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Duelo: “amar y dejar partir”

¿Como dejar ir aquello que más se quiere… lo más valioso y atesorado, sin sentir que se muere
con la pérdida? ¿Cómo continuar viviendo sin lo amado…?
Hemos señalado en otras ocasiones que la pérdida es parte de la vida, que debemos aprender
de ellas. En esta breve columna quisiera desarrollar algunos aspectos prácticos que se
relacionan con tareas o desafíos que las personas generalmente necesitan realizar para superar
sus pérdidas y que han sido señaladas por especialistas en duelo como Neimeyer (2002), a
saber:

 Reconocer la realidad de la pérdida: durante un primer momento la tendencia es a


negarse a lo que esta pasando, a que la persona amada no esta físicamente. Si bien la
persona puede reconocer cognitivamente (racionalmente) lo ocurrido, a nivel
emocional cuesta aceptar que ya no se podrá acceder físicamente a la persona.

 Abrirse al dolor: distanciarse del gran dolor que provoca la pérdida, no hace sino
retrasar y perpetuar las emociones penosas. Sin embargo, abrazar el dolor no debe
confundirse con focalizarse las 24 horas del día en él, por tanto es necesario darse
momentos para contactarse con las emociones y recuerdos del ser querido, así como,
para retomar el contacto con las tareas domésticas y con el mundo externo. Es el
hacer de la vida cotidiana, el que nos permite descansar por momentos de la dura
carga que implica contactarse con emociones tan fuertes.

 Revisar nuestro mundo de significados: ¿cuántas veces las experiencias de pérdida


modifican nuestras creencias?, como por ejemplo, cuando se muere un niño en una
tragedia y ésto transforma nuestra manera de relacionarnos con Dios o de cuestionar
su existencia. Cuando nuestras creencias se derrumban es preciso encontrar nuevas
preguntas o respuestas que sin rechazar las antiguas visiones nos permitan ampliar
nuestra mirada del mundo.

 Reconstruir la relación con lo que se ha perdido: usualmente la gente piensa que debe
olvidar las pérdidas y mirar hacia delante, sin embargo, la investigación sugiere que no
es necesario distanciarse de los recuerdos del ser querido sino transformar la relación
basada en la presencia física en algo simbólico. Visto de este modo, la relación no se
pierde, se transforma y la presencia del ser perdido puede volverse un consuelo.

 Reinventarnos a nosotros mismos: con la pérdida una parte de nosotros muere, ya


que aquello que somos es resultado en parte de nuestra historia junto a nuestros
seres queridos. Es por ello el vació que nos provocan sus ausencias y el hecho que
nunca seremos los mismos. Se trata de construir una nueva imagen que se ajuste a
nuestra nueva historia, pero que integre los aprendizajes de la historia pasada,
generando nuevas oportunidades y significados; rescatando lo mejor de cada día.

A pesar de que en esta columna hemos asociado la pérdida con seres queridos, es importante
destacar que todo cambio implica una pérdida, por cuanto podemos considerar que los seres
humanos nos vemos enfrentados a la tarea del duelo a cada momento. Perder un trabajo, una
relación, objetos, sueños, la juventud, son también pérdidas que implican realizar un trabajo de
duelo.

Por último, si bien algunos autores hablan de etapas del duelo, lo cierto es que la experiencia
de éste es completamente única e irrepetible. Esto implica que cada uno vive el duelo de
manera diferente y la intensidad y duración del proceso, variará de manera importante de una
persona a otra.

“…Cuanto camino hicieron mis pasos aquí, hoy soy sólo los abrazos que dí, la arena sabe, amar
y dejar partir, quien pudiera tan liviano fluir, cuando no esté, me harás florecer, en tu recuerdo
y seré, seré… (Pedro Aznar)

Juan Pablo Vicencio C.


Psicólogo Clínico Acreditado
Director Nacional Colegio Psicólogos de Chile

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