hasta su fuente, que es Dios. P o r fin, ella
salta hasta la vida eterna, porque es prenda ó arras de la gloria P u n t o 1." JIodo adm irable con que J e s ú s convirtió á la
eterna, como dice san Pablo ¡Dichoso tú si tienes la suerte de sam aritana.— Considera la destreza con que Jesús fué dispo­
beber con abundancia de esta agua en los Santos Sacramentos! niendo á la samaritana para recibir la divina g ra cia, porque pri­
¡Oh Señor de cielos y tierra! Dadme esta agua (viva, para que meramente le descubrió el secreto de su vida licenciosa, mani­
festándole que sabia bien todos sus pecados, y que, aunque ella
■ I Cor., ii, + — ‘ Joan., vi, 35. — vn, 38. — 4 Ephes., 1, 4; I Cor., xill, 8.
314 Serie prim era . — P ia ilum inativa.
M cd. 9 2 .— Conversión de la Sam aritana. 315
negaba que tuviese m arido, Él sabía perfectamente que había
había venido, y dejado el cántaro .vo lv ió se á la ciudad con pres­
estado unida con cinco hombres, y que el actual no era suyo..
teza á dar noticia de C risto á sus conciudadanos, para que vinie­
Esta corrección y reprensión, no solamente no filé rechazada por
sen á gozar del tesoro que ella habí-i hallado. D ióla una perfecta
la samaritana, ni se indignó por ella; sino que comenzó á vene* humildad; por lo cual no se desdeñó de infamarse á sí misma en
r a r al Señor, teniéndole por profeta, y confesó la verdad, di­
razón de honrar á Jesucristo, publicando que ie había descu­
c ie n d o 1: « S eñ o r. veo que eres profeta», quefué decir: «Verdad
bierto los secretos de su mala v id a , para que le tuviesen por
es cuanto dices». A sí principió la conversión de esta mujer. ¡ Feliz profeta, dándote ejemplo de anunciar la verdad, como dice san
aquel pecador que no rehúsa confesar sus propias culpas! Él Pablo ■ , por infamia y buena fama. Infundióla grande prudencia
obtendrá finalmente el perdón, si no desiste de practicar todos en el modo de predicar á C ris to , porque no entró diciendo,
los medios para alcanzarlo. En segundo lu g ar, la enseñó el modo «creedm e, he visto un profeta; sin duda es el Mesí as »; sino, cono­
de honrar y servir d Dios; el cual no se contenta con sacrificios ciendo su flaqueza m ujeril, y que ella por sí no m erecía ser creí­
exteriores, como creía la sam aritana, y por esta causa no cui­ da, les decía: «Venid y ved», deseando que ellos por sus ojos
daba de limpiar su corazón; sino que quiere ser adorado en es­ viesen y se convenciesen de la verdad que les anunciaba. Final­
píritu y en verdad, esto es. dentro de nuestro espíritu, que es el mente: le comunicó tanto fervor y espíritu en sus palabras, que
templo espiritual de Dios, en donde hemos de entrar, para hablar muchos salieron de la ciudad para v er á Cristo nuestro Señor, y
con Dios en lo escondido *. En verdad, no desmintiendo con el por su causa creyeron en Él. ¿No nos confunde el c e lo , fervor,
corazón lo que dice la lengua, conformando nuestros sentimien­ prudencia y humildad de la samaritana? ¿Xo imitaremos estas
tos con la verdad de la le, y nuestra vida con la del S a lv ad o r, y virtudes? ¡Oh riquezas de la divina gracia! ¡Oh mudanza de la
las obras exteriores con las interiores, sin fingimiento ni doblez diestra del muy A lto =! ¡Oh D ios mío! ¿Quién, sino V o s, pudiera
alguna. Y esta adoración puede y debe hacerse en todo lugar, tan presto trocar el corazón de esta m ujer, y obrar en ella y
sin concretarse ;1 uno solo, como los judíos, que sólo debían ofre- por ella tantas m aravillas? Corrido estoy de mi tibieza, al v e r el
, cer en el templo sus oraciones y sacrificios. ¡ Oh doctrina sobe­ fervor de esta pecadora. Ilustradme, Señor: encendedme y mu­
rana, que como rocío cayó en el corazón de la samaritana, y le dadme como á esta samaritana, para que os sirva y predique
ablandó para que en él fructificase esta preciosa semilla! ¡Oh vuestras grandezas, de modo que sea digno instrumento de vues­
Padre de m isericordias!; pues me habéis hecho nacer en la ley de tra gloria.
gracia, concededme que os adore, no en un solo lugar, sino en P a n t o :i.° Cuál es el m an jar que apetece Jesu cristo
todas partes; 110 con sólo el cuerpo, sino con el espíritu; no con Viniendo los Apóstoles de la ciudad de comprar los alimentos,
apariencias-, sino con verdad; siguiéndoos á V os que sois cami­ quedaron admirados de v er á su Maestro hablar á solas con una
no, verdad y vida, digno de eterna honra. ¿Conocemos y confe­ mujer, pareciéndoles excesiva humildad en su divino Maestro
samos nuestras propias culpas? ¿Cómo adoramos ó servim os á trabar pláticas con ella, presuponiendo que hablaría, como lo
Jesucristo? tenía de costumbre, de cosas celestiales. M as, admiráronse tam­
P n n to B en ig n id a d de J e s ú s y m udanza de la santa- bién de que hablase á solas con ella, por ser cosa tan rara en
ritana.—1Considera la benignidad de Jesucristo en descubrir cla­ Cristo que hablase de tal modo con mujeres; pero no le dijeron
ramente á esta mujer pecadora una verdad que había encubierto nada, porque veneraban todo lo que su Maestro h acía, sin juzgar
á los escribas y fariseos soberbios, porque diciendo ella que, en mal de cosa que hiciese. D e lo cual deben los supt:riores sacar
viniendo el Mesías enseñaría todas las cosas, respondió el Señor5: aviso para tener recato en semejables pláticas, si no es en caso
«Y o soy el que hablo contigo». ¡ Cuán cierto es que el Señor re­ raro de urgente necesidad; y los súbditos tomar ejemplo para no
vela á los pequeñuelos las cosas que esconde á los sabios altivos! juzgar mal ni sospechar de los dichos y hechos de sus mayores,
Pero mucho más has de ponderar la m aravillosa mudanza que á los cuales deben venerar como santos, acordándose de aquello
en el ánimo de la samaritana obró esta sola palabra de Jesús. del S a lm o 5: «No toquéis á mis Cristos, ni uséis de malignidad
Porque en un instante ilustró su entendimiento con verdadera fe, con mis Profetas». Pondera cómo, diciendo los A póstoles al Se­
para que conociese quién era el que hablaba con ella, y le cre­ ñor que comiese, respondió4: «Tengo otro manjar que comer
yese el Mesías. Ablandó su corazón, para que aborreciese su que vosotros no sabéis. Mi manjar es hacer "la voluntad del que
vida y extravíos pasados, y recibiese el agua de la divina gra­ me envió, y perfeccionar su obra». Mira cuán grande estima
cia. Llenóla de tal gozo interior, que, olvidada del agua por la que tenia Cristo de hacer la voluntad de su Padre, que era la conver-

* II Cor. vi, 8. — = Pnlra. lxxiv , n. — i Psalm. civ, 15. — 4Joan. , iv, 34.
5 Jo«n.. IV, 19. — 2 M i t t h . , VI, 6. — «Joan., iv, 26.
3,16 Serie prim era.— P/i ilum inativa. M ed. 93 .— D e hi m ujer adúltera. 317
sión de las alm as; pues estando cansado y hambriento, ni quiere esto nos remuerde la conciencia, formemos serios y firmes pro­
com er, ni gusta de ello; antes dice que su manjar es hacer esta pósitos, confirmémoslos con fervientes súplicas, y no olvidemos
voluntad, y no como quiera, sino con grande perfección y ente­ rogar por las demás necesidades.
reza; y aunque le había de costar hiel y v in a g re. todo le pareció
dulce, por ser la voluntad del que tanto amaba. Procura no te
9 3 . - DE LA MUJER ADÚLTERA.
haya de decir lo que á los A p ó sto le s : « Como un manjar que tú
no sabes»; porqué si eres desobediente á la le y de D ios, y á sus
P reludio i .» P resen ta ro n ¿ J e s ú s u n a m u je r a d ú l t e r a , p a r a q u e b s e n te n c ia s e s e g ú n
inspiraciones, y á los mandatos de tus superiores, no conoces el
la le y ; m a s E l , n o s ó lo n o b s e n te n c ió , s in o q u e b lib ró d e s u s a c u s a d o re s y b p erd on ó
manjar que come C risto , ni lo pruebas, ni gustas de é l , ni es para s u s p eca d o s.
ti manjar; y a sí, no com iéndole, tampoco vivirás la vida de Cris­ P reludio 2 » R e p re s é n ta te á J e s ú s e scrib ie n d o e n d su d o, y á lo s a c u sa d o re s i : b
to. ¡Oh dulce Jesús! Concededme que tenga por comida cumplir m u je r q u e s e v an m arch an d o .
vuestra voluntad y no la m ía, haciendo con perfección la obra P reludio y . * P id e g ra n d e o d io a l p eca d o y c o m p a sió n d e l p e c a d o r.
que me mandáis, y comiendo con tanta hambre este manjar del
alm a, que me haga olvidar el manjar del cuerpo. ¿Hallamos nues­
P a u t o l . ° J e s ú s oyó la acusación de los fa riseo s, y se puso
tro gusto y contento en cum plir la voluntad de Dios? ¿Imitamos
ti escribir en el suelo.— Considera cómo los fariseos, deseosos de
la prudencia de Jesús en el trato con personas de otro sexo? ¿Nos
tentar á J e sú s, le presentaron una m ujer cogida en adulterio,
dejamos llevar de juicios desfavorables á nuestros prójimos?
preguntándole si la apedrearían ó no Esto hacían para tener
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh Sabiduría infinita de Jesús! ocasión de acusarle de poco m isericordioso, en el caso en que la
ICómo sabe perfectamente loS senderos todos por donde se ha condenase, ó de íransgresor de la l e y , en el caso en que la ab­
de insinuar y penetrar en el corazón humano! Quiere convertir á solviese. ¡ Cuánta es la m alicia del h om b re, que se atreve á ten­
Ia samaritana, y le pregunta por su m arido, no por otro motivo, tar al mismo D io s ! Pondera cómo Jesú s, oyendo la pregunta de
sino para traerle á la memoria su vida licenciosa, y despertar en Jos fariseos, se inclinó y comenzó á escribir con el dedo en la
su corazón, hasta entonces encenagado en el vicio, algún senti­ tierra. Esto hizo para manifestar el poco caso que hacía de aque­
miento de rubor y vergüenza saludable, que le vaya disponiendo lla pregunta cap cio sa , porque ni le tocaba entonces el ser ju ez *
para recibir la gracia. Él se digna enseñarla el modo de adorar, de aquella causa en el juicio ex te rio r, ni se quería meter en ella;
honrar y servir á D ios, no contentándose con solas obras exte­ enseñando que los que se han dedicado al servicio de D ios, no
riores, sino entrando en el corazón y adorándole en el espíritu, se deben implicar ni enredar en negocios seglares >, que no les
con toda verdad, sin fingimiento, hipocresía ni simulación algu­ tocan. A d e m á s. quiso significar que los asuntos g ra v e s, en los
na. Él la dice que es el M esías, lo cual no había declarado nunca que se interesa ia honra y vida del prójim o, no deben tratarse
de un modo tan manifiesto á. los mismos judíos. ¡Oh dignación precipitadamente, sino despacio, con mesura y prudencia, escri­
infinita de Jesús! Pero, ¡qué cambio obra en la Samaritana esta biendo , leyendo y entendiendo bien lo que p a sa , porque muchas
sublime revelación! Antes era incrédula y trataba con menospre­ veces los hombres se engañan, juzgando por malo lo que no lo
cio á Cristo; ahora es fiel y le cree M esías: antes apegada al e s , y condenando por criminal á un inocente. Pretendió también
mundo y á sus falsos bienes; ahora pura y limpia de todo afecto recordar ;i aquellos acu sad ores, que con tanta malicia proce­
desordenado: antes soberbia; ahora humilde hasta declarar pú­ dían. que Él era el mismo D ios que había escrito la ley en ta­
blicamente sus delitos: antes cobarde para lo bueno 3' atrevida blas de p ied ra, escribiendo en e lla , no sólo un mandamiento
para lo malo; ahora animosa para el bien y enemiga de todo contra la adúltera • sino también otro contra los que faltasen á
m al; y de escandalosa pecadora se convierte en prudente y celo­ la caridad en la acusación, ó en el m odo, ó en la intención que
sa predicadora de Jesucristo. A s í sabe el Señor mudar los cora­ tenían al h a cerla , en lo cual estaban ellos incluidos. Pondera
zones; y esto es lo que le contenta, deleita y da gusto; este es su cómo, aunque no dicen los Evangelistas lo que escribió el Señor,
manjar: la conversión de las alm as, el buscar la gloria de su Pa­ creen muchos doctores ■>que escribía los pecados de los acusado­
dre, y cumplir su voluntad santísima. ¡Ojalá fuese también este res , como diciéndoles >: «V eis la paja en el ojo de vuestro
nuestro alimento! Mas, ¿qué quiere de nosotros el Señor? ¿Cómo herm ano, 3' no veis la vig a que tenéis atravesada en el vues­
trabajamos para salvar las almas? ¿Hallamos gusto y suavidad tro». Porque aquellos m iserables estaban tan ciegos con su
en cumplir la voluntad de Dios? ¿Es este nuestro regalado y nu­
tritivo manjar? Posible es que busquemos más bien nuestro con­ 1 Joan., vni,.3. — 2 Luc., xii, 14. — 3 II Tim., 11,4 .— 4 S. Ambr., S. Jeron., etc.
tento en cumplir nuestra voluntad con olvido de la divina. S i de t Malth., vn, 3.
3 1Ü Serie p rim era .— P ía ilu m in a tiva . M ed. 9 ?.— De la m ujer adúltera. 319
p asión , y tan em bebidos en acusar á la mujer para salir con su imitando á su propio padre; antes, Señor, porque soy pecador,
intento, que no advertían en sus propias cu lp as, y sólo en enca­ vengo á vuestra presencia, como enfermo al m édico, confesando
recer las ajenas. ¿ imitas tú á los farise o s, poniendo ocasión de con vergüenza mis culpas, para que me concedáis entero perdón
tropiezo á tu prójimo ? ¿ Sigues el ejemplo de Jesús en los juicios de ellas. ¿No nos admira la prudenciay caridad de Jesús en defen­
acerca de tus hermanos ? ¡Oh Maestro del c ie lo ! Esclareced los der á los pecadores? ¿No confiaremos en Él? ¿Nos atreverem os
ojos de mi alm a para que vea las vigas de mis pecad os, sin me­ á juzgar á nuestros prójimos siendo nosotros tan pecadores?
terme temerariamente en los ajenos; aumentad en ella la cari­ P u n t o S .° J esú s despide con caritativas palabras á la
dad para q u é , mirando á mis prójimos con ojos misericordiosos, adúltera y la perdona.— Considera cómo, levantándose segunda
me mire á mí sólo con ojos severo s, juzgándome con aquel rigor vez Jesús, dijo á la mujer: «¿Dónde están tus acusadores? ¿Nin­
que por V os he de ser juzgado en la muerte. guno te ha condenado? Ninguno, Señor, dijo ella. D íjola Jesús:
ft*unto J e s ú s confundió á los fa r is e o s , diciendo que Ni yo te condenaré; vete y no quieras más p e c a r 1». A c e rc a de
arrojase la prim era p ied ra aquel que estuviese lim pio de ctib esto observa cómo Jesús se levantó dos veces de donde estaba
pa.~ Considera cómo, perseverando los fariseos en su pregunta, inclinado, escribiendo en la tierra; la u n a , para mirar á los fari­
se levantó el S e ñ o r, y les d ijo :« El que de vosotros esté sin pe­ seos y confundirlos con su ju sticia ; la otra, para m irar á e$ta pobre
cado arroje la prim era piedra»; y luego continuó escribiendo. En mujer y darla libre con su misericordia. Porque los ojos de D ios
lo cual has de ver ¡a divina prudencia de tu Salvador: porque miran á los pecadores rebeldes para castigarlos, y á los pecado­
sin ir contra la ley , ni condenar á la m u jer, confundió á los acu­ res contritos para perdonarlos; y en ambas cosas es recto, justo
sadores , y esto con gran rectitud, como lo indica la acción de y santo, como dice D a v id 1; em pero, después que miró á los fari­
levantarse y ponerse derecho para pronunciar la sentencia. seos, se tornó á inclinar por no verlos, como indignos de su vista
Mas pondera cómo con esta palabra revolvió el Señor las con­ y como gente de cuya presencia se apartaba por ser indigna de
ciencias de aquellos malvados acusadores, trayéndoles á la me­ ! ella; mas á esta mujer miróla con misericordia y despidióla con
moria las muchas iniquidades que habían cometido y tenían buena gracia, porque estaba contrita y humillada. Pondera tam­
muy olvidadas; para que así, confundidos de SUS propias culpas, bién cómo, libre esta mujer d é lo s acusadores y estando sola
cesasen de acusar á j a mujer y de pedir su muerte, porque ellos la delante de Jesús, se compungió de su pecado grandemente, a ver­
gonzándose de haberle cometido, y esperando la sentencia del
tenían muy más merecida. Y así sucedió , porque luego comenza­
Señor, en cuya presencia estaba; pero Jesús la consoló, dicién-
ron á marcharse, avergonzados, uno en pos de o tro , principiando
dole: «¿Dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?»
los más viejos, los cuales , como encanecidos en las cu lp as, no
Como quien dice: D e Mí has recibido este bien, que los acusado­
podían soportar la presencia de aquel Señor que con tanta clari­
res se hayan ido, dejándote libre. Y pues ellos no te condenan,
dad las veía. ¡ Cuán grande será la confusión del pecador en la
no seré Y o más cruel que ellos; y a sí. ni Y o te condenaré, porque
hora de su muerte y del ju ic io , cuando aparezca delante de Dios,
no vine á condenar pecad ores, sino á salvarlos; por tanto, vete
sin poder esconder sus pecados, que tan ocultos estaban á las mi­
libre. Con lo cual, no sólo la libró de la muerte tem poral, sino de
radas de los hombres. P ero mira cómo el S e ñ o r, para darles
| la eterna, y también ue la culpa que la hacía m erecedora de una
lugar á que hiciesen lo que debían h a c e r, se inclinó segunda vez y otra. ¡Cuán agradecida quedaría á Jesús esta pobre pecadora!
á escribir en tie r r a , dejando á la conciencia de ellos el aplicar la ¡Cómo grabaría en su memoria y cumpliría exactamente el
sentencia. Mas los desventurados, movidos por el o rg u llo , me­ encargo que la h izo, diciéndola: No quieras más p ecar! ¡Oh dulcí­
nospreciaron la ocasión; y aunque conocieron sus culpas y se con­ simo y misericordiosísimo Jesús, amparo y refugio de los peca­
fundieron por ellas, no quisieron confesarlas con-verdadero dolor
dores! ¿Con qué os pagaré, Señor, el amor y cuidado que con­
delante del Juez que los podía perdonar, sino que corridos se fue­
ron de su presencia: en l o cual se ve l a diferencia entre varios migo tenéis *? ¿Quién se atreverá á acusarme y condenarme, si
pecadores; porque unos, muy obstinados en su pecado, no lo con­ V o s me justificáis y dais por libre? ¿Cómo no me fiaré de vuestra
fiesan, sino huyen de D io s, y quieren esconderse de É l, como *■ misericordia, si en vuestra presencia se deshace toda mi mise­
Adán '; pero o tro s, tocados de la g ra c ia , como el publicano y la ria 5? ¡Oh alm a! ¿Cómo pagarás á Jesús el cuidado que tiene de
M agdalena, corren á D ios para que los perdone. ¡ Oh P adre ti?¿ Te ha dicho alguna vez: No peques más? ¿Cómo has obede­
misericordiosísim o y Juez justo! Aunque conozco mis culpas, no cido á este mandato?
quiero huir de V o s , como huyeron estos hijos del A dán terreno,
* Joan., viii, 1 1 — » Psalm. xxxiii, 7 ; c x liv . 17. — j Rom., vm, 34.
> Gen., m, lo. 1 4 Psalm. cxvin, 134.
J20 Serie primera.— ■ '/ía iluminativa.

E p í l o g o y « o lo q n io s . ¡Oh astucia luciferina de los fari­ M ed. 9 4 .— Conversión de Zaqueo. 321


seos! Pretenden tentar á Dios una y otra vez; le tienden cada día deseando ver á Jesú s, y no pudiendo por sér bajo de estatura,
nuevos la z o s , y hacen preguntas capciosas para tener ocasión corriendo se subió á un árbol para verle al p a s o C o n s id e r a aquí
de acusaVle. ¡V ana pretensión! Jesús burla todos sus intentos, y cómo el principio de la conversión de Zaqueo fué un deseo
los deja enteramente' confundidos. Hoy le presentan una mujer vehemente de v er á Jesú s, inspirado por D io s , y de conocerle de
adúltera. para que la imponga la pena prescrita en la ley de Moi­ vista, confiando que esta sola vista le dejaría m edrado, y no le
sés ; Jesú s, que lee en sus corazones y los ve más corrompidos engañó su corazón. T a l suele ser siempre el principio de nuestro
que el de la pobre p ecadora, sin contestar una sola palabra1, se rem edio: v e r con v iv a fe á Jesucristo nuestro Redentor, y cono­
inclina y escribe en tierra, tal vez los pecados de ellos. Insisten cerle del modo que pasó y vivió en este m undo, figurado por
en la acusación; apremian al Señor á que dé el fallo; no quieren Jericó; m irarle pobre, manso, humilde y crucificado por am or á
dem oras; y entonces Jesucristo se levanta, y mirándolos con ojos los hombres; porque nada hay que tan eficazmente descubra la
severos, les dice: «Aquel de vosotros que se halle sin pecado, malicia del pecado, la terribilidad de la justicia de D ios, y la
arroje prim ero la piedra». ¡Oh sentencia justísim a, rectísima y severidad de los divinos castigos, como esta vista. Y si ía vista de
terrible p ara los acusadores! Ciertamente que ellos no la espera­ la serpiente de m etal, puesta en un palo 2, bastó para curar las
ban. lilla les ha descorrido el velo que encubría sus propios peca­ heridas de los israelitas mordidos por las serpientes, mucho más
dos, y al verlo s en toda su deformidad, no se atreven áperm ane­ bastará la vista de un D ios crucificado para disponernos á recibir
cer más tiempo delante de un Señor que los conoce muy á el perdón de los pecados. Reflexiona la eficacia de este deseo de
fondo. y a s í, corridos de vergü en za, van desfilando todos, empe­ Zaqueo, y la diligencia que puso en cum plirle, atropellando la
zando por los más ancianos, que, á imitación de los detractores honra mundana y el qué dirán todos, viendo á un hombre rico y
de Susana, quizá estaban también encanecidos en la maldad'. principal correr como un niño y subirse encima de un árbol. E s
F.l Señor ha triunfado una vez más de la astucia maliciosa de los d e creer que los pasajeros harían burla de é l , sobre todo al verle
fariseos. Y a se levanta para dar una mirada compasiva á la pobre tan pequeño de estatura. P o r este ejemplo debes entender que,
mujer que, solo, compungida, avergonzada y en pie, está delante cuando Dios te inspirare buenos deseos, has de atropellar la honra
de Jesú s, esperando la sentencia. V e te en p a z , la dice, y no vuel­ del mundo, en razón de cumplirlos, por salva rte; y , como Zaqueo,
vas á pecar. ¡Oh caridad de Jesús! ¿Quién no os amará? ¿Quién has de subir sobre el árbol sicom oro, que es higuera loca * y sil­
no confiará en Vos? ¿Sentimos nosotros que nuestras almas han vestre, hollando los regalos del mundo y sus riquezas y honras,
sido infieles á Dios, posponiéndole á las criaturas?Pues ¿por qué abrazando lo que él tiene por locura, que es la cruz de Cristo.
no acudimos á Jesús, pidiendo misericordia? ¡Ah! S i viéram os y ¡Oh buen Jesú s, que por mi causa subisteis al árbol de la
conociéram os la fealdad de nuestras culpas, ¡con cuánto rubor c ru z, donde fuisteis despreciado y mofado de los hombres!
nos presentaríamos á Jesús! Propongamos hacer cuanto nos Sea Dadme gracia para que yo también suba á este árbol, que es sabi­
necesario para conocerlas y detestarlas, y para lograrlo, pidamos duría para los escogidos y locura para los mundanos *; porque
auxilios al S e ñ o r, y roguem os por todas las cosas que se nos han cierto estoy que, si subo á él con espíritu, luego me m iraréis
encomendado. como áZaqueo con ojos de misericordia. ¡Oh alma! ¿No sientes '
en ti deseos de ver y conocer á Jesús? ¿No suspiras por con­
9 4 . - CONVERSION DE ZAQUEO. serv a r su dulce y provechosa presencia? ¿ Qué medios practicas
para esto?
P reludio t.» Deseoso Zaqueo de ver á Jesús, subióse 1 un irbol; el Señor le Humó, P a n t o 8.° J e s ú s llam ó á Z aqu eo, p idiéndole hospedaje
pidiéndole hospedaje en su casa, y estando en ella , convirtióse él con toda su familia. en su casa.— Considera cómo Jesucristo, rico en bondad y mi­
P reludio 2.» Represéntate i Jesucristo llamando á Zaqueo. sericordia, deseoso de complacer á Zaqueo, al llegar al lugar
P reludio 3.0 Pide obediencia al llamamiento de Jesucristo. donde estaba, levantó los ojos, y hablóle, dicierfdo: «Zaqueo,
presto baja de ahí, porque conviene que Y o me hospede hoy en
P a n t o l . y Deseos de Zaqueo de ver á Jesú s. — Había en tu casa». F ija tu atención en cada una de estas palabras, que tie­
Jericó un hombre rico llamado Zaqueo, el cual era como el prín­ nen particular misterio. Llám ale primeramente por su propio
cipe de los arrendadores de los tributos, y , por consiguiente, nom bre, para que entendiese q u e , aunque nunca le había visto,
reputado entre los judíos por hombre m uy injusto y lad ró n ; y le conocía bien, y sabía su nombre y le tenía escrito en el libro
de la vida, y deseaba henchir el vacío de é l, porque Zaqueo
■ Dan., xm, 52.
' Luc., xix, 1. — »Num., xji ,9 . — >TsophIUc.; S. Gregor. — 41 Cor., 1,23.
21
320 Serie prim era.— -y ¡a ilum inativa.

E p i l o g o > c o lo q n io a . ¡Oh astucia luciferina de los fari­ M ed. 9 4 .— Conversión de Zaqueo. 321
seos! Pretenden tentar á Dios una y otra vez; le tienden cada día deseando ver á Jesú s. y no ¡ludiendo por ser bajo de estatura,
nuevos lazo s, y hacen preguntas capciosas para tener ocasión corriendo se subió á un árbol para verle al p a so '. Considera aquí
de acusarte. ¡V ana pretensión! Jesús burla todos sus intentos, y cóm o el principio de la conversión de Zaqueo fué un deseo
los deja enteramente confundidos. Hoy le presentan una mujer vehemente de v er á Jesú s, inspirado por D io s, y de conocerle de
adúltera. p ara que la imponga la pena prescrita en la ley de Moi­ vista, confiando que esta sola vista le dejaría medrado, y no le
sés ; Jesú s, que lee en sus corazones y los ve más corrompidos engañó su corazón. T a l suele ser siempre el principio de nuestro
que el de la pobre p ecad ora, sin contestar una sola palabra', se rem edio: v e r con v iv a fe á Jesucristo nuestro Redentor, y cono­
inclina y escribe en tierra, tal vez los pecados de ellos. Insisten cerle del modo que pasó y vivió en este m undo, figurado por
en la acusación; apremian al Señor á que dé el fa llo ; no quieren Jericó; m irarle pobre, manso, humilde y crucificado por amor á
demoras; y entonces Jesucristo se levanta, y mirándolos con ojos los hom bres; porque nada hay que tan eficazmente descubra la
severos, les dice: «Aquel de vosotros que se halle sin pecado, malicia del pecado, la terribilidad de la justicia de D ios, y la
arroje prim ero la piedra». ¡Oh sentencia justísim a, rectísima y severidad de los divinos castigos, como esta vista. Y si la vista de
terrible para los acusadores! Ciertamente que ellos no la espera­ la serpiente de m etal, puesta en un palo *, bastó para curar las
ban. lilla les ha descorrido el velo que encubría sus propios peca­ heridas de los israelitas mordidos por las serpientes, mucho más
dos, y al verlos en toda su deformidad, no se atreven á permane­ bastará la vista de un Dios crucificado para disponernos á recibir
cer más tiempo delante de un Señor que los conoce muy á el perdón de los pecados. Reflexiona la eficacia de este deseo de
fondo, y a sí, corridos de vergüenza, van desfilando todos, empe­ Zaqueo, y la diligencia que puso en cum plirle, atropellando la
zando por los más ancianos, que, á imitación de los detractores honra mundana y el qué dirán todos, viendo á un hombre rico y
de Susana, quizá estaban también encanecidos en la maldad'. principal correr como un niño y subirse encima de un árbol. E s
1?1 Señor ha triunfado una vez más de la astucia maliciosa de los de creer que los pasajeros harían burla de é l, sobre todo al verte
fariseos. Y a se levanta para dar una mirada compasiva á la pobre tan pequeño de estatura. P o r este ejemplo debes entender que,
mujer q u e, so la , compungida, avergonzada y en pie, está delante cuando Dios te inspirare buenos deseos, has deatropellar la honra
de Jesús, esperando la sentencia. V ete en p a z, la dice, y no vuel­ del mundo, en razón de cumplirlos, por salva rte; y , como Zaqueo,
vas á pecar. ¡ Oh caridad de Jesús! ¿Quién no os amaró? ¿Quién has de subir sobre el árbol sicom oro, que es higuera lo c a »y sil­
no conliará en V o s; ¿Sentimos nosotros que nuestras almas han vestre, hollando los regalos del mundo y sus riquezas y honras,
sido infieles á D ios, posponiéndole á las criaturas?P ues ¿por qué abrazando lo que él tiene por locura, que es la cruz de Cristo.
no acudimos d Jesús, pidiendo misericordia? ¡A h ! S i viéram os y ¡Oh buen Jesú s, que por mi causa subisteis al árbol de la
conociéram os la fealdad de nuestras culpas, ¡con cuánto rubor c ru z , donde fuisteis despreciado y mofado de los hombres!
nos presentaríam os á Jesús! Propongamos hacer cuanto nos sea Dadme gracia para que yo también suba á este árbol, que es sabi­
necesario para conocerlas y detestarlas, y para lograrlo, pidamos duría para los escogidos y locura para los m undanos4; porque
auxilios al Señor, y roguem os por todas las cosas que se nos han cierto estoy que, si subo á él con espíritu, luego m e m iraréis
encomendado. como áZ aqu eo con ojos de misericordia. ¡Oh alm a! ¿No sientes
en ti deseos de ver y conocer á Jesús? ¿No suspiras por con­
9 4 . - CONVERSIÓN OE ZAQUEO. se rv a r su dulce y provechosa presencia? ¿ Q ué medios practicas
para esto?
P reludio i .* Deseoso Zaqueo de ver á Jesús, subióse á un árbol; el Señor le llamó, P a n t o S .° J e s ú s llam ó á Zaqu eo, pid ién d o le hospedaje
pidiéndole hospedaje en su casa, y estando en ella, convirtióse 3 con toda su familia. en su casa.— Considera cómo Jesucristo, rico en bondad y mi­
P reludio 2.» Represéntate á Jesucristo llamando á Zaqueo. sericordia, deseoso de complacer á Zaqueo, al lleg ar al lugar
P reludio Pide obediencia al llamamiento de Jesucristo. donde estaba, levantó los ojos, y hablóle, dicierfdo: «Zaqueo,
presto baja de ahí, porque conviene que Y o me hospede hoy en
P a n t o l.° Deseos de Zaqueo de ver á J esú s. — Había en tu c a s a ». F ija tu atención en cada una de estas palabras, que tie­
Jericó un hom bre rico llamado Zaqueo, el cual era como el prín­ nen particular misterio. Llám ale primeramente por su propio
cipe de lo s arrendadores de los tributos, y , por consiguiente, nom bre, para que entendiese q u e , aunque nunca le había visto,
reputado entre los judíos por hombre m uy injusto y lad ró n ; y le conocía bien, y sabía su nombre y le tenía escrito en el libro
de la vida, y deseaba henchir el vacío de é l, porque Zaqueo
* C>an., xiii, 52.
• Luc., xix, i. — * Num., xxi,9 . — 3 Tsophünc.; S. Gregor. — 4 1 Cor., 1 , 2 }.
21
322 . Serie primera. — M a iluminativa.
Mcd. 9 4 .— Conversión de Zaqtteo.
quiere decir puro ó justificado, y hasta entonces era un nombre
falso, y quería que fuese verdadero. D ícele que se dé prisa en gracia, como David, el cual diciendo ■ : «Ahora com ienzo,» luego
bajar para descubrir las grandes ganas que tiene de hacerle bien añadió:« Esta mudanza de la diestra es del muy Alto». Pero más
hay que ponderar en este propósito de Zaqueo, siendo no de cosa
y de apresurar su justificación, y que no quiere perder un punto
fácil, sino muy dificultosa, y no de cosa obligatoria solamente,
de tiempo ni la ocasión de santificarle, antes que se enfríen los
sino de cosa voluntaria y de con sejo; porque con ser muy rico, y
deseos; con lo cual enseña á los que trabajan en la conversión de
estar muy pegado á sus riquezas, y parte de ellas quizá mal ga­
las almas á q u e , en viéndolas tocadas de D io s: las den prisa á
nadas llevado de la codicia, de repente divide su hacienda en dos
que cumplan sus propósitos, antes que el cierzo de la tentación les
partes, y la mitad quiere dar á los pobres, haciendo limosna por
h ie le , ó el estío de la persecución los marchite. Por la misma
sus pecados; y de la otra mitad quiere pagar lo que debe de ju s­
causa añade el Salvador á Zaqueo que hoy quiere entrar y hos­
ticia, volviendo, no sólo lo que tomó, sino el cuatro doblado, para
pedarse en su casa, no mañana ú otro día, porque no gusta que
más a seg u ra rse; y , por consiguiente, le quedaba tan p o c o , que
se difieran los propósitos para el día siguiente, si se pueden cum­
era como deshacerse de toda su hacienda. para seguir á Cristo
plir en el día de hoy, porque el día de hoy es seguro y el de ma­
con perfección. ¡Oh Salvad or del mundo! ¡Con cuánta verdad
ñana es incierto; y así, quiere que hoy, con prisa y con fervor,
dijisteis *, que aunque era más fácil entrar un camello por el ojo
tratemos de hospedarle, porque quizá mañana querremos y no
de una aguja, que entrar un rico en el cielo; pero que es posible
podremos, ó É l se pasará y nos dejará en blanco, porque perdi­
á Dios lo que es imposible á los hombres! Hacedme, S eñ o r, po­
mos la ocasión que nos ofreció. Finalmente: no se contenta con
sible por vuestra gracia lo que es imposible á mi flaca natura­
estar de p aso , sino que quiere m anere, estar de asiento en ella
leza. ¡Oh alm a religiosa! A vergüénzate de tu tibieza al v e r el
h'asta hacer toda la obra que pretende; porque lo que tanto im­
fervor de Zaqueo, y examina si obedeces, como é l . á la voz de
porta no lo toma el Señor de p aso , sino de asiento. Y aunque se
C risto , y si tu conversión y penitencia es generosa como la suya.
da prisa en ven ir, no se da prisa en salir, si no fuere echado del
K p í l o g * y - c o lo q u io s . ¡ Con qué bondad y sabiduría busca
alma donde entra. ¿Hemos oído nosotros la v o z de Jesús que in­
el Salvador las ocasiones oportunas para hacer bien á las almas!
teriormente nos llama? ¿Qué desea de nosotros? ¿Cómo accede­
S e dirige á J ericó .en cuya ciudad hay un hombre rico , y de
mos & su deseo? i Oh Hijo del Padre eterno, con el cual venís al
triste fama entre sus habitantes, pero vaso de elección para Jesu­
alma que os ama, y hacéis morada en ella ! V enid, Señor, á la
cristo. Inspírale un viv o deseo de verle pasar, y , estimulado por
mía, y estad en ella con firmeza, de modo que nunca la dejéis,ni
él, Zaqueo, que era bajo de estatura, corre á subirse á un árbol,
ella dé en tal locura que os eche de sí.
para contemplar á su placer y sin estorbo al Redentor del mun­
P u n t o ii.° Conversión sólida de Z a q u eo — Considera cómo, do. ¡Feliz publicano! ¡Prepárate para el m ayor d élo s favores que
oyendo Zaqueo que Jesús le llam aba, vivam ente reconocido á hasta ahora recibiste! Jesús le m ira, y le llama por su nom­
tal benignidad, con pronta obediencia bajó al instante del árbol,
bre, aunque nunca quizá le había visto, y le encarga que baje
y con grande gozo le hospedó en su casa. ¡ Cuán admirable
apresurado del árbol, y que quiere hospedarse en su casa. ¡Q ué
obediencia! ¡Qué puntual! ¡Qué alegre! ¡Cuán sin escusa, ni sentiría en este momento Zaqueo! ¡Cómo alabaría en su corazón
encogim iento, ni vanos pretestos de falsa humildad i Pondera
la bondad y m isericordia de Jesús! ¡Con qué humildad, agrade­
cóm o, tocado Zaqueo de la divina gracia, por ocasión de las cimiento, confusión propia y am or encendido, se acercaría á
amorosas palabras que le diría el Señor antes ó después de co­ Cristo, le adoraría, y le entraría en su c a s a , y le pondría todo á
m er, se convirtió tan de veras, q u e , puesto en pie delante de Je­ su disposición! Mas en donde entra Jesús, entra también la
sús, para significar lo pronto que estaba para cumplir sus pro­ gracia y es arrojado el pecado y toda injusticia. A sí le sucedió
pósitos , dijo : « L a mitad de mis bienes, doy á los p o b res; y si en á Zaqueo, el cual no se contentó con llorar como otros pecado­
alguna cosa engañé á alguno, le vuelvo cuatro doblado». No dice res sus culpas, sino, pisando todas las cosas mundanas, da á los
daré y v o lveré, sino doy ó pago, luego lo ejecu to; y es tan cierto, pobres la mitad de sus bienes y restituye el cuádruple de todo lo
como si y a lo hubiera hecho, al modo que decía D avid 1 : « Á l a que había usurpado. A l v er el bien inmenso que causó en Zaqueo
mañana, mató todos los pecadores de la tierra»; porque con la visita de Jesús, ¿no deseamos nosotros que nos visite? ¿Cómo
tantas veras proponía hacer e sto , que y a lo daba por hecho. Con lo recibimos cuando viene á nosotros en la comunión? ¿Qué le
esta misma eficacia has de hacer tú los propósitos, de modo que hemos de ofrecer para que pueda quedar contento de nosotros?
luego comiences á ponerlos en práctica, confiando en la divina ¿Qué virtud nos es más necesaria? ¿ Qué defecto es en nosotros

i l’salm. c , 8. 1 Psalm. ixxvi, 11. — » Matth., xix, 24, 20.


324 Serie.p rim era .— P ia ilum inativa. M ed. 9 5 . — Libra Jesús del demonio á la bija de la cananea. 325

más habitual y pernicioso? Meditémoslo con cuidado; propon­ da y caridad encendida, porque queríais despachar favorable­
gamos con decisión la enmienda, y supliquemos con encendido mente su petición; haced también que yo la imite en ella,para que
fervor. mis oraciones sean también oídas.¿Reúne nuestra oración estas
condiciones? ¿ Juntamos con ella la práctica de estas virtudes?
P a n t o 2.° Pruebas d que sometió Jesús la f e de la Cana­
95.— LIBRA JESÚS DEL DEMONIO Á LA HIJA DE LA CANANEA.
nea.— Considera las duras pruebas á que sujetó el Señor á esta
mujer antes de concederla lo que pedía. Primeramente, no quiso
P reludio i .» Una mujer canaoea pidió á Jesús librara i su hija dd demonio, y aunque
al parecer no te baña caso, movido de sus instancias le concedió cuanto le pedia.
responderla palabra, y perseverando ella en clamar, lo hizo,
P reludio i .» Represéntate á esta pobre mujer clamando en pos de Jesús. pero con aparente desprecio ’, diciendo: «No es bueno quitar el
Preludio ).• Pide la gracia de imitar las virtudes de esta mujer, especialmente su fe. pan de los hijos y darlo á los perros ■«. En lo cual puedes ponde­
rar que, si Jesucristo callaba y no contestaba á los clamores de
la mujer, no era por desprecio, sino para que con aquella dilación
P a n t o 1.® Virtudes que descubrió la cananea en la súpli­
creciesen en ella más los deseos; y si después llegó á motejarla
ca que dirigió á Jesús. — Caminando Jesús hacia la parte de
de perra é indigna de ello, fué para probarla y humillarla, porque
Tiro y Sidón, salió al encuentro una mujer gentil cananea, dicién-
propio es de Jesús probar antes con la humillación á aquellos
dole á vo ces1 : «Señor, hijo de David, tened misericordia de mí,
que pretende ensalzar *; y así, cuando .te vieres más humillado y
porque mi hija se halla atormentada del demonio». En cuyas
afligido, piensa que está muy próximo tu remedio y exaltación.
palabras, esta ilustre mujer practicó varias y excelentes virtu­
Pondera luego cuán bien llevó la cananea esta prueba del Señor;
des. L a primera fué grande fe y confianza, sintiendo altamente de
porque aunque oyó de los labios de Jesús palabras muy ásperas
Cristo nuestro Señor, confesándole por Señor y por Mesías, y
y duras, no se indignó, ni quejó, ni murmuró de Cristo, ni cesó
por poderoso para echar los demonios, y tan poderoso, que bas­
de su demanda, sino que, con gran constancia, perseveró en ella.
taba sólo quererlo ó mandarlo; y así no dice: rogad por roí, sino Además, con rara humildad, confesó lo que era. diciendo: «Tam­
tened misericordia de mí y ayudadme, proponiendo en breves
bién los perritos comen de la mesa de los señores»; que fué
palabras su miseria al que creía que la podía remediar.La segun­ d e c ir :«A sí es. Señor, que soy perra y gentil, y aun perrilla des­
da fué grande caridad, con la cual miraba los males de su hija aprovechada, que no merezco que se haga caso de mí •>. Y pasan­
como propios; y así no dijo: tened misericordia de mi hija, sino do más adelante en esta virtud, ni aun se creyó digna de comer
de mi. Con ella juntó profunda humildad, porque tal vez atribuía las migajas que se dan á los perrillos, porque no le pidió que le
á sus pecados, más que á los de su hija, el ser atormentada del diese alguna, sino calló, dejándolo todo á la generosidad y mise­
demonio ; en cuyas dos virtudes suelen señalarse los santos, atri­ ricordia del Señor. Por último, demostró una gran prudencia,
buyendo á sus pecados los males, las culpas y las desgracias del porque de las mismas palabras de Cristo nuestro Señor y de su
mundo. De esta humildad nació la profunda reverencia con que propia bajeza, sacó títulos para negociar lo que pedía, como
o r ó ; porque, como dice san Marcos % se postró á los pies de quien d ice : Si soy perra, también los señores sustentan, no sólo
Jesucristo y le adoró. A estas virtudes añadió la oración con á los hijos, sino á los perrillos, con las migajas que caen de su
grande afecto y constancia, como lo demuestran así los clamores mesa. Con este mismo espíritu has de decir á Cristo: |Oh Rey
que daba, salidos de lo intimo de su corazón, como el seguir á del cielo, que estáis en vuestro reino sentado á la mesa con los
C risto, yendo tras É l multiplicando sus peticiones. Con estas bienaventurados, dando espléndida comida á vuestros hijos! Á
virtudes has de acompañar tu oración; y cuando te vieres tenta­ vuestra presencia vengo como cachorrillo, esperando alguna
do de algún vicio de soberbia, gula ó ira, postrado á los pies de migaja de pan de las que de esa mesa se caen para los que viven
C risto, le has de decir muchas veces: «Señor, hijo de David, en la tierra. Mirad, Señor, que, aunque como perro sea indigno
tened misericordia de m í, porque mi alma está muy atormentada de ello, yo quiero dejar de serlo, y por esto os pido ese pan que
del demoniode la soberbia». Y cuando ves algún prójimo tuyo tiene la virtud de convertir los perros en hijos vuestros. ¡ Oh al­
estar rendido al vicio, tomando como propia su miseria, has de ma! Mira bien la humildad, perseverancia y prudencia de la ca­
decir igualmente: «Señor, hijo de David, tened misericordia de nanea, y escudriña si sabes imitar estas virtudes. ¿Cuándo y
mi, que mi hermano se halla en gran peligro». ¡Oh Maestro sobe­ cómo debes hacerlo?
rano! V os, y no otro, enseñasteis á esta dichosa mujer á que con P u n t o 3.® Jesús alabó la f e de la cananea , y la concedió
la oración ferviente y confiada juntase fe viva, humildad profun­
■ Matth., XV, »6. — » S. Bern.
• Matth., xv, si. _ • Mate., vn, 25.
326 Serie prim era.— V ia ilum inaiiva.
M ed. 9 6 .— Sana Jesucristo a l criado del Centurión. 327
lo q u e p e d i a — Considera cómo, oyendo Jesús las palabras de la la oración es exquisita, las virtudes que la acompañan son subli­
Cananea, y viendo cuán bien había sabido aprovecharse de la mes. los mismos Apóstoles interceden por ella; sin embargo,
prueba á que sujetó, la respondióla con muestras de admira­ Jesús nada contesta por de pronto; y si después de instado habla,
ción ': «¡Oh mujer! Grande es tu f e : hágase lo que quieres; por es para responder la palabra más dura que ha salido de sus labios
esta palabra que has dicho, vete, que el demonio ha salido de y que menos se podía esperar. ¡ A qué pruebas tan severas y ri­
tu hija»; y al punto salió, y quedó sana la endemoniada. Mira gurosas sabe el Señor sujetar á las almas que quiere subir á ele­
cuánto gusto recibe Cristo nuestro Señor cuando ve un alma hu- vada perfección! ¡Felices las que, como la cananea, salen bien
. milde, sufrida y confiada; cómo la alaba y engrandece, y cómo de tales pruebas! Si, al modo que esta mujer, aciertan á humillar­
la cumple sus deseos, y la da todo cuanto le pide. Este afecto de­ se y sufrir pacientemente la prueba, y de ella saben sacar nuevos
claró con aquella exclamación: «¡Oh mujer; grande es tu fe!» Y motivos de confianza, Jesús, complacido de ellas, alabará su fe,
¡ qué grande sería, pues un Dios inmenso é infinito, no vacila en despachará favorablemente sus súplicas, y aun las honrará de­
calificarla de grande! A los Apóstoles llamó muchas veces Cristo lante de su Padre y de los ángeles del cielo. ¿Deseamos nos­
nuestro Señor hombres de poca f e 1; á esta mujer cananea llama otros obtener tales y tan grandes bienes? ¿Cómo practicamos las
el mismo Señor mujer de grande fe. Pondera la causa porque virtudes que nos enseña la cananea? ¿De qué modo nos portamos
honra y alaba Jesucristo á aquellos que tienen esta grande le; la en las pruebas á que nos somete la Providencia? ¿Nos quejamos
cual no es otra que la honra y gloria que recibe de ellos, porque de las dilaciones en concedemos lo que pedimos? Esperemos
con esta grandeza de fe sienten altamente de Jesús y de sus atri­ confiados, esmerémonos en la oración, y no dudemos que el so­
butos, de su bondad infinita tan inclinada á hacer bien á todos, de corro del cielo no se hará esperar: mas entretanto hagamos pro­
su providencia soberana, en cuyos brazos confiadamente se arro­ pósitos, y roguemos con confianza por nuestra santificación, por
jan, y de su poder inmenso, en el cual con seguridad confían; y la de nuestros hermanos y por todas las demás necesidades.
propio es de Jesús honrar á los que le honran. Finalmente: debes
notar la última palabra de Cristo: «Por esto que has dicho, vete,
96.— SANA JESUCRISTO AL CRIADO DEL CENTURIÓN.
que el demonio ha salido de tu hija». En la cual Cristo nuestro
Señor atribuye la salida del demonio á la palabra humilde de la
P rsiuoio 1.0 Rogado «I SeAor para que amase á ua criado de ua Centurión, se ofre­
cananea, porque la humildad esp an ta d lo s demonios, y los hace
ció i ir i verle; mas dicióodole el Centurión que no era digno de tal honor, alabó su fe y
huir de los cuerpos y de las almas. ¿Cuándo llegaremos á tener sanó al siervo.
la fe de la cananea? ¿Por qué nos dejamos dominar de nuestro Preludio 2.» Represéntate á Jesús oyendo el humilde recado del Centurión, y alabando
enem igo, pudiendo vencerle tan fácilmente con la humildad? ¡ Oh su fe.
Redentor m ío ! Poned en mi corazón y en mi lengua palabras P reludio 3.» Pide los sentimientos de humildad, reverencia y confianza de este Cen­
de verdadera humildad, con las cuales, en virtud vuestra, destie- turión.
rre de mi alma y de las de mis prójimos todos los demonios que
las atormentan, para que, libres de su servidumbre, os sirvamos P a n t o l.° V ir t u d e s d e l C e n tu r ió n .—Un Centurión que mo­
. en justicia y santidad. raba en Cafamaum. tenia un criado enfermo, y no atreviéndose
E p ílo g o y c o lo q u io s . — ¡Qué virtudes tan ilustres y esco­ á ir personalmente á Cristo, le envió un recado, diciendo «Se­
gidas puso el Señor en el espíritu de la cananea! Su fe es tan só­ ñor, un criado, en mi casa, está con perlesía y muy atormenta­
lida , que con toda certeza y sin duda alguna confiesa á Jesús por do ». Considera primeramente cuán grande es la piedad de este
hijo de David, Señor de todas las cosas. Omnipotente para echar Centurión, pues tan solícito está de la salud, no de su hijo, como
los demonios con un acto de su voluntad. Su caridad tan encen­ la cananea, sino de su siervo y esclavo, amando con caridad á los
dida, que mira como propios los males de su hija. Su humildad pequeñuelos, sin otras obras que hacía, reparando las sinago­
tan profunda, que se tiene tal vez por culpable en lo que no hay gas . y haciendo mucho bien á los judíos con ser él gentil. Pon­
culpa de su parte. Y su oración es tan fervorosa y perseverante, dera también su profunda humildad, por la cual se creía indigno
que ni las negativas ni las dilaciones son parte para que cese en de parecer delante de Cristo nuestro Señor, y de ir en persona
ella ó afloje en su fervor. Mas, ¡ohadmirable providencia del Se­ donde Él estaba, pareciéndole que era tan malo, y el Señor tan
ñor! ; todo parece que hace esperar que Jesús accederá al mo­ bueno, que no era digno de estar delante de Él; y aunque los
mento á la súplica de esta pobre madre. L a necesidad es grande, mensajeros dijeron á Cristo que era digno de que le concediese

* Matth., xv, 28. — » Matth., vi, 30; vm, 26; xiv, 31; xvi, 8. < Matth., vm, 5 ; Luc.. vil, 2.
326 Serie prim era.— V ía ilum inativa.
M ed. 9 6 .— Sana Jesucristo a l criado del Centurión. 327
lo q u e p e d i a .—Considera cómo, oyendo Jesús las palabras de la la oración es exquisita, las virtudes que la acompañan son subli­
Cananea, y viendo cuán bien había sabido aprovecharse de la mes. los mismos Apóstoles interceden por ella; sin embargo,
prueba á que sujetó, la respondióla con muestras de admira­ Jesús nada contesta por de pronto; y si después de instado habla,
ción ': «¡Oh mujer! Grande es tu f e : hágase lo que quieres; por es para responder la palabra más dura que ha salido de sus labios
esta palabra que has dicho, vete, que el demonio ha salido de y que menos se podía esperar. ¡Á qué pruebas tan severas y ri­
tu hija»; y al punto salió, y quedó sana la endemoniada. Mira gurosas sabe el Señor sujetar á las almas que quiere subir á ele­
cuánto gusto recibe Cristo nuestro Señor cuando ve un alma hu- vada perfección 1 ¡Felices las que, como la cananea, salen bien
. milde, sufrida y confiada; cómo la alaba y engrandece, y cómo de tales pruebas! Si, al modo que esta mujer, aciertan á humillar­
la cumple sus deseos, y la da todo cuanto le pide. Este afecto de­ se y sufrir pacientemente la prueba, y de ella saben sacar nuevos
claró con aquella exclamación: «¡Oh mujer;grande -es tu fe!» Y motivos de confianza, Jesús, complacido de ellas, alabará su fe,
¡ qué grande sería, pues un Dios inmenso é infinito, no vacila en despachará favorablemente sus súplicas, y aun las honrará de­
calificarla de grande! Á los Apóstoles llamó muchas veces Cristo lante de su Padre y de los ángeles del cielo. ¿Deseamos nos­
nuestro Señor hombres de poca f e 1; á esta mujer cananea llama otros obtener tales y tan grandes bienes? ¿Cómo practicamos las
el mismo Señor mujer de grande fe. Pondera la causa porque virtudes que nos enseña la cananea? ¿De qué modo nos portamos
honra y alaba Jesucristo á aquellos que tienen esta grande fe; la en las pruebas á que nos somete la Providencia? ¿Nos quejamos
cual no es otra que la honra y gloria que recibe de ellos, porque de las dilaciones en concedemos lo que pedimos? Esperemos
con esta grandeza de fe sienten altamente de Jesús y de sus atri­ confiados, esmerémonos en la oración, y no dudemos que el so­
butos , de su bondad infinita tan inclinada á hacer bien á todos, de corro del cielo no se hará esperar: mas entretanto hagamos pro­
su providencia soberana, en cuyos brazos confiadamente se arro­ pósitos, y roguemos con confianza por nuestra santificación, por
jan, y de su poder inmenso, en el cual con seguridad confían; y la de nuestros hermanos y por todas las demás necesidades.
propio es de Jesús honrar á los que le honran. Finalmente: debes
notar la última palabra de C risto: «Por esto que has dicho, vete, 96.— SANA JESUCRISTO AL CRIADO DEL CENTURIÓN.
que el demonio ha salido de tu hija». En la cual Cristo nuestro
Señor atribuye la salida del demonio á la palabra humilde de la
Preludio i .» Rogado el Señor para que sanase á un criad» de un Centurión, se ofre­
cananea, porque la humildad espanta á los demonios, y los hace ció i ir á verle ; mas dieiéndoie el Centurión que no era digno de tal honor, alabó su fe y
huir de los cuerpos y de las almas. ¿Cuándo llegaremos á tener sanó al siervo.
la fe de la cananea? ¿Por qué nos dejamos dominar de nuestro Preludio 2.° Represéntate á Jesús oyendo el humilde recado del Centurión, y alabando
enemigo, pudiendo vencerle tan fácilmente con la humildad? ¡ Oh -su fe.
Redentor m ío! Poned en mi corazón y en mi lengua palabras Preludio 3.» Pide los sentimientos de humildad, reverencia y confianza de este Cen­
de verdadera humildad, con las cuales, en virtud vuestra, destie­ turión.
rro de mi alma y de las de mis prójimos todos los demonios que
las atormentan, para que, libres de su servidumbre, os sirvamos P a n t o l.° V ir tu d e s d e l C e n tu r ió n .— Un Centurión quemo-
. en justicia y santidad. raba en Cafarnaum. tenía un criado enfermo, y no atreviéndose
E p ilo g o y c o lo q u io s . — ¡Qué virtudes tan ilustres y esco­ á ir personalmente á Cristo, le envió un recado, diciendo ’ : «Se­
gidas puso el Señor en el espíritu de la cananea! Su fe es tan só­ ñor, un criado, en mi casa, está con perlesía y muy atormenta­
lida, que con toda certeza y sin duda alguna confiesa á Jesús por do ». Considera primeramente cuán grande es la piedad de este
hijo de David, Señor de todas las cosas, Omnipotente para echar Centurión, pues tan solícito está de la salud, no de su hijo, como
los demonios con un acto de su voluntad. Su caridad tan encen­ la cananea, sino de su siervo y esclavo, amando con caridad á los
dida, que mira como propios los males de su hija. Su humildad pequeñuelos, sin otras obras que bacía, reparando las sinago­
tan profunda, que se tiene tal vez por culpable en lo que no hay gas . y haciendo mucho bien á los judíos con ser él gentil. Pon­
culpa de su parte. Y su oración es tan fervorosa y perseverante, dera también su profunda humildad, por la cual se creía indigno
que ni las negativas ni las dilaciones son parte para que cese en de parecer delante de Cristo nuestro Señor, y de ir en persona
ella ó afloje en su fervor. Mas, ¡oh admirable providencia del Se­ donde Él estaba, pareciéndole que era tan malo, y el Señor tan
ñor!; todo parece que hace esperar que Jesús accederá al mo­ bueno, que no era digno de estar delante de Él; y aunque los
mento á la súplica de esta pobre madre. L a necesidad es grande, mensajeros dijeron á Cristo que era digno de que le concediese

■ Malth., xv, 28. — » Matth., vi, 30; vi», 2 6 j xiv, 31; xvi, 8. ■ M a t t h . , v ii i , 5 ; L u c . , v n , 2.
ja8 Serie prim era.— V ia ilum ina Uva.
M ed. 9 6 .— Sana Jesucristo a l criado del Centurión. J29
lo que le pedía, por las buenas obras que les había hecho, él, ol­ soldados, para Vos son las criaturas todas y lasenfermedades; y
vidado de estas buenas obras, se tenía por indigno. Admira, por si á mi voz aquéllos me obedecen, aunque sea hombre flaco,
fin, su grande fe y confianza, contentándose con declarar á mucho más os obedecerán todas las criaturas á V os, Dios ver­
Cristo la necesidad de su criado, que estaba perlático y muy dadero. ¿Nos sometemos nosotros á la voluntad de Jesús? ¿Imi­
atormentado, creyendo que era poderoso para sanarle en ausen­ tamos su benignidad y la fe y confianza del Centurión ? ¡Oh Sal­
cia; y teniéndole por tan misericordioso, que bastaba represen­ vador mío! Gózome de que seáis supremo Monarca, á quien
tarle aquella necesidad, sin pedirle que la remediase. De todo lo todos obedezcan, y que sea tau grande vuestro poder, que, en
cual has de sacar el modo de negociar con Cristo, no tanto con diciendo con eficacia hágase esto, todos cumplan vuestro man­
palabras, cuanto con afectos: no con llegarte presuntuosamente dato. Mandad, Señor, á mis apetitos rebeldes que nunca se apar­
á Él, sino retirándote humildemente de Él; aproximándote más ten de vuestra santísima voluntad, que, si con eficacia los man­
con afectos del ánimo, que con pasos del cuerpo. ¡Oh Dios de mi dáis, ellos con sumisión os obedecerán.
alma! Dadme luz del propio conocimiento como á éste Centu­ P a n t o 3 .° J e s ú s s e a d m ir ó d e la f e d e l C e n tu r ió n y l e
rión, para que, olvidado de cualquier bien que hubiese hecho, c o n c e d ió lo q u e p e d í a . — Oyendo Jesucristo los dos recados con­
me tenga por siervo desaprovechado 1 é indigno de parecer en secutivos que le envió el Centurión, admirado grandemente, dijo
vuestra presencia; pero de tal manera. que no me retire tanto á los que le seguían': «De verdad os digo que no he hallado tanta
por pusilanimidad, que deje de acercarme á Vos con verdadera fe en Israel. Muchos vendrán del Oriente y Occidente á sentarse
caridad. ¿Deseas, ¡oh alma m ía !. negociar algo con Cristo? ¿Po­ con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, y los que
sees para esto las virtudes de f e , caridad y humildad que en tan debieran ser hijos del reino serán echados en las tinieblas exte­
alto grado se hallan en este Centurión? riores, donde habrá llanto y crujir de dientes». Pondera cómo
P a n to 2.° B e n i g n i d a d d e C r is to y h u m i l d a d d e l C e n tu ­ Jesús dió muestras exteriores de admiración, para significar que
r ió n .—Considera cuán grande fuéla benignidad del Señor en esta la humildad y la fe son virtudes heroicas, y tan admirables, que
ocasión. Porque, en oyendo el recado que le dieron, dijo: «Yo parece bastan para causar admiración al que es sobre todos
iré y le sanaré»; y luego principió á caminar hacia la casa del admirable; y mucho más cuando tales virtudes se hallan en per­
enfermo. A l reyezuelo que le pidió fuese á su casa á sanar á su sonas del mundo, como en capitanes y soldados, cuya profesión
hijo, aunque era tan principal y él mismo en persona venía á pe­ suele de ordinario ser, cuando menos, una ocasión de tropezar en
dírselo, le respondió con aspereza notándolo de incrédulo; los vicios que á ellas se oponen. Mira qué alabanza tan gloriosa y
pero á este Centurión, que por humildad no se tenía por digno extraordinaria tributa Jesús al Centurión, diciendo que durante
de pedirle tal co sa , se ofreció á.ello, y de hecho iba ya á su el tiempo de su predicación no había hallado otro tal que tuviese
casa, y no para sanar á su h ijo, sino á un esclavo. ¡ Oh con cuánta la fe que él en todo el pueblo judaico, reprendiendo de paso la
humanidad y ternura mira Jesús á los humildes y pequeñuelos! incredulidad de esta nación, que, teniendo en su poder los orácu­
Mira cómo por esta dignación del Señor, no sólo no se ufanó y los de los profetas y los libros de la Sagrada Escritura, y viendo
envaneció el Centurión, sino creció más en humildad, arraigán­ tan patente el cumplimiento de ellos en la persona de Jesús, no
dose más en el propio conocimiento y en la fe de la omnipoten­ tenia la fe que un hombre gentil. Grande será también tu confu­
cia de Cristo , que con una sola palabra podía sanar á su criado; sión cuando en el día dél juicio veas muy superiores á ti en méri­
y a s í, luego que supo que Jesús se dirigía á su ca sa , le envió un tos á muchos que distaron mucho de tener los medios de que tú
nuevo recado, diciéndole >:«Señor, yo no soy digno de que en­ dispones para tu santificación. Pondera, últimamente, cómo Jesús
tréis dentro de mi casa, por lo cual ni yo me tuve por digno de cumplió el deseo del Centurión, sanando á su criado con decir;
ir donde Vos estabais; solamente decid una palabra, y será sano «Hágase como quieres»; porque propio es del Señor, según dice
mi criado». ¡Oh si tú te penetrases de los sentimientos de este David*, cumplir la voluntad de los que le temen. ¡Oh Dios mío!
Centurión, sobre todo cuando te acercas á la sagrada mesa y por Confieso que, como Israel, he sido escogido graciosa y dulce­
disposición d é la Iglesia repites estas mismas palabras! Pondera mente para ser de vuestro linaje preferido, real sacerdocio >, y
la expresiva confesión que de la omnipotencia de Cristo hizo el pueblo santo. Gracias os doy por tan admirable beneficio, por el
Centurión, añadiendo: «Yo soy un hombre que tengo superior, y cual os suplico humildemente me concedáis tal firmeza, que no
debajo de mi mando tengo soldados; y en diciendo á uno v e , va; vengá á perder por mi culpa el bien que me habéis dispensado.
y á otro haz esto, lo hace». Que fué decir: Lo que para mí son los ¿ Es nuestra fe como la del Centurión ? ¿ No tememos el dejar de

1 Matth., vi» , n . — » Psalm. exuv, 19. — >1 P«tr., 11,9.


■ Loe., xvii, io..— » Joan . iv , 48. — 3 Matth . vi» , 8.
330 Sm«: prim era.— F ia ilum inativa. M ed. 9 7 .— Curación de la bem orroka. 331
corresponder A los beneficios recibidos y hacernos indignos de en médicos y medicinas todo cuanto tenía, no pudo hallar reme­
los premios del cielo ? ¿ Qué debemos hacer para libramos de tal dio para ella; para que veas cuán poco se puede confiar en los
desgracia? médicos de la tierra; los cuales no pueden curar las enfermeda­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué fe tan viva! ¡ Qué humildad tan des del cuerpo, si el Señor no da eficacia á su medicina; y así
profunda! ¡Qué caridad y piedad tan tierna ostenta el Centu­ mucho menos podrán remediar las del alma, y el flujo de pecados
rión de Cafarnaum! Cree con toda firmeza y de un modo práctico feos y vergonzosos que del amor propio nacen, si Dios no pone
que Jesús es dueño absoluto de la salud y enfermedad, pudiendo la mano. Pondera luego la admirable fe y confianza de esta ilus­
mandarlas con el mismo imperio que un capitán manda á los sol­ tre mujer; la cual, con saber que su enfermedad era incurable,
dados de su com pañía; cree que su bondad y misericordia es tan en oyendo la fama de los milagros de Jesús, concibió tan grande
grande, que basta presentarle la necesidad para que se mueva á confianza, que decía dentro de sí: «Si tocare su vestidura, seré
socorrerla; cree que su santidad y pureza es tan divina, que no sana». Y con esta confianza se llegó á Cristo por las espaldas, y
es digno de presentarse á Él ni de recibirle en su casa, teniéndose ocultamente tocó el ruedo de su vestido, y al punto sanó. ¡Oh
á sí por impuro é imperfecto. Xo importa que haya hecho obras virtud inefable de la humilde confianza, que tanto alcanza, to­
notables en pro de los judíos, edificando y reparando sinagogas cando con espíritu á Jesús! ¡Qh virtud infinita de Jesús, que tales
y haciéndoles otros favores: la humildad se las encubre con maravillas obra en los que le tocan confiadamente! De este hecho
modesto v e lo , sin dejarle ver más que su propia miseria y nada; sacarás el modelo de lo que has de practicar cuando te llegas á
y si el Señor, atraído del suave perfume de tales virtudes, se la comunión: mirando primeramente tu extremada miseria; la
decide á ir personalmente á su casa, lejos de engreírse, toma pie cual, ni puedes tú remediar por tus propias fuerzas, ni todo el
de aquí para humillarse más y confesar públicamente su indigni­ mundo puede darte remedio para ella, saliendo de tu pobre alma
dad de recibir tan señalado y distinguido beneficio. ¡Oh, qué un continuo é impetuoso flujo de pecados de soberbia', envidia,
tesoro de virtudes había escondido el Señor en aquella grande deseos malos, miradas peligrosas; mas Jesús, deseoso de sanar­
alma! El mismo Jesucristo da muestras exteriores de estar admi­ te, se ha querido quedar en el mundo cubierto con el blanco
rado de e lla s; y asegura que, á imitación de É l, otros muchos ropaje de los accidentes de pan, para que á Él puedas llegarte y
habrá en el reino de los cielos, de los cuales no se había creído tocarle con toda confianza, y por medio de tal tocamiento quedar
que hubiesen de subir A tan encumbrado lugar: y , entretanto, del todo sano de tu enfermedad. Pero reflexiona que para obte­
los que se creían elegidos bajarán A los infiernos. Y tú, ¿no te ner este apetecible efecto debes llegarte como esta mujer, por
estremeces al oir estas palabras de Jesucristo ? Si ahora murie­ una parte con grande fe y confianza en la bondad y omnipotencia
ses, ¿qué suerte te tocarla ? ¿ Cómo practicas la fe , la humildad,- de este Señor, y por otra parte con gran reverencia y temor por
la caridad? ¿Caerás en tal desgracia, que vengas A ser pospuesto tu indignidad, juzgándote indigno de tocarle, y aun de mirarle.
á muchos que no gozan de tantos medios de santificación ? ¡ Cuán ¡Oh dulcísimo Jesús! Gracias os doy porque os quedasteis con
necesario es que medites muy seriamente este punto y te decidas nosotros para remediar nuestros males. ¡Oh fuente de misericor­
á practicar cuanto te sea necesario para no caer en tal miseria! dia! Secad en mi corazón la fuente de mis miserias, y mostrad
Pídelo con fervor, y ruega por la Iglesia y el Sumo Pontífice, por conmigo vuestra omnipotencia, favoreciéndome para que os
la conversión de los pecadores y demás fines acostumbrados. toque y reciba de tal manera, que cese del todo el abominable
flujo de pecados que padezco. Y tú , cristiano, ¿quieres curar de
97,—CURACIÓN DE LA HEMORROÍSA. tus enfermedades espirituales? ¿Cómo te llegas á Jesús en la ora­
ción y en la comunión ? ¿Le tocas con fe y humildad?
P reludio i Tocó una mujer confiadamente el vestido de Cristo, y quedó sana, y P a n t o &.° J e s ú s r e v e ló e l m ila g r o o b ra d o e n f a v o r d e la
queriendo ella ocultar el milagro del flujo de sangre que padecía, Jesús lo descubrió. h e m o r r o ís a .—Aquí has de considerar cómo Jesucristo, que de
Preludio 2.° Represéntate á Jesús preguntando quién le ba tocado. ordinario ocultaba los milagros que hacía, 3* prohibía publicar­
Preludio 3.» Pide la gracia de tocar con fe viva á Jesús en la sagrada comunión. los, en esta ocasión, pudiendo quedar oculto, quiso revelarlo; y
asi dijo: «Alguno me ha tocado, porque sé que ha salido virtud
P u n t o l.° C o n fia n z a y c u r a c ió n d e l a m u j e r .— Considera de mi». Y al oír esto la mujer, públicamente contólo que había
cómo esta mujer hemorroísa • hacía doce años que padecía una pasado. Las causas que movieron á Cristo á obrar de este modo
enfermedad dolorosa y vergonzosa, y á pesar de haber gastado fueron varias: la primera, para que se echase de ver la diferen-

• M atth ., ix , 2 0 ; M arc., v, 25 ; L u c., viii . 43. » Osee., iv , 2.


332 Serie p rim era .— P'ia ilum inativa.
M ed. y / .— Curación de la bemorroisa. 333
cia que hay entre los que tocan á C risto, á los Sacramentos y
cosas sagradas con humildad, reverencia y devoción, y los que para labrarlos y fundarlos en humildad y en diligencia de apro­
tocan sin ella; porque los primeros agrádanle mucho, y de él vechar cada día más en la virtud, y para que se aparejen mejor
sale la virtud de la gracia, dones y favores que les comunica; los para la comunión. Debes sacar también de esto cómo Cristo
segundos le desagradan, aprietan y afligen, y así no participan nuestro Señor gusta más que te llegues á Él con amor, que no
de su virtud, como la chusma de los que comulgan sin espíritu. de que te retires con temor; y aSí aprobó el espíritu de esta mu­
Mira tú cómo comulgas, y la gracia que de tan soberano Sacra­ jer y la llamó hija, porque el espíritu de amor y confianza es
mento sacas, acordándote que cuanto mejorsea la disposición con propio de los hijos de Dios, el cual muestra su infinita bondad en
que te acerques, mayor caudal de gracias reportarás. L a segun­ mirar con buenos ojos tus cosas, aunque vayan mezcladas con
da fué'para curar la imperfección é ignorancia de esta mujer; la algunas imperfecciones, como alabó la fe de esta mujer y atribu­
cual, aunque devota, pensó que podía tocar á Cristo sin que Él yó á ella la salud que había recibido, aunque fué imperfecta,
lo sintiese ni lo echase de ve r, tocándole á bulto, como muchos para que no desmayes cuando vieres tus obras mezcladas con
le tocaban, y para sacarla de esta ignorancia, dijo: «¿Quién me alguna imperfección. Pues, como dijo el profeta David *, también
ha tocado?» Por donde entenderás gue el Señor sabe muy bien y escribe Dios á los imperfectos mi el libro de la vida, y después
conoce á todos los que le tocan y se llegan á É l, y ve quién le de purgados los admite en su g lo ria, donde reinarán con Él por
recibe con reverencia y en gracia, y quién sin ella y en pecado, todos los siglos. ¡Oh Padre amabilísimo! V os, que con amor de
y á su tiempo lo revelará todo. L a tercera causa fué para curar padre consolasteis y alentasteis á aquella mujer que, confusa y
otra imperfección de aquella mujer, que era la vergüenza y em­ avergonzada, estaba á vuestros pies; mirad á mi pobre alma
pacho que tenía de manifestar su enfermedad, pareciéndola que confusa por el grande abuso que ha hecho de vuestros beneficios,
era asquerosa y que todos la desecharían por inmunda. Por lo y avergonzada por la ingratitud con que ha correspondido, á
cual hizo que ella misma se manifestase, á fin de fundarla en la ellos; decidla una palabra de consuelo, para que, levantándose
humildad y desprecio de sí misma. No quiere el Señor la ver­ sobre sí misma, emprenda con decisión una vida conforme en
güenza demasiada que te impide manifestar los pecados en la todo con vuestra divina voluntad. ¿Desconfiamos nosotros de la
confesión, ni el afán con que tratas de encubrir tus faltas por bondad de Jesús? ¿Conocemos nuestros defectos? ¿Qué nos con­
temor de la humillación que de manifestarlas se te liabía de se­ viene hacer para quitarlos?
guir. ¡Oh buen Jesús! Libradme de la mala confusión que trae E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán vanos é inútiles son los reme­
consigo el pecado y cierra la puerta á su remedio, y favoreced dios humanos cuando falta el divino, y cuán poca falta hacen
á mi pusilanimidad para que tenga brío para manifestar mis cul­ aquéllos cuando Dios quiere dar por sí mismo la salud! Doce
pas sin temor de la ignominia de ellas, pues esta confusión será años hacía que esta pobre mujer iba tras los médicos, probaba
gloriosa para Vos y para m í, quedando yo glorificado con la glo­ todas las medicinas, agotaba todos sus recursos, y no hallaba
ria que reciba de Vos. Y nosotros, ¿tocamos á Jesús en la comu­ alivio para su dolencia. Se acuerda del poder de Jesús,concibe en
nión de manera que salga virtud de Él? ¿Escondemos, disminui­ su corazón viva confianza en que sanará tocando su vestidura; se
mos ó disimulamos por rubor nuestras faltas? acerca, toca, y al instante huye de ella la enfermedad que la ve­
P a u t o 3.° J e s ú s c o n s o ló á l a m u j e r , q u e e s ta b a tem ero sa nia consumiendo las fuerzas por tanto tiempo. Mas, ¿olvidará el
Señor en esta ocasión su costumbre de sujetar á alguna prueba á
y a flig id a d e la n te d e ¿ / .— Considera cómo, estando la mujer he-
sus favorecidos? N o; á otros prueba antes de conceder el favor; á
morroísa temiendo y temblando delante de Jesucristo y postrada
ésta probará después de habérselo dado. A s í , unos son probados
ásu s pies, díjola: «Confía, hija; tu fe te ha hecho salva; vete en
antes de la conversión ó de realizar su vocación, otros después.
paz». En lo cual has de ponderar la caridad de Cristo nuestro Se­
Jesús se detiene, manifiesta que alguien le ha tocado de un modo
ñor en consolar á sus escogidos, porque como esta mujer estaba
distinto de la demás turba, y aunque conoce bien quién e s , quiere
congojosa y temerosa, no sabiendo si le había desagradado en
que la misma mujer se manifieste y dé público testimonio de la
tocarle ó si le había de quitar la salud que le había dado, para con­
enfermedad que padecía y de la curación milagrosa que acaba
solarla y asegurarla ea todo, con amor la llama hija y la dice que,
de experimentar. A sí te enseña que puedes tocarle en los santos
por la fe que tuvo, alcanzó la salud, y a s í, que no se la quitará.
Sacramentos de dos modos distintos: con f e , confianza y fervor,
Mira cómo es propio de buenas almas toner culpa donde no hay
y por rutina, costumbre y sin espíritu; y que, según sean tus
que temer, y recelarse si agradan á Dios con sus confesiones y disposiciones, saldrá virtud de Él. Asimismo te indica que no ha
comuniones y otras devociones; y así andan con dudas si tocarán
á Cristo, ó lo recibirán, ó no; lo cual permite nuestro Señor $. Au&u$t. in Palm, cxxxvra.
334 Serie prim era.— V ia ilum inativa, Med. 9 8 .— Curación del tullido de la piscina probática. 335
de ser tanta la vergüenza de tus culpas que te obligue á escon­ halla, diciendo que ni tenia hombre que le ayudase, ni fuerzas
derlas á aquellos á quienes Él quiere que las manifiestes. ¡Oh si para entrar por sí solo en el agua. Así, debes tú reconocer y confe­
tú supieras aprender esta doctrina! ¿Cómo te has portado hasta sar humildemente tu flaqueza y necesidad; porque ni tienes fuer­
hoy? ¿Confias en los hombres más que en el poder en la pro­ zas por ti solo para sanarte, ni hay hombre puro ni criatura al­
videncia de Dios? ¿Rehúsas manifestar con sinceridad y claridad guna que pueda por sí misma favorecerte, sino de solo Jesucristo
tus pecados? ¿Cómo te acercas á la santa comunión? ¡Con cuán te ha de venir el socorro. Y al modo que este enfermo manifiesta
poca f e , humildad y devoción te llegas á tocar á Jesús! Procura su triste estado sin impaciencia, y sin quejarse de los que no le
con todas veras el remedio de tan pernicioso descuido, proponien­ ayudan, así tú has de confiar en el Señor, y esperar con paciencia
do, pidiendo y clamando al Señor para que remedie todas las ne­ su socorro aunque se difiera. ¡Oh Redentor mío! Tullido estoy y
cesidades. debilitado, sin fuerzas para buscar salud, y sin ayuda de criatu­
ras para procurarla. Xo puedo yo decir que no tengo hombre;
pues os tengo á V o s, que sois Dios y hombre verdadero. Ayudad­
98. — CURACIÓN DEL TULLIDO DE LA PISCINA PROBÁTICA. me , Señor, pues en Vos sólo, confío, cuya es la salud y bendición
eterna. ¡Oh cristiano! ¿Conocías tú la gravedad de tu dolencia es­
Preludio i .» Preguntó Jelús á un enfermo que treinta y ocho años había estado en piritual ? ¿ Estabas convencido de la imposibilidad en que te hallas
la probática piscina, si queríu sanar, y habida respuesta afirmativa, le sanó, encargándole de remediarla por tus propias fuerzas?
después que no volviera á pecar. P a n t o 2.° P r e c e p t o d e J e s ú s m a n d a n d o a l e n fe r m o q u e
Preludio a.» Represéntate á Jesús diciendo al enfermo: « Levántate, coge tu carretón, s e l e v a n t e , y o b e d ie n c ia d e é s te .— En este punto has de conside­
y anda ».
rar la bondad y omnipotencia de Jesucristo, el cual, usando de
Preludio .3.* Piie á Jesús que te sane de tus enfermedades espirituales.
la plenitud de su poder, sin exigir al enfermo que creyese, como
solía hacer en otras ocasiones, ni tocarle con la mano, ni man­
P a n t o l.° P r e g u n t a d e J e s ú s a l e n fe r m o , y r e s p u e s ta d e darle que se lavase en la piscina, le dijo •: «Levántate, toma tu
é s te .— Entrando Jesús en los soportales de la probática piscina, carretón, y anda »; y con estas solas palabras le dió perfectísima
vió, entre la multitud de enfermos que allí estaban esperando el salud. Pero pondera la causa porque le mandó tomar, no sólo la
movimiento del agua, á uno más desgraciado, que hacía treinta camilla en que estaba echado, sino el mismo carretón, y andar;
y ocho años que estaba allí, y no había podido nunca llegar á quería que se viese que la salud corporal que Dios da es perfec­
tiempo al agua para curarse. Preguntóle J esú s1: «¿Quieres ser ta, y lo propio sucede con la salud espiritual; porque el enfermo,
curado?» Y él contestó:«Señor, no tengo hombre que me intro­ que antes tenía el alma tullida, postrada y rendida en el carretón
duzca en la piscina así que el agua está agitada, y cuando llego, de su miserable cuerpo, llevada y arrastrada de sus codicias y
ya otro ha bajado antes». Contempla, ante todo, la misericordia de las pasiones desordenadas de su carne, en virtud de Cristo se
de Jesús, el cual, entrando solo y desconocido en aquellos patios, levanta tan sana, que ella misma lleva su cuerpo adonde ella
al momento fijó sus compasivos ojos en el enfermo más desgracia­ quiere, y le rige y endereza á su voluntad; no es llevada de la
do y desamparado para curarle; porque cuanto mayor es la mi­ pasión de la ira ó temor, tristeza ó go zo , sino ella lleva y rige
seria, tanto más provoca su gran misericordia. Pondera luego la estas pasiones, y se sirve de ellas conforme al dictamen de la
razón por qué Jesús preguntó al enfermo:«¿Quieres ser curado?» razón; y esta es la señal de haber sanado perfectamente. Mira
Pues llano era que deseaba sanar. Esto hizo para significarnos también la obediencia perfectísima de este hombre: porque, con
que en el negocio de nuestra salvación son necesarias dos volun­ ser sábado, día en que los judíos no tenían por lícito llevar cargas,
tades: la de Dios y la del hombre. L a de Dios está cierta, pues en diciéndole Cristo:« Toma tu carretón y anda», rindió su juicio,
nos convida con la salud; la nuestra ha de ser voluntad verda­ y con gran prontitud, presteza y alegría se cargó de él, y co­
dera y eficaz, y no de cumplimiento. Por lo cual no le dijo: ¿que­ menzó á caminar; y á los que le decían: «Mira que es sábado, y
rrías ser sano ?, sino ¿quieres ser sano ?, porque este «quiero» ha no te es lícito llevar esa carga •>, respondía:«El que me sanó, me
de ser absoluto y eficaz, quitando los afectos .desordenados de dijo: toma tu carretón y anda»; como si dijera: Quienfuétan
las culpas, las ocasiones de pecar, y practicando los medios efi­ santo y poderoso que pudo sanarme, ese me mandó esto; y es
caces para ello. Escucha la respuesta del enfermo, el cual junta­ cierto que será lícito, pues Él lo mandó, y esto me basta. Esto
mente confiesa su voluntad de sanar y la imposibilidad en que se decía sin conocer quién era C risto, el cual quiere que obedezcan

■ Jo»n.,v, 8.
1 Joan., v, 6.
334 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 9 8 .— Curación del tullido de la piscina probática. 335
de ser tanta la vergüenza de tus culpas que te obligue á escon­ halla, diciendo que ni tenia hombre que le ayudase, ni fuerzas
derlas á aquellos á quienes Él quiere que las manifiestes. ¡Oh sí para entrar por sí solo en el agua. Así, debes tú reconocer y confe­
tú supieras aprender esta doctrina! ¿Cómo te has portado hasta sar humildemente tu flaqueza y necesidad; porque ni tienes fuer­
hoy? ¿Confias en los hombres más que en el poder f en la pro­ zas por ti solo para sanarte, ni hay hombre puro ni criatura al­
videncia de Dios? ¿ Rehúsas manifestar con sinceridad y claridad guna que pueda por sí misma favorecerte, sino de solo Jesucristo
tus pecados? ¿Cómo te acercas á la santa comunión? ¡Con cuán te ha de venir el socorro. Y al modo que este enfermo manifiesta
poca f e , humildad y devoción te llegas á tocará Jesús! Procura su triste estado sin impaciencia, y sin quejarse de los que no le
con todas veras el remedio de tan pernicioso descuido, proponien­ ayudan, así tú has de confiar en el Señor, y esperar con paciencia
do, pidiendo y clamando al Señor para que remedie todas las ne­ su socorro aunque se difiera. |Oh Redentor mío! Tullido estoy y
cesidades. debilitado, sin fuerzas para buscar salud, y sin ayuda de criatu­
ras para procurarla. Xo puedo yo decir que no tengo hombre;
pues os tengo á V os, que sois Dios y hombre verdadero. Ayudad­
9 8 . - CURACIÓN DEL TULLIDO DE LA PISCINA PROBÁTICA.
me , Señor, pues en V os sólo, confio, cuya es la salud y bendición
eterna. ¡Oh cristiano! ¿Conocías tú la gravedad de tu dolencia es­
P reludio i .» Preguntó Jesús á un enfermo que treinta y ocho años había estado en piritual ? ¿ Estabas convencido de la imposibilidad en que te hallas
la probática piscina, si queriu sanar, y habida respuesta afirmativa, le sanó, encargándole de remediarla por tus propias fuerzas?
después que no volviera i pecar. P a n t o 2.° P r e c e p t o d e J e s ú s m a n d a n d o a l e n fe r m o q u e
Preludio a.» Represéntate á Jesús diciendo al enfermo: « Levántate, coge tu carretón, s e l e v a n t e , y o b e d ie n c ia d e é s t e .— En este punto has de conside­
y andan.
rar la bondad y omnipotencia de Jesucristo, el cual, usando de
P reludio .3.* Pide á Jesús que te sane de tus enfermedades espirituales.
la plenitud de su poder, sin exigir al enfermo que creyese, como
solia hacer en otras ocasiones, ni tocarle con la mano, ni man­
P a n t o l.° P r e g u n t a d e J e s ú s a l e n fe r m o , y r e s p u e s ta d e darle que se lavase en la piscina, le d ijo ': «Levántate, toma tu
éste. — Entrando Jesús en los soportales de la probática piscina, carretón, y anda»; y con estas solas palabras le dió perfectísima
v íó , entre la multitud de enfermos que allí estaban esperando el salud. Pero pondera la causa porque le mandó tomar, no sólo la
movimiento del agua, á uno más desgraciado, que hacía treinta camilla en que estaba echado, sino el mismo carretón, y andar;
y ocho años que estaba allí, y no había podido nunca llegar á quería que se viese que la salud corporal que Dios da es perfec­
tiempo al agua para curarse. Preguntóle J esú s1: «¿Quieres ser ta, y lo propio sucede con la salud espiritual: porque el enfermo,
curado?» Y él contestó: «Señor, no tengo hombre que me intro­ que antes tenia el alma tullida, postrada y rendida en el carretón
duzca en la piscina asi que el agua está agitada, y cuando llego, de su miserable cuerpo, llevada y arrastrada de sus codicias y
ya otro ha bajado antes». Contempla, ante todo, la misericordia de las pasiones desordenadas de su carne, en virtud de Cristo se
de Jesús, el cual, entrando solo y desconocido en aquellos patios, levanta tan sana, que ella misma lleva su cuerpo adonde ella
al momento fijó sus compasivos ojos en el enfermo más desgracia­ quiere, y le rige y endereza á su voluntad; no es llevada de la
do y desamparado para curarle; porque cuanto mayor es la mi­ pasión de la ira ó teínor, tristeza ó gozo, sino ella lleva y rige
seria, tanto más provoca su gran misericordia. Pondera luego la estas pasiones, y se sirve de ellas conforme al dictamen de la
razón por qué Jesús preguntó al enfermo: «¿Quieres ser curado?» razón; y esta es la señal de haber sanado perfectamente. Mira
Pues llano era que deseaba sanar. Esto hizo para significarnos también la obediencia perfectísima de este hombre: porque, con
que en el negocio de nuestra salvación son necesarias dos volun­ ser sábado, día en que los judíos no tenían por lícito llevar cargas,
tades: la de Dios y la del hombre. L a de Dios está cierta, pues en diciéndole Cristo:« Toma tu carretón y anda», rindió su juicio,
nos convida con la salud; la nuestra ha de ser voluntad verda­ y con gran prontitud, presteza y alegría se cargó de él, y co­
dera y eficaz, y no de cumplimiento. Por lo cual no le dijo: ¿que­ menzó á caminar; y á los que le decían: «Mira que es sábado, y
rrías ser sano?, sino ¿quieres ser sano?, porque este «quiero» ha no te es lícito llevar esa carga», respondía: «El que me sanó, me
dijo: toma tu carretón y anda»; como si dijera: Quienfué tan
de ser absoluto y eficaz, quitando los afectos .desordenados de
santo y poderoso que pudo sanarme, ese me mandó esto; y es
las culpas, las ocasiones de pecar, y practicando los medios efi­
cierto que será lícito, pues Él lo mandó, y esto me basta. Esto
caces para ello. Escucha la respuesta del enfermo, el cual junta­
decía sin conocer quién era C risto, el cual quiere que obedezcan
mente confiesa su voluntad de sanar y la imposibilidad en que se
> Joan.,v, 8.
1 Joan., v, 6.
Med. p p .— Curación de un leproso. 337
5 j6 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
conservar la gracia que el Señor te concedió? ¿Has recaído mu­
los súbditos á los superiores y los penitentes á los confesores chas veces en tus defectos y pecados ?
con semejante obediencia pronta, puntual, alegre y rendida, K p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán triste y desconsolador era
donde no se vea claro pecado, haciendo lo que les mandare Dios el estado de este pobre tullido, antes que Jesús pusiese en él
y el confesor que los sanó. ¿ Ejercitamos de este modo la obedien­ sus ojos misericordiosos! Treinta y ocho años hacía que estaba
cia? ¿Nos arrastran todavía los apetitos desordenados? ¡OhDios esperando el momento de poder sanar de su enfermedad; pero
mío, salud verdadera de mi alma! Mandadme cuanto quisiereis, todo en vano. No tenía hombre que le auxiliase ni se compade­
aunque sea dificultoso, afrentoso y muy pesado, y aunque parez­ ciese de él. Tal está tu alma cuando ha tenido la desgracia de
ca disparatado, porque á todo me rendiré de buena voluntad; y caer en pecado; postrada, inmóvil, tullida, sin poder siquiera
si alguno quisiere impedir mi obediencia, yo le responderé: Dios pronunciar el nombre de Jesús con mérito para la vida eterna.
que me sanó, me lo manda; bástame que Él lo mande para que ¡Oh estado tristísimo' Y ¿no le temes? Y ¿vives en él contento?
yo lo cumpla. Afortunadamente, no puedes decir lo que aquel tullido, que no
P a n t o 8 .° J e s ú s e n c a r g a a l e n fe r m o c u r a d o q u e n o v u e l­ tienes hombre. Jesucristo, que le miró con ojos compasivos y
v a á p e c a r .— Considera cómo Jesús, luego de haber curado al por su sola misericordia se decidió á darle perfectísima salud,
enfermo, se escondió de las gentes y se fué al templo á dar gracias sin exigir de él más que una voluntad verdadera y eficaz de
á su Padre, enseñándote la virtud de la humildad y del agrade­ sanar, desea hacerte este mismo favor. También Él te mira con
cimiento. Lo mismo hizo el enfermo al verse sano, el cual fué ojos misericordiosos, Él te espera en los santos Sacramentos
inmediatamente al mismo templo á dar gracias á Dios por la para curarte, y si tú no vas, Él vendrá á ti, ofreciéndote gene­
merced que le había hecho. ¡O h, si tú supieses imitar á uno y otro, roso perdón y perfecta salud. Él te dirá: «Levántate de ese
siendo muy agradecido á los beneficios que recibes, especial­ abatimiento y postración en que te hallas, cosido á las cosas de
mente cuando en el sacramento de la Penitencia recibes el perdón la tierra; toma el carretón de tu cuerpo, enfrenando sus apetitos
de tus pecados! Pondera luego cómo, hallando Jesús á este di- • y obligándole á la mortificación y penitencia, y no vuelvas más
choso hombre en el templo, le dijo: «No quieras pecar más, á pecar, porque te sucedería alguna cosa peor». ¿Qué dices tú á
porque no te suceda otra cosa p e o r». En estas palabras le da esto ? Si deseas que las palabras del Señor obren en ti todo lo que
tres avisos importantísimos y prácticos. El primero, que las significan, debes imitar la obediencia de aquel enfermo, sujetán­
enfermedades suelen venir en castigo de los pecados, y así debes dote á tus superiores y confesores; has de hacer firmes propósi­
pensarlo tú de las tuyas. Otros justos padecen por la gloria de tos de jamás consentir en el pecado. ¿Son estos tus sentimientos?
Dios y por ejercicio de virtud; mas tú, pecador miserable, pien­ ¿Te hallas quizá postrado y tullido, sin poderte mover, á causa
sa que padeces por tus culpas, y así has de llevar la ira del de tus pecados? ¿Has sido ya favorecido con la misericordiosa
Señor', porque pecaste. El segundo es que no quiera pecar más; mirada de Jesús y con el perdón de ellos? ¿Cómo le has mostrado
no dice que no peque más, porque de hombres es el pecar, espe­ tu gratitud? Oye al mismo Señor, que te avisa que evites la re­
cialmente en culpas ligeras, sino que no quiera más pecar; esto caída. Para esto, forma resoluciones firmes y prácticas, aten­
es, que haga un propósito firme y tenga una voluntad muy diendo al estado actual de tu alma, y ruega, no sólo para ti,
resuelta de no pecar m ás, con la divina gracia; y este propósito sino' por todos los pecadores y por todo el mundo.
has de renovar tú siempre que te confiesas, con verdadero deseo
de enmendarte. E l tercero es que la recaída será peor que la 99.— CURACIÓN DE UN LEPROSO.
caída, por el desagradecimiento que muestra á quien le perdonó,
y en hacer tan poco caso de la salud que le dió, perdiéndola tan Preludio i .» Pidió un leproso I* salud á Jesús, el cual se la concedió, mandándole
presto; y por consiguienteserá el castigo mayor que antes, pues que se presentase á los sacerdotes.
Preludio í .» Represéntate á este leproso hincado delante de Jesús, pidiéndole la salud.
la culpa es mayor. ¡Oh Maestro verdadero! Vuestras obras son
P reludio }.» pide al SeAor que te limpie de la lepra del pecado.
perfectas % y vuestros desengaños son ciertos y provechosos; he
oído vuestros avisos; ayudadme para que los guarde en mi cora­
zón, y ordene mi vida según e llo s ; libradme de las recaídas, y i ’ u n to 1 .* V ir t u d e s d e l le p r o so , y m o d o d e h a c e r j a c u l a t o ­

dadme firme voluntad de nunca m ás pecar, y conservad lo que á Jesús un hombre lleno de lepra, é hincadas las
r ia s .— L le g ó s e

me habéis dado, para que siempre viva con pureza y santidad. rodillas y pegando su rostro con la tierra, le adoró, y d i j o ':
¡Oh alma fiel! Sé agradecida á los beneficios de Dios. ¿Procuras
1 Matth., vm, 2; Marc., 1, 40; Li.c.; v, i*.
22
* Mich., vn, 9. — 1 Deut., xxxn, 4.
3 )3 Serie prim era.— V i a iluminativa. Med. p p. - Curación de un leproso. 339
«Señor, si quieres, puedes lim piarm e». Mira qué virtudes tan decerá de las del alma ? Porque la lepra del pecado que provoca
excelentes descubre en esta ocasión este miserable leproso, la ira é indignación de Dios cuando es querida, provoca su mi­
movido del deseo de obtener la salud del cuerpo. Muestra, en sericordia cuando es aborrecida y deseamos sanar de ella. Mipa,
primer lugar, gran reverencia interior y exterior, hincando am­ además, en este hecho una rara muestra de la bondad y omni­
bas rodillas, postrándose en tierra, adorando á Cristo, y lla­ potencia de Jesús, correspondiendo á la fe y confianza del
mándole Señor. Tiene, adem ás, grande fe en la omnipotencia de leproso, diriéndole1: «Quiero; sé limpio». Tú dices, si quiero;
Cristo. confesando que con sólo querer podía fácilmente sanarlo;, pues digo que quiero : tú dices que puedo; pues digo, sé limpio;
porque no dice, si lo pides á D io s, sino. si quieres, puedes, con­ y así fué. ¡ Oh grandeza de la bondad y misericordia de Jesús,
fesando que era Mesías, Hijo de Dios. Y no dijo; si quieres, que así cumple los deseos de los que confían en Él! Pondera, por
dudando de su misericordia, sino por no saber si sus pecados lo fin, la gran benignidad del Señor, porque, sin tener asco de la
desmerecían, ó si le convenía aquella salud corporal. Muestra lepra, á que tenían tanta repugnancia los judíos, que ni la toca-
también gran resignación, porque no pidió ninguna cosa ex- ' ban ni se llegaban al leproso, y era inmundo el que le tocaba, su
■ presamente, pues no añadió, limpíame, sino descubrió su nece­ Majestad extendió su mano, y le tocó amorosamente para darle
sidad y deseo con brevísimas palabras, y confesó la omnipotencia salud. Y advierte el Evangelista que extendió la mano para sig­
de C risto, y remitió á su voluntad el sanarle. Con estas virtudes- nificar que la había de extender en la cruz para librarnos de la
de reverencia, fe y resignación omnímoda, has de ponerte de­ lepra de los pecados, y que su carne preciosísima tenía virtud
lante de Cristo, como un hombre lleno de lepra de pecados y de de-sanar al que tocaba , y que cuando Dios abre y extiende su
otras miserias, ponderando la lepra de tus potencias y sentidos, mano, á todos hinche de bendiciones * y dones. Por donde verás
y de toda tu alma, que es la i r a , gula. soberbia y demás vicios, la eficacia de la oración hecha con las debidas condiciones, y el
y luego, con grande humildad y reverencia muy profunda, con fin á que has de enderezarla, que es á obtener de Jesucristo un
viva fe y entera resignación, has de decir á Jesús: «Señor, si «quiero, sé limpio», un abrir la mano que tenía cerrada y apre­
quieres, puedes limpiarme». Y en lugar de la palabra Señor, tada, y un tocamiento con que sane la lepra de tu alma. ¡Oh Mé­
puedes poner otros nombres de Dios que le provoquen á miseri­ dico sapientísimo, que con sólo tocar al enfermo le curáis
cordia, y á ti te provoquen á reverencia; y en lugar de la pala­ radicalmente, y que con una sola palabra arrojáis del cuerpo
bra limpiar, puedes poner otras en que le pidas remedio de todas las dolencias! Extended hacia mi pobre alma vuestra
algunas miserias, diciendo: «Padre mío. Médico mío, Salvador mano poderosa; tocadla eficazmente, de manera que huyan de
mío y todo mi bien, si q u eréis, me podéis sanar de mi soberbia, ella todas las enfermedades que la aquejan. ¡Oh alma mía! Pide
g u la , pereza; si queréis, me podéis alumbrar y abrasar en vues­ confiadamente á Jesús que te toque, y no dudes que su tocamiento
tro amor. Si queréis, me podéis hacer paciente, manso y humilde. echará de ti todos los pecados y miserias que padeces. ¿Dudas de
No dudo de vuestra omnipotencia, porque todo lo podéis; ni la misericordia de Jesús? ¿Temes que su poder y bondad no
de vuestra voluntad en la salad de mi alma, porque sé que la harán contigo tal prodigio?
deseáis; por mi indignidad d ad o; en vuestras manos me arrojo, P a n t o ¿ .° J e s ú s m a n d ó a l le p r o s o p r e s e n t a r s e a l s a c e r ­
y en vuestra voluntad pongo mi remedio». ¡Oh dulcísimo Maes­ d o te .— Considera el celo que Jesús tenía de que se guardase
tro! V os mismo inspirasteis á este pobre leproso un modo de exactamente la ley vieja mientras duraba; porque luego de sa­
orar como éste, breve, s i, pero confiado, humilde, resignado y nar al leproso, le dijo: «V e, y muéstrate al sacerdote», puesto
apto para obtener cuanto se pide. Enseñadme como enseñasteis á que estaba mandado en el Levítico >que, cuando un leproso sa­
é l, é inspiradme á pedir cómo deseáis que os pida, para que naba, se presentase al sacerdote y ofreciese sacrificios á Dios,
me concedáis lo que deseo. ¿Hacemos nuestras oraciones con fe, asi en agradecimiento de la merced recibida, como en testimonio
humildad y resignación? ¿Tenemos el uso de hacer frecuentes de que estaba limpio. S i u n ardiente celo tenía Jesús de que se
jaculatorias? obedeciese á los mandatos de la ley vieja, ¿cuánto mayor le ten­
P a n t o JS.° J e s ú s s e c o m p a d e c ió d e l le p r o s o y l e s a n ó .— drá de que se obedezca á los de la nueva? Pero ponderando el
Compadecido Jesús del leproso, extendió su mano y le tocó, significado de todo esto, quiso el Señor con este mandato anun­
diciéndolc: «Quiero; sé limpio»,y al punto quedó sano. En lo ciar el sacramento de la Confesión que pensaba instituir en su
cual debes ponderar, ante todo, la infinita misericordia del Señor. Iglesia, en el cual se manda que cualquier leproso con la lepra
Porque luego se compadeció d é la miseria del leproso, sin dila­ del pecado, aunque por la contrición haya alcanzado perdón de
ción alguna, porque es notablemente compasivo; y quien tanto
se compadece de la miseria del cuerpo, ¿ cuánto más se compa- 1 Matlh., vil! ,3. — * P>alm. exuv, 16^— ) Levit., xiv, a.
34° Serie primera.— V ia iluminativa. k

e llo s. se presente al sacerdote, y le descubra la lepra que ha


tenido, y delante de él ofrezca sacrificio de espíritu atribulado Meé. t o o .— Curación de die% leprosos. 341
y de corazón contrito y humillado 1, y oiga la absolución, con la mas no quiere. A l contrario, le manda que se presente al sacerdo­
cual se confirme el perdón recibido, y quede hábil para recibir te y haga todo cuanto aquélla prescribe. ¿Qué aprecio haces tú
el sacramento de la Comunión. Y así como el leproso debía raer de las leyes á que estás obligado? ¿Haces todo lo que te manda
los cabellos y pelos de su cuerpo 2, y lavar sus vestidos y carne Jesús? ¿Deseas curar la lepra de tus pecados? ¿Cómo oras? ¿Qué
al presentarse al sacerdote, y luego ofrecía un cordero sin man­ virtudes practicas para limpiarte de ella? ¡Ah! ¡Si vieses á tu
cilla, quedando así limpio déla inmundicia legal; asi tú, al pre­ pobre alma cuál está á causa de las culpas en que ha caído! Te
sentarte al santo tribunal de la Penitencia, has de raer tus cabe­ horrorizarías de tu propia figura. Ea, pues; levántate de tan mi­
llos, esto es, quitar todas las demasías de la vida vieja, y lavar serable estado; propón, pide fortaleza y gracia para cumplir los
con agua de lágrim as tu alma y tus vestiduras, que son tus propósitos, y no olvides el rogar por la santa Iglesia, por la con­
obras, y de este modo estarás dispuesto para llegarte limpio á versión de los pecadores y demás fines que acostumbras.
ofrecer el sacrificio del Cordero sin mancilla, Cristo Jesús, y á
recibir su santo Cuerpo. Pues ¿de qué modo obedeces tú á la di­
100.— CURACIÓN DE DIEZ LEPROSOS.
vina ley? ¿Cómo te preparas para la Confesión, y te aprovechas
de ella? ¿Te llegas á la Comunión con las disposiciones debidas? P rbludio 1.» Diez leprosos pidieron desde lejos á Jesús les sanase, y contestándoles que
¡Oh Cordero mansísimo! Ahora veo el deseo encendido que fueran á los sacerdotes, al ir, quedaron sanos; uno sólo de ellos volvió á dar gracias á Jesús.
abrasa vuestro corazón de entregaros todo por nuestro bien. P reludio 2.° Represéntate á Jesújt mandando á estos leprosos que se presenten á los
Mientras vivisteis vida mortal sobre la tierra, con las palabras sacerdotes.
y con los ejemplos predicasteis la obediencia á la ley que á Vos P miudio y.» Pide las virtudes de la obediencia y gratitud á los beneficios dd Señor.
conducía, y cuando ya salís del mundo según vuestra vida mor­
tal. tratáis de disponernos para que os podamos recibir en nues­ P a n t o l.° P e t i c i ó n c o le c tiv a d e lo s d i e s l e p r o s o s — D iez
tras almas. Preparad, Señor, mi corazón con grande limpieza, infortunados leprosos salieron al encuentro de Jesús, y desde
para que os reciba con sumo provecho. lejos, á voces, le decían ■ : «Jesús. Maestro, tened misericordia
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán cierto es que la necesidad es de nosotros». Acerca de esto debes considerar primeramente
gran maestro para la oración! El leproso del Evangelio lo de­ las virtudes que ejercitan en su oración estos leprosos; los cuales
muestra. Y e se cubierto de asquerosa enfermedad, apartado de dan muestras de profunda humildad y reverencia, clamando
sus conciudadanos y amigos, y sepultado en el fondo de una selva. desde lejos, teniéndose por indignos de llegarse á Jesucristo,
En tan triste situación, oye hablar de los milagrosos favores conociendo la vileza del mal que les aflige; muestran además
que dispensa e l Señor. A l instante, con viva fe, sólida confianza, grande confianza y admirable resignación, porque con saber el
profunda humildad y reverencia y excelente resignación, se pre­ poder de Jesucristo, y la necesidad que tienen de su auxilio, no
senta á C risto, y postrado á sus pies, le adora y d ice: «Señor, quieren pedir expresamente el remedio, contentándose con ma­
si quieres, puedes limpiarme». Aprende esta jaculatoria para nifestar brevemente su situación, y remitiendo su alivio á la mi­
repetirla incesantemente en todas tus tribulaciones. Jesús, al ver sericordia del Señor, por lo cual dicen; «Jesús, Maestro, tened
la actitud humilde y suplicante del leproso, y , sobre todo, leyen­ misericordia de nosotros». Con estas virtudes juntaron ia unión
do e.n su corazón los afectos más puros de confianza, rendimiento en el pedir, la cual puede mucho con D ios, cuando muchos que
y conformidad con la voluntad divina, no resiste á la ternura tienen la misma necesidad oran á una con caridad; porque pi­
infinita de su corazón, y así, contestando á la súplica del enfer­ diendo cada uno por todos, alcanza también para sí. Por lo cual
mo , responde: «Quiero; sé limpio». Y al instante huye la lepra, dijo Santiago A póstol1: «Orad unos por otros para que seáis
sana el enferm o, y éste alaba en su corazón la bondad, miseri­ salvos, porque vale mucho con Dios la oración continua del jus­
cordia y omnipotencia del Salvador. ¡Bienaventurado el que con­ to». A l contrario de los pobres de acá, que*querrían pedir solos,
fía en el S eñ o r! ¡No se verá confundido eternamente >! P ero, ¡qué porque, si piden muchos, cánsanse los ricos, y temen que no .
celo muestra Jesús por la observancia de la ley antigua! La les darán limosna. Pero nuestro Señor no se cansa de que le
curación del leproso ha sido milagrosa, y así como Jesús le había pidan muchos, porque tiene para todos; antes gusta de que todos
librado de la lepra, podía también librarle del precepto de la ley; sus pobres tengan entre sí caridad, y les da de mejor gana su
limosna. ¡Oh generosísimo y misericordiosísimo Maestro! Mu­
1 Psalm. i., S. » Levit., xív, 8. — } Psalm. xxx, 2 ; lxx, t .. chos leprosos somos en este mundo, figurados por estos diez, por-

1 L u c. , xvii. 12. — * Jacob., v, 16.


34° Serie primera.— V ia iluminativa.

ellos, se presente al sacerdote, y le descubra la lepra que ha


tenido, y delante de él ofrezca sacrificio de espíritu atribulado Med. t o o .— Curación de die% leprosos. 341
y de corazón contrito y humillado ', y oiga la absolución, con la mas no quiere. A l contrario, le manda que se presente al sacerdo­
cuál se confirme el perdón recibido, y quede hábil para recibir te y haga todo cuanto aquélla prescribe. ¿Qué aprecio haces tú
el sacramento de la Comunión. Y así como el leproso debía raer de las leyes á que estás obligado? ¿Haces todo lo que te manda
los cabellos y pelos de su cuerpo *, y lavar sus vestidos y carne Jesús? ¿Deseas curar la lepra de tus pecados? ¿Cómo oras? ¿Qué
al presentarse al sacerdote, y luego ofrecía un cordero sin man­ virtudes practicas para limpiarte de ella? ¡Ahí ¡Si vieses á tu
cilla, quedando así limpio déla inmundicia legal; asi tú, al pre­ pobre alma cuál está á causa de las culpas en que ha caido! T e
sentarte al santo tribunal de la Penitencia, has de raer tus cabe­ horrorizarías de tu propia figura. Ea, pues; levántate de tan mi­
llos, esto es, quitar todas las demasías de la vida vieja, y lavar serable estado; propón, pide fortaleza y gracia para cumplir los
con agua de lágrim as tu alma y tus vestiduras, que son tus propósitos, y no olvides el rogar por la santa Iglesia, por la con­
obras, y de este modo estarás dispuesto para llegarte limpio á versión de los pecadores y demás fines que acostumbras.
ofrecer el sacrificio del Cordero sin mancilla, Cristo Jesús, y á
recibir su santo Cuerpo. Pues ¿de qué modo obedeces tú á la di­ 100.— CURACIÓN DE DIEZ LEPROSOS.
vina ley? ¿Cómo te preparas para la Confesión, y te aprovechas
de ella? ¿Te llegas á la Comunión con las disposiciones debidas? P reludio I.* Diez leprosos pidiera, desde lejos i Jeíú* les sanase, y contestándole* que
¡Oh Cordero mansísimo! Ahora veo el deseo encendido que fueran i los sacerdotes, al ir, quedaron sanos; uno sólo de ellos volvió á dar gradasá Jesús.
abrasa vuestro corazón de entregaros todo por nuestro bien. P reludio 2 .» Represéntate á Jesújs mandando á estos leprosos que se presenten á los
Mientras vivisteis vida mortal sobre la tierra, con las palabras sacerdotes.
Preludio j .« Pide las virtudes de la obediencia y gratitud á los beneficios d d Señor.
y con los ejemplos predicasteis la obediencia á la ley que á Vos
conducía, y cuando ya salís del mundo según vuestra vida mor­
tal. tratáis de disponemos para que os podamos recibir en nues­ P «m t« l.° P e t i c i ó n c o le c tiv a d e lo s d i e s le p r o s o s .— D i e z
tras almas. Preparad, Señor, mi corazón con grande limpieza, infortunados leprosos salieron al encuentro de Jesús, y desde
para que os reciba con sumo provecho. lejos, á voces, le decían «Jesús, Maestro, tened misericordia
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán cierto es que la necesidad es de nosotros». Acerca de esto debes considerar primeramente
gran maestro para la oración! El leproso del Evangelio lo de­ las virtudes que ejercitan en su oración estos leprosos; los cuales
muestra. V ese cubierto de asquerosa enfermedad, apartado de dan muestras de profunda humildad y reverencia, clamando
sus conciudadanos y amigos, y sepultado en el fondo de una selva. desde lejos, teniéndose por indignos de llegarse á Jesucristo,
En tan triste situación, oye hablar de los milagrosos favores conociendo la vileza del mal qne les aflige; muestran además
que dispensa e l Señor. A l instante, con viva fe, sólida confianza, grande confianza y admirable resignación, porque con saber el
profunda humildad y reverencia y excelente resignación, se pre­ poder de Jesucristo, y la necesidad que tienen de su auxilio, no
senta á C risto, y postrado á sus pies, le adora y d ice: «Señor, quieren pedir expresamente el remedio, contentándose con ma­
si quieres, puedes limpiarme». Aprende esta jaculatoria para nifestar brevemente su situación, y remitiendo su alivio á la mi­
repetirla incesantemente en todas tus tribulaciones. Jesús, al ver sericordia del Señor, por lo cual dicen: «Jesús, Maestro, tened
la actitud humilde y suplicante del leproso, y , sobre todo, leyen­ misericordia de nosotros». Con estas virtudes juntaron la unión
do e.n su corazón los afectos más puros de confianza, rendimiento en el pedir, la cual puede mucho con D ios, cuando muchos que
y conformidad con la voluntad divina, no resiste á la ternura tienen la misma necesidad oran á una con caridad; porque pi­
infinita de su corazón, y así, contestando á la súplica del enfer­ diendo cada ano por todos, alcanza también para sí. Por lo cual
mo , responde: «Quiero; sé limpio». Y al instante huye la lepra, dijo Santiago Apóstol *: «Orad unos por otros para que seáis
sana el enferm o, y éste alaba en su corazón la bondad, miseri­ salvos, porque vale mucho con Dios la oración continua del jus­
cordia y omnipotencia del Salvador. ¡Bienaventurado el que con­ to». A l contrario de los pobres de acá, que>querrían pedir solos,
fía en el Señor! ¡No se verá confundido eternamente >! P ero , ¡qué porque, si piden muchos, cánsanse los ricos, y temen que no .
celo muestra Jesús por la observancia de la ley antigua! La les darán limosna. Pero nuestro Señor no se cansa de que le
curación del leproso ha sido milagrosa, y así como Jesús le había pidan muchos, porque tiene para todos; antes gusta de que todos
librado de la lepra, podia también librarle del precepto de la ley; sus pobres tengan entre sí caridad, y les da de mejor gana su
limosna. ¡Oh generosísimo y misericordiosísimo Maestro! Mu­
' Psalm. l. 8. — >Levit., x¡v, 8. — i Psalm. xxx, 2 ; lxx, i ..
chos leprosos somos en este mundo, figurados por estos diez, por-

1 L u c ., x v ii. 12. — * Jacob., v, 16.


342 Serie prim era.— (''¡a ilum inativa. M ed. r o o .— Curación de dieq leprosos. 343

que quebrantamos los diez mandamientos de vuestra santa ley; piéis de ella. ¡Oh alma mía! No te ruborices de confesar lo que
aunque unos estamos muy más manchados que otros, tened mise­ te atreviste á cometer, y lo que ve Jesús no quieras ocultarlo á su
ricordia de todos, limpiad los herejes de la lepra de su herejía; ministro. ¿Obedeces á lo que te manda Jesús?
á los soberbios de la lepra de su soberbia; á los carnales de la l*n n to 3.° I n g r a t i t u d d e n u e v e d e lo s le p ro so s, y q u e ja d e

de su sensualidad, y á mí con ellos, de toda la lepra que tengo J e s ú s .—Considera cómo nueve de los diez leprosos curados pro­
en mis potencias interiores y exteriores. para que me convierta siguieron su camino sin acordarse de volver á Jesús, á darle gra­
á V os, diez veces más que me aparté de Vos ¿Qué lepra nos cias del favor recibido ¡ sólo uno, que era samaritano, regresó,
aflige y afea? ¿Cómo pedimos el vernos libres de ella? ¿Reúne y postrado en tierra le dió gracias por la merced que le había
nuestra oración las condiciones necesarias? hecho. En lo que puedes ver cómo la mayor parte de los hom­
P u n t o Ü.° J s s ú s m a n d ó d lo s le p r o so s i r á lo s sa ce r d o tes, bres. cuando se ven en necesidad y aprieto, son devotos é im­
y c o m e n z a n d o d o b e d e c e r , q u e d a r o n sa n o s. — Considera cómo portunos con D ios, y tienen fe y confianza en su misericordia;
Jesucristo dió á los leprosos una mirada compasiva, y sin cu­ pero en recibiendo el beneficio, y en viéndose con salud y pros­
rarlos antes, como había hecho con'otro enfermo del mismo mal, peridad , se olvidan de Dios y no le dan las gracias convenien­
les dijo s: «Id y mostraos á los sacerdotes; y ellos, obedeciendo, tes. Lo cual desagrada mucho al Señor, y por este motivo ahora
ámedio camino quedaron sanos». En lo cual se ve que Jesucris­ dijo en tono de sentimiento ■ : «Diez fueron los curados; y los nue­
to, no sólo exigió de estos leprosps fe y confianza, sino que ve, ¿dónde están?» Con cuya pregunta daba á entender que des­
quiso probar en gran manera su obediencia; porque ya antes de aprobaba su conducta. En la persona del samaritano agradecido
ser curados les mandó que fueran á los sacerdotes, siendo así puedes ponderar cómo muchas veces los mayores pecadores,
que nadie debía presentarse á ellos sino después de limpio; mas cuando reciben la salud del cuerpo ó del alma, ó algún otro
ellos rindieron su juicio, y sin replicar ni detenerse, obedecieron beneficio, suelen ser más agradecidos, porque conocen más su
á lo que se les mandó, y en comenzando á obedecer, sanaron; indignidad, y estiman en más el favor, como dado á quien menos
lo merecía; aunque, por otra parte, era más razón que los jus­
para que tú aprendas cuánto vale la obediencia rendida, puntual
tos tuviesen mayor agradecimiento, por ser mayor el bien que
y presta, y cómo por ella el Señor hace milagros; y así no dudes
reciben. Pondera, finalmente, de parte de Cristo la modestia con
nunca someterte á lo que Dios te manda, por sí ó por otro, aun­
que se quejó de la ingratitud de los nueve, diciendo: «Ninguno
que te parezca un despropósito. P ero, pondera la causa mística
volvió á dar gloria á Dios». No dice á dar gloria á m í, ó á darme
de este hecho; en él se te enseña que, si acudes á Dios por la
gracias; para enseñarte que quien hace el beneficio no ha de
salud del alma, aunque puede Él dártela por sí mismo, quiere
pedir para sí el agradecimiento, sino para Dios, de quien todo lo
de ordinario que primero acudas á sus sacerdotes ó confesores,
bueno procede Alira, finalmente, la blandura y amor conque
y les descubras la lepra de tus pecados, aunque sea muy asque­
.acogió al samaritano. y le habló y honró, y atribuyó á su fe la
rosa, sin encubrirles nada. Y tiene misterio aquella palabra:
salud recibida; y es de creer que le libró de la lepra de la infide­
o s te n d ite v o s , mostraos; esto es, descubrios todos al sacerdote,
lidad y de los demás pecados, enviándole sano de cuerpo y alma
para que os v e a , y conozca interior y exteriormente quiénes
por aquel agradecimiento que mostraba. {Oh Señor de mi alma!
sois, sin encubrir cosa mala 'de cuantas hubiereis hecho, dicho
¡ Cuán agradecido os mostráis con los agradecidos para que siem­
ó consentido. Y de este modo lo has de hacer tú con espíritu
pre tengan que agradeceros! Siempre querría agradeceros las
de obediencia á Cristo. Los leprosos, en el camino quedaron lim­
grandes mercedes que me hacéis, aunque siempre quedaré corto
pios de su lepra, antes que llegasen á los sacerdotes; porque á
y vencido en esta parte, porque mi agradecimiento es un nuevo
los ojos de Dios la voluntad se reputa por obra, y el dolor per­
beneficio que recibo de V o s, Bienhechor mío, á quien sea honra
fecto de los pecados, con voluntad de confesarlos, basta para al­
y gloria eternas. ¿ Somos nosotros de los ingratos? ¿Imitamos al
canzar la salud del alma y limpiarla de la lepra; aunque, sin em-
samaritano? Kn los. favores que hacemos, ¿queremos para nos­
. bargo de esto, se ha de ir después al sacerdote. ¡Oh buen Jesús!
otros la honra y el agradecimiento?
Pues Vos veis mi lepra y la conocéis, ¿qué se me da á mí que la
E p ilo g o y c o lo q u io s. — ¡Oh poder de la oración colectiva!
vea vuestro ministro? No quiero honra con los hombres, si con
¡Cuán diferente es Dios de los hombres! Éstos no pueden tolerar
Vos no la tengo; podríaisme mandar que manifestara mi lepra á
que muchos á la vez les pidan, porque sus recursos son limitados,
todo el mundo, y con razón lo mandarais; mas os contentáis con
y dando á lo s demás, ellos se empobrecen; mas Dios nuestro
que la muestre al sacerdote: 3'o lo h a ré así para que me lim­
> Lúe., xvh , 17.
i Baruch, iv, 28. — » Luc., xvh, 14.
344 Ser¡e p r im e r a .— V í a ilu m in a tiv a .
Med 10r.— Curación del ciego de Jericó. 345
Señor, que es riquísimo en misericordia é infinito en toda clase de fervor y afecto en la oración, nacido del conocimiento de su ce­
bienes, lejos de cansarse cuando muchos le piden, se alegra y se guera y miseria, y de la esperanza que tenía en Cristo que le
digna estar en medio de ellos para ordenar con sus inspiraciones libraría de ella, y este afecto declaraba con su gran clam or: gran
las oraciones que le dirigen. Estos leprosos lo acertaron: de lejos, constancia y perseverancia, sin hacer caso de lós que le repren­
en señal de humildad v reverencia, con gran clamor, significan­ dían y mandaban callar; antes, tomando de ahí ocasión para le­
do su fervorosa devoción, le piden misericordia en general para vantar más la voz y repetir la oración. En la persona de este ciego
manifestar su confianza y resignación. Jesús los mira compasivo, has de mirarte á ti mismo, ciego espiritualmentc con las dos ce­
y los envía á los sacerdotes para que diesen pruebas de obedien­ guedades de ignorancia y culpa, error y pasión, las cuales ciegan
cia . como las daban de otras virtudes. Ellos obedecen. y , ¡oh vir­ los ojos del alma, que san Bernardo llama conocimiento y amor.
tud y eficacia de la obediencia!, antes que lleven á cabo la obra De donde se sigue que toda la vida estás sentado y ocioso, sin
que se les ha encargado, ya se ven libres de la inmunda lepra. atender á las obras de virtud á que estás obligado, ocupándote
Mas ¡ quién lo dijera! Diez reciben el favor de Jesucristo, y sólo en mendigar de las criaturas que pasan por este mundo, alguna
uno vuelve á darle gracias, y éste Samaritano. ¡Cuántos cristia­ cosilla de deleite, honra ó interés que te entretenga la vida, lo
nos hay que obran de igual suerte! En sus necesidades piden, cual es todo poco y perecedero, como limosna de pasajeros y
ruegan, impoi'tunan á Dios, le ofrecen grandes servicios y obse­ pobres caminantes. Ponderando esta tu gran miseria, has de cla­
quios; y cuando han obtenido el remedio, se olvidan de su Bien­ mar con grande afecto, viva fe y firme constancia á tu único
hechor ; y á veces los que más agradecimiento demuestran son remediador Cristo Jesús, pidiéndole tenga misericordia de ti,
los que menores beneficios han recibido ó más pecadores eran. resistiendo entretanto valerosamente á los impedimentos de la
¿Hasimitado tú la conducta de tantos ingratos á los beneficios de oración; esto e s . al tropel de imaginaciones que turban tu alma,
Dios? ¿Podrá Jesús decir de ti lo que dijo de estos nueve cura­ de remordimientos que inquietan tu conciencia, y de varios cui­
dos: dónde están? Muchos bienes y talentos ha concedido á tu dados que embargan tu espíritu y que quieren apartarle de tan
alma: ¿has ejercitado los actos que exige la gratitud, que son: saludable ejercicio. ¡Oh Jesús, Salvador mío! Libradme piadosa­
reconocer el beneficio, alabar al dador y pagarle con exceso en mente, porque soy necesitado y pobre ‘ , y mi corazón anda muy
servicios ú otros medios? Confúndete, si has descuidado el cum­ turbado: voyme deshaciendo como sombra cuando declina el día,
plimiento de un deber tan sagrado: trata desde hoy de reparar tu y como langosta ando inquieto, arrojándome mis pensamientos
falta, haciendo eficaces propósitos, y rogando con fervor parati de una parte á otra; sosegadlos, Señor, con firmeza, para que ore
y para todos los demás. y os alabe con fervor. ¡ Oh cristiano! ¿Conoces tu ceguera? ¿Qué
medios practicas para curarte de ella?
101— CURACIÓN DEL CIEGO DE JERICÓ. P a u t o ¡t.° J e s ú s m a n d a a l c ie g o q u e s e a c e r q u e , y l e p r e ­
g u n t a q u é q u ie r e .—Considera cómo Jesús, aunque oyó al ciego
Preludio i .« Clamó un ciego ó Jesús que tuviera de él misericordia; Jesús le preguntó- desde el primer clamor que d ió . y decidió darie la vista, con
qué quería, y habiendo respondido que ver , le dió la vista. todo, hizo como que no le oía, para probar su perseverancia y
P reludio 2 « Represéntate i Jesús preguntando al ciego qué quiere. para que creciese más en él el deseo de la salud. Del mismo modo
Prbludio Pide á Jesús que te conceda la vista espiritual de la fe. se porta no pocas veces con nosotros, difiriendo el concedemos
lo que pedimos, para que se aviven nuestros deseos de alcan­
P u n t o l.° V ir t u d e s d e l c ie g o .— Caminando Jesús por las zarlo; mas luego muestra su clemencia, como la mostró en esta
cercanías de Jericó, un ciego que estaba junto al camino mendi­ ocasión, parándose al oir la voz de este pobre ciego, y man­
gando , oyendo que Jesús pasaba, dió voces, diciendo «Jesús, dando que le trajeran á su presencia. Mira la alegría del ciego al
hijo de David, tened misericordia de mí». Y aunque la gente le oir que Jesús le llam a!; deja sus vestidos, y saltando de placer,
reprendía y decía que callase, él daba mayores voces, diciendo va donde estaba con grande gozo, por la esperanza de recobrar
lo mismo. En este hecho has de considerar primeramente las la vista. Tal es el gozo del alma que ha oído la divina inspira­
virtudes maravillosas que descubre este ciego en su oración. ción que le llamad un estado perfecto, que luego con alegría
Estas fueron, grande fe y confianza en Jesucristo, creyendo que abandona todas las cosas del mundo, para seguir desnudo á
era Mesías, hijo de David y que era Dios todopoderoso, cuyo es Cristo desnudo. Pondera el misterio que se encierra en la pregun­
tener misericordia, y por ella remediar nuestras miserias: gran ta que hizo Jesús al ciego, diciendo: «¿Qué quieres que haga con*

I Marc , x , 47; Luc., xvill, $5; Mattii., xx, *9. 1 Psalm. cvni ,22. — » Marc., x, 50.
346 Serie prim era.— V la ilum inativa.
M ed. 1 0 1 .— Curación de! ciego de Jericó. 347
tigo ? » Pues todo el mundo sabía lo que deseaba el ciego, y antes
olvidado de todas las cosas, se fuese tras quien tanto bien le hizo.
que todos el mismo Jesús, que penetra lo más recóndito del cora­
En ¡o cual también se representa que la luz interior que Jesús co­
zón ; mas, hizo esta pregunta para dar á entender que no quiere
munica en la oración tiene por fin el seguirle, imitando sus virtu­
dar los dones de su gracia sino al que quiere disponerse para
des con perfección, Ocupándose en sus alabanzas con acción de
recibirlos. teniendo verdaderos y eficaces deseos de ellos. Y así
gracias por los beneficios recibidos. ¡Oh Salvador mío! ¿Qué ma­
como el ciego, al oir la pregunta de Jesús, contestó al momento,
ravilla es que, abriéndome Vos los-ojos del alma para veros,
u t v i d e a m , que v e a , del propio modo has de pedirle la vista
quiera seguiros? ¿Cómo no seguiré tanta bondad? ¿Cómo no imi­
espiritual, que abraza principalmente cinco cosas: Dios, Jesu­
taré tanta santidad? Más merced me hacéis Vos en admitirme
cristo, su santa ley, tú mismo y las criaturas, y en ellas el Cria- para que os siga, que yo servicio en quereros seguir. Sigue,
. dor con los bienes inmensos de la gloría. ¡Oh R ey mío! Decidá alma mía, á este divino Señor,que ha dicho: «El que me sigue,
mi alma lo que dijisteis al ciego: R e s p i c e ; ve lo que deseas; ve no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida en este
mi divina voluntad para someterte á ella; ve mi grandeza para mundo y en el otro.
adorarla, mi misericordia para confiar en ella; ye las criaturas E p ílo x o y c o lo q u io s . ¡Qué oración tan eficaz fué la de
para menospreciarlas y adorar en ellas á su Autor. Decidme este afortunado ciego! ¡Qué virtudes tan excelentes la acompa­
esto. Amado mío, porque vuestro decir es hacer, y diciendo que ñaron ! Firmemente convencido de la bondad y ternura de Jesús y
vea. luego quedaré con vista. ¡Oh alm a! No te canses de orar, de su inmenso poder, conocedor de su propia miseria y necesi­
aunque no conozcas el fruto de tu oración. ¿Por qué desconfías dad, levanta la voz, y grita con gran clamor: «Jesús, hijo de
del Señor cuando difiere concederte lo que pides? ¿Serás más David, tened compasión de mi». Jesús no le responde al instan­
constante en tus súplicas? te, mas no importa; él repetirá la súplica; las gentes le incre­
P u n t o 3.° L a c u r a c ió n d e l c ie g o f n é a t r ib u id a á s u f e , pan . y dicen que calle; mas él clama con mayor brío. ¡Qué fe!
q u e d a n d o é l m u y a g r a d e c id o .—Considera la palabra que añadió ¡Qué constancia! ¡Qué confianza! Tales virtudes no podían dejar
Jesucristo luego de haber dado la vista al ciego: «Tu fe te ha de atraer las gracias del Salvador. Y , en efecto; hace alto en su
hecho salvo», con cuya palabra atribuyó Jesucristo á la fe del carrera; manda que le traigan al suplicante ciego, y teniéndole
ciego lo que era obra de su omnipotencia y misericordia: y esto delante de sí, le pregunta con cariño: «¿Qué quieres que haga
hizo para honrarle y para aficionarnos á esta virtud: pues ella • contigo?» ¡Oh ternura más que paternal de Jesús! ¡Preguntar
dispone para tales maravillas, como lo declaró diciendo á otros á una vil criatura suya qué desea que obre en ella! Señor, que
dos ciegos que le pedían v is t a « ¿ C r e é is que puedo dárosla?* vea, dice el ciego. Pues ve, responde Jesús; tu fe te ha salva­
Respondieron: «Sí, Señor». Pues, según vuestra •fe, así se haga do. ¿Quién puede llegar á comprender el inmenso tesoro de bon­
con vosotros ; y tocándoles, vieron luego. Y es mucho denotar dad, omnipotencia, amabilidad y dulzura que descubre Jesús en
que en ambos’casos cobraronestos ciegos la vista de repente, y este hecho? ¿Quién no se sentirá animado y con grande aliento
en un momento, por su grande fe, habiéndola recibido otro ciego para acercarse á Jesús, y presentarle sus necesidades, y confiar
poco á poco por su corta fe , porque primero veía no más que en.su misericordia, y concebir la mayor seguridad de ser soco­
bultos de hombres, como árboles que se m eneaban , y después vió rrido? Ya no admira que el ciego agradecido siguiese á Cristo,
claramente todas las cosas. En lo cual se representan dos modos alabando á Dios. Lo que sorprende es que nosotros estemos to­
que tiene el Señor de comunicar la luz espiritual y perfección del davía ciegos en el espíritu, ociosos toda la vida, y mendigando
espíritu: uno extraordinario y momentáneamente, como hizo con de las criaturas que pasan por este mundo un efímero gusto, vien­
Sanio ; otro ordinario, poco á poco, y por sus grados, comuni­ do la facilidad con que podríamos recibirlos muy dulces y dura­
cando primero un conocimiento obscuro de sus misterios, des­ deros, acudiendo á Jesús, nuestro universal remediador, en la
pués otro más claro, creciendo la claridad según crece la dispo­ forma que lo hizo este ciego. ¿De qué medios nos hemos de va­
sición , hasta llegar á ver las cosas divinas con tanta lu z , que ler para esto? ¿Cómo hemos de rogar? Pensémoslo con atención;
se certifique de ellas como si las viese, subiendo de claridad en propongamos aquello que nos convenga según el estado actual
claridad hasta transformarse en imagen de su gloria *. Pondera, en que nos hallamos, y roguemos con fervor y confianza.
por último, cómo el ciego, viéndose ya sano, seguía á Cristo,
glorificando á Dios; porque como las obras de este Señor son
perfectas, con la vista del cuerpo le dióla del alma, para que,

I Matth., IX , 28. — > II Cor., ni, i8.


Med. 102.— Curación del ciego de nacimiento. 349

348 Serie primera — Via iluminativa. nistros? ¿Te acuerdas frecuentemente del polvo de donde nacis­
te? ¡ Oh dulcísimo Maestro! Sólo Vos podéis obrar tales prodi­
gios como éste, convirtiendo un contrario en otro, enlodando
10 2 .-CURACIÓN DEL CIE60 DE NACIMIENTO. para esclarecer, humillando para ensalzar, y empobreciendo
para enriquecer. Haced que tales prodigios despierten en mí un
P reludio i .« Compadecido Jesús de un ciego de nacimiento, y queriendo darle vista, vivo deseo de someterme siempre á vuestras disposiciones, por­
le puso barro en los ojos y le mandó lavarse; después, anatematizado éste por los judíos, que sé que para mi bien será todo lo que dispongáis.
le consoló. P a n to S .0 P e r s e c u c io n e s q u e p a d e c ió e l c i e g o , y v i r t u ­
P reludio 2.0 Represéntate á Jesús ungiendo con barro los ojos del ciego.
d e s q u e e je r c itó .— Considera
en este puntóla ilustre confesión de
P reluoio Pide á Jesús claro conocimiento de tu propia miseria.
este ciego, con las persecuciones que padeció y las virtudes que
descubrió, para que puedas imitarlas. Primeramente tuvo gran
P a n t o I- J e s ú s -ungió con b a r r o lo s o jo s á u n cie g o p a r a celo por la honra de Jesucristo, que le había sanado, publicando
— Pasando Jesús por donde estaba un hombre, ciego de
c u r a r le . con espíritu de agradecimiento su milagro á todos los que no lo
nacimiento, le miró ■ con particular amor, y resuelto á darle vis­ sabían. Luego tuvo gran fortaleza, porque, temiendo sus padres
ta, escupió en el suelo, hizo lodo con su saliva, y con él ungió descubrir lo que sabían por causa de los fariseos, que aborrecían
los ojos del ciego, mandándole que fuera á lavarse á los baños el nombre de Jesucristo, él, sin temor, confesó libremente que
de Siloé; y habiendo obedecido, volvió con vista. En todo este había sido ciego, y que Cristo le había sanado y el modo cómo
hecho has de considerar cuán grande provecho reportó este cie­ le sanó. Tuvo además grande celo de la verdad, con prudencia
go de la mirada de Jesús, deseando que este divino Señor te mire celestial para no dejarse engañar, ni callarla por ningún respeto;
también á ti con este mismo amor. Contempla la omnipotencia • porque diciéndole los fariseos •:«Da gloria á Dios confesando la
soberana de Jesucristo, que se descubre en dar la vista con una verdad, porque siendo este hombre tan pecador, no es posible
cosa que parecía contraria á ella, y bastante para quitarla al que que te sanase»; él confiadamente perseveró en confesarla y en
la tuviese, pues enlodar los ojos, más era para cegar que para defender á Cristo, y en acusarles á ellos de que no le conocían, y
dar vista. Mas esto hizo para mostrar que el medio de cobrar la convidándoles si querían ser sus discípulos. Ejercitó también de
luz de la divina gracia es poner delante de nuestros ojos el lodo un modo admirable la paciencia, sufriendo las maldiciones que
de nuestra nada y miseria, esto e s , la nada que fuimos, la tierra' le echaron y los denuestos, diciéndole: «Eres pecador desde que
de que hemos sido formados y el polvo en que nos hemos de naciste, ¿y ahora vienes á enseñarnos?» Y también sufrió que le
convertir, y el lodo de los pecados que hemos cometido, mirán­ echasen de la Sinagoga, como excomulgado é indigno de vivir
dolos y llorándolos y humillándonos por ellos. Pero este lodo ha entre los fieles. Todas estas excelentes virtudes practicó, ayu­
de ser de tierra y de la saliva de Cristo; porque si su sabiduría dándole Cristo nuestro Señor, el cual se quiso servir de un ciego
infinita, significada por la saliva, no toca nuestros ojos, nunca mendigo y tomarle por predicador, para confundir á los sabios
serán esclarecidos para conocer como conviene nuestra miseria. y fariseos, dando una constancia más que de hombre al que de
Pondera cómo á esto añadió Jesús mandar al ciego que se lavase suyo era tímido y despreciado. ¡Oh grandeza de la omnipotencia
en las aguas de Siloé, que quiere decir enviado, para significar de Cristo, que por instrumentos tan bajos hacéis obras tan glo­
los sacramentos del Bautismo y Penitencia, en los cuales se per­ riosas ! ¡ Oh Salvador mío! Sea yo en vuestras manos instrumento
fecciona la salud espiritual del hombre, por la virtud que está dócil, dejándome manejar á vuestra voluntad, no teniendo movi­
en ellos del Salvador, que fué enviado por el Padre á este mundo miento contrario á vuestros designios soberanos, á fin de que
para nuestro bien. Pero á estos baños has de ir con la disposición seáis por mí glorificado. ¡ Oh alma mía! Mira el celo, la fortaleza,
de este ciego, el cual tuvo insigne fe, grande humildad y obe­ paciencia y deseo de publicar la verdad que en este ciego res­
diencia muy puntual, dejando enlodar sus ojos, y yendo así por plandecen. ¿Cómo te hallas tú acerca de estas virtudes? ¿Cuándo
las calles enlodado á la vista de todos, obedeciendo sin tardanza y de qué modo puedes y debes practicarlas?
ni réplica al mandato de Cristo, rindiendo su juicio .y venciendo P a n t o 3.° J e s ú s c o n s u e la y a n im a a l c ie g o p e r s e g u id o
los obstáculos que tal vez le opondría su amor propio, como á p o r lo s j u d í o s . — Considera
lo que Cristo nuestro Señor hizo con
Naamán = cuando Elíseo le mandó que fuera á bañarse en el este hombre, después de la persecución que sufrió de los judíos.
Jordán. Del propio modo cobrarás tú la vista espiritual si al Primeramente, al saber que le habían echado de la Sinagoga,
sentir la inspiración obedeces con prontitud á todo cuanto el
Señor te inspire. ¿Te sometes gustoso á Jesucristo y á sus mi­ Joan., IX , 24.

> Joan., ix, 2. — * IV Reg., v, 10.


•. J50 Serie primera.— Vía iluminativa. Med. 103.— Curación de un sordo y mudo. 3 51
acudió á consolarle, para que se viese el paternal cuidado que mentos que Jesús ha instituido, acercándose á ellos con las dis­
tiene de consolar á los que padecen por su causa persecuciones, posiciones con que se dirige el ciego á las aguas de Siloé. Humil­
y cómo no se olvida de los que le confiesan delante de los hom­ dad profunda, sentimiento de la propia ceguera y deseo de reme­
bres , para acudirles presto con su consuelo. Quiso luego períec- diarla; confianza en el poder y bondad de Jesús que nos manda,
cionarle en la fe, y aumentarle la vista interior del alma; porque y obediencia puntual á todo cuanto nos ordena. ¡Oh si procurases
como no le tuviese más que por profeta, preguntóle ': «¿Crees para tu alma tales disposiciones! ¡ Cuánto mayor sería el prove­
en el Hijo de Dios?» Respondió : «¿Quién es, Señor, para que cho que reportarías délos santos Sacramentos! Entonces, alum­
crea en El?» Mostrando en esto la prontitud de su corazón en brado con la gracia, resistirías cón firmezaá tus enemigos, ten­
aprenderlas enseñanzas de Cristo. D ícele: «Ya le has visto, y el drías celo por la predicación de la verdad, desafiarías á todos los
que habla contigo, ese é s ». Como quien dice: Con la vista que te enemigos, y, en una palabra, como este ciego ya curado, tolera­
di me has visto, y Yo soy el que hablo contigo. En oyendo esta rías con paciencia todas las injurias, baldones, persecuciones y
palabra, respondió: «Creo. Señor»; y postrándose en tierra, le males con que te afligiese el mundo ó el demonio. Entonces Jesús,
adoró. ¡Oh qué ojos le dió entonces Jesús! ¡Oh qué luz comunicó por cuya causa padecieses, saldría á defenderte y consolarte,
á su alma! ¡Oh qué vista tan perfecta, causadora de tan profunda aumentando tu fe y acrecentando todas las virtudes en tu alma.
humillación! Por fin . Jesús trató de sosegarle en el escándalo ¿Qué propósitos exige esto de ti? ¿Qué medios practicas para
que pudiera recibir, por lo que de Él habían dicho los fariseos, librarte de la ceguera espiritual? ¿Cómo te portas en las tribu­
y por esto le dijo: «Vine al mundo á hacer juicio, para que laciones que padeces, y en las persecuciones que te afligen?
los que no ven, vean; y los que ven, se hagan ciegos». Esto es: Despierta tu confianza en Jesús, tu divino Padre y Protector, el
vine á hacer diferencia entre unos y otros hombres, para que cual no te abandonará si por su causa padeces. Para esto, exa­
los ignorantes y rudos, por su humildad y pequeñez, vengan mina qué resoluciones prácticas debes hacer; suplica con hu­
como tú á cobrar vista, y crean los misterios de mi divinidad y mildad la gracia y fuerzas que necesitas para ponerlas en ejecu­
humanidad;}', al contrario, los que son sabios en la ley, como ción, y ruega por todo el mundo.
los fariseos, filósofos y letrados del mundo, por su soberbia ven­
gan á cegar, no por mi causa, sino por su culpa, porque no 103.— CURACIÓN DE UN SORDO Y MUDO.
quieren creer mi doctrina, ni aprovecharse de ella. ¡Oh buen
Jesús! No permitáis que aquellos que tienen obligación de ver P reludio i .® Pan sanar un sordo-mudo, Jesús le tocó la lengua, entró-susdedos en
m ás, por su soberbia vean menos; y lo s que habían de tener la los oidos . y quedó curado de ambas dolencias.
vista más clara, vengan á estar más ciegos. Libradnos, Señor, P reludio 2.® Represéntate á Jesús haciendo estas operaciones con el sordo-mudo.
de la soberbia, que es causa de esta ceguedad. ¡Oh cristiano! P reludio 3.® Pide á Jesús que te libre de la sordera y mudez espiritual.

Con el ejemplo de este ciego curado, consuélate en las persecu­


ciones , sabiendo que el Señor te consolará, y éllas servirán para P u n t o l.° E s t a d o c a la m ito s o d e l h o m b r e s o r d o -m u d o e n
acrecentar tus virtudes y méritos. ¿Has obrado así? ¿No temes e l e s p ír it u .— Considera
cómo fué presentado á Jesús un hom­
que la soberbia te ciégúe, como á los fariseos? bre sordo-mudo', con el fin de que, imponiéndole las manos, le
E p ilo g o y co lo q u io * . ¡O hgrandeza de la omnipotencia diese el uso de estos sentidos. En este hombre desgraciado se re­
de Jesús! Ha mirado con ojos misericordiosos á un pobre ciego, presenta al vivo el triste estado del sordo-mudo en el espíritu. L a
y, resuelto á darle vista, comienza p o r enlodarle los suyos. sordera espiritual es falta de fe y obediencia, cuando el hombre
¿Quién, jamás, hubiera imaginado que sirviese para dar la vista no quiere oir ni entender las verdades de la fe, ni las palabras
perfecta aquello que bastaría para quitarla al que la tuviese? Con de Dios, ni los preceptos de la ley, ni las divinas inspiraciones,
todo, el lodo hecho de polvo y de la sa liv a de Jesucristo obra este haciéndose sordo para todo esto. L a mudez espiritual es falta de
prodigio en un ciego de nacimiento. D e l propio modo da la vista oración y confesión, cuando el hombre no sabe ni quiere abrir
espiritual á nuestra alma la consideración de nuestra miseria y su boca para llamar á D io s, ni pedirle misericordia, ó ala­
nada, avivada y perfeccionada con la sabiduría de Cristo. Mas, es barle y darle gracias por los beneficios que le ha hecho, ó confe­
preciso imitar al ciego, que con obediencia puntual, humilde y sar sus pecados, para alcanzar perdón de ellos. Pondera cómo la
rendida, fué á lavarse los ojos.en los baños de S ilo é: para reco­ sordera espiritual suele ser causa de que el sordo sea también
brar la vista del alma es indispensable la recepción de los Sacra- mudo, y ambas cosas procura el demonio, que por san L ucas1,

' Joan., ix, 35. ■ M atth ., v n , 32. — « L u c ., x i , 1*4.


3>2 S erit primera.— t^ia iluminativa. M ed. 10 3 — Curación de un sordo y mudo. 353
se llama demonio mudo, porque. cerrando la entrada de estes mano y brazo del Padre Eterno, por quien obra las cosas. Lo
dos sentidos interiores del alma, queda cerrada la puerta al re­ quinto, escupió en la lengua y la tocó, como había escupido en
medio el cual entra por el oído de la fe y de la obediencia, y se los ojos de un ciego para darle vista, para significar que la Sabi­
alcanza por el hablar, orando á Dios, y confesando los pecados duría celestial, figurada por la saliva de Jesucristo, es la que
á su ministro el sacerdote. Mírate ahora á ti mismo, y con gran suelta nuestra lengua, para que sepa hablar con Dios, consigo y
dolor verás que, mientras tienes el oido siempre abierto para las con sus prójimos; ella enseña la oración, las alabanzas de Dios
vanidades, alabanzas y malas palabras, y la lengua suelta para y la confesión de los pecados, y la debida reprensión de los aje­
ofender á Dios é injuriar al prójimo, eres sordo para lo bueno y nos para curarlos. L o sexto , con gran imperio dijo: E f e l a , ábrete,
mudo para hablar con Dios y confesar tus pecados. Reflexiona para significar la virtud de su palabra omnipotente; porque, dado
que así como este sordo-mudo nunca fuera por remedio á Cristo, que los hombres no hablen con los sordos, porque sería inútil ■ ,
si otros no le llevaran y rogaran por é l, supliendo con sus len­ Dios puede hablar con ellos, porque su palabra es viva, eficaz y
guas la falta de la lengua del mudo; así hay muchos pecadores penetrativa *, y poderosa para abrir el oídb, y entrar dentro del
sordos y mudos y tan olvidados de su miseria, que nunca se con­ alma, y hacer en ella lo que quiere, trocándola para que con­
vertirían á Dios si algunos justos no intercediesen por ellos. Lo sienta con.lo que manda. ¡Oh Dios omnipotente! Abrid mi oído,
cual te ha de mover á orar á menudo por la conversión de los que yo no os contradiré >, porque aparejado estoy para creer
pecadores, y procurar del modo que pudieres llevarlos á Cristo lo que me enseñareis, y para obedecer á cuanto me mandareis.
y á sus ministros, acordándote de que perdonó los pecados al ■ ¡Oh alma fiel! Mira el modo cómo has de ayudar á la conversión
paralítico ’ , viendo la fe de los que se lo pusieron delante. ¡Oh de los pecadores. ¿Practicas estos medios? ¿Te haces tú sordo
Dios infinito! Tened misericordia de tantos sordos y mudos como á las enseñanzas del Señor?
hay en este mundo. Echad, Señor, de sus almas al demonio, que P u n t o 3 .° A la b a n z a s d e l a s g e n t e s q u e v ie r o n e l m ila g r o .
las ensordece y enmudece, para que libremente os oigan, alaben —Considera aquí la omnipotencia de Jesucristo en hacer lo que
y glorifiquen' eternamente. Cerrad mis oídos y atad mi lengua quiere, porque al instante que dijo la palabra E f e ! a , se abrieron
para todo lo malo, para que no os ofenda, y desatadla paralo los oídos del sordo y la lengua se soltó, y hablaba bien y recta­
bueno, á fin de que os sirva con verdad. mente. ¡Oh con qué facilidad quita el Señor los impedimentos
P u n to Ü.° O p e r a c io n e s d e J e s ú s p a r a c u r a r a l so rd o • que se oponen á la consecución de su deseo! ¡ Cuán sin trabajo
m u d o .— Considera en este punto seis cosas que hizo Jesús para ni esfuerzo abre el oído á los sordos, y suelta la lengua de los
curar á este sordo-mudo, con las cuales se manifiesta la dificultad mudos. para que aquéllos oigan con docilidad, y éstos hablen
grande que hay para curar ú los sordo-mudos espirituales, no por con rectitud. Pondera luego cómo, aunque Jesús mandó á las
parte de Dios, que es omnipotente, y con un acto de la voluntad gentes que presenciaron el milagro que no dijesen nada, aquella
puede obrar en ellos el más completo cambio, sino por la ruin multitud devota y agradecida comenzó á clamar con gran fervor:
disposición de ellos; por lo cual se ha de tomar su cura muy des­ B e n e o m n ia f e c i t , bien ha hecho todas las cosas. Que fué decir:
pacio. Primeramente, tomándole de la mano, le separó de la Bien lia hecho todas las cosas, asi las que crió, como Dios, desde
gente, significando que tales personas, para ser curadas, han de el principio del mundo * con su omnipotencia, como las que
apartarse de las que pueden estorbar su cura, y de los bullicios ordenó con su providencia. Bien ha hecho todas las obras de
y tráfago de los negocios temporales, atendiendo á solas á su re­ la Redención, los milagros, los sermones, los Sacramentos, las
medio. L o segundo, gim ió, para denotar la grande miseria de humillaciones y todos los ejercicios virtuosos. ¡Oh qué alabanza
estas almas, y cuán grande pena le dan. ¡ Oh cuán grave mal debe tan perfecta es la que tributa el Padre eterno á su santísimo Hijo
de ser aquel que hace gemir al mismo Dios! Gimió también y por boca de estas gentes sencillas! Pondera, finalmente, cómo
miró al cielo, para significar que estos males se han de curar con esta gente, glorificando á Cristo nuestro Señor, aunque no sanó
oración ferviente y llorosa, levantando los ojos al cielo, de donde más que á un mudo y sordo, dicen que hizo oir á los sordos y
ha de venir el remedio, porque no le hay en la tierra. Lo cuarto, hablar á los mudos, confesando que quien hizo este bien á uno, le
entró los dedos en los oídos del sordo, un dedo en un oído, y otro podía hacer á muchos, y estaba aparejado para hacerlo con todos
en el otro, para denotar los dones del Espíritu Santo, figurados los que están sordos y mudos en el alma, si quieren aprovecharse
por los dedos de Cristo; porque como el dedo procede de la mano, de su misericordia. porque este es su oficio, y á esto vino al
así el Espíritu Santo procede del Verbo divino, que es como mundo. ¡ Oh buen Jesús! Haced este oficio con todos los infieles,

> Matth., ix, 2. 1 Eccli., xxxii ,6 . — 1 Hibf., iv , ia. — * l , 5. — 4 Gene ., 1,31.


23
3=¡4 Serie prim era. — V ia ilum inativa.
M ed. 10 4 .— Curación del endemoniado lunático. 355
para que os crean, y con todos los pecadores, para que os obe­
dezcan^ con toáoslos tibios, para que os sirvan con fervor, de
104. — CURACIÓN DEL ENDEMONIADO LUNÁTICO.
modo que todos os glorifiquen y alaben por todos los siglos.
¿Imitamos á Jesús, buscando el secreto en nuestras bueñas-
P reludio i .» Fué presentado i Jesús un endemoniado lunático, al que no habían podido
obras? ¿Decimos y creemos, como las gentes, que Jesús hizo bien,
librar sus discípulos; y Él, increpando al demonio, le obligó i salir.
todas las cosas? ¿Por qué, p u es, no le imitamos? Preludio 2.0 Represéntate á Cristo increpando al demonio que se habia apoderado de
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Cuán triste y lamentable es el este pobre hombre.
estado del sordo y mudo en el espíritu! Nada oye de lo que podía Preludio ).» Pide i Jesús que te libre del poder del demonio.
aprovecharle, y tiene siempre el oído atento á lo que puede da­
ñarle. Su lengua es como una chispa de fuego, que enciende P u n t o l.° P o d e r y r a b ia d e l d e m o n io c o n tr a s u s e scla v o s.
la guerra entre los prójimos y el afecto desordenado en el cora­ — Considera cómo se presentó á Jesús un hombre del pueblo, y
zón; pero está inmóvil para hablar con Dios, confesar ios pecados- le dijo ■ : «Señor, tened misericordia de un hijo único que tengo,
y hacer oración. Un alma tal tiene cerradas todas las puertas lunático y con espíritu mudo, que le arrebata y da con él en tierra,
por donde podría recibir la lu z , y es necesario un gran milagro y le hace echar espuma por la boca y dar diente con diente, y
de la omnipotencia divina para sacarla del atolladero en que se le pasma y le deja casi despedazado, y unas veces cae en el fue­
halla. Lo que Jesucristo hizo para curar al sordo-mudo del go, otras en el agua; y rogué á vuestros discípulos que le sana­
Evangelio, indica, al par que la dificultad de la curación, los. sen, y no han podido ». En esta tan triste relación, puedes ver la
medios por donde puede obtenerse. L e saca de en medio de la fiereza y crueldad que tiene el demonio contra el hombre para
muchedumbre, gime dolorosamente, le entra los dedos en Ios- dañarle en todo lo que toca á so cuerpo, si Dios no lo detiene;
oídos , toca con la mano su lengu a, y con gran imperio dice: y así trataría á todos, como á este pobre mozo, á quien hizo mudo,
E f e t a , ábrete; y al instante los oídos del sordo se abren y su sordo y lunático, con tormentos muy terribles y continuos desde
lengua se suelta; y con un nuevo milagro, quizá más estupendo, su mocedad, pretendiendo, y a abrasarle en el fuego, ya ahogarlo
comienza á hablar rectamente, como todos los demás, un hombre en los ríos y pozos, y esto con tama pertinacia, que no quiso obe­
que jamás había articulado una palabra, ni oído una sola expre­ decer á los Apóstoles de Cristo, como quien triuntába de ellos.
sión. ¿Quién se atreverá á desconfiar del Salvador al contemplar Pondera cómo este cruel enemigo muestra todavía mayor furia
estas maravillas de su omnipotencia? ¿Quién desesperará de la con.el ánima del pecador que se le rinde, al cual hacé sordo y
conversión de un pecador, por sordo y mudo que esté en el espí­ mudo para las cosas santas: lunático, esto es, sujeto al mundo,
ritu, al ver la facilidad y presteza con que los cura el Médico variable, mudable é inconstante para lo bueno: da con él en tie­
celestial? Y a nadie debe admirarse que las turbas entusiasmadas rra, pegándole con las aficiones á las cosas terrenas: hácele
alaben y engrandezcan á Jesucristo con palabras de tanto en­ echar por la boca espumarajos de palabras feas 3*asquerosas, y
carecimiento ; que en alta voz proclamen la perfección de todas dar diente con diente por la furia de la ira y cólera: hácele estólido
sus obras. ¿Qué piensas tú de esto? ¿ Crees que todo lo que dis­ y como insensible para las cosas de Dios: unas veces le arroja
pone Jesús está bien hecho? ¿Por qué no tienes más conformi­ en el fuego de las codicias carnales, para que se abrase en ellas,
dad? ¿Por qué te quejas de tus padecimientos? ¡Oh alma! Entra en otras en las corrientes de las aguas de los negocios mundanos
ti misma, y conociendo tu miserable sordera y mudez, propón para que se ahogue en ellos s; y así le trae de un pecado á otro,
remediar tal estado, practicando cuanto sea necesario para ello;, despedazándole y haciéndole resistir á los predicadores y confe­
y sabiendo tu propia impotencia, pide, ruega, importuna á' sores, sin que haya quien le pueda subyugar. Y si esto hace en
Dios, y no desistas hasta conseguir lo que'pretendas para ti y este mundo, en donde está como perro atado, discurre qué hará
para los demás. en el infierno contra los pecadores que le están ya. del todo ren­
didos. ¡Qué sordera, qué mudez, qué crujir de dientes, qué deses­
peración! P ues, ¿cómo no aborrecemos al que en esta vida y en
la otra es verdugo .tan cruel del que le obedece ? ¿Cómo hemos
de resistirle? ¿En qué cosas nos persigue? ¡Oh Dios eterno!
Abrid los ojos de todos los hombres para que los que han caído
en la horrible miseria de ponerse bajo la esclavitud del demonio,

1 M a u h ., x n i , 1 4 ; Marc., i x ; 17;L uc., ix , 39. — > Job , xxiv, 19.


3i4 Serie primera. — Via iluminativa.
Med. 10 4 .— Curación del endemoniado lunático. 355
para que os crean, y con todos los pecadores, para que os obe­
dezcan^ con todos los tibios, para que os sirvan con fervor, de
modo que todos os glorifiquen y alaben por todos los siglos. 104. — CURACIÓN DEL ENDEMONIADO LUNÁTICO.
¿Imitamos á Jesús, buscando el secreto en nuestras buenas,
P reludio i .° Fui presentado á Jesús un endemoniado lunático, (I que no habían podido
obras? ¿Decimos y creemos, como las gentes, que Jesús hizo bien,
librar sus discípulos ¡ y Él, increpando al demonio, le obligó á salir.
todas las cosas? ¿Por qué, p u es, no le imitamos? P reludio 2.° Represéntate á Cristo increpando al demonio que se había apoderado de
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Cuán triste y lamentable es el este pobre hombre.
estado del sordo y mudo en el espíritul Nada oye de lo que podía Preludio Pide á Jesús que te libre del poder del demonio.
aprovecharle, y tiene siempre el oído atento á lo que puede da­
ñarle. Su lengua es como una chispa de fuego, que enciende
P n n t o l.° P o d e r y r a b ia d e l d e m o n io c o n tr a s u s e scla v o s.
la guerra entre los prójimos y el afecto desordenado en el cora­
— Considera cómo se presentó á Jesús un hombre del pueblo, y
zón; pero está inmóvil para hablar con Dios, confesar ios pecados
le dijo «Señor, tened misericordia de un hijo único que tengo,
y hacer oración. Un alma tal tiene cerradas todas las puertas
lunático y con espíritu mudo, que le arrebata y da con él en tierra,
por donde podría recibir la lu z , y es necesario un gran milagro
y le hace echar espuma por la boca y dar diente con diente, y
de la omnipotencia divina para sacarla del atolladero en que se
le pasma y le deja casi despedazado, y unas veces cae en el fue­
halla. Lo que Jesucristo hizo para curar al sordo-mudo del go, otras en el agua; y rogué á vuestros discípulos que le sana­
Evangelio, indica, al par que la dificultad de la curación, los. sen, y no han podido». En esta tan triste relación, puedes ver la
medios por donde puede obtenerse. L e saca de en medio de la fiereza y crueldad que tiene el demonio contra el hombre para
muchedumbre, gime dolorosamente, le entra los dedos en los dañarle en todo lo que toca á su cuerpo, si Dios no lo detiene;
oídos, toca con la mano su lengua, y con gran imperio dice: y así trataría á todos, como á este pobre mozo, á quien hizo mudo,
E f e t a , ábrete; y al instante los oídos del sordo se abren y su
sordo y lunático, con tormentos mujr terribles y continuos desde
lengua se suelta; y con un nuevo milagro, quizá más estupendo, su mocedad, pretendiendo,yaabrasarleenel fuego, y a ahogarlo
comienza á hablar rectamente, como todos los demás, un hombre en los ríos y pozos, y esto con tanta pertinacia, que no quiso obe­
que jamás había articulado una palabra, ni oído una sola expre­ decer á los Apóstoles de Cristo, como quien triunfaba de ellos.
sión. ¿Quién se atreverá á desconfiar del Salvador al contemplar Pondera cómo este cruel enemigo muestra todavía mayor furia
estas maravillas de su omnipotencia? ¿Quién desesperará déla con.el ánima del pecador que se le rinde, al cual hacé sordo y
conversión de un pecador, por sordo y mudo que esté en el espí­ mudo para las cosas santas: lunático, esto es, sujeto al mundo,
ritu, al ver la facilidad y presteza con que los cura el Médico variable, mudable é inconstante para lo bueno: da con él en tie­
celestial? Y a nadie debe admirarse que las turbas entusiasmadas rra, pegándole con las aficiones á las cosas terrenas: hácele
alaben y engrandezcan ,á Jesucristo con palabras de tanto en­ echar por la boca espumarajos de palabras feas y asquerosas, y
carecimiento ; que en alta voz proclamen la perfección de todas dar diente con diente por la furia de la ira y cólera: hácele estólido
sus obras. ¿Qué piensas tú de esto? ¿Crees que todo lo que dis­ y como insensible para las cosas de Dios: unas veces le arroja
pone Jesús está bien hecho? ¿P orqué no tienes más conformi­ en el fuego de las codicias carnales, para que se abrase en ellas,
dad? ¿Por qué te quejas de tus padecimientos? ¡Oh alma! Entra en otras en las corrientes de las aguas de los negocios mundanos
ti misma, y conociendo tu miserable sordera y mudez, propón para que se ahogue en ellos *; v así le trae de un pecado á otro,
remediar tal estado, practicando cuanto sea necesario para ello;, despedazándole y haciéndole resistir á los predicadores y confe­
y sabiendo tu propia impotencia, pide, ruega, importuna á sores, sin que haya quien le pueda subyugar. Y si esto hace en
Dios, y no desistas hasta conseguir lo que’ pretendas para ti y este mundo, en donde está como perro atado, discurre qué hará
para los demás. en el infierno contra los pecadores que le están ya del todo ren­
didos. ¡Qué sordera, qué mudez, qué crujir de dientes, qué deses­
peración! P ues, ¿cómo no aborrecemos al que en esta vida y en
la otra es verdugo .tan cruel del que le obedece? ¿Cómo hemos
de resistirle? ¿En qué cosas nos persigue? ¡Oh Dios eterno!
Abrid los ojos de todos los hombres para que los que han caído
en la horrible miseria de ponerse bajo la esclavitud del demonio,

• Maub., xvii, 1 4 ; M ure., i v , lyjLuc., IX, 3 9 . — « Job , x a v , 19.


Serieprím er.i— V ía iluminativa.

procuren salir de ella, y los demás huyan de caer en la misma, Med. 104.— Curación del endemoniado lunático 357
resistiendo al espíritu por quien tanto mal les viene. misterio este último mandato, porque sabía bien el Señor la con­
P u n t o Z . ° N u e s t r a p o c a f e c a u s a la p e r t in a c ia d e l de- dición del demonio cuando ha estado mucho tiempo en un alma
m o n io .—Considera aquí la viva exclamación de Jesucristo antes y le han echado de ella, que no halla descanso hasta volver, lle­
de curar al enfermo, diciendo': «¡Oh generación incrédula y vando consigo otros siete peores que é l; y para reprimir esta
perversa! ¿ Cuánto tiempo tengo de estar entre vosotros, y cuánto fiereza, quiso usar aquí de su cumplida misericordia, mandándole
tiempo os he de sufrir?» Con la cual manifestó la pena que reci­ que ni sólo ni acompañado volviese más á este mozo, y así lo hizo.
bía por la incredulidad y pertinacia de aquella gente, de donde Pondera también lo mucho que siente el demonio salir del alma,
procedía que el demonio estuviera tan pertinaz en atormentar al especialmente cuando ha mucho que la posee, y los dolores que
endemoniado; y parece que estaba como cansado de vivir entre padece la misma al tiempo que ha de salir de su tiranía y dejar
ellos y de sufrirlos por su dureza. ¡ Cuán grave pecado y enorme los vicios en que ha vivido, los cuales son dolores como de
ingratitud es la incredulidad, que asi apena y aflige á Jesucristo! muerte, pero necesarios para que cobre vida; y así, por más que
¡ Cuánto sufriría en estos tiempos aquel divino Señor, si pudiese el demonio te amedrente y el mundo te amenace, no has de dife­
padecer! Mira cómo luego mandó Jesús que le trajesen al ende­ rir la conversión, echando cuanto antes de ti á e ste tirano. Y
moniado; y en viéndole, el mal espíritu le atormentó y revolcó para más animarte, mira en este mismo hecho la bondad de Cris­
por tierra, en señal de lo mucho que aborrecía al Redentor. Y si to y su benignidad en dar la mano al caído, y levantarle y vivifi­
en presencia de Cristo así trata á los que posee, ¿qué hará en carle, porque Él solo puede restituir la vida y salud perfecta; y
ausencia? Afligido con esto el padre del mozo, dijo al Señor: aunque pudiera tomar este mozo para su servicio, no quiere sino
«Si podéis alg o , ayudadnos, teniendo misericordia de nosotros». volvérsele á su padre, mostrando en todo su caridad y cuán sin
Pero viendo Jesús la poca fe de este hombre, díjole 1 : «Si pue­ interés hace el bien á todos. ¡Oh Dios de mi alma! Todo esto
des creer, todas las cosas son posibles al que cree». Lo cual, me convida á que os ame y sirva muy de veras; mas, pues me
oído por el desconsolado padre, y viendo que de su fe dependía habéis librado del demonio, mandadle que no vuelva á m í. y
la salud de su hijo, respondió con fervor y humildad: «Creo, Se­ tomadme por vuestro, porque no tengo ni quiero otro padre sino
ñor; pero ayudad mi incredulidad». Que fué decir: Creo cuanto á V o s , á quien sea honra y gloria por las grandezas que obráis
puedo, y lo que me falta, súplalo vuestra bondad. En cuyas pala­ en vuestros hijos para su provecho. Y nosotros, ¿no resistiremos
bras te enseña un modo maravilloso de o rar, haciendo luego lo en adelante con más valor al demonio? ¿No nos valdremos de los
que. puedes, y pidiendo á Dios que añada lo que te falta. Creyen­ auxilios de Jesús, que asi impera en él?
do, has de pedir aumento de fe; humillándote, aumento de humil­ E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuán furiosa es la rabia que el
dad, y amando, aumento de caridad. ¡Oh dulce jesús! ¡Bendita demonio tiene contra el hombre! Es verdad que, para atraerle
sea vuestra infinita bondad, que tan poco me pide para hacerme á su servicio, le ofrece grandes bienes, mucha seguridad, toda
los mayores favores! ¡Creer que el Omnipotente todo lo puede, suerte de dichas; empero, cuando logra dominarle, hácele sen­
y que el infinito en misericordia quiere usarla conmigo! Creo y tir todo el peso de su furor y odio. Esto vemos en este pobre
mil veces creo cuanto me decís, y espero cuanto me prometéis; poseso, al cual el demonio había atado casi todas sus potencias y
pero suplid mi falta de estas virtudes, pues á vuestra bondad toca sentidos, y le había puesto en mil peligros de perecer. Y si esto
hace con el cuerpo , ¿ qué hará con el alma que se le entrega ? Y
acabar el bien que habéis comenzado. ¿Oyes tú, alma mía, las
si esto hace en este mundo, ¿ qué hará en el otro, cuando con
palabras de Jesús! ¿Tienes la fe que Él desea?
dominio absoluto impere sobretodos los condenados? ¡Cuán in­
P a n t o 3.° O b lig a d o p o r J e s ú s , s a lió e l d e m o n io m o s tr a n ­
sensato es el que se deja seducir por los engaños, halagos y pro­
d o g r a n d e r a b ia .— Considera cómo Jesús, amenazando al de­
mesas del demonio! Puesto delante de Jesús el endemoniado, es
monio, d ijo: «Espíritu sordo y mudo, Yo te mando que salgas, y atormentado con mayor crueldad por el enemigo. Es que no
jamás vuelvas á él». El demonio salió dando gritos y atormentan­ puede tolerar la presencia de este Señor. Es un reo criminal,
do mucho al hombre, dejándole como muerto; pero tomándole y la vista del Juez le llena de coraje. Es un enemigo vencido, y
Jesús de la mano, le levantó y entregó sano á su padre. En estas la presencia de su vencedor le confunde, avergüenza y enciende
palabras del Evangelio has de admirar primero, el señorío de su rabia. ¡ Oh cuán poco debemos temer al demonio, si poseemos
Cristo sobre los demonios, y el imperio con que mandó á éste la amistad de Jesú s! Creyendo en este Señor y confiando en El,
dos cosas: salir de é l, y no volver más á entrar; y no carece de y puestos bajo su protección, triunfaremos de todos los enemi­
gos deuuestra alma. Una palabra suya bastará, no sólo para ale­
‘ M«uh., xvil, 16 — * Marc., ix. '9 -
I jarlos de nosotros, sino para vedarles eternamente la entrada en

i
358 Serie primera.— V ia iluminativa.
Med. 10 5 — Resurrección de la bija de Jairo. 339
nuestro corazón. Y aunque busque otros compañeros peores que
■ muerta para siempre si su padre no fuera á rogar por ella; así
é l, y ponga en práctica todos los medios de que puede disponer,
muchos pecadores, aunque no están tan muertos por la culpa que '
nuestra alma será para él un campo vedado en el que no podrá
no puedan de algún modo acudir á Cristo, tienen, con todo, gran­
penetrar. Pues ¿ cómo hemos de resistirle ? ¿ Tenemos aquella fe
de necesidad de intercesores que nieguen por ellos, y soliciten
viva que disipa estos enemigos? ¿Nuestra confianza en Jesús es
á Dios nuestro Señor que los resucite; y así te debes m overá
sólida y firme cuanto lo exige su infinita bondad y poder? ¿ Has­
hacerlo. ¡Oh Padre piadosísimo! Mirad á innumerables almas
ta cuándo caeremos en el punible error de la desconfianza ? Bas­
que hay por este mundo tan muertas y sumidas en sus culpas, que
ta ya de abusar de la paciencia de Jesús ; propongamos con fir­
no os piden vida ni resurrección. Y o , Señor, aunque indigno, os
meza , pidamos con confianza lo que necesitam os, y roguemos
suplico vengáis ásu s casas, 3' toquéis con la mano de vuestra
al mismo Señor que nos libre del demonio y nos conceda todas
inspiración sus corazones, para que cobren vida. ¿Nos hallamos
las gracias.
nosotros preparados para cuando venga la muerte? ¿Usamos de
la vida de tal modo que no nos hagamos indignos de ella?
105.— RESURRECCIÓN DE LA HIJA DE JAIRO. P a n t o 8 .° B e n i g n i d a d d e l S e ñ o r e n i r d c a s a d e J a i r o —
Considera cómo, oyendo Jesús la petición del archisinagogo, se
Preludio 1.« Habiendo muerto una niña de doce años, su padre acudid á Jesús, pidién­
levantó de donde estaba, y se fué tras él; y, llegando á su casa,
dole que la resucitase; fui Jesús, la tomd de la mano, y la devolvió la vida.
y viendo á mucha gente que estaba allí llorando, los dejó y se
Preludio 2.° Represéntate á Jesús diciendo á esta difunta: < Niña, levántate»,
Preludio 3.° Pide al Señor que te libre de la muerte del pecado.
entró en el aposento de la difunta con solos su padre y madre y
tres Apóstoles, P ed ro. Santiago y Juan. En lo cual has de pon­
derar la admirable benignidad de Jesús en seguir luego á este
P a u t o l.° S ú p l i c a d e l p a d r e d e la n i ñ a d i f u n t a . — Habien­ archisinagogo, aunque su fe era imperfecta y no lo merecía, por
do fallecido una doncella de doce años hija única de un príncipe cuanto le pedia que fuese á su casa á sanar á su hija, como si no
de la sinagoga, llamado Jairo, su padre se presentó á Jesús, pi­ pudiera desde allí sanarla con sola su voluntad. Pero no le re­
diéndole que fuese á su casa y pusiese las manos sobre ella. Acer­ prendió el Señor, porque le vió postrado á sus pies y humillado,
ca de la muerte de esta niña debes ponderar cóm o á pesar de ser y la humildad suple mucho nuestras taitas y mueve la misericor­
hija única, de padres ricos y nobles, y p or consiguiente muy dia de Dios á que las perdone; así como la soberbia del reye­
querida y regalada de ellos, sin embargo d e esto, la salteóla zuelo ' y la entereza que mostró en pedirle la salud para su hijo
muerte, sin que pudiesen atajarla ni los padres, ni los médicos, sin humillarse ni postrarse, le movieron á indignación y á que le
ni la hacienda, ni el verdor de ía edad; para que entiendas que zahiriese de su poca fe Pondera también que Jesús quiso hacer
en toda edad y en cualquier fortuna y estado no hay seguridad este m ilagro, no en público, sino en secreto, porque como éste
de A’ida, sino que cuando menos pienses te salteará la muerte; era el más famoso de cuantos habia hecho, por ser el. primer
y que, aunque esta joven y otros difuntos que resucitaron, pudie­ difunto que resucitaba, quiso en él darte ejemplo de humildad y
ron remediar el daño de la primera m uerte, tú no podrás esto, de huir la vana ostentación de los hombres: y en confirmación
porque ley general es que los hombres mueran una sola vez *, y •de esto, hecho el milagro, mandó con gran firmeza á los que
el daño de la primera muerte no tendrá remedio. ¡Oh cuánto te estaban presentes, que no lo publicasen; pero juntamente quiso
importa vivir del modo que desees morir! Pondera luego cómo que hubiese testigos que después lo manifestasen para nuestro
la muerte de esta gente moza sucede unas v e c e s por los pecados provecho. Y no sin misterio escogió para esto á los tres Apóstoles
de los padres, que los aman y regalan en demasía; otras, por dichos; los cuales fueron también testigos de su transfiguración
pecados de ellos mismos, que se van sin freno tr..s sus inclinacio­ en el monte Tabor y de la aflicción que padeció en el huerto de
nes, y quiere Dios atajarles esos pasos porque no se condenen, Getsemaní, para significar que á los más queridos y fervorosos
ó porque tengan menos infierno; otras v e c e s por favor, arreba­ da más parte de sus secretos, especialmente en tres cosas: en
tándolos antes que la malicia mude su corazón y el fingimiento las obras de la conversión de las alm as, en las grandezas de su
engañe su alma, para que veas lo mucho que te importa huir del gloria, y en las ignominias de su Pasión. ¡Oh quién fuese tan di­
pecado, y arrojarte en los brazos de la divina Providencia, pi­ choso que privase con Jesús, 3* siguiese á este Cordero ‘ donde
diéndole que te dé la muerte en aquel tiempo y coyuntura que quiera que v a , sin apartarse un punto de su dulce compañía!
convenga para tu salvación. Mira cómo e sta difunta quedara ,|Oh Salvador mío! Hacedme tan fervoroso en vuestro divino ser­

» Matth., ix, 18 ; Marc., v, 22; Luc., vra .42. — » Hebr., ix, 27. — 3 Sap., iv, 11. • Joan., iv. 48. — * Apoc., xiv , 4.
)6o Serie primera.—-Pia iluminativa. Med. 10 6 .— Resurrección J :l hijo de la viuda de Naim. ,

vicio, que cifre toda mi gloria y felicidad en cumplir cuanto Vos las riquezas, ni los más afamados médicos, ni los más exquisitos
deseáis. y en sufrir toda suerte de trabajos y humillaciones por medicamentos. Y esta muerte vendrá, ó en castigo de tus pecados
vuestro amor. ¡ Oh alma! Imita las virtudes que representan estos y del abuso que de la vida has hecho, ó por otros motivos reser­
tres Apóstoles, para que merezcas los favores que ellos reci­ vados á la adorable Providencia. ¡ Cuánto te interesa no gastar
bieron. Humíllate como el archisinagogo, y confía ciegamente la vida ofendiendo á Dios, sino emplearla toda en su servicio!
en la benignidad de Jesús. Pero, ¡cuán admirable se muestra la benignidad de Jesús con
P u n t o 3.° J e s ú s r e s u c it a á la n i ñ a d if u n t a . — Tomando Jairo, que lepide que vaya á s u casa áresucitar á su hija! A l
Jesús por la mano á la difunta, dijo en alta voz ': «Niña, leván­ instante le sigu e, aunque él da muestras de una fe muy escasa;
tate», y al mismo punto se levantó y anduvo, y la mandó dar de pero la humildad todo lo suple, y no hay gracia que no consiga
com er, quedando sus padres maravillados de este milagro. En de Cristo; le ve humillado, y esto basta para que acceda á su
lo cual has de admirar la omnipotencia del Salvador; pues con súplica. Mira á J esús, que penetra en la habitación donde está
sola una palabra, no rogando, como Elias - y Elíseo >, sino man­ tendida sobre un lecho la difunta; por huir la vanagloria, sólo
dando con imperio, da vida á los muertos, y al punto el alma del consiente que entren los padres de la niña y los tres Apóstoles
difunto que estaba en el limbo, ó dondequiera que estuviese, oye más fervorosos. ¡Dichosos los que sirven con verdadero fervor
su v o z , y viene á entrar en su cuerpo, sin que pueda resistirse, á Jesucristo! Ellos tendrán parte en sus glorias, en sus trabajos
ni haya quien pueda detenerla. ¡ Oh grandeza de la omnipotencia y dolores, y también en sus obras misteriosas para la conver­
de Jesucristo! ¡ Quién será tan atrevido que ose contradeciros, al sión de las almas. Jesús toma la mano de la niña, y diciéndola:
ver que los mismos muertos se os sujetan! Pondera también la «Niña, levántate», ¡oh prodigio de la omnipotencia de Jesús!,
causa por qué tomó d é la mano á esta difunta, y ella comenzó la difunta abre los ojos, se levanta, y comienza á comer. ¡Qué
á andar, y la mandó dar de comer; lo cual no hizo con otros di­ sorpresa tan consoladora y grata para aquellos afligidos padres!
funtos. Todo fué para significar que los pecadores que pecan por ¡Qué admiración para los Apóstoles! ¡Qué documento para todos!
flaqueza, figurados por esta niña, son vivificados por Cristo, El que muera espiritualmente por debilidad, luego de resucitado,
ayudándoles con su mano poderosa á vencer aquella flaqueza; y con el auxilio de C risto. ha de andar y no estar ocioso , y debe
asi, en resucitando con su virtud, quiere de ellos dos cosas. La alimentarse con el cuerpo del Señor. En vista de todo esto, ¿estás
una, que no estén ociosos, ni se queden en la cama de la pereza, tú preparado para la muerte? ¿Te has hecho indigno de la vida
sino que luego comiencen á andar, y á ejercitar buenas obras, á causa de tus abusos? ¿Pides con humilde, confianza por ti y
aprovechando en el camino de la virtud. La otra, que coman el por los pecadores? Acuérdate que muchos no se salvarán, si no
pan que corrobora el corazón4, que es el Santísimo Sacramento hay quien les dé la mano por medio de oraciones; m ira, pues, lo
del altar, con cuya virtud acaban de fortalecerse ; y al mandar á que te conviene resolver y practicar; y, conociéndolo, ruega con
otros que den de comer á la difunta, da á entender que manda á espíritu por ti y por todas las necesidades que te han encomendado.
sus ministros que den este pan de vida á los pecadores converti­
dos , para que sé alienten á proseguir la jornada que han comen­ 106. — RESURRECCIÓN DEL HIJO DE LA VIUDA DE NAIM.
zado. ¡Oh Salvador de mi alma! Tomadla de la mano, porque,
juntándose la vuestra con la mía, luego me levantaré y comen­ Preludio 1.» Compadecido Jesús de la aflicción de una pobre viuda que acababa de per­
zaré á trabajar, sacudiendo de mí toda pereza. Dadme también á der á su único hijo , lo resucitó y devolviólo á su madre.
P reludio 2.0 Represéntate áJesucristo llegándose al féretro donde estaba el difunto, j
comer el pan de vida sobresubstancial, que conforta á los flacos,
mandándole que se levante.
alienta los corazones desmayados, p araque.con suvirtu d.n o
P reludio 3.0 Pide la gracia de oir dócilmente la voz de Jesús.
me canse de caminar, hasta que llegue al monte santo de Horeb»,
donde vea vuestra gloria. ¿ Hemos ya resucitado de nuestros pe­
cados? ¿Trabajamos en el ejercicio de las virtudes, y nos alimen­ P im to l.° E n c u e n t r o d e Jesús co n e l d if u n t o en N a im .
tamos del modo que quiere Jesús ? —Caminando Jesús á la ciudad de Naim 1 con sus discípulos y
E p ilo g o y co lo q n io s. ¡Cuáninexorable es la muerte! Lle­ otra mucha gente, llegando á la puerta de la ciudad, sacaban á
gado el momento trazado definitivamente por la divina Provi­ enterrará un mancebo difunto, hijo único de su madre viuda, é
dencia, morirás, sin que puedan estorbarlo ó impedirlo ni todas iba con ella mucho pueblo. En la persona de este joven , muerto
en la flor de su edad, has de mirar al pecador que está muerto
1 Maro., v. 41.— » III Reg., xvii, 21. — i IV Reg., iv, 33. — 4 Psalm, cm, 15.
5 III Reg., xix , 6. > Luc., vil, II.
362 Serie primera — V ia ilunúnativa. Med. 106.— Resurrección del hijo de la viuda de Naim. 363

por culpas nacidas de sus vehementes pasiones, teniendo su alma hijo, porque las lágrimas que derramamos por nuestros pecados,
encerrada en el cuerpo como en unas andas ó ataúd; porque ó por los de otros, son un modo de oración muy eficaz para mover
todo cuanto piensa, habla y trata es en carne y de su carne. á Dios á remediar tales miserias, cumpliendo lo que ha dicho':
Los que llevan estas andas son cuatro apetitos ó pasiones vehe­ «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados».
mentes; á saber: lujuria, que es apetito de deleites carnales; Pondera, finalmente, cómo Jesús se llegó á las andas y las tocó,
ambición, 6 apetito de honras v a n a s : codicia. que es apetito de y pararon los que las llevaban, para significar que, antes de í esuci-
riqueza; y la ira. ó apetito de venganza contra los que le impiden tar al pecador, le toca con la mano de su omnipotencia y con
estos bienes. De estas cuatro pasiones es llevado este miserable fuertes inspiraciones, ya de temor con amenazas, ya de esperan­
pecador á enterrar en el abismo de innumerables pecados, y des­ za con promesas, y hace que cese el ímpetu de las cuatro pasio­
pués en el abismo del infierno, si el Señor no le detiene. ¡Oh esta­ nes que le arrastraban, las cuales, por más bravas que sean,
do, tanto más lamentable, cuanto menos conocido por el mismo se rinden al toque é imperio de Cristo. ¡Oh manos de Jesús! Y a
que en él se halla! Pondera luego la caridad y providencia de que tocasteis el madero de la cruz, siendo en ella cosidas y
Cristo nuestro Señor, en venir á Naim. en tal coyuntura, que se enclavadas para dar vida al que murió tocando con las suyas la
encontrase con este difunto, pues no fué acaso, sino sabiéndolo y fruta del árbol vedado; tocad á los pecadores muertos por la
con deseo de resucitarle. ofreciéndose á ello sin que nadie se lo culpa, para que se dispongan á recibir la vida de la gracia. ¡Oh
pidiese: á la doncella resucitó á petición de su padre1; á Lázaro *, alma! Aprende de Jesús cuándo has de hacer tus obras en pú­
á ruegos de sus hermanas; pero á éste de su solo motivo, para blico. ¿Imitas su misericordia? ¿Te dejas llevar aún de tus des­
significar la grandeza de su misericordia en buscar las almas ordenadas pasiones?
muertas, salirles al encuentro y ofrecerles el remedio, aunque P a n t o 3.° J e s ú s m a n d ó a l d i f u n t o q u e s e l e v a n t a s e , y lo
no se lo pidan, movido de la compasión que tiene de ellas; y d ió á s u m a d r e . —Considera cómo mirando Jesús al cadáver ten­

aun cuando se lo piden. Él previene é inspira á que lo hagan, de dido sobre las andas, dijo *: «Mancebo, á ti te digo: levántate»; y
suerte que todo nuestro bien comienza de su misericordia. ¡Oh al punto el difunto se levantó y comenzó á hablar, y Cristo se lo
Padre misericordiosísimo! Mirad la muchedumbre de pecadores dió á su madre. En lo cual puedes ponderar, sobre todo, la
muertos que andan por las plazas de este mundo», arrastrados omnipotencia de Cristo, porque no tuvo necesidad, cómo Elias
por sus pasiones, que les conducen á innumerables y graves pe­ y Elíseo de detenerse sobre el cuerpo del mozo difunto, jun­
cados. Compadeceos de ellos, salidles al encuentro, atajad sus tando rostro con rostro, y ojos con ojos, ni aun le tocó con la
pasos antes que la muerte los coja en ellos. ¿ Somos nosotros de m ano, como á la hija de Jairo *, sino con una palabra imperio­
estos desgraciados ?; No tememos caer en tal infortunio ? sa, hablando con el muerto, como si estuviera durmiendo, le
P n n to 8 .° C o m p a s ió n q u e J e s ú s t ie n e d e la m a d r e v iu d a . volvió á la vida. Reflexiona cómo este mancebo no principió
—Considera cómo mirando Jesús á la desconsolada viuda y madre luego á andar como la hija del archisinagogo, sino, sentándose
en las andas, comenzó áhablar, para significar que los pecado,
del difunto, tuvo misericordia. díjola4: «No llores»; y acercán­
dose más, tocó las andas, v al punto pararon los que las llevaban. res que están arrastrados por las pasiones van sanando poco
■ ápoco; primero reciben la vida de la gracia y apartan el afecto
Acerca de este hecho has de meditar cómo el Señor quiso hacer
de las cosas carnales, aunque todavía se quedan con algo de afi­
este milagro, no en secreto, como el de la hija de Jairo, sino en
ción que les pega y traba el corazón con ellas; pero después
público, para gloria de su Padre y para autorizar su doctrina; y
vienen del todo á despegarse de las costumbres viciosas. Ade­
para que se viese que no lo hacía por ostentación, sino de compa­
más, comienzan á hablar, confesando los pecados, pidiendo
sión, enternecióse viendo la miseria de aquella mujer, por ser
perdón de ellos, proponiendo la enmienda y alabando á Dios
viuda y ser único el hijo que perdió; en lo cual te enseña la pru­
por las mercedes que les hace; por lo cual no debes indignarte
dencia en hacer las obras en público de modo que no se busque la
contra los que no dejan de un golpe las costumbres de la vida
ostentación; y también la compasión que te deben inspirar los
vieja. Pondera,por fin, la caridad del Señor en volver el hijo re­
afligidos y desconsolados, á imitación de nuestro gran Dios, que sucitado á su madre, viuda, aunque pudiera tomarle para sí: mas
se complace en llamarse >Padre de huérfanos, marido de viudas no quiso, porque atendiese á servirla en su vejez y viudez, y
y amparo de todos. Mira cómo las lágrimas de esta viuda, sin para que su consuelo fuese cumplido, significando con esto que
hablar ni pedir nada , movieron á Cristo á que resucitase á su
» Muttit., v, 5 — * L u c.. vu, 1j . — 3 *11 Rcg., xv», 21 ; IV Re¿. , iv, 33.
1 Matth., ix, iS. — »Joan., xi, 43. — J Jerem., ix, 1. — < Luc., vil, 13. 4 Marc. . v, 41.
5 Psalm. lxvm . 6 .
M eJ. /07.— Enfermedad y muerte de Lázaro.
364 Serie primera. — y h iluminativa. 365
es propio de Cristo restituir los pecadores á su madre la Iglesia. 107.— ENFERMEDAD Y MUERTE DE LÁZARO.
Y así como este mancebo salió de su casa muerto, pero volvió á
ella vivificado por Cristo, así el pecador que sale de la Iglesia, ó P reludio i .» Habiendo enfermado Lázaro, aua hermanas se lo comunicaron á Jesús,
congregación de los justos, llevado desús pasiones, vuelve á el cual no fuá á Betania hasta pasados cuatro dias de su muerte.
ella restituido á la vida, con grande alegría de todos. ¡Oh dul­ P reludio 2.° Represéntate á jesús diciendo á sus discipulos: « Lázaro ha muerto, y
císimo Salvador! Gracias os doy por el bien que hacéis á tantas .. me alegro por vosotros. para que creáis».
almas. ¡Oh, si todos los pecadores se volviesen á juntaren la <■ P reludio 3.° Pide la gracia de saber orar de tal modo, que alcances lo que pretendes.
congregación de los justos, para que la Iglesia se gozase de
tener muchos hijos vivos! Pues Vos podéis darle este gozo, no P u n t o l.° E n f e r m e d a d d e L á z a r o t y d i li g e n c i a d e s u s
la privéis de é l, para que vuestro nombre sea glorificado, y diga­ h e r m a n a s e n n o tific a r la rí J e s ú s .—Habiendo
caído gravemente
mos lo que dijo la gente que vió este milagro ': «Un gran profeta enfermo Lázaro, hermano de Marta y María, discipulas muy ama­
se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado con misericor­ das del Señor, le enviaron un recado, diciendo 1: «Señor, mira
dia á su pueblo». que el que amas está enfermo». Pondera en estas breves palabras
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh triste estado del pecador, que un modo de orar breve, perfecto y muy eficaz, propio de los va­
ha venido á perder la divina gracia, á consecuencia de la fogo­ rones espirituales, ejercitados en la vida activa y contemplativa,
sidad de sus pasiones! El difunto hijo de la viuda de Naim es su figuradas por Marta y María, al cual llama Hugo de San V íc to r 5
fiel retrato. Encerrada y metida su alma en su cuerpo como en modo de orar por insinuación, y consiste en representar á Dios
un ataúd ó andas, es arrastrada por cuatro violentas pasiones: brevísimamente .alguna necesidad del cuerpo ó alma que pade­
lujuria, codicia, ambición é ira; las cuales le llevan irresistible­ ces, alegándole por titulo el amor que te tiene, dejando en todo
mente al hoyo del infierno, si Dios no pone remedio. Pero ¡ben­ lo demás el cuidado de tu remedio á su divina providencia, con
dita sea la misericordia de Jesús! Él sale al encuentro de aquel grande confianza y resignación en su voluntad; porque, si sabes
difunto, y compadecido délas lágrimas de su desconsolada madre, que te ama, basta esto para que creas que hará todo lo que te
se acerca a! féretro, toca las andas, páranse los que las llevan, y conviene, aunque no le pidas nada Este modo de orar presupone
hablando con voz sonora con el muerto, como si estuviera vivo: ¡ grande estima del amor que Dios nos tiene, grande confianza en
«Mancebo, dice, á ti te digo: levántate». Y el difunto se levanta, su misericordia y resignación en su voluntad, no queriendo más
se incorpora en las andas, y Jesús lo entrega á su madre, la cual que lo que Él quisiere cuanto al remedio de tus necesidades, y
resucita también de la tristeza mortal que la consumía las fuer- i al lugar, tiempo y modo de remediarlas. En este modo de oración
zas. ¡Cuántas veces el Señor nos ha salido, por ventura, alen- ;• debes ejercitarte á menudo, diciendo á Jesús: «Señor, el que
cuentro en medio de nuestra carrera de disolución y pecado! ] amáis está enfermo»; ó cambiando esta última palabra, puedes
¡Cuántas veces con su omnipotencia ha tocado las andas, calman- j decir: Señor, el que amáis está triste, desconsolado, tibio, seco,
do nuestras pasiones, para que, tranquilos y sosegados, pudié- [ indevoto; está tentado de ira,soberbia.En lugarde«el que amáis»,
sernos pensar en lo que más nos importaba! Y nosotros tal v e z, en puedes aducir otros títulos de amor, diciendo: Señor, el que redi­
lugar de imitar al difunto, que se levantó á la voz de Cristo, nos 1 misteis con vuestra sangre, el que prohijasteis en el Bautismo, el
hemos quejado interiormente de que nos venía á turbar nuestros i que alimentáis con vuestra carne, el que escogisteis por religioso,
placeres mundanos, y voluntariamente nos hemos vuelto á echar . j está lleno de imperfecciones. Este modo de orar es semejante al
en brazos de las pasiones desordenadas.¿ Qué haremos en adelan- j. que usó la Virgen cuando en las bodas d ijo »: «No tienen vino»,
te? ¿Cómo corresponderemos á la bondad de Jesús? ¿Qué exige f dejando el remedio de la necesidad á la voluntad de Jesús. ¡Oh
de nosotros Su Majestad? ¿Sentimos todavía la fuerza de las pa- [ Maestro soberano! Grandemente confuso al verm i miseria, me
siones que nos arrastran al mal? ¿Quién nos librará de este r postro delante de Vos, y os digo: Señor y Padre mío, este pobre
cuerpo de muerte? Sólo la gracia de Dios. Para, alcanzarla, pues, siervo é hijo vuestro, á quien creasteis, conservasteis y redimis­
hagamos muy eficaces propósitos de practicar los medios nece­ teis, á quien habéis rodeado de vuestra protección, es tan mise­
sarios , y roguemos, no sólo por nosotros, sino por todos los peca­ rable, que ni sabe conocer los favores que le hicisteis, ni los sabe
dores, y por todo el mundo. agradecer como conviene, y se ve grandemente conturbado por
las inmensas deudas que ha contraido y no puede pagar; mostrad
< Luc., vil, 16.
Joan., xi , — 1 Lib. de modo orandi, c. 2. — * Joan.,. 11, 3.
364 Serie prim era. — y h ilum inativa.
M tJ . /07.— Enfermedad y muerte de Lázaro. J 65
es propio de Cristo restituir los pecadores á su madre la Iglesia. 107.— ENFERMEDAD Y MUERTE DE LÁZARO.
Y así como este mancebo salió de su casa muerto, pero volvió á
ella vivificado por Cristo, así el pecador que sale de la Iglesia, ó P reludio 1.» Habiendo enfermado Lázaro, sus hermanas seto comunicaron á Jesús,
congregación de los justos, llevado desús pasiones, vuelve á et cual no fué á Betania hasta pasados cuatro dias de su muerte.
ella restituido á la vida, con grande alegría de todos. ¡Oh dul­ P reludio 2.° Represéntate á Jesús diciendo á sus discípulos: < Lázaro ha muerto, y
císimo Salvador! Gracias os doy por el bien que hacéis á tantas me alegro por vosotros. para que creáis a.
almas. ¡Oh, si todos los pecadores se volviesen á juntaren la P r e l u d io 3 . ° P id e la g r a c i a d e s a b e r o r a r d e t a l m o d o , q u e a l c a n c e s lo q u e p r e t e n d e s .

congregación de los justos, para que la Iglesia se gozase de


tener muchos hijos vivos! Pues Vos podéis darle este gozo, no l* u n t o 1»# E n f e r m e d a d d e L á z a r o , y d i l i g e n c i a d e s u s
la privéis de é l, para que vuestro nombre sea glorificado, y diga­ h e r m a n a s e n n o tific a r la á J e s ú s .—Habiendo
caído gravemente
mos lo que di jo la gente que vió este milagro ': «-Un gran profeta enfermo Lázaro, hermano de Marta y María, discipulas muy ama­
se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado con misericor­ das del Señor, le enviaron un recado, diciendo ': «Señor, mira
dia á su pueblo». que el que amas está enfermo». Pondera en estas breves palabras
E p ílo g o y c o lo q n io s . ¡Oh triste estado del pecador, que un modo de orar breve, perfecto y muy eficaz, propio de los va­
ha venido á perder la divina gracia, á consecuencia de la fogo­ rones espirituales, ejercitados en la vida activa y contemplativa,
sidad de sus pasiones! El difunto hijo de la viuda de Naim es su figuradas por Marta y María, al cual llama Hugo de San V íctor -
fiel retrato. Encerrada y metida su alma en su cuerpo como en modo de orar por insinuación, y consiste en representar á Dios
un ataúd ó andas, es arrastrada por cuatro violentas pasiones: brevísimamente .alguna necesidad del cuerpo ó alma que pade­
lujuria, codicia, ambición é ira; las cuales le llevan irresistible­ ces, alegándole por título el amor que te tiene, dejando en todo
mente al hoyo del infierno, si Dios no pone remedio. Pero ¡ben­ lo demás el cuidado de tu remedio á su divina providencia, con
dita sea la misericordia de Jesús! Él sale al encuentro de aquel grande confianza y resignación en su voluntad; porque, si sabes
difunto, y compadecido délas lágrimas de su desconsoladamadre, que te ama, basta esto para que creas que hará todo lo que te
se acerca al féretro, toca las andas, páranse los que las llevan, y conviene, aunque no le pidas nada Este modo de orar presupone
hablando con voz sonora con el muerto, como si estuviera vivo: grande estima del amor que Dios nos tiene, grande confianza en
«Mancebo, dice, á ti te digo: levántate». Y el difunto se levanta, su misericordia y resignación en su voluntad, no queriendo más
se incorpora en las andas, y Jesús lo entrega á su madre, la cual que lo que Él quisiere cuanto al remedio de tus necesidades, y
resucita también de la tristeza mortal que la consumía las fuer­ al lugar, tiempo y modo de remediarlas. En este modo de oración
zas. ¡Cuántas veces el Señor nos ha salido, por ventura, al en­ debes ejercitarte á menudo, diciendo á Jesús: «Señor, el que
cuentro en medio de nuestra carrera de disolución y pecado! amáis está enfermo»; ó cambiando esta última palabra, puedes
¡Cuántas veces con su omnipotencia ha tocado las andas, calman­ decir: Señor, el que amáis está triste, desconsolado, tibio, seco,
do nuestras pasiones, para que, tranquilos y sosegados, pudié­ indevoto; está tentado de ira,soberbia.En lugar de «el que amáis»,
semos pensar en lo que más nos importaba! Y nosotros tal v e z, en puedes aducir otros títulos de amor, diciendo: Señor,el que redi­
lugar de imitar al difunto, que se levantó á la voz de Cristo, nos misteis con vuestra sangre, el que prohijasteis en el Bautismo, el
hemos quejado interiormente de que nos venía á turbar nuestros que alimentáis con vuestra carne, el que escogisteis por religioso,
placeres mundanos, y voluntariamente nos hemos vuelto á echar está lleno de imperfecciones. Este modo de orar es semejante al
en brazos de las pasiones desordenadas.¿Qué haremos en adelan­ que usó la Virgen cuando en las bodas d ijo } : «No tienen vino»,
te? ¿Cómo corresponderemos á la bondad de Jesús? ¿Qué exige dejando el remedio de la necesidad á la voluntad de Jesús. ¡Oh
de nosotros Su Majestad? ¿Sentimos todavía la fuerza de las pa­ Maestro soberano! Grandemente confuso al verm i miseria, me
siones que nos arrastran al mal? ¿Quién nos librará de este postro delante de V os, y os digo: Señor y Padre mío, este pobre
cuerpo de muerte? Sólo la gracia de Dios. Para, alcanzarla, pues, siervo é hijo vuestro, á quien creasteis, conservasteis y redimis­
hagamos muy eficaces propósitos de practicar los medios nece­ teis, á quien habéis rodeado de vuestra protección, es tan mise­
sarios, y roguem os, no sólo por nosotros, sino por todos los peca­ rable, que ni sabe conocer los favores que le hicisteis, ni los sabe
dores, y por todo el mundo. agradecer como conviene, y se ve grandemente conturbado por
las inmensas deudas que ha contraído y no puede pagar; mostrad
< Luc,, vil, 16.
' Joan., XI , 3. — » Lib. de modo orandi, c. 2. — > Joan.,. 11, 3.
56 6 Serie primera.— Vía iluminativa. Med. 1 oy .— Enfermedad y muerte de Lázaro. ¿67

en él el amor paternal que tenéis, haciendo que os sirva y alabe cuando conoces la voluntad de Dios. Para esto, pondera dos me­
del modo que queréis. ¡Oh alma! ¿Imitarás en adelante la resig­ morables sentencias que Jesús dijo á sus discípulos en esta oca­
nación y confianza de estas piadosas hermanas? sión para animarlos. L a primera: «¿Por ventura el día no tiene
P u n to 2 .° R e s p u e s t a d e J e s ú s , d i c ie n d o q u e la e n fe r m e ­ doce horas '?» Como si dijera: A sí como el diatiene doce horas,
d a d d e L á z a r o n o e r a d e m u e r te .—A l recado de Marta y María y nadie podrá hacer que no las cumpla sino Dios, del mismo
contestó Jesús, diciendo «Esta enfermedad no es de muerte, modo los días y horas de mi vida están tasados, y ninguno podrá
nó parará en muerte, sino que está ordenada para gloria de Dios». cortarlos antes de tiempo. Por lo cual. bien puedo acometer lo
Esta respuesta trazó Jesús, parte para consolar á las dos afligi­ que fuere para gloria de Dios, sin miedo de perder la vida, hasta
das hermanas, parte para probar su virtud fuertemente, para que que Dios lo tenga ordenado, fiándome de su providencia, que, si
se viera cuál era su fe y resignación. Considera primeramente el conviene, múdará las voluntades de mis enemigos, y los que
modo cómo consuela Cristo á estas devotas suyas con la razón eran mis contrarios se convertirán en auxiliares. L a segunda;
de mayor consuelo que hay en la tierra, que es decirlas que la «Quien anda de día y con luz, no tropieza porque ve la luz». Que
enfermedad de Lázaro y las enfermedades y penalidades de los es decir: Que teman los que andan en las tinieblas de la infideli
escogidos, así del cuerpo como del alm a, todas son para la gloria dad y ialtos de la luz de la fe y de la gracia, es muy ju sto; pero
de Dios y suya, y que sabe el suceso que han de tener antes que quien anda en verdad delante de D ios, no tiene que toner, por­
venga, y el bien que ha de sacar de ellas. Y esta gloria de Dios que la verdad y luz de Dios le librará de caer y morir, mientras
resplandece, ó en libramos de ellas cuando menos pensamos con Dios quisiere que viva. ¡ Qué motivos tan poderosos de fortaleza
un modo maravilloso, ó en darnos en ellas maravillosos dones de y resignación te da el Señor en estas dos sentencias! Luego de
su gracia y maravillosa paciencia. ¿Q uién, al considerar esto, no clara á sus Apóstoles la muerte de Lázaro con estas palabras:
se alentará á sufrir las enfermedades? Pondera luego la grande «L ázaro , nuestro am igo, duerme, y voy á despertarle». L a
prueba de las dos hermanas viendo que su hermano murió, ha­ muerte para el justo es como un sueño, y con la misma facilidad
biéndolas dicho Jesús que su enfermedad no era de muerte. ¡Qué que tú despiertas un dormido, puede Dios resucitar á ün muerto.
fe tan viva necesitaron para no sucumbir en ella, llegando á ¡Oh Dios verdadero! Mirad cuántos muertos en el espíritu andan
dudar, ó de la veracidad, ó de la omnipotencia de Jesús! Así ha­ por el mundo; todas las fuerzas humanas no bastan para darles
bía Dios probado á Abraham 8 cuando le mandó sacrificar á su vida; pero Vos podéis otorgársela con solo vuestro querer: obrad
hijo Isaac, el cual 1creyó en la esperanza contra la esperanza >, con todos ellos este prodigio, para que, resucitando á la vida de
pensando que Dios era poderoso para resucitarle. Del mismo la gracia, puedan, después de la universal resurrección, alabaros
modo quiso el Señor que hiciesen estas hermanas de Lázaro, y y glorificaros en el cielo. ¡Oh alma! Xo temas exponerte á los
peligros por el servicio y gloria de Dios. ¿Xo te acuerdas que tus
así has de obrar tú cuando, pidiendo la salud, la humildad úotra
días están contados, y nadie podrá acortarlos contraía voluntad
virtud, permite el Señor que crézcala enfermedad ó arrecíenlas
del Señor?
tentaciones contra ella. ¿Cuáles son las pruebas á que te sujeta
E p ilo g o y c o lo q n io s . ¡Ay de nosotros, cuando el Señor se
actualmente el Señor? ¿Cómo las llevas? ¡Oh Salvador dulcísi­
apartare de nuestro lado! Con Jesús, aunque nada tengamos,
mo! En vuestras manos me arrojo, á V os rindo mi juicio y vo­
somos riquísimos; sin É l, aunque tuviéramos todo el mundo, se­
luntad, y me ofrezco á pasar por todo lo que ordenareis. Aun­
riamos pobrisimos. Lázaro comienza á enfermar al punto que
que me m atéis1*, no perderé la esperanza de que rae podéis
Jesús se aleja de él, y su enfermedad va tomando incremento,
resucitar; y si dijereis que he de morir, y me asaltare la muerte,
hasta que le sepulta en una tumba. En vano sus hermanas quie­
creeré en la esperanza contra la esperanza, entendiendo que
ren detener su rápido curso, manifestando á Jesús con las más
esta muerte será para darme mejor vida.
expresivas palabras el estado de su hermano; aunque Jesús las
P u n t o 3.° J e s ú s rev eló d s u s d i s c í p u l o s la m u e r te d e L á -
consuela con las palabras más eficaces para tranquilizar un espí­
. s a r o ,y se d e c id ió á ir á B e t a n i a . — Considera cómo, pasados dos
ritu cristiano, las sujeta, sin embargo, á la más dura de las prue­
días, dijo el Señor á sus Apóstoles: «Volvam os ájudea». ¡Cuán­
bas. Repitamos nosotros con frecuencia la oración de estas her­
ta fortaleza manifiesta en esta ocasión el Señor! Poco hacía que manas: Señor, el que amas está enfermo: y tendremos el con­
le querían matar los judíos, como le objetaron los discípulos; suelo de oir á Jesús, que dice: Esta enfermedad no es para
m as, conociendo ser aquella la voluntad de su Padre, nada puede muerte, sino para glorificar á Dios por ella. ¿Quién, al recordar
estorbarle que la cumpla, enseñándote lo que tú debes haceri
Joan., x i , 9.
i Joan., xi, 4. — » Gen., xxil, I. — i Ro.h , ív , iS. —. *Job, xm, 15.
368 Serie primera.— Via iluminativa.
Me i. 10 8 .— Resurrección de Lázaro. . 369
estas palabras, no se alentará en sus enfermedades? Con ellas
podemos glorificar á Dios: y ellas no acabarán con la vida del 'de la grande estima que tenía de Jesús; y así, en oyendo que la
alma, aunque paren en muerte del cuerpo, á no ser que nosotros llamaba, se levantó y íué prestamente, sin despedirse de los que
queramos. Y al ver á Jesús que animoso vuelve otra vez á Judea, •estaban con ella, ni hacer otros comedimientos que la detuvie­
sin hacer caso de los judíos que querían matarle, y al oir cómo sen. Gran reverencia al Señor, porque, en viéndole, al punto se
exhorta á sus discípulos que, cuando se trata de cumplir la volun­ postró á sus pies, sin hacer caso que estaban allí muchos nobles
tad de Dios, hay que hollar todos los temores humanos, porque de Judea que le aborrecían y llevaban á mal cualquiera honra
Dios vela sobre nosotros, y en nuestro mayor apuro esta luz nos que le hicieran. Y , por último, mostró mucha mayor fe que su
librará, ¿por qué aún temeremos? Entremos dentro de nosotros, hermana, con gran resignación, porque, llena de amor y dolor,
y , cotejando nuestra conducta con estas prácticas enseñanzas, dijo: «Señor, si estuvieras aquí, no muriera mi hermano»; pero
preguntémonos: ¿ Cómo nos hemos portado cuando Jesús ha reti­ callólo demás que había dicho Marta, remitiéndolo todo á la
rado sus consuelos de nosotros? ¿Hemos decaído de ánimo? El voluntad del Señor. Y con esta oración, acompañada de una re­
temor mundano, ¿nos ha hecho abandonar alguna vez el cumpli­ signación tan amorosa y confiada, recabó la resuirección deLá-
miento de la divina voluntad? ¡ Qué vileza! ¡Temer á un puñado zaro, como dice la Iglesia en la oración de su fiesta. ¡Oh si tú
de polvo, cual es el hombre, y no temer al Omnipotente! Aver­ imitases estas ilustres virtudes de la Magdalena! ;Oh Redentor
goncémonos de tan extraño proceder, y, para corregirnos, reno­ mío! Pues tanto os agradó la obediencia, devoción y fe d e e s ta
vemos nuestras resoluciones y hagamos fervorosos coloquios, vuestra sierva, por ellas os pido aumentéis en mi alma la fe viva
rogando por nosotros y por todo el mundo. y eficaz que transporta montes y resucita muertos, para que con
su ayuda pueda allanar los montes de la soberbia y resucitar á
las almas muertas por el pecado. ¡Oh alma devota! ¿Cuál es tu
108-RESURRECCIÓN DE LÁZARO.
fe? ¿Imitas á Marta, ó á la Magdalena? ¿Practicas las virtudes
de ésta?
Preludio 1 Llegado Jesús á ñetania, quiso ver el cadáver de Lázaro, y, quitada la
losa, le dijo: &Lázaro , sal afueras, y el muerto resucitó.
P a n t o Sí. 0 A n t e s d e r e s u c it a r A L á s a r o , J e s ú s llo r ó , m a n ­
Preludio 2.0 Represéntate á Jesús mandando á Lázaro que se levante. d ó q u i t a r l a lo s a y d ió g r a c i o s a s u P a d r e . — Considera tres
Preludio 3.° Pide gran confianza en la omnipotencia del Señor. cosas muy significativas que hizo Cristo antes de obrar el mila­
gro. La primera fué gemir ó llorar, lo cual hizo dos veces; launa
P a n t o l.° S a lu ta c io n e s d e M a r t a y M a r ía a l v e r á J e s ú s . de compasión, al ver llorar á la Magdalena y á los circunstantes,
— Considera cómo, llegando Jesús á Betania, salióle á recibir porque es propio de la caridad ■ llorar con los que lloran; la otra
Marta, y en viéndole, le dijo 1 : «Señor, si estuvieras aquí, no de compasión del difunto, que había de volver á esta vida mise­
muriera mi hermano; pero ya sé que te dará Dios cuanto le pidie­ rable, y de dolor del pecado que había introducido la muerte en
el mundo *, y porque allí se le representó cuán caro le había de
res». En lo cual puedes ver cómo la muerte del pecador suele
costar destruir la muerte y el pecado; y cómo por esta causa Él
acontecer, como la de Lázaro, cuando el Señor se ausenta con
había de morir y su cuerpo estaría amortajado en otro sepulcro
sus favores sensibles, porque brotan entonces las pasiones que le
como aquel, y su alma en el limbo; y también gimió de compa­
arrastran al pecado. Mira también cuán corta era la fe que Marta
sión de los fariseos que estaban allí, y habían de calumniar aquel
tenía de la divinidad del Salvador, que pensaba que sólo por
milagro, y tomar de él ocasión para procurarle la muerte. L a
medio de súplicas á Dios podía obrar la resurrección de su her­
segunda cosa que hizo fué mandar quitar la losa que cubría e!
mano ; por lo cual el Señor la dijo que Él era la misma resurrec­ sepulcro, para que todos viesen el cuerpo del difunto; y aunque
ción y vida; y hasta que ella hizo profesión de créer esto, no se pudiera con sola su palabra quitarla, no quiso, porque no quería
decidió á realizar el milagro. ¡Cuánto importa que tengas fe para mostrar el milagro en cosa que los hombres podían hacer por sí
alcanzar los favores del cielo! Pondera las virtudes de María en mismos, sino en lo que excedía á su facultad. Y es de ponderar
esta ocasión, la cual, en oyendo que su hermánala decía que que Marta quiso estorbar esto con buen celo , diciendo : «Olerá
Jesús había llegado y la llamaba, al instante se levantó, corrió mal, porque cuatro días ha que murió*; en lo cual se representa
á É l, postróse á sus pies, y le dijo: «Señor, si estuvieras aquí, cómo algunas veces nuestros deudos y amigos impiden, con título
no muriera mi hermano». En lo cual descubrió tres excelentes de amor, nuestro bien espiritual, pretendiendo que no quitemos
virtudes, que so n : Obediencia presta, puntual y amorosa, nacida lo que nos estorba ‘alcanzarlo. L a tercera cosa fué levantar los

■ Joan., xi, 21. < Rom., mi, 15. — «Rom ., v , u .


24
3“ 0 Serie primera.— Via iluminativa. ,
Med. ¡0 8 .— Resurrección de Lázaro. 371
ojos al cielo, de donde había de venir la vida de aquel difunto,
enseñándote que tu remedio consiste en ver tus miserias, no á, les de las pasiones y malas inclinaciones que le tienen sujeto,
bulto y encubiertas con losas blanqueadas, sino al descubierto, las cuales se irán aflojando y le dejarán libre si sigue los con­
sintiendo la hediondez de tus p ecad os, y luego levantar la vista á sejos de los ministros del Señor. ¿Es este nuestro retrato?¿Cóm o
hemos de mostrar á Jesús nuestro agradecimiento? ¡Oh Salva­
D ios, de quien te ha de venir el rem edio, pidiéndolo con humil­
dad Dió también gracias á su P adre, lo cual era peculiar en dor poderosísimo! Pues vuestras obras son perfectas y me ha­
Cristo dar gracias antes de hacer el m ilagro, como quien estaba béis sacado vivo, como confío, del sepulcro de mis culpas, li­
cierto de que su Padre gustaba que le hiciese ; en lo cual también bradme de las ataduras viciosas que resultaron de ellas. No
te enseña que si quieres recibir nuevas mercedes de Dios, has rehusó acudir por ayuda á vuestros ministros, sino pido vuestro
de comenzar dándole gracias por las recibidas. ¡ Oh Redentor favor para quedar libre y sano por medio de ellos
amantísimo! Conceded á mi pobre corazón la compasión y ternura E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ A y de aquella alma que. apartada
que tiene el vu estro , para que se com padezca de las desgracias y del Señor, según los favores sensibles, empieza á languidecer!
tristezas de mi prójim o; hacedle conocer su propia miseria, y A cabará en triste muerte espiritual, si Dios no ia visita de nue­
ayudadle á levantar los ojos al cielo, de donde le ha de venir el vo con auxilios especiales. A si le aconteció á Lázaro. Bien dijo
remedio de ella, comunicándole afectos santos con que agra­ Marta á Jesús: «Señor, si hubieseis estado aquí, no muriera mi
dezca al Señor los muchos bienes que le ha hecho. ; Considera­ hermano». Mas ¡oh miseria del corazón humano! Marta confiesa
mos nosotros con atención nuestra propia hediondez y miseria? que Jesús es poderoso para impedir la muerte, y piensa que por
si sólo no puede dar vida, olvidándose que Él es la misma resu­
¿Nos compadecemos de las desgracias de nuestro prójimo?
A*nnto 3 .n J e s ú s resucitó á L á z a r o , diciendo : Lázaro > rrección y vida. ¡Cuánto más viva es la fe,cuánto más excelentes
son las virtudes que descubre su hermana María en este apu­
sal afuera. — Considera cómo Jesu cristo , puesto en pie cerca
rado trance! Apenas oye que Jesús la llama, con obediencia pun­
del sepulcro que estaba abierto, y en cuyo fondo se hallaba ten­
tual corre á su encuentro; con la más profunda veneración y
dido el corrompido cadáver de L á z a r o , levantó la voz, como
reverencia se le postra á los p ie s; y con la más sólida y viv a fe,
quien hablaba con persona que estaba m uy lejos, como lo estaba
y admirable resignación, confiesa que á su ausencia es delúdala
el alma de Lázaro (la cual es de suponer que estaría en el seno
muerte de Lázaro, remitiendo á la bondad soberana del Señor
de Abraham ); representando también con este clamor la voz de
h acerlo que más conviniese en aquel apurado caso. ¡Oh ilustre
trompeta clamorosa con que los m uertos han de ser llamados á
Santa! Vuestras virtudes encantan á vuestro Divinp E sposo, y
juicio 1; y con gran imperio dijo : * L á z a r o , sal afuera». Y al
por vuestras oraciones veréis las m aravillas del Señor. Jesús,
mismo punto el alma salió de donde estaba, y se juntó con el
al v e r la aflicción de aquella gente, gime y llora de compasión;
cuerpo ; y el cuerpo vivo salió del sep u lcro , atado como estaba
se dirige al sepulcro ; manda levantar la losa ; alza los ojos al
en su mortaja, y cubierto el rostro con el sudario, para que se
cielo, dando gracias á su P adre, que siempre le o y e. y, con voz
viese ia grandeza del milagro en dar juntamente á un muerto
levantada y poderosa, dice al difunto : «Lázaro, sal afuera»; y
hediondo la vida y salud perfecta, y el movimiento, con e$tar
Lázaro recobra la vida ¡ se levanta por sí mismo, no obstante
atado ; y aunque pudiera desatarle, no quiso, sino que le desata­
sus ligaduras, y desatado de ellas, anda con libertad. ¡Oh gran­
sen y dejasen ir, para que los m ism os que le desalaran fueran
deza del poder de Jesucristo! Y tú, al considerar tal prodigio,
testigos del milagro. De lo cual has de sacar afectos de admira­
¿no creerás? Y si crees, ¿no imitarás las virtudes del Señor?
ción y gozo por la omnipotencia de Jesús. Pero espiritualizando
¿No tendrás compasión de los afligidos? ¿No pondrás delante de
todo este hecho, en la persona de L á z a ro has de considerar áun
tus ojos la nada de que fuiste formado, y no serás fiel en dar
pecador que antes había sido ju sto , y que, ausentándose de él
gracias al Señor por sus favores? Ingratitud grande es el que no
D ios, según la presencia sensible y afectuosa, vino á enfermar
reconozcas el beneficio que te ha hecho Dios resucitándote de la
de tibieza y á morir por consentimiento en la c u lp a ; luego iué
muerte del pecado á la vida de la gracia. Trata de agradecérse­
enterrado, sumiéndose voluntariam ente en las aficiones terrenas
lo del modo que te sea posible; y para esto, propon, ruega
y cayendo sobre él la losa del endurecim iento; estuvo hediondo
acordándote en tus súplicas, no sólo de tus necesidades y flaque­
por los escándalos que dió. L os ju sto s pidieron por él, movidos zas, sino también de las necesidades de todo el mundo.
de caridad; y viniendo sobre él la inspiración divina, salió dei
estado de pecado en que se hallaba ; si bien atado con los corde-

• 1 Cor. xv. 52.


372 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 1 0 9 .— Los ju d ío s decretan la tín ta te de Jesús. 373
año, diciendo ’ : « Vosotros no sabéis nada, ni entendéis que nos
109.— LOS JUDÍOS DECRETAN LA MUERTE DE JESÚS.
conviene que muera un hombre por todo el pueblo, para que no
perezca toda la gente». Esta sentencia puede mirarse en cuanto
P reludio i .« Ju n tá ro n se lo s ju d ío s en concilio . y en é l s e d e c r e té I» m u erte d e C risto,
salió del dañado corazón de este mal pontífice, y en cuanto salió
p o r c u y o m o tiv o desde en to n ces y a no an daba e n p ú b lico.
Preludio 2 .» R e p resén ta te á lo s ju d io s re u n id o s en co n c ilio y á C a ifa s co m o presidente
del Espíritu Santo, que quiso hablar por su b oca, como dice el
y su m o s a c e r d o te . diciendo q u e co n v ien e q u e J e sú s m u e ra .
Evangelista, por ser el Pontífice en aquel año. En cuanto á lo
P reludio 3 .0 P id e á J e s ú s q u e t e lib r e d e la p asió n d e la e n v id ia . primero, pondera la diabólica soberbia de este pontífice, cómo
comienza su plática motejando á todos de necios, y él da en una
grandísima necedad, sentenciando que era bien matar á Cristo
P u u t o l.° L o s j u d í o s , in q u ie to s p o r l a p r e p o n d e r a n c ia
porque no muriesen todos muerte corporal á manos de los roma­
d e J e s ú s , r e u n ié r o n s e e n c o n c ilio p a r a o p o n érsele.— Algunos
nos , siendo esto mismo la causa de su destrucción. Mira en
de los judíos que vieron el milagro de la resurrección de Láza­
esto cómo la pasión hace tanto mayores daños, cuanto es más
ro , fueron á dar cuenta de ello á los fariseos : y . en oyéndolo,
calificada la persona en quien predomina. como sucede cuando
juntaron los Pontífices un concilio, diciendo *: «¿Qué hacemos?
ciega á los sabios y sacerdotes, y á los prelados y príncipes; los
Porque este hombre hace muchos mU'agros; y si le dejamos así,
cuales, como dice Jeremías 2, mucho más quebrantan el yugo
todos creerán en É l : y vendrán los romanos y destruirán nues­
de la divina ley, y rompen las ataduras de sus preceptos. Cuanto
tro templo y gente». Sobre esto debes ponderar primeramente
á lo segundo, admira la traza del Espíritu San to, que se aprove­
cuán abominables son los que se han sujetado al vicio del odio
cha de la lengua de los malos para declarar sus intentos; primero
y de la envidia, fundados en la pretensión de su propia honra se determinó Caifás á decir estas palabras con odio de Cristo,
é interés; pues de los milagros y obras de Cristo sacan motivo
y luego le inspiró el Espíritu Santo á que las dijese, profeti­
de mayores pecados, convirtiendo el antídoto en veneno para
zando la necesidad que tenía el mundo de que muriese Cristo,
perecer con é l; y de donde otros toman ocasión de virtud para
para que no muriesen todos, y para recoger á una fe y caridad
salvarse, toman ellos ocasión de mayor maldad para condenarse.
¿ á los que en la eterna predestinación eran hijos de Dios jr esta­
¡A y (¡el hombre que se hace víctima voluntaria de esta pasión! ban derramados por el mundo. ¡Oh caridad infinita del Señor,
Él será carga pesada para sí mismo, y se hará insoportable á que dispone que muera un hombre que vale infinitamente más
los demás. Pondera luego con qué presteza los malos se arman que todos los hombres, paria que no mueran ellos! ¡Oh hombre,
contra Cristo 2 y contra los buenos, y cuán ciegos son en sus
más que hombre, hombre uno y singular entre los hombres!
consultas , porque el odio , como viga, les ciega el ojo de la ra­ Gracias os doy cuantas puedo, porque escogiste» morir por
zón. Por una parte. confiesan que Cristo hace muchos milagros, los hombres, para que vuestra muerte temporal les librase de la
y que todos han de creer en Él, recibiéndole como á M e s ía s y muerte eterna. No se pierda, Redentor mío, el fruto de esta muer­
por otra parte, no se dignan de nombrarle por su nombre pro­
te; recoged los derramados; allegad todos vuestros hijos: po­
pio , ni de tomarle en la boca, y no quieren creer ellos á sus mi­
blad la Iglesia de muchos justos, y el cielo de muchos escogidos.
lagros ni recibirle por Mesías, por no dejar sus vicios. Y por ¡Oh alma! ¿No reflexionas que también por ti ha muerto Jesús?
justos juicios de Dios, declarando el mal que temían si no mata­
Y tú. ¿qué haces por Él ? Jesús pierde la vida portu amor, y
ban á C risto, declararon el mal en que habían de incurrir por
tú, ¿ de qué te privas por el suyo ?
matarle, que fué la destrucción de su templo y gente. ¡ Oh buen P a n t o 8.° J e s ú s , d e s d e e ste d í a , y a n o s e p r e s e n tó e n p ú ­
Jesús, Ángel del gran consejo! Libradme de los consejos apasio­ b lico .— Considera cómo desde el día de este concilio, aprobando
nados de mi carne, que, aconsejándome lo que gusta, por huir todos la sentencia de Caifás, quedó decretado matar á Cristo, el
de dolores jTdeshonras, viene á caer en ellas. No quiero, Se­ cual, desde entonces, como dice el Evangelista, no andaba en
ñor, otro consejo que el vuestro, y mis consejos serán vuestras público, sino recogióse con sus discípulos á la ciudad de Efrén.
justificaciones \ procurando siempre ordenar mi vida conforme Pondera aquí, en primer lugar, el gusto de aquella malvada
á ellas.¿ Sentimos acaso nosotros la pasión de la envidia? ¿Nos gente enemiga de Cristo. con la resolución que habían tomado,
dejamos llevar de ella alguna vez? y el aplauso que hicieron al dicho de Caifás, aunque tan deshon­
P a n t o 3.° D e c r e to d e C a ifa s d e c id ie n d o la m u e r te de roso para ellos ; y suplica al Señor que te libre de la compañía
J e s ú s . — Considera el decreto que dió Caifás, pontífice de aquel
de aquellos que se alegran cuando hacen mal. y se regocijan en
1 Joan., xi, 46. — = Psalm. 11, 2 — jPsalm. exvm, 24. > oan-, xi, 49.— »Jer., v . 5.
374 Strk primera.— P ia iluminativa. M ed. n o . — Las dos banderas. 373
sus grandes p e c a d o sM ira luego la paciencia y mansedumbre contigua al desierto. ¿ Qué nos dice todo esto ? ¿ Sentimos alguna
del Salvador, que, aunque estaba ausente, lo veía todo, y no ira ó antipatía contra los que nos han injuriado ? ¿ No nos con­
se vengó de tan injurioso decreto, sino dió lugar á la ira de sus trista éintimida la malicia, obstinación y ceguera de los judíos ?
enemigos hasta su tiempo, disimulando con ellos, como sino ¡A y del hombre endurecido! Y , con todo, no hay nadie que no
supiera sus malos tratos; en lo cual cumplió lo que había dicho pueda caer en tan detestable estado. Temamos el orgullo, la
por Jeremías *: «Descubrísteme. Señor, sus estudios y tratos: tibieza, la envidia, pasiones que condujeron á la perdición á los
pero yo húbeme como un cordero que es llevado al matadero, malvados judíos. y para evitarlas, propongamos ser humildes,
como si ignorara los consejos que habían pensado contra mí, fervorosos y caritativos, pidiendo gracias para e llo ; no olvide­
diciendo : Entremos un madero por su pan, y arranquémosle de mos el rogar por las demás necesidades.
la tierra de los vivos». R eflexiona, por fin, cuán fieles fueron
los discípulos en acompañar á su divino Maestro en todos estos 110.— LAS 00S 8AN0CRAS.
trabajos y retiramientos, especialmente en éste, ponderando
cómo Cristo nuestro Señor en aquella ciudad, que era pequeña y P reludio i .» Represéntate dos campos: unotodocs humo y confusión, presidiendo
cercana al desierto, se estaba aparejando para la muerte, muy Lucifer: el otro es todo paz y claridad, y preside Jesús.
gozoso de que se iba acercando su hora. ¡Oh Redentor del mun­ PaEiuMO 2.* Pide gracia para descubtir y evitar los lazos del primero, y conocer i
do. Remediador del linaje humano! Y a está publicado el decreto imitarlas virtudes dd segundo.
de vuestra muerte por boca de un sumo pontífice, aunque malo,
peromovido del Espíritu de vuestro Padre para ello. Apercibios, P u n t o l.° B a n d e r a d e L u c i f e r — Considera una espaciosa
Señor, para la batalla que os está amenazando, para que. llanura, y en medio de ella un trono de fuego y humo, sobre el
muriendo, alcancéis la victoria que todos esperamos. Y pues cual se sienta Lucifer, príncipe de los demonios y de lodos los
ahora ya la habéis ganado, no permitáis que yo pierda el fruto de réprobosjá su alrededor todo es confusión y desorden; sus mi­
ella. ¡Oh si todos nos preparáram os como Jesús para luchar radas son terribles; sus ojos como carbones encendidos; en su
con nuestros enemigos! ¿P o r qu é no lo hacemos? ¿Por qué no mano tiene un estandarte, en torno del cual se reúne innumerable
imitamos la paciencia y mansedumbre que usa con los que le multitud de gentes de todas clases, condiciones y estados. A llí
odian y persiguen ? están los demonios, que fueron los primeros que se rebelaron
E p ílo g o y co lo q u io » . ¡Cuán poderosa es la pasión del odio contra Dios. A llí se hallan todos los hombres que se han hecho
para juntar y unir á los malos contra los buenos! Los fariseos, esclavos de sus pasiones....: los soberbios...., los ladrones...., los
que miran á Jesús como á su m á s capital enemigo, porque les envidiosos...., los impúdicos....: todos los malvados que asombra-
descubre sus hipocresías y m ald ad es, y que le odian de muerte ro ñ al mundo, con sus crímenes, y no hay uno solo que no sea
al ver lo portentoso de los m ila g ro s que realiza, previendo que abominable por sus vicios. Pondera cómo Lucifer, rabioso por
la gente se iría tras Él, como e r a muy justo y natural, se reúnen aniquilar el reinado de Jesucristo y por perder á los hombres, se
bajo la presidencia del sumo sacerdote Caifás, y, después de dirige á todos los ministros que le rodean, y les manda con dure­
ligera y apasionada reflexión sobre los milagros del Señor, za que tiendan lazos á la virtud, que se esfuercen en hacer caer
se levanta aquel mal Pontífice y pronuncia contra É l sentencia á lo s hombres. Primero quiere que despierten y aviven en el cora­
de muerte. Pero, ¡cuán altos y soberanos son los juicios de Dios1. zón de ellos el amor á las riquezas y bienes del mundo, para
El mismo Espíritu Santo quiso que fuese una profecía, suma­ que lo aparten de los bienes del cielo; luego, que les induzcan á
mente gloriosa para Jesús, lo q u e Caifás había dicho movido de buscar con afán los placeres del sentido, sin considerar su vileza,
la envidia, ira y deseos de venganza. A sí sabe aprovecharse de malicia y desorden; por último, que fomenten en ellos la sober- •
la malicia de los hombres para sa lir adelante con sus intentos. bia y orgullo, abismo sin fondo, de donde salen todos los peca­
Pero mira los edificantes ejem plos de Jesús en este caso. Sabe dos, como de su inmunda fuente. ¡Mira con qué actividad traba­
todo lo que han tratado los j u d í o s : nada se le ha escondido de jan en su perniciosa obra los ministros de Lucifer! ¡Cuántos
cuanto han resuelto; sin e m b a rg o , sus pensamientos no son sacrificios se imponen para lograr sus intentos! ¡Cuántos lazos
pensamientos de venganza. M ansísim o y pacientísimo, da lugar tienden! Compañías, amistades, diversiones, libros, sociedades,
á la ira de e llo s; y á fin de p rep ararse con más quietud y re­ necesidades propias y ajenas, inclinaciones sensuales, todo lo
poso para el día de la lucha, s e retira á una humilde ciudad, ponen enjuego para lograr sus intentos. Y desgraciadamente al­
canzan lo que pretenden.... ¡Cuántos incautos se dejan seducir
* Prov., II, 14. — 1 Jer., xi, 18. por sus promesas! ¡Cuántos insensatos se enredan voluntaria-
374 S é rá p r im e r a .— P i a ilu m in a tiv a . Med. n o . — Las dos banderas. 37;
sus grandes p e c a d o sM ira luego la paciencia y mansedumbre contigua al desierto. ¿ Qué nos dice todo esto ?; Sentimos alguna
del Salvador, que, aunque estaba ausente, lo veía todo, y no ira ó antipatía contra los que nos han injuriado ? ¿ No nos con­
se vengó de tan injurioso decreto, sino dió lugar á la ira de sus trista éintimida la malicia, obstinación y ceguera de los judíos ?
enemigos hasta su tiempo, disimulando con ellos, como sino ¡A y del hombre endurecido! Y , con todo, no hay nadie que no
supiera sus malos tratos; en lo cual cumplió lo que había dicho pueda caer en tan detestable estado. Temamos el orgullo, la
por Jeremías! : «Descubrísteme. Señor, sus estudios y tratos: tibieza, la envidia, pasiones que condujeron á la perdición A los
pero yo hlíbeme como un cordero que es llevado al matadero, malvados judíos, y para evitarlas, propongamos ser humildes,
como si ignorara los consejos que habían pensado contra mí, fervorosos y caritativos, pidiendo gracias para e llo ; no olvide­
diciendo : Entremos un madero por su pan, y arranquémosle de mos el rogar por las demás necesidades.
la tierra de los vivos». R eflexiona, por fin, cuán fieles fueron
los discípulos en acompañar á su divino Maestro en todos estos 110.— LAS DOS BANDERAS.
trabajos y retiramientos, especialmente en éste, ponderando
cómo Cristo nuestro Señor en aquella ciudad, que era pequeña y Preludio i .» Represéntate dos campos: uno todo es humo y contusión, presidiendo
cercana al desierto, se estaba aparejando para la muerte, muy lucifer: el otro es todo paz y claridad, y preside jesús.
gozoso de que se iba acercando su hora. ¡Oh Redentor del mun­ Preludio 2.* Pide gracia para descubrir y evitar los lazos del primero, y conoceré
do, Remediador del linaje humano! Y a está publicado el decreto imitar las virtudes del segundo.
de vuestra muerte por boca de un sumo pontífice, aunque malo,
pero movido del Espíritu de vuestro Padre para ello. Apercibios, P u n t o l.° B a n d e r a d e L u c i f e r . — C o n s id e r a una espaciosa
Señor, para la batalla que os está amenazando, para que. llanura, y en medio de ella un trono de fuego y humo, sobre el
muriendo, alcancéis la victoria que todos esperamos. Y pues cual se sienta Lucifer, príncipe de los demonios y de lodos los
ahora ya la habéis ganado, no permitáis que yo pierda el fruto de réprobos; á su alrededor todo es confusión y desorden; sus mi­
ella. ¡Oh si todos nos preparáram os como Jesús para luchar radas son terribles: sus ojos como carbones encendidos; en su
con nuestros enemigos! ¿ P o r q u é no lo hacemos? ¿Por qué no mano tiene un estandarte, en torno del cual se reúne innumerable
imitamos la paciencia y mansedumbre que usa con los que le multitud de gentes de todas clases, condiciones y estados. A llí
odian y persiguen ? están los demonios, que fueron los primeros que se rebelaron
JKpííogo y co lo q u io » . ¡Cuán poderosa es la pasión del odio contra Dios. A llí se hallan todos los hombres que se han hecho
para juntar y unir á los malos contra los buenos! Los fariseos, esclavos de sus pasiones....: los soberbios...., los ladrones—, los
que miran á Jesús como á su m á s capital enemigo, porque les envidiosos....los impúdicos....: todos los malvados que asombra­
descubre sus hipocresías y m aldades, y que le odian de muerte ron al mundo.con sus crímenes, y no hay uno solo que no sea
al ver lo portentoso de los m ilagros que realiza, previendo que abominable por sus vicios. Pondera cómo Lucifer, rabioso por
la gente se iría tras Él, como e ra muy justo y natural, se reúnen aniquilar el reinado de Jesucristo y por perder á los hombres, se
bajo la presidencia del sumo sacerdote Caifás, y, después de dirige á todos los ministros que le rodean, y les manda con dure­
ligera y apasionada reflexión sobre los milagros del Señor, za que tiendan lazos á la virtud, que se esfuercen en hacer caer
se levanta aquel mal Pontífice y pronuncia contra Él sentencia álos hombres. Primero quiere que despierten y aviven en el cora­
de muerte. Pero, ¡cuán altos y soberanos son los juicios de Dios! zón de ellos el amor á las riquezas y bienes del mundo, para
El mismo Espíritu Santo quiso que fuese una profecía, suma­ ■ que lo aparten de los bienes del cielo; luego, que les induzcan á
mente gloriosa para Jesús, lo q u e Caifás había dicho movido de buscar con afán los placeres del sentido, sin considerar su vileza,
la envidia, ira y deseos de venganza. A sí sabe aprovecharse de malicia y desorden; por último, que fomenten en ellos la sober- -
la malicia de los hombres para salir adelante con sus intentos. bia y orgullo, abismo sin fondo, de donde salen todos los peca­
Pero mira los edificantes ejem plos de Jesús en este caso. Sabe dos, como de su inmunda fuente. ¡Mira con qué actividad traba­
todo lo que han tratado los ju d ío s : nadase le ha escondido de jan en su perniciosa obra los ministros de Lucifer! ¡Cuántos
cuanto han resuelto; sin e m b arg o , sus pensamientos no son sacrificios se imponen para lograr sus intentos! ¡Cuántos lazos
pensamientos de venganza. M ansísim o y pacientísimo, da lugar tienden! Compañías, amistades, diversiones, libros, sociedades,
á la ira de e llo s; y á fin de prepararse con más quietud y re­ necesidades propias y ajenas, inclinaciones sensuales, todo lo
poso para el día de la lucha, s e retira á una humilde ciudad, ponen en juego para lograr sus intentos. Y desgraciadamente al­
canzan lo que pretenden.... ¡Cuántos incautos se dejan seducir
* Prov., n, 14. — »Jer., xi, 18.
por sus promesas! ¡Cuántos insensatos se enredan voluntaria-
576 Serie prim era.— P ía ilum inativa. M ed. n o . — Las dos banderas. 377
mente en sus lazos! ¡Cuántos miserables, no contentos con haber­ son los hombres que no os quieren escuchar ni seguir! ¿Seré yo
se dejado seducir, trabajan por seducir á otros! Y tú, ¿has sido, uno de estos desventurados? ¿Lo he sido alguna vez?
preso en los lazos del demonio? ¿T e has alistado á su bandera? P a n t o 3 .° Elección entre la s dos banderas. — Considera
¿H as sucumbido á sus tentaciones? ¡O h amantísimo Jesús!' la indispensable necesidad en que te hallas de seguir á alguno
M iradlos peligros en qu em e veo; el demonio, rabioso por no de estos dos capitanes. Seguir á entrambos es im posible, porque
haberos podido vencer á V o s , trabaja por triunfar de mí, que soy nadie puede servir á d o s señores >. Perm anecer neutral no puede
vuestro discípulo. Levantaos, Señor, y juzgad vuestra causa; ser, puesto que Jesús ha dich o: «El que no está conm igo, está
defendedme del enemigo y libradme de sus lazo s, para que iamás contra M í! ». En esta precisa alternativa, ¿á quién escogerás? ¿A
pueda decir: «Prevalecido he contra él». qué bandera te alistarás? Pondera para tu acierto primeramente
P a n t o » .° B an dera de J e s ú s -C o n sid e ra en este punto las cualidades de uno y o tro : Jesús reúne todas las excelencias y
A Jesucristo en amena campiña, rodeado de sus discípulos, con encierra en sí todos los tesoros que pueden cautivar tu corazón;
un estandarte en la m ano, invitando á todos á que le sigan. Él Lucifer abarca todo cuanto puede m erecer la aversión y el odio.
es el más hermoso de los hijos de los hom bres; es padre terní­ Jesús ha sido para ti el más generoso de los bienhechores; L u ­
simo, médico caritativo, pastor amorosísimo, maestro sapientísi­ cifer el más cruel de los enemigos. M ira luego los propósitos de
mo : su humildad, m odestia, caridad, paciencia y demás virtu­ uno y o tro : Jesucristo pretende asociarte á sus trabajos en este
des, son en grado infinito. Si llama discípulos á su escuela y . mundo, y después á la felicidad y gloria en el cielo; L ucifer
soldados á su bandera, no es por interés propio; sólo por amor. intenta hacerte cóm plice de sus crím en es, y después compañero
M ira la distinguida compañía que consigo tiene. A llí están juntos de su tormento. Escucha también las promesas que te hacen: Je­
los santos y los justos de todos los siglos: patriarcas, profetas, sucristo promete bienes sólidos i infalibles, infinitos, eternos;
apóstoles, m ártires, confesores, vírgenes, doctores, pontífices. todos los elegidos dan testimonio de la verdad de sus promesas;
A llí no hay un vicio so , ni una sola de las debilidades que deshon­ todos confiesan que no se han engañado al decidirse á seguirle,
ran á la humanidad; allí, por el contrario, se hallan todas las ,y confiesan que sus premios y recompensas exceden infinita­
virtudes llevadas hasta el heroísmo. Pondera luego los designios mente á sus promesas; L ucifer ofrece bienes indignos del hom­
de este dulce Capitán. Pretende conquistar á los hombres y dar­ bre, que siempre dejan un vacio inmenso en el corazón , que no
les la felicidad única que se puede disfrutar en este mundo y en el harán sino aumentar la sed y el disgusto. que pasarán muy pres­
otro. Y o he venido, dice, para darles vida y dársela abundante to, y terminarán en suplicios eternos. T ales son las condiciones,
£1 Hijo del hombre ha venido á buscar y salvar lo que había cualidades, pretensiones y promesas de los dos caudillos que so­
perecido s. P ara esto envía á sus discípulos por todo el mundo, licitan tu servicio. ¿ A quién escogerás? ¡Qué ingratitud será la
encargándoles que con toda sinceridad y verdad, prediquen su tuya si vuelves las espaldas á Jesucristo! É l tiene derechos so­
doctrina, que inculquen á los hombres el desasimiento de lo te­ beranos sobre ti. Él te ha criado, conservado, redimido; por ti
rreno, la abnegación propia, la sólida virtud, y el buscar sobre se ha cansado, ha orado, ha sufrido tormentos inmensos, y ha dado
todas las cosas su reino celestial; y que prometan á cuantos les su vida y te ha colmado de favores. Y ¿no le seguirás? ¿No le es­
escuchen y sigan, no bienes terrenos, sino bienes celestiales; no cogerás por tu R ey, caudillo, capitán y todas tus cosas? ¡Oh dulce
los goces del mundo,-sino los de la patria celestial. Sin embar­ Jesús! A brid los ojos de tantos ciegos que no os conocen, y por
go , 3*a en este mundo deja experimentar no pocas veces, aunque eso no os aman ni os quieren por su soberano. Llamadme con efi­
de p a so , la dicha y felicidad que acompañan á su seguimiento. cacia; atraedme con los dulces atractivos de vuestro amor, y con­
M ira, finalmente, el éxito de esta empresa. ¡Innumerablespeca- cededme que confirm e resolución os diga siem pre: « Y o o s segui­
. dores felizmente arrancados al infierno! ¡Millares de discípulos ré. Señor, donde quiera que vayáis».
conquistados para la humildad y pobreza evangélica! ¡Numerosos E p í l o g o y c o lo q u io s .— ¡Cuán peligroso es el estado del
apóstoles formados para la salvación de las almas y gloria de hombre que peregrina sobre la tierra! D os caudillos, enemigos
Dios! ;Oh Jesús! Gracias mil por el favor que habéis hecho al irreconciliables entre s í , solicitan sus servicios, y le invitan á
mundo, viniendo á sacarle del lamentable estado en que se halla­ que se aliste á su respectiva bandera. L ucifer, principe de los
ba. Sólo el amor os ha obligado á descender del c ie lo , para que soberbios, sentado en un trono de fuego, rodeado de satélites,
en alas de vuestra gracia subieran allá los que, ciegos por la pa­ envía sus ministros al mundo para que tienten, soliciten y tiendan
sión, se precipitaban al abismo de los infiernos. ¡Cuán locos lazos á los desgraciados m ortales, y con promesas mentidas y

J o a n ., x , 10. — 2 L u c ., x i x , I ■ >. 1 M a tth ., v i, 24. — 1 Luc., x i , 23.


3 78 Serie prim era.— P ia ilum inativa. M ed. / / / .— Tres clases de hombres. 379
halagüeñas ofertas les induzcan á ponerse á -sus órdenes. Jesu­ tales semejantes á aquellos judíos rebeldes á la voz del Señor, de
cristo , manso y hum ilde. cercado de amantes y fieles discípulos; quienes d ijo ': «Si no hubiese venido, y no les hubiera predicado.
manda á sus enviados á que arranquen del pecado á los desgracia­ carecerían de pecado; pero ahora son inexcusables». Estos
dos que se hallan sumergidos en él y los conduzcan á sus di­ desdichados se representan en aquella tierra maldita, de la cual,
chosas filas. T ú has sentido innum erables veces el llamamien­ hablando san Pablo, dice * que recibe el agua y rocío del cielo, y
to de uno y otro caudillo; 3’ quizá has sucumbido np pocas en las. con todo sólo produce espinas y abrojos, por lo cual es aborrecida
luchas con que te ha combatido el demonio. Has vuelto las es­ de su dueño, amenazada con su maldición, y termina por pegarla
paldas á Jesús para asociarte á su enemigo. Y ¿quién sabesi, fuego. ¡ A y de ti si pertenecieses á esta clase de hombres! Motivo
no contento con ser de su bando; has llegado hasta el extremo tenías para tem blar ante las amenazas divinas. ¡Oh gran Dios! No
de ayudarle en su obra criminal con tus m alos ejemplos y peores permitáis que sea yo tan loco, que pretenda destruir el orden de
palabras? V u elve ahora sobre tus pasos, y m ira lo que te con­ vuestra divina P rovidencia, según el cu al, para obtener un fin,
viene hacer; examina bien á cuál de lo s dos capitanes te importa e s necesario practicar los medios á él conducentes; dadme de­
más seguir. Sus cualidades, pretensiones, ofertas, promesas y seos de mi santificación, pero tan eficaces, que m e obliguen á
premios te iluminarán para que aciertes. ¿Qué querrías haber hacer todo lo necesario, hasta alcanzarla.
escogido en la hora de tu muerte? ¿Qué consejo darías á un amigo P a n t o * .° Segunda clase, d e los que desean el f i n , pero
por quien te interesaras? Piénsalo con mucha reflexión, 3’ con por tos medios acom odadosá su amor p ro p io — Un. este punto
fervorosos coloquios pide á la V irg e n Santísim a, al mismo Jesús has de considerar la necedad de la segunda clase de hombres, la
y al divino Espíritu, que te guíen y te concedan todas las gracias cual comprende á todos aquellos que desean el fin, y a sea la
que pretendes alcanzar. salvación eterna, ó la conversión, ó la santificación, pero ni quie­
ren poner en práctica todos los medios que á él conducen, ni si­
III.-T R E S CLASES DE HOMBRES. quiera los seguros para obtenerlo. Quieren convertirse, mas sin
abandonar la ocasión y peligro; desean salvarse, y para esto hacen
P reludio i .» Represéntate á Jesús, diciéndote : i Si quiere* venir en pos <fc m i, nié­ limosna y otras o b ra s , pero no quieren restituir todo lo mal ad­
gate á ti mismo, tema tu cru:, y sígueme >. quirido; pretenden santificarse, y para esto se entregarán á la
Preludio a. o Pide la gracia de escoger siempre lo que sea más agradable á su Divina oración, harán algunas penitencias: empero no se deciden á ven­
Majestad. cer del todo el am or propio, á negar por completo su voluntad.
Éstos se parecen al enfermo quequiere curarse, peroque noquiere
E m it o l. ° P rim era clase, de lo s que desean e l f i n , pero tomar sino ciertos rem edios, desechando o tro s, los únicos tal
no quieren p racticar m edios — C on sid era cómo á la primera vez que serían eficaces. Reflexiona sobre ti m ism o. y sobre tu
clase de hombres pertenecen todos aquellos que no quieren dar proceder, y con dolor quizá habrás de confesar que te hallas in­
á Jesucristo más que deseos. T a le s son aquellos cristianos que, cluido en esta desventurada clase de hombres. ¿No has sentido
convencidos de la verdad de la re lig ió n , de la m alicia dél peca­ innumerables veces internas inspiraciones de m ayor recogimiento
do, del peligro de una muerte re p e n tin a , dicen que desean con­ y abstracción de las cosas del mundo, de más constante silencio,
vertirse, hacer penitencia, alcanzar la g lo ria del cielo; empero de m ayores penitencias y mortificaciones? ¿No te dice el corazón
no quieren practicar los medios n ecesarios para ello. Repúgnales que debieras ser más humilde, vencer esas antipatías é inclina­
la penitencia, háceseles duro dejar su s gustos y placeres crimi­ ciones sen sibles, privarte de esas pequeñas satisfacciones? % tú
nales . no pueden soportar la a b n eg ació n , la oración, la mortifica­ no acabas de resolverte. Con lo cual impides el fruto de tus san­
ción. Estos desgraciados son sem ejantes á un enfermo que quiere tos ejercicios, te haces m erecedor de que D ios vaya retirando de
curarse, pero no quiere tom ar ningún rem edio para lograr la ti su gracia y sea escaso contigo, como tú lo eres con É l; expones
salud: lo cual prueba que no la d e se a con verdadera voluntad. tu eterna salvación, porque, no llegando al grado de virtud á que
Y por más que proteste tener este d e s e o , sus obras lo desmien­ debías llegar, corres peligro de no lleg ar tampoco á la altura del
ten. ¡ Oh cuán fatal y peligrosa es la situación 3’ el estado de tales trono que D ios te había preparado en el cielo, y te veas recha­
cristianos! E llos conocen lo que deben h acer, no les excusa la zado de allí. ¡Oh D ios mío! S i V o s habéis sido tan largo en favo­
ignorancia, están persuadidos que v a n por un camino extravia­ recerm e- no quiero \'o ser corto en serviros. Hablad, Señor, que
do; y , sin em bargo. por su flojedad, p e re za ó malicia, no se apar­ vuestro siervo escucha; mostradme vuestra voluntad, que no de-
tan de él. ¡Cóm o abusan de las lu ces que el Señor les comunica!
¡Cóm o resisten á las inspiraciones del Espíritu Santo! Son estos ■ Joan., í t , 22. — » Ad Hebr., v i . 7-
380 Serie primera. — F ú iluminativa. M cd. u 2 .— Tres grados de hum ildad. 381

seo otra cosa sino cum plirla, cueste lo que costare; ¿Son estos los Muchos desean la santificación de su alma, pero no quieren poner
sentimientos de nuestro corazón? ¿Tenemos reservas para Dios? en práctica los medios necesarios para esto ; otros la desean y
¿Pertenecemos á esta segunda clase? hacen algo para conseguirla, mas no todo; y otros suspiran
P li n t o 3 .° Tercera clase, de los que quieren eficazmente también por ella , y con tal eficacia, que hacen cuanto está de su
el f in y practican todos los m edios para a lca n za rlo — Considera parte para lograrla, aunque hayan de negarse, sacrificarse y do­
cómo la tercera d a s e de hombres comprenda á todos aquellos m ar su amor propio. ¡Dichosos los que han llegado á formar
que, sin vacilaciones, dudas ni reservas, se entregan del todoá parte de esta distinguida c la se ! Ellos cantarán victoria de todas
Dios. Tales son aquellos que. queriendo eficazmente la salvación, sus pasiones y adquirirán todas las virtudes que les han de m e­
recer una brillante é inmortal corona. ¿A spiras tú á tal felicidad?
ó la conversión, ó la santificación, no reparan en la dificultad ni
¿En cuál de las tres clases te hallas? Sólo en la tercera hay se­
aspereza de los medios, sino que, con grande corazón y decidida
guridad; sólo esta clase nos asegura las bendiciones de D ios y
voluntad, los aceptan todos, aunque repugnantes á su carne,
la abundancia de su gracia, porque sólo los que á ella pertenez­
contrarios á su amor propio y dificultosos en la ejecución. Á éstos,
can son generosos con É l, y , en consecuencia, tienen derecho á
nada se les pone delante, y nada miran como obstáculo para lo­
esperar que Él lo sea con ellos. Esforcém onos, en vista de esto,
grar su fin, porque están decididos á sacrificarlo todo y per­
en pertenecer á esto afortunada clase: y, para alcanzarlo, ha­
derlo todo antes que dejar de alcanzarlo. Son como el enfermo
gamos propósitos prácticos y con firm eza, y roguemos con todo
que con eficacia quiere la salud, el cual se abandona sin restric­
fervor por nosotros y por todo el mundo.
ción en manos del m édico para que purgue, corte, queme y prac­
tique todos los m edios, por repugnantes que sean, para alcanzar
la salud perdida. ¡F e liz estado el de los hombres de esta tercera ■ 112.— TRES GRADOS DE HUMILOAO.
clase! E llos, sin ninguna duda, lograrán lo que pretenden. ¿Pue- i
des tú contarte entre estos afortunados? P ara m overte á tomar ¡ Phiudio i .° Represéntate i Jesucristo. diciendo»*: «Aprende de M i, que soy manso y
esta determinación, mira lo que hacen los mundanos. L o sacrifi- i humilde de corazón».
can todo por dar contento y agradar al mundo; y ¡ qué mundo! P i a n » 2.« Pide h gracia de renunciarte perfectamente i ti mismo, á ejemplo de
Riquezas, h on ores, reposo, descanso, todo lo ponen á su servi­ Jesucristo.
cio. ¿ Y no harás tú por Dios y por tu alma y felicidad eterna lo
que ellos por un mundo tan perverso? Mira al demonio, tu ene­ P u n t o l . ° P rim er grado, que consiste en su frirlo todo
migo capital; ¡cuánto hace para perderte! Xo omite ningún ? antes que pecar mortalm ente.—Considera cómo la primera ma­
medio, no retrocede ante ninguna dificultad para lograr su inten­ nera de hum ildad, como dice san Ignacio, e s necesaria para la
to. ¿Serás tú menos celoso de tu bien que él lo es de tu perdición? salud eterna, y consiste en que te bajes y te humilles cuanto sea
Fija, sobre todo, los ojos en lo que hace Jesús por t i ; y al verle en necesario para obedecer en todo á la ley de D io s , de tal suerte,
el pesebre, con la cruz á cuestas, en el. tabernáculo de día y de que, aunque te hiciesen señor de todas las cosas criadas en este
noche, cubre tu rostro de vergüenza, considerando tu propia mi­ mundo, ni por la vida propia tem poral, h^s de quebrantar un
seria, mezquindad é indecisión. ¡ Oh amantísimo Jesús! Basta ya mandamiento, sea divino, sea humano, que te obligue á pecado
de tanta ingratitud y miseria. ¿Cómo me habéis sufrido por tanto mortal. Pondera los motivos poderosísimos que deben inducirte
tiempo? ¿Cómo no os habéis cansado de mi indecisión y corta vo­ á echar profundas raíces en este primer grado de humildad. L a
luntad? H aced, D ios m ío, que en lo sucesivo oiga vuestra dulce malicia del pecado mortal es infinita: es un mal sobre todos los
v o z con tal voluntad, que no resista un punto á la vuestra, y cum­ m ales, castigado por Dios con eternos y espantosos suplicios.
pla todo cuanto deseéis, aunque m e cueste la sangre y la vida. Dios es el Soberano Señor de todo, y tiene sobre ti absoluto y
K p ílo g » y c o lo q u io s. Todos los hombres buscan la felici­ perfecto dominio, y á su autoridad suprema todo debe estar su­
dad y el cielo; todos desean su salvación; pero, ¡qué diferencia bordinado, y cuando Él manda, el hombre, criatura suya, ha
tan inmensa h ay entre unos y otros! Unos desean salvarse, mas - de obedecer, aunque le haya de costar el honor, la fortuna y la
no quieren practicar medios para ello; otros están dispuestos á misma vida. L a muerte se a c e rc a , y con ella el juicio, que será,
practicarlos, pero no todos, sino sólo los que son conformes á su espantoso para aquellos que hayan pospuesto á D ios á las cria­
amor propio; otros, en fin, tienen firme y decidida resolución, y _ ¡ turas. E l premio para los fieles en perseverar en este grado, será
no perdonan sacrificios ni reparan en dificultades, á trueque de ? infinito. Una pléyade innumerable de m ártires de toda edad, sexo,
alcanzar la salud eterna. Estos son los prudentes; ellos llegarán condición, renunciaron á todas las cosas, inclusa la vida, antes
á su fin. Tam bién entre los religiosos se hallan estas tres clases.
382 Serie prim era. — W a ilum inativa. M ed. 1 1 2. — Tres grados de hum illad. 383

que caer de é l, y por este m otivo, como dice san Pablo ', sufrie­ to d o , y antes querré m orir que daros el más ligero disgusto.
ron el ser apedreados, aserrados, probados con mil tormentos, Pero mi experiencia p.tsada me contunde, y mi inconstancia me
y m orir á filo de espada. E sto e x ig e la prudencia, cordura y sen­ hace temer. Ayudadm e con vuestra g ra cia, para que no vacile
satez; proceder de otra manera es la m ayor locura, es vender lo en desagradar á todo el mundo y á mí m ism o. antes que desagra­
eterno por lo tem poral, D ios por la criatura, delicias inefables daros á V o s , infinitamente digno de ser amado.
por un placer transitorio. ¿Qué dices tú á todo esto? ¿Te encuen­ P u n t o 5J.° Tercer grado de h u m ild a d , que consiste en la
tras en este grado? ¿Estás dispuesto á perderlo todo, sacrifi­ perfecta im itación d e Jesucristo.— Considera cómo la tercera
carlo todo, y negarte en todo, antes que ofender gravemente á humildad ó el tercer grado de esta virtud es perfectísim o, y con­
Dios? ¡Oh Señor! Confuso estoy al recordar mi vida pasada. siste en que, incluyendo los dos anteriores, siendo igual alabanza
y gloria de su divina M ajestad, por imitar y parecerte más á
¡ Cuántas v e c e s , por no privarm e de un gustillo momentánéo. he
Cristo, quieras y elijas más pobreza con Cristo pobre, que rique­
perdido á Dios! Un empleo, un vil interés, un respeto humano:
za ; oprobios con Cristo lleno de ellos, que honores; y desear más
todo lo he antepuesto á Vos. P ara V o s he reservado el último
ser estimado por vano y loco por Cristo, que fué tenido por tal,
rincón de mi alm a, y cualquier criatura ha podido arrojaros de
que por sabio ni prudente en este mundo. ¡Qué virtud tan heroica
ella. Mas, basta y a de ingratitu d; reinad en m í, D ios mío, como
encierra este, grado de humildad, en el cual se imita con la ma­
soberano dueño.
yor perfección posible á Jesucristo, supremo modelo del hom­
P a n t o 2 .° Segundo grad o d e h u m ild a d , que consiste en
bre, de quien dice el A p ó sto l! que, habiéndole propuesto su Padre
su frirlo todo antes que pecar v en ia lm en te.— En este punto has
el gozo y la cruz, escogió ésta, despreciando su ignominia. Pon­
de considerar cómo la segunda humildad ó el segundo grado de
dera la dicha inefable de que gozan los que han llegado á este
ella es más perfecto, y consiste en que te halles en tal punto, que
supremo grado de humildad. Su paz es inalterable, su alegría
no quieras ni te afectes más p o r tener riqueza que pobreza,
imperturbable. ¿Qué podrán tem er en el mundo? Todo lo que los
honor que deshonor, vida larg a que corta, siendo igual servicio
hombres temen, para ellos es objeto de d e s e o ; y lo repugnante
de Dios y la salud de tu a lm a ; y con esto, que por todo lo criado,
del mundo forma toda su delicia. Jesucristo se comunica con ine­
ni porque te quitasen la vida, has de consentir en un pecado ve­
fable plenitud á estas almas afortunadas: porque sabe que no han
nial. Pondera cómo esta disposición de ánim o, aunque muy per­
de abusar de sus dones y convertirlos en su propio provecho, con
fecta, es también necesaria. L a razó n dicta que te has de hallar
menoscabo de la divina gloria. E ste grado es el camino más s e ­
indiferente en orden á las cria tu ra s, tomando y usando de ellas
guro para la salvación; porque le aparta de todos los peligros
sólo en cuanto te conducen al C riad o r, Poner en ellas tu fin es un que acompañan á los bienes del m undo; el más corto, porque en
crimen gravísim o contra D io s ; p o r lo mismo que son medios, un momento te libra del pecado y te eleva á todas las virtudes;
sólo debe el hombre servirse de e lla s en cuanto le conducen á su el más m eritorio. porque encierra una serie no interrumpida de
fin. Y cometer un pecado ven ial por huir de la pobreza, por sacrificios, y , por consiguiente, de méritos para la eternidad.
librarse de un trabaio ó alcanzar tilgúnbien, es faltar á la justa y ¡Oh, s it e esforzaras en llegar á él! A qu í serías temido de tus
razonable indiferencia en que d eb es hallarte acerca de aquellas enemigos , que ya no se atreverían á tentarte: admirado de los
cosas que esencialmente son m edios. Póndera algunas razones hombres. que se asombran de v er á uno de su misma naturaleza
que deben moverte á aborrecer e l pecado v e n ia l: su malicia es que así menosprecia las cosas que ellos más am an, y favore­
en cierto modo infinita: después d e l pecado m ortal, no hay otro cido de D ios, el cual tiene en los humildes sus complacencias.
mal que le iguale: Dios lo a b o rrece íntimamente y 16 castiga con ¡Oh alma religiosa! Levanta tus ojos al cielo y mira allá á tus
horribles suplicios en este m undo y en el otro : los efectos que hermanos, que se hallaron en el mundo como tú, tu viéronlas
causa en el alma son tristísimos, porque debilita la caridad y dis­ mismas tentaciones , sufrieron idénticas ó m ayores tribulaciones;
pone para la culpa m o rta l: por f i n , muchos santos han preferido pero supieron abrazarse con ellas por amor á Jesús, y ya reciben
la muerte al pecado venial. Considerando todo esto, has de mirar el premio. ¿No procurarás imitarlos? ¿ Qué debes hacer?
atentamente cuál es tu regla de conducta acerca del pecado ve­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ A y del hombre que no procura con­
nial y de la indiferencia en el u so de las criaturas. ¿Estás dis­ servarse en el prim er grado de humildad! Si no detesta el peca­
puesto á perderlo todo, hum illarte <1 todo, antes que pecar venial­ do mortal sobre todos los males, si no prefiere sufrir cualquier
mente y perder esta necesaria indiferencia? ¡Oh Dios mío! A u xi­ trabajo, aunque durísimo, antes que com eterlo, y a puede des-
liad mi flaqueza; fortaleced mi debilidad. Quiero preferiros á
Hebr., xn, 2.
1 H e b r., x i , 57.
384 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M cd . //3 .— Parábola de los q u e edifican sobre arena y p ied r a . 385
pedirse de la g lo r ia : el cielo no será para é l; debajo sus pies el
infierno abre su espantosa boca para devorarle. Xo debes tú con­ probada la vida de todos los hom bres, figuradas por las lluvias,
tentarte con este prim er grado, sino pasar al segundo, que, aun­ vientos y r ío s , de que hace mención el Salvador: porque unas
que perfecto, es obligatorio y , en cierto modo, necesario. Prefe­ vienen de D ios, significadas por la lluvia que cae del ciclo; otras
rir todas las persecuciones, desprecios, humillaciones, antes que del demonio, principe de este aire tenebroso, representadas por
consentir en un pecado v e n ia l; estar indiferente en orden á las los aires; otras de nuestra carne ú hombres carnales con quienes
conversamos, indicadas por los ríos. A d em ás, unas son de sen­
cosas del mundo, abrazando con igual sentimiento y afecto las
dulces que las am argas, las agradables que las repugnantes: en sualidad y a v a ric ia , figuradas por los ríos; otras de vanidad y cu­
riosidad. figuradas por los vientos; y otras de soberbia y ambi­
esto consiste el segundo grado de humildad. ¿Te encuentras en
ción de dignidades y grandezas, figuradas por las lluvias. P o r
él ? ¡ Ah! ¡Si lograses subir al te rc e ro ! ¡ Si en igualdad de cir­
fin, como los ríos baten la casa por los cimientos, los vientos por
cunstancias prefirieses las deshonras, desprecios, humillaciones,
los lados, y las lluvias por el tejado, así unas tentaciones se su­
á las honras, alabanzas y aplausos, y esto sólo por conformarte
fren en ios principios, otras en medio de las obras, y otras al
con J e s ú s , entonces podrías decir que has llegado al tercer cíelo.
fin: unas combaten á los principiantes, otras á los proficientes, y
¡Qué paz! ¡Qué seguridad! ¡Qué estado tan A cubierto de todos
otras á los perfectos. D e lo cual has de sacar que la diferencia
los enemigos! Y , ¿no deseas llegar á é l? ¿X osientes la necesidad
entre cuerdos y necios no está en que unos padecen tentaciones
que de él tienes í ¿ Piensas acaso que es imposible ? Dios no pro­
3* otros no. sino en que los primeros triunfan de ellas, 3' se for­
pone cosas imposibles, pero sí perfectas. A liéntate, pues; Jesús
tifican más en la v irtu d , enriqueciéndose de grandes m éritos, y
va delante ; millares de santos de todos estados, edades y condi­ los segundos sucumben miserablemente en ellas. Por lo cual no
ciones te han precedido por este camino. Form a, en vista de esto,
pienses que, si dejas de hacer lo que D ios te inspira, te v ea s
propósitos muy eficaces de abrazar el tercer grado de humildad;
libre de tentaciones; al contrario, tal vez entonces serán m ás
desea con viveza el no ser conocido y ser reputado por nada. Y recias y vehementes, y te verá s privado de los auxilios especia­
si sientes tu flaqueza, pide con humildad la gracia que necesitas, les que el Señor te hubiera concedido si hubieses seguido su ins­
y ruega por todo el mundo. piración. ¡Oh buen Jesús! P ues es vuestra voluntad que sufra
tentaciones, y o me ofrezco gustoso A padecerlas por vuestro
113.— PARÁBOLA DE LOS QUE EDIFICAN SOBRE ARENA Y LOS QUE am or; sólo os pido que no sea yo del número de los necios, aun­
sobre piedra. que éste sea infinito!, sino que, como verdadero sabio, obre con­
forme A la fe que me enseñáis, y salga con victoria de ellas. Y
P reludio I E ! que cree y obra la doctrina de Cristo es como ei cuerdo que edifica tú , cristiano, ¿ eres sabio ó necio? ¿ Obras con forme A tu le, ó de nn
sobre piedra, cuyo edificio no es batido por las lluvias, vientos ni ríos; e! que la cree y modo opuesto A ella? ¿Q ué tentaciones permite el Señor que pa­
no la obra , es como el que edifica sobre arena, siendo derribada su casa. dezcas? ¿Cómo te portas en ellas?
Preluoio 2.° Represéntate á jesús proponiendo esta parábola. P a n t o ¡t.° Cómo se cae la casa de ios necios. -Considera
P reludio Pide con fervor una fe muy viva, esto es, acompañada de las obras.
cómo la casa ó la conciencia de los necios se cae por estar funda­
da sobre arena. En esto está su necedad más calificada; edificar
P a n t o l.° Necedad de los que creen y no obran según su sobre tan flaco cimiento una casa que saben que ha de ser tan
f e , y cordura de los con tra rios— Considera cómo Jesucristo en combatida. Y la edifican sobre arena, porque fundan su vida en
esta parábola 1 presupone que entre los que oyen su doctrina y la sola fe, contentándose con creer lo que Dios dice, sin propósito
cree n , unos hay sabios que la ponen por o b ra, y otros hay necios de cumplirlo, ó en un propósito muy flaco y mudable; ó porque la
que se contentan con creerla sin obrarla. Con razón los llama con fundan en la fe mezclada con la tierra movediza de sus aficiones
este nom bre, p orqu e. así como no hay m ayor sabiduría y discre­ ó de las cosas terrenas, como son hacienda , honra ó regalo; y
ción que creyendo obrar según la fe que se tiene, así no hay ma­ com o la arena no es buena para cim iento, por tener sus partes
yor y más perjudicial necedad y locura que creer lo que dice desunidas, así no lo es el corazón dividido en varias aficiones
Cristo y hacer lo contrario. Y ¡cuántos son, por desgracia, estos que no están unidas en D ios; finalmente, edifican sobre arena los ■
necios! Creen que hay infierno, y viven como si no le hubiera: que se fundan en su propia naturaleza, estribando en sus propias
creen que Dios está en todo lugar, y le ofenden como si no estu­ fuerzas y en la mutabilidad de su propia voluntad y de su p ro­
viera. Pondera luego la variedad de tentaciones con que es pio juicio y parecer. D e aquí procede que, como tales casas no

< M atth. , v il, 24 ; l u c . , v i, 48. > Ecclcs. , 1 , 1 5 .

25
384 S e r ie p r im e r a .— V i a ilu m in a tiv a .
Míd. 1 1 j . — Parábola de los que edifican sobre arena y piedra, 385
pedirse de la g lo r ia : el cielo no será para é l ; debajo sus pies el probada la vida de todos los hombres, figuradas por las lluvias,
infierno abre su espantosa boca para devorarle. No debes tú con­ vientos y r ío s , de que hace mención el Salvador; porque unas
tentarte con este primer grado, sino pasar al segundo, que, aun­ vienen de Dios, significadas por la lluvia que cae del cielo; otras
que perfecto, es obligatorio y , en cierto modo, necesario. Prefe­ del deunonio, príncipe de este aire tenebroso, representadas por
rir todas las persecuciones, desprecios, humillaciones, antes que los aires; otras de nuestra carne ú hombres carnales con quienes
consentir en un pecado v e n ia l; estar indiferente en orden á las conversamos, indicadas por los ríos. A dem ás, unas son de sen­
cosas del mundo, abrazando con igual sentimiento y afecto las sualidad y a v a r ic ia , figuradas por los ríos; otras de vanidad y cu­
dulces que las am argas, las agradables que las repugnantes: en riosidad. figuradas por los vientos; y otras de soberbia y ambi­
esto consiste el segundo grado de humildad. ¿Te encuentras en ción de dignidades y grandezas, figuradas por las lluvias. Por
él ? ¡ Ah! tSi lograses subir al te rce ro ! ¡ Si en igualdad de cir­ fin, como los ríos baten la casa por los cimientos, los vientos por
cunstancias prefirieses las deshonras, desprecios, humillaciones, los lados, y las lluvias por el tejado, así unas tentaciones se su­
á las honras, alabanzas y aplausos, y esto sólo por conformarte fren en los principios, otras en medio de las obras, y otras al
con Jesús , entonces podrías decir que has llegado al tercer cielo. fin: unas combaten á los principiantes, otras á los proficientes, 3r
¡Qué paz! ¡Qué seguridad! ¡Qué estado tan :i cubierto de todos otras á los perfectos. D e lo cual has de sacar que la diferencia
los enemigos! Y , ¿no deseas llegar á é l? ; No sientes la necesidad entre cuerdos y necios no está en que unos padecen tentaciones
que de él tienes? ¿ Piensas acaso que es im posible? Dios no pro­ y otros no, sino en que los primeros triunfan de ellas, y se for­
pone cosas imposibles, pero sí perfectas. A liéntate, p u e s; Jesús tifican más en la v irtu d , enriqueciéndose de grandes m éritos, y
va delante; millares de santos de todos estados, edades y condi­ los segundos sucumben miserablemente en ellas. Por lo cual no
ciones te han precedido por este camino. Form a, en vista de esto, pienses que, si dejas de hacer lo que Dios te inspira, te veas
propósitos muy eficaces de abrazar el tercer grado de humildad; libre de tentaciones; al contrario, tal vez entonces serán m ás
desea con viveza el no ser conocido y ser reputado por nada. Y recias 3' vehementes, y te verás privado de los auxilios especia­
si sientes tu flaqueza, pide con humildad la gracia que necesitas, les que el Señor te hubiera concedido si hubieses seguido su ins­
y ruega por todo el mundo. piración. ¡Oh buen Jesús! Pues es vuestra voluntad que sufra
tentaciones, yo me ofrezco gustoso á padecerlas por vuestro
113.— PARÁBOLA DE LOS QUE EDIFICAN SOBRE ARENA Y LOS QUE am or: sólo os pido que no sea y o del número de los n ecios, aun­
•obre piedra. que éste sea infinito ’ , sino que, como verdadero sabio, obre con­
forme' á la fe que me enseñáis, 3- salga con victoria de ellas. Y
P reludio i El que cree y obra la doctrina de Cristo es como el cuento que edifica tú , cristiano, ¿eres sabio ó necio? ¿ Obras con forme ú tu fe, ó de un
sobre piedra, cuyo edificio.no es batido por las lluvias. vientos ni ríos; el que la cree y modo opuesto á ella? ¿Q ué tentaciones permite el Señor que pa­
no la obra, es como el que edifica sobre arena, siendo derribada su casa. dezcas? ¿Cómo te portas en ellas?
Preludio 2.0 Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola. P a n t o 18.° Cómo se cae lu casa d e los necios. -Considera
P reludio 3.0 Pide con fervor una fe muy viva, esto es, acompañada d e las obras.
cóm o la casa ó la conciencia de los necios se cae por estar funda­
da sobre arena. En esto está su necedad más calificada; edificar
P a n t o l.° N e c e d a d d e la s q u e c r e e n y n o o b ra n s e g ú n s u sobre tan flaco cimiento una casa que saben que ha de ser tan
Cons\dera. cómo Jesucristo en
f e , y c o r d u r a d e lo s c o n tr a r io s . combatida. Y la edifican sobre arena, porque fundan su vida en
esta p a rá b o la 1 presupone que entre los que oyen su doctrina y la sola fe, contentándose con creer lo que Dios dice, sin propósito
creen , unos hay sabios que la ponen por o b ra, y otros hay necios d e cum plirlo, ó en un propósito muy flaco y mudable; ó porque la
que se contentan con creerla sin obrarla. Con razón los llama con fundan en la fe mezclada con la tierra m ovediza de sus aficiones
este nombre, porque, así como no hay m ayor sabiduría y discre­ ó de las cosas terrenas, como son hacienda, honra ó regalo; y
ción que creyendo obrar según la fe que se tiene, así no hay ma­ com o la arena no es buena para cim iento, por tener sus p aites
y o r y más perjudicial necedad 3' locura que creer lo que dice desunidas, asi no lo es el corazón dividido en varias aficiones
Cristo y hacer lo contrario. Y ¡cuántos son, por desgracia, estos que no están unidas en D ios; finalmente, edifican sobre arena los *
necios! Creen que hay infierno, y viven como si no le hubiera; que se fundan en su propia natu raleza, estribando en sus propias
creen que Dios está en todo lugar, 3’ le ofenden como si no estu­ fuerzas 3* en la mutabilidad de su propia voluntad y de su pro­
viera. Pondera luego la variedad de tentaciones con que es pio juicio 3' parecer. D e aquí procede que, como tales casas no

> M a t t h ., v il, 24 ; l u c . , vi, 48. « Eccles. , 1 , 1 5 .


2?
386 Serie prim era.— V ia ilum in ativa.
Med. 1 1 j . — Parábola de los que edifican sobre arena y piedra. 387
tienen bastante fuerza para sostener el peso, los que las han edi­
de D io s, haciendo caso omiso de todo interés propio. ¿Nos fun­
ficado son fácilmente vencidos de las tentaciones. Y como la es­
damos en la confianza en D ios y en la imitación de Jesús al segítir
tatua que vid D a n ie l1 , aunque tenia la cabeza de oro, el pecho la vida devota? ¿ ó nos m ueve á ello algún interés personal? ¡Oh
de plata, el vientre de bronce y las piernas de hierro; pero como
dulce Jesús! V os que, como Dios y hombre sapientísimo, fundas­
los pies eran parte de hierro y parte de barro, una sola chinita que teis vuestra Iglesia sobre piedra., con tanta firmeza que las potes­
dió en el barro la derribó to d a ; a s í, aunque tu vida sea muy le­ tades del infierno no podrán prevalecer contra ella ■ ; fundad so­
vantada y esclarecida con dones de sabiduría humana, con gran­ bre V os mismo el edificio de mi alm a, para que ni los ríos furio­
des dignidades, y aun con g ra cias de profecía y de hacer mila­ sos, ni los vientos fuertes, ni las lluvias tempestuosas, ni las
g ro s, si se funda en sola f e , m ezclada con arena de las cosas potestades del infierno prevalezcan contra ella, sino que en vues­
dichas, cualquier tentación la derribará. Y cuán grande sea la tra virtud persista fuerte hasta la vida eterna.
pérdida, puedes discurrirlo, reflexionando que se pierde la gra­ K p íla g * y c o lo q u io s . — ¡Oh insensatez inexcusable! C reer
cia y amistad de D io s , los dones del E spíritu Santo y virtudes lo que Jesús ha enseñado y obrar de un modo opuesto á tales cre­
que acompañan á la carid a d ; y á veces e l religioso m al fun­ encias, es la m ayor y más perniciosa lo cu ra, así como no h ay
dado pierde Ja vocación , y el cristiano viene á p e rd e r la fe , y sabiduría igual á la de aquellos que amoldan perfectamente sus
su caída causa gran estruendo, p o r el escándalo que ocasiona. acciones á las enseñanzas divinas que han abrazado. ¿Cómo te
| 0 h alma mía! Mira bien cómo fundadla casa de tu conciencia portas tú? ¿Disienten tus obras de tus creencias? ¿Está en pugna
para que no se c a ig a ; no la fundes en am or de cosa movediza, lo que haces con lo que enseñas ? Si así fuese, tu vida se apoya­
porque te m overás con e lla ; no estribes en tu prudencia 2, ni en ría en un fundamento excesivam ente débil, que no podría resis­
tu propio juicio y consejo, porque te despeñarás tras é l ; no te tir á los combates que de continuo has de sufrir. M ira las tenta­
fundes en sola fe, aunque hagas m ilagros, porque el día de la ciones que te asaltan por todos lados, en todos tiempos y contra
cuenta te dirá Cristo que no te c o n o c e ; ni se divida tu corazón todas las virtudes. ¿Qué será de ti, si no estás debidamente arrai­
como aren a, porque m orirás m uerte eterna. ¿Fundas en alguna gado en la virtud y caridad, en la religión ó en la fe? ¡Qué ruina
de estas cosas tu vida espiritual ? tan espantosa! Perderás los m ayores bienes que el hombre puede
F n n to 3,° La casa del sabio resiste á todos los embates poseer en este mundo, porque son los que pueden hacerle eter­
por estar bien fu n d a d a . —C onsidera cómo la casa ó concien­ namente feliz en el otro. ¿Pues cuál es el fundamento flaco y
cia de los cuerdos no se c a e , p or e sta r fundada en piedra ó peña arenoso que acarrea tal ruina, y cuál es el fuerte y robusto que
viv a ; esto es, en fe viva, junto con la c a rid a d , en la cual tiene sostiene el edificio espiritual, á pesar de todos los enemigos? Si
unidas todas sus aficiones y a rraigad as todas sus pretensiones. fundas en sola fe sin la caridad; si te m ueves á servir á D ios por
A dem ás, se fundan en la m ortificación y abnegación de si mis­ respetos humanos ó por propio interés, tu fundamento es are­
mos , de su carn e, de su amor propio y propia voluntad y propio noso ; pero si te apoyas en la fe v iv a , en el deseo de imitar á Je­
ju ic io , como quien cava para sa c a r del corazón todo lo terreno y sucristo, en la abnegación y mortificación propia, tu fundamento
m ovedizo, hasta lleg ar al conocimiento de su nada, sobre la cual es de peña viva. Piensa, pues, lo que te importa hacer. ¿Por qué
la misma tierra está fundada, con tanta firm eza, que no se mo­ sirves á D ios, siguiendo el camino de la virtu d ?¿Q u é preten­
verá jamás. Y , finalmente, se fundan en un propósito firme y es­ diste al abrazar el estado religioso? ¿Qué te m ueve á perseverar
table de hacer lo que Dios m an da, no estribando en sus fuerzas, en él? ¿Cómo resistes los combates de tus enemigos? ¡Cuántos
sino en la divina gracia y en la virtu d de Jesucristo, que es la han sucumbido por no estar bien cimentados! V ig ila , no seas tú
piedra v iv a y fundamento segu ro de toda -santidad, por el cual de ellos. P ara preservarte de tal ruina, haz eficaces propósitos
se atreven á decir con san P ab lo 5 : «¿Quién me apartará de la de obrar siempre por la f e , prescindiendo de todo respeto humano
caridad de Cristo? ¿Por ventura la tribulación, ó an gustia, ó el y motivo b a jo , y pide esta gracia para ti y para todos tus pró­
cuchillo? Cierto estoy que ninguna cosa me podrá apartar de la jimos.
caridad de D ios, que está fundada y arraigada en Cristo Jesús».
V u e lve sobre ti los ojos, y m ira cuál es el m otivo y fundamento ■ Matth., x vi, i$.
de la vida espiritual y religiosa q u e has emprendido. Si quieres
asegurarte, debes apoyarte en la fe v iv a y eficaz, en tu mortifica­
ción y abnegación propia, en un deseo de cum plir la voluntad

* Dan., 11, 32. — » Prov., til, 5 . - 3 Rcm., vtu, 35.


Serie prim era.— V ia ilum inativa. Med. r 14 . — Parábola del sembrador. 58 9

no deseas esta semilla que podría m ejorarte, cómo no la pides,


114.— PARÁBOLA DEL SEMBRADOR. ni suspiras por ella, ni la solicitas con eficacia?
P u n t o ¡é.° Tres cuartas partes d e la sem illa se perdie­
P reludio i .« Sillo «I sembrador á sembrar su semilla, y de cuatro partes las tres se ron.— Considera cómo una parte dé la sem illa cayó cerca del ca­
perdieron., y sólo una dió fruto. mino, y fué pisada de los pasajeros, y las aves del cielo vinieron
P reludio 2.0 Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola. y la comieron. En lo cual se ve que cuando la sem illa cae en
P reludio 3.» pide que fructifique en ti la semilla de la divina palabra ó inspiración. corazones du ros, que son como camino hollado y pisado, no
fructifica, porque sólo la oyen superficialmente, y no la penetran
P u n t o 1 ,° Q uién es el sem brador, cuál la sem illa y la tie­ ni abrazan, dando entrada á toda clase de pensamientos terrenos
rra en que se siem bra.— Considera aquí en particular las cir­ que la pisan j huellan; y entretanto los demonios, con suma
cunstancias de esta parábola '. L a semilla es la palabra de Dios, ligereza, vienen á robársela y quitársela de la memoria y del
así la e x te r io r , que entra por el oído del cu e rp o , como la corazón. ¡A y del cor.izón duro, que lo pasará mal en el día pos­
interior, que suena dentro dél alm a, que es la divina inspira­ trero ■ ! Otra parte de la semilla cayó en tierra pedregosa y de
ción, de la cual principalmente nacen los frutos que produce poca hondura, y así, aunque salió la semilla y creció , en sa­
nuestro corazón; porque ella da sentimiento de lo que se oye, y • liendo el sol se secó, por no estar arraigada y no tener humor.
es como la virtud seminal que está dentro del grano que se siem­ P o r tierra pedregosa y de poCa hondura se entienden aquellas
bra. El principal sembrador es D ios trino y uno, el cual siembra alm as que tienen un corazón blando y sienten gusto en las cosas
esta semilla, ó por los predicadores que se oyen, ó por los libros de D ios, por lo cual conciben fácilmente buenos deseos y princi­
que se leen, ó por los ejemplos que se ven , ó por sí mismo la pian á ejecutarlos; pero sobreviniendo las tentaciones y trabajos,
arroja de repente dentro de nuestro corazón. L a tierra en que se desfallecen y se cansan presto, por no estar arraigados en la hu­
siembra es el alma con sus potencias, sembrando en la memoria mildad y confianza en D io s, y carecer del humor ó ju g o de la
santos pensamientos y devotas imaginaciones, como recuerdo devoción substancial; son temporales y volubles, cambiando á
doloroso de los pecados, de las penas del infierno, d e lo sp re todo viento, y así en ellos no fructifica la semilla. L a otra parte
míos del cielo, de la brevedad de la vida y otros; en el entendi­ cayó éntre espinas, y creciendo éstas, ahogaron el fruto. T ales
miento, ilustraciones celestiales que esclarecen alguna verdad son las alm as que oyen la palabra de D ios; pero em bargadas con
de la fe, buenos consejos y rectos dictámenes de la conciencia, los cuidados de las riquezas, honras y gustos sensuales, ahogan
que indican lo bueno y lo malo; en la voluntad, santos deseos y el espíritu y no le dejan fructificar. D e modo que tres cosas apa­
aficiones, que brotan como chispas y producen el fuego del amor gan la divina inspiración y estorban el aprovecham iento: rique­
divino y diversos afectos santos, como temor de D ios, odio del za s, cuidados congojosos y deleites sensuales; y las tres en el
pecado, caridad con el prójimo y otros. L a causa que mueve al vocabulario de Cristo se llaman espinas. ¡Oh Maestro soberano!
Señor á sembrar esta semilla no es su propio interés, sino el in­ ¡Cuán diferentes son vuestros juicios de lo s del mundo! A lo que
terés y provecho de la misma alm a, porque esta semilla tiene la éste liama riquezas y deleites, Vos llam áis espinas y abrojos.
propiedad de m ejorar la tierra en que se siembra, aunque de ¡Oh divino sembrador! No sea y o tan ingrato que deje perder mi­
suyo sea m ala, estéril y desaprovechada; y para este fin la siem­ serablemente la semilla que sembráis en mi corazón.LÍbradme de
bra Dios, no por merecimientos que tenga la tierra , sino porque la dureza, inconstanciá y cuidados excesivos, y dadme blandura
es bueno, generoso y amigo de hacer bien. Considerando todo para recibirla, firmeza para retenerla y desprendimiento de todas
esto , has de despertar en ti un vivo deseo de que el Señor siem­ las cosas para no impedir su desarrollo. ¿Qué fruto produce en
bre en tu corazón tan preciosa sem illa, pidiéndolo con gran fer­ nosotros la divina sem illa ? ¿Hemos consentido en que se menos­
vor á la Santísim a Trinidad. ¡Oh Trinidad beatísima, P ad re, Hijo cabase, ó en que los demonios la arrebataran?
y Espíritu S a n to , por quien todas las cosas fueron hechas y se P u n t o S .° L a cuarta parte de la sem illa fru ctificó abun­
conservan, y lo s hombres han de llegar á su perfección! Sembrad dantem ente.— Considera cómo la cuarta parte de la semilla cayó
con abundancia en mi corazón la divina semilla de vuestras ins­ en buena tierra y llevó copioso fruto. T ierra buena son los que
piraciones, y hacedle dócil y sumiso á vuestra voluntad, para con corazón bueno 03’en y reciben la palabra de D io s , y la con­
que esta sem illa fructifique en gran manera y alegre al sem­ servan dentro de s í, y producen fruto de buenas obras con pa­
ciencia, unos de treinta, otros de sesenta y otros de ciento. D e
brador. ¡ Oh alm a! Siendo; como eres, tierra sin provecho, ¿cómo1
• Hedí., 111, 27.
1 Matth., xm , 3 ; Mure., iv , 3 ; Luc., n i , 5.
39 <> Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. //5.— Parábola de la ciza ñ o. 391
suerte que, como hay tres géneros de m alos que pierden la semi­ sembrador, sólo le has dado espinas y abrojos? ¿Qué harás en lo
lla , así hay tres géneros de buenos que fructifican con ella: unos sucesivo? ¿No recibirás con más agradecimiento la semilla de la
en estado de principiantes, con moderado p rovech o; otros en es­ divina inspiración, y no procurarás que dé en ti fruto de ciento?
tado de los que van aprovechando, con m ayor fruto, y otros en ¿No te esforzarás en hacer tus obras de tal manera, que las ins­
estado de perfectos, con grande excelencia; y todos con pacien­ piraciones divinas den todo el fruto que el amoroso sembrador
cia y longanimidad trabajan, esperando su galardón; y aunque espera? ¡Cuántas veces, lejos de hacer fructificar la divina se­
sean menos en número que los m alos, recompensan con su ga­ milla, te has quejado interiormente del Señor que la sembraba!
nancia las tres partes de la semilla perdida. Pondera cómo por No seas más ingrato; propón firmemente aprovechar los dones
estas tres clases de ganancias pueden también significarse los de D io s; )r si te sientes débil, acude al Señor, que te dará for­
distintos estados de la república cristiana, como dicen los San­ taleza y constancia; pídele por ti y por todos los que se han en­
tos, atribuyendo el fruto de treinta á los casados; el de sesenta comendado á tus oraciones.
á las viudas y vírgenes, y el de ciento á los m ártires ó á los
religiosos que profesan la vida contem plativa ó m ixta, enseñan­
do á otros el camino de la perfección que ellos siguen. Pero, ¡qué 115.-PARÁBOLA DE LA CIZAÜA.-PR1MERA PARTE.
confusión será la tuya si, hallándote en estado de ciento, tu
fruto no es más que de treinta! ¡ Y qué gloria dan al Señor P reludio i .« Habiendo un SeSor sembrado buena semilla en su campo, durmiendo los
aquellos que, teniendo estado de trein ta, su fruto es de ciento operarios. el enemigo sembró cizaña ; al aparecer ésta, preguntaron aquéllos al amo por qué
por la grandeza del fervor, que suple la imperfección del esta­ había cizaña . á lo que contestó: «El hombre enemigo lo hizo».
do! ¡Oh alma m ía! ¿ Qué fruto llevas tú? ¿Cómo te aprovechas P reludio 2.0 Represéntate á Jesús proponiendo y declarando esta parábola.
de los ejercicios espirituales y de los m edios de santificación de P reludio 3.® Pide vigilancia para no dejarte sorprender del enemigo.
que dispones? ¿Corresponden tus obras á la perfección del estado
que tienes? ¡Oh sembrador soberano! Gózom e de que haya tierras P u n t o 1.° Q uién es el que siem bra la buena sem illa y
tales en quien vuestra semilla descubra su virtud y lleve ciento q uién la cizaña.—Considera cómo el sembrador 1 que siembra la
por uno. Sea mi alma una de estas tierras afortunadas, que no se buena semilla es Cristo nuestro Señor, cuyo oficio es en el campo
contente con el fruto de treinta ó se se n ta , sino que aspire al de del mundo sembrar los hijos del re in o ; esto e s , los justos que
ciento, porque cuanto m ayor sea el fruto en esta vida, mayor han de ser herederos de su reino celestial, y se llaman sem illa
será la gloria en la otra. de C risto, porque son hijos suyos, de su generosa y celestial
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh Bondad infinita de nuestro casta, engendrados en él ser de la g ra c ia , en virtud de la se­
Dios! Por este solo atributo se m u eve este amoroso Padre á m illa de su divina inspiración que se sembró en sus corazones.
ejercer el oficio de sembrador. P a ra sí nada espera ni pretende; También son semilla de la cual nacen otros como ellos; porque
sólo el deseo del bien del hombre le induce á sem brar en su alma los p erfectos, á imitación de su M aestro, procuran engendrar
la preciosa semilla de sus inspiraciones, llenando de ella todas sus otros justos que sirvan á Dios como ellos le sirven. Pero el
potencias, y a por sí mismo, y a por su s predicadores ó por otros enemigo, que es el demonio, en medio de la buena sem illa sem­
medios, inesperados. Mas ¡oh necedad del hombre!, que deja bró cizaña, que son los m alos; porque como la cizaña cuando
que se pierda la m ayor cantidad de esta semilla. Unas veces su está en hierba es semejante al tr ig o ; pero después que crece,
corazón está duro, y ni siquiera lle g a á recibirla, no queriendo negrea y es perjudicial al trigo con quien se cría, y al hombre
oir ni entender la vo z de D ios p a ra seguir su propio antojo; que de ella se sustenta, puesto que enturbia la vista, provoca á
otras veces, aunque momentáneamente la reciba y comience á vómito y turba el sentido; así los malos parécense á los buenos
d esarro llarse. por su flojedád y p e re za se seca, y no puede pro­ en la naturaleza de hombres, y á veces en la fe y ceremonias ex­
ducir los frutos que de ella hubieran podido esperarse si el que teriores de cristianos5; pero de verdad son negros en el alma
la recibió hubiera sido constante en sus buenos propósitos: y por los pecados, tienen la vista interior m uy turbada con igno­
otras, en fin, esta divina sem illa v ie n e á ser como sofocada por la rancias y e rro re s , y á veces contra la f e , y otras contra las bue­
multitud de cuidados causados p o r el am or á los intereses, pla­ nas costum bres, causan escándalos y disensiones, y al fin provo­
ceres y honras mundanas. ¡Y que a s í se inutilice la gracia divina! can á D ios á que los vomite * y eche de sí. P or lo cu al, haciendo
¡ Que de esta m anera se m algaste un don que, para merecerlo, comparación de estas dos sem illas , m ira qué es lo que pj-efie-
el mismo Jesucristo ha dado la v id a ! ¿Has sido tú alguna vez
esta tierra ingrata, q u e , en v e z de d a r buenos frutos al divino > Matth., xni, 24. — * Vide Sjlmcr., t. 7 .— }Apoc., tu, tú.
392 Serie prim era.— P ia ilum inativa. M ed. 1 ¡ 5 .— Parábola de la ciza ñ a . - 593
res; ser sem illa de C ris to , que es tu amigo y busca tu salvación, en el m undo. — Preguntaron los criados al padre de familia por
ó ser semilla del dem onio, que es tu enemigo y quiere tu conde­ qué había cizaña en su cam po, á l o que contestó, que la había
nación. ¡ Oh Dios de mi alma! Semilla vuestra quiero ser, obede­ sembrado el enemigo. A cerca de esto has de considerar ante
ciendo á vuestra divina inspiración; no permitáis que obedezca á todo cómo es propio de los varones apostólicos, a l v e r la mu­
la sugestión de mi enemigo y vuestro, porque no sea cizaña de chedumbre de males y de errores que hay en el mundo, quedar
vuestra Iglesia, y os provoque á que rrte echéis de ella. ¡Oh pasmados y angustiados de esto, y acudir á Jesús, diciendo':
a lm a ! Mira si con tus exhortaciones y trabajos eres semilla de «Señor, ¿cómo habiendo V os sembrado en el mundo tan buena
Cristo, dándole otros hijos, ó, por el contrario, semilla del. dia­ semilla, está mezclada con tanta cizaña? ¿Cóm o entre los A pós­
blo con tus escándalos. ¿Cuáles son tus obras ? toles hay un Judas? ¿Cómo en el jardín de la'Iglesia, entre los
P u n t o S.° Cuándo sem b róla cizaña- el enemigo , y qué lirios 3 de los justos, hay espinas de pecadores, y en las casas
hizo después de haberla'sembrado. — Considera cómo el ene­ de religión, con el trigo de los perfectos, hay cizaña de inobser­
migo sembró la cizaña en el campo del padre de familias después vantes?» Esto dicen, no por curiosidad. ni quejándose de que
de sembrado el tr ig o , y mientras estaban durmiendo los sembra­ Jesús lo h aya permitido, sino doliéndose del mal con deseo de
dores; para significar que primero hubo buenos q uém alos, así remediarlo. Pondera luego la respuesta de C risto, que d ic e :« E l
entre los ángeles en el cielo, como entre los hombres en el pa­ hombre enemigo hizo esto». E n la cual apunta tres verdades im­
raíso; y generalmente, después que Cristo nuestro Señor siem­ portantes. L a prim era, que D ios nuestro Señor no es sem bra­
bra en su Iglesia la semilla de los justos, por medio del Bautismo dor de cizaña ni de m ala sem illa, sino solamente de la buena,
y Sacram entos, acude Satanás á sembrar ciza ñ a , procurando porque es suma bondad, y de la suma bondad no puede proceder
pervertirlos y convertirlos en neguilla. Y esto hace durmiendo cosa m ala, ni tentar ó inducir á ella. L a segunda, que el demonio
los hombres; esto es, de noche, de repente y cuando están más es el principal sembrador de cizaña, y de él nacen las tentacio­
descuidados, ó cuando aflojan y duermen el sueño de la pereza; nes , por la enemistad que tiene contra Dios y contra los hom-
ó cuando los encargados de vigilar por razón de su ministerio y • bres. L a tercera, que también los hombres, como dice santo
dignidad se duermen y descuidan la vigilancia que deben tener Tom ás, con su libre alb edrío, incitado de las pasiones de la
de sus encargados. ¡ Triste c o s íi es que vigile siempre el demonio carne, se hacen cizaña, siendo tentadores y ministros del demo­
para perder á los hombres, y se duerman los que tienen la mi­ nio; y quizá por esto dijo el Señor: «El hombre enemigo hizo
sión de salvarlos! Pondera cómo el enemigo, en sembrándola esto»; como si dijera: el hom bre, que es enemigo de su alma ? y
cizaña, se fu e , para significar que se esconde para no ser cono­ mío. sembró esta cizaña en el mundo y en sí mismo, siendo,
cido, como quien tira la piedra y esconde la mano; y unas veces con el consentimiento q u ed a á la tentación, la causa de este
se transfigura en amigo y'en ángel de luz para engañarnos; otras daño. ¿ Y no sientes tú, cristiano, alguna pena por la mucha c i­
veces se v a , dejando de tentarnos, para que nos aseguremos, y zaña que hay en el mundo y en ti mismo? ¿Has sido alguna vez
luego vu elve con m ayor rabia para derribarnos. De aquí es 1 que sembrador de ella, ayudando al demonio en este su oficio? ¡Oh
el trigo y la cizaña, por la semejanza que tienen entre s í , no se Sembrador justísimo! Y a que con suma bondad permitís en vues­
descubrieron hasta que llevaron fruto; para significar que muchas tra Iglesia la cizaña de. tantos m alos, y en mi alma la semilla de
veces buenos y malos son semejantes á los principios, porquelos tan fuertes tentaciones, concededme que no se convierta en mi
m alos toman hábito y figura de buenos, y los lobos se cubren con daño lo que Vos permitís para mi provecho. Mostrad conmigo la
piel de oveja *; pero al tiempo de llevar fruto se descubre quién grandeza de vuestra m isericordia, sacando de tantos males
es cada uno, y si son verdaderas ó aparentes sus virtudes, grande abundancia de bienes.
por las obras que hace. ¡Oh dulcísimo Jesús! No permitáis que K p ílo g ’o y c o lo q u io s . ¡Qué contraste entre la bondad,
y o , como los hipócritas, pretenda engañar, aparentando una vir­ misericordia y amor de Jesús al mundo, y la m alicia, crueldad
tud que aborrezca; sembrad más bien como buen sembrador en mi y odio del demonio! Jesús, deseando h a c e rla felicidad de un
corazón la semilla de la sinceridad, esforzándome en ser aquello mundo de quien no espera más que ingratitudes y desprecios,
que debo parecer para edificación de los prójimos. ¡ Oh cristia­ siembra en él su buena semilla, que son sus hijos y todos los jus­
no! Mira que tu enemigo no duerme: ¿dormirás tú el sueño de tos; y entretanto el demonio, sólo por odio, rabia y deseo de
la pereza? ¿ T e has dejado engañar alguna vez de tu enemigo? hundir á todos en los tormentos que él por su soberbia ha mere­
P u n t o 8.° A flicción de los ju sto s por ver la m ala sem illa cido, viene á sembrar la cizaña, esto es, los hombres malvados

< S. Chrisost.; S. Hier. —- * Mallh., vil, 15. 1 Matth., xui. 27 — 1 Cant., 11, 2. — ) Psílm. x , 6.
394 Sirte prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 1 1 6 .— Parábola de la cizaña. 595
llenos de vicios, imitadores de sn criminal padre los cuales, de le y ordinaria, no es posible. L a segunda c a u s a ' de tal indis­
introduciéndose hipócritamente entre lo s ju sto s, no pretenden creción , es porque quieren arrancar la cizaña-antes de tiempo
otra cosa que atormentarlos, afligirlos y perderlos eternamente y sin sazón. D e donde se sigue m ayor daño, porque quien hoy
Pero ¡cuánta astucia tiene, y de qué medios tan solapados se es cizaña, quizá mañana se convertirá en trigo, y sufriendo con
vale para salir con su intento 1 E spera que se descuiden ó se paciencia y larga esperanza a l m alo, viene con la blandura de
duerman los encargados de v ig ila r el cam po, y é l, que está en la corrección á ser bueno; y quien se apresura con demasía por
acecho, siembra entonces la cizaña, y se v a para no ser cono* ganar la perfección, suele quebrantar su salud, y perder lo que
cido. ¡Con cuánta razón quiere el Señor que vigilem os y oremos ha ganado. L a tercera causa es porque quieren arrancar la cizaña
para no caer en la tentación *, y para no admitir en nuestro es­ con peligro de arrancar también el trigo; y esto sucede cuando
píritu la cizaña que viene á echar ocultamente el enemigo! Mas imprudentemente se corrige ó castiga á los malos con daño de
oye las palabras de Jesús: «El hombre enemigo ha sembrado la los buenos, por los escándalos, turbaciones y guerras que de
cizaña». De modo que también el hom bre, enemigo de sí mismo, esto resultan; lo cual no es otra cosa que arrancar una cizaña
siembra la cizaña en su propio corazón. Nada alcanzaría el demo­ y sembrar otra mayor. L a cuarta es porque quieren arrancarla
nio con toda su astucia y poderío, si el hombre no condescendiese con espíritu de ira y venganza, llevados más de la indignación
«con sus solicitaciones. Mira, pues, si eres trigo de Cristo, pro­ que de la com pasión, como sucedió á los A póstoles Santiago y
duciendo otros hijos para el Señor con tus ejemplos y consejos, Juan ; , cuando los samaritanos no quisieron recibirlos, y por
ó cizaña de Satanás, pervirtiendo con tus escándalos á los que esto fueron reprendidos de su divino Maestro. Considerando todo
eran semilla divina. ¡T e has descuidado en la vigilancia que exi­ e sto , mira si tu celo es indiscreto, por el modo, tiem po, ocasión
g ía tu cargo ó ministerio? ¡A y de ti, si por tu descuido el demo­ ó fin que te propones, y pide al Señor que lo enderece. ¡Oh
nio logra arrebatar alguna alma que estaba á tu cargo 1 Mira, Maestro soberano! Comunicadme vuestro divino Espíritu, para
bien lo que debes hacer para cum plir con exactitud todos tus que, guiado por Él, no me exceda jam ás en el ejercicio del celo,
deberes; no sólo los que tienes para contigo, sino los que te ligan y de tal modo persiga y odie al p ecad o, que conserve siempre
con los prójimos; forma propósitos m uy firmes y particulares, y amor al pecador, en cuanto es criatura vuestra, capaz de goza­
ora con fervor para poderlos cum plir, y no olvides las demás ros en el cielo. ¡Oh alma fiel ¡Exam ina tu celo si es según ciencia.
obligaciones y necesidades. ¿ Guardas en él las circunstancias que quierc-el Señor ?
P u n t o S t.° E l P a d re de fa m ilia s no perm itió arrancar
116.— PARÁBOLA DE LA CIZAÑA.-SEGUNDA PARTE. la cizaña.—A qu í has de considerar la respuesta que dió el Padre
de familias á los criados, diciéndoles »: «No quiero que arran­
Preludio i .» Pidieron los operarios permiso al Padre de familias para arrancar la quéis ahora la cizaña, no suceda que juntamente arranquéis el
cizalla ¡ mas no se lo quiso dar, diciendo t¡ue en el tiempo de la alega Hería aeparada del trigo ». En lo cual has de adm irar la infinita caridad de Dios que
trigo, y arrojada al fuego. en ella resplandece ; porque con haber sido este soberano Señor
Preludio a.» Represéntate i Jesús proponiendo esta palabra. tan riguroso con los ángeles del cielo <, que al mismo punto
Prbludio J.° Pide á Oloa que tu celo sea siempre discreto y un saludable temor de la que sembró Lucifer la cizaña, arrancó al sembrador y á toda su
última siega. semilla, y la echó en el fuego del infierno, con los hombres no
quiere usar de este rig o r, sino esperarles mucho tiempo, dán­
P a u t o l.° Celo indiscreto d e los criados del P a d re de fa ­ doles lugar de penitencia, con deseo, no tanto de arran carla
m ilia s.—Indignados los criados del P adre de familias al ver cizaña, cuanto de convertirla en buena sem illa; porque la volun­
tanta cizaña en su campo, dirigiéronle una pregunta, diciendo»: tad de nuestro Dios no es la perdición de las almas sino su sal­
«¿Quieres que vayam os y la a y a n q u e m o s toda?» En esta pre­ vación; y aunque desea destruir los pecados, no querría destruir
gunta puedes considerar el celo q u e tienen los justos al ver tan­ los pecadores. Pero no menos resplandece la misericordia de
tos males en el m undo; cuyo c e lo en algunos es indiscreto y D ios en querer sufrir la cizaña, por el amor que tiene al trigo,
dem asiado, p o ru ñ a de cuatro ca u sa s: la prim era, porque con tolerando los malos por amor de los buenos, como se vió cuando
su fervor querrían arrancar de un go lp e toda la cizaña junta, y dijo á Abraham que si hubiese diez justos en Sodom a y Gomo-
quitar del mundo, ó de la Iglesia, ó de la religión, todos los ma­ rra, por éstos sufriría los pecadores que allí había, aunque esta-
los , y de sí mismos todos los v ic io s ó pasiones juntas; lo cual,
» S. Thom. — * Luc. , ix, 55. — 3 M atth., xiti, 29. — * II Petr., n, 4.
Joan., vin, 44. — » Mitth., xxvi, 41. — J Matth., xm, 28. 5 Canes., xviii, 24.
394 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 1 1 6 .— Parábola de la cizaña. 395
llenos de vicios, imitadores de su criminal padre los cuales, de ley ordinaria, no es posible. L a segunda causa ' de tal indis­
introduciéndose hipócritamente entre los ju sto s, no pretenden creción , es porque quieren arrancar la cizaña-antes de tiempo
otra cosa que atormentarlos, afligirlos y perderlos eternamente. y sin sazón. De donde se sigue m ayor daño, porque quien hoy
Pero ¡cuánta astucia tiene, y de qué medios tan solapados se es cizaña, quizá mañana se convertirá en trigo, y sufriendo con
vale para salir con su intento! E spera que se descuiden ó se paciencia y larga esperanza al m alo, viene con la blandura de
duerman los encargados de vig ila r el cam po, y é l, que está en la corrección á ser bueno; y quien se apresura con demasía por
acecho, siembra entonces la cizaña, y se v a para no ser cono­ ganar la perfección, suele quebrantar su salud, y perder lo que
cido. ¡Con cuánta razón quiere el Señor que vigilem os y oremos ha ganado. L a tercera causa es porque quieren arrancar la cizaña
para no caer en la tentación *, y para no admitir en nuestro es­ con peligro de arrancar también el trigo; y esto sucede cuando
píritu la cizaña que viene á echar ocultamente el enemigo! Mas imprudentemente se corrige ó castiga á los malos con daño de
oye las palabras de Jesús: «El hombre enemigo ha sembrado la los buenos, por los escándalos, turbaciones y guerras que de
cizañ a». De modo que también el hom bre, enemigo de sí mismo, esto resultan; lo cual no es otra cosa que arrancar una cizaña
siembra la cizaña en su propio corazón. Nada alcanzaría el demo­ y sembrar otra mayor. L a cuarta es porque quieren arrancarla
nio con toda su astucia y poderío, si el hombre no condescendiese con espíritu de ira y venganza, llevados más de la indignación
'Con sus solicitaciones. M ira, pues, si eres trigo de C risto , pro­ que de la com pasión, como sucedió á los Apóstoles Santiago y
duciendo otros hijos para el Señor con tus ejemplos y consejos, Ju an -, cuando los Samaritanos no quisieron recibirlos, y por
ó cizaña de Satanás, pervirtiendo con tus escándalos á los que esto fueron reprendidos de su divino Maestro. Considerando todo
eran semilla divina. ¿Te has descuidado en la vigilancia que exi­ e s to , mira si tu celo es indiscreto, por el modo, tiempo, ocasión
g ía tu cargo ó ministerio? ¡A y de ti, si por tu descuido el demo­ ó fin que te propones, y pide al Señor que lo enderece. ¡Oh
nio logra arrebatar alguna alma que estaba á tu cargo! Mira, Maestro soberano! Comunicadme vuestro divino Espíritu, para
bien lo que debes hacer para cum plir con exactitud todos tus que, guiado por Él, no me exceda jam ás en el ejercicio del celo,
deberes; no sólo los que tienes para contigo, sino los que te ligan y de tal modo persiga y odie al p ecad o , que conserve siempre
con los prójimos; forma propósitos m uy firmes y particulares, y amor al p ecador, en cuanto es criatura vuestra, capaz de goza­
ora con fervor para poderlos cum plir, y no olvides las demás ros en el cielo. ¡ Oh alma fiel! Exam ina tu celo si es según ciencia.
obligaciones y necesidades. ¿Guardas en él las circunstancias que q u iereel Señor ?
P a n t o ¡®.° E l P a d re de fa m ilia s no perm itió arrancar
116.— PARÁBOLA DE LA CIZAÑA.— SEGUNDA PARTE. la c iz a ñ a — A qu í has de considerar la respuesta que dió el Padre
de familias á los criados, diciéndoles »: «No quiero que arran­
P reludio i .» Pidieron los operarios permiso al Padre de familias para arrancar la
quéis ahora la cizaña, no suceda que juntamente arranquéis el
cizaña ; mas no se lo quiso dar, diciendo tjue en el tiempo de la siega seria separada del trigo». En lo cual has de admirar la infinita caridad de D ios que
trigo, y arrojada al fuego. en ella resplandece ; porque con haber sido este soberano Señor
Preludio 2.° Represéntate i Jesús proponiendo esta palabra. tan riguroso con los ángeles del cielo que al mismo punto
P reludio 3.« Pide á Dios que tu celo sea siempre discreto y un saludable temor de la que sembró Lucifer la cizaña, arrancó al sembrador y á toda su
última siega. semilla, y la echó en el fuego del infierno, con los hombres no
quiere usar de este rigo r, sino esperarles mucho tiempo, dán­
P a n t o l.° Celo indiscreto d e los criados del P a d re de fa ­ doles lugar de penitencia, con d eseo, no tanto de arrancar la
m ilias.— Indignados los criados del Padre de familias al ver cizaña, cuanto de convertirla en buena sem illa; porque la volun­
tanta cizaña en su campo, dirigiéronle una pregunta, diciendo’: tad de nuestro Dios no es la perdición de las almas sino su sal­
«¿Quieres que vayam os y la arranquem os toda?» En esta pre­ vación; y aunque desea destruir los pecados, no querría destruir
gunta puedes considerar el celo q u e tienen los justos al ver tan­ los pecadores. Pero no menos resplandece la misericordia de
tos males en el mundo ;* cuyo celo en algunos es indiscreto y D iosen querer sufrir la cizaña, por el amor que tiene al trigo,
dem asiado, p o ru ñ a de cuatro c a u s a s : la prim era, porque con tolerando los malos por amor de los buenos. como se vió cuando
su fervor querrían arrancar de un g o lp e toda la cizaña junta, y dijo á Abraham que si hubiese diez justos en Sodom a y Gomo-
quitar del mundo, ó de 1% Iglesia, ó de la religión, todos los ma­ rra, por éstos sufriría los pecadores que allí había, aunque esta-
lo s, y de sí mismos todos los v ic io s ó pasiones juntas; lo cual,
1 S. Thom. — » Luc. , ix . 55. — } Matth., xm, 29. — « II Petr., n, 4.
> Joan., vtll, 44. — » Matth., xxvi , 4 1 . — j M itth., xm, 28. * Cenes., xviu, 24.
596 Serie primera.— Via iluminativa
Med. 1 1 5 . — Parábola de la cizaña. 397
ban cargados de innumerables pecados; y cuando quiso castigar­ atados cruelmente con los que fueron compañeros de sus crí*
los r primero sacó á Loth ', poniendo á salvo el trigo, antes de menes. para que mutuamente se despedacen y atormenten; y,
arrancar la cizaña; lo cual es de grande consuelo para los bue­ por último, arrojados al fuego tenebroso del infierno.¡Oh desven­
nos, pues pueden tener seguridad de que no leí? vendrá daño de turada cizaña! Tú te complaces en sembrar discordias en el mun­
parte del Señor por estar con los malos. Con todo, debes adver­ do entre los buenos; mas en el infierno padecerás discordia eter­
tir que con esto no prohibe absolutamente el Señor arrancar la na con los mismos malos. ¡ Oh Dios infinito! Libradm e de ser
cizaña, cuando se puede sin perjuicio del trigo, como lo hace la cizaña, cometiendo tales culpas, porque no caiga en tan horri­
Iglesia castigando á algunos pecadores, para escarmiento de bles penas. ¡Oh alma mía! Medita el último paradero de la ciza­
unos, para preservar del peligro á otros, y para que los buenos ña, y teme el serlo. ¿Ves esas ataduras?¿No te espanta tal com­
puedan tener una vida quieta. ¡Oh Salvador dulcísimo! Gracias p a ñ í a ? ; ^ te horroriza el lugar? ¿Qué debes hacer para librarte
os doy por la compasión que tenéis de los que son cizaña, y de de todo esto?
la misericordia que usáis con los que son trigo. ¡Ojalá que, admi­ E p ílo g o y c o l o q u i o s . ¡Con cuánta razón nos advierte el
rados los malos de vuestra bondad en sufrirlos, se arrepintiesen Espíritu Santo ' que no creamos á todo espíritu! No todos los pen­
de sus pecados y se convirtiesen en trigo ; y que los buenos per­ samientos y deseos qoe parecen buenos proceden de Dios. Bueno
severen con vuestra gracia, hasta ser trasplantados en los cam­ parecía el celo de los criados que, admirados é indignados al ver
pos d éla gloria! ¡Oh alma religiosa! Esta bondad y misericordia tanta cizaña en el campo de su amo, querían arrancarla al ins­
del Señor con todos, ¿no enciende en ti la confianza? ¿No aviva tante. Con todo, era indiscreto, como lo prueba la negativa que
tu caridad? de este recibieron. Quizá porque la querían arrancar antes de
P u n t o 3.° Última sentencia del P adrb de fa m ilia s contra tiempo; tal vez porque lo querían hacer por espíritu de venganza,
la cizañ a .— Considera en este punto cómo, prosiguiendo el. Pa­ ó porque había peligro de arrancar con ella el buen trigo. ¡Cuán­
dre de familias la respuesta, dijo que en el día de la siega gene­ tas veces los arrebatos que tú sientes, y piensas ser inspirados por
ral, ó fin del mundo, mandaría atar toda la cizaña en haces para el celo, serán reprobados en el acatamiento divino, y quizá cas­
arrojarla al fuego, y colocaría el trigo en sus graneros. En lo tigado tú por causa de ellos! Adm ira la misericordia y justicia de
cual puedes ponderar primeramente cómo es cierto que hasta el Dios. L a misericordia en consentir que vivan los m alos, pudién­
fin del mundo habrá trigo y cizaña, buenos y malos mezclados doles quitar con tanta facilidad la vida, y a por esperar á que se
entre sí. Porque la divina Providencia nunca dejará de sembrar conviertan, dándoles tiempo y ocasión p ara ello , y a para no in­
buena semilla en su Iglesia y en las religiones, por más que el cluir en el castigo de ellos á algunos justos, con los cuales aqué­
demonio procure sembrar cizaña; y así. no debes desmayar llos están unidos con algunos lazos. ¡Oh qué Padre tan amante es
viendo muchos malos, creyendo que hay pocos buenos; porque nuestro buen D ios, que para no contristar á su hijo d ó c il. contie­
tal vez hay muchos que tú no conoces y Dios los tiene, conocidos, ne temporalmente su indignación, y no descarga el golpe contra
y se precia de ellos. Pondera luego cómo el tiempo que hay antes el rebelde! Su justicia se echa de v e r en la postrera sentencia que
de la Siega, el trigo y la cizaña se van multiplicando y creciendo; se ejecutará en la siega universal. Entonces la cizaña de los
porque, así los muy buenos como los muy malos, crecen en el malos será separada del trigo. ¡Oh separación dolorosa! Será
tiempo de su vida, unos en santidad y otros en maldad, conforme atada en haces. ¡Oh ligadura y unión espantosa! Y será echada
á lo que se lee en el Apocalipsis s : «El que daña, dañe más; el en el infierno. ¡Oh horrible tormento! ¿No le temes tú? Si cuando
manchado, mánchese m á s; el justo, justifiqúese m ás, y el santo, eras cizaña con tus escándalos hubiese Dios enviado á sus se­
santifíquese más». Pero con la inmensa diferencia que, en cuan­ gadores, ¿qué hubiera sido de ti? Medítalo bien, y piensa lo que
to al trigo, Cristo desea que crezca y se multiplique, y ayuda debes resolver para no ponerte nuevamente en tan temible peli­
para e llo ; pero de la cizaña sólo es permisión dejarla crecer, y gro. Pide con fervor la divina gracia para ti y para todo el mundo.
que va y a de mal en peor hasta la siega; la cual se hará ál fin del
. mundo para todos, y se hace al fin de la vida de cada uno. Re­ 1 1Jo»n., iv, 1.
flexiona, últimamente, la suerte fatal de los malos, representados
por la cizaña, en aquel espantoso día de la siega. Serán cogidos
por los segadores, que son los ángeles 5, sin que puedan resistir;
atados en haces, siendo privados de toda libertad, y unidos y

• Genes. , xix , 15, 17. — ¡ Apee., xxu, 11. — j Apoc., xiv. 1j.
398 Serie prim era.— P ia ilum inativa. M ed. 1 1 7 .— Parábola del grano de m ostaza. 399
grano de mostaza? ¿Procuramos imitar la humildad y pequeñez
«17.— PARÁBOLA DEL GRANO DE MOSTAZA. de nuestro Salvador?
P a n t o 2 .° Crecim iento y grand eza d el grano de m ostaza
P reludio i .° El reino de los cielos es como el grano de mostaza, quet siendo la menor y de las cosas que representa.—En este punto has de considerar
de las semillas, crece como grande árbol, y vienen las aves del cielo á descansar en sus ramas. cómo el grano de m ostaza, sembrado en la tierra, echa profundas
P r el u d io 2.® Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola. raíces, y lu eg o , naciendo vigoroso, crece con rapidez, y extiende
Preludio Pide la gracia de ser pequeño por lahumildad y grande en las obras* tanto sus ram as, que se hace grande árbol. D e este mismo modo
Jesucristo, habiéndose humillado y hecho hombre por nosotros,
P a u t o l . ° E l grano de m o sta za representa á Jesucristo, quiso,com o grano de m ostaza, ser sembrado en la tierra y m orir
a l alm a ju s ta y d la s virtudes cr istia n a s.—Considera, cómo en en ella '; porque la vida que vivió siempre filé acompañada de
el grano de mostaza de la parábola 1 se representa primeramente grandes mortificaciones; y después en un huerto padeció ansias
al mismo Jesucristo, R ey supremo d e los cielos; porque así como m ortales, y en un campo fué muerto con terribles tormentos, y
el grano de mostaza en lo exterior e s pequeflito, vil en la aparien­ en otro-huerto sepultado y puesto debajo de tierra. D e esta ma­
cia , sin color ni olor apacible, pero gran d e en la virtud encendida nera echó sus raíces hasta el limbo, de donde sacó las ánimas de
que tiene, la cual se descubre cuan d o es molido ó comido, así los santos padres, y resucitó glorioso á nueva vid a , y vino á cre­
Jesucristo, en cuanto hombre, fué en lo exterior tan pequeño y cer y subir á tanta honra y grandeza, que quien poco antes fué
despreciado, que dijo de si por un p ro feta 2: «Gusano soy y no tenido por el mínimo de los hombres, llegó á ser adorado como
hom bre, oprobio de los hombres y desecho del pueblo»; pero en cabeza y Señor Supremo de los hombres y ángeles hincando
lo interior y en cuanto á la divinidad, fué de una virtud infinita, la todos la rodil la á su nom bfe, y cumpliéndose lo dicho por Isa ía s»:
cual descubrió sobre todo al ser m olido y atormentado en su Pa­ «Que el pimpollo del Señor crecería con gran magnificencia, y su
sión. Mucho mejor puede decirse q u e es como un granito de mos­ fruto sería muy sublim e», porque engendró innumerables hijos
taza en el divino Sacramento del a lta r, porque a llí, bajo una apa­ espirituales, semejantes á sí en la virtud y santidad. L o mismo
riencia pequeñísima y la más d e s p r e c ia d a , esconde admirable­ puedes ponderar en todos los verdaderos discípulos de Jesús, los
mente la virtud de todo un D ios. Pondera cómo el grano de c u a le s, á imitación de su divino M aestro, por el mismo camino
mostaza representa también á to d o s los justos, ciudadanos de la vinieron á crecer y hacerse grandes árboles. A s í pasó á los A pós­
Iglesia y discípulos de Cristo, lo s cu a le s, á su imitación, son pe­ toles, que, trayendo siempre consigo la mortificación de Jesú s4,
queños y menospreciados á los o jo s de los hombres; pero en lo y siendo por E l mortificados todo el día y tratados como ovejas
interior son de gran virtud y e fic a c ia , por la grandeza de la cari­ del m atadero, vinieron á ser príncipes de la Iglesia, y á dilatar
dad y fervor de espíritu, descubriéndolo m ás cuando son perse- ¿ la fe por todo el m ondo; asi pasó á los m ártires y confesores y á
guidos y m altratados, como lo fu é su Capitán. Finalmente: el todos los santos, y en general.á los que quieren viv ir piadosa­
grano de mostaza representa ta m b ié n las virtudes con que se mente en Cristo Jesús », los cuales han de ser como granos de
gana el reino de los cielos, las c u a le s en la apariencia son pe- j, mostaza, creciendo y prosperando por medio de la mortificación.
queñas, pero en el valor y fruto s o n eficacísimas. L a fe parece | Pondera también el crecimiento admirable de las virtu d es, que
en lo exterior cosa poca y propia d e gente ignorante y apocada; | son como granos de m ostaza; la fe crece hasta la vista de D ios;
la esperanza hasta la posesión de D ios, y la caridad hasta la unión
pero es de inmensa virtud p a ra a q u e l que con la meditación
con Dios; y así de las demás. ¡Oh dulcísim o Jesú s! Gózom e de la
muele y desmenuza los misterios su b lim e s que ella enseña; y así
grandeza que tenéis en premio de la bajeza que por mí tomasteis.
dice san Pablo } que Cristo cru cifica d o es escándalo para los
Concededme q u e , como los santos, vuestros discípulos. os imite
judíos y necedad para los g e n tile s , pero sabiduría y virtud de
en la humillación, y me haga digno de participar de vuestra
D ios para los fieles; y lo mismo p u e d e s ponderar de la humildad,
exaltación. ¿ Qué crecimientos hacemos nosotros en la virtud?
obediencia y demás virtudes c ris tia n a s. ¡Oh D ios omnipotente!
¿Rehusamos andar por el camino de las humillaciones que Jesús
Pues que para m uestra de vu estro p o d e r escogéis las cosas viles
siempre siguió?
p ara confundir 4 á las altas, y to m á is las flacas para destruir las
P u n t o 3 .° L a s aves d el cielo vienen á m orar en la s ra­
fuertes; concededme que de c o r a z ó n ame y abrace las cosas pe­
m as d el árbol de la mostaza.—Considera cómo el grano de mos-
queñas que V o s escogisteis, p a ra q u e sea digno de alcanzar las ;
grandes que en ellas encerrasteis. £ D eseam os nosotros se r como j
* Joan., xii, 24. — 2 Philip., 11, 10. — > Isai., nr, 2.
II Cor., iv, io ; Rom ., vin, 56. — * II Tin»., 111, 12.
> M atth.,xin,51. — * Psalm. xxi, 7. — í I C or., i , 23. — 4 !bíd., 1, 27.
400 Serie prim era.— V ia ilum inativa. I M ed. 1 / 8 .— Parábola del mercader que buscaba perlas. 401
taza dilata v extiende tanto sus ram as, que las aves del cielo, ¡ tó lozano, hermoso y glorioso, llegando su altura hasta lo más
como dicen los Evangelistas ', moran debajo de su sombra, y alto de los c ie lo s ; y en sus ram os, que son las obras excelentes »
hacen allí sus nidos y descansan en ellos. En esto se representa j que ejecutó y los diversos misterios de su vida, hallan reposo,
también A Cristo nuestro Señor, que echó de sí muchos ramos; | consuelo, alegría y defensa las almas puras y sencillas, como
conviene A saber: la doctrina del Evangelio que p red icó; la ley avecitas del cielo. Este grano de mostaza son también los justos
de la perfección con todos los consejos que prom ulgó; los Sacra- ; que han imitado á Jesús en la sencillez, humildad y abnegación,
. m entosy sacrificios que instituyó; los ejemplos m aravillosos que • los cuales son tanto más exaltados, cuanto m ayores fueron las
nos d ió ; los milagros y obras .insignes que hizo, con los demás humillaciones que toleraron; y ahora sus vidas son también ob­
misterios de su vida gloriosa, hasta su subida á la alteza que tie­ jeto de contemplación y motivo de consuelo para los que siguen
ne en los cielos. Y A estos ramos acuden las aves del cielo, no las sus pisadas. Es también grano de mostaza la virtud cristiana, el
águilas y aves muy grandes, que son figura de los soberbios, sino estado relig io so , y sobre todo el divino sacramento de la Euca­
las aves pequeñas, que son las almas justas y hum ildes, especial­ ristía. ¡Oh qué fuente de dulces contemplaciones y suaves afec­
mente las que dejan las cosas de la tierra , deseando con la con­ tos hay en todo esto ! Pues si nosotros somos avecillas del c ie lo .
templación conversar en el cielo, á cuya imitación te has de ¿ por qué no nos regalam os en la consideración quieta y sosegada
asentar con reposo á la sombra de estos ram o s, considerando la de tales cosas? ¿Será acaso porque, en vez de avecitas humildes,
dulzura de sus frutos., y gozándote de la protección y amparo somos como aves grandes y soberbias, y consideramos estas
que te viene por e llo s , diciendo con la Esposa 2: «Sentóme á la meditaciones como cosa inútil y de ningún provecho? En este
sombra del que deseaba. y su fruto es m uy dulce para mi gar­ caso, temblemos, porque el Señor no se revela á los orgullosos;
ganta». También has de hacer nido y morada en estos ramos, propongamos la enmienda, y pidamos la gracia que necesitamos.
meditando estos m isterios; unas veces lo has de hacer en el mis­
terio del p esebre; otras has de volar al árbol de la cruz, y otras
118.— PARÁBOLA DEL MERCADER QUE BUSCABA PERLAS.
al cielo empíreo, poniendo en Cristo toda tu confianza y amor.
A llí has de cantar cantares de alabanza y agradecim iento, y allí P reludio i .» Lo que pasa en el reino de los cielos es lo que hace un mercader que
has de descansar en las noches de las tribulaciones, y sustentarte ■ busca perlas, y hallando una preciosa, vende cuanto tiene y la compra.
con el grano y fruto delicado que hallares. ¡Oh quién me diese ■ Prsiudio 2.» Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
alas de ave para volar A este divino Arbol.! ¡Oh Á rbol altísimo í Preludio 3.0 Pide la gracia de ser buen mercader, desprendiéndote, si es necesario,
y soberanísimo! Por más alto que subáis, puedo yo volar y subir > de toda* las cosas para alcanzar á Dios y su gracia.
A Vos con las alas de la contetnplación que V os me diereis. Le- ¡
vantadme, Señor, sobre mí mismo y sobre todo lo cria d o , para j P u n t o l .° Quién es el m ercader y qué son estas perlas.—
que descanse en V o s , mi Criador, por todos los siglos. ¡Oh alma! Considera cómo todos los hombres que viven en el mundo son
£$o gustas tú de reposar como ave en los ramos de este árbol de j mercaderes que buscan p erlas, porque todos buscan' lo que es
v id a ? ; No quieres meditar los misterios de la v id a , Pasión y re- i bueno y precioso, aunque en diferente manera. Unos buscan per­
surrección del Señor? [ las de bienes tem porales, riquezas, dignidades y las cosas que
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Con qué sencillez y claridad nos el mundo tiene por preciosas; otros buscan perlas de ciencias y
revela Jesucristo las propiedades del reino de los cielos! Es artes humanas, por sólo saber, ó por sus honras é intereses;
semejante á un grano de mostaza, la menor de todas las semi­ otros buscan perlas de virtudes morales y políticas, para vivir
llas, pero que, después de sembrada, va creciendo con tal lozanía como hombres de razón en su república ó comunidad. Mas el
,y vigor, que viene á hacerse el m ayor de Jos arbustos, tanto que verdadero cristiano no se ha de ocupar en buscar cosas tan ba­
las aves del ciclo vienen á posarse en sus ra m a s, y á fabricar en g ja s y apocadas, sino que, acordándose de la nobleza de su linaje
ellas su n ido, regalándose en su sombra. Este grano de mostaza y d e la generosidad de su Padre, ha de poner su corazón en co­
representa á Jesús mismo, pequeño y vil en la apariencia exterior; sas más altas, buscando las perlas de las verdades y virtudes
pero rico de virtud y eficacia en lo interior de su alm a y divini­ celestiales y divinas, las cuales son á boca llena buenas y pre­
ciosas, y hacen al que las posee bueno y precioso á los ojos de
dad. É l, por nuestro am or, bajó á la tie rra , y, muerto entre horri- *
Dios. D e aquí e s , q u e, si tú quieres ser buen m ercader y tratan­
bles torturas, pisado y estrujado como uva en el la g a r , fué ente- i
te, no has de gastar el tiempo buscando riquezas, las cuales,
rra d o ; y echando hasta el seno de Abraham sus ra íc e s, se levan- |
1 según el Señor, en vez de perlas que adornan, son espinas que
punzan; ni has de poner todo tu conato en buscar las ciencias
' M aro., iv , 3 2 ; L u c., x m , 1 9 ; M a tth ., 2111, 32. — 3 C an t., 11, 3.
26
402 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed . 1 1 8 .— P a rá b ola d el m ercader que buscaba p erla s. ' 403
humanas, que hinchan : y envanecen, y son cebo de la vanidad;
ni tampoco las virtudes p olíticas, que sólo son aparentes, ni á tantos peligros por haberlas, ¿cuánta m ás razón es que tú seas
m erecen aplauso más que de los hombres, porque Sólo brillan solícito por estas perlas del cielo, pidiéndolas con oraciones,
en lo exterior. T u empleo ha de ser buscar las perlas de las vir­ buscándolas con meditaciones y d eseo s, obedeciendo á lo que
tudes sobrenaturales. como son la g ra cia, caridad, paciencia, D ios manda para hallarlas? ¡Oh Salvador mío! Hacedme nego­
obediencia y otras semejantes, con las cuales serás bueno y san­ ciador diligente y codicioso, para que busque la perla de la divi­
to, y m erecerás entrar en el cielo. P ero , sobre todo, has de bus­ na Sabiduría con la diligencia que los hombres buscan el tesoro
y allegan el dinero, pues prometéis que la hallaré si de esta
car á Jesucristo, verdadero D io s y hombre, perla oriental pre­
manera la b a s c a r e ¿ D e qué medios nos valem os para buscar
ciosísima, que, como rocío, b a jó del cielo, y en las entrañas de
las perlas divinas que el Señor nos ofrecé? ¿ Cómo practicamos
la V irg en se hizo hombre p a ra honra y adorno de los hombres;
tales medios?
Él es la perla por excelencia buena, de quien procede toda' bon­
P u n t o 3.° Qué hace el m ercader hallando una perla.—
dad, la cual has de p rocu rarte, para poseerla y tenerla siempre
Hallada una perla preciosa, el m ercader vendió cuanto tenía y la
contigo y enriquecerte con lo s tesoros de sus gracias y virtu­
compró. A cerca de lo cual has de considerar cómo esta perla
des, siendo uno de aquellos que dijo D a v id »: «Esta es la gene­
preciosa hallada por el m ercader se llama una, porque Jesu­
ración de los que buscan al S e ñ o r , de los que buscan al Dios
cristo es uno, D ios y hombre verdadero; y aunque las virtudes,
de Jacob». ¡Oh Salvador del inundo, negociador de p erlas, en
que también se llaman y son riquísimas perlas, son m uchas,
cuanto bajasteis del mundo á b u sc a rla s alm as, y perla precio­
todas, sin em bargo, están unidas y trabadas, como si fuesen
sísima, á quien todos los negociadores hemos de buscar para
una, con la caridad, que es vinculo y atadura de perfección *; y
enriquecernos! Pues vinisteis á la tierra para manifestarnos las
ella es la que une al hombre con Dios y con C risto, y con todos
perlas buenas y preciosas de la s verdades y virtudes celestiales,
los prójimos, y los hace entre sí unos, como si tuviesen un ánima
descubrídmelas para que las busque, pretendiendo por ellas, no
y un corazón >; así como entre las conchas del m ar, donde están
mi gusto, sino agradaros y poseeros eternamente. ¿Somos nos­
las perlas, hay una como capitana á quien siguen las dem ás, y
otros también mercaderes de perlas? ¿Cuáles son estas perlas
cogida é s ta , es fácil coger las otras, así la caridad es la capitana
por las cuales nos afanamos y sacrificam os?
de las virtu d es, y quien la alcanza, con ella las halla todas; por­
P u n t o 2 .° Modo cómo se h a n de buscar la s buenas perlas.
que, como dice el Apóstol •»: « La caridad todo lo cree, espera y
— Considera aquí de qué m odo has de buscar estas buenas per­ su fre, y en todas las cosas obedece». Pondera luego cómo ha­
las, pues que el Señor quiere que las busques y te ocupes en lla r esta perla es descubrirla con la lnz de la fe , y v e r su exce­
esto. L o prim ero, se buscan co n la oración, pidiendo al Señor lencia y hermosura, y gozar su dulzura y suavidad, la cual es
que nos las descubra, no cesando de importunarle para ello; tan grand e, que arrebata el corazón del que la halla; el cual
pues Él dijo i; «Pedid y r e c ib ir é is ; buscad y hallaréis; llamad y luego vende y da de mano con todas las cosas que le estorban el
abriros han». Lo segundó, d eb es buscarlas con meditación del poseerla con entereza, y echa de sí todos los amores y aficiones
entendimiento prevenido y ayu dado de la divina ilustración, ca­ terrenas contrarias á e lla , por comprarla y conservarla dentro
vando y ahondando en las verd a d es y misterios de la íe, yen de s í, y aun todo lo que da le parece poco, según aquello de los
las excelencias de las v ir tu d e s , hasta hallar la inteligencia y Cantares >: «Si diere el hombre toda su hacienda por la caridad,
estima de ellas. Lo tercero, h a s de buscarlas con deseos y afec­ estim arla ha como n a d a ». Todo lo cual debe m overte á entrar
tos de la voluntad, prevenida d e la divina inspiración, suspiran­ dentro de ti mismo, y con gran detenimiento exam inar, no sólo
do por estas p erlas, y aplicando tu libre albedrío á que quiera si buscas perlas y si son verdaderas las que buscas, sino también
buscarlas por los demás m edios que Dios ha dejado para hallar­ si estás resuelto á dar por ellas el precio que valen, que es la re­
las, cuales son : obras de penitencia, lección de buenos libros, nunciación de todas las cosas que p osees, á lo menos con el
frecuencia de Sacramentos, especialm ente el de la Eucaristía, afecto, mirando si hay en tu corazón algo de amor propio y de
que es como la concha dentro d e la cual está la preciosísima per­
aficiones terrenas, y proponiendo varonilmente mortificarlo y
la de Cristo nuestro S e ñ o r, p a ra comunicarte las demás perlas
arrancarlo del alm a; porque la diminución de la codicia es aumen­
de las virtudes. Esto es ser negociadores, y hacer, como dice
to de la caridad. ¿ E stoy dispuesto para perderlo todo á fin de ga­
san P a b lo 4, nuestro negocio. Y si los negociantes de la tierra son
nar á Dios y á su divina bondad? ¿Conservo alguna afición des­
codiciosos y solícitos en b u s c a r sus perlas terrenas, y se ponen1
1 Prov., i i , 4. — = Coios., in , 1 4 — 3 Act., iv, 32. — 4 I Cor., xm , 7.
i I Cor., yiii, i . — » Psilm. xxm , ó. — 3 M a tth ., vu. 7. — 4 I T h e * ., iv, 11.
3 Cant., viii, 7.
404 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. / 1 $ .— Parábola de la oveja perdida. ‘ 405
ordenada á las cosas terrenas? ¡Oh caridad preciosísima! ¡Oh ja perdida, representa á Jesucristo, que bajó del cielo para ser
unión de amor excelentísima! ¡ Oh Dios am abilísim o, que os lla­ pastor de los h om b res1; el cual, con admirable providencia y
máis caridad y sois perla de infinito valo r, uno en esencia, aun­ vigilancia, rige sus o v eja s, y las conoce muy bien ; las señala
que trino en personas, y tan amigo de unidad, que á todos los que con la señal de su gracia y caridad; va delante de ellas con el
se juntan y unen á V o s los hacéis un espíritu con V os! Descu­ ejemplo; dales buenos pastos de doctrina y Sacramentos; de­
bridme esta perla una y preciosa, y aficionadme á ella y dád­ fiéndelas del lobo infernal; y , en fin, es tan bueno y tal el amor
m ela en posesión. Yo os ofrezco por ella cuanto tengo, y si más que las tiene, que Él mismo se hace pasto, y las apacienta con su
tu viera, más os d ie ra , porque todo es nada para lo que ella vale. cuerpo y sangre. L as ovejas fieles son los justos, que Él tiene
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh locura é ignorancia del hom­ muy bien contados, y sabe quiénes son. Estas ovejas conocen á
bre ! Toda la vida pasa negociando á manera de un mercader, su Pastor por la fe y la contemplación; oyen su voz obedeciendo
y llegará la muerte cuando m ayor necesidad tendrá de sus traba­ á sus mandatos; siguen sus pasos imitando sus virtudes; reciben
jos , y se hallará con las manos vacías. Semejante al avariento, agradecidos sus pastos saludables; y con gran generosidad dan
diránle en aquel momento terrible 1: «N e c io , las cosas que á su Pastor la lana de su hacienda, la leche de sus tiernos afec­
allegaste , ; de quién serán?» L a causa de tal desengaño es por­ tos del corazón, y las crías de sus buenas obras, y, si es menes­
que no busca verdaderas p e r la s , sino perlas falsas ó aparentes. ter, le darán su misma carne y vida, perdiéndola por su amor.
Busca con inquietud las riquezas ó placeres, la ciencia mundana Mas ¡a y !; cuando alguna de estas ovejas comienza á descono­
ó la honra, las virtudes políticas ó puramente exteriores, cuyas cer á su pastor y los bienes- que en Él tiene, y se hastía del pasto
cosas ni le hacen bueno, ni verdaderamente r ic o , ni pueden de doctrina y Sacram entos, gustando mucho de los pastos del
servirle de ayuda en la muerte. ¡ Oh si buscara las verdaderas mundo y de la carn e, poco á poco se v a apartando de las ovejas
perlas, la virtud y santidad, la mortificación p rop ia, y, sobre todo, dóciles, y se va alejando de las miradas del P a s to r , hasta que,
la amistad y posesión de Jesucristo! Estas son las verdaderas, por fin, llega á abandonarle del todo, poniéndose en gran peligro
ricas y preciosas perlas , que tú debes buscar con oración conti­ de eterna condenación. Mas es tal la caridad del P astor, que, de­
nua y fervorosa, con meditación detenida y profunda, y con jando las no-venta y nueve en lugar segu ro, corre en busca de
afectos tiernos y deseos ardientes. Y luego de halladas y descu­ ésta que se ha perdido. P o r esta causa bajó del cielo á la tierra
biertas por medio de la luz de la f e , has de conservarlas con tal á llamar y buscar los pecadores, y en este ejercicio pasó los tres
cuidado y estimarlas en tanto g ra d o , que, como el mercader del últimos años de su vid a, padeciendo excesivos trabajos y per­
E vangelio, has de estar dispuesto á dejarlo todo, abandonarlo secuciones, hasta sufrir la muerte con terribles tormentos. ¡Oh
to d o , antes que perderlas de nuevo. ¿ Qué valen todas las cosas Pastor soberano! ¡Cuán caras qs cuestan estas ovejas, con no
de la tierra en comparación de ellas ? Entremos dentro de nos­ tener necesidad alguna de ellas! Cuando ellas se perdieran, ¿qué
otros mismos, y estudiándonos detenidamente, miremos qué per­ es lo que V o s perdíais? ¿A caso habéis de vestiros con su lana?
las hemos buscado; en qué hemos puesto hasta ahora nuestro ¿ó sustentaros con su leche? ¿ó enriqueceros con sus crías? Y si
co razó n , y cuáles son nuestras aspiraciones. Y si y a buscamos ovejas queréis, ¿no tenéis otras m ejores en el cielo, las cuales
buenas perlas, tratemos de buscarlas con asiduidad, fervor y acuden fielmente á vuestro servicio? ¡Bendita sea vuestra cari­
anhelo gran d e; y al efecto, propongam os, roguem os, importu­ dad, Dios mío, que es la causa de todo esto! ¡Oh alm a mía! S é
nemos al Señor hasta que nos oiga. dócil oveja de C risto, oye su amorosa voz, participa de sus de­
liciosos pastos. ¿Qué te conviene resolver para esto?
119.— PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA. P a n t o 2 .° Caridad del P astor a l h a lla r la oveja perd i­
d a .— Considera cómo, aunque el buen Pastor busca la oveja per­
Preludio i .» Un pastor que tiene cien ovejas y pierde una, deja las noventa y nueve, y dida , no siempre la halla; por lo cual dice por san Mateo *: «Si
va en busca de la que se perdió , y luego de hallada, cárgala sobre sus hombros con alegría,
aconteciere que la hallare». Y si no la encuentra, no es por falta
y la vuelve al rebaño.
de diligencia de su parte, sino porque ellas huyen de E l, y re s is -
P reludio 2.* Represéntate á jesús proponiendo esta parábola.
• P reludio 5.0 Pide la gracia de ser buena oveja de Cristo.
ten á sus inspiraciones y llamamientos, como se perdió Judas,
aunque su Maestro hizo mucho por reducirle. ¡Oh locura crimi­
P u n t o l .° Q uién es el Pastor, quién la oveja,y por qué se nal de tales o v e ja s , que no se dejan hallar de tal Pastor! Ponde­
p ie r d e — Considera cómo este piados'o Pastor que busca la ove­ ra luego su inmensa caridad al hallar la oveja extraviada y per-

■ L.uc., xil ,2 0 --- - L u c ., xv , 4. 1 Joan., x, 11. — » M a tth ., x v m , 13.


404 S itie prim era.— ¡fia ilum inativa. M cd. //p. — Parábola de la oveja perdida. * 405
ordenada á las cosas terrenas? ¡Oh caridad preciosísima! ¡Oh ja perdida, representa á Jesucristo, que bajó del cielo para ser
unión de amor excelentísim a! ¡ Oh Dios amabilísimo, que os lla­ pastor de los h om b res1; el cual, con admirable providencia y
máis caridad y sois perla de infinito va lo r, uno en esencia, aun­ vigilancia, rige sus ovejas, y las conoce m uy bien ; las señala
que trino en personas, y tan amigo de unidad, que á todos los que con la señal de su gracia y caridad; v a delante de ellas con el
se juntan y unen á V o s los hacéis un espíritu con V os! Descu­ ejemplo; dales buenos pastos de doctrina y Sacramentos; de­
bridme esta perla una y preciosa, y aficionadme á ella y dád­ fiéndelas del lobo infernal; y , en fin, es tan bueno y tal el amor
m ela en posesión. Y o os ofrezco por ella cuanto tengo, 3' si más que las tiene, que Él mismo se hace p a sto ,y las apacienta con su
tuviera, m ás os d ie ra , porque todo as nada para lo que ella vala cuerpo 3’ sangre. L a s ovejas fieles son los justos, que Él tiene
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh locura é ignorancia del hom­ muy bien contados, y sabe quiénes son. Estas ovejas conocen á
bre ! Toda la vida pasa negociando á manera de un mercader, su Pastor por la fe y la contemplación; oyen su vo z obedeciendo
y llegará la muerte cuando m ayor necesidad tendrá de sus traba­ á sus mandatos; siguen sus pasos imitando sus virtudes; reciben
jos, y se hallará con las manos vacías. Semejante al avariento, agradecidos sus pastos saludables; y con gran generosidad dan
diránle en aquel momento terrible 1: «N e c io , las cosas que á su Pastor la lana de su hacienda, la leche de sus tiernos afec­
allegaste , ; de quién serán?» L a causa de tal desengaño es por­ tos del corazón, y las crías de sus buenas obras, y , si es menes­
que no busca verdaderas p e r la s , sino perlas falsas ó aparentes. ter, le darán su misma carne y v id a , perdiéndola por su amor.
Busca con inquietud las riquezas ó placeres, la ciencia mundana Mas ¡a y !; cuando alguna de estas ovejas comienza á descono­
ó la honra, las virtudes políticas ó puramente exteriores, cuyas cer á su pastor y los bienes- que en Él tiene, 3r se hastía del pasto
cosas ni le hacen bueno, ni verdaderamente r ic o , ni pueden de doctrina y Sacram entos, gustando mucho de los pastos del
servirle de ayuda en la muerte. ¡Oh si buscara las verdaderas mundo y de la ca rn e, poco á poco se v a apartando de las ovejas
perlas, la virtud y santidad, la mortificación p ropia, y, sobre todo, dóciles, y se va alejando de las miradas del P a s to r , hasta que,
la amistad y posesión de Jesucristo! Estas son las verdaderas, por fin, llega á abandonarle del todo, poniéndose en gran peligro
ricas y preciosas perlas , que tú debes buscar con oración conti­ de eterna condenación. Mas es tal la caridad dei P astor, que, de­
nua y fervorosa, con meditación detenida y profunda, y con jando las noventa y nueve en logar segu ro, corre en busca de
afectos tiernos y deseos ardientes. Y luego de halladas y descu­ ésta que se ha perdido. P o r esta causa bajó del cielo á la tierra
biertas por medio de la luz de la f e , has de conservarlas con tal á llamar y buscar los pecadores, y en este ejercicio pasó los tres
cuidado y estimarlas en tanto g ra d o , q u e, como el mercader del últimos años de su vid a , padeciendo excesivos trabajos y per­
E va n g elio , has de estar dispuesto á dejarlo todo, abandonarlo secuciones, hasta sufrir la muerte con terribles tormentos. ¡Oh
to d o . antes que perderlas de nuevo. ¿ Qué valen todas las cosas Pastor soberano! ¡Cuán caras qs cuestan estas ovejas, con no
de la tierra en comparación de ellas ? Entremos dentro de nos­ tener necesidad alguna de ellas! Cuando ellas se perdieran, «qué
otros mismos, y estudiándonos detenidamente, miremos qué per­ es lo que V os perdíais? ¿A caso habéis de vestiros con su lana?
las hemos buscado; en qué hemos puesto hasta abora nuestro ¿ó sustentaros c o n sn leche? ¿ó enriqueceros con sus crías? Y si
co razó n , y cuáles son nuestras aspiraciones. Y si ya buscamos ovejas queréis, ¿no tenéis otras m ejores en el cielo, las cuales
buenas perlas, tratemos de buscarlas con asiduidad, fervor y acuden fielmente á vuestro servicio? ¡Bendita sea vuestra cari­
anhelo g ra n d e; y al efecto, propongam os, roguem os, importu­ dad, Dios mío, que es la causa de todo esto! ¡Oh alm a mía! Sé
nemos al Señor hasta que nos oiga. dócil oveja de C risto, oye su amorosa voz, participa de sus de­

liciosos pastos. ¿Qué te conviene resolver para esto?
119.— PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA. P u n t o 2 .° Caridad d el P a stor a l h a lla r la oveja perd i-
da.— Considera cómo, aunque el buen Pastor busca la oveja per­
P reludio i .° Un putor que tiene cien ovejas y pierde una, deja las noventa y nueve, y dida , no siempre la halla; por lo cual dice por san Mateo *: «Si
va en busca de la que M perdió , y luego de hallada, cárgala sobre sus hombros con alegría,
aconteciere que la hallare». Y si no la encuentra, no es por falta
y la vuelve al reharto.
de diligencia de su parte, sino porque ellas huyen de E l, y re sis-
P reludio 2.* Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
P reludio 3.» Pido la gracia de ser buena oveja de Cristo.
ten á sus inspiraciones y llamamientos, como se perdió Judas,
aunque su Maestro hizo mucho por reducirle. ¡Oh locura crimi­
P u n t o l.° Q uién es el Pastor, quién la oveja,y por qué se nal de tales o v e ja s , que no se dejan hallar de tal P astori Ponde­
p ie r d e — Considera cómo este piadoso Pastor », que busca la ove­ ra luego su inmensa caridad al hallar la oveja extraviada ^per-

■ Lue., XII ,20----a Luc., XV, 4. • Joan., x, II. — » Matth., xvm, 13.
406 S erie p rim era.— V ia ilum inativa.
M cd. i /9 .— Parábola de la oveja p erd id a . 407
dida. No le da con el cayad o , ni la lleva arrastrando, ó á punta­
siquiera por darle esta materia de gozo y por alegrar á los ánge­
p iés, sino con grande gozo se carga de ella sobre sus hombros,
les del cielo. Y si D ios te ha hecho merced de ponerte en gracia
hasta volverla á su rebaño; porque trata á los pecadores que se
su y a , procura no p erderla; porque como la conversión de un
convierten con grande amor y afabilidad; no les lle v a arrastrando,
pecador alegra á los ángeles y entristece á los demonios, así la
mal que les pese, á fuerza de castigos y p alos, como á esclavos,
caída del justo alegra á los demonios, y, cuanto es de su parte,
sino de su voluntad mudada y trocada p o r la g ra cia; no les deja
entristece á los ángeles de paz ', que llorarían nuestra perdición
ir de su pie, porque ellos, á sus solas, no pueden dar un paso
amargamente, si fueran capaces de lágrim as y amarguras. ¡Oh
en el camino del c íe lo : É l les sirve de ojos, dándoles la luz de la espíritus celestiales! Suplicad al supremo Pastor, Príncipe de
fe y sabiduría celestial; sírveles de pies, enderezando sus pasos los pastores, me dé su santo amor y en él me conserve. Y si por
y afectos para que no tuerzan ni se aparten de la le y divina; mi desventura le perdiere, me ayude luego á recobrarle para
sírveles de manos, ayudándolos en todas su s obras buen as; cár­ que mi conversión sea materia de gozo en el cielo, y y o goce de
gase de ellos sobre sus hombros, porque le s ayuda á llevar con D io sen vuestra compañía. ¡Oh alma mía! Reflexiona bien cuál
suavidad las cargas de esta vid a , y por e llo s p aga la deuda de será el aprecio que de ti hace Jesús, cuando, después de ha­
sus pecados, aplicando para esto sus propias satisfacciones y berte perdido á su g ra cia, se a leg ra grandemente al recobrarte.
merecimientos. Finalmente; á tal punto lle g a su admirable cari­ Según esto, ¿no harás cuanto puedas por proporcionar estas
dad, que no sólo se goza É l al reco brar la oveja perdida, sino alegrías á Jesús, oyendo sus amorosos silbos, agradeciendo su
que convida á todos los ángeles del cielo y justos de la tierra á paternal solicitud, y trabajando por la conversión de los peca­
que se gocen con E l, y le den el parabién de haberla hallado. dores?
¿Hemos sido nosotros algún tiempo o v e ja s perdidas? ¿Hemos E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué Pastor tan tierno y amoroso es
dado á este buen Pastor el contento de q u e nos hallase? ¡Oh Pa­ nuestro Señor Jesucristo! P a ra serlo bajó del cielo , y llegado
dre amantlsimo! Este parabién á la o v e ja se había de dar, por­ el tiempo señalado en su p rovid en cia, comenzó á reunir sus ove­
que á ella la importa el ser hallada; pero queréis que lo demos ja s , teniendo de ellas el m ás paternal cuidado. Porque É l las
¿ V o s , porque la oveja es vuestra, y o s ha costado trabajo el guía, señala, conoce, alimenta y defiende. En cambio ellas, si
buscarla y hallarla. Y o os doy, Señor, el parabién de los pecado­ son buenas y aman á tan buen P a s to r, conocen su amorosa voz,
res que con vuestra gracia han salido del pecado, y me gozo del tienen en É l la m ás ilimitada confianza, se alimentan de los pas­
gozo que por ello tenéis. tos que les o fre c e , y generosas le dan su lana, desprendiéndose
P u n t o 3 .° Gozo que hay en el cielo por un pecador que de su hacienda; su leche, privándose de sus consuelos, y sus
hace penitencia.— Considera cómo Jesú s termina la parábola, cría s, ofreciéndole las buenas obras. ¿Eres tú oveja fiel de este
diciendo que, así como se alegra el pastor cuando halla la oveja Pastor? Mas su caridad se descubre especialmente con las re­
perdida, y quiere que se alegren sus am igo s, así en el cielo hay beldes. S i alguna se separa del rebaño. E l deja á todas las otras,
grande gozo cuando un pecador hace penitencia. Porque si un y corre en busca de esta ú nica, y si la h alla, al momento la carga
padre tiene muchos hijos sanos y p rósperos, y uno de ellos cae sobre sus hombros, y la vuelve con gozo al redil; y es tal su ale­
enfermo de muerte ó en una gran adversidad, cuando sale de g ría por haberla recobrado, que quiere que todos le den el para­
aquel peligro, recibe un gozo nuevo actu al grande, diverso del bién y se alegren con Él ppr la suerte que ha tenido de hallar la
que tiene con la salud y prosperidad de lo s otros, también cuan­ oveja que se había perdido. ¡ Oh caridad infinita del Señor, que
do un pecador se convierte, los ángeles reciben nuevo gozo acci­ así se deshace y envilece para favorecer á los pobres pecadores!
dental por su conversión, diferente del q u e tienen por los demás ¿Qué pecador, por ingrato que haya sido, y por enormes que
justos, que no tienen necesidad de penitencia para convertirse á hubiesen sido sus pecados, ha de vacilar en acercarse á Jesús?
Dios , porque están y a convertidos. D e lo cual puedes sacar que No tema su ca stig o . ni aunsus reprensiones. Que se humille pro­
es voluntad de Cristo nuestro Señor q u e nos holguemos de la fundamente, y Jesús se compadecerá de él en tan alto grado,
conversión de los pecadores, y no sólo no murmuremos, como que será para él pastor, padre, amigo y hasta casi criado. ¿Eres
los escribas y fariseos, del que p rocu ra convertirlos y agasajar­ tú oveja dócil ó extraviada? ¿Has menospreciado los silbos de
los para este fin, sino que nosotros h agam os lo m ism o, ayudan­ este divino Pastor? ¡Cuántas veces Él te buscaba y tú huías!
do á su conversión, y siendo cooperadores de Cristo en buscar ¡Cuántas te lla m ó , y tú hiciste el sordo! Merecías que te hubiera
las ovejas perdidas y volverlas á su r e b a ñ o , teniendo esto por abandonado, dejándote caer en las garras del lobo infernal; sin
suma dicha. Adem ás, si tú tuvieses la desgracia de ser oveja
perdida, has de procurar volver cuanto antes al rebaño de Cristo, ■ t a i . , xxxin , 7.
408 Serie primera. — V ia iluminativa. M ed. ¡2 0 . — Parábola del hijo pródigo. SfU extravíos 409
embargo, todavía te espera, te llam a, y quiere acogerte á su sidad me habéis hecho participante de vuestra hacienda, no per­
amistad. D ale este gu sto ; propón huir del p ecad o, volver á Jesús, mitáis que sea tan necio é insensato que abuse de e lla , con ofensa
hacer penitencia y mudar de vid a. P ara esto , medita y ora con vuestra y perjuicio m ío ; haced más bien que, reconociéndome
vivo fervor. deudor á vuestros fa v o res, os sirva siempre con ellos hasta la
muerte. ¿Qué bienes hemos recibido nosotros de Dios? ¿Cómo
120. - PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO. SUS EXTRAVÍOS. los empleamos?
P u n t o 2 .° Suerte de los buenos hijos y desgracia de los
PRELUDIO I.O Un padre tenia dos hijos , y el menor de ellos le pidió su legitima y se malos.— Considera cómo la suerte de los buenos hijos y la des­
fué i una reglón lejana, en donde vivió lujuriosamente. gracia de los malos, no está en poseer más ó menos hacienda, en
P reludio 2.a Represéntate á este hijo desnaturalizado exigiendo á su padre la hacienda. estar más ó menos reg a lad o s, ni aun en ocupar puestos más ó
P reludio yo Pide la gracia de no separarte jamás de la amistad y compañía de tu menos distinguidos en la casa de este mundo. L a buena dicha de
Padre celestial.
los hijos está en quedarse en la casa de su Padre celestial, de­
bajo de su protección y gobierno, para que Él los dirija y ende­
P u n t o l.° D os clases de h ijo s que lien e D io s, y generosi­ rece en el uso de los talentos y dones recibidos, obedeciéndole
dad que con ellos muestra.— Un padre tenía dos hijos 1, de los en todo; porque quien se deja gobernar de D ios, alcanzará,
cuales el menor le exigió la parte de herencia que le tocaba, para como É l lo promete por Isaías 1, un m ar de justicia y un río de
marcharse de su compañía. Considera acerca de esto, cómo grande paz. Y , al contrario, la desdicha de los malos hijos co­
Dios nuestro Señor, figurado por este padre, tiene dos suertes de mienza por querer salirse de la casa de su padre y de su g o­
hijos: unos buenos, representados por el m ayor de los dos her­ bierno, guiándose ellos por su propio juicio y propia voluntad,
manos, porque la virtud es m ás antigua y preciosa que el vicio, viviendo á sus anchuras. D e donde procede que luego se van,
y en ella consiste la verdadera sabiduría, en que está la venera­ como el p ród igo, á una región m uy distante, alejándose mucho
ble ancianidad; otros m alo s, figurados por el hijo menor y man­ de D ios por la culpa y por la desem ejanza de la vida, y por el ol­
cebo, porque con el vicio anda la imprudencia y liviandad; la cual vido de su divina presencia, gastando y empleando cuanto tie­
mostró en pedir á su padre la hacienda que le pertenecía, para nen en v iv ir desenfrenadamente, amancebados con las criaturas,
gobernarla por sí mismo; dando los tales á entender con secreta amándolas más que al Criador. P o r donde se ve que la secreta
soberbia que Dios les debe a lg o , y presumiendo vanamente que á soberbia para en manifiesta lu ju ria ; y el fiarse mucho de sí, en
sus solas sabrían gobernarlo; a l contrario ¿le los buenos hijos, alejarse mucho de D ios; y el olvidarse mucho de D ios, en pegarse
que con humildad creen que lo que tienen es de g ra cia, y no se con demasía á las criaturas, hasta perder los bienes sobrenatura­
fían de su p ro p i* prudencia. P ond era luego la infinita sabiduría les de la gracia y caridad, y destrozar y afear los dones naturales,
y generosidad de Dios en la repartición de sus bienes, así de na­ con pérdida muchas veces de hacienda, honra y contento. L o mis­
turaleza como de gracia. D escú b rese la sabiduría al decir que mo que á este mancebo, pasa á todos los pecadores, y tal vez te
dividió la hacienda, porque no la dió toda á uno, sino que la re­ haya pasado á ti mismo, p orque, habiendo recibido de la mano
partió entre los dos, para que v e a s que en este mundo ningún benéfica del Padre celestial grandes d on es, te saliste de su casa
hombre puede envanecerse creyendo que no necesita de otros; y gobierno por seguir tu propia voluntad y juicio. T e alejaste de
porque los bienes naturales y sobrenaturales están distribuidos su presencia por innumerables pecados, y despreciaste los bie­
entre los hombres, y el que p osee la hacienda, carece no pocas nes que te dió, usando de ellos sólo p ara tu deleite. ¿Y no te rubo­
veces de salu d ; y el que tiene salu d, está falto de talento, y asi rizas de haber sido tan insensato? ¿No siente tu corazón la ingra­
de lo demás; y en el orden sobrenatural, como dice san P ab lo 3, titud que ha tenido con su Padre? ¡Oh Señor! ¡Cóm o me habéis
Dios á unos hizo A póstoles, á otros profetas, á otros doctores. sufrido con tanta paciencia! ¡Oh! ¡quién nunca se hubiera salido
L a generosidad del Señor b rilla en que reparte estos bienes á de vuestra casa! ¡Oh m iserable de m í, que, como mozo libre y
todos sus hijos buenos y m alos, dándoles libertad para usar bien m al experimentado, me dejé engañar de mi sensualidad! ¡Dios
ó mal de ellos, y p ara estar en su casa ó salirse de e lla , sin que­ mío! Tened piedad de m í, y no me neguéis vuestra misericordia,
re r hacer fuerza á ninguno, aunque É l siempre les inspira y pues pequé por ignorancia.
ayuda á la buena elección y al buen uso de lo que les ha dado. P a n t o 3 .® M iserias en que cae el pecador alejándose de
¡Oh Padre amorosísimo! Y a que con tanta benignidad y genero­ Dios. — Considera las miserias espirituales y corporales en que

* Luc., xv, i i . — > Epbcs.. iv, i i . • Isai., X L V iii, 1 8 .


4 io Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. i 2 i . — Arrepentim iento del hijo pródigo. 411
caen los pecadores rebeldes que s e apartan de D ios, las cuales
algún bien que tú no posees, y en él te supera á ti. Mucho menos
descubre el E vangelista diciendo: «Luego que el hijo pródigo has de ensoberbecerte por ellos, si piensas que tu dicha no está
consumió toda su hacienda, sucedió una grande hambre en aque­ en poseer tales bienes, sino en v iv ir en la casa de tu Padre ce­
lla región; y viéndose en necesidad, se llegó á un ciudadano, el lestial, disfrutar de su amistad, seguir sus consejos, someterte
cual le envió á su granja para que apacentase puercos, y deseaba á sus leyes y no apartarte de Él. Y , sin em bargo, esto es lo que
hartar su vientre de lo que com ían los p uercos, y ni aun eso le no has hecho, de esto te has olvidado. ¡Infeliz! Miraste con vana
daban». L a primera miseria es gran d e hambre y falta de la co­ complacencia los dones recibidos, y para gozar de ellos sin tra­
mida e s p i r i t u a l l a cual p re v a le c e en la región de los malos, bas, te alejaste de la compañía de tu Padre, yéndote á una región
porque ni reciben Sacram entos, ni o yen la palabra de D ios, ni . lejana, olvidándote de Dios. Mas ¡ah, qué m iserias tan espantosas
leen buenos libros, ni ven buenos ejem plos, ni gustan los consue­ vinieron sobre t i ! Hambre cruel que no pudiste saciar, esclavi­
los interiores del alma. L a segu nd a es sujetarse al ciudadano tud ominosa de la que no te pudiste librar, entretenimientos y
m ayor de esta región, que es el dem onio, y servirle miserable­ gustos groseros, propios más de los irracionales que de los hom­
m ente, amando con amor estrech o lo quehabían de aborrecer, y. bres, los cuales, lejos de apagar tu sed de placeres, la encendían
obedeciéndole en cosas infames y en vicios indignos de la gene­ y hacían más intolerable. ¡ Oh estado lamentable del hombre,
rosidad del hombre. L a tercera e s apacentar puercos, que es hijo de Dios, criado para la gloria, destinado á ser compañero
ocuparse en sólo el gobierno de su s sentidos y apetitos carnales, de los ángeles! ¿ T e hallas acaso en él? ¿T e hallaste en otro
buscándoles en qué se ceben, y e n apacentar á los demonios, tiempo? ¿Qué debes practicar para no delinquir otra vez? Re-
cuya comida son las lujurias y carnalidades del hombre, con que flexiónalo maduramente; form a eficaces y firmes propósitos de
ellos se deleitan. L a cuarta es s e r tanta el hambre de sus deleites, evitar los pecados y huir de los peligros; despierta y a de tu letar­
que nunca se ven hartos, ni alcan zan lo que desean, porque el go espiritual, y con fervor y confianza pide á Jesús por ti y por
manjar que comen no es de h o m b re s, sino de bestias inmundas, todos los pecadores.
y así no basta para hartarlos. iO h m iseria del hombre, que de hijo
de Dios viene á ser émulo de lo s puercos! Mas no paran aquí es­ 121,— ARREPENTIMIENTO DEL HUO PRÓDIGO.
tas miserias, sino que suele el S e ñ o r afligir A los pecadores con
m iserias temporales, sembrando su s caminos de abrojos y espi­ Preludio i ,« Arrepentido el hijo pródigo, determúró volver ó tu padre. d cual le reci­
nas a, para que siquiera por la p en a sean cuerdos, y se vuelvan bió eon grande* mueitras de alegría, llegando á despertar la emulación del otro hijo burro
á D io s; y así los castiga con p o b re z a y ham bre, con deshonra y y sumiso.
servidumbre, y con otros m ales tem porales, para que la vejación Preludio 2.» Represéntate al pródigo confuso y lloroso delante de su padre, y i
y las penalidades abran los ojos de su entendimiento, que se ha­ éste abrazándole.
llaba anublado y obscurecido p o r las pasiones. ¡Oh Dios de mi P reludio 3.« Pide grande confianza en la bondad y misericordia de Dios.
alm al No apartéis de mi vu estro ce lo m isericordioso; si me apar­
tase de V o s, llenadme luego de to rm en to s, hasta que me vuelva P a n t o l.° Arrepentim iento d el pródigo y propósito d e
A V o s, haciendo penitencia de m is pecados. ¡Oh alma! Pondera volver d su padre.—Reflexionando el pródigo su aflictiva situa­
bien las miserias en que caen lo s que se apartan de Dios. ¿Te ción, deplorando su soledad y desamparo, y atizado por el ham­
apartarás tú de Él? Y si te h u b ieses apartado, ¿no volverás á su bre . volvió en acu erd o, y dijo': «¡Cuántos jornaleros en casa de
servicio? mi padre comen con abundancia, y yo aquí perezco de hambre!
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh cuán adm irable es la sabiduría, t Me levantaré é iré á mi padre». A cerca de esta reflexión y pro­
generosidad y providencia del S eñ o r en la distribución de sus pósito del pródigo, has de ponderar primeramente cómo el prin­
bienes! Como el m ar engendra la s nubes que van á llevar la ferti­ cipio de la conversión del pecador está en entrar dentro de si
lidad á todos los campos, el a g u a á todos lo s ríos y el verdor á mismo, y considerar sus m iserias, de las cuales estaba olvidado,
los montes, así de Dios p ro ced en todos los bienes naturales y por andar fuera de sí, derramado por las criaturas. P ara esto le
sobrenaturales distribuidos y rep artid o s entre todos los seres, y previene D ios con su inspiración é ilustración interior, la cual
m ás especialmente entre los hom b res. No te envanezcas de los nunca falta; antes en medio de sus maldades le suele decir
bienes que posees, ni te so b rep o n gas á tu hermano; porque lo aquello del profeta *:« V olved , ¡oh pecadores!, á entrar en vues­
que tienes es un regalo de D io s, y tu hermano ha recibido tal vez tro corazón, y á cobrar el seso que habéis perdido». M ira, ade­

I Amos, V.......I . — 1 Osee , 11 , 6 . • Luc. , xv, 17. — 1 Isai., xlvi , 8.


410 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. n i .— Arrepentim iento del hijo pródigo. 411
caen los pecadores rebeldes que se apartan de D ios, las cuales algún bien que tú no posees, y en él te supera á ti. Mucho menos
descubre el E vangelista diciendo: «L u ego que el hijo pródigo has de ensoberbecerte por ellos, si piensas que tu dicha no está
consumió toda su hacienda, sucedió una grande hambre en aque­ en poseer tales bienes, sino en viv ir en la casa de tu P adre ce­
lla región; y viéndose en necesidad, se llegó á un ciudadano, el lestial, disfrutar de su amistad, seguir sus consejos, someterte
cual le envió á su granja para que apacentase puercos, y deseaba á sus leyes y no apartarte de Él. Y , sin em bargo, esto es lo que
hartar su vientre de lo que com ían los p u ercos, y ni aun eso le no has hecho, de esto te has olvidado. ¡Infeliz! Miraste con vana
daban». L a primera miseria es grand e hambre y falta de la co­ complacencia los dones recibidos, y para gozar de ellos sin tra­
mida e s p i r i t u a l l a cual p re va le ce en la región de los malos, bas, te alejaste de la compañía de tu Padre, yéndote á una región
porque ni reciben Sacram entos, n i o y e n la palabra de Dios, ni . lejana, olvidándote de Dios. Mas ¡ah, qué m iserias tan espantosas
leen buenos libros, ni ven buenos ejem plos, ni gustan los consue­ vinieron sobre ti! Hambre cruel que no pudiste saciar, esclavi­
los interiores del alma. L a segu n d a es sujetarse al ciudadano tud ominosa de la que no te pudiste librar, entretenimientos y
m ayor de esta región, que es el dem onio, y servirle miserable­ gustos groseros, propios más de los irracionales que de los hom­
m ente, amando con amor estrech o lo quehabían de aborrecer, y. bres, los cuales, lejos de ap agar tu sed de placeres, la encendían
obedeciéndole en cosas infames y en vicios indignos de la gene­ y hacían más intolerable. ¡Oh estado lamentable del hombre,
rosidad del hombre. L a tercera e s apacentar puercos, que es hijo de Dios, criado para la g lo ria, destinado á ser compañero
ocuparse en sólo el gobierno de su s sentidos y apetitos carnales, de los ángeles! ¿ T e hallas acaso en él? ¿T e hallaste en otro
buscándoles en qué se ceben, y en apacentar á los demonios, tiempo? ¿Qué debes practicar para no delinquir otra vez? Re-
cuya comida son las lujurias y carnalidades del hombre, con que flexiónalo maduramente; form a eficaces y firmes propósitos de
ellos se deleitan. L a cuarta es s e r tanta el hambre de sus deleites, evitar los pecados y huir de los peligros; despierta y a de tu letar­
que nunca se ven hartos, ni alcan zan lo que desean, porque el go espiritual, y con fervor y confianza pide á Jesús por ti y por
manjar que comen no es de h o m b re s , sino de bestias inmundas, todos los pecadores.
y así no basta para hartarlos. ¡O hm iseria del hombre, que de hijo
de Dios viene á ser émulo de los puercos! Mas no paran aquí es­ 121,— ARREPENTIMIENTO DEL HUO PRÓDIGO.
tas miserias, sino que suele el S e ñ o r afligir á los pecadores con
m iserias temporales, sembrando su s caminos de abrojos y espi­ Pm uoto I .« Arrepentido el hijo pródigo, determinó volver á su padre. el cual le reci­
nas =, para que siquiera por la p en a sean cuerdos, y se vuelvan bió con grandes muestras de alegría, llegando á despertar la emulación dd otro hijo bueno
á Dios; y así los castiga con p o b re z a y ham bre, con deshonra y y sumiso.
servidumbre, y con otros m ales tem porales, para que la vejación Preludio 2.» Represéntate al pródigo confuso y lloroso delante de su padre, y i
y las penalidades abran los ojos d e su entendimiento, que se ha­ éste abrazándole.
llaba anublado y obscurecido p o r las pasiones. |Oh Dios de mi PRfLUDIO 3.0 Pide grande confianza en la bondad y misericordia de Dios.
alm al No apartéis de mí vu estro c e lo m isericordioso; si me apar­
tase de V o s, llenadme luego de torm entos, hasta que me vuelva P a n t o l.° Arrepentim iento d el pródigo y propósito de
á V o s , haciendo penitencia de m is pecados. ¡Oh alma! Pondera volver d su padre.—Reflexionando el pródigo su aflictiva situa­
bien las miserias en que caen lo s que se apartan de Dios. ¿Te ción, deplorando su soledad y desamparo, y atizado por el ham­
apartarás tú de Él? Y si te h u b ieses apartado, ¿no volverás á su bre , volvió en acu erdo, y dijo': «¡ Cuántos jornaleros en casa de
servicio? mi padre comen con abundancia, y yo aquí perezco de hambre!
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh cuán adm irable es la sabiduría, Me levantaré é i r é á mi padre». A cerca de esta reflexión y pro­
generosidad y providencia del S e ñ o r en la distribución de sus pósito del pródigo, has de ponderar primeramente cómo el prin­
bienes! Como el m ar engendra la s nubes que van á lle v a r la ferti­ cipio de la conversión del pecador está en entrar dentro de si
lidad á todos los campos, e l a g u a á todos los ríos y el verdor á mismo, y considerar sus m iserias, de las cuales estaba olvidado,
los montes, asi de D ios p ro ced en todos los bienes naturales y por andar fuera de si, derramado por las criaturas. P ara esto le
sobrenaturales distribuidos y re p artid o s entre todos los seres, y previene D ios con su inspiración é ilustración interior, la cual
m ás especialmente entre los h o m b res. No te envanezcas de los nunca falta; antes en medio de sus maldades le suele decir
bienes que posees, ni te so b rep o n ga s á tu hermano; porque lo aquello del profeta *:« V o lved , ¡oh pecadores!, á entrar en vues­
que tienes es un regalo de D io s, y tu hermano ha recibido tal vez tro corazón, y á cobrar el seso que habéis perdido». M ira, ade-

i Amos, vni, 11. — > O s e e ,n,6. • L u c ., z v , 1 7 . — * I s a í., z M i , 8.


412 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. i 2 i . — Arrepentim iento del hijo pródigo. 413
m ás, cuánto importa al pecador hacer comparación de su estado gusto}’ a legría,com o si le interesara algo su conversión, y
m iserable con el estado de los ju sto s, aunque sean los más im­ quiere que todos sus criados se alegren y que celebren juntos
perfectos, y los que sirven á D ios como jornaleros, por interés delicioso banquete. P o r lo cual, el pecador, que antes creía que
del premio; porque con esto echa más d e v e r su hambre y necesi­ sólo podía ser recibido como vil esclavo, y a se llena de confian­
dad, y también la abundancia con que D ios provee á los que le za, s’ no le pide que le admita entre sus jorn aleros, como no lo
sirven, y las m ercedes que les hace en el uso de los Sacramentos, pidió el hijo pródigo , á pesar de haberlo antes resu elto; sino
sermones y otros manjares del alma; y así se anima á desear y que se arroja en las manos de tan amoroso padre, esperando
á pretender un estado que tanta ventaja hace al suyo; y si en que le admitirá por hijo. ¡ Cuánta es la caridad de nuestro Padre
algún tiempo fué ju sto , bueno es que coteje su estado presente celestial! ¿N o le corresponderemos fielmente?. ¡Oh Padre m ío !
con el pasado. Pondera también que importa no menos concebir Mucho os debo por los bienes que me d a is ; pero m uy m ás obli­
grandes propósitos de volver á D ios, fundados, por una parte, gado me siento por el gusto y exceso de am or con que me los
en humildad y en el conocimiento de nuestra indignidad, y, por dais. Quisiera yo en adelante serviros con este mismo contento
o tr a , en la bondad y misericordia de nuestro Padre celestial, y gusto , pagándoos algo de lo mucho que os d eb o, pues no se
porque con esto se facilita mucho el remedio. Mas luego de puede pagar amor, si no es con amor.
hechos los propósitos, conviene ponerlos en obra, antes que l* n n to 3 .° D isgu sto d el h ijo m ayor, y cómo le consuela
se enfríen, como lo hizo el pródigo; el cual al momento se le­ su padre.— Viniendo del campo el hijo m ayor, y oyendo la mú­
vantó y comenzó á caminar. ¡Oh Padre mío! Conozco que soy sica y regocijo de su casa, preguntó qué era aquello; y sabiendo
tan m iserable que no m erezco ser llamado hijo vuestro, ni nom­ que era una alegre fiesta por la vuelta de su herm ano, se in­
bre tan glorioso debe darse á un hombre tan infame como yo; dignó, y no quería en tra r; mas su padre le consoló, diciendo
m as, pues V o s sois Padre, á vuestra casa v u elv o , esperando « H ijo, tú siempre estás conmigo, y todas m is cosas son tuyas».
que me adm itiréis; á vuestros pies me arrojo, diciéndoos con En todo esto debes de ponderar, ante todo, cómo algunos imper­
dolor que pequé contra el cielo y contra Vos. Si no merezco ser fectos, que han sido inocentes y preservados de grandes peca­
hijo vuestro, admitidme como el último de vuestros esclavos. dos , suelen tener envidia de los favores que hace D ios á los
¡Oh alma! Entra en ti misma, y si conoces haberte apartado al­ que han sido m uy pecadores, y murmuran y se quejan de que
guna vez de D ios, imita til pródigo en sus buenas resoluciones. Dios no los rega la como á e llo s , pareciéndoles que lo merecen
P u n t o 2 .° A m or con que el Padre recibió a l hijo arre• mejor; lo cual nace de falta de humildad y caridad, y es muy
pentido.—En viendo el Padre A su hijo desde lejos, movido de ofensivo á D ios; el cual gusta mucho de que nos gocem os
m isericordia, corrió para él, echóle los brazos al cuello, y le del bien que hace á nuestros hermanos, y digamos como Moi­
perdonó, disponiendo á seguidamn banquete en señal de rego­ sés 2: «¡ O jalá todo él pueblo profetizara!» ¡ O ja lá , S e ñ o r, reci­
cijo por haberle hallado. En lo cual has de ponderar la infinita báis á todos los pecadores y los levantéis á grande alteza de
bondad y m isericordia de Dios con el pecador, que resplandece santidad {Considera luego el intento de Cristo nuestro Señor en el
en muchas cosas. P orqu e, primeramente, le mira con ojos de dicho de este hijo m a y o r, que fué exagerar la m isericordia y
m isericordia, aun cuando está lejos de É l , y no ha acabado de generosidad que hace D ios con el pecador, la cual es tan grande,
convertirse, pero trata de e llo ; y con esta piedad acude como que basta para provocar á envidia y queja á los ju sto s, aunque
corriendo con gran p resteza, para ayudarle con inspiraciones ellos por su virtud no den entrada á tales vicios, venerando los
y toques interiores, hasta que se convierte del todo y se junta secretos juicios de Dios y la grandeza de su bondad en comuni­
con E l, abrazándole y dándole beso de p a z ; esto es, restituyén­ carse á las criaturas, dando algunas veces muestras de mayores
dole á su amistad y gracia. L uego le restituye lo que perdió con regalos á los que son más indignos de ellos. O y e , finalmente, y
gran munificencia; dale la estola y la vestidura de la gracia y medita las palabras con que el Padre de misericordia responde in­
caridad, el anillo del Espíritu Santo y trato familiar con Dios, y teriormente á los justos que de veras le sirv en :« Hijo, tú siempre
el ejercicio de las buenas obras para sus manos; p áralo s pies estás con m igo, y todas mis cosas son tu y a s ». ¡ Oh Padre
el calzado de la divina protección, y de las virtudes que mortifi­ amantisimo! ¿Qué es lo que decís? ¿Q ué m ayor favor puede
can los afectos del ánima y enderezan sus pasos, y la adornan haber que este? Si todas vuestras cosas son m ías, mía es vuestra
para predicar á otros el Evangelio de p a z ; convídale con el gracia, míos vuestros dones, mío vuestro cielo, mío vuestro
alimento nutritivo de su sacratísimo cuerpo en el Sacramento del Hijo y mi Redentor, y mío sois V os mismo, en quien están todas
altar, y con la abundancia de los consuelos y regalos espirituales
1 Luc., x v , 3 1. — 1 Num ., x i , 29.
que allí le concede. Finalm ente: todo esto hace con grande
414 SW» prim era.— ¡fia ilum inativa. M ed. ¡2 2 .— Parábola del sam ariiano. 413
las cosas. ¡ Oh Padre mío, D ios m ío y todas mis cosas! V o s sois portante parábola 1 del hombre que bajaba de Jerusalén á Jeri-
mi regalo, mi honra y mis riq u ezas; y si vuestras cosas son có, y cayó en manos de unos ladrones, que, después de robarle
mías, las mías también son vu estras. ¿ Hemos sentido alguna vez cuanto tenía, le hirieron gravem ente, hasta dejarlo medio muer­
envidia de nuestros prójimos? ¿ Podem os decir con certeza que to. A cerca de lo cual debe? ponderar que este hombre caído en
todas nuestras cosas son de D io s , y que ninguna le usurpamos, manos de los ladrones representa á cualquier hijo del Adán te­
como si fuera propia? rreno, que, á imitación de su padre, estando en gracia y amistad
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ C u á n eñcaces son las tribulaciones de D ios, señalado por heredero del cielo, va cayendo de este es­
y penalidades para que el hom bre abra los ojos del alma y se tado, inclinándose á lo s bienes de este mundo m iserable y muda­
aparte del extraviado camino q u e antes seguía! El hijo pródigo, ble, figurado por Jericó, que quiere decir Luna, y en esto está el
que había resistido á todos los h a la g o s , súplicas y lágrimas de principio de su perdición. Sálenle al camino los demonios, que
su padre, al verse solo, ham briento y desnudo, comienza á refle­ son ladrones, salteadores y enemigos nuestros; los cuales con
xionar consigo mismo; com para su estado presente con el que sustentaciones, ora al descubierto, ora con traición y engaño,
tenía en la casa de su padre; su m iseria y hambre con la abun­ con el auxilio de los otros enemigos pretenden destruirnos. L os
dancia y regalo de los jornaleros de su casa; y esta meditación bienes que roban al que cae en sus manos son la gracia de
despierta en él un propósito eficaz de v o lver allá; propósito D io s, los dones del Espíritu Santo, la caridad, con las virtudes
que al instante principia á poner en práctica. Pero ¿qué hará su infusas que la acom pañan, y, en esp ecial, á unos roban la casti­
padre? ¿ L e recibirá ? ¿No le reco rd ará siquiera su ingratitud dad, á otros la humildad, á otros la paciencia, á otros la tem­
pasada ? Nada de esto; comosi le estuvieraacechando, le ve de le­ planza ú otras, y también la esperanza, haciendo caer en deses­
jo s, y, enternecidas sus p atern ales entrañas, corre á él, abrá­ peración , ó la f e , haciendo caer en infidelidad. L as llagas y he­
zale con ternu ra, riégale con am orosas lágrim as, y dale dulce ridas que le causan son los daños que dejan en nuestras poten­
beso de p az; pone en su mano herm oso anillo, en sus pies rico cias; la ignorancia en el entendimiento; la debilitación del libre
calzado, y cubre su desnudez c o n preciosa estola. No contento albedrío; la furia desordenada de los apetitos y pasiones inclina­
con esto, llama á sus criad o s, mándales preparar delicioso das á lo terreno. D e todo lo cual resulta quedar el miserable
banquete, y entre festivas m ú sicas y regocijos celebra el hallaz­ medio v iv o , porque sólo le queda la luz de la fe ó de la razón na­
go de un hijo perdido y la resu rrecció n del que había muerto. tural, y queda medio m uerto, con peligro de m orir eternamente.
¡ Oh caridad divina, que así se p o r ta con aquellos mismos que le Considerando todo esto, en la persona de este desdichado hom­
han despreciado y rechazado, después que se arrepienten! Es bre has de m irarte á ti mismo y lamentar tu desventura, viendo
tal su incendio, que basta p ara d esp ertar celos y emulación en que, por haberte inclinado con desorden á los bienes deleitables,
sus hijos más queridos, a l v e r q u e así regala á los ingratos. has venido á caer en manos de tus enemigos por tu culpa,.robán-
¿Quién osará todavía desconfiar de la caridad de este amoroso dote todos los bienes espirituales que poseías, y poniéndote en
Padre? ¿Hemos sido hijos p ró d ig o s? ¿Deseamos v o lv er á la peligro de perderte para siempre. ¡Oh D ios eterno! Mirad con
amistad de nuestro Padre ofendido ? ¿Conocemos que nuestro ojos de m isericordia á este pobre m iserable; por mi culpa me he
estado e$ demasiado vil para a s p ir a r á la dignidad de hijos ? No dejado robar de mis enem igos; las llagas y heridas que he reci­
importa, humillémonos profundam ente, y resolvám onos á servir bido en mi alm a son m ortales; desde la planta del pie á la coroni­
con m ayor fidelidad á tan buen P a d re ; y para verificarlo más lla de la cab eza, no hay en mí parte s a n a 1 ; socorredm e con
eficazmente, hagamos propósitos, y supliquemos por nosotros y vuestra g ra cia, antes qué acabe de m orir desdichada muerte.
por el mundo. P a n to C rueldad d e u n sacerdote y u n levita con el
enferm o, y caridad d e u n sam aritano.—Considera cómo estan­
122.-PARÁBOLA DEL SAMARITANO. do el desgraciado herido postrado en el suelo sin poderse me­
near, pasó por allí primero un sacerdote, el cual no hizo caso y
Preludio i .» Un hombre e»yó en manos de ladrones, los cuales le hirieron hasta de- no se paró siquiera; luego pasó un le v ita , y tampoco le socorrió;
jarle medio muerto; viéronle un sacerdote y un levita, y pasaron de largo; viole un sama- vino después un samaritano, quien se llegó á él y se compadeció.
titano, y se compadeció de él. V E l sacerdote y el levita que con tanta crueldad se portaron con el
P reludio 3.* Represéntate i Jesús proponiendo esta parábola.
infortunado h erido, representan el linaje de los hombres consti­
Preludio y.» Pide la gracia de tener caridad ¡con el prójimo.
tuidos en cualquier dignidad y excelencia que sea; los cuales no
P a n to 1.* C ircun stancias d e la parábola. — Jesucristo,
• Luc.. x , 30- — * Is3i., i , 6 .
para explicar á un letrado q u ién e ra su prójim o, propuso laim-
416 Seria prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. t a z .— P arábala d el sam aritano. 417
son bastante para rem ediar á un pecador, y a sí, todos le dejan
y pasan de larg o ; y aunque tienen ojos para v e r su m iseria, no virtud celestial, con los cuales unge Jesús al pecador, le cura,
tienen de sí mismos posibilidad para remediarla. Dem ás de esto, san a, conforta, sustenta y le alegra el corazón. Viendo que el
unos tienen poca compasión de los m ales ajenos, por estar muy herido no podía andar por su pie, cargólo sobre su jumento para
metidos en sus propias comodidades; otros por parecerles que llevarle á la posada; y el Salvador, vivam ente compadecido de
tienen harto que v e r consigo y defenderse de los ladrones que los enfermos espirituales, carga sobre su cuerpo santísimo el
les acometen en el cam ino, y temen que si se detienen á curar peso de nuestras culpas, y nos ayuda con sus inspiraciones y
al caído, vendrán ellos á caer. Finalmente: ninguna pura criatu­ socorros para hacernos suave el yugo de su ley y la observancia
de sus preceptos. P or último: al modo que el samaritano, el S e ­
ra puede socorrer á este m iserable, ni sanarle de sus llagas; por
ñor, bondadoso, saca al enfermo del camino, quitándole de las
lo cu a l, si no le viene socorro del cielo, es fuerza que venga i
ocasiones de pecar, y le pone en el mesón honrado, seguro y muy
perecer. El samaritano que tuvo de él compasión, es el Verbo
acomodado de su Iglesia ó R eligión, en donde tiene todo lo nece­
eterno, Hijo de Dios v iv o , guarda y amparo de los desampara­
sario para convalecer. ¡Oh calidad infinita de Jesús! ¿Qué gra­
dos, que esto significa samaritano; el cual, viendo nuestro peli­
cias os podré dar por tantos favores y regalos como me habéis
gro y desamparo, quiso hacerse hombre, bajando de la celestial
hecho? L os ángeles os alaben por ellos y mi alma se deshaga en
Jerusalén á este mundo, y vivir como hombre, caminando por
vuestras alabanzas. Bendito seáis por el óleo y vino con que cu­
los caminos que andan los demás hombres, pero sin pecado, aun­
ráis mis llagas; bendito seáis mil veces por el socorro con que
que conversaba y se acercaba á los pecadores; por lo cual fué
aliviáis mi flaqueza; seáis cien mil veces bendito por haberme
tenido por pecador y samaritano ', y abominado de los judíos.
sacado de tantos peligros y puéstome en la posada de vuestra
Aun ahora es tal su com pasión, que se le van los ojos tras cual­
Iglesia: y millones de veces lo seáis porque me habéis puesto
quier pecador que ve despojado de su gracia y rendido á los de­
en la posada segurísim a de la Religión.
monios, con peligro de su eterna condenación. ¿Agradecemos á
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡A y del hombre q u e, viviendo en
Jesús el amor que nos muestra? ¿Hemos imitado la dureza del
amistad y paz con el Señor, comienza á aficionarse desordenada­
levita y del sacerdote con nuestro prójimo? ¡Oh piadosísimo Sa­
mente á los bienes de la tierra! L e sucederá lo que á aquel des­
maritano , que vinisteis del cielo á pasar por este mundo, y pasas­
dichado que bajaba de Jerusalén á Jericó; le saldrán al encuen­
teis haciendo bien á todos, y sanando á los que estaban llagados
tro los ladrones infernales, que le despojarán de todos los dones
y oprimidos del demonio! Gracias os doy por la misericordia que
sobrenaturales que con la caridad había recibido; le herirán en
tuvisteis de nosotros, y por el bien que nos hicisteis- remediando todas sus potencias hasta dejarle postrado en el suelo, pegado á
nuestra m iseria, la cual quedara sin remedio si no fuera por los bienes terrenos, sin fuerza para m overse por sí solo. ¿Quién
vuestra gran misericordia. sabe si tú te has encontrado ó encuentras en esta espantosa si­
P n n t o 3 .° Modo cómo el sam aritano rem edió a l enfermo. tuación? En este caso, ¿quién te podrá remediar? L o s hombres,
— Considera aquí el modo cómo el divino Samaritano tuvo mise­ aunque ricos, poderosos, nobles, honrados con altas dignida­
ricordia de nosotros y los innumerables bienes que nos hizo, d es, son incapaces de hacerlo, y , lo q u e e s peor, que, aunque
comparándolos con los que hizo el samaritano al herido, á quien pudieran, quizá tampoco querrían. Jesucristo es el piadoso S a ­
se resolvió de remediar. Primeramente, acercóse a l llagado; esto maritano en quien únicamente puedes confiar; É l ha descendido
hace Jesús con el pecador, el cual no podría ir á buscarle si Él del cielo para ser el guarda fiel de la viña de su P ad re, y al v e r
mismo no se anticipase; de manera que, siendo É l el ofendido, es al género humano postrado en el camino de este mundo, despo­
el primero que se baja, ofreciendo la reconciliación. Luego ató jado de todos los bienes que recibió en su primer padre en la
sus llagas y heridas para que parase la corriente de la sangre, y creación, herido con crueles heridas de ignorancia y m alicia,
del propio modo este piadosísimo Cirujano nos toma la sangre y debilidad y concupiscencia, compadecido de é l, se le ha acer­
ata la corriente de los pecados y la furia impetuosa de las pasio­ cado, ha atado con su gracia las heridas, las ha ungido con sus
nes con la venda purísim a de su gracia y caridad, la cual nos ha Sacram entos, y , cargando sobre si el peso de sus m iserias, le ha
merecido, siendo É l mismo atado con sogas, y habiendo derra­ puesto en su santa Iglesia. D el mismo modo obra con cualquier
mado su sangre con terribles tormentos. ¡Oh piedad infinita de pecador, y tal vez contigo. ¿Qué dice á esto tu corazón? ¿Estás
Jesús....! En seguida echó encima de las llagas óleo y vino, lo cual todavía herido por el enemigo? ¿No gim es y llam as á este divino
significa los Sacram entos eficacísimos, llenos de misericordia y Samaritano? ¿ T e hallas y a en el mesón del estado religioso?
¿Cómo vives en él ? A b re los ojos para reconocer los beneficios
Joan., vm , 48. que te ha hecho Jesús, y , avergonzado de tu mala corresponden-
27
418 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. i 2 j . — Parábola d el siervo de los talentos. 419
d a , propón con firmeza mudar de v id a , bajando muy al par­
á V os pidiendo misericordia y perdón. ¿Cómo pagaré tales deu­
ticular. y ruega por ti y por todas las necesidades.
das? ¿Cómo me libraré de tal peso? ¡O h alma mía! Suple con
humildad y confusión propia lo que te falta de virtud y fervor.
123.— PARÁBOLA OEL SIERVO DE LOS TALENTOS. P a n t o 2 .° Gravedad de la s deudas del p eca d o r— Coosá-
dera cómo el siervo que debía diez m il talentos ' es figura del
pecador cargado de pecados, cuyas propiedades se significan por •
P reludio i .® Llamado á cuentas un siervo que debía diez mil talentos, no pudiendo
pagar , se arrojó á los pies de su Rey, el cual, compadecido, le perdonó la deuda.
los diez mil talentos. L a prim era es, que son contra los diez man­
P reludio 2.* Represéntate á este siervo á los pies de su R ey, pidiéndole misericordia y damientos de la L e y de D ios, quebrantándolos con injuria del
paciencia en esperarle. L egislad or; y aunque el pecado sea contra un solo mandamiento,
P reludio Pide al Señor que te perdone tus m uchas deudas. e s , según S a n tia g o 1, de tal ja e z , que encierra alguna manera de
injuria contra todos. L a segunda, que son muchísimos é innume­
rables, y por esto se comparan al número de diez mil; y si en
P u n t o l . ° Cuenta que exig e D io s á todos su s siervos.—
este número entran los pecados veniales, podemos decir que son
Considera cómo es un punto de fe que D ios nuestro Señor ha de
más que los cabellos de nuestra cabeza y que las arenas del mar.
pedir cu en ta1 estrechísim a á todos lo s hom bres, de todos los bie*
L a tercera, son gravísim os, y cada uno es pesadísimo como ta­
nes de naturaleza y gracia que les h a concedido, del modo cómo
lento, y encierra grande carga y gravísim a injuria, por ser con­
han usado de ellos, y de los provech os que de los mismos han
tra un Dios infinitamente bueno, y contra sus innumerables y
reportado. D e suerte, que esta cuenta será de todos los días que
altísimos beneficios, y por ser con desprecio de la san gre de Je­
has v iv id o , de la salud que has d isfru tad o , de la hacienda, hon­
sucristo, que es de infinito v a lo r , y en daño de las alm as que se
ras y dignidades á que has sido sublim ado; allí se pedirá cuenta
compraron con este infinito p recio, y con la destrucción de los
de todos los beneficios en orden á tu redención, santificación y
talentos que Dios nos da con infinita caridad. L a cuarta es que
glorificación. ¡ Oh cuán rig u ro s a , cuán estrecha, cuán exacta
ningún hombre puede por sí mismo pagar esta deuda, ni tiene
será esta cuenta! L a cual toma D ios á cada uno en la hora de su
caudal para pagar á D io s un solo pecado m ortal, cuanto más
muerte, y allí se remata en un m omento; pero antes de la muerte
tantos, porqu e, siendo enemigo de Dios, nada puede hacer que le
la comienza á tom ar, cuando interiorm ente nos avisa de lo que
satisfaga, y cuanto le puede dar es nada con respecto de lo infi­
le debem os, y nos pide que le paguem os las deudas contraídas nito que le debe. L a quinta es estar sujeto á una pena tan terri­
por medio de la penitencia en esta vid a ; y en especial, cuando
ble, como es ser vendido é l, su mujer é hijos y cuanto tiene;
nos pone en alguna grave enfermedad ó peligro de muerte, pa­ esto e s , ser condenado á perder su libertad, y ser perpetuo es­
rece que ya es comenzar á tomar la cuenta. Pero pondera cuida­ clavo del demonio en el infierno, y á perder todos los bienes que
dosamente esta espantosa d iferen cia: que si en el instante de la D ios le ha dado, corporales y espirituales, quitándoselos como
muerte te alcanza Dios de cuenta, y te halla cargado de graves á traidor é indigno de ellos. Mírate á ti en este lamentable estado,
culpas, la cuenta se concluye sin rem edio y sin esperanza de y clam a con fervor á este gran D ios, el cual es todavía para ti
perdón; pero e n v id a , siempre que se toma cuen ta, hay espe­
Padre amoroso. ¡ Oh Padre de m isericordia! Confieso que la
ranza de salir bien de ella, por la infinita generosidad del Rey gravedad de mis culpas es enorme, su número infinito, su peso
eterno. Pensando todo e s to , has de procu rar entrar en cuentas insoportable, y no pudiendo yo pagar tales deudas, m erecía ser
con tu D ios mientras viv es, examinando muy por menudo lo que arrojado á la cárcel eterna del infierno; m as, pues sois mi Padre,
te alcanza, trayendo para esto á la memoria dos clases de deu­ acudo confiado á V o s , pidiéndoos misericordia y perdón.
das que diariamente vas contrayendo : la una, de beneficios y fa­ P a n t o 3 .° Generosa condonación de la deuda por el R ey.
vores que É l de continuo te h a ce , p o r los cuales le debes agra­ — Considera cómo este desgraciado siervo, oyendo que el R ey le
decimiento; y la otra, de faltas que tú co m etes, de manera que, condenaba á ser vendido él y todas sus cosas, postróse en tierra,
en lugar de pagarle con un fiel se rv icio sus inmensos beneficios, y orando le dijo »: «Ten paciencia, señor, en esperarm e, y yo
añades á esta deuda otras m ás g r a v e s y difíciles de pagar. ¡ Oh pagaré todo lo que debo». Entonces tuvo el señor misericordia
Dios de m isericordia! A l ver que la s deudas de m is pecados y de del cria d o , y perdonóle la deuda. Mira en la persona de este
vuestras generosidades gravitan so b re mí como un peso enorme, criado los medios de que debes valerte para alcanzar el perdón
me hallo como oprim ido, y apenas m e atrevo á levantar mis ojos de tus pecados. El primero es no negar la deuda, antes recono-

> H e br., ix, 27; Rom., X IV , 12. > M a tth ., x v m , i) . — 1 |acob., 11, 10. — J M a tth ., x v m , 26
4*8 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 12 } .— Parábola del siervo de los talentos. 419
d a , propón con firm eza mudar de v id a , bajando muy al par- i
á V o s pidiendo misericordia y perdón. ¿Cómo pagaré tales deu­
ticular. y ruega por ti y por todas las necesidades.
das? ¿Cómo me libraré de tal peso? ¡ Oh alm a mía! Suple con
humildad y confusión propia lo que te falta de virtud y fervor.
123.— PARÁBOLA DEL SIERVO DE LOS TALENTOS. ' P a n t o ft.° Gravedad de la s deudas del pecador.— Consi­
dera cómo el siervo que debía diez mil talentos 1 es figura del
pecador cargado de pecados, cuyas propiedades se significan por
P reludio i .* Llamado i cuentas un siervo que debía diez mil talentos, no pudiendo
pagar , se arrojó & los pies de su Rey, el cual, compadecido, le perdonó la deuda.
los diez mil talentos. L a prim era es, que son contra los diez man­
Preludio i.» Represéntate á este siervo á los pies de su Rey , pidiéndole misericordia y damientos de la L e y de D ios, quebrantándolos con injuria del
paciencia en esperarle. L egislador; y aunque el pecado sea contra un solo mandamiento,
P reludio 3.» Pide al SeAor que te perdone tus muchas deudas. e s , según S a n tia go 1, de tal ja e z , que encierra alguna manera de
injuria contra todos. L a segunda, que son muchísimos é innume­
rables, y por esto se comparan al número de diez m il;y s ie n
P u n t o l .° Cuenta que exig e D io s á todos su s siervos.—
este número entran los pecados veniales, podemos decir que son
Considera cómo es un punto de fe que D ios nuestro Señor ha de más que los cabellos de nuestra cabeza y que las arenas del mar.
pedir cuen ta' estrechísima á todos lo s hom bres, de todos los bie­
L a tercera, son gravísim os, y cada uno es pesadísimo como ta­
nes de naturaleza y gracia que les h a concedido, del modo cómo
lento, y encierra grande carga y gravísim a injuria, por ser con­
han usado de ellos, y de los provechos que de los mismos han
tra un Dios infinitamente bueno, y contra sus innumerables y
reportado. D e suerte, que esta cuenta será de todos los días que altísimos beneficios, y por ser con desprecio de la sangre de Je­
has vivido 1 de la salud que has d isfru ta d o , de la hacienda, hon­
sucristo, que es de infinito v a lo r , y en daño de las alm as que se
ras y dignidades á que has sido sublim ado; allí se pedirá cuenta compraron con este infinito p recio, y con la destrucción de los
de todos los beneficios en orden á tu redención, santificación y talentos que Dios nos da con infinita caridad. L a cuarta es que
glorificación. ¡ Oh cuán r ig u ro s a , cuán estrecha, cuán exacta
ningún hombre puede por sí mismo pagar esta deuda, ni tiene
será esta cuenta 1L a cual toma D ios á cada uno en la hora de su
caudal para p a g a r á D ios un solo pecado m ortal, cuanto más
muerte, y allí se remata en un m omento; pero antes de la muerte
tantos, p orqu e, siendo enemigo de Dios, nada puede hacer que le
la comienza á tom ar. cuando interiorm ente nos avisa de lo que
satisfaga, y cuanto le puede dar es nada con respecto de lo infi­
le debem os, y nos pide que le paguem os las deudas contraídas nito que le debe. L a quinta es estar sujeto á una pena tan terri­
por medio de la penitencia en esta v i d a ; y en especial, cuando
ble, como es ser vendido é l , su mujer é hijos y cuanto tiene;
nos pone en alguna grave enferm edad ó peligro de m uerte, pa­ esto e s . ser condenado á perder su libertad, y ser perpetuo es­
rece que ya es comenzar á tomar la cuenta. P ero pondera cuida­ clavo del demonio en el infierno, y á perder todos los bienes que
dosamente esta espantosa diferen cia: que si en el instante de la D ios le ha dado, corporales y espirituales, quitándoselos como
muerte te alcanza Dios de cuenta, y te halla cargado de graves á traidor é indigno de ellos. Mírate á ti en este lamentable estado,
culpas, la cuenta se concluye sin rem edio y sin esperanza de y clam a con fervor á este gran D ios, el cual es todavía para ti
perdón; pero e n v id a , siempre que se toma cuen ta, hay espe­ Padre amoroso. ¡ Oh Padre de misericordia 1 Confieso que la
ranza de salir bien de ella, por la infinita generosidad del Rey > gravedad de mis culpas es enorm e, su número infinito, su peso
eterno. Pensando todo e s to , has de p rocu rar entrar en cuentas 1 insoportable, y no pudiendo y o pagar tales deudas, m erecía ser
con tu Dios mientras v iv e s , examinando m uy p or menudo lo que i arrojado á la cárcel eterna del infierno; m as, pues sois mi Padre,
te alcanza, trayendo para esto á la m emoria dos clases de deu- \ acudo confiado á V o s , pidiéndoos misericordia y perdón.
das que diariamente vas contrayendo : la una, de beneficios y fe- t P u n t o S_° Generosa condonación d e la deuda por el R ey.
vores que É l de continuo te h ace, p o r lo s cuales le debes agra- • —Considera cómo este desgraciado siervo, oyendo que el R ey le
decimiento; y la otra, de faltas que tú co m etes, de manera que, í condenaba á ser vendido él y todas sus cosas, postróse en tierra,
en lugar de pagarle con un fiel se rv icio sus inmensos beneficios, ¡” y orando le dijo *: «Ten paciencia, señor, en esperarm e, y y o
añades á esta deuda otras más g r a v e s y difíciles de pagar. ¡ Oh ; pagaré todo lo que debo». Entonces tuvo el señor misericordia
Dios de m isericordia! A l v e r que la s deudas de m is pecados y de ; del cria d o , y perdonóle la deuda. Mira en la persona de este
vuestras generosidades gravitan so b re m i como un peso enorme, criado los medios de que debes valerte para alcanzar el perdón
me hallo como oprim ido, y apenas m e atrevo á levantar mis ojos de tus pecados. E l primero es no negar la deuda, antes recono-

• Hebr., ix, 27; Rom., xiv, 12. < Mattb., xviu, 23. — > |*cob., n . 10. — f Malth., xviii, 26
430 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M ed. 12 4 .— Ingratitud y castiga de! siervo de los talentos. 421
cerla y confesarla con entereza y con grande arrepentimiento de ce s, ¡ah !, nuestro R ey benigno se ostentará Padre misericordioso
haber incurrido en ella. E l segundo es humillarte delante de y hará con nosotros más que lo que le pidamos. ¿Somos deudo­
D ios con profunda reve re n cia , hasta postrarte en tierra como él, res de Dios '? ¿Reconocemos que con El hemos contraído g ra v í­
reconociendo tu nada y miseria. E l tercero es orar y pedirle hu­ simas deudas que nos es imposible pagar? ¿No tememos presen­
mildemente misericordia y espacio de penitencia, para satisfa­ tarnos con tal c a ig a al divino tribunal? Ahora es tiempo oportuno
ce r por las ofensas que contra Él has cometido. E l cuarto es un para hum illam os, reconociendo nuestra vileza y miseria. P ara
propósito eficaz de pagar toda la deuda ; esto es, de hacer de tu e s to , para que nuestra humillación no sea fingida, resolvam os,
parte con su ayuda todo lo que pudieres para pagarle. Con estos pidamos luz para conocem os y despreciarnos, y remedio para
medios te dispondrás para que tu R e y , compadecido de ti, y con­ todas las necesidades espirituales y corporales.
movido al v e r tu humillación, te perdone generosamente lo que
debías. Y para más animarte, pondera en la persona de este Rey
la infinita misericordia y liberalidad de nuestro gran Dios en con­ 124,— INGRATITUD Y CASTIGO DEL SIERVO DE LOS TALENTOS.
ceder á los pecadores humillados mucho más de lo que ellos se
atrevieran á pedir y desear ; pues de pura gracia revoca la sen­ P meluno i _* Saliendo de la presencia de su Rey d siervo ja perdonado, se encontró
tencia del castigo con que les había amenazado y les perdona la con otro consiervo que le debía cien denarios j no se los quiso perdonar; por lo cual, in­
d eu d a, sin reparar en que era mucha y muy gruesa, y todo esto dignado el Rey, le entregó á los verdugos para que le atormentasen basta pagar la pri­
de pura m isericordia; porque el perdón de la culpa y de la pena meva deuda.
eterna no se da por nuestro merecimiento. ¿No te admira tanta P reludio 2.* Represéntate á este mal siervo atormentando á su compañero porque no
le paga la miserable deuda que tiene con él.
benignidad.en el S eñor?¿N o practicarás los medios necesarios
P reludio 3.» Pide á Dios un co razó n generoso para con tu prójimo.
para aplacarle? ¡ Oh R ey misericordiosísim o y magnificentísimo!
Alaben los ángeles vuestra infinita m isericordia, publiquen los
hombres vuestra inmensa largueza, y mi ánima os ensalce por P u n t o l.° C rueldad d el m a l siervo con su compañero. —
vuestra inefable magnificencia. Menester era un Dios tan miseri­ Considera cómo el siervo y a perdonado, saliendo de la presen­
cordioso como Vos para un hombre tan miserable como yo; nece­ cia de su señor, se encontró con un compañero que le debía d e n
saria era tanta magnificencia como la v u e s tr a , para perdonar denarios, y asiéndole de la garganta, le ahogaba, diciendo ’ : «Pá­
deuda tan grande como la mía. H a c e d , S e ñ o r, que en agradeci­ gam e lo que me debes». A rrojóse á sus pies el deudor. y orando
miento no cese yo de castigarm e con penas tem porales, pagando le dijo: «Ten p adencia en esperarm e y te pagaré todo lo que te
lo que pudiere por las eternas que he merecido. debo»; inas él no quiso, sino echóle en la cárcel hasta que le
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué cuenta tan rig u ro sa , exacta pagase. Sobre lo cual has de ponderar cómo es muy ordinario
y detallada ha de pedirnos Dios en la hora de la m uerte! Nada que los hombres unos deban algo á otros, por razón de injuriarse
quedará olvidado; todos los beneficios que Él nos hizo , y todas con palabras ó con obras, ó por otras causas; lo cual nace de
las faltas que nosotros cometimos. ¡Qué deuda tan enorme! ¡Diez nuestra flaqueza; y es permitido por la Divina Providencia, para
mil talentos! Innumerables pecados contra los diez mandamien­ que los buenos tengan ocasión de m erecer, sufriendo y perdo­
tos: gravísimas ofensas hechas á un D ios de infinita majestad: nando las injurias, y puedan d e d r á D ios: «Perdónanos nuestras
deudas que de ningún modo podemos por nosotros mismos pagar, deudas, como nosotros perdonamos á nuestros deudores»: las
y por las cuales hemos merecido las eternas penas del infierno. cuales deudas indudablemente exceden á las que nos deben
Si ahora el Señor nos llamase á este ju ic io , ¿ qué sería de nos­ nuestros prójimos, más que diez mil talentos á cien denarios.
otros ? ¿ Qué le responderíamos ? D e mil c a rg o s, no podríamos Pondera luego la crueldad del m al siervo contra su compañero;
indudablemente responder á uno solo. E l siervo de la parábola la cual se echa de ver. prim ero, en la ira y rencor que mostró
nos enseña el medio de alcanzar misericordia de nuestro amantí- contra él, no contentándose con pedirle la deuda de palabra,
simo Rey. S i reconocemos confusos las deudas que hemos con­ sino también asiéndole con violencia y apretándole la garganta
traído y no las negamos por o rg u llo ; si nos humillamos profun­ para ahogarle; segundo, en que, postrándose á sus pies, y pidién­
damente delante de nuestro divino A creed or, confesando que Él dole con humildad que le esperase, ofreciéndose á pagar toda la
es la misma bondad y nosotros somos la misma ingratitud; si con­ deuda, y usando las mismas palabras que él había usado con su
fiadamente le pedimos compasión y misericordia de nuestro triste señor, ni se compadeció de él, ni le quiso oir, ni perdonar, ni
estado de deudores; y si, finalmente, nos ofrecemos á pagar todo
> M a tth ., xviii, 2S.
cuanto podamos, abrazando la mortificación y penitencia; enton­
422 Serie p rim era .— V ia ilum inativa. M ed. 12 4 .— Ingratitud y castigo del siervo de los talentos. 42}
aun esperar un poco de tiempo; tercero, en la furia precipitada inmensamente su ingratitud, y en este sentido le hacían digno de
con que le echó en la cárcel hasta que le pagase, usando con él especial castigo. ¡Oh D ios mío! Justo sois, y rectísimos vuestros
tan excesivo rigor; y cuarto, en la ingratitud que mostró contra fines. Si manifestáis en vuestros castigos la severidad y rigor de
su mismo señor, cuyo criado era aquel deudor, porque la injuria vuestra justicia, no es sino después de haber agotado los tesoros
que á éste hacía era en deshonor de Su amo. Todo esto procedió inmensos de vuestra misericordia. No permitáis que caiga yo en
de lo que insinúa el E van gelio , diciendo que este criado Se la torpe ingratitud de abusar de ésta como el mal sierv o , á fin de
salió de la presencia de su señor; para que entiendas que la librarme de la terribilidad de aquélla. ¿Qué castigo hemos nos­
causa de tus pecados es porque te apartas de la presencia de otros merecido con nuestro proceder? ¿Hemos afligido con nues­
D ios, y te olvidas de que está presente, y que es tu juez, que te tras culpas y escándalos á los ángeles del cielo y á los justos de
ha de premiar ó castigar; lo cual es propio de los pecadores. la tierra?
¿Has imitado tú la crueldad de este siervo perverso? ¿Cómo te P u n t o 3 .° R azones para perdonar las in ju ria s.— Consi­
portas con los que te han causado algún mal? ¡ Oh Dios mío! No dera la conclusión de la parábola, que fué ésta: «Así lo hará
permitáis que sea yo tan ingrato que, olvidándome de las infi­ mi Padre celestial con vosotros, si no perdonare cada uno á su
nitas mercedes que me habéis concedido, vu elva contra mi pró­ hermano de todo corazón». En lo cual has de ponderar la infi­
jimo mi ira, exigiéndole con rigor el pago de las deudas insigni­ nita caridad del Señor, que resplandece en querer que nos per­
ficantes que me debe, m ientras que V os me las habéis perdonado donemos unos á otros, no de cumplimiento, sino de corazón,
infinitas. D e buena gana perdono á todos mis deudores para mere­ fundándolo todo en leyes de carid ad , sacadas de estas palabras,
cer de Vos el perdón. que aquí dice. L o p rim ero, porque así lo quiere nuestro Padre
P u n t o 8.° Castigo d el m al s ie r v o .— Y iendo los otros celestial, cuyos hijos som os, y esto basta para que le demos
compañeros el furor del mal siervo contra el otro, entristecié­ contento en lo que nos manda. L o segundo, porque todos somos
ronse grandemente, y fueron á contar á su señor lo que pasaba. hermanos, hijos de un mismo P ad re, y es razón que un hermano
Entonces le llamó el se ñ o r, y le dijo: «Siervo m alo, te perdoné perdone á otro. L o tercero, porque cada uno tiene algo que su
toda la deuda porque m e lo rogaste; ¿no fuera razón que tuvie­ hermano le ha de sufrir y perdonar, y es justo que le perdone
ras tú misericordia de tu compañero, como yo la tuve de ti ?»Y como quiere ser perdonado. L o cuarto, porque nuestro Padre
enojado el señor, le en tregó á los verd u g o s, hasta que pagase celestial nos perdona deudas incomparablemente m ayores; con
toda la deuda. A c e rc a de lo cual puedes considerar cómo tus lo cual nos obliga á que perdonemos las que otros nos deben,
maldades y los agravios que haces á tus prójimos parecen mal que son muy menores. L o quinto, porque si la le y del am or no
á los ángeles y á los hom bres; y todos los siervos de Dios que nos convence á cum plir esto, entrará la le y del tem or y del cas­
las ven se afligen y entristecen grandemente, parte por compa­ tig o , el cual será terrible, porque no será perdonado otra vez
sión del agravio, parte p o r el daño que recibe el mismo agravia­ quien con rebeldía no quiso perdonar, y, por consiguiente, será
dor, y parte por la ofensa que á Dios se hace; por donde verás entregado á los demonios, verdugos de la justicia de D ios, para
que, como es de buen esp íritu entristecerse de las culpas délos que le castiguen como m erece. Considerando todas estas razo­
prójim os, así lo es dejar de cometerlas por no entristecer, cuanto nes. has de sacar propósitos muy eficaces de tener m isericordia
es de tu parte, á los ju s to s y á los ángeles; cuya tristeza y pena de tus prójimos, y perdonarles cualquier injuria que te hicieren,
por las maldades de lo s hom bres y el deseo que tienen de librar deseando, si sin ofensa de Dios se pudiera hacer, ser injuriado,
á los oprimidos y a flig id o s, es como un clam or y cuenta que dan sólo por tener ocasión de perdonar. ¡ Oh Padre celestia l! D e todo
de ellos á D ios, con la c u a l suele despertarse á tomar venganza mi corazón perdono las deudas que me deben los que me han
de los opresores. P ondera cómo el señor airado mandó llamar injuriado, por parecerm e á V o s , que tan generoso sois en per­
al mal siervo con el últim o llamamiento á ju ic io ; porque en donar á los que os injurian, pues es justo que el hijo sea seme­
castigo de una maldad c re c id a , suele Dios acortar los días de jante á su padre. Recibid esta buena voluntad, y dadme gracia
la vida y llam ar luego a l pecador para tom arle la postrera cuen­ para que, ofreciéndose la ocasión, luego la ponga en o b r a .; Oh
ta; y hallándole culpado, le entrega á los atormentadores y ver­ a lm a ! Profundiza bien en las razones que tienes para perdonar
dugos infernales, hasta q u e pague toda la deuda; y como nunca á tas prójimos. ¿Sientes alguna antipatía ó repugnancia ? ¿ Per­
la puede acabar de p a g a r , así nunca le acaban de atormentar. donas de corazón á los que te han faltado?
Reflexiona, por fin, q u e á este mal siervo le castigaron , no sólo E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué contraste entre la misericor­
por el pecado presente, sin o también en cierto modo por las deu­ dia de D ios y la crueldad del hombre! D ios ha perdonado g e ­
das pasadas, aunque y a perdonadas, porque ellas agravaban nerosamente, sólo por una b reve súplica, diez mil talentos á su
424 Serie primera .— Pía iluminativa. M ed. 12 5 .— Parábola del mayordomo llam ado á atentas. 425
s ie rv o ; y éste, que tiene un deudor en la persona de otro siervo dores, fieles é infieles; las segundas á sólo los fieles, y algunas
del mismo am o , pero que sólo le debe la cantidad de cien dena­ á sólo los justos; y las terceras á los bienaventurados. E l m ayor­
rios , dista tanto de perdonarle, que á la primera vez que le domo de este soberano Señor es el hom bre, á quien entrega el
encuentra le coge del cuello y le está ahogando, exigiéndole con gobierno de las riquezas que p osee; y aunque le da verdadero
tal furor deuda tan mezquina. ¡ Oh perversa condición del hom­ dominio de algunas, llámase siempre mayordomo, porque su do­
bre ! Olvídase fácilmente de lo que él debe, ó reclam a con impor­ minio no es absoluto, sino sujeto al dominio de Dios y á sus leyes
tunidad el perdón de ello, y es exigente hasta la crueldad en lo y no puede licitamente distribuir ni usar de los bienes que tiene,
poco que otros le deben á él. ¡Con qué furia el mal siervo em­ si no es conforme á la voluntad del Supremo Señor que se los
biste á su com pañero! ¡ Con qué dureza oye sus humildes súpli­ dió, á quien ha de dar cuenta y razón de todo, el día que se la
cas! ¡Con qué rabia le mete en la cárcel, obligándole con la pidiere. Y si gasta ó usa de estos bienes contra la divina voluntad
fuerza á pagar la deuda, sin perdonarle ni un denario! Y ¿callará y los preceptos que ha puesto en su santa ley, los desperdicia mi­
el amo de entrambos al saber la injuria que á él se hace en la serablemente. Deperdicias el manjar si le comes por gula; el ves­
persona de su criado? ¿No hará sentir el peso de su indignación tido, si lo usas por sola jacta n cia ; el dinero, si le empleas en co­
sobre el mal siervo que tan desagradecido se muestra á su bon­ sas prohibidas, ólo conservas, cuando Dios quiere que lo emplees
dad? No podía esperarse esto de su justicia; y así, llamándole en limosnas; y así de todos los otros bienes, como los sentidos del
con rigor, manda en castigo que sea entregado á los verdugos cuerpo ó potencias del alma. P or estas cosas viene el mayordomo
para que le atormenten hasta que pague el último denavio. ¡ Ay á ser infamado delante su Señor, porque nuestra buena ó m ala
del hombre iracundo y rencoroso que no quiere perdonar! fama para con Dios no depende de los dichos de los hombres, si­
¿Quién, en vista de esto, no se alentará y m overá á perdonar á no de nuestras obras. Éstas nos acreditan ó desacreditan, honran
su prójimo?Lo quiere Dios nuestro Padre y nos lo manda; Él lo ó deshonran en sus o jo s; y aunque todo el mundo tuviese buena
hace, dándonos ejemplo; somos sus hijos; somos todos hermanos; opinión de t i , si eres m alo, tus obras clam an contra ti *, y te infa­
nos exponemos á espantosos castigos, no haciéndolo. ¿Qué resol­ man delante de Dios. ¡Oh D ios eterno! P ues que por vuestra
vemos, pues? ¿Sentimos alguna acritud con nuestro prójimo? infinita m isericordia hicisteis al hombre mayordomo de esta gran
¿Hay alguna repugnancia en nuestro corazón? ¿Pretendemos casa del mundo, y pusisteis todas las cosas debajo de sus pies *,
que Dios nos perdone, y no queremos nosotros hacerlo?¡Oh no permitáis que siga y o los pasos del viejo A dán, que dió mala
necedad la nuestra 1Tratem os seriamente de corregim os, y para cuenta de su m ayordom ía en el paraíso terreno; sino ayudadme
lograrlo * propongamos con firmeza y oremos con confianza por con vuestra gracia, para que haga tales obras, que me acrediten
nosotros y por nuestros prójimos. con Vos, y por ellas sea admitido en vuestro paraíso celestial. ¡Oh
alm a fiel! Piensa que no eres dueña de los bienes que tienes.
¿Cómo los empleas? ¿ Qué cuenta darás á D ios cuando te la pida?
125.— PARÁBOLA DEL MAYORDOMO LLAMADO Á CUÉNTAS. P u n t o 8.° Cuenta que exige el señor á su mayordomo. —
Sabiendo el señ o ría mala administración de su mayordomo, le
P reludio i .° Un mayordomo infiel fue llamado á dar cuentas, y, viéndose alcanzado,
llamó á cuentas, diciéndole.: «¿Qué es lo que oigo decir de t i »?
procuró con injusticias hacerse amigos, para que después le socorriesen.
Dame cuenta de tu m ayordom ía, porque y a no podrás ejercer
P reludio 2.» Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
P reludio 3.® Pide la gracia de estar siempre dispuesto i dar á ñ o s la cuenta que
m ás este oficio». En lo cual puedes considerar que, así como
te pida. este señor, por la noticia que tuvo de la mala administración de
su mayordomo, le quitó antes de tiempo el oficio. así el clam or
P a n t o l.° Todos somos mayordomos, y Dios es nuestro de nuestros pecados, que llega hasta Dios, es causa de que nos
amo y Señor. — Considera cómo Dios nuestro Señor se repre­ acorte los días de nuestra vida *, y nos llam e á que le demos
senta en el hombre rico de esta parábola el cual, siendo dueño cuenta de ella. Este llamamiento suele suceder de dos maneras.
absoluto de todos los bienes y riquezas, y a corporales, que sir­ L a una terribilísima, cuando llam a Dios á los pecadores tan de
ven para el mantenimiento y adorno del cuerp o; y a espirituales, repente, que no tienen aviso de que se mueren, ni tiempo de apa­
que adornan y enriquecen el espíritu con la gracia y virtudes; rejarse para la cuenta que han de dar. L a otra es llamando poco
y a eternas, con las cuales son premiados los justos en el cielo, á poco, por medio de alguna enferm edad, la cual es aviso de la
las reparte á los hombres, dando las primeras á justos y á peca­
* Gen., x n u , 20. — * Pialo», vm , 8. — i Loe., x vi, 2.
> Lúe., xvi, 1. 4 Ecdes., vn. 18 ; Psalm. u v, 24.
4 J6 Serie prim era.— F ia ilum inativa. ' M ed /25.— Parábola del mayordomo llamado á cuentas. 427
m uerte, y da lugar de ap arejarse para la cuenta, y entonces i contemplación, en la cual no se hace otra cosa que mendigar y
dice aquella palabra: ¿Qué es lo que oigo decir de ti? Con la cual ¡ pedir á Dios y á sus Santos lo necesario para la salvación y per-
nos trae á la memoria todos lo s pecados de que estamos nota- | ' fección; o tro s, que no son para ninguno de estos medios y modos
dos é infamados delante de É l, p ara que, oyendo el cargo, demos í de vida, y dicen como el mayordomo : No puedo cavar, y tengo
el d escargo ; porque si n o , en e l instante de la muerte nos la dirá vergüenza de m endigar, resta que tomen otro tercer m odo, que
para convencernos de la cu lp a y sentenciarnos por ella. Pondera es con limosnas y obras de misericordia corporales y espiritua­
con espanto la terribilidad de esta sentencia: «Dame cuenta de les, siguiendo el aviso que dió Jesús por remate de esta pará­
tu mayordomía, porque y a s e acabó para ti el tiempo de adminis­ bola : «P o r tanto, os aviso que ganéis amigos con las riquezas de
trarla. Que es d e c ir : dame cuenta de la casa de este mundo con m aldad, para que cuando m uriereis os reciban en las eternas
todas las plantas, anim ales, m anjares y demás cosas que crié moradas». D e este modo las riquezas, que suelen ser cebo de la
para tu regalo, sustento y felicid ad tem poral; dame cuenta de m aldad, se convierten en medios de sal vación. ¡ Oh D ios miseri­
los pensamientos, palabras y acciones que hiciste; de los pasos cordiosísim o! Ilustrad y encended los corazones de los ricos de
que has andado con tus p ie s , y de todos los afectos y deseos que este siglo con el resplandor y fuego de vuestra gracia y caridad,
has fraguado dentro de tu corazón. S e acabó el tiempo de nego­ para que con las riquezas que les habéis dado se hagan ricos en
ciar ' y m erecer, y mal que t e pese, has de dejar esta morada : buenas obras, y ganen por amigos á los pobres y justos de la
para recibir el premio ó c a s tig o que en ella has merecido * ¡Oh tie rra , y á los ángeles y santos del c ie lo , por cuya intercesión
alma mía! Oye con espanto e s ta terrible palabra del Juez eterno, sean recibidos en las eternas moradas. ¡Oh alma! Confúndete de
y comienza desde hoy á a ju sta r con É l las cuentas, para que tu poca prudencia viendo la que tienen los mundanos. ¿De qué
cuando llegue la muerte no te halles en descubierto. ¡A y de ti, modo has de ganar tú la gloria del cielo?
m iserable! ¿Qué dirás en a q u e l momento aterrador? ¿ A qué pa- - E p i l o g o y c o lo q u io s . ¿Quién osará ensoberbecerse? ¿Quién
trocinio te acogerías si e stu v ie se s en pecado, cuando apenas el se envanecerá de los dones y favores que posee? D ios es el
justo tendrá seguridad? P u e s ¿qué debes hacer? ¿Estás prepa­ dueño absoluto; nosotros somos simplemente administradores. Y
rado para la cuenta? ¡ay de aquel que se alza con la hacienda que el Señor le ha con­
P u n t o 3 .° Medios de q u e se vale el m al mayordomo para cedido, y usa de un modo opuesto á la voluntad de D ios de las
asegurar su porvenir.— C o n sid era cómo el mayordomo,sabiendo riquezas y bienes recib idos! Sus obras le acusarán é infamarán
que su amo le iba á quitar la adm inistración, rehusando trabajar delante de D ios, el cual, para atajarle los pases y p ara librarle
de manos para ganar su sustento, y avergonzándose de mendi­ de más grandes tormentos si persevera en sos m aldades, le sal­
gar, llamó á los deudores, y rebajándoles la deuda que tenían con drá al encuentro con la muerte y el juicio, y le hará oir en sus
su amo, se granjeó la am istad de e llo s , para que le recibiesen en estremecidos oídos: «Dame cuenta de tu mayordomía y adminis­
sus casas cuando se viese p riv a d o del oficio. En lo cual se repre­ tración, porque ha terminado el tiempo de ejercer tn oficio». ¡Oh
senta una clase de hombres m undanos, astutos y sagaces para palabra espantosa, que resonará como horrible trueno en el alm a
todo lo m alo, para quienes cualq u ier medio es justo, con tal que i del infeliz moribundo! Tem e este momento y esta palabra ame­
les conduzca á la consecución de su fin. No quieren cavar, traba­ nazadora , y procura cautelarte, tomando por dechado al injusto
jando para comer,- porque so n regalados y amigos de ociosidad; ; m ayordom o, haciendo tú licitamente para la dicha y felicidad
no quieren m endigar, p o rq u e son muy honrados y enemigos de del alma lo que él hizo injustamente para la vida y sustento
ejercicios b a jo s; y así b u sca n su comida á costa de la hacienda del cuerpo. Antes que llegue la muerte, preciso es preparar­
ajena, con engaños, p ro v e y e n d o así á sus necesidades. Y este [ te para ella, ora cavando con ejercicios de penitencia, ora men­
ejemplo no lo recuerda el S e ñ o r para que le imites, sino para ; digando con la práctica y uso de la oración, ora consagrándote
que, así como este m ayordom o tuvo providencia en remediar \ á obras de misericordia, ganando amigos que te ayuden y de­
con tiempo las necesidades d e l cuerpo, así tú la tengas en sub- ’ fiendan en aquel funesto trance. ¿Q ué h aces, pues? ¿Cóm o te
venir á las del alma. P o n d era los varios medios de granjear la portas? ¿Cómo administras la hacienda que el Señor te ha con­
vida eterna que se indican en este hecho. Unos lo hacen cavando, fiado? ¿A busas de su gracia, Sacramentos y demás bienes
esto es, tomando por p rin cip a l asunto la penitencia y mortifica­ espirituales que Dios ha puesto en tus manos? ¡A y de ti. si tal
ción de la carne con g ra n d es rigores y asperezas; otros la ganan conducta observas! Horrible será tu cuenta. Reflexiona ahora lo
mendigando, esto es, v a lié n d o se principalmente de la oración y1 que te importa hacer y evita r; haz firmes resoluciones, y con
fervientes coloquios ruega para ti y para todos los que se han
1 Joan., ix , 4. — a II Cor., v , 10. , encomendado á tus oraciones,
>
428 Serie primera.— V ia iluminativa. M ed. 12 6 .— Parábola delfariseo y del publicano. 429
siendo religioso en la profesión, era profano en la vida; mas
126.— PARÁBOLA DEL FARISEO Y DEL PUBLICANO. vuestra gracia me puede trocar, para que desde hoy mi vid a
P reludio 1,« Un fariseo y un publicano subieron al templo á orar; aquél hacia Su ora­
sea en todo conforme con la profesión que por vuestra miseri­
ción con gran soberbia. y fué rechazada; éste la hizo con profunda humildad, y fue escu­ cordia he abrazado.
chada. P a n t o * .° Actos de hu m ild a d del publicano. — Considera
Preludio i .» Represéntate á estos dos hombres orando en el templo, cada uno á su ahora la oración del publicano, el cual, puesto en pie, apartado
manera. muy lejos de lo superior del tem plo, no se atrevía á levantar los
Preludio 3.° Pide la gracia de saber orar como el publicano. ojos al cielo, é hiriendo su pecho, d e c í a « D i o s , sé propicio á
m í, pecador». En ella resplandecen varios actos de humildad,
P u n t o l.° Actos de soberbia d el fa r ise o .— Considera cómo contrarios á los de soberbia del fariseo, por los cuales m ereció
el fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo, d icien d o « D io s, ser acogida benignamente por el Señor. E l primer acto de hum il­
gracias te doy, porque no soy como los demás hombres, roba­ dad fué tenerse por indigno de estar cerca de D ios, y aun de
dores, injustos, adúlteros, ni como este publicano; pago los estar cerca del fariseo, y así se apartó lejos, á la parte inferior
diezmos de todo, y ayuno dos días cada semana». En estas pala­ del tem plo, escogiendo el postrer lu gar de todos. E l segundo íué
bras cometió varios actos de soberbia , por los cuales mereció no atreverse á levantar los ojos al c ie lo , pareciéndole que ni me­
ser reprobado. Prim eram ente, se tuvo por santo y lleno de vir­ recía premio de D io s, ni sus obras podían parecer delante de Él;
tudes, de donde procedió que en su oración, ninguna cosa pidió y asi, de vergüenza y confusión, los tenia clavados en tierra. E l
á Dios, ni perdón de sus pecados, ni que le conservase ó aumen­ tercero fué h erir su pecho, mostrando con esto el dolor interior
tase los dones, como si de ello no tuviera necesidad. Luego, con que sentía de sus pecados, y el deseo que tenía de castigar su
título de acción de gracias, sólo pensó en alabarse y jactarse de carne por ellas, juntando las tres partes de la humilde penitencia:
sus obras buenas, saboreándose en ellas, de modo que sólo con corazón contrito y hum illado, humilde conlesión de sus culpas,
la boca daba gracias á D io s , mas con el corazón á sí mismo se y satisfacción del modo que podía. E l cuarto íué pedir perdón á
las daba; y así, dice el E vangelista, que oraba a p u d s e , con­ Dios para si solo, como si él solo fuera pecador en el mundo, no
sigo, no apud D m m , co n D io s. A dem ás, se antepuso á todos juzgando de otros que lo fuesen, ni del fariseo; y si por ventura
los demás hombres, teniéndose por mejor que todos, y por sin­ oyó las palabras con que.le despreciaba, no se indignó contra él
gular en la virtud, como si él solo fuera bueno entre todos. En teniéndose por digno de desprecio. E l quinto fué confiar mucho
cuarto lugar, hizo mucho caso d e s ú s buenas obras, aunque pe­ en la misericordia de D ios, porque no oró con muchas palabras,
queñas de suyo, porque las comparaba con las m alas de los pareciéndole que para D ios bastan pocas, y que no está el ser
otros, debiendo h ace rlo contrario; y solamente hizo caso de oído en la muchedumbre de ellas. Á imitación de este publicano,
cosas exteriores, como era ayunar y pagar diezmos; lo cual has de acompañar tu oración con estos fervorosos actos d¿ humil­
hacía por vanidad, no reparando en que era sepulcro blanquea­ dad, repitiendo muchas veces su b reve y fervorosa oración:
do 2, y que de dentro estaba lleno de inmundicia y hediondez. «Dios m ío, sé propicio á m í, pecador, y gran pecad or» ; sé propi­
Por último, despreció á todos los hombres, y á su compañero cio á este hombre soberbio, iracondo, perezoso. ¡Oh virtud sobe­
el publicanoteniéndolos en p oco; y además, de este juzgó te­ rana de la humildad, maestra de todas las virtudes! T ú me en­
merariamente que todavía era pecador, pudiendo sospechar que señas á amar y confiar en D io s, y á tenerle reverencia y amor,
estaba arrepentido por las señales que de ello daba. En todo y á no despreciar á nadie, sujetándome á todos, teniéndome por
lo cual se ve cuán ciego estaba el desgraciado fariseo, y cómo el más v il de todos. ¡Oh quién imitase á este publicano, no y a
ciega la soberbia para conocer sus propias cosas y las ajenas, publicano. sino santo, pues su humildad publica su santidad! ¡Oh
viendo la paja J en el ojo del hermano, y no viendo la viga en alma m ía! L a humildad es el imán poderoso qne atrae las g ra ­
el propio, i Oh soberbia abominable! ¡Oh bestia monstruosa, cias de Dios. ¿Cómo la practicas? ¿Imitas a í publicano?
ciega para ver los males que tie n e s, y presuntuosa de los bienes P u n t o 3 .° Sentencia que dió J e s ú s á estos dos persona­
que no tienes! Y ¿no abominamos nosotros la soberbia de este je s .— Considera en este punto la sentencia que Jesucristo, rectí­
fariseo? ¿Le imitamos en sus palabras, conversaciones ú oracio­ simo ju ez, dió á estos dos hombres, diciendo: «Dígoos de verdad
nes? ¿Menospreciamos, como é l, á los demás? ¡Oh Dios mío! que este publicano bajó del templo justificado, mas no el fariseo;
Confieso que he seguido los pasos desatinados de aquel que, porque todo hombre que se ensalza será humillado, y el que se

1 Luc., xvill, 11. — 3 Matth., xxm ,27. — 3 Matth., vil, 3. > Luc., X V III, 13.
430 Serie p rim era.— V ia ilum inativa. Med. 1 2 7 . — Parábola de los obreros alquilados. 431

humilla será ensalzado». A ce rca de lo cual has de ponderar p ri-. su orgullo y de ella toma pie para menospreciarle. Entretanto, el
meramente,cómo Cristo, nuestro soberano juez, no se paga de pobre publicano, compungido y avergonzado de sí mismo, ni
cosas exteriores, si no penetra lo interior, y ve las intenciones siquiera se atreve á subir hasta lo más interior del templo, tenién­
y afectos del corazón, de donde nacen las obras, y según éstos dose por indigno de acercarse á Dios y aun de levantar los ojos
d a la sentencia de justificación ó condenación; al revés de los al cielo; hiere con dolor el pecho, y en breves y humildes pala­
demás hombres, que miran solamente lo exterior, y así se enga­ bras confiesa su miseria y pide el remedio de ella. ¿Qué senten­
ñan muchas veces. Pondera lu ego cuán poderosa es la humildad cia dará Jesús á estos dos hombres? E l mundo hubiera mirado
y cuán agradable á Dios, pues de públicos pecadores hace hom­ con desprecio al arrinconado publicano y flotado de aplausos al
bres muy justos; y, al contrario, cuán abominable es la soberbia, fariseo; pero Jesús no se satisface con aparentes exterioridades;
pues á los que eran justos pervierte y trueca en grandes pecado­ penetra el corazón, y según É l v e , ju zg a ; y como vió el orgullo
res; y la causa es porque el soberbio, atribuyéndose las virtudes y exaltación del fariseo, le humilló; y como vió la humillación y
á sí mismo, con su vana complacencia las destruye, humillándole vergüenza del publicano, le exaltó, cumpliéndose la sentencia:
Dios porque se ensoberbeció; p ero el humilde, atribuyéndose los Quien se humillare será ensalzado, y quien se exaltare será hu­
pecados á sí, con verdadera displicencia los deshace, ensalzán­ millado. ¿Qué hacemos nosotros? ¿Qué sentencia deseamos que
dole Dios porque se humilló. Reflexiona, finalmente, sobre aquella nos dé Jesús? ¿Qué sentencia nos habría de dar en este momento
sentencia general con que Jesús termina esta p a r á b o la T o d o si nos llamara á juicio? ¿Mereceríamos la exaltación, ó habría­
hombre, de cualquiera estado y condición que sea, eclesiástico, mos de ser humillados? Acordémonos de la excelencia y prove­
seglar ó religioso, noble ó p le b e y o , letrado ó idiota, si se humi­ cho grande que encierra la humildad, y para alcanzarla, haga­
lla de verdad, será ensalzado; y en lo mismo que se humillare, mos propósitos de practicarla, pidamos gracia para vencerla
Dios le ensalzará, ó en esta v id a . si le conviene, ó en la otra con soberbia, y roguemos por todas las necesidades.
grande gloria. Y al contrario, quienquiera de éstos que soberbia­
mente se ensalzare, será humillado en esta vida ó en la otra. Por 127.— PARÁBOLA DE LOS OBREROS ALQUILADOS.
lo cual has de tener grande am or á la humildad y horror á la
soberbia, estando cierto que p o r humillarte no has de perderla Preludio i .« A diversas horas del d ú , el Padre de fimiliis llamó obreros pira su viña;
exaltación que te conviniere p a ra tu salvación eterna, y si te en­ y al terminar, dio á todos la misma paga, por lo que los que habían trabajado todo el
soberbeces, tu caída será seg u ra . ¡Oh dulcísimo Jesús! ¡Cuán día murmuraban de él.
distintas son vuestras trazas de la s del mundo! fil mundo aprecia, P reludio 2.» Represéntate á este Padre de familias saliendo repetidas veces á llamar
obreros.
honra y ensalza á los soberbios; V o s ensalzáis y glorificáis á los
Preludio 3.» Pide docilidad á la vocación y fervor en el trabajo.
humildes, y nos enseñáis de p alab ra y con el ejemplo, que el
único y cierto camino para su b ir á la exaltación verdadera, es,
abrazarse con la humildad profunda. ¡Oh alma! Mira que tu cora­ P u n t o l.° L l a m a m ie n t o d e lo s o b rero s .— Considera cómo
zón y afectos no contradigan <-i tus obras exteriores; -ora de tal el Padre de familias salió • en amaneciendo, á la hora de tercia,
modo, que Jesús oiga tus oraciones. ; Deseas ser ensalzada? sexta, nona y undécima, á llamar obreros para su viña. Este
¿Cómo practicas la humildad, que es el único camino para la Padre de familias representa á Dios nuestro Señor, verdadero
exaltación? Padre de familias, que teniendo en el cielo una numerosísima
E p ílo g o y e o lo q n io s. ¡ Q u é repugnancia despierta la so­ familia de ángeles y bienaventurados, y en la tierra á los hom­
berbia, y qué atractivo tan divino tiene la humildad! El soberbio bres viandantes, cuida de todos y de cada uno de ellos, como si
fariseo, lleno de amor propio, su b e al templo, aparentando que­ su familia fuese muy pequeña, interesándose por cada uno en las
rer orar; pero realmente no p retende otra cosa que alabarse á sí cosas más menudas que le pueden acaecer. Su viña es la congre­
mismo y afrentar y m enospreciar á los demás. ¡Qu^ juicio tan ele­ gación de los fieles, y más especialmente la de los justos, que
vado forma de sí! Se cree lleno d e virtudes y dones, y por esto son las cepas ó sarmientos de ella, los cuales producen frutos de
nada pide; en vez de orar, se a la b a y cuenta sus buenas obras, bendición y el vino del amor divino, y de aquí los va cortando y
haciendo mucho caso de las c o s a s más insignificantes y parán­ trasplantando á la viña del cielo. Los obreros de esta viña son los
dose en solas exterioridades; n a d ie es bueno sino él mismo, y la hombres, á quienes pertenece labrar y cultivar sus almas, ca­
misma actitud humilde y suplicante del publicano, enciende más vándolas y podándolas con la azada y podadera de la mortifica-

■ Matth., xx, 1.
‘ Luc., XIV, 1 1; Prov., XVI, 19.
432 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 1 2 7 .— Parábola de los obreros alquilados. 433
ción y penitencia, procurando que lleven ricos y copiosos frutos, fervor, con grande humildad y caridad, teniéndose por indignos
no agrazones, sino uvas maduras y agradables á Dios. Y porque de premio alguno, y esotros trabajaron con tibieza, y por fines
ninguno puede entrar en esta viña, ni trabajar en ella sin el llama­ más bajos é interesados, y con alguna presunción de sí mismos
miento y auxilios de D io s', que es su dueño absoluto; por esto Él y de su trabajo, por haber sido largo. P ero, si los postreros con
va llamando á los obreros, saliendo ya de madrugada, porque su trabajar una hora con fervor merecieron tal recompensa, ¿ qué
deseo es que todos, desde que amanece para ellos el uso de la ra­ hubieran merecido si hubiesen trabajado con fervor todo el dia?
zón, comiencen á trabajar; pero reitera las salidas.no cansán­ Y si en el cielo pudiesen los santos tener pena, ¿cuán grande la
dose de llamar, á unos en la niñez, á otros en la adolescencia, á tendrían de no haber sido más fervorosos durante su vida? ¡Oh
otros en la virilidad, á otros en la edad madura, y á algunos en alma mia!. Pues estás en tiempo de trabajar, trabaja abora como
la misma vejez. Para moverles á seguir su llamamiento, se vale quisieras haber trabajado el día en que se te haya de dar el galar­
unas veces de promesas, asegurándoles el jornal; otras veces de dón ; date prisa, que el tiempo es breve y el premio grande, y
reprensiones interiores, afeándoles su mala vida ú ofreciéndoles cualquier grado de gloria que se merece es eterno, y no es justo
un justo precio, y otras, con imperio, mandándoles ir á trabajar perder por tibieza la grandeza que durará por toda la eternidad.
por el amor de la virtud y del trabajo virtuoso. Todo lo cual ha ¿Cómo trabajas en la viña que te ha confiado el Señor? ¿Eres de
de moverte á varios afectos de agradecimiento y alabanza de este los tibios que sienten el peso del día y del calor, ó de los fervo­
Padre, con deseos de obedecerle cuando te llame. ¿Has sentido rosos á los cuales todo se les hace suave?
alguna vez este divino llamamiento? ¿Cómo has respondido á él? JPunto 5t.° Q u e ja s d e lo s p r im e r o s o b rero s p o r q u e n o le s
¡Oh Padre de familias soberano, cuidadoso de vuestra viña y de d a b a n m á s q u e á lo s p o str e r o s. Q o n sid era cómo, creyendo los
llamar obreros para ella! Gracias os doy por el cuidado que ha­ primeros obreros que iban á recibir mayor jornal que los pos­
béis tenido de enviar desde el principio del mundo á los patriar­ treros, y viendo que sólo les daban el denario prometido, co­
cas y profetas, y después á vuestro propio Hijo, para que por menzaron á murmurar del Padre de familias, el cual les reprendió
Sí y por sus ministros la cultivase. Salid de nuevo por este mun-' con aspereza. En lo cual has de ponderar primeramente el inten­
do corrompido, y llamad á los gentiles y herejes á la fe, álos to de Jesús al hablar de este modo. Pué como decir: Son tan gran­
pecadores á la conversión, y á todos á vuestro servicio, á fin de des los premios y favores que concede Dios aun á los mismos
que vuestra viña crezca y dé los frutos que deseáis. pecadores convertidos y que con fervor han trabajado poco
P n n to 3.° P a g a q u e s e d a á lo s o b rero s .—Considera cómo, tiempo, que si los otros bienaventurados que no tuvieron tanto
acabado el día, el dueño de la viña encargó á su mayordomo que fervor miraran las cosas como se miran en la tierra, se quejaran
pagase á cada obrero su jorn al, empezando por los postreros y murmuraran y tuvieran envidia de lo que Dios hace con aqué­
hasta los primeros, dando á cada uno un üenario. Sobre lo cual llos. Pondera aqui también las propiedades de los que sirven
debes ponderar cómo el Padre Eterno ha encargado á Jesu­ muchos años á Dios con tibieza, opuestas á lo s que le sirven
cristo en cuanto hombre el juicio de los obreros ’ , y el llama­ menos, pero con fervor. Aquéllos presumen de sus obras y ser­
miento para darles su jornal, y esto hace al fin de la vida de cada vicios por su antigüedad, y así piensan que han de recibir gran
uno, la cual, aunque sea larga, se cuenta como un día, y aun no premio; éstos, ni presumen de si, ni se tienen por dignos de pre­
lo es, comparada con la eternidad *. ¡Cuánto te importa aprove­ mio. Aquéllos llevan el peso del día y del calor, porque la tibieza
char este tiempo! Pondera luego cómo todos los obreros han de es causa de que se sientan mucho los trabajos de la virtud, aun­
recibir su premio, los primeros y los postreros; los que comien­ que sean pequeños; pero el fervor hace que no se sientan, aun­
zan temprano, y los que vienen tarde, y ni una hora de trabajo que sean grandes; de modo que los tibios penan mucho y medran
se pasará sin galardón; y , por consiguiente, cuanto las obras fue­ poco; los-fervorosos penan poco y medran mucho. Aquéllos son
ren más y mejores, tanto será el premio más copioso, porque jornaleros é interesables, buscando su interés, y así son queji­
cuando el Señor venga á juzgar, dará á cada uno según sus cosos y murmuradores, quejándose hasta de Dios, pensando que
obras •*. Mas, reflexiona cómo para premiar este trabajo, no se favorece más á otros; éstos sirven A Dios sin interés, por sólo
amor; y así están siempre contentos con lo que Dios les da,
mira tanto al tiempo que dura, cuanto al fervor, diligencia y
teniéndose por indignos de ello. Aquéllos son envidiosos y se
amor con que se toma; de donde procede que los últimos obre­
carcomen por la merced que Dios haced los fervorosos, quieren
ros, en una sola hora, merecieron tanto galardón como los que
hundirlos y despreciarlos, notándolos de nuevos en la virtud, y
trabajaron todo el día, porque aquéllos trabajaron con mucho
de que vinieron tarde á trabajar en la Iglesia; éstos trabajan y
»Joan., v i, 44. — «Joan., v , »2. — J Psalm. l x x x i x , 4 . - 4 Matth., xvi, 27. caljan, deseando que Dios haga bien á todos. ¡ Oh Padre celestial!
28
434 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 12 8 .— Parábola d i la viña dada en arriendo. 435
V o s, que tanto favorecéis á los obreros fervorosos y diligentes
en vuestro servicio, desterrad de mi corazón la tibieza y flojedad;
ayudadme para que os sirva con fervor y para que me goce de 128.— PARÁBOLA DE LA VIÑA DADA EN ARRIENDO.
que otros muchos os sirvan de esta manera; no permitáis que
sea yo tan malo, que mi ojo sea envidioso porque Vos sois Preludio i .0 Habiendo un Padre de familias plantado una viña y puesto en ella rente­
bueno. ¿Sientes tú, alma ñel, alguna envidia de los bienes que i
i
ros, cuando quiso cobrar las rentaséstos asesinaron á sus enviados , y aun i su propio
hijo ; por lo cual fueron desposeídos de la viña y castigados.
reciben tus hermanos? ¿Te dejas llevar de la tibieza en el divino
P reludio 2.« Represéntate á Jesús proponiendo esta expresiva parábola.
servicio ? P reludio }.* Pide al Señor que te libre del vicio de la ingratitud.
E p ilo g o y c o lo q u io s. — i Qué providencia y cuidado tan
paternal tiene Dios de llamar obreros para su viña! Es. en ver­ i
dad, el Padre de familias que cuida de cada uno de sus hijos como P u n t o l.° C u id a d o q u e D i o s t ie n e d e la v i ñ a d e s u I g l e ­

si no tuviera otro en quien pensar. Desde el principio deluso un Padre de familias que plantó una viña ■ , púsola
s ia .— YXivbin
de razón le llama á su servicio con toques interiores, ejemplos cerca, hizo en ella un Jagar y edificó una torre, y entregándola
y otros medios; si no hace caso, vuelve á llam arle, y así re­ á unos renteros, se marchó A lejanas tierras. En estas palabras
pite sus avisos hasta la hora de la muerte. ¡ Bendita sea la cari­ descubre el Salvador la soberana providencia que Dios nues­
dad y ternura de tan buen P a d r e ! De todos los medios se vale tro Señor, Padre de familias, tiene de su Iglesia, la cual resplan­
para obligar á los hombres á seguir su llamamiento: promesas, dece en tres cosas, figuradas por la cerca, torre y lagar. Cerca
amenazas, reprensiones, ofrecimientos. Y cuando uno es dócil, es la protección de los ángeles=>,que la rodean y defienden de los
ya tiene la seguridad indudable de que recibirá á su tiempo el demonios, y detienen las fieras de los perseguidores para que no
galardón. Llegado el íin de la vida, Jesucristo le dará el premio, la huellen; y guardan con tanto cuidado ácada uno, como si él sólo
el cual será proporcionado a l fe rv o r, actividad y celo santo con fuera la viña que tienen bajo su custodia; pero muy más fuerte
que haya trabajado, más bien que al tiempo que haya durado su cerca es la protección de Dios, que está alrededor de su pueblo,
trabajo. ¡Dichoso aquel que sea fervoroso! Mas, ¡ay del que haya amparándole con el socorro de sus inspiraciones, y le tiene cer­
pasado la vida en la tibieza y íiojedad! Entonces palpará las cado con preceptos, fortificado con promesas espléndidas para
tristes consecuencias de su torpe proceder. El pobre tibio presu­ quien los guardare, y con amenazas terribles al que los quebran­
me de sus obras, pensando qu e la sola multiplicación de los días te. Lagar e j la muchedumbre de Sacramentos y sacrificios *, en
acrecienta los méritos, siente todo el peso de su trabajo, sólo que se recoge la sangre de Jesucristo, pisada y estrujada con
busca su interés, y así nunca está contento, y en el fin déla la viga de la cruz, en cuya virtud se comunica el perdón de los
v id a , al ver cuán diversa e s la paga que él recibe de la que dan pecados y el vino de la caridad. Torre es la providencia especial
á los fervorosos, se vería mortificado de la envidia, si la luz del de nuestro gran Dios *, que previene las cosas que están por •
cielo no le descubriese la justicia con que Dios ha obrado con venir para bien de su Iglesia y de cada una de las almas; ade­
él. ¡Cuánto importa ser fervoroso! ¿Hemos oído el llamamiento más. es el templo y casa de oración donde invocamos el nombre
divino? ¿Hemos seguido la vocación del Señor? Y ahora, ¿qué de nuestro Señor, que es torre tortísima para nuestra defensa;
hacemos en su divino se rvicio ? ¿Buscamos en él puramente la y también la multitud de prelados y maestros, que, como atala­
gloria de Dios, ó pretendemos nuestro interés? ¿Puede estar con­ yas, guardan la viña, para que ni las fieras la destrocen ni las ra­
tento de nosotros el Padre d e familias? Pensémoslo con atención, posas la destruyan. ¡Oh cuán generoso y próvido ha sido el Se­
y alentémonos á reformar nuestra vida, haciendo para ello pro­ ñor para con su viña! Mira luego cómo la ha entregado á los
labradores y renteros, que son los hombres, no por venta, sino
pósitos muy firmes; oremos con fervor para ponerlos en prác­
por arrendamiento, porque Él se queda con el dominio, encar­
tica, sin olvidar las demás necesidades.
gándonos que la labremos y cultivemos, con la obligación de
darle cuentas, cuando las pida, de la parte de la viña que cada
uno ha de cultivar, que es la propia alma. Luego se marcha lejos,
dando á entender que nos deja en completa libertad, sin hacernos
fuerza, como si no nos viese, aunque realmente lo ve todo y está
en todo lugar. ¡Oh Padre de familias soberano! Gracias os doy

• Matth. , xxi, 53. — » Psaim. xxxin, 8; XC, M. — J fa¡., v, 2. — « Prov., xvill, 10.
4 ¿6 Serie prim era.— A a iluminativa. M ed. 12 8 .— Parábola de la viña dada en arriendo. 437
por los bienes que hacéis á esta viña que plantasteis con vuestra y crueldad de estos colonos, y temiendo los castigos que por
mano; y pues me habéis puesto en ella y me pedís renta, no imitarles he merecido.
para vuestro provecho, sino para el mto, tomadme debajo vues­ F a lit o 8.° Castigo d e lo s m a lo s r e n te r o s. — Considera
tra protección y amparo; concededme que lleve abundantes fru­ cómo , habiendo propuesto esta parábola, preguntó el Salvador
tos, no para mi gloria, sino para la vuestra. ¡Oh alma mía! No á los judíos que le escuchaban, qué debía hacer el Señor de la
olvides nunca que tú eres viña de Dios, y que. por tanto, debes viña con tan criminales é injustos renteros. Ellos le contestaron
aprovecharte de las defensas que te ha concedido, y darle copio­ que debía castigarlos terriblemente, y entregar la viña á otros
sos frutos de buenas obras. que fuesen fieles en pagar á sus tiempos. Á lo que respondió
P u n t o &.° I n g r a t i t u d d e lo s r e n te r o s p a r a con s u amo.— Jesús1: «Así será, que os será quitado el reino de Dios, y se
Considera aquí la ingratitud de los renteros á cuyo cuidado dará á la gentilidad, que producirá frutos con él». Reflexiona
había puesto el Señor la viña. Llegado el tiempo de los frutos, aquí cuán justo es Dios en sus juicios, pues sus mismos enemi­
envióles repetidas veces muchos criados para recogerlos; pero gos pronuncian contra sí la sentencia que Él había de pronunciar;
ellos los maltrataron y mataron; luego les envióá su propio hijo, y cuán abominable es la maldad del hombre contra D ios, pues
confiando que le tendrían respeto; mas ellos, sumamente ingra­ el misino que la h ace, puesto en tercera persona, la reprueba y
tos, sacándole de la viña, le quitaron también la vida. Pondera condena. pronunciando contra sí la misma sentencia que Dios
aquí atentamente la caridad de Dio# nuestro Señor para con los había de pronunciar contradi, para castigarle como merece. Pon­
hombres; porque en todo tiempo tuvo cuidado de enviar patriar­ dera luego el terrible pero justísimo castigo con que Jesús
cas , profetas y predicadores que los exhortasen á trabajar en amenazó á los fariseos y judíos, diciendo que les quitaría el reino
bien de la viña de su alm a; y aunque ellos fueron tan rebeldes y de Dios, que es lo mismo que la viña con su cerca, lagar y torre,
descomedidos, que maltrataron y mataron á estos profetas y pre­ y como los amenazó, asi Jo hizo, desamparándolos por su per­
dicadores , É l , por su infinita bondad, en lugar de abrasar á estos tinacia puraque fuesen destruidos. Quitóles el derecho que tenian
homicidas, les dió & su Hijo unigénito, hecho hombre, para que á los Sacramentos y sacrificios, á los libros sagrados y á las le­
. viniese en persona á predicarles y exhortarles á lo mismo; pero yes del reino del Mesías, traspasando todo esto á la gentilidad,
creció tanto la maldad de los renteros de aquel tiempo, que se de la cual recogió su Iglesia. Por lo cual tú debes escarmentar
atrevieron á querer m a tará este Hijo unigénito, y echarle de en cabeza ajena, y esforzarte en dar buena cuenta de la viña que
la viña, que era s u y a , entregándole á los gentiles; de los cuales, te ha encomendado, teniendo con firmeza lo que has recibido,
como manso cordero, se dejó prender, azotar y crucificar fuera porque Dios sabe todavia traspasar la fe de un reino á otro y las
de la.ciudad de Jerusalén , y con su sangre preciosa quiso regar dignidades ‘ de una persona á otra; y si tú faltas en la fe ó reli­
la viña, para que llevase fruto con abundancia. ¡Oh bondad ex­ gión que has profesado, llamará á otros innumerables que la
tremada del Padre, que tal cuidado tiene de una viña tan ingrata, guarden y lleven el fruto de ella. ¡Oh Padre misericordiosísimo
y tal misericordia usa con renteros tan descorteses y atrevidos! y Juez muy justo! Templad vuestra justa ira con vuestra gran
Pero mírate á ti mismo, y te verás dibujado en la persona de misericordia; y si contales parábolas como ésta nos queréis
estos malvados renteros. Porque innumerables veces se ha dig­ convencer, no sea para condenarnos como á los fariseos, sino
para que, conociendo nuestras culpas como David », hagamos
nado el Señor avisarte que cuides de la viña de tu alma por medio
penitencia de ellas. ¿Reconocemos nosotros la justicia de Dios
de los predicadores y maestros de espíritu, y por criados invisi­
en sus castigos? ¿Xo tememos que nos prive de sus beneficios y
bles. que son las inspiraciones; pero tú fuiste tan malo, que
gracias, si de ellas abusamos?
muchas veces los maltrataste, 3Tahogaste el espíritu 1 que te inci­
K p ilo g o y c o lo q u io * .— ¡Qué providencia tan paternal y
taba á lo bueno, y pisaste el dictamen de la conciencia que te re­
amorosa tiene el Señor de la viña de su Iglesia y de la de cada
prendía lo malo, y aun llegaste á crucificar dentro de ti al Hijo
alma! Después de haberla plantado á costa de su sangre y vida,
de Dios echándole fuera de tu corazón para dar entrada al
la cerca con la protección y presencia de los ángeles y la suya
pecado.;Oh dureza rebelde! ¡Oh rebeldía ingrata! ¡ Oh ingratitud
propia; construye un lagar, que es el depósito de su divina gra­
abominable de mi corazón! ¿Por qué no te ablandas con los
cia, que se halla en los santos Sacramentos, singularmente en
favores inmensos que recibes, para servir como debes al Señor
la sagrada Eucaristía; edifica una torre fortísima, porque Él por
que te los da? Ayudadm e, Salvador m ío, con vuestra gracia para
sí mismo y por medio de sus ministros la están vigilando, cui-
que desde luego comience nueva vid a , abominando la ingratitud
• Thes., v, 19. — » Hcbr., v i, 6 . » Matth., xxi, 43. — * Job., xxxiv, 14'. — } II Rtg., xtl, 13.
438 Serie primera.— P ía iluminativa.
M ed. 12 9 .— Parabola de los convidados i la boda. 439
dando y defendiendo; y, por fin, la entrega á los hombres para
sa de Jesús! ¡Cuánto conviene para esto que te laves con la peni­
que con su cultivo esmerado dé abundantes y sazonados frutos.
tencia. te unjas con la devoción y te adornes con virtudes celes­
Pero ¡ oh ingratitud enorme é increíble del hombre! Cuando el
tiales, para que seas recibida por esposa de este Esposo celestial '1
Señor manda á sus criados que reciban los frutos, son maltrata­
Mas no para aquí la bondad de nuestro D io s; porque si esta
dos y asesinados por los renteros de la viña; y si se resuelve á
mercetj la ofreciera solamente á pocas almas, y esas de personas
enviar á su propio Hijo, se enfurecen contra Él, y arrojándole de
muy noblesó muy letradas, ó de grandes prendas, fuera sin duda
su propia viñ a , le asesinan vilmente. Así procedieron los judíos grande beneficio; pero muy mayor es que llama á muchos * para
en la ley antigua, los cuales , después de haber perseguido á
que tengan parteen estas bodas, sin excluir á ningún hombre,
casi todos los profetas del Señor, viniendo su Hijo, lo arrojaron aunque sea vil, idiota ó grande pecador, y aunque le haya que­
de su ciudad, poniéndole en poder de los gentiles: así has obra­ brantado muchas veces la lealtad de este divino desposorio. ¡Oh
do tú muchas veces, ahogando dentro de ti las divinas inspiracio­ piélago inmenso de la caridad de Dios! ¿Qué hay en el hombre
nes, y crucificando en tu corazón a l mismo 1-íijo de Dios vivo para que así le magnifiquéis, y por qué ponéis en él vuestro
con la culpa. ¿No te remuerde la conciencia de haberte portado corazón’ ? ¿No sabéis que le es casi connatural la ingratitud con
de un modo tan ingrato? ¿No te h allas dibujado en esta parábola? Vos? Agradece el favor más insignificante de un amigo,y no agra­
Pues ¿qué debes hacer para apartar de ti los castigos que mere­ dece los que Vos le hacéis: aunque infinitos. ¿Cómo no salgo de
ces y con que el Señor te amenaza? Con la humildad, arrepenti­ mí, considerando este abismo de la caridad divina? ¡Oh alma!
miento y mudanza de vida, atraerás las misericordias y perdón Anímate á aceptar este divino desposorio que te ofrecen, pues
de tu Dios. Mira, pues, lo que debes resolver y proponer; obra con él te trocarás de fea en hermosa, de vil en noble, de pobre
como si hoy mismo hubieras de dar á Dios la cuenta; ruega con en rica , y de terrena en celestial. ¿ Cómo debes disponerte
gran espíritu ¡y fervor, pidiendo por ti y por todas las cosas que para él ?
te han encargado. .P n n to S6.° E n q u é c o n s is te e l c o n v ite d e e s t a s b o d a s , y
q u ié n e s s o n á é l c o n v id a d o s .— Considera cómo, para solemnizar
129.— PARÁBOLA DE LOS CONVIDADOS Á LA BODA. estas bodas, así el Rey del cielo como su Hijo Jesucristo, hacen
un convite y cena espléndida, en la cual se sirven tres suertes
P reludio i .° Un Rey celebró las bodas de su hijo, y habiendo convidado á muchos, se de platos ó manjares preciosísimos. E l primero, es de doctrina
excusaron de asistir por varios pretextos. celestial y divina, para sustento del entendimiento ilustrado con
Preludio 2.e Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola. la f e , el cual come este manjar cuando oye la palabra de Dios,
Preludio 3,° Pide grande docilidad y obediencia al llamamiento del Señor. ó la lge en los libros sagrados y devotos, ó cuando á sus solas la
medita, comunicándole Dios luz y gusto grande en ella. El se­
P u n t o X.° Q u é r e p re se n ta n ta s b o d a s p a r a la s q u e D ios gundo, es de preceptos y consejos admirables y de grande per­
Rey celebró la s bodas de su hijo, y mandó
c o n v id a g e n t e .— U n fección, para sustento de la voluntad deseosa de su salvación,
á sus criados á que llamaran á lo s convidados. Acerca de esto la cual come este manjar cuando cumple la voluntad de Dios en
has de considerar cómo el P a d re eterno, Rey de cielos y tie­ todas las cosas que manda y en las que aconseja. infundiéndola
rra , por sola su bondad y m isericordia. quiso que su Hijo Uni­ grande alegría en esta amorosa obediencia. El tercero, es de
génito se desposase con la naturaleza humana, uniéndola con­ Sacramentos llenos de gran virtud, para comunicar la gracia y
sigo en unidad de persona, dotándola con tantas joj’as de gracia las virtudes y dones celestiales, que vivifican, sustentan j* per­
y virtudes, cuantas convenían á esposa de un Hijo que era en feccionan las alm as; entre los cuales el más principal es el San­
todo igual á su Padre. De modo q u e no quiso que se uniese con tísimo Sacramento del Altar, en donde el mismo Esposo Jesu­
la naturaleza angélica, que era m ás noble y más perfecta, y cristo, Dios y hombre verdadero, da real y verdaderamente por
dispuso que se desposara con la humana. tan vil y fea como manjar su cuerpo en especies de pan, y por bebida su sangre,
era después del pecado. Pero pas»} más adelante la bondad de cubierta con especies de vino, para regalo y sustento de las
este celestial Padre, porque tam bién quiso que su Hijo, Dios y almas que le reciben, y para unirlas consigo como esposas, con
hombre verdadero, se desposase y celebrase las bodas con la unión de amor perfecto. A la participación de estos tres manja­
Iglesia, que es la congregación d e los fieles. juntando consigo res son convidados todos los hombres del mundo, ya por medio
las almas justas con unión de ca rid a d , y adornándolas con virtu­ de los predicadores, que son como los criados del Rey soberano;
des cuales convienen á esposas d e tan soberano Rey. jQué dicha
tan grande para tu alma el p oder aspirar á la dignidad de espo- • Ose.. 11, 19 ; II Cor., ix, 2.— * Luc., xi», 16. — * Job., vil, 17.
438 Serie prim era.— V ia ilum inativa.
M ed. 12 p .— Parábola de los convidados á la boda. 439
dando ydefendiendo; y, por fin, la entrega á los hombres para
que con su cultivo esmerado dé abundantes y sazonados frutos. sa de Jesús! ¡Cuánto conviene para esto que te laves con la peni­
. Pero ¡oh ingratitud enorme é increíble del hombre! Cuando el tencia, te unjas con la devoción y te adornes con virtudes celes­
Señor manda á sus criados que reciban los frutos, son maltrata­ tiales, para que seas recibida por esposa de este Esposo celestial'!
dos y asesinados por los renteros d e la viña; y si se resuelve á Mas no para aquí la bondad de nuestro D io s; porque si esta
enviar á su propio Hijo, se enfurecen contra Él, y arrojándole de merce^ la ofreciera solamente á pocas almas, y esas de personas
su propia viñ a , le asesinan vilmente. A sí procedieron los judíos muy nobles ó muy letradas, ó de grandes prendas, fuera sin duda
grande beneficio; pero muy mayor es que llama á muchos * para
en la ley antigua, los cuales, después de haber perseguido á
que tengan parteen estas bodas, sin excluir áningún hombre,
casi todos los profetas del Señor, viniendo su Hijo, lo arrojaron
aunque sea vil, idiota ó grande pecador, y aunque le haya que­
de su ciudad, poniéndole en poder d e los gentiles: así has obra­
brantado muchas veces la lealtad de este divino desposorio. ¡Oh
do tú muchas veces, ahogando dentro de ti las di vinas inspiracio­
piélago inmenso de la caridad de Dios! ¿Qué hay en el hombre
nes , y crucificando en tu corazón a l mismo Hijo de Dios vivo
para que así le magnifiquéis, y por qué ponéis en él vuestro
con la culpa. ¿No te remuerde la conciencia de haberte portado
corazón’ ? ¿No sabéis que le es casi connatural la ingratitud con
de un modo tan ingrato? ¿No te h allas dibujado en esta parábola?
Vos ? Agradece el favor más insignificante de un amigo, y no agra­
Pues ¿qué debes hacer para apartar de ti los castigos que mere­
dece los que Vos le hacéis, aunque infinitos. ¿Cómo no salgo de
ces y con que el Señor te amenaza? Con la humildad, arrepenti­
mí, considerando este abismo de la caridad divina? ¡Oh alma!
miento y mudanza de vida, atraerás las misericordias y perdón Animate á aceptar este divino desposorio que te ofrecen, pues
de tu Dios. Mira, pues, lo que debes resolver y proponer; obra con él te trocarás de fea en hermosa, de vil en noble, de pobre
como si hoy mismo hubieras de dar á Dios la cuenta: ruega con en rica , y de terrena en celestial. ¿ Cómo debes disponerte
gran espíritu |y fervor, pidiendo por ti y por todas las cosas que para él?
te han encargado. F n n t o ü . ° E n q u é c o n s is te e l c o n v ite d e e s t a s b o d a s , y
q u ié n e s so n á é l c o n v id a d o s .—Considera cómo, para solemnizar
129,— PARÁBOLA DE LOS CONVIDADOS Á LA BODA. estas bodas, así el Rey del cielo como su Hijo Jesucristo, hacen
un convite y cena espléndida, en la cual se sirven tres suertes
P reludio i .« Un R«y celebró lie bodas de su hijo, y habiendo convidado á muchos, se de platos ó manjares preciosísimos. El primero, es de doctrina
excusaron de asistir por varios pretextos. celestial y divina, para sustento del entendimiento ilustrado con
P reludio 2.° Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola. la f e , el cual come este manjar cuando oye la palabra de Dios,
P reludio 3.0 Pide grande docilidad y obediencia al llamamiento del Señor. ó la lje en los libros sagrados y devotos, ó cuando á sus solas la
«
medita, comunicándole Dios luz y gusto grande en ella. El se­
P a n t o l.° Q u é rep resen ta n la s b o d a s p a r a l a s q u e D io s gundo, es de preceptos y consejos admirables y de grande per­
Rey celebró la s bodas de su hijo, y mandó
c o n v id a g e n t e .— U n fección, para sustento de la voluntad deseosa de su salvación,
á sus criados á que llamaran á lo s convidados. Acerca de esto la cual come este manjar cuando cumple la voluntad de Dios en
has de considerar cómo el P a d re eterno, R ey de cielos y tie­ todas las cosas que manda y en las que aconseja, infundiéndola
rra, por sola su bondad y m isericordia, quiso que su Hijo Uni­ grande alegría en esta amorosa obediencia. El tercero, es de
génito se desposase con la n aturaleza humana, uniéndola con­ Sacramentos llenos de gran virtud, para comunicar la gracia y
sigo en unidad de persona, dotándola con tantas joyas de gracia las virtudes y dones celestiales, que vivifican, sustentan y per­
y virtudes, cuantas convenían á esposa de un Hijo que era en feccionan las alm as; entre los cuales el más principal es el San­
todo igual á su Padre. De modo q u e no quiso que se uniese con tísimo Sacramento del A ltar, en donde el mismo Esposo Jesu­
la naturaleza angélica, que era m ás noble y más perfecta, y cristo, Dios y hombre verdadero, da real y verdaderamente por
dispuso que se desposara con la humana. tan vil y fea como manjar su cuerpo en especies de pan, y por bebida su sangre,
era después del pecado. Pero p a s ó más adelante la bondad de cubierta con especies de vino, para regalo y sustento de las
este celestial Padre, porque tam bién quiso que su Hijo, Dios y almas que le reciben, y para unirlas consigo como esposas, con
hombre verdadero, se desposase y celebrase las bodas con la unión de amor perfecto. A la participación ue estos tres manja­
Iglesia, que es la congregación d e los fieles, juntando consigo res son convidados todos los hombres del mundo, ya por medio
las almas justas con unión de ca rid a d , y adornándolas con virtu­ de los predicadores, que son como los criados del Rey soberano;
des cuales convienen á esposas d e tan soberano Rey. ¡Quédicha
tan grande para tu alma el poder aspirar á la dignidad de espo- 1 Ose., n, 19; II Cor., » , 2.— >Luc., xi», 16. — » Job., vn, 17.
44 ° Serie prim era.— y iti ilum inativa. M ed. i jo . — Nuevos convidados a la boda. • 441
ya por medio de secretas inspiraciones con que el Señor los to divino en nuestro corazón? ¿Nos hemos excusado por seguir
mueve interiormente á que asistan al convite. ¡Oh convite so­ nuestros gustos?
berano ! ¡Oh cena grande, y sobre todas las'que ha habido y habrá E p ílo g o y c o lo q u io s . — ¡ Oh bondad infinita del Padre ce­
por extremo excelentísima! ¡Oh bienaventurados los que son lestial! Deseoso de salvar á los hombres, y usando con ellos de
llamados á esta cena del Cordero1! En ella el Cordero-divino, que una misericordia que no había usado con los ángeles, resuelve
quita los pecados del mundo, es el que convida y el convite, el que su Hijo D ivino, la segunda perso'na de la Santísima Trini­
que da de comer y el que es comido, purilicando con esta comida dad. se una en divino desposorio con la naturaleza humana,
al que le come y llenándole de deleites del cielo. Mira bien, ¡oh formando con ella una sola persona, que á la vez es Dios y hom­
alm añel!, á qué eres convidada, y procura buena disposición. bre; pero, no quedando satisfecha con esto la divina caridad, >
¿ Alimentas tu entendimiento y voluntad con los regalados man­ quiere que este Hombre Dios se una con toda la Iglesia, y aun con
jares que te da Jesús? ¿Consideras y meditas su doctrina y prac­ cada una de las almas que la componen, desposándose amorosa­
ticas sus consejos ? mente con ellas. ¡También nosotros somos llamados á esta celes­
P u n t o 3.° L o s c o n v id a d o s se e x c u s a n d e a s is tir . — Con-, tial unión! ¡También nosotros podemos aspirará la participa­
sidera cómo varios de los convidados se excusaron, pretextando ción del divino banquete con que el Señor solemniza estas bodas
diversos motivos, que son los que indica san Juan 1 que impiden celestiales! ¡Qué manjares tan preciosos se sirven en é l! ¡Qué ali­
el servicio de Dios; conviene á saber: la soberbia de la vida, co­ mentos tan nutritivos y deliciosos! Doctrina celestial y divina,
dicia de los ojos y concupiscencia de la carne. El primero que se preceptos y consejos santísimos, Sacramentos y sacrificios rega­
excuso, dijo: «He comprado una heredad, y tengo necesidad de lados y eficaces para sustentar el alma. ¿Pueden darse platos
salir á verla; ruégote me tengas por excusado». Donde se de­ más exquisitos? Mas, ¡quién lo creyera! Aunque Dios nuestro
nota que la soberbia de la vida, la curiosidad de la vista y de los Señor convida á todos los hombres para que vengan á tomar
sentidos, y la solicitud de mirar y atender á las cosas propias, parte en este banquete espiritual, muchos.sc excusan, y, escla­
nos impide responder al divino llamamiento. El segundo dijo: vos desús aficiones sensuales, sólo piensan en sus entreteni­
«Compré cinco yuntas de bueyes, y voy á probarlos ; ruégote mientos mundanos. Bien ha dicho el A póstol', que el hombre
me tengas por excusado». Por lo cual se entiende que la codicia animal no conoce las cosas que son del espíritu de Dios. Y nos­
de bienes temporales, de granjerias demasiadas, y la muche­ otros, ¿ hemos sido llamados á este convite á alimentar nuestro
dumbre de ocupaciones poco necesarias, impide lo mismo. El entendimiento con la doctrina divina, nuestra voluntad con los
tercero dijo : «Heme casado, y por esto no puedo ir». No dice, consejos y preceptos de Jesús? ¿ Hemos resistido á este llama­
tenme por excusado, para significar que el deleite del matrijnonio miento ? ¡Oh inconsecuencia del hombre? Si él llama á sus su-
le tenía embriagado y enajenado de s i ; y el hombre aficionado á . bordinados, exige con rigor la más absoluta sumisión, y, entre­
los gustos sensuales, aunque lícitos, pero tomados con ilícita tanto. él no quiere someterse al Señor cuando le llama. ¡Cuántas
demasía, llega á perder, no sólo la afición á las cosas espiritua­ veces le hemos resistido! Propongamos nosotros con eficacia la
les, sino hasta se olvida de las reglas de la educación cristiana y enmienda; y para lograrla, roguemos fervientemente, no sólo
social. Y si esto hacen los lícitos, ¿qué harán los ilícitos y prohi­ para nosotros, sino también para todos los demás.
bidos por la ley de Dios? Pondera, finalmente, cómo otros hom­
bres, con mayor desvergüenza, no sólo no quisieron ir ai con­ 130.— NUEVOS CONVIDADOS Á LA BOOA.
vite, sino que mataron á los criados que les invitaban; en los
cuales se representan aquellos ingratos pecadores que aborrecen P reludio i .» Viendo el Rey que los convidados hablan rehusado asistirá su convite,
y persiguen á los predicadores y confesores, y á los que repren­ mandó á sus criados que llamasen á toda clase de personas, y habiendo entrado uno sin
den sus vicios y les aconsejan lo que les conviene, y con el cu­ vestido de boda, fue reprendido y castigado severamente.
chillo de la lengua les quitan la honra, fama, y cuanto es de su P reludio 2.» Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
parte, la vida de cuerpo y alma..¡Oh Rey eterno! Ablandadla P reludio y.» Pide la gracia de conservar siempre el vestido nupcial de la gracia.

dureza de los rebeldes, judíos, herejes é infieles que resisten á


vuestras inspiraciones y matan á vuestros ministros, que les lla­ P iiu t o l.° amo q u e s e a n lla m a d o s to d o s lo s h o m ­
M anda el
man a vuestras bodas y convite; templad, Señor, vuestra ira y b r e s a l c o n v ite . — Considera
cómo viendo el Rey que el convite
tened de ellos misericordia. ¿Hemos oído nosotros el llamamien­ estaba aparejado y los llamados habían rehusado asistir, mandó

Apoc., x « ,9. — 3 1 Joan., n, 16. • I Cor., n, 14.


44 2 Serie primera.— Via iluminativa. Med. i )o .— Nuevos convidados á la boda. 443
& sus criados que fuesen por las calles, plazas y encrucijadas, y de ti, si sin tal requisito te acercas á la Mesa sagrada! Pondera
que llamasen á cuantos topasen, hasta que se hinchese la mesa cómo el Rey del cielo, al fin del mundo, ó al fin de la vida de
de convidados A cerca de lo cual has de ponderar la inmensa cada uno, ha de venir á ver á todos los convidados, y á juzgar
generosidad y caridad de D io s, que no se cansa del linaje de los sus obras y vidas, mirando si hay entre ellos alguno que no haya
hombres, porque muchos desprecien sus convites y favores, aun­ asistido con la dignidad y decencia que convenía, para castigarle .
que sean los más principales del mundo , y los más letrados y severamente , como castigó á los que no quisieron venir al con­
aventajados, los cuales dé razón hablan de ser más comedidos - vite. Y de este juicio ninguno se puede escapar, y esta es la causa
antes, viendo que éstos por su culpa son indignos de estos bene­ por qu é, siendo muchos los malos que se condenan, dice el
ficios . quiere que con eficacia sean llamados los viles y despre­ Señor que vió solamente á uno sin ropa de bodas; para que en­
ciados , y la gente que no tiene en el mundo cosas que les traen tiendas que, aunque entre todos los cristianos del mundo no hu­
el corazón. Y admite á los buenos y á los malos ; esto es, álos biese más que un solo malo que comulgase m al, ó no guardase la
que tienen bueno ó mal natural, buenas ó malas inclinaciones, ley de Dios , ese no se podría esconder, porque los ojos de Dios
para que todos se hagan buenos y santos, gozando de su convite, le descubrirían y condenarían. Pondera, finalmente, la terribili­
aunque algunos después hayan de ser malos. Y lo que más admi­ dad de aquella reprensión del R ey, dada, no por odio de la per­
ra , es que en especial manda llamar á los pobres y tullidos, ciegos sona , porque ya no le llamaría amigo, sino por celo de la justicia
y cojos; y que si estos no bastan, llamen á cuantos topen, y que contra aquel que se presentó sin el vestido que debía. «¿Cómo
los compelan á e n trar, no con fuerza de brazos, sino con fuerza entraste aquí?; esto es, ¿quién te dió atrevimiento para entrar
de milagros y razones, y con la fuerza que hace la buena y santa con vestidura tan sucia y asquerosa?» ¡Qué confusión tan grande
vida del predicador. D e este modo la mesa y casa de Dios se padecerá el desventurado pecador cuando se vea reprender de
hinche de los llam ados; porque nunca le faltan medios para lle­ Cristo en presencia de los ángeles, y quede tan convencido, que
nar sus trazas y para cumplir el número de sus escogidos; por­ enmudezca, no teniendo qué responder! Y ¿no temes tú, alma
que si unos le resisten, sabe, puede y quiere llamar á otros, de mía, esta reprensión? ¿Te has presentado alguna vez al convite
modo que no le resistan , y asi no temas que la casa de Dios esté divino sin el vestido nupcial de la gracia? ¿Cómo te hallas actual­
despoblada, si 1:1 quiere poblarla; ni las casas de la religión ten­ mente? ¡Oh buen Jesús! Reprendedme en esta vida con miseri­
drán falta de gente llamada para e lla s, pues Dios es el que las cordia, de modo que yo calle con humildad, y acepte vuestra
fundó y el que ha de llamar quien entre en ellas. ¡Oh Padre de corrección para mi enmienda y alcance la vida eterna.
misericordia! Pues que á nadie queréis forzar contra su volun­ P u n t o S.° C a s tig o d e .a q u e l d e s g r a c ia d o q u e s e p r e s e n tó
tad á que os sirva y siga vuestro llamamiento, forzadme con tal Considera cómo el R ey, airado contra
s in e l v e s t id o n u p c i a l.— ^
fuerza interior, que trueque mi voluntad rebelde, y la haga ren­ aquel hombre que se había presentado á su convite sin la ropa de
dida con mucho gusto á la vuestra; llenad vuestra casa de convi­ boda, dijo á sus c r ia d o s « A ta d le de pies y manos, y echadle
dados, que, aprovechándose de los preciosos manjares que les á las tinieblas exteriores, en donde habrá llanto y crujir de dien­
d ais, crezcan en virtud y santidad y os tributen grande gloria. tes». ¡Qué sentencia tan terrible, y qué penas tan dolorosas
¡ Oh alma! Mira tu vocación y consérvala con cuidado, para que abraza! Y esta es la sentencia que se da al pecador, y en ella
otro no arrebate tu corona. ¿ Qué has de resolver y practicar se le imponen cuatro penas; á saber: L a primera es cárcel per­
para esto? petua, sin poder salir jamás de ella. Esto denota atarle de pies y
P a n t o S .° U n c o n v i d a d o e n tr ó e n e l f e s t í n s i n e l vestido manos, de modo que no pueda desatarse, en castigo de la soltura
d e b o d a , y f u é á s p e r a m e n t e , r e p r e n d id o . —Considera cómo, en­ con que vivió en esta vida. L a segunda es obstinación en el mal,
trando el Rey á v e r á lo s que estaban en el convite, entre ellos sin quedarle libertad para obras buenas significadas por las ma­
vió á un hombre que no estaba con vestidura de boda, y díjole nos, y para buenos afectos significados por los pies, en castigo
«Am igo, ¿cómo entraste aquí sin ropa de boda ?» Y él enmude­ de que él se ató en esta vida los pies y las manos con las cade­
ció. Pondera acerca de esto que no basta consentir con el divino nas de sus pasiones y aficiones desordenadas. L a tercera es ti­
llamamiento, y ven ir á su convite y cena con sola la virtud de la nieblas extremas y terribles, así del alma por la privación de
f e , sino que es necesario venir con vestidura de boda, que es la la vista de Dios, y obscuridad del juicio, tupido con su miseria,
caridad y pureza de vid a, la caal hace al hombre digno de estar como tinieblas exteriores del lugar infernal, porque el luego
en este convite, de modo que agrade á Dios, que le convidó. ¡Ay abrasa y no da luz. L a cuarta es llanto y crujir de dientes per-

■ M *tth.,xni, 10. — » Matlh., x x ii, 11. • MaUh., XXII, 13.


444 Serie primera.— Via iluminativa.
Med.- i j r . — Parábola de las die{ vírgenes. 445
petuo, porque llorará acordándose del convite en donde es­
tuvo, y del aparejo que tuvo para salvarse, y de que por su dar lo andado , haciendo para ello aquellos propósitos que nos
descuido no se aprovechó de la buena ocasión, y llorará por convenga. Pidamos gracia para cumplirlos, y remedio para todas
las necesidades.
la miseria que ahora padece, y el llanto será con crujimiento
_de dientes, por la rabia é impaciencia que tendrá en los tor-'
mentas, viéndose sin esperanza de salir de ellos. Todo esto 131.— PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES.
mandará el Rey á los ministros ejecutores de su justicia, que
. Pkrumio 1.« La Iglesia se representa en diez vírgenes, cinco prudentes y cinco necias;
sontos demonios; los cuales, arrebatando al miserable convi­
todas las cuales se durmieron ó dormitaron hasta que llegó el Esposo.
dado, le arrancarán de la casa del convite, que es la Iglesia, y le P r e l u d io 2 .* R e p r e s é n t a t e á J e s ú s p r o p o n i e n d o esta parábola.
arrojarán en la cárcel del infierno, que es su morada. ¡Oh Rey P r e l u d i o y « Pide la g r a c i a d e s e r p r u d e n t e y vigilar para c u a n d o e l Señor t e .llame.
eterno y Juez justísimo! Vuestros juicios son rectos, aunque te­
rribles con los m alos; yo me presento ante Vuestra Majestad, P u n t o 1.° A q u ié n e s r e p r e s e n t a n la s d i e z v ír g e n e s . —Con­
atado de pies y manos, no con cadenas de obstinación, sino con sidera cómo las diez vírgenes de la parábola ■ representan á todos
cadenas de obediencia, aparejado para no resistir á cuanto me los hombres que pertenecen á la Iglesia de Jesucristo; y así
mandareis. Confirmad, Señor, esta voluntad con las ataduras como de estas diez vírgenes, cinco eran prudentes, porque tenían
de la caridad, para que, siendo constante en amaros y obede­ las lámparas encendidas y aceite para cebarlas, y otras cinco
ceros , llegue á veros y gozaros para siempre. ¿No tememos los eran necias, porque tenían las lámparas, pero carecían de aceite;
rigores de la justicia divina? ¿Los hemos merecido en algún del propio modo, entre los que pertenecen á la Iglesia, aunque
tiempo? ¿Qué nos dice actualmente nuestro corazón? todos poseen la fe y las obras comunes de los cristianos, y todos
E p ilo g o y c o lo q u io s. . ¡ Oh cuán invencible es la paciencia están esperando la venida del Esposo, unos son prudentes y se
de Dios! Vese menospreciado por muchos que desechan sus aperciben con lo necesario para recibirle, y otros son necios, y
ofrecimientos; pero no se cansa, é insiste en llamar; si los proveyéndose de algunas cosas, dejan otras que son muy ne­
ricos no son dóciles, llama á los pobres; si los sabios se hacen cesarias. Son necios aquellos que tienen lámparas, pero con muy
sordos á su voz, se dirige á los ignorantes; al fin logra que se poco aceite, ó del todo carecen de él; esto es, tienen fe , y no
llene su casa. Su palabra no cae en vano sobre la tierra; sus caridad; luz de verdades, y no el óleo de las virtudes; lámparas
trazas se han de cumplir exactamente. ¡ Quién no confiará en un que lucen con obras exteriores, y no los afectos fervorosos de las
Señor tan poderoso, que hace cuanto quiere en el cielo y en la obras interiores; tienen, á veces, devoción sensible que dura
tierra, y tan benigno, que, sin acepción de personas, admiteá poco, pero carecen de la devoción substancial; tienen virginidad
su mesa hasta los cojos, tullidos y gente más despreciada? Mas y entereza de cuerpo, y no la pureza y entereza del espíritu;
¡ay de aquel que no se presente,con el adorno de la graciaI tienen estado de perfección, y mucha imperfección con intencio­
Cuando el Señor visite en la muerte á los llamados, no podrá nes muy terrenas y groseras. ¡Qué necedad es esperar con tan
esconderse entre la muchedumbre; mal que le pese, será encon­ nial aparejo á un Esposo que tiene ojos de lince y penetra lo
trado; y aunque todos sean buenos, si él solo es malo, caerá en más recóndito del corazón! Los prudentes, al contrario, como
las manos de un Juez rectísim o y Rey omnipotente, el cual, des­ las vírgenes sabias, tienen lámparas llenas de aceite, y las vasi­
pués de haberle ásperamente reprendido y avergonzado á la faz jas bien provistas; porque tienen fe y caridad, luz de verdades y
de todo el mundo con sentidísimas frases, le entregará á sus virtudes, obras exteriores é interiores, pureza del cuerpo y del
ministros para que eternamente le atormenten. ¡Oh dolor! Será espíritu, y, finalmente, todo lo bueno que ha de durar hasta la
atado de pies y manos, privádo de libertad en horrible cárcel, vida eterna. No se contentan con la fe que ha de cesar, ni con lo
obstinado en el m al, envuelto en palpables tinieblas interiores y agradable á los hombres que acaba con la muerte, sino procuran
exteriores , y presa de horrible desesperación, que se traducirá la sabiduría del espíritu, la piedad y la caridad *, que nunca
en amargo llanto y crujimiento de dientes, vivirá muriendo por desfallece, y la ropa de bodas que agrada al Esposo. ¡ Oh pruden­
toda la eternidad. Y ¿no tem emos tan espantoso desenlace? ¿He­ cia y discreción digna de hombres cristianos, que obran lo que
mos merecido alguna vez e ste castigo? ¿Nos hemos presentado creen, y se aperciben de modo que puedan recibir lo que espe­
delante de Dios sin el vestido nupcial de la gracia? ¿Hemos ran! ¿La poseemos nosotros? ¿Somos prudentes ó necios? ¡Oh
osado acudir á su divino co n vite de un modo que no nos hubiéra­ Dios de mi alma! Dadme esta prudencia y discreción, para que
mos atrevido á presentar delante de un hombre? En este caso,
¡ay de nosotros!.... Pero no desesperemos; tratemos de desan. < M a t t h . , x x v , 1. — - I T i m . , iv . 8 ; E p h t s . , I , 17.
444 Sirie prim era.— V ia iluminativa.
Med: / 3 1 .— Parábola de las die¡ vírgenes. 445
petuo, porque llorará acordándose del convite en donde es­
dar lo andado , haciendo para ello aquellos propósitos que nos
tuvo, y del aparejo que tuvo para salvarse, y de que por su
convenga. Pidamos gracia para cumplirlos, y remedio para todas
descuido no se aprovechó de la buena ocasión, y llorará por
las necesidades.
la miseria que ahora padece, y el llanto será con crujimiento
f de dientes, por la rabia é impaciencia que tendrá en los tor-
’ mentos, viéndose sin esperanza de salir de ellos. Todo esto 131.— PARÁBOLA DE LAS DIEZ VÍRGENES.
mandará el Rey á los ministros ejecutores de su justicia, que
. P r e l u d io i » La Iglesia se representa en diez vírgenes, cinco prudentes y cinco necias;
son los demonios; los cuales, arrebatando al miserable convi­
todas las cuales se durmieron ó dormitaron hasta que llegó el Esposo.
dado, le arrancarán de la casa del convite, que es la Iglesia, y le Preludio 2.° Represéntate &Jesús proponiendo esta parábola.
arrojarán en la cárcel del infierno, que es su morada. ¡Oh Rey Preludio 3 " Pide la gracia de ser prudente y vigilar para cuando el Señor te llame.
eterno y Juez justísimo! Vuestros juicios son rectos, aunque te­
rribles con los m alos; yo me presento ante Vuestra Majestad,
P a n t o l.° A quiénes representan las dies vírgenes—Con­
atado de pies y manos, no con cadenas de obstinación, sino con
sidera cómo las diez vírgenes de la parábola ’ representan á todos
cadenas de obediencia, aparejado para no resistir á cuanto me los hombres que pertenecen á la Iglesia de Jesucristo; y así
mandareis. Confirmad, Señor, esta voluntad con las ataduras como ele estas diez vírgenes, cinco eran prudentes, porque tenían
de la caridad, para que, siendo constante en amaros y obede­ las lámparas encendidas y aceite para cebarlas, y otras cinco
ceros , llegue á veros y gozaros para siempre. ¿No tememos los eran necias, porque tenían las lámparas, pero carecían de aceite;
rigores de la justicia divina? ¿Los hemos merecido en algún del propio modo, éntrelos que pertenecen á la Iglesia, aunque
tiempo? ¿Qué nos dice actualmente nuestro corazón? todos poseen la fe y las obras comunes de los cristianos, y todos
E p ílo g o y c o lo q u io s. . ¡ Oh cuán invencible es la paciencia están esperando la venida del Esposo, unos son prudentes y se
de Dios! Vese menospreciado por muchos que desechan sus aperciben con lo necesario para recibirle, y otros son necios, y
ofrecimientos; pero no se cansa, é insiste en llamar; silos proveyéndose de algunas cosas, dejan otras que son muy ne­
ricos no son dóciles, llama á los pobres; si los sabios se hacen cesarias. Son necios aquellos que tienen lámparas, pero con muy
sordos á su voz, se dirige á los ignorantes; al fin logra que se poco aceite, ó del todo carecen de él; esto es, tienen fe , y no
llene su casa. Su palabra no cae en vano sobre la tierra; sus caridad; luz de verdades, y no el óleo de las virtudes; lámparas
trazas se han de cumplir exactamente. ¡Quién no confiará en un que lucen con obras exteriores, y no los afectos fervorosos de las
Señor tan poderoso, que hace cuanto quiere en el cielo y en la obras interiores; tienen, á veces, devoción sensible que dura
tierra, y tan benigno, que, sin acepción de personas, admiteá poco, pero carecen de la devoción substancial; tienen virginidad
su mesa hasta los cojos, tullidos y gente más despreciada?Mas y entereza de cuerpo, y no la pureza y entereza del espíritu;
¡ay de aquel que no se presente.con el adorno de la gracia! tienen estado de perfección, y mucha imperfección con intencio­
Cuando el Señor visite en la muerte á los llamados, no podrá nes muy terrenas y groseras. ¡ Qué necedad es esperar con tan
esconderse entre la muchedumbre; mal que le pese, será encon­ mal aparejo á un Esposo que tiene ojos de lince y penetra lo
trado; y aunque todos sean buenos, si él solo es malo, caerá en más recóndito del corazón! Los prudentes, al contrario, como
las manos de un Juez rectísim o y Rey omnipotente, el cual, des­ las vírgenes sabias, tienen lámparas llenas de aceite, y las vasi­
pués de haberle ásperamente reprendido y avergonzado á la faz jas bien provistas; porque tienen fe y caridad. luz de verdades y
de todo el mundo con sentidísimas frases, le entregará á sus virtudes, obras exteriores é interiores, pureza del cuerpo y del
ministros para que eternamente le atormenten. ¡Oh dolor! Será espíritu, y, finalmente, todo lo bueno que ha de durar hasta la
atado de pies y manos, privado de libertad en horrible cárcel, vida eterna. No se contentan con la fe que ha de cesar, ni con lo
obstinado en el mal, envuelto en palpables tinieblas interiores y agradable á los hombres que acaba con la muerte, sino procuran
exteriores, y presa de horrible desesperación, que se traducirá la sabiduría del espíritu, la piedad y la caridad 4, que nunca
en amargo llanto y crujimiento de dientes, vivirá muriendo por desfallece, y la ropa de bodas que agrada al Esposo. ¡ Oh pruden­
toda lá eternidad. Y ¿no tem emos tan espantoso desenlace? ¿He­ cia y discreción digna de hombres cristianos, que obran lo que
mos merecido alguna vez e ste castigo? ¿Nos hemos presentado creen, y se aperciben de modo que puedan recibir lo que espe­
, delante de Dios sin el vestido nupcial de la gracia? ¿Hemos ran! ¿La poseemos nosotros? ¿Somos prudentes ó necios? ¡Oh
osado acudir á su divino co n vite de un modo que no nos hubiéra­ Dios de mi alma! Dadme esta prudencia y discreción, para que
mos atrevido á presentar delante de un hombre? En este caso,
¡ay de nosotros!.... Pero no desesperemos; tratemos de desan. « Mattb., xxv, i. — * I T im . , iv, S ; Ephcs. , 1 , 1 7 .
446 Serie primera.— Vía iluminativa. Med. i ¿ i .— Parábola de las die% vírgenes. 447
lo cual decía Jesús que estuviésemos preparados, porque en la
de tal manera aperciba y aderece la lámpara de mi corazón con
hora menos pensada había de venir. Precede un gran clamor,
luz de verdades y óleo de heroicas virtudes, que tenga todo lo
necesario y bastante para esperar vuestra venida y parecer sin con el cual se significa la turbación y espanto de aquellos á
vergüenza en vuestra presencia. quienes visita, al modo que los Apóstoles 1 en medio del mar
P u n t o ü.° S u e ñ o d e la s v ír g e n e s a n te s d e la v e n id a del
principiaron á clamar, movidos del miedo y espanto que les cau­
E sp o so — En este punto has de considerar cómo, tardando el Es­ saba ver acercarse al Señor sobre las aguas. Viene á la media
poso, todas las diez vírgenes dormitaron y durmieron; porque noche, para indicarte que todos los pecadores y muchos justos
las unas se entregaron á un sueño profundo, completamente des­ quedan tristemente burlados, creyendo que podrán pasar toda
cuidadas de la venida del Esposo que estaban esperando; y las la noche de esta vida tenebrosa y que ella ha de, ser muy larga,
otras, vencidas del cansancio y tibieza, se permitieron un sueño y que han de poder descansar regaladamente durante toda ella;
más ligero y corto, que se llama dormitar. Pondera aquí cómo mas de repente, cuando están en la mitad de sus goces y delicias,
la venida del Esposo tarda al parecer de todos los hombres, por­ y cuando descubrían nuevos horizontes de placer y esperaban
que todos piensan que su vida será larga, y que haj7 mucho de gozar de él sosegadamente, les asalta la muerte y la venida del
aquí á la muerte y al juicio que en ella se h a ce : de donde pro­ Juez. Porque, aunque se llama Esposo, es también Juez, puesto
cede que los buenos dormiten el sueño de la pereza, dando cabe­ que viene con adorno de esposo para los buenos y con rigor
zadas de pecados veniales, y los malos duerman con el sueño del de juez para los malos; viene como esposo para regalar y enri­
pecado mortal, como si nunca hubiese de venir el Juez soberano. quecer á los que hallare bien dispuestos y aparejados, y como
Mas reflexiona también cómo todas jas diez vírgenes dormitaron juez para excluir y desechar á los que hallare mal apercibidos.
y durmieron, porque todos los hombres vienen á caer en enfer­ ¡ Oh alma mía! Suene á menudo en tus oídos esta temerosa voz,
medad, ó v e je z, ó flaqueza, ó en otra alguna causa, que dispone y procura estar aparejada, pues no sabes el día ni la hora en que
para el sueño d é la muerte, y al fin todos vienen á dormir este ha de sonar. Cuando te toca la enfermedad, imagina que es soni­
último sueño, sin que nadie se pueda escapar de él. Y llámase la do de esta voz para que te apercibas, pues no sabes en lo que ha
muerte sueño, porque, como el sueño , mal que nos pese nos de parar, y para oirla entonces con seguridad, óyela también
vence, por más que le resistamos y porfiemos, y por entonces nos cuando vas á comulgar, imaginando que te dicen: Mira que viene
priva del uso de los sentidos y de todas las cosas de esta vida, tu Esposo; sal á recibirle con el debido aparejo, pues viene para
así también la m uerte; y como viendo la imagen te acuerdas de desposarte consigo en misericordia y caridad. ¿Lo practicas de
la cosa que representa, así cuando te acomete el sueño ó te vas este modo? ¿Yo temes la venida del Señor? *
á dormir, has de acordarte de la muerte; y en viendo la cama E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Qué prudencia tan provechosa es
donde se cubre el cuerpo dorm ido, debieras, acordarte de la se- la de las vírgenes sabias, y qué necedad tan insensata la de las
pultura donde se esconde el cuerpo muerto. ¡Oh Juez soberano! fatuas! Aquéllas tienen las lámparas con aceite; éstas las tienen
Libradme del mal sueño de la culpa, para que no venga á dormir también, pero sin él, por lo cual de nada les sirven. A s i son
mi alma el sueño terrible de la muerte eterna; no se dormite en muchos hombres, y quizás tú mismo has pertenecido á este nú­
muchas culpas ligeras, porque no venga á dar en las graves. mero; tienen le sin caridad, resplandor de doctrina sin adorno
¡Oh alma religiosa! Despierta del letargo en que te hallas, por­ de virtudes, exterioridades sin virtud interior; bienes que duran
que se acerca la muerte. ¿Te dormitas con la tibieza, ó te duer­ hasta la muerte, pero que no les acompañan más allá del sepul­
mes por el pecado? ¿Te acuerdas mucho de la muerte para cro. Y en este triste, descuidado y peligroso estado se duermen.
preservarte de este sueño? ¡Oh locura del pecador! Toma precauciones para librarse de
P a n t o 3.° V e n id a s ú b it a d e l É s p o s o .—Estando las vírge­ los males temporales y materiales, y no se acuerda de los males
nes dormitando ó durmiendo, súbitamente, á media noche, se espirituales y eternos que le pueden coger de sorpresa. Creen
oyó un gran clamor, diciendo 1: «Mirad que viene el Esposo; sa- ellos torpemente que la muerte está muy lejos, y que el Juez ha
lidie á recibir». A cerca de esto has de considerar cuidadosamente de tardar mucho en ven ir, y así se duermen en los brazos de su
las circunstancias de este llamamiento, capaz de asustar á los abandono, tibieza y pecado. Cuando menos piensen, cuando más
más fuertes, seguros y preparados. Viene súbitamente, cuando descuidados estén, á media noche ó en la mitad de sus días,
menos se piensa, como el ladrón que acecha la ocasión en que los resonará en sus oídos aquel espantoso clam or: El esposo viene,
habitantes de la casa están mas descuidados para asaltarla; por salidle á recibir. Mas para ellos no será esposo cariñoso, sino

i M atth ., x x v , 6. ' M atth., xiv, 26.


44 $ Serie prim era.— V ia ilu m in a tiv a . M cd. 13 2 .— Castigo Je las vírgenes necins. 449
juez severísimo; no vendrá vestido de herm osura para enamorar­ que os le compre de balde, haced que oiga con tiempo lo que me
les, sino ceñido de fortaleza para amedrentarlos; no traerá en sus inspiráis y haga lo que me mandáis. Avivad mi confianza y
manos la recompensa, sino una espada de dos filos para acabar devoción en los santos y ángeles, 3* sobre todo en la Reina de
con ellos. ¿Querrás tú imitar todavía á la s vírgenes fatuas? ¿Xo todos, para que sean ahora mis poderosos intercesores y aboga­
te esforzarás en seguir los ejemplos de la s prudentes? Si ahora dos. ¡Oh alma! Escarmienta en estas vírgenes imprudentes, y
fueses llamado á juicio, ¿cuál seria tu suerte? ¡Oh cristiano! Mira acude con tiempo á los santos, que te favorecerán. ¿Estás pro­
por ti, escudriña 3' piensa cómo quisieras hallarte en aquella vista del aceite de la caridad? ¿Recibirías con gusto y confianza
hora temible; y conociéndolo, haz propósitos eficaces 3- prácti­ la venida de tu Esposo?
cos , pide los auxilios necesarios para ponerlos en ejecución, y P a n to 3.° D ic h o s a s u e r le d e la s v ír g e n e s p r u d e n t e s .—
no olvides el rogar por los pecadores, p o r aquellos que hoy ten­ Considera cómo las vírgenes prudentes, teniendo preparadas sus
gan que presentarse ajuicio, y por lo dem ás que tienes enco­ lámparas, y estando provistas de aceite para cebarlas, salieron
mendado. al encuentro del Esposo 3' entraron con El en las bodas; mas al
momento se cerró la puertíi. Aquí debes ponderar primeramente
1 3 2 . - CASTIGO DE LAS V ÍR G E N E S NECIAS. cóm o, llegando el Esposo á ju icio, todas las almas puras y
prudentes, que están aparejadas con el aparejo que ganaron en
P reludio I.11 Llegado el Esposo, las vírgenes prudentes que estaban preparadas, la vida, serán admitidas á las bodas celestiales, en compañía de
entraron con El en las bodas, y las fatuas no pudieron en trar por no estarlo. su dulce Esposo. ¡Oh qué contentas se bailarán por haberse aper­
P reludio 2.» Represéntate ájesús proponiendo esta parábola. cibido con tiempo! ¡Oh qué alegres de verse con quien tanto
P reludio 3.» Pide la gracia de estar preparado para cuando Dios te llame. amaron! ¡Oh qué dulzura será la su ya, y qué consuelo, cuando
vean á su Esposo celestial cara á cara, y le abracen con el amor
l ’n n to l.° I n q u i e t u d d e la s v í r g e n e s lo ca s e n la v en id a beatifico, y coman con Él á su mesa los manjares de la divinidad,
Considera cómo todas las vírgen es, al punto que
d e l E sp oso.— y beban del río de sus deleites! ¡Oh qué resplandeciente estará
oyeron la voz de su Esposo, se levan taron 3” comenzaron á ia lámpara de su alma con la lumbre de la gloria! ¡Quéardiente
preparar sus lámparas para salir A re cib irle ; mas, las necias con el fuego de la caridad! ¡Qué devota 3' alegre con el óleo de
echaron de ver que les faltaba el a ceite, y pidiéronselo á las la divina consolación! ¡ Oh dichosos trabajos que llevan á tan
prudentes, las cuales respondieron que n o podían dárselo, por­ felices descansos! Pondera luego cómo la puerta del cielo se cie­
que todo el que tenían habían menester p a r a sí, y que lo fuesen á rra el día del juicio universal, de tal manera, que nunca más se
comprar. Acerca de esto has de ponderar cómo los buenos y los abre para echar de allí al que una vez entró, porque su gloria
malos han de resucitar y parecer en el ju ic io universal; y antes será perpetua, mientras Dios fuere Dios, gozando eternamente
de esto, en muriendo, han de abrir los o jo s , como quien despier­ de su compañía, sin miedo de perderle. En esta vida algunas ve­
ta del sueño que tenían én esta vida m o rta l, y se han de hallar ces te entra el Señor en la bodega de sus vinos 1, consolándote
en el juicio particular, y cada uno ha de lle v a r su lámpara con el con sus visitas é inspiraciones, pero siempre queda abierta la
aparejo que granjeó en esta vida, ó sin a c e ite ó con aceite, poco ó puerta; y cuando menos piensas, te echan fuera ó te sales; pero,
mucho, porque sus obras le han de s e g u ir , 3'a sean malas ya sean en entrando en .el cielo, luego se cierra la puerta, de modo que ni
buenas, tales cuales fueron, y , según e lla s , ha de ser juzgado. Dios te echará de él, ni tú querrás nunca salir. ;Oh entrada di­
Pondera cuán burlados se hallarán en aq u ella hora los malos y chosa y bienaventurada! ¡Oh lugar seguro! ¡Oh Dios mío! Entre
necios, y cómo caerán en la cuenta de su necedad, viendo sus yo cuanto antes, en esa bodega celestial y en ese jardín delicioso
lámparas muertas por falta de aceite; 3’ aunque acudan á los bue­ en que se recrean los bienaventurados, para estar siempre con
nos á pedir misericordia é intercesión, n o habrá quien interceda V os, alegrándome con ellos. ¿Cuándo iré, Señor, á V os, y me
ni abogue por ellos, porque cada uno ten d rá harto que ver con­ presentaré ante vuestra soberana presencia *? ¡Oh cristiano! Llora
sigo, y porque ya cesó el tiempo de intercesión por otros; antes, este destierro en que te hallas, y en donde puedes todavía ofender
como por escarnio, les dirán: «Id á co m p rarlo á los que lo ven­ á Dios; 3’ puesto quedeseas ir á aquel lugar de seguridad, prepá­
den»; que es decir: Tarde os habéis acordado, porque ya no rate con el óleo de las buenas obras, como las vírgenes prudentes.
hallaréis quien os lo dé, ni os lo v e n d a, ni lo podréis comprar, P a n t o 3.° P e n a d e la s v ír g e n e s f a t u a s .—Considera cómo,
porque se pasó ia hora y el tiempo de la compra. ¡Oh Señor mío ■ viniendo después las vírgenes necias, comenzaron á llamar á la
amantísimo! Pues que estáis aparejado p a r a venderme este pre­
cioso aceite, y aun me dais para ello el precio, 3' me convidáisá >Caut., u, 4. — a Psjlm. su , 3 .
29
. 45° Serie primer,:.— V ia iluminativa.
M ed. 1 77.— Parábola de los talentos. 451
puerta, diciendo: «Señor, Señor, ábrenos». Pero É l respondió: eri pos de ti se cerrará la puerta del cielo, de modo que jamás
«Dígoos de verdad, que no os conozco». Pondera aquí cómo la puedas salir, ni Dios te querrá echar de aquel océano de deli­
puerta del cielo estará eternamente cerrada para aquellos que en cias. Y aquel mismo Señor que dirá al pecador: no te conozco ni
la hora de la muerte no estén aparejados con las buenas obras; admito como cosa m ía, se regalará contigo, te sentará á su mesa,
y habiendo sido una vez excluidos, ya para ellos no se abrirá por te hará comer en su mismo plato, y te hará participante de su fe­
toda la eternidad. Y aunque giman y den voces, pidiendo á Dios licidad. Pues, al considerar esto, ¿qué hacemos? ¿Seguiremos,
que les abra, no serán oídos; antes les dirá: No os conozco, ni por nuestro descuido, pereza y flojedad, imitando á las vírgenes
apruebo vuestras vidas: no conozco esas voces ni las quiero ad­ locas? ¿Es posible que tengamos fe, y no nos despierte y estimule
mitir: apartaos de M í', obradores de maldad, condenados al fuego esta meditación? ¿Será que aun en ella está dormitando nuestro
eterno. ¡ Oh cuán terrible es esta palabra! ¡Cuán espantosa esta corazón? ¡Oh Dios mío! Abrid los ojos de nuestra mente; des­
sentencia 1 Si en tu muerte eres excluido del cielo, para siempre cubridnos los propósitos que nos conviene formar; concedednos
quedarás desterrado de él. Jamás entrarás á ver áDios. Yano gracia para cumplirlos, y remediad con eñcacia todas nuestras
te mirará tu Criador sino como extraño y enemigo. Perpetua­ necesidades.
mente aherrojado has de quedar en las obscuras cavernas del
infierno. ¡ Olí dolor! Mira con cuánta razón concluye Jesús esta
133.— PARÁBOLA OE LOS TALENTOS.
parábola, diciendo: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Imprime firmemente en tu corazón estas palabras; pues á todos
Ptsiuoto l.» Lo que pasa en d reino de los cielos es como lo que hace un señor que re­
y á cada uno en particular se- dicen. ¡Oh misericordiosísimo
parten sus criados los talentos, encargándoles que negocien con ellos.
Dios! Templad la justa indignación que contra mí tenéis; reco­ PHumo 2-0 Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
nocedme por criatura vuestra, hecha á vuestra imagen y seme­ PREUHMO ),♦ Pide la gracia de saber negociar con los talentos que has recibido.
janza, y por esclavo vuestro, comprado con vuestra sangre. Bien
merecido tengo que no me conozcáis ni aprobéis para vuestro
P u n t o l . ° Q u é s ig n i f i c a n e sto s ta le n to s .—Considera cómo
paraíso, pues con innumerables pecados he borrado en mí vues­
los talentos de que habla Jesucristo en esta parábola 1 significan
tra im agen; mas todavía es tiempo de misericordia; veis aquí
el caudal necesario y conveniente para negociar nuestra salva­
abiertas las puertas de mi corazón para recibiros; abridme las
ción y la de nuestros prójimos, y todo lo que para esto ayuda. Lo
de vuestro cielo para recibirme en él, donde os vea y goce para
cual puede reducirse á cinco suertes de cosas. L a primera abraza
siempre. ¡Oh alma fiel! Ya que has visto y meditado la suerte
los dones y cualidades de naturaleza, asi de cuerpo como de
desventurada de las vírgenes necias, ¿no te decides á velar con
alma, como es salud, fuerzas corporales, habilidad, ingenio,
la diligencia de las prudentes, para que el Señor no te halle des­
viveza de sentidos, y, sobre todo, la lumbre de la razón, que es
prevenido? ¿Qué debes hacer al efecto?
común á fieles é infieles, la cual descubre el bien y el mal, incli­
E p ílo g o y c o lo q n io s . ¡Qué sorpresa tan temible recibie­
nando á seguir lo bueno y á huir de lo m alo2. L a segunda abraza
ron las vírgenes al oír la voz clamorosa que les anunciaba la
los dones y partes adquiridas por industria humana, como son
llegada del lísposo! Tal será la tuya cuando en la muerte abras
riquezas, honras, dignidades, ciencias y artes, virtudes morales
los ojos, y te encuentres cara á cara con tu Dios. Entonces senti­
y políticas, todo lo cual también es don de nuestro Señor,
rás las consecuencias de tu necedad, si, siguiendo el ejemplo de
y puede ayudar á nuestra salvación. La tercera abraza las vir­
las vírgenes locas, no has procurado conservar tu alma alumbra­
tudes sobrenaturales comunes á los fieles, así buenos como
da con la luz de la fe, y enriquecida con el óleo de la caridad.
malos, como son la lumbre de la fe, la virtud de la esperanza y
¡Qué desengaño tan fatal! ¿Áquién acudirás en aquel instante?
el derecho para usar délos Sacramentos de la Iglesia, con los
¿Á qué santo invocarás? ¡Ah! El tiempo de prepararse y de me­ cuales se negocia la gracia y la salvación eterna. L a cuarta
recer ya ha pasado, y comienza el de pagar la pena de tu des­ abraza la misma gracia y caridad, con las virtudes y dones que
cuido. Pero, ¡cuán dichoso y afortunado serás si, estando preve­ la acompañan, con las cuales se negocia el aumento de los me­
nido, como las vírgenes prudentes, puedes salir al encuentro recimientos y de los premios eternos. La quinta encierra todas
del divino lísposo con el brillo de las virtudes y con el adorno las gracias g r a t i s d a t a s , que se ordéñan para edificación de la
de la gracia! Serás introducido en el gozo de tu Señor2, entroni­ Iglesia y para salvación de los prójimos, como s o n : gracia
zado en un solio celestial, y coronado de alegría y de felicidad; de entender las divinas Escrituras, de predicar y enseñar, don
• .Matth., vil, 2} j Luc., xm , 27. — * Matth., u v , 21.
■ Matth., xxv, 14 ; Luc., xix , 12. — 4 Psalm. xxxvi, 27.
. 45° Serie primer,:.— Via iluminativa. Med. i} } .— Parábola de los talentos. 451
puerta, diciendo: «Señor, Señor, ábrenos». Pero Él respondió: eií pos de ti se cerrará la puerta del cielo, de modo que jamás
«Dígoos de verdad, que no os conozco». Pondera aquí cómo la puedas salir, ni Dios te querrá echar de aquel océano de deli­
puerta del cielo estará eternamente cerrada para aquellos que en cias. Y aquel mismo Señor que dirá al pecador: no te conozco ni
la hora de la muerte no estén aparejados con las buenas obras; admito como cosa m ía, se regalará contigo, te sentará á su mesa,
y habiendo sido una vez excluidos, ya para ellos no se abrirá por te hará comer en su mismo plato, y te hará participante de su fe­
toda la eternidad. Y aunque giman y den voces, pidiendo á Dios licidad. Pues, al considerar esto, ¿qué hacemos? ¿Seguiremos,
que les abra, no serán oídos; antes les dirá: No os conozco, ni por nuestro descuido, pereza y flojedad, imitando á las vírgenes
apruebo vuestras vidas: no conozco esas voces ni las quiero ad­ locas? ¿ Es posible que tengamos fe, y no nos despierte y estimule
mitir: apartaos de M í', obradores de maldad, condenados al luego esta meditación? ¿Será que aun en ella está dormitando nuestro
eterno. ¡ Oh cuán terrible es esta palabra! ¡Cuán espantosa esta corazón? ¡Oh Dios mío! Abrid los ojos de nuestra mente; des­
sentencia 1 Si en tu muerte eres excluido del cielo, para siempre cubridnos los propósitos que nos conviene formar; concedednos
quedarás desterrado de él. Jamás entrarás á ver áDios. Ya no gracia para cumplirlos, y remediad con eficacia todas nuestras
te mirará tu Criador sino como extraño y enemigo. Perpetua­ necesidades.
mente aherrojado has de quedar en las obscuras cavernas del
infierno. | Oh dolor! Mira con cuánta razón concluye Jesús esta
133.— PARÁBOLA OE LOS TALENTOS.
parábola, diciendo: «Velad, porque no sabéis el día ni la hora».
Imprime firmemente en tu corazón estas palabras; pues á todos
Preludio i .» Lo que pesa en el reino de los a d o se s como lo que hace un señor que re-
y á cada uno en particular se dicen. ¡Oh misericordiosísimo
parteó sus criados los talentos, encargándoles que negocien con ellos.
Dios! Templad la justa indignación que contra mí tenéis; reco­ Preludio 2.0 Represéntate á Jesús proponiendo esta parábola.
nocedme por criatura vuestra, hecha á vuestra imagen y seme­ Preludio 3.® Pide la gracia de saber negociar con los talentos qoe has recibido.
janza, y por esclavo vuestro, comprado con vuestra sangre. Bien
merecido tengo que no me conozcáis ni aprobéis para vuestro
P a n t o l . ° Q u é s ig n i f i c a n e s to s ta le n to s .— Considera cómo
paraíso, pues con innumerables pecados he borrado en mi vues­
los talentos de que habla Jesucristo en esta parábola 1 significan
tra im agen; mas todavía es tiempo de misericordia; veis aquí
el caudal necesario y conveniente para negociar nuestra salva­
abiertas las puertas de mi corazón para recibiros; abrídmelas ción y la de nuestros prójimos, y todo lo que para esto ayuda. Lo
de vuestro cielo para recibirme en él, donde os vea y goce para
cual puede reducirse á cinco suertes de cosas. L a primera abraza
siempre. ¡Oh alma fiel! Y a que has visto y meditado la suerte
los dones y cualidades de naturaleza, así de cuerpo como de
desventurada de las vírgenes necias, ¿no te decides á velar con alma, como es salud, fuerzas corporales, habilidad, ingenio,
la diligencia de las prudentes, para que el Señor no te halle des­
viveza de sentidos, y, sobre todo, la lumbre de la razón, que es
prevenido? ¿Qué debes hacer al efecto?
común á fieles é infieles, la cual descubre el bien y el mal, incli­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué sorpresa tan temible recibie­
nando á seguir lo bueno y á huir de lo m alos. L a segunda abraza
ron las vírgenes al oir la voz clamorosa que les anunciaba la
los dones y partes adquiridas por industria humana, como son
llegada del Esposo! Tal será la tuya cuando en la muerte abras
riquezas, honras, dignidades, ciencias y artes, virtudes morales
los ojos, y te encuentres cara ácara con tu Dios. Entonces senti­
y políticas, todo lo cual también es don de nuestro Señor,
rás las consecuencias de tu necedad, si, siguiendo el ejemplo de y puede ayudar á nuestra salvación. L a tercera abraza las vir­
las vírgenes locas, no has procurado conservar tu alma alumbra­
tudes sobrenaturales comunes á los fieles, así buenos como
da con la luz de la fe, y enriquecida con el óleo de la caridad. malos, como son la lumbre de la fe, la virtud de la esperanza y
¡Qué desengaño tan fatal! ¿A quién acudirás en aquel instante?
el derecho para usar délos Sacramentos de la Iglesia, con los
¿A qué santo invocarás? ¡Ah! El tiempo de prepararse y de me­ cuales se negocia la gracia y la salvación eterna. L a cuarta
recer ya ha pasado, y comienza el de pagar la pena de tu des­ abraza la misma gracia y caridad, con las virtudes y dones que
cuido. Pero, ¡cuán dichoso y afortunado serás si, estando preve­ la acompañan, con las cuales se negocia el aumento de los me­
nido, como las vírgenes prudentes, puedes salir al encuentro
recimientos y de los premios eternos. La quinta encierra tedas
del divino Esposo con el brillo de las virtudes y con el adorno las gracias g r a t i s d a t a s , que se ordéñan para edificación de la
de la gracia! Serás introducido en el gozo de tu Señor5, entroni­ Iglesia y para salvación de los prójimos, como s o n : gracia
zado en un solio celestial, y coronado de alegría y de felicidad; de entender las divinas Escrituras, de predicar y enseñar, don
1 Matth., v i l , 23 ; L u c ., xm , 27. — » M a tlh ., x xv , 21.
1 Matth., xxv, 14 ¡ Luc., x tx, 12. — * Psalm. x x x v i , 27.
M c i. / 77.— Parábola de los talentos. 453
452 . Serie primera.— V ia iluminativa.
los dones todos que las enriquecen. Haced, Señor, que todos los
de aconsejar, de convertir almas, con los demás olidos de la Igle­
reconozcan á Vos como á la fuente de donde les vienen y os den
sia ordenados á este fin. Estas son las gracias y dones soberanos
la gloria de todo. ¿Agradecemos al Señor del modo debido los
que muy propiamente pueden llamarse talentos, por ser grande
dones que hemos recibido? ¿Nos esmeramos en acrecentarlos con
su valor, ya por la persona de quien proceden, ya por el finá
nuestros trabajos y cooperación?
que se ordenan, ya por los bienes que por ellos se pueden alcan­
P a n t o 3.° F i n p a r a q u e c o n c e d e D i o s lo s ta le n to s.— Con­
zar. i Cuál de estos talentos hemos recibido nosotros ? ¿ Cómo
sidera aquí el fin que se propone Dios nuestro Señor en la d is-.
nos aprovechamos de él? ¡Oh Padre amantísimo! Pues quede tribución de estos talentos. El cual no es para que nos sirvamos
Vos procede toda buena dádiva' y todo don perfecto, repartid de ellos para nuestra gloria 3' vanidad, ni para que pongamos
entre los hombres vuestros dones de tal modo, que todos se apro­ en ellos el fin de nuestros trabajos, ni para que busquemos sola­
vechen de los que les habéis concedido. mente la felicidad y grandeza en este mundo ; sino para negociar
P u n t o 8 .° Q u ié n d a esto s t a le n t o s y q u ié n lo s recib e y en con ellos nuestra salvación y perfección, y !a de nuestros próji­
q u é f o r m a . — Considera cómo el que reparte estos talentos es
mos, conforme á nuestro caudal. Esto es lo que dijo por el evan­
Dios nuestro Señor, porque todos son bienes suyos y de su bon­ gelista san L u ca s' más claramente á los siervos, á quienes repar­
dadosa y benéfica mano proceden. É l da los bienes de naturaleza tió las minas ó libras de dinero. «Negociad mientras vuelvo».
y los de fortuna y los de gracia, y á É l se le deben todos; y quien Como quien dice : Mirad que este dinero no os le doy para que
quisiera atribuirse á sí estos bienes, excluyendo á Dios, es so­ esté ocioso, ni para que lo gastéis pródigamente; sino para que
berbio é indigno de lo que tiene, 3' D ios le castigará en quitárselo negociéis con éi y saquéis ganancia. De suerte, que les prohíbe
como á ingrato; y así, es justo que por todos le desgracias, ala­ dos vicios.en el uso de los talentos, uno de ociosidad y flojedad,
bándole por la generosidad con que reparte á sus esclavos los no usando de ellos por pereza, escondiéndolos 3' no reportando
bienes que tiene, sólo por hacerles bien, y porque es bueno y ganancia de ellos por evitar el trabajo; y otro de prodigalidad,
amigo de dar á otros lo que tiene. Estos talentos se dan á los usando de ellos sin tiento ni discreción, con peligro de perder­
hombres en tres grados, significados por los tres siervos déla los. Y para que estén alerta, añade, «mientras vengo», asegurán­
parábola, que recibieron, respectivamente, cinco, dos y uno.Á doles que ha de venir á tomarles cuenta; pero no les quiere decir
unos da Dios talentos en grande abundancia, significada por el cuándo vendrá, porque negocien todo aquel tiempo hasta que
número de cinco. A otros con medianía, significada por el nú­ venga. ¡Oh cuánto importa que, aprovechando los talentos que
mero de dos. Á otros da el ínfimo g ra d o , significado por el nú­ has recibido, vayas atesorando méritos y enriqueciéndote de
mero de uno; en cuya distribución no hace agravio á nadie, virtudes, esperando la venida de tu Señor, que no tarda! ¡Oh
porque á nadie debe nada; y á quien nada se le debe, honra se Redentor del mundo! Vos, que subiendo á lo alto disteis dones á
le hace en darle algo. Cuanto m ás, que basta quererlo Dios.y los hombress, y repartisteis varios talentos á vuestros discípu­
ordenarlo así con su providencia, p ara que lo tengas tú por bueno los: dadme vuestro Espíritu para conocer los que me habéis dado,
y te agrades de ello. Estos talentos se dan á cada uno según sn para poder negbciar con ello s; concededme que esté contento
propia virtud, esto es, según la capacidad y posibilidad que tiene, con ellos y que no envidie á los que tengan m ás, y que, acor-
en orden al fin para que los talentos se ordenan y reparten. De dándomede vuestra venida, ni los tenga ociosos por pereza, ni los
suerte que á ninguno carga Dios nuestro Señor mayor carga de pierda con prodigalidad. ¿Cómo empleas tú, alma m ía. los
la que ve que puede llevar, ni quiere obligarle á más de lo que talentos recibidos? ¿Qué fin te propones al negociar con ellos?
puede hacer; y así, en la distribución y repartimiento de los ta­ ¿Estás dispuesta para dar la cuenta á tu Señor?
lentos, mira las fuerzas naturales y la disposición del hombre, E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán generoso 3' espléndido es
' así la que tiene de su complexión como la que granjea de sn Dios en la distribución de sus dones y favores! Pueden estos re­
industria, mediante la divina inspiración; la cual siempre nos ducirse á cinco clases: Bienes de naturaleza; virtudes y ciencias
previene y at'uda con suavidad á disponernos para recibir ios adquiridas; dones sobrenaturales comunes á todos los fieles, aun­
talentos sobrenaturales, y al buen uso de ellos. ¡Oh Soberano que sean pecadores; dones sobrenaturales exclusivos de los jus­
Señor de todas las cosas! G racias os doj- infinitas por los talen­ tos, y gracias g r a t i s d a t a s , que se ordenan principalmente á la
tos que distribuís entre todas vu estras criaturas, y quisiera que santificación de los demás. Estos talentos reparte Dios con pro­
todas os alabasen por ellas. V u e stra es la salud de que disfrutan, funda sabiduría y admirable providencia, no con igualdad en
las riquezas que poseen, las virtu d es que.adornan sus almas y
1 Luc., XIX, IJ. — 2 Ephe<., iv, $.
« Jacob., i, 17.
454 Serie prim era.— V ia ilum inativa. M etí. 13 4 .— Prem ios de ¡os que lucraron con los talentos. 455
todos los hombres, sino á unos más y á otros menos, según la pro­ dos; porque, ordinariamente, los que han recibido mucho cau­
pia capacidad 3* virtud y según convenga á los designios de la dal cobran grande ánimo y confianza para trabajar, y, como mer­
divina Providencia. Mas y a dé mucho, y a poco, siempre es caderes ricos. se abalanzan A grandes negocios y ganan mucho,
infinitamente digno de toda alabanza, 3' de que el hombre le que­ con tal que tengan humildad, atribuyendo su fervor, no sólo á su
de perpetuamente agradecido. ¿Qué nos ha dado ánosotros este albedrío, sino principalmente á la divina gracia, como lo hacia
gran Dios? En su bondad infinita, ha querido también acordarse el apóstol san Pablo, cuando decía 1: «He trabajado más que
de unos miserables gusanos como somos, y abriendo su mano, todos, no 3ro» sino la gracia de Dios conmigo». A l contrario, puso
nos ha llenado de bendición, no contentándose con uno, ni con el Señor ejemplo de los perezosos en el que recibió un talento
dos, sino concediéndonos cinco talentos, para que con ellos nego­ solo, porque los que tienen poco caudal, sino son mu3' humildes,
ciemos el reino de los cielos. Esto quiere que nos propongamos suelen ser muy quejicosos y envidiosos 3’ pusilánimes, 3' asi se
con los talentos recibidos. No quiere que estemos ociosos, ni que rinden á la pereza; 3’ si tienen otros talentos de mundo 3' carne,
los malgastemos inútilmente. Ahora, pues, entremos dentro de empléanse en buscar los bienes terrenos, 3' debajo de esta tierra
nosotros mismos y examinemos con detención: ¿Qué talentos sepultan el talento que recibieron para negociar los dones del
hemos recibido de Dios ? ¿Cómo se los hemos agradecido? ¿Cómo cielo. ¡Oh Dios de mi alma! ¡Si pusiese yo tanto cuidado en
los hemos usado? ¿Con qué fin hemos negociado con ellos? acrecentar con mi caudal los bienes eternos,como ponen los nego­
¡Cuántas riquezas hubiéramos atesorado, si siempre hubiésemos ciantes del siglo en negociar con el su3’o los temporales! No
sido negociantes diligentes y activos! Mas todavía hay tiempo permitáis. Señor, que talentos tan preciosos estén enterrados
y ocasión; tratemos de ordenar nuestra vida oon decididos r debajo de tan vil cubierta. Ayudadme para que use bien de ellos,
particulares propósitos ; de fortalecernos con fervorosas ora­ 3' los doble y redoble con grande ganancia, pues no habéis puesto
ciones, y de ayudar á los demás con importunos ruegos á Jesús, tasa en ella. ¿A cuál de estos siervos hemos imitado en el uso de
á la Virgen y á los santos. los talentos recibidos? ¿ A los que con su negocio los duplica'
ron, ó al que por pereza lo escondió? ¿Nos dejamos llevar de la
1 3 4 . - PREMIOS DE LOS QUE LUCRARON CON LOS TALENTOS. pusilanimidad ó amor propio, escondiéndolo?
P u n to 2.° P r e m i o q u e D i o s d a á lo s s ie r v o s d ilig e n te s .

P reludio !.° Los criados que recibieran cinco y dos talentos negociaron con ellos, )f — Después de mucho tiempo, vino el Señor para liquidar cuen­
fueron premiados; el que sólo recibid uno, lo escondió, y fue castigado. tas con sus siervos; 3* presentándose los dos que habían hecho
P reludio 2.° Represéntate á Jesucristo proponiendo esta parábola. con los tnlentos grande ganancia, dijo á cada uno de e llo s1:
P reludio 3.° Pide la virtud de la diligencia y grande horror á la pereia. «Alégrate, siervo bueno y fiel; pues fuiste fiel en cosas pocas,
yo te haré señor de muchas; entra en el gozo de tu Señor»,
P u n t o l.° C ó m o n e g o c ia r o n los c r ia d o s con los talentos.— Aquí debes ponderar primeramente cómo la venida del Señor á
El siervo que recibió cinco talentos 1 negoció con ellos, y ganó tomar cuentas se difiere por mucho tiempo, ya porque la venida
otros cinco; el que recibió dos, ganó otros dos; pero el que sólo á juicio universal se retarda por muchos días, ya también para
recibió uno, cavó en la tierra y escondió el dinero de su Señor. que veas que da á cada criado tiempo bastante y sobrado para
Acerca de lo cual has de considerar cómo la mucha ó poca me­ negociar lo necesario para su salvación; y así nadie con razón
dra espiritual no consiste tanto en los talentos recibidos, cuanto puede quejarse que le falte tiempo para convertirse ¡IDios. si
en el menor ó mayor cuidado en trabajar y negociar cpn ellos; quiere. Pondera luego la grande confianza y seguridad que tie­
porque quien recibió cinco talentos, pudiera enterrarlos por flo­ nen los fervorosos en la hora de la muerte y déla cuenta, viendo
jedad, como el que recibió uno; y éste pudiera negociar y doblar que la tienen buena, porque allí ven lo que han recibido y lo que
su caudal, como los que recibieron más; y así, por su culpa no han ganado, y así confiadamente dicen: ■ Cinco talentos me dis­
negocia el" perezoso, é injustamente se queja de no haber reci­ teis . y otros cinco he ganado aumentando los dones que recibí
bido más talentos, cuando no quiere emplear el que ha recibido; de vuestra gracia, y granjeando con ellos otros de nuevo». ¡Oh di­
pero el fervoroso medra por su diligencia, cooperando con la choso fervor, que tal seguridad causas en tiempo de tanto temor!
gracia de D io s, que previene y ayuda á su libre albedrío. Re­ Pondera además el premio que el divino Redentor da á estos sier­
flexiona también que puso el Señor ejemplo de los fervorosos vos. Llama á uno y otro, siervo bueno y fiel: bueno, porque vivió
y diligentes en el que recibió cinco talentos y en el que recibió santamente cumpliendo la ley de Dios; fiel, porque usó fielmente ■
» 1 C o r . , x v . 1 0 . — 1 Matth., x x v , 2 1 , 23.
1 Mmth.i xxv, 20,
456 Serte primera.— Pia iluminativa. Med. 134.— Premios de los que lucraron con los talentos. 457
de los dones recibidos, aunque en sí grandes, pero pequeños añadidos á su naturaleza. en castigo de su pereza: así lo hace
respecto de los eternos, y por esto dice: «Pues fuiste fiel en lo el Señor no pocas veces, permitiendo que pierda la fe ó la voca­
poco», cual es lo que pasa en esta vida mortal, «Yo te constituiré ción el que no usa bien de ella. Por fin, mandó echarle en las
en el cielo sobre lo mucho », te haré muchas y muy grandes mer­ tinieblas exteriores del infierno, donde perpetuamente llore y
cedes; «entra en el gozo de tu S e ñ o r», engólfate en el abismo de rabie por.su pereza desaprovechada; y si tal castigo se da al que
los deleites celestiales, para que de dentro y de fuera estés lleno por dejadez no usa del talento que recibió, ¿qué castigo se dará
y relleno de gozo, bebiendo del río caudalosode su a legríah asta al que usa de él para ofender á Dios y escandalizar ó dañar
tener perfecta hartura. ¡ Oh p lacer inmenso! ¡Oh gozo eterno y á su prójimo ? ¿ Qué sería de ti si te hallaras en este caso ? ¡ Oh
digno de D ios! ¡ Oh dichosa negociación, con la cual se negocia Dios eterno, Juez justo y santo! No entréis enjuicio conmigo,
el gozo del cielo , del cual ninguno nos podrá p riva r! Pondera, porque bien sé que de mis palabras me podréis justamente con­
últimamente, cómo jesús dió igual recompensa al que había denar. Merecía que me hubierais quitado los talentos que me dis­
ganado cinco talentos que al qu e había ganado dos, porque en su teis, por haberlos enterrado; mas ya que por vuestra miseri­
premio, no tanto atiende á la ganancia, cuanto á la diligencia cordia me habéis sufrido, ayudadme á desenterrarlos, para
en trabajar; por lo cual, si el qu e recibe menos trabaja más que que, negociando con ellos, alcance el gozo que me prome­
otro que había recibido más, aquél será más premiado. ¡Oh alma tisteis.
mía! Trabaja en todo tiempo y con todo el fervor posible, por­ K p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué consuelo experimentan en
que en el cielo tiene Dios m uchas moradas y si con un talento- la muerte y juicio los siervos diligentes y cuidadosos en el
puedes ganar diez, no te contentes con cinco, no tanto por tu divino servicio! No da mérito, ni infunde confianza, ni propor­
interés, cuanto por amar m ás al que merece infinito am or.; Has ciona seguridad el haber recibido muchos talentos, sino el haber
meditado el premio que se da :í los diligentes? ¿Deseas la segu­ negociado con ellos. Cierto es que los que más han recibido suelen
ridad de los fervorosos? ser más animosos para gananciar con ellos, y que los que menos,
P n n to 8 .° C a s tig o d e l s i e r v o p e r e z o s o .— Considera cómo degeneran más fácilmente en pusilánimes, envidiosos y abando;
habiéndose presentado el s ie r v o que había recibido un talento, nados; sin embargo, si el que recibió poco trabaja como el que
dijo <i su Señ or:« Sé que e r e s hombre duro y que coges de lo recibió mucho, el premio será igual, aunque la ganancia no sea
que no sembraste; y así, tem iéndote, escondí tu talento en la tan cuantiosa. ¡Qué motivo tan poderoso para conformarnos con
tierra; ves aqui guardado lo que es tu yo ». Dn cuya respuesta la suerte que nos ha cabido y con los talentos que se nos han dado!
has de ver la malicia del s ie r v o perezoso, que, para entubrir su ¡ Qué estímulo tan eficaz para trabajar cuanto nos sea posible en
pereza, finge dificultades y p eligros terribles, y teme donde no aumentar los talentos recibidos! Mira á los siervos diligentes
hay que temer, como hacen muchos. Porque unos entierran el que han duplicado sitó talentos. ¡ Qué confiados y alegres se
talento de la oración y contem plación, y le dejan por temor de presentan á su señor! ¡ Qué palabras tan dulces y cariñosas oyen
ser engañados; otros esconden el talento de predicar y tratar al­ de sus labios! j Siervo bueno y fiel! ¡ Qué premio tan inmenso
mas, temiendo perder las s u y a s ; otros peores dejan de guardar reciben! ¡ lintrar de lleno en el gozo divino! Mas ¡ay del pere­
la divina le y , fingiendo qu e es áspera, y que no tienen fuerza zoso ! Su Señor le mira con indignación, le reprende asperísimá­
para ello, notando á Dios de duro para con ellos, porque quiere mente, manda que le quiten el talento y que sea arrojado en el
infierno. ¿ Quién no tiembla al oir tan formidable sentencia ? ¿No
coger el fruto que no siem b ra, y sin darles fuerzas, quiere que
nos decidiremos á ser fieles siervos? ¿No sacudiremos de nos­
fructifiquen en buenas obras. ¡ Oh ceguedad abominable! ¡ Oh
otros toda pereza ? ¿ No procuraremos negociar .activamente con
pereza maldita, que por disculparte á ti, quieres culpar á Dios!
los talentos recibidos ? ¡ Oh 1 ¡ Si el Señor nos diera á conocer
Pondera ahora con horror e l castigo de este mal siervo, al cual
con toda claridad cuánto nos importa esta santa negociación!
primeramente respondió el Señ or con aspereza, diciéndole >:
Seamos en adelante más fervorosos; y para lograrlo, proponga­
« Siervo malo y perezoso, p o r tu misma boca te condeno; si sa­
mos y reguemos con fervor.
lvias que quería coger fruto d e lo que no sembré, ¿cuánto más de­
bías saber que querría c o g e r fruto del talento que te di?-¡Qué
confusión para el pecador cu an do oiga esta terrible reprensión!
Luego mandó que le quitasen el talento que tenía, y que le des­
pojasen de todos los bienes de gracia, y de todos los dones

> I’ salm. xxxv, 9 ; Joáti., x v l, 2 ¡. — * J o a n ., x iv, 2 ,— } M atth-, x x v , 26.


458 Serie primera.— Via unitiva.
Med. 5 .— Resurrección de Jesucristo. 459

tural y escrita. Sea para bien, Señor, tan gloriosa compañía;


135.— RESURRECCIÓN DE JESUCRISTO honraos con tan abundantes despojos, y concededme que pueda
yo también formar parte de ellos. Deseamos, en verdad, acom­
P reludio i .« Llegado el tercer día después de su muerte, salió d alma de Cristo del pañar á Jesús en la resurrección: pero ¿le imitamos en la vida
limbo, acompañada de las almas rescatadas; fué al Sepulcro donde estaba su Cuerpo, y en­ virtuosa?
trando en é l, lo resucitó y glorificó. P a n t o 2 .° D i s p u e s t o y a e l c u e r p o c o n v e n ie n t e m e n t e , e n ­
P reludio 2.« Represéntate á Jesús saliendo del sepulcro glorificado.
tr ó e n é l e l a l m a , g lo r ific á n d o le .— Luego que el alma de Jesús
P reludio Pide viva fe de la resurrección de jesús y la gracia de resucitar espiri­
tualmente con El.
llegó al sepulcro, mostró á su gloriosa comitiva la triste y ho­
rrible figura de su cuerpo, para que viesen cuán caro Je había
costado su rescate; y cuando aquellas benditas almas vieron el
P u n to l.° J e s ú s r e s u c itó a l a m a n e c e r riel te r c e r d ía des­
cuerpo tendido en el sepulcro, todo acardenalado y descoyun­
p u é s d e m u e r to .—Llegado
el tercer día después de la Pasión, tado, herido de pies á cabeza, y agujereado por tantas partes,
que era el domingo, al amanecer, el alma de Jesús salió del lim­ alabarían de nuevo á su Libertador, y le darían inmensas gracias
bo con los coros de almas justas que había rescatado, y se fué por la libertad que les dió tan á costa suya. Considera cómo al
derechamente al sepulcro donde estaba su cuerpo. Considera punto Jesús con su omnipotencia, y quizá por ministerio de los
aquí la causa de haber Cristo nuestro Señor apresurado su re­ ángeles, recogió toda la sangre que había derramado; para lo
surrección ; porque, habiendo dicho que estaría en el corazón de cual algunos ángeles partirían al huerto, otros al pretorio de Pi­
la tierra tres días y tres noches *, como Jonás en el vientre de la latos, otros al Calvario, y con gran reverencia tomarían la san­
ballena, abrevió este tiempo todo lo posible, salva la verdad de gre que en tales sitios había el Señor vertido, y la volverían á
su palabra, contentándose con tomar de los tres días alguna su cuerpb, para llenar las venas, que habían quedado vacias del
p a rte , y ésta bien pequeña, que fué la del viernes y la mañana todo. Hecho esto, entró aquella beatísima alma en su cuerpo, y
del domingo. Esto hizo movido de su infinita caridad, por soco­ con su entrada le trocó y transfiguró mucho más excelentemente
rre r con presteza á los discípulos que estaban en las tinieblas de que en el monte T a b o r; desnudóle de las mortajas en que estaba
la infidelidad, y por acudir al consuelo de su afligida Madre y de envuelto; limpióle de la mirra con que estaba ungido; quitóle
todos sus amigos, y por alumbrar y alegrar al mundo con la glo­ todas las fealdades y manchas que tenía, y comunicóle para
ria de su cuerpo, como había alumbrado y alegrado al limbo siempre las cuatro dotes de gloria, claridad, impasibilidad, suti­
con la de su alma. Pondera luego cómo quiso Jesús que su muerte leza y agilidad, quedando mil veces más resplandeciente que el
fuese á la tarde, al ponerse el sol, y su resurrección á la mañana, s o l: cada parte era como un sol de inmenso resplandor, y par­
cuando quería salir, para significar que moría por nuestros pe­ ticularmente las cinco llagas arrojaban rayos de admirable bri­
cados, con los cuales nos privamos de la luz celestial y del res­ llantez, y las heridas de la corona de espinas formaban como
plandor de la divina gracia, y resucitaba, como dice el Após­ una corona de luz graciosísima que adornaba su sagrada cabeza.
tol por nuestra justificación, para restituimos la vida de la ¡ Oh qué gozo recibió aquella benditísima alma, uniéndose de
misma gracia y con ella el go zo , según lo que dice David *:« A nuevo con su cuerpo! Y ¡cuán alegre quedó aquel cuerpo, vién­
la tarde habrá llanto, y á la mañana alegría». Contempla cuán dose adornado con tan soberanas dotes! ¡Oh Rey de la gloría!
grande sería la alegría de aquella alma dichosa, saliendo del ¡Cuán hermoso salís otra vez al mundo, renovado en.vuestro
limbo con tan gloriosa compañía, triunfando del infierno, y de­ traje, para vivir nueva vida, toda llena de grandeza! ¿Xo nos
jándole despojado de la presa que tenía. ¡ Qué cantares de gloria alegramos de la gloria de Jesús? ¿ No aspiramos á participar de
entonaría! ¡Con qué regocijo le acompañarían todos aquellos ella? Gózome, S eñ o r, de este vuestro nuevo nacimiento, no me­
escuadrones de ángeles y almas rescatadas! ¡Oh alma felicísima nos admirable que el primero; en aquél salisteis como nuevo
de Jesús! Decid con júbilo loque el santo patriarca Jacob que hombre, libre de culpas, pero sujeto á penas; en éste salís todo
os acompaña’ : «Con sólo mi báculo pasé por este Jordán, y renovado, libre también de toda pena y coronado de grande glo­
ahora vuelvo con dos compañías. V o s con sólo el báculo de la ria. Ahora sí que podremos decir á boca llena que hemos visto
cruz, y sin tener quien os ayudase, pasasteis por el mundo, y vuestra gloria, gloria como del Unigénito del Padre, lleno de
ahora volvéis con dos compañías de justos de las dos leyes, na- gracia y de verdad '.
P a n t o 3.° A d o r a c io n e s q u e r e c ib e J e s ú s r e s u c i t a d o — Con-
< Esta meditación y las siete siguientes se harán sin interrupción durante la octava de
Pascua.— 1 Matth. , xn , 40.— ? Rom. , iv, 25. — 4 Psalm.xxix.6. — « Gen., xxxn, 10. > Joan. ,1, 14.
4 60 Serie primera.— Via unitiva.
Med. 136. —Aparición de Jesucristo á Maria Santísima. 461
sidera cómo, resucitando Jesucristo, por ordenación de su Eterno
Padre, bajaron las jerarquías y coros de los ángeles á darle, el lando á adorar á vuestro Dios y Señ or: entonad en su alabanza
parabién y á celebrar la fiesta de su glorioso triunfo; porque si himnos de júbilo: cantad al Señor, que tan gloriosa y completa­
vino el ejército de la milicia del cielo á celebrar la fiesta de su mente ha triunfado de sus enemigos. Y nosotros, ¿no tomamos
nacimiento cuando entraba en el mundo á vivir vida mortal, parte en esta universal alegría? ¿Qué hijo no se regocija en la
¿cuánto más se ha de creer que vendría en su resurrección, cuan­ exaltación de su padre? Que se asusten sus enemigos, como los
do comenzaba la vida inmortal, y-no venía á pelear, sino á triun­ guardas del sepulcro, se comprende. Pero si nosotros deseamos
far por la victoria? Así lo da á entender el Apóstol san Pablo la gioria de Jesús, y participar algún día de su felicidad, hemos
al decir que cuando Dios introdujo otra vez á su Primogénito en de alegrarnos y proponer firmemente seguirle en las humilla­
el mundo, dijo: «Adórenle todos sus ángeles». Este día es cuando ciones, y tendremos parte en su exaltación; para esto examine­
por segunda vez le introdujo en el mundo y le adoraron todos mos cómo y en qué cosas hemos de reformarnos, y pidamos gra­
sus ángeles como á su Dios y supremo Señor. Renovarían aquel cia á Jesús resucitado, y roguémosle hoy que renueve al mundo
cántico del nacimiento: «Gloria sea á Dios en las alturas, y en y remedie todos los males que nos afligen.
la tierra paz á lo s hombres de buena voluntad», y con mucha
razón; porque toda esta obra fué de grande gloria para Dios y 136.— APARICIÓN DE JESUCRISTO Á MARÍA SANTÍSIMA.
de grande paz para los hom bres; pues por ella quedaron pacifi­
cados con Dios, y sus enemigos destruidos; por lo cual bien po­ P reludio i .» Queriendo Jesús resucitado mostrarse á los hombres, la primera persona
demos entonar aquello del salmo =, que la Iglesia repite tantas á quien se apareció fué á su Madre Santísima.
veces en estos días: «Este es el día que hizo el Señor; ¡alegrémo­ P reludio 2.® Representémonos i Jesús resucitado y glorioso apareciéndose á su Madre
é inundándola de gozo.
nos y regocijémonos en él!» ¡Oh Padre Eterno! Gracias os doy
P reludio 5.« Pidamos la gracia de imitar á la Virgen y de hacernos dignos de que d
por el cuidado que tenéis de glorificará vuestro Hijo, cumpliendo Señor se nos muestre espiritualmente.
la palabra que le disteis, diciendo «Yo te he clarificado y te
clarificaré más». Gózome, Salvador m ío, de que vuestros ánge­
P u n t o l.° M a n ife s ta c ió n d e la r e s u r r e c c ió n d e J e s ú s . —
les os adoren, y yo con ellos os adoro y glorifico en este día. que
Considera cómo, habiendo resucitado Jesús, quiso manifestar al
todo es vuestro y nada m ío ; porque todo lo que en él hicisteis
mundo su resurrección gloriosa, para que muchos gozasen el
pertenece á. la grandeza de vuestra divinidad, y no á la bajeza de
mi humanidad. ¿En qué circunstancias y de qué modo hemos fruto de ella. Esta manifestación trazó realizarla por tres vías
distintas. á saber: por medio de algunos santos resucitados con
dado pruebas de este gozo espiritual?
Él, los cuales, como dice san M a te o v in ie r o n á la ciudad de
E p ílo g o y c o lo q u io s . Apenas amanecido el tercer día
Jerusalén y aparecieron á machos, sin duda para predicarles que
después de la Pasión del Señor, y viendo su alma santísima des­
Jesús crucificado era el Salvador del mundo. Por medio de los
de el limbo que estaba ya cumplida la profecía, resuelve no dife­
ángeles, los cuales manifestaron su resurrección á las devotas
rir por más tiempo la resurrección. Su encendida caridad no con­
mujeres, dándolas nu'evas de ella y mostrándolas el sepulcro.
siente que la Virgen continúe un momento más sumida en la
Finalmente, por sí mismo quiso mostrarse á sus amigos para
soledad más espantosa, y los discípulos en el más peligroso des­
descubrir más la grandeza de su caridad. Por lo cual, aunque
amparo. Vuela á consolar á la una, á remediar á los otros, y á
en resucitando debía subirse al cielo empíreo, por ser el lugar
alegrar al mundo. Acompañada el alma beatísima de Jesús de la
propio de los cuerpos gloriosos, quiso quedarse en el mundo al­
cautividad que había rescatado, sale del seno de Abraham, se
gunos días, y , como buen pastor, recoger su ganado, sin liar esto
dirige al sepulcro, presenta á la vista de todos sus cautivos á su
de otro, consolando á sus discípulos y enseñándoles muchas co­
cuerpo destrozado, manda á lo s ángeles que recojan toda la san­
sas del reino del cielo, y mostrándoseles glorioso, para que,
gre que ha perdido, y cuando las venas y arterias quedan lle­
como testigos, pudiesen predicar su resurrección. Pondera en
nas como antes, penetra de nuevo en aquel cuerpo divino, parán­
esto representados los tres modos de que se vale Dios para ma­
dole en un instante más resplandeciente y bello que el sol, más
nifestarnos sus misterios y para consolarnos y enseñarnos. Uno
blanco que la nieve, y glorioso sobre todas las criaturas; y usan­
es por medio de hombres espirituales y experimentados, que,
do al mismo tiempo de sus preciosas dotes., sale del sepulcro
habiendo resucitado con Cristo, con santo celo enseñan á otros,
sin quitar la losa que lo cubre. ¡Oh ángeles del cielo! Venid vo­ para gloria de Dios, lo que ellos saben. Otro por medio de los
1 Hebr, i, 6. — * Piál.n, exvu, 14.— 5 Joan.. xh , 28.
1 Matth., xxvii, 53.
<¡Ó2 Serie prim era.— V ia un itiva. M ed. i jó .— A parición de Jesucristo á M arta Santísim a. 463
ángeles, los cuales, con secretas ilustraciones, nos alumbran, mos guardar con secreto las gracias que el Señor nos concede?
consuelan y enseñan. Y otro por sí mismo, hablándonos al cora­ P a n t o 3.° U n á n g e l r e v e la d t in a s d e v o ta s m u je r e s la
zón y dándonos interiores testimonios de su divina presencia, lo r e s u r r e c c ió n d e J e s ú s .— En este mismo tiempo, un ángel del
cual hace con los más queridos discípulos, en cumplimiento de Señor manifestó á María Magdalena, María Jacobi y á otras pia­
la palabra que dijo 1: «El que me ama, será amado de mi Padre, dosas mujeres la resurrección de Jesús '. Considera acerca de
y Y o le amaré y manifestaré á Mí mismo». ¡Oh Amado mío! Si esto las virtudes con que estas devotas mujeres se dispusieron
tal recompensa dais al que os ama y tan grande bien le conce­ para merecer la revelación del ángel. Primeramente, fueron
déis , yo quiero amaros con todo mi corazón, espíritu y fuerzas. muy obedientes á la le y , porque con tener gran deseo de ungir
Desde hoy quiero decir como la Esposa: «Mi amado para mí, y yo ei cuerpo de Jesús, no quisieron hacerlo en la fiesta por no ir
para mi amado». Descubridme, Señor, vuestras soberanas gran­ contra el precepto; enseñándonos que por título de piedad no se
dezas, é ilustradme con vuestra luz, para que me encienda más ha de faltar á la obediencia. Luego fueron muy diligentes, por­
cada día en vuestro amor. ¿Cómo se nos manifiesta Jesucristo? que antes que amaneciese, siendo aún de noche, emprendieron el
¿Agradecemos el favor singular que en esto nos hace? camino para ir al sepulcro, despreciando los temores que gene­
P u n t o 2.° A p a r ic ió n d e J e s ú s á s u ¿ ía d r e .— A q a í has de ralmente suelen asaltar á las personas de su sexo. Tuvieron tam­
considerar cómo la primera visita ó aparición que quiso hacer bién gran confianza y perseverancia en su propósito, porque,
Jesús fué á su Madre Santísima, la cual estaba grandemente afli­ aunque recordaron que la piedra que cerraba el sepulcro era tal
gida por su Pasión, aunque con viva fe y esperanza de su resu­ que ellas no la podrían quitar, con todo, prosiguieron su camino,
rrección; y como vió que ya entraba el tercer día, puesta en una confiando en el Señor que las ayudaría para llevar á cabo su
alta contemplación, con grandes ansias y suspiros pediría á su piadoso intento. Pondera luego cóm o, llegando estas piadosas
Hijo qué apresurase su venida. Estando ella con estos deseos, discipulas de Jesús al sepulcro, hallaron que la piedra estaba
entró de repente Cristo nuestro Señor, acompañado de aquellos quitada, y entrando con gran temor, vieron á un ángel sentado
tres lucidísimos ejércitos que tenía consigo, de ángeles, almas y sobre ella, el cual les d ijo :« No temáis. ¿Buscáis á Jesús Naza­
cuerpos glorificados, y manifestósele con toda la gloria y clari­ reno crucificado ? Y a ha resucitado, no está aquí; venid y ved el
dad que tenía, confortando su vista, así del cuerpo como del lugar donde le hablan puesto». Que lué decir: Que teman los
alma, para que pudiese verle y gozarle. ¡Oh qué contenta y glo­ guardas que custodiaban el sepulcro, es muy justo, porque son
rificada quedaría la Virgen con tan gloriosa vista! ¡Oh qué dul­ malos; mas vosotras no temáis, ni os congojéis, porque vengo á
ces coloquios tendrían entre sí tal Hijo con tal Madre! ¡Cómo se daros buenas nuevas de la resurrección del Señor á quien buscáis.
regalaría la Virgen mirando y besando aquellas preciosísimas ¡ Oh afortunadas discipulas de Jesús! Muy bien os ha pagado el
llagas de Jesús, de las cuales sacaría copiosísimos arroyos de Señor vuestra obediencia, diligencia y confianza, descubriéndoos
consuelo, asi como antes los había sacado de desconsuelo! Pon­ el secreto que ninguno de los discípulos conocía. Por estas exce­
dera luego cómo aquella ilustre compañía de almas que con Je­ lentes virtudes os suplico me alcancéis del Señor tal fervor, que
sús iban, darían á la Virgen el parabién por haber sido escogida siempre os imite en la práctica de ellas y merezca la dicha que
por Madre de su Libertador, y le agradecerían el trabajo que por ellas merecisteis. ¿Lo hemos hecho así hasta el presente?
había puesto en la obra de su redención; y los ángeles solemni­ ¿Somos, como estas distinguidas mujeres, obedientes, diligentes
zarían esta fiesta con alguna música celestial á gloria del Hijo y y perseverantes en el bien obrar ?
de la Madre. Finalmente, después que Jesús estuvo gran rato con E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh amorosa Providencia de Jesús!
su Madre, manifestándola grandes secretos y descubriéndola sus Resucitado y glorioso, era muy natural que el Señor abandona­
adorables designios, se despidió de ella, dejándola inundada de se esta tierra de llanto y este mundo corruptible, y se trasladase
consuelo; mas la Virgen, con gran silencio, calló este favor, al cielo, que era su propia morada. Empero, quedábanle minis­
como había ocultado otros muy señalados. ¡Oh Reina del cielo 1 terios muy sublimes, cuya ejecución no quería confiar á otro. Para
Alegraos, aleluya; porque el que trajisteis en vuestro seno, ale­ esto permanece en el mundo por algún tiempo y da público tes­
luya, ha resucitado, como dijo, aleluya; rogad por nosotros, timonio de su resurrección, ya por medio de algunos muertos que
aleluya; haciéndonos participantes de la eterna aleluya que se con Él han resucitado, ya por los ángeles sus ministros celes­
canta en las plazas de la celestial Jerusalén. ¿Nos alegramos del tiales, ya por sí mismo. L a primera visita que hace después de
favor que recibe la Virgen? ¿Queremos participar de él? ¿Sabe­ •resucitado es á su Madre Santísima, á la cual se presenta, dcs-

■ Matth., xxvili, i.
i Joan., xix, 11.
4O 4 Serie primera. — V ia unitiva. M ui. 1 y ¡.— Aparición de Jesús á la M agdalena. 465
pués que esta Señora con vivas ansias había suspirado por su mas ella permaneció constante junto al monumento, hasta que
vista. ¡Qué júbilo inundaría en aquel momento al corazón de Ma­ alcanzó ver al que tanto deseaba; por fin: fueron muy devotos y
ría ! ¡ Qué comunicación de alectos tan tiernos y cariñosos em­ iernos, como lo prueban las abundantes lágrimas que derrama­
bargarían aquellos dos corazones! ¿Qué diría María á Jesús? ba, sin que pudiese secarlas otro que el mismo Cristo. Estos de­
¿Qué diría este Señor á su Madre? Y ¿qué la dirían aquellas seos vehementes, solícitos, perseverantes y devotos has de pro­
innumerables almas que venían acompañando á su Redentor? curar tú con grande cuidado, si deseas inclinar en tu favor la
Entretanto, mientras esto pasaba en el aposento de María, un divina misericordia. Y si lloras, que sean tus lágrimas como las
«ángel del Señor se encarga de recompensar la obediencia, dili­ de la Magdalena; de dolor por haber perdido voluntariamente á
gencia , conlianza y perseverancia de la Magdalena y otras de­ Jesús por la culpa, ó de pena por haberse Él ausentado de ti y
votas mujeres. Revélales el misterio que se acaba de obrar. Dales haberte dejado en tinieblas sin culpa tuya. ¡Oh Dios mío! Si mis
las pruebas más convincentes de ia verdad, y ellas creen firme­ pecados os han obligado á separaros de mí y os han quitado de
mente, y sólo piensan en regresar á Jerusalén á dar cuenta á Pe­ donde estabais, quitadlos de mí por vuestra infinita misericordia,
dro y demás discípulos de las maravillas que han visto. ¿No des-' para que podáis volver á vuestro lugar y permanecer en él para
pierta todo esto nuestra fe ? ¿No enciende en nuestro corazón siempre. ¡Oh alma que Horas la ausencia de Jesús! Imita el fervor
vivos deseos de amar á Jesús y de buscar y procurar su gloria? de la Magdalena, si quieres recobrar tu tesoro; examina si sen
¿ No nos estiínula :í practicar las virtudes que nos disponen para tus deseos como los suyos, y si perseveras con dolor en buscar á
recibir los dones de! ciclo ? Pensémoslo, propongamos con efica­ Jesús.
cia, y pidamos con fervor por nosotros y por el mundo entero. F u r t o 2.° A p a r ic ió n d e J e s ú s á la .M a g d a le n a e n l a
fo r m a d e h o r t e la n o — Compadecido
Jesús de las lágrimas de su
I37.-T-APARIC1ÓN DE 1ESÚS Á LA MAGDALENA. fervorosa discipula, determinó consolarla y cumplirla sus de­
seos. Para esto se le apareció, no poniéndosele delante como en
PRELUDIO i .° Perseverando la Magdalena en buscar á Jesús, se la apareció disfrazado de otras apariciones, sino á la espalda, haciendo algún ruido para
hortelano ; y compadecido de las ansias de aquella fervorosa discipula , se le descubrió. que ella volviese la cabeza y le viese. Así busca el Señor á las al­
Preludio 2." Represéntate á Jesús presentándose á la Magdalena y llamándola por su mas que le tienen vueltas las espaldas y no le conocen; pero, á
nombre. poco se va introduciendo, y disponiéndolas hasta que del todo las
P reludio 3.» Pide la gracia do saber Imitar el fervor de la Magdalena en buscar á Cristo hace suyas. Mas, aunque la Magdalena vió á Jesús, no le conoció,
y su encendida caridad. ! porque estaba disfrazado. Es que por su corta fe no merecía verle
i todavía con claridad; y esta poca le es causa de que, estando Dios
.P unto l.° F e r v o r o s a s a n s i a s c o n q u e l a M a g d a le n a bus­ en todo lugar, no le reverencies, y estando Jesús en el Santísimo
ca b a d J e s ú s . —Considera
aquí las grandes ansias y vivos deseos ; Sacramento, no le respetes ni trates como cosa presente. ¡Oh.
con que la Magdalena de.scaba hallar el cuerpo de su divino cuán necesario es que crezcas cada día en esta virtud, fundamento
Maestro. Porqué, habiéndose vuelto sus compañeras luego que de la santidad y origen de los mayores favores que el Señor
oyeron el amincio de los ángeles, ella se quedó sola fuera del mo- ¡ hace á los hombres! Considera luego, cómo viendo la Magdalena
numento, en pie y llorando, inclinándose de vez en cuando á mirar I á Jesús, creyendo que era el hortelano, le dijo : «Señor, si tú le
en él para ver si hallaba la segunda vez lo que no halló la primera, i llevaste, dime dónde le pusiste, 5’ 3*0 le traeré». ¡Oh, qué caridad
Pondera cómo estos deseos de la Magdalena, aunque se fundaban i y amor tan encendido muestra la Magdalena en estos breves
en poca fe de la resurrección, fueron muy gratos al Señor, por- | palabras! ¡Cuán bien se declaran las propiedades de la encendida
que procedían de un amor vehemente que no sufre estar sin la j caridad! Porque esta virtud, cuando sé ha apoderado del alma,
compañía del amado; iban acompañados de cuidadosa solicitud > de tal modo la saca de si, que no piensa sino en su Amado, y
en buscarle, por lo cual, ni se sentó junto al sepulcro, ni se volvió f cree que todos piensan en Él: la caridad, para obsequiar al Ama­
como las otras mujeres, sino que, estando en pie, asomábase re- > do , no reconoce dificultades ni halla imposibles, porque cree que
petidas veces para ver si estaba equivocada, pensando que los t todo lo podrá con los auxilios de É l: la cxiridad induce al amante
sentidos la engañaban-, no descubriendo en el fondo del sepulcro l á que se humille á toda humana criatura, en razón de servir á su
al que todavía se hallaba en él; fueron perseverantes,, no bastando Amado. Así la Magdalena, en esta ocasión, se humilla al que
para saciarlos ni el dicho de los ángeles ni el ejemplo de sus com- * tenía por hortelano, llamándole señ o r; se ofrece á llevar el cuer­
pañeras, que habían regresado á la ciudad, ni el de los apóstoles ; po de Cristo de dondequiera que esté, sin temor á los guardas, y
Pedro y Juan, que se volvieron lueg'o que vieron el sepulcro vacío; t sin acordarse de sus pocas fuerzas, y cree, por fin, que aquel
)0
466 Serü primera.— y ia unitiva. M e i. 1 J S .— Aparición de Jesús á san Pedro. 467
que tiene por hortelano piensa como ella, por lo que sólo dice: robado del sepulcro! Nada puede calmarla ni enjugar sus lágri"
«Si tú le llevaste». ¡Oh Rey eterno 1 Entradme en la bodega de mas. Ni la vista de los ángeles, ni la partida de las otras mujeres
vuestros vinos como entrasteis á esta esclarecida sierva vuestra, para la ciudad. A llí queda ella sola. en pie, ansiosa por descubrir
y ordenad en mí la caridad; dadme tal amor, que me olvide del en alguna parte el tesoro que le habían quitado, según le hacía
todo de mí para pensar sólo en Vos, que me humille á toda hu­ sospechar su poca fe. Sin embargo, unos deseos tan vivos, unas
mana criatura, y que no halle dificultad alguna tratándose deser­ lágrimas tan ardientes, no podían menos de conmover el corazón
viros. ¿Imitamos nosotros la fervorosa caridad de la Magdalena? del divino Maestro. Se le aparece, pero por la espalda y en traje
¿Nos disponemos, avivando la fe, para recibir los favores del desconocido, fingiendo una voz que no era la suya: todo esto era
cielo ? con objeto de ir disponiendo y preparando á la Magdalena para
P u n to 3.° M a n ife s ta c ió n d e J e s ú s (l la M a g d a l e n a — V ien- el favor que iba á dispensarle. L a cual, al verle, teniéndole por
do Jesús el fervor, lágrimas y ofrecimientos de la Magdalena, el hortelano, ruégale que le muestre dónde está el cuerpo de su
descubriósele, llamándola por su propio nombre con el tono que Maestro: que ella lo traerá á su lugar. ¡Cuánto puede e l amor!
solía, diciendo: «María»; y al punto ella le reconoció, y respon­ En verdad es fuerté como la muerte; nádateme, en nada repara,
dió : «Maestro m ío». En lo cual has de considerar primeramente con tal que redunde en obsequio de la persona amada. Jesús está
la omnipotencia de C risto, llena de dulzura y suavidad, pues con y a satisfecho de las pruebas por las que ha pasado la Magda­
una sola palabra trocó de repente el corazón de esta devota sier­ lena, y resuelve hacerle el más singular favor, antes que á nin­
va suya, y desterrando de ella la tristeza, la colmó de incompa­ guno de sus discípulos: llámala por su propio nombre y con su
rable alegría ; entonces ilustró su entendimiento con nueva luz, acostumbrada voz; y María, como si resucitase de muerte á
disipando todas las tinieblas de infidelidad que le obscurecían, y vida, responde: «Maestro mío», arrojándose al instanteásus
encendió su voluntad con nuevo fuego de amor para que amase pies, donde solfa permanecer para escuchar su doctrina. Todo
como Dios vivo al que amaba como hombre muerto. ¡Oh poder esto, ¿qué dice á nuestro corazón? ¿Qué fe es la nuestra? ¿Con
infinito de Jesú s! ¿ Quién desconfiará viendo las maravillosas qué deseos buscamos á Jesús? ¿Con qué fervor suspiramos por
obras que hacéis? Pondera luego cómo la Magdalena, en oyendo El? ¡Ah! Si Jesús no se nos manifiesta en la oración y en otros
ó. Jesús que la llamaba por su propio nombre, arrebatada de ejercicios santos, á nuestra tibieza hemos de atribuirlo. Mire­
am or, le contestó con el nombre que solía, diciendo: « Maestro mos, pues, qué resoluciones nos interesa hacer para desterrarla
mió». Cuando hablaba cón los ángeles le llamaba Señor, en de nuestro corazón, y , conociendo nuestra inconstancia, oremos
señal de reverencia; ahora que habla con Él mismo, llámale con con espíritu, fervor y vivos deseos de alcanzar lo que necesita­
nombre de reverencia y amor juntamente, Maestro mío, porque mos para nosotros y para nuestros prójimos.
acababa de sentir en su alma los efectos de su divino magisterio.
Finalmente: has de ponderar cómo, deseando la Magdalena be­ 138.— APARICIÓN DE JESÚS Á SAN PEORO.
sar á Jesús los pies, no se lo permitió, parte para que conociese
la reverencia con que en lo sucesivo le había de tratar por ser ya P reludio i .» O íJas las mujeres, aunque los discípulos no las creyeron, Pedro y Juan
glorificado, parte para manifestarle la imperfección de la fe que fueron al sepulcro, y cerciorados del suceso, regresaron á la Ciudad, y meditando Pedro
tenía; porque, así como no se le manifestó de golpe, sino poco á sobre lo que habia visto, aparecióle Jesús.
P r e l u d i o 2 .» Represéntate á Jesús, q u e s e a p a r e c e á san Pedro.
poco, aáí tampoco quiso hacerle todos los favores de una vez,
P r e l u d i o 3.0 Pide la gracia de la fe y la diligencia en instruirte cu ella.
sino paulatinamente. De todo lo cual has de sacar afectos grandes
de confianza en el Señor, de profunda reverencia y de vivos de­
seos de aumentar la fe, con la cual te dispongas para recibir las P u n t o l.° I n c r e d u l i d a d d e lo s d is c ip u lo s .— Considera pri­
gracias del cielo. ¿ Qué sientes acerca de estas virtudes? ¿Tienes meramente la incredulidad de los Apóstoles y discípulos del Se­
firme confianza en el poder de Jesús? ¿Le tratas con humilde re­ ñor. Porque, llegando las mujeres al lugar donde estaban, tristes
verencia? ¡Oh Maestro soberano! Vos, que. tan en breve ense­ y llorosos, y dándoles cuenta de lo que habían visto, no las cre­
ñasteis tantas grandezas á esta fervorosa discipula vuestra, ilus­ yeron; antes tomaron sus palabras como desvarios y sueños mu­
trad mi entendimiento, para que os conozca, y, conociéndoos, os jeriles; y aunque la Magdalena les dijo que le había visto, tam­
ame como ella os amó. poco la creyeron Pondera sobre esto cuán dificultoso es el acto
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán vehementes, cuán solícitos, de fe que nos levanta á creer alguna cosa contraria á lo que he-
cuán perseverantes y fervorosos fueron los deseos que tuvo la
Luc,, xxiv. 1 1; Mire., xvi, 11.
Magdalena de ver el cuerpo de Cristo, que creía que habia sido
466 Serie prim era.— y ia unitiva. M ed. 1 3 8 .— Aparición de Jesús á san Pedro. 467

que tiene por hortelano piensa como ella, por lo que sólo dice: robado del sepulcro! Nada puede calmarla ni enjugar sus lágri'
«Si tú le llevaste». ¡Oh Rey eterno! Entradme en la bodega de mas. Ni la vista de los ángeles, ni la partida de las otras mujeres
vuestros vinos como entrasteis á esta esclarecida sierva vuestra, para la ciudad. A llí queda ella sola, en pie, ansiosa por descubrir
y ordenad en mí la caridad; dadme tal amor, que me olvide del en alguna parte el tesoro que le habían quitado, según le hacía
todo de mi para pensar sólo en Vos, que me humille A toda hu­ sospechar su poca fe. Sin embargo, unos deseos tan vivos, unas
mana criatura, y que no halle dificultad alguna tratándose de ser­ lágrimas tan ardientes, no podían menos de conmover el corazón
viros. ¿Imitamos nosotros la fervorosa caridad de la Magdalena? del divino Maestro. Se le aparece, pero por la espalda y en traje
¿Nos disponemos, avivando la fe, para recibir los favores del desconocido, fingiendo una voz que no era la suya: todo esto era
cielo? con objeto de ir disponiendo y preparando á la Magdalena para
P u n to S.° M a n ife s ta c ió n d e J e s ú s á la M a g d a le n a .— Vita- el favor que iba á dispensarle. La cual, al verle, teniéndole por
do Jesús el fervor, lágrimas y ofrecimientos de la Magdalena, el hortelano, ruégale que le muestre dónde está el cuerpo de su
descubriósele, llamándola por su propio nombre con el tono que Maestro , que ella lo traerá á su lugar. ¡Cuánto puede el amor!
solía, diciendo: «María»; y al punto ella le reconoció, y respon­ En verdades fuertfe como la m uerte; nádateme, en nada repara,
dió : «Maestro m ío». En lo cual has de considerar primeramente con tal que redunde en obsequio de la persona amada. Jesús está
la omnipotencia de C risto, llena de dulzura y suavidad, pues con ya satisfecho de las pruebas por las que ha pasado la Magda­
una sola palabra trocó de repente el corazón de esta devota sier­ lena, y resuelve hacerle el más singular favor, antes que á nin­
va suya, y desterrando de ella la tristeza, la colmó de incompa­ guno de sus discípulos: llámala por su propio nombre y con su
rable a leg ría ; entonces ilustró su entendimiento con nueva luz, acostumbrada voz; y María, como si resucitase de muerte á
disipando todas las tinieblas de infidelidad que le obscurecían, y vida, responde: -Maestro mío», arrojándose al instante á sus
encendió su voluntad con nuevo fuego de amor para que amase pies, donde solía permanecer para escuchar su doctrina. Todo
como Dios vivo al que amaba como hombre muerto. ¡Oh poder esto, ¿qué dice á nuestro corazón? ¿Qué fe es la nuestra? ¿Con
infinito de Jesús! ¿ Quién desconfiará viendo las maravillosas qué deseos buscamos á Jesús? ¿Con qué fervor suspiramos por
obras que hacéis? Pondera luego cómo la Magdalena, en oyendo El? ¡Ah! Si Jesús no se nos manifiesta en la oración y en otros
ó, Jesús que la llamaba por su propio nombre, arrebatada de ejercicios santos, á nuestra tibieza hemos de atribuirlo. Mire­
am or, le contestó con el nombre que solía, diciendo: « Maestro mos, pues, qué resoluciones nos interesa hacer para desterrarla
mío». Cuando hablaba con los ángeles le llamaba Señor, en de nuestro corazón, y , conociendo nuestra inconstancia, oremos
señal de reverencia; ahora que habla con Él mismo, llámale con con espíritu, fervor y vivos deseos de alcanzar lo que necesita­
nombre de reverencia y amor juntamente, Maestro mío, porque mos para nosotros y para nuestros prójimos.
acababa de sentir en su alma los efectos de su divino magisterio.
Finalmente: has de ponderar cómo, deseando la Magdalena be­ 138.— APARICIÓN DE JESÚS Á SAN PEDRO.
sar á Jesús los pies, no se lo permitió, parte para que conociese
la reverencia con que en lo sucesivo le había de tratar por ser ya P r e l u d i o i .» Oídas las mujeres, aunque ios discípulos no las creyeron, Pedro y Juan
glorificado, parte para manifestarle la imperfección de la fe que fueron al sepulcro, y cerciorados del suceso, regresaron á la dudad, y meditando Pedro
tenía; porque, así como no se le manifestó de golpe, sino poco á sobre lo que babia visto, aparecióle Jesús.
P r e l u d i o 2.0 Represéntate á Jesús, que se aparece á san Pedro.
poco, aSÍ tampoco quiso hacerle todos los favores de una vez,
P r e l u d io 3 . 0 Pide la g r a c i a d e la Ib y la d il ig e n c ia e n i n s t r u i r t e e n e l la .
sino paulatinamente. De todo lo cual has de sacar afectos grandes
de confianza en el Señor, de profunda reverencia y de vivos de­
seos de aumentar la fe, con la cual te dispongas para recibir las P a n t o 1.° I n c r e d u l i d a d d e lo s d is c íp u lo s .— Considera pri­
gracias del cielo. ¿ Qué sientes acerca de estas virtudes? ¿Tienes meramente la incredulidad de los Apóstoles y discípulos del Se­
firme confianza en el poder de Jesús? ¿ Le tratas con humilde re­ ñor. Porque, llegando las mujeres al lugar donde estaban, tristes
verencia? ¡Oh Maestro soberano! Vos, que. tan en breve ense­ y llorosos, y dándoles cuenta de lo que habían visto, no las cre­
ñasteis tantas grandezas áesta fervorosa discipula vuestra, ilus­ yeron; antes tomaron sus palabras como desvarios y sueños mu­
trad mi entendimiento, para que os conozca, y, conociéndoos, os jeriles; y aunque la Magdalena les dijo que le había visto, tam­
ame como ella os amó. poco la creyeron ’. Pondera sobre esto cuán dificultoso es el acto
[E pílogo y c o lo q u io s. ¡Cuán vehementes, cuán solícitos, de fe que nos levanta á creer alguna cosa contraria á lo que he-
cuán perseverantes y fervorosos fueron los deseos que tuvo la
■ Luc., « i v . l i ; Maro., xvi, 11.
Magdalena de ver el cuerpo de Cristo, que creía que había sido
468 Serie prim era.— V ia un itiva.

mos visto con los sentidos, y cuán mal correspondemos á lo mu­ M ed. 13 8 .— Aparición de Jesús á san Pedro. 469
cho que Dio^hace por nosotros, pagándole con incredulidad, y
con tenerlo por desvarío, siendo más desvario no creerlo, cuan­ se aparecieron ángeles como á las mujeres, ya porque bastaba el
do Dios lo ha revelado. Porque, habiendo anunciado el mismo dicho de éstas, que ya creían, ya también porque la resurrección
Cristo su muerte y su resurrección al tercer día, y diciendo ahora estaba suficientemente demostrada con la presencia de la mortaja
estas mujeres que se había cumplido la segunda parte de la pro­ y sudario recogidos en el sepulcro, y a, finalmente, para que se
fecía, con todo, no lo creyeron, teniendo por desvarío creer que entienda que las visiones y apariciones de los ángeles no prue­
un hombre muerto en la cruz, desangrado y llagado por todas ban mayor santidad en el que las recibe, y muchas veces tales
partes, hubiese resucitado, echando al olvido la revelación de favores se hacen á los menos santos. Pondera también cómo en
su divino Maestro, la resurrección de Lázaro, y otros milagros estos dos discípulos se representan las dos virtudes con que he­
que el ios mismos habían presenciado. Considerando esta con­ mos de buscar á Jesús, á saber, la fe y la caridad. L a fe descubre
ducta poco recta de los discípulos del Señor, has de procurar las verdades y entra primero como Pedro en el sepulcro, y lue­
huir de dos extremos, ambos peligrosos. Uno es de aquellos que go entra el amor como Juan, y con su entrada se confirma y
de ligero creen á cualesquier revelaciones y visiones de mujeres, fortalece la misma fe. También se representan las vidas contem­
con peligro de creer muchas cosas que son desvarios y sueños; plativa y activa, de las cuales ésta entra primero disponiendo, y
y otro de los muy duros en c r e e r , y que todo lo tienen por des­ aquélla después poseyendo y gozando. jOh amantísimo Jesús!
varío; lo cual es grande y erro ; pues aunque sean mujeres y Esclareced mi fe y encended mi caridad, para que, pospuesto
gente idiota. por su devoción y fe rv o r suelen ser dignas de tener todo temor humano, os busque y entre donde quiera que pueda
tales gracias. Y no es menor desorden llamar desvarío de la ima­ hallaros; perfeccionadme con los ejercicios de la vida activa en
ginación á la revelación de D io s , que llamar revelación de Dios todo género de virtud para que suba á los ejercicios de la vida
á lo que es desvarío de la imaginación. ¡Oh Maestro soberano! contemplativa, y por medio de ellos entre en lo escondido de
Con mucho gusto cautivo mi entendimiento en obsequio de la fe, vuestro rostro, para gozar de la belleza y hermosura que tenéis
negando todo lo que me dicen m is sentidos, si es necesario para en la gloria. ¿Imitamos nosotros la diligencia de estos discípu­
creer lo que V o s r e v e lá is ; porque sé que si ellos me pueden en­ los? ¿Practicamos las virtudes que en ellos se representan?
gañar, Vos ni podéis ni queréis hacerlo. Guiadme por el justo P a n t o 8 .° A p a r ic ió n d e J e s ú s á s a n P e d r o — Volviendo
medio para juzgar de lo que no comprendo, para que ni la cre­ Pedro á su posada, se retiró aparte á considerar y rumiar lo que
dulidad me precipite en el error, ni la dureza en creer os ofen! había v isto ; y estando así, se le apareció repentinamente el Se­
da. ¿Cómo juzgamos nosotros de la s cosas sobrenaturales? ¿So­ ñor. Considera sobre esto cómo Pedro se hizo digno de esta apa­
mos demasiado crédulos, ó sentimos dureza de juicio? rición por la diligencia de ir al sepulcro y la meditación de lo
P a n t o 8 .° V is ita d e s a n P e d r o y s a n J u a n a l sepulcro que había visto. Y aunque san Juan había ido también al monu­
d e C r is to .— Considera cómo aunque los discípulos en general no
mento, no se lee que se le apareciese Jesús; para que se vea que
dieron crédito á las palabras de la s mujeres, cor. todo, Pedro y suele el Señor hacer mayores regalos á los pecadores converti­
Juan se resolvieron á ir al monumento \ para enterarse de la ver­ dos para confirmarlos en su conversión, que á los justos que no
dad de lo que aquéllas contaban. Juan llegó antes al lugar del pecaron, como se ve en la parábola del hijo pródigo; y a s í, no
sepulcro; pero Pedro entró prim ero en é l, y ambos vieron á un sin causa el primer varón y la primera mujer á quienes se lee que
lado la sábana en que se envolvió el cuerpo, y al otro lado el se apareció Cristo resucitado, habían sido pecadores; por lo
sudario con que se cubrió la c a b e z a ; lo cual era una prueba de cual has de alentarte á confiar en Dios, sabiendo que si te arre­
que no había sido hurtado el cu erp o, y entonces creyeron lo que pientes de veras, tus pecados, aunque sean muchos, no serán
parte para que Él deje de favorecerte. Pondera luego la vergüen­
las mujeres habían dicho. En e ste hecho has de ponderar cómo
za que sentiría san Pedro viendo delante de sí á Jesús,,y acor­
estos dos fervorosos discípulos no dieron en el extremo de los
dándose que le había negado. Sin duda se arrojaría á sus pies,
otros, teniendo por desvarío la revelación que contaban las mu­
llorando amargamente su pecado, pidiendo perdón de él. Y Jesús
jeres, sino quisieron probar el fundamento y señales de ella; por­
con amor le consolaría y aseguraría una vez más del perdón que
que propio es de los más fervientes y discretos hacer diligencias
ya le había concedido. ¡Qué palabras tan tiernas le diría! ¡Qué
para enterarse bien de las cosas d e D ios, aunque para ello se ha­
avisos tan saludables le daría! Y , ¡qué gozoso y consolado que­
yan de vencer grandes dificultades. Pero, á estos discípulos no1
daría el Apóstol con la vista y palabras de su Maestro! ¡Cuán
confirmado en la fe y encendido en su amor! Mira, finalmente,
1 Joan., xx. 3.
cómo Pedro, en cumplimiento de la palabra que le había dicho
el Señor, corrió al momento á los demás discípulos, á fin de con-
4 ,0 Serie prim era.— V ia un itiva . M ed. i j g . — A parición á los discípulos de Em aús. 471
firmarlos en la fe ; y fué tan poderoso su testimonio, que muchos firmeza los propósitos que nos convengan, pidamos fortaleza
creyeron en él de los mismos que no habían querido dar crédito para ponerlos en ejecución, y roguemos por todo el mundo,
á las mujeres; y así decían, sin vacilar ni dudar: «Resucitado especialmente para que todos los católicos estén cada día más
ha el Señor verdaderamente y aparecido á Simón»; como quien unidos á la Santa Sede.
d ice: Basta que Simón nos asegure que le ha visto, para que
creamos que la resurrección del Señor no es fingida ó aparente, 139. - APARICIÓN Á LOS DISCÍPULOS DE EMAÚS.
sino real y verdadera; porque su autoridad es de gran peso.
Aprende tú de san Pedro á disponerte para merecer los favores Preludio i » Aparecióse Jesús en traje desconocido á dos de sus discípulos que iban
divinos, á recibirlos con humildad y aprovecharte de ellos para á Emaús, y quedándose con ellos, se les descubrió al tiempo de partir el pan.
bien de tus prójimos; y de los discípulos á creerlo que te enseña Preludio 2.« Represéntale á estos dos discipulos y á Jesús hablando con ellos familiar­
la Iglesia y su Cabeza visible. ¿ Has olvidado estas enseñanzas? mente.
¡ Oh glorioso Apóstol! Con mucha razón os llamáis Simón, que P reludio 3.« Pide la gracia de saber escuchar i Jesús que te habla, seguir sus inspira­
quiere decir obediente, pues tan bien obedecéis á la voz de vues­ ciones , y recibir con agradecimiento sus correcciones.
tro Maestro en cumplir lo que os.manda, haciendo el oficio
de piedra, como Pedro, y de cabeza como Celas, en confirmar P a n t o l.° A p a r ic ió n d e J e s ú s d e sto s d i s c i p u l o s , y su
y fortalecer la fe de vuestros condiscípulos, cuya cabeza habéis r e p r e n s ió n .— Considera
cómo dos discípulos, instigádos por el
de ser, Confirmad mi flaca fe, y perfeccionad mi corta obediencia, miedo délos judíos, salieron de Jerusalén el mismo día d é la
para que os imite en estas virtudes y merezca el premio que Vos resurrección, dirigiéndose á Emaús, lugar próximo, que era la
merecisteis. patria de uno de ellos, en donde esperaban tener seguridad. Mu­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán grande es la dureza del chas veces la pasión del miedo es causa de que el hombre se
corazón del hombre y la dificultad en creer aquello que se opone .aparte de la compañía de los buenos para hallar algún alivio en
& lo que le dicen los sentidos! Los discípulos del Señor habían las cosas del mundo. Jesucristo, como buen Pastor, deseoso
Sabido su muerte y sepultura; y aunque las mujeres les aseguran •de recoger estas dos ovejas que se apartaban de su rebaño, se
que han visto ángeles que les han dicho que había resucitado, les apareció y juntó con ellos en el camino, aunque disfrazado y
y esta palabra está muy conforme con las repetidas, promesas encubierto; y, principiando á trabar plática con ellos, y viendo
del Señor, ellos persisten en su incredulidad, tildando de visio­ cuán corta y apagada era su fe, reprendiólos con viveza, dicién-
narias á las mujeres que les hablan. Peligroso es dar crédito á doles: «¡ Oh necios y tardos de corazón para creer las cosas
cualquier espíritu, sin examen; pero, no lo es menos rechazar que han dicho los profetas!» Y luego, comenzando desde Moi­
por sistema todo lo extraordinario, porque esto arguye poca fe. sés y de los profetas, les iba declarando todo lo que estaba de El
Pedro y Juan fueron en este caso los prudentes; ellos, sin repaiar escrito. Pondera la aspereza de esta reprensión de Cristo, la
en dificultades, fueron al sepulcro, y por sus propios ojos vieron •cual no procedia de indignación, sino de compasión y deseo
ser verdad lo que las mujeres aseguraban. La fe y el amor son de avivar su fe y sacarlos de la ignorancia en que estaban. Llá­
las dos excelentes virtudes que nos guian por el camino de la males necios é ignorantes, porque, con haberle oído hablar tantas
vida, y nos preservan de los escollos que nos circundan por veces de este misterio, no acababan de entenderle. Llámales
todas partes. ¡Oh, si las practicásemos con perfección! Pedro, tardos de corazón, porque, teniendo bastantes indicios y motivos
admirado de lo que ha visto, se retira á meditar y á orar, apar­ para creer, todavía estaban dudosos. ¡Cuántas veces podría el
tado de sus compañeros; y en este momento se le presenta su Señor dirigirte á ti estas duras reprensiones! Mira luego el
amántísimo Maestro resucitado. ¡Qué sentiría en aquella primera efecto que produjo en estos discipulos la corrección de Cristo:
vista el santo Apóstol! ¡Qué confusión, recordando sus negacio­ no sólo no se resintieron por estas palabras, en la apariencia tan
nes! ¡Qué humillación, viendo la benignidad y ternura de Cristo! ásperas, sino que escucharon atentamente la explicación que les
¡Cómo se confirmaría en el propósito de morir mil muertes, hacía de las Escrituras, penetrándose de tal manera de sus pala­
antes que volver á ofenderle! ¿En qué podemos y debemos imi­ bras, que su corazón se iba encendiendo y abrasando en el amor
tar á san Pedro y á los otros Apóstoles ? ¿Cómo nos hemos por­ del que les hablaba, como ellos mismos lo confesaron, y de las
tado hasta hoy? ¿Qué hemos de corregir y enmendar en nues­ verdades que les enseñaba. Considerando todo este admirable
tra conducta? ¡A y de nosotros si, contemplando tales prodigios suceso, ¿no procurarás tú resistir á la pasión del miedo, que
y favores como estos, no avivamos nuestra fe y no encendemos tan grandes daños causa? ¿Xo harás que tus pláticas y conversa­
ciones sean de cosas buenas, de modo que Jesús guste de acom-
más nuestro amor! Reflexionémoslo con cuidado, y haciendo con
472 Serie primera.— Via unitiva.
M ed. t j q .— A parición á les discipulos de Emaits 47)
pañarte? Y ¿cómo recibes las correcciones? ¡Oh Maestro divi­
le, y al punto desapareció. Considera aquí cómo el Señor se ma­
no! Habladme frecuentemente en el camino de esta vida, para
nifestó á sus discípulos al partir el pan, por varias causas, todas
que mi corazón arda en amor vuestro, y mi alma se derrita
muy provechosas. L a primera, para que se entendiese lo mucho
oyendo vuestra v o z: reprendedme, si me conviene, con dureza, que estima la hospitalidad y caridad y demás obras de miseri­
y ayudadme á sufrir con amor y agradecimiento todas las correc­ cordia , las cuales nos disponen para recibir los favores divinos.
ciones. La segunda, para que se viese cuánto más eficaces son las obras
P a n t o Si-0 V i o l e n c i a s a n t a q u e h a c e n lo s d is cíp u lo s á que las palabras, para darse á conocer; porque, aunque É l era
J e s ú s p a r a q u e s e q u e d e con e l l o s — Llegando al lugar adonde
poderoso en uno y otro, mostróles en el camino la dulzura y sabi­
iban. Jesús hizo ademán de querer pasar más adelante; pero duría de sus palabras pero, con la vista de las virtudes que ejer­
ellos le detuvieron y forzaron, diciéndole: «Quédate con nos­ citó en la mesa, le conocieron perfectamente. L a 'tercera, para
otros, Señor, porque se vil haciendo tarde, y el día se acaba». significar la eficacia del Santísimo Sacramento, figurado por el
Acerca de lo cual debes ponderar primeramente cómo Cristo pan que Jesús les distribuyó; y aun dicen algunos que era el mis­
hizo ademán de querer pasar adelante y dejarles, no porque en mo Sacramento, el cual tiene virtud para alumbrar el alma y
realidad quisiese separarse de e llo s, sino para provocarles á esclarecer los ojos interiores, mucho mejor que la miel que escla­
que le convidasen y detuviesen, brotando afuera el fuego que reció los ojos de Jonatás'. De estas tres causas has de sacarvivos
ardía dentro de e llo s. y para que con aquella obra de caridad de deseos de ejercitarte en obras de caridad y misericordia, dar
hospedar al peregrino, se hicieran dignos del favor que les quería buen ejemplo á otros, y frecuentar la sagrada comunión, para
hacer; y, además, pava significar que, en su opinión, estaba lejos lograr conocer á Cristo y servirle como merece. Pondera cómo,
de ellos, por causa de su poca fe. Pondera luego cómo los dis­ en descubriéndose Cristo, al punto desapareció, para dar á enten­
cípulos, no sé! o detenían á Cristo, sino que le forzaban, como der á aquellos discípulos que los gustos espirituales que con­
dice el Evangelista; porque gusta mucho el Señor de ser forzado cede á sus fíeles en este mundo son momentáneos, y se ordenan
de nosotros con oraciones, gemidos, lágrim as, penitencias y á ayudarnos en las obras de caridad: y así, estos dos discípulos,
ruegos importunos, alegándole títulos y razones que le hagan en recibiendo este favor, luego se levantaron de la mesa, y vol­
fuerza para que nos conceda lo que le pedimos; al modo que Ja­ vieron sin miedo á Jerusalén á contar lo que habían visto. ¡Oh
cob , luchando con el ángel, le dijo 1:« Ño te dejaré, si no me das mudanza de la diestra del muy Alto! ¡Oh poder infinito de nues­
tu bendición». ¡Dichoso aquel que con esta constancia y voluntad tro dulce Jesús! ¡Con cuánta facilidad trocó con una visita
insiste en sus oraciones! Él obtendrá lo que deseare. Reflexio­ instantánea los corazones de estos discípulos! Visitadme, Señor,
na, por fin, las razones que alegaron los dos discípulos para mo­ á menudo, aunque luego me probéis 2 ; porque un momento
ver á Cristo á que se quedase con ellos, y la oración que le di­ que dure vuestra visita, basta para llenar mi alma de celestial
rigieron, diciéndole: «Quédate, Señor, con nosotros, porque alegría, dilatando mi corazón pqra que corra por el camino de
anochece y se acaba e l día». Llaman Señor al que habían llamado- vuestros mandamientos. ¿Cómo nos-disponemos para recbir la
peregrino , por la estimación que de Él habían concebido, y alegan visita de Jesús ?
por título para detenerle que era ya tarde y anochecía. ¡ Oh buen E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán peligrosa es la pasión del
Jesús! Quedaos conm igo, porque en mi alma se va obscurecien­ miedo, sobre todo cuando se funda en cortedad de fe en el Se­
do la luz de la fe, y el fervor de la caridad se va enfriando y de­ ñor! Esta pasión indujo á estos dos discípulos á salir de Jerusalén
clinando, y si os v a is, quedaré convertido en noche obscura y y abandonar á sus hermanos; y si Jesús, como buen pastor, no
fría. Confieso que no merezco vuestra compañía, á causa de mi les hubiera salido al encuentro para volverlos á su rebaño, tal vez
poca fe; pero, ¿qué será de mí si os vais? ¡Oh alma mía! Cono­ acabaran de perder la escasa fe que les quedaba. Mas, ¡con qué
ciendo la necesidad que tienes de que Jesús esté contigo, ¿por sabiduría se introduce Jesús en su conversación, de la cual gus­
qué no le obligas A ello con penitencias, lágrimas y ruegos im­ taba, porque hablaban de cosas espirituales! ¡Con qué severidad
portunos ? reprende su debilidad en la fe , á pesar de tantos oráculos, pro­
P a n t o 3.° M a n i f i é s t a s e J e s i í s á lo s d is c íp u lo s a l p a rtir fecías y portentos que ellos mismos habían presenciado! Llega
e l p a n — Sentándose Jesucristo á la mesa con los dos discípulos á llamarles necios y tardos de corazón, aunque no por indigna­
que le habían in vitad o, tomó en sus manos un pan, bendíjolo, ción, sino por la compasión que tenía de su estado y el deseo de
partiólo y dábaselo: y entonces abriéronse sus ojos y conociéron­ que saliesen de él. Y estos discípulos, ¿cómo reciben la repren-

< Gen., zxxii, 26. > I R eg ., x iv , 27. — » J o b ., v il, 18.


*)74 Serie prim era.— y ¡a unitiva.
M ed. /4 0 .— Aparición de Jesús á los Apostóles. 475
üión del Señor? Con la más admirable mansedumbre, humildad
birle. Pondera luego cómo Jesús entró en el aposento donde se
y agradecimiento; en vez de quejarse, escuchan silenciosos la
hallaban sus discípulos sin abrir las puertas , que estaban cerra­
explicación que les hace Jesús acerca de las Escrituras; sus cora­
das; queriendo que entendiesen que su cuerpo estaba glorificado
zones se van encendiendo en amor al Señor; y cuando lleganá
y que gozaba de la dote de sutilidad, en cuya virtud podía pe­
la posada, viendo que aparentaba querer pasar adelante, le rue­
netrar por donde quisiera sin estorbo-alguno, y asimismo, que
gan, suplican é importunan á que se quede,y lo alcanzan. Afor­
por su omnipotencia puede entrar en el alma á consolarla cuándo
tunados discípulos, que, pensando hospedar á un peregrino, reci­
y cómo quiera; y que gusta mucho de que sus siervos cierren
ben en su compañía á su mismo Maestro, el cual se les descubre
las puertas de sus sentidos. y entonces entra É l , como autor de
al partir el pan. desapareciendo al mismo instante de su vista.
la vida, para llenarlos de alegría. Púsose Jesús en medio de sus
¡Oh, si nosotros supiéramos imitar las virtudes que estos discipu­
discípulos como si les quisiera confirmar con la obra las promesas
los nos enseñan, y huir los defectos que el Señor les reprende!
que les había hecho, diciendo «Dondequiera que estuviesen
¿Nos dejamos arrastrar del miedo ó de otra pasión desordenada? dos ó tres congregados en mi nombre, allí estoy Y o en medio de
¿Gustamos de andar en la presencia de Dios, hablando con Él, ellos». ¡Oh Rey mío! Mi alma es casa fabricada por vuestra omni­
escuchando su voz y siguiendo sus inspiraciones ? ¿ Cómo re­ potencia para morada vuestra; entrad en ella como Señor, y dis­
cibimos las correcciones? ¿Puede Jesús aprobar nuestro pro­ poned loque quisiereis, porque deseo no resistirá cuanto orde­
ceder? Meditémoslo muy atentamente,y resolvamos con eficacia nareis. Y tú, almam ia, no desconfíes de recibir la visita de-tu
corregir aquellos defectos y practicar aquellas virtudes que nos dueño y Señor; espérale con toda confianza, que vendrá y no tar­
sean necesarias; pidamos para esto los divinos auxilios, y no ol­ dará ; pero ¿procuras cerrar las puertas de tus sentidos? ¿ Tratas
videmos las demás necesidades que se nos han encomendado. de unir entre sí tus potencias para la oración?
P a n t o 5t.° J e s ú s t r a n q n i li s a á s u s d is c íp u lo s , d á n d o le s l a
140.— APARICIÓN DE JESÚS Á LOS APÓSTOLES. p a z y m o s tr á n d o le s s u s lla g a s .— Considera cómo Jesús, viendo
turbados y medrosos á sus amados discípulos, tranquilizólos
P reludio i .o El dia d e la re su rre c c ió n *1 a n o c h e c e r, e s ta n d o reu n id o s lo s A póstoles en por medio de palabras y de obras. L as palabras que dijo fueron
el c e n á c u lo , á p u erta c e rra d a , en tró J e s ú s , les d ió la p az , y p id ióles d e c o m er, para que tres muy señaladas, las cuales son signos de buen espíritu, y muy
se ce rtificasen d e la verdad d e su re s u rre c c ió n .
eficaces para quitar toda turbación. Primero les dijo *: « Paz sea
P r e l u d io 2 .° R e p re sé n ta te e s ta r co n lo s A p ó s t o l e s , vien do á Jesú s q u e en tra , y todo lo
con vosotros *; como quien d ice : Acordaos que 0 $ d ije : Mi paz
d e m á s q u e p asa.
os dejo, mi paz os doy; esta paz he ganado con mi Pasión y
P reludio P id e í J e s ú s q u e te d é s u p a z , c o m o la dió i su s discipulos.
muerte; y así ahora os la comunico y saludo con ella. Luego
añadió: «Yo soy ••; que fué d ecir: Y o soy el mismo que solía en
P u n t o l.° A p a r ic ió n d e J e s ú s e n m e d io d e s u s discípulos la naturaleza, en la persona y en la condición: Y o soy vuestro
s in d e d o n d e e s ta b a n .— E n el mismo día
a b y ir la s p u e r t a s Maestro, Salvador. Protector, Am igo, Hermano y vuestro Dios.
de la resurrección, al anochecer, recogiéndose los discípulos Y dijo esta palabra de un modo tan suave, que con ella les sosegó
en su casa y cerrando las puertas por miedo de los judíos, y y se les dió á conocer. Y así continuó diciendo: «No queráis te­
estando ellos juntos, vino Jesús, y se puso en medio de ellos '• mer» , como quien d ice: Y a que el temor os acomete, no queráis
Acerca de esto has de considerar los motivos que tuvo Jesús admitirle ni darle entrada; no temáis la furia de los judíos, ni la
para diferir la aparición á sus discípulos hasta el anochecer de ira de los gentiles, ni la rabia de los reyes y príncipes que se
aquel día, los cuales fueron varios; á saber: porque entre ellos levantaron contra Mí; porque estando Yo en medio de vosotros,
había algunos muy duros de cre e r, y era menester disponerlos estáis seguros: ¡Oh si Jesús hablase á nuestro corazón estas dul­
poco á poco para que les entrase en provecho la visita. Además, ces y eficaces palabras! ¡ Cómo se disiparían sus dudas 1 ¡ Cómo
quería probar la paciencia de los más fervorosos y queridos; y se calmarían las mayores tempestades! Pondera cóm o, no con­
con esta dilación aumentar los deseos que tenían de verle, y dis­ tento el Señor con certificarles de su resurrección con palabras,
ponerles mejor para.el favor que iba á hacerles. Por fin: deseaba quiso valerse de las obras; y así, dióles licencia para que se
enseñarte que debes esperar con paciencia su visita, y nunca acercasen á Él, y le tocasen y palpasen su sagrado cuerpo, espe­
desconfiar de su socorro, porque suele Él acudir al consuelo de cialmente sus manos , pies y costado, donde tenía las señales
los suyos cuando y a están desconfiados y desahuciados de reci­ de las llagas de clavos y lanza, para sanar con ellas, las llagas

■ Joan., xx , 19. I Matth., XVIII, 20. — >Joan , XIV, 27.


474 Serie p/im era.— V ia unitiva.
M ed. 14 0 .— Aparición de Jesús á los Apostóles. 475
sión del Señor? Con la más admirable mansedumbre, humildad
birle. Pondera luego cómo Jesús entró en el aposento donde se
y agradecimiento; en vez de quejarse, escuchan silenciosos la
hallaban sus discípulos sin abrir las puertas, que estaban cerra­
explicación que les hace Jesús acerca de las Escrituras; sus cora­
das; queriendo que entendiesen que su cuerpo estaba glorificado
zones se van encendiendo en amor al Señor; y cuando lleganá
y que gozaba de la dote de sutilidad, en cuya virtud podía pe­
la posada, viendo que aparentaba querer pasar adelante, le rue­
netrar por donde quisiera sin estorbo alguno, y asimismo, que
gan , suplican é importunan á que se quede, y lo alcanzan. Afor­
por su omnipotencia puede entrar en el alma á consolarla cuándo
tunados discípulos, que, pensando hospedar á un peregrino,reci­
y cómo quiera; y que gusta mucho deque sus siervos cierren
ben en su compañía á su mismo Maestro, el cual se les descubre
las puertas de sus sentidos, y entonces entra É l , como autor de
al partir el pan. desapareciendo al mismo instante de su vista.
la vida, para llenarlos de alegría. Púsose Jesús en medio de sos
¡Oh, si nosotros supiéramos imitar las virtudes que estos discípu­ discípulos como si les quisiera confirmar con la obra las promesas
los nos enseñan, y huir los defectos que el Señor les reprende! que les había hecho, diciendo ': «Dondequiera que estuviesen
¿Nos dejamos arrastrar del miedo ó de otra pasión desordenada? dos ó tres congregados en mi nombre, allí estoy Y o en medio de
¿Gustamos de andar en la presencia de Dios, hablando con Él, ellos». ¡Oh R ey mío! Mi alma es casa fabricada por vuestra omni­
escuchando su voz y siguiendo sus inspiraciones ? ¿ Cómo re­ potencia para morada vuestra; entrad en ella como Señor, y dis­
cibimos las correcciones? ¿Puede Jesús aprobar nuestro pro­ poned loque quisiereis, porque deseo no resistirá cuanto orde­
ceder? Meditémoslo muy atenta mente, y resolvamos con eñcacia nareis. Y tú, alma mía, no desconfíes de recibir la visita de-tu
corregir aquellos defectos y practicar aquellas virtudes que nos dueño y Señor; espérale con toda confianza, que vendrá y no tar­
sean necesarias; pidamos para esto los divinos auxilios, y no ol­ dará ; pero ¿procuras cerrar las puertas de tus sentidos? ¿ Tratas
videmos las demás necesidades que se nos han encomendado. de unir entre sí tus potencias para la oración?
P a n to ¡8.° J e s ú s t r a n q u i li z a á s u s d is c ip u lo s , d á n d o le s l a
140,— APARICIÓN DE JESÚS Á LOS APÓSTOLES. p a z y m o s tr á n d o le s s u s l l a g a s .—Considera cómo Jesús, viendo
turbados y medrosos á sus amados discípulos, tranquilizólos
P reludio i .» El día de la resurrección al anochecer, estando reunidos los Apóstoles ea por medio de palabras y de obras. Las palabras que dijo fueron
el cenáculo , i puerta cerrada, entró Jesús, les dio la paz , y pidióles de comer, para que tres muy señaladas, las cuales son signos de buen espíritu, y muy
se certificasen de la verdad de su resurrección. eficaces para quitar toda turbación. Primero Ies dijo *: « Paz sea
P reludio 2 .° Represéntate estar con los Apóstoles , viendo á Jesús que entra, y todo lo
con vosotros» ; como quien d ice : Acordaos que os d ije : Mi paz
demás que pasa.
os dejo, mi paz os doy; esta paz he ganado con mi Pasión y
P reludio j .» Pide á Jesús que te dé su paz, como la dió á sus discípulos.
muerte; y asi ahora os la comunico y saludo con ella. Luego
añadió; «Yo soy ; que fué decir: Y o s o y el mismo que solía en
P lin to l.° A p a r ic ió n d e J e s ú s e n m e d io d e s u s discípulos
la naturaleza, en la persona y en la condición: Y o soy vuestro
s in d e d o n d e e sta b a n .— En el mismo día
a b r ir la s p u e r t a s Maestro, Salvador. Protector, Am igo, Hermano y vuestro Dios.
de la resurrección, al anochecer, recogiéndose los discípulos Y dijo esta palabra de un modo tan suave, que con ella les sosegó
en su casa y cerrando las puertas por miedo de los judíos, y y se les dió á conocer. Y así continuó diciendo: «No queráis te­
estando ellos juntos, vino Jesús, y se puso en medio de ellos '■ mer» , como quien d ice ; Y a que el temor os acomete, no queráis
Acerca de esto has de considerar los motivos que tuvo Jesús admitirle ni darle entrada; no temáis la furia de los judíos, ni la
para diferir la aparición á sus discipulos hasta el anochecer de ira de los gentiles, ni la rabia de los reyes y príncipes que se
aquel día, los cuales fueron varios; á saber: porque entre ellos levantaron contra Mí; porque estando Yo en medio de vosotros,
había algunos muy duros de cre e r. y era menester disponerlos estáis segurosl ¡Oh si Jesús hablase á nuestro corazón estas dul­
poco á poco para que les entrase en provecho la visita. Además, ces y eficaces palabras! ¡ Cómo se disiparían sus dudas! ¡ Cómo
quería probar la paciencia de los más fervorosos y queridos; y se calmarían las mayores tempestades! Pondera cóm o, no con­
con esta dilación aumentar los deseos que tenían de verle, y dis­ tento el Señor con certificarles de su resurrección con palabras,
ponerles mejor para.el favor que iba á hacerles. Por fin; deseaba quiso valerse de las obras; y así, dióles licencia para que se
enseñarte que debes esperar con paciencia su visita, y nunca acercasen á Él, y le tocasen y palpasen su sagrado cuerpo, espe­
desconfiar de su socorro, porque suele Él acudir al consuelo de cialmente sus manos , pies y costado, donde tenía las señales
los suyos cuando y a están desconfiados y desahuciados de red- de las llagas de clavos y lanza, para sanar con ellas! las llagas

' Joan., xx, 19. 1 Matth., xvui, »0. — • Joan , xiv, a j.


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Med. 1 4 1 .— Aparición de Jesús ctt el mar de Tiberiades. 477
476 Serie p rim era .— V ia un itiva.
de vuestros misterios, y también mi sentido para que pueda en­
de la infidelidad y pusilanimidad que tenían en su corazón, tenderlos, encendiéndome todo en el fuego de vuestro amor. ¿Xo
porque para este fin, entre otros, las había dejado. Y así fué nos admira ja benignidad y ternura de Jesús? ¿No deseamos par­
que, tocando los Apóstoles dichas llagas con gran reverencia y ticipar de sus gracias y recibir sus ilustraciones? ¿Qué hacemos
am or. quedaron ilustrados y confirmados en la fe, llenos de para alcanzarlo ?
amor y gozo por la gloria de su Maestro. ¡Oh. quién se hallara E p ilo g o y c o lo q u io s. ¿Quién se atreverá á desconfiar de
presente con tan dulce com pañía. y pudiera tener la dicha que la misericordia, bondad y amor de Jesús? ¡Triste era la situación
tuvieron estos afortunados discípulos, viendo la hermosura de de sus discípulos el día de la resurrección! Al anochecer, ame­
Jesús, oyendo su voz y tocando sus divinas llagas! ¡Oh dulce drentados por los judíos, se habían encerrado en el cenáculo,
Jesús! Con el espíritu me acerco ante vuestra soberana presen­ no esperando ya v e r á Jesús por aquel día; y de repente, sin
cia, y adoro vuestra Majestad, y postrado en lo profundo de mi abrir las puertas, aparece en medio de ellos. No se les había pre­
corazón, me llego á besar vuestras llagas preciosísimas, con sentado antes, para ejercitar á unos, para disponer á otros y para
grande confianza que por medio de ellas quedaré sano de las despertar más vivos deseos en todos; pero, cuando más atribula­
mías. dos y tristes sehallaban, de repente penetra el muro como cuerpo
P lin to 3.° J e s ú s , p a r a c e r tific a r d s u s d is c ip u lo s de su glorificado, y se pone en medio de ellos, trayéndoles á la memo­
r e s u r r e c c ió n , co m ió d e l a n t e d e e llo s .— Considera cómo no aca­ ria lo que les había prometido; que estaría entre ellos cuando dos
bando de creer algunos de los discípulos que era el mismo Cristo ó más se reunieran en su nombre. ¡ Qué sentirían los Apóstoles,
que había sido crucificado. y estando admirados con el gozo que sorprendidos por tan extraordinaria visita! El temor se apodera
tenían, para confirmarlos más en la fe, pidióles algo para comer; de ellos; 110 creen á sus mismos ojos; piensan que es un sueño
y habiéndole presentado parte de un pez asado y un panal de lo que ven. Jesús, con inefable dulzurá, les dice: «Paz sea con
m iel. comió delante de ellos , y dióles lo que sobró Pondera vosotros. Y o soy; no queráis temer». L es permite, con admira­
aquí la excesiva benignidad de Jesús y la grandeza de su amor, ble benignidad, que se acerquen á É l, y le toquen y besen sus
porque, no contento con lo que había dicho y hecho para probar llagas; y como si todo no fuese suficiente para probarles su amor
su resurrección, añadió esta otra señal de grande hermandad y y convencerles de la verdad de su resurrección, les pide comida,
afabilidad, pidiéndoles de comer y comiendo con ellos, con ser y come con ellos. y les da lo que sobra, y en suave conversación
esta una cosa muy ajena de su estado glorioso. ¿Quién será tan les explica las divinas Escrituras, abriéndoles el sentido para
duro de corazón que no quiera amar al que tanto se humilla y hu­ que las entiendan. ¿Xo nos arrebata tanta ternura y afabilidad en
mana por nuestro bien? Reflexiona acerca del significado espiri­ Jesús? ¿Por qué no amamos á un Señor tan amable? ¿Por qué
tual de esta comida de C r is to , la cual no carece de misterio. El no servimos con mayor cuidado á un Padre tan benigno? ¡Cuán­
pez asado representa su santísima humanidad, que fué asada en tos favores podríamos prometernos si le sirviéramos con todo
la cruz con fuego de tribulaciones; y el panal de miel significa amor! Veamos, pues, qué hemos de evitar y practicar en lo su­
su divinidad, que es fuente de toda dulzura; y ambas cosas están cesivo. Roguémosle que nos ayude á cumplir nuestras resolucio­
juntas en el Santísimo Sacram ento del Altar, y con ellas sustenta nes, y que nos auxilie en todas nuestras necesidades.
ahora nuestras almas p ara abrasarlas en el fuego de su amor y
llenarlas de espiritual alegría. Y estas mismas le has de ofrecer 141. - APARICIÓN DE JESÚS EN EL MAR DE TIBERIADES.
tú en sacrificio en la santa Misa, en agradecimiento, de un .bien
tan señalado. Mira cómo después de esto, Jesús sé entretuvo ha­ P reludio i .« Pescando siete discipulos en eí mar de Tiberiades, y no habiendo cogido
blando largo rato con sus discípulos, declarándoles y abriéndoles nada en toda la noche, aparecióse Jesús en la orilla, y les mandó echar la red de nuevo,
el sentido de las Escrituras que hablaban de Él; y es de creer que é hicieron grande pesca. ;
P reludio i.* Represéntate á Jesús mandando á sus discípulos tender la red en la
su corazón también a rd e ría dentro de ellos cuando se las decla­
diestra del navio.
raba, como ardía el de lo s discípulos que iban á Emaús. ¡Oh
P reludio 3.» Pide la gracia de imitar la laboriosidad de estos discípulos y la obe­
Maestro del cielo I Mirad que vuestros soberanos misterios están diencia y fervor de Pedro.
cerrados para mí, y mi sentido está cerrado para ellos, porque
con mis pecados lo tengo obscurecido; acordaos que por los mé­
P o n t o l.° T r a b a jo i n ú t i l d e lo s d is c ip u lo s , q u e , p e s c a n d o
ritos de vuestra Pasión abristeis el libro cerrado y sellado con
t o d a la n o c h e , n a d a c o g e n .— Considera
cómo siete discípulos de
siete sellos3, de modo q u e se pudiese leer; abrid para mí el libro
Jesús, entre los cuales se hallaban Pedro y Juan, fueron á pes-
• Luc., K'v, 4j. — » Apoc., v , 7
478 S erie prim era.— V ia unitiva. M c d .1 4 1 .— Aparición de Jesús cu el mar de Tiberiades. 479
car en el mar de Tiberiades, parte por su pobreza para tener andar sobre las aguas, porque el estado en que se hallaba des­
algo que comer, parte por huir de la ociosidad, porque no era pués de su resurrección era estable y ajeno de toda mutabilidad.
llegado todavía el tiempo de ocuparse en pescar almas; y entre Por fin, aunque no ignoraba que nada hablan cogido, quiso pre­
estos discípulos había tal concordia y hermandad, que en dicien­ guntarles si tenían algo, para que ellos mismos conociesen su
do Pedro ': «Voy á pescar», al instante todos se ofrecieron á propia necesidad. y la poca parte que tenían en la pesca que
acompañarle. Pondera cómo dispuso el Señor que estos discípu­ pensaba darles. Pondera luego cómo les mandó echar la red á
los, trabajando toda la noche, no cogiesen pez ninguno, para la diestra del navio, para significar el próspero suceso de aque­
que conocieran cuán poca parte es la industria del hombre, to­ lla pesca, que era figura de la pesca de las almas que han de
mada á solas, para pescar las almas y sacarlas de pecado; y así, salir del mar de este mundo para la eterna bienaventuranza, en
sabiendo que algún día serian pescadores de hombres, procura­ virtud de C risto, que es diestra de Dios. Y , obedeciendo los dis­
ran bien fundarse en humildad y propio conocimiento, y de este cípulos á este mandato, pescaron gran muchedumbre de grandes
modo hacerse instrumentos hábiles de su providencia. También peces, para que se vea la eficacia de la obediencia, mayormente
era de noche, para significar el miserable estado del mundo en los trabajos que se hacen por la salvación de las almas. Y es
antes que le alumbrase Cristo, sol de justicia, con cuya luz se de notar que otra v e z , conociendo Pedro á Cristo, le obedeció,
hace la pesca de las alm as; y que, mientras el hombre se halla lanzando al mar las redes en su nombre; pero esta vez se some­
en la noche de la ignorancia y en las tinieblas del pecado mor­ tió á Él sin conocerle, y en ambas sacó gran pesca, porque gusta
tal, no medra, ni sus obras son de merecimiento para la vida el Señor que obedezcamos á toda humana criatura por su amor,
eterna. Lo cual te ha de mover á tener grande horror al pecado, y nos desnudemos de nuestro propio juicio y voluntad para hacer
y huir de él con todas tus fuerzas, viendo la grande miseria del la de otro en cosas donde no se ve pecado. ¡Oh Jesús m ío! En­
pecador, que se cansa de pescar toda la noche de su miserable señadme la obediencia que inspirasteis á vuestros discípulos, y
estado y no saca provecho alguno de merecimiento para la gloria de la que nos disteis tan admirables ejemplos, porque cierto
del cielo. Pondera también qué harían estos siete discípulos, estoy que si obedezco cantaré victoria, triunfando del mundo,
. viendo que no pescaban pez alguno, porque, llevando su tra­ demonio y carne; os daré mucha gloria, y haré gran pesca en las
bajo con paciencia, se acordarían de su Maestro y de la falta almas. ¿Somos nosotros obedientes? ¿Estamos dispuestos para
que les hacía su presencia, y es de creer que hablarían entre sí someternos A cuanto nos diga Jesús?
mismos de lo que otra vez les había sucedido en aquel mismo mar P a n t o 3.° P e n e t r a c ió n d e J u a n e n co n o c e r á C r is to y f e r ­
con el Señor, y suspirarían por Él con grande fervor para alean- v o r d e P e d r o e n c o r r e r á É L — Conociendo á Jesús el discípulo
zar tu socorro. ¿Imitas tú la diligencia, constancia y fervor de amado, dijo á Pedro: «Es el Señor •; y al punto Pedro ciñóse la
estos discípulos? ¿Te quejas ó enfadas cuando tus negocios no túnica y arrojóse al mar, para llegar más presto adonde estaba.
marchan según tus deseos? ¡Oh Maestro soberano! Confieso Acerca de lo cual has de considerar la diferencia que hay del
que nada puedo por mi mismo; si Vos me abandonáis, ni per­ fervoroso amor en los que siguen la vida contemplativa y en los
feccionaré mi alm a, ni convertiré á los pecadores, si me de­ que siguen la activa. En aquéllos el amor aguza el entendimiento
jáis solo. Venid,Señor; acercaos á m í; si deseáis que yo pesque para que conozcaná Dios,como Juan; en éstos el amor da bríos,
en el campo de vuestra Iglesia, necesito de vuestra luz, porque actividad y ligereza para que vuelen á cumplir la voluntad de su
me hallo en la noche de la ignorancia y del pecado, y aunque tra­ Amado. pareciéndoles pesada toda dilación y carga. Con este fer­
baje toda ella, nada cogeré. vor que aquí te enseña san Pedro has de procurar tú seguir á
P u n t o 2.° A p a r ¿ c e s e J e s ú s , y m a n d a á lo s d is c ip u lo s que Cristo. Pondera cómo, llegando los otros discípulos con la pesca,
t ie n d a n la r e d d la d ie s t r a d e l n a v io .— A la mañana se apare­ entró Pedro en el navio y trajo la red , y hallaron que había cien­
ció Jesús en la ribera, y preguntó á sus discípulos si tenían algo, to cincuenta y tres peces; y con ser tantos y tan grandes, no se
y respondiéndole que no, les mandó echar la red en la diestra rompió la red. Esta pesca misteriosa era figura de la pesca de
dei navio, y cogieron tanta pesca, que no podían traerla. Acerca las almas escogidas para la gloria, así como la otra pesca mila­
de esto has de considerar la amorosa caridad con que acudió grosa que hizo san Pedro representaba la pesca de las almas
Cristo á remediar ia necesidad de sus discípulos y darles regala­ que habían de entrar en la Iglesia de Jesucristo. Por esta causa
do consuelo en su aflicción. Mas no se les descubrió , al instante, la primera pesca se hizo á la diestra y á la siniestra del navio,
para que les fuese más provechosa su visita. Tampoco quiso recogiendo toda suerte de peces; la segunda sólo á la diestra,
porque los escogidos estarán á la derecha de Dios. En aquélla
<Joan., xxi, 3. cogiéronse peces grandes y pequeños; en ésta eran todos gran-
480 S e r k prim era.— V ia un itiva .

des, porque en el cíelo ninguno es pequeño. En aquélla, la red se AUti. 142. — Apei ¿aótt á tos Apóstoles stanJo santo Tomás. 481
iba rompiendo, porque en esta vida padece quiebras y cismas seamos nosotros ser contados entre ellos? Seamos dóciles á los
la Iglesia y la predicación de Cristo; en ésta, la red se trae ministros y enviados de Jesús, y para lograrlo propongamos,
hasta la tierra, donde está C ris to , que es la tierra de los vivos, roguemos con fe y amor por nosotros y por el mundo.
y no se rompe, porque no habrá entonces disensiones, ni cismas,
ni cosa que les perturbe, pues y a los ángeles habrán apartado 142.— APARICIÓN Á LOS APÓSTOLES ESTANDO SANTO TOMÁS.
los malos de los buenos En aquélla, finalmente, no se cuentan

los peces, porque no todos los que.entran en la Iglesia son conta­ P reludio i Ocho dias después de la resurrección, estando Temas con los demás dis­
dos entre los elegidos; en ésta se cuentan exactamente los peces, cipulos. aparecióse Jesús, y mandó á aquél que pusiera Us manos en sus llagas, y no
porque tiene Dios muy conocido el número de los que quiere fuese más incrédulo, sino fiel.
colocar en la eterna felicidad. ¡ Oh dichosos los peces que entra­ P reludio 2.a Represéntate este suceso ccmo si lo estuvieras viendo.
ren en esta red para ser colocados en la vida eterna! ¡Dichosas Preludio 5.* Pide á Jesús que te libre de la infidelidad y te v ira d a constante y
las aguas vivas en donde se criaron y sustentaron, alcanzando la viva fe.

perfecta salud y vida que Cristo les ganó! ¡Oh Redentor dulcí­
simo! Concededme que viva y o en las aguas vivas de vuestra l* u n to l.° I n c r e d u l i d a d d e T o m á s , y d e fe c to s e n q u e p o r
gracia, de modo que sea sacado de ellas para la vida eterna. Ya e lla cayó. Considera cómo Tomás, uno de los Apóstoles, no
que, por la divina misericordia, nosotros figuramos entre las al­ estaba con ellos cuando les apareció Jesús; y habiéndole dicho
mas congregadas en la mística red de la Iglesia, ¿nos hacemos los demás que habían visto al Señor, respondió >: * Si no viere
dignos de tan soberana merced? ¿Imitamos el fervoroso y encen­ en sus manos la abertura de los clavos, y si no entrare mi dedo
dido amor de san Pedro ? por sus agujeros, y mi mano por su costado, no creeré». A cer­
E p ílo g o y c o lo q n lo s . — ¡ Qué ejemplo tan edificante nos ca de esto se han de ponderarlos defectos que hubo en este Após­
dan los discípulos de Jesús en e sta ocasión 1 Para huir de la ocio­ tol. no para su desprecio, -.ino para nuestro escarmiento. El
sidad y para ganar el necesario sustento, van con grande con­ primero fue apartarse de la compañía de sus condiscípulos, ó
cordia y hermandad á trabajar en su antiguo oficio de pescado­ por enfado, ó por atender á alguna cosa de su gusto, por cuya
res. Y con admirable paciencia y constancia perseveran toda ia causa se privó de un bien tan grande como ver á C risto; en lo
noche, aunque nada absolutamente logran pescar. Entonces co­ cual has de ver cuán perjudicial es al religioso el separarse sin
nocerían su propia pequenez y m iseria, su ineptitud para la obra causa de la comunidad, y á cualquier hombre el apartarse de la
colosal de pescar á los hombres que el Señor les iba á encomen­ compañía de los buenos, privándose asi de muchos bienes y oca­
dar; entonces se acordarían de su divino Maestro, suspirarían sionándose muchos males. E l segundo fué incredulidad con du­
por Él y le invocarían con fervor. ¡Oh, si tú te penetrases bien, reza de corazón y protervia de juicio, no queriendo creer lo ,
que todos sus condiscípulos atestiguaban como testigos de vista,
de los sentimientos y deseos de estos discípulos! ¡Si supieras y
anteponiendo con se'creta soberbia su juicio y parecer al de to­
quisieras imitarles en la práctica de las virtudes que te enseñan!
dos los demás. El tercero fué un modo de presunción y curio­
Jesús, q u e, aunque glorioso, no olvidaba á los suyos que se ha­
sidad, que llegó á señalar á Dios el medio para creer, diciendo
llaban en alguna tribulación, presentóse á la orilla del mar á la
que no se contentaría con ver á Cristo, sino que le había de
mañana siguiente, y oyéndoles decir que nada habían cogido, tocar, y entrar sus dedos y mano por sus Hagas, no contentán­
mandóles tender la red á la diestra del navio, y en un momento dose con los favores ordinarios, sino pretendiendo gracias singu­
cogieron ciento cincuenta jo tres peces grandes, de un peso tan lares. El cuarto fué un modo de pertinacia, durando ocho días
colosal, que por milagro no se rompió la red. Juan conoció que en esta ruin disposición, sin quererse ablandar ni por el dicho de
era Jesús el que estaba en la rib era, y díjolo á Pedro. Éste, sin sus condiscípulos, ni de Pedro, y quizá le diría lo mismo la Vir­
detenerse un momento, salta a l mar, y á nado corre á postrarse gen Santísima, haciéndose sordo á todo, y asi permaneciera en
á los pies de su divino Maestro. ¿ Quién no se edifica de las exce­ su incredulidad para siempre, si el mismo Cristo no viniera á
lentes virtudes que en todo este suceso descubren los discípulos remediarle. Todo esto permitió Dios, parte para que la incre­
del Señor? ¿Quién no se enam ora de la dulce afabilidad y tierna dulidad de este discípulo sirviese para afirmar y consolidar nues­
condescendencia de Jesús? ¡D ichosos los Apóstoles que tal pes­ tra fe, parte para que echásemos de ver nuestra flaqueza. si Dios
ca hicieron! ¡Dichosos los hom bres representados en ella! ¿De- nos dejase de su mano, y que nadie puede creer ni venir á Cristo

■ Matth., xiii, 49. >jban., xx, 25.


482 Serie prim era.— V ia unitiva. M ed. 14 2 .— Aparición á tos Apódales estando santo Tom ás. 48 j
sino le es dado de arriba, y si no es traído por su Padre'. ¡Oh aparece á los que no la creen y se descubre á los que no pregun­
Hijo de Dios vivo! Vos conocéis la masa de que estoy formado, tan por ella.
y sabéis que me perdería si me dejaseis de vuestra mano; venid Panto 8.° C o n fe s ió n y c o n v e r s ió n d e T o m á s .— Considera
en mi socorro, compadeciéndoos de mi necesidad y flaqueza, y cómo Tom ás, confuso al ver la benignidad de Jesús y su pa­
librándome de estos cuatro vicios que como cuatro vientos com­ sada incredulidad, respondió: «Señor mío y Dios mío». No nos
batieron la casa de Tomás, para que no combatan ni echen por consta del Evangelio si tocó las llagas de Cristo, ó si se contentó
tierra la -mía. ¿Hemos nosotros caído en alguno de los defectos con haberle visto, y oído las palabras que le dijo, convidándole
de este Apóstol? ¿Hemos sido fáciles en separarnos de la comu­ á que las tocase. Creíble es que por reverencia se detendría,
nidad, ú obstinados y protervos en nuestro proceder? arrojándose á sus pies; pero el Señor le tomaría de la mano y le
Panto ¡8.° Aparición de Jesú s, y palabras que dice d To­ haría que cumpliese su deseo, mostrando en esto la grandeza
más.—Pasados ocho días, estando otra vez los discípulos reuni­ de su caridad. L o cierto es que quedó Tomás tan ilustrado, que
dos, y con ellos Tomás, aparecióse Jesús, y les dijo: «La paz con grande alecto de su corazón confesó que Cristo era su Señor
sea con vosotros». Y vuelto á Tomás, añadió: «Entra tu dedo y su Dios, dando testimonio claro de su divinidad y humanidad,
por aquí, y mira mis manos : llega tu mano, y éntrala por mi y entregándose totalmente á su servicio con ferviente amor, de­
costado, y no quieras ser incrédulo, sino fiel». Considera acerca clarado por las palabras Señor mío y Dios mío, que significan
de esto la infinita caridad de Jesús en mirar por el bien de sus amor tierno y singular. Pondera cómo Jesucristo no quiso alabar
ovejas; porque, habiendo esperado ocho días para ver si Tomás la fe de Tomás, llamándole bienaventurado, como á Pedro cuan­
se convertía, viendo su dureza, no quiso retardar más el reme­ do confesó su divinidad, porque había sido tardo en creer, y
dio, sino venir en persona á sanarle, mostrándosele como álos • para no dar ocasión á que otros pidiesen pruebas de sentidos,
demás, entrando con las puertas cerradas, y dándoles la paz para creer en los misterios de Dios. Por el contrario, repren­
como la otra vez, para moverle con esto á que creyese. Pondera dióle tácitamente, diciendo : «Porque me viste, Tomás, creiste»,
cómo, pudiendo Jesús aparecerse á Tomás, estando sólo, como que fué decir: Ha sido menester que me hayas visto y palpado,
se había aparecido á Pedro, no quiso, sino delante de los otros; para que creyeses que Soy.tu Dios y Señor. Y luego añadió:
ya para que él entendiese que esta gracia no se le hacía por sus «Bienaventurados los que no vieron y creyeron»; cuyas palabras
merecimientos, sino por estar en compañía de sus queridos dis­ han de ser nuestro mayor consuelo, porque, por una parte, nues­
cípulos ; ya también para que todos fuesen testigos de la caridad tra fe es más meritoria, en cuanto creemos sin haber visto y pal­
de su Maestro, que, por hacer bien á uno, regalaba á todos;y pado con los sentidos corporales á Jesús; y por otra, disfruta­
que así como habían presenciado la incredulidad de Tomás, vie­ mos de todos los bienes que nos ganó por su muerte, de los
sen su «arrepentimiento y las muestras que daba de su fe. Admira, Sacramentos que instituyó, de los ejemplos que nos dió cn el
por último, la infinita afabilidad de Jesús, cómo habla cariño­ . discurso de su vida, de los sermones que predicó y de la ley
samente con Tomás y condesciende con su flaqueza. Y para que perfecta que enseñó. ¡Oh Salvador mío! Gracias os doy por el
entendiese éste que conocía sus pensamientos, y que sabía bien cuidado que tuvisteis de consolar á los que no merecimos gozar
lo que había dicho, y con esto convencerle, díjole: Pues has de vuestra dulce presencia; y pues no tuve la dicha de veros con
dicho que no creerás si no vieres y tocares las llagas de mis los ojos corporales, haced que os vea con los ojos espirituales;
manos y costado, acércate y cumple tu deseo, y no quieras ser esclarecedlos con vuestra celestial lumbre, para que, avivada
más incrédulo, que no te lo tengo merecido; sé fiel, pues estas mi fe y encendida mi caridad, os crea y ame en este mundo, y
llagas te provocan á serlo. ¿No nos admira esta caridad, blan­ sea después bienaventurado en el otro.
dura y amor de Jesús? ¿No confiaremos en un Señor tan amante? E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuánto debiera avivar y consoli­
¡Oh Salvador mío! Ahora veo con cuánta razón dijo vuestro dar nuestra le el acontecimiento que meditamos' Tomás, uno de
A p óstols : «Apareció la benignidad de Dios nuestro Salvador, el los discípulos más distinguidos de Jesús, que no se hallaba con
cual, no por nuestras obras, sino por su gran misericordia, nos los demás al tiempo de la primera aparición, se obstina en no dar
hizo salvos». Vuestra humanidad y blandura, Señor mío, se ha asentimiento á la resurrección de su divino Maestro. 1 láblanle
manifestado hoy*, apareciéndoos á Tomás, para hacerle salvo, los Apóstoles todos, y aun quizás la misma Virgen Santísima;
no por sus ob ras, que no lo merecían, sino por vuestra gran mi­ ve en todos ellos retratada la alegría más singular; sabe las pro­
sericordia, la cual no se encubre á los que la buscan, sino que mesas que tan repetidas veces les había hecho Jesús, y, sin em­
bargo , todo se estrella contra su obstinada incredulidad, llegando
1 Joan , vi . 44. — i Tit., 111, 4. á imponer á Dios condiciones para creer. ¡Pobre Tomás! ¿Qué
484 Serie primera.— Via unitiva.
M eé. /4 ¿ .— Ascensión d t Jcsucrnlo a l cicla. 485
hubiera sido de ti, si Jesús te hubiese abandonado? Pero no; este
Padre amantísimo no quería dejar en la rebeldía á un hijo tan c ia y devoción. Luego levantó el Señor sus divinas manos y los
querido. Preséntase en medio de los A póstoles, entre los cuales bendijo, según reitere san Lucas \ Levantó las manos en alto,
dispuso que estuviera éste, dales amoroso la paz, y, vuelto A él, para significar que la bendición que pretendía echarles, n o e r a
le concede el permiso para que se acerque y cumpla el deseo de en bienes de la tierra, sino en bienes del cielo, y que había sido
tocar sus llagas. ¡Cuán confuso y avergonzado estaría Tom ás al ganada por su Pasión y muerte levantando las manos en la
v e r la benignidad y ternura de su divino Maestro 1 ¡Con qué • cruz; y alzó ambas manos, no una sola, porque ambas fueron
humildad se arrojaría á sus pies, confesándole por su Señor y clavadas en ella, y para significar la largueza de su bendición,
por su D ios, y ofreciéndose á servirle, y á no negar jam ás la fe ofreciéndoles á manos llenas los bienes de gracia y gloria. Pon­
que había recibido!-Mas Tom ás había faltado, y, aunque Jesús dera luego cómo teniendo Jesús levantadas las manos, bendijo á
le perdonó con tanta blandura, no quiso alabarle por su confe­ sus discípulos, declarando con palabras los bienes que deseaba
sión, antes al contrario¡ indirectamente le reprendió porque, sin y pedía para ellos. X o sabemos las palabras que dijo; pero puede
v e rle , no había querido creer, asegurando que los que creen sin ser que repitiese parte de la oración que había hecho á su Pa­
el testimonio de los sentidos son bienaventurados. ¿Hemos se­ dre en la noche de la cena, pidiéndole que guardase y amparase
guido á Tom ás en su extravío y obstinación? ¿Xo !e imitaremos á sus discípulos que quedaban en el mundo, para que un día su­
en su confesión y arrepentimiento? ¿Reconocemos en Jesús á biesen adonde Él subía, y permaneciesen siempre en su compa­
nuestro Señor y nuestro Dios? ¡Oh Jesús! Alumbradnos como á ñía p ara v e r la claridad que tenia. ¿Deseam os que Jesús derram e
este vuestro discípulo , para que, conociendo lo que de nosotros su bendición sobre nosotros? ¿Qué clase de bienes le pedimos?
deseáis, resolvam os con eñeacia cumplirlo, haciendo de nuestra ¡Oh dulcísimo Jesús! Dadme parte de esa bendición que derra­
parte lo que podamos, y pidiendo con fervor y confianza aquello m áis sobre vuestros discípulos; pues de ella está colgado todo
que nos es imposible. Remediad con amor todas las necesidades m i remedio. P or el dolor y am or excesivo con que levantasteis
del mundo. las manos en la cru z, levantadlas ahora y bendecidme, no con
bendición de la tierra, sino con bendición del cielo, porque no me
hartan los bienes terrenos, sino solamente lo s celestiales
143.-A SC E N SIÓ N DE JESUCRISTO AL CIELO.
P u n í * Ü.° A fectos d e los Apóstoles a l ver su b ir d Jesú s.—
Considera cómo, habiendo Jesús dado la bendición á sus discípu­
Preludio i .» listando Jesús con sus discípulos en el monte de las Olivas, después de
despedirse de ellos, dándoles su bendición, subióse al cielo; y ios discípulos le siguieron
los, comenzó á elevarse de la tierra, y á subir al cielo, no como
con la vista, hasta que una nube s= lo.ocultó. Elias *, arrebatado en un carro de fuego, sino con su propia vir­
P reludio 2 .» Representémonos estar con los discipulos, recibiendo la última bendición tud. llevado del fuego de su infinita divinidad y majestad, cuya
de Jesús y viéndole subir á la gloria. inclinación es subir A lo a lto , como á su propio lugar. Con Él iban
P reludio 3.° Pidamos' la gracia de ser verdaderos discipulos de Jesús, de modo que todas las almas de los justos que había sacado del lim bo, y mu­
merescamos subir con Él á la gloria. chos coros de ángeles que bajaron del cielo para acompañarle.
También los discípulos le acompañaban con el corazón, teniendo
P uiíiío I.° D espedida de J e s ú s .— Considera cómo estando enclavados los ojos del cuerpo y dél alma en su M aestro, con
todos los discípulos y la V irgen Santísima en el monte de las tres afectos encendidísimos. E l primero de admiración, viendo
Olivas mostróseles Jesús con un rostro más resplandeciente y una cosa tan nueva como era subir un hombre por los aires con
amoroso que solía, y en lugar de los abrazos que se suelen dar tanta suavidad y facilidad, y con muestras de tanta grandeza. E l
al separarse los que mucho se aman, consintió que todos besasen segundo de alegría grandísim a, gozándose dó la gloria de su
sus sacratísimos pies y manos, saliendo de sus llagas un olor Maestro y de la divinidad que en El resplandecía. No rasgaron
suavísimo que les confortaría el corazón. L legaría primero la sus vestiduras como Elíseo cuando vió subir á E lia s ; antes darían
V irgen sacratísim a. la cu a l, con título de M adre, besaría la Haga saltos de placer con el gusto de verle subir con tanta majestad.
del costado, deseando entrar dentro del Hijo para subirse con Él E l tercer afecto era un entrañable deseo de seguirle, y subirse
al ciclo, si le fuera concedido; aunque conformándose siempre con É l, porque los corazones se iban tras su Am ado, cumplién­
con la divina voluntad. Llegaron luego san P ed ro , san Juan y los dose lo que estaba escrito en un sa lm o 5: «Subiendo á lo alto,
demás Apóstoles y discípulos, tocándole todos con gran reveren- llevó cautiva la cautividad». Porque llevaba Cristo consigo dos
suertes de cautivos, unos real y verdaderamente en sus propias
• Marc., xvi, 19; Aet., 1, 9.
■ l.uc., x x i v , 55. — 1 IV Reg., n , 1 1 . — > Psalm., l x v i i . 19.
484 Serie primera.— Via unitiva.
M o l. 1 4 ^.— Ascensión de Jcsttcm lo al cielo. 485
hubiera sido de ti, si Jesús te hubiese abandonado? Pero no; este
Padre amantísimo no quería dejar en la rebeldía A un hijo tan c ía y devoción. L uego levantó el Señor sus divinas manos y los
querido. Preséntase en medio de los Apóstoles, entre los cuales bendijo, según refiere san Lucas \ Levantó las manos en alto,
dispuso que estuviera éste, dales amoroso la paz, y, vuelto A él, para significar que la bendición que pretendía echarles, no era
le concede el permiso para que se acerque y cumpla el deseo de en bienes de la tierra, sino en bienes del ciclo, y que había sido
tocar sus llagas. ¡Cuán confuso y avergonzado estaría Tom ás al ganada por su Pasión y m uerte levantando las manos en la
v e r la benignidad y ternura de su divino Maestro! ¡Con qué ■ cruz; y alzó ambas manos, no una so la , porque ambas fueron
humildad se arrojaría A sus pies, confesándole por su Señor y clavadas en ella , y para significar la largueza de su bendición,
por su D ios, y ofreciéndose A servirle, y A no negar jam ás la fe ofreciéndoles á manos llenas los bienes de gracia y gloria. P on­
que había recibido! Mas Tomás había faltado, y, aunque Jesús dera luego cómo teniendo Jesús levantadas las manos, bendijo á
le perdonó con tanta blandura, no quiso alabarle por su conte­ sos discípulos, declarando con palabras los bienes que deseaba
stón , antes al contrario,’ indirectamente le reprendió porque, sin y pedia para ellos. No sabemos las palabras que dijo; pero puede
ve rle , no había querido creer, asegurando que los que creen sin ser que repitiese parte de la oración que había hecho A su Pa­
el testimonio de los sentidos son bienaventurados. ¿Hemos se­ dre en la noche de la cena, pidiéndole que guardase y amparase
guido á Tom ás en su extravío y obstinación? ¿No le imitaremos á sus discípulos que quedaban en el mundo, para que un día su­
en su confesión y arrepentimiento? ¿Reconocemos en Jesús á biesen adonde Él subía, y permaneciesen siempre en su compa­
nuestro Señor y nuestro Dios? ¡Oh Jesús! Alumbradnos como A ñía para v er la claridad que tenia. ¿Deseam os que Jesús derram e
este vuestro discípulo , para que, conociendo lo que de nosotros su bendición sobre nosotros? ¿Qué clase de bienes le pedimos?
deseáis, resolvamos con eficacia cumplirlo, haciendo de nuestra ¡Oh dulcísimo Jesús! Dadme parte de esa bendición que derra­
parte lo que podamos, y pidiendo con fervor y confianza aquello máis sobre vuestros discípulos; pues de ella está colgado todo
que nos es imposible. Remediad con amor todas las necesidades mi remedio. P or el dolor y am or excesivo con que levantasteis
del mundo. las manos en la cru z, levantadlas ahora y bendecidme, no con
bendición de la tierra, sino con bendición del cielo, porque no me
hartan los bienes terrenos, sino solamente los celestiales
143. — ASCENSIÓN DE JESUCRISTO AL CIELO.
P u n to Ü.° Afectos d e tos Apóstoles a l ver su b ir d Jesú s.—
Considera cómo, habiendo Jesús dado la bendición á sus discipu­
P reludio I.» listando Jesús con sus discípulos en el monte de las O livas, despuis de
los. comenzó á elevarse de la tierra, y á subir al cielo, no como
despedirse de ellos, dándoles su bendición, subióse al cielo; y ios discípulos le siguieron
con la vista, hasta que una nube fe lo.ocultó.
Elias *, arrebatado en un carro de fuego, sino con su propia vir­
P reludio í .» Kepresentdmonos estar con los discipulos, recibiendo la última bendición tud , llevado del fuego de su infinita divinidad y majestad, cuya
de Jesús y viéndole subir ú la glorli. inclinación es subir á lo alto, como á su propio lugar. Con Él iban
P reludio $.0 Pidamoé la gracia de ser verdaderos discípulos de Jesús, de modo que todas las almas de los justos que había sacado del lim bo, y mu­
merezcamos subir con Él ú le gloria. chos coros de ángeles que bajaron del cielo para acompañarle.
También los discípulos le acompañaban con el corazón, teniendo
P u n t o I.® D espedida de J e sú s.— Considera cómo estando enclavados los ojos del cuerpo y del alma en su M aestro, con
todos los discípulos y la Virgen' Santísima en el monte de las tres afectos encendidísimos. E l primero de admiración, viendo
Olivas mostróseles Jesús con un rostro más resplandeciente y una cosa tan nueva como era subir un hombre por los aires con
amoroso que solía, y en lugar de los abrazos que se suelen dar tanta suavidad y facilidad, y con muestras de tanta grandeza. E l
al separarse los que mucho se aman, consintió que todos besasen segundo de alegría grandísima, gozándose de la gloria de su
sus sacratísimos pies y manos, saliendo de sus llagas un olor Maestro y de la divinidad que en El resplandecía. No rasgaron
suavísimo que les confortaría el corazón. L legaría primero la sus vestiduras como Elíseo cuando vió subir á E lia s; antes darían
Virgen sacratísim a, la cual, con título de Madre, besaría la llaga saltos de placer con el gusto de verle subir con tanta majestad.
del costado, deseando entrar dentro del Hijo para subirse con Él E l tercer afecto era un entrañable deseo de seguirle, y subirse
al ciclo, si le fuera concedido; aunque conformándose siempre con É l, porque los corazones se iban tras su Am ado, cumplién­
con la divina voluntad. Llegaron luego san Pedro, san Juan y los dose lo que estaba escrito en un salmo »: «Subiendo A lo alto,
demas Apóstoles y discípulos, tocándole todos con gran reveren- llevó cautiva la cautividad». Porque llevaba Cristo consigo dos
suertes de cautivos, unos rea! y verdaderamente en sus propias
1 Mere., * v i , 1 9 ; A c t ., 1 , 9.
l.uc., XXIV, 51. — » IV Reg., II, II. — J Psalm., IXVIt. 19,
486 Serie prim era.— K m unitiva. M ed. i j j . — Ascensión Je Jesucristo a l d élo . 4S7

personas, como eran los justos que sacó del limbo, los cualesle cuando bajase. ¿ Seguimos nosotros estos avisos de los ánge­
siguieron hasta el cielo em píreo, y otros con el afecto, y eran les? ¿Cóm o nos portamos cuando nos vem os privados de la vista
los corazones de su Madre y de sus discípulos, los cuales le se­ de Cristo? ¡Oh Cristo santísimo! Quitad de mi alma las nubes de
guían con la vista y el deseo, atados con las cadenas del amor, los pecados que y o he puesto, y deshaced los nublados de las
sin poderse de Él apartar. ¡Oh quién nos diese ser de estos cauti­ tentaciones y turbaciones que padezco, para que pueda contem­
vos de Jesús! ¿No deseamos acom pañarle? ¿No le seguimos si­ plar vuestra gloria en esta vida m ortal, y cuando vengáis á juz­
quiera con los afectos que los Apóstoles? ¡Oh dulcísimo Jesús! garm e , oiga de vuestros labios palabras de vid a, y suba con V os
L levad con V o s mi corazón cautivo al cielo, para que esté allá á la gloria eterna.
siempre en vuestra compañía. Gózom e de que subáis por esos K p ílo g o y c o lo q u io s. ¿ Quién no siente su espíritu inunda­
aires volando como á g u ila , y provocando á vuestros hijos á que do de dulce alegría y confianza al contemplar la Ascensión de
vuelen con V o s '. Dadm e, Señor, alas de águila con que vuele en Cristo á los ciclos? E ste amantísimo M aestro, llegado el día en
vuestro seguimiento, poniendo en V o s mis pensamientos y deseos que había de realizar su subida al em píreo, reúne á sus discípu­
en la tierra, para gozaros en el cielo. los en lá cumbre del monte de las O liv as, m uéstraseles con rostro
P a n t o 3 .° Una nube oculta a l S eñ o r,y dos ángeles avisan más dulce y hermoso, y levantando al cielo aquellas benditas ma­
á los discípulos.— Un este punto has de considerar cómo, estando nos, que habían sido levantadas y enclavadas en la cru z, le s da
los discípulos mirando á Cristo cómo subía, una nube le recibió su bendición abundante y copiosísima; y después de haberles de­
y se le quitó de los ojos. E s de creer que esta nube sería muy her­ jado besar sus manos y p ies, comienza á alzarse majestuosamen­
mosa y resplandeciente, cual convenía para significar la majes­ te por su propia virtud, y á subir con gran sosiego é infinita
tad del Señor, que subía en ella y la hermosura del cielo adonde grandeza al cielo. ¿Qué sentirían los discípulos y la V irg en San­
iba; y al verla los discípulos, sentirían nuevos accesos de santa tísima al contemplar tan nuevo y extraordinario espectáculo? ¡Qué
alegría por la gloria que recibía su Maestro. Pondera cómo esta alegría tan celestial inundaría sus corazones a) v e r la gloria de
nube que quitó á Cristo de los ojos de sus discípulos, represente su Maestro! ¡Qué arrebatos de júbilo y admiración experim en­
todo aquelio que nos impide ver á D io s, y a sea por culpa nuestra, tarían! ¡ Q ué deseos tan vivos de seguirle por aquel tan desusado
como cuando pecamos, y entonces nuestras faltas son nubes, camino! M as, ¡a y !, fórmase en el aire una nube hermosa y bri­
como dice Jeremías J, que se interponen entre nosotros y Dios; llante que paulatinamente v a envolviendo el cuerpo de Jesú s,
ya sea sin culpa, como cuando el Señor quiere sujetarnosá hasta que lo sustrae completamente á los ojos que le están miran­
alguna prueba, y permite que nos sintamos rodeados de triste obs­ do. Sin em bargo, ellos no apartan su vista del ciclo, arreba­
curidad. Mas, así como los discípulos no dejaron de mirar al cic­ tados de p la c e r , y sólo bajan de su arrobamiento cuando dos
lo, aunque la nube les privó de la vista de Jesús, así nosotros no ángeles los sacan de é l , recordándoles que el gusto de la contem­
hemos de desistir do nuestra oración, aunque nos hallemos en plación es en este mundo muy transitorio, y que lo que importa es
tinieblas, hasta que tengamos respuesta dei Señor, como ellos. pensar á menudo en la segunda venida de Jesús, cuando baje á
Finalm ente, considera cómo estando los Apóstoles extasiados, juzgar al mundo. ¿Hemos grabado bien en nuestra mente estos
lijos los ojos en el cielo, mirando el camino que había seguido divinos documentos? ¿Participam os de los afectos de los A p ós­
Jesús, se les acercaron dos ángeles en forma de varones, con toles cuando veían subir á Jesús? ¡O h ! ¿Cuándo nos acordarem os
vestidos blanquísimos, y les dijeron: «Varones de Galilea, ¿qué que nuestro tesoro está en el cielo y procuraremos fijar allí nues­
hacéis aquí mirando al cielo? Este Jesús que se partió de vos­ tra morada? ¿Hasta cuándo tendremos nuestro corazón aficionado
otros , así volverá, como le visteis subir al cielo ». En cuyas pa­ á los bienes de este mundo de miseria? Confundámonos de tal
labras les dió dos avisos, y en ellos á nosotros, á saber: Que los modo de obrar, y hagamos serias y firmes resoluciones de cam­
gustos y afectos de la divina, contemplación en esta vida se han biar de conducta; y para cumplirlas con más fidelidad, pidamos
de tom ar con m edida, porque no son fin último, sino medios para la gracia á Jesús y reguém osle por todo el mundo.
cum plir mejor la voluntad de Dios y las obligaciones de nues­
tro oficio. Y , además, que juntasen el pensamiento de la subida
de Cristo al cielo con el recuerdo de su bajada á juzgar el mun­
do, y que ambas cosas predicasen, á fin de que los hombres vi­
viesen de tal modo, que estuviesen siempre preparados para

■ D e u i . , x x x u , 1 1 . — » Thr«ii-, n i , 44-
488 Serie fifritera. — Via unitiva. Med. 144.— tenida id Espíritu Santo. 489

144.— VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO. dera cómo el Espíritu Santo vino á los A póstoles y discípulos
de Cristo cincuenta días después d e la Pasión y resurrección del
P reludio i .® Estando los Apóstoles y discípulos del Señor reunidos' en el cenáculo con Señor, para significar que con su venida tan copiosa concede
María y las otras devotas mujeres el día de Pentecostés, de repente vino el Espíritu Santo jubileo plenísimo, significado por el número de cincuenta, dando
sobre ellos. plenaria remisión de las deudas ’ y pecados en virtud de la P a ­
P reludio 2.® Represéntate este suceso como si te hallaras en el cenáculo. sión de nuestro Redentor. P o r lo cu al, dice la santa Iglesia que
P reludio 3.0 Pide la gracia que venga también á ti el Espíritu Santo. el Espíritu San to es remisión de todos los pecados, perdonán­
P dolos con la abundancia de gracia y caridad que infunde en e
P i n i t o l .° L u g a r en donde se realisó la venida del Es­ alma. Pondera también cómo este divino Espíritu vino en el día
p ír itu Santo.— Considera en este punto cómo por inspiración de Pentecostés, que era una fiesta de los judíos, instituida en me­
del Espíritu Santo, e l día de Pentecostés juntáronse en la casa y moria de la ley que les dió el Señor en el monte S in a í, para sig ­
cenáculo donde so lían los discípulos de Cristo con la Virgen San­ nificar que venia principalmente á imprimir en las alm as la ley
tísima, los cuales serían, por lo menos, los ciento veinte que de gracia que Cristo había predicado, dando fin y cumplimiento
menciona san L u cas 1; y todos & una clamaban y pedían al Padre á la le y vieja, que había sido su figura; y a sí, en este mismo día
Eterno, por los m éritos de su llijo , y al mismo Hijo, les enviase que se dió la una se promulgó la o tr a , aunque en diferente ma­
el divino Espíritu q u e les había prometido, cuyas oraciones fue­ nera. porque la le y vieja era le y de tem or, y así se dió con
ron presentadas á Dio.s por medio de los ángeles, y juntándolas truenos y relám pagos y amenazas de muerte en el monte Sinai, y
con la petición de C risto nuestro Señor, en cuanto hombre, fue­ escribióse en tablas de piedra, porque era pesadísima, y se daba
ron oídas, resolvién dose que aquel día se les diese lo que pedían, á hombres de dura cerv iz y empedernido corazón; pero la ley
porque no hay plazo que no llegu e para quien pide, persevera, y nueva es ley de am or, y así con gran suavidad la escribió el E s­
esp ere con p acien cia la venida del Señor. Pondera cómo esta píritu Santo en las entrañas de los hombres ! , y en las tablas de
casa y cenáculo repvesenta la Iglesia universal, en la cual se su corazón, quitándoles el corazón de piedra y trocándosele en
recogen todos los q u e son discípulos de C ris to , unidos en una corazón de carne >, como por sus Profetas lo tenía prometido.
misma fe , y en el cu lto de un mismo D ios, y en la observancia de ¡ Oh Padre Soberano, cuya mano .es el-Hijo, que de V o s procede,
una misma ley. Y com o en este día se dió el Espíritu Santo á los por quien criasteis todas las cosas, y cuyo dedo es el Espíritu
que estaban en esta c a s a , y no á los que estaban fuera de ella, así Santo, por quien las reform asteis, escribiendo cun Él vuestra
también el divino E sp íritu sólo se da á los que están dentro de la santa ley en los corazones de los hombres! Escribidla en el mío
Iglesia, y ninguno q u e estuviere fuera de ella le recibirá; porque con este dedo de vuestra diestra, con tanta fuerza que nunca más
como la paloma no halló dónde poner el pie fuera del arca de se b o rre ; y pues V os me mandáis que yo también la escriba,
Noé J, así el E spíritu Santo, figurado por ella , no halla en quien cooperando con amor al cumplimiento de e lla , dadme lo que
m orar fuera de la Iglesia», que es representada por el arca. Por me mandáis para que lo cumpla como queréis. ¡ Oh a lm a ! Oye
lo cual dijo J e s ú s ■*q u e el mundo, esto es, los mundanos que nie­ la ley que te enseña el divino E spíritu, y pídele que te conceda
gan su fe, reprueban su doctrina y resisten á su ley’ , no pueden remisión plena de los pecados que has cometido, quebrantán­
recibir el Espíritu San to. ¡Cuán agradecido debes esta rá Dios, dola. ¿Sientes en ti esos deseos?
que te ha traído á e s ta casa de su Iglesia, en la cual, si por tí no P u n t o ít.° Modo cómo vino el E sp íritu Sanio.— Considera
queda, le recibirás , disponiéndote, como los A póstoles, con la en este punto el modo cómo vino el Espíritu Santo, el cual
oración ferviente y la unión de caridad! ¿Estás reconocido á tal tiene m isterio, porque representa la manera cómo se comunican
beneficio? ¿Te p re p a ra s debidamente para recibir el Espíritu á las almas sus divinas inspiraciones. Prim eram ente, vino de
divino? ¡Oh du lcísim o Redentor! G racias os doy con toda mi repente, porque la inspiración divina y su visita a l alma no tiene
alma por el fav o r sin gular que me habéis dispensado, por día ni hora señalada y determinada, sino que viene cuando el
haberme admitido e n el arca santa de vuestra Iglesia; haced, hombre menos piensa, y cuando el Espíritu Santo quiere, y
Señor, que, así c o m o fui de los llamados, sea también de los como quiere; porque el Espíritu sopla é inspira donde quiere *
elegidos para vu estro réino, de modo que. después de una vida pues que inspira por sola su misericordia; por lo cual en todo
santa, m erezca una etern a corona. tiempo has de suplicarle que venga, y esperar su venida, dejan­
P a n t o &.° T ie m p o en que vino el E sp íritu Santo.— Consi­ do á su paternal providencia el día y la hora en que ha de venir.

I A«t. l, 15. - * vm , 9 .— 3 1 Petr., ni, 21.— 4 Joan., xiv, 17. • Levit., xxv, 10. — * Jerem ., xxxi, 33. — 3 Ezecli., xxxvi, 26. — 4 Joan., 111, S.
49° Serie primera.— t'ia unitiva. M ed. 1 4 5 .— Don soberano del Espíritu Santo. 491
L o segundo, vino como viento, con gran vehemencia, para signi­ S a n to ; y para merecer recib irlo , propongamos ser más fervoro­
ficar , no sólo que la inspiración de Dios da vida al alm a, templa sos en la o ra ció n , más caritativos con el prójim o, más unidos
el ardor de su concupiscencia, impele y mueve á correr, como con los lazos del divino amor; y para lograr ésta y demás gra­
viento; sino que obra todo esto y excita á las obras de virtud con cias, oremos con fervor y confianza absoiuta.
ímpetu y fervor, aunque consuavidad y gusto del que las practica,
cuya alma es como navio que navega con viento en popa, sin tra­
145.— DON SOBERANO DEL ESPÍRITU SANTO.
bajo y con grande velocidad. L o tercero, vino con grande es­
truendo, que se oyó en toda la ciudad, para significar que la-ve­
Preludio i .» Represéntate i Jesús diciendo: « Y o rogaré á mi Padre y os dará otro
nida del Espíritu Santo hace en los justos y por los justos tales
Consolador que permanezca con vosotros eternamente».
cosas, que suenan en todo el mundo, por el admirable, ejemplo
P reludio 2.» Pide la gracia de conocer la soberar.ia de este don y agradecerlo inti­
de su v id a , y á veces por grandes milagros, y en especial por la mamente.
fuerza de su predicación y palabra, como se vió en los Apósto­
les, cuya voz resonó, como está escrito ', hasta los últimos tér­
P u n t o l . ° Q uién nos da este soberano don. — Considera
minos de la tierra. Considerando tales bienes, ¿no suspiramos
aquí quién nos dió este infinito don del Espíritu Santo. Prim era­
nosotros por el Espíritu Santo ? ¿ No deseamos este viento de­
mente nos le dió el Padre Eterno, movido de su infinita bondad,
licado que nos impela á correr por los caminos de Dios? ¡Oh
por la cual, así como nos había dado á su Hijo 1 por Redentor,
Espíritu divino! Venid á mi alma como viento vehemente, mo­
también quiso darnos al Espíritu Santo por Santificador, y esto
viéndola á todo lo que os agrada; suene la voz de vuestra ins­
de gracia y puro am or, sin m erecerlo nosotros, antes desmere­
piración en mis o íd o s, para que con ella haga tales obras, que
ciéndolo por mil títulos; pues, habiendo el mundo tratado tan mal
suenen en todo el mundo, edificando á mis prójimos y des­
á la persona del Hijo, no m erecía recibir la persona del Espíritu
pertándolos á que os glorifiquen por todos los siglos.
Santo. M ovióle también á hacernos esta dádiva los merecimien­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh quién tuviera la dicha de pe­
tos de-Jesucristo nuestro Señor, que con su Pasión y muerte
netrar en el cenáculo el día memorable de Pentecostés, en
nos la había m erecido, y estando á la diestra de su P adre, abo­
aquella sagrada reunión, presidida por la misma Reina de los gaba por nosotros, pidiéndole que cum pliese la promesa que
c ie lo s! Pero este tan honrado salón ó cenáculo figuraba la santa había hecho de enviar el Espíritu consolador \ Adem ás, m ovióle
Iglesia, en la cual sólo se da el Espíritu Santo. Y en esta dichosa nuestra gran miseria y pobreza, la cual despertó la compasión
arca santa nos hallamos por la divina misericordia; y si, al modo de aquel bondadoso Padre de m isericordias, resolviendo enviar
que los discípulos de Jesús, nos preparamos con el recogimien­ el último remediador de todos los m ales, que era el Espíritu San­
to, caridad y oración, lograrem os la suerte feliz de recibir como to. De suerte que la justicia y la m isericordia> se concertaron
ellos el divino Espíritu. E l cual en su venida imprimirá en nues­ para negociar esta venida: la justicia de parte de Jesucristo,
tra alma la ley de gracia con caracteres de fuego de am or. y nos que la m ereció, y la m isericordia de parte de la bondad de
concederá generosa remisión de nuestras culpas. El vendrá de Dios, atendiendo á nuestra miseria. Pondera también cómo nos
rep en te, cuando menos pensemos , como viento fresco, para envía el Espíritu S a n to 4, y nos le da Jesucristo nuestro Señor,
vivificar, tem plar, refrescar y dar actividad á nuestro espíritu; Hijo de Dios v iv o , de quien procede juntamente con el Padre,
vehem ente, impulsándole con energía y seguridad á correr pre­ cumpliendo lo que estaba profetizado», que en subiendo á lo
suroso por el camino de la g lo r ia , y con grande estruendo, por alto con sus cautivos, dió dones á los h om bres, enviando al
los ruidosos ejemplos de virtud que daremos al mundo. ¡Oh Espíritu Santo, en quien se encierran todos los dones celestiales.
cuánta necesidad tenemos de este don celestial! ¡Oh si suspiráse­ Finalm ente: el mismo Espíritu Santo se nos da también á S í mis­
mos. por É l con aquel mismo a rd o r, fuego y súplicas vivísimas mo, porque É l es dador y don, por el grande amor que nos tiene;
que los A póstoles! S i es cierto qué la mano del Señor no se ha en­ y porque procede del Padre y del Hijo como am or, dándonos su
cogido ni abreviado, y estádispuesto á comunicarse con la misma amor, se nos da á Sí mismo, y asi le hemos de pedir que se nos
largueza que se comunicó á lo s A p óstoles, ¿qué hacemos? ¿Qué dé y comunique. ¿Comprendemos y agradecemos la benignidad
pensamos? ¿Cómo no salimos de nuestra apatía? ¡Oh locura y amor de la Trinidad beatísima en la dádiva que nos hace?
insensata la nuestra! K1 Señor nos abre los celestiales tesoros, ¿Cómo hemos de corresponder á tan grande beneficio? ¡Oh Tri-
¿ y nosotros no salimos de nuestra pobreza ? Pidamos el Espirito
1 Joan., m, 16. — 2Joan., mv , 16. — i Psahn. ixixiv, 11 — 4Joan., xvi, 7.
• Rom.,x, 18.
5 Efe*., iv, 3 .
Aled. / 4 5 . — Don soberano JeI Espíritu Santo. 493
49 2 Serie prim era.— V ia un itiva.
San to. para que descubras más la infinita largnexa de D ios y
nidad Santísima! Desde el sublim e trono en que estáis, enviadme te muevas á alabarla y engrandecerla. Pondera cómo, aunque
al Espíritu Santo para que me consuele en mis tristezas, me for­ fué generosidad incomprensible dar este don á unos pobres pes­
tifique en mis desm ayos é ilumine en mis dudas. ¡Oh Padre Eter­ cadores, idiotas y pusilánimes, y á otra muchedumbre de menor
no! ¡Oh V erb o divino! D adm e este Espíritu que de ambos proce­ estofa ; pero más admira que le ofrezca Dios á todas las nacio­
de; y V os, Espíritu santísim o, daos á mí Vos mismo, porque nes y pueblos dél mundo, así de judíos como de gentiles y bár­
ningún don fuera de V os me puéde hartar. baros, sin excluir á ningún hombre, p o r v i iy despreciado que
l* im to &.° E xcelen cia de este soberano don.—En este punto sea, y por grande pecador que haya sido, como él quiera dispo­
has de considerar la infinita grandeza de este don que Dios nos nerse para recibirle; porque, como dijo san P e d ro ', no es D ios
da, dándonos el Espíritu Santo, el cual, por excelen cia, se llama aceptador de personas, sino entre todas las g e n te s, cualquiera
don de D ios altísim o, porque es el supremo de todos los dones que le temiere y obrare justicia, le será aceptable y recibirá de"
y fuente de todos ellos. D e suerte q u e , no contentándose nuestro su Majestad el Espíritu Santo; y así le dió á muchos que trataron
Dios con darnos la g ra cia y la caridad, y las virtudes sobrenatu­ de crucificar á su H ijo. y á otros innumerables que adoraban por
rales, y los siete dones del Espíritu Santo, también nos da al que dioses á las serpientes y bestias de la tie r ra , y lo mismo quiere
es principio y causa d e todos ellos, para que Él los conserve, hacer con todos los hombres. D e suerte que quien antes era mo­
rija, aumente y perfeccione, como quien tiene una fuente, y no rada de Satanás y cueva de leones y dragones, viene á ser tem­
se contenta con dar el a g u a de ella, sino da también la misma plo de D ios vivo y morada de su divino Espíritu, en quien des­
fuente, de donde perpetuamente procede el agua. Y por esto dijo cansa con sus dones, cumpliendo la promesa que hizo por el pro­
Cristo nuestro Señor ', hablando del Espíritu Santo que habían feta Joel «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne». Porque,
de recibir los que c iñ e s e n en É l, que de su vientre saldrían ríos aunque no quiere Dios dar su Espíritu al que es carne y viv e
de agua viva; y para que se entendiese que estos'ríos serían per­ según las leyes de la carn e, contrariando a la s del espíritu, se­
petuos, añadió que dentro de ellos habría una fuente de agua gún lo que dijo en el G é n e sis3: «No permanecerá mi Espíritu en
viva que saltaría hasta la vida eterna ‘. D e todo io cual has de el hombre, porque es carne»; mas si el que es carne quiere mudar
sacar una grande confianza que Dios te dará todo lo que le pidie­ su vida carnal, doliéndose del tiempo que ha gastado en ella ,
res ; pues quien te da lo m ás te dará lo menos. Y si dijo san Pa­ D ios derramará sobre él su Espíritu, con el cual vivificará su
b lo 3: «Quien nos dió á su H ijo, ¿no nos dará con El todas las carne, para que viva vida espiritual digna de tal Espíritu. ¿A b ri­
cosas?», tú también puedes decir, hablando del Espíritu Santo: gam os nosotros tales deseos de ser espiritualmente vivificados
Quien me dió^í su divinó E sp íritu, ¿no me dará con Él todas las por la presencia del divino Espíritu? ¡Oh Padre de las m isericor­
cosas que de Él proceden, pidiéndoselas en virtud del mismo Es­ dias! G racias os doy por la infinita bondad que mostráis en dar
píritu, y por los m erecimientos del Hijo por quien se da? Y quien ta l don á tan vil criatura como el hom bre, y en juntar vuestro
me da el á rb o l, ¿no me d a rá los preciosos frutos que produce? divino Espíritu con nuestra miserable carne; si queréis que vues­
¡Oh Espíritu santísimo! V o s sois el río cristalino de agua viva, tra m isericordia resplandezca mucho en estas dádivas, aquí te­
que procede dél trono de D io s y del C ord ero, y riega la ciudad néis un hombre que es todo carne, pero deseoso de ser vivificado
de Dios y el árbol de vida q u e produce doce frutos al año \ cuyas con vuestro Espíritu; dádmele, Señor, graciosam ente, para que
hojas son para salud de la s gentes; venid á esta breve ciudad de m ore en m í, y mi alma os glorifique por tan soberana merced.
mi alma; regadla con vu e stras copiosas g ra cias, y producid en Jbipílogo y c o lo q u io » . ¡Oh grandeza de la bondad, m iseri­
ellas vuestros doce frutos *, comunicándome la caridad, gozo y cordia y largueza de Dios! ¿Quién será capaz de comprenderla,
demás con grande p erfecció n , y asistiéndome siempre con vues­ ni mucho menos alabarla dignamente? E l Padre Eterno, por su
tra presencia, para que no s e marchiten ni pierdan nunca su ver­ bondad infinita^ sin méritos nuestros, antes con grandes dem éri­
dor hasta la vida eterna. Habiendo nosotros conocido cuán so­ tos, atendiendo sólo á los merecimientos de su divino Hijo y á
berano es el don que nos d a el Señor dándonos el Espíritu Santo nuestra extrem a necesidad, nos da el Espíritu Santo. No satisfe­
y suspirando por gozar de su s frutos, ¿qué hacemos para me re- cha su generosidad infinita con haber dado á su Hijo al mundo
cerlos y alcanzarlos? para que le redim iese, ahora le da el Espíritu Santo para que le
P u n t o S.° Á quién s e d a el don d el E sp íritu Santo. — Aquí santifique y consuma la obra que Jesús comenzó. E l mismo Je­
has de considerar á quién s e da este soberano don del Espíritu sús nos hace también este rega lo ; y aun el Espíritu divino en per-

' Joan., vil, 5$. — » Joan., iv, 14. — 5 Rom., vjii, J2. — 4 Apoc., t u . 2. • Aci-, s, 54. — » Jod, 11, 28. — J G«n., v i. 3
5 G .l a t . . v , 2 2 .
494 Serie prim era.— P ia unitiva. M e,!. 14 6 .— Fin por que se ti,1 e l E spirilu Santo. 495
sona se nos comunica, haciéndose dador el que por excelencia es manecerá en vuestra compañía para siem pre, si vosotros no le
don del Padre y del Hijo. ¡Bendita y alabada sea misericordia tan resistís y desecháis. En todo lo cual has de admirar la infinita y
inmensa, bondad tan inefable! ¡Oh mundo afortunado! ¿Sabes la paternal providencia de Jesús, nuestro bien, que no puede sufrir
excelencia d éla dádiva que te envía tu amantísimo Criador? ¿Co­ que sus discípulos queden desamparados y huérfanos, y ni aun se
nocemos nosotros siquiera la soberanía de este don? No es ya contenta con dejam os en el divino Sacram ento un trono glorioso,
sólo la gracia y la caridad y los dones del Espíritu Santo lo que desde donde nos escucha, sino ha querido darnos el Espíritu
Dios nos da, sino la misma fuente y causa de tales bienes. No se Santo, para que siempre esté con nosotros y nos acompañe á
llena el infinito deseo que tiene el Señor de hacernos bien dándo­ todas partes, y no se separe jam ás de nuestra compañía. ¿Será
nos los frutos del divino E spíritu; quiere también darnos el árbol posible que no sintamos un solo afecto de gratitud por tal benefi­
que los produce. Y esto, ¿á quién? A un mundo que le ha descono­ cio ? ¿ Y no nos aprovecharemos de la presencia continua de tal
cido, que le ha aborrecido, que ha trabajado por borrar la imagen abogado y protector? ¡Oh Redentor del mundo! G racias os doy
divina que en sí mismo tenía impresa. ¿Comprendemos todo esto? por habernos dado tal sucesor en vuestra ausencia, que sea para
¿Pertenecemos ó hemos pertenecido á este loco é insensato nosotros fuerte protector, dulce consolador y solícito abogado.
mundo? ¿ Y no morimos de vergüenza? ¿No suspiramos por él ¡Oh Espíritu Santísimo! V enid á vuestro siervo, que está suspi­
divino Espíritu? ¡ Qué cambio tan radical obraría en el nuestro! rando por teneros con sigo; apadrinadme en las batallas, ampa­
A vivem os, pues, los deseos de recibirle, y para disponernos, radme en los peligros, consoladme en las aflicciones, y abogad
propongamos aquello que desea É l hallar en nosotros: humildad, por mí en todas mis necesidades, haciéndome orar con tal fer­
amor, agradecimiento, pureza; pidamos las gracias necesarias, y vor. que alcance remedio de ellas.
roguemos con fervor por todo el mundo. P u n t o 2 .° E l E sp íritu Santo se nos da para que nos enseñe
y nos d é testim onio de Cristo. — En este punto has de considerar
146. - FIN POR QUE SE DA EL ESPÍRITU SANTO. cómo Cristo nuestro Señor nos da el Espíritu Santo para que le
suceda en el oficio de M aestro, enseñando y platicando dentro de
P reludio i .° Dios nuestro Señor nos da el Espíritu Santo para que sea nuestro Aho­ nuestro corazón la doctrina que Él predicó por su boca. Y así
gado , Maestro, Consejero y Fortaleza. dijo á sus A p ó sto les' : «Cuando viniere el Espíritu Santo que os
P reludio a.» Representémonos á Jesús prometiendo á sus Apóstoles, j á nosotros«oe enviará mi Padre en mi nombre, esto es, en mi lugar y por mi
ellos, el divino Espíritu. respeto, É l os enseñará todas las cosas, y os traerá á la memoria
P reludio }.» Pidamos agradecimiento por tal don, y docilidad en dejarnos guiar porEI.
todo lo que os he dicho y os dijere»; que es d ecir: Os enseñará
todas las cosas que os conviniere saber para vuestra salvación y
P n n t o 1 ,° E l E spíritu Santo se nos da para que sea nues­ para cumplir vuestro oficio, muchas de las cuales exceden ahora
tro Abogado y Protector. — Considera cómo entre los fines por á vuestra capacidad; y. además de esto, os traerá á la memoria,
los cuales el Padre y el Mijo nos dan el Espíritu Santo, y este cuando fuere menester, las que hubiereis oído, leído ó aprendido
mismo divino Espíritu se nos entrega, uno es muy principal, de mi doctrina. y os las repetirá y platicará dentro de vuestro es­
para que suceda á Cristo nuestro Señor en el oficio de protector, píritu, para que ni por ignorancia ni por olvido faltéis en lo que
abogado y consolador, haciendo esto invisiblemente con sus os conviene. Pondera luego otro fin de esta riquísima dádiva, la
Apóstoles y discípulos, como Él solía hacerlo visiblemente con cual, así como se dió á los Apóstoles para que les diese interior­
aquellos antes de subir á los cielos. Por este m otivóles dijo en la mente testimonio d.e quién era Cristo, y ellos le diesen pública­
noche de la Cena, antes de separarse de e llo s ' : «Yo rogaréá mente al mundo, ofreciéndose al martirio, como testigos de esta
mi Padre, y Él os dará otro Paracleto»; que quiere decir patrón, verdad, y muriendo por el testimonio de ella, sí fuera m enester;
abogado y consolador, el cual tendrá cuidado de vosotros, y os asi se da al justo y entra en su corazón p ara darle testimonio de
será padrino y protector en vuestros trabajos, consolador en quién es Cristo nuestro Señor, ilustrándole con su lu z, para que
vuestras tristezas, abogado é intercesor en vuestras necesidades, crea que es D ios y hombre, Salvador y único remediador suyo, y
pidiendo por vosotros con grandes gemidos *, en cuanto os impe­ para que tenga grande estima de É l , y le ame de todo corazón, y
lerá y moverá á orar y pedir lo que os conviene. Y este Paracle­ se anime á imitarle, incitándole á ejercitar obras tan santas, y á
to, como ha de venir invisiblemente, nunca se apartará de vos­ veces tan m ilagrosas, que ellas den testimonio de Cristo, á quien
otros, como Y o me aparto por la presencia corp oral, sino per­ imitan. ¡Oh Salvador mío! Enviad sobre mí el Espíritu de verdad

Joan., xiv, 16. — 3 Rom., vm. 26. ■ Joan., xvi, 15.


494 Serii’ primera.— Pia unitiva.
M e.!. 14 6 .— Fin por que se da el E spíritu Santo. 495
sona se nos comunica, haciéndose dador el que por excelencia es manecerá en vuestra compañía para siempre, si vosotros no le
don del Padre y del Mijo. ¡Bendita y alabada sea misericordia tan resistís y desecháis. En todo lo cual has de admirar la infinita y
inmensa, bondad tan inefable! ¡ Oh mundo afortunado! ¿Sabes la paternal providencia de Jesús, nuestro bien, que no puede sufrir
excelencia déla dádiva que te envía tu amantísimo Criador? ¿Co­ que sus discípulos queden desamparados y huérfanos, y ni aun se
nocemos nosotros siquiera la soberanía de este don? No es ya contenta con dejarnos en el divino Sacramento un trono glorioso,
sólo la gracia y la caridad y los dones del Espíritu Santo lo que desde donde nos escucha, sino ha querido darnos el Espíritu
Dios nos da, sino la misma fuente y causa de tales bienes. No se Santo, para que siempre esté con nosotros y ñas acompañe á
llena el infinito deseo que tiene el Señor de hacernos bien dándo­ todas partes, y no se separe jam ás de nuestra compañía. ¿Será
nos los frutos del divino E spíritu; quiere también darnos el árbol posible que no sintamos un solo afecto de gratitud por tal benefi­
que los produce. Y esto, ¿á quién? A un mundo que le ha descono­ cio? ¿ Y no nos aprovecharemos de la presencia continua de tal
cido, que le ha aborrecido, que ha trabajado por borrar la imagen abogado y protector? ¡Oh Redentor del mundo! G racias os doy
divina que en sí mismo tenía impresa. ¿Comprendemos todo esto? por habernos dado tal sucesor en vuestra ausencia, que sea para
¿Pertenecemos ó hemos pertenecido á este loco é insensato nosotros fuerte protector, dulce consolador y solícito abogado.
mundo? ¿ Y no morimos de vergüenza? ¿No suspiramos por el ¡Oh Espíritu Santísimo! Venid á vuestro siervo, que está suspi­
divino Espíritu? ¡ Qué cambio tan radical obraría en el nuestro! rando por teneros con sigo; apadrinadme en las batallas, ampa­
A vivem os, pues, los deseos de recibirle, y para disponemos, radme en los peligros, consoladme en las allicciones, y abogad
propongamos aquello que desea É l hallar en nosotros: humildad, por mí en todas mis necesidades, haciéndome orar con tal fer­
amor, agradecimiento, pureza; pidamos las gracias necesarias, y vor. que alcance remedio de ellas.
roguemos con fervor por todo el mundo. l* n n to Ü.° E l E sp íritu Sanio se nos da para que nos enseñe
y nos dé testim onio de Cristo.— En este punto has de considerar
146. - FIN POR QUE SE DA EL ESPÍRITU SANTO. cómo Cristo nuestro Señor nos da el Espíritu Santo para que le
suceda en el oficio de M aestro, enseñando y platicando dentro de
Preludio i .» Dio* nuestro Señor nos da el Espíritu Santo para que sea nuestro Abo­ nuestro corazón la doctrina que Él predicó por su boca. Y así
gado, Maestro, Consejero y Fortaleza. dijo á sus Apóstoles •: «Cuando viniere el Espíritu Sonto que os
P reludio 2.0 Representémonos á Jesús prometiendo á aus Apóstoles, y á nosotros coa enviará mi Padre en mi nombre, esto e s, en mi lugar y por mi
ellos, el divino Espíritu. respeto, Él os enseñará todas las cosas, y os traerá á la memoria
P reludio 3.0 Pidamos agradecimiento por tai don, y docilidad en dejarnos guiar por Él.
todo lo que os he dicho y os dijefe»; que es d e c ir : Os enseñará
todas las cosas que os conviniere saber para vuestra salvación y
P n n t o l.° E l E sp íritu Santo se nos da para que sea nues­ para cumplir vuestro oficio, muchas de las cuales exceden ahora
tro Abogado y Protector. — Considera cómo entre los fines por á vuestra cap acid ad; y. además de esto, os traerá á la memoria,
los cuales el Padre y el Mijo nos dan el Espíritu Santo, y este cuando fuere menester, las que hubiereis oído, leído ó aprendido
mismo div ino Espíritu se nos entrega, uno es muy principal, de mi doctrina, y os las repetirá y platicará dentro de vuestro es­
para que suceda á Cristo nuestro Señor en el oficio de protector, píritu, para que ni por ignorancia ni por olvido faltéis en lo que
abogado y consolador, haciendo esto invisiblemente con sus os conviene. Pondera luego otro fin de esta riquísima dádiva, la
Apóstoles y discípulos, como Él solía hacerlo visiblemente con cu al, así como se dió á los Apóstoles para que les diese interior­
aquellos antes de subir á los cielos. Por este m otivóles dijo en la mente testimonio de quién era Cristo, y ellos le diesen pública­
noche de la Cena, antes de separarse de ello s 1 : «Yo rogaréá mente al mundo, ofreciéndose al martirio, como testigos de esta
mi Padre, y Él os dará otro Paracleto»; que quiere decir patrón, verdad, y muriendo por el testimonio de ella, si fuera m enester;
abogado y consolador, el cual tendrá cuidado de vosotros, y os asi se da al justo y entra en su corazón para darle testimonio de
será padrino y protector en vuestros trabajos, consolador en quién es Cristo nuestro Señor, ilustrándole con su luz, para que
vuestras tristezas, abogado é intercesor en vuestras necesidades, crea que es Dios y hombre, Salvador y único remediador suyo, y
pidiendo por vosotros con grandes gemidos 2, en cuanto os impe­ para que tenga grande estima de É l , y le ame de todo corazón, y
lerá y moverá á orar y pedir lo que os. conviene. Y este Paracle­ se anime á imitarle, incitándole á ejercitar obras tan santas, y á
to, como ha de venir invisiblemente, minease apartará de vos­ veces tan m ilagrosas, que ellas den testimonio de C risto, á quien
otros, como Yo me aparto por la presencia corporal, sino per­ imitan. ¡Oh Salvador mío! Enviad sobre mí el Espíritu de verdad

1 Joan., xiv. 16. — s Rom., vm , 26. 'Joan., xvi, 13.


496 Serie primera.— E'u unitiva. Med. 1 , — Efeítos que obró el ESpiritu Santo en los Apóstoles. 497

que procede de Vos y de vuestro P a d re ,' para que llene mi memo­ com o Jesucristo lo manifestó. Este divino Redentor debía partir
ria de las verdades que V o s enseñasteis é ilustre mi entendí- , para su Padre, según su forma visible, y. á fin de que sus discí­
miento para que las conozca, y con la abundancia de su luz me pulos nó quedasen en este mundo sin un continuo abogado, un
dé á conocer quién sois, de modo que os ame, y haga tales obras, poderoso protector y tierno consolador, se digna enviar el Espí­
que por ellas sea vuestro P adre glorificado y V os seáis conocido ritu Santo. ¿Comprendemos y agradecemos este beneficio? Mas,
y honrado. ¿Aprendem os las lecciones que nos da el Espíritu aunque Jesús nos había enseñado su divina doctrina y la había
Santo? ¿Procuram os el recogim iento y quietud necesarios para confiado en depósito á su santa Iglesia para que la custodiase y
oir su voz? extendiese, la ignorancia y olvido del hombre necesitaban de un
P u n t o ti.0 E l E sp ir ita Santo se nos da para reprender los maestro que no se separase nunca de é l, para aclararle lo que
vicios d el mundo.— C onsidera aquí cómo viene el Espíritu Santo no entendía, y recordarle lo que olvidaba; á este fin nos fué con­
para reprender y corregir lo s vicios del mundo y convencerle de cedido el Espíritu divino. El cuai, no sólo nos sugiere las cosas
ellos, y de la victoria que el Salvador ganó contra el demonio, que Jesús enseñó, sino que da testimonio de É l para que le oiga*
de la manera.que Cristo nuestro Señor hacía este oficio, cuando mos, creamos y reconozcam os por nuestro R e y , P ad re, y R e­
predicaba. Y así, dijo á su s Apóstoles 1 : «Cuando viniere el Es­ dentor. Y como si todo esto no bastara para mostrar la providen­
píritu consolador, argü irá al mundo de pecado, y de justicia, y de cia y amor que D ios nos tiene, ha querido que este mismo Espí­
juicio». Esto es, revistiéndose en vosotros, por vuestro medio ritu santísimo se convierta en nuestro constante censor, que nos
reprenderá al mundo de su s pecados é infidelidades, convencién­ corrija, reprenda y descubra lo malo que debemos evitar, io
dole que hace mal en no c re e r en \JK. Y también le convencerá bueno y justo que hemos de h acer, y el juicio recto que hemos de
con razones y testimonios de Injusticia y santidad de mi vida, de formar acerca de las cosas y sucesos del mundo. ¿ No arrebata
mi ley. de mi doctrina. Y últimamente le convencerá y dará á nuestra admiración y amor una providencia tan tierna, amorosa
entender el juicio que Y o h e hecho contra el pecado, condenando. y paternal? ¿Confiamos en un abogado tan poderoso? ¿Oímos con
al demonio, que á él in stiga , echándole del mundo, reprobando docilidad á tal maestro? ¿Recibimos con am or sus divinas correc­
la m aldad. y aprobando la justicia.Pondera cómo este divino Es- ciones? ¿Somos rebeldes á sus-amonestaciones? Reflexionemos
píritu,, no sólo viene á reprender por medio de sus ministros los bien acerca de todo esto, y sí nos hallamos culpables, propon­
vicios del mundo en g e n e r a l, ó sea de los hombres que viven gam os eficazmente la enmienda, y pidamos para ello los auxi­
según sus perniciosas m áxim as, sino que, entrando en el mundo lios necesarios, sin olvidar las demás necesidades.
abreviado de cada hom bre, hace también interiormente este ofi­
cio, reprendiéndole lo m alo que hace, y exhortándole á lo bueno 147.— EFECTOS QUE OBRÓ EL ESPÍRITU SANTO EN LOS APÓSTOLES.
y justo que debe hacer, y descubriéndole el juicio que es razón
haga entre lo bueno 3' lo m a lo , entre Cristo y el demonio • para P reluoio i .® El Espirita Santo Ikni á los Apóstolesdelu í, y les inflamó en d Diego de
que-abrace lo bueno, siguiendo á C risto , y aborrezca lo malo, amor, disponiéndoles pira la predicación.
huyendo del demonio. Y a s í, tú has de escuchar la voz interior de P reludio 2.» Representémonos el cenáculo, viendo las lenguas de Diego que descien­
este divino Espíritu que te habla y enseña diariamente dos leccio­ den sobre los discipulos, y á estos transformados maravillosamente.
nes, reprendiéndote las faltas y exhortándote á la virtud. ¿Nos Preludio j .» . Pidamos al divino Espíritu que nos enriquezca como enriqueció á los
hemos hecho sordos & esta s saludables reprensiones y divinas Apóstoles.
enseñanzas? ¡Oh Espíritu Santísim o! Venid á este pequeño mun­
do de mi alm a, y convencedla de su pecado para que lo deteste y P a n t o l .° E l E sp íritu Santo llenó á los Apóstoles d e sobe­
se humille, de vuestra ju s tic ia para que la siga é imite, y ense­ ranos dones.— Considera cómo es propio del divino Espíritu
ñadla á hacer recto ju ic io ; porque no menos os mostráis verdade­ llenar la casa donde entra, esto e s. el alm a á quien se comunica,
ro consolador y abogado m ío , cuando con amor reprendéis mis llenando su memoria de buenos pensamientos, s'u entendimiento
vicios, que cuandome r e g a lá is con vuestros consuelos. de santos discursos y m editaciones, su voluntad de fervientes
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡Qué abogado tan poderoso! ¡Qué afectos y deseos, y sus apetitos de santas aficiones. Esta pleni­
maestro tan sabio! ¡Qué g u a rd a tan fiel es para nosotros el Espí­ tud concedió en este día á los Apóstoles. Porque aunque es cierto
ritu Santo! Estos fueron lo s fines principales que se propuso la que unos recibieron más gracia y otros m enos, según la capa­
Santísima Trinidad al co n ced er al mundo este soberano don, cidad y disposición, con todo , también lo es que todos queda­
ron llenos del Espíritu Santo, como dice san Lucas. Llenó con
>Joan., xvi, 8. especialidad las potencias de su alm a, porque en su memoria
32
498 Serie prim era.— V ia unitiva.
M ed. 1 4 J .— E feítos que obró e l E íp irilu Santo en los A póstoles. 499
estampó las divinas E scritu ras, para que se acordasen de ellas
siempre que las hubiesen menester; en su entendimiento infun­ c ie lo s, y allí descansen por la contemplación como en su esfera
dió gran luz é inteligencia de ellas y de todos los misterios prin­ y propio lugar. Finalm ente: une las alm as consigo mismo, co­
cipales que encierran debajo de su corteza; en su voluntad y municándolas sus virtu d es)’ dones, de modo que sean un espí­
ritu con É l por unión de perfecto amor. Todo esto hizo en este día
corazón imprimió de un golpe toda la ley de la caridad y amor
en los bienaventurados A p óstoles, y esto mismo desea hacer con
con tanta perfección, q u e, aunque no hubiese en el mundo ley
todos los hombres que viven en la tie r r a ; por lo cual dijo Cristo
ni E vangelio escrito, ellos fueran ley v iv a , y la ley interior les
nuestro S e ñ o r 1 : «He venido á traer fuego á la tie rra ; ¿qué otra
impeliera á guardarla perfectamente. E n conclusión, de repente
cosa quiero Y o sino que arda?» A h ora b ien : ¿ha prendido en tu
hizo el Espíritu Santo todos sus oficios, porque, como viento
corazón el fuego del divino amor? ¿Obras conforme al impulso
fre s c o , les llenó de suavidad; como so l,le s hinchió de luz; como
del divino Espíritu? ¡Oh amantísimo Redentor! Cumplid vuestro
m aestro, los llenó de su doctrina; como m édico, de una perfecta
deseo en la tierra de mi alma arrojando en medio de ella este
y cumplida salud, y en un momento los trocó de cobardes en ani­
divino fuego, p ara que consuma todo lo terreno y m e levante
mosos ; de flacos, en fu e rte s: de ignorantes, en muy sabios; de
sobre mí á lo celestial. ¡ Oh Espíritu divino! Pues sois fuego con­
envidiosos , en caritativo s; de am biciosos, en humildes, y de
sumidor, consumid en mi todo lo que os desagrada, para que
imperfectos , los hizo consumados en toda perfección. ¡Oh mu­
sea capaz de recibir la lu z, ard or, ligereza y actividad de este
danza de la diestra del muy A lto '! ¡Oh poder infinito del divino
fuego, siendo en él perfectamente transformado.
E spíritu! L a mudanza que no hizo el combate de tres años con
P u t * 3 .° E l E sp íritu Santo preparó á los Apóstoles para
tres fuertes tiros de sermones, ejemplos y m ilagros, la hizo hoy­
la p red ica ció n —A qu í has de considerar cómo el Espíritu Santo
en un instante el Espíritu de Cristo y la virtud que viene de lo
vino á los A póstoles en form a de lenguas, no en forma de corazo­
alto, i Oh buen Jesús! Enviad sobre mí esta virtud de vuestro di­
nes de fuego. L a causa de esto fué porque se les daba, para que
vino Espíritu, para que me trueque en otro varón hecho en todo
no solamente ellos amasen y se convirtiesen en fuego, sino para
á vuestra voluntad, Quisiéramos ciertamente que en nosotros se
que fuesen celosos predicadores, y con sus lenguas, m ovidas de
obrara el cambio que obró en los Apóstoles el Espíritu Santo;
este divino Espíritu, predicasen al mundo la le y de Cristo y su
pero ¿cómo nos disponemos para ello?
muerte y Pasión. Y haciendo oficio de fuego, purificasen los hom­
P a n t o 3 .° Los abrasó con el fu e g o de su amor.—Considera
bres de sus errores y pecados, y los alumbrasen con la lumbre
en este punto cómo quiso el Espíritu Santo darse esta vez á los de la verdadera doctrina, y los encendiesen con las llamas d é la
Apóstoles en la forma visible de fuego, porque'siempre ha to­ caridad, y los levantasen al deseo de las cosas celestiales, unién­
mado formas exteriores que representan los efectos maravillosos
dolos con D ios Nuestro S e ñ o r, con unión de amor. Pondera tam­
que causa interiormente en los que le reciben. En el bautismo se
bién cóm o, á la manera que vino el Espíritu Santo en figura de
dió en forma de paloma, para significar la inocencia de Cristo y la lenguas de fuego sobre los Apóstoles para disponerlos á la pre­
fecundidad de las obras buenas que inspira. En la transfiguración dicación del Evangelio, también cuando viene sobre nosotros es­
apareció como nube resplandeciente, para significar la lluvia de piritualmente , viene en lenguas de fuego, comunicando al alma
doctrina que comunica. Pero en este dia apareció en forma de la devoción, la cual, como dice san Bernardo, es lengua del
.fu e g o , para significar que, así como el fuego purifica, alumbra, alm a, con la cual habla con D ios, saliendo de ella afectos encen­
enciende, sube á lo alto, y es muy unitivo y comunicativo de si didísimos de caridad. Considera, por fin, lo que dice la Escritura,
mismo, transformando en sí lo que se le junta, así el Espíritu que aquellas lenguas se sentaron sobre cada uno de los que se
Santo purifica las alm as, consumiendo la escoria de los vicios y hallaban reunidos, para significar que el Espíritu S an to, cuanto
pecados, y apartando del oro y plata de las virtudes la escoria y es de su parte, viene de asiento sobre nosotros, con deseo de
estaño de las ftdtas é imperfecciones que suelen mezclarse con nunca dejarnos, si no le echamos por nuestra culpa; por lo cual
ellas. A lú m b ra lo s entendimientos con ana lumbre sobrenatural hemos de huir de todo fingimiento, desorden y maldad, que son
tan excelente, que los certifica de las verdades y misterios de la las causas por las que el Espíritu Santo deja al alm a, como se
fe más que si los vieran con los ojos corporales. Enciende las dice en el libro de la Sabiduría2. ¡Oh Espíritu purísim o! Pues que
voluntades con el ardor de la caridad, abrasándolas en amor de no queréis entrar en alm a mal intencionada, ni habitar en cuerpo
Dios y de sus prójimos. Levanta los corazones de la tierra ¡í las sujeto á pecados, ni permanecer en el hombre carnal y terreno,
cosas ce le stia le s, haciendo que tengan su conversación en los quitad de mí todos estos peligrosos desórdenes, y concededme

• Psalm. lxxvi, 11. * lúe., xii, 49. — 1 Sap. , 1 , 5 .


M ed. 14 8 .— D on de lenguas. >01
<yt>o S erie prim era.— V ia un itiva .
en varias leaguas, para que pudiesen predicar el Evangelio en
simplicidad en mis deseos, pureza en mis acciones y espirituali­
todo el mundo, porque esta gracia no era tanto para su propio
dad en m is palabras; sed para mí lengua de fuego que me en­
provecho, cuanto para el provecho de todos los hombres de la
cienda en vuestro a m o r, y me enseñe lo que he de hacer para
tie rra ; y así todos hemos de alabar á D ios por esta merced que
agradaros constantemente.
les hizo para nuestro bien. Pondera que, asi como la división de
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué efectos tan portentosos obró
las lenguas 1 fué castigo de la soberbia, así la unión de ellas fué
el Espíritu Santo en los Apóstoles y discípulos de Jesús! ¡Con
premio de la humildad; y como los soberbios, queriendo edificar
cuánta facilidad trocó aquellos corazones débiles, cobardes, pu­
una torre cuya cumbre llegase hasta el cielo, fueron confundidos
silánimes y apegados á las cosas de este miserable mundo! Como
dividiéndoles Dios los lenguajes, sin que uno entendiese al otro,
el fuego transforma en sí todas las cosas á que se junta, asid para que se dividiesen y cesasen de su loca pretensión, así los
Espíritu Sanio cam bió y transformó en cierto modo en sí los es­
humildes, deseando edificar la torre de la p erfección , cu ya cum­
píritus de los afortunados discípulos, de suerte que cada uno
bre llegase á la vista y unión con D ios, fueron ayudados con la
pudiera decir, á imitación del A póstol: «Vivo yo, mas ya no yo,
unión de los lenguajes, para que pudiesen unirse con todos los
sino el divino Espíritu en mí». E l Espíritu Santo llenó todasualma
hombres, y llev a r adelante su edificio. De modo que si la sober­
con sus potencias; É l remedió todas las necesidades que les ago­
bia divide, confunde y hace intratables á los hombres dominados
biaban; É l calmó sus tristezas; É l disipó sus ignorancias; Él for­
de este v ic io , la humildad estrecha une y hace sumamente tra­
taleció su cobardía; en una palabra: mudó radicalmente su estado
tables á los que la poseen. Mira luego la grande admiración que
espiritual. ¡Oh, si nosotros recibiésemos como estos dichosos
causó en los moradores de Jerusalén, y en todos los que se ha­
A p ó sto le s al Espíritu divino 1 ¡ Qué cambio tan completo experi­
llaban accidentalmente en ella , o ir á los A póstoles, hombres
m entaría nuestra alm a! Mas el Espíritu Santo vino en forma de
desconocidos é ignorantes, que hablaban con soltura y corrección
lenguas de fuego; porque, como fuego, deseaba purificar, alum­
todas las lenguas; todos se preguntaban asombrados *: «¿Qué
brar, encender, levan tar á lo alto los corazones de los discipulos
significa esto? Siendo nosotros de tan distintas regiones, oímos á
de Cristo; y com o lenguas, porque les venía i comunicar la gra­
estos hombres galiieos que hablan en nuestras lenguas las gran­
cia soberana de que necesitaban para predicar y convertir al
dezas de Dios». Y ¿no nos asombra á nosotros este prodigio?
mundo. ¡Qué obras tan prodigiosas realiza en este día el Espí­
¿No nos ejercitarem os en la virtud de la humildad, q ye tal favor
ritu Santol L a consideración de ellas, ¿no despertará en nosotros
atrajo á los Apóstoles? ¡ Oh dulcísimo Jesús! Dadme verdadero
un ardiente anhelo de recibirle? ¿Cómo nos preparamos para lo­
espíritu de esta virtud, y perfeccionad con el fuego de vuestro
grar este bien tan soberano? ¿No sentimos la necesidad de este
amor la lengua que me habéis dado, para que de mi parte ayude
fuego divino? ¿No experim entam os nuestra propia mudez, que
á levantar la torre de la perfección, no sólo en mi alm a, sino en
sólo puede rem ediarse eficazmente por ministerio del divino Es­
las de mis prójimos, de modo que todos lleguemos á la cumbre
píritu? Excitemos en nosotros vivos deseos de recibirle, y para
de vuestra eterna gloria.
inclinaren favor nuestro su misericordia, propongamos con fir­
P u n t o S .° Modo de hablar que nos enseñaron en-este día
meza lo que para esto debemos practicar y e v ita r; pidamos con
los Apóstoles.—En este punto has de considerar cómo los A pós­
v iv o fervor el cumplimiento de nuestros propósitos y el remedio
toles , luego que conocieron la m erced soberana que el Señor les
de todas las necesidades generales y particulares.
había concedido, sabiendo que era voluntad de D ios que la em­
148.—DON DE LENGUAS. plearan en bien de los hombres, comenzaron á hablar en estas len­
guas, no por su antojo, sino m ovidos del divino Espíritu, hablan­
P reludio i .* Uno de lo? efecto»que causó el Espíritu Santo en los Apóstoles cadéb do de las cosas con el modo y fervor q n eles inspiraba; y así. sus
<le Pentecostés, fué el don de lenguas, y de algún modo lo comunica á todos aqudbsca palabras eran de cosas santas', y con modo santo, lo cual conser­
quienes entra. varon toda la vid a , como lo dijo el Apóstol san P ablo*: «No
Preludio 2." Representémonos á los Apóstoles predicando las grandezas de Dios, j i somos como muchos que adulteran la palabra de D ios; antes ha­
las gentes oyéndolas con grande admiración. blamos con sincera intención, movidos de D io s , en la presencia
Preludio 3.0 Pidamos la gracia de saber imitar i los Apóstoles en hablar las gnadtus
de D io s , y de cosas que pertenecen á C risto ». En cuyas palabras
de Dios.
apunta cuatro condiciones que has de procurar guardar en tus
conversaciones, si deseas guiarte por el modelo de los gloriosos
P u n t o I.° D on d e len gu as que recibieron los Apóstoles.-
Considera con adm iración la especial gracia que hizo el Espíritu
1 Gen. , xi, 7. — * Act., 11, 7, 8. — > II Cor., 11, 17.
Santo á los A p ó sto le s , dándoles de repente facultad de hablar
502 Serie p r ú n t.a .— V ia u n itiva .
M ed. 14 8 .— D on de lenguas. 503
A p ó sto le s, enseñados é iluminados por el Espíritu Santo: L a pri­
mayor fervor interior lo que no puede hacer en lo exterior. ¿No
m era es que las palabras no sean proferidas por un fin malo ó
sentimos en nuestro corazón estos afectos? j Oh quien oyera cómo
vano, sino con pura intención de la gloria de D ios, y del bien hablaba la V irgen este día con estas varias lenguas, inspirada -
nuestro y de nuestros prójimos. L a segunda, que procedan, no de por este divino Espíritu! ¡Qué afectos tan encendidos de alaban­
espíritu impetuoso ó apasionado, ó esclavo de alguna pasión que zas y acciones de gracias brotarla! ¡Y cómo se derretiría en fuego
le dom ine, sino de buen espíritu, santo, reposado, que habla con de amor, hablando con su Am ado! ¡Oh Espirita santísimo! V e ­
simplicidad y advertencia lo que siente, y siente rectamente de nid á mi alma m uda, y enseñadla á hablar con varias lenguas de
las cosas. L a tercera, que sean en la presencia de D ios, pensando encendidos afectos; y pues me pedís que suene mi vo z en vues­
que te o y e y es testigo de lo que dices. Y la cuarta, que no sea tros o id o s a c la r a d la y endulzadla, para que esta m úsica os sea
de cosas m alas, ni vanas, ni impertinentes, sino todas de Cristo, siempre dulce y agradab le
ó de cosas enderezadas á C risto , y aun grandezas suyas, porque * E p í l o g o y c o lo q u i o s . — ¡Qué obra tan m aravillosa obró
propio es del espíritu de D ios m over á hablar grandezas de instantáneamente el Espíritu Santo en sus amados discípulos el
Dios. {Reúnen estas condiciones tus palabras? ¿En tus conversa­ díade Pentecostés! Com unicólesel don de lenguas, jam ás conocido
ciones procuras fin recto, modo suave, presencia de Dios y que en la antigüedad. E n on momento hizo que se hallasen hábiles
sean de cosas santas ? ¡ Oh Dios de santidad! Enviad desde el cielo para predicar en todas las lenguas del mundo, de modo que toda
vuestro ángel que toque mi lengua y purifique mis labios, para la concurrencia que á la sazón había en Jerusalén, y que había
que mis palabras sean siempre puras, rectas, santas y dichas de venido de países los m ás rem otos, comprendiese perfectamente
tal modo en vuestra presencia, que no haya en ellas cosa alguna cuanto les decía san P edro, y pudiesen d io s transmitirlo á sus
que os desagrade. paisanos. A s í pagó D ios á los A póstoles su profunda humildad.
P u n t o 3 .° E l E sp íritu Santo d a , d quienes se comunica,
Mas, ¿cómo usan estos discípulos de Jesucristo del soberano
un modo de don de lenguas. — Considera cómo, á la manera que beneficio que se les concede de hablar tan diversas lenguas?
el Espíritu Santo, infundiéndose en los A p óstoles, despertólos
¿Acaso para envanecerse locamente? ¿A caso para hablar de co­
para que hablasen en público y predicasen las grandezas de Dios,
sas vanas y ridiculas? L ejos de esto, hablan en la presencia de
también cuando está en el alm a, luego la hace hablar Ulterior­
Dios, grandezas del Señor, con verdadera sinceridad y recto fin.
mente en varias lenguas, las cuales son varios afectos de devo­
¿Son estas las cualidades que á nuestras conversaciones acom ­
ción, conform e á lo que dice san Pablo «Llenaos del Espíritu pañan? ¡O h, si descendiese á nosotros el Espíritu Santo, como
Santo, hablando dentro de vosotros mismos con salmos, himnos á estos felices discípulos! Tam bién hablaríamos varias lenguas,
y cánticos espiritu ales, cantando y tañendo en vuestros corazo­
con diversos afectos santos de am or, alabanza, alegría y acción
nes al S eñ o r, haciendo siempre gracias por todos á Dios Padre
de gracias. P ues, ¿por qué no nos humillamos? ¿P or qué no bus­
en el nom bre de nuestro Señor Jesucristo». L os salmos son los
camos siempre el último lugar? ¿P o r qué no nos preparam os de
actos internos de amor de D io s, con propósito eficaz de servirle
este modo tan sencillo y fácil para que el divino Espíritu venga á
y o b edecerle, ofreciéndose á ello de muy buena voluntad, y con
nosotros y nos enseñe á hablar santamente? ¡A h ! Nuestras con­
firme propósito. Himnos son los afectos de alabanza de Dios,
versaciones, en vez de ser inspiradas por el espíritu de Jesús, lo
contando todas las excelencias y perfecciones que tiene, y las
son tal vez por el espíritu del mundo ó de la carne. ¿Cuándo imi­
obras que ha hecho, por las cuales es digno que todas las criatu­
taremos á los sagrados Apóstoles? ¿Cuándo el Espíritu Santo
ras le alaben y glorifiquen. Cánticos espirituales son los afectos será el que guíe y rija nuestra lengua, para que no deslice con
de gozo y. a leg ría espiritual, gozándonos de que Dios sea quien tanta facilidad en las circunstancias que han de acompañar á
es, y de los infinitos bienes que posee en S í mismo, y de la glo­
todas las conversaciones? Pensémoslo atentamente; veam os las
ria que le dan los santos en el cielo, y de los servicios que le resoluciones que nos conviene tom ar, y pidamos por nosotros y ■
hacen los justos en la tierra. Acciones de gracias son actos de
por todo el mundo.
agradecim iento por los beneficios que de nuestro Señor hemos
recibido, contándolos todos por menudo, y alabándole por cada < Cant., II, 14.
uno de ellos. En estos actos espirituales se desahoga el alma que
ha sido llena del Espíritu Santo, y y a que no puede comunicar á
otros la participación del bien que tiene, trata de suplir con

« Ephes., v , 18.
504 Serie prim era.— V ia un itiva . Med. 14 9 .— Inspiraciones del E ípiritu Santo. 505

estorbo que pueda impedir su entrada, ni es posible dejar de oir


149.— INSPIRACIONES DEL ESPÍRITU SANTO. su v o z, esto e s, sentir su toque é inspiración y lo que por ella
dice, aunque puede el hombre no consentir en ello. É l puede
Preludio i El Espíritu Santo envía sus inspiraciones á los hombres con gran liber­
de golpe entrar en nuestro entendimiento y voluntad, imprimien­
tad , con mucha eficacia y con profunda sabiduría.
P reludio 2.» Represéntate á Jesús dicicodote : t El Espíritu inspira dondequiere,
do de repente el conocimiento y buen afecto que q u iere; porque
oyes su voz , é ignoras de dónde viene y adonde va». es dueño absoluto y señor d e nuestro espíritu, y puede hablarle
P reludio y.° Pide la gracia de no hacerte nunca sordo á las inspiraciones del Espirite ó por sí inmediatamente, ó por cosas sensibles, ó por imaginacio­
Santo. nes. A dem ás, es tal su om nipotencia, que tiene fuerza y maña
para inspirar de tal manera, que, no solamente oigamos su voz,
P a n t o l.° E l E sp ír itu Santo in sp ira con g ra n libertad. sino consintamos con ella , y obedezcam os á lo que nos dice, no
— Considera cómo el Espíritu Santo inspira donde q u ie re '. por. con violencia y necesidad, sino con sumo gusto y suavidad, tro­
que no hay quien le fu e rce ; no inspira por temor, queno tiene que cando nuestra voluntad, para que diga con la misma resolución
temer; ni por interés p ro p io , porque no espera premio de sus de S a u lc ': «Señor, ¿qué queréis que h a g a ? »¡Oh si de este modo
cria tu ra s; ni por obligación de justicia, porque ninguno con me­ inspirase este divino Espíritu á todos los pecadores, de modo que
recimientos le puede o b lig ar á ello : inspira solamente porque corriesen á los pies de los ministros de D ios, para hallar el per­
quiere y porque su infinita bondad le inclina á hacernos este bien dón de los pecados! Pondera lu ego, q u e, asi como eada hombre
de pura gracia. De suerte que comunica sus inspiraciones, á las tiene su vo z particular por la cual se manifiesta, y es conocido
personas que quiere, y en el tiem po que quiere, y con el modo y diferenciado de otro, así la voz interior é inspiración del E s­
que quiere; con mucha frecuencia ó con poca, con gran fuerza píritu Santo tiene sus particulares propiedades y señales que
ó pequeña, moviendo á las cosas que quiere, según las trazas de percibe el oído del alm a, por las cuales conoce que es Dios el
su divina providencia, dividiendo la s gracias y favores como que la habla, y distingue su voz de la voz del mal espíritu, que
quiere. M as, en todo esto m uestra su infinita largueza, porque da las tiene m uy contrarias. Porque aqu él, con imperio y amor,
estas inspiraciones de repente á todos, con todos los modos que con suavidad y eficacia, enternece los corazones duros, doblega
hay de generosidad. Porque las da primero á quien no se las los tercos, enciende los filo s, fortalece los flacos, alíenla los pu­
pide, ni se acuerda de pedírselas. S egun do, concédelas á quien silánimes, recoge los distraídos, convierte los soberbiosen hu­
no las m erece, y aun las desm erece por los pecados. Tercero, mildes, los iracundos en mansos y los codiciosos en pobres de
comunícalas también á quien no las quiere, y aun las resiste, espíritu; lo contrario hace el mal espíritu. ¿Qué espíritu nos
como Saulo 3; p e ro , con m;ís frecuencia y eficacia las da á los guía?¿Resistimos al bueno? ¡Oh Espíritu divino! Hablad dentro
justos que ha escogido por hijos regalados s u y o s , de los cuales de mí, que vuestro siervo oye. V o s decís que deseáis oir mi voz;
dice el Apóstol san P ab lo J : «Los que son movidos del divino yo deseo mucho oir la vu estra ; haced que oiga esta vo z divina,
Espíritu, estos son hijos de Dios». ¡Oh dichosos hijos que traen y sienta los efectos de ella, para que pueda yo- responderos con
por ayo y compañero perpetuo al Espíritu Santo! De aquí has la m ía, haciendo tales obras, que sean muy parecidas á las
de sacar un vivo deseo de que el Espíritu Santo se digne comuni­ vuestras.
carte sus divinas inspiraciones y una firme resolución de jamás P a n t o 3 .° E l E sp íritu Santo in sp ira con secreta y pro­
resistir á e lla s ; antes con gran libertad dar de mano á todas las fu n d a sabiduría.—En este punto has de considerar lo que dice
¿osas que te impidan el seguirlas. ¿Son estos tus deseos? ¡Oh el Salvad or, que su divino Espíritu inspira de tal modo, que
Espíritu divino! Pues inspiráis donde queréis, porque sois infinita­ oímos su v o z ; pero no sabemos de dónde viene ni adonde va,
mente bueno, mostrad conm igo vuestra bondad en querer lo que encubriéndonos de propósito sus entradas y salidas, sus princi­
podéis, inspirándome con frecuencia lo que tengo de pensar, de­ pios y sus fines, con admirable traza de su providencia. Porque
cir y obrar, para q u e , siendo movido por Vos, en todo me pa­ nos oculta primeramente la venida de su inspiración cuanto al
rezca á Vos. lugar, tiempo, ejercicio y ocasión de ella. Unas veces viene en
P a n t o ¡8.° E l E s p ír itu Santo inspira con grande efica­ días de fiesta, otras en días de trabajo; ya de día, ya de noche, á
cia.— Considera cómo es una propiedad del Espíritu Santo el la mañana ó á la noche, en casa, en la iglesia ó en el campo.
hacer que cuando inspira, el hombre oiga su voz, como dice Unas veces viene en la oración, ó Misa, ó serm ón; otras en el
Jesucristo. Porque para É l no hay puerta cerrada en el alma, ni negocio ú obra exterior. Unas veces entra por la vista, viendo

' Joan., ni, 8,— a Act,, ix. 3. — ) Rom., vm, 14. I Act., IX, 6.
506 Serie prim era.— V ia unitiva. M ed. / 50.— Dones del E spiritu Santo. .507

alguna imagen d evo ta : otras por él oído, oyendo algunas buenas frecuencia sus inspiraciones?'¿Qué fruto hemos sacado de las
palabras, ó por el gusto ó tacto, padeciendo algún dolor ó tra­ muchas inspiraciones que nos ha comunicado? ¡Cuántas veces
bajo. Finalmente, no se puede saber, como dijo el Señor á Job hemos resistido á sus deseos! Avergoncém onos de un proceder
por qué caminos esparce su luz y el calor de sus inspiraciones^ tan ingrato, y pensemos en remediarlo por medio de propósitos
para que siempre estemos colgados de su providencia, y reco­ prácticos y firmes, súplicas fervientes é incesantes, y fidelidad
nozcamos con humildad la dependencia que de É l tenemos, con­ en oir y corresponder á sus inspiraciones.
fesando que no bastan nuestras industrias para alcanzar tal
favor. Pondera cómo á la manera que el Espíritu Santo nos en­ ISO.-DONES DEL ESPÍRITU SANTO.
cubre sus principios. también oculta sus fines; porque aunque
sabemos que sus inspiraciones se ordenan siempre á la gloria de Preludio I.” Representémono» k Jesucristo, diciéndonos : <Yo rogaré al Padre y os
Dios y santificación de las alm as, ignoramos de ordinario los dará un Consolador y Auxiliador a ; ó al alma Justa como un ser bellísimo, adornada con
fines particulares á que se encaminan, porque muchas veces con siete piedras preciosas, símbolo de los dones del Espíritu Santo.
Preludio 2.« Pidamos la gracia de conservar estos dones y obrar conforme á ellos.
pequeños principios pretende grandes fines, y con grande impulso
m ueve A algunas cosas, cuyos fines no se pueden saber hasta
que el suceso los descubre, como le sucedió á san P a b lo 2 cuan­ P u n t o l . ° L os dones del E sp íritu Santo nos ayudan á se­
do , atado en el Espíritu, subió á Jerusalén, ignorando lo que allí g u ir sus inspiraciones.-—Considera cómo el Espíritu Santo, con
le había de pasar ; porque quiere el Señor que le rindamos nues­ las virtudes teologales de fe, esperanza3' caridad, infunde tam­
tro juicio y voluntad, y estemos siempre pendientes de su bién en los justos siete dones, que s o n 1 : sabiduría, entendi­
providencia. ¡Oh Padre amorosísimo! Inspiradme lo que os miento, cien cia, consejo, fortaleza, piedad y temor de D ios,
agrada conforme á vuestra santa ley, y venid por el camino que cuyos oficios y fines son m nv diferentes de los oficios y fines de
quisiereis; no pretendo escudriñarlo curiosam ente; bástame sa­ aquéllas; porque el oficio de las virtudes es inclinar a l hombre
ber el fin último que pretendéis, para que yo os obedezca en ¿os al ejercicio de las obras virtuosas por su propia elección y libre
demás medios y fines que ordenareis. albedrío, ayudado de la divina g r a c ia ; pero el oficio de los dones
K p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh infinita libertad, poder y sabi­ es inclinar al justo & que se rinda y sujete al impulso y m ovi­
duría del divino E spíritu, que maneja y guía á los hombres por miento que le viene de fuera, esto e s , del Espíritu Santo, cuando
aquel camino que es más conveniente para los fines de su sobe­ con el viento de la inspiración le m ueve á bien obrar, como las
rana providencia! Este soberano Señor es infinitamente libre en \*elas sirven á los navios para que sean fácilmente m ovidos de
sus inspiraciones, porque inspira donde quiere, sin que nada le los vientos. Y por esto el profeta Isaías llam a á estos dones espí­
pueda poner trabas ni cosa alguna le pueda forzar ni hacer vio­ ritus, porque son instrumentos del Espíritu Santo para las obras
lencia ; mas con esta libertad absoluta junta una largueza infinita, que hacen los justos, movidos de su impulso. Pondera las gran­
llamando A los que no le piden, Adsitando á los que no lo mere­ des ganas que tiene el Espíritu Santo que obedezcas á sus inspr
cen , y saliendo al encuentro á los mismos que le resisten. Es raciones, pues para esto te da tan excelentes y eficaces dones;
también omnipotente, porque para Él no hay puerta cerrada en los cuales, en la actual providencia, según santo Tom ás, te son
el a lm a ; y aunque el hombre puede siempre resistir á su voz, necesarios para alcanzar la vida eterna, y a porque siempre an­
sabe Él darse tales trazas é inspirar en tales ocasiones y circuns­ dan trabados con la gracia y caridad, de la cual no se pueden
tancias , que el hombre venga á consentir voluntariamente y apartar, ya también porque el instinto é inspiración del Espíritu
con grande alegría en aquello mismo que antes aborrecía con Santo es muy necesario para conservar las dos partes de la justi­
toda su alma. ¡Y cuán admirable es la secreta providencia y sa­ cia y santidad, que son apartarse del mal y seguir el bien, espe­
biduría con que em*ía sus divinas inspiraciones! No sabemos de cialmente en muchas cosas arduas y dificultosas que suceden en
dónde viene ni adónde v a ; ignoramos sus principios y sus fines; esta vida; y como el Espíritu Santo desea tanto nuestra salva­
desconocidos nos son el lugar, el tiempo, la ocasión en que de­ ción y perfección, acude luego á favorecernos con los auxilios
sea venir, y no conocemos más los fines particulares que preten­ de estos poderosos dones. ¡Oh Espíritu Santísimo! G racias os doy
de con su visita. ¡Oh, si nos visitase con frecuencia y eficacia por el cuidado que tenéis de ayudar mi flaqueza con tan excelen­
este divino Espíritu! ¿No lo deseamos? ¿No procuramos oir con tes dones de vuestra bondad; no permitáis que sea yo tan ingrato
docilidad su voz para que seamos dignos de recibir con más que los pierda miserablemente; antes haced que, socorrido y ayu-

Job , xxxvm, 24.— » Act, 1 xx , 22. * U ii., x i. 2.


So8 Serie primera.— Via unitiva. MeJ. i jo .— Dones del Espíritu Santo. 509
dado p or ello s, vuele como paloma en vuestro servicio, y como ción, meditación, oración y contemplación. Con el entendimiento
nube m e deje llevar del viento de vuestra santa inspiración. nos ilustra en los misterios de la fe, haciendo que penetremos en
i Qué provecho reportamos nosotros de los dones del Espíritu lo más intimo y secreto que hay en ellos, como si lo viéramos.
Santo?¿Seguim os con docilidad y presteza sus santas inspira- Con la sabiduría nos perfecciona en el conocimiento de D io s, de
. ciones? sus excelencias y atributos, imprimiendo en nosotros grande es- .
P a n t o 8 .° L os dones d el E sp íritu Santo nos ayudan á tima de las cosas divinas, con sabor y dulzura indecibles. L a
ap artarnos d el mal.—En este punto has de considerar cómo los ciencia nos perfecciona en el conocimiento de las cosas criadas,
dones del Espíritu Santo son arm as poderosas que te concede haciendo que las menospreciemos y las tengamos por estiércol,
para p e le a r contra toda suerte de tentaciones y vencerlas.-Porque en razón de gan ar á Cristo. L os tres últimos dones de piedad, for­
unas tentaciones proceden de tedio y desgana de las cosas de taleza y tem or de D ios nos ayudan para el ejercicio de las virtu­
D ios, hallando enfado en las cosas de espíritu y buscando para des de la vida activa. L a piedad nos imprime espíritu de hijos
nuestro a livio los gustos del sentido, y contra ellas nos da el Es­ con n u estros'superiores, de madres con nuestros inferiores, y
píritu S an to el don de sabiduría, el cual despierta nuestro gusto * amor tierno y com pasivo con nuestros iguales. L a fortaleza nos
espiritual y hace que hallemos sabor y dulzura en las cosas bue­ socorre para cumplir los deberes que tenemos con nosotros mis­
nas. O tras proceden de la rudeza y obscuridad en las cosas de fe, m os, fortaleciendo nuestra flaqueza, reprimiendo nuestros te­
naciendo p or esta causa dudas, perplejidades, desconfianzas, asi mores, y dándonos bríos para emprender cosas gloriosas y pro­
en cree r com o en esperar y obrar; contra ellas viene el don de vechosas. El temor de D ios nos perfecciona en lo que debemos á
entendimiento, que ilustra nuestra mente y nos da paz y gozo en Dios, infundiéndonos sentimientos de humildad y reverencia, te­
creer. O tras nos vencen por se r indiscretos y precipitados en niéndonos por nada en su presencia, reconociendo como suyo
nuestras c o s a s . faltos de prudencia y desapercibidos; y en este todo el bien que tenemos. Finalmente, el don de consejo está
caso ayúdanos el Espíritu Santo con el don de consejo. inspirán­ como el sol en medio de estos siete planetas del cielo , dándonos
donos lo que hemos de hacer en tales circunstancias. Cuando las luz de lo que debemos hacer en las obras de ambas vidas, activa
tentaciones nacen de la ignorancia, engaño, olvido ó inadverten­ y contem plativa, para que acertem os á escoger las más conve­
cia, nos so co rre el Espíritu Santo con el don de ciencia, el cual nientes, y el m odo, lugar y tiempo de ejercitarlas. ¡Oh Espíritu
nos descub re las astucias del demonio, los lazos del mundo y ios divino! Pues deseáis y me mandáis que crezca en la perfección
engaños d e la carne, Si proceden de la fiaqueza de nuestro ánimo y me santifique con el ejercicio de las virtu d es, visitadme con
y debilidad de nuestro corazón por el temor de perder la vida, vuestros dones y ayudadme con vuestras ilustraciones, para que
honra ó in tereses, con el don de fortaleza nos presta socorro. brote.mi entendimiento santos pensamientos, mi voluntad encen­
Otras vien en de la dureza de nuestras entrañas, no queriendo didos afectos, y mis potencias se muevan á excelentes obras.
hacer b ie n al prójim o, y para vencerlas nos da el don de piedad. ¿Practicamos las virtudes auxiliados con los dones del Espíritu
Finalm ente, contra las tentaciones dé soberbia, presunción y va­ Santo? ¿Son éstos acaso para nosotros un talento con el que no
nidad, som os armados con el santo temor de Dios. ¿Comprende­ negociamos ?
mos el sum o bien que nos hace el divino Espíritu con sus dones? E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán tierno y amante Padre es
¿Sucum bim os á pesar de ellos en las tentaciones? ¡Oh Espíritu para nosotros el divino Espíritu! Él nos envía piadoso sus santas
divino! G ra c ia s os doy por las arm as que me habéis dado contra inspiraciones, y deseando más que nosotros mismos que a cce­
mis te rrib le s enem igos; haced que las maneje debidamente. Po­ damos á ellas para nuestro bien y provecho, añade para este fin
nedme ju n to á V os ', y que pelee quien quisiere contra mí; porque, un auxilio especial, que son sus divinos dones. Sabiduría, enten­
aunque v e n g a n impulsos del demonio para derribarme, si los dimiento, ciencia, consejo, fortaleza, piedad y temor de D io s ;
vuestros m e p revienen, no podrán vencerme. tales son las velas que proporciona el Espíritu Santo al navio de
P a n t o H.° L o s dones del E sp íritu Santo nos ayudan á nuestra alma para que vuele con celeridad impulsado por su
p ra c tic a r la s v ir tu d e s — Considera cómo el Espíritu Santo, por inspiración ; las alas, con que volamos á lo alto de la contem­
medio de estos siete dones, nos ayuda á ganar las virtudes con plación. Arm ados con estos dones, no hemos de temer á nuestros
gran p e rfe cció n , así las propias de la vida contemplativa, como enemigos. Si nos combaten por la necedad ó estulticia, cegando
las de la v id a activa. Con los tres primeros dones, entendimiento, nuestra mente para que no vea ni guste las cosas divinas, nos
sabiduría y ciencia, nos perfecciona en lo concerniente á la lec-i auxilia la sabiduría; si obscurece nuestro espíritu, haciéndolo
rudo p a ra las cosas de la fe, viene á nuestro socorro el entendi­
i Job., XVII, y miento. Contra la precipitación tenemos el consejo; contra la ig-

...
5 *0 Seris prim era.— V ia un itiva. M -d. 1 5 1 .— U nidad de Dios y Trinidad de Personas. 511

norancia, la cie n c ia ; contra la debilidad, la fortaleza; contra la último fin y bienaventuranza p erfecta; y esto exige que sea uno
dureza, la piedad; y contra la soberbia, el temor. ¡Dichoso el sólo, porque, si fueran va rio s, pudiera haber-encuentro en las
cristiano que nunca suelta de sus manos estas poderosas armas! leyes, en las penas y castigos, y ninguno por sí sólo podría har­
No sólo triunfará de sus enemigos, sino que ejercitará todas las tar nuestros deseos, porque siempre quisiéramos v er y gozar
virtudes, creciendo, así en las de la vida activa como en las que del otro. D e todo lo cual has de sacar eficaces propósitos de
son propias de la contem plativa; y siempre con seguridad, pro­ amar sobre todo á este Bien Sumo ; servir á este Supremo S e­
p enda y solid ez, guiado por el don de consejo, al cual pertenece ñor. y obedecer á este Soberano Legislador. ¿ Cumples fielmente
el manejo del espiritual timón, para que el hombre no tuerza ni con estos deberes? ¡Oh D ios infinito, uno en esencia, de quien
á la derecha ni á la izquierda. ¿Hemos comprendido la importan­ todos procedemos! Aunqué criatura vilísim a, quiero daros todo
mi amor, porque sois el Sumo B ien , infinitamente digno de
cia y provecho grandísimo que de los dones del Espíritu Santo
podemos y debemos reportar?¿Agradecem os á este divino Espí­ ser amado; quiero serviros con todas mis fuerzas, porque sois
ritu tan señalados bienes? ¿Nos aprovechamos de ellos? ¿Qué mi supremo y único Señ or; deseo obedeceros fielmente y en
responderemos cuando en el juicio se nos pida cuenta de los mis­ toda mi vid a, porque sois el dueño absoluto de todas mis accio­
mos? Refiexionémoslo con cuidado, y propongamos con firmeza nes; ayudadme á cum plir mis deseos, pues que son también los
aquello que nos convenga, y roguemos por todas las necesidades. vuestros.
P a n t o 8 .° T rin idad d e personas.— Considera en este punto
el otro artículo principalísimo de nuestra fe , por el que creem os
151.-UNIDAD DE DIOS Y TRINIDAD DE PERSONAS.
que, aunque D ios es uno en esencia, es también trino en perso­
nas, Padre, Hijo y Espíritu Santo Pondera acerca de esto con
P reludio I . o Representémonos á la Santísima Trinidad en un trono excelso, rodeada
de serafines y recibiendo loa homenajes de toda la corte celestial. gran admiración cómo D ios junta en sí todo lo bueno y perfecto
P reludio a.° Pidamos grande devoción á este misterio, y la gracia de imitar la cari­ de las criaturas, sin lo malo é imperfecto que hay en ellas *. Y
dad y unión que se profesan las tres divinas Personas. asi tiene lo bueno de ser uno, sin lo malo de ser s o lo ; tiene lo
perfecto de ser en alguna manera m uchos, sin lo imperfecto que
P o n t o l.° Unidad de Dios. - Considera aquí el primero y tiene ser diversos. E s uno en la esencia, en la divinidad, en los
fundamental artículo de nuestra santa fe, por el que creemos que atributos, en el sentir y querer, en el poder y obrar, sin que en­
no hay más que un solo D io s 1, con una sola esencia y divinidad, tre las tres Personas haya diferencia de pareceres, ni contrarie­
dad de voluntades, ni oposición de obras. Pero juntamente son
sin que sea posible haber muchos dioses. L a misma razón natu­
tres Personas distintas, y no una sola, porque no careciese Dios
ral nos convence de esta importante verd ad , porque como Dios
de la perfección y gozo que trae consigo la comunicación y amis­
nuestro Señor es el Bien sumo é infinito en quien están encerra­
tad perfecta entre iguales, y para que la bondad y sabiduría y
dos todos los bienes * y perfecciones posibles, sin que le pueda
potencia de Dios cumpliesen su deseo de comunicarse infinita­
faltar una, porque si una le faltase sería imperfecto, y andaría
mente con modo infinito. Y asi, el Padre llena estos deseos co­
mendigando la de o tro s, síguese claramente que no puede haber
municando su divina esencia y toda su sabiduría y omnipotencia
más que uno, porque si hubiera otros, faltárale la bondad y per­
al Hijo ; y el Padre y el Hijo comunican lo mismo al Espíritu
fección de éstos, por la cual se diferenciarían. A dem ás, Él es
Santo; y entre los tres hay amor infinito y amistad perfectísimá,
soberano Señor y supremo Gobernador de sus criaturas, á quien
y en esta amistad, infinito gozo y a leg ría , gozándose infinita­
todas están sujetas, y á cuya voluntad eficaz ninguno puede re­
mente cada Persona del propio ser personal que tiene la otra.
sistir 5, porque si alguno pudiese resistirle, sería Dios miserable,
Contemplando todo esto en silencio, adora con profunda reve­
y no tendría paz ni contento en su gobierno, ni su reino podría
rencia y grande admiración este sublime m isterio, y gózate de
durar ; de lo cual se sigue que no puede haber más que un Dios,
la perfectísimá unidad que entre sí tienen las divinas Personas,
porque si fueran muchos, tuvieran diferentes ju icios, voluntades
deseando tener parte en ella é imitarla del modo que puedas.
y poderes; habría lucha entre ellos, y su reino sería destruido,
¡O hPadre Eterno! Gózome de la unión que tenéis con vuestro
porque no podría librarse de la maldición en que incurre todo
Hijo. ¡Oh Hijo unigénito de D io s ! Gózome del amor que tenéis á
reino dividido <. E l es también el Supremo Legislador , cuyo
Vuestro Padre. ¡ Oh Espíritu San to! Gózom e de la unión y amor
dictamen y voluntad es regla universal de lo que se ha de hacer;
que tenéis al Padre y al Hijo. ¡ Oh Trinidad beatísima! Gózome
es el Supremo Juez á quien pertenece ju zgar á todos; es nuestro
> Matth., xxviii, 19 — 1 S. Thom.
i Deut., vi , 4 ; I Cor., vm, 4. — 1 S. Thom. — 3 P.-alifi.' lxxy, 8. — 4 Luc., xi. 17.
5 i2 Serie p r im e n .— W a unitiva. ■> M ed. 1 52, — B o n d a d infinita de D io s . 513
de la infinita amistad que resplandece dentro de Vos misma. ¡Oh ría , bondad, p oder, entendimiento, voluntad y amor, y, con
Dios infinito! Pues me habéis dado fe de esta unión, dadme todo, tres personas realmente distintas. L a primera de estas v er­
gracia para imitarla del modo que V os queréis. dades se halla al alcance de la razón n atu ral; porque claro se ve
P n n t o H.° Modo cómo pasa en D ios este misterio.—En que el Sumo Bien no puede ser más que uno, que el Supremo
este punto has de considerar el modo cómo pasa en Dios este Señor no puede tener rival, y el universal Legislador no puede
misterio. Porque la prim era persona, que. es el Padre, cono­ tener quien' se halle con poder para impugnar sus leyes. Mas si
ciéndose y comprendiéndose á si. mismo y á su divina esencia con nuestra mente puede alejar de Dios la idea de división, no al­
claridad infinitamente m ayor que la del hombre que se ve en un canza cómo puede haber en Él distinción real de P erson as, y
espejo, por este conocimiento forma dentro de sí un concepto é tiene el deber de cerrar los ojos , á lo que acerca de esto le dice
imagen viv a de sí mismo. Y este concepto es el H ijo , el cual, la fe. Ha de creer que en Dios hay una naturaleza y tres personas
como dice san Pablo \ es resplandor de la gloria de su Padre, distintas. Porque las perfecciones todas que se hallan en las cria­
figura de su substancia é imagen invisible suya =. Este es el que turas deben hallarse en Dios de un modo em inente, sin m ezcla
llama san Juan >, V erbo ó palabra de Dios, la cual habla dentro de las imperfecciones que las acompañan. Y si Dios tiene la per­
de s í , exprimiendo en ella todo cuanto Dios sabe; y por esto fección de la uriidad, no puede carecer de la que trae consigo la
se llama su Sabiduría. En produciendo el Padre al Hijo, necesaria­ pluralidad. Has de creer que el Padre eternaVnente engendra al
mente le am a, y se agrada en Él con infinito amor y gozo, porque Hijo, comunicándole su misma esencia: y el Padre y el Hijo pro­
ve en Él su misma bondad infinita: y el, Hijo de la misma manera ducen el Espíritu S a n to , Dios igual en todo á ellos. ¿ Qué siente
ama al Padre con infinito am or y go zo , por la infinita bondad que tu corazón ante tales grandezas? ¿No te admira esta unidad tan
ve en Él y recibe de É l : y los dos juntos por este amor producen perfecta en D ios, junto con la distinción real de las Personas?
un ímpetu é impulso de su divina voluntad, que llamamos Espí- - ¿ No procuras imitar la unión que entre sí.tienen las divinas P er­
ritu Santo, comunicándole su divinidad, y así es Dios como ellos. sonas, teniendo tú otra semejante con tus prójim os?¡O h! S i el
Y todo esto está en Dios desde su eternidad, porque todas tres Señor te concediera un r a jo de lu z. y pudieras penetraren los
personas son etern as, sin que la una sea prim ero que la otra. abismos infinitos de las grandezas d ivin as, quedarías arrebatado
Todas tres son inmensas, sin que puedan apaitarse una de obra; de admiración. Medita con atención este m ís t a lo ; haz propósi­
todas son iguales en dignidad, porque en D ios tanta dignidades tos de venerarle é imitarle del modo que te sea p osib le, y para
ser 1-Iijo como ser Padre, y ser Espíritu Santo como ser Hijo; esto pide los auxilios al Señor, suplicándole también por todo el
todas tienen entera y cum plida bienaventuranza, con el conoci­ mundo.
miento y amor de sí mismas y de su divin idad; de donde procede
estar infinitamente gozosos y h arto s, sin fastidio y sin tener ne­
152. - BONDAD INFINITA DE DIOS.
cesidad de cosa alguna fuera de sí mismos. Todo lo cual ha de
movernos á grandes afectos de adm iración, a m or, gozo y ala­
Preludio i .« Represéntate ¿Jesús dicicndote: «Nadie es bueno, sinotólo Dios».
banza, por las grandezas de cada Persona y de todas en general. Preludio 2.* Pide agradecimiento y correspondencia á los infinitos bienes que te ha
¡Oh Trinidad beatísima , P a d r e , Hijo y Espíritu Santo! Desde el concedido ta bondad de Dios.
abismo de mi n a d a , me atrevo á levantar á Vuestro trono mis
m iradas, y pasmado de tal m ajestad y g ran d eza, deciros con P u n t o l .° E xcelencias d e la bondad d e D io s a l com uni­
los serafines«: «S a n to , S a n to , Santo sois , Señor Dios de los carse d sus criaturas.— Considera cómo siendo el bien natural­
ejércitos»; el cielo y la tierra están llenos de vuestra g lo ria ; vues­ mente difusivo y comunicador de sí mismo Dios, Sumo Bien,
tro nombre es admirable por todo el universo , y ante vuestra suprema y esencial Bondad, ha de ser infinitamente inclinado á
soberana grandeza todas las cosas son como si no fuesen; con­ comunicarse con todos los modos posibles. Pondera las excelen­
cededme, Señor, que, creyendo en este mundo con viva fe vues­ cias que muestra el Señor en estas comunicaciones. Porque Él
tras enseñanzas, tenga la dicha de participar en el otro de no se comunica por necesidad, fuerza ó violencia, sino por sola
vuestra bienaventuranza eterna. su bondad y su libre voluntad; porque es bueno y quiere seguir
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh verdad soberana é incompren­ la inclinación de su bondad en hacer bien; y esto te ha de m over
sible misterio! ¡U n Dios, R e y de cielos y tierra, Dueño de todo á servirle de grado, diciendo con D a v id ! : «Voluntariamente os
lo c ria d o , uno en esencia y trino en Personas! Una sola sabidu­ sacrificaré, Señor, y alabaré vuestro nom bre, porque es bueno »•

i Hebr., i, 5. — a Coios., i, [5. — }Joan.,i, 1. — 4 Isai., vi, t S. Dionis.; S. Thom. — 3 Psalm. Lili , 8.

33
? i2 Serie p r im e n .— V ia unitiva. M ed. 1 5 2 . — Bondad infinita de D ios. 513
de la infinita amistad que resplandece dentro de V os misma* ¡Oh r ía , bondad, poder, entendimiento, voluntad y amor, y, con
Dios infinito! Pues me habéis dado fe de esta unión, dadme todo, tres personas realmente distintas. L a prim era de estas v er­
gracia para imitarla del modo que V o s queréis. dades se halla al alcance de la razón n atu ral; porque claro se v e
P u n t o 3 .° Modo cómo pasa en D ios este misterio.—En que el Sumo Bien no puede ser más que uno, que el Supremo
este punto has de considerar el modo cómo pasa en Dios este Señor no puede tener rival, y el universal Legislador no puede
misterio. Porque la prim era persona, que es el Padre, cono­ tener quien se halle con poder para impugnar sus leyes. Mas si
ciéndose y comprendiéndose á sí mismo y á su divina esencia con nuestra mente puede alejar de Dios la idea de división, no al­
claridad infinitamente m ayor que la del hombre que se ve en un canza cómo puede haber en Él distinción real de P erson as, y
espejo, por este conocimiento forma'dentro de sí un concepto é tiene el deber de cerrar los ojos , á lo que acerca de esto le dice
imagen viv a de sí mismo. Y este concepto es el H ijo , el cual, la fe. Ha de creer que en Dios hay una naturaleza y tres personas
como dice san Pablo ', es resplandor de la gloria de su Padre, distintas. Porque las perfecciones todas que se hallan en las cria­
figura de su substancia é imagen invisible suya =. Este es el que turas deben hallarse en Dios de un modo em inente, sin m ezcla
llama san Juan >, V erbo ó palabra de Dios, la cual habla dentro de las imperfecciones que las acompañan. Y si D ios tiene la per­
de s í , exprimiendo en ella todo cuanto Dios sabe; y por esto fección de la unidad, no puede carecer de la que trae consigo la
se llama su Sabiduría. En produciendo el Padre al Hijo, necesaria­ pluralidad. Has de creer que el Padre eternamente engendra al
mente le ama, y se agrada en Él con infinito amor y gozo, porque Hijo, comunicándole su misma esencia; y el Padre y el Hijo pro­
ve en Él su misma bondad infinita: y el Hijo de la misma manera ducen el Espíritu S a n to , Dios igual en todo á ellos. ¿ Qué siente
ama al^Padre con infinito am or y gozo, por la infinita bondad que tu corazón ante tales grandezas? ¿No te admira esta unidad tan
ve en Él y recibe de É l : y los dos juntos por este amor producen perfecta en D ios, junto con la distinción real de las Personas?
un Impetu é impulso de su divina voluntad, que llamamos Espí- - ¿ No procuras imitar la unión que entr e sí.tienen las divinas P er­
ritu Santo, comunicándole su divinidad, y así es Dios como ellos. sonas, teniendo tú otra semejante con tus prójim os?¡O h! S i el
Y todo esto está en Dios desde su eternidad, porque todas tres Señor te concediera un rayo de luz. y pudieras penetraren los
personas son etern as, sin que la una sea primero que la otra. abismos infinitos de las grandezas divin as, quedarías arrebatado
Todas tres son inmensas, sin que puedan apartarse una de otra; de admiración. Medita con atención este m isterio ; haz propósi­
todas son iguales en dignidad, porque en D ios tanta dignidades tos de venerarle é imitarle del modo que te sea p o sib le, y para
ser 1-Iijo como ser Padre, y ser Espíritu Santo como ser Hijo; esto pide los auxilios al Señor, suplicándole también por todo el
todas tienen entera y cum plida bienaventuranza, con el conoci­ mundo.
miento y amor de sí mismas y de su divin idad; de donde procede
estar infinitamente gozosos y h artos, sin fastidio y sin tener ne­
152. — BONDAO INFINITA DE 010$.
cesidad de cosa alguna fuera de sí mismos. Todo lo cual ha de
movernos A grandes afectos de adm iración, a m or, gozo y ala­ Preludio I.o Represéntate i Jesús diciéndote: «Nadie es bueiw, sin» $é!« Dios».
banza, por las grandezas de cada Persona y detodas en general Preludio 2.» Pide agradecimiento j correspondencia á los infinitos bienes <pic te ha
¡Oh Trinidad beatísima , P a d r e , Hijo y Espíritu Santo! Desde el concedido h bondad de Dios.
abismo de mi nada, me atrevo á levantar á Vuestro trono mis
m iradas, y pasmado de ta l m ajestad y g ran d eza, deciros con P a n t o I.° E xcelencias de la bondad de D io s a l com uni­
los serafines4: «S a n to , S a n to , Santo s o is , Señor Dios de los carse á su s criaturas.— Considera cómo siendo el bien natural­
ejércitos »; el cielo y la tierra están llenos de vuestra g lo ria ; vues­ mente difusivo y comunicador de sí mismo •, D ios, Sumo Bien,
tro nombre és admirable por todo e l universo , y ante vuestra suprema y esencial Bondad, ha de ser infinitamente inclinado á
soberana grandeza todas las cosas son como si no fuesen; con­ comunicarse con todos los modos posibles. Pondera las excelen­
cededme, Señor, que, creyendo en este mundo con viva fe vues­ cias que muestra el Señor en estas comunicaciones. Porque É l
tras enseñanzas, tenga la dicha de participar en el otro de no se comunica por necesidad, fuerza ó violencia, sino por sola
vuestra bienaventuranza eterna. su bondad y su libre voluntad; porque es bueno y quiere seguir
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh verdad soberana é incompren­ la inclinación de su bondad en hacer bien; y esto te ha de m over
sible misterio! ¡ Un D ios, R e y de cielos y tierra, Dueño de todo á servirle de grado, diciendo con D a v id 2: «Voluntariamente os
lo c ria d o , uno en esencia y trino en Personas! Una sola sabidu­ sacrificaré, Señor, y alabaré vuestro nombre, porque es bueno»-

• Hebr., 1,5. — » Giios., 1, 15. — » Joan., 1, 1. — 4 Isai., vi, 3. > S. Dionis.; S. Tbom. — » Psafan. l u í , 8.
5 14 Serie primera.— V ia unitiva.
M ed. 1 52. — Rondad infinita de D ios. 5 15
A d em ás, tampoco se comunica por su propio provecho, sino por
admiración y gozo, de agradecimiento y am or, por este m aravi­
el nuestro; porque de comunicarse á otros, ningún bien se le
lloso modo como Dios nuestro Señor se comunicó á los hombres,
a cre c e , pues tan bienaventurado era antes de criar el mundo
admirándote de la sabiduría infinita que mostró en esto, gozán­
como ahora; y todas las perfecciones que hay en todas sus cria­
dote de su omnipotencia, agradeciendo su largueza y amando su
turas las tiene É l desde toda la eternidad de un modo eminente.
infinita bondad. ¡Oh bondad soberana! A hora veo con cuánta ra­
Por fin : otra excelencia e s , que no deja estar ociosa esta inclina­
zón me mandáis que o sa m e 1 con todo mi corazón, con toda
ción, antes la cumple, comunicándose con todos los modos que
mi alma, con todas mis fuerzas y con toda mi mente; pues es
era posible comunicarse, hasta el sumo. D e suerte que, si el bien
razón que todo-cuanto recibí de vuestra bondad se ocupe en ama­
es derramador de sí mismo, Dios se derramó todo cuanto podía,
ros sin fin: os amaré con todo mi corazón, por el ser corporal
según el orden de su infinita sabiduría, con lo cual -nos obligaá
que me distéis; con toda mi alm a, por la vida que con ella vivo;
que nos derramemos todos en su servicio y bien de los prójimos,
con todas mis fuerzas, por los sentidos y potencias de que uso;
haciendo todo el bien que pudiéramos y con la mayor perfección
con toda mi mente, por el espíritu y entendimiento que me ha­
que nos fuere posible. Y así, cuando oramos, hemos de derra­
béis dado. ¡Oh, si de mis entrañas, por tales beneficios, saliesen
m ar, como A n a nuestra alma en la presencia de Dios; y,
cuatro ríos de agua v iv a , Henos de fervientes afectos de amor y
cuando amamos, hemos también de derram ar, como David %
gozo, de alabanza y agradecimiento!
nuestra oración y afectos delante del Señor, ocupándolos todos
P a n t o 8 .° Com unicación de la divina B on dad en los bie­
en amarle. ¡Oh Sumo Bien! V o s deseáis sumamente comunica­
nes sobrenaturales. — Considera cóm o, no contenta la divina
ros. porque, si no os comunicáis, no es posible que haya otro
Bondad con este modo de comunicación, escogió otro excelentí­
bien fuera de V o s ; comunicadme estas excelencias con que os
simo con otros cuatro modos, que exceden á todo el ser natural.
comunicasteis, para que os am e, sirva y obedezca, no por fuer­
El primero es el ser sobrenatural de la g r a c ia , por la cual hom­
za ni temor, sino de grado y con amor; no por mi propio interés,
bres y ángeles llegan á.ser participantes de la divina naturaleza *,
sino por vuestro solo se rv icio ; y siempre con ánimo largo y ge­
hijos y amigos m uy queridos de Dios. E l segundo es ei ser de la
neroso, haciendo lo sumo que pudiere en vuestro servicio. ¿Ser­
gloria, por el cual los justos se hacen perpetuamente semejantes
vimos á Dios con estas condiciones? ¿X osbuscam os, al servirle,
á D io s5, en las propiedades gloriosas que tiene, reinando con É l
á nosotros mismos ?
en el mismo reino. El tercero es el ser personal del mismo D ios
P u n t o 3 .° Comunicación de la divina bondad en los bie­
d cual comunicó la segunda Persona de la Santísima Trinidad á
nes n a tu ra les— A quí has de considerar cómo la divina bondad,
la naturaleza humana. E l cuarto modo es adm irable, porque,
en fuerza de la inclinación que tiene á difundirse, ha comunicado
como no fuese conveniente que el Hijo de Dios comunícase su
á las criaturas los bienes naturales que poseen, repartiendo por
ser personal á muchas naturalezas, su bondad infinita le inclinó
ellas cuatro excelentes grados de hermosura y perfección. A
á comunicar aquel divino ser con sus dos naturalezas, divina y
unas dió el ser corporal só lo , aunque con gran variedad de per­
humana, á todos los hombres en el Santísimo Sacramento, jun­
fecciones, como son los cielos y los seres inorgánicos. A otras
tándolas con un modo inefable con las especies de pan y vino,
dió la vida vegetativa, como son los árboles, flores y plantas. A
y con ellas se nos comunica todo C risto, D ios y hombre verda­
otras la vida sensitiva, como son los animales, aves y peces. A
dero. D el propio modo, pondera con admiración cóm o, no convi­
otras el ser espiritual y vida intelectiva, como son los ángeles
niendo que la Bondad divina comunicase su ser personal & todas
de las tres jerarquías. Y , últimamente, todos cuatro grados los
las naturalezas criadas, escogió una en que estaban todas, que
recogió en el hombre, compuesto de cuerpo y espíritu, dándole
es la humana, y a sí, del modo que convenía, se comunicó y
ser como á los cielos y elementos, vida como á las plantas, sen­
honró á todas. A dem ás, de los cuatro grados de comunicación
tido como á los anim ales, y entendimiento como á los ángeles;
sobrenatural, los dos primeros son comunes á los ángeles y á los
por lo cual el hombre se llama toda criatura y mundo abreviado.
hombres, y los dos últimos son peculiares dé éstos •<, con lo cual
D e modo que estos cuatro modos de ser y perfección son como
descubrió bien que sus deleites son estar con los hijos de los hom­
cuatro r ío s »que nacen de la fuente del paraíso, los cuales riegan
bres *, por lo c u a l, no sólo los crió á su imagen y semejanza, sino
por diversas partes la tierra y cielo, y después todos cuatro se
hizo que uno de ellos fuese el mismo V erb o , que es la misma ima­
recogen en el hombre, haciéndole muy semejante al paraíso de
gen y semejanza infinita del Padre y un Dios con Él. ¡Oh bondad
donde salieron. D e todo lo cual has de sacar grandes afectos de
infinita de nuestro Dios y Señor! ¿Cómo no nos deshacemos en
< 1 Rcg., 1, 15, — > Psalm. exu, 3; Lxi, 9 — jGen., 11, 10.
1 Mare., xii, 30.— » H Petr., 1, 4.— i [Joan..... . Hebr., 11, 16.— S Prov.,vm, 31.
5 16 Serie prim era.— y ia uni!iva. Med. 1 5 y .— Caridad y amor de D ios. J 17

alabanzas de un Padre tan amoroso que tales prodigios de amor el mismo D io s , el cu a l, desde su eternidad, se resolvió en amar
hace en favor nuestro? No diga y a el Profeta que habéis hecho al á los hombres y trabar amistad con e llo s, y no solamente á bulto
hombre poco menos que los ángeles, porque, ¿cuál de estos so­ y en común, sino en particular, conociendo á cada uno, y que­
beranos espíritus oyó jam ás que el Padre Eterno le dijese: Tú riendo, cuanto es de su parte, darle todos los bienes de g ra cia y
eres mi Hijo? Con todo, este bien, que no fué concedido á los án­ gloria en que se fuoda esta amistad; aunque más particularmente
geles, ha sido comunicado al hombre con infinita caridad. ¿Yno amó á los que llamamos predestinados. D e suerte que cada uno
amaremos á una Bondad tan admirable? ¿No emplearemos en su puede aplicarse á sí misino las palabras que D ios dice por Jere­
servicio cuanto tenemos? mías 1 : «Con caridad perpetua te amé». Como si d ijera : Desde
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¿ Quién podrá alabar y glorificar que soy D io s , te amo ; desde que me amo á Mí, te amo á t i : tan
dignamente la bondad infinita con que Dios se comunica á sus eterno es el amor que te tengo, cuan eterno soy Y o y el amor con
criaturas? Sólo Él mismo puede tributarse las alabanzas que jus­ que me amo. D e aquí se sigu e, que la caridad y amor de nuestro
tamente m erece. Su bondad soberana, sin ser forzada por ningu­ gran Dios es siempre primero que el nuestro, y nos gana por la
na necesidad ni violencia, sin esperar cosa alguna de las cria­ mano; por lo cual dijo san Juan *: «En esto se descubrió la
turas, se digna derramar á manos llenas los dones soberanos caridad de D ios, porque no amamos nosotros primero á Él, sino
sobre ellas. En el orden puramente natural, á unas ha dado el ser, Él primero nos amó»; lo cual prueba que no nos ama por su
á otras el ser y el vivir, á otras el ser, viv ir y sentir, á otras el interés ni por nuestros merecimientos, sino de gracia y sola­
entender; y, por fin, al hombre le ha hecho depositario general mente porque es bueno. Considera, además, cómo la caridad de
de todos estos bienes, haciendo de él un pequeño mundo, en el Dios, asi como es eterna cuanto á lo pasado, también lo es
cual se resuman las cualidades de todos los seres: el ser de los cuanto á lo porvenir, de modo que así como no tuvo principio,
inanimados, el v iv ir de las plantas, el sentir de los animales y el así, cuanto es de su parte, nunca tendrá fin, si por nosotros no
entender de los ángeles. ¡ Oh hombre! Mira lo que por ti ha hecho queda. Pero aún paSa más adelante la estabilidad1de este amor;
Dios en el orden puramente natural. ¿ Qué no habrá hecho en el porque cuando por nuestra culpa rompemos esta amistad, É l
sobrenatural ? ¡Ah! Los bienes que aquí ha derramado sobre el con su infinita caridad siempre está firme en desear que volva­
hombre, exceden á toda ponderación. P o r la gracia, le hace mos á ella, y está aparejado para admitirnos de nuevo á su g ra ­
especial hijo suyo; por la g lo ria, desea hacerle participante en cia si le pedimos perdón. ¡Oh Am ador eterno éinm utable! D ad­
lo sucesivo de su misma felicidad; por la encarnación, el mismo me un amor semejante al vuestro, del cual ninguna cosa me pueda
Hijo de Dios se hace hijo del hom bre; y por la Eucaristía, este apartar. No permitáis, Señor, que por mi culpa corte el hilo de
Dios y hombre se comunica indistintamente á todos los que se vuestra amistad; y si como flaco le cortare, vuestro amor me
presenten á recibir este divino manjar. ¿Ppdía desearse bondad despierte y prevenga para que me vu elva á V os diez veces más
más soberana é inefable? ¿Quién se hubierajamás atrevido á pedir de lo que me había apartado de Vos. ¿Somos firmes y constantes
á Dios las gracias que Él mismo nos ha comunicado sin pedirlas? en amar á Dios? ¿Nos apartan de su amor las tribulaciones y con­
¿Cóm o podremos corresponder á tamaña bondad? Aunque le trariedades?
diésemos cuanto tenemos, nada haríamos que no fuese debido, P a n t o 2 .° Extensión del amor de D ios.—En este punto has
y así. siempre hemos de tenernos por siervos inútiles y sin pro­ de considerar otra excelencia de la caridad de D ios, que es ser
vecho. Ofrezcamos á Dios siquiera nuestra humildad, haciendo anchísima con infinita anchura, abrazando, cuanto es de su par­
firmes propósitos de p ra ctica rla , y rogando por nosotros y por te , á todos los hombres, de cualquier estado y condición que sean,
todo el mundo. deseando admitir á todos á su gracia y amistad, sin excluir á nin­
guno que quiera ser admitido; cumpliéndose también en esto lo
153.— CARIDAD Y AMOR DE DIOS. que dijo el Sabio >: «Disimulas los pecados de los hombres por
la penitencia, porque amas todas las cosas que son, y ninguna
cosa aborreces de las que hiciste». Y aunque es verdad que con
P reludio i Representémonos á Jesús diciéndonos: • He venido á traer fuego á la tie­
rra, y sólo deseo que arda*. más especial amor ama á los predestinados, y en este sentido
P reludio i.» Pidamos la gracia de conocer y corresponder al amor de Dios. se dice que aborrece á los réprobos, porque no les amó tanto
como á e llo s ; pero absolutamente á todos, cuanto es de su parte,
P a n t o l .° E tern idad d el am or de D ios. — Considera la pri­ ama con infinita caridad, deseando que todos se sa lv e n 4, y que
m era excelencia de la caridad de Dios para con los hombres,
que es ser eterna. Esta eternidad consiste en ser tan antigua como 1 Jer«m., xxxi. 5. — » I Joan., iv, 10. — 3 Sap., xi, 24. — 4 I Tim., 11, 4.
5 18 Serie prim era.— y ia unitiva. M ed. t — C a rid a d y amor de D ios. 5 19
todos sean amigos s u y o s; y no cesa de hacerles cañetas, como por la unión de la encarnación: de modo que un hombre sea real
hizo con Judas, echando brasas de caridad y beneficios sobre y verdadero Hijo de D io s, igual con el Padre y un D ios con Él. Y
su enem igo', para convertirlo en a m ig o ; y para todos hizo aquí subió tan alto la caridad de Dios p ara con el hombre, que
nacer el Sol de justicia, su divino Mijo, y para todos llovió su no pudo subir m ás; por lo cual dijo el mismo Cristo nuestro S e­
doctrina celestial y se derramó el rocío de su divina gracia. Pon­ ñor ■ : «Asi amó D ios al mundo, que le dió á su Hijo unigénito».
dera cómo, aunque esta divina caridad se extiende á innume­ Con este Hombre celestial trabó Dios la m ás excelente amistad
rables cuanto á la familiaridad y ternu ra. es como si fuese con que puede haber, después de la amistad infinita que hay entre
muy pocos; entre los hombres la estrecha amistad puede ser sólo las tres divinas Personas, porque así como ésta se funda en la
entre muy pocos, porque es cosa rara hallar muchos amigos fie­ unidad de esencia, aquélla estriba en la unidad de una misma
les de quien poderse fia r ; mas en D ios, aunque los muy queridos persona, en todo igual al mismo Dios. ¡Oh alteza de la bondad y
sean muchos, trata con tanta familiaridad con cada uno, como caridad de D ios! ¡Cuán incomprensibles son sus obras, y cuán
si fuera solo; de modo que la muchedumbre de amigos no quila inapeables sus caminos! ¡Oh amor inefable, que para trabar
la familiar comunicación con ellos, como se ve en el cielo, donde amistad perfecta con el hombre, le subes á la igualdad de Dios!
está muy perfecta esta amistad. Á imitación de D ios, has de ex­ ¡Oh Amador altísim o! ¿Qué gracias os daré por tan altas y sobe­
tender tu caridad á to d o s, sin tener á nadie por enemigo, ensan­ ranas obras de amor que habéis hecho, y cómo os podré alabar
chando los senos de tu corazón para que todos quepan dentro dignamente por ellas? Pues que me habéis levantado á la digni­
de él, y, además, has de reducir el amor de todos á uno, dad de hijo vuestro, esclareced los ojos de mi alm a, para que
amándolos á todos p'or Dios. ¡Qh Amador inmenso! Pues tan conozca cuál sea esta caridad, y vestido de e lla , os ame como
anchos senos tiene vuestra caridad, admitid dentro de ellosá á Padre, procurando seros semejante en el am or, para serlo
todos los mortales; cerrad, si es posible, los senos del infierno, después en la gloria.
donde sois aborrecido, para que ninguno bajé á ello s, y abrid los E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh, cuán soberanas son las exce­
senos del c ie lo , donde sois am ado, para que todos suban á ocu­ lencias de la caridad que D ios nos tiene! Su amor es eterno, tan
parse para siempre en vuestro amor. ¿Es nuestra caridad exten­ antiguo como su ser. D esde que se ama á Si mismo, nos ama tier­
sa y dilatada como la caridad divina ? ¿ Rehusamos extenderla á namente á nosotros. A m arse y am am os, tal ha sido su perenne
alguna persona? ocupación desde toda la eternidad. Y porque nos am ó, llegado
P a n t o 3 .° Altesa de la caridad de D ios.— Considera el tiempo señalado por su adorable Providencia, nos dió el ser
aquí la sublimidad y elevación de la caridad de D ios, la cual se que tenemos y todos los bienes espirituales y corporales que
descubre en la alteza de los beneficios y favores que por ella nos poseemos. Aunque ahora le entreguemos todo nuestro corazón,
concede, los cuales son tan altos, que no pueden ser mayores. no haremos sino corresponder á su infinita caridad, que nos ha
Porque Él nos levanta á la alteza de la soberana dignidad de hi­ prevenido con bendiciones de dulzura. Y este divino amor, no
jos suyos y herederos de su reino ; por lo cual dijo san Juan *: sólo carece de principio, sino, en cuanto es de su parte, carece
«Mirad qué caridad nos dió el Padre : que nos llamemos hijos también de fin; porque jam ás dejará de amarnos, si nosotros no
de D io s , y.lo seamos»; como si d ije ra : contemplad y ponderad le rechazamos voluntariamente y resistimos á su amor. ¡Oh in­
la alteza adonde llegó la caridad de D ios, los admirables afectos sensatez del hombre, que ciega sus ojos para no recibir el amo­
y efectos que brotó, pues nos levantó á ser hijos de D io s. con roso influjo de este sol) £1 cual extiende sus rayos á todos, sin
todas las excelencias que han de tener los hijos de tal Padre. Y excluir á uno solo, porque su amor es extenso, sin que su
cuáles sean éstas, no es posible conocerlo en esta vida, y así . extensión menoscabe la intensidad, ternura y familiaridad con
añade : «A hora somos hijos de D io s ; pero no se descubre lo que abraza á cada uno. Nos ama á todos y á cada uno con la mis­
que seremos : cuando se descubriere, seremos semejantes á Él, ma ternura y afecto que si amara á uno solo. Y tales-y tan altos
porque le verem os como es». D e modo que sólo en el cielo se son los efectos que causa este divino am or, que nuestro enten­
conoce la soberana alteza de esta dignidad de hijos y la caridad dimiento no puede lleg ar á comprenderlos. ¡Hácenos hijos suyos,
de Dios que nos levantó á ella. Pondera cómo se muestra tam­ herederos de su rein o , participantes de su gloria! Pues, ¿ cómo
bién la alteza del amor de Dios para con nosotros, en que por no amamos á Dios? ¿P or qué somos rebeldes á la ternura de tan
nuestro remedio levantó un hombre de nuestra naturaleza á ser amante P ad re? S i É l nos ama desde toda la eternidad, ¿por
Hijo de D ios, no adoptivo, sino el mismo Hijo de Dios natural, qué no comenzamos nosotros siquiera desde hoy á correspon­

• Prov., xxv, 22 ; R«m., xu, ao. — * 1 Joan., ni, i. 1 Joan., ni, 16.
520 Serie prim era.— F ia unitiva. M ed. /5 4 .— M isericordia de D ios. 521

derle? Si Él extiende su am or á todos, ¿ por qué excluimos del no confías en esta misericordia infinita que se descubre en todas
nuestro á uno sólo? Y si tan altos bienes nos ha hecho, ¿por qué las obras de Dios? ¡Oh Dios eterno! Gózom e de que seáis justo y
no le servim os cuanto nos es posible? ¡A h ! ¡Qué ingratitud la misericordioso; y o venero humildemente vuestra justicia, y me
nuestra! Nos .consideramos obligados á corresponder al amor de sujeto á vuestra corrección; pero deseo que prevalezca en mí
un vil gusano de la tierra, y no correspondemos al amor de Dios. vuestra misericordia, haciéndome vaso é instrumento de ella,
Reílexionemos bien sobre esto, y , proponiendo lo que nos con­ para que seáis en mí glorificado y yo cante vuestras misericor­
venga hacer, pidamos con fervor por nosotros y por los demás. dias por toda la eternidad.
P a n t o S . 0 M isericordia de D ios con los pecadores.— En
154.—MISERICORDIA DE DIOS. este punto has de considerar la m isericordia de D ios, que brilla
especialmente con los pecadores, la cual tiene varias propie­
P reludio i ." Representémonos á Jesucristo dicicndonos : «Qpiero misericordis y no dades excelentísim as, que la hacen infinitamente digna de ala­
sacrificio ». banza. Primeramente, su m isericordia se extiende á todos los
P r elu d io 2.“ Pidamos Ir gracia de conocer la excelencia de la divina misericordia, y de pecadores, de cualquier estado y condición q uesean, sin excluir
confiar en ella. á ninguno. Todos tienen derecho á esp era rla , y a sean libres, y a
esclavos, ora g ra n d es, bra pequeños, porque todos son hechura
P u n t o I.° M isericordia de D io s, comparada con su ju s­ de Dios y obra de su omnipotencia, y porque Él ama á las almas,
ticia .— Considera cómo, aunque las divinas perfecciones, según y del am or nace la compasión de las m iserias que padece la cosa
están en Dios, todas son igu ales, porque son el mismo Dios; amada. En segundo lu gar, la misericordia de D ios se extiende á
sin em bargo, en orden á los efectos en que resplandecen, una todos los pecados, por muchos y graves que sean, porque ningún'
se muestra m ayor que otra. Y a sí, aunque Inmisericordia y la pecado puede ser tan grande que no sea infinitamente m ayor la
justicia sean en Dios infinitas, brillan más los efectos de aque­ misericordia de Dios para perdonarle; ni pueden ser tan innu­
lla; por lo cual dijo Santiago «L a misericordia sobrepuja la merables, que no sean incomparablemente más innumerables sus
justicia»; porque aquella p recede, acompaña y sigue á ésta en misericordias. Todo lo cual te ha de servir de título para implo­
todas su obras. Pondera cómo la m isericordia siempre precede rarlas, diciendo con D avid •: «Compadécete, Señor de m í, s e ­
á Injusticia, porque todas las obras de justicia presuponen algu­ gún tu gran m isericordia, y según la muchedumbre de tus mise­
na obra de misericordia en que se fundan, y antes de castigar ricordias, borra luego mis maldades ». D e aquí procede la tercera
Dios d, los pecadores, les ha hecho infinitas misericordias y les propiedad de la misericordia de D ios, que es esperar á los peca­
ha perdonado innumerables v e c e s , avisándoles que se enmienden dores á que tingan penitencia, y convidarlos con el perdón, con­
y huyan de su justicia. D e m odo, que la misericordia y perdón cediéndosele con gran facilidad cuando se lo piden, y olvidán­
nacen de D ios, el cual, por so la su bondad, desea librarnos de dose de sus pecados, como si no los hubieran cometido. Y lo que
nuestras m iserias; mas la ju s tic ia en el castigo no nace de solo echa el sello es que no ha puesto tasa en las veces que ha de per­
É l, sino de nosotros, que con nuestros pecados lo provocamos donar; sino que después de haber perdonado una vez muchos y
á que nos castigue. Demás de e sto , la misericordia siempre graves pecados, torna segunda vez á perdonar otros tantos, y
acompaña las obras de ju s tic ia , las cuales nunca andan solas, mucho m ayores =; y lo mismo tercera vez. ¡Oh Dios misericor­
porque en medio de ellas usa D ios con los castigados de muchas diosísimo! ¿Qué gracias y alabanzas os podremos dar por vues­
m isericordias, y a dando a viso s á sus enemigos para que huyan tras infinitas misericordias ? Menores somos que todas ellas;
de sus castigos, y a convidándolos con el perdón y moderando el ¿ cómo os las podremos dar de un modo debido? Ellas mismas,
castigo; y aun en el rfiismo infierno se deja sentir la misericor­ Señor, os alaben y bendigan para siempre, y ensalcen vuestra
dia de Dios, el cual castiga á lo s condenados c itra condignum s bondad las m aravillas que hacéis con los hijos de los hombres.
menos de lo que merecían. P o r fin , la misericordia es el fin de la ¿Hemos conocido nosotros la misericordia de Dios con los pe­
justicia, porque los castigos de esta se ordenan á que el castigado cadores? ¿Serán parte para hacernos desconfiar la muchedumbre
se enmiende; y si él no q u iere, á lo menos que otros, por ocasión y repetición de nuestros pecados?
de su castigo, acudan á la divina m isericordia, y ésta campee y P a n t o 3 .° M isericordia de D ios con los ju sto s.— Consi­
resplandezca inás en los buenos, puesta en parangón con la jus­ dera ahora con profundo agradecimiento las sublimes propieda­
ticia que se ejecuta en los m alos. En vista de todo esto, ¿cómo des de la misericordia de Dios con aquellos que ha escogido para

Jacob, 11, 1.3. — * S. Thom., 1 p., q. 21, art. 4ad 1. Psalm. l , 3. — » Matih., x v m , 21.
520 S ir ie prim era.— V ia unitiva. Med. 154.— Misericordia de Dios. 521
d erle? S i É l extiende su am or á todos, ¿ por qué excluimos de! no confías en esta misericordia infinita que se descubre en todas
nuestro á uno soto? Y si tan altos bienes nos ha hecho, ¿porqué las obras de D ios? ¡Oh D ios eterno! Gózom e de que seáis justo y
no le servim os cuanto nos e s posible? ¡A h ! ¡Qué ingratitud la misericordioso; y o venero humildemente vuestra justicia, y me
nuestra! Nos consideramos obligados á corresponder al amor de sujeto á vuestra corrección; pero deseo que prevalezca en mí
un vil gusano de la tierra, y no correspondemos al amor de Dios. vuestra m isericordia, haciéndome vaso é instrumento de ella,
Reflexionemos bien sobre e sto , y , proponiendo lo que nos con­ para que seáis en m í glorificado y y o cante vuestras misericor­
ven ga hacer, pidamos con fervo r por nosotros y por los demás. dias por toda la eternidad.
P a n t o 2 .° M isericordia de D ios con los pecadores.— En
154.— MISERICORDIA DE DIOS. este punto has de considerar la m isericordia de D ios, que brilla
especialmente con los pecadores, la cual tiene varias propie­
PfteiVtMO I.* Representémonos á Jesucristo tficícndonos : «Quiero misericordia y so dades excelentísim as, que la hacen infinitamente digna de ala­
sacrificio ». banza. Primeramente, su misericordia se extiende á todos los
Prbu>dio 2> Pidamos la gracia de conocer la excelencia de la divina misericordia, y de pecadores, de cualquier estado y condición que sean, sin excluir
confiar en ella. á ninguno. Todos tienen derecho á esp era rla , y a sean libres, ya
esclavos, ora gran d es, bra pequeños, porque todos son hechura
P u n t o l.° M isericordia d e D io s , com parada con su ju s­ de Dios y obra de su omnipotencia, y porque É l ama á las almas,
ticia .— Considera cómo, aunque las divinas perfecciones, según y del amor nace la compasión de las m iserias que padece la cosa
están en Dios, todas son igu ales, porque son el mismo Dios; amada. En segundo lu gar, la misericordia de D ios se extiende á
sin em bargo, en orden A los efectos en que resplandecen, una todos los pecados, por muchos y g raves que sean, porque ningún*
se muestra m ayor que otra. Y a sí, aunque la misericordia y la pecado puede ser tan grande que no sea infinitamente m ayor la
justicia sean en Dios infinitas, brillan más los efectos de aque­ misericordia de Dios para perdonarle; ni pueden ser tan innu­
lla; por lo cual dijo Santiago «L a misericordia sobrepuja la merables, que no sean incomparablemente más innumerables sus
justicia»; porque aquella p reced e, acompaña y sigue á ésta en misericordias. Todo lo cual te ha de servir de título para implo­
todas su obras. Pondera cómo la m isericordia siempre precede rarlas, diciendo con D a v id ' : «Compadécete, Señor de m í, se:
á la ju sticia , porque todas las obras de justicia presuponen algu­ gún tu gran m isericordia, y según la muchedumbre de tus mise­
na obra de misericordia en que se fundan, y antes de castigar ricordias, borra luego mis maldades ». D e aquí procede la tercera
D ios á los pecadores, les ha hecho infinitas misericordias y Ies propiedad de la misericordia de D ios, que es esperar á los peca­
ha perdonado innumerables v e c e s , avisándoles que se enmienden dores á que hagan penitencia, y convidarlos con el perdón, con­
y huyan de su justicia. D e m o d o , que la misericordia y perdón cediéndosele con gran facilidad cuando se lo piden, y olvidán­
nacen de D ios, el cual, p or so la su bondad, desea librarnos de dose de sus pecados, como si no los hubieran cometido. Y lo que
nuestras m iserias; mas la ju s tic ia en el castigo no nace de solo echa el sello es que no ha puesto tasa en las veces que ha de per­
É l, sino de nosotros, que con nuestros pecados lo provocamos donar; sino que después de haber perdonado una vez muchos y
á q u e nos castigue. Dem ás d e esto, la m isericordia siempre graves pecados, torna segunda vez á perdonar otros tantos, y
acompaña las obras de ju s tic ia , las cuales nunca andan solas, mucho m a y o res2; y lo mismo tercera vez. ¡ Oh Dios misericor­
porque en medio de ellas usa D io s con los castigados de muchas diosísimo! ¿Qué gracias y alabanzas os podremos dar por vues­
m isericordias, y a dando a viso s á sus enemigos para que huyan tras infinitas m isericordias? Menores somos que todas ellas;
de sus castigos, y a convidándolos con el perdón y moderando el ¿ cómo os las podremos dar de un modo debido? Ellas mismas,
castigo; y aun en el ihismo infierno se deja sentir la misericor­ Señor, os alaben y bendigan para siempre, y ensalcen vuestra
dia de D ios, el cual castiga á lo s condenados c itr a condignum 2 bondad las m aravillas que hacéis con los hijos de los hombres.
menos de lo que merecían. P o r fin , la misericordia es el fin déla ¿Hemos conocido nosotros la misericordia de D ios con los pe­
justicia, porque los castigos de esta se ordenan á que el castigado cadores? ¿Serán parte para hacernos desconfiar la muchedumbre
se enmiende; y si él no q u iere, á lo menos que otros, por ocasión y repetición de nuestros pecados?
de su castigo, acudan á la divin a m isericordia, y ésta campee y P u n t o 3 .® M isericordia de D ios con los ju sto s.— Consi­
resplandezca más en los buen os, puesta en parangón con la jus­ dera ahora con profundo agradecimiento las sublimes propieda­
ticia que se ejecuta en los m alos. En vista de todo esto, ¿cómo des de la misericordia de Dios con aquellos que ha escogido para

• Jacob, n, 15. — >S. Thorn., 1 p., <| 21, art. 4ad 1. Psalm. t, 3. — » Matlh., xvw, 22.
522 Serie prim era.— V ia un itiva. M ed. 1 55.— Omnipotencia de D ios en la creación. 525

que sean vasos de misericordia, esto es, instrumentos para des­ más que haya abusado innumerables veces de la bondad divina,
cubrir los abismos infinitos de ella. Con estos afortunados, la deja de tener derecho á esperar la misericordia de D ios y el per­
divina misericordia es eterna, sin principio ni fin, por lo cual dijo dón de sus cu lp a s, mientras está en este mundo. A l momento que
D avid ': «La misericordia del Señor con los que le temen es se humille contrito y practique los medios ordenados por Dios
desde la eternidad por toda la eternidad». Y por esta misericor­ para conceder el perdón, el Señor le m irará con ojos m isericor­
dia los predestinó, y se determinó librarles de todas las miserias, diosos, y se olvidará de todas sus culpas. Y si esto hace la mise­
y de la suprema de ellas, que es la eterna condenación. Luego ricordia divina con los pecadores, ¿qué hará con los justos? ¿Qué
esta misma m isericordialos v a previniendo, acompañando y si­ gracias les concederá?¿Cóm olosacom pañará, seguirá, asistirá y
guiendo hasta la muerte. E lla los llama para justificarlos, y les ayudará en todas sus obras? ¿Cómo los defenderá en todos sus
justifica para engrandecerlos y glorificarlos1. Si están muertos en peligros? ¿ Cóm o pondrá su mano para que no caigan? ¿Cómo
la culpa, la misericordia de D ios se anticipa á llamarlos para que los levantará después de caídos? ¡Oh a lm a ! Contempla extasiada
resuciten á nueva vida: si duermen en la tibieza, ella los despier­ tal exceso de m isericordia, y conociendo la extrem a necesidad
ta para que salgan de tan funesto estado; si han de obrar algo, la que de ella tienes, propón no hacerte indigna de e l la ; aprové­
misma misericordia los previene é inspira á e llo »; y para que chate d é lo s favores que te dispensa, y pide con confianza la
perseveren hasta la m uerte, ella los va siguiendo todos los días gracia de saberte aprovechar, y asimismo las demás que ne­
de su vida, y les ayuda á vencer las tentaciones y á alcanzarla cesites.
victoria postrera, por la cual merecen la eterna corona. Mira.por
fin, ios altísimos bienes de gloria .que para ellos ha preparado 155. - OMNIPOTENCIA DE DIOS EN LA CREACIÓN.
en los cielos; en donde, como dice D a v id 1 , la misericordia de
Dios es grande, porque allí se despliega con los escogidos, y PkeivoK) I.♦ Represéntate á Oios dando el s«r i todas las cosas con un arto de su volun­
como el cielo dura siempre cubriendo la tierra, asi su misericor­ tad soberana.
dia durará amparando eternamente á los que le aman. ¡Oh Dios Pmiumo 2.o Pide agradecimiento á tan soberano beneficio y confianza en el poder del
mío y gloria mía! ¿Qué diré de vuestra misericordia? Ellase Seftor.
compadeció de mí antes que fuese; ella me crió para que fuese;
ella me previene para que obre, me acompaña cuando obro; y P u n t o l.° D ios creó todas la s cosas.— Considera aquí cómo
me va siguiendo hasta que acabe de obrar; ella me cerca de es un articulo principalísimo de nuestra santa fe, que Dios , con
bendiciones y me corona de grandes victorias, y ella me da su poder infinito, dió el ser á todas las cosas visibles é invisibles
grandes esperanzas de conseguir las eternas. ¿Seré yo tan ingra­ que hay en el mundo, de modo que no hay en el cielo ni en la
to, que no reconozca tales y tan grandes bienes? ¿No correspon­ tierra1 una sola que no haya recibido el ser de Él. A cerca de lo
deré con amor y fidelidad á las misericordias divinas? cual has de ponderar cómo antes de la creación del mundo que
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Con cuánta razón exclamaba Da­ cuenta la Escritura, no había cosa alguna fuera de D io s ; era
vid que la misericordia de Dios era sobre todas sus obras! Si nada todo lo que tiene ahora ser. y sólo existía D ios, de quien
todos los caminos del Señor son misericordia y v erd a d . paz y todas las cosas recibieron el que tienen; y así, mirando á ti
ju sticia , no puede dudarse que las obras de la divina misericor­ mismo,á tu cuerpo y tu alma, te has de despreciar, como que eres
dia superan inmensamente á las que nacen de la divina justicia. de la nada; y si ahora eres a lg o , antes.luiste n ad a, y por consi­
L a misericordia previene la justicia, porque antes que Dios cas­ guiente digno de infinito desprecio. Pondera, además, cómo Dios
tigue ha usado con el castigado de especial misericordia. Ella la nuestro Señor crió todas las cosas que existen, libremente y de
acompaña, porque nunca el Señor castiga con todo el rigor y su voluntad pura y graciosa, sin que hubiese quien le forzase,
severidad que m erecen nuestros pecados. E lla, en fin. la sigue, porque ni le forzaron merecimientos, pues no había quien mere­
porque si da castigos, es para poder derramar m isericordias, ó ciese ; ni le lorzó su necesidad ó interés, porque sin sus criaturas
con los mismos que los reciben, ó con otros que los contemplan. era bienaventurado, y ninguna necesidad tenía de ellas ; ni le
D e modo que en todo resplandece la misericordia divina, y el forzó 1a bondad de las criaturas, porque es muy limitada y no
deseo infinito que tiene.de hacernos bien. Mas en donde brilla con puede imponer á nadie necesidad de am arla, mucho menos á
todo esplendor es en perdonar á los pecadores. N ad ie, por vil y Dios; sólo por su bondad y misericordia se movió á criarlas para
despreciable que s e a , por enormes que sean sus pecados, por si mismo y para gloria suya. Demás de esto, en esta obra no tuvo

' Gen.,’ i . I.
• Psalm.cn, 17. — * Rom., v i n , 50. — M’salm. l v i i i , 1 1 . — «Psalm. x x x v , 6 .
52 4 Serie primara — V ia un itiva.
Med / 5 5.— Omnipotencia de D ios en la creación. 325
Dios otro ejem plar y modelo que á sí m ism o; de suerte que Él fué todas las cosas obedecen?;O h Dios omnipotente! Pues qu em e
la causa eficiente de su creación, la causa final y el ejemplar per- disteis libertad para querer y no querer, haced que renuncie á la
fectísimo de donde las sacó. P o rq u e, descubriendo con su infinita que lengo para resistiros, y use siempre de la que me concedis­
sabiduría todas la s cosas que podía hacer, y la traza y orden de teis para obedeceros.
ellas, escogió con su libre voluntad el que vem os, y con su om­ P u n t o H.° Modo cómo obró la om nipotencia de D ios en el
nipotencia lo ejecutó. Y dejó á otras infinitas criaturas en el abis; adorno de las cosas.— Considera cómo, aunque pudiera Dios con
mo de la n a d a , y escogió criar las que crió ; y del mismo modo su omnipotencia criar todas las cosas con toda la perfección que
dejó en la nada á infinitas a lm as, resolviendo dar el ser á la tuya habían de tener, quiso adornarlas y perfeccionarlas poco á poco,
¡Oh Dios sapientísimo y poderosísim o! ¿ Qué visteis en mi alma en los varios días ó espacios de tiempo que empleó hasta la total
para querer c ria rla , dejando otras innumerables en la nada? perfección de ellas. Esto hizo por varios motivos de nuestro pro­
¡Cuántas os hubieran servido con más fidelidad que la mía!
vecho. Prim ero , para que entendiésemos mejor y más distinta­
¡Cuántas os hubieran imitado con mayor perfección! ¡Oh Dios mente la traza de la sabiduría divina en la creación del mundo,
mío! Pues habéis sido tan generoso conm igo, concededme que y aprendiésemos á meditarla, no á bulto, sino poco á poco y por
os honre como á m i principio, os imite como á mi ejemplar, y os sus p artes, dando gracias á nuestro Bienhechor por los /nuevos
busque como á mi último fin. beneficios que cada día nos iba haciendo. L o segundo, para que
P u n t o 8.° O m nipotencia de D ios en la creación. — Aquí entendiésemos mejor la necesidad que había de las cosas que crió,
has de considerar cuánto resplandece la omnipotencia de Dios en mirando el primer día la falta que hacían las cosas que crió en el
la creación del universo. Porque, prim eram ente, de tal modo le segundo, y en éste las que crió en el tercero, y así nos m oviése­
dió el s e r , que no tuvo necesidad de algunos materiales para fa­ mos á m ayor amor y agradecimiento por cada uno de estos bene­
bricarle, como la tienen los ángeles y los hombres parasus fábricas ficios. L o tercero, para que entendiésemos en esta prim era obra
y obras artificiales, sino de nada hizo las partes más principales de la creación, cómo Dios nuestro Señor guarda este mismo estilo
del mundo, dándoles su ser todo y entero, sin que nada de él pre­
en la obra de nuestra santificación y perfección, comunicándola,
cediese antes. D e este modo crió el cielo y la tie rra , y las subs­
no toda junta de una v e z, sino por sus partes y grados, prim ero
tancias espirituales, como son los ángeles y nuestras almas, los
un grado, después otro, por todo e l discurso de nuestra'vida,
cuales no pueden ser hechos sino de nada, para que conozcan la hasta que llega el sábado del descanso eterno, en el cual la obra
total obligación que tienen de servir á Dios con todo lo que son, debe estar y a perfecta, para gozar del premio del trabajo. Con­
y le den las g ra cias por todo, sin presumir nada de si. Además, siderando esto, debes m overte á eficaces propósitos de agradecer
resplandece la omnipotencia de Dios en haber hecho unas cosas de con corazón humilde todos v cada uno de los beneficios de la
otras de la m anera que quiso ; porque, aunque pudiera criar de creación, procurando que todas las cosas que v e s te ayuden á
nada todos los v iv ie n te s , quiso mostrar su poder en hacer que levantar tu espíritu al Señor que te las ha dado; y r adem ás, has
naciesen del agua los peces y las aves, y de la tierra las plantas de trabajar constantemente en tu perfección, para no dejar sin
y anim ales, para que se entienda que tiene pleno dominio y seño­ terminar tu edificio espiritual, haciéndote m erecedor de eterna
río sobre todas sus cria tu ra s, mudándolas y convirtiéndolas unas afrenta. ¡Oh Dios mío! V os que me disteis un alm a capaz de per­
en otras á su voluntad, y nosotros aprendamos á someternos en­ feccionarse mediante sus actos y los auxilios de vuestra gracia,
teramente á sus divinos mandatos. Pondera cómo también brilla asistidme eficazmente con ella, para que durante lo s seis días
su omnipotencia en haber hecho tan m aravillosa obra á solas, de mi vida mortal la v a y a adornando y embelleciendo, de modo
como dice por Isaías 1: «Yo solo extendí los cielos y establecí la que, en llegando el sábado de la muerte, pueda sabir al descanso
tierra, y ningún otro conm igo»; enseñándonos con esto que á Él de vuestra gloria.
solo hemos de rendir vasallaje, y adorar y servir como á Criador E p í l o g o y c o lo q u io s . ¿Quién no se humilla profundamente
nuestro y H acedor de todas las cosas, dándole la gloria de todo, y al recordar la bajeza de su origen? Antes que D ios pronunciase el
obedeciéndole con la misma prontitud y sumisión con que se rin­ eficacísimo f i a t , nada existía, ni cielo, ni tierra , ni hombres, ni
dieron á su ordenación las criatu ras, sin resistencia ni demora; ángeles: sólo D ios en su eternidad. Nosotros no éram os, ni hubié­
sino en diciendo f í a t , hágase, aparecieron. ¡Oh alma mía! Yes ramos podido existir jam ás, si el Señor no nos hubiera sacado
que al poder de tu Dios nada r e siste ; ¿por qué no te sujetas á su de la nada; esto fuimos, y esto seríam os aún, si D ios no nos hu­
imperio y mandamiento? ¿ P or qué tú sola contradices á quien biera mirado con amor. P ues, siendo tal nuestro origen , ¿cómo
nos atrevem os á ensoberbecernos? ¿Cómo no reconocemos con
■ Isjí-, xuv, 24. agradecimiento la m isericordia y omnipotencia que D ios ha usado
M ed. 15 6 .— Omnipotencia de D ios en la «m a rca ción . 527
5*6 Serie prim era.— V ia unitiva.

con nosotros? Dios es la causa eficiente, final y ejemplardel mun­ tierra se disiparía, y todo el universo y los hombres dejarían de
do. Él lo hizo sin necesidad de materiales, ni de auxiliares. Con ser. D e todo lo cual hemos de sacar grandes y provechosos afec­
tos. Mira primeramente cuánta confianza te debe inspirar el
la eficacia de su voluntad soberana, aparecieron las criaturas, se
pensamiento de que D ios todo lo puede, y que de É l todo depen­
transformaron, mudaron y perfeccionaron. P ara ello no se cansó,
de , y apoyado en la omnipotencia del C ria d o r, has de vencer
ni fatigó, ni necesitó auxilio; la obra del universo entero fuépara
los temores de las criaturas. Tam bién has de moverte á un santo
Él como un juego, un entretenimiento: ludens in orbe terrarum;
temor de ofender á un Dios que actualmente te sostiene, y en
jugando hizo el orbe de la tierra. Y si no le perfeccionó en un
un instante puede dejarte caer en el abism o, al modo que teme­
momento, fué para enseñam os á que despacio veam os lo que por
rías ultrajar á un hombre que con tres dedos te tuviese suspen­
nosotros ha hecho, le agradezcamos cada cosa en particular, y,
dido de una torre m uy alta, y en su voluntad estuviese el dejarte
á imitación suya, vayam os paulatinamente perfeccionando nues­
caer. Mas sobre todo debes hum illarte, reconociendo tu propia
tra alm a, hasta que llegue á la gloria. ¿Comprendemos los adora­
pobreza, y levantarte á amar á un D ios que tal cuidado tiene de
bles designios de Dios en sus portentosas obras? ¿Sentimos afec­
ti. ¡Oh D ios amantisimo! A hora sí que quiero decir con el P rofe­
tos de gratitud por tan soberanos beneficios? ¿Procuramos imitarle
t a « N o tem eré los males, porque V o s estáis conmigo». S i V o s
de algún modo, perfeccionando gradualmente nuestra alma, sin
me conserváis, ¿ quién me destruirá? Si V o s me defendéis, ¿quién
retroceder ni pararnos en tan importante obra? Cuando llegue el
m erencerá? Suplicóos, Señor, que no os apartéis de m i; porque
sábado de nuestra m uerte, debiéramos ser perfectos, y quizá nos
si me dejaseis, seria conturbado, y perecería en mi miserable
hallemos más imperfectos que al principio de nuestra conversión.
pobreza. ¿Demostramos en las obras esta creencia y confianza
Tratemos ahora de prevenir tal desgracia con eficaces y prácticos
que tenemos en D ios como conservador de todas las cosas?
propósitos, amorosos coloquios, y en ellos ardientes súplicas por
JPinito 8 .° B ien es que encierra la conservación. -E11 este
nosotros y por todos.
punto has de considerar los innumerables bienes que encierra este
beneficio de la conservación. P ara lo cual has de ponderar cómo
156.-OMNIPOTENCIA DE DIOS EN LA CONSERVACIÓN; todas las cosas del mundo están eslabonadas de suerte que, para
existir una so la , es necesario que Dios conserve la existencia á
Preludio 1.° Representémonos á Jesucristo enseñándonos quenada acontece en el
otras innumerables. Y así, todas las cosas que suceden en el
mundo, ni la muerte de un pajarito, ni la pérdida de un cabello, sin la ordenación de su
mundo son beneficios tuyos, qué el Señor hace por tu bien. P ara
Padre.
P reludio 2.° Pidamos la gracia de conocer la grandeza del beneficio de la conserva­ darte alimento con que te sustentes, manda á las lluvias que te
ción y agradecerlo de vera*. den su agu a, al sol que envíe sus ra y o s, y á todas las demás
cosas que son necesarias antes que el trigo se convierta en pan; y
P u n t o l .° D io s , con su om nipotencia, conserva el mun­ lo mismo puedes discurrir que hace para darte vestido, medici­
do.— Considera aquí cómo todas las cosas que Dios crid en el nas y demás cosas necesarias. Pondera también en este mismo
principio y todas las que después de ellas se han ido multipli­ beneficio la infinita caridad de D ios,*el c u a l, pudiendo con su
cando por su m edio, dependen en la conservación de su ser del omnipotencia aniquilar cualquier cosa de las criadas, nunca ja ­
mismo Dios que se le d ió; porque la conservación no es otra cosa más aniquiló una ni la destruyó del todo, sino siempre que des­
que una continuación de la obra con que Dios hace una cosa. truye alguna cosa es para poner en su lugar otra; y si una se co­
Y así como hizo todas las cosas con tres dedos de su mano, que rrompe, otra se engendra; y ni aun en el tiempo del diluvio quiso
son la bondad, la sabiduríay omnipotencia; así con estos mismos Dios aniquilar á los hombres, á pesar de haber dicho que estaba
las sustenta y conserva, como dice Isaías ', y lo confirma san arrepentido de haberlos criado. Consident, finalmente, los innu­
merables beneficios ocultos que encierra éste de la conservación;
P a b lo 2, diciendo que D ios, con la palabra de su virtud, sustenta
porque, sin nosotros conocerlo, ataja Dios innumerables cosas
todas las cosas. Pondera con admiración cómo toda la máquina
inmensa del universo está como colgada actualmente de la vo­ que la impedirían, y nos preserva de innumerables peligros de
fuego, a g u a ,a ires corruptos, fieras, infortunios, ladrones, enfer­
luntad y poder de D ios, mucho más que la luz del aire está de­
medades y ocasiones de muerte. Y como ningún mal hay que
pendiente del sol. D e tal manera, que, como ausentándose el sol,
padezca un hombre que no podamos también padecer nosotros,
deja de ser la luz; asi én queriendo Dios suspender su concurso,
por lo mucho que sufren otros podemos deducir lo que nosotros
toda esta máquina se vo lvería á la nada; el sol se apagaría, la
1 Psalm. xxii, 4.
■ Isai., xLvut, 6 . — > Hebr., 1,3.
528 Serie prim era.— P ía unitiva. M ed, / 5 7 .— Providencia de D ios. 529

padeceríam os, si el Señor con su providencia bondadosa no nos nosotros hace Dios? ¿Hemos abusado de su concurso para
librase. ¡Oh Soberano Bienhechor de los hombres! Gracias os ofenderle?
doy cuantas p uedo, porque, con espíritu de Padre, nos hacéis E p í l o g o y c o lo q u io s . Si es infinito el beneficio de la crea­
innumerables beneficios manifiestos y secretos; los unos para ción que se ha dignado hacer por nosotros el Señ or, no es me­
provocarnos al agradecim iento, los otros para enseñarnos á nor el de la conservación. Todas las cosas que de Él han recibi­
hacer el bien sin buscar nuestra alabanza; y unos y otros para do el ser están de tal manera colgadas de sn divina mano, que
que os amemos com o á Padre que en todo busca el provecho de si un momento las soltase, volverían al instante áred ucirse á
sus hijos. H aced que os sirvam os como hijos, haciendo los ser­ la nada de donde habían salido. Él las conserva con su soberano
vicios con el m ism o espíritu con que V o s hacéis tan innumera­ influjo; É l jam ás ha aniquilado ni aniquilará una sola; É l, no
bles beneficios. sólo manifiestamente obra para conservarlas, sino que oculta­
P u n t o 8.° D io s en este beneficio conserva, no sólo el ser, mente no cesa de apartar de sus criaturas aquellas cosas que
sino tam bién e l obrar. —-Considera aquí cómo todas las cosas podrían destruirlas. ¡Oh bondad inmensa de nuestro gran D ios!
están de tal modo colgadas de la mano de Dios, que dependen de Él no se cansa, ni se duerme, ni se olvida un solo momento de
É l, no sólo en el se r que tienen, sino en las obras que hacen; de nosotros. Estamos nosotros durmiendo, y Él vela por nuestro
modo que el m ism o Dios las ayuda á hacer las obras, y las con­ bien y defensa, detiene la enfermedad para que no nos saltee,
serva todo el tiem po que duran; y si Dios suspendiese su con­ enfrena á sus criaturas para que no nos dañen. ¿ Y no amaremos
curso, no podrían hacer cosa alguna, ni usar de sus potencias; y á un Señor que tanto hace por nosotros? Y no sólo atiendeá nues­
lo que con la a yu d a de Dios comienzan, con ella lo han de aca­ tra conservación, sino que concurre con sus auxilios para que
bar, porque, si e lla cesa, también cesará la obra. Pondera, acerca podamos obrar y ejercitar nuestras facultades. Y en un mismo
de esto, la om nipotencia de Dios én acudir al concurso y ayuda tiempo concurre con todas y cada una de sus criaturas para que
de tantas obras com o hacen las criaturas del mundo, cielos, ele­ lleven á cabo las obras á que están ordenadas; y , lo que más
mentos, hombres y ángeles, sin faltar á ninguna, sin cansarse ni admira, es que si los hombres abusan de sus mismas acciones
enfadarse, ni ocuparse más que si acudiera á una sola. De este para injuriarle, aunque no concurre á la m ala voluntad, concu­
concurso m aravilloso estás gozando tú á cada momento; porque rre con todo á aquella acción. ¿No nos sorprende esta bondad?
Dios concurre con tus ojos cuando ves, con tus oídos cuando ¿Nos atreveremos á pecar contra este bondadosísimo Señor?
oyes, y con el sonido que escuchas; con tu entendimiento y vo­ ¡Qué atrevim iento!.¡Qué osadía! ¡Qué locura! ¡El nos da la vida,
luntad concurre á todas las obras que hacen, y , generalmente, y nosotros pretenderíamos m atarle! ¡ Él nos conserva, y nosotros
con todos aquel los que algo te ayudan, porque, como dijo Isaías haríamos por destruirle! Avergoncém onos grandemente de tan
«Tú, Señor, h a ce s en nosotros todas nuestras obras». Este con­ extraño proceder, y para lo sucesivo, armémonos con firmes y
curso de Dios en ayudar á sus criaturas es tan cierto é infalible, constantes propósitos de evitar todo pecado; pidamos auxilios
que, aunque con curre de su voluntad porque quiere, parece ya al Señor, y reguém osle por la conversión d é lo s pecadores y
una ley necesaria, y si alguna vez deja de concurrir para bien por todo el mundo.
de sus escogidos, como en el fuego del horno de Babilonia *, ya
se mira como un estupendo m ilagro; y aunque las criaturas abu­ 157.— PROVIDENCIA DE DIOS.
sen de sus potencias para pecar y hacerle algún agravio, no sus­
pende el co n cu rso , antes por conservarles la libertad y guardar Preludio i .« Represéntate á Jesús 4ic¡éndote : «No seas demasiado solícito por la
esta ley que É l s e ha puesto, les da su concurso para aquella comida ni por b bebida; sabe tu Padre celestial que tienes necesidad de estas cosas».
obra mientras dura. ¡Oh bondad inmensa! ¡Oh largueza infinita P reludio 2.» Pide la gracia de confiar, seguro en b amorosa providencia del Señor.
de nuestro soberano Criador! ¿Qué bondad puede ser mayor
que hacer actualm ente bien al que está al mismo tiempo abusando P u n t o l .° E n qué consiste la divin a providencia.— Con­
de aquel bien p a ra injuriar al que se lo hace? No permitáis, ¡oh sidera cómo la providencia de Dios consiste en una disposición
Amado mío!, que y o me aproveche de vuestra omnipotencia para y orden de los medios que tiene D ios para salir con sus intentos
hacer obras con q u e os ofenda; no consintáis que use mal de las y para que todas las criaturas alcancen los fines para qne fueron
criatu ras, siendo V o s el que concurre con ellas para que me den criadas. Pondera cómo tres cosas principales concurren á la
gusto, y conm igo para que le reciba. ¿Reconocemos lo que por providencia que Dios tiene de sus criaturas. Primeramente, É l
con su sabiduría infinita, desde toda la eternidad conoce y com­
I Isai., xxvi, 12. — » D»n., 111, 50. prende todos los fines que puede pretender y pretende de todas
34
528 Serie prim era.— y ¡a unitiva. M ed. 1 5 7 .— Providencia de D ios. 529

padeceríam os, si el Señor con su providencia bondadosa no nos nosotros hace D ios? ¿Hem os abusado de su concurso para
librase. ¡Oh Soberan o Bienhechor de los hombres! Gracias os ofenderle?
doy cuantas p ued o, porque, con espíritu de P ad re, nos hacéis E p í l o g o y c o lo q u io s . S i es infinito el beneficio de la crea­
innumerables beneficios manifiestos y secretos; los unos para ción que se ha dignado hacer por nosotros el Señor, no es me­
provocarnos al agradecim iento, los otros para enseñamos i nor el de la conservación. Todas las cosas que de Él han recibi­
hacev el bien sin buscar nuestra alabanza; y unos y otros para do el ser están de tal manera colgadas de su divina mano, que
que os amemos com o á Padre que en todo busca el provecho de si un momento las soltase, volverían al instante á reducirse á
sus hijos. H aced que os sirvam os como hijos, haciendo los ser­ la nada de donde habían salido. Él las conserva con su soberano
v id o s con el m ism o espíritu con que V o s hacéis tan innumera­ influjo; É l jam ás ha aniquilado ni aniquilará una sola; É l, no
bles beneficios. sólo manifiestamente obra para conservarlas, sino que oculta­
P u n t o 8 .° D io s en este beneficio conserva, no sólo el ser, mente no cesa de apartar de sus criaturas aquellas cosas que
sino tam bién e l obrar. — Considera aquí cómo todas las cosas podrían destruirlas. ¡Oh bondad inmensa de nuestro gran D ios!
están de tal modo colgadas de la mano de Dios, que dependen de Él no se cansa, ni se duerme, ni se olvida un solo momento de
É l, no sólo en el se r que tienen, sino en las obras que hacen; de nosotros. Estamos nosotros durmiendo, y Él vela por nuestro
modo que el m ism o Dios las ayuda á hacer las obras, y las con­ bien y detensa, detiene la enfermedad para que no nos saltee,
serva todo el tiem po que duran; y si Dios suspendiese su con­ enfrena á sus criaturas para que no nos dañen. ¿ Y no amaremos
curso. no podrían hacer cosa alguna, ni usar de sus potencias; y á un Señor que tanto hace por nosotros? Y no sólo atiendeá nues­
lo que con la a yu d a de Dios comienzan, con ella lo han de aca­ tra conservación, sino que concurre con sus auxilios p uraque
bar , porque, si ella ce sa , también cesará la obra. Pondera, acerca podamos obrar y ejercitar nuestras facultades. Y en un mismo
de esto, la om nipotencia de Dios én acudir al concurso y ayuda tiempo concurre con todas y cada una de sus criaturas para que
de tantas obras com o hacen las criaturas del mundo, ciclos, ele­ lleven á cabo las obras á que están ordenadas; y , lo que más
mentos, hombres y ángeles, sin faltar á ninguna, sin cansarse ni admira, es que si los hombres abusan de sus mismas acciones
enfadarse, ni ocuparse más que si acudiera á una sola. De este para injuriarle, aunque no concurre á la nuila voluntad, concu­
concurso m aravilloso estás gozando tú á cada momento; porque rre con todo á aquella acrión. ¿No nos sorprende esta bondad?
Dios concurre con tus ojos cuando ves, con tus oídos cuando ¿Nos atreveremos á pecar contra este bondadosísimo Señor?
oyes, y con el sonido que escuchas; con tu entendimiento y vo­ ¡Qué atrevimiento!.¡Qué osadia! ¡Qué locura! ¡El nos da la vida,'
luntad concurre íl todas las obras que hacen, y , generalmente, y nosotros pretenderíamos m atarle! ¡Él nos conserva, y nosotros
con todos aquellos que algo te ayudan, porque, como dijo Isaías ■ : haríamos por destruirle! Avergoncém onos grandemente de tan
«T ú , Señor, h aces en nosotros todas nuestras obras», liste con­ extraño proceder, y para lo sucesivo, armémonos con firmes y
curso de Dios en ayudar á sus criaturas es tan cierto é infalible, constantes propósitos de evitar todo pecado; pidamos auxilios
que, aunque con curre de su voluntad porque quiere, parece ya al Señor, yrogu ém osle por la conversión d é lo s pecadores y
una ley necesaria, y si alguna vez deja de concurrir para bien por todo el mundo.
de sus escogidos, como en el fuego del horno de Babilonia *, ya
se mira como un estupendo m ilagro; y aunque las criaturas abu­ 157.— PROVIDENCIA DE DIOS.
sen de sus potencias para pecar y hacerle algún agravio, no sus­
pende el c o n cu rso , antes por conservarles la libertad y guardar P reludio i .» Represéntate i Jesús diciéndote : «No seas demasiado solicito por la
esta ley que Él s e ha puesto, les da su concurso para aquella comida ni por la bebida; sabe tu Padre celestial que tienes necesidad de estas cosas».
obra mientras du ra. ¡Oh bondad inmensa! ¡Oh largueza infinita P reludio 2.« Pide la gracia de confiar, seguro en la amorosa providencia del Señor.

de nuestro soberano Criador! £Qué bondad puede ser mayor


que hacer actualm ente bien al que está al mismo tiempo abusando P n n t o l .° E n qué consiste la divina providencia. Con­
de aquel bien p a ra injuriar al que se lo hace? No permitáis, ¡oh sidera cómo la providencia de Dios consiste en una disposición
Am ado mío!, que y o me aproveche de vuestra omnipotencia para y orden de los medios que tiene Dios para salir con sus intentos
hacer obras con q u e os ofenda; no consintáis que use mal de las y para que todas las criaturas alcancen los fines para que fueron
criaturas, siendo V o s el que concurre con ellas para que me den criadas. Pondera cómo tres cosas principales .concurren á la
gusto, y conm igo p ara que le reciba. ¿Reconocemos lo que por providencia que Dios tiene de sus criaturas. Primeramente, É l
con su sabiduría infinita, desde toda la eternidad conoce y com­
■ Im ¡., « v i , 12. — = Dan., 111, 50.
prende todos los fines que puede pretender y pretende de todas
34
53° Serie primera. — V ia unitiva. MeJ. 157. — Providencia de D ios. 531
sus criaturas, y todos los medios que son necesarios para alcan­ vándonos de caer en ellos, ó sacándonos de ellos, después de
zarlos, y los' obstáculos que pueden estorbar la consecución de haber caído, porque en lo uno y en lo otro quiere mostrar D ios
ellos; por lo cual su providencia nunca puede faltar por igno­ su providencia; y para lograr su in ten to .se nos hace encontra­
rancia. Además, con su divina voluntad, llena de infinita bondad diza y nos sale al encuentro, teniendo de nosotros todo el cui­
y caridad, de todos los fines y medios que conoce con su infinita dado posible, con todos los modos de providencia que se puede
sabiduría, escogió los más altos y soberanos, y los más propor­ tener para llenarnos de bienes. ¡ Oh providencia soberana! T ú
cionados á sus criaturas, conforme á la naturaleza y capacidadde abres la mano de Dios para llenar á todas las criaturas de
cada una. Finalmente: con su omnipotencia infinita, desde el bendición '; yo te adoro y glorifico como á reina y madre mía,
principio del mundo comenzó á poner por obra los medios que y te suplico hagas conmigo oficio de madre y de m aestra, de
había escogido, y con la misma va prosiguiendo y proseguirá protectora y consoladora mía, y de ayuda universal en todas
siempre, sin que su providencia pueda ser defectuosa por falta de mis cosas. ¿Qué sentimos nosotros de la providencia de Dios?
poder, como la nuestra'. Estas tres propiedades de la divina ¿Nos refugiamos á ella en nuestros apuros?
providencia has de aplicar á la que el Señor tiene de ti y de tus P a u t o 8.° Modo de ejecutar las trasas de la divin a provi­
cosas. Porque Él conoce perfectísimamente todas tus necesida­ dencia.— 'En este punto has de considerar el modo que tiene
des y miserias, los peligros en que te hallas, los obstáculos que Dios de ejecutar los designios de su adorable providencia. P or­
has de su pe ra r para lograr tu fin; Él, como tierno y amoroso Pa­ que Dios nuestro Señor no es como los hombres que gobiernan,
dre , quiere y pretende que lo alcances; y Él también puede y tienen á su cargo otros, los cuales tienen necesidad de tener
ejecutar y poner en práctica los medios para ello, por ser Todo­ providencia de sí mismos y de las obras propias que les tocan,
poderoso. ¿N o c o n fia rá s , en vista de esto, en su providencia? ¿Te lo cual suele ocuparles tanto, que no les da lugar á m irar todo
acobardarás en tus tentaciones y trabajos? ¡Oh Dios de mi al­ lo que era menester por los otros. Mas D ios, como en sí tiene
ma! De hoy más quiero deciros: Mi Amado para mí, y yo para todo bien, sin que le falte nada ni espere nada de fuera, emplea
mi Amado. Cuidad Vos de mis cosas, y yo tendré cuidado de las toda su providencia en m irar por los otros, esto es, por las cria­
vuestras; mirad por mi provecho y salvación eterna, y yo miraré turas que crió, para tener en quien mostrarla. D e aquí es que
por vuestra gloria y servicio para siempre. su divina providencia se extiende á todas las criaturas, sin ex­
P u n t o 2.° B ien es que encierra la divin a providencia.— cluir á ninguna, y á todos los hombres, sin olvidarse de nin­
Considera aquí los bienes inmensos que encierra la divina provi­ guno, por vil y despreciado que sea; porque, como dice el
dencia. P a ía lo cual has de ponderar cómo ella es nuestra ma­ Sabio % D ios hizo al grande y al pequeño, é igualmente tiene
dre, porque nos da el ser que tenemos y nos trae dentro de sus cuidado de todos. Síguese también de aquí que el mismo Dios
entrañass. E s nuestra ama, porque nos cría y sustenta y nos lle­ por sí mismo es el ejecutor de su providencia; porque, aunque
v a en sus brazos », como á niños. Es nuestra aya, porque siem­ es verdad que por medio de unas criaturas provee á otras; pero
pre anda á nuestro lado y nos acompaña en todos nuestros ca­ Él por sí mismo asiste á todas en todo lugar y en todo tiempo,
minos. Es nuestra reina y gobernadora, porque nos rige y go­ porque sin su concurso nada puede hacerse. D e aquí, final­
bierna en todo el discurso de nuestra vida *: nuestra maestra y mente, procede que ninguna cosa sucede acaso en este mundo
consejera, porque nos enseña y gu ía » : nuestra protectora y respecto de D ios, aunque sea muy acaso respecto de los hom­
defensora en las necesidades, y nuestra consoladora en las aflic­ bres, porque con su infinita sabiduría conoce todo lo que sucede,
ciones. Finalmente: hace con nosotros todos los oficios de caridad aun antes que acaezca, y con su providencia lo tiene ordenado ó
que podemos im aginar, con infinita eminencia, haciéndose Dio$ permitido para el fin supremo de su gobierno, que es su gloria
por medio de ella nuestro Padre, am igo, médico, juez, pastor y y la manifestación de su miséricordia y justicia y de las demás
todos los demás. D e aquí es, que la providencia divina es la pri­ divinas perfecciones. ¡Oh Padre amorosísimo! Pues que con pro­
mera fuente de todos los bienes de cuerpo y alm a, temporales y videncia tan admirable proveéis á todas las criatu ras, y mucho
eternos, que hemos recibido y esperamos recibir; y, como dijo san más á los que con fe encendida en amor confiadamente se arrojan
Doroteo: «Donde está la providencia de D ios, allí está el bien en vuestras manos, yo me pongo en ellas, porque en ellas están
y toda suerte de bien»; el honesto, el útil y el deleitable. Por ella mis suertes; enderezad con vuestra providencia mis obras, para
también somos librados de todos los males contrarios, ó preser- que sean agradables á vuestros ojos, de modo que por ellas me
suceda la buena suerte de la eterna bienaventuranza.
< Sap., i», 14. — * k»i., xlvi , 5. — í Osee, xi, 5. — 4 Sap., xiv, }
i Isai., xivm , 17. Psalni. cm , 2*3. — » v», 8.
532 Serie primera.— Via unitiva.
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué río de paz tan caudaloso de- Med. 158.— Elección, virtudes y premios de los santos. 5 33
biera nacer para nosotros de la providencia de nuestro Padre
ejecutar esta soberana elección , á su tiempo los crió, dejando á
celestial! D ios lo sabe to d o ; conoce nuestro fin ; los medios que
otros innumerables en el abismo de la nada; los llamó eficaz­
necesitamos para alcanzarlo; los enemigos que nos quieren im­
mente á la fe y religión cristiana, haciéndolos miembros de su
pedir el obtenerlo. D ios puede cuanto quiere; á su potestad nada
Iglesia por el bautismo, dejando perecer á otros muchos en el
puede resistir: por ella puede sacar de los. mismos males gran­
diluvio de la infidelidad; y, si pecaron, llamólos de nuevo para
des provechos. D ios es un Padre amantisimo, que nos ama con
que saliesen de la culpa por la penitencia, dejando á otros morir
amor eterno é infinito, y desea nuestra felicidad más intensa­
en ella. Durante la vida preservóles de grandes pecados. Sacóles
mente que nosotros la podemos desear. ¿Qué falta y a para que
de graves peligros, favorecióles en terribles tentaciones, pre­
podamos dormimos tranquilos en los brazos de la divina provi­
vínoles con muchas inspiraciones y con bendiciones de dulzura,
dencia, teniendo la seguridad de que, si por nosotros no se pier­
para que ejercitasen heroicas virtudes, y engrandecióles con
de, alcanzarem os nuestra salvación ? ¡ A h ! L a providencia de Dios
muchos dones de su gracia, para que fuesen grandes en su p re­
es nuestra m adre, nuestra ama, nuestra a ya , nuestra maestra,
sencia. Más adelante pasó la amorosa providencia de D ios con
consejera, protectora, nuestro todo. ¡Qué tesoros de protección
ellos; porque los llamó al estado ú oficio que más les convenía
y de dulzura encierra p ara nosotros esta providencia! Por ella
para ser santos, dando á cada uno bastantes ayudas para cumplir
Dios se llam a nuestro P ad re, amigo, médico y demás amorosos
con sus obligaciones. Y , finalmente, trazó su modo de m uerte, de
títulos de que se precia. P o r ella D ios atiende á todas la criatu­ i
manera que fuese paso para la gloria, porque es m uy preciosa
ras, sin olvidar ninguna, por vil que sea, y sin entretenerse en
en los ojos del Señor la muerte de sus sa n to s' , en la cual se
mirar para s í ; lo gobierna todo, y nada consiente que para Él sea
termina todo el discurso de su dichosa elección , para ser con­
aca so , porque conoce las causas de todo, y las .ordena al altí­
formes con nuestro Señor en su g lo ria , como lo fueron en su vida.
simo fin de su gloria. ¿Creem os en la providencia de Dios?
Estas consideraciones han de despertar en ti varios afectos y
¿ Miramos todas las cosas como dispuestas ó permitidas por ella?
m overte á diversos coloquios, hablando y a con.Dios para darle
¿Esperamos en ella después de hacer cuanto nos sea posible de
gracias por la providencia que ha tenido con sus santos; y a con
nuestra parte ? ¿ Cuál ha sido nuestra conducta precedente acerca
estos mismos santos, gozándote del bien que Dios les ha conce­
de esta importantísima doctrina? ¿Qué hemos de corregir y en­
dido ; y a contigo mismo, reconociendo las gracias que D ios te ha
mendar p aralo sucesivo? ¡Ah! Miremos el consejo quedaríamos
hecho y confundiéndote de lo mal que has correspondido. ¿ No son
al que se hallase en nuestra situación , y tomémoslo para nos­
esto s, alma m ía , tus sentimientos? ¡ Oh Santo de los santos!
otros, proponiendo, con eficacia, orando con fe, y suplicando por
Vuestra voluntad es que nos santifiquemos, y por esto dijisteis á
todas las necesidades generales y particulares.
vuestro pueblo2: «Sed santos como Y o I9 soy». D adm e, os supli­
co, lo que me mandáis, para que alcance lo que deseáis. Y pues
158.—-ELECCIÓN , VIRTUDES Y PREMIOS DE LOS SANTOS. la santidad es vuestra, prevenidme con vuestra copiosa gracia,
para que suba muy altos grados en ella.
P reludio i .» Representémonos á Jesucristo, diciéndonos: «No me elegisteis vosotros P u n t o S .* Virtudes de los santos.— En este punto has de
i Mi, sino que Yo os elegi á vosotros, y os puse en el mundo para que dieseis frutos, y
considerar la fiel y exacta correspondencia de los santos á la
vuestro fruto permaneciese eternamente».
misericordiosa providencia del Señor, practicando con grande
P reludio 2.0 Pidamos la gracia de saber imitar las virtudes de los santos, á fin de
participar después de sus premios.
perfección las virtudes que les inspiró, y señalándose en ellas.
Porque, primeramente se distinguieron en la abnegación propia,
P o n t o l.° E lección de los santos.— Considera aquí la pater­ cumpliendo la primera condición que impone Jesús á los que le
nal providencia que tu vo Dios de los Santos en orden á su elec­ sig a n ». E llos concibieron un santo odio de sí, de su carne y amor
ción y á los medios p a ra ejecutarla. Prim eram ente, Él por sola propio. Y a sí, los que fueron pecadores, para borrar sus culpas
su bondad, y por lo s merecimientos de Jesucristo, los predes­ hicieron grandes penitencias, las lloraron con vivo dolor y las
tinó y escogió para que fuesen santos y limpios en su presencia confesaron con tal hum ildad. que las dejaron escritas para confu­
señalándolos para que fuesen vasos de m isericordia2en quien sión y vergüenza propia. L os que no cayeron en culpas g ra ves,
depositase y manifestase las riquezas de su gracia. L uego, para para preservarse de ellas afligían su carne con asperezas, nega­
ban su voluntad, no dejando que saliese con sus pretensiones,
• Ephes., 1 ,4 . — * Rom., n . 23. mortificaban su amor á las riquezas y placeres con la pobreza y

• Palm . ex.', 15. — 1 Levit., x i, 44. — * Matth., XVI, 24.


5J 4 Serie prim era.— V ia un itiva . M ed. r 58 . — E lección, virtudes y premios de tos santos. 535
penitencia: y su afición á carne y sangre desprendiéndose de sus honrarlos, y castigando los desacatos qwe se hacen contra ellos.
mismos padres y am igos, renunciando á muchas cosas que pudie­ En el día del juicio los honrará con honra excelentísima, ponién­
ron poseer sin ofensa de Oios. Pondera cómo, no contentos con dolos á su mano derecha con grande majestad á vista de tqflo el
negarse á sí m ismos, llevaron la cruz con constancia, fortaleza mundo, cumpliendo la palabra que dió á quien le confesase
y paciencia hasta la muerte; porque, combatidos fuertemente delante de los hom bres1, que le honraría delante de su Padre.
por enemigos interiores y ex terio res, no desfallecieron, ni se Finalmente: en el cielo los honrará y premiará con tal magnifi­
rindieron; antes con grande fortaleza perseveraron en la pelea, cencia, que sólo Dios y ellos la pueden declarar. A llí se sentarán
sufriendo con invencible paciencia enfermedades, dolores, po­ en tronos brillantísimos junto al trono de D ios, vestirán vestidu­
breza, infamias, falsos testimonios, y otras muchas aflicciones ras de gloria, ceñirán sus sienes con corona dé o ro , en sus manos
semejantes. Y de este modo sufrieron todos algún género de empuñarán palmas gloriosas. A llí todas las virtudes serán pre­
martirio en el cuerpo ó en e! espíritu; siendo como piedras vivas, miadas: la fe con la visión de D ios: la esperanza con la posesión
labradas con golpes de tribulaciones, y así fueron colocados en el del Sumo B ie n : la caridad con el amor beatífico; la humildad,
edificio del cielo. Reflexiona, por fin, cuán perfectamente siguie­ paciencia y demás virtudes con el río de deleites que les em­
ron los santos á Jesucristo ', su m odelo. imitando las excelentes briagará. ¡Oh alma fie l! ¿Cóm o no suspiras por alcanzar la san­
virtudes que ejercitó; sirviéndose, para lograrlo, de las dos alas tidad . cuyo fin es tan soberano galardón? ¡Oh Dios infinito, glo­
de la oración y obediencia; porque tuvieron frecuente recursoá rioso y admirable en vuestros santos! G racias os doy por las
Dios, y se sometieron con puntualidad y perfección á (adivina m aravillas que en ellos obrasteis- y por los admirables premios
voluntad , obedeciéndole en los preceptos, en los consejos y en que tes disteis; pues es gloria vuestra que sean muchos, juntadme
todas las ocasiones. Y nosotros, ¿imitamos á los santos en tan en el número de ellos, para que os sirva con pureza y santidad
excelentes cualidades? ¿Xos ejercitamos en la abnegación, pe­ todos los días de mi vida, y después suba á gozaros en la gloria.
nitencia y seguimiento de Jesús como ellos? ¡Oh Dios altísimo! E p í t o g * y c o lo q u io » . ¡C uán dulce, cuán amorosa, cuán
A sí como mostrasteis la alteza de vuestra bondad en las virtudes benéfica es la providencia que e! Señor tiene de sus santos! Brilla
que disteis á los santos para que fuesen conformes con la imagen admirablemente en su elección; porque, cuando no eran, los
de vuestro H ijo , mostradla conmigo en hacerme semejante á crió; criados los adornó de su gracia y los hizo miembros de su
ellos, para que imite al que ellos imitaron, y la vida de Jesús res­ Iglesia; siendo y a cristianos, dispensóles admirables g ra c ia s ; Él
plandezca en la mía, como resplandeció en la suya. fué su protector en los peligros, su fortaleza en las tentaciones,
P n n t o S . 0 Prem io de los santos.—Aquí has de considerar su luz en las obscuridades, su consolador en las aflicciones. En
cuán generoso ha sido Dios nuestro Señor en honrar y premiar á cam bio, los santos, agradecidos á los beneficios del A ltísim o, y
os santos en esta y en la otra vida. En esta vida premió á muchos recordando los avisos del Señor, que d ijo : «Si alguno quiere ve­
de ellos con raros consuelos espirituales, con gracias de con- nir en pos de M í, niéguese á si m ism o, tome su cru z, y sígam e»,
emplación, con raptos y revelaciones muy regaladas, con espí­ abrazaron ia más perfecta abnegación, cargaron sobre sí la cruz
ritu de profecía, con don de1milagros y otras gracias singulares, del Señ or, gozándose en las tribulaciones por C risto , y le siguie­
que les atraían la admiración y aplauso de los hom bres, de modo ron con fidelidad y constancia, imitando las virtudes que Él ejer­
que cuanto.más ellos se humillaban, tanto más Dios los honraba citó, y practicando los ejemplos que É l les dió. ¿Cómo recom­
y hacía que los honrasen los hombres. En la muerte los premió, pensará este Padre tan bondadoso una tan fiel correspondencia á
concediendo á unos que muriesen como mártires confesando su las divinas inspiraciones ? ¿Qué premio dará á siervos tan bue­
fe, y á otros con tal modo, que, aunque penoso á la carne¡ fuese nos y fieles? Aquel Señor que por un vaso de agua dado de limos­
muy dulce al espíritu, dándoles á gustar algo de lo que esperaban na por su amor remunera con una medida llena *, apretada y
recibir en la gloria. Demás de esto, después de su muerte los colmada de g lo ria , ¿ qué medida tan sin medida dará á aquellos
honra en su Iglesia militante, queriendo que su santidad sea que le dieron cuanto tenían. y aceptaron gustosos todos los sacri­
publicada y alabada de todos, y que á honra suya se edifiquen ficios que les impuso? ¡A h ! Xo puede dudarse que la recompensa
muchos tem plos, pinten imágenes, y se celebren fiestas; y que que les conceda ya en este mundo será grande: el bien que les
todos veneren sus huesos y cenizas, y los vestidos remendados haga en la muerte será m agnífico; la honra que les tributé en el
que trajeron, las cadenas con que estuvieron presos, y las firmas juicio será gloriosa, y la gloria que les dé en el cielo será esplén­
de sus cartas, haciendo grandes milagros por estas cosas para dida. ¿Deseamos nosotros esta recompensa, este bien, esta honra

> II Cor. , iv , I I . ■ M a l t h . , x , 32. — > l . u e . , v i , 38.


536 Serie prim era.— V ia un itiva. M ed. /5 9 .— Gloria del cielo. 537

y esta gloria? ¿C óm o nos disponemos para m ereceiio? ¿Agrade­ g a ' , y está toda engolfada dentro de los infinitos gozos de su
cemos la providencia amorosa con que D ios nos ha dirigido? Señor». ¡O halm a mía! ¿Cuándo llegará este día dichoso, que
¿Imitamos las relevan tes virtudes que los santos han ejercitado? podrás parecer ante la presencia de tu D ios? ¿Cuándo lograrás
Pensémoslo detenidamente, y no podremos menos de confundir­ entrar en aquel océano de luz y hermosura? ¿Cuándo tendrás tal
nos, cotejando nuestra vida con la suya; mas no desmayemos pureza, que puedas contemplar el divino rostro? ¡ Oh Padre
por e s to : com encem os hoy mismo á imitarlos; y para esto haga­ mío! Tomad mis potencias y ocupadlas desde luego en lo que
mos eficaces resoluciones y devotas sú p lica s, rogando por nos­ siempre han de hacer. Ocúpese mi memoria en m iraros, mi en­
otros y por todo el mundo. ^ tendimiento en conoceros, mi voluntad en amaros, mi lengua en
bendeciros, mis sentidos y miembros en obedeceros, gozándose
todos en Vos por todos los siglos.
1 5 9 .— GLORIA DEL CIELO.
P a n t o 2 .° Gloria del cuerpo.— Considera aquí la grandeza
de la gloria del cuerpo bienaventurado con las cuatro dotes que
PrILUMO t.° Representémonos el cíelo en la forma de una reunión brillantísima de
todos los Santos , que están contemplando con inefable gozo la Majestad de Dios, y can­
lé han de adornar. L a prim era dote es claridad, con admirable
tando armoniosos cantares. hermosura, porque cada cuerpo resplandecerá como el sol >, á se­
P reludio 2 .° Pidamos la gracia de conocer los incomprensibles goces de la gloria y de­ mejanza del cuerpo de C ris to ; aunque el m ás bienaventurado •
searlos , y trabajar para alcanzarlos. tendrá más resplandor, y C risto sobre todos, con soberana ente­
reza, proporción, color y figura hermosísima en todos los miem­
P u n t o l.° G loria d el alm a.—Considera aquí la grandeza de bros. Y además de la hermosura exterior, será vistosísim a y
la gloria que es propia del alma y la hace bienaventurada, la apacibilísima la interior del mismo por su transparencia, des­
cual es tan g ra n d e, qué, según santo Tom ás, no puede Dios dar­ cubriéndose la armonía de los huesos, venas, arterias, con gran­
la una bienaventuranza m ayor, por encerrar en sí á É l mismo. dísimo resplandor de todas. L a segunda es impasibilidad inmor­
El alma queda com o endiosada, llena de D ios, y hecha un Dios tal ó inmortalidad impasible, porque nunca más tendrá hambre «,
por participación eterna é inmutable, uniéndose Dios con ella, sed, dolor ni recelo de m uerte; en el fuego no se quemará, en el
como el fuego suele apoderarse del hierro y penetrarle, comu­ agua no se hum edecerá, su v ig o r no* se m architará, su salud no
nicándole su luz y resplandor, su calor y demás propiedades, de se m enoscabará, y una impasibilidad eterna sustituirá á las pe­
modo que p arece fuego. Con esta unión queda del todo harta, nas que padeció en este mundo. L a tercera dote es agilidad ó
como dice el P ro fe ta '. L a memoria entra en las potencias del ligereza, por la cual tendrá el alm a tanto dominio de su cuerpo,
Señor s, y se en golfa en el abismo de su divinidad, teniéndole que lo podrá m over de una parte á otra, sin cansancio ni fatiga
siempre p resen te, sin poderse olvidar de É l , ni divertirse á otra ó tardanza, sino con suma velocidad, com o'centella», discu­
cosa, ni reco rd ar cosa que la pueda dar pena. El entendimiento rrirá por el cielo em píreo á su gusto, y a al trono de Jesucristo,
está lleno de D ios con la vista clara de su Divinidad y Trinidad. ya al de su Madre ó de otros Santos. L a cuarta dote es sutilidad ó
A llí ve sin figuras n i enigm as, cara á cara», átodo Dios,a] Pa­ espiritualidad, porque y a no estará sujeto á la obra de la vida
dre, al Hijo y a l E spíritu Santo, y cómo el Padre engendra al vegetativa, pasando sin com idas, ni bebidas, sin sueño y sin las
Hijo, y los dos producen al E sp íritu Santo, y los tres son un demás obras que le son comunes con las bestias. Por esta misma
mismo D io s infinito, eterno, inm enso é incomprensible. A llí ve dote podrá penetrar los cielos, y otro cualquier cuerpo, sin que
los misterios inefables de la En carnació n, Eucaristía y sacratí­ tenga impedimento que le estorbe. Con la consideración de estas
sima humanidad de Jesús y las m isteriosas obras que por ella ha dotes has de alentarte á padecer de buena gana las m iserias de
hecho; los secreto s juicios de D io s, los arcanos de su provi­ esta vida, teniendo por dicha el sufrirlas, pues han de ser tan bien
dencia paternal, lo s peligros de que le libró, los beneficios que premiadas. ¡Oh dichosas ignominias, cuyo fin es tanto resplan­
le hizo, recibiendo con este conocimiento un sumo gozo. La dor! ¡Dichosas penalidades, que causan ser tan impasible! ¡D i­
voluntad está lle n a de D io s , unida con su divinidad con unión chosos trabajos. que son premiados con tantos alivios! A liénta­
te, alma mía, A traer en tu cuerpo la mortificación de Jesús,
perpetua, continua, entrañable y am igable, amándole como pa­
dre, am igo, e sp o so , bienhechor infinito, bien sumo, primer prin­ pues tu cuerpo humillado será conforme con el suyo glorificado.
¿Crees esta verdad? ¿Deseas que tu cuerpo disfrute de tan ricas
cipio y último fin suyo. Y de este amor resulta un río continuo,
dotes? ¿ Qué debes ahora hacer para m erecerlo ?
perpetuo y caudalosísim o de deleites, del cual bebe y se embria-
' Psalm. sxxv. 9 . — ’ Matth., xxv, 21. — i Malth., xm, 43. — 4 Apoc., vu, 16.
5 Sap., 111, 7.
' Pulm. xvi, 15 — >Psalm. l x x , 16. — 1 1 Cor., xm, 12.
5j 6 Serie prim era.— V ia un itiva . M eJ. 1 59.— G loria del cielo. 537
y esta gloria? ¿ C óm o nos disponemos para m ereceilo? ¿Agrade­ g a ' , y está toda engolfada dentro de los infinitos gozos de su
cemos la providencia amorosa con que D ios nos ha dirigido? S e ñ o r 1. ¡Oh alma mía! ¿Cuándo llegará este día dichoso, que
¿Imitamos las relevan tes virtudes que los santos han ejercitado? podrás parecer ante la presencia de tu D ios? ¿Cuándo lograrás
Pensémoslo detenidamente, y no podremos menos de confundir­ entrar en aquel océano de luz y hermosura? ¿Cuándo tendrás tal
nos, cotejando nuestra vida con la suya; mas no desmayemos pureza, que puedas contemplar él divino rostro? ¡ Oh Padre
por e s to : com encem os hoy mismo á im itarlos; y para esto haga­ mío! Tomad mis potencias y ocupadlas desde luego en lo que
mos eficaces resoluciones y devotas sú p lica s, rogando por nos­ siempre han de hacer. Ocúpese mí memoria en m iraros, mi en­
otros y por todo e l mundo. ^ tendimiento en conoceros, mi voluntad en amaros, mi lengua en
bendeciros, mis sentidos y miembros en obedeceros, gozándose
todos en V os por todos los siglos.
159.— GLORIA DEL CIELO.
P u n t o ft* Gloria d el cuerpo— Considera aquí la grandeza
de la gloria del cuerpo bienaventurado con las cuatro dotes que
P r e l u d io i .» Representémonos el cielo en la forma de una reunido brillantísima de
todos los Santos, que estén contemplando con inefable gozo la Majestad de Dios, y caá.
lé han de adornar. L a prim era dote es claridad, con admirable
tando armoniosos cantares. hermosura, porque cada cuerpo resplandecerá como el sol >, á se­
P reludio 2.° Pidamos la gracia de conocer los incomprensibles goces de la gloría y de­ mejanza del cuerpo de C risto ; aunque el más bienaventurado
searlos , y trabajar para alcanzarlos. tendrá m ás resplandor, y Cristo sobre todos, con soberana ente­
reza, proporción, color y figura hermosísima en todos los miem­
Pnnto 1.0 G lo ria d el alm a.—Considera aquí la grandeza de bros. Y además de la hermosura exterior, será vistosísim a y
la gloria que es propia del alma y la hace bienaventurada, la apacibilísima la interior del mismo por su transparencia, des­
cual es tan g ra n d e , que, según santo Tom ás, no puede Dios dar­ cubriéndose la armonía de los huesos, venas, arterias, con gran­
la una bienaventuranza m ayor, por encerrar en sí á É l mismo. dísimo resplandor de todas. L a segunda es impasibilidad inmor­
El alma queda com o endiosada, llena de D ios, y hecha un Dios tal ó inmortalidad impasible, porque nunca m ás tendrá ham bre4,
por participación eterna é inmutable, uniéndose D ios con ella, sed, dolor ni recelo de m uerte; en el fuego no se quemará, en el
como el fuego su ele apoderarse del hierro y penetrarle, comu­ agua no se hum edecerá, su vigor nó se m architará, su salud no
nicándole su luz 3’ resplandor, su calor y demás propiedades, de se m enoscabará, y una impasibilidad eterna sustituirá á las pe­
modo que p arece fuego. Con esta unión queda del todo harta, nas que padeció en este mundo. L a tercera dote es agilidad ó
como dice el P ro fe ta '. L a memoria entra en las potencias del ligereza, por la cual tendrá el alm a tanto dominio de su cuerpo,
Señor s, y se en g o lfa en el abismo de su divinidad, teniéndole que lo podrá m over de una parte á otra, sin cansancio ni fatiga
siempre p resen te, sin poderse olvidar de É l, ni divertirse á otra 6 tardanza, sino con suma velocidad, como 'ce n te lla », discu­
cosa, ni reco rd ar co sa que la pueda dar pena. El entendimiento rrirá por el cielo empíreo á su gusto, y a al trono de Jesucristo,
está lleno de D io s con la vista clara de su Divinidad y Trinidad. ya al de su Madre ó de otros Santos. L a cuarta dote es sutilidad ó
A llí ve sin figu ras ni enigmas, cara á cara», átodo D ios,al Pa­ espiritualidad, porque y a no estará sujeto á la obra de la vida
dre, al Hijo 3r a l E spíritu Santo. 3- cómo el Padre engendra al vegetativa, pasando sin comidas, ni bebidas, sin sueño y sin las
Hijo, y los-dos producen al Espíritu Santo, y los tres son un demás obras que le son comunes con las bestias. P o r esta misma
mismo Dios infinito, eterno, inmenso é incomprensible. A llí ve . dote podrá penetrar los cielos, y otro cualquier cuerpo, sin que
los misterios inefables de la Encarnación, Eucaristía y sacratí­ tenga impedimento que le estorbe. Con la consideración de estas
sima humanidad d e Jesús y las misteriosas obras que por ella ha dotes has de alentarte á padecer de buena gana las m iserias de
h e c h o ; los se cre to s juicios de D ios, los arcanos de su provi­ esta vida, teniendo por dicha el sufrirlas, pues han de ser tan bien
dencia paternal, lo s peligros de que le libró, los beneficios que premiadas. ¡Oh dichosas ignominias, cu>’0 fin es tanto resplan­
le hizo, recibiendo con este conocimiento un sumo gozo. La dor! ¡Dichosas penalidades, que causan ser tan impasible! ¡D i­
voluntad está lle n a de D io s . unida con su divinidad con unión chosos trabajos. que son premiados con tantos alivios! A liénta­
perpetua, continua, entrañable y am igable, amándole como pa­ te, alma mía, A traer en tu cuerpo la mortificación de Jesús,
dre, amigo, e sp o so , bienhechor infinito, bien sumo, primer prin­ pues tu cuerpo humillado será conforme con el suyo glorificado.
cipio 3* último fin suyo. Y de este amor resulta un río continuo, ¿Crees esta verdad? ¿D eseas que tu cuerpo disfrute de tan ricas
perpetuo y caudalosísim o de deleites, del cual bebe y se embria­ dotes? ¿Qué debes ahora hacer para m erecerlo?
< Píalm. xxxv. 9. — » Matth., xxv, 21. — ) Matth., xm, 43. — 4 Apoc., vil, t<J.
• Psalm. xvi, 15 — » Palm, lxx, i 6. — 1 1 Cor., xiti, 12. 5 Sap., 111.7.

■i
5 J8 Serie primera.— Via unitiva. Med. 16 0 .— Sagrado Corazón de Jesús. 539
P a n t o 3.° Gloria de los cinco sentidos. Aquí has de consi­ todas sus aspiraciones y deseos. Su memoria no recordará otra
derar la gloria y deleite de los cinco sentidos corporales, discu­ cosa que aquello quele puede dar inmenso gozo, y aun el recuer­
rriendo por cada uno de ellos. L a vista tendrá sumo deleite, do de sus pecados será causa de felicidad;su entendimiento v erá
viendo la hermosura de tan innumerables cuerpos gloriosos, con al invisible, conocerá lo que desconocía, y penetrará aun en los
la variedad que habrá en ellos de rostros y figuras apacibles. Y misterios más profundos; su voluntad poseerá el sumo bien, la
sobre todo se deleitará en ver la humanidad sacratísima de Jesu­ suma dicha, el manantial mismo de todos los deleites, con gozo
cristo y sus resplandecientes llagas, cuya vista será tan glo­ inefable. El mismo cuerpo que fué instrumento para ejercitar la
riosa, que sólo su recuerdo bastaba para consolar á J o b ' en el virtud y para adquirir grandes m éritos, después de la resurrec­
muladar en que se hallaba postrado. El oído se deleitará en oir ción tendrá una gloria accidental indecible. L e adornarán las do­
las dulces palabras que se dirán los bienaventurados unos á tes riquísimas de claridad con eminente hermosura, de impasi­
otros, llenas de sabiduría, discreción y santidad, y las alabanzas bilidad con inmortalidad gloriosa, de agilidad y ligereza incom­
que darán áDios; también se recrearán oyendo músicas celestia­ prensible, y de sutileza y espiritualidad, cual si fuera puro espí­
les y sonidos nuevos, inventados por la sabiduría de Dios para ritu. ¿Y quién podrá imaginar los deleites en que nadarán los
recrear los oídos que en esta vida gustaron de oir sus palabras sentidos del bienaventurado? ¿Es posible que creamos todo esto
* para creerlas, y sus preceptos para cumplirlos. El olfato se y no se despierte en nosotros un ardiente anhelo de m ortificam os
recreará con el olor suavísimo que tendrán los cuerpos glorifica­ y hacernos merecedores de la gloria del cielo? Si ahora muriése­
dos, especialmente el de Cristo nuestro Señor, de quien Él dice mos, ¿podríamos con fundamento esperar tanta dicha? ¿Qué
que adonde está el cuerpo allí van las águilas =, llevadas de su responde á esto nuestro corazón? Nos fatigam os para ganar un
olor. ¡ Oh qué fragancia y variedad de olores inventará la divina puñado de polvo ó un poco de humo de vanidad, y ¿no trabaja-
piedad para recrear la carne que dió de sí olor de santa vida! rem ospara obtener la gloria? ¡Oh alm a necia! Mira bien lo que
E l gusto tendrá una hartura y sabor celestial sin fastidio alguno, te conviene, y conociendo e) camino que debes seguir para llegar
comunicándole el Señor sin manjares la suavidad que pudiera á la gloria, forma resoluciones prácticas y muy particulares, y
recibir de ellos con otro modo más sabroso y soberano, porque con fervorosos coloquios ruega por ti y por todo el mundo.
si el maná, siendo uno, contenía el sabor de todo manjar para
regalar á los justos, también sabrá Dios hacer tal modo desa­
160.— SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS.
bor . que abrace con eminencia todos los sabores, para regalar
á los bienaventurados. Finalm ente: el tacto. extendido por todo
el cuerpo, estará lleno de deleites santos y puros; de modo PtEUKHO l.* representémonos á Jesucristo mostrándonos su araantírimo Corazón
ardiendo en amor á nosotros y coronado de espiaas, dkáéndonos: Estece e¡ Corazón que
que todo el bieifaventurado estará como empapado en el río de
más ha amado á los hombres.
los deleites de Dios. ¡ Oh cuerpo m ío! Anímate á padecer por PutuoM 2.« Pidamos la gracia de amar con terror al Corazón d cjró is.
Cristo, para que gocen tus sentidos del gozo que tienen los suyos-
|Oh Dios infinito! Y a que por vuestra gran misericordia nos ha­
béis adoptado por hijos, dándonos esperanza de poseer la heren­ P u n t o l . ° E xcelencia del Corazón d e J e s ú s considerado
cia del cielo , que tenéis guardada por viva fe para vuestros en si m ism o.— Para despertar en ti la devoción al sacratísim o
escogidos, para manifestársela el día postrero conservad, por Corazón de Jesús, has de considerar que la devoción ha de ser
vuestra bondad, en mí la gracia, para que alcance esta sobe­ proporcionada á la excelencia del objeto que se honra: y siendo
rana herencia de la gloria. -Deseamos que nuestros sentidos el Corazón de Jesús el más r ic o , excelente y hermoso objeto
gocen eternamente? ¿Los subordinamos a l freno de la san­ que puede darse después de D io s . síguese que la devoción á este
ta ley? Corazón adorable h a d e s e r la más v iv a , fervorosa y ardiente
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh muchedumbre infinita de bienes que tengas. P ara esto pondera la excelencia de este divino Cora­
y deleites que D ios tiene reservados para los que le temen y zón considerado en sí mismo. Él es la parte y el miembro m ás no­
aman! En la gloria, en aquella mansión de placer y delicia, el ble del cuerpo sacratísim o de Jesús; es el principio de su vida
alma quedará inundada de felicidad y ventura. Poseerá á Dios, natural, de la vida del Hombre-Dios, esto es, de una vida infini­
fuente de todo bien; quedará como sumergida y absorbida en el tamente excelen te; es el laboratorio precioso en donde se ela­
océano inmenso de la divinidad, y quedarán satisfechas y hartas bora y desde donde se distribuye la sangre de Jesucristo, sangre
que es de un valor infinito; es, en fin, el órgano preciosísimo que
■ Job, xix, 25. — * Matth., xxiv, 28. — i 1 Petr., 1, 5. ejerce su vital influjo sobre todos los miembros, que da principio
MeU. 160. —Sagrado Corazón de Jesús. 541

540 Serie primera.— Pia unitiva. razón de hermano, que nos ama con ternura y m ira como propios
átodas las obras, y de é l, como de un manantial fecundísimo, • todos los trabajos que padecemos, la pobreza que pasam os, las
proceden todos los movimientos, palabras, miradas, acciones, tentaciones que nos com baten; un corazón de amigo el más cari­
ñoso , que ha llegado hasta el extremo de hacerse comida para
sensaciones, dolores y afectos, con los cuales Jesucristo ha redi­
unirse con nosotros, y no separarse jam ás de nuestra compañía;
mido al género humano. E ste divino Corazón está unido con la
un corazón de esposo, tan deseoso de la felicidad de las almas
m ás perfecta de las alm as que ha sido criada por la mano de
justas, sus esposas, que por ellas ha perdido voluntariamente todo
D ios, y es su órgano m ás noble, por el cual produce las más su­
cuanto tenía, incluso la misma v id a ; por fin, es el corazón del más
blimes afecciones. ¿Com prendes, ¡oh cristiano!, la excelencia
amable de los reyes, del más generoso de los bienhechores, del
del alma de Jesús? Pues, si no la puedes comprender, tampoco
más vigilante de los pastores, del más sabio y piadoso de los
comprenderás la excelencia de su Corazón. L a cual sube de qui­
maestros; e l corazón del que es nuestro g u ía , lu z, camino, con­
lates. si se reflexiona que e stá también unido personalmente con
suelo, vida y bienaventuranza. Contempla también áeste sacratí­
el V erbo Eterno, y puede llam arse, y es realmente el Corazón de
simo Corazón recibiendo las amarguísimas oleadas de las penas
Dios. Pues si los clavo s, lan za, espinas, quedaron santificados,
interiores que afligieron á Jesucristo durante su Pasión. E s indu­
y son dignos de veneración p o r el simple contacto que tuvieron
dable que los dolores internos de Jesús excedieron inmensamente
con Jesucristo, ¿cuánto m ás digno de toda nuestra veneración
á todos los tormentos que afectaron exteriormente á su cuerpo;
y obsequios será el C orazón sacratísim o, del cual procede la
y todos estos dolores internos vinieron á reunirse en este marti­
vida de este divino Señor? Reflexiona también acerca de la san­
rizado Corazón. A quí se juntó la mortal tristeza del huerto, el
tidad suprema de este C orazón , físicamente considerado. Es san­
sensible abandono de su Padre, el inmenso dolor que sintió por los
to, no solamente porque pertenece á una alma santísima, y es
pecados del mundo, el profundo abatimiento al verse cargado
parte muy principal de un cuerpo divino, sino porque en él reci­
con las culpas de todos los hombres, el tem or, la angustia, la
bió el Señor los elevados afectos que le unieron espirituálmente
agonía; en una palabra: todas las penas internas que por nos­
con su Padre celestial, y de é l procedieron las ejemplares virtu­
otros sufrió. Este es el Corazón de Jesús. ¿S erá posible que no
des que le hacen el perfectísim o modelo de la humanidad. En este
le amemos? ¿Que no sintamos por él un solo afecto de com­
Corazón se albergó el dolor más intenso.que se ha podido sentir
pasión, agradecim iento, ternura y devoción? ¡Oh Corazón de mi
por la gravedad de la culpa; la confianza más ilimitada en la
Redentor! Confuso y avergonzado estoy de mi enorme é incom­
bondad y poder del Señor; la resignación más perfecta en la
prensible ingratitud; no sé resistir a l am or de una v il cria tu ra ;
divina voluntad; él fué como el receptáculo de todos los consue­
me vence la m ás insignificante muestra de aprecio; roba mi cora­
los divinos, tristezas penosas, alegrías soberanas y gozos celes­
zón una simple mirada cariñosa; y , con todo, para am ar á vuestro
tiales que recibió en este mundo el Hijo de Dios humanado. De
amorosísimo C o ra zó n , me siento rem iso, duro é incapaz. ¡Oh
él, como de una fuente in a go tab le, procedieron las virtudes divi­
Jesús! Ayudadm e con vuestra gracia; dadme vuestro am or, que
nas, que descubrieron los tesoros infinitos escondidos en Cristo.
es el único que me puede hacer feliz.
Pues siendo tal la excelencia del Corazón de J e sú s, ¿por qué no
P o n t o 3 .° U tilidad de la devoción a l Corazón d e J e s ú s .—
le amamos con más ardor? ¿ P o rq u é no sentimos más intensa
Considera los inmensos bienes ¿incom parables gracias que pue­
devoción á tan soberano objeto? ¡Oh Corazón admirableI Ilustrad
des esperar si eres verdaderamente devoto del Sagrado Corazón
nuestra mente, para que descubram os las riquezas y tesoros
de Jesús. E l mismo Jesucristo, apareciéndose á su fiel sierva
infinitos que en V o s ha depositado el Señor, y encended el nues­
la 6 . Margarita, la d ijo : «Te prometo que mi Corazón se dilatará
tro, aunque m iserable, para que os amemos cuanto merecéis, ó
para repartir abundantemente las influencias de su divino amor
á lo menos cuanto nos sea posible.
entre aquellos que le honran y procuran que otros le honren».
P u n t o 2 .° E xcelen cia d e l Corazón de J e sú s con relación
Todos los bienes hallaremos en este divino C orazón , y él será
á nosotros. — En este punto has de considerar la suprema exce­
un lugar seguro de refugio y consuelo en todas nuestras tribula­
lencia del divino Corazón de Jesús con relación á los hombres.
ciones, inquietudes y penalidades; en la enfermedad, será nues­
Este Corazón es el expresivo símbolo del infinito amor que Jesús-
tra salu d ; en las tristezas, nuestro consuelo; en las dudas, nues­
nos ha profesado, de sus beneficios, de sus virtudes y sufrimien­
tra seguridad; en los temores, nuestro alivio. L os deliciosos
tos. En este horno divino se ha encendido aquella ardiente ca­
efectos de esta devoción déjanse sentir sobre todo en la muerte
ridad que le movió á hacerse pobre para enriquecernos, á sufrir
y en el divino juicio. ¡ Oh cuán dulce es m orir, decía la fiel con­
los más acerbos tormentos p a ra aliviarnos, á morir para damos
fidente del divino C orazón , cuán dulce es m orir después de haber
la vida. Pondera cómo este divin o Corazón es para nosotros un
corazón de padre, del cual procede todo cuanto tenemos; un co-
542 Serie prim era.— V ia un itiva. M ed. 1 6 0 — Sagrado Corazón de Jesús. 543

profesado una constante devoción al Corazón misericordioso del Corazón ? ¿Por qué no piensas más en él y no ejercitas con m ayor
que nos ha de juzgar! M as, aun en vida, la generosidad de Jesu- ' perfección los oficios que te encarga? ¿Qué harás en lo sucesivo?
cristo se extiende abundantemente á los devotos de su Corazón Sal de una vez de esa deplorable apatía, y trata seria y eficaz­
santísimo. Él mismo lo ha prometido. «Á los seglares que viven mente de comenzar con decisión la práctica de una devoción tan
en el mundo promete dar los socorros necesarios á su estado, provechosa; para esto forma los propósitos convenientes, y pide
esto es. paz en la fam ilia, paciencia en los trabajos , la bendición por ti y por todos los devotos del Sagrado Corazón y por todo el
en sus em presas, y el consuelo en sus infortunios. A las personas mundo.
que le están consagradas en la religión asegura tales socorros,
que no necesiten valerse de otros medios para establecer el fer­
vor y la más exacta regularidad en las comunidades más relaja­
das, y para elevar á lo más alto de la perfección á las que viven
ajustadas á sus reglas. A los que por divina vocación trabajan en
la salvación de las alm as, promete el mismo Señor que en esta
devoción encontrarán el arte de m over los más endurecidos co­
razones , y trabajarán con maravilloso resultado, si se penetran
ellos mismos de una tierna devoción á este Corazón divino». ¡Oh
cuán delicioso e s , y cuán agradable, habitar en el Corazón de
Jesús! ¡Oh Corazón sacratísimo, fuente inagotable de bienes,
manantial perenne de gracia! Y o quiero amaros con toda mi alma,
quiero serviros con todas mis fuerzas, quiero pensar en V os, ala­ c.
baros, bendeciros y glorificaros con todo mi corazón. Fuera de
V o s, todo lo que hay en el mundo es engaño y m entira; sólo en
Vos se hallan todos los bienes. Pues ¿por qué no amamos á este
divino Corazón? ¿Por qué no le somos más devotos?
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Cuán insensatos somos si no ama­
mos ni somos devotos del divino Corazón de Jesús! É l es el obje­
to más noble, más excelente, más r ic o , más santo, más digno
de todo nuestro aprecio y amor. Él ha sido el perfectísimo ins­
trumento y órgano corporal, en donde ha residido el amor infini­
to de Jesús á su santísimo Padre y á nosotros sus hermanos. De
él han salido, como de un manantial fecundísimo, todas las
obras, alecto s, suspiros , deseos y virtudes, con que el Hijo de
Dios compró nuestras almas. Él es el corazón más am able, más
amante, más tierno, más compasivo, más generoso, más carita­
tivo , más desprendido, más puro y más perfecto. ¡ Oh Corazón
admirable! Quien no os ama, preciso es que no os conozca ó que
haya perdido el corazón. M as, si tan excelente es en sí mismo el
Corazón de Jesús, ¿qué será, si le consideramos con relación á
nosotros? ¡ Ah! Én él descubriremos un corazón de padre amo­
rosísimo, de amigo fidelísimo, de hermano ternísimo, de bien­
hechor generosísimo; una fuente abundantísima de gracias y
dones celestiales, y una mina riquísima de todos los bienes. ¡Bien­
aventurado el hombre que posee una ardiente devoción al Cora­
zón Sagrado de Jesucristo! El cumplirá en vida sus deberes; en
la muerte tendrá un poderoso consolador; en el juicio el mismo
Juez será su amado P ad re, y por toda la eternidad nadará en un
m ar de delicias. ¿Cómo es que tú no seas más devoto del Sagrado
Med. 1 Excelencia de la persona que padece. 545
todas las riquezas espirituales de la sabiduría y ciencia 1 de Dios
y le había sido comunicado su divino espíritu sin medida =. De
modo que cuanto padecía era sin culpa suya, y podía decir con
SEGUNDA SERIE mayor razón que D a v id : «Aborreciéronm e de balde». Y aunque
sus enemigos fingían que la tenia y que le atormentaban como á
blasfemo y transgresor de la ley de M oisés, con todo, Él era un
dechado el más perfecto y modelo más acabado de inocencia,
M ED ITA CIO N E S D E L A P A SIÓ N D E JESUCRISTO. virtud y santidad. Pues, ¿cómo no te compadeces de ver padecer
á u n Señor tan inocente, santo y sabio? E l Centurión y otros
muchos que se hallaron en el Monte Calvario, herían sus pechos,
de dolor, viendo padecer al que tenían por justo; ¿cómo no hieres
A dvertencia. L a s 70 m editaciones que sigu en abarcan tú el tuvo, considerando que padece( no cualquiera justo, sino el
toda la P a sió n de nuestro d iv in o Salvador Jesú s. Como se ha Supremo de los justos, sin haber dado ocasión culpable para tan­
dicho en la introducción de este libro, podrán hacerse con pro­ tos trabajos? ¡ Oh corazón m ío, más duro que las piedras! ¿Cómo
vecho , adem ás de los viernes d e todo el a ñ o , en el tiempo que no te partes por medio á causa del dolor, pues ellas se partieron
inedia desde Septuagésim a h a sta P a scu a de Resurrección, y desmenuzaron cuando padeció esta Piedra v iv a , fuente de la
exceptuados los sábados y d om in g o s de cada sem an a, y los gracia 3* dechado de santidad? ¡Oh alma delicada! Mira cómo pa­
días festiv o s extraordinarios q u e ocurran. dece el inocente; y tú. culpable, ¿no querrás padecer?
Á f in de que con la Cuaresm a se term inen la s meditaciones P u n t o ¡6.° Beneficencia y generosidad d e Jesucristo. - L o
de la P a sió n , podrá com enzarse el lu n es después de Septua­ segundo que debes considerar aquí es la generosidad y omnipo­
gésim a por la m editación n ú m ero j o , reservando las primeras tencia de este Señor en hacer bien á todos y en ser universal
para durante el año. bienhechor de todos. Pondera cómo pasó y ocupó su vida, según
dijo san Pedro a i hacer bien y curar á todos los oprimidos del
1.a— EXCELENCIA DE LA PERSONA QUE PADECE. demonio. ¿Qué necesidad vió que no remediase? ¿Qué lágrim a
que no enjugase? ¿Qué corazón afligido que no aliviase? V alién­
P reludio i .o L a person a q u e p ad ece e s l a m i l santa í inocente, la m ás g en erosa y la dose de la virtud omnipotente que tenía, alumbraba á los ciegos
m ás ca rita tiv a . limpiaba los leprosos, curaba los tullidos, daba babla á los m u­
P reludio 2 .» R e p re sé n ta te á J e s u c r is to e n lo s d if e r e n t e s a c t o s d e su P a sión . dos , sanaba toda clase de enfermos y resucitaba los muertos. No
P r e l u d io 3 . ° P id e co n o cim ien to d e io q u e p o r t i p a d e c ió y co rresp o n d en cia á su amor. se contentaba con remediar los cuerpos; hacia además bien á las
alm as, perdonando los pecados, librándolas del infierno, abrien­
P a n t o l . ° Inocencia y s a n tid a d de J e s u c r is to — Considera do las puertas del c ie lo , comunicándolas luz de doctrina m ara­
en este punto la inocencia y santidad del Señor que padece. Él villosa y fuego de caridad, con el resplandor de todas las virtu­
era inocentísimo, sin que tuviera la m ás ligera mancha de pecado, des. D e donde consta que padecía tormentos y deshonras, no sólo
de tal modo, que podía desañar á sus enemigos, diciéndoles: sin culpa, sino por lo que m erecía sumo descanso y honra. Bien
«;Q uién de vosotros podrá acu sarm e de pecado?», sin temor de dijo de Él san Agustín ^ que vivió en este mundo, obrando cosas
que nadie le contestase. El mism o ju ez que lo condené á muerte, maravillosas y padeciendo cosas muy trabajosas hasta ser col­
no pudo menos de reconocer y confesar repetidas veces que era gado en un madero. Pues, ¿cómo se explica que no te deshagas de
inocente y que no "hallaba en É l c o s a alguna m erecedora de casti­ pena, viendo padecer á este bienhechor de todo el mundo, el
go. É l era Santísimo con todo g én ero de santidad, lleno de gra­ cual, haciendo bien y aprovechando á todos, recibe mal y daño de
cias y virtu des, en quien tenía su s complacencias el Padre eter­ todos? ¡Oh Salvador mío! ¿Quién pudiera alcanzar tal gracia y
no, habiéndole dado al mundo para que con las palabras y llegar á tan alta virtud, que, obrando bien como V os, supiese
ejemplos enseñase á los hom bres el camino de la virtud. Su hu­ padecer algún mal por vuestro amor! ¡ Oh alma mía! No preten­
mildad era profundísima, su obediencia admirable, su manse­ das de los hombres premio de tus buenas obras, pues tu Reden­
dumbre, paciencia, resignación, todas las virtudes. en una pala­ tor recibió de ellos graves tormentos por las su}ras. No te quejes
bra, se hallaban en Él de un m odo nunca visto en el mundo. Él de la ingratitud é injusticia que usan contigo al verte perseguida,
era sapientísimo 3' discretísimo, puesto que se encerraban en Él «
I Colos., II, 3. — >Joan , ni, 54.— < Act., x )>■ - 4 In Psalm. x u x .
3 ?
546 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 2 .a— Penas interiores y exteriores de Jesús. 547
viendo á este Señor afligido con tan espantosos m ales, habiéndo­ desdeña de llamarse nuestro Maestro, Médico, Padre, Hermano,
les hecho tan soberanos bienes. ¿Has obrado hasta hoy según Am igo, Esposo de las alm as, y hacer con nosotros de un modo
esta doctrina? ¿Qué te conviene hacer en adelante? eminente todo cuanto exigen estos títulos. Y este Señor tan santo
P u n t o 3 .° Caridad de Jesús. — Considera en este punto la padece como si fuera el más criminal pecador, y este Bienhechor
infinita caridad de este Señor, por la cual se ha dado volunta­ universal es condenado á muerte como si fuera el m ayor enemigo
riamente á todos, y á ti en particular, haciéndose mucho mejor de la humanidad. Mírale, cristiano, contémplale bien. Es el mejor
que san P ab lo , todo para todos, á fin de ganarlos á todos. Refle­ de los P ad res, y el más fiel Am igo y el más tierno Hermano.
xiona con vivo afecto de tu corazón cómo este Señor es tu Padre ¿Seguirás todavía ofendiéndole? ¿No te compadecerás de Él? Y
amantísimo, á quien debes el ser, la saltid, las fuerzas, todo ¿no llorarás tus pecados, que son sus más crueles verdugos ? Oye
cuanto p o se e s: es tu Maestro sapientísimo, que ha venido del lo que te dice tu mismo corazón: haz eficaces propósitos: pide la
cielo para enseñarte la verdadera ciencia de Dios, sin la cual de gracia de cumplirlos, y ruega por todas las demás necesidades
poco sirven las ciencias humanas, y la cual sola basta para ob­ y obligaciones.
tener la felicidad : es tu Médico piadoso que, movido del más
tierno am or, te ha librado de las enfermedades, sufriendo Él los
2 .a— PENAS INTERIORES Y EXTERIORES DE JESÚS.
dolores que por ellas merecías; es tu Redentor amorosísimo, que
ha dado su propia sangre para sacar á tu alma de la dura esclavi­
tud del demonio; es tu Pastor amantísimo, que para sustentarte Preludio i .° Jesucristo padeció toda suerte de dolores, interiores y exteriores.
Preludio 2.» Represéntate al SeAor llagado y coronado de espinas, diciendo: « Gusano
y alegrarte ha preparado y amasado de tal modo su carne y san­
soy y no hombre, oprobio de los hombres y desecho del pueblo »
gre, que te sirve de pasto delicioso y nutritivo; es tu Criador om­
Preludio 3.° Pide conocimiento y compasión de las penas de Jesús.
nipotente , tu Bienaventuranza ete rn a , el Esposo dulce de tu
alm a, tu Dios y todas las cosas. ] Ah! Si el hijo llora la muerte
de su padre, y la esposa la de su esposo, y el amigo la de su P u n t o l . ° P en a s exteriores de J esú s.—Considera cómo Je­
amigo, ¿qué corazón es el tuyo, que no llora la Pasión y Muerte sucristo durante su Pasión fué atormentado en todas las cosas
de tal Padre, de tal Esposo y de tal Am igo? ¿Cómo es posible exteriores que pueden ser materia de trabajos. En la hacienda y
que pueda entregarse á frívolos pasatiempos, y á placeres crimi­ cosas que p o s e ía ' llegó á padecer tal pobreza y desnudez, que
nales, considerando que por ellos se ha sometido á tales trabajos murió públicameme desnudo en una cru z, tomándole los solda­
este piadosísimo Redentor? ¡Oh D ios de amor y volcán de cari­ dos las vestiduras y repartiéndolas entre sí. En la honra padeció
dad! Y o quisiera tener las lenguas de todos los hombres y de los innumerables irrisiones y escarnios, tratándole de ladrón, mal­
ángeles para poder alabaros con todas ellas por los favores tao hechor y blasfemo contra Dios. En la fama padeció m achos fal­
grandes que me dispensáis. Bastaba, Señor, lo mucho que con­ sos testimonios, con q n e pretendieron desacreditarle, tachándole
migo habíais hecho, dándomé el se r, la vida y la inteligencia, y de pecador, Samaritano, endemoniado, revolvedor del pueblo,
mandando á todas las demás criaturas que me sirviesen; pero no comedor, bebedor y blasfemo, considerándole como hombre re­
bastaba todo eso para satisfacer vuestro amor; y éste os obligaá probado de Dios y condenado *. En m ateria de sabiduría y ciencia
sufrir los más acerbos dolores para hacerme el m ayor bien que fué despreciado y tenido por idiota, sin letras, por loco y furio­
podía pretender. ¡Oh alm a! ¿Has conocido la viveza de este amor? so*, por imprudente y necio. En materia de potencia y m ilagros se
¿Qué debes hacer tú en retom o por él? le tuvo por embustero y encantador, y por hombre que tenía
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué inocencia tan santa, qué ge­ pacto con Belcebub y Satanás *. Finalmente, padeció en sus mis­
nerosidad tan m isericordiosa, y qué caridad tan ardiente res­ mos amigos y allegados, porque unos le negaron. los más le des­
plandece en Jesús, nuestro amante Padre! Sus enemigos más ampararon, y los que se hallaron presentes, como su benditísima
encarnizados, á pesar de estar siem pre acechándole, no logran Madre y algunos otros más fieles, agravaban su dolor, sintiendo
descubrir en Él ninguna falta ni defecto real. Emplea todos los Él mismo con gran viv eza la pena y afrenta que ellos padecían,
días de su vida en hacer beneficios y obrar milagros para soco­ i Oh generosísimo Redentor! ¡Cuán bien pagáis nuestras deudas
rre r á los desgraciados, alimentar á los hambrientos y consolar con vuestras penas! Porque todas las cosas del mundo fueron cebo
á los afligidos. El es el paño de lágrim as de todos. A Él se acerca de nuestra codicia, carnalidad y soberbia, queréis padecer en to­
el pecador arrepentido y oye palabras de vida; á É l acude la ma­ das pobreza, tormento y humillación. Permitidme, Señor, quede
dre agobiada por la suerte de su hija, y se retira consolada. Su
caridad es tan encendida, que se hace todo para todos, y no se 1 S. Tbom. — xP<alm. lixxvii , 5. — } M<rc., 111, 21. — « Lu«.,xi. 15.
Med. 2."— Penas interiores y exteriores <1e Jesús. 549
548 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.

hoy más me sean ellas instrumento para serviros, como hasta libradme de mis males espirituales. ¿Conocemos nosotros las
aquí me fueron ocasión para ofenderos. ¡Oh alma mía! Compara penas de Jesús? ¿Deseam os aliviarlas? ¿Qué hemos de practicar
las excelencias de esta divina Persona con las ignominias y do­ al efecto?
lores que p ad ece. para que te confundas de tu soberbia y sen­ P n n to 3 .° D o lo r e s in te r io r e s d e J e s u c r is t o . — Considera
aquí las aflicciones y dolores interiores de Jesús, los cuales
sualidad, y te alientes á padecer para imitarle. ¿Estás resuelta
acompañaban á los referidos dolore? exteriores. Estos dolores
á verificarlo? ¿Abusarás todavía de los bienes exteriores que
fueron muchos y muy graves, y en todas las cosas que el ánima
has recibido? ¿ Qué debes hacer para evitarlo?
purísima del Salvador podía padecer sin imperfección. Porque Él
P n n t o 2.° D o lo r e s d e J e s ú s e n s u s c in c o s e n tid o s y en los
fué desamparado de su Padre celestial del modo que podía serlo,
m ie m b r o s d e s u cu e r p o .— Reflexiona
en este punto sobre lo mu­
y con tan vehemente dolor, que Él mismo lo quiso declarar en la
cho que padeció Jesucristo en cada uno de sus cinco sentidos.
cn iz, diciendo: «Dios m ío, Dios m ío; por qué me desampa­
Pondera con dolor cómo sus ojos fueron afligidos viendo los visa­
raste»; privóse de todo consuelo sensible del corazón, obligán­
jes , mofas y meneos de sus enem igos, y las lágrim as y sollozos
dole á devorar los más intensos tormentos sin darle el menor
de sus amigos; y fueron también enturbiados con las salivas y
a liv io ; Sufrió tristezas vehementes en la voluntad por las inju­
las gotas de sangre que corrían de su cabeza, y con el ardor de
rias que se hacían á D io s, 3' por la perdición de los hombres, por
las encendidas lágrim as que por ellos vertía. Sus oídos pade­
cuya salud había venido al mundo; padeció tem ores gravísim os,
cieron oyendo contra S í muchas y muy grandes blasfemias, inju­
tedios de muerte y agonías tan intensas, que hubieran bastado
rias y falsos testimonios y terribles acusaciones de sus enemi­
para causarle la m uerte, si con su omnipotencia no hubiera con­
gos. El olfato padeció sufriendo el mal olor dél monte Calvario,
servado la vida. F ué tal la pena interior, que le hizo derramar
donde fué crucificado. E l gusto padeció terrible sed, y en ella
un sudor nunca visto, no de agua, sino de sangre, y tan copioso,
fué, no aliviado, sino atormentado con hiel y vinagre. El tacto
que llegó á reg a r con él la tierra. F inalm ente: aunque fueron
sufrió gravísim os dolores con los azotes, que desgarraron sus
terribles los dolores del cu erp o . fueron mucho m ayores los del
purísimas carnes; las espinas, que acribillaron su cabeza, y los
espíritu; porque en lo interior tomaba tanta pena cuanta quería;
clavos, que traspasaron sus pies y manos. D e modo que los cinco
y como amaba m ucho, quería que fuese m ucha, para m ayor bien
sentidos que tú has convertido en fuentes de pecados é iniquidad de los que tanto amaba. ¡Oh dulce Redentor! ¡A hora veo con
y puertas por donde ha entrado la muerte en tu alm a, fueron cuánta razón os llama Isaías ' Varón de dolores y curtido en
para Jesús manantiales de tormento y dolor, con el fin de mere­ enfermedades, pues por todas partes os miro rodeado de dolo­
certe la vida que habías perdido. ¡ Cuán ingrato serás si continúas res y cercado de aflicciones! L a s tempestades del mar am argo
abusando de e llo s! D iscurre también por todos los miembros y bañan y atormentan vuestro cuerpo, y sus olas penetran hasta
partes principales del cuerpo de Jesucristo, y verás que en todos vuestra alma *. P or defuera os aflige penosísimo bautismo de san­
ellos padeció exquisitos dolores y toi*mentos. L a cabeza fué pun­ gre y por dentro él amarguísimo cáliz * de la tristeza. Conce­
zada con espinas y aporreada con la caña; los cabellos y barbas dedme, S eñ o r, q u esea sem ejanteá V o s en todas estas penas,
arrancados; los carrillos abofeteados; lo s brazos descoyuntados, para que os agraden mi cuerpo y mi espíritu, y queden limpios
hasta poderse contar todos lo s huesos; las muñecas atadas fuer­ de todas sus mancillas. ¿ A b rig a s , alm a m ía, estos sentimientos ?
temente con sogas; las manos y pies atravesados con clavos; las ¿Por qué te quejas al verte agobiado de tristeza y amargado por
espaldas y todo el cuerpo rasgado con azotes muy crueles; y el dolor?
como las heridas eran en partes tan sensibles, causaban dolores E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Con cuánta razón puede dirigirnos
excesivos. ¡Oh cuerpo delicadísim o! ¡Con cuánta razón se puede Jesús aquellas palabras del profeta Jerem ías: «¡Oh vosotros,
decir de V o s 1 que desde la planta del pie hasta la coronilla de la todos los que pasáis por el camino de la v id a ; atended y ved si
cabeza no teníais parte san a , sino todas llenas de heridas y car­ hay dolor semejante al mío!» Todas las penitencias de los con­
denales , de llagas y dolores m uy terrib le s! ¡Oh! ¡Cuánta mayor fesores, todas las austeridades de los anacoretas, todas las fati­
razón había para que mi cuerpo fuera atormentado en todas sus gas de los Apóstoles y todos los dolores de los m ártires no pue­
partes y sentidos, pues con todas 3' de todos han manado innume­ den compararse con los tormentos de Jesús en su Pasión. E l es
rables pecados! Sanad, ¡ oh buen Jesú s!, con las llagas de vuestro afligido en los bienes exteriores, quitándole cuanto tenia, robán­
cuerpo las llagas de mi alma; y p o r vuestros dolores corporales, dole la fam a. calumniando su p o d er, burlando su sabiduría,

1 Isai, 1, 6 . • lsai., Lia, y. — 1 Psalm. lxviii, a. — y Loe., su , 50. — * M ire., x , 38-


550 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo, Med. Perseguidores de Jesús. 551

echando á la peor parte las más laudables obras realizadas en doles su doctrina. haciendo en su presencia muchos m ilagros,
favor del hombre. Él es atormentado en su cuerpo; cada uno de curándoles sus enfermedades y las de sus h ijos. criados ó ami­
los cinco sentidos padecen especial doloí1: la vista con la presen­ gos, dándoles de comer milagrosamente en los desiertos; por lo
cia de los enemigos que le atormentan y con la dé los amigos que cual le querían alzar por R ey • y le recibieron en su ciudad con la
le ven su frir; el oido con las maldiciones y blasfemias que pro­ mayor pompa que jam ás fué recibido príncipe alguno de la tierra.
fieren los verdugos y judíete; el gusto con la sed ardiente y con Pues todos estos se trocaron y convirtieron contra su Dios y R e­
la hiel y vinagre; el olfato y el tacto padecen sus tormentos pro­ dentor, y contra su Bienhechor infinito. injuriando, atormentan­
pios. ¿Qué diremos de los miembros del cuerpo? ¡A h ! Mira su do y matando á quien tanto bien les había hecho, y á quien poco
cabeza, y la verás cubierta de espinas; mira sus manos, y las antes juzgaban por digno de toda honra y le aclamaban por autor
hallarás agujereadas; contempla sus espaldas, sus mejillas, todo de la vida y le llamaban hijo de D avid, que viene en nombre del
el cuerpo, y lo encontrarás herido de pies á cabeza, cual si fuera Señor. ¡ Oh dulce Jesús, R ey de reyes, Juez de viv o s y muertos,
un leproso. Y si pasas al alma, y si penetras en su corazón, lo Sumo Pontífice y Supremo Sacerdote, fuente de la ciencia y san­
verás envuelto en un m ar de am argura, combatido por espanto­ tidad, piedra angular del pueblo gentílico y judaico! ¿Cómo sois
sas olas de tristeza, tedio, pavor, agonía. Congojoso sudor de perseguido de los reyes y jueces terrenos, de los sacerdotes y
sangre brota de todos sus miembros, y riega el suelo. ¡Cuánto sabios de la tierra, y de todos los pueblos y naciones del mundo?
padece Jesús! ¡ Y todo lo soporta por ti! ¿Te atreverás á aumen­ No me espanto que os persigan los que no os conocen; pero ¿qué
tarle sus penas con nuevas culpas? ¿Cómo debes corresponder.á diré viéndoos perseguido de los que os conocían y por mil títulos
Jesús? Medítalo, haz propósitos, pide gracia para cumplirlos, y estaban obligados á serviros? ¡ Oh alm a cristiana! ¿ H as perse­
no olvides las demás necesidades que tienes encomendadas. guido tú también á Jesucristo con tus pecados? ¿No lloras tama*
ña ingratitud ?
P a n to Causas que movían á los perseguidores de
3.n— PERSEGUIDORES DE JESÚS.
Cristo.— Considera las causas que inducían á los perseguidores
de Jesucristo á ensañarse contra este benignísimo Señor, y por
Preludio i . o Jesú* es perseguida y ulonnenudo par toda clase de hombres, y sobre ellas podrás rastrear algún tanto la crueldad y fiereza que usa­
todo por los demonios. ron en su persecución. Pondera cómo todos ellos eran soberbios,
Preludio 3 o Represéntate á |e$ús rodeado de sus perseguidores, que le golpean y es­
ambiciosos, codiciosos, hipócritas y fingidos, y por consiguiente,
cupen , instigados por el demonio.
eran enemigos irreconciliables de la verdad y del m aestro que
P reludio 3.0 Pide compasión de Jesús y confusión por haberie perseguido. •
les enseñaba y del médico que deseaba curar sus mortales llagas.
Estaban, además de e sto .p o seíd o sd ela p a sió n d eo d io , rencor y
P u n t o l.° Q uiénes persiguen á J e su c r isto — En este punto envidia de C risto, porque les reprendía sus inmundos y asque­
debes considerar la muchedumbre y calidad de las personas que rosos vicios, y obscurecía sus honras vanas con la autoridad de
se conjuraron contra Cristo nuestro S e ñ o r, para despreciarle y su sabiduría, santidad y m ilagros, y asi deseaban á todo trance
atormentarle en su Pasión. Pondera cómo concurrieron y coope­ hundirle por completo. L os unos, obrando por pura m alicia, pre­
raron á esta obra criminal é infame reyes, gobernadores, jue­ tendían vengarse de las injurias que juzgaban haber recibido;
ce s, sumos pontífices, sacerdotes, letrados, religiosos de aquel los otros, vencidos de la pasión del tem or, consentían en la con­
tiem po, cortesanos. soldados, gentiles y judíos, y hasta de sus sumación del crim en, por no perder la gracia del C ésar ó la
mismos discípulos no faltó quien le persiguiese. E l rey Herodes aprobación y aplauso del pueblo; éstos, por una ignorancia cul­
con su corte le escarnece ; el juez Pilatos le condena; Anásy pable, por no querer conocer bien quién era A q u el que había
Caifás, sumos sacerdotes , le reprueban; los escribas y fariseos sido puesto por blanco de las iras de todos; aquéllos, en fin . por
le acusan; los soldados le prenden y mofan; los verdugos le azo­ falso celo de la Religión y del bien público, el cual celo, cuando
tan, coronan y crucifican; la canalla del pueblo da voces contra se junta con la envidia, atiza la crueldad, y la hace más terrible
É l, pidiendo que m u era; un discípulo le vende, otro le niega, y que de fieras. Contempla ahora, como David ', á este mansísimo
todos le desamparan. Reflexiona cómo á todos estos tenía el Se­ cordero, cercado de tantos perros y novillos y toros gruesos,
ñor obligados con innumerables beneficios para que le amasen, leones y unicornios muy feroces, que son los enemigos que le
honrasen y sirviesen, porque demás de los beneficios generales rodean. Mira cómo unos le espantan con sus bramidos, otros le
que como Dios y Redentor comunicaba á todos, en especial ha­
bía hecho otros muy particulares á los de aquel pueblo, enseñán ■ Psalm. x x i , 13.
552 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 4.*— Personas por quienes padece Cristo. 553

desgarran con sus uñas, le muerden con sus dientes, y le voltean ñado del demonio? ¿No te apartarás de los lazos que te tiende?
con sus cuernos de una parte á o tr a , trayéndole de tribunal en E p ilo g o y c o lo q u io s. — ¡Bien dijo el Profeta : Se reunieron
tribunal, hiriéndole con tanta crueldad, como si no fuese hom­ y juntaron los reyes y príncipes de la tierra contra Dios V contra
bre, sino estatua de hom bre, gusano y desecho del pueblo. ¡Oh su Cristo! Todas las clases d éla sociedad se han convenido para
dulcísimo Jesús! ¡Quién pudiera libraros de la furia tan ende­ atormentar á Jesús. Reyes y pueblos. sacerdotes y legos, religio­
moniada de vuestros enem igos! ¡Quién pudiera hallarse en vues­ sos y seglares, sabios é ignorantes. nobles y plebeyos : todos
tro lugar, para que, descargando esos perseguidores su rabia y se han levantado contra Cristo. L a soberbia, ambición y codicia
furor sobre m í, quedaseis V o s libre de sus cruelísimas manos! que les estimula; el odio, envidia, rabia y furia que les incita
Mas vuestra caridad no lo perm ite, para que en medio de tantas contra É l ; las pasiones todas se despiertan para deshacerse de
fieras resplandezcan vu estras soberanas virtudes. ¡ Oh alm a. más aquel que venía á sujetarlas y enfrenarlas á tod as, y á destruir
dura que un diamante! ¿No te compadeces de tu Padre, al ver el imperio brutal que ejercían sobre el hombre. De los persegui­
el estado en que se halla? ¿Continuarás ayudando á sus perse­ dores del Señor, á unos avasalla el temor, á otros incita la envi­
guidores en su obra crim inal ? dia, á estos el rencor, á aquellos los deseos de venganza, y á
JPunto 8.° E l dem onio es el p rin cip a l perseguidor de Cris­ todos el demonio, enemigo capital de Jesucristo, porque temía
to.— Considera en este punto cómo los principales perseguidores con razón que por Él había de venir la destrucción del imperio
de Cristo nuestro Señor, fueron las potestades de las tinieblas que ejercía en el mundo. ¡O h! ¡Con qué rabia lé p ersigue! i Cómo
in fern ales1, que son los demonios, los cuales sumamente le sabe instigar y encender la fiereza de los hombres conjtra Él! Pero
aborrecían, porque con su virtud omnipotente los echaba délos Jesucristo, nuestro Redentor y Maestro. ¡ con qué paciencia, man­
cuerpos, en cuya posesión se hallaban, sacaba de su poderlas sedumbre., serenidad y calma se halla en medio de sus persegui­
almas que había e sc la v iza d o , y destruía y arruinaba su reino, que dores! ¡Qué enseñanzas tan prácticas y sublimes podemos apren­
era el reino del pecado. D urante su vida mortal habían manifes­ der de É l! Entra dentro de ti mismo, examina con grande con­
tado en repetidas ocasiones el odio y rabia que sentían contra fusión si tú también has formado parte con los perseguidores de
Jesucristo, ya tendiéndole lazos para -hacerle caer en sus garras, Jesucristo. ¿Qué debes ahora hacer para reparar tal iniquidad?
ya ensalzando sus portentos para desvanecerle con la vanidad, Piénsalo, propón, pide auxilio al Señor para cumplir los propó­
ya publicando las grandezas y excelencias soberanas que presu­ sitos, y pide por todo lo demás.
mían hallarse en Él, p ara que no fuese con ellos tan severo. Mas
ahora, viendo que todos su s ardides y enredos habían sido inú­
tiles, quieren vengarse d e É l, y provocarle á algún acto de 4.a— PERSONAS POR QUIENES PADECE CRISTO. '
impaciencia, y así atizan la fiereza de los hombres para que le
persigan, atormenten y le hagan sufrir los dolores más vivos y P keluiho i .« Jesú» padeció por todo» los pecadores, incluso* sus perseguidores, por ti
acerbos que se pueden im aginar. Á Judas instigó Satanás á que le y por cada uno en partku'ar.
vendiese; á lo s soldados, á que inventasen los escarnios que le Preludio 2.0 Represéntate á Jc-ús dicié 1Jote: « Por ti soporté el oprobio a.
hicieron, y en los judíos encendía el fuego de la ira con que ar­ P reludio 3.0 Pide verdadero agradecimiento á Jesú» por sus bondades.
dían ; y como la licencia q u e para afligir al Señor le dieron no fué
con la limitación que se le dió contra el santo Job , no se contentó P u n t o l .° Padece por todos los pecadores. — Considera
con arrojarle en un m uladar lleno de lla g a s , sino hasta quitarle cómo Cristo nuestro Señor padeció los dolores y desprecios de
la vida con terribles torm entos. ¡ Oh Je sú s, gran Sacerdote!8 su Pasión por los pecados de todos los hom bres, pasados. pre­
¿Qué á Vps con Satanás p a ra que tal poderío se le dé sobre vues­ sentes y por venir, deseando pagar con su sangre las deudas qué
tro sagrado cuerpo? ¡Oh am or insaciable! ¿Por qué no os con­ habían contraído, volver por la honra de su P ad re. aplacar su
tentáis con ser atorm entado de los hombres? ¿Por qué consentís justa indignación, reconciliar los pecadores con D ios, librándo­
que sus atizadores sean lo s demonios? ¡A h ! Es que deseáis li­ los de las culpas y penas, así temporales como eternas, que ha­
brarm e con estos torm entos de los que ellos me habían de dar bían merecido. Pondera que, siendo los pecados de los hombres
por m is pecados. ¡Oh cristia n o ! Mira á qué extrem o de males se infinitos en la gravedad. por ser contra Dios infinito, era necesa­
ha sujetado Jesús por tu a m o r; mira en qué manos ha querido rio que fuese infinita la persona que padecía estos dolores, para
caer, para librarte de e llo s. ¿Consentirás todavía en ser enga­ pagar con ellos la deuda con igualdad. Y , aunque cualquier dolor
de Jesucristo y una sola gota de su sangre bastara para esto,
■ Luc., xxii ,53. — « Zachar , m , i. quiso padecer tanta muchedumbre de tormentos, para que su re-
552 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. MeJ. 4 ‘ — Personas por quienes padece Cristo. 55 J

desgarran con sus uñas, le muerden con sus dientes, y le voltean ñado del demonio? ¿N ote apartarás de los lazos que te tiende?
con sus cuernos de una parte á o tra, trayéndole de tribunal en E p i l o g o y c o lo q u io s . — ¡Bien dijo el Profeta : Se reunieron
tribunal, hiriéndole con tanta crueldad, como si no fuese hom­ y juntaron los reyes y príncipes de la tierra contra D ios y contra
bre, sino estatua de hom bre, gusano y desecho del pueblo. ¡Oh su Cristo! Todas las clases de la sociedad se han convenido para
dulcísimo Jesús! ¡Quién pudiera libraros de la furia tan ende­ atormentar á Jesús. R eyes y pueblos, sacerdotes y legos, religio­
moniada de vuestros enem igos! ¡Quién pudiera hallarse en vues­ sos y seglares, sabios é ignorantes, nobles y plebeyos : todos
tro lugar, para que, descargando esos perseguidores su rabia y se han levantado contra Cristo. L a soberbia, ambición y codicia
furor sobre m í, quedaseis V o s libre de sus cruelísimas manos! que les estimula; el odio, envidia, rabia y furia que les incita
Mas vuestra caridad no lo perm ite, para que en medio de tantas contra É l ; las pasiones todas se despiertan para deshacerse de
ñeras resplandezcan vu estras soberanas virtudes. ¡Oh alma, más aquel que venía á sujetarlas y enfrenarlas á todas, y á destruir
dura que un diamante! ¿N o te compadeces de tu Padre, al ver el imperio brutal que ejercían sobre el hombre. D e los persegui­
el estado en que se halla? ¿Continuarás ayudando á sus perse­ dores del Señor, á unos avasalla el tem or, á otros incita la envi­
guidores en su obra crim inal ? dia, á estos ei rencor, á aquellos los deseos de venganza, y á
P u n t o 3.® E l d e m o n io e s e l p r i n c i p a l p e r s e g u id o r d e Cris­ todos el demonio, enemigo capital de Jesucristo, porque temía
to.— Considera en este punto cómo los principales perseguidores con razón que por Él había de venir la destrucción del imperio
de Cristo nuestro Señor, fueron las potestades de las tinieblas que ejercía en el mundo. ¡Oh! ¡Con qué rab ia té persigue! ¡Cómo
in fern ales', que son lo s demonios, los cuales sumamente le sabe instigar y encender la fiereza de los hombres contra É l! Pero
aborrecían, porque con su virtud omnipotente los echaba de los Jesucristo, nuestro Redentor y Maestro. ¡ con qué paciencia, man­
cuerpos, en cuya posesión se hallaban, sacaba de su poderlas sedumbre, serenidad y calma se halla en medio de sus persegui­
almas que había escla v iza d o , y destruía y arruinaba su reino, que dores! ¡Qué enseñanzas tan prácticas y sublimes podemos apren­
era el reino del pecado. D urante su vida mortal habían manifes­ der de Él 1 Entra dentro de ti mismo, examina con grande con­
tado en repetidas ocasiones el odio y rabia que sentían contra fusión si tú también has formado parte con los perseguidores de
Jesucristo, ya tendiéndole lazos para-hacerle caer en sus garras, Jesucristo. ¿Qué debes ahora hacer para reparar tal iniquidad?
y a ensalzando sus portentos para desvanecerle con la vanidad, Piénsalo, propón, pide auxilio al Señor para cumplir los propó­
ya publicando las grandezas y excelencias soberanas que presu­ sitos , y pide por todo lo demás.
mían hallarse en Él, para que no fuese con ellos tan severo. Mas
ahora, viendo que todos su s ardides y enredos habían sido inú­
tiles, quieren vengarse d e É l, y provocarle á algún acto de 4.a— PERSONAS POR QUIENES PADECE CRISTO. '
impaciencia, y así atizan la fiereza de los hombres para que le
persigan, atormenten y le hagan sufrir los dolores más vivos y P reludio i.o Jesú> padeció por todos los pecadores, inclusos sus perseguidores, por ti
acerbos que se pueden im aginar. A Judas instigó Satanás á que le y por cadfl uno en particu'ar.
vendiese; á los soldados, á que inventasen los escarnios que le Preludio 2.° Represéntate á Jomís dtcié1jo te : « Por ti soporte el oprobio ».
hicieron, y en los judíos encendía el fuego de la ira con que ar­ P reludio 5.0 Pide verdadero agradecimiento á Jesú* por sus bonJaJe*.
dían ; y como la licencia que para afligir al Señor le dieron no fué
con la limitación que se le dió contra el santo J o b , no se contentó P u n to l.° P a d e c e p o r to d o s lo s p e c a d o r e s . — Considera
con arrojarle en un m uladar lleno de llagas, sino hasta quitarle cómo Cristo nuestro Señor padeció los dolores y desprecios de
la vida con terribles torm entos. ¡Oh Jesús, gran Sacerdote!1 su Pasión por los pecados de todos los hombres, pasados, pre­
¿Qué á V os con Satanás p a ra que tal poderío se le-dé sobre vues­ sentes y por venir, deseando pagar con su sangre las deudas que
tro sagrado cuerpo? ¡Oh am o r insaciable! ¿Por qué no os con­ habían contraído, volver por la honra de su P ad re. aplacar su
tentáis con ser atorm entado de Jos hombres? ¿Por qué consentís justa indignación, reconciliar los pecadores con D ios, librándo­
que sus atizadores sean lo s demonios? ¡A h ! E s que deseáis li­ los de las culpas y penas, asi temporales como eternas, que ha­
brarme con estos torm entos de los que ellos me habían de dar bían merecido. Pondera que, siendo los pecados de los hombres
por mis pecados. ¡ Oh c ris tia n o ! Mira á qué extremo de males se infinitos en la gravedad, por ser contra Dios infinito. era necesa­
ha sujetado Jesús por tu a m o r; m ira en qué manos ha querido rio que fuese infinita la persona que padeefa estos dolores, para
caer, para librarte de e llo s. ¿Consentirás todavía en ser enga­ pagar con ellos la deuda con igualdad. Y , aunque cualquier dolor
de Jesucristo y una sola gota de su sangre bastara para esto,
* Luc., xxii, 53. — * Zacbar , m , i. quiso padecer tanta muchedumbre de tormentos, para que su re-
554 segunda.— Pasión de Jesucristo.
M cd. 4.*— Personas por quietus padece C risto. 555
dención fuese más copiosa ', y para que los hombres, por ¡a con* dan cruel muerte. ¡Bendita sea, Salvador m ío, vuestra incom­
sideración del remedio, conociésemos la gravedad de nuestro prensible caridad, y glorificada sea vuestra infinita misericordia!
peligro 5. ¡A h ! Miraba tu buen Jesús todo el cuerpo místico del ¡Oh! Si vuestros enemigos la conocieran, ¡cóm o se confundirian
linaje humano llagado de pies á cabeza con innumerables col­ de su ingratitud, y , convertidos en am igos, no cesaran de ala­
pas; y , para curarle, quiere que su cuerpo sea de pies á cabeza baros y serviros con más amor que antes os perseguían con ren­
llagado con innumerables heridas, y su espíritu afligido con gra­ cor! A brid, Señor, los ojos de los que ahora os persiguen, para
ves ignominias. Contémplale bien: por las codicias de los avaros que, cesando de perseguiros, traten muy de veras de serviros. Y
está desnudo en la cru2; por la soberbia de los letrados, es tenido nosotros, en vista de tal modelo, ¿nos atreverem os á pensaren
por loco; por la vanidad de los que presumen de santos, es teni­ venganzas? ¿No perdonaremos de corazón á los que nos hayan
do por p ecad o r; por la hinchazón de los poderosos, es tratado ofendido? ¿Conservarem os en nuestro pecho una sola chispa de
como miserable y flaco; por los regalos de los sensuales, es car­ rencor ó antipatía contra nuestro prójimo?
gado de tormentos. Sus cinco sentidos son atormentados por las P u n t o :í .° P adece por cada hombre en particular. — Con­
demasías de los nuestros; su cabeza coronada de espinas, en cas­ sidera en este punto con toda atención y recogimiento cómo
tigo de nuestras ambiciones; su lengua aheleada, por nuestras Jesucristo nuestro Señor de tal manera padecía todos los despre­
glotonerías; sus manos y pies agujereados por nuestras ma­ cios y dolores por todos los hombres del mundo, que al mismo
las obras y peores p a so s; sus espaldas aradas con azotes por tiempo los. padecía y ofrecía en especial por cada hombre en par­
nuestros hurtos ; sus hombros oprimidos con el peso de la ticular, como si él solo estuviera en el mundo. Pondera cómo en
cruz, porque echamos d élo s nuestros el peso de su santa ley. aquellos dolorosos momentos tú ocupabas la mente y el corazón
¡ Oh Redentor generosísim o, cuya redención es tan copiosa, que de Jesucristo, el cual contemplaba todos los pecados en que has
bastara para redimir infinitos mundos, si los hubiera! Aplicad caído, las debilidades y flaquezas espirituales que tienes, las mi­
esta redención á este único mundo que cria steis; pero con tal serias que te rodean y las necesidades que padeces, y , como tier­
eficacia, que todos los hombres gocen de ella y se salven. ¡Oh no P ad re, amante Médico y generoso Redentor, estaba prepa­
cristiano! Mira en qué estado tan lastimoso han puesto tus peca­ rando la medicina para curarte y remediarte y el socorro para
dos á este Señor. ¿Volverás á cometerlos? ¿No los llorarás arre­ librarte de todos los m ales que te afligen. Tam bién tú puedes
pentido? decir lo que de si decía el Apóstol san P a b lo ', hablando de Cristo
P u n to Padece por sus mismos perseguidores— Consi­ nuestro Señ or: «El que me amó y se entregó á la muerte por
dera aquí cómo Cristo nuestro Señor padecía todos estos tor­ mf>. ¡Oh! ¡S i tú te vieras en el corazón de tu dulce Jesús, al
mentos por los mismos enemigos que se los daban. Como buen tiempo que padecía tan acerbos dolores, sin duda tu corazón se
M aestro, después de haberte leído durante su vida y predicación partiera de pena! A llí verías el desconsuelo que le causaba tu
la lección sublime é importante de amar á tus enemigos y de ha­ ingratitud, la tristeza que le ocasionaba tu mala correspondencia
cer bien á los que te aborrecen y persiguen, quiere por sí mismo y la fatiga espantosa que sentía al considerar el poco fruto que
ponerla en práctica para que, si sus palabras no te convencen, no de sus tormentos has reportado. A llí descubrirías, adm irado, el
puedas y a resistir al argumento eficacísimo de sus obras. Pon­ amor más que de padre, hermano y esposo, que te ha profesado,
dera con atención cómo este divino Señor derrama su sangre ofreciendo su sangre por tu rescate, sus penas por tu dicha, su
preciosísim a para lavar con ella los pecados que cometen sus desamparo por tu eterna felicidad. ¡ Oh dulcísimo y amorosísimo
verdugos derramándola; É l pide fervorosamente á su Padre des­ Redentor! ¿Qué os daré y o . miserable pecador, por lo que V o s
de la cruz, y excusa á aquellos que le están maldiciendo y blas­ me disteis? ¿Cómo os pagaré lo que por mí hicisteis? Estaba con­
femando ; abre las puertas del cielo á los mismos que quisieron denado á muerte por mis cu lp as, y V o s la sufrís para que yo
arrojarle en las tinieblas y sombras de la muerte, y prepara su viva; merecía ser eternamente desamparado en el infierno, y V os
cuerpo y sangre para que un día sea comida y bebida de los que queréis ser desamparado de vuestro Padre para abrirme el cielo.
lé propinan hiel y vinagre. ¡Oh, á qué extremo llega la inmensa ¡Oh alma mía! L lora ahora tus pecados, por los cuales padece
caridad de este amante Redentor! Él ofrece su Pasión por dar tanto el que tanto te am ó, y ama con todas tus fuerzas al que
esta misma caridad á los que le aborrecen, por dar honra á los tanto por ti padeció, y como si por ti solo padeciera, asi alábale
que le deshonran, por dar libertad á los que le prenden, por dar y glorifícale por todos los siglos. M as, ¿qué debes hacer para
descanso á los que le afligen, y por dar eterna vida á los que le esto? ¿Qué te exige el am or de Jesús?
• Psahn. cxxix ,7 1 5 , Btrn. • G ato ., 11, 20.
556 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 5.*— Amor con que padece Cristo. 537
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Con cuánta razón se admiraba el
san Pedro por Hijo de Dios v iv o , Él le contesta que ha de ser
Apóstol de la caridad de C risto nuestro Señor! Siendo Él inocen­
entregado á los principes de los sacerdotes para ser atormentado.
tísimo, quiso padecer p o r los culpables; siendo impecable y pu­
S i, vestido de gloria y majestad y acompañado de Moisés y Elias,
rísimo, quiso ser atormentado como pecador. Apenas se halla
se halla transfigurado en el Tabor, allí habla de su dolorosa sali­
quien se resigne á m orir por la salvación de un justo de quien se
da del mundo. Si el mismo san Pedro se atreve á oponerse á que
hayan recibido grandes favores, y Jesucristo padece y muere por
acepte los am argos y duros trabajos que anuncia, oye de Él una
los hombres, de quienes no ha recibido más que ingratitudes.
áspera reprensión. Escucha cómo suspira 1: « Con un bautismo
¡Qué bondad! ¡ Qué m isericordia! Jesucristo muere por los mis­
he de ser bautizado. ¡Oh! Cómo me aflijo hasta que venga». Mí­
mos que le matan; da su sangre para lav ar con ella á los mismos
rale subiendo apresurado á Jerusalén, en donde sabe que ha de
que la derram an; es atado para desatar de sus culpas á aquellos
padecer dentro de breves días; precediendo á sus A póstoles, e x ­
que le atan. A s í cumple lo que ha mandado, á saber: que ame­
citando con este paso tan desusado su admiración, y provocándo­
mos á nuestros enem igos y que hagamos bien á los que nos abo­
les á que le sigan por el camino de los trabajos y en el amor á
rrecen. ¿ Comprendes e l am or de Jesús? ¿Te admira su caridad?
los padecimientos. ¡Oh Am ado mío! ¿Qué es lo que hacéis? ¿Por
Más te admirará si recuerdas que de tal modo murió por todos
qué ese apresuramiento? ¿Por qué esa angustia y aflicción? ¿Por
en gen eral; que también murió por cada uno en particular, y por
qué ese ardiente deseo? Si el bautismo por el que suspiráis fuera
ti, y dispuesto estaba á sufrir por cada alma lo mismo que sufrió
de a g u a , no me admirara que os diera pena su tardanza y dila­
por todas ellas, si ésta hubiese sido voluntad de D ios, y hubiese
ción ; mas siendo de sangre, y de sangre salida de vuestras ve­
sido conveniente por la salvación de ella. ¡Qué confusión debes
nas con terribles penas, ¿cómo le deseáis con tantas ansias? ¡Oh
sentir al verte tan amado de Jesús, y tan ingrato á sus favores!
alma! ¡Cuánto distas de la imitación de Jesús! ¿Tienes hambre y
¡ Qué vergüenza al v e rte en su divino Corazón, tan cubierto de
deseos de padecer trabajos ? ¿No prefieres disfrutar de continuo y
pecados y cargado de faltas! ¿No los lloras? ¿No los enmiendas?
regalado descanso?
¿Qué debes reso lver p ara esto? Haz propósitos, pidiendo auxilio P u n t o ¡®.° J e s ú s aceptó los trabajos cuando llegaron.—Va.
para cumplirlos y rem edio para todas las necesidades. segunda muestra y señal clara del am or con que Jesús abrazó los
tormentos de su Pasión, está en el modo cómo los aceptó luego
ó.^-AMOR CON QUE PADECE CRISTO.
de llegado el tiempo de sufrirlos. Pondera cómo muchos blasonan
Preludio I.» Jefús piJeció con tal amor, que dtstó q»« lijasen sus tormentos,los de los trabajos y los desean antes que vengan, y después de ve­
recibid con seniles de contento, y estaba dispuesto para sufrirlos mayores. nidos los aborrecen y huyen de ellos. Quizá tú eres de esta clase
Preludio 2.» Represéntate á Jesucristo crucificado, diciéndote: «Tengo sed de padecer*. de hombres. El amor al sufrimiento no sólo se manifiesta en el
Preludio 5.® Pide gracia de corresponder al amor de Jesucristo. deseo que le precede, sino con m ayor evidencia se demuestra en
la manera de aceptarlo. El acom eter los mismos trabajos, saliiios
P a n t o l . ° J e s ú s deseó los tormentos antes que llegasen.— á recibir, no huir de ellos, ni impedirlos, aunque se pueda; no
Considera la grandeza é inmensidad del amor con que Jesucristo excusarse, ni volver por sí, ni hablar en su defensa, aunque sea
padecía los dolores y desprecios de su Pasión. Porque no los pa­ p ro v o c a d o á e llo , para exim irse de ellos; ofrecerse aparejado
deció por necesidad y fu erza, sino de voluntad y porque quiso, sin resistencia á todo cuanto quisieren hacer de él sus atormenta­
como había dicho Isa ía s 1 , movido del infinito amor que pro­ dores, con tal modo de mansedumbre que ellos no pierdan el
fesaba á su eterno P a d r e , cuya gloria deseaba, y del que por ánimo de atorm entarle, por muchos tormentos que le d en ; tales
su respeto tenía á los hombres. Pondera cómo la primera señal son los indicios manifiestos de que hay verdadero amor a l trabajo
de am or á los trabajos es desear que vengan presto; hablar con y sufrimiento. M ira ahora á Jesús cuán exactamente cumple todo
gusto de ellos, siem pre que se presenta ocasión; refrescar su esto y mucho más. É l v a al huerto donde le han de prender: puede
memoria con muestras de contento; entrar con alegría y gozo rogar a l Padre que envíe legiones de ángeles para su defensa, y
en el lugar donde se h an de p adecer; afligirse al v er que se dilata no q u iere: da licencia á sus enem igos, que estaban postrados en
el tiempo de su lle g a d a ; reprender á aquellos que quieren estor­ tierra, para que se levanten y le préndan: entrega su rostro á las
barlos, llamándolos ad versa rio s sayos. Todo esto hace Jesús, bofetadas y su cuerpo á los azotes, sin volver el rostro ni des­
como verdadero enam orado del padecer. O ye cuántas veces ha­ viar e l cuerpo á dolor algu n o: no quiere hacer m ilagros para que
bla de los trabajos que h a de padecer en Jerusalén. S i le confiesa Herodes le am pare, ni hablar en su defensa para que Pilatos le

I Isti., LUI. 7. ■ Lúe., x:i, 50.


558 S e r ie seg un da— P a sió n de J e iu c r is to . Med. 6 .’ — Subida de Jesucristo n Jerusalén. 559
suelte, aunque le provoque á ello admirándose de su silencio. saciable amor! ¿No sientes tú los afectos opuestos? ¿No te re­
Finalmente, acepta su injusta sentencia, abraza dulcemente la pugnan toda suerte de sufrimientos? ¿Dirás que amas á Jesús?
cruz, y se tiende en ella, dejándose enclavar con duros clavos de E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán admirable es el amor de Je­
hierro, porque estaba ya muy más enclavado con los clavos del sucristo en su Pasión! Bien había dicho Isaías que padecería por
amor. ¡Oh amor infinito y fuego inmenso! No fueron bastante po­ su voluntad. Exteriormente parece violentado y forzad o; pero,
derosas para apagaros las aguas de trabajos tan inmensos en la realidad, todo cuanto padece es porque q uiere, por el
antes con ellas os encendisteis mucho más. Abrásese mi alma; amor que tiene á su P adre, cuya gloria desea, y por el que pro­
Jesús mío, con este fuego, y enciéndase con este amor, á finde, fesa á los hom bres. que ha venido á salvar. Á fin de darte una
que, al contemplar el modo tan admirable cómo recibís los tra­ señal clara de este am or, É l manifiesta vivos deseos de que lle­
bajos cuando os llegan, no ose quejarse de las tribulaciones que gue presto la hora de p a d ecer. y se muestra afligido y contris­
la asaltan. ¿No querremos nosotros abrazamos con la cruz? tado al v er que se retarda, y reprende con acritud si alguno le
¿Cómo nos hemos portado, y qué debemos hacer? estorba esto. M as, llegada la hora por É l tan suspirada, mira
P o n t o 3 .° J e s ú s deseó padecer tovmetttos m ayores—Con­ cómo se ofrece á sus perseguidores, presenta las manos para que
sidera cómo pasó muy más adelante el amor inmenso de Jesús, las aten, no se defiende pudiendo h acerlo, abrázase con la cruz,
en dar señales de inmensidad, pues no se hartó con padecerlo se deja enclavar en ella , y , como sediento, apura hasta las he­
que padeció, sino deseó padecer infinitamente más. Miraba las ces el cáliz amarguísimo de su Pasión. Y , como enfermo de amor,
ansias con que sus enemigos deseaban inventar nuevos tormentos aún no queda satisfecho, y, estando para espirar, desea sufrir
para afligirle, y dilatando más su amor, no solamente deseaba nuevos tormentos, y d ice: «Tengo sed», sed de nuevos azotes,
padecer los tormentos que le dieron, sino estaba aparejado á su­ nuevas espinas, nuevos clavos, nuevas injurias, nuevos dolores.
frir todos los que deseaban darle. Y aun, no contento con esto, A sí prueba Jesucristo que el am or, y sólo el am or, le obligó á
estaba deseoso y aparejado para sufrir otros incomparablemente cargarse con la cruz. A s í te enseña cóm o debes tú portarte. D es­
m ayores, si fuera necesario, para nuestro bien. Pondera cómo graciadamente , hasta ahora has obrado tal vez de un modo
el fuego divino que abrasa el Corazón de Jesús es un fuego que opuesto. Y , si n o , pregúntate: ¿D eseas padecer por Jesús? Si
siempre arde y nunca dice basta, porque nunca quedó satisfecho, el Señor quiere probarte con alguna tribulación, ¿cómo la re d -
ni aun después de haber consumido la hacienda, fama, repóso y bes y soportas? ¿Qué te convendría hacer en el estado en que te
vida de aquel Señor, porque deseaba consumirlas mil veces hallas para imitar con perfección á Jesucristo? Medítalo con
más, si hubiera convenido. Y así, si mucho debes á Jesús por lo todo cuidado; forma resoluciones, grabándolas bien en tu me­
que por ti padeció, mucho más le debes por lo mucho más que moria. Pide gracia para su cumplimiento, y ruega por las demás
deseó padecer por tu redención. Si recibió en sus espaldas cinco necesidades.
mil azotes, amor tenía para recibir cinco mil millares más crue­
les. S i su cabeza fué traspasada con setenta y dos espinas, su 6.a— SUBIDA DE JESUCRISTO Á JERUSALÉN.
amor estaba rendido para dejarse traspasar de setenta mil de
ellas. Si estuvo colgado tres horas en la cruz, con excesivos dolo­ P reludio i .» Al subir Jesucristo i Jeru<alci á padecer, iba con paso muy acelerad»;
res, aparejado estaba para estar millares de horas con tormentos descubrió á sus A pó «toles lo que harían con El los judíos; mas los Apóstoles no le con»,
mucho mayores. Más deseó ser atormentado, que sus enemigos prendieron.
atorm entarle; é infinitamente más amó el padecer, que todos los Preludio 2 • Represéntate á Cristo subiendo i Jerculcn y oyendo tú lo que dice.
hombres mundanos aman el descansar. ¡Oh amantísimo Reden­ Preludio 3.0 Pide ia gracia de imitar á Jesús en su amor al trabajo.
tor! V os dijisteis que no hay m ayor amor que dar la vida por el
am ado; pero veo que el vuestro ha superado al de todos los ami­ P u n t o l.° Jesucristo subió á Jeru salén con paso m uy ace-
gos y padres, porque, no sólo os ha obligado á dar la vida por lerado.— Considera cóm o,llegado el tiempo de su Pasión, Jesu­
nosotros, sino que mil vidas hubierais dado por salvarnos. Más cristo subió á Jerusalén desde la ciudad de Efrén, en donde se
fuerte que la muerte es vuestro am or, á quien la muerte misma había retirado, y en esta subida iba con paso tan acelerado ', que
no pudo vencer, sino que anheló morir mil muertes por su amado. los Apóstoles estaban como admirados, y con gran temor se
I Oh ¡¡Q uién me diese, un amor tan insaciable, que no se viese esforzaban in se g u irle . Pondéralas causas de este nuevo modo
harto de padecer por quien tanto padeció por mí con tan in* de caminar de Cristo nuestro Señor. Quería ante todo declarar

>Can!, vili. 7. • Marc., x, y t .


j6o Serie segunda .— Pasión de Jesucristo. Med. 6.“—Subida de Jesucristo á Jerusalén. 561
I

al mundo la prontitud de voluntad y el fervor de espíritu con dica, enseña y hace m ilagros, allí la tiene presente; y en la
que iba á padecer, sin temor de los trabajos que le esperaban en misma transfiguración habla de ella 1 con Moisés y E lias, como
jerusalén; y así, mientras que en las obras de suyo fáciles y de cosa de que gustaba hablar, aunque fuese muy am arga; con
gloriosas, como predicar, hacer m ilagros, sanar enfermos, etc., • lo cual te enseña á que tengas siempre presente su Pasión,
gustes hablar de ella, y sea como pan, que se come con todos
iba con su paso ordinario, á la obediencia alrentosa y penosa de
su Pasión y muerte quiso ir con paso extraordinario; porque el los otros manjares. Adem ás, hablaba tan repetidas veces de su
amor de D io s, al contrario del amor propio, es como fuego y Pasión, para confirmar á sus discípulos en la fe y creencia de
aguijón que hace correr con m ás fervor á la obediencia más estas ignominias, que eran más dificultosas de creer que sus
penosa á la carne y más agradable á Dios. Conoce por aquí cómo grandezas, y para que se apercibiesen con gran constancia para
en tus obras y trabajos eres m ás llevado del amor propio que del ellas. Por esto cuando es más honrado delante de sus discípu­
divino. Dem ás de e sto , quiso el Salvador ir aprisa delante de los con la confesión de san Pedro y delante de las turbas por la
todos. para significar que en materia de padecer trabajos inte­ grandeza de sus m ilagros, entonces les descubre su Pasión,
riores y exteriores quiso lleva r la delantera á todos sus Apósto­ acordándose en el día de los bienes, como dice el Sabio ", del día
les y discípulos, y aun á todos los hombres. En los milagros, de ios m ales, y apercibiéndoles de un día para el otro. ¡ Oh
que es cosa honrosa, dió la delantera á sus Apóstoles ■ y áotros Maestro soberano! Donde V os subís quiero subir y o , porque
santos; empero en los padecimientos Él quiso ser el primero, padecer con V o s no es b a ja r, sino subir y m edrar; y si yo v o y
padeciendo m ayor necesidad que Job, más desamparo que Lá­ en vuestra compañía, no tengo que temer, porque será cierta
vuestra ayuda, con la cual las penas se convertirán en méritos
zaro y más cruel persecución que los profetas todos. Mira cuánto
dista tu espíritu del de Jesú s, viendo que en las honras quieres y los dolores pararán en descanso eterno. ¿ V e s, cristiano, cómo
siempre ser el prim ero, y el postrero en las deshonras y persecu­ Jesús piensa en sus padecimientos, y su m ayor consuelo es re­
ciones. Por fin, pretendía el Señor con su celeridad provocará volverlos en su memoria? ¿ Qué haces tú ? ; Qué debes hacer? .
sus discípulos á que se esforzaran en seguirle, y así vemos que P a n t o $.° Jjts Apóstoles no entendieron lo que les decía
cada uno procuraba adelantarse á su compañero, para acercarse J e s ú s . — Considera cómo los Apóstoles no entendían > lo que
más á Jesús, venciendo el tem or y el miedo que tenían con el Jesús les decía, siendo para ellos palabra escondida y encubierta,
fuego del amor que le profesaban, el cual les obligaba también que ni sentían, ni alcanzaban, ni se atrevían á preguntársela,
á salir de su paso, provocados por su ejemplo. ¡ Oh dulcísi­ y les entristecía vehementemente. Pondera cómo no todos los
mo Jesús, que subisteis A Jerusalén á padecer tormentos con que oyen predicar la Pasión ó la le e n , y oyen hablar de e lla , la
tanto fervor y prisa como si fuerais á recibir descansos! Llenad entienden, penetran y sienten, como no la entendían, ni penetra­
mi alma del amor divino que os sacó de vuestro paso, para que ban en este tiempo los A póstoles, que eran im perfectos; porque
yo salga del mío, perezoso y tibio, ofreciéndome á padecer sentirla y penetrar los misterios y frutos de ella y las grandezas
cuanto V os quisiereis, con un espíritu ferviente, semejante al que en sí encierra es don de D ios, el cual da cuando quiere á sus
vuestro. ¡Oh, cuán opuestos son nuestros sentimientos, deseos y escogidos, quienes deben pedírselo con verdadero fervor, por lo
aspiraciones á los de Cristo! ¿Q ué hemos de resolver para imi­ mucho que les interesa. Mas, reflexiona cuál fué la causa de que
tarle? los Apóstoles no entendiesen lo que Jesús les decía acerca de su
P a n t o 2 .° D escubre el S eñ or á su s Apóstoles lo que habrá Pasión, y verás que no fué otra que la baja estima con demasiado
de padecer en Jeru sa lén .— Considera cómo en esta ocasión re­ temor qiie tenían de las injurias y desprecios, y la grande estima
veló de nuevo el divino M aestro á sus discípulos 5 que subía á con demasiado amor de las honras y grandezas, teniendo por
padecer, explicándoles detalladamente los trabajos de su Pasión. muy indigno de Cristo, cuya dignidad habían conocido, el que se
Mira cuán presente tenía el S eñ or su Pasión santa; de ella había sujetase A las humillaciones que les pronosticaba de su Pasión.
hablado á sus Apóstoles cuando san Pedro le confesó por Hijo Y ésta es la causa también por qué tú , al meditar estos miste­
de D ios, y á todas las turbas cuando curó al endemoniado luná­ rios, te hallas seco y sin sentimiento; es que te llegas á esta me­
tico, como refiere san Lucas *; y como si esto no bastase, hoy ditación con disposición contraria á lo que ellos exigen. T e ase­
vuelve á explicarla con todas sus circunstancias á sus discípulos. mejas en esto al Apóstol san Pedro 4, q u e , oyendo referir á su
¡Ah! E s que gusta de saborearse en su amargura y de beber sin divino Maestro los tormentos que había de sufrir, opúsose hasta
cesar este cáliz tan penoso; cuando come y bebe, cuando pre- el punto de d ecirle: « Guárdete Dios de entregarte á tales dolo­

i Joan., xiv, 12; S. Thom. — » Mattb , xx, 18. — i Luc., ¡x, 44. ' Luc., ix ,2 2 .— i Eccles., xi, 17. — j Luc., xvm, 34. — 4 Mittb., xvl, 16.
$6
562 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. "j "— Entrada solemne de Cristo en Jerusalén. 363

res». Pero Jesucristo, con grande energía y v iv e z a , le contestó: rusalén con grande pompa exterior y especiales muestras de ale­
«Vente tras M í, Satanás; éresme escándalo, porque no sabes las gría, algunos días antes de su Pasión. Quiso primeramente mani­
cosas que son de Dios». A sí te trataría Jesucristo si mirases las festar las ganas que tenía de padecer, y la alegría con que recibía
aflicciones y dolores enviados y ordenados por D ios, no con los . los trabajos que le esperaban en aquella ciudad, entrando en ella
ojos de la fe y sabiduría celestial, sino con la luz de la sabiduría con tanto rego cijo , como si fuera á bodas. Causábale este gusto
humana. ¡ Oh Maestro soberano! V o s sentíais tan altamente de el celo por la gloria de su Padre que buscaba, y por la salvación
vuestra Pasión, por la sabiduría del cielo con que mirabais la Je los hombres que ardientemente deseaba; y porque tú no tienes
causa de ella, y considerabais como enemigo y adversario al que este vivo celo, se te hacen duros los trabajos. Demás de esto, para
quería estorbarla, aunque con pretexto de celo y amor; desnu­ dar una prueba de que las tristezas y temores del huerto no
dadme de toda sabiduría terrena, y vestidme de vuestra sabidu­ habían de llegar á la parte superior del espíritu, sino quedarse
ría celestial, para que yo sienta altamente de vuestros trabajos en la parte inferior del alm a, ahora, antes que sobrevengan, y
y de los que quisiereis que padezca por vuestro amor. ¿Compren­ teniéndolas y a delante de los ojos, quiere dar muestras exterio­
demos nosotros el mérito del padecer? ¿ Cómo miramos la cruz res de alegría, enseñándote que la suma paciencia consiste en
de Cristo t ¿ Es para nosotros escándalo ó lo cu ra, como para los ofrecerse con gran contento de espíritu A sufrir, no solamente
judíos y gentiles, ó virtud de Dios? trabajos exteriores, sino aflicciones interiores, en las cuales se
K p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Hermosos y saludables son los muestra principalmente la sólida virtud y perfecta conformidad
ejemplos de Jesús en su subida á Jerusalén en vísperas de su con la voluntad de Dios. Otra causa fué para manifestar que
Pasión! L leva un paso acelerado, casi precipitado, causando todas las injurias que hasta entonces había recibido en aquella
grande admiración á los A p óstoles, que nunca le habían visto ingrata ciudad, no habían sido poderosas para entibiar un solo
andar de aquella manera. ¡Ah! Deseaba mostrarte las ganas que grado su amor, como tampoco lo serán todos tus pecados, por
tenía de padecer por ti, y por esto corría á su Pasión con la cele­ enormes que sean, con tal que arrepentido te arrojes en los bra­
ridad que los mundanos á sus entretenimientos; quería demos­ zos de su misericordia. L a caridad de este Señor es como un
trarte que en materia de dolores quería ser el primero, sin admi­ fuego encendidísimo, al cual ni todos ios ríos de las tribulacio­
tir A otro que le aventajase, ni aun igu alase, entre todos los nes. ni las muchas aguas de los pecados pueden apagar. Pondera
hombres pasados, presentes y por v e n ir ; pretendía despertar en Analmente la última causa de tan nueva entrada, que fué para
sus discípulos ¿it'ectos de admiración é imitación, como realmente que entiendas que padecer trabajos y desprecios por cum plir la
lo logró. Adm ira tú también á Jesús, viéndole correr á la cruz; voluntad divina y por la virtud, es cosa gloriosa y honrosa en los
oye las palabras que dirige á sus Apóstoles, anunciándoles, como ojos de D ios, de los ángeles y de los ju stos; y a sí, has de entrar
y a lo había hecho en otras ocasiones, los trabajos que le espe­ en ellos, no sólo con gozo, sino con muestras de honra y pompa,
raban. ¡ Cuán diüce es para Él este recuerdo! A m a á su Padre, como quien se precia de ellos y se honra con ello s, sin avergon­
y por esto gusta de pensar en aquello que le ha de causar suma zarse ni correrse por ello. M a s, no paró aquí la caridad de Jesús,
g lo r ia ; ama á los hombres, y por esto se complace en recordar sino que quiso estas honras y aplausos exteriores para que des­
aquello que ha de ser para ellos principio de todos los bienes. Y pués sus deshonras y afrentas fuesen m ayores; de suerte que una
tú , ¿cómo piensas acerca de los trabajos? ¿ A caso no entiendes ni sola vez admitió los aplausos y honras del m undo, y esta fué
p enetras, como no penetraban los A p ó sto les, el mérito, proVe- para que se convirtiesen en m ayor ignominia su\-a, ordenando
cho y gloria que en ellos hay encerrados? ¿Q ué debes sentir y esta honra á su m ayor deshonra. ¿ Y nosotros qué juicio hacemos
pensar de ellos en adelante ? Reflexiónalo; haz propósitos, pide de los trabajos ? ¿Cómo los miraremos y recibiremos en adelante?
Jesús ntio, gracias os doy por el hambre insaciable que tenéis
gracia para cumplirlos, y ruega por todos.
de padecer ignominias, por lo cual corréis á ellas con m ayor de­
7.a— ENTRADA SOLEMNE DE CRISTO EN JERUSALÉN. seo y contento que los mundanos á sus alegrías y pasatiempos.
Corrido estoy en vuestra presencia por la repugnancia que tengo
P reludio i .» Jesucristo quiso entrar pomposamente en Jerusalén pocos dias antes de su á padecer trabajos por vuestro amor. Suplicóos, Señor, quitéis
Pasión. de mí esta repugnancia, y me deis tales ganas de padecer por V os
P reludio 2.° Represéntate á Jesús en este paso. afrentas, que no se menoscaben, aunque reciba honras.
P reludio 3.« Pide amor á los trabajos, á imitación de Jesús. P a n t o ¡8.° Modo de verificar su entrada Cristo en Jeru sa ­
lén.—Considera en este punto el modo cómo dispuso Cristo nues­
l* a n to I.° Causas porque quiso entrar con tal p o m p a -
tro Señor su entrada en la ciudad. Llegando y a cerca de ella,
Considera las causas por qué Jesucristo determinó entrar en Je-
562 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. -j.*— Entrada solemne de Cristo en Jerusalén. 363

res». Pero Jesucristo, con grande energía y v iv e z a , le contestó: rusalén con grande pompa exterior y especiales m aestras de ale­
«Vente tras M í, Satanás; éresme escándalo, porque no sabes las gría, algunos días antes de su Pasión. Quiso primeramente mani­
cosas que son de Dios». A s í te trataría Jesucristo si mirases las festar las ganas que tenía de padecer, y la alegría con que recibía
aflicciones 3' dolores enviados 3' ordenados por D ios, no con lo s . los trabajos que le esperaban en aquella ciudad, entrando en ella
ojos de la le y sabiduría celestial, sino con la luz de la sabiduría con tanto rego cijo , como si fuera á bodas. Causábale este gusto
humana. ¡ Oh Maestro soberano! V o s sentíais tan altamente de el celo por la gloria de su Padre que buscaba, y por la salvación
vuestra Pasión, por la sabiduría del cielo con que mirabais la •ie los hombres que ardientemente deseaba; 3' porque tú no tienes
causa de e lla , y considerabais como enemigo y adversario al que este vivo celo, se te hacen duros los trabajos. Demás de esto, para
quería estorbarla, aunque con pretexto de celo 3? am or; desnu­ dar una prueba de que las tristezas y temores del huerto no
dadme de toda sabiduría terrena, y vestidme de vuestra sabidu­ habían de llegar á la parte superior del espíritu, sino quedarse
ría celestia l, para que yo sienta altamente de vuestros trabajos en la parte-inferior del alm a, ahora, antes que sobrevengan, y
y de los que quisiereis que padezca por vuestro amor. ¿Compren­ teniéndolas y a delante de los ojos, quiere dar muestras exterio­
demos nosotros el mérito del padecer? ¿ Cómo miramos la cruz res de alegría, enseñándote que la suma paciencia consiste en
de Cristo r ¿ Es para nosotros escándalo ó lo cu ra , como para los ofrecerse con gran contento de espíritu á sufrir, no solamente
judíos y gentiles, ó virtud de Dios? trabajos exteriores, sino aflicciones interiores, en las cuales se
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Hermosos y saludables son los muestra principalmente la sólida virtud y perfecta conformidad
ejemplos de Jesús en su subida á Jerusalén en vísperas de su con la voluntad de Dios. Otra causa fué para manifestar que
Pasión! Lleva un paso acelerado, casi precipitado, causando todas las injurias que hasta entonces había recibido en aquella
grande admiración á los Apóstoles, que nunca le habían visto ingrata ciudad, no habían sido poderosas para entibiar un solo
andar de aquella manera. ¡Ah! Deseaba mostrarte las ganas que grado su am or, como tampoco lo serán todos tus pecados, por
tenía de padecer por ti, y por esto corría á su Pasión con la cele­ enormes que sean, con tal que arrepentido te arrojes en los bra­
ridad que los mundanos á sus entretenimientos; quería demos­ zos de su misericordia. L a caridad de este Señor es como un
trarte que en materia de dolores quería ser el primero, sin admi­ luego encendidísimo, al cual ni todos ios ríos de las tribulacio­
nes, ni las muchas aguas de los pecados pueden apagar. Pondera
tir íl otro que le aventajase, ni aun igualase, entre todos los
hombres pasados, presentes y por ven ir; pretendía despertar en Analmente la última causa de tan nueva entrada, que fué para
sus discípulos alectos de admiración é imitación, como realmente que entiendas que padecer trabajos y desprecios por cum plir la
lo logró. Admira tú también á Jesús, viéndole correr á la cruz; voluntad divina y por la virtud, es cosa gloriosa y honrosa en los
oye las palabras que dirige á sus Apóstoles, anunciándoles, como ojos de D ios, de los ángeles y de los ju sto s; 3' a sí, has de entrar
ya lo había hecho en otras ocasiones, los trabajos que le espe­ en ellos, no sólo con go zo , sino con muestras de honra y pompa,
raban. ¡ Cuán dulce es para Él este recuerdo! Ama á su Padre, como quien se precia de ellos y se honra con e llo s, sin avergon­
y por esto gusta de pensar en aquello que le ha de causar suma zarse ni correrse por ello. M as, no paró aqui la caridad de Jesús,
g lo ria; ama á los hombres, y por esto se complace en recordar Sino que quiso estas honras y aplausos exteriores para que des­
aquello que ha de ser para ellos principio de todos los bienes. Y pués sus deshonras >r afrentas fuesen m ayores; de suerte que una
tú , ¿cómo piensas acerca de los trabajos? ¿ Acaso no entiendes ni sola vez admitió los aplausos y honras del m undo, y esta fué
penetras, como no penetraban los Apóstoles, el mérito, prove­ para que se convirtiesen en m ayor ignominia su\ a , ordenando
cho y gloria que en ellos hay encerrados ? ¿ Qué debes sentir y esta honra á su m ayor deshonra. ¿ Y nosotros qué juicio hacemos
pensar de ellos en adelante ? Reflexiónalo; haz propósitos, pide de los trabajos ? ¿Cómo los miraremos }• recibiremos en adelante?
gracia para cumplirlos, y ruega por todos. Jesús m ío, gracias os doy por el hambre insaciable que tenéis
de padecer ignominias, por lo cual corréis á ellas con ma\ror de­
7.a— ENTRADA SOLEMNE DE CRISTO EN JERUSALÉN. seo y contento .que los mundanos á sus alegrías y pasatiempos.
Corrido esto3’ en vuestra presencia por la repugnancia que tengo
P reludio 1.° Jesucristo quiso entrar pomposamente en Jerusalén pocos dias antes desu á padecer trabajos por vuestro amor. Suplicóos, S eñ o r, quitéis
Pasión.
de mí esta repugnancia, y me deis tales ganas de padecer por V os
PRELUDIO 2 .» Represéntate á Jesús en este paso.
afrentas, que no se menoscaben, aunque reciba honras.
P reludio Pide amor á los trabajos, á imitación de Jesús.
P u n t o SS.° Modo d e verificar su entrada Cristo en J eru sa ­
P a n t o I.° Causas porque quiso entrar con tal pom pa.- lén.—Considera en este punto el modo cómo dispuso Cristo nues­
Considera las causas por qué Jesucristo determinó entrar en Je* tro Señor su entrada en la ciudad. Llegando y a cerca de ella,
564 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.

mandó á dos de sus discípulos á un lugar que se hallaba enfrente, Med. ] * — Entrada solemne de Cristo en Jerusalén. 365
encargándoles le trajesen una asna con su pollino que allí esta­ ellas pasara, otros cortaban ramos de o liv o , otros llevaban pal­
ban atados; y colocando los discípulos sobre el último sus capas, mas en las manos en señal de victoria, y todos entonaban armo­
subió en él Jesús. ¡ Con qué humildad hace tu R ey su solemne niosos cánticos, diciendo 1 : « Hosanna al Hijo de D a v id ; bendito
entrada en la corte de su rein o ! En lugar de carros de cuatro ca­ el que viene en el nombre del Señor». Mira cuán de verdad
ballos, un jum entillo; en vez de ricos aderezos, las pobrisimas honra el Padre Eterno á su divino Hijo, con honras sólidas y ver­
capas de sus discípulos. Bien había pronosticado de Él un pro­ daderas. En el pesebre, recién nacido, le envió millares de ánge­
feta 1, diciendo á la hija de S ió n :« A lé g r a te , hija de Sión, porque les para que le alabasen, y ahora despierta ejércitos de hombres
tu R ey vendrá para ti justo y salvador, pobre y sentado sobre y mozos puros é inocentes para que solemnicen su entrada. M ira
un jum entillo». Mira el bajo aprecio que debes hacer de las pom­ también la devoción de esta sencilla gente, que se quita sus ca­
pas del mundo, y lo mucho que debes estimar la pobreza, man­ pas y las tiende en el suelo para que las pise Cristo nuestro Señor
sedumbre y humildad de Cristo. Si estas son las señales de tu en señal de reverencia, teniéndose por dichosos de que tocase
R e y y de tu Señor, razón será que sean también las tuyas, ya sus cosas. A rroja con el mismo espíritu todas tus cosas á los pies
que te precias de ser su v a s a llo ; con ellas has de salir á recibirle de Cristo, para que El haga de ellas todo lo que quisiere. M uy con­
cuando viene á ti en la sagrada Com unión; y con las mismas traria lué la conducta de los fariseos, quienes, envidiosos de la
debieras presentarte cuando seas llamado á su reino. Mas pon­ honra que se tributaba al Señor, acudieron á Él mismo, dicién-
dera las circunstancias particulares de este suceso, que todas dole: «Maestro, reprende á tus discípulos y hazlos callar». ¡Cuán
son muy instructivas. Envía dos discípulos por el jumentillo, y grande es la malicia del envidioso! Pésale del bien del prójimo,
no uno solo, por llevar adelante la costumbre de que anduviesen condena por malo lo que es bueno, y tiene por pasión lo que es
acompañados, y de dos en dos, unidos en caridad. Manda que inspiración de Dios. Huye tú de tan abominable v ic io , y sigue las
suelten los dos animales atados, y se los traigan, para significar inspiraciones del Espíritu Santo, las cuales son de sí tan eficaces,
que el oficio de los A póstoles era soltar á los pecadores que vi­ que truecan los corazones, enseñan á los ignorantes y los mueven
ven vida bestial, y están atados con las sogas de sus pecados y á glorificar á D io s , dejando á los presuntuosos y soberbios fari­
traerlos á Cristo, para que se apodere de ellos, y los rija como seos en su tibieza. Por cuyo motivo respondió Jesús á la petición
rige al jumento el que va montado en él. Manda que, si alguno se de esto s: « Dígoos de verdad, que si estos callaren, las piedras
lo impidiere, le digan que el Señor tiene necesidad de ellos, y al hablarán». ¡Oh dulcísimo Jesús, que soltasteis con vuestra inspi­
instante los dejará, avisándoles que ha de haber quienes quieran ración las lenguas de los sencillos é inocentes, para que con gran
estorbar su oficio, pero que tales estorbos cesarán en el nombre júbilo os bendijesen y alabasen, dejando en su m alicia y obstina­
del Señor que les envía. ¡ Oh palabra omnipotente, que así tapa ción los duros corazones de los soberbios y envidiosos fariseos!
las bocas y ata las manos de los que quieren impedir los manía- Concededme vuestra gracia, que es poderosa para hacer de las
tos del Señor! ¡Oh R ey de la gloria! ¡Qué entrada tan nueva es piedras hijos de Abraham , para que con mis palabras y acciones
la que hacéis en este día! ¡Pobre, manso y humilde, sentado os reconozca por mi R ey y Señor, y todas ellas sean para Vos
sobre un jumentillo! ¿Cómo no vienen los ángeles del cielo para bendición y alabanza perfecta. ¿Cómo piensas tú, alma cristiana,
arrebataros en un carro de fuego como á Elias? ¿Dónde está el de Jesús? ¿T e alegra su venida, como á los sencillos israelitas?
fervoroso D avid, para que cante y se alegre delante de Vos como ¿Ó te llena de coraje, como á los fariseos ? Mira cómo sientes de su
delante del A rca? Pero, ¿qué es lo que decís, Señor? ¿Que tenéis doctrina, ejemplos y consejos.
necesidad de un jumentillo tan v il y despreciado como este mise­ JU püogo y c o lo q u io s . ¡Cuán admirable es nuestro Salva­
rable pecador? ¡ Bendita sea vuestra bondadl Y o soy el que tengo dor en todas y cada una de sus obras! Se acerca el tiempo de su
necesidad de V o s ; porque sólo V o s podéis desatarme de los Pasión; pocos días se pasarán, y será puesto en las manos de
pecadas, librarm e del yugo de mi cruel amo el defnonio, y poner­ sus enem igos, y en esta ocasión quiere verificar su entrada
me bajo vuestro servicio. solemne, pomposa y triunfal en aquella misma ciudad que le
P a n t o 8.° R ecibim iento que le hacen los ju d ío s — Llegan­ ha de arrojar de sí y suspenderle en un madero fuera de sus
do Jesús cerca de la ciudad, á deshora, por inspiración del cielo, puertas. A sí, de un modo palpable nos muestra el Señor cómo
salieron á recibirle tropas de gente que, para manifestar su ale­ mira los tormentos de su Pasión, que no considera tanto como
g ría , unos extendían en el suelo sus vestiduras para que sobre causas de tristeza, sino cual motivos de a le g ría , porque también
ellos redundan en gloria de Dios y bien de los hombres. A s í nos
1 Zachar., ix, 9. — >Prov., v, 22.
■ Loe., xix, 58.
566 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 8 ’ — Jesús Hora sobre Jernsalát. 567
enseña que todas las ingratitudes de Jerusalén no han podido en­ mal que había de venir á los réprobos. No llora Jesús sobre sí
tibiar su ardiente carid ad . y cómo el padecer por Dios y por la mismo, por los trabajos que ha de padecer, sino que, olvidado de
virtud no es cosa afrentosa, sino gloriosa. ¿Habíamos aprendido sí, llora, como dice san L u ca s, sobre la desdichada Jerusalén,
estas lecciones que nos da el divino Maestro? Fíjate en la mane­ por los pecados que había de cometer matándole, y por le s cas­
ra de verificar su entrada. Como R ey soberano y triunfador,entra tigos que por esta causa habían de venir sobre e lla ; todo lo
m ontado; pero no en carroza triunfal, sino en manso jumentiilo: cual se le puso delante al tiempo que la vio. Mas es creíble que,
las músicas que acompañan su entrada son los cantares de los así como Cristo nuestro Señor, mirando á esta ciudad de Jerúsa-
humildes israelitas, las alfombras que cubren el pavimento son lén, en la que había algunos buenos y muchos m alos, lloró los
los vestidos de las gentes sencillas, gozosas de que Jesús los pise. pecados de los malos v la destrucción que por su causa vendría
Verdaderamente es el R ey manso, humilde y caritativo anuncia­ sobre e lla ; así también entonces se le representaría la ciudad
do por el profeta Zacarías. Y Él es tu R e y , y tú eres su vasallo. de este mundo y la Jerusalén terrena, donde están m ezclados
¿ Cómo lo recib es?; Qué siente tu corazón en este caso? Dos suer- pecadores con ju s to s ; y mirando los pecados de los malos y los
tes de personas le rodean; pero ¡con qué diferencia! L os humil­ castigos que por ellos habían de ven ir, también lloraría sobre
des, sencillos y mansos como Él, le reconocen, reciben y vitorean ellos; y, por consiguiente, lloraría sobre tus pecados, p uestos
tenía también presentes. Y tú. ¿ no lloras los pecados que hacen
como á su R ey ; los orgullosos, hipócritas y envidiosos fariseos,
llorar á Jesús? ¿ Y seguirás cometiéndolos? ¿ Y no harás peni­
se contradicen y sienten pena por sus alabanzas. ¿Qué piensas tú?
tencia por ellos ? j Oh Redentor m ío! A h o ra veo cuán g ra v e mal
¿Has llevado pesadamente alguna vez que se hablase de Jesús,
es el pecado, pues os hace llorar á V o s en medio de tanto rego­
que se le alabase? Medítalo, y exam ínalos propósitos que has
cijo. ¡Cuánto me pesa, Jesns mió, de la causa que os he dado y
de hacer para enmendar tu conducta. Baja muy al particular,
doy para que asi lloréis! D eseo cuanto es de mi parte enjugar
escudriñando con grande cuidado lo que en ti has de corregir,
vuestras lágrim as, quitando de por medio mis pecados, que son
enm endar ó mejorar; pide á Jesús la gracia que necesitas para
la causa de ellas.
alcanzarlo, y ruégale por ti y por todos aquellos que se hayan
P a n t o 2 .° J e s ú s lam enta la ceguera d e Jeru sa lén y pro­
encomendado á tus oraciones.
nostica s u s castigos.— Considera cómo Jesús, en medio de su
llanto, apostrofó á Jerusalén, diciendo: «Si conocieses en este
8.a— JESÚS LLORA SOBRE JERUSALÉN.
día las cosas que son para tu p a z , y ahora te están escondidas».
En las cuales palabras apunta que la causa principal de la per­
P reludio i .“ Jesucristo llora sobre Jerusalén, deplorando su Ingratitud.
P reludio 2.° Represéntate á Jesús en este paso de tu Pasión.
dición del alma es la falta de conocimiento de sus propias mise­
P reludio 3.0 Pide la gracia de saber aprovechar las visitat de Jesús. rias , la cual hace que ni las llo r e , ni las deteste, ni rem edie; y la
ignorancia de la bondad de Jesús y de los medios que ofrece para
la salvación, por lo cual, ni le busca á É l, ni admite éstos. ¡ Cuán­
P u n t o l .° Causas que motivaron el llanto de Jesús —
to importa profundizar en el conocimiento de las propias mise­
Subiendo Jesucristo á Jerusalén, rodeado de las turbas, que
rias y del Remediador de ella s, que es Cristo nuestro Señor, con
con extraordinario entusiasmo le vitoreaban luego que divisó
los medios que ofrece para e llo . que son cre e rle , amarle y obe­
la ciudad, comenzó á llorar amargamente sobre ella. Éntre las
decerle! M ira, en particular, los medios que te ofrece para la
varias ocasiones en que lloró Jesús, ésta es la que más sorpren­
paz de tu alm a, en el estado que tienes en la Iglesia ó en la
de, y sin duda fueron muj- graves las causas que motivaron este
Religión. Y, al propio tiempo, pondera los castigos que Jesús
llanto tan extraño. Pondera cuán poco caso hacía Jesucristo de
pronostica á Jerusalén, en pena de su enorme ingratitud. «Serás
los aplausos y alabanzas que le tributaban los hombres, y cuán
(dice) cercada de tus enemigos y apretada por todas partes y
poco se le pegaba de ellos al corazón, pues que á tales honores,
echada por tierra, sin dejar en ti piedra sobre piedra, porque
vítores y bendiciones responde derramando lágrimas. Muy lejos
no conociste el tiempo de tu visita.» ¡ A y del alma que no conoce
estaba de reirse y envanecerse con aquellas prosperidades quien
ni se aprovecha de la visita del Señor! Sobre ella vendrán tam­
las aguaba con lágrimas y suspiros. Pero mira, sobre todo, la
bién los castigos que anuncia Jesús contra jerusalén. ¡A y de ti,
infinita caridad de Jesús, de la cual procedió el gozo de entrar
si menosprecias las ocasiones que se te ofrecen para tu salva­
en Jerusalén á morir, por el bien que de allí resultaba á sus es­
ción y perfección! Tus enemigos te cercarán, te derribarán, sin
cogidos, y, juntamente, el llanto á que ahora se entrega por el
dejar en pie ninguna virtud sólida. Y si esto te sucede en este
mundo, ¿ qué será en el otro? Jesús, que tanto lloraba los cas-
• L uc., xix , 38.
568 Serte segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 9.*— Jesús ungido por la Magdalena. 569
tigos temporales de Jerusalén , por el grande amor que la tenía, tan ingrato, que, recibiendo de V o s todas las cosas, os niegue lo
i cuánto más lloraría el castigo eterno que habrá de recibir en que me pedís, aunque sea mi corazón. ¡ Oh alma mía! Imita A los
la otra v id a , cuando v e n g a á visitarla, no con visita de misericor­ tiernos infantes que sin dolo y con sinceridad alaban á Jesús, y
dia, sino de justicia m uy rigu rosa, en el día de la cuenta! ¡Oh pia­ huye de la abominable y envidiosa conducta de los fariseos que
dosísimo Je sú s! ¡ Con cuánto alecto llorabais los desventurados quieren estorbarlo. No te impida el temor humano el convidar y
hijos de esta perversa Jeru salén , mirándoles cercados de los de­ hospedar á C risto, para que Él no te deseche de su reino. ¿Qué
monios, postrados en e l infierno, atormentados en todas sus debes hacer á este fin?
potencias con turbación y desorden sempiterno! ¡Oh alma! Teme E p í l o g o y c o lo q u io s . ¿ A quién no sorprende y admira la
no seas tú de estos desgraciados. ¿Qué has de hacer para evitarlo? conducta de Jesucristo en su entrada en Jerusalén? Rodeado de
¿Cómo aprovechas las visitas amorosas del Señor? turbas qué le alaban, vitorean y llenan el aire de armoniosos
P u n t o 3 .° J e sú s se d irig e al templo, y , al anochecer, cau­ cantares en su honor, prorrumpe en amargo llanto al momento
sado de trabajar, se vuelve d B eta n ia .— Considera en este punto que divisa la ciudad. ¡Tan poco caso hace de los aplausos de los'
cómo Jesucristo, en entrando en Jerusalén, luego se fue al tem­ . que le acompañan! Tan encendida es la caridad que siente por
plo ' á dar gracias á su Padre eterno, como lo tenia de costum­ aquella infeliz ciudad y por sus habitantes, que, y a entra con
bre, y allí sanó á muchos ciegos y cojos, y los niños que estaban muestras de alegría en señal del deseo que tiene de remediarla,
en el templo, á imitación de los otros, renovaron el cántico: y a derrama lágrim as para manifestar la pena que le causa su in­
«Hosanna al hijo de D avid». Los fariseos, indignados, le dijeron: gratitud. ¡También por ti lloraría Jesús en esta ocasión! Pre­
«¿Oyes lo que dicen estos?» Respondió: «Sí, oigo. ¿No habéis viendo tus pecados, el poco caso que de sus gracias habías de
leído lo que dice la E scritura “: De la boca de los infantes sacaste hacer, derramaría tiernas y am argas lágrim as de sentimiento.
perfecta alabanza?» Pondera, por una p a rte , la bondad y largue­ ¿N ote confundes de haber causado llanto al mismo Dios? ¡Ah!
za de Jesús en hacer bien á cuantos se le llegaban, ciegos, cojos ¡Si hubieses conocido lo que hacías! ¡Si hubieses reflexionado
y tullidos, dando con esto testimonio de quién era; y además, acerca de los medios que ponía Jesús en tus manos para no
la eficacia de la divina inspiración en m over las lenguas de los ni­ ofenderle y para conservar la paz en tu corazón y con D ios, in­
ños para glorificar á C ris to , atestiguando sus grandezas con estas dudablemente te hubieras detenido! Mas no lo pensaste, ni lo
alabanzas. Y , por otra p arte, la maldad de los fariseos en sacar meditaste, y viniste á arrojarte en el precipicio de la culpa. L e ­
de todo ponzoña; porque, carcomidos de la envidia, ni les enter­ vanta tus ojos á Jesús, y al contemplarle tan solícito en el templo,
necía la mansedumbre de C risto , ni la grandeza de sus obras, ni curando á todos y enseñando sabia doctrina, y confundiendo con
las alabanzas de los niños que apenas sabían hablar. ¡A y del perentorias razones á los fariseos, acércate á Él humildemente,
hombre, cuyo corazón es presa del odio y de la envidia! Final­ }• al verle cansado, sediento, muerto de ham bre, ofrécete á ser­
mente , mira cómo, habiendo estado Cristo nuestro Señor todo virle, dándole tu corazón por morada y tu sangre por refrigerio.
aquel día trabajando en predicar y hacer m aravillas, siendo ya ¿Qué debes hacer para ello? ¿Qué exige de ti? Medítalo, propón,
tarde, miraba á todos 5, por v e r si alguno le convidaba y hospe­ pide gracia, y ruega por todo el mundo.
daba en su casa, y no hubo quien se m oviese á e llo , por temor de
los fariseos; y así se v o lvió con sus A póstoles ayuno á Betania, 9 .a -JESÚS UNGIDO POR LA MAGDALENA.
que distaba dos mil pasos de Jerusalén. En lo cual se ve la infi­
nita generosidad y m isericordia de D ios con los hombres, y la P reludio i .* La Magdalena ungió i Jesuseen precioso ungüento,1o que dio ocasión
infinita cortedad y desagradecimiento de los hombres contra á que Judas murmurase de ella ; mas el SeSor la defendió.
D ios, y cuán poco se puede fiar de ellos, pues tan presto des­ P reludio 2.» Represéntate vivamente este suceso, y que te hallas presente á óL
ampararon por temor humano al que habían recibido con tanto Preludio }.° Pide la gracia de imitar la devoción de la Magdalena y de huir de
re g o c ijo ; cuya pena profetizó Cristo nuestro Señor al día si­ murmuración.
guiente por la mañana \ maldiciendo á la higuera que no tenía
fruta de que com iese, y al punto se secó. ¡Oh Juez justísimo! P a n t o l .° Devoción d e la M agdalena en u n g ir á Jesú s.—
¡ Cuán justamente echaréis la maldición á los malos en el diadd Considera cómo, hallándose Jesús en un convite en Betania, se
juicio, porque teniendo hambre no os dieron de comer, y siendo presentó María ', hermana de L ázaro, trayendo en un vaso de
peregrino no os quisieron hospedar! Xo permitáis que sea yo alabastro una libra de ungüento muy precioso, y con él ungió al

• Matth., xxi, 12. — » Pialm. vm, y. — > Míre., xi, 11. — 4 Matth., xxi, 19. • Joan., XII, }.
568 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. p .2— ;Jesús ungido por la Magdalena. 569
tigos temporales de Jerusalén, por el grande amor que la tenía, tan ingrato, que, recibiendo de V os todas las cosas, os niegue lo
j cuánto más lloraría el castigo eterno que habrá de recibir en que me pedís, aunque sea mi corazón. ¡ Oh alma mía! Imita á los
la otra v id a , cuando ven ga á visitarla, no con visita de misericor­ tiernos infantes que sin dolo y con sinceridad alaban á Jesús, y
dia, sino de justicia muy rigurosa, en el día de la cuenta! ¡Oh pia­ huye de la abominable y envidiosa conducta de los fariseos que
dosísimo Je sú s! ¡ Con cuánto alecto llorabais los desventurados quieren estorbarlo. No te impida el temor humano el convidar y
hijos de esta perversa Jeru salén , mirándoles cercados de los de­ hospedar á C risto , para que É l no te deseche de su reino. ¿Qué
monios, postrados en e l infierno, atormentados en todas sus debes hacer A este fin?
potencias con turbación y desorden sem piterno! ¡ Oh alma! Teme E p ilo g o y c o lo q u io s» ¿ Á quién no sorprende y admira la
no seas tú de estos desgraciados. ¿Qué has de hacer para evitarlo? conducta de Jesucristo en su entrada en Jerusalén? Rodeado de
¿Cómo aprovechas las visitas amorosas del Señor? turbas qué le alaban, vitorean y llenan el aire de armoniosos
P a u t o 3 .° J e s ú s se d irig e al tem plo, y , al anochecer, cau­ cantares en su honor, prorrumpe en am argo llanto al momento
sado de trabajar, se v u elve á B eta n ia .— Considera en este puuto que divisa la ciudad. ¡Tan poco caso hace de los aplausos de lo s-
cómo Jesucristo, en entrando en Jerusalén, luego se fúé al tem­ . que le acompañan! Tan encendida es la caridad que siente por
plo ' á dar gracias á su P ad re eterno, como lo tenía de costum­ aquella infeliz ciudad y por sus habitantes., que, yn entra con
bre, y allí sanó á muchos ciegos y cojos, y los niños que estaban muestras de alegría en señal del deseo que tiene de remediarla,
en el templo, á imitación de los otros, renovaron el cántico: y a derrama lágrim as para manifestar la pena que le causa su in­
«Hosanna al hijo de D avid». L o s fariseos, indignados, ledijeron: gratitud. ¡También por ti lloraría Jesús en esta ocasión! P re­
«¿Oyes lo que dicen estos?» R espondió: «Sí, oigo. ¿No habéis viendo tas pecados, el poco caso que de sus gracias habías de
leído lo que dice la E sc ritu ra 2: D e la boca de los infantes sacaste hacer, derramaría tiernas y am argas lágrim as de sentimiento.
perfecta alabanza?» Pondera, por una p a rte , la bondad y largue­ ¿No te confundes de haber causado llanto al mismo Dios? ¡A h !
za de Jesús pn hacer bien A cuantos se le llegab an , ciegos, cojos ¡Si hubieses conocido lo que hacias! ¡Si hubieses reflexionado
y tullidos, dando con esto testimonio de quién era; y además, acerca de los medios que ponía Jesús en tus manos para no
la eficacia de la divina inspiración en m over las lenguas de los ni­ ofenderle y para conservar la paz en tu corazón y con D ios, in­
ños p arag lo rificará C risto , atestiguando sus grandezas con estas dudablemente te hubieras detenido! M as no lo pensaste, ni lo
alabanzas. Y , por otra parte, la maldad de los fariseos en sacar meditaste, y viniste á arrojarte en el precipicio de la culpa. L e ­
de todo ponzoña; porque, carcomidos de la envidia, ni les enter­ vanta tus ojos á Jesús, y a l contemplarle tan solícito en el templo,
necía la mansedumbre de C risto , ni la grandeza de sus obras, ni curando á todos y enseñando sabía doctrina, y confundiendo con
las alabanzas de los niños que apenas sabían hablar. ¡A y del perentorias razones á los fariseos, acércate A Él humildemente,
hombre, cuyo corazón es presa del odio y de la envidia! Final­ y al verle cansado, sediento, muerto de ham bre, ofrécete á ser­
mente , mira cómo, habiendo estado Cristo nuestro Señor todo virle, dándole tu corazón por morada y tu sangre por refrigerio.
aquel día trabajando en predicar y hacer m aravillas, siendo ya ¿Qué debes hacer para ello? ¿Qué exige de ti? M edítalo, propón,
tarde, miraba á to d o s », por v e r si alguno le convidaba y hospe­ pide gracia, y ruega por todo el mundo.
daba en su casa, y no hubo quien se m oviese á e llo , por temor de
los fariseos; y así se v o lvió con sus Apóstoles ayuno á Betania, 9 .a — JESÚS UNGIDO POR LA MAGDALENA.
que distaba dos mil pasos de Jerusalén. En lo cual se ve la infi­
nita generosidad y m isericordia de D ios con los hombres, y la P keiUOIO 1.» La Magdalena ungió í Jesús con precioso ungüento, lo que dio ocasión
infinita cortedad y desagradecimiento de los hombres contra ique Judas murmurase de ella ; mas el Seúor la defendió.
D ios, y cuán poco se puede fiar de ellos, pues tan presto des­ P reludio 2.0 Represéntate vivamente este suceso, y que te hallas presente i el.
ampararon por tem or humano al que habían recibido con tanto P reludio y.» Pide la gracia de imitar la devoción de la Magdalena y de huir de
murmuración.
re g o c ijo ; cuya pena profetizó Cristo nuestro Señor ál día si­
guiente por la mañana 4, maldiciendo á la higuera que no tenía
fruta de que comiese, y al punto se secó. ¡Oh Juez justísimo! P u n t o l.° Devoción de la M agdalena en u n g ir áJesú s.—
¡Cuán justamente echaréis la maldición á los malos en el día del Considera cómo, hallándose Jesús en un convite en Betania, se
juicio, porque teniendo hambre no os dieron de comer, y siendo presentó Muria hermana de L ázaro, trayendo en un vaso de
peregrino no os quisieron hospedar! No permitáis que sea yo alabastro una libra de ungüento muy precioso, y con él ungió al

• M atth., xxi, 12. — 3 Psalm. v m , 3 . — J Marc., x i, 11. — 4 M attb., xxi, 19. • Joan., x ii,3 .
570 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. p.1 —Jesús ungido por la Magdalena. 571
Señor. Dos veces hizo la Magdalena este devoto obsequio á ga en despreciar aquel ungüento tan precioso en cosa de que su
Jesús. L a prim era, en su conversión, para obtener el perdón de Maestro no gustaba, como era aquella recreación de ser ungido;
sus pecados. L a segunda fué ésta, en acción de gracias por ha­ y que era indiscreta en no rem ediar con el valor de aquel un­
ber resucitado á L ázaro su hermano. Y es de creer que comen­
güento muchos pobres; y también tácitamente redundaba esta
zaría arrojándose á los pies de su divino M aestro, como la pri­ murmuración en su Maestro que la permitía. Pero todos erraban
m era v e z, y lavándolos con sus lágrim as, y limpiándolos con la
en su juicio, porque no sabían ponderar el espíritu que movía á
m ejor toalla que tenía, que eran sus cabellos, luego los ungió esta santa mujer á hacer tal obra, ni el que movía á Cristo á acep­
respetuosamente, y , cobrando nuevo ánimo, se atrevió á ungirle tarla, y por su poca devoción ó por su aprensión superficial la
la cab eza, quebrando el vaso de alabastro en que estaba el un­ condenaron, y se indignaron y murmuraron de ella. De donde
güento, para que no quedase nada de él. ¡Oh, qué atento y con­
has de sacar aviso para nunca juzgar mal de nadie, ni e c h a rá
tento estaría el Salvador, viendo la obra de aquella su siervafiel
mala parte las obras que parecen buenas, dejando el juicio de
y la devoción y alecto interior con que la hacía! Á imitación de
todo esto á solo D ios, que es el verdadero juez; de otra suerte,
esta ilustre discipula del Señor, procura ungirle dos veces; ása-'
yerras y te expones á pecar contra los prójimos y contra el Espí­
ber: una para pagar la deuda de los pecados cometidos, y otra
ritu Santo, que les ha inspirado aquella obra de que murmuras.
para agradecer los beneficios recibidos, sirviéndole con lo mejor
Pondera cómo es creíble que la murmuración comenzaría por
y más precioso que tuvieres. En especial. trata de quebrantar el
Judas, el cual, con su mal ejemplo, indujo á sus condiscípulos
vaso de alabastro, que es tu cuerpo, con ejercicios de morti­
á que hicieran lo mismo que é l, para que veas cuán pestilencial
ficación y penitencia; y con la contrición y dolor de tus pecados
es el mal ejemplo de un malo para llevar tras sí á muchos buenos,
quebranta tus quereres y apetitos. Unge con muchedumbre de
si de él no se apartan. ¡Oh Maestro soberano, que dijisteis
afectos y obras muy excelentes de humildad y caridad, con fide
«No queráis juzgar, y no seréis juzgados, y con la medida que
lidad y pureza de intención, primero los pies, después la cabeza
midiereis á otros, seréis medidos!» Concededme ojos sencillos
de Cristo, meditando devotamente las bajezas de su humanidad,
de paloma, para que mire á mis prójimos y á todas sus obras sin
figurada por los pies, procurando imitarlas- y abrazarlas con
odio ni mala voluntad, y ju zgue de ellos del modo que deseo ser
obras de mortificación; y después, subiendo á m editarlas gran­
juzgado de Vos. ¿ Juzgamos nosotros torcidamente á nuestros
dezas de su divinidad, figuradas por la cabeza, gozándote de
prójimos? ¿Cóm o debemos evitar tales juicios?
ellas y agradeciendo los beneficios que proceden de ambas.
P a n t o :i.° J e s ú s sale á la defensa de la M agdalena.— Con­
¿Ungimos nosotros á Cristo con el óleo de la devoción y el bál­
sidera cómo Jesús, viéndolos juicios de sus discípulos, los re­
samo del buen ejemplo? ¿Meditamos los misterios de su huma­
prendió, diciendo: «¿Por qué sois molestos á esta mujer? E lla ha
nidad y divinidad con los afectos que á los mismos convienen?
hecho una buena obra en M í; siempre tendréis á quien hacer
jOh dulcísimo Jesús. Dios y hombre verdad ero! Pues de vuestra
bien; á M ino siempre me tendréis. D ígoos de verdad que, donde­
mano lie recibido lo bueno que tengo en este vaso quebradizo,
quiera que se predique este Evangelio, se dirá lo que esta mujer
yo os lo ofrezco todo, sin reservarm e nada, aunque se haya.de
ha hecho conmigo». M ira las heroicas virtudes que aquí descu­
quebrar el vaso , cuando fuere menester para vuestro servicio.
bre Jesús. L a fidelidad en defender á su sierva la Magdalena,
P a n t o 2 .° J u d a s y los demás discípulos murmuran déla
callando ella, como, y a lo había hecho otras v e c e s x; porque pro­
acción d é la M agdalena — \Tiendo el desgraciado Judas loque
pio es de este Señor v o lver por la honra de los que por su causa
h acíala M agdalena, comenzó á d e c ir': «¿Cómo no se vendió este
padecen m urmuraciones, y no quieren excusarse ni defenderse,
ungüento en trescientos dineros, y con él se podían remediar
fiándose de su divina providencia. ¡ O h , si tú supieras callar en
muchos pobres?» Y los demás discípulos, siguiendo el mal ejem­
tales casos! ¡Cuánto mejor que tú mismo te defendería aquel Se­
plo del traidor, dijeron lo mismo, llevando pesadamente lo que
ñor por cuyo honor padeces tales afrentas! Muestra también
hacía aquella devota mujer, y enojándose contra ella. En lo cual
grande benignidad y blandura en corregir á sus discípulos y á
puedes considerar, cómo nunca falta quien censure y critique las
Judas; porqu e, aunque vió turbada.su escuela, lil no se turbó ni
buenas acciones de los prójimos. Unos, llevados de sn malicia y
indignó , sino con mansedumbre les quitó los engaños que tenían
dañada intención, como Judas; otros, por ignorancia ó buen celo,
y deshizo sus falsas aprensiones, aprobando aquella obra, di­
aunque indiscreto, como los otros discípulos, los cuales mur­
ciendo que había sido por instinto del divino Espíritu, que movió
muraron también de la .Magdalena, pareciéndoles que era pródi-•
á esta mujer para que ungiese con aquel ungüento su cuerpo vivo,
• Matlh., xxvi, 9 : Marc., x iv , 4.
* Luc.. vi ,37. — * Luc., vil. 44.
Med. 10.— Judas vende á Cristo, su Maestro. 57 y
572 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
los propósitos prácticos que te convengan; ruega fervorosa­
porque no le podría ungir después de muerto. Manifiesta, por fin mente por ti y por todas las necesidades que te han recomen -
grande .caridad y generosidad, con muestras de la providencia dado.
que tiene de convertir en bien ' de sus escogidos todas las cosas
que les suceden, aunque sean afrentosas; porque si la Magdalena 10.—JUDAS VENDE Á CRISTO, SU MAESTRO.
no fuese murmurada por esta obra, no habría sido publicada ni
premiada con tanta honra suya; y e n premio de esta ligera afrenta PtEUitW i.» Instigado del demonio y movido de la avaricia, Jodas vendió i Jesucristo.
que recibió, prom etióla el Señor que su obra sería predicada y P reludio 2.« Represéntate á Judas concertando con los sacerdotes esta venia.
publicada por todo el mundo, para honra de quien la ejecutó;y Preludio ?.« Pide la gracia de no dejarte arrastrar de ninguna pasión.
así se ha cumplido, porque todos creemos que esta obra fué santa
y por inspiración divina, y alabamos á la que la hizo. ¡Oh Reden­ P a n t o l .° Quién es el vendido por Ju d a s. — Considera
tor mío! Gózome de. la devoción con que os obsequia esta mujer; cómo el primer paso de la Pasión de Jesucristo, y la primera
pero mucho más alabo vuestra generosidad en premiar lo poco injuria que se le infirió, fué el ser vendido por Judas á sus enemi­
que por V os hace ó padece; pues por cuatro ó seis que de esta gos, y esta fué una de las mayores ignominias que Él recordó
obra murmuraron, queréis que millones de hombres la engran­ con más sentimiento después, estando cenando con sus discípu­
dezcan. ¡Oh! ¡Cuán abundantemente recompensáis, aun en este los. A cerca de este triste y doloroso suceso, debes ponderar pri­
mundo, los servicios que os prestamos! ¿Cómo es que no sirva­ meramente quién es el vendido y las causas por que permite esta
mos nosotros con m ayor celo á Jesús? ¿Cómo nos atrevemos i venta. El vendido tan injuriosamente es el mismo Jesucristo, Hijo
criticar á los que le sirven? de D ios vivo , Señor de todo lo criado, cuya propiedad es ser
E p í l o g o y c o lo q u io s , j Cuán laudable y gloriosa fué la de­ inestimable, porque su valor es infinito; el cual, por su inmensa
voción de la M agdalena! No contenta con haber ungido á Jesús caridad, bajó del cielo á comprarnos con el precio de su sangre \
cuando de Él recibió el perdón de los pecados, se le presenta y á comprar para nosotros los bienes de gracia y gloria que per­
nueva ocasión, y rep ite esta caritativa y amorosa obra, en agra­ dimos, y en esto gastó toda su vid a , haciendo innumerables bie­
decimiento al beneficio que de Él había recibido con la resurrec­ nes á los hom bres, para sacarlos de la servidumbre del demonio,
ción de su hermano L ázaro. ¡ O h, si tú imitases á esta devota mu­ á quien de su voluntad se habían vendido por el pecado. Aunque
je r ungiendo á Jesús por medio de la meditación devota de los este Señor tan soberano y bienhechor de todos es vendido á trai­
misterios de su humanidad y divinidad, y quebrantando con la ción y como si fuera e s c la v o , consintió, sin em bargo, en ser el
penitencia el vaso de tu cuerpo! No importa que te censuren los objeto de esta venta tan afrentosa, principalmente por dos cau­
hombres. Tampoco pudo evitar estas murmuraciones la Magda­ sas. L a prim era, para satisfacer con ella la injuria que hiciste á
lena, á pesar de se r guiada por el Espíritu del Señor. También D ios, vendiendo tu alma al demonio por la culpa, por la cual
ella fué juzgada desfavorablem ente y criticada por Judas, y aun merecías que este Señor te hubiese mandado vender como al
por los otros discípulos del Señor, los cuales, juzgando por las siervo que debía diez mil talentos *; pero É l, lleno de bondad, ha
apariencias exteriores, tuvieron por prodigalidad lo que era un querido ser vendido para pagar todas tus deudas. L a segunda
acto de la más acrisolada devoción. En cam bio, Jesús, fidelísi­ fué para darte ejemplo de rara humildad, p orque, como tomó por
mo á su promesa de proteger á los perseguidos por su amor, tu amor forma de siervo y esclavo, quiso humillarse á la supre­
defiende cuidadoso á su amante sierva, corrigiendo con blandura ma bajeza de los esclavos, que es ser vendidos por dineros. P or
á sus m urmuradores, y prometiéndola eterna y universal gloria donde echarás de v er la grande obligación que tienes de amar y
por aquella acción, en recompensa de la ligera humillación que servir á un Señor que tales extremos de caridad ha hecho por tu
la habían ocasionado lo s juicios de aquellos pocos. ¿Ves cómo bien. ¡Oh dulcísimo Jesús! ¡Qué de invenciones buscáis para hu­
paga Jesús los servicio s que se le hacen y las penas que por Él se m illaros, por curar mi soberbia con vuestra humildad! Bastante
sufren? ¿Observas la facilidad con que se introducen las murmu­ era que hubierais querido tomar la forma de e scla v o , y sujetaros
raciones en una comunidad? ¿No temerás la familiaridad y co­ á los trabajos de e llo s ; m as, no quedaba satisfecha vuestra sed
municación con los relajados? Medita bien todo esto, porque de humillaciones, y por esto quisisteis ser vendido como un vil
puede ser para ti m uy provechoso; aprende las lecciones que te siervo. Curad, Dios m ío , de una vez mi soberbia, pues tanto lo
dan Jesús y la M agd alen a; escarmienta en la malicia de Judas y deseáis, para que yo sepa imitar vuestra humildad. ¿ V e s , alma
en la debilidad de los A p ó sto le s; y para una y otra cosa, forma•
1 Act., xx ,28. — >Matth., xviit, 24.
• Roin., vui, 28.
574 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. i o . —Judos vende á C r id o , su Maestro. 375
fiel, la generosidad y humildad de Jesús? ¿Cómo practicas estas Cristo nuestro S eñ or, deseando quitarle la vida y sacarle de su
virtudes? poder aquel discípulo. En lo cual has de ponderar que la perdi­
P u n to Quién es el vendedor de Jesús. — Considera ción de Judas, aunque de su parte comenzó por querer seguir su
cómo agravan la injuria de Jesucristo las circunstancias de la mala inclinación; pero creció mucho por la solicitud del demo­
persona que le v en d e; porque no fué algún enemigo descubierto, nio , que le iba atizando y soplando por momentos, luego que
sino un discípulo suyo; y no discípulo de los que comúnmente le entró dentro de su alm a; porque la pasión no mortificada es como
seguían, ó de los setenta y dos discípulos que le eran más alle­ enemigo doméstico que abre la puerta del corazón A Satanás,
gados , sino uno de los doce que llamó A p óstoles, á quien hizo para que entre y le despeñe en el abismo de la maldad; y mien­
extraordinarios favores y m ercedes, descubriéndole sus secre­ tras la pasión dura, tiene el demonio muy segura su morada y
tos y dándole potestad para lanzar los demonios y hacer mila­ posesión. P o r donde puedes v e r cómo el demonio hace de las pa­
gros. El motivo principal que tuvo para esto fué la avaricia; por siones lazos muy fuertes para enlazarte y arrastrarte A su volun­
aquí comenzó su m aldad; por aquí creció y llegó A la cumbre, tad; como el cazador que tiene atada el Aguila por una sola uña,
cumpliéndose en él lo que dijo san Pablo ', que la codicia es la fácilmente la puede quebrar las alas y cortar la cabeza; y así te
raíz de todos los m ales, y por ella muchos faltan en la fe y-se me­ importa mucho el mortificarlas y vencerlas, para que no se con­
ten en grandes trabajos. Era Judas inclinado A tener dineros y viertan en instrumento de tu enemigo. M as, pondera aquí la razón
cosas propias, y dejándose vencer de esta pasión en cosas pe­ aparente con que esta serpiente astuta engañó A este miserable,
queñas , vino A caer en otras muy g ra n d es5. Porque teniendo el coloreando la maldad de esta manera.: «Tu Maestro dice que ha
cargo de recoger las limosnas que daban á su M aestro, comenzó de morir esta P ascu a, y los judíos lo desean y procuran mucho;
á hurtar algo ', y gastarlo A su albedrío y en sus comodidades. pues ello ha de se r, y te Maestro lo quiere, poco daño le haces en
Con esto principió A faltar al voto de pobreza, si es que lo tenía venderle; antes cumples su deseo. y de camino cumplirAs e l tuyo,
hecho, y así vino A perder la gracia de Dios. V cuando la Mag­ cobrando el dinero que perdiste.» ¡A y del hombre cegada por la
dalena ungió los pies de Cristo, murmuró de aquella obra tan pasión! Cualquiera aparente razón, si es conforme con los ímpe­
santa, y de que Cristo la consintiese; por lo cual le aborreció.y tus de ella, basta para convencerle, como ésta convenció al des­
en ven ganza, y para reparar la pérdida de lo que hurtara si aquel graciado Judas; y llegará A tener por justo y santo io que es in­
ungüento se vendiera en trescientos dineros, se decidió á ven­ justo y crim inal, y á m irar como un obsequio hecho A D ios la
derle. Mira á qué extremo de males condujo á Judas una pasión persecución y muerte de sus siervos. ¿Nos ha engañado alguna
no mortificada. Por ella cayó en hurto, quebrantamiento de un vez el enem igo, haciéndonos caer en la culpa?¿Q ué medios de­
v o to , murmuración, escándalo, aborrecimiento de su Maestro, bemos adoptar para descubrir sus engaños y vencerle en sus
en infame venta de Su Majestad y en condenación eterna. Saca ataques? ¡Oh Salvador fortísimo y sapientísimo! Pues vinisteis á
de todo esto grande temor y temblor de los juicios de D ios; por­ echar de las almas al fuerte armado 1 que pacíficamente las po­
que mientras estás en este mundo, no tienes seguridad de tu per­ seía, y á alum brarnos, para que conociésemos las astucias de
severancia, aunque muy santo y seguro parezca el lugar en don­ esta infernal serpiente; dadme vuestro socorro y vuestra luz
de moras. Acuérdate que Lucifer cayó en el cielo, Adán en el para que ni su furor me acobarde, ni su astuta m alicia me enga­
paraíso, y Judas, de discipulo de Jesús, vino á ser el caudillo de ñe, sino que, descubriendo sus ardides, pelee contra él hasta
sus enemigos. ¡O h Maestro piadoso! Tened de vuestra manoá vencerle.
este pobre discípulo, para que no caiga en las miserias de este E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuán profundos é inescrutables
falso apóstol. Ayudadm e á combatir con ardor y decisión todas son los divinos juicios! Según lo anunciado por los profetas, el
mis pasiones, á fin de que el demonio no tenga por donde asirme Salvador del mundo ha de ser vendido A sus enemigos. E l que no*
y no me precipite en el pecado. ¿Sentimos nosotros los estímulos tiene precio y cuyo valor es infinito, ha de ser vendido por el más
de alguna pasión ó inclinación desordenada? ¿ Qué debemos ha­ vil precio. A s í quiere expiar la culpa que cometimos, vendién­
cer para combatirla y extirparla? dole con el p ecad o; así quiere llegar al extremo de la humilla­
P u n t o 3 .° E l demonio persuadió d J u d a s esta maldad.— ción, queriendo pasar por todas las bajezas de los esclavos, cuya
Considera en este punto cómo el que persuadió á Judas la venta forma, ha tomado, inclusa la venta. ¡Oh amor de Jesús! ¡Cuán
de su divino Maestro fué Satan ás4, m ovido, parte por el deseo admirable eres! Pero ¿quién será el atrevido y criminal que lle­
que tenía de robarle el alm a, y parte por el odio que tenía A gue á intentar esta venta? ¿Cuál será el monstruo que ose conce-

■ I Tim., vi, 10. — >EccIL, xix, i . — ) Joan., xii , ó. — 4 Joan., xtu, i . >Lúe., xi, 21.
576 Serie segunda. — Pasión de Jesucristo. Med. i i , — Objeto y precio de la venta de Jesús. 577
birla y aconsejarla? Ju das, uno de los discípulos del Salvador, y encubrir una cosa tan fea como era vender á su M aestro, diría de
aun de los más allegados, será el desgraciado que consienta en Él mucho mal á los del concilio, protestando que salía de su es­
tamaña tentación. Estimulado por una insaciable codicia, y vién­ cuela, porque era quebrantador de la le y , enemigo de las cos­
dose privado de las ganancias que pensaba hacer con el precioso tumbres antiguas, comedor y bebedor en los convites; que era
ungüento que la generosa y devota M agdalena había derramado regalado y pródigo, consintiendo que una mujer le ungiese los
para ungir á Jesucristo, intenta reintegrarse, vendiendo á su pies y la cabeza con un ungüento que valía trescientos dineros y
mismo Maestro. S atanás, deseoso de quitar del mundo al Salva­ otras cosas por el estilo. L as cuales oían con grande gusto aque­
dor, del cual temía grande ruina para su im perio, excita y aviva llos sacerdotes, sin que hubiese uno sólo que saliese á la defensa
la pasión avarienta en Ju das, le inspira razones aparentes para de Cristo.No fué tampoco pequeña la afrenta que resultó á Cristo
m overle al criminal contrato, y no cesa en sus tentaciones hasta nuestro Señor á los ojos.de aquella gente y del pueblo, que sa­
que le precipita en el abismo del más enorme pecado. ¡Oh cuán liese de su escuela un discipulo tan codicioso y abominable, que
temible y perniciosa es una pasión no mortificada! ¡Cómo sabe vendiese á su M aestro, con muestras exteriores de grande abo­
valerse de ella el demonio para hacernos caer! ¡Cuánto, debe­ rrecimiento ; de esto tomarían ocasión sus enemigos para d e c ir : -
mos recelar de nosotros mismos y de nuestros propósitos, aun­ «Cual es el discípulo, tal es el Maestro ». ¡ Qué consuelo y confor­
que nos parezcan muy firm es, y aunque nos hallemos en un lu­ midad han de sacar de todo esto aquellos m aestros y prelados,
gar en la apariencia seguro ! ¿ Cómo piensas tú acerca de todo que sin culpa suya se ven murmurados por sus súbditos, ó cuando
esto? ¿Te domina alguna pasión? ¿Confías en ti mismo? ¿Amas estos no se aprovechan cual debieran de sus consejos y ejem­
desordenadamente los bienes de la tierra? Mira á Judas: de plos! ¡ Oh Maestro celestial! No permitáis que con mi mala vida,
Apóstol de Jesús, ¡adónde vino á parar! Haz propósito de refor­ ni por mi causa, sea vuestro nombre blasfemado entre las gentes.
marte y vencerte, y conociendo tu flaqueza, pide auxilios al Se­ Tenedme con vuestra mano poderosa, para que no venga á caer
ñor, y ruégale por todas las necesidades por las que debes rogar. en tal desgracia y m alicia, que, como Judas, os injurie grave­
mente, y aun á costa de vuestra honra quiera justificar mi peca­
II.— OBJETO Y PRECIO DE LA VENTA DE JESÚS. . do. ¿Hemos nosotros vendido alguna vez á Jesús con nuestros
pecados? ¿Hemos pretendido excusar á costa de É l nuestras
P reludio i .» Je-ús es vendido por treinta dineros á los principes de los sacerdotes, culpas?
que le compran para matarle; desdeeste momento busca Judas la oportunidadde entregárselo. P a n to Precio en que es vendido Jesú s. — Considera
P reludio 2.a Represéntate á Judas estipulando con los sacerdotes la venta de su aquí el precio en que es vendido Jesucristo, que fué treinta dine­
Maestro. ros de aquel tiem po; precio vilísim o, en el cual comúnmente los
Preludio 3.» Pide compasión de Jesús por la afrenta que padece, y gracia para imitar judíos apreciaban á su esclavo, cuando alguno le había m uerto'.
au admirable mansedumbre.
Y esto acrecienta mucho la injuria del Salvad or, pues por aquí
se ve la baja estima que tenían de É l, asi el que le vendía como
P u n t o l .° J e s ú s es vendido á los ju d ío s , quienes le com­ los que le compraban. Pero fué todavía m ayor la injuria que se le
pran para m a ta rle— Considera aquí las personas á quienes es hizo en el modo del concierto, porque el discípulo, codicioso de
vendido Jesús, que fueron los príncipes de los sacerdotes, y los algún dinero, puso el precio en la voluntad de los mismos com­
escribas y m agistrados del templo, al tiempo que estaban bus­ pradores diciendo: «¿Qué me daréis, y yo os lo entregaré?»
cando una ocasión favorable para darle m uerte, por lá ira y Como quien dice : Dadme lo que quisiereis, y yo le pondré en
rabia que tenían contra Él. No le vende el desdichado Judas á su vuestras manos. Y ellos, parte por v e r la codicia del vendedor,
Madre Santísim a, que ie com prara segunda v e z, como le compró parte por la baja estima y odio que tenían de C risto , á la primera
en el templo, para re g a la rle ; ni le vende á otros discípulos ó ami­ palabra le ofrecieron los treinta dineros que se daban por los
gos, que le compraran para libertarle y tomarle por su Señor; esclavos, no en satisfacción de la muerte, sino para dársela muy
sino véndele á los m ayores enemigos que tiene, los cuales le cruel. Mira cuán diferente es la estima que Jesús tiene de los pe­
compran para quitarle la vida con terribles tormentos. ¡ Qué inju­ cadores de la que ellos tienen de Él. Ellos le venden por treinta
ria para Jesucristo! ¡ Qué crueldad tan endemoniada en el vende­ dineros, Él los compra con su propia sangre : ellos ponen en vo­
d o r , y qué furia tan infernal en los compradores! Pondera ade­ luntad de su carne el precio de la venta, Él pone en la voluntad
más la grande afrenta que resultó al Señor de esta venta en la de su Padre el precio de la compra. ¡ Qué confusión para t i , si
opinión de aquella gente, y la paciencia con que la llevó, pues la
estaba m irando, aunque de lejos. E s de creer que Judas, para • Exod., x xi, JJ.

37
57^ Serie segunda. — Pasión de Jesucristo. Med. n . — Objeto v precio de la venta de Jesús. 577
birla y aconsejarla? Ju das, uno de los discípulos del Salvador, y encubrir una cosa tan fea como era vender á su Maestro, diría de
aun de los más allegados, será el desgraciado que consienta en Él mucho mal á los del concilio, protestando que salía de su es­
tamaña tentación. Estimulado por una insaciable codicia, y vién­ cuela, porque era quebrantador de la le y , enemigo de las cos­
dose privado de las ganancias que pensaba hacer con el precioso tumbres antiguas, comedor y bebedor en los con vites; que era
ungüento que la generosa y devota M agdalena había derramado regalado y pródigo, consintiendo que una mujer le ungiese los
para ungir á Jesucristo, intenta reintegrarse, vendiendo á su píes y la cabeza con un ungüento que valía trescientos dineros y
mismo Maestro. S atanás, deseoso de quitar del mundo al Salva­ otras cosas por el estilo. L as cuales oían con grande gusto aque­
dor, del cual temía grande ruina para su im perio, escita y aviva llos sacerdotes, sin que hubiese uno sólo que saliese á la defensa
la pasión avarienta en Ju das, le inspira razones aparentes para de Cristo.No fué tampoco pequeña la afrenta que resultó á Cristo
m overle al criminal contrato, y no cesa en sus tentaciones hasta nuestro Señor á los ojos.de aquella gente y del pueblo, que sa­
que le precipita en el abismo del más enorme pecado. ¡ Oh cuán liese de su escuela un discípulo tan codicioso y abominable, que
temible y perniciosa es una pasión no mortificada! ¡Cómo sabe vendiese á su M aestro, con muestras exteriores de grande abo­
valerse de ella el demonio para hacernos caer! ¡Cuánto, debe­ rrecimiento ; de esto tomarían ocasión sus enemigos para d e c ir : •
mos recelar de nosotros mismos y de nuestros propósitos, aun­ «Cual es el discípulo, tal es el M aestro». ¡Qué consuelo y confor­
que nos parezcan m uy firm es, y aunque nos hallemos en un lu­ midad han de sacar de todo esto aquellos maestros y prelados,
gar en la apariencia s e g u r o ! ¿ Cómo piensas tú acerca de todo que sin culpa suya se ven murmurados por sus súbditos, ó cuando
esto? ¿Te domina alguna, pasión? ¿Confías en ti mismo? ¿Amas estos no se aprovechan cual debieran de sus consejos y ejem­
desordenadamente los bienes de la tierra? Mira á Judas: de plos! ¡ Oh Maestro celestial 1No permitáis que con mi mala vida,
Apóstol de Jesús, ¡ adónde vino á p a ra r! Haz propósito de refor­ ni por mi causa, sea vuestro nombre blasfemado entre las gentes.
marte y vencerte, y conociendo tu flaqueza, pide auxilios al Se­ Tenedme con vuestra mano poderosa, para que no ven ga á caer
ñor, y ruégale por todas las necesidades por las que debes rogar. en tal desgracia y m alicia, que, como Judas, os injurie grave­
mente, y aun á costa de vuestra honra quiera justificar mi peca­
II.— OBJETO Y PRECIO DE LA VENTA DE JESÚS. . do. ¿Hemos nosotros vendido alguna v e z á Jesús con nuestros
pecados? ¿Hemos pretendido excusar á costa de É l nuestras
P reludio i . o Je>ú* e» vendido por treinta dineros á los principes de los sacerdote*, culpas?
que le compran para matarle; desde este momento busca Judas la oportunidadde entregárselo. P a n to P recio en que es vendido J esú s. — Considera
P reludio 2.a Represéntate i Judas estipulando con los sacerdotes la venta de su aquí el precio en que es vendido Jesucristo, que fué treinta dine­
Maestro. ros de aquel tiem po; precio vilísim o, en el cual comúnmente los
Preludio Pide compasión de jesús por la afrenta que padece, j gracia para imitar judíos apreciaban á su esclavo, cuando alguno le había muerto
su admirable mansedumbre.
Y esto acrecienta mucho la injuria del Salvad or, pues por aquí
se ve la baja estima que tenían de É l, asi el que le vendía como
P u n t o l .° J e s ú s es vendido d los ju d ío s , quienes le com­ los que le compraban. Pero fué todavía m ayor la injuria que se le
pran para m atarle.—Considera aquí las personas á quienes es hizo en el modo del concierto, porque el discípulo, codicioso de
vendido Jesús, que fueron los príncipes de los sacerdotes, y los algún dinero, puso el precio en la voluntad de los mismos com­
escribas y m agistrados del templo, al tiempo que estaban bus­ pradores diciendo: «¿Qué me daréis, y yo os lo entregaré?»
cando una ocasión favorable para darle m uerte, por lá ira y Como quien d ic e : Dadme lo que quisiereis, y y o le pondré en
rabia que tenían contra Él. No le vende el desdichado Judas á su vuestras manos. Y ellos, parte por v er la codicia del vendedor,
Madre Santísim a, que le com prara segunda v e z, como le compró parte por la baja estima y odio que tenían de C risto , á la primera
en el templo, para re g a la r le ; ni le vende á otros discípulos ó ami­ palabra le ofrecieron los treinta dineros que se daban por los
g o s, que le com praran para libertarle y tomarle por su Señor; esclavos, no en satisfacción de la muerte, sino para dársela muy
sino véndele á los m ayores enemigos que tiene, los cuales le cruel. Mira cuán diferente es la estima que Jesús tiene de los pe­
compran para quitarle la vida con terribles tormentos, j Qué inju­ cadores de la que ellos tienen de Él. Ellos le venden por treinta
ria para Jesucristo! ¡ Q ué crueldad tan endemoniada en el vende­ dineros, Él los compra con su propia sangre : ellos ponen en vo­
dor , y qué furia tan infernal en los compradores! Pondera ade­ luntad de su carne el precio de la venta, Él pone en la voluntad
más la grande afrenta que resultó al Señor de esta venta en la de su Padre el precio de la compra. ¡Qué confusión para ti, si
opinión de aquella g en te, y la paciencia con que la lle v ó , pues la
estaba mirando, aunque de lejos. E s de creer que Judas, para • Exod., XXI, J2.
37
57® Serie segundt.— Pasión de Jesucristo.
Med. 1 1 . — Objeto y precio de la venta de Jesús. 579
recuerdas el precio en que has vendido á Jesús y á su divina gra­ de Dios en salir con su traza, que Cristo muriese en aquella
cia! Porque ha sido un precio todavía más v il que treinta dine­ fiesta, para que fuese sacrificado el verdadero Cordero de Dios
ros. Un vil deleite de la carne, un puntillo de honra, un intere- cuando lo era el figurativo. ¡Oh Cordero inocentísimo Jesús!
sillo de hacienda: tales han sido los precios por los que has ¡Con cuánta razón os podemos llamar Cordero pascual, porque
entregado á Jesucristo á tus enemigos, para que dentro de ti le vuestras fiestas y pascuas son morir por librarnos de la muerte y
crucificaran. Por lo cual puedes imaginar que Cristo te dice lo ser sacrificado por darnos la vida; y si vuestros enemigos se dan
que se lee en el profeta Zacarías 1: «Si te parece bien, sírveme prisa en querer m ataros, mucha más prisa tenéis V os en querer
por los bienes que te he hecho ; y si n o , déjalo, que no quiero morir por ellos! Bendita sea vuestra infinita caridad, por la cual
forzarte». Y á esta tan justa petición, tú contestas vendiéndole ' os suplico encendáis mi corazón con tanto fervor, que tenga por
por treinta dineros, obligándole á que te d ig a 3: «¡Oh donoso fiesta y por pascua el padecer algo por vuestro amor. ¿ Hemos
precio con que me ap recias!» ¡Oh alma mía! ¿Cómo no te cubres imitado á Judas, escandalizando á nuestros hermanos? ¿Qué
de vergüenza, oyendo esta palabra de tu Redentor? ¡Oh Reden­ siente nuestro corazón al contemplar la rabia de los sacerdotes y
tor mío! ¡ Cuán justo fuera quitarais de mí la vara de vuestro go­ la benignidad de Jesús?
bierno , y me cortarais el hilo de la v id a , pues tan mal me apro­ E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Qué crimen tan enorme es el de
vecho de ella! Perdonadme, Señor, la injuria pasada, y ayudad­ Judas! Vende á su divino M aestro, no á s u Santísima M adre,
me á que os aprecie como m erecéis, de modo que podáis decir que por É l hubiera dado cuanto tenía y todo el mundo; no á sos
sin ironía: «[Hermoso precio es este con que me aprecias!» discípulos., que le hubieran comprado p ara hacerle su R ey y S e ­
P a n t o S.° J u d a s y los sacerdotes esperan la oportunidad ñor. Véndele á los príncipes de los sacerdotes y escribas, enem i­
de cum p lir su m utua promesa — Considera lo que hicieron, gos jurados de Jesucristo, que habían resuelto no dejar nada por
así Judas como los sacerdotes, después de estipulada la venta hacer á trueque de quitarle la vida con terribles tormentos. Á
de Cristo nuestro Señor. A qu él, luego de concertado el precio, éstos vende Judas á su celestial Maestro, justificando su infame
prometió cumplir lo que había ofrecido, y con gran cuidado traición con decir mil calumnias y acusaciones contra ÉL ¡ Qué
buscaba oportunidad para hacer la entrega por cobrar el precio, afrenta p ara Jesús a l saber que de este modo era tratado por uno
y así se volvió al colegio de los A póstoles y á la compañía de de sus m ás íntimos discípulos, y que un hombre tan monstruoso
C risto, disimulando su maldad, porque, como había perdido la había salido de su escuela! Pero ¡cuánta m ayor es su afrenta si se
fe, pensó que Cristo no lo sabría. Pero este divino Señor le ad­ mira el precio por que es vendido! ¡Treinta dineros! El precio
mitió con tanto amor como si no supiera lo que había hecho que espontáneamente quisieron dar los sacerdotes, porque á su
ejercitando en esto el amor á los enemigos con grande eminen­ arbitrio dejó el malvado Judas e l fijarle; el mismo que se daba
cia, sin reprenderle, ni afrentarle, ni descubrir su traición. Quizá por un siervo cuando había sido muerto injustamente. A s í es
le diría: «Amigo mío, seas bien venido ; ¿dónde has estado? tratado Jesús. Pero por m ás v il precio le venden los pecadores
¿Q ué has hecho?» Y á sus falsas respuestas calló con gran disi­ y le vendiste tal vez tú mismo. P o r un g u stillo , por un interés,
mulación. Mas ¿qué sentiría el corazón de este dulce Pastor al por salir con la tu y a , por no pasar por una insignificante humi­
ver entrar este lobo en medio de su rebaño, cubierto con piel de llación , vendiste á Jesús y á su divina g ra cia , queriendo que fue
o v e ja , para hacer presa de su propio Pastor ? Él disimula por se crucificado dentro de tu corazón. ¿ Y no lo sientes? ¿No lo llo­
no ser conocido , y Je sú s, aunque le con oce, hace el disimulado; ras? ¿No trabajarás én recobrar la gracia y en hacer revivir en ti
él viene de procurar la muerte de su M aestro, y Éste le recibe á C risto. á lo menos con el celo y empeño que pone Judas en
con tanto a m o r, como si en ello no le fuera la vida. Entretanto realizar el contrato y terminar la venta? ¡M írale con qué disimu­
los príncipes de los sacerdotes quedaron contentísimos con el lo se presenta en la escuela de Jesús! ¡ M ira á este Señor con qué
pacto que habían hecho, y luego mudaron de parecer; porque, mansedumbre le recibe! ¿Tratas tú de este modo átu s enemigos?
habiendo resuelto de no matar á Cristo en el día de la fiesta, ¿Sabes sufrir y disimular con caridad las faltas que contra ti ha­
porque no se levantase algún alboroto en el pueblo, no quisieron cen? ¡A y , cuán lejos estás de poderte llamar con razón discí­
perder la ocasión, y resolvieron matarle cuando Judas se le pulo de C risto ! Humíllate profundamente, y suple con confusión
entregase, sin hacer caso de que el pueblo se alborotase. En lo lo que te falta de virtud; pero trata también de corregir tus de­
cual se echa de ver, por una parte, la rabia de estos crueles ene­ fectos confirm es propósitos, fervientes coloquios y humildes sú­
m igos , y , por otra parte, resplandece la sabiduría y providencia plicas para ti y para todos tus prójimos.

1 Zach., xi, 12. — * Ibid., 13.


580 Serie segunda.— P o stín de Jesucristo.
M ed. 1 2 .— Jesús celebra la Pascua con sus discipulos. 581
que debemos á los mandatos de D ios, previniéndonos para la
12.— JESÚS CELEBRA LA PASCUA CON SUS DISCÍPULOS. ejecución de ella! Pues que tan eficaz es vuestra palabra, que
hace luego lo que dice, decid á mi alm a: «Mi tiempo es llegado,
Preluoio i .» Llegado «Idíaen que se sacrificaba el cordero pascual, mandó d Scáer en tu casa quiero celebrar la Pascua»; y con esto la cambiaréis
aparejar todas las cosas necesarias, y comióle con sus Apóstoles, observando todas bs de terrena en celestial, y os ofrecerá, no Sólo la pieza m ejor que
ceremonias prescritas para este acto. ella tiene, que es su voluntad, sino á sí misma toda entera, pues
Preludio a.* Represéntate á Jesús en este acto , cercado de los Apóstoles, entre bs toda es vuestra. ¿Oyes, alma m ía, la voz de Jesús? ¿Cóm o te
cuales te hallas. sometes á sus mandatos y consejos?
Preludio ).* Pije la gracia de saber obedecer perfectamente en todo lo qoc te man­
P u n t o 2 .° J e s ú s v a d Jeru sa lén y com ienza la cerem onia
den Dios y sus representantes.
de la cena con vivo deseo.— L legada la tarde del ju eves, se diri­
gió Jesús con sus discípulos á Jerusalén. ¡ Cuán diferentes eran
P u n t o l . ° J e s ú s enviad P edro y á J u a n á que preparen las los semblantes de los que iban en esta ocasión por este camino!
cosas necesarias para celebrar la P a scu a .— Habiendo llegado Jesucristo iba contento, porque iba á padecer y á beber el cáliz
el día en que se habla de sacrificar el cordero pascual, salió Je­ que por tantos alios había deseado. Judas iba gozoso, porque se
sús de Betania para Jerusalén, y enviando delante de sí á Pedro le acercaba el tiempo y ocasión de entregar al que vendió, y
y á Juan, encargóles • que buscasen la casa y preparasen lo cobrar el precio que le ofrecieron. L os Apóstoles iban tristes por
necesario para el sacrificio y la comida que ordenaba la ley. la muerte que temían de su M aestro, acordándose que les había
Considera aquí el cuidado grande que tenia Jesús con la obser­ dicho el día antes: « D eaquí á dos días será la P ascu a, y el Hijo
vancia de ésta; pues quiso ir á Jerusalén, en donde se debía co­ del hombre será entregado para ser crucificado». Embargados
mer el cordero, sabiendo que le había de costar la vida, y que los ánimos de unos y otros con estos afecto s, subían á Jerusalén
allí había de ser preso y crucificado. Y como es propio de los trabando dulces pláticas, procurando el Señor con ellas mode­
verdaderos obedientes prevenir con tiempo las cosas necesarias rarles la tristeza de su corazón y aliviarles el trabajo del cami­
para cumplir la obediencia, así quiso con tiempo prevenirlo no. En su compañía iba Judas, fingiendo participar de los afectos
necesario para ésta, dándote ejemplo de obediencia-y de dili­ de los otros discípulos, y , aunque Jesús conocía lo dañado de
gencia, y providencia en la ejecución de ella, para confusión de aquel corazón, y que él había de ser el lobo que alborotaría su
tus desobediencias, y de los descuidos y negligencias que tienes rebaño, con admirable paciencia y mansedumbre sufre y calla,
en la guarda de su santísima le y , aun en las cosas que te han de prefiriendo su propio tormento á la afrenta del traidor, si le des­
costar poco. Para hacer estos preparativos escogió Jesús á los cubriera, y esperando con su caritativo disimulo ganarle el co­
dos discípulos que más se distinguían en la fe , amor y obedien­ razón. Pondera cómo llegado ya á Jerusalén, y entrando en la casa
cia, que eran Pedro y Juan, y á ellos comisionó para que, con y aposento dispuesto de antemano, el amantísimo Jesús se sentó
destreza y diligencia, le ayudasen en los preparativos para el á la mesa, y mirando con entrañable caridad y dulce afabilidad
sacrificio del cordero. Con lo cual te enseña que debes preparar á los discípulos que le rodeaban, dijo aquellas tan tiernas pala­
con cuidado tu alma para recibir en la sagrada comunión al Cor­ bras1: «Con deseo he deseado comer esta Pascua con vosotros».
dero purísimo de la nueva ley, ejercitándote sobre todo en los Como si dijera: Muchos dias ha que deseo grandemente este día
actos de las virtudes de la fe, figurada por san Pedro, y déla para daros muestra de lo mucho que os quiero, comiendo con
caridad, figurada por el glorioso san Juan, ambas fervorosas y vosotros, no sólo este cordero le g a l, sino otro más precioso que
acompañadas con obediencia muy perfecta. 1Oh 1Si de este modo os daré antes que padezca. ¡Oh dulcísimo y amorosísimo Jesús!
lo hicieses, ¡con qué gusto entraría Jesús en tu corazón! Medita, Estando tan cerca vuestra am arga Pasión, ¿decís que con gran de­
por fin, aquel breve y tierno recado que mandó dar al dueño de seo habéis deseado este convite antes de veros en ella? ¿Con qué
la casa. E l Maestro dice: «Mi tiempo es llegado; en tu casa quie­ os pagaré tales deseos, sino con procurar otros tales para ser­
ro celeb ra rla Pascua con mis discípulos»; el cual fué tan eficaz, viros? Si Vos deseáis comer conmigo esta última Pascua, yo
que luego aquel hombre, tocado del divino Espíritu, ofreció la también deseo mucho comerla con Vos. ¿No nos enternecen las
mejor pieza de su casa, muy bien aderezada, para que Cristo amorosas palabras de Jesús ? ¿ Y no le amaremos?
nuestro Señor celebrase allí su Pascua, sirviéndole con cuanto P a n t o 3 .° Modo cómo J esú s comió el cordero pascual.—
tenía. ¡ Oh Maestro divino 1¡Cuán bien nos enseñáis la obediencia Considera en este punto el modo cómo comió Jesucristo el cor­

M<tith., xxvi, 17; Luo., xxii, 8. 1 Lúe., xxii, 15


58a Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med . i ?. — Lavatorio de los pies. 583
dero p ascu al, guardando todas las ceremonias de la ley, y con­ Mira cuán previsora es la obediencia de J e sú s; todo lo prepara
templando lo que significaban con sentimiento de su corazón. de antemano, para poderla cumplir exactamente. A l subir á Jeru­
Mirando el cordero sobre la m esa, m uerto, desollado y asado en salén, ¡qué mansedumbre ostenta Jesús! V e entre sus fieles discí­
fuego se le representaría cómo había de estar tendido sobre pulos al traidor, y calla; contempla en medio de sus ovejas aquel
la mesa de la c r u z , muerto y desollado con cruelísimos azotes, lobo carnicero, y disimula. ¡Qué ternura tan paternal! L os ve
desangrado hasta quedar sin una gota de sangre en sus venas, tristes y les consuela amorosamente. L os contempla en torno de
y asado con torm entos. Mirando cómo le despedazaban, sin que­ sí, y se regala con ellos, y les manifiesta el gusto grande que sen­
brarle ningún hueso, se contemplaría á sí mismo descoyuntado tía en comer con ellos aquella noche: «Con deseo he deseado
hasta poderse contar todos los huesos de su cuerpo, pero sin que tomar esta cena con vosotros». ¡Cómo quedarían arrobados de
le quebrantasen las piernas como á los ladrones. Mirando la prisa amor sus amantes discípulos, al oirle proferir tan dulces pala­
como lo comían, consideraría la prisa con que descargaría bras! P ero, fija tu imaginación en Jesucristo en este instante.
sobre Él la furia de sus enem igos, para consumirle con tormen­ Mira la serenidad y dulzura de SU semblante , la elevación de
tos. Gustando las lechugas amargas que con él se comían, se sus pensamientos, la consideración piadosa en que tiene ocu­
acordaría de las hieles y am arguras que le estaban esperando, pado su entendimiento, los interiores ofrecimientos que h a c e á
y con las que había de ser abrevado. Y cuando se vió con el su Eterno Padre de sufrir todos los tormentos que estaban figu­
báculo en la mano, se acordó de la cruz con la que se había de rados al vivo en aquel cordero que tenía delante. Y tú, ¿cóm o
abrazar y en la que había de estar enclavado. ¡ O h! ¡Cuán amarga imitas á tu Salvador ?¿ Cum ples con perfección las cosas que
sería para Jesús una comida que tales recuerdos le evocaba! ¡Oh! tienes mandadas ? ¿ Eres manso con tus enemigos ?, ¿Consuelas á
¡Si tú supieras sazonar las tuyas con tales pensamientos! Ponde­ los tristes ó les aumentas la tristeza? En las com idas, ¿cóm o te
ra, finalmente, cómo acabada la c e n a legal, es de creer que portas ? Fija bien tu atención en cada una de estas preguntas,
Cristo nuestro Señor daría gracias á su Eterno Padre, porque y si te hallas culpable, forma propósitos m uy eficaces de corre­
se había puesto fin á aquella figura y representación, y se ofre­ girte, y para lograrlo pide á Jesús con fervor sus auxilios y el
cería gustoso á padecer todo cuanto en ella se representaba, por remedio de todas las necesidades, generales y particulares, es­
cumplir enteramente su voluntad, d ic ié n d o le : « Padre mío, bien pirituales y corporales.
sé que estos holocaustos y sacrificios antiguos no te han agra­
dado perfectam ente, y que por esto me enviaste al mundo con 13 — LAVATORIO DE LOS PIES.
un cuerpo apto para padecer y ser sacrificado. Y a es llegada la
hora de este sacrificio; vesm e aquí aparejado para cumplir tu
Preludio i .» Jctucritto, Dios y hombre , movido <k so inmensa caridad, se bootiHi
voluntad; como lo has ordenado, así lo quiero». ¡Oh Hijo uni­ hasta el extremo de lavar los pies á sus discípulos.
génito de D io s! G racias os doy por este nuevo ofrecimiento que Preludio 2.» Represéntate á Jesús, ceñido con la toalla, lavando loe pies á sus Apos-
hacéis á vuestro Eterno Padre; bien se v e el grande deseo que oles.
tenéis de sacrificaros por los hombres, pues que no os cansáis Preludio 3.« pide la gracia de imitar la caridad y humildad del Señor.
de ofreceros repetidas veces á ello. Y o también me ofrezco i
cumplir vuestra voluntad; mandadme lo que quisiéreis, ayu­ P u n t o l . ° Caridad d e J e sú s dem ostrada en el lavatorio.—
dándome con vuestra gracia á cum plir lo que me mandareis. Considera cómo uno de los motivos que indujeron á Jesús á
Y n o so tro s,; imitamos á Jesús en el modo de tom arlas comidas? lavar los pies de sus discípulos, fué para darles una muestra del
¿Tenem os vivos deseos de cum plir la voluntad de Dios aun á amor intenso que les profesaba. P or lo cual, queriendo el Evan­
costa de sacrificios ? gelista referir este suceso, comienza diciendo: «Sabiendo Jesús
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán bien te enseña Jesús el modo que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre, como
de cumplir las leyes á que estás o b lig ad o ! Ha llegado la Pascua hubiese amado á los suyos, que estaban en este mundo, amólos
en la que ha de ser sacrificado; conoce el contrato que Judas ha hasta el fin '». En cuyas palabras debes ponderar las admirables
ajustado con sus enemigos; en esta misma festividad ha de ser propiedades del amor de Jesús á los discípulos, que tenía en la
entregado á éstos. Sin em bargo, todos estos temores no le de­ tierra, y á todos los que á ellos habían de suceder. Porque pri­
tienen, sino que, preparadas todas las cosas por los dos Apóstoles meramente los amó como cosa propia, y , por consiguiente, como
á quienes comisionó, sale de Betania en dirección á Jerusalén. á sí mism o, y en cierto modo más que á si m ism o; pues con estar

» Exod.,xn, 9, II. — » Psalm. xxxix.y. < Joan., xni,


5S> S e r ie se g u n d a .— P a s ió n d e J esu c risto . M e d . 1 ?. — L a v a to r io de los p ie s . 583

dero p a scu al, guardando todas las ceremonias de la ley, y con­ Mira cuán previsora es la obediencia de J e s ú s ; todo lo prepara
templando lo que significaban con sentimiento de su corazón. de antemano, para poderla cumplir exactamente. A l subir á Jeru­
Mirando el cordero sobre la m esa, m uerto, desollado y asado en salén, ¡qué mansedumbre ostenta JesúsI V e entre sus fieles discí­
fuego se le representaría cómo había de estar tendido sobre pulos al traidor, y calla; contempla en medio de sus ovejas aquel
la mesa de la c r u z , muerto y desollado con cruelísimos azotes, lobo carnicero, y disimula. ¡Qué ternura tan paternal! L os ve
desangrado hasta quedar sin una gota de sangre en sus venas, tristes y les consuela amorosamente. L o s contempla en torno de
y asado con tormentos. Mirando cómo le despedazaban, sin que­ si, y se regala con ellos, y les manifiesta ei gusto grande que sen­
brarle ningún hueso, se contemplaría á sí mismo descoyuntado tía en comer con ellos aquella noche: «Con deseo he deseado
hasta poderse contar todos los huesos de su cuerpo, pero sin que tomar esta cena con vosotros». ¡Cómo quedarían arrobados de
le quebrantasen las piernas como á los ladrones. Mirando la prisa amor sus amantes discípulos, al oirle proferir tan dulces pala­
como lo comían, consideraría la prisa con que descargaría bras! P ero , fija tu imaginación en Jesucristo en este instante.
sobre É l la furia de sus enem igos, p ara consumirle con tormen­ Mira la serenidad y dulzura de su sem blante, la elevación de
tos. Gustando las lechugas am argas que con él se comían, se sus pensamientos, la consideración piadosa en que tiene ocu­
acordaría de las hieles y am arguras que le estaban esperando, pado su entendimiento, los interiores ofrecimientos que hace á
y con las que había de ser abrevado. Y cuando se vió con el su Eterno Padre de sufrir todos los tormentos que estaban figu­
báculo en la mano, se acordó de la cruz con la que se había de rados al vivo en aquel cordero que tenía delante. Y tú, ¿cóm o
abrazar y en la que había de estar enclavado. ¡ Oh 1¡ Cuán amarga imitas á tu S alvad or? ¿Cum ples con perfección las cosas que
sería para Jesús una comida que tales recuerdos le evocaba! ¡Oh! tienes mandadas ? ¿ E res manso con tus enemigos ?, ¿Consuelas á
¡Si tú supieras sazonar las tuyas con tales pensamientos! Ponde­ (os tristes ó les aumentas la tristeza ? E n las com idas, ¿ cómo te
ra , finalmente, cómo acabada la c e n a lega l, es de creer que portas? F ija bien tu atención en cada una de estas preguntas,
Cristo nuestro Señor daría gracias á su Eterno Padre, porque y si te hallas culpable, forma propósitos m uy eficaces de corre­
se había puesto fin á aquella figura y representación, y se ofre­ girte, y para lograrlo pide á Jesús con fervor sus auxilios y el
cería gustoso á padecer todo cuanto en ella se representaba, por remedio de todas las necesidades, generales y particulares, es­
cumplir enteramente su voluntad, d i c i é n d o l e « Padre mío, bien pirituales y corporales.
sé que estos holocaustos y sacrificios antiguos no te han agra­
dado perfectam ente, y que por esto me enviaste al mundo con 13 — LAVATORIO DE LOS PIES.
un cuerpo apto para padecer y ser sacrificado. Y a es llegada la
hora de este sacrificio; vesme aquí aparejado para cumplir tu Preludio !.• Jesucristo, Dios y hombre , movido de su inatenta caridad, se humilló
voluntad; como lo has ordenado, así lo quiero». ¡Oh Hijo uni­ hasta el extremo de lavar lo s p ie s i sus discípulos.
génito de D io s! Gracias os doy por este nuevo ofrecimiento que P r e l u d io 2.» Represéntate 2 Jesús, c e ñ id o con la toalla, lavando los pies á sus Após-
hacéis á vuestro Eterno Padre; bien se ve el grande deseo que ol es.
tenéis de sacrificaros por los hombres, pues que no os cansáis P r e l u d io 3 .« Pide la gracia de imitar la caridad y humildad del Señor.
de ofreceros repetidas veces á ello. Y o también me ofrezco á
cumplir vuestra voluntad; mandadme lo que quisiéreis, ayu­ P a n to l.° Caridad de J e sú s dem ostrada en el lavatorio —
dándome con vuestra gracia á cum plir lo que me mandareis. Considera cómo uno de los motivos que indujeron á Jesús á
Y nosotros, ¿ imitamos á Jesús en el modo de tomar las comidas? lavar los pies de sus discipulos, fué para darles una muestra del
¿Tenemos vivos deseos de cumplir la voluntad de Dios aun á amor intenso que les profesaba. Por lo cual, queriendo el E van­
costa de sacrificios ? gelista referir este suceso, comienza diciendo: «Sabiendo Jesús
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán bien te enseña Jesús el modo que era llegada la hora de pasar de este mundo al Padre, como
de cumplir las leyes á que estás o b lig ad o ! Ha llegado la Pascua hubiese amado á los suyos, que estaban en este mundo, amólos
en la que ha de ser sacrificado; conoce el contrato que Judas ha hasta el f i n E n cuyas palabras debes ponderar las admirables
ajustado con sus enem igos; en esta misma festividad ha de ser propiedades del amor de Jesús á los discípulos, que tenía en la
entregado á éstos. Sin em bargo, todos estos temores no le de­ tierra, y á todos los que á ellos habían de suceder. Porque pri­
tienen, sino que, preparadas todas las cosas por los dos Apóstoles meramente los amó como cosa propia, y, por consiguiente, como
á quienes comisionó, sale de Betania en dirección á Jerusalén. á sí mismo, y en cierto modo más que á sí m ism o; pues con estar

• Exotl.,xii-, 9 , I I . — » Psalm. x x x ix , 7. J o a n ., x iii, 1.


584 Serie segunda.— Pasión Je Jesucristo. Med. 1 j .— Lavatorio Je los pies. 585
tan cercano á la muerte, como olvidado de sí y de sus trabajos, delante. Es infinitamente poderoso, porque el Padre Eterno
todo se ocupó en regalarlos, y perdió su vida por la vida de ellos puso en sus manos y potestad todas las cosas, comunicándole su
tomando los pecados y miserias de sus escogidos como suyos omnipotencia en cuanto Dios por la eterna generación, y en
y pagando con su muerte las deudas que ellos debían. Su amor cuanto hombre por la unión hipostática al Verbo. E s también
íué, en segundo lugar, perseverante hasta el fin ; amólos mien­ Hijo natural de Dios, de quien nació ab ae/erno, y vino al mundo
tras vivió en esta vida, y hasta que llegó el fin de ella; y amólos para rem ediarle, y después de muerto vo lverá á D ios á sentarse
mientras vivieron, hasta que llegó para ellos su fin; y hasta el fin en su trono á la diestra de su Padre; y con saber todo esto cla­
del mundo amará á todos los que sean suyos. Fué, además, un ramente, quiso humillarse á esta obra; de suerte que no se
amor sin medida, sin tasa, hasta el fin donde puede llegar el humilló por ignorancia de lo que era, ni por fuerza que otro le
amor, haciendo y padeciendo por ellos lo sumo que podía y con­ hiciese, ni por ser de baja ra le a , ni por tener bajos intentos y
venía hacer y padecer, y deseando mucho más sin fin, si fuera fines, sino sólo porque quiso humillarse y tomar forma de siervo
necesario para su remedio. F u é, por último, para el fin; esto es, por tu amor, cumpliendo perfectísimamente aquel consejo del
amándolos para el fin á que fueron ordenados, que es amarle y Sabio, que d ic e 1: «Cuanto fueres más grande, humíllate en todas
servirle en esta vida m ortal, y gozar de Él en la vida eterna. las cosas». ¡O h Jesú s, infinitamente sabio y poderoso! ¿D e
No los amó para darles riq u ezas, ni honras ó regalos tempo­ dónde á Vos tan excesiva humillación? ¿V os á los pies de vues­
rales, porque no era este su fin, sino para darles los bienes de tros discípulos, y del mismo Judas? ¿V os haciendo una obra
gracia con que alcanzasen el fin de la gloria. Este mismo amor propia del más vil siervo de la casa? ¡Oh hombre! A l contemplar
que Jesús profesó á sus discípulos continúa profesándolo á todos tal humildad en Jesús, ¿te atreverás á ensoberbecerte, siendo tú
aquellos que le reconocen por su Señor y M aestro; de modo que hijo de ira, polvo y ceniza, flaco é ignorante, esclavo del demo­
te ama á ti como á cosa propia, con un amor constante, intenso nio por el pecado? ¿No llegará á hundir tu orgullo la excesiva
y con deseo de hacerte eternamente feliz. ¿Cómo correspondes humildad de Jesús? ¿No procurarás imitarla?
tú al amor de Jesús? ¿Ignoras que amor sólo con amor se paga? P u t o 5t.° L a h ttm ild a d d e J e s ú s en el lavatorio f u é amo­
¡Oh Amado mío! ¡Si yo os am ara como me amáis! ¡Si os amara rosa y d ilig en te. — Considera cómo la humildad de Jesucristo
como á cosa mía, con perseverancia, con intensidad y para el en el lavatorio no fué solamente profunda y excesiva, sino tam­
fin que m eam ásteis! ¡Oh! ¡Cuántas veces por mis pecados he bién fué amorosa y diligente, haciendo toda esta obra por si
renunciado voluntariamente á vuestro amor, prefiriendo una vil mismo, sin ayuda de otro, en señal de amor. Él mismo se desnuda
criatura á V o s, Señor de cielos y tierra, amador infinito! 3r ciñe; Él echa el agua en la bacía y la lleva donde están sus
P u n t o ¡®.° H u m ild a d profunda de J e sú s en el lavatorio.— discípulos, y se postra en tierra, y les la v a , no las manos, sino
Considera cuán profunda y excesiva fué la humildad que ejercitó los pies, m uy polvorientos y lodosos; y Él m iaño amorosamente
Jesús al lavar los pies á sus discípulos ; porque tanto mayor es la se los limpia con la toalla con que está ceñido, regalándose y
humillación, cuanto más alto es el que se humilla; y tanto la hu­ saboreándose en hacer todo esto por su persona, enseñándote á
mildad es más heroica, cuanto es más excelente la persona en ejercitar las obras de humildad y caridad por ti mismo, gustando
quien se halla. Mira, pues, en Cristo nuestro Señor lo que tiene en más de hacer que de mandar, y haciendo la obra humilde, sin
cuanto Dios y lo que tiene aquí en cuanto hombre. En cuanto Dios, mezcla de cosa jactanciosa. Pondera también cómo, aunque fué
está en el cielo en medio de innumerables ángeles, que, postra­ grande la humildad de esta obra exterior que ejecutó el Señor,
dos á sus pies, le adoran; en cuanto hombre, está en un pobre mucho m ayor fué la humildad que en ella se representaba; la cual
cenáculo y en medio de unos viles pescadores, y postrado á sus ejercitó contigo y con todos los hombres. Porque É l, por tu causa,
pies para la v á rs e lo s : en cuanto D ios, está vestido de hermosura siendo Hijo de Dios, se apocó á sí mismo, tomando forma de sier­
y ceñido de fortaleza, criando con sus manos todas las cosas; en vo *, y se desnudó las vestiduras de su gloria y grandeza, ciñén-
cuanto hombre, está desnudo de sus vestiduras, ceñido con un dose con carne mortal y p asib le, sujeta á grandes penalidades;
lienzo, y con sus manos lava los pies lodosos de sus criaturas. y en el monte C alvario consintió en ser desnudado de sus vesti­
Pondera en particular lo que ponderó el Evangelista, que este duras con grande ignominia, y allí derram ó, en lugar de agua,
Señor, que así se hum illa, es infinitamente sabio, áquiennadase toda la sangre preciosísima de sus venas, depositándola en los
le esconde, ni la excelencia de su persona, ni la maldad del discí­ Sacramentos que ordenó para lavarte de tus culpas; y porque tú
pulo que le vende, ni la vileza y cobardía de los otros que tiene quedases limpio, quiso que el purísimo lienzo de su humanidad,

• ta i., un, i*. — * Psalm. x a, 1. t Eccli., 111 ,x o . — > Philip., 11, 7.


586 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 14 .— Resistencia de Pedro al lavatorio de los pies. 587
con que se ciñó, quedase en la apariencia sucio y manchado con
ella; y no se contentó con limpiarte una sola vez con este pre­
cioso baño, como una so la v e z lavó á s u s A póstoles,sino que 14.— RESISTENCIA DE PEDRO AL LAVATORIO DE LOS PIES.
dispuso que este baño estuviera siempre preparado para que
pudieses acudir á lavarte todas cuantas veces tuvieras necesidad
de ello. ¡ Oh D ios eterno! ¿ C on qué os pagaré lo mucho que por Preludio i .» Poli» se resistia á dejarse lavar, pero amenazado por Jesús, censintió en
que le lavase.
mí habéis hecho, y las hum illaciones á que os habéis sujetado?
P reludio 2.* Represéntate este suceso.
Deseo por vuestro am or desnudarme de toda grandeza tempo­ Preludio y Pide á Dios prudencia y discreción en el ejercicio de las virtudes.
ral , y ceñirme con rigor de penitencia, y derramar toda mi san­
gre, cargándome con las penas de que os cargasteis por mis
culpas; y después que hubiere hecho todo e s to , diré 1 que soy P a n t o l . ° P edro no consiente en que le lave los pies su
siervo sin provecho, pues no hago la mínima parte de lo que Maestro.— Admirado grandemente el apóstol san Pedro de v er á
hizo mi Señor. ¡Oh alm a! ¿No lograrán estos ejemplos de tu Jesucristo que se le acercaba para lavarle los pies, prorrumpió
Maestro destruir la repugnancia que sientes á la humildad y peni­ en estas sentidas palabras: eSeñor, ¿Tú me lavas los pies?» Con­
tencia? ¿Será en adelante diligente y amorosa tu humildad, como sidera cómo en estas palabras descubrió este fervoroso apóstol la
la de Jesús? viva fe que tenia de las grandezas de Jesús, y de su propia baje­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán eficazmente demostró Jesús za. y de la vileza de la obra á que su Maestro se humillaba; por­
el amor que profesaba á sus discípulos, al lavarles los pies! Hu­ que fué como decir: T ú , D ios infinito. Criador de cielos y tie­
millóse hasta un punto t a l , que jam ás nadie lo hubiera podido rra, Señor de los ángeles y de los hom bres, á m í, criatura tuya,
imaginar. Verdaderam ente su amor es infinito en todos concep­ esclavo tuyo, pecador vilísimo y asquerosísimo, con esas manos
tos. S i miras él dechado de é l , es el que se profesa á sí mismo; si que dan vista á los c ie g o s , salud á los enfermos y vida á los
la duración, cuanto es de su parte, es eterno; si la intensidad, muertos, quieres lavar, no mi cabeza ó mis m an os, sino mis
llega al último límite á que puede llegar; y si la intención, es la sucios y miserables pies. A sí deberás tú imitar á este ilustre
felicidad eterna del am ado, no su interés propio, ni un bien tem­ discípulo, sintiendo altamente de Jesucristo, y muy bajamente de
poral, sino la dicha perdurable. ¿Quién no amará á un Señor que ti. Mas oyendo Jesús á P ed ro , y enderezándole á lo que con­
tanto le ama, y que, m ovido de este amor, ha consentido en venía, respondió: «Lo que Y o hago no lo entiendes ahora; des­
sujetarse y abrazar las m ayo res humillaciones? Contémplale á los pués lo entenderás»; como si dijera: «Esto que h ago, tiene mis­
pies de sus discípulos y del mismo Judas. ¿Quién lo creyera?¿Es terio que no alcanzas; Y o te lo descubriré después; ahora déjate
acaso aquel Dios de la M ajestad, sentado en trono de gloria, gobernar». Respondió P ed ro : « No me lavarás jam ás los pies ». Á
adorado de millones de espíritus soberanos? ¿E s aquel Rey po­ lo que Cristo contestó: «Si no te lavare, no tendrás parte conmi­
deroso que rige los pueblos con cetro de hierro? ¿Es aquel Hijo go». En todo lo cual puedes ponderar lo mucho que ofended
de D ios, sapientísimo, poderosísim o, en cuyas manos ha puesto Cristo cualquiera desobediencia y rebeldía, y cualquier asomo
el Padre todas las co sas, y que dentro de poco, triunfante y de pertinacia en tu propio parecer, aunque sea con capa de hu­
glorioso, subirá á lo m ás alto del cielo? É l e s, y , sin embargo, mildad y reveren cia, pues este solo vicio bastó para que dijese á
m írale cómo por sí m ism o, am able y cariñoso, toma en sus ma­ Pedro aquella tan terrible am enaza: «No tendrás parte conmi­
nos la bacía y se aproxim a á lo s pies de cada uno de sus discípu­ go» , esto es, no serás mi discípulo, ni te tendré en mi escuela y
los, y los lava y limpia y b e sa con muestras de la más extraña compañía, ni te admitiré á la herencia de mi reino. Aprende á no
humildad y caridad. ¿No te confunde el ejemplo de Jesucristo? resistir por ningún título á la voluntad de Dios y de tus superio­
¿No te aficionarás á p ra c tic a r con m ayor constancia y perfec­ r e s , y á rendir tu juicio y voluntad al primer aviso y á la pri­
ción estas dos excelentes virtudes? ¿Cómo lo has hecho hasta el mera corrección de am or, antes que v é n g a la segunda correc­
presente?¿Qué debes h a c e r en adelante? ¡A h ! No adelantasen ción de amenaza y temor. Convéncete igualmente de la necesidad
el espíritu, porque te falta hum ildad, que e s el fundamento; eres que tienes de que Jesucristo te lave y limpie de tus culpas; pues
débil é inconstante, porque tienes poca caridad, la cual es fuerte si Él nó te lava, no tendrás parte con Él. Y á esta causa no dijo:
como la muerte. T rata y a d e rem ediar tan g ra ve m al, proponien­ «Si no te lavare los pies», antes dijo: «Si no te-lavare, no tendrás
do eficazmente lo que te co n v en g a, y pidiendo gracia para cum­ parte conmigo». ¡Oh Salvador del mundo! Confieso que estoy
plirlo , sin olvidar las c o s a s que tienes encomendadas. sucio y manchado con innumerables pecados, de los cuales no
1 Lúe., xvii, 10. me puedo lavar, porque el pecar fué m ío, y el perdonares vues­
588 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 14 — Resistencia de Pedro al lavatorio de los pies. 589

tro. Lavadm e más y más de ellos y después que me hubiereis P a u t o 3 .° Lavatorio de J u d a s , y exhortación de J e sú s á
lavado, lavadme de nuevo para tener m ayor parte con Vos, con sus discípulos.—Prosiguiendo Jesús en su ejercicio de humildad,
m ayor seguridad de nunca perderos. ¿Deseamos nosotros que llegó adonde estaba Judas; y puesto á sus pies, comenzó á lavár­
Jesús nos lave? ¿Cumplimos lo que Él nos manda y nos somete­ selos y los limpió con el lienzo como á los dem ás, y aun con al­
mos á lo que ordena? gunas muestras de mayor caricia y amor para enternecerle. Pon­
F a n t o 8.® P edro, asustado de la amenaza de Cristo, con­ dera cóm o, mientras le estaba lavando, le hablaría al corazón, y
siente en ser la v a d o - Oyendo Pedro la terrible amenaza de Jesu­ le d iría : «¡Oh Judas, discípulo y apóstol mío ¡ ¿qué te he hecho
cristo, respondió al instante:« Señor, no solamente los pies, sino Y o , que así me aborreces y tratas de venderme? Si te lavo los
lavadme también manos y cab eza». En lo cual has de considerar pies, mira que deseo vivamente lavarte las manchas del alma;
el grande amor que tenía este apóstol á Cristo nuestro Señor, y no rehúses que te la v e , porque de otro modo nunca tendrás
la grande estima que tenía de estar siempre con É l, y lo mucho parte conmigo». Y estas palabras diría con tal ternura, que, al
que hubiera sentido apartarse de su compañía. Porque fué como decirlas, derramaría lágrim as de sus ojos por la dureza y miseria
decir: Señor, si para tener parte contigo es menester que me de aquella alm a, y las m ezclaría con el agua de la bacía, laván­
la v e s , lávam e, no solamente los pies, sino manos y cabeza. De dole también con e lla s ;p e ro nada aprovechó, porque tenia el
aquí has de aprender á rendirte á Dios y á tus superiores, siquie­ corazón obstinado y poseído de Satanás. ¿Quién no tiembla al ver
ra por el temor de que Dios no te aparte de sí, aunque este temor la dureza del corazón de Judas? ¿Quién no se anima al amor de
no es servil y de esclavos, sino filial y de muy justos, porque es los enem igos, viendo las finezas de Jesús con este tan malvado
rendirse á Dios por no carecer de Dios. V á esta causa no dijo discípulo? Considera, por fin, cómo Jesús, terminado el lavato­
Cristo á Pedro: Si no te lavare, te echaré en los infiernos, sino rio , se levan tó, y exhortando á sus discípulos á la imitación de
no tendrás parte conm igo, como quien deseaba ser obedecido por lo que Él acababa de h acer, les dijo: «Si Y o , siendo vuestro
temor casto, y no por temor de esclavos. Oye la contestación de Maestro y Señor, os he lavado los pies, ¿cuánto m ás vosotros
Jesús á las palabras de P ed ro :« E l que está lavado no tiene nece­ debéis lavar los pies unos á otros?» F íjate bien en esta razón,
sidad , sino de lavar los pies, porque todo está lim pio; vosotros que no la puede haber más poderosa, y escucha otra palabra del
estáis limpios, aunque no todos»; porque sabía quién le había de S eñ o r, que d ijo : «Si sabéis estas cosas, seréis bienaventurados
entregar. En cuyas palabras pretendió enseñarte que quien está si las hiciereis».1No basta que sepas lo s ejemplos de C risto; es
lavado, por el bautismo ó la penitencia, de las culpas mortales, indispensable, para tu bienaventuranza, que los imites. ¡Oh bien­
aunque está todo lim p io, porque tiene la limpieza necesaria para aventuranza mía! G racias os doy cuantas puedo, porque m e
estar en amistad y gracia de D io s; pero tiene necesidad de lavar­ habéis dado que conozca vuestros brillantes ejemplos. No p er­
se los pies de los afectos terrenos y de las aficiones mundanas mitáis que sea tan desgraciado que, sabiéndolos, no los imite;
que se le pegan, tratando en las cosas de la tierra; y estas culpas antes concededme la gracia que medite constantemente lo que
aunque ligeras, también te impiden el tener parte en Cristo, por­ hicisteis, y obre siempre como deseáis. Perdonad mis y erro s pa­
que sin purificarte de ellas no podrás entrar en la gloria, y sólo sados , y alentadme .para que me enmiende de ellos, y m erezca
pueden limpiarse y lavarse con la sangre de Jesucristo. Mira, ser del número de vuestros escogidos. ¿Imitamos los ejemplos de
pues, con horror toda clase de culpas, aunque sólo sean veniales, Jesús? ¿Nos contentamos con saberlos? ¿No tememos por nos­
y vive con un santo temor acerca del estado de tu alma, acor­ otros al v er la dureza de Judas?
dándote de la última palabra del Señor, que, para avisar secre­ J B p ilo go y c o lo q u io s. ¡ Con cuánta razón se admira Pedro
tamente á Judas, y para que todos desconfiasen de sí, d ijo:« Vos­ al ver que Jesús se le postra á los pies para lavárselos! E s el
otros estáis limpios, aunque no todos». ¡Oh sapientísimo Jesús! mismo Dios infinito, Hijo del Eterno P adre, puesto á los pies de
V os, que penetráis el corazón del hombre, sabéis cual está mi un pobre pecador. ¡Cuán grato sería para el Señor el sentimiento
alma delante de V o s ; porque aunque mi conciencia no me re­ humilde que inspiraba á su Apóstol aquellas palabras: «Señor,
muerde, no por esto estoy justificado. Por la benignidad y humil­ ¿Tú me lavas los pies?» Mas la humildad consiste en un medio, y
dad con que lavasteis á vuestros Apóstoles, os suplico lavéis no puede estar en pugna con ninguna otra virtud, por lo cual al
mis pies de los malos afectos y desordenados p a so s; mis manos resistirse va positivamente, y al oponerse á la voluntad de Jesús,
de sus acciones y desobediencias, y mi cabeza de todos los malos se hizo Pedro merecedor de la áspera repulsa de su divino Maes­
pensamientos y deseos, de modo que quede limpio delante de Dios. tro, el cual quiso enseñar con esto que el súbdito debe someterse
á la obediencia, aunque honrosa, mientras que no sea la cosa
1 Psalm. l , 4. ostensiblemente mala. Mas ¡ qué temor tan vivo tiene Pedro de
590 segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed . 1 y . — Jesús descubre á sus A p ó sto les q u e hay u n tra id o r. 5 9 1

separarse del S e ñ o r ! A l punto que oye esta amenaza, rinde su todos entendiesen que era Dios y que conocía todo cuanto con­
juicio, doblega su voluntad, y con la m ayor sumisión accedeá tra Él se tramaba, lo cual contribuía á hacer más am arga su pa­
la indicación de Jesús. A sí debes tú rendir tu juicio y voluntad á sión. L a segunda, para convertir á Judas, movido de la compa­
la de Dios y de sus representantes. Mira á Jesús á los pies de sión que le inspiraba la desgracia de este miserable. Y así le dijo,
Judas, y admírate grandemente, y adora los altos juicios de Dios, hablando con todos en general, y dirigiéndose interiormente á
y teme tu propia obstinación. [Qué humillación en Jesús! ¡Qué él en particular, que conocía bien sus ocultos pensamientos y
desgracia la del infeliz Judas! ¡ Qué dureza en su corazón! ¿Quién malos tratos, y , por consiguiente, que era su Dios y su ju ez, á
no temblará ante estos juicios soberanos de Dios? Vuelve sobre quien nada se ocultaba; deshizo el vano pretexto con que pre­
ti el pensam iento, y escudriña si cumples lo que dióe el Señor: tendía excusar su maldad, fundándose en la necesidad de la
Os he dado ejemplo para que hagáis lo que he hecho. ¿Cuál ha muerte de Jesús, y que Él mismo la'q u ería, diciendo : «El Hijo
sido tu proceder en tus años pasados? ¿Qué debes hacer en lo del hombre ha de morir, como está decretado; mas, ¡ay del que
por venir? No serás bienaventurado por saber lo que hizo Cristo, le entregare!» P or fin, le amenazó con terribles castigos, dicien­
sino por practicarlo. E xam ina, pues, lo que te conviene resolver d o: «Mejor le estuviera no haber nacido, que cometer este pe­
para esto; y á fin de conseguirlo, propón con firmeza, pide con cado , por el cual será condenado al fuego eterno, donde deseará
confianza, y en amorosos coloquios ruega por ti y por todo el no ser, por no padecer tales tormentos, y no le será concedido.
mundo. ¡Oh Jesús mío amantísimo! Por aquella turbación que experi­
mentasteis al v er delante de V os al desgraciado Judas, os suplico
que con mis ingratitudes no ponga jam ás la causa de vuestra
15.— JESÚS DESCUBRE Á SU8 APÓSTOLES QUE ENTRE ELLOS HAY UN
turbación y tristeza. A brid los ojos de mi entendimiento para que.
traidor.
penetrando las razones que disteis á aquel mal discípulo, llore
P reludio i .° Estando Jesús sentido i la mesa, turbóse, y dijo á sus Apóstoles que
mis culpas, deteste mis pecados, y haga condigna penitencia de
uno de ellos le habla de entregar, lo cual entristeció á todos y moviólos i que preguntase ellos. ¿ Hemos acaso nosotros turbado á Jesús con nuestras cul­
cada uno si era él el traidor. pas? ¿No nos m overán á aborrecerlas las poderosas razones de
Prbluoio ■í .i> Represéntate á Jesúa y á loa Apóatolea en este paso. Cristo?
P riludio 3.° Pide la gracia de no entregar jamás á Jesús por el pecado. P a n t o 5t.° Temor de los Apóstoles a l oir las palabras de-
J esú s.— Considera aquí e l efecto que causaron las palabras de
P a n t o l.° Turbación de J e sú s y revelación del t r a i d o r — Jesús á los Apóstoles y lo que hizo el Señor en este caso. Los
Estando Jesús sentado á la mesa, turbóse de improviso, y dijo á Apóstoles se entristecieron grandemente y comenzaron á pre­
los Apóstoles que uno de ellos le había de entregar. Considera guntarle cada uno : «Maestro, ¿soy, por ventura, yo?» Propio
aquí la causa de esta turbación y sentimiento interior de Jesu­ es de buenas almas el temer culpa donde no la h ay, porque te­
cristo, que fué por v e r allí entre los suyos á Judas, hómbre per­ men tanto el pecado, por el grande amor que tienen á D ios, que
v e rso , impenitente y reprobado, el cual, aunque era solo, bas­ no querrían ver su sombra ni oir que entre ellos hubiese rastro
taba para tu rbarle, entristecerle y aguarle el contento que allí de él. ¡Oh! ¡Quién tuviera tan entrañado en el corazón el amor
tenía con tantos buenos y escogidos, no porque aborreciese la de Jesucristo, que temblase de sólo pensar que puede ofenderle!
persona en sí m ism a, sino porque sumamente aborrecía su mal­ Jesucristo, con su acostumbrada mansedumbre, caridad y pro­
dad, y sobre todo, su abominable ingratitud, después de haber videncia, no quiso publicar al traidor, porque todavía estaba
recibido de É l tantos beneficios. Esto quiso declarar con grande oculto, y porque no fuese ocasión de que los Apóstoles se alboro­
ponderación, d icie n d o ' : « Uno de vosotros me ha de entregar.» tasen contra é l , dándote ejemplo de encubrir los pecados del
que es d e c ir : uno de vosotros, á quien Y o tomé por Apóstol, y prójimo, aunque se hayan presto de descubrir, como también de
descubrí mis secretos, y di potestad de hacer m ilagros, y he la­ quitar cualquier ocasión de discordia y alboroto en la comunidad
vado los p ie s, y dádole á com er mi cuerpo y á beber mi sangre, ó casa donde estás. Con todo, lo descubrió á dos personas, que
comiendo conm igo en un p la to , éste me ha de entregar á la fueron al mismo Judas, el cual, con grande desvergüenza, por
muerte. ¡Cuán sentimentales son todas estas palabras de Jesús! encubrir su delito, preguntó, como los dem ás, si era é l, y Jesús,
M as, pondera las causas que movieron al Señor á decirlas delan­ con voz b aja, de modo que no lo oyesen los demás A póstoles, le
te de los A p óstoles, las cuales fueron d o s : L a prim era, para que contestó: «Tú lo d ices»; que fué decirle: tú eres el que me ha
de en tregar, y por ti h e dicho todo e s to ; á tiempo estás de arre-
Mattfa., XXVI, 21. pentirte. si quieres que Y o te perdone. L a otra persona á quien
590 Serie segunda. — Pasión de Jesucristo. Med. 1 y.—Jesús descubre á sus Apóstoles que bay un traidor. 591

separarse del S e ñ o r ! A l punto que oye esta amenaza, rinde su todos entendiesen que era Dios y que conocía todo cuanto con­
juicio, doblega su voluntad, y con la m ayor sumisión acceded tra El se tramaba, lo cual contribuía á hacer más am arga su pa­
la indicación de Jesús. A sí debes tú rendir tu juicio y voluntad á sión. L a segunda, para convertir á Judas, movido de la compa­
la de Dios y de sus representantes. Mira á Jesús á los pies de sión que le inspiraba la desgracia de este miserable. Y así le dijo,
Judas, y admírate grandemente, y adora los altos juicios de Dios, hablando con todos en general, y dirigiéndose interiormente á
y teme tu propia obstinación. ¡Qué humillación en Jesús! ¡Qué él en particular, que conocía bien sus ocultos pensamientos y
desgracia la del infeliz Judas! ¡ Qué dureza en su corazón! ¿Quién malos tratos, y , por consiguiente, que era su Dios y su ju e z, á
no temblará ante estos juicios soberanos de Dios? Vuelve sobre quien nada se ocultaba; deshizo el vano pretexto con que pre­
ti el pensamiento , y escudriña si cumples lo que dióe el Señor: tendía excusar su maldad, fundándose en la necesidad de la
Os he dado ejemplo para que hagáis lo que he hecho. ¿Cuál ha muerte de Jesús, y que É l mismo la'q u ería, diciendo : «El Hijo
sido tu proceder en tus años pasados? ¿Qué debes hacer en lo del hombre ha de m orir, como está decretado; mas, ¡ay del que
por venir? No serás bienaventurado por saber lo que hizo Cristo, le entregare!» P o r fin, le amenazó con terribles castigos, dicien­
sino por practicarlo. E xam ina, pues, lo que te conviene resolver do : «Mejor le estuviera no haber nacido, que cometer este pe­
para esto; y á fin de conseguirlo, propón con firmeza, pide con cado, por el cual será condenado al fuego eterno, donde deseará
confianza, y en amorosos coloquios ruega por ti y por todo el no ser, por no padecer tales tormentos, y no le será concedido.
mundo. ¡Oh Jesús mío amantísimo! P or aquella turbación que experi­
mentasteis al v e r delante de V o s al desgraciado Judas, os suplico
15.— JESÚS DESCUBRE A SUS APÓSTOLES QUE ENTRE ELLOS HAY UN
que con mis ingratitudes no ponga jam ás la causa de vuestra
traidor.
turbación y tristeza. A b rid los ojos de mi entendimiento para que.
penetrando las razones que disteis á aquel mal discipulo, llore
P reludio !.° Estando Jesús sentado á la mesa, turbóse, y dijo á sus Apóstoles fie mis culpas, deteste mis pecados, y h aga condigna penitencia de
uno de ellos le había de entregar, lo cual entristeció á todos y moviólos á que preguntase ellos, ¿ Hemos acaso nosotros turbado á Jesús con nuestras cul­
cada uno si era él el traidor. pas? ¿No nos m overán á aborrecerlas las poderosas razones de
P reludio 2.° Represéntate á Jesús y i los Apóstoles en este paso. Cristo?
Pmludio 3.» Pide la gracia de no entregar jamás i Jesús por el pecado. P a n t o S .° Temor de los Apóstoles a l oir la s palabras de-
J esú s.— Considera aquí e l efecto que causaron las palabras de
P a n t o 1.® Turbación de J e sú s y revelación d el traidor.— Jesús á los Apóstoles y lo que hizo el Señor en este caso. L os
Estando Jesús sentado á la mesa, turbóse de improviso, y dijoá Apóstoles se entristecieron grandemente y comenzaron á pre­
los A póstoles que uno de ellos le había de entregar. Considera guntarle cada uno : «Maestro, ¿so y , por ventura, yo?» Propio
aquí la causa de esta turbación y sentimiento interior de Jesu­ es de buenas alm as el temer culpa donde no la h a y , porque te­
cristo, que fué por v e r allí entre los suyos á Judas, hómbre per­ men tanto el pecado, por el grande amor que tienen á D ios, que
verso , impenitente y reprobado, el cual, aunque era solo, bas­ no querrían ver su sombra ni oir que entre ellos hubiese rastro
taba para turbarle, entristecerle y aguarle el contento quealli de él. ¡Oh! ¡Quién tuviera tan entrañado en el corazón el amor
tenía con tantos buenos y escogidos, no porque aborreciese la de Jesucristo, que temblase de sólo pensar que puede ofenderle!
persona en sí m ism a, sino porque sumamente aborrecía su mal­ Jesucristo, con su acostumbrada mansedumbre, caridad y pro­
dad, y sobre todo, su abominable ingratitud, después de haber videncia, no quiso publicar al traidor, porque todavía estaba
recibido de É l tantos beneficios. Esto quiso declarar con grande oculto, y porque no fuese ocasión de que los Apóstoles se alboro­
ponderación, diciendo ■ : «Uno de vosotros me ha de entregar;» tasen contra é l , dándote ejemplo de encubrir los pecados del
que es d e c ir : uno de vosotros, á quien Y o tomé por Apóstol,y prójimo, aunque se hayan presto de descubrir, como también de
descubrí mis secreto s, y di potestad de hacer m ilagros, y he la­ quitar cualquier ocasión de discordia y alboroto en la comunidad
vado los p ie s, y dádole á com er mi cuerpo y á beber mi sangre, ó casa donde estás. Con todo, lo descubrió á dos personas, que
comiendo conm igo en un p la to , éste me ha de entregar á la fueron al mismo Judas, el cual, con grande desvergüenza, por
muerte. ¡Cuán sentimentales son todas estas palabras de Jesús! encubrir su delito, preguntó, como los demás, si era é l, y Jesús,
Mas, pondera las causas que movieron al Señor á decirlas delan­ con voz b a ja , de modo que no lo oyesen los demás A p óstoles, le
te de los A p óstoles, las cuales fueron d o s: L a prim era, para que contestó : «Tú lo d ic e s »; que fué decirle: tú eres el que me ha
de entregar, y por ti he dicho todo e s to ; á tiempo estás de arre-
M ttth ., xxvi, 21. pentirte, si quieres que Y o te perdone. L a otra persona á quien
592 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Mcd. 1 5 .— Jesús descubre á sus Apóstoles que boy un traidor. 593
descubrió el traidor fué su discípulo amado Juan, que estaba re­ mi vida! No apartéis de mí vuestros ojos m isericordiosos, cansa­
clinado sobre su pecho, y lo hizo para que fuese testigo de la ca­ do de las rrjuchas ingratitudes que he cometido. Si es necesario
ridad que usaba con Judas, y así le d ijo : «Aquel es á quien Yo pam mi salud, castigadm e con azotes, afligidme con dolores;
diere un pedazo de pan mojado», y dióselo á Judas. Y es de creer pero no permitáis que llegue á tal extremo mi maldad y abuso
que se lo daría con grandes caricias y muestras de amor, como de vuestras gracias, que vuestra justicia haya de ordenar mi per­
una madre le suele dar á un hijo, ó un amigo á otro muy familiar petuo abandono. ¡Oh alm a! Escarmienta en la dureza de Judas, y
y querido suyo, para que se ve a adónde llegó la caridad del Se­ teme el abusar de la divina m isericordia, haciéndote el sordo á
ñor, que con haberse turbado y entristecido con la traición de sus avisos. ¿Has reflexionado bien todo esto?
aquel hombre, no cesó de darle muestras de amor para reducirle „ K p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán terrible mal es la ingratitud,
á su amistad. ¿No nos confunde esta exquisita caridad de Jesús? pues ella basta para causar turbación á Jesucristo ! A l ver este
¿Amamos nosotros del mismo modo á nuestros enemigos, sal­ Señor al m alvado é ingrato ju d a s en medio de sus discípulos, se
vando su honor y haciéndoles el bien posible? ¡Oh Salvador amo­ turba, y manifiesta esta interior aflicción ..diciendo:« D e verdad
rosísimo! G racias os doy, porque no os cansáis de echar brasas os digo, que uno de vosotros me ha de entregar». Deseaba dar­
sobre la cabeza del que os aborrece, no solamente velando por les una nueva prueba de su divinidad, de la cual es propio leer
su honor y fam a, dejando de manifestar sus intentos, que teníais en el corazón del hombre, y mucho más deseaba dar una nueva
muy conocidos, sino regalándole con amoroso bocado, para en­ aldabada a l corazón endurecido de Judas. Pero, ¡cuán distinto es
ternecer y ablandar su corazón. el efecto que las palabras de Jesús causan en los buenos discípu­
P a n t o 3 .° J u d a s es p resa d e Satanás y desamparado de los, del que en el m alvado Judas! Aquéllos,' llenos de un santo
Cristo.—Considera cómo e l desventurado Judas tomó el bocado temor, preguntan con humildad si serán ellos los ingratos; éste
que le alargó Jesús, pero con gran pertinacia y obstinación en lo pregunta tam bién, pero con m aliciosa hipocresía, con ei de­
su propósito, como diciendo: «Por más que me regales, tengo de seo de disimular. M as, ¡oh prudencia divina del Señor!: por una
venderte y sacar el dinero que perdí». Y en pena de tal pertina­ parte no descubre públicamente el traidor, para evitar disturbios
cia, vinieron sobre, él dos terribilísimos castigos. E l primero filé en su escuela y apostolado, y por otra manifiesta á dos que lo
permitir el Señor que tras el bocado entrase en él Satanás, el sabe: á san Juan para que después sea testigo de los extremos
cual ya había entrado en él otra v e z ', para persuadirle á que ven­ de caridad que ha usado con el inláme traidor, y á éste mismo
diese al Señor; y ahora entra de nuevo para moverle á que lo para herirle con las saetas de su amor encendido. P arece imposi­
ejecute con diligencia, instigándole á que se saliese del cenáculo1 ble que pueda ocultarse en el corazón del hombre tal dureza,
y fuese á poner por ó b ra la entrega que tenía tramada. ¡Cuán cual encontramos en Judas. Jesús, con amor é insinuándose blan­
peligrosa cosa es usar mal de los regalos de Dios y de las seña­ damente, le dice que sabe su trama; pero que está dispuesto para
les de amor que te da! Y , por consiguiente, [cuán peligroso es perdonarle; que sólo desea que se arrepienta. Añadiendo finezas
recibir en pecado el pan de vida mojado en la sangre preciosísi­ á finezas, toma de la mesa un pedazo de pan, mójalo en su plato,
ma de Cristo que en si encierra! El segundo castigo que vino y, con ternura sin igual, lo alarga á Judas. Nada basta para
sobre el desventurado Judas fué decirle el Señor: «Lo que ha­ ablandar aquel corazón metalizado. Y en castigo entra en el Sata­
ces , hazlo p resto». Que fué como desampararle y dejarle de su nás, y Jesús le deja abandonado á sus depravados intentos. ¡ A y
mano, permitiendo que cumpliese su dañada voluntad, como del pecador que se hace sordo A los avisos, amenazas y caricias
quien d ice: Hasta ahora te he detenido en mi compañía y en este de Dios! ¿Qué piensas tú de todo esto? ¿Has seguido los detes­
cenáculo, haciéndote muchos regalos y favores, para que te tables ejemplos de Judas? ¿No te admira y encanta la tierna ca­
arrepintieses de tu pecado; mas, pues no quieres, Yo alzo la ridad de Jesús? ¿Qué haces para imitarla? Piénsalo bien; y, para
mano de ti, y permito que vayas á ejecutar lo que deseas; y pues lograrlo, haz propósitos prácticos, pidiendo la fuerza y constan­
has de ir, ve presto, porque mayores ganas tengo Yo de morir cia que necesitas para cum plirlos; ruega por todo lo demás que
que tú de entregarme i la muerte. En lo cual has de ponderar acostumbras.
cuán espantoso castigo es este abandono que Dios hace de aque­
llas almas que, por haber abusado de la gracia, se puede decir de
ellas lo que de Babilonia dijeron los ángeles *: «Curado hemos á
Babilonia, y no ha sanado; desamparémosla», ¡Oh Redentor de

• Luc., xxii, 3. — »Joan., xm, 27. — y Jerem., u , 9.


38
594 Serít. segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 16.— Contienda de los Apóstoles r avisos de Jesús. >9$

P u n t o 8.° Jesú s predice el escándalo de sus discípulos


16.— CONTIENDA OE LOS APÓSTOLES Y AVISOS OE JESÚS. y las negaciones de Pedro.—Considera cómo Jesucristo, desean­
do humillar provechosamente á ¡os Apóstoles, y desvanecer los
humos de la ambición que los traían alg o turbados, y prevenir­
Preukmo I.* Disputaban los Apóstoles sobre quién parecía ser el mavor, y JesúsIes
los contra la desesperación. les avisó de su próxim a infidelidad
dió saludables avisos y predijo las tentaciones de san Pedro.
Preludio 2.® Represéntate á Jesús hablando con sus Apóstoles, j oyendo tú los coose.
y escándalo con estas palabras ' : «Todos vosotros seréis escan­
jos que les da. dalizados en Mi esta noche, porque escrito e s tá 5: H eriré al pas­
P reludio Pide al Señor que te libre de la ambición y presunción. tor, y serán esparcidas sus o v eja s; pero después que resucitare,
os veré en Galilea». Que fué decir : Vosotros á quienes he favo­
recido y regalado tanto, habéis de recibir escándalo con lo que
P a n t o l.° Contienda de los Apóstoles sobre la mayoría,y veréis pasar en Mí esta noche: y me desam pararéis, y vendréis á
cómo la a la ja J esú s.— Habiendo salido Judas del cenáculo, dijo perder la fe ó titubear en e lla : pero no desesperéis por esto, por­
e l Salvador á-sus. A póstoles que presto iba á ser clarificado el que Yo resucitaré y os v eré en Galilea. Pondera luego cómo P e­
Hijo del hombre, y que su Padre le clarificaría; y oyendo los dro, al oir esta palabra del Señor, movido de un fervor indis­
Apóstoles tales palabras, al momento brotó en ellos un espíritu de creto. dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no me escandali­
ambición y contienda, sobre quién de ellos era el mayor '.Euio zaré ; antes aparejado estoy para ir con V o s á la cárcel y á la
cual se descubre la viveza de esta pasión de la honra, lacual muerte». En lo cual cometió tres g raves yerros, que fueron:
luego saltea en cualquier ocasión, y los qfte poco ha estaban tris­ Contradecir imprudentemente á C risto, como no dando crédito
tes por la nueva de que uno de ellos había de entregar á su Maes­ á lo que había d ich o; presumir de s i, anteponiéndose á los otros
tro, ahora andan en porfías sobre quién privará más c o n H ,y y presumir de sus fuerzas más de lo que podía, y jactarse de ello.
quién será m ayor y más honrado. Pondera luego cómo Cristo ¡Oh cuántas imprudencias ocasiona el fervor indiscreto cuando
nuestro Señor procuró atajar pronto esta contienda y raíz de no va acompañado de la humildad en dejarse gobernar! En cas­
ella, para que entiendas que has de combatir presto las pasiones tigo de esta presunción y triple yerro de Pedro, permitió el Señor
y tentaciones, antes que crezcan y se enseñoreen de ti. Para esto que cayese en tres lal tas gravísim as, que le anunció en esta misma
les dijo que en su escuela se había de proceder diferentemente ocasión, diciéndole : «D ígotede verdad, qae antes que el gallo
que en el mundo y entre los reyes de las gen tes; porque quien cante m e negarás tres veces».Que fué d ecirle: T ú que presume:,
quisiere ser m ayor, ha de procurar ser como el menor, y el que más que todos, te escandalizarás más que todos esta noche, por­
desea preceder á todos, ha de tratar de servir á todos, del pro­ que en ella me negarás tres veces. ¡Oh Salvador mío dulcísimo!
pio modo que Él estaba entre ellos como siervo, sirviéndoles con No permitáis que yo presuma nunca de mí m ismo, ni me antepon­
humildad. Luego, para estimularles á obrar de este modc, les aña­ ga á nadie con soberbia; antes dadme abundante luz celestial,
dió : «Vosotros habéis permanecido conmigo en todas mis ten­ para que, conociendo mi flaqueza y miseria, tema siempre mi
taciones y tribulaciones; pues persevérad en esto, y no en preten­ inconstancia en vuestro servicio, y evite toda ocasión de escán­
der m ayorías, porque yo por testamento dispongo y ordeno daros dalo . que pueda se r causa de mi ruina. ¡ Oh alma m ía ! Mira
mi reino, como mi Padre me lo dió á M I»; esto es, ordeno que adonde conduce á Pedro el indiscreto fervor y poca humildad:
entréis en el reino que Y o os he conquistado, del mismo modo ¿no desconfiarás niás de ti en adelante? ¿ No tenderás más y más
que Y o entro; por el camino de la cruz, de las humillaciones y tu debilidad y flaqueza?
tribulaciones, y no per el camino de las grandezas, excelencias, P u n t o 3.° Avisos que da Jesús á Pedro en esta ocasión —
mayorías y aplausos mundanos. Y nosotros, ¿ nos dejamos llevar Considera aquí cómo J e sú s, después de pronosticar á Pedro sus
alguna v e z de la ambición y deseo de lucir? ¿Deseamos ir al cielo caídas, le dió tres importantes avisos, que debes aplicarte á ti
p o r otro camino que el que siguió Jesús? ¡ Oh dulce Salvador! Yo mismo, por si te has hallado ó te hallares en la misma situación
acepto el legado de vuestro reino, con la condición de perseverar que aquel Apóstol. D íc e le 5:.«Mira que Satanás ha deseado y
en vuestros trabajos por vuestro servicio. Ayudadme Vos á la pedido cribarte como á trigo; pero Y o hé rogado por ti, ¡oh P e­
perseverancia, para que no pierda la corona. Libradme de las dro!, para que no falte tu fe, y tú, después de convertido, confir­
contiendas, á n o se r que sean acerca de mi bajeza, pretendiendo ma ú tus hermanos». A dviértele, en primer lugar, que Satanás,
e l postrer lu gar para imitar vuestra humildad. su enem igo, había pedido licencia para tentarles, porque sin esta

• Luc., xxii, 24. > M itth ., xxvi, 31 ; Joan., x v t, — * Zaehar., *111,7. — S Lúe., x x n , 31.
596 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. / 7 .— Sermón de la cena.— Amor de Dios. 597

licencia no pudiera conseguirlo, como no pudo tentar sin ella á tristes pronósticos de su divino Maestro? A tien d e, por fin , á los
Job ' , ni aun entrar en los puercos \ Pero concediósele porque saludables avisos que da á Pedro, después de haberle anunciado
así convenía; pues que, dado caso que el demonio pretendía tur­ su caída. Satanás ha querido cribarles y esparcirles; mas El ha
barlos y esp arcirlos, como quien criba trigo sin tiento alguno; rogado y obtenido de su Padre firmeza en la fe; y , en cambio,
pero D ios pretendía convertir aquella tentación en provecho de quiere que confirme á sus hermanos después de convertido. En
ellos, para que quedasen más humildes y puros en adelante, como vista de esto, ¿qué debemos resolver? ¿ Nos ha dominado algún
el trigo bien cribado queda limpio de la neguilla y paja. ¿Quién tanto la ambición? ¿ Queremos sobreponernos á los demás ? ¿ No
desconfiará en las tentaciones de los enem igos. sabiendo que por recelamos de nuestra propia debilidad? ¡A h ! Basta que demosuna
encima de ellos está la mano del Señor que nos defiende? Luego ojeada á nuestros años pasados, y con grande confusión habremos
le dice que ¿1 había rogado para que no desfalleciese ó faltase su de confesar que hemos sido más dignos de castigo que Pedro. Sal­
fe, dándole á entender que sin duda pereciera, y Satanás pre­ gamos y a de nuestra apatía en resistir al demonio ; para lograr­
valeciera contra él hasta del todo destruirle, sin o fuera por su lo, propongamos lo conveniente, y pidamos por nosotros, por
oración y protección. Por fin , le exhorta á que se muestre agra­ los pobres pecadores y por todo el mundo.
decido á la protección que le dispensa, diciéndole: «Luego de
convertido, confirma á tus hermanos». ¡Oh caridad infinita de
Jesús! No dice á san Pedro: Cuando te convirtieres, dame gracias
17.— SERMÓN DE LA CENA.— AMOR DE DIOS.
por los auxilios que te haya prestado, sino confirma á tus herma­
Preludio i .® Jesucristo, en d sermón de la cena, exhortó al amor de Dios, diciendo
nos en la fe y confianza; mira por ellos, ayúdalos en lo que fuiste que se echa de ver en la observanda de los mandamientos, y pónese á si mismo por modelo*
ayudado , y en esto me pagarás algo de lo mucho que por ti he Preludio 2.® Represéntate á Jesús predicando á sus discípulos, y i ti entre ellos.
hecho. ¡ Oh amanlísimo Jesús! Suplico á vuestra divina Majestad Preludio y.® Pide la gracia de amar á Dios.
q u e, si diereis licencia á Satanás para que me cribe como trigo,
seáis V o s mi abogado y protector, para que no desfallezca mi fe, P u n t o l . ° E xcelencia del precepto del am or de D ios.—
ni falte en la caridad; convertid, Señor, la tentación en mi prove­ Considera cómo lo que con más encarecimiento inculcó Jesús á
cho y en el de mis prójimos, para que la aflicción sea crisolen sus Apóstoles, fué el am or de Dios. P ara despertar en ellos este
qué me purifique y me haga instrumento hábil para convertir divino afecto, les dijo 1 : «Como el Padre me am ó, así Y o os he
á mis hermanos. ¿Hemos nosotros oído los avisos de Jesúsá amado; permaneced en mi amor»; como quien dice: E l'a m o r
Pedro ? ¿ Desconfiaremos en las tentaciones ? ¿ No procuraremos que os he tenido no es como quiera, sino como el que mi P adre
ser agradecidos á la protección del Señor? me tiene, comunicándoos de gracia muchos de los dones que mi
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuánta es la sutileza del vido Padre me ha d a d o , y por esto quiero y os mando que perma­
de la am bición! ¡ Con qué inoportunidad y disimulóse introduce nezcáis en mi amor, procurando de vuestra parte conservar este
en los corazones que más debieran resistirle! L os Apóstoles, que amor que os tengo, para que Y o por vuestra culpa no haya de
poco antes estaban cargados de tristeza y miedo por las palabras dejar de amaros; y esforzándoos también en am arm e, como Y o
que les había dicho Jesús, en cuanto les habló de su gloria, ya os amo, porque amor no se paga sino con semejante amor, y
comienzan á cavilar y á disputar entre sí sobre quién sería el ma­ el amor m ueve á ser amado. Para m overte á practicar este divi
y o r entre ellos. Pero ¡cuán sabiamente corta Jesús esta peligrosa no amor, recuerda lo que en otra ocasión dijo el Señor de este
contienda! En mi escuela, dice, quien quiera ser mayor, se ha de mandamiento, que es el primero y m ayor de todos *. E s el pri­
hacer el menor, y el reino que Y o quiero daros ha de ser obteni­ m e r o s orden, porque se pone por fundamento de todos, y e s
do por vosotros del mismo modo que Y o le alcanzo, esto es, por fundamento de la vida espiritual y raíz de toda la perfección; en
medio de humillaciones y trabajos. Graba bién en tu corazón es­ la dignidad , porque manda el supremo acto de virtud que hay
tas palabras divinas, y escucha con saludable temor los tristes en la vida cristiana, que es la caridad, la cual es m ayor que la fe
anuncios de Jesucristo. Habláis de grandeza, añade, vosotros que y la esperanza, y sin la cual todas las virtudes son m uertas, y
sois tan fla co s, que en esta misma noche me habéis de abandonar nada eres delante de D ios; en el m erecim iento, porque la
cobardemente: pensáis en superioridades, y Pedro, que se hace caridad es la primera causa de todos tus merecimientos de­
superior á todos, presumiendo de sí y creyéndose invencible, me lante de Dios, y sin ella ninguna obra m erece algo; y aunque
negará hasta tres veces. ¿Qué sentirían los Apóstoles al oir estos des toda tu hacienda á los pobres y tu cuerpo á las llamas, nada

■ Job., i , 12. — » Mattta., viii, 51. > Joan., xv, 9. — * Matth., xxn, y8.
596 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 17 .— Sermón de la cena.— Amor de Dios. 597

licencia no pudiera conseguirlo. como no pudo tentar sin ella .1 tristes pronósticos de su divino Maestro? A tien d e, por fin , á los
J o b 1 , ni aun entrar en los puercos \ Pero concediósele porque saludables avisos que da á P edro, después de haberle anunciado
así convenía; pues que, dado caso que el demonio pretendía tur­ su caída. Satanás ha querido cribarles y esparcirles; mas El ha
barlos y esp arcirlos, como quien criba trigo sin tiento alguno; rogado y obtenido de su Padre firmeza en la fe ; y , en cambio,
pero Dios pretendía convertir aquella tentación en provecho de quiere que confirme á sus hermanos después de convertido. En
ellos, para que quedasen más humildes y puros en adelante, como vista de esto, ¿qué debemos resolver? ¿ Nos ha dominado algún
el trigo bien cribado queda limpio de laneguilla y paja. ¿Quién tanto la ambición? ¿ Queremos sobreponernos á los demás? ¿No
desconfiará en las tentaciones de los enem igos. sabiendo que por recelamos de nuestra propia debilidad? ¡A h ! Basta que demos una
encima de ellos está la mano del Señor que nos defiende? Luego ojeada á nuestros años pasados, y con grande confusión habremos
le dice que lil había rogado para que no desfalleciese ó faltase su de confesar que hemos sido más dignos de castigo que Pedro. S al­
fe, dándole á entender que sin duda pereciera, y Satanás pre­ gamos y a de nuestra apatía en resistir al demonio ; para lograr­
valeciera contra él hasta del todo destruirle, sino fuera por su lo, propongamos lo conveniente, y pidamos por nosotros, por
oración y protección. Por fin . le exhorta á que se muestre agra­ los pobres pecadores y por todo el mundo.
decido á la protección que le dispensa, diciéndole: «Luego de
convertido, confirma á tus hermanos». ¡ Oh caridad infinita de
17.— SERMÓN DE LA CENA.— AMOR DE DIOS.
Jesús! No dice á san P ed ro : Cuando te convirtieres, dame gracias
por los auxilios que te haya prestado, sino confirma á tus herma­ Paeiuoio i.* Jesucristo , <n el sermón de I* cena, exhortó al amor de Dios , diciendo
nos en la fe y confianza; mira por ellos, ayúdalos en lo que fuiste que se echa de ver en la observancia de los mandamientos, y pónese á si mismo por modelo-
ayudado , y en esto me pagarás algo de lo mucho que por ti he PaKLUMo 2.° Represéntate i jesús predicando á sus discípulos, y á ti entre ellos.
hecho. 1 Oh amanlísimo Jesús! Suplico á vuestra divina Majestad Prilumo 3.» Pide la gracia de amar á Dios.
que, si diereis licencia á Satanás para que me cribe como trigo,
seáis V o s mi abogado y protector, para que no desfallezca mi fe, P o n t o l . ° E xcelencia del precepto d el am or d e D ios.—
ni falte en la caridad; convertid, Señor, la tentación en mi prove­ Considera cómo lo que con m ás encarecimiento inculcó Jesús á
cho y en el de mis prójimos, para que la aflicción sea crisolen sus Apóstoles, fué el am or de Dios. P ara despertar en ellos este
qué me purifique y me haga instrumento hábil para convertir divino afecto, les dijo ': «Como el P adre me am ó, así Y o os he
á mis hermanos. ¿Hemos nosotros oído los avisos de Jesús á amado; permaneced en mi amor»; como quien dice: E l amor
Pedro ? ¿ Desconfiaremos en las tentaciones? ¿No procuraremos que os he tenido no es como quiera, sino como el que mi P adre
ser agradecidos á la protección del Señor? me tiene, comunicándoos de gracia muchos de los dones que mi
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuánta es la sutileza del vicio Padre me ha d a d o , y por esto quiero y os mando que perma­
de la am bición! ¡ Con qué inoportunidad y disimulo se introduce nezcáis en mi amor, procurando de vuestra parte conservar este
en los corazones que más debieran resistirle! L o s Apóstoles, que amor que os tengo, para que Y o por vuestra culpa no haya de
poco antes estaban cargados de tristeza y miedo por las palabras dejar de amaros; y esforzándoos también en am arm e, como Y o
que les había dicho Jesús, en cuanto les habló de su gloria, ya os amo, porque amor no se paga sino con semejante amor, y
comienzan á cavilar y á disputar entre sí sobre quién sería el ma­ el amor mueve á ser amado. Para m overte á practicar este divi
y o r entre ellos. Pero ¡cuán sabiamente corta Jesús esta peligrosa no amor, recuerda lo que en otra ocasión dijo el Señor de est$
contienda! En mi escuela, dice, quien quiera ser mayor, se ha de mandamiento, que es el primero y m ayor de todos *. E s el pri­
hacer el m enor, y el reino que Y o quiero daros ha de ser obteni­ mero en orden, porque se pone por fundamento de todos, y e s
do por vosotros del mismo modo que Y o le alcanzo, esto es, por fundamento de la vida espiritual y raíz de toda la perfección; en
medio de humillaciones y trabajos. G raba bién en tu corazón es­ la dignidad , porque manda el supremo acto de virtud que hay
tas palabras divinas, y escucha con saludable temor los tristes en la vida cristiana, que es la caridad, la cual es m ayor que la fe
anuncios dejesucristo. Habláis de grandeza, añade, vosotros que y la esperanza, y sin la cual todas las virtudes son m uertas, y
sois tan ñ a co s, que en esta misma noche me habéis de abandonar nada eres delante de D ios; en el m erecim iento, porque la
cobardemente: pensáis en superioridades, y Pedro, que se hace caridad es la primera causa de todos tus merecimientos de­
superior á todos, presumiendo de sí y creyéndose invencible, me lante de Dios, y Sin ella ninguna obra merece algo; y aunque
negará hasta tres veces. ¿Qué sentirían los Apóstoles al oir estos des toda tu hacienda á los pobres y tu cuerpo á las llamas, nada

* )ob., 1, 12. — » M»Uh., viu, 31. 1 Joan., xv, 9. — » Matth., x x ii , jS.


598 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. / 7 .— Sermón de ¡a cena.— Amor de Dios. 599

te-aprovecha para m erecer la vida eterna; en la suavidad y rioso? ¡Oh sabiduría eterna! V o s que mostráis vuestra justicia
d u lzu r a , porque de la caridad nace toda la suavidad del yugo y rectitud en premiar y favorecer á los que os aman, ayudadme
de D ios y la ligereza de la carga de su le y; y , finalmente, en la á caminar por los caminos de la justicia y por ias sendas de la
in ten ción , porque, com o dice San Pablo es el fin de los pre­ perfección, amándoos con todas mis fuerzas, p ara que Sea digno
ceptos, y todos se ordenan á la caridad, y á ella ha de ir endere­ de que me enriquezcáis con las riquezas celestiales, y llenéis
zada nuestra intención, y así has de acompañar todas tus obras, mis deseos con los tesoros de los bienes sempiternos.
haciéndolas por am or, para que su bondad sea perfecta. ¡Oh Ama P u n t o 3 .° Modelo y dechado de este amor.— Considera
dor dulcísimo! ¿Q uién no se m overá á cumplir este primer man­ cómo Jesucristo quiso ponerse á sí mismo por ejemplo y dechado
damiento, al oir lo q u e V o s nos decís de él? ¡Con qué palabras del amor que debemos á D io s, y del modo cómo hemos de ejer­
más encarecidas podíais declarar la grandeza del amor que nos citarlo, diciendo: «Si guardáis mis mandamientos permanece­
tenéis, que con decir que nos amabais como vuestro Padre os réis en mi amor: como Y o guardé los preceptos de mi Padre, y
am ó! Y ¡ con qué razones más eficaces nos podíais mover á que permanezco en su amor, así en el amor que me tiene, como en
os am ásem os, que con decirnos la grandeza del amor con que el que Y o le tengo». P o n d e ra d modo divino cómo guardó Je­
nos amáis! ¡Oh alm a mía! Escucha la palabra de Jesús, que te sucristo los preceptos de su Padre. Porque los observó con
exhorta á que cum plas este primer mandamiento. ¿Cómo lo has toda perfección, diciendo de Él su mismo Padre: «Este es mi
hecho? ¿Amas á D ios del modo que Jesús quiere? Hijo m uy am ado, en quien tengo mis com placencias». Guardó­
P u n t o 2 .° S e ñ a l y prem io del amor de D ios.—Considera los perpetuamente, pudiendo decir que hacía siempre las cosas
cómo Jesucristo manifestó á sus discípulos en este sermón la se­ que le eran agradables: guardólos con admirable abnegación,
ñal más evidénte é infalible de que uno ama á D io s , diciéndo- privándose d d rep o so , comida y sueño por cumplir la voluntad
les *: «Si me am áis, guardaréis mis mandamientos; el que guarda de su P a d re, separándose temporalmente de su Santísima Ma­
mis mandamientos, este es el que me ama». De modo que el dre, aunque era intensísimo el amor que la profesaba, y sabía
amor de D ios no se descubre en las palabras, sino en las obras; la am argura y dolor que con su separación inusitada le había de
y no se echa sólo de v e r en hacer muchas limosnas, severas causar; y . por fin, se entregó á los azotes, espinas y cruz para
penitencias, largas oraciones, ó en tener altas contemplaciones, cumplir la voluntad y precepto que le había impuesto el Padre.
sino en observar exactam ente los divinos mandamientos. Tam­ T al es el modelo perfectísimo de am or que pone Jesús delante
poco quiere el verdadero amor estar ocioso ó vivir á su liber- de tus ojos. D é manera que si deseas que tu amor.á D ios sea v er­
* tad, sino que trabaja por cumplir la voluntad del amado, y en dadero, es necesario que observes sus preceptos con toda la •
esto se encierran tre s grandes bienes. E l prim ero, ser amado perfección que sea posible, sin omitir ninguno, por pequeño que
del Eterno Padre con especiales señales de am or; y si tan gran s e a , y cumpliéndolos con grande fervor, recta intención y en­
bien es ser amado de los reyes de la tie rra , ; cuán gran bien será cendida caridad; debes observarlos perpetuamente, sin desfa­
ser amado del R e y del cielo? Nada puede faltar ciertamente al llecer ni volver a trá s, y con grande abnegación, estando dis­
que priva con tal R e y . E l segundo, que el Padre y el Hijo, y por puesto á sacrificar todas tus inclinaciones, vencer todas las re­
consiguiente el E spíritu S an to , morarán dentro de é l , y estarán pugnancias, y carg a r con todos los trabajos, para cumplir la le y
en su alma, rigiéndola, regalándola y teniendo especial cuidado divina. ¡Oh Amado m ío! D eseo cumplir lavpluntad de vuestro
de ella. E l tercero, que Cristo se le m anifestará, así en esta vida Padre celestial como V os la cum plisteis, amándoos como le
por la luz de la fe m uy esclarecida con la gracia de la contem­ am asteis, para ser amado como V o s lo fuisteis. D ilig a m te sicu t
plación, como en la otra por la visión beatífica con que se ve á d ilig or a te. Á m eos como me amáis. Y pues me mandáis que os
Dios claramente. E sto s son los abundantes y regalados premios ame, dádm elo que m e mandáis, para que pueda amaros como
que promete Jesús á los que le am an, diciendo: «El que me ama queréis. ¡Oh alma fiel! P ontu s ojos en Jesús, y verás el modo de
será amado de mi P a d r e , y Y o le am aré, y le manifestaré á Mí a m a rá Dios. ¿Cumples los divinos preceptos con la perfección,
mismo; y si alguno m e ama, mi Padre le am ará, y ambos vendre­ constancia y abnegación que Él?
mos á él y haremo 3 morada en é l». ¡Oh dichosos los que aman á E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué legados tan ricos, qué conse­
Cristo cumpliendo sus mandamientos, pues can grandes bienes jos tan excelentes, qué encargos tan divinos hace Jesús á sus
alcanzarán por e llo ! ¿Am am os [nosotros á Jesús observando sus A póstoles, y en ellos á todos sus discípulos, antes de i r á la .
preceptos? ¿Está nuestro amor ocioso? ¿Es interesado 6 volunta- muerte! El amor de Dios es el primero y m ás principal de lodos
los preceptos; prim ero en la eficacia, en la dulzura, en el m ere­
1 I T i m ., 1 , 5 . — » Joan. , x iv, 15.' cimiento, en la intención; y este precepto es repetidas veces
6oo Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 18.— Sermón de la cena.— Autor fraternal. 60 1
inculcado por el Salvador en su divino sermón de la cena. «Como
adopción de Cristo. El precepto antiguo del amor d ecía :« A m arás
mi Padre me amó, dice, así Yo os he amado; permaneced en mi
al prójimo como á ti mismo». E l nuevo dice: «Am arás á tu pró­
am or.» ¿Qué corazónpuede haber tan duro que resista á tan ter­
jimo como Cristo te am ó», esto es, con la p ureza, fervor é inten­
nísimas palabras de un Dios? ¡Qué ingratitud tan monstruosa no
sidad con que te amó, á semejanza suya, queriendo y procurando
amar á Jesús! Pero ¿cómo hemos de amarle? Él mismo nos lo
para él principalmente los bienes espirituales, aunque sea con
enseña: «El que guarda mis mandamientos, ese es el que me menoscabo de tus comodidades temporales, Y para que estime­
ama >. El amor de Dios no puede estar ocioso ni es amigo de mos más este amor, dice que esta es la divisa y señal de sus dis­
libertad, sino que se hace esclavo voluntario de su Amado. Pero cípulos , que fué d ecirles: L os discípulos de Moisés son conocidos
en retorno, ¡qué bienes! ¡qué grandezas! ¡qué provechos reporta! por la observancia de las ceremonias de la ley; los del Bautista,
Ser amado del Padre Eterno con singular ternura: ser morada por ayunos y asperezas; los de los fariseos, por los vestidos y
especial de la Santísima Trinidad: recibir altísimas ilustraciones ’ ceremonias exteriores; los de los filósofos, por sus dichos y sen­
de Dios en esta vid a , y en la otra la visión beatífica. ¡Oh. si tencias agudas; pero los discípulos de mi escuela, por el amor de
amásemos con perfección á Dios! ¿Dónde hallaremos un modelo, unos con otros; y aunque puede haber otras señales, como son
un ejemplar y dechado de este perfecto amor? Jesús nos lo dice: la fe. la p rofecía, los m ilagros y otras obras muy gloriosas; pero
«Como Y o guardo los preceptos de mi Padre y permanezco en esta del amor es certísim a y puede hallarse en todos, sin la cual
su am or, así debéis hacerlo vosotros ». ¿Qué resolvem os, pues, las demás son imperfectas. Y por esto dijo el Sabio 1: «Q u ecos
en visia de todo esto? ¿Cómo no imitamos los ejemplos de obe­ hijos de la sabiduría son la congregación de los justos, cuydbria-
diencia que nos da Jesús? ¡Oh, dureza insensata de nuestro co­ ción y condición propia es obediencia y amor»; porque como las
razón! ¡Tan blando para rendirse al amor de las criaturas,y naciones se conocen por el lenguaje ó trajes, ó por los fueros y
tan rebelde para entregarse á Dios! Trabajemos para poner eficaz otras señales exteriores, asi la nación de los hijos de la sabiduría
remedio á tan pernicioso desorden; propongamos lo que nos encarnada, que es C risto, se conoce por la obediencia y el amor
convenga hacer y evitar, y pidamos los auxilios divinos que nos de D ios, y de unos con otros entre sí. ¿Queremos nosotros que
son necesarios para esto, sin descuidar el rogar por todas las Dios y los hombres nos reconozcan por discípulos de Cristo?
cosas que se nos han encomendado. ¿ Cómo lo hacemos ? ¿ Amam os al prójimo del modo que Jesús nos
ama? ¡Oh Maestro dulcísimo! D adm e la señal de los que cursan
18. - SERMÓN DE LA CENA. — AMOR FRATERNAL. en vuestra escuela, para que por e lla , no solamente sea y o cono­
cido, sino seáis V o s gloriécado. pues la virtud del discípulo es •
P reludio i .« Jesú»,enel sermón de la cena, recomendó eficazmeute el precepto de la gloria del Maestro. Renovad mi corazón para que reciba y con­
caridad fraterna, llamándole nuevo, suyo, y compendio de todos los otros. serve el precepto del amor que V o s renovasteis, subiéndole á
P reludio í .« Represéntate i Jesús exhortando á la caridad. una perfección que no tenía.
PRELUDIO Pide la gracia de tener grande caridad con el prójimo. P u a t o 2 ." E l precepto d e la carid ad fra tern a es propio
de Cristo. — L a segunda vez que Jesús exhortó á sus discípulos á
P a n t o l.° E l precepto de la caridad fra tern a es un pre­ la mutua caridad, les dijo «Este es mi precepto, que os améis
cepto nuevo.— Considera cómo Jesucristo no se contentó en el unos á otros, como Y o os am é; ninguno tiene m ayor amor que
sermón de la cena con exhortar á sus Apóstoles al amor de Dios; éste, que es dar la vida por sus amigos». Considera cómo en es­
inculcóles también con palabras muy encarecidas el amor del tas palabras al mandamiento del am or que Jesús llamó nuevo,
prójim o, y hasta por tres veces, para que se viese el ardiente llama ahora suyo; porque, aunque es verdad que todos los man­
deseo que tenía de que se cumpliese. L a primera vez les dijo1: damientos son suyos, porque É l. en cuanto D ios, es el legislador
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos á otros como soberano que desde el principio imprimió en la razón dél hombre
Y o os am é, y con esto conocerán que sois mis discípulos, si os la ley natural, y después en tablas de piedra la le y del decálogo,
tenéis amor». Llam a á este mandamiento nuevo, porque Él le este precepto es por excelencia suyo. E s suyo, porque en él
renovó, que estaba muy caído, y le puso en perfección, y como funda su le y , estribando en él todos los demás preceptos que
fundamento de la ley nu eva, que toda es ley de amor, y por él comprende; es suyo, porque lo amó especialmente y se preció de
somos semejantes al A dán nuevo, y somos renovados en el espí­ guardarle perfectísimamente, poniéndose por dechado en el cum­
ritu, y alcanzamos la nueva dignidad de hijos de Dios por la plimiento de é l; es suyo, porque le estima en más que á los otros,

• Joan , nn, 34. • Eccli., m ,i. — >Joan., xv, 7.


<k>2 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Mid. 18.— Sermón de la cena.— Amor fraternal. 603
queriendo que en su observancia se señalen de un modo singular
culpas, para los que carecen de amor á su s prójimos, ni usan con
sus discípulos; es suyo, porque por él hace á los hombres suyos,
ellos de misericordia, se hará un juicio durísimo y sin m isericor­
sus hijos, sus am igos, sus fieles siervos, y con él les da sus cosas
dia , por haber resistido con m ayor conocimiento á la voluntad
propias, que son su gracia y la herencia de la gloría, y á sí mis­
del Supremo Juez. ¡Oh Salvador amantísimo! ¿Qué más podíais
mo se entrega por suyo. Finalm ente: es precepto suyo, porque
hacer para encender en los corazones de vuestros discípulos el
en su práctica ha querido ser É l mismo un acabado modelo, por­
fuego de la caridad fraterna? ¿Con qué palabras más encarecidas
que, siendo el supremo acto de este amor el dar la vida, si fuere
podíais inculcar este precepto? A hora conozco mi enorme mali­
menester, por sus am igos, esto e s , por aquellos á quienes ama,
cia al resistir á vuestra voluntad, dejando de am ar á mis herma­
Él la ha dado por nosotros, á fin de podernos d e c ir : «Ejemplo
nos. Dadme un corazón nuevo, llenadle de los afectos que ocupan
os he dado para que os améis como Y o os he amado». Ponderan­
el vuestro, para imitaros en amar á mis prójim os, haciéndome
do todo esto, has de confundirte grandemente viendo por una
digno de vuestros premios.
parte el grande-aprecio que Jesús, tu M aestro, hace del amor
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Con qué eficacia y encarecimiento
fraternal, y por otra el triste y culpable olvido en que lo has te­
recomendó Jesucristo á sus discípulos el precepto de la caridad
nido , á causa de haberte dominado el amor propio, que es mor­ fraterna! P ara m overlos á observarle, se lo presenta como un
tal veneno de aquél. ¡Oh A m ador infinito! V o s disteis la vida precepto n u evo , porque, aunque estaba y a mandado en la anti­
por todos, porque á todos am asteis, y aunque eran vuestros ene­ gua ley de M oisés, y todavía m ás, consignado y promulgado en
m igos, la ofrecisteis por ellos p ara convertirlos en am igos; dad­ la ley misma natural: pero Jesús lo renovó, perfeccionó y san­
me un amor tan perfecto como éste, pues no es razón quiera yo cionó nuevamente. Púsolo como fundamento de la ley* nueva, y
mi vida, siendo tan v il y m iserable, más que Vos quisisteis la como medio indispensable para la renovación espiritual del hom­
vuestra, siendo tan preciosa y admirable. ¡Oh cristiano! Si estas bre. E l antiguo ordenaba que el modelo del am or al prójimo fuese
palabras del Señor no te aficionan al amor del prójimo, no tie­ el amor que cada cual se tiene á sí m ism o; Jesús quiere que el
nes corazón. ¿Qué has hecho hasta hoy? ¿En qué aprecio has modelo de nuestro am or sea el que nos ha profesado É l mismo;
tenido la caridad fraterna? y en este am or hemos de ser conocidos por discípulos suyos, y
P a n t o 5S.P E l precepto d el am or es un compendio de todos esta ha de ser la principal cualidad que copiemos de nuestro
los otros preceptos.— Considera cómo por tercera vez el Señor Maestro. Este precepto es suyo de un modo especial, porque se
recomendó á sus Apóstoles el amor de unos con otros, dicien- precia de guardarle perfectísimamente; en él funda su le y , le
, do ' : « Pistas cosas os m ando: que os améis unos á otros». En las estima más que á los oíros, y es el medio por el cual los hombres
cuales palabras, claramente da á entender que todas las cosas han de venir á ser suyos. Este precepto es también, según el
que mandó en su ley y todos los demás mandamientos, están Señor, una suma y compendio de todos los demás preceptos, y
cifrados y compendiados en este único del amor, y por esto dijo: cumpliéndolo perfectamente, cumplimos toda la ley, y a que todos
Estas cosas os mando : que os a m é is; porque si os amáis cum­ los mandamientos de ella se reducen á los dos, amar á Dios sobre
pliréis todas las dem ás; porque la caridad es paciente, benigna, todo, y al prójimo como Jesús nos amó. A nte tales motivos de
no es envidiosa, no obra en van o , no busca su interés, ni piensa amar á nuestros hermanos, ¿qué nos dice nuestro corazón? ¿Nos
mal; todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta, y, en una pa­ atreveremos á abrigar el odio, la envidia, la antipatía, los resen­
labra, el cumplimiento y plenitud de la ley es el amor. Pondera, timientos y otros defectos tan opuestos á la verdadera caridad?
además, cómo el Señor, para dejar más impreso en la memoria ¿Haremos de la caridad fraterna el aprecio que desea Jesús? Im­
y fijo en el corazón este deber del amor m utuo, lo repite tres posible parece que haya hombres que se atrevan á llamarse dis­
veces, y todas tres le llama p recep to , con no haber usado-este cípulos de- C risto , teniendo, como tienen, un corazón durísimo
vocablo cuando les encargó que le amasen, como quien dice: para con sus hermanos. Detestemos nosotros tan abominable
Para que me améis, no será menester diga Y o que os lo mando, proceder, imprimamos en nuestro corazón las palabras de nues­
porque el amor que os tengo 3" los bienes que os he hecho están tro divino M aestro, y para regularnos por ellas, hagamos propó­
diciendo con elocuencia que me am é is; mas para que améis á sitos firmes y muy particulares, roguemos al mismo Jesús que
vuestros prójim os, quiero m andarlo expresamente una, dos y nos ayude ú cumplirlos, y nos socorra en todas nuestras nece­
tres veces, porque no os descuidéis en este amor. Y así, aunque sidades.
todos los pecadores serán castigados según la gravedad de sus

1 Joan., x v i , 23.
604 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. ip .— Sermón de la cena .— Oración dos

P n n t o &.° Próm esa de oir las oraciones.- Considera aquí


19,— SERMÓN DE LA CENA.— ORACIÓN. la solemne promesa que hizo Jesús á sus Apóstoles de oir sus
oraciones, diciendo1: «De verdad os digo, si alguna cosa pidie­
Preludio i .« E n c a rg ó J e s ú s e n e l serm ón d e la c e n a la o ra c ió n , p rom etien do á sus dis­
reis al l'ad re en mi nombre, Él os la dará; hasta ahora nada
cíp u lo s q u e lo s o iría y co n c ed ería c u a n to le p id iesen .
habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vues­
P reludio 2.0 R e p re s é n ta te q u e co n lo s A p ó s to le s e s tá s o y e n d o esto s consejos del
S eñ o r. tro <ozo sea lleno». P ara conocer la trascendencia de esta g e ­
P reludio 3.® Pide la gracia de saber orar, de modo que tu oración sea oida. nerosa promesa, pondera atentamente todas sus circunstancias.
Quien lá hace es el Hijo de Dios v i v o , cuyo nombre es fiel 3'
P u n t o l . ° Modo cómo debe hacerse la oración para ser verdadero *, y la misma verdad y sabiduría, que no puede enga­
oída.— Considera cómo Jesucristo, exhortando á sus Apóstoles ñar ni engañarnos; 3” sabe muy bien lo que promete, \- la q u e
á la oración, les d ijo 1: «El que cree en M í, hará las obras que puede y quiere cumplir y conviene que se cumpla, y a sí, de todas
Y o hago y otras m ayo res, porque v o y al Padre, y cualquiera parles es certísima. A quien se hace la promesa es á los discípu­
cosa que pidiereis en mi nombre la haré, para que el Padre sea los de je sú s que con Él estaban en aquel cenáculo, habiéndose
glorificado en el T-Tijo; y si me pidiereis alguna cosa en mi nom­ 3ra salido Judas; que es decir, hácese solam ente'á los que creen
bre, también la haré». En cuyas palabras te enseña que la ora­ en Cristo y esperan en É l, y desean servirle y obedecerle como
ción con la fe viva y esperanza cierta en su palabra, es poderosa discípulos i y no á los p ecad o res, rebeldes y obstinados que
para alcanzar del Padre Eterno y del mismo Cristo fuerzas y se apartan de su escuela y obediencia. Y en este sentido dijo el
poder para hacer obras m aravillosas, semejantes á las que Él ciego ’ que Dios no oye á los pecadores. Mas si ellos desean no
hizo en este mundo, así obras de virtud y santidad, como obras serlo, sino ser discípulos de C risto, también tienen parte en esta
de m ilagros mayores que los suyos, si fuere menester; y para promesa, porque nuestro Padre celestial da su espíritu bueno al
certificarnos de esto, repite lo mismo segunda v ez, y dice que es que se lo pide para dejar de ser malo. E l que ha de cum plir esta
gloria de su Padre conceder esto por su H ijo, para que entiendas promesa es el P ad re; esto es, aquel Señor que por excelencia
cuán de buena gana lo cumplirán ambos. Luego añade2: «Si merece este nombre, y es Padre amoroso, cuidadoso y todopode­
permaneciereis en M i, y mis palabras en vosotros, todo lo que roso para dar á sus hijos cuanto le pidieren, mucho, m ejor que
quisiereis pediréis, y dárseos ha»; enseñándote la maravillosa todos los padres de la tierra, porque da sin perder nada, jr sus
eficacia y trabazón de la oración con la unión con Cristo por gustos son dar á todos. Tam bién ha de cum plir esta prom esa el
amor y por la obediencia á sus preceptos; porque en manos de Hijo, que es el mismo que la hace, 3' el Espíritu Santo, que es un
la voluntad, unida de este modo con C risto , se pone el querer Dios con los dos, el cual pide por nosotros, incitándonos á pedir
y el pedir; y el mismo Cristo nuestro Señor se obliga á conceder por las ganas que tiene de dar. L o s títulos para pedir son el nom­
lo que pidiere. Esto se entiende cuando quiere y pide movida bre de Cristo, esto es, la bondad de Jesús con todas sus virtudes
de esta divina unión y según ella, la cual nunca quiere más que y merecimientos; los trabajos de su vida y muerte; los servicios
lo que Dios quiere, ni pide sino lo que da gusto á D io s, por que que hizo al Padre, y su gloria y honra; de modo que no has de pe­
no tiene voluntad propia, sin o la de Dios tiene por suya; y por dir en tu nombre, ni en tus m éritos, ni para tu gloria, sino, de­
esta razón, dice santo Tom ás, que siempre se cumple la oración jando todo esto, estribar en Cristo y ordenar cuanto pidieres á
de los que de esta manera oran. ¡Oh Dios de mi alma! Conceded­ su gloria. ¡Oh bondadoso Padre! Desde ho>' no quiero desconfiar
me que siempre esté unido con V o s , y vuestras palabras y pre­ de que sean oídas mis oraciones. V os que habéis prometido es­
ceptos estén siempre unidos conmigo, amándolos y cumpliéndo­ cucharme, sois fidelísimo; vuestro Padre es riquísimo; y yo, aun­
los de corazón, porque cierto estoy que si os am o, obedezco que miserable pecador, deseo salir del pecado y serviros con
y concierto mis quereres con la ley del amor, cuanto quisiere fidelidad y constancia. Concededme esta gracia para vuestra
puedo pedir, y cuanto pidiere me d a ré is, porque gustáis de honra y gloria.
hacer placer á quien os le hace, y de cumplir la voluntad de P n n t o 3 .° Cosas d que se extiende la promesa de J esú s.—
quien siempre cumple la vuestra ¡Oh alma! Mira si tu oración Considera cómo las cosas á que se extiende la promesa son todas
va acompañada de la fe, confianza y conformidad con la volun­ las que son decentes y convenientes á la bondad del Padre que las
tad de Dios. ¿Te esmeras en juntar con ella estas virtudes que ha de dar, y al nombre y virtud del Hijo por quien se piden, y á
la hacen eficaz? la necesidad del que las pide para bien de su alm a, ó de otros

Joan., xiv, 12, 14. — » Joan., xv, 7. — ) Psalni. exuv, 19. I Joan., X V I, 2 3 . — » Apoc., xix, I I . — J Joan., i x , 3 1 .
6 o6 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 20.— Sermón de la cena.— Consuelo en los trabajos. 607

para quien pide, sin poner tasa en esto, pues no la puso el que Dios omnipotente, riquísimo, bondadosísimo, la misma bondad
hizo la promesa. D e donde se sigue que, pues Dios quiere ser esencial, el que por antonomasia se llama Padre, es el que ha de
largo en d a r , no has de ser tú corto en p edir, sino pedir como cumplir la promesa. L os títulos en que debe estribar la oración
quien pide al m unificentísimoDios, y p edir, como dice Cristo, es el nombre, virtud, merecimientos y sacrificios de Jesús, los
para que tu gozo sea lleno; esto es, pedir, no principalmente co­ cuales son de valor infinito. L a s cosas á que debe extenderse la
sas temporales y terrenas que no pueden dar gozo lleno, sino las oración que se hace en el nombre del Salvador son las que con­
cosas celestiales, y esas no cortamente, sino con tal abundancia, vienen á la salud verdadera, y que pueden causar un gozo lleno.
que llenen tu gozo y harten tu deseo, primero en esta vida tem­ ¡ Qué motivos tan eficaces para despertar nuestra confianza en la
poral, y después en la eterna. E l modo cómo has de pedir es con oración, avivar nuestro deseo de tan soberano y provechoso ejer­
grande fe y confianza en la bondad y largueza del que promete cicio! ¿Qué hemos hecho hasta el presente? ¿Cómo hemos mira­
y ha de dar lo que se pide, y en los merecimientos del medianero do esta práctica tan necesaria para la eterna salvación? ¡A h !
por quien se pide. E sta es la fe, d é la cual dijo Cristo nuestro Se­ ¡Cuántas v e c e s , instigados por nuestro enemigo, habremos sido
ñor por san M arcos «Tened fe de D io s» , esto es, una fe viva remisos é inconstantes en ella! Tratem os ahora de remediar un
que sea grandísim a, fe digna de D ios, fe altísim a, que, dejando mal tan pernicioso por medio de eficaces propósitos y vivas sú­
todo lo bajo de la tierra, ponga sus áncoras en el cielo, y espere plicas , rogando por nosotros y por todo el mundo.
de D ios todo lo que ha prometido, estribando en su palabra y en
quien Él es. Esta es la fe que se compara al grano de mostaza, 20.— SERMÓN DE LA CENA.— CONSUELO EN LOS TRABAJOS.
pequeño y vil en la apariencia exterior, pero de grande virtud y
eficacia interior. Con esta fe has de juntar grande perseverancia Preludio i .® En el se rm ó n de h ce n a e x h o rtó J e s ú s i s u s d is c íp u lo s i la co n fo rm id ad
hasta que el gozo sea cumplido; esto os, hasta que por experien­ e n lo s t r a b a jo s , a d u c ie n d o e fic a c e s ra zo n e s p an , m o v e rlo s i e llo .

cia veas que eres oído;y te goces de ello, y alcances el gozo lleno P r e l u d i o 2 .» R e p re sé n ta te á J e su cristo p red ican d o e s te s e r m ó n , y á ti e n tr e lo s A p ó s to ­

que se recibe cori los dones concedidos. ¿Qué cosas le pedimos les o yén d ole.
Preludio 3.0 Pide la gracia de saberte conformar en los trabajos.
nosotros A D ios? ¿Cómo hacemos nuestras oraciones? ¿L as
acompaña la fe y confianza y las sigue la perseverancia? ¡Oh
Redentor del mundo! ¡Cuán generoso sois en prometer, j* cuán P u n t o l . ° Padecien do tr a b a jo s , so m o s d iscipulos d e J e ­
liel en cumplir lo prometido! Gracias os doy por esta generosi­ sú s y no d el bando d el mundo. — Considera cómo Jesucristo
dad y fidelidad que en todo mostráis; suplicóos me deis gracia gastó gran parte del sermón de la cena en animar á sus Apósto­
para que pida lo que me mandáis pedir, y con el modo que les, y consolarlos en los trabajos presentes, y en otros que des­
queréis que lo pida, para que mi gozo sea lleno, recibiéndolo pués habían de padecer en el mundo, trayéndoles muchas y muy
que pido, y gozándome con vuestros dones, y mucho más con poderosas razones, las cuales debes m editar m uy atentamente,
Vos, dador de ellos, poseyéndoos eternamente. para que te alientes á sufrir con la misma paciencia que d io s los
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán vivam ente desea Jesucristo trabajos que necesariamente te asaltarán; porque d e rto es que
que sus discípulos sean asiduos en la oración! ¡Qué razones tan los que quieren v iv ir piadosamente en Cristo, padecerán tribula­
poderosas aduce para m overlos á hacerla! L a gloria de su Padre ción. L a prim era razón que les presenta es su mismo ejemplo, de­
y su propia gloria están cifradas en la oración constante, fervo­ ciéndoles ■ : «Acordaos de las palabras que os he dicho: No ha
rosa y acompañada de fe viva, confianza cierta y de la observan­ de ser el siervo m ayor ó m ás privilegiado que su Señor; si á
cia de los mandamientos. ¿Quién no siente re vivir en sí el deseo Mí persiguieron, también perseguirán á vosotros. Echaros han
de la oración al oir la solemne promesa y firme compromiso que de las sinagogas, y vendrá hora en que quienquiera que os ma­
contrae Jesucristo, diciendo á sus Apóstoles: «En verdad., en tare, piense que hace servicio á D ios, y estos trabajos os ven­
verdad, os digo que cualquiera cosa que pidiereis al Padre en drán por mi causa». ¡ Dichosos trabajos cuya causa es Cristo,
mi nombre, os será concedida»? El mismo Jesús, Dios verdadero, y por los cuales somos semejantes á C risto! Estas palabras del
fiel en sus palabras, lo ha dicho; los cielos y la tierra pasarán, y Señor debes estampar en tu m em oria, y cuando te visite la tri­
sus palabras no dejarán de cumplirse. L o s afortunados tí quie­ bulación, ó te moleste la tentación, ó te aflija la enfermedad,
nes ha hablado son sus discípulos y am igos, ó á lo menos los imagínate que el mismo Jesús es quien te d ice: «Acuérdate que
que, siendo enem igos, desean reanudar su amistad. El Padre, siendo mi siervo, no debes ser más privilegiado que Yo». So-

> Marc , xi, 22. ■ Joan., xv, 20.


i1

6 o8 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.


Mcd. 20.— Sermón de la cena.— Consuelo en los trabajos. 609
berbia grande sería no querer seguir el camino que no se des­
deñó de seguir tu propio Señor. L a segunda razón e s , porque el no se consolará en los trabajos, oyendo vuestras dulces pala­
ser perseguido es señal y prenda de que no es uno del bando bras? Si mis penas pasajeras se han de convertir en gozos per­
reprobado del m undo; y , por consiguiente, que es del bando de durables, y si el estar en este mundo entre aflicciones me ha
Cristo y de sus escogidos. «Si el mundo, dice 1¿1, os aborrece, sa­ de merecer estar después en vuestra compañía, vedme que estoy
bed que primero me aborreció ñ Mí; si fuerais del mundo, el preparado para los azotes y tormentos, pidiéndoos solamente
mundo amara lo que es s u y o ; mas, porque no sois del mundo, que, por librarm e de ellos, jam ás me separe de Vos.
sino que Y o os escogí y saqué del mundo, por eso os aborrece P a n t o 3 .° L os trabajos nos merecen el amor de D ios y
el mundo». ¡ Qué consuelo es tener una prenda cierta de que no las visitas de Cristo. — Considera cómo el ser atribulados por
se pertenece al bando de este mundo maligno que aborrece á causa de C risto, lejos de ser una señal del abandono de Dios, es
Cristo y á los suyos! ¡Oh buen Jesús! De vuestro bando quiero la prueba más clara y evidente de que el Padre celestial nos ama.
ser, y no del mundo; y si el mundo me aborreciere y persiguiere, Por lo cual dice J esu cristo ': «Cuando Y o no rogara por vos­
de esto me alegraré, porque Vos volveréis por mí, pues por Vos otros, sabed que el Padre os ama, porque me amasteis y creisteis
me persigue, ¡Oh alma! Piensa bien que los trabajos y persecucio­ que salí de Dios». Como quien dice: No os turbéis, ni temáis,
nes te hacen semejante «1Jesús y te dan seguridad que no eres ni perdáis la confianza y el ánimo en medio de los trabajos que
del mundo. ¿ Y los temerás con exceso? padeciereis por mi causa, porque son prendas de que mi Padre os
P in it o ¡8.° L o s i yabajos se convertirán en gozo y nos me ama, por el amor que mostráis en padecer por M í; y si el P adre
■ receñía el cielo. — Considera otra poderosa razón que alega os ama, Él os amparará y consolará; pues un Padre tan amoroso
Jesucristo para alentar á sus discípulos á los trabajos, porque y poderoso no puede faltar al consuelo de los hijos. Pondera
éstos se convertirán presto en gozo. A sí como la m ujer, cuando también otra razón de conformidad,, y es la grande seguridad que
llega e l tiempo de dar á luz, tiene gran tristeza y dolor, pero tienes de salir con la victoria de todos los enemigos que te persi­
después se goza por el hijo que le ha nacido en el m u n d o \ - el guen, diciendo J e s ú s 2: «En el mundo tendréis apretura; pero
mismo hijo que fué causa de su dolor es después causa de su confiad, que Y o vencí al mundo». Esto e s, Y o vencí al demonio,
g o z o , y el dolor duró poco tiempo, mientras que el gozo es príncipe de este mundo, y vencí la fiereza de los trabajos y per­
mucho y tan grande, que hace olvidar los dolores del parto; así secuciones, y vencí al pecado y á la muerte; y en virtud de mi
también vosotros tenéis tristeza por mi ausencia y por mi muer­ victoria podéis seguramente confiar que venceréis, pues Y o ven­
cí para vosotros, y estoy en vosotros peleando para vencer.
te, dice Jesús; pero Y o resucitaré, como quien de nuevo nace en
Fíjate bien en esta otra y última razón de consuelo, que es la
el mundo, y convertiré vuestro llanto en gozo. Tendréis gran­
visita y compañía de Jesús, que se complace en acompañar y
des dolores , como de parto, predicando mi le y , haciendo lo que
ayudar á los que sufren; y así dice: «No os dejaré huérfanos;
os mando, porque se levantarán contra vosotros grandes perse­
Y o volveré á vosotros: no se turbe vuestro corazón ni tem a, pues
cuciones; pero eso mismo que os diere tristeza, será ocasión de
os he dicho que v o y y vengo á vosotros: un poco, y no m e v e ­
alegría tan grande, que os haga echar en olvido la tristeza pasa­
réis, y otro poco, y me veréis, y se gozará vuestro corazón, y
da, por el fruto que de ella cogeréis; el dolor durará poco tiem­
ninguno podrá quitar el gozo que os diere». ¡Oh Padre aman-
po, pero el gozo será perpetuo, porque ninguno os lo podrá qui­
tisimo! V o s nunca dejáis huérfanos á vuestros h ijos, aun cuando,
tar. ¡ Qué m otivo tan poderoso y eficaz para alentarte en las
á s u parecer, estáis ausente de ellos, porque nunca lo estáis
tribulaciones! ¿Qué enfermo no sufre la purga, la sangría, para
para mirar por su bien: deseo no turbarme en mis trabajos, pues
con ellas quedarse después descansado y sano? Pondera la cuar­
tan presto habéis de venir á visitarm e y consolarme en ellos.
ta razón que se sigue de ésta, y es que en el cielo hay muchas
Dadme, Señor, el gozo interior, del cual ni el demonio, n ie l
m oradas, donde serán aposentados por Cristo los que acá pade­
mundo, ni criatura alguna me puede p rivar; porque, poseyendo
cen por su amor O ye las palabras de Jesús «No se turbe este gozo, me será sabroso cualquier trabajo. ¡Oh alma fiel!
vuestro corazón; creed y confiad en Dios y e n M í, porque en la ¿No te resignarás tú en los trabajos, sabiendo que son prendas
casa de mi Padre hay muchas moradas, y Y o vo y á aparejaros del amor de D ios, que tu victoria es segu ra, contando con la
el lugar que habéis de tener, y vo lveré por vosotros, y os lle­ compañía y auxilio de Jesús?
varé conm igo, para que donde Y o estoy, allí estéis gozando de E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Qué razones tan sólidas y eficaces
mi compañía y de mi gloria». ¡Oh Padre amorosísimo! ¿Quién aduce Jesús para m over á sus Apóstoles y discipulos á abrazarse

■ Joan., xvi, 21. — = Joan., xiv, i. 1 Joan., xvi, a6. — » Joan., xvi, 33.
39
6 io Serie segunds.— Pasión de Jesucristo. Med. 21 . — Oración de Jesús después de la cena. 6 11
con la cruz y á conformarse con los trabajos! Ellos nos hacen sión con m ilagros, para que se descubriese que, aunque padecía
semejantes á nuestro divino M aestro y Capitán, el cual, despre-. cosas ignominiosas, era Hijo de Dios. Adem ás, ser clarificado con
ciando la confusión, toleró la cru z durante todos los momentos la claridad y gloria de la resurrección y ascensión á los cielos,
de su vida. ¿ Qué más puede desear un discípulo aprovechado y un y ser clarificado en el mundo, y conocido de los hombres por
soldado fiel? E llos nos certifican que no somos del bando del Hijo de Dios; y todo esto lo pide, no por su propia honra, sino
mundo, sino que pertenecemos á la milicia de Cristo. Dentro de para la gloria de su Padre y para que el Padre sea glorificado
poco tiempo se convertirán en gozos y delicias sempiternas, su- con su gloria. A imitación de Jesús, has de pedir al P adre Eterno
cediéndonos lo que á Lázaro el mendigo, y del muladar seremos la gloria de su H ijo. suplicándole que le haga conocer en todo el
transportados á las moradas eternas, y del cieno de este mundo mundo. Y apropiándote á ti mismo esta oración, puedes decir al
seremos colocados entre los príncipes de la corte celestial. Las Padre: Clarifica á este tu hijo para que él te clarifique; ámale,
tribulaciones nos dan seguridad de que nuestro Padre celestial para que él te ame; ayúdale, para que te sirva. Medita luego los
nos ama, porque Él ama á todos los que ve conformes con la ima­ títulos que añadió Jesús en su oración, diciendo1: * Y o te he cla­
gen de su Hijo. L a victoria es cierta: aunque nuestros enemigos rificado en la tierra, y acabado la obra que me encomendaste.
sean poderosos y formidables, no hay que dudar de ella un solo Clarifícame, pues, ¡oh Padre!, cerca de T i mismo, con la claridad
momento; teniendo nosotros firm e voluntad, el campo quedará que tuve cerca de T i antes que el mundo fuese hecho-». Como
por nosotros; el mismo D ios nos asiste, nos contempla en la quien d ic e : Justo título tengo para pedir esto, porque Y o he
lucha, nos cdmunica fuerzas, y se alegrará de nuestra victoria, procurado siempre tu gloria en la tierra, y he obedecido á tu
y nos coronará de ventura y felicidad. ¿Por qué decaemos de voluntad, cumpliendo todo lo que me has ordenado; justo es que
ánimo en los trabajos? ¿Por qué desconfiamos en las tribulacio­ Tú me clarifiques con la claridad y con el premio que me tienes
nes? ¿Cómo no se despierta nuestro valo r, pensando que Dios señalado en tu predestinación eterna. S aca de aquí que la oración
nos está mirando? Si la presencia del capitán infunde valor al es medio para ejecutar las trazas de la divina predestinación, y
soldado, mucho más debiera infundirle en nosotros la presencia que los varones justos y perfectos pueden aducir con humildad
de Dios. Suframos con paciencia; alegrémonos en los trabajos; como título en sus oraciones los servicios que han hecho á Dios.
gocémonos en las tribulaciones, y para esto, propongamos el Y nosotros, ¿ qué títulos podemos aducir en nuestra oración?
modo de recibirlas cuando nos vienen, de sobrellevarlas cuan­ ¿ Qué debemos pedir para nosotros á Dios? ¡ Oh Padre amantísi-
do nos hallamos sumergidos en ellas, y de manifestar á Dios mo 1¡Si pudiera deciros con verdad que siempre os he glorificado
nuestro agradecimiento por ellas; para todo roguemos fervoro­ en la tierra y acabado la obra que me habéis encomendado! ¡ A y
samente por nosotros y por los demás. de mí! He vivido buscando mi gioria con menoscabo de la vues­
tra, y atropellando vuestra voluntad por h a c e rla mía; y así os
21.— ORACIÓN DE JESÚS DESPUÉS DE LA CENA. suplico, no como fiel criado, sino como pobre necesitado, que me
clarifiquéis con vuestra gracia, para que de hoy más os clarifi­
Preludio i .° Anta»de lallr del cenáculo. hizo Jesús un* fervorosa oración, pidiendo pri­ que sobre la tierra, y perfeccione la obra que me habéis enco­
mero para si , después para sus discípulos y después para todo el mundo. mendado.
Preludio 2.» Represéntate á Jesús orando en medio de SUS Apóstoles. P a n t o &.° Jesucristo p id e para sus Apóstoles. — Consi­
P reludio 3.0 Pide la gracia de tener espíritu de oración, Imitando en ella á Jesús.
dera cómo Jesús pidió luego por sus A póstoles, diciendo al
Padre: «No ruego por el m undo, sino por estos que me diate,
P u n t o l .° J e sú s p ide prim eram ente para sí mismo.— porque son tu yo s». ¡Qué título tan eficaz para dirigirte al Padre!
Estando Jesucristo en pie, en presencia de sus A p óstoles, levan­ Dile: «Tuyo soy, sá lv a m e». Pero pondera las cosas que el S e­
tando los ojos al cielo, con voz clara oró á su Padre por sí mis­ ñor pide para sus discípulos. Primeramente, d ic e :«Padre santo,
mo, diciendo1:« Padre, llegada es la h o ra , clarifica á tu Hijo para en tu nombre y por tu gloria, guarda á éstos que me d iste, que
que tu Hijo te clarifique á T i ». E n lo cual debes considerar ante sean una cosa como Y o y Tú lo somos». En las cuales palabras
todo la reverencia interior y exterior de Jesús en su oración, con pide al Padre que mire por ellos y los conserve, dándoles unión
deseo y propósito de im itarlas, pues por este motivo quiso ha­ de caridad entre sí mismos y con D io s, no unión cualquiera, sino
cerla delante de sus Apóstoles. Pondera luego lo que pide en esta perfectísima, semejante á la que hay entre el Hijo y el Padre. De
oración; es á saber: que fuese glorificado en el tiempo de su Pa­ modo que como los dos, por ser un. Dios, tienen un modo de sen-

■ Joan., xvii, 1. > Joan., xvii, 4.


6 lO Serie segundi.— Pasión de Jesucristo.
Med. 3 /.—Oración de Jesús después de la cena. 6l 1
con la cruz y á conformarse con los trabajos ¡E llo s nos hacen
sión con m ilagros, para que se descubriese que, aunque padecía
semejantes á nuestro divino M aestro y Capitán, el cual, despre-.
cosas ignominiosas, era Hijo de Dios. Adem ás, ser clarificado con
ciando la confusión, toleró la cru z durante todos los momentos
la claridad y gloría de la resurrección y ascensión á los cielos,
de su vida. ¿ Q uém ás puede desear un discípulo aprovechado y un
y ser clarificado en el mundo, y conocido de los hombres por
soldado fiel? Ellos nos certifican que no somos del bando dd Hijo de Dios; y todo esto lo pide, no por su propia honra, sino
mundo, sino que pertenecemos á la m ilicia de Cristo. Dentro de para la gloria de su Padre y para que el Padre sea glorificado
poco tiempo se convertirán en gozos y delicias sempiternas, su- con su gloria. Á imitación de Jesús, has de pedir al Padre Eterno
cediéndonos lo que á L ázaro e l mendigo, y del muladar seremos la gloria de su H ijo, suplicándole que le haga conocer en todo el
transportados á las moradas eternas, y del cieno de este mundo mundo. Y apropiándote á ti mismo esta oración, puedes decir al
seremos colocados entre los príncipes de la corte celestial. I-as Padre: Clarifica á este tu hijo para que él te clarifique; ámale,
tribulaciones nos dan seguridad de que nuestro Padre celestial para que él te ame; ayúdale, para que te sirva. Medita luego los
nos am a, porque Él ama á todos lo s que v e conformes con la ima­ títulos que añadió Jesús en su oración, diciendo ': * Y o te he cla­
gen de su Hijo. L a victoria es cierta: aunque nuestros enemigos rificado en la tierra, y acabado la obra que me encomendaste.
sean poderosos y formidables, n o hay que dudar de ella un solo Clarifícame, pues, ¡oh Padre!, cerca de T i mismo, con la claridad
momento; teniendo nosotros firm e voluntad, el campo quedará que tuve cerca de T i antes que el mundo fuese hecho >. Como
por nosotros; el mismo D ios nos asiste, nos contempla ¿n la quien d ice: Justo título tengo para pedir esto, porque Y o he
lucha, nos cotamnica fuerzas, y se alegrará de nuestra victoria, procurado siempre tu gloria en la tierra, y he obedecido á tu
y nos coronará de ventura y felicidad. ¿P or qué decaemos de voluntad, cumpliendo todo lo que me has ordenado; justo es que
ánimo en los trabajos? ¿Por qué desconfiamos en las tribulacio­ Tú me clarifiques con la claridad y con el premio que me tienes
nes? ¿Cómo no se despierta nuestro valo r, pensando que Dios señalado en tu predestinación eterna. S aca de aqui que la oración
nos está mirando? S i la presencia del capitán infunde valor al es medio para ejecutar las trazas de la divina predestinación, y
soldado, mucho más debiera infundirle en nosotros la presencia que los varones justos 3' perfectos pueden aducir con humildad
de Dios. Suframos con paciencia; alegrémonos en los trabajos; como título en sus oraciones los servicios que han hecho á Dios.
gocémonos en las tribulaciones, y para esto, propongamos el Y nosotros, ¿ qué títulos podemos aducir en nuestra oración?
modo de recibirlas cuando nos vienen, de sobrellevarlas cuan­ ¿ Qué debemos pedir para nosotros á Dios? ¡ Oh Padre amantísi-
do nos hallamos sumergidos en ellas, y de manifestar á Dios m o! ¡Si pudiera deciros con verdad que siempre os he glorificado
nuestro agradecimiento por ellas; para todo roguemos fervoro­ en la tierra y acabado la obra que me habéis encomendado! ¡A y
samente por nosotros y por los demás. de m í! He vivido buscando mi gloria con menoscabo de la vues­
tra , y atropellando vuestra voluntad por hacer la mía; y así os
21.— ORACIÓN DE JESÚS DESPUÉS DE LA CENA. suplico, no como fiel criado, sino como pobre necesitado, quem e
clarifiquéis con vuestra gracia, para que de hoy más os clarifi­
Preludio i .» Antes de salir del cenáculo, hizo Jesús una fervorosa oración, pidiendo pri­ que sobre la tierra, 3'perfeccione la obra que me habéis enco­
mero para si , después para sus discipulos y después para todo el mundo.
mendado.
Preludio a.o Represéntate á Jesús orando en medio de sus Apóstoles.
P n n t o 2 .° Jesucristo p ide para su s Apóstoles. — Consi­
Preludio 3.° Pide la gracia de tener espiritu de oración, imitcndo en ella á Jesús.
dera cómo Jesús pidió luego por sus A póstoles, diciendo a l
Padre: «No ruego por el mundo, sino por estos que me diste,
P u n t o l .° Jesú s pide prim eram ente para si mismo.— porque son tu yos». ¡ Qué título tan eficaz para dirigirte al Padre!
Estando Jesucristo en pie, en presencia de sus A p óstoles, levan­ Dile: «Tuyo soy, sá lv a m e». Pero pondera las cosas que el Se­
tando los ojos al cielo, con voz clara oró á su Padre por sí mis­ ñor pide para sus discípulos. Primeramente, dice: « Padre santo,
mo, diciendo 1:« Padre. llegada es la h o ra , clarifica á tu Hijo para en tu nombre y por tu gloria, guarda á éstos que me diste, que
que tu Hijo te clarifique á Ti *. En lo cual debes considerar ante sean una cosa como Y o y Tú lo somos». En las cuales palabras
todo la reverencia interior y exterior de Jesús en su oración, con pide al Padre que mire por ellos y los conserve, dándoles unión
deseo y propósito de im itarlas, pues por este motivo quiso ha­ de caridad entre sí mismos y con D ios, no unión cualquiera, sino
cerla delante de sus Apóstoles. Pondera luego lo que pide en esta perfectísima, semejante á la que hay entre el Hijo y el Padre. D e
oración; es á saber: que fuese glorificado en el tiempo de su Pa­ modo que como los dos, por ser un Dios, tienen un modo de sen-

■ Joan., xvii, 1. * J o a n ., x v h ,4 .
:— •»

6 12 Serie segunda.— Pasión deJesucristo. Med. 21.— Oración de Jesús después de la cena. O !}

tir, querer y obrar, así ellos se conformen en todo con el sentir de los que me diste que adonde Y o estoy, allí estén ellos ¡conmigo,
Dios y con su divina voluntad, obrando sólo aquello que Dios para que vean la claridad que me d is te ». Que es d e c ir : Padre,
quiere que obren; y conviniendo todos en esta unión con Dios, no solamente pido para mis fieles la unión de caridad y perfec­
quedarán también unidos entre sí. L a segunda cosa que pide ción en esta vida, sino que después de ella estén conmigo en el
es que sean libres de lo que se opone á esta divina unión, dicien­ cielo, donde Y o estoy, gozando de mi compañía, para que vean
do: « No te ruego que los saques del m undo, sino que les libres la claridad que me diste en cuanto Dios y en cuanto hombre, y
del mal». Que es decir: En el mundo han de padecer grandes tri­ sean bienaventurados con esta vista. ¡Oh Am ador dulcísimo!
bulaciones y trabajos; no te pido, Padre m ío, que los saques del ¡Conquéeficaciaorabaiscuando esto decíais! Pues hablando con
mundo, porque conviene se queden en él, sino que los libres de vuestro Padre interponéis vuestra suprema autoridad, y la
lo m alo ; esto e s . del pecado, de la desunión y discordia, del de­ igualdad que con Él tenéis, diciendo: «Padre, quiero que donde
monio, y de todo mal eterno, de modo que vivan en el mundo Y o estuviere, estén también mis discípulos». ¿Quién podrá ir
sin que se les pegue el mal del mundo. L a tercera cosa que pide contra este quiero vuestro, pues lo que V o s queréis eficazmente,
es, que les dé plenitud de todas las virtudes, diciendo: »Santifí­ todo se cumplirá ? ¡Oh quién estuviera donde V o s estáis! Bien sé
calos en verdad, pues Y o me santifico por ellos, para que ellos que estáis en todas partes, en donde hay buenos y m alos; pero
queden santificados en v e rd a d ». Que es d e c ir : No sólo líbralos no todos están con V o s , gozando de vuestra dulce compañía.
del mal, sino santifícalos con abundancia de virtudes verdade­ Concededme que siempre esté yo donde estáis V o s , viéndoos en
ras, libres de toda hipocresía y fingimiento, conformes á la ver­ esta vida por fe m uy*esclarecida, y después con clara vista en
dad que Y o les he predicado, pues Y o me he consagrado y ofre­ vuestra gloria.
cido en sacrificio y hostia santa para hacerlos santos. Mira cómo E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué oración tan ferviente, humilde
Jesús quiere que en la oración pidas á Dios cosas grandiosas, y perfecta dirige á su Eterno Padre nuestro divino M aestro
alegándole principalmente dos títulos: la majestad de su nombre, antes de su Pasión! Poniendo en práctica lo que acababa de in­
y el sacrificio de su divino Hijo. ¡Oh Padre soberano! Oid la culcar á sus A póstoles, se levanta, alza los ojos al cielo , y con
oración de vuestro Hijo unigénito, librándome de lo malo que humilde reverencia interior y exterior, en voz c la ra , comienza
inficiona el mundo, y santificándome con verdadera santidad, su oración pidiendo por sí. ¿Qué pide? L a gloria y claridad do­
para que goce de la unión que tenéis con É l , unido con Vos en rante su Pasión y después de e lla , y e s to , no por su propia honra,
perfecta caridad. ¿Poseemos nosotros la' unión con nuestros sino por la gloria de su Padre, y p á ra que tuviesen perfecto cum­
hermanos que pide Jesús? ¿Ponemos obstáculos á ella?¿Traba­ plimiento las trazas de su predestinación eterna. Y como título
jamos por santificarnos? para m overle á que le oiga, recuérdale las obras que por su
P u n t o 3 .° J e sú s p id ep o r el m undo que ha de creer en Él. honor y gloria ha llevado á cabo. ¡Qué documento nos da el S e ­
Considera aquí la oración que hizo por todos los demás fieles, ñor! Pero É l no se contenta con pedir por s í : en el mundo quedan
pidiendo para ellos los bienes de gracia y la vida eterna. Lo prime­ sus Apóstoles, y de ellos se acuerda, y fervientemente pide á su
ro, d ijo : «Xo ruego solamente por esto s, sino por todos los que Padre que les dé unión de caridad y sentimientos entre sí y con
por su predicación han de c r e e r , para que todos sean una misma Dios; que les preserve del mal, esto es, de todo aquello que
c o s a ; y como T ú , Padr.e, estás en M í, y Y o en T i, así ellos sean puede destruir ó menoscabar esta unión divina : y que los san­
uno en nosotros, para que crea el mundo que T ú me enviaste». tifique en verdad, no en apariencia, y que su santidad sea só­
De donde consta que oró por todos los que ahora vivimos en la lida, constante, perfecta en toda suerte de virtudes. He aquí lo
Iglesia, y, por consiguiente, que oró por ti mismo, porque á todos que ha de ser el continuo objeto de tus sú p licas: unión de volun­
y á cada uno, y á ti tam bién, los tenía presentes, como á los que tad con D ios, limpieza de pecado y santidad verdadera. Y para
estaban en aquel cenáculo, y para todos pidió esta unión de el mundo, esto es, para;aquellos mundanos que por la predica­
caridad perfectísima con Dios y entre sí al modo dicho, la cual ción apostólica han de creer en É l, ¿qué pedirá Jesús? ¿Bienes
fuese tan grande y m aravillosa, que bastase para convertir al materiales? ¡A h, no! Virtudes sólidas, eterna bienaventuranza.
mundo, y para que los infieles creyesen que Cristo era Dios, ¿Ves lo que Jesús te enseña á pedir ? ¿Observas el modo cómo
pues tenía discípulos tan unidos en caridad., ¡O h , cuánto importa has de pedir? ¿Qué pides para ti y tus prójimos ? Confúndete al
que tú hagas cuanto puedas por conservar con tus prójimos esta ver que sólo pides con fervor los bienes m ateriales, y cuando
unión que tan vivam ente deseó Jesús para sus discípulos! ¡Qué pides los espirituales y eternos, tu oración es lánguida, disipada,
crimen tan grande es el destruirla, cediendo á las exigencias del distraída y sin espíritu. Trata seriamente de corregir tu proceder,
amor propio! L o segundo que pidió, fué: «Padre, quiero para • formando eficaces propósitos y fervientes y confiadas súplicas.

i
6 14 Seriesegunda.— Pasión deJesucristo. Mtd. 22.— Va Jesús al huerto, y le asalta la tristeza. 6 15

¿ Imitamos nosotros la constancia de Jesús en el cumplimiento de


22.— VA JESÚS AL HUERTO, Y LE ASALTA LA TRISTEZA. nuestros buenos propósitos? ¿Rehusamos sujetarnos á los traba­
jos y humillaciones que el Señor permite en nosotros?
Preludio i .» Stic Jesús con «us discípulos del cenáculo, y se dirige al huerto de Get* P n n to 3.° D os circunstancias con que em pieza J e sú s su
semaní, y llegado á <1, le asalta espantosa y mortal tristeza. Pasión y la hacen terribilísim a.—Llegando Jesús al huerto de
Preludio 2.» Represéntate á Jesús yendo al huerto, y muy acongojado en aquel lugar, Getsemaní, separóse de sus discípulos para entregarse á la ora­
v Preludio 3.» Pide vivo dolor de tus pecados. ción, y al momento se dejó asaltar de espantosa tristeza, tedio,
pavor ' y otros afectos sumamente repugnantes y dolorosos.
P n n t o l . ° Causas porque J e s ú s salió del cenáculo y se Acerca de esto has de ponderar cómo Jesucristo, tu amante P a­
f u é á orar a l huerto d e Getsemaní.— Considera cómo Jesús, dre, quiso dar principio á los trabajos de su P asión, con dos
acabado el sermón de la cena, y dicho el himno salióse con cosas terribles, que la hicieron penosísima. L a primera fué pri­
sus once A póstoles del cenáculo, y se encaminó al huerto de varse voluntariamente de toda alegría sensible, y a interior, y a
Getsem aní, que estaba al otro lado del torrente Cedrón. L as cau­ exterior; de suerte que, aunque en otras ocasiones solía tener
sas de esta salida de Jesús á tan altas horas de la noche fueron gusto de padecer con muestras de a leg ría , ahora se privó de
principalmente tr e s : L a primera, por guardar la costumbre que esta alegría en la parte interior de su alm a, y cerró la puerta á
tenía de reco gerse á lugares solitarios á oración retirada, des­ todo consuelo sensible, no sólo los que de la parte superior de
pués de h aber cumplido con el oficio de predicar. Y es mucho ella le podían venir, sino también de los objetos exteriores, como
de ponderar la magnanimidad de este Señor, que por ningunos era la compañía de su M adre, la conversación de sus discípulos,
trabajos quería dejar sus buenas costumbres, y así predicó 3'dijo y demás. L a segunda fué tomar los afectos contrarios de temor y
el himno acostumbrado después de la cena, y se fué á la sole­ tristeza, dando licencia á sus apetitos para que brotasen estos
dad, como si no esperara ningún trabajo. A sí condena la tibieza afectos penosos con grande vehem encia; porque como estaba en
en dejar por cualquier motivo tus loables costum bres, especial­ su mano tomarlos ó dejarlos, y tomarlos con poca ó mucha in­
mente la oración. L a segunda causa fué porque su prisión no se tensidad, tomólos con grandísima fuerza, para que su Pasión
hiciese en cenáculo y casa ajena, sino en la soledad y en el cam­ íiiese más am arga; porque los trabajos, cuando h ay alegría sen­
po, donde podía hacerse más cómodamente, sin que viniera daño sible, siéntense poco, como lo experimentaron muchos márti­
á su huésped. Y para que se viese que no h u ía , fuese al lugar que res : mas cuando hay tristeza, siéntense m ucho; y así la pacien­
era muy sabido del traidor que le había de entregar, como quien cia entonces es m uy más gloriosa, porque se padece sin ayuda
de su voluntad se iba á ofrecer á la Pasión y m uerte, llevado, de costa sensible, y se come sin salsa el manjar desabrido y
no con cadenas de hierro, sino con cadenas de am or y obedien­ amargo de la tribulación, puramente por amor de Dios. Mas todo
cia ; y asi dijo ’ : «P ara que conozca el mundo que amo al Pa­ esto prueba la infinita caridad de Jesú s, porque asi como se
dre, y que cumplo su mandato, levantaos, y vam os de aquí». La descubrió en desear la muerte y gozarse de su Pasión para nues­
tercera causa fué para significar que, así como la pérdida del tro bien, así resplandece en tomar voluntariamente estos afectos
mundo com enzó por la mala libertad que A dán pretendió en un que la hacen más amarga. ;Oh buen Jesús! G racias os doyr por
h u erto , así la salvación del mundo comenzase por la prisión este principio que disteis á vuestros trabajos, tomando por nues­
de Cristo en otro huerto plantado en el valle de las O liv as; por­ tro amor lo que había de ser aumento de ellos; concededme que
que todo lo que allí sucedió fué para nosotros río inmenso de por amor vuestro me prive de cualquier gusto sensible, y me
m isericordia, aunque para É l fué arroyo impetuoso de tristezas ofrezca á beber el cáliz de vuestra Pasión, puro como lo bebis­
y tra b a jo s: y aunque al tiempo que pasó el arroyo de Cedrón se teis. Y nosotros, viendo lo que hace Jesús, ¿desearemos todavía
acordó de las avenidas de dolores que habían de entrar en su los gustos sensibles? ¿No nos conformaremos en las tristezas que
alm a, con todo eso iba con sus A póstoles, mostrándoles grandes nos asalten?
caricias, y hablando con ellos con grande afabilidad. ¡Oh Salva­ P o n t * 3 .° E n qué consistieron la s aflicciones interiores
dor mío! D adm e licencia para que os acom pañe, atravesando de Jesú s.— Considera la muchedumbre y gravedad de las aflic-
con V o s el a rro y o de los trabajos y penas, y ejercitando liclmen- . dones interiores de Jesucristo, que los Evangelistas llaman te­
e en medio d e ellas todo cuanto exige el am or que os debo, pues mor ó pavor, tedio, tristeza y agonía. E l temor fué de los tor­
siendo a sí, e lla s serán para mi valle de olivas y misericordias. mentos y muerte tan terrible que tenía cercan a, el cual suele

• Matth., xxvi, 30. — »Joan., xiv, 31. * Marc., xiv, 33; Matth., xxvi, 37.
6 16 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 2 — Causas de la tristeza de Cristo en el huerto. 6 17

atormentar más que la misma muerte, y causa un modo de tem­ sus enemigos le atormenten, comienza É l á afligirse voluntaria­
blor y espanto, que se llama p a v o r, y una congoja interior que mente. P rívase de todo consuelo sensible, no consintiendo que ni
se llam a agonía. Este temor acometió á Cristo como un ejército del interior del espíritu ni de las cosas exteriores reciba su alma
de soldados innumerables, imaginando tantos temores como fue­ alivio alguno; y hace que le asalten furiosamente todos los afec­
ron después los tormentos; porque tuvo temor de la prisión, de tos opuestos. Su temor es pavoroso, su tedio y desgana de todas
las injurias de aquella noche, d é lo s azotes, de la corona de es­ las cosas es sin igu al, y su tristeza es ta l, que bastaría para qui­
pinas, de la cruz y e r v o s , y hasta de la lanzada que le habían tarle repentinamente la vida. Penetremos en el amante Corazón
de dar después de muerto. Todos estos temores tomó de su vo­ de Jesús, y cotejándole con el nuestro tan delicado, pregunté­
luntad para afligirse con ellos y m ostrar su fortaleza en resis­ monos : ¿Hemos abandonado por tibieza nuestras buenas prácti­
tirlos, sin volver por su causa atrás de lo comenzado. El tedio cas? ¿No sentimos tristeza de los pecados que tanto afligen á Je­
filé un enfado y desgana de todas las cosas de este mundo, no sús? ¿No trabajaremos por aliviar el dolor de nuestro divino
hallando en la tierra cosa que le diese gusto, consuelo ó alivio; Maestro? ¿Qué nos conviene hacer para esto? Meditémoslo, pro­
y hasta de la misma vida, como otro J o b , tenía tedio, vién­ pongamos y pidamos por nosotros y por los demás.
dola cercada de tantos males y p e lig ro s; con lo cual pagaba los
tedios que tú tienes de las obras de virtud y las desganas de su­ 23.-C A U SA S DE LA TRISTEZA DE CRISTO EN EL HUERTO.
frir lo amargo de ella. L a tristeza fué un pesar y aflicción interior
de los males que miraba como presentes, contrarios á la incli­
Preludio i .® Jesús quiso padecer mortal tristtra r«cofóan<l« los pecados dd muido, el
nación natural de su ca rn e ; y como los trabajos eran muchos y poca fruto de $u Pasión y las penas de sus escogidos, y la manifestó i sus Apósteles.
m uy terribles, y la aprensión de todos ellos muy viva, y los PrEUIMO 2.« Represéntate á Jesús con semblante afligido, diciendo á sus Apóstoles
aprendía como inevitables, según la divina ordenación, túvola que está triste basta la muerte.
m ayor tristeza que jam ás hubo ni habrá en esta v id a ; y esta Preludio }-• Pide dolor y sentimiento de tus pecados, que fueron causa de h tristeza
tristeza también le embistió como otro ejército de soldados terri­ de Jesús.
bles, entristeciéndose de verse afrentado, despreciado, desam­
parado y perseguido. ¡Oh alma! ¿Com prendeslas aflicciones inte­ P a n t o 1,° J e s ú s padece tristeza , considerando e l poco
riores que por ti ha aceptado Jesús? Y tú, ¿no querrás sufrir fr u to de su s trabajos y los m uchos pecados d el m undo.—Con-
algo por Él? ¡Oh alegría de los ángeles! ¿Por qué os sujetáis á sidera en este primer punto dos causas que acumuló Jesucristo
tantas tristezas? ¡A h í Es que queréis convertir vuestros gozos para m overse á la tristeza mortal que padeció en el huerto. Una
en penas, para convertir mis penas en gozos celestiales. Aláben­ fué la consideración del poco provecho que habían de hacer en
nos los ángeles por esta caridad tan grande, con la cual escogis­ muchos hombres los medios de su encarnación, Pasión y muer­
teis para V o s la tristeza, para llenarme á mí de alegría. Conce­ te, los sacramentos y sacrificios, la doctrina y ejemplos de su
dedme, Señor, tal esfuerzo en vuestro servicio, que ni el temor vida; y en todo esto ponderaba la terrible ingratitud de ellos, su
me acobarde,‘ni el tedio me oprima ni la tristeza me consuma. ceguedad, dureza y rebeldía en desechar estos bienes que tan
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Qué enseñanzas tan sabias y prác­ á su costa les o frecía ; por lo cual ■, con efecto, muchos se hablan
ticas nos da Jesús, al dar principio á su Pasión! ¡Cuán bien des­ de condenar. Otra fué, que, no sólo no habían de sacar provecho
cubre la infinita caridad que le m ueve en cada uno de los pasos de su redención, sino que habían de corresponder á sus favo­
de ella! L legado el momento señalado por su Padre, sale del res con enormes é innumerables pecados, y aquí los traía todos
cenáculo acompañado de sus amados Apóstoles, para dirigirse á la memoria con la más viv a aprensión, así los pasados, como
al lugar en donde acostumbraba hacer su oración, mientras ellos presentes y por venir; los tenía presentísimos, y con grande
descansaban tranquilos, confiados en la vigilancia de su Maes­ evidencia conocía y pesaba tres cosas que hay en ellos muy te­
tro. No ignora Jesús los pasos que está dando Judas, y que allí rribles; es á saber: su muchedumbre sin cuento, su gravedad
ha de ir á encontrarle; pero É l no deja por ningún temor humano . como infinita, por la injuria que con ellas se hace á D ios, y el
sus santas costumbres; no quiere que el piadoso israelita que grandísimo daño que causan en los hombres, condenándolos á
con tanta generosidad ha franqueado su cenáculo, sufra ningún los terribles tormentos del infierno. Todo esto le causó terrible
disgusto si la prisión se hiciera en él; y , además, quiere que la tristeza, y la tomó de buena gana; lo uno, para suplir la falta
redención ^el mundo empiece en un huerto, como en otro había de tristeza que los hombres tienen de su tibieza y #pecados; y lo
principiado su perdición. ¡Oh bondad de Jesús! ¡ Cuán digna eres otro, para librarlos de la eterna tristeza que por ellos merecían.
de alabanza! Miremos á Jesús; llega y a al huerto, y antes que Imagínate á ti mismo dentro de la memoria y Corazón de Cristo
6 i6 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 2 j.— Causas de ¡a tristeza de Cristo en el huerto. 6 17

atormentar más que la misma muerte, y causa un modo de tem­ sus enemigos le atormenten, comienza É l á afligirse voluntaria­
blor y espanto, que se llama p a v o r, y una congoja interior que mente. P rívase de todo consuelo sensible, no consintiendo que ni
se llam a agonía. Este temor acometió á Cristo como un ejército del interior del espíritu ni de las cosas exteriores reciba su alma
de soldados innumerables, imaginando tantos temores como fue­ alivio alguno; y hace que le asalten furiosamente todos los afec­
ron después los tormentos; porque tuvo temor de la prisión, de tos opuestos. Su temor es pavoroso, su tedio y desgana de todas
las injurias de aquella noche, de los azotes, de la corona de es­ las cosas es sin ig u a l, y su tristeza es ta l, que bastaría para qui­
pinas, de la cruz y clavos, y hasta de la lanzada que le habían tarle repentinamente la vida. Penetremos en el amante Corazón
de dar después de muerto. Todos estos temores tomó de su vo­ de Jesús, y cotejándole con el nuestro tan delicado, pregunté­
luntad para afligirse con ellos y mostrar su fortaleza en resis­ monos : ¿Hemos abandonado por tibieza nuestras buenas prácti­
tirlos , sin volver por su causa atrás de lo comenzado. El tedio cas? ¿No sentimos tristeza de los pecados que tanto afligen á Je­
fué un enfado y desgana de todas las cosas de este mundo, no sús? ¿No trabajaremos por aliviar el dolor de nuestro divino
hallando en la tierra cosa que le diese gusto, consuelo ó alivio; Maestro? ¿Qué nos conviene hacer para esto? Meditémoslo, pro­
y hasta de la misma vida, como otro Job, tenía tedio, vién­ pongamos y pidamos por nosotros y por los demás.
dola cercada de tantos males y p e lig ro s; con lo cual pagaba los
tedios que tú tienes de las obras de virtud y las desganas de su­ 23.-C A U SA S DE LA TRISTEZA DE CRISTO EN EL HUERTO.
frir lo amargo de ella. L a tristeza fué un pesar y aflicción interior
de los males que miraba como presentes, contrarios á la incli­
P reludio i ,» Jesús quiso padecer mortal tristeza recordando los pecados del muido, el
nación natural de su ca rn e ; y como los trabajos eran muchos y poco fruto de su Pasión y las penas de sus escogidos, y la manifestó á sus Apóstoles.
muy terribles, y la aprensión de todos ellos muy viva, y los Preludio 2.° Represéntate á Jesús con semblante afligido, diciendo i sus Apóstoles
aprendía como inevitables, según la divina ordenación, túvola que está triste hasta la muerte.
m ayor tristeza que jam ás hubo ni habrá en esta vida; y esta P reludio }.° Pide dolor y sentimiento de tus pecados, que fueron causa de b tristeza
tristeza también le embistió como otro ejército de soldados terri­ de Jesús.
bles, entristeciéndose de verse afrentado, despreciado, desam­
parado y perseguido. ¡Oh alm a!¿ Comprendes las aflicciones inte­ F n n t o 1.« Jesú s padece tristeza , considerando el poco
riores que por ti ha aceptado Jesús? Y tú, ¿no querrás sufrir fru to de su s trabajos y los m uchos pecados del m undo.— Con­
algo por Él? ¡Oh alegría de los ángeles! ¿Por qué os sujetáisá sidera en este prim er punto dos causas que acumuló Jesucristo
tantas tristezas? ¡A h ! Es que queréis convertir vuestros gozos para m overse á la tristeza mortal que padeció en el huerto. Una
en penas, para convertir mis penas en gozos celestiales. Aláben­ fué la consideración del poco provecho que habían de hacer en
nos los ángeles por esta caridad tan grande, con la cual escogis­ muchos hombres los medios de su encarnación. Pasión y muer­
teis para V os la tristeza, para llenarme á mí de alegría. Conce­ te, los sacramentos y sacrificios, la doctrina y ejemplos de su
dedme, Señor, tal esfuerzo en vuestro servicio, que ni el temor vida; y en todo esto ponderaba la terrible ingratitud de ellos, su
me acobarde, ‘ni el tedio me oprima ni la tristeza me consuma. ceguedad, dureza y rebeldía en desechar estos bienes que tan
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué enseñanzas tan sabias y prác­ á su costa les ofrecía; por lo cual i con efecto, muchos se habían
ticas nos da Jesús, al dar principio á su Pasión! ¡Cuán bien des­ de condenar. Otra fué, que, no sólo no habían de sacar provecho
cubre la infinita caridad que le mueve en cada uno de los pasos de su redención, sino que habían de corresponder á sus favo­
de ella! L legado el momento señalado por su Padre, sale del res con enormes é innumerables pecados, y aquí los traía todos
cenáculo acompañado de sus amados Apóstoles, para dirigirse á la memoria con la más viv a aprensión, así los pasados, como
al lugar en donde acostumbraba hacer su oración, mientras ellos presentes y por venir; los tenía presentísimos, y con grande
descansaban tranquilos, confiados en la vigilancia de su-Maes­ evidencia conocía y pesaba tres cosas que hay en ellos muy te­
tro. No ignora Jesús los pasos que está dando Judas, y que allí rribles; es á saber: su muchedumbre sin cuento, su gravedad
ha de ir á encontrarle; pero Él no deja por ningún temor humano como infinita, por la injuria que con ellas se hace á D ios, y el
sus santas costumbres; no quiere que el piadoso israelita que grandísimo daño que causan en los hombres, condenándolos á
con tanta generosidad ha franqueado su cenáculo, sufra ningún los terribles tormentos del infierno. Todo esto le causó terrible
disgusto si la prisión se hiciera en él; 3r, además, quiere que la tristeza, y la tomó de buena gana; lo uno, para suplir la falta
redención <¡jel mundo empiece en un huerto, como en otro había de tristeza que los hombres tienen de su tibieza y, pecados; y lo
principiado su perdición. ¡Oh bondad de Jesús! ¡Cuán digna eres otro, para librarlos de la eterna tristeza que por ellos merecían.
de alabanza! Miremos á Jesús; llega ya al huerto, y antes que- Imagínate á ti mismo dentro de la memoria y Corazón de Cristo
6 18 Serie segunda.-— Pasión de Jesucristo. Med. 23.— Causas de h tristeza de Cristo en el huerto. 6 19

nuestro Señor, y m ira cómo está contemplando tus pecados y de mi, que también me ha engañado el enemigo, y no permitáis
tibiezas, y cómo con ellas le causas tristeza y desconsuelo terri­ que sea jam ás apartado de Vos. ¿No acompañamos á Jesús en su
bles; por lo cual te has de entristecer, ponderando, como Jesu­ tristeza? ¿Qué debemos hacer para aliviársela?
cristo, las tres cosas dichas; es á saber: la muchedumbre de tus P u n t o 3 .° J e sú s m anifiesta á sus d iscipulos la tristeza
culpas, su graved ad , y la pena eterna que por ellas merecías; y que siente. — Considera cómo Jesús, habiéndose separado de los
procurando aborrecer el pecado, pues tan grande mal es, que Apóstoles, y quedádose con sólo los tres más queridos, Pedro,
basta su consideración para causar á Cristo tal tristeza. ¡ Oh Pa­ Santiago y Juan, declaró á éstos su aflicción, diciéndoles con
dre eterno! Yo os ofrezco esta tristeza y dolor de vuestro Hijo semblante demudado 1: «Triste está mi alma hasta la muerte;
unigénito en satisfacción de mis muchos y g raves pecados. Pésa­ esperadme aquí, y velad conm igo». Que fué como decir: Mi alma
me de haberlos com etido; mas porque mi pesar y tristeza es muy está triste con una tristeza cual se padece en las agonías de la
pequeña, yo la junto con la suya, por la cual os pido aumentéis muerte, y tan grande, que bastara á causarme la muerte, si no
la mía, para que pague con esta pena lo que debo por mi culpa. guardara la vida para padecerla más cru el; y será tan larga, que
P li n t o ¡8.° J e s ú s se entristece por lo que habrán de pade­ durará sin cesar hasta el instante de la muerte, despidiéndome
cer su s escogidos. — Considera aquí otra de las causas más efica­ de tener más alegría mientras viviere en esta vida mortal. Esta
ces de la tristeza de Jesús en el huerto, que fué la consideración dolorosa revelación quiso el Señor hacer á sus A póstoles, pri­
de todos los trabajos y tristezas que habían de padecer sus esco­ meramente porque, como esta tristeza era interior, era necesario
gidos y todos los justos por su causa, las cuales tenía presentísi­ que É l nos manifestara su grandeza, para que conociésemos lo
mas, y las sentía como si É l mismo las padeciera, porque los mucho que por nosotros padecía, y se lo agradeciésem os, y nos
tenía unidos consigo con entrañable amor y caridad, y quien alentásemos á imitarle en ello; así como en la cruz dijo, «sed
tocaba á uno de e llo s . tocaba á las niñas de sus o jo s ', porque tengo»», para que se supiese aquel trabajo que en secreto pa­
más unidos estaban con su corazón que la niñeta con el ojo. A llí decía por nuestra causa. En segundo lu g ar, para m ostrar que
sentía las aflicciones de los Apóstoles y mártires; las persecucio­ era hombre, y que se sujetaba á tristezas y tem ores, y , como
nes de los doctores y ministros del Evangelio; las tentaciones que tal, se consolaba con sus amados discípulos, descubriéndoles su
padecieron los confesores y v írg e n e s, y las tristezas y descon­ aflicción, para que se compadeciesen de Él y le consolasen, y
suelos de los justos atribulados; y allí tenía también presentes por esto les dijo: «Velad conmigo y hacedme compañía». L o s
tus tribulaciones y tentaciones, tus temores y tristezas; y, com­ Apóstoles á quienes declaró su tristeza fueron los mismos á quie­
padeciéndose de ti, se entristecía por ellas, queriendo, por este nes se había manifestado en el T abor?, herm oso, resplande­
alecto de compasión, padecer lo mismo que tú padeces, obligán­ ciente y transfigurado, para que, viendo por una parte la gloria
dote á que tú, con el mismo afecto, padezcas lo que É l padeció. de que se privaba, y por otra la aflicción que aceptaba, conocie­
Á estas causas generales de la tristeza de Jesús se pueden aña­ sen y testificasen la infinita caridad que nos tuvo; y también para
dir otras particulares, cuales son la perdición de aquel pueblo que se conozca que los regalos que Dios concede á las alm as, sus
hebreo, que había escogido por suyo, y la ingratitud que mos­ queridas en este mundo, no son para que paren y se complazcan
traba en quitarle la vida. A d e m á s, la condenación y perdición en ellos, sino para prepararlas á m ayores trabajos. ¡Oh consue­
de Judas, viendo que el demonio se le quitaba y arrebataba de lo de los desconsolados! ¿ Quién os ha sujetado á pedir consuelo á
su escuela, porque si un hombre siente grande dolor y tristeza vuestras criaturas? Mis pecados han hecho esto, y el deseo que
cuando le cortan un miembro que está unido con todo el cuerpo, tenéis de mi consuelo, comprándole con el precio de vuestros
también Cristo sentía en su corazón todos los empellones y vai­ desconsuelos. P or esta tristeza mortal que os aflige, haced que
venes del dem onio, con que le cortaba ó arrancaba aquel miem­ todo mi consuelo sea llorarlos amargamente todos los días de mi
bro de su cuerpo m ístico, que era como atravesarle las entrañas vida. ¡Oh alma fiel! Viendo la tristeza á que se sujeta Jesús,
y arrancarle al que tenía metido dentro de ellas. También sintió ¿querrás todavía consuelos en esta vida? ¿No procurarás conso­
v iv a pena por el escándalo y abandono de sus discípulos, y otras larte con la compasión de Jesús y con el odio al pecado?
varias. ¡Oh mi buen Jesús! S i por todos los que se han apartado E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán g raves han de s e r los moti­
de vuestra amistad pasáis tristeza, ¡cuán innumerables tormen­ vos que causen tristeza mortal al que es la misma alegría por
tos de estos padecíais por junto,.teniendo presentes las caídas de esencia! Jesús se entristece. ¿P orq u é? Está previendo el poco
tantos justos que el demonio arrebataba para sí! D oleos, Señor, fruto que la m ayor parte de los hombres han de reportar por

< M atth., M »1, 38.— * Joan., xix , 2 8 . - 3 x»»t, 2.


i Zachar., u , 8.
620 S e r ie seg u n d a .— P a sión d e J esu cristo . Med. 34.— Oración de Cristo en el huerto. 621
su culpa de la Pasión y muerte á que voluntario se sujeta. Está pueden dar consuelo cordial, sino hablar con Dios en la oración,
mirando la ingratitud de los m ortales, que, no sólo no que­ á quien has de acudir como á principal consolador, el cual te
rrán aprovecharse de los medios de salvación que pone en puede quitar la tristeza ó m oderarla, como más te conviniere,
sus manos, sino que pretenderán con nuevos pecados aumen­ como de sí lo dice D a v id 1:« Mi alma rehusó ser consolada, acor-
ta r, si les fuese posible, sus dolores y penas; y ve que estos pe­ déme de D ios, y alegróse mi corazón». También te avisa el
cados son innumerables y gravísim os, y que por ellos han de ser Señor que el único y eficaz medio para no caer en las tentacio­
eternamente atormentados los que los cometen. Él contempla nes y no perecer en los peligros, es la oración, á la*cual has de
en lo porvenir todo cuanto han de padecer sus discípulos por acudir con más fervor cuando te halles más cerca de ellos. Pero
conservar su fe, por extender su religión y por no apartarse de no d ice, orad para que no seáis tentados; sino, orad para que no
su amistad. Y al ver Jesús'todo esto, su Corazón paternal se caigáis en la tentación y os aneguéis en ella; porque muchas v e ­
conm ueve. su espíritu se anubla, y sus entrañas se conturban. ces nos conviene ser tentados y afligidos; pero la oración sirve
Mira, además, la perdición del pueblo hebreo, el escándalo y para que no caigamos en ella , ó, si cayérem os, no perezcam os
dispersión de sus discípulos, la pena de su afligida Madre, la del todo; sino que nos levantem os con el fervor que nos dará
condenación de Judas. ¡Oh Jesús amantísimo! Desahogad vues­ Dios para ello. Pondera particularmente aquella palabra: «Velad
tro Corazón; descubrid vuestra tristeza á vuestros más íntimos conmigo»; esto e s: en mi compañía, y como Y o v e lo , imitándo­
amigos, y de este modo disminuirá. Oigámosle cómo habla: me á M i. en lo cual claramente da á entender que É l v e la con
«Triste está mi alma hasta la muerte»; tal y tanta es mi tristeza, los que velan , y ora con los que oran; y los que velan y oran,
que bastaría para causarme la muerte, y durará hasta que dé el hacen esto con É l, teniéndole por m aestro, por compañero y ayu­
último suspiro en la cruz. ¿Quién, al oir estas aflictivas palabras dador. Meditando todo esto, has de confundirte a l record ar qne
de Jesú s, querrá consuelos y alegrías? Si Él está triste por nues­ en tus tristezas y tentaciones, olvidándotedel aviso del Señor, has
tros pecados y tibiezas, ¿cómo nosotros, que los hemos come­ buscado con grande inquietud él consuelo en los hom bres, y
tido, no nos entristecemos? ¿Qué pensamos hacer en adelante? apenas te has acordado de D ios; por cuyo motivo has tenido que
¿Seguiremos en nuestra flojedad y e n nuestras culpas, afligien­ lamentar tristes caldas; y cuando has orado, ha sido con tal ti­
do al amantísimo Corazón de Jesús? Xo seamos tan crueles con bieza y distracción, como si no estuviera D ios contigo. ¿Cóm o
un Padre que tanto nos ha amado; propongamos aliviar con el te portarás en adelante en tus tristezas y peligros? ¿Procurarás
ejercicio fervoroso de las virtudes la tristeza que le han causado guardar la presencia de D ios en tu oración? ¡Oh dulcísimo Jesús!
nuestras tibiezas y pecados; supliquémosle nos ayude á poner ¿Cómo no gustaré y o de v e la r y orar, sabiendo que V o s estáis
en práctica nuestras resoluciones, y nos asista en todas nuestras siempre en mi compañía? Ayudadm e para que siem pre v e le con
necesidades. V os, gastando los d iasen trabajar y las noches en orar, y días
y noches en obedecer á quien siempre veló, oró y trabajó por m i
24. — ORACION DE CRISTO EN EL HUERTO. amor.
P u n t o 2 .° C ualidades de la oración d e J e s ú s .— Considera
P reludio i .» Viéndose Jesús acometido de la tristeza, se retirá de sus discípulos, y, cómo Jesús, llegando al lugar de la oración, hincó ambas rodi­
postrado en tierra, se entregó á fervorosa oración. llas y postróse, pegando su rostro con la tierra, y puesto asá,
P reludio 2.° Represéntate á Jesús postrado en tierra y orando. dijo *: «Padre mío, si es posible, pase de M í este c á liz ; pero no se
P reludio 5.0 Pide áJesús la gracia de imitarle en la oración. haga lo que Y o quiero, sino lo que V o s queréis». Que fué decir.
Padre m ío, si es h acedero, salvo el decreto de vuestra justicia,
P n n t o l-° J e s ú s encarga á su s Apóstoles la oración, y se que pase de Mí el cáliz de esta pasión sin que le beba, conce­
retira de ellos para hacerla. — Hallándose Jesús sumido en la dédmelo ; pero no se haga lo que mi voluntad natural desea
tristeza, y viendo que también sus Apóstoles estaban tristes, les conforme á su inclinación, sino lo que fuere vuestra voluntad,
dijo 1: « V elad conmigo y orad, porque no entréis en tentación»; y porque ésta quiero que sea preferida á lam ia. ¡Oh! ¡Q uém o­
tomando para sí el mismo consejo. se apartó de ellos como un delo de oración la m ás perfecta! Ella reunió las más excelentes
tiro de piedra para orar. A cerca de esto has de considerar cómo cualidades que han de acompañarla. L o prim ero, fué retirada y
Jesús con su palabra y ejemplo te enseña que el remedio de las sola, quitando todas las ocasiones de divertirse para hablar á
tristezas no es parlar, y enternecerse con los hombres, que no solas con Dios, rompiendo violentamente con la inclinación na-

>Matt, xxvi, 41; Luc., xxn, 40 ; S. Thom. • Psalm. l x x v i, j. — * Matth., xxvi, 42.
622 S e r ie seg u n d a .— P a sió n de J e s u c r is t o .
Med. 24.— Oración de Cristo en el huerto. 623

tural de estar con sus discípulos para consolarse con ellos en la ros se terminó el negocio de su Pasión. ¿\ imitación de Jesús, has
tristeza. L o segundo, fué con profunda reverencia y humildad de gastar una hora ó más en orad ón recogida, de modo que,
interior y exterior, nacida de la grande estima que Jesús tenía aun que el tema ó m ateria de ella sea una b reve sentencia, pero
de la divina Majestad, y del conocimiento de la bajeza de su hu la variedad de consideraciones y afectos la puede alargar mucho,
inanidad en cuanto criatura, y de la necesidad en que estaba. como se dice de san F ran cisco, que gastaba toda la noche en ora­
L o tercero , fué acompañada de grande confianza y amor, lo cual ción, diciendo solam ente: «Dios mío y todas m is cosas», ó,
declara aqdfella palabra: «Padre mío». Otras veces le llama sólo como decía san Agustín hablando con D io s :« Conózcame á mí y
Padre; pero esta vez «Padre mío», dando muestras de aumentar conózcate á T i ». ;Oh Maestro soberano! Pues que en la oración
la confianza y amor con quien era particularmente Padre suyo, habéis querido vincular todas las g ra d a s y que me v e a libre de
no por adopción, sino por naturaleza. L o cuarto, fué con grande mis miserias, pidoos encarecidamente que me enseñéis á o ra r.
abnegación de la propia voluntad, y resignación en la divina, Sea mi oración como la vuestra, humilde, retirada, confiada y
porque los trabajos eran terribles, la inclinación natural de huir resignada, y haced que persevere en tan santo e je r d tío hasta
de ellos era grande, la congoja interior muy crecida, y así resig. obtener lo que pretendo, á fin de que V o s seáis en mí glorifica­
narse en esta ocasión á lo que Dios quería, fué acto de heroica do. y y o sea por V o s remediado.
virtud. Considerando todo esto, humíllate al v er la falta que tie­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Q ué Maestro tan sabio y carita­
nes de estas virtudes, y propón, para cuando te halles en algún tivo tenemos en Jesucristo nuestro Señor! En medio de sus tris­
trabajo, decir esta misma oración con el espíritu que Jesús la tezas y agonías, no se olvida de darnos altísimas y prácticas
dijo. ¡ Oh Padre mío muy amado ! Mirad que la tristeza no pocas enseñanzas. S e arranca violentamente de la compañía de sus
veces me aflige, y el demonio me persigue, y las pasiones quie­ queridos Apóstoles, después de haberles encargado la vigilancia
ren enseñorearse de mí! Si es posible, pase de mí este cáliz de y oración, para ven cerlas tentaciones que les iban á asaltar. A s í
am argura que me atorm enta; pero no se haga lo que yo quiero, te enseña que el medio para calm ar tu tristeza no es parlar con
sino lo que V os queréis.; Oramos nosotros en nuestras necesida­ los hombres, sino conversar con D io s ; que el antídoto y arma
des con la humildad, confianza, recogimiento y resignación que poderosa contra los peligros y tentaciones es la oración. ¡Dicho­
Jesús ? i En qué cosas debemos corregirnos? so tú si sabes aprender perfectamente la lección que te enseña el
P n n t o S .° Perseverancia de Cristo en su oración. — Con­ Señorl M as, ¿cuál ha de ser tu oración? ¿Qué cualidades had e
sidera aquí otra cosa muy señalada de esta oración de Cristo reunir para que m erezca ser presentada delante del trono de D ios
nuestro Señor, que fué ser larg a; porque no has de pensar que y logre favorable acogida? M ira á Jesús separado de sus Apósto­
duró solamente el tiempo que gastó en decir estas, tres palabras, les, postrado en el suelo, cosida su frente con el p o lv o ; oye las
sino por lo menos duró una hora, como se colige de la amorosa palabras que salen de sus lab io s: «Padre mío, si es posible,
reprensión que dirigió á san Pedro, diciéndole 1 : «¿No habéis pase de Mí £Ste c á liz : pero no se haga m i voluntad, sino la
podido velar conmigo una hora ?» Este tiempo gastó Cristo tuya». ¡Qué recogimiento y retiro! ¡Q ué humildad! ¡Qué con­
pensando las cosas que le movían á la reverencia, confianza, fianza! ¡Qué resignación! A s í permanece quizá más de una
am or y resignación, y á los demás afectos que ejercitó en su ora­ hora, rumiando las mismas palabras, buscando nuevos m otivos
ción. También pasaría por la memoria todas las partes de su cá­ de confianza y resignación, y extendiéndolas á todos y á cada uno
liz, conformándose particularmente en cada una de ellas, como de los dolores de su Pasión, que tenía tan presentes como si y a
si dijera: Padre, si es posible, pase de Mí este cáliz de la tristeza; los estuviese pasando. ¡Oh! ¡Si en tus oraciones supieses imitar
pero no se haga loque Y o quiero, sino lo que T ú ; si es hacedero, á tu dulce Salvador! ¡Si acompañasen á tu oración las virtudes
pase de Mí el cáliz de las prisiones, de los azotes, de la corona dé que ostenta Jesús en la su ya! ¿Qué responde á esto tu cora­
espinas, etc.: pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Puédese zón? ¿Adónde acudes y de qué medios te vales para pelear
también creer que en esta hora diría esta oración en otros sen­ contra tus tentaciones y tristezas? ¿E s tu oración humilde, con­
tidos, que refieren los santos haberla dicho, como en el que fiada y perseverante? ¡A h! ¡T e quejas de no alcanzar lo que
santa Catalina de Sena supo por revelación, que Cristo nuestro deseas! Quéjate m ás bien de ti mismo, que no oras como debes;
Señor, con las ansias de padecer para concluir la redención del y para poner un eficaz remedio á ese tu abandono, haz pro­
mundo, pidió que, si era posible, se abreviase y pasase de presto pósitos, pide gracias, y ruega por todo el mundo.
la bebida de aquel cáliz; en lo cual fué oído, porque en pocas ho-

• M attb., n v i , 40.
624 Serie segunda. - Pastan de Jesucristo.
Med. 25. —Jesús visita á sus Apóstoles, y vuelve á orar. 625

que si yo no la dejo, vuestra m isericordia nunca me dejará. ¿O l­


25 —JESÚS VISITA Á SUS APÓSTOLES, Y VUELVE A ORAR. vidamos nosotros el cumplimiento de nuestros deberes por aten­
der á nuestras devociones voluntarias? ¿ Imitamos el fervor
PMurcio I.* Pasada una hora de oradón, Jesús visitó á sus disdpulos, que estaban que Jesús tiene en su o r a d ó n , ó la flojedad de los Apóstoles?
durmiendo, despertólos, y se volvió i orar. P a n t o f&.° Vuelve J e s ú s á la oración con m ás ferv o r.—
P reludio 2.« Represéntate á Jesús despertando á sus discípulos y encargándoles de
Después que Jesús hubo despertado á sus A p óstoles, volvióse
la vigilancia y oradón.
P reludio 3.» Pide la gracia de seguir los consejos é imitar los ejemplos de Jesús.
á la oración, repitiendo las mismas palabras, aunque con más
in stan d a, porque es de creer diría las que pone san M arcos1 :
< Padre, P a d r e , todas las cosas te son p osib les; traspasa de Mí
P a n t o l . ° L ev á n ta se J e s ú s de la oración, y visita á sus este c á liz ; mas no se haga lo que Y o quiero, sino lo que T ú quie­
Apóstoles.— Pasada la prim era hora de oración, Jesús fué adon­ res». En lo cual has de ponderar el grande afecto de amor y
de estaban sus discípulos , para v e r si velaban, como les había confianza que se descubre en la repetición de la palabra « P a­
encargado, y hallólos durmiendo. D e sp e rtó lo s,.y díjoles con dre , Padre», y la confesión de su om nipotencia, en que estriba
b la n d u ra e sp e c ia lm e n te á P edro, que se preciaba de más fer­ la oración, alabándole primero que pida lo que d esea , como
voroso: «¿Así no pudisteis v e la r una hora conmigo? V elad y quien dice: No puedes dejar de oirme por falta de am or, porque
orad, para que no en tréis en tentación; porque, aunque el espí­ eres padre y muy p a d re ; ni por falta de p oder, porque todas las
ritu está pronto, la carne, está flaca». Pondera aquí la grande cari­ cosas te son posibles: Esta misma oración debes tú repetir en
dad, solicitud y cuidado que Jesús tenía de sus discípulos, pues los trabajos que te aflijan. Pondera luego cómo Jesús gastó tam­
en medio de tantas aflicciones interrumpe su oración para visi­ bién buen rato de tiempo en esta oración , y es de creer que en
tarlos }r alentarlos; y aunque los halló durmiendo, no se indignó él oraría de nuevo por todos los hombres, cuyo Redentor era,
contra ellos , sino con blandura los corrigió y avisó del peligro deseando, cuanto era de su parte, que todos se salva sen , y que su
en que estaban, repitiéndoles lo que antes les había dicho, que Pasión fuese provechosa á todos, y no se perdiese el fruto de
orasen para no caer en la ten tación ; pues aunque el espíritu esté sus grandes trabajos. Y en este sentido puedes creer que también
pronto y desee lo m ejor, como la carne es flaca, sin o es ayudada dijo las palabras referidas: Padre, todas las cosas te son posibles;
con oración, será vencida. Aprende de esto á darte de tal modo á si es posible, no quede este cáliz de mi Pasión en Mí sólo, y no sir­
la oración y ejercicios piadosos, que no te olvides del cuidado va sólo para mi gloria y p rovech o; sino trasjiásale á todos los
de los que están á tu c a r g o ; y á corregir con blandura y amor, hombres, para que todos reciban provecho de él; pero no se haga
sobre todo á los que faltan más por flaqueza que por malicia. mi voluntad, sino la tuya. E sta petición era m uy conforme á la
Mira en la conducta de los discípulos el descuido del hombre en caridad de Jesucristo, y de ella puedes u sar, suplicando al P a­
el negocio de su salvación , tomándolo el Señor tan de veras dre etemotque el cáliz de la Pasión de su Hijo se traspase con
y con tanto cuidado. Y en la persona de ellos te debes mirar á eficacia á todo el mundo, pero rindiendo tu juicio y voluntad
ti mismo, que duermes y aflojas en tu aprovechamiento ima­ á su eterna ordenación. En esta consideración te puedes imaginar
ginándote que Cristo te dice lo que á P e d r o : « ¿No puedes velar presente á Cristo nuestro Señor, y cómo pide á su Padre que pase
una hora conmigo?» ¡ O h , cuánta es la miseria del hombre que, á ti el cáliz de su Pasión, comunicándote el fruto de ella , y así
velando Cristo por su sa lv a ció n , él se duerm e! Reflexiona, por le has de suplicar te lo aplique. ¡Oh Padre eterno! Pues vuestro
fin. cuán grande es la diferencia que h ay entre los perfectos y los Hijo ha bebido este cáliz tan am argo, poderoso para dar vida á
imperfectos; porque en ésto s la tristeza causa soñolencia y desma­ todo el mundo y mil mundos, mostrad vuestra caridad y omni­
yo, y enfado de la o ra ció n , y porque la dejan, vienen á caer en la potencia en traspasar su fruto á muchos para gloria del que le
tentación, como cayeron lo s A p ó sto les, desamparando á C risto ; bebió por ellos. P ase también este cáliz á m í. y lléneme de sus
pero en los perfectos la tristeza les convida y lleva á la oración; am arguras y de los dones que ganó con ellas. ¡Oh cristiano! ¿D e­
y cuanto más C r e c e d la , tanto crece el fervor de la oración, seas tú también participar del cáliz de la Pasión de Jesús? ¿ A po­
como se v e en C ris to , p o r lo cual no desfallecen en la tenta­ yas tus súplicas en la confesión de la omnipotencia de Dios?
ció n , sino que perm anecen con gran fortaleza en ella. ¡Oh P a n t o 3 .° Vuelve J e s ú s á su s A p ó stoles,y y a no los d es­
Dios benditísimo! No apartéis de mí la oración 1 ni vuestra mi­ pierta.— Considera cómo, terminada la segunda oración, volvió
sericordia , y no perm itáis que yo la abandone por tibieza; por­ Jesús á sus A póstoles; y hallándolos dormidos, compadecido

• Matth., xxvi, 40. — 3 Psalm. ixv, 20. 1 Mire., xiv, 39.


40
626 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 26.— Aparición del ángel y sudor de sangre. 627
de su flaqueza, dejólos, y volvióse á la oración, y entonces,
do una hora había. ¡Qué solicitud tiene Jesucristo por nuestra
como dice el Evangelista *, puesto en agonia y congoja, oraba
salvación! ¡Con qué abandono la miran los hombres, figurados
más prolijamente, prolongando más su oración. Pondera acerca
por los flacos A póstoles! ¡ Qué diferencia entre la oración de los
de esto cómo Cristo nuestro Señor, aunque sabia que sus dis­
perfectos y de los imperfectos! Después que el divino Jesús hubo
cípulos dormían, quiso venir á visitarlos, para descubrir el cui­ suplicado otro rato muy largo que pasase de Él el cáliz amargo
dado que de ellos tenia, aunque no los desp ertó, compadecido de su Pasión, y que su fruto, á ser posible, se extendiese eficaz­
de verlos tan oprimidos del sueño. M ira sobre todo con atención, mente á todo el mundo, visita nuevamente á sus A póstoles, los
y compadécete de la soledad que sintió Jesús en este punto, cuales habían vuelto á su pesado sueño, y , compadecido de ellos,
viéndose privado de todo consuelo. El lugar era solo y el tiempo y a consiente en que duerman, y regresando al lugar de su ora­
o b scu ro ; los discípulos estaban dormidos, su Madre estaba ción, entra en una penosísima congoja y como agonía, en la cual
ausente, su Padre celestial parece que se hacia el sordo, y no prolonga más la oración hasta alcanzar contestación de su Padre
le respondía; su divinidad y la porción superior de su alma de­ celestial. ¡Qué ríos de am argura inundarían el alma del Señor en
jaba padecer á la porción inferior, cumpliéndose lo que dijo este momento! ¡En qué soledad tan desconsoladora se hallabaI
D avid *: «Busqué quien me consolase, y no le hallé». Entonces Todo cuanto v e á su alrededor le despierta tristes y congojosos
diría aquello del salmo x x i: «¡Dios m ío, D ios mío!; mira por pensamientos; la noche obscurísim a, el lugar solitario, los A p ós­
m í; ¿por qué me desamparaste? D o y voces de día y de noche, y toles dormidos, su M adre lejos de su compañía sumida en la an­
no me oyes, aunque bien sé que no es por mi culpa, ni será para gustia y dolor, su Padre sordo á sus humildes súplicas. ¡Oh Je­
mi daño». Á pesar de todo. Cristo perseveró en su oración, sin sús! ¿Quién podrá dejar de amaros si considera lo que p or él
quejarse con impaciencia de no ser oído, ni enfadarse, ni dejar habéis hecho? ¿Cóm o le correspondemos nosotros?¿Vigilam os
por esto de orar y repetir lo mismo, una, dos y tres veces, cre­ por los que están á nuestro cargo? ¿Nos dormimos en nuestra
ciendo en el fervor, enseñándote-el modo cómo debes portarte oración, vencidos de la pereza? ¡Cuánto disentimos de nuestro
en la oración. Finalm ente: has de ponderar cómo el P adre Eter­ amantísimo Salvador! Fijem os en É l nuestra vista; tratemos efi­
no dilató el responder á la oración de su H ijo , para damos á cazmente de modelar nuestra conducta por sus ejemplos, y con
entender la grande necesidad que teníamos de la Pasión y muer­ este fin propongamos m uy particularmente lo que debemos prac­
te de Jesús, pues se detenía en contestarle cuando le pedía que, ticar y evitar para este o b jeto; y convencidos de nuestra incons­
si era posible, se impidiese, lo cual te obliga mucho á amarle, tancia y flaqueza, pidamos con fervor á D ios sus auxilios, y ro-
pues tanto estima tu bien. ¡Oh Padre soberano! ¿Por qué amáis guemos por todo el mundo.
tanto á los esclavos, que queréis por su causa afligir á vuestro
Hijo? ¿Por qué os hacéis el sordo á su demanda, dejando de
26.— APARICIÓN DEL ÁNGEL Y SUDOR DE SANGRE.
cumplir su deseo por respeto de los que nunca cumplen el vues­
tro? Vuestra caridad, Dios m ío, y la de vuestro H ijo, es causa Preludio i .» Envió d Padre Eterno un ángel para confortar á jesús; y este Señor, al
de esto, por lo cual os suplico me deis perfecta conformidad en oir las razones que el celestial enviado le decia , sintió tal lucha interior, que sudó sangre.
todo lo que ordenareis; pues, aunque sea por mi culpa, no será Preludio 2.® Represéntate al ángel confortando á Cristo y á este Señor sudando sangre.
para mi daño, con el grande amor que tenéis á vuestro Hijo y á Preludio 3.0 Pide 1« gracia de luchar ñiertemente contra tus pasiones.
todos los que le pertenecen. ¿No nos compadecemos nosotros de
la tristeza y soledad que por nuestro amor padece Jesús? ¿No imi­ P a n t o l . ° Aparécese un ángel á J e s ú s , y le- conforta.—
taremos su constancia en la oración? Considera cómo el Padre eterno, viendo á su divino Hijo en tanta
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué Padre tan tierno y cuidadoso aflicción y congoja, y que todavía perseveraba en la o ració n ',
del bien de sus hijos es el divino Jesús! Se había apartado desús para que se echase de v e r que tenía providencia y cuidado de Él,
discípulos para entregarse á la oración, y cuando más sumergido y que no despreciaba su oracióñ, envió del cielo un ángel que
se hallaba en la contemplación de los soberanos designios de su en su nombre le consolase, así como en el desierto, cuando ven­
Padre, se levanta, va á visitar á sus A p óstoles, á quienes en­ ció al demonio, había enviado algunos 1 que le diesen de comer,
cuentra profundamente dormidos; los despierta con uña amo­ con lo cual juntamente nos enseña el cuidado paternal que tiene
rosa queja, exhórtalos nuevamente á la oración , y vuelve á en­ de los que oran, enviándoles á su tiempo el consuelo con algún
tregarse con m ayor fervor á la repetida súplica que venía haden- ángel invisible, que es su santa inspiración; y si dilata esto, no

> L u c., xxu , 43. — 2 Psalm. l x v iii , 21. 1 L u c., x x u , 4). — * M a td i., iv, n .

»
I

6 -8 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.


Med. 26.— Aparición del ángel y sudor de sangre. 629
es porque les ab o rrezca, sino para enviárselo al tiempo que más
para mostrar su infinita generosidad en dar la sangre por nos­
les conviene. El ángel que vino créese que fué san G abriel, en­ otros, sin esperar á que los verdugos .se la sacasen ; por cuyo
cargado del servicio del V erbo encarnado ', no como ángel de motivo es comparado al árbol de la mirra, el cual primero echa
g u a rd a , sino como ministro y ejecutor de lo que tocaba y perte-
por los poros este licor á modo de sudor, y después es punzado
necia al misterio de la Redención. Llegado este celestial mensa­ y descortezado para que lo dé con más abundancia; asi Jesús,
jero en forma visible al lugar donde estaba Jesús, hablóle con
antes que vengan los verdugos á cebarse en É l, quiere que su
gran reverencia y con semblante muy com pasivo, poniéndole imaginación sea el verdugo que le saque la sangre, de su espon­
delante algunas razones qué podían consolarle y confortarle en tánea voluntad. L a tercera, para mostrar el vivo y tierno senti­
su aflicción. Diríale que era voluntad y decreto del Padre eterno
miento que tenía de nuestros pecados y de las llagas mortales de
que muriese y bebiese aquel cáliz; que era necesario para reme­
su cuerpo místico la Iglesia, para cuyo remedio, como cabeza
dio del mundo, para rescatar á los justos que estaban en el lim­
nuestra, quiso tomar la purga y medicina interior con tanta vehe­
bo, para poblar el cielo y para cumplimiento de las profecías; que
mencia, que sudó sangre por todo su cuerpo n atu ral; y como los
los trabajos pasarían presto, y luego se seguiría la gloria de la
pecados se perdonan con lágrim as nacidas de este dolor, el suyo
resurrección y el descanso perpetuo de su carne. Estas y otras
fué tan ex cesiv o , que las derramó, n© sólo por sus ojos, sino
razones le diría el ángel, y Jesús con humildad las escuchaba,
por todos los poros de su cuerpo, como gotas de sangre. ¡Oh
mostrándose, en cuanto hombre, necesitado del consuelo de sus
sangre preciosísim a, derramada por mis pecados con infinito
.criaturas; y , aunque sabía muy bien todo lo que el ángel podía
amor y excesivo dolor! ¡Oh buen Jesús! Lavadm e con esa san­
decirle, gustaba de oírselo y se confortaba con e llo , enseñán-,
g re , y aplicadme una gota de ella, pues una basta para mi salud.
dote que no debes desdeñar el recibir consuelo de cualquier per­
¿ Y qué digo para mi salud? P ara la salud de todo el mundo
sona, aunque sea menos sabia y discreta que tú, y aunque sepas
bastara una sola. Pues ¿por qué, Salvador m ío, derramáis tan­
todo lo que te puede decir, porque á v e c e s, por medio del me­
tas? ¡ Oh amor sin medida, quién os amase sin medida! ¡Oh alma
nor , ilustra y consuela Dios al mayor. \Oh Salvador mío! Cómo,
mía! Glorifica á este Señor, que por ti suda sangre. ¿Imitas el
siendo V os el consuelo y esfuerzo de lo s ángeles, os habéis
modo de luchar contra las pasiones' que É l te enseña? ¿Tienes
puesto en necesidad de ser confortado por uno de ellos? V ues­
dolor de tus pecados y eres generoso con Él?
tra caridad ha hecho esto , por la cual os doy innumerables gra­
JPanto 3.® J e s ú s , después del sudor de sa n g re, v isita por
cias, y os suplico me ayudéis para que me aproveche de los
tercera v ez á los Apóstoles.— Considera cómo, á causa del su­
•consejos que me diere, asi el ángel de mi guarda como Vos,
dor de sangre. quedó el dulcísimo Jesús sumamente debilitado
Á n gel del gran consejo, cuyas inspiraciones propongo seguir
y extenuado de fuerzas; y como estaba solo, no hubo quien le
fielmente todos los días de mi vida, para m erecer veros en el
aliviase ni enjugase su santo cuerpo, completamente bañado en
cielo eternamente.
ella. Solamente el ángel, pasmado de tan extraño suceso, le
P a n t o Si.0 Jesucristo suda sangre. — Oyendo Jesús las
confortaría de n u evo, hasta que llegó el tiempo de partirse. Pon­
razones del ángel, oraba más prolijam ente, y vínole un sudor
dera cómo luego se levantó Cristo de la oración, y por tercera
como de gotas de sangre, que caían en la tierra. Considera aquí
vez volvió á sus discípulos, y hallándolos durmiendo, los des­
las causas de este sudor tan extraordinario y prodigioso, las cua­
pertó, diciéndoles ’ : «B astaya; levantaos, y vam os de aquí, por­
les son varias y todas muy provechosas. L a primera fué para
que ya se acerca el que me ha de entregar». Con lo cual, amo­
manifestar la terribilidad de la aflicción interior que en esta oca­
rosamente los reprendía, porque era como decirles: Vosotros,
sión padecía su alm a, porque en ella se levantó una espantosa
que sois mis amigos, que habéis protestado seguirme fielmente,
lucha entre el temor y tristeza de la m uerte por una parte, y el
hallándome en grande tribulación y en peligro inminente de caer
celo de la gloria de Dios y bien de los hom bres por otra. L a ima­ en manos de mis enemigos, estáis durmiendo; pero mi enemigo
ginación, aprendiendo con vi veta los dolores, avivaba los afectos no duerme, y y a se acerca para apoderarse de Mí. ¡Cuánto de­
de tem or, tristeza y congoja interior; y la razón superior, con bes confundirte de ver que los malos son más prudentes y activos
las conveniencias d é la muerte, en cen d íalo s afectos de celo y para ejecutar sus maliciosos planes que tú! Pero medita en par­
amor, resistiendo á aquéllos; y con esta lucha creció tanto la ticular el ánimo y esfuerzo que sacó el Señor de la oración para
congoja, que vino á reventar la sangre por sudor de todo el cuer­ acometer con denuedo los trabajos de la Pasión, con lo cual te
po con tal abundancia, que regó la tierra. L a segunda causa fué enseña la eficacia de la oración para fortalecer la carne flaca,

1 S. Thom. 1 M itth ., xxyi, 46.


630 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. A fed. 27.— Llegada de Judas y de los soldados al bturto. 631

y darla vigor para aco m eter lo que antes aborrecía y huía. Mira,
por fin, la m ansedum bre de Jesús, el cuál, con haberse hallado 27.— LLEGADA DE JUDAS Y DE LOS SOLDADOS AL HUERTO.
en tanta congoja, y v e r á sus discípulos tan descuidados y dor­
midos, no se indigna, sino que, antes de llam arles por última P reludio I .o Vino judas con los soldados, y saludó á Jesús, el cual le recibió con mues­
vez, como com padecido de ellos, les dice: «Dormid y descan­ tras de amor; y después, preguntando á los soldados á quién buscaban, dijeron que á
sad». ¡Oh buen Jesú s! V o s teníais grande necesidad de dormir Jesús, contestó: (Yo soy a , y dios cayeron en tierra.
y descansar; pero, com o buen P adre, queréis para vuestros hi­ Preludio 2.» Represéntate este suceso como si le vieses con tus ojos.
P reludio 3.» Pide grande y vivo temor de los juicios de Dios y de su justicia.
jos el descanso, y tom áis para V os el trabajo. No permitáis quie­
ra yo entregarme a l ocioso descanso, viendo á Vos, que con
tanto dolor estáis velando y orando, y á vuestros enemigos, P a n t o l . ° L leg a d a de J u d a s, y su beso hipócrita.— Consi­
que con tanto odio y encarnizamiento os están persiguiendo en dera cómo habiendo Judas advertido á los soldados que con él
vuestros discípulos. ¡ Oh alma fie l! L a diligencia de los enemigos iban, que Jesús era aquel á quien besase, llegando donde estaba
de Cristo, ¿no te m o verá á serlo en su servicio? ¿Procuras bus­ el Señor, se le acercó y le besó, diciendo: «Dios te salve, Maes­
car en la oración la fortaleza que te falta y necesitas? tro». El Señor le respondió: «Am igo, ¿á qué viniste? ¿C on un
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué cuidado tan amoroso tiene el beso entregas al Hijo del hombre •?» Sobre lo cual has de pon­
Padre eterno de su H ijo! L e contempla solo, agobiado de temor, derar primeramente las marañas y trazas que inventó Satanás
desamparado, sum ergido en la tristeza, y viendo que insiste para prender á C ris to , parte con violencia de muchos soldados
en su ferviente oración, manda á un ángel del cielo que en forma muy desaforados, parte con astucia y doblez, encubriendo la
visible se presente á consolarle. ¿Quién no confiará en la pro­ traición con beso de paz; la diabólica maldad de Judas, que de
videncia de tan tierno Padre? Mira al ángel san Gabriel cómo se Apóstol de Cristo se hizo capitán y guía de sus enemigos; y su
acerca respetuosamente á Jesús y le comunica las órdenes del enorme desvergüenza en aprovecharse del conocimiento que de
Padre celestial, y se esfuerza en consolarle, y Jesús le escucha Él tenía para entregarle con beso de paz á sus verdugos. ¡Cuán­
atento. ¡Qué humildad! ¡Dios recibiendo consuelo de una criatu­ to has de tem er los juicios de D ios al v e r la suerte de este des­
ra! Oyendo Jesús al ángel, enciéndese en el celo por la gloria de venturado! Pondera luego la mansedumbre y caridad admira­
su Padre y bien de los hombres; y como su imaginación aviva bles de Jesús, el cual, no sólo admitió el beso de aquel traidor,
al propio tiempo los afectos de tem or, congoja y tristeza, entá­ sabiendo que le tomaba por señal de su traición, sino que llegó
blase dentro del C orazón de Jesús terrible lucha, y no cabiendo hasta llamarle amigo, diciéndole con amoroso disim ulo: «Ami­
en él la san gre, se derram a con tal violencia por todas sus ve­ go, ¿ á qué has venido ? » Como quien d ic e : A cuérdate que has
nas , que viene á b ro tar por los poros del cuerp o, llegando á re­ sido mi amigo, y siempre te traté como ta l, y deseo ahora con­
g ar el suelo. ¡Oh am or incomprensible! ¡Oh dolor inefable! A sí vertirte de enemigo en am igo, y de amigo fingido en am igo v er­
ostenta Jesús la caridad que nos profesa y el dolor que le cau­ dadero. Si vienes á esto. Y o te recibiré y perdonaré; dim e: ¿ á »
san nuestros pecados. M a s, ha llegado la hora fatal; el ángel ha qué viniste? ¡Oh, bendita sea tal caridad, que con tanta blandura
desaparecido, y Judas se acerca con su tropa; Jesús, saliendo convida al que usa contra É! de tanta crueldad! M ira, además,
animoso de la oración, v a á sus discípulos, y áunque se com­ cómo queriendo Jesús después de esto corregir blandamente á
padece de su debilidad a l hallarlos dormidos, m as con amorosa ju d as, manifestándole que sabía sus intentos, le dijo: «Judas,
reprensión los despierta, recordándoles la vigilancia del traidor ¿con beso entregas al Hijo del hombre?» Llam óle por su nom­
y comparándola con la tibieza de ellos. L o mismo, quizá, nos bre, en señal de conocimiento y am or, y á sí mismo se nombra
podría decir á nosotros. P u es, ¿qué hacemos? ¿Deseamos que con el nombre común de Hijo del hombre, en señal de humil*
los ángeles nos consuelen? ¿Por qué no somos más asiduos y dad, deseando por todas vías conquistar aquel corazón endure­
vigilantes en la oración? ¿P or qué no tenemos por la defensa de cido para ablandarle; pero su dureza filé tan grande, que nada
los intereses de Jesús el celo siquiera que sus enemigos tienen aprovechó; sino, dada la señal del b eso, como se había adelan­
para hacerle la guerra? Avergoncém onos de nuestro proceder; tado á lo s soldados, volvióse de presto á e llo s , para que hiciesen
propongamos corregirn os, pidiendo para ello las gracias nece­ su hecho. ¡Oh dulcísimo Jesús! L a dureza de Judas me estreme­
sarias , sin olvidar las demás necesidades que se nos han reco­ c e y hace temblar; pero vuestra infinita mansedumbre y caridad
mendado. me llenan de dulce esperanza. ¿Cómo no tuvisteis asco de que

• Matth., « v i , 48; Mire., xiv, 4 4 ; L u e ., na, 4S; Joan., xvui, 3 .


1
630 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 2 7 .— Llegada de Judas y de los soldados al huirlo. 631

y darla vig o r para a co m eter lo que antes aborrecía y huía. Mira,


por fin, la m ansedum bre de Jesús, el cual, con haberse hallado 27.— LLE6ADA OE JUDAS Y DE LOS SOLDADOS AL HUERTO.
en tanta congoja, y v e r á sus discípulos tan descuidados y dor­
midos, no se indigna, sino que, antes de llam arles por última Pk u n n o i .» Vio»jodas con los saldados, y saludó i Jesús, el cual le recibió con mues­
v e z, como com padecido de ellos, les dice: «Dormid y descan­ tras de amor; y después, preguntando á los soldados á quién buscaban, dijeron que á
sad». ¡Oh buen J e sú s! V o s teníais grande necesidad de dormir Jesús, contestó: «Yo soya, y dios cayeron en tierra.
y descansar; pero, co m o buen P ad re, queréis para vuestros hi­ Pnsiuow 2.* Represéntate este suceso como si le vieses con tus ojos.
P keuuho 3.« Pide grande y vivo temor de los Juicios de Dios y de su justicia.
jo s el descanso, y to m áis para V o s el trabajo. No permitáis quie­
ra y o entregarm e a l ocioso descanso, viendo á Vos, que con
tanto dolor estáis velando y orando, y á vuestros enemigos, P u n t o l . ° L leg a d a d e J u d a s , y su beso hipócrita.— Cemsi-
que con tanto odio y encarnizamiento os están persiguiendo mi dera cómo habiendo Judas advertido á los soldados que con él
vuestros discípulos. ¡ Oh alm a fie l! L a diligencia de los enemigos iban, que Jesús era aquel á quien besase, llegando donde estaba
de Cristo, ¿no te m o verá á serlo en su servicio? ¿Procuras bus­ el Señor, se le acercó y le besó, diciendo: «Dios te salve, Maes­
car en la oración la fortaleza que te falta y necesitas? tro». El Señor le respondió: «Am igo, ¿á qué viniste? ¿C on un
E p ílo g o y e o lo q n io s . ¡Qué cuidado tan amoroso tiene el beso entregas a l Hijo del hombre '?» Sobre lo cual has de pon­
Padre eterno de su H ijo! L e contempla solo, agobiado de temor, derar primeramente las m arañas y trazas que inventó Satanás
desamparado, sum ergido en la tristeza, y viendo que insiste para prender á C ris to , parte con violencia de muchos soldados
en su ferviente oración, manda á un ángel del cielo que en forma muy desaforados, parte con astucia y doblez, encubriendo la
visible se presente á consolarle. ¿Quién no confiará en la pro­ traición con beso de paz; la diabólica maldad de Judas, que de
videncia de tan tierno Padre? Mira al ángel san G abriel cómo se Apóstol de Cristo se hizo capitán y guia de sus enemigos; y su
acerca respetuosamente á Jesús y le comunica las órdenes del enorme desvergüenza en aprovecharse del conocimiento que de
Padre celestial, y se esfuerza en consolarle, y Jesús le escucha É l tenía para entregarle con beso de paz á sus verdugos. ¡ Cuán­
atento. ¡Qué humildad! ¡Dios recibiendo consuelo de una criatu­ to has de tem er los juicios de D ios al v e r la suerte de este des­
ra! Oyendo Jesús al ángel, enciéndese en el celo por la gloria de venturado! Pondera luego la mansedumbre y caridad admira­
su Padre y bien de los hombres; y como su imaginación aviva bles de Jesús, e l cual, no sólo admitió el beso de aquel traidor,
al propio tiempo los afectos de tem or, congoja y tristeza, entá­ sabiendo que le tom aba por señal de su traición, sino que llegó
blase dentro del Corazón de Jesús terrible lucha, y no cabiendo hasta llam arle amigo, diciéndole con amoroso disim ulo: «Ami­
en él la sangre, se derram a con tal violencia por todas sus ve­ go, ¿á qué has venido?» Com o quien d ic e : A cuérdate que has
nas , que viene á brotar por los poros del cuerp o, llegando á re­ sido mi amigo, y siem pre te traté como ta l, y deseo ahora con­
gar el suelo. ¡Oh am or incomprensible! ¡Oh dolor inefable! A si vertirte de enemigo en am igo, y de am igo fingido en am igo v e r­
ostenta Jesús la caridad que nos profesa y el dolor que le cau­ dadero. S i vienes á esto, Y o te recibiré y perdonaré; dim e: ¿á
san nuestros pecados. M a s, ha llegado la hora fatal; el ángel ha qué viniste? ¡Oh, bendita sea tal caridad, que con tanta blandura
desaparecido, y Judas se acerca con su tropa; Jesús, saliendo convida al que usa contra É l de tanta crueldad! M ira, además,
animoso d é la oración, va á sus discípulos, y aunque se com­ cómo queriendo Jesús después de esto corregir blandamente á
padece de su debilidad al hallarlos dormidos, mas con amorosa Judas, manifestándole que sabía sus intentos, le dijo: «Judas,
reprensión los despierta, recordándoles la vigilancia del traidor ¿con beso entregas al Hijo del hombre ?» Llam óle por su nom­
y comparándola con la tibieza de ellos. L o mismo, quizá, nos bre, en señal de conocimiento y am or, y á sí mismo se nombra
podría decir á nosotros. Pues, ¿qué hacemos? ¿Deseamos que con el nombre común de Hijo del hombre, en señal de humil*
los ángeles nos consuelen? ¿Por qué no somos más asiduos y dad, deseando por todas vías conquistar aquel corazón endure­
vigilantes en la oración? ¿P or qué no tenemos por la defensa de cido para ablandarle; pero su dureza fué tan grande, que nada
los intereses de Jesús el celo siquiera que sus enemigos tienen aprovechó; sino, dada la señal del beso, como se había adelan­
para hacerle la guerra? Avergoncém onos de nuestro proceder; tado á lo s soldados, volvióse de presto á e llo s , para que hiciesen
propongamos co rregirn o s, pidiendo para ello las gracias nece­ su hecho. ¡ Oh dulcísimo Jesús! L a dureza de Judas me estreme­
sarias, sin olvidar las demás necesidades que se nos han reco­ ce y hace temblar; pero vuestra infinita mansedumbre y caridad
mendado. me llenan de dulce esperanza. ¿Cómo no tuvisteis asco de que

■ M a t t h . , xxvi, 48; Mire., xiv, 44; Luc., xxit , 48; Joan., xvui, 3.
6)2 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Mel. 3 7 . — Llegada deJudas y de los soldados al huerto. 633

boca tan maldita llegase á vuestro divino rostro? ¿Cómo no sa­ admira la omnipotencia de Jesucristo? ¿No tem erem os su espan­
lieron de él llamas de fuego que le abrasasen? Vuestra inmensa tosa ira contra los malos en el día del juicio?
caridad, Señor, quería ablandar aquel duro corazón, y detuvo P u n t o # .° P erm ite J e s ú s á los soldados que se levanten,
el fuego de vuestra justísim a cólera. Usadla, Señor, conmigo; y prohíbeles que toquen A su s Apóstoles.— Considera cómo
que si he sido pecador como Judas, no quiero ser obstinado habiéndose levantado los soldados y judíos, previo el permiso del
como ál. ¿Imitamos la caridad de Jesús en tratar á nuestros ene­ Señor, les preguntó segunda vez: «¿A quién buscáis?» Y diciendo
migos? ¿No temeremos los juicios divinos? ellos que á Jesús Nazareno, les respondió con gran im perio: « Y a
P u n t o H.° E ficacia de la palabra de J e s ú s en derribar os he dicho que Y o soy; si me buscáis á M í, dejad ir á estos». En
á todos sus enem igos.—L uego que Judas se re tiró , salió Jesús lo cual debes ponderar la extremada dureza y obstinación de los
al encuentro de los soldados, y les dijo 1: « ¿A quién buscáis?* malvados judíos y de aquellos m iserables soldados , que con
Ellos, como no le conocían, á pesar de la señal de Judas, respon­ haber visto y experimentado en sí mismos un m ilagro tan mani­
dieron : «Á Jesús Nazareno.* Díjoles Jesús: «Yo soy»; y al instante fiesto de la divinidad y omnipotencia de C risto, no se le rindieron
volvieron a tr á s , y cayeron de espaldas en tierra. A cerca de esto ni reconocieron por D ios, sino como endemoniados, persistieron
has de considerar cómo Jesús en su prisión quiso dar muestras en su obstinada y maliciosa ceguedad; pero, aunque tales, no
de su omnipotencia y divinidad, haciendo dos m ilagros, uno para sin m isterio, á la pregunta que les hizo Cristo nuestro Señor,
manifestar el poder de su justicia, y o tro 1 para descubrir la gran­ respondieron que buscaban á Jesús Nazareno, queriendo el E s­
deza de su misericordia. En el primero has de ponderar la m ag­ píritu Santo por sus b ocas, aunque tan m alas, declarar que el
nanimidad y omnipotencia de Cristo en salir sin temor ninguno á que buscaban para prenderle y m atarle, era Jesús, Salvador del
recibir á sus enem igos, y con una sola palabra dar con todos y mundo, nazareno y santo, consagrado á Dios y florido con virtu­
con Judas en tierra, de donde nunca se pudieran levantar, si El des celestiales, porque tal había de ser el que con su m uerte nos
no les diera licencia para ello; y esto hizo para que toda aquella había de salvar. ¡Oh si tú buscases constantemente á este Señor,
malvada gente entendiese que contra Él ni valen astucias, ni frau­ no para ofenderle, sino para servirle fielmente durante tu vida!
des, ni tampoco armas ni fuerzas humanas. Pondera luego la fuer­ M ira también aquí la inmensa caridad de Jesucristo con los su­
za de aquella palabra; «Yo soy,» la cual para los buenos es dulce y o s , y el cuidado oatem al que tiene en m irar por ellos, y defen­
y de grande consuelo, cuando, después de haberle buscado en la derlos con su om nipotencia; porque aquella palabra que d ijo :
oración, les dice>: «No tem áis, Yo soy;» esto es, Y o soy vuestro «Dejad i r á éstos», fué un mandato tan poderoso y eficaz, que no
P a d re , Maestro, S a lu d , y V id a ; pero con los malos que buscan pudieron sus enemigos traspasarlo, ni hacer daño alguno á los
á Cristo para ofenderle é injuriarle, es terrible y espantoso, A póstoles.] Oh amantísimo Jesús! ¡Cóm o no cesáis de mostrar
porque significa, Y o so y vuestro Juez, el Todopoderoso, el Dios en todas ocasiones el amor que nos tenéis! D ais licencia á vues­
de las venganzas. Y si esta palabra, dicha por el Señor cuando tros enemigos contra V o s, y quitáisela contra vuestros amigos.
* se hallaba en la aflicción, fué tan poderosa que dió con todos sus Queréis que los males descarguen sobre vuestras espaldas, para «
enemigos en tierra, ¿qué será cuando venga como R ey á juzgar, librar de ellos á vuestros escogidos. ¡Oh alm a mia! S irve de co­
y diga á los malos: «Apartaos de mí, malditos?» Sin duda será razón á este Señor, sin cuya licencia ninguno te puede molestar,
como un viento im petuosísim o, que dará con ellos, no sólo en y cuya bondad es tan grande, que no la dará para tu daño, si le
tierra, sino en el profundo del infierno. Reflexiona también por sirves con cuidado. ¿Cómo lo haces?¿En qué has de reformarte?
qué causa cayeron estos desgraciados hacia atrás y no hacia l l p i l o g o y e o l « t * Í M . ¡Oh cuán criminal y enorme fué la
adelante, pues no fué acaso, sino para significar que la caída de maldad de Judas! Sólo podía com pararse con la excesiva cari­
los malos es peligrosísim a, sin saber adónde caen, ni v er los te­ dad de Jesucristo. A quel mal discípulo, de Apóstol del Señor se
rribles castigos que les esperan, en los cuales caerán de repente hace capitán y guía de los enemigos que le buscan para matarle,
y cuando menos piensen. ¡Oh D ios mío! Libradm e de tal caída, y con el conocimiento que tenía de las costumbres del Salvador,
para que ni vuelva atrás del bien que comencé, ni caiga de vues­ los conduce a l huerto, al tiempo mismo que Jesús salía de su o ra­
tra gracia en el abismo de la culpa. Delante de mi rostro quiero ción. P ara m ostrarle á los soldados, se le acerca, le saluda y le
caer con humildad, reconociendo mi pecado y la nada que de mí besa con fingido a m o r; y Jesús, siempre tierno y am able, con
tengo, y la tierra de que fui formado, para que, cayendo de esta su inagotable caridad corresponde á su saludo, y le d ic e : «Ami­
manera, me levante á go zar de vuestra eterna gloria. ¿No nos go; ¿ á q u é viniste?» Y para que no creyese el mal discípulo que
estaba ignorante de sus intentos, añadió : «Judas, ¿con un beso
<Joan., xviil , 4 . - i Sanir la oreja Je Míleo. — } Mat'.h., xiv, 27. entregas al Hijo del hombre?» ¡Oh estado desconsolador de un
6} 4 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 28.— Los Apóstoles quieren defender á Jesús. 63;
alma endurecida! T an sentidas palabras ninguna mella hacen en
tos enemigos que le injuriaban, como si estuviera en la cátedra,
el corazón de Judas. Y a Jesús, animoso y valiente, sale al en­ en medio de muchos discípulos que le oyeran. L a segunda sen­
cuentro de sus enemigos; quiere entregarse en sus manos, por­ tencia fué: «¿El cáliz que m ed ió mi Padre, no quieres que le
que ésta es la voluntad de su P a d r e ; mas antes les obligará á beba?» Pondera con qué ojos miraba Jesús el cáliz de su Pasión
confesar prácticamente su omnipotencia y divinidad. Pregúnta­ y la estima que tenia de beberle. No le miraba como dado por
les á quién buscan, y respondiendo que á Jesús Nazareno; «Yo mano de sus enem igos, sino como recetado y ordenado por la
soy», contesta; y al instante toda aquella turba retrocede horro­ voluntad de su eterno Padre, la cual deseaba cumplir, y sentía
rizada, y cae de espaldas en el suelo, sin fuerzas para levantarse, mucho que se lo im pidiesen; y aunque el cáliz fuese amargo, bas­
hasta que Jesús se lo manda. ¡ Oh poder inmenso de la palabra de taba ser dado por Padre tan sabio y am oroso, para beberle como
Jesús! Á ella nada resiste, y sola ella basta para preservar á los si fuera dulce. Con estos ojos has de m irar todos los trabajos y
Apóstoles de todos sus enemigos. «Si me buscáis á M í, dejad á tribulaciones que te sucedieren; y si sintieres tentación interior
estos.» Y esta palabra es un mandato tan imperioso que nadie 6 pensamiento que te aparte de beber con gana este cáliz, has
puede quebrantar. ¿Por qué no confiamos más en el poder de de responder á tu tentación: ¿y cómo no quieres que beba el
Jesús ? ¿ No temeremos el rigor de su justicia, al ver que en medio cáliz que mi Padre m e da? ¡ Oh Padre amantisimo! Y o me ofrezco
de su aflicción postra tan fácilmente á todos sus enemigos? ¿No á beber cualquier cáliz que m e diereis y á recibir cualquier pur­
esperaremos con m ayor seguridad en su m isericordia, viendo la ga que ordenareis, por am arga y desabrida que sea ; pues siendo
providencia que tiene de los suyos? ¿Por qué decaemos tan pres­ ordenada por vuestra sabiduría y providencia, sin duda será
to de ánimo? Alentém onos, y temiendo por una parte nuestra para mí m uy justa y provechosa. ¿Nos dejamos llev a r del espí­
debilidad y esperando por otra del Señor las fu erzas, proponga­ ritu de venganza? ¿Miramos las tribulaciones como dispuestas
mos con firmeza, pidamos con fervor por nosotros y por todos. por Dios?
P u n t o 2 .° J e s ú s , p a ra defenderse, podia alcanzar doce
28. - LOS APÓSTOLES QUIEREN DEFENDER Á JESÚS, Y ÉL NO LO legiones de á n g e le s ,y no q u is o — Considera la tercera senten­
permite. cia que profirió Jesucristo para reprim ir el celo indiscreto de san
Pedro y el fervor inoportuno de los demás discípulos, la cual fué
Preludio i Queriendo los Apóstoles defender á su Maestro con las armas, Él no lo d e c ir : «¿Por ventura no podría Y o hacer oración á mi P adre, y
permitió, dándoles eficaces razones, y sanó la oreja de Maleo. luego enviaría más de doce legiones de ángeles para mi defensa?
P reludio 2.0 Represéntate á Jesús conteniendo el fervor indiscreto de sus Apóstoles
Pero, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, que dicen convenir
y sanando la oreja á Maleo.
que Y o padezca?» En las cuales palabras nos manifiesta cuán fá­
Preludio 3.0 Pide la gracia de aprovecharte de los consejos y avisos de Jesús.
cil cosa le hubiera sido defenderse por medio de la oración, al­
canzando con ella ejércitos de ángeles inmensamente más nume­
P a n t o 1.® A rdor arrebatado de los Apóstoles y corrección rosos y fuertes que la turba de hombres que venían á prenderle. *
de J e sú s.— Considera cómo, viendo los Apóstoles que los solda­ Pero que dejaba de pedir esto porque se cumpliese la divina
dos acometían á Jesús, llenos de celo por la defensa de su divino ordenación de la muerte, declarada en las Escrituras. Con lo
Maestro, le dijeron: «¿Les herimos con nuestras espadas?» Mas cual te enseña dos cosas muy importantes para el espíritu. L a
Pedro, sin esperar la respuesta, arrebatado de su fervor, de un prim era, que la oración hecha con confianza en el poder y la bon­
golpe cortó la oreja de un siervo del pontífice, llamado Maleo. dad de D io s , es de grandísima eficacia; y asi debes persuadirte
Cristo nuestro Señor les dijo: «Dejadles hacer lo que quieren». que por ella, si fuere necesario, alcanzarás que te defiendan de
Y , vuelto á Pedro, reprendió y reprimió su fervor indiscreto con tus enemigos legiones de ángeles, de modo que puedas decir con
breves y admirables sentencias, mezcladas de rigor y blandura. verdad lo que Elíseo dijo á su criado, cuando le anunció que es­
L a primera fué : <Torna la espada á su vaina, porque quien con taba completamente cercado, de sus e n em ig o s': «Más son los
espada mata, á espada morirá». Que es decir : quien con espíritu que están en favor de nosotros que contra nosotros». L a segunda
de venganza m ata , digno es de muerte. En lo cual has de ponde­ es que cuando te consta y a de la voluntad de D ios, no has de
rar cuán lejos quiere Jesucristo que estemos de este espíritu de pedirle cosa en contrario, aunque supieses que la habías de al­
venganza en cosas propias, pues así reprende á su discipulo, canzar; porque ninguna cosa debes tanto desear y pedir como
porque con m ezcla de este espíritu le quería defender; y tam­ que se cumpla en ti su santísima voluntad y ordenación. Mas no
bién puedes descubrir aquí la mansedumbre de este Señor, el
cual no se cansa de dar lecciones de sufrimiento en medio de tan- 1 IV R e g ., v i , 16.
6}6 Serie Segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 29 -— Prendimiento de Jesús. 637

por eso has de omitir lo s medios prudentes para librarte de los Jesucristo ser defendido por sus Apóstoles con violenciay ámano
males que te afligen, porque la misma voluntad divina que los armada, porque ha llegado el tiempo determinado por su Padre
ordena, dispone tam bién que con discreción pongas los remedios para entregarse á la m uerte; y a sí, no sólo no consiente á sus
para defenderte de e llo s , dejando á su providencia el resultado discípulos el uso de las arm as, como le pedían, sino que reprende
amorosamente á P ed ro , que, sin su consentimiento, arremetió á
de los mismos. ¡Oh buen Jesús! G racias os doy por lo que dejas­
uno de los enemigos. ¡Qué sentencias tan adm irables profiere!
teis de pedir, y que vu estro Padre os concediera, atendiendo
más á la necesidad q u e teníamos de vuestra m uerte, que al «Quien á hierro m ata, á hierro muere»; el que con espíritu ven­
gativo mata á su enemigo', tendrá la misma pena, si no se
descanso de vuestra persona. ¿Estamos convencidos de la efica­
cia de la oración? ¿N os resignamos debidamente con la divina arrepiente. «¿El cáliz que me da mi Padre no le beberé?» A sí,
con estos ojos, mira Jesucristo el cáliz de su Pasión, como pro­
voluntad?
P o n t * 8 .° J e s u c r is to sanó la oreja d e Maleo.— Considera pinado por su P a d re , como ordenado por el Padre más tierno y
aquí un nuevo m ilagro que obró Jesús antes de su prendimiento, amoroso. ¿Cómo miras tú los trabajos? «Con h acer oración,
para descubrir la gran d eza de su misericordia, el cual consistió bajarían doce legiones de ángeles para socorrerme». ¡Oh eficacia
de la oración! ¡Oh poder de la divina caridad, que se p riva de
en c u ra rá Maleo la h erid a que le había hecho san Pedro en la
hacer oración, por no impedir su sacrificio! Buena prueba de ella
primera embestida, y esto lo hizo repentinamente y con sólo
te da Jesús en la curación de Maleo, volviendo bien por mal,
tocarla. L o s m otivos q u e indujeron al Señor á hacer esta cura­
ción m ilagrosa fueron v a r io s ; y a por cumplir con la ley del la salud por la muerte que le querían dar. V u elve sobre ti mismo,
y al contemplar los admirables ejemplos de Jesús y sus divinas
amor perfecto, haciendo bien á su enemigo, y al que tanto mal
enseñanzas, mira cómo celas por la gloria de Jesús y por la defen­
le quería hacer; y a p o r las entrañas de m isericordia que tenía,
sa de sus intereses. ¿Estás dispuesto á perder la vid a antes que
doliéndose de que algun o, por su ocasión, recibiese daño; y ya
ofenderle y consentir que los demonios le maten en tu corazón?
también porque sus enem igos no tomasen de allí ocasión de hacer
¿Cómo te portas tú con tus enemigos? ¿T e arrebata alguna vez
daño á sus discipulos, calumniándolos como á gente que resistía
el espíritu de venganza? ¡En cuántas ocasiones m erecerías la re­
á la justicia. Mira qué bello ejemplo te da Jesús para mostrarte
prensión que dió Jesús á Pedro! Trata seriamente de cambiar de
el modo de conducirte con tus enem igos, y el cuidado que has
proceder, haciendo para ello resoluciones muy eficaces, y pi­
de tener de aquellos q u e están á tu cargo. Pondera luego el espí­
diendo la gracia necesaria para cumplirlas.
ritu y significación de e s te milagro ; porque sanar Cristo la oreja
derecha, significa que p o r los méritos de su Pasión se nos ha de
restituir el oído derecho del alma, que es la fe y la obediencia i lo 29.— PRENDIMENTO DE IESÚS.
que Dios revela y manda. Y puédese creer que, como las obras
P reludio i .« Habida la Ucencia,los soldados se arrojaron sobre Jesús y 1« ataron; los
de Cristo nuestro S e ñ o r fueron perfectas, dando con la salud
Apóstoles, acobardados, huyeron.
del cuerpo la del a lm a , este Maleo, en recibiendo este beneficio,
P reudio a.» Represéntate al escuadrón de soldados arrojándose sobre Jesús.
admirado del m ilagro y de la omnipotencia de Jesús, creyó en É l Preludio 3.« Pide la gracia de imitar las virtudes de Jesús.
y quedó sano en el alm a ; y apartándose de la maldita canalla, se
fué á su casa, llorando las injurias que se hacían á hombre tan
P a n t o l.° J e sú s reprende á su s enem igos y se d eja p ren ­
santo y poderoso. ¡Oh mudanza de la diestra del muy alto! ¡Oh
der. - Considera cóm o, llegado el momento en que Jesús había de
Señor! Tocad el Oído d e mi alm a, y sanadle con perfección, para
ser entregado en manos de sus enemigos, antes de darles licen­
que, dejando el espíritu de siervo; me haga verdadero Maleo, que
cia , quiso reprenderles la forma con que habían venido á pren­
quiere decir rey, sirvién doos muy de veras con señorío de mis
derle, diciendo: «¿Como á ladrón habéis venido con espadas y
pasiones; pues servir á V o s es reinar por todos los siglos. ¿He­
lanzas á prenderme? Cada día estaba con vosotros en e l templo
mos aprendido de J e s ú s á vo lver á los enemigos bien por mal?
enseñándoos, y no me prendisteis; pero esta es vuestra hora y
¿Somos dóciles y obedientes á las enseñanzas y ordenaciones de
el poder de las tinieblas'». Sobre estas palabras debes ponderar
Dios?
primeramente, cómo el inocentísimo Jesús fué tenido y tratado
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué valor muestran ios Apóstoles
como ladrón, y como á tal vinieron á prenderle; y es de creer
al ver el peligro en q u e se halla su Maestro divino! Están dis­
que con esta voz iban los soldados gentiles á e llo ; lo cual permi-
puestos á resistir á u n a muchedumbre bien armada y adiestrada,
aunque hayan de p e r d e r la vida. ¿Tenemos nosotros este celo y
> Luc..xx:t. 52.
fervor por la defensa d e los intereses de Jesús? M a s , no quiere
636 Serie Segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 2 9 .— Prendimiento de Jesús. 63 7

por eso has de omitir lo s medios prudentes para librarte de los Jesucristo ser defendido por sus Apóstoles con violenciay ámano
arm ada, porque ha llegado el tiempo determinado por su Padre
males que te afligen, porque la misma voluntad divina que los
para entregarse á la muerte; y así, no sólo no consiente á sus
o rden a, dispone tam bién que con discreción pongas los remedios
discipulos el uso de las arm as, como le pedían, sino que reprende
para defenderte de e llo s, dejando á su providencia el resultado
amorosamente á P ed ro, que, sin su consentimiento, arremetió á
de los mismos. ¡Oh buen Jesús! Gracias os doy por lo que dejas­
uno de los enemigos. ¡Qué sentencias tan admirables profiere!
teis de pedir, y que vuestro Padre os concediera, atendiendo
«Quien á hierro mata, á hierro muere»; el que con espíritu ven­
más á la necesidad que teníamos de vuestra m uerte, que al
gativo mata á su enemigo*, tendrá la misma pena, si no se
descanso de vuestra persona. ¿Estamos convencidos de la efica­
arrepiente. «¿El cáliz que me da mi Padre no le beberé?» A sí,
cia de la oración? ¿N os resignamos debidamente con la divina
con estos ojos, mira Jesucristo el cáliz de su Pasión, como pro­
voluntad?
pinado por su P a d re , como ordenado por el Padre más tierno y
P a n t o 8.® J e su cr isto sanó la oreja de M aleo— Considera
amoroso. ¿Cómo miras tú los trabajos? «Con hacer oración,
aquí un nuevo m ilagro que obró Jesús antes de su prendimiento,
bajarían doce legiones de ángeles para socorrerme». ¡Oh eficacia
para descubrir la grandeza de su misericordia, el cual consistió
de la oración! ¡Oh poder de la divina caridad, que se priva de
en curar á Maleo la herid a que le había hecho san Pedro en la
hacer oración, por no impedir su sacrificio! Buena prueba de ella
primera em bestida, y esto lo hizo repentinamente y con sólo
te da Jesús en la curación de Maleo, volviendo bien por mal,
tocarla. L o s m otivos que indujeron al Señor á hacer esta cura­
la salud por la muerte que le querían dar. V u elve sobre ti mismo,
ción m ilagrosa fueron v a r io s ; y a por cumplir con la ley del
y al contemplar los admirables ejemplos de Jesús y sus divinas
amor perfecto, haciendo bien á su enemigo, y al que tanto mal
enseñanzas, m ira cómo celas por la gloria de Jesús y por la defen­
le quería hacer; y a p o r las entrañas de misericordia que tenía,
sa de sus intereses. ¿Estás dispuesto á perder la vida antes que
doliéndose de que alguno, por su ocasión, recibiese daño; y ya
ofenderle y consentir que los demonios le maten en tu corazón?
también porque sus enem igos no tomasen de allí ocasión de hacer
¿Cómo te portas tú con tus enemigos? ¿T e arrebata alguna vez
daño ásu s discípulos, calumniándolos como á gente que resistía
el espíritu de venganza? ¡En cuántas ocasiones m erecerías la re ­
á la justicia. Mira qué bello ejemplo te da Jesús para mostrarte
prensión que dió Jesús á Pedro! T rata seriamente de cambiar de
el modo de conducirte con tus enem igos, y el cuidado que has
proceder, haciendo para ello resoluciones m uy eficaces, y pi­
de tener de aquellos q u e están á tu cargo. Pondera luego el espí­
diendo la gracia necesaria para cumplirlas.
ritu y significación de e ste m ilag ro ; porque sanar Cristo la oreja
derecha, significa que p o r los méritos de su Pasión se nos ha de
restituir el oído derecho del alma, que es la fe y la obediencia á lo 29.— PRENDIMIENTO DE JESÚS.
que Dios revela y m anda. Y puédese creer que, como las obras
Pittiuoio l.* Habida la Uceoda. los soldados se arrojaron sobre Jesús y le ataron; loo
de Cristo nuestro S e ñ o r fueron perfectas, dando con la salud
Apóstoles, bardados, huyeron.
del cuerpo la del a lm a , este Maleo, en recibiendo este beneficio,
Preu.DK> 2.» Represéntate al escuadrón de soldados arrojándose sobre Jesús.
admirado del m ilagro y de la omnipotencia de Jesús, creyó en É l Preludio j .° Pide la grada de imitar las virtudes de Jesús.
y quedó sano en el a lm a ; y apartándose de la maldita canalla, se
fué á su casa, llorando las injurias que se hacían á hombre tan
P a n t o 1.® J e s ú s reprende d su s enem igos y se d eja p ren ­
santo y poderoso. ¡Oh mudanza de la diestra del muy alto! ¡Oh
der. - Considera cóm o, llegado el momento en que Jesús había de
Señor'.Tocad el oído d e mi alm a, y sanadle con perfección, para
ser entregado en manos de sus enemigos, antes de darles licen­
que, dejando el espíritu de siervo, me haga verdadero Maleo, que
cia, quiso reprenderles la forma con que habían venido á pren­
quiere decir rey, sirvién d oos m uy de veras con señorío de mis
derle, diciendo : «¿Como á ladrón habéis venido con espadas y
pasiones; pues se rvir á V o s es reinar por todos los siglos. ¿He­
lanzas á prenderme? Cada día estaba con vosotros en el templo
mos aprendido de J e s ú s á vo lver á los enemigos bien por mal?
enseñándoos, y no me prendisteis; pero esta es vuestra hora y
¿Somos dóciles y obedientes á las enseñanzas y ordenaciones de
el poder de las t i n i e b la s S o b r e estas palabras debes ponderar
Dios?
primeramente, cómo el inocentísimo Jesús fué tenido y tratado
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡Qué valor muestran los Apóstoles
como ladrón, y como á tal vinieron á prenderle; y es de creer
al v e r el peligro en q u e se halla su Maestro divino! Están dis­
que con esta voz iban los soldados gentiles á e llo ; lo cual permí*
puestos á resistir á u n a muchedumbre bien armada y adiestrada,
aunque hayan de p e r d e r la vida. ¿Tenemos nosotros este celo y 1 b c .« :i. 52.
fervor por la defensa d e los intereses de Jesús? M a s, no quiere
6)8 Serie segunda —-Pasión de Jesucristo. Med. 2 9 .— Prendimiento de Jesús. 639

tió su M ajestad, para que tú no te desconsueles ni aflijas, si al* que hacían por haberte prendido; antes, doliéndose de la ofensa
guna vez eres tenido en bajo concepto yjuzgado. reo de crímenes que hacían á D ios, ofrecía sus mismos trabajos para que les
que no has cometido. Pondera luego la reprensión tan amarga fuese perdonada. Mas, sobre todas las virtudes campea la infinita
que da Cristo nuestro Seflor á los pontífices y sacerdotes:« Cada caridad de este dulcísimo Salvador en dar sus benditísimas ma­
día estaba con vosotros en el templo, enseñándoos, y no me pren­ nos para ser atadas con tanta crueldad, manos que siempre se
disteis». Que fué d e c ir : ¿Este pago me dais por el continuo tra­ ocuparon en hacer bien á los mismos que se las ataban; y aun­
bajo que me he tomado en enseñaros, tratando como á ladrón al que pudiera romper las ataduras con m ás facilidad que Sansón
que siempre ha sido vuestro Maestro? i Cuán mal pagamos á Je­ rompió las su yas, no quiso h acerlo, porque É l mismo se las quiso .
sús las enseñanzas que nos da, los sacrificios que hace, y las penas atar con las sogas y cadenas de la carid ad , en castigo de la mala
que tolera por nuestro amor! M edita, por fin, aquellas sentidísi­ libertad y demasiada soltura que han tenido las nuestras, y para
mas palabras : «Esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas»; librarnos de la cárcel, adonde m erecíam os estar atados de pies y
por las cuales el Señor dió licencia y poderío sobre su cuerpo á manos. ¡Oham abilisim o y amorosísimo Jesús! ¿Quién pudiera
todos sus enem igos, y á los demonios, cuyos ministros eran, para atar vuestras manos, si vuestro amor primero no las atara? ¡Oh
que le prendiesen y atormentasen á su voluntad, no con limita­ manos generosísimas y poderosísim as, que poco ha repartisteis á
ción de reservar la vida como á Job \ sino con plena potestad de los vuestros el pan del cielo, y nunca estuvisteis atadas para
quitársela á fuerza de tormentos; lo cual ha de m overte á gran­ hacer bien á los hombres! ¿P or qué os dejáis atar con tanta cruel­
des afectos de compasión y dolor .viendo entregado á tu Señor á dad? G racias os doy. Señor mío, por esas ataduras, por las cuales
enemigos tan crueles por tu causa. ¡Oh amantísimo Jesús! G ra­ os suplico me atéis de modo que nunca me aparte de V os.
cias os doy por esta caridad tan grande que mostrasteis en que­ P « a t « 3 .° L o s A póstoles, viendo á su Maestro a ta d o , h u ­
rer entregar vuestro cuerpo y vida á los poderes del infierno, yeron , dejándole solo.—L o s once A póstoles, viendo á Jesús en
para librar de ellos á mi alma. Y o , y o , Señor, era el que había manos de sus enemigos, huyeron atemorizados, dejándole so lo , á
de ser entregado á e llo s; pues yo he sido el que p eq u é; mas causa del excesivo miedo y cobardía que de ellos se apoderó.
vuestra caridad quiere pasar por esta pena, para librarm e de la Pondera cómo los que poco antes habían recibido de Cristo tan­
culpa. Suplicóos, Dios m ío , me libréis de su furia, para que ni en tos favores y oído tan saludables consejos, y visto tantos mila­
esta vida ni en la otra caiga en sus tinieblas. ¡Oh alma ingrata! gros , y blasonaban que estaban aparejados para m orir con É l,
¿No te compadecerás de Jesús, al verle tan infamado p o rtu olvidados de todo esto, se escandalizan en viéndole preso, y le
amor? ¿Harás todavía caso de los juicios de los mundanos? desamparan y h uyen , no solamente con el cu erp o , sino tam­
P a n t o 2 .° Virtudes de J e sú s en su prendim iento.— Ha­ bién con el espíritu, ó perdiendo la fe ó titubeando en ella. L os
bida la licencia apetecida, el escuadrón de soldados arremetió pies que poco antes habían sido lavados por las manos de C ris­
furiosamente á Jesús para prenderle; y es de creer que con to, fueron enlodados y manchados con la culpa de esta huida tan
aquel ímpetu darían con É l en tierra y le pisarían boca, rostro y cobarde. E l corazón que había sido fortificado con el cuerpo y
todo el cuerpo, hollándole con rabia increíble. L uego le levanta­ sangre de C risto, perdió la fortaleza por el miedo de perder la
rían del suelo con gran violencia, y, como dice el Evangelista vida. L a f e , arraigada con la vista de tantos m ilagros, se obs­
le ataron. En este lastimoso hecho has de ponderar las excelentes cureció con la niebla que levantó el tem or de las persecuciones.
y heroicas virtudes de Jesús, para im itarlas, compadeciéndote ¡ A h! ¡Cuán poco se puede fiar de los hom bres,cuya condición
de los trabajos que padece. L a primera virtud que descubre es es acompañar al amigo en la vid a y dejarle en la m uerte, se­
extremada hum ildad: mira cómo está debajo de los pies de los guirle en tiempo de prosperidad y huir de él en tiempo de ad­
más viles hombres y es pisoteado por ellos, el que tiene su asien­ versidad! En la persona de estos discípulos mírate á ti mismo,
to sobre los querubines y serafines; si fué grande su humildad en que en tiempo de paz blasonas y presumes, y , en viniendo la gue­
el lavatorio de los pies, cuando se puso de rodillas ante el mismo rra y contradicción, huyes; sigues á Cristo al tiempo de partir el
Judas para lavárselos, ¿cuánto m ayor es la que muestra en esta pan y cuando te regala, y huyes de É l cuando se ha de beber el
ocasión? L a segunda, fué invencible paciencia, sufriendo tantas cáliz y cuando te aflige. Considera también el vivo sentimiento
injurias y go lp es, sin responder palabra, ni q uejarse; ni siquiera que tendría el buen Jesús cuando vió derramado su rebaño y el
tenía movimiento de ira ó indignación alguna, aunque estaba escándalo que padecía, y cuando se vió solo y desamparado de
viendo los corazones rabiosos de sus enem igos, y los regocijos sus amigos; entonces diría aquello de D a v id 1: «Mis conocidos se

> Pnlm. ixxxvu, 9.


>Job., i, 12. — »Joan., xvm, 12.
640 Serie segunda. — Pasión Je Jesucristo. Med. 30.—Jesús es llevado á casa de Anas. 641
alejaron de M í, tuviéronme por abominable, como hombre abo­
rrecible: fui entregado á mis enem igos, y no me defendí, y mis 30,— JESÚS ES LLEVADO Á CASA DE ANÁS.
ojos se enflaquecieron viendo su miseria». ¡Oh Am ado mío! ¡Quién
pudiera acompañaros en esta hora, siendo preso con Vos, de Preludio i .* Jesús filé llevado con crueldad á casa de Anas, el cual le preguntó acerca
modo que unas mismas sogas ataran vuestras manos y las de sus discipulos y doctrina, á lo que contestó el Señor con gran libertad.
mías! Esto quiero que sea mi honra, estar atado con V os; no Preludio 2.° Represéntate á Jesús atado delante de Anas, y ó éste preguntándole.
permitáis caiga en tal lo cu ra , que tenga por abominación .al P reludio Pide compasión de los trabajos de Jesús j gracia para imitar sus virtudes.
que es todo mi consuelo y santificación. ¿Hemos nosotros caído
en la cobardía de los A p óstoles, abandonando á jesús? ¿Cómo F o n ti» 1.® Trabajos que padeció J e sú s desde e l huerto á
nos portamos en las pruebas que nos afligen? la casa d e A mos.— C onsidera cómo el escuadrón de soldados,
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh crueldad endemoniada de los con su tribuno y los ministros de los judíos, luego de haber ata­
judíos! ¡Ola mansedumbre inefable de Jesús! A cababa el Señor do & Jesús, le llevaron á casa de A n á s, suegro del pontífice de
de hacer dos milagros estupendos delante de los mismos que aquel año, Caifás. E n este camino padeció el Señor g raves dolo­
venían á prenderle; les recuerda los beneficios singulares que r e s , porque era llevado de sus enemigos con gran crueldad,
les venía dispensando tres años hacía, enseñándoles la ver­ tirando de É l p or las sogas, dándole golpes y empellones, ha­
dadera doctrina en su mismo templo: mas, todo esto no ablan­ ciéndole ir aprisa, medio corriendo, y tropezando y arrodillando,
da aquellos corazones rabiosos, ávidos de apoderarse de Jesu­ como en semejantes casos suele acontecer á los que van
cristo como si fuera el más insigne malhechor; y al momento que presos y maniatados. A cordaríase este Señor de la última v e z
les da permiso, diciéndoles que había llegado su hora, á ma­ que caminó á Jerusalén con sus discípulos, yendo m uy aprisa
nera de un río que se desborda, arrójanse furiosamente sobre Él, delante de ellos, para significarles las ganas que llevaba de pa­
le tiran por el suelo, le huellan con rabia, le atan con crueldad decer '. Y al verse ahora sólo y con los discípulos huidos, rodea­
inaudita, y se preparan p ara lleva rle con gran algazara al tri­ do de sus crueles enem igos, se le aumentaría el dolor. Pondera
bunal que ha de fallar su muerte. ¡Oh cuán admirable es Ja hu­ también la fatiga que sentiría el cuerpo tierno de Jesucristo,
mildad dejesucristol ¡Cuán invencible su paciencia! ¡Cuán in-- por razón del sudor de sangre que poco antes había tenido; pué­
comprensible su caridad I ¡D io sá los pies de tos hombres, y de dese creer que, con la grande furia que le llevaban, se tornarían
los liombres más infames y vile s! ¡Dios sufriendo tormentos á abrir los poros, y á sudar de nuevo, si no sangre, á lo menos
horribles, sin quejarse ni defenderse! ¡Dios atado con cadenas sudor de congoja y fatiga. También, al pasar el arroyo Cedrón,
por sus mismas criaturas! ¿ Q u é harían los ángeles que desde quizá tropezaría en aquellas piedras, bebiendo, no del agua del
el cielo miraban tal escena? ¿Q u é diría el Padre Eterno, viendo arroyo, sino del arroyo de las fatigas y am arguras que traspasa­
al Hijo de sus complacencias tratado como un ladrón? Y nos­ ban su corazón *. ¡Oh cuánto cuestan á Jesús nuestros extravia­
otros, ¿qué hacemos? ¡Ah! Q u izá imitamos la cobardía de los dos pasos y repetidos tropiezos en la virtud! Medita, además,
A p ó sto les, que, al ver preso á su M aestro, huyeron despavori­ la grande ignominia de Cristo nuestro Señor en este camino,
dos, acrecentando su dolor. ¿N os hemos portado de esta manera? siendo llevado como ladrón con gran vocin glería; y especial­
¿Seguimos á Jesús así en las penas como en los consuelos? ¿Imi­ mente, al tiempo que entraban por la puerta de la ciudad,
tamos su humildad profunda, su paciencia inalterable, y, sobre levantarían el grito aquellos fieros ministros del demonio, pre­
todo, su encendida caridad? ¿D e qué medios debemos valernos gonando con gran orgullo la presa que llevaban. ¿ Y no te
para practicar tales virtudes? Reflexioném oslo bien; y, hacien­ compadeces tú de los dolores, cansancio y afrentas de este S e­
do firmes propósitos al efecto, roguem os al Señor nos ayude para ñor ? ¿No te avergüenzas de las muchas veces que, cansado de
cumplirlos, y nos socorra benéfico en todas las demás necesi­ servirle, te has convertido en su enemigo? ¡ Oh Redentor m ío !
dades. ¡ Cuán diferente entrada es esta en Jerusalén de la que hicisteis
el domingo pasado! En aquélla iban con palmas en las manos en
señal de vuestra victoria; en ésta van con espadas y lanzas en
señal de la suya: en aquélla levantaban la voz para alabaros; en
ésta alzan el grito para vituperaros é injuriaros: en aquélla
tendían sus capas por el suelo para que las pisaseis; en ésta

1 Marc., x , 32. — » Psalm. cix , 7.

4*
642 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
1 M ed. j o . — Jesús es llevado á casa de A ná s. 643
tiran de vuestra ropa, y os la rasgan, y os lievan á pie y medio
•do, no estaba acobardado en este concilio, sino con grande
arrastrando. ¡ Oh mudanza de los hombres contra su D ios! ¡ Oh
libertad de espíritu, que procedía de la santidad de su vida y de
paciencia de Dios en sufrir tales hombres!
la verdad de su doctrina; porque la conciencia que se funda en
P u n t o !®.0 E s p r e g u n t a d o J e s ú s a c e r c a d e s u d o c tr in a y
santidad y verdad es libre y animosa para todo lo bueno, sin
d e s u s d is c íp u lo s .' —Considera en este punto los desprecios que
temor ni encogimiento alguno, aunque esté delante de los sabios
recibiría Jesucristo en su entrada en casa de Anás. A llí se ha­
y grandes del mundo. Esta conciencia y libertad santa has de
bían juntado los ancianos, letrados y maestros de la ley, como
procurar para ti, al modo que después la tuvieron los Apósto­
personas á quienes tocaba calificar la doctrina de Jesucristo, á les , imitando á su Maestro. Mira luego la prudencia de Jesús en
quien el pueblo llamaba profeta; y como todos eran sus enemi­ no querer d ecir, en particular de su doctrina, qué tal era, por­
gos, y juntamente eran letrados soberbios, en viendo á Cristo, que sabía cuán mal recibida había de ser la verdadera respuesta:
comenzaron á escarnecer y mofar de Él, mostrando grande rego­ sino remitióse á los que la habían oído, porque estaba tan segu­
cijo en verle preso y humillado; para que se vea cómo la ciencia ro de su verdad, que A sus mismos enemigos presentes hacía
que hincha da principio á los desprecios de Cristo, en castigo testigos de ella. ¡ Oh cuánta es la fuerza de la doctrina dé Cristo,
del pecado de A d án , que tuvo principio del apetito de la ciencia, que A todos sus enemigos hace enmudecer! Tampoco quiso decir
queriendo saber, como Dios, el bien y el mal. ¡Ay de aquel que, una palabra de sus discípulos; porque, como habían dado mala
estando dotado de sublime talento y adornado con profunda cien­ cuenta de sí, ni los quiso acusar publicando su flaqueza, ni se
cia , no se funda en la virtud de la humildad ! Mucho debe temer pudo preciar de ellos alabando su lealtad. Y demás de esto, como
la amenaza del Señor que dice': «Perderé la prudencia de los algunos contemplan, estaba allí Judas esperando A que le diesen
prudentes, y reprobaré la sabiduría de los sabios». Pondera el dinero de la venta, porque estaba remitido á A n ás; y como
luego la soberbia con que el pontífice y sus letrados comenzaron este desventurado era conocido por discípulo de C risto, con su
á examinar á Cristo nuestro Señor, con ánimo de calumniarle; presencia desacreditaba á su Maestro. Todo lo cual afligía no
sin duda le preguntarían qué doctrina era la suya; si era contra­ poco á nuestro Salvador. ¡Oh Maestro amantísimo! No permitáis
ria á la ley de Moisés; si era doctrina del cielo y habida por que yo desdígade la lealtad que osdebocomo fiel discípulo, afren­
revelación; cuántos discípulos tenía; quiénes eran; dónde esta­ tándoos con mi mala vida delante de vuestros enemigos, para
ban. Todo lo cual oía Cristo nuestro Señor con grande humildad que no os avergoncéis Vos de confesarme por vuestro delante de
y mansedumbre. De donde has de sacar afectos grandes de con­ vuestro Padre y de sus ángeles. ¿Es nuestra conciencia recta
fusión propia y de compasión de Cristo, mirándole en medio de delante de D ios?; Y nuestras palabras y enseñanzas se fundan
aquellos sayones, ellos sentados como jueces, É l en pie como en la verdad? ¿Contribuimos con nuestros pecados á confundir
re o ; ellos con insignias y borlas de doctores, y É l maniatado con á Jesús ante sus enemigos ?
insignias de malhechor. ¡Oh Doctor excelentísimo! V os, que, E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Quédolores tan acerbos, qué fatiga
siendo de doce años, estabais sentado en medio de los doctores, tan extremada y qué injurias tan graves sufrió Jesús en el tra­
oyéndoles y preguntándoles con admiración de todos, ¿ cómo yecto desde el huerto á casa de A n ás! Sus enemigos, con rabiosa
ahora estáis en pie en medio de los mismos, oyendo y respondien­ crueldad, le tiran de las sogas, llevándole medio arrastrando y
do con escarnio de ellos? ¡Ah! Si grande y divina filé la sabiduría tropezando á cada paso; su cuerpo, extenuado por el cansancio
que mostrasteis entonces con las respuestas que disteis, no es y debilitado por el sudor de sangre, suda de congoja, y los de­
menos admirable la que mostráis en las que ahora dais, sufriendo saforados gritos de la soldadesca lo anuncian á los habitantes de
las ignominias que de ellas resultan. Jerusalén como al más odioso criminal. ¡Cuánto sufre Jesús! ¡Y
P a n t o 3.° R e s p u e s t a d e J e s ú s á la p r e g u n t a d e A n á s .— todo por nosotros! Es presentado á A n á s, suegro de Caifás,
Considera cómo á la pregunta del Pontífice respondió Jesús di­ queriendo hacer á aquél esta obsequiosa deferencia á costa del
ciendo: «Públicamente he hablado al mundo; siempre enseñé en la Señor. Los letrados de la ley y los ancianos se han dado cita en
sinagoga y en el templo, donde concurrían todos los judíos, y aquella casa, y tomando la palabra Anás, principiaá interrogar
nada he dicho en secreto, pretendiendo que lo fuese; ¿para qué á Jesús acerca de su doctrina y de sus discípulos. ¡Qué soberbia
me preguntas á mí eso? Pregúntalo á los que me oyeron, pues tan repugnante! Un hombre vilísimo quiere convertirse en cen­
ellos saben lo que les he dicho ». Acerca dé esta respuesta has de sor y juez de la doctrina de la misma Sabiduría eterna; y, es­
ponderar primeramente cómo Cristo, aunque preso y maniata- tando Jesús en pie y maniatado como reo, él está sentado como
juez y condecorado con insignias de doctor. Mas, toda su altanera
• I Cor., 1, 19; Isai., x x u , 14; Abdiae, 8. ostentación no puede acobardar ni imponer al Señor, el cual está
M ed. 3 1 .— Bofetada de Jesús y remisión á C aifas. 645
644 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
de este sayón, sonrosado con la vergüenza natural de tan grave
delante de Anás con la mayor serenidad y libertad de espíritu, injuria, y corrido por el regocijo que sus enemigos recibieron
contestando sólo á aquellas palabras y á aquellas cosas á que en con ella, y compadécete de ver abofeteado el soberano rostro en
su divina sabiduría ve que conviene contestar. Y asi nada dice quien desean mirar los ángeles. ¡Oh I-lijo de Dios vivo, resplan­
particularmente de su doctrina, dejando que contesten por É l los dor de la gloria del Padre y figura de su substancia'! ¿Quién ha
que la habían oido y estaban presentes; tampoco habla de sus puesto en vuestro divino rostro la figura de tan abominable
discípulos, porque no convenía, atendido el triste proceder que mano? ¡Oh Padre eterno! Mirad el rostro de vuestro Hijo, seña­
habían tenido. ¡Oh, quién supiera imitar el espíritu de sufri­ lado con los dedos de un insigne pecador; y pues Él sufre esta
miento, la humildad, la libertad santa y demás virtudes que nos injuria por amor de los pecadores, sufridlos y perdonadlos por
enseña Jesús! ¿En qué cosas podemos y debemos imitarle? ¿En lo que Él sufrió por ellos. ¡Oh cristianoI ¿Qué sientes al v e r á tu
qué disentimos de Él? ¿Cómo sufrimos los desprecios del mundo? Maestro abofeteado? ¿Has hecho tú otro tanto con tus pecados?
¿Nosrepugnael último lugar? ¿Cuándo seremos verdaderos imita­ P a n t o 2.° J e s ú s , p a r a d e f e n d e r s e , d a rasión d e s u r e s ­
dores de la santidad de Jesús? Miremos lo que nos importa pro­ p u e s t a .— C o n s id e r a cómo Jesús, con admirable calma y sere­
poner y hacer;, y luego de conocido, pidamos fervorosamente nidad, respondió al siervo que le insultó: «Si hablé mal, da testi­
por nosotros y por todos los demás. monio de ello, y si bien, ¿por qué me hieres?» En lo cual has de
ponderar primeramente la admirable paciencia y mansedumbre
31. -BOFETADA DE JESÚS Y REMISIÓN Á CAIFAS. que Jesús conservó en su ánima, recibiendo tal injuria; aunque
este malvado merecía que bajara fuego del cielo y le abrasara, ó
P reludio i .» Un ministro del pontífice dio una bofetada á jesús, el cual, en esta oca­ se abriera la tierra y le tragara, ó la mano se le secara para
sión , se defendió modestamente; luego fue remitido á Caifas. siempre, como se secó la mano de Jeroboán porque quiso asir
P reludio 2.° Represéntate á Jesús recibiendo la terrible bofetada. con ella á un santo Profeta *; y aunque fuera fácil á Cristo nues­
P reludio 5.° Pide al Señor que te dé paciencia «n las injurias, y moderación y pruden­ tro Señor castigarle con estas ú otras penas semejantes; pero no
cia cuando hayas de defenderte. quiso vengar su injuria, sino llevóla con tanta serenidad, que
mostró con la obra estar aparejado á recibir otra bofetada en el
i'n n t o l.° C ir c u n s t a n c ia s d e la b o fe ta d a q u e r e cib ió J e ­ otro carrillo, y otras muchas sin cuento. Pondera luego cómo
contestado Jesucristo con entereza á la pregunta
s ú s .— H a b ien d o Jesucristo, que sabía bien callar y disiilñilar sus afrentas, esta
que le hizo el Pontífice acerca de su doctrina, uno de los minis­ vez, con grande mansedumbre, quiso dar razón de si, porque no
tros le dió una bofetada, diciendo1: «¿Así respondes al Pontífi­ entendiesen que había pretendido injuriar al Pontífice, y de ca­
ce?» Esta bofetada fué la primera injuriaque recibió Jesús en mino, tácitamente, corrige al injuriador, para que reconozca su
casa del Pontífice por mano de sus ministros, y fué tan señalada, pecado, diciéndole: Si hablé mal en lo que dije, da testimonio de
que san Juan quiso hacer de ella especial mención. Pondera las ello primero que me castigues, pues no eres juez, sino testigo; y
circunstancias que tuvo. Lo primero, fué cruel, dada por un sa­ si hablé bien, ¿por qué me hieres contra razón, y me notas de
yón encendido en ira, con deseo de vengar la injuria de su amo, descortés y descomedido ? Y con ser esta razón tan concluyente,
padeciéndole que con esto le ganaba la voluntad y hacía placer á no fué admitida ni se hizo caso de ella, para que aprendas tú á
todos los circunstantes. Lo segundo, fué afrentosa, porque se tener paciencia cuando no fueren oídas ni admitidas las tuyhs, ni
dió en presencia de muchos nobles y principales, y á una perso­ se hiciere caso de ellas. ¡Oh! ¡Si tú imitases en tus injurias la
na que hasta entonces era venerada y respetada de todos, de mansedumbre y paciencia de Jesús! ¿Te defiendes acaso con es­
cuyo rostro salía tal resplandor, que movía á reverencia á los píritu de venganza? ¡Oh amantísimo Jesús! Bien se v e que fué
que le miraban sin pasión. Lo tercero, fué injusta, porque se propiedad vuestra hablar siempre bien, y que en vuestra boca
dió por venganza, y calumniando una respuesta prudentísima, nunca se halló engaño1, diciéndose de Vos con toda verdad *:
juzgando temerariamente que era descomedido contra la auto­ «Nunca así habló hombre alguno»; gracias os doy por la injuria
ridad del Pontífice. Lo cuarto, fué con aprobación y aplauso de y dolor que padecéis hablando bien, en castigo de las culpas que
todos los presentes, sin que hubiese quien volviese por Cristo y y o hice hablando mal. Concededme, Señor, que siempre hable lo
reprendiese la furia de aquel mal hombre, y así abrió camino para que os agrade, aunque desagrade á los hombres, sufriendo con
que otros se descomediesen á hacer con Él otro tanto. Mira paciencia sus calumnias.
con dolor el rostro de tu Señor lastimado con el furioso golpe
• Hcbr., 1,3. — * 111 Rrg., jim, 4. — í I P«r., H, 22. — 4 Joan., vu, 46.
• Joan., xvui, 22.
M ed. j i .— B ofetada de Jesús y remisión á C a fa s . 645
644 Síw seg u n d a .— P a s ió n d e J esu c risto .
de este sayón, sonrosado con la vergüenza natural de tan grave
delante de Anás con la mayor serenidad y libertad de espíritu, injuria, y corrido por el regocijo que sus enemigos recibieron
contestando sólo á aquellas palabras y á aquellas cosas á que en con ella, y compadécete de ver abofeteado el soberano rostro en
su divina sabiduría ve que conviene contestar. Y así nada dice quien desean mirar los ángeles. ¡Oh Hijo de Dios vivo, resplan­
particularmente de su doctrina, dejando que contesten por É l los dor de la gloria del Padre y figura de su substancia1! ¿Quién ha
que la habían oído y estaban presentes; tampoco habla de sus puesto en vuestro divino rostro la figura de tan abominable
discípulos, porque no convenía, atendido el triste proceder que mano? ¡Oh Padre eterno! Mirad el rostro de vuestro Hijo, seña­
habían tenido. ¡Oh, quién supiera imitar el espíritu de sufri­ lado con los dedos de un insigne pecador; y pues Él sufre esta
miento, la humildad, la libertad santa y demás virtudes que nos injuria por amor de los pecadores, sufridlos y perdonadlos por
enseña Jesús! ¿En qué cosas podemos y debemos imitarle? ¿En lo que Él sufrió por ellos. ¡Oh cristiano! ¿Qué sientes al v e r á tu
qué disentimos de Él? ¿Cómo sufrimos los desprecios del mundo? Maestro abofeteado? ¿Has hecho tú otro tanto con tus pecados?
¿Nos repugna el último lugar? ¿Cuándo seremos verdaderos imita­ P u n t o 2. ° J e s ú s , p a r a d e f e n d e r s e , d a r o s ó n d e s u r e s ­
dores de la santidad de Jesús ? Miremos lo que nos importa pro­ p u e s t a .— Considera cómo Jesús, con admirable calma y sere­
poner y hacer;, y luego de conocido, pidamos fervorosamente nidad, respondió al siervo que le insultó: «Si hablé mal, da testi­
por nosotros y por todos los demás. monio de ello, y si bien, ¿por qué me hieres?» En lo cual has de
ponderar primeramente la admirable paciencia y mansedumbre
31. -BOFETADA DE JESÚS Y REMISIÓN Á CAIFAS.
que Jesús conservó en su ánima, recibiendo tal injuria; aunque
este malvado merecía que bajara fuego del cielo y le abrasara, ó
P reludio i .» Un ministro del pontifice dio una bofetada á jesús, el cual, en esta oca­ se abriera la tierra y le tragara, ó la mano se le secara para
sión , se defendió modestamente; luego fué remitido á Caifas. siempre, como se secó la mano de Jeroboán porque quiso asir
P reludio 2.° Represéntate á Jesús recibiendo la terrible bofetada. con ella á un santo Profeta *; y aunque fuera fácil á Cristo nues­
P reludio 3.» Pide al Señor que te dé paciencia en las injurias, y moderación y pruden­ tro Señor castigarle con estas ú otras penas semejantes; pero no
cia cuando hayas de defenderte. quiso vengar su injuria, sino llevóla con tanta serenidad, que
mostró con la obra estar aparejado á recibir otra bofetada en el
P u n t o l.° C ir c u n s t a n c ia s d e la b o fe ta d a q u e r e cib ió J e - otro carrillo, y otras muchas sin cuento. Pondera luego cómo
s ú s .— Habiendocontestado Jesucristo con entereza á la pregunta Jesucristo, que sabía bien callar y disiifttolar sus afrentas, esta
que le hizo el Pontífice acerca de su doctrina, uno de los minis­ vez, con grande mansedumbre, quiso dar razón de sí, porque no
tros le dió una bofetada, diciendo': «¿Así respondes al Pontífi­ entendiesen que había pretendido injuriar al Pontífice, y de ca­
ce?» Esta bofetada fué la primera injuriaque recibió Jesús en mino, tácitamente, corrige al injuriador, para que reconozca su
casa del Pontífice por mano de sus ministros, y fué tan señalada, pecado, diciéndole: Si hablé mal en lo que dije, da testimonio de
que san Juan quiso hacer de ella especial mención. Pondera las ello primero que me castigues, pues no eres juez, sino testigo; y
circunstancias que tuvo. Lo primero, fué cruel, dada por un sa­ si hablé bien, ¿por qué me hieres contra razón, y me notas de
yón encendido en ira, con deseo de vengar la injuria de su amo, descortés y descomedido ? Y con ser esta razón tan concluyente,
padeciéndole que con esto le ganaba la voluntad y hacía placer á no fué admitida ni se hizo caso de ella, para que aprendas tú á
todos los circunstantes. Lo segundo, fué afrentosa, porque se tener paciencia cuando no fueren oídas ni admitidas las tuyhs, ni
dió en presencia de muchos nobles y principales, y á una perso­ se hiciere caso de ellas. ¡Oh! ¡Si tú imitases en tus injurias la
na que hasta entonces era venerada y respetada de todos, de mansedumbre y paciencia de Jesús! ¿Te defiendes acaso con es­
cuyo rostro salía tal resplandor, que movía á reverencia á lo s píritu de venganza? ¡Oh amantísimo Jesús! Bien se ve que fué
que le miraban sin pasión. Lo tercero, fué injusta, porque se propiedad vuestra hablar siempre bien, y que en vuestra boca
dió por venganza, y calumniando una respuesta prudentísima, nunca se halló engaño*, diciéndose de Vos con toda verdad*:
juzgando temerariamente que era descomedido contra la auto­ «Nunca así habló hombre alguno»; gracias OS doy por la injuria
ridad del Pontífice. Lo cuarto, fué con aprobación y aplauso de y dolor que padecéis hablando bien, en castigo de las culpas que
todos los presentes, sin que hubiese quien volviese por Cristo y yo hice hablando mal. Concededme, Señor, que siempre hable lo
reprendiese la furia de aquel mal hombre, y así abrió camino para que os agrade, aunque desagrade á los hombres, sufriendo con
que otros se descomediesen á hacer con Él otro tanto. Mira paciencia sus calumnias.
con dolor el rostro de tu Señor lastimado con el furioso golpe
* Hebr., 1,3. —-» III Reg., xiu, 4. — 5 ! Peir., u, 22. — 4 Joan., vil, 46.
< Joan., xvili, 22.
646 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 32.'— Pedro niega p or tres veces <i Cristo. 647
P o n t o «í.° J e s ú s e s r e m it id o a l p o n t ífic e C a ifa s .— Consi­ humildad y serenidad razón de sí de un modo concluyente: Si he
dera cómo habiendo satisfecho Anás y los ancianos del pueblo, hablado mal, como testigo que eres, da testimonio de e llo ; y si
que en su casa se habían reunido, la curiosidad y deseo que te- • bien, ¿por qué me hieres? ¡Qué razón tan terminante! Mas el
nían de ver é insultar á Jesús y de complacerse en su humilla­ concilio de los judíos no la toma en consideración, antes, atando
ción} tomaron todos la resolución de que fuese llevado á casa de de nuevo más fuertemente á C risto, le llevan á Caifás. ¿Xo nos
Caifás, que era el juez legítimo de estas causas, por ser el pontí­ compadecemos de las injurias que sufre nuestro Padre amantísi-
fice aquel año; allí se habían reunido aquella noche los sacerdo­ ino? ¿Nos resentiremos si no se hace caso de nuestras razones?
tes y fariseos y otros ancianos, con el fin de tratar juntamente la ¿ No imitaremos la paz y tranquilidad de espíritu que conserva
causa del Señor, y activarla de tal modo, que se terminase antes Jesús en medio de tan enormes injurias? ¿Cómo las hemos lle­
del gran día de la Pascua. Y dice el Evangelista que Anás le en­ vado hasta el presente? Examinémoslo con detención, proponga­
vió atado, para significar que le había reconocido por culpable. mos lo que debemos hacer para portarnos según los ejemplos
Y quizá le ataron de nuevo y le doblaron las ataduras, para que de Jesús; supliquemos á este divino Señor nos ayude á cumplir
no se les fuese, ni alguno se les quitase, habiendo de pasar por los propósitos, y se compadezca de los pecadores y de todo el
medio de la ciudad. Pondera aquí la grande fatiga é ignominia mundo.
que padeció Cristo nuestro Señor en esta segunda jornada, sien­
do llevado por las principales calles de la ciudad con gran priesa 32 . — PEDRO NIEGA POR TRES VECES Á CRISTO.
y vocinglería, saliendo mucha gente á saber lo que era, y mu­
Preludio i .« Pedro, poniéndose imprudentemente en la ocasión, negó repetidas veces
chos se juntarían con los soldados, ayudándoles á injuriar al Sal­
&su Maestro, y hasta con juramento.
vador, olvidados del bien que habían recibido. Con todo, Jesús no P reludio 2.0 Represéntate á Pedro acobardado, sentado á la lumbre, y disimulando
perdía un punto de su paz y caridad, ofreciéndose á padecer mu­ ser discípulo de Jesús.
cho más por el bien de todos, enseñándote á que obres del modo P reludio 3.« Pide la gracia de saberte apartar de las ocasiones y despreciar el temor
que dijo el Apóstol san Pablo, no separándote de la calidad que mundano.
le debes, por graves y dolorosas que sean las tribulaciones y
penas á que te veas sujeto, antes que ellas mismas sirvan para P u n to 1.° C a u s a s d e l a c a í d a d e s a n P e d r o — Habiendo
avivar en tu corazón el amor de Dios. ¡ Oh Cordero mansísimo! huido todos los Apóstoles en el huerto, Pedro, cobrando ánimo,
Aunque del primer concilio y tribunal salís más atado y apre­ volvióse para seguir á Cristo, aunque desde lejos, acompañado
tado, para entrar en el segundo; pero no se menoscaba por esto de otro discípulo, que, por ser conocido del Pontífice, entró en
vuestra caridad, antes os ata y aprieta con nuevos deseos de pa­ el patio, y con él Pedro, quien se juntó con los criados que esta­
decer, por desatar de sus graves culpas á los que os atan con tan ban arrimados á la lumbre En este paso has de considerar los
crueles sogas. Aumentad, Señor, en mí los trabajos, con tal que escalones y causas por donde llegó Pedro á negar á Jesucristo,
aumentéis el amor de padecerlos. ¿Hemos nosotros atado á Je­ para escarmentar en cabeza ajena y huir de ellos. El primero fué
sús con nuevas ataduras, multiplicando los pecados? ¿Hemos tibieza en el amor nacida del temor humano, porque el amor de
desistido del camino de la virtud por causa de las tribulaciones? Cristo le movió á seguirle; pero el temor le entibió de modo que
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán dolorosa y cruel es la pri­ le siguiese de lejos, como antes siempre le siguiese de cerca. El
mera injuria que recibe Jesús en casa del Pontífice por mano de segundo fué olvidarse de lo que Cristo nuestro Señor le había
sus ministros! Apenas acababa de dar la respuesta acerca de su dicho, que le negaría tres veces aquella noche; y es propio de
doctrina, cuando encarándose contra Él un malvado siervo de los que confian mucho de sí, olvidarse de las palabras de Dios y
Anás, con diabólica rabia descarga sobre su hermoso rostro de los avisos que les da para reprimir su orgullo, como si no ha­
terrible bofetada. ¡Oh dolor! ¡Dios abofeteado por el hombre! blara con ellos. El tercero fué, con título de amar á Cristo, po­
Aumentan !a gravedad de esta injuria las circunstancias que la nerse en la ocasión de negarle, juntándose con malas compañías
acompañaron. Fué cruelísima, afrentosísima, injustísima y dada, que le provocasen á ello , llegándose al fuego donde había trulla
con aprobación y aplauso de todo el concilio, reconociendo todos de gente ruin y ruines pláticas. Todo lo cual procedió radical­
que el siervo había obrado bien, y conviniendo tácitamente en mente de la presunción y confianza que tenía de sí mismo. que
que Jesús había faltado á la reverencia debida al Pontífice. Sin no se curó con ios avisos de Jesús, y como quedó v iva , brotó
embargo, el Señor, que pudiendo fácilmente vengarse, no quiso estos malos frutos. De donde has de sacar tres avisos, que son:
hacerlo, porque no era aquel el tiempo de ostentar su poder y
justicia, sino su misericordia y mansedumbre, no dejó de dar con 1 Matth. , xxvi, 58 ; Joan., xvm, 25.
648 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med- 32.— Pedro niega por tres veces á Cristo. 649
no presumir de t i , ni fiarte de tus propósitos, sino con temor y ver á tu Señor tan desconocido y desamparado de los suyos. ¡ Oh
temblor obrar tu salvación: seguir á Cristo, no de lejos, sino de Maestro soberano! Y a no me espanto que Judas, el tibio, os
cerca y con fervor, porque el que le sigue de lejos, no pone los niegue por codicia; pues Pedro, el fervoroso, os niega por pusi­
pies donde Cristo, ni advierte bien sus pisadas, ni es amparado lanimidad; mas vuestra sabiduría permite esta ignominia, para
de Él en los peligros; y , por último, huir las ocasiones de trope­ que se descubra más vuestra paciencia en el sufrir, nuestra fla­
zar y las malas compañías, acordándote de lo que dice el Espí­ queza en el pecar, y vuestra gracia en convertir al que pecó. ¡Oh
ritu Santo1:« Quien ama el peligro, caerá en é l». ¡ Oh Dios omni­ alma fiel! Huye del trato con personas del otro sexo, teme por
potente! Libradme de las ocasiones de caer; y si en ellas me tu flaqueza, y no te dejes llevar del temor mundano. ¿Qué te
viera por mi gran miseria, amparadme con vuestra divinamiseri- conviene resolver para esto?
cordia. Ponedme junto á V o s, y pelee contra mí cualquier mano *. P u n t o 3.° S e g u n d a y te r c e r a n e g a c ió n d e P e d r o .— V iendo
porquesi me tenéis de la vuestra, nadie me derribará ni sacará de Pedro lo que le había sucedido y el peligro en que estaba, sa­
ella. ¡Oh alma mía! Escarmienta en la caída del Apóstol san Pe­ lióse del patio hacia el portal, y entonces cantó el gallo la pri­
dro. ¿Confías algo en ti misma? ¿Te encuentras en alguna ocasión? mera vez; pero con la turbación no advirtió en ello, y de ahí á
P u n t o 2.° P r i m e r a n e g a c i ó n d e P e d r o — Estando Pedro poco tornó á entrar donde estaban los demás, calentándose al
junto á la lumbre con los criados del Pontífice y demás gente, fuego, y dijéronle: ¿Por ventura, no eres tú dé los discípulos de
llegóse una mujercilla, portera de la casa, la cual, mirando á ese hombre? Y uno de ellos afirmó que, en verdad, lo era. Pe­
Pedro, y reconociéndole por discípulo de Cristo, dijo á los que dro, con juramento, negó, diciendo que no conocía tal hombre-
estaban allí: «Este con Jesús andaba». Y volviéndose al mismo Pasada una hora, tornaron tercera v e z á hacer instancia en que
Pedro, le dijo: «¿Por ventura tú no eres discípulo de este hom­ era su discípulo, dándole señas de ello. Uno dijo que le había
bre ? Sin duda tú con Jesús Nazareno estabas». Respondió Pedro: visto en el huerto, otro que era galileo, y se le conocía por el
«No soy su discípulo, ni le conozco, ni sé lo que dices». Pondera habla; mas Pedro tornó á negar, echando maldiciones si le co­
aquí primero la astucia del demonio en acometer la primera vez nocía. Pondera en estos sucesos y caídas de Pedro las astucias
á san Pedro por medio de una mujer, como acometió á Adán en de Satanás en tentarle, cribándole, según había predicho Jesús,
el paraíso, y le derribó. ¡A y de ti, si no estás prevenido contra como á trigo, y a con unas tentaciones, ya con otras, hasta que
este escollo en que vienen á perecer las mismas columnas de la le derribó una, dos y tres veces, porque á los mejores combate
Iglesia! Pondera en segundo lugar la extremada flaqueza de. con mayor furor; y si no están arraigados en la humildad, derrí­
Pedro, el cual, siendo piedra fundamental de la Iglesia, y habien­ balos de la cumbre de la santidad. Reflexiona también cuán malo
do recibido revelación de la divinidad de Cristo, y habiéndole es durar en la ocasión, no escarmentando en la primera caída,
confesado por Hijo de Dios, protestando que moriría mil muer­ porque un pecado llama á otro, y el menor trae luego á otro ma­
tes antes que faltarle á la fidelidad; ahora, á la voz de una mujer­ yor, como le sucedió aquí á Pedro, el cual primero negó sencilla­
cilla, teme tanto, que len ieg'a, y dice que no le conoce, ni es mente á Cristo, luego con juramento, y al fin con juramento y
su discípulo, ni se precia de ello. Y si Pedro hace esto, ¿cómo maldición. Mira, finalmente, cómo habiendo Pedro presumido
teatréverás á presumir tú que no eres Pedro, ni piedra, sino tres veces de sí aquella noche, en castigo de estas tres presun­
polvo y lodo, tan frágil, que una pequeña chinita basta para de­ ciones permitió Dios estas tres negaciones en la misma noche,
rribarte? Mira en tercer lu gar cuán dañoso es el temor demasia­ porque la soberbia luego trae consigo la humillación en la mate­
do de la deshonra y de la m uerte; porque quien nos derriba no ria misma en que se ceba, y por esto es muy importante llorar
es tanto la noche de la adversidad, cuanto el vano temor de ella ; luego la culpa de la soberbia, antes que se apresure la pena de la
por el cual muchas veces negamos á Cristo, si no con palabras, humillación. ¡Oh Dios eterno! No permitáis que entre dentro de
á lo menos con obras, desdeñándonos de algunas cosas de virtud mi el pie de la soberbia, preservándome del afecto á este diabó­
obligatorias, por no perder un punto de la honra mundana, ó al lico vicio, á fin de que no me mueva la mano del pecador, echán­
gún interés ó regalo de la carne. Por fin, pondera con dolor la dome del lugar que tenía por tu gracia. ¡Oh alma mía! ¿No teme­
grave injuria que hizo Pedro á su Maestro en este caso, y lo mu­ rás tú, al ver las caídas de Pedro, permanecer en la ocasión?
cho que Cristo sintió ver que su querido y regalado discípulo se ¿Consentirás que te domine la soberbia ó presunción?
desdeñase de serlo, condenando por esto la vida del que negaba E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡A y de aquella alma que, habiendo
por Maestro; y con esta consideración has de compadecerte de sido fervorosa en el servicio del Señor, principia á debilitarse y
á entregarse en brazos de la tibieza! Puede, con razón, temer
* Ecdi., ni, 27. — «Job., xvii, 5. que le acontezca lo que al principe de los Apóstoles, el cual
650 S e r ie seg u n d a .— P a sió n de J e s u c risto . M ed. — P e n ite n cia de P e d r o . 651
comenzó á aflojar en el divino amor, y á seguir á Jesús, no de acuerda del discípulo , que se los aumentaba con aquella injuria;
cerca, sino de lejos; luego se olvidó de las palabras de Cristo; y, y aunque estaba lejos de Pedro, conoció los pecados en que había
puesto en la ocasión, vino & negarle miserablemente. ¡Pobre caído; y en lugar de castigarle, se compadeció de é l, con deseo
Pedro! ¡Cuán lejos estaba de su pensamiento que pudiera cum­ de provocarle á penitencia para perdonarle, y todo con suma
plirse en él la predicción de Jesucristo, de que aquella noche le presteza, para sacar de presto aquella oveja de la garganta del
negarla tres veces! Sin duda que no la consideraba como una lobo infernal, que se la había tragado. Para esto hace que luego
profecía, sino como una simple amenaza: la experiencia le ense­ cante el gallo, para que sirviese como de despertador al ador­
ñó que no debía presumir de sí. Pero ¡con qué astucia procedió mecido corazón del Apóstol; pero, no bastara el segundo canto
Satanás para derribarle! Le embistió por medio de una mujer, del gallo, como no bastó el primero, si el mismo Jesús no convir­
como á Adán; infundióle grande temor de perder la honra y de tiera á él sus ojos misericordiosos, alumbrándole los suyos con
hacerse odioso al mundo, pretextando tal vez que le convenía luz del cielo para que conociese sus yerros, y ablandándole el
saber qué fin tenía la prisión de su Maestro, para dar de ello corazón para que los llorase. De lo cual has de sacar una profun­
cuenta á sus condiscípulos; y después que hubo sucumbido la da convicción de la necesidad indispensable que tienes de la
primera vez, ya con mayor facilidad fué repitiendo y agravando gracia del Salvador, no sólo para tu propia conversión,sino para
luscaídas hasta negar tres veces á su divino Maestro. ¡Qué cri­ la de los pecadores; creyendo con certeza que todos tus sermo­
men tan enorme! ¡Dos juramentos falsos, y uno de ellos exe- nes y avisos no podrán convertir á una sola alma, si ei Señor
cratorio! ¡ Qué injuria y afrenta para Jesús! ¡ Hasta su más que­ no se digna mirarla con sus ojos benéficos, y comunicarla con su
rido-discípulo se avergüenza de conocerle, y le abandona!En mirada la gracia de la conversión. ¡Oh amorosísimo Jesús!
vista de esto, ¿nos atreveremos á presumir de nosotros mismos? ¿ Cómo no os amaré con todo mi corazón, pues cuando trato de
¿Querremos ponernos voluntariamente en la ocasión? ¿Aflojare­ ofenderos, ponéis medios para perdonarme'? ¿Y cuando habíais
mos en el divino servicio? Locos seremos si, al contemplar tan de mostrar vuestra ira en el castigo, mostráis vuestra misericor­
lamentable calda, no abrimos los ojos y no vivimos con un santo dia en el perdón? Compadeceos, Señor, de todos los pecadores,
temor. ¿Quién presumirá de sí cayendo un Apóstol como san Pe­ miradlos con ojos de misericordia, abrid sus oídos para que
dro? Pensemos bien el camino que hemos de seguir, los escollos oigan la voz y el canto de los predicadores, tocadles el corazón
que nos rodean, las ocasiones en que nos hallamos; y para para que lloren sus pecados; y si yo pecare por flaqueza, no
precavernos de todo peligro, formemos eficaces propósitos, é dejéis de mirarme con ojos benignos, y movedme con eficacia á
importunemos al Señor, rogándole por nosotros mismos y por un intenso dolor de nit culpa hasta quedar enteramente libre
todas las necesidades, singularmente por la perseverancia de los de ella.
justos, por la santa Iglesia y por el Sumo Pontífice. P u n t o * .° P e n i t e n c i a d e P e d r o .—Considera en este punto
las lágrimas amargas de P edro, las cuales no procedían de te­
33 .-PENITENCIA DE PEDRO. mor de algún castigo, sino del amor de su Maestro; porque,
acordándose este arrepentido Apóstol de los favores y benefi­
P reludio i .° Después de la tercera negación cantó el gallo, y mirandoJesús á Pedro, cios que de Él había recibido, y de- la ingratitud que mostró,
éste se acordó de U palabra de su Maestro, y saliendo de aquella casa, comenzó á llorar, y negándole en tan recia coyuntura, sus ojos se convirtieron en
prosiguió haciéndolo toda su vida. fuentes de lágrimas con grande amargura de su corazón, como
P reludio 2.» Represéntate á Pedro llorando amargamente su culpa. quien sentía lo que dice Jeremías * ser cosa muy amarga haber
P reludio 5 .° Pide vivo dolor de haber negado á Jesucristo. dejado á su Dios y negado á su Señor. ¡ A y de m í!, d iría: ¿cómo
vivo, habiendo negado al autor de la vida ? ¿ Cómo no se abre la
P u n to l.° J e s ú s m ir ó á P e d r o , m o v ié n d o le á d o l o r — P o c o tierra y me traga, habiendo injuriado al Criador de ella ? ¡ Oh
después de la tercera negación de Pedro, cantó el gallo la segun­ boca abominable! ¿ Cómo te abriste para jurar que no conocías
da vez, y al mismo tiempo dióle Jesús una angustiosa y compa­ al que tanto bien te ha hecho? ¡O h lengua maldita! ¿Cómo te
siva mirada; y acordándose Pedro de la palabra de El, salióse soltaste para maldecirte, si conocías al que tanto amor te habia
afuera y lloró amargamente. A cerca de esta conversión y peni­ mostrado ? ¡ O h , cuán justo fuera que viniera sobre mí la maldi­
tencia de Pedro. has de considerar primeramente la infinita mi­ ción, pues la esco gí, y que penetrara todos mis huesos ?, pues
sericordia y caridad de Cristo nuestro Señ or; el cual, aunque la abracé! De esta manera lloraba san P edro, trayendo á su
estaba rodeado de enemigos, y metido en un fuego de terribles
persecuciones y calumnias, como olvidado de sus trabajos, se • Hable., m , i. — 2 Jerem., n , 19. — j Psalm. cvm, 18.
6 }2 Serie segunda.— Pasión deJesucristo.
M ed. 3 3 . — Penitencia de Pedro. 653
memoria los inmensos beneficios que el Señor le había hecho y
comparándolos con su enorme ingratitud, y se movía á confian­ Pedro, el penitente, asi como habíamos imitado al pecador? ¡ Oh
za del perdón, acordándose de lo que Jesús le dijo, que había glorioso Apóstol! Admirable fué la providencia de Jesús en per­
rogado por él, para que no desfalleciese su fe, y que cuando se mitir que cayerais vos que habíais de ser la piedra fundamental
convirtiese, confirmaseásus hermanos. Y de esta manera lloró de su Iglesia y habíais de confirmar á vuestros hermanos; pues
todos los días de su vida cuando oía el canto del gallo; y así se tenéis experimentada en vos mismo la gran flaqueza del hom­
dice de él que tenía como surcadas y cavadas las mejillas por la bre, alcanzadme con vuestra poderosa intercesión abundante
muchedumbre de las encendidas lágrimas que diariamente por gracia, para que con ella fortalecido, imite vuestra asombrosa
ellas corrían. Y á imitación de este Apóstol, has de moverte penitencia de los pecados cometidos, y vuestra invencible firme­
frecuentemente á afectos de dolor y arrepentimiento de los peca­ za en no caer de nuevo en ellos.
dos, recordando que con ellos has negado y ultrajado al mejor E pilogo y coloquios. ¡Oh cuán triste y desconsoladora
de los Padres, al más fiel Amigo, al más cariñoso Maestro, al era la situación del Apóstol Pedro en el patio de la casa de
más generoso Bienhechor, jOh Padre y Maestro mío! He peca­ Caifás! Había caído en gravísimos pecados, se hallaba rodeado
do contra el cielo y contra V os •; no soy digno de ser llamado de enemigos de Cristo, y no se decidía á salir del peligro en que
vuestro hijo ni vuestro discípulo; admitidme siquiera como uno se encontraba. Mas ¡oh bondad infinita de Jesús! Este Señor ha­
de los jornaleros de vuestra casa, porque no hay para mí más bía ido siguiendo paso á paso todos los deslices de su amado
duro infierno que ser echado de ella. ¡ Oh alma! ¿Son estos tus Apóstol, y aunque oprimido de dolores, más opresión le causaba
sentimientos? ¿Has imitado á Pedro en la culpa, y no le imitas el estado aflictivo de Pedro. En un momento que le fué posible,
en la contrición y dolor de ella? dirige á él sus ojos y dale amorosa mirada; y esta vista de Jesús
P u n to 3.° C o n v e r s ió n d e P e d r o ; f i g u r a d e l a co n v e r sió n más que el canto del gallo, corrió el velo que*tenía Pedro delan­
d e l p e c a d o r .— C o nsidera en este punto la traza y modo cómo se te de su entendimiento, y presentáronsele con viveza todas las
verificó la conversión de Pedro, en la cual está figurada y repre­ cosas que podían despertar en su corazón afectos de dolor,
sentada al vivo la conversión de cualquiera otro pecador. Por­ confusión, vergüenza, confianza y amor. V e la bondad de Jesús,
que lo primero, hizo Jesús que se acordase de las palabras que que es infinita; los beneficios que le ha hecho, que son sin cuento;
le había dicho, y para esto le m iró, trayéndole & la memoria con los avisos que le ha dado, las amenazas, promesas, distinciones;
aquella mirada lo que le había anunciado acerca de su negación y comparando todo esto con su ingratitud presente, ya no puede
y arrepentimiento subsiguiente, y despertando en su ánimo afec­ contenerse; sale presuroso y avergonzado del patio de aquella
tos tiernos de compunción, dolor y confianza en la misericordia casa, v a se á un lugar solitario, y dando libertad á sus conteni­
de su amabilísimo Maestro. L o segundo, le inspiró á que abando­ das lágrimas, derrámalas abundantísimas, con deseo de lavar
nase aquel lugar tan peligroso, en él cual había tantas veces su­ con ellas los pecados con que se había manchado. Desde enton­
cumbido, porque, aunque hubiera podido llorar y retractarse ces aquella fuente ya no se se ca ; y todas las noches, al canto
allí públicamente, y arrojarse á los pies del Salvador, reparando del gallo, Pedro se levanta de su descanso, y repite los sollozos
así el escándalo que había dado, no lo hizo, porque con la caída y lágrimas, acordándose de sus negaciones. ¡Oh, si nosotros su­
había quedado más humilde y menos confiado de sí mismo, y no piésemos imitar á este santo penitente! ¡Oh, si como él lloráse­
quería de nuevo ponerse á riesgo y hacer experiencia de su fla­ mos incesantemente nuestras culpas! ¿Qué hemos de.hacer?
queza ; enseñándote que el verdadero penitente se echa de ver. ¿Hemos negado á Jesús como Pedro? ¿Nos hallamos en alguna
sobre todo, en la fuga de las ocasiones del pecado. Lo tercero, ocasión de negarle de nuevo? No escaseemos nuestras lágrimas
lloró su pecado con grande amargura por el claro conocimiento por los pecados cometidos, porque, por más que lloremos, no
que tenía de Dios á quien había ofendido, de los beneficios que será tanto como ellos merecen. Y si nos sentimos secos, medité­
de Él había recibido, y de la ingratitud que había cometido. A moslos motivos de dolor, ejercitémonos en fervorosos afectos,
imitación de este ilustre penitente, los pecadores han de recibir propongamos evitar las culpas sucesivas, y pidamos confiada­
la mirada de Cristo, el cual por medio de su gracia los mueve á mente por nosotros mismos, por la conversión de todos los pe­
temor, confianza y am or; han de huir de los peligros y estor­ cadores y por todo el mundo.
bos de la verdadera penitencia, y llorar sus pecados, alcanzando
el fruto de ella. ¿Obramos nosotros de este modo? ¿Imitamos á

i Luc., xv , 18.
654 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. — Fabos testimonios contra Clisto. 653

Señor, con vuestra gracia, para que sufra callando, como Vos
34,— FALSO S TESTIMONIOS CONTRA CRISTO. sufristeis, y triunfe de mis enemigos como V os triunfasteis. Y tú,
cristiano, ; no te compadeces de Jesús, viéndole tan afrentado?
Projumo i .» Presentáronse varios testigos falsos, que depusieran contra Cristo; mas ¿No te admira su inocencia y su silencio entre tantas acusacio­
-no estando entre sí contestes, Caifas le preguntó si era Hijo de Dios, á lo que respondió afir­ nes? ¿ Por qué no le imitas?
mativamente. P a u t o i£.° P r e g u n t a d e C a i f á s y r e s p u e s ta d e J e s ú s . —
P reludio 2.* Represéntate el concilio de los judíos, j á Caifas interrogando á Jesús Viendo Caifás que Cristo callaba á todas las acusaciones, «lijóle:
y oyendo sn respuesta. «Conjúrete por Dios viv o , que nos digas si tú eres Cristo, Hijo de
P reludio 3.“ Pide la gracia de imitar la mansedumbre y humildad de Jesús. Dios bendito». Respondióle Jesús: «Túlo dices que lo soy: y
dígoos de verdad que dentro de poco veréis al Hijo del hombre
P n n t o 1 .° F a ls o s t e s tim o n io s q u e d ije r o n co n tr a J e s ú s .— sentado á la diestra de la virtud de Dios, y venir en las nubes
Deseando Caifás justificar de algún modo sus criminales inten­ del cielo». A cerca de esta respuesta del Señor debes meditar el
tos de matar ti Jesús, reunió el concilio de los sacerdotes y ma­ grande respeto que tenía al santo nombre de Dios; pues, habien­
gistrados, y viniendo á él muchos falsos testigos, no pudieron do callado con tanta constancia, en oyendo conjurar por este
hallar cosa bastante de qué acusarle; y aunque le culpaban de santo nombre, luego respondió y obedeció al Pontífice, aunque
muchas cosas, Jesús callaba ■. Acerca de este concilio has de sabía que le conjuraba con mala intención, y que su respuesta le
ponderar atentamente quiénes son los jueces, sus dañados cora­ había de costar muy .caro, pues le habían de condenar por ella;
zones, y la soberbia y ambición con que están sentados; quiénes enseñándote á reverenciar aquel santísimo nombre, y por él obe­
son los acusadores y testigos, su muchedumbre y perversas decer á los prelados, aunque sean malos, sin resistirlos ni porfiar
entrañas; quién es el preso yacusado, su divinidad y soberanía, en tu silencio con dureza cuando te mandan hablar, ó hacer algo
junta con la modestia y humildad , admirándote de que el Hijo contra lo que habías determinado. Mira luego con qué sencillez
de Dios, juez de vivos y muertos, esté como reo en pie y atadas respondió la verdad de que era Cristo, desengañándoles del error
las manos, oyendo contra sí tantas calumnias, delante de tan que tenían contra esto, por verle tan oprimido, y deseando poner­
malditos jueces; los cuales eran sus perseguidores, y, haciendo les temor de su divina justicia y poder; por lo cual añadió que
forma de juicio, iban, contra todas las leyes de justicia, convo­ algún día ellos mismos le verían sentado sobre las nubes del cie­
cando testigos falsos para condenar al inocente. Mira luego la lo y á la diestra de Dios. Y esto , dijo, será de aquí á poco: por­
grande pureza é inocencia que resplandecía en Jesús*, pues an­ que en los ojos de Dios, mil «años son como un día; y aunque nos
dando sus enemigos con tanta ansia á buscar algo de qué acu­ parezca que la venida de Cristo á juzgar se dilata, será muy pres­
sarle, no hallaron fundamento aparente para testificar contra to. Todo lo cual debe servirte pitra tu consuelo y esperanza cuan­
Él cosa digna de castigo: tanta verdad era loque había dicho: do te vieres atribulado, y para tu humildad y confusión cuando
«Vino á Mí el príncipe de este mundo, y no halló en Mí cosa al­ te vieres aplaudido y ensalzado, entendiendo que vendrá presto
guna». Pondera también el maravilloso silencio de Cristo en todas el día del juicio y con él la exaltación para los humildes y la hu­
estas calumnias, sin querer volver por sí ni excusarse, ni confun­ millación para ios soberbios, como lo han experimentado ya
dir á los testigos, ni cogerlos á palabras, descubriendo su false­ Caifás y los suyos. ¡ Oh! j Cómo se trocarán entonces las suertes!
dad; lo cual hizo para darnos ejemplo de silencio y sufrimiento en ¡Oh Hijo de Dios, é hijo del hombre, Dios y hombre verdadero,
tales casos, remitiendo nuestra defensa á Dios y á la verdad humillado y ensalzado, que estáis en pie como reo, para ser
conocida; 3' además, es este un modo secreto y muj* glorioso de juzgado de Caifás, y estaréis sentado como juez en las nubes
triunfar de nuestros enemigos, los cuales desean que responda­ del cielo para juzgar á todo el mundol Mi alma se abrasa en
mos , para tener algo de que asir con nuestra impaciencia ó indis­ el fuego de vuestro amor cuando os miro humillado para redi­
creción, ó calumniando nuestra excusa. ¡Oh Verbo divino, pala­ mirme, 3r tiemblo con gran temor cuando os considero entroni­
bra del Padre! ¿Por qué no habláis alguna palabra en defensa zado para juzgarme. Séame, Señor, vuestro amor espuela para
vuestra? Mirad no digan que quien calla consiente, y os tengan serviros, y vuestro temor freno para no ofenderos. ¡ Oh alma mía!
por culpado por no haberos defendido. Vuestra misericordia, Mira el respeto que Jesús tiene al santo nombre de Dios, y pro­
Señor, quiere con su silencio satisfacer por mis parlerías, y en­ cura imitarle, temeroso, al propio tiempo, de sus severos jui­
frenar mi lengua para que no excuse mis culpas. Enfrenadla, cios. ¿Es esto lo que haces?
P o n to 3 .° E l P o n t ífic e c o n d e n a á J e s ú s p o r b la s fe m o . —
• Matth., xxvi, 63. Considera cómo, oyendo Caifás la respuesta de Cristo, rasgó
M ed. 3 5 .— Injurias que sufrió Jesús en casa de C aifás. 657
6 j6 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.

sus vestiduras, diciendo : «Ha blasfemado. ¿ Para qué deseamos gún pretexto para condenarle, le preguntó en nombre del Señor si
más testigos ? ¿No habéis oído la blasfemia? ¿Qué os parece?» era el Mesías Hijo de D ios; y Jesucristo, al oir el nombre de su
Y luego todos le condenaron, y dijeron: «Digno es de muerte». Padre celestial, á quien reverencia profundamente, contesta con
Sobre este punto has de ponderar la hipocresía endemoniada de entereza y sin temor afirmativamente, aunque no ignora que su
este mal Pontífice, para indignar á todos contra Jesucristo : por respuesta ha de ser calumniada, y por ella ha de ser conde­
una parte, rasga sus vestiduras en señal de tristeza, como quien nado á muerte. Y para infundirles un santo y provechoso miedo,
había oído una grande blasfemia contra Dios, y por otra se y para que mirasen bien antes lo que hacían, les recuerda que si
goza de haber hallado ocasión para condenarle; y así, como ahora Él está como reo y ellos como jueces, vendrá un día, y .
quien había alcanzado victoria, d ice : «¿Para qué buscamos tes­ muy presto, en que se han de trocar los papeles, sentándose Él
tigos?» Y atropellando el orden del juicio, él se hace acusador, en trono majestuoso para juzgarles á ellos y á todo el mundo.
y á los -circunstantes hace jueces, pidiéndoles que ellos le juz­ ¡Oh fortaleza invicta de Jesús, que, estando para morir, ame­
guen y digan su parecer, provocándoles á que le condenen como naza á los que le quitan la vida! ¡Oh detestable obstinación de
blasfemo, y asilo hicieron, diciendo: «Digno es de muerte». Caifás. al cual tal valor y constancia no conmueve! Muy al con­
Mira cuán errados son los juicios de lo s hombres, especialmente trario: apenas oye lo que dice Jesús, alegre canta victoria, y
cuando están apasionados, pues llegan á condenar por digno aparentando un falso celo, rasga las vestiduras; y olvidando su
de muerte al que es A u tor de la vida, y á juzgar por blasfemo oficio de juez, se hace acusador, y acaba por condenar á Cristo y
contra Dios al que es el mismo Dios. Mas, pondérala tristeza que solicitar de sus compañeros que confirmen la sentencia. ¡ Adún­
causaría á Jesús el ver la injusticia de aquella gente, que, olvida­ de llega la malicia del hombre! Y, ¿no tememos nuestra fragi­
da de los beneficios que Ies había hecho, le condenaba á la muer­ lidad y miseria, viendo el horrendo crimen en que vienen á caer
te ; y la- profunda humillación en que se vió en este caso, com­ los judíos? ¿No confiaremos en la bondad de Jesús, al considerar
padeciéndote de verle calumniado y oprimido por haber respon­ que por nuestro amor permitió que le tratasen de blasfemo?
dido la verdad, y admirándote que el Hijo de Dios llegue á tal Espantados de tal blasfemia, postrémonos á los pies de Jesús,
extremo de desprecio, que sea juzgado por blasfemo, y sus pa­ propongamos hacer lo posible para reparar las injurias que le
labras , que son de vida eterna, sean tenidas por blasfemias, hacen, y supliquémosle nos dé las gracias necesarias para cum­
dignas de muerte eterna; sacando de este ejemplo motivos para plir nuestros propósitos y nos auxilie en todas las necesidades.
consolarte, cuando te vieres despreciado y condenado sin culpa.
¡Oh dulce Jesús! ¿Con cuánta más razón pudierais Vos rasgar 35.—INJURIAS QUE SUFRIÓ JESÚS EN CASA DE CAIFÁS.
vuestras vestiduras, cuando oísteis las palabras de Caifás, tan
llenas de blasfemias contra D ios, como las vuestras estaban lle­ P reludio i .» Jesús en casi de Caifás fue escupido, vendado de ojos y herido en el ros­
tro con bofetadas.
nas de verdad y gloria del mismo Dios? ¡Oh! ¡Si mi corazón se
P reludio 2.0 Represéntate á Jesús en pie recibiendo tan atroces injurias.
rasgase de dolor y pena, oyendo las blasfemias que aquí dicen
P reludio Pide compasión de las penas de jesús y horror al pecado.
contra Vos! No sois V o s, Señor, el blasfemo, Sino el blasfema­
do, y por las blasfemias que los hombres dicen contra Dios,
permitís ser blasfemado de ellos, pagando sus culpas con vues­ P a n t o l.° J e s ú s f u é e s c u p id o e n e l ro stro . — Considera
tras penas. ¿Hemos condenado nosotros á Jesús á muerte con cómo, habiendo los pontífices dado sentencia de muerte' contra
nuestras obras y pecados? ¿Cómo llevamos las injurias de los Cristo, mientras se llegaba el día para ejecutarla, los ministros y
mundanos cuando nos condenan injustamente? criados de Caifás se apoderaron de É l, entreteniéndose toda la
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Qué escena tan repugnante ofrece noche en causarle terribles injurias, ya dolorosas, ya afrentosas.
el concilio de los pontífices y sacerdotes, presidido por Caifás! L a primera de estas injurias fué escupirle en el rostro, lo cual
Hombres orgullosos, cargados de culpas, están sentados como era sumamente ignominioso y asqueroso, y se usaba entre los
jueces; y en pie, y atadas las manos, está Jesús como reo: una judíos, teniéndose por gravísima injuria; y como los soldados
chusma de testigos falsos están diciendo mil acusaciones contra el y ministros eran muchos, y todos á porfía le arrojaban salivas,
Señor, pero que nada prueban, porque las unas niegan lo que las quedó el rostro de Cristo extremadamente afeado y obscurecido.
otras afirman; y Jesús está silencioso, como sino supiese qué Pondera bien las circunstancias de este hecho: quién es el escu­
responder. ¡Oh! ¡Cuán grande es la inocencia de Jesús! ¡Cuán pido, quiénes son los que le escupen, y saca de él vivos afectos
diabólica es la malicia de los hombres! Viendo Caifás que nada
adelantaban con tantos falsos testimonios, deseoso de hallar al­ 1 Matth., xxvi, 65.
42
658 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M eé. 35.— Injurias que sufrió Jesús en casa de Caifas. 659

de compasión de Jesús, horror de la culpa que sus enemigos Job: ■ «Las nubes son su escondrijo, y no considera nuestras
cometen contra Él, y deseos de limpiar con lágrimas de peniten­ cosas»; al modo que estos miserables vendaron los ojos corpora­
cia y contrición de los pecados aquel venerable rostro. Porque les de Cristo nuestro Señor para que noles viese; mas no por eso
es cierto que siempre que el hombre peca, espiritualmente escu­ dejaba de verlos con los ojos de su alma y de su divinidad; y así,
pe á Cristo, y le afea con las salivas de su culpa, salidas de su más fué cegarse y quitarse la vista á sí mismos, que quitarla á
lengua emponzoñada y de su corazón y pecho venenoso. Y siendo Cristo. Y de esta manera has de pensar que cuando pecas, olvi­
esto así, ¡cuánta lluvia de salivas como estas descargaron y des­ dado de que Dios te mira, este olvido es como un velo con que
cargan diariamente sobre el Señor los pecadores, y cuánto más piensas estar cubiertos los ojos de Dios *, pero no lo están sino
siente éstas que estotras, por ser más abominables y hediondas los tuyos; porque los de D ios, como dice el Sabio», contemplan
delante de Dios! También despreciar y escupir al prójimo es es­ en todo lugar al bueno y al malo, y al bien y al mal que hace
cupir á Cristo, que toma esta injuria como suya; y así has de cada uno. ¡ Oh Dios Eterno! No permitáis que yo cubra vues­
huir con gran cuidado de cometerla. Pondera, finalmente, la mo­ tros ojos y vuestro rostro, sino es como los serafines le cubrían
destia , serenidad y gravedad que tenía Cristo nuestro Señor, su­ con sus alas, venerando vuestra divinidad y confesando que no
friendo con extraña mansedumbre y silencio aquella lluvia de tenían ojos para comprenderla *; pero Vos, Señor, los tenéis muy
salivas, sin apartar su rostro, como dice Isaías ',d e los que claros para verme y comprenderme, y esto basta para que yo
le escupían, sin hacer gesto ni meneo de hombre injuriado ni crea que miniis mis culpas, y me mueva á llorarlas con propó­
enojado, y sin decir palabra contra los injuriadores. ¿Hemos sito de nunca más volver á ellas. ¡Oh alma fiel! ¿Pretendes tú
osado nosotros escupir á Jesús con nuestros pecados? ¿No le también vendar los ojo sá Jesús, olvidando su presencia? ¿No
limpiaremos con la penitencia? ¡Oh Dios eterno! Si á María, her­ procurarás en adelante verle presente en todo lugar ?
mana de Aarón, porque injurió á Moisés, escupisteis en el rostro P u n t o 3.° L o s j u d í o s h e r ía n c o n s u s m a n o s e l r o s tr o d e
y se llenó de lepra *, ¿por qué no escupís á estos que os escu­ J e s ú s . - Considera la tercera injuria y tormento de Cristo, que
pen, para que se llenen de lepra, como su maldad merece? Mas fué herirle con sus manos cruelmente, y esto fué en dos mane­
V os, Dios mío, no vinisteis al mundo á hacer leprosos, sino á ras. Unos le herían con los puños, dándole puñadas y golpes en
sanarlos, tomando Sobre Vos la pena de su lepra y la figura de la cabeza y en el rostro, brazos, pecho y espaldas, con grande
leproso No vinisteis á escupir para matar, sino para sanar y rabia y porfia. Y es de creer que su celestial rostro quedaría hin­
dar vida con vuestra saliva al pecador que carece de ella; tocad­ chado y acardenalado, y el cuerpo como‘ molido por la muche­
me con ella, Señor, para que sea sabio en conoceros, sano dumbre de los golpes. Otros le herían con las palmas de las ma­
y fuerte para amaros y serviros. nos, dándole de bofetadas, lo cual entre los hombres es más
P n n t o S . 0 L o s j u d í o s v e n d a r o n á J e s ú s lo s ojos.— Consi­ ignominioso que ser herido con el puño. Aquí cumplió el Señor
dera la segunda injuria que recibió Cristo, que fué vendarle los á la letra el consejo que había dado»: «Si alguno te hiere en un
ojos para más á su salvo herirle y escarnecerle, pensando que carrillo, ofrece el otro»; porque las bofetadas no fueron una,
no los veía, porque la serenidad y gravedad del rostro de Jesús como en casa de Anás, sino muchas y á porfia, por muchos mi­
les encogía para no burlar de Él á su gusto. Moisés * cubrió su nistros del demonio, pareciéndoles que ganaban perdones en he­
cara con un velo para hablar con el pueblo, porque el resplandor rirle, y todas las recibía este mansísimo Salvador, sin decir,
que salía de ella ofuscaba la vista de los que la miraban; mas como entonces:« ¿ Por qué me hieres?»; antes ofreciéndose á
nuestro dulce Jesús, resplandor de la gloria del eterno Padre, recibir más de las que sus sayones le querían dar. Pondera luego
consiente que la suya sea cubierta con otro velo por los discípu­ el misterio de estos dos modos de herir á Jesucristo, con los cua­
los de Moisés, no para que le oigan con más atención, sino les se representan dos suertes de pecadores que le ofenden y
para que le desprecien con mayor libertad , mostrando en esto hieren; unos con la mano cerrada y apretada,y son los avarientos
que tiene no menos ganas de ser despreciado que ellos de despre­ y codiciosos, que se ocupan en allegar bienes para sí, y los
ciarle. Y es de creer que el velo ó venda con que le cubrieron y aprietan sin querer repartirlos con los pobres; otros con las pal­
vendaron seria vil y despreciado para que el escarnio fuese mas y manos extendidas y abiertas, y éstos son los soberbios y
mayor. Pondera también aquí cuán propio es de los grandes pe­ jactanciosos del mundo, y los regalados y blandos en su carne;
cadores desear que Dios no les v e a , ó imaginar que no los cuyas culpas traen mayor ignominia, porque afrentan á Cristo,
ve, para pecar más libremente, diciendo lo que está escrito en despreciándolo por honrarse á sí. Y en castigo de estas dos suer­

• Isa!., t , 6 . — 1 Nuro., m i, to . — ? h a i., u n , 4.— « Exod., xxxiv, 35. ■ Job., xxii, 14. — » Job., xxii, 13. — > Prov., x v , 3 . - 4 Isxi., v i, 2 . - 5 L ac., vi, 23.
66o Serie segunda.— Pasión deJesucristo. Med. jó .— Nuevas injurias de Jesucristo en casa de Caifas. 661

tes de culpas, quiere el Señor pasar por estas dos diferencias de


penas. Y a s í, has de pensar que hieres con el puño á Cristo cuan­ 36.— HUEVAS IN1URIAS DE JESUCRISTO EN CASADE CAIFÁS.
do pecas por codicia de los bienes terrenos, y con la mano abierta
cuando por vanidad y sensualidad. ¡Oh magniñcentísimo Dador f f f iu n o i.* Insistiendo los judíos «n atormentar á Cristo, unos le mesahm b s barbas,
de todos los bienes! Pues que con tanta generosidad dais el ros­ otros le decían palabras afrentosas, j le atormentaban de otros modos.
P reunmo a.» Represéntate á Jesús en medio de los judíos, hecho el juguete de ellos.
tro al que os hiere, con deseo de darle vuestro corazón, por el
PmMDH>3* Pide la gracia de saber padecer injurias por amor á Jesús.
grande amor que le tenéis, abrid vuestra mano benditísima, y
tocad á los que con la suya os hieren, para que cesen de heriros,
P a n t o l . ° L o s j u d í o s m e s a r o n l a s b a r b a s á J e s ú s . —Con­
y con ella hieran sus pechos como el publicano, confesando sus
sidera cómo, prosiguiendo los judíos en su cruel entretenimiento,
culpas, para que alcancen perdón de ellas. ¿ De qué modo hemos sujetaron á Jesús á una nueva pena y tormento doloroso y afren­
herido nosotros á Jesucristo ? Actualmente, ¿en qué pecados so­ toso, que fué mesarle las barbas y arrancarle los cabellos con
lemos caer ? crueldad excesiva; porque, aunque los Evangelistas no cuentan
E p ílo g o y c o lo q n ío s . ¡Oh qué injurias, qué baldones, qué esto, pero díjolo el mismo Señor por Isa ías', y es cierto que se
crueldades ejecutaron en Jesús los infames judíos, luego que su cumplió. «Yo, dice, di mi cuerpo á los que le herían, y mis bar­
concilio le condenó á m uerte! Toda la noche estuvieron entrete­ bas á los que las arrancaban; no aparté mi rostro de los que me
nidos á costa de É l, desfogando la saña que contra Él tenían, y el escarnecían y escupían». Pondera aquí el dolor y afrenta de este
odio que el demonio les inspiraba. L a primera injuria fuéescupirle tormento, los cuales son tan grandes, que obligaron al profeta
en el rostro. ¡Oh cielos! ¡El Dios de la majestad escupido por vi­ Isaías á hacer especial mención de él. Porque siendo la cabeza
les gusanillos de la tierra! ¿Y es posible que también nosotros y la cara lugares tan delicados y sensibles del cuerpo humano,
hayamos caído en la osadía de los judíos, escupiendo al Señor? y arrancándole aquellos malvados sayones sin tiento y con cruel­
Esto hemos hecho siempre que hemos quebrantado su ley. ¡Qué dad los cabellos y la barba, el dolor debía ser intensísimo. Ade­
dolor! Luego le vendan los ojos para que no los vea, porque la más, siendo las barbas símbolo de la fortaleza varonil, se con­
gravedad y serenidad de su rostro les pone empacho, y no se sideraba como grande afrenta entre los judíos el cortarla, por
atreven á ultrajarle con descaro: y para librarse del encogimien­ cuyo motivo declaró David la guerra á losammonitas, que se
to que podía causarles la tranquila y pacifica mirada de Jesús, atrevieron á deshonrar de este modo á sus enviados; y mucha
ponen delante de sus ojos un paño vil y sucio, para mayor escar­ mayor injuria era el arrancarlas. Mas todo lo quiso sufrir nues­
nio. Del propio modo los pecadores pretenden vendar los ojos á tro buen Jesús, para pagar por nuestras cobardías afeminadas,
D io s, olvidándose de su presencia, pensando que no los ve. y por nuestras demasías y excesos en buscar las cosas super­
entregándose obstinadamente á sus brutales inclinaciones. ¡Qué fluas de este mundo, y por nuestro amor desordenado á las cria­
desgracia! ¿Hemos caído en ella alguna vez ? ¿ Hemos añadido la turas, al modo que á Sansón le fueron cortados los cabellos por
otra injuria de los judíos contra Jesucristo, abofeteándole espi­ cansa de su apasionado amor á Dalila. ¡Oh sumo Sacerdote, mu­
ritualmente , ó abierta la mano con los pecados de vanidad y cho más noble que Aarón *, cuya unción destilaba de la cabeza
sensualidad, ó cerrado el puño con la avaricia y ambición? ¡Ah! hasta la barba, para significar su dignidad y fortaleza varonil!
Si penetramos dentro de nuestro corazón, tal vez con rubor ha­ ¿Cómo consentís que la vuestra sea mesada y arrancada con
bremos de confesar que si fueron malvados los judíos con el tanta ignominia y crueldad? ¡Oh sagrado Nazareno! Si vuestros
Señor, nosotros hemos sido más criminales , por haber pecado cabellos no habían de ser cortados mientras durase vuestra
con mayor conocimiento, y abusando más de las gracias divi­ consagración > á D ios, ¿por qué os los dejáis repelar y arrancar,
nas. Pues, i qué haremos en lo sucesivo ? ¿ Cómo repararemos siendo siempre nazareno y santo, y la misma santidad? Supli­
nuestras iniquidades ? ¿ Qué quiere Jesús de nosotros? ¿ Qué qui­ cóos, Señor, que me perdonéis las culpas que han sido causa
siéramos haber hecho, cuando nos hayamos de presentar en el de estas penas, y me deis un ánimo fuerte para serviros y muy
tribunal divino? Puesto que puede ocurrimos muy pronto este mortificado para nunca más ofenderos.
paso tan tem ib le, formemos aquellas resoluciones prácticas y .P a n to 2 ,° L o s j u d í o s d ije r o n á J e s ú s m u c h a s p a la b r a s
particulares que entonces quisiéramos haber hecho, y con fer­ i n j a r i o s a s .— Otra de las injurias que hicieron los judíos á Jesús
vientes coloquios pidamos las gracias necesarias para ponerlas fué de palabras afrentosas, que proferían cuando le daban bofe-
en práctica, sin olvidar las demás cosas que tenemos enco­
mendadas. * Isai., l, 6. — » P.<alm. cx xx u , 2 . - 3 N u m ., v t , 5.
Med. $6.— Nuevas injurias de Jesucristo en casa de Caifas. 661
66 o Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.

tes de culpas, quiere el Señor pasar por estas dos diferencias de


penas. Y a s i, has de pensar que hieres con el puño á Cristo cuan­ 36 . — NUEVAS INJURIAS DE JESUCRISTO EN CASA DE CAIFÁS.
do pecas por codicia de los bienes terrenos, y con la mano abierta
cuando por vanidad y sensualidad. ¡Oh magnificentísimo Dador P reludio i .» Insistiendo los judíos en «tormentar á Cristo, unos le mesaban las barbas,
de todos los bienes! Pues que con tanta generosidad dais el ros­ otros le decían palabras afrentosas, y le atormentaban de otros modos.
Preludio 2.“ Represéntate á Jesús en medio de los judios, hecho el juguete de ellos.
tro al que os hiere, con deseo de darle vuestro corazón, por el
P reludio } Pide la gracia de saber padecer injurias por amor á Jesús.
grande amor que le tenéis, abrid vuestra mano benditísima, y
tocad á los que con la suya os hieren, para que cesen de heriros, P u n to l.° L o s j u d í o s m e s a r o n la s b a r b a s á J e s ú s . —Con­
y con ella hieran sus pechos como el publicano, confesando sus sidera cómo, prosiguiendo los judíos en su cruel entretenimiento,
culpas, para que alcancen perdón de ellas. ¿ De qué modo hemos sujetaron á Jesús i una nueva pena y tormento doloroso y afren­
herido nosotros á Jesucristo ? Actualmente, ¿en qué pecados so­ toso, que fué mesarle las barbas y arrancarle los cabellos con
lemos caer ? crueldad excesiva; porque, aunque los Evangelistas no cuentan
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh qué injurias, qué baldones, qué esto, pero díjolo el mismo Señor por I s a í a s y es cierto que se
crueldades ejecutaron en Jesús los infames judíos, luego que su cumplió. «Yo, dice, di mi cuerpo á los que le herían, y mis bar­
concilio le condenó á m uerte! Toda la noche estuvieron entrete­ bas á los que las arrancaban; no aparté mi rostro de los que me
nidos á costa de É l , desfogando la saña que contra Él tenían, y el escarnecían y escupían». Pondera aquí el dolor y afrenta de este
odio que el demonio les inspiraba.Laprimera injuria fuéescupirle tormento, los cuales son tan grandes, que obligaron al profeta
en el rostro. ¡Oh cielos! ¡El Dios de la majestad escupido por vi­ Isaías á hacer especial mención de él. Porque siendo la cabeza
les gusanillos de la tierra! ¿Y es posible que también nosotros y la cara lugares tan delicados y sensibles del cuerpo humano,
hayamos caído en la osadía de los judíos, escupiendo al Señor? y arrancándole aquellos malvados sayones sin tiento y con cruel­
Esto hemos hecho siempre que hemos quebrantado su ley. ¡Qué dad los cabellos y la barba, el dolor debía ser intensísimo. Ade­
dolor! Luego le vendan los ojos para que no los vea, porque la más, siendo las barbas símbolo de la fortaleza varonil, se con­
gravedad y serenidad de su rostro les pone empacho, y no se sideraba como grande afrenta entre los judíos el cortarla, por
atreven á ultrajarle con descaro; y para librarse del encogimien­ cuyo motivo declaró David la guerra á los ammonitas, que se
to que podía causarles la tranquila y pacífica mirada de Jesús, atrevieron á deshonrar de este modo á sus enviados; y mucha
ponen delante de sus ojos un paño vil y sucio, para mayor escar­ mayor injuria era el arrancarlas. Mas todo lo quiso sufrir nues­
nio. Del propio modo los pecadores pretenden vendar los ojos á tro buen Jesús, para pagar por nuestras cobardías afeminadas,
Dios, olvidándose de su presencia, pensando que no los ve, y por nuestras demasías y excesos en buscar las cosas super­
entregándose obstinadamente á sus brutales inclinaciones. ¡Qué fluas de este mundo, y por nuestro amor desordenado á las cria­
desgracia! ¿Hemos caído en ella alguna vez ? ¿ Hemos añadido la turas, al modo que á Sansón le fueron cortados los cabellos por
otra injuria de los judíos contra Jesucristo, abofeteándole espi­ causa de su apasionado amor á Dalila. ¡Oh sumo Sacerdote, mu­
ritualmente, ó abierta la mano con los pecados de vanidad y cho más noble que Aarón \ cuya unción destilaba de la cabeza
sensualidad, ó cerrado el puño con la avaricia y ambición? ¡Ah! hasta la barba, para significar su dignidad y fortaleza varonil!
Si penetramos dentro de nuestro corazón, tal vez con rubor ha­ ¿Cómo consentís que la vuestra sea mesada y arrancada con
bremos de confesar que si fueron malvados los judíos con el tanta ignominia y crueldad? ¡Oh sagrado Nazareno! Si vuestros
Señor, nosotros hemos sido más criminales , por haber pecado cabellos rio habían de ser cortados mientras durase vuestra
con mayor conocimiento, y abusando más de las gracias divi­ consagración»á D ios, ¿por qué os los dejáis repelar y arrancar,
nas. Pues, i qué haremos en lo sucesivo ? ¿ .Cómo repararemos siendo siempre nazareno y santo, y la misma santidad? Supli­
nuestras iniquidades ?; Qué quiere Jesús de nosotros? ¿ Qué qui­ cóos, Señor, que me perdonéis las culpas que han sido causa
siéramos haber hecho, cuando nos hayamos de presentar en el de estas penas, y me deis un ánimo fuerte para serviros y muy
tribunal divino? Puesto que puede ocurrimos muy pronto este mortificado para nunca más ofenderos.
paso tan tem ib le, formemos aquellas resoluciones prácticas y P a n to #.° L o s j u d í o s d ije r o n d J e s ú s m u c h a s p a la b r a s
particulares que entonces quisiéramos haber hecho, y con fer­ i n j u r i o s a s .— Otra de las injurias que hicieron los judíos á Jesús
vientes coloquios pidamos las gracias necesarias para ponerlas fué de palabras afrentosas, que proferían cuando le daban bofe­
en práctica, sin olvidar las demás cosas que tenemos enco­
mendadas. ■ Isai., t, 6 . — * P-<alm. cxxxn, 2. — 5 Num., vi, 5.
662 Serie segunda.— Pasión de Jesús. Med. 3 6 . — Nuevas injurias de Jesucristo en casa de Caifas. 665

tadas y puñadas, diciendo: «Profetízanos, Cristo, ¿quién és el referidas y con otras muchas á que Satanás les instigaba para
que te hirió?» Que era como decir: Pues dices de Ti que eres vengarse de Cristo y derribar su constancia; y marchándose
Cristo y Profeta, adivina quién te dió esta bofetada; en lo cual unos á dormir, venían otros de refresco, que proseguían sus in­
daban á entender que le tenían por Cristo fingido y profeta falso. jurias, sin dejarle dormir ni descansar en toda la noche, estando
Y añade san Lucas: «Y otras muchas blasfemias decían contra como blanco y terrero de todos, cumpliéndose lo que había
É l», dejando á nuestra consideración su número y gravedad. dicho Simeón ’, que estaría puesto como señal de contradicción,
Mas, para creer que fueron muchas y muy graves, basta saber y lo que dijo por D avid 1: «Gusano soy y no hombre, oprobio de
que los blasfemadores eran muchos y muy atrevidos y desco­ los hombres y desecho del pueblo». Pero, ¿qué hacía entonces
medidos, llenos de ira y rencor, y que la serpiente infernal mo­ este soberano Redentor, no hombre, sino más que hombre y
vía sus lenguas serpentinas, para que vomitasen injurias y blas­ gloria de todos los hombres? Mostraba un rostro como de dia­
femias nunca oídas, á fin de provocarle á impaciencia y tomar mante, y un cuerpo como de acero, sin cansarse de sufrir ni
de Él cruel venganza. Es de cre e r que renovarían todas las pala­ dar señal de enfado ó enojo, y en lo interior ofrecía todos aque­
bras injuriosas que otras v e ce s le habían dicho, llamándole llos trabajos á s u Padre por los pecadores, y estaba continua­
samaritano, endemoniado, comedor y bebedor, amigo de publi­ mente orando por ellos con grandísimo fervor, de modo que
canos, quebrantador de los sábados y fiestas, revolvedor del podíamos decir de É l »:«Estaba trasnochando y pasando toda la
pueblo, nigromántico, blasfemo contra Dios, y otras innumera­ noche en oración de Dios»; esto e s , en oración altísima, digna
bles. De suerte que ellos hartaron y cumplieron el deseo que de Dios, sin que la muchedumbre de injurias que o ía , ni la te­
tenían de injuriarle, y en C risto se cumplió lo que dijo de sí el rribilidad de los dolores que padecía, lo divirtiesen ó entibiasen
santo J o b ': «Abrieron contra mí sus bocas, diciéndome opro­ en ella. A llí tenía presentes á sus discípulos, que andaban des­
bios, hirieron mi rostro, y hartáronse de mis penas». Y el mis­ carriados como ovejas sin pastor, y oraba por ellos ardientemen­
mo Cristo, como dijo Jerem ías a, quedó también harto de des­ te, porque no se los tragase el lobo infernal; y también puedes
precios; pero siempre con ganas de recibir otros mayores, como creer que te tenía presente en su memoria y ofrecía por ti su
los recibió en el discurso de e sta noche; porque el deseo de sus oración. ¡Oh Salvador mío! ¡Quién se hallara en vuestra com­
enemigos era como hambre canina y sed de hidropesía, que, pañía para consolaros en el desconsuelo de tan larga noche! Con
aunque se harte, luego tiene hambre y se d ; pero el deseo de el espíritu me pongo en vuestra presencia, deseando trasnochar
Cristo era hambre y sed de caridad infinita que nunca del todo en la oración de D ios, juntando la mía con la vuestra, para que
se puede ver harta ; y así, por mucho que ellos deseaban llenarle sea bien recibida y despachada. ¡Oh alma! Aprende de Jesús el
de injurias, estaba aparejado p ara recibir otras muy mayores. modo de portarte en los trabajos con que te visita. ¿Le imitas
¡Oh dulcísimo Jesús! Gracias o s doy por esta caridad tan insa­ entonces como debes, sufriéndolos con paciencia y orando con
ciable y fuego de amor tan encendido, que nunca supisteis decir fervor?
á vuestros injuriadores, basta ; suplicóos, por las sacratísimas E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh crueldad insaciable de los ju­
penas que por ellos sufristeis, m e perdonéis las culpas que fueron díos! No satisfechos con llenar de inmundas salivas el venerable
causa de ellas, y me hagáis ta n dichoso, que guste de padecer rostro de Jesús, con vendarle los ojos y magullarle el rostro á
con paciencia y caridad las p en as que Vos padecisteis por mí. golpes,inventaron un nuevo modo de atormentarle y afrentarle,
¿Hemos nosotros injuriado á Jesú s con nuestras palabras? ¿Cómo y fué arrancándole los cabellos y mesándole con furia las bar- .
debemos hablar de Él en lo sucesivo? ¿Cómo hemos de sufrir las bas. ¡Qué dolor! De él quiso hacer especial mención el santo
injurias de nuestros enemigos ? profeta Isaías, añadiendo que Jesús lo sufrió con tal paciencia,
P n n to 8 .» O tro s t r a b a j o s d e J e s ú s e n lo r e s ta n te d e la que de sí mismo ofreció sus barbas á los que las mesaban. ¡ Oh
n o c h e .— Considera aquí lo dem ás que Cristo nuestro Señor pa­
caridad de Jesús! ¡Cuán insaciable eres! Con estas injurias de
decería en lo restante de a q u ella noche; lo cual es más de lo obra acompañaban aquellos infames judíos muchas injurias de
que nuestro entendimiento p u ed e alcanzar; porque habiéndose palabra. Unos, al pegarle, le dicen: «Adivina quién te dió»;
ido los pontífices y sacerdotes á reposar, Jesús quedó fuerte­ otros le repiten los dicterios y ultrajes que solían decirle los ju­
mente atado en aquella sala, co n muchos soldados de guarda, díos; y todos se toman la libertad de decir contra el Señor todo
acudiendo también los criados y chusma de la casa: los cuales se aquello á que les instiga Satanás. Y , á pesar de todo, Jesús no
se cansa; y si sus enemigos se hartan de atormentarle, todavía
entretuvieron todo aquel tiem p o burlándose de Él en las cosas
• Luc., ti, 34; Psalm. lxxix , 7 . — » Psalm. x » , 7 . — } Luc., v i , 12.
Job, xvi, n . — «Tbren., ni, 50.
664 S e r ie se g u n d a .— P a s ió n d e Jesu cristo .
M e d . y j . — P resen ta ció n d e J e s ú s á P ila to s . 665
no pueden llegar á satisfacer el insaciable deseo que tiene de de cualquier modo que respondiese; porque si negaba que era
padecer, diciendo interiormente á cada nueva injuria lo que des­ Cristo, dijeran que era contrario á sí mismo, y que Él se conde­
pués dijo en la cruz : S i t i o , tengo sed. Y así pasa toda aquella no­ naba en haberse tenido por Cristo; y si confesaba que lo era,
che; noche memorable, noche tenebrosa, noche cruel; pero no­ ratificándose en lo dicho, alcanzarían lo que deseaban para con­
che en que el Padre Eterno recibió la mayor gloria, y el mundo denarle. Pero más digna de consideración es la respuesta de '
pecador tenía un Dios infinito que intercedía por él, y rogaba y Cristo, en la cual demostró su admirable prudencia, modestia y
pedía el perdón de sus pecados. En esto se ocupaba Jesucristo en mansedumbre, junto con gran libertad de espíritu, añadiendo
medio de sus penas. ¡Oh! ¡Si nosotros le imitásemos! ¿Hemos segunda vez aquella palabra,'que estaría sentado á la diestra de
contribuido con nuestras culpas á causar los tormentos de Jesús? Dios, para ponerles miedo, y para que entendamos que sus humi­
¿Hemos mesado sus barbas, menoscabando nuestra dignidad de llaciones habían de parar en exaltación; y lo mismo será de las
hombres, ó arrancado los cabellos, buscando demasías y rega­ nuestras, si le seguimos; y también para enseñarnos que ningún
los? ¿No nos inspira compasión este Señor tan atormentado? temor humano nos ha de impedir el confesar la verdad que de
¿Nos atreveremos á ayudar á los atormentadores con nuevos Dios hemos recibido. Finalmente: viendo á Jesús desfigurado con
pecados? No seamos tan ingratos; procuremos más bien consolar los trabajos de aquella noche, pregúntale con otro ánimo: ¡Oh
á Jesús en su desconsuelo y aflicción, haciendo para este fin los Jesús mío! ¿Sois V os por ventura el Cristo? ¿Sois el resplandor
propósitos que nos convengan, y pidiendo las gracias que nece­ de la gloria del Padre, el Hijo de Dios vivo? Pues si lo sois, como
sitamos para su cumplimiento y para todo lo demás. de verdad lo sois, ¿cómo está vuestro rostro tan desfigurado?
¿Cómo tan afeado consalivas?¿Cómo tan acardenalado con bofe­
37,—PRESENTACIÓN DE JESÚS Á PILATOS. tadas? Mis pecados son la causa de todo esto, y vuestra caridad
ha tomado estas insignias, por las cuales se conoce que sois el
Cristo, Hijo de Dios vivo, que vino al mundo para redimirle. ¿ Y
P reludio i.» Los judíos, llegada la mañana, oyendo que Jesús se ratificaba en loque he de ser yo tan ingrato, que no os quiera reconocer? ¿Y tan
antes había dicho , le llevaron i Pilatos; y Judas, viendo lo que pasaba, desesperado, se
loco, que no quiera temer vuestra ira? ¿Cuándo y en qué cosas
ahorcó.
me debo corregir?
Preludio 2.» Repreiéntate estos hechos como si los vieras con tus ojos.
P reludio 3.0 Pide la firmeza en ia fe y confianza en la misericordia de Dios.
P a n t o S . 0 J e s ú s e s lle v a d o á P i l o t o s .— Considera cómo,
oída la respuesta de Jesús, levantóse toda la muchedumbre de
gente que constituía el concilio, y atándole de nuevo, le llevaron
P a n t o i.° L le g a d o e l d ía , r e ú n e n s e lo s s a c e r d o t e s , y con­ • á Ponció Pilatos, presidente. En esta nuqva estación has de me­
f i r m a n la s e n te n c ia co n tr a J e s ú s — Luego
que amaneció el día, ditar, lo primero, cómo el estado eclesiástico de los judíos,
juntáronse de nuevo los sacerdotes con Caifás, y llamando á . enemigo declarado de Jesucristo, por su sentencia le relajó al
Jesús, le preguntaron si era Hijo de D ios; y habiendo contestado brazo seglar de Pilatos, presidente por los romanos, para que le
afirmativamente como en la víspera anterior, dijeron: «No tene­ ajusticiase más cruelmente, pareciéndoles que era muy pequeña
mos necesidad de testigos, pues de su boca hemos oído lo que la pena que ellos podían darle, porque deseaban muriese con
deseamos'». Pondera acerca de esto, ante todo, cuán deseada muerte muy cruel; ordenándolo así la divina Providencia para
tenían la mañana, así Cristo nuestro Señor, como sus enemigos, que judíos y gentiles concurriesen á la muerte del que moría por
pero con fines contrarios. Cristo la deseaba, porque en aquel día la salvación de todos. ¡ Oh cuán profundos son los juicios de Dios,
pensaba concluir la redención del mundo, y había treinta y tres y con qué sabiduría tan maravillosa dispone todas las cosas!
años que estaba esperando este día que tenía por suyo, en cuanto Pondera luego la crueldad con que llevaron á Cristo nuestro Se­
todo era para nuestro bien. Sus enemigos deseaban que amane­ ñor por las calles de Jerusaién, con grandes voces y alaridos,
ciese, para concluir su dañada pretensión de matarle cruel men- • concurriendo á esto mucha gente, por ser innumerable la que
te; y así madrugaron mucho para juntarse otra vez de nuevo en había en la ciudad á causa de la fiesta del Cordero. Iba nuestro
su concilio. ¡Cuánta diligencia tienen los malos para salir con buen Jesús maniatado, con paso muy apresurado; pero con un
sus malvados intentos, y cuánta pereza tienes tú para cumplir rostro modesto, grave y manso, dejándose llevar de aquellos
la voluntad divina! Observa la malicia y astucia de estos escribas tigres sin resistencia alguna, sufriendo los desprecios y baldones
en la pregunta que hicieron á Cristo nuestro Señor para cogerle que le decían, con mucha mayor afrenta que la noche pasada;
porque con el día claro iodos le podían ver y conocer; y como
• Luc., xyh, 66, 70. sabían que esto se hacía por orden de sus sacerdotes, y que ellos
6 66 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M e d . $ 8 .— A c u s a c ió n d e Jesús a n te P ila to s . 667
iban allí cerca, ninguno se atrevía á contradecir, antes clamaban
hombre que no pueda hacer otro, si le soltáis de vuestra mano.
contra el preso. ¡Oh buen Jesús 1 Gracias os doy por toáoslos
Y nosotros, ¿nos hemos dejado engañar como Judas de Ios-ardi­
pasos que disteis desde la casa de Caifás hasta la de Pilatos, y
des del enemigo? ¿Tiene nuestra penitencia y dolor las condicio­
por las afrentas que en este camino padecisteis; por ellas os-
nes que ha de tener para purificar el alma?
suplico perdonéis los malos pasos que he dado para ofenderos,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh Jesús {.Alegraos. Ha amanecido
y los enderecéis de aquí adelante para que todos sean para ser­
ya el día en que daréis fin á la redención del mundo, por la cual
viros. ¿Imitamos la modestia y gravedad de Jesús al ir en público
tanto os habéis afanado. Mas si Jesús se alegra, movido de la
por las calles ? ¿L e hemos arrojado alguna vez de nosotros, entre­
caridad que nos tiene, sus enemigos también se alegran de hallar­
gándolo á su enemigo?
se en este día, en que podrán desahogar su saña contra Él. Y a le
P a n t o 3.° D e s e s p e r a c ió n d e J u d a s .— Viendo Judas que
hacen presentar de nuevo á su tribunal para que se ratifique en
Cristo estaba condenado á muerte en el concilio de los sacerdo­
la afirmación que había dejado escapar de sus labios, diciendo
tes, y que le llevaban á Pilatos para que lo aprobase y ejecuta­
ser Hijo de Dios. Ya confirman á una voz la sentencia que habían
se , pesóle de lo que había hecho, y fuese al templo donde esta­
dictado el día anterior. Y a se levantan de sus asientos, y atando
ban algunos sacerdotes y ancianos ocupados en sus ministerios,
más fuertemente á Jesús, y rodeándoles gran muchedumbre de
y díjoles: «Pequé entregando la sangre del justo». Ellos respon­
gente, le llevan á Pilatos, para que inmediatamente confirme la
dieron: «¿Qué se nos da á nosotros? Miráraslo primero». Y él,
sentencia que ellos han dado y la ejecute. ¡Qué rabia tan inaudita
arrojando los dineros en el templo, fuése y ahorcóse. Acerca de
la de estos malos sacerdotes! ¡Qué mansedumbre tan divina la
este hecho has de ponderar primero cómo el demonio ciega los
de Jesús! Con paso grave, los ojos bajos, el semblante majes­
ojos del pecador al tiempo que peca, porque no vea la maldad de
tuoso y humilde al mismo tiempo, marcha en medio del tropel de
la culpa y huya de ella, y después ios abre, encareciéndosela
la gente; todos le miran á É l, y Él, sin mirar á nadie, los ve i
mucho, y afeándosela tanto, que de corrido venga á desesperar todos, contemplando en unos el gozo por su desgracia, en otros
como sucedió á Caín á Judas y otros. En segundo lugar, mira la compasión natural, en otros la complacencia por sus penas. ¡Y
cómo Judas comenzó á hacer penitencia, y á ejercitar las tres
todo aumenta su aflicción dolorosa! ¿Y quién sabe si llegaría á
partes de ella, porque tuvo dolor interior, y confesó su pecado ver también en esta ocasión á su Madre? Entretanto, eldesgra
delante de los sacerdotes, y satisfizo, restituyendo el precio que ciado y criminal Judas, acosado de remordimientos, instigado
había llevado injustamente; pero todo le aprovechó poco, porque del demonio, abandonado de Dios, despreciado de los hombres,
no fué buena su penitencia, ni e l dolor era verdadero, ni hizo la sumergido en un mar de tinieblas, viendo que por él Jesús iba á
confesión á quien debía, ni con esperanza de perdón. Y así, por morir, avergonzado de la vida, arroja de sí el dinero, y confe­
justo juicio de Dios, fué’ desamparado, como sus pecados mere­ sando la justicia de Dios y su propia injusticia, se ahorca. ¿No
cían, permitiendo que no hallase consuelo en los hombres, ni temeremos los divinos juicios? ¡Ay7 de nosotros si comenzásemos
contento en su dinero; antes, su dinero fué su verdugo, recibien­ á ceder á las exigencias de una pasión! Esto solo podría condu­
do mayor congoja en tenerle, que contento recibió al tiempo de cirnos al paradero de Judas. Veamos, pues, por dónde nos ataca
aceptarlo; por lo cual lo arrojó de sí, y, no atreviéndose á acudir el enemigo; si es el genio, la sensualidad, pereza ó imaginación
á Cristo, y temiendo esperar e l tiempo de la resurrección, ator­ las armas de que se vale contra nosotros, propongamos resis­
mentado de la conciencia é instigado de Satanás, resolvió ahor­ tirle, pidiendo gracia al Señor y rogando por todo el mundo.
carse luego, mostrándonos en sí mismo que la pena de la avari­
cia es perder el dinero y la felicidad eterna, y morir á sus mis­ 3 8 .— ACUSACIÓN DE JESÚS ANTE PILATOS.
mas manos, reventando por medio y derramando sus entrañas
por no haber tenido entrañas do misericordia con Cristo. Ponde­ P reludio i .0 Presentado Jesús á Pilatos, fué acubado por los pontífices de varias cosas,
ra, por último, el sentimiento que causó á este Señor la conde­ y Pilatos le examinó.
nación de Judas, y cuán de buena gana le hubiera perdonado si, P reludio 2.» Represéntate á Jesús en pie ante Pilatos, que le examina.
como acudió á los sacerdotes, hubiese venido á Él. ¡Oh Reden­ P reludio 3.« Pide gracia para imitar la mansedumbre y humildad de jesús.
tor misericordiosísimo! Pues tanto sentís la perdición de los que
eran vuestros, no me dejéis d e vuestra mano; porque, si me de­ P a n to l.° R e c ib im ie n to q u e P ila t o s h iz o d J e s ú s . — Pre­
jáis , daré en los desvarios de Judas, pues no hay mal que haga un sentando los pontífices á Jesús ante Pilatos en su pretorio, salió
el presidente á ellos, y preguntóles: «¿Qué acusación traéis con­
i Gene*., iv, 13. tra este hombre?» Y ellos respondieron : «Si no fuera malhechor,
666 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M e d . $ 8 .— A c u s a c ió n de Jesú s a n te P ila to s . 667
iban allí cerca, ninguno se atrevía á contradecir, antes clamaban hombre que no pueda hacer otro, si le soltáis de vuestra mano.
contra el preso. ¡Oh buen Jesús! Gracias os doy por todos los Y nosotros, ¿nos hemos dejado engañar como Judas de Ios-ardi­
pasos que disteis desde la casa de Caifás hasta la de Pilatos, y des del enemigo? ¿Tiene nuestra penitencia y dolor las condicio­
por las afrentas que en este camino padecisteis; por ellas os- nes que ha de tener para purificar el alma?
suplico perdonéis los malos pasos que he dado para ofenderos, E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh Jesús!. Alegraos. Ha amanecido
y los enderecéis de aquí adelante para que todos sean para ser­ ya el día en que daréis fin á la redención del mundo, por la cual
viros. ¿Imitamos la modestia y gravedad de Jesús al ir en público tanto os habéis afanado. Mas si Jesús se alegra, movido de la
por las calles? ¿Le hemos arrojado alguna vez de nosotros, entre­ caridad que nos tiene, sus enemigos también se alegran de hallar­
gándolo á su enemigo? se en este día, en que podrán desahogar su saña contra Él. Y a le
P a n t o 3.° D e s e s p e r a c ió n d e J u d a s . — Viendo Judas que hacen presentar de nuevo á su tribunal para que se ratifique en
Cristo estaba condenado á muerte en el concilio de los sacerdo­ la afirmación que había dejado escapar de sus labios, diciendo
tes, y que le llevaban á Pilatos para que lo aprobase y ejecuta­ ser Hijo de Dios. Y a confirman á una voz la sentencia que habían
se, pesóle de lo que había hecho, y fuese al templo donde esta­ dictado el día anterior. Y a se levantan de sus asientos, y atando
ban algunos sacerdotes y ancianos ocupados en sus ministerios, más fuertemente á Jesús, y rodeándoles gran muchedumbre de
ydíjoles: «Pequé entregando la sangre del justo». Ellos respon­ gente, le llevan á Pilatos, para que inmediatamente confirme la
dieron: «¿Qué se nos da á nosotros? Miráraslo primero». Y él, sentencia que ellos han dado y la ejecute. ¡Qué rabia tan inaudita
arrojando los dineros en el templo, fuése y ahorcóse. Acerca de la de estos malos sacerdotes! ¡Qué mansedumbre tan divina la
este hecho has de ponderar primero cómo el demonio ciega los de Jesús! Con paso grave, los ojos bajos, el semblante majes­
ojos del pecador al tiempo que peca, porque no vea la maldad de tuoso y humilde al mismo tiempo, marcha en medio del tropel de
la culpa y huya de ella, y después los abre, encareciéndosela la gente; todos le miran á É l, y Él, sin mirar á nadie, los ve á
mucho, y afeándosela tanto, que de corrido venga á desesperar todos, contemplando en unos el gozo por su desgracia, en otros
como sucedió á Caín ', á Judas y otros. En segundo lugar, mira la compasión natural, en otros la complacencia por sus panas. ¡Y
cómo Judas comenzó á hacer penitencia, y á ejercitar las tres todo aumenta su aflicción dolorosa! ¿Y quién sabe si llegaría á
partes de ella, porque tuvo dolor interior, y confesó su pecado ver también en esta ocasión á su Madre? Entretanto, eldesgra
delante de los sacerdotes, y satisfizo, restituyendo el precio que ciado y criminal Judas, acosado de remordimientos, instigado
había llevado injustamente; pero todo le aprovechó poco, porque del demonio, abandonado de Dios, despreciado de los hombres,
no fué buena su penitencia, ni e l dolor era verdadero, ni hizo la sumergido en un mar de tinieblas, viendo que por él Jesús iba á
confesión á quien debía, ni con esperanza de perdón. Y así, por morir, avergonzado de la vida, arroja de sí el dinero, y confe­
justo juicio de Dios, fué’ desamparado, como sus pecados mere­ sando la justicia de Dios y su propia injusticia, se ahorca. ¿No
cían, permitiendo que no hallase consuelo en los hombres, ni temeremos los divinos juicios? ¡A y de nosotros si comenzásemos
contento en su dinero; antes, su dinero fué su verdugo, recibien­ á ceder á las exigencias de una pasión! Esto solo podría condu­
do mayor congoja en tenerle, que contento recibió al tiempo de cirnos al paradero de Judas. Veamos, pues, por dónde nos ataca
aceptarlo; por lo cual lo arrojó de sí, y, no atreviéndose á acudir el enemigo; si es el genio, la sensualidad, pereza ó imaginación
á Cristo, y temiendo esperar e l tiempo de la resurrección, ator­ las armas de que se vale contra nosotros, propongamos resis­
mentado de la conciencia é instigado de Satanás, resolvió ahor­ tirle, pidiendo gracia al Señor y rogando por todo el mundo.
carse luego, mostrándonos en sí mismo que la pena de la avari­
cia es perder el dinero y la felicidad eterna, y morir á sus mis­ 3 8 .— ACUSACIÓN OE JESÚS ANTE PILATOS.
mas manos, reventando por medio y derramando sus entrañas
por rio haber tenido entrañas de misericordia con Cristo. Ponde­ P reludio i .» P resen tad o Jesú s á P ila to s , fué acu«ado p or los p on tífices d e v aria s c o s a s,
ra, por último, el sentimiento que causó á este Señor la conde­ y P ilato s le ex am in ó .
nación de Judas, y cuán de buena gana le hubiera perdonado si, P reludio 2.° R e p resén ta te á Jesú s e n p ie ante P ila t o s , q u e le e x am in a.

como acudió á los sacerdotes, hubiese venido á Él. ¡Oh Reden­ P reludio 3 .« P id e g ra cia p ara im ita r la m an sed u m bre y hum ildad d e J esú s.

tor misericordiosísimo! Pues tanto sentís la perdición de los que


eran vuestros, no me dejéis d e vuestra mano; porque, si me de­ P a n t o 1.® R e c ib im ie n t o q u e P ila t o s h iz o d J e s ú s . — Pre­
jáis , daré en los desvarios de Judas, pues no hay mal que haga un sentando los pontífices á Jesús ante Pilatos en su pretorio, salió
el presidente á ellos, y preguntóles: «¿Qué acusación traéis con­
>Genes,, ív, 13. tra este hombre?» Y ellos respondieron : «Si no fuera malhechor,
668 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 38.— Acusación de Jesús ante Pilatos. 669
no le entregáramos á t i 1 ». Acerca de este paso has de conside­
rar, primeramente, la mala acogida y peor tratamiento que haría sentaron los escribas y fariseos; haced todo cuanto dijeren».
Pilatos á Cristo nuestro Señor, cuando le vió traer tan atado y También era público que no prohibía pagar los tributos al César,
con tantq estruendo y en día tan solemne, concibiendo que sería antes dijo 1 ; «Dad al César lo que es del César, y á Dios lo que
algún gran malhechor, pues en tal día y por gente tan grave es de Dios»; y El pagó el tributo por sí y por Pedro, con no es­
venía preso. Compadécete de ver á tu Señor tan despreciado, tar obligado á ello. Además, nunca dijo de sí que era rey tempo­
acordándote de la diferente manera con que Él recibió á la mu­ ral como los que hacían los romanos; antes, queriéndole hacer
jer adúltera % que le trajeron los judíos para que la juzgase. El rey, h uyóJ. Y si decía que era Mesías, sus obras daban testimo­
recibía con humildad y mansedumbre á los culpados; y , siendo nio de ello. Pues ¿adónde más pudo llegar la maldad de estos fal­
inocentísimo, es recibido con soberbia y altanería por los culpa­ sos acusadores que á inventar tales calumnias? ¿Y qué mayor
dos; Él defendía al reo de la furia de sus acusadores; mas con El crueldad pudo ser que no hartar su rabia con la muerte que ellos
los mismos jueces se convierten en acusadores. Y á todo esto se podían darle, sino fingir delitos para condenarle á otra más cruel,
somete por la infinita caridad que nos tiene. Pondera también el que era la muerte de cruz? ¿Has caído tú en tales excesos, atre­
orgullo y presunción que manifestarón los acusadores de Cristo viéndote á acusar alguna vez en tu interior á Jesús, quejándote
en su respuesta á Pilatos : «Si este no fuera malhechor, no le de sus disposiciones? ¡Oh dulce Jesús! Gracias os doy por el si­
trajéramos á tu tribunal». Corno quien dice : Basta que nosotros, lencio con que oís tales calumnias, pudiendo fácilmente desha-^
siendo sacerdotes y letrados de la ley, le traigamos preso, para cerlas. Concededme que imite vuestra paciencia, y libradme del
que estés cierto que es malhechor. ¡Oh soberbia endemoniada vicio del aborrecimiento, que tales calumnias inventa contra el
que así ciegas á los malhechores! ¡Oh humildad soberana que que es aborrecido.
así humillas al Supremo bienhechor! De esta humildad de Cristo» P u t e 3.° P i l a t o s e x a m i n a á C r is t o , e l c u a l c o n fie s a q u e
que, siendo bienhechor de todos, quiso ser tenido por público e s R e y .—Considera cómo Pilatos, en oyendo las acusaciones de
malhechor de los mismos á quienes hizo bien, has de sacar gran­ los judíos contra Jesús, entróse en la sala del tribunal para exa­
des afectos de esta virtud, teniendo por dicha hacer bien átodos, minarle de los delitos que le oponían, y comenzando por el pos­
y que todos te tengan por malhechor á imitación de tu Salvador. trero, que tenía por más grave, le dijo: «¿Eres tú rey de los
¡Oh Salvador dulcísimo! Poco es lo que de Vos había dicho judíos?» Cristo nuestro Señor, que vió que esta pregunta era con
Isaías, que erais gusano y no hombre, oprobio de los hombres y sencillez, respondió á e lla : «Mi reino no es de este mundo, por­
desecho de la plebe; porque los hombres malvados no sólo os que, si lo fuera, tuviera vasallos y criados que me defendieran
tienen ya por una cosa inútil, sino por un ser perjudicial, por su para -no ser entregado á los judíos, y así mi reino no es como
mayor enemigo; y esto, en el tiempo mismo en que vais á derra­ ios del mundo». Y replicando Pilatos, si era re y , contestó el Se­
mar la sangre para darles vuestra amistad. ñor: «Tú lo dices que soy rey». A cerca de este interrogatorio
P u n to 2 .° A c u s a c io n e s d e lo s j u d í o s c o n tr a J e s ú s .— Oyen­ debes en particular meditar con cuidado las notables sentencias
do Pilatos la orgullosa contestación de los pontífices, y habién­ que dijo Jesús acerca de su reino, del cual afirmó primero que no
doles dicho que, supuesto que le tenían por malhechor, le casti­ era reino terreno y mundano como los de acá, y por esto no tenia
gasen según la ley, ellos dijeron que no les era lícito matar á aparato de soldados, ni gente de guarda, ni los demás ministros
nadie con el género de muerte que merecía el Señor; y luego, que suelen tener los reyes terrenos en sus reinos. Y no solamente
para inclinar el ánimo de Pilatos, comenzaron á acusar á Jesu­ quiso decir que no lo era, sino que no lo pretendía, ni jamás lo
cristo de tres cosas : L a primera, que alborotaba la gente con había pretendido, como sus acusadores decían. Lo segundo, con­
mala doctrina. L a segunda, que prohibía dar los tributos debidos fesó que verdaderamente era rey, pero rey celestial; y tenía rei­
al César. L a tercera, que decía de sí ser Cristo R e y ; esto es, el no , pero reino de otro mundo, que es el reino del cielo, y el
Mesías que estaba prometido por rey de los judíos. Pondera bien reino espiritual de la Iglesia; y , por consiguiente, tenía vasallos
aquí la extremada maldad de estos acusadores, y las calumnias ó criados, pero celestiales y espirituales, que son los ángeles, los
que inventaron contra Cristo nuestro Señor con ánimos empon­ justos y los fieles que le creen, porque cual es ef rey tales son los
zoñados ; porque llana cosa era que no alborotaba Cristo á la vasallos, y cual es el reino tales son sus ciudadanos. ¡ Oh Rey so­
gente, antes la movía á penitencia y á todo género de virtud, berano ! Muy debido era á vuestra grandeza ser rey de este mun­
tanto, que dijo á sus discípulos»: «Sobre la cátedra de Moisés se do, y tener por vasallos y esclavos á todos los reyes de la tierra.
Mas, vuestra infinita caridad renunció esta pompa mundana para
1 Joan., x viii, 29. — « Jo a n ., v i» . 3 — i M a tth ., x x m , 2.
1 Lu«., xx ,25. — »Joan., vi, 15.
670 Segunda u ñ e .— Pasión de Jesucristo. M ed. 3 9 .— Silencio admirable de Jesús. 671
darme ejemplo de humildad, y levantar mi corazón á la preten­ tuvo el Señor tres excelencias soberanas. L a primera, que nunca
sión del reino celestial, con desprecio del terreno. Hacedme, testificó cosa que fuese falsedad ó mentira, sino todo cuanto dijo
Rey mío, vasallo digno de vuestro reino, con ánimo para hollar fué verdad, y no cualquiera, sino verdad provechosa para alcan­
todo lo que estima el mundo. ¿ Queremos nosotros que Jesús sea zar el reino cuyo Rey era. L a segunda, que testificó esta verdad
nuestro Rey? ¿Cómo nos sujetamos á su imperio? con gran valor, aunque le hubiese de costar la vida el decirla. L a
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh rabia diabólica de los judíos, tercera, que cuando era de cosa gloriosa para É l, la decía, no
enemigos de Jesús! Según su le y , y suponiendo al Señor blasfe­ por su honra, sino por cumplir con su oficio, dando testimonio de
mo, como ellos decían, debía morir apedreado. Mas esta pena es la verdad. A imitación de este Señor, has de persuadirte que tú
poco cruel y dura para satisfacer su insaciable odio contra Je­ también naciste y viniste al mundo para dar testimonio de la ver­
sús, y así inventan mil calumnias, y con ellas se presentan á dad con tus obras y palabras, procurando que siempre resplan­
Pilatos para que le condene á muerte de cruz. ¡ Qué recibimiento dezca en ellas la divina verdad, sin mezcla de mentira ni fingi­
tan malo haría este presidente á Jesús! ¡ Qué juicio tan desfavo­ miento, aunque te cueste la vida el testificarla. Pondera las pala­
rable formaría de Él, viendo que le traían tan atado y sujeto todo bras que añadió, diciendo que todos los que son del bando de la
lo mejor y más notable de los judíos! Mas, como era preciso que verdad y la aman, oyen su voz ', dando crédito á lo que d ice ,y
# á lo menos se simulase un juicio según las leyes romanas, Pila- obedeciendo á lo que manda; y por aquí echarás de ver si eres
tos exige que le manifiesten la acusación; y la perversidad ju­ del bando de Cristo, que es la misma verdad, ó del bando del
daica , que tal vez esperaba que por sola su palabra sería puesto demonio!, que es padre de la mentira. Por último: admírate de
el Señor en el suplicio que pretendían, viéndose precisada á acu­ la autoridad de Jesucristo, y de la divinidad que en Él resplan­
sarle, hace caso omiso del supuesto delito de la blasfemia, y le dece en medio de tantos desprecios, sin dejar por ellos de hacer
acusa de enemigo del César, perturbador de la gente y preten­ su oficio de Maestro. Y si Pilatos le hubiera querido escuchar,
diente á ser Rey de los judíos. ¡Cuán claro se ve que los judíos aparejado estaba para enseñarle con mayor luz la verdad; pero
eran guiados por el príncipe de las tinieblas, pues que así abo­ el desventurado, aunque comenzó i tener deseo de e lla , pregun­
rrecían la luz! Manifestaban lo que convenía á sus intentos, y tando á Cristo «¿Qué es la verdad?», no esperó la respuesta,
callaban lo demás. Pilatos pregunta á Jesús si es rey, y la con­ porque no mereció oírla. ¡Oh Maestro del cielo! Respondedme
testación del Señor es afirmativa, aunque su reino no es tempo­ dentro de mi corazón, ¿qué es la verdad?, y dádmelo á sentir con
ral, sino eterno; no es terreno, sino celestial; no es dado por gran firmeza. V os, Dios mío, V os sois la misma verdad, y todo
los hombres, sino por su Padre. Tal es nuestro Rey.¿Nonos cuanto de V os procede es la verdad. Verdad es vuestra vida, ver­
causa pena y dolor verle tratado con tanto desprecio y odio? ¿No dad vuestra doctrina, vuestros preceptos, vuestros consejos,
nos someteremos voluntariamente á su autoridad? ¿ Cómo le hon­ vuestros milagros y vuestros sacramentos. ¡Oh! ¡Si mi vida se
ramos, cumplimos sus leyes y le pagamos tributo? ¿Dan nues­ conformase con esta verdad, y anduviese siempre en verdad,
tras obras testimonio de que Jesús es nuestro Rey? Examinémos­ hasta veros claramente en vuestra gloria! ¿Qué debes tú refor­
las con cuidado; tratemos seriamente de corregir, evitar, enmen­ mar en ti para obtener este provechoso resultado? ¿Son tus obras
dar ó reformar en nosotros lo que sea conveniente por medio de inspiradas por la verdad ó por otros motivos?
propósitos y súplicas, sin descuidar las otras necesidades. P a n to 2 .9 Insistiendo los ju d io s en acusar á Cristo, este
Señor se calla.— Considera cómo oyendo Pilatos las respuestas
3 9 .- SILENCIO ADMIRABLE DE JESÚS. de Cristo tan concertadas, coligió de ellas su inocencia, y sacán­
dole consigo fuera del pretorio, á la vista del pueblo, dijo: «Yo
P reludio i .» Habiendo dicho Jesús que habia venido á dar testimonio de la verdad, Pi­ no hallo en este hombre causa para condenarle». Oyendo esto los
latos manifiesta que no halla en Él culpa; los judios siguen acusándole; mas Jesús calla. principes de los sacerdotes y los ancianos, y temiendo no le sol­
P reludio 2.» Represéntate este suceso como si pasara delante de ti. tase, acusábanle en muchas cosas; pero Cristo no respondía.
P reludio 3.« Pide la gracia de imitar á Jesús en la virtud del silencio. Dijole Pilatos: «¿No ves en cuántas cosas te acusan, y cuántos
testimonios dicen contra Ti? ¿Cómo no respondes algo?» Mas
P a n to l. ° J e s ú s vin o á dar testimonio de la v e r d a d .— Jesús no respondía palabra, sino callaba, de modo que el presi­
Considera cómo Jesucristo, después de haber dicho á Pilatos que dente se admiró vehementemente. Reflexiona aquí con atención
era Rey, añadió que había nacido y venido al mundo para dar acerca del maravilloso silencio de Cristo, el cual, con razón,
testimonio de la verdad; esto es, para enseñarla y predicarla
confirmándola con m ilagros y obras maravillosas. En lo cual > Joan., xviii, 37. — a Joan., v m , 44.
('7 2 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 39.— Silencio admirable de Jesús. 67 J
causó vehemente admiración en Pilatos, como cosa nueva y no
vista en el mundo, porque concurrían muchas cosas que al juicio mente viendo cuán olvidada tienes una virtud tan importante y
humano le provocaban á hablar y responder por sí. Las acusa­ necesaria, y que tu lengua es como un fuego abrasador, capaz-
ciones eran muchas y falsas, y en materias gravísimas y de gra­ de encender en cada momento la ira, la envidia y todas las pa­
vísima deshonra, opuestas por personas muy calificadas, y á fin siones desordenadas. ¡Oh Dios de bondad! Poned guarda á mi
de que por ellas fuese condenado á muerte cruel y muy infame; y boca ’ y puerta muy justa á mis labios; no permitáis que mi co­
el mismo juez le provocaba á que respondiese por sí, con deseo razón se incline á palabras de malicia, para dar vanas excusas
de mis pecados: y yo también con vuestra gracia propongo guar­
de darle por libre, porque conocía su inocencia. Cualquiera cosa
dar fielmente mi lengua para que con ella ni me perjudique á mí
de estas bastaba para mover á cualquier hombre á hacer su defen­
mismo, ni dañe á mi prójimo, ni ofenda á Vos, mi D io s, digno
sa; pero este divino Señor, rompiendo por todas, quiso callar y
de eterna alabanza y gloria. ¡Oh alma fiel! Piensa bien las virtu­
no responder palabra, descubriendo en esto su grave mansedum­
des que sueles herir con tus palabras. ¿ Qué resoluciones debes
bre y paciencia, no sólo en no vengarse de sus calumniadores,
hacer para prevenir y evitar tanto daño?
pero ni quererlos convencer de su calumnia, pudiendo hacerlo
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Con cuánta razón dijo Jesucristo
con facilidad. En lo cual dio además pruebas de gran fortaleza,
que había venido al mundo á dar testimonio de la verdad! ¡ Cuán
mostrando por la obra cuán poco temía la deshonra, los tormen­
exacta y perfectamente cumplió su cometido! Él siempre dijola
tos y la muerte; pues ni aun hablar quería para defenderse de
verdad, como confesaron sus adversarios; y la dijo, sabiendo
ella, y esto admiró á Pilatos y te ha de admirar á ti. ¡Oh buen
que esta confesión le había de costar la vida; y la confesó tan
Jesús! ¡ Con cuánta razón os pusieron por nombre el Admirable1;
sin interés é imparcialmente, que, si decía algo que redundase
pues no sólo sois admirable en las grandezas y milagros, sino en
en Su honra prescindía del todo de sí mismo, y sólo atendía á la
las bajezas y trabajos! Admirable es vuestra mansedumbre,
gloria de su Padre y al amor de la verdad. ¡Y con qué prudencia
vuestro sufrimiento y vuestro silencio. Admirable fué vuestro
predicó la verdad! ¡ Y cómo supo conciliar la predicación de la
callar ante Caifás; pero m ás admirable fué delante de Pilatos.
verdad con la observancia del más riguroso silencio! Acúsanle
Menester era tal silencio p ara castigar mi parlería, y para dame
los pontífices y sacerdotes, el juez le induce á que se defienda,
eficaz ejemplo de callar sufriendo con paciencia las injurias. ¡Oh
dispuesto á favorecerle; las acusaciones son gravísimas, humi­
alma! ¿Imitas el silencio de Cristo? ¿Cuándo y. cómo Jaitas á él?
llantes, contradictorias, con intento de causarle la muerte: y
JPimto 3.° T o d a s l a s -v irtu d e s c o n c u r r e n a l p e r fe c to s ile n ­
pudiendo Jesús combatirlas con la mayor facilidad, y acallar y
c i o — Acerca del silencio d e Cristo nuestro Señor, has de consi­
concluir á todos sus enemigos con una sola palabra, calla, per­
derar cómo una virtud tan singular y extraordinaria como esta
manece en silencio, como si estuviera sordo y no oyera lo que
no se puede hallar sino en gente que tiene muy mortificado el contra Él dicen. ¡Dichoso el que sabe imitar á Jesucristo en la
amor de la honra y de la vid a, y que ha llegado á no temer con de­ guarda del silencio! Este tal poseerá todas las virtudes. ¿Cómo,
masía la deshonra y la m uerte, arrojando todas sus cosas en la pues, no nos movemos á ser verdadera y constantemente silen­
divina Providencia. Esto pretendió manifestar el Espíritu Santo ciosos? ¿En qué ocasiones hemos de practicar esta virtud? ¿Imi­
cuando dijo2: «Funde el o ro y plata que tuvieres, y haz de ello tamos á Jesús en la confesión de la verdad? ¿Guardamos las de­
un peso para tus palabras y frenos, justos para tu boca, porque bidas circunstancias para la observancia y práctica del silencio?
no deslices con tu lengua » ; que es decir: recoge todas las virtu­ Meditemos lo que nos conviene proponer con este objeto; rogue-
des morales con la caridad, figuradas por el oro, y todas las vir­ mos con fervor á Jesús que nos conceda la gracia de imitarle, y
tudes intelectuales con la prudencia, figuradas por la plata, por­ pidámosle remedio para todas las necesidades generales y par­
que todas son menester p a ra saber bien hablar y bien callar, por ticulares.
cuanto todos los vicios se aúnan para desconcertar la lengua; y
así es menester que se aúnen las virtudes para concertarla, y por ■ Psalm. cxl , 3.
esto, quien no ofende á D io s con la lengua, señal es que es per­
fecto varón ’. Esto mismo significó el Señor, cuando dijo por el
profeta Jeremías que el silencio era el cultivo de la justicia, por
que con él se alcanza la ju sticia, que es el conjunto de todas las
virtudes. Considerando todo esto, has de confundirte grande-

1 Isai., ix, 6 . — » Eccli., xxvin, 29. — J Jacob., til, 2.


43
674 Serie segunda. — Pasión de Jesucristo.
M ed. 4 0 .— Presentación de Jesús ante Herodes. 675

40. - PRESENTACIÓN DE JESÚS ANTE HERODES. P a n to 2 .° P r e g u n ta H e ro d e s á J e s ú s acerca d e v a r ia s


co sa s, y J e s ú s ca lla .— Considera cómo Herodes, en viendo á
Jesús, holgóse mucho, porque había mucho tiempo que deseaba
Preludio i .« Jesús <ué presentado á Herodes, á quien no quiso contestar palabra algu­
na , á pesar de las muchas preguntas que le hizo; por cuyo motivo fue despreciado por d y
verle, y esperaba que haría en su presencia algún milagro. Hí-
por su ejército. zole muchas preguntas, y á ninguna respondió. Pero los prínci­
Preludio 2.° Represéntate á Jesús en pie y sereno, y á Herodes preguntándole. pes de los sacerdotes estaban allí, acusándole pertinazmente.
Preludio 3.0 Pide la gracia de que no te dominen los respetos humanos. Acerca de esto has de ponderar en Herodes el gozo que tuvo
con la vista de Cristo, y la buena acogida que le hizo, no por
caridad, sino por curiosidad de ver á un hombre de tanta fama, y
P u n t o l.° J e s ú s es p r e s e n ta d o á H e r o d e s . - Perseverando
esperar ver alguna novedad; pero todo redundó después en
los sacerdotes y la multitud en acusar á Cristo, dijeron á Pilatos
mayor afrenta del Señor, el cual, sin embargo de esta acogida,
que alborotaba al pueblo, enseñando su doctrina por toda Judea,
no le quiso hablar ni responder palabra, ni hacer milagro algu­
comenzando desde la Galilea hasta Jerusalén; de lo cual coligió
no en su presencia; lo primero, en detestación de su maldad,
Pilatos que Cristo era de la jurisdicción de Herodes, el cual á la
tratándole como á excomulgado é indigno de ver sus maravillas;
sazón estaba en Jerusalén, y remitióselo preso para que él cono­ y por esto, otra vez le llamó raposa, declarando la malicia astu­
ciese de la causa ’. Considera aquí cómo Cristo nuestro Señor, ta con que perseguía los principales sarmientos de la viña del
de quien dice san P edros que pasó desde la Galilea por toda Señor. Lo segundo, en detestación de la vana curibsidad, porque
Judea, haciendo bien á todos y sanando los oprimidos del demo­ no habla Dios sus divinas palabras, ni hace sus obras maravillo­
nio , es ahora calumniado de que alborotaba al pueblo con mala sas por sólo cebo del apetito curioso; y quien con este vano espí­
doctrina desde Galilea por toda Judea, para que se vea cuánto ritu se llega á tratar coq Dios en la oración, hallarále mudo y
quiso ser humillado el que permitió que todas su peregrinacio­ sordo para consigo, ni sentirá sus inspiraciones y hablas inte­
nes y sermones, que se ordenaban para bien de aquella gente, riores, ni su moción para cosas grandes. L o tercero, para des­
fuesen calumniados, diciendo que eran para su destrucción. ¡Asi cubrir las ganas que tenía de padecer y morir; porque quien
son interpretadas las acciones más santas de Jesús! ¿Quién hizo milagros para poder dar la vida por los hombres, priván­
temerá, pues, los juicios de los hombres? Medita luego el trabajo dose milagrosamente de la gloria del cuerpo, que se le debía por
é ignominia que Cristo padeció en esta cuarta estación, desde ser bienaventurado en el alma, no había de hacer milagros para
casa de Pilatos al palacio del rey.Herodes, por medio de las huir el morir y padecer; con lo cual confunde nuestra tibieza
calles y plazas de Jerusalén, con grande estruendo de gente, que pedimos á Dios milagros para que nos libre de los trabajos,
porque era ya más entrado el d ía ; y admírate de la caridad y por no padecer con ellos. ¡Oh buen Jesús! Ya que tantos milagros
humildad del Hijo de Dios, que quiso ser traído por tantos tri­ habéis hecho para remediar las necesidades ajenas, ¿por qué
bunales, uno peor que otro, y venir al tribunal de un rey cruelí­ no hacéis uno siquiera, delante de Herodes, para remediar la pro­
simo é injustísimo, que tomó para sí la mujer de su propio herma- pia? Pues, aunque su curiosidad lo desmerezca, vuestra necesi­
no, y degolló al gran Bautista porque se lo reprendía. Lo cual dad clam a; pero no queréis oir este clamor por oir el clamor de
trazó su divina Providencia para que, padeciendo más por nos­ nuestras necesidades, cuyo remedio está en que muráis por ellas.
otros, nos obligase más á su servicio, y nos diese más eficaces Bendita sea vuestra caridad, por la cual os suplico me prive yo
ejemplos de paciencia. ¡Oh dulcísimo Maestro! Ahora veo con de mis comodidades y ventajas, con el fin de honraros y servi­
cuánta razón había dicho el profeta que los reyes de la tierra y ros como m erecéis, sin hacer caso alguno de los respetos hu­
los príncipes del mundo se habían levantado contra Dios y con­ manos. ¿Son estos tus sentimientos y deseos, alma cristiana?
tra su Cristo. V os, ungido del Padre, veis aunadas para daros F a n t o 2.° J e s ú s e s d e s p r e c ia d o p o r H e r o d e s y p o r s u
la muerte á todas las potestades de la tierra y del infierno; por e jé r c ito .— Viendo Herodes que Cristo no le hablaba, desprecióle
lo cual os suplico infundáis en mi alma gran fortaleza, para que con su ejército; y burlando de É l, vistióle una vestidura blanca
ningún temor mundano pueda apartarla de vuestro servicio. y remitióle á Pilatos. Pondera aquí primeramente la inicua sen­
¿Temeremos nosotros las calumnias de los hombres, viendo á Je­ tencia de este infame rey, porque, teniendo á Cristo por hombre
sús tan calumniado? ¿Nos resentiremos si interpreta mal lo que sin juicio, y muy rústico y malcriado, y juzgando que de simpli­
hacemos con buen fin ?1 cidad ó bobería callaba, y había deseado ser rey, ño quiso con­
denarle á muerte, sino afrentarle; y así dispuso que por escarnio
1 Lúe., *«iit, 7. — » Act., x, 38. y mofa le vistiesen una ropa blanca, como la solían traer los
6 ¡6 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 1 .— Jesús pospuesto á Barrabás. 677

Césares, aunque sería rota y vieja para mayor escarnio. Y de el Señor de la m uerte; pero, cabalmente no cesaba Él de hacer­
este modo le remitió á Pilatos, como quien dice : «Ahí te vuelvo los de continuo para poder sufrirla. De este modo nos enseña Je­
este loco y simple, que por simplicidad quería ser rey». Y todo el sucristo el poco caso que hemos de hacer de los hombres, aunque
ejército, queriendo vengar la injuria de su Señor y lisonjearle, grandes, si, abusando de su poder, quieren inducirnos á que nos
escarneció á Cristo con mil géneros de injurias, llamándole sim­ alejemos del estrecho camino de la virtud. ¿Se burlarán de nos­
ple, descomedido, tonto y loco, reyecillo y otros nombres infa­ otros? No importa. ¿Nos tratarán de locos, mentecatos? Tanto
mes, y es de creer que también jugarían de manos con Él, insti­ mejor. ¿Nos expondrán á la s burlas del mundo? Dichosos nos­
gándoles á ello Satanás. Todo lo cual sufría Jesús con admirable otros, que entonces nos asemejamos á Jesús. ¿Son estos núes?
paciencia, enseñándonos á despreciar las vanas honras del mun­ tros sentimientos? ¿Nos dejaremos llevar de los respetos huma­
do, y á no hacer caso délos errados juicios de los hombres, que nos? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿Qué haremos en adelante-
así trataron al mismo Dios. Contempla, en segundo lugar cuán Pensémoslo; propongamos lo conveniente para imitar al divino
corrido y afrentado andaría el Señor por las calles de Jerusalén Redentor; y, conociendo nuestra flaqueza é inconstancia, pida­
con aquel nuevo traje, y cómo proseguiría el populacho las inju­ mos la gracia que nos es necesaria, sin olvidar el rogar por todo
rias y baldones que habían comenzado los soldados de Herodes, el mundo.
llamándole con grandes voces loco y rey fingido. ¡Oh cuán caro
le cuesta nuestra redención! Mas reflexiona cómo esta vestidura 41,—JESÚS POSPUESTO Á BARRABÁS.
blanca que por escarnio pusieron á Cristo, figuraba la blancura
y pureza de su alma y la inocencia de su vida, la cual suele Preludio i .» Deseoso Pilatosde librar i jesús de la muerte , y debiendo soltar un preso
andar junta con desprecios y humillaciones; porque es gran cosa . &elección del pueblo, les propuso á Jesús y ó Barrabás; mas ellos escogieron á éste, y pi­
ser puro y blanco en lo interior, y denegrido y despreciado en dieron que Jesús fuese muerto.
P reludio 2.» Representémonos á Pilatos preguntando al pueblo qué reo escoge para
lo exterior; y así, has de pedir al Señor te vista la vestidura que sea libre , y al pueblo pidiendo á Barrabás, oyéndolo Jesús.
blanca de la inocencia en el alma, y la vestidura de sus despre­ P reludio 3.“ Pide la gracia de preferir siempre á Jesús y su amistad sobre todas las cosas.
cios en el cuerpo, para serle en todo semejante. | Oh Cordero
sin mancilla! Pues que vuestra purísima sangre es baño saluda­
l* u n to l.° P r o p u e s t a d e P i l o t o s a l p u e b lo . — Considera
ble en donde se lavan y blanquean las almas, concededme, humil­
cómo, deseando Pilatos librar á Cristo de la m u erte vie n d o que
demente os pido, una gota siquiera de e lla , para que mi alma
Herodes tampoco le había condenado, tomó un medio, á su pa­
quede blanca y limpia de todas sus manchas. Bien estáis, ino­
recer conveniente, y puédese creer que fué por inspiración de
centísimo Señor, cubierto con vestidura blanca; pues aunque
Dios. Había costumbre que el presidente de los romanos en
para el mundo es señal de ignominia, para Dios y para vuestros
aquella Pascua presentase dos ó más presos al pueblo, dándole
hijos es símbolo de inocencia y gloria. Y nosotros, ¿rehusaremos facultad de escoger uno de los nombrados, y éste quedase li­
sufrirlos escarnios de los mundanos? -;Xo procuraremos imitar bre. Pilatos, aprovechándose de esta ocasión, propuso con Cris­
la inocencia, humildad y demás virtudes de Jesucristo? to nuestro Señor un solo preso, y ese el más insigne malhechor
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Cuánta es la malicia del hombre que había en la cárcel, llamado Barrabás, hombre revoltoso,
contra Dios! D e los mismos favores que recibe se vale para inju­ ladrón, homicida, y por esto aborrecido de todos, pareciéndole
riarle y calumniarle. Jesús había pasado por toda la Judea y Ga­ que el pueblo, por no dar libertad á tan mal hombre, esco­
lilea haciendo bien, y ahora es acusado que én estos mismos pa­ gería á Cristo; y así les dijo:« A quién queréis que os suelte,
rajes alborotaba al pueblo. Mas ¡oh sabiduríadivina! Esta misma según vuestra costumbre: ¿á Cristo ó á Barrabás?» Pondera aquí
acusación sirve para que se cumpla el vaticinio de David, que con toda atención y amargura la extremada humillación de Cris­
había anunciado que Jesús sería el blanco contra el que asesta­ to nuestro Señor; el cual, con ser tan grande, tan santo, tan
rían sus tiros lo s tribunales todos de la tierra. Miremos al buen sabio y tan bienhechor de todos, entra en votos y en compe­
Jesús delante de Herodes; éste, con curiosidad, halagos, pro­ tencia con un hombre infame, ladrón, revoltoso, homicida y
mesas y adulaciones, trata de moverle á hacer algún milagro; público malhechor, siendo la competencia sobre cosa tan im­
mas Jesús, no sólo no le hace, sino que ni siquiera contesta una portante, como era la libertad, honra y vida. A cá se tiene por
palabra á aquel soberbio y escandaloso rey. Es un criminal, y no afrenta entrar en competencia ó hacer oposición con un hombre
merece oir la v o z de Dios, que jamás ha querido escuchar; busca
satisfacer una vana curiosidad, y Dios no prodiga sus milagros • Matth., xxvii, 17
por tan bajos m o tivo s; con un milagro tal vez se hubiera librado
678 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. ^ M ed. 4 1 .— Jesús pospuesto á Barrabás. 679
vil y de partes muy desiguales, y Cristo nuestro Señor compite desamparado, y ayudador de este triste huérfano; envía de tu
con el más vil hombre del pueblo, para darnos ejemplo de alto cielo alguno que abogue por Mí, y sea mi agente en causa
humildad en todas las co sa s, y también para confundir nuestra tan grave. Mas vuestra caridad, Salvador pilo, quiere pasar por
soberbia, que se desdeña de alternar con personas de inferior este desamparo, para librarme del que yo por mis pecados
condición en nobleza, ciencia ú otras cualidades naturales. Com­ había merecido. ¿ Quién será tan duro que no reconozca y agra­
padécete de Jesús, el cual oye el parangón que públicamente se dezca tal caridad? ¿Qué haces tú para mostrar tu reconocimien­
hace entre Él y Barrabás, equiparando la suerte de ambos, to? ¿No procuras defender la causa de Jesús? ¿No sientes la
como si fuese igual la causa. ¡Oh buen Jesús! ¡Con cuánta ra­ persecución y desamparo que sufre?
zón podíais quejaros, y decir lo que dijisteis por vuestro profe­ P a n t o 3.° E l p u e b lo , a p r e ta d o p o r P i l a t o s , p i d e á B a r r a ­
ta 1: «¿ Á quién me asemejasteis é igualasteis ? ¿ A quién me b á s .—Coasidera cómo P ilatos, exigiendo pronta respuesta á
comparasteis é hicisteis semejante?» Mas, ¡ay, Señor!; mayor in­ su proposición, dijo de nuevo á los judíos, que se hallaban re­
juria os espera, porque nuestra soberbia con mayor humillación unidos : «¿Á quién queréis que os suelte, á Barrabás, ó á Jesús, que
debía ser curada. Y nosotros , ¿ á quién comparamos á Jesús y se llama Cristo?» Y luego todos con gran clamor dijeron: «No
á su amistad y gracia ? ¿ A un vil interés ? ¿A un bajo gustillo ? queremos sino á Barrabás». Acerca de lo cual has de ponderar la
¿ Á nuestro amor propio? Y ¡ no nos confunde tamaño proceder! extremada humillación y bajeza de Jesucristo; pues en compe­
P lin to 2.° V a c ila c ió n d e l p u e b lo y a c t i v id a d d e lo s s a c e r ­ tencia de un hombre tan vil y abominable, perdió la cátedra, y
d o te s p a r a in d u c ir le á q u e p i d a á B a r r a b á s .—Hallándose el fué reprobado y tenido por más indigno de la libertad y la vida'
pueblo perplejo acerca de quién escogería, los sacerdotes y an­ que Barrabás. ¡ Á qué extremo de humildad ha querido descen­
cianos comenzaron á sobornarle y persuadirle á que pidiese á der el Señor para hundir nuestra soberbia! Reflexiona aquí cuán
Barrabás. Pondera aquí la solicitud de estos malditos sacerdotes errados son los juicios de los hombres, pues encausa tan clara
en sobornar al pueblo, porque es de creer que andarían reparti­ dan sus votos contra la justicia y verdad, en agravio manifiesto
dos por varias partes, hablando, ya á unos, ya á otros, dicién- de Cristo; y cuán poderosa es la pasión de la envidia y odio para
doles mil males de C risto, que era más revoltoso y homicida cegar el entendimiento y despeñarle en intolerables errores, y
que Barrabás, pues revolvía, no sólo una dudad, sino toda una cuán mudables son ios hombres, y cuán fáciles en dejarse en­
provincia y reino, con peligro deque muriesen, no uno ó dos gañar; pues los que pocos días ha con grandes voces clamaban
hombres, sino toda la gente, si Él no moría. Y que merecía la que Cristo era Salvador y Rey de Israel, ahora con gran ala­
muerte más que Barrabás; porque era muy mayor pecador, rido dicen que es peor que Barrabás; para que veas el poco caso
pues era blasfemo, encantador, enemigo de la ley de Moisés. que has de hacer de ellos, y lo poco que puedes fiarte de sus
Todo esto entendía bien Cristo nuestro Señor, y le causaba palabras. M as, aplicando todo este hecho á ti mismo, mira cómo
grande sentimiento, viendo cómo aquellos falsos predicadores siempre que pecas, pasa dentro de ti un juicio perverso, seme­
engañaban al simple pueblo, y le quitaban el verdadero senti­ jante á este de los judíos. L a tentación que te incita al pecado es
miento que tenía. Mira también con grande dolor de tu corazón, la pregunta que te hace, diciendo: ¿A cuál quieres más, á Jesús
cómo Barrabás tiene tantos patronos y solicitadores y agentes de y á su gracia, ó á Barrabás y el pecado? Si estás vacilando, lue­
su negocio, los cuales le abonan, favorecen y sobornan al pue­ go vienen el demonio y la carne con sus auxiliares á persuadirte
blo, con ser su causa tan injusta; y no le faltarían amigos y que elijas el pecado. Finalmente: el consentimiento en la culpa
deudos que juntamente con los sacerdotes hablarían por él. Pero es como escoger á Barrabás y crucificar á Cristo. ¡Oh Hijo
Cristo está tan solo y desamparado, que no tiene solicitador, del Padre celestial! Por la humillación que sufristeis al ser com­
ni agente, ni persona que se atreva á informar al pueblo, y ha­ parado con Barrabás, que quiere decir hijo del padre no celestial,
blar en su favor, con ser su causa tan justa y estar el juez incli­ sino terreno, y al ser en tal competencia reprobado por los que
nado á favorecerle; ni tiene amigo, ni discípulo, ni pariente, eran hijos del demonio y cumplían los deseos de su padre.no
ni persona de las muchas á quien hizo grandes bienes, que ose permitáis, os ruego, que haga yo tal traición, como esta dentro de
hablar en su defensa. ¡Oh Amparador y Abogado de los pobres! mi alma, sino que siempre viva como hermano vuestro, hijo de
¿Cómo no hay quien os ampare y abogue por vuestra causa? vuestro Eterno Padre, reprobando lo que V os reprobáis, apro­
Quejaos, Señor, á vuestro Padre, y decidle - : T i b i d e r e lic t u s e st bando lo que aprobáis, y estimándoos sobre todo lo criado. ¿Son
p a u p e r . ¡Oh Padre mío! Tú solo eres amparador de este pobre estos los sentimientos que abriga nuestro corazón? ¿Hemos al­
guna vez desechado á Jesús para conservar la amistad con su
' I t t i .'X L , 2 5 . — * Psalm. IX , l^ . enemigo? ¿Hacemos caso de los juicios de los hombres?
68o Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Aied . 4 2 .— Flagelación de Jesús. 681

E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Á qué humillación tan extremada ejecutasen. Los motivos que tuvo Pilatos para dar esta senten­
quiso sujetarse Jesús por nuestro amor! No contento con ha­ cia. fueron dos: el uno, para ver si con esta pena de azotes ablan­
berse dejado conducir de tribunal en tribunal, y afrentar en to­ daría al pueblo, de modo que quedase satisfecho, y así pudiese
dos ellos, antes de oir la final sentencia, permite que se le com­ librar á Cristo de la m uerte: de donde se puede creer que man­
pare con un hombre infame, ladrón, homicida y revoltoso, y que daría á los soldados le azotasen cruelmente y le pusiesen ta l. que
sea pospuesto á él. Pilatos, deseoso de librarle de la muerte, no moviese á compasión á los que le mirasen. El otro motivo fué,
dudando que el pueblo, consultando á su propio interés, y guia­ porque, si hubiese de ser crucificado, hubiesen precedido los
do de los naturales sentimientos de equidad que el Señor ha azotes, según la ley de los romanos, que lo ordenaba asi, para
depositado en el corazón humano, en cuanto se le propusiese la que el crucificado no ofendiese con su vista á los que le miraban
elección entre Jesús y Barrabás, al instante escogería á Jesús; desnudo, antes les moviese á compasión viéndole llagado. Con­
y con este intento hace al pueblo una proposición tan humillante sidera cuán injustísima, cruelísima y afrentosísima fué esta sen­
para Él. Pero ¿quién lo creyera? El pueblo vacila, y entre tanto tencia; el juez conocía bien que Cristo era inocente, y , sin em­
los sacerdotes le van sobornando y exhortando á que pida la bargo, le condena á castigo de azotes, que era castigo infame,
libertad de Barrabás, mientras que en favor de Jesús nadie habla. propio de ladrones y esclavos, y castigo cruel, derramándola
Barrabás tiene muchos abogados, los cuales logran al fin hacer sangre inocente con terribles dolores, y confirmando con la obra
triunfar su causa. V a sí, cuando Pilatos insta de nuevo para que lo que el pueblo había hecho en escoger á Barrabás y condenar
escojan al que ha de ser puesto en libertad, oye espantado y á Cristo, pues ie trataba como debía ser tratado Barrabás. Con
admirado que todos á una voz y con grandes alaridos le piden ser tal la sentencia, Cristo la acepta en su corazón, sin apelar,
áBarrabás. ¡Cuán avergonzado y humillado quedaría Jesucristo ni suplicar, ni decir palabra de queja, ni dar muestra de senti­
al verse desechado por un pueblo á quien tanto había querido y miento contra ella ; antes, ofrecería de muy buena gana su cuerpo
quería aún! ¡Cuánta es la veleidad del hombre en sus aficiones á los azotes, diciendo aquéllo del profeta David •: « Aparejado
y amor! ¡Cuán errados son los juicios de los hombres, llegando estoy, Padre mío, para los azotes», porque así lo has dispuesto;
hasta el extremo de juzgar por digno de muerte al Autor de mi cuerpo había de ser inmortal é impasible; mas ya que has
la vida! ¿Hemos caído en tan espantoso desatino? ¿Hemos ordenado que tuviese un cuerpo apto para padecers, vesmeaquí
consentido en perder la amistad de Jesús, por no perderla amistad aparejado á todos los tormentos, con deseo de pagar con ellos
de Barrabás? ¿Cómo no morimos de vergüenza al considerar lo que no robé, por librar de la pena á los que robaron tu honra.
tal bajeza? Humillémonos ahora cuando menos, y, para desagra­ ¡Oh Redentor dulcísimo! Gracias os doy por haber aceptado sen­
viar á Jesucristo por las injurias que le hemos irrogado, forme­ tencia tan cruel, tan infame y tan injusta. Vedme, Señor, apare­
mos propósitos muy firmes y prácticos de honrarle con nuestras jado por vuestro amor para los azotes, con ánimo de aceptar
palabras y obras, prefiriéndole siempre á todos nuestros gustos, la sentencia que diereis contra m í, porque ni será injusta, pues
inclinaciones y deseos; y, para poder cumplir estos propósitos, mis pecados ía merecen,ni será cruel ni infame, pues es sentencia
pidamos las fuerzas que necesitemos, y roguemos por todo lo de un padre que azota al hijo que am a, para que se enmiende'.
que nos han encomendado. ¿Quién será tan necio que no la acepte? ¿Y no nos moverá á
ello la compasión y amor que debemos á Jesús? ¿No le imitare­
42 .— FLAGELACIÓN DE JESÚS. mos en la generosidad con que se ofrece á tal tormento?
P a u t o ¡í . 0 A p o d é r a n s e lo s s o ld a d o s d e C r is to , y s e p r e p a ­
P r e l u d io i . o D c s e o so Pilatos de aplacar á losjudíos presentándoles á Jesús del todo des­ r a n p u r a a z o ta r le .—Oida por los soldados y ministros del pre­
figurado, mandó que le azotasen con crueldad. sidente tan cruel sentencia, despojados de todo sentimiento de
Preludio 2 .« Represéntate,» Jesús atado á la columna, y á los soldados azotándolo. humanidad y con grande orgullo, tomaron al Señor, y , entrán­
P reludio Pide grande dolor de los pecados y compasión de Jesús. dole en una sala deputada para la flagelación, quitáronle las ves­
tiduras, hasta la túnica inconsútil. Considera cuán grande ver­
P a n t o 1.° M o tiv o s d e a z o ta r á C r is to , y có m o a c e p ta É l la güenza padecería aquel hermosísimo mancebo y excelentísimo
s e n te n c ia .—Viendo
Pilatos la pertinacia del pueblo en pedir que Señor, viéndose así desnudo delante de tanta muchedumbre de
Jesús fuese crucificado, dió contra Él la primera sentencia que soldados, y los escarnios que harían de É l, viéndole tan vergon­
fuese azotado *, entregándole á los soldados para que luego la zoso; y esta afrenta quiso sufrir con gran paciencia, en castigo

• Joan., u x , i. * Psalm. xxxvn, 18. — * Hebr., x , 5; Psalm. xxxix, 7.


682 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 2 .— Flagelación de Jesús. 683
de la desvergüenza con que te desnudaste la vestidura de la gra­ varón de dolores y experimentado en trabajos. Traía su rostro
cia, y en precio, para comprar esta sagrada vestidura, con que escondido, y no hicimos caso de Él. Verdaderamente, tomó
se cubra tu miserable desnudez. ¡Oh cuán digno es este divino sobre sí nuestras enfermedades, y se cargó de nuestros dolores,
Señor de todo tu agradecimiento, alabanza y amor, por haberse y le tuvimos por leproso, herido de Dios y humillado». ¡Oh
querido sujetar á tales pruebas y dolores por tu bien! Pondera Redentor mío! ¡Quién tuviera luz del cielo para contemplar la
luego que, como algunos dicen, los soldados ataron fuertemente á figura tan desfigurada que teníais en esa columna! Y o pequé, y
Jesús á una columna, los brazos levantados en alto, para poderle Vos sufrís la pena; yo ultrajé á Dios, y V os, Dios mío, sois por
herir más á su placer, lo cual no sería pequeño tormento, por­ mi catisa ultrajado y atormentado por los hombres. ¡Oh inmensa
que le ataron por los pies y por las muñecas con grande cruel­ caridad del Padre, que así quiere castigar al Hijo, para recon­
dad ; pero, cuando no le atasen con sogas, estaba Él más atado ciliar consigo al esclavo! ¡Oh infinita caridad del Hijo, que así
con las cuerdas del amor, y aparejado para dejarse desollar con quiere ser castigado por reconciliar al esclavo con su Padre! ¿Es
azotes por nuestro remedio. Contempla con viveza este horrible posible que no agradezcamos tal caridad? ¿Nos compadecere­
espectáculo : Dios atado por sus criaturas, y éstas empuñando mos siquiera de los dolores de este Señor? ¿No procuraremos
los azotes para descargarlos furiosas contra su Dios. ¡ Oh Cor­ sufrir por su amor los trabajos que nos envíe?
dero sin mancilla! Pues que con admirable mansedumbre os dejáis E p ílo g * y c o lo q u io s . ¡Oh condescendencia criminal de
atar de estos crueles esquilmadores, no sólo para quitaros la Pilatos! Conoce este mal juez la inocencia de Jesucristo, repe­
lana de vuestras sagradas vestiduras, sino para desollaros con tidas veces la ha confesado; sin embargo, al oir los alaridos del
las tijeras de los azotes, suplicóos me atéis con Vos con cuerdas pueblo, vencido del temor, comienza á ceder terreno y á con­
de caridad tan fuertes, que no basten á desatarme los azotes y descender con lo que los judíos desean. No da sentencia de muerte
trabajos temporales. Y tú, ;no deseas estar unido con Cristo? todavía; pero, para aplacar á los enemigos de Jesús, accede á
¿No te compadeces de la vergüenza que sufre? ¿Volverás á que sea azotado. ¡Qué crueldad! ¡Qué infamia para Jesús! ¡ Qué
desnudarte de la vestidura de su gracia? injusticia tan manifiesta! Apenas Pilatos despliega sus labios para
P a u t o 51.0 I n s tr u m e n to s y m o d o d e l s u p lic io .—Considera consentir en los azotes, apodéranse los soldados de Jesús, y con­
cómo, estando ya Cristo nuestro Señor desnudo y atado á la colum­ duciéndole con algazara á una espaciosa sala,le desnudan, le atan
na , comenzaron los sayones á azotarle con gran crueldad. Los fuertemente á una columna, y armados de cruelísimos y bár­
instrumentos del castigo, como algunos dicen, fueron tres dife­ baros instrumentos, principian á descargar golpes tremendos,
rentes, de que usaron diversos verdugos, hiriéndole unos des­ que como granizo caen sobre el delicado cuerpo del Señor
pués de otros; es á saber : unas varas verdes llenas de espinas, bendito. Cúbrese desde luego de cardenales, la piel se rasga por
unos ramales tejidos de nervios de bueyes con sus abrojos de todas partes, las venas se abren, la sangre chorrea y muchos
hierro al remate de ellos, y unas cadenillas de hierro que herían huesos llegan á descubrirse. ¡Oh dolor! ¡Oh angustia! ¡Oh cruel­
y penetraban hasta los huesos. Con estos azotes comenzaron á dad! ¡Así tratan los hombres á su Padre, Maestro, Médico, Re­
descargar terribles golpes sobre las espaldas de Jesús, las cua­ dentor y Dios! Y Jesús, que había aceptado humilde la sentencia,
les, con la furia de los golpes, primero se acardenalaron,luego se está firme como una roca, cual si careciera de sensibilidad. ¿ Y
desollaban del cuero delgado que tenían, después penetraban los no nos compadeceremos de Él? ¿Y no aceptaremos las peniten­
azotes la misma carne, vertiendo arroyos de sangre que caían en cias y trabajos que É l nos envíe 6 nos inspire? ¿Seremos de­
el suelo. Y con esta crueldad iban golpeando é hiriendo todo el licados y amigos de placeres. viendo á Jesús entre tales tormen­
cuerpo sin perdonar brazos ni hombros, y todo el pecho' hasta tos ? i Rehusaremos sufrir las molestias ordinarias que contra
descubrir los huesos. De suerte que, como el cuerpo místico de nuestra voluntadnos ocurren, contemplando lo que se hace en
su pueblo estaba llagado de pies á cabeza, y del menor hasta el el Salvador? Entremos dentro de nosotros mismos; hagamos
m ayor, con llagas de pecados, así el cuerpo de Cristo, desde aquellos propósitos particulares que nos convengan, atendido el
la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza, no tuvo parte estado actual de nuestra alma; acudamos al Señor con fervorosos
sana, sino todo llagado, como leproso,al modo que le había coloquios, rogando por nosotros y por los demás.
visto en espíritu Isaías, cuando dijo 1 : «No tenía figura ni her­
mosura. Vím osle. y no había en Él cosa que se pudiese ver y
desear. Estaba despreciado, y el más abatido de los hombres,

• I s a i., LUI, 2 .
684 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. — Circunstancias de la jlagé’.ación. 685
43 .— CIRCUNSTANCIAS DE LA FLAGELACIÓN. un Dios que tanto nos amó? ¿Cómo no despierta nuestra compa­
sión el pensar en la delicadeza de su cuerpo, la crueldad de los
P reludio i .O Todas las circunstancias de los azotes nos prueban su terribilidad ; mas . verdugos y el número de los azotes? ¿Y todavía nos atreveremos
Jesús los sufrid con pieiencia inalterable. á pecar?
P reludio2.° Represéntate áJesús atado, cubierto de llagas, su rostro modesto y si­ P a n to ¡£.° P a c i e n c ia d e J e s ú s e n lo s a s o te s .—En este punto
lencioso, moviendo á compasión. debes considerar con toda atención la invencible paciencia de
P reludio 3.« Pide compasión de las penas de Jesús é imitación de su paciencia.
Cristo nuestro Señor entre tan horribles tormentos. Contempla
su exterior, y verás que está como mudo, sin decir una sola pa­
P a n t o l.° C ir c u n s t a n c ia s d e lo s a z o te s .— Considera aquí labra qué indique cansancio, disgusto ó desagrado, sin dar una
cuatro circunstancias que concurren en los azotes de Jesucristo, sola señal ni muestra exterior de queja, ó de turbación ó enfado,
las cuales prueban su excesiva crueldad. L a primera, de parte sufriendo como un yunque toda aquella espantosa lluvia de gol­
del cuerpo del Señor, que era tierno y delicado y muy sensible, pes. Mira su interior y los sentimientos de su corazón, y verás
y por otra parte estaba muy quebrantado con el sudor de san­ que no cesa de ofrecer cada uno de los golpes al Padre eterno,
gre que precedió, y con el trabajo de la noche y de aquel día; y en satisfacción de nuestros pecados, y esto con un amor tan gran­
como las heridas entraban muy adentro, penetrando las entra­ de, que por muchos que fueron los azotes, tenía deseo y volun­
ñas, causaban excesivo dolor, y por esto en el Salmo donde dijo tad de recibir muchos más, y más crueles, si fuera necesario,
«Sobre mis espaldas fabricaron los pecadores», dice otra letra, para nuestro remedio; y así nunca dijo basta, hasta que la rabia
«araron»; porque como el arado penetra la tierra y la surca toda, de sus enemigos quedó harta y la justicia de Dios satisfecha.
así los azotes araron su sacratísima carne, y la surcaron pene­ ¡Cuánto debieras tú aborrecer el pecado que fué causa de este
trando lo interior de ella. ¡ Qué dolor! La segunda causa fué, de castigo de Jesús! Ponte, finalmente, con el espíritu á los pies de
parte de los sayones, que eran crueles de su condición, y el pre­ este Señor, junto á la columna, mirando su soledad y cómo no
sidente les había mandado que con crueldad le azotasen, hasta hay hombre que de É l se duela y compadezca, y cómo por todas
quedar todo el cuerpo hecho una lla g a ; y el demonio les atizaba partes se va desangrando y afligiendo; y unas veces besa con
á ello, para mover á Cristo á im paciencia; y los príncipes de los el espíritu la tierra bañada con la sangre de tu Señor y Criador;
sacerdotes les pondrían fuego ; y como se remudaban á menudo- toma otras veces aquellos azotes teñidos con su preciosa sangre
ios que de nuevo comenzaban, heríanle con nueva crueldad, es y ponlos sobre tu corazón, suplicándole sane las llagas de tus
pecialmente que viendo á Cristo tan sufrido y que no se quejaba, aficiones desordenadas, y te llague con su divino am or; otras
quizá á porfía le herirían para arrancarle algún grito ó quejido, abraza aquella santa columna, y salúdala con reverencia. ¡Oh
L a tercera fué, de parte de la muchedumbre de azotes, y de los columna soberana, labrada y esmaltada con la sangre del Hijo
que le herían. Muchos dicen que aquellos pasaron de cinco mil, de D io s’ ! ¡Quién estuviera atado contigo, para ser bañado con
y así se puede presumir de la crueldad de sus enemigos, porque no esta sangre, á fin de ser como columna firmísima en el servicio
se guardaba con Cristo la ley de dar cuarenta golpes menos de aquel que la derramó! ¡ Oh Cristo Jesús, columna fortísima en
uno *, sino muchos números de cuarenta, haciendo la penitencia quien estriba todo el mundo! Compadeceos de V os mismo; ves­
que nuestros pecados merecían. V esta es la cuarta causa, por tios de fortaleza, ;oh brazo del Señor!, porque os habéis enfla­
parte de nuestros pecados, que eran innumerables y gravísi­ quecido tanto, que estáis apunto de desfallecer. ¡Oh, si nosotros
mos; y así los azotes con que se pagaban debían ser innumera­ desfalleciésemos castigando con penitencias nuestros pecados:
bles y cruelísimos. ¡Oh Jesús dulcísim o! ¿ Por qué consentís que ¡Oh, si á lo menos sufriéramos con paciencia y alegría los males
sea arado vuestro cuerpo, tierra virginal y purísima? ¿Por qué que nos afligen! ¿ Qué debemos resolver y hacer?; Cómo hemos
os ponéis en manos de verdugos ta n crueles y desapiadados, cuyo ae imitar la paciencia de nuestro Redentor?
consuelo es vuestro desconsuelo. cuyo alivio es vuestro dolor, y P a n t o 3.° E s t a d o d e J e s ú s d e s p u é s d e lo s a so te s.— Consi­
cuya alegría es vuestra tristeza? S i mis pecados son las causas dera en este punto lo que dicen algunos santos J, que, estando
de esto, más justo es que sea y o castigado. Convertid vuestra Jesús todo llagado de pies á cabeza, y manando sangre de todo
mano contra mi; descarguen los a zo te s sobre mis espaldas, para su cuerpo, viendo tal carnicería un hombre que se hallaba pre­
que pague la pena quien cometió la culpa?. ¿Cómo no amamos á1 sente, y conociendo que, á no poner fin á ella, muy presto mori­
ría el Señor, dijo á los soldados que proseguían en su cruelísima
1 Psalm. cxxviil, 3 — * Dcut., xxv, 3; II C or., xi, 24. — > II Reg., xxiv, 17.
Apee., 111, 12. — 5 Santa Brígida, Palmi, ete.
686 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 4 .— Coronación de espinas. 687
obra: «¿Por ventura habéis de matar á este hombre antes de sen­ en el suelo, y arrastrando va por las vestiduras, y se cubre con
tenciarle ?» Y diciendo esto, se acercó á la columna, y de un ellas. ¿ No nos compadecemos de É l ? ¿No lloramos nuestros pe­
golpe cortó las sogas con que estaba atado Jesús, y cesaron los cados, por los cuales padece? ¿Cómo podemos aliviarle su dolor?
sayones de golpearle. ¡ Cuán lastimosa sería la figura que pre­ ¿ Qué desea Él de nosotros? Pensémoslo con detenimiento, y
sentaría este divino Señor, el c u a l, como quedó molido con los luego de conocido, propongamos con firmeza, haciendo fervien­
golpes, y enflaquecido por la mucha sangre que había vertido tes y confiados coloquios, rogando en ellos por nosotros mismos,
por las llagas, es de creer que caería en tierra: y como se vió por la conversión de los pecadores, santificación de las almas
desnudo • y las vestiduras estarían algo apartadas, iría por consagradas á Dios, y por todo el mundo.
ellas medio arrastrando, bañándose en su propia sangre, que
estaba formando como una balsa alrededor de la columna; y 44.—CORONACIÓN DE ESPINAS.
como mejor pudo se las vistió por sí mismo, porque los verdu­
gos, parte por crueldad, parte por desdén, no le quisieron ayu­ PrciuOiO 1/ Reunida toda la cohorte de los soldados, después de haber azotado á Jesús,
dar á vestir! Todo esto puedes píamente contemplar, compade­ le vistieron una ropa de púrpura y le coronaron de espinas.
ciéndote grandemente del desamparo de este Señor, recordando PMUIOtO 2.« Represéntate á Jesús cubierto con la púrpura, y á los soldados haciendo
que es aquel que viste los lirios del campo, y que da á todas las burla de Él.
criaturas su manjar y vestido, y desea vestirnos de gloria é in­ pnsiuoto 5.0 Pide la gracia de saber menospreciar las honras mundanas y amar los
mortalidad. ¡Oh Rey del cielo! Vos que ayudáis á todas las criatu­ desprecios.
ras en sus obras, porque sin Vos no pueden hacer cosa alguna,
¿cómo no tenéis quien os ayude en esta necesidad ? ¡ Oh vestidu­ P a n t o l.° R e t ín e s e t o d a la co h o r te p a r a a fr e n t a r á J e s ú s .
ras sagradas, que sanabais á los enfermos que os tocaban! Sa­ — Considera cómo los crueles soldados, no satisfechos con el
nad las llagas de mi Salvador y detened la corriente de su tormento de los azotes que habían ejecutado en Jesús, instiga­
sangre, para que pueda.padecer hasta dar fin á nuestra reden­ dos por el demonio, inventaron para afligirle nuevos géneros de
ción. ¡Oh alma m ía! Acércate á Jesús, y ayúdale con humildad tormentos, por una parte dolorosístmos y por otra afrentosísi­
á ponerse las vestiduras, encubriendo y disimulando con caridad mos ; y para que la afrenta fuese m ayor, convocaron á toda la
las faltas de tu prójimo. ¿Cómo lo has hecho hasta hoy? ¿Eres cohorte, que eran los soldados de la guardia, para que asistie­
inclinado á la murmuración y á descubrir los defectos de tus her­ sen á este espectáculo y la burla ó farsa que pretendían hacer de
manos? Cristo, á costa de su honra y descanso, y todos fueron de buena
E p ílo g o y co lo q u io s. ¡ Qué tormento tan doloroso debió gana por entretenerse. Sóbrelo cual, has de ponderar primera­
de ser la flagelación de Jesucristo! El cuerpo de este Señor era mente la insaciable gana que el Señor tenía de padecer por nues­
sumamente sensible; todos sus sentidos, incluso el tacto, eran tro amor, porque de ésta nació querer que se inventasen nuevos
tan delicados y perfectos, que no ha habido otro que le igualase: modos de injurias y tormentos, no contentándose con los ordi­
como que estaba labrado por la misma mano .del Espíritu Santo, narios, para descubrir el amor que nos tenía y la gravedad de
y los azotes fueron tan crueles, que, no sólo lo desollaron, sino nuestros pecados; porque como los hombres, arrastrados del
que lo surcaron y agujerearon por todas partes ; los verdugos amor propio, inventan nuevos modos de ofender á Dios para su
eran cruelísimos y atizados por el demonio y excitados por los honra y regalo, así Cristo, llevado del amor divino, quiso que
judíos, los cuales, temiendo que el juez no le sentenciara, desea­ se inventasen nuevos modos de castigos contra tales pecados, y
rían que quedase tal que no pudiese ya sobrevivir á este tor­ nuevos modos de derramar- sangre para satisfacer por ellos.. Mira
mento ; los azotes pasaron de cinco mil, y los pecados que con luego la maldad de estos sayones, en convocar gente para que se
ellos expiaba eran innumerables. ¡Oh ! ¡ Quién es capaz de llegar junten á burlar de Cristo, y se hallen á sus desprecios, compade­
á imaginar toda la intensidad del dolor de Jesús en sus azotes! ciéndote de la humillación de este Señor, que llegó á ser risa de
Mas ¿ cómo los sufre? En su exterior está como un j-unque; ni un los hombres; y abominando con toda tu alma de los que solicitan
movimiento de impaciencia, ni una palabra de disgusto, ni un á otros para ofender á Cristo y hacer escarnio de sus cosas. ¡Oh
solo quejido, ni un suspiro que indique que está cansado de pa­ dulcísimo Jesús! Gracias os doy por la excelencia de la caridad
decer ; y en su interior ofrece á su Padre aquellos azotes y con que nos amasteis. Bien merecido tenéis el nombre de Justo,
desea recibir todos cuantos convengan por la salvación de los pues tantos modos inventáis para ganar la justicia con que nos
habéis de justificar. Permitidme, Señor, que, como los soldados,
hombres. Miremos con lágrimas á este Señor cuando, cortadas
las ataduras que le sostienen á la columna, de debilidad se cae asista al espectáculo de vuestra afrenta, aunque no para escar­
688 Serie segunda.— Pasión Je Jesucristo. M ed. 4 4 .— Coronación de espinas. 689

neceros. como ellos, sino para meditar vuestras obras y sacar migos, para significar que sus triunfos habían sido vanos, y su
de vuestros trabajos esfuerzo para llevar los míos. ¿Considera­ reino era una locura; mas, inventaron que fuese tal la corona
mos con este espíritu los desprecios y dolores de Jesús? ¿Procu­ que le atormentase cruelmente; porque como las espinas eran
ramos corresponder al amor que en ellos nos demuestra? • muchas y muy agudas, rompían la cabeza, y sacaban la sangre
P a n t o Sí. 0 Q u it a n la s v e s t id u r a s d J e s ú s , y le p o n e n u n a que los azotes habían dejado en aquella más noble parte del
r o p a d e p ú r p u r a .— La primera injuria que los soldados hicieron cuerpo, y, corriendo hilo á hilo por el rostro y por los ojos, los
á Jesucristo, fué desnudarle de sus sagradas vestiduras; y créese afeaba y enturbiaba, atormentando la sagrada cabeza con graví­
que como el fin de esto era para que todo el pueblo después viese simo dolor. ¡Con esta crueldad es coronado Jesús para pagar por
llagado su cuerpo, le desnudarían hasta la misma túnica inconsú­ la soberbia con que los hombres quieren coronarse de gloria!
til, dejándole desnudo del todo; con lo cual padeció gran dolor Pero considera el misterio de esta corona, tija en la cabeza de
y afrenta: dolor, porque las vestiduras ya se habrían pegado á Cristo; la cual, aunque se le puso por escarnio, significaba que
la carne con la sangre fresca que tenía cuando se las vistió, y es era Rey eterno, y que su reino era eterno y su corona firme, no
de creer se las desnudarían con crueldad, sin tiento alguno. L a como la de los reyes de la tierra, que se pone y quita fácilmente.
afrenta fué grande al verse desnudo delante de todo aquel ejér­ Además, que era triunfador perpetuo de sus enemigos, aunque á
cito de soldados, que se reirían y mofarían de É l, y le dirían pa­ costa de su sangre, derramada con aquella corona, con la cual
labras feas y afrentosas. Tras esta injuria sucedió la segunda, ganaba innumerables coronas para sus escogidos,no sólo de vic­
que fué vestirle una vestidura que llaman clámide, que era una torias que habían de alcanzar en esta vida, sino de gloria en la
ropa larga de grana ó púrpura, que solía ser vestidura de los otra. ¡Oh R ey soberano, vencedor glorioso y triunfador perpetuo!
reyes; pero á Cristo nuestro Señor se la pusieron por escarnio, Gracias os doy por el modo que escogisteis para ganar la corona
para motejarle de rey falso y fingido. De suerte que lo que tenía y triunfo de vuestra gloria, permitiendo que los hombres os
el mundo por honra, convirtió en deshonra de Cristo, para hacer coronasen de dolorosas espinas. ¡Oh sagrada corona de Jesús!
de Él i¡na farsa y representación de rey. Mas, pondera el miste­ Aunque eres espantable al mundo, yo te adoro y reverencio
rio de esta vestidura, la cual significaba nuestros sangrientos como á corona de Dios. ¡Oh quién tuviese la dicha de ser coro­
pecados, que cargaron sobre Cristo nuestro Señor, y le pesaban nado de t i! ¿Deseamos nosotros esta corona? ¿Nos compadece­
y afrentaban más que la ignominia de la púrpura, y en particu­ mos de Jesús á quien la ponen? ¿Reconocemos en ella la firmeza
lar representaba las obras que tienen apariencia de buenas y ge­ y estabilidad de su reino?
nerosas; pero, en los ojos de Dios son malas y abominables, por E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán insaciable es la sed de.
la intención mundana y terrena con que se hacen, y así, en lugar padecer que abrasa las entrañas de Jesús, y cuán rabioso es el
de honrar á Cristo con ellas, le despreciamos y escarnecemos, deseo que tienen los soldados de atormentarle! Destrozado su
[Oh Dios de mi alma! No permitáis que os ponga tal vestidura, cuerpo sacrosanto por los azotes, no quedaba en !£1 otra parte
ni que la escoja para mí. Si púrpura he de escoger, sea la púr­ sana más que la cabeza- y permite el Señor que también ella sea
pura encendida de la caridad, con la cual cubra la muchedumbre cruel y afrentosamente atormentada. Reúnese toda la cohorte de
y fealdad de mis pecados, y sea agradable á vuestros divinos los soldados, y puestos alrededor de Jesús, como perros rabiosos
ojos. ¡Oh, si todos nos vistiésemos de esta púrpura divina! Pero, para devorarle, comienzan á quitarle con furia y sin tiento sus
¿nos compadecemos á lo menos de la vergüenza y afrenta de vestiduras, arrancando con ellas pedazos de piel y carne viva;
Jesús? ¿ Ños conformaremos con su divina voluntad al vernos ponen sobre sus hombros desnudos un manto real de púrpura,
afrentados? viejo, roto, sucio y asqueroso; y mandándole sentar, colocan
P a n t o 8 .° P é n e n l e u n a c o r o n a d e e s p in a s .— L a tercera sobre su cabeza un haz de espinas en forma de corona, apretán­
injuria dolorosa y afrentosa que hicieron los soldados al divino dolas con rabia, y atravesando con ellas toda la cabeza, que al
Jesús fué poner en su cabeza una corona, no de oro, ni de plata, momento comienza á verter sa 'gre por todas las heridas. ¡Oh
ni de rosas ó flores, sino tejida de agudas espinas, la cual cubría Jesús, cruelmente afrentado y afrentosamente martirizado! ¡Cuán
toda su cabeza; y como se la pusieron encima con grande furia, dura es para Vos la carga enorme de nuestros pecados, y cuánto
las espinas atravesaron sus sagradas sienes, vertiendo abundan­ os cuesta triunfar de nuestros enemigos, y merecernos una eter­
cia de sangre por sus heridas. Pondera, pues, aquí la ignominia na corona! ¿Será posible que todavía no os amemos? ¿No llora­
y dolor de esta coronación, por que de ambas cosas fué instru­ remos los pecados, por los cuales tales afrentas y dolores pasa
mento esta corona. Pusiéronsela por escarnio, en lugar de las Cristo? ¿Qué nos dice nuestro corazón? No es posible que le ten
coronas que se ponen á los reyes y á los que triunfan de sus ene­ gamos, si, contemplando á Jesús, no nos enternecemos y no 11o-
44
690 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Mei. 45.— Afrentas y dolores de Cristo en la coronación. 691
ramos nuestras culpas y pecados. Suplamos siquiera con confu­ cios, porque este tocamiento será para mí señal de clemencia y
sión y vergüenza la falta que sentimos de lágrimas y de dolor; y prenda de vida eterna.
para desagraviar de algún modo á Jesús, y reparar las enormes P u n to ft.° H i n c a n lo s s o ld a d o s la r o d illa a n te J e s ú s ,
injurias que recibe, propongamos servirle con verdadero amor, — Considera aquí otra injuria que ha­
a d o r á n d o le p o r e sca r n io .
pidiendo las gracias necesarias para esto, y rogando por todas cían los soldados á Jesús estando coronado de espinas y con la
las necesidades. caña en la mano, la cual consistía en hincar delante de Él la ro­
dilla, adorándole por escarnio, y diciéndole «Dios te salve,
45 .— AFRENTAS Y DOLORES DE CRISTO EN LA CORONACIÓN. Rey de los judíos». Y aunque la salutación era honorífica, pero
» como se decía por escarnio, atormentaba los oído de este exce­
P reludio i .0 Coronado Jesúi de espinas, pusiéronle en su mano una caña por cetro, y, lentísimo Señor, que en el cielo estaba oyendo alabanzas de los
postrándose, le adoraban, diciéndole palabras injuriosas. ángeles, y siempre se recrea en oir nuestras oraciones. Pondera
Preludio 2.0 Represéntate á Jesús sentado en un poyo, coronado de espinas, con la
cómo dos veces fué Cristo nuestro Señor saludado en su Pasión,
caña en la mano , y á los soldados mofándole.
una con fingimiento secreto de hipocresía, cuando le dijo Judas:
Preludio }.° Pide amor á los desprecios y aborrecimiento á las honras mundanas.
A v e ,R a b b i , Dios te salve, Maestro. Otra, con fingimiento públi­
co, por vía de escarnio, cuando le dijeron estos soldados 1:« Dios
P u n to l-° P o ste n á J e s ú s p o r cetr o u n a c a ñ a e n la m ano. te salve, Rey de los judíos ». En lo que se denotan dos suertes de
—Puesta en la cabeza de Jesús la corona de espinas, colocaron pecadores que ofenden á D io s: unos hipócritas, que fingen amar­
los soldados en su mano derecha, en lugar de cetro, una caña, le y reverenciarle, pero no le aman ni reverencian; otros públi­
por escarnio, queriendo significar por esto que su reino era reino cos y escandalosos, que hacen burla de las cosas sagradas y di­
hueco y sin substancia, y que era rey de palillos y movedizo vinas, y por todos padece Cristo para dar salud á todos. Tam­
como caña, y falto de juicio y seso en llamarse rey, y en despre* bién tiene misterio decir el Evangelista * que le adoraban «hinca-
ció de las palmas y ramos de árboles que llevaba la gente que so­ da la rodilla», y no ambas rodillas, para significar que los mun­
lemnizó su triunfo en Jerusalén pocos días había. Pondera sobre danos no se dan todos á Dios, sino parte dan á Dios y parte al
esto la injuria grave de Cristo nuestro Señor, .y la estima que mundo, y con una rodilla adoran su honra, regalo y hacienda, y
hacía el mundo de su reino y de su doctrina y de la perfección con otra adoran á Dios. Mas tal adoración aprovecha poco,
que predicaba, teniéndolo todo por cosa vana y hueca, y la gran­ porque Dios no quiere ser servido ron un corazón dimediado,
de humildad con que aceptó Cristo esta injuria. No se resistió á sino entero. ¡Oh Rey soberano! ¡Cuándiferentemente sois servi­
tomar la caña, no la echó luego de s í; antes la tomó con su bendi­ do y adorado de los ángeles en el cielo y de los hombres en la
tísima mano, y la apretó muy bien, como á insignia de su des­ tierra! Los ángeles os adoran con sinceridad y como á su Dios y
precio, porque amaba los desprecios, enseñándonos á que tam­ Rey verdadero; pero los hombres con adoración fingida os es­
bién los aceptemos y abracemos con amor. Mira cuán errados son carnecen como á Dios falso y Rey de burla. Y es tal vuestra cari­
los juicios de los hombres, los cuales para sí toman cetro de oro- dad, que sufrís callando tales escarnios, para merecer con ellos
macizo , en señal de la excelencia y estabilidad de su reino, siendo el perdón de sus culpas y el reino de la gloria á los mismos que
de verdad como caña mudable y que de presto se pasa, y tan frá­ os escarnecen. Y nosotros, ¿cómo adoramos y servimos á Jesús?
gil, que, como dijo Isaias no se puede con seguridad estribar ¿Somos sinceros y fervorosos en nuestros servicios y adoracio­
en él. Y , al contrario, tienen por cosa vana, como dijo el profeta nes? ¿ Nos compadecemos de las burlas que le hacen sus adver­
Malaquías =, servir á Dios y guardar sus preceptos. Por lo cual sarios?
has de aprender á estimar en poco juicios tan errados, procuran­ P a n t o 3.° O tr a s i n j u r i a s q u e h a c e n á C r is to .—Considera
do no guiarte nunca por ellos. ¿Qué concepto formamos nos­ cómo los soldados, al tiempo que se hincaban para adorar con
otros de los juicios del mundo? ¿Cómo recibimos sus desprecios escarnio á Jesús, con la injuria de palabra, acompañaba cada
y afrentas? ¿Nos compadecemos de Jesús al verle tan deshonra­ uno alguna injuria de obra dolorosa ó afrentosa. Unos le tomaban
do? i Oh Rey omnipotente! Pues que de Vos una caña recibe vir­ la caña, y con ella le herían la cabeza, atormentándola y encla­
tud para dar vida á cualquiera que tocareis, mucho mejor que el vando más las espinas en ella. Otros le daban bofetadas en el
cetro de oro del rey Asuero *, tocadme con esa vuestra real vara, rostro, y otros le escupían en la cara, aleándosela con sus as­
. imprimiendo en mi corazón estima grande de vuestros despre­ querosas salivas. Estas tres cosas refieren los Evangelistas, y

> Isai., xxxvi, 6. — * Malach., ni, 14. — } Esíher, iv, n . • Marc., xv, 18. — » Matth., xxvu, 29.
692 Serie se$unda . — Pasión deJesucristo.
M ed . 4 6 .— jesú s presentado a l p u eblo p o r P ila to s. 693
puédese creer que otros Je darían golpes y puñadas en el cuer­
po, y otros le darían repelones, mesándole las barbas, para que no nos compadezcamos de Jesús, que nos atrevamos todavía á
padeciese por los gentiles en casa de Pilatos, lo que había pade­ ofenderle, ayudando en cierto modo á los infames soldados? ¡Oh
cido por los judíos en la de Caifás. Solamente los gentiles no le Redentor amoroso! Inspiradnos lo que debemos hacer para repa­
vendaron el rostro, porque le trataban como á R ey, aunque de rar las espantosas injurias que recibís. Y nosotros, proponga­
farsa, y porque, como estaba tan desfigurado, no representaba mos evitar las culpas, practicar las virtudes y servir con fervor
ya aquella majestad, que ponía respeto y empacho de herirle á este afligido Señor: supliquémosle los auxilios que necesita­
al descubierto. En todo esto puedes ponderar la invencible pa­ mos, rogándole al propio tiempo por la conversión de los here­
ciencia y humildad de Jesús en sufrir tan graves é innumerables jes é infieles, y por todo el mundo.
injurias, ofreciéndolas con admirable amor por la salvación
del mundo; y además, cuán cansado y afligido quedaría su Ma­ 46. -JE S Ú S PRESENTADO AL PUEBLO POR PILATOS.
jestad de tales juegos y tormentos; cuán desflaquecida la cabeza
por la mucha sangre que vertía con las espinas; cuán afeado su Puf.ukmo 1.« Viendo Pilatos a Jesús tan desfigurado, pensando que $n vista aplacaría
rostro con las manchas de sangre y con la muchedumbre de las á los judíos, se lo présenlo, diciendo : « Eeee homo».
salivas, y cuán acardenalado con los golpes de las bofetadas; y Preludio 2.» Represéntate á Jesús vestido de la púrpura, la corona en la cabera y la
caña en la mano, presentándose al pueblo.
aunque no hubo quien se compadeciera de É l, su espíritu estu­
P reludio 3.0 pide la gracia de compadecerte de Jesús i imitarle.
vo incansable y aparejado p ara los nuevos tormentos que le es­
peraban. ¡Oh Salvador del mundo! ¡Cuán repetidas son vues­
tras injurias, y cuán repetidos vuestros duros tormentos! Bastara, P u to 1 .*
P í l a l o s p r e s e n ta á J e s ú s a l p u e b lo , d ic ie n d o :

Señor, ser una vez abofeteado, escupido y golpeado por nues­ Viendo Pilatos á Jesús tan maltratado por los azo­
E c c e h o m o » .—

tros pecados; pero'vuestra caridad quiere pasar estos tormentos tes y demás tormentos, parecióle que con sólo mostrarle al pue­
dos veces por manos de judíos y gentiles, para que, padeciendo blo aplacaría su furor; y así mandó llevarle á un lugar alto, don­
de todos, pague por todos. ¡ O h ! ¡ Si supiésemos imitar tan extre­ de pudiese ser visto de todos, y adelantándose un poco, dijo *:
mada caridad! ¿Conocemos las injurias que Jesús recibe de los «He aquí al hombre». Pondera primeramente la vergüenza que
gentiles? ¿Se las hemos causado nosotros con los pecados? ¿No padecería el Señor, viéndose delante de tanta gente en aquel
nos admira la excesiva paciencia y amor de este Señor adorable? traje tan abatido, y la humildad con que se presentó á ser visto de
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh! ¡Adúnde llega la malicia del todos en aquella tan horrenda figura. Esto sufrió el Señor para
hombre contra su Dios y la caridad de Dios para con el hombre! librarte de la confusión que hubieras sufrido s i, cubierto con tus
Prosiguiendo los infames soldados el pesadísimo y afrentoso jue­ pecados, te hubieses presentado delante de Dios y sus ángeles.
Mas, pondera bien el significado de esta palabra: E c c e h o m o ,
go que hacían á costa de Jesú s, teniéndole coronado con corona
en cuanto fué dicha por Pilatos á los judíos, para moverles á
de espinas, ponen en su m ano una caña figurando un cetro
compasión, la cual quiere decir: M iradáeste hombre, que se
real, queriendo indicar maliciosamente que su reino era hueco,
llama Rey, Mesías é Hijo de Dios, y vereisle tan castigado y des­
vacío, movedizo como caña. ¡Oh insensatez de los hombres! Ellos,
que son caña frágil, toman p a ra sí cetros de oro macizo, como figurado, que apenas parece hombre, aunque de verdad lo e s,
si su imperio y poder fuese estable, rico y brillante, y ponen en como vosotros; y pues es hombre, y de vuestra misma natura­
la mano de Dios un cetro d e caña, suponiendo que su reino es leza, compadeceos de Él y contentaos con los castigos que ha
recibido este miserable hombre. Esto quiso decir P ilatos; mas
una mentira y necedad. ¿H em os pensado nosotros de este modo?
No está con esto satisfecha la saña de los soldados. Hincan una tú, parando la atención en estas mismas palabras, con gran dolor
rodilla delante de Cristo, le adoran por escarnio, saludándole de tu alma has de mirar todo lo exterior de Jesús, para compade­
como á rey de los judíos; y p a r a que no se ignore que todo lo ha­ certe de su dolorosa figura. Mira á este hombre llagado con azo­
tes, afeado con salivas, acardenalado con bofetadas; mira á este
cen por burla, al tiempo de hincarse toman la caña y le hieren
en la cabeza, meneando é introduciendo con nuevo dolor las hombre vestido con vestidura de escarnio, y coronado con corona
de desprecios. Mírale bien, y hallarás ser verdad lo que dijo de
espinas; escúpenle en el r o s tr o , y danle crueles bofetadas, y si
sí =: «Gusano soy y no hombre, oprobio de los hombres y des­
no le vendan los ojos es p orqu e le tratan como á Rey. Y á todo
esto, Jesús calla, está como un diamante, y ni en su exterior ni echo del pueblo *; y el que era el inás hermoso de los hijos de
en su interior da ninguna m uestra de impaciencia y cansancio. los hombres >, es el más feo de todos, y en Él no hay cosa que
¿Es posible, en vista de esto, que no amemos los desprecios, que
• J w , * : i , 4. — 1 Psalm. xxi, 7. — } Psalm. x u v , 3.
692 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 4 6 .— Jesús presentado a l p ueblo p or P ila to s. 693
puédese creer que otros le darían golpes y puñadas en el cuer­
po, y otros le darían repelones, mesándole las barbas, para que no nos compadezcamos de Jesús, que nos atrevamos todavia á
padeciese por los gentiles en casa de Pilatos, lo que había pade­ ofenderle, ayudando en cierto modo á los infames soldados? ¡Oh
cido por los judíos en la de Caifás. Solamente los gentiles no le Redentor amoroso! Inspiradnos lo que debemos hacer para repa­
vendaron el rostro, porque le trataban como á R ey, aunque de rar las espantosas injurias que recibís. Y nosotros, proponga­
farsa, y porque, como estaba tan desfigurado, no representaba mos evitar las culpas, practicar las virtudes y servir con fervor
ya aquella majestad, que ponía respeto y empacho de herirle á este afligido Señ or: supliquémosle los auxilios que necesita­
al descubierto. En todo esto puedes ponderar la invencible pa­ mos, rogándole al propio tiempo por la conversión de los here­
ciencia y humildad de Jesús en sufrir tan graves é innumerables jes é infieles, y por todo el mundo.
injurias, ofreciéndolas con admirable amor por la salvación
del mundo; y además, cuán cansado y afligido quedaría su Ma­ 46 . - JESÚS PRESENTADO AL PUEBLO POR PILATOS.
jestad de tales juegos y tormentos; cuán desflaquecida la cabeza
por la mucha sangre que vertía con las espinas; cuán afeado su PIInLUDIO 1.0 Viendo Pilatos i Jtsús tan desfigurado, pensando que s» vista aplacaría
rostro con las manchas de sangre y con la muchedumbre de las R los judíos, se lo presentó, diciendo : «Ecce homo».
salivas, y cuán acardenalado con los golpes de las bofetadas; y P reludio 2.» Represéntate á jesús vestido de h púrpura, h corona en la cabeza y la
caña en la mano, presentándote al pueblo.
aunque no hubo quien se compadeciera de É l, su espíritu estu­
P reludio 3.° Pide la gracia de compadecerte de Jesús i imitarle.
vo incansable y aparejado para los nuevos tormentos que le es­
peraban. ¡Oh Salvador del mundo! ¡Cuán repetidas son vues­
tras injurias, y cuán repetidos vuestros duros tormentos! Bastara, P u n to l.° P í t a l o s p r e s e n t a á J e s ú s a l p u e b lo , d ic ie n d o :

Señor, ser una vez abofeteado, escupido y golpeado por nues­ E cce hom o Viendo Pilatos á Jesús tan maltratado por los azo­
tros pecados; pero'vuestra caridad quiere pasar estos tormentos tes y demás tormentos, parecióle que con sólo mostrarle al pue­
dos veces por manos de judíos y gentiles, para que, padeciendo blo aplacaría su furor; y asi mandó llevarle á un lugar alto, don­
de todos, pague por todos. ¡ O h ! ¡ Si supiésemos imitar tan extre­ de pudiese ser visto de todos, y adelantándose un poco, dijo *:
mada caridad! ¿Conocemos las injurias que Jesús recibe de los «He aquí al hombre». Pondera primeramente la vergüenza que
gentiles? ¿Se las hemos causado nosotros con los pecados? ¿No padecería el Señor, viéndose delante de tanta gente en aquel
nos admira la excesiva paciencia y amor de este Señor adorable? traje tan abatido, y la humildad con que se presentó á ser visto de
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh! ¡Adúnde llega la malicia del todos en aquella tan horrenda figura. Esto sufrió el Señor para
librarte de la confusión que hubieras sufrido si, cubierto con tus
hombre contra su Dios y la caridad de Dios para con el hombre!
pecados, te hubieses presentado delante de Dios y sus ángeles.
Prosiguiendo los infames soldados el pesadísimo y afrentoso jue­
Mas, pondera bien el significado de esta palabra: E c c e h o m o ,
go que hacían á costa de Jesú s, teniéndole coronado con corona
en cuanto fué dicha por Pilatos á los judíos, para moverles á
de espinas, ponen en su m ano una caña figurando un cetro
compasión, la cual quiere decir: M irad áeste hombre, que se
re al, queriendo indicar maliciosamente que su reino era hueco,
llama Rey, Mesías é Hijo de Dios, y vereisle tan castigado y des­
vacío, movedizo como caña. ¡Oh insensatez de los hombresl Ellos,
figurado, que apenas parece hombre, aunque de verdad lo e s,
que son caña frágil, toman p a ra sí cetros de oro macizo, como
como vosotros; y pues es hombre, y de vuestra misma natura­
si su imperio y poder fuese estable, rico y brillante, y ponen en
leza, compadeceos de É l y contentaos con los castigos que ha
la mano de Dios un cetro d e caña, suponiendo que su reino es
recibido este miserable hombre. Esto quiso decir P ilatos; mas
una mentira y necedad. ¿H em os pensado nosotros de este modo?
tú, parando la atención en estas mismas palabras, con gran dolor
No está con esto satisfecha la saña de los soldados. Hincan una
de tu alma has de mirar todo lo exterior de Jesús, para compade­
rodilla delante de Cristo, l e adoran por escarnio, saludándole
certe de su dolorosa figura. Mira á este hombre llagado con azo­
como á rey de los judíos; y p a r a que no se ignore que todo lo ha­
tes, afeado con salivas, acardenalado con bofetadas; mira á este
cen por burla, al tiempo de hincarse toman la caña y le hieren
hombre vestido con vestidura de escarnio, y coronado con corona
en la cabeza, meneando é introduciendo con nuevo dolor las
de desprecios. Mírale bien, y hallarás ser verdad lo que dijo de
espinas; escápenle en el r o s t r o , y danle crueles bofetadas, y si
sí *: «Gusano soy y no hombre, oprobio de los hombres y des­
no le vendan los ojos es p orq u e le tratan como á Rey. Y á todo
echo del pueblo»; y el que era el más hermoso de los hijos de
esto, Jesús calla, está como un diamante, y ni en su exterior ni
los hombres ’ , es el más feo de todos, y en Él no hay cosa que
en su interior da ninguna m uestra de impaciencia y cansancio.
¿ Es posible, en vista de esto, que no amemos los desprecios, que
1 Jnjn , r:x ,4 - — * Psalm. xxi, 7. — } P¿aJm. xliv , 3.
694 Serte segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 6 .— Jesús presentado al pueblo por Pilotos. 695
pueda ser vista. ¡ Oh Hijo del hombre, Dios y hombre verdadero! bia, avivaron su odio contra e l Señor, y comenzaron á gritar
Harta humillación fué bajaros á tomar forma de hombre; pues, áuna voz y con fuerza: «Crucifícale, crucifícale». Considera bien
¿por qué os humilláis tanto en esa forma que vengáis á ser tenido la crueldad endemoniada de estos pontífices y sacerdotes, y de
por gusano y no hombre, y por afrenta del linaje de los hombres? este pueblo inducido por ellos, los cuales, no sólo no se compade­
Así debía ser pagada la soberbia, por la que quería hacerse el cieron de Jesús, tan llagado y afligido, sino que con increíble odio,
hombre como Dios, usurpándole sus dominios, poder y sabiduría. con la vista de sus trabajos creció la sed de añadir otros mayores,
O h !¡S iá lo menos ahora los hombres imitasen vuestra humil- diciendo: Crucifícale, crucifícale; como quien d ice: Buen princi­
dad! ¿Cómo lo hacemos nosotros? ¿En qué cosas nos ensoberbe­ pio has dado en azotarle; acaba lo que has comenzado, cruci­
cemos? ¿Meditamos los dolores y afrentas de Jesús? ficándole, pues los azotes preceden á la crucifixión. De parte de
P o n to 2.° E l E s p í r i t u S a n t o y e l P a d r e E t e r n o n o s dicen Jesús, pondera el sentimiento grande que le causarían estos cla­
ta m b ié n • * E c c e h o m o *. — Considera aquí las palabras Ecce mores, viendo la pertinacia de aquel pueblo en pedir su muerte
h o m o , en cuanto fueron dichas por el Espíritu Santo, por boca con más crueldad que los gentiles, pues éstos se daban ya por sa­
de Pilatos. Pondera su significado : E c c e h o m o : Mirad á este tisfechos, y ellos deseaban añadirle nuevos tormentos. Acorda-
hombre, que, aunque parece sólo hombre é inferior á los demás ríase de los bienes que había hecho á esta nación, y viendo el
hombres, es más que hombre, porque es Hijo de Dios vivo. mal pago que le daban, lastimábase por él castigo y desamparo
Mesías prometido en la ley, Cabeza de los hombres y de los que merecían. Finalmente: tú, abominando de la ingratitud,
ángeles, Redentor del linaje humano y único remediador de to­ crueldad y barbarie de estos judíos, entregiriéndote entre ellos y
das sus miserias, cuya caridad fué tan grande, que tomó esta mirando con toda atención á Jesucristo en tan lastimoso estado,
figura tan dolorosa por sólo amor á lo s hombres, para pagar en vez de pedir al presidente su muerte, pide al Padre eterno
las deudas de sus pecados y librarlos de las penas eternas que misericordia. ¡Oh Padre eterno! M iradávuestro Hijo, llagado y
merecían por ellos; por lo cual merece que todos le den millones desfigurado, por mis pecados. V os queréis que yo le mire para
de gracias, y le confiesen por Dios yhombre verdadero. Con esto compadecerme de É l; yo os suplico que le miréis para compa­
has de despertar la fe, y, considerando con la luz que ella te co­ deceros de mí. ¡Oh Dios, protector nuestro 1! Mirad, mirad el ros­
munica, la diferencia que va de Dios á hombre, has de avivar los tro de vuestro Cristo, porque no es posible desamparéis álos que
afectos de admiración, agradecimiento, alabanza y deseos de Él tiene escondidos en lo secreto desu rostro afligido con tal figu­
servir á Jesús. Medita luego estas mismas palabras como dichas ra. Si los ingratos judíos piden su muerte para saciar su rabia,
por el Padre Eterno, las cuales significan: Mirad á este hombre y o os pido que por ella me deis la verdadera vida. ¡Oh alma mía!
que Yo envié al mundo, para que fuese maestro délos hombres y ' ¿No te horroriza la crueldad insaciable de los judíos? ¿Ko te ad­
dechado de toda perfección y santidad, y para dar ejemplo de ella, mira la admirable paciencia de Jesús?
ha tomado esta horrenda figura. Mirad sus virtudes interiores, su E pilogo y eoloqolos. ¡Cuán lastimoso seria el estado del
humildad entre tantos desprecios, su paciencia, obediencia; mi­ divino Salvador, cuando Pilatos creyó que sola su vista bastaría
rad sus virtudes exteriores, sus palabras, sus obras, y estampad para aplacar la ira de los judíos! Cubierto de llagas dolorosas
en vuestras almas una viva imagen de Él. ¡Oh Padre soberano! de pies á cabeza y envuelto en la clámide, con la corona de espi­
¿Es por ventura este hombre aquél de quien dijisteis en el bautis­ nas en la cabeza y la caña en la mano, le presenta á lo s judíos,
mo y transfiguración, «este es mi Hijo muy amado, en quien me diciéndoles: E c c e h o m o . Mirad á este pobre hombre; mirad cuál
agrado, á Él oid» ? Si este es el mismo que entonces, ¿dónde está ha quedado, que no hay que temer de Él quiera hacerse Rey.
la figura de paloma que declare su inocencia? ¿Dónde Moisés y ¡Qué vergüenza {jasaría Jesucristo, viéndose en tan apurado y
Elias que atestigüen su divinidad? ¡Oh cuán cambiado está todo afrentoso lance, al oír que el mismo presidente que le había
cuanto le rodea! Sólo hallo en Él sus admirables virtudes, que mandado azotar, compadecido de É l, con voz lastimosa pretendía
con mayor esplendor brillan en su angustiosa situación. ¡Quién mover á los judíos á compasión, descubriéndoles la carnicería
que en Él habían hecho! Mas estas palabras: E c c e h o m o , dícelas
tuviera la dicha de imitarlas! ¿Qué debemos hacer para esto? ¿Te­
también el Espíritu Santo para darnos á conocer la gravedad del
nemos viva fe déla grandeza de Jesús en medio dé sus extrema­
pecado por el cual Dios padece, la bondad del Señor que á tal
das bajezas? ¿Le miramos como á nuestro maestro y procuramos
martirio se ofrece, y la ingratitud de los hombres que tal bondad
aprender sus lecciones ?
desconocen. Dícelas también el Padre eterno, y con ellas nos
P a n t o 8 .° L o s j u d í o s , a l v e r A J e s ú s , p i d e n s u m u erte.—
Oyendo los judíos las palabras de Pilatos, y viendo á Jesús en
• Psalm. ixxxm, 10.
tan triste y desconsolador estado, lejos de aplacar su furiosa ra­
696 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 47 .— Contienda sobre la muerte de Jesús. 697
recuerda las virtudes admirables que en Jesús, nuestro Maestro, yerban de la ley, queriendo disimular y encubrir con ella su
debemos imitar. Y nosotros, oyendo con horror la contestación dañada pretensión; más tú, abominando esta perversa y odiosa
que á ellas dan los judíos, hem os de ponerlas en nuestros labios, costumbre, has de procurar preciarte de la ley y del entero cum­
y dirigiéndonos al Padre eterno, debemos rogarle por los méritos plimiento de ella, porque de otro modo la ley seria tu condena­
de su Hijo hecho hombre y e l oprobio de los hombres, se digne ción, manifestando tu desobediencia. ¡ Oh Rey mío y Legislador
tener misericordia de todos e llo s , infundiéndoles vivo dolor de soberano! Verdad es muy grande que, según la ley que Vos
sus pecados y firmes resoluciones de jamás caer en ellos. ¿ Abri­ disteis, habéis de m orir; mas no porque os habéis hecho Hijo de
gamos nosotros estos sentimientos?¿Consideramos, conforme Dios, sino porque, siendoHijode Dios, os habéis hecho hombre,
nos encarga el Padre ce le stia l, las virtudes de Jesús? ¡Oh do­ y con vuestra muerte habéis de engendrar muchos hijos adopti­
lor! Sabemos pensar con exceso en las persecuciones que nos­ vos para Dios. Esta ley tenéis escrita en medio de vuestro cora­
otros sufrimos y en' las calumnias con que se nos persigue, y zón, y no cesáis de suspirar porque se cumpla perfectamente.
apenas sabemos acordarnos y pensar un instante en las penas de ¡O h ,si nosotros deseásemos como V os cumplir la ley! ¿Qué
Jesús. ¿Qué haremos en lo sucesivo ? Pensémoslo, propongamos, pensamos de las blasfemias de los judíos? ¿Hablamos mucho
pidamos. de la ley? ¿La observamos con fidelidad, exactitud y en todos
sus preceptos ?
47.—CONTIENDA ENTRE LOS 1UDÍ0S Y PILATOS ACERCA DE LA MUERTE Panto JS.° P i l a t o s p r e s e n t a n u e v a m e n t e á J e s ú s , d ic ie n ­
de Jesús. d o : « M i r a d á v u e s tr o R e y Habiéndose entrado un momento
Pilatos á hablar con Jesús en el pretorio, deseando más librarle
P reludio i .» Queriendo Pilatos librar á Cristo , insisten los judíos en pedir su muerte, de la muerte á causa de la última acusación de los judíos, los
y dicen que no quieren á otro rey que al Clisar. pontífices le apretaban con amenazas, diciendo: «Si sueltas á
P reludio 2.» Represéntate é los judíos alborotados, contendiendo con Pilatos, y * éste, no eres amigo del César», como quien dice: «Si le sueltas,
Jesús callando. acusarémoste delante del César, porque soltaste á su enemigo».
P reludio 3.» Pide á Dios que te libre de la obstinación y de los respetos humanos.
Por lo cual, amedrentado Pilatos, sacó otra vez á Jesús, y dijo:
«Mirad á vuestro Rey». Pondera bien estas últimas palabras,
P u n to I.'5 D i c e n lo s j u d í o s q u e J e s ú s , s e g ú n s u le y , h a d e en cuanto fueron dichas por Pilatos como de su propio espíritu,
m o r ir .—A l ver Pilatos la protervia de los judíos, cuya rabia no las cuales dijo por escarnio, y venían á significar: «Ved aquí á
quedaba satisfecha ni aun co n el escarmiento horroroso que se este miserable, de quien decís que se hace Rey vuestro; miradle
había hecho en Jesús, enfadado de tan extraño é inhumano pro­ que ni es rey, ni puede pretenderlo; no es sino rey de farsa
ceder, les dijo: «Tomad vo so tro s á este hombre, y sacrificadle, y de representación, como lo declara esta corona, cetro y púrpu­
porque yo no hallo en É l ca u sa bastante para esto». Ellos res­ ra que tra e ; compadeceos de Él, y no creáis que pueda contra­
pondieron : «Nosotros tenem os ley, y , según nuestraley, debe mo­ decir al César en hacerse r e y ». ¡Cuán abatido estájésús entre los
rir , porque se hizo Hijo de D io s ». En cuyas palabras acusaron hombres en figura de rey fingido, pagando con esta humillación
á Cristo nuestro Señor de blasfem o, teniendo por blasfemia que la soberbia y ambición con que ellos desean reinar! Mas consi­
dijese de sí ser Hijo de D io s , no por adopción, sino por na­ dera estas palabras de Pilatos, como dichas por el Espíritu Santo
turaleza ; y- así que, según la le y , debía ser castigado con pena por boca de este mal juez, en las cuales avisa á los judíos de lo
de muerte. En lo cual se v e la ceguedad abominable de esta gen­ que tienen presente y tanto habían deseado: Veis aquí al Rey
te, que tenía por blasfemia la misma verdad de Dios, aprobada que habéis estado esperando tanto tiempo; al Rey y Mesías pro­
por su Escritura, que d ecía que el Mesías era el Hijo de Dios, metido por los profetas para vuestro remedio ; ved si le admitís;
y confirmada con tantos m ilagros, como Cristo hizo, para dar de otra suerte caeréis en manos de vuestros enemigos. Y esto
testimonio de ella. Por donde consta que ellos eran blasfemos en mismo te está diciendo á ti y á todos los fieles: Mira á tu Rey,
decir que esta era blasfemia, y , por consiguiente, dignísimos del santo y sabio, manso y humilde. Mira si le quieres por Rey y si
castigo de la ley; pero, la verdadera blasfemia es aplaudida y la deseas ser su vasallo, y vestirte de su librea y andar siempre
falsa castigada, porque e l H ijo de Dios quiso humillarse á ser en su compañía, pues para ti vino. ¡ Oh dulcísimo Jesús! De muy
castigado como blasfemo, p a r a merecer el perdón dé las ver­ buena gana os recibo y adoro por mi R e y ; y cuanto os miro más
daderas blasfemias. Pondera también aquí cuán propio es de los abatido, tanto de mí sois más estimado. Vestidme de vuestra li­
malos é imperfectos p re cia rse de la ley y no cumplirla, si no es- brea , que muy grande honra es del vasallo andar vestido como
co n fo rm e á lo que su gusto y honra exigen. Y para esto se apro- su rey. Y tú. ¿ oyes en tu interior las palabras del Espíritu San-
698 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 8 .— Sentencia de muerte contra Jesús. 699
to? ¿ Quieres ser vasallo de Jesús? ¿Quieres vestirte de su li­ do y se pide su muerte por haber dicho que lo era. Mas, ¿ qué
brea y sujetarte á su imperio ? hará Pilatos? Convencido como está de la inocencia de Jesús,
P a n t o 3.° L o s ju d ío s d ic e n q u e n o q u ie r e n á otro rey ¿decidirá por fin darle libertad? A esto le induce su conciencia;
que á C é s a r .—Oyendo los pontífices las palabras de Pilatos, y pero le han dicho una palabra que le hace vacilar: Si sueltas
viendo que nuevamente les presentaba á Jesús, respondieron á Cristo, no eres amigo del César; y por no perder la amistad
alborotados: «Quítale, quítale, crucifícale». Dijo Pilatos: «¿Á del César, consentirá en pisar los fueros de la justicia. Verdad
vuesto Rey he de crucificar?» Respondieron ellos: «No tenemos es que probará algunos medios para librar á Cristo : Unas v e ­
otro rey sino á C ésar». Considera aquí, primeramente, la rabia ces se valdrá del ridículo, presentando á Jesús y diciendo:Mi­
increíble de esta gente, los cuales ni aun ver á Cristo querían, y rad al Rey que teméis; otras con reprensiones, diciendo: ¿Queréis
por eso dijeron:« Quítale de a h í», que fué decir: No le vean más que mate á vuestro Rey ? Mas al fin cederá á la presión y ame­
nuestros ojos; crucifícale, para que de una vez se acabe. Pusie­ nazas de los judíos. ¡Oh debilidad criminal de este mal juez! ¡Oh
ron por obra lo que de ellos refiere el libro de la Sabiduría1: malicia inaudita del pueblo judío! Desecha á Jesús, su R e y , y
«Acechemos al justo, porque es inútil para nosotros y contra­ en su lugar escoge un tirano, que dentro de poco tiempo le
rio á nuestras obras. Danos en rostro con los pecados que destruirá. Así paga el demonio á quien le sirve. ¿Qué haremos,
hacemos contra la le y , y publícalos á todos. Pesado es para nos­ pues, nosotros? ¿Hemos imitado alguna vez á los ju d íos, des­
otros aun el mirarle, porque su vida es muy desemejante á echando á Jesús y entregándonos á su enemigo ? ¿ L e miraremos
la nuestra, y sus caminos muy diferentes». Pondera luego la desde hoy y le honraremos como á nuestro Rey ?¿ Qué pruebas
maldad y ceguedad de esta misma gente en dejar al Rey verda­ hemos de dar á fin de testificar que Jesús es nuestro Rey? Has­
dero, que Dios les había dado para su bien, y aceptar por rey al ta ahora en nosotros ha reinado tal vez la pasión, el genio, los
tirano que les quitaba la hacienda y la libertad que ellos sentidos; procuremos que de hoy más reine Jesús, y para esto
tanto estimaban; y al que antes aborrecían, ahora le reciben hagamos eficaces propósitos, fervientes coloquios, confiadas
por odio á C risto; y en castigo de esta maldad permitió Dios súplicas por nosotros y por todo el mundo.
que perdiesen á su verdadero Rey Mesías, y que el rey terreno
que escogieron se volviera contra ellos, y los asolase y des­
48.— SENTENCIA DE MUERTE CONTRA JESÚS.
truyese. Vuelve ahora sobre ti tus ojos, y confúndete de ver
cuántas veces has dejado al Rey del cielo por el de la tierra, y P reludio i .» Antes que Pilatos dictase h sentencia, su mujer le mandi un recade
por puntos de honra, viviendo como si no tuvieses otro que el encargándole que no lo hiciese; lavóse las manos, y la firmó.
César; con lo cual haces grande injuria á Dios, á semejanza P reludio 2.» Represéntate á Pilatos sentado en su tribunal, firmando la sentencia de
del pueblo hebreo. ¡Oh Rey soberano 1 De todo corazón me pesa muerte contra Jesús que está presente.
por las veces que os he dejado y ofendido. Cuando era del mun­ Preludio 3.0 Pide la gracia de no sentenciar á muerte á Jesús, pecando.
do, decía con los mundanos: No tengo otro rey que á César;
pero de hoy más, Señor, digo, cuanto es de mi parte, que no P u n to l.° L a m u j e r d e P i l a t o s le m a n d a u n r e c a d o ,e n c a r -
quiero otro rey sino á Cristo. ¡Oh, si todos los hombres tuviesen g á n d o le q u e n a d a h a g a á C r is to .—Habiéndose
sentado Pilatos
este lenguaje, reconociendo en Jesús á su soberano y verda­ en su tribunal para sentenciar la causa de Cristo, envióle su mu­
dero Rey! ¿Reina Jesús en nosotros? ¿ Hemos consentido que nos jer un recado que decía 1: «No te metas en la causa de este Justo,
dominasen sus enemigos ? ¿Hemos pretendido apartarle de nues­ porque muchas cosas he padecido hoy en visiones por É l». Aquí
tra presencia, esforzándonos en alejarle de nuestra mente ? has de considerar cómo estas visiones, que padeció en sueños la
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh atrevimiento diabólico de los mujer de Pilatos, pudieron proceder del demonio y del buen
hombres! Á tal extremo llega, que acusan y condenan al mismo ángel; y de ambos modos puedes tú sacar provecho. Pondera
Dios por blasfemo, fundándose en la ley santísima que Él mis­ primero cómo el demonio, viendo la extraña mansedumbre de
mo había dictado. Aparentan mucho celo por el cumplimiento C risto, y su invencible paciencia en tantas injurias y dolores,
de la ley, y ellos, con el mayor descaro, obstinación y malicia, la comenzó á sospechar que era el Mesías Hijo de Dios, y el que
quebrantan. Jesús, que con milagros patentes y visibles, con vir­ había de destruir su reino; y así amedrentó con sueños á la mujer
tudes heroicas, con el cumplimiento de las profecías había pro­ de Pilatos, para que ella procurase estorbar su muerte, pare-
bado hasta la evidencia que era el Mesías Hijo de Dios, es acusa­ ciéndole que por medio de la mujer persuadiría al marido lo

■ Sap., 11, 12. ' M.l’ lll., X X V I I . 19.


698 Serie secunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 4 8 .— Sentencia de muerte contra Jesús. 699
to? ¿ Quieres ser vasallo de Jesús ? ¿Quieres vestirte de su li­ do y se pide su muerte por haber dicho que lo era. Mas, ¿ qué
brea y sujetarte á su imperio ? hará Pilatos? Convencido como está de la inocencia de Jesús,
P a n t o 3 .° L o s j u d í o s d ic e n q u e n o q u ie r e n d otro rey ¿decidirá por Andarle libertad? A esto le induce su conciencia;
q u e á C é s a r .—Oyendo los pontífices las palabras de Pilatos, y pero le han dicho una palabra que le hace vacilar: Si sueltas
viendo que nuevamente les presentaba á Jesús, respondieron á Cristo, no eres amigo del César; y por no perder la amistad
alborotados: «Quítale, quítale, crucifícale». Dijo Pilatos: «¿Á del César, consentirá en pisar los fueros de la justicia. Verdad
vuesto Rey he de crucificar?» Respondieron ellos: «No tenemos es que probará algunos medios para librar á Cristo : Unas v e ­
otro rey sino á C ésar». Considera aquí, primeramente, la rabia ces se valdrá del ridículo, presentando á Jesús y diciendo ¡Mi­
increíble de esta gente, los cuales ni aun ver á Cristo querían, y rad al Rey que teméis; otras con reprensiones, diciendo: ¿Queréis
por eso dijeron:« Quítale de a h í», que fué decir: No le vean más que mate á vuestro Rey ? Mas al fin cederá á la presión y ame­
nuestros ojos; crucifícale, para que de una vez se acabe. Pusie­ nazas de los judíos. ¡ Oh debilidad criminal de este mal ju ez! ¡Oh
ron por obra lo que de ellos refiere el libro de la Sabiduría1: malicia inaudita del pueblo judío! Desecha á Jesús, su R e y , y
«Acechemos al justo, porque es inútil para nosotros y contra­ en su lugar escoge un tirano, que dentro de poco tiempo le
rio á nuestras obras. Danos en rostro con los pecados que destruirá. A si paga el demonio á quien le sirve. ¿Qué haremos,
hacemos contra la le y , y publícalos á todos. Pesado es para nos­ pues, nosotros? ¿Hemos imitado alguna vez á los ju d íos, des­
otros aun el mirarle, porque su vida es muy desemejante á echando á Jesús y entregándonos á su enemigo ? ¿ L e miraremos
la nuestra, y sus caminos muy diferentes». Pondera luego la desde hoy y le honraremos como á nuestro Rey ?¿ Qué pruebas
maldad y ceguedad de esta misma gente en dejar al Rey verda­ hemos de dar á fin de testificar que Jesús es nuestro Rey? Has­
dero, que Dios les había dado para su bien, y aceptar por rey al ta ahora en nosotros ha reinado tal vez la pasión, el genio, los
tirano que les quitaba la hacienda y la libertad que ellos sentidos; procuremos que de hoy más reine Jesús, y para esto
tanto estimaban; y al que antes aborrecían, ahora le reciben hagamos eficaces propósitos, fervientes coloquios, confiadas
por odio á C risto; y en castigo de esta maldad permitió Dios súplicas por nosotros y por todo el mundo.
que perdiesen á su verdadero Rey Mesías, y que el rey terreno
que escogieron se volviera contra ellos, y los asolase y des­ 48.— SENTENCIA OE MUERTE CONTRA JESÚS.
truyese. Vuelve ahora sobre ti tus ojos, y confúndete de ver
cuántas veces has dejado al R ey del cielo por el de la tierra, y Preludio i .» Antes que Pilatos dictase la sentencia, su .mujer le mandó un recade
por puntos de honra, viviendo como si no tuvieses otro que el encargándole que no lo hiciese; lavóse las manos, y la firmó.
César; con lo cual haces grande injuria áD ios, á semejanza Preludio 2.» Represéntate i Pilatos sentado en su tribunal, firmando la sentencia de
del pueblo hebreo. ¡Oh R ey soberano ! De todo corazón me pesa muerte contra Jesús que está presente.
por las veces que os he dejado y ofendido. Cuando era del mun­ Preludio 3.« Pide la gracia de no sentenciar á muerte á Jesús, pecando.
do , decía con los mundanos: No tengo otro rey que á César;
pero de hoy más, Señor, digo, cuanto es de mi parte, que no P a n t o l.° L a m u j e r d e P i l a t o s le m a n d a u n r e c a d o ,e n c a r ­
quiero otro rey sino á Cristo. ¡Oh, si todos los hombres tuviesen g á n d o le q u e n a d a h a g a á C r is to .—Habiéndose
sentado Pilatos
este lenguaje, reconociendo en Jesús á su soberano y verda­ en su tribunal para sentenciar la causa de Cristo, envióle su mu­
dero Rey! ¿Reina Jesús en nosotros? ¿ Hemos consentido que nos jer un recado que decía ': «No te metas en la causa de este Justo,
dominasen sus enemigos ? ¿Hemos pretendido apartarle de nues­ porque muchas cosas he padecido hoy en visiones por É l». Aquí
tra presencia, esforzándonos en alejarle de nuestra mente ? has de considerar cómo estas visiones, que padeció en sueños la
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Oh atrevimiento diabólico de los mujer de Pilatos, pudieron proceder del demonio y del buen
hombres! Á tal extremo llega, que acusan y condenan al mismo ángel; y de ambos modos puedes tú sacar provecho. Pondera
Dios por blasfemo, fundándose en la ley santísima que Él mis­ primero cómo el demonio, viendo la extraña mansedumbre de
mo había dictado. Aparentan mucho celo por el cumplimiento C risto, y su invencible paciencia en tantas injurias y dolores,
de la ley, y ellos, con el mayor descaro, obstinación y malicia, la comenzó á sospechar que era el Mesías Hijo de Dios, y el que
quebrantan. Jesús, que con milagros patentes y visibles, con vir­ había de destruir su reino; y así amedrentó con sueños á la mujer
tudes heroicas, con el cumplimiento de las profecías había pro­ de Pilatos, para que ella procurase estorbar su muerte, pare-
bado hasta la evidencia que era el Mesías Hijo de Dios, es acusa­ ciándole que por medio de la mujer persuadiría al marido lo

1 Sap., 11, 12. • Ma ili.. \wn. ‘ 9-


700 Serie s e c u n d a P a s ió n de Jesucristo. M ed. 4 8 .— Sentencia de muerte contra Jesús. 701
que quería. En lo cual es digna de gran consideración la invenci­ manos con agua, y deje mi corazón manchado con la culpa; y
ble fuerza de la heroica virtud, pues pone admiración á los mis­ que, haciendo obras malas por temor humano, las quiera excusar
mos demonios; los cuales , como dice Santiago \ creen y tiem­ y lavar en la apariencia, atribuyendo á otro lo que yo miserable
blan; creen, forzados de los indicios, y tiemblan de lá majestad peco. ¿No te horroriza la pertinacia y malicia de los judíos? ¿No
y santidad que creen. Puedes, en segundo lu g a r, considerar que te compadeces de Jesús, tan inocente y tan atormentado?
el buen ángel con su inspiración habló en sueños á esta mujer, P u n t o 3.° Pilatos da la sentencia de muerte. — A l ver P i­
y la dijo: que si su marido condenaba á Cristo, él sería conde­ latos la obstinación de aquel pueblo, juzgó que se debía cumplir
nado. y padecería terribles trabajos, y el pueblo hebreo sería su demanda, y así entregó á jesús á su voluntad, para que hicie­
asolado. Y á este talle le representaría algunas cosas espantosas, sen lo que querían Esta fné la sentencia que dió el mal juez
para que persuadiese á su marido le soltase; por lo cual ella lo contra Jesús, condenándole á morir crucificado; en la cual has
tuvo por justo, y asi dió testimonio de ello, diciendo á su mari­ de considerar primeramente cuán injusta y cruel fué, pues el
do: «No te entremetas con este Justo». ¡Oh Justo y justificador de mismo juez conocía que era inocente, y lo testificaba, no sólo con
los hombres! Muy conocida y atestiguada es vuestra justicia, y palabras, sino con aquella ceremonia exterior de lavarse las
con todo eso no es admitida ni aprobada. Justificadme con vues­ manos: y con todo eso, la pronunció, movido de temor humaho,
tra justicia, y dadme parte en e lla , porque ni yo puedo vivir sio para que el pueblo no le acusase delante del César, atropellando
vuestra compañía, ni querría jam ás apartarme de ella. ¿Deseas por esto la justicia. También fué cruel, porque, sabiendo que los
tú participar de la justicia de Jesús? ¿Imitas sus virtudes heroi­ pontífices, por envidia, acusaban á Cristo, y por odio deseaban
cas? ¿Sigues el mal consejo de Pilatos, no haciendo caso de las que muriese de tal muerte, le entregó á su voluntad, siguiendo,
buenas inspiraciones? no la razón, ni las leyes de la justicia ni de la misericordia, sino
P a n t o 2.° Pilatos se la v a las manos, aparentando ino­ la voluntad de un pueblo furioso, que no se contentaba con me­
cencia.— Sentado Pilatos en su tribunal, pidió agua, y delante nos que con muerte de cruz. Pondera luego la grande alegría
de todo el pueblo lavó sus manos, diciendo *: «Inocente soy déla de aquella malvada gente, y la gritería que levantó cuando vió
sangre de este Justo; vosotros, mirad lo que hacéis». Kilos res­ pronunciada esta sentencia, y el parabién que se darían unos á
pondieron: «Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros otros de haber salido con su pretensión; todo lo cual era en gra­
hijos». Pondera aqui ante todo cómo los Evangelistas muya ve injuria de Jesús, que lo estaba oyendo. Pero con más devo­
menudo nos traen á la memoria la inocencia de Jesucristo y los ción contempla cómo notificaron á Jesús la sentencia; el cual,
testimonios que de ella daba P ila to s, para que nos acordemos en aunque vió que era injustísima de parte del ju ez, pero mirando
cada uno de los tormentos que padece, no por sus pecados, sino cómo venía por orden de su Eterno Padre para remedio del
por los nuestros; convidándonos con esto á compadecernos más mundo, luego la aceptó de muy buena gana, no apeló,ni suplicó,
de este Señor, y á llorar nuestras culpas, por las cuales padece ni se quejó del agravio que le hacían, ni habló palabra contra
tan graves penas. Considera lu ego la maldad furiosa del pueblo el juez, ni contra sus ministros, sino con gran voluntad se ofreció
judaico, que, á trueque de quitar la vida á Cristo nuestro Señor y á la ejecución de ella por nuestro bien, entregándose con su vo­
derramar su sangre. ofrecieron la suya y la de sus hijos, cargán­ luntad amorosa á la voluntad rabiosa de sus enemigos, para que
dose de los castigos que m erecía la muerte de este Justo tan in­ hiciesen de Él lo que Pilatos había sentenciado. ¡Oh Redentor
justa; y así les sucedió, porque la sangre de Jesucristo, que era dulcísimo! Gracias os doy por esta voluntad con que aceptasteis
poderosa para dar la vida á su s mismos derramadores, fué para sentencia tan injusta y tan cruel por librarme de la justa senten­
cia de muerte que contra mí estaba dada. Desde hoy os entrego
ellos ocasión de muerte, durando en su rebeldía. Con otro espí­
totalmente mi voluntad por cumplir en todo la vuestra. ¡Oh, si
ritu que los judíos dirígete tú al Eterno Padre, diciéndole: Ven­
nunca me hubiese yo apartado de ella! ¡Oh, si todos los hombres
ga, Señor, la sangre de e ste Justo, Hijo vuestra, sobre mí y
se rindiesen al servicio de Aquel que murió por todos! ¿Cómo
sobre todos los fieles para limpiarnos y santificarnos con ella;
lo hacemos nosotros? ¿Qué efecto produce en nosotros la sen­
porque yo, Señor, os ofrezco la mia, con deseo de derramarla
tencia de Jesús? ¿Nos someteremos como Él á todas las disposi­
por quien derramó por mí la suya. ¡Oh sangre preciosísima de
ciones divinas?
Jesús! No vengáis sobre mí co m o sobre estos rebeldes, para con­
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ En qué lucha tan empeñada se en­
fundirme, sino con m isericordia para lavarme y justificarme.
cuentra Pilatos al tener que fallar la causa de Cristo! Su concien-
¡Oh Redentor mío! Xo p erm itáis que, como Pilatos, lave yo las
• Luc., xxiii, 24.
* Jacob , n , 19. — * Matth.. xxvn _ 24.
702 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 4 9 .— Sale Jesús con la crug á cuestas. 703
cía, el sentimiento natural de la justicia, su propia mujer, tratan ras sangrientas para que se las vistiese. Todo lo cualtuvo mis­
de consuno de retraerle de cometer un enorme delito; mas el terio, porque, al modo que Jesucristo, para llevar su cruz, se
temor humano, el deseo de no perder la amistad del César, y desnudó de las vestiduras ajenas que le hablan puesto en casa
de conservar el importante cargo que desempeña, le inducen á de Herodes y Pilatos, y se vistió las suyas propias, así tú, para
fallar contra Cristo. E l Angel custodio, con temibles visiones, llevar tu cruz é imitarle, debes desnudarte de todas las costum­
amedrenta á su mujer, trazándole el cuadro de males que va á bres viciosas del mundo y carne, y vestirte las que son propias
sobrevenir á su familia, si su marido consiente en la muerte de de Cristo, por las cuales has de ser conocido y tenido por discí­
Jesús; y quizá también el demonio pretende estorbarla, barran* pulo suyo, especialmente la mansedumbre, paciencia, miseri­
tando que va á terminar su imperio. En tan angustiosa alterna­ cordia y entrañas de caridad. L a segunda cosa que hicieron los
tiva, Pilatos lávase las manos, deseando justificarse delante de soldados fué traer allí el madero de la cruz, grande y muy pe­
los hombres. ¡Infeliz! ¡Como si esta ceremonia exterior fuese sado. Y cuando Jesús la vió, ¿qué sentiría y diría en su corazón?
suficiente para abonarle delante de Dios! A sí hacen muchos cris­ Sin duda se regalaría con ella, y diría, mucho mejor que des­
tianos; con mil pretextos vanos y fútiles de necesidad, imposi­ pués dijo san A n drés: «Dios te sa lv e , cruz preciosa, que tantos
bilidad, distracción, quieren excusar las graves faltas que come­ años has sido deseada por Mi con gran deseo, amada con gran
ten. L a sentencia que da el mal juez no puede ser ni más cruel ni solicitud, buscada con gran continuación, y estás ya aparejada
más injusta; entrega á Jesús ála voluntad de los judíos, sabiendo para el que desea verse junto contigo; ven, y abrazarte he con
la rabia que le tenían, el odio que le profesaban. ¡ Adónde con­ mis brazos, porque me has de recibir en los tuyos; v e n ,y daréte
duce el temor humano exagerado! ¿Nos dejamos llevar nosotros beso de paz con mi b o ca, porque tengo de reclinar en ti mi cabe­
de él? ¿Hemos imitado alguna vez á Pilatos, condescendiendo za, y dormir en paz el último sueño de la muerte». ¡Oh, con qué
con la alborotada turba de las pasiones que nos combate y opri­ ternura abrazaría nuestro Salvador su cruz, santificándola con
me? ¿Hémos llegado á condenar y á crucificar á Jesús dentro de 'aquel primer abrazo! ¡Con qué ganas la tomaría en sus manos
nuestro corazón? Si así es, llorémoslo con amargas lágrimas, y y la pondría sobre sus afligidos hombros! ¡Oh dulce Jesús! Dad­
con eficaces propósitos resolvámonos á evitar todas las culpas, me gracia para que mire vuestra cruz con tales ojos, y la abrace
pidiendo con este objeto las fuerzas que necesitamos. Roguemos con este amor, y la busque con este deseo, gloriándome d é la
por la perseverancia de los justos, por los tentados, por los que. cruz, y no descansando hasta morir en ella. ¿Cómo miramos nos­
se hallan entre peligros, y por todo lo demás. otros la cruz de nuestras tribulaciones? ¿Cómo la aceptamos?
¿Procuramos, para llevarla, revestirnos de la humildad, pacien­
49 . -S A L E JESÚS CON LA CRUZ Á CUESTAS. cia y demás virtudes que son como la vestidura de Cristo?
P a n t o 2 .° A c o m p a ñ a d o d e d o s la d r o n e s , s a le J e s ú s c o n
P reludio i .o liada la sentencia, Jesús tomó la cruz que te presentaron, y, cargando la c r u z á c u e s t a s '.—Considera cómo para aumentar la ignomi­
con ella , salió para el monte Calvario. nia y afrenta de Jesús, sacaron de la cárcel dos ladrones que
P reludio 2.° Represéntate á jesús al tiempo de abrazarse por primera vez con d sagrado- estaban condenados al mismo suplicio, á fin de que fuesen con
madero. Él por e l camino, y por causa de ellos fuese tenido por ladrón y
P reludio 3 « Pide la gracia de saber aceptar la cruz.
malhechor. Mas ¡con cuán diferentes ojos miraron estos ladrones
la cruz, estremeciéndose con su vista, y cerrando los ojos para
P in ato l.° P o n e n á J e s ú s s u s v e s t id o s , y p r e s é n ta n le la no verla! Ellos amaron la culpa y aborrecieron la pena; mas
c r u z — Oíday aceptada la sentencia de muerte de cruz ', la pri­ nuestro amado Jesús amó la pena y aborreció la cuipa. Por
mera cosa que hicieron los soldados encargados de ejecutarla, donde se v e que la compañía de estos ladrones sirvió para que
fué desnudar á Jesús de la vestidura de púrpura y vestirle sus resaltase más la admirable paciencia, virtud y santidad del Se­
propias vestiduras, para que fuese conocido por e lla s; pero no ñor, cuya deshonra buscaban los que le dieron tal compañía.
leemos que le quitasen la corona de espinas; antes se la dejaron Pondera cóm o, estando todo preparado, los soldados dispuestos
puesta, para no darle aquel alivio. Pondera aquí las palabras y los verdugos armados, á una pequeña insinuación de su jefe,
afrentosas que en esta ocasión le dirían, como á hombre conde­ el divino Señor caigóse con la cruz, y salió caminando hacia el
nado por facineroso, y cómo le llevarían con crueldad á la sala monte Calvario. Mira cuán grande sería la afrenta de Cristo en
donde le habían azotado, para desnudarle, dándole sus vestidu­ aquella primera salida de ia casa de Pilatos, cargado de su cruz

> Mere., x v , 20. • Joan., xix, 17.


704 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. y o .— Sim ón C irineo ayuda á Jesús á llevar la cru {. 705
y en medio de ladrones, con voz de pregonero que publicaba sus vastéis la vuestra. ¿Nos animan á nosotros estos sentimientos? Si
fingidos delitos, y con grande gritería del pueblo, concurriendo Jesús tanto padece por nuestros pecados, ¿cómo nosotros no nos
innumerable gente á ver este espectáculo. Contempla á los án­ mortificamos por ellos?
geles, que desde el cielo miran espantados á su Señor en medio E p ilo g o y e o lo q n io s. ¡Cómo brilla el amor infinito de
de tales afrentas, con deseo de bajar á defender su causa; y al Jesucristo en aceptar la cruz en la que ha de morir afrentosa
Eterno Padre, que, cual otro A b r a h a m c o n el fuego en la mano, muerte! Apenas se acaba de dar la sentencia, cuando los solda­
y con el cuchillo desenvainado, v a acompañando á su obedienti- dos, impacientes por ejecutarla, llevan al Señor á la sala de los
simo Isaac hasta el santo monte. ¡ Oh Padre celestial! Abrasadme azotes, cámbianle las vestiduras, poniéndole las suyas propias;
con ese fuego para que ame al que tanto me amó; heridme con preséntanle la cruz, con la cual amorosamente se abraza, salu­
ese cuchillo de modo que muera en mí todo lo que os desagrade; dándola con ternura sin igual; y sacando de la cárcel dos ladrones
descubridme á la luz de este fuego divino la grandeza de vues­ para que vayan con Él y mueran al mismo tiempo en el Calvario,
tra inmensa caridad y la profundidad de la humildad y obediencia emprenden el camino, dirigiéndose hacia la cumbre del monte
de vuestro Hijo, para que me precie de sus desprecios y los en donde se ha de consumar el sacrificio. ¡ Qué vergüenza y
abrace con amor á la vista de todo el mundo. [Oh', quién pudiese afrenta pasaría Jesús al versé cargado con el infame madero,
participar de sus afrentas y acompañarle en el camino del Cal­ en medio de dos facinerosos, como si fuese el mayor de todos,
vario! ¿Le seguimos nosotros á lo menos con la consideración y caminando al son de trompeta hacia el Calvario! ¡Qué congoja y
compasión? ¿Ó es nuestra vida causa de su mayor deshonra, dolor experimentaría su fatigado y enflaquecido cuerpo subiendo
como la de los ladrones? por aquel áspero camino, cargado con el pesado madero, dejando
P u n to 8.° D o lo r d e J e s ú s p o r el p e s o d e la e n t e y d e los en pos de sí un reguero de sangre! Mas ¡qué confusión y pena le
— Considera en este punto la gran-,
p e c a d o s q u e e lla r e p r e s e n ta . causaría la enorme carga de los pecados cíe todo el mundo, que
de'congoja y dolor que sentiría el cuerpo flaco de Jesucristo con su Padre celestial le había impuesto, por haberse É l mismo ofre­
la pesadísima carga de la cruz. ¡ Q ué de veces tropezaría y arro­ cido á asumir la responsabilidad de todos los pecadores! Mire­
dillaría con el peso, por estar e l cuerpo muy debilitado por los mos con dolor á Jesús, y al contemplarle en este paso, jadeando
tormentos pasados! [Cómo sudaría de fatiga, oprimido con la y manando de todo su cuerpo copioso sudor, preguntémonos:
carga de aquel madero! ¡Cómo iría regando las calles con la ¿Qué penitencia hacemos nosotros por los pecados que hemos
sangre que corría de las lla g a s, oprimidas y exprimidas con cometido? ¿Cómo recibimos las tribulaciones y cruces que el
aquella viga de lagar que caía encima de ellas. Y este divino Señor nos envía? ¿Qué debemos hacer para consolar y ayudar
Señor ve cómo los hombres pisan su sangre sin que haya quien á Jesús, tan afligido y cansado? ¿Qué desea de nosotros este
la recoja, y se ríen de su cansancio sin que nadie le ayude; muy divino Señor? Basta ya de ingratitudes; no seamos mezquinos
al contrario, este cansancio les d a nueva ocasión de injuriarle, con un Señor que tan generoso se muestra con nosotros: resol­
i Qué dolor! Mas, pondera cómo lo que más siente Jesús en este vamos lo que hemos de practicar y evitar; pidamos gracia para
doloroso camino, no es tanto la c a r g a de la cruz, cuanto la carga ejecutarlo, y roguemos por todo lo que deseamos obtener.
de nuestros pecados, que por e lla se representan; porque si
David decía que los suyos eran p a r a él carga pesada, cuánto más 50.— SIMÓN CIRINEO AYUDA Á JESÚS Á LLEVAR LA CRUZ.
pesada sería la carga de los p ecad o s de todos los hombres pasa­ PiaWHO i.» Temiendo los judíos que Jesús se les muriese antes de llegar al Calva­
dos, presentes y por venir; la c u a l cargó toda sobre este Señor; rio, obligaron i Simón Cirineo á que llevase la cruz en pos de ÉL
de quien dijo Isaías: 1 «Todos nosotros erramos como ovejas, Preludio 2.* Represéntate á Jesús caminando con paso vacilante y á Simón en pos de
cada uno se fué por su camino, y e l Señor puso sobre Él la maldad Él llevando la cruz.
de todos nosotros». |Oh dulce J e sú s! Mis pecados son los que car­ P reludio ).• Pide la gracia de ayudar á Jesús del modo que puedes.
gan sobre vuestros hombros. Y o soy la oveja que erré, y Vos
sois llevado como oveja al m atad ero del monte Calvario, para ser P a n t o l.° J e s ú s , en su jla q u e z a , ord en a q u e u n h o h tb re

sacrificado por mis yerros. ¡ O h , quién nunca los hubiera cometi­ Caminando Jesús con su cruz á
le a y u d e á lle v a r la c r u z .—

do,para no daros tanto trabajo! P e r o ya que la culpa es mía, razón cuestas, como temieran los judíos que se muriese en el camino,
es que lleve parte de la pena, y q u e cargue sobre mí la cruz que asieron de un hombre, llamado Simón, para que llevase la cruz
tengo merecida. Yo, Señor, m e o ¡frezco á llevarla, como Vos lle- detrás de É l '. Sobre este paso puedes considerar la grande fatiga

■ Luc., xxiu, 26.


>Gene?., x xn , 6 . — 1 Is»¡., u : i , 6.
45
704 Serie segunda.— P a sión de Jesucristo. M ed. 50.— Sim ón C irineo ayuda i Jesús á llevar la cru%. 705
y en medio de ladrones, con voz de pregonero que publicaba sus vastéis la vuestra. ¿Nos animan á nosotros estos sentimientos? Si
fingidos delitos, y con grande gritería del pueblo, concurriendo Jesús tanto padece por nuestros pecados, ¿cómo nosotros no nos
innumerable gente á ver este espectáculo. Contempla á los án­ mortificamos por ellos?
geles, que desde el cielo miran espantados á su Señor en medio E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cómo brilla el amor infinito de
de tales afrentas, con deseo de b a ja rá defender su causa; v a l Jesucristo en aceptar la cruz en la que ha de morir afrentosa
Eterno Padre, que, cual otro A b rah am ', con el fuego en la mano, muerte! Apenas se acaba de dar la sentencia, cuando los solda­
y con el cuchillo desenvainado, v a acompañando á su obedienti- dos, impacientes por ejecutarla, llevan al Señor á la sala de los
simo Isaac hasta el santo monte. ¡Oh Padre celestial! Abrasadme azotes, cámbianle las vestiduras, poniéndole las suyas propias;
con ese fuego para que ame al que tanto me amó; heridme con preséntanle la cruz, con la cual amorosamente se abraza, salu­
ese cuchillo de modo que muera en mí todo lo que os desagrade; dándola con ternura sin igual; y sacando de la cárcel dos ladrones
descubridme á la luz de este fuego divino la grandeza de vues­ para que vayan con É ly mueran al mismo tiempo en el Calvario,
tra inmensa caridad y la profundidad de la humildad y obediencia emprenden el camino, dirigiéndose hacia la cumbre del monte
de vuestro Hijo, para que me precie de sus desprecios y los mi donde se ha de consumar el sacrificio. ¡Qué vergüenza y
abrace con amor á la vista de todo el mundo. ¡Oh, quién pudiese afrenta pasaría Jesús al versé cargado con el infame madero,
participar de sus afrentas y acom pañarle en el camino del Cal- en medio de dos facinerosos, como si fuese el mayor de todos,
vario! ¿Le seguimos nosotros á lo menos con la consideración y caminando al son de trompeta hacia el Calvario! ¡Qué congoja y
compasión? ¿Ó es nuestra vida causa de su mayor deshonra, dolor experimentaría su fatigado y enflaquecido cuerpo subiendo
como la de los ladrones? por aquel áspero camino, cargadoconel pesado madero,dejando
P u n t o 3.° D o lo r d e J e s ú s p o r e l p e s o d e l a c r u z y d é lo s en pos de sí un reguero de sangre! Mas ¡qué confusión y pena le
p e c a d o s q u e e lla r e p r e s e n ta . — Considera en este punto la gran- • causaría la enorme carga de los pecados ae todo el mundo, que
de congoja y dolor que sentiría e l cuerpo flaco de Jesucristo con su Padre celestial le había impuesto, por haberse Él mismo ofre­
la pesadísima carga de la cruz. ¡ Q ué de veces tropezaría y arro­ cido á asumir la responsabilidad de todos los pecadores! Mire­
dillaría con e! peso, por estar e l cuerpo muy debilitado por los mos con dolor á Jesús, y al contemplarle en este paso, jadeando
tormentos pasados! ¡Cómo sudaría de fatiga, oprimido con la y manando de todo su cuerpo copioso sudor, preguntémonos;
carga de aquel madero! ¡ Cómo iría regando las calles con la ¿Qué penitencia hacemos nosotros por los pecados que hemos
sangre que corría de las llag a s, oprimidas y exprimidas con cometido? ¿Cómo recibimos las tribulaciones y cruces que el
aquella viga de lagar que caía encima de ellas. Y este divino Señor nos envía? ¿ Qué debemos hacer para consolar y ayudar
Señor ve cómo los hombres pisan su sangre sin que haya quien ¿Jesús, tan afligido y cansado? ¿Qué desea de nosotros este
la recoja, y se ríen de su cansancio sin que nadie le ayude; muy divino Señor? Basta ya de ingratitudes; no seamos mezquinos
al contrario, este cansancio les d a nueva ocasión de injuriarle. con un Señor que tan generoso se muestra con nosotros; resol­
¡Qué dolor! Mas, pondera cómo lo que más siente Jesús en este vamos lo que hemos de practicar y evitar; pidamos gracia para
doloroso camino, no es tanto la c a r g a de la cruz, cuanto la carga ejecutarlo, y roguemos por todo lo que deseamos .obtener.
de nuestros pecados, que por e lla se representan; porque si
David decía que los suyos eran p a r a él carga pesada, cuánto más 50.— SIMÓN CIRINEO AYUDA Á JESÚS Á LLEVAR LA CRUZ.
pesada sería la carga de los p ecad os de todos los hombres pasa­ P reludio i .» Temiendo los judíos que Jesús se les muriese antes de llegar al Calva­
dos, presentes y por venir; la c u a l cargó toda sobre este Señor; rio, obligaron i Simón Cirineo á que llevase la cruz en pos de Él.
de quien dijo Isaías: 5 «Todos nosotros erramos como ovejas, P reludio 2.° Represéntate á Jesús caminando con paso vacilante y k Simón en pos de
cada uno se fué por su camino, y e l Señor puso sobre Él la maldad Él llevando la cruz.
de todos nosotros». ¡ Oh dulce J e s ú s IMis pecados son los que car­ Preludio 3.» Pide la gracia de ayudar ájesús del modo que puedes.

gan sobre vuestros hombros. Y o soy la oveja que erré, y Vos


sois llevado como oveja al m atadero del monte Calvario, para ser . P a n to l.° J e s ú s , en su fla q u e z a , ord en a q u e u n hom bre
le a y u d e á lle v a r la c r u z —Caminando
Jesús con su cruz á
sacrificado por mis yerros. ¡ O h , quién nunca los hubiera cometi­
do,para no daros tanto trabajo! P e r o ya que la culpa es mía, razón cuestas .com o temieran los judíos que se muriese en el camino,
es que lleve parte de la pena, y q u e cargue sobre mí la cruz que asieron de un hombre, llamado Simón, para que llevase la cruz
tengo merecida. Y o, Señor, me o írezco á llevarla, como Vos lle- detrás de É l S o b r e este paso puedes considerar la grande fatiga

• Luc., XXIII, 26.


i Gene;., xxn, 6. — 1 Isai., li:i , 6.
45
"Jo6 Serie segunda. —Pasión de Jesucristo. M ed. 50. — Sim ón Cirineo ayuda i Jesús á llevar la cru%. 707
y debilidad que tenia Cristo en este camino; de lo cual tomarían tud que Dios ha puesto'en ella, como los gentiles: otros, porque
sus enemigos ocasión para baldonarle por la flaqueza que mostra­ la tienen por afrenta y contraria á su honra, como los soberbios
ba, diciendo por otra parte que era Hijo de Dios, y que en tres y ambiciosos: otros, por temor del trabajo que hay en llevarla
días podía levantar la máquina del templo. Todo lo cual sufría contra su sensualidad, como los regalados y carnales. ¡Cuántos
el Señor con admirable paciencia, hasta que los príncipes de son aquellos de quienes dice san P ablo 1 que son enemigos de la
los sacerdotes, temiendo no se les muriese en el camino, le qui­ cruz de Cristo, teniendo por Dios al vientre y á su gloria vana
taron la cru z, no por aliviarle, sino por la gana que tenían de para su confusión! Pondera también cómo todos tenemos horror
crucificarle en ella. De donde has de sacar tú consuelo en tus tra­ natural á la cruz, y no hay quien la lleve, si no es en alguna
bajos, y en la cruz que te cupiere en suerte, aunque sea muy manera forzado, como Simón Cirineo, pero en diferente mane­
pesada, confiando en la misericordia de Jesucristo, que proveerá ra; porque unos la llevan con impaciencia y sin mérito, otros con
quien te ayude á lle v a rla , acordándote de lo que dice san paciencia y mérito, haciendo de la necesidad virtud, como este
Pablo.1: «Hemos sido cargados de tribulaciones sobre todo cirenense; pero á otros más suavemente fuerza el mismo Dios
modo, y sobre nuestra virtud y fortaleza; de manera que tenía­ con la eficacia de su inspiración y de su gracia, por la cual
mos enfado de la vida, y tuvimos ya respuesta de muerte; pero vencen su repugnancia y la inclinación de la carne, y con vo­
de todo nos libró Dios, y nos librará en adelante». Pondera tam­ luntad pronta del espíritu aceptan el llevar la cru z; y, como san
bién cómo Cristo nuestro Señor, aunque pudiera llevar su cruz Pablo, se glorían y gozan de llevarla en todo tiempo y lugar.
solo hasta el Calvario, esforzando para ello su carne milagro­ ¿Llevamos nosotros la cruz con paciencia y alegría? ¿La mira­
samente , no quiso usar de este poder, sino dispuso que la cruz se mos como una carga afrentosa como los gentiles, ó pesada como
diese á otro, que la llevase tras Él, para significar que la cruz los sensuales, ó maldita como los judíos? ¡Oh dulce Salvador! Y a
se había de comunicar á sus fieles, que, á imitación suya, habían que á ninguno queréis forzar á que lleve vuestra cruz contra
de lle v a rla , cumpliendo lo que había dicho1 : «Si alguno quie­ su voluntad, y por esto dijisteis: «Si alguno quiere venir en pos
re venir en pos de Mí, niéguese á sí mismo, tome su cruz cada de Mí, tome su cruz, y sígame»; mirad que mi carne repugna y
día y sígame». ¡Oh buen Jesús! Si Vos vais delante y lleváis contradice á llevarla; prevenidme con vuestra gracia para que
cruz tan pesada que os hace arrodillar, ¿ qué mucho os siga yo con ella yo la fuerce, y tome de grado vuestra cruz, siguiéndoos
llevando la mía con las fuerzas que me dáis para llevarla? Cruz á Vos, que tan de grado la llevasteis por mí.
es, Señor, la que llevo, vuestra y mía; vuestra, porque Vos la P u n t o 3 .° C ir c u n s t a n c ia s q u e c o n c u r r ie r o n e n e l C ir in e o .
llevasteis primero, y por vuestra orden viene, y por vuestra —Considera en este punto las circunstancias de este hombre que
causa se lleva; pero es m ía, porque está cortada á la medida de llevó la cruz de Cristo, sacando de ellas las enseñanzas que en­
mis fuerzas, y es para mi provecho. Siendo esto así, ¿ quién rehu­ cierran, pues no sucedieron en vano. Primeramente, llamóse
sará llevarla ? ¿ Quién no querrá aliviaros en vuestro cansancio? Simón, que quiere decir obediente, para significar que la virtud
¿No nos compadecemos de la debilidad y falta de fuerzas del de la obediencia se señala en vencer la repugnancia de la volun­
Señor ? ¿ No recibiremos con amor y agradecimiento la cruz que tad propia, y en aceptar la cruz que Dios nos diere, de cualquier
nos envíe? modo que nos la diere; y los obedientes son los que alivian á
P a n t o * .° P a r a q u e e l C ir in e o to m a s e la c r u z , f u é nece­ Cristo y á sus vicarios; los demás, antes les son carga, haciendo,
s a r io f o r e a r l e .—Considera cómo entre tan innumerable muche­ como dice san Pablo *, que lleven la suya gimiendo. En segundo
dumbre de gente que asistía al espectáculo del Calvario, no hubo lugar, este hombre era extranjero, y venía de una granja, cami •
uno solo que espontáneamente se ofreciese á llevar la cruz de nando á Jerusalén, para significar que los que se han de encon­
C risto, ni á ayudarle en este trabajo; porque los judíos tenían por trar con Cristo nuestro Señor, y ser dignos de tomar su cruz,
género de maldición é irregularidad el tocar la cruz, por cuanto, han de resolverse á vivir como peregrinos, y dejar el mundo y
según la ley, era maldito el que moría en ella s: los soldados sus costumbres agrestes y profanas, enderezando sus pasos y
gentiles teníanlo por afrenta; y entre los amigos y discípulos de obras á la celestial Jerusalén; y si de esta manera deseas vivir,
Cristo, ninguno se atrevió á e llo , porque el miedo los tenía aco­ cuando más descuidado estuvieres , te encontrarás con Cristo, y
bardados; y así, hubieron de forzar á un pasajero y extranjero te hará digno de que padezcas con Él y por ÉL Y , como el trabajo
que la llevase. En lo cual se representan varias suertes de perso­ del Cirineo duró poco, y hasta hoy dura la memoria de él y de
nas que huyen de la cruz de Cristo: unos, porque no creen la vir­ sus hijos en la Iglesia; así, si tú llevas la cruz de Cristo, aunque

* II Cor., i, 8. — * Luc., ix , 23.— J Galat., 111, 13; Deut., xxi, 23. • Philip., IH, 18. — » Hebr., xiu, 17.
708 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 5 1.— Encuentro de Jesucristo con su Santísima Madre. 709
hayas comenzado á la fuerza, prosiguierido con la paciencia y de
grado, tu trabajo durará poco, y tu gloria será mucha y eterna.
51.— ENCUENTRO DE JESUCRISTO CON SU SANTÍSIMA MADRE.
¡Oh, dichoso el que encuentra á Cristo cargado con la cruzl
¡Dichosos los obedientes á quienes concede el Señor parte de su
Preludio i .» Entre U mocha gente que seguía á Jesút, había algunas mujeres compasi­
trabajo, haciéndoles después participantes de sus premios! ¡Oh vas que Doraban , y las consoló; luego su Madre salióle al encuentro.
Jesús dulcísimo! Concededme esta soberana virtud, con la cual Preludio 2.* Represéntate k Jesús consolando á las mujeres y encontrándose con María
me sujete á vuestra ordenación, haciendo y padeciendo lo que de Santísima.
ella procediere, aunque sea para mí cruz muy pesada. ¿Qué nos P keluoio 5.“ Pide tierna compasión de las penas de Jesús y Marta.
falta para imitar las circunstancias que concurren en el Cirineo?
¿Carecemos de la virtud de la obediencia? ¿Procuramos vivir P a n t o 1.® D i v e r s o s f i n e s d e lo s q u e s ig u e n A J e s ú s — Se­
como extranjeros y peregrinos? guía á Jesucristo h ada el Calvario gran muchedumbre del pueblo,
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán apurado sería el estado en y entre esta multitud había muchas mujeres que lloraban y la­
que se hallaba Jesús cuando subía la montaña del Calvario con mentaban los trabajos y dolores del Señor. A cerca de esto has de
la cruz á cuestas! Los pontífices y soldados temieron que no lle­ ponderar con mucha atención los diversos fines de los que iban
garía á su cumbre, y que se verían privados del placer de verle siguiendo á Jesucristo; los cuales son los mismos <jue se propo­
crucificado; y movidos de este temor, resolvieron que fuese nen los hombres al meditar ó recordar las penas de este Señor.
ayudado á llevar el pesado madero. Mas ¿quién hará este oficio Unos le seguían para crucificarle, como los soldados y verdugos;
de caridad cQn Jesucristo? Parece increíble; no se halló uno solo así obran aquellos que hablan de Jesús, pero no para honrarle
que lo hiciera voluntariamente. Unos, porque lo consideraban con sus palabras, sino para matarle, quitándole la divinidad,
como una deshonra; otros, porque lo miraban como escándalo; hablando de Él como si fuera puro hombre. Otros le seguían para '
quiénes por delicadeza, quiénes por orgullo ó sensualidad: todos escarnecer de E l, y regocijarse en verle morir, como los sacer­
rehúsan llevar la cruz del Señor, y es necesario apelar á la fuer­ dotes y escribas; figura muy expresiva de los escandalosos que
za para que haya uno que cargue con ella. ¡Oh cuán ingratos son se complacen en apartar á las almas del servicio de Jesús, y se
los hombres con su D ios! De El reciben las fuerzas, salud y bie­ alegran de las injurias que le hacen, y procuran con sus pala­
nes, y nada de esto quieren consagrarle. Por fin, Simón Cirineo bras y malos ejemplos inducir á otros á que le ofendan. Otros le
es el afortunado que, si bien toma con desagrado la cruz, llévala seguían por la simple curiosidad de ver este espectáculo tan
después con paciencia, para aliviar á Jesús la carga. No es extra­ nuevo; los cuales representan á la chusma del pueblo curiosa,
ño; llamábase Simón, que significa obediente, y era extranjero que no sabe meditar en los misterios de C risto , y no pasa de la
que caminaba hacia Jerusalén; y los que como extranjeros viven corteza exterior que presentan. Otros, por algún conocimiento
en este mundo, suspirando por el cielo y son obedientes, son los y amistad que tenían de Cristo, le seguían llorando de compa­
que ayudan á Jesús á llevar la cruz. Pues ¿qué nos conviene hacer sión natural por los trabajos que padecía; mas entre toda esta
y resolver? ¿Desechamos la cruz que el Señor nos envía? A c­ muchedumbre no había ninguno que le siguiese con deseo de
tualmente, ¿en qué consiste nuestra cruz? ¿Cómo la llevamos? ayudarle á llevar la cruz, ni con deseo de morir con Él, al modo
¿Nos quejamos de supesoó duración?¡Oh! ¡Si supiésemos imitar que había dicho•: « Si alguno quisiere venir en pos de Mí, tome
al divino Salvador, y aliviarle la carga con nuestra pronta y ale­ su cruz, y sígame». Ponderando estas varias clases de los que
gre obediencia! Hagamos para este fin aquellas resoluciones siguen á Cristo, has de confundirte, viendo que tantas veces te
prácticas que nos conviene, rogando al Señor nos ayude á cum­ has olvidado del verdadero fin que debe moverte á meditar la
plirlas y nos socorra en todas nuestras necesidades espirituales y Pasión, contentándote con alimentar la vanidad ó la curiosidad.
corporales. ¡ Oh buen Jesús! Dadme abundante gracia para que os siga, no
como esta turba del pueblo, sin devoción, amor ni compasión,
ó con sola compasión natural, cual se podría tener de un enemi­
go y aun de un ser irracional; sino del modo que V os queréis
ser seguido, abrazando vuestra cruz, para morir con V os en
ella. ¿Cómo seguimos nosotros á Jesús ? ¿ Qué fruto sacamos de
la meditación de sus trabajos?

• Luc., ix, 23.


7 io Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 5 /.— Encuentro de Jesucristo con su Santísima Madre. 711

P a n to 2.° J e s ú s c o n s u e la á la s m u je r e s d e J e r u s a t é n que con aquella cruel corona de espinas que hería su cabeza, su di­
llo r a n d o le s ig u e n .— Viendo Jesús los lamentos de las mujeres vino rostro tan desfigurado, su cuerpo tan encorvado con la car­
que le seguían, les dijo:«Hijas de Jerusalén, no lloréis por Mí, ga de aquel pesado madero, en medio de dos ladrones, y rodeado
sino por vosotras y por vuestros hijos; porque día vendrá en que de innumerables sayones que por todas partes le atormentaban!
se diga: Bienaventuradas las que no tuvieron hijos. Porque, si en Si las hijas de Jerusalén así lloraban y sentían las penas del Se­
el madero verde se hace esto, ¿qué se hará en el seco ?»En cuyas ñor, no teniéndole más que por santo, ¿cómo las lloraría y sen­
palabras has de considerar cómo el Señor, en medio de tanto tro­ tiría la que le tenia por su hijo y por su Dios? Alzó luego los
pel de gente y de tanta ignominia, conservó su divina autori­ ojosdel alma al Eterno Padre, y vióle en espíritu', que estaba allí
dad ; y volviéndose á las mujeres que le seguían y lloraban, las con el cuchillo y con el fuego para el sacrificio de su Hijo;y con
enseñó el modo cómo habían de llorar con más perfección, di- encendidos afectos,unas veces se resignaría enteramente con la
ciéndolas:«No queráis llorar por Mí, sino llorad sobre vosotras». voluntad del Padre celestial, que disponía muriese el Hijo para
Con io cual no prohibe el llorar su Pasión, pues es justo que la dar vida al esclavo, agradeciéndole tan extraña caridad; otras
lloren todos, sino el modo, llorándola solamente como miseria veces se ofrecería ella misma en holocausto, con deseo de consu­
humana, y con olvido de la causa porque padece, que son los mar el sacrificio y morir juntamente con su Hijo por la salvación
pecados, como quien d ice: No lloréis tanto por Mí y por lo que del mundo; otras ofrecería al Padre celestial la sangre preciosísi­
padezco, cuanto por vosotras y por vuestros pecados, y por los ma de Jesús, rogándole que fuesemedicina eficaz para curar todos
pecados de vuestros hijos, que son causa de mi Pasión. Pondera los pecados de los hombres. ¡ Oh Virgen Santísima! Pues tanto
luego la infinita caridad de este Señor, que, como olvidándose amáis á los pecadores, que os ofrecéis con vuestro Hijo á morir
de sus trabajos, quiere que lloremos los nuestros y los de nuestros por ellos, mostrad conmigo el amor que me tenéis, en darme á
prójimos, especialmente los castigos de aquellos que no se apro­ sentir los dolores que sentisteis viendo á vuestro Hijo tan lasti­
vechan de su Pasión y muerte para alcanzar perdón de sus peca­ mado, para que me ofrezca á morir con Él á todo lo terreno,
dos. Y para eso nos dice aquella temerosa sentencia: « Si en el crucificando mi carne por su amor. ¡ Oh, quién penetrara en vues­
madero verde se hace esto, ¿qué se hará en el seco?» Que fué tro corazón en ese momento en que divisáis á vuestro afligido
decir: Si á Mí. que soy árbol verde y fructuoso, me castiga tan Jesús! ¿Meditamos la pena que en este momento padece la V ir­
terriblemente la divina justicia por los pecados ajenos, ¿cómo cas­ gen? ¿Participamos de los afectos que embargaban su espíritu?
tigará á los pecadores, que son maderos secos y desaprovecha­ E p ilo g a y c o lo q u io s . ¡Qué sentimientos tan diversos,
dos? ¡Oh palabra temible, capaz de hacer estremecer de espanto qué afectos tan encontrados ocupan la mente y el corazón de los
á los mayores santos! ¡ Oh Padre eterno! Apláquese vuestra ira que acompañan á Cristo hacia el Calvario! Unos van para ma­
con lo que padece vuestro Hijo inocente. Satisfágase vuestra tarle, otros para gozarse y complacerse en sus trabajos y muerte,
justicia con los frutos que produce este árbol de vida; y aunque otros por simple curiosidad, otros movidos de la compasión na­
yo, como árbol seco, merezca ser cortado para el fuego del in­ tural; ninguno para ayudar y aligerar la carga á Jesús. A s í son
fierno; mas, por sus merecimientos, os suplico me ingiráis en Él los cristianos que hablan ó meditan los trabajos del Señor. ¿Cómo
de nuevo, para que lleve frutos dignos de vida eterna. ¿Hemos pensamos nosotros? ¿Qué sentimientos, qué afectos ocupan
meditado nosotros las palabras de Jesús? ¿Lloramos nuestros nuestra alma? Jesucristo, que en medio de sus tormentos con­
pecados que son la causa de sus penas? ¿Tememos los rigores servaba toda su autoridad, al ver las lágrimas que de natural
de la divina justicia ? compasión derramaban las hijas de Jerusalén, quiso instruirlas y
P a n t o 3.° M a r ia e n c u e n t r a á J e s ú s e n e l c a m in o d e l Cal­ á la vez consolarlas. «No lloréis por M i, dijo; llorad por vos­
v a r io .— Considera cómo, según píamente se cree, la Virgen otras y por vuestros hijos»; esto es, no lloréis tanto mis trabajos
Santísima, oída la triste nueva de la condenación de su Hijoá y aflicciones cuanto la cansa de ellos, que son vuestros pecados
muerte, salió con san Juan y la Magdalena y otras devotas mu­ y los de vuestros hijos. ¡ A y de vosotras si asi no los lloráis! Por­
jeres en su busca, siguiéndole con excesivo dolor por el rastro de que si en el árbol verde esto se hace, ¿qué se hará en el seco?
la sangre; y al tiempo que Jesús volvió el rostro á las hijas de ¡Oh palabras más penetrantes que agudísima espada! ¿Quién no
Jerusalén, levantó sus ojos para v e r á su Madre, y la Madre temblará, cuando ve que es Jesús quien las profiere? Miremos á
levantó los suyos para ver al Hijo; y encontrándose los ojos de María, que se encuentra con su adorado Hijo en el camino del
los dos, se penetraron los corazones, y cada uno quedó traspa­ Calvario. ¡Qué dolor! ¡Qué amargura para el Hijo y la Madrel
sado de dolor con la vista del otro. ¡Qué cuchillo de dos filos
■ Genes., xxil, 6.
tan agudo penetró el alma de la Virgen cuando vió á sn Hijo
712 Serie segunda.— Pasma de Jesucristo. M ed. 52.— Prelim inares de la crucifixión. 713
iQué dicen uno y otro á nuestro corazón? ¿No nos compadecemos infame C alvario: para nacer elegís un asqueroso lugar, morada
de ellos? ¿Xo nos mueve su dolor á sufrir con paciencia nuestros de animales; para morir otro no menos asqueroso, cubierto de
trabajos? Fijemos bien nuestra atención en una escena tan dolo- calaveras de malhechores. Haced, Señor, que, á imitación vues­
rosa como esta, y propongamos llorar nuestras culpas y evitar­ tra, escoja para mí lo peor del mundo, huyendo de lo que es
las con mucho cuidado en adelante, á fin de no poner de nuestra honra, y abrazando lo que es deshonra, perseverando en la hu­
parte la causa del dolor de Jesús y María: pidamos la gracia que millación hasta la muerte. ¿Tenemos nosotros estos deseos?
al efecto necesitamos, y roguemos por todas las necesidades ¿Buscamos siempre aquello que más nos humillar
generales y particulares. P u n t o 2.a D a n lo s s o ld a d o s á b eb er á J e s ú s v in o m e z c la ­
d o co n m ir r a .— Llegando al monte C alvario, los soldados dieron

52.—PRELIMINARES DE LA CRUCIFIXIÓN. á Cristo vino mirrado mezclado con hiel, y como lo gustase, no
quiso beberle '. Medita aquí y admira la crueldad grande de
P reludio i .« Llegado Jesús i la cumbre del Calvario á eso del mediodía, antes de cru­ estos sayones, porque, acostumbrando dar buen vino - á los que
cificarle , dkronle vino mirrado y le desnudaron. habían de ajusticiar, para confortar su desmayo, y hallándose
Preludio 2.« Represéntate á Jesús en este doloroso paso. Cristo afligidísimo y cargado de sed, por estar muy desangrado
Preludio 3.» Pide compañón de las penas de Jesús é imitación de sus virtudes. y haber andado muchos caminos, al tiempo que le hubieron de
dar el vino se lo mezclaron con hiel y mirra am arga, para ator­
P n n to l.° C ir c u n s t a n c ia s d e l u g a r y t ie m p o d e l s a c r ific io mentarle la lengua, boca y estómago, donde no habían llegado
Considera en este punto las causas porque quiso ser
d e J e s ú s .— los azotes y las espinas. Pero Jesús, sabiendo el vino que le da­
crucificado en el monte Calvario, al mediodía, en tiempo de Pas­ ban, gustólo, en cierto modo, queriendo gustar aquella amar­
cua, cuyas circunstancias tienen misterio, y por eso fueron ele­ gura y padecer aquel tormento en su seca lengua, para darnos
gidas voluntariamente por Él. Con ellas se propuso el Salvador ejemplo de paciencia cuando los hombres, en vez de darnos ali­
que su Pasión fuese para sí más penosa. y para nosotros más pro­ vio, nos dan tormento, y pagar por nuestras gulas y embria­
vechosa, por los raros ejemplos'de virtud que en ella nos dejó. gueces; mas no lo tragó, para privarse del alivio que podía te­
Quiso morir en campo raso. para que sus ignominias y tormen­ ner con aquella bebida. Pondera acerca de esto cuántos son los
tos fuesen más públicos y pudiesen ser vistos de todos, pues hombres que ahora dan á beber á Jesús vino mezclado con hiel,
eran para bien de todos. Quiso que este campo fuese el monte ofreciéndole obras de suyo buenas, con intenciones perversas y
Calvario, donde eran ajusticiados1 los malhechores, para que su circunstancias abominables. Vino con hiel es la doctrina mezcla­
muerte fuese más afrentosa, muriendo en el lugar donde eran da con errores, la fe con malas obras, el celo con venganza,
castigados los hombres por enormes delitos, y para que se enten­ la limosna por vanagloria, la oración con distracciones volunta­
diese que moría, no tanto por sentencia de la justicia humana, rias, y todas las obras de hipocresía. Esta es la uva que llama
cuanto por fallo de la divina justicia, en castigo de los pecados Moisés uva de hiel, y el vino que llama hiel de dragones >con
de los verdaderos malhechores, para pagar sus penas y librar­ que los pecadores convidan á Jesucristo; pero, aunque lo gusta,
les de las culpas. Quiso que este lugar se llamase Calvario, no lo traga, sino luego lo escupe de la boca, porque le desagra­
lleno de calaveras de los ajusticiados, lugar hediondo y asque­ da y ofende sumamente tal modo de bebida. ¡Oh Rey soberano*
roso, para que se entendiese que derramaba su sangre para sa­ ¡Cuán diferente comida y bebida me dais de la que yo os doy!
lud de vivos y muertos. Quiso también ser crucificado al medio­ Vos me dais vuestro cuerpo y sangre santísima, y yo en retorno
día , para que todos pudiesen ver su desnudez é ignominia, y lo os vuelvo pan y vino mezclado con hieles amarguísimas. Perdo­
que padecía por todos con exceso de fervor,' significado por el nad, Señor, mi ingratitud, y ayudadme con vuestra gracia para
sol de mediodía. Y por esta misma causa escogió el día solemne que de hoy más os ofrezca vino de buenas obras 4 tan puro y
de Pascua, cuando concurría á Jerusalén innumerable gente; oloroso, que os alegre el gustarlo, rumiarlo y admitirlo en vues­
porque, llegando sus penas á noticia de muchos, fuesen más tro corazón, juntándome con É l con unión de perfecto amor.
afrentosas, y todos pudiesen aprender de la heroica humildad, ¿Hemos ofrecido á Dios este suave vino ? ¿ No hemos imitado á
paciencia y caridad con que padecía tales cosas, y de tales per­ los malvados judíos, mezclando con el vino de las buenas obras
seguidores, y con tales circunstancias cuales nunca en el mundo la hiel de las imperfecciones y pecados?
fueron vistas. ¡ Oh dulcísimo Redentor ! Gracias os doy por ha­
ber escogido para vuestra muerte lo peor y más desechado de ■ Matth.. xxvil, 34 ; Mare., xv, 23. — a Prov., xxxi , 6 — 3 Dcut., xxxu, 32.
la tierra. Para nacer escogisteis un vil establo; para morir un 4 Cant., vn, 9.
712 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 5 2 .— Preliminares de ¡a crucifixión. 713

¿Qué dicen uno y otro á nuestro corazón? ¿No nos compadecemos infame C alvario: para nacer elegís un asqueroso lu gar, morada
de ellos? ¿Xo nos mueve su dolor á sufrir con paciencia nuestros de animales; para morir otro no menos asqueroso, cubierto de
trabajos? Fijemos bien nuestra atención en una escena tan dolo- calaveras de malhechores. Haced, Señor, que, á imitación vues­
rosa como esta, y propongamos llorar nuestras culpas y evitar­ tra, escoja para mi lo peor del mundo, huyendo de lo que es
las con mucho cuidado en adelante, á fin de no poner de nuestra honra, y abrazando lo que es deshonra, perseverando en la hu­
parte la causa del dolor de Jesús y María: pidámosla gracia que millación hasta la muerte. ¿Tenemos nosotros estos deseos?
al efecto necesitamos, y roguemos por todas las necesidades ¿Buscamos siempre aquello que más nos humilla?
generales y particulares. Panto 2.° D a n lo s s o ld a d o s & b e b e r á J e s ú s v in o m e z c la ­
d o con m irra.—Llegando al monte Calvario, los soldados dieron
52.— PRELIMINARES DE LA CRUCIFIXIÓN. ¿ Cristo vino mirrado mezclado con hiel, y como lo gustase, no
quiso beberle ’. Medita aquí y admira la crueldad grande de
PmtlMO t.o Llegado Jesús i la cumbre del Calvario á eso del mediodía, antes de cru­ estos sayones, porque, acostumbrando dar buen vino * á los que
cificarle , diéronle vino mirrado y k desnudaron. habían de ajusticiar, para confortar su desmayo, y hallándose
PULUDIO 2.* Represéntate á Jesús en este doloroso paso. Cristo afligidísimo y cargado de sed, por estar muy desangrado
P ruuoiO Pide compasión de las penas de Jesús é imitación de sus virtudes. y haber andado muchos caminos, al tiempo que le hubieron de
dar el vino se lo mezclaron con hiel y mirra am arga, para ator­
P n n to l.° C ir c u n s t a n c ia s d e l u g a r y t ie m p o d e l s a c r ific io mentarle la lengua, boca y estómago, donde no habían llegado
d e J e s ú s .—Considera
en este punto las causas porque quiso ser los azotes y las espinas. Pero Jesús, sabiendo el vino que le da­
crucificado en el monte Calvario, al mediodía, en tiempo de Pas­ ban, gustólo, en cierto modo, queriendo gustar aquella amar­
cua, cuyas circunstancias tienen misterio, y por eso fueron ele­ gura y padecer aquel tormento en su seca lengua, para darnos
gidas voluntariamente por Él. Con ellas se propuso el Salvador ejemplo de paciencia cuando los hombres, en vez de darnos ali­
que su Pasión fuese para sí más penosa. y para nosotros más pro­ vio, nos dan tormento, y pagar por nuestras gulas y embria­
vechosa, por los raros ejemplos'de virtud que en ella nos dejó. gueces; mas no lo tragó, para privarse del alivio que podía te­
Quiso morir en campo raso, para que sus ignominias y tormen­ ner con aquella bebida. Pondera acerca de esto cuántos son los
tos fuesen más públicos y pudiesen ser vistos de todos, pues hombres que ahora dan á beber á Jesús vino mezclado con hiel,
eran para bien de todos. Quiso que este campo fuese el monte ofreciéndole obras de suyo buenas, con intenciones perversas y
Calvario, donde eran ajusticiados*los malhechores, para que su circunstancias abominables. Vino con hiel es la doctrina mezcla­
muerte fuese más afrentosa, muriendo en el lugar donde eran da con errores, la fe con malas obras, el celo con venganza,
castigados los hombres por enormes delitos, y para que se enten­ la limosna por vanagloria, la oración con distracciones volunta­
diese que moría, no tanto por sentencia de la justicia humana, rias, y todas las obras de hipocresía. Esta es la uva que llama
cuanto por fallo de la divina justicia, en castigo délos pecados Moisés uva de hiel, y el vino que llama hiel de dragones»con
de los verdaderos malhechores, para pagar sus penas y librar­ que los pecadores convidan á Jesucristo; pero, aunque lo gusta,
les de las culpas. Quiso que este lugar se llamase Calvario, no lo traga, sino luego lo escupe de la boca, porque le desagra­
lleno de calaveras de los ajusticiados, lugar hediondo y asque­ da y ofende sumamente tal modo de bebida. ¡Oh Rey soberano*
roso, para que se entendiese que derramaba su sangre para sa­ ¡Cuán diferente comida y bebida me dais de la que yo os doy!
lud de vivos y muertos. Quiso también ser crucificado al medio­ Vos me dais vuestro cuerpo y sangre santísima, y yo en retorno
día, para que todos pudiesen ver su desnudez é ignominia, y lo os vuelvo pan y vino mezclado con hieles amarguísimas. Perdo­
que padecía por todos con exceso de fervor ; significado por el nad, Señor, mi ingratitud, y ayudadme con vuestra gracia para
sol de mediodía. Y por esta misma causa escogió el día solemne que de hoy más os ofrezca vino de buenas obras 4 tan puro y
de Pascua, cuando concurría á Jerusalén innumerable gente; oloroso, que os alegre el gustarlo, rumiarlo y admitirlo en vues­
porque, llegando sus penas i noticia de muchos, fuesen más tro corazón, juntándome con Él con unión de perfecto amor.
afrentosas, y todos pudiesen aprender de la heroica humildad, ¿Hemos ofrecido á Dios este suave vino ? ¿ No hemos imitado á
paciencia y caridad con que padecía tales cosas, y de tales per­ los malvados judíos, mezclando con el vino de las buenas obras
seguidores, y con tales circunstancias cuales nunca en el mundo la hiel de las imperfecciones .y pecados?
fueron vistas. ¡ Oh dulcísimo Redentor 1 Gracias os doy por ha­
ber escogido para vuestra muerte lo peor y más desechado de 1 Matth.. xxvn, 34; Mire., xv, 23. — * Prov., xxxi , 6. — i Deut., xxxii, 32.
la tierra. Para nacer escogisteis un vil establo; para morir un 4 Cant., vn, 9.
714 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. y y .— C rucifixión de Jesucristo. 715
P a n to .° D e s n u d a n á C r isto p a r a c r u c ific a r le — Consi­
8
rio, mientras que á los ladrones dan vino puro para fortalecerles
dera cómo para crucificar á Jesús le desnudaron primero de to­
en el suplicio de la cru z, y quizá para turbarles el sentido y ha­
das sus vestiduras, hasta la túnica interior, con gran dolor y
cerles menos dolorosa la crucifixión, á Jesús le dan vino mez­
afrenta. Cuatro veces desnudaron á Cristo en su Pasión, en clado con hiel y mirra, vino amarguísimo, que debió de abra­
castigo de las muchas que tú te desnudaste la vestidura de la sar la lengua y paladar secos del Señor, el cual lo tomó y gustó
gracia, ofendiéndole con tus pecados. L a primera cuando le pero no lo tragó, porque quería que su sensibilidad estuviese
azotaron; la segunda cuando le coronaron de espinas, para perfectamente dispuesta para sentir todo el peso de los tormen­
vestirle de púrpura; la tercera cuando después le desnudaron tos. ¡Ahí ¡Cuántas veces hemos sido nosotros tan malvados como
la púrpura y le tornaron á poner sus vestidos; la cuarta para cru­ los judíos, ofreciéndole el vino de las buenas obras mezclado
cificarle , y ésta fué la más dolorosa y afrentosa, porque es de con la hiel de los pecados 1 ¡Cuántas veces, desechando su divi­
creer que la túnica estaría pegada á las carnes llagadas, y qui- na gracia, que, cual variada y brillante vestidura, nos cubría,
táronsela con gran crueldad, desollándole como cuando trasqui­ hemos aumentado el dolor y afrenta de su desnudez! ¿Lo hare­
lan sin tiento á la o v e ja , y llevan con las tijeras pedazos de pe­ mos así en lo sucesivo? ¿Evitaremos el mezclar imperfecciones
llejo con la lana. L a afrenta que padeció era gravísima, viéndose con las buenas obras que hacemos? ¿Procuraremos dar á Jesús
desnudo del todo en medio de un campo lleno de innumerable el vino puro de la .caridad sin mezcla de amor propio desordena­
gente, burlando y escarneciendo de El los que le miraban. Todo do? ¿En qué cosas nos debemos reformar y enmendar? Refle-
lo cual sufría este pacientísimo Cordero con incomprensible pa­ xionémoslo con atención; y con fervientes y confiadas súplicas,
ciencia y humildad, ofreciéndolo al Eterno Padre por la con- pidamos por nosotros y por nuestros prójimos.
fusión que nuestros pecados merecían; y dándonos ejemplo de
paciencia cuando nos faltare el vestido y lo demás necesario
53.— CRUCIFIXIÓN DE JESUCRISTO.
para el cuerpo, y exhortándonos á la desnudez y pobreza evan­
gélica que había predicado , y siempre desde que nació había Preludio I.* Extendiendo los verdugos la cruz en el suelo, mandaron á Jesús que se
ejercitado. ¡Cuáná la letra cumple este divino Salvador lo que tendiese en ella , y le clavaron los pies y las manos.
había dicho por boca del santo Job «¡Desnudo salí del seno de Preludio í .* Represéntate á Jesús tendido sobre h crut, y á los verdugos clavándole.
mi madre, y desnudo volveré á ellal» ¡Oh Adán celestial! Muy P reludio 3.0 Pide conocimiento y dolor de los tormentos de Jesucristo.
caro os ha costado la desnudez del primer Adán terreno, nacida
de su desobediencia *, pues para cubrirla con la vestidura de la P a n t o l.° E x t i e n d e n lo s v e r d u g o s l a c r u z , y e l S e ñ o r s e
gracia fué menester que Vos estuvieseis desnudo con tanta ig­ t ie n d e s o b r e e lla .—Después
que Cristo nuestro Señor estuvo des­
nominia. De hoy más, Dios mío, para imitaros, vuestra desnu­ nudo 1, habiendo puesto la cruz tendida en tierra, mandáronle los
dez será mi vestidura; vuestra deshonra mi librea; vuestra con­ soldados que se tendiese de espaldas sobre ella, y al mismo
fusión mi gloria, y vuestra muerte será mi vida. ¡Oh si todos di­ tiempo lo hizo, alargando sus manos y pies para que fuesen en­
jésemos con toda sinceridad estas palabras! ¿Nos compadece­ clavados. En lo cual se ha de ponderar la excelentísima obediencia
mos del dolor y afrenta de Cristo en su desnudez? ¿Nos hemos de este Salvador, la cual resplandece en oir y obedecer puntual­
desnudado de la vestidura de su gracia? Y ahora, ¿cómo está mente á la voz de aquellos crueles sayones, en cosa tan áspera y
nuestra alma? terrible como era tenderse sobre aquella durísima y mal labrada
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué sed tan ardiente de padeci­ cama de la cruz, para ser crucificado en ella; dándote ejemplo
mientos, dolores, afrentas é injurias está abrasando las entrañas de obedecer á tus prelados, aunque sean malos, 3' de sujetarte á
y corazón de Jesús i V a á consumar el sacrificio; y pudiendo es­ toda humana criatura por su amor, en lo que no fuere contrario
coger un lugar escondido ó reservado para pocos espectadores, á la divina ordenación. Considera luego lo que haría Cristo nues­
y á una hora intempestiva, para no ser tan visto y deshonrado, tro Señor cuando se vió de espaldas sobre aquel asperísimo
escoge un campo ra so , el mediodía y la época de mayor concur­ lecho, porque sin duda levantaría los ojos al cielo y daría gra­
so de gente, para servir de triste espectáculo átodo el mundo, cias al Eterno Padre porque á tal tiempo le había traído, y por­
y aumentar su propia deshonra. ¡Qué lección tan importante y que se hallaba ya apurando aquel amargo cáliz por el que tanto
práctica para nosotros, tan prontos para huir de todo lo que es había suspirado, y bañándose á su satisfacción en el doloroso
deshonra y buscar y abrazar lo que es honra! Llegado al Calva­ baño que durante su vida siempre había ardientemente deseado;

• Job, i, 2i. — ‘ Gen., m, 10. 1 Matth., xxvii, 35; Joan., xix, iS.
716 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. — C rucifixión de Jesucristo. 717
luego con grande voluntad se ofrecería á ser sacrificado sobre tos, llagando ellos á mi alma, y afligiéndoos más con estas llagas
aquel altar con sacrificio sangriento por nuestros pecados; y asi que con las que recibís en vuestro cuerpo. P o r estas llagas y do­
como el obediente Isaac se dejó atar de su propio padre, y por lores vuestros, os suplico me libréis de las llagas de mis pecados
su mano fué puesto encima del altar y de la lefia, y allí estaba y de los dolores que por ellos tengo merecidos. ¿Hemos nosotros
esperando el golpe de la espada1, así nuestro dulce Jesús estaba llagado y disgustado á Dios con nuestras culpas? ¿Nos compade­
sobre el madero de la cruz, atado con los cordeles del amor, es- cemos de las penas de Jesús?
' perando el golpe del martillo y del clavo. ¡Oh Padre Eterno! Si P o n to 3.° N u e v o d o lo r d e J e s ú s y a flic c ió n d e M a r ía .—
tanto os agradó la obediencia de Abraham é Isaac, que enviasteis Considera aquí un nuevo y terrible dolor que padeció Cristo en
un ángel que impidió el sacrificio de éste, contentaos también con su crucifixión, porque, enclavada la una mano, se encogieron los
las excelentísimas muestras de obediencia que os ha dado vues­ nervios; y cuando quisieron enclavarle la otra, no llegaba al
tro H ijo, y satisfágase vuestra justicia con tan generosa volun­ lugar donde estaba hecho el taladro; y para que llegase, estirá­
tad, sin que llegue á ponerse en obra. Mas ya veo, Sefior, que ronle tan fuertemente, que casi le desencajaron los huesos, cum­
vuestras obras son perfectas, y así Vos y vuestro Hijo queréis pliéndose en este paso al pie de la letra lo que dijo por el Pro­
que sea perfecto el sacrificio, para que sea copiosa nuestra re­ feta •: «Cavaron y agujerearon mis manos y mis pies, y conta­
dención. Bendita sea vuestra infinita caridad, por la cual os su­ ron todos mis huesos»; esto es, mis miembros estuvieron tan
plico me deis gracia, para que yo os ofrezca un sacrificio de mí extendidos en la cruz, y mi carne tan flaca y consumida, que pu­
mismo entero, perfecto y agradable á vuestra Majestad. Y nos­ dieron contar los huesos que tenía. Este dolor fué de los más
otros, al ver la obediencia dé Jesús, ¿no nos resolvemos á obe­ terribles que padeció Cristo nuestro Sefior en su Pasión; porque
decer? ¿No nos conformaremos en todo con la divina voluntad? aunque no le quebraron ningún hueso, como dice la Escritura1 ;
P a n t o a.° C la v a n la s m a n o s y lo s p ie s d e J e s ú s . — Ten­ pero aquella extensión y desencajamiento y descoyuntamiento
dido nuestro Señor en la cruz, tomaron los soldados la una mano, fué ddíorosísimo, y ofreciólo el Sefior en satisfacción de los pe­
y con un clavo grande y grueso y no afilado, sino romo, para cados que cometieron los miembros de su Iglesia por la desunión
que con mayor dificultad penetrase, la enclavaron con muy gran­ y falta de concordia y caridad. Por donde verás cuánto debes
des golpes, y luego, al otro lado, enclavaron la otra; y déla temer toda desunión con tus iguales, y mucho más con tus supe­
misma manera le enclavaron el uno y el otro pie con uno ó dos riores, y el grande cuidado con que has de corregir en ti mismo
clavos, vertiendo arroyos de sangre por las cuatro heridas. Sobre todo aquello que pueda perjudicar y herir la verdadera caridad.
este paso has de considerar el terrible é intensísimo dolor que Pondera, finalmente, el dolor intensísimo que sentiría la Virgen
sintió Cristo con estas crueles heridas, por ser en las partes más nuestra Señora cuando oyó los golpes del martillo, al tiempo que
nerviosas de su cuerpo, y ser éste tan delicado. Si tanto senti­ enclavaban á su H ijo, porque un mismo golpe penetraba con el
mos la simple picadura de una aguja, cuya herida es apenas per­ clavo la mano ó el pie del Hijo, y traspasaba también con agudo
ceptible á la vista, ¿cuánto sentiría este delicadísimo Señor ser dolor el Corazón de la Madre. ¡Oh Virgen Soberana! Si vuestro
traspasado con tan horribles clavos, rompiéndole venas, atra­ Hijo es el varón de dolores, á Vos con razón os llamaremos
vesándole nervios y rasgándole sus delicadas carnes? Muy bien Mujer de dolores, pues con verdad podíais decir á todos los que
le cuadra el nombre con que le designó Isaías1, llamándole varón estaban en aquel monte y pasaban por aquel camino ’ : «Atended
de dolores, puesto que jamás hubo dolor en esta vida que igua­ y mirad si hay dolor semejante al mío». ¡Oh, si estas martilladas
lase al suyo. Sus manos sacratísimas, en las cuales estaba escon­ traspasasen también nuestro corazón, como traspasaban el vues­
dida la fortaleza de Dios fueron enclavadas en los brazos de la tro! Mas ¿quién sabe si nosotros, con nuestros pecados, habre­
cruz y esmaltadas con las cabezas de sus clavos; sus pies santí­ mos contribuido á causaros este dolor? ¿Hemos ocasionado divi­
simos 4, de cuya presencia sale huyendo el demonio como ven­ siones y desuniones entre nuestros hermanos, poniendo la causa
cido, fueron cosidos con aquel duro madero. ¡Oh dulce Jesús! del dolor de Jesucristo?
¿Qué llagas son esas que tenéis en medio de vuestras manos y E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán admirable es la obedien­
de vuestros pies ? ¿ Quién ha dado atrevimiento al martillo y á cia de Jesucristo! Sorprendente era su obediencia cuando se so­
los clavos para traspasarlos, siendo Vos su Criador? Mis peca­ metía á la Virgen Santísima y san José; empero mucho más,
dos, sin duda, son la causa de todo esto ; los que yo cometí con sin comparación, sorprende el verle que se humilla y obedece á
las manos de mis malas obras y con los pies de mis malos afec­ sus mismos verdugos. Han tendido la cruz en el suelo, y man-

i Gen., xxil , 9 . — * lsai., LUI ,5 . — 3 Habac., 1 1 1 ,4 .- 4 Zach., Xin, 6. ■ Psalm. xxi, iS. — »Joan., xix , 36. — » Thren., 1,12 .
7 18 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M e d . 5 4 . — Levantan los so ld a d os la c m % en alto. 719
dan á Jesús que se coloque de espaldas sobre ella, y al instante, de los pies se van abriendo y dilatando con la carga del cuerpo
sin réplica, lo ejecuta. {Qué pensaría, qué sentiría, qué afectos que estriba en ellos. Y viendo á este tu Señor tan rasgado con
embargarían el Corazón de Jesús en aquellos instantes? Sin duda tormentos por tus pecados, rasga tu corazón de dolor por haber­
daría gracias á su Eterno Padre por haberllegado aquel momento los cometido. Mira luego aquellos cuatro arroyos de sangre que
que tanto había deseado, y se ofrecería á morir por la salud del salen de las cuatro llagas, como cuatro ríos ‘ que salen del pa­
mundo. Y a los soldados toman una de sus manos-, y aplicando á raíso para regar y fertilizar la tierra del corazón humano. L lé­
ella un grueso clavo, descargan furiosos y terribles martillazos gate cerca de estos arroyos con el espíritu; gusta la dulzura de
sobre é l, y rompiendo nervios y atravesando venas, pasa la esta sangre derramada con tanto amor y dolor, y lávate con
mano de parte á parte, y la deja como cosida con el madero; lo ella para que quedes limpio de tus culpas, como los que lavaron
mismo la otra mano y los dos pies. ¿Quién puede llegar á ima­ y blanquearon sus estolas con la sangre del Cordero1. ¡Ohsan­
ginar la intensidad del dolor que sentiría Cristo en tales opera­ gre preciosísima'. Lávame, purifícame, enciéndeme y embriá­
ciones? ¿Quién puede calcular la viveza del tormento y angustia
game con el exceso de amor con que fuiste derramada, y pené-
que pasaría cuando, estirándole los miembros de su cuerpo para
tram econel exceso de dolor con que fuiste sacada de las venas
que llegasen al taladro preparado, se desencajarían todos sus
de mi Señor. Y tú, ingrato corazón mió, ¿proseguirás siendo re­
huesos? ¿Quién es capaz de comprender el dolor de María, su
Madre, que todo esto presenciaba? ¿Fuimos nosotros causa de belde y no rindiéndote al amor de Jesús?¿Volverás al vómito
estos dolores con nuestros pecados ? ¿Y aún rehusaremos hacer de tus pecados, sabiendo que ellos han sido los verdugos que le
penitencia de ellos? Demos una nueva mirada á Jesucristo, y al han suspendido en la cruz?
verle estirado y clavado en la cruz padeciendo tormentos tan P u t o 8 .® C la m o r e s d e lo s e n e m ig o s y lla n t o d e lo s a m i ­
acerbos, resolvámonos eficazmente á imitar su paciencia, evitar g o s d e C r is t o , a l v e r l e s u s p e n d id o .—En este punto has de abrir
el pecado y servirle con fervor; para esto, hagamos fervorosas el oído de tn alma para escuchar todo cuanto pasa en torno de
súplicas, rogando por nosotros mismos y por todos nuestros pró­ Jesucristo suspendido en la cruz. Oye les clamores y alaridos en
jimos. que los enemigos de Cristo prorrumpieron cuando le vieron
levantado en la cruz, gozándose de verle tan desfigurado y afli­
5 4 , — LEVANTAN LOS SOLDADOS LA CRUZ EN ALTO.
gido, y sin esperanza alguna de vivir. Oye también los clamo­
res. y llantos ¿olorosísimos que levantarían las hijas de Jerusa-
lén cuando viesen aquel doloroso espectáculo, y especialmente
Preludio i . o Clavado Jesús en la cruz , la levantaron los soldados en alto i la vísta de
todo el pueblo y de su Santísima Madre, que, al verle, quedó traspasada de dolor. los suspiros y gemidos vehementes de las mujeres devotas que
Preludio 2.a Represéntate á los soldados levantando en alto la cruz , en la que está allí estaban. ¡Oh cuán atormentados estaban los oídos del divino
Cristo enclavado. Jesús con los alaridos de sus enemigos y con el llanto de sus ami­
P reludio J.° Pide dolor de los pecados y compasión de las penas de Jesús y de su gos ! Si los amigos de Job, cuando levantaron los ojos á mirarle
Santísima Madre. como le vieron en un muladar cubierto de llagas, apenas le
conocieron, y levantando el grito, lloraron amargamente >, ras­
P u n t o l.° D o lo r d e J e s u c r is t o a l le v a n t a r la c r u z .— Con­ gando sus vestiduras y cubriendo con polvo sus cabezas, y asi
templa en este punto cómo después de clavado Cristo nuestro estuvieron siete días sin atreverse á hablar palabra, porque
Señor, levantaron los soldados la cruz en alto ; y es de creer veían que su dolor era vehemente, ¿qué harían los amigos de
que la dejaron caer de golpe en el hoyo que para esto estaba Jesús cuando levantaron los ojos y le vieron en tan horrible
hecho, estremeciéndose todo el cuerpo con gravísimo dolor. Le­ cama, cubierto de llagas de pies á cabeza, muy más terribles y
vántate aquí en alto con tu Señor, y levanta los sentidos y afec­ dolorosas que las de Job? Sin duda que apenas le conocerían, y
tos de tu corazón para enclavarlos con Él en la cruz. Mira lo levantando el grito con amargo llanto, rasgarían sus entrañas
primero el dolor, la vergüenza y aflicción que sintió tu dulce por la fuerza de su dolor, y cubriéndose de polvo con la vergüen­
Jesús cuando se vió en alto á la vergüenza á vista de tanta gente, za de la desnudez del Señor, quedarían enmudecidos y pasmados,
desnudo, afrentado y hecho señal de oprobio, cargado de inmen­ sin saber qué decir, viendo la vehemencia de su dolor. ¡Oh Sal­
sos dolores por todas las partes de su cuerpo; mira cómo la ca­ vador mío! Dadme un sentimiento tan grande como este, pues
beza no tiene dónde reclinarse, porque si se reclina en la cruz, tengo mucha más razón de sentir vuestros dolores que tuvieron
se le hincan más las espinas; las manos se le están rasgando con los amigos de Job para sentir los de éste. Job no padecía por
los clavos por el peso del cuerpo, que tira de ellos; las heridas
1 Genes., n . 10. — > Apoc., vil, 14. — I Job, I i .
720 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 55 .— Misterios encerrados en Jesús crucificado. 721

los pecados de ellos, Vos padecéis por los míos; el dolor de Job espinas de que está cubierta. Arroyos de sangre corren de sus
era vehemente, el vuestro es vehementísimo, hasta acabaros la heridas. Vese rodeado de innumerable multitud de gentes que
vida. Y ¿seré yo tan ingrato que no me compadezca de Vos? le contemplan vergonzoso y desnudo entre el cielo y la tierra.
¿Cometeré nuevos pecados, con los cuales se acreciente vuestro Los unos se alegran, los otros gritan; éstos lloran movidos de
dolor y aumente el gozo de vuestros enemigos? sentimiento de compasión natural; aquéllos están con el alma par­
P u n t o 3.° I n t e n s o dador d e M a r í a e n e s t a o c a s ió n .— Con­ tida de dolor, porque en Él ven á un Padre, áu n amigo, á un
sidera aquí el dolor que la Virgen Santísima padeció en aquella bienhechor. Pero entre toda la multitud, los ojos de Jesús buscan
primera vista de su Hijo, porque, en encontrándose los ojos de á su Madre, ya porque en la aflicción es natural el dirigirse á la
Cristo y de su Madre, ambos quedarían eclipsados con suma tris­ persona más amada, y a también porque entre todos los presen­
teza: la Madre quedó espiritualmente crucificada-con la vista del tes, ninguno le amaba y compadecía como María. ¡Oh dolor de la
Hijo, y el Hijo nuevamente afligido con la vista de la Madre; y Madre! ¡Oh angustia delHijo! ¡Cuán ingratos somos si no sabemos
callando ambos por la vehemencia del dolor, el corazón de cada compadecernos de ellos! ¿ Qué exige de nosotros la compasión de
uno se ocupaba en sentir los dolores qu e padecía el otro, dolién­ estos dos personajes tan dignos de nuestro amor? Pidámosles
dose más por ellos que por los propios. Aumentaba el dolor y que nos hagan participantes de sus dolores, y sobre todo de su
amor de María el conocimiento claro que tenía de los afectos del paciencia inalterable en sufrirlos: formemos resoluciones de
Corazón de Jesús; porque sabía que se ofrecía en la cruz también abrazarnos con nuestra cruz, y para cumplirlas acudamos con
por ella , y más por ella que por otra ninguna criatura, puesto que fervientes y amorosos coloquios á Jesucristo y á la Virgen San­
de aquella muerte le cabía más parte y la alcanzaba más fruto tísima, rogándoles por nosotros y por todo el mundo.
que á otra ninguna. Pues la que era tan humilde y agradecida,
y sabía el valor de los dones y gracias que Dios había puesto en 55.— MISTERIOS ENCERRADOS EN JESÚS CRUCIFICADO.
ella por los merecimientos de la Pasión y muerte de su Hijo,
i con cuánta compasión, dolor y amor le miraría, viendo que tan P seu m m o i.» Jesús crucificado es nuestro Dios, nuestro sumo Sacerdote y nuestro
á costa suya y con tanto dolor se las ganaba? ¡Oh! ¡Qué consejo Maestro.
tan alto fué el de Dios, que guando su Hijo subió á la cruz des­ P r e l u d io 2.0 Represéntate á Jesús dañado en la cruz.
Preludio }.* Pide la gracia de venerar coa humildad y escuchar con docilidad á Jesús
nudo y embriagado como otro Noé de los amores de la Iglesia
crucificado.
su esposa, se le pusiese delante aquella Virgen, que ella sola
valía más que toda la Iglesia! Ponte ahora entre estos dos cru­
cificados, y levanta los ojos á ver al Hijo crucificado con clavos P o n to l.° J e s ú s c r u c ific a d o e s n u e s tr o D io s .—'Considera
de hierro, y luego bájalos á ver la M adre crucificada con clavos cómo este Señor que está crucificado es aquel Dios eterno é in­
de dolor y compasión, y suplícales que repartan contigo de sus menso, cuya silla es el cielo, y la tierra es estrado de sus pies,
dolores, de modo que estés tú también crucificado con ellos por el cual está sentado sobre los querubines, y anda sobre las plu­
verdadera imitación. ¡Oh Madre de dolor! Dadme parte en la mas de los vientos. Es sumamente sabio y todopoderoso, por
aflicción que sintió vuestra alma al contemplar por primera vez quien fueron criadas todas las cosas del cielo y de la tierra, án­
á vuestro Hijo puesto en la cruz; penetrad mi corazón con la geles y hombres. Y , como dice Isaías ' : « Sustenta con tres dedos
espada que atravesó el vuestro, y no permitáis vuelva á cometer la redondez de la tierra», porque con su bondad, sabiduría y om­
los pecados que tal estrago hicieron en vuestro Hijo. Y nosotros, nipotencia la conserva. Y después que hubieres considerado
¿cómo agradecemos á María la pena que en esta ocasión sintió? esto, baja los ojos á m irarla extremada miseria y bajeza de que
¿Se la aumentamos con nuevas caídas en el pecado? esta divina Persona está vestida en la cruz, ponderando cómo su
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh cuán aflictivo y lamentable fué afligido cuerpo está suspendido con otro ternario de tres agudos
el estado en que se halló Jesús después de la crucifixión! No es clavos que le tienen asido en aquel madero, sin poderse menear
posible tenga corazón quien lo m edita y no se compadece de de una parte áotra, los cuales de tal manera sustentan la carga
Él. Clavado en la cruz, los soldados la levantan en alto, y con de su cuerpo, que le atormentan con gran dolor, y le atormenta­
ímpetu, y de golpe, la echan en el hoyo abierto en la tierra, rán hasta quitarle la vida. Y haciendo comparación de lo que esta
estremeciéndose todo el cuerpo de Jesús. Tres clavos lo sos­ divina Persona tiene en estos dos tronos, quedarás admirado y
tienen en alto, y con su peso vanse rasgando con acerbo dolor las pasmado de que tanta grandeza haya venido á tanta bajeza; y
heridas de los pies y de las manos. En ninguna parte puede
' I s a i., , 12 .
apoyar la cabeza sin que aumenten inmensamente el dolor las x l

46
720 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. } ¡j.— M isterios encerrados en Jesús crucificado. 721
los pecados de ellos, Vos padecéis por los míos; el dolor de Job espinas de que está cubierta. Arroyos de sangre corren de sus
era vehemente, el vuestro es vehementísimo, hasta acabaros la heridas. Vese rodeado de innumerable multitud de gentes que
vida. Y ¿seré yo tan ingrato que no me compadezca de Vos? le contemplan vergonzoso y desnudo entre el cielo y la tierra.
¿Cometeré nuevos pecados, con los cuales se acreciente vuestro Los unos se alegran, los otros gritan; éstos lloran movidos de
dolor y aumente el gozo de vuestros enemigos? sentimiento de compasión natural; aquéllos están con el alma par­
P lin t o 3.° I n t e n s o d o lo r d e M a r i a e n e s ta o c a s ió n .— d o n - tida de dolor, porque en Él ven á un Padre, á u n amigo, á un
sidera aquí el dolor que la Virgen Santísima padeció en aquella bienhechor. Pero entre toda la multitud, los ojos de Jesús buscan
primera vista de su Hijo, porque, en encontrándose los ojos de á su Madre, ya porque en la aflicción es natural el dirigirse á la
Cristo y de su Madre, ambos quedarían eclipsados con suma tris­ persona más amada, y a también porque entre todos los presen­
teza: la Madre quedóespiritualmente crucificada con la vista del tes, ninguno le amaba y compadecía como María. ¡Oh dolor de la
Hijo, y el Hijo nuevamente afligido con la vista de la Madre; y Madre! ¡Oh angustia delHijo! ¡Cuán ingratos somos si no sabemos
callando ambos por la vehemencia del dolor, el corazón de cada compadecemos de ellos! ¿Qué exige de nosotros la compasión de
uno se ocupaba en sentir los dolores que padecía el otro, dolién­ estos dos personajes tan dignos de nuestro amor? Pidámosles
dose más por ellos que por los propios. Aumentaba el dolor y que nos hagan participantes de sus dolores, y sobre todo de su
amor de María el conocimiento claro que tenía de los afectos del paciencia inalterable en sufrirlos: formemos resoluciones de
Corazón de Jesús; porque sabía que se ofrecía en la cruz también abrazamos con nuestra cruz, y para cumplirlas acudamos con
por ella , y más por ella que por otra ninguna criatura, puesto que fervientes y amorosos coloquios á Jesucristo y á la V irgen San­
de aquella muerte le cabía más parte y la alcanzaba más fruto tísima, rogándoles por nosotros y por todo el mundo.
que á otra ninguna, Pues la que era tan humilde y agradecida,
y sabía el valor de los dones y gracias que Dios había puesto en 55.— MISTERIOS ENCERRADOS EN JESÚS CRUCIFICADO.
ella por los merecimientos de la Pasión y muerte de su Hijo,
¿con cuánta compasión, dolor y amor le miraría, viendo que tan Preukmo i .4 Jesús crucificado es nuestro Dios, nuestro sano Sacerdote y nuestro
á costa suya y con tanto dolor se las ganaba? ¡Oh! ¡Qué consejo Maestro.
tan alto fué el de Dios, que guando su Hijo subió á la cruz des­ Preludio 2.« Represéntate á Jesús clavado en la cruz.
nudo y embriagado como otro Noé de los amores de la Iglesia Preludio ).« Pide la gracia de venerar con humildad y escuchar con docilidad á Jesús
su esposa, se le pusiese delante aquella Virgen, que ella sola crucificado.
valía más que toda la Iglesia! Ponte ahora entre estos dos cru­
cificados, y levanta los ojos á ver al Hijo crucificado con clavos P a n to l.° J e s ú s c r u c ific a d o e s n u e s t r o D io s .—1Considera
de hierro, y luego bájalos á ver la M adre crucificada con clavos cómo este Señor que está crucificado es aquel Dios eterno é in­
de dolor y compasión, y suplícales que repartan contigo de sus menso, cuya silla es el cielo, y la tierra es estrado de sus pies,
dolores, de modo que estés tú también crucificado con ellos por el cual está sentado sobre los querubines, y anda sobre las plu­
verdadera imitación. ¡Oh Madre de dolor! Dadme parte en la mas de los vientos. Es sumamente sabio y todopoderoso, por
aflicción que sintió vuestra alma al contemplar por primera vez quien fueron criadas todas las cosas del cielo y de la tierra, án­
á vuestro Hijo puesto en la cruz; penetrad mi corazón con la geles y hombres. Y , como dice Isaías •: «Sustenta con tres dedos
espada que atravesó el vuestro, y no permitáis vuelva á cometer la redondez de la tierra», porque con su bondad, sabiduría y om­
los pecados que tal estrago hicieron en vuestro Hijo. Y nosotros, nipotencia la conserva. Y después que hubieres considerado
¿cómo agradecemos á María la pena que en esta ocasión sintió? esto, baja los ojos á m irarla extremada miseria y bajeza de que
¿Se la aumentamos con nuevas caídas en el pecado? esta divina Persona está vestida en la cruz, ponderando cómo su
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuán aflictivo y lamentable fué afligido cuerpo está suspendido con otro ternario de tres agudos
el estado en que se halló Jesús después de la crucifixión! No es clavos que le tienen asido en aquel madero, sin poderse menear
posible tenga corazón quien lo medita y no se compadece de de una parte á otra, los cuales de tal manera sustentan la carga
Él. Clavado en la cruz, los soldados la levantan enalto, y con de su cuerpo, que le atormentan con gran dolor, y le atormenta­
ímpetu, y de golp e, la echan en el hoyo abierto en la tierra, rán basta quitarle la vida. Y haciendo comparación de lo que esta
estremeciéndose todo el cuerpo de Jesús. Tres clavos lo sos­ divina Persona tiene en estos dos tronos, quedarás admirado y
tienen en alto, y con su peso vanse rasgando con acerbo dolor las pasmado de que tanta grandeza haya venido á tanta bajeza; y
heridas de los pies y de las manos. En ninguna parte puede
apoyar la cabeza sin que aumenten inmensamente el dolor las • Isai., xl, 12.
46
722 S e r ie seg u n d a .— P a sió n de Jesu cristo .
Med. 5 5 . — •Misterios encerrados en Jesús crucificado. 723
cubriendo como los serafines lo alto y lo bajo de tu Redentor por
griento, y ofreceros un sacrificio de mi corazón contrito y hu­
no alcanzar á comprenderlo, dirás con grande afecto 1 :« Santo,
millado ; contrito, por los pecados que cometí contra V os, y hu­
Santo, Santo sois, Señor Dios de los ejércitos»; tres veces santo
millado, por ver los dolores y afrentas que padecéis por mí.
por los tres dedos con que sustentáis el mundo; y otras tres ve­
Y tú, ¿qué sacrificio ofreces á Dios? ¿Le ofreces, cuando menos,
ces Santo por los tres clavos que sustentan vuestro cuerpo en la
sacrificio de alabanza en agradecimiento del que Él ofrece por ti?
cruz; y mucho más otras tres veces por otros tres clavos con
P u n to 8 .° J e s ú s c r u c ific a d o es n u e s tr o M a e str o .— Aquí
que os habéis enclavado, á saber: Amor á los hombres, obedien­ has de mirar á Jesucristo crucificado como á doctor y maestro,
cia á vuestro P a d re , y celo de nuestro bien. ¡ Oh Redentor sobe­
enviado por el eterno Padre al mundo para enseñarnos los cami­
rano ! Gracias os doy por este amor, obediencia y celo con que nos de la verdad y de la virtud, y las sendas de la santidad y
estáis fijado en la cruz. Suplicóos, Señor, que me clavéis con perfección, el cual, habiéndolas enseñado por palabra y obra en
esos mismos clavos en ella, de modo que siempre os ame más los treinta y tres años de su vida, al fin de ella se sube á la cáte­
que á mí, y obedezca á vuestra voluntad, sin hacer caso de la mía, dra de la cruz, y allí hace un epílogo de todo cuanto ha enseñado
y cele vuestra honra y mi salvación eterna, sin cuidar mucho de con excelentísima perfección; porque, así como cuando comen­
loque presto se pasa! ¿Cómo te conduces tú acerca de esto? zó á predicar se subió á un monte, sentándose con sus discípulos,
¿Cómo piensas respecto de estas virtudes ? ¿ No te admira la abrió su boca, y les predicó las ocho bienaventuranzas, que son
infinita grandeza de' Dios sumergida en tales bajezas? ocho actos de virtud en que se funda la perfección evangélica; así
P u n to 8 .° J e s ú s c r u c ific a d o es S a c e r d o te .— Luego has de ahora sube al monte Calvario, y puesto en la cruz, platica estas
considerar cómo este Señor que está en la cru z, es aquel gran mismas virtudes y las ejercita con la mayor excelencia que ja­
sacerdote según el orden de Melquisedeck, supremo Pontífice de más se ejercitaron. Pondera bien cuán excesiva fué su pobreza,
la Iglesia, escogido y llamado de Dios , con más excelencia que humildad y mansedumbre, y oye cómo te dice Dios al corazón
A arón , príncipe de los pastores ’ y obispo vigilantísimo de nues­ aquellas palabras que dijo á M oisés': «Mira y obra según el
tras alm as; el cual subió á la cruz para ofrecer un sacrificio sán- ejemplar que se te ha mostrado en el monte»; esto es, mira el
griento, el más excelente que jamás se ofreció en la tierra. Las ejemplo de virtudes que mi Hijo te ha dado en el monte Calvario,
insignias de este sumo sacerdote son dolorosas y afrentosas, pero y obra según e lla s, aprendiendo la lección que te ha leído. Y
misteriosas. Por mitra tiene una corona de espinas fija en su ca­ para cumplir este encargo del Señor, has de ponerte á los pies
beza, porque es cabeza perpetua d'e la Iglesia, y sacerdote eterno de la cruz, y oir la lección que está leyendo Cristo crucificado,
que nunca se ha de acabar. El báculo pastoral es la cruz. El ani­ no siendo perezoso en escucharla y repetirla, pues le cuesta
llo son los clavos en las manos. La vestidura sacerdotal de varios tanto el leerla; imprímela en tu corazón, y ponía luego por obra
colores es su carne labrada con varios cardenales y llagas causa­ contantas veras, que puedas decir con el A p óstol1 : «Nome
das de los azotes. De esta manera entró nuestro buen Jesús una precio de saber otra cosa entre los hombres, sino á Cristo, y éste
sola vez en el S a n c t a S a n c to r u m á ofrecer sacrificio», no de ani­ crucificado». ¡Oh Maestro soberano! Vos dijisteis» :< Si fuere
males, sino de sí mismo ; no por sí mismo, sino por nosotros; no levantado de la tierra, traeré á Mí todas las cosas»: atraed mi
sacrificio común que se divide, sino holocausto que todo se abrasa memoria, para que piense siempre lo que ahí me enseñáis, mi
con fuego de dolor y con fuego de amor, derramando toda su san­ entendimiento para que lo penetre, y mi voluntad para que lo
gre en remisión de nuestros pecados, hasta quedar muerto y con­ ame, y todo mi espíritu para que lo imite. ¡Oh alma! Contempla
sumido en la cruz. ¡ Oh cuán caro le costó á este sumo sacerdo­ con atención y silencio á tu divino Maestro: ¿qué fruto has sa­
te aplacar la ira de Dios contra nosotros, pues no se contentó cado de sus lecciones? ¿Las has aprendido con la perfección que
con ofrecer carne y sangre de animales, sino su propia carne y Él desea?
sangre unidas con su divinidad y apartadas entre sí con excesiva E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Óh! ¡ Qué misterios tan profundos
crueldad! N ecesaria era tal ofrenda como esta para satisfacer y qué enseñanzas tan sublimesestán encerradas en Jesucristo cru­
de justicia por tal ofensa como la nuestra. Menester era que cificado! Él es aquel Dios omnipotente que, sentado sobre que­
fuese Dios el sacerdote y el sacrificio, para que Dios quedase rubines, gobierna á las gentes con cetro de hierro, con su mi­
del todo contento y aplacado. ¡Oh supremo Pontífice y Pastor de rada hace temblar la tierra y en su mano empuña las riendas del
mi alma! ¿Qué os daré por este sacrificio que estáis ofreciendo universo; y para mostrar el amor que ha tenido á los hombres,
en la cruz por ella? Deseo asistir á ese vuestro sacrificio san- la obediencia que á su eterno Padre profesa, y el celo que por
/
i Isai., vi, ). — • | Petr., v , 4; 11, 25. — sHebr., ix, 12. ' Exod., XXV, 40. — » 1 Cor., 11, 2. — J Joan., xii, 32.
724 Serie segunda.— Pasión de Jesús. Med. 5 6 .— Titulo puesto sobre la cru%. 725

el bien de la humanidad le abrasa, ha descendido de su trono para inefable nombre de Jesús, de que el Señor se gloría en estos
subir al trono afrentoso de la cruz, en donde ha sido colgado de últimos instantes de su vida! Pondera luego el nombre N a z a r e ­
tres clavos durísimos. ¡ Oh amor de Dios! ¡Cuán grande es tu no, que quiere decir florido; en el cual se indica la segunda
eficacia y poder! Es también el Sumo Sacerdote que, revestido causa de haber subido Jesús al árbol de la cruz, que fué para
con nuevas y humillantes vestiduras, ha entrado en el S a n c ta brotar en ella las flores excelentísimas de las virtudes que ejer­
S a n c to r u m una sola vez, para ofrecer un holocausto perfectisimo citó para nuestra enseñanza y ejem plo: flores fueron su pobreza
para la remisión de los pecados del mundo; pero ¡qué holocaus­ y obediencia, su mansedumbre y humildad, su paciencia y ca­
to! Su mismo cuerpo y sangre abrasados con el fuego del ridad. Estas flores brotan con grande abundancia, derramando
amor y del dolor. ¡Oh pecado! ¡Cuán enorme mal eres, cuando en tomo de sí un precioso perfume de santidad, con el cual em­
tal sacrificio se necesita para destruirte! Es, además, el supremo briaga y conforta á sus escogidos para que las practiquen y
Doctor y Maestro, venido al mundo para enseñarle la verdad, lleguen á ser santos y nazarenos como Él. ¡Oh Jesús Nazareno!
al cual su mismo Padre encargó que oyéramos dócilmente. ¡ Qué ¡Cuán florido estáis! Toda la vida fuisteis muy florido; pero
enseñanzas tan prácticas nos da! ¡ Qué virtudes tan perfectas nos mucho más lo estáis al fin de ella. Bien podéis decir á vuestra Es­
predica! Y envista de esto, ¿agradecemos nosotros la benignidad posa la Iglesia1 : «Nuestro lecho es florido», porque el lecho de
de este soberano Spñor, el sacrificio de este sumo Sacerdote, la cruz está lleno de flores olorosísimas que brotáis en ella. ¡Oh!
y las enseñanzas de este divino Maestro? ¿Aprendemos las lec­ ¡Si nosotros supiésemos oler estas flores y alentamos á producir
ciones que nos lee desde la cruz?N o seamos discípulos desapro­ otras como ellas! ¿Nos ejercitamos en la meditación de las virtu­
vechados y no sean en vano la s enseñanzas de este sapientísimo des que ejercita Jesús? ¿Procuramos que su nombre santo no sea
Maestro. Oigámosle con atención, y hagamos propósitos de vano para nosotros?
poner en práctica lo que nos enseña. Pidamos la gracia de prac­ P a n to 2.° R e y d e lo s j u d í o s .—L a tercera palabra del título
ticarlo, y roguemos por todo lo demás. es R e y ; en la cual se significa la causa porque Pilatos condenó á
Cristo á ser crucificado; es á saber: porque los judíos le acusa­
5 6 . - TÍTULO PUESTO SOBRE LA CRUZ. ban de que quería ser su rey, y porque de verdad era R e y , no
temporal, sino eterno, cuyo reino comenzó con estabilidad desde
Preludio i .» Pusieron sobre li eruz un titulo que deeiz: «Jesús Neureno, Rey de la cruz, porque escrito estaba * que Dios reinaría desde el made­
los judíos», y estaba escrito en hebreo, griego y latín. ro; porque como el reino del pecado comenzó en un árbol, por
Preludio a.» Represéntate á Jesús crucificado y i los judíos poniendo el titulo sobre su la desobediencia del primer Adán, así el reino de Dios comenzó
cruz. en otro árbol, por la obediencia de Cristo, que murió en él. De
P reludio 3.° Pide la gracia de penetrar la significación de este titulo, y honrar por él lo cual debes sacar qu e, si quieres reinar con Cristo, ha de
al que le lleva. comenzar tu reinado también desde la cruz, crucificando en ella
tu hombre viejo, y destrayendo el cuerpo del pecado, porque
P a n t o l.° J e s ú s N a z a r e n o . — En estas dos palabras se los reinos de la tierra gózanse viviendo; pero el de Cristo mu­
encierran las dos causas principales de su crucifixión y muerte. riendo. ¡Oh! ¡Quién supiera morir para todas las cosas del mun­
Jesús quiere decir S alvador, y se le puso este nombre porque do de tal modo que toda mi gloria fuese Cristo y Éste crucifi­
vino á salvar al mundo y á librarle de los pecados que tenía cado! Pondera la última palabra del título, que es R ey d e lo s
y de las penas que por e llo s merecía; y por esta causa íué j u d í o s ; y aunque ellos no le quisieron recibir, y por esto pidie­
crucificado, para que con su muerte y derramamiento de su san­ ron que fuese crucificado; pero no por esto dejó de ser Rey,
gre acabase la obra de n u estra redención. Este nombre se le enviado por el Eterno Padre para que reinase en ellos y en todos
puso en la Circuncisión, tomando posesión del oficio de Salva­ aquellos que tuviesen la significación de su nombre, que es con­
dor con la poca sangre que a llí derramó. Mas ahora se le pone fesar con verdadera confesión lo que Dios ha revelado, glorifi­
encima de la cruz como títu lo de su Pasión; porque acaba y per­ cándole por ello. Y á esta causa el título se escribió en hebreo,
fecciona todo lo que p erten ece á este olido con el derramamien­ griego y latín, para que todas las naciones del mundo, signifi­
to de toda su sangre; pues, com o dice san P ab lo': «Sin derrama­ cadas por estas tres lenguas, conozcan á este Rey y le adoren;
miento de sangre no hay redención de pecados ni salvación». y toda lengua , como dice san Pablo >, confiese que nuestro Señor
¡Oh! ¡Cuán dulce, suave y g ra to ha de ser para tu espíritu el Jesucristo está en la gloria de Dios Padre. ¡Oh Hijo de Dios

• Hebr., ix, 22. • Cant., i, 15. — a Psalm. xcv. 10. — ) Philip., n , 11.
726 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 57 .— Partición de las vestiduras. 727
vivo! Confieso que os cuadra muy bien este glorioso título, por­
blanco el divino Redentor crucificádo, dispone su Majestad que
que V os solo y no otro sois Jesús Nazareno, Rey de los judíos. reciba la mayor gloria y claridad que podía desear, y los mis­
¡Oh si todo el mundo leyese este título y lo admitiese, y todos os mos judíos que le afrentan, son los instrumentos de que se vale
confesasen por su Rey y Salvador! ¡ Oh título soberano, en quien para glorificar á su Hijo. Ponen en lo alto de la cruz un título, el
están cifrados todos los títulos que tengo para negociar mi salva­ más honroso, glorioso y honorífico que podía darse al Señor, en
ción! Por ti serán oídas mis oraciones, cumplidos mis deseos y el cual se compendian las causas de su muerte, y se resumen las
remediadas todas mis necesidades. ¿Qué aprecio hacemos nos­ ilustres virtudesy sublimes grandezas que le enriquecieron. Jesús
otros de este título? ¿Reconocemos por nuestro Rey á Jesús cru­ Nazareno, Rey de los judíos. ¿Qué más podía decirse en honor de
cificado? ¿Deseamos reinar con Él? nuestro Redentor? Si es Jesús, es Dios y hombre verdadero,
P a n t o 3.° L o s j u d í o s q u ie r e n c a m b ia r e l t ít u lo , y P ila t o s uniéndose en una misma persona las sublimes excelencias y atri­
s e o p on e.— Habiendo muchos leído este título, los pontífices de
butos de la divinidad y las bajezas de la humanidad, para salud
los judíos dijeron á Pilatos: «No escribas Rey de los judíos, sino de los hombres. Si es Nazareno, es florido con todas las flores
Él dijo: Rey soy de los judíos». Pero Pilatos respondió: «Lo más preciosas, olorosas y delicadas de las virtudes; es santo por
que escribí, escribí». A cerca de lo cual has de considerar tres excelencia y fuente de santidad. Si es Rey, ejerce soberano do­
suertes de personas que leyeron el título de la cruz de Cristo. minio sobre todas las cosas, obedeciendo todas puntualmente ¿
L a primera fué de los pontífices y fariseos y otros malintencio­ la insinuación de su voluntad. Si es Rey de los judíos, todos los
nados enemigos de Cristo, los cuales le tuvieron por falso, y que con verdad confiesen y alaben á Dios, han de reconocerle
quisieron enmendarlo; y éstos son figura de los herejes y demás por dueño y soberano, y han de ponerse bajo sus órdenes, si de­
infieles que oyen ó leen los libros sagrados, y los títulos y obras sean que sus alabanzas y confesiones sean aceptas al Señor. ¡ Oh,
de la divinidad y humanidad de Cristo, y niegan muchas de ellas, si todos leyésemos con atención, penetrásemos el sentido, y
y las quieren enmendar por su antojo y errado parecer. Otros obrásemos según la divina enseñanza que encierra este glorioso
leyeron el mismo título por curiosidad, como es costumbre en título! ¿Cómo lo leemos? ¿Imitamos á los fariseos, que querían
tales casos; pero no hicieron caso de él, ni le entendieron ni pe­ enmendarle? ¿O á la chusma que lo leyó por curiosidad sin ahon­
netraron el misterio que encerraba; y éstos figuran á aquellos que dar en su significado? ¿Confesamos con las obras que Jesús es
oyen y leen las cosas de Cristo, y las creen á bulto y sin ahondar nuestro Salvador, nuestro Rey y nuestro Maestro? ¿Imitamos la s
ni penetrar los misterios que en sí encierran, y así no sacan pro­ preciosas flores de las virtudes que brotan en la cruz? Abomine­
vecho de ellas. L a tercera suerte de hombres fueron la Virgen mos el proceder de aquellos que no quisieron que Jesús remase
Santísima, san Juan y las devotas mujeres que se hallaban en el sobre ellos; propongamos conducirnos siempre como fieles súb­
Calvario, los cuales leyeron el título con devoción, y lo enten­ ditos de este R ey, y para alcanzarlo pidámoslas gracias que
dieron, y penetraron su sentido con grande alecto de su corazón; necesitamos, y roguemos por todo el mundo.
y éstos figuran & aquellos que leen las verdades de la fe, y pro­
curan meditarlas y rumiarías con devoción y espíritu para su
$7.-PARTICIÓN DE LAS VESTIDURAS.
propio provecho. 1 O h , si todos perteneciésemos á esta afortunada
clase! Pondera luego cómo Pilatos, movido de divina inspira­
P rsluwo i.» Los soldados que habían crucificado á Cristo se partieron sus vestiduras,
ción, no quiso cambiar el título, por más que se lo rogaron; en
sortearon su túnica y sentados le guardaban.
lo cual se significa que era verdad lo que decía, y que ninguna Presumo 2.» Represéntate á estos soldados, enajenando i la vista de Jesucristo sus
razón humana puede hacer que se mude la verdad de lo que Dios- sagradas vestiduras.
ha enseñado; y así lo que está escrito en la divina Escritura, P relumo ).* Pide la grada de amar la pobreza y demás virtudes que brillan en Je­
escrito estará, sin que nadie lo pueda borrar. ¡Oh Salvador del sucristo.
mundo! Pues tan amigo sois de firmeza, que no consentisteis
que se mudase una letra de este título, suplicóos me hagáis tan P u n to l . ° ¿ o s s o ld a d o s p a r t e n la s v e s t id u r a s d e C risto .—
constante en vuestro servicio, que ninguna persuasión de mis Después que los soldados terminaron la crucifixión del Señor,
enemigos baste á derribarme de él. Pero ¿qué debo yo hacer para tomaron sus vestiduras, partiéronlas en cuatro partes, tomando
esto? ¿Cómo leo ú oigo las verdades de la religión? ¿Qué firmeza cada uno la suya '. Sobre esta partición has de considerar la s
tengo en mis propósitos? causas que la motivaron y los misterios que encierra. De parte
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán admirable es la Provi­
dencia del Señor ! En medio de las injurias y ultrajes de que es Joan., xix, 03.
726 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 5 7 .— Partición de las vestiduras. 727
vivo! Confieso que os cuadra muy bien este glorioso título, por­
blanco el divino Redentor crucificádo, dispone su Majestad que
que V os solo y no otro sois Jesús Nazareno, Rey de los judíos.
reciba la mayor gloria y claridad que podía desear, y los mis­
¡ Oh si todo el mundo leyese este título y lo admitiese, y todos os
mos judíos que le afrentan, son los instrumentos de que se vale
confesasen por su Rey y Salvador! ¡ Oh título soberano, en quien
para glorificar á su Hijo. Ponen en lo alto de la cruz un titulo, el
están cifrados todos los títulos que tengo para negociar mi salva­
más honroso, glorioso y honorífico que podía darse al Señor, en
ción! Por ti serán oídas mis oraciones, cumplidos mis deseos y
el cual se compendian las causas de su muerte, y se resumen las
remediadas todas mis necesidades. ¿Qué aprecio hacemos nos­
ilustres virtudesy sublimes grandezas que le enriquecieron. Jesús
otros de este título ?¿ Reconocemos por nuestro Rey á Jesús cru­
Nazareno, Rey de los judíos. ¿Qué más podía decirse en honor de
cificado? ¿Deseamos reinar con Él?
nuestro Redentor? Si es Jesús, es Dios y hombre verdadero,
P a n t o 8 .° L o s j u d í o s q u ie r e n c a m b ia r e l t it u lo , y P ila t o s
uniéndose en una misma persona las sublimes excelencias y atri­
s e o p on e.— Habiendo muchos leído este título, los pontífices de
butos de la divinidad y las bajezas de la humanidad, para salud
los judíos dijeron á Pilatos: «No escribas Rey de los judíos, sino
de los hombres. Si es Nazareno, es florido con todas las flores
Él dijo: Rey soy de los judíos». Pero Pilatos respondió: «Lo
más preciosas, olorosas y delicadas de las virtudes; es santo por
que escribí, escribí». Acerca de lo cual has de considerar tres
excelencia y fuente de santidad. Si es Rey, ejerce soberano do­
suertes de personas que leyeron el título de la cruz de Cristo.
minio sobre todas las cosas, obedeciendo todas puntualmente á
L a primera fué de los pontífices y fariseos y otros malintencio­
la insinuación de su voluntad. Si es Rey de los judíos, todos los
nados enemigos de Cristo, los cuales le tuvieron por falso, y
que con verdad confiesen y alaben á Dios, han de reconocerle
quisieron enmendarlo; y éstos son figura de los herejes y demás
por dueño y soberano, y han de ponerse bajo sus órdenes, si de­
infieles que oyen ó leen los libros sagrados, y los títulos y obras sean que sus alabanzas y confesiones sean aceptas al Señor. ¡Oh,
de la divinidad y humanidad de Cristo, y niegan muchas de ellas, si todos leyésemos con atención, penetrásemos el sentido, y
y las quieren enmendar por su antojo y errado parecer. Otros obrásemos según la divina enseñanza que encierra este glorioso
leyeron el mismo título por curiosidad, como es costumbre en título! ¿Cómo lo leemos? ¿Imitamos á los fariseos, que querían
tales casos; pero no hicieron caso de él, ni le entendieron ni pe­
enmendarle?'¿O á la chusma que lo leyó por curiosidad sin ahon­
netraron el misterio que encerraba; y éstos figuran á aquellos que
dar en su significado? ¿Confesamos con las obras que Jesús es
oyen y leen las cosas de Cristo, y las creen á bulto y sin ahondar
nuestro Salvador, nuestro R ey y nuestro Maestro? ¿Imitamos las
ni penetrar los misterios que en sí encierran, y así no sacan pro­
preciosas flores de las virtudes que brotan en la cruz? Abomine­
vecho de ellas. L a tercera suerte de hombres fueron la Virgen
mos el proceder de aquellos que no quisieron que Jesús remase
Santísima, san Juan y las devotas mujeres que se hallaban en el sobre ellos; propongamos conducimos siempre como fieles súb­
Calvario, los cuales leyeron el título con devoción, y lo enten­ ditos de este R e y , y para alcanzarlo pidamos las gracias que
dieron, y penetraron su sentido con grande afecto de su corazón; necesitamos, y roguemos por todo el mundo.
y éstos figuran á aquellos que leen las verdades de la fe, y pro­
curan meditarlas y rumiarlas con devoción y espíritu para su
propio provecho. ¡ O h , si todos perteneciésemos á esta afortunada 57.-PARTICIÓN DE LA$ VESTIDURAS.
clase! Pondera luego cómo Pilatos, movido de divina inspira­
ción, no quiso cambiar el título, por más que se lo rogaron; en P reludio i.® Los soldados que habían crucificado i Cristo se partieron sus vestiduras,
sortearon su túnica y sentados le guardaban.
lo cual se significa que era verdad lo que decía, y que ninguna
P reludio 2.* Represéntate i estos soldados, enajenando á b vista de Jesucristo sus
razón humana puede hacer que se mude la verdad de lo que Dios- sagradas vestiduras.
ha enseñado; y así lo que está escrito en la divina Escritura, P reludio 3.» Pide la gracia de amar la pobreta y demás virtudes que bridan en Je­
escrito estará, sin que nadie lo pueda borrar. ¡Oh Salvador del sucristo.
mundo 1 Pues tan amigo sois de firmeza, que no consentisteis
que se mudase una letra de este título, suplicóos me hagáis tan P a n to l.° L o s s o ld a d o s p a r t e n la s v e s t id u r a s d e C r is to .—
constante en vuestro servicio, que ninguna persuasión de mis Después que los soldados terminaron la crucifixión del Señor,
enemigos baste á derribarme de él. Pero ¿qué debo yo hacer para tomaron sus vestiduras, partiéronlas en cuatro partes, tomando
esto? ¿Cómo leo ú oigo las verdades de la religión? ¿Qué firmeza cada uno la suya \ Sobre esta partición has de considerar las
tengo en mis propósitos? causas que la motivaron y los misterios que encierra. De parte
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cuán admirable es la Provi­
dencia del Señor 1 En medio de las injurias y ultrajes de que es 1 Joan., x ix , i).
728 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 5 7 .— Partición de las vestiduras. 729
de los cuatro soldados, que fueron los cuatro verdugos que cru­ ñora lo que dijo Jacob 1: «Una fiera muy cruel ha tragado á mi
cificaron al Señor, la causa fué su codicia; porque como era gen­ hijo José, y con su sangre está teñida la túnica que yo le di».
te vil, cada uno quiso llevar su pieza de la vestidura, echando Otra causa dé este hecho fué porque esta túnica representaba
suerte sobre cuál pieza tocaría á cada uno, y también la desco­ la humanidad de Cristo, tejida desde arriba abajo; porque desde
sieron y dividieron á vista de Cristo, por escarnecer de El; como el cielo se tejió, sin obra de varón, en las entrañas de la Virgen,
quien dice: Y a no tendréis más necesidad de vestiduras. Y cuando por obra del Espíritu Santo. L a cual es vestidura riquísima de
las partían, quizá diría alguno: Rasguemos las vestiduras de los fieles, que, como dice el Apóstol ’ , se visten de Nuestro Se­
este blasfemo, pues no quiso Él rasgárselas por las blasfemias ñor Jesucristo cuando se bautizan, conformándose con su vida
que dijo contra Dios. De esta manera estaban allí atormentando en unión de caridad, sin admitir división alguna, porque Cristo
los ojos y los oídos de nuestro buen Jesús. El cual permitió que no se puede dividir. También representaba esta túnica la Igle­
los soldados hicieran entre sí tal partición, enajenando sus ves­ sia ’ , Esposa suya, en la cual quiere que no haya división, sino
tidos, que era la única hacienda que le quedaba, para darnos que se conserve siempre una, en unidad de fe y de caridad; y
ejemplo de perfectísima pobreza evangélica, diciéndonos con la quien intentare dividirla, pretende dividir á Cristo y á su precio­
obralo que había dicho de palabra:«E l que no renuncia todas las sa túnica, en lo que es más cruel que los verdugos que á esto
cosas que posee, no puede ser mi discípulo». ¡ O h , si nosotros no se atrevieron. ¡Oh Dios de la paz y del amor! No permitáis
aprendiésemos con perfección esta lección del Salvador! Pon­ que haya cisma en vuestra Iglesia, ni discordia en vuestra reli­
dera también otra causa de esta partición, que fué para mostrar gión, ni división alguna en vuestro pueblo cristiano. Conservad­
su inmensa caridad y benignidad en dar cuanto tenía á los hom­ los á todos en unión de caridad, para que sean una cosa en Vos,
bres , cuerpo, sangre y hacienda, y en especial para significar y Vos podáis vestiros de ellos, como de túnica preciosa, para
que todos los hombres, de cualquiera de las cuatro partes del colocarlos en el reino de vuestra gloria. ¿Hemos nosotros sido
mundo que viniesen á El, podrían tener parte en las vestiduras de causa de que se turbase alguna vez la unión? ¿Qué hemos dé
su g r a c i a caridad y virtudes, para que se vistiesen y adornasen hacer de nuestra parte para evitar este mal?
con ellas; y que así como estos soldados que le crucificaron tuvie­ P o n t o 3-° ¿ o s s o ld a d o s s e n tá r o n s e p a r a g u a r d a r á C r is ­
ron derecho á ellas, asi los pecadores, que le crucifican dentro to.— ñ e c l a la partición de las vestiduras, los soldados se senta­
de si, tienen derecho á pedirlas, no por sus merecimientos, sino ron al pie de la cruz con el fin de guardar á C risto4. Esto hicie­
por la sangre del Señor que anda junta con ellos. ¡ Oh dulcísimo ron, según puede suponerse, por orden de Pilatos, á instancias
Jesús! Gracias os doy por vuestra infinita generosidad, por la de los judíos, cuya mala conciencia les hacía temer que alguno
cual os dignáis vestir con vuestra preciosa vestidura al mismo no le bajase vivo de la cruz, ó para prohibir que ninguno le die¡
que os crucifica con tanta deshonra. Pésame de la parte que he se algún refrigerio y alivio de los que se solían dar á otros cru­
tenido en vuestra crucifixión; mas, pues sois tan dadivoso, dad­ cificados, y quizá se dieron á los ladrones que estaban crucifi­
me parte en vuestras sagradas vestiduras, repartiendo conmigo cados con Cristo, porque esta guarda no era para ellos. Pon­
vuestras soberanas virtudes. ¿No nos horroriza la codicia de los dera aquí cómo estos enemigos de Cristo, después que le pusieron
soldados que quitan á Jesús sus vestidos? ¿No imitaremos la po­ en la cruz, no solamente no se movieron á compasión de verle
breza de Jesús? ¿No deseamos vestirnos de su gracia? padecer tan graves ignominias y tormentos, sino con una cruel­
P a n t o 2 . ° L o s s o ld a d o s e c h a n s u e r t e s so b re l a t ú n ic a in • dad endemoniada procuraban añadir otros de nuevo, con pala­
c o n s ú t il d e J e s ú s . — Como la túnica era inconsútil, tejida toda bras y meneos, diciéndole grandes injurias y blasfemias por ins­
desde arriba abajo, los soldados no la partieron, sino echaron tigación del demonio, el cual pretendía por ellas tentarle, unas
suertes sobre cúya había de ser, cumpliéndose lo que estaba es­ veces de impaciencia y desconfianza, y otras de inconstancia,
crito: «Dividieron entre sí mis vestidos, y sobre mi vestidura faltando en lo que había comenzado. Pero todas las sufría este
echaron suertes». Acerca de este paso has de considerar las inocentísimo Cordero con admirable paciencia y humildad, y
causas misteriosas de él, pues tan en particular quiso el Señor con grande constancia y fortaleza, sin dar muestras, ni por pa­
que fuese profetizado. De parte de lo s verdugos la causa fué, labra, ni por meneo, de algún sentimiento ó queja contra sus
porque si la túnica se partiera, no fuera de provecho para nin­ blasfemadores, ni de alguna flaqueza ó arrepentimiento de haber
guno, por ser toda de una pieza, tejida, según se dice, por la subido á la cruz, dándonos un heroico ejemplo de sufrir y vencer
Virgen Sacratísima, la cual sintió tiernamente ver aquella pre­ las tentaciones que de este modo nos acometieren. ¡ Oh Rey del
ciosa túnica, bañada con la sangre de su Hijo, en las manos de
tan vil gente. ¡Con cuánta razón y dolor podría decir esta Se­ < Gen., xxxvii, 33. — >Galat., 111, 27. — 3 1 Cor., i, 13. — 4 Matth., xxvn, 36.
730 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 5 8 .— In ju ria s que recibe Jesús cru cifica d o. 731
cielo! V os, que en el cielo estáis rodeado de innumerables ánge­
les que os cantan alabanzas, ¿cómo os habéis humillado á estar 58 .— INJURIAS QUE RECIBE JE8Ú8 CRUCIFICADO.
en ese vil trono de la cruz, teniendo en torno de Vos tanta gente
que no cesa de vituperaros? Gózome de la gloria que tenéis en Preludio I.» Dicen palabras afrentosas contra Cristo la gente que estaba en el Calvario,
el cielo, y aflíjome por las ignominias y tormentos que padecéis los pontífices y fariseos y los soldados.
en el suelo, y por ambas os alabo y glorifico. ¡Quién pudiera Preludio 2.« Represéntate ¿jesús crucificado, oyendo las injurias que le dicen sus ene*
tener parte en vuestras ignominias, á fin de tenerla después en roigos.
vuestra gloria! ¿No nos compadeceremos nosotros de Jesús? Preludio 3.0 Pide viva co m p a sió n de Jesús, y detestación de los pecados.
¿Imitamos su constancia y firmeza en medio de las tribulaciones?
¿Nos dejamos llevar del decaimiento de ánimo? E u n to l.° L o s q u e e s ta b a n e n e l C a lv a r io in s u lt a b a n á
E p ílo g o y c o lo n a to s . ¡Á qué extremo de pobreza se ve C risto co n g e s to s y p a la b r a s in ju r io s a s .- ^ Considera
aquí lo que
reducido el Salvador en la cruz! Desnudo de pies á cabeza, con­ dice san Mateo, que los que pasaban por allí blasfemaban de Jesu­
templa desde ella á los soldados que entre si están repartiendo cristo, meneando sus cabezas, y diciendo por m ofa1: «¿Eres tú
sus vestiduras, única hacienda que le ha quedado. De este modo el que destruyes el templo de Dios, y en tres días le reedificas?
quiere mostrarnos su infinita caridad y largueza, disponiendo ' Sálvate ahora á ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la
que todos, inclusos sus enemigos, puedan tener parte en las ves­ cruz». Es de creer que, mientras proferían estas afrentosas blas­
tiduras de gracia, caridad y virtudes que, muriendo, nos ha me­ femias, harían muchos gestos con la boca y con los labios, como
recido. ¡Oh! ¡Cuán digna de alabanza es la generosidad de este lo apunta David en sus Salm os1; y que también, como dijo Jere­
Señor! Mas, no permite que sé divida su túnica inconsútil, por­ mías » en sus lamentaciones, darían palmadas con las manos, y
que representa su humanidad, la cual no consiente división en le silbarían con sus bocas por irrisión, sufriendo el divino Re­
aquellos á quienes enriquece, y porque figura también la Igle­ dentor estas silbas de desprecio, para remediar el veneno que
sia , que siempre será una con unidad de fe, de costumbres, de la serpiente infernal derramó en el género humano con los sil­
aspiraciones, y luchará contra toda división, arrojando de sí, en bos venenosos de su maldita sugestión. Y asi como ningún caso
caso necesario, á los que pretendan dividirla. ¡A y de aquel hizo de su silbo cuando, llevándole del desierto al pináculo del
que ose sembrar discordias en la Iglesia, en la religión ó entre templo delante de innumerable muchedumbre, le dijo: «Si eres
los amigos de C risto ! Los soldados, satisfechos de la parte de Hijo de Dios, échate de aquí abajo»; así tampoco hace caso de
los vestidos del Señor que en suerte les ha tocado, sentados junto este silbo que da por boca de estos blasfemos, diciéndole *: «Si
á la cruz, le están guardando, y se entretienen insultándole. eres Hijo de Dios, desciende de la cruz >. Antes al contrario, pre­
IQué malicia tan diabólica! ¡ Qué crueldad tan inhumana! Pero, cisamente porque es Hijo de Dios, no quiere descender vivo de
¡ qué paciencia tan invencible la de Jesucristo! ¿Qué dice todo la cruz, sino morir en ella, para engendrar allí muchos hijos de
esto á nuestro corazón? ¿No se despiertan en él deseos de pobre­ Dios por adopción. En lo cual te enseña prácticamente que es
za, contemplando la de Jesús? ¿Hemos sido alguna vez sembra­ propio de los hijos de Dios no descender por su voluntad d é la
dores de discordias entre nuestros hermanos? ¡Qué injuria hemos cruz, sino morir en ella al mundo y al pecado, perseverando en
hecho con esto á Jesú s, que tanto ha recomendado la unión la mortificación hasta el fin. ¡Oh Hijo de Dios vivo! Por aquélla
entre los suyos! Sigamos desde hoy otro camino; trabajemos invencible constancia que mostrasteis en esta ocasión, perma­
para que no se menoscabe.por nuestra causa la unión y caridad; neciendo en el suplicio á pesar de las solicitaciones de vuestros
hagamos al efecto eficaces y prácticos propósitos; importunemos contrarios, os suplico no permitáis que la serpiente astuta me
al Señor con nuestras súplicas, rogando por nosotros y por todo engañe con sus silbos infernales, persuadiéndome á bajar de la
el mundo. cruz que una vez tomé por vuestro am or; dadme que persevere
en ella como hijo de tal Padre, porque no venga á perder la dig­
nidad de hijo. ¿Deseamos nosotros bajar de la cruz? ¿Hemos
sentido impulsos de abandonar el camino de la virtud empren­
dido, ó el estado de perfección que hemos abrazado? ¿Hemos
dado oído á tales sugestiones ?
P u n t o 2.° L o s p r in c ip e s d e lo s s a c e r d o te s in s u lt a n á

• Mitth., xxvil, 39.— * Psalm. XXI. 14. — 3 Thren., 11, 15,— 4 Mattb., IV, 6.
7 }2 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. y8 .— Injurias que recibe Jesús crucificado. 7

C r is to .—Además d éla chusma del pueblo, también los príncipes mías que se decían contra su Hijo, y los meneos, silbos y escar­
de los sacerdotes, los escribas y los ancianos se burlaban de Je­ nios que de Él hacían. Y a que no había visto los que padeció en
sús crucificado, diciendo unos áotros de modo que lo oyese: casa de Caifás y en el pretorio de Pilatos, ordenó la divina Pro­
«Á otros hizo salvos, y á sí no puede salvarse. Si es Rey de Is­ videncia que oyese estos, para que también sus oídos fuesen ator­
rael, baje de la cruz, y creeremos en ÉL Pues confía en Dios, mentados con estas injurias y blasfemias, las cuales sentía más
que le libre ahora, si q u iere, ya que ha dicho: Hijo soy de que si se dijeran contra ella; y aun se puede creer que de recu­
Dios». En las cuales palabras, por escarnio, le zaherían en las dida, aquellos fieros perseguidores, blasfemando del Hijo, revol­
cuatro cosas más principales de que Cristo nuestro Señor se vían sobre la Madre que tal Hijo había dado á luz; pero todo lo
preciaba. L o primero, en su poder, diciendo que quien podía sufría con admirable paciencia y silencio, mirando el ejemplo
librar á otros, no tenía poder para librarse á sí. Lo segundo, en que su Hijo la daba. Finalmente: has de considerar cómo, según
su reino, diciendo que si era Rey de Israel, bajase de la cruz y dice san L u ca s', el pueblo estaba allí miraúdo á Cristo, y espe­
creerían en É l , como si dijeran: tan falso es que és R ey, como rando en qué había de parar su crucifixión; y este mirar no era
imposible que baje de la cruz. Lo tercero, en la confianza que con devoción, sino con irrisión, y así Cristo nuestro Señor le
tenía en Dios, diciéndole que si se preciaba de confiar en Dios cuenta entre sus injurias, diciendo : :« Consideráronme y mirá­
porque le amaba, pidiese á D io s que le librase como quien ronme». ¡Oh! Si estos miserables le miraran como habían de
d ice: No le librará, porque no le ama. Lo cuarto, en la dignidad mirarle, ¡cuán grandes bienes sacaran de esta vista! Porque si
de Hijo de Dios, teniéndola por fingida: y en todas cuatro cosas mirar á la serpiente de metal »bastaba para sanar de las mor­
mezclaban grandes falsedades, porque el demonio, que es padre deduras de las serpientes venenosas, ¿cuánto más bastara mirar
de la mentira, hablaba por ellos para tentar á Cristo y descu­ al Salvador, figurado por esta serpiente, puesto sobre el madero
brir si era Hijo de Dios, bajando de la cruz á título de que aque­ * de la cruz con figura de pecador, para librarles de las mordedu­
lla gente creyese en Él. Mas el buen Jesús sufría con inalterable ras venenosas de sus pecados? ¡Oh Salvador mío! Concededme
paciencia todos estos escarnios sin responderles palabra ni hacer que os mire y os contemple con viva fe y con espíritu de amor y
caso de sus dichos, porque sabía el mal ánimo de donde proce­ devoción, para que de esta vista quede sano y fuerte para ala­
dían. ¡Oh mansísimo Cordero! ¿Qué os daré por la paciencia baros y serviros por todos los siglos. ¿Miramos nosotros á Cris­
con que sufríais tales baldones y blasfemias contra vuestras to crucificado por medio de la meditación? ¿Nos compadecemos
soberanas y divinas virtudes? Lo que para gloria vuestra deseo, de sus penas y de las de su Madre Santísima? ¿Qué fruto sacamos
es confesar lo que estos blasfemos no alcanzaron, y preciarme de de mirar á Jesús?
lo que ellos despreciaron. Confieso que sois el Salvador de todos E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuánta es la rabia de los hombres
y que podíais salvaros á V o s mismo; confieso que sois el Rey de contra Jesucristo 1 Está clavado en la cruz, agobiado de dolores
Israel; confieso que tenéis confianza en Dios vuestro Padre, el y tormentos, sin hallar consuelo ni descanso en parte alguna, y ,
cual os ama como á su unigénito Hijo, y si no quiere libraros de no satisfecho su odio incomprensible con verle padecer tales pe­
vuestros trabajos, es porque no es señal cierta de ser hijos de nas, se divierten dirigiéndole palabras injuriosas, que, como dar­
Dios ser librados de los trabajos, sino perseverar constante­ dos envenenados, vienen á atravesar de parte á parte su gene­
mente hasta la muerte en ellos. ¿Qué dices tú, alma mía, de roso corazón. L a gente que pasaba por el Calvario le decía: Si
las acusaciones de los enemigos de Cristo? ¿Confiesas tú de cora­ eres Hijo de Dios, desciende de la cruz; y ¿no eres tú el que
zón y con las obras lo que ellos niegan? quería edificar en tres días el templo de Dios? Pues, ¿por qué
P u n t o 3.° T a m b ié n l o s s o ld a d o s g e n t i le s e s c a r n e c ie r o n d no te salvas á ti mismo? Los príncipes de los sacerdotes y an­
J e s ú s .— Los soldados que allí estaban también burlaban de Je­ cianos también hacen burla de El, y le motejan de falto de poder
sucristo, leyendo el título de la cruz y diciendo: «Si tú eres Rey para salvarse, de rey falso, de loco, que presume confiar en Dios,
de los judíos, sálvate á ti mismo». Como si dijeran: Si eres Rey y de farsante que enseña que es Hijo de Dios. Los mismos solda­
tan poderoso que podrás salvar y librar á los judíos, líbrate á dos gentiles leen el título de la cruz.y entono irónico y burlesco
ti de la cruz en que estás. D e la misma manera dice san Marcos dicen: «Si tú eres Rey de los judíos, sálvate á ti mismo». Á todo
que blasfemaban de Cristo los ladrones que estaban crucificados esto Jesús calla con la más admirable paciencia y profunda hu­
con Él. En todo lo cual puedes considerar de paso la pena gran­ mildad, como si no tuviese qué contestar, y no supiese cómo
de que recibiría la Virgen Sacratísima, oyendo aquellas blasfe- tapar las bocas inmundas de aquellos blasfemos. Y María, su

' Sap., ii, 13.18. ■ Luc., xxm ,3 5 . — >Psalm. xxi, 18. — j Num., xxi, 8.
734 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 59. — Prim era palabra que dijo Cristo en la cru {. 735

amantísima Madre, se halla presente, y ve los meneos, y oye las por esta culpa, que délos tormentos é injurias que de ellos reci­
burlas que se hacen á su Hijo; y á todo calla con humildad, aun­ bía , cumpliendo por la obra lo que había dicho 1 : «Amad á
que de rechazo hiera su honor alguna palabra de los enemigos vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen»; y lo que
de Jesús. ¡ Qué ejemplos tan dignos de nuestra imitación! ¿Cómo de Él estaba profetizado, que rogaría por los transgresores3;
nos portamos en las injurias que recibimos? ¿Hemos seguido la esto es, por aquellos que quebrantaron contra É l todas las leyes
conducta de estos atrevidos injuriadores de Cristo? ¿No sentimos de la caridad y piedad, de la justicia y gratitud, con la mayor
compasión de lo que padecen este Señor y su Santísima Madre? crueldad y desagradecimiento que jamás se había visto en el
Esforcémonos, á lo menos nosotros, en reparar de algún modo mundo. ¡Oh amantísimo Jesús! ¡ Cuán bien habéis mostrado que
tan enormes injurias; para esto propongamos llorar más nues­ sois Dios de amor, y la misma caridad! Pues ni las aguas de las
tras culpas, hacer penitencia y practicar aquello que desea Je­ tribulaciones, ni los ríos de tantas persecuciones han podido
sús á quien hemos de suplicar nos auxilie y remedie todos nues­ apagar vuestro fuego5; antes ha crecido tanto, que levantó su
tros males. llama hasta el cielo, rogando al Padre celestial que no castigue á
los que en tantos trabajos os han puesto. ¡ Oh quién tuviera tal
5 9 .— PRIMERA PALABRA QUE DIJO CRISTO EN LA CRUZ. caridad con los enemigos! ¿Cóm o nos portamos nosotros en
orden á esta virtud? ¿ Perdonamos de corazón á nuestros enemi­
gos? ¿Rogamos por ellos y estamos dispuestos para hacerles
Preludio i .» La primer* palabra que Jesús dijo en la cruz, fui para pedir á su Padre
perdón por sus enemigos.
todo el bien posible?
Preludio 2.» Represéntate estar junto á la cruz, oyendo esta palabra: «Padre, perdó­ J*unto P a l a b r a s q u e u s ó J e s ú s e n e s t a s ú p lic a .— Con­
nalos». sidera aquí cada palabra de esta fervorosa oración. L a primera
Preludio 3.° Pide al Señor crucificado perdón de tus propias culpas , y para todos los es P a d r e , al cual endereza su oración; porque, aunque á É l mis­
pecadores. mo, en cuanto Dios, pertenecía perdonarles, quiso más, como
hombre,pedir esto á su Padre; porque pidiéndole que los per­
P a n t o l.° L a p r i m e r a p a la b r a de J e sú s: «P a d r e , per­ donase, claramente daba á entender que Él de su parte los per­
d ó n a lo s * , to d a e s a m o r — Estando
Cristo nuestro Señor en su donaba y cumplía con su oficio de supremo sacerdote, ofreciendo
cruz, sufriendo los desprecios de sus enemigos, y habiendo calla­ sacrificio de sí mismo por los pecados é ignorancias del pueblo *,
do con grandísimo silencio, abrió su boca para pronunciar la pri­ y rogando con mucho fervor áD ios por ellos. Y no d ic e ,«Dios,
mera palabra, diciendo «Padre, perdónalos, porque no saben perdónalos», sino «Padre», para que se entendiese que no había
lo que se hacen». Considera cómo la primera lección que este perdido la confianza que en Él tenía, y para obligarle con este
Señor lee desde su cátedra de la cruz, toda es amor, orando por título tan amoroso á que le oyese; pues, como Padre, hace na­
los que le crucificaban, y excusándolos del modo que podía, cer el sol para justos y pecadores, y envía su lluvia á los buenos
mostrando en esto su infinita caridad. Para comprender mejor el y malos. L a segunda palabra es, p e r d ó n a lo s . No dice, «perdóna­
incendio vehemente que le abrasaba , pondera cómo el Señor les esta injuria que me hacen», sino absolutamente «perdónalos»,
estaba lleno de dolores y tormentos en todos los miembros de su porque deseaba que fuesen perdonados de todos sus pecados, y
cuerpo, sin hallar lugar de descanso en aquella dura cama de la no reparaba tanto en la injuria propia cuanto en la ofensa de
cruz. Y demás de esto, estaba rodeado de sus enemigos que le su Padre. Tampoco dice «perdona á estos queme crucifican»,
habían puesto en ella; los cuales actualmente se estaban sabo­ sino «perdónalos»; porque no quiere poner en su oración ninguna
reando en verle tan afligido , añadiéndole nuevas aflicciones con palabra que les acuse, ó irrite la ira del P a d re; y además pedía
terribles injurias y blasfemias, abriendo sus bocas, moviendo no sólo para los que le crucificaban corporalmente, sino para
sus labios y meneando sus cabezas por escarnio. A este tiempo todos aquellos que le crucificarían espiritualmente. L a otra pa­
levanta Jesús sus ojos al cielo, y derramando lágrimas por ellos, labra es, p o r q u e n o s a b e n lo q u e h a c e n , en la cual excusa del
abre su boca, no para pedir fuego que los abrase, como pidió modo que puede á sus enemigos; porque , aunque la ignorancia
Elias 3, ni para echarles su maldición, como Noé > y Elíseo * de muchos de ellos fué muy grosera y afectada y muy culpable;
cuando maldijeron á los que los escarnecían, sino para rogar á pero, la caridad de este piadosísimo Redentor, de cualquiera
su Eterno Padre que les perdonase el pecado que hacían en cru­ cosa que pudo echar mano, quiso con ella encubrir y excusar la
cificarle y escarn ecerle, doliéndose más del daño que les venía muchedumbre y gravedad de sus pecados. Y esta misma excusa

‘ Matth., v , 44. — * Isai., luí , 12. — 3 Cant., vni, 7. — 4 H«br., ix, 7.


' Luc., xxui, 34. — » IV Reg., 1, 10. — 3 Gen., ix, 23. — 4 IV fieg., 11, 24.
734 i'wíie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 59. — Prim era palabra que dijo C risto en la cru%. 735

amantfsima Madre, se halla presente, y ve ios meneos, y oye las por esta culpa, que de los tormentos é injurias que de ellos reci­
burlas que se hacen á su Hijo; y á todo calla con humildad, aun­ bía , cumpliendo por la obra lo que había dicho 1 : «Amad á
que de rechazo hiera su honor alguna palabra de los enemigos vuestros enemigos, y orad por los que os persiguen*; y lo que
de Jesús. ¡Qué ejemplos tan dignos de nuestra imitación! ¿Cóm o de Él estaba profetizado, que rogaría por los transgresores1;
nos portamos en las injurias que recibimos? ¿Hemos seguido la esto es, por aquellos que quebrantaron contra Él todas las leyes
conducta de estos atrevidos injuriadores de Cristo? ¿No sentimos de la caridad y piedad, de la justicia y gratitud, con la mayor
compasión de lo que padecen este Señor y su Santísima Madre? crueldad y desagradecimiento que jamás se había visto en el
Esforcémonos, á lo menos nosotros, en reparar de algún modo mundo. ¡Oh amantísimo Jesús! ¡ Cuán bien habéis mostrado que
tan enormes injurias; para esto propongamos llorar más nues­ sois Dios de amor, y la misma caridad! Pues ni las aguas de las
tras culpas, hacer penitencia y practicar aquello que desea Je­ tribulaciones, ni los ríos de tantas persecuciones han podido
sús á quien hemos de suplicar nos auxilie y remedie todos nues­ apagar vuestro fuego»; antes ha crecido tanto, que levantó su
tros males. llama hasta el cielo, rogando al Padre celestial que no castigue á
los que en tantos trabajos os han puesto. ¡ Oh quién tuviera tal
caridad con los enemigos 1 ¿ Cómo nos portamos nosotros en '
59 .— PRIMERA PALABRA QUE DIJO CRISTO EN LA CRUZ.
orden á esta virtud? ¿ Perdonamos de corazón á nuestros enemi­
gos? ¿ Rogamos por ellos y estamos dispuestos para hacerles
Pxbluoio l.° La primera palabra que Jesús dijo en la cruz, fué para pedir i su Padre
perdón por sus enemigos.
todo el bien posible?
P mludio 2.0 Represéntate estar junto i la cruz, oyendo esta palabra: «Padre, perdó­ P u n to St.° P a la b r a s q u e u s ó J e s ú s e n e s ta s ú p l i c a — Con­
nalos ». sidera aquí cada palabra de esta fervorosa oración. La primera
P rkuoio 3.° Pide al Señor crucificado perdón de tus propias culpas, y para todos los es P a d r e , al cual endereza su oración; porque, aunque á É l mis­
pecadores. mo, en cuanto Dios, pertenecía perdonarles, quiso más, como
hombre,pedir esto á su Padre; porque pidiéndole que los per­
P a n t o l.° L a p r im e v a p a la b r a d e J e s ú s : «P a d r e , p er­ donase, claramente daba á entender que É l de su parte los per­
», t o d a e s a m o r .—Estando Cristo nuestro Señor en su
d ó n a lo s donaba y cumplía con su oficio de supremo sacerdote, ofreciendo
cruz, sufriendo los desprecios de sus enemigos, y habiendo calla­ sacrificio de sí mismo por los pecados é ignorancias del pueblo4,
do con grandísim o silencio, abrió su boca para pronunciar la pri­ y rogando con mucho fervor á Dios por ellos. Y no dice,« Dios,
m era palabra, diciendo «Padre, perdónalos, porque no saben perdónalos», sino «Padre», para que se entendiese que no había
lo que se hacen». Considera cómo la primera lección que este perdido la confianza que en Él tenía, y para obligarle con este
Señor lee desde su cátedra de la cruz, toda es amor, orando por título tan amoroso á que le oyese; pues, como Padre, hace na­
los que le crucificaban, y excusándolos del modo que podía, cer el sol para justos y pecadores, y envía su lluvia á los buenos
mostrando en esto su infinita caridad. Para comprender mejor el y malos. L a segunda palabra es, p e r d ó n a lo s . No dice, «perdóna­
incendio vehemente que le abrasaba, pondera cómo el Señor les esta injuria que me hacen», sino absolutamente «perdónalos»,
estaba lleno de dolores y tormentos en todos los miembros de su porque deseaba que fuesen perdonados de todos sus pecados, y
cuerpo, sin hallar lu gar de descanso en aquella dura cama déla no reparaba tanto en la injuria propia cuanto en la ofensa de
cruz. Y demás de esto, estaba rodeado de sus enemigos que le su Padre. Tampoco dice «perdona á estos queme crucifican»,
habían puesto en e lla; los cuales actualmente se estaban sabo­ sino «perdónalos»; porque no quiere poner en su oración ninguna
reando en verle tan afligido, añadiéndole nuevas aflicciones con palabra que les acuse, ó irrite la ira del P a d re; y además pedía
terribles injurias y blasfemias, abriendo sus bocas, moviendo no sólo para los que le crucificaban corporalmente, sino para
sus labios y meneando sus cabezas por escarnio. A este tiempo todos aquellos que le crucificarían espiritualmente. L a otra pa­
levanta Jesús sus ojos al cielo, y derramando lágrimas por ellos, labra e s, p o r q u e n o s a b e n lo q u e h a c e n , en la cual excusa del
abre su boca, no para pedir fuego que los abrase, como pidió modo que puede á sus enemigos; porque , aunque la ignorancia
Elias *, ni para echarles su maldición, como N oé } y Elíseo« de muchos de ellos fué muy grosera y afectada y muy culpable;
cuando maldijeron á los que los escarnecían, sino para rogará pero, la caridad de este piadosísimo Redentor, de cualquiera
su Eterno Padre qu e les perdonase el pecado que hacían en cru­ cosa que pudo echar mano, quiso con ella encubrir y excusar la
cificarle y escarn ecerle, doliéndose más del daño que les venía muchedumbre y gravedad de sus pecados. Y esta misma excusa

« Matth., v ,4 4 . — * líai., un , 12. — i Cant., vm, 7. — 4 Hcbr., ix, 7.


■ Luc., xxni, 34. — » IV Rég., 1, 10. — } Cen., tx, 25. — 4 IV Reg., 11, 24.
736 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 60.— Ladrones crucificados con Jesucristo. 737
puede darse de todos los pecadores que crucifican á Cristo,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán vivo, intenso é incompara­
pudiéndose decir de todos lo que dice san P ablo1: «Que nunca
ble es el amor de Jesús! Este divino Señor ha permanecido
crucificaran al Señor de la gloria si perfectamente le conocie­
largo tiempo en la cruz, silencioso, oyendo con aparente insen­
ran.» ¡Oh Salvador dulcísimo! ¡Cuán bien habéis subido hoy al
sibilidad las enormes injurias que le dirigen. Por fin abre los
monte d éla mirra y al collado del incienso, juntando en este
labios para hablar. ¿Qué dirá? «Padre, perdónalos, que n'o saben
monte Calvario mirra de mortificación muy amarga é incienso
lo que hacen.» ¡Oh palabra breve pero poderosa, eficaz, signi­
de oración muy encendida. Confortad, Señor, mi corazón coñ
ficativa y argumento de la más encendida caridad! El estado-en
esta mirra para que la ab race, y con este incienso para que os le
que se halla Jesús es el más desconsolador, y, queriendo hablar
ofrezca, buscando siempre vuestra gloria y siguiendo vuestros
por sus enemigos, no pide fuego del cielo, ni los maldice, sino
ejemplos. ¿ Qué dice á esto nuestro corazón? ¿Imitamos á Jesús?
con humildad pide para ellos el perdón. Padre, dice, ¡qué cari­
¿Confiamos en nuestro Padre? ¿Perdonamos á nuestros enemi­
dad y confianza!, perdónalos, no sólo estas, sino todas las faltas
gos? ¿Procuramos excusarlos en lo posible?
y pecados; no sólo á estos que me atormentan, sino á todos los
P u n t o 3 .° E f e c t o s d e e s t a o r a c ió n d e C r is to .— Considera
pecadores que en adelante me crucifiquen. ¡Qué generosidad!
aquí los efectos de esta oración de Cristo nuestro Señor, la cual
No saben lo que hacen; porque aunque sea su ignorancia culpa­
fué sin duda oída por su P ad re; porque si la oración de los humil­ ble, no conocen perfectamente ni mi grandeza, ni mi amor, ni
des y mansos siempre le agrada », ¿cuánto más le agradaría la mi majestad, ni mi justicia; y por este motivo me ofenden. ¡Oh
oración de este humildísimo, mansísimo y amantísimo Hijo suyo?
bondad de Jesús! ¡ Cómo sabe este Señor excusar los pecados
El cual, como dice san P a b lo 3, cuando oró én la cruz con lágri­ de los que le injurian! ¿Te atreverás tú á ofender de nuevo á ta­
mas, fué oído por su reverencia; esto e s , por el respeto que se maña bondad? ¿No te moverás á pedir por la conversión de los
debía á la infinita majestad de su persona, y por la reverencia pobres pecadores? ¿No imitarás los sentimientos de la Virgen
con que se humilló y honró á su Padre; y así por esta oración al oir estas palabras de Jesús? ¿No excusarás con caridad á los
alcanzaron perdón muchos de los judíos que estaban allí, á los que te ofendieren? ¡Ah! ¡Cuán lejos haseslado de obrar según
cuales convirtió san Pedro el día de Pentecostés, no tanto por su estas enseñanzas tan soberanas! Humíllate ante el divino Jesús;
predicación, cuanto por la virtud de oración de Cristo, por la
pídele que ore también por ti; propón aprovecharte de su ora­
cual también se da el perdón á todos los pecadores que le piden
ción, llorando tus culpas, áfin de obtener el perdón de ellas;
y reciben. Pondera lu ego el efecto que obró esta oración en la
pide la fortaleza que necesitas' para esto, y ruega por todo el
Virgen Santísima y en san Juan y otras personas devotas que mundo.-
allí estaban. ¡ Cuán admiradas quedarían de ver tanta caridad y
mansedumbre en el Señor, y cuán llorosas por ver crucificado
con tanto dolor al que oraba por sus perseguidores con tanto 60.— LADRONES CRUCIFICADOS CON CRISTO.
amor! Especialmente la Virgen Santísima, tomando ejemplo de
P reludio i .* De los dos ladrones crucificados con Jesús, e! uno le blasfemaba como
su Hijo, ejercitaría luego la misma caridad y amor de sus enemi­
los judíos, pero el otro confesó y publicó su santidad.
gos ; y repitiendo la oración que había oído, diría: «Padre, perdo­
Preludio a.« Represéntate el Calvario y á estos dos ladrones al lado de Jesús, blasfe­
nad á estos, porque no saben lo que hacen». ¡ Oh cuán agrada­ mando el uno y orando el otro.
ble fué al Padre Eterno la oración de esta Virgen humildey man­ PRELUDIO J.» Pide la gracia ¿t imitar la paciencia y celo del buen ladrón.
sa , más que todas las puras criaturasI ¡Cuán bien recibida fué
en el cielo, y, juntándola con la del Hijo, ayudaría á recabar el l*nnto l.° D o s la d r o n e s so n c r u c ific a d o s co n C r is to .— Cru­
perdón que deseaba! ¡O h Abogada de los pecadores! Abogad cificaron con Jesús dos ladrones, poniendo uno á su mano dere­
por mí delante de vuestro Dios, pidiéndole que me perdone,
cha, y otro á su izquierda, y Él en m e d io A c e r c a de este hecho
pues no supe lo que hice. Acompañad con las vuestras las sú­ has de considerar la humildad rara de Jesucristo nuestro Señor
plicas que á mi Padre celestial dirijo, para que por las vuestras en haber querido ser crucificado en medio de dos ladrones con
hallen las mías favorable acogida en el acatamiento divino. Y tanta ignominia; y es de creer que escogerían los más insignes
tú, ¿conoces la necesidad y utilidad del patrocinio de María? que había en la cárcel, otros tales como Barrabás, para que se
¿Has perdido la confianza de alcanzar perdón de tus pecados? cumpliese lo que estaba de Él profetizado, que fué contado con
¿Imitas la caridad de Jesú s y María, rogando por los pecadores los malhechores facinerososs. Y para ponderar más esta humil-

I I Cor., 11, 8. — * Judith, IX , 16. — 3 Hebr., y, 7. • Luc., xxm, 33; Joan., xut, 18. — >b a l, luí ,12 .

47
738 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Mei. 60.— Ladrones crucificados con Jesucristo. 739

dad, has de levantar los ojos á mirar su infinita dignidad, consi­ ga, ó maldiciendo su suerte, ó desesperándose por falta de fe
derando cómo Él es el Verbo eterno, que está como en medio de en la divina Providencia; los cuales serán condenados como
las divinas Personas: y el mismo que estuvo en el monte Tabor esternal ladrón, bajando de la cruz á los infiernos. ¡Oh Sal­
transfigurado en medio de Moisés y Elias, y el que es piedra an­ vador amantísimo! Libradme de tan extremada miseria como
gular en que se juntan los pueblos hebreo y gentil, y en el día del esta, que, habiendo pecado, rehúse conocer mi culpa y ha­
juicio estará sentado en el trono de su Majestad, en medio de bue­ cer penitencia de ella,revolviéndome contra V os, que, como
nos y malos, teniendo los buenos aliado derecho* y los malos al Padre, me castigáis para mi enmienda y corrección. Quiero más
izquierdo, liste Señor, pues, es el mismo que está en este monte bien deciros con el profeta': «Llevaré la ira ó castigo de mi Dios,
Calvario, y en este trono de la cruz, en medio de dos ladrones, porque pequé contra Él =>, para que recibiendo Él con benignidad
despreciado y abatido como si fuese ladrón; pero no se le pega mi penitencia, me conceda el perdón. ¿Hemos nosotros obrado
nada de su comprima, ni malicia, ni infamia; antes está allí repre­ de este modo? En nuestras tribulaciones, ¿hemos bendecido al
sentando al vivo el juicio que algún día habrá de hacer entre jus­ Señor que las permite? ¿Nos compadecemos de la extremada
tos y pecadores. En todo lo cual nos da un ejemplo maravilloso afrenta de Jesús?
con que nos consolemos cuando nos viéremos puestos en lugar . P o n to S.° E l b u e n la d r ó n r e p r e n d e á s u c o m p a ñ e r o .—
bajo y contados en el número de los malhechores, persuadién­ Oyendo el otro ladrón las blasfemias de su compañero, le res­
donos que, si no se nos pega su malicia, no nos podrá dañar su pondió : «¿Ni tú temes á Dios, estando en la misma condenación
infamia. ¡Oh Rey de la gloria! ¡Cuán bien habéis mostrado que de muerte que está Éste? Y nosotros justamente estamos conde­
vinisteis ál mundo para darnos ejemplo de humildad! En la entra­ nados, porque recibimos lo que nuestras obras merecieron;
da fuisteis puesto en un pesebre en medio de dos animales, y pero Este ninguna cosa mala ha hecho-». Considera cómo este
en la salida sois puesto en una cruz en medio de ladrones, para ladrón, que estaba á la mano derecha representando á los elegi­
dos, tocado con la inspiración del Espirita Santo, y ayudado de
que el fin correspondiese al principio, y la humillación fuese
creciendo por sus grados hasta el supremo á que podia llegar la gracia del Señor que tenía cabe sí, volvió por É l, trazándolo
¡Oh, si yo supiera imitaros en ese amor á las humillaciones! así la divina Providencia, para que, pues Cristo nuestro Señor
sufría la injuria callando, no faltase quien respondiese por É l; y
Pero, ¿cómo las recibo? ¿Siento que se me menosprecie y ser
en la respuesta ejercitó algunos actos de virtud, especialmente
tenido por pecador ó ignorante? ¿Huyo de las humillaciones?
l* u n to 8 .° E l m a l la d r ó n b la s fe m a b a d e J e s ú s . — Consi­ de caridad y humildad. El primero fué corregir al público blas­
femo con palabras graves y concluyentes, diciéndole: «¿Ni tú
dera cómouno de los ladrones, que estaba crucificado con Jesús,
temes á Dios, estando á punto de muerte como Éste?» Como
mofaba de Él, diciéndole: «Si Tú eres Cristo, sálvate á T i mis­
quien dice: Que no teman á Dios los que están sanos y sin peli­
mo y á nosotros». Este ladrón, que se cree era el del lado iz­
gro de muerte, se comprende; pero que tú no le temas, estando
quierdo, porque representaba á los reprobados, blasfemaba de
á peligro de morir, no es tolerable. E l segundo fué confesar pú­
Cristo nuestro Señor como los fariseos, zahiriéndole del pecado
blicamente su culpa, y que justamente merecía la pena que pa­
porque decían estaba crucificado, que era haberse hecho Cristo
decía en aquella cruz, avisando de lo mismo al compañero. E l
y Mesías; lo cual fué de grande ignominia para el Salvador, pues
tercero fué confesar la inocencia del Señor, diciendo: «Éste nin­
llegó á tanto su desprecio, que un hombre vilísimo, condenado á
gún mal ha hecho». De suerte que tuvo ánimo para confesar de­
muerte de cruz por sus latrocinios y maldades, le escarneció,
lante de todo el pueblo que los príncipes de los sacerdotes y
pareciéndole que ganaba indulgencia para bien morir en escarne­
escribas se engañaban en acusar á Cristo, y que Pilatos erró en
cerle. Por donde se ve cuán propio es de los malos olvidarse de
condenarle, y que todos hacían mal en blasfemar de Él, porque
sus delitos y agravar los ajenos, murmurando de ellos y conde­
de verdad ningún mal ni pecado había hecho. ¡ Oh varón admira­
nando álo s que los cometieron, teniéndose á sí por inocentes en
ble, que no tuvo vergüenza de confesar la inocencia de Cristo,
su comparación, como sucedió á este mal ladrón, el cual con este
cuando todo el mundo lo condenaba! Huyen los Apóstoles, encó­
pecado hinchió la medida de su condenación, y dió ocasión al
brense los discípulos, callan todos sus conocidos, temiendo la ira
Salvador para mostrar su admirable paciencia callando, sin
de los judíos, y sólo este ladrón, en lo alto de la cruz, predica ¿
responder palabra al injuriador que cabe sí tenía. Pondera aquí
voces que Jesús es inocente. ¡ O h, quién supiese imitar el valor é
cómo este mal ladrón, que está crucificado, y en medio de sus
intrepidez de este ladrón, para hacerse digno del premio que
tormentos blasfema de Jesucristo, representa á aquellos hom­
bres que son castigados de Dios por sus culpas, y llevan con
1 Mich., vii, 9. — > Luc., «111,39.
impaciencia el castigo, ó blasfemando de Dios que les casti-
74 ° Será segunda.— Pasión' de Jesucristo. Med. 6 1 . — Oración, d el buen ladrón, y segunda palabra de C risto. 741
recibió! ¡Confesamos nosotros la inocencia de Cristo y nuestra verenda, respetando al que de todos era vituperado y tenido por
culpa? ¿Tenemos celo para defender su honor menospreciado? vil gusano y desecho del pueblo. Luego le confiesa por Rey y
¿Qué hacemos al oir que su santo nombre es blasfemado? que tiene verdadero reino, al modo que Él mismo había dicho,
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Oh malicia judaica, á qué extremo no en este mundo, sino en el otro; y que por la cruz y muerte iba
has llegado! P ara que el Señor sea de todos modos tenido por un á tomar posesión de este reino eterno y celestial. Por fin, le pide
criminal y m alvado, disponen crucificarle con dos ladrones, los que se acuerde de él cuando entrare en su reino, como si d ijera:
más insignes y facinerosos, colocándole al medio entre los dos, No te pido me salves aquí, librándome de la muerte, como pide
como si les superara en maldad. Jesucristo, que en el cielo está mi compañero, sino que me salves después que muriere en la
en medio de la Trinidad beatísima,y en el Tábor estaba glorioso cruz. Tampoco te pido que me lleves á tu reino y me des en él un
y resplandeciente en medio de Moisés y E lia s, que le aparecie­ trono; porque un ladrón como yo no se ha de atrever á pedir
ron para honrarle, en el monte Calvario está crucificado entre cosa tan grande; sólo te pido que te acuerdes de mí, porque si
dos ladrones infames. ¡ Qué humillación! ¿Quién se atreverá á re­ esto haces, me darás buena m uerte, y me pondrás en el lugar que
chazar el postrer lugar, contemplando á Jesús en tal abatimiento? quisieres en tu gloria. ¡ Qué oración tan ferviente y qué conver­
Mas no para aquí la humillación del Señor. Uno de los ladro­ sión tan perfecta es la de este ladrón afortunado! Pondera luego
nes, hallándose en el tormento, imitando á los malvados judíos, las causas de donde procedió esta conversión, presupuesta la
se atreve á insultarle, y estando para morir, osa injuriar al Juez gracia de Dios. Los medios de que se valió el Señor para con­
que dentro de poco le ha de juzgar. Con todo, á tales afrentas vertirle no fueron milagros, porque quizá no vió ninguno; tam­
Jesús no contesta pal abra, y habría quedado sin defensa si el otro poco sermones, porque ningún sermón de Cristo había oído. Lo
ladrón no hubiese vuelto por su honor, reprendiendo á su des­ que le movió filé la heroica paciencia y mansedumbre del Señor
vergonzado y loco compañero, confesando sus propias culpas, en medio de tantas injurias, y la rara caridad que demostró oran­
por las cuales eran justamente castigados, y la inocencia de Je­ do por sus enemigos. Estas virtudes, junto con la ilustración del
sús, que con tan admirable paciencia sufría los más horribles cielo, le convencieron de que aquel Señor era santísimo; y pues
suplicios. A sí provee Dios que el inocente tenga quien le defien­ Él decía que era R ey y Mesías é Hijo de D io s , así sería sin duda.
da, y que á la humillación siga la exaltación. ¿No confiaremos en ¡Cuánto importa para convertir á los pecadores, ser paciente,
el Señor que tal providencia tiene de los que padecen y esperan manso, caritativo y ejemplar! Estas virtudes tienen mayor efica­
en Él? ¿Hemos seguido alguna vez los pasos del mal ladrón, in­ cia para esto que todos los milagros. ¡ Oh dulce Jesús! V os que,
juriando al Señor por motivo de los trabajos que nos envía ó puesto en la cátedra de la c ru z, con vuestra milagrosa pacien­
permite? ¡No nos confunde el celo del buen ladrón en defenderá cia y maravilloso ejemplo de caridad convertisteis al buen la­
Cristo, comparándolo con nuestra propia tibieza? ¡Ah! ¡Un la­ drón, ayudadme, para que, á imitación vuestra, haga yo seme­
drón defiende á Jesús, y nosotros, discípulos suyos, callamos, jantes milagros, dando otros tales ejemplos, con que edifique á
viéndole ofendido! Resolvámonos ámudar de conducta, y , para mis prójimos, enfrene á los malos y encienda en mayor deseo
lograrlo, oremos con fervor y viva confianza. de perfección á los buenos. ¿Aprendemos estas santas lecciones
del buen Jesús? ¿ Procuramos dar buenos ejemplos de virtud?
¿Imitamos en la oración la humildad, confianza y demás cualida­
61.— ORACIÓN DEL BUEN LADRÓN, Y SEGUNDA PALABRA DE CRISTO. des de la del ladrón convertido?
P u n t o » .0 P r o m e s a d e J e s u c r i s t o — Á l a súplica del buen
ladrón contestó Jesús, diciendo: «De verdad te digo que hoy es­
P r e l u d io i . * El buen ladrón o ró , diciendo: «Señor, acucrdatejde mi cuando estuvieres
en tu reino >. Y Jesús le contestó: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». tarás conmigo en mi reino». A cerca de esta espléndida promesa
P r e l u d i o 2.® Represéntate este s u c e s o c o m o s i l o vieses y oyeses l o q u e dicen* y segunda palabra de Jesús crucificado, has de considerar pri­
Preludio 3.« Pide la grada de saber orar con Ka eficacia que este ladrón* meramente la eficacia de la oración en que rogó por los pecado­
res, cogiendo luego el fruto de ella en este grande pecador; del
cual dicen algunos que al principio blasfemaba de Cristo, junta­
P o n t o l . ° O r a c i ó n d e l b u e n la d r ó n .— 'EX buen ladrón, des­ mente con su compañero, por decir san Mateo y san Marcos en
pués que hubo ejercitado la humildad y caridad, confesando su número plural que los ladrones escarnecían de É l; y siendo esto
pecado y defendiendo á Jesucristo, tomó luego ánimo y confian­ así, mucho más campea la virtud de Cristo en trocar á este blas­
z a , y vuelto al S eñ o r, le dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando femo, como después se mostró en trocar á Saulo por la oración
vinieres á tu reino». Llámale primeramente Señor, con gran re­ de san Esteban. Pondera cómo resplandece también aquí la efi-
74 ° Serie segunda.— P a sión de Jesucristo. Med. 6 1 .— Oración del buen ladrón, y segunda palabra de C risto. 741
recibió! ¿Confesamos nosotros la inocencia de Cristo y nuestra verenda, respetando al que de todos era vituperado y tenido por
culpa? ¿Tenemos celo para defender su honor menospreciado? vil gusano y desecho del pueblo. Luego le confiesa por Rey y
¿Qué hacemos al oir que su santo nombre es blasfemado? que tiene verdadero reino, al modo que Él mismo había dicho,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh malicia judaica, á qué extremo no en este mundo, sino en el otro; y que por la cruz y muerte iba
has llegado! P ara que el Señor sea de todos modos tenido por un á tomar posesión de este reino eterno y celestial. Por fin, le pide
criminal y m alvado, disponen crucificarle con dos ladrones, los que se acuerde de él cuando entrare en su reino, como si dijera:
más insignes y facinerosos, colocándole al medio entre los dos, No te pido me salves aqui, librándome de la muerte, como pide
como si les superara en maldad. Jesucristo, que en el cielo está mi compañero, sino que me salves después que muriere en la
en medio de la Trinidad beatísima, y en el Tábor estaba glorioso cruz. Tampoco te pido que me lleves á tu reino y me des en él un
y resplandeciente en medio de Moisés y E lia s, que le aparecie­ trono; porque un ladrón como yo no se ha de atrever á pedir
ron para honrarle, en el monte Calvario está crucificado entre cosa tan grande; sólo te pido que te acuerdes de mí, porque si
dos ladrones infames. ¡Qué humillación! ¿Quién se atreverá á re­ esto haces, me darás buena m uerte, y me pondrás en el lugar que
chazar el postrer lugar, contemplando á Jesús en tal abatimiento? quisieres en tu gloria. ¡ Qué oración tan ferviente y. qué conver­
Mas no para aquí la humillación del Señor. Uno de los ladro­ sión tan perfecta es la de este ladrón afortunado! Pondera luego
nes, hallándose en el tormento, imitando á los malvados judíos, las causas de donde procedió esta conversión, presupuesta la
se atreve á insultarle, y estando para morir, osa injuriar al Juez gracia de Dios. Los medios de que se valió el Señor para con­
que dentro de poco le ha de juzgar. Con todo, á tales afrentas vertirle no fueron milagros, porque quizá no vió ninguno; tam­
Jesús no contesta palabra, y habría quedado sin defensa si el otro poco sermones, porque ningún sermón de Cristo había oído. L o
ladrón no hubiese vuelto por su honor, reprendiendo á SU des­ que le movió fué la heroica paciencia y mansedumbre del Señor
vergonzado y loco compañero, confesando sus propias culpas, en medio de tantas injurias, y la rara caridad que demostró oran­
por las cuales eran justamente castigados, y la inocencia de Je­ do por sus enemigos. Estas virtudes, junto con la ilustración del
sús, que con tan admirable paciencia sufría los más horribles cielo, te convencieron de qne aquel Señor era santísimo; y pues
suplicios. A sí provee Dios que el inocente tenga quien le defien­ Él decía que era Rey y Mesías é Hijo de D io s , asi seria sin duda.
da , y que á la humillación siga la exaltación. ¿No confiaremos en ¡Cuánto importa para convertir á los pecadores, ser paciente,
el Señor que tal providencia tiene de los que padecen y esperan manso, caritativo y ejemplar! Estas virtudes tienen mayor efica­
en Él? ¿Hemos seguido alguna vez los pasos del mal ladrón, in­ cia para esto que todos los milagros. ¡ Oh dulce Jesús! V os que,
juriando al Señor por motivo de los trabajos que nos envía ó puesto en la cátedra de la c ru z, con vuestra milagrosa pacien­
permite? ¿No nos confunde el celo del buen ladrón en defenderá cia y maravilloso ejemplo de caridad convertisteis al buen la­
Cristo, comparándolo con nuestra propia tibieza? ¡Ah! ¡Un la­ drón, ayudadme, para que, á imitación vuestra, haga yo seme­
drón defiende á Jesús, y nosotros, discípulos suyos, callamos, jantes milagros, dando otros tales ejemplos, con qne edifique á
viéndole ofendido! Resolvámonos á mudar de conducta, y , para mis prójimos, enfrene á los malos y encienda en mayor deseo
lograrlo, oremos con fervor y viva confianza. de perfección á los buenos. ¿Aprendemos estas santas lecciones
del buen Jesús? ¿Procuramos dar buenos ejemplos de virtud?
¿Imitamos en la oración la humildad, confianza y demás cualida­
61,— ORACIÓN DEL BUEN LADRÓN, Y SEGUNDA PALABRA DE CRISTO. des de la del ladrón convertido?
P u n to S.° P r o m e s a d e J e s u c r i s t o — Á la súplica del buen
ladrón contestó Jesús, diciendo: «De verdad te digo que hoy es­
P reludio i .« El buen ladrúnoró , diciendo: «Señor, acuérdatele mi cuando estuvieres
en tu reino >. Y Jesús le contestó: «Hoy estarás conmigo en el paraísos.
tarás conmigo en mi reino». A cerca de esta espléndida promesa
P reludio 2.« Represéntate este suceso como si lo vieses y oyeses lo que dicen. y segunda palabra de Jesús crucificado, has de considerar pri­
P reludio 3.0 Pide la gracia de saber orar con la eficacia que este ladrón. meramente la eficacia de la oración en que rogó por los pecado­
res, cogiendo luego el fruto de ella en este grande pecador; del
cuai dicen algunos que al principio blasfemaba de Cristo, junta­
P u n t o l.° O r a c i ó n d e l b u e n la d r ó n .— E l buen ladrón, des­ mente con su compañero, por decir san Mateo y san Marcos en
pués que hubo ejercitado la humildad y caridad, confesando su número plural que los ladrones escarnecían de É l; y siendo esto
pecado y defendiendo á Jesucristo, tomó luego ánimo y confian­ así, mucho más campea la virtud de Cristo en trocar á este blas­
za , y vuelto al S eñ o r, le dijo: «Señor, acuérdate de mí cuando femo, como después se mostró en trocará Saulo por la oración
vinieres á tu reino». Llámale primeramente Señor, con granre- de san Esteban. Pondera cómo resplandece también aquí la efi-
742 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 6 1 .— Oración det buen la d ró n ,y segunda palabra de C risto . 743

ca d a de la sangre de Cristo, derramada en la crwz, cuyas primi­ mente de temor contra la presunción y de confianza contra la
cias fueron este buen ladrón, trocándolo con modo maravilloso, pusilanimidad. De suerte que los grandes pecadores, viéndose
perdonándole sus pecados á culpa y á pena, prometiéndole la cercanos á la muerte, no desesperen, viendo que en aquella hora
entrada en el paraíso sin dilación, y asegurándole de ella. ¡Oh! un ladrón alcanzó misericordia; pero ninguno presuma vivir á
sus anchuras, esperando convertirse en la muerte, viendo que
¡Quién no confiará en el poder, bondad y deseo que tiene el Señor
otro ladrón, estando junto á Cristo, murió sin penitencia; y harto
de justificar á los pecadores! Mira, por últim o, la generosidad y
motivo de temor es ver que entre tantos malos que estaban á la
riqueza de esta promesa de Jesucristo. No pide el ladrón á Cristo
sazón en el monte Calvario, á uno solo se dijo: «Hoy estarás
sino que se acuerde de él, cuando viniere á su reino, y Cristo le
conmigo en el paraíso». ¡Oh Salvador del mundo! Pues que en
asegura que en aquel mismodía estará con Él en el paraíso. No le
vuestras manos clavadas en la cruz está la llave de David, con
difiere la entrada por algunos años, ni le sujeta á algún tiempo de
la cual abrís y ninguno cierra, cerráis y ninguno ab re; abridme
purgatorio, sino quiere que del tormento de la cruz pase al pa­
las puertas del cielo que mis pecados cerraron, y cerrádmelas
raíso de deleites, cumpliendo en este afortunado ladrón lo que
puertas del infierno que ellos abrieron, para que en el día de mi
había dicho, que el que le siguiese estaría con Él para siem­
muerte pueda, como el buen ladrón, entrar con Vos en el pa­
pre ‘. ¡Oh Rey de la gloria! Si con tanta generosidad premiáis al
raíso. ¡Oh alma! Si ahora llegase la muerte, ¿qué suerte te toca­
que sólo os siguió tres ó cuatro horas del día, ¿cómo premiaréis
ría? ¿Has desesperado alguna vez de la misericordia de Dios?
al que os siguiere con perfección todas las horas y edades de su
¿Has presumido vanamente de su bondad?
vida? Si tan agradecido os mostráis al pecador que os ha inju­
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué oración tan ferviente, devota y
riado innumerables veces, por una sola vez que os honra, ¿qué
eficaz dirigió el buen ladrón á Jesucristo! Viéndose cercano á
agradecimiento mostraréis al que toda la vida gasta en honra­
la muerte, cargado de culpas, próximo al ju icio, iluminado con
ros? Y nosotros, en vista de esto, ¿por qué no honramos con
luz divina, conoció el peligro en que se hallaba y el medio de li­
más fidelidad á Cristo? ¿Le ser vimos con fervor? ¿Confiamos en
brarse deél,y volviendolosojosá Jesús, lcd ice: «Señor, acuérdate
su bondad y en la eficacia de su sangre?
de mí cuando estuvieres en tu reino». Llámale Señor, ¡qué
P u n t o 3.° S ig n ific a c io n e s q u e t ie n e e s t e s u c e s o y co n v e r­
respeto!, le confiesa por R ey, y no atreviéndose á pedirle cosa
s ió n .— Considera aquí cómo enlosdos ladrones que están crucifi­
alguna, se contenta con suplicarle que se acuerde de él. Mas
cados con Cristo, se representan dos suertes de hombres, malos
¿cómo ha adquirido este ladrón tanta fe. confianza, dolor de los
y buenos, que se presentarán al juicio, para ser los unos repro­
pecados y unaconversióntancompleta?¿Cuál ha sido el motivo de
bados eternamente y los otros elegidos. Pondera lo que dice
Jesucristo 3, que en el día del juicio, de dos que estarán en el cambio tan radical? ¡Ah! Los ejemplos portentosos de paciencia,
campo, ó en el molino, ó en el lecho, uno será dejado y otro to­ mansedumbre, fortaleza y caridad de Jesús; ellos han sido los
mado ; que fué decir: de todos estados y modos, unos serán toma­ Sermones que han convertido á este hombre, de ladrón famoso
dos para el cielo por las buenas obras que hicieron, prevenidos en santo ilustre. ¡Cuánta es la fuerza del buen ejemplo! El Sal­
y ayudados de ia divina gracia, y otros serán dejados para el vador, al oir la oración de este pecador arrepentido, quiso dar
infierno por las culpas que cometieron con su libre albedrío. De una muestra evidente de la eficacia de su sangre para borrar
suerte que quien está en el molino del estado del matrimonio con los pecados más enormes, y así al momento le contestó: «Hoy
muchos cuidados y trabajos, no ha de perder la confianza de su estarás conmigo en el paraíso». En un momento borra sus peca­
salvación; y quien está en el lecho del estado de continencia con dos, limpia su alma, la adorna con la gracia, y la dispone para
mucho descanso, no ha de perder el miedo de su condenación; las bodas celestiales. ¡Oh poder infinito de la sangre de Jesu­
y el que trabaja en el campo de la vida activa, y el que descan­ cristo! ¿Quién no confiará á la vista de tal portento? ¿Quién de­
sa en. el lecho de la vida contemplativa, han de vivir con espe­ sesperará-, aunque se halle cargado de culpas las más graves, al
ranza mezclada con temor de los juicios de Dios, á quien hu­ ver la facilidad, prontitud y perfección conque es purificado y
mildemente has de suplicar que no seas de los dejados, sino de santificado un ladrón? Mas ¿quién osará presumir, viendo al mal
los escogidos, haciendo vida digna de que Dios te tome para ladrón que baja al infierno después de haber muerto al lado mis­
sí, colocándote en su paraíso. Reflexiona, finalmente, cómo la mo de Jesús, y teniendo á sus pies la Abogada de los pecadores?
sangre de Jesucristo, aunque era poderosa para justificar á lo s Jamás un hombre ha tenido ocasión más propicia para con­
dos ladrones, sólo obró en el uno, para darnos motivos junta­ vertirse, y, sin embargo, se condena miserablemente. Abramos
los ojos de nuestra mente, y contemplando estos dos ejemplos
>Joan., z n , 26. — » Matth., xxiv, 40.
d é la justicia y misericordia divina, formemos tales propósitos,
744 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 62.— Tinieblas y cuarta palabra de Jesús. 745
que merezcamos seguir el camino del buen ladrón; y para cum­ y espíritu que en estas tres horas orasteis, y avivad mi tibieza
plirlos, oremos con grande fervor por nuestras almas y por las para que me aproveche del tiempo que tengo de vida, apareján­
de nuestros prójimos. dome con gran fervor para la muerte. No permitáis que me sor­
prenda la muerte en las tinieblas del pecado; antes bien alum­
62 . -TINIEBLAS Y CUARTA PALABRA DE JESÚS'. bradme con el resplandor de vuestra gracia para que os hon­
re, venere y sirva fielmente toda mi vida.¿ Hemos nosotros
PRBUIDIO 1 .° Estando Je'Ú» crucificado , la tierra toda se cubrid de tinieblas, y á la
merecido por nuestras culpas el ser privados del Sol de justicia?
hora de nona dijo: «Dios rulo, Dios mió , ¿por qué me desam paraste ?» ¿Imitamos á Jesús, orando con mayor fervor en los tiempos de
PnBLUDlo 2.o Represéntate que estás en el Calvario , y ves todp lo que pasa, oyendo obscuridad y tribulación espiritual? ¿Estamos convencidos de la
esta palabra de Je-lis. inocencia, poder y majestad de Jesús?
P reludio 3 o Pide la gracia de no desamparar á Dios con el pecado, y de no ser desam* P a n to 8.° C u a r ta p a la b r a d e C r is to .—Cerca de la hora de
parado de su gracia. nona, que era las tres de la tarde, clamó Jesús diciendo':
«Dios mío, Dios mío: ¿por quém e desamparaste?» Esta fué la
l* u n t o l.° T in ie b la s q u e so b r e v in ie r o n á la c r u c ifix ió n d e cuarta palabra que habló Cristo en la cruz poco antes de espi­
, J e s ú s .—Habjendo sido Jesucristo crucificado cerca de la hora rar, y díjola con grande clamor, para que se entendiese que
de sexta, poco después sucedieron unas grandes tinieblas en estaba vivo, y para declarar el afecto con que la decía, afligi­
toda la tierra, que duraron hasta la hora de nona a. Pondera las dísimo por el interior desamparo que sentía. Este desamparo
causas por las cuales ordenó el Señor estas tinieblas milagro­ estuvo en dos cosas. L a primera en que el Padre Eterno le dejaba
sas, eclipsándose el sol en tal coyuntura y por el tiempo de tres padecer sin librarle de aquellos terribles trabajos en que estaba;
horas. L a primera fué para manifestar la ira que tenía contra lo cual es un modo de desamparo que usa Dios con los justos
aquel pueblo ingrato por *¡el delito atroz que cometía contra para su provecho; pero en Jesús fué terribilísimo, porque no
Cristo, pues no eran dignos de ver la luz del sol los que quitaban hallaba descanso en cosa alguna. Su cabeza no podía descansar
la vida al Sol de justicia, Y también con estas tinieblas exterio­ sobre la cruz sin nueva pena; las manos no podían sustentar el
res significaba las interiores de aquella miserable gente y las cuerpo sin rasgarse con mayor dolor; los pies no podían con la
eternas en que habían de caer por su obstinación. L a segunda carga sin dilatarse más las heridas; y viéndose por todas partes
fué para manifestar la inocencia y majestad de Cristo con este afligido, levantó la voz al cielo con gran clamor,diciendo: «Dios
m ilagro, haciendo que el sol se obscureciese y cubriese á la tie­ mío, Dios mío: ¿por qué me desamparaste?» L a segunda cosa en
rra de luto por la muerte de su común Hacedor, y del modo que estuvo este desamparo fué en que la divinidad desamparó á
que podía mostrase compasión de sus dolores é ignominias; y, la humanidad cuanto á los consuelos sensibles, dejándola padecer
escondiendo su luz, quitase á los perseguidores la ocasión de con las tristezas y agonías que tuvo en el huerto, las cuales dura­
m irarle con escarnio y á los blasfemos de añadir nuevas blas­ ron hasta que murió; y porque nadie pensase que su paciencia
femias, haciéndolos retirar con aquella obscuridad. L a tercera era insensibilidad, y que el acudir á las cosas de los otros pro­
fué para que, cesando con esta repentina noche el bullicio de la cedía de no sentir sus penas, quiso con estas palabras declararlas.
gente, pudiese el Señor á sus solas y con quietud gastar aque­ Mas, para que se viese que esta queja no nacía de desesperación
llas tres horas en apercibirse para la muerte, y en o r a r ' con ni impaciencia, no dijo «Dios, Dios», sino «Dios mío, Dios mío»,
gran fervor y lágrimas por nosotros, á la manera que cuando con lo cual declaraba la confianza, amor, intimidad y unión que
predicaba gastaba los días en su oficio, conversando con los hom­ con Él tenía. ¡ Oh buen Jesús 1 Aunque ya sabéis la causa de vues­
bres, 3Tlas noches en oración retirada; así en el Calvario, ten­ tro desamparo, yo os la quiero decir para mi confusión; porque
didas sus manos mi la cruz, después que hubo cumplido con los yo os desamparé, apartándome de vuestra voluntad por cumplir
oficios de caridad y piedad con los pecadores y con su Madre, la mía, queréis ser desamparado de vuestro Padre, mereciendo
gastó las tres horas de tinieblas en orar fervorosamente por to­ con este desamparo que nunca me desampare su misericordia.
dos los hombres que tenía en su memoria, de los cuales uno ¡Bendita sea vuestra caridad! ¡Oh, si nunca os hubiese desampa­
eras tú. |0h dulcísimo Jesús! Enseñadme á orar con la quietud1 rado con mis culpas! Y tú, ¿qué has hecho? ¿Desamparaste á
Jesús ? ¿ Te compadeces del desamparo que Él sufre?
1 Entre las meditaciones de la Virgen Santísima correspondientes i la señe tercera, se P u n t o 3.° C o n t in u a c ió n d e l a o r a c ió n d e J e s ú s y s e n ti-
hallará la meditación de la tercera palabra: Eece Moler too.
* Match., u v n , 45. — j Hebr., v, 7. ■ Matth., XXVI», 46.
746 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 6 ).— Quinta palabra: Tenga sed. 74 7
m ie n t o d e l a V i r g e n —Considera
cómo, aunque Cristo nuestro
Señor solamente dijo en voz alta las palabras referidas, que son Así se pasan tres horas entre dolores acerbos, tormentos indeci­
principio del salmo x x i, que trata de su Pasión, píamente se bles y oración altísima. Pasadas las cuales alza Jesús la voz nue­
puede creer que en secreto prosiguió todo este salmo, contando vamente, y con acento lloroso y entonación triste, dice: «Dios
á su Padre todos los trabajos que están expresados a llí; pero con mío, Dios mío: ¿por quéme desamparaste?» ¡Oh! ¡Cuán terrible
mayores ansias diría aquellas palabras: «Libra, Señor, mi alma seria este desamparo cuando el mismo Cristo se queja amorosa­
del cuchillo, y defiende á la única querida mía del poder del pe­ mente de él! Sin duda que el Padre celestial dejaría padecerá
rro; sácame de la boca del león, y libra mi pequeñez de los cuer­ aquella bendita Humanidad sin ningún consuelo ni alivio. Sin
nos del unicornio». Llama cuchillo á la muerte á que está condena­ duda que Jesús sentiría todo el dolor corporal de que es suscepti­
do por la divina justicia, y perro á Caifás con los demás perse­ ble el hombre, mientras está en este mundo, y toda la tristeza y
guidores que mordían su fama; león á Pilatos con los ministros congoja espiritual que puede sufrir un alma que todavía es viado­
y soldados que le despreciaban y afligían con aquellos tormen­ r a Mas Él insiste en la oración, acompañado de su dulce Madre,
tos, y unicornios á los poderes de las tinieblas infernales que que con Él ora, llora, suspira y padece. Y nosotros, ¿qué hace­
solicitaban á sus enem igos contra Él. Estas palabras diría con mos? ¿No acompañamos á Jesús en su oración? ¿No nos compa­
gran sentimiento, conforme á lo que de Él dice san P ab lo': «Que decemos de su desamparo? ¿Le hemos desamparado pecando?
en los días de su carne hizo oración con gran clamor y lágrimas Y ¿no lloramos nuestras culpas? ¡ Qué ingratitud y locura es la
al que le podía salvar y lib ra r de la muerte». Considera también nuestra! Entremos dentro de nuestro corazón; examinemos qué
aquí el sentimiento grande que tendría la Virgen cuandooyó decir siente al meditar los tormentos del Señor; y para conformar
á su Hijo estas lastimosas palabras; las cuales, en entrando por con los suyos nuestros afectos, formemos resoluciones muy par­
sus oídos, penetraron su corazón, y al momento lo levantó al ticulares y prácticas, pidiendo con humildad y confianza la gracia
Eterno P a d re , suplicándole que no desamparase á su afligido necesaria para su cumplimiento.
Hijo; y como Ella sabía tam bién los salmos de David, es de creer
que cuando el divino cantor con voz llorosa comenzó este salmo 63.— fiUlNTA PALABRA: TENGO SEO.
en el facistol de la cruz, E lla juntamente le proseguiría en su cora­
zón, doliéndose de los tormentos que allí se van contando de su Preludio i .» Tématelo Jesús ardiente sed, dijo: «Sed tengo», y le dieron á beber
Hijo, teniendo á la vista el cumplimiento de tales profecías. ¡Oh vinagre.
Preludio í .» Represéntate k Jesús crucificado diciendo esta palabra.
Madre afligidísima! Ahora pagáis, como nueva E v a , la conversa­
Preludio }.• Pide la gracia de compadecerte de Jesús, y aliviarle su sed del modo que
ción libre é imprudente que la primera tuvo con la serpiente
puedas.
junto al árbol del paraíso. S i aquella conversación ocasionó nues­
tra muerte, la que Vos tenéis con vuestro Hijo será causa de
nuestra vida. Proseguid orando; y, como Madre, enseñadnos á Ponto l.° S e d c o r p o r a l d e J e s ú s .— Sabiendo Jesucristo
que os imitemos en vuestra compasión, devoción, fervor y per­ que todas las cosas estaban cumplidas, para que se cumpliese la
severancia en los trabajos. ¿Lo hemos hecho de este modo? • Escritura, dijo ': «Sed tengo». Considera aquí primeramente la
¿ Acompañamos á María en su dolor ? Y en nuestras penas, ¿se­ terrible sed corporal que Jesucristo nuestro Señor padecía en la
guimos el ejemplo que nos ha dado Jesús, orando ferviente­ Cruz. Desde la noche anterior no había bebido una sola gota de
mente en las suyas? agua, y en todo este tiempo había padecido grandes trabajos,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh poder infinito del Señor! En me­ andado muy aprisa muchas jornadas, y vertido mucha sangre
dio del día, contra todas las leyes de la naturaleza, hace que el sol con los azotes y espinas, y sobre todo en la cruz, por las cuatro
recoja sus rayos, y deje á la tierra sepultada en obscuras tinie­ heridas de pies y manos, en las tres horas que hacía que estaba
blas por espacio de tres horas. De este modo manifiesta Diosla en ella colgado. Esta sed había profetizado David, diciendo en el
indignación que tiene contra aquel pueblo ingrato que ha cru­ salmo xxi en la persona de Cristo: «Mi virtud se secó como una
cificado á su Hijo; así la naturaleza entera muestra tristeza y teja, y mi lengua se pegó al paladar, y llegué á estar como polvo,
viste de luto por la muerte de su Creador ; de esta manera Jesús á punto de perecer». Con ser esta sed tan ardiente, la sufrió y di­
se ve libre de las molestias de sus enemigos y del bullicio de la simuló el Señor hasta que estaba para espirar; y si entonces la
gente, y puede tranquilamente entregarse á la oración recogida. declaró, no fué porque desease ningún a livio , ni refrigerio algu­
no, sino para que supiésemos lo que padecía en castigo de
* Hebr., v, 7.
• Joan.. xn , 28.
74Ó Será segunda.— Pasión de Jesucristo.
Med. 6 — Quinta palabra: Tengo sed. 747
m ien to d e la V irg e n —Considera cómo, aunque Cristo nuestro
Señor solamente dijo en voz alta las palabras referidas, que son Así se pasan tres horas entre dolores acerbos, tormentos indeci­
principio del salmo x x i, que trata de su Pasión, píamente se bles y oración altísima. Pasadas las cuales alza Jesús la voz nue­
puede creer que en secreto prosiguió todo este salmo, contando vamente, y con acento lloroso y entonación triste, dice: «Dios
á su Padre todos los trabajos que están expresados a llí; pero con mío. Dios mío: ¿por quém e desamparaste?» ¡Oh! ¡Cuán terrible
mayores ansias diría aquellas palabras: «Libra, Señor, mi alma sería este desamparo cuando el mismo Cristo se queja amorosa­
del cuchillo, y defiende á la única querida mía del poder del pe* mente de él! Sin duda que el Padre celestial dejarla padecerá
rro; sácame de la boca del león, y libra mi pequeñez de los cuer­ aquella bendita Humanidad sin ningún consuelo ni alivio. Sin
nos del unicornio».Llama cuchillo á la muerteá que está condena­ duda que Jesús sentiría todo el dolor corporal de que es suscepti­
do por la divina justicia, y perro á Caifás con los demás perse­ ble el hombre, mientras está en este mundo, y toda la tristeza y
guidores que mordían su fama; león á Pilatos con los ministros congoja espiritual que puede sufrir un alma que todavía es viado­
y soldados que le despreciaban y afligían con aquellos tormen­ ra. Mas Él insiste en la oración, acompañado de sn dulce Madre,
tos, y unicornios á los poderes de las tinieblas infernales que que con Él ora, llo ra , suspira y padece. Y nosotros, ¿qué hace­
solicitaban á sus enemigos contra Él. Estas palabras diría con mos? ¿No acompañamos á Jesús en su oración? ¿No nos compa­
gran sentimiento, conforme á lo que de Él dice san P ablo': «Que decemos de su desamparo? ¿L e hemos desamparado pecando?
en los días de su carne hizo oración con gran clamor y lágrimas Y ¿no lloramos nuestras culpas? ¡Qué ingratitud y locura es la
al que le podía salvar y librar de la muerte». Considera también nuestra! Entremos dentro de nuestro corazón; examinemos qué
aquí el sentimiento grande que tendría la Virgen cuandooyó decir siente al meditar los tormentos del Señor; y para conformar
á su Hijo estas lastimosas palabras; las cuales, en entrando por con los suyos nuestros afectos, formemos resoluciones muy par­
sus oídos, penetraron su corazón, y al momento lo levantó al ticulares y prácticas, pidiendo con humildad y confianza la gracia
Eterno Padre, suplicándole que no desamparase á su afligido necesaria para su cumplimiento.
Hijo; y como Ella sabía también los salmos de David, es de creer
que cuando el divino cantor con voz llorosa comenzó este salmo 63.-0UINTA PALABRA: TENGO SED.
en el facistol de la cruz, Ella juntamente le proseguiría en sucora-
zón, doliéndose de los tormentos que allí se van contando de su Preludio i .° Teniendo Jesús «diente sed, dijo: «Sed tengo», y le dieron á beber
Hijo, teniendo á la vista el cumplimiento de tales profecías. ¡Oh «inagre.
Preludio a.® Represéntate á Jesús crucificado diciendo esta palabra.
Madre afligidísima! Ahora pagáis, como nueva E v a , la conversa­
Preludio 3.» Pide la gracia de compadecerte de Jesús, y aliviarle su sed del modo que
ción libre é imprudente que la primera tuvo con la serpiente puedas.
junto al árbol del paraíso. Si aquella conversación ocasionó nues­
tra muerte, la que Vos tenéis con vuestro Hijo será causa de
nuestra vida. Proseguid orando; y, como Madre, enseñadnos á P a n to l.° S e d co r p o r a l d e J e s ú s .—Sabiendo Jesucristo
que os imitemos en vuestra compasión, devoción, fervor y per­ que todas las cosas estaban cumplidas, para que se cumpliese la
severancia en los trabajos. ¿Lo hemos hecho de. este modo? • Escritura, dijo ‘ : «Sed tengo». Considera aquí primeramente la
¿Acompañamos á María en su dolor ? Y en nuestras penas, ¿se­ terrible sed corporal que Jesucristo nuestro Señor padecía en la
guimos el ejemplo que nos ha dado Jesús, orando ferviente­ Cruz. Desde la noche anterior no había bebido una sola gota de
mente en las suyas? agua, y en todo este tiempo había padecido grandes trabajos,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh poder infinito del Señor! En me­ andado muy aprisa muchas jornadas, y vertido mucha sangre
dio del día, contra todas las leyes de la naturaleza, hace que el sol con los azotes y espinas, y sobre todo en la cruz, por las cuatro
recoja sus rayos, y deje á la tierra sepultada en obscuras tinie­ heridas de pies y manos, en las tres horas que hacía que estaba
blas por espacio de tres horas. De este modo maniliesta Dios la en ella colgado. Esta sed había profetizado David, diciendo en el
indignación que tiene contra aquel pueblo ingrato que ha cru­ salmo xxi en la persona de Cristo: «Mi virtud se secó como una
cificado á su I-Iijo; así la naturaleza entera muestra tristeza y teja, y mi lengua se pegó al paladar, y llegué á estar como polvo,
viste de luto por la muerte de su Creador; de esta manera Jesús ápunto de perecer». Con ser esta sed tan ardiente, la sufrió y di­
se ve libre de las molestias de sus enemigos y del bullicio de la simuló el Señor hasta que estaba para espirar; y si entonces la
gente, y puede tranquilamente entregarse á la oración recogida. declaró, no fué porque desease ningún a livio , ni refrigerio algu­
no, sino para que supiésemos lo que padecía en castigo de
> Hebr., v, 7,
■ Joan., xi«, i8.
74 8 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 6 — Quinta palabra : Tengo sed. 749
nuestras glotonerías y embriagueces, y se lo agradeciésemos, sen la gloria y culto debido como á Dios, porque siempre él celo
alentándonos á padecer semejante sed por su amor, teniendo ardiente de la casa de Dios le comía las entrañas, y de aquí pro­
paciencia cuando nos viéremos acosados de ella, acordándonos cedía esta sed que con mayores ansias padeció en la cruz. En
que asi como las glotonerías del Epulón pararon en sed rabiosa especial, has de ponderar la sed que allí tuvo de lu salvación y
y eterna, así la sed de Jesús terminó en eterno refrigerio, y lo- de que le sirvieses con perfección, dándole gracias por ella, y
mismosucederá en nosotros. ¡Oh valeroso Sansón, que, después animándote á darle de beber para refrigerar su sed. ¡Oh alma
de haber muerto á vuestros enemigos, tenéis sed mortal! -Pedid mía! Alira las varias suertes de sed que padece tu Señor : sed
á vuestro Padre que de esa cruz con que los vencéis saque una de obedecer á su Padre, sed de padecer por su amor, y sed de
fuente con que se apague vuestra sed. ¡Oh piedra viva y pedernal la salvación de las almas. ¡A h! El te está diciendo: Tengo sed
de fuego amoroso! Pues estáis herido con la vara de la cruz, bro­ de que seas humilde, obediente, paciente. ¿No procurarás ali­
tad como la piedra que hirió M oisés' alguna fuente de agua, con viarle esta sed? ¿No tienes sed de obedecer á sus mandatos, de
que refresquéis vuestra afligida lengua. Mas ya veo, Señor, que padecer por su gloria, de que se conviertan los pecadores?
vuestra caridad no quiere sino brotar arroyos de sangre para P a n t o 3.° Los ju d ío s dieron á Jesú s vinagre. — Estaba
lavar nuestras culpas, pues su refrigerio és padecer mucho por allí una vasija llena de vinagre, y corriendo luego un soldado,
librarnos de ellas. Por vuestra sed os suplico me deis paciencia y tomó una esponja, y , empapándola en el vinagre, la poso sobre
templanza para que ni la falta de la bebida me turbe, ni su abun­ una caña, y la juntó á la boca de Cristo para que bebiese.' En lo
dancia me desordene. ¿Sufrimosnosotros con paciencia, sí alguna cual has de considerar la terrible escasez y crueldad del hombre
vez experimentamos las molestias de la sed?¿Nos compadecemos contra Dios, y la inmensa largueza y bondad de Dios para con el
de la sed de Jesús? ¿Nos ha arrastrado alguna vez la des­ hombre; porque no-pudo ser mayor liberalidad que derramar
templanza? Dios toda la sangre de sus venas, sin dejar gota, para el bien del
P a n t o 2.° Otras clases de sed que sintió Cristo.—Demás hombre; ni pudo ser mayor cortedad y villanía que en este tiem­
de la sed corporal, afligieron al divino Jesús, otras tres suertes po no dar el hombre ningún alivio á la sed de Dios. Pero, par­
de sed, por las cuales dijo:« Sed tengo». La primera fué una insa­ ticularizando esto, has de ponderar el desamparo de Cristo en
ciable sed de obedecer, con la cual deseó cumplir la voluntad de esta su sed, sin tener quien se compadeciese de Él y le diese
Dios en todas las cosas, sin dejar una jota, ni una tilde, ni cosa . agua con que refrescarse, sino vinagre, y aun éste mezclado
alguna, por penosa que fuese; y como sabía que era voluntad del con la hierba del hisopo, mortal y desabrida. Mas, su Majestad
Padre que en su sed le diesen vinagre, no quiso dejar de cum­ sufrió este trabajo con admirable paciencia y silencio, sin que­
plirla, y por esto dice que tiene sed, no tanto de beber agua, jarse ni decir palabra de indignación. para darnos ejemplo de
cuanto de gustar aquel vinagre por obedecerle. La segunda sed sufrimiento y para libramos de la sed eterna que por nuestros
fué un entrañable deseo de padecer por nuestro amor; porque pecados merecíamos en el infierno. ¡Cuán digno de toda alabanza,
por mucho que había padecido, deseaba padecer mucho más, y bendición y agradecimiento es este Señor, que quiso sujetarse á
sin duda lo padeciera, si esta fuera la voluntad de su Padre. Y un desamparo, semejante en algo al de los condenados', para
como le faltaba por padecer la bebida del vinagre, dijo: «Sed preservar de él á sus enemigos! Pondera también la aflicción de
tengo». Y no lo dijo para pedir refrigerio, sino por padecer nue­ Cristo nuestro Señor en lá sed espiritual que allí padecía, cuan­
vo tormento. Y así manifestó sencillamente su necesidad, sin ale­ do en aquella esponja, llena de vinagre, sobre la caña, consi­
gar razones ni causas para persuadir que le diesen de beber; deró la bebida que le habían de dar muchos pecadores, dándole
ni aun lo pidió expresamente; sino sólo dijo: «Sed tengo»; como sus corazones fofos para lo bueno, llenos del vinagre ácido del
si dijera : Esta necesidad padezco; vosotros ved si la queréis pecado, puestos sobre la caña movediza de la vanidad y mutabi­
remediar, y el cómo y el cuándo la remediaréis. En lo cual en­ lidad de su carne. ¡Oh Salvador mío! ¡Cuán diferente bebida me
seña á todos, especialmente á los religiosos, el modo de repre­ dáis para hartar mi sed, de la que yo os doy para apagar La
sentar sus necesidades corporales álo s prelados, contentándose vuestra! Por la esponja llena de vinagre sobre la caña de hisopo,
con declararlas sencillamente, dejando su remedio á la pruden­ me dais vuestra santísima carne, mezclada con vuestra preciosa
cia y providencia de ellos. L a última sed fué de la salvación sangre, exprimida en esa caña de la cruz; y con ella me ro­
de las almas que con su Pasión redimía, deseando que su sangre ciáis como con hisopo para que quede limpio, y me embriagáis
aprovechase á todos, y que todos sirviesen á su Padre, y le die- como con vino para llenarme de vuestro amor. ¿ Qué os daré,
Señor, por tal caridad? ¿Qué le damos nosotros? ¿Imitamos á
> ExoJ., xvti, 6. los malvados judíos, dándole vinagre en retorno de su amor?
750 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo.
M ed. 6 4 .— S exta p a la bra : «Consummatum est». 751
¿Correspondemos á sus beneficios con nuevas y graves ingra­
ber bebido algún poco de vinagre, para que se entendiese el fin
titudes?
con que había dicho que tenía sed; y a s í, gustada aquella bebida,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué sed tan ardiente abrasaba las
con la cual daba fin á sus trabajos, dijo: C onsum m atum est.
entrañas de Jesucristo, suspendido en la cruz! Veinte horas á
lo menos habría pasado sin beber una gota de agua , y en tan Acabado y cumplido está ya todo. Considera primeramente cómo
largo espacio de tiempo no había podido descansar ni un mi­ Jesucristo en este momento puso los ojos en todos los trabajos y
nuto, empleándolo todo, <5 en pesados viajes, ó en sufrir escar­ tormentos que su Padre Eterno quiso padeciese, desde el ins­
tante de su encarnación hasta el punto en que estaba, que era el
nios é injurias dolorosas, sudando, no sólo sudor de congoja y
fin de su Pasión y de su vida; pasando por la memoria los traba­
cansancio, sino abundantes gotas de sangre, de la cual su cuer­
jos de su nacimiento y circuncisión, los de su destierro en Egip­
po había quedado casi exhausto, por la mucha que con los azo­
to, los de su predicación por Judea y Galilea, y últimamente los -
tes, espinas y clavos había derramado. Razón tenía para decir:
de su Pasión; y viendo cómo todos estaban cumplidos entera­
«Sed tengo». Sin em bargo, si le aflige la sed corporal, mucho
mente, sin faltar ninguno, consolóse grandemente de ver que hu­
mayor y más intensa es la sed espiritual que siente. Tiene sed de
biese llegado al fin de sus trabajos, tan á gusto de su Eterno Pa­
obedecer A su Padre celestial; sed de sufrir nuevos tormentos y
dre; y con un afecto de reconocimiento y agradecimiento, dijo:
trabajos por su amor y por el bien de los hombres; sed de que
Consumm atum e s t; acabado es todo cuanto mi Padre me mandó
se salven las almas que ha redimido con su sangre, y de librarlas
padecer. Y es de creer que repetiría la oración que hizo en el
de la sed eterna, y de que se santifiquen; y estas suertes de sed
cenáculo dándole gracias por esta obra, diciendo 1 : « Gracias te
manifiesta, al d ecir: «Sed tengo». Mas, ¡oh crueldad, villanía y
doy, Padre mío, porque me has traído á esta hora tan deseada
perversidad de los hom bres! Viendo á su Dios y Señor en tal
para Mí: Y o te he clarificado en la tierra, y he acabado la obra
aprieto y agobio, en v e z de darle por alivio un vaso de agua
que me encomendaste; Yo te la ofrezco por la redención del
fresca, le dan vinagre. ¡Cuánto padecería el corazón de Jesu­
mundo, y para que todos sean clarificados por Mí». ¡Oh Redentor
cristo al ver tanta dureza! ¡Cuánto más le afligiría el pensar que
mío! Vos decíais2: Con un bautismo he de ser bautizado; ¿cómo
así habíamos de obrar nosotros, después de haber recibido de Él
me aflijo hasta que le vea cumplido? Cese ya vuestra aflicción,
inmensos favores! ¿ Y hemos sido tan ingratos con Jesús? ¿Le
pues ya está acabado este bautismo; y si la esperanza que se dila­
hemos aumentado su aflicción con nuevos pecados? ¿No procu­
taba afligía vuestro corazón *, el cumplimiento de vuestro deseo
raremos calmar de hoy más su sed, trabajando con fervor en el
sea para Vos árbol de vida: séalo también para nosotros, ¡oh
negocio de nuestra salvación, aceptando con alegría todos los
Dios de bondad!, cogiendo el fruto que en el árbol de la cruz
trabajos, y obedeciendo en todas las cosas por su amor? ¿Qué
habéis brotado. Pero, ¿podemos decir, como Jesús: Consum m a­
propósitos hemos de hacer al efecto ? Pensémoslo atentamente,
tu m e s t; hemos sufrido los trabajos que quería nuestro Padre?
y, conociendo loque hemos de resolver, hagámoslo con deci­
¿No nos quejamos de las tribulaciones que nos manda? ¿Recibi­
sión; mas, convencidos de nuestra nada, busquemos en la ora­
mos con paciencia las cruces que nos envía ó permite?
ción las fuerzas que necesitamos y el remedio de todos los males.
P u t o 2 .° Con esta p a la b ra sig n ifica J e s ú s que h a llen a ­
do los fin e s d e su v e n id a a l m undo. — Considera cómo Jesu­
64.— SEXTA P A L A B R A : «CONSUMMATUM EST>. cristo , al decir la sexta palabra, puso los ojos en todos los fines
de su venida al mundo, y en los oficios que su Padre le había
P reludio l*0 En recibiendo jesús el vinagre, dijo; Consum m atum e s t ; significando que encargado, pasando por su memoria cómo su venida fué para
estaban terminados SUS trabajos, cumplidos los fines de su venida , y las profecías*.
satisfacer poi el pecado de Adán; porque vino á quebrantar la
PRELUDIO 2.0 Represéntate ¿Jesucristo en la cruz, diciendo esta palabra.
cabeza de la serpiente infernal, á destruir la muerte y el infierno,
Preludio Pide la gracia de obrar de tal modo durante tu vida, que en Ja muerte
'puedas decir tranquilo esta palabra del Señor.
á abrir las puertas del cielo, á enseñar como maestro la doctrina
de la perfección, á dar heroico ejemplo de todas las virtudes, á
entablar los consejos evangélicos, y á instituir Sacramentos y sa­
P n n t o l.° Con la s e x ta p a la b ra sign ificó J e sú s que había
crificios propios de la nueva ley. Y habiendo visto cómo de su
p adecido todo cuanto q u e r ía s u P a d r e —En recibiendo Jesús el parte había hecho todo lo necesario para conseguir estos fines,
vinagre, dijo ■ : C o n sm n m a tu m est. Acabado es. Y ésta fué la
y cumplido enteramente todos sus oficios, con grande contento
sexta palabra que se dignó hablar desde la cruz, después de ha­ dijo: C onsum m atum est: y a es acabado todo lo que pretendí
■ Joan., xix, 30.
1 Joan., xvii, 4. — ’ Luc., xn, 50. — i Prov., xm, 13.
752 Serie segunda:— Pasión de Jesucristo.
Med. 64.— Sexta palabra: Consmnmüitm est. 753
con mi venida al mundo: ya he concluido la coasumación y abre­
garte, pues para ti todo esto se acaba en aquella hora. ¡ Oh Juez
viación que había de hacer en medio de Ja tierra 1, de la cual supremo de los hombres! Pues que vuestra justicia será en aquel
pueda nacer abundancia de santidad en el mundo, acabándose día tan cumplida y consumada como lo ha sido vuestra miseri­
la indignación que contra él tenía. Y a también se han cumplido cordia , cumplid ahora en mí vuestra misericordia, llenándome
las semanas de Daniel *, en las cuales se había de acabar la pre­ de gracia y de merecimientos, para que después cumpláis en mí
varicación , y tener fin el pecado, y borrarse la maldad, y ve­ vuestra justicia, dándome la corona de ellos en vuestra 'gloria.
nir Injusticia sempiterna, y cumplirse toda profecía. Y a , final­ ¿Seremos nosotros tan felices, que podamos decir en aquel mo­
mente, he cumplido de mi parte todo lo necesario para que mis mento 1: He cumplido mi carrera y guardado mi fe? ¿Podríamos
escogidos sean consumados»y acabados en unión de caridad, hablaras!, si nos saltease ahora la muerte? ¿Hemos trabajado
como Yo y mi Padre lo deseamos. ¡Oh per feotísimo Salvador del por nuestra santificación, utilizando los medios que tenemos?
mundo! Gracias os doy por lo bien que habéis cumplido vuestros fip ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Dichoso aquel que, próximo á mo­
oficios y acabado la obra de nuestra redención; suplicóos, Señor,. rir, pueda decir con verdad la sexta palabra de Cristo en la cru z!
que acabéis también en mí la obra que habéis comenzado, consu­ Acababa de probar este Señor la bebida del vinagre, cumplien­
miendo en mí todo pecado, comunicándome cumplida y consu­ do la última de las profecías, que versaba acerca de sus tormen­
madamente vuestra justicia, para que cuando mi vida se acabare, tos, y dando una mirada retrospectiva á todo el cuadro de dolo­
sea y o en vuestros ojos acabado y consumado en toda virtud. res, tormentos, aflicciones, tristezas y demás penalidades que
Para esto, ¿cooperas, alma mía, debidamente á la gracia del Se­ habían anunciado los profetas acerca de É l, y que su Padre
ñor? ¿ Qué destino tienes en el mundo, ó en el estado ú oficio en eterno había ordenado, y viendo que había ya pasado por todo,
que te hallas? ¿ Cómo llenas los deberes que te impone ? y que no quedaba nada que sufrir de lo que estaba dispuesto,
P u n t o 8.° J e siis con esta p a la b ra significó que se habían dijo: Consum m atum est. Tiende también su vista por todos los
cum plido las profecías.—Considera cómo je s ú s , al proferir la oficios que había de hacer en el mundo, los ministerios que había
sexta palabra, puso los ojos en todas las sombras y figuras de su de cumplir, los fines que había de llenar, las obras que había de
venida, que se habían sucedido desde el principio del mundo hasta realizar, y viendo que ha sido para la humanidad médico piadoso,
entonces; y en especial en los sacrificios y ceremonias de la ley maestro sapientísimo, pastor amorosísimo, Redentor abundantí­
vieja, y en las cosas que los profetas habían dicho, para repre­ simo, lu z, guía, consuelo, todo, lleno de contento, dice Consum­
sentar todo lo que había de hacer y padecer en el mundo, y vien­ m atum est. Vuelve sus ojos á das figuras y profecías que de Él se
do cómo todo esto estaba cumplido, d ijo: C onsum m atum est; habían escrito, á las ceremonias que le representaban y á todos
acabado es todo lo que era sombra y figura: acabados son los los acontecimientos de la antigüedad que tenían carácter de
sacrificios y ceremonias antiguas; acabada es ya la ley de la cir­ tipos; y observando que todo está cumplido, d ice: Consum m a­
cuncisión con las cargas intolerables que traía consigo; cumpli­ tum est. ¡ Ah! Del modo que Él cumplió con todo, quiere que
da es ya la ley y los profetas, pues no vine á quebrantarla, sino á nosotros también cumplamos, y en el día del juicio vendrá á pe­
cumplirla4; porque el cielo y la tierra faltarán antes que se deje dirnos cuenta si podemos con verdad decir esta palabra, y nos
de cumplir una jota ó una tilde de todo cuanto en ella se dice. Ul­ anunciará que para nosotros ha llegado el fin y consumación. ¡Qué
timamente: has de ponderar cómo este divino Señor que está en temblor y espanto si no podemos decir: C onsum m atum est, todo
este doloroso trono para espirar, volverá el día del juicio en un está cumplido de la manera que debía! Pues, ¿ qué nos conviene
trono de gloria para juzgar; y habiendo dividido á buenos de ahora hacer? ¡ A h ! Quizá está muy cercano este momento terri­
m alos, y sentenciando á unos y otros según sus obras, dirá tam­ ble. Miremos lo que nos importa ahora; propongamos con efica­
bién esta palabra: C on su m m atu m est. Ya-es acabado el mundo cia y bajando muy al particular acerca de lo que hemos de hacer;
y su gloria vana: y a es acabado el tiempo de merecer y de des­ pidamos con fervorosos coloquios las gracias que nos son nece­
merecer: ya son acabados los deleites de los malos y los trabajos sarias. tanto para nosotros como para todo el mundo.
de los buenos: ya es acabado el poderío y reino del demonio
para tentar y engañar de nuevo á los hombres: y a es acabado y ■ II Tun., iv, 7.
cumplido el número de ios escogidos para el cielo, y su medida
ha llegado á cumplimiento y perfección. Y esto mismo proporcio­
nalmente te dirá á ti en la hora de tu muerte, cuando venga á juz­

' Isai., x , 23. — » Dan. , ix, 24. J Joan., xvn ,23 — 4 Matth., v, 1;.
48
754 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 65 — Séptimapalabra de Cristo, y su muerte. 75 5

la victoria que ganasteis para mí. ¿Agradecemos á Jesús la vo­


luntad con que por nosotros dió la vida? ¿Nos compadecemos
65.—SÉPTIMA PALABRA DE CRISTO, Y SU MUERTE.
de la aflicción de su alma santísima? ¿Nos aprovechamos de la
victoria que para nosotros ganó?
Preludio i .» Con gr*n clamor dijo Jesús: «Padre, en tus manos encomiendo mi espí­ P a n t o 2.° Significación de la sé p tim a p a la b ra .—En este
ritu» ; é inclinando la cabeza, espiró. punto has de considerar la séptima palabra, que fu é : «Padre, en
P reludio a.» Represéntate á Jesús diciendo esta palabra y exhalando su último aliento.
tus manos encomiendo mi espíritu ». Cada palabra tiene particu­
P reludio 5.» Pide confianza en la bondad de Dios, y gratitud al Señor por la muerte
lar misterio. Llámale Padre en señal de amor y confianza, la cual
que sufre.
és muy necesaria en la hora de la muerte, para que haga Dios
con nosotros oficio de P ad re, amparándonos y defendiéndonos
P u n to l. ° Causas por qué J e sú s d ijo la ú ltim a palabra con su protección, y admitiéndonos á la herencia que tiene pro-
con g r a n clam or.—Clamando Jesús con grande voz, dijo1: «Pa­ ’ metida á sus hijos; m as, para esto es menester que en vida haga­
dre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Acerca de lo cual mos con Él oficio de buenos hijos, amándole, honrándole y sir­
has de considerar las causas de este grande clamor y grito con viéndole como tal Padre merece y como Jesucristo nos enseñó.
que dijo Jesús la última palabra. L a primera fué para que se en­ Lo segundo, encomienda su espíritu en las manos del Padre para
tendiese que tenia fuerza y vigor para dilatar la vida y atajar la significar que en las manos de tal Padre, y no en otras, puede es­
muerte, si quisiera, y que si m oría, era porque quería morir, con­ tar seguro. Estas manos criaron nuestro espíritu, y en ellas nos
forme ¿ lo que antes había dich o5: «Nadie me puede quitar la tiene escritos 1 para no olvidarse de nosotros. En sus manos
vida, si Y o no la ofrezco de mi voluntad, porque tengo poder de están nuestras suertes, porque de ellas depende la dichosa suerte
dejarla y tornarla á tomar cuando quisiere». Y así, muriendo vo­ de nuestra salvación. Lo tercero, dice que le encomienda su es­
luntariamente, hácese grandemente acreedor á tu agradecimien­ píritu; no dice su hacienda, porque ninguna tiene; no su honra,
to. L a segunda causa de tal clamor fué para declarar el natural porque no le da cuidado; no su cuerpo, porque no es lo que más
sentimiento que tenía el alma de separarse de su cuerpo. Miraba estima; sino su espíritu, que es lo principal del hombre, de cuya
la buena compañía que le había hecho treinta y tres años, y cuán buena suerte depende todo lo demás, enseñándonos con esto el
bien le había servido y ayudado en todas las obras de nuestra cuidado grande que en la hora de la muerte hemos de tener de
redención, y cómo estaba unido cqn la divinidad así como ella; encomendar á Dios el alma, dejando á su providencia el suceso
de aquí resultaba una grande pena y dolor natural en apartarse délo que toca al cuerpo; porque si tu espíritu entra en las manos
de É l, la cual significó con este clamor y grito, en lugar de las de Dios, eso te basta para ser bienaventurado. Mas la caridad
congojas y bascas con que otras almas se apartan de sus cuerpos. de Jesús no se contentó con encomendar á su Padre su propio
Lo tercero, clamó Cristo nuestro Señor con voz clara y sonora espíritu, sino que le encomendó el espíritu de todos sus escogi­
en señal de la victoria que alcanzaba del demonio y del infierno; dos; porque, como dice san Pablo 5, el que se llega á D ioses
porque así como Gedeón * quebrantó su cántaro, y alzando el un espíritu con É l; y así encomendó también tu espíritu al Padre,
grito venció á los madianitas, también nuestro glorioso Capitán, suplicándole que lo tomase bajo su protección. ¡Oh dulce Jesús!
quebrantando su cuerpo en la cruz con los tormentos, y claman­ Como Vos encomendáis vuestro espíritu en las manos de vues­
do con esta voz sonora, venció con su muerte á los demonios, tro Padre, así yo encomiendo el mío en las vuestras que tenéis
poniendo terror y espanto á las potestades infernales. Y fué esta extendidas en la cruz, para abrazar á los pecadores, que se aco­
voz milagrosa, porque los crucificados, como mueren desangra­ gieren á ellas. ¡Oh, si todos se llegasen á Vos! Sin duda los abra­
dos , cuando están cercanos á la muerte, están muy desflaqueci- zaríais con ternura y no los dejaríais hasta llevarlos á vuestro
dos; pero nuestro buen Jesús usó entonces de su poder, mostran­ reino. ¿Nos encomendamos nosotros en las manos de Jesús? ¿Te­
do que su muerte era para vencer, y que en ella estaba escondida nemos en Él la confianza á que es acreedor por su infinita bondad
su fortaleza y su victoria. ¡Oh Salvador poderosísimo! Gracias y misericordia? ¿Tenemos más cuidado del espíritu que del cuer­
os doy por la victoria que habéis ganado, no tanto para Vos po y de las cosas materiales?
como para nosotros, muriendo por darnos vida. Suplicóos que, P a it t o S .0 J e s ú s inclinó la'cabeza, y e s p ir ó —En diciendo
cuando desfalleciere mi virtud4, no me desamparéis; fortaleced­ Jesús la séptima palabra, inclinó la cabeza, y entregó su espí­
me entonces con la vuestra, para que, muriendo, alcance por Vos ritu4. Acerca de esta inclinación de cabeza, que como fué vo-
• Luc., xxiii, 46.— * Jozn., x , 18. — J Juüc., vu, 19. — 4 Palm, lxx, 9.
■ kai. , XUX , 16. — » I Cor., « , 17. — } Joan., XIX, 30.
756 Serie segunda.— Pasión deJesucristo. Med. 66.— Milagros ocurridos en la muerte deJesús. 757

luntaria, así fué misteriosa, has de considerar las causas de ella, nal de confianza y amor, encomienda en sus manos, no su hacien­
que fueron varias: Prim era, para significar que moría por obe­ da, honra, cuerpo, fama, sino su espíritu. En diciendo esto, Je­
diencia, inclinando su cabeza á la divina ordenación. Segunda, sús inclina la cabeza, para significar que muere por obediencia,
para declarar su humildad de corazón y su pobreza, como no y que se encamina al limbo; y por la fuerza del dolor exhala su
tenía donde reclinar su cabeza en la cruz. Tercera, para darnos espíritu. ¡Oh muerte que da la vida al mundo! ¡Oh inclinación de
á entender la gravedad de nuestros pecados, que con su carga cabeza que es causa que todos podamos levantar la nuestra 1¿Qué
le hicieron inclinar hasta la muerte. Cuarta, para señalar el lugar dice todo esto á nuestro corazón? ¿Deseamos poder llamar á
del limbo, adonde su espíritu encaminaba la jornada que había Dios Padre nuestro en la hora de la muerte? ¿Vivimos y obramos
de hacer para despojarle. D e estas causas has de sacar afectos como hijos suyos? ¿Inclinamos nuestra cabeza, obedeciendo á sus
de agradecimiento é imitación, inclinando tu cuello y cabeza al órdenes? En aquel momento terrible querríamos, sin duda, haber
yugo de la obediencia por Cristo, y mirando siempre la tierra de imitado las admirables virtudes de Jesús. Veamos, pues,-ahora
donde fuiste formado, y el infierno que has merecido, adonde te si lo hacemos, porque exige la prudencia que vivamos del modo
aploma la carga de tus pecados, suplicando al Señor que por la que querríamos morir. Y si nos hallamos defectuosos, corrijámo­
inclinación de su cabeza en la cruz te conceda todo esto, para que, nos con firmes propósitos, fervorosos coloquios y encendidas
inclinando ahora tu cabeza con humildad, la puedas después le­ súplicas.
vantar con grande confianza. Pondera luego cómo Jesús de tal
manera entregó su espíritu, que verdaderamente murió por la
fuerza y terribilidad de los dolores que padeció en la cruz y por 66.— MILAGROS OCURRIDOS EN LA MUERTE DE JESÚS.
el desfallecimiento de la sangre que por las heridas derramaba
hilo á hilo sin parar; y así como las venas comenzaron á vaciarse Preludio 1.« Al morir Jesús, rasgóse el veto del templo, b tierra tembló/ d Centu­
de la sangre, comenzó el rostro á demudarse y los miembros á rión y los que con él estaban, confesaron que era Dios.
enflaquecerse, y faltando la s fuerzas, vino á espirar. ¡Oh buen Pasuimo 2.» Represéntate estos sucesos como si te hallases presente.
Pastor! ¡Cuán bien habéis cumplido con vuestro oficio, dando la P reludio 3.» Pide ana viva fede la divinidad de Jesucristo.
vida por vuestras ovejas! ¡Oh Sumo Sacerdote! ¡Cuánbuen sa­
crificio habéis ofrecido de V os mismo en esa ara de la cruz! ¡Oh
P u n to l. ° E l velo del templo se rasgó de arriba abajo —
sapientísimo Maestro! ¡Cuán alta lección de justicia y santidad ha­
Considera cómo, luego de espirar Jesucristo en la cruz, demás
béis leído en esa cátedra! ¡Oh Redentor generosísimo! ¡Cuán
de las tinieblas que habían precedido, se verificaron otros va­
copioso precio habéis dado por la redención de vuestros cau­
rios milagros, ordenados por Dios para declarar la gloria del
tivos! Mas ¡cuánta es la ingratitud de los hombres que se atreven
que moría, y la maldad de aquel pueblo que le crucificaba, y
á ofender á un Señor tan benigno, bondadoso y abundante en
para significar los admirables efectos que se seguirían de su
misericordia! ¿Somos nosotros también reos de tamaña ingrati­
muerte. El primero de estos milagros fué que el velo del templo,
tud? ¿Sentimos los pecados cometidos que han causado la muerte
que ocultaba el santuario á las miradas de los hombres, por sí
del Señor? ¿Inclinaremos en adelante la cabeza al yugo de la
solo se dividió en dos partes de alto abajo '. Pondera las causas
obediencia, sometiéndonos á !a voluntad de Dios?
de esta división milagrosa, que fueron dos principalmente. L a
E p ílo g o y c o lo q u io s . Jesús había vivido como Dios, y
una, porque, así como el sumo sacerdote Caifás, cuando oyó
muere como Dios. Está á punto de' espirar; su rostro está pálido,
decir á Cristo que era Hijo de Dios, horrorizado aparentemente
sus miembros sin fuerzas, sus venas vacías de sangre, sus fuerzas
de lo que él reputaba por una blasfemia *, rasgó sus vestiduras
acabadas; y en este momento, como si recobrase todas sus fuer­
en señal de dolor y pena; asi el mismo Dios rasgó el velo de su
zas, alza la vo z, y con gran clamor dice: «Padre, en tus manos
templo en señal del dolor y pena que bastaba para causarle la
encomiendo mi espíritu». Clama Jesús y da una grande y sonora
blasfemia diabólica y sacrilegio horrendo que había cometido
v o z, para demostrar que, como Dios, es dueño de perder la vida
aquel pueblo ingrato, injuriando y crucificando á su Hijo. Con
ó conservarla; para manifestar el sentimiento natural que su
lo cual te enseña que debes rasgar tu corazón de pena y aflic­
alma tenía de separarse del cuerpo; y para dar la señal de la vic­
ción, al considerarlo que por causa de tus pecados ha pade­
toria sobre todos los enemigos, que con su muerte quedaban todos
cido Jesús. Otra causa'de este suceso extraordinario fué para
heridos de muerte. En este instante Jesús se dirige á su Padre,
significar que por la muerte de Cristo nuestro Señor se abría
puesto que á Él debemos acudir en los grandes apuros, sobre
todo en la m uerte; y llamándole con este dulce nombre en se-
• Marc.. xv, j8 . — » M atth., xxvi, 65.
7 $8 Seriesegunda.— PasióndeJesucristo. Med. 66.— Milagros ocurridos en la muerte deJesús. 759

camino para conocer los secretos y místenos de Dios ■ , que que las sufre por nuestra culpa? ¿No conocemos la gravedad de
antes estaban ocultos, parte por el velo de las sombras y figu­ ella?
ras de la vieja ley, parte por el velo de nuestros pecados, que P a n to E l cen tu rión y otros confiesan que C risto es
hacían división entre nosotros y Dios. ¡Oh Salvador mío! Rom­ .Hijo de -Dios.— El centurión que guardaba á Cristo, viendo
ped en mí este velo que me impide conoceros. Dadme luz divina estas cosas y que había espirado con gran clamor, dijo ': «Ver­
con que penetre vuestros misterios, y descubridme los tesoros daderamente este hombre era justo, y era Hijo de Dios». Y los
de vuestros secretos celestiales en aquel grado que me conviene soldados que con él estaban, temieron mucho, y dijeron: «Ver­
para serviros con perfección. ¿Cuándo, Señor, .destruiréis en mí daderamente éste era Hijo de Dios». Y la turba del pueblo que
el velo de mis pecados y pasiones que me ciega para no poder estaba allí mirando este espectáculo, hiriendo de dolor sus pe­
contemplaros? Mas, ¿por qué no rasgamos nosotros nuestro cora­ chos, se volvieron á la ciudad. En todo este suceso has de consi­
zón de dolor por las penas de Jesús ? ¿Por qué nos cubrimos derar con grande admiración y contento de tu espíritu, cómo
voluntariamente con el inmundo velo de nuestras culpas, pri­ los milagros que habían sucedido inmediatamente á la muerte de
vándonos de la vista de Dios? ¿Qué hemos de hacer para evitartal Jesús obraron los efectos que significaban, en virtud de su sagra­
locura? da Pasión, moviendo los corazones de los que los vieron para que
P a n t o 2.° Tem blor d e la tie rra .— Considera cómo, mu­ confesasen á Cristo por justo y santo; y, lo que más era, por Hijo
riendo Jesús, la tierra tem blólas piedras se partieron, y los se­ de Dios, hiriendo sus pechos en señal de penitencia y dolor por
pulcros se abrieron Estas cosas milagrosas ordenó el Señor las injurias que le habían hecho. Y , aunque el centurión y los sol­
principalmente por dos causas. L a primera, para que las criatu­ dados eran gentiles, y la turba del pueblo había estado tan dura
ras insensibles á su modo diesen muestras de dolor y sentimiento y pertinaz en pedir la muerte de Cristo, se trocaron en este punto,
por la muerte del Salvador, en detestación de la dureza y obsti­ convencidos de-la verdad y de la inocencia y santidad del que
nación de aquel pueblo rebelde que le crucificó, y juntamente murió por ellos; y también en virtud de la oración que hizo en
fuesen confusión de los que no se compadecen de la Pasión de la cruz, rogando por los qne le perseguían, la cual obró estas
Cristo nuestro Señor. Por lo cual tú debieras temblar y estre­ mudanzas y conversiones dichas. Y , á imitación de esta gente,
mecerte de dolor como la tierra, viendo estremecer á Jesús en la debemos nosotros herir nuestro pecho por los pecados que contra
cru z ; y tu corazón debiera partirse de pena como las piedras, Cristo hemos cometido, suplicándole que por su Pasión nos los
viendo que la piedra viva Cristo se parte por medio, apartando su perdone. ¡Oh poderosísimo Jesús! Si tan pronto triunfáis de la
alma de su afligido cuerpo. Y, si esto no haces, piensa que eres dureza de vuestros enemigos, que apenas acabáis de espirar, ya
más insensible que la tierra, y tu corazón más duro que un pe­ se arrepienten de la muerte que os han dado, confesando vues­
ñasco. La segunda causa fué para significar que, en virtud de la tra justicia y divinidad, y su injusticia y crueldad; triunfad tam­
Pasión de Cristo nuestro Señor, temblarían los corazones terre­ bién de mi corazón, que por desgracia no ha sido menos duro y
nos con el santo temor de Dios, que es principio de la justifica­ criminal que el suyo. Dadle á conocer la enormidad de su culpa,
ción; y por más duros que fuesen, se quebrantarían con la contri­ para que, avergonzado de ella, se hiera con la contrición interna
ción y dolor de sus pecados, y se abrirían para descubrir en la y castigue el cuerpo con la mortificación externa, con las cuales
confesión sus obras muertas, que son las culpas que matan las me disponga á recibir vuestra gracia. ¿Qué debemos hacer para
almas, á fin de resucitar con Cristo ánueva vida. De donde has lograr esto? ¿Imitamos el dolor de las turbas? ¿Confesamos con
de deducir cuán provechoso sea meditar bien estos divinos mis­ nuestras obras la justicia y santidad de Jesús?
terios, con los cuales se alcanzan en la oración los tres afectos E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán presto empieza el Padre
referidos. ¡Oh Salvador del mundo! No permitáis que seamos más Eterno á cumplir la palabra que había dado de glorificar á su
insensibles que la tierra, y más duros que las piedras y que los divino Hijo! Apenas ha acabado de exhalar el último suspiro, y
sepulcros de los muertos; pues, siendo nosotros los que pecamos, ya toda la naturaleza á porfía se empeña en dar muestras de
tenemos más razón de sentir lo que Vos padecéis por nuestro pe­ sentimiento y dolor, como si conociese que el que ha muerto es el
cado. Gran confusión es para nosotros el ver las muestras de mismo que la dió el ser. El velo que cubría el santuario, ocul­
dolor que dan las criaturas insensibles por vuestra muerte, tándolo á las miradas de los hombres, se rasga ó parte por
viendo la insensibilidad de nuestra alma.’¿Es acaso que no medi­ medio en dos partes, como si Dios rasgase su vestido horroriza­
tamos debidamente las penas de Jesús? ¿No nos convencemos do de la blasfemia y sacrilegio cometido por el hombre, asesinan-

< Hebr., ix , 8. — - Matth., xxvu , 5 1.


1 Mire., xv, ¿9; Luc., xxm , 47.
•]6o Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. Med. 6y.— Lanzada del costado de Cristo. 761

do á su propio Hijo; mostrando al mismo tiempo que por la muerte endurecidos pecadores, á los cuales los milagros, en vez de
de Cristo se nos abren las puertas del cielo y franquea la entrada ablandar, endurecen más y más, añadiendo pecados á pecados,
en la gloria, y que los misterios de la divinidad no estarán ya ve­ para llevar adelante su intento. Pondera luego cómo accediendo
lados y encubiertos, sino patentes y manifiestos. L a tierra se es­ Pilatos ála pretensión de los judíos, mandó á sus soldados que
tremece de terror, viendo á su Criador espirar en la cruz; las lo hicieran; los cuales, viniendo al C alvario, quebraron las
piedras se parten y los sepulcros se abren, anunciando el Señor piernas á los ladrones; mas á Jesús, como le vieron muerto, no
por medio de estos sobrenaturales sucesos los efectos que pro­ lo hicieron. Mira cómo jamás las trazas de los hombres pueden
duciría la Pasión de Jesucristo bien meditada, aun en los cora­ prevalecer contra las de D io s, el cual no quiso que quebrasen
zones más terrenos y duros. Porque éstos, al modo que el centu­ las piernas á Cristo, en cumplimiento de la profecía que, aludien­
rión con sus soldados y los judíos que á la sazón se hallaban en do al cordero pascual, figura del Señor, decía ': «No le quebran­
el Calvario, heridos de temor confesaránsus culpas, se quebran­ taréis ningún hueso». Con lo cual se significaba que los tormentos
tarán con el dolor de ellas, disponiéndose para el perdón. ¿Repor­ de la Pasión, aunque terribilísimos, no quebrantarían su fortale­
tamos nosotros estos frutos de la Pasión del Señor? ¿Cuál es la za y paciencia, ni menoscabarían la caridad ni las virtudes só­
causa del escaso provecho que sacamos de su meditación? ¿Cómo lidas, significadas por los huesos, sino que siempre se conserva­
es que seamos más insensibles que la tierra, más duros que los rían enteras, por más que los demonios pretendiesen quebrantar­
peñascos y más rebeldes que los gentiles? ¿Cómo no nos con­ las; y lo propio sucederá en sus escogidos, si, confiados en la
funde nuestra frialdad? Lloremos amargamente las penas de virtud de Cristo, luchan valerosos contra sus enemigos. ¡Oh Dios
Jesús, los pecados por que p adece, y sobre todo nuestra seque­ eterno! Vos que libráis á los justos de muchas tribulaciones: y
dad al meditar tales padecimientos. Propongamos con gran re­ guardáis sus huesos sin que se quiebre ninguno, conservad en
solución todo esto, y roguemos al Señor que nos ayude y que nosotros la fortaleza en los trabajos, y guardad las virtudes inte­
se compadezca de todas las necesidades, especialmente de los riores de nuestra alma, porque si Vos no guardáis estos hue­
pecadores. sos, pronto serán de nuestros enemigos quebrantados. Pero nos­
otros, ¿vigilamos los ataques de nuestros enemigos para que no
67.— LANZADA DEL COSTADO DE CRISTO. nos sorprendan? ¿Tenemos nuestra confianza puesta en Dios?
¿Detestamos la pésima conducta de los judíos, á quienes los mila­
Preludio i .« Habiendo pedido los pontifices i Pilatos que mandase quebrar las piernas gros endurecen?
i los crucificados, á Jesús no lo hicieron, por estar ya muerto; pero un soldado le abrió el P u n to 8.° E l costado de Cristo f u é abierto para mostrar­
costado con una lanza. nos su amor.— Considera cómo uno de los soldados abrió con
P reludio 2.» Represéntate al soldado dando una lanzada á jesús. una lanza el costado de Cristo, acerca de cuyo misterio has de
P reludio Pide la gracia de conocer é imitar la caridad de Cristo.
ponderar la causa de esta lanzada de parte de los soldados, la
cual no fué otra que su crueldad y furia, para asegurarse más de
P u n to l.° P id en los pontífices que se quiebren las piernas la muerte de Cristo, y hacer aquella injuria al cuerpo muerto, ya
á los ajusticiados.— Rogaron los judíos á Pilatos mandase que­
que no le pudieron quebrarlas piernas, estando vivo. Pero, aun­
brar las piernas á los crucificados y quitar sus cuerpos de la que el (cuerpo de nuestro Señor recibió la herida, y por estar
cruz, porque no estuviesen en ella el día siguiente, que era sá­ muerto no sintió dolor, sintiólo grandemente el ánima de la V ir­
bado y fiesta muy solemne Considera aquí la maldad de estos gen su Madre, la cual, por la grandeza de su amor, más estaba
príncipes de los sacerdotes, los cuales, con título de fingida reli­ en el cuerpo de su Hijo que en el suyo. Y así Ella en la lanzada
gión, encubrieron su crueldad y envidia, porque pretendieron padeció y sintió el dolor que É l había de padecer, si estuviera
se quebrantasen las piernas al Señor, para darle este nuevo tor­ vivo; y lo ofreció al eterno Padre por el cuerpo místico de su
mento, si estuviera vivo, ó á lo menos para que pasase por esta Hijo, que es la Iglesia, y consiguientemente por todos y cada
nueva injuria, si estaba muerto. Y desearon se quitase de la uno de los que á Él pertenecemos. Pondera luego con mayor
cruz, porque observaron que la gente se compungía de verle, y atención las causas porque Cristo no se contentó con que sus es­
le confesaba por justo é Hijo de Dios, queriendo quitárselo de paldas fuesen abiertas con azotes, su cabeza con espinas, sus
sus ojos, para obscurecer su gloria. De lo cual has de sacar un manos y pies con clavos, sino también quiso que su costado
saludable temor de los juicios de Dios acerca de los obstinados y fuese abierto con la lanza con mayor abertura, que penetrase
• Joan., xix, 31.
< Exod., xii, 46. — 9 Psalm. xxxui, 20.
762 S e r ie seg u n d a .— P a sió n d e J e su c risto . M ed . 6 8 .— S a n g r e y a g u a q u e s a lió del co sta d o a b ier to d e J esú s. 763
hasta su corazón; todo esto permitió en castigo de los pecados moremos en ellas, de hoy más ellas serán nuestro refugio, defen­
que todo el cuerpo místico del linaje humano habla cometido con sa, palacio y lugar de recreación. Perdonad el olvido en que he­
todos los miembros y potencias exteriores é interiores, y mucho mos estado, y ayudadnos para cumplir este nuestro propósito.
más con el corazón, de donde, como dijo el Señor salen los ¿Nos acordamos de las llagas de Jesús? ¿Nos recogem osáellas
pecados que manchan al hombre y le condenan; y , para purgar­ en las tentaciones? ¿Meditamos el amor que con las mismas nos
le de esta ponzoña, quiere que sea abierto el suyo, del cual pro­ ha mostrado?
cede la vida. ¡Oh Salvador mío! Por la abertura de vuestro pre­ E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh crueldad endemoniada! ¡Oh
cioso costado, os suplico perdonéis los innumerables pecados diabólica obstinación de los judíos! Jesús ha entregado ya su es­
que de mi corazón han procedido. Cerradle, Señ or, de tal ma­ píritu; su cuerpo está colgado en la cruz; y , no satisfecha toda­
nera, que nunca salgan de él obras que manchen mi alma, y vía su saña contra el Redentor con las crueldades que en É l han
abridle solamente para que de él procedan obras con que gane ejecutado estando vivo, desean cebarse en su cuerpo muerto;
•la vida eternaa. ¿ Qué obras salen de nuestro corazón ? ¿Nos he­ y así piden á Pilatos que mande que le quebranten las piernas.
mos atrevido á herir como estos crueles soldados el Corazón de ¡Ay del hombre endurecido, á quien nada conmueve, ni los fa­
Cristo? ¿No agradecemos á Jesús la herida que ha querido reci­ vores, ni las amenazas, ni los milagros, nilos castigos! ¿Pero,
bir en él por nuestro amor? qué podrá el hombre contra el consejo de Dios? Nada; el Se­
P u n t o 3.° E l costado de J e sú s abierto nos descubre su ñor ha dicho y mandado que no quebrantasen ningún hueso á
a m o r y es nuestro r e fu g io —Considera cómo por esta llaga del este Cordero pascual; y por más que lo pretenden sus enemigos,
costado quiso descubrir nuestro buen Jesús la infinita caridad y no se hace; y su cuerpo se conserva íntegro, como íntegro se
amor que nos tenía, y cómo todo cuanto había hecho y padecido conservó su espíritu, sin flaquear en ninguna de las virtudes que
por nosotros, había sido por puro amor y con amor, pudiendo de­ le ennoblecieron. M as, Jesús consiente en que su cuerpo sea in­
cir lo délos Cantares >: «Llagaste mi corazón, esposa y her­ juriado , y así no se opone á que un soldado cruel levante la lan­
mana mía; llagaste mi corazón»: dos veces le llagaste, una con za y le abra el costado, deseando por esta nueva injuria expiar
llaga de amor, cuando te amé por sola mi bondad y misericor­ los pecados de nuestro ingrato corazón; ostentar y patentizar el
dia, poniendo en ti mis dones, para que ellos me inclinasen & amor inmenso que nos profesa, y prepararnos dentro de su
amarte; y otra le llagaste con el hierro de una lanza, pues por mismo Corazón una morada segura, un refugio inexpugnable,
tu causa fué llagado, para que por esta segunda llaga conocie­ un precioso gabinete en donde podamos recogernos para defen­
ses la primera, y echases de ver lo mucho que te amé. Pondera dernos de nuestros enemigos, descansar de nuestras fatigas, y
luego cómo quiso también este dulcísimo Amador que fuesen entregarnos al dulce ocio de la contemplación. ¡Oh bondad infi­
abiertos sus pies y manos con los clavos y el costado con la lan­ nita de Jesús! ¿Nos aprovechamos de sus favores? ¿Nos reco­
za, para que los agujeros y aberturas de esta piedra viva fuesen gemos á meditar en lo secreto de su Corazón? ¿Deploramos allí
morada espiritual de todos los fieles en cualquier estado y grado la ingratitud de los hombres ? ¿Lloramos en aquel lugar nuestras
de virtud que estuviesen. De modo que pecadores y principian­ culpas y pecados? ¡Ah! ¡Cuán poco nos acordamos de las llagas
tes, los que aprovechan y los perfectos, con la meditación de es­ y heridas de Jesús! Nosotros no sabemos olvidar las injurias que
tas llag as, entrando con el espíritu dentro de ellas, alcanzasen su nos hacen, y apenas acertamos á pensar en las que Jesús por
deseado fin. Ellas son lugares de refugio para los erizos de los nuestro amor recibe. Volvamos sobre nosotros mismos; y, deseo­
pecadores *; son madriguera para el pueblo flaco de los princi­ sos de remediar tan punible descuido, formemos propósitos, pi­
piantes; son como soledad espiritual para los que, cansados del damos gracia para ponerlos en obra, sin olvidarnos de las de­
bullicio del mundo, quieren conversar con Dios, y nido donde más necesidades.
moran con paz y seguridad los que de corazón desean estar
siempre unidos con Cristo. ¡Oh amantisimo Jesús y Redentor 68.—SANGRE Y AGUA GUE SALIÓ DEL COSTADO ABIERTO DE JESÚS.
mío, hermano y esposo de las almas castas! ¿Con qué os pagaré
Pkeunmo i .» Abierto el costado <le Cristo, salió de la herida sangre y agua, por varias
las llagas que recibisteis por mi amor? ¿Por qué no llagáis mi
causas misteriosas.
corazón con llaga de amor y de dolor, para que os ame por lo
PtELUDio 2.0 Representémonos con viveza este hecho.
mucho que me amasteis y me compadezca de lo que por mí pade­ Preunmo 3.0 Pidamos la gracia de corresponder á la caridad de jesús.
cisteis? ¡Oh Amado mío! Pues abrís vuestras llagas para que
P a n t o 1.° Quiso J e s ú s que sa liese sa n g re y a g u a d e su
• M atth .,x v , 19. — * P ro v ., iy , 2 3 .— i C ant., nr, 9. — 4 Psalm. c m , 18. costado, p a r a descu brirn os su c a rid a d .—Considera cómo, lúe-
762 S e r ie seg u n d a .— P a sió n d e J e s u c r isto . M e d . 6 8 .— S a n g r e y a g u a q u e s a lió d e l co sta d o a b ie r to d e J esú s.

hasta su corazón; todo esto permitió en castigo de los pecados moremos en ellas, de hoy más ellas serán nuestro refugio, defen­
que todo el cuerpo místico del linaje humano había cometido con sa, palacio y lugar de recreación. Perdonad el olvido en que he­
todos los miembros y potencias exteriores é interiores, y mucho mos estado, y ayudadnos para cumplir este nuestro propósito.
más con el corazón, de donde, como dijo el Señor salen los ¿Nos acordamos de las llagas de Jesús? ¿Nos recogemos á ellas
pecados que manchan al hombre y le condenan; y , para purgar­ en las tentaciones? ¿Meditamos el amor que con las mismas nos
le de esta ponzoña, quiere que sea abierto el suyo, del cual pro-' ha mostrado?
cede la vida. ¡Oh Salvador mío! Por la abertura de vuestro pre­ E p íU g o j c o lo q u io s . ¡Oh crueldad endemoniada! ¡Oh
cioso costado, os suplico perdonéis los innumerables pecados diabólica obstinación de los judíos! Jesús ha entregado ya su es­
que de mi corazón han procedido. Cerradle, Señ or, de tal ma­ píritu; su cuerpo está colgado en la cruz; y , no satisfecha toda­
nera, que nunca salgan de él obras que manchen mi alma, y vía su saña contra el Redentor con las crueldades que en Él han
abridle solamente para que de él procedan obras con que gane ejecutado estando vivo, desean cebarse en su cuerpo muerto;
•la vida eternaJ. ¿Qué obras salen de nuestro corazón?¿Nos he­ y así piden á Pilatos que mande que le quebranten las piernas.
mos atrevido á herir como estos crueles soldados el Corazón de ¡A y del hombre endurecido, á quien nada conmueve, ni los fa­
Cristo? ¿No agradecemos á Jesús la herida que ha querido reci­ vores, ni las amenazas, ni los milagros, ni los castigos! ¿Pero,
bir en él por nuestro amor? qué podrá el hombre contra el consejo de Dios? Nada; el Se­
P u n t o 3 .° E l costado de J e sú s abierto nos descubre su ñor ha dicho y mandado que no quebrantasen ningún hueso á
a m o r y es n u estro refugio.—Considera cómo por esta llaga del este Cordero pascual; y por más que lo pretenden sus enemigos,
costado quiso descubrir nuestro buen Jesús la infinita caridad y no se hace; y su cuerpo se conserva íntegro, como íntegro se
amor que nos tenía, y cómo todo cuanto había hecho y padecido conservó su espíritu, sin flaquear en ninguna de las virtudes que
por nosotros, había sido por puro amor y con amor, pudtendo de­ le ennoblecieron. M as, Jesús consiente en que su cuerpo sea in­
cir lo de los Cantares >: «Llagaste mi corazón, esposa y her­ juriado , y asi no se opone á que un soldado cruel levante la lan­
mana mía; llagaste mi corazón»: dos veces le llagaste, una con za y le abra el costado, deseando por esta nueva injuria expiar
llaga de amor, cuando te amé por sola mi bondad y misericor­ los pecados de nuestro ingrato corazón; ostentar y patentizar el
dia, poniendo en ti mis dones, para que ellos me inclinasen á amor inmenso que nos profesa, y preparamos dentro de su
amarte; y otra le llagaste con el hierro de una lanza, pues por mismo Corazón una morada segura, un refugio inexpugnable,
tu causa fué llagado, para que por esta segunda llaga conocie­ un precioso gabinete en donde podamos recogernos para defen­
ses la primera, y echases de ver lo mucho que te amé. Pondera demos de nuestros enemigos, descansar de nuestras fatigas, y
luego cómo quiso también este dulcísimo Amador que fuesen entregamos al dulce ocio d é la contemplación. ¡Oh bondad infi­
abiertos sus pies y manos con los clavos y el costado con la lan­ nita de Jesús! ¿Nos aprovechamos de sus favores? ¿Nos reco­
za, para que los agujeros y aberturas de esta piedra viva fuesen gemos á meditar en lo secreto de su Corazón? ¿Deploramos allí
morada espiritual de todos los fieles en cualquier estado y grado la ingratitud de los hombres ? ¿Lloramos en aquel lugar nuestras
de virtud que estuviesen. De modo que pecadores y principian­ culpas y pecados? ¡Ah! ¡Cuán poco nos acordamos de las llagas
tes, los que aprovechan y los perfectos, con la meditación de es­ y heridas de Jesús! Nosotros no sabemos olvidar las injurias que
tas llag a s, entrando con el espíritu dentro de ellas, alcanzasen su nos hacen, y apenas acertamos á pensar en las que Jesús por
deseado fin. Ellas son lugares de refugio para los erizos de los nuestro amor recibe. Volvamos sobre nosotros mismos; y, deseo­
pecadores4; son madriguera para el pueblo flaco de los princi­ sos de remediar tan punible descuido, formemos propósitos, pi­
piantes; son como soledad espiritual para los que, cansados del damos gracia para ponerlos en obra, sin olvidamos de las de­
bullicio del mundo, quieren conversar con Dios, y nido donde más necesidades.
moran con paz y seguridad los que de corazón desean estar
siempre unidos con Cristo. ¡ Oh amantisimo Jesús y Redentor 68.-S A N G R E Y AGUA QUE SALIÓ DEL COSTADO ABIERTO DE JESÚS.
mío, hermano y esposo de las almas castas! ¿Con qué os pagaré
las llagas que recibisteis por mi amor? ¿Por qué no llagáis mi Preludio 1 -d Abierto <1 costado de Cristo, salid de la herida sangre y agua, por varias
causas misteriosas.
corazón con llaga de amor y de dolor, para que os ame por lo
Preludio 2.° Representémonos con viveza este hecho.
mucho que me amasteis y me compadezca de lo que por mi pade­ P reludio Pidamos la gracia de corresponder á la caridad de jesús.
cisteis? ¡Oh Amado mío! Pues abrís vuestras llagas para que
P n n to l.° Quiso J e s ú s que sa liese sa n g re y a g u a de su
« M a tth .,x v , 19. — > P r o v ., iv, 2} . — J C aot., iv , 9. — 4 Psalm. cm , 18. costado, p a ra descu brirnos su c a rid a d .—Considera cómo, lúe-
76 4 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 6 8 .— Sangre y agua que salió del costado abierto de Jesús. 765

go que el soldado cruel abrió el costado de Cristo con la lanza, á él tus labios para beber del agua y sangre que salió de él, y
salió de la herida sangre y a g u a , como lo atestigua san Juan'; participar de las gracias y dones que manan de las fuentes del
y el misterio de esta sangre y agua fué la principal causa de que Salvador. ¡Oh! ¡Si con este espíritu nos llegáramos siempre á los
el Señor permitiera dicha abertura. Pondera las causas de esta santos SacramentosI ¡Qué tesoro tan inmenso de gracias repor­
misteriosa y nueva fuente. L a primera fué para declararnos Je­ taríamos, siendo asiduos y cuidadosos en frecuentarlos! Otra
sús su inmensa largueza y caridad en darnos toda su sangre) causa por la cual quiso Jesucristo que fuese abierto su costado,
sin reservar gota de ella, porque esta poca que había quedado en y se sacúdelas anteriores, es para significar que como de la
el corazón, donde no llegaron las espinas ni los clavos, quiso costilla de A d á n «, estando dormido, fué formada E va, asi de su
que saliese siendo punzado con la lanza. Y para que se viese que costado, estando durmiendo el sueño de la muerte en la cruz,
había salido toda, con esta última salió una cantidad de agua, saldría la Iglesia, como otra E va, madre de los verdaderos vi­
porque ya no quedaba sangre en todo el cuerpo. ¡Oh, cuán pródi­ vientes, la cual fuese hermosa sin tener mancha ni ruga 2, ni
ga se ostenta la bondad.' misericordia y largueza de Dios, si pro­ otra fealdad, porque con el agua y sangre del mismo costado se
digalidad puede llamarse lo que con tanto acuerdo y tan suave lavaría y alcanzaría esta hermosura. ¡Oh Adán celestial! Gra­
providencia se ejecuta! L a segunda causa fué para declararnos cias os doy por el amor que tuvisteis á vuestra Iglesia, entregán­
la eficacia de su Pasión y m uerte, para lavar nuestros pecados, doos por ella á tantos trabajos. Pero ¿qué mucho la amaseis
y purificarnos en virtud de su sangre con el agua de su gracia, tanto, pues Y o s mismo la sacasteis de vuestro lado y del seno de
y con ella juntamente apagar el ardor de nuestras codicias, y vuestro Corazón? Suplicóos, Señor, la conservéis en paz y san­
hartarla sed de nuestros deseos. Este Señor es en verdad la tidad, limpia de toda mancha, para que todos sus hijos poda­
fuente de David >, de cuyo costado, patente y abierto, mana con­ mos subir á glorificaros en el cielo. ¿Veneramos nosotros á la
tinuamente agua y sangre p ara lavar las manchas sangrientas Iglesia, sabiendo que ha salido del costado de Cristo? ¿La ama­
de nuestras culpas. Es la piedra viva y pedernal de fuego», la mos como á nuestra Madre? ¿Nos aprovechamos de los Sacra­
cual, siendo herida en el costado con la lanza, brota abundan­ mentos que ella nos distribuye?
tísimas aguas para refrescar á los que en el desierto de este P u n t o 3 .° Q uiso J e s ú s que su costado fu e s e ab ierto , p a r a
mundo perecen de sed. ¡Oh fuentes del Salvador4, abiertas en sus que se cum pliese una profecía.—Considera, finalmente, cómo
pies, manos y costado! Con grande gozo acudo á vuestros caños el Señor, que estaba tan atento al cumplimiento de las cosas más
por agua de salud, que me la v e y limpie, sane y salve. Brotad, menudas que acerca de su persona habían escrito los profetas,
Jesús mío, por esas fuentes patentes agua y sangre que lleguen permitió que su costado fuese abierto con la lanza para cumplir,
hasta lo íntimo de mi corazón, el cual, agradecido á tanto bien, como advirtió el Evangelista, la profecía de Zacarías, que d ijo»:
se entregue todo á Vos con deseo de amaros y serviros perpetua­ «Verán al que traspasaron». En lo cual te enseña por una parte
mente. ¡Oh. si este fuese nuestro firme propósito! ¿Qué le da­ el cuidado que has de tener en el cumplimiento de todo cuanto
mos á Jesús por lo que Él nos ha dado? ¿Cómo correspondemos te prescribe la le y ; y por otra, que los pecadores que con núes- •
á s u generosidad? ¿Procuramos limpiarnos de nuestras culpas tros pecados punzamos y alanceamos á Cristo nuestro Señor,
con su sangre preciosa? hemos de verle, mirarle y contemplarle con viva fe, para que
P u n to ¡$.° E sta fu e n te sig n ific a que los Sacram entos sa­ con sus heridas quedemos sanos, y con sus llagas quedemos
lieron d el costado de Cristo. — Considera cómo quiso el Señor libres de las nuestras, y con su lanza quede traspasado nuestro
que de su costado, abierto con la lanza, saliera sangre y agua corazón, y salga de él una fuente de agua de lágrim as, haciendo
para dar á entender que de é l saldrían los Sacramentos de la grande llanto por su muerte y por la causa que dimos á ella. Por­
nueva ley, con virtud de la v a r y santificarlas almas, especial- que no es posible mirar con viva fe á Jesús crucificado haciendo
mente el sacramento del Bautismo y el de la Penitencia, que son pausa á todo lo que ha sufrido por los pecados de los hombres,
. bebida de lágrimas >, figuradas por el agua; y el Santísimo Sa­ sin que se levante en el corazón un vivo pesar por los que co­
cramento del altar, figurado p o r el agua y sangre, en cuya me­ metió, cooperando con ellos á los tormentos de este divino Se­
moria en el cáliz se mezcla ag u a con vino; y así, cuando vas á ñor. Mas, si no hiciéremos esto en vida para nuestro provecho,
recibir estos Sacramentos, y sobre todo la divinísima Eucaris­ de todos modos se cumplirá en nosotros la referida profecía, por­
tía, has de imaginar que te lle g a s al costado de Cristo, y aplicas que vendrá tiempo en que le veremos, no en la cruz con las
llagas de fealdad, sino en trono de gloria, como juez, con llagas
■ Joan., x ix , 34. — » Zach., Xlll , 1 . — » N u m ., x x, 11. — 4 Isai., x n . 3.
5 Psalm. lxxix , 6. ' Gen., 111,20. — > E phei., v, 27. — s Zach., xn ,10.
I M e d . 6 9 .— D escen d im ien to d e la crn% . 76 7
76 6 S e r ie se g u n d a .— P a sió n d e J e s u c r isto . <

de inmenso resplandor, de las cuales saldrán rayos de ira y de


venganza contra sus perseguidores, y llorarán amargamente sin 69,— DESCENDIMIENTO DE LA CRUZ.
remedio las injurias que le hicieron ¡Oh dulce Jesús! Pues es
certísimo que os hemos de mirar, ó para nuestro provecho, ó
para nuestro justo y espantoso castigo, haced que os miremos Preludio t.• Obtenido el permiso del juez , José de Arimate* y Nicodemus bajaron el
cuerpo det Seftor de la cruz , y lo pulieron en los brazos de su Madre.
ahora clavado en la cruz, traspasado con una lanza y cubierto
P reludio 2.0 Represéntate á estos santos varones bajando á Jesús de la cruz.
de heridas dolorosas, imprimiendo en nuestro corazón vuestra
Preludio 3.0 Pide la gracia de saber imitar el valor, piedad y demás virtudes que res­
triste figura, para que en el juicio os veamos para nuestro con­ plandecen en estos santos varones.
suelo , haciéndonos felices eternamente vuestra vista. ¿Miramos
con frecuencia á Jesús, meditando sus dolores? ¿Lloramos nues­
tras culpas que los causaron? ¿Cumplimos la ley con toda per­ P im ío l.° L a d ivin a P ro vid en cia escoge d José de A ri-
fección y en todas sus partes como Jesús? m atea p a ra que honre el cuerpo d e J esú s.—Siendo y a tarde,
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh abundante largueza y genero­ vino un hombre noble y rico llamado José, varón bueno y justo, y
sidad de Jesucristo! No contento con haber derramado por in­ discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo de los judíos, el cual,
numerables heridas la sangre de sus venas hasta quedar exhaus­ con grande osadía y ánimo, fuéá Pilatos, y le pidió el cuerpo de
tas, permite que su costado y corazón sean abiertos, para verter Jesús; y Pilatos, sabiendo que y a era muerto, mandó que se le
una pequeña cantidad que se había recogido en aquel delicado diesen '. Acerca de este paso has de considerar primeramente la
miembro. Y con la sangre sale agua, porque este líquido preciosí­ providencia y cuidado que Dios tiene con los suyos, asi vivos
simo ha de servir para lavar, limpiar y blanquear nuestras almas como difuntos. Estaba el cuerpo de Cristo colgado en la cruz,
de las manchas de los pecados que las afean. ¡ Bendita sea la con grande infamia de sus conocidos: algunas mujeres devotas
bondad y ternura de este divino Padre, que tal providencia tiene lo miraban de lejos por miedo de los judíos: su Madre santísima
desús hijos, aunque ingratísimos! Del costado de Jesucristo y y san Juan con la Magdalena, estaban cerca ; pero muy llorosos
del encendido amor de su divino Corazón han salido los santos y afligidos por su muerte, y congojados porque no sabían cómo
Sacramentos que nos purifican y alimentan; el santo Bautismo y podían bajarle de la cruz con la decencia que tan precioso cuerpo
Penitencia, en los cuales somos lavados con el agua de lágri­ merecía, temiendo que si los soldados le bajaban, seria con gran
mas y el soberano sacramento de la Eucaristía, en el cual ha ignominia y desacato. En tal apuro, no faltó la providencia de
querido Jesús depositar su propia sangre para que nos alimen­ aquel amoroso P a d re, cuyo es propio consolar á los afligidos y
tase, confortase, h iciera crecer y nos librase de la muerte. ¡Oh, honrar á los humillados, y así lo hizo en esta ocasión, disponien­
si nos acercáramos á estas fuentes de salud con el mismo fervor do que en la misma cruz comenzasen las exaltaciones de Jesús.
y devoción con que aplicaríamos los labios á las llagas de Jesu­ Para este fin inspiró el Señor á un varón llamado José que se
cristo! ¡ Oh, si recordando que del costado de Jesús ha salido la encargase de este ministerio, el cual era noble y rico, porque
Iglesia santa, la am ásem os, obedeciésemos y siguiésemos fiel­ así convenia para poder desempeñarle; pero juntamente era
mente sus enseñanzas! ¡Oh, si cumpliendo la profecía, fijáramos bueno y justo, deseoso del reino de Dios, porque no quiso el
nuestra vista en Jesús atravesado, con vivo dolor y contrición de Señor servirse de hombre malo y vicioso y de poca caridad; ni
los pecados con que le hemos herido! Pues ¿qué debemos hacer? hiciera caso de su nobleza y riqueza, si no las acompañara con
¿Cómo hemos de corresponder á la infinita largueza de Jesús? bondad y justicia. Éste había sido discípulo de Cristo; pero esta­
¿Cómo hemos correspondido hasta hoy? É l tan generoso, y nos­ ba amilanado por temor de los judíos; mas entonces con grande
otros tan escasos; É l nos lo da todo, y nosotros no le damos nada; ánimo se manifestó, y tuvo atrevimiento para entrar á Pilatos
Él cumple todo cuanto le ha ordenado su Padre, y nosotros ape­ y pedirle el cuerpo de su Maestro, para darle sepultura. ¡Oh
nas cumplimos cosa alguna. ¿Hasta cuándo seremos ingratos con amantísimo Jesús! Bien se ve en este ilustre varón la virtud de
un Señor tan espléndido? Lloremos nuestra ingratitud, propon­ vuestra Pasión santa, para desterrar del alma toda cobardía y
gamos la enmienda, y pidamos el remedio. pusilanimidad, llenándola de un santo atrevimiento, para aco­
meter las dificultades que antes temía y las cosas de que huia.
Tocadnos como á él con la fuerza de vuestra inspiración, para
• Apoc., 1, 7.
qué, pospuesto todo temor humano, acometamos con gran pe­

* M a lth ., x x « i, 5S ; Luc., xx u i, $0.


76 8 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. <
M ed. 6 9 .— D escendim iento de lo cru%. 769
cho lo que fuere del servicio divino. ¿Nos dejamos llevar y ven­ za, adorándola con gran reverencia; y cuando le desclavaban,
cer de la pusilanimidad? ¿Desconfiamos de la providencia de abrazáronse con el sagrado cuerpo, para sustentar al que antes
Dios? ¿Nos disponemos con la virtud, para ser aptos ministros sustentaban los clavos, cuya divina Persona sustenta con sola
del Señor?
su palabra cielos y tierra y todo cuanto está dentro de ellos. ¡Oh
P a u t o 3.° P re p a ra tiv o s que hacen J o sé y N icodem us.— prodigio dé amor, que el Hijo de Dios vivo unido con cuerpo
Habida licencia, compró José una sábana limpia, y vino tam­ muerto necesite que sus criaturas le sustenten I Pondera cómo, en
bién con él otro hombre llamado Nicodemus, trayendo consigo bajando el sagrado cuerpo de la cruz, le recibiría la Virgen en
una mixtura <5 ungüento de mirra y áloe, como cien libras-, para sus brazos, y le abrazaría con ellos, y mucho más con los de su
ungir el cuerpo de Jesús. Considera aquí el cuidado que tuvo la alma, toda traspasada de dolor, cumpliéndose á la letra lo que
Providencia de dar á José de Arimatea un compañero que le se dice en los Cantares1: <Hacecico de mirra es mi Amado para
ayudase, igual á él, porque también era noble y justo, y discí­ mí; entre mis- pechos le pondré». También acudiría la Magda­
pulo de Jesús, aunque oculto sabe nuestro Señor cuánto im­ lena, abrazándose con los pies, donde alcanzó el perdón de sus
porta juntarse dos que sean buenos para las obras de caridad, pecados, y como los vió tan rasgados, quedó su corazón herido
animándose y esforzándose uno á otro con el ejemplo. José acabó de dolor, y sus ojos convertidos en fuentes de lágrimas; mas el
de perder el miedo con la compañía de Nicodemus, y éste con discípulo amado iríase luego al pecho, donde se había recostado
la de José, y ambos con gran fortaleza acometieron esta obra; la noche antes; y como le vió abierto por un lado con la lanza,
porque, como dice el Sabio *, cuando un hermano ayuda á otro, besaba aquella sagrada lla g a , bañábala con lágrimas de sus
ambos son como una ciudad muy fuerte; y como Cristo nuestro ojos, y deseaba entrar en ella á dormir otro sueño de contempla­
Señor, en su vida, enviaba á sus discípulos de dos en dos, así ción más profundo que el pasado. ¡Oh Virgen soberana! ¡Cuán
ahora, en su muerte, escoge otros dos discípulos para que le diferentes son los abrazos que ahora dais á vuestro Hijo de los
bajen de la cruz, porque todas sus obras quiere se hagan con ca­ que le dabais en el portal de Belén! Entonces era hacecico y ra­
ridad. Pero, así como cada uno de estos dos varones trajo algo millete de mirra para V o s, como joyel puesto entre vuestros sa­
para la sepultura de Cristo, José trajo una sábana para envol­ grados pechos; pero ahora es haz grande de mirra que os llena
ve r el c u e rp o , comprándola nueva en la tienda, porque juzgó que toda de amargura. ¡Ohalm as dichosas, áquienes fuéconcedido
no convenía traer sábana que hubiese servido á otros, y Nico­ tocar y abrazar este sagrado cuerpo! Alcanzadnos de este Sal­
demus trajo un precioso ungüento, y en gran cantidad, para vador licencia para que con el espíritu le abracemos, transfor­
ungirle to d o ; así también, quien ofrece su corazón al servicio mándonos del toda en su amor. ¿Tocamos con reverencia el cuer­
de Cristo, siempre con la voluntad hade juntar las obras que po del Señor en la santa Comunión? ¿Nos inflamamos en su
pueda, procurando que sean puras y limpias, mezcladas con amor, recordando sus dolores y llagas?
mortificación y devoción, preciosas y muchas; de modo que ni E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán fiel es Dios en cumplir sus
por ser preciosas sean pocas, ni por ser muchas sean de poco promesas! Dijo á su Hijo que le glorificaría, y apenas ha espira­
precio. ¡Oh dulcísimo Salvador! ¿Qué maravilla es que os ofrez­ do, ya principia á honrarle y ensalzarle. Mil veces ha asegurado
camos tales obras, habiéndonos Vos ofrecido las vuestras, que que sacará á sus escogidos de la tribulación y que ensalzará á
infinitamente sobrepujan á las nuestras? Concedednos que no los que se humillan. Sus, amigos más íntimos hállanse en el
seamos cortos en daros todo lo que pudiéremos, pues todo es monte Calvario sumidos en las mayores angustias, no sabiendo
poco cuanto podemos daros. ¿Qué obras le damos á Jesús? ¿Con cómo dar honrosa sepultura á Jesús, el cual, á su vez, no puede
qué perfección hacérnoslo que es para su gloria? ¿Las compa­ estar más humillado, hecho la maldición de la tierra. En este ins­
ñías que tenemos nos ayudan á servir á Cristo, ó nos lo estorban? tante D io s, para cumplir sus promesas, toca el corazón de un
P a n t o 3.° L os d o s santos varones bajan el sa g ra d o cuer­ discípulo del Señor, pero oculto por el miedo, el cual, estimu­
po de la c r u s , y M a ria lo recibe.—Considera cómo, llegados al lado por la divina gracia, depuesto todo temor, pide el cuerpo
Calvario estos dos piadosos varones, arrimando escaleras á la de Jesús á Pilatos; y provisto de una sábana nueva, y acompa­
cruz, bajaron de ella el cuerpo de Cristo nuestro Señor, con ñado de otro discípulo de Jesús, antes cobarde y ahora ani­
grande reverencia y devoción, mezclada con grande compasión moso, se dirigen al Calvario, llevando cien libras de una riquísi­
y lágrimas. Desclavaron los sagrados pies y manos, besándose­ ma composición de mirra y áloe. ¡Oh poder de la divina gracia!
los con gran ternura; quitáronle la corona de espinas de la cabe­ ¡Con cuánta facilidad cambia á sus favorecidos de cobardes en

* Joan., 1 1 1 , 5 . - 3 P r o v . , x v m , 19. i Cant., i , 12.

49
770 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. j o . — Entierro y sepultura de C risto. 771
fuertes, de tibios en fervorosos, de meticulosos en valientes y con la sábana limpia y nueva, y la sagrada cabeza con un suda­
osados! Mira ya á José y Nicodemus bajando de la cruz con la rio, según era costumbre; y tanto la sábana como el sudario y la
más profunda reverencia el sagrado cuerpo de su Maestro, y po­ mirra con que fué ungido, como también el sepulcro en que fué
niéndolo en los brazos de su Madre; mira á esta Señora ado­ enterrado, todo fué ajeno y prestado, ó dado á Jesucristo de li­
rándole y ofreciéndole al Eterno Padre; á la Magdalena, llorosa, mosna, disponiéndolo así el Señor, para darnos ejemplo de amor
abrazada á los pies, y á Juan besando reverente la llaga del cos­ á la pobreza. ¡ Oh Virgen sacratísima! ¡Qué dolor sentiría vues­
tado. ¡O h, si supiéramos imitar á todos estos ilustres personajes! tro Corazón, viendo cubierto el rostro en que deseabais mirar más
¿Honramos á Jesús trabajando mucho , y ofreciéndole excelen­ que los ángeles del cie lo ! ¡Oh rostro más puro que el sol! ¿Quién
tes obras? ¿Procuramos deponer el miedo á los respetos huma­ os ha cubierto con la nube de esa mortaja? ¡ Oh Adán celestial!
nos en tratándose de su divino servicio? ¿Somos generosos para ¿ Quién os ha vestido con piel de animales muertos ? Vuestra
con el Señor, honrándole con las cosas más ricas que poseemos? caridad ha hecho esto para librar de la muerte al Adán terreno,
Reflexionemos bien sobre todo esto, y si nos hallamos defectuo­ y para quitar de por medio la nube de nuestros pecados, que nos
sos, formemos propósitos, pidamos gracias, y conociendo las impiden ver vuestro divino rostro. ¿ Qué hacemos nosotros para
necesidades que nos rodean, con fervientes coloquios suplique­ librarnos de ellos ? ¿ Ungimos nuestra alma con la mortificación?
mos el remedio de ellas. ¿Somos generosos con Dios dándole lo que nos pide ?
P o n to &.° L levan el cuerpo de Cristo a l sepulcro.—Con­
70,— ENTIERRO Y SEPULTURA DE CRISTO. sidera cómo, luego que aquellos santos varones hubieron amor­
tajado el cuerpo de Jesucristo, es de creer que le pondrían en
Preludio i .« Ungido el cuerpo de Jesús, fué llevado al sepulcro en donde ie colocaron, unas andas, como era costumbre lle va rá enterrar á los difun­
cerrándolo después con una piedra. tos, y toda aquella compañía de devotas mujeres irían llorando
Preludio 2.« Represéntate todo este suceso como si lo presenciaras. con la Madre del difunto , que lloraba como la viuda de Naím ■
P reludio 3.° Pide la grecie de imitar la piedad de los santos varones que sepultan ei á su hijo único que había muerto en la flor de la edad*. Mas á esta
cuerpo de Jesús. desconsolada Madre no le salió al encuentro, como á aquella,
el Señor para decirla: «No quieras llorar ». No vino á tocar con su
P u n t o l.° Tomando José y N icodem us el cuerpo de Jesús, omnipotente mano las andas y á mandar con imperiosa voz al
le ungieron y am ortajaron .—Considera cómo, después que la muerto que estaba en ellas que se levantase para entregarlo á
V irgen Santísima hubo tenido un rato el cuerpo de su Hijo en su su madre. Era necesario que este divino Jon$s entrase en el
regazo, dióle á José y Nicodemus para que hiciesen su ministerio, vientre d é la ballena 1 y quedase sepultado en él tres días pri­
quedándose ella con la corona de espinas y con los clavos, como mero que saliese vivo y glorioso. Pondera luego, como píamente
con prendas y joyas muy preciosas. Tomaron el santo cuerpo puede creerse, que los coros de los ángeles se dividirían en dos
estos varones, y ungiéronle con la mirra, gastando en esto todas partes, y una parte iría acompañando al alma de Cristo nuestro
las cien libras, de modo que todo el cuerpo quedó empapado en Señor, y la otra.vendría acompañando este divino cuerpo
ella, par 1 significar que todo aquel santísimo cuerpo, desde que unido con la divinidad, para honrarle como convenía, cum­
fué concebido hasta que espiró, vivió empapado en mirra de tra­ pliendo lo que estaba escrito: «Que el sepulcro de este Señor
bajos y mortificaciones, para que todo el cuerpo místico dé su sería glorioso», por concurrir muchas cosas que le honraron en
Iglesia se ungiese con esta mirra, preservando de la corrupción la sepultura, y una de ellas fué la compañía de estos ángeles
de la culpa al que quisiese ungirse con e lla ; y porque el nú­ gloriosos, de los cuales podemos decir lo que dijo Isaías *:« Que
mero de ciento significa perfección, por estas cien libras nos los ángeles de la paz lloraban amargamente», no porque de
da á entender que nuestra mortificación ha de ser muy perfecta verdad llorasen, sino porque si fuesen capaces de lágrimas, su
y acabada en todo género de virtud, como fué la suya, conforme caridad les hiciera llorar con los que lloraban, habiendo tan justa
á lo que se dice en el libro de los Cantares ' , que las manos y de­ causa para llorar. ¡Oh ángeles de paz! Alcanzadme que llore con
dos de la esposa estaban llenos de mirra escogidísima, signifi­ amargura la muerte de mi Señor, y que con lágrimas de mi co-
cando con esto que los que se unen con Cristo por amor han de ' razón acompañe á los que lloran, pues yo he sido la causa de
traer siempre en su cuerpo, como el Apóstol \ la mortificación de ponerle en tal figura que mueva á todos á llorar. ¡Oh alma mía!
Cristo Jesús. Hecha esta unción, envolvieron el sagrado cuerpo Acompaña con compasiva amargura á esta Madre desolada que

> ClDt., v , 5. — * II C or., IV, 10. • Luc., v il, 13. — *Jonae, n , I . — i Isai., xxxm , 7.
77 ° Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. • M ed. 70.— Entierro y sepultura de C risto. 771
fuertes, de tibios en fervorosos, de meticulosos en valientes y con la sábana limpia y nueva, y la sagrada cabeza con un suda­
osados! Mira ya á José y Nicodemus bajando de la cruz con la rio, según era costumbre; y tanto la sábana como el sudario y la
más profunda reverencia el sagrado cuerpo de su Maestro, y po­ mirra con que fué ungido, como también el sepulcro en que fué
niéndolo en los brazos de su Madre; mira á esta Señora ado­ enterrado, todo fué ajeno y prestado, ó dado á Jesucristo de li­
rándole y ofreciéndole al Eterno Padre; á la Magdalena, llorosa, mosna, disponiéndolo asi el Señor, para damos ejemplo de amor
abrazada á los pies, y á Juan besando reverente la llaga del cos­ á la pobreza. ¡ Oh Virgen sacratísima! ¡Qué dolor sentiría vues­
tado. ¡ Oh, si supiéramos imitar á todos estos ilustres personajes! tro Corazón, viendo cubierto el rostro en que deseabais mirar más
¿Honramos á Jesús trabajando mucho , y ofreciéndole excelen­ que los ángeles del cie lo ! ¡Oh rostro más puro que el sol! ¿Quién
tes obras? ¿Procuramos deponer el miedo á los respetos huma­ os ha cubierto con la nube de esa mortaja? ¡ Oh Adán celestial!
nos en tratándose de su divino servicio? ¿Somos generosos para ¿Quién osh a vestido con piel de animales muertos? Vuestra
con el Señor, honrándole con las cosas más ricas que poseemos? caridad ha hecho esto para librar de la muerte al Adán terreno,
Reflexionemos bien sobre todo esto, y si nos hallamos defectuo­ y para quitar de por medio la nube de nuestros pecados, que nos
sos, formemos propósitos, pidamos gracias, y conociendo las impiden ver vuestro divino rostro. ¿ Qué hacemos nosotros para
necesidades que nos rodean, con fervientes coloquios suplique­ librarnos de ellos ? ¿ Ungimos nuestra alma con la mortificación?
mos el remedio de ellas. ¿Somos generosoá con Dios dándole lo que nos pide ?
P u n to 8.° L leva n el cuerpo d e Cristo a l sepulcro.—'Con­
70.— ENTIERRO Y SEPULTURA DE CRISTO. sidera cómo, luego que aquellos santos varones hubieron amor­
tajado el cuerpo de Jesucristo, es de creer que le pondrían en
P reludio i .» Ungido el cuerpo de Jesús, fue llevado al sepulcroen donde le colocan», unas andas, como era costumbre lle v a rá enterrar á los difun­
cerrándolo después con una piedra. tos, y toda aquella compañía de devotas mujeres irían llorando
Preludio 2.° Represéntate todo este suceso como si lo presenciaras. con la Madre del difunto , que lloraba como la viuda de N alm 1
P reludio 3.° Pide la gracia de imitar la piedad de loa santos varones que sepultan el á su hijo único que había muerto en la flor de la edad*. Mas á esta
cuerpo de Jesús. desconsolada Madre no le salió al encuentro, como á aquella,
el Señor para decirla: <No quieras llorar ». No vino á tocar con su
P u n t o l.° Tomando José y N icodem us el cuerpo de Jesús, omnipotente mano las andas y á mandar con imperiosa voz al
le ungieron y am ortajaron .—Considera cómo, después que la muerto que estaba en ellas que se levantase para entregarlo á
V irgen Santísima hubo tenido un rato el cuerpo de su Hijo en su su madre. Era necesario que este divino Jonás entrase en el
regazo, dióle á José y Nicodemus para que hiciesen su ministerio', vientre de la ballena 1 y quedase sepultado en él tres días pri­
quedándose ella con la corona de espinas y con los clavos, como mero que saliese vivo y glorioso. Pondera luego, como píamente
con prendas y joyas muy preciosas. Tomaron el santo cuerpo puede creerse, que los coros de los ángeles se dividirían en dos
estos varones, y ungiéronle con la mirra, gastando en esto todas partes, y una parte iría acompañando al alma de Cristo nuestro
las cien libras, de modo que todo el cuerpo quedó empapado en Señor, y la otra vendría acompañando este divino cuerpo
ella, par 1 significar que todo aquel santísimo cuerpo, desde que unido con la divinidad, para honrarle como convenía, cum­
fué concebido hasta que espiró, vivió empapado en mirra de tra­ pliendo lo que estaba escrito: «Que el sepulcro de este Señor
bajos y mortificaciones, para que todo el cuerpo místico dé su sería glorioso», por concurrir muchas cosas que le honraron en
Iglesia se ungiese con esta mirra, preservando de la corrupción la sepultura, y una de ellas fué la compañía de estos ángeles
de la culpa al que quisiese ungirse con e lla ; y porque el nú­ gloriosos, de los cuales podemos decir lo que dijo Isaías >:«Que
mero de ciento significa perfección, por estas cien libras nos los ángeles de la paz lloraban amargamente», no porque de
da á entender que nuestra mortificación ha de ser muy perfecta verdad llorasen, sino porque si fuesen capaces de lágrimas, su
y acabada en todo género de virtud, como fué la suya, conforme caridad les hiciera llorar con los que lloraban, habiendo tan justa
á lo que se dice en el libro de los Cantares 1, que las manos y de­ causa para llorar. ¡Oh ángeles de paz! Alcanzadme que llore con
dos de la esposa estaban llenos de mirra escogidísima, signifi­ amargura la muerte de mi Señor, y que con lágrimas de mi co­
cando con esto que los que se unen con Cristo por amor han de razón acompañe á los que lloran, pues yo he sido la causa de
traer siempre en su cuerpo, como el Apóstols, la mortificación de ponerle en tal figura que mueva á todos á llorar. ¡ Oh alma mía!
Cristo Jesús. Hecha esta unción, envolvieron el sagrado cuerpo Acompaña con compasiva amargura á esta Madre desolada que

* Cant., v , 5. —- 1 II Cor., iv, 10. ' Luc., v il , 13. — »Jonae, 11, i . — } Isai., x x x m , 7.
77 2 Serie segunda.— Pasión de Jesucristo. M ed. 7 0 . — Entierro y sepultura de Cristo. 773
ve llevar á su Hijo al sepulcro. ¿No has sido tú la causa de su ha de ser de limosna: la sábana en que es envuelto, la mirra con
tristeza? ¿Nohas aumentado sus dolores con la ingratitud? ¿Qué que es ungido, el sudario que cubre su cabeza y el sepulcro en
debes hacer para consolarla? que es enterrado. ¡Con qué devoción tan generosa y con qué
P a n t o 3.° J e sú s f u é sepu ltado en un sepulcro nuevo.— caridad tan espléndida ungen los dos santos varones y honran
Cerca del lugar donde Jesús fué crucificado había un huerto, y al cuerpo de su divino Maestro 1 No sienten gastar en él las cien
en él estaba un sepulcro nuevo, cavado en la peña, donde ninguno libras de ungüento que han traído, hasta dejarle del todo empa­
había sido enterrado; allí pusieron el cuerpo de Jesús, y José pado. Contempla ya la devota y fúnebre procesión que forman
puso una gran piedra á la puerta del sepulcro Considera sobre los ángeles del cielo, los piadosos varones que llevan las andas
esto las propiedades del sepulcro que Cristo escogió para sí, y las devotas mujeres que le van acompañando, y rodeando
tomándoselo á José, que le había labrado. L a primera, estaba en y consolando á su afligida Madre. Únete en espíritu con esta triste
un huerto; porque como el primer Adán pecó en un huerto, y allí procesión, llorando, ya las penas y muerte de Jesús, ya la
incurrió en la pena de muerte, quiso el segundo Adán llorar este desolación de su Madre, ya, sobre todo, los pecados que cometis­
pecado en otro huerto, y en otro ser sepultado, para librarle del te, que fueron parte de la causa de procesión tan lastimosa. Por
pecado y de la muerte. L a segunda, era nuevo, porque siendo fin, Jesús es sepultado en un huerto, y en un sepulcro nuevo y
este Señor el nuevo Adán y hombre nuevo, no había de escoger cavado á fuerza de picos; humillándose hasta las inferiores
para su cuerpo sino sepulcro nuevo; así como cuando entró en partes de la tierra, para elevarse después hasta lo más empi­
el mundo escogió para su cuerpo el seno de la V irgen, que era nado del cielo. ¿ Deseamos nosotros seguir á Cristo en la gloria?
como sepulcro, pero nuevo, en quien ninguno había sido puesto, ¿Procuramos imitarle en la pobreza, humildad y demás virtudes?
porque siempre fué Virgen, huerto cerrado J, y morada de sólo ¿Cómo, cuándo y en qué cosas podemos y debemos imitarle? Me­
Cristo, en quien no tuvo parte su esposo José, como ni estotro la ditémoslo con reflexión; y, resueltos á hacerlo, propongamos
tuvo en el sepulcro que para sí había labrado. L a tercera, es­ muy particularmente lo que nos conviene evitar y practicar; ore­
taba cavado en piedra ó peña, á fuerza de picos que la hendieron, mos con grande fervor, pidiendo la gracia que nos es necesaria
para significar que'había de ser sepultado en él la piedra viva para cumplir nuestros propósitos, y un eficaz socorro en todas
Cristo, labrado con picos de trabajos. En este sepulcro pusieron nuestras necesidades.
aquel santísimo cuerpo de Jesús, humillándose el que está so­
bre los cielos á ser puesto debajo la tierra entre los muertos.
«Pusiéronme, dice por David >, en el lago inferior, en las tinie­
blas y en la sombra de la muerte». Esto ordenó el Señor para
libramos del lago inferior del infierno, de las tinieblas de la
ignorancia y de la sombra de la muerte, que es el pecado, por­
que consigo sepultó los vicios del mundo, para que en virtud de
su muerte quedasen muertos p ara siempre. ¡ Oh sepulcro de Dios!
Verdaderamente eres glorioso4, porque dentro de ti encierras al
que es resplandor del Eterno Padre, gloria de los ángeles,
honra del mundo, salud y vida de los hombres. Libradnos, ¡ oh
divino Jesús!, por este sepulcro dél obscuro lago del infierno, y
de la mortal sombra del pecado; admitidnos dentro de él, para
que muramos y seamos sepultados por el que lo filé por nos­
otros ». ¿Deseamos imitar la humillación de Jesús ? ¿L e ofrece­
mos en la comunión nuestro corazón como sepulcro nuevo ó re­
novado?
E p ilo g o y co loq u ios.. ¡ Cuán extremada es la pobreza de
Cristo! Para envolver su cuerpo no tiene una sábana, y para
cubrir su cabeza carece de un pobre sudario; por lo cual todo

• Marc. , xv, 46; Joan., xix , 41. — * C a n t., iv , 12. — 5 Psalm. lxxxvu , 7-
* Isa»., xi, 10. — » Rom., v i, 4.
M ed. /.*— Elección y predestinación de M arta. 775
mana naturaleza, levantando un varón á la infinita dignidad de
Hijo natural de Dios, y una mujer á la dignidad de Madre de
Dios, que también en algún modo es infinita. Además, como
nuestra perdición comenzó por un hombre y una mujer, así quiso
TER CER A SERIE que nuestra redención tuviese principio de otro hombre y de otra
mujer. La cual, siendo Madre del Redentor, fuese también Ma­
dre y abogada de los pecadores, á la cual acudiesen confiada­
mente los que, temerosos de su justicia, no osasen acudir á Él.
Considera luego cómo la Santísima Trinidad, entre innumerables
MEDITACIONES SOBRE LA VIDA Y MISTERIOS DE MARÍA SANTÍSIMA. mujeres que vió en su eternidad, puso los ojos graciosamente en
la Virgen, la escogió para ser Madre del Verbo encarnado y SU
cooperadora en la redención del mundo, Madre y abogada de los
A d v e r t e n c i a . D esp erta r y a v iv a r en el corazón del cris­
hombres, y á quien el mismo Dios en cuanto hombre se sujetase
tia n o que se dediqu e a l ejercicio santo de la m ed ita ció n , la
y obedeciese '. Esta elección, como dicen los santos Padres*, fué
devoción f ilia l y am or tiern o á la V irgen Inm acu lada Ma­
la raíz de las otras grandezas de esta Señora; y de ello tuvo siem­
r ía ; ta l es el objeto de la serie de m editacion es que aquí co­
pre grande estima y agradecimiento, viendo que había sido de
m ienza. S i se discu rre un m om ento acerca de la excelencia,
pura gracia y sin merecimientos suyos; porque como Dios la es­
u tilid a d , necesidad y equ idad de esta devoción, se deducirá
cogió para ser Madre suya, pudiera escoger á otras muchas mu­
fá cilm e n te la im portan cia de esta serie tercera. jeres , y hacer tales como á Ella. Pero tú has de gozarte de que
En cuarenta m editaciones está d istrib u id a la v id a de la le cupiese esta buena suerte, y darla el parabién de ella, dicién-
V irgen S a n tísim a, su s p rin cip a les v irtu d e s y los títu los m ás dola: ¡Oh Virgen Santísima! Gózome de que hayáis sido escogi­
poderosos que la hacen acreedora á todos nuestros obsequios
da para dignidad tan soberana como es ser Madre del mismo de
y estim ación. No podem os m enos de recom endar con toda efi­ quien sois hija. Y pues con esta dignidad os dan también ser
cacia á aquellos cristian os que aspiran á la perfección, á que
Madre y abogada de los pecadores, mostraos ser Madre nuestra,
escojan de esta serie la m editación de cada sábado, d ía espe­ en favorecernos, y abogad por nosotros, para que seamos dig­
cialm ente consagrado á la V irgen, y la de la s prin cip a les f e s ­ nos hijos de quien V os sois Madre.
tiv id a d e s de esta Señora d isem in a d a s p o r todo el decurso del P u n to S.° D ios escogió á M aría p a r a s e r la c ria tu ra m á s
año. Sin d u d a , con esta pia d o sa p rá c tic a crecerá en ellos el
perfecta.—Luego has de considerar cómo Dios nuestro Señor,
am or á M aría, y se harán dignos de especial y notable re­ en su eternidad, escogiendo á esta Señora para ser Madre suya,
compensa.
juntamente la escogió para ser vaso excelentísimo de misericor­
dia, en quien depositase todas las grandezas de gracia y gloria
1.a— ELECCIÓN Y PREDESTINACIÓN DE MARÍA. que convenían á Madre de tal Hijo; y por consiguiente las ma­
yores que se concediesen á pura criatura. Por esto se dice de Ella
P reludio i .* María fui elegida para Madre de Dios, y predestinada para que filete que es escogida como el sol >, porque como el sol es único y sin­
santa, pura i inmaculada. gular en sus excelencias entre todas las estrellas, así la Virgen
P reludio 2.° Representémonos á Dios mirando á la Virgen y diciendo: « Yo elegi y
fué escogida para ser única y singularísima en los dones de gra­
santifiqué este tabernáculo »,
cia entre todas las puras criaturas, de modo que ninguna la igua­
P reludio 3.» Pidamos la gracia de saber agradecer esta eleceidn de María ¿ imitar tu
santidad y pureza. lase en ellas. De Ella puede decirse con eminencia sobre todos
los santos, lo que dice el Apóstol •*, que fueron«elegidos para
P o n to l.° P o r qué quiso D ios ten er M adre, a l encarnar­ que fuesen santos é inmaculados en su presencia por la caridad».
se.—Considera cómo, habiendo determinado Dios de hacerse Fué escogida para ser santa con todos los grados de santidad, y
hombre, aunque hubiera podido tomar cuerpo de varón perfecto en todo género de gracias y virtudes que se habian de dar á las
demás criaturas, y con mucha mayor excelencia que á ellas.
como el de Adán, no quiso sino nacer de m ujer' y tener Madre
Porque, como dice san Jerónimo, las gracias que están reparti­
como los demás hombres. Quería la divina Bondad, tan amiga
das en’los demás santos, todas juntas con gran plenitud se dieron
de comunicarse á sus criaturas, honrar los dos sexos de la hu­
> Luc., ii, 5 1 . — a V id e S u á r e t . — > Cant., v i, 9, — 4 Ephes., i , 4.
Calat,, i v , 4 : S . Thom .
77 6 Serie tercera. — D e la Virgen Santísim a.
M ed. /.*— Elección y predestinación de M aría. 777
á María, porque había de n acer de Ella el Autor de todas las
que se han dicho, y por abogada para que te las alcance de su
gracias, Cristo Jesús, el cu al, como santo de los santos, quiso Hijo, procurando de tu parte hacer cierta tu vocación y elección
santificar á la que había de ser s u tabernáculo ', para que entre con buenas obras. ¡Oh Virgen soberana! Gózome de que seáis
las puras criaturas fuese como santa de las santas, superior á escogida como el sol, en quien no hubiese obscuridad de culpa,
todas en santidad. Fué también escogida para ser pura y sin sino grande resplandor de gracia, y después esclarecida lumbre
mancilla, con todos los grados de pureza que se pueden hallar de gloria, excediendo á los demás santos como el sol á las es­
en pura criatura, sin que tu viese mancha de culpa ni rastro de trellas. Haced conmigo oficio de sol, alumbrando mis tinieblas,
ella, porque, como dicesan Anselm o, convenía que la Virgen para que sea puro y resplandeciente como estrella del firmamen­
resplandeciese con tal p u re za . q u e , después de Dios, no la to, luciendo en perpetuas eternidades. ¡Oh Dios eterno, por cuya
hubiese mayor, por cuanto h ab ía de ser Madre del que es la caridad sin nuestros merecimientos fuimos escogidos para ser
misma pureza; el cual, como e n cuanto Dios tiene Padre puro limpios y santos en vuestra presencia! Gracias os doy por haber
3r limpio de todo pecado por s u divina esencia, así, en cuanto escogido á esta V irgen con elección tan soberana, y por ella os
hombre, quería tener Madre p u ra y limpia, con semejante pu­ suplico limpiéis mi alma de sus culpas y la adornéis con vuestras
reza, por especial gracia, p a r a que la Madre de la tierra se virtudes para que viva siempre en vuestra presencia y alcáncela
pareciese también al Padre del cielo. Gracias os doy, Redentor vida eterna.
amabilísimo, por las admirables prerrogativas que habéis conce­ E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán gloriosa es para María la
dido á vuestra Madre, haciéndola más pura que á los mismos elección que de Ella hizo Dios para que fuese Madre de su Hijo!
ángeles y muy superior á todos ellos en gracia y santidad. Y pues Habiendo dispuesto nacer de mujer con el fin de honrar á los dos
es voluntad vuestra que los h ijo s imiten las virtudes de sus pa­ sexos de la naturaleza hamanay para que entrambos concurrie­
dres , haced que yo imite la santidad y perfección de María y me­ sen á su reparación como habían concurrido á su perdición, en­
rezca participar de su gloria. tre todas las hijas de Adán fué escogida María, nuestra santísi­
P u n to 3.° Escogió D ios d M aría p a ra ser perfecta delante ma Madre, para tal dignidad. ¡Qué honor! ¡Qué gloria! El efecto
de É l.—'Lo tercero que debes considerar es que María fué esco­ inmediato de tal elección fué hacerla más pura que los ángeles,
gida para ser santa y sin m ácula, no como quiera, sino en la más resplandeciente que el sol, más hermosa que todas las otras
presencia de D ios; esto es, p a ra que con santidad y pureza no criaturas, adornándola de aquellos carismas y dones que pue­
fingida, sino verdadera, no exterior solamente, sino también in­ den engrandecer á una pura criatura. Desde aquel momento Ma­
terior, anduviese en la presencia de Dios; así en la presencia de ría está presente á Dios nuestro Señor, el cual, movido de su
su divinidad, mirándole y agradándole en todas sus obras, como caridad infinita, va trazando en su alma benditísima todas las
fiel hija, como también en la presencia de Dios humanado, re­ perfecciones que distribuye entre los demás seres. Y luego que
galándole y sirviéndole como m adre, amándole por ambos títu­ aparece en el mundo, Ella tampoco pierde de vista ni un solo
los con encendidísima caridad, y allegando contales servicios instante á su amado, sirviéndole con caridad encendida, regalán­
innumerables y muy esclarecidos merecimientos, por los cuales dole con maternal ternura, permaneciendo en su presencia con
le comunicase después su am orosa presencia y clara vista con amor inefable. ¡Oh! ¡Que enseñanzas tan provechosas y prácticas
mayor excelencia de gloria q u e á todos los demás escogidos. nos da esta elección de María! Dios la escoge por Madre, y nos- -
Todo lo cual procedió de la infinita caridad con que la santí­ otros ¿no la honraremos, amaremos y obedeceremos como á tal?
sima Trinidad la amó sobre todos, y la predestinó para tanta Así como escogió á María para que fuese pura, santa é inmacula­
gloria. E l Padre, porque había d e ser Madre de su propio Hijo. El da en su presencia, también hemos sido escogidos nosotros. ¿Bus­
Hijo, porque había de ser su propia Madre. Y el Espíritu Santo, camos esta pureza, santidad, fidelidad á sus mandatos, asidui­
porque había de obrar en E lla la concepción de este Hijo, Dios dad en su presencia? Pensémoslo, resolvamos la enmienda con
y hombre verdadero. Este es e l fin de la elección y predestina­ los propósitos oportunos. Pidamos por las demás necesidades.
ción de la V irgen, por la cual h a s de alabar á la Santísima Trini­
dad, y gozarte de la gloría que d e aquí resulta á la que tienes por
Madre. Y pues Dios nuestro S eñ o r también te ha llamado para
ser santo y sin mancilla en su presencia, has de tomar á la Vir­
gen por dechado de todo esto ; para imitarla en las tres cosas*

* Psahn. xlv , 5 .
778 Serte tercera.— D e la Virgen Santísim a.
M ed. 2 * — Inm aculada Concepción de M arta. 779
cometidas, y preservándome de las que puedo cometer, con tan
2.a — INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. grande horror al pecado, que ni por un instante quiera estar
en ellas.Mira, ¡oh cristiano!, si abrigas tales sentimientos.
P a n t o 3.° M aria en su Concepción f u é lib re d e la concu­
Preludio i .» Maria en su concepción fué limpia de pecado, libre de la rebeldía de la piscencia y confirm ada en g ra cia .—Considera aquí el segundo
carne, confirmada en gracia y llena de virtudes. privilegio de María en su Concepción, que fué quitarla el fo m e s
P reludio 2.« Represéntate al Seftor contemplando á Maña y dicténdola: «Eres tuda peccati, la raíz, semilla y cebo del pecado, que es la rebeldía
hermosas. de la carne contra el espíritu, y de la sensualidad contra la razón,
P reludio 3.« Pide la gracia de conocer la excelencia de los privilegios concedidos á
para que la casa de su alma, con todos sus moradores, que son
María, y de imitarla^cuanto te sea posible en lo relativo í ellos.
las potencias, tuviese perpetua paz y concordia, porque había de
ser morada del Príncipe de la paz, cuya habitación, como dice
P a n t o l.° M aria en su Concepción f u é lim p ia de pecado. David es en la misma paz. De suerte, que esta Señora nunca
—Considera cómo, entre los muchos privilegios que Dios nuestro sintió la guerra interior que todos sentimos y gemimos, porque
Señor concedió á la que había de ser su Madre en el instante de su carne no codiciaba contra el espíritu, ni el espíritu hallaba
ser concebida, el primero fué preservarla de la culpa original en dificultad en gobernar la carne *: la ley de los apetitos no contra­
que había de caer por ser hija de Adán, santificando su alma en decía la ley de la razón, ni la razón tenía trabajo en domar las
el primer instante de su creación, cuando la juntó con el cuerpo. pasiones de los apetitos; antes con sumo gusto se unían y concor­
De modo que, como Dios en un mismo instante dió al sol el ser y daban en sujetarse á la le y »eterna de su Dios. ¡ Era el templo de
Salomón, que se estaba edificando sin estrépito ni ruido! ¡Qué
la luz, y á los ándeles y á los primeros padres Adán y Eva dió
juntamente la naturaleza y la gracia, así en un mismo instante gloria para María! Pero no fué menos glorioso el tercer privile­
gio, por el cual quedó confirmada en gracia con un modo singu­
crió y santificó el alma de la Virgen, y la hizo escogida como el
larísimo, de tal suerte, que por todo el tiempo de su vida nunca
so l, sin que la tocasen las tinieblas del pecado. Pondera cómo,
pecase actualmente ni por obra, ni por palabra, ni por pensa­
viniendo Cristo nuestro Señor al mundo para redimir á los hom­
miento alguno, asistiendo nuestro Señor con particular providen­
bres y librarlos de toda culpa, especialmente de la original, y
cia con Ella en todas sus obras, para que todas fuesen obras glo­
pudiendo hacer esto de dos maneras, ó sacándolos de la culpa
riosas y puras con los tres grados que hay de pureza, esto es, sin
después de haber caído en ella, ó preservándolos de caer, quiso
mancha de pecado mortal, sin ruga de pecado venial, y sin imper­
usar de este segundo modo con la que había de ser su Madre, ya
fección alguna, dejando, no solamente lo malo, sino lo imperfecto
por ser el más excelente y por resplandecer en él más la omni­
y menos bueno, escogiendo siempre lo que tenía por mejor, y
potencia y misericordia del Redentor, ya para honrar á aquella
estampando en cada obra la gloriosa pureza que tiene la Iglesia
Señora, preservándola de la infamia y miseria de la culpa, y
triunfante. ¡ Oh Dios eterno *, que santificasteis el tabernáculo de
hermoseándola con su gracia, de modo que la Madre fuese se­
vuestra Madre de tal manera, que la librasteis de las luchas intes­
mejante al Hijo en la pureza, siendo los dos concebidos sin peca­
tinas que todos sentimos, y asististeis sin mudanza en medio de
do, Él por derecho, y Ella por privilegio; Él como Redentor del
ella, madrugando cada día muy de mañana para ayudarle en
mundo, y Ella como ayudadora en la obra de la redención. ¡Oh
todas las obras que hacía. Santificad también mi alma; conce­
Hijo de Dios vivo, que os hicisteis hombre, naciendo de la Vir­
dedla fortaleza para resistir á los apetitos desordenados; asistid
gen, por hacer una Iglesia gloriosa, sin mancha ni ruga, ni otra
con ella, previniéndome con vuestra gracia para que mis obras
imperfección11 Gracias os doy por haber querido que vuestra
1 sean puras, sin mancha ni ruga ni cosa que os desagrade. ¿Qué
Madre, por especial gracia, gozase desde su Concepción la lim­
nos conviene hacer y proponer para eso?
pieza de culpa que los demás escogidos alcanzan en la gloria. ¡Oh P a n to 3.® M aria en su Concepción f u é llena d e g ra c ia y
Madre gloriosísima! Gózome de la pureza con que entráis en el de virtu des.—Considera últimamente el cuarto privilegio de Ma­
mundo, resplandeciendo con la luz de la gracia, como entró ría en su Concepción, que fué llenarla en aquel instante de gracia
vuestro Hijo, el Sol de justicia. Y pues tal favor os concedió mi y caridad y de las otras virtudes y dones del Espíritu Santo, con
Redentor, para que le ayudéis en su oficio, suplicadle me apli­ tanta abundancia y plenitud, que excedía á los ángeles y serafines
que su redención con excelencia, perdonándome las culpas del ciélo, para que fuese digna Madre de Dios y digna reina de

> Ephes., v , 27. >Pialm. Lxxv, 3. — 1 Galat., v, 17. — 3 Rom., vil, 22. — 4 Psalm.'xLV, 5.
780 Serie tercera.— D e la Virgen Santísima. M ed. y .*— Nacimiento de la Virgen Santísim a. 78«

las jerarquías angélicas, haciéndola tanto m ejor' y más santa humilde doncellita, aun antes de nacer, le aplastaba valerosa su
que ellos, cuanto era mejor el nombre que pensaba darla de Ma­ altiva y orgullosa cabeza! Y tú, ¿qué sientes? ¿Qué afectos des­
dre, que el que ellos tenían de siervos y ministros de su casa: de pierta en tu alma la Concepción inmaculada de María? Tu Ma­
suerte que la Virgen comenzó su carrera por donde los ángeles dre limpia de toda mancha, ¿y tú, no te apartarás de la culpa?
acabaron la suya; y estando en la tierra, tenia más grados de Ella confirmada en gracia,¿y tú arrojarás voluntariamente de ti
santidad que los que vivían en el cielo, sacando lo que es propio la que el Señor te ha concedido? E lla, llena de virtudes, ¿y tú no
de aquel estado; cumpliéndose en Ella lo que dice David * de la trabajarás para obtenerlas? Confúndete, resuelve, pide gracia
ciudad de Dios, que sus fundamentos son sobre los montes altos, para que sean eficaces tus resoluciones y por las demás necesi­
porque los principios de su vida fueron más empinados en santi­ dades.
dad que la cumbre donde llegaron los grandes santos de la Igle
sia. ¡Oh, qué contento recibiría la Santísima Trinidad mirando 3.a— NACIMIENTO DE LA VIR0EN SANTÍSIMA
la excelencia de esta Niñal El Padre Eterno se holgaría de tener
tal Hija. El Hijo de Dios se alegraría viendo tan bella y agracia­ Preludio i .» En el nacimiento de Mará tenemos poderosos motivos que despiertan
da á la que había de ser su Madre. El Espíritu Santo se regocijaría nuestro gozo, excitanU confianza y aseguran la salvacióo.
en tener tal Esposa, y todos tres entraron en Ella por gracia, y Preludio 2.« Representémonos á Mará recién nacida, contemplándola alborozados los
ángeles, y mirándola el mismo Dios.
moraban en Ella con sumo gozo. ¡Oh ángeles del cielo que ado­
P reludio } .• Pidamos al Señor el ser agradecidos al (avor que nos ha dispensado en d
rasteis después al Hijo de Dios cuando entró en el mundo! Venid
á reverenciar en este punto á la que ha de ser su Madre y vues­
tra Reina ¡Oh Reina de los ángeles! Desde ahora os saludo en el
seno de vuestra madre con las palabras que después os dirá el P trato l.° E l n a cim ien to d e M aría f u é m otivo d e gozo
ángel san G abriel: Dios te salve, llena de gracia, el Sefior está u n iversa l.— Considera cómo, cumplidos nueve meses después
contigo; bendita tú entre las mujeres, porque en el primer ins­ de la Concepción de la V irgen, nació en la casa de sus padres,
tante de tu Concepción hallaste gracia delante de Dios sobre para gozo de todo el mundo, como dice la Iglesia. Pondera ante
todas ellas. Pedidle, Señora, que limpie mi espíritu, enfrene mi todo el gozo de la Santísima Trinidad, viendo nacida esta Niña
carne, modere mis pasiones, y me llene de su gracia, para que tan querida suya, por la cual pensaba obrar cosas tan gloriosas:
comience á servirle con gran fervor y perseverancia hasta que el Padre se gozó al ver tan hermosa y agraciada á esta su Hija
alcance la corona. Piensa cómo has de lograr tales bienes. predilecta; el Hijo se gozó viendo en el mundo á aquella de quien
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán excelentes y preciosos fue­ había de recibir la humanidad y á quien había de tener por Madre;
ron los privilegios concedidos á la Virgen santísima en el pri­ y el Espíritu Santo se alegró también al ver nacida á aquella su
mer instante de su inmaculada Concepción! Preservada de la tierna Esposa, en la cual había de obrar tales misterios. Mira en
culpa original en que incurren todos los hijos de Adán pecador; especial el alborozo santo de los ángeles con que se apresuraron
libre del fomes del pecado, sin sentir en sí misma la guerra y á reverenciar á la que reconocían por su Reina. Pero, ¿quién
lucha intestina que hace gemir á todos los mortales; confirmada podrá comprender el gozo santo que inundaría á los padres de
en gracia, de tal modo que jamás consintiera en la menor y más esta Niña, habiéndola deseado por tantos años tan intensamente,
insignificante falta deliberada ni indeliberada; llena de gracias y y habiéndola pedido á Dios con tal fervor? ¿Quién puede dudar
virtudes sobre todos los ángeles y santos: tales fueron los ricos que el Señor comunicaría también en este día especial gozo á los
dones que recibió María en él primer momento de su ser. ¡Qué justos de la tierra y á los padres del limbo, como pronóstico del
gloria para nuestra dulcísima Madre! ¡Qué honor,para nosotros que recibirían con la venida de Dios al mundo, cuya madre ha­
tener una Madre tan honrada y glorificada por el mismo Dios! bía de ser aquella Niña? Si la aurora cuando nace, causa cierto
¡ Qué contento tendría la misma Trinidad al contemplar esta obra modo de gozo y alivio en los vivientes, como señal del naci­
de sus manos, cuya perfección tanto superaba á todas las demás miento del sol; y si muchos se gozaron en la natividad de san
que había creado! ¡Qué alegría para los ángeles, viendo que el Juan B a u tista p o rq u e era lucero y precursor de Cristo, mu­
imperio del demonio comenzaba ya á derrumbarse en el mundo chos más, sin comparación, se holgarían con el nacimiento de la
y se echaban ya los gloriosos y sólidos fundamentos de la ciudad Virgen que había de ser su Madre, y la que nos había de traer el
de Dios! ¡Qué rabia para el enemigo capital, al sentir que una divino Sol de justicia. Con esta consideración debes moverte á

• Luc., 1,14 .
as
■ H«br., 1 ,4 . — * Psalm. u n * , %.
780 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. ).* — Nacim iento de la Virgen Santísim a. 781

las jerarquías angélicas, haciéndola tanto m ejor1 y más santa humilde doncelüta, aun antes de nacer, le aplastaba valerosa su
que ellos, cuanto era mejor el nombre que pensaba darla de Ma­ altiva y orgullosa cabeza! Y tú, ¿qué sientes? ¿Qué afectos des­
dre, que el que ellos tenían de siervos y ministros de su casa: de pierta en tu alma la Concepción inmaculada de María? Tu Ma­
suerte que la Virgen comenzó su carrera por donde los ángeles dre limpia de toda mancha, ¿y tú, no te apartarás de la culpa?
acabaron la suya; y estando en la tierra, tenía más grados de Ella confirmada en gracia, ¿y tú arrojarás voluntariamente de ti
santidad que los que vivían en el cielo, sacando lo que es propio la que el Señor te ha concedido? E lla, llena de virtudes, ¿y tú no
de aquel estado; cumpliéndose en Ella lo que dice David * de la trabajarás para obtenerlas?Confúndete, resuelve, pide gracia
ciudad de Dios, que sus fundamentos son sobre los montes altos, para que sean eficaces tus resoluciones y por las demás necesi­
porque los principios de su vida fueron más empinados en santi­ dades.
dad que la cumbre donde llegaron los grandes santos de la Igle­
sia. ¡Oh, qué contento recibiría la Santísima Trinidad mirando 3.a - NACIMIENTO DE LA VIRGEN SANTÍSIMA.
la excelencia de esta Niña! El Padre Eterno se holgaría de tener
tal Hija. El Hijo de Dios se alegraría viendo tan bella y agracia­ Preludio i .» En el nacimiento de María tenemos poderosos motivos que despiertan
da á la que había de ser su Madre. El Espíritu Santo se regocijaría nuestro gozo, excitan la confianza y aseguran la salvación.
en tener tal Esposa, y todos tres entraron en Ella por gracia, y Preludio 2.* Representémonos á María recién nacida, contemplándola alborozados los
ángeles, y mirándola el mismo Dios.
moraban en Ella con sumo gozo. ¡Oh ángeles del cielo que ado­
Preludio 3.» Pidamos al Señor el ser agradecidos al favor que nos ha dispensado en el
rasteis después al Hijo de Dios cuando entró en el mundo! Venid
nacimiento de María.
á reverenciar en este punto á la que ha de ser su Madre y vues­
tra Reina ¡Oh Reina de los ángeles! Desde ahora os saludo en el
seno de vuéstra madre con las palabras que después os dirá el P u n t o l.° E l n acim ien to d e M aría f u é m otivo d e gozo
ángel san G abriel: Dios te salve, llena de gracia, el Señor está u n iversal. — Considera cómo, cumplidos nueve meses después
contigo; bendita tú entre las mujeres, porque en el primer ins­ de la Concepción de la V irgen, nació en la casa de sus padres,
tante de tu Concepción hallaste gracia delante de Dios sobre para gozo de todo el mundo, como dice la Iglesia. Fondera ante
todas ellas. Pedidle, Señora, que limpie mi espíritu, enfrene mi todo el gozo de la Santísima Trinidad, viendo nacida esta Niña
carne, modere mis pasiones, y me llene de su gracia, para que tan querida suya, por la cual pensaba obrar cosas tan gloriosas:
comience á servirle con gran fervor y perseverancia hasta que el Padre se gozó al ver tan hermosa y agraciada á esta su Hija
alcance la corona. Piensa cómo has de lograr tales bienes. predilecta; él Hijo se gozó viendo en el mundo á aquella de quien
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán excelentes y preciosos fue­ había de recibir la humanidad y á quien había de tener por Madre;
ron los privilegios concedidos á la Virgen santísima en el pri­ y el Espíritu Santo se alegró también al ver nacida á aquella su
mer instante de su inmaculada Concepción! Preservada de la tierna Esposa, en la cual había de obrar tales misterios. Mira en
culpa original en que incurren todos los hijos de Adán pecador; especial el alborozo santo de los ángeles con que se apresuraron
libre del fomes del pecado, sin sentir en sí misma la guerra y á reverenciar á la que reconocían por su Reina. Pero, ¿quién
lucha intestina que hace gemir á todos los mortales; confirmada podrá comprender el gozo santo que inundaría á los padres de
en gracia, de tal modo que jamás consintiera en la menor y más esta Niña, habiéndola deseado por tantos años tan intensamente,
insignificante falta deliberada ni indeliberada; llena de gracias y y habiéndola pedido á Dios con tal fervor? ¿Quién puede dudar
virtudes sobre todos los ángeles y santos: tales fueron los ricos que el Señor comunicaría también en este día especial gozo á los
dones que recibió María en el primer momento de su ser. ¡Qué justos de la tierra y á los padres del limbo, como pronóstico del
gloria para nuestra dulcísima Madre! ¡Qué honor,para nosotros que recibirían con la venida de Dios al mundo, cuya madre ha­
tener una Madre tan honrada y glorificada por el mismo Dios! bía de ser aquella Niña? Si la aurora cuando nace, causa cierto
¡Qué contento tendría la misma Trinidad al contemplar esta obra modo de gozo y alivio en los vivientes, como señal del naci­
de sus manos, cuya perfección tanto superaba á todas las demás miento del sol; y si muchos se gozaron en la natividad de san
que había creado! ¡Qué alegría para los ángeles, viendo que el Juan Bautista ', porque era lucero y precursor de Cristo, mu­
imperio del demonio comenzaba ya á derrumbarse en el mundo chos más, sin comparación, se holgarían con el nacimiento de la
y se echaban ya los gloriosos y sólidos fundamentos de la ciudad Virgen que había de ser su Madre, y la que nos había de traer el
de Dios! ¡Qué rabia para el enemigo capital, al sentir que una divino Sol de justicia. Con esta consideración debes moverte á

>Hebr., 1,4. — * Psalm. lxxxv , 2. > Luc., 1, 14. as


782 Serie tercera.— De la Virgen Santísim a. M ed. — Nacimiento de la Virgen Santísim a. 783

afectos de gozo, participando de la alegría universal con que es cesitas. ¿Qué sientes en tu corazón? ¿Cuáles son las gracias y
saludado el nacimiento de M aría: da el parabién á sus afortuna­ virtudes que más falta te hacen?
dos padres, que la reciben en sus brazos, y á la Santísima Trini­ P a u t o 3.° E l nacim ien to de M aría en el a lm a es señ a l
dad, que la ha criado. ¡Oh Trinidad beatísima! Sea para bien el de predestin ación .—Considera cómo el alma en quien nace la
nacimiento de esta querida vu estra; repartid conmigo el gozo devoción á María, tiene una señal muy clara y segura de ser
que dais á otros, pues también nace para mí. ¡Oh alma mía! predestinada para el cielo. A sí como el nacimiento de María fué
¿Qué sientes? Si los pueblos se alegran y celebran con regocijo para el mundo en general una prenda segura de su salvación y
el nacimiento de sus príncipes, ¿cómo es que tú nada sientes en un indicio claro de que presto sería iluminado por el verdadero
el de María? ¿ Acaso es que no la reconoces y veneras como á Sol de justicia, del mismo modo, cuando la devoción á esta Se­
R eina, ó no quieres ser su vasallo? ñora nace en un alma, tiene ésta una prueba cierta de que pronto
P n n t o 2 .° E l n acim ien to de M aría es m otivo de confian­ será iluminada con la gracia divina, y si va creciendo en la mis­
z a .—Considera cómo el nacimiento de María debe despertar en ma devoción, y persevera en ella, es indudable, según asegura
tu corazón la confianza de obtener abundantes gracias del cielo. san Anselmo, que está predestinada para el cielo. Pondera cómo
Porque si los re y e s de la t ie rra , en el día del nacimiento de su la Virgen negociará para t i, si le eres devoto, los efectos de la
hijo m ayorazgo, hacen gala de conceder gracias y favores muy divina predestinación, disponiéndote para que puedas subir á la
señalados, indultando á unos de las penas á que habían sido con­ gloria. Ella, como Madre, solicitará las inspiraciones del cielo
denados, ennobleciendo á otros con títulos y condecoraciones que te aparten del mal y te induzcan á obrar el bien. Ella te ob­
honrosas, favoreciendo á éstos con cuantiosas limosnas, y libran­ tendrá la vocación de Dios, por medio de la cual,con mayor faci­
do á aquéllos de pesadas cargas, puédese también presumir que lidad y suavidad, puedas cumplir tus deberes. Ella te alcanzará
Dios, en el nacimiento de esta su hija muy amada, querría dis­ la gracia de la justificación, s ite hallas esclavo del pecado; la
pensar dones muy soberanos de su omnipotente misericordia. victoria de las tentaciones, con que te asaltan los enemigos de tu
Pero reflexiona en particular quién es esta Niña benditísima que salvación; la preservación de las caídas, cuando te veas comba*
nace, y cuáles son los oficios que viene á desempeñar. Es la más tido por todas partes y rodeado de escollos; el aumento de los
hermosa de todas las mujeres 1, distinguiéndose entre todas merecimientos por la práctica de las buenas obras, la perseve­
ellas en la pureza, inocencia y limpieza de todo pecado; es la más rancia en la gracia, y, por fin, la corona de la gloría. ¡Dichoso tú,
llena de gracias y virtudes, robando con ellas el corazón de su si eres verdaderamente devoto de esta inmaculada Madre! Mas,
mismo Criador, que la contempla complacido,y atrayéndola ad­ ¡ ay de tí!, si no ha nacido todavía en tu a lm a este generoso senti­
miración de los ángeles, que al verla exclaman *: ¿Quién es miento para con María : te falta una señal muy clara de predes­
Ésta que sube como aurora haciente, hermosa como la luna y tinación. Pues, ¿cómo no lo eres? ¿Qué te conviene hacer para
elegida como el sol? Ella viene para ser tu Reina, tu abogada, serlo? ¡Oh Virgen soberana,, que por mandato de Dios echáis
tu corredentora, tu bondadosa madre y tu esperanza, como dice raíces en los escogidos para el cielo! Echad en mi alma tan hon­
la Iglesia; Ella ha de ser tu fiadora con Dios, según san Agus­ das raíces de vuestra devoción é imitación, que sean prendas de
tín; E lla, tu mediadora con el soberano Mediador, según san mi eterna bienaventuranza. Sea yo de los escogidos para servi-
Bernardo: el remedio de todos tus males, según san Buenaven­ ros y amaros en este mundo; porque cierto estoy que también
tura: tu paz,-tu alegría y tu consuelo, según san Efrén: en fin, tu lo seré para glorificaros en el cielo.
gloria, tu corona y tu vida, en expresión de la santa Iglesia. E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán bien ha dicho la santa Igle­
¿Quién, al considerar tales grandezas, no se animarááconfiar sia que el nacimiento de María causó gozo universal! L a Trini­
que por la intercesión de María ha de. obtener las gracias qúe dad beatísima, los ángeles del cielo, los justos de la tierra, los
desee? ¿Qué podrá negar Dios á esta su Hija predilecta? ¿Qué padres del limbo: todos experimentaron una alegría especial en
dejará de obtener esta Madre poderosa? ¡Oh alma mia! Contem­ este día. Y tú, ¿qué sientes? Los hijos se regocijan al celebrar el
pla agradecida á esta Niña, que nace adornada con todos los cumpleaños de sus padres, y ¿nada siente hoy tu corazón ? ¿Y te
atavíos de las virtudes que brillan en los ángeles, y dispuesta llamas hijo de María? Esta Niña benditísima nace llena de gra­
para ejercitar en favor tuyo el poder que ha recibido del Señor. cia, adornada de virtudes, y aparece en el mundo para hacer los
Póstrate á sus pies, y pídela que te haga participante de aquellas oficios de mediadora, abogada y corredentora, para ser nuestra
gracias, cuya distribución le ha sido confiada, y de que tanto ne- luz, esperanza, consuelo, vida y felicidad sempiterna. ¡Qué con­
fianza debe excitar en nuestro espíritu este nacimiento! ¡ Cómo
« ' Pro»., u n , 29. — > Cant, v i, 9.
ha de desterrar de nuestro corazón los temores, las dudas y las

L
784 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
M ed. 4.*— D ulce nombre de M arta. 785
inquietudes exageradas por, nuestra eterna salvación! ¡Con qué
nifica este nombre I lu str a d a ó ilu stra d o ra , porque recibió de
seguridad de alcanzar cuanto necesitemos, podemos hoy pre­
Dios grande luz de celestial sabiduría, no sólo para sí misma,
sentarnos ante el trono de nuestro Padre celestial! Aliéntate, sino para ilustrar á otros; y así fué Maestra de los Apóstoles y
alma pusilánime. ¿Necesitas virtudes? ¿Deseas humildad?¿Te de los demás fieles. Considerando todo esto, despierta en tu alma
falta castidad? ¿Quisieras más espíritu de mortificación? Por res­ vivos afectos de gozo y confianza y gran devoción al dulce nom­
peto á María, su hija muy amada, el Rey de los cielos despachará bre de María, suplicándola que contigo haga los oficios que sig­
favorablemente tus peticiones. ¿Temes por tu eterna salud? ¿Re­ nifica. ¡Oh Virgen sacratísima! Permitidme que con vivo afecto
celas que tu nombre no está escrito en el libro de la vida ? Si eres de amor y confianza pronuncie é invoque vuestro santo nombre.
devoto de María, no debes temer, porque posees una señal infa­ ¡Oh inmaculada María! Sed para mí estrella del mar, guiándome
lible de predestinación. Si no lo eres, propón cambiar de rumbo, en mis tentaciones y peligros; sed mar de gracias y amarguras,
emprende con decisión este camino, haciendo los convenientes repartiendo conmigo de unas y otras; sed mi Señora gobernán­
propósitos. Pide gracia para cumplirlos, y ruega por las demás dome, mi Maestra enseñándome, mi ilustradora conduciéndome
necesidades. por las sendas de la perfección hasta llegar á la cumbre de ella.
¿Ves tú, alma mía, el tesoro que tienes en el nombre de María?
4.a — DULCE NOMBRE DE MARÍA. ¿No te aprovecharás de él? ¿No sientes de él necesidad?
P u n to 2.° P o d e r d el nom bre d e M ario. — Considera en
P reludio 1.° Represéntate á san Joaquín recibiendo por medio de un ángel el encargo este punto cuán grande es el poder del nombre de María. Puédese
de imponer á su Hija e! nombre de Maria y llamándola con él. decir de él en cierto modo lo que san P ablo' afirma del nombre
P reludio 2.0 Pide á Dios conocimiento de las grandem que encierra, y gracia para de Jesús, que á s u invocación doblan las rodillas los cielos, la
saberle invocar frecuente y devotamente. tierra y el iufiemo. Pondera cómo María ha trocado, según afir­
ma la Iglesia, el nombre de E va, puesto que ha venido á res­
P a n t o l.° Significaciones del nom bre de M aría.—Consi­ taurar lo que aquella había destruido, y á destruirlo edificado
dera cómo, queriendo Dios nuestro Señor declarar las grande­ por la misma. E va se rindió á la serpiente; María la venció y
zas inefables que había depositado en María, escogió este dulce aplastó la cabeza: Eva se sujetó á sus desordenados apetitos;
nombre, que encierra muchas significaciones en diversas len­ María señoreó á los suyos y los tuvo refrenados y sujetos á su
guas, y mandó, á lo que se cree, á un ángel que lo descubriese espíritu: Eva cayó como flaca y nos acarreó la muerte; María
á sus padres. Pondera cómo éste nombre bendito significa Estre­ triunfó como fuerte y nos dió la vida: E v a , alargando ni hombre
lla del m a r 1, porque Maria es lu z, consuelo y guía de los que la fruta vedada, se hizo madre del pecado y atrajo sobre él la ira
navegan en el mar de este mundo, combatidos de muy grandes de Dios; María, dándonos el fruto de vida, ha sido constituida
olas y tempestades, de tentaciones y peligros de condenación, Madre de la gracia y ha atraído sobre la humanidad las bendicio­
los cuales, por las oraciones de la Virgen, con sus ejemplos y nes del cielo: ¡ Cuán bien puedes llamar á María con los dulces y
con los favores que les hace, se alegran y esfuerzan, y atinan honrosos títulos de gloría de Jerusalén, alegría de Israel y honor
con el camino, y llegan al puerto de salvación. Significa, tam­ del pueblo ñel 1 Reflexiona, finalmente, cómo el nombre de María
bién M ar am a rgo, porque María es mar por la inmensidad de puede compararse, como el de su Hijo divino, al aceite derra­
gracias celestiales que abraza dentro de s í, comunicadas por la mado *. Él alumbra las tinieblas de los ignorantes, arrojando ra­
munificencia del que la escogió por Madre; y es amargo, por la yos de luz que descubren las perfecciones de D ios, el camino del
inmensidad de amarguras que padeció en la Pasión de su Hijo, cielo, la práctica de la virtud; él conforta tu espíritu de modo que
porque suele Dios igualar la medida de los regalos y la de los no venga á desfallecer al verse atribulado por las desgracias,
trabajos, y asilo hizo en esta Virgen. Significa también Señora miserias y males de esta vida; él sana las dolencias del alma, ppr
y e n s a lz a d a , porque fué con eminencia Señora de sus potencias más arraigadas que estén y por graves que ellas sean; él rego­
y apetitos, y de su imaginación y sentidos, mandándolos á todos cija el corazón, llenándole de tal dulzura, que hace insípidos
con gran imperio; es Señora de los ángeles y ensalzada sobre todos los deleites del mundo. ¿Creemos en el poder de este nom­
todos ellos, y , ¡qué mucho!, pues, en cierto modo, fué también bre? ¿Por qué no confiamos más en él y no le invocamos con
Señora del mismo Dios, mandándole Ella en cuanto hombre, y más frecuencia? ¡Oh nombre venerable de María, nombre pode­
obedeciéndole Él como Hijo que estaba sujeto1 á su Madre. Sig­ rosísimo, ante el cual se inclinan modestamente los ángeles del

i Num.,xxiv, 17.— *Luc., ii, 51. I Philip.........o. — * Cint, I, a.


50
786 Serie tercera.— De la Virgen Santísim a.
Med. 5 .a— Presentación de la Virgen Santísima. 787
cielo y huyen los demonios al abismo! ¡Nombre eficacísimo, que
ha mudado y cambiado el de nuestra madre Eva, deshaciendo la nombrar á la criatura más poderosa que hay en el cielo y en la
obra queella ejecutó! Y oosalabo y glorifico, y con la mayor con­ tierra, á Aquella que vino á reparar el daño ocasionado por Eva,
fianza os invoco. Sí, María; concededme que este vuestro nombre, á Aquella ante la cual se inclinan los cielos, se postra la tierra y
como precioso aceite, me ilumine, conforte, sane y regocije en tiemblan los infiernos. ¡Oh María! El cristiano qué no invoca este
esta vida y me conduzca hasta la eterna gloria. santo nombre, ó ha perdido la fe, ó es un loco ó un criminal. Es
P a u t o 3 .° Invocación del nom bre de M aria.— Considera un mal hijo que no quiere acordarse’del amor que le profesa la
en este punto cómo te conviene invocar con frecuencia el nombre Madre más tierna; es un insensato que no se interesa por su eterna
de María. Si es propio de un hijo invocar y llamar á su madre, salvación; es un infiel que no reconoce ni admite el poder y el
cuando se halla en algún peligro; si el enfermo llama al médico, tesoro de protección que en él se encierra. ¿Serás tú de éstos?
cuando se siente sorprendido por algún accidente; si el ciego ¿Invocarás del modo debido el nombre de María? ¿Cómo lo
busca quien le dé la mano para preservarse de caer en alguna hiciste hasta hoy ? ¿ Qué propósitos debes hacer para mejorarte?
Hazlos eficaces, pide la gracia para cumplirlos, y ruega también
hoya, tú, hijo de M aría, asaltado de tantos enemigos y puesto en
para que la devoción al nombre de María se aumente, y con
medio de tales escollos, enfermo, con tantas dolencias y ciego,
este aumento vengan al mundo las bendiciones del cielo.
has de invocar á menudo este dulce nombre. Pondera cómo en
todos los siglos han solido los cristianos unir el nombre de María
con el de Jesús, creyendo razonablemente que no debían sepa­ 5.a— PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA.
rarse los nombres de Aquellos que estuvieron inseparablemente
unidos durante su vida m ortal, y que contribuyeron eficazmente Preludio i .« Llamada por Dios, consagróse la .Virgen á su divino servicio en el templo.
á la sa lvació n del mundo, aunque de un modo distinto. ¡Feliz tú, Preludio 2.0 Representémonos á los padres de María presentando á su bija en d
si, im itando á tus padres en la fe, te acostumbras á invocar el templo.
santísimo nombre de M aría, mientras vives sobre la tierra! Este Priludio Pidamos docilidad yobediencia al llamamiento del Seftor.
nombre será tu más poderoso apoyo envida, y en la hora de tu
muerte te llenará de dulce consuelo. En aquel trance espantoso
P a n t o l .° D ios l l a m a d l a Virgen a l re tiro del.tem plo.—
no hay arma tan poderosa para vencer al d em on io, ni medicina
Considera cómo, siendo la Virgen de poca edad, á lo que se cree
más eficaz para combatir los temores exagerados de eterna con­
de sólo tres años, por inspiración deDios, fuépresentada al templo
denación que la invocación devota del nombre de María. Por
por sus padres, para que se dedicase y ocupase allí en el divino
esto la Iglesia exhorta á sus ministros que exciten á ella á los
servicio con otras doncellas que profesában lo mismo. Reflexiona
moribundos á quienes asistan, ofreciendo abundantes indulgen­
que no se movió á abandonar el mundo por librarse de los trabajos
cias , no sólo á los que con los labios lo invoquen, sino también á y penalidades, ni por arrojar de sí la carga de la obediencia á sus
los que, no pudiendo de este modo, lo verifiquen de' deseo y con queridos padres, ni por otro bajo motivo. L a majestad de Dios
el corazón. ¡Oh María! ¡Dichoso el que sin cesar os invoca en fuélaque escogió á esta Niña bienaventurada, y la inspiró este
vida y en la hora de su muerte! Como tierna Madre, no dejaréis recogimiento en el templo, mostrando su providencia paternal
de escucharle, de atenderá sus súplicas, y despachar favora­ con Ella en sacarla del bullicio y tráfago del mundo y traerla á
blemente sus peticiones. ¡Oh alma devota! Invoca á esta dulce su casa y templo, porque había de ser casa donde Él encarnase y
Madre, y Ella te oirá, diciendo al instante: «Aquí estoy para templo vivo donde viviese. Con grande amor la diría al corazón
favorecerte». ¿Cómo lo has hecho hasta ahora? ¿Qué te conviene aquellas palabras del salmo «Oye, hija, y ve: inclina tu oreja
practicar en lo sucesivo? y olvídate de tu pueblo, y de la casa de tu padre, y codiciará el
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán excelente y cuán poderoso es Rey tu hermosura». Oyó la Virgen esta voz é inspiración de
el nombre de María, y cuán eficaz su invocación en vida yen Dios: vió la merced inmensa que en esto le hacía; inclinó su ore­
la hora de la muerte! L a s significaciones más expresivas y ha­ ja á obedecer y cumplir con presteza lo que la mandaba; olvi­
lagüeñas están encerradas en él. Decir Mar ía , es decir Estrella dóse totalmente de su pueblo, y renunció á la casa de su padre
d el m a r , que guía á lo s que van extraviados por el mundo; terreno, por dar gusto al Padre celestial, que la llamó hija;y fué
S eñ ora, que tiene absoluto dominio sobre todas las cosas; Ilu­ tanto lo que con esta nueva obediencia y humildad creció su
m in a d a é ilu m in a d o ra , que despide vivísimos rayos de verdad; hermosura, que el R ey délos cielos y tierra se aficionó á Ella, y
M ar a m a rg o , inmenso por las gracias que posee, por los dolores
que sufre y por los beneficios que dispensa. D ecir María, es « Psalm. x l iv | II.
786 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a.
M ed. 5.*— Presentación de la Virgen Santísim a. 78 7
cielo y huyen los demonios al abismo! ¡Nombre eficacísimo, que
ha mudado y cambiado el de nuestra madre Eva, deshaciendo la nombrar á la criatura más poderosa que hay en el cielo y en la
obra queella ejecutó! Y oosalabo y glorifico, y con la mayor con­ tierra, A Aquella que vino á reparar el daño ocasionado por Eva,
fianza os invoco. Sí, María; concededme que este vuestro nombre, á Aquella ante la cual se inclinan los cielos, se postra la tierra y
como precioso aceite, me ilumine, conforte, sane y regocije en tiemblan los infiernos. ¡Oh María! El cristiano que no invoca este
esta vida y me conduzca hasta la eterna gloria. santo nombre, ó ha perdido la fe, ó es un loco ó un criminal. Es
P u n t o 3 .° Invocación del nom bre de M a ria .— Considera un mal hijo que no quiere acordarse'del amor que le profesa la
en este punto cómo te conviene invocar con frecuencia el nombre Madre más tierna; és un insensato que no se interesa por su eterna
de María. Si es propio de un hijo invocar y llamar á su madre, salvación; es un infiel que no reconoce ni admite el poder y el
cuando se halla en algún peligro; si el enfermo llama al médico, tesoro de protección que en él se encierra. ¿Serás tú de éstos?
cuando se siente sorprendido por algún accidente; si el ciego ¿Invocarás del modo debido el nombre de María? ¿Cómo lo
busca quien le dé la mano para preservarse de caer en alguna hiciste hasta hoy ? ¿Qué propósitos debes hacer para mejorarte?
hoya, tú, hijo de M aría, asaltado de tantos enemigos y puesto en Hazlos eficaces, pide la gracia para cumplirlos, y ruega también
medio de tales escollos, enfermo, con tantas dolencias y ciego, para que la devoción al nombre de María se aumente, y con
has de invocar á menudo este dulce nombre. Pondera cómo en este «aumento vengan al mundo l«as bendiciones del ciclo.
todos los siglos han solido los cristianos unir el nombre de María
con el de Jesús, creyendo razonablemente que no debían sepa­ 5.a—PRESENTACIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA.
rarse los nombres de Aquellos que estuvieron inseparablemente
unidos durante su vida mortal, y que contribuyeron eficazmente Preludio i IJamada por Dios, consagróse la Virgen á su divino servicio «mel tanplo.
A la salvación del mundo, aunque de un modo distinto. ¡Feliz tú, Preludio 2-# Representémonos á los padres de María presentando á su bija en el
si, imitando á tus padres en la fe, te acostumbras á invocar el templo.
santísimo nombre de M aría, mientras vives sobre la tierra! Este Preuutoo j .» Pulamos docilidad y obediencia al llamamiento del Señor.
nombre será tu más poderoso apoyo envida, y en la hora de tu
muerte te llenará de dulce consuelo. En aquel trance espantoso
P a n to l.° D ios l l a m a d l a V irgen a l re tiro del.tem p lo .—
no hay arma tan poderosa para vencer al demonio, ni medicina
Considera cómo, siendo la Virgen de poca edad, á lo que se cree
más eficaz para combatir los temores exagerados de eterna con­
de sólo tres años, por inspiración de Dios, fuépresentada al templo
denación que la invocación devota del nombre de María. Por
por sus padres, para que se dedicase y ocupase allí en el divino
esto la Iglesia exhorta á sus ministros que exciten á ella á los
servicio con otras doncellas que profesaban lo mismo. Reflexiona
moribundos á quienes asistan, ofreciendo abundantes indulgen­
que no se movió á abandonar el mundo por librarsede los trabajos
cias , no sólo á los que con los labios lo invoquen, sino también á
y penalidades, ni por arrojar de sí la carga de la obediencia á sus
los que, no pudiendo de este modo, lo verifiquen de' deseo y con
queridos padres, ni por otro bajo motivo. L a majestad de Dios
el corazón. ¡Oh María! ¡Dichoso el que sin cesar os invoca en
fué laque escogió á esta Niña bienaventurada, y la inspiró este
vida y en la hora de su muerte 1 Como tierna Madre, no dejaréis
recogimiento en el templo, mostrando su providencia paternal
de escucharle, de atender á sus Súplicas, y despachar favora­
con Ella en sacarla del bullicio y tráfago del mundo y traerla á
blemente sus peticiones. ¡Oh alma devota! Invoca á esta dulce
su casa y templo, porque había de ser casa donde Él encarnase y
Madre, y Ella te oirá, diciendo al instante: «Aquí estoy para
templo vivo donde viviese. Con grande amor la diría al corazón
favorecerte». ¿Cómo lo has hecho hasta ahora? ¿Qué te conviene
aquellas palabras del salmo «Oye, hija, y ve: inclina tu oreja
practicar en lo sucesivo ?
y olvídate de tu pueblo, y de la casa de tu padre, y codiciará el
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán excelente y cuán poderoso es
Rey tu hermosura». Oyó la Virgen esta voz é inspiración de
el nom bre de Maria, y cuán eficaz su in vocación envida yen
Dios: vió la merced inmensa que en esto le hacia; inclinó su ore­
la h o ra de la muerte! L a s significaciones más expresivas y ha­ ja á obedecer y cumplir con presteza lo que la mandaba; olvi­
lagüeñas están encerradas en él. Decir M a r í a , es decir Estrella
dóse totalmente de su pueblo, y renunció á la casa de su padre
del m a r, que g u ía A los que van extraviados por el mundo; terreno, por dar gusto al Padre celestial, que la llamó hija;y fué
Señora, que tiene absoluto dominio sobre todas las cosas; Ilu­ tanto lo que con esta nueva obediencia y humildad creció su
m in a d a é ilu m in a d o ra , que despide vivísimos rayos de verdad; hermosura, que el Rey délos cielos y tierra se aficionó á Ella, y
M ar am a rg o, inmenso por las gracias que posee, por los dolores
que sufre y por los beneficios que dispensa. Decir María , es < Psalm. xuv, 11.
78 8 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. 5.*— Presentación de la Virgen Sanftstm a. 789
se gozó de haberla escogido para ser su madre. Mira cuán gran vuestras manos. Haced de mí lo que os plazca, que mi único
merced hace Dios á los que saca de los peligros y ocasiones del deseo es cumplir el vuestro por toda la eternidad.
mundo, y cuán justo es que, si tú has sentido la inpiración y voz P o s t o 3 .° Devoción d e la V irgen en esta ocasión.—En
de Dios que te llama á una vida más perfecta, obedezcas á este este punto considera la devoción que mostró María en su pre­
llamamiento, el cual es indicio claro que Dios te ama como hijo sentación. Porque en diciéndole sus padres que la querían llevar
muy querido, porque te saca, como á Abraham, del fuego de los al templo, se llenó de alegría, diciendo aquello de David ■ : «Me
caldeos, y como á L ot, del incendio de Sodoma. ¡ Oh Dios mió, he alegrado por las cosas que me han dicho; porque tengo de
que por sola vuestra bondad y misericordia, y por el deseo que ir luego á la casa del Señor». Mas, contempla cómo, llegando
tenéis de hacerme bien, me habéis arrancado de los peligros al templo, comenzó á subir sus quince gradas con gran fervor y
del mundo; asistidme con vuestra gracia, para que nunca vuelva espíritu, proponiendo de subir por todos los grados de la virtud
atrás del camino emprendido, haciéndome indigno de vuestros hasta llegar á lo supremo de la perfección, cumpliendo lo que
singulares favores! ¡Oh alma religiosa! ¿Comprendes la gracia dijo David *: «Bienaventurado el varón á quien T ú ayudares, el
que has recibido con la vocación? ¿Cómo has correspondido á cual trazó subidas y crecimientos dentro de su corazón en este
ella? valle de lágrim as, en el lugar que para esto escogió: subirá de
P a n to Devoción de los p a d re s d e M arta a l ofrecer su virtud en virtud, hasta ver al Dios d élo s dioses en Sion». ¡Qué
H ija .—Considera la admirable y edificante devoción que san propósitos tan fervorosos baria la Virgen dentro de su Corazón,
Joaquín y santa Ana, padres d é la Virgen, mostraron en esta y cuán bien trazaría los crecimientos de virtud que anhelaba
ocasión. El sacrificio que el Señor les exigía no era ciertamente realizar en el lugar santo que había escogido para su morada!
pequeño. No les pedia que se desprendiesen de sus intereses, ni Pondera, por fin, cómo, habiendo subido al templo, postrada en
de sus comodidades y regalos, ni de su salud y bienestar. Otra tierra, adoró á la divina Majestad, y se presentó y ofreció á su
cosa deseaba de ellos inmensamente más costosa y dolorosa: perpetuo servicio, porque su intención no fué ofrecerse por un
el desprendimiento y la entrega de aquella Hija que hablan al­ año ó por diez, como las demás doncellas, sino para siempre,
canzado á costa de sacrificios y oraciones, y después de haberla con propósito, cuanto era de su parte, de servirle toda la vida
deseado por muchos años; de aquella Hija que, después de en su santo templo. ¡Oh! | Cómo se agradaría Dios de esta ofren­
Dios, era toda su felicidad y alegría, en la que habían cifrado da! |Con qué gusto la aceptaría, y qué retomo de gracias y dones
sus más halagüeñas esperanzas. Sin embargo, luego que conocie­ la volvería por ella! Diría la Virgen: Veisme aquí, Señor; vengo
ron la voluntad del Señor, no sólo no estorbaron los buenos deseos á vuestra casa para ser perpetua esclava vuestra; recibidme en
de su Hija, sino que la ganaron por mano, y , movidos por inspi­ vuestro servicio, porque en serviros pongo toda mi gloria. Y el
ración del mismo D ios, le ofrecieron el fruto único de su vien­ Señor la respondería dentro de su corazón’ : V en, Esposa mía;
tre, volviéndole lo que les había dado, teniéndose por dichosos entra en mi huerto, porque quiero poner en ti mi trono: tú serás
de que Dios se sirviese de su Hija, y privándose de Ella por dár­ el sol donde asiente mi morada, para salir de ella como esposo
sela á Él. Lo cual harían no con menor espíritu que Ana ’, madre de su tálamo. ¿Ves, ¡oh alma!, la recompensa que Dios da á Ma- •
de Samuel, cuando ofreció á este hijo á Dios, porque sabían ría? ¿Pretendes alcanzarla como Ella? Ofrécete á servirle como
cuán agradable le sería esta ofrenda. Aprende de estos fervorosos perpetuo esclavo, con determinación de nunca apartarte de Él.
consortes á ofrecer á Dios con espíritu y fervor á la hija única E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué gracia tan singular y excelen­
y más querida de tu alma, que es la libertad, y la primera de sus te dispensó el Señor á María cuando apenas contaba más que
aficiones, que es el amor, con determinación de no querer más tres años! Antes que conociese los peligros del mundo, la saca
de lo que El quisiere, y amar solamente lo que Él amare, ofre­ de él para colocarla en el puerto seguro de su santo templo. ¡Oh
ciéndote á darle cualquiera cosa tuya que te pidiere. ¿Qué te pide bondad inmensa de Dios! No sólo á María, su hija muy amada, sino
Dios en la actualidad? ¿Qué sacrificio desea de ti? ¿Cómo te por­ á otras muchas almas dispensa el Señor esta misma gracia. Tal
tas? ¡Oh Dios bondadoso, que me habéis prometido darme cuanto vez tú eres uno de estos afortunados. Quizá también te ha librado,
os pida, diciéndome:« Pídeme, y recibirás»! No quiero yo ser tan como á Abraham, del fuego de los caldeos, y como á los israeli­
ingrato que rehúse daros lo que Vos me pidáis. Mi corazón con tas de la tiranía del Faraón del mundo. ¿Has correspondido de­
todos sus afectos, mi alma con todas sus potencias, mi cuerpo bidamente? Los piadosos padres de la Virgen, luego que cono­
con sus sentidos, todo cuanto soy, tengo y puedo, pongo en cen la voluntad de Dios, que les exige el sacrificio de la joya

> I Reg., 1, iS. 1 Psalm. cxxi, 1. — =P*a!m. lxxxiii , 6. — i Cint., v , 1 .


79 ° ^ erte tercera.— D e la Virgen Santísim a. Med. 6 .*— V ida que b ifo la Virgen en el templo. 791
más preciosa y de la prenda más querida de su corazón, no vaci­ haber en la tierra otra que la iguale? Y ¿quién es esta que, siendo
lan, se apresuran á presentarla al templo: hacen al Señor la doncella flaca en la naturaleza, está firmísima en la gracia, por
ofrenda más rica que podían hacerle. ¡Cómo condenan con su tener dentro de si el ejército de todas las virtudes, concertadas
proceder la frialdad, escasez y mezquindad de muchos cristia­ con el orden de la invencible caridad? Esto decían los ángeles
nos , los cuales, recibiendo continuamente beneficios de Dios, se con afectos de admiración; y Dios se regalaba en ver su fervor,
resisten A oír su voz, hacen el sordo á sus inspiraciones, cuando y los hombres que la miraban se edificaban de ver tanto santidad
exige de e llos alguna privación ó sacrificio, aunque de poca en tan tierna edad. ¡Oh Niña dulcisima! Gózome que con vuestra
monta! ¿Imitarás tú A estos ingratos? ¿No tomarás por modelo santidad causéis tal admiración á los ángeles, alegréis al Señor
de tu ofrenda á María? Mírala: se presenta al templo puntual, se que os ha criado, y edifiquéis á cuantos os contemplan. Y o qui­
ofrece g e n e ro s a , se entrega al perpetuo servicio del Señor, con siera seguir vuestros pasos, imitándoos en la práctica de las vir­
propósito, en cuanto pueda, de jamás separarse de su casa. ¿Qué tudes que os hacen tan admirable; mas, quedo confuso y aver­
exige Dios de ti? Piénsalo, haz propósitos, pide gracia para cum­ gonzado de la distancia inmensa á que me hallo, y os pido me
plirlos, y ruega por las necesidades y fines recomendados. auxiliéis para que os pueda seguir más de cerca, y participar con
mayor abundancia de los favores que el Señor os ha concedido,
6.a— VIDA QUE HIZO LA VIRGEN EN EL TEMPLO. ¡Oh alma mía I Piensa cómo debes portarte en las óbras que
haces para imitar á María; mira si en la intención, modo, cons­
Prbludio l .» María en el templo crecía en virtud y santidad, ocupándose en ejercicios' tancia y prudencia con que las ejecutas, tomas por modelo A esta
piadosos y en las obras de manos que ls encargaban. Señora.
Preludio 2.° Represéntate i María , ya orando, ya trabajando, y siempre admirando i P o n t * S .# Oración y contem plación d e M aría.—Considera
todos con su virtud. cómo, estando en el templó, gastaba María gran parte del día en
P reludio 3.° Pide la gracia de saber imitarla.
subir y bajar por aquella escala mística de J a c o b q u e llegaba
desde la tierra hasta el cielo, en cuya cumbre estaba Dios, y
P u n t o l.° M aría crecía en v ir tu d y s a n tid a d .—Considera cuyos escalones, según san Bernardo, son lección, meditación,
en este punto ]a vida excelentísima de María en el templo. A l oración y contemplación. Un rato del día gastaba en la lección de
modo que iba creciendo en edad, crecía también en el espíritu las sagradas Escrituras con grande consuelo de su alma, abrién­
delante de Dios y de los hombres; y, como dice san Ambrosio, dola Dios el sentido, para que las entendiese y penetrase. De
cada paso del cuerpo acompañaba con ejercicio y aumento de aquí subía á la meditación, confiriendo consigo misma lo que
virtud, creciendo como la luz de la mañana hasta el perfecto babia leído, y buscando nuevas verdades que ilustraban su alma,
día 1, porque el Espíritu Santo la solicitaba con sus inspiracio­ y la encendían con el fuego del amor y devoción. De aquí subía
nes, y Ella cooperaba con todas las fuerzas que tenía. Pondera, otro rato por el escalón de la oración, pidiendo fervorosamente á
sobre todo, la excelencia de sus obras, que se descubría principal­ Dios los dones de su gracia, no solamente para sí misma, sino
mente en cuatro cosas señaladas, porque con cada una de ellas para sus compañeras y para todo el pueblo. Últimamente, subía
crecía en la caridad y santidad, aumentando y multiplicando sus el escalón de la contemplación, donde se detenía mucho tiempo,
méritos en cada instante: todas eran obras llenas con la intención uniendo su alma con Dios, de quien recibía tanta suavidad y dul­
y plenitud de perfección que podía, según sus fuerzas: en cada zura y tan extraordinaria abundancia de done? celestiales, que
obra usaba de gran prudencia y discreción, con singular cons­ ninguno lo puede saber, sino Dios que se los daba y Ella que los
tancia, hasta llevarla á cabo: en fin, con cada una mezclaba mu­ recibía, gozando de aquel maná escondido, cuyo sabor ninguno
cha variedad de afectos y virtudes, para crecer juntamente en alcanza, sino es quien le recib e2. En estos ejercicios visitábanla
todas. Los ángeles, como admirados de tantas excelencias. de­ á menudo los ángeles, que andan por esta escalera, consolando
cían a: «¡Quién es ésta que camina como la mañana, hermosa A los que suben por ella, y mucho más á esta Virgen, cuya pu­
como.la luna, escogida como el sol, terrible como ejército de reza era mayor que la suya, y viéndola subir decían admirados
muchos escuadrones concertados?» ¿Quién es esta Niña que aquello de los Cantares »: «¿Quién es esta que sube por el desier­
camina de virtud en virtud, creciendo como la luz de la mañana, to como varica de humo oloroso, salido de mirra é incienso y de
sin parar ni volver atrás? ¿Hermosa como la luna llena, con ple­ todo género de polvos aromáticos?» ¿Quién es esta Niña que
nitud de gracia, Sin menguar en ellas? ¿ Escogida como el sol, sin vive en el desierto de este mundo y en la soledad de este templo,

1 Prov., iv, 18. — » Cant., vi, 9. 1 Gen., xxviii, 12. — » Apoc., II, 17. — í Cant., m, 6 .

.
792 Serie tercera .— D e la Virgen Santísima.
M ed. 7 .* — M aría consagra su virginidad i D ios. 793
y sube, no como vara, sino como varica pequeña y humilde en sol va creciendo paulatinamente, y su calor va aumentando hasta
sus ojos, pero olorosísima y graciosísima en los de Dios, en los llegar al perfecto día, así María crece, sube y se perfecciona.
cuales siempre va creciendo y subiendo con la mirra de la mor­ Sus obras son todas llenas con toda plenitud; cada una es un
tificación y el incienso de la oración, y con el ejercicio continuo nuevo mérito y una nueva perla añadida á su corona; en cada
de todas las virtudes? ¡Oh Virgen benditísima, que, subiendo por una de ellas, ni la intención puede ser más recta, ni la perfección
la misteriosa escala de Jacob, os vais aproximando al Señor, más acabada, ni la discreción más perfecta, ni las virtudes que
que está en su cumbre, hasta uniros con El por amor! Enseñad­ la acompañan más escogidas. Y ' ¿qué podrá decirse de la ora­
me á seguiros en este camino, gastando parte de mis dfas en los ción y demás ejercicios espirituales de esta benditísima Niña?
ejercicios santos, que son como las gradas de esta escalera, Ella no dejaba de subir la mística escalera de Jacob, ejercitán­
hasta que pueda ver á mi Dios y á Vos'en la gloria. ¿Deseamos dose de continuo en la lección, meditación, oración y contem­
nosotros de veras estas gracias? ¿Cómo las hemos de alcanzar? plación, que son los escalones de ella. Los ángeles la contem­
P o n t o 8.® Trabajo m a n u a l de M aria.— Considera cómo plan admirados, Dios la ve gozoso, y los hombres que la miran
María, en bajando esta mística y deliciosa escalera, se ejercitaba quedan edificados de su santidad. ¡Oh, si tú imitases á esta dili­
en obras de manos para servicio del templo y en provecho de sus gente Virgen, creciendo en virtud, ocupándote en los ejercicios
compañeras. Sabía muy bien que el Señor impuso al hombre, santos y no descuidando las obras exteriores á que estás obli­
después del pecado, la ley del trabajo , mandándole que buscase gado! Da una mirada á toda la conducta que observas, y con­
el pan con el sudor de su rostro ', y que, por el mismo trabajo, fúndete de hallarte tan distante de tu dulce Madre; pero mira
los hombres se han de defender de la ociosidad y han de preve­ al propio tiempo qué debes corregir, enmendar, mejorar y per­
nir las tentaciones y asaltos del enemigo, y que quien no trabaja feccionar. Forma propósitos eficaces y prácticos. Pide la gracia
no tiene derecho á comer, según dice el Apóstol2. Y , como en que necesites para su cumplimiento, y ruega fervorosamente
todo debía Ella ser modelo, según los designios del Señor, por para ti y para los demás.
esto la inspiraba grande asiduidad á las mismas obras de manos.
Mas pondera, en particular, el modo edificante que guardaría
esta Virgen en estos ejercicios exteriores. Porque, como dice 7.a MARÍA CONSAGRA SU VIR6INIDAD Á DIOS.
san Ambrosio, Ella era sumamente aplicada á las obras que ha­
P reludio i .» María en d templo cooszgró á Dios su virginidad.
cía, poniendo todo su cuidado en hacerlas con la mayor perfec­ P reludio 2.0 Represéntate i Mari* ofreciendo á Dioe su purísimo Corazón.
ción que podía: no se derramaba en conversaciones inútiles que P reludio 3.» Pide la gracia de imitar en lo posible b pureza de la Virgen.
la distrajesen de su intento, y buscaba siempre el agradar, noá
los hombres, sinoá Dios, á quien tenía en su memoria, y era P a n t o 1.° M aría f u é la p rim e ra m u je r que higo este voto.
dueño de todos sus pensamientos; por fin, con sus obras exterio­ —Considera cómo, morando la Virgen Santísima en el templo,
res mezclaba siempre la oración, por lo cual de Ella se dice en según piadosamente se cree, hizo una ofrenda á Dios nuestro Se­
los Cantares * que sus vestidura solían á incienso. ¡ Oh Virgen ñor muy nueva, pero muy agradable, que fué el voto de perpetua
Soberana, vara que nacisteis de la raíz de Jesé y subisteis á virginidad, ofreciéndole por especial inspiración del Espíritu
vuestro Amado como varica y pebete muy oloroso! Alcanzadme Santo 1 y con extraordinaria devoción. Reflexiona cómo María
que sea yo también pequeño en la humildad, y que, habiendo no se movió á hacer este obsequio al Señor por imitar á otras
subido con Vos por la escalera de la oración, baje igualmente á ilustres santas que antes que Ella se hubiesen ligado con Él; era
ejercitar las obras de mortificación para conmigo y de piedad éste un sacrificio completamente ignorado y desconocido por las
para con mis prójimos, creciendo en todas las virtudes, y dando mujeres de la antigua ley, que consideraban como una infamia el
á todos olor de buen ejemplo, por el cual glorifiquen á Dios carecer de hijos á quienes pudiese caber alguna parte entre
por todos los siglos. Y tú, alma piadosa, ¿deseas imitar á tu Ma­ los ascendientes del Mesías. L a grandeza del amor que profesa­
dre? ¿Cómo te ejercitas en las obras exteriores? ¿Guardas en ba á Dios fué lo único que la movió á desear entregarle todo su
ellas la atención, el recogimiento é intención que María ? Corazón y tomarle por esposo, ocupándose totalmente en pen­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Qué modelo tan perfecto y acabado sar en Él y en darle gusto, sin dividirse en otras cosas, como
para el religioso y para todas las almas piadosas en general es se dividen las casadas, según dice san P a b lo 2. No ignoraba Ma­
María, durante su permanencia en el templo! Como la luz del ría que, aunque la virginidad es siempre una flor hermosísima

* Gen., n i, 19. — » II T hes., n i, lo . — » Cent., iv , u . I S. Thom. — » I Cor., vu, 34.


792 Serie tercera.— D e la V irgen Santísim a. Med. 7 . * — María consagra su virginidad á Dios. 79 j

y sube, no como vara, sino como varica pequeña y humilde en sol va creciendo paulatinamente, ysn calor va aumentando hasta
sus ojos, pero olorosísima y graciosísima en los de Dios, en los llegar al perfecto día, así María crece, sube y se perfecciona.
cuales siempre va creciendo y subiendo con la mirra de la mor­ Sus obras son todas llenas con toda plenitud; cada una es un
tificación y el incienso de la oración, y con el ejercicio continuo nuevo mérito y una nueva perla añadida á su corona; en cada
de todas las virtudes? ¡Oh V irgen benditísima, que, subiendo por una de ellas, ni la intención puede ser más recta, ni la perfección
la misteriosa escala de Jacob, os vais aproximando al Señor, más acabada, ni la discreción más perfecta, ni las virtudes que
que está en su cumbre, hasta uniros con Él por amor! Enseñad­ la acompañan más escogidas. Y ' ¿qué podrá decirse de la ora­
me á seguiros en este camino, gastando parte de mis días en los ción y demás ejercicios espirituales de esta benditísima Niña?
ejercicios santos, que son como las gradas de esta escalera, Ella no dejaba de subirla mística escalera de Jacob, ejercitán­
hasta que pueda ver á mi Dios y á Vos en la gloria. ¿Deseamos dose de continuo en la lección, meditación, oración y contem­
nosotros de veras estas gracias? ¿Cómo las hemos de alcanzar? plación, que son los escalones de ella. Los ángeles la contem­
P a n t o 8.° Trabajo m a n u a l de M aría.— Considera cómo plan admirados, Dios la ve gozoso, y los hombres que la miran
María, en bajando esta mística y deliciosa escalera, se ejercitaba quedan edificados de su santidad. ¡Oh, si tú imitases á esta dili­
en obras de manos para servicio del templo y en provecho de sus gente Virgen, creciendo en virtud, ocupándote en los ejercicios
compañeras. Sabía muy bien que el Señor impuso al hombre, santos y no descuidando las obras exteriores á que estás obli­
después del pecado, la ley del trabajo , mandándole que buscase gado! Da una mirada á toda la conducta que observas, y con­
el pan con el sudor de su rostro 1, y que, por el mismo trabajo, fúndete de hallarte tan distante de tu dulce Madre; pero mira
los hombres se han de defender de la ociosidad y han de preve­ al propio tiempo qué debes corregir, enmendar, mejorar y per­
nir las tentaciones y asaltos del enemigo, y que quien no trabaja feccionar. Forma propósitos eficaces y prácticos. Pide la gracia
no tiene derecho á comer, según dice el Apóstol2. Y , como en que necesites para su cumplimiento, y ruega fervorosamente
todo debía Ella ser modelo, según los designios del Señor, por para ti y para los demás.
esto la inspiraba grande asiduidad á las mismas obras de manos.
Mas pondera, en particular, el modo edificante que guardaría
7.a MARÍA CONSAGRA SU VIRGINIDAD Á DIOS.
esta Virgen en estos ejercicios exteriores. Porque, como dice
san Ambrosio, Ella era sumamente aplicada á las obras que ha­ P reludio i .» María «n el templo consagró á Dios su virginidad.
cía, poniendo todo su cuidado en hacerlas con la mayor perfec­ P rbluoio 2.0 Represéntate á Maria ofreciendo i Dios su purísimo Corazón.
ción que podía: no se derramaba en conversaciones inútiles que P reludio 3.» Pide la gracia de imitar en lo posible la pureza de la Virgen.
la distrajesen de su intento, y buscaba siempre el agradar, noá
los hombres, sino á Dios, á quien tenía en su memoria, y era P a n t o ! . 0 M aría f u é la p r im e ra m u je r que h izo este voto.
dueño de todos sus pensamientos; por fin, con sus obras exterio­ —Considera cómo, morando la Virgen Santísima en el templo,
res mezclaba siempre la oración, por lo cual de Ella se dice en según piadosamente se cree, hizo una ofrenda á Dios nuestro S e­
los Cantares > que sus vestidura solían á incienso. ¡ Oh Virgen ñor muy nueva, pero muy agradable, que fué el voto de perpetua
Soberana, vara que nacisteis de la raíz de Jesé y subisteis á virginidad, ofreciéndole por especial inspiración del Espíritu
vuestro Amado como varica y pebete muy oloroso! Alcanzadme Santo ' y con extraordinaria devoción. Reflexiona cómo María
que sea yo también pequeño en la humildad, y que, habiendo no se movió á hacer este obsequio al Señor por imitar á otras
subido con Vos por la escalera de la oración, baje igualmente á ilustres santas que antes que Ella se hubiesen ligado con Él; era
ejercitar las obras de mortificación para conmigo y de piedad éste un sacrificio completamente ignorado y desconocido por las
para con mis prójimos, creciendo en todas las virtudes, y dando mujeres de la antigua ley, que consideraban como una infamia el
á todos olor de buen ejemplo, por el cual glorifiquen á Dios carecer de hijos á quienes pudiese caber alguna parte entre
por todos los siglos. Y tú, alma piadosa, ¿deseas imitar á tu Ma­ los ascendientes del Mesías. L a grandeza del amor que profesa­
dre? ¿Cómo te ejercitas en las obras exteriores? ¿Guardas en ba á Dios fué lo único que la movió á desear entregarle todo su
ellas la atención, el recogimiento é intención que María? Corazón y tomarle por esposo, ocupándose totalmente en pen­
E p ílo g o y c o lo q u io s, i Qué modelo tan perfecto y acabado sar en Él y en darle gusto, sin dividirse en otras cosas, como
para el religioso y para todas las almas piadosas en general es se dividen las casadas, según dice san Pablo *. No ignoraba Ma­
María, durante su permanencia en el templo! Como la luz del ría que, aunque la virginidad es siempre una ñor hermosísima

Gen., ni, 19. — >II The»., ni, 10. — * Cent., iv, 11. S. Tllom. — » 1 Cor., vil, 34.
794 Sínie segunda.— De ¡a Virgen Santísima, M ed. 7 — M aría consagra ste virginidad á D ios. 795
que roba el corazón de Dios, sin embargo, es más preciosa y saltasen hasta la vida eterna, cerrado con su divina protección.
excelente cuando se ofrece, con voto de guardarla perpetua­ ¡Oh Cordero purísimo, que os apacentáis éntrelas azucenas'
mente, ya porque supone más vivo y ardiente amor de Dios, ya candorosas de las vírgenes, y en el cielo queréis ser acompañado
porque exige mayor dominio y poder sobre las propias pasio­ de ellass, cantando con ellas un cantar nuevo! Gózome que en ésta
nes, ya también porque con el voto se entregan á Dios, no sólo Virgen admirable encontréis todas vuestras delicias, y que gus­
los frutos de nuestro corazón, que son los actos virtuosos, sino téis de estar sentado en medio de su Corazón como soberano
el mismo árbol que los produce, que es el mismo corazón. Por dueño. Purificad también mi espíritu, limpiadlo de todo amor
esto, no se contentó con sólo tener el propósito de guardarla, terreno, y adornad de tal modo mi pobre corazón, que gustéis
sino hizo voto particular de ello , porque siempre quiso hacer morar en él y no os separéis de él por todos los siglos. Mira, alma
lo mejor, lo más firme y seguro, y lo que glorifica más á Dios mía, en quién se complace el Dios de la pureza. ¿Qué debes hacer
nuestro Señor. Con lo cual te enseña la generosidad que debes para que se complazca en ti?
tener con este Señor, de quien dijo David ' que es santo con el P a n to Modo cómo la V irgen g u a r d ó su v ir g in id a d . —
santo, inocente con el inocente, y severo con el perverso, acor­ Considera en este punto cómo la Virgen, aunque nunca se vió
dándote de que el Apóstol san Pablo 2ha dicho que el hom­ atacada por los enemigos interiores y exteriores que suelen com­
bre encontrará en el otro mundo aquello que en este hubiere batir esta hermosa virtud con intento de robársela, porque su
sembrado. Pues ¿qué e x ig e esto de nosotros? ¿En qué cosa quie­ celestial Esposo la había rodeado de un modo especial con su efi­
re el Señor que le m ostrem os nuestra generosidad? ¡Oh Virgen caz protección; sin embargo, cuanto estuvo de su parte, prac­
Santísima! ¿Quién os enseñó á ser tan generosa con D ios, ofre­ ticó todos los medios necesarios para conservarla y apartó de sí
ciéndoos en hostia viva, santa é inmaculada? No aprendisteis de todas aquellas cosas que podían ponerla en peligro. Pondera las
las ilustres matronas que os precedieron este glorioso ejemplo. virtudes que le sirvieron de guardas fieles y poderosas para su
El Espíritu Santo, vuestro esposo, y no otro, fué vuestro maes­ intento. Sabiendo que la soberbia suele ser castigada por Dios,
tro. Pedidle. Señora, que me dé su gracia para que ofrezca siem­ permitiendo vergonzosas caídas y perdiendo en un momento lo
pre á Dios lo mejor y más perfecto, gloriándome de imitaros á que se había conservado á costa de muchos trabajos, se acogió al
Vos que sois mi Madre. refugio seguro de la humildad, compañera inseparable y defen­
P a n t o 2.° D ios aceptó y se complació en la ofrenda de sa valerosa de la castidad. Para que la muerte del alma no pene­
M aria,—Considera cuánto se agradó la Majestad de Dios en esta trara por las ventanas de sus sentidos, los tuvo constantemente
ofrenda que le hizo esta su Hija predilecta. Entonces se cum­ vigilados y sujetos por medio de la modestia. L a abstinencia y
plió lo que dijo de Ella su Esposo»: «Huerto cerrado eres, her­ mortificación fueron la sal que hubiera bastado para conservar
mana m ía; huerto cerrado y fuente sellada». Llámala dos veces su Corazón, si el Señor no hubiera tomado esto por su cuenta; y
huerto cerrado, porque tuvo perfectísima castidad en el almay el silencio y recogimiento profundo libraba á su alma de dis­
en el cuerpo, confirmándola con voto perpetuo, el cual servía de traerse en objetos diversos de aquel que formaba todas sus deli­
cerradura para su m ayor seguridad, añadiendo por guardas to­ cias. Aprende de María á practicar los medios necesarios para
das las virtudes que ayudan para conservarla. Llámala huerto, conservar la castidad. Adm ira, finalmente, la fe y confianza de
para que se entendiese que su virginidad no era estéril, sino María, creyendo firmemente que su virginidad no peligraría,
acompañada con muchas flores y de virtudes con excelentes frutos contrayendo matrimonio con san José, por someterse entera­
debuenas obras; unas que hermoseaban el alma, otras que adof- mente al precepto del Señor, manifestado por medio de sus
nabanel cuerpo, de modo que era, como dice san Pablo•*, santa ministros, los sacerdotes del templo. Ella sabía muy bien que
en el cuerpo y en el alma. Pondera cómo Dios nuestro Señor,á para aquel Señor, á cuya ordenación se sometía, es muy fácil
manera de cuidadoso hortelano de este huerto y dueño absoluto juntar virginidad con desposorios, contemplación con ocupación,
de esta fuente, se recrearía con la vista y olor d élas flores de y la hermosura de Raquel con la fecundidad de L ía , sin que la
sus virtudes: comería de los dulces frutos de sus buenas obras: una reciba daño de la otra. ¡Oh alma mía! Arroja en Dios todos
se gozaría de haberle tan bien cerrado con el voto, gustando mu­ tus cuidados, y Él te alimentará. Pon en Él toda tu confianza, que
cho de la cerradura y de los guardas que tenía: y así le regarla no dejará al justo que viva en perpetua fluctuación y duda. Pero
con grande abundancia de consolaciones y dones celestiales; y mira que tienes enemigos fuertes contra los que debes pelear.
querría que esta fuente fuese un manantial de aguas vivas que ¡A y de ti, si no imitas á la Virgen, armándote contra ellos con

1 C int., 11, 16. — • Apoe., xiv, 4.


' Psalm. xvii, 26. — > G aiat., v i, 8. — i Cant., iv, 12 — 4 Cor , vil, 34.
796 Serie tercera. —De la Virgen Santísima. M ed. 8.*— Embajada Je san G abriel á M arta. 797
poderosas virtudes! ¿Cómo lo has hecho hasta hoy? ¿Qué harás turas, puesto que Él se basta á sí mismo, no sólo para su bien­
para lo sucesivo? aventuranza, sino también para todo cuanto quiera ejecutar; sólo
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Con cuánta razón la santa Iglesia por ser bueno y para hacer bien á los hombres, gusta de comuni-
llama á María V irgen ven era n d a ! S í, venerable fué, no sólo car con ellos y enviarles recados y embajadas. Admira aquí la
por la perfección de su virginidad y por el precioso aroma de benignidad y bondad de Dios, que se digna abajarse tanto, que
virtud que despedía, sino porque E lla, antes que ninguna otra, no se desdeña de hablar con sus criaturas, descubrirles sus pen­
la consagró á Dios con voto perpetuo, sabiendo que era más samientos secretos, manifestarles sus deseos y darles participa­
meritoria y laudable la virtud que se asegura y confirma con ción en las obras misericordiosas que ejecuta en b,ien de ellas.
voto, que la que se ofrece sin él. Así trazó esta Maestra sobera­ ¡Oh qué Rey tan amoroso y benigno, que á todos sus vasallos da
na el camino que habían de seguir innumerables almas santas audiencia y á cada uno hace oir su dulcísima voz! También tú
que irían en pos de Ella, atraídas del suave perfume de sus has recibido repetidas veces las inspiraciones del Señor, y tal vez
delicadas virtudes. ¿Eres tú alguna de estas almas afortunadas no has querido oir su voz ni hacer caso de ellas. Reflexiona que,
que se han consagrado al Señor con igual promesa? ¡Oh, cuánto aunque muchas veces el Señor manifiesta por sí mismo su volun­
se agradaría en ti Dios en aquel felicísimo día en que abriste los tad, suele servirse frecuentemente para esto, como de criados,
labios para pronunciar tan regalada palabra! Sin duda te miraría de criaturas tan nobles como son los ángeles, los cítales, como
con complacencia, como miraba á Ajaría en el retiro del templo dice san Pablo ', son ministros de Dios para bien de los que han
después que le entregó todo su corazón. Mas, ¿qué has hecho de recibir la herencia de la eterna salud; y su continuo ministerio
para guardar fidelidad á tu solemne promesa? ¿Has imitado á la es andar por la escalera que vió Jacob % bajando recados de Dios
Virgen Santísima, poniendo á tu alma guardas tan prudentes y páralos hombres, y subiendo recados y peticiones de los hom­
valerosas como las virtudes de la humildad, modestia, silencio y bres á Dios. ¡ Oh Dios de inmensa majestad M¿Qué habéis visto
recogimiento? Quizá, si penetras en lo más recóndito de tu cora­ en el hombre, vil gusanillo de la tierra, para que con tai amor le
zón, si examinas todos tus pensamientos, deseos, miradas y ac­ visitéis ? ¿ No sabéis acaso su ingratitud tan monstruosa, que oye
ciones , te llenarás de rubor, por no haber tenido el recato y vigi­ voluntario la voz y las solicitaciones del enemigo que le odia y
lancia que debías. Confúndete, imita á tu Madre: y para esto, mira quiere perderle, y no hace caso de las inspiraciones de V os, Pa­
qué propósitos debes hacer. Pide gracia para su cumplimiento, dre amante, que queréis salvarle? ¿ Por qué le enviáis vuestros
y ruega por las demás necesidades generales y particulares, por ángeles á visitarle? Alábenos, Señor, esos mismos ángeles, por
las que debes interesarte. el amor tan tierno que tenéis á los hombres. Y tú, alma devota,
¿ has oído la voz de Dios? ¿ Has resistido á su inspiración? ¿Qué
8.*— EMBAJADA DE SAN GABRIEL Á MARÍA. exige de ti ?
P u n to a.° E l em bajador es el a rcá n g el sa n Gabriel.—Con­
. P reludio i .» Fué enviado por Dios d arcángel san Gabriel ¿ María Sanlisima. sidera quién es el arcángel escogido por Dios para llevar á cabo
P reludio 2.» Represéntate al Arcángel saludando á esta Señora. esta embajada, y los motivos por el cual le elige y no á otro,
P reludio Pide la gracia de escuchar y ejecutar fielmente los mandatos del Señor. porque sin duda encierra grande misterio. El designado es un
arcángel tan excelente que tiene por nombre Gabriel, que quiere
P u n to l.° Quién en vía la em bajada.—En este punto has decir fortaleza de Dios, puesto que este atributo divino resplan­
de considerar cómo la Santísima Trinidad, estando en el trono de dece admirablemente en esta obra de la Encarnación. Brilla la
su gloria, queriendo dar noticia del misterio de la Encarnación á fortaleza en el Dios que le envía, y que se ha de encarnar, pues­
la que habla de ser Madre del Verbo encamado, determinó en­ to que ha de juntar en una sola persona cosas tan opuestas como
viarla una embajada muy gloriosa para que lo aceptase. Oye Dios y hombre, lo infinito y lo finito, lo eterno y lo temporal.
cómo la cuenta el sagrado Evangelista «Fué enviado de Dios Resplandece la fortaleza en las obras que ha de hacer el Verbo
un ángel que se llamaba Gabriel, á una ciudad de Galilea que se encarnado, puesto que ha de vencer al fuerte armado que tiene
decía Nazareth, á una virgen desposada con un varón por nom­ bajo su imperio á todo el mundo , y que sólo puede ser destro­
bre José, de la casa de David, y el nombre de la Virgen era Ma­ nado por otro más fuerte que él, como dijo el mismo Salvador;
ría». Pondera cómo el que envía la embajada es Dios omnipotente E lb a de combatir contra todos los vicios y pasiones que seño­
y misericordioso, el cual, sin tener necesidad alguna de suscria­ rean á la humanidad; E l tendrá por enemigosá todos los hijos de

■ Luc., i , 26. ■ Hebr., 1, 14. — » Gen., xxvm , 12.— ) Psalm. vía, 5.


79^ Serie tercera. - D e la Virgen Santísim a. M ed. 5 .a— Embajada de san G abriel á M aría. 799
Adán pecador, que siguen las huellas de su padre, y á todos ha las cuales, según san Buenaventura, son como nuncios y mensa­
de vencer y de aniquilar, y sobre' sus ruinas establecer su impe­ jeros invisibles de Dios-, y porellos te habla y descubre su volun­
rio. ]Qué fortaleza tan soberana se necesita para réalizar tales tad , y solicita á que le des entrada en tu alm a, y á que te ocupes
o b ras! Esta misma virtud es necesaria á los ministros que ha de siempre en cosas de su servicio. Y así, en sintiendo dentro de ti
tomar, y de quienes ha de valerse para ejecutar tales obras, y estas inspiraciones, las debes venerar como embajadores de
á ti por consiguiente, si has tenido la dicha de participar de este Dios, y darle muchas gracias porque se digna hablarte por ellas,
ministerio. Y aunque de tu cosecha seas caña frágil y movediza, consintiendo luego á lo qué te pida. ¡Oh Padre amorosísimo,
en virtud de-Dios, serás fuerte ' y poderoso para cumplir todo que solicitáis mi consentimiento con tanto amor y cuidado, como
cuanto te mande, si imitas á este santo A rcán gel, el cual ponía si os impórtaraá Vos lo que rite importa á mí! Inspiradme lo que
toda su gloria en hacer la voluntad de su Señor, ejecutando con quisiereis, que aparejado estoy 4 consentir con cuanto me ins­
igual prontitud y alegría cualquier ministerio, ya honroso y le­ pirareis. ¿He endurecido acaso mi corazón A las voces de Dios?
vantado como éste, y a humilde. ¡Oh soberano Arcángel! Alcan­ ¿He recibido agradecido y obediente sus inspiraciones?
zadme de vuestro Dios esta excelente gracia, que en todas mis E p ílo g o y e o lo q n io s . ¡Oh! ¡Cuán admirable es la bondad
obras no tenga otro gusto ni placer que cumplir en ellas su vo­ y benignidad de Dios, que con ser un Señor de infinita majestad,
luntad santísima. Ésta sea mi comida invisible; éste sea el princi­ y no necesitando para nada de sus criaturas, se digna hablarles!
pio de mi fortaleza, ésta la causa de mi constancia, para que, S í, Dios te habla, y a por sí mismo, ya por ministerio de sus án­
cumpliéndola en el mundo, reciba el premio en el cielo. ¿Busca­ geles. ¿Qué caso haces de sus palabras? Sí un personaje distin­
mos nosotros en las obras la voluntad de Dios? ¿Tenemos acaso guido se digna hablarte, ya te consideras honrado, y escuchas
otra norma y regla de conducta? ¿Pretendem os hallar contento, dócilmente lo que te dice. Dios te habla, ¿y no le escuchas? Para
prescindiendo de ella? anunciar á María el misterio de la encarnación y obtener su con­
P o n to 3.° L a em bajada viene á M aría.—Considera á quién sentimiento para ser Madre de Dios, es enviado el arcángel san
viene la embajada, que es á una doncella pobre, olvidada del Gabriel, la fo rta le za de Dios. Grande fortaleza exigía la reali­
mundo, desposada c o n un pobre oficial , que v iv ía en una ciudadi- zación de la obra anunciada; por esto dijo M aría1: «Hizo un es­
11a tan apocada, que apenas se podía creer que saliese de ella fuerzo en su brazo»; no menor la exigían las obras que el Verbo
cosa buena9; pero esta doncellita, aunque es desconocida é encarnado debía ejecutar; y no pequeña debe ser la de los que son
ignorada de los hom bres, como santísima y purísima es muy es­ enviados por Dios para tomar parte en la obra de la redención.
timada de D ios, y por esto es preferida á todas las hijas de.lo$ ¿Cómo te encuentras en orden á esta virtud? ¿Sabes dominar la
re y e s y emperadores del mundo; porque en los ojos de Dios no audacia, reprimir los ímpetus de tu carácter y vencer los temo­
hay otra grandeza que la santidad. Del mismo modo has de juzgar res exagerados que te impiden el cumplimiento de la voluntad
tú las personas, teniendo únicamente por grandes á los que aspi­ de Dios? Felicita á María por la dicha inefable que ha tenido, re­
ran á distinguirse en la humildad y santidad, estimando solamente cibiendo al mismo embajador de D io s; alégrate del honor tan
lo que Dios estima, y juzgando por grande y digno de aprecio sublime que le hacen, escogiéndola para dignidad tan elevada
aquello qué Dios tiene por taL Pondera cuál es el intento de esta como es ser Madre de Dios. Mira tú si la veneras, honras y
embajada, que no es otro que pedir consentimiento á esta Virgen obedeces del modo que exige tal dignidad. Haz propósitos firmes
para ser Madre de D ios, porque este Señor es de tan noble con­ y eficaces de ordenar tu vida según exige esta doctrina. Pide
dición, que, con se r Señor absoluto, no quiere servirse de sus fervorosamente los auxilios que necesites para cumplirlos, y no
criaturas en cosas tan graves sin el Consentimiento libre de ellas. olvides las muchas y graves necesidades que tienes encomen­
Y , aunque el ser Madre de Dios era cosa muy excelente, había de dadas.
tener anejos grandes trabajos, y era bien que la Virgen aceptase
de su voluntad lá dignidad con la carga, para que mereciese más • Ijic . , i . 5 1 .

y se le hiciera más suave y llevadera; asi como tampoco quiere


entrar á morar por la gracia en los hombres, ni levantarlos á la
dignidad de hijos de Dios, sin su libré consentimiento, cuando
tienen uso de razón. Reflexiona cómo Dios nuestro Señor te envía
también invisiblemente muchas embajadas con sus inspiraciones,

■ Psalm. en, íO. — »Joan., I, 46.


Boo Serte tercera.— De la Virgen Santísima. M ed. 9 .*— Salutación angélica. Sol
disteis á esta Virgen soberana, y por sus merecimientos os su­
9.a— SALUTACIÓN AN8ÉLICA. plico me déis parte de ella, hasta que el vaso de mi alma, aun­
que pequeño, quede lleno según su capacidad.
P reludio i .° Entrando el trcingel San Gabriel donde estaba María, la saludó, diciendo: P a n t o 8.° E l Señor es contigo—Considera el segundo nom­
< Dios te salve, llena de gracia, etc.» bre que impuso el Señor á María por ministerio del ángel, dicién-
P reludio a.» Represéntate al santo Arcángel saludando á Maria. dolé: «El Señor contigo». Esta palabra sube de punto la saluta­
P reludio Pide la gracia de penetrar las grandezas encerradas en esta salutación. ción, porque significa que Dios está en la Virgen por excelencia,
con todos los modos con que puede estar en sus puras criaturas.
P u n t o l.° D ios te salve, llena de gracia.—Considera cómo Es como decir: E l Señor está contigo, no sólo por esencia, pre­
entra san Gabriel donde estaba María, presentándose á esta Se­ sencia y potencia, como está en todos los hombres y a i todos los
ñora con rara modestia y con un rostro exterior de santidad, que seres criados; ni solamente por gracia, como está con todos los
manifestaba bien la que tenía en su espíritu, y saludándola, dijo1: justos, sino con eminencia de gracia, asistiendo dentro de ti con
«Dios te sa lv e , llena de gracia». ¡Qué salutación tan honorífica especial gracia y amistad, y con estrecha familiaridad. Está con­
para M aría! El mismo Dios la puso en boca de su enviado, tigo en todas tus potencias, uniéndolas consigo; está en tu memo­
inventando los nuevos, gloriosos y nunca oídos nombres que ria, arrebatándola para que siempre de Él te acuerdes; en tu
encierra para honrar á esta Señora. Porque así como en sus pro­ entendimiento, ilustrándole, para que siempre le conozcas; y en
fetas había descubierto algunos nombres excelentes con los cua­ tu voluntad, encendiéndola, para que siempre le ames. Está con­
les había de ser conocido el Verbo encarnado, tales como Prín­ tigo también, asistiendo á todas tus cosas, con especial provi­
cipe de la p a z , Dios con nosotros *, Consiliario; así quiso que dencia y protección, gobernándote con sus inspiraciones y ende­
su dichosa Madre fuese llamada con los nombres, de la llena de rezándote en cuanto haces. Está en ti, como en su cielo, en su
g r a c ia , el Señor c o n tig o , etc.; con los cuales es justo que la templo, en su tálamo, en su casa de recreación; y de aquí á poco
llames, penetrando la significación y grandezas que encierran. estará en tu seno como hijo tuyo; y así por excelencia y á boca
Pondera primeramente cómo María estuvo llena de gracia con llena digo de t i : D om inus tecum . Mas observa cómo el ángel
todos los modos que hay de plenitud. Porque estaba llena de la no dice: El Señor es, íué ó será contigo, sino el Señor contigo,
gracia que justifica: llena de caridad, fe y esperanza; de humil­ para dar á entender que fué, es y será siempre con ella, como
dad , obediencia y paciencia, con todas las demás virtudes: llena quien dice: desde tu creación el Señor estuvo contigo *, sin que ni
de sabiduría, ciencia, piedad, con los demás dones del Espíritu un solo instante dejase de estar, porque estuviste iibre de toda
Santo. Su memoria estaba llena de santos pensamientos; su enten­ mancha, y el enemigo nunca tuvo parte contigo; y ahora es, y
dimiento de grandes ilustraciones de D ios; su voluntad de fer­ será por toda la eternidad. No se apartará de tí, ni se mudará de
vientes actos de amor y celo, con entrañables deseos de la gloria ti, ni en ti habrá mudanza que menoscabe la divina Providencia.
de Dios, de la venida del Mesías y de la redención del mundo. ¡ Oh Virgen bienaventurada! Gózome de tan gran bien como
Demás de esto, estaba llena de gracia en todas sus obras, porque poseéis en tener con Vos al mismo Dios, gozando con firmeza de
todas ellas eran obras llenas, enteras y macizas, con la plenitud su dulce compañía. Suplicadle que esté por gracia conmigo, pose
que podían tener de intención p ura, fervor y amor. Reflexiona yéndome con tal amor, que nunca se aparte de mí, ni yo me
sobre esta plenitud de María, comparándola con la de otros mu­ aparte de Él para siempre. ¿Deseas tú, alma fiel, estar con Dios?
chos santos que también se dicen llenos de gracia, y verás que ¿Qué debes hacer para lograrlo?
excede á todos ellos, pues que es conforme á su dignidad, infi P a n to 3.° B endita tú entre la s m ujeres.— Considera en
nitamente superior á todas las dignidades y oficios de los santos. este punto el tercer nombre glorioso con que saludó san Gabriel
¿Creemos nosotros en esta plenitud de gracia de María? ¿La hon­ á la Virgen, como enviado de Dios, diciéndola: «Bendita tú en­
ramos del modo que es debido? ¡ Oh Virgen Santísima! ¿ Quién tre las mujeres». Llámala de este modo, porque Ella sola se libró
podrá decir la plenitud de gracia que tenéis sobre los otros san­ de las maldiciones á que había sujetado Dios á la mujer, después
tos que estuvieron llenos de ella? Ellos fueron como ríos; Vos del pecado: se libró de la maldición de la esterilidad, sin daño
sois un mar: ellos tuvieron la gracia que conviene á los siervos de la virginidad, y se libró también de la maldición de dar á luz
del Altísimo; Vos la que corresponde á la Madre de Dios. Gra­ con dolor, porque no había de concebir con deleite. María es tam­
cias os doy, Trinidad beatísima, por la plenitud de gracia que bién la bendita entre las mujeres, porque como una mujer dió

* Luc., i , 28. — 1 Isai., ix , 6. 1 Psalm. xiv, ó.

5'
8o2 Serie tercera.— D e la Virgen Santísima.
M eJ. t o .— Turbación de M aría en la Anunciación 803
principio á todas las maldiciones que comprendieron á los hom­
en Ella mora, aparta del mundo las antiguas maldiciones, y le
bres, así Ella da principio á todas las bendiciones celestiales que
atrae todas las bendiciones. Y tú, ¿no bendecirás á María? ¿No te
han de venir sobre ellos, por el fruto bendito de su vientre, por
dispondrás para ser morada de Dios? ¿No procurarás llenarte
quien ha de quebrantar la cabeza de la serpiente1, y librarlos de
también de gracias? ¿Qué has de proponer al efecto? Piénsalo;
las maldiciones que su perniciosa sugestión les acarreó. Para
resuelve, pide gracia, y ruega por todas aquellas cosas que
comprender mejor la excelencia de este titulo que da el ángel á
desea M aría, especialmente la conversión de los infieles, here­
esta Virgen soberana, recuerda cómo otras mujeres ilustres han
jes y pecadores, la perseverancia de los justos, la paz de la Igle­
recibido gratas y honrosas bendiciones de sus hermanos y de
sia y el alivio de las almas del purgatorio.
los de su nación. L os habitantes de Betulia bendicen á Judith *
por haber cortado la cabeza á Holofemes; los israelitas bendicen
á Jahel »por haber quitado la vida á S isara; y á Ester •*, por ha­ 10.— TURBACIÓN 0E MARÍA EN LA ANUNCIACIÓN.
ber aplacado la cólera de Asuero. ¿Cuánto más digna de las ben­
Preludio i .» Turbó.* Mari, al oir la salutación del ángel; mas éste la tranquilizó, di-
diciones universales es M a ría , que ha contribuido y cooperado
cündola que habia hallado gracia delante de Dios.
eficazmente á aplacar la ira del Señor, y á humillar el poder y Preludio 2.0 Represéntate á María turbada al ver y oir al ángel san Gabriel.
audacia del enemigo infernal? Por esto es muy justo que entre Preludio 3.0 Pide la gracia de sabe.' imitar las virtudes que en esta ocasión ejercita
todas las mujeres que han existido y han de existir hasta el fin del María.
mundo , reciba Ella singulares bendiciones; y que se las tributen
gloriosas los ángeles del cielo y los hombres de la tierra, asi los
P o n to I.° Turbóse M aria d causa d e s u h u m ild a d y cas-
justos como los pecadores, porque á todos ha de caber parte de
t id a d —Considera cómo la Santísima V irg cn .cn viendo al án­
su copiosa bendición. ¡Oh Señora! Permitidme que yo también, gel, y oyendo la salutación que la dirigía, turbóse, y pensaba
indigno siervo vuestro, os alabe, bendiga y glorifique, y me
dentro de sí, qué salutación era aquella '.L a s causas de donde
goce de que todos os alaben, bendigan y glorifiquen; yo os su­
procedió esta turbación no fueron otrasque las doscxcelcntes vir­
plico me libréis de las maldiciones de culpa y pena á que vivo
tudes de la castidad y de la humildad, que Ella poseía en grado
sujeto, y me hagáis participante de las bendiciones que vuestro heroico, y de las que en esta ocasión dió manifiesto ejemplo. Mos­
Hijo, nuestra cabeza, por V os, como por su cuello, comunicaá
tró su admirable castidad, turbándose, como dicesan Ambrosio,
la Iglesia.
con la vista repentina de un varón en medio de su aposento, es­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán honrosos y excelentes son los
tando sola; porque propio es de la virgen recatada turbarse de
titulos con que san G abriel saluda á la Virgen Santísima en su
cualquiera vista ó palabra de varón; así como es propio del varón
anunciación! Llámala llena de gracia,morada de Dios, bendita
casto cerrar, como Job -,sus ojos, por no tener pensamiento malo
entre las mujeres. Sólo D ios, que había criado el alma de María
contra la virgen. Por donde conocerás, si haces el aprecio que es
ya domado y enriquecido de preciosísimos carismas- su Cora­
debido de esta virtud angelical, cerrando tus ojos y tus sentidos
zón, podía inventar nombres tan adecuados y honoríficos. ¡Qué
á todos aquellos objetos de los cuales ella se recata. Piensa que
gloria para María! E l mismo Dios le impone el nombre que le
es ella una flor muy delicada, y que el más ligero hálito puede
corresponde. ¡ Qué honor para los que nos gloriamos de ser sus
marchitarla. Mostró también María más principalmente una ex­
hijos! Es la llena de gracia, porque posee todas lasque se han celente y rara humildad, porque al tiémpo que entró el ángel en
distribuido entre todas las criaturas, y las posee con la mayor forma de varón, estaba esta Señora recogida en su aposento, en
plenitud que se puede imaginar. En Ella, como en un mar inmen­ grande contemplación de las grandezas de Dios y del Mesías y
so, han venido á reunirse todas las virtudes morales, intelectua­ de la que había de ser su Madre. Tenía de sí muy bajo concepto
les y teologales, los dones del Espíritu Santo, las gracias gratis porsii profunda humildad; y cuando oyó una salutación tan nue­
datas. Todas las potencias de su alma están llenas de gracia; va y tan gloriosa, turbóse, no tanto por la vista del ángel, cnanto
sus palabras, pensamientos y acciones, llenos de gracia. ¡Ah! Es porque no hallaba en sí fundamento de tales alabanzas y grande­
que el Señor está con E lla de asienta con permanencia y fijeza, y zas como la decía. Propio es del humilde no gozarse en las ala­
jamás se separará. É l es el sol que la ilumina, el fuego que la banzas que se le tributan, por considerarse indigno de ellas; y
abrasa, el imán con el que está siempre unida. De aquí nace el como no ve en sí cosa buena, y cuanto tiene lo considera, no como
ser la bendita entre las mujeres, porque, ayudada del Señor que propio, sino como prestado de Dios, al verse ensalzado, se tur-
1 Gen., ui , 1 5 . — » j u d i t h , x v i , 25. — i Ju J ic ., » , 24 . — 4 E tth cr , ix , $1.
* Lúe., 1, 29. — * Job., xxu, 1.
804 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a.
M ed . 1 0 .— Turbación de M a r íd e n la A n u n ciación . Soy
ba. porque teme que la gloria que se tributa á él, se usurpa á
silencio os apartáis del común modo de obrar de los hombres,
Dios, á quien únicamente se debe. ¡Oh Virgen humildísima! ¿por
gustando de hablar á solas con Dios, para alcanzar las luces que
qué esa turbación vergonzosa? ¿Tembláis y os ruborizáis á la
presencia de tan hermoso mancebo? No hay para qué, Señora, necesitáis para agradarle.
P a n t o 3.° San Gabriel, viendo la turbación de M aria, la
que es un ángel del cielo. ¿Turban vuestra humildad las pala­
tranquilizó.— Considera cómo viendo el ángel la turbación de
bras que os dice? No es él quien os habla, sino el mismo Dios por
María, trató de tranquilizarla, diciendo: «No temas, María, por­
su ministerio. ¡ Oh si me alcanzaseis de Dios tal recato y humil­
que has hallado gracia delante de Dios ». Propio es del buen espí­
dad, que supiese imitar vuestra graciosa turbación! ¿Practica­
ritu el sosegar cualquier temor y turbación del corazón, para que
rás en adelante estas virtudes de María? ¿Qué has de resolver al
el alma reciba con sosiego y quietud la revelación y visita de
efecto?
Dios; y así, has de procurar por tu parte quitar las turbaciones
P a n t o 2.° E n su turbación , María reflexiona callando —
que nacen de tu flaqueza, acordándote de que Cristo reprendió á
Considera cómo se porta María en esta inopinada é inesperada
Marta porque estaba turbada en muchas cosas impidiendo con
turbación, para aprender el modo cómo te has de conducir tú en
tal turbación el recibir con mayor fruto su divina visita, que es
casos semejantes. Ella no se abalanza á contestar á la salutación
la única cosa necesaria. Mas, pondera con grande alegría la
angélica, ni para mostrar agradecimiento por las alabanzas, ni
razón que dió el ángel para quitar la turbación á María: Has ha
para recordar lo indigna que se consideraba de ellas. ni aun para
liado gracia delante de Dios, que fué decirla: No tienes'que te­
mostrar su sorpresa por las mismas; sino que con exquisita pru­
mer demonio, ni infierno, ni enemigos visibles ni invisibles; ni
dencia reflexiona atentamente qué salutación era aquella, y á qué
hay por qué te receles de las grandezas que te he dicho en esta
tin se podía ordenar. Con esta prudencia juntó la virtud del
salutación, ni de otras que luego te diré; porque te hago saber
silencio, callando por entonces, y dando por respuesta el sem­
que has caído en gracia delante de D ios, y esto basta para que es­
blante exterior de su humildad y vergonzosa turbación. De este
tés segura, y de aquí te viene el ser llena de gracia, y que el
modo movió al ángel á que, insistiendo en hablarla, la tranquili­
Señor sea contigo, y que seas bendita entre las mujeres, porque
zase con blandura, y le manifestase el objeto de su venida y la
quien halla gracia delante de D ios, ¿qué bienes no recibirá de su
causa de tan honrosa salutación. Para comprender algo más el
larga mano? ¡Oh! ¡Dichosa y mil veces dichosa el alma qne halla
excelente proceder de María, rbcucrda lo que hizo la primera
gracia delante de Dios! Si se tiene entre los hombres por suma
mujer Eva, y compara la conducta de esta Señora con la de
felicidad caer en gracia al rey terreno, ¿cuánto mayor será caer
aquella mujer. Eva, cuando aún virgen, andaba vagueando por
en gracia al Rey celestial ? De aquella gracia procede abundancia
el paraíso, sola y sin la compañía de su esposo; María se halla
de riquezas, honras, dignidades y otros bienes de la tierra; mas
retirada en su aposento, apartada de las miradas de los hombres
de ésta procede abundancia de virtudes y dones del cielo, que
y atenta á la presencia de Dios, su divinó Esposo. Eva, á la pri­ da Dios á sus queridos. Por lo cual, de los muy grandes santos
mera pregunta que le hizo el mal ángel disfrazado en figura de se dice en la Escritura que hallaron gracia delante de Dios, como
serpiente ', contestó, trabando con él largas pláticas; María, al
de un Noé, Moisés, David 2 y otros tales; pero sobre todos la
hablarle el ángel bueno, aparecido en la forma de un hermoso y
Virgen sacratísima halló muy mayor gracia cerca de D ios, y
modestísimo joven, se turba, reflexiona, calla. Eva, en su con­
tan cerca, que siempre estuvo con E l, y Él con Ella, hasta te­
versación con el enemigo, 'dió muestras de excesiva curiosidad,
nerle en su vientre como madre. ¡Oh Madre dulcísima! Gózome
imprudencia, soberbia, ganas de parlar y otros vicios; María, en
de que hayáis hallado gracia delante de Dios con tan singular
su conducta con el ángel, demostró que poseía en grado supre­
privanza. Y pues la reina E ster, porque halló gracia delante del
mo la humildad, pureza, prudencia, silencio y otras exquisitas
rey Asuero 2, fué causa de que su pueblo también la hallase y fue­
virtudes que debemos imitar los hijos de Eva, si queremos reme­ se de él muy favorecido, sed Vos nuestra medianera, para que
diar los males causados por nuestra primera madre. ¿Á cuál de hallemos gracia delante de Dios, y alcancemos la gracia con­
estas dos madres seguimos; á Eva que lo es de la muerte, ó i sumada, que es la gloria eterna. ¿Deseamos nosotros hallar
María que es madre de la vida? ¡Oh Virgen purísima! Cuán bien os gracia delante de Dios? Examinemos si imitamos la virtud de
cuadra en este punto lo que vuestro Esposo dijo 2: «Hermosas
María.
son tus mejillas como de tórtola *, porque, no sólo resplandece en E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuán edificante es la conducta de
ellas vuestra humilde castidad, sino que con vuestro prudente María al oír que era tan honrosamente saludada por el ángel
1 Gen., m. I. — > Car.t., l, 9.
■ L ú e., x , 4 1 . — 1 G en ., v i , 8 ; E xod., x x x iu , 1 2 ; A c t., v u , 46. — j Esther, 11, 1 7 .
• 8o6 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a.
Med. t i . — Prudente pregunta de la Virgen. 807
del Señor! ¡Qué virtudes tan sublimes ostenta! L a vista del en­
de ser esto, pues no conozco varón?» Como si dijera: No dudo yo
viado celestial, que se presenta en la forma de un apuesto y de la omnipotencia de Dios, el cual puede hacer este milagro,
gallardo mancebo, la turba. Tan excelente es su castidad, que
que una Virgen conciba y dé á luz; ni dudo tampoco de tu pro­
tiembla á la sola presencia de un varón, aunque no tenga lilla
mesa, porque te reconozco por embajador celestial; mas quiero
nada que temer, porque está guardada con la poderosa protec­
que me informes, ¿cómo puedo yo obedecer á esto que se me
ción del Señor. Pero si por su castidad se sobresalta por la
manda, pues tengo hecho voto de no conocer varón? En esta in­
presencia del enviado del cielo, mucho mayor impresión causan
dagatoria descubrió la Virgen grande prudencia con excesivo
á su humildad las honrosísimas palabras que la dirige al saludar­ amor á la virginidad, y así con mucha razón la llama la Iglesia,
la; y ya no puede .ocultar la turbación que le produce una sa­ Virgen prudentísima; porque, con ser tan grande la promesa del
lutación tan gloriosa é inesperada como, según su humilde jui­ ángel, no se cebó luego en ella, hasta ver cómo se concertaría
cio, inmerecida, aunque muy digna fuese de ella. Mas, en tal con el voto que tenía hecho de castidad, á la cual estaba tan
apuro, ¿qué hace María? ¿Cómo se porta? ¡Oh, si supieras tú aficionada, que con detrimento de ella se le hacía muy dificultoso
imitarla! Mira qué prudencia tan discreta y reposada; mira qué ser madre, aunque fuese de tal Hijo. Y , aunque sabíapor la profe­
Silencio tan prudente y oportuno. Ella no se precipita á con­ cía de Isaías 1 que la Madre del Mesías sería Virgen, quiso con
testar al ángel, sino que piensa qué salutación es la que oye, y á prudencia examinar la revelación del ángel, para ver cómo con­
qué fin puede ordenarse; ella no traba largas pláticas con el certaba con la revelación del Profeta. De donde debes sacar un
ángel, por más que tiene toda la seguridad que no la engaña, entrañable amor á la castidad, huyendo, cuanto es de tu parte,
Sino que guarda profundo silencio, hablando por Ella la turba­ todo aquello que puede ser ocasión de menoscabarse, aunque
ción que experimenta y el exterior modesto y humilde con que tenga apariencia de piedad y religión. Y , á imitación de la V ir­
está delante de aquel, ministro del Señor. ¡Oh María! Tranqui­ gen, has de examinar bien el espíritu que te inclíne á cosa en que
lizaos, no temáis, habéis hallado gracia delante dé Dios. Él os pueda haber peligro, temiendo no sea espíritu de Satanás, el
mira con ternura, os ha escogido con preferencia, os ha enrique­ cual, como dice el Apóstol *, se transfigura en ángel de luz para
cido con mayor abundancia de bienes que á todas las demás engañar á los que son muy sencillos ó demasiado confiados, ó
criaturas, y quiere que seáis su Madre; no tenéis, pues, por muy celosos del bien ajeno, sin mirar tanto por el propio. ¿Qué
qué temer. Y tú, alma cristiana, ¿cómo recibes las visitas del espíritu nos mueve en los pensamientos,deseos y obras?¿Medi­
Señor? ¿Cómo te portas cuando oyes tus alabanzas? ¿Imitas la tamos y pedimos oportuno consejo para no ser engañados? ¡O h
castidad, la humildad, la prudencia y el silencio de María? ¿Pue­ Virgen prudentísima! Confieso que por mi falta de discreción y
de decirse de ti que has hallado gracia delante de Dios, ó más prudencia he sido muchas veces víctima de los ardides de mi
bien que has perdido la que se había servido concederte? Entra enemigo, que me hizo tener por bueno lo que era malo, por lícito
en tu interior, y medita bien todo esto, y, confuso y humillado al lo ilícito; haced que imite vuestra consumada prudencia, exami­
ver el abuso que hiciste de la divina gracia, propón la enmienda, nando los espíritus si son de Dios, siguiendo el bueno y huyendo
y para lograrla, pide, ruega, importuna á Jesús, suplicándole del malo.
por ti y por el mundo entero. P a n t o Sí.0 La Virgen nos enseña d hablar con prudencia.
— Considera cómo en estas palabras, que son las primeras que
II,— PRUDENTE PREGUNTA DE LA VIRGEN.
leemos haber sido proferidas por María, se hallan cuatro impor­
Preludio i .* Oyendo María que el ángel le anunciaba que seria madre de Jesús, le tantes circunstancias, en las cuales se contiene una admirable
preguntó cómo sucedería esto, teniendo ella voto de virginidad. regla para hablar con prudencia; porque éstas fueron pocas y
P reludio 2.« Represéntate á María preguntando humilde y prudentemente ni ángel. muy contadas, y no más que las necesarias, y en caso de grande
Preludio Pide la gracia de ser prudente y circunspecto en las palabras. importancia, y con modo muy humilde y muy decente. Pon­
dera cuán presente en la memoria tendría la Virgen Santísima
P a n t o l.° Adm irable prudencia de Alaria en la pregunta el consejo del Espíritu Santo que d ice »: «Mancebo, hablarás no
que hizo al á n g el.—Considera cómo, oyendo la Virgen lo que más que en tu propia causa, cuando fuere necesario, y esto
el ángel la decía, qué había de concebir y dar á luz á un hijo, que apenas y con dificultad; si fueres preguntado dos veces, tu res­
sería el Mesías, acordándose del voto de virginidad que había puesta sea breve y muy recogida; pasa-por muchas cosas como
ofrecido al Señor desde su primera edad, repuso': «¿Cómo pue­ quien no las sabe; oye callando y preguntando cada cosa en su
' U c . , t, 54. 1 Isai., vil, 14. — * H C»r., xi, 1 4 . - 5 Hccli., xxxil, 10.
808 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. M ed. 1 1 .— Prudente pregunta de la Virgen. 8ot)
tiempo». Todo esto guardó maravillosamente la Virgen en es­ cías sensuales, y amparándote en todas las tentaciones y peli­
tas breves palabras; porque las dijo después que el ángel la gros, y enriqueciéndote de gracias. ¡Oh Virgen Santísima! Si
habló dos veces, la una para saludarla honrosamente, y la otra cuando entró el ángel estabais llena de gracia, ¿cuánto más llena
para declararle la misión que traía; y , aunque tenía ocasión quedaréis viniendo el mismo Espíritu Santo sobre Vos? Si antes
para alargarse en la pregunta, no tocó más que el punto necesa­ con Vos estaba el Señor, ¿cuánto más lo estará ahora, viniendo
rio con gran brevedad, declarando el voto de castidad que tenía la virtud del Altísimo á haceros sombra? Sea para bien, ¡oh Vir­
hecho con palabras humildes y castas, bastantes para que el án­ gen purísima!, tal plenitud, tan dichosa sombra, con esperanzas
gel la entendiese, diciendo: «No conozco varón». A si condena de tan dulces frutos.¿Deseas tú, alma devota, participar de tales
María en estas primeras palabras, que el Espíritu Santo ha que­ gracias? Ruega, imita á María, invócala con devoción y con­
rido conservar para modelo, tu locuacidad, tu curiosidad, parle­ fianza.
ría y libertinaje en las expresiones, de lo cual te has de confun­ E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué prudencia tan consumada
dir, llamándote hijo de María y viéndote tan distante de imitará ostenta María en la primera respuesta que da al ángel! Acaba
tu Madre. ¡Oh Virgen benditísima! Con mucha razón se agradó de oir la salutación más gloriosa que puede darse; se le ha
el divino Esposo de vuestros labios, diciendo 1 que son como comunicado la noticia más grata para ella y más provechosa para
cinta de grana y como panal de miel que destila poco á poco, el linaje humano. Un ángel es quien la habla, y de ello no le cabe
porque vuestras palabras son ceñidas y muy miradas, dichas con duda; la dice que hadeserM ad ré del Mesías; con todo, María
reposo, dulzura y caridad. Pues tanto le agrada esta regla en no se precipita á dar su consentimiento, engolosinada con la
el hablar, suplicadle que la estampe en mi corazón, para que dignidad que le ofrecen, sino que, acordándose del voto de cas­
salgan de él mis palabras bien arregladas. ¿Guardamos en nues­ tidad que tiene hecho, y deseando saber cómo se conciliaria una
tras palabras las circunstancias de modo, lugar y tiempo? ¿Imi­ cosa con otra, y, sobre todo, queriendo ver si la revelación
tamos la prudencia de María? del ángel estaba conforme con la profecía de Isaías, el cual
P u n to 8 .° Tres prom esas gloriosas que hizo el ángel res­ anunció que una Virgen sería la Madre del Mesías, le pregun­
pondiendo d la p reg u n ta de M arta.—Considera cómo el ángel, ta : «¿Cómo podrá ser esto, si no conozco varón? » ¡Oh pala­
respondiendo á la pregunto de Mária, la dijo: «El Espíritu San­ bras dignas de constante meditación, y de servir de perfecto mo­
to vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te hará sombra: y,por delo! Palabras ¡breves, las necesarias, dichas en un caso ver­
tanto, lo que de ti nacerá, siendo santo, se Ilamará Hijo de Dios». daderamente trascendental, y del modo más modesto, decente y
Fíjate en las tres excelentísimas promesas que hace el ángel á puro que pueden proferirse. ¡Oh si tú supieras imitar á esta
María. La primera, que esta concepción no sería por obra de Reina en el modo de hablar! ¡S i, como ella, hablases después de
varón, sino por virtud del Espíritu Santo, el cual, desde el délo, pensar lo que dices, usando sólo las palabras necesarias, y esto
vendría á ella para la ejecución de esta obra. Y , porque las obras con brevedad, decencia y honestidad, acordándote que Dios te
del Espíritu Santo son perfectas, juntamente vino sobre Ella con escucha! Oye las promesas que el ángel hace á María: el Espíritu
nueva plenitud de gracias, para disponerla á obra tan soberana. Santo vendrá sobre ti: ¡qué riqueza de gracias! L a virtud del Al­
L a segunda, que la virtud del Altísimo le haría sombra, preser­ tísimo te hará sombra: ¡qué dicha! L o que de ti nacerá, será santo
vándola del deleite sensual en la concepción, y formando de su y se llam ará! lijo de Dios: ¡qué gloria! ¿Comprendes las prerro­
purísima sangre el cuerpo del divino Niño, como la gallina que, gativas y privilegios de tu Madre? ¿L a honras del modo que
cubriendo los huevos con sus alas, les da vida con su calor. La: ellos exigen? ¿Procuras imitar sus virtudes, particularmente su
tercera fué, dando razón de las dos pasadas, porque lo que ha­ prudencia en el hablar? Piénsalo cuidadosamente, y mira qué
bía de ser concebido tan santamente, sería Hijo de Dios, no por debes hacer para conformar tu conducta con la de María. Acuér­
adopción, como los demás justos, sino por la unión de natura­ date que la perfección depende en gran parte de la mortificación
leza humana con la persona divina; y así sería santo, no por pri­ de la lengua. Para esto, forma propósitos firmes, eficaces y bien
vilegio , sino por virtud de su santa concepción. Á este mismo fundados; suplica al Señor que te conceda la gracia que necesitas
modo, para que tú concibas en tu alma el espíritu de saluds, por el para cumplirlos, y que remedie todas las demás necesidades.
cual eres hijo de Dios adoptivo, es necesario que venga sobre ti
la inspiración del Espíritu Santo, y que la virtud y omnipotencia
de Dios te haga sombra, templando el ardor de tus concupiscen-

1 C a n t., i» , } . — » l$a¡., x xv i, 18.


♦ *

8 io Serie tercera.— De la Virgen Santísim a. M ed. /2.— Consentimiento de M aría á la embajada del ángel. 811
uso de razón; porque aunque el nombre de siervo ó esclavo, en
12.—CONSENTIMIENTO DE MARÍA Á LA EMBAJADA DEL ÁNGEL. cuanto significa servir á Dios con espíritu de temor y como por
fuerza, es vituperado en la Escritura; pero cuando se junta es­
Preludio I.» María consintió en lo que el ángel le proponía, diciendo: «He aquí la
clavo con amor, es nombre gloriosísimo, porque el esclavo no es
esclava del Señor: hágase en mi según tu palabra». suyo, sino de su señor; no tiene libertad para hacer lo que quie­
P reludio 2.» Represéntate á María diciendo estas palabras. re, sino lo que su señor le manda; no le sirve por salario ni
Preludio 3.0 Pide la gracia de imitar á María, teniendo de ti bajo concepto. jom ai, sino porque está obligado á ello; no trabaja para si, sino
para su señor; ni sirve solamente á él en su persona, sino á todos
P a n t o l.° V irtu d e s que ejercitó M aria en esta respuesta. los de su familia y casa, en la cual tiene el más bajo lugar, y
—Considera primeramente el deseo que tendría el ángel de la siempre le dan lo peor y más desechado. Todo lo cual sentía de
respuesta de la Virgen, y no sólo el ángel, pero el mismo Espíritu sí la Vrirgen nuestra Señora al llamarse esclava del Señor. Por­
Santo, su celestial Esposo, el cual la diría al corazón aquello de que Ella no se tenia por suya, sino por cosa propia de D io s, ha­
los cantares ': « Suene tu voz en mis oídos, porque es dulce para cienda y propiedad de É l, no sólo porque la había criado,sino
M í». Pondera luego cóm o María, inspirada sin duda por el mis­ porque Ella voluntariamente se le había entregado, escogiéndole
mo Espíritu divino,contestó al ángel, diciendo: «He aquí la escla­ por su dueño absoluto. Ella no hacía lo que su voluntad le dicta­
va del Señor; hágase en mí según tu palabra»; en lo cual ejercitó ba, sino lo que el Señor la mandaba, de cuya voluntad estaba
algunas excelentísimas virtudes, que acabaron de disponerla tan asida, como si no tuviera libertad para desviarse de ella. Ella
para ser digna Madre de Dios. Estas fueron grande fe, dando no servía á Dios por salario y jornal, pretendiendo principalmen­
crédito á las palabras del ángel, creyendo que podría ser madre te el galardón de su servicio, sino porque estaba obligada como
sin dejar de ser virg en , sintiendo altamente d é la omnipotencia esclava, y gustaba de hacer placer á su Señor. Finalmente: no
de Dios. Profundísima humildad en medio de tantas grandezas sólo se tenía por la esclava del Señor para servirle á É l, sino
que se le ofrecían, llamándose esclavadel Señor, y, por consi­ para servir á todos los de su casa y familia, y así se dedicaba al
guiente, juzgándose p or indigna de ser su M adre, poniéndose, servicio de sus padres cuandoestaba con ellos, y al de san José
cuanto "era de su p arte, en el último lugar, cual es el de las cuando se hallaba en su compañía. Y mucho mejor que Abigail
esclavas. Grande obediencia y resignación en las manos de Dios, diría á Dios lo que ésta á David: «Ves aquí á tu criada, apare­
ofreciéndose á cumplir lo que el ángel decía y á todo lo que Dios jada para ser tu esclava y lavar los pies á los siervos de mi
le mandase. Estas distinguidas virtudes debes ponderar atenta-. Señor y con este espíritu de humildad siempre escogió para
mente, recordando la palabra E cce, con la cual principió María sí el lugar más bajo, y lo peor y más desechado del mundo.
su inspirada respuesta; porque esta palabra suele usarse en la ¡Oh Madre admirable! ¿De dónde á Vos tan profunda humildad,
Divina Escritura para señalar ó significar alguna cosa grande y que os llaméis esclava y os tengáis por tal? V os, la llena de gra­
digna de ponderación. Y , aunque la Virgen la usó para manifes­ cia , ¿ buscáis el lugar más desechado? Vos, la morada y templo
tar las grandes ganas qu e tenía de que el ángel ponderase la ba­ del Señor, ¿queréis ser la esclava de sus siervos? Vos, la bendita
jeza de esclava que E lla tenía de su cosecha, puedes creer que el entre las mujeres, ¿os tenéis por nada? ¡Oh! ¡ Quién supiese se­
Espíritu Santo se la inspiró para moverte á ti á ponderar y medi­ guiros en la práctica de esta virtud que tanto os enaltece! ¿Qué
tar las admirables virtudes que brillan en la que la profiere. | Oh juicio tenemos formado de nosotros mismos ? ¿ Nos tenemos por
Virgen sapientísima! ¿ Quién os ha enseñado á juntar con tal esclavos, y nos portamos como tales?
primor cosas que tanto distan ? Si creéis que habéis de ser Ma­ P u n t o 3.° Modo cómo M aria d a su- consentim iento. —
dre de Dios, ¿cómo o s llamáis su esclava? Si os tenéis por Considera cómo la Virgen, con profunda sabiduría, al dar su
esclava, ¿ cómo os ofrecéis á ser Madre de Dios? ¡Oh alma mía! consentimiento, no dijo: «Haré lo que dices», sino «Hágase en
Ecce an cilla D o m in i: mira bien esta esclava del Señor; mira m í». De la palabra f ía t , hágase, se había servido Dios para crear
su fe invicta, su humildad profundísima, su obediencia omnímo­ el mundo, y entendía muy bien la Virgen que la encarnación del
da, su resignación absoluta. ¿Posees tú tales virtudes? Verbo era obra de la omnipotencia de D io s, como la creación
P a n t o 8 .° M a ría s e llam a esclava del S e ñ o r—Considera del mundo; y con un f ia t de su omnipotencia se había de reali­
cómo María, llam ándose esclava del Señor, declaró perfecta­ zar, sin que de su parte hubiese merecimiento alguno de cosa tan
mente el concepto en q u e se tenía á sí misma desde que tuvo gloriosa; aunque juntamente lo aceptaba diciendo f ía t , como

< C in t., n, 14. • I R eg., x x v , 4 1.


8l2 Serie tercera.— D e Ia Virgen Santísim a. M ed. i — Visitación de Afaria <i sania Isabel. 8l 3

quien d ice: Aunque no era menester mi consentimiento, pues gran fe á la palabra del ángel, y sometiéndose con admirable
soy la esclava del Señor, y Él puede hacer de su esclava lo que obediencia al divino beneplácito manifestado por el mismo,
quisiere; y, aunque como esclava yo no mereciera que tal cosa dice: «Hágase en mí según tu palabra». ¡Oh! ¡Quién tuviera este
se hiciera conmigo; con todo eso, pues Dios asilo quiere, fía t, rendimiento, sumisión, fe, humildad y grandeza de corazón que
hágase a sí, que Yo gustaré de todo lo que Él quisiere. Por donde tiene María! ¡ Cuánto distas de imitar estas virtudes de tan ilus­
se ve la soberana obediencia y resignación de la Virgen, fundada tre Señora! Pero, ¿qué harás en adelante? ¿Cuándo, cómo y
en el conocimiento de su nada, ofreciéndose á no resistir al fia t en qué circunstancias puedes y debes imitar á María? Necesario
es que lo medites atentamente, y que, conociéndolo, hagas re­
de Dios, como no resisten las criaturas insensibles, ni resiste lo
que es nada, cuando Dios dice, hágase. Esta resignación sube de soluciones prácticas y sólidas de verificarlo; mas, para esto
niega con fervor y confianza, no solamente por ti, sino por todas
punto si consideras que María, al dar su consentimiento, no
las demás personas y cosas que te han encomendado.
sólo puso los ojos en la alteza de la dignidad que se le ofrecía,
sino también en los terribles trabajos que había de padecer aquel
Hijo que'la ofrecían, de los cuales había de caber muy gran parte 13.— VISITACIÓN DE MARÍA Á SANTA ISABEL.
á su Madre, y á todos se ofreció como humilde y resignada es­
clava , diciendo: «Hágase en mí, según tu palabra». Y advierte de P reludio i .» — La salutación d« Maria regocijó al niño Juan en el seno de Isabel, que­
dando ésta llena del Espíritu Santo y con el don de profecía.
paso que no dice, según lo que Dios ordena, sino según tu pala­
P reludio í . o— Represéntate i María saludando á su prima.
bra, para que se vea la perfección de su fe y obediencia, porque P reludio 3.“ — Pide la gracia de imitar las virtudes que brillan en Maria y en su prima
la fe perfecta cree todo lo que Dios revela por sí mismo y por Isabel.
otros; y la perfecta obediencia obedece á Dios en lo que manda
por si ó por medio de sus ministros, pues quien á ellós o y e , á
l h w t » 1.° B ien es que la v e n id a d e M a ria p ro d u jo en la
Cristo oye. ¡ Oh Virgen Santísima! Gracias os doy por este ge­
casa de Isabel.—>Considera lo primero la entrada de María en
neroso ofrecimiento que hacéis con tanta magnanimidad de cora­
casa de Isabel, y los grandes bienes que con Ella entraron;
zón, por él deseo que os alaben los ángeles del cielo, los justos de
porque María, como más humilde, la saludó primero; y el Verbo
la tierra y los que estaban en el limbo. Concededme que, á imita­
eterno encarnado, que estaba en sus entrañas, tomó las palabras
ción vuestra, tenga tal fe y obediencia, que siempre me porte
de su Madre por instrumento para hacer obras maravillosas en
como un esclavo del Señor en el entendimiento, creyendo lo que
el niño que estaba en las de santa Isabel. Limpióle del pecado ori­
Él dice, y en la voluntad, haciendo lo que me manda. ¿ Dices tú,
ginal, justificóle con su gracia, llenóle del Espíritu Santo, acele­
cristiano, á los mandatos de tus superiores lo que la Virgen: Há­
róle el uso déla razón, hízole su profeta, dióle conocimiento del
gase en mí según tu palabra? ¿ L o dirás en adelante?
misterio de la Encarnación, y comunicóle tanta alegría, que daba
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡Qué virtudes tan excelentes nos
saltos de placer en el seno de su madre, manifestando del modo
enseña la Virgen en la respuesta que da á la embajada del ángel!
que podía el gusto que tenia con la venida y visita de su Señor.
Su fe es vivísima, creyendo ñrmísimamente lo que le promete
Pondera aquí la omnipotencia y largueza del Salvador escondido
Dios por medio de su enviado; su humildades tan profunda,
en el seno de María, pues tan de repente hace obras tan ma­
que, invitándola con la dignidad altísima de Madre de Dios, Ella
ravillosas de pura gracia, sin merecimientos del que las recibe,
se llama esclava, y su obediencia y sujeción al Señor es absoluta,
sin reserva. ¡Oh María 1 ¡ Cuán admirable sois en todas vuestras cumpliéndose aquí lo que dijo el Sab io1: «El rey que está sentado
en su trono, con su vista deshace todo m al», porque este R ey de
palabras y virtudes! Se llama esclava del Señor, no por alardear
reyes, sentado en el trono del vientre virginal, miró con ojos de
de humildad, sino convencida de la verdad de lo que dice, y sin­
misericordia á su Precursor, y con sola esta vista deshizo todo
tiéndolo Ella así; esclava, porque no es suya,sino de Dios; esclava,
el mal de culpa que tenía. Pondera también la eficacia de la pala­
porque no busca su provecho y utilidad, sino la de su Señor; es­
bra de la V irgen, por ser Madre de Dios, y lo mucho que podrá
clava , porque carece de libertad aparentemente para hacer su
alcanzar de su Hijo cuando niegue, pues por su medio tantos
propia voluntad, y se siente como forzada á cumplir la del Señor;
bienes juntos se dieron tan de repente al Bautista, que filé las
esclava, porque, no sólo sirve á Dios, sino á todos por su amor;
primicias de Cristo y de su redención; el cual quiso madurar este
esclava, en fin, porque ocupa el último y más desechado lugar,
primer fruto antes de su propio tiempo por medio de su Madre,
y gustosa permanece en él. Mira cuán consecuente es María con
su palabra: se llama esclava, y á continuación añade que desea
* P r o v .. x x . 8 .
que se cumpla en Ella la voluntad de Dios, y creyendo con
y ied . /3 .— Visitación de M aría a santa Isabel. 815
814 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a.
p rim a . — Considera en este punto lo que respondió María en
para darte confianza que por su intercesión serás prevenido y oyendo las palabras de santa Isabel, porque, recibiendo en aquel
ayudado de su misericordia. ¡O h Madre poderosísima! Pues que instante nueva plenitud de luz celestial y del espíritu de profecía,
tan. grande poder habéis recibido de vuestro divino Hijo, decid­ compuso el soberano cántico del M agn ificat, en el cual campean
le que muestre en mi favor la s riquezas de su misericordia y admirablemente todos los afectos que embargan á un alma ena­
omnipotencia, librándome de todos los males y llenándome de to­ morada de Dios, y agradecida á los favores que tiene recibidos.
dos los bienes, para que en mí brille la copiosa abundancia de su Pondera cómo en esta ocasión la Virgen, habiendo oído tantas
redención. ¡Oh alma mía! M edita y pesa bien la seguridad que cosas en su alabanza, no enderezó su respuesta á santa Isabel,
deben inspirarte la misericordia de Jesús y el poder de su Santí­ que la alababa, como suelen hacer comúnmente los hombres,
sima Madre.¿Confias debidamente en ellos? á titulo de mostrarse agradecidos, sino todas sus palabras en­
P a n t o í . * Contestación d e Isabel a l sa lu do d e M aría.— derezó á Dios nuestro Señor, enseñándote el modo cómo te has
Considera aquí cómo santa Isa b e l, al oir el saludo de María, filé de haber con los hombres cuando te alaban; porque lo mejor
también llena del Espíritu S an to , y comunicóle Dios en este y más seguro es mudar la plática y hablar con Dios, de quien
momento luz y conocimiento d el misterio que se había obrado en proceden los dones de que eres alabado. Mira también cómo la
su afortunada prima, por lo cu a l prorrumpió en cuatro maravi­ Virgen, que tan corta y tan medida era en sus palabras, cuando
llosos afectos, con los cuales h a s de agradecer tulas inspiracio­ hablaba con los ángeles y con los hombres, se alargó mucho más
nes é ilustraciones que recibas del cielo. E l primero fué de ala­ al hablar con Dios, contando sus grandezas; porque lo primero
banzas á Dios y á la Virgen, p o r cuyo medio había recibido tanto es prudencia y cautela, mas lo segundo es exceso de amor y
bien, diciendo: « Bendita tú en tre las mujeres y bendito el fruto agradecimiento, conforme lo que dice el Sabio: ' «Los que bende­
de tu vientre». Como quien d ice : Verdad es lo que te ha dicho cís al Señor, alabadle cuanto pudiereis, porque mayor es que
el ángel, de que eres bendita entre las mujeres. Mas yo añado que toda la alabanza». Y , como el que está lleno de Dios, todas sus
también es bendito el Hijo que tra es en el vientre, y que por Él pláticas son de Dios, para engrandecerle y alabarle en todo,
has íecibido tú la plenitud délas bendiciones celestiales y las han
cuanto tiene, porque de la abundancia del corazón habla la boca;
de recibir todos los hombres. E l segundo fué de profunda hu­
así la Virgen nuestra Señora, como estaba llena de Dios, echó
mildad, teniéndose por indigna de recibir la visita de la Madre por la boca este soberano cántico, en el cual resumió los princi­
del mismo Dios, diciendo: «¿De dóndeá mí que venga á visi­ pales afectos con que gusta ser ensalzado. ¡ Oh Maestra Sobera­
tarme la Madre de mi Señor?» Á este afecto añadió el tercero,
na! Verdaderamente estáis llena del Espíritu Santo, como lo
que fué de grande agradecimiento, confesando las maravillas que
patentiza el modo admirable con que respondéis á las alabanzas
había experimentado en si y en el niño que llevaba en su seno, que os tributan. Vuestro Corazón está ¡lleno del amor de Dios, y
diciendo: «Luego que sonó tu v o z en mis oídos, se alegró con de él, como de un abundante manantial, brotan áraudales los
grande gozo el infante que tengo en mis entrañas». Esto debes afectos de alabanza á vuestro Amado. Haced, Señora, que parti­
hacer tú cuando el Señor se dignare visitarte con sus inspiracio­ cipe de ese vuestro amor, á fin de que tomé parte en vuestras
nes ó en la sagrada comunión, recibiéndole con profunda humil­ alabanzas. ¡Oh alma devota! Mira á tu Madre, y por Ella cono­
dad, reconociendo por una p arte tu extremada indignidad de cerás si amas á Dios. ¿Hablas mucho con Él? ¿Te acuerdas de
recibir tal favor, y la infinita bondad del Señor que te lo concede. Él, y en tus conversaciones te ocupas en Él?
1¿1 cuarto afecto consistió en confirmar á la Virgen en la fe que
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué cúmulo tan inmenso de gra­
tenía, diciéndola:« Bienaventurada eres tú que has creído, por­ cias y favores recibieron san Juan Bautista y su madre con la
que en ti se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor». Apren­
visita que se dignó hacerles María! Uno y otra fueron llenos del
de de todo esto á aprovecharte de los dones que el Señor te ha
Espíritu Santo, y , no pudiendo el Bautista manifestar de otro
dispensado en bien de los prójimos, para confirmarlos en la fe y
modo su plenitud y el agradecimiento que por ella sentía, dió
en el amor que deben á Dios. ¿L o haces de este modo? ¿Qué
saltos de gozo en el mismo seno materno. Mas su madre santa
provecho sacas de las visitas d el Señor? ¿Cómo las agradeces?
Isabel,conociendo por interna inspiración el misterio obrado en
¡ Oh Virgen purísima! Por aquel gozo que sintió vuestro espí­
su prima, prorrumpió en fervorosos afectos de alabanzas á Dios
ritu al oir las palabras de vuestra prima, que inspirada del divino
por tan estupenda obra, de humildad profunda, reconociéndose
Espíritu os llamaba Madre de D io s, os suplico me alcancéis la
indigna de recibir tal visita, de vivo agradecimiento por tan
gracia de recibir las inspiraciones y visitas divinas con aquel
agradecimiento, humildad y provecho con que ella la recibió.
H ccli., XLlii, }).
P u n t o 3.° R espu esta d e M aría á la s alaban zas de su
8 16 Serie tercera.— De Id ¡Virgen Santísima. Med. 14.— Cántico «Magnificat».— Primera parte. 817
insigne beneficio y de encendidos deseos de confirmar á María ejercitando por su honor y gloría los actos que les son propios;
en la fe que tales grandezas le había merecido. ¡ O h! ¡ Cuán admi­ y.así has de convidar al entendimiento á que medite sus grande­
rable es la omnipotencia de D io s! ¡Cuán eficaz la mediación de zas, crea sus enseñanzas, juzgue altamente de lo que le perte­
su Santísima Madre! En un instante purifica á Juan, aun antes nece; á la voluntad para que ame su bondad, desee su gloria y
de nacer, le alumbra con el más claro conocimiento, y antes de deteste sus ofensas; á la memoria para que recuerde sus favores,
recibir la luz material es y a alumbrada su inteligencia con la luz y asimismo las demás potencias interiores y exteriores del áni­
divina. Confía en Dios; espera en el patrocinio de'María, por cuya ma, de modo que todo cuanto hagas sea confesión y alabanza
mediación tales bienes se alcanzan. Pero ¿te haces digno de esta de su Dios. Pero mira que María no dijo: Mi ánima engrandecerá
protección de tu Madre divina? ¿La procuras imitar en las virtu­ 6 engrandeció al Señor, sino engrandece; para significar que
des que enseña, singularmente en el menosprecio de las alaban­ su principal oficio y perpetua ocupación era engrandecer á Dios,
zas humanas y en los deseos de ensalzar y glorificar á Dios? ¿La haciendo en la tierra lo que hacen los ángeles en el cielo. ¡Oh si
tomas por modelo, cuando el mundo te prodiga alabanzas? ¿Atri­ mi ánima engrandeciese siempre á su Señor! ¡Oh Señor de infi­
buyes, como Ella, á la misericordia de Dios todo cuanto tienes? nita grandeza! Poco puedo yo engrandeceros con mis alabanzas;
Escudriña los senos de tu corazón, y con firmes propósitos y mas, del modo que pueda, os alabo y engrandezco, y confieso que
ardientes súplicas trata de mejorar tu conducta, amoldándola á la sois más grande de lo que puedo yo decir y sentir. ¡ Oh Virgen
de tu Santísima Madre; ruégala con fervor que interceda por tus soberana, cuya alma siempre engrandeció al Señor, y , como
necesidades y las de todo el mundo. otro David ’, convidaba á todos á que le engradeciesen! A lcan­
zadme que la mía le engrandezca, ocupándose de continuo en
cantar sus grandezas. Y tú, cristiano, ¿engrandeces al Señor?
14.— CÁNTICO * MAGNIFICAT «.— PRIMERA PARTE.
¿Son tales tus obras que provoquen á alabar á Dios, ó, a) contra­
rio, es por ellas su santo nombre blasfemado?
Preludio l.®— La Virgen Santísima, en contestación á las alabanzas que le tributaba P a n t o 8.° Y m i e sp íritu se alegró en D ios n ti S alvador.
su prima, elevó al Señor un sublime cántico de acción de gracias. —Considera cómo en estas palabras te enseña María el modo de
Preludio 2.o Represéntate á Maria diciendo por primera vez éste cántico.
gozarte en Dios, apuntando cinco condiciones de este gozo, para
P relu d io 3.0 Pide la gracia de participir de loa afectos que para con Dios sentíala
que sea puro y perfecto. Porque, primeramente, no has de cifrar
Virgen, al decirlo.
tu gozo y alegría principal en las cosas espirituales, ni tanto en
los dones recibidos, cuanto en el dador de los dones, que es el
P u n to l.° Mi a lm a en gran dece d D io s.—Considera en este mismo Dios. Y aunque te has de gozar en Dios, en cuanto es tu
punto el primer verso del M agnificat «Mi alma engrandece al Criador que te ha sacado de la nada; pero principalmente, por­
Señor», en el cual María te enseña el espíritu con que debes que es tu Salvador y Sanlificador, porque de esta manera es fuen­
alabar ¡l Dios, que consiste en sentir alta y magníficamente de Él, te de la alegría espiritual, que se funda en la salud del alma,
y en engrandecer todas sus cosas, sabiendo que es tan grande, santificada por la gracia. Y este gozo ha de ser principalmente
sublime y perfecto, que p o r más que digas y pienses, siempre en el espíritu ó parte superior del alma, para que sea más limpio
excederá en perfección á todos tus pensamientos y palabras, de lo que tiene resabio de carne; cual suele ser el gozo sensible
acordándote de lo que dice el Sabio 1, que Dios es superior á del cuerpo, aunque algunas veces el gozo del espíritu redunda
toda alabanza. Por este m o tivo , Siguiendo el ejemplo de María, también en la carne, según aquello de David *:«Mi corazón y mi
has de alabar y engrandecer su bondad y misericordia, poder carne se alegraron en Dios vivo». Finalmente, tu espíritu no se
y hermosura y demás atributos, sintiendo altamente de ellos ha de gozar en sí mismo, como si por sus merecimientos tuviese
porque tanto sobresalen, que con propiedad y esencialmente todos los dones de que se alegra, sino su alegría ha de ser en
sólo Él los posee, pudiéndose decir de ellos lo que de la bondad Dios su Salvador que se los dió, en quien ha de estribar su ale­
particularmente decía Jesucristo 3: Nadie bueno sino solo Dios, gría, como dijo el real Profeta?: «Mi alma se alegrará en el
y nadie misericordioso, y nadie poderoso y santo, sino solo Dios; Señor, y se deleitará en su Salvador». Tal fué el gozo de la V ir­
y asi de todas las demás perfecciones. Y todo esto, no con solas gen, la cual, en este punto, miró al Salvador, que tenia dentro
palabras corporales, sino con el ánima y con todas sus potencias sus entrañas, y arrebatada de su amor, dijo: «Mi espíritu se
interiores, convidándolas para que á su modo alaben al Señor, alegró en Dios mi Salvador». ¡Oh Virgen benditísima! Razón

1 Eccli., x u n , 33. — 1 L uc., x v n i, 19. 1 Psalm. xxjcm, 2; cu, I. — * Psatm. ixxxm, 2. — ) Psalm. xxxiv, 9.
52
8 i8 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. / 5 .— Cántico « Magníficat». — Segunda parte. 819

tenéis para alegraros en vuestro Salvador, del cual habéis reci­ ¿Estamos convencidos de nuestra nada, y obramos fundados en
bido dones tan soberanos, que no han sido concedidos iguales á este convencimiento?
los espíritus angélicos. ¡ Oh alma m ía! Levántate sobre ti misma E p ílo g o y c o lo q u io s . (Cuán bien hace María, sin pensar­
como la Virgen, y alégrate puramente en tu Dios y Salvador. lo, el oficio de Maestra! Ella entona un armonioso himno, con­
S i deseas gozo, gózate en el S e ñ o r y Él te cumplirá los deseos vidándonos con su ejemplo á que le sigamos. ¿Qué dice en este
de tu corazón, para que tu gozo sea lleno. ¿Buscas en las criaturas himno?¿Á quién alaba?«Mi alma engrandece al Señor.» Á Dios se
los motivos de tu gozo y alegría? dirigen sus alabanzas, no á Isabel, que acababa de engrandecerla
P o n to 3.° P o r qué m iró la p equ eñ ez d e su esclava.— á Ella. El engrandecimiento y gloria de Dios se propone como
Considera cómo María en este verso comienza á enumerar los objeto exclusivo, y todo cuanto piensa, dice y obra, son alaban­
beneficios singulares con que el Señor la enriqueció, los cuales zas y loores al Señor. ¡ Quién pudiese llegar á la imitación tan
la mueven á alabarlo y á regocijarse en Él. El primer privile­ perfecta de María, que todas sus obras engrandeciesen á Dios,
gio particular que de Dios recibió María fué el haberse dignado único merecedor de toda alabanza! Pero María añade que su
mirar la pequeñez de su esclava, como Ella misma dice, apun­ espíritu se regocijó en Dios su Salvador; porque la alegría que
tando dos raíces de los divinos beneficios; una principal de le causó el misterio sublime que en Ella se había obrado, era
parte de Dios, y otra de parte nuestra. De parte de Dios es dig­ una alegría toda espiritual, fundada, no tanto en los bienes de
narse mirarte con buenos ojos y acordarse de ti’ para hacerte naturaleza qñe del Señor había recibido, cuanto en los de gracia
bien. Porque, aunque es verdad que ve todas las cosas, pero no y de gloria que esperaba recibir. ¡Oh María! Bien podéis alegra­
se dice mirar ni hacer caso de lo que deja en el abismo de la ros en vuestro Dios y Salvador, el cual os ha mirado con ojos
nada ó en el profundo de su miseria, sino de las que mira para benignos, y contemplando gozoso el profundo cbnocimiento que
usar con ellas de grande misericordia. L a raíz de parte del de vuestra nada teníais, y viendo que los dones que en V os depo­
hombre es el conocimiento de su pequeñez, por el cual se dispone sitase redundarían todos en su gloria, se ha esmerado en her­
á recibir los dones de su divina gracia y largueza; y así la Vir­ mosear vuestro Corazón y vuestra alma. ¡Oh! ¡Si nosotros nos
gen, como tan ilustrada de Dios, juntó ambas co sas, engrande­ conociéramos perfectamente; si estuviésemos íntimamente per­
ciendo á Dios porqué se dignó mirar la humildad de su esclava. suadidos que nada somos, nada podemos, para nada valemos!
Por las cuales palabras no tanto confiesa de sí que tiene la virtud Entonces Dios nos miraría, y con su mirada nos comunicaría teso­
de la humildad, cuanto la ejercita; porque como verdadera ros inmensos de gracia. Veamos, pues, qué propósitos y resolu­
humilde, no se tiene por tal, ó lo callara, sino con humildad ciones nos conviene formar para esto, cuándo, porqué y en qué
confiesa que es pequeña, vil y despreciada como esclava; y que, cosas nos lleva el amor propio y la vanidad; resolvamos la en­
sin embargo de esto, no se desdeñó Dios de mirarla. Con lo cual mienda, pidamos la gracia que para esto no es necesaria, sin
te enseñó que el fundamento de las alabanzas de Dios, y de la descuidar las demás obligaciones y necesidades.
acción de gracias por los favores que te hace, ha de ser el reco­
nocimiento de tu pequeñez é indignidad, porque de esta manera
15.— CÁNTICO «MAGNIFICAT».— SEGUNDA PARTE.
no habrá peligro de mezclarse vana complacencia; antes, esta
pequeñez ha de ser título para que te mire con buenos ojos y te P reludio i .» Agradecida la Virgen Santísima á los beneficios que le otorgó el Señor,
haga grandes mercedes; porque su condición es mirar las cosas prorrumpió en un sublime cántico de alabanzas al Todopoderoso.
pequeñas en el cielo y en la tierra y hacerles grandes misericor­ P reludio 2.0 Represéntate á la Virgen diciendo este hermoso cántico.
dias. Y así lo experimentó David, cuando dijo1: €Porque Dios P reludio 3.0 Pide la gracia de tener y sentir los afectos santos que embargaban el
miró mi humildad y pequeñez, libró á mi alma de todas sus mi­ espiritu de María al decirlo.
serias ». ¡ Oh Virgen humildísima, que tal conocimiento tenéis de
Vos misma, que por él merecisteis atraer las miradas y el cora­ P o n t o l.° D esde este pu n to m e lla m a rá n bien a ven tu ra d a
zón de Dios, y al mismo Verbo divino á vuestro santísimo seno! todas la s g en era cio n es—Considera cómo María, viendo profé-
Haced que conozca mi vileza y pequeñez, colocándome con el ticamente que todas las generaciones habían de conocer las gran­
pensamiento en el polvo de mi nada y en el estiércol de mis pe­ dezas que en Ella había puesto el Señor, y que por ellas sería
cados , para que de allí me levante el Señor para reinar en el llamada de todas bienaventurada, sacó de este conocimiento un
cielo con sus santos. ¿Conocemos nosotros nuestra pequeñez? nuevo titulo para engrandecer á Dios su Salvador, diciendo ';

• Psalm. xxxvi, 4 ; Joan., x v i, 2 4 ; M atth., x x v , 21. — » Psabn. x x x , S. ■ Luc., 1, 48.


818 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. /5 .— Cántico « Magnificat».— Segunda parte. 819

tenéis para alegraros en vuestro Salvador, del cual habéis reci­ ¿Estamos convencidos de nuestra nada, y obramos fundados en
bido dones tan soberanos, que no han sido concedidos iguales á este convencimiento?
los espíritus angélicos. ¡ Oh alma mia! Levántate sobre ti misma E p ílo g o y c o lo q u io s. \ Cuán bien hace María, sin pensar­
como la Virgen, y alégrate puramente en tu Dios y Salvador. lo , el oficio de Maestra! Ella entona un armonioso himno, con­
Si deseas gozo, gózate en el Señor y Él te cumplirá los deseos vidándonos con su ejemplo á que le sigamos. ¿Qué dice en este
de tu corazón, para que tu gozo sea lleno. ¿Buscas en las criaturas himno?¿Á quién alaba?«Mi alma engrandece al Señor.» Á Dios se
los motivos de tu gozo y alegría? dirigen sus alabanzas, no áIsabel, que acababa de engrandecerla
P u n to 3.° P or qué m iró la pequ eñ ez de su esclava.— á Ella. El engrandecimiento y gloria de Dios se propone como
Considera cómo María en este verso comienza á enumerar los objeto exclusivo, y todo cuanto piensa, dice y obra, son alaban­
beneficios singulares con que el Señor la enriqueció, los cuales zas y loores al Señor. ¡ Quién pudiese llegar á la imitación tan
la mueven á alabarlo y á regocijarse en Él. El primer privile­ perfecta de María, que todas sus obras engrandeciesen á Dios,
gio particular que de Dios recibió María fué el haberse dignado único merecedor de toda alabanza! Pero María añade que su
mirar la pequeñez de su esclava, como Ella misma dice, apun­ espíritu se regocijó en Dios su Salvador; porque la alegría que
tando dos raíces de los divinos beneficios; una principal de le causó el misterio sublime que en Ella se había obrado, era
parte de Dios, y otra de parte nuestra. De parte de Dios es dig­ una alegría toda espiritual, fundada, no tanto en los bienes de
narse mirarte con buenos ojos y acordarse de ti' para hacerte naturaleza que del Señor había recibido, cuanto en los de gracia
bien. Porque, aunque es verdad que ve todas las cosas, pero no y de gloria que esperaba recibir. ¡ Oh María! Bien podéis alegra­
se dice mirar ni hacer caso de lo que deja en el abismo de la ros en vuestro Dios y Salvador, el cual os ha mirado con ojos
nada ó en el profundo de su miseria, sino de las que mira para benignos, y contemplando gozoso el profundo conocimiento que
usar con ellas de grande misericordia. L a raíz de parte del de vuestra nada teníais, y viendo que los dones que en V os depo­
hombre es el conocimiento de su pequeñez, por el cual se dispone sitase redundarían todos en su gloria, se ha esmerado en her­
á recibir los dones de su divina gracia y largueza; y así la Vir­ mosear vuestro Corazón y vuestra alma. ¡Oh! ¡Si nosotros nos
gen, como tan ilustrada de Dios, juntó ambas cosas , engrande­ conociéramos perfectamente; si estuviésemos íntimamente per­
ciendo á Dios porqué se dignó mirar la humildad de su esclava. suadidos que nada somos, nada podemos, para nada valemos!
Por las cuales palabras no tanto confiesa de sí que tiene la virtud Entonces Dios nos miraría, y con su mirada nos comunicaría teso­
de la humildad, cuanto la ejercita; porque como verdadera ros inmensos de gracia. Veamos, pues, qué propósitos y resolu­
humilde, no se tiene por tal, ó lo callara, sino con humildad ciones nos conviene formar para esto, cuándo, por qué y en qué
confiesa que es pequeña, vil y despreciada como esclava; y que, cosas nos lleva el amor propio y la vanidad; resolvamos la en­
sin embargo de esto, no se desdeñó Dios de mirarla. Con lo cual mienda, pidamos la gracia que para esto no es necesaria, sin
te enseñó que el fundamento de las alabanzas de Dios, y de la descuidar las demás obligaciones y necesidades.
acción de gracias por los favores que te hace, ha de ser el reco­
nocimiento de tu pequeñez é indignidad, porque de esta manera 15.— CÁNTICO «MAGNIFICAT».-SEGUNDA PARTE.
no habrá peligro de mezclarse vana complacencia; antes, esta
pequeñez ha de ser título para que te mire con buenos ojos y te P rbludio 1.» Agradecida la Virgen Santísima á los beneficios que le otorgó el Señor,
haga grandes mercedes; porque su condición es mirar las cosas prorrumpió en un sublime cántico de alabanzas ai Todopoderoso.
pequeñas en el cielo y en la tierra y hacerles grandes misericor­ P reludio 2.0 Represéntate á la Virgen diciendo este hermoso cántico.
dias. Y así lo experimentó D avid, cuando dijo a: «Porque Dios P reludio 3.» Pide ia gracia de tener y sentir los afectos santos que embargaban el
miró mi humildad y pequeñez, libró á mi alma de todas sus mi­ espíritu de María al decirlo.
serias». ¡Oh Virgen humildísima, que tal conocimiento tenéis de
Vos misma, que por él merecisteis atraer las miradas y el cora­ P lin t o l.° D esde este pu n to m e lla m a rá n bien aven tu rada
zón de Dios, y al mismo Verbo divino á vuestro santísimo seno! todas las generaciones.—Considera cómo María, viendo profé-
Haced que conozca mi vileza y pequeñez, colocándome con el ticamente que todas las generaciones habían de conocer las gran­
pensamiento en el polvo de mi nada y en el estiércol de mis pe­ dezas que en Ella había puesto el Señor, y que por ellas sería
cados , para que de allí me levante el Señor para reinar en el llamada de todas bienaventurada, sacó de este conocimiento un
cielo con sus santos. ¿Conocemos nosotros nuestra pequeñez? nuevo titulo para engrandecer á Dios su Salvador, diciendo 1:
' Psalm. XXXVI, 4 ; Joan., x v i, 2 4 ; M atth., xxv, 2 1. — » P s a lm .x x x .S .
■ Luc., i, 48.
820 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. / 5 .— Cántico «Magnificat».— Segunda parte. 821

c Mirad que desde este punto me llamarán bienaventurada todas y causa de todos sus bienes, de ser Virgen y Madre, y no cual­
las generaciones », esto es, todos los hombres y todos los pueblos quier madre, sino del mismo Dios; y admirada de tantas grande­
que crean en Cristo, los presentes y los por venir. Mas, pondera zas, alabó á Dios por ellas, atribuyéndolas á su omnipotencia y
cómo en estas palabras no toma María por motivo de gozo sus á la santidad de su nombre, porque con su omnipotencia las hizo,
propias alabanzas, lo cual no hubiera sido humildad; sinosólo y por su santidad quiso hacerlas, para que su nombre fuese san­
las grandezas que Dios la dió, y el bien que resultaría á todos tificado y glorificado por todos los siglos. Y en decir que hizo Dios
los que la sirviesen y alabasen. Reflexiona con cuánta razón se en Ella cosas grandes, da también á entender que la hizo grande
llama bienaventurada á la Virgen, y cuán justo es que tú formes en las cosas que hacená loshombres grandes delante de Dios, que
coro con este común concierto de las generaciones todas. María es lasantidad y dones celestiales; porqup siendo el Hijo grande,
es bienaventurada porque creyó, como la dijo su prima; bien­ también lo había de ser su M adre Por donde puedes ver que no
aventurada porque trajo en su seno al Salvador del mundo; y mu­ es contrario á la humildad, sino que está muy conforme con ella,
cho mas bienaventurada porque oyó siempre con fidelidad sus el reconocer en si los dones de Dios; pues que, como dice san
palabras y las guardó. Ella es bienaventurada con cada una de Pablo', el mismo Espíritu divino los descubre, para que se los
las ocho bienaventuranzas que predicó Jesús en el monte '. Es agradezcas, atribuyéndolos, no á tus merecimientos, sino á la po­
pobre de espíritu , siendo suyo el reino de los cielos; es mansa, tencia y santidad de D io s, haciendo junta de estos dos atributos,
y por esto posee la tierra de los vivos; lloró los males del mundo, como los santos cuatro animales que daban gloria á Dios, dicien­
y es ahora consolada; tuvo hambre y sed de justicia, y ahora está do *: «Santo, Santo, Santo el Señor Dios todopoderoso, que era,
harta; fué miseficordiosa, y alcanzó misericordia; fué pacífica,y es y ha de venir». ¡Oh Virgen sapientísima! Bien podéis decir que
así p o r excelencia es hija de Dios; limpia de corazón, y ahora está el Señor ha hecho en Vos cosas grandes, no sólo porque son
viendo á Dios; padeció persecuciones por la justicia, y ahora es grandes vuestros privilegios, grande vuestra dignidad, grande
suyo el reino de los cielos, como Reina suprema de todos sus vuestro ministerio, sino por la grandeza de virtudes que os ha
moradores. Por donde puedes ver que el mayor motivo de ale­ concedido; por la cual os suplico me alcancéis gracia para imi­
gría que puedes tener, es la esperanza cierta de tu bienaventu­ taros en e lla , teniendo esto por única grandeza, y mirando con
ranza; por lo cual dijo Jesús á sus discípulos *: «No os alegréis que desprecio todas las terrenas. {Oh alma fiel! Si tan admirables
los demonios se os sujeten, sino de que vuestros nombres estén son las grandezas de María, ¿ por qué no te esmeras más en hon­
escritos en el libro de la vida». ¡Oh Reina soberana! Gózome de rarla? ¿Por qué no buscas estas mismas grandezas?
que seáis bienaventurada por tantos títulos. ¡Oh! ¡Si todas las na­ P u n t o 3.° Y su m iserico rd ia se ex tien d e d e u n a en m u­
ciones se convirtiesen á vuestro Hijo, y os llamasen con gran fe chas generaciones p a ra con los que le tem en .—Considera ahora
bienaventurada, para que por vuestro medio llegasen todos á ser el nuevo título que recuerda la Virgen para engrandecer á Dios,
bienaventurados, imitando aquí vuestra vida, y gozando después diciendo: «Su misericordia se extiende de una en muchas gene­
de vuestra gloria! ¿Qué sentimos nosotros de María ? ¿La lla­ raciones con los que le temen». A cerca del cual has de ponderar
mamos biénaventurada, y procuramos imitar las virtudes que la cómo esta celestial Señora, no sólo quería alabar á Dios por los
hacen digna de las alabanzas universales? beneficios que ya había recibido, sino por otros muchos que es­
P a n t o !®.° P orqu e ha hecho en m i cosas g ra n d e s el que es peraba todavía recibir; y no sólo por los beneficios propios, sino
Todopoderoso y su nombre sa n to —Considera aquí otro título por los que reciben todas las naciones del mundo, alegrándose
que adujo la Virgen Santísima para engrandecer y alabar á Dios de que la misericordia de Dios sea continua, no cesando nunca
y gozarse en Él, diciendo: «Porque ha hecho en mí cosas grandes esta fuente inagotable de derramar sobre sus criaturas el agua de
el que es Todopoderoso y su santo nombre». En este momento sus beneficios; infinita, ya por razón de los seres á quienes se
revolvió María por su memoria las cosas milagrosas que Dios comunica, ya de los bienes que les hace, ya por la indignidad que
había obrado en E lla, y los grandes beneficios que la había hecho de ellos tenían; y sempiterna, durando por toda la eternidad; y
desde el instante de su concepción hasta entonces; especialmente porque se extiende á todos los que le sirven y temen, de cual­
recordaría la gracia singular de haberla preservado del pecado quier nación que sean. Pondera cómo es propio de los santos,
original, enriquecido de gracia, destruido en Ella la rebeldía de cuando reconocen las mercedes que Dios les ha hecho, esperar de
carne, y pacificado completamente su espíritu; pero, más par­ su misericordia que les hará otras muchas, como dijo san Pa­
ticularmente trajo á su memoria aquel gran milagro, fundamento blo»: «Dios nos ha librado de tantos peligros y nos libra, en

> M«tih., v, 3. — » L uc., 1 , 20. » I Cor., 11, 10. — » Apoc., iv, 8. — j II Cor., 1, 10.
822 Serie Uretra.— De la Virgen Santísima. Med. 16.— Cántico «Magnificate.— Tercera parte. 823

quien esperamos también que nos librará». Y propio es de ellos nos convenga para este fin; roguemos al Señor y á la Virgen que
también no pensar que solamente amanece el Sol de justicia por nos ayuden á cumplirlas, y que se compadezcan de todas las
sus casas, sino sentir altamente de la misericordia de Dios, y que demás necesidades.
se extiende á otros muchos y por todos los siglos; por lo cual le
dan gracias , tomando por propios los beneficios de todos los 16,— CÁNTICO «MAGNIFICAT».— TERCERA PARTE.
hombres, gozándose de tener un Dios tan misericordioso, que á
ninguno que le teme niega su misericordia, como lo confiesa P reludio i .• María, en tono profctico y agradecido, reconoce las maravillas del Todo­
David en el salmo cu, en el cual no hace otra cosa que glorificar poderoso en su inspirado cántico Magnificat.
á Dios por estos dos títulos de misericordia con él y con los de­ P reludio 2.» Represéntate á la Virgen diciendo este cántico.
más justos. ¿Cómo pensamos nosotros acerca de esta doctrina? P relumo 3.» Pide la gracia de conocerlos afectos que encierra y decirle con el mismo
¿Damos gracias á Dios por los bienes propios y ajenos? ¿Ó nos espíritu con que lo decía la Virgen.
dejamos llevar de la envidia? ¡ Oh Madre amabilísima! Y a que en
vuestra mente recordáis, no sólo las misericordias que Dios ha P a n t o l.° H izo obras p o d ero sa s cotí su bra zo y desbarató
usado con Vos, sino también las que ha concedido á todas las ge­ á los soberbios en su m en te y corazón. — Considera cómo la
neraciones, recordadle y agradecedle las que ha usado conmigo, Virgen prosigue sus fervorosas alabanzas al Señor, porque É l '
librándome del pecado, preservándome de muchos peligros y «hizo obras poderosas con su brazo». L as obras de la omnipo­
concediéndome tales bienes, que ni yo conozco, ni aunque cono­ tencia divina son eficaces motivos, para el que las medita, para
ciera, supiera agradecer, si Vos no os dignáis ser mi Maestra y ensalzar y glorificar al Señor que las hizo. Y así, la Virgen en
auxiliadora. esta ocasión pasó por su memoria tales obras, acordándose de
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué penetración tan profunda, la creación del mundo, de su conservación y gobierno con tan
qué luz tan clara iluminaría la mente de la Virgen al decir que admirable providencia, de las cosas prodigiosas que hizo, sacan­
todas las generaciones la habían de llamar bienaventurada! do á su pueblo de Egipto, y llevándole por el desierto á la tierra
Todo cuanto la rodeaba no hacía pronosticar tales bendiciones. de promisión, con todas las demás que cuenta la Escritura; y
Es una doncella pobre, desconocida, que mora en un rincón de la principalmente se acordó de la obra de la Encarnación, en la cual
tierra, y ¿será llamada bienaventurada por todo el mundo? ¿Cómo mostró Dios su poder y la virtud de su brazo. Por todas estas
se explica esto? Sin embargo, es cierto; todas las generaciones obras, repasadas en un instante, engrandeció á Dios, diciendo:
que han creído en Jesús han llamado bienaventurada y feliz á su «Hizo obras poderosas con su brazo». Mas porque la omnipoten­
M adre; bienaventurada por su fe, por su maternidad divina, por cia de Dios, no sólo se manifiesta en las obras de su misericor­
ser la más aprovechada discipula de su Hijo. Bienaventurada por dia . sino también en las obras de su divina justicia, por esto la
las grandezas que el Señor se ha dignado concederla en este Virgen, después de haber recordado aquéllas, trajo éstas á la
mundo , y por las riquezas de gloria que ahora posee en el cielo. memoria, diciendo: « Desbarató á los que son soberbios en su
Bienaventurada porque en Ella ha hecho cosas grandes el Santo mente y corazón». Aquí recordaría esta Señora los espantosos
por excelencia y el Todopoderoso, constituyéndola Correden­ castigos que la rigurosa justicia de Dios ha hecho en los sober­
tora del género humano, Mediadora de gracia, Maestra délos bios, contemplando cómo deshizo las trazas del soberbio Luci­
hombres, Asiento de la sabiduría, Portento del cielo y Salud de fer, que decía *: «Subiré al cielo, pondré mi silla sobre las estre­
la tierra. ¡Oh María! Sois bienaventurada más que todas las de­ llas, y seré semejante al Altísimo»; las de los soberbios, que que­
más puras criaturas^alcanzad para nosotros, miserables pecado­ rían edificar la torre de Babilonia y los castigos que hizo en
res, una parte de estos dones que os hacen bienaventurada, para Faraón ♦ , en Nabucodonosor >y en otros semejantes soberbios. Y
que con V os lo seamos en el cielo. ¿No se extenderán hasta nos­ por todo esto engrandecía también á Dios, pues por ello es digno
otros las misericordias que el Señor, como Vos dijisteis, derrama de ser alabado, así como lo hizo Cristo nuestro Señor, cuando
de generación en generación? Miremos atentamente si tememos dijo 6: «Alábote, Padre celestial, Señor del cielo y de la tierra,
á Dios, porque para los que le temen son las misericordias del porque escondiste estas cosas á los sabios y prudentes, y las
Altísimo. Examinemos detenidamente si el santo temor del Se­ revelaste á los pequeñuelos». ¡Oh Virgen soberana! Muy justo
ñor nos guía, nos acompaña, nos detiene para no ofenderle, nos es que alabéis y glorifiquéis á Dios por las obras de su omnipo-
estimula para servirle y nos ilustra para escoger lo mejor y que
más le agrada. Despertemos en nuestro espíritu este santo afec­ 1 Lu.\, i. 51.— » Isai., xiv, 13. — j Gen., x i , 4. — 4 Exod., x. — > Dan., i v , 30.
to, y para lograrlo, hagamos aquellas resoluciones prácticas qué 6 Mitth.. x i, 25.
Ü24 Serie tercera — De la Virgen Santísim a. M e i. 1 6 .— Cántico «M agnificat»,— Tercera parte. ^25
tencia. En Vos misma habéis experimentado este atributo di­ «Recibió á Israel su siervo, acordándose de su misericordia,
vino , porque sólo el Todopoderoso podía acumular en Vos tal como lo había dicho á nuestros padres, Abraham y sus descen­
tesoro de gracias, que Vos sola superarais inmensamente á todas dientes». En las cuales debes ponderar primeramente el cuidado
las demás obras de su s manos. ¡Oh alma mía! Mira las grandes y providencia que tiene Dios de mirar por los que ha tomado
obras que el Señor ha obrado en t i , y teme sus castigos, si á su cargo, como hijos y domésticos suyos, acudiendo perso­
eres ingrata y soberbia: ¿qué te conviene hacer? nalmente á remediarlos; y , aunque parece que por algún tiem­
P o n t o 2.° Echó de su silla á los poderosos, y ensalzó á po se olvida de ellos, pero á su hora se acuerda de la miseri­
los h u m ild e s; llenó d e bienes á los h am brien tos, y dejó vados cordia, y los remedia, como se acordó de Israel y del mundo
á los ricos.— Considera cómo María, prosiguiendo en ensalzar entero, y vino á remediarle, cuando se hizo hombre. Por lo cual,
la omnipotencia de D ios en las obras de su misericordia y en los aunque te veas agobiado de males y hayas tenido dentro de ti,
castigos de su justicia, dijo: «Echó de su silla á los poderosos, y como san P a b lo ', respuesta de muerte, creyendo firmemente
ensalzó á los hum ildes; hinchó de bienes- á los hambrientos, y que se acababa tu vida, no debes perder tu confianza, sino espe­
dejó vados á los ricos». Suele Dios juntar maravillosamente en rarle, porque aunque al parecer demore el ayudarte, es cierto
sus obras la misericordia con Injusticia, porque mientras con que no tardará, sino que cumplirá su promesa. Por lo cual', mira
una mano arroja de sus tronos y sillas á los poderosos del mun­ cómo la Virgen te avisa que Dios es fiel en cumplir las prome­
do, quitándoles los reinos y dignidades, y las grandezas que sas que tenía hechas á nuestros padres, llenándolas fielmente
tenían, con la otra suele en su lugar ensalzar y entronizar á los en todos sus descendientes hasta el fin del mundo; asi como cum­
pequeñuelos y bajos. A s í como echó del trono celestial á los ánge­ plió la palabra que dió á Abraham y á David, de que vendría á
les soberbios, y en su lugar levantó á los hombres humildes; y remediarlos, y á dar salud y vida á todos sus hijos hasta la con­
del trono de este mundo echó á su soberbio príncipe Satanás, sumación de los siglos. Con estas dos consideraciones se encen­
que le tenía tiranizado, y en su lugar levantó á Cristo. Maestro dió el ánimo de la V irgen para engrandecer á Dios, y su espí­
de la humildad, el cu al, siendo pequeño, como chinita bajada del ritu se alegró en Dios su Salvador, y con ellas tu ánimo y tu es­
cielo, sin manos ni obra de hombres, derribó la estatua 1 que sig­ píritu se han de encender con semejantes afectos, pues cada día
nificaba las cuatro monarquías del mundo, y por su humildad ves esta providencia que Dios tiene con sus hijos, y la fidelidad
creció y llegó á ser un grande monte. Esta misma costumbre ha con que cumple lo que prometió á los Apóstoles, padres nues­
guardado siempre el Señor, como se dice en el libro de Job 2, tros, no olvidándose de los fieles que son sus descendientes hasta
cumpliendo lo que está escrito, que quien se ensalzare será hu­ el fin del mundo. ¡Oh Reina mía! Por aquel fervor santo en que
millado, y quien se humillare será ensalzado. Y de la misma se abrasaba vuestro Corazón cuando con tanto gozo entonabais
manera á los hambrientos y pobres que se tienen por necesitados este cántico en honor de vuestro Dios y Salvador, os suplico
y tienen hambre y sed de la justicia, los llena de bienes espiri­ humildemente me alcancéis este mismo espíritu para decirlo,
tuales, cumpliendo su s deseos; y , por el contrario, deja vacíos á llenando mi corazón de aquellos afectos que inundaban el vues­
los ricos, que se tienen por abundantes y piensan que no tienen tro. ¡Oh cristiano! Aprende de tu dulce Madre á engrandecer á
necesidad de otros, conforme dice David»: «Los ricos tienen ne­ Dios, recordando el cuidado y providencia que de ti tiene y la
cesidad y hambre, m as los que buscan á Dios tendrán abundancia fidelidad con que cumple cuanto te ha prometido. ¿Lo has hedió
de todo bien». ¡Oh M adre dulcísima! ¡Cuán bien conocida tenéis así hasta el presente?
la condición del S eñ o r, cuyo es propio sublimar á los humildes E p ílo g o y .c o lo q u io s . ¡Cuán bien meditadas tenía la V ir ­
y postrar á los soberbios! Ahora conozco cuán profunda fué gen las obras prodigiosas de la omnipotencia de Dios! ¡Con qué
vuestra humildad, sabiendo que guarda rigurosa proporción con júbilo las recordaba constantemente! Contempla Ella los por­
la grandeza que se os ha concedido. ¿No nos moverán estas efica­ tentos de la misericordia divina, y ve desfilar delante de los ojos
ces razones á ser humildes? ¿Qué debemos practicar para lo' de su mente la creadón con todas sus bellezas, la conservadón
grarlo? con la sublime providencia que exige, el cuidado paternal que el
P a n t o 3.° R e c ib ió d Israel su sie rv o , acordándose• de su Señor tiene de su pueblo, la Redención con todos los misterios,
m iserico rd ia , como lo habla dicho á nu estros p a d re s, Abraham beneficios y gracias que encierra, y abarcándolas de una mira­
y su s descen d ien tes. — Considera en este punto los dos últimos da, arrebatada en éxtasis, exclama: «Hizo obras poderosas con su
títulos que aduce M aría para alabar á Dios, con estas palabras: brazo». Mira el rigor de la justicia divina en el castigo de los so­

• Dan., ii, 34. — » Jo b ., v, i t . — J Pstlm . xxxm, t i . 1 II Cor. 1 ,9 .


826 Serie tenera. — D e la Virgen Santísim a. M ed. / 7 . — Expectación del p a rto. 827 •
berbios, el ángel caído, confundidos los babilonios, anegados los que le amaba mucho, no le queríá para sí sola, sino para todos,
egipcios, Nabucodonosor, Amán y otros soberbios hechos el pues había encarnado para todos; y , como la esperanza que se
oprobio de los hombres, y agradecida y admirada, dice: «Des­ dilata aflige el corazón cada día se le haría un a ñ o; aunque
barató á los soberbios en su mente y corazón». En la distribu­ por otra parte estaría contentísima de tenerle dentro de s í , en­
ción de los bienes observa María que el Señor tiene como ley in­ tendiendo que Él gustaba de ello. Con estas consideraciones has
variable la exaltación de los humildes y la humillación de los de mover tu corazón y despertar en él unos encendidos deseos
soberbios, y esta norma tan gloriosa para Dios y tan instructiva de que este Hijo de Dios nazca espiritualmente en tu alma y en
para el hombre, es objeto de su admiración y alegría, y así gozo­ la de todos, para que de todos sea adorado, servido y amado,
sa exclama: «Echó de su silla á los poderosos, y ensalzó á los valiéndote para esto de algunos versos de la sagrada Escritura
humildes; llenó de bienes á los hambrientos, y dejó vacíos á los de que usaría la Santísima Virgen y de que se sirve la Iglesia en
ricos». Por fin, la fidelidad del Señor en cumplir sus promesas, el el tiempo de Adviento *:«¡Ojalá rompieses esos cielos y vinie­
cuidado paternal que tiene de todos sus hijos, la caridad con que ses! Para que en tu presencia se deshiciesen todos mis vicios.
los ampara, la constancia y perpetuidad con que tales obras rea­ ¡Oh cielos! Enviad de lo alto este divino rocío. ¡Oh nubes! L lo­
liza, entusiasman á María, la cual engrandeceá Dios con la pala­ ved para mí al Justo. ¡Oh tierra! Ábrete y brota para mí al Sal­
bra, y sobre todo con los más vivos afectos de su Corazón. Y tú, vador ». Y espiritualizando los deseos de la Virgen de ver na­
¿has meditado estas obras del Señor? ¿No dicen ellas nada á cido al Hijo que había concebido, has de desear tú también que
tu espíritu? ¿Ncvalabas por ellas á Dios? ¡Ah! T e deshaces en los buenos propósitos que has concebido por inspiración del Es­
alabanzas á un miserable mortal que lleva á cabo una obra aun­ píritu Santo, salgan á luz y vengan á traducirse en obras perfec­
que insignificante, ¿ y no manifiestas tu admiración y gratitud tas; de otra suerte, atormentarán tu conciencia, al modo que
por las obras de Dios? Avergüénzate de tu proceder, propón atormenta á su madre el niño que no puede nacer á su tiempo.
cambiar de conducta; p íd ela gracia que necesites, y ruega por ¡Oh Madre inmaculada! Por aquel intensísimo deseo que teníais
todas las necesidades. de ver nacido á vuestro Hijo, os suplico vuestros auxilios, para
que mi alma nazca á la gracia y se perfeccione en ella hasta
17.— EXPECTACIÓN DEL PARTO. alcanzar la gloria. ¡ Oh alma devota! Aquí tienes el termómetro
que te dice cuánto amas á Dios. ¿Tienes deseos de conservarle en
P reludio i .° Deseaba María que llegase el nacimiento de jesús, en el cual confiaba que tu compañía? ¿ Sientes estar alejada de Él ?
no había de sufrir detrimento su virginidad ; y así, preparaba cuidadosamente su alma para P a n t o 2 ° M aria confia que en el n acim ien to d e J e s ú s su
recibir á su Hijo. v ir g in id a d no su frirá m enoscabo. — Considera aquí, la espe­
P reludio 2.0 Represéntate á María puesta en oración, suspirando por poder abrasar i su ranza certísima que tenía nuestra Señora de que su virginidad
divino Hijo, nacido al mundo. no había de padecer detrimento en el parto, creyendo firme­
• P reludio 3.* Pide la gracia de imitar los deseos de Maria y su preparación.
mente que, como fué virgen en el concebir al Hijo de Dios, sin
obra de varón, así lo sería en el darle á luz sin perjuicio de su
P a u t o l.° Deseos de M aria de ve r nacido á su divin o H ijo, entereza virginal; porque la experiencia de lo pasado la certifi­
—Considera en este punto los encendidos deseos que tenía la caba de lo futuro, acordándose que ambas cosas fueron profe­
Virgen Santísima de ver nacido á su Hijo, y de que llegase ya la tizadas juntamente por Isaías, diciendo >: «Mirad que una Vir­
dichosa hora de su parto. Lo primero, por conocer de vista al gen concebirá y parirá un hijo, cuyo nombre será Emmanuel,
que, no sólo era Hijo suyo , sino también de D ios, y ver aquella que quiere decir: Dios con nosotros». Revolvería estas palabras
Humanidad sacratísima que había tomado en sus entrañas, y go­ dentro de s í , y con grande admiración d iría: ¿ De dónde á mí
zar de su hermosura. Lo segundo, por adorarle, servirle y re­ tanto bien, que sea yo esta milagrosa Virgen? ¡Qué! ¿es posible
galarle, y hacer con Él oficio de madre, en agradecimiento de que haya yo concebido en mis entrañas al mismo Hijo que el
la merced que le había hecho escogiéndola para ello. Y así, con eterno Padre tiene dentro de las suyas? ¿ Y que esté conmigo el
gran ternura diría aquello de los Cantares «¡Quién me diese, Emmanuel que tantos han deseado tener consigo ? ¿ Y que sin
Hijo m ío, que te viese ya fuera de este encerramiento que tienes, daño de mi virginidad salga de mí para estar con todos? Con es­
para besarte, regalarte y servirte como mereces!» Lo tercero, tos afectos encendidos has de recibir tú las visitas que el Señor se
para que el mundo gozase del bien que ella tenía; porque, aun- digna hacerte, ya por medio de las inspiraciones de su gracia,
1 C ant., viii) 1. 1 Prov., xiii, I J . — 1 Isaí., xlv, 8; ix iv , 1. — i Isai., vn, 14.
828 Serie tercera.— De la Virgen Santísim a. Med. /7.— Expectación del parto. 829
ya, sobre todo, cuando te visita y entra en ti por medio de la co­ tal es el Salvador que ha de nacer, y con tales disposiciones le
munión, sabiendo que el que tienes entonces en tu pecho es el habéis de recibir. Estas cuatro virtudes, contra los cuatro vi­
mismo que tenía la V irg en en sus entrañas antes que naciese, y cios contrarios, has de procurar para el fin dicho, por medio de
con la misma fe, humildad y confianza con que Ella le hablaba, la Virgen sacratísima. ¿Procuras tú recibir al Señor con las
debes tú también hablarle, convencido de que, así como escu­ virtudes que te enseña María, esto es, con humildad, confianza,
chaba los afectos y súplicas que Ella le dirigía, así oye también recta intención y mansedumbre ? ¡Oh Virgen Santísima, que con
las tuyas. Aprende sobre todo á tener grande esperanza de que fervorosos deseos esperabais el nacimiento de vuestro H ijo, y
Dios cumplirá todas las promesas que te ha hecho, aunque en la con excedentes obras os disponíais para verle y abrazarle! Ne­
apariencia sean muy extraordinarias y milagrosas; y así has de gociadme que quite de mí los estorbos de su venida, y con gran
creer y confiar con certeza que Él te ayudará en las tribulacio­ diligencia me apareje para ella.
nes, humillará á tus enemigos, te perdonará los pecados, te E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué deseos tan encendidos, qué
dará su gracia, para que vayas creciendo en virtud hasta llegar anhelo tan ardiente sentiría la Virgen de ver nacido al Hijo que
á la gloria. ¡Oh Virgen benditísima 1 Razón tenéis para regoci­ tenía en sus entrañas! Querría conocer de vista al que, siendo
jaros. En vuestro seno lleváis al Criador del mundo; dentro de Hijo suyo, era al mismo tiempo Hijo de Dios desde la eternidad;
poco vuestros ojos le verán, vuestros brazos le estrecharán y anhelaría poder obsequiar, servir y abrazar á aquel divino in­
vuestros pechos le ofrecerán alimento. Sea para bien dicha tan fante, por quien había sido criado el cielo y la tierra, y al cual
soberana, por la^cual os suplico dispongáis mi corazón, para los ángeles postrados adoran; suspiraría porque cuanto antes
que de un modo debido reciba á vuestro Santísimo Hijo cuando aquella luz brillante iluminase el mundo, aquel sol resplande­
en la sagrada comunión se digna venir á visitarme. ciente vivificase y calentase la tierra, y aquel divino Pastor sa­
P a n t o 3.° l ia r ía s e p rep a ra p a ra el nacim ien to de su liese á recoger su ganado. ¡Oh, cómo desahogaría aquella Se­
H ijo.— Considera cómo M aria, próxima ya al alumbramiento, ñora su Corazón en amorosos suspiros! ¡ Cómo repetiría las ex­
viéndose libre de los sobresaltos y temores que tienen otras mu­ clamaciones de los patriarcas y profetas llamando al Salvador
jeres al hallarse en el estado que Ella, y de los cuidados del parto del mundo! No recelaba que hubiera de sufrir detrimento alguno
que suelen darles pena, sólo pensaba en aparejar su alma con es­ su integridad virginal en el parto. L a experiencia de su concep­
clarecidos actos de virtud , para servir mejor á su Hijo, y en pre­ ción milagrosa y los oráculos de los profetas la tranquilizaban.
venir lo que era menester para su nacimiento, conforme á su Por lo cual, todos sus pensamientos y ocupaciones, todos sus
pobreza. Pondera cómo esta Señora estaría constantemente ocu­ deseos y trabajos se ordenaban á preparar su alma, disponerla
pada en hermosear su alm a con más profunda humildad, más ar­ y hermosearla con virtudes, sabiendo que estos son los adornos
diente caridad y más v iv a fe, sabiendo que estas son las dispo­ que agradan al Señor, y en los que se había de complacer única­
siciones que desea encontrar el Señor en las almas á quienes mente su divino Hijo. ¿V es á María? ¿Observas cómo se prepara
visita. Á su imitación has de aparejarte tú para el nacimiento de para recibir en sus brazos á Jesús en su nacimiento? Y tú , ¿ qué
Jesús, quitando los estorbos que hubiere en tu alm a, y adornán­ haces? ¿ Sientes en tu corazón deseos de que amanezca para ti el
dola con esclarecidos actos de virtud, conforme á aquellas pala­ día en que Jesús te regale con su presencia? ¿Cómo te preparas
bras que decía á sus oyentes san Juan Bautista 1: <Aparejad para recibirle? ¿Te adornas con la confianza, humildad, inten­
el camino para el Señor: todo valle se hinche; todo monte y ción recta y mansedumbre? ¡Cuán poco gratas han debido ser
collado se ab aje; los caminos torcidos se enderecen y los áspe­ para Jesús las visitas que te ha hecho y las que de ti ha recibido!
ros se allanen, porque toda carne ha de ver al Salvador»; que ¿Cómo te portarás en adelante? Medita con atención lo que ha
es decir: Quitad de vosotros los vicios contrarios al Salvador de agradar á Jesús, y con firmes propósitos trata de adquirir ta­
que nace, y adornaos con virtudes semejantes á las que trae; les disposiciones; al efecto, pide á Jesús y á María su poderoso
quitad honduras de pusilanimidades, altivez de soberbias, inten­ socorro, y ruégales por todas las necesidades, tanto espirituales
ciones torcidas y costumbres ásperas, procurando todo loque como corporales.
fuere posible levantar vuestro espíritu á lo alto con la confianza,
y abajarle á lo profundo con la humildad, enderezando vuestras
intenciones á lo celestial, sin mezcla de lo terreno; y siendo man­
sos con todos, sin dar ocasión de tropezar á ninguno; porque

■ Luc., m , 4 ; Isai., xl . 3.
830 Serie tercera.—De la Virgen Santísima. M ed. ¡ 8 .— Jornada dé la Virgen á Belén. 831
d a .— Considera cómo la entrada de la Virgen en Belén fué en
18,— JORNADA DE LA VIRGEN Á BELÉN. ocasión de tanto concurso de gente, que no halló quien la hos­
pedase; ni en el mesón ú hospedería pública hubo aposento don­
P reludio i ,0 La Virgen y san José , en cumplimiento del edicto del emperador, fueron de estuviese; y así le fué forzoso recogerse con su Esposo en un
á Belén. y no hallando aili posada, se recogieron en un establo. establo de animales, trazándolo así la Divina Providencia, para
Preludio 3.0 Represéntate á la Virgen en este camino y en Belén buscando posada. que el Hijo de Dios entrase en el mundo mendigando y pade­
Preludio 3,0 Pide la gracia de saber imitar la obediencia , resignación y demás virtu­ ciendo, sin que hubiese uno que se compadeciese de su trabajo.
des de María.
Contempla á los dos santos Esposos recorriendo penosamente
las calles de Belén, fatigados del largo camino que acababan de
P a n t o l.° M aria y J o sé dirtgen se á B elén. — Considera hacer; llaman á las casas de los parientes y amigos, los cuales
cómo, llegado el tiempo en que había de nacer Jesucristo al se excusan, diciendo que no tienen lu g a r; van á la posada pú­
mundo, salió un edicto del emperador de Rom a1, mandando que blica , y al verlos con un exterior tan pobre, tampoco los admi­
todos se empadronasen en el lugar de su origen; y como José ten. ¡Oh providencia admirable y adorable del Señor! Los hom­
era originario de Belén y de la familia de David, fuéle preciso bres del mundo tienen palacios y casas muy acomodadas, y
ir á aquella ciudad con su esposa María, que se hallaba ya pró­ los ricos de Belén están muy abrigados y aposentados á su gusto;
xima á dar á luz á su Hijo. Muchas razones les excusaban del y la Reina de cielo y tierra, y la Emperatriz del universo, y el
cumplimiento de esta obediencia; sin embargo, deseosa aquella Hijo divino que lleva en su seno, siendo Hijo del eterno Padre.
sagrada familia de dar ejemplo de sumisión, se somete gustosa á Señor de todo lo creado, viniendo á buscar posada á su ciudad y
una orden dada por un tirano, que solo busca su honra vana, entre sus parientes, se ven desechados y no hallan donde hospe­
inspirada por el orgullo y ambición, y sumamente pesada, ya por darse. Cuán bien comienzan á cumplirse las palabras que después
el tiempo en que se ha de cumplir, ya por las circunstancias ex­ dirá este Señor 1: «Las raposas tienen sus madrigueras, y las
cepcionales de la familia que la observa. Aprende tú de este aves del cielo sus nidos, y el Hijo del hombre no tiene donde re­
ejemplo á someterte á los superiores, prescindiendo de los mo­ clinar la cabeza». Pero mira la causa de no hallar posada la V ir­
tivos que ellos tienen para mandarte y de las dificultades que gen en. Belén, y verás que fué la ignorancia de aquella gente;
tienes para obedecer. Pondera sobre todo la jornada que hizo la porque, llegando esta Señora con su Hijo á sus puertas, no los
Virgen, el modo cómo caminaba, y las virtudes que en ella ejer­ conocieron, ni supieron el bien que les viniera si les admitieran,
citaba. Como era pobre ■, el camino largo y el tiempo del invierno admitiendo otros huéspedes de quienes podían recibir poco ó
riguroso, no le faltaban trabajos; pero todos los llevaba con ad­ ningún provecho. ¡ Oh Maestra soberana! Abrid los ojos de mi
mirable paciencia y alegría. Iba con gran modestia de sus ojos, entendimiento, para que conozca á mi Dios cuando viene á visi­
y el corazón puesto en D ios y en el Hijo de sus entrañas, con tarme. No sea yo tan insensato como los de Belén, que menos­
quien tenia sus coloquios y entretenimientos. Si algún rato ha­ precie vuestra visita, y cerrándoos la puerta de mi corazón, os
blaba con su esposo, todo era de Dios con gran dulzura; y á pesar obligue á apartaros de la casa de mi alma. ¿Has meditado tú los
de su estado, no se cansaba, porque el Hijo no le causaba moles­ desprecios que sufre María en Belén? ¿Sentirás todavía el ser
tia, y la esperanza de v e rle pronto nacido le daba grande ale­ despreciado? ¿Cómo recibes las visitas del Señor?
gría, y gustaba salir de N azareth, porque con mayor quietud P u n to 3.° P acien cia y conform idad con que M aría so­
gozaría de Él naciendo fuera de ella. ¡Oh Virgen benditísima! portó su desam paro.— Considera en este punto la paciencia y
No es menester deciros como á la Esposa s: Que os déis prisa á resignación admirables con que la Virgen Santísima y san José
caminar, pues ya pasó el invierno y cesó la lluvia, y han salido llevaron aquel trabajo y desamparo, y la alegría con que sufrie­
las flores de verano; porque las ganas de padecer y obedecer os ron los desvíos de los que los desechaban por ser pobres, y el
hacen caminar en el rigo r del invierno, para que nazca la flor de gusto con que se recogieron en el establo, tomando para sí el
Jesé, en quien está nuestro descanso. ¡Oh cristiano! Contempla lugar más desechado de la tierra. Porque de sus labios no salió
la obediencia puntual y alegre de María, su recogimiento en el ni una sola queja, ni su corazón sintió la turbación más ligera, ni
andar, su dulzura en el hablar y su santidad en todo su porte. el más insignificante resentimiento suspendió un solo momento la
-¡Procuras imitarla? tranquilidad de su alm a; sintiendo mucho más el bien de que se
P u a t * ft.° M aria y J o s é llegan á B e lé n , y no hallan posa­ privaban aquellos que no querían admitirlos, que su propio mal

• L u c . , 11, 1 . — * C a n ( ., 11, 1 1 . > Luc. , ix , 5$.


832 • Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a.
M ed. t p .— Purificación de la Virgen Santísim a. 833
y desamparo. Entonces levantarían su corazón al cielo, y din*
plicas, remordimientos, y has hecho el sordo? Cuando te has vis­
giéndose al Padre Eterno le dirían1: «Señor, á T i ha sido abando­ to despreciado, ¡qué sentimiento! ¡qué quejas tan amargas! ¿Qué
nado el pobre; T ú serás el ayudador y amparador del huérfano». harás en adelante? ¿No te abrazarás con los desprecios y desvío
Pondera particularmente las causas de esta paciencia y paz in­ de los hombres? Mira á María y á José, y avergüénzate de tu
alterable de la Virgen en una situación tan apurada. Estas son delicadeza: propón imitar sus virtudes, y con humilde confianza
principalmente la voluntad de Dios, á la cual estaba sujeta m- pídeles para ti y para los demás.
condicionalmente; el ejemplo del divino Hijo que llevaba en su
seno, cuya humildad, paciencia y resignación conocía; la com­
19.— PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA
pañía de Jesús, con la cual todos los trabajos son suaves y las
penas más amargas son dulces; el ejemplo de san José,ya el que P reludio i .» Transcurridos los cuarenta días desde el nacimiento de Jesús, María fue -
debía darle, ya el que del mismo recibía. Imita á esta Señora, al templo á cumplir con la ley de la purificación, ejercitando en esto excelentes virtudes.
hermanando en ti la humildad y pobreza con la paciencia y ale­ P reuh uo 2.® Represéntate á Maria cumpliendo este precepto legal.
gría, y procurando para ti lo peor y más desechado del mundo, P reludio 3.® Pídela gracia de imitar las virtudes que te enseña María.
llevándolo con paciencia cuando te cupiere en suerte; pues no
puede haber mayor suerte que imitar á la Virgen, como Ella P a r t o l.° M aría en su purificación d ió ejem plos d e am o r
imitó á Jesucristo. ¡ Oh Virgen santa! También yo os digo, seña­ a l recogim iento y á la p u r e z a d e c o ra zó n —Pasados los cua­
lándome á mí mismo, tib i d erelictu s est p a u p er ; pobre y mise­ renta días que fijaba la ley 1 para la mujer que había dado á luz á
rable, me arrojo en vuestras manos; no me desechéis. Bien un hijo varón. salió María de su retiro; y fué al templo para cum­
merecía vuestro desprecio, habiendo buscado antes que á Vos á plir con la ley de la purificación, ofreciendo, como pobre, un par
miserables criaturas que me cobijaran y me franquearan un lugar de tórtolas ó palominos, y pidiendo al sacerdote que rogase por
en su corazón. Mas conozco mi error y lo ingrato que he sido con Ella. ¡Qué virtudes tan excelentes descubre nuestra Señora en
Vos. Sin embargo, admitidme, Madre mía, que jamás os dejaré. esta ocasión! Pondera primeramente su grande amor al recogi­
¡Oh alma! ¿Cómo llevas las humillaciones y el desamparo de los miento, que guardó con tanto gusto, que, cuando la ley no lo
hombres? ¿Te quejas en tales casos de la Providencia? mandara, gustara Ella de estar aquellos cuarenta días en su rin­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuán admirables son los cami­ cón, apartada del tráfago y bullicio del mundo, y atenta sola­
nos de la divina Providencia! Jesús está para nacer; la Virgen, mente á contemplar las grandezas inefables de su Hijo, y á criarle
su Madre, está en Nazareth, ysu nacimiento se ha de verificar en con amor; y con Él se hallaba tan harta y contenta, que no echa­
Belén. ¿De qué medios se valdrá el Señor para que todo se verifi­ ba menos la compañía de todo el mundo. Admira luego la otra
que según sus designios? ¡Oh sabiduría de D ios! El emperador de virtud excelente que te enseñó en este día, que fué grande amor
los romanos da un decreto, por el cual José y María se ven obli­ á la pureza y limpieza de corazón, dando de ella muestras en
gados á salir de su ciudad, dirigiéndose á Belén. De este modo, que, con ser purísima, gustó de purificarse más, guardándola
por una parte, Dios ve que se cumplen sus trazas, los hombres ley de la purificación, de la cual ninguna necesidad tenía, á fin
tenemos modelos perfectos á quienes imitar, y los ángeles oca- que de Ella pudiese decir su Amado1: «Toda eres hermosa,
• sión de ejercitar su ternura y amor con el divino Hijo y su ce­ amiga mía, y en ti no hay mancha alguna». Vuelve ahora sobre
lestial Madre. Mira á esta Señora admirable, con qué prontitud ti los ojos, y, al ver las muchas culpas y pecados que afean tu
obedece, con qué recogimiento camina, con qué resignación su­ alma, y la libertad que tienes en el mirar, andar y parlar, y la
fre los desvíos de los moradores de Belén, y con qué alegría se repugnancia que sientes á la soledad, recogimiento y silencio,
recoge al establo, lugar de animales, el más despreciado del no podrás menos de confundirte y avergonzarte, viéndote tan
mundo, en el cual ni los más pobres habrían querido recogerse. lejos de imitar estas dos virtudes de María. L a causa de esto es
¡Desgraciados habitantes de Belén! ¡Cuánto os perjudica vuestra porque, muy distraído en las cosas exteriores, entras pocas veces
ignorancia! Dios y su Madre se ofrecen á ser vuestros huéspe­ y aun sin detenerte dentro de ti mismo, donde mora Dios; por lo
des, y ácobijarse bajo vuestro techo, y los desecháis, y admitís cual, faltándote el consuelo exterior y careciendo del interior,
á muchos de quienes poco ó nada podéis esperar. Y tú, alma cris­ vives triste, el silencio se te hace insoportable, la soledad un
tiana, ¿cuántas veces has desechado á tu Dios? ¿Cuántas veces destierro y el recogimiento un suplicio. S i, imitando á tu Madre,
llamaba á la puerta de tu corazón con santas inspiraciones, sú­ te acostumbrases á hablar con Dios y á escuchar su divina voz

1 Psalm. x, 14. 1 Levit., xii. 2. — » Cant., iv, 7.

53
8} 2 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
Med. /p.— Purificación de la Virgen Santísima. 83 }
y desamparo. Entonces levantarían su corazón al délo, y diri­
plicas, remordimientos, y has hecho el sordo? Cuando te has vis­
giéndose al Padre Eterno le dirían1: «Señor, á T i ha sido abando­
to despreciado, ¡qué sentimiento! ¡qué quejas tan amargas! ¿Qué
nado el pobre; Tú serás el ayudador y amparador del huérfano». harás en adelante? ¿No te abrazarás con los desprecios y desvío
Pondera particularmente las causas de esta padencia y paz in­ de los hombres? Mira á María y á José, y avergüénzate de tu
alterable de la Virgen en una situación tan apurada. Estas son delicadeza: propón imitar sus virtudes, y con humilde confianza
principalmente la voluntad de Dios, á la cual estaba sujeta in­ pídeles para ti y para los demás.
condicionalmente; el ejemplo del divino Hijo que llevaba en su
seno, cuya humildad, padencia y resignadón có n od a; la com­
19.— PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA:
pañía de Jesús, con la cual todos los trabajos son suaves y las
' penas más amargas son dulces; el ejemplo de san José, ya el que P iE u n o i.® Transcurridos los cuarenta dias desde el nacimiento de Jesús, María fué -
debía darle, ya el que del mismo recibía. Imita á esta Señora, al templo i cumplir con la ley de la purificación, ejercitando en esto excelentes virtudes.
hermanando en ti la humildad y pobreza con la padencia y ale­ P reludio 2.® Represéntate á María cumpliendo este precepto legal.
gría, y procurando para ti lo peor y más desechado del mundo, P reludio y.® Pide la gracia de imitar las virtudes que te enseña María.
llevándolo con paciencia cuando te cupiere en suerte; pues no
puede haber mayor suerte que imitar á la Virgen, como Ella P u n t o l-° María en su purificación dió ejem plos de amor
imitó á Jesucristo. ¡Oh Virgen santa'. También yo os digo, seña­ al recogimiento y á la puresa de corasón.—Pasados los cua­
lándome á mí mismo, tib i derelictus est pauper ; pobre y mise­ renta días que fijaba la l e y 1 para la mujer que había dado á luz á
rable, me arrojo en vuestras manos; no me desechéis. Bien un hijo varón, salió María de su retiró; y fué al templo para cum­
merecía vuestro desprecio, habiendo buscado antes que á Vos á plir con la ley de la purificación, ofreciendo, como pobre,un par
miserables criaturas que me cobijaran y me franquearan un lugar de tórtolas ó palominos, y pidiendo al sacerdote que rogase por
en su corazón. Mas conozco mi error y lo ingrato que he sido con Ella. ¡Qué virtudes tan excelentes descubre nuestra Señora en
Vos. Sin embargo, admitidme, Madre mía, que jamás os dejaré. esta ocasión! Pondera primeramente su grande amor al recogi­
¡Oh alma! ¿Cómo llevas las humilladones y el desamparo de los miento, que guardó con tanto gusto, que, cuando la ley no lo
hombres? ¿Te quejas en tales casos de la Providencia? mandara, gustara Ella de estar aquellos cuarenta diasen su rin­
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh cuán admirables son los cami­ cón, apartada del tráfago y bullicio del mundo,}'atenta sola­
nos de la divina Providencia! Jesús está para nacer; la Virgen, mente á contemplar las grandezas inefables de su Hijo, y á criarle
su Madre, está en Nazareth, y su nacimiento se ha de verificar en con amor; y con Él se hallaba tan harta y contenta, que no echa­
Belén. ¿De qué medios se valdrá el Señor para que todo se verifi­ ba menos la compañía de todo el mundo. Admira luego la otra
que según sus designios? ¡Oh sabiduría de D ios! El emperador de virtud excelente que te enseñó en este día, que fué grande amor
los romanos da un decreto, por el cual José y María se ven obli­ á la pureza y limpieza de corazón, dando de ella muestras en
gados á salir de su ciudad, dirigiéndose á Belén. De este modo, que, con ser purísima, gustó de purificarse más, guardándola
por una parte, Dios ve que se cumplen sus trazas, los hombres ley de la purificación, de la cual ninguna necesidad tenia, á fin
tenemos modelos perfectos á quienes imitar, y los ángeles oca- que de Ella pudiese decir su Amado*: «Toda eres hermosa,
■ sión de ejercitar su ternura y amor con el divino Hijo y su ce­ amiga mía, y en ti no hay mancha alguna». Vuelve ahora sobre
lestial Madre. Mira á esta Señora admirable, con qué prontitud ti los ojos, y, al ver las muchas culpas y pecados que afean tu
obedece, con qué recogimiento camina, con qué resignación su­ alma, y la libertad que tienes en el mirar, andar y parlar, y la
fre los desvíos de los moradores de Belén, y con qué alegría se repugnancia que sientes á la soledad, recogimiento y silencio,
recoge al establo, lugar de animales, el más despreciado del no podrás menos de confundirte y avergonzarte, viéndote tan
mundo, en el cual ni los más pobres habrían querido recogerse. lejos de imitar estas dos virtudes de María. La causa de esto es
¡Desgraciados habitantes de Belén! ¡Cuánto os perjudica vuestra porque, muy distraído en las cosas exteriores, entras pocas veces
ignorancia 1 Dios y su Madre se ofrecen á ser vuestros huéspe­ y aun sin detenerte dentro de ti mismo, donde mora Dios; por lo
des, y á cobijarse bajo vuestro techo, y los desecháis, y admitís cual, faltándote el consuelo exterior y careciendo del interior,
á muchos de quienes poco ó nada podéis esperar. Y tú, alma cris­ vives triste, el silencio se te hace insoportable, la soledad un
tiana, ¿cuántas veces has desechado á tu Dios? ¿Cuántas veces destierro y el recogimiento un suplicio. S i, imitando á tu Madre,
llamaba A la puerta de tu corazón con santas inspiraciones, sú- te acostumbrases á hablar con Dios y á escuchar su divina voz

■ Psalffl. x, 14' 1 Levit., xii, 2. — » Cant., ív , 7.

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834 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. /p — Purificación de la Virgen Santísim a. 835
en lo secreto de tu corazón, hallarías en el retiro todo tu contento y la devoción.—Considera cómo María en su purificación quiso
y vida. Pues, ¿qué te conviene practicar para esto? ¿En qué te enseñarte el amor tan entrañable que tenía á la pobreza, herma­
debes reformar? ¡Oh Madre amante! Cierto es que apenas he en­ na de la humildad, dándote ejemplo muy visible de ella, para afi­
trado en el camino interior, y por esto los primeros pasos de él cionarte á una virtud que es como la puerta para entrar en la es­
se me hacen muy ásperos; por aquel santo recogimiento que cuela del Salvador. Quizá pudo María, con el oro que le dieron
tuvisteis en compañía de vuestro Hijo, os suplico me alcancéis los Magos, comprar un cordero y ofrecerle al Señor, como lo
amor á la soledad y al retiro, para oir en él la dulce voz de mi hacían las mujeres ricas y nobles; pero, prefirió tratarse como
Amado. pobre, y ofrecer el sacrificio que estaba señalado para los po­
P u n to ¡8 .° En la purificación ejercitó M aría la obediencia bres, que eran dos tórtolas ó dos palominos. Aprende de María á
y la h u m ild a d .—Considera cómo María ejercitó también en su contentarte con parecer y ser verdaderamente pobre. y no sólo
purificación la más heroica obediencia. Ella sabía perfectamente en el espíritu, esto es, de corazón, teniéndole desprendido de las
que no estaba obligada á guardar esta ley, pues no había conce­ cosas terrenas, sino también en la realidad, si así lo dispone aquel
bido por obra de varón, y tanto la concepción del divino Hijo Señor, que, siendo riquísimo y dueño de todo, al venir al mundo
como su nacimiento, se habían obrado milagrosamente, sin pa­ quiso verse privado de todo, hasta morir desnudo, sediento}*
decer ningún detrimento su integridad virginal; con todo, quiso desangrado en la cruz. Pondera, finalmente, la otra virtud exce­
cumplirla enteramente, como cumplió su Hijo la ley de la circun­ lente que practicó María, que fué gran devoción y reverencia
cisión, por conformarse con las demás mujeres y por guardar con que dió esta ofrenda al sacerdote, pidiéndole con grande
las leyes comunes á todos, sin querer exención, ni privilegio,ni humildad rogase á Dios por Ella, siendo Ella tal que podía rogar
dispensación, ni usar de epiqueyas ó interpretaciones, aúnen por todos. Con estas virtudes añadió la Virgen Santísima muchos
lo que pudiera lícitamente usarlas. Y asi, cumplidos los cuarenta afectos vivísimos de intención pura y derecha, no buscándose en
días, con gran puntualidad y presteza se puso en camino para nada á sí misma, ni su gloria ó alabanza, sino sólo la gloria de
Jerusalén, con rara modestia y alegría, gozándose con el Hijo D io s, encendidos con el fuego de la caridad más ardiente y res­
que llevaba en sus brazos, de cuyo ejemplo aprendía este modo plandecientes con el oro de la celestial sabiduría. ¡ Oh Virgen
de obedecer. Con esta obediencia juntó otra virtud que siempre sacratísima! Gózome de veros tan rica de virtudes y tan diligente
la acompaña, y sin la cual difícilmente existe, cual es la humildad. y cuidadosa en ejercitarlas: ahora veo con cuánta verdad sois
Por ella María consintió en ser tratada como inmunda y como azucena entre espinas, porque en vuestra comparación nosotros
quien tenía necesidad de purificarse, como si no fuese virgen, estamos afeados y denegridos con las espinas de nuestros peca­
mostrando en esto grande amor á la pureza y humillación, con dos, y Vos sois azucena blanquísima y purísima, enriquecida
cuyo ejemplo te has de confundir de verte tan soberbio, y de­ con soberanas virtudes. ¡ Oh alma mía! ¡ Si tú lograses poseer la
seoso de que te tengan por limpio y santo, siendo por otra parte virtud de la pobreza y de la devoción que tanto adornaban á tu
pecador, y tan sucio y abominable, que tus justicias, como dijo santísima Madre I > Cuándo y mi qué cosas las puedes ejercitar?
el profeta Isaías '. son como paño manchado con asquerosa san­ E p ílo g o y c o lo q u io ? . Modelo perfecto y ejemplar acabado
gre. Y no menos debes confundirte de ver tu poca ó ninguna de delicadas virtudes se ostenta Marta en su purificación. Su
obediencia, buscando siempre pretextos y excusas para eludir amor al retiro la retiene por cuarenta días en su casa, antes de ir
lós preceptos de tus superiores, ó pidiendo dispensas, ó dando á Jerusalén á cumplir las prescripciones de la le y ; y allí está tan
interpretaciones arbitrarias, con el fin de echar de ti el yugo de contenta, se halla tan gozosa, disfruta de tales delicias, ocupada
la ley. ¡Oh Virgen humildísima y obedientísima! Y a no me ad­ en la contemplación y servicio de su divino Hijo, que no siente el
mira, al veros tan obediente, que hayáis triunfado de todos vues­ verse privada de la compañía de los hombres. El celo por la pu­
tros enemigos, y que, siendo tan humilde, hayáis atraído el cora­ reza y limpieza de su alma oblígala á guardar la ley de la purifi­
zón y los ojos de Dios. Lo que me admira, espanta y hace tem­ cación , por más que ninguna necesidad tenía de ella. ¡Cuánta fué
blar es que. viéndoos tan obediente, sea yo tan rebelde, y que su obediencia! Por ella se sometió á una ley afrentosa, que de
vuestra humildad no haya vencido mi soberbia. ¿Hasta cuándo ningún modo la comprendía, sin desear exenciones, ni dispensas,
menospreciaré estas dos virtudes tan esenciales, y que con tanta ni buscar interpretaciones de ninguna clase, por las cuales pudie­
perfección me enseña Maria ? se apartarse de su dominio. ¡Cuán profunda fué sb humildad!
P u n to 3.° E n su pu rificación ejercitó M aría la pobresa Siendo santísima, se presenta como pecadora; siendo Virgen
singular, quiere pasar por una mujer ordinaria como las otras;
' Isai., ixiv, 6. habiendo concebido milagrosamente, oculta esta gracia, sujetán-
836 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. 2 0 .— Presentación del N iño Jesús a l templo. 837
dose al precepto, que Sólo ha sido impuesto á las mujeres que la de A b el, más suave que la de N oé, y más excelente que todas
conciben y dan á luz según el orden natural. ¿Qué podrás decir las que ordenó Moisés, y, fundada en estos títulos, le pediría
de su pobreza? ¿Qué de la devoción con que se presentó al tem­ „ fervorosamente la aceptase, y que por ella se dignase hacernos
plo para poner en manos del sacerdote su ofrenda y pedirle sus bien. Mira cómo María, de tal modo ofreció á su Hijo por todo el
oraciones? Verdaderamente, María, sois en todas las cosas admi­ mundo, que también le ofreció por ti en particular; y examina
rable. Y a no me maravilla oir á los ángeles, que, al veros tan cómo agradeces á tu santísima Madre esta tan preciosa dádiva,
rica de virtudes, tan olorosa de buenas obras, tan abastecida de y ofrécete todo á su servicio y amor. ¡Oh Madre bondadosísima!
méritos, y apoyada e'n vuestro Amado, asombrados pregunten Gracias os doy cuantas puedo por esta ofrenda tan soberana que
por vuestro nombre. Y nosotros, ¿ amamos á María ? ¿Imitamos hacéis de vuestro Hijo por mi salvación. Y o , por mis pecados,
sus excelentes virtudes? ¿Somos, á semejanza de E lla , humildes, me había hecho indigno de que os acordaseis de mi; mas, pues
obedientes, recogidos, pobres y devotos con el Señor? Lloremos sóis.tan generosa, que por mí amor os desprendéis de vuestro
nuestra reprensible tibieza; resolvámonos á seguir desde hoy tesoro, yo también por amor vuestro me desprenderé de todas
un camino opuesto, y al efecto importunemos al Señor con fer­ las cosas y de mí mismo para serviros. ¿Son estos los sentimien­
vientes súplicas, rogando por nosotros y por todo el mundo. tos de nuestro corazón? ¿Mostramos de algún modo nuestro
agradecimiento á María?
20.-PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESUS AL TEMPLO. P a n t o 2 .® M aría rescató p o r cinco s id o s á su H ijo —Con­
sidera cómo también mandaba la ley que los primogénitos, luego
P reludio i .» María presentó n su Hijo«n el templo, ofreciéndolo al eterno Padre,y de presentados.fuesen redimidos por cinco sidos por sus padres,
después lo redimió, pagando por Él el precio señalado. los cuales con esta paga volvían á tener perfecto dominio sobre
P reludio 2.° Represéntate é Maria en este suceso de su vida, ofreciendo á jesús. ellos*. Esta ceremonia practicó también la Virgen Santísima en
P reludio 3 0 Pide la gracia de saber imitar la devoción y desprendimiento de Maria. esta ocasión; porque el Padre eterno, á quien ofreció el Niño, no
quiso quedarse, ni alzarse con lo que se le dió, sino de nuevo
I'n n to l.° M aria presentó y ofreció A su H ijo en el tem. quiso darle al mundo, y vendérsele por su bien, dando muestras
p í o —Considera cómo la ley de los hebreos mandaba que todos muy excelentes de su infinita bondad y caridad Y así María, en
sus primogénitos fuesen ofrecidos á Dios, como santos, y dedi­ • nombre de todo el mundo, lo compró y redimió, para criarle
cados y consagrados á su servicio y honor, en reconocimiento de como hijo suyo; pero tampoco quiso alzarse con Él, sino criar­
la merced que les hizo en sacarles de Egipto, matando en una le para nosotros y comprarle para que se ocupase en nuestro
noche todos los primogénitos de los egipcios. En cumplimiento bien. Pondera qué sentiría la Virgen Santísima al dar los cinco
de esta ley, la V irgen nuestra Señora llevó á su Hijo al templo sidos para el rescate de su Hijo; porque por una parte se con-,
para ofrecerlo al eterno Padre'. Pondera aquí el espíritu y devo­ fundiría de ver que á tan bajo precio se compraba lo que valía
ción con que María haría este ofrecimiento tan excelente, en su más que todo el cielo y la tierra; por otra, bendeciría la miseri­
nombre y de todo el linaje humano, al Padre celestial, y los fines cordia y benignidad del Padre celestial, el cual tan de balde nos
porque le haría. Diríale con el mayor afecto: «Veis aquí, ¡oh Pa­ d a á aquel su Hijo en quien tiene sus complacencias. Y a mira­
dre eterno!, á vuestro Unigénito en cuanto Dios, y primogénito ría con ternura á su Hijo, alabándole por el cariño que mues­
mío en cuanto hombre, el que era representado por todos los tra á los hombres entregándose tan generosa y liberalmente
primogénitos que hasta aquí se os han ofrecido, y cuya ofrenda por su rescate; ya fijaría su consideración en el mundo, el cual,
habéis tanto deseado. Y o os le ofrezco con todo mi corazón en á pesar de poder comprar tan fácilmente su dicha y felicidad,
hacimiento de gracias de habérmele dado; pues no tengo cosa loco é ignorante la rechaza, y esto amargaría sumamente el Co­
más copiosa que ofreceros: vuestro es, tomadle para Vos, en razón de esta Madre, la cual no por esto dejó de redimir y com­
quien estará más bien empleado que en mí». Con estos mismos prar á su Hijo, que sabia que se entregaría por esclavo y siervo
afectos de devoción, caridad para con los hombres y deseos de de los hombres. Aprende de María á comprar á Jesús por cinco
su bien, le ofrecería por la salud de todo el mundo y para que siclos, esto es, con la mortificación de los cinco sentidos y con la
su redención fuese muy copiosa en olor de santidad. Recorda­ práctica de las cinco virtudes que te disponen para alcanzar la
ría al Padre eterno que su ofrenda, por razón de lo que ofrecía, gracia, que son: fe viva, temor de Dios, dolor de pecados, con­
era infinitamente más santa que la de Abraham , más copiosa que fianza y perseverancia en cumplir la divina voluntad. ¡ Oh V ir­

•’ E x o d ., x n i, 2. • Ex«ó., xiii, 13; Levit., xxvd, 26-

V
838 Serie tercera.— D e la V irg en Santísim a. M eJ. 2 1 .— Huida á Egipto. 839
gen santa! ¿Cómo osáis comprar portan vil precio á vuestro Je­ Jamás se le había hecho otra de tanto valor y excelencia; ni los
sús? ¿Por cinco sidos compráis á D io s?¿ Y aun no le compráis sacrificios de A bel, Noé, Abraham y Jacob, ni las ofrendas
para Vos, sino para mí? Bendita sea la humildad profundísima , . todas que había ordenado Moisés por su inspiración, habían sido
de vuestro Hijo y vuestra ardentísima caridad, por las cuales os tan aceptas á sus divinos ojos, ni en ellas había hallado otra
ruego que me deis tal luz, que nunca venda, ni por todo el mundo, complacencia que el recuerdo de la que le hace en esta ocasión
la gracia que me habéis alcanzado. María. Esta Señora ofrece á su divino Hijo, y el Padre Eterno le
P a n t o 3.° D olor de M aria e n la profecía de Sim eón.— mira con agrado, y por su respeto principia á envainar la espada
Considera cóm o, estando todavía la Virgen en el templo, entró con que amenazaba á los hombres sus hermanos. ¡Bendita sea
en él un santo anciano , el cual, viendo al divino Jesús,á quien la caridad del Padre, la misericordia del Hijo y el maternal des­
acababa de rescatar su Madre santísim a, iluminado con una ce­ prendimiento de María! Mas, aunque el Señor acepta la ofrenda
lestial claridad, le tomó en sus brazos, y dirigiéndose á María, de la V irgen.no se queda con ella, sino que la devuelve al
después de haber dado gracias a l Señor por el favor de que mundo, vendiéndola por cinco sidos, que paga María en nom­
disfrutaba, la dijo «Mira que este Niño está puesto para caída bre propio y de todos los hombres. Mira la generosidad de este
y levantamiento de muchos en Israel, y por señal á quien se ha Padre que por tan bajo precio te da lo que vale más que el mun­
de contradecir, y tu misma alma será traspasada con un cu­ do entero; mira el amor de la Virgen á los hombres, que, aun­
chillo». Pondera aquí las trazas de que se vale Dios para aguar que rescata á su Hijo, no lo rescata para si, sino para ellos; mira
los contentos de la V irg e n , enseñándote que en este mundo no la humildad del Hijo, que consiente ser vendido por tan insignifi­
hay ni puede haber .felicidad com pleta y perfecta. Y a s í, cuando cante cantidad. ¿ Qué debes hacer tú por ellos? ¿ Cómo has
más gozosa estaba María, ya por haber rescatado á su divino de corresponderá tales muestras de amor? Fija tus ojos en Ma­
Hijo, ya por las alabanzas que á este Hijo suyo se tributaban, ría, la cual, en medio de los gozos santos que le causan las ala­
quiere descubrirla los trabajos que ha de padecer el Niño, y el banzas que de su Hijo oye, siente atravesado su Corazón por
cuchillo de dolor que por su causa ha de atravesar su alma, dolorosa y larguísima espada, viendo desplegarse ante sus ojos
para que desde luego comenzase á tener atravesado aquel cu­ el espantoso cuadro de las penas y persecuciones de su Hijo. A sí
chillo, y gustase la amargura de la Pasión. Desde este mo­ sabe el Señor mezclar en la vida de los santos los gozos y los do­
mento la vida toda de la Virgen fué como un mar tempestuoso, ' lores. ¿No te compadeces de tu Madre? ¿No te resignarás en los
cuyas olas amarguísimas se empujaban unas á otras; la luz que trabajos? ¿Qué debes hacer para esto? Piénsalo con deten­
le manifestaba las penas y trabajos de su Hijo era tan brillante, ción; examina lo que de ti desea María; y, resuelto á darla gus­
que nada se le ocultaba de cuanto había de padecer; y conforme to, forma eficaces y particulares propósitos; ora al Señor que
pasaban los días y los años, el dolor y el temor iba en aumento, te ayude á ponerlos en práctica y que despache favorablemente
porque se aproximaba el tiempo en que habían de tener doloroso todo cuanto desees obtener.
cumplimiento los tristes anuncios de Simeón y fatal desenlace de .
la trabajosa vida de Jesús. Compadécete de esta Madre que
21.— HUIDA Á EGIPTO.
tales tormentos padece. ¡Oh M adre de dolor! Muy presto co­
menzáis vuestra dolorosa ca rrera , que no ha de terminar hasta Preludio i .« Avisado* por un éngel, salieron la Virgen y san José para Egipto, en
que veáis á vuestro Hijo resucitado ; preparaos para experimen­ donde permanecieron , sufriendo grandes privaciones, hasta recibir nuevo aviso del cielo.
tar Vos también las contradicciones del mundo, porque no es po­ P reludio 2.» Represéntate á María y José huyendo á Egipto.
sible que tenga paz aquella M adre cuyo Hijo es objeto de cruel Preludio 3.» Pide la gracia de saber imitar las virtudes de la Virgen.
guerra. Dadme, Señora, por este dolor alguna parte en las con­
tradicciones de vuestro Hijo, para que en el cielo tenga parte en P a n t o 1.® Obediencia de M aria a l ser a visa d a p o r su
sus eternas bendiciones. ¿ No nos compadecemos nosotros del Esposo.—Habiendo oído Herodes las cosas que se hablaban de
dolor de María? ¿ No procuramos aliviar su pena siendo dóciles Jesús, y visto que los Magos le habían engañado, resolvió ma­
y verdaderos discípulos de Jesús ? tarle, decretando para esto el degüello de todos los niños de los
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Con cuánta devoción y con qué alrededores de Belén menores de dos años '. ¡Adónde conduce
espíritu tan agradecido ofrece M aría al Padre eterno su divino la ambición y deseo de gobernar no refrenado! El Padre eterno,
H ijo! 1 Cuánto agradecería este amoroso Padre tal ofrenda! para librar á su Hijo, envió un ángel á José, cabeza de lasagrada

' L“C-, 11. 34, 35. 1 M ítth ., ii, 13.


838 Serie tercera.— D e la V irg en Santísim a.
M ed. 2 1 .— Huida á Egipto. 839
gen santa! ¿Cómo osáis comprar portan vil precio á vuestro Je­ Jamás se le había hecho otra de tanto valor y excelencia; ni los
sús? ¿Por cinco sidos com práisá Dios? ¿ Y aun no le compráis sacrificios de A bel, Noé, Abraham y Jacob, ni las ofrendas
para Vos, sino para mí? Bendita sea la humildad profundísima # „ todas que había ordenado Moisés por su inspiración, habían sido
de vuestro Hijo y vuestra ardentísima caridad, por las cuales os tan aceptas á sus divinos ojos, ni en ellas había hallado otra
ruego que me deis tal luz, que nunca venda, ni por todo el mundo, complacencia que el recuerdo de la que le hace en esta ocasión
la gracia que me habéis alcanzado. María. Esta Señora ofrece á su divino Hijo, y el Padre Eterno le
P a n t o 3 .° D o lo r d e M a r ía e n la p ro fecía d e Sim eón.— mira con agrado, y por su respeto principia á envainar la espada
Considera cóm o, estando todavía la Virgen en el templo, entró con que amenazaba á los hombres sus hermanos. ¡Bendita sea
en él un santo anciano , el cual, viendo al divino Jesús,á quien la caridad del Padre, la misericordia del Hijo y el maternal des­
acababa de rescatar su Madre santísim a, iluminado con una ce­ prendimiento de María! Mas, aunque el Señor acepta la ofrenda
lestial claridad, le tomó en sus brazos, y dirigiéndose á María, de la Virgen, no se queda con e lla , sino que la devuelve al
después de haber dado gracias a l Señor por el favor de que mundo, vendiéndola por cinco sidos, que paga María en nom­
disfrutaba, la dijo 1: «Mira que este Niño está puesto para caída bre propio y de todos los hombres. Mira la generosidad de este
y levantamiento de muchos en Israel, y por señal á quien se ha Padre que por tan bajo precio te da lo que vale más que el mun­
de contradecir, y tu misma alm a será traspasada con un cu­ do entero; mira el amor de la Virgen á los hombres, que, aun­
chillo*. Pondera aquí las trazas de que se vale Dios para aguar que rescata á su Hijo, no lo rescata para sí, sino para ellos; mira
los contentos de la V irg e n , enseñándote que en este mundo no la humildad del Hijo, que consiente ser vendido por tan insignifi­
hay ni puede haber felicidad com pleta y perfecta. Y a s í, cuando cante cantidad. ¿Qoé debes hacer tú por ellos? ¿Cómo has
más gozosa estaba María, y a por haber rescatado á su divino de corresponderá tales muestras de amor? Fija tus ojos en Ma­
Hijo, ya por las alabanzas que á este Hijo suyo se tributaban,- ría, la cu al, en medio de los gozos santos que le causan las ala­
quiere descubrirla los trabajos que ha de padecer el Niño, y el banzas que de su Hijo oye, siente atravesado su Corazón por
cuchillo de dolor que por su causa ha de atravesar su alma, dolorosa y larguísima espada, viendo desplegarse ante sus ojos
para que desde luego comenzase á tener atravesado aquel cu­ el espantoso cuadro de las penas y persecuciones de su Hijo. A sí
chillo, y gustase la amargura de la Pasión. Desde este mo­ sabe el Señor mezclar en la vida de los santos los gozos y los do­
mento la vida toda de la V irgen fu é como un mar tempestuoso, ■ lores. ¿No te compadeces de tu Madre? ¿No te resignarás en los
cuyas olas amarguísimas se em pujaban unas á otras; la luz que trabajos ? ¿ Qué debes hacer para esto ? Piénsalo con deten­
le manifestaba las penas y trabajos de su Hijo era tan brillante, ción; examina lo que de ti desea María; y, resuelto á darla gus­
que nada se le ocultaba de cuanto había de p adecer ; y conforme to , forma eficaces y particulares propósitos ; ora al Señor que
pasaban los días y los años, el dolor y el temor iba en aumento, te ayude á ponerlos en práctica y que despache favorablemente
porque se aproximaba el tiempo en que habían de tener doloroso todo cuanto desees obtener.
cumplimiento los tristes anuncios de Simeón y fatal desenlace de .
la trabajosa vida de Jesús. C om padécete de esta Madre que 21.— HUIDA Á EGIPTO.
tales tormentos padece. ¡Oh M adre de dolor I Muy presto co­
menzáis vuestra dolorosa ca rrera , que no ha de terminar hasta Preludio i .» Avisados por un ángel, salieron la Virgen y san José para Egipto, en
que veáis á vuestro Hijo resucitado ; preparaos para experimen­ donde permanecieron , sufriendo grandes privaciones, hasta recibir nuevo aviso del cielo.
tar Vos también las contradicciones del mundo, porque no es po­ P reludio 2.« Represéntate á María y José huyendo i Egipto.
sible que tenga paz aquella M adre cuyo Hijo es objeto de cruel Preludio 3.° Pide la gracia de saber imitar las virtudes de ia Virgen.
guerra. Dadme, Señora, por este dolor alguna parte en las con­
tradicciones de vuestro Hijo, para que en el cielo tenga parte en P a n t o l .° O bediencia d e M a ría a l s e r a v isa d a p o r s u
sus eternas bendiciones. ¿ No nos compadecemos nosotros del Esposo.—Habiendo oído Herodes las cosas que se hablaban de
dolor de María? ¿ No procuramos aliviar su pena siendo dóciles Jesús, y visto que los Magos le habían engañado, resolvió ma­
y verdaderos discípulos de Jesús ? tarle, decretando para esto el degüello de todos los niños de los
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Con cuánta devoción y con qué alrededores de Belén menores de dos a ñ o s ¡ Adónde conduce
espíritu tan agradecido ofrece M aría al Padre eterno su divino la ambición y deseo de gobernar no refrenado! El Padre eterno,
Hijo 1 ¡ Cuánto agradecería este amoroso Padre tal ofrenda! para librar á su Hijo, envió un ángel á José, cabeza de lasagrada

' Luc., 11.34, 35. ■ M .U h ., ii, 13.

«
840 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
M ed. a i . — H uida á Egipto. 841
familia, que le dijese: «Levántate, toma al Niño y á su Madre, y viaje, emprendido sin ningún preparativo, y continuado sin abas­
vete á Egipto». A sí lo hizo el santo patriarca, y apenas su ce­ tecimiento alguno material, por medio de un desierto inhabitado;
lestial Esposa oyó su voz, se preparó á obedecer.Pondera aquí, su admirable conformidad con la voluntad de Dios en todos los
para tu enseñanza, la admirable obediencia de María á la orden acontecimientos que les podían ocurrir, ya por la inclemencia
del cielo y la humildad y rendimiento cómo se sujeta á san José. del tiempo, ya por motivo de los ladrones y salteadores y de los
Porque Ella no se excusa ni por lo intempestivo de la hora, ni soldados de Herodes, que tal vez buscarían al Niño para ma­
por lo riguroso d é la estación, ni por la distancia del lugar, ni tarle, ya por las fieras y serpientes venenosas.-Mas, no sólo ca­
por la debilidad y delicadeza del Niño; Ella no siente ni siquiera minaban teniendo el espíritu muy resignado á la ordenación del
un movimiento contrario á la orden que le impone; no dice que Señor, sino que experimentaban un singular gozo y suave con­
podría Dios ocultarlos milagrosamente, ó defenderlos por minis­ tento haciendo largas jornadas, inundado su corazón de grande
terio de algún ángel, como había defendido á Elíseo, ó que á lo alegría interior; porque como sabían ser aquella la voluntad de
menos podrían ir al país de los Magos- en donde su Hijo sería Dios, y en el cumplimiento de ella ponían todo su contento, na­
venerado y honrado, aquellas gentes edificadas y muchos se con­ die podía quitarles el que sentían. Por otra parte, llevaban con­
vertirían. Tampoco se quejó de que aquella obediencia se hu­ sigo á Jesús, que era todo su tesoro, su riqueza y felicidad, y
biese intimado á José y no á Ella, como más interesada de algún esta compañía bastaba para consolarlos en cualquiera soledad
modo en la conservación de la vida de Jesús; porque le gustaba y desamparo, sin divertirse ni procurar otros alivios que suelen
obedecer, no sólo áD ios, sino á toda criatura por su amor, y buscarlos caminantes. Mira en tu dulce Madre en dónde has de
estaba muy lejos de decir lo que dijo María 1 hermana de Moisés: hallar consuelo y alegría cuando te veas atribulado y afligido.
«¿Por ventura Jiabla Dios por Moisés solo, y no también por nos­ Sea la voluntad de Dios todo tu consuelo, y la compañía de Jesús
otros?» Aprende de la Virgen este modo de obediencia tan pun­ la fuente inagotable de tu alegría. ¿Has obrado hasta hoy según
tual, pronta, ciega y sencilla, gustando, como Ella, de ser go­ estos provechosos ejemplos? ¡ Oh Dios omnipotente, que tal obe­
bernado por otros, y que de otros se haga más caso que de ti, diencia, alegría'y contento disteis á estos santos queridos vues­
teniendo por suma dicha saber la divina voluntad y cumplirla, tros! Por sus merecimientos os suplico me ayudéis, para que
ora la sepas por revelación de Dios ó de sus ángeles, ora por os obedezca con rendimiento de juicio, con prontitud de volun­
dicho y ordenación de los hombres; porque lo primero es más tad, con presteza en la ejecución y con alegría de corazón, por
glorioso, pero en lo segundo se ejercita más la humildad, suje- sólo cumplir vuestra voluntad, liándome de vuestra providencia,
tando el juicio y la voluntad, no solamente á D ios, sino al hombre que tendrá de mí cuidado, si de este modo os obedezco.
por el mismo Dios. ¡Oh V irgen obedientísima! ¡Cuánto agrada­ P a n t o 3.° E stan cia d e M arta y José en E gipto.—Considera
ría á vuestro divino Hijo vuestra puntual y exacta obediencia ála cómo María y José estuvieron en Egipto hasta la muerte de 1 tira­
orden que os da vuestro Esposo! Si el Señor se complace en los no Herodes, que fueron, á lo que se cree, cinco ó siete años.-
que oyen su voz y tiemblan á sus palabras, ¿cuánto más se agra­ Pondera la grande pobreza con que allí vivían, sustentándose
daría en Vos, que así venerabais y recibíais las palabras de José, con el trabajo de sus manos, en pobre casa, entre gente extraña y
sólo por v e r en él representado á Dios? Por esta obediencia os desconocida, v muy distintos de ellos en los sentimientos, pala­
pido me alcancéis esa virtud en grado tan perfecto que nunca bras y costumbres; ñero, todo lo llevaban con alegría por las dos
obre contra ella, ni de pensamiento, ni de palabra, ni de obra. causas anteriormente dichas. Dé ellas procedía la grande quietud
¿En qué cosas me aparto yo de esta doctrina? ¿Cómo me he de re­ que allí tenían, de modo que ni deseaban la muerte de Hero­
formar? des, ni se congojaban con la dilación de su vuelta, remitiéndolo
P a n t o 3.° P acien cia y con form idad de M aria durante todo á la divina Providencia. Adem ás. como eran tan celosos
el v i a j e —Considera en este punto cómo los dos santos esposos, de la gloria de Dios,- vivían allí en continuo dolor p 6 r las idola­
en oyendo la revelación del ángel, arreglando y tomando las po- ‘ trías de aquella gente y su perdición; de modo que de cada uno
cas cosas que podían llevar consigo, se pusieron en camino para sepuede decir lo que san Pedro dice de L o t ', cuando estaba en
Egipto, obedeciendo con las tres perfecciones que ha de tener Sodoma, que era justo en el mirar y en eJ oír, viviendo entre
la obediencia,*que son: rendimiento de juicio, prontitud de vo­ aquellos que cada día atormentaban su santa alma con malas
luntad y perfección y exactitud en la obra. Pondera sobre todo obras. A sí, es indudable que la Virgen Santísima y san José
su admirable paciencia en los trabajes propios de un tan largo estaban atormentado? en su espíritu por los pecados de aquella

‘ Nu«n., xtt, 2 .’ > II P etr., i , 8.


842 Serie te rce ra .— D e la Virgen San tísim a.

gen te; p ero, siempre conservaban en medio de ellos su pureza


y santidad, resplandeciendo como lumbreras del cielo en medio
r M ed. 32. — Pérdida de Jesús y su encuentro.

lo que te conviene hacer y evitar; pide fervoroso la gracia que


necesitas, y ruega por todas las necesidades, en particular por
843

de aquella nación m ala. Y es de creer que su santidad, modestia la conversión de les infieles.
y santa conversación ablandarían los corazones de aquellos bár­
baros, y les causarían admiración y respeto: y algunos con su
ejemplo se convertirían á Dios, y acudirían á favorecerles con li­ 22.— PÉRDIDA OE JESÚS Y SU ENCUENTRO.
mosnas y dádivas, la s cuales aceptarían como pobres para su
sustento. En este m aravilloso ejemplo has de aprender el modo P reijudio i .« Habiendo María perdido á $u Hijo, lo buscó con diligencia, y hallándole

de conversar en medio del Egipto de este mundo, poblado tam­ en d templo, le did amorosa queja, dicidndole: < Hijo , ¿ por qué lo hiciste asi con nos­
otros ?t
bién de gente bárbara, sin Dios, sin religión, idólatras y con
Preludio 2.* Represéntate á la Virgen buscando con dolor á Jesús.
pésimas costumbres. ¡ O h Virgen sacratísima! ¡ Cuánto me admira Preludio 3.» Pide b gracia de imitar b s virtudes que te enseña Mará.
vuestra pobreza, tranquilidad y santísima vida en el destierro
de Egipto! ¡Oh, si yo supiera imitaros, ya que el Señor me ha co­
locado en medio del E gipto del mundo, en donde no hay más que P u t o l.° M aría p ie rd e á J e sú s, y con e sta ocasión ejer­
adoradores de ídolos, gente descreída é infiel! Tenedme, Madre cita excelentes v irtu d e s.—Volviendo José y María de Jerusalén,
m ía, de vuestra mano para que, no sólo no me pervierta con los en donde habían celebrado la Pascua, y creyendo cada uno que
mundanos, sino que m i ejemplo atraiga á muchos al servicio Jesús iba con el otro, llegando á la noche A la posada, le echa­
de vuestro Hijo. ron de menos, y buscándole entre los conocidos y am igos, no le
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán presto comienza María á h a lla r o n A c e r c a de lo cual has de ponderar la traza de Dios
experimentar el cumplimiento de la triste profecía de Simeón! en querer afligir á estos S an io s, que habían de ser los modelos
Apenas ha llegado de Jerusalén y principiado á descansar de su del mundo entero, sin culpa suya, y en ocasión de una obra
penoso viaje, oye la v o z de José, que, en medio del silencio de que hacían por honrarle* y en la cosa que más podía lastimar­
la noche, interrumpe s u sueño, para decirle que Herodes busca les, que era perder tal Niño. Pondera en particular las excelen­
al Niño para m atarle. y que es voluntad de Dios que salgan al tes virtudes que practica M aría, dándote ejemplo de lo que tú
instante para Egipto. ; Qué.precepto tan dificultoso de cumplir! has de hacer en casos semejantes. Mira su paciencia, por la cual
¡Qué obediencia tan áspera! Mas, ¿cómo lo recibe María?Inclina no se turba, ni se queja de nuestro S eñ or, sino que siente viva­
su cabeza, y empieza á prepararse para tan largo viaje. Ni un mente esta pérdida con rendimiento á la ordenación de Dios, con
suspiro exhala su p ech o , ni una queja pronuncian sus labios, ni ser pérdida tan grande. Su humildad, porque, como santa, te­
la menor sombra de resistencia viene á empañar el brillo de su mía culpa ó descuido donde no le había, ó por lo menos atribuía
obediencia admirable. Pero, mírala ya caminando por entre ma­ esto á sú indignidad; temía si la querría el Señor dejar y seguir
lezas, caminos desconocidos, desiertos arenosos, montes pobla­ ya otro modo de vivir, ó si habla tenido algún descuido en mi­
dos de fieras y de ladrones. ¡Cuántas privaciones! ¡Cuánto cansan­ rar por É l, y confesaba que no era digna de tenerle consigo. Su
cio! ¡Cuántos dolores! Todo lo supera la paciencia y conformi­ diligencia, porque luego anduvo buscándole con cuidado y pena,
dad de María. Sabe q u e es voluntad de Dios y tiene consigo á por cumplir con su obligación y porque el amor la solicitaba;
Jesús, y esto le basta para que la alegría venga á inundar su aunque le buscó entre deudos y conocidos, y por eso no le halló;
espíritu fatigado. Y a llegan á Egipto; María podrá descansar de porque si Cristo quisiera estarse con sus deudos, mejor se es­
su largo camino, y g o z a r á su placer del amor de su divino Hijo. tada con Ella. Finalmente, añadió una larga y muy fervorosa
Mas, ¡ah!, no tienen una choza en donde albergarse, no son de oración, como el caso exigía. Pondera luego cuán triste no­
nadie conocidos, carecen del necesario sustento, y se ven rodea­ che fué aquella para María, y cuán sola se hallaba sin su Hijo;
dos de enemigos de D io s y de su tierno Hijo. Así trata el Padre cómo la gastaría toda meditando como palom a, orando con gran
celestial á la familia más querida que tiene en el mundo. ¿Te fervor, suplicando al Padre eterno no le quitase tan presto el
atreverás á quejarte e n tus tribulaciones? ¿No te resignarás hu­ cuidado de su Hijo, y que mirase por É l , dondequiera que se ha­
mildemente á sufrir tod o lo que el Señor disponga? ¿Mirarás con llase. De todo lo cual has de sacar el modo cómo te has de haber
repugnancia la cruz que Dios te carga sobre los hombros? ¿No cuando el Señor se ausenta de ti, dejándote en tinieblas; las
te conformarás con la s disposiciones de su voluntad soberana? virtudes que especialmente has de ejercitar en tales tiempos, y
Contempla con admiración á tu dulce Madre en este aconteci­
miento de su vida, y , resuelto i imitarla, propón con decisión 1 Luc., n , 43.

JL
844 Serie tercera.— De la Virgen Santísim a.
M ed. 2 2 .— Pérdida de Jesús y su encuentro. 845
las cosas que debes practicar para hallarle de nuevo. ¡Oh Vir­ Mira en dónde y cómo has de hallar á jesú s, si tuvieses la des­
gen soberana! Habéis entrado en los peligros del m ar, y ya no gracia de perderle. ¿Le buscas como María?
os queda otro remedio que orar. Mar ha sido para Vos muy P a u to 3.° Q ueja am orosa de la V irgen á su H ijo.—Viendo
amargo la pérdida de vuestro Hijo; las olas de tristeza han en­ la Virgen á su divino Hijo, díjole con amorosa queja: «Hijo,
trado en vuestro Corazón, y le traen afligido con varios cuida­ ¿por qué lo hiciste así con nosotros? Mira que tu padre y yo con
dos; las tinieblas de la noche atajan vuestros pasos, y estáis como dolor te buscábamos». No pretendió María con estas palabras
atollada en el abismo del desconsuelo; por tales trabajos os rue­ interrogar á suHijo ó pedirle la causa de lo que había hecho, por­
go me amparéis en mis tempestades, iluminéis mis tinieblas, y que esto fuera curiosidad excusada, sino sólo declarar el senti­
me hagáis encontrar pronto al que es todo mi consuelo. miento de su Corazón. A si los santos usan de este modo de
P a n t o 2.° M aría encuentra á J e sú s.—Considera cómo la hablar con Dios cuando están alligidos, y viene á ser un modo
Virgen Santísima y san Jo sé, viendo que no hallaban á Jesús de oración en que tácitamente le piden remedio á su dolor, por­
entre los parientes y conocidos, al otro día por la mañana regre­ que por una parte atribúyenlo á la divina Providencia que lo or­
saron á Jerusalén, y le hallaron al tercer día en el templo entre denó ó permitió para su bien,y por otra confiesan que á Él toca
los doctores. Pondera cómo la soledad que sintió María en esta remediarlo y atajarlo. No dijo María: ¿Por qué lo hiciste asi
ocasión fué de la misma duración, poco más ó menos, que la que conmigo?; porque propio es de los santos, cuando padecen algu­
posteriormente experimentó desde la Pasión de su Hijo á la .glo­ na necesidad que es común á muchos, no quejarse de su solo
riosa resurrección, para significar que, cuando el alma piérdela daño, ni pedir para sí solos el remedio, sino dolerse del daño de
gracia de la devoción, no la halla luego, antes se suele esconder todos , y pedir que todos sean remediados. Pondera sobre todo
por algún tiempo, ó en castigo de la culpa, si la hubo, ó para aquellas tan sentidas palabras: «Tu padre y yo con dolor te
ejercitarla en la paciencia y humildad, y para que crezcan los buscábamos». En las cuales puedes ver la profundísima humil­
deseos de recobrarla; pero no quiere Dios diferir mucho tiempo dad de María, no solamente en nombrar primero á san José que
el consuelo, para que el alma no desmaye y piense que ha de tar­ á sí misma, por el respeto que le tenía, sino también en llamarle
dar mucho su remedio. María halló á Jesús en el templo y entre delante de todos padre de Cristo; de donde podían imaginar que
los doctores; porque el lugar en donde se halla la gracia no es le había concebido por obra de varón; lo cual era humillación
entre los regalos y entretenimientos del mundo, ni por las ca­ suya; pero la Virgen, como humilde, más estimaba la honra
lles y plazas, sino en el templo , y tomando consejo de los maes­ de su esposo que la suya propia, enseñándote á honrar á tus pró­
tros de espíritu, que son los que nos deben guiar por el camino jimos, aunque sea con menoscabo tuyo. Puedes también aprender
de la virtud. Mas* mira particularmente el gozo tan puro y tan en estas palabras el modo de buscar á Jesús con dolor que proce­
modesto de Maria al ver á su santísimo Hijo. Porque. Ella, aun­ da de amor, cual era el de la Virgen; porque el verdadero amor
que levió éntrelos doctores, con tanta admiración dé todos, causa todos estos efectos; que son: dolor de perder al amado,
no hizo los ademanes que otras mujeres suelen hacer en tales pureza de intencionen buscarle, diligencia en practicarlos me­
casos, jactándose de tener taleq hijos, sino, admirándose de verle dios, y perseverancia hasta encontrarle. ¡Oh Maestra soberana!
allí, veneró en silencio lo que veía; con todo, seria tal el gozo que Preciosas y útilísimas son las lecciones que me dais. Cada una
sentiría, que parecería resucitar de muerte á vida en cuanto vió á de vuestras acciones y palabras encierra un tesoro de doctrina.
Jesús, y, como otra Ana, madre de Tobías1, que llorabalaausen- Hacedme discípulo aprovechado, de modo que, obrando según
cia de.su hijo con lágrimas irremediables, cuando le vió, lloraba vuestras enseñanzas, logre h allará Jesús, y conservarle en mi
de puro gozo, así es de creer que á la medida de su pena sería su compañía por toda la eternidad. ¿Imitamos nosotros la humildad
alegría, según aquello de David*: «Según la muchedumbre de los de María, dando á nuestros prójimos la preferencia en todo?
dolores de mi corazón, tus consuelos alegraron mi alma». ¡Oh ¿Practicamos como Ella la caridad, rogando por todos?
Virgen soberana! Gózome del gozo que tuvisteis en esta hora, E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Qué modelo tan acabado y perfecto
con la vista de vuestro Hijo). La esperanza dilatada afligió vues­ hallamos en María 1 Para todas las circunstancias de la vida nos
tra alma; pero el cumplimiento de vuestro deseo fué para vos da los más brillantes ejemplos. ¿Quién lo creyera? Sin tener Ella
árbol de vida, hallando al que lo es para todos. Alcanzadme, la menor culpa, ha perdido su riquísimo tesoro Jesús. Dios ha
Virgen benditísima, que le busque de modo que le halle, para querido sujetarla á tan gran prueba, para enseñarnos con su
que goce de la vida que de tal árbol procede. ¡ Oh alma devota! ejemplo que las virtudes que debemos ejercitar especialmente
al escondérsenos ó retirársenos el Señor, son la paciencia y la
' Teb,, x, 4. — 3 P»»lm. xcm, 19. — 3 P rov . , xm, 12. humildad, teniéndonos por culpables, la diligencia en buscarle'y
846 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ei. 2 3 .— Bodas de C a n á .— Intereesióu de M aría. 847
la oración ferviente y recogida hasta hallarle. ¡Oh! Si así lo hu­ sima condición de María, la cual así se compadece de sus devo­
bieses hecho, no hubieras lamentado tantas veces tu pertinaz se­ tos y se interesa por su bien! Pondera también la confianza tan
quedad y falta de devoción, ni hubieras estado tanto tiempo se­ amorosa y resignada con que hizo la Virgen aquella brevísima
parado de su divina Majestad. Contempla á María regresando á petición: «No tienen vino»; como quien estaba certificada de las
Jerusalén, buscando por calles y plazas, preguntando á conoci­ entrañas de piedad de su Hijo, que bastaba ponerle delante la
dos y á desconocidos, y nadie le sabe dar razón de su Hijo. Sólo necesidad presente, para que quisiese remediarla, si convenía,
cuando entra en el templo, lo encuentra en medio de los docto­ pues no le faltaba amor ni poder para hacerlo. Á su imitación,
res; su alma se inunda de gozo; sus ojos se arrasan en lágrimas, has de ejercitar tú este modo de obrar, representando al Señor
y abriendo sus labios, no para quejarse, ni para interrogar curio­ tus necesidades y faltas con grande amor, confianza y resigna­
samente, ni mucho menos para reprender al que, siendo su Hijo, ción, fiándote de su misericordia, que te dará el remedio cuando
era también su Dios, dice: «H ijo, ¿cómo lo hiciste así con nos­ más te convenga. Y a s í, en lugar de la palabra que dijo la Virgen
otros? Tu padre y yo con dolor te buscábamos». Palabras breves, puedes poner otras, diciendo: «Padrem ío, no tengo humildad/'
pero de significación altísima. ¿ Cómo buscas á Jesús? ¿Practicas paciencia», etc. ¡ Oh Virgen gloriosa! Mirad la falta que tengo del
1as virtudes necesarias para hallarle? ¿Con qué agradecimiento vino de la caridad y de la fervorosa devoción; y , pues tanta
recibes la gracia de la devoción, y con qué esmero la conservas? compasión tuvisteis por la falta del vino corporal, mayor la ten­
¿Sigues en todo esto los ejem plos de tu divina Madre? Sal ya de dréis por la falta del vino espiritual; y sipedisteis remedio para
una vez para siempre de ese abandono y apatía en que has vivido, aquélla, pedidle también para esta otra, diciendo para mí á
y con ardientes deseos, eficaces resoluciones y vivas súplicas vuestro Hijo: «Hijo, este mi siervo no tiene vino de amor de
busca á Jesús, y lo hallarás, y s e gozará tu corazón, porque con Dios; dádsele con abundancia, para que os sirva con fervor».
Él hallará su vida. P o n t o 2.° Contestación d e J e sú s á su M adre.—Considera
cómo Jesucristo, á la demanda de su Madre, contestó diciendo
«Mujer a, ¿ qué nos va á Mí y á ti? Aún no es llegada mi hora».
23.— BODAS DE CANA.— INTERCESIÓN DE MARÍA.
Con cuya respuesta quiso descubrir, por una parte, qué era más
que hombre, y que también era D io s, cuyo era propio hacer la
1 P r e l u d io i Viendo María al apuro de l o s esposos de Cana por la falta del vino, pidió
obra milagrosa que se le pedía, siguiendo sus trazas, y en el
á au Hijo que la remediase ; y aunque Jesús l e contestó que no había llegado su hora, no
perdió la confianza , y obtuvo lo que pedia.
tiempo y hora que, en cuanto Dios, tenía señalada, sin mudarla
Preludio 2 ° Represéntate i María diciendo á jesús con acento compasivo: 1 No ni anticiparla por respetos humanos. Por otra parte, quiso ense­
tienen vinos. ñarte cuán descarnado estaba de todo amor carnal á parientes;
P reludio 3.0 Pide confianza en Dios y en el patrocinio de María. pues, aunque amaba tanto á su Madre, y con mayor amor que á
los ángeles, no se lee que nunca la llamase madre, y varias ve­
P a n t o l.° S o licitu d de M a r ía en rem ed ia r la fa lta del ces quiso manifestar que su amor á Ella no era aquel que se funda
vin o .—'Fxké María convidada co n su Hijo y algunos de sus discí­ en la carne y sangre, sino en la gracia divina que María había
pulos á unas bodas en Caná de G alilea; y como en ellas faltase el recibido con más abundancia que todas las otras criaturas. Pon­
v in o , dijo la Virgen Santísima á su Hijo: «No tienen vino». En lo dera en particular las virtudes excelentísimas que ejercitó aquí
cual debes ponderar especialmente la compasión y solicitud de la la Virgen Santísima; á saber: grandísima paciencia, profunda
Santísima Virgen; pues, en viendo la falta del vino, se compade­ humildad y sólida confianza; puesto que al oir aquella respuesta,
ció de la afrenta y trabajo que a llí se padecía; y de su propio mo­ al parecer desairada, no se turbó, ni quejó, ni respondió pala­
tivo, sin que ninguno se lo p idiese, se movió á procurar el reme­ bra alguna, ni se tuvo por injuriada, y , lo que más admira, no
dio de esta necesidad por m edio de su Hijo, mostrando en esto perdió la esperanza de ser oída. Cuyo ejemplo ha de animarte á
el amor y agradecimiento que tenía á los que la convidaron. Lo tener paciencia y á no perder la confianza, cuando Dios no oyere
mismo hace ahora por sus devotos, compadeciéndose de sus nece­ tus peticiones ó difiriera el oirte, ó cuando los hombres te die­
sidades, aun cuando se olvidan ó descuidan de pedirla remedio ren respuestas desabridas, acordándote de lo que dice el profeta
de ellas; porque, como dice san Agustín 1: «Cuanto la Virgen es Isaías 5; «En el sufrimiento, silencio y esperanza está nuestra for­
mejor que todos los santos, tan to es más solícita de nuestro bien taleza »; porque por tales medios alcanzamos de Dios lo que
que todos ellos». ¡Cuánta confianza ha de inspirarte esta bellí- pretendemos. ¿ Obramos según esta doctrina ? ¿Imitamos la hu-

■ Joan., iu ; S. Thom. < Joan., 11,4. — 3 Vide infra, pag. 164. — 3 Isai., xxx, 15.
846 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. 2 3 .— Bodas de C a n a . — Intercesión de M aría. 847
la oración ferviente y recogida hasta hallarle. ¡Oh! Si así lo hu­ sima condición de María, la cual asi se compadece de sus devo­
bieses hecho, no hubieras lamentado tantas veces tu pertinaz se­ tos y se interesa por su bien! Pondera también la confianza tan
quedad y falta de devoción, ni hubieras estado tanto tiempo se­ amorosa y resignada con que hizo la Virgen aquella brevísima
parado de su divina Majestad. Contempla á María regresando á petición: «No tienen vino»; como quien estaba certificada de las
Jerusalén, buscando por calles y plazas, preguntando á conoci­ entrañas de piedad de su Hijo, que bastaba ponerle delante la
dos y á desconocidos, y nadie le sabe dar razón de su Hijo. Sólo necesidad presente, para que quisiese remediarla, si convenía,
cuando entra en el templo, lo encuentra en medio de los docto­ pues no Je faltaba amor ni poder para hacerlo. Á su imitación,
res; su alma se inunda de gozo; sus ojos se arrasan en lágrimas, has de ejercitar tú este modo de obrar, representando al Señor
y abriendo sus labios, no para quejarse, ni para interrogar curio­ tus necesidades y faltas con grande amor, confianza y resigna­
samente, ni mucho menos para reprender al que, siendo su Hijo, ción, fiándote de su misericordia, que te dará el remedio cuando
era también su Dios, dice: «H ijo, ¿cómo lo hiciste así con nos­ más te convenga. Y a s í, en lugar de la palabra que dijo la Virgen
otros? Tu padre y yo con dolor te buscábamos». Palabras breves, puedes poner otras, diciendo: «Padrem ío, no tengo humildad,-'
pero de significación altísima. ¿Cómo buscas á Jesús? ¿Practicas paciencia», etc. ¡Oh Virgen gloriosa! Mirad la falta que tengo del
jas virtudes necesarias para hallarle? ¿Con qué agradecimiento vino de la caridad y de la fervorosa devoción; y , pues tanta
recibes la gracia de la devoción, y con qué esmero la conservas? compasión tuvisteis por la falta del vino corporal, mayor la ten­
¿Sigues en todo esto los ejemplos de tu divina Madre? Sal ya de dréis por la falta del vino espiritual; y si pedisteis remedio para
una vez para siempre de ese abandono y apatía en que has vivido, aquélla, pedidle también para esta otra, diciendo para mí á
y con ardientes deseos, eficaces resoluciones y vivas súplicas vuestro Hijo: «Hijo, este mi siervo no tiene vino de amor de
busca á Jesús, y lo hallarás, y se gozará tu corazón, porque con Dios; dádsele con abundancia, para que os sirva con fervor».
Él hallará su vida. P a n t o S.° Contestación d e J e sú s á su M a d r e —Considera
cómo Jesucristo, á la demanda de su Madre, contestó diciendo ':
23.— BODAS DE CANA.— INTERCESIÓN DE MARÍA. «Mujer *, ¿qué nos va á Mí y á ti? Aún no es llegada mi hora».
Con cuya respuesta quiso descubrir, por una parte, qué era más
' P r e l u d io 1.0 Viendo Maria el ap u ro de l o s esposos de C a n a por la falta del v in o , pidió
que hombre, y que también era D io s, cuyo era propio hacer la
á su Hijo que la remediase; y aunque Jesús le co n te stó que no había llegado su hora, no obra milagrosa que se le pedía, siguiendo sus trazas, y en el
p e rd ió la co n fia n za , y obtuvo lo que pedia. tiempo y hora que, en cuanto Dios, tenía señalada, sin mudarla
P r e l u d io 2 .» R e p re sé n ta te á M a ría d ic ie n d o á J e s ú s co n acen to c o m p a s iv o : « N o ni anticiparla por respetos humanos. Por otra parte, quiso ense­
tie n e n v in o » . ñarte cuán descarnado estaba de todo amor camal á parientes;
P reludio 3.° Pide confianza en D io s y en el patrocinio de María. pues, aunque amaba tanto á su Madre, y con mayor amor que á
los ángeles, no se lee que nunca la llamase madre, y varias ve­
P u n t o l.° S o licitu d de M a r ía en rem ed ia r la fa lta del ces quiso manifestar que su amor á Ella no era aquel que se funda
vin o .—Fué María convidada co n su Hijo y algunos de sus discí­ en la carne y sangre, sino en la gracia divina que María había
pulos á unas bodas en Caná de G alilea; y como en ellas faltase el recibido con más abundancia que todas las otras criaturas. Pon­
v in o , dijo la Virgen Santísima á su Hijo: «No tienen vino». En lo dera en particular las virtudes excelentísimas que ejercitó aquí
cual debes ponderar especialmente la compasión y solicitud de la la Virgen Santísima; á saber: grandísima paciencia, profunda
Santísima Virgen; pues, en vien d o la falta del vino, se compade­ humildad y sólida confianza; puesto que al oir aquella respuesta,
ció de la afrenta y trabajo que a llí se padecía; y de su propio mo­ al parecer desairada, no se turbó, ni quejó, ni respondió pala­
tivo, sin que ninguno se lo pidiese, se movió á procurar el reme­ bra alguna, ni se tuvo por injuriada, y , lo que más admira, no
dio de esta necesidad por m edio de su Hijo, mostrando en esto perdió la esperanza de ser oída. Cuyo ejemplo ha de animarte á
el amor y agradecimiento que tenía á los que la convidaron. Lo tener paciencia y á no perder la confianza, cuando Dios no oyere
mismo hace ahora por sus devotos, compadeciéndose de sus nece­ tus peticiones ó difiriera el oirte, ó cuando los hombres te die­
sidades, aun cuando se olvidan ó descuidan de pedirla remedio ren respuestas desabridas, acordándote de lo que dice el profeta
de ellas; porque, como dice san Agustín ': «Cuanto la Virgen es Isaías K «En el sufrimiento, silencio y esperanza está nuestra for­
mejor que todos los santos, tanto es más solícita de nuestro bien taleza »; porque por tales medios alcanzamos de Dios lo que
que todos ellos». ¡Cuánta confianza ha de inspirarte esta bellí- pretendemos. ¿ Obramos según esta doctrina ? ¿Imitamos lahu-

Joan., n i; S. Thom. • Joan., n , 4. — » Vide infra, p ig . 164. — 3 Isai., zzx , 1$.


848 Serie tercera.— D e la Virgen Santísim a. M ed. 24 — Dolores de M aría. 849
mildad, paciencia y confianza de María? ¡Oh Virgen sapientí­ dre M aría, haciendo siempre Jo que te manda Jesús. ¿ Lo has ve­
sima! A l ver el modo admirable cómo obráis en esta ocasión, rificado de este modo hasta ahora?
me lleno de rubor y vergüenza, porque me veo totalmente ale­ E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Dichosos los esposos de Caná de
jado del camino que Vos seguís. Vos sufrís con paciencia lo que G alilea! A sus bodas se dignaron asistir Jesucristo y la Virgen
parece un desvío, y yo me indigno; Vos os humilláis profunda­ Santísima, y tuvieron la suerte que en ellas el Señor hiciera el
mente, y yo me lleno de soberbia cuando pienso que no se primer milagro público y se descubriese la solicitud, bondad y
hace caso de m í; Vos no perdéis la confianza, y yo al momento poder de María. Mas, joh vanidad de las cosas mundanas!; en mi­
caigo de ánimo y abandono la oración: haced que os imite en esta tad de la comida los ministros andan turbados, hablándose con
santa práctica, y alcance por ella lo que pretendo. sobresalto unos á otros; temen la afrenta que va á venir sobre los
P a n t o 3.° Com portam iento de M a ría , al o ir la respuesta esposos, en medio de su contento. María lo ve, y movida de su
de su H ijo. — Oyendo María la respuesta de Jesús, dijo álos compasión maternal, y confiadaen el poder y bondad de su Hijo,
que servían á la mesa 1:«Haced cuanto os dijere mi Hijo». En le dice: «No tienen v in o », segura que bastará recordarle la
este soberano consejo se descubre primeramente la heroica con­ necesidad para que se resuelva á socorrerla. No importa que el
fianza de la V irgen ; porque cuando SU Hijo la dijera expresa­ Señor, para manifestar su divinidad y el desprendimiento que
mente: Yo haré lo que me pedís, no pudiera Ella decir otra cosa tenía de carne y sangre, le dé una respuesta ai parecer desabri­
de la que dijo. Vese también la grande luz que tenía para cono­ da; María no se turbará por ella, ni se quejará, ni se dará por
cer el Corazón de Jesús,y sus intentos; porque, puesto caso resentida, y, lo que es más, no disminuirá un solo punto su con­
que pudiera remediar aquella necesidad, criando nuevo vino ó fianza; y , teniendo toda la seguridad en la benevolencia y cari­
multiplicando lo poco que había, sin decir nada á los ministros dad de su Hijo, se contentará con decir á los criados: <Haced
que servían á la mesa, con todo esto, entendió la Virgen que su cuanto os diga mi Hij'o». ¡Oh palabras prudentísimas y discretísi­
Hijo les había de mandar a lg o ; porque la condición de Dios es mas, y camino seguro para alcanzar de Jesús toda suerte de
que los hombres hagamos algo de nuestra parte para el reme­ bienes! Éstas debieras tú grabar en tu corazón. Imagínate que á
dio de nuestras necesidades, disponiéndonos con esta obediencia ti mismo las dice M aría: «Haz cuanto te diga mi Hijo». ¿Qué
y diligencia para alcanzarlo. Pondera cómo con este consejo la contestas tú á ellas? ¿Cómo cumples este encargo? ¡Ah! Si María
Virgen tácitamente te avisa que, para alcanzar de Dios lo que te dijese lo contrario: «No hagas nada de lo que diga mi Hijo»,
pides, no hay medio más eficaz que con la coníiánza juntar la quizá no habrías de cambiar tu vida para obrar de este modo.
obediencia á cuanto te manda ; porque, como dice David *: «Dios Pues, ¿cuándo te resolverás á hacer caso del consejo ó precepto
cumple la voluntad de los que le temen». Y san Juan dijo : «Si de tu Madre ? ; Cuándo acabarás de dominar esa voluntad pro
nuestro corazón no nos reprendiere, confianza tenemos en Dios pia, tan opuesta á la voluntad de Dios? Reflexiona ahora con
de alcanzar cuanto le pidiéremos», porque guardamos los manda­ atención lo que quisieras haber hecho en la hora de la muerte,
mientos y hacemos las cosas que le agradan; y Cristo nuestro y , mientras tienes tiempo, forma propósitos particulares y prác­
Señor dijo á los Apóstoles4: «Si mis palabras permanecieren en ticos, y dirige á Jesús y á María fervorosas súplicas para ti y
vosotros, cuanto quisiereis pediréis, y se os dará». Finalmente: para todos tus prójimos. en especial los más necesitados y los
mira el amor que la Virgen tenía al silencio y brevedad de las que tienes en particular encargados.
palabras, pues así las que dijo á su Hijo como las que dijo á
los ministros fueron breves, muy medidas y ponderadas. Y en 24.— DOLORES DE MARÍA.
particular éstas has de estampar en tu corazón, como dichas por
tal Madre y Maestra, procurando cumplir cuanto te dijere Cristo Preludio i .« Lo» dolores de Maria en la Pasidn de su Hijo fueron proporcionado» al
nuestro Señor, sin dejar cosa alguna, aunque sea dificultosa y amor que ie tenia y i »u conocimiento, y por lo mismo fueron acerbísimos.
aunque parezca fuera de propósito ó sea muy menuda, ora telo P reludio 2.« Represéntate á María con Jesús difunto en sus brazos.
Preludio y 1» Pide conocimiento y compasión de los dolores de la Virgen.
diga por sí mismo con secretas inspiraciones, ora por medio de
tus superiores. ¡Oh Virgen soberana, Maestra de todas las vir­
tudes! Enseñadme á practicar las que aquí ejercitasteis, para *P a u t o l.° A m or de M a ria d J e sú s p o r ser su p rim o g én ito
que por ellas agrade á vuestro Hijo y sea digno de alcanzar lo y p or la excelencia que en É l veía.—Considera cómo la primera
que pretendo. ¡Oh alma fiel! Ten presentes las palabras de tu Ma­ raíz del dolor que padeció María en la Pasión de su Hijo, fué el
amor que le tenía, porque á la medida del amor es el gozo délos
1 Joan., H, J. — * Psalm . c x u v . 19. — 3 I Joan., lll, 2 1. — 4 Joan ., x v , 7 . bienes que tiene la persona amada y el dolor de los males que
45
850 Serie tercera . — D e la Virgen Santísim a. Med. 24. — Dolores de María. 851
padece. Este amor y dolor fueron vehementísimos en la Virgen hechor, en recompensa de los que le ha dado. Pues, ¿qué pena
por muchos títulos. Porque, primeramente, Jesús era su Hijo na­ recibiría la Virgen, viendo padecer tan terribles males al que
tural, á quien amaba con amor más tierno y puro que todos los deseaba que gozase infinitos bienes? Además, este Hijo suyo era
padres y madres del mundo amaron á sus hijos; por cuanto Ella también Hijo de Dios vivo, y Dios infinito, y dignísimo de ser
sola fué madre sin padre, y en Ella se recogía el amor de padre amado con infinito amor por su infinita bondad y hermosura; y
y madre; y como la concepción de este Hijo fué singular, porobra como la Virgen con grande luz conocía esta infinita excelencia
del Espíritu Santo, que es amor, así el amor fué singular, y por de su Hijo, amábale con todo su corazón, alma, espíritu y fuer­
consiguiente fué singular e l dolor que padeció en su muerte, de zas, sin quitar nada del sumo amor que podía ofrecerle; y á esta
modo que pudo d e cir1: « O h vosotros los que pasáis por el cami­ medida creció el dolor, doliéndose con todo su corazón, con
no; mirad y ved si hay dolor que iguale al mío». Con esto se jun­ toda su alma, con todo su espíritu y con todas sus fuerzas, por
taba que este Hijo era prim ogénitoJ y único, cuya vida suele ser ver tan despreciado y aborrecido al que por infinitos títulos mere­
más amada y su muerte m ás sentida; y así, para encarecer la Es­ cía ser honra'do y amado. Finalmente: el Espíritu Santo había
critura el llanto en alguna cosa, le llama llanto por muerte del derramado en su corazón la caridad de Dios, uniéndola consigo
unigénito}. Pues, ¿cómo lloraría la Virgen la muerte de este su con el amor unitivo, de modo que fuese un espíritu con Dios y
unigénito, que juntamente era unigénito de Dios, viéndole cruci­ con su Hijo, de donde procedía tener por propias todas sus pros­
ficado con tan grande ignominia y dolor? Demás de esto, creció peridades y adversidades, y dolerse de los trabajos del Hijo,
más el amor de la Virgen á s u Hijo por la gran semejanza que mucho más que si fueran suyos, porque le amaba más que á sí
tenían los dos, y la semejanza, como dice el Sabio •*, es causa de misma. Y , como con la fuerza de este amor salía de sí, y estaba
amor; y así los padres suelen amar mucho más al hijo que más traspasada y puesta en el Corazón del Hijo, lo que padecía Él,
se les parece. P ues, como la Virgen y su Hijo fuesen muy seme­ padecí^ Ella, sintiendo en sí lo que miraba sentir el Hijo; y así
jantes en la complexión y condición, en las costumbres y virtu­ podía decir mucho mejor que san Pablo «Con Cristo estoy en­
des, eran corno una cosa en todo; y el dolor que traspalaba al clavada en la cruz; vivo yo, no yo, sino Cristo vive en mí, y yo
uno penetraba también e l corazón del otro. Por fin, un nuevo vivo en Cristo». Y nosotros, ¿podemos decir lo mismo?¿Senti­
título de amarle era la grandeza de santidad y sabiduría de su mos las penas de Jesús y María ? ¡ Oh Virgen sacratísima! El
Hijo; porque la caridad cuando está bien, ordenada, ama más á amor encendido que profesáis á vuestro Hijo es el verdugo que os
los mejores que están m ás cercanos á Dios; y si con esto se junta aflige, y os quitara la vida, si Dios milagrosamente no os la con­
que están más cercanos á nosotros por la sangre, crece mucho servara para otros trabajos. Dadme una chispa siquiera de ese
el amor, aunándose naturaleza y gracia para su perfección. ¡Oh amor, para que mi alma quede transformada en la imagen de
Madre dolorosa 1 Vos sola y el Dios que os crió podríais decirnos Jesús crucificado, sintiendo lo que Él sintió, llorando por lo que
las avenidas de dolor que inundaron vuestro Corazón en la Pa­ Él lloró, y detestando los pecados por los que padeció.
sión de vuestro Hijo. V eis espirar al Hijo de vuestras entrañas; P a n to S.° Conocimiento que ten ía M aria d e la s p en as de
perdéis al Hijo unigénito, contempláis entre horribles torturas al J esú s.—Otra raíz de los dolores que padeció la Virgen en la Pa­
más santo, perfecto y hermoso de los hijos. ¿Quién podrá medir sión de su Hijo fué el conocimiento claro y la viva aprensión que
vuestro dolor? Por él os suplico me concedáis la gracia de imi­ tenía de los trabajos del Señor y de todas las circunstancias que
taros en la pena, y de no tener jamás parte en la culpa de los que los acompañaban. Sabía Ella que los tormentos' eran los más
os la causan. Y tú, alm a fiel, ¿te compadeces de esta Madre acerbos que un hombre puede sufrir; que el cuerpo de su Hijo
afligida? era tan sensible y delicado, que no ha habido otro semejante. Veía
P u n to a.° A m or d e M aría á J esú s por ser su Dios y bien­ la rabia délos atormentadores y de los demonios que la atizaban,
hechor in fin ito.—Considera otros títulos eficaces que tuvo Ma­ con deseo de hacer perder la paciencia al Señor. Contemplaba
ría para amar intensamente á Jesús y para sentir vehementísima- á la Justicia divina mirando con aversión al pecado que cargaba
mente sus dolores. Ella le reconocía por infinito bienhechor suyo, sobre el Divino Hijo. Ella había leído con mucha detención y luz
de quien había recibido innumerables y excelentísimos benefi­ las divinas Escrituras que los contaban, y penetrándolos con ce­
cios, y entre ellos el sum o de haberla escogido por Madre. *Y, lestial claridad, y hallándose presente á ellos, no solamente pon­
■ como el amor es agradecido, desea infinitos bienes para su bien deraba lo que padecía por de fuera, sino penetraba lo de dentro,
y de todo formaba representación tan viva , que se transformaba
1 Thren., i, 12. — » Jerem., v i, 26. — 3 Amos, vm, 10; Zach., Xli, 10.
4 Eccli., xiii, 19; S. Thom. — i S. Thom. • Cal., li, 19.
852 Serie tercera. — D e la Virgen S in tisiin a . M ed. 35 .— M aría a l p ie de la cru%. »53
en la imagen de lo que el Hijo padecía. Este fué el cuchillo de dos
tilos, aguzado con conocimiento y amor, que traspasó, como dijo 25.— MARÍA AL PIE DE LA CRUZ.
Sim eón', no el cuerpo, sino el alma de esta Virgen purísima. Y
de esta manera también bebió el cáliz de la Pasión que Jesús P reludio i .» Estaba María con otras mujeres y san Juan junto á la cruz de Jesús, el
ofreció á los hijos del Zebedeo, y fué bautizada con el bautismo cual, viéndola, dijo, señalando á j ua n: « He ahí á tu hijo».
de penas, y sumida en el mar amargo de las tribulaciones, de P reludio 2.» Represéntate este paso tan tierno, como si lo vieras con tus ojos.
modo que se pudo decir de Ella *: «Grande es como el mar tu con­ Preludio y.» Pide agradecimiento al favor que te dispensó Jesús y amor á Mana.
trición y la amargura de tu aflicción». ¡ Oh Virgen soberana!
Bien podéis decir en esta ocasión>: No me llaméis Xoemí. que P u n t o 1.°' M a ría , con o tras d evo ta s m u je r e s, estaban
quiere decir herniosa; sino llamadme Mará, que quiere decir ju n to á la c ru z del Señor.—Considera cómo se acercaron á la
amarga, porque me ha llenado de grande amargura el Todopo­ cruz del Señor las personas que más se señalaron en amarle;
deroso. Grandes favores os hizo el Todopoderoso en el día de su porque no hay mayor señal de amar á Cristo, que seguirle hasta
encarnación, y grandes aflicciones os ha dado el día de su Pa­ la cruz, compadeciéndose de sus dolores é ignominias, y hacién­
sión. Y pues también las aflicciones son favores, suplicadle mues­ dose participante de ellas; y cuanto más cerca te llegares, y con
tre conmigo su poder, dándome sentimiento de lo que padeció y mayor estabilidad y firmeza, tanto mayores muestras darás de
gracia para imitarle en ello. ¿No nos inspiran compasión las pe­ este amor, como las dieron las cuatro personas que nombra el
nas de nuestra Madre? ¿Seguiremos dando nuevos motivos á su Evangelista, que son: su Madre, María Cleofé, María Magdalena
dolor con nuestros pecados? y el discípulo amado. Entre las cuales la capitana y guia filé la
E p ílo g o y c o lo q u io s. ¡ Oh dolores de María! ¡Cuán acer­ Virgen sacratísima, por cuyo respeto fueron las demás en su
bos sois! Si el termómetro para medir la intensidad de un dolor, compañía, y sin la cual no tuvieran ánimo para asistir allí; pero
producido por la vista de una persona que padece, es el amor que Ella, como más firme en la fe y más encendida en el amor,
á la misma se profesa y el conocimiento que de tales penas se pospuesto todo peligro humano, y atropellando por todas las di­
tiene, ¿cuál y cuán grande sería el dolor de María en la Pasión ficultades é ignominias qne de aquí se le habían de seguir, quiso
de su Hijo, siendo su amor encendidísimo y el conocimiento de hallarse presente á la Pasión de su Hijo, y se puso en pie cerca
sus penas clarísimo? María amaba á Jesús como á su Hijo pri­ de la cruz, con grande constanda y fortaleza, acercándose con
mogénito y unigénito, y en su Corazón se habla acumulado el el cuerpo todo lo más que le fué permitido; pero, con el espíritu
amor de padre y madre, y el Espíritu Santo, que había sido el se acercó tanto, que se pegó con ella y con su Hijo, y allí quedó
principio activo de la generación de Jesús, había hecho del Co­ espiritualmente crucificada con Él, por la grandeza del amor y del
razón de María un corazón de madre la más amante. Amábale dolor. De suerte, que tres clavos la tenían allí crucificada: la viva
por la perfectísima semejanza que consigo tenía en su comple­ aprensión de lo qqe el Hijo padecía; el entrañable amor que le te­
xión, inclinación, virtud y hermosura. Amábale por lo sublime nía, no sólo como á Hijo, sino como á su Dios y bienhechor
de su santidad y perfección; por ser Hijo de Dios vivo al mismo infinito, por lo cual todos sus trabajos tomaba por propios; y la
tiempo qué lo'era suyo; por ser su más insigne bienhechor, á compasión de que tal persona padeciese tanto por pecados aje­
quien se reconocía deudora de inmensas gracias. Pues este vol­ nos; de donde resultaba en su ánimo un dolor tan grande, que
cán de amor, ¿qué avenidas de dolor produciría en aquel Cora­ bastó para martirio, como si muriera en otra cruz. Miraba la ca­
zón amante, que con la mayor claridad y viveza conocía lo acer­ beza de su Hijo espinada, y quedaba la suya traspasada con
bo de los dolores, y lo cruel de las penas que sufría su Amado? espinas; miraba las manos enclavadas, y quedaban las suyas
¡Oh! Si, grande, inmenso, amargo, impenetrable es como el mar penetradas con los clavos; miraba los huesos desencajados de
su dolor. ¿Es posible que los hombres no lo agradezcan? ¿£s posi­ modo que se podían contar, y los suyos se estremecían de dolor.
ble que tengan la osadía de agravarlo con nuevos pecados, causa Y á este modo, cuanto el Hijo padecía corporalmente, padecía la
de los tormentos de Jesús? ¿Qué has hecho tú? ¿No te íemuerde Madre espiritualmente; pero de un modo terrible. ¡Oh Virgen de
la conciencia? ¿No tiene motivo para quejarse de ti la Virgen? Re- las vírgenes! ¡Con cuánta razón podemos llamaros hoy mártir
tiexiónalo con atención y trata de reparar tamaña ingratitud, por de los mártires! Pues como á todas las vírgenes excedéis en la
medio de resoluciones firmes y prácticas, oraciones fervientes flor de la virginidad, así en el fruto á todos los mártires excedéis
y confiadas, rogando por ti y por todas las necesidades. del martirio. Mártir sois por los deseos fervorosos de padecer los
tormentos de vuestro Hijo; y mártir, por los terribilísimos do­
• Luc., 11, 55. — 1 Thren.. 11. 15. — J R uth., 1, 20. lores que con su vista padecisteis. ¡ Oh quién pudiera acompaña-
852 Serie tercera. — De la Virgen Santísim a. Med. 25.— María al pie de la cru{. » 53
en la imagen de lo que el Hijo padecía. Este fué el cuchillo de dos
filos, aguzado con conocimiento y amor, que traspasó, como dijo 25.— MARÍA AL PIE DE LA CRUZ.
Simeón 1, no el cuerpo, sino el alma de esta Virgen purísima. Y
de esta manera también bebió el cáliz de la Pasión que Jesús P r e l u d io i .» Estaba María con otras mujeres y san Juan junto á la cru z de Jesús, el
ofreció á los hijos del Zebedeo, y fué bautizada con el bautismo cual, señalando á Juan : € He ahí á tu hijos.
v ié n d o la , d i j o ,

de penas, y sumida en el mar amargo de las tribulaciones, de P r e l u d i o 2 .» R e p re s é n ta te e s te paso tan t ie r n o , com o s i lo v ie r a s c o n t u s c jo s .

modo que se pudo decir de E lla 1: «Grande es como el mar tu con­ P r e l u d io 3.° Pide agradecimiento al favor que te dispensó Jesús y amor á Maria.
trición y la amargura de tu aflicción». ¡ Oh Virgen soberana!
Bien podéis decir en esta ocasión No me llaméis Xoemí, que P a n t o l.° M a ria , con otras d evo ta s m u je r e s, estaban
quiere decir herniosa; sino llamadme Mará, que quiere decir ju n to d la c ru z del Señor.—Considera cómo se acercaron á la
amarga, porque me ha llenado de grande amargura el Todopo­ cruz del Señor las personas que más se señalaron en amarle;
deroso. Grandes favores os hizo el Todopoderoso en el día de su porque no hay mayor señal de amar á Cristo, que seguirle hasta
encarnación, y grandes aflicciones os ha dado el día de su Pa­ la cruz, compadeciéndose de sus dolores é ignominias, y hacién­
sión. Y pues también las aflicciones son favores, suplicadle mues­ dose participante de ellas; y cuanto más cerca te llegares, y con
tre conmigo su poder, dándome sentimiento de lo que padeció y mayor estabilidad y firmeza, tanto mayores muestras darás de
gracia para imitarle en ello. ¿No nos inspiran compasión las pe­ este amor, como las dieron las cuatro personas que nombra el
nas de nuestra Madre? ¿Seguiremos dando nuevos motivos á su Evangelista, que son: su Madre, María Cleofé, María Magdalena
dolor con nuestros pecados? y el discípulo amado. Entre las cuales la capitana y guía filé la
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh dolores de María! ¡Cuán acer­ Virgen sacratísima, por cuyo respeto fueron las demás en su
bos sois! Si el termómetro para medir la intensidad de un dolor, compañía, y sin la cual no tuvieran ánimo para asistir allí; pero
producido por la vista de una persona que padece, es el amor que Ella, como más firme en la fe y más encendida en di amor,
á la misma se profesa y el conocimiento que de tales penas se pospuesto todo peligro humano, y atropellando por todas las di­
tiene, ¿cuál y cuán grande sería el dolor de María en la Pasión ficultades é ignominias que de aquí se le habían de seguir, quiso
de su Hijo, siendo su amor encendidísimo y el conocimiento de hallarse presente á la Pasión de su Hijo, y se puso en pie cerca
sus penas clarísimo? María amaba á Jesús como á su Hijo pri­ de la cruz, con grande constancia y fortaleza, acercándose con
mogénito y unigénito, y en su Corazón se había acumulado el el cuerpo todo lo más que le fué permitido; pero, con el espíritu
amor de padre y madre, y el Espíritu Santo, que había sido el se acercó tanto, que se pegó con ella y con su Hijo, y allí quedó
principio activo de la generación de Jesús, había hecho del Co­ espiritualmente crucificada con Él, por la grandeza del amor y del
razón de María un corazón de madre la más amante. Amábale dolor. De suerte, que tres clave» la tenían allí crucificada: la viva
por la perfectísima semejanza que consigo tenía en su comple­ aprensión de lo que el Hijo padecía; el entrañable amor que le te­
xión, inclinación, virtud y hermosura. Amábale por lo sublime nía, no sólo como á Hijo, sino como á su Dios y bienhechor
de su santidad y perfección; por ser Hijo de Dios vivo al mismo infinito, por lo cual todos sus trabajos tomaba por propios; y la
tiempo qué lo era suyo; por ser su más insigne bienhechor, á compasión de que tal persona padeciese tanto j>or pecados aje­
quien se reconocía deudora de inmensas gracias. Pues este vol­ nos; de donde resultaba en su ánimo un dolor tan grande, que
cán de amor, ¿qué avenidas de dolor produciría en aquel Cora­ bastó para martirio, como sí muriera en otra cruz. Miraba la ca­
zón amante, que con la mayor claridad y viveza conocía lo acer­ beza de su Hijo espinada, y quedaba la suya traspasada con
bo de los dolores, y lo cruel de las penas que sufría su Amado? espinas; miraba las manos enclavadas, y quedábanlas suyas
¡Oh! Sí, grande, inmenso, amargo, impenetrable es como el mar penetradas con los clavos; miraba los huesos desencajados de
su dolor. ¿Es posible que los hombres no lo agradezcan? ¿£s posi­ modo que se podían contar, y los suyos se estremecían de dolor.
ble que tengan la osadía de agravarlo con nuevos pecados, causa Y á este modo, cuanto el Hijo padecía corporalmente, padecía la
de los tormentos de Jesús? ¿Qué has hecho tú? ¿No te remuerde Madre espiritualmente; pero deun modo terrible. ¡Oh Virgen de
la conciencia? ¿No tiene motivo para quejarse de ti la Virgen? Re- las vírgenes! ¡Con cuánta tazón podemos llamaros hoy mártir
flexiónalo con atención y trata de reparar tamaña ingratitud, por de los mártires! Pues como á todas las vírgenes excedéis en la
medio de resoluciones firmes y prácticas, oraciones fervientes flor de la virginidad, así en el fruto á todos los mártires excedéis
y confiadas, rogando por ti y por todas las necesidades. del martirio. Mártir sois por los deseos fervorosos de padecerlos
tormentos de vuestro Hijo; y mártir, por los terribilísimos do­
> Lúe., 11, 55. — * Thren.. n. 15. — } Ruth., 1, 20. lores que con su vista padecisteis. ¡ Oh quién pudiera acompaña-
854 Serie segunda.— De la Virgen Santísima.
' Med. 2 5 .— María al pie de la cru{. 8 55
ros en este modo de m artirio! ¡Oh alma fie l! A v iv a tu amor á
de M aría en ellas. Porque al decirla: «Mujer, v es aquí á tu hijo»,
Jesús, y sentirás deseos d e acompañarle en sus penas. ¿No de­
-no solamente quiso referirse á Juan, su discípulo amado, que se
seas imitar la compasión dolorosa de María? hallaba á sus p ies, sino en él á todos los discípulos que tenía y ten­
P a n t o 2 .° J e s ú s d e sig n a á J u a n para que haga con María dría hasta el fin del mundo, de los cuales disponía que fuese Ma­
la s veces de h ijo — Considera aquí el grande cuidado que tuvo dre tierna y cariñosa aquella afligida Señora, á la cual se dirigía
Jesús de su amantísima M a d re , porque, viendo que coú su muerte entonces. A s í es que fué como sí le dijese: M ujer, v es ahí á tu
se quedaba viuda y sin s u H ijo, quiso designarle uno que le sus­ hijo; toma por hijo á mi discípulo, y á todos los que fueren dis­
tituyese é hiciera con E lla los oficios de tal, con lo cual te enseña cípulos míos; porque mi voluntad es que tú seas su m adre, y ellos
que nunca debes dejar d e cumplir todos tus deberes, por graves tus hijos; y que mires por ellos como por hijos tuyos, procurando
que sean los tormentos q u e padeces. Estando,pues, en la cruz, y su bien con toda solicitud. ¡Oh bondad inmensa del Salvador! Y a
viendo á su Madre partida de dolor, la dijo,señalando á san Juan, no podia ésta llegar á m ayor extremo. P o rq u e, no contento con
que allí también estaba1: «M ujer1, he ahí á tu hijo».Como quien di­ habernos dado su san g re, v id a , reposo, m éritos y g ra cia, y aun
ce: No me olvido de ti, n i de la obligación que te tengo como hijo; su misma carne en comida, estando p ara m orir, viendo que le
m as, pues Y o me aparto d e este mundo, en mi lu g ar te dejo á Juan quedaba su M adre, nos hizo graciosa donación de E lla , traspa­
por hijo, para que h aga contigo oficio de ta l, sirviéndote y ha­ sando en nosotros los derechos que, como hijo, tenia á su amor,
ciendo lo que Y o había d e hacer con tal Madre. No la quiso lla­ y encargándola que nos mirase con el mismo am or, ternura y
m ar m adre, sino m u jer, lo uno por no afligirla con esta pa­ cariño con que le miraba á Él. Desde entonces M aría, accediendo
labra tan tierna, y lo otro, principalmente, para m ostrar cuán gustosa á los deseos de su H ijo , comenzó á mirarnos como hijos
descarnado estaba de carn e y sangre, atendiendo á las obras de y cuidar de nuestro bien y felicidad como amorosa M adre; amán­
su Padre celestial. Pondera el grande sentimiento que esta pala­ donos con encendida caridad; cuidando de nuestro sustento y
bra de Jesús causaría en el Corazón de la V ir g e n , y a porque en­ vida; defendiéndonos de nuestros enem igos; preservándonos de
tendió que su Hijo se despedía de Ella para morir, y a porque los peligros, y abogando por nuestra causa ante el trono del Padre
consideró el trueco tan desigual, que era trocar al Hijo de Dios celestial. ¿No reconocemos nosotros estos buenos oficios de Ma­
vivo por el hijo de un pobre pescador, y al Maestro del cielo por ría? ¿Se los agradecem os con amor? ¿Cóm o la corresponde­
el discípulo de la tierra. Sin embargo, conociendo María que mos? ¡Oh V irgen benditísima! D esde hoy m ás tengo de deciros
esta era la voluntad de D ios, no sólo no se quejó de esta deter­ con confianza: * Mujer, veis aquí á vuestro h ijo». Señora mía,
minación de su Hijo m oribundo, sino que, accediendo á sus de­ aunque indignísimo de tan soberana m erced, yo soy vuestro hijo
seos, principió á m irar desde aquel momento á Juan como á y V os sois mi Madre; acordaos que os mandó vuestro Hijo uni­
hijo encomendado especialm ente por Jesús. ¡Oh afligida Madre! génito me tomaseis por hijo adoptivo; reconocedme por hijo y
Si Jesús desde el patíbulo, mirándoseá sí mismo, os hubiera di­ mirad por mi remedio.
cho: Mujer, ves aquí á tu H ijo ; ves aquí al que concebiste por E p i lo g o y c o lo q u io s. ¡Oh valor inaudito 1 ¡Oh fortaleza
obra del Espíritu Santo y diste á luz sin dolor; v es aquí al que increíble de M aría! Jesucristo, su tierno Hijo, está colgado de
reclinaste en un p esebre y alimentaste con tu leche; mírame tres clavos en un m adero, exhalando el ultimo aliento, y Ella,
puesto en los brazos de la cru z, entre dos ladron es, todo desfi­ Madre, animosa, superior á to d o dolor, m ovida y sostenida por
gurado y desangrado, ¿qué hubiera sentido vuestro Corazón? un incendio de amor, se le acerca, y llega en cierto modo á en­
Por este dolor os suplico me recibáis también á mí por vuestro clavarse con Él en la cruz con los clavos del amor, del conoci­
hijo, dándome espíritu de tal para con Vos. ¿Qué he de proponer miento y de la compasión. En este estado la m ira el Salvador, y
y practicar para esto? con dulce acento la dice: «Mujer, he ahí á tu hijo», aludiendo á
P u n t o 3 .° J u a n representaba á todos los discípulos de san Juan, que presente se halla. ¡Qué espada para el corazón de
J esú s.— Considera en este punto cómo pasó más adelante la cari­ una madre como M aría! Su Hijo moribundo se despide de E lla
dad de Jesucristo en estas palabras y más ahondó la inteligencia y le da el último adiós; y deseoso de cumplir con todos los oficios
■ Joan., xu, 26.
de un hijo amante, designa y a el que le ha de representar y ha­
1 La palabrahebrea iesi cquivaía entonces alo que en español S eSora , y en latín cer sus veces al lado de Ella. ¡Oh M aría! Oid las palabras de
Domina; y asi puede traducirse : «Señora, aquí tenéis á vuestro hijo».— Esta observación vuestro H ijo, que son tan am argas para V o s . como dulces para
del ilustrado A.mat, en aus notas á la biblia , debe asimismo tenerse en cuenta en el mila­ nosotros. En adelante, el lugar del Hijo de D ios será ocupado por
gro de las bodas de Cañó, donde el Señor usó con su Madre Santísima la misma palabra el hijo del hombre; por el M aestro celestial tendréis al discípulo
M u lier. terreno. Y no solamente san Juan tendrá el derecho de llamaros
856 Serie tercera. —De la Virgen Santísima. A i i;./. 2 6 .— «Ecce Mater tm». — Tercera palabra. 857

M adre, sino todos los que nos honramos con el glorioso título que no ha vacilado en aceptar por hijo á un monstruo tan crim i­
de discípulos de vuestro divino Hijo. ¡Oh Madre! No rehusaréis . nal como tú, que tantas veces habías atentado contra la vida de
ser tal para nosotros, porque vuestro Hijo Jesús os lo ha encar­ su Unigénito; y por otra, te has de confundir, viendo el poco caso
gado. M aría, pues, nos am ará, alimentará, corregirá, vig ila rá é que has hecho de tal dignidad, porque, siendo hijo de M aría, has
instruirá como solícita madre. Mas esta gracia tan soberana, ¿qué obrado como si fueras hijo de su capital enemigo. ¡ Oh Madre
exige de nosotros?¿Cómo lo haremos para corresponder digna­ benditísima! ¿Cómo habéis querido admitirme por h ijo , habiendo
mente á ella? ¿Qué hemos hecho hasta hoy? ¿No nos arguye sido por tanto tiempo vuestro enemigo ? Y ¿ cómo he sido yo tan
la conciencia? ¡Ah! Conociendo que M aría era nuestra Madre, criminal, llegando á ultrajar á la más tierna de las madres? ¡Oh
no Sólo no la hemos servid o , sino que casi no hemos cesado de María! Y a que como tan obediente habéis aceptado el oficio que os
darla disgustos. Preciso es que cambiemos de proceder, y, con­ ha encargado vuestro H ijo, permitidme que os d ig a : «Mostraos
fusos y ruborizados del tiempo pasado, formemos eficaces pro­
ser mi M adre, y por V o s reciba mis ruegos el q u e, naciendo por
pósitos, pidamos al Señor sus auxilios, y roguém osle encareci­ nosotros, quiso ser vuestro Hijo.
damente que todos seamos amantes hijos de María. .
P a n t o Sí.® Causas porque sa n J u a n f u i designado para
hijo de María.— Considera en este punto las causas por las que
26. - 1 ECCE MATER TUA >. - TERCERA PALABRA. quiso Cristo nuestro Señor que fuese san Juan y no otro el
honrado para hacer sus veces al lado de su Madre Santísim a, y
P reludio i .» Jesús, desde la cruz, dijo á su discipulo Juan, señalando á María: « Ves para representar á todos sus discípulos en la honrosa filiación
ahi á tu madre », y el discipulo la recibid por suya. adoptiva de María. Estas causas fueron dos principales, y ambas
P reludio 2.« Represéntate á Jesús mostrándote á María y diciéndote: « He ajsi á tu juntas le dispusieron para recibir tan grande favor. L a primera,
Madre». porque fué virgen , y convenía que el H ijo virgen no encomen­
P reludio 3.» Pide la gracia de corresponder como buen bijoá tan cariñosa Madre.
dase á su Madre virgen sino á discípulo v irg e n ; en lo cual puedes
ver la estima grande en que tiene el Señor la virginidad de
P a n t o l.° J e sú s designa d J u a n y á su s discipulos por cuerpo y alm a, y el aprecio que debes hacer tú de esta excelente
hijos de M aría.—Estando Jesucristo en la cruz, después de haber cualidad, que tan eficazmente te dispone para recibir favores del
dicho á su Madre que mirase á Juan como á su hijo, se dirigió á cielo y para ser hijo de la V irg en ; la cu al, aunque no desecha á
éste, y , señalando á M aría, le dijo 1 : «V e s ahí á tu M ad re». Y los que no la poseen, mientras que detesten los pecados que por
como las palabras de Cristo son eficaces para obrar lo que signi­ ventura hayan cometido a l perderla, pero prefiere en su amor
fican, y en la forma que Él quiere hacerlo, así como con las ante­ áaq u éllos, porque, como se dice en el libro de los Cánticos;
riores palabras había impreso en M aría espíritu de madre para «Ella gusta de apacentarse entre las azucenas», porque tiene
con Juan y con todos los demás discípulos, así con éstas imprimió sus complacencias y gusto en tratar y conversar con los c a s -.
en san Juan espíritu de hijo para con M a ría ; y el mismo espíritu t o s , y m ás si son vírgenes. L a segunda causa fué porque se
comunica á todos los que son perfectos discípulos suyos. Y , pues señaló en la caridad y amor de Jesu cristo, siguiéndole hasta la
esta palabra no se dijo á sólo san Juan, sino en él á todos sus se­ cruz y poniéndose cerca de ella , rompiendo por todas las dificul­
mejantes , has de imaginar que Cristo nuestro Señor te dice: «Ves tades que de esto le apartaban, como apartaron á los demás dis­
ahí á tu Madre». Y , cumpliendo con los deseos y encargo de cípulos; y pues se señaló más que ellos, digno era de ser favo­
Jesú s, debes amar á M aría con amor filial, interesándote por todo recido más que todos. D e todo lo cual has de sacar un gran
lo que á E lla mira; venerarla como á Madre piadosa, que siem­ deseo de imitar á la V irg e n y al glorioso san Juan en la castidad,
pre cuida de ti; obedecerla en todo cuanto te mande; servirla en y en el amor de Cristo y de su c ru z , para ser digno de que la
cuanto pudieres, y acudir á E lla en todas tus necesidades espiri­ V irgen te tome por hijo, y puedas tú tenerla por Madre. ¿Qué
tuales y corporales. Recperda que Jesús, así como te dió á su piensas tú acerca de estas virtudes? ¿Procuras con grande em­
Padre para que lo fuese tu yo , haciéndote con su gracia su hijo peño conservarlas y perfeccionarlas? ¡Oh Madre castísima! Y a
adoptivo, así te da á su Madre por tuya, y por esto debes vivir no me sorprende que os gloriéis con este honroso titulo, cuando
como hijo de tal Madre. Considerando todo esto, has de mirar veo que el discípulo afortunado, que es escogido para hijo vues­
por una parte la bondad y m isericordia de Jesús, que tal provi­ tro, brilla con el resplandor de la castidad. L o que me sorprende
dencia se ha dignado tener de t i ; por otra, la benignidad de María,• y me entristece es el ver mi m iseria tan grande, que no trabaje
con más ahinco en procurar las dos virtudes que á san Juan
• J o s n ., n x , 2 7 .
dispusieron para el honroso título de hijo vuestro.
858 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. 2-j.— Soledad Je María. 859

P n n t o S .° S an J u a n recibió á María por su M a d re—Aquí te ha dicho el Señor en la persona de san Juan: «V es aquí á tu
has de considerar lo que d ice el sagrado Evangelista que, en madre». ¿E res hijo fiel, sumiso y obediente de María? ¿Te some­
oyendo el discípulo am ado las palabras de Jesucristo crucifica­ tes á cuanto E lla dispone? ¿ L a defiendes al verla perseguida?
do, desde aquella m ism a hora recibió á M aría por su Madre. ¿Tienes celo por extender el conocimiento, devoción y culto de
A ce rca de lo cual debes ponderar que de la V irg en no se dice Ella? ¿T e atreverás á decirla sin rubor cuando te presentes de­
que recibiese á san Juan p o r su hijo, porque y a se estaba dicho, lante de E lla: Y o he sido vuestro hijo? Medita bien acerca de
por ser Ella tan obediente, que bastaba saber cualquiera señal esto; llora tu ingratitud; propón eficazmente enmendarte; suspi­
de la divina voluntad p a ra cumplirla. Pero de s í . dice el Evange­ ra, ruega, no te canses, importuna al Señ or, presentando de­
lista , accepit eam in s u a , que la tomó á su c a r g o , para ejerci­ lante de su m isericordia tus necesidades y las de todo el mundo.
tar con Ella todos los o ficios de un buen hijo para con su madre;
los cuales cumplió con g ra n puntualidad y diligencia, no sólo
por habérselo mandado su Maestro, sino también porque se tenía 27. — SOLEDAD DE MARÍA.
por feliz en servir á tal M adre. 1Dichoso y afortunado santo, á
quien tal tesoro fué confiado! Mas pondera bien cóm o, no sólo Preludio i .« Muerto y sepultado Jesús, quedó Moría eo ia mayor soledad, durante la
dice el Evangelista que recibió á María por su m adre, sino in cual se ocupó en meditar las penas de su Hijo y en recoger á los Apóstoles.
s u a , por todas sus c o s a s ; que es d e c ir: para madre á quien Preludio 2.° Represéntate i Marta sola y afligida, meditando los trabajos y dolores
amase y sirv ie se ; para m aestra á quien escuchase y de quien de su Hijo.
aprendiese; para pastora á quien siguiese; para abogada en quien P r e l u d io 3 .» Pide la gracia de compadecerte de la soledad de Marta.
confiase; para su m ediadora, su tesoro, su honor y su felicidad.
De donde has de apren der que en María puedes hallar todo
cuanto apetezcas, pudiéndose decir que su devoción y amistad es P n n t o l.° Sepultado J e s ú s , M aría volvió á Jeru sa lén tr is­
un tesoro inestimable, y aquellos que le encuentran, con 4l ha­ te y desolada. — Considera cóm o, acabado todo el oficio de la
llan todas las cosas. ¡O h glorioso Evangelista! Gózome déla sepultura, la V irgen nuestra Señora, llena de nuevo dolor por
buena suerte que os ha cabido en este día; suplicad á vuestro verse sola y privada, no sólo del Hijo vivo, sino de su cuerpo
dulce Maestro me dé el espíritu de hijo, que os dió para con su muerto, determinó volverse á su posada, acompañándola aque­
M adre, para que le s irv a y o como la servísteis Vos. ¡Oh Madre llos nobles varones, con la M agdalena y las otras devotas muje­
amantísima! En adelante V o s seréis el único objeto de mi amor y res; y al tiempo que llegaron al monte C alvario, en viendo la
confianza después de D i o s ; y en Vos sólo buscaré mi contento, mi Virgen la cruz de su Hijo- la adoró, siendo E lla la primera que
alegría y felicidad para e ste mundo y el otro. ¡ Oh alma m ía! En no£ dió ejemplo de esta adoración. ¡ Oh qué palabras tan tiernas
•María está tu te so ro ; ¿p o see Ella tu corazón? y devotas la diría, regalándose con e lla ! H incaría en tierra sus
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Cuánta gloria, qué honor, qué dis­ rodillas, y , levantadas en alto las manos, comenzaría á decir:
tinción hace Jesucristo .crucificado con su amado discípulo! ¡Cuán Dios te salve, ¡ oh C ruz p recio sa !, en cuyos brazos murió el que
generosamente le paga la s virtudes de la virginidad y de la cari­ yo traje siendo niño en los míos: m ayor ventura fué la tuya en
dad en que se ha distinguido entre sus condiscípulos! Desde la esto que la m ía, pues en m is brazos comenzó la redención del
cruz le dirige afectuosa m irada, y señalando con la vista á Ma­ mundo, y en los tuyos la acabó y perfeccionó; bendita eres entre
ría , que presente e sta b a , le d ice: «Mira, ésta será tu Madre». todas las criaturas, porque en ti se trocó la maldición de la culpa
¡Q ué sentirla el amante discípulo en esta ocasión! ¡Qué incen­ en la bendición de la gracia, por el que murió en ti para dar la
dio de amor filial p ara co n María se apoderaría de su corazón! vida al mundo. D ios te salve, ¡ oh árbol de v id a !, por cuyo fruto
Porque si las palabras d e Jesús son eficaces para obrar lo que todos los mortales pueden alcanzar la vida etern a; yo te adoro
significan, no puede d u d a rse que cón éstas el Señor infundiría como imagen del que es imagen invisible de Dios, y tendió sus
en san Juan los afectos m ás tiernos de un hijo para con su ma­ brazos y pies en ti. para renovar la imagen que Adán borró por su
dre. A s í se explica cóm o e l mismo E vangelista, refiriendo lo que pecado. Con estas ú otras tales palabras adoraría la V irgen la
en sí ha pasado, diga q u e recibió á M aría por su Madre y por santa cruz, y los demás que iban con E lla , á su imitación, harían
todas sus cosas. D esde a q u el instante, san Juan ve en María una lo mismo. P or el camino iría esta Señora con gran cuidado, por
Madre ternísima, una A b o g a d a poderosa, una Maestra sapien­ no pisar la sangre de su H ijo, la cual creía que era sangre de
tísima, una Pastora a m a n te, un Tesoro inagotable; en una pala­ Dios y unida con su divinidad, y se lastimaría grandemente de
bra : todas sus cosas. Y tú , ¿cómo miras á María? También á ti los que la pisaban, llorando los pecados de aquellos que, como
8 58 Serie tercera.— De la Virgeti Santísima. Med. 2 7 .— Soledad de María. 859

P u n t o 3 .° S an J u a n recibió á Maria por su M adre.—Aquí te ha dicho el Señor en la persona de san Juan: «V e s aquí á tu
has de considerar lo que dice el sagrado Evangelista que, en madre». ¿E res hijo fiel, sumiso y obediente d e M aría? ¿T e some­
oyendo el discípulo am ado las palabras de Jesucristo crucifica­ tes á cuanto E lla dispone? ¿ L a defiendes al v erla perseguida?
do, desde aquella m ism a hora recibió á M aría por su Madre- ¿Tienes celo por extender el conocimiento, devoción y coito de
A ce rca de lo cual debes ponderar que de la V irg en no se dice Ella? ¿Te atreverás á decirla sin rubor cuando te presentes de­
que recibiese á san Juan p o r su hijo, porque y a se estaba dicho, lante de Ella: Y o he sido vuestro hijo? Medita bien acerca de
por ser Ella tan obediente, que bastaba saber cualquiera señal esto; llora tu ingratitud; propón eficazmente enmendarte; suspi­
de la divina voluntad p a ra cumplirla. Pero de sí. dice el Evange­ ra, ruega, no te canses, importuna al Señ or, presentando de­
lista , accepit eam in s u a , que la tomó á su c a rg o , para ejerci­ lante de su m isericordia tus necesidades y las de todo el mundo.
tar con Ella todos los o ficios de un buen hijo para con su madre;
los cuales cumplió con g ra n puntualidad y diligencia, no sólo
por habérselo mandado s u Maestro, sino también porque se tenía 27.— SOLEDAO DE MARÍA.
por feliz en servir á tal M adre. ¡ Dichoso y afortunado santo, á
quien tal tesoro fué confiado! Mas pondera bien cóm o, no sólo Preludio i .» Muerto y sepultado Jesús, quedó María en la mayor soledad, durante la
dice el Evangelista que recibió á María por su m adre, sino in cual se ocupó en meditar las penas de su Hijo y en recoger á los Apóstoles.
s u a , por todas sus c o s a s ; que es d e c ir: para madre á quien Preludio z .° Represéntate á Maria sola y afligida, meditando los trabajos y dolores
amase y s irv ie se ; para m aestra á quien escuchase y de quien de su Hijo.
aprendiese; para pastora á quien siguiese; para abogada en quien Preludio 3.» Pide la gracia de compadecerte de la soledad de Maria.
confiase; para su m ediadora, su tesoro, su honor y su felicidad.
De donde has de ap ren der que en María puedes hallar todo
cuanto apetezcas, pudiéndose decir que su devoción y amistad es P a n t o l .° Sepultado J e s ú s , M aría volvió d Jeru sa lén tris­
un tesoro inestimable, y aquellos que le encuentran, con C h a ­ te y desolada. — Considera cóm o, acabado todo el oficio de la
llan todas las cosas. ¡O h glorioso Evangelista! Gózome déla sepultura, la V irgen nuestra Señora, llena de nuevo dolor por
buena suerte que os ha cabido en este día; suplicad á vuestro verse sola y privada, no sólo del Hijo vivo, sino de $u cuerpo
dulce Maestro me dé el espíritu de hijo, que os dió para con su muerto - determinó volverse á su posada, acompañándola aque­
M adre, para que le s irv a yo como la servísteis Vos. ¡Oh Madre llos nobles varones, con la M agdalena y las otras devotas muje­
amantísima! En adelante V o s seréis el único objeto de mi amor y res; y al tiempo que llegaron al monte C alvario, en viendo la
confianza después de D i o s ; ,y en V os sólo buscaré mi contento. mi Virgen la cruz de su Hijo, la adoró, siendo E lla la prim era que
alegría y felicidad para e ste mundo y el otro. ¡Oh alma mía! En no« dió ejemplo de esta adoración. ¡ Oh qué palabras tan tiernas
M aría está tu te so ro ; ¿ p o se e Ella tu corazón? y devotas la diría, regalándose con e lla ! H incaría en tierra sus
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Cuánta g lo ria , qué honor, qué dis­ rodillas, y , levantadas en alto las manos, comenzarla á d e c ir :
tinción hace Jesucristo .crucificado con su amado discípulo! ¡Cuán Dios te salve, ¡ oh C ruz p recio sa !. en cuyos brazos murió el que
generosamente le paga la s virtudes de la virginidad y de la cari­ yo traje siendo niño en los m íos: m ayor ventura fué la tuya en
dad en que se ha distinguido entre sus condiscípulos! Desde la esto que la m ía, pues en m is brazos comenzó la redención del
cruz le dirige afectuosa m irada, y señalando con la vista á Ma­ mundo, y en los tuyos la acabó y perfeccionó; bendita eres entre
ría, que presente esta b a , le d ice: «Mira, ésta será tu Madre». todas las criaturas, porque en ti se trocó la maldición de la culpa
¡Q ué sentiría el amante discípulo en esta ocasión! ¡Qué incen­ en la bendición de la gracia, por el que murió ti para dar la
dio de amor filial p a ra co n María se apoderaría de su corazón! vida al mundo. D ios te salve, ¡ oh árbol de v id a !, por cuyo fruto
Porque si las palabras d e Jesús son eficaces para obrar lo que todos los mortales pueden alcanzar la vida etern a ; y o te adoro
significan, no puede d u d a rse que cón éstas el Señor infundiría como imagen del que es imagen invisible de Dios, y tendió sus
en san Juan los afectos m ás tiernos de un hijo para con su ma­ brazos y pies en ti, para renovar la imagen que Adán borró por su
dre. A s í se explica cóm o e l mismo E vangelista, refiriendo lo que pecado. Con estas ú otras tales palabras adoraría la V irgen la
en sí ha pasado, diga q u e recibió á M aría por su Madre y por santa cruz, y los demás que iban con E lla , á su imitación, harían
todas sus cosas. D esde a q u e l instante, san Juan v e en María una lo mismo. P o r el camino iría esta Señora con gran cuidado, por
Madre ternísima, una A b o g a d a poderosa, una Maestra sapien­ no pisar la sangre de su H ijo, la cual creía que era sangre de
tísim a, una Pastora a m a n te , un Tesoro inagotable; en una pala­ Dios y unida con su divinidad, y se lastim aría grandemente de
bra : todas sus cosas. Y t ú , ¿cómo miras á María? También á ti los que la pisaban, llorando los pecados de aquellos que, como
86o Serie tercera.—De la Virgen Santísima. Med. 2 7 . — S o le d a d d e María. 861
dicesan Pablo \ huellan al Hijo de Dios y contaminan la sangre gentes? Llorando lloráis de noche, y vuestras lágrim as corren
de su nuevo Testamento. En llegando á la posada, con grande hu­ por vuestras mejillas. No hay quien os consuele entre vuestros
mildad agradeció á los dos .varones, José y Nicodemus, el oficio am igos, porque unos han huido, y otros se han convenido en
de caridad que habían hecho con su H ijo , y se despidió de ellos; crueles enemigos. Consolaos, Princesa soberana; cesen vuestros
y quizá les diría lo que D a v id * á los moradores de Galaad, cuan­ gemidos y suspiros, porque el grano de trigo que sembrasteis en
do enterraron á Saúl: «Benditos seáis de Dios, que hicisteis tal el sep ulcro, dentro de tres días saldrá v iv o con su fruto muy
m isericordia con vuestro señor Saúl, y le disteis sepultura». ¡ Oh copioso.
Virgen afligida! Si en medio de vuestro dolor y desamparo no P a n t o 8.° M aría recoge á los Apóstoles y los confirm a en
os olvidáis de recompensar á aquellos que os hacen algún servi­ la f e .—En este punto has de considerar cómo aquel buen Pastor,
cio, yo espero que os acordaréis de m í; q u e , aunque nada he he­ que había dado la vida por sus ovejas, aunque bajó al limbo
cho por V o s , tengo vivos deseos de serviros con todas mis fuer­ para dar consuelo y libertad á las que estaban recogidas en aquel
zas todos los días de mi vida. ¡ Oh cristiano! S irv e con fidelidad aprisco, no se olvidó de las que andaban descarriadas en la tierra,
á tu Madre, y E lla premiará tus servicios. ¿ Cómo lo has hecho ? como ovejas sin pastor, y con la virtud de su omnipotencia, des­
P a u t o 8.° Pasa M aria la noche m editando los dolores de el limbo las inspiró á que se recogiesen adonde estaba su Ma­
de su Hijo. — Considera cómo, entrándose la Virgen en su po­ dre, para que E lla en su lu g ar las consolase y esforzase. E l
sada, y retirándose en algún aposento apartado, comenzó á primero que vino fué P e d r o , todo lloroso y lastimado por las
llorar su soledad y desamparo. Tenía su alma dividida en mu­ tres veces que había negado á su M aestro; y, postrándose de­
chas partes, adonde estaba el tesoro de su Corazón. Una parte lante de la V irgen y de su condiscípulo Juan, renovaría sus
estaba en el sepulcro con el cuerpo de su Hijo, meditando y ru­ amargas lágrim as por muchos títulos: por sus negaciones, por
miando los dolores que había padecido en su Pasión. Otra parte los trabajos de su Maestro y por el desconsuelo de la Madre y de
tenía en el limbo con el alma del mismo Hijo, contemplando lo que los demás que allí lloraban. P ero la V irg en le consoló blan­
haría con los padres que allí estaban; pero mucho más se le iría damente , como quien sabía bien la condición de D ios, que es
el corazón á los dolores, revolviéndolos por su memoria, y lio-' consolar á los que lloran. L uego fueron viniendo los demás
rando las causas de e llo s , suplicando al Padre eterno aplicase Apóstoles, y á todos recibió la V irgen con grande caridad, como
su fruto á muchos para gloria del que los padeció. Otro rato de recoge la gallina debajo de las alas á sus polluelos, cuando
la noche gastó en platicar con la compañía, que allí tenia, délos vienen huyendo del milano. E xhortólos á que tuviesen le y
trabajos de Cristo. Especialmente el Evangelista san Juan, la esperanza de la resurrección de su H ijo; pues, como se cumplió
contó las cosas que había hecho su Maestro en el cenáculo, cómo lo que les dijo de su crucifixión y muerte, así se cum pliría lo que
había cenado con ellos el cordero, lavádoles los pies é instituido juntamente les dijo de su resurrección. Puedes también ponderar
el Santísimo Sacramento de su cuerpo y sangre, y hécholes un el sentimiento que la V irgen y los A póstoles tendrían cuando
divino sermón, y avisádoles de lo que les había de suceder, y echaron de menos en su número de doce á Judas, y supieron la
cómo se habían ido al huerto de Getsemaní y las palabras de desventura de este m iserable, el cu a l, si con arrepentimiento
tristeza que les había dicho, y cómo se retiró á oración por tres viniera á nuestra Señora, como vino P ed ro, sin duda le admi­
veces. Y , finalmente, cómo vino Judas con un ejército de soldados tiera y consolara; pero y a su culpa le había puesto donde no es
á prenderle, los m ilagros que allí hizo y cómo todos susdiscípu­ ni será jam ás capaz de consuelo. ¡Oh V irgen soberana! ¡C u án
los huyeron y le desampararon. Todo esto oía la V irg en con gran bien comenzáis á ejercitar el oficio de Madre que vuestro Hijo os
devoción y espíritu, y conservaba todas estas cosas, confiriéndo­ encargúen la cruz! Recogedm e también debajo de vuestras alas,
las en su C o ra zó n ; pero cuando volvió á contem plar las ponas p ara que los milanos del infierno no se atrevan á hacerm e daño.
que E lla había visto, toda se resolvía en lágrim as, gastando en No quiero ser yo como 'el desventurado Judas, que, desesperan­
esto lo restante de la noche. ; No nos compadecemos del llanto do de la m isericordia de vuestro Hijo y v u estra, se perdió.
de M aría ? ¿No la acompañamos en su soledad con fervorosa me­ Aunque conozco que mis pecados son gravísim os y no m erecen
ditación ? ¡ Oh V irg e n soberana! Querría llorar con V o s , como perdón, pero confieso que vuestra misericordia los supera, y así
el profeta Jerem ías, y deciros >: >Cómo estáis sentada en soledad confiadamente me arrojo en vuestros brazos, para que me salvéis.
la que solíais ser ciudad llena de mucho pueblo ? ¿ Q ué hacéis ¡Oh alm a devota! Aprende de los A póstoles á recurrir á M aría
como viuda desamparada la que, por do-echo, sois Señora de las en tos tribulaciones. ¿L o has hecho así en el tiempo pasado?
E r í I« s * y c o lo q u io s . ¡Cuán am arga y dolorosa fué la so­
• H cbr., x, 29. — » II R<g., n , 5. — • T h rtn ., i , a . ledad de M a ría ! Puesto en e l sepulcro el cuerpo de su santísimo
86a . S e r ie tercera .— D e la V irg en Santísim a . Med. 28.— María sigue los consejos evangélicos. 863

Hijo, trata de v o lv e rse á su posada, acompañada délas piadosas siempre con grande estrechura, viviendo de la limosna que los
personas que habían cumplido con el Señor los últimos honores. A póstales, después de la Ascensión del Señor, repartían á lo s
Y a llega al C alva rio , por donde ha de pasar para dirigirse á Je- fieles y á las demás v iu d a s ', contentándose mucho mejor que san
rusalén. V iendo la cruz de Jesucristo, cae de hinojos delante de Pablo =, con tener sustento y algo con que cubrirse; porque
ella, y humildemente la adora como preciosa reliquia y expre­ tenía muy fresca en su memoria la hiel y vinagre y la desnudez
siva imagen s u y a , enseñándonos el culto que á la misma hemos de su Hijo en la c r u z , en cuya comparación le parecía poco todo
de dar. Y a en su p osad a, manifiesta con dulces y afectuosas pa­ cuanto padecía. Y así, como verdadera pobre, deseaba siempre
labras lo agradecida que está á los fieles israelitas que han dado padecer mayores efectos de la pobreza, juntando con ella su
honrosa sepultura á s u Hijo. ¡O h María! ¡Cuán admirable sois hermana la humildad, sin la cual aquélla dejaría de ser verda­
en todas vu estras acciones y p alabras! En todo pensáis, á todo dera y perseverante. Pondera luego cómo tuvo también exce­
atendéis; no o lvidáis ningún deber, por insignificante que sea. lente obediencia, no solamente á todas las cosas que Cristo nues­
Sobreviene y a aquella noche que para M aría parecería un siglo. tro Señor dejó establecidas en la L e y evangélica, sino también á
Sola , d esolad a, triste , enlutada, tiene su alma como dividida en­ las que san Pedro y los A póstoles ordenaban para toda la Iglesia,
tre el sepulcro en donde se halla el cuerpo, y el limbo donde está siendo la primera en obedecer y sujetarse á todo, acordándose de
el alma de Jesús. Y a se dirige con la imaginación á la calle de lo que su Hijo había dicho *: Que quien hiciese la voluntad de su .
am argura, y a a l Calvario, ya al huerto donde está el cuerpo de P a d re e s su verdadero hermano y hermana y su m adre; y a sí, en
su Hijo. Y a o y e la relación que le hace san Juan de todos los ninguna cosa quiso tanto m ostrar ser Madre de C risto como
sucesos pasados ; ya dirige palabras de consuelo á las personas en obedecer á Cristo y á los que dejó en su lugar. ¡Oh V irg en
que la rodean; y a , en fin, como fiel pastora y cariñosa Madre de soberana! Gózome de veros Madre de C risto mi Señor, por dos
los discípulos d e Jesús, trata de reunirlos, animarlos, decirles títulos: por haberle engendrado en vuestro seno, y por haberle
palabras de consuelo y fortalecerlos en la fe y confianza. Así te concebido en vuestro espíritu con perfecta imitación ; sólo resta,
enseña M aría á no olvidar en medio de tu dolor el cumplimiento Señora, que seáis su Madre por otro tercer título, engendrándole
de tus deberes. A s í te enseña á meditar en los trabajos de Jesús, también espiritualmente en los corazones de los fieles, engen­
i Cómo te has portado tú ? ¿ Qué harás en adelante ? ¿ Cuándo te drándole dentro de mi alma, negociando que siempre v iv a en
decidirás á im itar á la V irgen en su soledad ? ¿Por qué en tus pe­ ella por todos los siglos. ¿Seguimos nosotros los admirables ejem­
nas te entregas á una loca tristeza, olvidado de tus deberes? plos que nos da M aría? ¿ L a imitamos en la práctica de las v ir­
Procura y a c o r r e g ir te , haciendo con este fin propósitos firmes, tudes de la pobreza y obediencia?
pidiendo al S e ñ o r su auxilio para cum plirlos, y rogándole por P u n t o <t.° M aría guardó la ca stid a d , ayudándose para
la Iglesia y p or todo el mundo. esto de la m odestia, silencio y tem planza.— Considera cómo
M aría se señaló sobre todo en la castidad, de la cual hizo voto
y lo guardó perpetuamente y con una pureza más que angélica;
2 8 ,— MARÍA SIGUE LOS CONSEJOS EVANGÉLICOS.
por lo cual la Iglesia, no solamente la llama V irgen de las v írg e ­
nes, sino la misma virginidad, diciendo: «Santa é inmaculada
P reludio i .» María se distinguió en la observancia de los consejos Je la pobreza, obe­
Virginidad, no sé con qué palabras te pueda ensalzar >. D aría, al
diencia y castidad.
Preludio 2.0 Represéntate á Maria diciéndote con ternura: a Yo hago siempre loque
modo que el A rca del Testamento, que era de S etim , madera in­
agrada á Dios a. corruptible, y guarnecida por dentro y por fuera con chapas de
P reludio y.» Pide la grada de imitar á la Virgen en et seguimiento de los consejos oro purísim o4, adornó su incorruptible castidad con virtudes
evangélicos. purísimas, así las que perfeccionan el cuerpo en las obras exte­
. v riores, como las que perfeccionan el espíritu en las obras interio­
P a n t o l.° M aría sigu ió los consejos de pobreza y obedien­ res, para ser santa, como dice el A póstol, en el cuerpo y en el
cia. — C onsidera cómo la Virgen nuestra Señora, ilustrada por espíritu. L a primera virtud fué rara modestia en todos los m e­
el Espíritu S a n to , no se retiró á los desiertos, como después neos exteriores, con una celestial compostura en el mirar y an­
lo hizo la M agdalena, sino escogió vivir, á imitación de su Hijo, dar y en el modo de hablar, de tal manera, que el semblante del
vida común e n tre los demás discípulos, para ayudarlos con su cuerpo era retrato de la santidad del espíritu, y por la portada
ejem plo, guardando con gran perfección todos los consejos evan­ exterior se conocía la hermosura del edificio interior, con res-
gélicos, y de E lla aprendieron ellos á guardarlos. Primeramente
' Act., iv, 35. — » 1 Tim., vi, 8. — j Matth , xn, jo. — 4 Exod., xxv, 10.
abrazó la p o b reza evangélica, haciendo voto de e lla , y guardóle
i
864 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
Med. 28.—‘Marta sigue los consejos evangélicos. 86$
plandores de divinidad. L a segunda fué silencio admirable y muy
ma, la cual velaba en guardar sus sentidos, componer sus me­
discreto, hablando solamente cuando convenía, pocas palabras y
neos y conservar puro su Corazón para su D io s, á quien sola­
con vo z humilde, como consta de las que se cuentan en el Evan­
mente deseaba agradar, sin hacer caso de los vanos juicios y
gelio , por lo cual sus labios se comparan á una cinta de gran a1,
dichos de los hombres; por lo que buscaba por juez y testigo de
dando á entender que ceñía sus palabras, pero con muestras de sus acciones, no á los hombres, sino á D ios, cuya gloria desea­
caridad. L a tercera virtud fué singular templanza y abstinencia, ba. ¿ A dm iras tú la vig ilan cia, actividad y mortificación de tu
guardando una regla celestial, que refiere san A m b rosio, por­ Madre? ¿Cóm o la imitas en estas virtudes? ¡Oh Virgen soberana,
que com ía del manjar ordinario que se halla dondequiera, y en más pura que los ángeles del cielo! Gózom e de que seáis espejo
tanta cantidad que bastase para no morir y no p ara regalar. Y, de vírgenes, dechado de religiosas y muestra de evangélica per­
además de esto, después que se ausentó su H ijo, cumplió lo que fección. Suplicad á vuestro Hijo me adorne con vuestras virtudes,
É l había dicho, que ayunarían lo s amigos del esposo *, ayu­ para que guarde con perfección sus consejos.
nando E lla m ucho, en especial cuando pretendía alcanzar algo K p í l o g o y c o lo q u io s .— ¡Cuán bien siguió M aría los conse­
para la Iglesia, juntando ayuno y penitencia con la oración, jos evangélicos en el tiempo que transcurrió desde la Ascensión
como se lo reveló después á santa Isabel. ¡Oh V irgen purísima! de su Hijo hasta su muerte! Aunque en la soledad hubiera E lla
Y a no me sorprende vuestra pureza, más que de ángel, al con­ hallado todas sus delicias, no cesando nunca de conversar con
siderar vuestra rigurosa mortificación. No necesitabais V os de Dios y con sus ángeles; sin em bargo, por disposición del Señor,
tal medio, habiendo sido concebida en gracia y no sintiendo en quedóse entre sus discípulos, para alentarlos con su presencia y
V os la rebeldía de la carne; no obstante, por darnos ejemplo, enseñarles con su ejemplo el seguimiento de los consejos evan­
la practicáis con tal rigor, como si os fuera indispensable. Comu­ gélicos. ¡C on qu é perfección los siguió! E lla fué pobrísima, guar­
nicadme, Señora, este espíritu para que imite vuestra castidad. dando escrupulosamente este vo to , contentándose con lo que
¿Nos valem os nosotros del silencio, modestia y templanza para querian darle los Apóstoles y demás encargados de las distribu­
conservar la castidad? ¿No nos acusa la conciencia de haber ciones, huyendo de toda singularidad, bastándole para su con­
omitido estos poderosos medios? tento tener alg o que com er y con que cubrirse. E lla fué obedien-
P a n to 3.° M aría conservaba la c a stid a d p o r m edio de la tísim a, sometiéndose con todas las circunstancias que exige la
devoción y v ig ila n cia .-C onsidera cómo para guardar la casti­ perfecta obediencia, no sólo á todas las leyes y consejos de su
dad se ejercitaba también María, según san Am brosio, en raras divino H ijo, sino también á las que daba san Pedro y demás
vigilias, porque solamente dormía lo necesario para vivir, á A póstoles, para el gobierno de la Iglesia. M as, la castidad fué la
más no poder; y aun entonces no estaba del todo ociosa, porque, perla m ás preciosa que em belleció su alma. ¡ Con cuánto esmero
durmiendo el cuerpo, velaba su ánima, ó repitiendo lo que había la procuró! ¡Con cuánto cuidado la conservó! P ara defenderla,
leíd o, ó continuando lo que había interrumpido, ó ejecutando algo la rodeó de seis poderosas virtudes, que, al par que de defensa,
de lo que había propuesto, proponiendo algo de nuevo, con varios la servían de adorno y la daban brillo: modestia angelical, silen­
afectos del espíritu, según lo de los Cantares *: «Yo duermo cio prudente, templanza estrechísim a, ocupación continúa, vig i­
y mi corazón vela ». Demás de .esto, tuvo gran diligencia para lancia incesante y vigilias prolongadas. ¡Oh religioso! A qu í tie­
todas las obras exteriores que pertenecían al culto de Dios, y al nes el más perfecto modelo de la santidad á que debes aspirar.
servicio de su Hijo, y al gobierno de su pobre casa, y al bien Si fueses pobre, obediente y casto como lo fué M aría, de ti podría
de los prójimos, cumpliendo las obras de religión, piedad y mi­ decirse en la muerte que has peleado buen combate. Exam ina de­
sericordia, con gran cuidado. Esta virtud pondera san Ambrosio tenidamente en qué cosas - cuándo y por qué te apartas del segui­
con estas p a la b ra s: «¿Cómo contaré la poca comida de la Virgen miento de tu Madre santísima, acarreándote con esto daños sin
y su mucho trabajo? Su ocupación fué tanta, que sobrepujaba á cuento. D espierta y a de tu letarg o , resuélvete de una vez á salir
sus fuerzas; su comida tan poca, que casi faltaba á ellas; su de tu tibieza; mira lo que debes corregir, enmendar y perfeccio­
ocupación fué tan continua, que no tenía interrupción; la comida nar; forma propósitos; insta en la oración fervorosa, pidiendo
tan rara, que á pares pasaba los dias sin comer». Finalm ente,. por ti y por todos.
guardó con suma vigilancia su Corazón, dél cual, como dice el
S ab io 4, procede la vida;y así, cuando salía de su casa, aunque
fuese con compañía, ninguna guarda llevaba mejor que á sí mis­

• Cant., iv, J. — 2 M.uth., ix, 15. — > Cant., v, 2. — 4 Prov., iv, 23.

55
866 Serie te rce ra .— D e la Virgen S an tísim a.
Med. 2j>.— Oración y contemplación de Marta. 867

tu oración imites á la V irgen. ¿Qué resoluciones te importa ha­


29.— ORACIÓN Y CONTEMPLACIÓN DE MARÍA. cer para esto?
P a n t o 2 .° María frecuen taba los lu gares en que padeció
P reludio i .® María fué el má* perfecto modelo de la oración y contemplación mii J e s ú s , y recibía d iariam ente la E ucaristía.— Considera cómo
sublime.
María, para despertar en su alm a y dar continuo pábulo á su
P reludio 2.® Represéntate i Maria orando y exhortándote á imitarla.
fervorosa devoción, frecuentaba muy á menudo los lugares donde
P reludio y.® Pide á Maria que te alcance espíritu de oración.
su Hijo santísimo había obrado los misterios de nuestra reden­
ción. Visitaba el huerto de Getsem aní, donde Jesús había dado
P u n t o l . ° M aría estaba libre de los im pedim entos déla principio á sus trabajos con el voluntario sudor de sangre; el
oración y poseía la s v ir tu d e s que disponen para ella.— Consi­ monte C a lv a rio , en donde habían llegado á su colmo y habían
dera cómo M aría, p o r un especial p riv ile g io , estaba completa­ terminado; el santo sepulcro y el monte de las O livas, de donde
mente libre de los cu atro impedimentos de la oración y contem­ se subió á los cielos, y el sagrado cenáculo donde vino el Espí­
plación , que san B ern ard o llama culpa que rem uerde, cuidado ritu Santo y adonde se había instituido el Santísimo Sacramento;
que punza, sentido q u e codicia y tropel de vanos pensamientos y hacia estas visitas con grande reverencia y devoción, y con
que turban la im aginación. D e suerte que no fué nuestra Señora muy alta contemplación de los misterios que a llí se obraron, r e ­
como la Sunamitis, q u e es alma cautiva y presa de sus pasiones, cibiendo nuevas ilustraciones acerca de ellos. ¡Oh quién pudiese
la cual se turba á sí m ism a con estos carros de cuatro ruedas, seguir á esta Señora en estas piadosas excursiones al monte de
apartando de D ios nuestro Señor su vista en la oración, hasta la mirra y al collado del incienso ', y sentir los devotísimos afec­
que la llam a cuatro ve ce s con grande eficacia, diciéndola': tos que E lla sentía! Fondera también cómo la V irgen sacratísim a
«Vuélvete, v u é lv e te ; Sunamitis, vuélvete , vuélvete, para que alimentaba y acrecentaba su caridad y devoción * comulgando
te miremos»; porque e s ta sacratísima V irgen siempre mirabaá cada día con extraordinaria fe, reverencia y am or, y recibiendo
Dios i sin tener cosa q u e la desviase ni apartase un punto de esta á su divino Hijo sacramentado, para unirse con É l d e n u e v o , y
vista. Para lo cual l a ayudaba el tener muy en su punto todas entreteniéndose con verle y gozarle en el Sacramento hasta que
las virtudes que disponen á la oración y contem plación, y la sir­ le viese en la gloria. Y en cada comunión recibía tan grande
ven de alas para sub ir al cielo , especialmente viva fe de los divi­ aumento de gracia, por su excelentísima disposición, que no es
nos m isterios, grande confianza en D ios nuestro Señor, humildad posible declararse, y muchas veces se le mostraba C risto nuestro
muy profunda, y s o b re todo caridad muy encendida, con la Señor en la forma que allí está, como después acá lo ha hecho
eminencia de la sab idu ría y demás dones del Espíritu Santo. Y. con otros siervos suyos. ¡ Oh V irgen Santísima! Gózom e de veros
como estas virtudes iban siempre creciendo, así crecía también renovar cada día el prim er gozo d é la encarnación, recibiendo
la contem plación; p o r lo cual con mayor admiración decían los sacramentalmente en vuestro pecho al que entonces recibisteis
ángeles 1 : «¿Quién e s ésta que sube por el desierto como vara de en vuestras entrañas. P or Él os suplico me alcancéis tal disposi­
humo, salida de m irra y de incienso y de todo género de polvos ción para recibirle, que me llene de su gracia, y después le goce ’
olorosos?» Como si dijeran : ¿ Quién es ésta que está llena de con V os en la.gloria. ¡ Oh alma fiel! En la meditación de la vida
mirra de m o rtifica ció n , y de incienso de oración , y de polvos y Pasión del Señor, y en la frecuencia de Sacram entos, hallarás
olorosos de todas la s virtudes, las cu a le s, echadas en las brasas eficaces medios para adelantar en el espíritu y santificarte. ¿Cómo
de su caridad, le va n ta n un humo suavísimo de contemplación, los practicas?
que siempre va su b ie n d o , y sube tan a lto , que le perdemos de P u n t o 3 .° D ones soberanos de contemplación que tuvo
vista? ¡O h V irgen santísima! Gózome de que, viviendo en la Marta. — Considera cómo María oraba instantemente, en todo
tierra, tengáis siem p re vuestra conversación en el cielo , volando lugar y tiempo, con la m ayor continuación que oró pura criatu­
tan a lto , que cau séis grande admiración á los ángeles que os ra, cumpliendo el consejo de su H ijo, que d ic e :«Conviene siem­
miran. Llevadm e, ¡ o h Virgen piadosísima!, tras V o s , al olor pre orar, y no d esfallecers». Oraba y contemplaba de día y de
de vuestros ejem p lo s, y encended en mi alma un. fuego de cari­ noche, haciendo obras de manos; y aun durmiendo pensaba mu­
dad , que consuma e n ella todo lo terreno, y la levante á contem­ chas veces en D ios, el cual la visitaba entonces con visiones no
plar lo celestial. ¡O h alm a mía! Mira los impedimentos que has menos regaladas que las de Jacob >, cuando, durmiendo, vió el
de orillar, las v irtu d e s que te conviene practicar para que en reino de Dios en figura de escala. Y generalmente en su contem-
«
» C»nt., vi, t i.— » Cant.. ni, 6. 1 Cant., iv, (S. — » Luc., xvm, i. — j Gen., ¡íxvui, 13.
866 Serie tercera.— De la y irgen Santisinu Med. 2p.— Oracióny contemplación de Marta. 867

tu oración imites á la V irgen. ¿Qué resoluciones te importa ha­


29-ORACIÓN Y CONTEMPLACIÓN OE MARÍA. cer para esto?
P a n t o 8 .° M aria frecu en ta b a los lu g a res en que padeció
PtEWOM l.» María fue el más perfecto modelo de la oración y cootemplaciófi m ¡ J e s ú s , y recibía d iariam ente la E ucaristía.— Considera cómo
sublime.
Afona, para despertar en su alm a y dar continuo pábulo á su
P reludio 2.* Represéntate á Mana orando y exhortándote á imitarti.
fervorosa devoción, frecuentaba muy á menudo los lugares donde
PnEunao ).* Pide á María que te alcance espíritu de oración.
su Hijo santísimo había obrado los m isterios de nuestra reden­
ción. Visitaba el huerto d e Getsem aní, donde Jesús había dado
P n t e l . ° M aría estaba Ubre d e los im pedim entos de la principio á sus trabajos con el voluntario sudor de sangre; el
oración y poseía la s v ir tu d e s que disponen para ella.— Consi­ monte C a lv a rio , en donde habían llegado á su colm o y hablan
dera cómo M aría, p o r un especial p rivilegio, estaba completa­ terminado; el santo sepulcro y el monte de las O livas, de donde
mente libre de los c u a tro impedimentos de la oración y contem­ se subió á los cielos, y el sagrado cenáculo donde vino el Espí­
plación , que san B ern ard o llama culpa que rem uerde, cuidado ritu Santo y adonde se había instituido el Santísimo Sacramento;
que punza, sentido q u e codicia y tropel de vanos pensamientos y hacia estas visitas con grande reverencia y devoción, y con
que turban la im aginación. D e suerte que no fué nuestra Señora muy alta contemplación de los misterios que allí se obraron, re­
como la Sunamitis, q u e es alma cautiva y presa de sus pasiones, cibiendo nuevas ilustraciones acerca de ellos. ¡Oh quién pudiese
la cual se turba á si m ism a con estos carros de cuatro ruedas, seguir á esta Señora en estas piadosas excursiones al monte de
apartando de Dios nuestro Señor su vista en la oración, hasta la mirra y al collado del in cien so', y sentir los devotísimos afec­
que la llama cuatro v e c e s con grande eficacia, diciéndola': tos que E lla sentía! Pondera también cómo la V irgen sacratísim a
«Vuélvete, v u é lv e te . Sunamitis, vuélvete , vuélvete, para que alimentaba y acrecentaba su caridad y devoción * comulgando
te m irem os»; porque e s ta sacratísima V irgen siempre miraba á cada día con extraordinaria fe, reverencia y am or, y recibiendo
D ios, sin tener cosa q u e la desviase ni apartase un punto de esta á su divino Hijo sacramentado, para unirse con É l de n u evo , y
vista. Para lo cual l a ayudaba el tener muy en su punto todas entreteniéndose con v erle y gozarle en el Sacramento hasta que
las virtudes que disponen á la oración y contem plación. y la sir­ le viese en la gloria. Y en cada comunión recibía tan grande
ven de alas para su b ir al cielo , especialmente viva fe de los divi­ aumento de g ra cia, por su excelentísima disposición, que no es
nos m isterios. grand e confianza en Dios nuestro Señor, humildad posible declararse, y muchas veces se le mostraba C risto nuestro
muy profunda, y s o b re todo caridad muy encendida, con la Señor en la form a que allí está, como después acá lo ha hecho
eminencia de la sab idu ría y demás dones del Espíritu Santo. Y, con otros siervos suyos. ¡Oh V irgen Santísima! Gózom e de veros
como estas virtudes iban siempre creciendo, así crecía también renovar cada día el prim er gozo de la encarnación, recibiendo
la contem plación; p o r lo cual con mayor admiración decían los sacramentalmente en vuestro pecho al que entonces recibisteis
ángeles 1 : «¿Quién e s ésta que sube por el desierto como vara de en vuestras entrañas. P o r Él os suplico me alcancéis tal disposi­
humo, salida de m irra y de incienso y de todo género de polvos ción para recibirle, que me llene de su gracia, y después le g o ce
olo ro so s?» Como si dijeran : ¿ Quién es ésta que está llena de con V os e n la g lo r ia . ¡Oh alma fiel! En la meditación de la vida
mirra de m o rtifica ció n , y de incienso de oración , y de polvos y Pasión del Señor, y en la frecuencia de Sacram entos, hallarás
olorosos dé todas la s virtudes, las cu ales, echadas en las brasas eficaces medios para adelantar en el espíritu y santificarte. ¿Cómo
de su caridad, le va n ta n un humo suavísimo de contemplación, los practicas?
que siempre v a su b ie n d o , y sube tan a lto , que le perdemos de P u n t o 3 .° D ones soberanos de contemplación que tuvo
vista ? ¡O h V irg e n santísima! G ózom ede que, viviendo en la María.— Considera cómo María oraba instantemente, en todo
tierra, tengáis siem p re vuestra conversación en el cielo, volando lugar y tiempo, con la m ayor continuación que oró pura criatu­
tan a lto , que cau séis grande admiración á los ángeles que os ra , cumpliendo el consejo de su Hijo, que dice: «Conviene siem­
miran. L levad m e, ¡ o h V irgen piadosísim a!, tras V o s , al olor pre orar, y no d e s f a l l e c e r O r a b a y contemplaba de día y de
de vuestros ejem p lo s, y encended en mi alma un-fuego de cari­ noche, haciendo obras de manos; y aun durmiendo pensaba mu­
dad, que consuma e n ella todo lo terreno, y la levante á contem­ chas veces en D ios, el cual la visitaba entonces con visiones no
plar lo celestial. ¡O h alm a mía! Mira los impedimentos que has menos regaladas que las de Jacob >, cuando, durmiendo, vió el
de orillar, las v irtu d e s que te conviene practicar para que en reino de Dios en figura de escala. Y generalmente en su contem-

I Cant., vi, 12.— > Cant.. m, 6. • Cant., iv, 6. — ■ L u c., x v m , i . — J Gen., xxvni, 12.
868 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. jo.— Celo de Maríapor l.i salvación de las almas. 869
plación recibió favores extraordinarios, mayores que cuantos obraba la redención del mundo. E l Sacramento adorable del cuer­
han recibido los santos del Viejo y N uevo Testamento. Mostrába- po y sangre de su divino Jesús es su ordinario alimento, y en su
sele D ios muchas v e c e s , como á M oisés, hablando con Ella, no pecho se conservan de día y de noche las especies sacramenta­
por figuras ni en s u e ñ o s s i n o boca á boca y cara á cara, con la les. ¡ Bendita sea , oh M aría, vuestra oración y contemplación! En
claridad que con esta v id a mortal se compadece. E ra arrebatada, ella superáis inmensamente á todos los santos. Mejor que Moisés
como san Pablo, hasta e l tercer cielo % y entraba en el paraíso, habláis á Dios cara á cara; mejor que san Pablo sois arrebatada al
donde oía los secretos de D ios que no se pueden decir. Fué, como tercer cielo, y vuestra conversación es con los ángeles. Y tú
san Ju an », levantada en espíritu para v e r las cosas que estaban ¿imitas á M aría? ¿Cómo te ejercitas en la oración y contempla­
por venir, con m ayor luz que él tuvo. V ió muchas veces los cielos ción? En este mismo momento, ¿no te argu ye la conciencia de
abiertos, como san E steban *, y á su Hijo sentado á la diestra del
frialdad y tibieza? ¿Nada le dices á tu Dios y á tu Santísima Ma­
Padre. Finalmente: los rega lo s eran tantos, que los ángeles se
dre? Levántate de tu espiritual postración; propón, suspira, habla
admiraban y decían: «¿Quién es ésta que sube del desierto, llena
á Jesús, escucha sus palabras, ruégale por ti, por todos tus her­
de deleites, arrimada á su Amados?» Como si dijeran: ¿Quién
manos que están en la oración, y por todo el mundo.
es ésta que va subiendo p o r la contemplación al cielo, y en esta
subida recibe abundancia de reg a lo s, con tanto fa v o r, que siem­
pre va arrimada á su A m a d o , unida con É l por amor, y estriban­ 3 0 .-CELO DE MARÍA POR LA SALVACIÓN 0E LAS ALMAS.
do en Él por singular confianza? ¿Deseamos nosotros participar
de la dulzura que com unican las visitas del Señor? ¿Nps resig­ Pmuiho i .* María procuraba la salvación de las almas, ya oraoJo, ya trabajando, ya
namos á beber su c á liz , á imitación de María? ¡ Oh V irgen Santí­ sufriendo mochas persecuciones.
sima! Gózome de v e ro s tan llena de deleites y tan unida por Panudo 2.» Represéntate á María en oración, ó bien, diciendo con afecto encendido á
amor con vuestro A m a d o ; muy merecidos los tenéis por los Oios: <EI celo de tu casa roe ha devorado».
muchos trabajos que p or su causa padecisteis. Bien podéis de­ P reludio j .« Pide la gracia de imitar el celo de María.
cirle, como D avid: S e g ú n la muchedumbre de mis dolores, ale­
graron mi alma tus consolaciones6. Repartid, Señora, alguna
P a n t o l . ° M aría procuraba la salvaci&n d e la s alm as con
gótica de este celestial licor con vuestro siervo, para que se
ferv ien tes oraciones.— Considera cómo la V irgen nuestra Seño­
aliente á correr por el cam ino de los mandamientos con la dila­
ra, entrando cada día en la bodega de los vinos de su H ijo , se en­
tación de su corazón.
cendía allí en deseo de ejercitar con orden y concierto todos los
E p í l o g o y c o lo q u i o s . ¡ Oh M aría! Sois en verdad el taber­
actos y obras de la caridad*; y de aquí nacia en E lla un celo de la
náculo de D ios; vu estra alm a es un santuario, en el cual de con­
gloria de Dios y de la salvación de las almas encendidísimo, pero
tinuo está ardiendo y quemándose el incienso de la más elevada muy ordenado. Porque prim eram ente, sabiendo que la conver­
oración. L ibre esta S e ñ o ra de todos los impedimentos y estor­ sión de las almas y su perseverancia en la gracia suele de ordina­
bos que el enemigo pone á la oración; rica de las virtudes que rio ser fruto de las oraciones, no sólo deseaba grandemente la
disponen inmediatamente al alma para ella, sin esfuerzo, con
salvación de todos los hombres, sino que con oraciones la solici­
suavidad sube á lo alto y mira á D io s , contempla á Dios, oye
taba por todos los caminos que podía. Unas veces oraba por los
las inspiraciones de D io s , y habla confiadamente con Dios.]Oh,
predicadores, y a pidiendo que se aumentase su número, confor­
quién supiera tener la m ente tan tija en D ios como María! Para me á lo que había dicho su Hijo: «Rogad al Señor de la mies
alimentar su devoción y dar materia á su contemplación, Ella para que envíe operarios á ella», y a suplicando al Señor que diese
visita frecuentemente aquellos lugares en donde Jesucristo su eficacia á su palabra. Otras veces rogaba por los mismos pecado­
Hijo obró los m isterios d e nuestra redención. El huerto de Get- res, para que el Señor les concediera un corazón dócil para escu­
sem aní, el camino del C a lv a rio , este monte santo, el sepulcro y char y cumplir todo cuanto les encargasen los Apóstoles. Y asi,
el cenáculo, son sus p a se o s favoritos, y allí su alm a se eleva, y es de creer que por las oraciones de esta Señora se convirtieron
levantada sobre todo lo terreno, entabla sus fervientes coloquios tantos mittares en el primero y segundo sermón de san Pedro. A
con su divino H ijo, penetrando su espíritu de aquellos divinos sus oraciones se debió tal vez la conversión d eS a u lo , por quien
afectos que inundaban e l corazón de este Señor, cuando en ellos E lla oró no menos que san Esteban. E lla oraba también por los
m ártires, para que D ios les diese constancia y victoria. Y tenien-
^ 1 Nora., xii, 8. — i II Cor., x n , 2. — i Apoc., iv, i. — 4 Act., vil, 55.
» Cam., vm, 5. — 6 Píalm. xcm , 19. ■ Cant., «, 4.
870 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. jo.— Celo de María por la salvación de Lis almas. 871

do sus manos levantadas al cielo mucho mejor que Moisés * deja descansar, porque el fuego del celo por las almas abrasa
cuando el pueblo peleaba, ¿cómo no habían de vencer aquellos y consume de tal modo vuestro espíritu, que no os deja un mo- ■
por quienes oraba? D e este ejemplo de la V irgen Santísima has mento de reposo, y , v a p o r ejemplos, y a con palabras, y a con
de aprender á ejercitar el celo, sirviéndote de este medio déla viajes, os esforzáis en ganarlas para vuestro Hijo. ¡Oh! Si este
oración, tan fácil, sencillo y al alcance de todos los hombres. fuego celestial abrasase todo nuestro ser, entonces si que imita­
P ara otros medios podrá faltarte talento, habilidad, misión ú ríamos á la Virgen. ¿Cómohemos de avivarlo?
otras cualidades, mas no para este. Y si en las grandes tribu­ P a n t o 3 .° M a ria , por la sálvación de las alm as, padeció
laciones corporales la caridad te obliga á hacer de tu parte lo grandes trabajos y persecuciones.—Considera. cómo M aría, des­
conveniente para rem ediarlas, ¿cuánto más estarás en este deber pués de la Ascensión de su Hijo y al principio de la Iglesia, á cau­
cuando arrecian los males espirituales? ¡Oh V irgen soberana! sa de lo mucho que trabajaba por la extensión de la doctrina de
Orad por este vuestro siervo cuando pelea contra sus enemigos, su Hijo santísim o, padeció, como dice san Ignacio, grandes mur­
porque orando V o s por m í, y o venceré por V os, y vuestra será muraciones y persecuciones d é lo s escribas y fariseos, y de todos
la gloria de mi victoria; enseñadme también á imitaros en la los que aborrecieron y persiguieron á su Hijo. Porque si uno de
oración, para que por ella logre ganar muchas alm as para vuestro los m ayores favores que el Señor concede á sus escogidos es
Hijo. ¡Oh almal Por medio de la oración puedes ejercitar eficaz­ darles-participación en los trabajos que Él padeció para la reden­
mente el celo; ¿por qué no oras como M aría? ción del mundo, ¿ qué participación tan aventajada de ellos daría
P u n t o 5í.° María trabaja cuanto p u ede por la salvación de á su M adre, escogida entre m illares, y la única que conocía con
las a lm a s — Considera cómo, entre los trabajos que hacía María toda perfección las inmensas riquezas que están escondidas en la
para salvar las almas, el primero era darles los m ás relevantes cruz? Y a síe s de creer que M aría sería el blanco de la calumnia,
ejemplos de toda virtud. El ejemplo de M aría era un predicador persecución y rabia de los enemigos de Jesús, y si nada pudieron
mudo, pero eticacísimo, para mover á l a santidad; porque en hacer contra E lla, fué por la protección especial con que la cir­
toda E lla resplandecía una santidad y grandeza ta l, que, como cundó el Señor. M as, E lla en estas persecuciones se mostró siem­
dijo de Ella sau D ionisio, si la fe no lo reprobara, pensaran todos pre sufrida y muy g o zo sa , alegrándose de padecer algún despre­
que era Dios, como lo era sú Hijo. Adem ás de esto, ayudaba con cio por el nombre de su Hijo; y con este m aravilloso ejemplo de
la palabra, enseñando á los Apóstoles los misterios de la fe, que paciencia alentaba á los que eran perseguidos; para que tuvie­
Ella sabía con más particularidad y con m ayor luz del cielo; y sen otra sem ejante P ero sentía grande aflicción con la caída de
consolando y alentando á los fieles, que acudían á E lla, no sola­ algunos ñacos, porque mucho mejor que san Pablo podía d e c ir ':
mente de Jerusalén, sino de otras partes remotas, porque, como «¿Quién se escandaliza, y v o no me abraso? ¿ Y quién cae en­
dijo san Ignacio mártir, todos deseaban verla como á un prodigio fermo , que y o no enferme -? Y el celo de la casa de D ios comía
celestial de santidad. Pero, más adelante pasó su caridad, porque, sus entrañas como las de su H ijo , viendo los pecados de los que
así como por inspiración de D ios fué desde Nazareth á las mon­ la profanaban; mas todo esto la m ovía á orar con m ayor fervor
tañas de Judea á v is ita r á santa Isabel, para que por su medio y á procurar con más cuidado la salvación de las alm as, para
fuese justificado el Bautista; asi también por la misma inspiración gloria del que las crió y redimió. |Oh V irgen soberana! Y a que
hizo ahora algunas jornadas. F u é .á Éfeso, como lo afirman no tuvisteis dolores en el.parto de vuestro Hijo natural, Cristo
los Padres del Concilio efesino; á Antioquía, como lo prometió á Jesús, ahora los padecéis en el parto del hijo adoptivo, q n e e s
san Ignacio; milagrosamente vino á Z aragoza, para consolar y el linaje humano. V estida estáis del s o l, coronada de estrellas, y
ayudar á Santiago; y también iría á otras partes, para ayudar con la luna debajo los pies *, y con todo eso clam áis con dolor
y consolar á los fieles que deseaban v e r la , y confirmarlos en por dar á luz este hijo, formando á C risto dentro de su corazón.
la fe, y juntamente dilatarla entre los gentiles, porque, aunque ¡Oh cristiano! M ira bien lo que por ti ha sufrido esta amantísima
era muy am iga del recogimiento, pero la caridad la hacía salir, Madre, y no repugnes el padecer algo por tus prójimos. ¿Qué
como se dice en el libro de los Cantares *, para visitar las viñas contesta á esto tu corazón?
de las iglesias, y ver si florecían, y si las flores de los nuevos E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ O h!; Cóm o celó M aría por la gloria
cristianos daban abundantes frutos. ¡Oh V irgen sacratísima! Con de D ios y la salvación de las alm as! Abrasada por este fuego
mucha más razón que el profeta Jeremías podéis decir que en divino. puso en práctica cuantos medios tuvo en su mano para
vuestro Corazón se ha encendido un fuego abrasador que no os aumentar el rebaño de su Hijo divino, y preservar á las alm as de

■ llC or.. x!. 29. — * Psalm. i.x-.w. to. — \ Ap*c. xii.


> Exod., xvil, I I . — * Oant.. vil, 21.
872 Serie lercera.— De la y irgen Santísima. MeJ. ?/ — Proximidad del tránsito de Marta. 873

la perdición eterna. E lla levanta sus manos purísimas al cielo nación; morado he mucho tiempo con los moradores de Cedar;
pidiendo por los predicadores que siembran la santa semilla; por muchos días ha sido mi alma peregrina en esta vida '». Otras
los pecadores en cuyos corazones es sem brada, para que la re­ veces, hablando con Dios, diría «Como el ciervo desea las
ciban y hagan fructificar; por los ilustres confesores de la fe, que fuentes de las aguas, así desea mi alm a á T i, mi D ios; mi alma
son el blanco de la p e rse c u c ió n , para que la confiesen hasta la tiene sed de Dios fuerte y vivo. ¿Cuándo tengo de ir á parecer
muerte. ¡ Cuántos triunfarían auxiliados por las súplicas de Ma­ en la presencia de mi Dios? Saca y a , Señor, mi alma de la cárcel
ría! ¡Cuántos pecadores p o r su ruego alcanzarían la conversión! de este cuerpo, para confesar tu santo nom bre, y mira que los
Mas Ella no se contenta s ó lo con orar; con sus santos ejemplos justos están esperando á que me des la corona de justicia que me
m ueve á todos á la s a n tid a d ; con sus fervorosas palabras con­ tienes prometida >». Otras v e c e s , hablando con los ángeles que la
forta á los pusilánimes , confirm a á los débiles , ilustra á los igno­ visitaban, les diría *: «Conjúroos, moradores de Jerusalén, que
rantes y hace salir del m al camino á los extraviados. No contento si topareis á mi Am ado, le digáis que estoy enferma de amor; de­
ni satisfecho con esto su c e lo , emprende largos viajes, para visi­ cidle que mi espíritu desfallece y mi carne se debilita con el de­
tar á las iglesias nacientes y atraer sobre ellas las bendiciones seo que tiene de verle y gozar de Él». Pondera también cómo
celestiales. Y ¿qué direm o s de las tribulaciones y persecuciones algunas veces dentro del Corazón de la Virgen habría una santa
de que fué víctim a á ca u sa de su celo? ¿Qué de la paciencia inal­ contienda, como de sí lo dice san Pablo *, entre el amor de Dios
terable con que las soportó todas ? ¡ Oh M a ría ! Despertad en mi y del prójim o; porque el amor de D ios juzgaba por mejor ser des­
corazón este sentimiento d e c e lo , comunicándole siquiera una atada y estar con C risto , mas el amor del prójimo decía que era
parte del que abrasa el v u e stro . ¿Qué celo tienes por la salvación necesario quedarse acá para hacerle bien; y como estaba tan
de las almas? ¡ A h 1D e b ie ra s orar, y no lo h aces; podrías traba­ resignada en la divina voluntad, diría lo que después dijo san
ja r en la viña que el S eñ o r te ha señalado, y la pereza te vence; Martín: «Señor, si soy necesaria para tu pueblo, no rehusó el
¿serás tú como el siervo m a lo que enterró el talento ? Piensa que trabajo, hágase tu voluntad». ¡ Oh V irgen inefable, que ni fuisteis
mientras tú estás ocioso ? e l demonio está sembrando la cizaña; vencida del trabajo, ni lo seréis de la m uerte, ni temisteis m orir
y con este pensamiento, s a l cuanto antes de esa flojedad tan ofen­ ni rehusasteis v iv ir , queriendo solamente lo que D ios quería!
siva para Dios como perju dicial para ti. Mira lo que has de pro­ Conceded á mi alm a que v iv a de tal m anera, que llegue á imitar
poner, y convencido de tu inconstancia y debilidad, ruega con vuestros fervorosos deseos con la santa resignación que los
fervor para t i , para la I g le s ia , páralos pobres pecadores, here­ acompaña, deseando la m uerte con alegría, y sufriendo esta
jes, infieles y demás necesidades. vida con paciencia. ¿Qué debo y o hacer para sentir esto?
P a n t o * .° D ecreto de que la Virgen m u era , y cómo se
31,— PROXIMIDAD DEL TRÁNSITO DE MARÍA. prepara para este paso.—Considera cómo D ios nuestro Señor,
aunque preservó á la V irgen de la culpa original, no quiso, según
P reludio i .» A n te s d e m o r ir, la V ir g e n se p rep aró co n g ra n d e s d e s e o s , y el S eñ or le se cree comúnmente, preservarla de la muerte del cuerpo, que
e n v ió al a rcá n g el san G a b rie l p ara q u e le anunciase su p r ó x im o trá n sito . fué su e fe cto , sino que pasase por ella *, como los demás hom­
P reludio 2.» R e p re sé n ta te á san G ab riel an u n cian d o á M a ria la p roxim id ad d e su bres , para que se viese cuán irrevocable era esta sentencia de la
p artid a d e e s te m u n d o. muerte : p ara que la V irg en imitase en esto también á SU Hijo,
P reludio 3.0 P id e á la V ir g e n q u e t e en señ e á p rep a rarte p ara la m u e r t e , co m o Ella él cual murió para remediarnos con su muerte : para que me­
lo hizo.
reciese mucho, venciendo esta natural repugnancia que tiene la
carne á m orir; y también para que diese á todos ejemplo raro de
J*u n to l.° Deseos q u e María tenia de ir á su H ijo y á virtud en su m uerte, y se compadeciese de los que m ueren, como
D io s.— Considera los v iv o s y encendidos deseos que teníala Vir­ quien pasó por aquel trabajo, porque había de ser nuestra A bo­
gen, especialmente en lo s últimos años de su vida, de ir á ver á gada en aquella hora tremenda. Sintiendo, pues, la V irg en que
D ios, y estar junta con s u H ijo; los cuales nacían, no de tedio de le faltaban pocos días de vida, comenzó con nuevo fervor á apa­
la vida presente, ni de h o r r o r á los trabajos que padecía, sino de rejarse para la partida, ejercitando actos de virtud más esclare­
puro amor; el cu a l, c u a n d o es muy encendido, suspira grande­ cidos, diciendo aquello de los C an tares1 : «Fortalecedme con
mente por la presencia d e l am ado, y no halla descanso sino es en flores, fortificadme con fru tos, porque estoy enferma de a m o r».
verle; y como era tan l e í d a en las divinas Escrituras, de ellas
sacaba las palabras de s u afecto. Unas veces, hablando -consigo * Psalm. cxix ,5 . — > Psalm. XLt, 23. — j Psalm. exu ,8 . — 4 Caot., v, 8.
m ism a, diría: « ¡A y d e m í! , que se ha dilatado mucho m iperegri- S Philip., i, 23. — ó Hebr., ix , 27. — ? Cant., 11,5.
874 Serie tercera. —De la Virgen Santísima. Med. }t.— Proximidad del tránsito de María. 8 75

Como si dijera, hablando con sos potencias: L a fuerza del amor oraciones; y E lla consoló á todos y les dió consejos muy saluda­
m e v a consumiendo la vida; producid nuevas flores y frutos ce­ b les, y á imitación de su Hijo oró por ellos y echóles su bendi­
lestiales; brotad meditaciones, afectos y obras olorosas que ali­ ción con grande afecto, ofreciéndose á ser su abogada en el cielo,
vien mi enfermedad y me dispongan al fin de ella. En estas cosas i Oh Madre dulcísim a! Huérfanos quedamos en la tierra, si V os
has de imitar á la V ir g e n , á fin de aparejarte para la muerte; os vais a l c ie lo ; pero si tenemos cierta vuestra ayuda desde allá,
deseando por una parte que llegue el momento de poder ir á ver seguros vivirem os en la tierra. Subid en buena hora, pues con
á D ios, resignándote por otra enteramente á la voluntad de Dios vuestra bendición nos dejáis prendas de que subiremos con V os
y dándote prisa á hacer muchas obras perfectas, aumentando el á gozar un día de vuestro Hijo.
fervor, cuando presumes que está cerca la partida, no sea que E p í l o g o y c o lo q u io s , i Qué deseos tan encendidos tenía la
por tu tibieza y negligencia seas condenado en el purgatorio que Virgen de ir á v e r á su H ijo, al acercarse al término de su vida!
llaman del deseo: ¡Oh V irgen benditísima! A l v er que Vos me A l modo que una piedra cuanto más se acerca á su centro con
precedéis en pasar este trance tan terrible, y a no tem óla muerte, tan m ayor celeridad corre, asi M aría, según se iba acercando
y me entrego del todo en las manos de D io s . para que disponga á su fin, volaba con sus deseos más precipitadamente á su Dios.
de mj vida cuando sea su santísimo beneplácito. L o que os pido- ¡Qué suspiros exhalaría! ¡Qué lágrim as tan tiernas derramaría,
Señora, es que por vuestra santísima muerte me ayudéis á pre­ pidiendo que llegase el momento de unirse con su Amado! ¡Cuán­
pararme para ella, y me asistáis en aquel momento, para que día tas veces repetirla los santos afectos de los profetas, con que es­
sea principio de una vida perdurable. ¡Oh alma devota! Piensa tos hombres inspirados desahogaban su pecho suspirando por el
con frecuencia que has de dejar tu cuerpo. ¿Cómo te dispones cielo! Pero ¿m orirá M aria? Estando limpia de todo pecado, ¿se
para este acto? habrá de sujetar á la pena de éste? S i, m orirá, porque así lo ha
P a n t o 3 .° Dios anuncia la m uerte á Maria por medio de dispuesto el Señor en su adorable providencia, porque ha de
san G abriel, y en torno suyo reúne á los Apóstoles. — Considera asem ejarse en todo á su Hijo; porque ha de ser nuestra abo­
cómo, llegado el tiempo determinado p ara el glorioso tránsito de gada en la m uerte, y conviene que pase por las fatigas de ella;
M aría, su Hijo la envió al arcángel san Gabriel para que le porque nos ha de enseñar el modo de prepararnos para una
diese la nueva de ello: vendría resplandeciente, como cuando muerte semejante á la su ya , para que nos consolemos én aquel
vino á anunciarla la encarnación del V erbo Divino; y es de creer duro tran ce, recordando que también nuestra Madre pasó por él.
que entraría con la misma salutación, diciéndola: «Dios te salve, ¡A leg ra o s, Marta! El arcángel san Gabriel y a desciende del
llena de gracia, el Señores contigo, bendita tú entre las mujeres cielo, y es portador de buena nueva. Oid la honrosa salutación
por el fruto bendito de tu vientre Jesús. D e s u p a rte , Señora, que os dirige; escuchad la nueva que os da. Vuestro Hijo quiere
vengo á decirte, cómo y a es llegada la hora en que quiere lle­ teneros en su compañía. Y a los A póstoles milagrosamente se
varte consigo, y premiarte los servicios que le has hecho, y dar hallan rodeándoos con am or, como los pollitos rodean á la g a ­
juntamente contento á todos los cortesanos del cielo, que te es­ llina, y esperando de V os palabras de consuelo. Entretanto, el
tán esperando con deseo de tenerte en su compañía». ¡Oh qué espíritu de M aria se v a abrasando en amor de D ios, los deseos
sentimientos tan levantados tendría la V irgen con tal nueva! crecen en intensidad, la alegría se refleja en su semblante, y to­
P o ru ñ a parte, llena de júbilo, diría con D a vid ': «Alegrado se das sus potencias ejercitan con m ayor perfección actos sobrena­
ha mi espíritu por las cosas que me han dicho, porque tengo de turales, hasta que llegue el momento que se verifique la separa­
i r á la casa del Señor». Y , por otra, con gran resignación repeti­ ción del alma y del cuerpo. A sí te enseña M aría á prepararte
ría aquí las palabras que dijo la otra ve z al ángel1: «Ves-aquíla para la muerte. Conformidad, deseo, alegría, resignación: tales
esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra». Estos dos son los afectos con que has de recibir ei anuncio de tu partida
afectos has de ponderar y guardar en tu corazón, para cuando de este mundo. Ejercítalos en vida, y sean ellos ahora tu ele­
te dieren la nueva de tu muerte, pues gusta Dios que la recibas mento, á fin de que en la muerte no halles dificultad en desper­
con alegría y resignación. Pondera también cómo á este tiempo tarlos en tu alma. Á este fin, resuelve eficazmente lo que te con­
vinieron milagrosamente los Apóstoles y muchos otros discípulos venga hacer, y conociendo tu nada, con vivo fervor pide por ti
á estar presentes á la muerte de la V irgen , más para provecho y por todo el mundo, singularmente por los agonizantes.
de ellos, que para consuelo suyo, aunque se consoló mucho con
su vista. T o d o s lloraban su ausencia y se encomendaban á sus

P->a)m. c x x i , i . — a L u c . , 1 . 5S.
T

8y 6 Serie tercera.— D c Ia Virgen Santísim a. Med. 32.— Muerte preciosísima de María. 877

ojos de Dios por varias causas. Primeramente, porque no murió


3 2 . - MUERTE PRECIOSÍSIMA DE MARÍA. tanto de enfermedad de cuerpo, como de enfermedad de amor, el
cual la consumió las fuerzas corporales, y así pudo decir que es­
Preludio i .® Estando la Virgen para morir, fue visitada por su Hijo, en cuyas manos taba eníerma de am or, llagada con la caridad; y esta llaga pe­
entregó plácidamente el alma, y los Apóstoles dieron honrosa sepultura al cuerpo. netró su alma y la sacó del cuerpo, para v e r al mismo que E lla
Preludio 2.® Represéntate á María en el momento de espirar en los brazos de Jesu­ llagó con la unión de su encendida c a r id a d D e m á s de esto, fué
cristo. preciosa, porque murió sin dolor, contentándose su Hijo con los
Preludio 3.« Pide la gracia de tener una buena y feliz muerte. dolores que padeció cuando le vió m orir en la cruz. Y porque fué
tan grande la alegría que su alma experimentó con lapresenciade
P a n t o l .° Jesucristo bajó del cielo d recibir el alma de su A m a d o , que no sintió separarse del cuerpo, cumpliéndose en
su S antísim a Madre. —Considera cómo, llegada y a la hora en , E lla lo que dice la Sabiduría, que el tormento de la muerte no
que había de morir la V irgen Santísima, bajó Cristo nuestro toca á los justos *, porque sus almas están en las manos de Dios.
Señor del cielo por Ella, cumpliendo la palabra que había dado Finalmente, todas sus obras, que eran muchas y muy esclareci­
á los A póstoles, cuando les dijo 1: «Si me fuere para aparejaros das, se juntaron entonces, manifestándoselas Dios, para que la
lugar en el cielo, Y o volveré o tra vez y os llevaré conm igo». Ven­ acompañasen y llenasen de confianza y alegría. Si son bienaven­
dría con Él innumerable m ultitud de ángeles, para que se ha­ turados los muertos que mueren en el Señor, porque sus obras les
llasen en la muerte de María, y d e allí arrojaría á todos los demo­ siguen K ¿ cuánto más bienaventurada seria la que murió en Cristo
nios , sin que se atreviesen á lle g a r á su posada. ¡Oh qué palabras de puro amor de C risto, con abundancia de obras tan esclarecidas
tan regaladas diría el Hijo á la Madre! No alcanza nuestro en­ que la acom pañaban«? Si es bienaventurado el s ie rv o , á quien
tendimiento á rastrearlas, si no es por las que están escritas en el Señor halla velando cuando viene á su casa», ¿cuánto más bien­
el libro de los Cantares. D iríala con grande amor »: «Levántate, aventurada sería esta V irgen , que nunca durmió sueño profundo
paloma mía, am iga m ía, herm osa mía, y ven , porque ya es pa­ como tas vírgenes locas, ni aun sueño ligero como las prudentes,
sado el invierno, y han cesado las lluvias, y es llegado el fin sino siempre estuvo en vela*? Si el justo tiene grande esperanza
en la hora de la m uerte, ¿cuánto m ayor la tendría esta Rem a
de tus trabajos». V en, oh E sposa mía. del Líbano y de los demás
montes altos y fértiles de virtudes en que has morado >; deja ese de los justos ? ¡Oh V irgen Santísima! P ara que mi muerte sea en
mundo miserable, que es cueva de leones y monte de tigres; ven, algo semejante á la vuestra, alcanzadme que v iv a llagado de
y serás coronada con la corona de justicia que tan bien has me­ amor, y tan lleno de buenas obras, que no me toque el tormento
recido. En viendo la Virgen á su Hijo, y oyendo las palabras de la m uerte; justo es que m e toque el tormento corporal de la
que la decía al corazón, es de cree r que con la grande caridad muerte; pues es pena merecida por mi culpa; pero no me toquesu
que tenía, le pediría consolase á sus Apóstoles y discípulos, de­ tormento espiritual, afligiéndome con temor demasiado, con des­
rramando sobre ellos su copiosa bendición. Y luego, acordán­ confianza y desmayo de corazón. ¡O h alma! Si quieres que tu
dose del modo cómo su Hijo esp iró en la cru z, diría las mismas muerte sea preciosa, imita la vida de la V irg en , y multiplica las
buenas obras. ¿Lo practicas de este modo?
palabras que É l d ijo: «¡ Oh P a d r e mío en cuanto Dios, é Hijo mío
P a n to 3.° L os discípulos dieron sepultura al cuerpo de
en cuanto hombre, en vuestras m anos encomiendo mi espíritu •*!»;
la Virgen. — Considera có m o , después que la V irgen espiró,
y en diciendo esto, espiró. ¡O h cuán preciosa fué la muerte de
dióse sepultura á su bienaventurado cuerpo, con grande pompa
esta Señora en los ojos de D io s! ¡Oh Madre amantísima! Des­
del cielo y de la tierra , de modo que de Ella se puede decir lo que
cansad ya de vuestros trab ajo s, disfrutad alegre y perpetua­
Isaías dice de Jesucristo que su sepulcro fué glorioso, porque
mente de la gloria que habéis merecido y de la compañía de
vuestro Hijo. Pero no olvidéis q u e también nosotros somos hijos concurrieron á él la gente más gloriosa del cielo y de la tierra;
vuestros, y nos hallamos en e ste valle de lágrim as, expuestos es á saber: los Apóstoles y muchos discípulos, los cuales iban
á mil peligros y escollos: desde el cielo alargadnos la mano para cantando himnos y alabanzas á D io s y á su Madre, como el E spí­
sacarnos de ellos y llevarnos adonde estáis, á fin de que con Vos ritu Santo se los ponía en el corazón y en la b o c a ; y también
alabemos á Dios eternamente. vinieron los coros angelicales que seguían el cuerpo, y estuvie­
P a n t o S.° Causas por q u e f u é preciosa la m uerte de Ma­ ron tres d iasen el sepulcro con música celestial, honrando á la
ria,— Considera cómo la m uerte de María fué preciosísima á los
1 Cant. , ii, }. — » Sap., 111. 1. — » Apoc., xiv , 1 3 . - 4 Luc., xu, 34.
Joan., xiv, 3. — 3 Cant., 11, 10. — 5 Cant-, IV, 8. — 4 Psalm. xxx, 6. i Matth., xxv, 5. — « Prov. , xiv, 32. — 7 lsai., xi 10.

I
i

tijS Serie tercera.-—De la Virgen Santísima. MeJ. íj .— Asunción y gloria del alma de María. £79

que era Reina suya y estaba allí depositada. Adem ás, fué glo­ que tu sepulcro sea glorioso con verdadera y sólida gloria? Imita
riosísimo clsepulcro de María por los grandes m ilagros que hizo á M aría; practica, como E lla, las virtu des' ten grande horror al
D ios á la presencia de este venerable cuerpo: porque, aunque pecado; procura hacer siempre lo mejor. P ara esto, propón lo
mientras vivió no hizo m ilagros, parte por humildad, parte por que debes hacer, pide gracia para hacerlo, y ruega por todos tus
dejar esto á los Apóstoles y á los predicadores del E vangelio, y prójimos, para que en ellos se aumente la devoción á María.
parte porque su vida toda era un continuo m ilagro muy más glo­
rioso que la vida del B autista; pero, en muriendo, quiso su Hijo 33.— ASUNCIÓN Y GLORIA DEL ALMA DE MARÍA.
honrarla con esclarecidos m ilagros, como honra á otros Santos.
Finalmente, fué glorioso su sepulcro, porque, puesto caso que Preludio i .» El alma de Maria subió al cielo en compañía de su Hijo y de las jerar­
los Apóstoles y discípulos tiernamente sintieron la muerte de la quías angélicas. y fué glorificada.
Virgen, pero es de creer que luego les daría Cristo nuestro Señor Preludio 2.0 Represéntate al alma de Maria subiendo al cielo.
parte de la gloria de su Madre, llenando sus corazones de alegía PRELUDIO ) - 0' Pide conocimiento de la gloria de Maria y gracia de poder algún día
espiritual, acordándose que tenían en el cielo á una Madre y participar de ella.
Abogada que m iraría por ellos. ¡ Oh Virgen Soberana! De la ma­
nera que puedo, quiero acompañar vuestro cuerpo con mi espíri­ P u n t o ! . 0 Salutaciones afectuosas que se darían J e s ú s y
tu, y entrarme entre los dos coros de Apóstoles y ángeles, para el alm a de M aría a l sa lir de su cuerpo. — Considera cómo
cantarconellos vuestras alabanzas. Gracias os doy, V erbo eter­ el alma de la V irgen , luego que se desprendió de las ataduras de
no, por la honra que hacéis á vuestra Madre, por la cual os su­ su cu erp o, en el mismo instante fué introducida en el cielo y
plico me deis tal muerte, que merezca en su compañía gozaros glorificada. Pero meditando esto del modo que puedes, como
siempre en la gloria. ¿Qué suerte nos tocaría si ahora nos asaltase si hubiese sucedido poco á p o c o , pondera primeramente los
la muerte? ¿Cómo debemos esperarla y prepararnos para ella? dulces abrazos que se darían el Hijo y la Madre en aquella pri­
E p í l o g o y c o lo q u io * . ¡Cuán preciosa fué la muerte de mera salida, con gozo inefable. A llí se cumplió lo qué está
nuestra Santísima Madre! El mismo Jesucristo, su Hijo muy escrito 1: «Su mano siniestra está debajo de mi cabeza, y con su
amado, y Juez de vivos y muertos, quiso presenciarla y recibir mano derecha me ab razará» ; porque mientras viv ió , el Hijo la
aquella afortunada alma, al salir de su cuerpo. Millares de ánge­ sustentaba con la contemplación de los misterios y obras de su
les estarían presentes, y los demonios no osarían acercarse á humanidad, significada por la mano izquierda; pero, en murien­
aquel lugar, y con rabia tuvieron que respetar á aquella alma, do, la abrazó y rodeó con la vista clara de su divinidad, figu­
cuyo brillo jamás pudieron empañar. E l momento supremo se rada por la mano derecha. ¡Oh qué gozosa estaría esta alm a ben­
a c e rc a ; Jesús hace sentir á su Madre su presencia, llamándola al ditísima en aquel primer instante! Con qué afecto diría *: «¡Ha­
descanso con dulces palabras; y M aría, después de haber intere­ llado he al que ama mi alm a, asirle h e, y no le dejaré hasta que
sado á su divino Hijo en favor de los Apóstoles y discípulos que me lleve consigo y me introduzca en la casa de mi m adre, la
quedaban en el mundo, sin dolor, sin agonía, se duerme plácida­ celestial Jerusalén». Pondera también las salutaciones que diri­
mente en el Señor, y su alma, desatada de las ataduras del cuerpo, giría á la V irgen la ilustre compañía de las tres jerarquías celes­
vuela con rapidez al Corazón de su Hijo. Pero, ¡cuán rica de méri­ tiales. que con E lla subían, celebrando su asunción. Saludában­
tos! ¡Cuán adornada de preciosos carismas! ¡Cuán embellecida la, como dice san Atanasio, con varias salutaciones de grande
con la g ra cia divina y dones del Espíritu Santo! L os ángeles, gloria, y gozábanse de llevarla á su ciudad soberana; dábanle el
admirados, la contemplan,y no se cansan de mirarla, al ver que parabién de las grandezas que D ios había obrado en E lla , y á
sale tan brillante del cuerpo de barro, en que por tantos años una voz entonaban todos la salutación de san G ab riel, en que es­
ha morado. Entretanto, los Apóstoles y discípulos, tomando el taban sumadas sus grandezas; pero y o , entregiriéndome con
sagrado cuerpo de la V irg en , le dan honorífica sepultura. En el espíritu en medio de estas jerarqu ías, alabaré á esta Señora,
torno de este glorioso sepulcro se reúne lo m ás santo de la tie­ celebrando su triunfo, como los hebreos el de Judith. ¡Oh V irgen
rra, y los ángeles del cíelo que cantan armoniosos himnos. Los gloriosísima M V o s sois la gloria de Jerusalén, así d é la mili­
m ilagros que en él se obran son estupendos, supliendo el Señor tante como de la triunfante. V o s sois la alegría de Israel, así de
ahora los que la V irgen no hizo en vida. A l contemplar tan vene­ los que ven á D ios por la contemplación en esta vid a , como de
rando espectáculo, ¿qué siente tu corazón? ¿Deseas que tu muer­ los que le ven claramente en la otra. V o s sois la honra de núes-
te sea preciosa como lo fué la de María? ¿Quieres que el Señor
venga á recibir en sus brazos á tu alma saliendo del cuerpo? ¿Y • C anl., 11,6. — *Cant , 111, 4. — » Juditb, x v , 10.
88o Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. ? — Asunción y gloria del alma de María. 88l
tro pueblo v porque obrasteis siem pre varonilmente, y amasteis es por todos los conceptos incomprensible; porque si á todos
la castidad, sin jam ás conocer varón. Por esto seréis bendita los justos Jesucristo1 dará una medida de gloria buena, llena,
para siempre, y por vuestra c a u s a serán benditos los que por Vos apretada y colmada, ¿qué medida daría á su M adre2? Si con la
fueren amparados. Y nosotros, ¿no nos alegramos de la gloriosa medida que midiéremos seremos, medidos, quien nunca quiso
asunción de nuestra Madre? ¿N o procuraremos trabajar para ir tener medida limitada en amar y servir á Dios, ¿qué medida casi
á tomar parte en su triunfo? sin medida recibiríadel mismo Dios? L a medida de la V irg e n , en
P o n t o SS.° M aria sube á la gloria en brazos de su Hijo. el servicio de su Hijo, siempre fué buena con todo género de
— Considera cómo subió la V ir g e n Santísima á los cielos, no lle­ bondad,- sin mezcla de cu lp a ; llena de todas gracias y virtudes,
vada por manos de ángeles, com o fué llevado Lázaro el men­ con plenitud de buenas obras; apretada con trabajos y mortifica­
digo al seno de Abraham , sino p o r las de su mismo Hijo y en sus ciones; colmada y m uy sobrada con la observancia de los con­
mismos brazos, pagándole con esto los servicios y regalos que sejos evangélicos; pues si Dios premia á los justos con medida
le hizo en su niñez, trayéndole en los suyos. D e aquí procedió de gloria m il veces m ás excelente que sus servicios, ¿cómo
la grande admiración de las jerá rq u ías celestiales, las cuales de­ premiaría la medida tan excelente de su Madre? Sólo D ios que
cían 1: «¿Quién es esta que su b e del desierto, llena de deleites, se la dió, y la Virgen que la recibió, pueden conocer la inmen­
arrimada á su Amado?» C o m o si dijeran: ¿Quién es esta que sidad de esta medida. Bástanos saber que quedó harta en todas
sube del erial del mundo seco y estéril, donde no hay otra cosa sus potencias. Su entendimiento quedó harto con la vista clara
sino dolor y trabajo, y con todo esto sube rica, próspera y abun­ de Dios trino y uno, bebiendo en aquel m ar inmenso de su infinita
dante, llena de deleites ce le stia le s, estribando, no en sí misma, sabiduría, con tal abundancia, que los querubines, en su compa­
ni en los ángeles, sino en su A m ado? De esta manera entró la ración, están como vacíos. Su voluntad quedó harta con el am or
Virgen en el cielo empíreo, con alegría inefable de todos los cor­ beatífico de D ios, siendo él tan excesivo, que los serafines
tesanos celestiales y de la S an tísim a Trinidad; porque el Padre están, en su com paración, como helados. Su espíritu todo quedó
eterno se gozaba de tener co n sigo á su querida Hija; el Hijo harto con la posesión pacífica del bien infinito, engolfándose en
de tener consigo á s u dulce M a d re , y el Espíritu Santo de tener el mar de los gozos del Señor, y bebiendo del río de sus deleites
en su compañía á su amada Esposa. ¡Oh qué recibimiento tan con tal abundancia, que los ángeles todos, en su comparación,
alegre! ¡Qué besos de paz tan dulces! ¡Qué abrazos tan amoro­ están como sedientos. Finalmente: allí el Señor le premió la leche
sos! ¡ Qué coloquios tan tiernos pasarían entre tal Hija con tal que le había dado, las lágrim as que le había enjugado, el cáliz .
Padre, y entre tal Madre con tal Hijo, y entre tal Esposa con amargo que había bebido, dejándola tan satisfecha y bien pagada,
tal Esposo, y entre las tres d ivin as Personas, sobre honrar á tal que nada le pareció todo cuanto había hecho y padecido a l v e r el
Princesa! Venerando todo e sto en silencio, despierta en tu premio que recibía. ¡ Oh V irgen gloriosísima! Gózom e de vuestra
corazón vivos deseos de segu ir á la Virgen en esta gloriosa jor­ gloria, y del gozo y hartura que tenéis en esa m esa del cielo,
nada, comenzando por desam parar con el coi'azón al mundo y donde estáis sentada con vuestro H ijo, comiendo y bebiendo lo
mirándole como un destierro; subiendo cada día en virtud y san­ mismo que Él come y bebe: mejor m erecéis ese asiento que los
tidad , no estribando en tus fu e r z a s , sino en los auxilios del Se­ Apóstoles, pues permanecisteis con É l en sus tentaciones más
ñor; y alegrándote siempre en D io s y en las cosas de su ser­ fielmente que todos ellos. ¡Oh alma devota! Contempla la gloria
vicio. ¿Lo has hecho así hasta hoy? ¿Qué debes hacer en ade­ de M aría, y acuérdate que á los grandes premios sólo se puede
lante? ¡Oh V irgen sacratísim a! Subid gloriosa y triunfante por llegar por grandes trabajos. ¿Cóm o piensas acerca de estos?
esos cielos en brazos de v u e stro Hijo; recibid las regaladas sa­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué momento tan feliz para el
lutaciones de la corte del cielo y de la misma beatísima Trinidad. alma de María sería aquel en que, separada y a de su cuerpo, se
Muy justo es que seáis bendecida y alabada por D ios, habiendo encontró en los brazos de su amado Hijo! ¡Qué salutaciones
sido vuestra vida una continua bendición y alabanza del Señor. tan tiernas y cariñosas mutuamente se darían! ¡ Cuán regocijados
P e ro , no os olvidéis en v u e stra grandeza de los que vivimos en estarían los ángeles todos, viendo revertida de gloria y hermo­
la miseria; miradnos benigna, y compadeceos de nosotros, po­ sura á su amadísima y soberana Reina! P ero, preciso es i r á
bres pecadores. tomar posesión de su glorioso reino. Organizase brillante pro­
P o n t o 3.° Glorificación d e l alma de María.— Considera cesión; abren la marcha los escuadrones celestiales, y al fin de
en este punto la gloria esencial del alma de la V irgen, la cual ella viene M aría, cuya alm a es llevada, no por ángeles, como la

i Cant., viii, 5. • L u c . , v i , 3 8 .— 2 M atth , v i i , 2.

56
882 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
Med. 14.— Coronación del alma de Maria. 883
de L ázaro, sino por el mismo Señor de todos ellos. Himnos ar­
moniosos resuenan por los aires; los espíritus celestiales, asom­ glorioso 1 el nombre de madre que el nombre de criado, tanto
brados, se preguntan unos á otros quién es aquella Señora á es más alto el trono de la Virgen que el de los demás. P u es, si
quien tales distinciones hace su Rey. Y entretanto María es pre­ el primer á n g el, que después se perdió por su soberbia, estaba
sentada delante del trono de la beatísima Trinidad, que recibe á en el paraíso adornado con nueve géneros de piedras precio­
aquella Hija predilecta, Madre tierna y Esposa cariñosa con es­ s a s 3, esto es, con las perfecciones de los nueve coros angé­
peciales muestras de am or, y le da aquella medida sin medida de licos , ¿ cuánto más adornada estará la V irgen con todas las ’
gloria que había merecido con sus obras y trabajos; alumbra perfecciones de las piedras vivas y preciosas de la celestial Je-
su entendimiento con un océano de luz divina; llena su volun­ rusalén? Levántate en el espíritu, y mira con los ojos de la fe á
tad del amor del sumo Bien, y sumerge su espíritu en un abismo esta Madre del verdadero rey Salom ón, con la corona de gloria
de felicidad. ¡O hM aría! Gozad en hora buena de tanta dicha, y con que la coronó su Hijo en el día de su entrada en el ciclo, y
no os olvidéis de nosotros, m iserables desterrados. ¿Qué sentimos en el día de la alegría de su corazón. Escucha cómo renueva g o­
al v e r la felicidad de nuestra Madre? ¿No se despierta en nos­ zosa su antiguo cántico ’ : «Mi ánima engrandece al Señor, y
otros un deseo grande de acompañarla en ella? ¿Son nuestras mi espíritu se alegró en D ios mi Salvad or, porque miró la pe-
obras tales, que nos hagan merecedores de su gloria? Si llegase queñez de su s ie rv a ; desde hoy más m e llamarán bienaventu­
ahora el momento de presentamos á Dios, ¿qué suerte nos to­ rada todas las generaciones». ¡O h V irgen gloriosísim a! Y a
caría? Meditémoslo con cuidado, porque nos importa en gran pueden todas las generaciones del cielo y de la tierra llamaros á
manera; tratemos seriamente de hacem os dignos de la celestial boca llena bienaventurada, pues tenéis en posesión lo que hasta
recompensa, haciendo áeste fin eficaces propósitos, vivas y con­ aquí teníais en esperanza. Gózom e de la alteza de vuestro trono;
fiadas súplicas, sin olvidarnos de las necesidades que se nos han sea para bien ese asiento á la diestra de vuestro Hijo; muy
encomendado. bien os está esa vestidura de oro de caridad bordada con tanta
variedad de virtudes. ¡Oh alma m ía ! D a gracias al Señor por la
gloria que ha concedido á M aria, é imita las virtudes de esta
34,— CORONACIÓN DEL ALMA DE MARÍA. Señora para ser m erecedor de ella. ¿Cómo lo verificas?
P a n t o &.° M aría f u é coronada por la Santísim a T rin i­
P reludio i Maria fué coronada con brillantísimas coronas por la Santisima Trinidad. d ad con corona d e poder, sabiduría y amor.— Considera cómo
P reludio2.° Represéntate á Maria en el acto de ser coronada. María fué coronada por la Santísima Trinidad con tres coronas
P reludio 3.» Pide la gracia de conocer la gloria de Maria y de practicar las virtudes que preciosísimas. E l Padre Eterno la coronó con corona de potes­
la hicieron de ella merecedora. tad, concediéndola, después de C risto, poderío sobre todas las
criaturas del cielo, de la tierra y del infierno, cumpliéndose tam­
bién en E lla aquello del Salmo «: «Coronástela de honra y
i* n n to 1,° María f u é coronada como R ein a del universo.
gloria, y constituístela sobre las obras de tus manos». El Hijo de
— Considera aquí la coronación de la V irgen por Reina universal
Dios coronó con la corona de sab idu ría, dándola conocimiento
de todo lo criado. P o rqu e, luego de entrar en la corte celestial,
claro , no solamente de la divina Escritura y de todos los miste­
fué levantada sobre los nueve coros de los ángeles á gloria in­
rios que en ella están encerrados, sino de todas las cosas criadas
comparablemente m ayor que la de todos ellos. Su Hijo santísimo
y de todas las que pertenecen á su estado de Madre y A bogada
la sentó á su mano derecha en un trono de grande majestad,
nuestra. E l Espíritu Santo la coronó con corona de caridad, in­
con m ayores muestras de amor que Salomón sentó en otro trono
fundiéndola, no solamente el amor de D ios, sino el amor encen­
á su madre B etsabé'. A llí se cumplió lo que está escrito *:« Asis­
didísimo de los prójim os, con un celo ardentísimo de su bien
tí ó la R ein a d tu mano derecha, vestida con ropaje de oro, y
y salvación. ¡ Oh qué admiración y pasmo tuvieron las tres jerar­
adornada con variedad»; porque así como de Cristo nuestro
quías angélicas cuando vieron á la V irgen con tales coronas!
Señor se dice estar á la diestra del Padre, en cuanto gózalos
L os serafines se admiraban del ardor de su caridad; los querubi­
mejores bienes de gracia y gloria que hay en el cielo; asila
nes, de la plenitud de su ciencia; los tronos, de.la abundancia de
V irgen está á la diestra de su Hijo, porque después de É l tiene el su paz; las dominaciones, de la grandeza de su potestad; las v ir ­
más alto grado de gloria sobre todos los coros de los ángeles y tudes , de la excelencia de sus don es, y los demás ángeles, de
de los demás espíritus bienaventurados: porque cuanto es más la soberanía de su perfección y santidad. Pondera con admira-

1 III R eg , i i , 19 . — » P s a lm . x l iv , 10 .
1 Hebr., 1, 4.— 1 Ezech., xxviir, 13. — } Luc., i, 46. — 4 Psalm. vhi , 6 .
884 Serie tercera.— De la y irgen Santísima. Med. —Asunción Je la Virgen Santísima, cuanto al cuerpo. 885

ción esta triple co ro n a de la V irgen tu Madre, alegrándote gran­ contemplar la gloria de la V irg e n , ¿cómo no te m ueves á serle
demente que tenga tanta potestad y grandeza, que pueda con muy devoto? ¿A confiar en su protección? ¿ Y á venerar sus gran­
su intercesión rem ed iar tus miserias; tanta sabiduría, que sabe dezas?
muy bien todas tus necesidades y entiende tus deseos y oracio­ G p ílo g o y c o lo q u io s . ¿ Quién podrá comprender ni ima­
nes, y tanta caridad y ce lo , que desea más que tú el cumpli­ ginar siquiera la fiesta brillantísima que se celebraría en el cielo
miento de ellas. ¡O h Madre dulcísima, coronada por vuestro el día en que el alma de M aría fué gloriosamente coronada?
Hijo con m isericordia y abundancia de m isericordias '! Supli­ Sólo los ángeles y santos que la presenciaron podrían dam os
cadle que me coro n e con ellas en esta vida, para que alcance la una idea de ella. E l amable Salomón divino designó por sí mis­
corona de la otra. ¡ O h cristiano! Mira las coronas que la Trini­ mo el trono en que había de sentarse su M ad re, y lo colocó
dad beatísima ha concedido á tu Madre. ¿Desconfiarás de su sobre los ángeles y arcángeles y sobre todas las jerarquías ce­
lestes, y á su misma diestra, cumpliéndose al pie de la letra lo
patrocinio?
P a n t o 8.® M a ría fu é coronada con las tres aureolas y que había dicho D a v id :.« Sentóse la Reina á su diestra, vestida
con corona de doce estrellas.— Considera cómo . además de las con ropaje de oro, recamado con variedad de colores*. ¡Cuán
coronas dichas, la Santísim a Trinidad concedió á la Virgen María grande sería la admiración de los celestes espíritus al contem­
las tres coronas d e gloria accidental que los teólogos llaman plar á M aría! L a Santísima Trinidad pone en sus sienes precio­
laureolas ó coronas de laurel, que nunca pierde su verdor; sísim as coronas; el Padre le da corona de potestad; el Hijo de
conviene á sab er: laureola de virginidad, de martirio y magis­ sabiduría; y el Espíritu Santo de am or, haciéndola R eina poten­
tísima que todo lo puede, Reina sapientísima, á la cual nada se
terio, porque esta Señora fué V irgen de las vírgenes; fué mártir
en la Pasión de su H ijo, padeciendo en su espíritu lo que Él pa­ oculta, y Reina amantisima, que á todos abraza con ternura. Y
porque E lla ha sido V irgen purísim a, adórnala la aureola de
decía en el cuerpo; y fué maestra de nuestra religión, enseñan­
virginidad, más pura y blanca que la nieve; y porque ha sido
do los misterios de la fe á los mismos maestros de ella. Pondera
m ártir fortísim a, posee la aureola de m ártir, y la de doctora por
cómo María fué tam bién coronada con la corona de doce estre­
el m agisterio que ha ejercido. ¿Quién podrá calcular el brillo
llas, de que se. hace mención en el Apocalipsis ’ , porque como
de las doce estrellas que como corona la circundan? ¿Quién el
concurrieron en H ila las grandezas y virtudes de todos los
gozo con que todos los santos figurados por ellas están alrededor
órdenes de santos que hay en el c ie lo , así fué coronada con
de su trono alabándola, engrandeciéndola y arrojando á sus
los premios de todos ellos, figurados por las doce estrellas.
pies las coronas que poseen, reconociendo que á E lla se las de­
Resplandeció en E lla sumamente y con grandes ventajas la fe y
ben? ¿Qué sientes tú al contemplar tales grandezas? ¿No honra­
esperanza de los patriarcas; la luz y la contemplación de los
p rofetas; la caridad y celo de los A póstoles; la fortaleza y mag­ rás á una Reina tan gloriosa? ¿No te esforzarás en tenerla más
devoción? ¿Qué debes hacer para mostrársela? ¿Cómo te atre­
nanimidad de los m ártires; la paciencia y penitencia de los con­
ves á llam arte hijo de M aría siendo tan tibio en servirla? Suple
fesores; la sab id u ría y discreción de los doctores; la santidad y
siquiera con confusión la falta que tienes de am or, y para reme­
pureza de los sacerdotes; la soledad y oración de los ermitaños;
diarla de algún modo, forma eficaces y firmes propósitos, bajan­
la pobreza y obediencia de los monjes; la castidad y limpieza de
do muy al particular; suplica á la misma V irgen que te ayu de, y
las vírgen es; la hum ildad y sufrimiento de las viudas, con la fide-
ruégala por todas las necesidades y fines acostumbrados.
lidad y concordia d e los santos casados; y , por consiguiente, re­
cibió los premios y coronas de todos con exceso incomparable,
porque á E lla cu ad ra con gran propiedad lo que dice el Sabio 35.— ASUNCIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA, CUANTO AL CUERPO.
«Muchas hijas allegaron para sí riquezas, pero tú las has supe­
rado á todas». ¡O h Reina soberana! M uy m erecidas tenéis tan Prsuimo i .* María resucitó al tercer dia de muerta , y fué subida en cuerpo y alma al
cielo en brazos de ángeles.
gloriosas coronas en el cielo, por los copiosos frutos que lle­
P rbiudio 2.0 Represéntate á María subiendo majestuosamente al cíelo.
vasteis en la tie rra . Coronada estáis de estrellas, porque los
P reludio 3.0 Pide á la Virgen su auxilio para imitarla, de tal modo, que algún día
santos que os sigu ieron son gloria y corona vuestra, y por vues­ puedas resucitar glorioso como Rila y subir á la gloria.
tra intercesión y ayuda alcanzaron sus victorias. Y así, con
mucha humildad arrojan sus coronas á vuestros p ie s 4, recono­
P n n t o 1.° Incorrupción d el cuerpo d e la Virgen.— Consi­
ciendo que por vu estro medio las ganaron. Y tú, alma fiel, al
dera primeramente la incorrupción del cuerpo de la V irg en los
tres días que estuvo en el sepulcro, conservándole Dios con la
■ Psalm. cil , 4 . - 3 A p o c ., x n , 1. — 3 Prov., xxxi , 2 9 . - 4 A poc., 1». 10.
884 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. 35. —Asunción Je la Virgen Santísima, cuanto al cuerpo. 885

ción esta triple co ro n a de la V irgen tu Madre, alegrándote gran­ contemplar la gloria de la V irg e n , ¿cómo no te m ueves á serle
demente que tenga tanta potestad y grandeza, que pueda con muy devoto? ¿A confiar en su protección? ¿ Y á venerar sus gran­
su intercesión rem ed iar tus miserias; tanta sabiduría, que sabe dezas ?
muy bien todas tus necesidades y entiende tus deseos y oracio­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¿ Quién podrá comprender ni ima­
nes , y tanta caridad y c e lo , que desea más que tú el cumpli­ ginar siquiera la fiesta brillantísima que se celebraría en el cielo
miento de ellas. ¡O h Madre dulcísima, coronada por vuestro el día en que el alma de M aría fué gloriosamente coronada?
Hijo con m isericordia y abundancia de m isericordias ■ ! Supli­ Sólo los ángeles y santos que la presenciaron podrían darnos
cadle que me co ro n e con ellas en esta vida, para que alcance la una idea de ella. E l amable Salomón divino designó por sí mis­
corona de la otra. ¡ O h cristiano! Mira las coronas que la Trini­ mo el trono en que había de sentarse su M ad re, y lo colocó
dad beatísima ha concedido á tu Madre. ¿Desconfiarás de su sobre los ángeles y arcángeles y sobre todas las jerarquías ce­
patrocinio? lestes, y á su misma diestra, cumpliéndose al pie de la letra lo
P a n t o 3 .° M a r ía f u é coronada con la s tres anreolasy que había dicho D a v id :.« Sentóse la Reina á su diestra, vestida
con corona de doce estrellas.— Considera cómo . además de las con ropaje de oro, recamado con variedad de colores». ¡Cuán
coronas dichas, la Santísim a Trinidad concedió á la Virgen María grande sería la admiración de los celestes espíritus al contem­
las tres coronas d e gloria accidental que los teólogos llaman plar á M aría! L a Santísima Trinidad pone en sus sienes precio­
laureolas ó coronas de laurel, que nunca pierde su verdor, sísim as coron as; el Padre le da corona de potestad; el H ijo de
conviene á sab er: laureola de virginidad, de martirio y magis­ sabiduría; y el Espíritu Santo de am or, haciéndola Reina poten­
terio , porque esta Señora fué V irgen de las vírgenes; fué mártir tísima que todo lo puede, Reina sapientísima, á la cnal nada se
en la Pasión de su H ijo, padeciendo en su espíritu lo que Él pa­ oculta, y Reina amantisima, que á todos abraza con ternura. Y
decía en el cuerpo; y fué maestra de nuestra religión, enseñan­ porque E lla ha sido V irgen pnrisim a, adórnala la aureola de
do los misterios de la fe á los mismos maestros de ella. Pondera virginidad, más pura y blanca que la nieve; y porque ha sido
cómo María fué tam bién coronada con la corona de doce estre­ m ártir fortísim a, posee la aureola de m ártir, y la de doctora por
e l magisterio que ha ejercido. ¿Quién podrá calcular el brillo
llas, de que se hace mención en el A pocalipsis 2, porque como
de las doce estrellas que como corona la circundan? ¿Quién el
concurrieron en H ila las grandezas y virtudes de todos los
gozo con que todos los santos figurados por ellas están alrededor
órdenes de santos que hay en el c ie lo , así fué coronada con
de su trono alabándola, engrandeciéndola y arrojando á sos
los premios de todos ellos, figurados por las doce estrellas.
pies las coronas que poseen, reconociendo que á E lla se las de­
Resplandeció en E lla sumamente y con grandes ventajas la fe y
esperanza d é lo s patriarcas; la luz y la contemplación de los ben? ¿Qué sientes tú al contemplar tales grandezas? ¿No honra­
rá s á una Reina tan gloriosa? ¿No te esforzarás en tenerla más
profetas; la caridad y celo de los Apóstoles; la fortaleza y mag­
devoción? ¿Qué debes hacer para mostrársela? ¿Cómo te atre­
nanimidad de los m ártires; la paciencia y penitencia de los con­
ves á llam arte hijo de M aría siendo tan tibio en servirla? Suple
fesores; la sabidu ría y discreción de los doctores; la santidad y
pureza de los sacerdotes; la soledad y oración de los ermitaños; siquiera con confusión la falta que tienes de am or, y para rem e­
la pobreza y obediencia de los monjes; la castidad y limpieza de diarla de algún m odo, forma eficaces y firmes propósitos, bajan­
do m uy al particular; suplica á la misma V irgen que te ayu de, y
las vírgen es; la hum ildad y sufrimiento de las viu das, con la fide-
ruégala por todas las necesidades y fines acostumbrados.
lidad y concordia d e los santos casados; y , por consiguiente, re­
cibió los premios y coronas de todos con exceso incomparable,
porque á E lla cuadra con gran propiedad lo que dice el Sabio »: 35.— ASUNCIÓN DE LA VIRGEN SANTÍSIMA, CUANTO AL CUERPO.
«Muchas hijas allegaro n para sí riquezas, pero tú las has supe­
rado á tod as». ¡O h Reina soberana! M uy merecidas tenéis tan P reludio i .« María resucitó ti tercer día de muerta , y fue subida en cuerpo y alma al
cielo en brazos de ángeles.
gloriosas coronas en el cielo , por los copiosos frutos que lle­
Preludio 2.0 Represéntate i María subiendo majestuosamente al cielo.
vasteis en la tierra . Coronada estáis de estrellas, porque los
P reludio 3.« Pide á la Virgen su auxilio para imitarla, de tal modo, que algún día
santos que os siguieron son gloria y corona vuestra, y por vues­ puedas resucitar glorioso como Ella y subir ¿ la gloria.
tra intercesión y ayuda alcanzaron sus victorias. Y así, con
mucha humildad arrojan sus coronas á vuestros pies •*, recono­
P a n t o l.° Incorrupción del cuerpo de la Virgen.— Consi­
ciendo que por vu estro medio las ganaron. Y tú, alma fiel, al
dera primeramente la incorrupción del cuerpo de la V irg en los
tres días que estuvo en el sepulcro, conservándole Dios con la
' Psalm. cu, 4. — * Apoc., xn, 1. — J Prov., xxxi, 29. — 4 Apoc., 1». 10.
886 Serte tercera.— De la Virgen Santísima.
Med. y 5 . — Asunción, de la Virgen Santísima, cuanto al cuerpo. 887
misma entereza que tenía en v id a ; porque así como esta Señora,
Madre, que era pura criatu ra; y con esto juntamente despertar
aunque fué concebida por el orden natural de los demás hombres,
en nosotros grandes deseos de ir á verla, pretendiendo y buscan­
fué por especial privilegio preservada su alma de la corrupción
do, no las cosas de la tierra, sino las cosas del cielo, donde está
de la culpa, así tam bién, aunque murió su muerte natural, como
Cristo y su M adre, sentada á su diestra. Por último, para que
los demás hijos de A dán, por privilegio especial fué preservado
con toda propiedad, desde luego hasta el día del Juicio y para
su cuerpo de la corrupción, que fué pena de la culpa, de modo que
siempre, se conservase en la V irg en el nombre de Madre de Dios;
no cayese sobre E lla aquella maldición •: «Polvo eres, y en pol­ porque este nombre propiamente no cuadra á sola el a lm a . sino
v o te has de volver». Pondera las causas de este privilegio, que al compuesto de cuerpo y alma. Contempla los júbilos que ten­
fueron : la primera, en premio de su pureza v irg in a l, la cual fué dría esta Señora al resucitar gloriosa, anticipándose á todos los
m ilagrosa y nunca oída, con gran firmeza de voto y con grande demás bienaventurados. ¡ Qué gozoso estaría aquel cuerpo sacra­
constancia por toda la vida, y así había de ser premiada con pre­ tísimo, viéndose unido con aquella benditísima alma, y recibiendo
mio milagroso y extraordinario, pero m uy proporcionado, con­ por ella las cuatro dotes de gloria! Quedó mil veces más resplan­
servando la entereza de cuerpo tan puro sin corrupción, por toda deciente que el sol, y hermosísimo sin comparación más que l a (
la eternidad; la segunda causa fué en premio de la extraordina­ luna llena; inm ortal, im pasible, ligero y todo espiritualizado, sin
ria y m ilagrosa pureza y santidad de su alma, en la cual nunca temor de ham bre, ni de frío, ni de cansancio, ni de otra alguna
hubo gusano de culpa que la mordiese, ni polvo de pecado que la ' m iseria, porque todo esto se acabó, resucitando á nueva vida
manchase, ni resabio alguno del Adán terreno, y así, era muy para jam ás morir. ¡Oh Virgen gloriosísima! Gózome de este
conveniente que los gusanos no tocasen á su cuerpo, ni se convir­ nuevo privilegio que hoy os concede vuestro H ijo, cumpliendo el
tiese en tierra ó polvo, á semejanza del cuerpo del Adán celes­ deseo de vuestra alm a, glorificando vuestro cuerpo á semejanza
tial , por cuya santidad dijo David 1: «No permitirás que tu santo del suyo: abogad por mí en su presencia, para que cumpla los
vea corrupción». De aquí nace la tercera causa, porque así con­ deseos de mi alm a, favoreciéndome para que le sirva en esta
venía á la honra de Cristo, cuya carne era como una misma vida y después me glorifique en la otra. ¡ Oh alma! Si quieres re­
cosa con la carne de su purísima M adre, por haber sido tomada sucitar como M aría, debes v iv ir como Ella. ¿T e esfuerzas en
de e lla ; y como su carne nunca experimentó corrupción, así, dice imitarla? ¿En qué debes hacerlo?
san Agustín, no era razón que la experimentase la carne de su P a n t o 3 .° A sunción d el cuerpo glorioso d e Afar/rt.— Con­
Madre. ¡ Oh Aladre benditísima, A rca del nuevo Testamento, fa­ sidera en este punto la asunción del cuerpo glorificado de la V ir ­
bricada de madera de setín incorruptible! Gózome de la inco­ gen al cielo. Aunque no sabemos el modo cómo esto pasó, pero
rruptibilidad de vuestro cuerpo y del oro finísimo de vuestras podemos meditarlo á semejanza de la ascensión de C risto nuestro
virtudes, con las cuales adornasteis vuestro espíritu; alcanzadme Señor, imaginando que la resurrección de la V irgen se hizo a cá
por estos dones soberanos que os enriquecen, un espíritu quieto en la tie rra . viniendo su alma á unirse con su cuerpo, como se
y modesto, rico delante de Dios é incorruptible por la culpa. ¿Lo ha de hacer en la resurrección general en el día del jnicio. Mi­
poseemos nosotros? ¿Qué debemos proponer y hacer para al­ llares de ángeles estaban guardando el sepulcro, cantando mú­
canzarlo ? sicas celestiales; y desde allí darían voces á Cristo nuestro
P n n t o 2 .° Resurrección del cuerpo de la Virgen. — Con­ Señor, diciéndole aquello del S a lm o ': «Levántate, S e ñ o r ,á tu
sidera cómo el cuerpo de la V irgen , por la virtud de su Hijo, descanso, tú y el a rca de tu santificación», porque tu descanso
salió al tercer día viv o y glorioso del sepulcro, determinándose será llevar contigo el arca donde estovo depositado el tesoro de
el Señor á conceder á su Madre esta merced tan señalada, pri­ tu santidad. L uego comen zó á subir esta soberana A r c a en bra­
meramente porque, como la amaba tanto, quiso cumplir y llenar, zos de serafines y querubines, rompiendo por esos aires con jú ­
no sólo los deseos que su alm a benditísima tuvo de v e r á Dios, bilos de inefable gozó y aleg ría , y penetró todosJos cielos hasta
sino el deseo natural que tenía de unirse con su cuerpo, cual le llegar al empíreo. Recibióla con sumo regocijo su amado Hijo,
tienen las almas de los demás bienaventurados, las cuales, como poniéndola, como Salomón, en el Sancta Sanctorum , en el lugar
se dice en el Apocalipsis >, claman con gran deseo por la resu­ más alto y levantado de aquel templo celestial. Coronóla, como
rrección de sus cuerpos. Adem ás, quiso el Señor darnos con esto al arca, con una corona de oro purísimo, rodeando todo su
esperanzas de nuestra resurrección, con la fe de que, no sola­ cuerpo de una claridad y hermosura indecible. ¡Oh qué claro
mente resucitó Él, verdadero Dios y hombre, sino también su estaría el cielo, renovado con la luz de tal sol y tal luna, como

i G e n ., n i. 19. — » Psalm. x v , 10. — 3 A poc.. v i. 10. • cxxxi.S .


888 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. MeJ. jó . — Humildad de Marta para con Dios. 88 9
Cristo y su M adre! ¡ Qué a le g r e s estarían los ángeles con la gloria bién en favor de las demás necesidades que se nos han éneo*
de tal Reina, por cuya intercesión esperaban que se repartirían mendado.
las sillas de este reino! ¡Q u é regocijados los otros bienaventura­
dos con la gloria de tal M a d re , por cuyo medio confiaban ver
poblado el cielo de innum erables hombres! Y ¡qué contenta es­ 36.— HUMILDAD DE MARÍA PARA CON DIOS.
taría esta humilde M a d re, viéndose levantada desde lo más bajo
de la tierra hasta lo m ás a lto del supremo cielo! ¡Oh Madre san­ Preludio i .* María ocultó con humildad los doñea de Oios , sintió que se descubrie­
tísima! Gózom e de las d o s estolas de gloria que os han dado, s e n , y , llegado este caso, le tributó toda la (¡loria de dios.
una para vuestra alma, c o m o á los demás bienaventurados, y otra, Preludio 2.* Represéntate á María, turbada y contusa, oyendo las alabanzas que le
tributa el ángel.
por especial privilegio, d e sd e luego, para vuestro cuerpo; conce­
Preludio }.♦ Pide la gracia de imitar esta humildad de María.
dedme que yo me levante sob re todo lo terreno, y suspire por
el cielo donde estáis V o s, M adre gloriosa, y en donde espero go­
zar de vuestra vista por to d o s los siglos. Pero ¿qué debo yo ha­ P u n t o l . ° M aria encubrió y escondió los dones y regalos
cer para lograr tanto bien? ¿ Cómo me tengo de humillar? de D ios. — Considera cómo el prim er acto de humildad que ejer­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán generoso y espléndido remú- citó M aría cerca de los dones que recibió de nuestro Señ or, fué
nerador es Jesucristo! No s e contentó con honrar y glorificar de encubrirlos con sumo silen cio, sin descubrirlos con palabras,
un modo soberano el alm a d e su Madre; quiso también honrar meneos ni señales exteriores. Esto es lo prim ero que ex ig e esta
su cuerpo. Comenzó p ara e sto preservándolo de la corrupción á virtud dei que recibe favores grandes del c ie lo : p or ningún
que vienen á reducirse to d o s los otros. ¡A h! No convenía cierta­ respeto humano, ni por algún título aparente de glorificar á Dios
mente que fuese d evo rad o por los gusanos y reducido á polvo ó aprovechar al prójim o, permite que se publiquen, si no es en
aquel cuerpo, cuya alma estu v o limpia de la culpa original, libre los casos de necesidad en que nuestro Señor quiere y ordena que
de toda mancha, aun la m á s insignificante; aquel cuerpo que se descubran, pero fuera de estos casos, quien manifiesta los
había sido el campo fértil en donde había nacido Jesús, que le dones que recibe en secreto, se pone á peligro, com o dice san
había alimentado con su substancia, y cuya carne puede decirse G regorio, de que se los roben los ladrones de la vanagloria, so­
que era la misma carne de Cristo. No quedaba todavía satisfecha berbia y presunción. Y por esto la humildad, con gran fuerza,
la bondad del Señor con s ó lo preservarle de la corrupción. Era dice aquello de Isaías «Mi secreto para m í, mi secreto para
preciso anticipar el tiem po de comunicarle nueva vida sobrena­ m i»; y lo repite dos veces, para significar las vera s con que
tural, espiritual y glo rio sa. A sí lo hizo el S eñ or, y a para cum­ toma guardar este secreto , y gozar de él á sus solas. Pondera
plir los deseos del alm a d e M aría, y a para a vivar en nosotros la ahora cuán bien guardó todo esto la V irgen santísima; porque
fe d é la resurrección, y a, e n fin, paraquesiem pre pudiésemos lla­ E lla ocultó la revelación del ángel * y el misterio de su preñez
m ar á M aría con el glo rio sísim o título de Madre de D ios, el cual co n ta l cuidado, que n i á s u mismo esposo san José quiso des­
corresponde, ne al alma ó cuerpo aislados ó separados, sino al cubrirlo, á pesar del tierno amor que le profesaba, y la ilimi­
compuesto de entrambos. Y a desciende gloriosa el alma de Ma­ tada confianza que le inspiraba : por lo cual con mucha razón
ría, acompañada de escuadrones angélicos; y a penetra en el arca la llama su Am ado * huerto cerrado y fuente sellada, porque en­
santa de su cuerpo; y a aparecen en éste las dotes de un alma cerraba con silencio las gracias que recibía de D ios, sin hacer
glorificada; es más b rilla n te que el so l, más sutil que un espíritu, plaza de e lla s , hasta que Dios las manifestaba. A si, con su ejem­
m ás ágil que el pensam iento, más impasible que el mismo cielo. plo condena M aría tu vanidad y el afán con que deseas dar á co­
Gozad, ¡oh Madre g lo r io s a !, de tal felicidad. ¡Oh, si nosotros pu­ nocer las gracias que el Señor te concede, mayormente si alguna
diésemos conservar a q u e lla pureza que os m ereció tanta dicha! vez se digna visitarte con algún consuelo en la oración; de don­
¡O h, si supiéramos im itar la fe, humildad, obediencia y demás de nace el perderlo p resto , porque de donde hablas de sacar
virtudes que os sublim aron á tanta gloria! ¿Qué hemos hecho provech o, sacas d a ñ o , y lo que había de ayudarte para aumen­
hasta hoy? ¿Qué harem os e n lo sucesivo? ¿Cómo nos hemos de tar las virtudes, por tu soberbia te eS ocasión de acrecentar la
hacer m erecedores de la gloria de nuestra dulce Madre? ¿Nos vanidad y amor propio. ¡Oh Madre inmaculada! Bien dijo vues­
humillamos como E lla ? ¿Procuram os conservarnos puros como tro Esposo que vuestra hermosura era toda interior, porque
E lla? ¡A h ! ¡Qué d iferen cia tan inmensa! Avergoncémonos de aunque recibisteis gracias tan soberanas que os hacían superior
nuestra pobreza y m is e ria ; propongamos adq uirirlas virtudes
que no poseemos; pidám oselo á la V irgen, interesándola tam­ ■ Isai., xxiv, 16. — * Matth., i, 19. — 3 Cant., iv, 12.
890 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. j ó .— Humildad de María para con Dios. 891

á lo s mismos serafines, con vuestra humildad supisteis encu­ alguna v ía , le des luego la gloria de to d o . y le alabes y bendi­
brirlas de tal m odo, que en vuestro exterior procurabais no gas por e l lo , diciendo aquello de D avid ’ : «No á nosotros,
distinguiros de los demás siervos de D ios, deseando que sólo el Señor, no á nosotros, sino á tu santo nombre sea la gloria», y
Señor fuese el testigo de vuestras excelencias. ¡Oh alma fiel! con el mismo afecto desees que todos los demás también den la
Oculta cuanto puedas las gracias que el Señor te concede, para gloria á Dios por lo mismo, diciendo aquello del mismo profe­
que no las lleve el viento de la vanidad. ¿Lo has hecho así? ta J: «Engrandeced conmigo al Señor, y alabemos todos juntos
P a n t o Ü.° Maria sintió que se descubriesen sus dones su santo nombre». Esto hizo la V irgen cuando vió que el Señor
celestiales.— Considera cómo el segundo acto que inspira la hu­ había revelado á santa Isabel el misterio de la encarnación del
mildad á un alma que ha recibido grandes dones de D io s , es abo­ Hijo de D ios, que en sus entrañas se había obrado, y cuando
rrecimiento de sus propias alabanzas, y si alguna vez se ve oyó las grandezas que la decía, porque al mismo punto dió la
precisada á oirlas á pesar su yo , las oye de mala g an a , con en­ gloria de todo á sólo D ios, diciendo» :« Mi alma engrandece al
cogimiento y aflicción, porque, como dice san G regorio, el hu­ Señor y mi espíritu se alegró en Dios, mi S a lv a d o r: porque se
milde, cuando es alabado de otros, ó no reconoce en sí el bien dignó mirar la pequeñez de su sierva, y por esto todas las g e­
que oye, siendo tal el conocimiento de su propia miseria y vi­ neraciones me llamarán bienaventurada»; que fué como decir:
leza , y teniendo su entendimiento tan ocupado en meditarla, que Isabel, tú me engrandeces á mi por la dignidad que se me ha
se olvida de lo bueno que en sí tiene ; ó, si lo conoce, teme per­ dado; yo engrandezco á D ios, cuyo es el bien que poseo, y que
derlo con el vano contentamiento de su loa, porque sabe muy solo es digno de toda gloria y magnificencia: tú te alegras de
bien que este suele ser el ardid de que se vale el demonio para que te visite; yo cifro toda mi alegría en D ios mi Salvador: tú
derribar á las almas favorecidas de D io s , exaltándolas primero me llamas bienaventurada porque c r e í; y o atribuyo mi bien­
para después humillarlas y conturbarlas; ó quizá teme que Dios aventuranza á sola la bondad infinita de Dios, que se dignó mirar
le premie con este premio temporal de las alabanzas mundanas, mi miseria y pequeñez. Y nosotros, ¿á quién damos la gloria de
porque ha de ser excluido del eterno, diciéndole el Señor en la los bienes que poseemos? ¿Nos alzamos injustamente con ella?
hora de la muerte: «Recibiste ya tu p a g a ». Pondera cómo la ¡O h V irgen gloriosísim a! ¡Cuán bien nos enseñáis la práctica
V irgen santísima ejercitó este acto, pero con modo muy levan- ‘ de la más perfecta humildad! Como agradecida, reconocéis los
tado, cuando el ángel la saludó con palabras de tan grande gloria, bienes que os ha concedido el S eñ o r; como humilde, dais á Él
llamándola llena de g ra c ia ' y bendita entre las mujeres; porque, toda la g lo ria; como agradecida, dáis g r a c ia s á D io s por sus
como humilde, se turbó y encogió, pareciéndole que tanta gran­ dones; como humilde, no os tenéis por dueña, sino administra­
deza no cabla en su pequeñez, por la baja estima que de sí tenía. dora; como agradecida, los empleáis en su servicio; como hu­
L o cual ha de moverte á grande confusión; viendo que es tal tu milde, os parece nada lo que hacéis para lo que É l m erece.
m iseria, que, estando lleno de defectos, te olvidas de todos ellos, Ilaced que yo os imite en el agradecimiento y en la humil­
para no pensar más que en algún insignificante bien que poseas, dad, y por estas virtudes me haga digno de las gracias del cielo.
y cuando por él te alaban, recibes grande complacencia, mi­ E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán contento estaría el Señor
rando, como dice J o b s, con grande gusto al sol cuando está en viendo la humildad con que la V irgen recibía los dones y favo­
toda su claridad. ¡Oh V irgen admirable! ¿De dónde á Vos tanta res que en su alma depositaba! Porque E lla con gran cuidado
humildad, que, siendo riquísima, no queréis oir hablar de vues­ los ocultaba, diciendo lo de Isaías: «Mi secreto para mí». Es
tras riquezas, y siendo nobilísima, os da en rostro que os recuer­ Madre de D io s , en su seno ha obrado el Espíritu Santo el m ayor
den vuestra nobleza? Hermoso contraste presenta vuestro espí­ de los prodigios, es la bendita entre las mujeres y la figurada en
ritu: es digno de toda alabanza, y sólo quiere desprecios; es la antigua L e y , y la deseada de los patriarcas; E lla lo s a b e , y á
m erecedor de toda g lo r ia , y nada quiere tanto como permane­ nadie lo participa, ni aun á su mismo esposo, conociendo la tri­
cer olvidado. ¿No nos sirve de confusión este ejemplo dé María? bulación que éste su fre, inquieto por el estado en que E lla se
¿Cómo oiremos en adelante nuestras alabanzas? encuentra. ¡Cuán admirable es, M aría, vuestra humildad! D e la
P a n t o 3 .° Maria tributó siem pre toda la gloria d D ios— misma procede la turbación vergonzosa, la confusión grande
Considera el tercer acto que inspira la humildad al que ha re­ que siente esta Señora cuando son descubiertos y manifestados
cibido algunos dones del Señor. Este acto consiste en que, cuan­ los dones que la Majestad divina le ha concedido. ¡Qué turba­
do Dios quiere que sus dones se descubran, ó E l los descubre por da, confusa y dulcemente avergonzada está, al oir las alaban­

• l-uc.. 1. iS — * Job, xxxi, i6. • l*salm. c.xm .9 . — 2 Psalin. x.vcm, 4. — } Luc. 1. 46.
892 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. jj .— Humildad de Marta en orden á los demás. 893

zas del arcángel san G a b r ie l! Ni siquiera se atreve á contestarte; liarse más que todos, aun cuando pudiera excusar la humilla­
conténtase con pensar y discurrir qué salutación tan nueva es ción, á imitación de Cristo nuestro Señor, que se humilló á la
la que se le dirige. M as, s i el Señor descubre las grandezas sobe* ley de la circuncisión, y se hizo obediente hasta la m uerte de
ranas que en E lla ha o b ra d o , no pudiéndolas E lla ocultar, ni en­ cruz. Esto cumplió también la V irg en puntualmente, guardando
cubrir con el disimulo y vergüenza santa, endereza sus pala­ la ley de la purificación, aunque no la obligaba y era con algún
bras al mismo D ios, y le d a la gloria de todo, confesando y ala­ detrimento de su honor, por ser la le y dada para las m ujeres no
bando su poder y bondad, y la miseria y vileza que Ella de sí limpias, que habían concebido por obra de varón, queriendo con­
tiene. ¿V es á tu M adre cu án humilde es? ¿Cómo te portas tú. formarse en esto con las demás mujeres que tenían h ijos, como si
cuando alguna gracia r e c ib e s del Señor? ¿L a cacareas y publicas fuera una de ellas. ¡ Oh V irgen humildísima! A l v e r el santo cui­
pronto? ¿L a atribuyes á ti mismo ? ; Das al Señor toda la gloria? dado que tenéis en buscar ei último lu g ar en todas ocasiones, y
A cuérdate que este S e ñ o r te ha dado todas las cosas, pero ha la humildad con que os sujetáis á todas las leyes y ordenacio­
reservado para sí la g lo r ia . ¡A y de ti, si se la usurpas! Entra nes, aun con menoscabo de vuestra fam a, y a no quiero para mí
dentro de tu corazón, in d a g a y escudriña las cosas y las ocasio­ privilegios y exenciones, ni desecharé el último lo ga r en la casa
nes en que sueles robar l a gloria al Señor; propón corregirte, y de D ios; al contrario, con verdadero deseo lo buscaré, sabiendo
pide la gracia que te es p a r a esto necesaria; no olvides las ne­ que es más honroso ser el más abyecto en la casa del Señ or, que
cesidades generales y p articulares del mundo. morar en los palacios de los reyes. ¡O h cristiano! Aprende de
tu Madre á humillarte y á someterte á todos. ¿ En qué cosas de­
37.— HUMILDAD DE MARÍA EN ORDEN A LOS DEMAS. bes corregirte ?
JPunto M arta se som etió á lodos y escogió oficios bajos
y hum ildes. — Considera cómo la virtud de la humildad m ueve
Preludio i .» M a ría s e s u je t ó á D io s y i to d a h u m an a c r ia tu ra p o r D io s.
al que la posee á sujetarse y hum illarse, no solamente á los ma- -
Preludio a .° R e p re sé n ta te á M a r i a e je r c itá n d o s e e n o ficio s h u m ild e s y desprectades,
y a en el te m p lo , y a en N a z a re th .
y ores y á los igu ales, sino también á los m enores, dando á todos
Preludio 3.° Pide la gracia d e saber im ita r e s ta humildad de M a ría . el primer lugar, y previniéndoles con los comedimientos y corte­
sías de honra, ganándoles en todo esto por la mano, conforme al
consejo de san P ab lo , que d ic e 1: «Por la humildad teneos por
P a u t o l.° María s e h u m illó á D ios y á su s representan­ superiores unos de otros, y prevenios uno á otro en todo lo que
tes. — Considera cómo l a verdadera humildad para con Dios fuere honra». A sí lo hizo la V irg en cuando fué á visitar á santa
enseña d e s c o g e r, com o dice David ’, el lugar más desprecia­
Isabel y la saludó prim ero, humillándose, como dice san A m ­
do en su casa y , cuanto e s de su p arte, ponerse en el lugar pos­ brosio, la m ayor en su dignidad á la que era mucho m enor, y
trero , aunque Dios le d é el primero. D e este modo lo hizo la
ocupándose en servirla. Y lo mismo guardaba con todos, como
V irgen : cuando vió que. D ios la quería poner en el lugar más
maestra de hum ildad, sujetándose por D ios á toda humana cria­
alto dé su casa, después de su H ijo , haciéndola Madre suya,
tura. También quiere esta virtud que el que la tiene, sirva á
como humilde, tomó p a r a sí el postrero, cual suele ser el délas otros en oficios bajos y humildes, y se ocupe en ellos con gusto,
esclavas, llamándose e s c la v a del Señor. Y por esta causa, co­
como quien nació, no para ser servid o , sino para s e r v ir , al
rrespondiendo á su d e se o , la contó san L ucas 2 en el postrer lu­ modo que dijo Cristo nuestro Señor *: «No vine para que otros
g ar , después de los A p ó sto le s y de las otras m ujeres, entre las me s irv a n , sino para servir yo á todos, y dar mi vida por su
cuales estaba la que h a b ía sido pública pecadora. Y por esta redención»; lo cual cumplió exactam ente, ocupándose en oficio
misma causa, como v e rd a d e ra humilde, cuando entró en Belén, de carpintero y ganando de comer con esté oficio, que hacia en
gustó de tomar para su m orada el más vil lugar del mesón, que servicio de otros, y sirviendo después á sus discípulos, hasta
era el establo. Enseña, a d e m á s , esta misma humildad á sujetarse lavarles los pies, dándonos ejemplo para que cumplamos lo que
y obedecer á todas las le y e s y ordenaciones de Dios y de sus después dijo san Pablo»; «Por la caridad del espíritu, servid
ministros, aunque sean e n cosas contrarias á la honra y repu­ unos á otros». Esto mismo ejercitó la V irg en , porque como po­
tación propia, sin querer admitir privilegios y exenciones, aun­ bre mujer de un pobre oficial, se ocupaba en los oficios humil­
que haya causa para e llo ; y aunque no esté obligado á ellas por des de su casa, y ayudaba á ganar su comida con el trabajo de
precepto, gusta el h u m ild e de obedecer como todos, por humi- sus manos, teniéndose también en esto por e s c la v a , cuyo oficio

1 P*alm. lxx xiu, i i . — a A e t . . 1 , 14.


> Rom., xit, 10. — * M a tth . , xx, j8. — i G alat. . v, 13.
8 92 Serie lereera,— De la Virgen Santísima. Med. 3 7 .— Humildad de Maria cu orden ti los demás. 893
zas del arcángel san G a b rie l! Ni siquiera se atreve á contestarle; liarse más que todos, aun cuando pudiera excusar la humilla­
conténtase con pensar y discurrir qué salutación tan nueva es ción, á imitación de Cristo nuestro Señor, que se humilló á la
la que se le dirige. M as, si el Señor descubre las grandezas sobe­ ley de la circuncisión, y se hizo obediente hasta la muerte de
ranas que en E lla ha o b ra d o , no pudiéndolas E lla ocultar, ni en­ cruz. Esto cumplió también la V irgen puntualmente, guardando
cubrir con el disimulo y vergüenza santa, endereza sus pala­ la ley de la purificación, aunque no la obligaba y era con algún
bras al mismo D ios, y le da la gloria de todo, confesando y ala­ detrimento de su honor, por ser la ley dada para las mujeres no
bando su poder y bondad, y la miseria y vileza que Ella de si limpias, que habían concebido por obra de varón, queriendo con­
tiene. ¿V es á tu Madre cuán humilde es? ¿Cómo te portas tú, formarse en esto con las demás mujeres que tenían hijo?, como si
cuando alguna gracia r e c ib e s del Señor? ¿L a cacareas y publicas fuera una de ellas. ¡ Oh V irgen humildísima! A l v er el santo cui­
pronto? ¿La atribuyes á ti mismo ? ¿ Das al Señor toda la gloria? dado que tenéis en buscar ei último lugar en todas ocasiones, y
Acuérdate que este S e ñ o r te ha dado todas las cosas, pero ha la humildad con que os sujetáis á todas las leyes y ordenacio­
reservado para sí la g lo ria . ¡A y de ti, si se la usurpas! Entra nes, aun con menoscabo de vuestra fam a, y a no quiero para mí
dentro de tu corazón, in d a g a y escudriña las cosas y las ocasio­ privilegios y exenciones, ni desecharé el último lugar en la casa
nes en que sueles robar la gloria al Señor; propón corregirte, y de D ios; al contrario, con verdadero deseo lo buscaré, sabiendo
pide la gracia que te es p a r a esto necesaria; no olvides las ne­ que es más honroso ser el más abyecto en la casa del Señor, que
cesidades generales y p articulares del mundo. morar en los palacios de los reyes. ¡ Oh cristiano! Aprende de
tu Madre á humillarte y á someterte á todos. ¿ En qué cosas de­
37.— HUMILDAD DE MARIA EN ORDEN A LOS DEMÁS. bes corregirte?
A’ u n t o g .° M aria se som etió á todos y escogió oficios bajos
y h u m ild es.— Considera cómo la virtud de la humildad m ueve
Preludio 1,0 M ir la ae sujetó á D io s y á to d a humana criatura p o r D io s.
P reludio 1 .a R e p resén ta te á M a r ía e je rc itá n d o s e en o fic io s h u m ild e s y despreciados,
al que la posee á sujetarse y hum illarse, no solamente á los m a -.
y a en el te m p lo , y a en N a za re th . yores y á los iguales, sino también á los m enores, dando á todos
P reludio 3 .o P id e la g ra c ia d e s a b e r im ita r esta h u m ild ad d e M a ría . el primer lugar, y previniéndoles con los comedimientos y corte­
sías de honra, ganándoles en todo esto por la mano, conforme al
consejo de san P a b lo , que d ic e ': «Por la humildad teneos por
P a u t o l.° María s e h u m illó á D ios y á s u s representan­
superiores unos de otros, y prevenios uno á otro en todo lo que
tes. — Considera cómo l a verdadera humildad para con Dios
fuere honra». A sí lo hizo la V irgen cuando fué á visitar á santa
enseña d e s c o g e r, com o dice David ', el lugar más desprecia­
Isabel y la saludó prim ero, humillándose, como dice san A m ­
do en su casa y , cuanto e s de su p a rte , ponerse en el lugar pos­
brosio, la m ayor en su dignidad á la que era mucho m enor, y
trero , aunque Dios le d é el primero. D e este modo lo hizo la
ocupándose en servirla. Y lo mismo guardaba con todos, como
V irgen : cuando vió que D ios la quería poner en el lugar más
maestra de hum ildad, sujetándose por Dios á toda humana cria­
alto de su casa, después de su H ijo , haciéndola Madre suya,
tura. Tam bién quiere esta virtud que el que la tiene, sirv a á
como humilde, tomó p a r a sí el postrero, cual suele ser él délas
otros en oficios bajos y humildes, y se ocupe en ellos con gusto,
esclavas, llamándose e s c la v a del Señor. Y por esta causa, co­
como quien n a ció , no para ser se rv id o , sino para s e r v ir , al
rrespondiendo á su d e se o , la contó san L u c a s J en el postrer lu­
modo que dijo Cristo nuestro Señor *: «No vine para que otros
g ar , después de los A p ó sto le s y de las otras m ujeres, entre las
me s irv a n , sino para servir yo á todos, y dar mi vida por su
cuales estaba la que h a b ía sido pública pecadora. Y por esta
redención»; lo cual cumplió exactamente, ocupándose en oficio
misma causa, como v e rd a d e ra humilde, cuando entró en Belén,
de carpintero y ganando de comer con esté oficio, que hacía en
gustó de tomar para su m orada el más vil lugar del mesón, que
servicio de otros, y sirviendo después á sus discípulos, hasta
era el establo. Enseña, a d e m á s , esta misma humildad á sujetarse
lavarles los pies, dándonos ejemplo para que cumplamos lo que
y obedecer á todas las le y e s y ordenaciones de Dios y de sus
después dijo san P a b lo »: «Por la caridad del espíritu, servid
ministros, aunque sean e n cosas contrarias á la honra y repu­
unos á otros». Esto mismo ejercitó la V irg en , porque como po­
tación propia, sin querer admitir privilegios y exenciones, aun­
bre mujer de un pobre oficial, se ocupaba en los oficios humil­
que haya causa para e llo : y aunque no esté obligado á ellas por des de su casa, y ayudaba á ganar su comida con el trabajo de
precepto, gusta el h u m ild e de obedecer como todos, por humi- sus manos, teniéndose también en esto por escla va , cuyo oficio
■ Psalm. l xx x i i i , 1 1 . — a A e t . . 1 , 14.
1 Rom., xn, 10. — > Matth., xx, 28. — i Calat.. v, 13.
8 94 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. )8.— Humildad de María en las contradicciones. 895

es servir á los demás de su casa. Y nosotros, ¿ gustamos de riosa es la humildad que M aría ejercita en sus relaciones con
sujetarnos á los dem ás, como M aría? ¿Nos repugna el ejerci­ los prójimos! E lla escoge siem pre el último lugar, acordándose
tarnos en oficios humildes ? ¡ Oh V irgen hum ildísim a! Ahora del consejo de su divino H ijo, que d ice: «Si fueres convidado,
comprendo por qué el Señor os ha enriquecido tanto, y os ha ponte en el ultimo lugar*. El Señor la nombra su Madre, y E lla
colocado, no entre los príncipes de su pueblo, sino por Reina se llam a e s c la v a ; es la Madre de Jesús y M aestra de los A pós­
de todos ellos. Es que V o s o s humillasteis tanto, que siempre toles, y en las juntas y reuniones de los cristianos busca el pos­
quisisteis ser pobrísima, ocupar el último lu gar y ejercitarlos trer lugar. Som étese con prontitud, humildad y rendimiento á
más humildes oficios. Enseñadm e, Señora, tal modo de humil­ todas las leyes y ordenaciones de D ios, aunque le acarreen al­
dad, para acompañaros en la gloria. guna afrenta ó infamia, y obedece alegre á todas las leyes que
P a n t o 3 .° M aría rehusó oficios y cargos honrosos.— Con­ dan los Apóstoles. S irv e , no sólo á sus superiores é iguales, sino
sidera cómo la humildad, no sólo quiere de sus seguidores que aun á los inferiores; busca los oficios m ás bajos y despreciados,
se ocupen en oficios bajos y hum ildes, sino que rehúsen, cuanto sin desdeñarse de hacerlos, aunque es la Reina del universo. Y ,
esté de su parte, oficios y cargos honrosos, y ministerios que cuanto es de su parte, huye de todas las cosas que pueden pro­
suelen ser estimados de los hom bres; ó por juzgarse por inhábi­ porcionarle honra y estimación entre los hombres. No es extraño
les ó indignos de elfos, ó por huir la honra que traen consigo, 6 que el Señor se enamore tanto de E lla, que decida colocarla en
por acomodarse á su estado humilde, viviendo contentos con él. el prim er lugar después de si. ¡Dichoso tú Si imitaras esta humil­
Esto guardó la V irgen , la cual, como dice santo Tom ás,no dad de M aría! Serías agradable á D io s, y tu trato y compañía se­
hizo en su vida milagro alguno, ni quiso p red ica ren público; ría grata á los hombres. A s í com o la soberbia es una peste que
y si enseñaba á los Apóstoles y á otros fieles los misterios de la divídelos corazones é introduce en la sociedad la desunión, la
f e , era en secreto, dejando esta honra para los A póstoles y dis- disputa y los gérm enes de la destrucción, así la humildad es un
.cípulos, acomodándose á la regla que después dijo san P ablo': lazo de oro que une los corazones y los espíritus. E l humilde, con
«No se ha de permitir que la mujer enseñe*; antes, es de creer todos vive unido; con los superiores á quienes respeta y obedece,
que en el templo y en las juntas y sermones estaba oyendo como con los iguales á quienes considera y am a, y con los inferiores
las demás m ujeres, y con grande humildad veneraba á los sacer­ á quienes no se sobrepone coit orgullo, sino que trata con amor,
dotes de C risto , y recibía de ellos la sagrada comunión, tenién­ llegando á humillarse á ellos. ¿Qué haces tú? ¿Cómo te portas?
dose por indigna de tener tal potestad, ni deseando que su Hijo, ¿No te acusa tu corazón de haberte apartado de esta norma di
por especial dispensación; se la comunicase. En todo lo cual has vina, siguiendo un camino opuesto al de María? V u elve y a sobre
de aprender á huir cuanto puedas de los ministerios honrosos y tus pasos, y avivando los deseos de humildad, propón con efica­
elevados, acordándote que á quien más se haya dado, mayor cia y firmeza el ejercicio de esta virtud, imitando á tu divina Ma­
cuenta se ex igirá, que las elevadas montañas son azotadas con dre ; pide gracia al efecto, y ruega por todo el mundo.
más recios vientos, y que sobre las torres m ás altas suelen de
ordinario caer más rayo s del cielo. ¡ Oh V irgen gloriosísima! 38.— HUMILDAD OC MARÍA EN LAS CONTRADICCIONES.
Muy bien empleado está en V os el trono de gloria que tenéis en
el cielo, pues tanto os humillasteis en la tie rra : justo es se os dé P reludio i .* María sufrió de un modo inalterable h pobreza, las afrentas y los des­
precios de todo el mundo, complaciéndose en dio.
allá el prim er lugar después de vuestro H ijo , pues acá escogis­
P m l u d io 2.* Represéntate á María serena y tranquila al pie de la cruz, oyéndolas
teis el postrero: razón es que se os sujeten las jerarquías angé­
injurias que dirigen í Jesús y que hieren í «lia.
licas, pues Vos os sujetasteis como esclava á los mismos hom­ Paeiuoro y.* Pide á María que te ayude á sufrir las humillaciones.
bres. Y pues tan bien guardasteis los consejos de humildad, ayu­
dadme para que, á imitación vuestra, y o los guarde, humillán­
P a n t o l . ° M aría su frió ¡a pobreza y hum illación propia
dome en la tierra para que D ios me ensalce en el cielo. ¡Oh
y la de su s deudos.— Considera la heroica humildad que mostró
alma devota! V igila no te lleve la ambición de tener puestos ó
la V irgen en las humillaciones de la pobreza, y en las injurias
cargos honrosos, mirando e l proceder que en esto tuvo María,
venidas por mano ajena, las cuales son piedras de to q u e, en que
para imitarla. ¿Qué contesta á esto tu corazón? ¿T e dejaste lle­
se descubre la fineza de la humildad p ara con D ios y para con
v a r alguna v e z de este deseo inmoderado?
los demás hombres. Y conforme á esto, es acto muy perfecto de
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán profunda, admirable y glo-
humildad el gustar de ser pobre y ejercitar todo lo que pertenece
á la pobreza y á las humillaciones que de ella proceden; porque,
> T im .. 11, 1 :.
Med. 38.— Humildad de Marta en las contradicciones. 897
896 Serie tercera.— De la y irgen Santísima.
m ayor, es sufrirlas cuando nos suceden por ocasión de alguna
puesto caso que la p o b re za voluntaría no es afrentosa entre cris­
buena obra, por la cual merecíamos gloria y alabanza. E l cuarto,
tianos ¡p ero , cuando n o se sabe si el ejercicio de pobreza es de
muy m ayor ', es sufrir todo esto, no sólo de enemigos y extraños,
necesidad ó de vo lu n tad , causa desprecio entre los hombres;y sino de sus mismos hermanos, deudos ó amigos. Tal fué la hu­
así, es rara humildad tratarse como pobre en todas las cosas,y mildad que tuvo C risto nuestro Señor en las injurias y desprecios
dejarse tratar de otros como son tratados los pobres, haciendo que padeció en esta vida; y la misma ejercitó su Madre santísi­
esto, no por fuerza, sino de grado. Esta humildad ejercitóla ma cuando su esposo san José la vió en cinta, é ignorando el
V irgen con grande g u s to en todas las ocasiones que se le ofre­ misterio que en E lla se había obrad o, la quiso dejar; pero E lla
cieron. En Belén fué desechada de todos cuando les pidió posa­ sufrió y calló sin v o lver por sí, dejando á la divina Providencia
da, y así se recogió a l refugio délos pobres en el invierno, que el cuidado de su propia honra. Y es de creer que no sería esta
es el establo. En la purificación no quiso ofrecer cordero, sino un sola vez la que padeció la V irgen tal modo de injurias, cabién­
par de tórtolas ó palom inos, como pobre. En E gipto, y después dola muchas veces parte de los falsos testimonios que levanta­
de su vuelta á N a z a re th , siempre abrazó los desprecios de la ban á su Hijo, y cuando los deudos de Cristo le perseguían y
pobreza, gustando de q u e la tratasen como suelen ser tratadas querían atar como furioso, también se volverían contra su Ma­
las mujeres pobres. P e r o mucho más adelante pasó esta humil­ dre, porque veían que era de parte de su Hijo; pero E lla sufría
dad de la V irgen , p orqu e, no sólo sufrió su propia pobreza y los y callaba, gozándose mejor que los Apóstoles de padecer inju­
consiguientes desprecios, sino también los de sus deudos,hallán­
rias por el nombre de Jesús. ¡ Oh humildísima Señ ora! G racias os
dose presente á ellos , al modo del santo Job, á quien, como él doy por la paciencia y alegría con que habéis sufrido las inju­
dijo, no atemorizó el desprecio de sus deudos, esto e s , el ver rias y desprecios por nuestro bien. D e hoy más tendré por honra
al ojo sus desprecios. Y así la vem os compartiendo con su es­
el padecer y ser despreciado por Dios y por V o s , que tales afren­
poso y con su divino H ijo los desprecios que sufren, bebiendo del
tas tolerasteis por mí. ¿Conocemos nosotros el tesoro infinito
cáliz que ellos beben y siendo bautizada con el bautismo que ellos
de gracia que hay en sufrir desprecios por el Señor? ¿Rehusa­
lo son; y sobre todo en el Calvario, sú frelos desprecios que natu­
remos ó nos quejarem os al vernos despreciados?
ralmente habían de redundar en la Madre de aquel hombre ajus­
P a n t o 3 .° M aria su frió con hu m ild a d la s reprensiones
ticiado, que moría desnudo y desamparado en medio de dos
y contestaciones á sp e ra s .— Considera otro acto excelente de
ladrones. ¡Oh V irg e n soberana! Con mucha razón podremos
humildad, que consiste en llevar con serenidad y paz de corazón
llamaros bienaventurada, puesto que os habéis abrazado tan es­
las reprensiones y desvíos, las respuestas desabridas y secas,
trechamente con la p ob reza de espíritu, que ni ella os desampa­
así las interiores que sentimos tratando con Dios, cuando nos
rará, ni V o s os sep araréis de ella en toda la vida; por ella os su­
desconsuela, ó niega, ó dilata lo que le pedimos, como las exterio­
plico me alcancéis abundantes riquezas de gracia, con las cuales
res que nos dan los superiores ó nuestros prójimos, aunque
os imite perfectam ente como hijo carísimo, vuestro. ¡Oh alma
sean sin nuestra cu lp a, y de ellas se nos siga algún desprecio;
cristiana! Adm ira el am o r que la V irgen profesa á la pobreza y
porque en tales casos, sufrir, y no excusarse, ni quejarse, ni in­
cómo se complace en ella. ¿Amas tu esta excelente y provechosa
dignarse, es acto de heroica humildad, la cual agrada mucho á
virtud? ¿Sientes y te d a en rostro la pobreza y desprecios de
nuestro Señor, y por ella , como dice san Bernardo, le agradó
tus allegados?
la Esposa, y la llam ó hermosa, porque calló siendo áspera­
P a n t o ¡8.° M aría su frió pacientem ente las afrentas y des­
mente reprendida y amenazada, cuando la dijo •: «Si no te
honras.— Considera cóm o es acto de humildad muy precioso y
conoces, salta, y vete de mi casa». Esta humildad ejercitó la
raro el llevar con paciencia y. silencio las afrentas que suceden
Virgen muchas ve ce s y en varias ocasiones. Cuando su Hijo,
contra la honra y buen crédito, no excusándose, ni volviendo por
siendo de doce añ os, dijo con sequedad á E lla y á san José:
s í, ni quejándose de la sinrazón que se le h a c e , sino callando y
«¿Para qué me buscabais? ¿No sabíais que había de estar ocu­
aceptando la afrenta y humillación por amor de Dios. En esto hay
pado en las cosas de mi Padre?» Otra vez en las bodas de Caná,
varios g ra d o s: E l prim ero es sufrir con paciencia las injurias y
con muestras de sequedad y de negarla lo que le pedía, la dijo:
desprecios que nacen d e nuestras culpas propias, diciendo con
«M ujer, ¿que nos v a á Mi y á ti en esto ? No es llegada mi h ora». Y
David ' : « Antes de s e r humillado yo había delinquido». El se­
diciéndole otra vez algunos que su Madre y hermanos estaban
gundo y m ayor es s u frir estas injurias sin tener culpa en ellas, a llí, y deseaban v e r le , respondió con aparente d e sv ío 1 :« ¿ Quién
callando, aunque nos levanten falsos testimonios. El tercero, muy
1 C»nt,, 1,7- — ’ Matth., xii, 48.
1 P sa lm . c x v m , 6 7 .
57
898 S e r ie te r c e r a .— D e la V ir g en S a n tísim a .
Med. 19.— Motivos Jela devoción á Nuestra Señora. 899
es mi Madre y mis hermanos? El que hace la voluntad de mi
Padre, ese es mi Madre y mi hermano». En todas e.stas ocasio­
39.-M O TIVO S DE LA DEVOCIÓN A NUESTRA SEÑORA.
nes, que tenían apariencia de reprensión y desprecio, conservó
la Virgen grande humildad y silencio, enseñándonos el modo
Preludio 1.° Debes ser devoto de María, por lo que Ella es en si, por título de gra­
cómo nos hemos de portar en otras semejantes; porque, aunque titud , y porque esta es la voluntad de la Iglesia.
es muy meritorio el sufrir un desprecio cuando se ha merecido, P reludio 2.» Represéntate á Jesús señalando á María y dicíéndote: a He aquí á tu
lo es inmensamente más cuando, no sólo no se ha hecho por Madres.
qué, sino que se m erecía toda honra. ¡ Oh V irgen Santísima! P reludio 3.® Pide la gracia de una tierna devoción á María.
Con razón sois llamada nuestra Maestra, porque si el funda­
mento de la verdadera sabiduría es la humildad, grande sobre­ P a n t o I.° P rim era rasón de am ar d M aria: lo quiere
manera debe de ser aquélla, cuando ésta es tan excesivamente Dios.—Considera las varias y eficaces razones que deben des­
profunda; haced conmigo vuestro oficio, enseñándome á ser hu­ pertar tu devoción á María. L a primera es, porque la Santísima
milde , para que llegue con vuestro auxilio á ser verdadera­ Trinidad ama á esta Señora más que á todos los ángeles y
mente sabio.- ¡Oh alma devota! Aliéntate á sufrir los despre­ santos juntos, por la excelencia de santidad que tiene sobre todos
cios y olvido de los hombres, teniendo á la vista el ejemplo de tu ellos; y así, es justo que tu la ames sobre todas las puras criatu­
Madre. ¿Cómo los has sobrellevado hasta hoy? ¿Qué debes pro­ ras, conformando tu amor con el de D ios, y amando más á l a
poner para lo sucesivo? que por su santidad merece ser más amada. D e donde has de
E p í l o g o y c o lo q u io s . [Oh, quién tuviera tal humildad sacar varios afectos de gozo espiritual y complacencia en los
que llegase á gozarse en los desprecios y deshonras, como los bienes de la V irg en , gozándote dé que sea tan amada de D ios, y
mundanos se alegran en sus honras y aplausos! En María halla­ de que haya hallado gracia delante de É l; gozándote, además, de
mos esta humildad en grado supremo. No es afrentosa la po­ su santidad y de todas las virtudes que tiene, dando gracias á
breza entre los cristianos cuando se abraza de voluntad; pero Dios porque se las d ió , y suplicando á la misma V irgen te alcance
el sufrirla por necesidad trae consigo no poca afrenta, y es parte de ellas, para que también seas amado de D ios y halles
origen de grandes desprecios. L a pobreza de M aría es completa­ gracia en su presencia. L a segunda razón es por ser Madre del
mente volun tariay espontánea, y, con todo, tiene todas las-apa­ mismo Dios y Madre de nuestro Salvador; el cual, por el grande
riencias de necesaria, y , por consiguiente, la ocasiona todas amor que la tiene, quiere que todos la amen y sirvan como la
las privaciones, desprecios y deshonras que la acompañan. Mas, grandeza de su dignidad m erece, tomando por suyo cualquier
no sólo soporta gustosa la V irgen la pobreza, sino que acepta los servicio que se la hace; porque si dijo de los pobres1: «Lo que
desprecios y afrentas que le infieren, aunque no tenga culpa, y hiciereis por uno de estos pequeñuelos, por Mí lo hacéis»,
que le vengan por las mismas obras buenas que hace, y que pro­ ¿cuánto más dirá: L o que hicisteis en servicio.de mi Madre, por
cedan de aquellos de quienes menos podía esperarlos. Y si le Mí lo hicisteis? L a tercera razón es porque es Madre n u estra, y
dan contestaciones se cas, respuestas desabridas, desvíos humi­ nos ama entrañablemente, y esto bastaba para que la amásemos,
llantes, María calla, y con una humildad soberana, los recibe pagando amor con amor, pues es propio de hijos amar á su
como perlas preciosas para engalanar con ellos su espíritu, ¿Po­ madre, y más tales madres que con tal amor les aman. Por lo
días hallar un dechado de humildad más perfecto que María? cual, así como el discípulo amado efe Cristo, en oyéndole aquella
Después de Jesús, es indudable que nadie ha sido tan humilde palabra que le dijo en la cruz s: «Ves ahí á tu Madre», luego
como E lla, y nadie, como E lla, se ha acercado tanto- á este la tomó por suya y la amó con especial amor; también tú debes
modelo universal de todos los hombres. ¿No necesitas tú de esta tomarla por tuya, y amarla y servirla con especial cuidado, te­
virtud? ¿No deseas ser ensalzado en el cielo? M ira lo que te niendo por suma dicha tenerla por Madre. ¡Oh Madre amantí-
importa hacer. Fija en tu vista y memoria este dechado que te sima! Encended en mi corazón un vivísimo afecto á vuestra ma­
ofrece M aría, examina cómo le imitas, estudia profundamente ternal bondad. T riste de m í. que he dejado de amaros la mayor
los ejemplos portentosos y edificantes que te da, y procura que parte de mi vida; en adelante quiero suplir con m ayor fervor y
ellos sean tu regla de conducta. Para lograrlo, haz propósitos, afecto el abandono que he tenido; ayudadme para e llo , supliendo
pide g ra c ia , y ruega por todo el mundo, particularmente por la con vuestra fortaleza mi debilidad, con vuestro amor mi ti­
conversión de los pecadores. bieza y con vuestra gracia mi extremada ilaqueza.

> M a tth ., x x v , 40. - » J o a n ., xix , 27.


898 Serie tercera.— De la Virgen Santísima.
M ed. j q . — M otivos Je ¡a devoción á N uestra Señora.
es mi Madre y mis hermanos? El que hace la voluntad de mi
Padre, ese es mi Madre y mi hermano». En todas e.stas ocasio­
39.— MOTIVOS OE LA DEVOCIÓN Á NUESTRA SEÑORA.
nes, que tenían apariencia de reprensión y desprecio, conservó
la V irgen grande humildad y silencio, enseñándonos el modo
P reludio i.° Debes ser devoto de Afana, por lo que Ella es en s í , por titulo de gra­
cómo nos hemos de portar en otras semejantes; porque, aunque
titud , y porque ésta es la voluntad de la Iglesia.
es m uy meritorio el sufrir un desprecio cuando se ha merecido, Preludio 2.® Represéntate á Jesús señalando á María y didéndote: « He aquí a tu
lo es inmensamente más cuando, no sólo no se ha hecho por Madre».
qué, sino que se m erecía toda honra. ¡ Oh V irgen Santísima! Preludio y ° Pide la gracia de una tierna devoción á Maris.
Con razón sois llamada nuestra Maestra, porque si el funda­
mento de la verdadera sabiduría es la humildad, grande sobre­ P u n t o l .° P rim era razón d e am ar á M aría: lo quiere
manera debe de ser aquélla, cuando ésta es tan excesivamente Dios.—Considera las varias y eficaces razones que deben des­
profunda; haced conmigo vuestro oficio, enseñándome á ser hu­ pertar tu devoción á María. L a primera es, porque la Santísima
milde , para que llegue con vuestro auxilio á ser verdadera­ Trinidad ama á esta Señora más que á todos los ángeles y
mente sabio. ¡Oh alma devota! Aliéntate á s u fr ir lo s despre­ santos juntos, por la excelencia de santidad que tiene sobre todos
cios y olvido de los hom bres, teniendo á la vista el ejemplo de tu ellos; y así, es justo que tú la ames sobre todas las puras criatu­
Madre. ¿Cómo los has sobrellevado hasta hoy? ¿Qué debes pro­ ras, conformando tu amor con el de D ios, y amando más á l a
poner para lo sucesivo? que por su santidad m erece ser más amada. D e donde has de
.E p ílo g o y c o lo q u io » . ¡Oh, quién tuviera tal humildad sacar varios afectos de gozo espiritual y complacencia en los
que llegase á gozarse en los desprecios y deshonras, como los bienes de la V irgen , gozándote dé que sea tan amada de D ios, y
mundanos se alegran en sus honras y aplausos! En M aría halla­ de que haya hallado gracia delante de É l; gozándote, adem ás, de
mos esta humildad en grado supremo. No es afrentosa la po­ su santidad y de todas las virtudes que tiene, dando gracias á
breza entre los cristianos cuando se abraza de voluntad; pero Dios porque se las d ió , y suplicando á la misma V irgen te alcance
el sufrirla por necesidad trae consigo no poca afrenta, y es parte de ellas, para que también seas amado de D ios y halles
origen de grandes desprecios. L a pobreza de M aría es completa­ gracia en su presencia. L a segunda razón es por ser Madre del
mente voluntaria y espontánea, y, con todo, tiene todas las apa­ mismo D ios y Madre de nuestro Salvador; el cual, por el grande
riencias de necesaria, y , por consiguiente, la ocasiona todas am orque la tiene, quiere que todos la amen y sirvan como la
las privaciones, desprecios y deshonras que la acompañan. Mas, grandeza de su dignidad m erece, tomando por suyo cualquier
no sólo soporta gustosa la V irgen la pobreza, sino que acepta los servicio que se la hace; porque si dijo de los pobres': «Lo que
desprecios y afrentas que le infieren, aunque no tenga culpa, y hiciereis por uno de estos pequeñuelos, por Mí lo hacéis»,
que le vengan por las mismas obras buenas que hace, y que pro­ ¿cuánto más dirá: L o que hicisteis raí servicio de mi M adre, por
cedan de aquellos de quienes menos podía esperarlos. Y si le Mí lo hicisteis? L a tercera razon es porque es Madre nu estra, y
dan contestaciones secas, respuestas desabridas, desvíos humi­ nos ama entrañablem ente, y esto bastaba para que la amásemos,
llantes, M aria calla, y con una humildad soberana , los recibe pagando amor con am or, pues es propio de hijos am ar á su
como perlas preciosas para engalanar con ellos su espíritu. ¿Po­ madre, y más tales madres que con tal amor les aman. P or lo
días hallar un dechado de humildad más perfecto que María? cual, así como el discípulo amado cíe Cristo, en oyéndole aquella
Después de Jesús, es indudable que nadie ha sido tan humilde palabra que le dijo en la cruz *: «Ves ahí á tu Madre», luego
como E lla, y nadie, como E lla, se ha acercado tanto' á este la tomó por suya y la amó con especial am or; también tú debes
modelo universal de todos los hombres. ¿No necesitas tú de esta tomarla por tuya, y amarla y servirla con especial cuidado, te­
virtud? ¿No deseas ser ensalzado en el cielo? M ira lo que te niendo por suma dicha tenerla por Madre. ¡Oh Madre amantí-
importa hacer. F ija en tu vista y memoria este dechado que te sima! Encended en mi corazón un vivísim o afecto á vuestra ma­
ofrece M aría, examina cómo le imitas, estudia profundamente ternal bondad. Triste de m í, que he dejado de amaros la m ayor
los ejemplos portentosos y edificantes que te da, y procura que parte de mi v id a ; en adelante quiero suplir con m ayor fervor y
ellos sean tu regla de conducta. P ara lograrlo, haz propósitos, afecto el abandono que he tenido: ayudadme para ello, supliendo
pide g ra c ia , y ruega por todo el mundo, particularmente por la con vuestra fortaleza mi debilidad, con vuestro amor mi ti­
conversión de los pecadores. bieza y con vuestra gracia mi extremada ilaqueza.

> Matlh., xxv , 40. - J Joa:i., xix . 27.


900 Sene tercera.— De la Virgen Santísima. Med. j p .— Motivos déla devoción i HutslraSeñora. 90 1

P o n t * Si.0 S egu n da razón de am ar á M aría: la gratitud. vemos que la llama Madre de misericordia, vida nuestra, dul­
— Considera la obligación que tienes de amar A M aría, por los zura y esperanza nuestra; llámala puerta del cielo y pídela lo
buenos oficios que hace continuamente por todos en el cielo. Por­ que es propio de D ios, como es desatar las cadenas de los cul­
que, lo prim ero, ora continuamente por nosotros mucho mejor pados, dar lumbre á los ciegos y quitar de nosotros todos los
que Jerem ías' oraba por su pueblo, porque es nuestra abogada males, y mostrarnos á Jesú s, fruto bendito de su vientre. Mues­
y medianera para con su Hijo. L o segundo, es grandemente solí­ tra también su devoción á M aría la santa Iglesia en que dedica
cita de nuestro bien, de modo que, no solamente oye las peticio­ templos muchos y muy suntuosos á honra su ya, con imágenes
nes de sus devotos, sino q u e , antes que ellos la pidan a lg o , re­ muy devotas, exhortando á visitarlos, confirmando todo esto el
presenta á D ios sus necesidades, como en las bodas de Cana de Señor con grandes m ilagros que hace por su respeto; y para este
G alilea -*pidió vino para los convidados, movida sólo de su com­ fin instituye congregaciones y religiones consagradas ú su ser­
pasión; y, como dijo san Agustín, como es mejor que todos los vicio, haciéndolas grandes favores, así en general como en espe­
santos, asi es más solícita de nuestro bien que todos ellos. L o ter­ cial , sin aceptar personas, porque cualquiera que la sirva halla
cero . es en gran manera poderosa para alcanzar remedio de nues­ favor en sus ojos. Muestra, finalmente, esta devoción en la (re­
tros males con presteza, por lo cual dice san Anselm o que algu­ cuente memoria y recurso que tiene á E lla en todos tiempos,
nas veces somos oídos más presto invocando el nombre d e la sqfialando para esto muchas festividades al año, y casi cada mes
V irgen, que invocando el nombre de su H ijo, no porque el Hijo una, y en algunos dos ó tres, y cada semana dedica el sábado
no sea incomparablemente más poderoso y misericordioso que en honra suya con particular Oficio y Misa; y para cada día ba
su M adre, sino porque, como también es juez nuestro, algunas ordenado Oficio propio de esta Señora con indulgencias al que lo
veces su justicia detiene su misericordia, dilatando el oirnos por rezare; con sonido de campana avisa tres veces al día á sus hijos á
nuestros pecados; lo que no sucede en M aría, que sólo es Madre. que la saluden, y recomienda el santo Rosario y otras m uy devo­
De lo cual deduce el santo que la devoción cordial con la Vir­ tas oraciones en su honor. ¡Oh dulcísimo Jesús! Pues tanto de­
gen es señal de predestinación, porque con gran solicitud pro­ seáis que honremos á vuestra Madre santísim a, inspiradme con
cura esta Señora para sus devotos todos los medios de su pre­ eficacia esta devoción, ayudándome á e je rc ita r con fervor las
destinación, hasta que alcanzan su fin y los lleva á la gloria. obras que vuestra esposa la Iglesia para este fin ejercita. ¿So nos
Adem ás, los remedia en todos los peligros y necesidades, con tal moverá á ser devotos de M aría el ejemplo y el deseo de nuestra
certeza y seguridad, que dijo san Bernardo: «Virgen bienaven­ madre la Iglesia? ¿Cómo debemos portarnos para corresponder
turada, cese de alabar tu misericordia quien se acordare que le á sus designios?
has faltado en remediar su necesidad». ¡Oh Madre amantísima, E p i l o g o y e o l o q a í o s . ¡Oh María! Quien no os am a, ó es un
cuya morada especial no es en la casa de Esaú el aborrecido, sino insensato, ó es un monstruo de ingratitud, ó un mal h ijo'd e la
en la de Jacob el am ado, echando raíces en los escogidos para santa Iglesia. D ios mismo mira con predilección á esta Señora,
el c ie lo ! Con todo mi corazón deseo amaros y serviros como la distingue en su amor sobre todas las criaturas, la ha enrique­
á madre, é imitar vuestras virtudes como hijo; admitidme en cido de todos los dones que puede poseer una pura criatura, ago­
esa casa de Jacob donde m o ráis; echad raíces en mi corazón tando en cierto modo sus infinitos atributos para engrandecerla.
para que cumpla mi deseo, ocupándome con grande solicitud en ¿Será posible que no la amemos.? E s la Madre del Redentor,
vuestro servicio. ¡ Oh alma m ía! Ingrata serías si no amases á muy semejante á É l; por su medio quiere conceder sus g ra cia s, y
esta ¡Madre generosísim a y benéfica. ¿En qué debes manifestar tu es nuestra Madre cariñosa, que nos ama con amor incompren­
amor á Ella? sible. ¿No la amaremos? ¡Qué ingratitud sería esta I M aría piensa
P u n t o H.° Tercera razón de amar á M aría: lo quiere la continuamente en nosotros, ora por nosotros, extiende su manto
Iglesia. — Considera la devoción á M aría que el Espíritu Santo sobre nosotros, nos libra de los peligros y males que nos ro­
ha inspirado á la Ig lesia , y que ésta desea infundir en todos sus dean; por Ella alcanzamos la g r a c ia y la felicidad eterna. ¡Qué
hijos. Muéstrala primeramente en adorarla y venerarla con una locura é ingratitud cometeríamos si nos olvidásemos de su devo­
adoración menor que la que se da á Dios, pero m ayor que la que ción I ¡Ah! L a santa Iglesia conoce todo esto, y por esta causa
se da á los demás santos, y por excelencia se llama hiperdulia; nada procura con tanto empeño como hacer de todos sus hijos,
y en razón de esto, la atribuye algunos renombres propios de sólo fervientes devotos de María. Hónrala con culto esp ecial; en su
Dios, por la grande excelencia con que se hallan en Ella. Y así,I honor instituye fiestas, establece congregaciones, aprueba prác­
ticas devotas; continuamente nos recuerda que pensemos en
II Macab., xv, 14. — » Joan., 11,5 María; y ¿no lo haremos? ¿No despertará esto nuestra devoción
902 Serie tercera.— De la y irgen Santísima. MeJ. 40.— Excelencia del Inmaculado Corazón de María. 903

á esta tierna Madre? ¿Cuál ha sido nuestro comportamiento hasta vuestro am or, y presa de vuestra hermosura. Grandes cosas
hoy? ¿Cuándo y de-qué manera podemos y debemos obsequiarla? ha hecho en V o s el que es omnipotente y su nombre san to; en el
¡Ah! ¡Som os activos y diligentes para honrar á una vil criatura orden de la naturaleza y en el orden de la gracia os aventajáis
de la cual apenas podemos esperar cosa alguna, y somos al pro­ á todas las criaturas, y sólo el Corazón de Jesús os supera, y
pio tiempo flojos y remisos para honrar á María, que es la canal aun tan de cerca le seguís, que casi llegáis áparticipar de lleno
de todas las gracias! Reflexionemos bien acerca de esto, y con la plenitud de sus perfecciones. ¡Oh alma mía! Contempla admi­
propósitos, ruegos y ardientes suspiros, esforcémonos en refor­ rada la excelencia del Corazón de tu Madre. ¿No le honrarás?
marnos , y no olvidemos las demás necesidades. ¿No te esforzarás en hacerte digno del privilegio que te ha hecho
escogiéndote por hijo suyo?
40.— EXCELENCIA DEL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA. P a n t o fc.° E l Corazón de M aría con relación á nosotros.—
Considera lo que es el Corazón de M aría mirado con relación á
Preludio i .» Represéntate i tu dulce Madre, mostrándote su Corazón, y alargándote los hombres, á quienes se propone como fin de su devoción. É l
la mano, diciendo: «Dame, hijo mío, tu corazón». es el objeto más am able, más tierno y afectuoso que puede ima­
P reludio 2.» Pide conocimiento de las excelencias del Corazón de María, y una tierna ginarse. Es el Corazón de aquella divina Señora, cuyo imperio
devoción para con ¿I. ^ s$ extiende sobre todas las criaturas, y á cuyo mandato se so­
meten los cielos, la tierra y el mismo infierno. E s el Corazón de
P u n t o l . ° E l Corazón de María considerado en s i mismo. la Madre más amante de sus hijos, por los cuales se ha sometido
— Considera la soberana excelencia que en sí mismo encierra gustosa á las más dolorosas penas, y de quienes nunca se olvida,
el Corazón de María. Entre las puras criaturas no hay una sola aunque sea Ella olvidada y ofendida. Es el Corazón de nuestra
que le iguale. Este Corazón es la parte más noble que hay en el Abogada poderosa é interesada vivam ente por nuestro bien, y
cuerpo de la Madre de D ios, cuerpo santísimo y nobilísimo, de la que es nuestro consuelo y refugio. Este preciosísimo C ora­
puesto q u e, participando de la dignidad de la persona á quien zón es el manantial inagotable y la fuente perenne de la caridad,
pertenece , llega por esto á una dignidad casi infinita. De este de la compasión, de la m isericordia, de la ternura que nos tiene
Corazón admirable procede la vida de la misma Madre de Dios, la Santísima Virgen. E s también el centro de los inmensos do­
esto es. la más n o b le, bella y divina de todas las vidas después lores que padeció esta divina M adre por la redención y salva­
de la de Jesucristo. En él se ha elaborado aquella sangre precio­ ción de los hombres. Y , finalmente, É l es él modelo con que de­
sísima, con que se formó el cuerpo y el Corazón de Jesucristo, bemos form ar nuestros corazones, modelo de humildad la más
verdadero Hijo de Dios. Él es el más noble órgano del alma más profunda, de pureza la más a n g é lic a , de dulzura la más suave,
grande y santa que jam ás ha existido, después del alma de Jesu­ de caridad la más tierna, de am or el m ás afectuoso, y de todas
cristo. En este Corazón, como en un horno divino, se han en­ las demás virtudes. Pondera cómo en este Corazón vienen á
cendido los sensibles afectos de la Santísima V irg en , y singular­ reunirse todas las virtudes, gracias y prerrogativas que hacen á
mente su amor, del cual un solo acto es más agradable á Dios María amable á los hombres. De este Corazón, como de su fuen­
que cuanto procede de todas las demás criaturas. Este Corazón, te, nace la compasión que la m ueve á consolar á los afligidos, dar
en fin, es el santuario del Espíritu Santo, santificado de un modo salud á los enfermos, auxilio á sus devotos y alegría á los tristes.
extraordinario por las operaciones del divino Espíritu y por la Por lo cual en este Corazón deben terminar los honores que á
infusión de sus más excelentes gracias y dones. De todo lo cual María tributan los cristianos. ¡Oh Corazón amantísimo! Quien
se sigue que el Corazón de María es el más semejante al Cora­ no os am a. ó no tiene corazón, ó está privado de la fe, ó no sabe
zón de Jesús. Porque se le asemeja en las perfecciones que le reflexionar acerca de vuestra sublime amabilidad. ¿ Qué falta en
adornan, en las virtudes que posee, en los títulos y cualidades Vos de lo que puede interesar nuestro amor ? Vuestras grande­
que le ennoblecen, en los privilegios que le han sido concedi­ zas y hermosura son inefables; vuestra ternura y caridad inde­
dos, en las riquezas, poder y gloria que le enriquecen, y aun cibles; vuestra virtud y poder soberanos. P or tales atributos os
en los honores que la santa Iglesia le tributa. Ponderando todo pido, Señora, sentimientos afectuosos.de hijo para con V o s, y
esto, has de admirarte grandemente de la frialdad con que hon­ vivos deseos de amaros y serviros como á mi dulce Madre. ¡Oh
ras y obsequias á un Corazón tan excelente y que tantos títulos alma mía! ¿Comprendes cuán acreedor á tu amor es el Corazón
reúne, que le hacen inmensamente digno de todo honor. ¡Oh Co­ de María? ¿En qué cosas has de probar que le amas ?
razón adm irable, trono de D ios, sol de la tierra y riqueza del P a n t o 3 .° Motivos de devoción a l Corazón de María. —
mundo! Preciso es no conoceros para no sentirse abrasado en Considera aquí los poderosos y eficaces motivos que deben des-
90 4 Serie tercera.— De la Virgen Santísima. Med. 40.—Excelencia del Inmaculado Corazón de María. 905

pertar y fomentar tu devoción al Inmaculado Corazón de María. Jesús. ¿Es posible que no honremos y veneremos con tierno
L a ilustre devota de este adorable Corazón, santa Matilde, se en­ afecto á tan rico , hermoso y perfecto Corazón? ¡Qué ingratitud
cendía en deseos de honrarle, principalmente con la considera­ tan monstruosa sería la nuestra! L os encendidos deseos de este
ción de los siete m otivos siguientes: i.° E l Corazón de María de­ Corazón aceleraron nuestro rescate; su caridad ardiente para con
seó ardientemente la venida de Jesucristo, y estos deseos y sú­ Dios suple nuestra criminal tibieza; sus acerbos dolores nos me­
plicas aceleraron el tiempo de la redención del género humano. recieron e) perdón de nuestras cu lp as; sus buenos oficios mater­
2.° Este Corazón era un volcán de caridad p ara con Dios y para nales llenan de gozo y enriquecen de santos á la Ig le sia , y su
con su prójimo, com o que era aquella misteriosa celda en la que, mediación poderosa inclina en favor nuestro á la misma beatísi­
introduciéndose el Señor, había ordenado en ella el amor. 3®De ma Trinidad. Y ¿no amaremos á este Corazón? ¿No procurare­
aquí se sigue la otra causa del amor y devoción, que fué el tier­ mos serle devotos? ¿No trataremos de honrarle? ¿Qué ex ig e de
no cariño que profesó al Hijo de D ios, amándole como á su Hijo, nosotros? ¿Qué le debemos como hombres, como cristianos, como
su D io s. su Bienhechor y su todo. 4.®En este Corazón sagrado religiosos, como hijos suyos predilectos ? Meditémoslo detenida­
conservaba cuidadosamente M aría las palabras de Jesucristo, y mente , y Tormentos propósitos eficaces; y h o y ' que el Señor nos
las meditaba y las confería consigo mism a, rumiándolas con dete­ abre los tesoros de este divino Tabernáculo, roguemos fervoro­
nimiento para saca r de ellas abundantes frutos. 5.0 En su Cora­ sos por la santa Ig lesia , por la conversión de los pecadores y
zón M aría sufrió los tormentos que Je sú s, su divino H ijo, pa­ por todas las demás necesidades.
deció en su sagrado cuerpo, cooperando con ellos á la redención
del linaje humano. 6.° L o s buenos oficios y saludables esfuerzos • Se supone que « ti meditación se hace en el día de la fiesta del Inmaculado Corazón
que este adorable Corazón está haciendo en favor de la Iglesia, I de María, que en unas diócesis se celebra el domingo siguiente á b octava del Corpus
Christi, ó sea el tercero después de Pentecostés, jr en otras d domingo inmediato á b octava
la han poblado de santos, la han adornado de virtudes y nan obte­
de la Asunción de Nuestra Seftora.
nido innumerables conversiones de endurecidos pecadores. 7.® Los Misioneros Hijos det Inmaculado Corazón de Maria, por decreto de b Sagrada Con­
Últim am ente: este Corazón está de continuo delante del trono 1 gregación de Ritos de 1.» de Diciembre de 1885, gozan el privilegio de celebrar esta fiesta,
de Dios, trabajando p ara hacernos propicia y favorable á la San­ sea cual fuere la diócesis en que residan, en b dominica siguiente á la octava de b Asunción.
tísima Trinidad. P o r manera que la gratitu d, el interés, la jus­
ticia, todo nos está predicando el amor al Corazón de María. ¡Oh
Corazón sacratísim o ! ¡ Quién tuviera el corazón de un ángel ó
de un serafín para am aros cual m erecéis! Mas, ¿qué digo cual
merecéis? Aunque tu viera yo todos los corazones de los espíri­
tus angélicos, y aunque todos mis m iembros se convirtiesen en
lenguas para a la b aro s, ni podría amaros del modo que merece
vuestro amor, ni alabaros de un modo proporcionado á vuestra
grandeza. Perm itidm e, Corazón tierno, que os diga con un ar­
diente devoto v u e s tro : Jamás descansaré hasta que logre amaros
con ternura. ¡ Oh alm a m ía ! ¿ Practicas la devoción al Corazón
de María ? ¿ Cuándo y cómo la has de ejercitar ?
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán digno de todo honor, alaban­
za, amor y devoción e s el tierno é inmaculado Corazón de María!
Considerado en sí m ism o, es la parte m ás noble del cuerpo sa­
crosanto de esta divina Señora, el principio de su vida. D e él salió
la preciosa sangre d e que fué formado el mismo Corazón de Je­
sús , y en é l, com o e n rico laboratorio, se ordenaron los afectos
más tiernos y piadosos que Dios ha recibido de la humanidad.
E ste Corazón, con relació n al hom bre, es el Corazón de la más
com pasiva Reina, de la más tierna M adre, de la m ás poderosa
Abogada. Él es el conducto por donde se comunican á los hom­
bres las gracias del c ie lo : es e l dechado m ás perfecto que pode­
mos poner delante d e nuestros o jo s, si deseamos asemejarnos á
904 Serie tercera.— De ¡a Virgen Santísima. Med. 40.— Excelencia del Inmaculado Corazón de María. 905

pertar y fomentar tu devoción al Inmaculado Corazón de María. Jesús. ¿Es posible que no honremos y veneremos con tierno
L a ilustre devota de este adorable Corazón, santa Matilde, se en­ afecto á tan rico , hermoso y perfecto Corazón ? ¡ Qué ingratitud
cendía en deseos de honrarle, principalmente con la considera­ tan monstruosa sería la nuestra! L os encendidos deseos de este
ción de los siete m otivos siguientes: i.° E l Corazón de María de­ Corazón aceleraron nuestro rescate; su caridad ardiente para con
seó ardientemente la venida de Jesucristo, y estos deseos y sú­ Dios suple nuestra criminal tibieza; sus acerbos dolores nos me­
plicas aceleraron el tiempo de la redención del género humano. recieron el perdón de nuestras cu lp as; sus buenos olicios mater­
2.° Este Corazón era un volcán de caridad para con Dios y para nales llenan de gozo y enriquecen de santos á la Ig le s ia . y su
con su prójimo, com o que era aquella misteriosa celda en la que, mediación poderosa inclina en favor nuestro á la misma beatísi­
introduciéndose el Señor, había ordenado en ella el amor. }.<>De ma Trinidad. Y ¿no amaremos á este Corazón? ¿No procurare­
aquí se sigue la otra causa del amor y devoción, que fué el tier­ mos serle devotos? ¿No trataremos de honrarle ? ¿Qué exige de
no cariño que profesó al Hijo de D ios, amándole como á su Hijo, nosotros? ¿Qué le debemos como hombres, como cristianos, como
su D io s. su Bienhechor y su todo. 4.0 En este Corazón sagrado religiosos, como hijos suyos predilectos ? Meditémoslo detenida­
conservaba cuidadosamente M aría las palabras de Jesucristo, y mente, y formenfos propósitos eficaces; y hoy* que el Señor nos
las meditaba y las confería consigo m ism a, rumiándolas con dete­ abre los tesoros de este divino Tabernáculo, roguemos fervoro­
nimiento para sacar de ellas abundantes frutos. >.° En su Cora­ sos por la santa Ig le sia , por la conversión de los pecadores y
zón M aría sufrió los tormentos que Je sú s, su divino H ijo, pa­ por todas las demás necesidades.
deció en su sagrado cuerpo, cooperando con ellos á la redención
' Se supone que esta meditación se hace en <1 día de la fiesta del Inmaculado Corazón
del linaje humano. 6.° L o s buenos oñeios y saludables esfuerzos
de María, que en unas diócesis se celebra el domingo siguiente á la octava del Corpus
que este adorable Corazón está haciendo en favor de la Iglesia, Christi, ó sea el tercero después de Pentecostés, y en otras d domingo inmediato á la octava
la han poblado de santos, la han adornado de virtudes y han obte­ de la Asunción de Nuestra Señora.
nido innumerables conversiones de endurecidos pecadores. 7.0 Los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, por decreto de la Sagrada Con­
Últimamente : este Corazón está de continuo delante del trono gregación de Ritos de i .<■ de Diciembre de 188$, gozan el privilegio de celebrar esta fiesta,
de Dios, trabajando p ara hacernos propicia y favorable á la San­ sea cual fuere la diócesis en que residan, en la dominica siguiente á b octava de la Asunción.
tísima Trinidad. P o r manera que la gratitu d, el interés, la jus­
ticia, todo nos está predicando el amor al Corazón de María. ¡ Oh
Corazón sacratísim o ! ¡ Quién tuviera el corazón de un ángel ó
de un serafín para am aros cual m erecéis I Mas, ¿qué digo cual
merecéis? Aunque tu viera yo todos los corazones de los espíri­
tus angélicos, y aunque todos mis m iembros se convirtiesen en
lenguas para a la b aro s, ni podría amaros del modo que merece
vuestro amor, ni alabaros de un modo proporcionado á vuestra
grandeza. Perm itidm e, Corazón tierno, que os diga con un ar­
diente devoto v u e s tro : Jamás descansaré hasta que logre amaros
con ternura. ¡ Oh alm a m ía ! ¿ Practicas la devoción al Corazón
de M aría? ¿ Cuándo y cómo la has de ejercitar ?
E p í l o g o j c o lo q u i o s . ¡ Cuán digno de todo honor, alaban­
za, amor y devoción e s el tierno é inmaculado Corazón de María!
Considerado en sí m ism o, es la parte m ás noble del cuerpo sa­
crosanto de esta divina Señora, el principio de su vida. D e él salió
la preciosa sangre d e que fué formado el mismo Corazón de Je­
sús , y en é l, como en rico laboratorio, se ordenaron los afectos
más tiernos y piadosos que Dios ha recibido de la humanidad.
E ste Corazón, con relación al hom bre, es el Corazón de la más
com pasiva Reina, de la más tierna M adre, d é la m ás poderosa
Abogada. Él es el conducto por donde se comunican á los hom­
bres las gracias del c ie lo : es e l dechado más perfecto que pode­
m os poner delante d e nuestros o jo s, si deseamos asemejarnos á
906 Serie cu a rta.— D el Santísim a Sacram ento. M ed. / .* — Disposición para com ulgar. 907
pararnos con su presencia, y enriquecernos con sus infinitos teso­
ros. Luego discurrirás por los misterios de su humanidad, por las
obras m aravillosas que en ella hizo, y por los oficios que ejercitó;
CUARTA SERIE ponderando cómo en este Sacramento está el mismo que estuvo
nueve meses en el seno de la V irgen nuestra Señora, enrique­
ciéndola con admirables dones de su gracia. A llí está el que es­
tuvo reclinado en el pesebre, y fué adorado de los pastores y
m e d it a c i o n e s d e l s a n t í s i m o s a c r a m e n t o . magos, pagándoles este servicio con muy copioso galardón; el
que anduvo por el mundo enseñando, predicando, curando enfer­
A d v e r t e n c ia . L a cuarta serie de m editaciones, d que da­ mos, resucitando muertos y haciendo bien á todos. En especial,
mos p rin cip io , versa acerca d el divino Sacram ento del Altar, pondera cómo es el mismo que por tu am or fué p reso, azotado,
y tiene por objeto el proporcionar m ateria d e m editación para coronado de espinas, escarnecido y crucificado; y estando en la
la fe s tiv id a d de Corpus Christi y su octava y para los domin­ cruz, rogó por sus enem igos, perdonó al ladrón, y le prometió su
gos del año no im pedidos por alguna otra fe s tiv id a d , ejerci­ paraíso; el que despojó el infierno, resucitó glorioso y está sen­
cios espirituales ú otra causa accidental, que exija meditación tado á la diestra de su eterno Padre, y el que después vendrá á
distinta. juzgar al mundo: este mismo está en este Sacramento. Y aquí
A unque esta serie no tiene m ás que 30 m editaciones, serán hace con nosotros los oficios que solía hacer en el mundo, de
indudablem ente suficientes para todo el año, s i se repite, á lo maestro, m édico, pastor y sumo sacerdote, deseando que acuda­
menos una v es a l m es, la prim era m editación de esta serie, mos á Él, con la misma fe y confianza que si le viéram os en su
m uy d p ro p ó sito , por la doctrina que encierra, p a r a desper­ carne mortal y visible. ¡ Oh Redentor dulcísimo! ¿Qué gracias os
ta r los santos afectos con que el cristiano debe acercarse á la podré dar por las entrañas de misericordia con que venís cada
sagrada comunión. día á visitarnos de lo alto? ¿Cómo no acudiré confiadamente á
V os, pues V os venís del cielo sólo para mí? Y o os adoro y g lo ­
rifico en ese venerable Sacram ento, y con el espirita me arrojo
1.a— DISPOSICIÓN PARA COMULGAR
á vuestros pies, como la M agdalena, para que me perdonéis; y
P reludio l.° Q u e d ó se J e sú se n el S a n tísim o S a cra m e n to p ara se r n u e stra comida.
toco vuestra sagrada cobertura, como la hemorroísa, para que
P reludio 2 ,° R e p resén ta te á J esu cristo m o strán d o te su p recio so c u e rp o y diciéndote: me curéis, y palpo vuestras soberanas llagas, como Tom ás,
« T o m a y c o m e ¡ e ste es m i c u e r p o » . para que me ilustréis y avivéis la fe, con la cual digo y confieso
Preludio Pide lu z y g r a c ia p ara co n o ce r la excelencia del beneficio que J esú s te que V os sois mi Señor y mi D ios, digno de suma honra y glo­
d isp en sa en la sagrada com un ión . ria por todos los siglos. ¿Sientes, alma m ía, estos santos y fervo­
rosos afectos?
P a n t o l . ° Q uién es el que viene en el Santísim o Sacra­ P a n t o &.° Modo cómo viene J e sú s.—En este punto has de
m ento-Considera. las grandezas del Señor que está encerrado considerar el modo regalado y amoroso cómo Cristo nuestro
en este santo Sacram ento, actuando con viveza la fe de todas, asi Señor viene á visitarte, siendo tú tan miserable y abominable
la sq u e le convienen en cuanto D ios, como las que tiene en pecador. ¡A h ! Bastara para tu salud que pudieras m irar este
cuanto hombre. Pondera cómo el que está allí, es el mismo Hijo Santísimo Sacramento, como bastó á los israelitas heridos de las
unigénito, que está en el seno del eterno Padre, resplandor de serpientes, para que sanasen de las heridas, mirar una serpiente
su gloria y figura de su substancia, tan eterno, inmenso, infinito de metal, puesta en un palo, que era figura de este Salvador.
como el Padre, y la misma sabiduría, bondad y fortaleza, por O bastara siquiera tocarle con la mano, como la mujer que pa­
quien todas las cosas fueron criadas y se conservan. A llí también decía flujo de sangre quedó sana con tocar solamente el ruedo
está el gobernador del mundo, el santifícador de las almas y su de su vestidura, y era demasiada honra la que se te hacía en
glorificador. Y , con ser un Señor de fanta majestad, que-no cabe darte tal licencia. Pero la caridad de este gran D ios no se con­
en cielos ni en tierra, no contento con haberse hecho hombre por tentó con esto, sino también quiere juntarse contigo con la unión
nuestro remedio, quiso humillarse y estrecharse m ás, y quedarse más íntima y penetrativa que una cosa corporal puede juntarse
con nosotros en este Sacramento visible, para consolarnos y am­ con el hom bre, porque en forma de manjar entra por tu boca y
pasa por tu garganta y hace su morada y asiento dentro de tu
■ Téngase presente lo dicho en la advertencia preliminar. pecho, mientras duran las especiessacram entales, renovando así
<p8 Serie c u a r ta — D e l S a n tís im o S a cr a m en to . M ed. i ,a— Disposición para comulgar. 909
aquel famoso m ilagro, que tanto adm irabaá Jerem ías: Faemina rosos de su venida. ¡Oh Dios de inmensa majestad! ¡Cómo no
circum dabit v ir u m , una m ujer llevará dentro de sí un varón; salgo de mí, considerando esta traza de vuestra infinita caridad!
porque cada día, cualquier persona que com ulga, trae dentro de Elias y Elíseo se encogieron á sí mismos, juntándose con un niño
s í . por entonces, á este va ró n , perfecto en lá edad, tan grande y muerto, para resucitarle ;¡ y V o s os estrecháis mucho más á un
hermoso como está en el cielo. P e r o , mucha m ayor novedad te bocado de comida, para juntaros conmigo y resucitarm e á una
parecerá ésta, si ponderas la vile za de la persona que dentro de nueva y fervorosa vida! Venid, Salvador m ío, y no queráis tar­
sí le trae, y la bajeza y estrechura horrible de la casa donde en­ dar; venid y desharéis las miserias de vuestro siervo. Despertad
tra. Eres un vaso de maldad, cueva de basiliscos y casa de perdi­ vuestra omnipotencia, y venid para que luego me hagáis salvo.
ción, y ¡en tan vil posada quiere entrar jesú s! Tu lengua es un ¡Oh, si rompiéseis los cielos y vinieseis para que con vuestra
mundo de maldades, y ¡con ella has de tocar al que es fuente de venida se deshiciesen los montes de mis pasiones y derritiesen en
todos los bienes! Tu pecho es un albañal de malos pensamientos vuestro amor todas mis entrañas! ¡Oh c ie lo s !: enviad este rocío.
y deseos, y ¡dentro de él has de aposentar al que es ía misma ca­ ¡Oh n u b es!: lloved á este Justo. ¡Oh tierra de los v iv o s !: brota
ridad! ¡ Oh Rey soberano! ¡ C uán bien os cuadra ser Padre de mi­ para mi al Salvador. ¡ Oh Salvador dulcísimo! venid á mi alma,
sericordias! Pues queréis m orar en casa llena de tantas miserias, que está ansiosa de recibiros; ejercitad en ella los oficios que
renovadla, Señor, primero; limpiadla y adornadla para que sea pretendéis; juntaos conm igo, porque deseo estar con V os por
digna morada vuestra. ¡Oh D ios infinito! Inclinad vuestros cielos
toda la eternidad.
y bajad. Y , pues V os queréis bajar y humillaros á m orar dentro E p ilo g o y co lo q u io s. ¡Cuán admirables se presentan la
de mí, ¿qué mucho se humillen y bajen los cielos también? Ven­ bondad, misericordia y omnipotencia de D ios en el divino S a ­
gan á mi alma las virtudes celestiales; venga la fe v iv a , la espe­ cramento! P ara alimentarte, el mismo Jesucristo, D ios y hombre
ranza cierta, la caridad encendida. V enga la humildad, la obe­ verdadero, R e y universal de los siglo s, Dueño absoluto de todas
diencia y devoción, y conviertan en cielo la que ha de ser mo­ las cosas, después de haber pasado treinta y tres años haciendo
rada del Rey de los mismos cielos. ¿Nos admira el modo cómo bien á todos, sufriendo los más horribles tormentos y dando su
viene Jesús? Y nosotros, ¿de qué modo le recibimos? vida en una cru z, se queda, bajo las especies de pan y vino, ex­
P u n t o 3 .° F in es que se propone J e sú s en su venida.—
puesto & los desprecios de unos, á las blasfemias de otros y á la
En este punto considerarás lo s fines que Cristo nuestro Señor ingratitud de todos. Su amor no se ha satisfecho ni contentado
pretende en esta venida, suplicándole que luego en entrando los con hacerse visible y palpable en los accidentes que le cubren;
que ponga en ejecución. P ara lo cual discurrirás por algunos de
quiere unirse contigo con tal intimidad, que no la hay m ayor en
los oficios que hizo este Señor en el mundo, los cuales viene á
la tierra. Es tu P ad re, y desea abrazarte; es tu m édico,y quiere
ejercitar en tu alma. Porque El, como Salvador , viene á perdo- sanarte; es tu maestro, y quiere enseñarte; es tu pastor, redentor,
. nar tus pecados, aplicándote el precio de la sangre que derramó
protector, y quiere regalarte con suavísim os pastos, rescatarte
por ellos. Como Médico, viene á curar perfectamente todas tus
del poder del demonio, y constituirse, tu constante auxilio. ¿Qué
enfermedades espirituales. Com o M aestro, viene á ilustrarte con darás al Señor por los bienes inmensos que te ha concedido?
la luz de sus inspiraciones y á enseñarte el camino de la virtud
¿Cómo le pagarás tan inefables beneficios? Hasta hoy has sido
y perfección. Como sumo Sacerdote, viene á aplicarte el finito
tal vez árbol infructuoso, peor que los mismos irracionales, que
del sacrificio sangriento que por ti ofreció en c ru z , y «i moverte á
saben reconocer y agradecer las caricias de su dueño. Jesús ar­
que le ofrezcas sacrificio de corazón contrito y humillado, hostia
día en amor por ti, y tu corazón estaba helado; Él te llamaba, y
de alabanza y holocausto de amor. Finalmente: como manjar,
tú hacías el so rd o ; Él te buscaba, y tú huías. ¿Hasta cuándo se­
viene á sustentarte; como pastor, á recogerte; como protector, á
rás pesado de corazón? ¿Qué desea de ti Jesús? Piénsalo con
defenderte; cómo fuego consum idor, á purificarte y encenderte.
atención, y haz firmes y eficaces propósitos de someterte ahora
Considerando estos oficios que Cristo nuestro Señor quiere ha­
y siempre á su divina v o z . y pide por ti y por las demás obliga­
cer dentro de ti, pondera la necesidad grande que tienes de ellos,
ciones.
mirándote como un hombre cau tivo del demonio por tus pecados,
enfermo de varias pasiones, ignorante con muchos errores, flaco,
pobre y necesitado de sustento para el alm a, y de tener paz con
tu C riador, y de ser re g id o , amparado y favorecido de tu Salva­
dor. Y comparando tus innum erables m iserias con tus esclareci­
dos oficios, prorrumpe en afectos de admiración y deseos fervo­
M ed. 2 *— Com unión infructuosa. 911
9*o S ttie cuarta.— O H Santísim o Sacram ento.
P u n t o a.° L a sagrada com unión es in fru ctu o sa , por
2.a -COMUNIÓN INFRUCTUOSA. fa lta de reflexión debida, ó porque sontos niños en la virtud.
—Aquí has de considerar otra causa, que suele hacer no pocas
P rSI.UOIO I L a comunión suele ser infructuosa, ó porque se recibe sin deseo ó sin veces infructuosas tus comuniones. Porque, así como en el man­
meditación y reflexión, ó con aficiones desordenadas. jar corporal, el que come mucho no suele medrar si lo hace de
Pr i LUDIO 2.° Representémonos el cenaculo, á Jesús consagrando el pan y. el vino, á prisa y sin desmenuzar bien el manjar en la boca, donde se inicia
los Apóstoles mirándole con atención y á Judas distraído. ia digestión, ó si no lo cuece bien el estómago por tener el calor
PRELUDIO j.° Pidamos la gracia de aprovecharnos siempre de la sagrada comunión.
natural debilitado, así la comunión frecuente no suele serte de
mucho provecho, porque la haces muy de prisa, sin rum iar con
P u n t o l .° L a com unión su ele ser in fructuosa, porque se el entendimiento esta comida espiritual, para que la meditación
recibe sin deseos.—Lamentando el santo profeta A geo las mise­
encienda en la voluntad el fuego de los afectos, con que se incor­
rias en que habían de caer los cristianos, recordaba una de ellas,
pora en el alma lo que se com e, y se medra con ello. P ara signi­
quizá la más funesta, diciendo: «Coméis, y no quedáis hartos;
ficar esto había dispuesto el Señor que el cordero pascual, que
bebéis, y no estáis embriagados». Considera cómo es muy cierto era- también ñgura de este Sacram ento, no se comiese crudo, ni
que muchos cristianos se acercan frecuentemente al banquete de
cocido en agua, sino asado con fuego; porque el fuego del amor
J esú s, y comen el pan divino, poderosísimo para satisfacer todas
de Dios y de la devoción es el que ha de sazonar esta comida,
las aspiraciones racionales del hombre; y, con todo, nunca están
para que aproveche al alma. D e aquí se sigue también otra causa
hartos, hambreando y suspirando siempre por las cosas munda­
del poco fruto de tus comuniones; porque comulgas como niño,
nas, y teniendo tan poca fortaleza para la virtud, como si nunca
y esta comida es propia de varones crecidos en la virtud. L os
hubiesen comido. ¡Tal vez tú mismo te hallas en tan lamentable
niños no pueden tomar el alimento sólido, porque lo tragarían
estado! Pondera atentamente que una de las causas de tan escaso
entero, y no les aprovecharía, antes les dañaría. M as, este man­
fruto es porque no comes este divino manjar con hambre y deseo,
jar es alimento sólido, no propio de niños, sino de grandes, como
sino por costumbre solamente. Semejante á la novilla de Efraim,
dijo el mismo D ios á san A gustín: «Manjar soy de grandes; cre­
como dice O seas, que se va á trillar por comer, así tú te acercas
ce, y me com erás; m as, no me mudarás en t i , sino Y o te mudaré
al celestial convite sin tener estima ni aprecio de la excelencia
en Mi». S i tú le tomas, como niño, sin reflexión y sin hacer dife­
de este divino pan, y sin renovar las diligencias y consideracio­
rencia entre éste y los otros margares, convertirás en ti este
nes que despierten el hambre que solías tener. Si fueses convidado
manjar, como si fuera puramente m aterial; pero si le comes
por un monarca de la tierra á comer en su compañía, contarías
como grande, atendiendo á lo que haces, entonces este manjar,
los días que faltan para que llegase el designado, te prepararías,
como es pan v i v o , te transformará en s í, imprimiéndote su seme­
hablarías de la dicha que te ha cabido en suerte, y todo te pare­
janza en la vida y en las virtudes. ¿P or qué no te acercas, pues,
cería p o c o , para la grandeza del honor que se te dispensa. Jesús,
á la sagrada comunión con atención y reflexión cuidadosa? ¡Oh
R ey de cielos y tierra, te convida con mucha frecuencia, y apenas
Rey amorosísim o! No permitáis q u e, presentándome á vuestra
te acuerdas de esta invitación, sino es en el mismo instante que
real m esa, esté tan distraído que deje de considerar lo que me
con glacial frialdad tomas parte en el convite. En la ley antigua
ponéis delante. Tal proceder sería injurioso á V os que me convi­
disponía el Señor que los panes de la proposición, que eran figura
dáis y al exquisito manjar que me rega láis; no menos que per­
del divino Sacramento, se renovasen cada semana, para que los
nicioso para mí, porque ni sabría agradecer vuestro favor, ni
sacerdotes los comiesen siempre con nueva hambre, como pan
pagarlo cual conviene. Concededme que coma vuestro divino
reciente y fresco; y el maná, otra figura del mismo Sacramento,
manjar con tal disposición, que á m im e entre en provecho y
caía todos los días, queriendo Dios que los israelitas lo comiesen
seáis V os por ello glorificado.
siempre como pan nuevo v recién caído; con nuevo sabor y gusto,
P u n t o 3 .° L a sagrada com unión deja de ser fru ctu o sa
como si aquel fuese el día en que comenzaban á comerle. Del
porque el paladar del alm a está v ic ia d o — Considera aquí otro
propio modo debieras recibir el divino Sacramento con nuevas
motivo de no medrar con la comunión frecuente, el cual consiste
ganas, con nuevas disposiciones, como si aquella fuera la pri­
en que el paladar de tu alma está in ficio n a d o s aficionado á los
mera vez que le recibes. ¡Oh Salvador mío! Pues vinisteis al
manjares viles y terrestres de la carne, y por esto no hallas
mundo para destruir nuestro hombre viejo, y os preciáis de hacer
gusto en los manjares del espíritu. Oye á san .Gregorio que te
un cielo nuevo y una tierra nueva, renovad, os suplico, mi espí­
dice: A liu d m andis, aliu d e su ris; comes una cosa y tienes
ritu , á fin de que como tierra nueva y virgen reciba el grano de
hambre de otra: comes el Sacramento de que no tienes hambre, y
vuestro sagrado cuerpo y produzca en él fruto de mil.
9 >í Se;t£ .cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. M ed. $,*— Cosas que encierra el divino Sacram ento en general. 913
tienes hambre de las cosas terrenas y vanas, que no comes; y mos con este sabroso m aná, suspiramos, como los israelitas, por
por esta causa vienes A tener hastío de los manjares espiritua­ los manjares de E gipto, esto es, por los bienes terrenos. ¿Hasta
les; y poco á poco les das de mano, hasta dejarlos del todo ó to­ cuándo seremos tan ingratos con Jesús y tan necios y pesados
marlos no más que por cumplimiento. ¡ A h ! T e acontece la que de corazón? Escudriñemos con cuidado los propósitos y resolu­
á los malos israelitas en el desierto. Como el maná era de suyo ciones que nos conviene formar para aprovecharnos en adelante
tan sabroso, á los principios le comían con grande gusto; pero, algo más de este soberano Sacramento. Llorem os nuestra tibie­
cuando se hubieron acostumbrado á comerle cada día, llegaron za pasada; roguem os con ardiente fervor, no sólo para nosotros,
á fastidiarse de é l, y , acordándose de las ollas de carne que co­ sino por todos aquellos que se han de acercar á la sagrada co­
mían en E g ip to , decían: «Nuestra alma está seca, y tiene hastío munión, que saquen el fruto que Jesús desea y á ellos les con
de este manjar insubstancial». Esto mismo te ha sucedido quizá viene.
á ti. A l principio de tu conversión y nueva v id a , hallabas grande
gusto y provecho en la comunión; pero viniste poco á poco á per­ 3.*— COSAS flUE ENCIERRA EL DIVINO SACRAMENTO EN GENERAL
derle, por haber dado entrada á lo s regalos d é la c a rn e ,á las
vanidades y pasatiem pos del mundo; y el mismo manjar que an­ Preludio 1.» En el Santísimo Sacramento se encierra de un modo admirable el cuerpo,
tes encontrabas tan sabroso, ahora te parece insípido, y la co­ la sangre, los méritos, virtudes y divinidad de Jesús.
mida que antes te alimentaba y robustecía, ahora, con comerla P mluoio 2.» Represéntate á Jesús diciéndote: < Yo soy el pan vivo».
con igual frecuencia, tu alma está seca, débil y á punto de pere­ P reludio 3.0 Pide la gracia de ser generoso con Jesús, como Él lo es contigo.
cer. Considerando todo esto , teme por una parte los espantosos
castigos que sobrevinieron á los ingratos y carnales israelitas, y P a n to l. ° J e s ú s , en el Sacram ento, se nos da todo por
por otra resu élvete á renovar, como dice David, tu juventud como amor. — Considera cómo la fe te descubre dentro de los acciden­
el águila, procurando comer con nuevo apetito este celestial man­ tes del pan y vino cinco cosas, en las que se resumen todas las que
jar. ¿Qué te convien e resolver y practicar con este fin? ¡ Oh Re­ encierra este divino Sacramento. Éstas s o n : el cuerpo de C risto
dentor dulcísim o, que dijisteis:« Con deseo he deseado comer esta nuestro Señor, su sangre preciosa, su alm a benditísima, sus in­
Pascua con vosotros», y animado y estimulado por este deseo, finitos merecimientos y satisfacciones y la persona del Verbo
instituisteis y com isteis con vuestros discípulos el divino Sacra­ eterno con su divinidad. Pondera cómo en esta inapreciable dá­
mento ! D espertad en mi pobre alma este deseo. Corra yo como diva se echa de v e r la infinita caridad y largueza de Jesucristo,
ciervo á esta fuente de aguas v iv a s ; suspire mi alm a por este ce­ porque la suprema caridad y generosidad de una persona res­
lestial m an jar, con el mismo anhelo que los hombres carnales de­ plandece en dar lo sumo que puede y todo lo que tiene, y en darlo
sean los regalo s de su carn e, á fin de que, teniendo esta hambre con tanto amor, que todo le parece poco, ó en encubrirlo de tal
y sed , sea bienaventurado y m erezca ser saciado en este mundo manera, que parezca casi nada; lo cual prueba que no lo da por
con la g ra c ia , y en el otro con la eterna gloria. vana ostentación, sino de puro amor. Y así en el libro de los Can­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Á cuántos cristianos ocurre lo que tares se d ic e : « Aunque diera el hombre toda la substancia de
con triste acento lamentaba el santo profeta A g e o :« Comen y no su casa por el am or, despreciarlo h a, como si no diera nada».
medran, beben y no se embriagan». S e acercan, quizá con fre­ Mira cómo Jesús es este hombre por excelen cia, y más que hom­
cuencia, al co n v ite eucarístico, y siempre se hallan débiles para bre, Dios y hombre verdadero, el cual te da en el divino Sacra­
la virtud y flaco s para resistir á las tentaciones. Aunque comen mento su misma casa, que es su Cuerpo santísim o, la substan­
un manjar e sp iritu al, su espíritu no crece, ni m ejora, ni se per­ cia preciosa de que se sustentó durante su vida m ortal, que es su
fecciona. ¿D ebem os nosotros contamos entre tan desventurados san g re; el morador que habita en ella, que es su A lm a santísima
cristianos? ¿ D e dónde procede tan lamentable calamidad? ¡Ah! y su divina P erso n a ; y las alhajas que la adornan y enrique­
Se come el m ás p recio so , nutritivo y regalado de los manjares; cen, que son sus virtudes y merecimientos. Y con ser el don infi­
pero sin tener ham bre ni sed de él. S e recibe esta comida divi­ nito, lo encubre de tal modo, que todo parece poco y casi nada,
na ; pero sin m a sca rla ni rum iarla; hay tiempo para todo; sólo fal­ porque lo da envuelto con los accidentes de un bocado de pan y
ta para m editar y ponderar el favor inmenso que nos dispensa el un sorbo de vino, para que se vea que todo lo da por amor y para
Señor, dándose todo á nosotros. Somos niños, y éste es manjar de. manifestar á los fieles su infinita caridad. ¡O h D ios de bondad!
grandes; le com em os sin discernimiento, sin hacer diferencia en­ ¿ Qué será razón que os dé yo por una dádiva como esta? A qu í os
tre este m anjar v iv o y los manjares m uertos, y por esto no pro­ ofrezco toda la substancia de mi casa; mi cuerpo y sangre, mi
duce otro resu ltad o que estos. Finalmente: aunque nos alimente­ alma y mi persona, mi hacienda y libertad, y todo cuanto tengo
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9' 2 S e n e .c u a r ta .— D e l S a n tísim o S a c r a m e n to . M ed. — Cosas que encierra el divino Sacram ento en general. 91)
tienes hambre de las cosas terrenas y vanas, que no com es; y mos con este sabroso m aná, suspiramos, como los israelitas, por
por esta causa vienes á tener hastío de los manjares espiritua­ los manjares de E gipto, esto es, por los bienes terrenos. ¿Hasta
les; y poco á poco les das de mano, hasta dejarlos del todo ó to­ cuándo seremos tan ingratos con Jesús y tan necios y pesados
marlos no más que por cumplimiento. ¡ A h ! T e acontece la que de corazón? Escudriñemos con cuidado los propósitos y resolu­
& los malos israelitas en el desierto. Como el maná era de suyo ciones que nos conviene formar para aprovecharnos en adelante
tan sabroso, á los principios le comían con grande gusto; pero, algo más de este soberano Sacramento. Llorem os nuestra tibie­
cuando se hubieron acostumbrado á comerle cada día, llegaron za pasada; roguem os con ardiente fervor, no sólo para nosotros,
á fastidiarse de é l, y , acordándose de las ollas de carne que co­ sino por todos aquellos que se han de acercar á la sagrada co­
mían en E g ip to , decían: «Nuestra alma está seca, y tiene hastío munión, que saquen el fruto que Jesús desea y á ellos les con
de este manjar insubstancial». Esto mismo te ha sucedido quizá viene.
á ti. A l principio de tu conversión y nueva vida, hallabas grande
gusto y provecho en la comunión; pero viniste poco á poco á per­ 3.*— COSAS QUE ENCIERRA EL DIVINO SACRAMENTO EN GENERAL
derle, por haber dado entrada á lo s regalos d é la c a rn e ,á las
vanidades y pasatiempos del mundo; y el mismo manjar que an­ Preludio i .» En d Santísimo Sacramento se encierra de un modoadmirable d cuerpo,
tes encontrabas tan sabroso, ahora te parece insípido, y la co­ la sangre, los méritos, virtudes y divinidad de Jesús.
mida que antes te alimentaba y robustecía, ahora, concom ería P reludio í .» Represéntate á Jesús didéndote: « Yo soy el pan vivo».
con igual frecuencia, tu alma está s e c a , débil y á punto de pere­ P reludio 3.0 Pide la grada de ser generoso con Jesús, como Él lo es contigo.
cer. Considerando todo esto , teme por una parte los espantosos
castigos que sobrevinieron á los ingratos y carnales israelitas, y P a n t o l.° J e s ú s , en e l Sacram ento, s e nos da todo por
por otra resuélvete á renovar, como dice David, tu juventud como amor. — Considera cómo la fe te descubre dentro de los acciden­
el águ ila, procurando comer con nuevo apetito este celestial man­ tes del pan y vino cinco cosas, en las que se resumen todas las que
jar. ¿Qué te conviene resolver y practicar con este fin? ¡ Oh Re­ encierra este divino Sacramento. Éstas s o n : e l cuerpo de C risto
dentor dulcísim o, que dijisteis:«Con deseo he deseado comer esta nuestro Señor, su sangre preciosa, su alm a benditísima, sus in­
Pascua con vosotros», y animado y estimulado por este deseo, finitos merecimientos y satisfacciones y Ja persona del V erbo
instituisteis y com isteis con vuestros discípulos el divino Sacra­ eterno con su divinidad. Pondera cómo en esta inapreciable dá­
mento ! D espertad en mi pobre alma este deseo. C orra yo como diva se echa de v er la infinita caridad y largueza de Jesucristo,
ciervo á esta fuente de aguas viv as; suspire mi alm a por este ce­ porque la suprema caridad y generosidad de una persona res­
lestial m an jar, con el mismo anhelo que los hombres carnales de­ plandece en dar lo sumo que puede y todo lo que tiene, y en darlo
sean los regalo s de su carne, á fin de que, teniendo esta hambre con tanto amor, que todo le parece poco, ó en encubrirlo de tal
y sed, sea bienaventurado y m erezca ser saciado en este mundo manera, que parezca casi nada; lo cual prueba que no lo da por
con la g ra cia, y en el otro con la eterna gloria. vana ostentación, sino de puro amor. Y así en el libro de los Can­
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Á cuántos cristianos ocurre lo que tares se d ic e : « Aunque diera el hombre toda la substancia de
con triste acento lamentaba el santo profeta A g e o : « Comen y no su casa por el am or, despreciarlo h a, como si no diera nada».
medran, beben y no se embriagan». S e acercan, quizá con fre­ Mira cómo Jesús es este hombre por excelen cia, y más que hom­
cuencia, al co n v ite eucaristico, y siempre se hallan débiles para bre, Dios y hombre verdadero, el cual te da en el divino S a cra ­
la virtud y ila co s para resistir á las tentaciones. Aunque comen mento su misma casa, que es su Cuerpo santísimo, la substan­
un manjar e sp iritu al, su espíritu no crece, ni m ejora, ni se per­ cia preciosa de que se sustentó durante su vida m ortal, que es su
fecciona. ¿D ebem os nosotros contamos entre tan desventurados san g re; el morador que habita en ella, que es su A lm a santísima
cristianos? ¿ D e dónde procede tan lamentable calamidad? ¡Ah! y su divina P erson a; y las alhajas que la adornan y enrique­
Se come el m ás precioso, nutritivo y regalado de los manjares; cen, que son sus virtudes y merecimientos. Y con ser el don infi­
pero sin tener ham bre ni sed de él. S e recibe esta comida divi­ nito, lo encubre de tal m odo, que todo parece poco y casi nada,
na ; pero sin m ascarla ni rum iarla; hay tiempo para todo; sólo fal­ porque lo da envuelto con los accidentes de un bocado de pan y
ta para m editar y ponderar el favor inmenso que nos dispensa el un sorbo de vino, para que se vea que todo lo da por amor y para
Señor, dándose todo á nosotros. Somos niños, y éste es manjar de manifestar á los fieles su infinita caridad. ¡Oh Dios de bondad!
grandes; le com em os sin discernimiento, sin hacer diferencia en­ i Qué será razón que os dé yo por una dádiva como esta? A qu í os
tre este m anjar viv o y los manjares muertos, y por esto no pro­ ofrezco toda la substancia de mi casa; mi cuerpo y sangre, mi
duce otro resultad o que estos. Finalmente: aunque nos alimente­ alma y mi persona, mi hacienda y libertad, y todo cuanto tengo
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9M Senis c u a r ta .— D e l S a n tísim o S a cr a m en to .
M ed . — C o sa s q u e en cierr a e l d iv in o S a cr a m en to en g en era l. 91.5
y pueda tener, aunque todo es nada. D e hoy más, diré como la
estuviese en una gota del vino que está en el cáliz. Muchos de
Esposa: «Mi amado todo para mí, y yo toda para Él». Él se los discípulos del Señor decían al oir esta su promesa: «Dura
me da todo para mi sustento; yo me doy todo para su servicio, es esta palabra: ¿quién podrá oirla?» Pero nuestro omnipotente
con deseo de permanecer en Él por toda mi vida. ¿ Tenemos con Dios, cuyas entrañas de misericordia siempre hallan nuevos
Dios esta generosidad ? ¿ Consagramos á su servicio el cuerpo, medios para favorecer á sus amigos, supo am asar, cocer y estre­
alma, salud, vida, intereses? ¿Reservam os algo para nosotros? char su cuerpo y sangre, de modo que todo cupiese en una
P u n t o * .° J e s ú s , en el Sacram ento, nos da m ás de lo que cantidad muy pequeña, y pudiese ser comida y bebida nuestra.
ofreció. — Considera cómo sube de punto la caridad y genero­ Pondera cómo aquí se cumple la promesa que nos hizo por
sidad de Jesús, si se reflexiona que en este divino Sacramento te Isaías: «Yo os daré un pan apretado, y un agua estrecha». Tan
da mucho más de lo que prometió, y mucho más de lo que era apretado es este pan, que en una partícula de él se encierra un
menester para remediar tu necesidad. É l había prometido darnos cuerpo de hombre entero, y tan estrecha es esta bebida, que en
su carne y su sangre para que alcanzáram os por ellas la vida una sola gota se contiene toda su sangre. Esta es la medida buena,
eterna; y para cumplir esta promesa, bastara sin duda darnos llena, apretada, colmada y superabundante que prometió el Se- .
una partecica de su carne ó una gota de su san g re, ó como la ñor poner en nuestro seno. Es buena, porque abraza lo bueno y
que derramó en la C ircun cisión; la c u a l, por ser de valor infi­ hermoso de D ios; es llena, porque tiene todas las virtudes y
nito, como sangre de Dios, bastaba para nuestro remedio. Mas, merecimientos de Jesucristo; es apretada, porque se estrecha
así como su infinita caridad no se contentó con lo que hizo en todo á un bocado de pan; es colm ada, porque da m ás de lo nece­
la Circuncisión, sino quiso también que en la Pasión fuese toda sario para nuestro rem edio, con tanta abundancia, que es infi­
su carne herida y atormentada, y toda su sangre derramada, nito lo que sobra. ¡Dichoso el que recibe con reverencia y devo­
para que la redención fuese más copiosa, así también quiere dar­ ción esta medida de tan precioso m aná, porque, no sólo con ella
nos por sustento toda su carne y toda su sangre, para mayores quedará satisfecho, sino que recibirá una medida de admirable
muestras del amor y deseo que tiene de nuestro regalo y sustento. grandeza, buena por la gracia que con ella se comunica, llena por
Pondera también cómo, aunque bastaba para la verdad de las el aumento de las virtudes, apretada por la firmeza que concede,
palabras de la consagración, darnos en la hostia sólo su cuer­ y colmada de favores divinos. ¡ Oh P adre de m isericordia! ¡ Quién
po, y en el cáliz sola su sangre, quiere también que al cuerpo me diera que me aparejase para recibiros con una medida muy
acompañe la sangre y el alma, y A la sangre el alma y el cuer­ llena de santos pensamientos, apretada con muchas mortifica­
po , todos unidos con la Divinidad; para que todo lo que É l tiene ciones, y colmada con fervientes afectos, para poder gozar de los
se junte con lo que nosotros tenemos, y lo santifique y perfec­ bienes que en este santo Sacramento me comunicáis! ¡Oh alma!
cione, obligándonos con esto á ser santos en el cuerpo y en el Si Jesús obra tales portentos para alimentarte y enriquecerte,
alma, en la carne y en el espíritu, y á darle generosamente, no ¿qué haces tú pam servirle? Si É l se prepara á sí mismo de un
sólo lo que nos manda, sino también lo que nos aconseja. ¡Oh modo tan sorprendente para sustentarte, ¿cómo te preparas tú
Dios de amor! Cierto es que vuestra caridad obscurece la nues­ para comerle?
tra; porque es tanto lo que nos obligáis con ella, que todo es E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuánto admira y arrebata lo que
nada lo que os podemos ofrecer para agradecerla. ¿Qué podemos, la caridad y generosidad de Jesús ha llegado á hacer para bien
daros que no sea vuestro? ¿ Y qué podemos ofreceros que no os de los hombres! É l nos da todo cuanto tiene, cuerpo, sangre,
sea muy debido? Tomad, Señor, lo que me habéis dado, que os alma, divinidad, méritos y virtudes, y esto con tal amor y des­
lo doy con buena voluntad; y si todo ello fuera m ío, y no debido, prendimiento propio, y encubierto y velado de tal m odo, como
os lo diera de muy buena gana, para serviros muy de veras. ¿Nos si todo fuese nada ó casi nada. Y nosotros, á la más insignificante
contentamos con dar á Dios lo que le debemos? ¿De qué modo acción que hagamos por É l, damos tanta importancia, que nos
podemos mostrarle nuestra generosidad ? ¿ Cómo observamos atrevemos á exigirle gratitud y premio abundante. Mas ¡ oh lar­
nuestros votos y cumplimos nuestros deberes? gueza y abundancia infinita de C risto ! P ara los fines que se pro­
P a n t o Si.0 J e s ú s hace grandes m ilagros para mostrar ponía, y para el logro de los efectos que deseaba, hubiera sido
su generosidad.— Considera la admirable invención de la divina suficiente el darnos una partecita de su carne ó una gota de su
sabiduría, para poder practicar esta espléndida largueza con sangre; m as, esto no llenaba su encendida caridad. Y así como,
nosotros. Porque ella ha hallado un medio, para que el cuerpo para que fuese más copiosa su redención, no se contentó con de­
de un varón mujr perfecto cupiese en una cosa tan pequeña como rram ar una gota de sangre , aunque ella sola hubiera bastado,
es la partecica de una hostia, y que toda la sangre de este cuerpo sino que quiso derram arla toda; así para que nuestra sustenta-
M ed. 4 .* — E n el Santísim o Sacram ento está e l cuerpo de J . C . 917
916 Serie cu a rta .— D e l Santísim o Sacram ento.
ción espiritual, por el sacramento de la Penitencia; pídele que te
ción fuese m ás abundante, nos da todo su cuerpo y sangre, sus comunique las virtudes que representan las cuatro dotes que le
méritos y virtudes, su alma y divinidad, queriendo con estas adornan: la inmortalidad con perseverancia; la impasibilidad con
cosas rem ediar, alimentar, fortalecer todas las partes de nues­ heroica paciencia; la claridad con viveza de fe; la agilidad con
tro ser. Bendito sea un Señor tan bondadoso y omnipotente, á
prontitud de obediencia, y la sutileza con desasimiento de to­
quien la bondad hace obrar á la omnipotencia, y el poder ayuda á
das las cosas terrenas. ¡ Oh cuerpo sacratísimo del Salvador!
la bondad para nuestro bien. ¿Cómo no correspondemos nos­
Pues queréis juntaros con el nuestro, transformadnos en esta
otros á tan extraordinarios bienes? ¿Cómo no nos disponemos
imagen de vuestra gloria, y dadnos las propiedades que resplan­
para recibirle? ¿Hemos meditado su caridad incomprensible?
¿Con qué cosas la pagarem os? Y a que Jesús se da todo por nues­ decen en V os. Hacednos blancos por la gracia, rubicundos por
tro bien, démonos nosotros todos á É l para su gloria y honra; no la caridad, y escogidos entre millares, distinguiéndonos por el
reservem os nada para nosotros ni para el mundo. Con este fin, fervor del espíritu en serviros y por el celo en extender vuestra
hagamos propósitos firmes y resoluciones eficaces; pidám osla gloria. ¿Cómo podemos asemejarnos al cuerpo sagrado de Je­
gracia necesaria para cum plirlos, y no olvidemos las demás obli­ sús que está en el Sacramento? ¿ Posee nuestra alma las precio­
gaciones y necesidades. sas dotes que le embellecen? ¿Cómo podremos alcanzarlas?
P a n t o ¡B.° E n la E u caristía está el cuerpo de J e s ú s s e ­
ñalado con la s cinco llagas.—En este punto has de considerar
4.a— EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO ESTÁ EL CUERPO DE JESUCRISTO.
con más particularidad las cinco señales de las llagas que tiene
P reludio i .° E n el d iv in o S a c ra m e n to s e h a lla e l m ism o c u e rp o sa c ra tís im o d e Jesús,
el cuerpo sacratísimo de Jesús, oculto en el divino Sacram ento.
q u e está en el cielo glorioso co n la s s e ñ a le s d e la s lla g a s y a i r o n a d e e sp in a s. Estas preciosas señales que quedaron impresas en sus pies, ma­
P reludio 2.° R ep resen tém o n o s á Jesú s d ic ién d o n o s : t E s t e es mi c u e r p o s . nos y costado, son como cinco soles de inmenso resplandor,
P reludio 5 . 0 P id a m o s v iv a fe d ela re a l p resen c ia d e J e sú s e n la Eucaristía. que aumentan su hermosura, y como cinco fuentes del Salvador,
de las cuales en otro tiempo manó abundancia de san gre, y ahora
P u n t o l.° E l cuerpo glorioso de J e s ú s está en la Eucaris­ manan aguas viv as de gracias celestiales, que se recogen con
tía.— Considera cómo dentro del divino Sacramento está subs­ gozo en este soberano Sacramento. Pondera cómo estas llagas
tancialmente el mismo cuerpo gloriosísim o de J e sú s, con toda sagradas son las mismas que tocaron los A póstoles el día de la
la entereza, hermosura y majestad que tiene en el cielo empíreo, resurrección en el cenáculo, y á s u contacto todos quedaron ani­
vestido de las cuatro dotes de gloria que recibió el día de su resu­ mosos y llenos de celestial gozo; son las mismas que tocó santo
rrección ; y aunque tu vista material no lo divise, por estar en­ T o m ás, quedando tan trocado é ilustrado, que exclam ó dicien­
cubierto con los accidentes, la fe te descubre allí al mismo que en do: «Dios mío y Señor mió». De estas llagas divinas saldrán en
el cielo se halla en estado inmortal é im pasible, resplandeciente el día del juicio rayos de inmenso resplandor, que alumbrarán
mil veces más que el s o l, con la a gilid ad , sutileza ó espirituali­ y colmarán de felicidad á los buenos, y confundirán y aterra­
dad que le conviene según su estado g lo rio so , y con tanta' belle­ rán á los m alos, de tal m odo, que darán con ellos en el profun­
za en cada una de sus p artes, que basta para robar la afición do del infierno. Con esta consideración, cuando com ulgas, ima­
de los que le miran. Pondera cómo á este sagrado cuerpo con­ gínate que tocas estas llagas con el espíritu y aun con tus labios,
vienen perfectamente las propiedades que cuenta su Esposa en aunque cubiertas con aquel v e lo , ó que te llegas á la llaga del
el libro de los Cantares, diciendo:« Mi amado es blanco y rubi­ costado para chupar allí el agua viva de la gracia y el licor pre­
cundo, escogido entre m illares; su cabeza es como oro; sus ciosísimo de la caridad. S i esto haces con v iv a fe, quedarás
cabellos como hojas de palm a; sus labios como azucenas, que lleno de gozo, y tan trocado, que digas como santo Tom ás:
«Verdaderamente aquí está mi Dios y mi Señor, gloria mía y
destilan mirra muy escogida; sus manos como hechas á torno,
bienaventuranza m ía.» ¡Oh fuentes de mi Salvador! Destilad en
llenas de jacintos; su pecho como de marfil con engaste de zafi­
mí el agua viva de la gracia, que harte la sed que tengo de ella.
ros; su figura como el monte Líbano, escogido como el cedro;
su garganta su avísim a; y todo É l es deseable, y amable y dig­ Regad con ella mi memoria , para que me acuerde de V o s,
nísimo de ser deseado y amado de todos los hombres». Y pues mi entendimiento para conoceros, mi voluntad para am aros;
donde está el cuerpo se juntan las á g u ila s, toma alas y vista de regad mis pies, para que siempre anden con buenos pasos; mis
manos, para que siempre se ejerciten en santas obras, y mi costa­
águila para acercarte con el espíritu al cuerpo sacratísimo de
do, para que siempre brote fervientes afectos, amándoos por
tu Salvador. Imagínate que viene á visitarte después de resuci­
todos los siglos. ¿Creem os que en el Sacramento está el cuerpo
tado, para confirmar en ti los dones que te dió en tu resurrec-
918 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 5 .1— Sangre preciosa de Jesús. 9 19

de Jesús, que en el cielo resplandece con las cinco llagas? ¿Lo tísima corona de luz y claridad, en lugar de la corona de espi­
adoramos con humildad? ¿Procuram os participar de la gracia nas, que le fué puesta por nuestros pecados. A vivem os la fe, é
que por medio de ellas quiere Jesús concedernos? imaginémonos unas veces que nos visita del modo y forma que
P n n t o S .° E n la E u caristía está el cuerpo de J e sú s seña• estaba después de la resurrección, así como visitó á su Santísi-
lado por la corona de espinas.— Considera cóm o, á la manera ma Madre y á otras personas afortunadas; otras, que nos acer­
que en el cuerpo santísimo de Jesús, escondido en el divino Sa­ camos á É l, como los A póstoles, y tocamos y besamos sus lla­
cramento por nuestro am or, están las cinco llagas que recibió gas, aunque cubiertas con el velo de los accidentes sacram enta­
por nuestro rescate, así está también la señal de la corona de es­ les; y otras, por fin, que oímos á los ángeles q ae está n á su
pinas que punzó y agujereó su preciosa cabeza, haciendo una alrededor, diciéndonos que salgam os á recibir á nuestro R ey
forma de corona como de setenta y dos estrellas de inmenso coronado con corona de gloria. ¡Oh si nuestro espíritu estuviera
resplandor, y correspondientes á los agujeros que hicieron las dispuesto con los mismos afectos de fe, reverencia, am or, te­
espinas. Contempla también las señales de sus azotes en las es­ mor y deseos que los Apóstoles cuando, resucitado, los visita­
paldas, como un bordado de suma belleza que adorna la rica ba ! ¿De qué medios hemos de valem os para despertarlos en nos­
vestidura de su gloria. Y cuando te acercas á recibirle, imagína­ otros? Meditémoslo, propongam os, y pidamos, no sólo para
te que los ángeles del cielo te dicen aquello de los C an tares: nosotros, sino para todo el mundo, especialmente para todos los
«Sal, hija de S ió n , y mira al rey Salomón con la corona con que que en este día se acercan á recibir á Jesús.
le coronó su madre el dia de su desposorio, y en el día de la ale­
g ría de su corazón». Contempla con viv a fe al verdadero Sa­ 5.a— SANGRE PRECIOSA OE JESÚS.
lomón, rey pacífico y pacificador del mundo, que está detrás de
aquella cortina del Sacram ento, y verásle coronado con una Preludio i .° En el Santísimo Sacramento está I» sangre de Jesucristo, derramada en su
corona de inmensa gloria que mereció por la corona de ignomi­ Pasión, yrecogida luego en la resurrección.
nia. Con tus pecados has sido causa que le fuese puesta la segun­ P reludio 2.» Represéntate á Jesús diciendo: «Este es d cáliz de mi sangre».
da ¡m as el Padre eterno le puso la de g lo ria , premiando con Preludio 3.» Pide á Jesús que su divina sangre produzca en ti los electos para que fué
ella los trabajos de su querido Hijo. Imagínate que te dice el derramada.

divino E sp íritu : E cce homo ; mira á este hombre que aquí está
escondido; en lo exterior tan desfigurado, que no parece hom- P a n t o l .° E n la E u caristía está la sangre d e J e s ú s , cla­
br(e , sino pan, y en lo interior tan glorioso, que es más que hom­ mando m isericordia.— Mira con los ojos de la fe en la hostia y
bre, pues es D ios verdadero. ¡Oh R ey de amor! Coronado es­ en el cáliz la sangre preciosísim a de Jesucristo nuestro Señor,
táis de gloria en premio de la corona afrentosa de espinas; mas, aunque en diferente m anera, porque en la hostia la sangre acom­
ya glorioso, y a humillado, sois infinitamente digno de reveren­ paña al cuerpo, llenando los vasos de sus venas; pero en el cáliz
cia por vuestra majestad , y de amor por vuestra amabilidad. el cuerpo acompaña á la sangre, dándole las venas en que está
Inspiradnos estos sentimientos, con los cuales nos dispondremos encerrada, pues no se aparta de ellas. M as, porque en la Pasión
para recibiros dignamente. ¿Nos compadecemos de las ignomi­ se apartó del cuerpo , derramándose, por la remisión de nues­
nias de Jesús? ¿Deseam os participar de su gloria? ¿De qué me­ tros pecados, se consagra en el cáliz separada de la hostia; y por­
dios nos valem os para alcanzarlo? ¿Con qué disposiciones le que en la resurrección se tom ó á juntar con el cuerpo eri sus ve­
recibimos? nas, está ahora junta en ambas partes; y e n señal de esto la
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh portento admirable! En el San­ Iglesia en la misa m ezcla en el cáliz parte de la hostia. Pondera
tísimo Sacramento del altar se halla el cuerpo sacratísimo de con vivo afecto cómo esta preciosísim a sangre está allí cla­
Jesús, encubierto con las especies de pan y vino. Aunque nues­ mando al Padre E terno, mucho m ejor que la sangre de A b e l,
tros ojos no lo vean , allí está vivo y glorioso como en el cielo. porque no pide venganza por el difunto, como aquélla, sino
A dórn an ielas bellísimas dotes que recibió en la resurrección, que pide los efectos de la Pasión y resurrección de Crjsto en
que son: im pasibilidad, claridad, agilidad y sutileza. E s el más favor tuyo. Pide para nosotros y para el mundo entero perdón de
bello de los seres corporales. S u resplandor supera al del sol, pecad os, pureza de conciencia, resurrección á nueva v id a , y
su brillo al del diamante, su blancura á la de la nieve, su riqueza unión de la carne con el espíritu y del espíritu con Dios, con fer­
á la del oro y piedras preciosas. A llí está señalado con las ci­ vorosa y encendida caridad. Clama también con no menor viveza
catrices de los clavos y de la lanza, convertidas en focos viví­ á nosotros, pidiendo que seamos diligentes en procurar todo
simos de luz divina. A llí está circundada su cabeza con brillan­ esto, ofreciendo, si fuera menester, nuestra vida y sangre para
9*8 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 5 .a— Sangre preciosa de Jesús. 9 19
de Jesús, que en el cielo resplandece con las cinco llagas? ¿Lo tisima corona de luz y claridad, en lugar de la corona de espi­
adoramos con humildad? ¿Procuram os participar de la gracia nas, que le l'ué puesta por nuestros pecados. A vivem os la fe , é
que por medio de ellas quiere Jesús concedernos? imaginémonos unas veces que nos visita del modo y forma que
P a n t o 3 .° E n la E ucaristía está el cuerpo de J e s ú s seña­ estaba después de la resurrección, así como visitó á su Santísi­
lado por la corona de espinas.— Considera cóm o, á la manera ma Madre y á otras personas afortunadas; otras, que nos acer­
que en el cuerpo santísimo de Jesús, escondido en el-divino Sa­ camos á É l, como los A póstoles, y tocamos y besamos sus lla­
cramento por nuestro am or, están las cinco llagas que recibió gas, aunque cubiertas con el velo de los accidentes sacramenta­
por nuestro rescate, así está también la señal de la corona de es­ les; y otras, por fin, que oímos á los ángeles que están á su
pinas que punzó y agujereó su preciosa cabeza, haciendo una alrededor, diciéndonos que salgam os á recibir á nuestro R ey
forma de corona como de setenta y dos estrellas de inmenso coronado con corona de gloria. ¡Oh si nuestro espíritu estuviera
resplandor, y correspondientes á los agujeros que hicieron las dispuesto con los mismos afectos de fe, reverencia, am or, te­
espinas. Contempla también las señales de sus azotes en las es­ mor y deseos que los Apóstoles cuando, resucitado, los visita­
paldas, como un bordado de suma belleza que adorna la rica ba! ¿De qué medios hemos de valernos para despertarlos en nos­
vestidura de su gloria. Y cuando te acercas á recibirle, imagína­ otros? Meditémoslo, propongam os, y pidam os, no sólo para
te que los ángeles del cielo te dicen aquello de los C an tares: nosotros, sino para todo el mundo, especialmente para todos los
«Sal, hija de S ió n , y mira al re y Salomón con la corona con que que en este día se acercan á recibir á Jesús.
le coronó su madre el día de su desposorio, y en el día de la ale­
g ría de su corazón». Contempla con viv a fe al verdadero Sa­ 5.a— SANGRE PRECIOSA DE JESÚS.
lomón, rey pacífico y pacificador del mundo, que está detrás de
aquella cortina del Sacram ento, y verásle coronado con una Preludio i .o En el Santísimo Sacramento está la sangre de Jesucristo, derramada en su
corona de inmensa gloria que mereció por la corona de ignomi­ Pasión, y recogida luego en la resurrección.
nia. Con tus pecados has sido causa que le fuese puesta la segun­ Preludio 2.» Represéntate á Jesús diciendo: « Este es el cáliz de mi sangre».
da; mas el Padre eterno le puso la de g lo ria, premiando con Preludio 3.0 Pide á Jesús que su divina sangre produzca en ti los efectos para que foé
ella los trabajos de su querido Hijo. Imagínate que te dice el derramada.
divino E sp íritu : E cce homo ; mira á este hombre que aquí está
escondido; en lo exterior tan desfigurado, que no parece hom- P a u t o l .° E n la E ucaristía está la sangre d e J e s ú s , cla­
brp, sino pan, y en lo interior tan glorioso, que es más que hom­ mando m isericordia.— Mira con los ojos de la fe en la hostia y
bre, pues es Dios verdadero. ¡Oh R ey de amor! Coronado es­ en el cáliz la sangre preciosísim a de Jesucristo nuestro Señor,
táis de gloria en premio de la corona afrentosa de espinas; mas, aunque en diferente m anera, porque en la hostia la sangre acom­
y a glorioso, y a humillado, sois infinitamente digno de reveren­ paña al cuerpo, llenando los vasos de sus venas; pero en el cáliz
cia por vuestra m ajestad, y de amor por vuestra amabilidad. el cuerpo acompaña á la sangre, dándole las venas en que está
Inspiradnos estos sentimientos, con los cuales nos dispondremos encerrada, pues no se aparta de ellas. M as, porque en la Pasión
para recibiros dignamente. ¿Nos compadecemos de las ignomi­ se apartó del cuerpo , derram ándose, por la remisión de nues­
nias de Jesús? ¿Deseam os participar de su gloria? ¿De qué me­ tros pecados, se consagra en el cáliz separada de la hostia; y por­
dios nos valem os para alcanzarlo? ¿Con qué disposiciones le que en la resurrección se tom ó á juntar con el cuerpo en sus ve­
recibimos? nas, está ahora junta en ambas partes; y e n señal de esto la
E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡Oh portento admirable! En el San­ Iglesia en la misa m ezcla en el cáliz parte de la hostia. Pondera
tísimo Sacramento del altar se halla el cuerpo sacratísimo de con vivo afecto cómo esta preciosísim a sangre está allí cla­
Jesús, encubierto con las especies de pan y vino. Aunque nues­ mando al Padre Eterno, mucho mejor que la sangre de A b e l,
tros ojos no lo v e a n , allí está vivo y glorioso como en el cielo. porque no pide venganza por el difunto, como aquélla, sino
Adóm anle las bellísimas dotes que recibió en la resurrección, que pide los efectos de la Pasión y resurrección de Crjsto en
que son: impasibilidad , claridad, agilidad y sutileza. Es el más favor tuyo. Pide para nosotros y para el mundo entero perdón de
bello de los seres corporales. Su resplandor supera al del sol, pecad os, pureza de conciencia, resurrección á nueva v id a , y
su brillo al del diamante, su blancura á la de la nieve, su riqueza unión de la carne con el espíritu y del espíritu con Dios, con fer­
á la del oro y piedras preciosas. A llí está señalado con las ci­ vorosa y encendida caridad. Clama también con no menor viveza
catrices de los clavos y de la lanza, convertidas en locos viv í­ á nosotros, pidiendo que seamos diligentes en procurar todo
simos de luz divina. A llí está circundada su cabeza con brillan- esto, ofreciendo, si fuera menester, nuestra vida y sangre para
920 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. M ed. 5 .»— Sangre preciosa de Jesús. 921

resistir al pecado, por llevar la cruz y ser crucificados en ella, y mar nuestra sangre por los fines que movieron á Jesús á v er­
por morir al mundo y v iv ir para solo Dios. Reflexiona cuánto terla?
te importa, como dice san P a b lo , no resistir á las voces del que P a n t o 3 .° E n el Sacram ento está la sangre de J e sú s
te habla y no hacerte sordo á las palabras que desde allí te da para alegrarnos y confortarnos.— En este punto has de consi­
la sangre del Señor. ¡Oh sangre d ivin a, depositada en este Sa­ derar cómo toda la sangre que Jesucristo derramó en la Pasión
cramento para mi bien! Clamad al Señor misericordia para tan­ con tanto dolor é ignominia, fué recogida y colocada en sus ve­
tos pecadores que con bestial ingratitud os están hollando; para nas el día de la resurrección con suma alegría y g lo r ia , para
tantos tibios q u e , recibiéndoos cada d ía , jam ás quedan embria­ estar allí perpetuamente, porque Cristo resucitó para nunca más
gados con vuestro a m o r; y para los ju sto s, aumentándoles la morir ni apartar lo que entonces recogió; y asi nos da esta san­
justicia y santidad, y dándoles virtud para hacer justos á otros. gre unida con su carne y glorificada en el Sacramento, para
Clamad también por mí, alcanzándome los bienes que pretendéis. que nos alegre, conforte y resucite á nueva vida. Con lo cual
¿Oímos los clamores de esta divina sangre? ¿Estamos dispuestos nos da prendas ciertas de que, cuanto es de su p a rte, para siem­
para derramar la nuestra antes que profanarla ? ¿ Lloram os las pre nos conservará la gracia, y nos dará la vida eterna, y nos
culpas por las cuales ha sido vertida ? resucitará para que gocem os de Él en la g lo ria , conforme á la
P a n t o ¡8.° L a sangre d e Cristo está en el Sacramento promesa expresa que hizo, diciendo: «El que come mi carne y
para los m ism os efectos por que f u é derram ada.— Considera bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo le resucitaré en el día
cómo Jesús puso en el Santísimo Sacramento toda su sangre, postrero»; esto es, y a tiene en sí prendas de la vida eterna para
para producir en ti con ella los mismos efectos, para que fué el alma, y de la resurrección para el cuerpo. Esto quiere signifi­
derramada en el huerto de Gethsemaní, pretorio de Pilatos y car la Iglesia cuando ordena que todos los fieles comulguen en
monte Calvario. Pondera cómo el divino Señor derramó en el la Pascua de Resurrección, en qjie el Cordero pascual Cristo Je­
huerto su sangre por todos los poros de su cuerpo, afligiéndose sús fué sacrificado y resucitó glorioso. Y así como el cordero
con sumo dolor por nuestros pecados. Y esta misma sangre te da pascual que ofrecieron los hebreos, que e ra , según santo Tomás,
en el Sacramento, para despertar en ti afectos de compasión, la figura más expresa del Santísimo Sacram ento, no sólo les
dolor del pecado, y ofrecimiento y decisión de padecer volunta­ sustentó con su carne, sino que con su sangre les libró de la es­
riamente cualquier dolor y trabajo que te envíe. Derram ó tam­ pantosa muerte de los primogénitos y de la servidum bre de F a ­
bién Jesús su sangre con violencia en el pretorio de P ila to s, sa­ raón, a sí con m ayor eficacia este divino Cordero pascual nos
cándola los verdugos con a'zotes y espinas, en castigo de tus co­ alimenta con su carne, y con su sangre nos preserva de la muer­
dicias, soberbias y ambiciones; y esta sangre te da en el Sacra­ te y de la tiranía del demonio. ¡Oh sangre preciosa! V o s hacéis
mento, para que allí la gustes y sientas lo que Él sintió, y te florecer en nosotros la imagen real de la D ivinidad, dais hermo­
animes á castigarte por las dem asías pasadas y á enfrenarte para sura y nobleza á nuestra alm a, apartáis muy lejos de ella á los
no volver más á ellas. Sube, finalmente, con la consideración al demonios, y nos traéis á los ángeles y al Señor de todos ellos. S i
Calvario, y mira cómo Jesús derram a toda su sangre por las heri­ sola vuestra figura salvó á los israelitas de la muerte y de tan­
das de los clavos y de la lanza, sin dejar en su cuerpo ni siquiera tos peligros, ¿qué haréis V os mismo entrando en nosotros y per­
una sola gota, para darte testimonio de su amor inmenso, por el maneciendo de asiento en nuestro corazón? ¡Oh si nos lavaseis,
cual la deposita también toda en el Santísimo Sacramento. Y purificaseis y blanqueaseis de todas nuestras manchas! ¿ C ree­
a sí, cuando com ulgas, has de imaginar que de las cinco llagas mos que la sangre de Jesús puede hacer en nosotros tan sobera­
de Jesús mana sangre en abundancia, la cual es precio y satis­ nos efectos? ¿Cóm o nos disponemos p ara recibirla?
facción de tus pecados, lavatorio de tus manchas, bebida que E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh qué manantial de riquezas y
harta la sed de tus buenos d eseo s, y apaga el ardor d e tus codi­ felicidad tenemos en el divino Sacramento! No se contentó la
cias. ¡Oh amantísimo J e s ú s ! S i con tanta generosidad derramas­ bondad de Jesús en dejar en este divino convite su cuerpo, sino
teis vuestra sangre en el huerto para suplir la falta de dolor de quiso también dejar su sangre preciosísim a; pero de tal modo,
nuestros pecados, en e l pretorio para pagar por nuestras deli­ que en la hostia ella acompaña al cuerpo y en el cáliz el cuerpo
cadezas y repugnancias á la penitencia, 3 'en el C alvario para acompaña á e lla ; y , 3ra en el cáliz, y a en la h ostia, esta sangre
que se descubriese m ás vu estro am or, y o os ofrezco gustoso mi divina está clamando misericordia p ara nosotros y para todo
san gre, hacienda y v id a , deseando que todo cuanto tengo sea el mundo. Clam a á D ios que se compadezca del mundo, perdo­
instrumento perpetuo de vu estra gloria. ¿Son estos nuestros nando sus pecados, y dándole la gracia y la perseverancia; y
sentimientos? ¿Estamos dispuestos á mortificamos y derra­ clama á nosotros que sirvam os y amemos á D ios, imitando el
922 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 6.*— Alma Santísima de Cristo. 923
amor y generosidad que nos ha mostrado. Esta es la sangre sus potencias con las riquezas de que es capaz cada una de ellas,
divina que fué derramada con vivo s dolores y acerbos tormentos y con potestad de repartirlas entre los hombres, para lo cual
en el huerto, pretorio y C alvario; y en el Sacramento pretende viene al Santísimo Sacramento. Pondera cómo, entrando esta
causar en nosotros lo s efectos para que en tales lugares se de­ gloriosa alma en el ju sto, luego abre los primeros tesoros de la
rramó. M as, es también la que, después de recogida por los án­ gracia que santifica á las alm as, y reparte á cada una tanta abun­
g e le s , volvió á llenar las venas del cuerpo beatífico de Jesús, dancia, cuanta es la disposición con que com ulga, y quedan las
quedando con él glorificada, y permaneciendo para siempre unida dos unidas con esta admirable semejanza; porque, si el que se
á é l ; y del propio modo viene á nosotros en el Sacramento para junta con D ios, queda h edió un espíritu con É l, como dice san
poner en nuestra alm a y cuerpo los gérm enes de la inmortali­ Pablo, mucho m ás, si nuestra alm a se junta, con la de! Salvador,
dad glo rio sa , si nosotros sabemos aprovecharnos de su bebida. quedará por la gracia hecha un mismo espíritu con ella. ¡Oh
Pues ¿qué hacem os?¿Qué nos pide la sangre de Jesús? ¿Oímos bondadoso Jesús! ¿Es posible que queráis unir vuestra alm a di­
con docilidad sus clamores? ¿No será ella poderosa para ha­ vina con la m ía tan despreciable y con inclinaciones tan bajas y
cernos salir de nuestra tibieza y abandono, y llevam os por el ca­ afrentosas? ¿D e dónde á mí tan extraño favor ? Consumid en ella
mino de la santidad? ¡ A h, cuán ingratos somos con Jesús si esto todo lo terreno y v il, aniquilad todos los apetitos que la aseme­
no hacemos! Propongamos, pues, lo que nos convenga, y pi­ jan á los irracionales, y haced que vuestras aspiraciones sean las
dámosle que por su divina sangre nos ayude y remedie todos suyas, vuestros deseos los suyos, vuestras penas las suyas, y
nuestros males. vuestra alegría sea la suya por siempre. ¡Oh alma mía! ¿Com­
prendes la dicha que has de tener? ¿D eseas unirte con Jesús?
6.a— ALMA SANTÍSIMA DE CRISTO. ¿Qué debes exterm inar y adquirir para llegar á tan sublime
9 estado?
P reludio i .° En el Santísimo Sacramento está el alma de Jesucristo can sus potencias, P a n t o 8 .° E ntend im iento y m em oria d el alm a d e Cristo
memoria, entendimiento y voluntad. actuados en la E ucaristía.—Considero, cómo el alma santísima
P reludio 2.° Representémonos á Jesús diciéndonos desde el santo Sacramento: «Y« de Cristo en el Sacram ento, con la lumbre de la gloria que tiene,
soy pan vivo». ve claramente la divina esencia con sum a excedencia y perfec­
P reludio y .° Pidamos á Jesús que por su alma benditísima santifique y una á si la ción; y además de esto, tiene todas las « en cía s naturales y sobre­
nuestra.
naturales de todas las cosas, con toda la eminencia que conviene
al alma que está unida con el Verbo D ivin o, sabiduría de) eterno
P a u t o l .° E n el S a n tísim o Sacramento está el alma de Padre, de quien procede toda la sabiduría v cien cia que hay en
Cristo m ás hermosa que los ángeles.— Considera cómo este pan los ángeles y en los hombres. Y en el Sacram ento se digna comu­
que tienes delante, y que has de comer dentro de poco tiempo, nicar á las alm as la parte de esta cien cia que les conviene; y así,
no es cosa muerta ó sin alma, como los otros alimentos corpo­ en entrando, abre los tesoros de su sabiduría celestial, y arroja
rales, sino que es real y verdaderamente pan vivo , porque den­ ilustraciones admirables, con que descubre sus secretos; abre
tro de los accidentes de pan que se ven por de fuera, está el otras veces el sentido para entender las divinas E scrituras, con­
cuerpo del Señor con su alma santísima, que le hace vivo y muy cede muy subidas contemplaciones, avenidas de meditaciones, y
hermoso. Pondera cómo sin comparación es más gloriosa y ad­ á veces raptos, suspensiones y éxtasis, por la abundancia de luz
mirable esta alma de C risto, que todos los demás espíritus de que comunica á los entendimientos, según la disposición de hu­
las jerarquías celestes, los cuales en su presencia no tienen más mildad y caridad que tienen los que comulgan. Pondera también
resplandor, que en la presencia del sol las estrellas; porque toda cómo esta alma santísima conoce distintamente todas las cosas
ella está vestida del sol de la Divinidad, con una gracia tan in­ pasadas, presentes y porvenir, sin que se le encubra pensamien­
mensa , que excede incomparablemente á todas las gracias que to, palabra ni obra de cuantas ha habido ó habrá jam ás; porque
tienen los ángeles y hombres juntos. A esta alma feliz ha sido como Cristo nuestro Señor, en cuanto hombre, ha de ser juez de
dada la gracia sin m edida; y así la diferencia que v a del Hijo uni­ todos, ve lo malo y lo bueno de todos, para castigar lo uno y
génito á los criados y siervos de su padre, esa va de Cristo á los premiar lo otro. Con este espíritu has de ponerte en la presencia
ángeles y hombres. Penetra, pues, á través del velo del Sacra­ del Santísimo Sacramento, unas veces observando cómo te mira
mento , y mira la gloria y hermosura de aquella alma benditísima, detrás de la cortina de las especies sacramentales, penetrando
llena de tanta gracia y sabiduría cuanta conviene al alma que está todo lo que dices, haces, trazas y piensas en lo más secreto de tu
personalmente unida con el Hijo de D io s , y enriquecida en todas corazón. Otras veces has de considerar cómo en los tesoros de
9*4 Serie citarla.— Del Santísimo Sacramento. Med. 7 .*— En el divino Sacramento está la Santísima Trinidad. 925
su memoria tiene recogidos todos tuspecados para castigarlos á E p ilo g a y c o lo q u io s. ¡Oh dicha inefable! i Oh felicidad
su tiem po, y también los merecimientos de cada uno para pre­ incomparable! L o s cristianos tenemos en nuestra compañía á Je­
miarlos. ¡Oh buen Jesús! P u es sois tesorero del eterno P a d re ,y sús, el cual nunca se separa de nosotros, no sólo en su cuerpo,
depositario nuestro para guardar lo que V os mismo nos conce­ sino también en su alm a santísima. En el divino Sacram ento está
déis, enriquecednos con vuestros tesoros y guardadlos con vues­ realmente el alm a de Jesús, porque su cuerpo está viv o como en
tra soberana protección, para que en el día de la cuenta nos el cielo, y por consiguiente informado por el alma. ¡Qué alm a
hallemos ricos en vuestra presencia. ¿Creemos que Jesús en el tan rica, tan preciosa, tan espléndida! H a recibido m ás gracia
Sacramento todo lo sabe? ¿P or qué no acudimos á Él en nues­ que todos los ángeles y santos juntos, la misma que necesitaba
tras dudas? ¿Cómo nos atrevem os á ir á Él con el alm a mancha­ para hacerse digna de la unión personal con Dios. ¡Felices nos­
da de pecados? * otros, si unimos con ella la nuestra! ¡Qué riquezas tan copiosas
P a n t o 3 .° Voluntad am an te y poderosa d el alm a de Cris­ reportará de tal unión! Mas el alm a de C risto , no solo es rica de
to en la E u ca ristía .— Considera ahora la voluntad del alma gracia, sino llena de luz en su entendimiento, y de fuego de
santísima de Jesús, que está en el divino Sacram ento, y los te­ amor en su voluntad. E lla conoce todas las cosas, v e todos los
soros de santidad y virtudes que hay en ella; porque-su Corazón acontecimientos, lee en todos los corazones, penetra todas las
es como un horno de fuego encendidísimo que arde en amor de intenciones; á su perspicaz mirada nada puede esconderse; y es­
Dios y de los prójimos, amándote también á ti entre ellos. Y á tas luces comunica no pocas veces á los que se aproximan al
la par de la caridad, van las demás virtudes con suma excelen­ santo Sacramento dispuestos con la humildad y caridad. E lla
cia , porque son ejemplar de donde han de aprender los hombres, está abrasada en amor á D ios y á los hom bres, é inundada en
y tiene plena potestad de repartirlas entre todos. Para esto vie­ las más puras delicias. ¡Oh, si nos acercásem os con grande fe,
ne principalmente al Sacram en to, porque como el manjar, unién­ confianza, dolor de pecados, humildad y caridad á recib ir el di­
dose al que le come, le comunica sus cualidades, así Jesús en la vino Sacram ento! Presto viene Jesús á nosotros; se unirá su
comunión une su alma con la del justo que le recibe, con íntima alma con la nuestra, su Corazón con el nuestro, su entendimiento
unión de caridad, y le comunica sus divinas virtudes, de modo con el nuestro: ¡A h ! ¿No nos. humilla y confunde esta divina
que de dos voluntades se hace una, y de dos corazones uno. dignación? V iles gusanillos, ¿podíamos aspirar á intimar tan
Pondera luego cómo en la voluntad de esta alm a santísima están estrechamente con Dios? Preparem os nuestro corazón; humille­
también los tesoros de los deleites celestiales; porque ella bebe mos nuestro espíritu; avivem os nuestros deseos; propongamos
del rfo caudaloso de los g o ce s de Dios, hasta hartar sus deseos fiel correspondencia á tan singular g ra c ia ; y , entretanto, en
con suma hartura; y con tanta plenitud, que de lo que sobra pue­ fervientes coloquios roguemos por nosotros y por todo el mundo.
de llenar á todos de alegría. Ella, verdaderamente, es maná es­
condido con inmensa d u lzu ra , donde están todos los sabores y
todos los modos de suavidad posibles para el regalo y recrea­ 7.a— EN EL DIVINO SACRAMENTO ESTÁ LA SANTÍSIMA TRINIDAD.
ción d é lo s justos; y en entrando en ellos por la comunión, les
comunica la parte que su disposición m erece. D e aquí nacen las Preludio i .« En el Santísimo Sacramento está el Verbo divino, y por c¡rcum¡n$es¡¿n
espirituales delicias que experim entaban los Santos al acercar­ las otras dos personas, el Padre y el Espirita Santo.
se á este divino convite, por las cuales les eran insípidos, des­ P reludio 3.« Represéntate á Jesús en la hostia consagrada, diciéndote : « Mi Padre y
agradables y repugnantes todos los gustos del sentido. Y si tú Yo somos una misma cosas.
no experimentas este sabor y gusto espiritual que es el fruto P reludio 3.® Pide viva fe de que en el divino Sacramento está la Santísima Trinidad
propio de este manjar, has de creer que la causa es porque no y profunda reverencia al acercarte á Él.
has aprendido á regirte y dominarte^ haciéndote rey de sus pa­
siones. ¡Oh R ey soberano! Y a que vuestro convite es convite
P a n t o l . ° E n el Santísitno Sacram ento está el Verbo d iv i­
r e a l, digno de vuestra g ra n d e za , llenando en él el alma de bie­
no.—Considera cómo en el Santísimo Sacramento está el V erbo
nes sobrenaturales de virtudes y de suavidad, dadme un cora­ divino, unido inseparablemente con el cuerpo, con la sangre y
zón generoso como el vuestro para que sea digno de hallarme con el alma del Salvador; cuyo Verbo es verdaderamente maná
en vuestra mesa y gozar de vuestra inefable suavidad y dul­
de infinita dulzura y D ios escondido, porque habita en una luz
zura. ¡Oh alma! Contempla en el Sacramento el alma de Cristo inaccesible. Pondera cómo este V erbo es la palabra de D ios
con una voluntad rica de amor, virtudes y deleites ? ¿ No procu­ v iv o , eterna é infinita, que salió, sale y saldrá eternamente
rarás unirte con ella? ¿Cóm o vences para esto tu voluntad propia? del P ad re, quedándose dentro de Él con toda la divinidad, sa-
924 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. y .''— En el divino Sacramento está la Santísima Trinidad. 925
su memoria tiene recogidos todos tuspecados para castigarlos á E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh dicha inefable! (Oh felicidad
su tiempo, y también los merecimientos de cada uno para pre­ incomparable! L o s cristianos tenemos en nuestra compañía á Je­
miarlos. ¡Oh buen Jesús! P ues sois tesorero del eterno P a d re,y sús, el cual nunca se separa de nosotros, no sólo en su cuerpo,
depositario nuestro para guardar lo que V os mismo nos conce­ sino también en su alm a santísima. En el divino Sacram ento está
déis, enriquecednos con vuestros tesoros y guardadlos con vues­ realmente el alm a de Jesú s, porque su cuerpo está viv o como en
tra soberana protección, para que en el día de la cuenta nos el cielo, y por consiguiente informado por el alm a. ¡Qué alm a
hallemos ricos en vuestra presencia. ¿Creemos que Jesús en el tan ric a , tan preciosa, tan espléndida!. H a recibido m ás gra cia
Sacramento todo lo sabe? ¿P or qué no acudimos á Él en nues­
que todos los ángeles y santos ju n tos, la misma que necesitaba
tras dudas? ¿Cómo nos atrevem os á ir á É l con el alm a mancha­
para hacerse digna de la unión personal con D ios. ¡Felices nos­
da de pecados ? *
otros, si unimos con ella la nuestra! ¡Qué riquezas tan copiosas
P a n t o 3 .° Voluntad am an te y poderosa d el alm a de Cris­
reportará de tal unión! Mas e l alm a de C risto , no solo es rica de
to en la E u caristía .— Considera ahora la voluntad del alma
gracia, sino llena de luz en su entendimiento, y de fuego de
santísima de Jesús, que está en el divino Sacram ento, y los te­
amor en su voluntad. E lla conoce todas las cosas, v e todos los
soros de santidad y virtudes que hay en ella; porque-su Corazón
acontecimientos, lee en todos los corazones, penetra todas las
es como un horno de fuego encendidísimo que arde en amor de
intenciones; á su perspicaz mirada nada puede esconderse; y es­
Dios y de los prójimos, amándote también á ti entre ellos. Y á
tas luces comunica no pocas veces á los que se aproximan al
la par de ia caridad, van las demás virtudes con suma excelen­
santo Sacramento dispuestos con la humildad y caridad. E lla
cia, porque son ejemplar de donde han de aprender los hombres,
está abrasada en amor á D ios y á los hom bres, é inundada en
y tiene plena potestad de repartirlas entre todos. P ara esto vie­
las más puras delicias. ¡Oh, si nos acercásem os con grande fe,
ne principalmente al Sacram en to, porque como el m anjar, unién­
confianza, dolor de pecados, humildad y caridad á recib ir el di­
dose al que le come, le comunica sus cualidades, así Jesús en la
vino Sacram ento! Presto viene Jesús á nosotros; se unirá su
comunión une su alma con la del justo que le recibe, con íntima
alma con la nuestra, su Corazón con el nuestro, su entendimiento
unión de caridad, y le comunica sus divinas virtudes, de modo
con el nuestro; ¡A h ! ¿No nos. humilla y confunde esta divina
que de dos voluntades se hace una, y de dos corazones uno.
dignación? V ile s gusanillos, ¿podíamos aspirar á intimar tan
Pondera luego cómo en la voluntad de esta alm a santísima están
estrechamente con Dios? Preparem os nuestro corazón; humille­
también los tesoros de los deleites celestiales; porque ella bebe
mos nuestro espíritu; avivem os nuestros deseos; propongamos
del río caudaloso de los goces de D ios, hasta hartar sus deseos
fiel correspondencia á tan singular g ra c ia ; y , entretanto, en
con suma hartura; y con tanta plenitud, que de lo que sobra pue­
fervientes coloquios roguemos por nosotros y por todo el mundo.
de llenar á todos de alegría. Ella, verdaderamente, es maná es­
condido con inmensa dulzura, donde están todos los sabores y
todos los modos de suavidad posibles para el regalo y recrea­ 7.a— EN EL DIVINO SACRAMENTO ESTÁ LA SANTÍSIM A TRINIDAD.
ción d élo s justos; y en entrando en ellos por la comunión, les
comunica la parte que su disposición merece. De aquí nacen las
Preludio i .» En d Santísimo Sacramento está el Verbo divino, y por circuminsesión
espirituales delicias que experim entaban los Santos al acercar­
las otras dos personas, el Padre y el Espirita Santo.
se á este divino convite, por las cuales les eran insípidos, des­ P reludio 2.a Represéntate á jesús en la hostia consagrada, diciéodote : c Mi Padre y
agradables y repugnantes todos los gustos del sentido. Y si tú Yo somos una misma cosa».
no experimentas este sabor y gusto espiritual que es el fruto P reludio 3.a Pide viva fe de que en el divino Sacramento está la Santísima Trinidad
propio de este manjar, has de creer que la causa es porque no y profunda reverencia al acercarte á El.
has aprendido á regirte y dominarte., haciéndote rey de sus pa­
siones. ¡Oh R ey soberano! Y a que vuestro convite es convite
P a n t o l .° E n el Santísim o Sacram ento está el Verbo d iv i­
r e a l, digno de vuestra g ra n d e za , llenando en él el alma de bie­
no.— Considera cómo en el Santísimo Sacramento está el Verbo
nes sobrenaturales de virtudes y de suavidad, dadme un cora­
divino, unido inseparablemente con el cuerpo, con la sangre y
zón generoso como el vuestro para que sea digno de hallarme
con el alma del Salvador; cuyo Verbo es verdaderamente maná
en vuestra mesa y gozar de vuestra inefable suavidad y dul­
de infinita dulzura y D ios escondido, porque habita en una luz
zura. ¡Oh alma! Contempla en el Sacramento el alm a de Cristo
inaccesible. Pondera cómo este V erbo es la palabra de D ios
con una voluntad rica de amor, virtudes y deleites ? ¿ No procu­
v iv o , eterna é infinita, que salió, sale y saldrá eternamente
rarás unirte con ella? ¿Cóm o vences para esto tu voluntad propia?
del P a d re , quedándose dentro de Él con toda la divinidad, sa­
9 26 Serie marta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 7 .a— En el divino Sacramento estala Santísima Trinidad. 927

biduría y omnipotencia que el mismo Padre tiene. Este Señor es dilata en gran manera los senos de la confianza, estando certísi­
la palabra omnipotente por quien fueron criadas todas las cosas mo que quien te ha dado lo que es m ás, no te negará lo que es
y se conservan; y siendo eterno, salid en los días postreros del menos; y quien te da á su Hijo, que es tan bueno como su Padre,
cielo para vestirse de nuestra carne. Este Señor es aquel que con también te dará los bienes que le pidieres, para servirle con ellos.
la palabra que salía de su boca sanaba á los enfermos, resucitaba ¡Oh Padre soberano! ¿Qué gracias os daremos por este don tan
les muertos, convertía á los pecadores, trocaba los corazones inmenso que dais al mundo, no una v e z , sino millares de veces,
y los llenaba de sus dones. Con su palabra sosegaba los ma­ renovándole cada día para que pueda caber parte de él á todos?
res , mandaba á los vientos y echaba á los demonios de los cuer­ ¿Adónde pudo subir más vuestra caridad, que á darnos vues­
pos, derribaba en tierra á su s enemigos, y á ella obedecían todas tro Hijo, vestido de accidentes de pan, para que se entrañase
las cosas. Pues este mismo Verbo divino, con toda su omnipo­ dentro de nosotros, y nos uniese por amor consigo? Pues,
tencia, está encerrado, como maná escondido, dentro de este ¿cómo pagarem os á este Padre amantísimo tal caridad? ¿Qué
Sacram ento, para obrar en el alma que le recibe, lo que obró nos conviene hacer para esto?
viviendo en la tierra. A quí con su palabra interior y con la efica- P a n to 3 .° E n el Santisinio Sacram ento está el E sp íritu
cia de su gracia espiritualmente sana á los enfermos, resucita á Santo.— En este punto puedes considerar cómo también en este
los muertos, muda las voluntades, sosiega los ánimos turbados, divino Sacramento el E spirita Santo acompaña al Padre y al
reprime las tentaciones, hace huir á los demonios y triunfa de to­ Hijo, porque todas tres divinas Personas son un D ios, y donde
dos sus enemigos; y, si nosotros con viva fe le recibim os, expe­ está la una está 1% otra, y lo que la una obra en las criaturas
rimentaremos en nosotros estos efectos de la omnipotencia de su obra también la otra. D e suerte que en este celestial convite se
palabra. ¡Oh palabra omnipotente! Pues que á vuestra soberana cumple á la letra lo que dijo spn Juan: «T res son los que dan tes­
eficacia nada puede resistir, hablad á mi c o r a z ó n ,y luego se timonio en el cielo: el P adre, el Verbo y el Espiritu Santo, y es­
liará cu 61 cuanto digáis. Decidle que san e , y quedará sano; que tos tres son una cosa»; porque en este Sacramento se juntan las
no se tu rb e, y luego se verá inundado de p a z ; que se haga en él tres divinas Personas, para dar interiormente testimonio al que
la luz, y quedará iluminado. Hablad, Señor, una sola palabra, y comulga de la grandeza del pan vivo que recibe. El Padre, -
ella será suficiente para obrar en mí cuanto queráis, y para ha­ fortaleciendo con su omnipotencia las potencias del alma en
cerme tan santo como deseéis. ¿ Creemos que en el Sacramento el divino servicio, y renovando enrío intimo de su corazón el
está el Verbo divino? Pues, ¿cómo nos acercamos á recibirle testimonio que de Jesús dió, diciendo: «Este es mi Hijo muy
con tanta tibieza, flojedad y desconfianza? amado; oídle». E l Hijo de D ios, con su sabiduría, ilustra y en­
P a n t o ft.° E n el Santísim o Sacramento está la persona seña lo que se ha de h acer, y renueva los testimonios que de
d el P adre.— Considera en este punto cómo en el Santísimo Sa­ sí daba durante su vida mortal. Adem ás de esto, el V erb o divino
cramento está también la persona del Padre Eterno acompa­ y su P ad re, que son principio del Espíritu Santo, le comunican
ñando á su Hijo; parque no pueden separarse uno de otro; y al alma que comulga dignamente; y a sí, cuando v a s á comul­
dondequiera que esté el Hijo, allí está el Padre; por lo cual Él gar, has de imaginarte que vas á recibir al Dador del Espíritu
mismo dijo: «Las cosas que Y o hablo, no las hablo Y o de Mí Santo, á aquel Señor que dijo á l a sam aritana: «Si conocieses
m ism o, sino mi Padre lasJiabla, y Él hace estas obras; porque el don de D ios, y quién es el que se entra por tus p u erta s, tú le
Y o estoj' en mi P a d re , y mi Padre está en M í». En el divino pedirías de beber, y Él te daria un agua v iv a , que es el don del
Sacramento, pues, está el Padre, engendrando á su Hijo dentro divino Espíritu, el cual, en entrando, da también testimonio de
de sí, porque siempre le engendra y comunica su misma divi­ su divina presencia, unas veces como paloma, con la inocencia
nidad; y como le envió al mundo para nuestro remedio, así y pureza que cau sa , otras veces como fuego, con los afectos
va continuando esta misión en e l Sacram ento, pudiendo decir fervorosos de amor y celo que enciende. | Oh Espíritu santísi­
con propiedad, mirando lo que allí pasa: «De tal modo amó Dios mo! Venid pronto á mi a lm a , que suspira por recibiros; llenadla
al mundo, que le dió á su Hijo unigénito, para que todos los de vuestra divina luz, y encended en ella el sagrado fuego de
que le recibieren con fe v iv a , no perezcan, sino alcancen Ja vuestro amor. ¡Oh alma! M ira á tu buen Pastor, amable Padre,
vida eterna». M ira, pues, con los ojos de la fe en el Santísimo tierno Esposo, cariñoso Hermano! ¿No se despiertan en ti los
Sacramento al Eterno Padre, dándote á su mismo Hijo para que deseos de recibirle? ¿De dónde procede tanta frialdad?
sea tu consuelo, alivio, m edicina. luz, maestro y m édico, y re­ K p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Oh cosa admirable! ¡El mismo S e ­
cordando lo que dice san Pablo : «E l que nos ha dado á su mismo ñor de cielos y tierra en el divino Sacramento es comida de po­
Hijo unigénito, ¿cómo no nos dará con É l todas sus cosas?», bres, siervos y hum ildes! ¿Quién jam ás lo hubiera imaginado?
92$ Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 8.•— Méritos de Jesús encerrados en ¡a Eucaristía. 929
¿Quién se atrevería á d e se a rlo , si el mismo Señor no lo hubiese sino también lo qtie después de ella le había de suceder. V ió la
dispuesto? A llí, bajo los accidentes de pan y vino, se hallan la lanzada que le habían de dar en el costado, la sepultura de su
carne, la sangre, el alm a, los méritos y virtudes de Jesús; y cuerpo, su descenso al limbo, su resurrección y permanencia en
allí está también el V erb o divin o, la segunda Persona de la San­ el mundo hasta su ascensión. V ió asimismo todas las gracias y
tísima Trinidad, aquella P alabra omnipotente, v iv a , eficaz, pe­ dones que había de conceder á todos y á cada uno de los hom­
netrativa, por la cual todas las cosas han sido hechas y se con­ bres hasta el fin del mundo, y las obras gloriosas que había de
servan. Y como en la Santísim a Trinidad no puede estar una per­ hacer por medio de ellos, con las ayudas que pensaba darles
sona sin la otra, estando el V erbo divino en el adorable Sacra­ con las inspiraciones y Sacramentos. V ió, además, todas las blas­
mento, está también el Eterno Padre, del cual p roced e, y allí femias, injurias y persecuciones que se habían de levantar con­
nos da á su divino Hijo, p ara que sea nuestro Redentor, Maes­ tra Él y contra su doctrina y discípulos, por parte de todos sus
tro, Médico, luz y todo. E stá también el Espíritu Santo, proce­ enemigos. Y todo esto lo aceptó en aquel instante con una vo­
dente de entrambos, dándonos pruebas de su presencia, y a por luntad muy generosa, la cual por esto fué de altísimo m ereci­
la pureza que nos inspira, y a por el ardor de caridad y celo que miento á los ojos de su eterno P ad re, como es meritoria la volun­
comunica. D e suerte que cuando comulgamos recibim os en cier­ tad del hombre que ordena muchas mandas buenas en su testa­
to modo á l a Santísima Trinidad, y dentro de nuestro pecho mento; y aunque al tiempo de la ejecución no esté en estado do
se está obrando este m isterio inefable. P u es, ¿cómo no salimos de m erecer, son señales de lo mucho que mereció con ella. Pues
nosotros mismos, pensando esto? ¿Cómo no tenemos más vivos con este riquísimo tesoro viene Jesús ú este Sacram ento, para
deseos de recib irá Jesús? ¿C óm on o nos preparamos con más enriquecernos con é l, y aplicarnos sus merecimientos, á fin de
profunda humildad, m ás fervorosa devoción? ¿Quién hubiera que se aumenten mucho los nuestros. ¡Oh dulce Jesús, rico en
jamás imaginado tan soberanas grandezas, si el mismo Dios misericordias! ¿Por qué sois tan generoso con los hombres, po­
n o la s hubiese revelado y ejecutado? ¡Oh dicha inefable! ¡Que niendo en sus manos y á su disposición el caudal infinito de nues­
nuestro corazón se convierta en trono de la beatísima Trinidad! tros méritos? ¿No sabéis que su corazón es tan m iserable, que
Dispongamos lo conveniente, haciendo firmes y prácticas reso­ ni sabrá ni querrá agradeceros tal bondad? ¿No sabéis que vu es­
luciones, y orando fervientemente por nosotros, por todos los
tra misma caridad será ocasión de que sea m ás g ra v e la malicia
que han de comulgar y powtodo el mundo. de ellos despreciándola? Concedednos, Señor, que, reconocien­
do vuestro beneficio, nos sirvam os de él para nuestro provecho
8."— MÉRITOS DE JESÚS ENCERRADOS EN LA EUCARISTÍA. y vuestra gloria. ¿Hemos nosotros comprendido á lo que. Jesús
se ha ofrecido por nuestro bien ? Y nosotros; ¿nos ofrecemos á
PRELUDIO i .° En e] Santísimo Sacramento ha encerrado el Señor todos los méritos que hacer y padecer todo lo q u e desea Jesús? ¿Qué quiere actual­
h> contraído con su Padre y todas las satisfacciones. mente de ti?
PRELUDIO 2 .« Representémonos á Jesús diciéndonos: «El pan que Yo daré es mi carne P a n t o 2 .° E n el divin o Sacram ento puso J e s ú s los m é­
por la vida del mundos.
ritos contraídos cott su in stitución .— A qu í has de considerar
Preludio 3.° Pidamos las disposiciones necesarias para recibir con provecho el Santí­
particularmente los méritos contraídos por Jesucristo con la ins­
simo Sacramento.
titución del Santísimo Sacramento, los cuales depositó en este
mismo convite. Pondera cómo en el primer instante de su encar­
P a n t o l .° E n el Sacram ento puso J e s ú s todos s u s m ere­ nación vió que era posible hacer esta manera de banquete á Jos
cim ien to s— Considera la inmensidad de los merecimientos de hombres, dándoles en manjar y en bebida la carne y sangre que
Jesucristo, no sólo por la infinita dignidad de la persona, por lo tomaba por ellos, y se ofreció con generosa voluntad á dispen­
cual tienen un valor infinito, sino por las obras y trabajos con sarles este b ien , al tiempo que se hubiese de partir de esta vida.
que los alcanzó. P ara conocer algo de ellos, has de ponderar Y los treinta y tres años que v iv ió , siempre tuvo este deseo muy
cómo Jesús, en el prim er instante de su encarnación, vió todas ardiente, como le tuvo de ser bautizado con el bautismo de san­
las cosas que había de hacer y padecer hasta morir en la cruz, gre y de beber el cáliz de su Pasión. Y por esto dijo la noche de
y ofrecióse con gran prontitud á cumplirlo todo, por agradará la cen a : «Con deseo he deseado comer este cordero pascual
su Padre 5' para nuestro remedio. Y esta prim era voluntad fué antes que padezca». ¿Y qué es decir con deseo he deseado, sino
tan meritoria, que, com o dice san Pablo, fuimos santificados por que el deseo había-sido la r g o , continuo y muy intenso? Con­
ella con la oblación que hizo de su cuerpo. Mas esta voluntad sidera luego cuán meritorio fué este deseo y voluntad de darnos
abrazó no sólo lo que h abía de hacer y padecer hasta la muerte, tal comida y bebida; porque vió este Señor en aquel instante los
59
93<> Serie a ta rla .— D el Santísim o Sacram ento.
M ed. #.a -- M éritos de Jesús encerrados en la Eucaristía. 931
innumerables bienes que había de conceder á sus siervos por me m ostráis, disponiendo que una comida tan regalada sea paga
medio de la comunión, y las insignes misericordias que haría con de deuda tan penosa? ¿ Y que al tiempo que comemos para re­
ellos y para ellos. V id también las injurias, desprecios y malos galo y sustento del alm a, paguemos por las penas que m ereci­
tratamientos que había de recibir en este Sacram ento, asi de los mos por regalar con desorden el cuerpo? H aced, Señor, por
judíos, herejes y paganos que le niegan y dicen que es puro pan, vuestra caridad, que mi regalo y contento sea padecer y ser
como de los pecadores y malos sacerdotes, que le reciben en
despreciado por V o s, como V os lo fuisteis por mí. ¿Necesitamos
pecado mortal y le tratan con poca reverencia. Y todo esto acep­ délas satisfacciones de Jesús? ¿Cómo asistimos á la Misa y co­
tó este Señor con gran voluntad, y con ella mereció los grandes
munión, en donde se nos aplican?
bienes que nos hizo y hace en el buen uso del mismo Sacra­ E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué deseo tan encendido tiene Je­
mento. P or lo cual, al ir á comulgar, has de ofrecerle en particu­
sucristo de enriquecernos y de pagar por nuestras deudas! En
lar el tesoro de los merecimientos con que te mereció la buena
el Santísimo Sacramento ha deposi tado el tesoro de sus mere­
disposición para hacerlo, y la buena comunión y fruto de ella.
cimientos y satisfacciones, á fin de que todos sus discípulos é hi­
¡Oh amantisimo Jesús! Si nos decís que el que diere un vaso de
jos acudiesen á esta fuente de agua v iv a , j- sacasen de ella copio­
agua por amor de Dios se hará digno de recibir una medida
sos méritos, y alcanzasen la remisión de los pecados.No hay'que
llena, apretada, colmada y que rebose dé gloria en el cielo, ¿qué
temer que se agote este divino m anantial, ni siquiera que se dis­
habréis merecido Vos', dándonos vuestra propia carne por comi­
minuya el cúmulo de merecimientos y satisfacciones que en él
da, y por bebida vuestra misma sangre? Y o me admiro, Señor,
ha depositado Jesús. E l cual alcanzó méritos en grado infinito
de tan infinito caudal de m erecim ientos, y os suplico me apli­
por razón de la dignidad de su persona, é indefinidos por razón
quéis una parte de él, para hacerme por ellos digno de vuestra
de los sacrificios á que se ofreció para obtenerlos. En el prim er
gloria. ¿ Qué hacemos para que se nos apliquen estos merecimien­
instante de la encarnación se desarrolla delante de Jesús todo
tos de jesús? ¿Cómo nos acercamos al Santísimo Sacramento?
el cuadro de lo que había de hacer y padecer, antes de su muer­
L 'u u to 3 .° E n el Santísim o Sacram ento hay el tesoro de
te, en la misma muerte y después de e lla , en su cuerpo ó en
las satisfacciones de J e sú s.—Considera cómo las satisfaccio­
sus discípulos, ó en su doctrina y enseñanza. V e tam bién, con
nes de Jesús son infinitas y sulicientísimas, no sólo para pagar
mayor claridad que si yahubiese ocurrido, todo el bien que podía
por los pecados de todos los hombres habidos y por haber, sino
hacer y que realmente haría por medio del Santísimo Sacra­
para satisfacer por todas las penas en que se puede incurrir. Por­
mento, y todas las injurias, profanaciones y desprecios que ten­
que, si una sola gota de la sangre de C risto, un solo suspiro de su
dría que sufrir. ¡ Y á todo se ofrece generosamente! ¡Oh abne­
Corazón, el más ligero dolor, era bastante para satisfacer por
gación digna de etérna alabanza! ¿Cóm o correspondemos á
los pecados del mundo, por recibir el valor de la excelencia de la
ella? ¿Procuram os reportar el fruto que ha intentado Jesús? In­
persona de quien procedían, ¿qué tesoro tan inmenso, y qué cú­
sensatos somos, s i, teniendo, como tenemos, á nuestra disposición
mulo de satisfacciones tan soberano habrán producido los in­
esta fuente de aguas viv as, morimos de sed. Basta y a de pereza
mensos dolores, los torrentes de sangre y las ardientes lágrimas
y abandono. S i somos pobres, aquí tenemos el más abundante
que derramó y padeció Jesús? Pondera cómo de estas satisfac­
tesoro; si estamos gravados de deudas, aquí tenemos la paga; si
ciones nace el tesoro que la Iglesia nuestra Madre reparte á
nos hallamos faltos de méritos para el cielo, aquí los encontra­
vivos y difuntos con las indulgencias; pero m ás eficazmente se re­
remos. Propongamos lo que nos convenga h a c e r . y con v iv a fe,
parte este tesoro por el sacrificio de la M isa, cuyo efecto propio
firme confianza y profunda humildad roguemos por nosotros y
es pagar por las penas que debemos por nuestras culpas. Y
por todos.
a sí, cuando oyes M isa has de ofrecer, en compañía del sacerdote,
aquel divino sacrificio con todo el fervor de corazón que te fuere
posible, para sacar de aquel tesoro una gran parte para ti y
para otros, vivos ó difuntos; porque cuanto fuere m ayor el fer­
vo r de la caridad con que se ofrece, tanto m ayor es la parte de
satisfacción que se aplica. Tam bién la comunión, como dice san­
to T om ás, ayuda para esta misma paga, despertando en nos­
otros los fervorosos actos con que suelen h a cerse; por lo cual,
cuando comulgamos, hemos de juntar nuestras satisfacciones
con las del Señor que recibim os, para que sean más eficaces uni­
das con ellas. ¡Oh benignísimo Jesús! ¿Qué bondad es esta que
M eé. — Virtudes deJesús en e l Santísim o Sacram ento. 933
9 32 Serie coa rta .— D el Santísim o Sacram ento.
practica en el Santísimo Sacramento. El mismo quiso obligarse
á ella cuando ordenó que, en diciendo cualquier sacerdote las
9.a—VIRTUDES DE JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO.
palabras de la consagración, al instante se pondría bajo los
- accidentes del pan y del vino. L o cual cumple con una obedien­
P reluoio i .® En el divino Sacramento ejercita el Señor sobre todo la humildad , obe­
cia perfectisima, acompañada de todas las condiciones que pide
diencia y caridad.
esta virtud en su grado supremo; porque es puntual, presta é
P reludio 3 • Representémonos á Jesús, que, desde el Sacramento, nos está diciendo:
(Ejemplo os he dado para que hagáis lo que Yo he hechos. instantánea, sin detenerse ni un solo momento en venir al Sacra­
Preludio ; * Pidamos la gracia de imitar las virtudes de Jesús. mento. E s universal, á todos los sacerdotes, aunque sean malos
y consagren con mala intención y por un fin muy m alo , porque
no mira á su mal ánimo, sino al fin santo que Él tuvo en la o rd e­
P u n to l. ° J e siis e jercita la h u m ild a d en grado heroico.
nación que hizo; también es universal á to d o lugar y tiempo,
—L a primera virtud que resplandece en el Santísimo Sacramen­
porque ninguno ha excluido. E s constante y perseverante, por­
to es la profunda humildad de Jesús, con que actualmente se hu­
que ni se cansa'de venir muchas veces, ni se va del Sacramento
milla á sí mismo, encubriendo toda la gloría y resplandor que
por mal tratamiento que le hagan; y , mientras duran las espe­
tiene, con una tan baja y hum ilde cubierta, como es los accidentes
cies, dura con gran firmeza, y en esto durará hasta el fin del mun­
del pan y del vino. Y , como desde el pesebre estaba clamando, no
do, porque allí también está diciendo: «He venido del c ie lo , no á
con palabras sino con obras : «Aprended de Mi que soy manso
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me e n v ió ». Y desde
y humilde de corazón»; así también desde este Sacramento
allí clama con el ejemplo que, si quieres recibirle dignamente,
está dando los mismos clam ores á todos los cristianos, y á tí,
has de adornar tu alm a con una obediencia semejante á la suya;
cuando com ulgas; por lo cual has de humillarte y encubrirte,
porque el que ha de hospedar á Jesús como M arta, y recibir de
deseando el último lugar en todo, por imitarle. Pondera, además,
Él la refección espiritual como M aría, ha de ser su alm a como
cómo hasta el día de hoy sufre con humildad y mansedumbre las
Betania, que quiere decir casa de obediencia, dedicándola á obe­
injurias que allí recibe, los desprecios, descortesías y descome­
decer en todas las cosas al que se hizo obediente, para enrique­
dimientos que con Él se tie n e n ; y , aunque le pongan en el pos­
cerla con sus gracias. ¡Oh dulce Jesús! A hora veo cuán amigo
trer lugar, no se queja ni se venga, sino disimula y hace del
sois de la obediencia y cuánto deseáis hallar esta virtud en vues­
que no lo ve, y pasa por e llo ; y así quiere que los que se acer­
tros siervos. No contento con obedecer hasta la muerte, os habéis
can á recibirle hagan otro ta n to , si aspiran á ser sus discípulos y
quedado entre nosotros, para darnos un continuo ejemplo de
á tener parte en las g ra cias y favores, que comunica á los humil­
obediencia perfecta, universal, y perseverante. P or ella os su­
des en este Sacramento. Y si te haces sordo á estas voces, tienes
plico gracia para practicar esta virtud que tanto os agrada y tanto
mucho por qué correrte y avergo n zarte, siendo tan soberbio en
necesito. Y nosotros, ¿somos obedientes? ¿Tiene nuestra obe­
la presencia de este S eñ o r tan humilde, como dice Dios por
diencia á Dios y á sus representantes los caracteres» de la obe­
Ezequiel: «Hijo del hom bre, muestra á la casa de Israel este
diencia de Jesús? ¿Es perfecta? ¿Es universal? ¿E s perseve­
tem plo, para que se confundan por sus pecados; midan su fábrica
para que se avergüencen de las cosas que hicieron». Y ¿qué rante?
templo más verdadero que este divino Sacramento, donde está P n n t o S . 0 Caridad y m isericordia de J e s ú s — Considera
aquí la heroica caridad y misericordia de este Señor en darse
el mismo Dios y su C risto ? Con este templo se han de confor­
mar todos los justos, que son templos vivos del Espíritu Santo, á sí mismo y á todas sus cosas á todo género y suerte de hom­
adornándose con las virtudes que este Señor tiene y del modo bres, por viles y despreciados que sean, para remediar sus nece­
que Él las ejercita. ¡Oh humildísimo Jesús, templo vivo déla sidades y hartar el hambre que tienen; cumpliendo aquí á la
Divinidad 1 Grande adm iración es para mí el v er en V os tanta letra lo que dijo á un hombre que le convidó á comer: «Cuando
grandeza encubierta con tan excesiva humildad ; pero, más me hicieres algún convite, no llames solamente á tus parientes y
confunde el ver mi bajeza con tan extremada soberbia, y que sea amigos ricos, que pueden pagártelo convidándote ellos otra
tan miserable que no h agan mella en mí los prodigiosos ejem­ vez; sino llama también á los pobres, tullidos, cojos y ciegos
plos que diariamente m e dais de tan necesaria virtud. En ade­ de quienes no puedes esperar paga». A sí lo hace este divino Se­
lante, ¿no nos alentarem os á ser humildes? ¿No procuraremos ñor. sin negarse á nadie, ni aun á los más viles pecadores, luego
el último lugar? ¿No sufrirem os con paz y alegría los desprecios? que se han arrepentido de sus pecados, no teniendo asco de
P a n t o ¡4.° O bediencia de J e sú s en el Santísim o Sacra­ entrar á m orar en casa que ha sido cueva de ladrones, morada
m ento.— L uego has de considerar la heroica obediencia que Jesús de basiliscos y posada de demonios. Pondera también cómo ma-
934 S e r ie a t a r í a . — D e l S a n tís im o S a c r a m e n to . Med. 10 .— R l Santísim o Sacramento es alim ento de los cristianos. 935
nifiesta el Señor su admirable largueza en querer que esté la mos hacer cuanto sea necesario para preparar nuestra alm a, y
mesa siempre puesta, y Él se está en el sagrario de asiento pidamos por nosotros y por todos.
muchos días, esperando la hora en que ha de llegar uno de
estos pobrecítos, para darle la refección que le pide. Y á todos I0 .-E L SANTÍSIMO SACRAMENTO ES ALIMENTO DE LOS CRISTIANOS.
llama y convida para que vengan á su convite; y no podemos
hacerle m ayor placer que acudir á su llamamiento, tomando Él
Pkumno i -• Jesucristo instituyó el Santísimo Sacramento pan nuestro alimento yvida,
lo que es provecho nuestro, p or materia de su g o z o , como si al modo que plantó en el paraíso rl árbol de vida par. nuestros padres, y envió el maná para
fuera provecho suyo. D e aquí nace el amoroso llamamiento que los israelitas.
nos hace por Isaías, diciendo: «Todos los que tenéis sed, venid PnEUMMO 4.» Representémonos á Jesús diciendo: 1 El que come de este pan, vivirá
á las a g u a s, y los que tenéis p la ta , daos prisa, comprad y comed; eternamente».
venid y comprad sin dinero y sin permuta vino y leche. Oid mi PftcUMMO y Pidamos gracia fura agradecer este favor y aprovecharnos de el.
voz; comed lo que es bueno, y se alegrará con su grosura vues­
tra alma». ¡ Oh amantísimo Señor! Pues que vuestra infinita mi­ P n t * 1.® P roviden cia de J e sú s com parada cote la que
sericordia os hace venir del cielo á convidar, no sólo á los reyes temo d el hom bre en e l paraíso terrenal. Considera la excelen­
y príncipes, sino á los hombres más viles y despreciados, de­ cia singular de la divina Providencia en sustentar nuestras alm as
seoso de enriquecerlos á todos; concededme que, confiado en con este soberano Sacram ento, la cual excede infinitamente á la
vuestra benignidad, me acerque á V o s y participe del convite que tuvo de nuestros prim eros padres en el estado de inocencia.
divino que habéis preparado, y quede mi alma llena de g ra c ia y Para ellos hizo muchos árboles en el paraíso, y entre e llo sé l
harta de virtudes celestiales. ¡Oh si los hombres no buscasen ya árbol de vid a , cuya fruta, comida de cuando en cuando, bastase
con tantas ansias el manjar que perece, sino éste que permanece para conservar la vida del cuerpo.- P ara los cristianos ha puesto
hasta la vida etern a!; Qué hacemos nosotros? ¿Qué fruto repor­ machos manjares espirituales en el paraíso de su Iglesia y entre
tamos de la caridad de Jesús ? ¿Cómo correspondemos á su mi­ ellos ordenó este divino Sacramento como árbol de v id a , jwrque
sericordia? es pan de vida sempiterna. Pero ¡qué diferencia tan inmensa se
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué virtudes tan excelentes ha descubre entre ano y otro árbol! A q u él era terren o , hecho de
querido encerrar el Señor en el Santísimo Sacramento! Y ¡con tierra; éste es celestial y venido del ciclo: aquél daba vida al
qué perfección tan acabada las practica! Su humildad no puede cuerpo; éste al alm a: aquél solamente con serváb ala vida á los
ser más profunda. A quí oculta y esconde toda su grandeza y vivos; éste alguna vez da la vida á los muertos. Pondera cómo
esplendor divino, no bajo la cubierta de un cuerpo hermosísimo mucho mejor se puede com parar el Santísimo Sacramento al
como en la encarnación, sino bajo los viles accidentes de pan y árbol de vid a . que está en el paraíso celestial, el c u a l, según san
vino, A quí sufre sin inmutarse, ni dar siquiera señales de dis­ Juan, lleva doce frutos, cada mes el s u y o , ó diferentes en es­
gusto ni sentimiento, las burlas, desprecios, injurias, profana­ pecie, para deleitar con la variedad, ó uno mismo doce veces,
ciones. |Oh, si nosotros oyésemos su voz que nos dice: «Aprended para recrear con la novedad, y sus hojas son salud de las gen­
de MI, que soy humilde de corazón»! ¿Qué diremos de su obe­ tes. Porque este soberano Sacram en to, en quien está aquel
diencia? Ni puede ser más perfecta, ni más puntual, ni más Señor que dijo: «Yo soy el camino, verdad y vida», lleva doce
universal, sin distinción de personas, lugares ni tiempos, ni con frutos, produciendo en nuestras almas toda variedad de virtudes,
más extraordinario sacrificio, comprometiéndose á ir, así al pa­ y moviéndola al ejercicio de los doce frutos del Espíritu Santo,
lacio del noble como á la choza del pordiosero, y á entrar en el que son: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, lon­
corazón del santo y en el pecho infame del pecador. Mas su cari­ ganimidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia y castidad.
dad, misericordia y generosidad campean sobre todas las virtu­ Y estos doce frutos renueva cada vez que dignamente se recibe;
des. El convite no puede ser más rico ni más precioso, y, con y sus h ojas, que son las palabras que de él están escritas, son
todo, á él son todos, los hombres invitados; y la mesa siempre poderosas para dar salud perfecta; porque de ellas dijo el mismo
está parada,y Jesús siempre dispuesto y llamando, y alegrándose Señor: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida». ¡ Oh
cuando alguno atiende á su llamamiento. ¿ Cómo, en vista de Padre amorosísimo I G racias os doy por esta regalada providen­
esto, practicamos estas virtudes? ¿Somoshumildes?¿obedientes? cia que habéis tenido de nosotros, plantando tal árbol en medio
¿caritativos? Avergoncém onos siquiera de presentarnosá Jesús, de vuestra Iglesia, para dam os vida eterna. Concededme que
siendo tan extremada la distancia que hay de nosotros á Él. Y pueda vencer mis pecados y pasiones, para que guste la fruta
pues no podemos dejar de recibir, si queremos v iv ir , proponga­ de este árbol del paraíso que prometisteis al victorioso. Y tú.
936 Serie cuarta. — D e l Santísim o Sacram ento. M ed. 10 .— E l Santísim o Sacram ento es alim ento de los cristianos. 937
alma m ía, ¿comprendes esta amorosísima providencia?¿Cóm o divina Providencia ha ordenado que tú cooperes con ella, para
correspondes á ella? ¿Qué e x ig e de ti? buscar y gustar este divino P an . al modo que mandó á los israe­
P a n t o 2 .° Providencia, de J e sú s com parada con la que litas que madrugasen á c o g e r el m aná, antes de salir el sol; por­
tuvo de los israelitas en e l desierto. —En este punto has de que mi saliendo lo derretía, en castigo de los perezosos; para
considerar la excelencia de esta providencia, comparándola con que entendiesen todos que convenía prevenir la luz del so l, para
la que nuestro Señor tuvo en sustentar al pueblo de Israel con el recibir la bendición de D ios y bendecirle por ella. Pondera cómo
maná, figura muy exp resiva de este divino Sacramento. Pondera debes también m adrugar para buscar este divino m aná, medi­
cuatro excelentes própiedades que tenía el maná, y que este so­ tando ante todo las grandezas de este divino Sacram ento, y
berano Sacramento reúne con inmensas ventajas. El m anáera pan cogiendo el maná dulcísimo de la devoción, que se saca de la
del ciclo, fabricado por lo s ángeles en la región del aire, y como consideración de ellas, antes que el sol de las ocupaciones y ten­
rocío caía en la tierra y se cuajaba, después se molía y se amasa­ taciones quesuceden entre día, te derramen y sequen el espíritu.
ba, y se cocía en el fu e g o , y así se com ía; este divino Pan vino Debes, otrosí, m adrugar para alabar y g lo rific a rá D ios, con
del supremo cielo por o b r a , no de ángeles, sino del Espíritu San­ ánimo muy agradecido por este beneficio, asistiendo al sacrificio
to; como rocío bajó á la tie rra , y juntándose con la pequeñez de que con este fin se celebra; porque si Dios tanto deseó que se
nuestra humanidad, fué m olido con trabajos corporales, amasado conservara en su pueblo la memoria del m aná, con el cual habla
con agua de aflicciones interiores, cocido con fuego de tormentos sustentado á sus padres por el tiempo de cuarenta años, ¿cuánto
y amorosos afectos, y de este modo se hizo nuestro manjar, más deseará que tengas perpetua memoria de este divino man­
cubriéndose con los accidentes de pan y vino. El maná era pan jar, con el cual ha alimentado hasta hoy y sustentará hasta el fin
m edicinal, preservando de las enfermedades corporales á los que del mando al pueblo cristiano? D ebes, sobre todo, m adrugar el
lo comían; este divino Sacram ento sana las. enfermedades del día de la comunión, para disponerte á ella diligentísimamente,
alm a, preservando de m uchas culpas, y libra d é la muerte eter­ tomando esta ocupación como la principal de aquel día, acor­
na, en que incurriéram os por ellas. El maná tenía un solo sabor dándote que si ahora no te aparejas y no te aprovechas de esta
natural, mas para los justos tenía todo sabor, sabiendo á cada uno celestial com ida, llegada la m uerte, padecerás perpetua ham­
á lo que quería; este divino manjar, aunque tiene un solo sabor bre, como el día del sábado la padecían los israelitas que no ha­
natural de las especies de pan y vino, mas para los justos tiene bían querido coger el maná durante la semana. A hora conozco,
todos los sabores espirituales que cada uno puede desear, con­ Dios mió, mi insensatez y locura. Mq he atrevido á presentarme
forme á su necesidad, porque encierra dentro de sí á la fuente de delante de V o s sin preparación ninguna. L o que no me atre­
todo sabor y dulzura. El m aná, por fin, cogido en grande ó pe­ vería á hacer con un rey de la tierra, ni aun con el último de los
queña cantidad, bastaba p ara el sustento del que le cogía, que­ hoiqbres, he hecho tantas veces con Vos. Con el entendimiento
dando tan harto quien co g ía poco como quien cogía m ucho; este disipado, el corazón frió y mí espíritu distraído, me he presen­
divino Sacramento basta para el entero sustento espiritual del tado á vuestra divina mesa. ¡Oh alm a mía! ¿Conoces tu error?
que le come, y a sea gran d e, ya pequeña la medida que de él ‘ ¿Cómo lo debes remediar? ¿Qué preparación te ex ige Jesús para
tome, porque todo C risto .está en la hostia grande y en la pe­ que le recibas? '
queña, y en cada partecica de ella. ¡Oh Dios de amor! No diga E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán tierna y paternal fué la pro­
y a el pueblo de Israel que no hay una nación tan grande y feliz videncia de D ios con nuestros primeros padres en el paraíso!
como e lla , cuyos dioses se hagan tan caseros y tratables como L as más variadas y sabrosas frutas estaban siempre á su dispo­
el suyo. Grandes beneficios les h icisteis, pero inmensamente sición, y entre ellas la del árbol de vid a, que milagrosamente
mayores Son los que dispensáis á los cristianos. Dábaisles pan conservaba la salud y preservaba de toda enfermedad. Xo fué
de ángeles; á nosotros nos dais pan divino: aquel pan curaba las menos tierna la que tuvo con los israelitas en el desierto, hacien­
enfermedades corporales; éste cura las espirituales: aquél re­ do llover del cielo el precioso maná, que contenía todos los gus­
creaba al cuerpo con todos los sabores; éste recrea al espíritu tos, preservaba de todas las enfermedades y sustentaba admira­
con todas las gracias: a q u é l, aunque en pequeña cantidad,saciaba ble é igualmente á lo s que lo comían, y a fuese en grande, y a en
el apetito; pero una partícula de éste llena ¡os senos inmensos del pequeña cantidad. Sin em bargo, infinitamente más generoso,
corazón. ¡Oh alma devota! ¿Qué sientes al considerar tales bon­ espléndido y misericordioso se ha mostrado el Señor con nos­
dades? ¿Cómo correspondes al amor de tu Dios? otros, si atendemos al alimento y manjar que nos ha preparado.
P u n t o 8 .° D ilig e n c ia con que hem os de disponernos para ¡Su mismo cuerpo y sangre con todos sus m éritos, virtudes, atri­
recibir la sagrada c o m u n ió n — Considera, finalmente, cómo la butos y grandezas! ¡Oh verdad, digna de toda admiración y
935 S tr it cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. Med. i i . — E l Sm o. Sacram ento es suma de las grandevas de D ios. 939
alabanza! ¿Quién, al poder alimentarse de este árbol de vida, grandemente, y alaba su bondad-soberana. ¡Oh D ios y Señor
envidiará la suerte de Adán y E va. cuando moraban en el paraí­ mío! ¡ Cuán admirable es vuestro nombre en toda la tierra! A d­
so? ¿Quién echará de menos la dicha de los israelitas, pudiendo mirable fué en la creación del hom bre; más admirable en su
comer todos lo s días este divino maná? ¿Quién no se esforzará reparación, y no menos admirable en su sustento, haciendo una
en disponerse para acudir á este celestial convite, madrugando suma de vuestras m aravillas para sustentar al que es suma de
para contemplar las grandezas que en él se encierran, para vuestras obras. ¡Oh alma raía! ¿Conoces lo que por ti ha hecho
alabar y glorificar al R ey que nos convida, y para adornar el Jesús? ¿Qué haces tú por Él?
alma que ha de ser su morada? Confundámonos de no haberlo P a n t o 2 .° E l Santísim o Sacram ento es como recuerdo de
hecho así hasta hoy; propongamos obrar de otro modo en ade­ la omnipotencia de D io s, por obrarse en é l dos m ilagros : se­
lante, pidiendo para esto gracias al Señor, y rogando por las parar la substancia de pan de los a ccid en tes,y convertir un
demás necesidades. cuerpo como la hostia en otro tan gran d e como e l cuerpo de
Jesús.—Considera cómo este Santísimo Sacramento es un me­
II. - EL SANTÍSIMO SACRAMENTO ES SUMA DE LAS GRANDEZAS DE DIOS. morial de las m aravillas de la omnipotencia de D ios, la cual obra
aqui muchos y muy grandes m ilagros invisibles á los ojos del
cuerpo, pero admirables y estupendos á los ojos del alma, que
Preludio' i .» Quiso Jesucristo compendiar y recordar por medio del Santísimo Sacra­
mento las grandevas de su divinidad y omnipotencia. los mira con la lumbre de la fe. El prim er m ilagro que nos des­
P reludio 2.° Represéntate i Jesús diciendo: < El pan que Yo dar¿ es mi carne por la cubre la fe es deshacer D ios con su palabra omnipotente la unión
vida del mundo ». y trabazón natural que tenían los accidentes de pan y vino con
P reludio Pide la gracia de conocer y adorar las grandezas que se encierran en el su substancia, cambiando la substancia y conservando los a c c i­
divino Sacramento. dentes sin aquel a rrim o ; de modo que, aunque percibes con los
sentidos color, sabor y olor de pan y vino, realmente no está
P u n t o l .° E l Santísim o Sacram ento es com pendio de las la substancia del vino ni del pan, sino la carne y sangre de Je­
grandezas de la D iv in id a d y Trinidad.—Considera cómo este sucristo, en quien milagrosamente se convirtió. ¡A s í separa el
santo Sacramento es un memorial de las grandezas maravillosas • Señor lo que naturalmente era inseparable, para unirse contigo!
de la Divinidad y Trinidad que en él están encerradas. Aquí Y tú, para unirte con É l, ¿no querrás separarte de lo que le
está la persona del Verbo divino, unida con su sacratísima huma­ ofende? P ero pondera el otro m ilagro, que consiste en convertir­
nidad, en q uien, como dice san Pablo, mora la plenitud d éla se una substancia tan humilde de pan y vino en otra tan ex ce­
Divinidad corporalmente. Por consiguiente, está en su compañía lente y perfecta como es el cuerpo de Cristo. A llí, debajo los
la Santísima Trinidad, porque no es posible separarse una per­ accidentes que perm anecen, está substapcialmentetodo Él con la
sona de la otra, por ser todas un mismo D ios; y todas las obras entereza que tiene en el c i e l o A l l í está su sacratísima cabeza,
que en este Sacramento hace el Hijo, también las hacen el Padre con aquellos divinos ojos que roban el corazón. A llí están sus
y el Espíritu Santo, aunque con un modo especial se atribuyen benditísimos pies y manos, con las señales de las llagas que hi­
al Hijo, en cuanto sola su Persona sustenta la carne y la sangre cieron los clavos, y el costado con la llaga que hizo la lanza, y
que se ños dan en manjar. Pondera cómo también en este Sa­ el Corazón encendidísimo con el fuego del amor que le movió á
cramento están todas las perfecciones y atributos de D io s : pues, recibirlas, y todo el cuerpo con las dotes de claridad y hermo­
como dijo el mismo A póstol, en Cristo están, todos los tesoros sura que excede á la del s o l, luriay estrellas. Pues ¿qué m ayor
de la sabiduría y ciencia de D ios, y también los de su bondad y maravilla puede ser que hacer Dios en un instante una conver­
caridad, los cuales resplandecen admirablemente en esta obra. sión y mudanza tan extraordinaria de una cosa tan pequeña en
L a sabiduría, en haber inventado tal medio, que Dios y hombre otra tan grande, de una tan vil en otra tan preciosa, sólo para
se haga manjar y bebida de los hom bres; la bondad, en comuni­
■ Puede verse &santo Tomás (Sum. Tbeol., 111 p., q. 86, a. 4), en donde dice que en el
carse á sí mismo de esta manera á sus fie le s; la caridad, en unir­
Santísimo Sacramento, ex vi rcalis eoneomitauliae, se halla la cuantidad dimensiva del
se y entrañarse con sus amigos y no negarse á sus enemigos; cuerpo de Cristo, cor, todos sus' accidentes, esto es, con todos sus órganos y partes. Y,
la m isericordia, en darse por manjar de los hambrientos y bebi­ aunque no hay ni puede haber distancia local entre unos y otros órganos, puesto que allí
da de los sedientos, y venir personalmente á visitar y curar á los está el cuerpo de Jesús de un modo substancial, pero tampoco puede decirse que se hallen
enfermos; y la liberalidad, en darnos de pura gracia cuanto tie­ de una manera confusa, porque, como observa el mismo santo Doctor (Sent., lib. 4,
ne. A l considerar tales portentos que por ti ha querido obrar el dist. lo , ¡n fin. art. 2), sus órganos habent ordinem inter se, licet secundumordinemillum
1 ■ noncomparentur ad dimensiones exteriores.
Señor, y la mucha estima que de tu alma ha tenido, admírate
94° Serie cu a rto .— D el Santísim o Sacram ento. MeJ ¡2. — El Sontísimo Sacramento, causa <le la gracia. 941

sustentar al hombre? ¡O h G loria m ía !. Mudadme en otro varón, velado bajo los accidentes del pan el V erbo encarnado, están
para que pueda serviro s por esta mudanza que por mi habéis también con Él el Padre y el Espíritu Santo con todas las perfec­
hecho. S i Vos me dais todo lo que sois para mi sustento, yo os ciones infinitas que les competen.¡Oh cristiano! ¿Has considerado
quiero dar todo lo que s o y para vuestro s e rv ic io ; mi cuerpo con tu dicha al recibir el Santísimo Sacramento ? ¿Has pensado que
mis sentidos, mi corazón y cuanto tengo, em plearé en serviros, en ese momento feliz se cumple al pie de la letra la promesa de
pues V o s lo habéis em pleado todo en sustentarme. ¿Estás tú, Jesús á sus amantes discípulos? Vendrem os á él y moraremos
alm a m ía, animada de estos sentimientos? dentro de él. P a ra eilo ha de despertar su omnipotencia, ha de
P a n t o 3 .° Otros d o s m ilagros de la d ivin a omnipotencia, realizar los más grandes portentos; pero no importa. S u amor
que son: estar e l cuerpo d e Cristo en el Sacram ento á manera pasa por todo. Él rompe la unión que existe entre la substancia y
de esp íritu , y sin d e ja r a l cielo.— Considera otro milagro no los accidentes; de tal modo prepara y amasa su cuerpo sacra­
menos estupendo que lo s dos anteriores, que es estar todo el tísimo, que todo Él se halla en toda la hostia y en cada parte de
cuerpo de Cristo en el Sacram ento indivisiblemente á manera de ella, y sin dejar el c ie lo . donde está glorioso y en su propia espe­
espíritu, de modo que todo É l está en toda la hostia y todo en c ie , se presenta puntualmente adonde quiera que le llamen sus
cada parte de ella. D e donde resulta que, aunque la hostia se di­ ministros, sin faltar jam ás á la palabra que ha dado y á las pro­
vida, Cristo nuestro S e ñ o r no se divide, sino que todo Él entero mesas que nos ha hecho. ¡O h 1 ¡S i tú supieras agradecer tan
queda en cada partecica de ella. Y de aquí es también que la grande benignidad y m isericordia! ¡ S i , á imitación de tu Señor,
vida que viv e Cristo en e l Sacramento, no es vid a de carne, sino estuvieras siempre presto para someterte á sus mandatos y vo­
como vida de espíritu; porque a llí, aunque tiene pies, no anda, luntad! ¿Q ué te conviene resolver para obrar de este modo?
y aunque tiene m anos, no palpa, y aunque tiene lengua, no habla; ¿Qué propósitos has de h acer? Piénsalo, resuelve, pide gracia
solamente usa de las potencias espirituales, propias del espíritu. al Señor, y ruégale por todas las necesidades.
En lo cual debes aprender que, aunque vivas en carne, no has de
obrar según la carne, sino según el espíritu, haciendo obras espi­ 12.— EL SANTÍSIMO SACRAMENTO, CAUSA OE LA GRACIA.
rituales y mortificando las carnales. Pondera luego otro sorpren­
dente m ilagro, que consiste en que, estando C risto nuestro Señor
Preludio 1.a h s i i i u y t j e w el Santiamo Sacramento, para concedemos por medio
en el cielo empíreo , ocupando el lugar que su soberana grandeza
Je ¿I la divina gracia.
m e re ce , sin dejar de estar a llí, baja al S acram en to: y junta­ P reludio 2.a Represéntate.á Jesucristo, mostrándote el Santísimo Sacramento y di-
mente está en diferentes partes del mundo, dondequiera que ciéndote: «El que coma de este pan. vivirán.
fuere consagrado, sin exceptuar lugar ninguno, y con tanta vigi­ Preludio 3.» Pide la gracia de réeibir siempre con las debidas disposiciones la sagrada
lancia atiende á la consagración de cualquier sacerdote, que, comunión, para que sea para ti fuente de gracia y vida.
en diciendo las p alabras de la consagración con intención de
consagrarle, en el mism o instante las saca verdad eras, haciendo P a n t o l . ° J e s ú s en el Sacram ento, da la g racia por s i
todos los m ilagros referidos. ¡Oh omnipotencia soberana de Je­ mismo.—Considera c ém o , habiendo determinado Jesús instituir
sús, que así os em pleáis en provecho d élo s hombres, ofreciendo siete Sacramentos, que fuesen siete señales sensibles de la g ra ­
poner vuestro cuerpo en cualquier lugar de la tierra donde puede cia, y siete instrumentos para aplicarte el fruto de su Pasión, que
estar el suyo 1 ¿Quién se rá capaz de hacer cuanto m erecéis por es la santificación, quiso que el uno de ellos no fuese pura cria ­
tan admirable beneficio ? Permitidme, S eñ or, que me dedique tura, como es pura agua, ó a ce ite , ó bálsamo, ó puro pan y vino;
todo, y en todo tiempo y en todo lu gar, á vuestro servicio. ¡ Oh sino que el mismo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, quiso
alma devota! Esto debes hacer si quieres corresponder de algún real y verdaderamente juntarse con la criatura, y encubrirse mi­
■ modo al amor de Jesús. M as ¿qué has de corregir y enmendar? lagrosamente debajo de los accidentes del pan y del vin o, para
¿Qué te conviene p racticar? darte Él mismo la gracia, y aplicarte el fruto de su Pasión, mos­
E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Cuán cierto es que en el divino trando en esto la infinita caridad y amor que te tiene y lo mucho
Sacramento hallamos un recuerdo perenne y expresivo de las que estima tu santificación y el aumento y perfección de ella.
grandezas y m aravillas de Dios 1 ¡Cuán bien dijo David qué el Esto puedes ponderar por varios ejemplos. Porque nuestro amo­
Señor daría á los que le temen un m anjar suavísim o, que seria rosísimo Jesús no es como el médico, que ordena la medicina y
un memorial de sus o b ra s portentosas! É l nos recuerda la Trini­ encarga al enfermero que la aplique, sin tocar él al enfermo;
dad beatísima, los infinitos atributos de D ios, su bondad, mise­ antes É l mismo es el médico y la m edicina, y el que invisible­
ricordia, Sabiduría, om nipotencia. Estando en él escondido y mente la aplica, entrando como manjar en nosotros y dándonos
940 Serie cu a rta .’— D el Santísim o Sacram ento. M eJ 1 2 . — E t Santísim o Sacram ento, causa de la gracia. 941
sustentar al hombre? ¡O h G loria m ía !. Mudadme en otro varón, velado bajo los accidentes del pan el V erb o encarnado , están
para que pueda se rviro s por esta mudanza que por mí habéis también con Él el Padre y el Espíritu Santo con todas las perfec­
hecho. S i V os me dais todo lo que sois para mi sustento, yo os ciones infinitas que les competen. ¡ Oh cristiano! ¿ Has considerado
quiero dar todo lo que s o y para vuestro s e r v ic io ; mi cuerpo con tu dicha al recibir el Santísimo Sacramento ? ¿Has pensado que
mis sentidos, mi corazón y cuanto tengo, em plearé en serviros, a i ese momento feliz se cumple al pie de la letra la promesa de
pues V o s lo habéis em pleado todo en sustentarme. ¿Estás tú, Jesús á sus amantes discipulos? Vendrem os á él y moraremos
alma m ía, animada de estos sentimientos? dentro de él. P a ra eilo ha de despertar su omnipotencia, ha de
P u n t o 3 .® Otros d os m ilagros d e la d iv in a omnipotencia, realizar los más grandes portentos; pero no importa. Su amor
que son: estar el cuerpo d e Cristo en el Sacram ento d manera pasa por todo. Él rompe la unión que existe entre la substancia y
de esp íritu , y s in d e ja r a l cielo — Considera otro milagro no los accidentes; de tal modo prepara y amasa su cuerpo sacra­
menos estupendo que lo s dos anteriores, que es estar todo el tísimo, que todo Él se halla en toda la hostia y en cada parte de
cuerpo de Cristo en el Sacram ento indivisiblemente á manera de ella, y sin dejar el cielo , donde está glorioso y en su propia espe­
espíritu, de modo que todo É l está en toda la hostia y todo en cie , se presenta puntualmente adonde quiera que le llamen sus
cada parte de ella. D e donde resulta que, aunque la hostia se di­ ministros, sin faltar jam ás á la palabra que ha dado y á las pro­
vida, Cristo nuestro S eñ o r no se divide, sino que todo Él entero mesas que nos ha hecho. ¡ O h ! ¡ Si tú supieras agradecer tan
queda en cada partecica de ella. Y de aquí es también que la grande benignidad y m isericordia! ¡ S i , á imitación de tu Señor,
vida que viv e Cristo en e l Sacramento, no es vida de carne, sino estuvieras siempre presto para someterte á sus mandatos y vo­
como vida de espíritu; porque a llí, aunque tiene pies, no anda, luntad! ¿Q ué te conviene resolver para obrar de este modo?
y aunque tiene m anos, no palpa, y aunque tiene lengua, no habla; ¿Qué propósitos has de hacer? Piénsalo, resuelve, pide gracia
solamente usa de las potencias espirituales, propias del espíritu. al Señor, y ruédale por todas las necesidades.
En lo cual debes aprender que, aunque vivas en carne, no has de
obrar según la carne, sino según el espíritu, haciendo obras espi­
12.— EL SANTÍSIMO SACRAMENTO, CAUSA DE LA CRACIA.
rituales y mortificando las carnales. Pondera luego otro sorpren­
dente m ilagro, que consiste en que, estando Cristo nuestro Señor
Preludio l> Instituyó Jesús el Santísimo Sacramento, para concedemos por medio
en el cielo empíreo , ocupando el lugar que su soberana grandeza
Je ¿I la divina gracia.
m erece, sin dejar de estar allí, baja al Sacram ento, y junta­ P reludio 2.a Represéntate.á Jesucristo, mostrándote el Santísimo Sacramento y de­
mente está en diferentes partes del mundo, dondequiera que ciéndote: t El que coma de este pan. vivirá».
fuere consagrado, sin exceptuar lugar ninguno, y con tanta vigi­ Preludio }.♦ Pide la gracia de recibir siempre con las debidas disposiciones la sagrada
lancia atiende á la consagración de cualquier sacerdote, que, comunión, para que sea para ti fuente de grada y vida.
en diciendo las p alabras de la consagración con intención de
consagrarle, en el mism o instante las saca verdaderas, haciendo P a n t o l .° J e s ú s en el Sacram ento, da la gracia por s i
todos los m ilagros referidos. ¡Oh omnipotencia soberana de Je­ mismo. —Considera c é m o , habiendo determinado Jesús instituir
sús, que así os em pleáis en provecho d é lo s hombres, ofreciendo siete Sacramentos, que fuesen siete señales sensibles de la g ra ­
poner vuestro cuerpo en cualquier lugar de la tierra donde puede cia, y siete instrumentos paira aplicarte el fruto de su Pasión, que
estar el suyo 1 ¿Quién s e rá capaz de hacer cuanto merecéis por es la santificación, quiso que el uno de ellos no fuese pura cria ­
tan admirable beneficio ? Permitidme, S eñ or, que me dedique tura, como es pura agu a, ó aceite, ó bálsam o, ó puro p an y vino;
todo, y e n todo tiempo y en todo lugar, á vuestro servicio. ¡Oh sino que el mismo Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, quiso
alma devota! Esto debes hacer si quieres corresponder de algún real y verdaderamente juntarse con la criatura, y encubrirse mi­
modo al amor de Jesús. M as ¿qué has de corregir y enmendar? lagrosamente debajo de los accidentes del pan y del vino, para
¿Qué te conviene practicar? darte É l mismo la gracia, y aplicarte el fruto de su Pasión, mos­
E p í l o g o y c o lo q u i o s . ¡ Cuán cierto es que en el divino trando en esto la infinita caridad y am or que te tiene y lo mucho
Sacramento hallamos un recuerdo perenne y expresivo de las que estima tu santificación y el aumento y perfección de ella.
grandezas y m aravillas de Dios 1 ¡Cuán bien dijo David que el Esto puedes ponderar por varios ejemplos. Porque nuestro amo­
Señor daría á los que le temen un manjar suavísim o, que sería rosísimo Jesús no es como el médico, que ordena la medicina y
un memorial de sus o b ra s portentosas! Él nos recuerda la Trini­ encarga al enfermero que la aplique, sin tocar él al enfermo;
dad beatísima, los infinitos atributos de D ios, su bondad, mise­ antes É l mismo es el médico y la m edicina, y el que invisible­
ricordia, sabiduría, omnipotencia. Estando en él escondido y mente la aplica, entrando como manjar en nosotros y dándonos
942 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacramento. Med. 12.— El Santísimo Sacramento, ca u sa de la gracia. 943

la gracia que sana nuestra dolencia. No es como el hombre rico viera palabras para alabar y afectos para agradecer la abun­
y poderoso, que da el precio para redimir el esclavo, y manda á dancia de gracias que me comunicáis en el Santísimo Sacra­
su criado que le rescate, sino Él mismo es el Redentor y el' pre­ mento! G racias os doy por esta merced tan soberana, y no per­
cio de nuestro rescate, y el que aplica este precio de su sangre, mitáis que sea tan estúpido que no la conozca, tan ingrato que
y por sí mismo nos da la perfecta libertad de Ja gracia y adop­ no la agradezca, y tan tibio que no me aproveche de ella.
ción de hijos de Dios. No es como el rey que convida i sus vasa­ P u n t o 8.° Jesucristo en el Sacramento hace a l alm a rega­
llos y manda á sus criados que les sirvan á la mesa; antes Él lado con vite— Considera en este punto el convite espiritual que
mismo quiere ser el que nos convida y el co n vite. y el que nos hace Cristo dentro del alm a, comunicándola en su entrada la
sirve á la mesa, dándosenos á sí mismo en manjar y bebida. Y, refección espiritual, que es la g ra cia propia de este Sacram en­
aunque los sacerdotes son sus instrumentos para e s to , pero Él to; lo cual puedes entender al modo que dice san G regorio, que
real y verdaderamente asiste á todo, velado y oculto debajo las las virtudes y dones del Espíritu Santo, figurados por las tres
especies del pan y del vino. ¡Oh médico misericordiosísimo! ¡Oh hijas y siete hijos de Job, hacen banquete muy solemne al alma
Redentor liberalisim o! ¡Oh Re}' piadosísimo! ¿Q ué haré por con el ejercicio de sus a cto s, meneándolos Cristo nuestro Señor
vuestro servicio en recompensa de lo que hacéis por mi prove­ con su presencia, para que los ejerciten con grande júbilo.
cho? ¿Cómo no amaré á quien tanto me ama ? ¿Cómo no estimaré Hace el banquete por medio de la caridad, moviéndola á que
la gracia de mi santiíicación, pues el mismo santificador viene á ejercite actos de amor de Dios, de gozo espiritual, de celo de su
mí? ¡Oh alma mía! Medita y admira las invenciones amorosas gloria, de ansias de unirse con su Am ado. Mueve la virtud de la
de J e sú s, para darte su g r a c ia : ¿no harás de ella el aprecio que religión, para que ejercite actos de reverencia, alabanza, agra­
es debido? decimiento y mil afectos de devoción y oración. Mueve el don de
P n n t o 2 .° J e sú s en el Sacramento, da la gr acia con abun­ sabiduría, para que brote altos sentimientos de D ios con ad­
d a n cia — A quí has de considerar la abundancia de gracia que miración de sus grandezas, con grande fe y luz de sus verdades,
Cristo nuestro Señor concede al alma cuando entra en ella por con grande sabor y dulzura por sus perfecciones; y de esta ma­
medio del Santísimo Sacramento. En esta ocasión se cumplen nera menea la fe y la esperanza, la humildad y la obediencia, con
perfectamente, si el hombre no pone óbice, las palabras que las demás virtudes y dones del Espíritu Santo, cuyos actos son
dice la santa Iglesia: m ens im pletur g ra tia ; el ánima se llena refección, sustento y hartura espiritual del alma. D e todo esto de­
de gracia; porque aquí recibe con plenitud la gracia y caridad, bes sacar un entrañable deseo de convidarle tú también como
le son infundidas todas las virtudes sobrenaturales y los siete . É l te convida, animándote á ejercitar estos actos con tu libre al­
dones del Espíritu Santo, con grande aumento y perfección, mu­ bedrío ayudado de su g ra cia, aunque estés seco y pesado; por­
cho m ayor que en todos los demás Sacramentos; puesto que és­ que Cristo nuestro Señor gusta mucho de esta comida, y de
tos no son más que canales por las cuales comunica el S eñ o ría cenar contigo dentro de tu corazón. Y por esto dice el Espíritu
g r a c ia ,} ' en aquél se halla la misma fuente de las gracias y el Santo,,que si te sientas á com er con el principe, m ires lo que te
dador de ellas; por cuyo motivo , el don que concede ha de ser poneii delante, sabiendo que le has de aparejar otro tanto para
más abundante. Cuando el rey da limosna por mano de su limos­ que él coma. ¡Oh Principe Soberano! Entrad en esta pobre mo­
nero, bien se sufre que la dé pequeña; mas cuando él mismo la rada á cenar conm igo, y traed con V os la cena de que gustáis,
da por su mano, ha de ser dádiva grande, como dádiva de rey. porque de mi parte me ofrezco á aparejarla, haciendo con todas
A sí Jesucristo, cuando te distribuye su gracia por medio de mis fuerzas lo que os diere gusto en ella. Y nosotros, ¿qué vir­
los demás Sacramentos, se comprende que lo haga con tasa y tudes ejercitamos cuando nos acercam os al divino convite?¿R e­
limitadamente,' pero en éste, como Él por sí mismo da la limosna cibimos á nuestro celestial Huésped con actos de humildad, amor,
de la gracia y virtudes, dala muy copiosa, como limosna dada fe , reverencia y demás virtudes que desea?
por la mano de D ios, cumpliendo aquí lo que dice D avid, que te K p íl« S « y c o lo q u io s . ¡Cuán generoso se m uestra Jesús
corona con su misericordia y con grandes obras que nacen de en la distribución de su gracia y de las virtudes sobrenaturales,
ella, llenando tu deseo de grandes bienes. En este punto puedes que nos ha merecido á costa de su sangre! Entre los siete Sacra­
imaginar que Jesús te dice aquello del salmo: «Abre bien tu boca mentos, que son como las señales de su gracia y los instrumentos
y la llenará»; dilata y ensancha los senos de tu alma y los deseos y canales por los que se nos comunica, hay uno que no es pura
de tu co razó n , porque vengo con propósito de llenarlos y cum­ criatura, sino el mismo D ios, escondido bajo las especies de pan
plirlos. ¡O h Am ado mío, rico en misericordias, y generoso en y vino. Este R ey amoroso nos convida á su m esa , nos sirve y
regalar y en enriquecer á los que se acercan á V os! ¡Quién tu- quiere que le comamos á É l mismo. Este Redentor bondadoso se
944 Serie cuarta. - Del Santísimo Sacraniento. M ed. 1 — E l Sacram ento, cansa de nuestra unión con C risto. 94;
da 4 sí mismo por precio de nuestro rescate , y É l mismo lo paga permanece en D ios, y Dios en él»; porque Cristo nuestro Señor,
para que nosotros sin trabajo salgamos de la esclavitud del ene­ en cuanto Dios, es la misma caridad por esencia, y de É l nace,
migo. ¡Oh amor divino, verdaderamente desinteresado! ¿Quién por medio de este Sacramento, la caridad participada, y el que le
puede llegar á calcu lar el tesoro inmenso de gracias que recibirá come queda unido con la caridad, y asi está en D ios como en
aquel que, debidam ente preparado, se acerca á este manantial su casa de refugio, y D ios está en él como en su templo y casa
de bienes y fuente de bendiciones? A quí el alma se llena de gra­ de recreación. F ija bien tu consideración en estas tres circuns­
cia; aquí el R e y por su mano da limosna, y no puede menos de tancias, capaces de encender en tu alm a la llam a m ás v iv a de
ser limosna r e a l; aquí el mismo Dios convida al alma y reúne amor: la caridad de D ios es quien te convida con este Sacram en­
en torno de sí á todas sus potencias y á todas las virtudes, y las to ; la caridad es la regalada comida que te sirven en esté ban­
excita y m ueve á que obren los actos que les son propios con quete, y ella entra dentro de ti y se sienta en medio de tu cora­
grande alegría y p ro vech o de aquélla. Mueve al entendimiento zón, para aficionar con su presencia á todas tus potencias; y la
para que penetre sus grandezas, á la voluntad para que le abrace misma caridad es el fin y fruto de esta comida, deseando Dios
con amor, á la m em oria para que se acuerde de Él y de SUS be­ por medio de ella permanecer en ti como en el lo ga r de su
neficios; m ueve la fe, esperanza y demás virtudes para que le descanso, y que tú permanezcas en É l como en el lugar de tu
hagan dulce m ú sica, con los afectos que les corresponden. Y tú, refugio. ¡Oh A m ado mío! ¿Qué necesidad tenéis de mi pobre
¿cómo te presentas á este convite? ¿Procuras disponerte con corazón para que inventéis tales medios para conquistarle? ¿No
el ejercicio de la m editación devota y d é la s virtudes? ¿Cómo tenéis en el cielo los corazones de todos los ángeles y bien­
lo has hecho hasta aquí? T a l vez te has acercado al altar santo, aventurados, que laten á impulsos del amor que os profesan?
movido sólo de la c o stu m b re , acompañado de la frialdad y se­ Bendita sea vuestra caridad, que, para comunicarse á nosotros
guido de la indiferencia. Si es a s í, procura reform arte, hacien­ y mudarnos en sí, se ha querido convertir en comida y servirnos
do propósitos, dirigiendo al Señor amorosas siiplicas, y rogán­ de alimento, y m orar de asiento en nuestra alma. ¿Cómo corres­
dole por ti y por todas tus obligaciones. pondemos nosotros á esta caridad? ¿L a hemos rechazado y
arrojado de nuestro corazón por el pecado?
13. — EL SANTÍSIMO SACRAMENTO, CAUSA DE NUESTRA UNIÓN P u n to S6.° P o r esta unión d iv in a vivim os la v id a d e Cris­
con Cristo. to. — Considera cómo, queriendo Jesucristo m ostrarte la exce­
lencia de la unión, que se alcanza por medio de la recepción del
Preludio I.« Jeiús instituyó el Santísimo Sacramento para unirse con nuestras almas Santísimo Sacram ento, dijo: «Como Y o v iv o por el P adre, así
por la caridaJ. quien me come v iy e por Mí». En las cuales palabras puso la ma­
Preludio 2.° Represéntate á jesús diciendo: « Quien come mi carne y bebe mi sangre, yor semejanza que podía traer para este intento. Para, compren­
en M i permanece y Yo en él s. der algo de e lla , mira cómo el Hijo de D ios, mediante la gene­
Preludio 3.0 Pide la gracia de unirte intimimente con Jesús por medio de la caridad. ración eterna, recibe de su Padre el ser y la vida de D ios, y to­

das las perfecciones, virtudes y obras de D ios; de suerte que el
P n m to l .° P o r e l Santísim o Sacram ento nos unim os con Hijo, por esta generación, es un D ios con su Padre, v iv e en É l y
J e sú s. — Considera cóm o Cristo nuestro Señor particularmente por É l , y es sab io, bueno, santo, infinito y todopoderoso como
instituyó este divino Sacram ento, para unirse contigo con unión Él, y con Él tiene un mismo sentir, querer y obrar en todas las
de caridad todo el tiem po de esta vida, que es el m ayor beneficio cosas. Del propio modo, si tú comes dignamente á Cristo nues­
que aquí hace á sus escogidos'. Esto significó cuando dijo: «Quien tro Señor en este divino Sacram ento, en virtud de esta comida
come mi carne y bebe tni sangre, en Mí permanece y Y o en él». recibirás por participación el ser y vida de Cristo, sus perfec­
Quefué decir, está en Mí por la caridad, como el que ama está en ciones y virtudes, y la conformidad con Cristo en el sentir, querer
la cosa amada, y Y o esto y en él por gracia, comunicándole los y obrar lo mismo que É l , de suerte que seas un espíritu con Él.
bienes que proceden d e ella. Y esto, no es sólo mientras dura este Porque en este manjar vivo sucede lo contrario que en los man­
manjar sensible en el cuerpo, sino de asiento y con permanen­ jares muertos con que alimentas el cuerpo; pues que no le con­
cia ; porque, consum idas las especies sacramentales, aunque Je­ viertes en tu substancia como á éstos, sino que É l te convierte
sucristo, en cuanto hom bre, no permanece contigo, pero en en sí; de tal modo, que puedas decir con el A póstol: « V ivo y o ,
cuanto Dios queda unido contigo y tú con Él con amor de amis­ y a no y o , sino Cristo v iv e en mí»; y mi viv ir es Cristo, porque
tad mutua, amándote 3' amándole, poniendo por obra lo que dijo vivo en É l, hallando en su imitación y seguimiento todo mi con­
san Juan: «Dios es c a rid a d , y quien permanece en la caridad,* tento, alegría, paz y cuanto puedo apetecer; vivo por É l , porque
60
946 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. M ed. 1 4 .— Efectos de nuestra unión con C risto. 947

É l es el principio de todas mis o b ra s; y vivo para Él, puesto para hacer obras de vid a? Vivificadm e, Señor, con vuestra vida
que á su m ayor gloria y hopor dirijo todo cuanto h ag o , sin bus­ celestial y divina, para que de hoy más no viv a en m í , sino en
car agradar á otro ni á mí mismo. ¡ Oh, si llegases á unirte con Vos, y no v iv a vida de hombre, sino vida de Dios, unido con É l
Jesús de tal modo que pudieses con verdad hablar como este por todos los siglos. ¿Deseamos alcanzar esta vida ? ¿ Qué
grande A póstol! jO h dulcísimo J e sú s! Pues tantas ganas tenéis debemos resolver y practicar para llegar á ella?
de que sea una cosa con V os, como V o s lo sois con vuestro Pa­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué beneficio tan singular nos
dre, entrad dentro de mi alma, por medio de este Sacramento, concede Cristo nuestro Señor por medio del Santísimo Sacra­
y obrad en ella la unión que por él me habéis [prometido, para mento! ¡ Nos une consigo con unión de caridad! ¿Cuándo el
que por ella seáis glorificado por todos los siglos. hombre, vil gusano de la tierra, podía a sp ira rá dignidad tan
P u n t o 3 .° J e sú s por esta unión es la causa universal de elevada ? Si tan apreciada y codiciada es la intimidad y amistad
las acciones de quien le recibe.— Considera en este punto la ex­ con los grandes y príncipes del mundo, y se reputa por un honor
tensa significación de la palabra de Jesucristo, que dice: «Quien muy grande el form ar parte de su servidumbre, ¿qué aprecio
me come, viv irá propter m e, por M í». En esta preciosa senten­ deberá hacerse de la intimidad con Jesucristo, y qué honor será
cia están indicados todos los géneros que hay de causa, dando á el estar unido con É l con los lazos de la amistad? Esto se nos
entender que Jesús será causa perfectísima de todas las obras concede al recibir sacramentalmente su cuerpo y sangre. Quien
vivas que hiciere quien le come. É l será la causa eficiente ó efi­ come mi carne, ha dicho el mismo S e ñ o r, y bebe mi sangre,
caz, porque con la eficacia de su inspiración será el principio mora en Mí y Y o en é l ; Y o seré para él un lugar de refu g io , y
de ellas, moviéndole poderosamente á que las ejecute. Será la él será para Mí un templo y lugár de recreación. ¡Bendita sea
causa final, porque será el fin último á cuya gloria las ordene, tan encendida caridad de J e s ú s ! L a cual no se contenta con
proponiéndose en ellas, no alguna ventaja m aterial, ni la sa- unirnos consigo de este modo tan adm irable, sino que quiere ha­
tisfacción de su amor propio, ni el acrecentamiento de su pro­ cemos participantes de su misma vida .haciendo de cada uno de
pio honor ó interés, sino pura y exclusivam ente la gloria de nosotros otro Cristo, teniendo por participación su mismo ser y
Jesús. Será la causa ejem plar, porque será el dechado y modelo vida, sus perfecciones y virtudes, y un mismo sentir, querer y
del cual las saque, y con el cual procure conformarse en ellas, obrar con É l, á semejanza de la unión que É l tiene con su Eterno
no buscando la imitación de los hombres ni de los án geles, sino P adre.¡O h, s in o s dispusiéramos debidamente, y recibiéram os
principalmente la de Jesús, recordando lo que Él mismo dijo: con la conveniente preparación este divino manjar! Llegaríam os,
«No llaméis maestros á m uchos, porque uno solo es vuestro como dijo el mismo S e ñ o r, á v iv ir propter eu m , y sería É l la cau­
M aestro, C risto ». S e r á , por últim o, la causa material ó la ma­ sa universal de todas nuestras operaciones. ¿D e dónde procede
teria y objeto de las palabras, pensamientos y afectos que tuvie­ que no reportemos tales efectos? E s que nos contentamos con
re, de modo que siempre v iv a propter C hristum , por Cristo, comerle corporalmente; le miramos simplemente como manjar
como quien no sabe otra cosa que á Cristo, y éste crucificado; corporal. No incorporamos su divino espíritu, ni nos preparamos
ni quiere amar, ni hablar, sino es de C risto , ni obrar sino por con aquella fe, humildad y deseo, ni le agradecem os cual debe­
Cristo, y para Cristo. D e este modo, Cristo vendrá á ser su vida, ríamos su visita. Mas, aún tenemos tiempo; resolvámonos á cam ­
la cual le comunica en el Santísimo Sacram ento, y por esto por biar de rumbo, acercándonos con otras disposiciones al divino
excelencia se llama Pan de vida, porque por É l se vive vida de convite; formemos aquellos propósitos que, atendido el estado
Dios, y vida de Cristo en unión con É l , como Él viv e la vida mis­ actual de nuestra alm a, nos sean convenientes, y pidamos for­
ma de su Padre. Ponderando estas m aravillas que obra el divino taleza para cumplirlos y remedio para todas las necesidades.
Sacramento en el que debidamente le recibe, debes confundir­
te grandemente viendo q u e , á pesar, de recibir con tanta fre­ 14.— EFECTOS DE NUESTRA UNIÓN CON CRISTO.
cuencia este pan v i v o , se halla tu alm a tan falta de fuerzas, P r a v o » !.« Como el manjar comunica sus cualidades al que frecuentemente le come, así
y casi muerta para D io s, moviéndola más los deseos de las este divino Sacramento á los que le reciben.
cosas mundanas que el am or de Jesucristo, buscando más el con­ Preludio 2.* Represéntate á Jesús diciéndote : «Este es el pan que bajé del cielo a.
tento de los hombres que el gusto de D ios, entreteniéndose más P reludio 3.« Pide la gracia de recibir de tal modo este Sacramento, que produzca en
fácilmente en la consideración de las cosas terrenas que en la tu alma los efectos que Jesús pretende.
meditación de las cosas divinas. ¡ Oh Pan de v id a ! ¿ Cómo es que
siendo V o s mi ordinario sustento, me hallo muerto? ¿Cómo se P a n to l. ° E l Santísim o Sacram ento com unica sus propie­
explica que alimentándome V os mismo, no sienta en mí fuerzas dades d io s que le reciben.— Considera aquí los efectos de tu
M ed. 1 4 .— Efectos de nuestra unión con C risto. 947
946 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento.
para hacer obras de vid a? Vivificadm e, Señor, con vuestra vida
É l es el principio de todas mis o b ra s; y viv o para Él, puesto
celestial y divina, para que de hoy más no v iv a en m í , sino en
que á su m ayor gloria y honor dirijo todo cuanto hago, sin bus­
car agradar á otro ni á m í mismo. ¡ Oh, si llegases á unirte con Vos, y no v iv a vida de hombre, sino vida de Dios, unido con É l
por todos los siglos. ¿Deseamos alcanzar esta vida ? ¿ Qué
Jesús de tal modo que pudieses con verdad hablar como este
grande A p ó sto l! ¡ Oh dulcísimo Jesús 1Pues tantas ganas tenéis debemos resolver y practicar para llegar á ella?
de que sea una cosa con V os, como V o s lo sois con vuestro Pa­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué beneficio tan singular nos
dre, entrad dentro de mi alma, por medio de este Sacramento, concede Cristo nuestro Señor por medio dél Santísimo Sacra­
y obrad en ella la unión que por él me habéis (prometido, para mento! ¡ Nos une consigo con unión de caridad! ¿Cuándo el
que por ella seáis glorificado por todos los siglos. hombre, vil gusano de la tierra, podía a sp ira rá dignidad tan
P u n t o 3 .° J e s ú s por esta unión es la causa universal de elevada ? Si tan apreciada y codiciada es la intimidad y amistad
las acciones de quien le recibe.— Considera en este punto la ex­ con los grandes y príncipes del mundo, y se reputa por un honor
tensa significación de la palabra de Jesucristo, que dice: «Quien muy grande el form ar parte de su servidum bre, ¿qué aprecio
me com e, v iv irá propter m e, por M í». En esta preciosa senten­ deberá hacerse de la intimidad con Jesucristo, y qué honor será
cia están indicados todos los géneros que hay de causa, dando á el estar unido con É l con los lazos de la amistad? Esto se nos
entender que Jesús será causa perfectísima de todas las obras concede al recibir sacramentalmente su cuerpo y sangre. Quien
vivas que hiciere quien le come. É l será la causa eficiente ó efi­ come mi carne, ha dicho el mismo S e ñ o r , y bebe mi sangre,
caz, porque con la eficacia de su inspiración será el principio mora en Mí y Y o en é l ; Y o seré para él un lugar de refu g io , y
de ellas, moviéndole poderosamente á que las ejecute. Será la él será para Mí un templo y lugár de recreación. ¡Bendita sea
causa final, porque será el fin último á cuya gloria las ordene, tan encendida caridad de J e s ú s ! I-a cual no se contenta con
proponiéndose en ellas, no alguna ventaja m aterial, ni la sa­ unirnos consigo de este modo tan adm irable, sino que quiere ha­
tisfacción de su amor propio, ni el acrecentamiento de su pro­ cemos participantes de su misma vida, haciendo de cada uno de
pio honor ó interés, sino pura y exclusivam ente la gloria de nosotros otro C risto, teniendo por participación su mismo ser y
Jesús. Será la causa ejem plar, porque será el dechado y modelo vida, sus perfecciones y virtudes, y un mismo sentir, querer y
del cual las saqu e, y con el cual procure conformarse en ellas, obrar con É l, ásem ejanza de la unión que É l tiene con su Eterno
no buscando la imitación de los hombres ni de los án geles, sino P adre.¡O h, sin o s dispusiéramos debidam ente,y recibiéram os
principalmente la de Jesús, recordando lo que Él mismo dijo: con la conveniente preparación este divino manjar! Llegaríam os,
«No llaméis maestros á m uchos, porque uno solo es vuestro como dijo el mismo S e ñ o r, á v iv ir propter eu m , y sería É l la cau­
M aestro, C risto ». S e r á , por últim o, la causa material ó la ma­ sa universal de todas nuestras operaciones. ¿D e dónde procede
teria y objeto de las palabras, pensamientos y afectos que tuvie­ que no reportemos tales efectos? E s que nos contentamos con
re, de modo que siempre v iv a propter C hristum , por Cristo, comerle corporalmente; le miramos simplemente como manjar
como quien no sabe otra cosa que á Cristo, y éste crucificado; corporal. No incorporamos su divino espíritu, ni nos preparamos
ni quiere amar, ni hablar, sino es de C risto , ni obrar sino por con aquella fe, humildad y deseo, ni le agradecem os cual debe­
Cristo, y para Cristo. D e este modo, Cristo vendrá á s e r su vida, ríamos su visita. Mas, aún tenemos tiempo; resolvámonos á c a m ­
la cual le comunica en el Santísimo Sacram ento, y por esto por biar de rumbo, acercándonos con otras disposiciones al divino
excelencia se llama Pan de vida, porque por É l se vive vida de convite; formemos aquellos propósitos que, atendido el estado
Dios, y vida de Cristo en unión con É l , como Él vive la vida mis­ actual de nuestra alm a, nos sean convenientes, y pidamos for­
ma de su Padre. Ponderando estas m aravillas que obra el divino taleza para cumplirlos y remedio para todas las necesidades.
Sacramento en el que debidamente le recibe, debes confundir­
te grandemente viendo q u e , á pesar de recibir con tanta fre­ 14.— EFECTOS DE NUESTRA UNIÓN CON CRISTO.
cuencia este pan v i v o , se halla tu alm a tan falta de fuerzas,
Preludio 1.0 Como el manjar comunica sus cualidades al que frecuentemente le come, asi
y casi muerta para D ios, moviéndola más los deseos de las este divino Sacramento á los que le reciben.
cosas mundanas que el amor de Jesucristo, buscando más el con­ Preludio 2.» Represéntate á Jesús diciéndose: «Este es el pan que bajé del cielo a.
tento de los hombres que el gusto de D io s, entreteniéndose más P reludio Pide la gracia de recibir de tal modo este Sacramento, que produzca en
fácilmente en la consideración de las cosas terrenas que en la tu alma los efectos que Jesús pretende.
meditación de las cosas divinas. ¡ Oh Pan de v id a ! ¿ Cómo es que
siendo V o s mi ordinario sustento, me hallo muerto? ¿Cómo se P a n t o I.® E l Santísim o Sacram ento com unica su s propie­
explica que alimentándome V o s mismo, no sienta en mí fuerzas dades á los que le reciben.— Considera aquí los efectos de tu
94^ Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento.
M ed. 1 4 . — Efectos de nuestra unión con C risto. 949 .
unión con C risto en el divino Sacramento; por medio de algunas
que no hubiera precepto de conservar la vida, sólo por necesi­
semejanzas. E s ante todo un manjar; y así como el manjar, unién­
dad y gusto come cada día el pan y vino con que se sustenta; así
dose, con el cuerpo, le p ega sus mismas cualidades, de donde
el alma, aunque no hubiera precepto de comulgar, ha de hacer­
resulta que manjares gruesos crían humores gruesos, y manjares
lo muy á menudo, por la necesidad que tiene de conservar la vida
delicados humores delicados y saludables; así Cristo nuestro espiritual, y por el gusto que hay en esta comida, y por dar gus­
Señor, entrando en ti y uniéndose con tu alm a, le comunica sus to al que la convida con tanto amor, y la manda que pida cada
propiedades y cualidades del cielo, su caridad, humildad, obe­ día este pan cotidiano, por lo mucho que desea dársele. Y para '
diencia, paciencia y las demás virtudes; de modo que quedes re­ más moverte, también te amenaza que, si no comes su carne y
novado á imagen de este hombre nuevo y de este Adán celes­ bebes su sangre, no tendrás vida en ti, ni la vida de la gracia,
tial , y se pueda decir de t i : como el segundo Adán es celestial, ni la eterna de la gloria. Pondera, además, que, así como el pan
a sie re s tú celestial, y cual es Cristo, ta le s el que le come. Y y el vino son sustento ordinario de toda suerte de personas, ricos
aunque es verdad que este sagrado alimento comunica todas las y pobres, grandes y pequeños, así el Señor quiere que este Sa­
virtudes, pero señaladamente da á cada uno la que más ha me­ cramento sea sustento de todos los fieles en cualquier estado y
nester, y la que más desea y pretende con aquella comida, á suerte que tuvieren, alta ó baja, porque á todos convida, como
semejanza del maná, que aunque sabía átodo gusto, pero servía se ve por la parábola del hombre que hizo una grande cena, y
á la voluntad de cada uno de los justos. Pondera también cómo convidó hasta los cojos y mancos, sintiendo grandemente que .
Jesús, para significar los efectos que causa en el que le come, algunos se excusasen de acudir á la invitación. ¿ Con qué frecuen­
se compara á la vid, d icien do: «Yo soy la vid y vosotros los cia nos acercamos al convite divino? i Resistimos á la invitación
sarmientos: quien perm anece en Mí y Y o en él, llevará mucho de nuestro amoroso Padre? ¡Oh Padre amantísimo, que con in­
fruto». Este divino Señor entra dentro de ti, y, como cepa, se finita caridad abrazáis á todos los hombres, eligiéndolos-para
pone en medio de tu corazón, y une consigo el sarmiento de tu vuestros hijos adoptivos, sin acepción de personas, deseando
alma con las varas de sus potencias, y les da virtud para que bro­ que todos los días asistan al preciosísimo banquete que les ha­
ten frutos suavísimos de bendición, devotos pensamientos, fer­ béis preparado! G racias os doy por tan generoso amor, y os
vorosos afe cto s, santas palabras y perfectas obras. Pero no so­
suplico me hagáis digno de com er cada día este pan cotidiano.
lamente es la v i d , sino también es el labrador y podador que P a n to 3 .° J e s ú s quiere unión d e caridad entre los que le
poda el sarmiento para que dé fruto. Y así, entrando en el hom­ comen. — Considera cómo quiso Jesucristo que la m ateria re­
bre, le inspira lo que ha de podar y m ortificar, y le ayuda á
mota del divino Sacramento fuese pan y vino, que se hacen
ello , para que se conserve la unión, y saque más copioso fruto de
de muchos granos de trigo y uva unidos entre sí, para signifi­
ella. ¡Oh amantísimo Jesús, que en forma de manjar dulce y re­
car que por él se junta espiritualmente sólo con almas unidas
galado queréis entrar dentro de mi pecho para com unicará mi
en caridad consigo mismas y con sus prójimos. D e suerte que, así
alma vuestras excelentes propiedades, y que, como v i d , deseáis
como no se pueden consagrar los granos de trigo y de uva hasta
que os plante en medio de mi corazón para que mi alm a, unida
que se hacen pan y vino con dicha unión, así también, aunque
con V os, lleve mucho fruto 1Venid á vuestro siervo que os desea:
Cristo nuestro Señor entre por la comunión sacramental en el
entrad en mi corazón, y no os separéis jam ás de mí, para que yo
hombre, no se unirá espiritualmente con él, si está desunido y
nunca me separe de Vos.
dividido con falta de caridad, y si no se dispone debidamente
P a n t o 2 .n J e s ú s desea que nos unam os con É l por la
para quitar los impedimentos de ella. Mas esto puedes alcanzarlo
sagrada com unión.— Considera cómo Jesús instituyó el Santí­
triturándote y desmenuzándote, como trigo, por medio de la
simo Sacramento bajo las especies de pan y vino para que cono­
contrición y de la penitencia, y dejándote pisar, como u va, con
cieses la frecuencia con que debes acercarte á la sagrada mesa,
la verdadera humildad y sujeción á todos por amor de Dios. D e
y la calidad de las personas que le han de recibir. É l está ani­
lo cual nacerá en ti grande fortaleza para todas las obras de la
mado de un entrañable deseo de hacerte cada día este banquete
vida espiritual, con grande alegría del ánima, porque, como el
y de que te aparejes para tener parte en él. L os reyes de la tierra
pan, según dice D a v id , conforta el corazón del hom bre, y el vino
tienen por grandeza que su s convites sean m uy preciosos, pero
le alegra, y , aunque sean manjar ordinario, no enfadan ni cau ­
muy raros; dos ó tres v e c e s al año; mas el R ey del cielo tiene
san fastidio, antes suelen ser como salsa que acompaña la otra
por grandeza que su convite sea preciosísim o, y cada día por
comida; así también este pan y vino del cielo conforta y alegra
toda la vida; y así le instituye en forma de pan y vino, que es
el espíritu, y , aunque se coma cada día, no causa fastidio, si se
manjar de cada día, para que entiendas que como el cuerpo, aun-
come dignamente; antes despierta nuevas ganas de com erle otra
95 ° Serte cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento.
M ed. / 5 .— E l Sacram ento, recuerdo de la Pasión de Jesús. 951

vez, porque encierra en sí todo género de suavidad, no terrena 15.- E L SANTÍSIMO SACRAMENTO, RECUERDO DE LA PASIÓN DE JESÚS.
como el maná, que enfadó á los hijos de Israel, sino celestial,
que recrea á los ángeles del cielo. ¡Oh Amado de mi alma, que P reludio i .« Jesucristo instituyó el Santísimo Sacramento para que fuese un memorial
por tantas vías y modos me provocáis á gozar de este soberano de su Pasión santa.
convite! No permitáis que me excuse con el desordenado amor Preludio 2.° Represéntate á Jesús diciendo i sus Apóstoles después de la consagración:
de los bienes de la tierra, ni tampoco que venga á él sin la vesti­ «Hacedesto en mi memorias.
Preludio 5.° Pide la gracia de saber recordar con amor y agradecimiento los trabajos
dura de bodas, que es la caridad. Desnudad mi corazón de todo
de Jesús.
amor terreno, y vestidle del divino, para que asista con amor al
convite de am or, y alcance por su medio la perfección del amor,
P n n to l.° Causas por qué este m em orial f u é u n convite
uniéndome con V os con perfecta caridad. ¿Practicamos nosotros
regalado— Deseando Jesucristo instituir un Sacramento, que
la caridad con los prójimos, que es disposición indispensable
fuese un recuerdo perpetuo de su Pasión, aunque parece que era
para el fruto de la comunión ? ¿ Qué efectos causa en nosotros esta
más propio que hubiera sido un Sacramento en el cual hubiése­
celestial comida? ¿Salimos de ella fuertes y animosos para seguir
mos derramado la san g re, como era la circuncisión de los judíos,
el camino de la virtud?
ó hubiésemos comido alguna cosa amarga, como se comían lechu­
E p í l o g o y c o lo q u io s . [Qué efectos tan m aravillosos pro­
gas amargas con el cordero pascual, no quiso sino que fuese un
duce en nosotros la unión mística con Jesucristo por medio del
convite regalado de pan de trigo y vino incorrupto. Pondera las
Santísimo Sacram ento! A l modo que el manjar comunica al que
causas de esta amorosa providencia de Jesús. L a primera fué
le come las propiedades naturales que posee, asi este divino man­
para descubrir su infinita bondad, y la caridad y amor que nos
jar enriquece al alma que debidamente le recibe con las mismas
tiene, porque, como buen Padre, escoge para si las cosas penosas,
cualidades que en él se encierran. ¡Oh misterio de amor de Jesu­
y reserva para nosotros, sus hijos, las su aves, en memoria de
cristo! Quiere que seamos humildes, obedientes, 'caritativos
sus penas, y para aplicarnos el fruto y provecho que se nos sigue
como É l, y , para lograrlo, se hace comida, y quiere que le
de ellas: este mismo espíritu debes tener tú , como hijo de tal
entremos en nosotros, y le coloquemos en nuestro pecho como Padre. L a segunda fué para manifestar el gusto grande con que
en un relicario, y desde allí se entretiene en hermosear el alma
padeció los trabajos de su Pasión, en cuanto era en beneficio
con las virtudes que á Él enriquecen; y, como cepa, se coloca en nuestro y para nuestro bien; por lo cual dispuso que su memoria
medio de nuestro corazón, une á sí nuestra alm a y la comunica fuese en cosa de gusto y suavidad, y en banquete de grande rego­
su savia divina, para que dé regalados y opimos frutos de ben­ cijo , para que con más gusto nos acordásemos de ella y se la
dición y de vida. A l considerar todo esto, ¿quién no sentirá vivos agradeciésemos. L a tercera fué para que vieses la suavidad de
deseos de recibir frecuentemente este divino manjar, y de dis­ su le y , de la cual había dicho que era yugo suave y carg a ligera,
ponerse con todos aquellos requisitos que Jesús desea hallar y así todos sus Sacramentos son suaves, y éste sobre todos, con
en los que le han de recibir? Como el pan y vino es alimento haber salido de su costado, herido con cruel lanza. Finalmente;
cotidiano y para toda clase de personas, y supone la unión de con tan amorosa providencia te obliga á que imites las cosas
muchos granos de trigo y de u va, así este adorable Sacramento amargas y afrentosas de su P asión; pues cuanto É l se muestra
es sustento de toda clase de personas y de todos los días, y su­ más generoso en querer que su memoria sea un convite lleno de
pone unión de caridad en los que le comen. Mira* si estás así dis­ suavidad, tanto más te obliga á que, á le y de agradecido, te
puesto. ¿D eseas que Jesús obre en ti todos estos prodigios? acuerdes de e lla , con cosas llenas de am argura, abrazando la
¿Cómo te preparas para recibir su visita? ¿Cómo te has prepa­ penitencia y el ayuno, la mortificación y humillación y todo lo
rado en el tiempo pasado? Quizá, como los israelitas, te has que es conforme con Cristo crucificado. ¡Oh Am ado de mi corazón!
cansado de éste divino maná. Quizá te has acercado á recibirle, ¿Qué haré y o por V os, en recompensa de tan soberano beneficio
teniendo tu corazón enemistado con tu prójimo. V u elve sobre tus y del'am or tan excesivo‘que en él me mostráis? Si os miro como
pasos; reform a, mejora y perfecciona lo que sea necesario; y, Padre, sois amorosísimo; si como Redentor, sois dulcísimo; sí
para lle v a rlo á cabo, forma propósitos muy prácticos y firmes, como L egislador, sois suavísim o: por todas partes me coronáis
pide con fervientes coloquios las gracias que te sean necesarias con misericordia y con innumerables obras que proceden de ella.
y todo cuanto desees obtener. ¡Oh alma devota! ¿No te m overá este am or de Jesús á abrazarte
con los trabajos y mortificaciones? ¿Cómo lo has hecho hasta
ahora?
953 Serie cuarta.— D e l Santísim o Sacram ento. M ed. 1 5 . — E l Sacram ento, recuerdo de la Pasión de Jesús. 955
P a n to 8 .° Causas por q u é J e s ú s quiso quedarse personal­ afrentas que representan; y que como comes el pan y bebes el
m ente en este convite.— Considera en este punto las causas por vino, así comas y bebas é incorpores contigo las penas de su
las que Jesús quiso quedarse É l mismo en persona en este Sacra­ Pasión y muerte. Y en especial, has de quebrantar y m oler tu co­
mento, para ser memoria de su Pasión; porque para esto basta­ razón con la contrición de tus pecados, y castigar tu carne con
ran sólo el pan y el vin o , como basta el agua pura en el Bautismo, penitencias, y gustar de ser despreciado por imitarle. Más ade­
para recordar su muerte y sepultura. L a primera fué para descu­ lante pasa la caridad de este Señor, porque en el bautismo el
brirte la estima grande que tiene de su Pasión, queriendo Él bautizado representa la muerte y sepultura de C risto , cuando es
mismo ser el memorial de e lla , para obligarte á tener grandísi­ sumido debajo de las aguas, como E l fué sumido debajo de las
ma estima y continua memoria de este beneficio, agradeciéndo­ olas de sus trabajos y aflicciones, y colocado en el sepulcro de­
selo mucho, pues Él se hace despertador de la memoria contra tu bajo de una grande losa. Pero en este Sacramento, el mismo C ris­
olvido, y atizador del agradecim iento contra tu ingratitud. La to representa su muerte y sepultura, cuando es comido y partido
segunda causa fué para descubrirte más su infinita caridad y el con los dientes, y cuando es tragado y puesto dentro del estóma­
deseo inmenso que tiene de p adecer por tu bien; porque cada vez go, en memoria de que fué desmenuzado con los dientes de sus
que se dice m isa, como el mism o Cristo hace representación de perseguidores y tragado de la muerte, y puesto en una sepultura:
su muerte y Pasión, así está aparejado á padecer real y verdade­ y á todo esto asiste el mismo Cristo, para que se haga con reve­
ramente por tu amor, si fuera necesario para tu provecho; pero, rencia y espíritu, comunicando los frutos de su Pasión y muerte
como esto no es necesario ni conveniente, gusta de padecer y al que le recibe. ¡O hC risto dulcísimo! Santificad el sepulcro de
morir siquiera en la representación. L a tercera causa fué para mi alma en que queréis entrar, para que sea digna morada vues­
suplir con su presencia la falta de agradecimiento que tienen los tra. Y puesto que en vuestro sepulcro ningún otro fué jam ás
hombres, no sólo por el beneficio de su redención, sino por los sepultado, así en éste no entre de aquí en adelante cosa que os
demás beneficios que han recibido de D ios, los cu ales, por ser desagrade, ni criatura que le profane, conservándole siempre
infinitos, no pueden ser agradecidos bastantemente por pura cria­ nuevo y puro para vuestra gloria. ¡O h alm a feliz! ¿D eseas ser
tura ; y así Él mismo quiere p o r su persona en este Sacramento sepulcro de C risto? ¿ Cómo le dispones p ara esto?
ser el que agradece por los hom bres todos estos beneficios. De E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh arcanos de Ja m isericordia y
modo que, así como el E spíritu Santo pide mercedes por los bondad d ivin as! Quiere Jesús dejarnos un recuerdo y memorial
hombres concernidos inenarrables, así podemos decir que Cristo perpetuo de su dolorosa Pasión, y en v e z de un rito ó ceremonia
nuestro Señor en este Sacram ento agradece estos beneficios con en que derramásemos la sa n g re , como É l la derram ó, instituyó
afectos inenarrables, m oviéndote á ejercitarlos con gran virtud. con este fin un regalado convite. ¡Ah! Como buen Padre, quiere
P or lo cual este Sacramento se llam a E ucaristía, que quiere decir para sí lo amargo y para sus hijos lo d u lc e ; desea que nos con­
acción de gracias. [Oh Dios de amor! ¿Qué es lo que hacéis? ¡Oh venzamos del gusto espiritual con que padeció por nosotros todos
Bienhechor infinito! ¿Qué es lo que ordenáis? Si para agradece­ los tormentos, y de la suavidad de la ley que prom ulgó; preten­
ros los beneficios recibidos m e hacéis de nuevo otro tan grande de infundirnos deseos de abrazar voluntariamente la mortifica­
como todos ellos, ¿con qué ten go de agradecer este nuevo benefi­ ción á título de agradecidos. ¿ Y no lo haremos? ¿No nos moverán
cio? ¡Oh cristiano! ¿Qué le darás al Señor por él? ¿No te acorda­ á sacrificarnos tantas finezas de Jesús? El cual no se contentó con
rás con frecuencia y amor de lo que por ti ha hecho y padecido? que el memorial de su Pasión fuese un simple convite, sino que
P a n to 3 .° Causas p o r q u é quiso quedarse bajo la s espe­ quiso ser Él mismo el manjar y la bebida de este convite, descu­
cies de p a n y v in o .— Considera aquí las causas porquéquiso Jesús briendo su infinita caridad y deseo de padecer, y supliendo por sí
quedarse en especies de pan y vin o , para ser memoria de su Pa­ mismo la falta de agradecimiento que llora en ti y en todos los
sión; pues, sin duda, tienen co n ella alguna semejanza. Quiso el hombres. M írale con los ojos del alm a y á la luz de la fe, debajo
Señor significar que, así com o en este Sacramento se junta con de los accidentes de pan y vino. A s í como éstos se forman de mu­
especies de pan hecho de g ra n o s de trigo, despedazados y moli­ chos granos de trigo molidos, y de muchos granos de uva estruja­
dos , y de vino hecho de g ra n o s de u va, pisados y estrujados, así da, así Jesús fué molido contrabajos, estrujado con tormentos
en su Pasión filé su cuerpo sacratísim o atormentado y molido horribles, y después colocado en el sepulcro. P repárale tu cora­
con azotes, espinas y clavos, y también fué pisado con graves zón, limpíalo para que se sirva de él como de sepulcro, y guste
ignom inias, y estrujado h asta sacarle toda la sangre y dejarle de m orar e n él. ¿Cóm o debes hacerlo? ¿Qué cosa hay en ti que
exprimido como uva en el lu g ar. Y así, con la presencia de estas repugne á Jesús? Medítalo bien, forma propósitos de enmendarte
especies de pan y vino, q u iere que te acuerdes, de los dolores y y co rreg irte, y , convencido de tu debilidad, inconstancia y disi­
954 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. Med. 1 6 .— El Santísimo Sacramento. señaly prenda de la gloria. 95 5
pación, pide fervorosamente la gracia y el socorro que necesitas, rabies por tales prendas como me dais de vuestras promesas
y ruega por todo el mundo. soberanas. Bien se v e , S eñ o r, que sois buen p agador, pues no os
duelen prendas, dándome tantas, tan preciosas y tan buenas.
16.— EL SANTÍSIMO SACRAMENTO, SEÑAL Y PRENDA DE LA GLORIA. ¡Ohcristiano! ¿V es cuán sólida y fundada es tu esperanza?¿D es­
confiarás aún de tu salvación?
P reludio i . o Jesús instituyó el Santísimo Sacramento para que fuese una segura prenda P a n t o fc.° E n el Santísim o Sacram ento se nos da lo nece­
de la gloria que nos ha prometido. sario para alcanear la gloria.— Considera cómo el Santísimo
Preluoio a.« Represéntate á Jesús presentándote el divino Sacramento, y diciéndote:
Sacramento es también prenda de la gloria, porque es medio
«El que coma este pan , vivirá eternamente >.
eficacísimo para alcanzarla. Para esto es necesario perdón de las
Preluoio 3.° Pide la gracia de recibir bien la sagrada comunión, y que sea para ti
prenda de gloria. culpas pasadas , preservación de las futuras, sustento de la g r a ­
cia recibida, con perseverancia hasta el fin. En todo esto tiene
eminencia este Sacram ento con la presencia de Jesucristo; por­
P a n t o I .° P ren d a s de la gloria que nos da la Santísima
que, aunque los sacramentos del Bautismo y Penitencia perdo­
T r in id a d — Considera cómo Dios nuestro Señor, trino y uno, no
nan los pecados, éste confirma mucho el perdón, admitiéndote el
se ha contentado con prometerte la gloria eterna, asegurándote
mismo R ey que te perdona á su mesa en señal de haberte per­
que Él mismo será tu recom pensa, sino que ha querido darte las
donado. Tam bién preserva de culpas, porque enfrena las pasiones
más seguras prendas de esta prom esa, y las m ayores que podía
de la carne, da fortaleza contra las tentaciones del demonio, y te
darte. Esto puedes ponderar por lo que ha hecho cada una de las
previene contra todos los peligros del mundo. A dem ás, sustenta
tres divinas Personas. El Padre Eterno no pudo darte prenda
la vida de la gracia, como el manjar sustenta la vida del cuerpo;
más preciosa y amada que su Hijo, que es tan bueno como El.
pero con tal eficacia, que puede conservar el aumento que ha
A sí como los r e y e s , para asegurar las paces ó treguas ó una gran
dado hasta la vida eterna. Todo lo cual se funda en la promesa
deuda, suelen dar en prenda ó rehenes á su hijo m ayorazgo; así
de Cristo, que d ic e : «Este es el panqué bajó del c ie lo ,p a r a que
este divino Padre te da en este Sacramento á su Hijo unigénito
si alguno com iere de é l , no muera. Y o soy Pan v iv o que bajé del
Jesucristo por prendas de la gloria y de todas las demás cosas
c ie lo ; si alguno com iere de este pan, viv irá para siem p re; y el
que te ha prometido, con tanta seguridad, cuanto es de su parte,
que come m i carne y bebe mi san gre, tiene la vida eterna, y Y o
como si ya te lo hubiese dado, conforme á lo que dice san Pa­
le resucitaré en el día postrero ». En cuyas palabras el Señor te
blo: «Quien no perdonó á su propio Hijo, sino que le entregó
asegura que este divino P an con su virtud celestial te libra de
por nosotros, ¿por ventura, no nos dió con Él todas las cosas?»
todo lo contrario á la vida e tern a ; porque te libra de la muerte
No es menor la prenda que te da el Hijo de D io s, el cual se daá
primera, que es la culpa, y de la m uerte segunda del alm a, que
sí mismo encubierto en este Sacram ento, en el cual se encierran
es la condenación, y á su tiempo te librará de la muerte del
todos los títulos y derechos que tienes para tu salvación, como
cuerpo en la resurrección. Dem ás de esto, te concede todo lo
quien promete un grande m ayorazgo y da en prenda la escritura
que es vida eterna, porque te da la vida de la g ra cia, y la con­
y privilegio en que se funda. Porque este Señor que está en el
serva hasta el fin, y después, te dará la vida de la gloria, de que
Sacramento es tu hermano m ayor, m ayorazgo del Eterno Padre
goza el a lm a , y al fin del mundo la vida gloriosa de que ha de
y heredero de su c ie lo , el cual se hizo hombre para salvar á los
gozar el cuerpo. D e todo esto tienes prendas en este Sacra­
que estaban predestinados para la gloria, por cuyo medio han de
mento , porque para todo tiene virtud y da fuerzas al que le come
alcanzar el fin de su predestinación, y con el precio de su sangre
con la frecuencia y reverencia que debe. ¡ Oh Á rbol de vida, pues­
te compró el cielo y abrió sus puertas , para que pudieses entrar
to en medio del Paraíso de Dios, en señal y prendas de inmorta­
en él, por los medios que para ello te ofrece. Finalm ente: el Padre
lidad y vida eterna ¡D adm e á comer vuestro dulce fruto, para
3Tel Hijo te dan la m ayor prenda que pueden darte, que es el
que preserve mi alm a de todo género de muerte, y le conceda
Espíritu Santo, de quien dice san Pablo que es «prenda de nues­
todo género de vida; logre y o por V os el perdón de los pecados,
tra herencia », la cual te da Cristo en tu corazón para seguridad
la victoria de las pasiones, la práctica de las virtudes y la perse­
d e sú s prom esas, y para esto vino a l mundo y viene á este Sa­
verancia hasta la m uerte, á fin de alcanzar la gloria eterna.
cramento, con el cual recibes dos prendas, una visible, que es
P a n t o 3 .° E n el Sacram ento te da D io s lo m ism o que te
el Sacramento, donde está C risto D ios y hombre verdadero, y
dará en la gloria.— Considera cómo este Sacramento es prenda
otra invisible, que es el Espíritu Santo, que se te da por el mismo
de la vida eterna, en cuanto es un convite excelentísimo, en que
Sacramento. ¡Oh Trinidad beatísima! G racias os doy innume-
nos da D ios á com er y beber lo mismo que en la gloría, pero
956 Serie cuirta. —Del Santísimo Sacramento. M. / 7 .— Ceremonias queprecedieron ¿la institución del Sacram. 957

guisado y acomodado á nuestro estado de caminantes, debajo de alcanzar todos los medios necesarios para m erecer y subir á la
velo y obscuridad. En lo cual has de ponderar que Cristo Señor gloria, el perdón de los pecados, el aumento de los méritos, la
nuestro, como dijo á sus A p ó sto les, tiene consigo á todos los pureza del alm a, la perseverancia hasta la m uerte: todo esto
bienaventurados sentados á su mesa, haciéndoles un solemnísimo obtienes por medio de este divino Sacramento, si le recibes digna­
convite, cuyo manjar es su misma divinidad y humanidad, vién­ mente. ¿Puede darse prenda más segura? No es esto sólo; no se
dola claram ente y hartando con ella todos sus d eseos, embria­ ha contentado con esta admirable fineza el am or de Jesús; antes
gándose con el vino del am o r beatífico, y bebiendo del río cau­ ha querido que en este divino convite hallaras y a la gloria antici­
daloso de los deleites celestiales. Y en este convite, como dice pada, gustando el mismo m anjar que allí gustan los santos, sen­
san Lucas, e l mismo S e ñ o r se ciñe y los sirve, porque É l mismo tándote en la misma m esa que ello s, y siendo servido por el
les da este premio d& ju sticia ; pero cíñese, porque es infinito, y mismo que á ellos les sirv e , que es Jesucristo nuestro Señor.
ninguno le puede com prender, ni v e r , si no es ceñido y ajustado ¿V e se l am or de Jesús? ¿Podía hacer m ás para asegurar tu es­
á sus merecimientos. P o n d era luego cómo este D ios infinito, que peranza? ¿Cómo debes corresponder á fineza tan soberana? ¡ A y
de ti, si con tales invenciones no logra el Salvad or triunfar de tu
hace este banquete en e l cielo, acordándose de los hijos que
duro corazón! Ríndete y a á su am or; decídete á trabajar activa­
tiene en la tierra, se ciñ e mucho m ás para convidarlos, ponién­
mente para su gloria y tu salvación; resuelve lo conveniente, y
dose todo con su divinidad debajo de estas especies de pan y vino,
ora con fervor, pidiendo por ti y por todos.
tan pequeñas y estrechas, para que a llí con los ojos de la fe le
veam os presente, y recibiéndole dentro de nosotros, llene tam­
bién nuestros deseos com o a cá pueden llenarse, y nos embriague 17.—CERENONIAS ÜUE PRECEDIERON A LA INSTITUCIÓN
también con el vino de su amor, y nos dé á gustar la suavidad de del Sacramento.
sus deleites, dándonos todo esto como prendas, en esperanza de
P reludio i .* Jesucristo, antes 0 « instituir «I divino Sacramento, lavó los pies á snsdis-
lo que después nos dará e n cumplida posesión. P o r lo cual le has
tipulas, comió el cordero pascual, y ksdijo que tenía gran deseo de comer aquella cena.
de dar inmensas g ra c ia s , con deseos entrañables de ceñirte y
P reludio i * Represéntate á Jesucristo en estos actos.
m ortificarte, y estrecharte por servirle, pues É l s e ciñe tanto P r e lu d io 3 ” Pide la gracia de poseer las disposiciones necesarias para acercarte á la
por regalarte. Debes también alentarte á procurar una vida ce­ sagrada comunión.
lestial, para ser digno de este convite en que te dan lo mismo
que en el cielo; pues p or esto en la oración del P a d rr nuestro,
P u n to l. ° L avatorio d e los p ies.— Considera cómo quiso
antes de pedirle te mandó Cristo d e c ir :«H ágase tu voluntad así
Cristo nuestro Señor que á la institución del Santísimo S a cra ­
en la tierra como en el c i e l o ». ¡ Oh Amado m ío! Si V o s , estando
mento precediese el lavatorio de los p ie s , para significar dos dis­
en el cielo, venís á ceñiros en la tierra por mi regalo, ¿qué mu­
posiciones que son muy necesarias á aquellos que han de acer­
cho que, para subir yo de la tierra al cielo, me ciña por vuestro carse á la sagrada comunión. L a primera disposición es una gran
servicio? A v iv a d , Señor, mi fe y fortificad mi voluntad, para pureza y limpieza de a lm a ; porque no debes contentarte con es­
que, viviendo vida c e le s tia l. de tal manera guste del banquete tar limpio de los pecados g ra ves, con los cuales este divino S a ­
que me hacéis en esta vid a , que llegue á gozar del que me pro­ cramento , en vez de ser para ti Sacramento de v id a , sería causa
metéis en la otra. ¡Oh a lm a devota! Piensa máduramente que tie­ de muerte, sino, en cuanto pudieres, te has de purificar de los
nes la dicha de comer el mismo manjar que hace felices á los pecados ligeros, lavando tus pies del polvo que se les pega con
bienaventurados. ¿Se asem eja tu vida á la de ellos? las aficiones terrenas; porque, siendo Cristo la misma limpieza,
E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡ O h ! ¡ Cuánto desea nuestro Padre razón es que le recibas con la m ayor limpieza que te fuere po­
celestial concedernos la bienaventuranza de la gloria! É! nos ha sible , lavándote con el sacramento de la Confesión y con agua
dado su divina palabra, y nos ha asegurado que un día sería de lág rim a s, suplicando á este Señor que É l te lave y purifique
nuestra recom pensa; y , para confirmar la seguridad del cum­ para dignamente recibirle. Has de imaginarte que te dice lo que
plimiento de tan soberana promesa,nos ha concedido las mayores dijo á san P e d r o : « Sin o te lavare, no tendrás parte conmigo
prendas que podía darnos. El Padre eterno nos ha dado á su Hijo, en este c o n v ite », porque no recibirás la parte de los frutos, y
el Hijo se ha dado á sí m ism o , y Padre é Hijo nos dan al Espíritu gozos que reciben los que asisten lavados y puros. Lr. otra dis­
Santo. ¿Quién dudará de la fidelidad del Señor en cumplir su pro­ posición que necesitas para acercarte á este convite, significada
mesa , cuando con tales prendas la asegura? Pero ¿qué diremos por el lavatorio, es el ejercicio de la humildad y caridad. E ra
del Santísimo S a cra m e n to , que también es una prenda de la glo­ una piadosa costumbre entre los hebreos que, en señal de estas
ria que ha puesto en nu estras manos Jesucristo ? Por él puedes
956 Serie cunta. —Del Santísimo Sacramento. M. / 7 .— Ceremonias que precedieron á la institución del Sacram. 957

guisado y acomodado á nuestro estado de caminantes, debajo de alcanzar todos los medios necesarios para m erecer y subir á la
velo y obscuridad. En lo cual has de ponderar que Cristo Señor gloria, el perdón de los pecados, el aumento de los méritos,, la
nuestro, como dijo á sus A p ó sto les, tiene consigo á todos los pureza del alm a, la perseverancia hasta la m uerte: todo esto
bienaventurados sentados á su mesa, haciéndoles un solemnísimo obtienes por medio de este divino Sacramento, si le recibes digna­
convite, cuyo manjar es su misma divinidad y humanidad, vién­ mente. ¿Puede darse prenda más segura? No es esto sólo; no se
ha contentado con esta admirable fineza el amor de Jesús; antes
dola claram ente y hartando con ella todos sus d eseos, embria­
ha querido que en este divino convite hallaras y a la gloria antici­
gándose con el vino del am or beatífico, y bebiendo del río cau­
pada, gustando el mismo manjar que allí gustan los santos, sen­
daloso de los deleites celestiales. Y en este convite, como dice
tándote en la misma m esa que ello s, y siendo servido por el
san Lucas, el mismo S eñ o r se ciñe y los sirve, porque É l mismo
mismo que á ellos les sirv e, que es Jesucristo nuestro Señor.
les da este premio dft ju sticia; pero cíñese, porque es infinito, y
¿V esel amor de Jesús? ¿Podía hacer más para asegurar tu es­
ninguno le puede comprender, ni ve r, si no es ceñido y ajustado
peranza? ¿Cómo debes corresponder á fineza tan soberana? ¡ A y
á sus merecimientos. P on d era luego cómo este D ios infinito, que
de ti, si con tales invenciones no logra el Salvador triunfar de tu
hace este banquete en e l cielo, acordándose de los hijos que
duro corazón! Ríndete y a á su amor; decídete á trabajar activa­
tiene en la tierra, se ciñ e mucho más para convidarlos, ponién­
mente para su gloria y tu salvación; resuelve lo conveniente, y
dose todo con su divinidad debajo de estas especies de pan y vino,
ora con fervor, pidiendo por ti y por todos.
tan pequeñas y estrechas, para que a llí con los ojos de la fe le
veam os presente, y recibiéndole dentro de nosotros, llene tam­
bién nuestros deseos com o acá pueden llenarse, y nos embriague 17.—CEREMONIAS OUE PRECEDIERON Á LA INSTITUCIÓN
también con el vino de su amor, y nos dé á gustar la suavidad de del Sacramento.
sus deleites, dándonos todo esto como prendas, en esperanza de
PftEtUMO I.* Jesucristo, antes <ie instituir d divino Sacramento, lavó los pies á sus dis­
lo que después nos dará en cumplida posesión. P o r lo cual le has
cípulos , comió el cordero pascual, y les dijo <pie tenia gran deseo de comer aquella cena.
de dar inmensas g ra c ia s , con deseos entrañables de ceñirte y PtEiuoto 4.» Represéntate á Jesucristo en estos actos.
mortificarte, y estrecharte por servirle, pues É l se ciñe tanto Pkeiuok) y.* pide b gracia de poseer las disposiciones necesarias para acercarte á b
por regalarte. Debes también alentarte á procurar una vida ce­
lestial, para ser digno de este convite en que te dan lo mismo
que en el cielo; pues p or estp en la oración del P a d re nuestro, P u n t e l . ° Lavatorio d é lo s p ies.— Considera cómo quiso
antes de pedirle te mandó Cristo decir: «H ágase tu voluntad así Cristo nuestro Señor que á la institución del Santísimo Sacra­
en la tierra como en el cielo ». ¡ Oh Amado mío! Si V o s, estando mento precediese el lavatorio de los p ie s , para significar dos dis­
en el cielo, venís á ceñiros en la tierra por mi regalo, ¿qué mu­ posiciones que son m uy necesarias á aquellos que han de acer­
cho que, para subir yo de la tierra al cielo, me ciña por vuestro carse á la sagrada comunión. L a primera disposición es una gran
servicio? A v iv a d , Señor, mi fe y fortificad mi voluntad, para pureza y limpieza de a lm a ; porque no debes contentarte con es­
que, viviendo vida c e le s tia l. de tal manera guste del banquete tar limpio de los pecados g ra ve s, con los cuales este divino Sa­
que me hacéis en esta vid a , que llegue á gozar del que me pro­ cramento , en vez de ser para ti Sacramento de v id a , seria causa
metéis en la otra. ¡Oh a lm a devota! Piensa maduramente que tie­ de m uerte, sino, en cuanto pudieres, te has de purificar de los
nes la dicha de comer el mismo manjar que hace felices á los pecados ligeros, lavando tus pies del polvo que se les pega con
bienaventurados. ¿Se asem eja tu vida á la de ellos? las aficiones terren as; porque, siendo Cristo la misma limpieza,
E p ilo g o y c o lo q u io * . ¡ O h ! ¡ Cuánto desea nuestro Padre razón es que le recibas con la m ayor limpieza que te fuere po­
celestial concedernos la bienaventuranza de la gloria! É! nos ha sible , lavándote con el sacramento de la Confesión y con agua
dado su divina palabra, y nos ha asegurado que un día sería de lágrim as, suplicando á este Señor que Él te lave y purifique
nuestra recom pensa; y , para confirmar la seguridad del cum­ para dignamente recibirle. Has de imaginarte que te dice lo que
plimiento de tan soberana promesa,nos ha concedido las mayores dijo á san P e d r o : « Sin o te lavare, no tendrás parte conmigo
prendas que podía darnos. El Padre eterno nos ha dado á su Hijo, en este convite », porque no recibirás la parte de los frutos, y
el Hijo se ha dado á sí m ism o, y Padre é Hijo nos dan al Espíritu gozos que reciben los que asisten lavados y puros. L a otra dis­
Santo. ¿Quién dudará de la fidelidad del Señor en cumplir su pro­ posición que necesitas para acercarte á este convite, significada
mesa , cuando con tales prendas la asegura? Pero ¿qué diremos por el lavatorio, es el ejercicio de la humildad y caridad. E ra
del Santísimo S a cra m e n to , qüe también es una prenda de la glo­ una piadosa costumbre entre los hebreos que, en señal de estas
ria que ha puesto en nu estras manos Jesucristo ? P or él puedes
958 Serie cua rta.— D el Santísim o Sacram ento . M. /7 .— Ceremonias que precedieron á la institución del Sacram . 959
virtudes, cuando uno convidaba á otro á comer, le lavábalos modo que vuestra venida le sea sumamente provechosa. ¿ Cómo
pies; y de esta omisión se quejó Jesucristo á Sim ón, cuando le recibimos nosotros este divino Cordero? ¿Qué fruto sacamos de
convidó á comer en su casa; esto mismo desea Jesús de ti, cuan­ tan deliciosa comida?
do te llegas á su convite. En estos piadosos afectos debes, pues, P a n to 3.° J e sú s m an ifestó vivo s deseos de com er la P a s ­
ejercitarte antes de acercarte á recibir la sagrada Comunión, hu­ cua con su s d isc íp u lo s—En este punto has de considerar aque­
millándote delante de Dios y de los hombres, y amando entraña­ llas amorosas palabras que dijo Jesús á sus Apóstoles al principio
blemente á Dios y á toáoslos hombres por Dios, cumpliendo de la cena, y quizá las diría al principio de esta cena sacramen­
con ellos las obras de piedad con reverencia y caridad. ¡ Oh tal : «Con gran deseo he deseado comer con vosotros este cor­
Dios de mi alm a! Y a que tal limpieza deseáis para poder tener dero pascual, antes que padezca. Dígoos de verdad que no le co­
parte en V o s , lavadme cabeza , manos y pies, lavad mis pensa­ meré más hasta que se cumpla y venga él reino de Dios ». En
mientos, obras y afectos, y enseñadme á practicar los brillantes las cuales te avisa dos cosas que te disponen admirablemente
ejemplos de caridad y humildad que Vos nos disteis, para que, para recibir este Sacramento: la primera, que le debes comer
limpio y bien dispuesto, asista en este convite y participe de sus con gran deseo y muy vehemente, así como El deseó comerle
frutos. [ Oh cristiano! Mira la enseñanza de Jesús. ¿Cómo te pre­ vehementísimamente en compañía de los suyos; porque Cordero
paras para la comunión? tan precioso se ha de comer con grandísima hambre y deseo,
P a n t o #.° Cena del cordero pascu al.—Considera cómo á nacido de la consideración de tu necesidad y de su excelencia y
la institución del Santísimo Sacramento precedió el sacrificio y dignidad; porque ni la necesidad puede ser mayor que la tuya, ni
comida del cordero pascual, para enseñarte dos cosas. L a prime­ la excelencia del manjar mayor que la suya, y así no ha de haber
ra, que, así como aquel cordero se sacrificaba en agradecimien­ hambre mayor que ésta. L a segunda cosa que te avisa es que de­
to de la merced, que Dios hacía á su pueblo, en sacarlo del cauti­ bes comer cada vez este Sacramento como si fuera aquélla la
verio de Faraón, y con su sangre se señalaban las casas de los última, y como quien no le ha de comer más hasta el cielo, pues
hebreos, para que el ángel de Dios, que mataba todos los pri­ por esto se llama Viático para pasar á la otra vid a; y si con este
mogénitos de Egipto , no tocase en ellas; y con su carne se con­ afecto comulgas, será la comunión devota y provechosa, acor­
fortaban los que habían de hacer aquella jornada, para comenzar­ dándote de lo que dice el Sabio: «Cuando te sentares á comer en
la y proseguirla con esfuerzo; así también este Cordero de Dios, la mesa con el príncipe, considera diligentemente lo que te ponen
cuya carne y sangre está en este divino Sacramento, se sacrifica delante, y entra un cuchillo por tu garganta ». Esto es, come este
en la Misa en memoria y agradecimiento de la merced que Dios ‘ manjar que te da el Príncipe del cielo, como quien tiene el cuchi­
nos ha hecho sacándonos del cautiverio del demonio, y por me­ llo en la garganta y está á punto de espirar, y cómele habiendo
dio de ella nos preservamos de la muerte de la culpa y somos antes mortificado muy bien los afectos desordenados de tu car­
confortados para salir de la servidumbre del pecado, y comenzar ne, como lo harías si supieras que esta comida había de ser la
y proseguir con fervor la jornada de la virtud hasta llegar á la postrera de tu vida. ¡Oh Rey del cielo! Y a que queréis que me
tierra prometida de la gloria. La segunda cosa que te enseña siente con V os en esta soberana mesa, comunicadme vivos de­
Jesús con la ceremonia del cordero pascual es el modo cómo has seos de ello, y dadme valor para degollar todas las aficiones
de recibir la sagrada comunión; porque le has de comer ceñido queme hacen indigno de ello, aparejándome para este convite
el cuerpo, con la mortificación de la carne; calzados los pies, como quien está de paso, para ir luego al eterno.
con la guarda del corazón y de todos sus afectos; con báculo en E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán significativas son todas las
la mano, esto e s , con grande confianza en la cruz de Cristo y en acciones de Jesús! Bien ha dicho un santo Padre que cada una
su protección y gobierno; aprisa, con apresuración de fervor de ellas es un precepto que nos dice lo que debemos hacer. An­
espiritual, sin pereza ni flojedad; con pan sin levadura y lechu­ tes de instituir el Santísimo Sacramento lava los pies á los discí­
gas amargas, ó s e a , con pureza de alma, sin corrupción de pulos, y con esta misteriosa y edificante acción te enseña que,
culpa y con ejercicios de mortificación; y, por fin, no crudo ni para acercarte á la sagrada mesa, has de estar libre y limpio, no
cocido en agua, sino asado en fuego; esto es, no sin considera­ sólo de pecados m ortales, sino hasta de los veniales y de todo
ción , sino con meditación que encienda el amor de Dios. ¡ Oh Cor­ afecto desordenado, y dispuesto con las virtudes de la humildad
dero divino, que venís á mi alma para librarla de la esclavitud y de la caridad. Come, además, Jesús con los Apóstoles el Cor­
del demonio, de la tiranía del mundo y de la muerte del pecado! dero pascual, ya para significar los efectos que en todos pro­
Seáis bien venido, y obrad en ella los efectos que pretendéis. duce el divino Sacramento, ya también para indicar el modo con
Pero antes preparadla para que sepa recibiros y comeros de que se ha de comer, obrando espiritualmente lo que los israelitas
M ed. 18 .— Tiempo de la institución del Santísim o Sacram ento. 961
960 Serié cuarta.— D el Santísim o Sacram ento.

hacían corporalmente en la comida de aquél. Pero, sobre todo, divorcio ó apartamiento entre estas dos caridades y amistades la
admira el deseo vivísimo que tiene Jesús de instituir este con­ tribulación ó-la angustia, la persecución ó el cuchillo? Cierto
vite y que tú participes de él. * Vivísimamente he deseado, dice estoy que ni la vida ni la muerte, ni criatura alguna, nos podrá
Jesús, comer esta Pascua con vosotros.» ¡ Oh portento del amor apartar de la caridad de Dios, que está en Cristo Jesús». En estas
de Jesús! ¡Oh ingratitud monstruosa del hombre! Jesús desea palabras tienes tú la regla de conducta que debes seguir cuando
entrar en su corazón, y él le cierra las puertas ó le recibe con te veas puesto en la tribulación; pues que vale infinitamente más
desgana y fastidio; Jesús no quiere morir sin haber dado al el amor de Dios que todos los bienes naturales. ¡Oh dulce Jesús!
hombre esta prueba de ternura, y al hombre le importa poco Cierto estoy que ningunas persecuciones amortiguarán vuestra
vivir sin este Señor. Y tú, ¿cómo te has portado? ¿Qué deseos caridad, pues en medio de ellas me disteis por prendas de perpetuo
abrigas? ¿Con qué disposiciones te acercas á la sagrada comu­ amor vuestro cuerpo en manjar y vuestra sangre en bebida; por
nión? Medítalo con grande confusión y vergüenza de verte tan ella os suplico me concedáis otra caridad tan encendida, que nin­
tibio y remiso en desear estar con Jesús y hospedarle en tu co­ guna persecución.baste para entibiarla. ¿No nos admira el amor
razón. Propón con firme voluntad la enmienda; y para alcan­ de Jesucristo? ¿Cómo io agradecemos y cómo corresponde­
zarla, haz fervientes súplicas al mismo Señor, rogando por. ti, mos á él?
por los pecadores y por todas las obligaciones que tienes. P a n to £.° J e sú s deseó esta r siem p re con nosotros.—Con­
sidera otra causa amorosa y regalada que tuvo Jesús para insti­
tuir el Santísimo Sacramento la víspera de su muerte. Esta fné
18.— TIEMPO EN QUE INSTITUYÓ JESÚS EL SANTÍSIMO SACRAMENTO.
para manifestar á los hombres el entrañable deseo que tenía de
estar siempre en su compañía, y no separarse, cuanto era de su
P reludio i .« Jesús quiso instituir el Santísimo Sacramento del Altar la noche antes de
morir, movido por altísimas causas.
parte. ni un solo momento de ellos, no sólo en cuanto Dios, sino
P reludio 2.» Represéntate á jesús rodeado de sus Apóstoles, consagrando la hostia y el en cuanto hombre. Por lo cual, cuando se había de apartar de
vino. ellos según la presencia corporal, visible y ordinaria de su huma­
Preludio 3.° Pide correspondencia i las finesas de amor de jesús. nidad, trazó quedarse con otro modo de presencia, también ordi­
naria y perpetua, hasta el fin del mundo, debajo de las especies
P a n to l.° J e s ú s in stitu yó la E u ca ristía la noche de la de este Sacramento. Y , aunque bastara instituirle poco antes de
cena, p a ra d escu brirn os su a m o r — Considera cómo, pndiendo su ascensión y subida á los cielos, no quiso sino antes de la Pa­
Jesús diferir la institución del Santísimo Sacramento para des­ sión, para dejar entablado en su vida mortal este modo de que­
pués de su resurrección , no quiso, sino instituyólo la noche de darse con los hombres mortales, por cuyo amor le instituía, y
su Pasión y víspera de su muerte, por varias razones. L a prime­ para que se viese su infinita caridad, pues cuando los hombres
ra, porque quiso darnos una prueba patente de la grandeza del querían echarle del mundo por envidia y rencor, Él trataba de
amor que profesaba á los hombres. ¡ Oh cuán ardiente era este quedarse con ellos en el mundo por otro modo, con grande piedad
a m o r! A l mismo tiempo que ellos trataban de quitarle la vida y amor. Mira cuán de veras había dicho que tenía sus delicias en
con terribles tormentos y deshonras, y cuando y a se estaban pan- estar con los hijos de los hombres, y en qué solidez de razones
dillando para ir á prenderle ignominiosamepte, Él estaba insti­ prueba la verdad de esta palabra; pues, queriendo los hombres
tuyendo este convite celestial, para darles la vida con admira­ arrojarle de sí, no pudiendo sufrir su compañía, Él busca un me­
bles regalos y fa v o re s , y quería que gozasen de él muchos de dio tan extraordinario como amoroso para quedarse, con tal que
aquellos que actualmente trataban de darle la muerte. Con lo cual uno solo de ellos, investido con la dignidad de su ministerio,
te quiso enseñar juntamente, q u e , como las injurias y persecu­ desee tenerle consigo. ¡ Qué confusión debe causarte este proce­
ciones de los malos no fueron capaces de entibiar ni disminuir der de Jesús, si lo comparas con el que tú tienes con Él 1 Jesús
en un solo grado su c a rid a d , ni pudieron hacer que dejase de desea estar contigo. y á ti se te hace pesada y molesta -la com­
regalar con este m anjar á sus esco gid o s, así ningunos trabajos, pañía del Señor; Él hace milagros para no separarse de ti, y tú
desprecios y tormentos han de ser parte para que los escogidos no sabes imponerte el menor sacrificio para acompañarle. ¡Oh
dejen de servirle y de participar de este soberano convite y Amado de mi corazón! Si tanto deseáis estar siempre conmigo,
coger su copioso fruto. P or donde echarás de v er con cuánta ¿por qué no he de desear yo estar con V os, mirándoos presente
razón dijo san P ab lo : «¿Quién nos apartará de la caridad de en todo lugar, en cuanto Dios, y en este Sacramento en cuanto
Cristo, así de la caridad que El nos tiene, como d é la que nos­ hombre? ¡Oh quién pudiera asistir siempre en la iglesia, cuando
otros con su g ra cia le. tenemos? ¿P o r ventura podrán hacer se celebra este divino misterio! Mas ya que no puedo lo que de-
61
962 Serie cu a rta .— D el Santísim o Sacramento. M ed. i p . — Lugar de ¡a institución de la E ucaristía. 963
seo, haré lo que puedo, procurando estar allá las veces que pu­ muerte, fué el momento afortunado en que Jesús hace á la huma­
diere con alma y cuerpo, y siempre con el corazón y afecto. ¿Sbn nidad el mayor bien que podia hacerle. ¡ Qué amor! Disimula la
estos nuestros sentimientos y deseos? ¿Por qué no visitamos á ingratitud, y sólo piensa en hacer bien á su amado; todas las per­
Jesús con más frecuencia? secuciones y trabajos no bastan para disminuirle, ni mucho me­
P a n to 3.° J esú s quiso que siem p re tu viésem os un sacrifi­ nos extinguirle. ¡ Qué deseo tan vivo y vehemente de estar con los
cio eficaz —Considera la tercera causa que movió á Jesús á ins­ hombres! Ellos le arrojan cruelmente del mundo, y Él se queda
tituir el Santísimo Sacramento en la noche de la cena y víspera milagrosamente en él. ¡Qué cuidado tan paternal tiene de sus dis­
de su muerte, que fué para que nunca faltase ep el mundo un cípulos ! Siendo su Pasión una fuente de gracias y bendiciones,
memorial de su Pasión y algún sacrificio ordenado para aplacar conviene que tengan alguna cosa que se la recuerde constante­
y glorificar á Dios; y, como en aquella cena y con su Pasión mente; no pudiendo ellos cumplir los deberes que tienen con
cesaba ya el memorial del Cordero y los sacrificios de la ley Dios, les es indispensable un sacrificio eficaz, para que supla su
vieja, quiso entonces instituir este divino Sacramento y sacrifi­ debilidad é impotencia. Á todo esto atiende Jesús, y todo lo pro­
cio, para que fuese memorial y representación viva de su Pa­ vee en la noche de su Pasión; instituye el divino Sacramento para
sión, por el cual se nos aplicase el fruto de ella. Y aunque bastara que sea un recuerdo de su Pasión y un sacrificio perenne que
instituirle después de su resurrección, no quiso sino antes, porque aplaque á Dios, le dé gloria y le haga propicio. ¿Conoces ahora
el amor vehemente gusta más de anticipar el bien que ha de hacer la infinita caridad de tu divino Maestro? ¿Cómo debieras corres­
por su amado; y por obligarte con esto á que tuvieses más tierna ponder á ella? ¿Cómo lo has verificado? ¿Deseas estar con Él,
memoria su ya, porque lo que los padres encomiendan á sus hijos como Él desea estar contigo? ¿Qué provecho reportas de su
cuando están cercanos á la muerte, suele quedar más impreso en Pasión y del sacrificio que instituyó para recordarla y aplicar el
la memoria de ellos. Para comprender mejor la excelencia de fruto de ella? ¡ Ají! Si un vil mortal hubiese hecho por ti la milé­
este bien que te hizo el Señor en este momento, pondera la nece­ sima parte de lo que hizo Jesús, su memoria no se borraría de
sidad imprescindible que tenías de un sacrificio poderoso y eficaz tu mente. P rocura, pues, cambiar de proceder en orden á este
como este. No podías tú llenar los deberes y obligaciones que te divino Maestro y Padre. Propón, pide, suplica por ti y por el
ligan con Dios; no podías darle la gloria que le es debida, ni mundo.
agradecerle cual conviene sus beneficios, ni aplacar su cólera
indignada por tus pecados, ni obtener la remisión de ellos y las
demás gracias que necesitas para tu salvación; y Jesucristo, por 19.—LUGAR Y COMPAÑÍA DE CRISTO AL INSTITUIR LA SANTA
Eucaristía.
medio del sacrificio que en esta ocasión instituyó, suple ventajo­
V
sa y abundantemente lo que te falta. Sus alabanzas agradan á
Preludio i .» jesús ¡nstitu)« el divino Sacramento en d cenáculo, en d n ile obró otro*
Dios, y en ellas se complace; sus súplicas son eficaces para al­
muchos misterios, acompañado de los Apóstoles.
canzar cuanto convenga, y sus obsequios son poderosos para Preludio 2.0 Represéntate á Jesucristo en este acto de su vida.
aplacar completamente al Señor. ¡Oh Padre amantísimo! Pues en Preludio 3.0 Pide la gracia de ser digno cenáculo de D isto , adornado con fas
tal hora quisisteis establecer este sacrificio y este memorial de virtudes que Él desea hallar en las almas que le reciben.
vuestra Pasión y muerte, suplicóos que sepa aprovecharme de
él, y recordar con gran memoria lo que por mí sufristeis, hasta P a n t o I.° E l lu g a r d e la in stitu ció n es un salón bien a d o r­
que mi vida se acabe; si me olvidare de V o s, olvidada sea mi nado. — Considera el lugar que escogió Jesucristo para instituir
mano derecha; y mi lengua se pegue al paladar si de Vos no me el divino Sacramento, y el misterio que en él está encerrado.
acordare. ¡ Oh alma fiel! No te olvides de este Señor que nunca se Este lugar fué un cenáculo grande y bien aderezado, ofrecido por
olvida de ti; ¿qué debes hacer para esto ? su dueño con muy buena voluntad, y aceptado por Jesucristo con
E p ilo g o y c o lo q u io s . Admirable sobre toda ponderación grande benignidad, apropiándolo para sus obras maravillosas y
se presenta la conducta de Jesús en la institución del Santísimo misteriosas; porque en este mismo cenáculo se recogieron los
Sacramento. Para esto no escoge aquel tiempo en que las turbas, Apóstoles con la Virgen después de la Pasión; allí se les apareció
entusiasmadas con sus palabras y milagros, le proclaman: «Ben- Cristo después de la resurrección; allí se recogieron en oración
' dito el que viene en el nombre del Señor». Ni tampoco aquellos á esperar ¡a venida del Espíritu Santo, y allí vino sobre ellos en
días que, después de la resurrección, continuó conversando con lenguas de fuego, y de allí salieron á predicar la L e y evangélica.
sus Apóstoles, apareciéndoseles, y dándoles señales de su vida Pondera cómo este cenáculo figura principalmente la Iglesia
gloriosa. La noche que precedió á su Pasión, la víspera de su cruel católica, en la cual sola, y no fuera de ella, se puede comer este
962 Serie cu a rta.— D el Santísim o Sacram ento. M ed. rp .— Lugar de la institución de la E ucaristía. 96}
seo, haré lo que puedo, procurando estar allá las veces que pu­ muerte, fué el momento afortunado en que Jesús hace á la huma­
diere con alma y cuerpo, y siempre con el corazón y afecto, ¿sbn nidad el mayor bien que podía hacerle. ¡Qué amor! Disimula la
estosnuestrossentimientosydeseos? ¿Por qué no visitamos á ingratitud, y sólo piensa en hacer bien á su amado; todas las per­
Jesús con más frecuencia? secuciones y trabajos no bastan para disminuirle, ni mucho me­
P a n t o 3.° J e sú s quiso que siem p re tu viésem os un sacrifi­ nos extinguirle. ¡ Qué deseo tan vivo y vehemente de estar con los
cio eficaz.—Considera la tercera causa que movió á Jesús á ins­ hombres! Ellos le arrojan cruelmente del mundo, y Él se queda
tituir el Santísimo Sacramento en la noche de la cena y víspera milagrosamente en él. ¡ Qué cuidado tan paternal tiene de sus dis­
de su muerte, que fué para que nunca faltase en el mundo un cípulos! Siendo su Pasión una fuente de gracias y bendiciones,
memorial de su Pasión y algún sacrificio ordenado para aplacar conviene que tengan alguna cosa que se la recuerde constante­
y glorificar á Dios; y, como en aquella cena y con su Pasión mente; no pudiendo ellos cumplir los deberes que tienen con
cesaba ya el memorial del Cordero y los sacrificios de la ley Dios, les es indispensable un sacrificio eficaz, para que supla su
vieja, quiso entonces instituir este divino Sacramento y sacrifi­ debilidad é impotencia. Á todo esto atiende Jesús, y todo lo pro­
cio, para que fuese memorial y representación viva de su Pa­ vee en la noche de su Pasión; instituye el divino Sacramento para
sión, por el cual senos aplicase el fruto de ella. Y aunque bastara que sea un recuerdo de sn Pasión y un sacrificio perenne que
instituirle después de su resurrección, no quiso sino antes, porque aplaque á Dios, le dé gloria y le haga propicio. ¿Conoces ahora
el amor vehemente gusta más de anticipar el bien que ha de hacer la infinita caridad de tu divino Maestro? ¿Cómo debieras corres­
por su amado; y por obligarte con esto á que tuvieses más tierna ponder á ella? ¿Cómo lo has verificado? ¿Deseas estar con Él,
memoria suya, porque lo que los padres encomiendan á sus hijos como Él désea estar contigo? ¿Qué provecho reportas de su
cuando están cercanos á la muerte, suele quedar más impreso en Pasión y del sacrificio que instituyó para recordarla y aplicar el
la memoria de ellos. Para comprender mejor la excelencia de fruto de ella? ¡Ah! Si un vil mortal hubiese hecho por ti la milé­
este bien que te hizo el Señor en este momento, pondera la nece­ sima parte de lo que hizo Jesús, su memoria no se borraría de
sidad imprescindible que tenías de un sacrificio poderoso y eficaz tu mente. Procura, pues, cambiar de proceder en orden á este
como este. No podías tú llenar los deberes y obligaciones que te divino Maestro y Padre. Propón, pide, suplica por ti y por el
ligan con Dios; no podías darle la gloria que le es debida, ni mundo.
agradecerle cual conviene sus beneficios, ni aplacar su cólera
indignada por tus pecados, ni obtener la remisión de ellos y las
demás gracias que necesitas para tu salvación; y Jesucristo, por 19.—LUGAR Y COMPAÑÍA DE CRISTO AL INSTITUIR LA SANTA
medio del sacrificio que en esta ocasión instituyó, suple ventajo­ Eucaristía.
sa y abundantemente lo que te falta. Sus alabanzas agradan á
Preludio i Jesús in s tit u y ó e l d iv in o S a c r a m e n to e n e l c e n á c u lo , e n <Hhde o b r ó o tr o s
Dios, y en ellas se complace; sus súplicas son eficaces para al­
m u ch o s m is te rio s , aco m p añ a d o d e lo s A p ó s to le s .
canzar cuanto convenga, y sus obsequios son poderosos para P reludio 2.« R e p re s é n ta te á J e s u c r is to en este acto de su vida.
aplacar completamente al Señor. ¡Oh Padre amantísimo! Pues en Preludio } .« P id e la g r a c ia de ser d ig n o c e n á c u lo d e C r i s t o , ad o rn a d o co n la s
tal hora quisisteis establecer este sacrificio y este memorial de virtu d es q u e E l d esea h a lla r en la s alm as q u e le r e c ib e n .
vuestra Pasión y muerte, suplicóos que sepa aprovecharme de
él, y recordar con gran memoria lo que por mí sufristeis, hasta P a n t o I.° El lu g a r de la in stitu ció n es un salón bien a d o r­
que mi vida se acabe; si me olvidare de V os, olvidada sea mi nado.—Considera el lugar que escogió Jesucristo para instituir
mano derecha; y mi lengua se pegue al paladar si de Vos no me e1 divino Sacramento, y el misterio que en él está encerrado.
acordare. ¡ Oh alma fiel! No te olvides de este Señor que nunca se Este lugar fué un cenáculo grande y bien aderezado, ofrecido por
olvida de ti; ¿qué debes hacer para esto ? su dueño con muy buena voluntad, y aceptado por Jesucristo con
K p ilo g o y c o lo q u io s . Admirable sobre toda ponderación grande benignidad, apropiándolo para sus obras maravillosas y
se presenta la conducta de Jesús en la institución del Santísimo misteriosas; porque en este mismo cenáculo se recogieron los
Sacramento. Para esto no escoge aquel tiempo en que las turbas, Apóstoles con la Virgen después de la Pasión; allí se les apareció
entusiasmadas con sus palabras y milagros, le proclaman: «Ben- Cristo después de la resurrección; allí se recogieron en oración
• dito el que viene en el nombre del Señor». Ni tampoco aquellos á esperar la venida del Espíritu Santo, y allí vino sobre ellos en
días que, después de la resurrección, continuó conversando con lenguas de fuego, y de allí salieron á predicar la L ey evangélica.
sus Apóstoles, apareciéndoseles, y dándoles señales de su vida Pondera cómo este cenáculo figura principalmente la Iglesia
gloriosa. La noche que precedió á su Pasión, la víspera de su cruel católica, en la cual sola, y no fuera de ella, se puede comer este
9^4 Serie cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. M ed. /9.— Lugar de la institución de la E ucaristía. 965

Cordero, y recibir las gracias y dones que de él proceden. Pero los dones del Espíritu Santo, y la hace salir á publicar sus gran­
también representa al alma que ha de recibir á Cristo, y en la dezas para que ayude á los prójimos. ¡Dichoso tú si aciertas á ser
cual ha de morar y residir por medio del Santísimo Sacramento. cenáculo de Cristo, en quien se agrade, y en donde resida y obre
Por esta causa, este Señor, que tan amigo era de pobreza, y que sus misterios! ¿Posees esta voluntad buena, benigna y siempre
ni tenia donde reclinar la cabeza, dispuso en esta ocasión de un dispuesta á someterse á la de Dios? ¿Qué caso haces de las gran­
cenáculo grande y bien adornado, para que entendieses que, para dezas, aplausos y honores del mundo? ¡Oh amabilísimo Jesús!
recibirle, tu alma ha de ser grande y muy capaz por los dones Cierto es que no sois Vos aceptador de personas, sino que á todos
celestiales; ancha por la latitud de la caridad y amor de Dios y comunicáis abundantemente vuestros dones, atendiendo, no á lo
del prójimo; larga por la longanimidad de la esperanza, y ador­ que el mundo atiende y venera, sino á la buena voluntad de ser­
nada con todo género de virtudes, que son la tapicería de la casa viros y amaros que halláis en vuestros amigos. Concededme,
en que Dios mora, porque, como está el cielo adornado con es­ Señor, esta buena voluntad, y venid á este cenáculo de mi cora­
trellas , así ha de estar el alma adornada con virtudes. Conside­ zón. y tomadlo por vuestro, que de hoy más no quiero que
rando todo esto, y viendo la falta absoluta que tienes de estos sea mío.
adornos celestiales, con gran clamor, fe y confianza se los has P n t o 3 .° Com pañía que tu vo C risto en la in stitu ció n d e l
de pedir á Jesús, rogándole que, como Rey poderoso y riquísimo, Sacram ento. — En este punto has de considerar la compañía de
prepax e, por sí ó por sus ángeles, la casa de tu corazón en don­ personas que escogió Cristo nuestro Señor para instituir en su
de ha de hospedarse. ¡Oh Dios eterno! Pues os dignáis venir á presencia el Santísimo Sacramento, y darles parte de él. Estos
esta pobre alma, mirad que de su cosecha es morada pequeña, fueron los Apóstoles, entre los cuales, lo más probable es que
corta, estrecha y sin adorno alguno; engrandecedla con vuestros estaba Judas, quienno había salido aúndel cenáculoádar el aviso
dones, y ensanchadla con la calidad, dilatadla con la confianza, á los pontífices y sacerdotes. Pondera cuán diferentemente esta­
adornadla con las virtudes, inclinad esos cielos estrellados, y ban allí los once Apóstoles y este traidor; porque los once esta­
estampad en mí una viva figura de ellos, para que sea digna ban presentes con el cuerpo y con el espíritu, con atención y re­
morada vuestra. ¿Merecemos nosotros ser morada de Jesús? verencia, mirando y entendiendo lo que Cristo nuestro Señor
¿Poseemos las cualidades que Él desea? hacía y decía, recibiendo aquella comida con grandísima devo­
P u n t o s .0 C ircu n stan cias del que cedió el cenáculo á Je­ ción, y haciendo diferencia de ella á las otras; pero Judas estaba
sucristo. — Considera cómo la persona á quien pidió Jesucristo allí presente con sólo el cuerpo, porque con el espíritu estaba en
el cenáculo para instituir en él la sagrada Eucaristía, era un sus malvadas pretensiones; y por esto, ni atendía ni entendía lo
hombre del cual no se declara su nombre, pero de tan buena vo­ que Cristo estaba haciendo, y recibió aquel pan de vida sin hacer
luntad, qtfe al momento que los enviados de Jesús le manifestaron diferencia de él al pan ordinario, y así no le entró en provecho,
el deseo de su M aestro, lejos de poner excusa ni reparo, ni decir antes se le convirtió en daño, y de allí salió para vender á su
que necesitaba su casa para sus parientes ó amigos, les mostró Maestro, y paró en muerte desastrada; cumpliéndose en él lo que
inmediatamente y ofreció el mejor y más adornado salón de ella, después dijo el apóstol san Pablo, que quien comulga indignamen-
poniéndolo al servicio de Jesús y de sus discípulos. En todo lo tees culpable contra el cuerpoysangrede Jesucristo, como si otra
cual puedes ver lo mucho que estima Jesús una voluntad buena y vez le entregara á sus enemigos. Por lo cual muchos caen enfer­
pronta de recibirle, y el poco ó ningún caso que hace de las exce­ mos, y se debilitan y aun mueren desastradamente; y asi, por no
lencias y grandezas del mundo, sin reparar en que sea pobre ó hacer tal injuria á cuerpo tan venerable, has de procurar asistir
rico, noble ó plebeyo, letrado ó idiota el que le ha de recibir en su á este convite, como los Apóstoles, con cuerpo y espíritu, con
alm a; sólo desea que le ofrezca lo que tiene, con una voluntad atención, reverencia y devoción, reparando en lo que Cristo hace
buena y devota, inspirada por Dios, consintiendo el hombre. por ti, y en lo que tú vas á hacer cuando le recibas, apartando
Aprende de aquí á hacer poco caso de las cosas que el mundo el corazón, no solamente de las cosas malas, sino de otros nego­
aprecia como grandes y dignas de estimación, y mucho de lo que cios diversos, atendiendo, como dice el Sabio, á mirar lo qne te
estima y aprueba Jesús, juzgando de las cosas, no según las má­ ponen delante. ¡ Oh Maestro soberano! Y a que os habéis digna­
ximas de los mundanos, sino según los ejemplos y enseñanzas de do escogerme para vuestra escuela y para participar más de
Jesucristo. Finalmente, has de ponderar cómo al entrar Jesucris­ cerca y con mayor abundancia de vuestros misterios, yo os doy
to en el alma que dignamente le recibe, se la apropia y toma por gracias con todo mi corazón por este tan singular beneficio, y
suya, al modo que hizo en el cenáculo; la hace casa de oración os suplico que, escarmentando en la desgracia de Judas, me es­
muy levantada, la descubre sus sublimes misterios, y .comunica fuerce en imitar la fe, atención y demás virtudes de los demás
966 Serie cuarta.— D e l Santísim o Sacram ento. M ed. 2 0 .— Grandevas que descubrió Jesús en la consagración. 967
Apóstoles, las cuales merecieron que este manjar les entrara en las acabó se convirtió en su verdadero cuerpo, cubierto con los
provecho. accidentes exteriores de pan. En esta conversión brilla primera­
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué virtudes tan excelentes, qué mente la infinita sabiduría de Jesucristo. Grande fué la sabiduría
adornos tan celestiales ha de tener el alma que se acerque á re­ de este Señor en crear al mundo con tan rica y abundante varie­
cibir á Jesucristo! Esto significó el Señor al disponer que el ce­ dad de seres, ordenados todos con tal primor y exactitud, que
náculo que sirvió para la institución del divino Sacramento, fuese cada uno de ellos tiene su fin y destino peculiar en la escala del
un salón grande, espacioso y muy adornado. Poco lo importan universo. Mayor sabiduría supone la invención de un medio por
las grandezas mundanas, ni se paga de lo que el mundo aprecia: el cual el mundo fuese reparado con todo el rigor que exige la
por este motivo no quiso que se revelase el nombre del que justicia divina, y con toda la generosidad que reclama su miseri­
voluntariamente lo cedió. Con el mismo gusto entra este Señor cordia infinita, uniendo en una sola persona cosas tan extremas,
en el palacio del rey, que en la choza del pastor; le es indiferente como son Dios y hombre, con el fin de que esta persona padecie­
que delante del mundo sea noble ó plebeyo el que le ha de reci­ se como hombre y mereciese como Dios. Pero mayor sabiduría,
bir; lo único que desea y de que no puede prescindir es que si cabe, supone este divino misterio, porque ha hallado un medio
tenga buena voluntad, que esté bien preparado y dispuesto con cómo juntar á Dios hecho hombre con especies y accidentes
los adornos de las virtudes. Feliz tú, si tienes el alma así prepa­ de pan y vino en un sacramento para nuestro sustento. De donde
rada, y deseas la visita de este divino Señor. Él vendrá á ti, debes sacar grandes afectos de admiración, gozo y alabanza,
tomará posesión de tu corazón, lo escogerá por su morada, se gozándote de tener un Dios tan sabio, y alabándole por estas ad­
complacerá en obrar en él sus obras misteriosas, le llenará de mirables invenciones de su infinita sabiduría, y rindiendo tu
las gracias y dones del Espíritu Santo, hasta que sea instru­ juicio con actos de fe á lo que inventó con ella, pues no es mucho
mento hábil para la santificación de los prójimos. Mas ¡ay de ti que el infinitamente sabio sepa hacer lo que tú no alcanzas á
si, falto de estas disposiciones y manchado con culpas graves, comprender. Y si para sustentar al hombre, tu Redentor ha sabi­
te atrevieses á recibir al Señor I Vendrías á caer en la espantosa do inventar un modo tan admirable, no dudes que su sabiduría
miseria de Judas, que en tal estado asistió á la institución del Sa­ infinita conoce perfectamente todo cuanto te pasa, y sabe tam­
cramento divino, y en vez de comer la vida, tragó con él la muer­ bién el modo eficaz de remediar tus males y de proporcionarte
te y condenación. Mira, pues, cómo está tu alma antes de recibir los bienes que te faltan. ¡Oh sapientísimo Jesús! En V os están de­
á Jesucristo; examina las disposiciones que le 'faltan; pruébate positados .los tesoros de la ciencia y sabiduría de Dios, y cono­
cuidadosamente, y para esto escudriña todos los rincones de céis claramente todo cuanto hay en el hombre, y veis los medios
tu corazón, y mira si abriga alguna afición desordenada, si ali­ por los cuales le habéis de hacer feliz; dadme alguna parte de
menta alguna pasión indómita, si conserva alguna antipatía ó re­ tales tesoros, para que sepa conocer y estimar la merced que
pugnancia opuesta á ia caridad, y algo de esto si encuentras, me habéis h echo, y siga siempre vuestra voluntad, agrade­
con firmes propósitos y ardientes súplicas procura vencerte, ro­ ciéndola y aprovechándome de ella. ¿Admiramos nosotros la
gando al mismo tiempo por los demás. sabiduría de Jesús? ¿No creeremos lo que Él nos enseña?
F n n to 8 .° E n el S a n tísim o Sacram ento b rilla la d iv in a
om n ipoten cia—Considera cómo en la maravillosa conversión
2 0 . - GRANDEZAS QUE DESCUBRIÓ JESÚS EN LA CONSAGRACIÓN.
del pan en el cuerpo de Jesucristo brilla también de un modo
sorprendente la omnipotencia de este Señor que tal prodigio
P reludio 1. “ Jesús, en la conversión maravillosa del pan en su cuerpo, descubrió su
infinita sabicuña, omnipotencia y bondad.
obra. Porque con una sola palabra en un momento hace innume­
P reludio 2.0 Represéntate á Jesú. consagran Jo el pan y convirtiéndole en su cuerpo. rables m ilagros, así en el pan como en su mismo cuerpo,
P reludio y ° Pide la gracia de comprender las grandem de Jesús que brillan en esta para amasarlos y juntarlos para tu sustento. Pondera cómo, en
obla. un instante, muda y convierte este Señor ia suootancia del pan
en su cuerpo, quedándose solos los accidentes de aquél, para
P u n to l. ° En la consagración brilla la sa b id u ría de Jesu­ encubrirle, y le dispone de tal modo, que todo Él está debajo
de una cantidad muy pequeña de una hostia; de módo que todo
cristo.— Estando Jesucristo sentado á la mesa, tomó en sus ben­
está en toda y en cada parte de e lla , sin que se divida el cuerpo,
ditas manos un pan de los que allí estaban, y diciendo : «Esto
aunque se divida la hostia. Todo lo cual has de creer con viva
es mi cuerpo», en virtud de estas palabras, mudó la substancia
fe , pues basta ser Dios omnipotente para creer que lo pudo
del pan en la de su santísimo cuerpo. De suerte que lo que al
hacer, y que lo hizo, pues lo dijo. Y si tan estupenda mudanza
principio de las palabras era verdadero pan, en el instante que
968 Serie cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. M ed. 2 1 .— Generosidad de Jesús en la consagración. . 969
obra para alimentarte y para darte fuerzas para alcanzar la glo­ mostráis en este Sacramento? Vos me dais lo mejor que tenéis;
ria, debes esperar con toda seguridad y sin temor ,-que también yo quiero daros lo mejor que tengo: V os me dais á Vos mismo
podrá mudar y cambiar de tal modo tu corazón, que le trueque y á todas vuestras cosas; veisme aquí; yo os ofrezco á mí mis­
de pesado para las cosas de Dios en ligero para todo lo que exija mo y á todas mis cosas, mi cuerpo, mi alma, mi sangre y mi
el divino servicio, de flaco en fuerte, de tibio en fervoroso: y vida, y cuanto puedo tener ofrezco á vuestro servicio.
podrá también mudar todas las cosas que te rodean, si así te E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cómo resplandecen las infinitas
conviene para tu bien, y asi podrá hacer que cesen tus tenta­ perfecciones de Jesús en la institución de la sagrada Eucaris­
ciones, que dejes de sentir la repugnancia para las cosas de vir­ tía! Aquí brilla su divina sabiduría que, en la invención de este
tud, que acaben de perseguírtelos enemigos con sus ataques; medio para sustentar al hombre, parece que ha llegado al supre­
por lo cual debes estar cierto que si estas gracias no te son mo grado de lo que puede idear, pudiéndose decir qne, siendo
concedidas, débese, sin duda, porque no conviene para tu Jesús sapientísimo, no supo inventar una cosa más excelente.
bien. ¿Pór qué dudas aún del poder de Jesús? ¿Cómo no acudes Brilla la omnipotencia que tiene en cuanto Dios, porque, siendo
á Él con toda confianza? ¡ Oh Jesús omnipotente! A l ver que para omnipotente, no pudo hacer cosa más grande. Brilla su inmensa
sustentar á un vil gusanillo como es el hombre, trastornáis el candad, porque nos da lo mejor que nos puede dar, y siendo
orden de la naturaleza, guisando con nuevo modo la disposición riquísimo en misericordia, no le quedó otra cosa superior con
de vuestro cuerpo, para acomodarle á la pequeñez de vuestro la que nos enriqueciera. Brilla, en fin, el ardiente celo que siem­
esclavo, despiértase en mí una sólida confianza en vuestro poder. pre tuvo por la salvación de los hombres, obligándose perpe­
Trocadme, Señor, en otro varón, cambiad mis inclinaciones y tuamente á servirles de comida espiritual con que se sustenten,
deseos, á fin de que todo mi gusto y contento sea serviros y fortalezcan, y vayan creciendo hasta llegar á lo supremo de la
agradaros por todos los siglos. perfección, pudiéndose decir, no ya solamente que el celo de la
P a n t o 3 .° En e l d ivin o S acram en to b rilla la bondad de felicidad de los hombres le comió y devoró, sino que le convirtió
J e sú s y su celo p o r la salvación de la s a lm a s —Considera en comida, para con ella alimentarlos y comunicarles sus cuali­
cómo en este divino Sacramento se manifiesta y descubre no dades. Ante tales prodigios de la inmensa bondad de tu Salva­
menos la infinita bondad y caridad de Cristo nuestro Señor con dor, ¿qué debieras tú hacer? Si Él agota, por decirlo así, su sa­
las mayores muestras que pudo dar de ella, para tu sustento. biduría, omnipotencia y bondad para sustentarte, ¿por qué tú no
Porque así como el Padre Eterno mostró su bondad y caridad en empleas todas tus facultades para amarle y servirle? ¿Tu memo­
dar al mundo para su remedio la cosa más preciosa.que tenía, ria para acordarte.de Él? ¿Tu entendimiento para contemplar
que era su divino Hijo, y con Él nos dió todas las cosas, para que sus grandezas y perfecciones? ¿Tu vida entera para su servicio?
fuese copiosa nuestra redención; así el Hijo de Dios mostró su . Medita bien, esta grave obligación que sobre ti pesa; y para
bondad y caridad en darnos para nuestro sustento la cosa más cumplirla, forma los propósitos convenientes, dirige al Señor
preciosa que tenía, que era á sí mismo, y su precioso cuerpo con fervientes súplicas, y no olvides el pedir por todas las obligacio­
. todo cuanto dentro de él estaba, como si un rey tuviera un cofre nes y necesidades propias y ajenas.
muy rico, lleno de grandes tesoros de oro y plata, perlas y joyas
de inestimable valor, y dijese á uno: «Toma este cofre para ti», 21. — GENEROSIDAD DE JESÚS EN LA CONSAGRACIÓN.
dándole el cofre, le da cuanto está dentro de él; así nuestro so­
berano R ey, dándote su cuerpo y carne santísima, te da tam­ P reludio i .« J e su cristo c o n s a g ró el p a n , diciendo : « E s to es mi c u e r p o , que s e rá en­
bién su sangre, su alm a, su divinidad, y los tesoros de sus me­ tregado p o r v o so tro s >.
recimientos y satisfacciones, para que goces de ellas, queriendo P reludio 2.° R ep resén ta te á J e s ú s en este acto sublime.
estar siempre contigo, y ser tu compañero, tu convite y regalador P reludio 3.» P id e lu z p ara co n o cer la gen e ro sid a d in fin ita d e J e s ú s e n c e rra d a e n e s ta s

perpetuo. En todo lo cual resplandece también admirablemente p alab ras.

el celo ferventísimo q u e tiene este Señor de tu salvación, inven­


tando tal medio, para aplicarte Él mismo los frutos de su Pasión, P u n to l.° J e sú s nos d a su propio cu erpo, no una Jigu ra ó
de suerte que pueda 3'a decir: «El celo de tu casa me comió»; representación de é l —Considera cómo Jesucristo, por medio
porque, no solamente me comió y consumió la honra, hacienda ’ de las palabras de la consagración, convirtió el pan en su propio
y vida, sino me hizo com edero, y que me dejase comer, para cuerpo. Por este motivo, al consagrar, no dijo: - Esto es figura
dar salud y vida á los que moran en mi casa. ¡Oh Amado mío! ó representación de mi cuerpo ■ , sino «esto es mi cuerpo real y
¿Con qué podré responder á tanta bondad, caridad y celo como verdadero», para declarar la presencia real de su cuerpo santí-
968 Serie cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. M e d .2 1 .— Generosidad de Jesús en la consagración. . 969
obra para alimentarte y para darte fuerzas para alcanzar la glo­ mostráis en este Sacramento? Vos me dais lo mejor que tenéis;
ria, debes esperar con toda seguridad y sin temor ,-que también yo quiero daros lo mejor que tengo: Vos me dais á Vos mismo
podrá mudar y cambiar de tal modo tu corazón, que le trueque y á todas vuestras cosas; veisme aquí; yo os ofrezco á mí mis­
de pesado para las cosas de Dios en ligero para todo lo que exija mo y á todas mis cosas, mi cuerpo, mi alma, mi sangre y mi
el divino servicio, de flaco en fuerte, de tibio en fervoroso; y vida, y cuanto puedo tener ofrezco á vuestro servicio.
podrá también mudar todas las cosas que te rodean, si así te E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cómo resplandecen las infinitas
conviene para tu bien, y así podrá hacer que cesen tus tenta­ perfecciones de Jesús en la institución de lá sagrada Eucaris­
ciones, que dejes de sentir la repugnancia para las cosas de vir­ tía! Aquí brilla su divina sabiduría que, en la invención de este
tud, que acaben de perseguirte los enemigos con sus ataques; medio para sustentar al hombre, parece que ha llegado al supre­
por lo cual debes estar cierto que si estas gracias no te son mo grado de lo que puede idear, pudiéndose decir que, siendo
concedidas, débese, sin duda, porque no conviene para tu Jesús sapientísimo, no supo inventar una cosa más excelente.
bien. ¿Pdr qué dudas aún del poder de Jesús? ¿Cómo no acudes Brilla la omnipotencia que tiene en cuanto Dios, porque, siendo
á Él con toda confianza? ¡ Oh Jesús omnipotente! A l ver que para omnipotente, no pudo hacer cosa más grande. Brilla su inmensa
sustentar á un vil gusanillo como es el hombre, trastornáis el caridad, porque nos da lo mejor que nos puede dar, y siendo
orden de la naturaleza, guisando con nuevo modo la disposición riquísimo en misericordia, no le quedó otra cosa superior con
de vuestro cuerpo, para acomodarle á la pequeñez de vuestro la que nos enriqueciera. Brilla, en fin, el ardiente celo que siem­
esclavo, despiértase en mí una sólida confianza en vuestro poder. pre tuvo por la salvación de los hombres, obligándose perpe­
Trocadme, Señor, en otro varón, cambiad mis inclinaciones y tuamente á servirles de comida espiritual con que se sustenten,
deseos, á fin de que todo mi gusto y contento sea serviros y fortalezcan, y vayan creciendo hasta llegar á lo supremo de la
agradaros por todos los siglos. perfección, pudiéndose decir, no ya solamente que el celo de la
P u n t o 8 .° En el d ivin o Sacram ento b rilla la bondad de felicidad de los hombres le comió y devoró, sino que le convirtió
J e sú s y su celo p o r la salvación de las alm as.—Considera en comida, para con ella alimentarlos y comunicarles sus cuali­
cómo en este divino Sacramento se manifiesta y descubre no dades- Ante tales prodigios de la inmensa bondad de tu Salva­
menos la infinita bondad y caridad de Cristo nuestro Señor con dor, ¿qué debieras tú hacer? Si Él agota, por decirlo asi, su sa­
las mayores muestras que pudo dar de ella, para tu sustento. biduría, omnipotencia y bondad para sustentarte, ¿por qué tú no
Porque así como el Padre Eterno mostró su bondad y caridad en empleas todas tus facultades para amarle y servirle? ¿Tu memo­
dar al mundo para su remedio la cosa más preciosa que tenia, ria para acordarte.de Él? ¿Tu entendimiento para contemplar
que era su divino H ijo, y con Él nos dió todas las cosas, para que sus grandezas y perfecciones? ¿Tu vida entera para su servicio?
fuese copiosa nuestra redención; así el Hijo de Dios mostró su . Medita bien, esta grave obligación que sobre ti pesa; y para
bondad y caridad en darnos para nuestro sustento la cosa más cumplirla, forma los propósitos convenientes, dirige al Señor
preciosa que tenia, que era á sí mismo, y su precioso cuerpo con fervientes súplicas, y no olvides el pedir por todas las obligacio­
. todo cuanto dentro de él estaba, como si un rey tuviera'un cofre nes y necesidades propias y ajenas.
muy rico , lleno de grandes tesoros de oro y plata, perlas y joyas
de inestimable valor, y dijese á uno: «Toma este cofre para ti», 21. — GENEROSIDAD DE JESÚS EN LA CONSAGRACIÓN.
dándole el cofre, le da cuanto está dentro de él; asi nuestro so­
berano R ey, dándote su cuerpo y carne santísima, te da tam­ Preludio i .* J e su c risto c o n s a g ró el p a n , d ic ie n d o : « E s to es roí cu erp o , que s e r á en­
bién su sangre, su alm a, su divinidad, y los tesoros de sus me­ tre g a d o p o r v o s o tro s ».
recimientos y satisfacciones, para que goces de ellas, queriendo PitELUOto 2 .» R e p re sé n ta te á J e s ú s e n e s te a c to s u b lim e .

estar siempre contigo, y ser tu compañero, tu convite y regalador Preluoio y P id e luz para conocer la generosidad infinita deJesús encerrada en estas
perpetuo. En todo lo cu al resplandece también admirablemente palabras.
el celo ferventísimo q u e tiene este Señor de tu salvación, inven­
tando tal medio, para aplicarte É l mismo los frutos de su Pasión, Pwmto l.° J e sú s nos d a su pro p io cu erpo, no una fig u r a 6
de suerte que pueda y a d ecir: «El celo de tu casa me comió»; representación d e é/.—Considera cómo Jesucristo, por medio
porque, no solamente me comió y consumió la honra, hacienda de las palabras de la consagración, convirtió el pan en su propio
y vida, sino me hizo comedero, y que me dejase comer, para cuerpo. Por este motivo, ál consagrar, no dijo: --Esto es figura
dar salud y vida á los que moran en mi casa. ¡Oh Amado mió! ó representación de mi cuerpo , sino «estoes mi cuerpo real y
¿Con qué podré responder á tanta bondad, caridad y celo como verdadero ». para declarar la presencia real de su cuerpo santí-
1
970 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. M ed. a / .— Generosidad de Jesús en la consagración. 971
simo, y dar muestras excelentísimas de su misericordia y provi­ Por esto, cuando te acerques á recibirle ó á visitarle, recor­
dencia paternal. Porque en realidad de verdad, para lo que es dando esta verdad, has de presentar á Jesús las faltas, debilida­
santificar y sustentar al hombre espiritualmente, bastara que des y necesidades de todos tus miembros y sentidos, pidiéndole
este Sacramento fuera puro pan, en cuanto representaba á Cris­ que Él mismo, con los suyos, los remedie, al modo que, cuando
to, asi como agua pura en el bautismo nos lava y santifica; pero la un médico se llega á visitar á un enfermo, éste le hace la rela­
infinita caridad de Cristo no se contentó con esto, sino quiso Él ción de toda su enfermedad. Dile que mire tus ojos, tan suel­
mismo, por su propio cuerpo y por su propia persona, estar en tos para mirar lo que no deben, y tan rebeldes para sujetarse á
este Sacramento, y santificarte, para manifestación del amor las leyes de la modestia religiosa, y que con los suyos los santifi­
que te tenia, y del cuidado con que tomaba tu regalo y susten­ que; que mire tus oidos, tan abiertos para todo lo que es vani­
to; porque lo que uno hace por sí mismo, hácelo con mayor dad y sensualidad, y tan duros para escuchar los sermones,
amor, con más compasión y con más diligencia y providencia, correcciones y avisos, y que con los suyos los corrija; que mire
como la madre que estima y ama mucho á su hijo, no consiente tu lengua tan amiga de parlerías, murmuraciones y vanidades,
que otra ama le críe , ni quiere que sea sustentado con leche aje­ y tan torpe para la oración y confesión de sus propias faltas, y
na, sino,ella misma le cría con leche de sus pechos, y se los da que por la santidad de la suya, la mejore y perfeccione. A sí de­
muy tierna y amorosamente, con muy gran cuidado y compasión bes ir recorriendo el corazón, las manos y pies, y demás poten­
de su necesidad. De este modo, y por este motivo, ha querido cias y sentidos. ¡ Oh dulce Jesús! Pues os habéis encogido tanto
quedarse Jesús personalmente en el Santísimo Sacramento, obli­ en este Sacramento para dar vida á mi alm a, libradla por vues­
gándote d que le correspondas con la ternura y amor de un hijo, tros sentidos de la muerte que le entra por los suyos. Abrid vues­
teniendo todo tu consuelo y contento en estar con Él, anteponién­ tro pecho y dilatad vuestro corazón, y metedme dentro de él,
dole á todo el mundo y sintiendo vivamente el haberte apartado para que todo me encienda y abrase en el fuego de vuestro amor.
de Él con el pecado, y haciendo mil protestas y promesas que Admirado os contemplo en ese Sacramento, y os suplico santifi­
jamás le has de abandonar. ¡Oh Padre amantísimo! |Oh Madre quéis mi alma con sus potencias, y mi cuerpo con todos sus
y ama mía piadosísima! ¿Cómo no me deshago en-serviros con miembros, porque no es justo que, siendo tan pecador como
am or, haciendo por Vos lo que Vos hacéis por mi? No me conten­ soy, haya de ser morada del Dios de la santidad.
taré ya con sólo hacer lo que me mandáis, sino que lo haré de P a n t o 3.° J e sú s en el Sacram en to nos d a aquel cuerpo
tal modo, que cumpla perfectamente lo que me aconsejáis. Loco, que se en tregó á la m u erte p o r nosotros.—Considera en este
insensato y criminal he sido las veces que os ofendí; quisiera punto la última palabra de la consagración, en la que dice Jesús
borrar con mi sangre todos mis pecados, viendo que con vues­ de su cuerpo, «que se da, ó se entregará por vosotros». Con ella
tra carne venís á fortalecer mis debilidades y llaquezas. ¡Oh se da manifiestamente á entender que allí está aquel mismo cuer­
alma mía! A dm írala bondad y ternura de Jesús. ¿No con es- po, que había de ser vendido y entregado á la muerte por t i , y
penderás á ella ? que El mismo se entregaba para ser comido de ti, y uno y otro
P a n t o Sí. 0 J e sú s nos d a todo su cuerpo, no una parte efecto proceden del mismo amor que este Señor te profesa. Por­
d e él. — Considera cómo Jesucristo, por medio de las palabras que te amó, se dió á sí mismo por comida de tu alma; y porque te
de la consagración , puso todo su cuerpo entero en toda la hostia amó, se entregó á sí mismo por precio de tu rescate y por Hos­
y en cada parte de ella. Y así, no dijo: «Esto es parte de mi cuer­ tia expiatoria de tus pecados. Considera, pues, en el cuerpo glo­
po ó de mi carne», sino «este es mi cuerpo todo entero y perfec­ rioso de Jesús, que está en el divino Sacramento, las señales de
to». Cierto es que cualquiera partecica de su carne bastara las cinco llagas y de la corona de espinas que quedaron graba­
para santificarte; pero quiso poner allí su cuerpo entero', su das é impresas en Él después de la resurrección, y recorrién­
cabeza, ojos, oídos, boca, lengua, pecho, corazón, manos y dolas todas, has de despertar fervorosos alectos de amor de
pies, para significar que con sus miembros sacratísimos quería Dios, dolor de pecados, confianza en la divina misericordia, y
santificar todos los miembros del que le recibe, y sanar á todo propósito firmísimo de no ofender á un Señor que tanto ha hecho
el hombre entero. Con sus ojos quiere santificar los tuyos, con y sufrido por ti. Mira que, comiendo á la mesa de un Dios cru­
su corazón el tuyo, con sus manos las tuyas, á la manera que cificado, y alimentándote de un manjar que, aunque es vivo, ha
el profeta Elíseo, para resucitar al niño difunto, se encogió y sido antes muerto para ti, no es justo que busques con afán los
juntó sus ojos, boca y manos con las del niño, y así le dió vida.1 deleites y contentos de la carne, sino que has de llevar impresas
también en tu corazón y en tu cuerpo las llagas de tu dulcísimo
1 Véase la nota de la meditación 11, pí¡¿. 9^9. Señor, á fin de que en ti se manifieste la vida de Jesús, como
97 2 Serie cuarta. — D el Santísim o Sacram ento. M ed. 2 2 .— Com unión de Jesús y de los Apóstoles. 973

dice san Pablo; y así, has de abrazarte con la penitencia y mor 22.—COMUNIÓN OE JESÚS Y DE LOS APÓSTOLES.
tificación, crucificando tu carne con sus concupiscencias y pa­
siones desordenadas. ¡Oh cuerpo santísimo de mi Salvador, que Preludio i .® jesús dio la comunión á los Apóstoles, y se comulgó á si mismo.
fuiste en la cruz traspasado con clavos y lanza, recibiendo cinco Preicmo 2.® Represéntate á Jesús con la sagrada forma en sus divinas manos distri­
llagas muy crueles, y ahora estás en el ciclo y en este Sacra­ buyéndola á *us discipulos.
mento con las mismas muy resplandecientes! V ote adoro, alabo Preludio j .® Pide la gracia de imitar la reverencia y devoción de los Apóstoles en esta
y glorifico, y te suplico por esas llagas que cures las m ías,y su primera comnnián, y sobretodo b de jesús.
por los dolores que por ellas padeciste, me des amor á la mor­
tificación y penitencia, y así me disponga para subir á la gloria. P n n t o I-° R everen cia y devoción d e tos A póstoles en esta
¡Oh alma devota! Mira con los ojos de la fe las llagas de Jesús su p rim e ra com unión.—Cristo nuestro Señor, después de ha­
que está en' el Sacramento. ¿No oyes cómo por ellas, como por ber consagrado el Santísimo Sacramento, lo distribuyó á sus
otras tantas bocas, te predica el amor de Dios, la obediencia y Apóstoles, j>ara que le comiesen, y ellos, con la más profunda
demás virtudes? reverencia y con devoción altísima, tomaron aquel benditísi­
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh ! ¡ Quién no se admira del amor mo pan y le comieron. Considera cómo el divino Maestro haría
de Jesucristo! Y a que deseaba alimentarnos por medio de un en este momento otro milagro de su omnipotencia en los enten­
Sacramento, hubiera bastado, sin duda, que sólo hubiese sido dimientos y corazones de aquellos rudos pescadores y discipulos
una figura ó representación de su cuerpo, á lo menos para causar imperfectos, ilustrándolos con una lumbre extraordinaria, para
en nosotros este efecto y resultado. Mas no quedaba satisfecho que, con viva fe, certísimamente creyesen que lo que estaba bajo
el amor de Jesús, y así quiso quedarse Él mismo real y verda­ de aquellas apariencias de pan, era el mismo cuerpo de Jesu­
deramente en este Sacramento, á fin de no fiar á otro el cuidar de cristo. Iluminados con tal resplandor de luz divina, se encogerían
nuestro sustento, regalo y vida. ¡Oh amor verdaderamente di­ humildemente y temblarían de tomar en sus manos aquel celes­
vino ! Si se hubiera á lo menos contentado con distribuir su cuer­ tial manjar; pero, animados con las palabras del Salvador, lo
po entre sus discípulos, dando una partecica á cada uno, con llegarían á sus labios, lo besarían con ternura y lo comerían,
esto ya cumplía su deseo de alimentarnos por sí mismo; y cier­ por una parte temblando de respeto, y por otra gozándose con
tamente que la más insignificante partícula hubiera bastado para amor, por meterlo dentro de sus entrañas. Pondera aquí también
nuestra completa sustentación; pero tampoco llenaba esto los cuán grande fué la dicha que tuvieron los sagrados Apóstoles
deseos de Jesús, y así quiso quedarse, á modo de substancia, de poder recibir los primerosá Jesús sacramentado; conque
estando Él en toda la Hostia y en cada parte de la misma, de emulación santa les mirarían los ángeles que estaban en el cielo
modo que si comes un solo fragmento de ella, recibes ya á todo y los que no se separaban nunca de la compañía del Hijo de
Cristo; á aquel mismo que por tu amor quiso ser vendido por su Dios para asistirle y servirle; por cuán dichosos se tendrían
ingrato discípulo, entregado á la muerte, y puesto en una cmz, ellos con haber comido este alimento celestial, y cómo no envi­
y que, después de muerto, resucitó con las señales de las cinco diarían la suerte de sus padres que habían comido el maná en el
llagas, las cuales conserva aún en el cuerpo glorioso que ha desierto; cómo se mirarían unos áotros sin decir una sola pala­
querido dejar en este Sacramento. Fija los ojos de la fe en este bra , estando sus espíritus embargados en la contemplación de
divino manjar; habla con Jesús, desahogando tu corazón en fer­ las palabras y acciones de su Maestro y de aquel pan vivo que de­
vorosos afectos, acompañándolos de aquellos propósitos que de lante de sí tenían. ¡Oh Apóstoles sagrados! ¿Qué pasaba por
ti exigen el amor que Jesús te profesa y la correspondencia que vuestro corazón cuando resonaban en vuestros oídos las divinas
tú le debes. No olvides el pedir confiadamente todo cuanto pre­ expresiones de Jesús, y cuando vuestros entendimientos se ha­
tendas alcanzar para ti y para todos aquellos que se han enco­ llaban inundados con la abundancia de la luz celestial, que os
mendado á tus oraciones. descubrió la grandeza de aquel misterio de amor? ¡Qué reveren­
cia tan profunda sentiríais! ¡Qué amor tan vivo! ¡Qué deseo tan
intenso! ¡Qué devoción tan ardiente! Suplicad á vuestro Maestro
y mío me dé el santo amor y temor con que comulgasteis, para
que le reciba con el provecho con que le recibisteis.
P a n t o 2 .° D u lzu ra y afectos m a ra villo so s d e los Apósto­
les a l recibir á Vestís.—Considera aquí ia grande dulzura y afec­
tos maravillosos que sintieron los Apóstoles en aquélla primera
M eJ. 2 2 .— Com unión de Jesús y de los Apóstoles. 97*
974 Serie ata rla ■ Del Santísimo Sacramento.
así como quiso ser bautizado antes de dar el bautismo á otros, asi
comunión; los cuales sin duda fueron tan excelentes, que por
quiso comulgarse á sí antes de dar la comunión á otros. ¡Oh, qué
ellos conocieron la excelencia y dignidad infinita de aquel divino
manjar, probando por experiencia la diferencia del sabor y gusto •
reverencia y devoción tan grande mostraría exteriormente,
de aquel divino pan, al que poco antes habían comido. Sólo el cuando llegaba aquel bocado á su boca, mirando la divinidad
desventurado Judas no halló sabor en esta comida, porque la que estaba junta con la carne que allí recibía! ¡Oh, qué nuevos
tomó sin fe, sin devoción ni reverencia. Para sentir más esto, pue­ júbilos de alegría brotarían de su ánima santísima, al tiempo que
des píamente discurrir por los once Apóstoles, ponderando el se comió á sí mismo, por el grande gozo que se le acrecentó de
modo cómo comulgaban. San Pedro avivaría allí su fe, diciendo haber instituido tan admirable Sacramento! Mira tú en este per-
á lo que estaba encerrado en aquel pan: « Tú eres C risto, Hijo feotísimo dechado cuantas veces hayas de acercarte á este sa­
de Dios vivo». Y Cristo nuestro Señor le pudo interiormente res­ grado convite; contempla la reverencia, devoción y amor de Je­
ponder: «Bienaventurado eres , Simón, hijo de Juan, porque no sús, y esfuérzate en imitar estas disposiciones, i Oh dulce Jesús!
te lo ha revelado carne ni sangre, sino mi Padre que está en los ¡Quién pudiera recibiros con el arpor y reverencia conque V os os
cielos». Y cuando Cristo nuestro Señor le diese el pan consagra­ recibisteis, imitándola en el modo que puede ser imitada! Esta,
do, con esta viva fe, llena de reverencia, diría dentro de sí: «Apár­ Dios mío, os ofrezco por la que á mí me falta, y por ella os su­
tate de mí, S e ñ o r , que soy un gran pecador»; pero por obedecer, plico me deis la mayor parte que fuere posible, pues toda será
le tomaría y comería. En san Juan puedes considerar cómo muy debida á tan soberana Majestad. ¡Oh cristiano! Mira el modo
avivaría los afectos de a m o r, viendo que su Maestro, no sola­ cómo comulga tu divino Maestro. ¿Deseas imitar las disposicio­
mente le pegaba consigo, sino que se 'quería entrar en su propio nes interiores y exteriores con que hace este solemnísimo acto?
corazón; y quedó tan absorto y con tanto éxtasis de este excesivo ¿Qué propósitos te convienen?
amor, que, acabada esta cena mística, se reclinó sobre su divino U p ílo jjo y c o lo q u io s .—¡Qué día tan memorable, qué mo­
pecho, durmiendo el dulcísimo sueño de la contemplación. ¡Oh! mento tan precioso fué para los Apóstoles y para todo el mundo
¡Quién pudiera tener tal fe como Pedro, y tal amor y caridad como aquel en que Jesús instituyó el Santísimo Sacram ento! Los
Juan, para recibir con ellos á mi Señor I ¡ Oh! ¡cuán bien les pagó Apóstoles fueron los primeros que lograron la dicha de susten­
el Señor el trabajo que tuvieron en aparejar la cena del cordero, tarse de este sagrado manjar. ¡ Con qué reverencia y devoción lo
porque, como á más queridos y fervorosos, les daría mejorada la tomarían! Jesucristo, que acababa de hacer una mudanza tan mi­
ración! ¡Oh Apóstoles gloriosos! Alcanzadm e este espíritu con lagrosa fen la substancia del pan, convirtiéndola en la de su sa­
que com ulgasteis, para que goce también de la dulzura de que cratísimo cuerpo, hizo otra no menos portentosa en los enten­
gozasteis. ¡Oh alma mía! Estudia en estos fervientes discípulos dimientos de sus ignorantes discípulos, comunicándoles una luz
y aprende el modo de llegarte dignamente á la santa comunión tan nueva, que conocieron el misterio obrado en aquel pan
¿A vivas para esto tu fe? ¿Enciendes en ti la llama del amor? divino que el Señor les ofrecía, cambiándolos de ignorantes en
P u n t o 8 .° J e siis se com ulgó á s i m ism o.—Considera en sabios, de incrédulos en fides, de duros en dóciles á sus enseñan­
este punto cómo Cristo nuestro Señor, según dicen comúnmente zas. Y al ver los Apóstoles que su mismo Maestro que tenían
los santos, tomando un bocado de aquel pan, se comulgó á sí delante de sí, velado bajo las especies de pan, quería entraren su
mismo, fisto hizo primeramente para animar á los Apóstoles á corazón, sintieron nacer en su espíritu vivísimos sentimientos de
que no temiesen recibir aquel pan v iv o , viéndole á Él que le to­ reverencia, devoción, amor, confianza, dolor de los pecados y
maba; porque tal debía de ser el temor santo de ellos, viendo con humildad profunda. Con estos afectos recibieron aquella divina
los ojos de la fe muy esclarecida por la lumbre extraord.naria, comida, animados con el ejemplo de su santo Maestro, que quiso
que habían de recibir al mismo Jesús bajolas especies de pan, . antes que ellos comer su propio cuerpo. ¡O h , si tú, al acercarte
que con dificultad se hubieran atrevido á comerle, si no se hu­ á la sagrada comunión, supieras apropiarte los afectos santos que
biese anticipado en esto Jesús. £ i cual les enseñó, al mismo embargaban los ánimos de los discípulos del Señor en esta oca­
tiempo, de un modo práctico la reverencia, devoción y modestia sión ! Si llegaras á imitar el modo cómo Jesús se comulgó á sí
con que debían comerle, haciendo grande diferencia entre este mismo; aquella profunda reverencia que tenía á la divinidad es­
pan y el otro que anteriormente habían comido. Demás de esto, condida en aquel pan consagrado; aquel santo fervor con que le
quiso el Señor en esta ocasión proceder del mismo modo que se introdujo en su mismo pecho. Por desgracia, en lugar de tales
había conducido en todos los acontecimientos de su vida, ense­ afectos, tu mente se halla distraída, tu corazón frío , tu imaginá-
ñando antes con el ejemplo lo que después había de imponer como ción estérilmente ocupada. ¡Ah! ¡Si recibieras la visita de Jesús,
un precepto, predicando con laobra primeroqueconla palabra, y, i cuando menos de aquel modo con que recibes la de un personaje
976 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento.
M e i. a y .— Consagración del cáH%. ^77
distinguido! Suple con humilde confusión lo que te falta de devo­
ción y amor; haz propósitos de reformarte en esto, y para alcan­ de vuestra real sangre, haciéndonos, como dice san Pedro, «linaje
zarlo, pide la gracia que necesites, y ruega por todas tus obli­ escogido, real sacerdocio, gente santa»! ¡Oh! ¡ Si todo el pueblo
gaciones y por las de todos aquellos que te han recomendado. cristiano conociera su linaje y sangre, y se preciase de ella, be­
biendo vuestras santas y generosas virtudes! ¡Oh! ¡Si á lo menos
23. - CONSAGRACIÓN DEL CÁLIZ.
reconociera y agradeciera yo vuestras infinitas misericordias!
¿Qué os daré, Señor, en retomo de tales y tantos beneficios?
P reludio i.° Despuél de la consagración del p a n , Jesús consagró el vino.convirtiéo- P a n to *.° J esú s, con su sa n g re, confirmó su nuevo T esta­
dole en su preciosísima sangre. m en to —En este punto puedes considerar cómo Jesús llamó al
P riíluoio 3 .o Represéntate á Jesucristo consagrando el cáliz. cáliz de su sangre el nuevo Testamento, porque con ella quiso
P reludio 3 .° Pide la gracia de conocer las grandezas encerradas en el cáliz de la sangre confirmar las promesas y legados que en él hizo á los hombres.
de Jesucristo. Pondera la excelencia del nuevo Testamento sobre el viejo, por­
que éste estribaba en sangre de animales, en cuanto figuraban
P lin t o 1 .° E l cálle consagrado m u estra la in fin ita caridad la sangre de C risto; pero el nuevo estriba en la misma sangre
y om n ip o ten cia d e Cristo.— Considera cómo Jesucristo, después de Cristo, en la cual está fundado, establecido y confirmado. Jesu­
de la consagración del pan, tomó en sus manos un cáliz de vino y cristo, en la noche de la Pasión, hizo su Testamento con muchos
convirtiólo en su sangre, diciendo: «Este es el cáliz de mi san­ legados y promesas de infinito valor, porque abrazan todos los
gre, del nuevo Testamento, que por vosotros y por muchos será tesoros de gracia y gloria que tiene Dios, para repartir con sus
derramada, en remisión de los pecados». En las cuales palabras escogidos. En este Testamento te prometió perdón de los peca­
resplandecen primeramente la infinita caridad, liberalidad y om­ dos y, por consiguiente, de las penas merecidas por ellos. Pro­
nipotencia del Señor, el cual quiso poner toda su sangre, sin dejar metió también la gracia y adopción de hijos de Dios, con la
una sola g o ta en el cáliz, para nuestro regalo y sustento. Basta­ caridad y todas las virtudes y dones del Espíritu Santo, y la
ra, sin duda, para nuestra santificación que en el cáliz estuviera herencia del cielo, que es la eterna bienaventuranza; y que oiría,
tanta cantidad de sangre cuanta era la del vino, ó unía sola gota tus oraciones, y asistirla contigo á tus trabajos, para ayudarte
de ella; pero no quiere sino que esté allí toda la sangre de sus ve­ en tus obras. Y de todas estas promesas y legados quiso que esta
nas, la que entonces tenía, y ahora tiene en su cabeza, corazón y sangre fuese la firmeza, prendas, arras, escritura y carta de pri­
brazos, y en todo su cuerpo, dándonosla toda generosamente, vilegio, por la cual has de cobrar lo que Cristo te ganó, y lo que
sin dejar nada, mostrando en esto su amor y largueza, y con­ te prometió y dejó por legado en su Testamento. Demás de esto,
vidándonos para que nosotros también le demos toda nuestra en el mismo Testamento te dejó Cristo nuestro Señor grandes
sangre, si fuese menester, para su servicio. Mas, no se satislizo avisos y consejos, el nuevo mandato del amor de unos con otros,
con esto la caridad del Señor, porque, no sólo quiso darte la san­ la observancia de sus preceptos, y lo que pertenece á las obras de
gre, sino la vasija preciosísima en que está. Como si un príncipe humildad, paciencia y perfección cristiana. Para todo esto vale
convidase á beber con un excelente vino en una taza sembrada la sangre de este cáliz, y por ella alcanzas fuerzas para cumplir­
de piedras muy preciosas, y dijese: «Toma el vino y también la lo , procurando, como dicen, tener sangre en el ojo, y preciarte
taza», así este divino Señor te da su preciosa sangre y también la de ser siempre valeroso en su servicio. Teniendo todo esto pre­
copa ó v a so en que está, que es sus venas, su carne y cuerpo san­ sente, cuando dices misa, ó la oyes, ó comulgas, has de ofrecer
tísimo , con su ánima y divinidad, para que lodo sea tu comida y confiadísimamente esta sangre al Padre eterno, para alcanzarlo.
bebida. P ero, para la atención en la palabra m e i, de la sangre ¡Oh Padre eterno! L a sangre de este cáliz preciosísimo os ofrez­
mía, no ajena, sino propia; en la cual se ve su caridad, bien co y presento como escritura y señal del testamento de vuestro
diferente de la de los reyes de la tierra, los cuales beben la san­ Hijo • en el cual me prometió que me daríais lo que pidiese; y
gre ajena de sus vasallos, y de ella hacen liberalidades, y á costa pues Vos sois el testamentario, cumplid en mí su testamento,
de ella defienden sus tierras, y conquistan las ajenas; pero Cristo concediéndome lo que os pido. Dadme vuestra gracia copiosa,
nuestro S eñ or con su sangre preciosa da de beber á sus vasallos, que borre mis pecados y me llene de virtudes; vuestra fortaleza,
de ella h ace franquezas y liberalidades, y con ella gana tesoros que me ayude á seguir los consejos que medió vuestro Hijo, hasta
y reinos p a ra d lo s. ¡Oh Rey soberano, no tirano, sino Padre, y la muerte. ¡Oh alma devota! Teniendo esta sangre divina que
Padre amantísimo, que con la sangre de vuestras venas dais la clama misericordia, ¿desconfiarás de poder alcanzarla? ¿No te
vida y sustento á vuestros vasallos é hijos, para que todos seamos aprovecharás de su eficacia?
P u n to 3.° L a sa n g re de Cristo es la que nos la va de los
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976 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento.
M ed . 2 3 .— Consagración del c á lif , ¡¿77
distinguido! Suple con humilde confusión lo que te falta de devo­
ción y amor; haz propósitos de reformarte en esto, y para alcan­ de vuestra real sangre, haciéndonos, como dice san Pedro, «linaje
zarlo, pide la gracia que necesites, y ruega por todas tus obli­ escogido, real sacerdocio, gente santa»! |0h! ¡ Si todo el pueblo
gaciones y por las de todos aquellos que te han recomendado. cristiano conociera su linaje y sangre, y se preciase de ella, be­
biendo vuestras santas y generosas virtudes! ¡Oh! ¡Si á lo menos
reconociera y agradeciera yo vuestras infinitas misericordias!
23. — CONSAGRACIÓN DEL CÁLIZ.
¿Qué os daré, Señor, en retorno de tales y tantos beneficios?
Puiuoto 1.» Después de la consagración del pan, Jesús consagró el vino, convirtién­
P o n to 2 .° J e sú s, con su sa n g re, confirmó su nuevo T esta ­
dole en su prcciosisima sangre. m en to—En este punto puedes considerar cómo Jesús llamó al
P rbludio 2.» Represéntate á Jesucristo consagrando el cáliz. cáliz de su sangre el nuevo Testamento, porque con ella quiso
P m l UDIO 5.0 Pide la gracia de conocer las grandezas encerradas en el cáliz de la sangre confirmar las promesas y legados que en él hizo á los hombres.
de Jesucristo. Pondera la excelencia del nuevo Testamento sobre el viejo, por­
que éste estribaba en sangre de animales, en cuanto figuraban
P lin t o l . ° E l cálle consagrado m u estra la in fin ita caridad la sangre de C risto; pero el nuevo estriba en la misma sangre
y om n ip o ten cia de Cristo.— Considera cómo Jesucristo, después de Cristo, en la cual está fundado, establecido y confirmado. Jesu­
de la consagración del pan, tomó en sus manos un cáliz de vino y cristo, en la noche de la Pasión, hizo su Testamento con muchos
convirtiólo en su sangre, diciendo: «Este es el cáliz de mi san-' legados y promesas de infinito valor, porque abrazan todos los
g r e , del nuevo Testamento, que por vosotros y por muchos será tesoros de gracia y gloria que tiene Dios, para repartir con sus
derramada, en remisión de los pecados». En las cuales palabras escogidos. En este Testamento te prometió perdón de los peca­
resplandecen primeramente la infinita caridad, liberalidad y om­ dos y, por consiguiente, de las penas merecidas por ellos. Pro­
nipotencia del Señor, el cual quiso poner toda su sangre, sin dejar metió también la gracia y adopción de hijos de Dios, con la
una sola gota en el cáliz, para nuestro regalo y sustento. Basta­ caridad y tudas las virtudes y dones del Espíritu Santo, y la
ra, sin duda, para nuestra santificación que en el cáliz estuviera herencia del cielo, que es la eterna bienaventuranza; y que oiría,
tanta cantidad de sangre cuanta era la del vino, ó unía sola gota tus oraciones, y asistiría contigo á tus trabajos, para ayudarte
de ella; pero no quiere sino que esté allí toda la sangre de sus ve­ en tus obras. Y de tod as e sta s prom esas y legados quiso que esta
nas, la que entonces tenía, y ahora tiene en su cabeza, corazón y sangre fuese la firmeza, prendas, arras, escritura y carta de pri­
brazos, y en todo su cuerpo, dándonosla toda generosamente, vilegio , por la cual has de cobrar lo que Cristo te ganó, y lo que
sin dejar nada, mostrando en esto su amor y largueza, y con­ te prometió y dejó por legado en su Testamento. Demás de esto,
vidándonos para que nosotros también le demos toda nuestra en el mismo Testamento te dejó Cristo nuestro Señor grandes
sangre, si fuese menester, para su servicio. Mas, no se satisfizo avisos y consejos, el nuevo mandato del amor de unos con otros,
con esto la caridad del Señor, porque, no sólo quiso darte la san­ la observancia de sus preceptos, y lo que pertenece á las obras de
gre, sino la vasija preciosísima en que está. Como si un principe humildad, paciencia y perfección cristiana. Para todo esto vale
convidase á beber con un excelente vino en una taza sembrada la sangre de este cáliz, y por ella alcanzas fuerzas para cumplir­
de piedras muy preciosas, y dijese: «Toma el vino y también la lo, procurando, como dicen, tener sangre en el ojo, y preciarte
taza», así este divino Señor te da su preciosa sangre y también la de ser siempre valeroso en su servicio. Teniendo todo esto pre­
copa ó vnso en que está, que es sus venas, su carne y cuerpo san­ sente, cuando dices misa, ó la oyes, ó comulgas, has de ofrecer
tísimo , con su ánima y divinidad, para que lodo sea tu comida y confiadísimamente esta sangre al Padre eterno, para alcanzarlo.
bebida. P ero, para la atención en Ja palabra m e i, de la sangre ¡Oh Padre eterno! L a sangre de este cáliz preciosísimo os ofrez­
m ía, no ajena, sino propia; en la cual se ve su caridad, bien co y presento como escritura y señal del testamento de vuestro
diferente de la de los reyes de la tierra, los cuales beben la san­ Hijo, en el cual me prometió que me daríais loque pidiese; y
gre ajena de sus vasallos, y de ella hacen liberalidades, y á costa pues Vos sois el testamentario, cumplid en mi su testamento,
de ella defienden sus tierras, y conquistan las ajenas; pero Cristo concediéndome lo que os pido. Dadme vuestra gracia copiosa,
nuestro S eñ or con su sangre preciosa da de beber á sus vasallos, que borre mis pecados y me llene de virtudes; vuestra fortaleza,
de ella hace franquezas y liberalidades, y con ella gana tesoros que me ayude á seguir los consejos que me dió vuestro Hijo, hasta
y reinos p ara ellos. ¡Oh Rey soberano, no tirano, sino Padre, y la muerte. ¡Oh alma devota! Teniendo esta sangre divina que
Padre amantísimo, que con la sangre de vuestras venas dais la clama misericordia, ¿desconfiarás de poder alcanzarla? ¿No te
vida y sustento á vuestros vasallos é hijos, para que todos seamos aprovecharás de su eficacia?
P a n t o 3.° L a sa n g re de Cristo es la que nos la va de los
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978 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento.
M ed. 2 4 .— Especies sacramentales. 979
pecados.— Considera en este punto lo que Cristo nuestro Señor
la vida, y regalarles, y llenarles de alegría y felicidad. ¡Qué
dijo de su sangre á los Apóstoles, esto es. que por ellos y por
sentirían los Apóstoles al oir á su divino Maestro que su sangre
muchos se derramaría en remisión de los pecados. Dice que será
sería derramada por ellos! ¡Cómo brotarían de sus agradecidos
derramada por ellos, para moverlos á compasión y dolor, y tam­
pechos suspiros vivos de amor, y de sus ojos, ardientes lágri­
bién á grande amor y agradecimiento, como quien dice: «Mirad mas de ternura! Imagínate que te dice lo que á ellos, porque es
que os doy la misma sangre que tengo de derramar con graves
verdad que también por ti ha sido derramada esta sangre divina.
dolores, no por mi causa, sino por la vuestra y por vuestro ¿Qué exige de ti tal caridad y misericordia? Mayor es sin com­
remedio. Compadeceos de Mi que la derramo, y amadme, pues paración esta gracia. si se medita lo que ha motivado tal de­
tal és mi amor». Y como dijo aquella palabra, «por vosotros», rramamiento. No la ha vertido por darte un reino temporal, ni
porque hablaba con muchos, pudiera decir á cada uno: «Esta es por hacerte feliz en este mundo; esto hubiera sido indigno de la
la sangre que derramo por ti», y así puedes imaginar que te lo majestad infinita de Dios. El perdón de los pecados, el adorno
dice. Demás de esto, dice que será derramada por muchos, esto de las virtudes, las riquezas espirituales, los bienes de la glo­
es, por todos los hombres del mundo cuanto á la suficiencia, y ria: esto ha deseado merecerte Jesús al derramar su sangre
por muchos, cuanto á la eficacia y fruto que de ella sacarán. Y divina. ¿Será posible que tú, olvidado de estos bienes, te afanes
en este cáliz se pone para todos aquellos por quienes' se derra­ torpemente por las cosas materiales y por las efímeras gran­
mó , y hace mención de esto, para que conozcas su largueza infi­ dezas mundanas? ¿Cómo lo hiciste hasta ahora? ¿Quién sabe si
nita; pues no hay hombre en el mundo por quien no haya derra­ en la misma sangre de Jesús buscas un lucro temporal? Medita
mado esta sangre, y á quien no convide con el fruto de ella, aun­ atentamente la largueza y desprendimiento de Jesús, y tu mez­
que sea un esclavo y la hez de la tierra. Por fin, añade que se quindad y afición á la tierra; propón reformarte, y pide por ti,
derramará en rem isión de lo s pecados, sin poner tasa alguna, ni por todos los sacerdotes y por el mundo entero.
en el número n i en la gra ve d a d ; porque no hay número tan cre­
cido de pecados, ni pecado tan gra ve y abominable, que por la
virtud de esta san gre no se pueda p e rd o n a r ; hasta los pecados 24.—ESPECIES SACRAMENTALES.
de los sayones y verdugos, que con crueldad endemoniada la
P r e l u d i o i .0 Jesucristo quiso quedarse bajo las especies de pan y vino, y no de otra
derramaron, pudieron ser perdonados por ella, porque por ellos
cosa visible; pero dispuso por fines altísimos que la conversión en »1 cuerpo fuese invisible.
se derramó, y si ellos quisieran, fácilmente alcanzaran perdón. P r e l u d io í .« Represéntate á J e s u c r i s t o instituyendo el divino Sacramenio.
¿C ó m o es que, disponiendo de tan precioso baño, nuestra alma P r e l u d i o ).• Pide la gracia de imitar la humildad y demis virtudes que te enseña Jesús
está manchada de culpas? ¿Cómo podemos y debemos purificar­ en este hecho.
nos de*ellas? ¡ O h sangre preciosísima del Cordero Jesús, en cuya
virtud todos podemos lavar y blanquear nuestras estolas, lim­
P a n t o l.° Causas por qué se quedó Cristo bajo dos especies
piando nuestras almas de las manchas de nuestros pecados! La­
d istin ta s y no bajo una sola.—Considera las causas por qué
vadme, blanqueadme, limpiadme y hermosead mi alma, quitan­
instituyó Cristo nuestro Señor este Sacramento en dos espe­
do de ella las fealdades de la culpa, y adornándola con las virtu
cies distintas de pan y vino, poniendo en la una principalmente
des de la divina gracia.
su cuerpo, y en la otra su sangre, supuesto que verdaderamente
E p ilo g o y c o lo q u io s . Digna es de toda alabanza y agrade­
con el cuerpo está la sangre, y con ésta el cuerpo, haciéndose
cimiento la generosidad infinita que con nosotros usa el divino
compañía. Una de las causas fué para mostrarte que fel convite
Salvador, al darnos su sangre preciosísima bajo la especie del
que te hacía era perfectísimo; y. así como en los convites de la
vino. No se contentó con darnos una gota de ella, la cual, como
tierra hay comida y bebida, así también la hubiese en este con­
sangre de Dios, hubiera sido suficientísima para santificarnos y
vite celestial, aunque por su infinita excelencia con lo uno está
perfeccionarnos; nos la da toda, sin dejar una sola gotita, y con
junto lo otro; y cualquiera parte de él jumamente harta nuestra
ella nos da el vaso en que está contenida, que es su carne y cuer­ hambre y satisface nuestra sed, por lo cual has de darle infini­
po sacratísimo. ¡ Cómo resalta esta generosidad de Cristo si la
tas gracias, gozándote de que sea tan perfecto en todas sus obras.
comparas con la de los reyes de la tierra! Éstos derraman la san­
Otra causa más principal fué para significar que su sangre pre­
gre de sus vasallos, para defender sus tierras y derechos; Él la
ciosísima estuvo toda separada de su cuerpo en la Pasión, derra­
derrama para defender y enriquecer á los suyos; aquéllos viven
mándola por nuestros pecados con dolores y tormentos gravísi­
y se regalan á costa de la sangre de sus súbditos, y con ella ha­
mos. Y así, cuando oyes Misa y ves alzar primero la sagrada
cen generosidades; Éste da toda su sangre para comunicarles
hostia y después el cáliz, has de acordarte de este apartamiento
9&> S e rii cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. Med. 24.—‘Especies sacramentales. 981

tan doloroso, ponderando cómo en aquel cáliz está recogida del Señor. ¡Oh Salvador dulcísimo! Ilustrad mi entendimiento,
toda la sangre que el Señor derramó la noche y día de su Pa­ como ¡lustrasteis el de los Apóstoles, para que con viva fe co­
sión en cinco veces; á saber: por el sudor, azotes, espinas, clavos nozca la infinita hermosura que está allí encerrada, y sea con­
y lanzada. Y discurriendo por cada una, puedes hacer coloquios fortado con el olor suavísimo de vuestra humildad y demás vir­
con su Majestad con afectos de amor y agradecimiento, de dolor tudes, y sustentado y recreado con la dulzura de vuestros de­
y arrepentimiento de los pecados, pidiéndole al propio tiempo leites. ¡Oh alma! A viva tu fe, creyendo que Jesús está en el Sa­
que te libre de aquellos males y te conceda aquellos bienes que cramento, y al verle tan humillado, confúndete de ser tan sober­
con ella quiso merecerte. ¡Oh amantísimo Jesús! Yo os alabo y bia, y mira lo que debes hacer para quitar de ti tal vicio.
glorifico, porque os dignasteis depositar en el cáliz toda la san- P i n t o 3.® Causas p o r qué se quedó J e sú s bajo la s especies
gre que derramasteis en vuestra Pasión con tanto dolor, para de p a n y vino.—Considera aquí las causas por qué quiso Jesús
que yo con gozo disfrutase del perfectísimo convite que me pre­ quedarse debajo las especies de pan y vino, y no de otra cosa
parasteis antes de ella. ¿Qué os daré por tan grande beneficio, sensible. L a primera fué el deseo que tenía de juntarse conti­
sino ofreceros esta misma sangre, en este cáliz de mi salud, glo­ go , no solo espiritualmente, en cuanto Dios, sino corporalmente,
rificando con él vuestro santo nombre? Y tú, alma devota, ¿has en cuanto hombre, con la mayor unión que era posible; porque
visto cuán perfecto es el convite que te ofrece Jesús? Si Él consin­ no hay cosa que así se junte con el hombre como el manjar y be­
tió que por tu amor fuese separada su sangre del cuerpo, ¿cómo bida, la cual no se pega sólo por defuera, sino entra por la boca,
no consientes tú en separarte pdr amor suyo de las cosas que y penetra las entrañas, y allí se pega con ellas; y como el amor es
amas? unitivo del que ama con la cosa amada, quiso el amantísimo
P n n to ¡#.° C au sas p o r qué la conversión se hace itn isi- Jesús, no sólo quedarse cerca de nosotros, sino entrar dentro de
blemente. — Considera cómo, pudiendo el Señor hacer que la nosotros, y con esta unión sacramental causar la unión espiri­
conversión del pan y vino en su cuerpo y sangre fuese visible, no tual del verdadero amor. Otra causa fué para significar que por
quiso sino que se hiciese invisiblemente, quedando los accidentes . medio de este Sacramento obra en el alma los mismos efectos
de pan y vino para encubrirle. Esto dispuso á fin de alentar, por que el manjar corporal causa en el cuerpo; porque con su presen­
una parte, tu confianza y darte ánimo y atrevimiento para to­ cia y con la grada que le comunica, sustenta, conserva y au­
carle y comerle, porque si no estuviera así disfrazado y encu­ menta la vida espiritual; da fuerzas y alegra el corazón; resiste
bierto , no te atreverías de seguro á e llo , y , por otra, para darte al calor perverso del amor propio, y repara los daños que por
un nuevo y continuo ejemplo de humildad y heroica paciencia- él nos vienen; y finalmente nos hace semejante á s í, imprimiéndo­
Porque, así como en la encarnación, siendo Hijo de Dios, se hu­ nos sus virtudes y propiedades, cumpliéndose loque dijo: «El
milló, tomando forma de siervo, encubriendo la alteza de su di­ que me come, vivirá por Mi». L a última causa fué para signifi­
vinidad con la bajeza de su humanidad, por razón de lo cual fué car que como el pan se hace de muchos granos de trigo molidos
de muchos desconocido, despreciado y maltratado, como si fuera y hechos una masa, y el vino de muchos granos de uva pisados
puro hombre, así en este Sacramento, el que era juntamente y exprimidos; así este manjar y bebida pide corazones unidos por
Dios y hombre verd ad ero, quiso humillarse á tomar aquella la caridad, y se ordena para causar la unión de muchos fieles en
figura exterior de pan y vino, y encubrir con ella la alteza de un espíritu, y por esta causa se llama comunión, como unión
su divinidad y humanidad, por razón de lo cual es también de de muchos entre sí con Cristo, de cuyo espíritu participan; y, si
muchos desconocido, despreciado y maltratado, y á veces pisado, para esto es menester que te dejes moler, pisar y holiar, has de
como si fuera puro pan y vino; lo cual sufre con gran paciencia, ofrecerte á ello en razón de gustar la dulzura de este divino man­
sin dar muestras de venganza, por ejemplo de los hombres. De­ jar y línirte con Cristo. ¡Oh Jesús amantísimo! Vos, para uniros
más de esto, quiso que tuvieses un nuevo y continuo ejercicio de conmigo, para alimentarme y conservarme, y para enseñarme
heroica fe , negando todos tus sentidos y los discursos que de la caridad y unión con mis prójimos, habéis querido quedaros
ellos saca el entendimiento, rindiéndole y cautivándole á lo que en el divino Sacramento bajo las especies de pan y vino. Bendita
la fe te dice. Por lo cu al este divino Sacramento es llamado mis­ sea vuestra bondad, per la cual habéis consentido en ser pisado
terio de fe por excelencia. Y así, cuando oyes Misa, ó comul­ y hollado para hacerme tan grande bien. Yo me ofrezco á todos
gas, ó entras en la iglesia, en donde está este adorable Sacra­ los desprecios y mortificaciones que V os queráis permitir, á fin
mento, debes ejercitar fervorosos actos de fe, creyendo firmísi- de que jamás me separe de Vos. Vuestra gracia divina, la unión
mámente que, aunque tus ojos vean color de pan, tu olfato olor con vuestra Majestad, esto os pido, y esto me basta.
y tu gusto sabor de lo mismo, allí no hay pan, sino el cuerpo E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán admirable, sabia y caritati-
982 S e rie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. M ed. 2 5.— Seis actos etc Jesús a l instituir el Sacram ento. 983
va se ostenta la Providencia de Dios en la institución del San- que tenía en cuanto hombre, dada por su Padre; el cual puso to­
tísimo Sacramento! Podía quedarse el Señor debajo de una sola das las cosas en sus manos, y con ellas hizo esta mudanza tan
especie como la del pan, y quiso hacerlo debajo de la de pan y maravillosa, de modo que É l mismo tuviese á sí mismo todo
vino, para significarnos que el convite que nos hacía era per- entero en sus propias manos, y quedándose donde estaba, se
íectísimo, compuesto de comida y bebida, y para recordarnos pusiera todo entero en las manos de sus discípulos, para que le
que en la Pasión su sangre estuvo toda separada de su cuerpo. comieran. Ks también esta mudanza obra de la generosidad infi­
Podía imprimir en la sagrada hostia consagrada alguna señal sen­ nita de sus manos; porque, como dice D avid , Dios da á todos su
sible , por la cual los mismos sentidos percibiesen su real presen­ manjar en el tiempo conveniente, y abriendo su mano los llena de
cia, y no quiere, para humillarse profundamente, para darte un bondad y bendición; así también nos da abundantísimamente
nuevo ejercicio de fe continua y heroica, y para alentarte á reci­ este manjar celestial, y abre ambas manos para llenarnos de
birle, estando encubierto y disfrazado. Podía, finalmente, que­ ‘ bendiciones y virtudes. No puede ciertamente haber mayor ge­
darse debajo de otras distintas especies; mas escoge el pan y nerosidad que la que aquí tiene Jesús, que se le da todo entero,
vino, porque esto le proporciona una oportuna ocasión de unirse sin reservar nada para sí, en precio, sustento, y por compañero.
íntimamente con nosotros, de alimentar, conservar y aumentar Es, por fin, obra de sus manos, porque con sus merecimientos y
la vida de nuestra alma, y de predicarnos la unión con los próji­ con los trabajos de sus manos y con el sudor de su rostro ganó
mos. 1 Oh sabiduría de Jesucristo! ¡Ciuln digna sois de toda ala­ este pan que te da á comer; y quiere juntamente que este pan sea
banza! A l contemplar todo esto, ¿no sientes en tu alma afectos comida, no de holgazanes,sino de trabajadores que comen el tra­
vehementes de agradecimiento, amor y deseo de unirte con Je. bajo de sus manos, disponiéndose con ejercicios de buenas obras
sús? ¿No estás dispuesto á sacrificarte, á sufrir humillaciones y para comerle; y después de comido, prosiguiendo el trabajo de
desprecios, á ser pisado y hollado, para conservar la unión con sus manos en servirle. ¿Ves, alma mía, á tu Padre cómo trabaja
Jesús y con tus prójimos? ¿Cómo has obrado hasta el presente? para sustentarte? ¿Por qué no te aprovechas de sus sudores?
¿Q u é harás en adelante? ¡ A y de ti, si con tan sólidos motivos no ¡Oh amorosísimo Padre! ¿Quién no os amará con intenso amor,
te decides todavía á amar y servir á Jesús! Resuélvete de una vez al contemplar que, para sustentar á vuestros hijos, agotáis vues­
para siempre á practicar lo que te exige el amor que te ha mos­ tra omnipotencia y liberalidad, y, cual otro Adán, trabajáis y
trado Je su c risto ; y pa^a lograrlo, pide con fervor las gracias de sudáis, para ganarles el pan con excesivas fatigas y gravísimos
que tienes necesidad y ruega por la santa Iglesia y por todo el dolores? No permitáis, Señor, que por mi pereza y abandono me
mundo. haga indigno de este divino pan, sino que, trabajando con mis
manos, me disponga debidamente para alimentarme de él.
25.— S E IS ACTOS MISTERIOSOS DE JESÚS AL INSTITUIR P u n to J8.° J esu cristo leva n tó los ojos a l cielo y d ió g ra c ia s
el Santísimo Sacramento. ei su P a d re .— Teniendo Jesucristo el pan en sus manos, levantó
sus ojos al cielo, para significar que el pan que pretendía dar á
P reludio i Jesús, al instituir el divino Sacramento, tomó el pan en sus manos, abó sus discípulos no era pan de la tierra, sino pan del cíelo y pan
al ciclo sus ojos, dio gracias á su Padre, bendijo el pan,y, partiéndolo, diólo á sus dis­ de los ángeles, pan sobresubstancial, dado por su eterno Padre,
cípulos para que le comiesen. en cumplimiento de lo que había prometido en un sermón, cuando
P kILUDIO 2.» Represéntate á Jesús practicando estos misteriosos actos. dijo: «No os dió Moisés pan del cielo, sino mi Padre os da pan del
P r e l u d io 3 .0 P i d e la g r a c i a d e p e n e t r a r e l s e n t id o de e llo s y o b r a r d e l m o d o q u e te cielo verdadero. Y o soy pan vivo que bajé del cielo». Y así le­
e x ig e n . .
vanta los ojos al cielo, para mover á sus discípulos y á todos los
hombres á que levanten allá sus corazones con afectos de espe­
P a n t o l.° J e s ú s tom ó el p a n en su s m a n o s—Considera r a n z a r e oración y pureza, esperando recibir este manjar de
cómo Jesucristo, con un semblante exterior g ra v e , modesto y nuestro Padre celestial que está en los cielos, y pidiéndosele con
devoto, poderoso para causar reverencia y admiración á sus dis­ oración afectuosa, y disponiéndonos á recibirle con pureza de
cípulos, tomó de la mesa un pan en sus santas 5' venerables vida celestial. según lo que dice la Iglesia en el prefacio de la
manos; y, aunque pudiera consagrarle én la mesa, quiso tomarle Misa: S u rsu m corda «Arriba los corazones», á lo cual contes­
en ambas manos, para significar que la mudanza de este pan en tamos: «Ya los tenemos levantados al Señor». Procura que sean
su cuerpo era obra de su omnipotencia y largueza y de sus obras en ti verdaderas estas palabras. Pondera luego cómo dió gracias
meritorias, figuradas por las manos. Pondera cómo es obra de al eterno Padre por esta merced tan soberana que por sus ma­
su omnipotencia en cuanto Dios, y de la potestad de excelencia nos hacía al mundo, en darle tal pan para su comida y sustento;
984 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. M ed. 2 6 .— Los Apóstoles reciben la potestad de consagrar. 985
enseñándote que este pan se ha de comer con grandes afectos sintiera los afectos santos que embargaban sus espíritus al con­
de agradecimiento antes y después de comerle, por lo cual se lla­ templaros en tan misteriosas acciones I Pues que también á mí
ma Eucaristía, que quiere decir acción de gracias. ¡Oh cuán me mandáis que os coma, yo os tomaré, adoraré, y por obede­
fervorosas las daría Cristo en aquella hora! Porque si dió gra­ ceros, os comeré, para gozar de vuestra dulce presencia. ¿De­
cias por el pan de cebada que dió en el desierto, ¿cuánto mayo­ seamos nosotros recibir á Jesús? ¿Cómo nos preparamos para
res y más fevorosas las daría por este pan del cielo que da ¡i los tal acto?
hombres en el desierto de este mundo? ¡ Oh Redentor dulcísimo! E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán significativas son las accio­
¡ Cuán bien cumplís las promesas que nos hicisteis de darnos pan nes de Jesús en el acto de la consagración! Todas ellas son po­
del cie lo ! Allá alzáis vuestros ojos, provocándonos á que levan­ derosas para despertar en el ánimo del que las medita fervientes
temos á vuestro Padre nuestros corazones con encendidos afec­ afectos, y para moverle á fervorosos coloquios con el Señor.
tos. Daisle tiernas acciones de gracia, para enseñarnos á agra­ Lo primero, toma un pan en sus santas y venerables manos;
decer un beneficio tan singular como el que nos concedéis. Obrad, ellas representan su omnipotencia, generosidad y obras mérito- -
Señor, en mí lo que pretendéis, para que este pan divino llene rías; pues que á tales atributos se debe el beneficio inmenso que
mi alma de vuestra gracia, y me encienda en deseos celestiales. se ha dignado concedernos en el divino Sacramento. Levanta
P a n to 3 .° Jesú s bendijo y partió el pan, y lo dió d sus dis- los ojos.al cielo, de donde nos viene toda dádiva excelente y don
clpulos.— Considera cómo Jesucristo, después de dar graciasá perfecto, para provocamos á que también alcemos la vista á
su Padre, bendijo el pan con bendición de oración obradora de lo aquel monte santo, del cual nos viene todo auxilio y todo bien.
que bendecía. Nosotros bendecimos una cosa con el deseo y la Da gracias á su Eterno Padre por el beneficio que pensaba ha­
oración, deseando algún bien, y pidiendo á Dios que nos le dé; cernos, deseando suplir con quella acción de gracias la falta de
pero el Señor bendijo el pan, no sólo pidiendo al Padre la con­ agradecimiento que deplora en les hombres, y que también nos­
versión y transmutación que de él pensaba hacer, sino comuni­ otros le acompañemos en las alabanzas que tributa á su amo­
cándole virtud divina, é imprimiéndole un bien tan grande, como roso Padre. Bendice el pan con bendición eficaz obradora de lo
era mudarle en su propio cuerpo, y hacerle principio y causa que significa; lo parte en pedazos para mostrar á sus discípulos
de las bendiciones espirituales, que por su medio vienen del que se podía partir aquel pan sin que s e partiese lo que en él se
cielo para nuestra salud. ¡ Tan eficaz es la bendición de Cristo! contenía, y diciéndoles tácitamente que ellos también lo partie­
Luego lo partió, para significar que todos comende un mismo sen y desmenuzasen por medio de la meditación detenida de
pan y beben de un mismo cáliz, y así han de tener un mismo todas las grandezas que en él se encierran. Luego se lo entrega,
amor; pero que lo han de comer, no entero y á bulto, sino par­ mandándoles que lo coman. ¡Oh amor infinito de Jesús! ¿Quién
tido y desmenuzado con la meditación, considerando todo lo que podrá comprender tu ardor? Figúrate, ¡ oh alma!, que Jesús se
está encerrado en él, que es la carne de Cristo, su ánima san­ dirige á ti, diciéndote las palabras que á los Apóstoles. ¿Te atre­
tísima, su sangre preciosa, su divinidad y todos sus merecimien­ verás á comer este pan? ¿Cómo está tu corazón? ¿Está dispuesto
tos ; y ponderar cada cosa por sí es como partir espiritualmente para hospedar á este soberano Rey de cielos y tierra? ¡Tan feo,
el pan, para comerle. Últimamente, partido el p an, diólo Jesús sucio, pobre y enfermo como está! Di á Jesús y á la Virgen que
á sus discípulos, diciendo: «Tomad y comed, porque este es lo preparen, y, por tu parte, resuélvete á hacer de tu parte
mi cuerpo». ¡ Oh, qué dádiva tán preciosa, en la cual les dió todo cuanto puedas para este intento, suplicando al Señor que supla
lo que era, y lo que tenía, de pura gracia, sólo por ser amigo lo que te falte y remedie las demás cosas necesarias.
de dar! ¡Con qué reverencia y estima tomarían los Apóstoles
aquel divino pan, ilustrados sus entendimientos con la luz inte­ 26.—LOS APÓSTOLES RECIBEN LA POTESTAD DE CONSAGRAR.
rior de viva fe que al mismo tiempo el Señor les comunicaría!
Sin duda no se hubieran atrevido á comerle, si el mismo Señor P reludio i .0 J e s u c r is to d ió la p o te sta d d e c o n sa g ra r su c u e rp o y s a n g re á lo s A p ó s­
no se lo hubiese mandado, diciéndoles: «Tomad y comed», que to le s y á s u s sucesores en el s a c e r d o c io , sin n in g u n a lim ita c ió n .
fué como decirles: Tomad este pan, y mirad que no os le doy P reludio 2.» R e p re sé n ta te á J e s ú s d ic ie n d o á lo s A p ó s to le s , y á t i e n tre e l l o s : € H sce d

sólo para que lo beséis, adoréis y pongáis sobre vuestras cabe­ esto en m i m em o ria ».

zas, sino para que lo comáis, sin que nadie se excuse con titulo de Preludio 3.0 P id e ag ra d e c im ie n to a l S e ñ o r por tan señalada gracia.

humildad. ¡Oh Amado mío! ¡Quién fuera como vuestros sagra­


dos Apóstoles, que os contemplaron bendiciendo y partiendo el P a n to l.° J e sú s dió potestad de consagrar su cuerpo á
pan, y lo recibieron de vuestras manos para comerle! ¡Quién los hom bres, no d los ángeles. — Considera cómo Jesús, des-
984 Serie cuarta.— Del Santísimo Sacramento. M ed. 2 6 .— Los Apóstoles reciben la potestad de consagrar. ' 985
enseñándote que este pan se ha de comer con grandes afectos sintiera los afectos santos que embargaban sus espíritus al con­
de agradecimiento antes y después de comerle, por lo cual se lla­ templaros en tan misteriosas acciones! Pues que también á mí
ma Eucaristía, que quiere decir acción de g racias. ¡Oh cuán me mandáis que os coma, yo os lomaré, adoraré, y por obede­
fervorosas las daría Cristo en aquella hora! Porque si dió gra­ ceros, os comeré, para gozar de vuestra dulce presencia. ¿De­
cias por el pan de cebada que dió en el desierto, ¿cuánto mayo­ seamos nosotros recibir á Jesús? ¿Cómo nos preparamos para
res y más fevorosas las daría por este pan del cielo que da ¡i los tal acto?
hombres en el desierto de este mundo? ¡ Oh Redentor dulcísimo! E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán significativas son las accio­
¡ Cuán bien cumplís las promesas que nos hicisteis de darnos pan nes de Jesús en el acto de la consagración! Todas ellas son po­
del cie lo ! A llá alzáis vuestros ojos, provocándonos á que levan­ derosas para despertar en el ánimo del que las medita fervientes
temos á vuestro Padre nuestros corazones con encendidos afec­ afectos, y para moverle á fervorosos coloquios con el Señor.
tos. Daisle tiernas acciones de gracia, para enseñarnos á agra­ Lo primero, toma un pan en sus santas y venerables manos;
decer un beneficio tan singular como el que nos concedéis. Obrad, ellas representan su omnipotencia, generosidad y obras merito­
Señor, en mí lo que pretendéis, para que este pan divino llene rias ; pues que á tales atributos se debe el beneficio inmenso que
mi alma de vuestra gracia, y me encienda en deseos celestiales. se ha dignado concedernos en el divino Sacramento. Levanta
P a n t o 3.° J e sú s b e n d ijo y p a r tió e lp a n ,y lo d ió á su s dis­ los ojos al cielo, de donde nos viene toda dádiva excelente y don
cípulos.—Considera cómo Jesucristo, después de dar gracias á perfecto, para provocarnos á que también alcemos la vista á
su Padre, bendijo el pan con bendición de oración obradora de lo aquel monte santo, del cual nos viene todo auxilio y todo bien.
que bendecía. Nosotros bendecimos una cosa con el deseo y la Da gracias á su Eterno Padre por el beneficio que pensaba ha­
oración, deseando algún bien, y pidiendo á Dios que nos le dé; cernos, deseando suplir con quella acción de gracias la falta de
pero el Señor bendijo el pan, no sólo pidiendo al Padre la con­ agradecimiento que deplora en ios hombres, y que también nos­
versión y transmutación que de él pensaba hacer, sino comuni­ otros le acompañemos en las alabanzas que tributa á su amo­
cándole virtud divina, é imprimiéndole un bien tan grande, como roso Padre. Bendice el pan con bendición eficaz obradora de lo
era mudarle en su propio cuerpo, y hacerle principio y causa que significa; lo parte en pedazos para mostrar á sus discípulos
de las bendiciones espirituales, que por su medio vienen del que se podía partir aquel pan sin que se partiese lo que en él se
cielo para nuestra salud. ¡ Tan eficaz es la bendición de Cristo! contenía, y diciéndoles tácitamente que ellos también lo partie­
Luego lo partió, para significar que todos comende un mismo sen y desmenuzasen por medio de la meditación detenida de
pan y beben de un mismo cáliz, y así han de tener un mismo todas las grandezas que en él se encierran. Luego se lo entrega,
am or; pero que lo han de comer, no entero y á bulto, sino par­ mandándoles que lo coman. ¡Oh amor infinito de Jesús! ¿Quién
tido y desmenuzado con la meditación., considerando todo lo que podrá comprender tu ardor? Figúrate, ¡ oh alma!, que Jesús se
está encerrado en él, que es la carne de Cristo, su ánima san­ dirige á ti, diciéndote las palabras que á los Apóstoles. ¿Te atre­
tísima, su sangre preciosa, su divinidad y todos sus merecimien­ verás á comer este pan? ¿Cómo está tu corazón? ¿Está dispuesto
tos ; y ponderar cada cosa por sí es como partir espiritualmente para hospedar á este soberano Rey de cielos y tierra? ¡Tan feo,
el pan, para comerle. Últimamente, partido el pan, diólo Jesús sucio, pobre y enfermo como está! Di á Jesús y á la Virgen que
á sus discípulos, diciendo: «Tomad y comed, porque este es lo preparen, y, por tu parte, resuélvete á hacer de tu parte
mi cuerpo ». ¡ Oh, qué dádiva tán preciosa, en la cual les dió todo cuanto puedas para este intento, suplicando al Señor que supla
lo que era, y lo que tenía, de pura gracia, sólo por ser amigo lo que te falte y remedie las demás cosas necesarias.
de dar! ¡Con qué reverencia y estima tomarían los Apóstoles
aquel divino pan, ilustrados sus entendimientos con la luz inte­ 26.—LOS APÓSTOLES RECIBEN LA POTESTAD DE C0NSA6RAR.
rior de viva fe que al mismo tiempo el Señor les comunicaría!
Sin duda no se hubieran atrevido á comerle, si e! mismo Señor Preludio i . ° Jesucristo dió la potestad de consagrar su cuerpo y sangre á !o$ Após­
no se lo hubiese mandado , diciéndoles: «Tomad y comed», que toles y á sus sucesores en el sacerdocio, sin ninguna Inutadón.
fué como decirles: Tomad este pan, y mirad que no os le doy P rSIUOK) 2.0 Represéntate á Jesús didendo á los Apóstoles, y a ti entre eOos: t Haced
sólo para que lo beséis, adoréis y pongáis sobre vuestras cabe­ esto en mi memoria ».
Preludio 3 .0 Pide agradecimiento al Señor por tan señalada gracia.
zas, sino para que lo comáis, sin que nadie se excuse con título de
humildad. ¡Oh Amado mío! ¡Quién fuera como vuestros sagra­
dos Apóstoles, que os contemplaron bendiciendo y partiendo el P a n t o l.° J e sú s d ió p o testa d d e co n sa g ra r s u cuerpo á
pan, y lo recibieron de vuestras manos para comerle! ¡Quién los h om bres, no á los ángeles. — Considera cómo Jesús, des-
986 Serie cu a rta.— D el Santísim o Sacram ento. M cd. 2 6 .— Les Apóstoles reciben la potestad de consagrar. ,987
pués de haber instituido el Santísimo Sacramento, dijo á sus no quiso poner estas tasas. Antes bien, para que todos pudiesen
A póstoles: «ITaced esto en mi memoria». Por cuyas palabras gozar del fruto de su Sacramento con abundancia, quiso dar
consta que les dió potestad de hacer lo mismo que Él había hecho, plena facultad de que hubiese muchos sacerdotes, consintiendo
convirtiendo el pan en su cuerpo y el vino en su preciosa sangre, que todos, aunque fuesen m alos, pudiesen consagrar en todo
mandándoles, así á ellos como á los sacerdotes que les sucedie­ tiempo y lugar, cada día y en cada iglesia y oratorio de cualquier
ran en la dignidad sacerdotal, que hiciesen esto mismo en la aldea. Por donde se ve la largueza sin medida de la Caridad de
forma que Él lo había hecho. Eu lo cual debes ponderar prime­ Jesucristo, y cuán justo es que tú también le ames sin medida,
ramente las personas á quienes se concede esta tan admirable y procurando que no haya lu g a r, tiempo ni ocasión en que esca­
sorprendente potestad; porque la infinita caridad de Cristo, que sees tus alabanzas al Señor que tales demostraciones y pruebas
no quiso dar poder sobre su verdadero cuerpo y sangre á los án­ de amor te ha dado. Saca también de esto la obligación en que
geles del cielo, la concedió generosamente á los hombres que estás de darlas ordinarias muestras de amor á todos tus prójimos,
viven en la tierra, para que ellos, en su nombre y representando aunque sean enemigos y te estén causando muchos daños, pues­
su misma persona, pudiesen decir con verdad sobre el pan: Esto to que Jesucristo no quita á los sacerdotes, aunque sean malos
es mi cuerpo, conviniéndolo inmediatamente, en virtud de estas y traten de injuriarle, la potestad ordinaria que una vez les con­
palabras, en el cuerpo de Cristo, como el mismo Señor lo convir­ firió de consagrar su cuerpo y sangre adorables. ¡Oh Salvador
tió, y con tanta muchedumbre de m ilagros, que excede á los amabilísimo! ¿No sabéis la condición de los hombres que, si lo
milagros de dar vista á los ciegos, salud á los enfermos y vida precioso no es raro, luego lo tienen en poco? Pues, ¿por qué
á los muertos. Pondera aquí cuán soberana es esta potestad, que queréis que haya tantos sacerdotes con plena potestad de-cele­
excede á la de los espíritus angélicos; antes había hecho al hom­ brar tan á menudo éste venerable Sacramento? ¡Ah! Vuestro
bre poco menor que á ellos, como dice el profeta David; pero amor sin tasa no os consiente poner tasa á vuestros beneficios.
ahora le engrandece más que á los ángeles, dándole facultad y ¡Oh, si fuésemos tan largos y generosos en serv-ros como Vos
poder sobre su propio cuerpo y sangre, lo cual no tienen éstos. lo sois en regalarnos! ¿No amaremos y serviremos en todo lugar
Crece de punto esta dignación y caridad del Señor, si se consi­ y tiempo á Jesús? ¿Qué exige de nosotros al presente su amor?
dera cuán indignos eran los hombres de tal potestad. Ellos eran P a n to J e sú s se cotnprom etió á obedecer p e rp etu a ­
los que, al entrar en el mundo, no le conocieron y le obligaron á m ente. — En este punto has de considerar la infinita humildad y
que naciese en un miserable portal, los que en su niñez le habían obediencia que Jesucristo nuestro Señor muestra i la voz y pa­
perseguido, los que se habían mofado de sus doctrinas y los que labra de los sacerdotes. Porque desde este mismo punto se obligó
le habían cubierto de oprobios, y á la sazón estaban maquinando hasta la fin del mundo á venir á la voz del sacerdote, cuando
contra su vida. ¡Oh amantísimo Jesús! ¿Cómo no os causanhorror consagre, guardando la materia y forma que El mismo determi­
los hombres, de quienes no recibís más que desprecios é injurias? nó; y esto sin dilación ni tardanza, en el mismo instante en que
¿Cómo les levantáis á tanta dignidad, dándoles una potestad profiera sobre el pan y el vino las palabras divinas, con inten­
que excede inmensamente á la de los ángeles? Bendigan vues­ ción de hacer lo que hace la santa Iglesia: además, en cualquier
tra bondad todas las criaturas, y mi ánima con sus potencias se lugar y hora en que lo h a g a , aunefue muchos sacerdotes lo verifi­
deshaga en vuestras perpetuas alabanzas. ¡ Oh alma mía! ¿ Cómo quen á la vez en lugares y puntos muy distantes; sin distinción de
no agradeces al Señor tal misericordia? ¿Cómo no correspondes ministros, ya sean santos, ya pecadores, ya sabios, ya ignoran­
á tal amor? tes; y aunque lo hagan con fin malvado y criminal, y con la inten­
P a n to 8 .° J e sú s dió la p o te sta d de consagrar, sin lim i­ ción de pisarle, echarle en el fuego é injuriarle de otros modos,
te de lu g a r n i tiem po .—Considera cómo sube de punto la gene­ mientras que guarden lo substancial para el Sacramento; y todo
rosidad de Jesús en dar la potestad de consagrar su cuerpo y san­ esto sólo para bien de sus escogidos, no porque á Él le hubiese
gre, si se mira que no puso ningún límite á ella, ni en cuanto á de venir algúr bien ó provecho particular. De este extraordi­
las personas que la podrían tener, ni respecto de los lugares nario ejemplo de Jesucristo has de aprender á obedecer á tus
en que la podrían ejercer, ni de los tiempos en que podrían prelados en todo lo lícito que te mandaren, aunque ellos sean
usarla. Porque bien pudiera ordenar que no hubiera más de un malos y malintencionados, aunque seas mirado de ellos con
sacerdote en el mundo, ó uno en cada provincia ó ciudad; ó que odio y se complazcan en humillarte, cumpliendo su mandato
los sacerdotes no pudiesen consagrar sino es siendo muj' santos; con obediencia puntual, pronta y perseverante, sin cansarte de
ó que este Sacramento, como el cordero pascual, no se celebrara obedecer hasta la muerte, como no se cansa Cristo de cumplir
sino en un lugar señalado y una vez al año; pero su generosidad loque una vez ofreció. ¡Oh piélago inmensísimo de la caridad
988 Serie cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. M ed. 27 . — Jesús quiere que se celebre el Sacrificio en su memoria. 989

de Dios! ¡Qué! ¿Es posible que obedezca Dios á la voz de un 27. — JESÚS QUIERE QUE SE CELEBRE EL SANTO SACRIFICIO EN SU
hombre, y no de hombre santo como Josué, sino perverso como memoria.
Judas ?¿ Y que se deje tratar de manos tan sangrientas y se sujete
á tantas y tales bajezas? ¡ Oh Señor! ¡Cuán amigo sois de humildad P reludio i .° J«sús dió á sus Apóstoles y sucesores la potestad de ofrecer el sacrificio
y obediencia, pues cada día queréis darnos tan ilustre ejemplo de su cuerpo y sangre, encargándoles que lo hiciesen en su memoria.
de ellas! ¡Oh cristiano! Confúndete al considerar estas virtudes P reludio 2.0 Represéntate á jesús confiriendo á los Apóstoles esta potestad.
del Salvador, cotejándolas con tu soberbia y rebeldía, y resuél­ PaELUDio j . ° Pide la gracia de celebrar y oir este sacrificio con las disposiciones conve­
nientes.
vete á cambiar tus costumbres. ¿Qué propósitos debes hacer
para ello?
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Cuán inmensa es la caridad y ge­ P a n to l.° J e sú s encarga d su s A póstoles que ofrezcan el
nerosidad del Salvador! No sólo consagró Él su cuerpo y sangre santo sacrificio de la M isa.—Considera cómo Jesucristo, en
para darlos á los Apóstoles, sino que les facultó á ellos y á sus la misma noche de la cena, encargó á los Apóstoles, y en ellos á
sucesores para que hicieran otro tanto hasta el fin de los siglos. los sacerdotes que les habian de suceder, que ofreciesen el sacri­
Ni á los ángeles ni á su misma Madre santísima concedió esta fa­ ficio que instituyó bajo los accidentes de pan y vino, en sustitu­
cultad, y la dió á los Apóstoles y á los sacerdotes que vinieran ción de los sacrificios de la ley vieja, que en aquella noche cesa­
en pos de ellos. Y para que resaltara más tal bondad, no quiso ban. Pondera cuánta es la superioridad de este santo sacrificio
poner límite alguno en cuanto al ejercicio de ella, ni acerca del sobre aquellos, porque, si sacrificio es una ofrenda que el hom­
número de sacerdotes que podría haber, ni de los lugares en bre hace á Dios de alguna cosa que le agrada para reverenciarle
que se podría consagrar, ni de los tiempos en que se debería y honrarle en reconocimiento de su infinita excelencia y majes­
verificar. Verdaderamente, si por los efectos se conoce la causa, tad, ¿qué cosa se puede ofrecer al Padre eterno más preciosa, ni
has de deducir que el amor de Jesucristo á los hombres es infi­ que más le agrade, que su mismo Hijo, Dios y hombre verdade­
nito , cuando tales efectos produce. Contempla á Jesús humillán­ ro, de quien Él dijo: «Este es mi Hijo muy amado en quien me he
dose hasta el extremo de obedecer siempre y con puntualidad á agradado»? Mira cómo este sacrificio con eminencia es causa de
la voz de una miserable criatura suya, quizá esclava del demo­ los tres efectos para que se ordenan los sacrificios; es á saber:
nio, y que tal vez le llam a para ultrajarle. No se detiene un solo en satisfacción de nuestros pecados, en acción de gracias por
momento; está con.los oídos atentos á todas las partes de! mundo los beneficios recibidos, y para impetrar de Dios los bienes que
y al momento que su ministro profiere las palabras que Él mismo necesitamos, temporales ó eternos. Para estos fines has de oir ó
le ha puesto en sus labios, se presenta, se pone en sus manos, se celebrar la Misa, dilatando cuanto pudieres las velas de tu con­
deja llevar á cualquier parte, sin que de Él salga una queja, un fianza, pues para todo hay en ella fundamento, confiando que por
suspiro ni oponga la menor resistencia. ¡Oh amor inmenso de medio de este sacrificio aplacarás la ira del Padre eterno, y
pagarás las deudas de tus pecados y alcanzarás las virtudes y
Jesús! ¡Quién supiera corresponderte! ¿Cómo lo has hecho tú?
¿ Qué convendrá que hagas en lo por venir? ¿En qué cosas puedes dones que le pidieres, extendiendo con la caridad todo el bien
humillarte para imitar al Salvador? Imposible parece que entre á los prójimos, así vivos como difuntos del purgatorio, puesá
todos puede aprovechar, diciéndote á ti mismo, para avivar tu
los cristianos haya quien sea soberbio y quien resista á la auto­
confianza: ¿Qué pecados habrá tan graves cuyo perdón no se
ridad, teniendo siempre delante de sus ojos tan extraordinario y
alcance con este divino sacrificio del cuerpo y sangre de Cristo
perfecto modelo. Cuando menos nosotros reformémonos, hacien­
que se ofreció en la cruz? ¿Qué penas no se pagarán con esta
do con este fin propósitos, súplicas, ruegos muy confiados, pi­
paga de un valor infinito, y qué bienes no se alcanzarán con tal
diendo por nosotros y por nuestros prójimos.
ofrenda ? ¡ Oh Padre eterno! Si tanto os agradó la ofrenda de vues­
tro siervo Abel, á quien por envidia mató su hermano Caín,
mucho más os agradará la ofrenda de vuestro Hijo inocentísimo,
á quien por envidia mató su hermano el pueblo hebreo, ofrecien­
do su vida para remediarnos con su muerte. A ceptad, ¡ oh Padre
celestial!, este sacrificio, y por él concededme los bienes que me
habéis prometido. ¿Cómo ofrecemos nosotros la santa Misa?
¿Cómo nos presentamos á este santo sacrificio y qué fruto sa­
camos?
qq o ¿ m í cuarta.— D el Santísim o Sacram ento. M cd. 27 .— Jesús quiere que se celebre el Sacrificio cu su memoria. 991

P a n t o 2 .° /e stis m andó que lo ofrecieran en su memo­ tar, y esto únicamente para hacerte bien, sin esperar de ti cosa
ria, — Considera cómo Jesucristo encargó á sus Apóstoles que alguna; la generosidad, entregándote todo cuanto tiene, cuerpo,
hicieran esto, á saber: la ofrenda del sacrificio de la Misa en su alma, méritos, virtudes, sangre y divinidad, sin reservarse
memoria, y especialmente en memoria de su Pasión y muerte. cosa alguna; la humildad, ocultando y encubriendo su grandeza
Acerca de lo cual debes ponderar cómo el Señor se dignó ofre­ y majestad bajo el velo de los accidentes de pan y vino, expo­
cer dos sacrificios por tu causa: uno sangriento en la cruz, y otro . niéndose á que los herejes le nieguen, los impíos le blasfemen
incruento en la noche de lá cena, y éste quiso que fuese en memo­ y los malos cristianos le profanen; la mansedumbre, sufriendo sin
ria del otro, para que eches de ver lo mucho que desea que ten­ quejarse 3* con inalterable tranquilidad todas las ofensas que le
gas memoria de Él y de su Pasión sacratísima,.por el bien que de hacen sus enemigos; y la perseverancia, continuando en el ejerci­
¿ la te resulta; pues por esta causa instituyó este Sacramento y cio de estas admirables virtudes¡ no por un año, ni un siglo, sino
sacrificio, en que Él mismo se queda éntre nosotros para desper­ por todos los siglos, hasta el fin del mundo. L a imitación de
tar esta memoria y movernos con ella «1 .ejercitar los tres actos estas virtudes ha de ser uno de los principales frutos que debes
de agradecimiento, que son; reconocer y estimar el beneficio, sacar de la meditación del Santísimo Sacramento. ¡ Oh Dios de
alabar al bienhechor y hacerle algún servicio. Para lo cual puedes las virtudes! Pues que en el Santísimo Sacramento quisisteis de­
recordar cómo nuestro Señor, siempre que hacía á su pueblo jarnos uñ memorial y compendio de todas ellas, concededme
algún beneficio señalado, ordenaba alguna cosa en su agradeci­ que de tal manera medite y reciba este m isterio, que imite vues­
miento. por lo mucho que nos importa ser agradecidos, para re­ tros esclarecidos ejemplos. ¡Oh cristiano! Contempla con pasmo
cibir de Él nuevas gracias. Y como este beneficio de la Pasión, las distinguidas virtudes de Jesús. ¿Deseas imitarlas? ¿Cómo
con los dones inmensos que de él proceden, no podía ser digna­ has de hacerlo?
mente agradecido por los hombres, quiso suplir esta falta, ha­ K p íl« t « y r o lo q n W . ¡Qué providencia tan amorosa y
ciéndose nuestra ofrenda, para que se la ofreciésemos por los tierna ha tenido Dios del mundo! No sólo ha concedido á los
dones que nos había dado; y como ella misma es otro nuevo be- * sacerdotes que consagrasen y distribuyesen su precioso cuerpo
nelicio, no queda otro medio para agradecerla sino frecuentarla para alimento á los fides, sino ha querido que, al hacer esta obra,
con la memoria dicha, procurando asistir cadit día áeste venera­ se verificase el incruento sacrificio de la ley nueva. Después de
ble sacrificio, y recibir espiritualmente muy á menudo este divi­ la abolición de los sacrificios figurativos de la vieja ley, hubié­
no Sacramento, y sacramentalmente todas las veces que se pue­ ramos quedado sin un medio eficaz y poderoso para glorifican
da. ¿Cuándo y cómo nos acercamos á este divino Sacramento? á Dios, darle gracias por sus beneficios, obtener el perdón de los
¿Cómo mostramos A Jesús nuestro agradecimiento?¡Oh dulcísi­ pecados, 3' los bienes espirituales y temporales de que necesita­
mo Jesús! Pues os quedáis con nosotros, para que vuestra amo­ mos, si Jesús, en su bondadosa providencia, no hubiera dispuesto
rosa presencia despierte nuestra memoria, concededme que siem­ este sacrificio, infinitamente superior en dignidad y eficacia á
pre me acuerde de Vos, como Vos os acordasteis de mí, para todos los antiguos, dando á los sacerdotes el encargo de ofre­
que siempre os alabe por los innumerables beneficios que de Vos cerle ¿Qué pecados no se perdonarán por él? ¿Qué bienes no se
recibo. » alcanzarán? ¿Qué dones no se obtendrán? Mas este sacrificio
P a n t o 3.° J e s ú s quiso que se celebrase tam bién este m is­ incruento se ofrece en memoria y representación del sacrificio
terio en m em oria de su s v irtu d e s.—Considera cómo Jesucristo cruento y doloroso de la cruz, y para dar al Señor gracias por
quiso también que se celebrase este misterio y sacrificio en me­ él ¡puesto que tan notable fué este beneficio, que nadie podía
moria de las heroicas virtudes que ejercitó en su vida y muerte, agradecerlo debidamente sino el mismo Señor que lo concedió,
y esto hace Jesús. Él en persona se queda en el sacrificio de la
de las cuales es un vivo dechadoeste Sacramento adorable; por­
Misa, y da gracias á su Padre por el beneficio de la redención 3'
que, como vino al mundo, no sólo para redimirnos, sino también
por los demás favores hechos á los hombres, y á éstos les da
para ser el modelo más acabado de todas ellas, así viene al Sa­
ejemplos sorprendentes de todas las virtudes, á fin de que, imi­
cramento, no sólo para santificarnos, sino á renovar los mismos
tándole , se hagan dignos de que sus obsequios sean aceptados
ejemplos, los cuales, por ser presentes y continuos, mueven mu­
por Dios. En vista de lo cual, mira cómo asistes á este sacrificio,
cho á su imitación. Y así puedes imaginar que desde allí te está
qué fruto sacas de é l, qué virtudes copias de Jesús, cómo te has
diciendo:« Ejemplo te he dado para que hagas lo que yo hice
portado hasta ahora. Haz propósitos firmes y dicaces de asistir
contigo; y aprende de Mí, que soy manso y humilde de cora­
todos los días, en cuanto puedas, á la santa Misa, y de oirla con
zón». Estas virtudes son principalmente la caridad, uniéndose
.aquella «atención. , recogimiento y fervor que tan alto sacrificio
contigo con un modo tan maravilloso, que sólo Dios podía inven-
992 Serie cuarta. - D el Santísim o Sacram ento. Med. 2 8 .— -Jesús sacramentado, nuestro D ios. 993
requiere; pide con humildad y confianza la gracia que para esto teneros, ¿cuánto menos la casa estrecha, obscura y sucia de
necesitas, y ruega por todas tus obligaciones. mi corazón? ¡Oh alma mía! Piensa bien quién es el Señor que
viene á visitarte, y prepárale con humildes afectos tu corazón.
28.-JE S Ú S SACRAMENTADO, NUESTRO DIOS. P u n to 2 .° R everen cia con que se debe recibir al Señor.—
Considera en este punto la profunda reverencia con que debes
Preludio i ° J e s ú s , q u e está en el S a n tís im o S a c ra m e n to , e s n u e s tro D io s. llegarte al divino Sacramento del altar. Para lo cual servirá en
P reludio 2.0 R e p re s é n ta te á in n u m erab les á n g e le s , q u e , e n to r n o d el d iv in o Sacram en­ gran manera que recuerdes lo que había dispuesto el mismo
to , e s tá n ca n ta n d o a l S e ñ o r allí o c u lto el S a n t o , S a n t o , Santo.... Dios acerca de la reverencia con que debía tratarse el arca san­
P r e l u d io 3 . ” P id e se n tim ie n to s d e p ro fu n d o re s p e to y v e n e ra c ió n p ara recibir digna­
ta, figura de este soberano Sacramento. Pondera cómo había
m en te la sagrad a C o m u n ió n .
mandado que nadie se atreviera á tocarla, ni siquiera á mirarla
descubierta, ni aun los mismos levitas; y los que se atrevieron á
P a n to l.° A tribu tos de D ios escondido en el S antísim o quebrantar este precepto, fueron castigados ejemplarmente. Los
Sacram ento.— Considera cuánto pudieras alcanzar y entender mismos sacerdotes, para ejercitar su sagrado ministerio, debían
las perfecciones de Dios oculto en el Sacramento. Él es el Ser estar completamente limpios y puros, no sólo de pecados, sino
infinito, que sin comparación ni proporción excede á todo ser, hasta de manchas inculpables y aun de defectos puramente natu­
y en perfección á todas las criaturas, las cuales todas no pueden rales. Pues si tal respeto exigía Dios para llegarse á aquella
comprenderle. Su etern id a d es sin principio ni fin, ni sucesión arca, que no era más que una pálida figura del divino Sacra­
ni mudanza en su ser; siempre fue, es y será uno mismo y de mento, ¿qué reverencia, qué profundo respeto exigirá para lle­
una misma manera. Su g ra n d e za es tal, que llena el cielo y la garse, no sólo á tocar, sino .á comer este divino manjar? Oye las
tierra, siendo aquél su trono y ésta el estrado de sus pies: en su ordenaciones quedió el Señor á Moisés, cuando se dignó mos­
comparación, todas las criaturas reunidas son como una gota de trársele en el monte Sinai: «Ve á tu pueblo, y santifícalos hoy,
rocío y aun nada. Ante su m a jesta d tiemblan las columnas del que laven sus vestidos, y que se preparen para dentro de tres
cielo , y se estremecen de pavor los cielos de los cielos, el abis­ días. En este día Yo bajaré á la cumbre del monte; mas tú le ro­
mo, el universo y todo cuanto en ellos hay: tiene por criados dearás de una fuerte valla, y dirás al pueblo: Nadie ose acercarse
millones de ángeles, de los cuales uno solo vale más que todo • al monte ni tocarle; porque si tienen tal atrevimiento, perecerán ».
el mundo. Tanta es su fo rta le za , que con una mirada hace tem­ ¿Por qué tal reverencia? ¿Por qué tan extremado respeto? Porque
blar la tierra, y con tres dedos sostiene el universo. Con su sa­ ha de bajar Dios, á quien no puede ver el ojo del hombre. Este
b id u ría conoce el número de las estrellas, y llama á cada una mismo Diosse digna bajar todos los días, y s e esconde en el divino
con su propio nom bre; sabe perfectísimamente todo cuanto fué, Sacramento, y no sólo no prohíbe que nos acerquemos, sino que
es y será, como si ya hubiese sido. Con su p ro v id e n c ia , sin lo permite, lo desea, lo suplica, lo manda. ¡Oh gran Dios! Infun­
embarazarse ni cansarse, conserva, provee, gobierna y susten­ did en mi corazón un saludable temor y vivo respeto de vuestra
ta todas las cosas, sin olvidarse de alimentar al menor de sus pa­ Majestad infinita. ¿Quién soy yo para acercarme á Vos? Si en
jaritos y de vestir á cada uno de los lirios del campo. Por su po­ vuestra presencia tiemblan los ángeles, ¿cómo no temblaré yo,
d er hizo cuanto quiso en el cielo, en la tierra y en los abismos. Su miserable pecador? ¡Oh alma devota! Santifícate en verdad,
b ien a ven tu ra n za es propia, y no depende de ninguna cosa; borra con lágrimas de dolor todas tus culpas, para no encender
todos los bienes criados no la pueden aumentar un sologrado, ni con ellas la indignación del Señor.
todos los males disminuirla. Su herm osu ra hace felices á cuantos P a n t o 3.° P u re za de a lm a cois que se ha de com u lgar.—
laven, y en ella desean mirar los ángeles. ¿Quién podrá decir Considera la pureza de alma con que debes acercarte á recibir
algo de su s a n tid a d y p u r e z a , que no le permite consentir en su la sagrada comunión. Mandaba Dios á su pueblo que guardase
casa la más ligera mancha? ¿Y de sa ju s tic ia tan rigurosa, que todo decoro y honestidad, y aun que no consintiesen tener en su
no perdonó á su propio Hijo vestido con el traje de pecador? ¿De compañía los leprosos y otros enfermos repugnantes, figura muy
su b o n d a d , que hace salir el sol páralos buenos y malos? ¿De expresiva del pecador manchado y sucio con la culpa. Si esto exi­
su m ise ric o rd ia , que le hace olvidar todos los pecados dél hom­ gía por la sola razón de que su arca santa, desde la cual.daba sus
bre que se arrepiente? Admírate que un Señor de tan soberanas oráculos y comunicaba sus órdenes, estaba en medio de él, ¿ que
perfecciones quiera venir á ti. ¡ Oh Señor amabilísimo! ¿ Quién es deseará y querrá de ti y de todo el pueblo cristiano, en medio del
el hombre pára que os acordéis de él? ¿O el hijo del hombre para cual habita en su propia persona, dejándose tocar y aun comer
que le visitéis? Si el cielo y los cielos de los cielos no pueden con­ de aquellos que lo deseen? Pondera cómo Moisés no pudo acercar-
6)
992 Serie cuat h i. - D el Santísim o Sacram ento. M ed . 2 8 — Jesús sacramentado, nuestro D ios. 99j
requiere; pide con humildad y confianza la gracia que para esto teneros, ¿cuánto menos la casa estrecha, obscura' y sucia de
necesitas, y ruega por todas tus obligaciones. mi corazón? ¡Oh alma mía! Piensa bien quién es el Señor que
viene á visitarte, y prepárale con humildes afectos tu corazón.
28.-JESÚS SACRAMENTADO, NUESTRO DIOS. P u n t o ®.° R everen cia con que se debe recibir a l Señor —
Considera en este punto la profunda reverencia con que debes
Preludio i .« Jesús, que está en el Santísimo Sacramento, es nuestro Dios. llegarte al divino Sacramento del altar. Para lo cual servirá en
P reludio 2.» Represéntate á innumerables ángeles, que, en torno del divino Sacramen­ gran manera que recuerdes lo que había dispuesto el mismo
to, están cantando al Señor allí oculto el Santo, Santo, Santo.... Dios acerca de la reverencia con que debía tratarse el arca san­
P reludio Pide sentimientos de profundo respeto y veneración para recibir digna­
ta, figura de este soberano Sacramento. Pondera cómo había
mente la sagrada Comunión.
mandado que nadie se atreviera á tocarla, ni siquiera á mirarla
descubierta, ni aun los mismos levitas; y los que se atrevieron á
P a n to l.° A tribu tos de D ios escondido en el Santísim o quebrantar este precepto, fueron castigados ejemplarmente. Los
Sacram ento.—Considera cuánto pudieras alcanzar y entender mismos sacerdotes, para ejercitar su sagrado ministerio, debían
las perfecciones de Dios oculto en el Sacramento. Él es el Ser estar completamente limpios y puros, no sólo de pecados, sino
infinito, que sin comparación ni proporción excede á todo ser, hasta de manchas inculpables y aun de defectos puramente natu­
y en perfección á todas las criaturas, las cuales todas no pueden rales. Pues si tal respeto exigía Dios para llegarse á aquella
comprenderle. Su ete rn id a d es sin principio ni fin, ni sucesión arca, que no era más que una pálida figura del divino Sacra­
ni mudanza en su ser; siempre fué, es y será uno mismo y de mento, ¿qué reverencia, qué profundo respeto exigirá para lle­
una misma manera. Su g ra n d e za es tal, que llena el cielo y la garse, no sólo á tocar, sino .á comer este divino manjar? Oye las
tierra, siendo aquél su trono y ésta el estrado de sus pies: en su ordenaciones quedió el Señor á Moisés, cuando se dignó mos­
comparación, todas las criaturas reunidas son como una gota de trársele en el monte Sinaí: «Ve á tu pueblo, y santifícalos hoy,
rocío y aun nada. Ante su m a jesta d tiemblan las columnas del que laven sus vestidos, y que se preparen para dentro de tres
cielo , y se estremecen de pavor los cielos de los cielos, el abis­ días. En este día Yo bajaré á la cumbre del monte; mas tú le ro­
mo, el universo y todo cuanto en ellos hay: tiene por criados dearás de una fuerte valla, y dirás al pueblo; Nadie ose acercarse
millones de ángeles, de los cuales uno solo vale más que todo. ■ al monto ní tocarle; porque si tienen tal atrevimiento, perecerán».
el mundo. Tanta es su fo rta le za , que con una mirada hace tem­ ¿Por qué tal reverencia? ¿Por qué tan extremado respeto? Porque
blar la tierra, y con tres dedos sostiene el universo. Con su sa­ ha de bajar Dios, á quien no puede ver el ojo del hombre. Este
b id u ría conoce el número de las estrellas, y llama á cada una mismo Dios se digna bajar todos los días, y se esconde en el divino
con su propio nom bre; sabe perfectísimamente todo cuanto fué, Sacramento, y no sólo no prohíbe que nos acerquemos, sino que
es y será, como si ya hubiese sido. Con su p ro v id e n c ia , sin lo permite, lo desea, lo suplica, lo manda. ¡Oh gran Dios! Infun­
embarazarse ni cansarse, conserva, provee, gobierna y susten­ did en mi corazón un saludable temor y vivo respeto de vuestra
ta todas las cosas, sin olvidarse de alimentar al menor de sus pa­ Majestad infinita. ¿Quién soy yo para acercarme á Vos? Si en
jaritos y de vestir á cada uno de los lirios del campo. Por su po­ vuestra presencia tiemblan los ángeles, ¿cómo no temblaré yo,
der hizo cuanto quiso en el cielo, en la tierra y en los abismos. Su miserable pecador? ¡Oh alma devota! Santifícate en verdad,
b ien a ven tu ra n za es propia, y no depende de ninguna cosa; borra con lágrimas de dolor todas tus culpas, para no encender
todos los bienes criados no la pueden aumentar un solo grado, ni con ellas la indignación del Señor.
todos los males disminuirla.Su h erm osura hace felices á cuantos P a n t o 3.° P u re za d e a lm a con que se h a d e com u lgar.—
la ven, y en ella desean mirar los ángeles. ¿Quién podrá decir Considera la pureza de alma con que debes acercarte á recibir
algo de su s a n tid a d y p u re za , que no le permite consentir en su la sagrada comunión. Mandaba Dios á su pueblo que guardase
casa la más ligera mancha? ¿Y de su ju s tic ia tan rigurosa, que todo decoro y honestidad, y aun que no consintiesen tener en su
no perdonó á su propio Hijo vestido con el traje de pecador? ¿De compañía los leprosos y otros enfermos repugnantes, figura muy
su b on dad, que hace salir el sol páralos buenos y malos? ¿De expresiva del pecador manchado y sucio con la culpa. Si esto exi­
su m ise ric o rd ia , que le hace olvidar todos los pecados dél hom­ gía por la sola razón de que su arca santa, desde la cuaLdaba sus
bre que se arrepiente? Admírate que un Señor de tan soberanas oráculos y comunicaba sus órdenes, estaba en medio de él, ¿ que
perfecciones quiera venir á ti. ¡ Oh Señor amabilísimo! ¿ Quién es deseará y querrá de ti y de todo el pueblo cristiano, en medio del
el hombre pára que os acordéis de él? ¿O el hijo del hombre para cual habita en su propia persona, dejándose tocar y aun comer
que le visitéis? Si el cielo y los cielos de los cielos no pueden con­ de aquellos, que lo deseen? Ponderacómo Moisés no pudo acercar-
994 Serie cuarta.— D el Santísim o Sacram ento.
Mei. 2p .— Jesucristo sacramentado, nuestro Rey. •995
se Ala zarza ardiendo, sin antes descalzarse; Isaías, sintiéndose
manchado de culpas, no se atrevía á fijar los ojos en el Señor que
29. — JESUCRISTO SACRAMENTADO, NUESTRO REY.
le apareció, hasta que un ángel purificó sus labios con una brasa »
de fuego; y el mismo Jesucristo no quiso dar su cuerpoásus
Jesucristo en la Eucaristía es tu Rey majestuoso, amable y generoso.
P r elu d io i . •
amados Apóstoles, sin haberles antes limpiado y lavado cui­
Preludio 2.« Represéntate á Jesús en el Sacramento, diciéndote: « Dios me ba coas,
dadosamente los pies. Pues ¿cómo te atreverás tú á llegarteá tituido Rey sobre Sión, su monte santos.
este adorable Sacramento, teniendo el alma manchada por la cul­ Preludio 3.0 Pide reverencia, amor y gratitud á este Rey.
pa, sin descalzar y purificar los pies, desnudándote de todo afec­
to terreno, y lavándote de toda mancha, aunque ligerísima?
P u n t o l.° J esu cristo es un R e y m ajestttoso.— Considera
Piensa que si hubieses de ser admitido en la presencia de un Rey
cómo en el Santísimo Sacramento está aquel Señor que dice por
de la tierra, quitarías de ti todas aquellas inmundicias y fealdades
boca del Profeta: «Y o he sido establecido por Dios R ey sobre
que supieras le habían de desagradar, y presentándote delante de
Sión, su monte santo, para predicar su precepto». Él lleva escri­
tu soberano Dios, en cuya presencia los cielos mismos no están
to en su vestido este glorioso lema: «Rey de reyes, Señor de
limpios y los ángeles cubren su rostro con las alas de puro rubor
señores». Su majestad es tal, que excede infinitamente á la de
y respeto, ¿no te dispondrás con la más exquisita limpieza que
todos los reyes de la tierra. Sentado á la diestra de su Padre ce­
te sea posible? ¡Oh santísimo y purísimo Señor! Ahora sí que
lestial. m iraá sus pies á millones de ángeles, profundamente
quiero deciros con vuestro amado A p ósto l: «Apartóos de mí,
humillados, y á todos los santos, que arrojan ante su trono sus
que soy un vil pecador». Si miro los días de mi vida, no he pasado
coronas, reconociéndole y venerándole por su Rey y Señor, en­
uno solo sin ofenderos; si examino mis obras, no hallo una que
tonándole himnos de alabanza y tributándoletodo honor. Rige los
os sea del todo agradable; si mis pensamientos, los más son in­
pueblos con cetro de hierro, y á una simple insinuación de $u
útiles, ó vanos ó perniciosos; si mis palabras, casi todas ofensivas
soberana voluntad, todas las cosas se someten temblando. L a
á vuestra Majestad. Y, con todo, ¿queréis venir? ¡Oh alma! ¿Qué
majestad de este R ey es tan propia* y personal, que, siendo extre­
pureza necesitas para hospedar al Dios de la santidad? ¿Qué
madamente humillado, y de todos sus amigos abandonado en
debes hacer para alcanzarla?
el huerto, con sólo decir «Yo soy», hizo retroceder y postró en
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué misterios tan incomprensibles
tierra á todos sus enemigos. Pondera cómo este R ey de reyes,
é inefables nos descubre la fe en el Santísimo Sacramento que
grande, majestuoso, por el cual reinan todos los que tienen au­
hemos de recibir! A llí está aquel Dios infinito en toda suerte dé toridad, está en el Santísimo Sacramento. Mírale al través de los
perfecciones; eterno, que abraza todos los tiempos; sapientísi­
accidentes de pan y vino, y , aunque esté humillado y descono­
mo , para quien nada se oculta; potentísimo, al cual nada resiste; cido, allí tiene la misma majestad que en el cielo, y debe moverte
justísimo, que sabe castigar con rigurosa severidad al pecador; á la misma reverencia que si le vieses en su propia especie. Allí
hermosísimo, bondadosísimo, misericordiosísimo. Y á este Señor están los ángeles rodeándole y dispuestos á correr á ejecutar todas
has de recibir cuando te llegues á la sagrada comunión. ¡Con qué sus órdenes. Allí está la corte celestial acompañándole, porque
respeto y veneración debes acercarte! Mira á los judíos, que donde está el Rey está la corte. Reflexiona que si la reina Ester,
no se atreven á fijar la vista de puro respeto en el arca santa, ni al ver la majestad de Asuero sentado en su trono, fué sobreco­
osan llegarse al monte donde ha bajado la gloria de Dios. Mira gida de tal temor y respeto que cayó desmayada en los brazos de
á los ángeles; temblando están de temor en la presencia del Se­ las que la acompañaban, ¿qué debiera sentir tu alma ante la Ma­
ñor. Y tú, ¿te atreverás á llegar al altar y comer á aquel mismo jestad soberana de jesús sacramentado ? Si la vista de un ángel
Dios á quien figuraba el arca, y que entre truenos y relámpagos llenó de tal espanto y encogimiento á los ilustres patriarcas To­
bajó al Sinaí? Pero ¿cómo está tu alma? ¿Se halla adornada de bías, padre é hijo, que cayeron postrados en tierra , y allí per­
pureza y santidad? ¡Cuán angelical debe poseerla aquel que se manecieron por tres horas, ¿cómo quedas tú disipado y frío ha­
acerca á recibir este Cordero inocentísimo! No sólo ha de estar biendo visto al mismo Rey de los ángeles? ¡Oh Rey de tremenda
libre de pecados, sino limpio de culpas leves, y libre de afectos majestad! ¿Quién se atreverá á llegarse á Y'os, cuya mirada
terrenos. Entra en tu corazón, examínale detenidamente, mira hace estremecer la tierra y cuya voz quebranta los cedros del L í­
que Jesús le ve y sabe si abriga alguna afición desordenada y bano? ¿Quién tendrá valor para recibiros, viéndose cubierto de
que le ofenda. Haz propósitos de mejorarte. Pide gracia para culpas y sabiendo que vuestros ojos purísimos no pueden ve rla
cumplirlos, y ruega por las demás necesidades generales y par­ maldad? Vos sois mi R ey; regid mis potencias y sentidos, mi alma
ticulares que te han encomendado. - y mi cuerpo, de modo que puedan ser digna moradá vue stra.
M e i. 39. — Jesucristo sacram entado, nuestro Rey. 997
996 Serie a ta r ta .— D el Santísim o Sacram ento.
muy bien decir á todos: ¿ Qué debí hacer por mi viña, esto e s, por
P u n to ¡#.° E s R e y benigno y am able.— Considera aquí la
cualquiera alma que se haya puesto á mi servicio, que no lo hi­
benignidad y amabilidad de este Rey, que por tu amor ha queri­
ciese ? Pero en nada manifiesta más evidentemente su generosidad
do esconderse en la sagrada Eucaristía. Nada hace tan recomen­
que en los auxilios que nos presta para pelear contra nuestros
dables á los reyes de la tierra como el ver que reciben & sus
enemigos. Mírale cómo, para librarte de su poder, lil ha querido
súbditos, aunque sean pobres y de humilde condición, con benig­
bajar del cielo, y , colocándose delante de ti, ha emprendido una
nidad y dulzura. E l temor más intenso se apodera del espíritu de
lucha cruel hasta derramar su sangre y dar su vida para libertar­
los vasallos cuando han de acercarse á las gradas del trono; mas
te de ellos. Desde el divino Sacramento continúa guiándote en los
el aspecto benigno y las palabras paternales que salen de los la­
combates que libras con tus enemigos; con su carne preciosa te
bios del monarca son para ellos como la luz de la aurora que disi­
alimenta y da fuerzas; con sus inspiraciones te alienta, y con sus
pa las tinieblas y reanima la naturaleza. Pero, ¿qué es lo que ejemplos te dice que la victoria de sus discípulos consiste en su­
hacen los reyes de la tierra comparado con la bondad de este Rey
frir callando, y en aceptar la muerte, si es necesario, antes que
celestial? Desde el trono eucarístico á todos da cariñosa acogida,
abandonar su servicio. Compara ahora la generosidad de este
escucha piadoso sus súplicas, oye benigno sus quejas y responde
gran Rey con tu ingratitud monstruosa: lo que Él hace y sufre
á sus preguntas. O ye cómo dice á las puertas del corazón ago­
por ti con lo que tú haces y padeces por É l, y avergonzado de tu
biado: «Venid á Mí todos los que os encontráis atribulados, y yo
proceder, dile: ¡Oh R ey mió y Señor mío! No sólo os quiero dar
os aliviaré». Aunque no hace acepción de personas, con todo,
cuanto tengo, sino aun mi vida quisiera sacrificaros y ofrecérosla
recibe y habla con preferencia á los sencillos , humildes y des
en recompensa de lo que habéis hecho, y en reparación de las in­
amparados. Con ellos gusta de tener largas conversaciones y
jurias que habéis recibido y recibís todavía de los pecadores.
tomar parte muy activa en todos sus trabajos. Mira cómo, para
■ ¿piloso y c o lo q u io s . ¡Oh alma feliz! ¡Mira que viene tu
alentarte con su benignidad infinita, sin dejar de ser tu Rey, quie­
Rey! Dentro de pocos momentos ha de entrar por las puertas de
re llamarse tu hermano, tu amigo, tu alimento, tu consolador.
tu corazón. ¿No te atemoriza su majestad? E s el Rey de los re­
¿Has comprendido el sentido de estas palabras y la obligación yes, Señor de los señores: su poder es infinito: y en un instante
que te impone la bondad y benignidad de este Rey? Si Él es tan podria aniquilarte; su sabiduría es inmensa, y ve tu corazón y la
benigno para recibir á los que se le acercan, ¿por qué no le visi­ frialdad y disipación en que se halla: ante Él tiemblan los cielos
tas con más frecuencia? Si es tan bondadoso y amante con los y se estremecen los abismos; ¿y tú no tiemblas ? ¿Tú, que le hicis­
que le reciben, ¿por qué no le correspondes con el mismo amor? te traición mil veces? ¿T ú , que le dijiste: no quiero que reinéis
¡Oh Rey benignísimo, que con vuestra dulce mirada disipáis las sobre mí, no quiero serviros? ¡Oh Rey inmortal! Vuestra majes­
tristezas del corazón más afligido, y con vuestras divinas pa­ tad me estremece; pero vuestra bondad, ternura y benignidad
labras alumbráis los entendimientos más obscurecidos!-Yo me dilatan mi corazón, y arrancan de él suspiros vehementes por
acerco á Vos, y os pido que me miréis: R espice in m e et mise­ recibiros. Este Rey es tan majestuoso como benigno; á nadie de­
rere m ei; miradme y compadeceos de mí; miradme para hacer­ secha , á todos recibe con ternura. para todos tiene palabras de
me santo; miradme para infundirme vuestro amor; miradme para consuelo y amor, y á todos habla el lenguaje que les conviene y
llenarme de bendiciones. que ellos entienden. Si estás inquieto, hablará paz á tu corazón;
P u n to 3.° E s R e y g e n e ro so —Considera en este punto la si triste, te dirá palabras de consuelo; si rodeado de tinieblas, sus
generosidad infinita de este gran Rey á quien vas á recibir.
palabras te iluminarán más que la luz del sol; si pobre, no esca­
Como Él por su sabiduría conoce todas tus necesidades y deseos,
seará sus dones, porque es infinitamente generoso. ¡Oh! ¡Cuán
y con su poder inmenso las puede remediar, y su misericordia grande é inefable es la generosidad de este Rey! ¡Cómo resalta si
le mueve á ello, nada escasea para tu bien. Pondera la diferencia
se la compara con la escasez, miseria y mezquindad de los reyes
que hay entre los reyes de la tierra y este Rey del cielo. Aquéllos terrenos! É! lo da todo sin esperar nada; Él se da á si mismo á
ponen tributos y gabelas á sus vasallos, y se los piden con rigor; aquellos mismos que le niegan su amor. Y tú, ¿qué has hecho?
éste se los quita todos, y paga sus deudas con amor: aquéllos ¿Cómo te has portado? ¿Has venerado la majestad de esteMonar-
empobrecen á los suyos para enriquecerse á sí; éste se empo­ ca.am ado su benignidad y agradecido su generosidad? ¿Cómo te
brece á sí, para enriquecer con su pobreza á los suyos: aquéllos has de portar én adelante? Habla á este Rey que y a viene á ti. R e­
hacen participantes de sus generosidades y regalos á algunos po­ nueva en su presencia tus propósitos, y pídele gracia para cum­
cos que no los necesitan; éste á nadie rehúsa sus favores y gra­ plirlos con perfección.
cias: aquéllos v iv e n y se regalan á costa de sus súbditos; éste da
vida y regala á sus súbditos á costa suya. De modo que puede

>
998 Serte cu a rta .— D el Santísim o Sacram ento. Med. 30.—Jesús sacramentado, huésped del alma. 999

la casa donde entra á morar. En la antigua Ley había mandado


30.—JESÚS SACRAMENTADO, HUÉSPED DEL ALMA. á Moisés que el santuario en donde se había de colocar el propi­
ciatorio estuviese cubierto del oro más puro y escogido; los va­
P reludio Quedósejesús en el Santísimo Sacramento para ser nuestro huésped.
i .» sos que habían de servir en los sacrificios debían ser riquísimos.
P reludio 2.0 Represéntate i Jesús mirándote desde el Sacramento y diciéndote lo que Si tal limpieza exigía para aquellas ofrendas y sacrificios que no
i Zaqueo: «Conviene que rae hospede hoy en tu casas. eran más que simples figuras, más ó menos imperfectas, de este
Preludio Pide la graciado saberle preparar digno hospedaje y de aprovecharla
celestial convite, ¿qué pureza y limpieza exigirá en el que ha de
visita,
recibir y comer á Él mismo, representado por las antiguas figu­
ras? Mira cóm o, queriendo este divino Señor venir al mundo y
P u n t o l.° D ignación de J e sú s en qu erer hospedarse en tomar carne humana, y debiendo formarse en el seno de una
nuestro corazón.—Considera con admiración cómo Jesucristo se mujer por el tiempo de nueve meses, dispuso que la escogida
digna venir A hospedarse en tu alma. Para penetrar este miste­ para tan señalado y excelso ministerio fuese la más pura, lim­
rio de la bondad de Jesús, mírale en el cielo sentado sobre un pia, hermosa y agraciada que podía existir. Pues este mismo
trono de querubines, A la diestra de su eterno Padre, empuñando Huésped que permaneció encerrado nueve meses en las entrañas
el cetro del universo, y servido por millares de millones de espí­ de la Virgen Santísima, es el mismo que v a á penetrar en tu
ritus angélicos, atentos siempre A la menor indicación de su vo­ pecho y á morar en él, á lo menos por el tiempo que duran
luntad. Y este Señor tan grande viene á esconderse bajo los acci­ las especies sacramentales. ¿Habías meditado alguna vez esta
dentes de pan y vino para poder ser tu Huésped, penetrar en tu verdad tan consoladora? Pero ¿cómo está tu alma? E lla ha de
pecho y fijar su morada en tu corazón. ¿Quién jamás hubiera ser el cenáculo en que Jesús celebre hoy la Pascua. Acuérdate
imaginado tal prodigio de amor? Sin embargo, no sólo Él mismo que para esta festividad, el Señor, olvidado, al pareeer.de su
se invita cariñoso, sino que, para moverte con más eficacia á que amadísima pobreza, dispuso que fuera un salón grande, espacio­
le des hospedaje, te dice que tiene sus delicias en estar con los so, limpio y bien adornado. ¿Reúne tu alma estas condiciones es­
hijos de los hombres, te pide con ternura tu corazón, y te asegu­ pirituales? ¡Oh amantísimo Salvador! Confieso que no me hallo
ra que se halla á la puerta de él, dando repetidas aldabadas para bastantemente dispuesto para albergaros. Pobre, vil, sucio, mise­
moverte á qué le abras y á que consientas en cenar con Él este rable, ¿cómo me atreveré á presentarme á Vos? Preparadme,
manjar divino. No contento con tan generosos ofrecimientos, te Señor, por vuestra misericordia, limpiadme con vuestra sangre,
promete que con Él vendrá toda la Santísima Trinidad, que con­ adornadme con vuestra gracia, enriquecedme con vuestros mé­
vertirá tu corazón en un cielo, en el cual morará de asiento. ¡Oh ritos. Enviad vuestros ángeles para que hermoseen el aposento
amor infinito de Jesucristo, que nunca se cansa de hacer bien!Pon­ en que queréis morar. Y tú, alma mía, ¿qué debes hacer!
dera para confusión tuya las muchas veces que has cerrado las P a n to 3 .° B ie n e s que d a a l que le hospeda.—Considera
puertas de tu corazón á este divino Señor, abriéndolas de par en cómo este Señor riquísimo y generosísimo paga abundantemente
par al demonio, su enemigo y tuyo. Has rechazado á un huésped el hospedaje que se le da. Durante su vida mortal, en todas las
que te quería dar la vida, y has admitido al que te daba la muerte. partes en donde entraba dejaba testimonios claros y brillantes
Tu corazón se ha convertido en una caverna de ladrones y un de su generosidad. Entró en las entrañas de la Virgen María, y
desierto habitado de las fieras, pudiendo hacer de él un glorioso enriquecióla de millares de dones y gracias sin cuento ni com­
tabernáculo y un paraíso de delicias. Pero mira cómo Jesús, in­ paración. Entró en casa de Zacarías, estando aún Juan en las
cansable todavía, te habla como á Zaqueo, diciéndote:«Convie­ entrañas de su madre, y desde allí le santificó, llenó del Espí-
ne que entre y permanezca en tu casa». ¡Oh amantísimo y ama­ • ritu Santo á Isabel, y la dió el don de profecía. Entró en el mun­
bilísimo Jesús 1 ¿Es posible que resista por más tiempo á vuestra do, é hinchóle de luz, de doctrina, de milagros, de salud y de
dulce invitación? ¿De dónde á mí que el mismo Rey de cielos y otros mil bienes. Entró en casa de Zaqueo, y con Él entró la sa­
tierra venga á visitarme? ¡A h ! No sólo os admito gustoso, sino lud y la vida en la misma. Entró después de muerto en el
que humildemente me atrevo á deciros con vuestro siervo Abra- infierno, y convirtióle en un paraíso, haciendo en el mismo ins­
ham: «Si he hallado gracia en vuestros ojos, no paséis de vues­ tante bienaventurados á los Santos Padres que allí se hallaban.
tro siervo». Venid, Jesús mío; mi alma os desea y no quiere Aun el A rca del Testamento, que no era más que una pálida figu­
apartarse ya más de Vos. ra de este Señor sacramentado, en cuanto entró en casa de Obe-
P a n t o ít.° L im p ie za que exige ta l H u é sp e d —A quí has de - dedón, atrajo sobre toda la familia las bendiciones más singu­
considerar la pureza que desea hallar Jesús sacramentado en lares. ¿Qué bendiciones derramará sobre los que le hospedan á
íooo Serie cuarta.— De] Santísimo Sacramento.
Él mismo? Si este bondadoso Señor ha premiado con abundan­ QUINTA SERIE
cia á los que han acogido benévolos á todos sus siervos, prome­
tiéndoles una recompensa igual, ó á lo menos parecida á la que
daba á éstos, ¿qué recompensa dará á los que le reciben á Él
mismo en persona? Imagínate que desde el Sacramento te dice:
DOMINICAS Y FIESTAS DEL AÑO.
«Mira que vengo presto, y conmigo llevo la recompensa». ;QÚé
dices á tan tierno y amante Huésped? i Oh amabilísimo Jesús!
No soy digno de que entréis en la casa de mi alma; pero decid A d v e r t e n c i a . L a presente serie, ú ltim a de toda la obra,
sólo una palabra, y con ella la dispondréis, purificaréis y ador­ contiene una m editación p a ra cada una de la s d o m in ica s y
naréis para que pueda hospedaros. ¡Oh alma dichosa! Tu Espo­ fiesta s que ocurran en el año. M uchas co m u n id a d es relig io ­
so vien e; sal á recibirle, provista con el aceite de la caridad; sas y personas espiritu a les g u sta n co n sa g ra r en ta les d ía s
arrójate á sus pies como la Magdalena para oir su doctrina, y algún tiem po m ás á la oración m en tal, y a oyendo el santo sa­
esfuérzate en servirle y obsequiarle como Marta, para que crificio de la M isa, y a en otra hora d el d ía , p o r h a lla rse des­
guste de morar contigo y jamás se separe de ti. ocupadas de los negocios y quehaceres que suelen im p ed írselo
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Oh misterio de amor! Jesús, el en los días laborables. P a ra ellas se ha escrito esta ú ltim a
Rey soberano de cielos y tierra, que está sentado sobre los serie,cu yas m editaciones sólo tienen dos p u n to s , suponien­
querubines, quiere venir á esconderse en tu pecho y á morar, do que esta m editación ex tra o rd in a ria no se a la rg a rá tanto
temporalmente á lo menos, en él. ¡Quiere ser tu Huésped! Para como la o rd in a ria ; aunque es cierto que la s consideraciones
esto ha sido preciso agotar, por decirlo así., todos los divinos que se hallan en cada m editación abren ca m p o p a r a m ed ita r
atributos que posee; pero no importa: ha sido indispensable ama­ una hora y m á s , con los auxilios de la d iv in a g ra cia .
sar su carne de la manera más nueva y nunca oída, ocultándola Como podrá verse, el asunto sobre que v e rs a n e s ta s m ed i­
bajo las especies de pan, y por todo pasa Jesús con tal de pe­ taciones es la m ism a f e s tiv id a d ó el E va n g elio d e la resp ecti­
der ser tu Huésped. Y tú, ingrato, has preferido dar hospedaje va dominica. D e este m odo hem os creíd o in te r p r e ta r m ejo r
en tu corazón al demonio, enemigo del Señor y tuyo. ¡Qué lo­ el espíritu de la san ta Ig lesia ; p a r a lo cu a l, no sólo hem os p ro ­
cura ! Sin embargo , todavía Jesús se ofrece á venir, pero has de curado acom odar la m ed ita ció n a l E v a n g e lio , s in o , a d em á s,
limpiar la casa de tu alma. No le ofende la pobreza material, ni los dos pu n tos de que consta ca d a u n a hem os qu erido que se •
la bajeza del origen, ni la vileza en que estás respecto del mun­ fu n dasen d e ordin ario en la s a n tífo n a s d e l Benedictus y
do; pero sí le ofendería si tu alma no estuviese limpia y pura. Magnificat, en la s cuales su ele con den sar la I g le sia el san to
Todos los lugares en que moró debieron estar de este modo Evangelio, 6 tocar los pu n to s m á s c u lm in a n tes que abrasa.
preparados, y así debes prepararte á ti mismo, con lo cual po­
drás esperar abundantes bendiciones celestiales. Mira cómo ben­ DOMINICA I DE ADVIENTO.
dice á Zaqueo, á Marta y María que le hospedan; á Isabel que
le recibe en su casa. ¿ Quieres ser participante de aquellas bendi­ Preluoio i .» Jesucristo explica i los Apóstoles bs señales del Juicio final, y añade que
ciones? Imítalos, dispóntu corazón, llora tus pecados. Haz pro­ cuando comiencen á aparecer, se alienten, porque se acoca su redención.— (LuC., n ,
pósitos de ser para siempre agradecido á su bondad y no apar­ 45*J3- )
tarte jamás de tan henélico Señor. Pide las gracias, luces y auxi­ Preujoio 2 .* Representémonos á Jesús hablando todo esto á los Apóstoles y oyéndolo
lios que para cumplirlos necesitas, y ruega por todo el mundo. nosotros con ellos.
Preuioio } • Pidamos b gracia de tener vivo temor del divino juicio y firme confianza
en b misericordia de Dios.

P u n to 1 .® Considera aquí con horror las señales que pre­


cederán á la segunda venida del Salvador como Juez, á fin de
que te prepares para recibirle ahora que viene como Padre.
Habrá señales en el s o l, el cual perderá su resplandor y se obs­
curecerá, dejando á la tierra envuelta en densas tinieblas;.en
la luna, la cual aparecerá como de color de sangre, como dice
el profeta Joel, y en las estrellas, que chocarán entre sí y queda-
IOOO Serie cuarta —D el Santísim o Sacramento.
É l mismo? Si este bondadoso Seflor ha premiado con abundan­
cia á los que han acogido benévolos á todos sus siervos, prome­
QUINTA SERIE
tiéndoles una recompensa igu al, ó á lo menos parecida á laque
daba á éstos, ¿qué recompensa dará á los que le reciben á Él
mismo en persona? Imagínate que desde el Sacramento te dice:
D O M IN IC A S Y F IE S T A S DEL AÑO.
«Mira que vengo presto, y conmigo llevo la recompensa». ¿Qué
dices á tan tierno y amante Huésped? ¡Oh amabilísimo Jesús!
No soy digno de que entréis en la casa de mi alma; pero decid A dvertencia . L a presen te serie, ú ltim a d e to d a la abra,
sólo una palabra, y con ella la dispondréis, purificaréis y ador­ contiene una m editación p a ra ca d a u n a d e la s d o m in ica s y
naréis para que pueda hospedaros. ¡Oh alma dichosa! Tu Espo­ fie sta s qne ocurran en el año. M uchas co m u n id a d es religio-
so vien e; sal á recibirle, provista con el aceite de la caridad; so s y personas esp iritu a les g u sta n co n sa g ra r en ta les d ía s
arrójate á sus pies como la Magdalena pañi oir su doctrina, y algú n tiem po m ás á la oración m en ta l, y a oyendo el sa n to sa­
esfuérzate en servirle y obsequiarle como Marta, para que crificio de ¡a M isa, y a en otra hora d e l d ía , p o r h a lla rse des­
guste de morar contigo y jamás se separe de ti. ocupadas de los negocios y quehaceres que su elen im p ed írselo
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Oh misterio de amor! Jesús,el en los d ia s laborables. P a ra ella s se ha escrito esta ú ltim a
Rey soberano de cielos y tierra, que está sentado sobre los serie,cu yas m editaciones sólo tienen dos p u n to s , suponien­
querubines, quiere venir á esconderse en tu pecho y á morar, do que esta m editación ex tra o rd in a ria no se a la rg a rá tan to
temporalmente á lo menos, en él. ¡Quiere ser tu Huésped! Para como la o rd in a ria ; aunque es cierto que la s consideraciones
esto ha sido preciso agotar, por decirlo así., todos los divinos que se hallan en cada m editación abren ca m p o p a r a m ed ita r
atributos que posee; pero no importa: ha sido indispensable ama­ una hora y m á s , con los au xilios d e la d iv in a g ra cia .
sar su carne de la manera más nueva y nunca oída, ocultándola Como podrá verse, el asunto sobre que v e rs a n esta s m ed i­
bajo las especies de pan, y por todo pasa Jesús con tal de pe­ taciones es la m ism a f e s tiv id a d ó el E va n g elio d e la resp ecti­
der ser tu Huésped. Y tú, ingrato, has preferido dar hospedaje v a dom inica. D e este m odo hem os creíd o in te r p r e ta r m ejo r
en tu corazón al demonio, enemigo del Señor y tuyo. ¡Qué lo­ el espíritu de la sa n ta Iglesia ; p a ra lo cu a l, no sólo hem os pro­
cura! Sin embargo , todavía Jesús se ofrece á venir, pero has de curado acom odar la m ed ita ció n a l E v a n g e lio , s in o , a d em á s,
limpiar la casa de tu alma. No le ofende la pobreza material, ni los dos pu n tos de que consta ca d a u n a hem os qu erid o que se •
la bajeza del origen, ni la vileza en que estás respecto del mun­ fu n dasen d e ordin ario en la s a n tífo n a s d e l Benedictus y
do; pero sí le ofendería si tu alma no estuviese limpia y pura. Magnificat, en la s cuales suele con den sar la I g le s ia el santo
Todos los lugares en que moró debieron estar de este modo Evangelio, ó tocar los pu n to s m ás c u lm in a n tes que abrasa.
preparados, y así debes prepararte á ti mismo, con lo cual po­
drás esperar abundantes bendiciones celestiales. Mira cómo ben­ DOMINICA I DE ADVIENTO.
dice áZaqueo, áM arta y María que le hospedan; á Isabel que
le recibe en su casa. ¿ Quieres ser participante de aquellas bendi­ P reludio i .» Jesucristo explica i los Apóstoles las setales del Juicio final, y añade que
ciones? Imítalos, dispóntu corazón, llora tus pecados. Haz pro­ cuando comiencen á aparecer, se alienten, porque se acerca su redención.— (Luc., xxi,
pósitos de ser para siempre agradecido á su bondad y no apar­ 25-3 3 )
tarte jamás de tan benéíico Seflor. Pide las gracias, luces y auxi­ Preludio 2.» Representémonos ó Jesús hablando todo esto i los Apóstoles y oyéndolo
nosotros con ellos.
lios que para cumplirlos necesitas, y ruega por todo el mundo.
Preludio y.» Pidamos h gracia de tener vivo temor del divino juicio y firme confianza
en la misericordia de Dios.

P a n to l. ° Considera aquí con horror las señales que pre­


cederán á la segunda venida del Salvador como Juez, á fin de
que te prepares para recibirle ahora que viene como Padre.
Habrá señales en el s o l, el cual perderá su resplandor y se obs­
curecerá, dejando á la tierra envuelta en densas tinieblas; .en
la luna, la cual aparecerá como de color de sangre, como dice
el profeta Joel, y en las estrellas, que chocarán entre si y queda-
i002 Serie quinta . — Dominicasy fiestas del año. Dom inica // de A dviento. 100 }

rán eclipsadas, causando espantosos estruendos. ¡Quéhorror! . solamente para ensalzarlos con gloria, y recibirlos como Padre!
Entretanto, las gentes que entonces vivan en el mundo quedarán Haced que acepte con amor vuestras humillaciones y castigos, y
como pasmadas, oprimidas por el más excesivo temor, al con­ qie haga digno de ser contado entre vuestros hijos.
templar sobre su cabeza tales prodigios, y al sentir debajo sus E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Oh cuán espantosas serán las seña­
pies continuas trepidaciones y deshechas tempestades. ¡Cómo . les que anunciarán la segunda venida de Jesucristo! En el cielo
palidecerán de miedo y se secarán de pavor ante la expectativa el sol se eclipsará, la luna se convertirá en color de sangre, las
de lo que v a á acontecer! De este modo tan tremendo hará el estrellas se desordenarán, las fuerzas de la naturaleza se debí- „
Señor ostentación de su soberano poder. Y si tales son los anun­ litarán; en la tierra, todo será apretura en los hombres, terre­
cios, ¿qué será el acontecimiento que pronostican? ¿Qué será motos en el globo, tempestades en el mar, y desesperación uni­
verla Majestad de Jesucristo descender vestido de gloria, senta­ versal. Los malos aparecerán tristes, escuálidos, macilentos,
do sobre brillantes nubes, acompañado de millones de ángeles, temblando de miedo; los buenos, aunque algo más confiados,
precedido de glorioso estandarte de la santa Cruz? ¡ A y de los irti- estarán también temerosos, viendo tan formidables señales de
píos que lo blasfemaron! ¡A y de los pecadores que lo despre­ la ira de Dios. ¡ Qué días tan largos y pesados serán aquellos!
ciaron! ¡A y de ti, en aquel día, si no has sido iiel discípulo de ¿Quién podrá vivir entre tantas muertes? ¿Quién descansar, vien­
este Señor y amante de su Cruz. Pondera bien todo esto como si do que todo el universo está cansado? ¡Qué sobresalto tan ho­
ahora mismo aconteciera, y excita en tu corazón un vivo temor rroroso! Sin embargo, quiere el Señor que en medio de tales ho­
del Señor, para que entonces puedas confiar y levantar la cabe­ rrores, sus discípulos levanten la cabeza, y se alegren santa­
z a , recordando que se acerca tu redención. ¿Es posible que no mente, pensando que para ellos se aproxima la redención. Los
temas á un Señor que con tanta facilidad conmueve el orbe y que no pueden tener contento, alegría ni esperanza, son los pe­
conturba las gentes? ¡Oh Rey soberano! Sed para mí Padre de cadores ; porque para ellos, en lugar de la redención, se apro­
misericordia; avivad en mi entendimiento la le de estas verda­ xima la eterna condenación. ¿Deseas tú poder confiar y alegrarte
des ; despertad en mi voluntad el temor de vuestros castigos, y en las tribulaciones? Trabaja por conservarte justo, detesta la
clavad con él mi carne, para que nunca se levante contra el espí­ culpa, huye del pecado, únete de tal modo con Dios, que estés
ritu ni le lleve tras sí, haciéndole esclavo de sus pasiones. dispuesto á perderlo todo antes que separarte de Él. Para esto,
P u n to Si.0 Considera el deseo que tiene Jesucristo que los medita, propón, y pide por ti y por todos.
cristianos se preparen para el día tremendo del Juicio. Por esta
causa avisa á los Apóstoles, y en ellos á los discípulos, que vi­ DOMINICA II DE ADVIENTO.
van cuando sobrevengan tales señales, que las consideren con
atención, y que de ellas deduzcan la proximidad del día feliz del P reludio i .« El Bautista desde la cárcel envió á dos de sus discípulos á Jesús , á que
rescate eterno. Sabia providencia de Dios fué el ocultarnos el le preguntasen si era el Mesías; y el Señor, después de haber dado testimonio de sí, diólo
tiempo de su segunda venida, para que siempre estuviéramos también de san Juan.— (Matth., x i, 2-10.)
preparados p ara recibirle. ¡Oh locura del hombre! Prepárase Preludio 2.« Represéntate al Bautista enviando á Jesús esta comisión y i sus discipu­
para los sucesos menos importantes y de escasas consecuencias, los presentándose al Señor.
y olvida ó no quiere disponerse para el más trascendental de P reludio y.® Pide la gracia de imitar el celo prudente del Bautista y los ejemplos de
todos. ¿Caes tú en tamaña insensatez? Pondera cómo para los Jesús.
buenos, después de la opresión, temor y angustia, viene la re­
dención. Pasan por el fuego y el agua; pero después entran gozo­ P u n to l.° Estando san Juan Bautista en las prisiones,
sos en el refrigerio. Son como la higuera que en el invierno está envío á dos de sus discípulos á Jesús para que le preguntasen :
como seca y combatida de grandes tempestades; mas en el ve­ «¿Eres tú el que ha de ven ir, ó esperamos á otro?» Considera
rano ofrece regalados frutos y densa sombra. Así ellos, mientras en este suceso la fidelidad del Bautista en el cumplimiento de
se hallan en este mundo, son menospreciados y tenidos por inúti­ los deberes de su ministerio; aunque se halla en prisiones, y con
les, azotados con grandes tribulaciones y afligidos de penas ; fundamento puede creer que se le acerca la muerte, no olvida
empero, cuando lleguen al estío feliz de la gloria, se presenta­ que ha venido para ser el Precursor del Mesías, y que ha recibido
rán cubiertos del verdor de las virtudes, y cargados de los fru­ el encargo de señalarlo con el dedo á los hombres; y así manda
tos de las buenas obras y de los premios merecidos. ¿Seremos á sus discípulos á Cristo, á fin de que por sí mismos se cercio­
nosotros contados entre estos felices? ¡Oh gran Dios, que si hu­ ren de que éste es el único Maestro de quien no se han de sepa­
milláis á vu estro s amigos, y si castigáis ’á vuestros hijos, es rar. Como buen padre, cuida de sus hijos hasta el último mo-
1004 Serie qu in ta.— Dom inicas y fiestas del año.
Dominica III de Adviento. 1005
meato de su vida. Pondera la prudencia con que lleva á cabo
grande es la necesidad que de ellos tengo; abrid mis ojos para
esta obra. É l, aunque no duda que Cristo es el Mesías verda­
que vea y comprenda vuestros ejemplos; abrid mis oídos, para
dero; pero como ve la incredulidad de sus discípulos, no quiere
que escuche vuestra doctrina; y compadeceos de mi pobreza,
por sí corregirla, antes prefiere que ellos se le presenten, y vean
enriqueciéndome con vuestra gracia en este mundo y con vues­
las obras que ejecuta, y sigan la doctrina que enseña, y queden
tra gloria en el otro.
. convencidos que Él y no otro es el Esperado de las naciones.
E p ílo g o y co lo q u io » . ¡ Con cuánta verdad afirmó Jesús
Fija bien tu consideración en este ejemplo del Bautista, y no po­
que el Bautista no era una caña agitada por el viento 1 Está en
drás menos de confundirte viendo tu comportamiento tan diso­
la cárcel, y aun allí, olvidado de sí mismo, sólo piensa en el
nante del suyo. ¡Cuán fácil eres en dispensarte de tus precisas
bien de sus discípulos y en el desempeño de su celestial minis­
obligaciones cuando la enfermedad ó la tribulación te visital
terio. Quiere que todos reconozcan á Cristo por el Mesías; teme
Descuidas los que están á tu cargo para no imponerte un ligero
que sus discípulos se resistan á abrazar esta creencia, y dispone
sacrificio, y exiges con rigor el rendimiento de todos á lo que tú
que ellos mismos se enteren del eficaz fundamento en que se
afirmas, como si fueras infalible , mostrándote siempre difícil en
cre e rlo que asegura tu prójimo. ¡Oh Santo Precursor! Admi­ apoya. ¡Qué prudencia y simplicidad santa en la pregunta que
rable es vuestra constancia, firmeza, prudencia y cuidado de pone en boca de ellos 1 Jesús recibe con agrado á los discípulos
los vuestros, que mostráis al mundo: por estas virtudes os su­ de su Precursor; delante de ellos hace grandes prodigios, y aun­
plico me alcancéis la gracia de imitaros en e lla s, y con las mis­ que no les dice categóricamente que es el Mesías, remite su tes­
mas merecer el premio que Vos ya gozáis. ¿Qué nos conviene timonio á las obras que ejecuta, las cuales habían sido anuncia­
proponer para imitar al Bautista ? das por los profetas. No pedía ciertamente aducir una prueba más
P a n t o Z.° Considera aquí el modo edificante con que Jesús concluyente de su divina misión. ¡Cuánta luz arroja este Evange­
contestó á los enviados de su Bautista. No merecían éstos por su lio sobre aquellos que no cierran á él los ojos! ¿Qué consecuen­
poca disposición una respuesta categórica como la que dió en cias prácticas hemos de sacar nosotros? ¿ Qué virtudes pode­
otra ocasión á la Samaritana; y así. no les d ijo :«Vo soy el que mos aprender ? ¿ En qué cosas disentimos del Bautista y de Je­
buscáis», sino quiso que sus obras diesen antes testimonio de Él sucristo? Meditémoslo detenidamente; apliquemos á nosotros
mismos lo que nos convenga, haciendo propósitos muy particula­
obrando con este fin varios milagros delante de ellos. ¡ Cuánto
res y acomodados al estado de nuestra alm a, y roguemos por
más eficaz y poderoso es el ejemplo que la palabra para con­
nosotros y por todo el mundo.
vencer á los hombres! Oye cómo el Salvador llama bienaven­
turado al que no se escandaliza de Él. E scan d alízale de Cristo
aquellos que rechazan su ley como insoportable, desprecian sus DOMINICA III DE ADVIENTO.
consejos como vanos, consideran sus ejemplos como imprac­
ticables; aquellos que no quieren reconocerle como á su pas­ Preludio i .« Los judíos enviaron á Juan una distinguida embajada, para preguntarle
tor, maestro y g u ía ; aquellos que rehúsan vestirse su librea, quién era; y el sanio precursor contestó humillándose profundamente y ensalzando á Jesús.—
(Joan., 1, 19-28.)
abrazarse con su cruz y pelear con Él contra las concupiscen­
P reludio 2.» Representémonos á los comisionados de los judíos hablando con el Bau­
cias. ¡A y de los tales! Lejos de ser dichosos, aunque el mundo
tista y oyendo nosotros lo que dicen.
los designe con tal nombre, son en verdad desgraciados. Ponde­ P reludio Pidamos la gracia de buscar con interés la verdad y conservarla con fir­
ra la prudencia con que Jesús alaba á san Juan y los motivos en meza, y de imitar la humildad del Bautista.
que funda sus alabanzas. Para que no se crea que es adulación lo
que dice, espera á que se retiren los discípulos que le había en­
P u n to I.° En esta legación que envían los judíos de Jeru-
viado ; y le alaba porque ha morado y es amigo del desierto:
salén á san Juan Bautista has de considerar primeramente la
porque no es caña Haca que á todo viento se mueva; porque no
ojeriza que tenia el demonio contra la virtud y santidad del Pre­
viste con sensualidad; porque ha cumplido la misión que Dios le
cursor, la cual le indujo á tenderle este peligroso lazo, para ha­
encomendó. ¿Merecerías tú, por la conducta que obsérvaseos
cerle caer en el hoyo profundo de la soberbia, en el cual había
aplausos del Señor?Los ejemplos y enseñanza de Jesús, ¿son para
caído él mismo, y en pos de él tantos otros. No le tienta con
ti ocasión de escándalo y ruina? ¿Eres adulador con aquellos de otros vicios más viles y bajos, porque su derrota habría sido más
quienes algo esperas? ¡Oh Jesús amantísimo! Si Vos probáis cierta; pero le tienta de soberbia, en la que esperaba más el
vuestra divina misión dando vista á los ciegos, oído á los sordos triunfo. Mira luego cómo los judíos, aparentando deseos de su
y enseñando á los pobres, haced conmigo estos prodigios, pues salvación, preguntan al Bautista si es el Salvador esperado. Su
io o 6 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dom inica /P de Adviento. 1007

conducta en esto es digna de alabanza, y condena la de muchos E p ílo g o y c o lo q u io s. En verdad que san Juan no era una
cristianos que, olvidados de lo que atañe á su salvación, sólo débil caña. Si lo hubiera sido, el viento de la vanidad lo hubiera
piensan en lucros y ganancias temporales. Empero los judíos sin duda derribado. Era roble firmísimo, que había echado hon­
no proceden con buena fe, porque, mostrándoles Juan al que das raíces en la humildad, y la tentación de soberbia con que le
buscan, ellos no le quieren recibir. ¡Cuántas veces se pregunta, tienta el demonio, en vez de desvanecerle, le confirma y consolida
no por saber 3' abrazar la verdad, no por conocer el buen camino en el conocimiento profundo de su nada. Pregúntanle los judíos
y seguirle, sino por fingir un buen deseo que no se tiene, ó quizá si es el Cristo que ha de venir. Laudable era este deseo de saber,
para probar al que es preguntado! Considera el poco caso que aunque no nacía de una sincera intención de aprovecharse. Posi-
se puede hacer de los juicios de los hombres Los judíos se diri­ ble es que, si la respuesta del Bautista hubiese podido ser afir­
gen á Juan, preguntándole si es el Mesías, y dejan de acudirá mativa, lejos de complacer á los judíos, hubiera levantado en
éste, con hacer obras inmensamente más señaladas y portentosas ellos una furiosa ira contra él; porque, aunque les admiraba su
que aquél para confirmar su misión divina. ¡Oh Salvador del mun­ vida, estaban muy lejos de querer imitarla, por ser repugnante
do! Haced que os busque siempre con sencillez, humildad y deseo á su amor propio y sensualidad. Juan, empero, no se deja fasci­
sincero de hallaros; que aborrezca con toda mi alma el detes­ nar por los aplausos del mundo. Confiesa la verdad, y dice que no
table vicio de la soberbia, menospreciando como vanos los jui­ es el Cristo, ni Elias, ni ningún profeta; lo único que de sí asegura
cios del mundo y pretendiendo exclusivamente agradaros á Vos. es ser la voz del que clama en el desierto. ¡ Oh humildad verda­
¿Son estos nuestros sentimientos? ¿Nos hemos apartado alguna deramente heroica! ¡ Quién te poseyera con la perfección que este
vez de tal línea de conducta? ilustre Precursor! El cual no se contenta con disminuirse y aun
P a n t o ¡8 .® Consideremos aquí el humildísimo testimonio aniquilarse á sí; pasa más adelante, y engrandece, y glorifica, y
que de sí mismo dió el Bautista, y el glorioso y elocuente elogio sublima sobre todas las cosas á Jesús. ¿Qué decimos nosotros de
que hizo de Jesús. Pregúntanle si es el Mesías, y contesta que no nosotros mismos? ¿Qué juicio formamos de nuestra virtud, ta­
es él el Cristo,1, sin añadir, como pudiera, que era su Precursor. lento. sabiduría? ¿Qué decimos de Jesús? ¿Qué dicen de Él nues­
Prosiguen preguntándole si es Elias. Él podía responder que en tras obras? Temible es q u e, lejos de honrarle con nuestro com­
cierto modo lo era; pero dice:« No s o y ». Insisten en interrogarle portamiento , le deshonremos. Mas entremos dentro de nosotros,
si es profeta, y contesta : «No». Cada vez con más sequedad, como resolvamos corregirnos, y pidamos al Señor luz y remedio para
quien está disgustado de unas preguntas tan honrosas. ¡Cómo todas las necesidades.
oculta este grande santo las riquezas y dones excelentes que Dios
ha puesto en su alma! No oculta la bajeza que tiene de su co­ DOMINICA IV DE ADVIENTO.
secha. Porque, preguntándole quién era, responde: «Soy la voz
del que clama en el desierto». ¿Qué cosa más insubsistente que P reludio i .» En el decimoquinto año del imperio de Tiberio, Juan, inspirado por Dios,
la voz, la cual, en su existencia, firmeza y robustez, depende saSó del desierto, en donde moraba , y lué á predicar la penitencia por las riberas del Jor­
absolutamente del que la emite ? Y ¿qué cosa más vana que la dán.— (Luc., 111, 1-6.)
voz dada en el desierto, en donde nadie la oye, y con la cual nadie P reludio Representémonos á Juan saliendo del desierto, y predicando & h s muche­
dumbres que compungidas le escuchan.
puede ser instruido, reprendido ni amonestado, porque no es
P reludio y.» Pidamos la gracia de disponernos para ser instrumentos hábiles para la glo­
oída? Pondera cómo el admirable Precursor, que tan bajo testi­ ria de Dios, y seguir las exhortaciones del Bautista.
monio da de sí, lo da glorioso y sublime del Mesías, por más gue
los judíos no se lo piden. Es propio de los verdaderos amantes de
Jesús el anunciarlo oportuna é inoportunamente, hablando poco
P u n to 1 .® En el año décimoquinto del imperio de Tiberio
César fué hecha palabra sobre Juan en el desierto. Considera
de sí }r mucho de É l, abatiéndose ellos profundamente y ensalzán­
aquí las circunstancias que concurrieron en Juan, y las cualida­
dole á El. Dice el Señor que, aunque venga en pos de é l , no obs­
des que le dispusieron para la elección que de él hizo el Señor,
tante, fué antes que él, por razón de la divinidad; y que es tal
para el honrosísimo ministerio de Precursor de su Hijo. Limpio
su excelencia y grandeza, que no se considera digno de desatar
de toda mancha desde el mismo seno materno, y entregado á r i ­
la correa de su calzado. ¡Oh cristiano! Mira á esta lumbrera ar­
gurosa penitencia desde la niñez, hacía en el desierto vida más
diente y brillante cómo habla de sf y cómo habla de Cristo. ¿No
angélica que humana; su conversación no era con los hombres,
te confunde una humildad tan profunda? ¿No te enciende en el sino con Dios; contemplaba incesantemente las grandezas del Se­
amor de Dios una caridad tan ardiente ? Y al resplandor de esta ñor; su humildad era profundísima, su pobreza extremada, su
luz, ¿ no descubres tu propia vileza?
I008 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del año. Dom inica dentro de la octava de N atividad. 1009

silencio continuo, su mortificación nunca vista. Tales virtudes y sermones y trabajos, para que sean de provecho para ti y para
tal vida has de abrazar tú, si quieres disponerte para ser ins­ tus prójimos.
trumento hábil para la gloria de Dios y bien d élas almas. Al E p í l o g o y c o l o q u i o s . ¡Bienaventurado Juan, que con su
tiempo que Juan v iv ía en el desierto, olvidado del mundo. Tibe­ pureza, mortificación, retiro y oración se^dispuso para que el Se­
rio César, Poncio Pilato y los demás que gobernaban la nación, ñor le mirase con predilección, y le separase como saeta esco­
moraban en suntuosos palacios, y eran honrados y envidiados de gida! Muchos grandes había en el mundo; muchos reyes impe­
las gentes. Dios no piensa como los mundanos; elige al Bautista, raban en la tierra, y sólo en el ignorado Bautista pone Dios sus
y desecha á los grandes de la tierra. Mas ya murieron todos ellos. ojos para hacerle Precursor del Mesías. ¡Cuán profundos é ines­
¿Dónde están unos y otros? ¿Cuál es la suerte de Juan y cuál la de crutables son los designios de Dios! A aquéllos de nada les apro­
aquellos que en su tiempo regían los imperios? |Qué diferencia vecharon sus imperios; tal vez les ocasionaron más espantosa
tan inmensa! ¿De qué les aprovecharon los cetros que empuña­ ruina. A Juan le aprovechó tanto su virtud, retiro y penitencia,
ron, los pontificados que desempeñaron, las coronas que ciñeron? que le mereció una sublime dignidad en la tierra y una excelsa
Ellos, en su orgullo, mirarían á Juan como á un iluso, quizá oye­ gloria en el cielo.¿Quién, al considerar esto, no preferirá la
ron con burla hablar de su penitencia y aspereza. Si ahora pu­ santidad á todas las grandezas mundanas? ¿Qué piensas tú que
dieran volver al mundo, ¡cuán diverso sería sú obrar! ¡Oh esto meditas? El Bautista da principio á su sagrado ministerio,
alma religiosa ! Fija bien tu pensamientoen esta útilísima idea, y saliendo del desierto, y dirigiéndose á las orillas del Jordán,
resuélvete á vivir de tal modo, que jamás te hayas de arrepentir guiado por el espíritu de Dios; con celo encendido, con admi­
de tu conducta. Sé humilde, silenciosa, mortificada, amiga de rable sencillez, predica la penitencia, confirmando sus enseñan­
penitencia, y Dios te mirará con amor, y te elegirá para hacerte zas con prodigiosos ejemplos. De este modo el fruto es inmenso;
grande en este mundo y en el otro. los pecadores, llorando con dolor sus pecados, corren á pedir
P u n to 2.° Considera en este punto las circunstancias que el bautismo; ios soldados piden consejos de salud; los mismos
acompañaron á la predicación del Bautista, según se refieren en fariseos dan muestras de conversión. ¡Cuán poderosa es la voz
el sagrado Evangelio. ¿ En dónde predica ? En el lugar que Dios del predicador, cuando ella sale de un corazón humilde y va
le ha señalado, aunque haya de abandonar su amada soledad y acompañada del buen ejemplo! ¿Qué decimos nosotros á todo
retirado desierto. No escoge la ciudad, en donde el auditorio fuera esto? ¿Nos preparamos, como Juan, para ser vasos de elección?
más ilustrado; ni los pueblos, en donde la gente es más sencilla. ¿Imitamos la obediencia, celo y buen ejemplo del santo Pre­
El enviado de Dios ha de ir adonde su Señor le manda, y si. como cursor? ¿No hallamos en nosotros ninguna cosa que exija refor­
Jonás, rehúsa ir á N ínive, caerá en el profundo del mar. Predica ma? Examinémoslo con imparcialidad, y después de conocido
en las orillas del Jordán, cuyas aguas sin cesar se van precipi­ resolvamos lo que nos sea conveniente, pidiendo al Señor su gra­
tando al abismo, símbolo hermoso de las humanas generaciones cia para ejecutar los propósitos, y su favor para todo lo demás
á quienes se ha de predicar, mientras pasan por este mundo tran­ que tenemos deber ó encargo de encomendar á su providencia.
sitorio y fugaz. Mientras vivimos, podemos aprovecharnos de los
sermones, avisos y exhortaciones; si ño lo hacemos, si no coge­ DOMINICA OENTRO DE LA OCTAVA DE NATIVIDAD.
mos este maná durante la semana de nuestra vida mortal, en el
sábado de la eterna pasaremos dolorosa hambre. ¿Qué predicaba P reludio 1 .» L o s sa n to s a n c ia n o s S im e ó n y A n a , in s p ira d o s p o r D i o s , ala b a ro n y e n ­
el Bautista? No cosas raras, incomprensibles, vanas, ni de afec­ gra n d eciero n a l N iñ o je s ú s a l tie m p o q u e su M a d re S a n tís im a lo p re s e n tó e n e l te m p lo .—
tada erudición: el bautismo de penitencia, la necesidad de pre­ < L u c ., n , 5 5 - 4 0 .)

parar los caminos del Señor, llenando los valles de la pusilanimi­ P reludio 2 .» R e p re s é n ta te á M a ria y J o s é e n e l te m p lo p resen tan d o i J e s ú s y á S i ­

dad con la confianza, abajando los montes de la soberbia con la m e ó n y A n a d ic ie n d o g r a n d e z a s d e É L

humildad, rectificando los dobleces de la hipocresía con la sen­ Preludio 5 .« P id e la g r a d a d e im ita r la d e v o c ió n y fe r v o r d e l a V ir g e n y s a n J o s é , y


la fe d e S im e ó n y A n a .
cillez, y suavizando con la mansedumbre las asperezas de la ira y
del carácter violento. ¿Cómo predica? Primero con el ejemplo, y
después con celo ardiente, y acomodándose á la calidad y condi­ P a n t o l.° Admirábanse la Virgen y san José de las cosas
ción de su auditorio. y con tal sencillez, que nadie deja de com­ que se decían de Jesús. Considera cómo la admiración de estos
prenderle. ¡-Oh! T ú , que has sido escogido del Señor para el afortunados consortes no procedía de que se les descubriesen
divino ministerio, contempla con atención este perfecto dechado, nuevas grandezas en el niño Jesús, ignoradas hasta entonces
y aprende de él las circunstancias que han de acompañar tus de ellos, ó sobre las cuales hubiesen dudado; sino que nacfa de
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1010 Serie quinta,— D om in i,as y fiestas del año,
Dom inica dentro de la octava de N atividad. io n
la nueva luz con que D ios, por medio del anciano Simeón, ilus­ los judíos, que le contradijeron en su vida mortal hasta dejarle
traba su mente, para conocerlos designios que tenía sobre su di­ clavado y muerto en la cruz: para los gentiles y herejes , que
vino Hijo. Con viva claridad contemplaban los divinos atributos le contradicen y persiguen en sus discípulos y en su Iglesia;
encerrados en el divino Niño, las obras que había de llevar á para los malos cristianos, que le contradicen, crucificándole, den­
cabo, su propia pequenez y nada; todo lo cual les descubría la tro de su corazón, y robándolo del corazón de los fieles con sus
infinita misericordia de Jesús, la enorme ingratitud de los hom­ escándalos. ¿Pertenecemos á esta desgraciada clase? Consi­
bres y su inefable dicha. Y esto contemplaban con admiración. dera al mismo tiempo cómo la piadosa Ana se presentó al tem­
Aprende de ellos á admirarte, no de las grandezas humanas, por­ plo cuando la Virgen presentaba al Señor á su divino Hijo, é ilu­
que todo hombre es heno, sino de las divinas. Jesucristo es, en minada del divino Espíritu, comenzó á ensalzar y glorificar ai
v e rd a d a d m ira b le en todas sus cosas: en su persona, doctrina, Dios que estaba presente. Esta revelación alcanzó esta santa viu­
ejemplos, virtudes, gloria y majestad; lo que no se refiere á da por su asiduidad en la oración, por la frecuencia en visitar
C risto , es despreciable. Si no te causan admiración las divinas el templo, por sus ayunos, por su castidad y demás excelentes
grandezas, e s , ó por tu poca fe, ó por tu falta de consideración, virtudes. ¿Las imitamos nosotros? ¡Oh divinísimo Niño Jesús!
ó porque tu mente está muy embargada en la contemplación .de Bienaventurados son los que os conocen y os aman como mere­
las cosas terrenas; eres como el hombre animal que no percibe
céis, ó, á lo menos, del modo que ellos pueden. Gracia muy sin­
las cosas que son de Dios. Pondera la providencia del Señor en gular es esta, y en ella está cifrada la vida eterna. Concedéd­
m ezclar lo amargo con lo dulce, lo sabroso con lo desabrido. Es­
mela, Señor, por vuestra misericordia, á fin de que,amándoos
taba todavía la V irgen saboreándose en contemplar con sobe­
con fervor, halle en V os la gloriosa resurrección, y me preser­
rano gozo las grandezas que se decían de J e sú s, cuando oye al ve de la eterna ruina.
anciano Simeón que le anuncia la nueva más fa'a) y dolorosa. E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué documentos tan importantes
Este Niño tan glorioso, luz de las gentes y gloria de Israel, será
hallamos pn el santo Evangelio de este día! Admíranse José y
blanco de cruel persecución, y la espada que le hiera atravesará
María al oir las alabanzas de Jesú s; no les causan admiración
el corazón de su Madre. ¡ Oh María! ¡Qué cambio tan brusco sin­
las grandezas terrenas, sino las celestiales; su admiración no
tió en este momento vuestro espíritu! Del extremo del gozo pa­
nace de ignorancia anterior de lo que se dice, sino de la mayor luz
saría sin duda al dolor más excesivo. Un momento antes veíais
que reciben acerca de lo que ya sabían y creían; mas en medio
alegre el brillantísimo cuadro de las grandezas de vuestro Hijo;
de su gozosa admiración, María es sorprendida con una dolo-
ahora todo cuanto veis es dolor, am argura, azotes, clavos, espi­
rosa noticia: el santo Simeón le descubre los tormentos que ha­
nas y cruz. ¡Oh alma! Contempla y admira en esta Señora los
brá de sufrir aquel hermoso Niño, que ama más que á si misma.
caminos de Dios en el gobierno de las alm as; en tus gozos no
¡Qué dolor! ¡Qué tormento! ¡Qué pena! A sí el' Señor sabe sem­
dudes que vendrá el dolor, y en tus dolores espera la proximi­
brar la vida de los justos de espinas y abrojos, para que sepan
dad del gozo. ¿No has experimentado en ti mismo la verdad de
que su descanso está en el cielo, donde tienen á su Padre y á todo
;sta economía divina?
lo que pueden desear. Jesús ha venido para ser la ruina y re­
P u n t o ¡8.° Este Niño ha nacido para la ruina y para la re­
surrección de muchos; la ruina para los que se condenen, á pe­
surrección de muchos en Israel. Pondera bien estas palabras tan
sar de sus avisos, consejos, enseñanzas y amenazas; la resu­
significativas. ¿Quién lo creyera, si el mismo Espíritu Santo no
rrección para los que se salven obedeciendo á su ley, aprove­
lo hubiera dicho? ¡Jesús, puesto para la ruina de muchos! Él,
chándose de sus Sacramentos; la ruina para los que le contra­
que vino para que todos tuviesen vida, y la tuviesen con más
digan ; la resurrección para los que se mantengan dóciles á su
abundancia, por la malicia de los hombres, viene á ser para
voz. ¿Deseamos nosotros hallar en Jesús nuestra resurrección?
algunos ocasión de ruina, por el abuso que hacen de sus gracias,
Miremos cómo pensamos de sus ejemplos, consejos y demás me­
por la resistencia á sus inspiraciones, por el desprecio de sus
dios de salud, que É l nos ha deparado. Y.si nuestra conciencia nos
consejos, por el olvido voluntario y criminal de sus ejemplos. Es arguye de haber abusado de ellos, hagamos ahora firmes propó­
aquella misteriosa piedra que destruye y desmenuza á aquel so­ sitos de cambiar de costumbres, de mudar de v id a ; y para mejor
bre quien cae. S i yo no hubiera venido y no les hubiese hablado, ejercitarlo, pidamos gracia al Señor, y roguemos por todo cuanto
decía de los judíos este Señor, no tendrían p ecad o; mas ahora deseamos alcanzar.
no pueden tener excusa de su culpa. ¿ S erá É l para nosotros cau.
sa de gloriosa resurrección, ú ocasión de lamentable ruina? Lo
es sin duda para aquellos que le contradicen con orgullo. Para
10 12 S en e quinta — D om inia* y fiestas del año. Dom inica vacante después de la Circuncisión. 1013

su infancia te enseña también el modo de amarte á ti mismo santa­


DOMINICA VACANTE DESPUÉS DE LA CIRCUNCISIÓN ■. mente. E l verdadero amor á sí mismo consiste en querer para
sí el bien, no falso y aparente, sino el sólido y verdadero, que
E l niño J e s ú s , modelo de amor á D ios, al p rójim oy á s i mismo. es el eterno. E l que de veras se am a, busca antes que todas las
cosas su último fin, y á la consecución de él dirige y ordena todas
Preludio i o Represéntate al niño Jesús tendido en el pesebre, y á su corazón ardien­ sus obras y trabajos. Xada h ace, dice ni proyecta que pueda
do en vivísimas llamas de verdadero y perfecto amor. apartarle de é l , y aleja de sí con presteza y energía todas aque­
P reludio 2.» Pídele que te enseñe prácticamente el verdadero amor. llas cosas que pueden servirle de estorbo. Para lograr su lin , no
vacila en sujetarse á toda suerte de privaciones, penas, tormen­
P u n t o l . ° Considera primeramente cómo Jesús desde el tos y humillaciones; renuncia, cual si fuera v il estiércol, todos
pesebre y a te enseña el verdadero amor de Dios. El amor se los bienes mundanos para lucrar á C risto; lleva todos los días la
prueba con obras, con que se busca el bien del amado, aun á cruz, con el fin de seguirle constantemente, cumpliendo la v o ­
costa de sufrim ientos propios. A s í obra Jesús en orden á Dios, luntad divina. Obrar de este modo es amarse con amor verdadero;
buscando su gloria aun con grave incomodidad suya. Para agra­ lo contrario es amarse con amor fingido, es aborrecerse, contor-
darle y glorificarle se viste de nuestra naturaleza, nace en un me lo que dice el Salvador: «Quien ame su alm a, la perderá; y
portal, y su fre todas las privaciones. M as, cuando, á pesar suyo, quien la perdiere por mi am or, la ganará». Contempla ahora al
ve el am or que su amado es ofendido, lo siente, se aflige, se en­ infante Jesús en el pesebre. ¿ Qué bien quiere para sí? No el sen­
tristece, y con lágrim as de pena y dolor desea resarcirle del sual, sino el de la gloria de Dios. Sus palabras son e s ta s : « Y o
amor que se le n iega, y por su parte hace cuanto puede para no busco mi gloria, sino la del que me envió». Entre las priva­
traerle am adores sinceros. Contempla á Jesús en el pesebre; ciones en que se halla está tranquilo, porque cumple la voluntad
sus lágrim as no son de dolor por sus p en as, syio de sentimiento de su Padre. Él m ira al mundo cubierto de crímenes; las olas
por las ofensas de Dios; con su inspiración atrae al’ pesebre á de los pecados se empujan furiosam ente; su Padre es descono­
los pastores y á los gentiles para que glorifiquen á Dios. ¡Oh cido y deshonrado; la verdadera Religión es abandonada; el de­
quién nos d iera amar á Dios con este amor eficaz, práctico y monio extiende por doquiera su im perio, y J e sú s, aunque siente
operativo con que le ama Jesús! Pondera luego cómo también vivísimamente tanto m a l, permanece tranquilo en el pesebre,
nos predica y enseña el amor á los prójimos. Todo cuanto hace, contento con cumplir la divina voluntad, tolerando las inclemen­
sufre y p a d ece en el pesebre, es para bien de los hombres, lis cias del tiem po, los efectos de la pobreza y las molestias pro­
su amor tan desinteresado, que en él no se busca en nada á si pias de su estado, prefiriendo á todas las cosas el cumplimiento
mismo, sino puramente el bien, la salvación de las almas. Para de la voluntad de Dios. A s í debes tú am arte; deseando para ti
librarlos de las enferm edades, carga gustoso con todos los dolo­ los bienes sólidos y etern os; privándote de todo aquello que
res que ellas, ocasionan. É l abraza la tristeza para merecemos estorbe ó retarde su consecución, y tolerando todas las penalida­
sempiterna a le g ría , soporta los tedios para despertar nuestra es­ des necesarias para lograr este fin. ¿Te amas de este modo? ¡A y
peranza, se priva de los bienes temporales para ganárnoslos de m í! Hasta ahora, lejos de amarme, me he aborrecido como
eternos. {C onoces ahora cuán bien te enseña el niño Jesús el si fuera el m ayor enemigo de mí m ism o; por disfrutar un pla­
verdadero am or á Dios y á tus prójimos? ¿Es tu amor como el cer vil y pasajero me he puesto en peligro de sufrir tormentos
su yo , de o b r a , desinteresado. desprendido y constante en tole­ eternos, y por un pedazo de tierra he vendido los bienes del
rar los trab ajos ? ¡Oh divino Jesús! ¡Cuán presto comenzáis vues­ cielo. Guiad, Señor, mis pasos; gobernad y enderezad mi cora­
tro oficio de M aestro! ¡ Con qué perfección me enseñáis el amor zón, para qué no se aparte del camino por V o s trazado y segui.
verdadero p a ra con Dios y para con mis prójim os! Esclareced do desde la infancia.
mi entendim iento, para que, conociendo vuestros ejemplos,los E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán bien nos predica Jesús desde
siga con fidelidad, y m erezca el premio que ofrecéis á los que os el pesebre la práctica de la verdad era, sólida y perfecta caridad!
siguen. El amor puede considerarse én cuanto nos une con Dios, con
P u n t o 3 .° En este punto has de considerar cómo Jesús en nuestros hermanos y con nosotros mismos. Estos tres amores, ó
tres actos de un mismo am or, practica Jesús en el pesebre. Él
* Los ¡¡ños en que la fiesta de la Crcuncisión del Señor no cae en domingo, lunes 6 ama vivamente á Dios; y porque le am a, busca su divina gloria
martes, ocurre después de dicha fiesta una dominica llamada vacante, en la cual se podrá con todas sus fuerzas; llora con vivo sentimiento las ofensas que
tener esta meditación. recibe, y soporta gozoso todos los trabajos por cumplir su divi­
io i4 Serie qu in ta .— Dom inicas y fiestas del año. D om inLa dentro de la oftava d e la E pifanía. 1015
na voluntad. É l ama á los hombres, y su amor es desinteresado, ben abandonar á sus padres y parientes todos aquellos qne se
desprendido, activo, diligente, sufrido y eficaz para proporcio­ sienten llamados á la vida perfecta. ¡ A y de ellos si por un amor
narles toda suerte de bienes, aun á costa de su propio descanso, mal entendido, y por no disgustar á los hombres, vuelven á Dios
salud y vida. Él se ama á sí mismo con am or verdadero, y por las espaldas! A lgún día les dirá: Y o os llam é, y me resististeis;
esto busca exclusivam ente la gloria de D io s ; menosprecia lo os rogué. y me despreciasteis; en vuestra perdición yom eb u rlaré
temporal; suspira por lo eterno; pone bajo sus pies los bienes de vosotros. ¡Oh dulcísimo Jesús! No permitáis que sea yo tan re­
todos de este mundo. Aquí tenemos el modelo que necesitábamos. belde, que me oponga al cumplimiento de vuestra voluntad; pre­
¿Procurarem osim itarle? P ara esto, ¿qué debemos evitar, co­ parado está, S eñ or, mi corazón, preparado está; dispuesto
rregir ó mejorar en nuestra conducta? Reflexionémoslo con gran­ estoy á seguiros constantemente con vuestra g ra cia, aunque
de atención; propongamos con firmeza y decidida voluntad, yen haya de morir con V os. ¿Abrigam os nosotros estos sentimien­
fervientes coloquios pidamos por nosotros y por todos. tos? ¿Imitamos la devoción, obediencia y demás virtudes de
José y María?
DOMINICA DENTRO DE LA OCTAVA DE LA EPIFANÍA. P u n to Coasidera cómo habiendo M aría y José hallado
á Jesús en el templo después de una dolorosa y pesada inquisi­
Pmludio i . “ Habiendo subido á Jerusalén la sagrada Familia, jesús se quedó en el ción, dijole su M adre: «Hijo, ¿por qué lo hiciste así con nos­
templo sin comunicarlo i sus padres; los cuales, echándole de menos, le buscaron con otros? M ira que tu padre y yo con dolor te buscábamos ». Jesús
dolor hasta hallarle,— (luc., u , 42-52.) respondió: «Pues, ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que en las
P m iu d io 2 .° Represéntate á José y María buscando con grandísimo dolor á Jesús, y
cosas de mi Padre conviene que yo a sista »? M ariano se queja de
hallándole en el templo.
P reludio 3,0 Pide la gracia de aprender las enseñanzas que te dan Jesús y María.
Jesú s; sólo le manifiesta con humildad su excesivo dolor y la
grande ansiedad en que se había hallado por motivo de su sepa­
ración. D erram a en la presencia de su divino Hijo los sentimientos
P u n t o l.° Habiendo subido M aría y José al templo para ado­
de su afligido corazón, porque no es defectuoso abrir á Dios
rar al Señor, según mandaba la le y á los israelitas, llevaron
nuestro espíritu, manifestándole nuestras penas, siendo É l el
en su compañía á Je sú s, niño á la sazón de doce años. Y volvién­
único que puede curarlas radicalmente. ¿Por qué pierdes tú el
dose y a á su pueblo, quedóse Jesús allá, sin apercibirse de ello
tiempo contándolas á los hombres, que no te pueden remediar, y
sus p ad res, los cuales creían que venía en el acompañamiento
dejas de presentarlas á D io s , que podría eficazmente conso­
con la otra gente. A ce rca de este hecho tan extraordinario has de
larte? Contempla las circunstancias de la palabra de M aría: es
contemplar con edificación y con deseos de im itarlos, la obedien­
breve, no encarece su dolor y am argura; es humilde, llam a á
cia, devoción y buen ejemplo q ued an estos piadosos consor­
José con el nombre de padre, anticipándole á s í ; es paciente;
tes, haciendo todos los años un largo y penoso v ia je , no con el
ninguna muestra da de poca resignación ó paciencia; toda ella
objeto de lucro temporal, ni por el amor natural que pudieran
respira am or m aterno, ternura inmensa, afecto celestial. ¡Oh
tener á algunos parientes que tuviesen en Jerusalén, ni por vana quién supiera imitar á esta angelical Señora! Pondera luego la
curiosidad, sino puramente por honrar y glorificar á la majestad admirable respuesta de Jesús, desabrida en la apariencia y se­
de Dios en su santo templo. A s í enseñan á los padres que deben gún la exterior co rteza , pero en realidad llena de divina sabidu­
educar á sus hijos, no sólo con consejos, avisos y enseñanzas, ría y de encendido amor. A s í obra D ios con aquellos que fiel­
sino también con ejemplos. A qu í está el más perfecto modelo mente le sirven: trátalos con severidad aparente, para ejercitar­
de la familia cristiana. ¡ Oh si todas tratasen de imitarla, consa­ los en la virtud y darles ocasión de m erecer; mas siempre es un
grándose, no y a individualmente, sino en común, al servicio del Padre amoroso que vela por el bien de sus hijos. Pregunta por qué
Señor! PQndera luego el extraño suceso de quedarse Jesús en le buscaban: si le buscaban como á su Dios, no tenían necesi­
el templo, ignorándolo sus p a d re s, y las virtudes que ejercita. dad de ello, porque no se había separado de ellos; si como á
¡Qué amor tan vivo para con su Padre celestial, y qué deseo tan hombre, había de estar en las cosas de su Padre. ¡Con qué clari­
encendido de cumplir su voluntad! ¡P ara ello no vacila en dar á dad descubrió á los judíos presentes que É l era más que hombre!
su tierna Madre el más acerbo de los dolores y el más horrible Sin embargo, ellos no quisieron entenderlo, y se contentaron con
sentimiento! Ninguna otra causa hubiera podido m over á Jesús á rendir á Jesús un tributo de admiración transitoria. Mira en lo
causarle tal pena; empero el am or de Dios está sobre todo, es que se ocupa Jesús y en lo que debes tú ocuparte: en las cosas
amor de preferencia. ¡ Qué desprendimiento de carne y sangre! de tu Padre celestial. D eja á los muertos que entierren á sus
De este modo enseña prácticamente la santa libertad con que de­ m uertos; tú sigue constante y fielmente á Cristo. ¿L o has practi-
i o 16 Serie q u in ta .— D om inicas y fiestas tL l año. Dom inica II después de la Epifanía. 10 17
cado así? i Oh Salvador mío! D e hoy más, vuestras palabras se­ abundantes pueden esperar para su nuevo estado, cuando entre
rán la respuesta que y o d aré á los que quisieren retraerme de la comitiva que los bendice y acompaña están A q u e l, en el cual
vuestro divino servicio : «En las cosas de mi P a d re, conviene han de ser bendecidas todas las gen tes, y aquella que por antono­
que yo asista». L a gloria de mi Padre es mi g lo r ia ; el interés de masia es llamada la bendita entre todas las mujeres! Con tales
mi Padre es mi interés, y e l honor de este divino Padre buscaré comensales, todos los que asistían al convite se alegrarían santa­
hasta mi último aliento. mente, sin que ninguno se permitiese la más insignificante lige­
E p i l o g o y c o lo q u i o s . ¡ Qué ejemplo tan hermoso para reza. ¡ Qué recato en las m iradas! ¡ Qué cuidado en las palabras!
las familias cristianas se halla en el suceso que es objeto del ¡Qué miramiento en todas las acciones! Estos convidados debie­
Evangelio de hoy! José y M aría suben todos los años á Jerusalén ras procurar tú en tu m esa, guardando en ella la presencia de
para adorar á Dios en su santo tem plo; y, aunque el viaje es lar­ Dios, buscando ante todo su g lo r ia , y comiendo en su nombre.
go y trabajoso, y ellos p rivad os de recursos materiales, no aban­ Propio es de los justos, como dice D avid, comer y banquetear
donan esta santa co stu m b re, haciendo que el divino Jesús les alegremente en la presencia de Dios. Pondera luego cómo Jesús
acompañe. Mas, ¡oh abism o de la Providencia divina!, uno de y María no rechazaron la invitación de los piadosos esposos. L a
estos viajes tan santos es p ara ellos motivo del más intenso do-, caridad verdadera se hace toda para todos, es alegre con los
¡or. Jesús, niño de doce años, deseoso de cumplir la voluntad de alegres, jovial con los jo viales, triste con los tristes; y si va gus­
su Padre celestial, aun á cesta de la tranquilidad y alegría de su tosa á la casa del llanto, no rehúsa tampoco la casa del convite,
Madre terrena, quédase en el templo sin comunicárselo. Adver­ cuando en ella puede hacer algún bien á su prójimo. Todo esto
tida por José y María la ausencia del divino Niño, con dolor re­ pretendían y esto hicieron Jesús y María. ¡Pobres esposos! ¡En
gresan á la ciudad, le buscan por todas partes, preguntan á todos qué confusión y afrenta se hubieran visto, si en su convite no se
los parientes y conocidos, y sólo después de tres días le encuen­ hubieran ellos hallado! Mas si consintieron Jesús y M aría en
tran en el templo con los doctores de la Ley. ¡ Qué enseñanzas! asistir á las bodas á que fueron invitados, mucho m ás se digna­
¡Qué misterios! ¡Qué docum en tos! Viendo el desprendimiento de rán acompañarte en espíritu y con su protección siempre que los
Jesús, ¿conservarem os afecto desordenado á carne y sangre? llames, sobre todo si los llamas para que te asistan en tus luchas,
Contemplando el proceder de María, ¿no buscaremos con más contradicciones y trabajos. ¿Cómo no los invitas con humildad?
dolor, deseo y constancia la divina gracia? Llorem os si la hemos ¿Cómo no perseveras orando hasta alcanzar lo que pretendes?
perdido; practiquemos los m edios necesarios para h allarla; pro­ ¡Oh dulce Jesús! ¡Oh amabilísima María! No os olvidéis de este
pongamos lo que hemos d e h acer ú omitir al efecto, y roguemos miserable siervo vuestro, que os invoca con deseo de que le
por nosotros y los demás. asistáis; poco es lo que os puedo o fre c e r ; pero, según ello sea
aceptadlo: mi corazón por m orada, el vino de la compunción y
DOMINICA II DESPUÉS DE LA EPIFANÍA. el pan de lágrim as; aceptadlo por vuestra bondad, y no me pri­
véis de vuestra compañía.
Preludio 1.9 Hubo unas bodas en Cana de Galilea, á las que asistieron Je<ús y Maria:
P a n to Habiendo faltado el vino en las bodas, rogado
y habiendo faltado en ellas el vino, Jesús remedió milagrosamente la falta por la suplía de Jesús por su Santísima M adre, mandó llenar de agua unas tina­
María.—(Joan., li, l-ll.) jas, y con un acto de su voluntad omnipotente la convirtió en
P reludio 2.« Representémonos el convite de las bodas y á Jesús y María dando provi­ vino, socorriendo de este modo prodigioso la necesidad y apuro
dencias para remediar la falta del vino. de aquellos esposos. Considera en este hecho la pobreza y mi­
Preluoio 3.0 Pidamos firme confianza en el poder de Jesús y en la bondad maternal de seria del h om bre, y su poca virtud y fortaleza figuradas por el
María. vino, que cuando más necesarias s o n , entonces vienen á faltar.
Muy bien dijo el S e ñ o r : « Sin Minada podéis hacer». Afortuna­
P a n t o l . ° C elebráronse unas bodas en Caná de Galilea, y damente, tiene una Madre bondadosísima, llena de misericordia
á ellas fueron invitados e l S alvad or y su Santísim a Madre, los y ternura para con los que la obsequian, como se vió en este
cuales accedieron con benignidad á tal invitación. A cerca de caso. Sin ser rogada, E lla descubre el apuro de los criados que
este acontecimiento has d e considerar dos cosas principalmente. sirven á la mesa, observa la falta del v in o ; y aunque es necesa­
L a prudencia de los esp osos en invitar á Jesús y á M aría, y la rio para subvenir á tal necesidad un grande m ilagro, y Jesucristo
santa condescendencia de ésto s en aceptar la invitación. ¡Felices no ha querido hacer todavía ninguno en público, Ella no vacila, 3*
estos esposos, que reciben en su convite á los dos más ilustres con confianza ilim itada, con seguridad absoluta de alcanzar lo
personajes que había en el c ie lo y en tie r ra ! ¡ Qué bendiciones tan que desea, representa á su Hijo con brevedad la falta que ha
I 0 i8 Serie qu in ta .— Dom inicas y fiestas del año. Dom inica i 11 después de la Epifanía. 1019

notado, y encarga á los criados que hagan todo lo que Él les efecto, pidám oslos auxilios y luces necesarias, y roguem os por
diga. ¿Quién confiar.! en las cosas terrenas, viendo que escasean las demás necesidades y obligaciones.
y nos faltan cuando m ayor necesidad teníamos de ellas? ¿Quién
no lo esperará todo de la bondad, poder, misericordia y benigni­ DOMINICA III DESPUÉS DE LA EPIFANÍA.
dad de M a ría , que así se anticipa á socorrer á los que no la in­
vocan? ¿Qué hará con aquellos que la ruegan con humilde con­ P reludio l.» Bajando Jesús de un monte, le siguieron muchas turbas, y acercándosele
fianza? Jesús manda á los criados que llenen de agua las tina­ un leproso, obtuvo la salud que pedia. Entrando luego en Cafárnaum, un centurión le su­
ja s, que estaban vacías. Antes de conceder sus favores, exige plicó sanase á un criado suyo, y al instante fui oido, obteniendo para su siervo la salud apete­
de nosotros el sacrificio del propio juicio, la obediencia, y que de cida.— (Matth., viii, 1-13.)
nuestra parte hagamos cuanto nos sea posible. Y cuando ya no P reludio 3.° Representémonos á Jesús rodendo de gentes, y álos enfermos que se le
acercan para pedirle lo que desean.
sirven los medios humanos, entonces se vale de su virtud omni­
Preludio 3.« Pidamos la gracia de imitar las virtudes del leproso y del centurión.
potente , y con ella convierte el agua en vin o, esto es, nuestra
debilidad en fortaleza, nuestra frialdad en fervor, nuestra tris­
teza en gozo, nuestrapequeñez en eterna grandeza. ¡Oh Dios P a n t o l .° Bajando Jesús dfe un monte, le rodeó innumerable
omnipotente! ¡Cuán fácil cosa es para Vos enriquecer súbita­ turba de gente. L os varones apostólicos que quieran hacer fruto
mente al pobre y al mendigo! D el vil estiércol le levantáis para en las almas deben imitar á Jesú s: conviene que suban al monte
colocarle entre los principes de vuestro reino. Dadme firme de la oración y perfección antes de dedicarse á los ejercicios y
confianza en vuestro poder y m isericordia, y humilde sumisión ministerios con los prójimos. Necesario es que en el retiro de la
á vuestros mandatos, á fin de hacerm e digno de vuestros fa­ oración traten á solas con Dios aquello que han de enseñar y
vores. predicar al pueblo. E l olvido de este consejo ha hecho no potas
E p í l o g o y c o lo q n lo n . ¡D ichosos esposos, quQ cuentan en veces estériles sus trabajos. Considera cómo se acercó á Jesús
tre los convidados á su bodaá Jesús y áM aría, su Santísima Ma­ un miserable leproso, el cu al, adorándole con humildad profun­
dre! Estando con ellos tan distinguidos personajes, nada pueden da. dijo: « Señor, si quieres, puedes limpiarme». Jesús alargó
tem er, ninguna cosa podrá aguarles e l . pu rísim o contento que su mano y le tocó, diciendo: « Quiero; sé limpio». A dm ira, por
experimentan. ¡Oh, si nosotros procurásem os no separarnos una parte, las excelentes virtudes de este pobre leproso, con las
jam ás de ellos, ni en las tristezas, ni en las a leg ría s, ni en la cuales se dispuso para recibir la gracia de la salud corporal; y ,
aflicción, ni en el contento! S i con hum ildad, confianza y amor por otra, la infinita dignación de Jesús en escucharle con agrado,
los invocásem os, no dejarían ello s de acudir á nuestro socorro en tocarle con cariño y en sanarle tan perfectamente. ¡ Qué humil­
y alivio. Cuando no rechazaron e l convite de b od as, menos re­ dad tan profunda en el leproso! Póstrase en tierra, cosiendo su
chazarían nuestro convite, siendo su presencia tan necesaria frente con el polvo, como dice san Lucas. ¡Qué fe tan viv a ! D ice:
para nuestra santificación y salvación. E n lo m ejor y más anima­ «Si quieres, puedes; tu poder se extiende á todo lo que quiera tu
do del convite de Caná escasea e l vino. ¡ A sí son las cosas mate­ voluntad ». ¡ Qué confianza tan firm e! No dice, si quieres, porque
riales y los gustos del sentido! S i no las abandonamos, ellas, dude de la voluntad de Jesús, sino porque recela por su propia
nos dejarán cuando más las necesitem os. ¿Quién será tan in­ indignidad. Y ¡qué resignación tan adm irable! M aestra sn deseo,
sensato que ponga en ellas su corazón? ¡ A y del hombre que cifra pero expresamente nada p id e: todo lo remite á la bondad y mise­
su felicidad y contento en los g u sto s, em pleos, riquezas ó place­ ricordia de Jesús. ¡O h , si nosotros imitásemos este hermoso
res del mundo! ¡Qué pena, qué vergü en za y sentimiento experi­ ejemplo, cuán cierta sería nuestra curación de la lepra espiritual
mentará cuando, á pesar suyo, se le escapen de sus manos! El del pecado! Pondera, además, la benignidad y ternura de Jesús,
hombre sensato y prudente pone su corazón y funda su esperan­ el cual, compadecido de la miseria del pobre leproso, no se des­
za en el amor de Jesús y en la m aternal bondad de María. De este deñó de alargar su divina mano para tocarle, por más que los ju ­
modo jam ás queda confundido. S i es necesario, ellos harán mi­ díos consideraban como una impureza legal tocar á un leproso, y
lagros para ayudarle, domo lo hicieron para subvenir á la nece­ en la misma ley estaba prohibido, por el peligro de contagio;
sidad de los apurados esposos. ¿ Q ué resoluciones nos conviene mas en el Señor no había tal p elig ro , y, como L egislador, no
tom ar en vista de todo esto? ¿En qué ponemos nuestro corazón? estaba obligado á tal precepto, y prefirió en este caso la benevo­
¿Cuándo comenzaremos á confiar en la m isericordiosa y eficaz lencia, amor y caridad con el enfermo. ¡Cuánto has de am ar
protección de María? M irém osla com o una Madre tierna y bon­ la candad con tus prójimos! Sin olvidar por esto la obediencia de­
dadosa: propongamos portam os com o verdaderos hijos, y, al bida á la ley y tus superiores, puesto que el mismo Jesús mandó
1020 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del ano. Dom iniea I y después de la E p ifa n ía . 1021

al leproso, y a curado, que se presentase al sacerdote, en cum­ cordia, y corresponda á ellas haciendo siempre obras dignas
plimiento de lo que estaba en ella mandado. ¡Oh dulce Jesús! de tal reino.
Avergonzado de la inmunda lepra de mis pecados, me postro K p i lo g o y c o lo q u io s. ¡Oh si conociésemos cuánto nos
delante de V os y os adoro humildemente. Señor, si queréis, po­ daña y alea la lepra de nuestros pecados I Jamás la lepra cor­
déis limpiarme; tocadme con vuestra mano poderosa; desplegad poral ha podido perjudicar tanto á un hombre ante sus semejan­
vuestros labios y mandad á mi lepra que se retire, y al instante tes, como el pecado nos perjudica delante de Dios y de sus ánge­
quedaré limpio. ¿Nos disponemos para esto con las virtudes que les. El leproso del Evangelio conoce su m iseria, y con fe viva,
nos enseña el leproso? humildad profunda, confianza ilimitada y fervor ardiente, obtie­
P u n t o ¡8.° Considera cómo entrando Jesús en Cafarnaum, ne del divino Jesú s, no sólo que se digne tocarle con su omnipo­
un centurión le envió un recado pidiéndole la salud de un siervo tente mano. sino que le libre repentinamente de su hedionda
suyo. D irigíase el S eñ o ril casa del enfermo, y en un segundo enfermedad. ¿Por qué nosotros no nos presentamos á este celes­
recado el centurión le hizo presente su indignidad y la viva fe tial Médico con las disposiciones que este leproso? i A h ! K squ e
que tenía en la omnipotencia de /su palabra; por lo cual, Jesús no tenemos por nuestra alm a el interés que este enfermo tenía por
alabó públicamente su fe y concedióle lo que deseaba. En este su cuerpo, ni siquiera el interés que se tomaba el Centurión por
suceso debes admirar las muchas y raras virtudes de este centu­ su vil esclavo, víctim a de dolorosa enfermedad. ¿Y no tememos
rión gentil. Contempla particularmente su fe, que en cierto modo presentarnos ante el Señor con la asquerosa lepra de la culpa?
causó admiración al mismo Dios; su car idad y humanidad, por la ¿No tememos que, aunque hijos del r e in o , nos veam os entonces
cual se compadece de su siervo, como si fuera un hijo; su hu­ desechados, y hayamos de contemplar á otros menos favorecidos
mildad, confesándose indigno de recibir en su casa á Jesucristo; que nosotros que están sentados en gloriosos tronos? Reflexione­
su piedad y confianza, con la cual espera el remedio de la enfer­ mos bien sobre esto; y ahora que tenemos gracia y tiem po, orde­
medad de su criado; su devoción, celo por la gloria de Dios y nemos y arreglem os nuestra vida del modo que quisiéramos
desprendimiento de los bienes m ateriales, amando mucho á los morir. A l efecto, propongamos y pidamos por nosotros y por
judíos, con ser él gentil, y llegando hasta 4 edificarles una sina­ todos.
goga con sus propios intereses; y , finalmente, el admirable ejem­
plo que da á todos los padres de fam ilia, enseñándoles el cuidado
DOMINICA IV DESPUÉS DE LA EPIFANÍA.
que han de tener de sus criados, tanto en lo corporal como en lo
espiritual, y el modo de recurrir á Cristo en todas las necesida­ P relu d io i .* Estando Jesús «n I» nave con sus discípulo*, levantóse un» brava tempes­
des y trabajos que les asalten. ¿Imitas tú , siendo cristiano y reli­ tad mientras Él dormía. Espantados los discípulos, le despiertan: manda i los vientos que
gioso , las virtudes de este hombre gentil? S i no lo haces, oye con cesen, ysobreviene una apacible bonanza.— (Mattb., vm, 23-27.)
temblor la palabra de J e sú s, que á ti se dirige especialmente: P reludio 2 ." Represéntate este suceso como si te baRaras en é l.

«Muchos yendrán del Oriente y del O ccidente, y se sentarán P reludio 3.* Pide b gracia de tener viva fe y segura confianza en Jesús.
con Abraham , Isaac y Jacob en el reino de los cielos, y entretan­
to, los hijos del reino serán arrojados en las tinieblas exteriores». P u n t o l . ° Considera cómo, subiendo Jesús á un navio, se­
L o cu a l, aunque literalmente alude á los judíos, que por su incre­ guido de sus discípulos, echóse á dormir sobre de un cabezal
dulidad habían de ser reprobados, ocupando los gentiles el lugar en la popa, porque estaba muy cansado de los trabajos apostóli­
que debían ocupar e llo s; con tod o, en un sentido m oral, puede cos á que se había entregado aquel día. A l momento se levantó
entenderse de todos aquellos que pertenecen á la Iglesia, y sobre tan recia tempestad, que la nave se llenaba de a g u a ; de lo cual,
todo de los sacerdotes y religiosos, verdaderos hijos predilec­ asustados los discípulos, le despertaron, diciendo: «Señor, sál­
tos que ocupan un lugar muy distinguido en el reino de Jesu­ vanos, que perecem os». Permitió el divino Maestro que se alzase
cristo, que es la Iglesia; los cuales, si no hacen las obras que tan deshecha tempestad estando Él durmiendo, y a para ejercitar
s o j i propias de tales hijos, serán vergonzosamente desechados, la fe, confianza, constancia y laboriosidad de sus discípulos, y a
y en,su lugar puestos otros que reconozcan m ejor los beneficios para darles una nueva muestra de su poder, calmándola instan­
de Dios y se aprovechen más de ellos, i Oh Redentor m ío! Con­ táneamente ; ya también para enseñarnos que, enapartándose Él
fieso que por mi ingratitud, incredulidad y rebeldía he merecido del alma, según su presencia y devoción sensible, pronto se ve
ser reprobado y arrojado en las tinieblas exteriores, y sólo á combatida de duras y peligrosas tentaciones; y a , por fin, para
vuestra infinita bondad debo el que me conservéis todavía en que deduzcamos qué sucederá á la pobre alma que le arroje de
vuestro rein o; haced que conozca las finezas de vuestra miseri­ sí con el pecado, viendo lo que pasa cuando no hace más que
1022 Serie quinta.— D om inicas y fiestas del año. D om inica V después de la Epifanía. 1025

dormirse. ¡Qué tempestad! ¡Q ué turbación! ¡Qué agitación! El admiración que se apodera de las gentes que presencian el mi­
corazón del impío es como un m ar alborotado, que no puede des­ lagro, puedes v er cómo es admirable á los ojos de los hombres, y
cansar un instante. Pondera c ó m o , en medio de tan espantosa aun de los ángeles, el hombre que sabe imperar á sus pasiones, y
tempestad, Jesús duerme tran q u ilo ; en lo cual nos representa la conservarse tranquilo entre los encontrados combates que ellas
paz y sosiego del justo entre lo s vaivenes y tempestades del levantan. P or esto dijo el Espíritu Santo: «Mejor es el paciente
mundo. Si tú quieres disfrutar d e ta n apacible tranquilidad, pro­ que el fuerte, y el que domina su ánimo, que el conquistador de
cura tener siempre buena conciencia, huyendo de toda culpa, aun ciudades». ¡Oh D ios omnipotente! Mandad con imperio á mis
pasiones, y ellas os obedecerán; decidlas que callen, y callarán;
ligera; completa resignación en la s manos de Dios; perfecta
que enmudezcan, y al instante m e hallaré en grande tranquilidad;
obediencia á todos sus m andatos, y sólida confianza en su bon­
pero, si queréis que luche, dadme, Señor, constancia y fortaleza
dadosa providencia. Estas v irtu d es son el cabezal sobre el que
en el combate, para que no sea vencido.
duerme tranquila el alma del ju s to . Mira, finalmente, á los disci­
E p i l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué documentos tan excelentes y
pulos cómo en tal peligro no se descuidan ni se están con los
prácticos, qué ejemplos tan santos y provechosos, y qué mues­
brazos cruzados; antes, trabajan, rem an, luchan contra la tor­
tras y pruebas tan admirables de la' bondad y poder de Jesús
menta , porque no quieren in terrum p ir el descanso de su amado
hallamos en el Evangelio de este diía! Jesús sube á una n ave, y
M aestro; mas viendo que la torm en ta, en v e z de calmarse, arre­
se entrega á un momentáneo descanso. Dorm irse Jesús, y levan­
cia, d e s p ié rta le , manifestándole e l peligro que les amenaza. Y
tarse una recia tempestad, es una misma cosa. ¿Qué harán los
nosotros, ¿qué hacemos en las tentaciones? ¿Acudim os con fervor
discípulos en tan apurado trance? Ellos no se duermen, ni siquie­
á Jesús ? ¡Oh amoroso Maestro! S a lv ad n o s, que perecem os; todos
ra se atreven á interrumpir el sueño necesario de su divino Maes­
los días vemos sucumbir innum erables almas en este m ar borras­
tro. Trabajan, reman, hacen esfuerzos supremos para salvar su
coso del mundo, sumergiéndose h asta el profundo del abismo;
pobre n a vecilla ; y sólo cuando ven que la tempestad los v a á su­
tenednos con vuestra poderosa m a n o , y libradnos de tan espan­
m ergir en el profundo abism o, se resuelven á despertar á Cristo.
tosos y continuos peligros.
No demoremos nosotros tanto el llam ar á este divino Señor; sea
P u n to & Despertándose J e s ú s , reprendió la poca fe de sus
este nuestro prim er cuidado en la tentación; no nos fiemos de
discípulos, é imperando á los vie n to s y al mar, hizose de repente
nuestros medios y trabajos, porque sin duda pereceríam os. D es­
una completa calm a, lo cual lle n ó de estupor y admiración á
pierto y a Jesús, da una mirada á las agitadas olas y alboro­
todos los presentes, que se decían: ¿Quién es este á quien obe­
tados vientos, y con imperio les dice: «Calla, enmudece». ¡Oh
decen los vientos y el mar? C o n sid era cómo el Salvador, antes
poder de la palabra de Jesús! L a más completa calm a sucede de
de obrar el milagro y dispensar el fa v o r que le pedían, reprendió
repente á la más deshecha tempestad. ¿Cómo es que no conliamos
la poca fe de sus discípulos, que tem ían estando con ellos el Se­
más en el Señor? ¿Será necesario aún que reprenda nuestra poca
ñor de los elementos. El profeta D a v id mostraba m ayor confianza
fe como á sus discípulos? No seamos tan duros para cree r, con­
que ellos cuando decía: «Aunque anduviese entre las sombras
templando tales portentos. Hagamos eficaces propósitos, fervien­
de la muerte, no temeré lps m ales, porque T ú estás conmigo».
tes y confiadas sú p licas, rogando por nosotros y por los demás.
Reprendiólos también con a p aren te aspereza, porque esta es la
providencia de Dios, humillar a n te s de ensalzar, afligir antes de
consolar, dejar sentir la propia d eb ilid ad antes de acudir á soco­ DOMINICA V DESPUÉS DE LA EPIFANÍA
rrer con su omnipotencia. No te m a s las reprensiones del Señor,
porque ni se airará perpetuam ente, ni amenazará eternamente. • Preludio i .® Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena se­
milla: el enemigo sembró en pos de él la cizaña, y queriendo los criados arrancarla, no se lo
Observa luego cómo Jesús, dando u n a mirada al m ar embraveci­
permitió su amo.— (Matth., xm, 24-50.)
d o , le dice con imperio: »C a lla , en m u d e ce »; y á la voz de Jesús
Pxelumo 2.® Representémonos al enemigo sembrando maliciosa y ocultamente la cizaña
cesa de repente el viento, páranse la s o la s, disípanse las nubes, en medio del buen trigo.
y la calm a más completa y a p a c ib le sucede en un instante á la Preludio 3.® Pidamos la gracia de estar siempre vigilantes, y no dejamos sorprender
m ayor tempestad. ¡Oh poder infinito de Jesús! ¿Quién no confiará, del enemigo.
viendo los efectos tan portentosos que realizáis? ¡Cuánta es la
benignidad deeste amantísimo P a d r e ! Á pesar de que los Após­ P a n t o l.° El reino de los cielos es semejante á un campo,
toles le han rogado con escasa fe, n o por esto ha dejado de oir su en el que, habiendo sembrado su amo buena sem illa, el enemigo
oración. Y si tal tranquilidad c o n c e d e y a en este mundo, ¿cuál y sembró cizaña, y viéndola los criados, preguntáronle de dónde
cuán grande será la que dispensará á los justos en el otro? En la
1024 Serie quinta.— Dominicas y fiestas d el año. D om inica V ¿espites de la E pifanía. 1025

había venido; á lo que respondió: «Eí hombre enemigo la hizo.» luntad de D io s ; bueno parecía el que mostraban los criados del
Sobre esta prim era parte de la parábola has de considerar cómo, Padre de fam ilias en querer arrancar la cizaña; y con todo, no
según la explicación del Salvador, el sembrador de la buena les foé esto permitido. Dispone D iosen su infinita longanimidad
semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mondo, la buena se­ que sean tolerados los m alos, y a porque los que hoy son tales
milla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos malvados. quizá mañana serán buenos, y a para no perjudicar también á los
Mira la bondad del Señor, el cual, sin tener necesidad de los hom­ justos con la ruina de ellos. ¿Qué hubiera sido de ti si el Señor
bres, sólo por hacerles bien, vino del cielo á la tierra, dispuso hubiese querido tratarte con el rigor con que tú querrías que cas­
el campo de su iglesia en medio del mundo, y por medio de los tigase á ese pecador que menosprecia tus consejos? ¡Cuántas
Santos Sacram entos, especialmente por el Bautismo, sembró en veces podría Jesucristo decirnos lo que á los hijos del Zebedeo:
él la sem illa de los justos. ¡Qué semilla tan buena! ¡Cuán poderosa «No sabéis el espíritu que os mueve»! M as reflexiona que la ci­
es para producir otros semejantes á ellos! Este mismo Señor, en zaña puede crecer hasta la siega, y no más. L legado este tiempo,
el campo de nuestro corazón, no cesa de sembrar la buena se­ esto e s, la muerte y el juicio, será cortada irrem isiblem ente; y a
milla de los santos pensam ientos, piadosos deseos, vivos re­ no afeará más el campo del Padre de familias; y a no podrá per­
mordimientos y avisos interiores, destinados á germ inar y ápro­ judicar al buen trig o ; y a no podrá prometerse otro destino que el
ducir abundantes y regalados frutos, si nosotros por nuestra ma­ que dice el S eñ o r: «S er atada en haces y arrojada a l fuego eter­
licia no lo impedimos. Pondera cómo el enem igo, esto es, el no». A tada en haces, ¡qué ap retu ra, qué rabia sentirán los que
demonio, ó su m inistro, el escandaloso, está acechando el mo­ fueron cómplices del mismo crimen! ¡Qué desesperación tan ho­
mento oportuno para sem brarla cizaña. É l no descansa, siempre rrible, viendo que no pueden separarse por toda una eternidad
vela; y ¿tú te entregas á una ociosidad reprensible? Mientras aquellos que se aborrecen con toda su alma, y que no quisieran
estés durmiendo el sueño de la tibieza y del descuido en el cum­ verse juntos un solo instante! Y , sin embargo, estarán sujetos,
plimiento de tus deberes, él sembrará la cizaña de los malos ligados, é inseparablemente atados, y , lo que horroriza sobrema­
deseos y pésimas imaginaciones en tu corazón, y la cizaña de los nera, estarán sum ergidos en un pozo de fuego que horriblemente
hombres malos y escandalosos en medio de los que tienes á tu los atormentará sin consumirles, ni embotar sus potencias, ni
cargo y en el campo que tú debes guardar. ¡ Oh cuánto importa disminuir jam ás su ardor. ¡ A y dé los que son cizaña en el campo
estar siempre en vela y orar, para no sucumbir en la tentación! del Padre de fam ilias si abasan de su paciencia y longanimidad, y '
Mira también el celo de los criados del Padre de familias, que con no pocuran convertirse en buena semilla! ¿Lo hemos sido nos­
el m ayor dolor, sentimiento y sorpresa le preguntan cómo tiene otros alguna vez con nuestros escándalos? ¡Oh Padre amantisi-
cizaña en su campo. Propio es de las personas abrasadas en san­ mol Tocad con eficacia el corazón de los pecadores para que se
to celo el afligirse por los males y desórdenes que ven en la Igle­ conviertan; mostradles con claridad que están atesorando ira
sia, y acudir á Dios pidiéndole remedio de ellos. Si tú ves con ojos para el día de la venganza y del juicio postrero, para que, espan­
enjutos los pecados; si tu corazón no se entristece al contem­ tados del precipicio en que var. á caer, se alejen de él y vuelvan
plar la inmoralidad, irreligión yabandono de la fe que cunde tanto al camino de la santidad que habían abandonado.
en el mundo; si no sientes pena al ver á los malvados pros­ E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh astucia diabólica 1 ¡Cuánto tra­
perando y á los buenos arrinconados; á los impíos en los prime­ bajas para perder á la humanidad! En este dilatado y extenso
ros puestos y á los justos despreciados, ten por cierto que no tie­ campo ha sembrado el Padre de familias el trigo bueno, precioso
nes celo de la gloria de Dios y bien del mundo. ¡Oh divino Sem­ y fructífero de los buenos y virtu osos; mas el demonio, envidio­
brador ! Mirad que vuestra semilla, ó queda sin fructificar, ó se so de la suerte de éstos, acecha el momento de sembrar la cizaña
convierte en cizaña por los ardides del enem igo; ved que vuestro de los m alos, y a pervirtiéndolos á ellos, y a suscitando hombres
campo está convertido en un espantoso y seco e ria l, que no pro­ malvados que con sus perniciosas doctrinas y pésimos ejemplos
duce ningún fruto; mostrad vuestra omnipotencia y bondad sem­ los aparten del buen camino. E l demonio v ig ila , y los encar­
brando en él más abundante sem illa de buenos, y tan preciosa y gados de custodiar el campo duermen. A quél trabaja por con­
fructífera, que dé el ciento y mil por uno. vertir en cizaña el buen tr ig o , y nosotros ni nos afanamos por
P u n t o 8.° Consideracómo,deseando los criados arrancarla convertir en buen trigo la cizaña, ni siquiera por conservar la
cizaña, impidiólo su amo, diciendo: Dejad que crezca hasta la sie­ bondad de a q u él! Sólo sabemos lamentarnos de la abundancia
g a , y llegada ésta, diré á los segadores: Coged la cizaña y atadla de cizaña que observam os, y desear con espíritu vengativo tal
en gavillas para el fuego, y al trigo ponedlo en mi granero. vez que Dios la arranque al momento, sin misericordia ni com­
Pondera cómo no todo lo que parece celo es conforme con la vo­ pasión. ¡Cuánto distamos de los sentimientos amorosos de núes-
65
1026 Serie qu in ta.— Dom inicas y fiestas d ela ñ o .
Dom inica Y ¡después de la E pifanía. 10 27
tro amante Padre! Él es longánimo, paciente y amigo de espe­
como la levadura de tal manera hace fermentar la masa que, de
ra r al pecador; pero con el duro y obstinado es severo, fiel
insípida que antes era, viene á ser, después de cocida, un pan
en cumplir sus am enazas, y en no v o lver atrás desde el instante
sabroso y suave al paladar, del propio modo la recta intención
que ha caído en las m anos de su justicia. Nosotros vamos por
hace que las obras por sí indiferentes, como el com er, beber, des­
camino opuesto. F áciles en querer castigar, inconstantes en apli­ cansar y otras sem ejantes, vengan á hacerse buenas y gratas al
car el castigo que exige la justici|u ¿No es este nuestro proce­ Señor. Este es el ojo limpio y puro que da brillo á todo el cuerpo,
der? ¿En qué cosas debemos corregirnos y enmendarnos? Pen­
como dice Jesús. E l c u a l, no sólo quiere que conservem os con
sémoslo seriam ente, y haciendo eficaces propósitos, suplique­ nosotros esta preciosa leva d u ra , sino q u e, adem ás, nos manda
mos al Señor nos ayude á cum plirlos, y nos auxilie en todas las
que nos preservem os de la levadura de los fariseos, que es la
necesidades. hipocresía. Entra dentro de ti mismo, y escudriña con cuidado
qué clase de intención te m ueve en las obras que ejecutas.¿Pre­
DOMINICA VI DESPUÉS DE LA EPIFANÍA. tendes con ellas agradar vanamente á los hombres ? ¿B ascas ex­
clusivamente la gloria de D ios? ¡ Oh Dios sapientísimo! S é que
P reludio i .« Compara Jesús el reino de los cielos al grano de mostaza, que, sembrado,
V os sois el escudriñador de los corazones, y si los hombres sólo
nace, crece y se hace grande árbol, y á la levadura, que hace fermentar toda la masa y la co­
pueden v er lo exterior, V o s penetráis hasta lo más íntimo del
munica sabor.— (Matth., xiii, 31-55.)
P reludio 2.0 Represéntate á ti mismo con los discípulos, oyendo las palabras de Cristo.
alm a; haced que mis obras sean tales, que puedan presentarse
P reludio ).« Pide la gracia de hacer caso de las cosas, pequeñas. ante viiestro divino tribunal sin peligro de ser rechazadas; dad­
me intención recta y ojo lim pio, de modo q u e , sin ofender á los
hom bres, os agrade siempre á Vos.
P u n t o l. ° Considera cóm o, tanto en el orden material como
E p i l o g o y c o lo q u io * . ¡Con qué sen cillez, claridad y vi­
en el orden m oral, de principios insignificantes suelen originar­
veza nos advierte Jesús que miremos con interés las cosas pe­
se gravísim as consecuencias. D e un grano de mostaza se hace
queñas! ¿Qué cosa más diminuta que un granito de mostaza?
un árbol, como dice el S a lv a d o r; asi, de gotas de agua se for­
Puede decirse que es la menor de las semillas que suelen sem­
man los grandes ríos; de una insignificante gotera viene la rui­
brarse. Con todo, puesto bajo la tie r r a , fecundado' con la hume­
na de un edificio; de granitos de arena se levantan grandes mon­
dad y el c a lo r , nace, crece y se hace un árbol. ¿Q ué cosa más
tes. Todo esto sucede m ás palpablemente, si cabe, en el .orden
despreciable que un pedacito de levadura? Sin em bargo, escon­
moral. ¿ Qué cosa más insignificante que un instante de tiempo?
dida dentro de una notable cantidad de m asa, la hace fermentar,
Sin em bargo, en él puedes m erecer, si lo aprovechas, un eterno
la comunica sus cualidades, y la dispone para que, pasando por
peso de gloria, y si lo m alg a sta s, tormentos interminables. Una
el fuego, se convierta en sabroso y nutritivo pan. Esto hacen
resistencia á la divina inspiración, una ligera desobediencia, un
en nosotros las cosas pequeñas. Una falta lig e r a , una murmu­
pensamiento momentáneo, pueden dar origen á males inmensos
ración sencilla, una resistencia momentánea á la g ra c ia , pue­
y á una eterna ruina. ¡C o n cuánta razón nos advierte el Espíritu
den dar origen á u n poderoso y corpulento árbol, que sirva un
Santo que el que desprecia las cosas pequeñas, poco á poco cae­
día para cebo del fuego eterno de! infierno. P o r el contrario, la
rá! Son ellas como el grano de mostaza del Evangelio. ¿Qué
correspondencia á una santa inspiración, una obra virtuosa, una
juicio formamos de las mismas? ¿Cómo miras tú las faltas lige­
intención pura, pueden producir bienes inmensos. L as gracias di­
ras ? ¿Las cometes acaso sin repugnancia? Tem e la sentencia de
vinas están de tal modo encadenadas, que la una atrae otras m u­
san A g u s tín , que dice: « S i has echado de ti la mole del pecado
chas; y, al revés, cada resistencia es un nuevo paso con que nos
mortal, mira no seas oprim ido por la arena de las culpas venia­
alejamos del Señor. ¿Qué hacem os, pues, en vista de e sto ? ; No
les». ¡ Oh amantísimo J e s ú s ! Sea mi alm a, como vuestra fiel Es­
haremos caso de cosas pequeñas? ¿No tendremos horror á las fal­
posa, toda hermosa, sin m ancha; ni arruga, ni imperfección al­
tas , aunque ligeras? Meditemos atentamente lo que más nos in­
guna; purificadla de las culpas pequeñas, y haced que mire con
teresa; propongamos con firm eza,y pidamos con grande fervor
interés todo lo que os agrada para hacerlo, y todo lo que os dis­
por nosotros y por todo el mundo.
gusta para omitirlo.
P a n to 2 .° Considera cómo en la levadura de que nos habla
el Salvador, puede entenderse en sentido moral la intención pura
y recta que debe acom pañar todas nuestras o b ra s , para que
sean agradables á D ios y m eritorias de vida eterna. Porque así
1028 Serie q u in ta .— Dom inicas y fiestas del año. Dom inica de Septuagésim a. 1029

£ .° Considera cómo, llegada la n och e, mandó el


DOMINICA DE SEPTUAGÉSIMA.
Padre de fam ilias á su mayordomo que pagase á los obreros,
P rILUDIO i .» Semejante es el reino de los cielos á un Padre de familias, que en distintas
dando á cada uno un denario, tanto á los que habían trabajado
horas llama obreros para su viña, y al terminar el día da á todos el mismo salario-—(Matth-, todo el día, como á los que sólo habían estado una hora; y mur­
xx, I>6.) murando los prim eros, fueron reprendidos por el' Padre de fa­
P rbludio 2.° Representémonos á este Padre de familias llamando á los obreras y . milias , diciendo que los últimos serían los prim eros, y éstos ven­
pagándoles lo ajustado. drían á ser los últim os, porque muchos son los llam ados, pocos
Prbludio 3.° Pidamos la gracia de ser fervorosos en el divino servicio. los escogidos. Pondera aquí cómo el fin de la vida es el tiempo
en que cada uno recib e la p aga que ha m erecido según sus
P u n to l. ° El reino de los cielos es semejante á lo que pasa á obras; cu ya p aga no depende tanto del tiempo que ha durado el
un Padre de familias, que sale á diversas horas de) día á llam ar trabajo, cuanto del fervor y de la diligencia con que se ha traba­
obreros para su viña, ajustando á los primeros por un denario, y á jado ; de lo mucho que uno mismo se ha vencido; de la pureza
los demás prometiéndoles dar lo que sea justo. Sale también á úl­ de intención que ha tenido; y , sobre todo, de la caridad con que
tima hora, y habiendo reprendido á algunos que estaban ociosos, ha trabajado. M ira la m iseria del hombre tibio, representado en
mandólos, como los otros, á su viña. Considera acerca de esta los obreros que estuvieron todo el dia en la viña. E s mercenario,
primera parte de la parábola que el Padre de familias representa trabajando sólo por el lucro y propio interés;es envidioso, sintien­
á D ios, el cual, aunque es un Señor soberano y R ey omnipo­ do los favores que á otros se hacen como si fueran m ales que él
tente, nos ama como un padre, y gusta llam arse con este cariñoso recibe; fatígase mucho y aprovecha poco, llevando con disgusto
nombre y que todos nos tengamos por hermanos. E l día signi­ el peso del día y del calor; por fin, presume mucho de sus obras,
fica el tiempo de la vida de cada uno, compuesto de varias ho­ y no quiere v e r que están llenas de imperfecciones y son des­
ras ó edades distintas, como son la niñez, adolescencia, virilidad agradable^ á Dios. P o r e l contrario, lo s fervorosos, á imitación
y vejez. L a viña es la propia alma de cada hombre, la cual, para d é lo s otros obreros, sin tanto trabajo y cansancio reciben el
dar fruto, tiene necesidad, como la cepa, de estar arrimada al mismo ó m ayor premio. ¡Oh si tú fueras ferviente en el divino
palo de la C ruz, de ser regada con el agua de la gracia, ayu­
servicio! ¡Q ué caudal de m éritos atesorarías! O ye con tem or la
dada con el calor del Espíritu divino y cultivada con cuidado, sentencia del Señor, que dice: <Muchos son los llam ad os, pocos
ya preservándola de los animales dañinos, ya podándola y lim­
los escogidos»; esto es, muchos son los pecadores, pocos los
piándola con cuidado, ya arrancando de su alrededor las m alas
justos; muchos los tibios, pocos los fervorosos; m uchos los mer­
hierbas. El denario de plata por el que se contratan los obre­
cenarios , pocos los que trabajan por amor. ¿ Á cu áles perteneces
ro s, recuerda la gloria del cielo, la cual es preciosa, como lo
tú? ¡Oh Jesús! S ea yo de vuestros escogidos, de modo que, sir­
indica la p la ta ; es eterna, como lo significa la redondez del dena­
viéndoos con fervor y caridad, m erezca ser de los elegidos para
rio, y consiste en la vista de D ios, el cual se deja ver de sus
la gloria!
escogidos en el cielo, al modo que en el denario se ve la imagen
E p i l o g o y c o lo q u io s . ¡ Tam bién á nosotros se ha dignado
del rey. Los obreros son todos y cada uno de los mortales venidos
llamar el Padre de familias para el cultivo de la viñ a de nuestra
á este mundo, no para descansar, sino para trabajar; no para
a lm a ! Quizá en la niñez, tal vez en la adolescencia, virilidad ó
ocuparse en mundanos recreos y en trabajos inútiles, sino para
ancianidad, ó más bien en todo tiempo. ¡Ah! ¡Cuántas veces ha
trabajar en el bien de su alma y alcanzar su eterna salvación.
resonado en nuestro corazón la voz de este amoroso Padre! De
Pondera ahora la benignidad y misericordia de D ios, que, sin
ninguno de los obreros del E vangelio se lee que resistiese al ser
tener necesidad de nadie, llama tantas veces á los hombres, ya llamado ; pero nosotros hemos resistido innumerables veces. Aun
por si, y a por otros; y aunque muchos le desprecien, É l no deja de ahora continúa llamándonos D ios, y exhortándonos á que cul­
llamar en todas las épocas y circunstancias de la vida. ¿ Hemos tivemos la humildad, paciencia, abnegación ú otras virtudes.
oído nosotros su divina inspiración? ¿Hemos hecho el sordo á su
¿Cómo respondemos al divino llamamiento? E l momento de la
llamamiento, prefiriendo el continuar en la más reprensible ocio­
paga se v a acercando. E l fin de la vida de cada uno será el ins­
sidad? ¡Oh Padre mío amantísimo! ¿Qué necesidad teníais de
tante venturoso para los que hayan sido dóciles al divino lla ­
este miserable gusanillo, que habéis estado llamándome tan re­
mamiento y fervientes en el servicio de D ios; entonces recibirán
petidas veces? ¿Cómo no os detenía mi intolerable ingratitud en
un precioso denario, y serán introducidos en el gozo del Señor;
desoír vuestras voces? Perdonadme, Padre m ío, y haced que
empero para los rebeldes á la divina voz y los holgazanes en el
jamás me atreva á resistir á vuestro llamamiento.
cultivo de su viñ a, no será venturoso, sino triste, aflictivo, des-
tojo Serie q u in ta .— Dom inicas y fiestas del año. Dominica de Sexagésim a. 1031
consolador y am a rgo en extremo. ¿Qué suerte pretendemos? pira; ó, si comienzan á obrar según la divina inspiración^ los
¿Cómo correspondem os al llamamiento divino? ¿Som os fervo­ negocios exteriores ahogan su espíritu y los apartan del buen
rosos en trabajar p o r nuestra salvación?¿Q ué haríamos si supié­ propósito. L o s primeros no tienen ninguna disposición p a ra es­
semos que muy p resto ha de lleg ar el tiempo de la paga ? Puesto cuchar la divina palabra; los segundos están algo dispuestos,
que puede su ced em o s, preparémonos con eficaces propósitos, pero algunos obstáculos interiores impiden que p rosp ere; los
fervientes súplicas, rogando por nosotros y por todas las obliga­ terceros tienen también alguna disposición, pero viciad a por al­
ciones y necesidades. gunos estorbos exteriores. ¿ Nos hallamos comprendidos en al­
guna de estas clases? ¡Oh divino Sembrador! Confieso que mi
DOMINICA DE SEXAGÉSIMA. pobre corazón es tierra árida, seca y sin a g u a , y que de s í , sólo
puede dar espinas y abrojos. Si queréis que dé algún fru to, V o s
P reludio i .» Salió el sembrador á sembrar su semilla, de la cual, parte cayó en el ca­ habéis de lim piarle con vuestra g ra c ia , trabajarle con m ortifi­
mino, parte entre piedras, parte entre espinas, y no dió fruto: pero otra parte cayó en tierra caciones , regarle con vuestra sangre, sembrarle con vu estra
buena, y produjo fruto abundante.— (Luc , vm, 4-15.)
inspiración; y aun después habéis de v ig ila rle , y con vu estro
P reludio 2 .» R e p re s e n té m o n o s á J e s ú s p rop o n ien d o y e x p lica n d o e s t a p a rá b o la .
poder impedir que él no estorbe por su malicia el desarrollo de
Preludio 3 . “ P id a m o s l a g r a c ia d e s a c a r m u c h o fr u t o d e la d iv in a p ala b ra .
la divina semilla que vuestra caridad le ha concedido.
P u n t o 2 .° Considera cómo la cuarta parte de la sem illa
P u n to l . ° S a lió el sembrador á sem brar su semilla. Este di­ cayó en tierra buena, y, saliendo, produjo el fruto centuplicado.
vino Sem brador es e l Verbo encarnado, qué, deseoso de recoger Tierra buena son aquellas almas bien dispuestas p a ra recib ir la
abundante cosecha de almas esco gid a s, descendió del cielo al divina sem illa y hacer que fructifique. T a les son aquellas que,
campo de este m undo, con el fin de sem brar en él y en los cora­ verdaderamente deseosas de su aprovecham iento, apartan de
zones de los h o m b re s, que son como porciones de este campo, sí todos los obstáculos que podrían impedir el fruto de la s m is­
la preciosa sem illa de su divina p a la b ra , no sólo la exterior, por mas; aquellas que. como campo bien preparado, están rodeadas
medio de su doctrina y ejemplos, sino también la interior, por de la cerca de la modestia y recogimiento que impide la entrada
medio de sus inspiraciones, ilustrando nuestra mente y movien­ d é lo s ladrones infernales; limpias de las espinas de lo s cuida­
do nuestra voluntad. Esta caritativa obra hizo por sí y p o rsu s
dos y aficiones terrenas, y de las piedras de las ocasiones peli­
enviados, y a por lo s á n g e le s, y a por los A póstoles y demás grosas; abonadas con el recuerdo de su propia v ileza , pequenez
ministros de la I g le s ia , valiéndose para ello de la predicación,
y m iseria; cultivadas con el arado de la m ortificación; regadas
buenas lecturas, santos ejemplos, piadosas imágenes y otros
oportunamente con el abundante riego de la divina g ra c ia y con
objetos y acontecimientos, que son como ocasiones que despier­
las lágrim as derramadas por el dolor de sus culpas; en fin, dis­
tan en nuestra alm a santos afectos y deseos. Considera cómo lo
puestas de tal modo, que se arrojan en las manos de D ios para
que movió á este divino Sem brador á emprender este trabajo
que haga de ellas lo que quiera, diciéndole con D a v id : «Prepara­
fué sólo el amor á s u Padre y el deseo de nuestro bien. Aunque
do está mi-corazón, Señor; preparado está». E stas alm as afor­
toda su semilla fructificase abundantemente, ni había de aumen­
tunadas son las que reciben con agradecimiento la divina sem illa,
tarse su gloria e s e n c ia l, ni se habían de acrecentar sus riquezas,
cualquiera que sea él medio de que se sirv a D ios p ara sem brarla
ni había de ser m ás feliz. Pues ¡oh ingratitud y torpeza del hom­ en ella s;la retienen con cuidado, fomentándola con e l calor de la
bre, que no quiere h acer fructificar en sí la divina semilla de la •
meditación, volviendo repetidas veces la consideración á ella , y
palabra de D io s! P o rq u e, como dijo el Salvador, de cuatro
evitando todo aquello que podría quitársela; y , finalmente, con
partes de la sem illa sem brada, las tres se perdieron miserable­ grande paciencia la hacen fructificar, obteniendo com o precioso
mente : la una p o r caer junto al camino, y ser hollada por los fruto méritos abundantes, virtudes señaladas, obras santas y eter­
pasajeros y com ida de las aves del cielo; la otra por haber caído no galardón en el cielo; todo esto en m ayor ó menor g ra d o , se­
entre piedras, y no haber podido arraigarse; y la otra por haber gún sea la disposición con que la hayan recibido, porque está
caído entre esp in as, las cu a les, saliendo y creciendo más que escrito: «Cada cual recibirá la recompensa según h aya sido su
ella, la sofocaron. E stas tres suertes de tierra ingrata y desapro­ trabajo». ¡Oh Salvador del mundo! V os sois el escogido grano de
vechada representan otras tantas clases de hom bres, para los trigo mortificado por la incredulidad de los judíos, y multiplicado
cuales la divina palab ra, lejos de aprovechar, será tal vez ocasión maravillosamente con la fe de las naciones; por este adm irable
de m ayor castig o ; porque, ó no la quieren escuchar, pudiendo; ó, crecimiento y multiplicación os ruego que fructifique y se multi­
si la escuchan, son inconstantes en hacer lo que Dios les ins­ plique en mi vuestra divina sem illa de tal modo, que m erezca
1032 Serie qu in ta .— Dominicas y fiestas del año. Dom inicn de Quincuagésim a. 1033
en la muerte ser colocado en los graneros del cielo. ¿Con qué ' ñas, aspirando constantemente á m ayor santidad, á más alto gra­
disposiciones recibimos la palabra divina? ¿ Qué fruto produce do de perfección, y acercándose más cada día al cielo por la
en nosotros?. unión con Dios. E l fervoroso discípulo de Jesús siempre traza y
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Cuán inefables son la bondad, ge­ ordena subidas, creciendo de virtud en virtud, hasta llegar á la
nerosidad y largueza de Dios! Este amantísimo P ad re, movido celestial Jerusalén. Pondera, sin em bargo, que para subir á esta
únicamente por el deseo de hacernos bien, se digna sembrar en deliciosa ciudad, en donde ha de bailar el gozo y el triunfo, es
nuestro corazón la semilla de la divina p alabra, y a por sí mismo, indispensable que el hombre pase antes por la Jerusalén terrena,
y a por medio de sus ministros. Sem illa divina es aquel deseo de en la cual se halla el templo y el Calvario, símbolos de la oración
m ayor recogimiento, de más penitencia y silencio que sentimos y penitencia, puesto que éstas sontas dos alas con que se sube á
en nuestra alma; aquel dolor de los pecados com etidos, desgana la gloria. ¿Te ejercitas en estas dos importantes virtudes? Escu­
de las cosas del mundo, anhelo por la eterna felicidad que ocupa cha á Jesús cómo describe con grande particularidad á sus A p ós­
nuestro espíritu. ¡Con qué generosidad siembra este amante Sem­ toles los tormentos de su P asión : «El Hijo del hom bre, dice,
brador ! Muchos corazones son duros, que no quieren siquiera será entregado á los gentiles, y m ofado, y azotado, y escupido;
recibir su sem illa; mas no importa; É l prosigue sembrando. después le matarán, y al tercer día resucitará». ¡Cuán presentes
Otros son tem porales; un momento la reciben, pero luego la des­ tenía en su mente los trabajos que por nosotros había de pasar!
echan; á pesar de esto, no deja de sembrar sus inspiraciones. ¡Con qué gusto hablaba de ellos! ¡Cóm o los revolvía á menudo
Otros, aunque por de pronto hacen que fructifique, luego, embar­ dentro de su corazón! Todo esto nos descubre el inmenso amor de
gados por los cuidados terrenos, impiden su desarrollo; con todo, Cristo á los hombres; la enorme ingratitud de éstos, que apenas
Jesús no cesa en su caritativa y benéfica obra de sembrar esta se acuerdan de lo que su P adre h a sufrido por ellos; el horror
preciosa sem illa, y se consuela con que algunos saquen el prove­ que constantemente hemos de tener a l pecado que tal estrago
cho y fruto que É l pretende. Éstos le compensan satisfactoria­ causó, y la confianza de q u e , si imitamos á Jesús en las penalida­
mente la pérdida que los otros por su culpa le ocasionan. Tam­ des , éstas se convertirán algún día en bienaventuranza y gloria.
bién ha caído repetidas veces en nuestra alma la semilla santa ¡Oh si entendiésemos bien esta doctrina! ¡Si nos persuadiése­
del Señor. ¿Cómo la hemos recibido? ¿ Hemos puesto estorbos*á mos que nuestra felicidad, virtud y dicha está en la cruz! ¿Nos
su desarrollo ? ¿ Hemos procurado que diese el fruto que deseaba sucede lo que á los A p ó sto le s, que por su imperfección no enten
el Señor? Todavía tenemos tiempo y ocasión; empecemos siquie­ dieron las palabras de su divino M aestro? ¡Oh Maestro sapientí­
ra hoy á m ostrar algo más agradecimiento á la generosidad de simo I Concededme vuestro divino espíritu para que ame lo que
Jesús; hagamos que el campo de nuestra alma dé fruto de ciento; Vos amáis, suspire por lo que V os suspiráis, y com préndalas
ordenemos á este fin nuestros propósitos y sú p lica s, sin olvidar palabras que Vos decís, aceptándolas con amor, rumiándolas
las demás necesidades. con reflexión, y conformando perfectamente á ellas mi vida.
l ’ n n to S.° A cercándose el Señor á Jericó, había junto al
DOMINICA DE QUINCUAGÉSIMA. camino un ciego que pedía limosna, el cual, enterado de que pa­
saba Jesús, comenzó á clam ar: «Jesús, hijo de D avid, ten mise­
ricordia de mí *. Y aunque las turbas le mandaban que callase, y
P reludio I.» Subiendo Jesús á Jerusalón, «nuncid á sus discípulos los trabajos que alii
había de padecer, y al pasar junto ajericé, did vista á un ciego que con fervor se la pidió. le reprendían porque gritaba, él, con más instancia, y esforzan­
— (Luc., xviii, 31-48.) do más la v o z , repetía lo mismo, hasta que alcanzó lo que pre­
P reludio 2.° Representémonos á Jesús manifestando i sus Apóstoles su futura Pasión tendía. En este pobre ciego hemos de considerar la miseria y
y resurrección , y dando vista al ciego que se la pide. desgracia del hom bre, ciego para las cosas espirituales y para
P reludio 3.° Pidamos la gracia de entender las palabras de Jesús, y sacar de ellas el lo que atañe á su eterna salvación; porque así como la ceguera
fruto que su Majestad pretende. corporal afea el rostro, impide el trabajo, pone en continuos peli­
gros y priva del gozo y alegría, asi la ceguera espiritual envile­
P a n to l. ° Llam ó Jesús á sus A póstoles, y les dijo: «Mirad ce y afea el alma, no la deja trabajar en el negocio más impor­
que subimos á Jerusalén, en donde tendrán cumplimiento todas tante, expónela á continuos peligros, tropiezos y á la misma
las cosas que han dicho los profetas acerca del Hijo del hombre». muerte eterna, y, finalmente, le quita el verdadero gozo, porque
Considera cómo la obligación de todo cristiano, mientras vive en no hay paz para los'im píos, dice el Señor. Pero observa las v ir ­
este mundo, es dirigirse á la Jerusalén celestial, no bajando,sino tudes que disponen á este ciego para recibir la vista del cuerpo,
subiendo, esto es, haciéndose violencia, hollando las cosas terre- y con ellas te dispondrás tú también para alcanzar de Dios la del
1034 S e r ié q u in ta .— Dominicas y fiestas del año. Dom inica I de Cuaresm a. 1035

alma. É l tiene fe viva y ardiente, creyendo que Jesús es el Hijo


de D avid , d e l M esías, que con tal nombre era apellidado entre DOMINICA I DE CUARESMA.
los ju d ío s; deseo intensísimo de recobrar la v is t a , el cual le
m ueve á pedir á las gentes que le digan quién pasa, y á levantar Preludio ■ . o Jesucristo en el desierto faé tentado de varios modos por el demonio; pero
la v o z con fervientes súplicas, sabiendo que pasa el Señor, po­ resistid con fortaleza al enemigo, y vinieron los ángeles á servirle.— (Matth , iv , i - i i .)
derosísim o para sanarle; oración fervorosa, como lo indican los Preludio 2.» Represéntale á Jesúsen el desierto, resistiéndolas tentaciones del demonio.
clam ores que salen de su pecho; resignada, porque no pide otra P reludio ).• Pide la gracia de imitar á Jesucristo, resistiendo al enemigo.
cosa sino misericordia; y perseverante, persistiendo en ella hasta
alcanzar el ser oído, sin hacer caso de los que le dicen que calle. P u n t o l.° Considera cómo estando Jesús en el desierto,
¡Oh, si todos los que están ciegos para las cosas espirituales imi­ entregado á la oración y penitencia, envidioso el demonio de
tasen las virtudes de este ciego! ¡Si cuando menos las imitases tanta virtud, se le acercó y comenzó á tentar, induciéndole á que
tú, que conoces la desgracia y m iseria que es la ceguera espiri­ convirtiese las piedras en pan para remediar su necesidad; mas
tual! Entonces obtendrías, sin duda, la luz del Señor, como la viéndose rechazado, tentóle de vanagloria, y por fin, de ambi­
alcanzó el ciego, y oirías de sus labios aquellas palabras: «Tu ción de poderío y riquezas. A cerca de esto debes ponderar la.
fe te ha salvado». ¡ Oh Jesús m ío ! Permitidme que con toda hu­ malicia, atrevimiento y astucia del demonio, el cual no puede to­
mildad os diga como el c ie g o : «Jesús, Hijo de D avid, tened mi­ lerar que un alma comience á servir á Dios con fervor, sino que
sericordia de m í ». Mirad que estoy c ie g o . y no conozco á Dios, al instante se esfuerza en hacerla desistir de su buen propósito y
n iá las cria tu ra s, ni á mí mismo. Señor, haced que vea; porque apartarla del buen camino que ha principiado. L o cual procede
si no v e o , no puedo entenderos, ni glorificaros como debo. del odio encarnizado que tiene, contra Dios y contra su divino cul­
E p i l o g o y c o lo q u io *. Todos los hombres del mundo se di­ to , y de la cruel envidia que tiene al hombre, cuya gloria y feli­
rigen en cierto modo i Jerusalén; porque todos buscan la paz y cidad le recuerdansu pasada grandeza, y quisiera estorbarla con
la felicidad. Mas ¡cuán pocos son los que logran penetrar en esta todas sus fuerzas. Pondera cómo es tal el atrevimiento de este
felicísim a ciudad I P ara llegar á ta n dichoso término, es preciso capital enemigo, que á nadie perdona, atreviéndose á tentar al
subir, hollando las cosas terrenas y haciéndose el hombre supe­ mismo D io s; y a s i , no presumas tú de ti mismo, ni confíes en las
rior á sí mismo, y los hombres van de continuo bajando hasta victorias pasadas, ni te duermas un solo instante, porque quizá
ponerse bajo elnivel de los mismos-irracionales; es indispensable aquel será el momento en que te em bista, y bailándote descuida­
la oración continua y la mortificación incesante, y estos medios do, te precipitará en el abismo del pecado. Reflexiona en particu­
se abandonan; es imprescindible seguir á Cristo y penetrarse lar la astucia de este malvado enem igo, para estar apercibido á
de sus sentimientos y afectos, amando lo que Él ama, aborre­ sus ataques. Unas veces tienta con pretexto de necesidad, com oá
ciendo lo.que Él odia, y por desgracia se sigue un camino opues­ Jesucristo al verle ham briento; otras, aparentando deseos de la
to ; y aun los que se precian de discípulos sujm s, á semejanza de gloria de D ios, como cuando le indujo á que se arrojase del pi­
los A p óstoles, no entienden el lenguaje de la cruz. ¡A h ! ¡Cuán­ náculo del tem plo, para que creyesen en E l; o tr a s , con descu­
tos son los ciegos que andan por los caminos de este mundo! bierta m alicia, como al decirle que le adorase. Sus tentaciones,
T a l v e z también nosotros pertenecemos á tan deplorable clase. y a son de gula, y a de soberbia, y a de ambición ú otros vicios.
S i así fuera, imitemos al ciego de Jericó. Procuremos llegarnos á Él sabe tomar todas las apariencias y aspectos; ora con aire com­
Jesús con fe viva, confianza cierta, resignación absoluta en su pasivo aparenta tener lástima de nuestros m ales y privaciones,
divina voluntad, oración humilde, ferviente y perseverante, y no para movernos á faltar á la conformidad, ora se presenta como
dudemos que recibiremos la vista espiritual de que tanta necesi­ muy celoso de aquello á que nos ve inclinados, ora finge-grande
dad tenemos. Formemos con este fin aquellas resoluciones v pro­ generosidad y largueza en remunerar los servicios que se le
pósitos que nos sean convenientes ; y con fervientes coloquios prestan. ¿Cómo nos tienta á nosotros el demonio? ¿De qué me­
y hum ildes súplicas, pidamos gracia para cum plirlos, y rogue- dios se vale para hacernos sucumbir? ¡Oh D ios omnipotente! L e­
mos por todas las necesidades, en particular por los ciegos pe­ vantaos , dando muestras de vuestro poder, y queden disipados
cadores que se precipitan en el infierno. en vuestra presencia todos vuestros enemigos; tenedme de vues­
tra mano, para que permanezca firme é intrépido en vuestro ser­
vicio; no sea que en mi humillación se burlen de mí estos adver­
sarios que andan alrededor, y digan: Prevalecido hemos con­
tra él.
Dom inica II de Cuaresm a. 1 0 )7
io )6 Serte qu in ta.— D om inion y fiestas del año.
presenta con aire compasivo, otras afecta indignación; ora se
P a n t o Z .° Considera cómo en este mismo Evangelio te en­
viste con piel de oveja para halagar, ora con apariencias de león
seña Jesucristo el modo de prepararte á recibir sin p eligrólos
ataques del demonio, y resistir á todos ellos con valor; de suerte para atem orizar; y a examina y escudriña nuestras inclinaciones
que sea él vencido y humillado. Jesús está en el desierto, adonde para fomentarlas'}' satisfacerlas hasta ofender á Dios, y a estudia
ha ido movido del divino E sp íritu , y allí se ocupa en la oración nuestras necesidades para inducirnos á remediarías, aun á costa
más ferviente y en la mortificación más rigurosa. ¡ Qué disposi-. de nuestras almas. ¡A y de nosotros, si no vivim os prevenidos!
dones tan eficaces para estar el hombre preparado y fortalecido Jesús nos enseña prácticam ente que si nos entregamos á la peni­
contra todos los asaltos del eiiem igo! A un los más rebeldes y tencia y oración, estarem os preparados para sostener los ata­
pertinaces demonios se ven cen , según el Salvad or, con la ora­ ques diabólicos; y si contrariamos los impulsos de este cruel ene­
ción y el ayuno. Pondera luego cómo te has de portar en tus lu­ m igo, triunfaremos y vendrán los ángeles del cielo á celebrar
chas con el demonio, deduciéndolo del ejemplo que te da el divi­ nuestra victoria. Miremos, en vista de todo esto, cómo nos hemos
no Maestro. Si te tienta de g u la , ó te induce á rem ediar alguna portado hasta ahora, y cómo nos hemos de portar en adelante en
necesidad ó preservarte de algún m a l, usando para ello de me­ las tentaciones. Formem os propósitos de guiarnos por los ejem­
dios ilícitos, has de presentarle como Jesús el escudo de la con­ plos de J e sú s; pidamos gracia para saber obrar a sí, y roguem os
fianza en D io s , y decirle: «No viv e el hombre de solo p a n , sino por las necesidades de todo el mundo.
de toda palabra que sale de la boca de Dios». Cuando pretende
hacerte caer en pecado prometiéndote seguridad del perdón, y DOMINICA II DE CUARESMA.
que presto te levan tarás, y que de la culpa reportarás algún pro­
vecho ó gusto para t i , para tus prójimos ó para D ios, respóndele Preludio i .» Transfiguró» Jísús delante de tres de sos Apésteles, los cuales, arreba­
con el S e ñ o r :«No tentarás al Señor tu D io s ». P ecar con la espe­ tados al contemplar tal majestad, quisieron quedarse para siempre en el meate, para con­
ranza de ser pronto perdonado, es pedir á Dios un m ilagro inne­ templar la gloria de su Maestre. — (Matlb., xvn, 1-9.)
cesario , es tentar á su divina Majestad. Finalmente: si quiere ar­ P reludio 2.» Representémonos á Jesucristo transfigurado, á Moisés y Elias á sus dos
lados, y i los Apóstoles contemplándolos con admiración.
rastrarte á algún pecado que vulnere directamente el honor de
Preludio ).* Pidamos b grada de transfiguramos espiritualmente.
Dios, como la blasfemia, infidelidad y todas las que se oponen á
lasvirtudes teologales ó hieren alguno de los divinos atributos,
aunque en cambio te ofrezca todo el mundo, debes responderle P a n t o l . ° Tom ó Jesús á tres de sus Apóstoles, Pedro, San­
con santo celo y viva indignación: « A tu Señor adorarás, y á Él tiago y Juan; llevólos á un alto monte, y transfiguróse delante de
solo servirás». M ira, por fin, cómo por resultado de la victoria y ellos. Considera acerca de esto las varias veces que se transfiguró
premio del triunfo, los ángeles se acercan á Cristo y le sirven Jesús por nuestro amor. En la Encarnación se transfiguró, v is­
amorosamente; no pienses que el Señor reserve toda su recom­ tiéndose de la naturaleza humana; en la Pasión, apareciendo
pensa para el otro mundo ; y a en este experimentarás algún pre­ como un gusano y leproso, sin hermosura ni belleza; en la Resu­
mio, si eres fiel en la lucha. ¡Oh Padre mío celestial! ¿Quiénno rrección, cubriéndose de inmortalidad; en la Eucaristía se trans­
se esforzará en pelear con va lo r, si considera que V os estáis con­ figura diariamente apareciendo bajo las especies de pan y vino,
templando el resultado de la batalla, para coronar al momento al y en el Tabor lo verificó ostentando la gloria que tenía escondida
que venciere, enviando para esto vuestros ángeles ? No permitáis y represada en su alma. D e este modo, con estas repetidas trans,,
sea yo tan insensato que me deje vencer del enemigo; haced que, figuraciones, te muestra Jesús su amor y caridad, deseando que
imitando á vuestro divino H ijo , salga siempre victorioso y me­ tú seas fácil en transfigurarte, esto es, en negar tus propias afec­
rezca eterna corona. ciones, haciéndote alegre con los alegres, triste con los tristes,
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh! ¡Cuán grande es la m alicia, el todo para todos, á fin de ganarlos á todos. Pondera luego los
atrevimiento y astucia del demonio ! Es tal el odio que tiene con­ admirables misterios que están como escondidos en Jesucristo
tra D ios, que no puede v e r tranquilo que haya quien le sirva, y transfigurado; el cual es como la imagen y dechado del alm a
tan rabiosa es la envidia que siente al hombre, que, si le ve mar­ justa, que á los ojos de Dios y de sus ángeles aparece como res­
char por buen camino, al instante trata de ponerle algún tropiezo, plandeciente por la fe y la caridad, adornada con el blanco ropaje
para que caiga ó se aparte de sus buenos propósitos. Él á nadie de las obras puras y santas con que se v is te ; y acompañada de
respeta; tienta al p ecad or, y no respeta al más santo. El mismo Moisés y Elias, esto e s , de la tierna mansedumbre para con los
Jesucristo no se ve lib re de sus ataques. ¡ Qué astucia tan serpen­ hombres y del ardiente celo por la gloria de Dios. E s, además,
tina! ¡ Qué modos tan solapados usa para tentar! Unas veces se esta transfiguración , símbolo y ejemplar de la nuestra; por me­
1038 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del año. ^ Dominica III de Cuaresm a. 1 0 )9

dio de la cual nos hemos de convertir de hombres terrenos en sentirá cuando É l haga ostentación de su majestad y poder? ¿Ten
hombres celestiales, y a revistiéndonos en vida con las costumbres drás todavía el atrevimiento de ofenderle? ¡Oh Jesús m ió ! Fijad
y virtudes de C risto, y a también adornándonos con la claridad é de un modo indeleble en mi alma las palabras de vuestro celestial
inmortalidad en la universal resurrección, para ser en todo se­ Padre. Haced que' con docilidad y sumisión oiga vuestros precep­
mejantes á Él. Por fin, es simbolo muy expresivo de la oración. tos para observarlos, vuestros consejos para seguirlos, vues­
en la cual e l alma es iluminada, despojada de la fealdad de los tras amenazas para temerlas, vuestras prom esas para esperarlas,
vicios, em bellecida con las virtudes, saciada de consuelos divi­ y vuestras enseñanzas para conformar á ellas mi vida.
nos, levantada al amor de Dios y de su cruz; habla con Dios, y, E p í l o g o y c o lo q u io s . ; Cuántas veces quisotransfigurarse
como dice san Pablo, se perfecciona y transforma en la misma nuestro divino Salvador para darnos muestras inequívocas del
imagen de Jesús, creciendo de claridad en claridad, guiada por am orque nos profesa! En la Encarnación, en la Pasión, en el
el espíritu del Señor. ¡ Oh dulcísimo Redentor! Pues que vinisteis Tábor, en la Eucaristía_¿Por qué no imitamos nosotros la cari­
al mundo, entre otros motivos para reform ar nuestro cuerpo co­ dad de C ris to , transfigurándonos espiritualmente, disimulando y
rruptible , y hacerle semejante al vuestro glorificado, comenzad ocultando lo que hay en nuestro corazón, cuando así conviene
vuestra obra, hermoseando y embelleciendo mi alma con vues­ para la gloria de Dios y bien de los prójimos? ¡Cuán dichosos
tras virtudes; transformándola en vuestra perfecta imagen. seríamos s i , á lo m enos, lográsem os transfigurar nuestra alma,
P u n t o 8 .° Considera en este punto lo que hicieron los Após­ imitando de un modo espiritual los caracteres de la transfigura­
toles cuando, despertando del sueño á que se habían entregado, ción corporal de Jesú s! Entonces sería blanca por la pureza, bri­
vieron el cam bio m aravilloso que se había obrado en su divino llante por el resplandor de la virtud y claridad de la divina g ra ­
Maestro, y la gloriosa compañía de los dos distinguidos persona­ cia; darían testimonio de ella el Padre y el Espíritu Santo, tra­
jes que á sus dos lados estaban. Lo primero que experimentaron tándola como á hija muy querida, y la acompañarían la manse­
fué una admiración y gozo tal, que quedaron como fuera de sí de dumbre en el trato con los hombres y el celo por la gloria de D ios,
contento; y Pedro, haciéndose el intérprete de los sentimientos como Moisés 3’ E lias acompañaban á Cristo. ¿Cómo hemos de al­
desús condiscípulos, dijo: «Señor, bueno es que nos quedemos canzar esta transfiguración ? ¿ Oramos de modo que por este
aquí; hagam os tres tabernáculos, uno para Vos, otro para Moisés medio se transfigure nuestra alma? T al vez imitamos más bien á
y otro para E lias ». Pedro en esta ocasión no sab ía lo que estaba los A póstoles, que, habiendo sido excesivam ente flojos para la
diciendo, com o advierte el E van g elista; no porque ignorase las oración, al momento que Jesús les concedió aquel r e g a lo .s e
palabras que profería, sino porque pedía lo que no le convenía ni engolosinaron de tal modo, que jra no querían marcharse del
era conforme á la voluntad de D ios, ni á lo que reclamaba su monte. Tedio en adquirir los bienes espirituales cuando requie­
propio bien. Olvidábase que el tiempo de esta vida no es para ren algún sacrificio. y afición desordenada á los consuelos sen­
gozar, sino para padecer; que los consuelos de la oración se sibles que se nos conceden: tal es nuestra conducta. Propongamos
dan, no para que en ellos pongamos nuestro fin , sino para alen­ obrar desde hoy de otro modo, imitando á Jesús, nuestro Maes­
tarnos con los mismos á trabajar. Olvidábase también que antes tro; y para esto oremos con fe rv o r , no sólo por nosotros, sino
de la gloria hemos de combatir, y antes del descanso debemos tra­ por todos aquellos que se han recomendado á nuestras oraciones.
bajar, y que en este mundo no hemos de pretender el m orar en
tabernáculos de alegría, sino en tabernáculos de salud, esto es, DOMINICA III DE CUARESMA.
en las llagas de Jesús. Con todo, reflexiona que si una pequeña
gotita de g lo ria llenó de tan dulce consuelo, gozo y admiración Preludio i .” Habiendo Jesús arrojado al demonio de un hombre mudo, habió éste
á los A póstoles, ¿qué experimentará el alm a cuando entre en el los bríseos tomaron de aquí ocasión para decir que , en virtud de Bdzebob, echaba los de­
gozo de su Señor, y beba abundantemente del torrente impe­ monios, lo cual rebatió d Señor coa sólidos argumentos. Al oirlo una mujer, arrebatada de
tuoso de las delicias del cielo? Pondera también otro afecto que su palabra, levantó la voz, diciendo: t Bienaventurada la Madre que te ha dado a luz ».—
embargó á los Apóstoles en esta ocasión, que fué el temor. Luego (Loe., » , 14-28.)
que se retiraron M oisés y E lias, quedó Jesús envuelto en una P reludio 2_* Representémonos á Jesúshablando á las turbas.

nube resplandeciente, y del seno de ella salió una voz que dijo: Preludio j » Pidamos la gracia de entender y seguir las enseñanzas de Jesús.

«Este es mi H ijo m uy am ad o , en quien m e he complacido: oíd­


le». F ué tal el tem or que de ellos se apoderó al oir esta v o z, que P i n t o l . ° Estaba Jesús arrojando á un demonio de un hom­
cayeron en tierra como muertos. ¡Cuán débil es el hombre! Si bre que era mudo; y cuando hubo salido el demonio, habló el
la sola v o z d e D ios, aunque sea am orosa, le hace temblar, ¿qué mudo. Considera aquí uno de los más perniciosos efectos que
1040 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del ario. Dom inica 111de Cuaresm a. 1041

causa el demonio en el alma que se le rinde. L a enmudece para des; y si tú quieres recibir las ilustraciones del cielo, te es pre­
que no hable con Dios en la oración, ni con sus ministros en el ciso ir por el camino de la humildad. Con razón llamó esta devota
tribunal de la penitencia. P ara justificar su abandono, pretextará mujer á María bienaventurada, por haber dado á luz á Jesucristo.
tal vez otras excusas ; mas siempre será cierto que la causa prin­ Esta soberana dignidad de la maternidad divina es el principio de
cipal de su mudez es el demonio, el cu a l, no sólo le impide que todas las grandezas de esta celestial Señora, y la causa principal
hable cuando no debe, sino que la induce á parlar cuando debiera que debe moverte á honrarla, obsequiarla y venerarla; mas si
guardar silencio. Pondera luego la ingratitud y perversa malicia ella es bienaventurada por tener por hijo á Jesús, también lo
eres tú que le puedes llam ar hermano, padre, amigo y esposo, con
de los fariseos, á quienes los milagros más estupendos, lejos de
tal qué estés unido á Él con los lazos de la caridad. Escucha al
convertir, sumergían más en el abismo de la incredulidad y odio
contra el Señor. ¡ A y del hombre endurecido! L o que para otros mismo Señor cómo confirma la sentencia de la inspirada mujer,
es motivo de alabar á D io s, para él será ocasión de ultrajarle y diciendo: «Antes son bienaventurados los que oyen la palabra
ofenderlo, como sucedió aquí á los fariseos. L as turbas se admi­ de Dios y la cum plen»; que fué decir: En verdad , fué bienaven­
ran de la curación del mudo, y confiesan á Jesús por el M esías, y turada mi M adre, por haberme llevado en su seno; pero m ayor
ellos se atreven á tratarle de hechicero, que tiene pacto con el de­ bienaventuranza tuvo por haber oído mi palabra con atención, y
monio : «En Belcebub, príncipe de los demonios, arrojaáéstos». haberla guardado cuidadosamente. Por manera que, para ser
¡Oh Jesús! ¿Cóm o sufren vuestros oídos blasfemia tan espan­ bienaventurado, no basta oir la palabra divina; es también indis­
tosa? ¿Que á V o s, amantísimo Padre de los hombres, con Sata­ pensable conservarla, fomentarla con la meditación y hacerla
nás, enemigo jurado de ellos? Reflexiona cómo Jesús con admi­ fructificar con abundancia. ¡Oh alm a m ía! Aquí tienes el camino
rable mansedumbre rechazó esta injuriosa calumnia de los fari­ trazado, si deseas la bienaventuranza en este mundo y en el otro.
seos, y con razones convincentes les probó que, lejos de tener Oye la divina palabra con recogimiento y humildad; guárdala en
pacto con el dem onio, había venido á destruir su imperio en el tu corazón con exquisito cuidado, y haz que produzca aquellos
mundo, venciendo al fuerte armado que le custodiaba, y arre­ frutos que desea el divino Sembrador. ¿Obras tú de esta manera?
batándole lo que antes poseía. ¡Oh cuánto debemos á Jesús! Á E p i l o g o y e o lo q p io s . ¡ Cóm o se descubre en este escogido
Él debemos la libertad de hijos de Dios, la paz del corazón, él pasaje del Evangelio el poder de Jesús, la rabia del demonio
poder acaudalar méritos para la vida ete rn a ; porque los que se contra el hom bre, y los efectos encontrados que la divina palabra
hallan bajo el poder del dem onio, son esclavos del amo más cruel; produce en los soberbios obstinados,y en los sencillos y humil­
y si tienen alguna paz, es aparente, falsa y muy transitoria, y en des! Á un simple mandato del Señor, el enemigo de nuestra sal­
lugar de acau d alar, están derramando sin ningún provecho sus vación se v e precisado á abandonar á un hombre, sobre el cual
fu erzas, salud, talento y vida. ¿Perteneces tú á tan infortunada ejercía un espantoso dominio. Este cruel adversario le había
gente? ¡ Oh Salvador del m undo! Abrid los ojos de tantos ciegos privado del uso de la lengua, y el in feliz, por sí solo, no era ca­
que viven , al parecer, felices bajo el yugo pesado del demonio; paz de pedir remedio para su extrem a necesidad. ¡ A y del hombre
dejadles que sientan todo el peso de tan vergonzosa esclavitud, que se deja esclavizar del demonio! Presto sentirá los espan­
y haced que suspiren por librarse de e lla , resolviéndose á ser­ tosos efectos de tan vergonzosa esclavitu d: se verá privado de
viros á V o s, que sois su D io s, su Redentor y Padre el más la palabra, porque ni sabrá hablar con D ios en la oración, ni con
amante. su ministro en el tribunal de la penitencia; del oido, porque ni
P a n to * .° Considera cómo mientras Jesús hablaba palabras oirá la v o z de D ios que le h a b la , ni la voz de sus superiores; y
de vida á la muchedumbre que le escuchaba em belesada, una quizá d é la vista , porque no sabrá v er el horrible abismo en
sencilla m ujer, arrebatada de admiración, levantó la voz en medio que se precipita. En este triste estado se hallaban los soberbios
de la turba, y dijo: «Bienaventurado el seno que te llevó y los fariseos; por lo cual las palabras de Jesús sólo sirven para
pechos que te criaron». Á lo que contestó el Señor: «Antes son endurecerlos y obstinarlos en el mal. ¡Cuán distinto es e l efecto
bienaventurados los que oyen lá palabra de Dios y la guardan». que ellas producen en las turbas, y en la sencilla mujer que
A cerca de lo cual has de ponderar que, mientras los fariseos so- entre ellas le escucha! A quéllas se adm iran, ésta queda de tal
berbios están contradiciendo al Salvador con grande obstinación, modo arrebatada, que y a no sabe contenerse, y con entusiasmo
esta sencilla m ujer recibe del cielo especial luz y fervor, que la inusitado alaba á Jesús y á la Madre dichosa que le llevó en
m ueve á alabarle y engrandecerle en la presencia de todos. Siem­ su seno. ¡O h, si nosotros fuésemos sencillos y humildes como
pre será una verdad que el Señor se esconde á los sabios sober­ estas gentes! ¡Cuánto más abundante sería el fruto que d é la
bios , y se manifiesta á los pequeñuelos é ignorantes, pero humil- divina palabra reportaríam os! H agam os propósitos para esto ;
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1043 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del año.
Dom inica I V de Cuaresm a. 1043
pidámoslo á Jesús con humildes sú p lica s, y reguém osle por
todas nuestras obligaciones. dad de C risto ! Con cinco panes y doá peces alimenta á m illares
de personas, y aún sobran doce espuertas llenas de los frag­
DOMINICA IV DE CUARESMA. mentos, esto es, una cantidad de pan m uy superior á la que
habla antes que nadie comiese bocado. ¡Cuán generosamente
P reludio i .» Subió Jesús á un monte con sus discipulos, y viendo que le seguía una mu­
pagó Jesús el desprendimiento y buena voluntad de los Apósto­
chedumbre inmensa y hambrienta, multiplicó milagrosamente los panes para sustentarla, les , que no vacilaron en darle todo lo que tenían, privándose del
por lo cual, agradecida, quiso hacerle rey.— (Joan., vi , 1-15.) pan necesario para su sustento, con el objeto de alimentar á las
Preludio i .° Represéntate este milagroso acontecimiento como si te hallaras presente. turbas hambrientas! ¿No confiaremos en su poder, y no seremos
Preludio y.» Pide confianza en el poder y misericordia de Jesús, y gratitud i sus favores. generosos y desprendidos para servirle? Pondera cómo las gen­
tes, viendo el prodigio que acababa de obrar el Señor en favor
P o n t o l . ° Pasando Jesús al otro lado del mar de Galilea, suyo, exclamaban entusiasmadas: «E ste es verdaderamente el
como le siguieran las turbas .atraídas por la fama de los mila­ Profeta que ha de venir al mundo», y trataban de a lza rle y pro­
gros , retiróse al monte con sus discípulos; en lo cual has de clamarle Rey. D e este modo te enseñan estas gentes sencillas el
considerar las provechosas lecciones que da el Señor á estos, en­ agradecimiento que debes tener y mostrar por los beneficios que
señándoles á esquivar los aplausos y alabanzas de las gentes, de Jesucristo recibes. No debes contentarte con solas palabras
á huir de los peligro s del mundo, y á cultivar sus almas en el y con alabanzas que lleva el vien to; preciso es que le hagas R e y
retiro de la o ració n , suspendiendo por algún tiempo los ministe­ de tu corazón, ó , mejor, que tú te declares y seas en verdad súb­
dito humilde, sum iso, obediente y rendido de tan bondadoso S e ­
rios apostólicos. Mas las turbas han comenzado y a á gustar de
ñor, sin que jam ás te atrevas á levantarte con los dones que te ha
la dulzura que causa en el alma la compañía y conversación con
concedido, y usurpar una soberanía que no te pertenece. P ero
Jesucristo, y no quieren separarse de É l, y le siguen al desierto,
este R ey soberano huyó al conocer los intentos de las turbas;
aunque el cam ino sea difícil y áspero, y aunque carezcan de
mucho más has de huir tú y desechar los aplausos mundanos, no
alimentos. ¡ Cuán poderoso y eficaz es el amor de D ios para es­
siendo de tu cosechasino merecedor de todo desprecio. ¡Oh Jesús!
timular al hom bre á que deje sus comodidades y se abrace con los
Permitidme que con la mayor humildad me declare vuestro vasa­
trabajos y sacrificios! Convéncete que todavía no se ha apodera­
llo; súbdito y esclavo vuestro soy, porque me criasteis, porque
do de tu corazón esta divina lla m a , cuando te sientes tan flaco y
me redimisteis, y porque mil veces m e he entregado á vuestro
débil para el sufrimiento, tan inconstante en la virtud y tan incli­
servicio. Confirmad mi propósito, y haced que no me aparte ja ­
nado á buscar tus propios regalos. Mas con esta conducta, tan
más de tan justa y necesaria determinación.
impropia de un discípulo de Jesucristo, estás privando á tu alma E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Afortunadas turbas, que, atraídas
de favores m uy señalados y excelentes. S i las turbas se hubiesen por la dulce conversación y útilísimas enseñanzas de Jesú s, aban­
separado de Jesús, y no hubiesen perseverado en su seguimien­ donan cuanto tienen y le siguen por los desiertosy montes! E llas
to, no habrían presenciado e l prodigioso m ilagro de la multipli­ experimentarán los efectos m aravillosos de la misericordia, bon­
cación de lo s panes, ni participado de aquel delicioso manjar. dad y omnipotencia de este Señor. Quiere Él que sus discípulos
¡Cuántas v e c e s hubieras recibido señaladas gracias y extraor­ se aparten del bullicio del mundo y se entreguen a l suave repo­
dinarios beneficios del cielo, á no haber desistido tan presto so de la meditación retirad a; y cuando alguno oye su divino lla­
de tus buenos propósitos y del ejercicio de la o ració n ! Acuérda­ mamiento, al instante le habla al corazón, traba con él amorosa
te que Dios quiere ser importunado, y si te duermes como las vír­ conversación, y tiene singular providencia de é l, tanto A lo que
genes fatuas,'no entrarás en el convite de las divinas bodas. ¡Oh atañe al cuerpo como á lo concerniente al espíritu. L a s devotas
alma religiosa! P a ra tu atención en los ejemplos de Cristo, en turbas lo experimentaron; muertas de ham bre, ó poco menos,
el fervor de las tu rb as, y despierta en ti afectos de confusión y se hallan en soledad apartada; se han olvidado del sustento ma­
vergüenza. ¡C uán lejos estás de seguir aquéllos y de imitar éste! terial por atender al espiritual; mas Jesús, en medio del desierto,
M as, ¿qué harás en adelante? ¿Qué propósitos te conviene hacer? dispone abundante comida, y con ella los sustenta y satisface á
P u n to Considera c ó m o , habiendo quedado satisfechas todos. P ero ¡cuán generoso se muestra con los Apóstoles! É stos
las turbas con el milagroso pan que Jesús con su omnipoten­ le han dado los cinco panes y dos peces que para s í necesitaban,
cia había m ultiplicado, mandó el Señor á los discípulos que y en recompensa les da doce espuertas llenas de fragmentos de
recogiesen los fragm entos que habían sobrado, y con ellos llena­ pan milagroso. En verdad que quien da a l pobre, presta á Dios.
ron doce espuertas. ¡ Oh grandeza del poder y de la generosi- ¿Cuándo lo entenderemos nosotros? ¿P or qué no somos m ás mi-
1044 Serie quinta.— Dominicas y fiesta» i d ano. Dom inica ie Pasión. 1045

sericordiosos con los pobres? ¿Por qué no seguimos con más siervo o y e ; manifestadme vuestra voluntad, que presto estoy
constancia á Jesús? ¿Por qué no somos más amantes del retiro? para cumplirla. Perdonad mi dureza pasad a, y ayudadme á ven­
¡Cuánto tenemos que reform arnos si deseamos conformar nues­ cerla por completo.
tra vida con la del Señor! No perdamos el ánim o; propongamos P a n to £.° Considera aquí la m aliciosa desvergüenza de
muy prácticamente lo que convenga; pidamos con fervor, y no los judíos en insultar á Jesucristo, cuyas palabras eran una enér­
olvidemos las necesidades de la Iglesia y del mundo. gica reprensión de su pertinacia endemoniada en no querer ha­
cer caso de sus enseñanzas. L a verdad es am arga á los corazones
orgullosos. C orrige al necio, dice el Espíritu Santo, y te insulta­
DOMINICA DE PASIÓN.
rá. Este íué el proceder de los judíos en esta ocasión. No pu-
P reludio i .« Entre los muchos documentos que dio Jesús i los judíos, dijoles que los
diendo contradecir á Jesús con razones, lo hicieron con insultos
que son de Dios oyen sus palabras, y que Abraham le vid en espíritu y se alegré; en cambio, y blasfemias. Tienen el atrevimiento de llam arle samaritano y
los judíos le trataron de Samaritano y endemoniado. — (Joan., viu, 46-59.) endemoniado, palabras que eran reputadas como una gravísim a
P reludio 2.» Represéntate é Jesús hablando i los judíos y como que tú le estás oyendo. injuria entre los de aquella nación. ¡ Oh amantisimo Jesús! A s í os
P reludio 3.® Pide la gracia de escuchar con docilidad sus palabras. pagan los judíos la predilección con que los miráis y las distin­
ciones que en su favor hacéis. Pondera cómo es m uy cierto que
P u n to l. ° En este punto has de considerar los admirables la soberbia de los que aborrecen al Señor va siempre en au­
documentos que nos da Jesús en este Evangelio. ¿Quién de vos­ mento. A s í se observa en los ju d íos, los cuales, viendo que .el
otros, dice á los judíos, podrá convencerme de un solo pecado? Señor rechazaba el dictado de endemoniado, como más injurioso
¡ Cuán pura y santa era la vida de Jesús, cuando así hablaba á á la divina M ajestad, y hacia caso omiso del de samaritano, ellos
sus más encarnizados enem igos, sin que éstos hallasen nada que insistieron en llamarle con aquel afrentoso nom bre, pretendien­
oponerle! ¡Oh, si tú pudieses hablar de este modo! Mas no pue­ do agravar más la injuria y afrentar con m ayor insulto al Señor.
des hacerlo, porque te argü iría la conciencia, y tu ángel custodio, El cual y a no vu elve á desplegar los labios para defenderse, ni
el dem onio, tus com pañeros, las ocupaciones, y aun las mismas oponerse directamente á sus insultos dejando su honor y gloria
piedras de tu casa, clam arían contra ti. Jesús no se desdeña de en las manos de su P ad re, á quien to ca b a , sobre tod o, el glorifi­
ser p o b re, despreciado, perseguido y afrentado; lo único que carle. Finalm ente, m ira con horror á los judíos, cómo creciendo
abomina y detesta es la nota de p ecad o r, que es real afrenta. en furor y rabia contra C risto, y a no se satisfacen con insultarle
Nosotros vamos tal vez por el camino opuesto: nos avergonza­ de palabra. Tom an piedras para m atarle, y Jesús, para evitar
mos de la pobreza y d esp recio s, y no nos ruborizam os de ser la m uerte, cuyo tiempo no había llegado, se escondió y salió del
pecadores. Pondera la razón contundente con que el Señor con­ templo. ¡ A y del hombre iracundo! Esta horrenda pasión, si no
funde á los ju d ío s, y confundirá á los malos cristianos en el día trata de dominarla oportunamente, le precipitará en abismos los
deltjuicio. «Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis?» ¡ A cuán­ más funestos. ¿Qué piensas tú , alm a fiel, de todo esto? ¿No temes
tos que se llaman discípulos de Cristo podría dirigir este divino la soberbia? ¿No tratarás de dominar la ira ?
Maestro la misma am arga queja! Confiesan la divinidad dél Sal­ E p í l o g o y c o lo q u io » . ¡Cuán lim pia y pura era la vida
vador; están persuadidos de la verdad de su doctrina; están dis­ toda del Señor! D esalla con toda seguridad á los judíos á qué le
puestos para defenderla públicamente, aunque sea á costa de citen una sola falta en toda su vida, y á pesar de estarlo acechan­
sacrificios, y en la práctica obran como si creyesen lo contra­ do de continuo, no hallan cosa alguna que reprender en Él.
rio, y aun no tienen reparo en aplaudir las m áxim as del mundo ¡Quién fuese tan inocente y libre de pecados, que así pudiese
que m ás se oponen á las enseñanzas del Salvador. ¿E res tú de hablar á sus mismos enemigos! M as, ¡ oh malicia endemoniada de
esta clase de cristianos? ¿O yes con docilidad y Aplauso las má­ los ju d íos!; no pudiendo contestar á Jesús con razones, lo hacen
ximas y las palabras de este Señor? ¡ A y de ti, si eres de aquellos con insultos, y no logrando acobardarlo con ellos, pasan á los
que no quisieran e sc u c h a rle ! En este caso, no serías de Dios, ni hechos, y toman piedras para matarle. A s í obran los enemigos
E l te reconocerla por s u y o , y en tu muerte oirías, á tu pesar, de la virtud y de la religión. ¿D e qué les aprovechará tán irra­
aquella durísima palabra: «No te conozco; apártate de M í, obra­ cional é infame proceder? ¡Desgraciados! L a medida de los
dor de m ald ad ». F ija bien en tu memoria esta tem ible sentencia: crím enes se llenará, el tiempo de la misericordia tendrá su fin,
«Vosotros no oís las palab ras divinas, porque no sois de Dios». se agotará la paciencia divina, y el Señor concluirá por abando­
¡Oh Salvador mío! V u estro quiero ser en vida y en muerte, y narlos como á aquéllos. Y ¡ay de ellos cuando el Señor los
por esto deseo oir vu estra palabra. H ablad, Señor, que vuestro deje! Entretanto, sin pensarlo ni quererlo, habrán servido de
1046 Serie qu in ta .— Dominicas y fiestas del año. D om m ca de Ramos. 1047
poderosa palanca y provechosa escalera para subir los justos & gloria 1Muy debida os es la honra que os hacen las gentes senci­
la más empinada gloria. ¡Adúnde conduce la soberbia y la ira llas en este día, y aunque hubiesen bajado todos los ángeles del
cuando no se les pone un freno! ¿ Qué nos conviene á nosotros cielo, era nada lo que hacían para lo que V o s m erecéis; haced­
hacer? ¿Hemos imitado á los soberbios é insultadores judíos, ó me participante del gozo que les comunicasteis, para que en espí­
tenemos la suerte de seguir el camino que sigue Jesús? ¿Nos ritu os acompañe con los afectos con que ellos os acompañaron.
vemos injuriados por causa de la virtud ? Meditémoslo atenta­ P a n t o 5¿.° Considera en este punto las circunstancias de la
mente, y si es así, no desfallezcam os; propongamos imitar á triunfal entrada de Cristo en Jerusalén, y los obsequios que le
Jesús nuestro modelo, y, para lograrlo, pidámosle eficaces auxi­ hicieron sus discípulos y las turbas entusiasmadas por su pre­
lios, y roguém osle por todo el mundo. sencia. E n primer lugar, quiso entrar, no montado en un carro
triunfal, ni en soberbia m uía, sino en un humilde jumentillo, ador­
nado y dispuesto con las pobres capas de sus discípulos, los cua­
DOMINICA DE RAMOS.
les se tuvieron por dichosos en poder servir á su divino Maestro
P reludio i Entró Jesús solemnemente en la ciudad de Jerusalón montado en un con su pobreza. ¡Qué humildad, qué menosprecio de las gran­
pollino, mientras que las turbas extendían por el suelo sus capas, y •'llevando palmas en las dezas y pompas mundanas, qué mansedumbre en Jesús! Mas,
manos, entonaban alegres cánticos.— (Matth., XXI, 1-9.) ¡ qué desprendimiento, qué amor tan obsequioso y obediente en
P reludio 2,« Representémonos este acontecimiento como si estuviéramos presentes. sus discípulos! ¡ Ojalá imitaras á uno y á otros! M ira luego lo que
P reludio 3.0 Pidamos la gracia de saber honrar á Jesús de un modo digno. en obsequio de Cristo hacen las turbas, movidas de divina ins­
piración. Unos se despojan de sus vestidos y los extienden por el
P a n t o l.° Considera cómo, acercándose el tiempo de la Pa­ suelo, á fin de alfombrar el pavimento por donde ha de pasar.
sión, quiso Jesús hacer su entrada triunfal en Jerusalén, entre A rroja tú también á los pies de Jesucristo todas tus cosas, y aun
los vítores y aplausos d e s ú s habitantes. E ra Jesús el Cordero tu propio corazón; ofrécele con generosidad todas tus obras para
pascual que había de ser m uy pronto inm olado, y dispuso entrar que las mejore, perfeccione y a cep te, y a que ellas han de ser el
' en ella con la pompa con que era aquél recibido por los israeli­ vestido nupcial con que te habrás de presentar ante su tribunal
tas ; era el R ey que venía á tomar posesión de su reino, que debía divino. Otros co rtan ram as de lo s árt>oles, y a d e palm a, y a de
comenzar en el madero de la cruz, y quiso que le hicieran un olivo, y a de otros árboles frutales de que estaba lleno el monte
recibimiento regio. Pondera en particular las causas que le mo* Olívete. L a palma es símbolo de la victoria, y el olivo lo es de la
vieron á ordenar y aceptar tan extraordinario triunfo, siendo así gracia, y con estos dos ram os en las manos podrás tú salir a l en­
que El había huido siempre de las alabanzas y honras munda­ cuentro de Jesús con grande alegría en la hora de la muerte. ¡ A y
nas. Quiso primeramente que se le reconociese por el verdade­ de ti, si entonces te faltase la palma por haber sucumbido á los
ro M esías, del cual habían escrito los Profetas que haría contal ataques de tus enem igos, ó no tuvieses el ram o de olivo por ca­
solemnidad su entrada en la ciudad santa. Pretendió, además, recer de la gracia divina y no estar en paz con el soberano Juez!
hacer ostentación de su dignidad r e a l, siguiendo las prácticas Pondera, por fin, cómo todos los concurrentes á este glorioso
que los demás reyes cuando toman posesión de su reino, que son: triunfo de Cristo, los que precedían y lo s que seguían, cantaban
entrada triunfal en la capital de su im perio, coronación y toma alegremente : « Bendito el que viene en e l nombre del Señor ».
de posesión; del propio modo É l hace hoy su entrada, dentro de P reciso es que confiesen á Cristo todos lo s que se han de sal­
pocos días será coronado de espinas, y luego tomará posesión v a r : los que precedieron á su venida y los que hemos nacido des­
del reino, subiendo al trono de la cruz. Con esta exterior pompa pués de e lla ; los que van delante de É l anunciándole, y los que
nos mostró también la a leg ría interior con que iba á padecer, y van en pos de É l creyendo. ¡Oh Jesús, verdadera piedra angu­
el contento grande con que entra en el alm a que le recibe por lar sobre la cual es necesario que todos asienten e l edificio de su
medio de la divina g ra cia , habiendo llorado y expiado sus culpas salvación! Concededme que imite vuestras virtudes y siga vues­
con la penitencia. Finalm ente, este glorioso triunfo fué ocasión tros ejem plos, de modo que, no sólo con las palabras os alabe y
de que las siguientes ignominias fueran más afrentosas, de que se bendiga, sino que todas mis obras sean bendición y alabanza
echase más de v e r la inconstancia y mutabilidad de los hom­ vuestra por todos los siglos.
bres, porque los que h oy le ataban, dentro de poco pedirán su U p í lo g o y c o lo q u io s. ¡Oh hija d eS ió n , alégrate! T u R ey ,
muerte. Todo lo cual ha de despertar en ti afectos santos de gra­ manso y humilde, viene á ti á tomar posesión de tu reino; el
titud, amor, admiración y dolor de las culpas con las cuales Cordero pascual entra por tus puertas, para ser presto inmolado.
arrojaste al Señor de la Jerusalén de tu alma. ¡Oh R ey de la Jesús, el deseado de las gentes, el R e y de los siglo s, inmortal é
1048 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica de Resurrección. 1049

invisible, cubierto de humildad y pobreza, hace su entrada en monumento estaba amaneciendo. F u é , por fin, prudente, por­
la capital de su reino. ¡ Qué triunfo tan nuevo y sorprendente! En que , á pesar de los vivísim os deseos que tenían de tributar tal
v e z de carroza dorada, monta humilde jum entillo; en vez de ricos obsequio al Señor, permanecieron todo el día del sábado recogi­
aderezos, las capas de sus discípulos; por las alfombras de seda, das en casa, en cumplimiento del precepto de la l e y , que man­
las capas y vestidos de la sencilla multitud. ¡ Cómo muestra Je­ daba santificar este día. Aprende de estas fervientes discipulas de
sús, aun en esta misma ocasión, el menosprecio con que mira las Jesús á ser generoso y espléndido en los obsequios que hagas á tu
alabanzas humanas y el am or que profesa á la humildad, modes­ Dios, activo en su servicio, y prudente, haciendo cada cosa á su
tia , vida obscura, sacrificio! ¿ L e imitamos nosotros en estos debido tiempo. ¿ No te arguye la conciencia de haber olvidado
sentimientos? ¿Imitamos, cuando menos, á las fervorosas turbas? estos importantes documentos? ¡O h dulcísimo Jesús! V o s con
P ara esto debiéramos poner bajo los pies de Cristo nuestros bie­ vuestra poderosa inspiración fuisteis el que guió en el camino á
nes, salirle al encuentro victoriosos de nuestros enem igos, y ri­ estas fieles israelitas, complacido de su piedad; concedednos tal
cos de gracia divina, poner á su servicio nuestra lengua para fervor en vuestro servicio , que con presteza, buena voluntad y
alabarle, nuestras manos trabajando por su gloria, y nuestros prudencia corram os á ungiros con el precioso óleo de la oración,
pies soportando por su amor todas las fatigas. ¿E s este nuestro meditación y demás ejercicios santos.
proceder? ¿Qué debemos reformar en nuestra conducta? Pensé­ P a n t o ¡8.° Levantando la s devotas mujeres sus ojos, vieron
moslo con detenimiento; formemos firmes y decididas resolucio­ que la piedra que cerraba la entrada del sepulcro estaba quitada,
nes; y, para cumplirlas, pidamos la divina gracia y eficaz remedio aunque era muy grande. A cerca de esto hemos de considerar
para todos los males. cómo, aunque recordaron aquellas santas mujeres la dificultad
de penetrar en eJ sep ulcro, á causa de la piedra que le cerraba,
DOMINICA DE RESURRECCIÓN. ellas no desistieron de su buen propósito, confiando que D ios les
depararía un medio para q u itarla, y el Señor quiso premiar
esta firme confianza, porque, antes que llegasen al monumento,
P reludio i .» Al amanecer del domingo fueron unas devotas mujeres al sepulcro para
alzaron los ojos y vieron la losa y a retirada. A prende de estas
ungir ei cuerpo del Señor; estaban inquietas, temiendo que no podrían quitar la piedra
que cerraba su entrada; mas la hallaron levantada, y en el interior un ángel que les anun­
ilustres m ujeres á no retroceder del camino que has empren­
cid la resurrección.— (Marc., xvi, 1-7.) dido, movido de la divina inspiración, por grandes que sean los
Preludio 3.° Represéntate á estas devotas mujeres oyendo golosas el fiusto enuncio obstáculos. Cuando menos pienses, D ios, por sí ó por sus ánge­
del ángel. les, quitará todos los estorbos, rem overá todos los impedimen­
P reludio Pide la gracia de imitar la devoción y constante fervor de estas Seles dis­ tos, de modo que alcances lo que pretendes. Reflexiona cómo no
cipulas de Jesús. pararon aquí los premios que el Señor concedió á estas fieles
discipulas suyas por su constancia. Hermosísimos ángeles, ves­
P u n t o l . ° Considera cómo , deseando M aría Magdalena y tidos de blanquísimos y resplandecientes ropajes, hallaron en el
otras devotas mujeres ungir el cuerpo sacratísim o de J e s ú s , que sepulcro, en vez del cuerpo difunto que buscaban; y estos espíri­
creían todavía sepultado, el dom ingo, muy de mañana, com­ tus bienaventurados en figura humana, no sólo las tranquilizaron
praron aromas y ungüentos, y se dirigieron al sep u lcro, adonde y calmaron su tem or, sino que les anunciaron que Jesús había
llegaron al amanecer. Pondera bien cuán generosa, activa y resucitado, encargándoles que fueran á comunicar esta fausta
prudente fué la devoción de estas santas mujeres. F ué generosa, noticia á Pedro y á los demás Apóstoles. ¡Oh! ¡Cuán bien recom­
porque, sabiendo que el cuerpo de Jesús había sido ungido con pensa el Señor la fidelidad y constancia de los suyos en buscar­
grande profusión de especies aromáticas por José de Arim atea le! ¡Cuán poco hemos de temer los estorbos y obstáculos que
y Nicodem us, no quedaron satisfechas; antes quisieron gastar pueden poner los hom bres, cuando es Dios quien nos d irige! ¡ Oh
de lo suyo con abundancia, para honrar á su divino Maestro. Fué Padre omnipotente! Guiad nuestros pasos por el camino d é l a
activa, pues que, no habiendo podido salir de Jerusalén el día virtud; ponednos cerca de V o s , y poco nos importa que todo el
mundo pelee contra nosotros; porque, auxiliados de vuestra for­
del sábado, por causa de la fiesta, salieron el domingo á la pri­
taleza, fortificaremos nuestra debilidad, penetraremos los muros
mera h o ra , cuando todavía estaba obscuro, como dijo san Juan;
más inexpugnables, y la victoria será segura.
y no les detuvo la necesidad de com prar las cosas indispensa-.
bles para la unción, ni el pensamiento de que el sepulcro esta­ E p i l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué ejemplo de devoción tan her­
ría cerrad o , ni el temor de los guardas que habían puesto los moso nos dan las piadosas discipulas de Jesús en este E van gelio!
P ara h on rará su divino M aestro, fueron espléndidas, no con-
fariseos; sino que se dieron tal priesa, que cuando llegaron al
io j o Serie qu in ta.— Dom inicas y fiestas del año. Dom inica de Cuasim odo. 1051

tentándose con lo que para É l habían hecho José y Nicodemus, en los más fieles los deseos que tenían de verle; y a para enseñar­
queriendo ellas también g asta r sus pocas facultades en ungirle nos á esperar con humildad y confianza la visita del Señor; el
abundantemente: fueron prudentes, escogiendo el tiempo opor­ cual, cuando menos pensam os, se digna consolarnos y venir á
tuno para llevar á cabo esta o b ra, dejando pasar el día de fiesta, prestarnos auxilio. D e parte de los discípulos has de aprender
porque, para satisfacer lo que es sólo devoción, no debe pres- las disposiciones con que debes prepararte para la divina visita:
cindirse de la obligación; fué activa y diligente y con grande for­ están congregados en un lu gar, tienen las puertas cerradas y ha­
taleza y constancia, porque á la primera hora del domingo, cuan­ blaban de la resurrección del Señor, como dice san Lucas. S i tú
do y a no las obligaba la fiesta del sábado, sin temer la obscu­ deseas disponerte para los favores del cielo, p rocú rala unión
ridad de la noche, ni la rabia de los judíos, ni la severidad de los con tus prójimos, cierra con el recogimiento y presencia de
guardas, van al sepulcro, aunque sabían que la losa que cerraba Dios las ventanas de tus sentidos, y ocúpate en santas medita­
su entrada era tal que no la podrían ellas quitar. Sin embargo, ciones y piadosas conversaciones. ¡Oh amabilísimo jesú s! Venid
confiadas en D ios, pasan adelante sin detenerse. ¡Felices muje­ á mi alma turbada con mucha inquietud, dadla una paz sólida,
res ! Presto experim entaréis el premio de vuestra devoción. An­ perfecta y duradera, de modo q u e , sin temor á sus enem igos, tra­
tes de llegar al sepulcro, ven desde lejos que la losa está quitada baje constantemente por vuestra gloria.
y la entrada fra n ca ; llegadas á él, un hermosísimo ángel las sa­ P l i n t o S .° Considera cómo al tiempo que Jesús se apareció
luda y les comunica la más g ra ta noticia. ¡ L a resurrección de á sus amados discípulos, no se halla con ellos T om ás, uno de los
Jesús! ¡Por cuán bien em pleado darían su trabajo! Sin duda no doce A póstoles; y habiéndole dicho los demás que habían visto al
sentirían el haber m adrugado previniendo la luz del día, ni el Señor, no lo quiso creer, durando en su pertinaz obstinación por
haberse expuesto á algún p eligro para honrar á su divino Áfaes- espacio de ocho dias. Mira los defectos en que cayó Tom ás en
tro. ¿Por qué no imitamos nosotros la devoción a ctiva, prudente esta ocasión, para prevenirte contra ellos, y no dejarte engañar
y generosa de estas santas m ujeres? ¿Qué nos conviene propo­ del astuto enemigo que en ellos le hizo caer. F u é incrédulo, no
ner para esto? Reflexioném oslo ; propongamos con firm eza, y queriendo dar fe á la resurrección del Señor, á pesar de la soli­
pidamos por nosotros y por todos. dez de las pruebas que tenia; pertinaz en su mal ju icio, durando
ocho días en él, no haciendo caso de lo que le decían sus condiscí­
DOMINICA DE CUASIMODO. pulos y aun quizá la misma V irg en Santísima; presuntuoso, se ­
ñalando el medio que le había de inducir á creer. Todo esto
P reludio i .° El mismo día de la Resurrección , al anochecer, aparecióse Jesús ásu»
procedió en parte de alguna secreta soberbia y de la poca unión
Apóstoles, y les dió el Espíritu Santo. O cho días después, estando santo Tomás, apare­
con sus hermanos, separándose fácilmente de ellos, haciéndose
cióse de nuevo para convencer y convertir á este discípulo Incrédulo.— (Joan. , xx, 19-JI.)
P reludio 2.° Representémonos á l o s Apóstoles reunidos y á Jesús entrando en donde
singular y olvidándose de lo que dice el Espíritu Santo. €¡ A y del
estaban. solo, que si cae no tiene quien le levante!» Pondera luego la be­
P reludio 9.0 Pidamos la gracia de confiar en Dios y conservar viva nuestra fe. nignidad, ternura y caridad de Jesús, el c u a l, sin tener ninguna
necesidad de aquel discípulo, sólo por hacerle bien, y para apar­
P i u i t o l .° Considera cóm o el día mismo de la Resurrec­ tarle de la peligrosa pendiente en que se hallaba, se apareció de
ción del S eñ o r, al anochecer, hallándose los discípulos congre­ nuevo á los Apóstoles á los ocho días, estando él con ellos. C on­
gados, y teniendo las puertas cerradas, por miedo de ios judíos, templa á este amoroso Pastor cómo atrae á su redil á esta oveja
presentóse Jesús, y se puso en pie en medio de ellos, diciendo: que empezaba á descarriarse; cómo se humana hasta permitirle
«L a paz sea con vosotros». A c e r c a de esta aparición del Señor á y mandarle que cumpla el deseo de tocar sus llagas y meter la
sus discípulos has de ponderar la bondad de este buen Padre, que, mano en su costado; cómo le exhorta á que no sea incrédulo, sino
aunque había prometido d ejarse v e r de ellos en G alilea, no quiso fiel; y, finalmente,cómo llama bienaventurados á los que, como
retardar tanto tiempo el co n so larlo s; antes, en el mismo día de nosotros, sin ver creemos. ¿Qué dice todo esto á tu corazón?
su resurrección decidió d e ja rse v e r de ellos, darles la paz, librar­ ¿ Cómo has de aprovechar estos avisos y ejemplos de Jesús? ¿No
les de la turbación en que se h alla b a n , y comunicarles abundan­ huirás de los defectos de Tomás? ¡Oh Salvador mío! G racias os
tísimos dones del Espíritu Santo. Mas no quiere aparecérseles doy por la ternura y amor con que recogisteis á vuestro discípulo
á la m añana, como se había aparecido á la Magdalena y á las extraviado. Mirad cuántos hay en estos días que se apartan del
demás mujeres, sino al an o ch ecer; ya porque había algunos muy buen cam ino, y caen en incredulidad. Llam adlos con eficacia
incrédulos, y convenía que fu esen disponiéndose paulatinamente para que vuelvan á vuestra escuela y os confiesen por su Dios y
para recibir el fruto de la ap arició n ; ya porque se acrecentasen Señor, digno de toda honra y gloria.
1052 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica il después de Pascua. 1053
E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡Cuánta es la ternura y amor con terior de ella s, sino en lo interior, penetrando en lo más secreto
que Jesús vela por sos amados discípulos! Jam ás ninguna madre de su corazón, leyendo con perfección en él todas la s intencio­
ha cuidado, tan esmeradamente de su hijo como É l cuida de nos­ nes, deseos, pensamientos, sin que nada pueda ocultársele. L a s
otros. H abía prometido manifestarse resucitado á sus Apóstoles señales mi que funda este conocimiento, y por las cuales este
en Galilea. Pero sus entrañas paternales no consienten el dife­ buen Pastor distingue sus ovejas de las que no le pertenecen,
r ir por tanto tiempo el hacerles tan grande bien. E n el mismo s o n : caridad fratern a, obediencia á su divina vo z, mansedum­
día de la resurrección lo s v e reunidos en el cenáculo, miedosos bre, tem or de p ecar, y paciencia en las adversidades y trabajos.
á causa del furor y amenazas d é lo s judíos, hablando de los mis­ Vuelve ahora sobre ti la consideración, y , admirando p o ru ñ a
terios que se habían obrado aquella m añana, y de ^repente, sin parte las sublimes cualidades de este buen Pastor, qne le hacen
abrir las puertas, se presenta en medio de ellos, calm a su cora­ infinitamente digno de ser amado, y por otra la carencia en que
zón, disipa sus tem ores, dales la paz, y los confirma con sólidas te hallas de los caracteres de las ovejas de Jesús, humíllate pro­
razones en la fe de su doctrina. ¡ Cuán acreedor se hace Jesús fundamente, conociendo tu m iseria; pide á este amoroso Pastor
á toda nuestra confianza, amor y obediencia!-Pero el amor de que te ilumine y guíe por buen cam ino, y te preserve de seguir
Jesús no está satisfecho. Uno de sus queridos A póstoles se ha á otros pastores que Le aparten de él. ¡Oh Pastor soberano;
apartado de sus condiscípulos, y alucinado por la soberbia, ha Tanto me h a b a s am ado, que no vacilasteis en dar por m í la
venido á caer en reprensible pertinacia, extraña incredulidad vida; pues h a b a s hecho lo m ás, haced ahora conmigo lo menos.
y dureza de juicio. Para sacarle de tan triste estado, Jesús vi­ Libradme d é lo s lobos infernales; comunicadme aquellas cualida­
sita de nuevo á sus discípulos, habla á Tom ás, confírmale en la des que deben poseer vuestras ovejas, á fin de que m erezca ser
fe, y reprendiendo su incredulidad, nos da un eficaz motivo de contado a itr e ellas, y logre el premio que les tenéis preparado en
consuelo á los que, sin verlas, hemos creído. ¿Quién no am aráá el cielo.
tan amantísimo Señor? ¿Qué hemos hecho nosotros hasta ahora? P a a t * fc.° En este punto has de reflexionar cómo no todos
Comencemos desde hoy mismo á entregarle todo nuestro cora­ los que se presentan como pastores de las almas lo son en rea­
zón, sin reservar cosa alguna; formemos resoluciones muy efi­ lidad. ¡Cuántos hombres pretenden ser honrados como maestros,
caces acerca d e e sio , y, con amorosos coloquios, pidamos por guías y pastores, siendo así que no son sino ladrones que desean
nosotros y por todos aquellos que se han recomendado á nues­ robar y matar las ovejas de C risto; ó mercenarios que, buscando
tras oraciones. sólo su interés, no cuidan de las ovejas como si fueran propias,
bascando sus particulares comodidades, no los intereses del buen
DOMINICA II DESPUÉS DE PASCUA. Pastor; no quieren sacrificar cosa alguna para provecho de las
ovejas, ni el reposo, ni los bienes, ni la salud, ni los entreteni­
Preludio i .« En el Evangelio de hoy dice Jesú» que es el buen Pastor, que conoce á mientos, ni el amor propio; y sin o sacrifican su hacienda, mucho
sus ovejas y da por ellas su alma, y que su deseo es que haya un rebaño y un paslor.- menos sacrificarán su vida, como dice san G reg o rio ! Son, además,
(Joan., x , i i - i ó . ) duros con las ovejas, sin com padecerse de las débiles, enfermas
P reludio í .« Representémonos á Jesús diciéndonos que es el buen Pastor. y tiernas; y cuando viene el lobo, esto e s , cuando se presenta
Preluoio y.» Pidamos la gracia de ser verdaderas ovejas de Cristo, y que nos conozca algún peligro para las ovejas, lejos de defenderlas, ayudarlas y
por tales. librarlas de é l, huyen, no dejando el lu g ar, destino ó ministerio,
sino negando el consuelo y socorro; huyen, porque viendo la
P a n t o l.° Considera aquí con cuánta razón se apellida Je­ injusticia, callan; huyen, porque podrían remediar el m al, y no
sús el buen Pastor. É l es nuestro Pastor excelentísim o, dotado lo hacen; huyen, porque ven las ovejas que se van extraviando,
de. un modo eminente de todas las cualidades que á un pastor y por orgullo ó por pereza no las vuelven al redil. V iv e con cuida­
convienen. Él es el Señor y dueño nuestro absoluto, y nosotros, do, si el Señor te ha colocado para pastor de su rebaño, no caigas
como dice D avid , somos las ovejas de su pasto: es sapientísimo, en tan peligroso escollo. A cuérdate de las amenazas del Señor
sobresaliendo entre todos lo s hombres, como el pastor sobre contra tales pastores. S i eres oveja de Cristo, preciso es que te
sus o ve ja s: es poderosísim o, para librar á sus ovejas de todo pe­ esfuerces en conocerle cada día con m ayor perfección, meditando
ligro , y llenarlas y abastecerlas de todo bien; es, por fin, aman- sus grandezas, estudiando sus ejemplos y considerando sus pre­
tísimc de sus ovejas, amándolas con divina caridad, hallándose ceptos, consejos y enseñanza. Procura conocer los tesoros que
dispuesto á sacrificarlo todo por el bien de ellas. Pondera cómo hay en É l escondidos-, su divinidad con todos los atributos que le
este buen Pastor conoce á sus o ve ja s, y no solamente en lo ex- son p ropios, su humanidad con todas las virtudes que en ella
1054 S e rá qu in ta.— Dom inica* y fiesta s d el año. Dom inica /// después de Pascua. 105 5 ,

ejercitó, á fin de despertar en tí la confianza, el am or, la imita­ enemigos de su alm a, que los rodean, y de los m ales espiritua­
ción y demás afectos que te unen con Él. ¡O h alm a mía! Si les en que pueden caer á cada momento. M ira las continuas vici­
quieres se r oveja de C risto, y que este Sefior te reconozca por situdes á que estás expuesto mientras vives en la tierra. En or­
suya, debes conocer á tu Pastor, seguirle con fidelidad, y apro­ den á los bienes corporales, y a tendrás salud, y a estarás en­
vecharte del pasto de doctrina y Sacram entos con que te regala. fermo, y a nadarás en la abundancia, y todo te saldrá á pedir de
D esprecia los pastos que te ofrece el mundo; aborrece los alimen­ boca, y a te verás afligido por los contratiempos y calamidades.
tos con que te brinda el demonio, y busca todo tu contento en los • A cerca de los bienes y estado de tu alm a, unas veces estarás
pastos de Jesucristo. triste, otras a leg re, ora tentado, ora en p az; y a devoto y reco­
E p i l o g o y e o l o q a i o s . ¡ Con cuánta razón se apellida Jesús gido, y a seco y distraído. Todo esto permite el Señor p ara que
el buen Pastor! Jam ás ha visto el mundo otro que reuniese los tí­ te acostumbres á m irar este mundo como un destierro, en el
tulos que É l para darse tan dulce nombre. Teniendo un absoluto cual no puedes pretender descanso y regalo, sino tribulación,
dominio sobre nosotros, que somos sus ovejas, es sapientísimo angustia y dolor, preparándote p a ra la venida del Suprem o Juez
para conocerlas, riquísim o para sustentarlas, poderosísimo para con el ejercicio de las virtudes y buenas obras. Si así lo haces,
defenderlas, y amantísimo para sacrificarse p or ellas. ¡Cuán in­ después de un tiempo breve verás á Jesús, que viene á recibirte
sensatos serem os s i, dejando á este amoroso Pastor, vam o sá po­ con una brillante corona en la m ano, para premiarte eterna­
nernos bajo la dirección y obediencia de otros que, llamándose mente. ¿Qué haces, p ues, en vista de todo esto? ¿Qué juicio
tales, son contrarios á É l, no aceptando su doctrina y menospre­ formas del mundo? ¿Cómo miras esta tierra miserable? ¿T e pre­
ciando sus enseñanzas. Todos los que, sin particular vocación de paras para las tentaciones que te am enazan?!Oh cristiano! S é
D io s, se atribuyen este honroso oficio, son,ó ladrones que quieren sabio y escucha el documento que el Señor te d a , diciéndote:
matar á sus ovejas, ó m ercenarios que, olvidándose de ellas, sólo «Un poco de tiempo y no me verá s, y después dé otro tiempo m e
atienden á sus intereses propios. A bram os, pues, los ojos; no de­ verás ». Pórtate como si hoy mismo hubieses de v e r á Jesús en su
positemos jam ás nuestra confianza en aquellos que se muestran divino tribunal.
enemigos de Jesús; procuremos conocer con perfección á este P u t » S8.° Vosotros lloraréis y os afligiréis, y e l mundo se
amante Pastor y á los que legítimamente le representan. Mas ¿legrará; mas vuestra tristeza se convertirá en u n gozo ta l, que
¿qué resoluciones y propósitos nos conviene formar para alcan­ nadie os lo podrá quitar. E n estas palabras, e l divino Salvador
zar todo esto? Pensémoslo; y luego de conocido, confirmémoslos describe el estado habitual de sus discípulos en la tierra, opuesto
con ardientes y confiadas súplicas, rogando por nosotros y por totalmente al de los mundanos. Si eres discípulo verdadero de
todo el mundo, en particular por la conversión de los herejes y Jesús, gem irás y llorarás en este mundo, considerándote como
pecadores. desterrado, expuesto á mil peligros, perseguido de innumerables
enemigos, herido con muchos pecados, y contemplando á tu al­
rededor un sinnúmero de almas que se pervierten y se van al
DOMINICA III DESPUÉS DE PASCUA.
infierno. Mas en este mismo llanto serás bienaventurado, no sólo
P reludio i .° Jcsuerinto anunció á sus discípulos que se separaría de ellos por poco
por las gracias y consuelos que en él recibirás de tu D ios, hasta
tiempo, y-que despuis les visitaría; pronosticóles la tristeza que habían de pasar por esta poder decir con el A p ó sto l: « Sobreabundo de gozo en todas mis
causa, pero que su tristeza se convertiría en gozo. — (Joan., xvi, 16-22.) tribulaciones», sino porque, cuando menos pienses, tus lágri­
Preludio 2.« Represéntate á jesús hablando estas palabras á sus discípulos. mas se convertirán en goces soberanos, cordiales, y tan íntimos,
Preludio 3.° Pide grande conformidad con la voluntad de Dios. que nadie podrá privarte de ellos. No serán estas alegrías como
las de los mundanos, que pueden ser disipadas por el más lig e ­
P u n t o l.° Considera cómo Jesucristo, queriendo prevenir ro contratiempo; un revés de fortuna despoja de ella al ava­
á los Apóstoles p ara las pruebas por las que habían de p asar, les riento que las cifra en las riq u ezas; una enfermedad priva de
dijo: «Dentro de poco y a no me veréis; mas poco después me ella á aquel padre que la pone en la hermosura y gallardía de su
volveréis á v e r; porque voy á mi P a d re ». Mucho nos importa es­ hijo; y, lo que es m ás, los mismos hom bres, con su loca imagi­
tar preparados p ara las luchas con que nos combate el d emonio nación, no pocas veces se roban á sí mismos la sensible alegría
siempre toleramos con más fortaleza aquellos males para los cua­ de que disfrutaban. L a alegría que el Señor concede á los justos
les nos hemos preparado con el escudo de la previsión. ¡ Cuán re­ en premio de las tristezas que aquí padecieron por su am or, es de
prensibles son los hombres 1S e previenen para combatir los ma­ otra condición; nada absolutamente puede quitarla; porque se
les temporales que les amenazan, y apenas se acuerdan de los funda en D io s , y Dios está sobre todas las'Cosas. ¿D eseas par-
1056 Serie q u in ta .— Dom inicas y fiestas del año. Dom inica l f f después de Pascua. 1057

ticipar algún día de esta alegría infinita? ¿Procuras ser ahora toles en esta ocasión, viven muy inquietos por lo presente:
verdadero discípulo de Jesús? ¡Oh D ios m ío! No quiero yo la ale­ preocúpales la salud del cuerpo, los intereses, los honores, em­
gría de los mundanos, que se ha de convertir en llanto, ni la tris­ pleos; desearían saber el desenlace que tendrán las cosas v a ­
teza diabólica, que es polilla para el corazón humano. Si queréis riables de este mundo y de la política humana, y apenas piensan
que esté triste, dadme parte en vuestra tristeza, de modo que en su porvenir eterno. ¡Cuán contados son los que á menudo se
me aflija por las mismas causas que á V o s afligieron, y pueda preguntan, como debieran hacerlo: Quo v a d is? ¿ Adónde vas?
después gozar de la alegría de que estáis ahora lleno. L a vida que llevas, las costumbres que tienes, ¿ adónde te condu­
E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡Cuánto importa estar preparado cen? ¿ A l cielo, á g o za r de tu Am ado, ó al infierno, á rabiar con
para los m ales, calamidades y trabajos que nos pueden asaltar! tus compañeros? Reflexiona que la tristeza es buena y laudable
Jesús lo demuestra en el Evangelio de h o y , recordando á los su­ cuando viene de Dios, y tiene por origen el pecado, y produce la
yos la soledad y triste abandono en que se han de v e r, las crue­ penitencia; pero no lo e s ; añtes es reprensible y desagrada á
les persecuciones que habrán de sufrir, y las terribles tentacio­ Dios, cuando se funda en el amor de una cosa sensible, amada con
nes á que se verán expuestos. L os cam bios, vaivenes y mudan­ algún desorden. L os Apóstoles se entristecen porque ven acer­
zas en este mundo son continuos. Toda la vida del hombre en lo carse el momento en que se verán separados de su divino Maes­
espiritual y en lo corporal está tejida de la más triste variedad. tro y privados de su presencia corporal, visible y ordinaria; y
Tristeza y alegría, alabanzas y desp recio s, abundancia y esca­ esta tristeza, al parecer tan justificada, es reprendida por el S e.
sez, salud y enferm edad: tales son los compañeros inseparables ñor. ¿Nos dejamos lleva r nosotros de esta desordenada afección
que incesantemente se van sucediendo en nuestra peregrinación. cuando nos faltan los consuelos sensibles? ¡ Oh Maestro sobe­
¡ Dichosos nosotros, si por ser discípulos de Jesús podemos su­ rano ! Ilustradme con vuestra sabiduría divina, para que sepa
frir algo! Nuestra tristeza se convertirá en alegría, y será ésta regir y gobernar mi corazón, no permitiendo que se alegre de
tanto más intensa, cuanto más profunda fué aquélla. Mas ¡ay de lo que debe entristecerle, ni que se entristezca de lo que debiera
nosotros si ahora nos entregamos á una alegría reprensible! alegrarse ; sino q u e , guiado por vuestro espíritu, piense siem­
Presto se convertirá en tristeza. ¿Q ué preferimos, pues? ¿De­ pre, hable y obre del modo que os sea agradable.
seamos ahora la tristeza con esperanza de disfrutar eternamente F n n t o Ü.° D eseoso el Salvador de templar y aliviar la tris­
de deliciosa é inefable alegría, ó preferimos lo contrario? Sea­ teza que tenía tan abatidos á sus amados Apóstoles, les pro­
mos sensatos y prudentes ¡ y pues el Señor nos ha concedido la metió enviarles el Espíritu Santo, asegurándoles que en su ve­
f e , obremos según ella nos exige. P ara e sto , insistamos en hacer nida acusaría y convencería al mundo de pecado, de justicia y de
propósitos y súplicas, sin olvidar las necesidades generales y par­ juicio, y que á ellos les enseñaría toda verdad. ¡ Qué promesa tan
ticulares, propias y ajenas. espléndida y generosa! ¿Quién podrá comprender el cúmulo infi­
nito de bienes que en ella están encerrados? El Espíritu divino
convence al mundo de pecado, patentizando la culpa en que incu­
DOMINICA IV DESPUÉS DE PASCUA.
rren los mundanos que no quieren abrazar la fe de Jesucristo:
de ju sticia, manifestando con claridad y dando testimonio de la
P reludio i .» Jesucristo, deseando aliviar la tristeza de sus Apóstoles, les promete el
justicia y santidad de JesúsV el cual por sus obras mereció ser
Espíritu Santo, y les anuncia los efectos que en ellos y en el mundo causará.— (Joan., xvt,
clarificado en su resurrección y subir á su P a d r e : de ju ic io , pro­
5-M.)
Preludio 2.» Representémonos á Jesús hablando á sus Apóstoles, y á nosotros entre bando con evidencia que deben ser juzgados con la misma seve­
dios oyéndole. ridad y rigor los mundanos que lo ha sido su cabeza y príncipe
P reludio 3.« Pidamos grande desprendimiento de todas las cosas y conformidad con la Lucifer. ¿Cómo es que no detestemos y aborrezcamos á un mun­
voluntad del Señor. do que tiene contra sí el testimonio del divino Espíritu? ¡Ah! Es
que quizá no nos guía esta divina luz; y así no podemos llam ar­
F n n t o l . ° Considera cómo Jesucristo, viendo á sus amados nos todavía hijos de D io s, porque no somos de aquellos á
Apóstoles afligidos por la próxim a separación que temían, parte quienes m ueve el Espíritu divino. Él cual, no sólo ha venido para
por corregirlos blandamente, parte para aliviar la tristeza des­ condenar y reprobar al mundo, aprobando y confirmando la doc­
ordenada en que estaban sumidos, les d ijo :«V o y al Padre que me trina de Jesús, sino también para enseñarnos toda verdad en
envió, y ninguno de vosotros me pregunta: ¿adónde vas? Antes, orden á D io s, á nosotros mismos y á nuestros prójimos: toda
porque os he dicho estas palabras, vuestro corazón se ha lle­ verdad y a acerca de lo pasado, y a sobre lo presente, y a también
nado de tristeza». Muchos son los cristianos q u e, como los A pós­ sobre lo ven id ero: toda verdad sobre las cosas invisibles y las
67
105$ Serie quinta.— Dominicas, y fiestas del año.
Dominica V después de Pascua. 1059
oosas visibles. ¿Qué nos enseña á nosotros el divino Espíritu? tinieblas, consuelo cuando estemos tristes, seguridad cuando nos
¿Cómo oím os sus enseñanzas? ¡Oh Maestro soberano! Enseñadme hallemos fluctuando entre temibles incertidum bres, fortaleza
interiormente lo que he de hacer y practicar actualmente para cuando nos sintamos tentados, y resolución firme de salir de la
huir del mundo pecador, seguir á Jesús justo y librarme del jucio culpa cuando hubiésemos caído. Mas considera cómo esta ora­
que m erecen los seguidores del demonio; enseñadme á regir mis ción, para que produzca bienes tan soberanos, ha de hacerse en
d eseo s, dom inar mis pasiones, corregir mis afectos y amaros con nombre de C risto, y ordenarse á la consecución de un gozo Heno-
toda perfección. Ora en nombre de Cristo aquel que se apoya y confla, no en sus
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¿ Quién no se alentará, al considerar propios m éritos, sino en los de Cristo, y aduce, no sus propias
los bellísim os y prácticos documentos que Jesús da en esta oca­ virtudes y obras santas, para mover la divina misericordia, sino
sión ? V e á su s amados discípulos excesivam ente tristes á causa las obras y trabajos de Cristo; aquel que ora como discípulo de
de la próxim a y violenta separación que les anuncia; y , deseoso Cristo, como miembro del cuerpo cuya cabeza es Cristo, con
de tem plar una pasión que puede conducir al alma á lamentables espíritu de cumplir el encargo de Cristo; aquel, en fin, que pide
caídas, los consuela y anim a, recordándoles que pronto les cosas convenientes para la salvación y que pueden pedirse en el
enviará el divino Espíritu, el cual condenará al mundo réprobo nombre del Salvador. El gozo lleno que se debe pretender y bus­
y perseguidor de la virtud, y llenará á ellos de toda luz y verdad, car en la oración, no es el que producen los bienes temporales y
descubriéndoles y declarándoles todo cuanto les conviene saber m ateriales, sino el que nace de la gracia y de la caridad, que na­
en orden á D ios, á sí mismos y á los prójimos; todas las cosas die puede quitar. ¡ Oh Redentor m ío! Gracias os doy por habernos
visibles é in visib les, lo pasado, lo presente y lo venidero. Parece concedido un medio tan poderoso para obtener todos los bienes,
imposible que tan ilustres promesas no aliviasen el corazón afligi­ cual es la oración. ¿Cómo podré yo pagaros tan señalado bene­
do de los discípulos del Señor. ¡Ah! Es que se preocupaban ficio? Quiero por vuestro amor dedicarme constantemente á ella,
mucho p o r 'lo presente, y no preguntaban á Jesús adúnde iba, pidiendo á vuestro Padre, en nombre vuestro, las cosas que pue­
esto e s , no querían pensar siquiera en lo por venir. D e aquí pro­ den dar á Vos grande gloria y á mí un gozo Heno.
cede también que las promesas de Cristo no te consuelan. Tienes P a n t o 8.° P ara mejor despertar en nuestra ánima la con­
afición á este mundo m iserable, y poco á la gloria que esperas. fianza tan necesaria para la oración, consideremos en este punto
Tu corazón está apegado á la tierra y no se preocupa por el cie­ los motivos de ella, que recuerda el Salvador á sus Apóstoles.
lo. ¿ Hasta cuándo serás tan necio y ciego? P ién salo. propón y «Cuando pidáis en mi nombre, excuso deciros que Y o también
ruega con fervor. rogaré por vosotros á mi Padre; aunque de esto no había necesi­
dad , puesto que mi Padre os am a, pues vosotros me amasteis, y
DOMINICA V DESPUÉS DE PASCUA. creisteis que salí de El». ¡Oh palabras dignas de toda pondera­
ción, en las cuales se esconde un tesoro infinito de confianza y
P reludio i .« Jesucristo exhortó ce n palabras encarecidas á los Apóstoles á la oración, seguridad en la bondad y misericordia de D ios! S i oramos en el
señalándoles el modo de hacerla, dándoles motivos poderoso, de confianza. — (Joan., nombre de Jesucristo, este divino Señor á orar también por nos­
xvi, 23-30.) otros y con nosotros; y El ha sido siempre oído por'su reveren­
P reludio 2. « Representé.nonos á Jesús dando estas divinas instrucciones i SUS Apósto­
cia, como dice el A póstol. El mismo Padre El erno nos ama como á
les y i nosotros con ellos.
hijos nuiv amados, y , como Padre amantísimo, desea infinita­
P reludio 3 -° Pidamos la gracia de saher orar.
mente hacernos felices por toda la eternidad. Él desea que le
pidamos, porque con nuestras oraciones reconocemos su majes­
P u n t o l.° Considera cómo Jesús, hallándose próximo á tad, grandeza y dominio absoluto sobre todas las cosas; porque
dejar, según su presencia corporal, visible y ordinaria, á sus con la oración confesamos nuestra pequeñez, miseria y pobre­
A póstoles, trató de aliviar la grande tristeza que tal separación za; porque con ella testificamos la excelencia de los dones que
les cau sab a, ordenándoles un remedio eficaz para todos los males esperamos, y porque ella es como la señal de ser hijos de Dios,
espirituales y corporales que puedan afligir al hombre, dicién- pues que es muy propio de los hijos acudir á su padre para
doles: «De verdad os digo que si alguna cosa pidiereis á mi Padre demandar las cosas qvie necesitan. Con todo: no espera el Señor
en mi n o m b re , os lo concederá. Hasta ahora nada habéis pedido nuestras oraciones para concedernos innumerables bienes, y al
en mi n o m b re; pedid y recib iréis, para que vuestro gozo sea lle­ instante que abrimos nuestros labios, nos favorece dándonos lo
no». L a oración es la medicina que cura todas nuestras enferme­ que nos conviene. Pues, ¿cómo no tendremos más confianza en
dades; en ella encontraremos luz cuando el Señor nos deje en nuestras oraciones? ¡Oh Padre de m isericordias! Vergüenza me
I io 6 o Serie qu in ta .— Dominicas y fiestas del año. Dom inica dentro de ¡a octava de la Ascensión. 1061

causa el recuerdo de mis pasadas desconfianzas y temores ex­ este don de Dios! ¡ Con cuánto ardor lo desearías! ¡ Con qué fervor
cesivos; desde hoy me arrojo en vuestras manos, y estoy seguro lo pedirías! ¡Con cuánta diligencia lo conservarías habiéndolo
que me auxiliaréis, porque me tenéis escrito en ellas, .y no que­ recibido! Este divino Espíritu se llama con razón Espíritu de
réis olvidaros de mí. Oid, Señor, mis súplicas, y compadeceos de verdad, porque es totalmente opuesto al espíritu de mentira, error
mi necesidad. y engaño, propio del demonio; es también la fuente y principio de
E p i l o g o y c o lo q u io » . ¡ Oh providencia amorosa de Jesús! toda verdad acerca de Dios del mundo y del hom bre; nos enseña
¡ Cómo resplandeces en el Evangelio de este d ía ! ¡ Qué Padre tan toda v e rd a d , no sólo la que nos conviene saber para la salvación,
p reviso r, qué Médico tan sabio, qué Maestro tan caritativo se sino también para alcanzar la perfección; Él nos muestra los
muestra en el consejo ó mandato que da á sus Apóstoles! ¡La bienes sólidos y verdaderos, cuales son los espirituales y eternos,
oración! He aquí la clave déla felicidad verdadera,la panacea uni­ descubriéndonos su excelencia y manifestándonos cuánto se di­
versal , la sólida sabiduría, Imposible parece que creyendo lo que ferencian délos vanos y caducos de la tierra. ¡Dichosos aquellos á
creemos, y oyendo tan frecuentemente las palabras de Jesús, quienes guía y dirige este Espíritu! No andarán en tinieblas, ni
no seamos más aficionados á ella. Y más imposible aún parece llamarán á lo bueno m alo, sino que pesarán todas las cosas por el
q u e, sabiendo la promesa que ha hecho Jesús al que o ra , lo haga­ propio valor que tienen. ¿No sentimos nosotros la necesidad de
mos con desconfianza, como si nuestras palabras se perdiesen en este divino Espíritu? ¿Qué hacemos para alcanzarlo? ¡Oh E s­
el vacío. Sabemos que Jesús, hijo de D io s , ora con nosotros; que píritu de verdad! E sclareced los ojos de nuestra mente para que
el Padre Eterno nos ama con ternura m ayor que todos los padres conozcamos el camino que hemos de segu ir, huyendo de todos
han amado á sus hijos; y, con todo, oramos con languidez y habla­ los extremos peligrosos, de modo que en la práctica de la virtud
mos con Dios de un modo tan distraído, que no osaríamos hacerlo y en el cumplimiento de nuestros deberes obremos siempre se­
con el más vil mortal. No es extraño que no reportemos d e c o r a ­ gún vuestras divinas inspiraciones.
ción aquel gozo lleno que desea Jesús. Parece que sólo sabemos P a n t o £ .° Considera cómo Jesucristo, después de haber
hablarle con fervor cuando le pedimos la basura de su casa, esto prometido á sus A póstoles el divino E spíritu, que había de ins­
es , los bienes materiales. ¿Cuándo nos penetraremos de los de­ truirles en toda verdad y dar testimonio de É l, les anuncia g ra v í­
seos y sentimientos de nuestro Salvador, y le pediremos lo que simas persecuciones de parte del mundo y del demonio. E l que
le agrada? T iem p o 'es y a de que, enmendando lo pasado, nos está lleno del Espíritu Santo, presto viene á ser el blanco y á e x ­
resolvamos á orar como conviene, y á m irar la oración como la citar la ojeriza de aquellos que son esclavos del espíritu diabóli­
primera de nuestras ocupaciones. Propongamos y pidamos lo ne­ co. No te aflijas cuando te persigan los m alo s, porque no has de
cesario para obrar de esta manera. ser de mejor condición que tu Señor, el cual fué terriblemente
perseguido. L a prueba durará poco tiempo; y si en ella te en­
DOMINICA DENTRO DE LA OCTAVA DE LA ASCENSIÓN. cuentra el Señor digno de s í , estará contigo en la tribulación,.y
después te librará honrosamente de e l la , y te glorificará. Pon­
Prbwdio i .» J e s u c r is to an u n cia á s u s A p ó s to le s la ven id a d el E s p íritu S a n to y lo s bie­ dera el m otivo por el cual los malos persiguen á los buenos. E s
n e s q u e le s c o m u n ic a ré , y lo s d isp o n e p ara la s trib u la c io n e s q u e h a b rá n d e s u frir.— (J o a n ., que no conocen al Padre celestial ni á su Hijo divino, Jesucristo.
x v , 2 6 - 2 7 , y x v l > ■ -4 -) No conocen ni meditan su poder inmenso, con el cual podría
P rbi udio 2.0 R e p re se n té m o n o s al S e ñ o r p ron o stican d o la s p e rs e c u c io n e s d e q u e sere­ aniquilarles en un instante; su bondad infinita, qne les está susten­
m o s v ic tim a s .
tando y mandando al sol que los alumbre y á todas las criaturas
P reludio 3.0 P id a m o s a l m is m o S e ñ o r n o s co n c e d a la g ra c ia d e l E sp íritu S a n to para
que les sirvan; sn m isericordia, su longanimidad, su hermosura-
s u frir c o n p ac ien cia lo s tr a b a jo s q u e n o s asa lten .
¡Cuántos daños produce esta detestable ignorancia! E l no cono­
c e r á Jesucristo, las obras que ha hecho, las penas que ha sufri­
P u n t o l.° Cuando viniere el Espíritu consolador que Y o os
do, las privaciones á que se ha sujetado, es la causa de no ser
enviaré desde el lugar en donde está mi P a d re, É l dará testimo­
amado como es debido, y de que no se agradezcan sus beneficios
nio de Mí. Considera cómo Jesucristo llama al Espíritu Santo el
ni se busque su gloria. L lo ra tal ignorancia, y pide con humildad
P aracleto, esto es, el consolador, el au xiliador, el abogado para
y fervor á s u Majestad que te libre de ella; medita con cuidado,
prestarnos socorro. En Él hallamos todo cuanto podemos desear,
ora con fervor y guarda la divina presencia, p orque, si v a s con
y todo cuanto podíamos tener en C risto , pues que son una misma
el que es sapientísimo, serás sabio. ¡Oh dulcísimo Jesús! V os sois
naturaleza divina. Ningún hijo halla en su padre los bienes que
la luz de luz que vinisteis á alumbrar al pueblo, que estaba senta­
nosotros encontramos en el Espíritu Santo. ¡Oh , si tú conocieses
do en las tinieblas y en las sombras de la m uerte; haced conmigo
io 6 a Serie qu in ta .— Dom inicas y fiestas del año. Dominica de Pentecostés. 1063
vuestro oficio; alumbradme para que os conozca á Vos y osam e, que por ti puso su alm a y se entregó á la más afrentosa muerte!
me conozca á m í, y me desprecie, conozca el bien de las tribu­ Pondera los excelentes efectos de la caridad y amor de Cristo:
laciones y me abrace con ellas; y, finalmente, conozca la vanidad «Si alguno me am a, será amado de mi Padre y Y o l e am aré,
de los bienes terrenos y los menosprecie. bajaremos á é l, y de asiento m orarem os en él». D e modo que
E p i l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué cuidado tan amoroso tiene si amas á D ios, su correspondencia es indudable; amas á una
Jesús de sus discípulos! Aunque se ha subido al cielo, no ha vil criatu ra, y ésta Ce menosprecia; amas á D ios, y este Señor
querido que quedasen huérfanos; antes ha dispuesto enviarles el acepta tu afecto y te corresponde á él sin demora. Y para pro­
Espíritu consolador para que haga sus veces y le supla en su barte su amor, viene á ti de un modo sin gular, convirtiéndose tu
ausencia. El Espíritu Santo es, en verdad, Espíritu consolador. alma en templo de D ios, paraíso d ivin o, centro de riquezas ine­
¡Qué fuente tan abundante de paz, alegría, consuelo y felicidad fables, fuente de abundantes g ra c ia s , y. foco de luz celestial. S i
es este divino Espíritu! A le g ra el co razó n , llenándole del amor tienes á D ios contigo, ¿qué fáltate hacen las riquezas? ¿Qué ne­
divino, causa de todo placer verdadero y gusto san io; alegra el cesidad tienes de los hombres? Sólo D ios basta, j Oh alma mía!
entendimiento, ilustrándole con verdadera ciencia; por esto se Preciso es que tengas del todo embotada la voluntad, si tales
llama Espíritu de verdad. Acompañados é iluminados por este razones no te inducen á amar á tu Dios. Si amas lo bueno, ¿por
divino Espíritu,no hemos de temer las persecuciones de los hom­ qué no amas al que es Sumo Bien? Si roba tu corazón lo bello,
bres, porque, lejos de dañarnos, nos aprovecharán: de ellas ¿por qué no te aficionas á la misma belleza? ¡Oh Jesús! Dadme
saldremos puros, como el oro del crisol. ¡Oh, si comprendiésemos vuestro a m o r, y esto me basta: con él soy bastante rico.
bien esta doctrina! Bienaventurados aquellos que, llenos del divi­ P u n t o 2 .° Considera en este punto los bienes inmensos que
no E sp íritu , tienen la dicha de sufrir persecución por la justi­ hemos de obtener por medio del Espíritu Santo, si lo recibimos
cia: de ellos s e rá sin duda el reino de los cjelos. ¿Temeremos con aquella plenitud y abundancia con que pretende comunicar­
aún las tribulaciones y persecuciones? ¿Decaerem os de ánimo en se á nuestras almas y desea Jesucristo. E ste divino E spíritu, dice
los trabajos con que nos prueba el mundo? Acordémonos que en el Salvador, os enseñará todas las cosas y os sugerirá y traerá
nuestra compañía está el Espíritu consolador; formemos eficaces á la memoria lo que os he enseñado, á fin de que os pueda
propósitos de aprovecharnos de sus g racias, y pidamos aquellas servir de norma segura en vuestra conducta. Pondera cómo fel
luces y auxilios que nos son n ecesario s, y no olvidemos las de­ Espíritu Santo nos enseña todas las cosas necesarias para nues­
más obligaciones. tra salvación, y no sólo las enseña exteriorm ente por los predi­
cadores y otros medios, sino interiormente p or si mismo, ilu­
DOMINICA DE PENTECOSTÉS. minando nuestra mente p ara que las reconozca, inclinando la vo­
luntad para que las a b ra c e , y confortando la memoria para que
P reludio i .° Jesucristo en d Evangefio de esta festividad explica los caracteres de sa las retenga. É l nos enseña lo necesario para la perfección, hasta
a m o r y lo s e fe c to sdel Espirita Santo.—(Joan., xfv , 23-31.) hacem os semejantes en todo á Jesucristo, nuestro Maestro. É l
P reludio 2.0 Representémonos ¿ Jesús, como á le estuviéramos oyendo.
.enseña de un modo práctico; nos muestra la ley, y muévenos á
Preludio Pidamos d divinoamor y los demes dd Espíritu Santo.
cumplirla; nos enseña el cam ino, y hace que le sigamos; y , final­
mente, nos induce á llorar las culpas, á expiarlas con la peniten­
P u n t o l.° Considera cóm o Jesucristo nos muestra -el carác­ cia, y á imitar las virtudes del Salvad or, su humildad, pacien­
ter más principal del am or de D io s , diciendo: «Si alguno me ama, cia, caridad y demás. Este divino E spíritu, con sus secretas é in­
guardará mi p alabra; el que no me am a, no la guarda». L a cari­ ternas ilustraciones, nos sugiere y recuerda las enseñanzas de
dad ó amor de D io s se descubre, no tanto en las palabras, cuanto Jesús para que nos aprovechen en las varias circunstancias de
en las obras. E l am or de D io s, dice san G regorio, nunca puede nuestra vida. En e l tiempo de la tentación tráenos á la memoria
estar ocioso; él obra grandes cosas cuando e x iste ; y si no quie­ sus lecciones acerca de la gravedad del pecado, terribilidad del
re trabajar, no puede llam arse amor. M ira cuáles son tus obras, infierno, presencia de D ios, vanidad de las cosas mundanas.
y si observas q u e flaqueas en la observancia de los divinos man­ En tiempo de trabajos, nos representa el premio de la gloria; en
damientos, convéncete de que no amas á Jesús como debes. ¡ Qué tiempo de a le g r ía , nos recuerda la necesidad de m oderarla; en
insensatez! ¡ No am ar al S eñ or que m ás títulos reúne para mere­ tiempo de tribulación y dolor, nos presenta á la mente la Pasión
ce r tu amor! j Q ué locura! ¡N o sentir am or al Señor de las virtu­ de Jesús, y en tiempo de paz y descanso, la necesidad de estar
des, al R e y de la gloria, al más hermoso entre los hijos de los preparados para la guerra. ¡Oh, si nosotros escuchásemos con
hombres, elegid o entre m illares, infinitamente deseable; á Aquél docilidad las lecciones de este divino Espíritu! ¡Oh Maestro ce-
1064 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dom inica I después de Pentecostés. 1065

lestial! Compadeceos de nuestra ignorancia, y enseñadnos todas más particularmente la misericordia. Debes evitar los juicios
las cosas que nos ha dicho Jesús, á fin de que, cumpliéndolas, desfavorables á tus prójimos: «No juzguéis, y no seréis juzga­
nos hagamos dignos de eterno premio. dos»,dice el Señor. Mucho más has de huir de condenarle, aun­
E p i l o g o y c o lo q u io s. ¡Oh eficacia del divino amor! Él nos que la injuria que te ha hecho sea muy grave; puesto que m ayo­
llena de fortaleza y vigo r para acom eter las empresas más difí­ res son las que tú hiciste á Dios, y este Señor te medirá con la
ciles, para perseverar en el cumplimiento de la ley, aunque pesada medida con que tú midieres á tu hermano; por lo cual-dice; «No
y repugnante, y para luchar constantemente contra todos nues­ condenéis, y no seréis condenados». Mas no debes contentarte
tros enemigos. E ste amor es un poderoso imán que atrae á nos­ con no ofender á tu prójimo; Jesús te exige una misericordia
otros el amor de toda la Santísima Trinidad, la cual viene á y caridad positivas, y a perdonándole de corazón, «perdonad, y
m orar de asiento en el alma que lo posee. ¡Ah, si el Espíritu Santo seréis perdonados»; y a también ayudándole en sus necesidades,
viniese á nosotros con la plenitud con que se comunicó en este remediando sus m iserias y socorriéndole con abundantes limos­
día á los Apóstoles y demás discípulos del Señor! No solo encen­ nas, «dad, y se os dará». ¿Imitas tú la misericordia de Dios, tu
dería en nuestro corazón esta divina y preciosa llam a, sino que Padre celestial? ¿Cómo ejercitas la caridad con tus prójimos?
nos mostraría todo cuanto debemos saber para ser en este mun­ ¡Oh dulcísimo y amantísimo J e s ú s ! Con razón nos exigís que
do fieles á nuestro D ios, y en el otro bienaventurados en la glo­ tengamos misericordia de nuestros prójimos y usemos con ellos
ría. Él nos sugeriría con la oportunidad conveniente cuanto nos de caridad, pues V o s os señalasteis de tal modo en estas virtu­
ha enseñado Jesús; y en la salud y enfermedad, en la abundan­ des, que por ellas fuisteis murmurado de vuestros enemigos.
cia y e sca se z, nos regularíam os por la norma celestial que ha Concededme que perdone como V os perdonasteis, sea generoso
trazado el divino Maestro. ¿Deseamos recibir á este divino Espí­ como V os lo fuisteis, á fin de que reine con V o s para siempre.
ritu? ¿Qué medios practicamos con este objeto? Reflexionémoslo P u n t o 2.® Considera las eficaces razones que aduce Cristo
con atención, porque nos interesa en gran manera; propongamos nuestro Señor para movernos á la m isericordia.«Con la medida
de modo que el Espíritu Santo guste de morar en nosotros; pidá­ con que midiereis á vuestros prójimos seréis medidos.» Verdad
mosle fervorosamente cuanto necesitemos. es que esta norma no se sigue siempre en este mundo; antes
con frecuencia se pagan con ingratitud los bienes, y con ofensas
DOMINICA I DESPUÉS DE PENTECOSTÉS '. las limosnas; em pero, en el otro mundo, ésta será sin duda la
ley universal ordenada por la divina Justicia. E n el infierno, el
P reludio i .« En el E v a n g e lio de e ste d o m in ic a , J e su c risto e x h o rta á la m is e ric o rd ia ,
dolor y el llanto serán proporcionados á las culpas cometidas y
p ro h ib e lo s ju ic io s te m e ra rio s y o fre ce g ra n d e s p rem io s á lo s q u e ejerc ita n la c a rid a d con á lo s regalos desordenados que se hubiesen disfrutado; en el pur­
su s p ró jim o s .— ( L u c ., v i, 3 6 - 4 2 .) gatorio, la medida de consuelo y refrigerio será proporcionada
Preludio 2.° R e p re s e n té m o n o s a l S a lv a d o r p red ican d o á la s tu r b a s , e n tre la s c u a le s nos á la misericordia ejercitada en vida; y en el paraíso la gloria y
h allam os. bienaventuranza corresponderá á las virtudes practicadas, á los
Preludio 3 .0 P id a m o s la g ra e ia d e s e r c a r ita tiv o s y m ise ric o rd io so s co n n u e s tr a s p ró ­
tormentos padecidos por D ios, y á las humillaciones y privacio­
jim o s .
nes soportadas por su amor. ¿Quién, reflexionando todo esto, no
se m ueve á ser m isericordioso y á seguir el camino trazado por
P a n t o l.° Sed m isericordiosos como lo es vuestro Padre. el Salvador? ¡ A y de aquel qué m enosprecia estos consejos, y
Quiere Jesucristo que nuestra m isericordia se extienda á todos se gobierna por el dictamen del mundo, por los deseos de la
sin excepción, justos y pecadores, am igos y enem igos, conocidos carne, ó por las exigencias de su amor propio! Será un ciego
y desconocidos; que la ejercitemos gratuitamente, sin esperanza guiado por otro ciego, y ambos caerán en la hoya profunda del
ni pretensión de prem io ni recompensa de los hombres; que sea pecado, y por fin en el abismo del infierno. Examina atentamente
abundante, haciendo todo el bien que podamos, é ilimitada, no cómo piensas acá de estas cosas, y si alguna vez te has dejado
sólo cuanto al tiempo, sino cuanto á los efectos, estando dispues­ llevar de los respetos humanos, de los apetitos desordenados y
tos hasta á dar por nuestros hermanos la vida. D e este modo del amor desordenado de tu voluntad. Reflexiona, por fin, sobre
nuestra m isericordia será semejante á la de nuestro Padre celes­ las últimas palabras del E vangelio. «¿Cómo ves la paja en el ojo
tial. Considera luego las cosas en que quiere Jesús que ejercites de tu hermano, y no consideras la v ig a que está atravesada en
el tuyo?» Tienes mucho rig o r para corregir á los demás, y exce­
• La meditación correspondiente á b fiesta de la Santísima Trinidad, que «c celebra en sivo descuido para corregirte á t i ; quieres que las Caltas de otros
o*ta dominica, se bal-ara en b serie primera, med. 151. no sean disimuladas, y sientes que se vean las tuyas. ¡Oh ama-
v

1066 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dom inica'dentro de la octavi del Corpus. 1067

bilísimo Salvador! Llenad nuestro corazón de aquella divina llamados todos los infieles y herejes; cena riquísima es la sagra­
caridad, por la cu al, estando en la cruz, rogasteis por vuestros da Eucaristía, para la cual invita Dios á los cristianos; cena pre­
enemigos, excusando del modo que podíais su pecado; hacedme ciosa es el estado religioso, al cual llama á sus escogidos; cena
misericordioso con mis prójim os, á fin de que sea digno de reci perfectísima y sumamente abastecida, y que con propiedad se
bir en el cielo abundante medida de gloria. llama con este nom bre, es la gloria del cielo, que se da al ter­
K p flo ffo y c o lo q u io s . ¡Cuán misericordiosos nos desea minar el día de esta vida mortal, y á la cual ya no seguirá otra
el divino S alvador! ¡Como su Padre celestial! ¿Quién es capaz com ida, porque en ella quedará el hombre-completamente satis­
de copiar en sí este divino modelo? Para esto es indispensable fecho , sin que pueda suspirar por otros bienes que ya no posea,
que nuestra m isericordia sea universal, perpetua, gratuita, es­ puesto que tiene á D ios, en el cual se encierran todos. Con ser
pléndida, ilim itada, y sin acepción de personas. Nuestra mise­ tan excelentes y regaladas estas cenas, muchos de los invitados
ricordia ha de ser, no sólo negativa, evitando los juicios desfavo­ se excusan de acceder á los deseos del Señor que los invita: por­
rables contra el prójimo y el condenarle con lig ereza ; sino positi­ que muchos herejes rehúsan entrar en la Iglesia, muchos cris­
va. perdonando con amor las ofensas y ejercitando la generosi­ tianos menosprecian la cena eucarística y resisten á la vocación
dad con abundantes limosnas. ¡Oh, si de este modo midiésemos religiosa, é innumerables hombres prefieren gozar en la tierra
á nuestro prójimo! En este mundo quizá no serían reconocidos ni que subir á disfrutar de las delicias del cielo. ¿Estamos nosotros
alabados nuestros sacrificios; empero en el otro, la medida de incluidos en alguna de estas clases? ¿Nos arrastra alguna vez la
gloria seria abundante, colm ada, y que rebosarla por toda la soberbia, el interés ó la sensualidad, causas universales por que
eternidad. ¿P or qué en el trato y relaciones con nuestros her­ los hombres desoyen la voz del Señor que los convidar ¡Oh Dios
manos no nos modelamos por esta doctrina de Jesús? ¿Por qué mío! Dad conocimiento y prudencia á tantos insensatos que,
consultamos tantas veces á nuestras pasiones, á nuestras alec­ abandonándoos á V o s, fuente de aguas viv a s, cavan para sí cis­
ciones y repugnancias? ¡A y de nosotros! En estos casos somos ternas rotas que no pueden contener el a g u a , y dejando á un Pa­
ciegos guiados por otros ciegos. Nada más ciego que la pasión. dre tan amante como V o s, se «entregan en manos de un amo
Ella nos precipitará sin duda en la hoya del pecado y en el abis­ cruel que los explota, aflige y humilla en este mundo y los ator­
mo sin fondo del infierno. Conociendo todo esto, hagamos propó­ mentará para siempre en el otro.
sitos muy firmes de obrar según las enseñanzas de Jesús, ejer­ P a n to £.° Considera cómo, viendo el Señor de la cena que
citando la m isericordia con nuestros hermanos del modo que Él los llamados primeramente habían desechado su invitación, dijo
desea; supliquém osle que nos ayude á cumplirlos y que se com­ á su siervo: «Sal al instante por las calles y plazas, por los ca­
padezca de todas las necesidades. minos y encrucijadas, y o b lig ad entrar á cuantos top es, aun­
que sean pobres, enfermos, ciegos y cojos, hasta que mi casa
DOMINICA DENTRO DE LA OCTAVA DEL CORPUS, II DESPUÉS DE quede llena de convidados». Pondera aquí la misericordia infi­
Pentecostés. nita de Dios nuestro Señor, por la cual invita generoso para
su divina cena á todos los hombres indistintamente. No descon­
fíes d é la bondad de este celestial P ad re, aunque te reconozcas
Preludio i .« Un hombre hizo una grande cena, llamó á varios convidados, y nt exea,
saron de asistir á ella; entonces mandó á su criado que obligase i entrar á todos los que pobre de virtudes y buenas o b ras; enfermo con muchas pasiones
encontrase al paso, hasta que se llenó la sala; mas los primeros quedaron excluidos —(Lúe., y desordenados afectos é inclinaciones; ciego para v e r las«cosas
xiv, 16-24.) sobrenaturales y tus propias m iserias y para meditar las cosas
Preludio 2.» Represéntate á Jesús sentado i la mesa, rodeado de bríseos, proponiendo divinas; cojo, cayendo repetidas veces en culpas veniales. Tam ­
esta parábola. bién tú tienes derecho á esperar el divino llam am iento, por más
1‘ relud o 3.» Pide la gracia de no hacerte sordo al llamamiento divino. que te halles en tan m iserable estado: P e r o , si has recibido el en­
cargo de liamar á otros, mira entre quiénes has de ejercer el di­
P a n to l. ° U n hombre distinguido preparó una grande cena, vino m inisterio, y cómo has de llevar á cabo los ejercicios de
y estando todo dispuesto, envió á su siervo á que llamase á tu celo. Si los ricos no te escuchan, habla á los pobres; si los sa­
los invitados; m as éstos por diversos pretextos se excusaron de bios te desprecian, enseña á los ignorantes; si los nobles no quie­
acudir á la invitación. Considera cómo este hombre figura muy ren oirte, dirígete á lo s plebeyos, y no desdeñes á los m ás misera­
expresivam ente á D ios nuestro Señor, el cual por sola su miseri­ bles. Si Dios los admite á su c e n a , ¡cuán reprensible serás tú , si
cordia ha preparado varias cenas para alimentar y recrear á los ' por orgullo no quisieras invitarlos! Y no basta una simple invita­
hombres. Cena abundantísima es la santa Iglesia, á la cual son ción; es preciso exhortar con energía , m over con viveza y ha-
Dominica /// después de Pentecostés. 1069
io68 Serie quintj.— Dominicus y fiestas del año.
piritual d e su celestial doctrina y gracia divina. ¡Cuán propio de
cer una santa violencia, como si á ti te importara tanto como á
los ministros de Jesucristo es este celo tierno, amable, siempre
ellos el entrar en el convite en donde y a estás. Reflexiona con
accesible y compasivo! «Nos hemos hecho niños en medio de vos­
santo temor cuán omnipotente es la providencia de D ios, la cual
otros,decía el Apóstol escribiendo á los fieles de Tesalónica, y os
logra siempre su intento, llenando su convite; y si los unos des­
regalamos con ternura, como la nodriza cuando acaricia á su
precian su invitación, otros se aprovechan de ella. G u a rd a , pues,
hijito, siendo como sois carísim os para nosotros.» L o s duros,
lo que tienes, á fin de que otro no te quite tu corona. ¡Oh alma
ásperos, severos y rígidos para los pecadores,son semejantes á
m ía! S i oyes la voz de D ios, no seas dura para escucharle y
los fariseos, que querían alejarlos de Jesús, y murmuraban de É l
cumplir lo que te inspira, no sea que algún día te d ig a : Llam é, y
porque los admitía. ¿Cuál es el modelo que tienes para el ejercicio
tú rehusaste oir, y se burle de ti en tu abatimiento.
de tu celo? ¿Imitas á los fariseos ó á Jesús? Pondera la infinita
K p f l o g o y c o lo q u io s . ¡ D e qué modo tan sencillo y expre­
ternura de este Señor, que resalta en la parábola que en esta oca­
sivo explica Jesús los secretos de su adorable providencia! Un
sión les propuso. E s un pastor que, teniendo cien ovejas, pierde
señor prepara una espléndida ce n a ; llama á los invitados. y
una; al instante deja las noventa y nueve, y corre en busca de la
habiendo éstos rehusado acudir á la invitación, envía á sus cria­
que se extravió, y si la encuentra, cárgala sobre sus hombros, llé­
dos que vayan por todos los caminos y compelan á todos los que •
vala al rebaño, y se felicita y alegra con sus am igos de haberla
hallen á entrar en la sala del convite, sin m irar si son ciegos, cor
encontrado. El pastor es Jesú s, la oveja perdida es el pecador
jos ó enferm os, hasta que se llene toda ella. E ste Señor tan gene­
que se aparta de la congregación de los justos, los am igos que
roso es Dios, i Qué cenas tan abundantes, espléndidas y ricas ha
se regocijan y se alegran son los ángeles, que hacen fiesta en
preparado para los hom bres! L a Iglesia santa, el estado religioso,
la conversión del pecador. Medita bien las circunstancias de esta
la sagrada E ucaristía, la gloria del cielo: cenas son que no reco­
parábola, y , si tienes corazón, no podrás menos de llorar tus
nocen superior. ¡ Oh locura del hom bre! Siente el divino llama­
miento, y , engañado y dominado por la soberbia, avaricia ó pecados y deshacerte en alabanzas de la bondad y misericordia
amor al goce, desecha, estúpido, la amorosa y tierna invitación de Jesús. ¡O h Pastor amoroso! A hora veo cuán ingrato he sido
de su Dios. ¿ Quién sabe si nosotros hemos seguido alguna vez con V o s , desconociendo vuestros beneficios y pagando con nue­
el camino de estos insensatos ? No juguemos á. costa de la divina vas ofensas vuestras excesivas bondades; hacedme oveja dócil
g r a c ia , porque lo que sembremos, eso cogeremos. Si hacemos que nunca me aparte de V o s ; y pues queréis que también sea
el sordo á la voz de D ios, otros arrebatarán nuestra corona, y pastor, comunicadme vuestro espíritu para que os imite con
nosotros, que habíamos de ser los hijos de su reino, vendremos á fidelidad en el gobierno de las ovejas que me habéis encomen­
caer en las tinieblas exteriores. Meditemos profundamente estas dado.
verdades, y movámonos á hacer los propósitos que exigen ellas P a n t o 2.° Considera cómo Jesús, para imprimir más inde­
y el estado de nuestra alma. Pidamos á Jesús que se compadezca leblemente en nuestro corazón la misericordia infinita que tiene
de nuestra debilidad é inconstancia, y nos dé su gracia para cum­ con los pecadores, no se contentó con proponer la parábola del
plirlos, sin dejar el remedio de las demás necesidades. buen pastor; propuso también la de la dracma perdida. E ra una
mujer que poseía diez dracm as; perdió una, y al instante encen­
dió una luz y barrió la casa con diligencia hasta que la encontró;
DOMINICA III DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
dió cuenta del hallazgo á sus am igas y vecinas para que se ale­
P reludio i .» En el Evangelio de este día se refieren las parábolas del pastor que busca
grasen y la felicitasen. Reflexiona aquí cuántas comparaciones
la oveja perdida, y de la mujer que busca la dracma que se le extravió.— (Luc., xv, i-to.) aduce Jesús para descubrirnos el infinito amor que nos profesa.
P reludio 2.° Representémonos i Jesús proponiendo estas parábolas. Y a se compara á un padre de familias, y a á un m édico, y a á un
P reludio 3.» Pidamos la gracia' de imitar la caridad del buen Pastor, y la diligencia pastor, y a á una madre de familias; mas todas estas compara­
de la mujer en buscar la dracma. ciones, aunque exp resivas, distan mucho de describir la intensi­
dad, fortaleza, ternura y longanimidad dél am orque tiene áloS
P a n t o l . ° A cercábanse á Cristo los publicanos y pecado­ hombres. ¿Cómo es que nosotros no seamos más fieles en corres­
res para oirle. Tal era la amabilidad de Jesús y el olor suaví­ ponderle ? En la parábola anterior comparaba á nuestras almas á
simo de su virtud, que atraía á sí á los pecadores más obstinados, ' las o v e ja s ; en ésta las compara á la dracma, moneda circular
y le oían con humildad; y É l , con una ternura sin igual, los acogía de plata, en la cual está grabada la imagen del soberano, para
cariñosamente y comía con ello s, recibiendo de ellos el manjar significar su preciosidad, su eternidad, y que es hermosa imagen
corporal, á fín de tener ocasión de alimentarlos con el manjar es- de Dios. Mira bien cuánto vale tu alma y la virtud significada
to jo Serie quinta. — Dominicas y fiesta» del año.
Dom inica I V después de Pentecostés. 1071
también por la dracma; y , si tienes la desgracia de que se pier­ lias gentes deseaban oir la doctrina de Jesús; n o le dejaban un
da, imita á la mujer del Evangelio; depón toda tibieza y flojedad, momento de reposo, siguiéndole por los montes y va lles, por los
y con grande diligencia practica todos los medios necesarios pueblos y d e s ie rto s , y hasta el mar. Bienaventurados los que
para hallarla; enciende una luz, avivando tu fe, oyendo la divina así desean oir la divina palabra; tienen una señal infalible que son
de Dios y que pertenecen á su bando. Jesús no se incomoda por
palabra, y pidiendo las ilustraciones que te son necesarias; barre
las molestias que le causan las turbas, antes se regocija al ver
con ejercicios piadosos, sobre todo con examen y m editación, tu
en ellas tan ardiente deseo de aprender el camino del ciclo. Muy
espíritu, y no te canses de practicar los medios hasta alcanzar
el fin. ¿Cómo lo has practicado hasta hoy? ¿ Es que no conoces poco celo demuestra aquel que se disgusta de que sus prójimos
la excelencia de tu alma? ¿Ó no has reflexionado que el amor de suspiren por escuchar la divina palabra y recibir los santos Sa­
Jesús te incita á la penitencia? Piénsalo. cram entos, y sin causa grave rehúsa contentarlos. No obra así
E p í lo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué dechado tan perfecto para el Jesú s; antes, para saciar el hambre de las turbas, convierte en
hombre apostólico es el divino Salvador! É l acoge con amor á púlpito la nave ele P e d ro , y con reposo predica desde ella su ce­
los pecadores, óyelos con benignidad, acepta sus convites con lestial doctrina. Pondera luego la paga tan abundante que da á
admirable condescendencia; y , si los fariseos se atreven á cen­ Pedro por haberle cedido gustoso la nave, á fin de predicar des­
surar este caritativo proceder, cor, significativas parábolas los de ella á la s gentes. Mándale internarse en el m ar, tender la
concluye y se justifica completamente. Y a es como un pastor re d , y al instante es tal la muchedumbre de peces que entran
amante de sus ovejas que, habiendo perdido una, deja todas las. en ella, que se ven precisados á sacarla, y no pudiendo ellos
demás y corre en busca de aquélla, y , luego de hallada, la vuel­ solos, llaman á los compañeros de la otra nave, y llenan d é la
ve caritativamente al rebaño. Y a es como una cuidadosa madre pesca á entrambas. ¡Cómo paga Jesús lo que por su amor se
que, habiéndosele extraviado una moneda, barre toda la casa, h a c e ! ¡ Cuán necesaria y provechosa es la compañía de Jesús en
y auxiliada de una luz, la busca con empeño hasta dar con ella, nuestra ánima! ¡Oh Padre amantísimo! Entrad en la pobre nave
y se alegra y regocija luego de hallada. ¡A sí miraba Jesús á los de mi alm a, guiadla á lo alto de la perfección, inspiradla una
pobres pecadores! ¡Com o ovejas m uy queridas, como dracmas per feotísima obediencia á vuestros mandatos y consejos, á fin de
preciosas! ¡Cuánto distamos nosotros de imitar este celo cari­ que se enriquezca de méritos y se haga digna de grande gloria.
tativo del Señor! Q uerríam os estar siempre con el azote levan­ ¿Deseamos nosotros, como las tu rbas, oir la divina palabra? En
nuestro trato con los prójim os, ¿imitamos la amabilidad y cari­
tado para descargar sobre aquellos que dejan de seguir á Jesús ó
dad de Jesú s?; Confiamos en su misericordia?
de acceder á nuestras exhortaciones. ¡A h ! Xo conocemos el es­
P u n t o fc.° Un este punto has de considerar el comporta­
píritu que nos dirige. Entrem os dentro de nuestro corazón ; es­
miento de los A póstoles, por el cual se dispusieron para el se­
cudriñemos atentamente todos sus senos; veam os en qué cosas,
ñalado beneficio que Jesús les hizo. Porque primeramente admi­
en qué tiempos y por qué motivos dejamos de imitar al Señor.
Propongamos eficazmente la 'enmienda, pidiendo por nosotros tieron generosa y puntualmente a l Señor en su nave, i Cuántas
veces ha deseado este bondadoso Padre entrar en tu alm a, y le
mismos y por todo el mundo.
has cerrado la puerta é impedido la entrada! Estaba ocupada en
otras cosas viles y despreciables, y Jesús no cabía en ella. Pon­
DOMINICA IV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. dera cómo luego que Jesús mandó á Pedro que dirigiera su nave .
á alta m a r , y que allí tendiese las redes, fué al ínstame obedeci­
P m u j d i o i.» Jesucristo, después de haber predicado á las turbas desde las naves, do; y si Pedro le representó que en toda la noche precedente
mandó i sus Apóstoles que se internasen en el mar, y que tendiesen las redes: hicieron nada habían cogido, no lo dijo porque desconfiase de pescar
tal pesca, que b red se rompía, y las dos naves se sumergían á causa del peso.—(Luc.,
ahora cosa nfguna, ó porque tuviese repugnancia á obedecer,
v, i-ii.)
sino para que resaltase más la confianza que tenía en la palabra
Prflltno 2.o Represéntate este suceso, á Jesús mandando tender b red, á los Apósto­
les obedeciendo, y después asombrados de b pesca.
y mandato de Cristo para el fin que se proponía, como si dijera:
P reludio j .» Pide la virtud de la obediencia en todas las cosas. Aunque en toda la noche, que es el tiempo más á propósito para
pescar, nada hemos cogido, no vacilo en tender la red ahora
que es de día, porque tú me lo m andas, puesto que sé que en tu
P u n t o l.° Viéndose Jesús oprimido de las muchas turbas
mano está el darme abundante pesca contra todas las esperan­
que se precipitaban adondovÉl estaba para o irle, y habiendo dos
zas y probabilidades humanas. Mira también aquí io que hicie­
naves en la orilla del m ar, subió á la de P e d r o , y sentándose en
ron los Apóstoles al ver la pesca que por virtud de Cristo habían
ella enseñaba. Contem pla el santo anhelo con que aquellas senci-
1072 Serie qu in ta .— Dominicas y fiestas d ela ñ o .
Dom úiica V después de Pentecostés, 10 73
obtenido. P e d ro , espantado de tan estupendo p rod igio, y mara­
villado de. que un hombre tan poderoso y admirable como Jesús DOMINICA V DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
estuviese en su pobre nave, arrojóse á sus pies, y con los sen­
timientos de la más profunda humildad le dijo: «Apartaos de mí, Preludio i .» Jesucristo, en el Evangelio de hoy , exhorta á conservar la caridad, evi­
tando las bitas que la puedan herir, y á reparar su pérdida cuando en ella ae hubiese fal­
que soy un miserable pecador»; los demás discípulos, y el mis­
tado.— (Matth., v , 10-24.)
mo Pedro, abandonaron las redes, y siguieron desde entoncesá PriLUHO 2.o Represéntate á Jesús predicando á las turbas, y á ti entre ellas.
Jesús, sin separarse y a de Él. Aprende de todo esto á conservar P reludio 3.0 Pide la gracia de saber conservar siempre la caridad con tus prójimos.
con esmero la compañía de Jesús, á obedecer en todo, aunque
sea negando tu propio ju ic io , á humillarte cuando recibas algu­ P a n t o l.° S i vuestra justicia no supera á la de los escribas
na gracia, y á seguir á Jesús con fortaleza, dejando las redes de y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. En estas pala­
las cosas mundanas. ¿Te remuerde la conciencia acerca de esta bras te enseña Jesucristo que para entrar en la gloria no basta
doctrina? ¡Oh divino Redentor! Decidme con eficacia, com oá la justicia farisaica. T al es aquella que sólo se ocupa en exterio­
Pedro: D uc in a ltu m , camina hacia lo más alto de la perfec­ ridades , sin cuidar d é la reform a interior; aquella que prescinde
ción; porque si de este modo lo mandáis, yo lo cumpliré, resul­ de la ley de D io s , y sólo se regula por las tradiciones de los hom­
tando de aquí gran gloria para Vos, notable provecho para mis bres, esto e s , por los juicios y dictámenes de los mundanos;
prójimos, y para mi alma ventajas inmensas en este y en el otro aquella que consiste en solas palabras, dejando de practicar bue­
mundo. nas obras; aquella, en .fin, que no reconoce en las obras que
E p i l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué hambre tan v iv a tenían las produce otro m óvil que la vanagloria ó algún provecho tempo­
turbas de la palabra de Dios! No dejan á Jesús un momento de ral. Si te contentas con esta justicia y santidad, el mundo quizá
reposo. Sfguenle por los desiertos y m ontes, por los pueblos y te honrará, te aplaudirá, llam ará justo y santo; -mas Jesús te
aldeas, y no le dejan ni en la orilla del mar. Bienaventurados cerrará la puerta de su reino, y te arrojará en el infierno. Pon­
los que tal hambre tienen, porque serán saciados. El S e ñ o r, que dera luego el rig o r con que exige Jesús la caridad en sus discípu­
siempre ha acostumbrado llenar de bienes á los hambrientos, los. No se contenta con que se cumpla este precepto según la
sube á una nave, que era la de Pedrc ; porque sólo en la nave letra muerta de la le y , qué dice: «No m atarás»; quiere que, no
de P ed ro , esto e s , la Iglesia, está la cátedra de la verdad; desde sólo se evite el dar la muerte al prójimo, sino todo aquello que
ella Jesús predica á las gentes deseosas de escucharle. Satisfe­ hiera la caridad; y asi d ic e : « E l que sé aíra contra su hermano
cha ya su ham bre, trata Jesús de recompensar á Pedro el ser­ es reo de ju ic io ; el que á la ira añade alguna palabra de afren­
vicio que le ha hecho, admitiéndole en su nave. ¡Qué recom ­ ta, es reo de concilio; el que le infiere una g ra ve injuria, lla­
pensa! Mándale que se interne en el m ar y que tienda la red, y mándole fatuo ó impío, es reo del fuego del infierno». En el mis­
al instante coge tal muchedumbre de peces, que ni la red es bas­ mo instante en que se encienda la ira en tu corazón, en el tribu­
tante fuerte para sostenerlos, ni dos naves son bastante capa­ nal de la Santísima Trinidad se em pezará á tratar de la venganza
ces para contenerlos. A si paga Jesús á Pedro y á los demás contra ti. M ira, p ues, si tienes la virtud de la caridad, ó si fal­
pescadores la obediencia que han tenido, e l obsequio que le ta s alguna vez á ella. ¿ Cómo está tu corazón en orden á tus pró­
han hecho, y la paciencia con que le han escuchado, privándose jimos? ¿T e contentas con la justicia farisaica? ¡Oh dulcísimo Je­
• para esto de pescar. No es extraño que Pedro, al ver el milagro sús! Razón tenéis para prescribirnos la caridad, V o s que por
de la pesca, enajenado, se arroje á los pies del Señor, recono­ conservar y ejercitar esta virtud consentisteis en privaros de
ciéndose en su presencia por un pecador m iserable, y que él y los todo a livio , y encargaros de lodo lo que podía causaros tor­
demás pescadores, dejadas las naves y las redes, se decidan á mento y p en a; concedednos que por amor á nuestros hermanos
seguirle perpetuamente. L o extraño es que nosotros, conside­ estemos dispuestos á soportar todas las privaciones y á tolerar
rando estos hechos, no nos decidamos á obedecer y no apren­ todas las penas á las que V o s queréis sujetarnos.
damos el fervor de las turbas y la benignidad de Jesús. Propon­ P u n t a £ .° Considera cómo Jesucristo, no sólo quiere que
gam os, á lo m enos, la enmienda, y pidamos por nosotros y por no faltes de ningún modo á la caridad, sino que es también su vo­
todos los que se han encomendado á nuestras oraciones. luntad que, si alguna vez se rompe este divino lazo entre tú y tu
hermano, procures cuanto antes restaurarlo; por lo cual, te d ice:
« Si ofreces tu don ante el altar, y allí te acuerdas que tu herma­
no tiene algo contife ti, deja alli tu don y v e á reconciliarte con tu
herm ano, y después ven y o fré c e lo ». ¡Oh! ¡Cuánto importa con
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se rra r la concordia y la paz con los herm anos! P ara alcanzar propósitos ysú plicas convenientes; no olvidemos el pedir por to­
este fin, ningún precio es grande, ningún sacrificio tiene impor­ das las demás necesidades.
tancia. Con la concordia crecen las cosas m ás insignificantes,
con la discordia las m ayores vienen á destruirse. Pondera cómo DOMINICA VI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
esta tan necesaria concordia y caridad exige que te reconcilies
con aquel prójimo que tiene a lg o contra ti. No importa que te
P reludio i .« Turbas innumerables seguían á Jesús, olvidadas de su propio sustento, y
asista la razón y que él obre con injusticia. Jesucristo ha hablado
el Señor, compadecido de ellas, las alimentó milagrosamente.— (Marc., vnt, 1-9.)
en absoluto y no ha exceptuado este caso. Y a sea justa, y a in­ Preludio 2.» Representémonos á jems rodeado de gente, tratando con sus Apóstoles
justa, la queja de tu hermano, quiere el Señor que te reconcilies acerca del modo de sustentarla.
con él. P ara lo cual debes, p o r una parte, condonar la injuria y P reludio }.» Pidamos la gracia de imitar el fervor de tas turbas y la misericordia de
ofensa que te han inferido, y esto de corazón, perpetuamente y en Jesús.
todo caso; porque, como dice e l Salvador: «si no perdonareis á
los hombres, tampoco el P a d re celestial perdonará vuestros pe­ P u n to l. ° Considera en este punto el piadoso fervor de
cados». Por otra parte, has d e trabajar para que tu hermano se las gentes que siguen á Jesucristo; para lo cual abandonan las
reconcilie contigo. L a caridad e s paciente, benigna, todo lo sufre, ciudades y los pueblos, suspenden sus trabajos, corren á la sole­
todo lo soporta y tolera. E lla su giere lo que conviene hacer para dad , en donde esperan v e r á Jesú s, oir su doctrina y participar
restablecer la amistad p erd id a : una palabra d u lc e , la confesión de los bienes que dispensa á los que á É l se acercan. ¡Dichosos
de la propia culpa ó debilidad, un pequeño obsequio, un atento los que con este fervor siguen á Jesucristo! No es menor la per­
saludo, basta no pocas v e c e s para ganar á un hermano. ¿ Y no severancia, paciencia y confianza en el divino Maestro que en
practicarem os medios tan sencillos y fáciles? ¿No trataremos de esta ocasión ostentan estas gentes. Porque, con hallarse faltas de
conservar la caridad con todos ó de renovarla, si se hubiese de­ alimento y encontrarse en medio de una soledad desierta, expues­
bilitado ó destruido? ¡Oh D io s de amor! Hijos vuestros queremos tas á todas las inclemencias, perseveran con C risto, uno, dos y
s e r ; por nuestra parte, el so l de nuestra caridad saldrá para tres d ía s , padeciendo el hambre y la sed sin queja, ni murmura­
todos, buenos y malos, y la llu v ia de nuestros insignificantes fa­ ción , ni inquietud; olvídanse de sí mismas y de las necesidades
vores se derramará indistintamente sobre los justos y pecado­ corporales, para no pensar sino en Jesús y en el sustento de su
re s: concedednos, Señor, este espíritu para que logremos imi­ espíritu. Con esto te enseñan prácticamente lo que debes tú ha­
taros a q u í, y os gocemos en el cielo eternamente. cer. Anteponer los bienes del espíritu á las comodidades de tu
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ A y de los cristianos que, á seme­ cuerpo; preferir m il veces permanecer con Jesús pobre, ham­
janza de los fariseos, se contentan con sola la justicia exterior, briento y abandonado, que, separado de Jesús, v iv ir en la abun­
sin cuidarse de reformar su corazón, ó que se guían más por los dancia, íegalo y entre honores; confiar con toda seguridad en la
juicios humanos que por las le y e s divinas, ó que, hablando mucho bondad y providencia del S eñ or, acordándote de que dijo: «Bus­
de virtud, moralidad y h on radez, interiormente la aborrecen y no cad primero el reino de Dios y su justicia, y las demás cosas se
la practican! Estos infelices no entrarán en el reino de los cielos. os darán por añadidura»: finalmente, perseverar tres dias y tres
El Señor no se contenta de so las palabras y hojas, quiere obras y noches, esto es, constantemente ■ y a estés en luz, y a en tinieblas,
frutos; especialmente los frutos de la caridad fraterna. El no pue­ ya consolado, y a afligido; y esto de balde, sin esperar premio
de tolerar la menor quiebra en orden á esta importantísima vir­ tem poral, aunque no tengas que comer. ¿ Obras tú de esta m a­
tud. No sólo no consiente las acciones contra ella, sino tampoco nera? ¡ Oh Dios mió! Atraedm e como á estas gentes con las cuer­
las palabras, y ni aun los pensamientos y deseos. Y con esto no das de Adán y con las cadenas de la caridad, y unidme tan estre­
queda todavía satisfecho. Q uiere que su discípulo sea muy pronto chamente con V os, que ni la tribulación, ni la angustia, ni la
para perdonar al prójimo que le hubiere ofendido, y que haga todo sed, ni el hambre, ni lo presente, ni lo venidero pueda separarme
lo posible para reconciliarse cuanto antes con él. ¡ Oh qué doctrina de Vos.
tan santa y tan social es la doctrina de Cristo! S ilo s hombres P u n to 8 .° A quí has de considerar con atención el modo
la conociesen y se guiasen por ella, el mundo sería un paraíso caritativo y milagroso con que Jesús atendió á estas turbas y
anticipado. ¿Lo hacemos siquiera nosotros? ¿Cómo nos portamos remedió su necesidad. Prim eram ente, convocó á sus discípulos
en las relaciones con nuestros prójimos? ¿Conservamos contra para tratar de su remedio, lo cual hizo, ya para darles alguna par­
ellos alguna acritud, resentimiento ó envidia? Dirijamos nuestro ticipación en la caritativa obra que proyectaba, y a para descu­
corazón por las enseñanzas del Señor; y para esto formemos los brirles los afectos tiernos de su corazón com pasivo, ya también

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10 76 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Doim nica y I ! después de Pentecostés. 10 77

para que conociéramos que es muy conforme á su espíritu el


DOMINICA Vil DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
deliberar y discurrir acerca de los medios para ejercitar la cari­
dad con los prójimos. L uego les d ijo: <Tengo compasión de estas P reludio i .» Jesucristo exhortó i sus discípulos á que se cautelasen pan no dejars
turbas, porque hace tres días que perseveran conmigo, y si los engañar de los falsos profetas; les dió los medios para conocerlos, y dijo que no bastan la
despido en ay unas, desfallecerán en el camino, pues hay muchos palabras para entrar en d délo, sino que son necesarias las obras.— (Matth., va, 15-21.)
que han venido de m uy lejos.» ¡Qué carid ad , qué providencia, y P reludio 2.0 Representémonos i Jesús in stru yend o í sus discípulos, oyéndolo nosotros.
qué interés por nuestro bien demuestra Jesús en estas palabras! P reludio 3.» Pidamos la gracia de aprender y obrar según las enseñanzas de Jesucristo.
O lvídase de sí mismo, y sólo piensa en la necesidad de las tur­
b as; compadécese de una necesidad corporal, y se resuelve á P a n to I.° Considera en este punto e l m aravilloso consejo
remediarla; ¿qué hará y qué sentirá tratándose de las espiritua­ que Jesús dió á sus discípulos, diciendo: «Cautelaos d élo s falsos
les? É l conoce en particular todo lo que sufren los suyos, los • profetas que vienen á vosotros vestidos con piel de oveja, é inte­
días que hace que le vienen siguiendo, lo que sucederá si los riormente son lobos rapaces». Estos falsos doctores, contra los
despide en ayunas, y el modo cómo ha de subvenir á su necesidad. cuales nos quiere prevenidos nuestro divino Maestro, son los he­
¡Qué manantial de confianza, paciencia y conformidad con la rejes y falsos filósofos, que, con pretexto de erudición y elocuen­
voluntad divina hallamos en este su ce so ! No dudes que se quede cia, siembran sus perniciosas doctrinas: los mundanos que pro­
sin recompensa ni un solo acto de virtu d ; el Señor es fiel en pagar palan y extienden, y a abierta, y a solapadamente, las máximas
los sacrificios que por É l se hacen, y si no bastan los medios or­ del mundo opuestas al Evangelio; los falsos hermanos que, por
dinarios y naturales para so co rrerte, hallará medios extraordi­ una afectada compasión y un mentiroso interés por nuestra suer­
narios y sobrenaturales, 'como en esta ocasión multiplicó pro­ te, pretenden alejam os de cumplir la voluntad de Dios. D e todos
digiosamente el pan y los peces, para sustentar á las turbas. ¡Oh estosquiere Jesús que nos apartemos, porque es gravísim o el daño
Padre de m isericordias! Gracias os doy por la que tenéis de que causan; pues que no es al cuerpo, sino al alma, á quien per­
aquellos que os siguen, haciendo portentosos milagros para judican ; y es muy fácil que caiga en sus lazos el hombre que no
alimentarlos y alegrarlos; despertad en mi una entera confianza está apercibido contra ellos. E l modo de cautelam os es alejando
en vuestra bondad y poder, á fin de que nunca desista de vuestro de nosotros sus malos escritos, huyendo de sus conversacio­
servicio, por g raves que sean las tribulaciones que me enviéis. nes, leyendo buenos libros y escuchando la voz de los pastores
E p ilo g o y coloquios. ¡Qué fuerza y eficacia tan prodigio­ encargados de regim os. ¡ O h ! Si esta hubiera sido tu regla dé
sa tiene el santo fervor inspirado por nuestro Padre celestial 1En conducta, ¡de cuántos m ales te hubieras librado! ¿Qué debes
las turbas que siguen á Jesucristo se descubren aquellas propie­ practicar para lo sucesivo? Reflexiona el poco caso que has de ha-
dades. Olvidadas de sí mismas y de sus necesidades, nada les cerde las apariencias exteriores, sabiendo lo que dice Jesús, que
contiene su impetuoso y vivo deseo de estar con Jesús; ni la sed, los lobos se presentan vestidos con piel de oveja. E l demonio y
ni él ham bre, ni el cansancio, ni las distancias, ni las- soledades. sus satélites aparentan caridad y compasión de aquellos á quienes
L a compañía de Jesús, su doctrina y m ilagros, esto desean y tientan; las mismas pasiones y el mundo comienzan á solicitam os
esto les basta. ¡Afortunadas gentes, que con tanto anhelo buscan y hacem os guerra con pretextos de piedad, mansedumbre y deseo
el reino de D ios!; sin duda recibirán por añadidura todas las de nuestro bien. ¡A y de nosotros, si no v ig ila m o s! ¡ Oh aman-
demás cosas. V e Jesús la necesidad aprem iante en que se ha­ tísimo M aestro! Mirad que nuestro enemigo está escondido y
llan ; reúne á sus amados A póstoles, y les propone el intento que nos para asech anzas; venid á socorrem os, iluminándonos, auxi­
abriga de socorrerlas.; pídeles los panes y peces de que disponen; liándonos y dándonos vuestra gracia para no ser nunca engaña­
y previa la bendición divina, mandólo distribuir entre ellas, mul­ dos ni vencidos
tiplicándose el pan hasta que todas se saciaron. ¡O h am or gene­ P a n to J8.° Aquí has de ponderar la señal infalible que da Je­
roso y generosidad amorosa de Jesús! ¿Cómo no confiamos en sús para conocer á los falsos doctores y distinguirlos de los ver­
V o s ? ¿Dónde hallaremos tan sólidos motivo s para fundar nuestra daderos : « Por los frutos, dice, los conoceréis, porque el árbol
confianza? L o que importa es tener el fervor santo, la paciencia bueno da buen fruto, y el malo lo da malo». L o s frutos buenos
y la perseverancia de las turbas; insistir en el seguimiento de con que se distinguen los verdaderos discípulos de C risto , son:
Jesús, hollando todos los obstáculos que pueden impedírnoslo. la verdadera penitencia, haciendo frutos dignos de ella; la cari­
Mas para esto hemos de hacer propósitos eficaces, súplicas fer­ dad y amor del prójim o, sincero, vivo y eficaz, que no consiste
vientes, rogando en ellas por nosotros y por todos. en solas palabras; la sólida piedad, oración y frecuencia de S a ­
cramentos; el celo por lá conversión de las almas y por la pro-
10 7 8 Serie quinta. — Dominicas y fiestas del año. Dominica Vlll desfiues de Pentecostés.
pagación de la v irtu d ; finalmente , la perfecta obediencia á la
DOMINICA VIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
Iglesia y á sus ministros. ¿Producim os nosotros estos buenos fru­
tos? Mira luego los m alos frutos que proceden de un corazón ma­
Preludio i . o Fué «cusido un mayordomo ante su señor deque disipaba sus bienes,
leado y de una voluntad rebelde. Estos son: desprecio de la ^>or cuyo motivo se le exigieron las cuentas, y di, no sabiendo qué hacer, con los bienes
Iglesia, de sus preceptos y ministros; lectura de libros inmorales de su amo se ganó amigos para que le asistiesen.— (Luc., xvi, 1-9.)
y heréticos; frecuentación de reuniones y tertulias peligrosas, P reludio 2.* Representémonos ó este mayordomo pensativo, y luego llamando '» los
y cualquiera clase de pecados. T ales frutos sólo pueden ser pro­ deudores de su señor para rebajarles la deuda.
ducto de un hombre maleado , porque el árbol bueno, mientras P reludio y.» Pidamos la gracia de administrar rectamente las gracias que tenemos.
se conserva t a l , no puede dar frutos malos. Considera la suerte
de este desgraciado á rb o l, del cual dice Jesüs que será cortado, . P u n to l. ° Un mayordomo fué acusado ante su señor de que
porque si está en la Iglesia, quizá salga de ella, cayendo en la disipaba los bienes que administraba. Llam óle éste, y díjole:
herejía; si en la religión, se apartará, apostatando de ella; por fin «¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, por
será cortado de esta vida m o rtal, cayendo en la muerte eterna, que ya no podrás desempeñarla».-Este mayordomo infiel es el
en donde vivirá muriendo entre llamas para siempre jamás. Re­ hom bre, q u e, habiendo recibido de su Dios abundantes bienes
flexionando todo esto, has de exam inar qué frutos produces, si naturales y sobrenaturales, en lugar de darle la gloria que le es
son buenos ó malos, ó sin o produces ningún fruto, contentán­ debida, se alza con ellos y los m algasta, usándolos de un modo
dote con hojas de palabrería. En este caso, no será mejor tu opuesto á la voluntad de A quél que se los ha confiado. Este de­
suerte, porque escrito está: «No entrará en el reino de los cie­ rroche de los bienes de Dios es tantom ásgrave y crim inal, cuan­
los el que se contenta con decir Señor, Señor, sino el que cumple to más excelentes son ellos. D iscurre por aquí lo que m erece­
la voluntad del Padre». ¡Oh Padre m íol No permitáis que me rán aquellos á quienes habiéndose comunicado alguna participa­
contente con imitar á los reprobados fariseos, que dicen y no ha­ ción en el divino ministerio, abusan de este favor, buscando en él
cen; haced que imite al divino M aestro, que antes de enseñar su propio honor ó ganancias tem porales; si son tan reprensibles
comenzó á obrar lo que había de predicar á los demás. los que abusan delosbien esm ateriales, ¿cuánto más lo serán los
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡A y del hombre que en este mundo que disipan los bienes espirituales y divinos? Pondera qué golpe
no se pertrecha con la virtud de la prudencia! Fácilmente ven­ tan espantoso será para el pecador, cuando en la hora de la muer­
drá á perder la fe y á condenarse eternamente. Andam os por te oiga la formidable voz de D ios, qne le d ice: «¿Qué es lo que
un camino sembrado de lazos; innumerables enemigos nos cir­ oigo decir de ti ? Dame cuenta de tu administración». En un
cundan dondequiera que estem os, y muchos de ellos vestidos instante desarrollará el Señor delante de su alma asustada todo
con traje de amigos. Son lobos carniceros, que se visten con piel el proceso de su vida. A un lado aparecerán todos los beneficios
de oveja: aparentan caridad, y nos profesan cruel odio; mani­ recibidos y las buenas obras ejecutadas; en el otro se verán todas
fiestan interés por nuestra felicidad, y en su interior pretenden las ingratitudes y pecados. ¡ Qué h o rro r, qué turbación, qué
hacernos eternamente desgraciados. ¡ A y de aquel que, fiándose temblor! ¡O h-alm a mía! Resuene con frecuencia en tus oidos
de simples exterioridades, olvida la señal infalible que nos ha esta palabra del Señor: «Dame cuenta de tu m ayordom ía»: y an­
dado el Salvador para conocer y distinguir á las verdaderas ove­ tes que venga la noche en que nadie podrá ob rar, ajusta bien y or­
jas de los lobos o cu lto s! L a s obras son el indicio cierto é indu­ dena tus cuentas, para que en tu m uerte puedas con tranquilidad
bitable con que se conoce al bueno ó mal doctor; del propio modo presentarte ante Dios. ¿Qué te conviene hacer para esto?
que el fruto bueno ó m alo revela la buena ó mala calidad del ár­ P u n to fc.° Considera en este punto la determinación que
bol que lo produce. S i tus obras son buenas, aunque el mundo te tomó el mayordomo infiel, cuando supo que su señor iba á re­
desprecie, como buen árbol serás trasplantado al jardín del Pa­ m overle de su oficio. Primeramente reflexionó consigo mismo,
dre de fam ilias; pero si son malas, por más que el mundo te aplau­ diciéndose: «¿Qué haré, sabiendo que dentro de poco voy á v er­
da, serás cortado y arrojado en el infierno. ¿ Qué frutos produces? me privado del único medio de vivir que tengo, que es mi empleo?»
¿Qué frutos debes producir? M edítalo, propón y pide con fervor. T a l debiera ser la reflexión de todo hombre al considerar que nft
día ha de acabar su vida y terminar la administración de los bie­
nes que posee. L a muerte es el mejor consejero; ella nos enseña
el modo de administrar rectamente los dones recibidos. ¡ Oh, si en
todas las obras nos acordásemos de ella , y nos dijéramos: ¿Qué
fiaré para poder dar buena cuenta de mi mayordomía? L o se-
io8o Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica IX después de Pentecostés. 1081

gundo que hizo el mal administrador, fué recapacitar los me­ DOMINICA IX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
dios de viv ir de que podría disponer, y resolver la práctica det
menos costoso, menos humillante y más fácil. Verdad es que en- P reludio i .» Aproximándose Jesús i Jerusalén. lloró sobre esta ciudad, previendo los
su resolución no atendió á lo que reclamaba la justicia, ni la ca­ males que le habian de sobrevenir, y luego, entrando en ei templo, arrojó de él i los profa­
ridad con el prójimo; sino que, anteponiendo su bien particular nadores.— (Luc. , xix, 41-47.)
átodo lo dem ás, pasó por todos los respetos humanos y divinos, P reludio 2.« Represéntate á Jesús llorando al ver la ciudad de Jerusalén, y arrojando
para salir con su pretensión de tener un medio para sostenerse. del templo á los que lo profanaban.
Y aunque en esto es m erecedor de toda reprensión y castigo, no P reludio 3.« Pide un celo de la gloria de Dios compasivo y ardiente.
obstante, debes imitarle en la prudencia que muestra, haciendo
tú por tu eterna salvación lo que É l hace por su vida temporal. P u n to l. ° A cercándose Jesús á la ciudad de Jerusalén, lue­
Medita los caminos que has de seguir para llegar á la gloria, y go que la divisó, comenzó á llorar sobre ella , diciendo: «¡Ah!
escoge el más .seguro; y si y a lo tienes trazado, síguele con fir­ ¡Si conocieses también tú, por lo menos en esté día que se ha
m eza, constancia y decisión, ínenospreciando los respetos huma­ dado para ti. lo que puede atraerte la paz ó felicidad!» Mira qué
nos , las dificultades que puedan hallar la carne y el amor propio. celo tan compasivo muestra el divino Salvador en esta ocasión.
¡Oh Salvador mío! V uestra gracia os pido para trabajar ince­ Da una mirada á la ciudad de Jerusalén; la contempla rebosando
santemente y con fervor por la santificación de mi alm a; haced de prosperidad y alegría en la apariencia exterior pero llena de
que en mis obras tenga siempre á la vista la cuenta que me es­ culpas y pecados en lo interior ella; cree que su prosperidad había
pera , y que no me aparte por todo el mundo del camino que de ser m uy duradera, pero Él v e que dentro de poco tiempo ha de
me habéis señalado para lo grar mi felicidad. ser asolada por sus enem igos, y , sobre todo, observa la dureza
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán insensato es aquel hombre obstinación-y m alicia d esú s habitantes; y todo esto le m ueve á
que, ocupado en sus goces y entretenimientos mundanos - se ol­ derramar lágrim as abundantes de sus divinos ojos. ¡Gravísim a
vida de la cuenta que habrá de dará D ios antes de lo que se figu­ ba de s e r la causa que provoque á lágrim as al mismo D ios! No
ra ! El Señor en su misericordia le había confiado sus tesoros;, lloraba Jesús por la ruina de los edificios m ateriales que habian
pero él, imitando al mayordomo del E vangelio, los ha-estado de caer bajo la piqueta de los conquistadores, ni aun por la muer­
disipando. Cuando menos piense, resonará en sus oídos aquella te temporal de los ciudadanos: lloraba por la muerte espiritual de
formiduble voz: «Dame cuenta de tu mayordomía»; y entonces tantas alm as que habían de caer en las garras del demonio, á
se verá en un triste y lamentable desengaño. ¿No le tememos causa de su obstinada rebeldía, en no querer conocer lo que de­
nosotros? ¿No procuraremos desde hoy siquiera imitar la pru­ bían hacer para obtener una paz completa. ¡C uán espantosa­
dencia del mayordomo, precaviéndonos para lo por ven ir, de­ mente grave es el estado de un alma obstinada! ¡Hace llorar á
testando, no obstante, el modo injusto con que lo hace? ¿No tra­ Dios! Pondera cuál es el origen de la obstinación y endureci­
bajaremos para conquistarnos amigos en el cielo, que con sus miento del alm a, y verás que no es otro que el olvido é ignorancia
oraciones nos negocien el subir á las eternas moradas ? Ante de las cosas que causan la verdadera y sólida p a z, y de los terri­
nuestros ojos tenemos los medios más á propósito para nues­ bles castigos que vendrán sobre los pecadores en la otra vida. Si
tra salvación: ejercicios de mortificación, significados por el ca­ el pecador meditase despacio la furia de los enemigos infernales,
va r; ejercicios de oración, representados en el m endigar; y cuando le cerquen estrechamente, le asedien con furor, le a rro ­
obras de m isericordia. ¿Cuál de estos caminos debemos escoger ?- jen en el suelo con rabia y se ensañen de mil maneras contra él,
¿ Cuál quisiéramos haber elegido en la hora de la muerte? A hora sin duda abriría los ojos, y se aprovecharía de la g ra cia del Se­
que tenemos tiempo, obremos el bien; resolvámonos á ser fieles ñor cuando le visite con misericordia. ¿Hemos sido nosotros
mayordomos; preparémonos para aquella temible cuenta que no alguna vez la causa de que Jesús derramase lágrim as? ¿Cono­
hemos de poder evitar; pidamos, al efecto, las luces, gracias y cemos las cosas que son para nuestra paz? ¿Meditamos las pe­
socorros que nos son necesarios, y roguem os por todo lo dem ás nas de que nos haremos reos, si despreciamos la misericordia
que tenemos encomendado. divina?
P a n to 2 .° Considera en este punto cómo el celo de Jesús,
no sólo era compasivo con los pecadores, sino también ardiente,
enérgico y fuerte para defender la gloria de su Padre, como lo
demostró en esta ocasión. Porque entrando en la ciudad, luego
se dirigió al tem plo, y al v e r las profanaciones que en él se co-
1082 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica X después de Pentecostés. 1083

m etían, empezó á arrojar á todos los compradores y vendedores, sión y tern u ra, y arroja con imperio á todos los profanadores.
diciendo: « Mi casa es casa de oración, y vosotros la habéis con­ Tal vez nosotros nos hemos hecho dignos de ser arrojados del
vertido en cueva de ladrones». Jesús entra en Jerusalén, y luego santo templo por el Señor. ¿ No lo hemos profanado con nuestras
se dirige al templo, no á los paseos y á las plazas, ni á lugares miradas, deseos y otras culpas? ¿No hemos ido á buscar en él el
de diversión ó entretenimientos m undanos, en donde estaría lucro temporal más que la gloria de Dios? ¿Qué haremos en lo
reunido el pueblo, enseñándote lo que debes tú hacer. Viéndola sucesivo? ¿Imitaremos en nuestro celo los caracteres del de Je­
profanación del templo, se arm a de su celo , y con imperio, y tal sús? Resolvam os firmemente lo que nos convenga, y pidamos
vez con azotes, aroja de él á los profanadores. Contra otros pe­ con fervor yconfianza todo cuanto necesitemos para nosotros y
cados peleaba Jesús con doctrina, exhortación, ó, á lo m á s, con para nuestros prójimos.
am enazas; sólo para com batir éste se valió también de obras,
mostrando que los que lo com eten, aúnen este mundo son mere­ DOMINICA X DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
cedores de tales castigos, pues quede hijos de Dios se convierten
voluntariamente en esclavos del demonio. ¡ Y cuántos son en es­ Preludio i .» Un fariseo y un publicano subieron al temploá orar : aquél era orgulloso,
tos calamitosos tiempos los que profanan la casa de D io s ! Unos y su oración fué reprobada; éste era humilde, y fué justificado.— (L u c., xvm , 9 -14 .)
se presentan de un modo irreverente, asistiendo á los divinos Preludio 2.» Representémonos á estos dos hombres en su oración.
oficios sin piedad, respeto ni atención, hablando libremente con P reludio }.<• Pidamos la gracia de im itar la oración d e l publicano
daño de su alma y escándalo de los d em ás; otros pasan más
allá, y se atreven á ir al templo para p e c a r, y con miradas, P u n t o l .° Dos hombres subieron al templo á orar; e) uno era
deseos, signos y de otros modos crim inales, ultrajan á D ios en su fariseo, y el otro publicano. Considera cóm o en estos dos hom­
propia c a s a ; algunos m inistros del Señor y dependientes del bres se representan dos suertes de cristianos que asisten á los
santuario buscan en él exclusivam ente su in terés, ambición - va­ templos, reciben los Sacramentos y piden á D ios sus gracias. El
nagloria ó medro personal, no teniendo cuenta con el bien de mundo hace diferencia entre ello s, honrando á unos por ser ri­
las almas, y convirtiendo la casa de D ios en cueva de ladrones. cos, nobles, sabios ó deotra manera distinguidos, y menosprecian­
¿Nos remuerde la conciencia de alguno de estos defectos? ¿ De­ do á otros como á pobres, viles, ignorantes y faltos de cualidades
seamos imitar el celo de Jesús? ¡O h dulcísimo Redentor! Mos­ señaladas. D ios, em pero, como no juzga por las apariencias, sino
trad conmigo vuestro ardiente y encendido c e lo ; mi cuerpo es • que penetra el corazón, los mira á todos como á pecadores, y si
templo del Espíritu S a n to ; purificadlo con cuidado hasta que á alguno prefiere, es al que reconoce sus m iserias y pecados y se
quede limpio de p ecad os, lib re de pasiones desordenadas, y del humilla delante de Él. Ni el estado que tienes, aunque sea el m ás
todo rendido al esp íritu ; purificad también mi alm a, para cuan­ perfecto; ni el lugar en que te hallas, aunque sea el más santo; ni
do gustéis morar en ella p a ra siempre. las ocupaciones á que te entregas, aunque sean las más divinas,
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué caracteres tan diversos y ex­ podrán justificarte por si solas delante de Dios, el c u a l, en su esti­
celentes presenta el celo-de Jesús en el Evangelio de hoy! Com­ mación, tal vez preferirá á otros menos favorecidos que tú, porque
pasión y severidad: ya es un Jeremías, que llora sobre la desola* los verá más humildes. Pondera y compara entre sí las oraciones
ción de Jerusalén y las d esgracias de su pueblo; y a un Elias, del fariseo y del publicano, lil fariseo, puesto en pie en él prim er
que con imperio y fuego santo embiste á los profanadores del lugar deltemplo, hacíala oración consigo mismo, diciendo: «Dios,
templo, y les hace sentir e l'p eso de su justa indignación. ¡O h, si gracias te d o y , porque no soy, como los demás hombres, que son
supiéramos copiar este divino y perfectísimo modelo! Por des­ ladrones, adúlteros...., ni como ese publicano». ¡Q uéorgullo!
gracia, guiado nuestro celo quizás más por la pasión que por el ¡Qué menosprecio de los demás! ¡Qué juicio de sí mismo] Bien
verdadero amor á Dios y á los p rójim os, es severo cuando de­ se deja v er que su oración era consigo, no con D io s ; si él hubiese
biera ser blando, y es todo compasión cuando habría de ser todo recordado la presencia del Dios de la Majestad, no se hubiera
rigor. Jesús sube á Jerusalén, y al v e r la ciudad, llora sobre a fe v id o á hablar de un modo tan insolente. E l publicano, por el
ella, recordando los pavorosos trabajos que han de llo ver sobre contrario, sin atreverse á levantar los ojos á Dios, á quien mira
ella y sobre sus habitantes en este y en el otro mundo. ¡ Oh presente, avergonzado y confuso de sus pecados, hiere su pe­
portento inaudito! ¡Dios llorando! ¡Y llorando las desgracias de cho , diciendo: « D ios. sedme p ropicio, que soy p ecad or». ¡Qué
los hombres I ¡ Y éstos riéndose y alegrándose al tiempo mismo humildad! ¡ Qué conocimiento propio! ¡Q ué disposición tan po­
que Dios llora por e llo s ! ¿Quién es capaz de sondear este abis­ derosa para atraer las divinas m isericordias! ¿ Cómo hacemos
mo? M asen el templo je s ú s trueca en ardiente celo su compa. nosotros nuestra oración? ¡Oh humildísimo Jesús! Concededme
10 8 4 ' Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica X¡ después de Pentecostés. 10 8 5

que la oración que y o haga se modele por la de este publicano, y falsa oración del fariseo es inspirada por la soberbia, y la verda­
que, conociendo mis culpas, me confunda de ellas y os pida mi­ dera dél publicano se funda en la humildad y conocimiento pro­
sericordia, de modo que la alcance. pio. ¡ Oh poder de la virtud de la humildad, que á tal altura le­
P a n t o 2 .° En este punto has de considerar la sentencia que vanta al que con ella se abrazal iOh temible eficacia de la sober­
dió Jesucristo á estos dos hombres. E l fariseo, orgulloso, hin­ bia, que hunde en el abismo de la vileza y del desprecio al que
chado y despreciador de su compañero, fué reprobado; y el pu­ la admite en su corazón! ¿Deseamos nosotros ser ensalzados en el
blicano, humilde, vergonzoso y conocedor de su miseria, fué justi­ otro mundo delante de Dios y de sus ángeles ? Huyamos de la
ficado. ¡Cuán distintos son los juicios de Dios de los juicios del soberbia, y busquemos con un santo afán la humildad. No tema­
mundo ! Éste habría ensalzado y glorificado al fariseo, y repro­ mos el descender voluntariam ente; p orqu e, cuanto más baje­
bado y desechado con ignominia al publicano; pero Jesús, rectí­ mos ahora, más subiremos después. A l efecto, formemos las
simo Juez, da una sentencia contraria. ¡Cuánta es la eficacia de la resoluciones prácticas que nos convengan, y roguemos con fer­
humildad para ensalzar al hombre, y el poder de la soberbia para vor la gracia necesaria para cum plirlas y el remedio de todas
humillarlo! Con razón el Señor terminó esta parábola con una las demás necesidades.
memorable sentencia: « Quien se ensalza, será humillado; quien
se humilla, será ensalzado ». L a soberbia es el camino seguro y DOMINICA XI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
cierto para llegar á la confusión é ignorancia; y cualquiera que
de cualquier modo y en cualquiera cosa se ensalce, será humi­ P reludio 1.« P resen taro n á Jesús un so rd o -m u J o , a l c u a l c u r é , u san d o d e m isterio sa s
llado en el otro mundo, sin duda ninguna, y probablemente en c e re m o n ia s: las tu r b a s , ad m ira d a s, p u b lic aro n e l m ila g ro , en salzan d o c o n g lo rio s a s alaban­
esta misma vida. ¡A y de ti, s ite ensalzas con soberbia! Aunque zas i J esú s.— ( M a r c ., vii, 3 1 - 3 7 . )
estés rico de virtudes y otras gracias, serás reprobado como el Preludio 2.« Representémonos á Jesús sanando al sordo-mudo.
fariseo. Mas si tú no buscas la exaltación, y Dios, á pesar tuyo, te Preludio 3.« Pidamos la gracia de conocer los bienes que Jesús nos hace, y glorificarle
pone en lugar elevado, no se habrá dado contra ti la sentencia, por ellos.
porque Jesús no dice el que es ensalzado, sino «el que se ensalza,
será hum illado». Reflexiona, por fin, acerca de la segunda parte P u n t o l.° Saliendo Jesús de los límites de T iro, vino por
d é la sentencia: «Quien se humille, será ensalzado». No lo du­ Sidón al m ar de Galilea. Presentáronle un sordo-mudo. rogán­
des : si te humillas delante de D io s , conociendo y confesando tu dole que impusiera sobre él sus divinas manos. Considera aquí,
nada y dándole la gloria de todo; delante de los superiores, obede­ por una parte, el celo encendido que por la gloria de D ios y
ciendo con perfección; delante de los iguales, tratándolos con bien de las alm as devoraba-ai Salvador del mundo. V iajes largos
resp eto , como si fuesen m a y o re s, y delante de los inferiores, é incómodos, caminos im practicables, cansancios, calores: todo
oyéndolos con benignidad, cediendo con facilidad á sus razones Jo tolera con gusto, para obtener el fin de su venida á este mundo,
y obsequiándolos con amor, serás ensalzado y a en este mundo confundiendo nuestra desidia y pereza para servirle, é incons­
de algún m odo, pero en el otro con perfección. ¿Qué dices á todo tancia en trabajar en e l bien de los prójimos. M ira, por otra par­
esto? ¿Deseas la verdadera exaltación ? ¿ Cómo la procuras ? ¡ Oh te, la caridad de aquellos hombres que presentaron al Señor al
Dios m ío ! No quiero ahora la gloria, que ha de convertirse en sordo mudo, suplicándole que le sanase. Ningún interés perso­
eterna confusión, ni la elevación que ha de cambiarse en profun­ nal ; sóio el amor y la compasión pudo m overles á hacer tal acto
do abatimiento; haced que busque la humildad verdadera, no para de caridad, y á no contentarse con presentar á Jesús al enfer­
ser después ensalzado, sino para que Vos seáis en mí glori­ m o, sino á rogarle por é l, imitando al santo Job , que era pies
ficado. para el cojo, vista para el cieg o , lengua para el mudo, remedian­
E p í l o g o y c o lo q n io s . ¡Cuán diferentes son los juicios divi­ do con generosidad tales miserias. En la persona del enfermo y
nos de los del mundo! Dos hombres suben al templo á o ra r; el en el modo cómo le cura el S eñ o r, puedes ponderar la miseria
uno fariseo, tenido por exacto y fiel observador de la le y de Moi­ del sordo-mudo espiritual, esto es, de aquellos que ni quieren oir
sés , y el otro publicano, reputado como infame y pecadorporlos la divina palabra, ni las correcciones de los hom bres, y están
judíos. Am bos entran en el templo, hacen su oración, y, después mudos para orar, confesar la fe, manifestar sus culpas cuando
de terminada, vuélvense á su casa. Pero ¡qué diferencia! L os dos conviene, teniendo muy suelta la lengua para todo lo que es vani­
entraron en la casa de Dios siendo pecadores; y , al salir, el fa­ dad, murmuración y conversaciones mundanas. ¡Cuán d ifíciles
riseo continúa más pecador que antes, y el publicano está justi­ la curación de los tales! Si Jesús, al remediar al sordo-mudo
ficado. ¿D e dónde nace esta diferencia tan espantosa? jA h ! L a corporal, adoptó tantos y tan sorprendentes medios, cuales
10 8 6 Serie quinta. — Dominica» y fiestas delaño. Dominica X ll después de Pentecostés. 10 87

fueron apartarle de la turba, introducir sus dedos en los oídos tan á Jesús un sordo-mudo, y , compadecido de su lastimoso
de él, tocar su lengua, gem ir, orar y mandar que se abriesen estado, usa de toda su omnipotencia, y le da la salud. Es verdad
aquellos sentidos, á lin de denotar lo difícil que es el remedio que quiere que precedan á esta curación algunas ceremonias
de tales enfermos, ¿qué será necesario para c u r a rá los sordo­ que en otros casos no usaba; mas esto hace, no por necesidad,
mudos en el espíritu? ¿Podemos ser nosotros contados en tan des­ sino para manifestar la grande dificultad que ofrece la curación
graciado número ? de un sordo-mudo en el espíritu; el cual se ve privado de aque­
P o n to ¡8.° Considera aquí la omnipotencia de Jesús en la llos sentidos por los cuales entran las verdades en el entendimien­
curación del sordo-mudo, y el efecto m aravilloso que este mila­ to. Sin em bargo, al mandar imperiosamente que se abran los
gro produjo en las turbas que lo presenciaron, A l instante que sentidos del enfermo, éste com ienzaá oir y á hablar rectamente.
el Salvador dijo con im perio: E feta , ábrete, abriéronse los oídos ¡Oh poder infinito del Señor! ¡Cuán digno sois de toda alabanza!
del sordo-mundo y soltóse su lengua, y comenzó á hablar recta­ Muy justo es que os engrandezcan las turbas que han presenciado
mente y á oir á los que le hablaban. ¡Oh! ¡Cuán poderosa es la el milagro; pero más justo sería que nosotros fuésemos agra­
palabra de Jesús! Los mismos sordos la oyen. ¿Será posible que decidos, habiendo recibido la misma curación. ¿En qué cosas po­
tú seas más duro de oídos que los mismos sordos, no oyendodo demos y debemos mostrar nuestro agradecimiento? ¿Celamos por
que ellos oyen? E l sordo-mudo, que nunca había articulado una su gloria? ¿Oímos su divina v o z?¿ L e hablamos con confianza en
palabra, ni había oído á otros que hablasen, habla en un instante ¡a oración? Corrijamos lo que nos sea necesario en nuestra con­
rectamente. ¡ O h p rodigio! ¿Quién le enseñó el lenguaje en que ducta, por medio de propósitos eficaces, orando con fervor por
se expresaba? ¿Q u ié n las palabras que usaba? ¡Oh! ¡Cuán po­ nosotros y por nuestros prójimos.
deroso es el S e ñ o r para obrar todo lo que quiere en el c ie lo , en
Ja tierra y en los m ism os abism os! Pondera luego el maravilloso DOMINICA XII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
.efecto que produjo en ¡as tu rb as la vista de un m ilagro tan extra­
ordinario. A d m irá ro n se grandemente, y comenzaron á publicar­ P reludio i .» Preguntado Jesús por un doctor de la ley qué debía hacer para alcanzarla
lo á grandes voces, diciendo: «Bien hizo todas las cosas, dando vida eterna, le contesté que debía amar á Dios sobre todas las cosas y al prójimo como á
oído á los sordos y habla á los mudos». Y , aunque Jesús les si mismo, y por medio de una parábola le declaró quién es el prójimo.—(Late., 1 , 23*37.)
prohibía el publicar sus m ilagros, aquellas gentes los predicaban Preludio 2 .0 R e p resen tém o n o s á J e s ú s hablando c o n e s t e escriba.
Preludio 3.* P id a m o s la g ra c ia d e a m a r á D io s y al prójimo con amor intenso.
con más entusiasmo. Fíjate bien en estas palabras, que el Espíritu
Santo puso en los labios de esta gente: « B ienha hecho todas las .
co sas ». Je sú s todo lo hace b ien , y a te regale, y a te castigue; ora P u n to l. ° Considera cómo un doctor de la le y se acercó á
te consuele en la oración, ora te rodee de obscuridad: todo lo Jesús y le dijo: «Maestro, ¿qué haré para poseer la vid a eterna?»
hace bien, porque en todas sus obras se propone la gloria de su Esta pregunta debieran repetir frecuentemente los hombres; pero
Padre y el bien de los h om b res: todo lo hace bien, por más que los m ás, olvidados de la vida eterna, sólo se preocupan por la
se queje el mundo, blasfeme la impiedad y se disguste la carne. vida temporal; y a sí, suelen decirse: ¿Qué haré para p a sa rla
¡Oh! S i de mí se pudiese d e cir que be hecho bien todas las co­ vida felizmente? ¿para obtener este destino? ¿para sostener con
sas; posible será que en el día del juicio me encuentre burlado, decencia mi casa? ¿para alcanzar estos aplausos? Y apenas hay
viendo que aun las obras que m ás justas y santas me parecie­ uno que piense en su vida etern a: «Todos se han apartado del
ron, son delante de Dios com o un trapo inmundo. ¿Qué dice á verdadero y recto camino, dice D avid, y se han hecho inútiles;
esto tu corazón? ¿Oyes la vo z del Señor cuando te habla? ¿Eres no h ay uno que obre el bien, ni siquiera uno». M as esta pregunta
mudo para hablar con D ios ó de D ios? ¡Oh Jesús poderoso! Si sólo debe hacerse á Cristo y á los que le siguen; porque los que
por V os los sordos oyen y lo s mudos hablan, ejercitad conmigo no están con É l , ó ignoran del todo lo que es la vida eterna, ó
ese poder, a fin de que, suelta m i lengua, cante vuestras miseri­ yerran miserablemente acerca de ella y acerca del camino que á
cordias y ensalce vuestras g ran d ezas de modo que os agrade. la misma conduce No hay nombre alguno sobre la tierra que
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Q u é celo tan infatigable y cons­ pueda salva rn o s, si no es el nombre de Jesús. Para el mundo,
tante es el celo de Jesucristo! V ia je s largos y pesados, fatigas el camino de la vida está en la satisfacción del am or propio; para
durísimas, sufrimientos de toda clase; á todo se expone para sal­ la carne, e’n el desenfreno y hartura de las pasiones; el orgullo­
v a r las almas. Á ningún afligido priva de su consuelo, á ningún so, el avariento, el perezoso, lodos trazan también su camino;
pecador niega el perdón, á ningún enfermo rehúsa dar la salud. pero estos camino^, lejos de conducir á la vida, precipitan al
¿Por qué no imitamos nosotros este tan edificante celo? Presen- alma á la muerte eterna. Sólo Jesús nos puede mostrar, sin duda
io88 Serü quinta.— Dominicas y pesias del año. Dominica XIII después de Pentecostés. 10 8 9

ni temor, el m ejor y más seguro camino para la eterna vida, que este mundo; yo soy uno de ellos, quizá el más m iserable; acer­
es la observancia de la ley, amando á D ios sobre todo y a l prójimo caos á m í, y miradme con misericordia; atad mis heridas, p ara
como á nosotros mismos. Pondera cómo esta pregunta puede di. que cese la corriente de mis pecados; cuidad de mi con amor
rigirse á Jesús por varios motivos. Unos, como el fariseo, pre­ hasta que alcance salud perfecta en este mundo, y en el otro la
guntan , no para saber, sino para tener ocasión de tentar. Tales eterna gloria.
son los hipócritas orgullosos, que siem pre hallan algo que censu­ E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡En qué errores tan lamentables
rar en los sermones y demás enseñanzas que oyen; otros pre­ caen los m ortales! E s innato en ellos el deseo de s a b e r ; pero
guntan por sola curiosidad, sin ánimo de aprovecharse, y otros yertan miserablemente, ó porque pretenden saber lo que no les
la hacen con recta intención. ¿Hacemos nosotros también esta conviene, ó porque en sus inquisiciones no se proponen un fin
pregunta? ¿Nos preocupa el negocio de la vida eterna? ¿Con qué recto, ó porque no preguntan á quien podría ilustrarlos de veras.
intención deseamos saber? |0 b M aestro mío! No quiero tentaros Debieran preocuparse por la vida eterna, y sólo les ocupa el pen­
yo como el escrib a; pero decidme lo que he de hacer para llegar samiento de lo tem poral; habrían de preguntar p ara saber la
á la v id a , y dadme gracia para cumplirlo, á fin de que seáis en verdad, y preguntan para alimentar la vanidad; convendría que
mí glorificado y yo con V os bienaventurado. acudiesen á Jesús, que es la misma verdad , y acuden á sus ene­
P o n to * .° En este punto has de considerar cómo habiendo migos. ¡ A h ! L o s verdaderos amigos y los que con toda propie­
el mismo doctor de la ley preguntado quién era su prójimo, con­ dad m erecen el nombre de prójimos, no se conocen ni por el ves­
testóle el Señor con una sencilla parábola, ya para reprim ir el tido ni por las letras, ni por la pompa exterior que ostentan, ni
orgullo de él, y a también para manifestar su infinita prudencia y aun por los cargos que desempeñan. L a s obras inspiradas por
sagacidad, obligándole á confesar que el verdadero prójimo y una verdadera caridad son la piedra de toque con que son cono­
amigo de los hombres era A quél á quien quería tentar. Un hom­ cidos. En la parábola del Salvad or, ni el sacerdote ni el levita
bre descendía de Jerusalén á Jericó; propio es de los hombres pudieron llam arse propiamente prójimos; sólo el samaritano me­
ñacos é inconstantes el descender ; comienzan con fervor, y lue­ reció este nombre y se hizo digno de ser presentado por modelo
go aflojan en el espíritu;, los justos y fervorosos trazan subidas; de piedad y ternura. Examinemos si nosotros le imitamos, ejer­
los pecadores é imperfectos siempre van bajando, porque se di­ citando la caridad con nuestros hermanos. Y si algo debemos co­
rigen á Jericó, esto es, á los bienes terrenos y mudables que rregir acerca de este punto, hagamos eficaces propósitos para
buscan con afán, conservan con tenacidad, y , si los pierden, es esto y pidamos la gracia de cumplirlos, rogando por las demás
con dolor y pena. A quel miserable hom bre cayó en manos de obligaciones.
unos ladrones que, después de robarle cuanto tenía, le hirieron,
dejándole medio muerto. Esto hacen los demonios con aquellos DOMINICA XIII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
desgraciados que caen en sus manos. ¿Has sido tú víctima de
sus emboscadas? ¿H as sido preso en sus lazos? Pasaron por el P reludio i .» Salieron at encuentro de Jesús diez leprosos, pidiéndole misericordia;
lugar en donde estaba el herido un sacerdote y un levita, y no jesús les mandé ir á los sacerdotes, y al ir quedaron sanos; sólo «00 de ellos, que era Sama­
le socorrieron; pasó después un samaritano, q u e, compadecido ritano, volvió ó dar las gracias á Jesús— (Luc., xvn, 11-19.)
de aquella desgracia, se acercó al herido, atóle las heridas, curó­ P reludio 2.» Represéntate este suceso: á los leprosos en actitud'suplicante ; á Jesús
las con caridad, y llevó al enfermo al mesón, para que allí aca­ ordenándoles el ir á los sacerdotes, y al samaritano curado postrado á los pies de Cristo.
base de mejorar. ¡Qué cru eld ad , qué entrañas tan duras para Preludio 3.* Pide sentimientos de gratitud por los beneficios queel Señor te ha hecho.
con el herido manifiestan el sacerdote y el levita!, y ¡qué com­
pasión y misericordia muestra el samaritano! ¿ Á quién hemos P n n t * l . 4 A travesaba Jesús la Sam aría, dirigiéndose de
nosotros imitado? En los primeros se representa la ley antigua, la G alilea á Jerusalén, y llegando cerca de una aldea,salieron á su
que no pudo sanar al género humano; en el segundo, la nueva, encuentro diez leprosos, y desde lejos le dijeron: «Jesús, Maes­
que le proporciona salud perfecta: en los prim eros, á-los hom­ tro , compadécete de nosotros». Considera aquí el deseo encen­
bres ricos de bienes tem porales y pobres de virtud; en el segun­ didísimo que tenia Jesús de hacer bien á los hom bres; para lo
do, á los hombres virtuosos, q u e , sin tener nada, remedian la cual no dejaba pasar ninguna ocasión que se le ofreciese. En
necesidad ajena: en aqu éllos, á los mundanos, que por pensar sus viajes y cansancios, olvidase de sus propias fatigas, y sólo se
en si se olvidan de su prójim o; en éste, á Jesucristo, que se acuerda de socorrer á los necesitados, como lo vemos en estos
olvida de sí para ayudarnos á nosotros. ¡O h divino Samaritano! diez leprosos. A s i nos enseña que obremos el bien mientras pasa­
Salid al encuentro de tantos heridos como h ay por el camino de mos por este mundo y nos dirigim os á la Jerusalén del cielo. L o s
69
10 9 0 Sarie quinta.— Dominicas y fiestas del año.
Dominica X IV después de Pentecostés. # 10 91
leprosos, conociendo su necesidad, se unieron entre sí y salie­
tributaron acciones de gracias, como era justo. ¡Cuán general es
ron al encuentro de Jesús. ¡Cuánto importa conocer las propias la ingratitud en los hombres! Quizá tú también has caído en este
necesidades y miserias, para moverse uno á orar con fervor, á vicio tan pernicioso, que seca la fuente de las divinas m isericor­
desconfiar de sí, á unirse con sus hermanos con los lazos déla dias. ¿Cóm o te portas después de la confesión, cuando el Señor
caridad, y á manifestarlas con humildad y sencillez á quien se te limpia de la lepra del pecado? ¿ Imitas al samaritano agrade­
debe! Mira á estos pobres enfermos cómo aprovecharon la oca­ cido, ó á ios otros leprosos ingratos? ¿Cómo llevas las pruebas
sión de que pasaba Jesús para pedirle remedio. Mucho nos inte­ á que Jesús te sujeta? ¿Ejercitas en ellas la fe, la obediencia y
resa aprovechar los tiempos y momentos que el Señor poñe á resignación? ¡Oh alma m ía! Mira la asquerosa lepra que te cu­
nuestra disposición; no sea que nos diga: «Llamé y resististeis», bre, y avergüénzate de presentarte con ella delante de Dios. P í­
y se burle de nosotros en nuestro abandono y humillación. Si dele con fervor, confianza y humildad que te lim pie, y no dudes
estos leprosos hubiesen dejado perder la ocasión de pasar Jesús que el Señor, rico en m isericordia, oirá tu oración y despachará
por donde estaban, hubiéranse quedado con su lepra. Pondera, favorablemente tu súplica.
finalmente, cuánta es la eficacia de la oración en común, sobre E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡Qué enseñanzas tan útiles hallamos
todo si se hace con fervor, confianza y resignación en la bondad en el edificante suceso que nos refiere el Evangelio de este dial
del Señor, como lo practicaron los leprosos. ¡Oh Maestro sapien­ Hallándose Jesucristo depasoenSam aria,aprovechótanoportuna
tísimo! Vedme cubierto de la asquerosa lepra del pecado. ¿Qué ocasión para hacer bien á unos pobres leprosos que se encontra­
será de mí si no me miráis con ojos compasivos? Limpiadme de ban por aquellos alrededores. Estos desgraciados, bien penetra­
ella, sanad mi enfermedad, y, para alcanzarlo, enseñadme á orar dos del miserable estado en que se hallaban, se reúnen, y desde
con tal fervor y confianza, que alcance lo que deseo. Mas, para lejos, con lastimosos gritos, piden á Jesús que los sane. ¡Cuán
esto, ¿aprovecho como conviene las ocasiones que el Señor me eficaz es el conocimiento de la necesidad propia p ara m o verá los
depara? ¿Imito á Jesús haciendo bien durante mi vida y pasó por hombres al ejercicio de la virtud! O ye el Señor las súplicas de
el mundo? ¿ Cómo hago las oraciones? aquellos enfermos, y, sin sanarles de antemano como á o tro le­
P a n t o 2 .° Mirando Jesús á los leprosos, compadecido de proso, queriendo ejercitar su obediencia, les mandó que se pre.
ellos, les dijo: «Id y m ostraos dios sacerdotes»; y comenzando
sentasen á los sacerdotes. Cumplieron ellos el encargo de Jesús,
á obedecer, quedaron libres de la lepra. Uno de ellos, que era
y , principiando á ir, se sintieron sanos y libres de la lepra. Mas
samaritano, volvió con grande alegría á dar g ra cia sá Jesús por
¡oh ingratitud del hombre! D e los diez leprosos curados, sólo uno
el beneficio que había recibido. Pondera aquí primeramente el
volvió á dar las gracias á Jesús. ¿Conoces tú cuán repugnante y
modo cómo el Señor probó la fe y obediencia de estos leprosos."
vergonzosa es la lepra del pecado de que adoleces? ¿Cómo no
mandándoles que se presentasen á los sacerdotes, aun antes de
pides con más fervor al Señor que la sane? ¿Eres agradecido á
que estuviesen limpios de su enferm edad, y el rendimiento de
los favores que de su Majestad recibes? Escudriña las cosas en
voluntad y juicio con que ellos se sometieron á la ordenación de
que debes corregirte, y para hacerlo con eficacia, propón con
Jesú s; pues sin re p lic a r, aunque se veían todavía cubiertos de
toda firmeza, pideconfiadamenteel cumplimiento de ios propósi­
le p ra , principiaron á o b e d e ce r, enseñándote á rendir tu juicio y tos, y ruega por todas tus necesidades.
voluntad á los preceptos de D ios y á las ordenaciones de sus
representantes. Obrando a sí, te dispondrás eficazmente para ob­
tener lo que desees, como esto s enfermos: comenzando á obede­ DOMINICA XIV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
c e r, fueron curados. C onsid era, en segundo lu g a r, el profundo
P reludio i .* Jesucristo, en el santo Evangelio de esta dominica, nos reprende la de­
agradecimiento que mostró e l samaritano, el c u a l, al experimen­
masiada solicitud por las cosas temporales, y nos exhorta á bascar ante todo el reino de Dios
ta r el beneficio recibido, v o lvió al instante adonde estaba Jesús, y su justicia.— (Matth., n , 24-3;.)
engrandeciendo á D ios con santo fervor, y arrojóse á los pies del P reludio 2» Representémonos á Jesús predicándonos tan soberana doctrina.
divino Maestro como para b e sárse lo s, y dióle g ra cia s; y puede P reludio 3.» Pidamos h grada de imprimirla en nuestro corazón y obrar según eRa.
creerse que se ofrecería á seguirle y á se r su discípulo para
siempre. D e este modo has de agradecer los bienes que el Se­ P u t o l . ° No seáis demasiado solícitos, ni por la comida,
ñor te concede; alabándole, humillándote y entregándole tu cora­ ni por el vestido. Considera cómo con estas palabras no condena
zón y todo cuanto tienes. P e r o mira también cóm o los nueve Jesús el cuidado racional y prudente de las cosas temporales,
leprosos restantes, aunque recibieron igual beneficio que aquél, sino la solicitud excesiva é irracional. más propia de los gentiles
ni se lee que alabasen á D io s por é l , ni vo lvieron á Jesús, ni le que no conocen á Dios y cifran toda su felicidad en este mundo.
10 9 2 9 Serie quinta.— Dominiteu y fiestas del año. Dominica X IV después de Pentecostés. 1093

T al es la solicitud de aquellos que anteponen lo temporal á lo aun para la vida temporal. E s promesa de Jesús. «Todas las cosas
espiritual: ó lo buscan con detrimento de su alma y de la divina se os darán por añadidura.» A rro ja todos tus cuidados en el seno
le y; ó lo pretenden por mal fin; ó lo procuran, valiéndose de ma­ de D ios, y É l te alimentará, dice D a v id , porque no dejará en
los m edios; ó ponen en ello su último fin; ó, por último, lo buscan continua incertidumbre y fluctuación al justo. A quí se halla el
con excesiva ansiedad, acompañada de desconfianzas, quejas de camino de la verdadera y sólida paz; porque no la perderá aque­
la divina Providencia,envidias de la suerte del prójimo. ¿Estamos lla alma que se desprende de los deseos vanos de las cosas te­
nosotros comprendidos en alguno de estos defectos tan reprensi­ rrenas. D e aquí vendrá también el adelantamiento en la virtud,
bles? Ponderemos los motivos poderosos que alega Jesús para removiendo por una parte los obstáculos de ella, y por otra vi­
inducimos á quitar de nuestro corazón esta solicitud desordena­ gorizando y robusteciendo el alma con el pensamiento y medita­
da. D ios nuestro Señor ha sido tan generoso, que nos ha dado la ción de las cosas celestiales. Entra ahora dentro de ti mismo, y
vida; no pensemos que nos ha de negar los alimentos; si ha he­ escudriña si hasta hoy ha sido esta la regla de tu conducta. ¡ A h !
cho lo m ás, no dejará de hacer lo menos. L a s avecillas del cielo ¡Cuántas veces has preferido las cosas temporales á las eternas!
reciben de É l alim ento; no dudemos que lo concederá á los hom­ Por no privarte de un gustillo, por no desagradar al mundo, para
b res, que valen más que muchas de ellas. Nuestra solicitud, sin aumentar tus bienes, has abandonado neciamente la virtu d, la
la bendición del Señor, es inútil; porque, ¿quién puede añadir á gracia y la amistad de Dios. ¿No te dice esto tu corazón? ¿Qué
su estatura un sólo codo? Aquel Señor que viste y adorna las harás en adelante? ¡ Oh Jesús m ío! ¡Qué medio tan poderoso y efi­
flores del campo que no duran más que un día, ¿no nos vestirá á caz nos habéis dado para ser felices en este mundo y en el otro!
nosotros, que hemos de permanecer para siempre ? Finalm ente: ¡Cuán locos son los hombres que nd quieren adoptarlo! Abrid,
esta inquietud es injuriosa á D ios, indigna de los cristianos y Señor, los ojos de nuestra alm a para que conozcamos vuestra
propia de los gentiles, que no conocen la bondad paternal de este doctrina, la sigam os con fidelidad y nos hagamos dignos de eter­
amantlsimo Padre. Medita bien todas estas razones, las cuales na corona.
son poderosas para obligarte á levantar los ojos de la tierra y E p ílo g o y coloquios. ¡Cuán dichosos seriam os si impri­
fijarlos en el c ie lo , donde mora aquel Señor que hace salir el sol miésemos de un modo indeleble en nuestra mente la norma de
p áralo s justos y pecadores y llover sobre el campo del bueno y conducta que nos propone el Salvador! No quiere que andemos
del malo. ¡Oh Salvador dulcísimo! G racias os doy por el interés demasiado solícitos por las cosas temporales; aunque no condena
que mostráis en procurar mi bienestar en este mundo y mi feli­ un prudente cuidado y discreta solicitud en buscarlas y conser­
cidad en el otro. Imprimid en mi espíritu vivo s sentimientos de varlas, reprueba la inquietud acerca de esto, porque es m ás pro­
conformidad, confianza y resignación en vuestra divina Provi­ pia de los gentiles que de los cristianos, los cuales saben muy
dencia, para que ni la escasez me inquiete, ni por la abundancia bien que su amante Padre cuida de las aves del cielo y viste á
presuma, sino que siempre y en todos los casos y circunstancias los lirios del cam po, y no se olvida jam ás de las necesidades de
descanse tranquilo en vuestras manos. aquellos que valen más que todo el mundo. ¡Cuán frecuente y or­
P a n t o 2 .° Considera en este punto cómo Jesucristo, habién­ dinaria es entre los hombres esta solicitud exagerada é indiscre­
donos declarado la solicitud reprensible que debemos huir, nos ta! ¿Nos dejamos nosotros llevar de ella? Si hemos de andar so­
manifiesta la solicitud santa que podemos y debemos procurar, lícitos, sea en ejercitar la virtud y en santificamos; busquemos
diciendo: <Buscad primeramente el reino de D ios y su justicia, y primero el reino de Dios y su justicia, como dice el Salvador. En
todas las demás cosas se os darán por añadidura». ¡Oh qué norma este documento tan justo y racional se halla el camino de la paz
y le y tan sabia, prudente, útil y necesaria se encierra en estas verdadera, el principio de la felicidad, un inagotable manantial
palabras! Buscad primeramente, esto e s , antes que todas las de virtud, y una bienaventuranza anticipada. ¡O jalá fuese él la
cosas. D e modo que antes debes buscar la gloria de D ios y el bien exclusiva y constante regla de nuestra conducta! Pues que tan
de tu alm a, que la salu d, ciencia, riquezas, com idas, emplees y necesario nos e s, propongamos eficazmente obrar de este modo;
todo lo demás que se ordena al sustento ó bienestar del cuerpo. pidamos para esto la gracia necesaria y roguemos por todo lo
Buscad prim eram ente, esto es, con m ayor empeño, con más demás.
diligencia, con m ás esmerado cuidado, el reino de D ios que el
reino del mundo y que todas las cosas que puede ofrecer. En
esta regla tan justa, por la cual se antepone lo espiritual á lo
corporal, lo eterno á lo tem poral, el cielo á la tierra, D ios á la
criatura, se halla el atajo m ás breve para adquirir lo necesario,
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gentes á alabar grandemente á Dios. Mira bien cómo se conmue­


DOMINICA XV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
ven las entrañas de Jesús á la vista de la aflicción de aquella po­
bre viuda. E s propio de la caridad llorar con los que lloran. D e
Preludio i .» Encontrándose Jesús, al entrar en Naímcon un cortejo fúnebre, en que
se llevaba á enterrar un cadáver, compadecido de la madre del difunto, que era viuda, resu­ tres modos ejercita la m isericordia: con el afecto interior de
citóle; y las gentes que lo vieron temieron y alabaron á Dios.— (Luc., vu, i i-ié.) compasión; con las palabras, diciéndola: «No quieras llorar»; y
Preludio 2.« Representémonos este suceso, viendo con la imaginación la turba, el con las obras, devolviéndole el hijo resucitado. No te contentes
muerto tendido en las andas, y á Jesús acercándose á él. con compadecerte interiormente d é lo s desgraciados; procura
Preludio y.° Pidamos á Jesús que tenga misericordia de nosotros, y nos resucite del consolarlos con blandas palabras y socorrerlos del modo que te
pecado á la gracia, ó de la tibieza al fervor. fuere p osib le, á lo menos pidiendo al Señor que se apiade de
ellos. Adm ira la omnipotencia de Jesucristo. A cércase al difunto,
P u n to JL° Considera cómo acercándose Jesús con sus dis­ y diciéndole con imperio:.«Mancebo, á ti te digo, levántate», el
cípulos á las puertas de la ciudad de Naím, topó con una turba muerto resu cita . y se sienta en las andas en que era llevado. S i
que llevaba á enterrar á un mancebo difunto, hijo único de su al poder de Jesús ni la misma muerte resiste, ¿cuánto menos re­
madre viuda. P ara muchos este encuentro del Señor con el di­ sistirán las criaturas, que le deben su existencia? Aunque te veas
funto sería casual; pero tú has de mirarlo como ordenado por envuelto en las m ayores tribulaciones y apuros; aunque carez­
D ios, que dispone de todas las cosas y acontecimientos, y cuya cas de lo indispensable para tu vida; aunque las tentaciones más
providencia se extiende á los sucesos menos importantes, del violentas agiten tu alm a, confla en el poder de tu divino Maestro,
propio modo que á los más trascendentales. ¡ D e cuántos cuida­ y no temas. Pero ¿serás tú más sordo que un cadáver y m ás duro
dos é inquietudes te librarías, si grabases en tu mente esta prove­ que este difunto? E l oye la vo z de Jesús, y al instante se levanta;
chosa verdad! E l difunto era un mancebo rico, jo ven , distingui-' y á ti te habla el Señ or, y haces el sordo, y no sales de tu ocio­
do, muy amado de su madre y apreciado de sus conciudadanos; sidad y abandono. ¡ Oh Señor! ¿Hasta cuándo resistiremos á vues­
sin em bargo, todas estas cualidades, que tanto se ambicionan, tras divinas voces ? ¿ Hasta cuándo menospreciaremos vuestras
no pudieron librarle de la muerte, para que tú aprendas á mirar­ inspiraciones ? Tocad con vuestra mano poderosa estas andas de
las con menosprecio; pues que en el tiempo de m ayor apuro nuestro cuerpo en que está metida nuestra alm a, para que paren
nada aprovechan; y busques sobre todo las riquezas espirituales las pasiones que nos arrastran y oigam os con tranquilidad vu es­
y el amor de Jesús y de sus santos, que son los únicos que en tra voz. ¿Imitamos la m isericordia de Jesús y la ejercitam os como
aquel trance triste pueden prestarte auxilio. Reflexiona cómo, É l? ¿ Confiamos en su poder?
siendo este mancebo hijo único, sería muy amado de su madre, E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Q ué providencia tan tierna, amo­
la cual, como viuda, le consideraría como el único consuelo de rosa y digna de todo aprecio es la de Jesús! U e g a á Naím a l tiem­
su vejez y báculo de su ancianidad, y quizá el Señor le envió la po mismo en que sacan de la ciudad y llevan á enterrar á un di­
muerte para castigarla por su excesivo amor y demasiada con­ funto m ancebo, hijo único de una m ujer viuda. No llo r e s , ¡ oh in­
descendencia. No te aficiones demasiado á las criaturas, ni ci­ fortunada m adre!; el A utor de la vida te ha salido al encuentro, y
fres en ellas toda tu esperanza, porque obligarías á D io s á que te te ha mirado con ojos m isericordiosos, y quiere darte perfecto
privase de ellas; no te fíes tampoco de tu juventud, pensando que consuelo. Tu hijo había muerto para que sirviese de enseñanza
la muerte está lejana, para entregarte á los placeres y delicias, al mundo y demostrase la inutilidad de los esfuerzos humanos,
ó para descuidarte en tu santificación, porque tal vez m overías á cuando Dios ha decidido irrevocablem ente cortar el hilo de la
Dios á que te quitase del campo de este mundo como higuera' vida; y también para que aprendas á no amar con demasía las
infructuosa. ¡Oh Dios eterno! Abrid los ojos de nuestro entendi­ criaturas. Pero tu hijo resucitará, y será tanto m ayor el consuelo
miento con la luz de vuestra gracia soberana, para que descubra­ qué inundará tu alm a, cuanto más intensa haya sido tu aflicción.
mos vuestra mano bondadosa en todos los sucesos que sobrevie­ Jesús se aproxima al féretro, toca con su mano las andas, y hace
nen, y, teniendo á la vista la muerte, hagamos frutos dignos de parar á los que las llevan; manda al difunto que se levante, y el
penitencia. ¿Reconocemos en todos los acontecimientos la pro­ que pocos momentos antes era un cadáver, abre los ojos, se in­
videncia de Dios? ¿Amamos desordenadamente á alguna cria­ corpora y se sienta,y Jesús lo pone en los brazos de su madre, que
tura? ¿Nos acordamos frecuentemente de la muerte? le recibe sin saber lo que por ella pasa. Ante tan estupendo mila­
P u n to 8 .° Considera cómo, compadecido Jesús de las lág ri­ gro , ¿quién no confiará en el poder de Jesús? Y , al ver al difunto
mas y dolor de aquella desconsolada madre , la d ijo: No llores; que poco antes era un joven gallard o, rico y noble extendido en
y acercándose al difunto, le resucitó, lo cual obligó á aquellas las andas, ¿quién hará caso de los bienes mundanos? Hora es
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y a que miremos en quién y en qué cosas hemos de poner nuestro lumniaros, como los fariseos, sino para s e g u ir vuestros conse­
am or, y que formemos los propósitos convenientes, rogando, no jo s, practicar vuestros ejemplos y obrar fielmente según vues­
sólo para cumplirlos, sino también por todas las necesidades. tras enseñanzas. ¿En qué cosas nos hemos d e corregir para obrar
según esta doctrina?
P u n t o S.° Considera la hermosa le cc ió n de humildad que
DOMINICA XVI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
nos enseña Cristo en este Evangelio. Vió que todos los convida­
dos se afanaban por ocupar los primeros puestos, y abriendo sus
Preludio i .» Comiendo Jesús en casa de un principe de los fariseos, curd á un hidró­
pico y did á los convidados una excelente leccidn de humildad.— (Luc., xiv, l- 1 1.)
labios, dijo: «Cuando fueres convidado á la s bodas, no te sientes
P reludio 2.° Representémonos al Señor curando al enfermo y enseñando la práctica de en el primer lugar, no sea que haya sido convidado otro más
la humildad. digno que tú , y viniendo el que os ha convidado á entrambos, te
P reludio y .» Pidamos luz y gracia al Señor para aprovecharnos de sus divinas ense­ diga: cede á éste el lugar, y con gran rub or hayas de descender
ñanzas. al lugar ínfimo. Siéntate más bien en el lu g a r postrero, á fin de
que con grande honra tuya te d igan : «A m igo, sube m ás arriba».
P u n t o l .° Entró Jesús en la casa de un príncipe de los ¡ Oh lección c elestia l, digna de ser im presa con letras de oro en
fariseos para comer, y ellos le observaban. M ovióse Jesucristo el corazón de los hombres! E s muy ordinario en ellos el preten­
á hacer esta visita , no tanto por la necesidad que É l padecía, der el prim er lugar. E l afán inmoderado d e superar á los demás,
cuanto por el deseo de h acer bien á los asistentes al convite. L a el deseo de flotar sobre todos es innato. E n todo desearíam os ser
visita de Jesús es siem pre sumamente provechosa para el que ios prim eros, en talento, autoridad, riq u eza s, cien cia, y hasta
la recibe, si él no pone estorbos á su infinita bondad. Díganlo la en virtu d , no para ser mejores, sino más honrados. ¿Qué es esto
V irg en , santa Isabel, Zaqueo, Lázaro y tantos otros. ¿Qué fruto sino buscar el primer lugar? D e aquí procede la repugnancia que
reportamos nosotros de las frecuentes visitas que nos hace Dios tenemos á todo lo que huele á humillación; si no se hace caso de
en la oración, com unión, tribulaciones y demás ocasiones en que nosotros, si nuestras palabras y consejos no son escuchados, si
se digna visitarnos ? ¡ A h ! Para los fariseos, lejos de ser pro­ dejan de confiarnos aquel cargo para el q u e nos considerábamos
vechosa la visita de C risto , iué perniciosa, porque su malicia hábiles, al instante se apodera de nuestro corazón el disgusto, el
halló en ella una ocasión de observarle para calumniarle. P osi­ resentimiento, la envidia, y quizá el odio contra aquellos que lo
ble será que alguno de nosotros tome pie de la visita divina, ó desempeñan. Mas ¡ay de nosotros s i , gu iad os del amor propio
para ofenderle , menospreciando su bondad y quejándose de su nos entrometemos, en el primer lugar q u e con soberbia desea­
providencia, ó para observarle, como los fariseos, calumniando mos! L ucifer lo quiso, y fué hundido; quisiéronlo los primeros
algunas de sus obras. Unos observan á Jesús y sus ejemplos, padres, y perecieron; y siempre será verd a d la palabra d e j e
para im itarlos; otros sólo para admirarlos; otros para calum ­ s ú s : El que se humille será ensalzado, y e l que se ensalce será
niarlos : unos le observan mirando en Él á un puro hombre; otros humillado. ¡ Oh humildísimo Jesús! Esta e s vuestra lección, que
considerándole como un im postor; otros reverenciando en Él á deseo escuchar con todo rendimiento y segu ir con la m ayor
un hombre Dios y acabado modelo de los hombres. ¿ Cómo le fidelidad. Dadme que os imite en la p ráctica de la humildad, no
observamos nosotros? Contempla la benignidad del Salvador, para ser ensalzado, sino para hacerme sem ejante á V os en esta
el cual, viendo que no podía hacer á los fariseos el bien que de­ vida y acompañaros en la gloria; ¿Practicam os la virtud de la
seaba, á causa de la m ala disposición de ellos, quiso, cuando me­ humildad? ¿Pretendemos con espíritu am bicioso los primeros
nos , convencerlos de su sinrazón al tenerle por transgresor de lugares?
la ley. Para lo cual se va le de hechos y de palabras: de hechos, E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Oh malicia endemoniada de los fa­
curando repentinamente á un h idrópico, en confirmación- de la riseos! Convidan á Jesucristo, no para obsequiarte y servirle,
divinidad de su misión celestia l; de p alabras, probando con ra­ sino para tener una ocasión de observarle, y hallar en su con­
zones perentorias la licitud d é lo que hacía; porque si se puede ducta algún pretexto para calumniarle. D esgraciado el hombre
salvar de un inminente peligro á un animal en día festiv o , mu­ que comienza á dejarse dominar de la envidia; de abismo en
cho más se podrá librar á un hombre de una enfermedad ó de abismo llegará al extremo de calumniar al mismo Dios. Jesu­
la muerte. N o te contentes con dar de palabra testimonio de ti ; cristo . haciendo caso omiso de las intenciones torcidas de los
dalo también con las obras. ¡Oh Maestro soberano! G racias os fariseos, sólo piensa en hacer bien; y viendo delante de sí á un
doy por los admirables ejemplos y saludables lecciones que nos hidrópico, después de prevenir con razones concluyentes el es­
dais. Concededme que os observe con toda atención, no para ca­ cándalo que los maliciosos fariseos podrían tomar si le curaba
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en día festivo, dale la salud, y p a sa á dar á todos los circuns­ todo tu corazón, alm a y entendimiento». Si esto h a c e s, y a cum­
tantes y á los venideros una lección importantísima de profun­ ples toda la le y , porque la plenitud de la ley está en el amor.
da humildad. No busques el prim er lugar en los convites, dice, ¿Cóm o am asá D ios?¿E n qué le manifiestas tu amor? ¿ Qué haces
porque es posible qne haya otros más dignos de él que tú; esco­ y padeces por Él? ¡O h divino Jesús! S i vinisteis al mundo á traer
g e el últim o, y te mandarán que asciend as, recibiendo grande el fuego de la caridad, ved que mi corazón está sumamente frío;
honra delante de todos. ¡Cuán cierto es que la verdadera honra gloria vuestra será si encendéis en él esa divina llam a, que me
y gloría es fruto de la sólida y profunda humildad! ¿Deseamos ser purifique de todas m is imperfecciones y me haga grato á vues­
exaltados con verdadera exaltación ? Humillémonos con verda­ tros divinos ojos.
dera humildad. ¿ Querem os librarnos de la humillación eterna? P a n t o S .° A qu í has de considerar la pregunta que dirigió
Humamos de la vana exaltación temporal. Para esto miremos y Jesús á los fariseos, con la cual los confundió y abatió su or­
observem os á J e sú s, no como los fariseos, para calumniarle, gullo: « ¿Q u é os p arece de C risto? ¿ D e quién es Hijo?» «De Da­
sino como sus verdaderos discípulos, para imitarle. ¿L o hemos v id », dijeron. «Pues ¿cómo D avid le llam a S eñ or, siendo su hijo? »
hecho así ? ¿ Qué harem os en lo venidero ? Entremos en nosotros A esto no pudieron los fariseos contestar una sola palabra. Mira
mismos; examinemos lo que hemos de corregir, y hechos efica­ cuán importante e s la pregunta del S a lv a d o r, y cuán diferente­
ces propósitos, pidamos la gracia de cum plirlos, y roguemos por mente contestan á ella lo s hombres. T a l es su im portancia, que
todo el mundo. en el conocimiento de Jesucristo y de su Padre celestial está ci­
frada la eterna felicidad del hombre. Sin em bargo, ¡cuán poco
DOMINICA XVII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. hácen los hombres para conocer con m ayor perfección al divino
Redentor! S e estudian las ciencias humanas, se profundiza en los
Preludio i .» Dirigieron los fariseos una pregunta al Salvador para tentarle, y Él á su conocimientos vanos y poco provechosos de las cosas munda­
vez les hizo otra para confundirlos.— ( Matth., xxn , 34-46.) nas , y apenas hay quien discurra, piense y medite para conocer
Preludio 2.° Representémonos á los fariseos preguntando al Señor. mejor á Jesús. D e aqní proceden los diabólicos errores que se
Preludio 3.0 Pidámosle simplicidad para escuchar y someternos gustosos ¡i sus ense­ propalan por el mundo acerca de este Señor. Y erra n acerca de
ñanzas. Jesús y su doctrina los gen tiles, teniéndolapor locura; los judíos,
que la reputan por un escándalo; los im píos, que la miran como
P a n t o l . ° Considera en este punto la pregunta que diri­ una necedad; y aun muchos católicos, que consideran á Jesús,
gieron los fariseos al Salvador, con intento de hallar ocasión de ó como un amo duro y cruel que quiere cosechar de lo que no
acusarle: «M aestro, ¿ cuál es el primer mandamiento de la ley?» sem bró, ó como un D ios tan misericordioso y condescendiente
Estos hombres criminales, abusando de la ciencia que el Señor les que todo lo disimula. ¿Cómo pensamos nosotros de Jesucristo?
había comunicado, pretenden con ella tentar y confundir á Jesu­ E l pone toda su gloria en estar sentado á la diestra de su Eterno
cristo. ¡Cuántos son los que los imitan en nuestros desgraciados Padre y en tener á sus enemigos bajo los pies. En esto debe
tiempos! Sírvense muchos de su cien cia, no p a r a la gloria de cifrar la gloria el verdadero discípulo de Jesús. A m ar y aseme- .
D ios, ni para la edificación de sus prójimos, ni para su salvación; jarse á su Padre c elestia l, y dominar y vencer á sus enemigos.
antes con ella buscan su gloria, por ella menosprecian á los de­ ¡Oh R ey mío! Gloríense otros en las riquezas, honores, cargos
más, y abusando de e lla , impugnan y contradicen á Jesú s, inven­ señalados, empleos de distinción; mi gloria y dicha está en ase­
tando sofismas contra su enseñanza, y tendiéndole lazos para mejarme á V os, conoceros con verdad y perfección y dominar á
hacerle caer á É l ó á sus discípulos. ¡ Infelices! Cegados por el mis enem igos, que lo son también vuestros, porque para siem­
orgu llo, pretenden escalar el cielo y ser semejantes al Altísim o; pre quisieran apartarme de Vos.
pero el Señor los confundirá, haciéndoles v er que todo lo que E p i l o g o y c o l o q u i o s . ¡ Adónde llega la m alicia y el atre­
meditaron no fueron más que vanidades, y que sólo sus testi­ vimiento del h om b re! ¡Q uerer tentar á D ios! A s i obran los re ­
monios son excesivam ente creíbles y justificados en sí mismos. probados fariseos. E n su orgu llo, se acercan á Cristo, y le hacen
¿ Qué uso haces tú de la ciencia? ¿ Cómo te aprovechas de los una capciosa pregunta. Abasando de los conocimientos que tie­
conocimientos que el Señor te ha dado ? O ye cuál es el primero nen, creen que con preguntar á Jesús cuál es el principal manda­
y principal mandamiento, al cual se ordenan todos los otros, y miento de la le y , hallarán en la respuesta que dé algo de que
á cuya observancia se han de dirigir todos tus pensamientos, asirse para com batirle M as el Señor se contenta con responder
palabras y obras, y para lo cual has de emplear toda tu salud, que el prim er mandamiento consiste en amar á D ios y al prójimo.
fuerzas, ciencia y cuanto posees: «A m arás al Señor tu D ios, con ¡ A y de nosotros s i, olvidado de él, imitamos á los fariseos,
I 100 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica X V íli después de Pentecostés. 1101
abusando de las g ra cia s de Dios y pretendiendo tender algún náis honrarme con el título de hijo? Aunque me m atéis, yo espe­
lazo á nuestro prójimo! Burlados habían quedado los desgracia­ raré en V os, y tengo la seguridad que no me v e r é confundido
dos fariseos con la respuesta de Jesús; mas este Divino Maestro eternamente. M iradm e, Padre mío; víctim a soy de espantosa pa­
quiso confundirles de una v e z , y obligarles á desistir para siem­ rálisis espiritual, y sólo V os podéis sanarme; m iradm e y com­
pre de ponerle nuevas asechanzas. Pregúntales de quién es hijo padeceos de mí.
el Mesías, y contestando ellos que de D avid , É l les prueba, apo­ P a n to Considera cómo murmurando los escribas de que
yándose en la divina Escritura, que es superior á este Rey. Por lo Jesucristo perdonase los pecados, dijo: P a r a que sepáis que
cual, avergonzados, se retiran. ¿Abusamos nosotros, como los tengo fa c u lta d de perdonar los pecados, dirigiéndose al enfer­
fariseos, de nuestros conocimientos? ¿Tenemos un conocimiento mo añadió: L evántate, toma tu lecho y vete á tu casa. No hay
recto de Jesús? ¿D e qué modo lo hemos de adquirir? Reflexioné- prueba tan convincente y sólida como las obras. S i queremos que
moslo con cuidado, formemos propósitos al efecto, y roguemos los hombres hagan caso de nuestras palabras y crean lo que les
al Señor que nos lo dé y que se compadezca de todo el mundo. decimos, es indispensable que con nuestras obras confirme­
mos nuestra doctrina; el buen ejemplo es la razón más convin­
DOMINICA X V III DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. cente de lo que se predica. Contempla la presteza y alegría con
que se levantaría el paralítico, luego que sintió que á la voz de
P reludio i .» Habiendo presentado i Jesús un paralitico, exhortóle ala confianza, per­ Jesús revivían y se fortalecían todos sus m iem b ro s; cómo toma­
donóle los pecados , y le sanó , con grande aplauso de las turbas.— (Matth., ix , 1-8.) ría sobre sus hombros el pesado lecho, y corriendo se iría á su
P reludio 2.» Representémonos á Jesús obrando este milagro. casa. ¡Cuán fácil es la obediencia en las co sas que son confor­
P reludio 3.° Pidamos i Jesús que nos sane de la parálisis espiritual y pereza en el ejer­ mes á los deseos de la carne! No sucede lo propio cuando se nos
cicio de la virtud. manda lo que es contrario á nuestros apetitos é inclinaciones,
aunque sea el mismo Jesús el que lo manda. P e r o aprende tú del
P a n to I. ° Presentaron á Jesús un paralítico tendido en una paralítico curado á llevar tú al cuerpo, rigiendo y gobernando
camilla. Considera cómo este paralítico representa al género sus apetitos, y no dejarte jam ás llev a r ó a rra strar de él. V ete á
humano enfermo por el pecado é imposibilitado de subir al cielo, tu casa y no á casa ajena, atendiendo á tu salvación y santifi­
y sólo Jesús puede san arle, y para esto bajó del cielo, y se hizo cación antes que á los demás, visitando frecuentem ente con tu
médico de la humanidad, deseando curar á todos los hombres de imaginación la casa y m aim ón eterna que ahora estás trabajando
la parálisis de la culpa, que les impide el ejercicio de las bue­ con tus obras. Estas visitas asiduas te ayudarán á tem er á D io s ,
nas obras. ¿Qué s e ría del mundo si este divino Señor no se á confiar en su misericordia y á glorificarle y alabarte como las
hubiese dignado m irarle con ojos misericordiosos y sanarle de turbas. ¡Oh Redentor dulcísimo! Mandadme con eficacia que tome
la parálisis espiritual en que yacía? Antes de curar al enfermo, el lecho de mi pesado cuerpo y que m e v a y a á m i casa , como di
quiso Jesús lim piarle d e sus pecados, diciéndole: «Conña, hijo; paralítico; porque si V o s lo mandáis de este modo, yo obedece­
perdonados te son tus pecados >. Esto hizo para que entendiése­ ré. ¿Quién puede resistir á vuestra ordenación? S i las enferme­
mos que es infinitamente más peligrosa y dañosa la enfermedad dades más rebeldes se someten á vu estro im p erio, también mi
del alma que la del cuerp o, y que se debe poner más empeño y alma, aunque rebelde y perezosa, se som eterá si V o s lo mandáis
cuidado en curar de aq u élla que de ésta; quiso también significar­ eficazmente. ¿Qué caso hacemos de los preceptos de Jesús?
nos que las enferm edades corporales son no pocas veces castigo ¿Procuramos confirmar nuestras enseñanzas con buenas obras?
d é lo s pecados, y que, para recobrar la salud, es indispensable K p ilo g o y c o lo q u io s. ¡Cuánto resalta en este suceso la
destruir con la penitencia la causa de haberla perdido, que es la misericordia de Jesús! Preséntanle un paralitico, y compadecido
culpa. ¡Oh si los cristianos hicieran reflexión sobre esto, no ten­ del estado triste en que se halla, le dicz-.-Confia, h ijo;p erd on a ­
drían tanta repugnancia á los Sacramentos cuando les asalta al­ dos te son tu s pecados. Estas palabras excitan la ira de los escri­
guna enfermedad! M ira también cómo el Señor exige al enfermo bas, que le están acechando, y viendo el Señ or sus pensamientos,
que tenga firme confianza; y para despertar en él este necesario para darles el argumento más contundente de la verdad de sus
afecto, le da el nom bre de hijo, y le d ic e : «Conña, hijo». Nada palabras, dice al enfermo: L evántate, tom a tu lecho, y vete. E l
más indispensable que la confianza para obtener las gracias del paralítico representa al género hum ano, herido de parálisis espi­
Señor. E s la confianza un tributo que pagamos á la generosidad, ritual después del pecado del prim er padre, y figura también á
poder y m isericordia d e D io s, que con ella confesamos. ¡Oh Dios cualquier hombre que por el pecado se h a hecho incapaz de ha­
de bondad! ¿Cómo no confiaré en V os, si sois mi Padre y os dig- cer obras meritorias de vida eterna. Jesús le m ira compasivo,
1102 Serie quinta.— Dominicas y fiestas de! año. Dondnica XIX después de Pentecostés. 1 10 }

y le perdona la culpa, exigiéndole únicamente la más sólida con­ nio, porque tú te menospreciaste cuando te llamaba. ¡ Oh gran
fianza en sn paternal bondad. Y no sólo le perdona, sino que le D ios! Bien se conoce que cifráis vuestras delicias en estar con
comunica fuerzas para q u é , levantándose sobre sí, domine sus los hijos de los hom bres, pues que á todos convidáis á las bodas
pasiones, gobierne sus inclinaciones y se haga superior á su cuer­ de vuestro santísimo H ijo , para que después de esta vida las
po, sujetándole al espíritu. ¿Cómo no confiaremos, pues, en Jesús? celebren gozosos en él cielo. A qu í me tenéis, Señor; no quiero
¿Qué cosa hay que no podamos esperar de su misericordia y po­ despreciar más tiempo vuestro convite, auxiliado con vuestra
der? ¿Por qué olvidamos tan fácilmente estas pruebas que con­ gracia. ¿ Hemos oido nosotros el llamamiento del Señor? ¿Hemos
tinuamente nos da ? Hagamos propósitos de tener en Él más imitado á los ingratos de la parábola?
viva confianza, de obedecerle en todas las cosas; y para cumplir­ P u n to Considera c ó m o , deseando aquel gran rey que
los, pidámosle eficaces auxilios y roguém osle con fervientes co­ la sala del convite se llen ase, viendo la ingratitud de los prime­
loquios. ro s, mandó á otros criados que saliesen por las calles y plazas,
y obligasen á entrar á todos los que encontrasen al paso, hasta
que se llenó la sala. Entró el rey á visitarlos, y observando que
DOMINICA X IX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
uno de los presentes no estaba con el vestido de b od as, le dijo:
«A m igo, ¿cómo entraste sin el vestido nupcial?» É l enmudeció;
Preludio i .» Un rey celebró las bodas de su hijo, Ibmando i muchos í que asistiesen,
los cuales rehusaron; después llamó á todos los hombres, hasta que se llenó d comité: ha­ pero el re y mandó á sus siervos que, atándole de pies y manos,
biendo él entrado y visto i uno sin vestido de bodas, le reprendió y castigó.— (Matth., xxu, le arrojasen á las tinieblas exteriores, donde habrá perpetuo llan­
I.14.) to y crujir de dientes. Pondera cómo esta parte de la parábola
Preludio a.“ Representémonos á Jesús proponiendo esta parábola. mira particularmente á los católicos que tienen y a la dicha de
P reludio y» Pidamos fidelidad al divino llamamiento. pertenecer á la verdadera Iglesia de Jesucristo y tomar parte en
el regalado convite que en ella se hace. ¡ Qué varied ad , riqueza
P n n t o I.° Considera có m o , queriendo declarar el Señor á y abundancia de manjares se distribuyen á las alm as en este con­
los judíos la reprobación de que se habían hecho dignos, les pro­ vite! Sacramentos divinos, consejos celestiales, ejemplos sobera­
puso esta parábola, la cual debiera hacer temblar, no sólo á los nos, virtudes admirables, dones del Espíritu Santo: todo lo da el
judíos, sino á todos aquellos que, llamados por Dios á la fe ó al Señor á los que han sido dóciles á su invitación. ¡ Qué dicha y fe­
estado religioso, rehúsan seguir el divino llamamiento. Un rey licidad para aquellos que asisten á tal convite con la vestidura
celebró las bodas de su hijo, y llamó á los invitados para que nupcial! ¡ Cóm o crecen en méritos y virtudes, y cómo se regalan
asistiesen á ellas; mas éstos, lejos de agradecer la invitación con la presencia del R ey, que se les muestra con rostro amoroso
r e a l, la m enospreciaron, y aun se atrevieron á injuriar y matar y tierno! M as, i a y de aquellos que, por haber manchado su vestido
á los criados que en nombre del rey los invitaban. Estas bodas nupcial con pecados g ra v e s, son arrojados del convite y preci­
significan, según san G regorio, la unión del Hijo de Dios con pitados á las tinieblas exteriores, en donde el fuego siem pre arde,
la naturaleza humana; la de Jesucristo con su Iglesia, y también y el gusano de la conciencia siempre roe, y la ira de un Dios
la del mismo Señor con el alma á quien justifica y une consigo vengador nunca se aplaca ni se aplacará por toda la eternidad!
por medio de la fe y caridad. Y á todas estas uniones son invita­ ¿ De qué nos servirá el haber sido llamados á la fe y aun á la re­
dos los hombres por sola la bondad y misericordia del Señor, el ligión , y haber seguido el llamamiento, s i , por no resistir á las
cual á todos ha abierto las puertas del cielo. ¡Oh generosidad in­ tentaciones, perdemos el vestido de la divina gracia y atraemos
finita de J e sú s! ¿ Qué necesidad teníais, Señor, de los hombres sobre nosotros la indignación de D ios ? ¡ Oh justísimo R e y ! ¡Con­
para vuestro convite? Mas, ¡ oh monstruosa ingratitud de éstos! fuso estoy al pensar que he osado presentarme á vuestro convite
No sólo desprecian la divina invitación, sino que se levantan sin el vestido nupcial de vuestra gracia! ¿Cóm o no me arro­
contra aquellos que en nombre de Dios los convidan, y los in­ jasteis y a en las tinieblas eternas dél infierno ? Bendita sea vues­
jurian , persiguen y matan. ¿Hemos tenido nosotros tal ingratitud? tra caridad, que me esperó á penitencia, deteniendo la justicia,
¿No hemos sofocado innumerables veces dentro de nuestro cora­ para usar conmigo de misericordia. ¿Cómo nos hallamos actual­
zón la vo z de la conciencia, que nos avisaba de la obligación de mente? Si nos sorprendiera en el estado en que se encuentra
huir del pecado, seguir la virtud y unirnos con Cristo ? Considera nuestra alma la visita del S e ñ o r, ¿ temeríamos su rigurosa jus­
cómo el rey, conocida la maldad de los invitados, mandó á sus ticia ?
ejércitos que acabasen con ellos. Tem e la indignación de D ios si E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cómo resalta la inefable generosi­
te haces sordo á su llamamiento. Él se burlará de ti en tu infortu­ dad de D ios en esta p aráb ola! Mas ¡qué contraste hace con ella
Dominica XX después de Pentecostés. 110 5
U04 Serie quinta,—‘ Dominicas y flestis del año.
bres son muy diligentes para librarse de las calamidades que ator­
la espantosa ingratitud de ¡os hom bres! A l convite divino de
mentan al cuerpo y de los, males que perjudican sus intereses, y ,
su amistad y gracia que se celebra en este mundo, todos los hom­
aunque sean poderosos, distinguidos y delicados como el régulo,
bres son invitados. Una y otra vez envía el Señor á sus criados,
no vacilan en dejar sus comodidades, para evitarlos y preservarse
que son los ángeles, predicadores y demás ministros de su bon­
de ellos. ¡Oh, si tú fueses tan cuidadoso en evitar los m ales es­
dad, para que exhorten, supliquen y aun fuercen á los mortales
á formar parte del convite. ¡Como si Dios tuviera necesidad de pirituales y en preservarte de los peligros del alma! ¡Oh insensa­
sus miserables cria tu ra s! ¡ Como si éstas con su presencia pudie­ tez humanal Trabájase m ucho, súfrese no poco para este cuerpo
ran honrar sus divinas bodas! Empero, ¿quién lo creyera? Los corruptible, que cuando menos pensemos ha de ser pasto de los
hombres que se debieran considerar infinitamente honrados con gusanos, mal que nos pese; y nada ó casi nada se hace por el
la invitación de D io s , no sólo la menosprecian, sino que la oyen alm a, que es imagen de D io s , destinada para el cielo, y que ha de
con enfado y pretenden vengarse del mismo Señor que los con­ ser compañera de los ángeles! ¡Oh dulce Jesús! Pues sois la luz
vida, y , no pudiendo esto, desahogan su ira contra los siervos del mundo y vinisteis á visitarnos cuando estábamos sentados en
que les envía, esto es, sus inspiraciones, los predicadores, con­ las tinieblas y en las sombras de la m uerte, esclareced nuestro
fesores y demás ministros suyos. Y algunos desdichados que con­ entendimiento, para que sepam os discernir lo precioso de lo
sienten en el divino llamamiento, penetran en el convite para pro­ v i l , lo espiritual de lo corporal, lo celestial de lo terreno, y ha­
fanarlo , ó con una repugnante desnudez de virtudes, ó con el ves­ cer de cada cosa el aprecio que m erece. ¿Procuram os buscar á
tido asqueroso de pecador, mereciendo con su torpe y atrevido Dios en nuestras enfermedades y trabajos? ¿Buscamos con pre­
ferencia los bienes espirituales?
proceder la eterna reprobación. ¿ Nos reconocemos nosotros
aludidos en este Evangelio? ¿Oimos las inspiraciones de D ios y
P u n to S8.° Considera en este punto cómo, habiendo conocido
el rég u lo , por la contestación que le dieron sus criados, que su
correspondemos agradecidos á su llamamiento ? ¿ Qué desea de
nosotros su divina Majestad? Pensémoslo. hijo había sanado en la misma hora que Jesús le dijo que vivía,
creyó él y toda su casa. ¡Cuánta es la eficacia de los m ilagros
para m over exteriormente á abrazar la fe, previo el auxilio inte­
DOMINICA XX DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
rior de ia divina g racia! L o extrañ o, lo raro, lo sorprendente
y lo reprensible, es que tú , leyendo continuamente los m ilagros
P reludio i .» Pidió un régulo de Cafarnaum i Jesús que sanase á su hijo, y , habiéndolo
del Señor, y contemplando todos los días sus portentosas obras,
conseguido, creyó él y toda su casa.— (Joan ., iv, 46-53.)
tengas una fe tan débil y flaca, que á la menor contradicción va ­
P reludio 2 .° Representémonos á este hombre principal en actitud humilde delante de
cilas y casi llegas á perderla. Si Jesús te regala y favorece, ac­
J e iú * , pidiendo la salud de su hijo.
P reludio 3.a Pidamos al Señor que nos sane de las enfermedades espirituales y nos libre cediendo á tus deseos, crees; pero si quiere probar algún tanto
de la muerte del alma que nos amenaza. tu constancia y fidelidad, difiriendo el escucharte, y a desfalleces.
Con razón podría el Señor decirte lo que al régulo: «Si no veis
señales y prodigios, no creéis». Pondera cuán eficaz fué el ejemplo
P u n to l. ° Considera cómo habiendo pasado Jesús á la
de este régulo para m over á toda su casa á creer en Cristo. ¡Qué
G alilea, un hombre principal de Cafarnaum, al cual el Evan­
responsabilidad tendrán los padres y superiores si dejan de dar
gelio llama régulo ó re ye cillo , fué á encontrarle para rogarle que
buen ejemplo á sus hijos y súbditos! ¡Y qué castigo merecerán és­
san aseá su hijo, que se estaba muriendo. Innumerables veces
tos, si rehúsan seguir é imitar los buenos ejemplos de sus m a­
había estado Jesús en Cafarnaum , y no se lee que este personaje
yores! ¡Oh Dios de bondad y misericordia! V os, para enseñar y
se hubiese dignado visitarle; mas viene la tribulación á visitar
santificar á vuestra fam ilia, que es todo el linaje humano, descen­
su c a s a , y para librarse de ella , sale de la ciudad, va á Jesús,
disteis del cielo, edificándonos y guiándonos con los más ilustres
aunque para ello ha de h acer un largo viaje. ¡ Cuán cierto es que
ejemplos; concedednos que, á fuer de hijos dóciles y sumisos,
los males que en este mundo nos afligen, nos fuerzan frecuente­
sigamos vuestras pisadas, y no nos apartemos jam ás de vuestros
mente á ir á Jesu cristo ! Pensam os que aquella enfermedad que
ejemplos, contribuyendo así á vuestra gloria, y haciéndonos dig­
nos asalta, aquella calum nia’ que nos levantan, aquella tentación
nos de eterno premio. ¿Imitamos la fe del régulo del Evangelio?
que nos molesta, es una desgracia ó un castigo del cielo, y no es
¿Procuramos dar buen ejemplo á los inferiores, é imitar los de
sino un eficaz reclam o con que el Señor quiere atraernos á sí.
nuestros m ayores?
Bien dijo el mismo Señor p o r el profeta Oseas: «En la tribulación
K p flo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán poderosa es la tribulación
ven dránáM í de mañana»; esto e s, sacudirán la pereza y se darán
para conducimos á Dios! E l régulo que v iv ía en Carfarnaum,
prisa para venir á M i, p a ra que los sane. Pondera cómo los hom­
70
i io6 Serie quinta.— Dominicae y fritas del año. Dominica XXI después de Pentecostés. 1 10 7

quizá no se había acordado de Jesús con estar tanto tiempo en la ber pecado innumerables veces contra cada uno de los manda­
misma ciudad; m as siéntese afligido, ve que la muerte v a á mientos, por haber abusado de los favores del cielo, y haber cau­
arrebatar la existencia querida de su h ijo , y al instante deja el sado que otros pecasen, lista deuda hacía temblar á un santo Job,
reposo de su casa y corre A Cristo, que le puede socorrer efi­ que decía que de mil cargos que le haría Dios, no podría res­
cazmente en tal necesidad. No le detiene ni la nobleza de su ponder A uno siquiera; á san Pablo, el cual aseguraba que , aun
linaje, ni la elevación de su c a r g o , ni el respeto á lo que dirán los que la conciencia no le reprendía de cosa alguna, no por esto se
fariseos, |Oh! ¡Si nosotros pusiésemos tanto empeño en remediar creía justificado delante de un Dios que descubre las cosas tene­
los males espirituales como ponen los mundanos en remediar los brosas y ocultas. Temiendo estos santos, ¿ no temes tú? Si ahora
corporales! La perseverancia en la oración de este afligido reve- fueses llamado por tu soberano R ey, ¿podrías darle limpias tus
cillo alcanza de Jesús la curación de su hijo, y al cerciorarse de cuentas? Piensa que al presente un vivo dolor, acompañado de
que por la palabra de Cristo ha sanado, cree con firmeza en la verdadera y profunda humillación, puede concillarte la gracia
omnipotente virtud del Salvador, y su ejemplo mueve á toda la del R ey como al siervo del E vangelio; después d é la muerte,
fam ilia, qué se declara discipula de Jesús. ¡Oh poder del buen todo sería inútil. ¡Oh R ey poderoso y Juez rectísimo! Perdón os
ejemplo, sobre todo cuando viene de las personas puestas en lugar pido de las enormes deudas que he contraído ahora antes que
alto! ¡Qué cuenta daremos á Dios si, olvidándonos del estado llegue el ju icio; en él no tiene y a lugar vuestra misericordia; sólo
sublime en que Dios nos ha puesto, nuestra vida es baja, ordi­ brilla allí, la severidad de vuestra justicia. Perdonadme, Señor,
naria , llena de imperfecciones! Pues ¿qué nos conviene hacer los pecados que he cometido, porque lo siento de v e r a s , como
y evitar para conformarnos con estas enseñanzas evangélicas? lo sentiría, si ya me hallase en vuestro terrible tribunal.
¿Qué fe es la nuestra? ¿Qué hacemos para remediar las necesi­ P n n t o 9 .a Considera aquí la ingratitud de este mal siervo,
dades espirituales del mundo? ¿Cómo oramos? Meditemos con e l c u a l, en saliendo de la presencia de su R ey que le acababa de
reflexión acerca de estos puntos, propongamos con eficacia, y perdonar la deuda, encontró á un consiervo suyo que le debía
roguemos con fervor por nosotros y por nuestros prójimos. cien denarios, cantidad insignificante comparada con la que á él
se habla perdonado, y se los e x ig ió ; mas no pudiendo el otro
DOMINICA XXI DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. pagar, pidióle postrado de rodillas que tuviese paciencia, que
ya se lo pagaría todo. A pesar de esto, el mal siervo arrem etió
r .illudio i.° Pidiendo un Rey cuenta á un siervo que debía una gran cantidad, per contra él, pretendiendo ahogarle, y exigiéndole con furia la deu­
haberse humilla,lo, se la perdonó ; pero no habiendo querido perdonar este siervo á su com­ da. ¡ Qué ingratitud! A s í son muchas veces los hombres. Dios infi­
pañero una cantidad pequeña , fue aquél castigado severamente.— (Matth., xvin, •2J-J5.) nitamente generoso con ellos, y ellos inmensamente mezquinos
P reludio 2.° Representémonos á Jesús proponiendo esta parábola. y raquíticos con sus hermanos. Dios los perdona con la m ayor
P reludio 3.» Pidamos la gracia de estar siempre preparados para presentarnos al di­
facilidad deudas enormes, y ellos nada quieren perdonar á los
vino tribunal, y de perdonar á nuestros hermanos.
que algo les deben. ¡ A y de los que tal proceder sigan con sus
prójimos! Contra ellos se dirige la sentencia que el Salvador
P u n t o l . ° Considera cómo siendo D ios nuestro Criador, da contra el mal siervo. Porque sabiendo el R ey lo que habia
es también nuestro R ey absoluto y legitimo S e ñ o r, y nosotros hecho con su compañero, le llam ó, y d ijo : «Siervo m alo, y o te
sus vasallos, esclavos y criados, obligados á darle estrecha . perdoné toda la deuda, porque me lo pediste, ¿no era justo que
cuenta el día que pretenda pedírnosla. ¡A y del hombre que no tú tuvieras compasión y perdonaras á tu hermano, al modo que
está siempre preparado para e lla ! Cuando menos piense, será lla­ yo te habia perdonado á ti? ¡Qué reprensión será esta tan dura
mado al divino tribunal, en donde se examinarán muy detenida­ p ara el pobre pecador en el día del juicio! ¡Qué haría en aque­
mente todas las deudas contraídas, y se dará el fallo definitivo, llos momentos para librarse de las miradas é indignación de
sin que haya lugar á excusas, ni se admitan súplicas, ni valgan Jesucristo! El cual no se contentará con increpar la dureza del
intercesores. Mira cómo comenzando el R ey á tomar cuenta á pecador, sino que le entregará á los atormentadores infernales,
sus criados, ai primero que le fué presentado, halló que debía p ara que le atormenten hasta que pague el último m aravedí. T al
diez mil talentos; y , no pudiéndolos pagar, dispuso el R ey que será el castigo de los pecadores que, á pesar de todas las pala­
fuese vendido é l, su mujer y todas sus cosas. M as, humillándose bras , reinciden en las mismas cu lp as, de los que, siendo de Dios
el siervo delante de É l, obtuvo, no sólo el perdón de la culpa, perdonados, rehúsan perdonar á sus prójimos. ¡Oh amantisimo
sino también la condonación de la deuda. Esta cantidad tan enor­ Jesús! Tan grande fué el amor que á vuestros enemigos profe­
me te recuerda las inmensas deudas que tienes con Dios por h a­ sasteis, que, no contento con derramar por su bien toda vuestra
11 o 8 Serie quinta,— Dominicas y fiestas del año.
Dominica XXII despuis de Pentecostes. 1109
san gre, por ellos pedisteis especialmente en la c r u z , é interce­
diendo por ellos, hablasteis la primera palabra estando crucifi­ nos combaten, m oviéndose, y encendiéndose, y despertándose,
cado; por este vivo am or os suplico me concedáis un corazón y ayudándose mutuamente p ara destruir la gracia que reina en
generoso y compasivo de mis enemigos, de modo que les per­ nuestro corazón. Mas tú trata de vencerlos, procurando dividir­
done con la misma buena voluntad con que V os rae perdonáis á lo s, y atacando sucesivamente uno en pos de otro, comenzando
mí. ¿Somos ingratos á los beneficios d e'D ios? ¿Perdonam os á por el más dominante. ¿L o practicas de este modo ? Pondera
nuestros ofensores? có m o , presentándose á Jesús la comisión de los fariseos y he­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Qué contraste hace la misericor­ rodianos , comenzaron á form ular su petición con encarecidas
dia infinita de Jesús nuestro R ey con la ingratitud inconcebible alabanzas, diciendo: «Maestro, sabemos que eres ve ra z, y que
del pecador! Hallándose éste alcanzado de deudas, y viendo que enseñas el camino de Dios con toda sinceridad sin hacer acep­
le es imposible p a ga rla s, si se humilla ante el Señor, oirá al ins­ ción de personas». ¡Oh m alicia endemoniada de estos atrevidos
tante palabras de p erd ó n ; y con todo, este mismo pecador es aduladores! Vienen á tentar á C risto, y comienzan por ensal­
durísimo, y excesivam ente rígido y exigente con sus hermanos, za rle; llámanle vera z, y pretenden hacerle caer en contradic­
que por descuido ó voluntad le ofenden, aunque sea ligerísim a ción; dicen que no tiene acepción de personas, y tratan de po­
la falta. Este es el retrato fiel de muchos cristianos; tienen por derle acusar públicamente de este defecto. ¡ O jalá no fuese tan
nada cuanto hace D ios en su favor perdonándolos, y creen que común este vicio de la adulación entre los cristianos! ¡Cuántos
es un sacrificio superior á sus fuerzas el perdonar un leve des­ hay que aparentan gran m odestia, devoción y celo del Señor,
cuido ó falta á su prójimo. M a s, ¡ay de ellos!: en el desgraciado y sus corazones están llenos de malicia y corrupción, parecién­
siervo de este E vangelio pueden aprender adónde les conducirá dose á los sepulcros que, siendo blancos en lo exterior, están
su detestable conducta. Habiendo sido perdonado por su R e y , no interiormente llenos de inmundicia y podredumbre! ¡Oh Maestro
quiso él perdonar á su consiervo, y el R ey, indignado, descargó soberano! Pues es cierto que sois veraz y con toda sinceridad
sobre él todo el rigor de su justicia, castigándole aun por las enseñáis el camino de D io s, suplicóos me concedáis la gracia de
mismas faltas que le había perdonado, por lo mucho que por su que con docilidad oiga vuestras divinas enseñanzas, y no me
causa se aumentaba la culpa de su ingratitud, y asegurando que aparte un punto del camino que me habéis trazado. ¿Huimos de
así obrará con todos aquellos que no quieren perdonar á SUS las m alas compañías? ¿Detestamos el vicio de la adulación?
hermanos. Escudriña los rincones de tu corazón., mira si en él P a n t o 2 .° Considera aquí cóm o, preguntando los fariseos
conservas alguna antipatía ó falta de caridad con tus prójimos; y herodianos á Jesús s¡ era lícito pagar el tributo al C ésa r, sin
propón la enmienda , pidiendo para esto las gracias necesarias. contestar al instante á esta p regu n ta, para enseñarnos el cuida­
Ruega por todo el mundo. do y sosiego con que hemos de hablar delante de nuestros enemi­
gos, que desean que hablemos para hallar ocasión de acusam os,
les exigió que le presentasen la moneda con que se pagaba el
DOMINICA XXII DESPUÉS DE PENTECOSTÉS.
tributo; y viendo eri ella la imagen del César, dijo: «Dad al C ésar
lo que es del César, y á D ios lo que es de Dios». Pondera bien
Preludio I.» Presentáronse á jesús los discípulos de los fariseos con los heredianos
estas dos admirables sentencias del S alvad or, las cuales resum o)
preguntándole si se podia pagar el tributo al César; Jesús, exigiéndoles que le mostrasen
una moneda, y viendo en ella el busto del César, dijo: <Dad al César lo que es del César». • la doctrina verdadera acerca de la obediencia. D ad al C ésar lo
— (Matth., xxil, 15-21.) *que es del César; esto es, obedeced á los soberanos temporales
Preludio 2.a Representémonos este suceso , como si lo presenciáramos. que pacíficamente os gobiernan. No importa que ellos personal­
P reludio 3.° Pidamos á Jesús que nos libre de la envidia y nos conceda gracia para saber mente sean m alos, am biciosos, manden por m al fin; mientras
dar á cada uno lo que se le debe. sean tus superiores, y sus mandatos no se opongan á la ley de
Dios y de su Iglesia, debes obedecerles. Pensar ó decir lo contra­
P a n t o l .° Considera cómo los fariseos y herodianos, aun­ rio, es apartarse de la enseñanza de C risto y de sus Apóstoles.
que entre sí eran enem igos, se juntaron y unieron para tender Y , si se ha de obedecer al C ésar, ¿con cuánta m ás razón se habrá
un peligroso lazo al Salvador. A s í obran en todo tiempo los de obedecer á D ios? Si hemos de estar sujetos á los superiores
enemigos de Cristo y de su Iglesia; separados unos de otros por tem porales, ¿ cuánto más deberemos estarlo á los espirituales?
odios m ortales, por envidias diabólicas, sólo saben aunarse, E l gobierno de aquéllos se ordena á la felicidad de este mun­
cuando tratan de persegu ir la religión y acabar el reinado de do; el de éstos, á la felicidad eterna. ¿Qué dices tú de esta doc­
Jesucristo. Esto mismo hacen nuestras pasiones y los vicios que trina? ¿ No te remuerde la conciencia de haberte apartado alguna
vez de la sumisión debida á tus superiores ? ¡ Oh buen Jesús I Bien
I i 10 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica X X I I! después de Pentecostés. lili

podéis decirnos que demos al César lo que es del César, y á Dios para obtener la salud espiritual del alma. Ella tiene vivos deseos
lo que es de Dios, puesto que V os jamás os apartasteis un punto de sanar, y estimulada por e llo s, viendo que nada podian los re­
de esta enseñanza, j', siendo R ey eterno, os sometisteis á un rey medios humanos y los médicos de la tierra, se resolvió á acudir
tem poral, y, siendo Hijo natural de Dios, quisisteis pagar el tri­ al Médico del cielo, único que con certeza la podía curar. Á estos
buto que sólo obligaba á los e scla v o s; enseñadme A obedecer deseos acompaña una firme confianza en el poder de Jesú s, cre­
para gloria vuestra y bien de mi alma. yendo que es tan grande éste, que á sus mismos vestidos comu­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Con cuánta razón aseguró Jesús nica virtud de hacer milagros, y que no es necesario siquiera re­
que los malos son más prudentes para lograr sus intentos que presentarle su enfermedad para que la cure. Funda estos deseos
los buenos! Aunque aquéllos se hallen profundamente divididos, y confianza en una profunda humildad, teniéndose por indigna
si tratan de llevar adelante sus propósitos de perseguir la virtud, de parecer delante del Señor, aproximándose por la espalda, no
saben deponer sus odios, y coligarse y estrecharse hasta que han atreviéndose siquiera A dirigirle la palabra. ¡ O h ! S i nosotros
logrado su pretensión. T al es el proceder de los fariseos y hero- imitásemos á esta ilustre mujer, alcanzaríamos sin duda la santi­
d ia n o sd eh o y: olvidan su pública enemistad para ir á tentar á ficación de nuestra alma. L os deseos nos moverían á practicar
Jesús. M as, ¡ con qué sagacidad y sutileza lo hacen! Principian los medios eficaces para este intento; la confianza nos dispondría
por halagarle con blandas p alab ras, y después le tienden el lazo, para recibir las gracias del cielo, y la humildad atraería á nos­
preguntándole si se debía pagar el tributo al César. Si jesú s otros las miradas de Dios. ¿Tenemos estas disposiciones? ¿Desea­
responde afirmativamente, se hará odioso al pueblo; si negativa­ mos la santidad? ¿Confiamos alcanzarla, humillándonos delante
mente , los herodianos tendrán un pretexto para vengarse de Él. de Dios? ¡Oh gran Dios! A h ora conozco la causa de no adelantar
¿Qué responderá Jesús en esta alternativa? Mostradme la mone­ en el camino de la p erfección : la tibieza en los deseos, mi poca
da con que se paga el censo. ¿Qué imagen es esa? L a del César, confianza y escasa humildad, son los obstáculos que se oponen á
contestan. Pues dad al C ésar lo que es del César, y á D ios lo que mi santidad; concededme que los supere con valo r y me h aga dig­
es de Dios. ¡Oh palabras dignas de ser grabadas con letras de oro no de vuestra gracia.
en los corazones de todo el mundo! ¿L as hemos olvidado en la P a n to Considera cómo, aunque de ordinario conviene
práctica? ¿ Huimos de la adulación?¿Imitamos la serenidad y cal­ ocultar humildemente las gracias que se reciben de Dios, hay
ma de Jesús en presencia de sus enemigos? Indaguemos qué algunos casos en que es honroso para Dios y provechoso para el
responde A esto nuestro corazón; corrijamos con firmes propósi­ prójimo el manifestarlas. Esto quiere enseñarnos Jesucristo en
tos lo que nos dicte, y pidamos al Señor gracia para cumplirlos y esta ocasión, descubriendo el m ilagro que había obrado en la mn-‘
el remedio para todos los males; roguemos en particular por je r que acababa de ser sana. Con esta revelación era D ios glori­
todos los superiores. ficado, los circunstantes edificados, el príncipe de la sinagoga
confirmado en la fe, y la misma mujer curada del erro r en que es­
DOMINICA X X III DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. taba, pensando que habla alcanzado de Jesús un favor tan seña­
lado, sin saberlo É l mismo. Demás de esto, pretendía Jesús
P reludio i .» Una mujer que padecía un flujo de sangre acercóse á Jesús con gran mostrarnos que p ara curar los pecados, que son las enfermeda­
confianza para sanar de su enfermedad: tocó la vestidura del Sefior, y quedó sana: d Señor des del alm a, no basta de ordinario el dolor, confusión y arre­
le dijo que por su fe había curado.—(Matth., IX , 18-26.) pentimiento, sino que es necesario que se manifiesten en la con­
pRELlioio 2.0 Representémonos á esta pobre mujer acercándose á Jesús j tocándole d fesión; por lo cual preguntó á los circunstantes quién le habia
ruedo de su vestidura. tocado, no porque lo ignorase, sino para provocar á que la misma
P reludio j .» Pidamos sólida confianza en el poder del Sefior. enferma curada manifestase su dolencia, aunque sintiese algún
rubor. M ira la ternura con que el Señor consuela á esta mujer
l* iu ito l. ° Considera cómo, dirigiéndose el Señor á la casa que. confusa y temerosa, estaba á sus pies, diciéndola: « T u fe
de un príncipe de la sinagoga, que le había pedido la resurrec­ te ha hecho salva % ¡ Cómo sabe este buen Padre disim ularlos
ción de su hija difunta, una mujer que hacía doce años que venía defectos de sus hijos, cuando éstos se humillan y se tienen por
padeciendo una g ra v e enfermedad, y había gastado inútilmente nada en su presencia! ¡Oh Jesú s! ¿ Quién no confiará en vuestra
cuanto tenía en médicos y medicinas, decía dentro de sí: «Si bondad paternal? ¿Quién no esperará el remedio de sus males
lo gro tocar tan sólo c) ruedo de su vestido, seré sana ». L a s dis­ viendo la facilidad con que curáis los más inveterados? Mirad,
posiciones con que esta m ujer se acerca á Jesucristo para reco­ Señor, el flujo hediondo de mis culpas y pecados; atajadlo con
b rar la salud, simbolizan las que nosotros debemos procurar vuestro p oder, y libradme de él por vuestra misericordia.
1 1 12 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Dominica X X IV después de Pentecostés. 1113

E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡Cuán poco pueden los remedios según los amorosos designios de nuestra santa Madre ? Pondera
humanos cuando no los acompaña la bendición de D io s ! Doce cuán bien se v a cumpliendo la sentencia divina del Salvador,
años habían transcurrido desde que la pobre hemorroísa padecía cuando dijo: «El cielo y la tierra pasarán». Comenzaste en el
una peligrosa enfermedad. Había gastado cuanto tenía, había acu­ año pasado el Adviento; pasó éste, pasó la Cuaresma, pasó el
dido á todos los m édicos, sin resultado favorable. Pero ¡ dichosa tiempo pascual.... ¿ Qué te queda de todos estos tiempos? ¿ Qué te
mujer!, acude al Rem ediador de todos los males, y no saldrán queda de todos ios años de tu vida? S i los has empleado en obras
fallidas sus esperanzas. E lla desea, conlía, se hum illa, y no podrá de virtud, esto hallarás delante de D ios; pero si los has pasado
menos de alcanzar lo que pretende. Estimulada por tal deseo, en divertimientos, pecados y en acum ular tierra de bienes mate­
movida por esta confianza, y reconociendo su bajeza, se acerca riales, los has perdido m iserablem ente; y por m ás que trabajes,
á Jesús por la espalda, to ca su vestido, y a l instante se siente llores y te esfuerces, este tiempo está perdido, y los méritos que
curada. ¡Oh poder de Jesús! ¿Consentirá este Señor que quede en él podías alcanzar tendrás de m enos por toda la eternidad. ¡Oh
sepultado en el silencio este m ilagro, é ignorada la fe de la enfer­ Dios Eterno! A brid los ojos de m i pobre alma, para que de hoy
ma? L a gloria de Dios, el bien de los prójimos, exigía otra cosa. más trate seriamente de redimir y aprovechar el tiempo; grabad
Y así, aunque se ruborice la mujer, aunque en otras ocasiones en ella el recuerdo de la última cuenta, para que por él se m ueva
haya el Señor encargado escrupulosa reserva á los que habían á verdadera y constante penitencia. ¿Nos acordamos del juicio?
presenciado sus prodigios, en ésta lo quiere manifestar, y confir­ ¿Cómo empleamos el tiempo? ¿Cóm o lo emplearemos en ade­
mar con su ejemplo que h ay tiempo de hablar y tiempo de callar. lante?
¿Imitárnoslos deseos, confianzay humildad de esta enferma?¿Se- P o n to Considera que, así como es certísima la primera
guimos los ejemplos de Jesús, buscando siem pre y en todas las parte de la sentencia de Jesucristo, que dice que el cielo y la tie­
cosas la gloria de Dios? ¿Nos llevan la vanidad y los deseos de ser rra pasarán, también lo es la segunda, en que afirma que sus
conocidos y alabados? ¿Cuándo y de qué manera faltamos? E x a ­ palabras no pasarán, esto es, no dejarán de cumplirse. D el profe­
minémoslo, y procurem os el remedio, haciendo propósitos y ta Samuel leemos en la divina Escritura que ninguna de las
pidiendo la 'gracia de cumplirlos, y rogando por lo que tenemos palabras que dijo - cayó en tierra, esto e s, quedó sin cumpli­
encargado, miento; lo mismo podemos decir de los demás profetas cuando
hablaron por divina inspiración. S i esto se dice de los profetas,
DOMINICA XXIV DESPUÉS DE PENTECOSTÉS. ¿con cuánta m ayor razón debem os asegurarlo de Aquél por
cuya inspiración ellos hablaron? S í, todas las palabras que dijo
P reludio l.° En el E v a n g elio d e esta do m in ica ex p lica el Señor lo que será el juicio
el Salvador son verdaderas, todas sus promesas son segurísi­
final, y term in a dicien do: cEI c ic lo y la tie rra p asarán , y m is palabras no pasarán».— mas , todas sus am enazas, por m ás terribles que sean, se cum­
(M a tth ., x x iv , 1 5 - 3 5 .) plirán. Cuanto ha dicho acerca del dogma y de la moral es in­
P reludio 2.» Representémonos á J e s u c r is to ex p lica n d o lo q u e h a d e su c e d e r a l fin del dubitable ; y aunque todo el mundo lo contradiga, y aunque los
m u n d o. hombres todos, formando coro con los demonios, traten de
P reludio 3 .0 P id a m o s la gracia d e c o n serv a r las en señ an za s del Salvador, y ajustar á combatirlo, permanecerá eternam ente, porque escrito está: «Mis
ellas n u e s tra v id a.
palabras no pasarán ». D iez y nueve siglos hace que el Señor
profirió estas palabras y que la Iglesia las predica. Nada hasta
Plinto l.° Considera cómo la santa Iglesia, que principió el hoy ha podido impedir su cumplimiento. ¿C reerás tú , alma fiel,
año trayéndonos á la m emoria el juicio final, según lo escribe el las palabras del Señor ? ¿V acilarás aún acerca de la verdad de
Evangelista san L ucas, lo termina en este día, recordándonos sus promesas y amenazas ? ¡ Oh D ios m ío ! Aumentad en mí la
el mismo juicio, según se lee en san Mateo. Esta conducta de fe; no permitáis que todas las tribulaciones, persecuciones y
nuestra Madre la Iglesia está inspirada por la más celestial sabi­ escándalos sean poderosos para levantar en mi corazón la más
duría. A l comenzar el santo tiempo de Adviento nos recuerda ligera duda sobre vuestras enseñanzas. Que se conmueva el orbe,
este juicio, para m overnos á que nos preparemos para recibir á que se enfurezcan las naciones-, V o s habéis de reinar en mí
Jesús en su primera visita , llena de suavidad y amor; y, al ter­ durante la vida, para que yo reine con V o s eternamente.
minar el año, nos refresca la memoria de este acontecimiento, E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Oh verdad tan espantosa como
para que, si no hemos aprovechado la visita amorosa del Padre, tristemente olvidada por los cristianos! El juicio se acerca; to­
temblemos y nos resolvam os á la penitencia, recordando la v i­ dos nos hemos de presentar ante el tribunal más augusto, más
sita espantosa del Juez. ¿Q ué debemos nosotros hacer para obrar recto y más incorruptible, para dar cuénta de toda nuestra vida.
1i 14 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Inmaculada Concepción de María. 1115

Esto nos recuerda la Iglesia al principio y al fin del año; y V os sois la llena de g r a c ia , el tabernáculo de D ios y la bendita
¡ nosotros lo olvidamos! En vano el Salvador nos dice que todas entre las mujeres: por los inmensos dones que en vuestra Con­
las cosas que nos rodean son transitorias; que hoy existen y . cepción recibisteis, os suplico me alcancéis la g ra cia divina, y
mañana y a no p arecen ; en vano nos advierte que'sola su palabra que sea tan fiel y firme en conservarla, que pierda todas las co­
es eterna y permanente y no puede dejar de cum plirse en tudas sas antes que un solo grado de ella.
sus partes. N osotros, insensatos, nos olvidamos de su palabra, P u n t o 2 .° En este punto has de considerar las grandes ven­
para no pensar más que en estas cosas viles, que, si no las deja­ tajas que debemos reportar de este dogma tan suspirado y tan
mos, ellas nos dejarán. ¿Hasta cuándo seremos pesados de cora­ glorioso para nuestra dulce Madre. E l aviva nuestra fe, por­
zón? ¿Cuándo abriremos los ojos á la luz que el Señor derrama que, viendo la condncta de la santa Iglesia en su definición, nos
sobre nuestra vida? Reflexionemos atentamente sobre lo que nos manifiesta que las verdades que esta tierna y prudente madre nos
conviene practicar, evitar ó m ejo rar; hagamos propósitos, pida­ propone son excesivam ente creíbles; excita la esperanza, pre­
mos gracias, y roguem os por todo el mundo. sentándonos á una pura criatura como nosotros, hija de Adán
pecador, de nuestra misma naturaleza, íntimamente unida con
INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA. D ios, y recibiendo una gracia muy superior á la de todos los
ángeles; enciende la caridad, porque nos descubre cuán gene­
PRELUDIO i ,o La S a n tís im a V ir g e n fu e p or d iv in o p riv ile g io p reserva d a in m u n e d e la c u l­ roso y desinteresado y ardiente es el amor que Dios profesa al
pa o r ig in a l; y asi le tien e defin ido la san ta Iglesia. género humano, y por lo tanto á nosotros también, cuyo amor
P rbludio 2 .° R ep resen tém o n o s al soberan o P o n tific e rod ead o d e C a rd en a les y Prelados sólo con amor puede pagarse. Este dogma nos depara armas po­
in n u m erab les, defin ien do co m o d o g m a de fe la In m aculada C o n ce p ció n d e M a ría .
derosas y eficaces para combatir á nuestros enemigos; porque
P rbludio j .o Pidam os v iv o ag ra d e c im ie n to al S e ñ o r p or el b e n efic io q u e n o s h a dispen ­
él nos muestra cuán poco puede el demonio contra aquellos que
sad o oon is d efin ición de e s te d o g m a .
se ponen bajo la protección de D ios; cuán fácil le es al Señor tem­
plar y sosegar los movimientos de la concupiscencia, cuando asi
P a n t o l.° Considera cómo es un dogma de nuestra santa extingue y apaga el mismo fo m es del pecado en M aria, y cuán
religión que M aría, en el primer instante de su Concepción, fué despreciable es el mundo, cuando vemos que el dogma más glo­
preservada de contraer la culpa original por los previstos méri­ rioso y más amado de M aría es el que menos brillo y esplendor
tos de Jesucristo. Quien no lo creyera, ha hecho naufragio en la ostenta para el mundo, siendo toda su gloria interior y espiritual.
fe y queda condenado por su propio juicio. E l cielo y la tierra Finalmente: este mismo dogm a es la palanca m ás poderosa para
de consuno nos anuncian y enseñan esta verdad. E l Padre Eter­ despertar la devoción á M aría, señal cierta de predestimición.
no, honrando á María con el glorioso título de Hija predilecta; el
i Oh Madre purísim a! A h ora si que os d iran os que sois la ale­
Hijo divin o, llamándola su Madre escogida entre m illares; el
g ría de Israel; por V o s se alegran todos los que ven 4 Dios por la
Espíritu S an to, proclamándola toda hermosa y sin m ancilla;
fe y esperan verle eternamente en el cielo por medio de la lumbre
toda la Santísima Trinidad escogiéndola por su Tabernáculo,
de la gloria; haced que y o reporte los bienes que V os deseáis de
Trono, Huerto cerrado, ha manifestado claramente que M aría
este glorioso m isterio, sobre todo que crezca en vuestra devo­
posee m ás pureza, candor y gracia que ninguna otra criatura.
ción y me haga digno de la eterna gloria.
L o s ángeles del cielo ya la saludan llena de gracia, y a la contem­
E p ilo g o y c o lo q u io s . ¡ Qué honor para Maria! ¡ Qué manan­
plan apareciendo al mundo como brillante aurora, despidiendo
tial de bienes para los cristianos! E s un dogma de nuestra santa
preciosa fragancia de santidad , arrimada constantemente á S U
R eligión que M aría fué concebida sin la mancha del pecado origi­
Amado. L a misma Señora se ha dignado hablar al mundo, y
nal. E l cielo y la tierra se postran delante de ella y la rinden
decir: «Yo soy la Inmaculada Concepción»; y en confirmación de
homenaje y la apellidan gloria de Jei usalén, alegría de Israel,
esta verdad, ha hecho y hace innumerables y continuos milagros.
honor de la humanidad. L a misma Trinidad beatísima se goza
¿Quién será tan duro de corazón que vacile un instante en ren­
en honrarla, ensalzarla y glorificarla, y la misma Señora publica
dir su entendimiento en obsequio de .este dogma? A légrate de
á la faz del mundo que es inmaculada, y en confirmación de su
esta tan soberana honra que D ios ha concedido á tu Madre; dale
palabra, da salud á los enfermos, convierte á lo s pecadores, re­
por ella el parabién, y resuélvete á imitar en lo posible su lim­
media todos los males y resucita á los mismos muertos. ¡Oh dog­
pieza , huyendo de toda culpa, conservando con esmero la divina
ma consolador! ¡ Cuántos bienes por ti nos vienen! L a considera­
gracia, haciendo de elia grande ap recio, y creciendo cada día en
ción de esta verdad aumenta la fe, confirma la esperanza, aviva
virtud delante de Dios y los hombres. ¡Oh Virgen Inmaculada!
la caridad, da fortaleza contra el demonio, vigor para resistir á
1 1 16 Serie quinta.— Dominicae y fiestas del año. Nacimiento de Jesús. 1117

la carne y menosprecio del mundo. Él es el más poderoso ali­ lograr tan inmenso bien. Pondera cóm o este divino Niño fué for­
mado por obra del Espíritu Santo en el seno de M aría; llegado
ciente para despertar la devoción á la Reina de los ángeles y ad­
el tiempo de su nacimiento, apareció en el mundo sin que la in­
quirir esta señal cierta de predestinación.¿Por qué, pues, no nos
tegridad virginal de su Santísim a M adre padeciese el menor de­
alegram os nosotros, al recordar y celebrar este misterio maria-
trimento , fué envuelto en pañales p or esta Señora, y puesto en
no?¿Por qué no trabajamos por imitar la pureza de esta Señora? un pesebre y alimentado con su lech e virginal. D el propio modo,
Salgam os de nuestra ap atía; y con firmes propósitos, devotas sú­ para que É l sea concebido en nosotros espiritualmente por la
plicas, hagámonos dignos de ser hijos deM aría y roguém osla por gracia, es necesario el auxilio del divino Espíritu, sin el cual no
la Iglesia, por la España y por el mundo entero. somos suficientes para pensar ni o b r a r cosa alguna meritoria.
Luego de concebido, hemos de p ro cu rar que salga á luz por me­
NACIMIENTO DE JESÚS. dio de obras puras, santas y éonform es á nuestro estado. L a s
cuales obras, significadas también p o r los pañales que envuelven
P reludio i .» J e su c risto en su n acim ien to es un co m p a ñ ero q u e n o s m u e s tra lo q u e d e ­ y cubren al divino Infante, se han d e llev a r á cabo con el auxilio
b e m o s h u ir y a b r a z a r , p ara q u e esp iritu a lm en tc n azca e n n u estra alm a. de María. P ara que nuestro corazón pueda servir de reclinatorio
P reludio 2.a R e p re sé n ta te á Jeaú s recién n a c id o , reclin ado en el p eseb re so b re algu n a*
al divino Jesús, ha de ser como p esebre, pobre, por el despren­
p a ¡a s , y cerca d e Él á la V ir g e n , i san J o sé y un p ar d e an im ales.
dimiento de todas las cosas; fuera de la ciudad, por la soledad en
P reludio J.» P id e la g r a c ia d e ap ren der las en señ an za s de J esú s.
la que ha de hallar sus espirituales d elicias; con unas pocas pajas,
contentándose con lo más vil de la tierra; expuestoá todas las in­
P n n t o l.° Considera lo que de Jesús canta la ig le s ia , que clem encias, de modo que pueda d ecir con el A póstol: «Estoy ha.
al nacer se dió por compañero y amigo de los hombres. Bien­ bituado á todo; sé humillarme y recib ir aplausos, v iv ir en laabun-
aventurado el que ha tenido la dicha de hallar un amigo fiel: dancia y padecer necesidad». ¡O h, si estos hieran nuestros sen­
es el mejor tesoro que podía encontrar. Fija los ojos de tu mente timientos! Entonces, no sólo m oraría Jesús en nuestro corazón,
en Jesús recién nacido; mira todo cuanto pasa á su rededor, lo
sino que, fomentado y nutrido con el aliento de la oración y con la
que hace, lo que padece, y oye lo que dice, y te convencerás que
leche de las obras santas y caritativas, con los auxilios de José y
El es el mejor amigo que podíamos desear. Como tal nos enseña
María, iría creciendo admirablemente en é l. y nosotros progre­
desde el pesebre lo que debemos huir para alcanzar la verdadera
saríamos en virtud y santidad, haciéndonos dignos de m ayor
felicidad. Como Señor absoluto de todas las cosas y de todos los
gloria. ¡Oh dulce Jesús! P or V o s suspira mi alm a; rom pedlos
tiempos, en su mano estaba elegir á su voluntad el tiempo, el
cielos y b ajad ; venid y no tardéis; tomad posesión de mi pobre
lugar y el modo de su nacimiento. Si los hombres hubiesen de­
corazón; dominad en él como dueño absoluto, á fin de que pueda
bido disponerlo, escogieran el más rico palacio de la más popu­
yo algún día dominar con V o s en el cielo. ¿Estam os nosotros
losa ciudad y hubieran rodeado su cuna de todo el esplendor y
preparados? ¿Es nuestro corazón com o el pesebre de Belén?
magnificencia que ofrece el mundo. Mas los pensamientos de
E p i l o g o y . c o lo q u io s . ¡ G loria á D ios en las altu ras! ¡Paz,
este divino Niño, como dice Isaías, no son como los nuestros, ni
alegría y gozo celestial á los hombres de la tierra! Esto nos anun­
sus caminos son nuestros caminos. Deseoso de reinar en nuestro
cian los ángeles en este solemnísimo día; y con razón. E l D ios
corazón, y de nacer espiritualmente en nuestra alm a, en su naci­
d é la majestad, que habita en una luz inaccesible, ha nacido al
miento nos muestra los impedimentos que pueden estorbarle su
mundo, haciéndose nuestro com pañero, socio y amigo. A pareció
entrada. L a soberbia, la sensualidad, la avaricia, el amor del mun­
la benignidad del Salvador instruyéndonos, como dice san Pablo.
do, la libertad demasiada: he aquí lo que impide muchas veces
D esea reinar en nosotros, y comienza á mostrarnos lo que debe- .
que nazca Jesús en nuestro corazón. Por esto en su nacimiento
mos huir y practicar para lograr su apetecido objeto. Hollando
está humillado, pobre, mortificado, fajado, y hecho el desprecio
en su nacimiento las riquezas, honores y placeres, nos muestra
de los mundanos. ¡Oh Jesús divino! ¡Cuán reprensibles son los
que debemos huir de la sensualidad, avaricia y o rgu llo ; nacien­
hombres, que, á pesar de vuestros ejemplos, conservan con des­
do en un pesebre pobre, solitario, retirado y expuesto á todas
orden su amor al mundo y á sus concupiscencias! No permitáis
las. inclemencias del tiempo, nos dice lo que ha de ser nuestro
que sea yo de estos desgraciados, porque no es justo que el dis­
corazón para que en él tenga sus delicias, y more con gusto.
cípulo siga un camino opuesto al que siguió su Maestro.
Entremos dentro de él, y escudriñem os con detenido examen el
P a n t o 3 .° A quí has de considerar cómo Jesús en su naci­ modo cómo nos encontramos. ¿Nos dom ínala sensualidad, el
miento . no sólo te muestra lo que debes huir para que nazca en orgullo, la avaricia ? ¿Tenemos am or á la pobreza, retiro, so-
ti espiritualmente, sino también lo que te conviene practicar para
1118 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Principio de año y enmienda de la vida. 1119

ledad? ¿Nos hallamos indiferentes para lo que Jesús nos exija? «¿Qué más debía hacer Y o con mi viña? ¿No tenía derecho á es­
Miremos lo q u e á esto contesta nuestro corazón; propongamos perar que me diese sazonados frutos, y sólo me ha dado a gra­
con firmeza lo que nos convenga, y pidamos fervorosamente al ces?» Confúndete de tu proceder; arrójate á los pies de Jesús,
divino Jesús que nos ayude y remedie todas las demás necesi­ como el siervo que debía diez mil talentos, y pídele que te per­
dades. done. ¡Oh D ios m ío ! No entréis en juicio con vuestro siervo,
porque de mil cargos no podría responder á uno solo; continuad
siendo benéfico y generoso conmigo, haciendo que en el nuevo
PRINCIPIO DE AÑO Y ENMIENDA DE LA VIDA
año que me concedéis, supla lo que no hice en el que ha pasado.
Preludio i- ° Representémonos estar en el tribunal de Dios, dándole cuenta de nuestra
Punto &.° En este punto has de considerar lo que te convie­
vida, especialmente de lo que hemos hecho durante este año último. ne hacer en el año que has empezado para corresponder debida­
P reludio 2.« Pidamos le gracia de llorar las faltas pasadas y tener verdadera enmienda. mente á los beneficios divinos, y no continuar siendo higuera in­
fructuosa, ocupando inútilmente la tierra, y exponiéndote á l a
Punto l.° Considera con atención lo que durante el año que maldición del Señor. P ara conocerlos, medita las obligaciones
ha terminado hiciste, y verás que en él has ido contrayendo que tienes como hombre, como cristiano, como religioso, ó en el
continuamente dos suertes de deudas con D ios; á saber: de bene­ estado en que te ha puesto la divina Providencia, y ordena el
ficios recibidos y de ofensas cometidas. Da una mirada, á todos modo cómo has de cumplirlas. M ira las tentaciones á que pro­
los días que han transcurrido, desde el principio de él hasta este bablemente te verá s expuesto, y prepárate para vencerlas, adop­
momento, y no podrás menos de confesar que en cada uno de tando los medios m ás eficaces para alcanzar este fin. Mas pon­
ellos el Señor sé ha complacido en favorecerte corporal y espi- dera cómo es propio de buenos hijos y de fieles siervos no con­
ritualmente. A muchos envió la muerte; á ti te ha conservado tentarse con hacer aquello á que están estrictamente obligados;
la vida en medio de grandes peligros de perderla; muchos han antes se esfuerzan en conocer la voluntad de su padre y señor
vivido enferm izos, necesitados, faltos de lo necesario, tristes, para cumplirla con p erfección , sin esperar el mandato. L a vo­
perseguidos, calumniados; tú tal vez has gozado de salud, has luntad de tu P adre celestial es que te santifiques, que seas per­
disfrutado de paz, a le g r ía , disponiendo de lo necesario para tu fecto como Él lo e s , lo cual exige de ti que evites todas las cu l­
sustento y vestido; y si has estado enfermo, no te ha faltado quien pas, que practiques todas las virtudes, y que las ejercites con
te asistiese; si triste, quien te consolase; si perseguido, quien te toda la perfección que sea posible. A fin de m overte á esto, con­
defendiese. Pondera luego los innumerables beneficios espiritua­ sidera cómo para este año se ha dado sentencia de muerte contra
les. Mas ¿quién los podrá contar? iCuántas inspiraciones, avisos, m illares de hombres; y no podrán evitarla, por m ás que trabajen
ilustraciones, remordimientos de conciencia! ¡Cuántas confesio­ y se cautelen; tú puedes ser uno de ellos. Cada día que pasas es
nes, comuniones, m isas, sermones y funciones santas! ¡Cuántas una limosna que te da el Señor para que hagas penitencia, llores
m editaciones, exámenes, lecturas, buenos ejemplos! Y si á esto tus pecados, practiques obras buenas y te dispongas para el últi-
añades los beneficios ocultos que tú mismo no conociste, los pe­ . mo trance. L a s gracias de D ios están de tal m anera encadena­
ligros de que te preservó, las ocasiones de que te alejó, las ten­ das , que la correspondencia á una atrae la consecución de o tra s;
taciones que impidió, los pecados de que te libró, las veces que y viceversa, la resistencia te v a alejando de Dios y v a deteniendo
sujetó al demonio para que no te dañase. ¡Ah! Verdaderamente los efectos de su divina misericordia. Innumerables serán los que
debes humillarte en la presencia de este benéfico Señor, que tan en este mismo año quedarán burlados, presentándose delante
generoso íué contigo, siendo tú con Él tan mezquino é ingrato. de Dios, desnudos de obras buenas y cubiertos de pecados. Pesa
Porque no ha pasado un solo día que no le ofendieses innumera­ bien todas estas razones, y reflexiona qué quisieras haber he.
bles veces, y quizá con notable gravedad. No solamente has sido cho, si hubieses de m orir antes del año próximo. ¿Qué aconse­
la higuera que no ha dado frutos á su dueño, el criado que no ha jarías á aquel que te pidiese consejo, hallándose en el estado en
negociado con los talentos de su Señor; sino que, semejante á que tú actualmente te encuentras? ¡ Oh Jesús am oroso! P o r aquel
los malos renteros, has usado en provecho propio de los frutos dolor que sentisteis en este día y por las lágrim as que derram as­
de su viñ a , y has matado á sus criados, que te pedían la renta, teis, os suplico m e deis á conocer A’uestra santísima voluntad, y
ahogando las inspiraciones con que te inducía á corresponder me ayudéis para cum plirla ahora en la tierra del modo que se
á sus beneficios. O ye la amorosa queja que te dirige el Señor: cumple por los bienaventurados y deseo yo cu mplirla en el cielo
F .p ílo g « y c o lo q u io s . ¡Ha pasado un a ñ o ! ¡Cuántas deu­
' F<ta meditación podrá servir para el día primero d d año. das contraídas durante él! ¡Cuántos desengaños experimenta
nao Serie quinta.— Dominion y fiestas del año. Epifanía del Señor. i 121

dos! ¡Cuánto hemos ejercitado la paciencia de Dios! Todos los de los medios divinos, apelan á los humanos; indagan, pregun­
días de él ha tenido aumento el cargo de los beneficios divinos, tan, inquieren con esm ero, hasta que logran su intento. M asen
y a corporales, y a espirituales, y el de las culpas cometidas de toda esta tribulación, ¡qué prudencia tan consumada demues­
pensamiento, palabra y obra. En cambio, la data de las obras tran! M ientras brilla la estrella, á nadie descubren su preten­
buenas es casi nula. Pocas, y muy debidas, y hechas con gran­ sión; desaparece la luz celestial, y debiendo buscar al R ey de los
des imperfecciones. Siguiendo este camino, ¿qué v a á ser de.nos- judíos, se acercan á preguntar á éstos, que son los que con cer­
otros?¿Cóm o nos atreverem os á presentarnos delante del divino teza podrán contestar, puesto que á ellos han sido confiados
tribunal? ¡A h ! D io s, en su infinita m isericordia, aunque podía los oráculos divinos. Considerando con admiración este suceso,
habernos quitado el talento de nuestra vida que tan mal empleá­ alégrate de que el Señor se haya dignado comunicar dones tan
bamos , tiene paciencia, nos espera, nos deja continuar ©tro año. soberanos de su gracia á estos gloriosos varones, y confúndete
Proseguirá cuidando amorosamente de la higuera estéril de nues­ d e verte tan re za g a d o , inconstante y voluble para las cosas divi­
tra alma; la re g a rá todavía por más tiempo con su preciosa san­ nas, y para lo g ra r tu santificación. ¡ Oh gloriosos R eyes! P or
gre ; quizá la c a v e con algunas tribulaciones, á fin de que dé los dones soberanos de gracia que del divino Jesús recibisteis,
ópimos frutos. ¿ Q ué nos conviene á nosotros hacer? ¿ Qué quisié­ os ruego encarecidam ente me alcancéis puntual presteza en se­
ramos haber hecho al terminar el año que hoy empieza? Entre­ guir la vocación , firme constancia en la práctica de la virtud, y
mos dentro de nuestro corazón: miremos lo que se ha de refor­ sabia prudencia en huir de los peligros y escoger los medios
mar, enmendar ó perfeccionar; formemos adecuados propósitos, ■ que me pueden conducir como á vosotros al divino Redentor.
y pidamos á Jesús las gracias que necesitemos y también por
P a n to Considera aquí cómo los santos R eyes nos ense­
todo el mundo, especialmente.por los que hayan de m orir este año.
ñan lo que debem os hacer luego que hemos tenido la inmensa di­
ch a de hallar á Jesucristo y á su divina gracia. T res cosas practi­
EPIFANÍA DEL SEÑOR. caron estos distinguidos varones después de hallado aquel rico
tesoro que c o n ta l deseo habían buscado. Adoráronle con hu­
P reludio i .° L a s R e y e s M agos bu scaron á J esú s con p r e s te z a , c o n s ta n d a y prudencia,
mildad, ofreciéronle con largueza sus dones, y volviéronse á su
y le hallaron; y d esp u és d e ofrecidos su s d on es , vo lviéro n se á su tie rra por otro camino.
tierra por otro camino. Contempla á estos Monarcas cómo no
P reludio a.o R e p re s é n ta te á los sa n to s R eyes en es ta s d istin ta s circunstancias.
P reludio y .o P id e la g ra cia de im itarlos con p erfecc ió n .
vacilan en quitar de sus sienes las coronas, y deponer su cetro,
y postrarse á los pies de aquel Niño que su Madre tiene en su
regazo. ¡Qué fe tan viva! ¡Qué humildad tan sincera! ¡ Qué am or
P a n to l.° E n este punto has de considerar cómo los R eyes
tan reverente! Y tú, ¿ no te humillas delante de Jesús? S i ahora
Magos son el m ás acabado modelo de los que han de buscar á
que está glorioso y triunfante .en el cielo, vestido de luz y ado­
Jesús y á su divina gracia.Luego que vieron en el cielo la estre­
rado de millones de ángeles, no sabes humillarte ante su Majes­
lla que les anunciaba el nacimiento del R ey deseado, se ponen
tad, velada por amor tuyo en el divino Sacram ento, ¿cómo te
en camino. Nada les detiene; ni el gobierno de sus estados, ni
hubieras humillado si le hubieras visto en un pesebre entre ani­
las lágrim as de sus fam ilias, ni la crudeza del tiem po, ni lo largo
males? Sin em bargo, esto es lo que te exige Jesús. L o s R eyes
y desconocido del viaje. A s í quiere Dios ser obedecido de aque­
añaden á sus reverentes adoraciones generosos obsequios. Sa­
llos á quienes llama. ¡Dichoso tú si, imitando á estos esclareci­
ben que el hombre no debe aparecer vacío delante de su Dios,
dos R e y e s , sigues con presteza el llamamiento del S eñ or! Pon­
que tan generoso se muestra con él; por e s to , sin levantarse de
dera luego la constancia con que buscan al suspirado R ey. P o r
su actitud hum ilde, abren sus tesoros, y los ofrecen al divino
todas partes se v e n rodeados de peligros, y no desisten; los de­
R ey, el cual los acepta agradecido por medio de su celestial
siertos que han de atravesar están infestados de fieras, y no se
Madre. ¡Q u é dones tan preciosos! ¡ Qué ofrendas tan significati­
acobardan. Miran la estrella que marcha pausada y majestuosa­
vas! Oro com o á R e y , incienso como á Dios, m irra como á hom-
mente delante de ellos, y no tuercen ni á la derecha ni á la iz-
' bre mortal. C on estos dones ofrécenle su corazón , su alma y su
quierdh. Pero e r a necesario que pasasen por una nueva y dolo-
cuerpo. Y nosotros, ¿qué ofrecemos á Jesús? ¡Siquiera imitáse­
rosa p ru eb a; de repente se eclipsa la estrella; vense privados
mos el ejem plo de los M agos después de adorar á J e sú s! Ellos
de esté único consuelo y guía en medio de un país desconocido.
se van á su tierra por otro camino; no vuelven á Jerusalén, no
¿Qué harán estos ilustres Reyes? ¿Se volverán á sus dominios
visitan á H erodes, no aguardan una nueva estrella. Nada de esto
avergonzados y confusos, creyéndose víctim as de una ilusión?
es necesario; antes sería p eligroso: adem ás, tienen orden de
Nada de esto; no lo consiente su admirable constancia; faltos
Dios. ¿Hemos hallado á Jesús? ¿Hemos alcanzado su gracia?

1 1 22 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Purificación de la. Virgen. 1123
Preciso es que vayam os por otro cam ino; apartémonos de aquel plir alguna obediencia que nos impongan. Pondera cómo para
que nos alejaba de nuestra patria. El camino que debemos seguir dar cumplimiento á la ley de la purificación, M aría fué al templo,
es la oración, el recogimiento, la obediencia, la humildad; el se presentó como si fuese inmunda al sacerdote, y ofreció el sa­
que debemos evitar es la disipación, soberbia, libertad de los. crificio que estaba mandado para las mujeres pobres, que con­
sentidos é imaginación. ¿Cómo lo hacemos? ¡Oh dulce Jesús! sistía en un par de tórtolas ó palomas. Esto mismo debes tú prac­
Habladme con aquella eficacia con que hablasteis á los Magos, ticar de un modo espiritual si deseas purificarte de las manchas
áfin de que, como ellos, os adore con humildad, os obsequie con que en verdad has contraído. Primeramente, has de presentarte
generosidad , y con decisión siga el camino de vuestros manda­ á la casa de D ios, porque, aunque en todo lugar debes adorar
mientos que m e ha de conducir á la gloria1. al Señor en espíritu y verdad, pero el templo ,es el lugar en
E p íl o g o y c o lo q u io s . ¡ Con cuánta verdad merecen el donde Él se digna hablar más particularmente al que lé escu­
nombre de R e y e s Magos los distinguidos personajes que en este cha, y escuchar al que le habla. L u e g o , has de confesarte inmun­
día adoraron al Redentor! Son R eyes por el perfecto dominio so­ do y p ecad o r, abriendo ante el ministro de Dios tu corazón y
bre sí mismos de que dieron evidente testimonio; son magos ó descubriéndole con profunda humildad y vivo dolor todas tus
sabios por la celestial sabiduría que mostraron. Ellos enseñaron lla ga s, aunque sean asquerosas y hediondas. L o tercero, debes
al mundo á buscar á Jesús con presteza, sin demora, flojedad ni ofrecerle el sacrificio por el pecado, el cual consiste en una ver­
á remolque; con constancia, sin vacilaciones, dudas ni incerti­ dadera y cordial compunción y en un propósito firme y eficaz
dumbres; con prudencia, practicando los medios más eficaces de evitar las culpas, gimiendo como paloma tus extravíos y hu­
para hallarlo. ¡Oh, si nosotros les im itásem os! ¡Si, como e llo s , si­ yendo como tórtola á la soledad, lejos de los escollos y peligros
guiésemos la estrella de la divina inspiración y voluntad! Hallado que ofrece el mundo y bullicio de los hombres. ¿Practicas estos
el R ey que buscaban, los Magos se postran reverentes y le ado­ medios para purificarte? ¿D e qué modo, lo verificas? ¡ Oh V ir­
ran ; abren sus tesoros, y le ofrecen sus dones; y, llegado el tiem­ gen purísim a! V o s, aunque más pura que los cielos, más blanca
po de partir, se van por otro camino, según el aviso del cielo. que la nieve-y más lim pia que el sol, queréis presentaros como
Pongamos nuestra consideración en estos gloriosos varones, y impura y necesitada de purificación. ¡Oh humildad inefable! P o r
reflexionando sobre nosotros mismos, examinemos si buscamos ella os pido que me ayudéis á purificarme de m is culpas, usando
;í Jesús con la presteza, constancia y prudencia que ellos, si le de los medios que V o s me habéis enseñado.
ofrecemos con sinceridad nuestros don es; lloremos nuestra tibie­ P a n t o S .° E n este punto debes considerar cóm o M aría, des­
za; propongamos eficaz reform a, y con fe y confianza, pidamos pués de haber hecho la ceremonia de la purificación, ofreció á
por nosotros y por todos los hombres del mundo. Dios su divino H ijo, que era el objeto más excelente, rico y pre­
cioso que tenía. A prende tú á ser generoso con D ios, y no te atre­
PURIFICACIÓN DE LA VIRGEN. vas á ofrecer el santo sacrificio ni á recibir el divino Cordero sin
que estés purificado del todo de tus culpas y pecados. Pondera
P reluoio I .o L a V ir g e n fu é a l te m p lo í cu m p lir la le y d e la p u r ific a c ió n , y a llí e l S e ­ luego el modo cómo prem ia D ios á la V irgen el- riquísimo pre­
ñ o r llen ó d e c o n s u e lo s u alm a y d e a m a rg u ra s u m a tern a l c o ra z ó n . sente que le ofrece. N o solamente la consuela, inspirando á dos
P reludio 2.° R e p re s e n té m o n o s á la V ir g e n e n el te m p lo o y e n d o lo s t r is t e s a n u n c io s
insignes santos las grandezas del divino Jesús, y moviéndoles á
d e S im eó n .
que las pregonen públicamente, sino también la descubre los es­
P reludio ' 5.® P id a m o s la g r a c ia d e s a b e r im ita r á la V ir g e n e n la s v ir t u d e s q u e e je rc ita
pantosos suplicios y crueles contradicciones de que ha de ser
e n e s te m is te rio .
víctim a aquel preciosísim o Niño, y la cruel espada que había de
atravesar su corazón maternal. De estos dos modos paga el Señor
P u n to l. ° Considera cóm o, transcurridos los días que mar­ en este mundo los obsequios que se le hacen y los servicios que
caba la ley, M aría y José abandonaron su amado retiro de Belén, se le prestan. Unas veces consuela con dulcísimos regalos, des­
en el cual tan sobrenaturales regalos habían recibido del Señor, cubriendo los secretos divinos que se ignoraban; otras da parte
y se trasladaron á Jerusalén para cumplir lo que estaba pres­
en su amargo cá liz, conapartiendo con sus más queridos amigos
crito para las dem ás mujeres que se hallaban en las circunstan­ los dolores y penas que É l sufrió con tanta terribilidad en su vida
cias de M aría, pero no para esta purísima Señora; con lo cual, por y Pasión. Y no es m enor prueba de amor ésta que aquélla; como
una parte nos dió un ejemplo admirable de obediencia, y por no probó menos la predilección que Jesús tenía á los Apóstoles
otra nos enseñó prácticamente que no hemos de vacilar en dejar Pedro, Santiago y Juan cuando les admitió á ser testigos de su
el recogimiento y quietud de la oración cuando se trata de cum­ agonía en el huerto, que cuando les regaló con las dulzuras de la
112 4 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año.
A nunciación de la Virgen. 1125
transfiguración. ¡Oh, si nos convenciésemos de que es señalada y
desdeñes ni avergüences, aunque tu origen sea modesto, la clase
peculiar providencia de este amoroso Padre el castigar al que re­
á que perteneces sea b aja, y la ocupación obscura. M aría vivia
cibe por hijo! ¡Oh, si tuviésemos la dicha, no sólo de creer en Je­
en el retiro, guardando un silencio casi continuo, sin interrum­
sús, sino de padecer por su amor! ¡Oh afligida Madre! ¡Qué paga
pirle más que para dirigir á D ios sus ardientes oraciones. ¡Oh
tan nueva os da el Señor por la infinita ofrenda que le presentáis!
qué disposición tan importante y poderosa es ésta para alcanzar
P o r ella os ruego que sea y o generoso con D io s, agradecido á sus
las visitas del cielo y las inspiraciones de Dios! No se halla á D ios
. favores y resignado en los trabajos, y que, por g ra ves que éstos
en la conmoción y en el bullicio del mundo, si el hombre se intro­
sean , jam ás me aparte de su amor y servicio.
duce voluntariamente en él; cuando el Señor quiere hablarnos al
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Hermosísimo y por demás edifi­
cante esiel ejemplo que nos da M aría en la purificación! L as vir­ corazón, comienza por guiarnos á la soledad. E l ángel del Señor
halló á M aría, no en la plaza pública, no entregada á conversa­
tudes más excelentes brillan en ella de un modo admirable. Su
ciones y pasatiempos inútiles, sino en lo secreto de su retiro,
am or al r e tiro , su humildad profundísima, su obediencia abso­
hablando con D ios, escuchando su divina v o z , derramando en
luta, su devoción a n g élica, su generosidad ilimitada para con
su presencia su purísimo corazón abrasado en amor. Finalmente,
D io s, su amor á la pobreza, su modestia admirable en las alaban­
zas , su constancia y fortaleza á toda prueba en los dolores, su M aría arde en vivos deseos de v e r al M esías, de servirle, ob­
resignación omnímoda en las tribulaciones.... ¡Q ué cúmulo tan sequiarle y probarle con todos los modos posibles su am or: y
inmenso de riquísimas virtudes! ¡Oh, si supiésemos nosotros co­ estos deseos son un poderoso imán que atrae á su seno al Hijo
piarlas con perfección, modelando por este dechado las acciones de Dios. ¿D eseas tú que el Señor te visite con m isericordia, para
de nuestra vida! Entonces quizá nos haríamos dignos de que el enriquecerte de bienes? S é humilde y recogido y aviva los de­
Señor nos tratase con el amor y predilección que á esta celestial seos de tu santidad y perfección. ¡Oh Madre mía amantísima!
Señ o ra, comunicándonos dulces, suaves y espirituales regalos en M ira con misericordia.á mi pobre alm a; el estado en que se halla
la práctica de la virtud, y dándonos participación en las amar­ es en extremo lamentable; lejos dé disponerse para que el Señor
guras de su cáliz. P u e s, ¿cuándo, de qué modo, en qué ocasiones la visite, con su soberbia, disipación y tibieza se hace m erecedora
podemos imitar las virtudes de María? P ara realizarlo, ¿qué pro­ del divino abandono; ayudadm e, Señora, con vuestra protección,
pósitos y resoluciones nos conviene hacer? Pidamos al Sejíor,por alcanzadme la divina gracia para imitaros en este mundo, y
intercesión de su divina Madre, luz para conocerlos, gracia para después contemplaros en el otro.
cum plirlos, y socorro en todas nuestras necesidades espirituales P a n to Considera en este punto el modo admirable cómo
y corporales. M aría recibe la visita del ángel y oye su pomposa é inespera­
da salutación. D ícele el mensajero divino: «Dios te sa lve, llena
de gracia, el Señor contigo». A l oir María estas alabanzas que,
ANUNCIACIÓN DE LA VIRGEN.
en su humildad, juzgaba tan inmerecidas, se turba, medita y re­
flexiona qué salutación sea ésta. A s í obra el verdadero humil­
P reludio i .» M aria en su re tiro re c ib ió la v isita del a rcá n g el aan G a b r ie l, q u e le an u n ­
de ; calla y se ruboriza, viendo cuán otro es de lo que de él dicen;
c ió q u e seria M ad re d e D io s , y en e s t a ocasión d ió n o tab les e jem p los d e p ru d e n c ia , o b e ­
d ie n c ia y o tra s esclarec id as v ir tu d e s .
por el contrario, el soberbio responde á los aplausos de los hom­
P reludio i.» R e p resen tém o n o s á M aria tu rb ad a o yen d o la salu tació n y las p ala b ra s d e l bres con muestras de afectado agradecimiento, ó los rechaza hi­
a r c á n g e l. pócritamente, creyéndose entretanto muy digno de ellos. Pon­
P reludio y 0 P id a m o s la g r a c ia d e im ita r los adm irables e je m p lo s d e M aría. dera igualmente cómo se porta M aría cuando el ángel le descu­
bre el objeto de su embajada, anunciándole que había sido esco­
P a n t o l .° F ué enviado el arcángel san Gabriel á María. gid a para una dignidad tan sublime, cual es la de ser Madre de
Considera aquí las relevantes prendas que dispusieron á esta Dios. Primeramente indaga modestamente si tal revelación está
celestial doncella para recibir la visita de este arcán gel, y esta del todo conforme con lo que había prometido el Espíritu Santo.
embajada de Dios. M aría era la más humilde de todas las cria­ Y cuando y a está cerciorada de la voluntad de D io s , entonces,
turas: penetrada de una celestial luz, conocía perfectamente su con una abnegación á toda prueba, con una humildad increíble,
propia nada y daba al Señor toda la gloria, sin usurparla para con una obediencia nunca oida, contesta: «He aquí la esclava
sí; propio es del Señor dar su gracia á los humildes, m irarlos del Señor, hágase en mí según tu palabra». ¡Con qué prudencia
con predilección, y servirse de ellos para cosas grandes. S i tú examina esta Señora los espíritus si son de Dios! ¡Cóm o sabe ha­
deseas los dones del cielo, preciso es que seas humilde; no te cerse superior á si misma, olvidándose de su propia debilidad,
para ofrecerse á los más insuperables trabajos; de su excelsa dig­
1 1 26 Sene quintil.— Dominicas y fiestas del año. Ascensión de Jesucristo. 1127

nidad, para pensar en su propia vileza; delap eq u eflez de su ■ enla misma atmósfera hace aparecer una m ilagrosa n u b e, en la
ser, para confiar en la grandeza y poder de Dios! ¡Oh, si nos­ cual se esconde, para sustraerse á las miradas de los hombres?
otros recibiésem os, como M aría, las visitas del Señor! ¿Cómo L os antiguos poetas nó habían llegado á fingir una gloria seme­
nos conducimos cuando Él se digna visitam os en la comunión, jante. ¡Cuán distinta es esta salida del mun'do que hoy verifica Je­
con alguna enfermedad, ó con algún consuelo en la oración? ¡Oh sús, de la que realizan los demás hombres mortales! E sto s, al
María! Pues que os dignáis ser nuestra M adre, alcanzadnos de morir, bajan al seno de la tierra , y muchos al profundo del infier­
D ios espíritu de hijos, de modo que os imitemos fielmente, no no; A quél sube por los aires sin detenerse hasta llegar á la mis­
sólo en las prosperidades, sino también en las adversidades, ya ma derecha de Dios. Éstos dejan un cuerpo hediondo, repug­
nos visite el Señor con misericordia, y a nos haga sentir el rigor nante, objeto de horror p á ra lo s que le ven; A quél ostenta un
de su justicia. cuerpo hermosísimo y resplandeciente, llevando en pos de sí
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡ Qué honor tan soberano para Ma­ -cautivos á todos los que le contemplan. Éstos alejan de su alre­
ría el recibir una embajada del mismo D ios, siendo el embajador dedor á todos los h o m b res, aun los más allegados y amigos;
uno de los m ás elevados ángeles de la gloria! ¿Cómo se ha hecho Aquél une tan estrechamente consigo con los lazos de la caridad
digna esta excelsa Señora de tan inefable gloria? ¡A h! E s hu­ á los que le v e n , que no quisieran jamás separarse de Él. Consi­
mildísima , v iv e en el m ayor recogimiento y abnegación propia, derando todo esto, despierta por una parte sentimientos de des­
arde en viv o s deseos de ver la redención del mundo. Este es el precio y horror á las cosas del mundo, aunque sean muy apeteci­
camino de la verdadera y sólida gloria. M aría, al oir la saluta­ das de los hom bres, viendo el resultado final que tienen, y por
ción gloriosa del ángel, se turba, reflexiona y calla. Esto hace otra a la b a , bendice y alégrate de la gloria de Jesús, deseando
el humilde. Oyendo el anuncio del celestial paraninfo, que le des­ participar de ella. ¡ Oh Redentor gloriosísim o! Gózom e de que
cubre que ha de ser Madre de Dios, discurre, y pregunta con subáis glorioso y triunfante por los aires, alegrando á los ángeles
humildad y prudencia cómo puede realizarse tal prodigio en que os acompañan, á lo s hombres que os miran y al Padre Eterno
E lla . y , conocido el m isterio, con una abnegación á toda prueba, que os espera, p ara colocaros á su diestra; haced que 0$ acompa­
acepta generosa la inmensa carga de corredentora del género ñe y o en vida, imitando vuestros ejemplos, para que pueda des­
humano y M adre de todos los hombres. ¿Es posible que nosotros pués acompañaros en m uerte, subiendo á vuestra gloria.
no amemos con todo nuestro corazón á esta admirable Señora? P a n t o 8.° E n este punto has de considerar cómo la A scen­
¿Qué más pudo hacer por nosotros? Y , ¿qué hacemos nosotros sión del Señor en cierra preciosísim os bienes para todos sus dis­
por Ella? Examinémonos con detenimiento, propongamos con cípulos. En este m isterio hallan los cristianos el más eficaz moti­
firm eza, y pidamos con fervor y confianza por nosotros y por v o p ara despertar la alegría y júbilo santo. Jesús es nuestro
todo el mundo. R ey, nuestro P ad re, nuestro M aestro, nuestro A m igo, nuestro
Hermano mayor. ¿Qué súbdito, hijo, discípulo, amigo ó hermano
ASCENSIÓN DE JESUCRISTO. no se regocija de la gloria de su rey, padre, maestro, amigo y
hermano? A d em ás, si Jesucristo, nuestra cabeza, ha subido á
P rbluoio i . o Jesucristo subid á los cielos á vista de sus discípulos, comunicándoles los cielos, nosotros, sus miembros, subiremos también. L a A scen­
' en esta ocasión gracias muy singulares. sión del Señor es la causa ejemplar y eficiente de la nuestra:
P rbluoio 2.« R e p re se n té m o n o s á J esu cristo subien do g lo rio s a m e n te á lo s cielo s.
ejemplar, en cuanto nos muestra el modo cómo subirem os;
P reludio 3.0 Pidamos viva fe de este misterio y ardiente deseo de acompañar á Jesús.
eficiente, por las abundantes gracias que comunica el Señor á
los que meditan con devoción este misterio. Él ha ido á preparar­
P u n t o l . ° Considera có m o . llegado el día señalado por el nos el lugar; como amante Padre vo lverá para llevar á los suyos
Señor, salió con sus discípulos de la ciudad de Jerusalén, llevó­ adonde É l e s tá , porque quiere tener consigo á sns ministros y
los al monte O lívete, y , después de haberles dado su bendición, siervos, y en donde está el cuerpo quiere que se reúnan las águi­
comenzó á sub ir con majestad y gloria á los c ielo s, viéndolo las. Pondera cóm o la Ascensión de Jesucristo nos enseña tam­
éllos, hasta que una hermosa nube lo quitó de sus ojos. Este es bién el camino que hemos de seguir para subir á la m ás elevada
uno de los m isterios más estupendos y más gloriosos para nues­ perfección. Él sube después de resucitado, habiéndose entrete­
tro Salvador. ¿ Quién no queda arrebatado de admiración al.con­ nido largo tiempo en santas conversaciones con sus discípulos;
siderar á un hom bre de carne y hueso como nosotros, que, para sube desde el monte de las Olivas, en cuya falda había sentido an­
salir del m undo, comienza á elevarse'por sí solo por estos aires tes extremada tristeza y comenzado á beber el cáliz de su Pasión.
con pausa, m ajestad y gloria inefable, y que, cuando Él quiere, D el propio modo, si tú quieres subir á la más elevada santidad,
1 28 Serie quinti.— Dominicas y fiestas del año. Fiesta del Corpus Christi. 1129
debes antes resucitar á la vida de la gracia, ocuparte en hablar haciendo bien á todos y sanando á los oprimidos del demonio, por­
devotamente con D ios y santamente con tus prójimos; has de que Dios estaba con El; así también ahora en el divino Sacramen­
procurar la justicia, la paz con D ios, contigo y con los prójimos,, to reco rre los tem plos, plazas y calles de la cristiandad, hacien­
y emprender valeroso el camino de la cru z, auxiliado con la do bien á todos los que con v iv a fe llegan á É l, confesándole,
divina gracia. ¡Oh Salvador mío! Y a que dijisteis que vendríais adorándole y alabándole con todo su corazón, porque D ios está
desde el cielo para visitar á vuestros discípulos y llevarlos A dentro de E l; y asi v a comunicando á los que le siguen todo g é­
vuestra gloria, yo , discípulo vuestro, aunque indigno, suspiro nero de bienes, con resplandores de celestial lu z, enseñándoles
por V o s; venid A m í, conducidme por el camino de la santidad, como M aestro, curándoles como M édico, f>erdonándoles como
por la imitación de vuestras virtu d es, y hacedme digno de la Salvador, y apacentándoles como P astor con su mismo cuerpo y
eterna bienaventuranza. sangre. Pondera, en especial, cómo en esta ocasión se renueva de
E p ilo g o y co lo q u io * . ¡O h m ilagro nunca oído! ¡Oh algún modo aquella pompa y solemnidad con que Jesús hizo su
portento nunca visto! Jesús, nuestro amado Redentor y querido entrada en Jcrusalén el Domingo de R am os; porque, como enton­
Padre, sube majestuoso A la gloria. Desde la cumbre del monte- ces entró en aquella ciudad manso y hum ilde, sentado sobre un
de las O livas, á la vista de sus discípulos, después de haberles jumentUlo, y le salió á recibir muchedumbre innumerable de
dado la bendición , principia á elevarse majestuosamente por los gente para honrarle, alabarle y obsequiarle; así ahora v a por las
aires, dirigiendo su camino á la gloria; una nube m ilagrosa le calles manso y humilde, cubierto con el velo de los accidentes de
recibe en su seno y le oculta A las miradas de los hombres, y pan; y todos los cristianos, ricos y pobres, reyes y vasallos, vie­
en este nuevo tabernáculo sube hasta lo más alto del cielo. ¡ Qué- nen á honrarle y glorificarle con hachas y luminarias, con músi­
júbilo experimentarían los espíritus angélicos! ¡Qué himnos de cas y cánticos de júbilo, adornando las calles con flores y ra­
gloria entonarían las almas bienaventuradas que con Jesús su­ mos, y con ricos doseles, cual corresponde á la grandeza de este
bían! ¡Qué gozoso estaría el Padre Eterno, viendo subir al Hijo Señor. ¡ Oh alm a mía! Mira los sentimientos con que debes acom­
de sus complacencias tan cargado de ricos despojos! Y nosotros,, pañar á este bondadoso Señor; arroja á sus pies todos tus bienes
¿por qué no nos alegramos en este solemnísimo día en que tanta con espíritu de pobreza; póstrate en su presencia con profunda
gloria recibe el que es nuestro P ad re, H erm ano, Maestro,. humildad, y entona en tu corazón armoniosos himnos con aquel
Am igo y Redentor ? ¿ Por qué no procuramos ahora seguir su espíritu que lo hacen los ángeles en el cielo.
camino, subiendo á la m ayor perfección posible, y de este modo- P a n to * .° Considera en este punto el fin que se propone el
hacernos dignos de acompañarle algún día en su subida á la glo­ Padre Eterno y el mismo divino Hijo al ordenar las solemnes
ria? ¿Qué nos conviene proponer para esto? Subamos ahora con procesiones de este día. E l P adre Eterno pretende con ellas pre­
Jesús al monte de la perfección, y desde él podremos subir al miar de algún modo en la tierra las estaciones dolorosas y afren­
monte de la gloria. Veamos lo que debemos practicar al efecto; tosas que Jesús anduvo en la noche y día de su Pasión. Y pues
pidamos con confianza todo cuanto deseemos para nosotros ji­ entonces fué llevado de tribunal en tribunal, de casa en casa, y
para los demás. después al C alvario con la cruz á cuestas, acompañado de solda­
dos y gente armada y con voz de pregonero anunciando sus fingi­
FIESTA DEL CORPUS CHRISTI. dos delitos, quiere que ahora vaya por ías calles y plazas, ento­
nando los cristianos cánticos de alegría, y que los soldados y
P reludio i En esta festividad quiere Jesús renovar de algún modo los misterios de- grandes de la tierra le rindan homenaje, y que los hombres ten­
su vida, andando por las calles y plazas, haciendo bien á todos. gan á grande honor llevarle en sus hombros, y que le pongan
P reludio 2 .» Represéntate á Jesús recorriendo por la Judea con grande séquito, y á ti. tronos riquísim os, y que delante de E l doblen todos con gran
acompañándole con las turbas, reverencia las rodillas, mucho mejor que los súbditos de Asuero
P reludio 3.0 Pide lo gracia de saber acompañar á Jesús con tiernos afectos de amor,, delante de Mardoqueo. ¡ Cuán de verdad honra el Señor á aque­
confianza, agradecimiento y humildad. llos á quienes quiere honrar! Finalmente, él mismo Hijo de Dios
dispone también que los hombres en la tierra le hagan fiesta al
P n n t o l .° En este punto has de considerar cómo el Señor, modo que se la hacen los bienaventurados en el c ie lo , á fin de
por medio de las procesiones que celebra en este día la Iglesia, tener ocasión de mostrar las riquezas de su misericordia infinita.
pretende recordar á todos los cristianos los viajes largos y jo r ­ En el cielo los veinticuatro santos ancianos arrojan sus coronas
nadas que hizo durante su vida mortal para la salvación del mun­ delante de É l ; los santos cuatro animales le entonan himnos de
do. P orque, así como en el tiempo que vivió sobre la tierra pasó gloria, alabando su omnipotencia, eternidad y dominio absoluto;
Fiesta de san Pedro Apóstol. 1131
1130 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año.
sordo á la divina v o z , habría vivido en la obscuridad, nadie se
otros le presentan riquísimos vasos de oro llenos de las oracio­
habríá acordado de él, y en su muerte tal vez habría caído en
nes de los santos. Del propio modo desea que los cristianos se
los infiernos. Tam bién á ti se ha dignado el Señor llamarte repe­
desnuden de cuanto tienen, arrojándolo á sus pies, reconocién­
tidas veces, y a á un estado más perfecto, y a á m ayor santidad
dole dueño absoluto de todo; que le canten cantares de gloría y
en tu propio estado, y á la práctica más esmerada de alguna
le ofrezcan fervorosas y olorosas oraciones; y para esto descien­
virtud, como la humildad, modestia ó mortificación. Y tú quizá
de á la tierra y se pasea por el mundo. D e lo cual has de sacar
has menospreciado ó resistido al divino llamamiento. ¿No te ar­
el modo cómo debes acompañar á Jesús en estas procesiones, ya
guye lá conciencia de esta ingrata conducta? Pondera cómo no
con acciones de gracias por lo que por ti padeció, ya con vivos
basta seguir una vez la divina vocación; es indispensable obrar
afectos de hum ildad, veneración, ofrecimiento de ti mismo y des­
constantemente según ella. San Pedro dió durante toda su vida
prendimiento de todas las cosas. ¡Oh R ey soberano! Muy justo
las pruebas m ás claras de la más perfecta correspondencia á la
es que os honren ahora los hombres, pues V os aceptasteis tantas
deshonras p o r su bien. Y o os adoro, bendigo y alabo en este vocación del Señor. ¡Qué fidelidad guardó siempre á su divino
soberano Sacramento, y os' ruego que llenéis mi corazón de aque­ M aestro! ¡ Qué celo mostró en todas ocasiones por su gloria!
llos afectos que sienten vuestros santos en el cielo. ¡ Con qué constancia y firmeza cumplió incesantemente los debe­
E p í l o g o y c o lo q u io s . ¡Oh misterio de amor! Jesús nues­ res de su ministerio! Y si una vez experimentó que era hombre
tro S a lv a d o r, que pasó por el mundo haciendo bien y saiíando á flaco, ¡cómo lloró su culpa! ¡Con qué penitencia tan rigurosa y
todos los enfermos y poseídos del demonio; Jesús, que entró en duradera la ex p ió ! V uelve ahora sobre ti mismo, y confúndete
Jerusalén aclamado y vitoreado por los sencillos habitantes de al verte tan inconstante en tus propósitos; cualquiera tribula­
aquella ciudad; Jesús, que por nuestro amor quiso recorrer las ción te hace v a cila r, y casi lleg as á arrepentirte de haber se­
calles de Jerusalén, atropellado, perseguido , calumniado, car­ guido el divino llamamiento. ¡Oh glorioso A p ó sto l! V o s sois
gado con la cruz, y con voz de pregonero; Jesús, que está en firme como una peña, y todas las puertas del infierno y los es­
el cielo en trono refulgente recibiendo los homenajes de toda la fuerzos del espíritu de las tinieblas no podrán prevalecer contra
corte celestial y oyendo los cánticos de alabanza que entonan en vos; dadme parte de esa firmeza que os concedió el Señor, pam
su honor; este mismo Jesús se digna bajar en persona, ven ir á que ni los vien tos, ni las llu vias, ni los ríos caudalosos hagan
nuestra a ld e a , pasear por nuestras plazas y calles, escuchar conm over el edificio de mi alm a, antes permanezca inmoble,
nuestros cantares, recibir nuestros obsequios y derram ar sobre como morada del Altísimo.
nosotros sus abundantes bendiciones. Debiéramos nosotros acom­ P a n to 2 . 0 A q u í has de considerar el martirio de san P e­
pañarle con los mismos sentimientos con que le honran los bien­ dro y el inmenso premio que con él y con su vida mereció. O yó
aventurados en la gloria; pero tal ve z nos guian la vanidad, amor el Señor las súplicas de su fidelísimo siervo, y le concedió lo que
propio y respeto humano. Propongamos rectificar nuestra inten­ tanto deseaba; esto e s, dar la vida por la té y sellar con su san­
ción ; pidamos lo que nos convenga para nosotros y para nuestros g re la doctrina que había predicado, y tener la muerte semejante
prójimos. á la de su amado Salvador. Contémplale clavado en la cru z, ca­
beza abajo, com o en actitud de emprender el viaje á la g lo ria, y
FIESTA OE SAN PEDRO APÓSTOL. mirando desde el suelo á su divino Maestro en el cielo. En aquel
altar ofrece amoroso su v id a , y D ios la acepta, y en retorno le
P reludio i .» E l A p ó sto l san P e d ro e s d ig n o d e n u e s tra adm iración é im ita ció n e n su
da tal constancia y fortaleza, que todos los dolores no pueden
v o c a c ió n , en s u v id a y en su m u e r t e ; y la g lo r ia d e q u e g o z a e s p rop o rcio n ada i su sa n tid a d . arrancar de su corazón un solo suspiro, de sus ojos una sola lá ­
P reludio 2 .» R ep resen tém o n o s a l A p ó sto l san P e d ro g lo rio so y e m p o lla n d o la s llaves grim a, ni de su s labios un solo quejido. ¡Oh, si tú le imitases en
del cielo. los deseos de padecer por Jesús, y ofrecieses como él tu salud,
P reludio 3 .0 P id a m o s la g r a c ia d e im ita r su s releva n tes ejem p lo s. descanso y vida por la salvación de las alm as y por la gloría de
Dios 1Pondera, p ara m overte á ello , la gloria inmensa de san
P a n t o l . ° Considera cóm o, sintiendo san Pedro el llama­ Pedro en el cielo. M ira cómo su aima afortunada, llena de mé­
miento de Jesucristo, al instante, sin demora, dejó la barca, ritos, cargada de buenas obras y rica de virtudes, se presenta
las redes, su padre, madre y todo cuanto tenía y podía tener en delante de D ios. Su divino Maestro la corona de belleza é inmor­
el mundo, y le Siguió. ¡Dichoso varón, que, con esta puntuali­ talidad , la coloca en elevado trono; y toda la corte celestial tri­
dad en se gu ir la divina vocación, se hizo merecedor de gracias buta honrosos parabienes al que fué V icario de Jesucristo, cabe­
muy señaladas y de una gloria muy sublime! Si él hubiese sido za de la Iglesia y Maestro infalible de la humanidad. L os traba-
¡I

Fiesta de Santiago, el Mayor. 1133


1132 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año.
de los m ilagros de Jesús; sólo el amor de D ios, en que interior­
jos de su vida y martirio pasaron presto; la gloria y el gozo del
mente se abrasaba su espíritu. Este santo afecto destruyó en él
cielo durarán eternamente. ¿No sentimos nacer en nuestro cora­
el amor de las criaturas, y le indujo á seguir inseparablemente á
zón un deseo de participar de aquella dicha ? ¿ Cómo imitamos
Jesús. ¡Cuán lejos estás tú de imitar á este fervoroso Apóstol! Ni
á este Apóstol que la disfruta? ¡Oh admirable y glorioso san
todas las promesas, ni las más severas amenazas, son bastante
Pedro! Y o os felicito por la gloria que os ha concedido el Señor;
eficaces para arrancarte del amor del mundo y servir con esmero
pero más os felicito por el valor y fortaleza con que le servísteis
á Dios. Pondera luego el ardiente celo de este grande Apóstol.
hasta la muerte, mereciendo esta rica corona que ceñís; haced El cual fué tan viv o , que no le dejó descansar en toda su vida,
que os imite en los trabajos y en los dolores, á fin de que pueda y le hizo subir valerosamente al patíbulo. Mira cóm o, á modo de
después acompañaros en la gloria. un rayo , hace velozmente sus correrías por Ju dea, Sam aria y
E p ílo g o y c o lo q u io s . ¡ Con qué perfección cumple el glo­ demás países vecinos. No satisfecho su celo, viene á España: re­
rioso apóstol san Pedro el encargo que le hizo su divino Maestro córrela toda desde O rien teá Poniente; siembra por todas parles
de confirmar á sus hermanos! Su vida, su pasión, su muerte, su la divina semilla; re có g e lo s primeros frutos en los siete discí­
' gloria, son la más sólida confirmación de nuestra f e , y el más per­ pulos, que luego fueron los prim itivos obispos; vuelto á Jerusa-
fecto modelo que nos confirma en el camino de la virtud. Luego lén, sella con su sangre la fe que ha predicado. ¿ E s tu celo acti­
que conoce la divina vocación, la sigue con fidelidad, desprendi­ vo , laborioso, incansable y fuerte como el de Santiago? ¡Oh
miento y constancia. Consecuente con el primer paso que ha dado, admirable Apóstol! Pues habéis sido nuestro padre en la f e , ense­
trabaja sin descanso por la gloria de su divino M aestro; y si una ñándonos la santa doctrina, perfeccionad vuestra obra, haciendo
vez padece un desliz, le sirve para mejor conocerse, corregirse, que con ella conformemos nuestra vida, imitando vuestras v ir ­
despreciarse y llorar por toda su vida una pasajera debilidad. tudes, siguiendo vuestros ejemplos y celando con ardor por la
¡ Qué muerte tan edificante y tan dolorosa! ¡Qué confirmación tan gloria de Dios y bien de las almas.
sólida de la verdad que ha predicado durante toda su vida! ¡Qué P a n t o ».° Considera aquí la generosidad con que recom­
prueba tan fundada del amor que siempre ha profesado á Jesús! pensó el Señor la fidelidad, virtud y celo de este ilustre Apóstol.
En cam bio, el Señor recibe su alma riquísim a, y levantándola En los años de su predicación dispensóle á é l, con san Pedro y
sobre las mismas jerarquías celestiales, la coloca en refulgente san Juan, muestras m uy singulares de am or, confianza y ter­
trono de gloria. ¿No despierta todo esto en nuestro espíritu una nura. Porque, no solamente le cambió el nom bre, llamándole
santa emulación, y un encendido deseo de imitar á e s te santo B oan erges, hijo del trueno, presagiando lo v iv o , ruidoso y efi­
Apóstol? ¿Qué propósitos conviene que formemos con este obje­ caz de su celo, sino que además quiso hacerle testigo de sus más
to, atendido el estado actual de nuestra alma? Miremos lo que portentosas obras, confidente de sus tristezas y am arguras, y
aconsejaríamos á aquel que se hallase en el mismo estado que participante de su soberana gloria. Porque entre todos los Após­
nosotros; roguem os fervorosos por nuestra alma y por todo el toles, él fué escogido por Jesús para acompañarle en el m ilagro
mundo. de la resurrección del prim er difunto, en la transfiguración del
Tabor. y en la am arga y dolorosa agonía del huerto de Getse-
FIESTA DE 8 ANTIAG0 , EL MAYOR. maní. ¡ D e cuántos bienes te privas á causa de tu tibieza en el
divino servicio! ¡Cuántas gracias recibirías del Señor si en ti
P reludio i .o S a n t ia g o , p o r su fidelidad i Oios y en cen dido c e lo , se h izo d ig n o d e sin­ hallara fidelidad constante y puntual á sus inspiraciones! Refle­
g u la re s fav o res. xiona cómo uno de los premios más ricos con que el Señor re­
P reludio í .« R e p resen tém o n o s i S a n tia g o de ro d illa s , recibien do el g o lp e del v e rd u g o
compensa los servicios de los santos, es el darles parte en su cáliz
q u e le c o rta la ca b e z a .
y el ordenar que padezcan persecución por su amor. Santiago
P reludio ).» P id a m o s la g r a c ia d e im ita r lo s ad m ira b lesejem p lo s d e v irtu d d e e s te san to
A p ó s to l.
fué el primero de los Apóstoles que selló con su sangre la fe que
predicaban. ¡Qué honor! É l bebió antes que los demás el cáliz
que había aceptado, y fué bautizado el primero con el bautismo
P n n t o l . ° En este punto has de considerar cuán admira­ que había admitido. ¿Comprendes tú la excelencia de este pre­
bles fueron los ejemplos de virtud que en vida y en muerte dió mio ? ¿ M irarás con horror la cruz de Jesucristo ? ¡ Oh Salvador
el glorioso Santiago. Apenas oyó la voz de Jesucristo que le lla­ am abilísim o! A brid y esclareced los ojos de nuestra mente, á fin
maba á su seguim iento, al m omento, sin dem ora, dejó las redes, de que conozcamos los tesoros de gracia y bendición que se es­
la barca y á sus padres, y siguió al Salvador. No le movió á esto conden en vuestra c ru z, y , estimulados por este conocimiento,
ñi la esperanza del premio, ni el temor del castigo, ni el brillo
U34 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Ajunción de Marta. "35
la deseemos con ardor, la basquemos con so licitu d , y nos abra­ más alto de los cielos á tomar posesión del trono que la santísima
cemos á ella con ternura, y logremos m orir en ella por vues­ Trinidad le ha preparado. Júntate tú en espíritu con los escuadro­
tro amor. nes angélicos que la acompañan, entona con ellos alegres can­
E p ilo g o y c o lo q u io s. ¡ Qué. correspondencia tan fiel á la tares, diles que la Señora con cu ya compañía se honran, es tu
vocación de D ios tuvo Santiago! No hubo necesidad de prome­ M adre, y alégrate grandemente de verla tan glorificada, pidién­
sas ni amenazas p ara que se moviese á seguir á Jesús. Bastó una dole que nunca te abandone, hasta que logres fijar tu morada
perpetua á los pies de su empinado trono. ¡Oh M aría! Gózom e de
palabra del divino Maestro, y al instante dejó cuanto tenía y po­
día tener. No fué menor su celo. Su vida laboriosa y su dolorosi- vuestra g lo r ia ; con toda mi alma os felicito por ella , y con la ma­
y o r confianza os ruego que os acordéis de este pobre siervo
sima muerte dan testimonio de él. ¿Por qué no imitamos á tan
vuestro que desea veros y acompañaros en el cielo. Miradme y
ilustre Apóstol? ¿En qué debemos reformarnos para seguir sus
compadeceos de mí.
ejemplos? ¡Cuántos favores divinos podríamos esperar entonces!
P a n t o 2 .° En este punto has de considerar las virtudes
i Con qué generosidad recompensa Jesús & su amado A p óstol! Es
admirables que ejercitó M aría durante su vid a, por las cuales se
preferido á los demás en vida, en muerte y aun después de ésta.
hizo m erecedora de la sublimidad de la gloria que ahora disfruta
En vida le'hace su confidente, en muerte su primer testigo entre
en el cielo. E lla se ejercitó constante y perfectamente en las obras
los A póstoles, y después de la muerte honra especialmente su
Sepulcro. ¡ Qué m otivos tan poderosos para despertar en nos­ de Marta y de M aría, dedicándose á los ministerios de la vida
activa, sirviendo con am or y caridad á los pobres en quienes
otros lá devoción á Santiago y el deseo de im itarle! Meditémos­
los atentamente y formemos aquellos propósitos y resoluciones veía representado á su divino H ijo, y retirándose después á va­
que nos convenga, atendido el estado actual de nuestra alma. Ro-, car á la contemplación de las cosas divinas . .poniendo su morada
guemos por todas las necesidades. en el cielo , y regalándose allí con la vista del Señor y con la con­
sideración de sus atributos y obras. Con estas dos alas subió
á la más elevada perfección á que puede llegar una pura cria­
ASUNCIÓN DE MARÍA. tura, derramando en torno de sí un suavísimo perfume de todas
las virtudes. Porque su humildad fué profundísima, su obedien­
P reludio i . o Maria subid al cielo en cuerpo y alm a, y fué glorificada sobre todas la$
puras criaturas.
cia sin lim ites, su conformidad con la voluntad de D ios omní­
P reludio í .» Represéntate á María subiendo al empíreo acompafiada de innumerables moda, su m odestia,paciencia, castidad, en una palabra, todas
ángeles. sus virtudes fueron heroicas; por lo cual le corresponde un pre­
P reludio P id e la gracia de im ita r á la V irg e n y m e re c e r su g lo ria . mio superior al de todos los bienaventurados, puesto que lagloria
del cielo es corona de justicia y está en razón directa de las
P a n to l. ° Considera cómo María fué la criatura que más buenas obras que se practicaron para alcanzarla. Pondera tam­
se asemejó en su vida á Jesucristo, modelo per feotísimo de los bién las penas y dolores que María toleró por el amior de su Dios,
hombres, y por esto se hizo digna de asem ejarse á Él después bebiendo hasta las heces todo el amarguísimo cáliz de la Pasión
de ella con preferencia á toda otra criatura. E lla, si es verdad de su divino H ijo, y bañándose enteramente en el doloroso bau­
que muriese para pagar la deuda general de la hum anidad, es tismo en que este Señor fué sumergido. Jamás otra alma ha su­
certísimo que, antes que su sacratísimo cuerpo comenzase á co­ frido ni sufrirá tanto como el alma de esta Reina d élo s mártires;
rromperse, resucitó gloriosa y adornada con las preciosas dotes ninguna, p ues, tiene m ayor derecho que ella á la más encumbra­
de los bienaventurados, y subió triunfante al cielo para ser allí da gloria. ¿Deseam os nosotros acompañar á nuestra Madre en
coronada de g lo ria é inmortalidad. Medita aquí con sosiego el el cielo y participar de su bienaventuranza? ¿Cómo la imitamos?
gozo inefable que sentirían el cuerpo y el alma de M aría cuando ¿Cómo llevam os nuestras penas y aflicciones? ¡Oh Reina sobera­
se vieron transfor m ad o s, cambiados, glorificados y unidos estre­ na! Alcanzadnos de vuestro divino Hijo abundante y eficaz gra­
chamente para no separarse por toda la eternidad. T al será el cia para que imitemos vuestras virtudes, sigamos vuestros ejem­
gozo que experim entarás tú el día de la resurrección, si tienes plos , conservem os la paciencia en nuestros trabajos, y nos ha­
la dicha de resu citar para la vida; más ¡ay de ti si resucitases gamos dignos “de eterno premio.
para la muerte eterna! Contempla á M aría subiendo al cielo. E p ílo g o y co lo q u io » . ¡ Oh M aría! C ozad en hora buena de
¡ Qué majestad! ¡Q uégran deza! Acompañada de su mismo Hijo, la excelsa gloria que habéis ganado con el ejercicio de las más
seguida de m iliares de ángeles, va subiendo esta a rca santa, excelentes y sublimes virtudes, y soportando con am or los más
atraviesa los a ir e s , traspasa las estrellas, y asciende hasta lo aflictivos tormentos. Esta celestial Señora', que tanto se asemejó
1 1)6 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Natividad de la Virgen. 1137

á su divino H ijo , que jam ás experimentó en su alma la corrup­ ■ divinos atributos brillan en esta benditísima Niña. F ija en E lla
ción de la culpa, y que ni siquiera había heredado,el pecado de los ojos de tu consideración, y , levantándolos al cielo, por una
Adán, ¿podía dejar de asemejarse á Jesucristo después de esta parte cúbrete de rubor viendo lo poco que glorificas á Dios,
vida, ni experimentar en su cuerpo las últimas consecuencias y por otra alábale y dale gracias por los bienes que ha deposita­
de la culpa en que no había caído? ¡A sí es, que, si murió, su do en M aría, por los cuales es digno de toda gloria. ¿Comprende­
muerte fué m uy transitoria; presto su dichosa alma volvió á re­ mos la gloria que reporta D ios en el nacimiento de María? ¿Cómo
unirse con su cu erp o , comunicándole los gloriosos dotes de la le glorificamos nosotros?
bienaventuranza; y luego, cuerpo y alma subieron alegremente P n n t o Sí.0 Considera cómo el nacimiento de M aría e s , no
al cielo, acompañados del mismo Jesús, su divino Hijo, y de una sólo glorioso para Dios, sino sumamente provechoso para nos-
multitud incomparable de espíritus bienaventurados. ¡Qué con­ otóos , y motivo de grande jú b ilo, y a por los bienes que nos anun­
fianza para todos los que nos preciamos de ser sus vasallos! c ia , y a también por los que nos proporc iona. María es la au­
¿Deseamos participar de esta misma gloria y felicidad? Imite­ rora celestial que anticipadamente nos revela la aparición del
mos á nuestra Madre en la práctica de las virtudes y en el su­ Sol de ju sticia , Cristo Jesús; es el arco iris que nos recuerda que
frimiento de lo s trabajos. P ara e s to , propongamos y pidamos presto cesará la lucha y guerra cruel que hay entre el cielo y
cuanto deseem os para nosotros y para nuestros prójimos. la tie r r a , y la enemistad que existe entre D ios y el género hu­
mano. ¡ Cuán consolador es para un esclavo el anuncio de que
presto ha de llegar quien le rescate! ¡Cuán satisfactorio para
NATIVIDAD DE LA VIRGEN.
un enfermo desahuciado la noticia de la venida de un sabio
m édico, que -sin duda le librará de su dolencia! E ste anuncio
'P reludio i .» El nacimiento de Maria eeun acontecimientogloriosísimo para Dios y úti­
gratísimo nos da á nosotros, m iserables esclavos del demonio
lísimo para el mundo.
P reludio a,° Representémonos á Maris en su nacimiento, á sus padree que la miran y enfermos de m uerte eterna, el nacimiento de María. Y , ¿no
llorando de consuelo, y i los ingeles contemplándola desde la gloria. nos alegrarem os? P ero, reflexiona cómo esta natividad,no es
P reludio 3.0 Pidamos que toda nuestra vida se empleeenglorificar á Diosy aprovechar solamente un pronóstico consolador para los hombres; es tam­
á nuestros prójimos. bién una fuente y manantial de gracias y bendiciones. E sta pre­
ciosísima Niña ha de ser nuestra Madre poderosa, encargada de
P u n t o l.° Considera cómo el nacimiento y aparición de Ma­ darnos la vida, sustentarnos, defendernos, asistirnos y ayudar­
ria en este mundo es motivo de grande gloria para Dios. Un edi­ nos en todas nuestras necesidades; será la abogada omnipotente
ficio magnífico honra al arquitecto que lo ha ideado y dirigido su que defenderá nuestra causa delante de Dios; será nuestro re­
obra; un cuadro m uy perfecto honra al pintor que lo ha dibuja­ fugio y consuelo, nuestra reina y todo cuanto podamos desear y
do; un reloj ó alh aja muy primorosa honra al artífice que lo ha apetecer. M ira cuánta razón tienes para alegrarte en este día;
trabajado. ¿C uáuta honra y gloria recibirá Dios de lasjerarquías despierta tu confianza, y espera que aquel' bondadoso Señor que
angélicas, que contemplan extasiadas las grandezas de M aría en ha comenzado la obra de tu felicidad eterna, se dignará consu­
su mismo nacimiento? L a reina de Sabá, al v e r el orden, la gran­ m arla para gloria suya. ¡Oh María! ¡Oh hermosísima Niña! Y o
deza y arm onía, la abundancia y el esplendor de la corte de Sa­ os saludo al veros aparecer en el mundo como gratísim a señal
lomón , no pudo menos de admirar con pasmo la sabiduría de de paz. reconciliación y consuelo; naced también en mi alma por
este monarca. A dm ira tú también la sabiduría, omnipotencia y medio de una tierna d evoción , para que con Vos venga Jesús á
bondad de D io s al considerar las riquezas espirituales, el orden tomar posesión de e lla , y no se aparte ya por toda la eternidad.
d ivin o , la grand eza soberana de M aría, cuyos principios son E p í l o g o y c o lo q u io s * ¡Bendita sea la bondad y ternura de
muy superiores á los más elevados montes. Pondera también nuestro gran D ios, q u e, cuando m ás airado debía estar contra el
cómo la gloria d e Dios consiste en la manifestación de sus infini­ mundo, se acuerda de su infinita m isericordia, y le proporciona
tos atributos, lo s cuales se descubren y resaltan m aravillosa­ el m ás soberano beneficio! M aría ha nacido, ¡qué gloria para
mente en el nacimiento de María. Descúbrese su fidelidad en Dios! Jamás sus omnipotentes manos hablan producido una obra
cumplir las prom esas tantas veces rep etid as; su misericordia en tan acabada. Jamás habían brillado con tanto esplendor en cria­
compadecerse d e un mundo tan desgraciado é in grato; su bon­ tura alguna las perfecciones divinas. M aría ha aparecido en el
dad en llenar d e tan inefables dones á una hija de A dán pecador, mundo: ¡qué dicha, felicidad y ventura para todo el género hu­
y en escuchar la s humildes súplicas de Joaquín y A na, por tanto mano! E lla es la cándida paloma que nos trae el ramo de olivo,
tiempo estériles; su providencia, su caridad, su poder, todos los el arco iris que nos anuncia que v a á aplacarse la indignación de
72
1138 Serie quinta.— Dominicas y fiestas del año. Fiesta de todos los sanios. 1139
D ios contra el mundo. E lla ha de ser la corredentora del género ñor, tendré la dicha de ser- contado entre los felices que con
humano, la m adre, abogada, defensora, refugio y consuelo de V o s están sentados á vuestra mesa celestial ?
los hombres. ¿Es posible que en esta festividad no salte de júbilo P u n t o í , ° Considera aquí la hermosísima y ordenada va-'
nuestro corazón, recordando todas estas-cosas? ¿E s posible que riedad que hay entre los bienaventurados, la cual es por todos
no comencemos y a de una vez á honrar y obsequiar del modo conceptos admirable. A s í como las estrellas del cielo se distin­
que nos sea posible á esta dulcísima Madre? Miremos de qué guen en la claridad, pero todas son hermosas, así los bienaven­
manera hemos de recibirla en su venida al mundo, qué prepa­ turados son muy diversos en su hermosura y claridad celestial,
ración nos exige, qué virtudes pretende hallar M aría en nosotros. pero con sumo concierto y orden en sus grados. L o s ángeles es­
Formemos los propósitos que nos inspire esta Señora y nos tán distribuidos en tres jerarquías y nueve coros, diferentes todos
dicte el corazón; pidamos con confianza por nosotros y por todo en la naturaleza y en los dones de sabiduría y g ra cia , con una
el mundo. belleza admirable. Entre ellos están los hombres m ezclados con
sus coros, y algunos sobre todos ellos, porque les exceden en la
FIESTA DE TODOS LOS SANTOS. santidad. H ay coros de Patriarcas y Profetas, de A póstoles y
E vangelistas, de M ártires y Confesores, de Pontífices y Docto­
P reludio 1.® Representémonos la gloria, los santos y ángeles, distribuidos en coros- r e s , de Sacerdotes y R eligiosos, de Vírgenes y Viudas, y de
gloriosísimos, alabando y cantando alegremente al Sefior á quien contemplan. otros estados, y todos con sumo concierto y hermosa variedad.
P reludio 2 .° Pidamos la gracia de conocer la excelencia y belleza de los moradores- Pondera, sobre todo, cóm o, con tanta variedad de grados, be;
celestiales , y la dicha de ser contados entre ellos. lleza y clarid ad , la unión entre todos es estrechísim a y amabi­
lísim a, porque todos se aman con un amor ardentísimo en Dios,
con suma conformidad de sus voluntades, sin encuentros, ni plei­
P a n t o l.° Considera primeramente la muchedumbre innu­
tos, ni ambiciones ó envidias. L o s m ayores aman tiernamente á
merable de los bienaventurados. De solos los ángeles, dice Daniel
los m enores, y les desean dar cuanto pueden. L o s menores aman
que millares de millares asisten delante de Dios, y que diez veces
intensamente á los m ayores, y se gozan del bien en que los exce­
cien m illares le sirven; y de los hombres no vacila san Juan
den. E l bien de uno es bien de todos, y el bien de todos es bien de
en su Apocalipsis en afirmar que son una multitud tan grande,
cada uno. Todos comen á una m esa de la divinidad, beben de
que ninguno la puede contar; porque, aunque el número de ellos
una copa celestial, tienen unos mismos ejercicios, sirviendo á un
sea pequeño en comparación del infinito número de los condena­
mismo Dios con un mismo espíritu; porque Dios está en todos, y
dos , pero absolutamente son m uchos; por esto dijo Jesús que en
es todas las cosas á todos, uniéndolos entre sí y consigo mismo.
la casa de su Padre hay muchas moradas. Con todo, aunque son
¿Deseas tan amorosa compañía ? ¿Imitas las virtudes que ellos
innumerables, todos se conocen y conversan unos con otros con
practicaron ? j Oh Santos bienaventurados, que os visteis en los
tanta familiaridad, como si fueran pocps. Pondera , adem ás, la
peligros en que yo me v eo , y gozáis y a de la quietud que y o de­
calidad de estos afortunados ciudadanos, la cual es gloriosísima
seo! Ayudadme con vuestras oraciones, para que imite vuestras
porque todos son nobilísim os, santísimos, sapientísimos, pruden­
virtudes, y llegue á tener parte en vuestras coronas, gozando de
tísimos, afabilísimos y eminentísimos en todas las cualidades que
vuestra compañía por todos los siglos.
se pueden desear, de condición, complexión, cortesanía, dis­
E p í l o g o y c o lo q u io s. ¡ Qué recuerdos tan suaves y placen­
creción y de toda v irtu d , porque allí no puede entrar demo­
teros nos trae á la memoria la festividad de este día! En el cielo,
nio, ni pecador, ni persona que esté mancháda con resabio de
cobijados bajo las alas protectoras de D ios, se hallan innumera­
culpa, ni de otra imperfección. Todos son lirios sin espinas, gra­
bles hermanos nu estros, y desde allí nos miran, contemplan
no sin paja, trigo sin cizaña; porque las espinas, paja y cizaña
nuestras luchas, ayúdannos con sus oraciones, y suspiran por­
se quedan fuera del cielo para cebo del fuego del infierno. Pues,
que vayam os á acompañarlos. Su número es sobre toda ponde­
si tanto contento recibim os con la compañía de un hombre sa­
ración; sus cualidades y los adornos que los embellecen son
bio, discreto y santo, ¿qué gusto recibiremos en tratar con tantos
herm osísim os; la variedad es sobremanera admirable; y , en
y tan grandes en sabiduría, discreción y santidad? ¡Oh Dios
medio de tanta diferencia, hay una unión, paz, conformidad tal,
de las virtudes! ¡Cuán hermosos y apreciables son vuestros ta­
como si fuesen iguales. Todos se conocen con perfección y se ha­
bernáculos ! ¡ Bienaventurados son los siervos que asisten delante
blan con amor; allí no hay defectos, imperfecciones ni faltas;
de V o s! Por los siglos de los siglos os alabarán. ¡O h, si yo pu­
comen á l a misma m esa, ven la misma Divinidad, entonan ale­
diese formar parte de vuestra brillantísima corte ! ¿Cuándo, Se­
gres cantares, y beben del río impetuoso y suave de los deleites
1 140 Serie q u in ta .— Dominicas y fiestas del año. r

divinos. |Oh m il v e c e s dichosos aquellos que, desatados de las


cadenas de este cuerpo corruptible, han volado al seno de Dios!
¿Seremos nosotros contados algún día entre estos felicísimos
coros de bienaventurados ? Nuestras obras lo dirán. ¿ Qué nos TABLA
conviene ahora p racticar y evitar? Mirémoslo con cuidado, y ha­
gam os firmes propósitos de obtenerlo. Pidamos el cumplimiento Dfi
de éstos y el a u x ilio divino en todas las necesidades que se nos
han encomendado.
MEDITACIONES PARA LOS DÍAS DE EJERCICIOS ESPIRITUALES

Cuando los santos ejercicios no han de durar más que seis días,
inclusos los de entrada y de salida. suponiendo que cada día se tienen
cuatro meditaciones y en el primero y último dos, la distribución de
ellas se hará del modo siguiente:
Pági.
o j Fin del hombre............................................ 21
,a 1' { Idem de las criaturas...................... ; ........ ; 24
Pecado mortal............................................. 27
FIN. Castigo de los pecados.. . ........................... 30
u,a 2‘ Muerte......................................................... 33
Penas del infierno en particular.................. 46
Arrepentimiento del pródigo..................... . 411

Día 4.0
( Reino de Jesucristo................................... :

Infinita caridad de Dios en la Encamación


Jesús se queda en el templo.
Nacimiento de Jesús...................................
Bautismo de Jesús................
Jesús se retira al desierto..
102
tu
124
843
168
•7'
Dos banderas....................... 375
Tres clases de hombres........... 578

ni
I Tres grados de humildad.......

Entrada de Jesús en Jerusalén.


Crucifixión de Jesucristo........
f. o 1Resurrección de Jesucristo...,
&
502
7*5
458

\ : a En' los
I Venida del de
ejercicios Espíritu Santo...
diez días se podrán tener las siguientes
meditaciones:

Pía i.* | Fin del hombre................................................................ 21


1 Fin de las criaturas........................................................ 24
o 1 Pecado mortal............................................................... 27
Uta 2.0 \ Castigo de ios pecados................................................. 30
( Muerte............................................................................. 33
1142 Tabla de Meditaciones.

i Juicio particular..........................................
Día j » )JU‘C1° un>versal...........................................
1Infierno y eternidad de sus penas..............
( Penas del infierno en particular................
INDICE
Hijo pródigo................................................

Día 5.0
IReino de Jesucristo.......................................

Causas de la Redención..............................
Nacimiento de Jesucristo.,
Caridad infinita de Dios en la Encarnación
Adoración de los pastores.
P
INTRODUCCIÓN.

r ó l o g o ........................................................................................................
Método para hacer la meditación.....................................
Págs.

9
3
Adoración de los Reyes... Modo de servirse de este libro........................................... •5
Subida de Jesús al templo indulgencias concedidas á la meditación.......................... «9
/ Bautismo de Jesucristo................
¡Jesús se retira al desierto........... PRIMERA SERIE.
Día 6.°
j Vocación de los Apóstoles...........
M editaciones de la vía purgativa.
( Excelencias de la ley evangélica
1 Dos banderas............................ 1 .*— Fin del hombre........................................... ...........
nía * o 'Tres clases de hombres........... 3.a— Fin délas criaturas................................................ 24
' ' \Tres grados de humildad........ 3. *— Pecado mortal: su gravedad.................... . 27
[Entrada de Cristo enjerusalén. 4. *— Castigo de los pecados.............................. 30
1 Penas interiores y exteriores de Jesús.. .. 5. *— Muerte: sus propiedades y consecuencias........... 33
ó.*— Juicio particular.................................................... 36
Día 8 ° ^ mor con 9 ue Padece Jesús......................
' | Injurias que sufrió Jesús en casa de Caifas 7.*— -Juicio universal...................................................... 39
[ Crucifixión de Jesucristo........................... 8 a— Infierno y eternidad de sus penas..........................
9. a— Penas del infierno en particular................. 4l
46
Resurrección de Jesucristo.......................

¡
10. “ Purgatorio: sus penas.................................. 49
Aparición de Jesús á su Santísima Madre 11. — Soberbia y humildad................................... ?2
12. — Avaricia y pobreza dq espíritu..................... 53


Aparición á San Pedro.............................
( Ascensión
Aparición ádelos
Jesús...........
Apóstales........................
13.
14.
— Lujuria y castidad................................
-—Ira y mansedumbre......................................
f01
’ ¡ Venida del Espíritu Santo, 15. — Gula y templanza....................................... 64
16. — Envidia y caridad........................................ 67
DÍA DE RETIRO MENSUAL. 17. — Pereza y fervor............................................ 70
18..— Mandamientos de la ley de Dios........................... 74
En este día se tendrán cuatro meditaciones, que serán: 19. — Sentidos y potencias exteriores.................. 77
20. — Potencias interiores del alm a..... ................ 80
1. “— Muerte : sus propiedades y consecuencias............. 21.— Estado religioso: sus fines..............'..................... 83
2. »— Una de los pecados capitales, la que más convenga, ó 22. — Bienes del estado religioso.......................... 86
bien, siguiendo cada mes el orden de las mismas......... 2 3 — Voto de pobreza.................................................... C)0
3. a— Sentidos y potencias exteriores............................. 24 — Voto de castidad.................................................... 93
4. a— Sentidos interiores del alma................................... 23. — Voto de obediencia..................................... 96
36.— Observancia de las reglas.................................... 99

M editaciones de la via ilum inativa.

27. — Reino de Jesucristo.................................... 102


28. — Causas de la Redención.............................. 105
29. — Atributos divinos que brillan en la Encarnación 108
30 — Infinita caridad de Dios en la Encamación......... 111
Indice. Indice. 1145
ii 44
Pijs. Págs.
31. — Tiempo de la Encarnación..................................... ti4 81 ■— Juicio de los hombres acerca de Dios............................... 2_
32. — Condiciones del cuerpo que tomó el Verbo encarnado.. 117 82.— Ilustre confesión de san Pedro......................................[ ’ ’ 2g¿
33. — Excelencia del alma de Cristo.................................. 120 83.— Transfiguración del Señor........................................... *** 2g
34. — Nacimiento de Jesús................................................ 124 84. — Circunstancias de la transfiguración....................... ” 2g^
35.— Enseñanzas de Jesús recién nacido.................................... !27 85.— Petición de los hijos del Cebedeo................................ “ “ ^
36 . — Adoración de los ángeles al Niño Jesús.................. 86. — Los hijos del Cebedeo aceptan el cáliz de la Pasión.. . .** 3¿!-
130
37. — Cántico de los ángeles en el Nacimiento................ 87. — Santidad de Lázaro el pobre.....................................' ’ ‘ 3~
38. — Adoración de los pastores á Jesús........................... 88. — Desventura del Epulón............................................ [ *
136-
39.— Contemplación del Nacimiento......................................... 89. — Conversión de la Magdalena....................................... '/ ,0
*39 90 — Jesús defiende y perdona á la Magdalena.................... ’
40. — Buen uso del tiempo............................................... 142
41. — Circuncisión del Niño Dios....................................... 91. —Jesús habla con la samaritana..................................... ’ * \ ^
«45 92. — Conversión de la samaritana....................................... ’/ ^
42. — Nombre de Jesús....................................................... 148
43. — Adoración de los Reyes magos................................ 93. — Absolución de la mujer adúltera............................ *,)]
*5 *
44. — Virtudes, pruebas y premios de san José.............. 94.— Conversión de Zaqueo................................................... ’ ’ ’ í 2^
*55 95 — Libra Jesús del demonio á la hija de la Cananea.. . . . *
43.— San Juan Bautista en el desierto...................................... .58
46. — Predicación de san Juan Bautista............................ 163 96 — Sana Jesucristo al criado del Centurión.........................* *
47. — Embajada de los judíos al Bautista......................... 97. — Curación de la hemorroísa........................................ ’ ’
*Ó5
48. — Bautismo de Jesucristo............................................ 168- 98.— Curación del tullido de la piscina............................... ” li
49. —Jesucristo se retira al desierto................................. 99.— Curación de un leproso.................................................. ** V JÍ
«7 1
50. — Tentaciones de Jesucristo, en general.............................. 100. — Curación de diez leprosos........................................ ’ * ^
51. — Tentaciones de Jesucristo, en particular......................... t o t .— Curación del ciego dejericó...........................................’ )
32.— Vocación de los Apóstoles................................................ 102. — Curación dél ciego de nacimiento............................. * * Tío
53. — Correspondencia de los Apóstoles á la vocación... »85 103.— Curación de un sordo-mudo............................................ * y ;
54. —Jesús arroja del templo á los profanadores.......... 188 104.— Curación del endemoniado lunático........................... ’ ** ]
55. — Sermón del monte.— Introducción......................... 192 105. — Resurrección de la hija de Jairo..................... . . [ * ] ^
56. — Primera bienaventuranza.— Los pobres de espíritu.............. m 106. — Resurrección del hijo de la viuda deNaim.....******
57. —Segunda bienaventuranza.— Los mansos............... 198 107. — Enfermedad y muerte de Lázaro......................
58.— Tercera bienaventuranza.— Los que lloran...................... 201 108. — Resurrección de Lázaro...........................................**] fg g
59. — Cuarta bienaventuranza. — Los hambrientos........ 203 109. — Los judíos decretan la muerte de jesús...................." *
60. — Quinta bienaventuranza.— Los misericordiosos.................... 208
6 1. — Sexta bienaventuranza.— Los limpios de corazón. 211
62. — Séptima bienaventuranza.— Los pacíficos.............. 214 112. — Tres grados de humildad............. ............................’ *
63. — Octava bienaventuranza.— Los que padecen persecucio­ 1 13. — Parábola de los que edifican sobre arena y los que sobré
nes por la justicia................................ ........................ 218 .............................................................................. 384
64. — Oficios apostólicos.......................... ........................ 221 114. — Parábola del sembrador............................................... ,gg
65. — Promulgación de la ley evangélica........................ 224 115. — Parábola de la cizaña. ( Primera parte).....................
60.— Excelencias de la ley evangélica...................................... 227 116.— Parábola de la cizaña. ( Segunda parte).................. '**
67.— Preámbulo del Padre nuestro............................................ 230 117.— Parábola del grano de mostaza................................... ’ ’ ,gg
68-— Oración del Padre nuestro.— Primera parte.................... 234 118. — Parábola del mercader que buscaba perlas.......... ; t ’
69. — Oración del Padre nuestro.— Segunda parte.......... 237 119. — Parábola de la oveja perdida.................................. [*
70. — Misión de los Apóstoles............................................ 240 120. — Parábola del hijo pródigo. Sus extravíos................... 40g
71. — Requisitos de los varones apostólicos............................... 244 121. — Arrepentimiento del hijo pródigo................................. 4U
72. — Prisión de san Juan Bautista.................................... 247 122.— Parábola del Samaritano.............. ..................................’ 4 (4
73. — Martirio de san Juan Bautista.................................. 251 123. — Parábola del siervo de los talentos................................. 4 |g
74. — Misericordia de Jesús en el milagro de los cinco panes.. 254 124. — Ingratitud y castigo del siervo de los talentos.......... 421
75. — Circunstancias del milagro de los cinco panes....... 257 125. — Parábola del mayordomo llamado á cuentas............ .............................
76. — Hartura y gratitud de las turbas............................ 260 126. — Parábola del fariseo y del publicano........................... 428
77. — Jesús sosiega una tempestad.... .............................. 263 127. — Parábola de los obreros alquilados............................... 4j t
78. — Tempestad en que Jesús anduvo sobre las ftguas. 267 128. —-Parábola de la viña dada en arriendo........................... 435
79. — Jesús es tenido por fantasma................................... 370 129. — Parábola de los convidados á las bodas.................. 438
80. — Jesús permite á san Pedro andar sobre las aguas.. m 130. — Nuevos convidados á las bodas.................................... 44 |
1 146 Indice.
Indice. 1147
Pigs. Pigs.
131. — Parábola de las diez vírgenes................... 445 13. — Lavatorio de los pies................................................... 383
132. — Castigo de las vírgenes necias:............... 448 14. — Resistencia de Pedro al lavatorio de los pies............... 587
133. — Parábola de los talentos.......................... . 13.— Jesús descubre á sus Apóstoles que entre ellos hay un
451 traidor............................................................................. 390
134. — Premios de los que lucraron con los talentos. 454
16. — Contienda de los Apóstoles y avisos de Jesús............. 594
Meditaciones de la vía unitiva. 17. — Sermón de la cena. — Amor de Dios......................... 597
18. — Sermón de la cena. — Amor fraternal.......................... 600
133-— Resurrección de Jesucristo................................................. 458 19. — Sermón de la cena.— Oración..................................... 604
136. — Aparición de Jesucristo á María Santísima... . : ......... 461 20-— Sermón de la cena. — Consuelo en los trabajos........... 607
137. — Aparición de Jesús á la Magdalena................................ 464 21. — Oración de Jesús después de la cena.............................. 610
138. — Aparición d e Jesús á san Pedro................................... 467 22. — Va Jesús al huerto y le asalta la tristeza..................... 614
139. — Aparición á los discípulos de Emaús........................... 23. — Causas de la tristeza de Cristo en el huerto............... 617
471 24. — Oración de Cristo en el huerto.................................... 620
140. — Aparición d e Jesús á los Apóstoles............................... 474
141. — Aparición de Jesús en el mar de Tiberíades................ 25. — Jesús visita á sus Apóstoles, y vuelve á orar............. 624
477 26. — Aparición del ángel y sudor de sangre......................... 627
142. — Aparición á los Apóstoles, estando santo Tomás....... 481
143. — Ascensión de Jesucristo al cielo................................... 484 27. — Llegada de Judas y de los soldados al huerto.;.......... 631
144. — Venida del Espíritu Santo............................................. 488 20. — Los Apóstoles quieren defender ájesúsy Él no lo permite. 634
145. —-Don soberano del Espíritu Santo................................. 491 29 — Prendimiento de Jesús........................................................ 637
146. — Fin porque se da el Espiritu Santo................................. 30. — Jesús es llevado á casa de Anas..................................... 641
494
147. — Efectos que obró el Espiritu Santo en los Apóstoles.. . 31. — Bofetada de Jesús y remisión á Caifás........................ 644
497
148. — Don de lenguas............................................................. 500 32. — Pedro niega por tres veces á Cristo.............................. 647
149. — Inspiraciones del Espíritu Santo................................... 504 33. — Penitencia de Pedro........................................ ............ 650
150. — Dones del Espíritu Santo............................................... 34. — Falsos testimonios contra Cristo................................. 654
507 35.— Injurias que sufrió Jesús en casa de Caifás.................... 657
151. — Unidad de Dios y Trinidad de Personas..................... 510
132.— Bondad infinita de Dios..................................................... 36.— Nuevas injurias de Jesucristo en casa de Caifás.............. 661
153. — Caridad y amor de Dios............................................... 5‘ í 37. — Presentación de Jesús á Pilatos.................................... 664
510
154. — Misericordia de Dios..................................................... 520 38. — Acusación de Jesús ante Pilatos................................... 667
155. — Omnipotencia de Dios en la creación......................... 39. — Silencio admirable de Jesús........................................... 670
156. — Omnipotencia de Dios en la conservación................... 53t
326 40 — Presentación de Jesús ante Herodes.................................. 674
157. — Providencia de Dios....................................................... 41. — Jesús pospuesto á Barrabás........... ............................... 677
5a9 42. — Flagelación d$ Jesucristo............................................. 680
158. — Elección , virtudes y premios de los santos.................
159. — Gloria del cielo ............................ , ................................ 536 43.— Circunstancias de la flagelación........................................ 684
100.— Sagrado Corazón de Jesús................................................ 44. — Coronación de espinas...................................................... 687
539 45. — Afrentas y dolores de Cristo en la coronación.......... 690
SEGUNDA SERIE. 46. — Jesús presentado <ú pueblo por Pilatos.......................... 693
47. — Contienda de los judíos y de Pilatos acerca de la muerte
Meditaciones de la Pasión de Jesucristo. de Jesús........................................................................ 696
48. — Sentencia de muerte contra Jesús................................ 699
Advertencia sobre estas meditaciones.......................... 49. — Sale Jesús con la cruz á cuestas.................................... 702
544
1. a— Excelencia de la Persona que padece........ 50. — Simón Cirineo ayuda á Jesús á llevar la cruz.............. 705
544 51. — Encuentro de Jesús con las mujeres de jerusalén y con
2. aj—Penas interiores y exteriores de Jesús............ 547
3. *— Perseguidores de Jesús.................................... su Santísima Madre...................................................... 709
550 32.— Preliminares de la Crucifixión.......................................... 712
4. “— Personas por quienes padece Cristo............... 553
3.*— Amor con que padece Cristo............................... 53. — Crucifixión de Jesucristo............................................... 713
5?6
6. a — Subida de Jesucristo á Jerusalén.................... 54. — Levantan los soldados la cruz enalto......................... 718
559 35. — Misterios encerrados en Jesús crucificado................... 721
7. *— Entrada solemne de Cristo en Jerusalén........ 362
8. a— Jesús llora sobre Jerusalén............................. 566 36. — Título puesto sobre la cruz........................................... 724
9. a— Jesús ungido por la Magdalena...................... 569 . 57.— Partición de las vestiduras.............................................. 727
10. — Judas vendeá Cristo, su Maestro................... 58. — Injurias que recibe Jesús crucificado............................ 731
573 59. — Primera palabra que dijo Cristo en la cruz: «Padre,
n . — Objeto y precio de la venta de Jesús.................. 576
12.— Jesús celebra la Pascua con sus discípulos........ perdónalos»................................................................... 734
580
1148 Indice.
índice. »149
Mgs.
60. — Ladrones crucificados con Cristo..........................
61. — Oración del buen ladrón, y segunda palabra de Jesu­ 32. — Muerte preciosísima de María................................. 876
cristo : « Hoy serás conmigo....»................................ 33. — Asunción y gloria del alma de María........ ............ |7 9
62. — Tinieblas, y cuarta palabra : «Diosmío, ¿por qué me 34. — Coronación del alma de María................................ 882
desamparaste?».............................................................. 35. — Asunción de la Virgen Santísima, cuanto al cuerpo.... 883
63. — Quinta palabra : «Tengo sed ».............................. • 36. — Humildad de María para con Dios........................... 889
64. — Sexta palabra : « Consummatum est»................. 37. — Humildad de María, en orden á los demás.......... 892
65. — Séptima palabra : « En tus manos encomiendo....»; y 38. — Humildad de María en las contradicciones............ 895
muerte de Jesús.............................................................. 39 — Motivos de la devoción á Nuestra Señora....................... 899
66. — Milagros ocurridos en la muerte de Jesús............. 40 — Excelencia del Inmaculado Corazón de María................ 902
67. — Lanzada del costado de Cristo...............................
68. — Sangre y agua que salió del costado de Jesús........ CUARTA SERIE.
69. — Descendimiento de la cruz.....................................
70. — Entierro y sepultura de Cristo............................... Meditaciones del Santísim o Sacramento*

TERCERA SERIE. Advertencia sobre estas meditaciones......................................... 906


1. "— Disposiciones para comulgar............................... 906
Meditaciones de la Virgen Santísima. 2. *— Comunión infructuosa.......................................... 910
3. a— Cosas que encierra el divino Sacramento en general..9.i.3
Advertencia sobre estas meditaciones............................... 4. ’— En el Santísimo Sacramento está el cuerpo de Jesucristo. 916
774 5. *— Sangre preciosa de Jesús........................................
1. *— Elección y predestinación de María........ 774 919
2. * — Inmaculada Concepción de María............... 778 6. “— Alma santísima de Cristo....................................... 922
3. *— Nacimiento de la Virgen Santísima............ 7. “— En el divino Sacramento está la Santísima Trinidad..925 ..
7«* 8. *— Méritos de Jesús encerrados en la Eucaristía.......
4. a— Dulce nombre de María............................... 784 928
5. *— Presentación de la Virgen Santísima.....................................
787 9. a— Virtudes de Jesús en el Santísimo Sacramento..... 932
6. *— Vida que hizo la Virgen en el templo........ 790 10. — El Santísimo Sacramento es el alimento de los cristianos, 935
7. *— María consagra su virginidad á Dios.......... n . — El Santísimo Sacramento es suma de las grandezas de
793 Dios.................................................................................
8. a— Embajada de san Gabriel á María.............. 938
9. * — Salutación angélica....................................... 12. — El Santísimo Sacramento, causa de la gracia...... 941
10. — Turbación de María en la Anunciación........ 803 13. — El Santísimo Sacramento, causa de nuestra unión con
11. — Prudente pregunta de la Virgen.................. 806 Cristo.............................................................................. 944
12. — Consentimiento de María á la embajada del ángel 810 14. — Efectosde nuestra unión con Cristo....................... 947
13. — Visitación de María á santa Isabel............... 813 15. — El Santísimo Sacramento, recuerdo de la Pasión de Jesús. 95*
14. — Cántico « Magnificat» , primera parte........ 816 16. — El Santísimo Sacramento, señal y prenda de la gloría. 954
15. — Cántico « Magnificat» , segunda parte...... 819 17 . — Ceremonias que precedieron á la institución del Sacra­
10.— Cántico « Magnificat » , tercera parte.................. mento ............................................................................. 957
823 18. — Tiempo en que instituyó Jesús el Santísimo Sacramento. 960
17. — Expectación del parto.................................... 826
18. — Jornada de la Virgen á Belén.................................. 19. — Lugar y compañía de Cristo al instituir la santa Euca­
830 ristía................................................................................
19. — Purificación de la Virgen Santísima.............. 963
855 20. — Grandezas que descubrió Jesús en la consagración. 966
20. — Presentación del Niño Jesús al templo........... 836
21. — Generosidad de Jesús en la consagración............. 969
21. — Huida á Egipto................................................ 839
22. — Pérdida de Jesús y su encuentro................... 22. — Comunión de Jesús y de los Apóstoles.................. 973
843 23. — Consagración del cáliz............................................ 976
23. — Bodas de Cana.— Intercesión de María......... 846 24. — Especies sacramentales............................................ 979
24. — Dolores de María............................................. 849 23.— Seis actos misteriosos de Jesús al instituir el Smo. Sa­
25. — María al pie de la cruz.................................... 85 3 cramento......................................................................... 982
26. — «Ecce Mater tua».— Tercera palabra........... 856 26. — Los Apóstoles reciben la potestad de consagrar... 985
27. — Soledad de María........................................... 859 27. — Jesús quiere que se celebre el Santo Sacrificio en su me­
28. — María sigue los consejos evangélicos............ 862 moria............................................................................... 989
29 — Oración y contemplación de María......................... 866 28. — Jesús sacramentado, nuestro Dios.......................... 992
30. — Celo de María por la salvación de las almas. 869 29. — Jesús sacramentado, nuestro R ey......................... 995
31. — Proximidad del tránsito de María.................. 872 30. — Jesús sacramentado, huésped del alma............................ 998
5° Indice.
'
Índice. 1151
Pég'-
p ág¡.

SE R IE QJJINTA
Dominica XVII después de Pentecostés..........................................
Dominica XVIII después de Pentecostés........................................ 1102
Dominicas y fiestas del año. Dominica XIX después de Pentecostés............................................ IQ.
Dominica XX después de Pentecostés............................................. no6
Advertencia sobre estas meditaciones............................................ 1001 Dominica XXI después de Pentecostés............................................ l0g
Dominica I de Adviento............................................................ . . . . 100l Dominica XXII después de Pentecostés.......................................... 0
Dominica II de Adviento.................................................................... 1003 Dominica XX 11I después de Pentecostés......................................... J2
Dominica III de Adviento...................................................................... I00j Dominica XXIV después de Pentecostés.........................................
Dominica IV de Adviento...................................................................... 1007
Dominica dentro de la Octava de Navidad.................................... 1009 F IE S T A S DEL A Ñ O .
Dominica vacante después de la Circuncisión.............................. 1012
Dominica dentro de la Octava de la Epifanía.............................. 1014 Inmaculada Concepción de María.................................................... 11 jj-
Dominica II después de la Epifanía.................................................... 1016 Nacimiento de Jesús........................................................................... g
Dominica III después de la Epifanía................................................... IOi9 Principio de año y enmienda de la vida......................................... 111
Dominica IV después de la Epifanía.......... ....................................... 1021 Epifanía del Señor............................................................................... 112
Dominica V después de la Epifanía.................................................... 1023 Purificación de la Virgen................................................................... 1122
Dominica VI después de la Epifanía...................................... 1026 Anunciación de la Virgen.................................................................. 1 ,2 £
Dominica de Septuagésima................................................................... 1028 Ascensión de Jesucristo........................................ ............................. 11 ^
Dominica de Sexagésima...................................................................... 1030 Fiesta del Corpus Christi.................................................................... 1 12°
Dominica de Quincuagésima................................................................ 1032 Fiesta de san Pedro Apóstol............................................................ 1130
Dominica I de Cuaresma...................................................................... 1035 Fiesta de Santiago el Mayor.'........................................................... lI 3 2
Dominica II de Cuaresma.................................................................... 1037 Asunción de Maria............................................................................. 1,34
Dominica III de Cuaresma.................................................................... 1039 Natividad de la Virgen....................................................................... 1136
Dominica IV de Cuaresma.................................................................. 1042 Fiesta de todos los Santos...................................- .......................... 1138
Dominica de Pasión. . . . . . .................................................................... 1044 Tabla de Meditaciones para los días de ejercicios espirituales.. 1141
Dominica de Ramos.............................................................................. 104b Día de retiro mensual........................................................................ 1143
Dominica de Resurrección.................................................................... 1048
Dominica de Qpasimodo....................................................................... 1030
Dominica II después de Pascua........................................................... 1052
Dominica III después de Pascua........................................................... '054
Dominica IV después de Pascua........................................................... 1036
Dominica V después de Pascua........................................................... 1058
Dominica dentro de la Octava de la Ascensión.............................. 1060
Dominica de Pentecostés...................................................................... 1062
Dominica I después de Pentecostés.................................................... 1064 HN DEL ÍNDICE.
Dominica, dentro de la O ctava‘del Corpus, II después de Pen­
tecostés............................................................................................. 1066
Dominica III después de Pentecostés................................................. 1068
Dominica IV después de Pentecostés................................................. 1070
Dominica V después de Pentecostés................................................. 1073
Dominica VI después de Pentecostés................................................. 1075
Dominica VII después de Pentecostés.............................................. 1077
Dominica VIII después de Pentecostés............................................ ,079
Dominica IX después de Pentecostés............................................... 1081
Dominica X después de Pentecostés................................................ 1083
Dominica XI después de Pentecostés............................................... 1085
Dominica XII después de Pentecostés.............................................. 1087
Dominica XIII después de Pentecostés.............................................. 1089
Dominica XIV después de Pentecostés............................................... 1091
Dominica XV después de Pentecostés............................................... 1094
Dominica XVI después de Pentecostés............ ............................... 1096.

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