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Unidad 1.

Representación política y elecciones

Introducción

En las democracias modernas los ciudadanos eligen a sus representantes a


través del voto siguiendo un conjunto de reglas que pueden definirse, en
un sentido amplio, como el derecho electoral de un país determinado. Es
cierto que la democracia representativa tiene otras características
importantes, como la división de poderes o el reconocimiento de los
derechos civiles con usos políticos, pero el fundamento de la democracia
representativa son las elecciones, en la medida en que la hacen funcional,
permitiendo a los ciudadanos elegir a sus gobernantes y representantes.

Por ello, las elecciones democráticas deben ser auténticas y respetar la


voluntad ciudadana en la integración de los órganos electos. En México, la
organización de las elecciones y las características del sistema electoral son,
en gran medida, una reacción al pasado de este país relacionado con la
celebración de elecciones periódicas, pero no auténticas, ni competitivas.
Para estudiar esto en contexto, se considera conveniente que en esta
Unidad se definan los conceptos de democracia y elecciones, se aborde el
desarrollo de las elecciones en el contemporáneo sistema político
mexicano y se expliquen las características del sistema electoral,
particularmente lo referente a las reglas mediante las cuales se elige al
titular del Poder Ejecutivo y se convierten los votos en escaños para la
integración del congreso.

Unidad 1. Representación política y elecciones

1.1 ¿Qué es la democracia?

Es importante tener presente que no existe una definición de la democracia


aceptada en su totalidad y reconocer con objetividad que el ideal
democrático no existe en la realidad (Sartori 1988, 27). No obstante, para
los propósitos de este curso es necesario contar con una base conceptual
mínima. En este sentido, conviene apuntar que las democracias modernas
son fundamentalmente representativas, ya que imaginar que todos los
ciudadanos de una sociedad puedan participar en la discusión y toma de
decisiones respecto de todos los asuntos públicos resulta impensable. En
tal virtud, la democracia representativa[1] podría entenderse como un
sistema de gobierno en el que los ciudadanos gobiernan indirectamente a
través de los representantes que eligen (Schumpeter 1964, 269).

Sin embargo, el ejercicio del poder político otorgado a los representantes


en la toma de decisiones no es absoluto, ni permanente, ya que en las
democracias representativas existen los siguientes procesos institucionales
básicos para limitar los excesos de los gobernantes (Vázquez y Serrano
2011, 41):


o La renovación periódica de los cargos públicos mediante
elecciones competitivas, libres y auténticas.
o La división de poderes.
o Los derechos civiles con usos políticos.

En esta sección solo[2] se profundizará sobre los últimos dos puntos, ya


que el tema de las elecciones se abordará con mayor detalle más adelante.

La división de poderes
La división del poder público implica la fragmentación de este a efecto de
limitar las competencias y atribuciones de las instituciones que lo
conforman, estableciendo contrapesos entre sí para controlar el ejercicio
del poder y evitar que se abuse de él. En este orden de ideas, los tres
poderes del gobierno son:

o El Poder Ejecutivo. Se refiere a la rama del poder público
responsable de la gestión diaria del Estado, es decir, de
administrar y gobernar. El Poder Ejecutivo es unitario y está
depositado en el Jefe de Gobierno (presidente o primer
ministro). En las repúblicas, el Jefe de Gobierno es también el
Jefe de Estado; mientras que en las monarquías el rey es el Jefe
de Estado, aunque en las monarquías parlamentarias su
función solo es simbólica.

Ejemplos de representantes del Poder Ejecutivo: presidente Barack Obama


(EE.UU., república) y la reina Isabel II (Reino Unido, monarquía
parlamentaria)


o El Poder Legislativo. Es la rama del poder público cuya
función primordial consiste en la elaboración y modificación de
leyes. Esta tarea generalmente está a cargo de un cuerpo
deliberativo (congreso, parlamento o asamblea) que puede ser
unicameral o bicameral.
Arriba, la Asamblea Legislativa de Costa Rica (unicameral), abajo, las
Cámaras de Senadores y de Diputados de México (bicameral)


o El Poder Judicial. Es la rama del poder público encargada de
la aplicación e interpretación de las leyes, en casos concretos
entre particulares o entre estos y el Estado. Los órganos
judiciales (cortes, tribunales o juzgados) suelen gozar de
imparcialidad y autonomía. Generalmente existen varios
niveles (geográficos) de los tribunales, siendo las decisiones de
los tribunales inferiores apelables ante tribunales superiores.
Los integrantes del Poder Judicial normalmente son
nombrados por alguno de los otros dos poderes.[3]

De izquierda a derecha: Suprema Corte de Justicia de la Nación y Tribunal


Superior de Justicia de la Ciudad de México

Los tres poderes públicos son: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los cuales
existen para funcionar como contrapesos entre sí a fin de controlar su
ejercicio y evitar abusos de poder.

Los derechos civiles con usos políticos


Una democracia requiere que haya ejercicio pleno y real del derecho al voto
y la existencia de la competencia libre y justa entre distintas opciones
políticas. Para que esto sea posible, los ciudadanos deben gozar de un
amplio conjunto de derechos y libertades. Son especialmente importantes
los derechos civiles con usos políticos, como las libertades de expresión, de
manifestación, de reunión y de asociación, así como el derecho de acceso
a las fuentes alternativas de información (Dahl 1989 y 1999; Vázquez y
Serrano 2011, 41).

Asimismo, es muy importante la libertad de opinión pública, la cual solo


puede existir si el proceso de toma de decisiones gubernamental es público
y hay posibilidad de expresar opiniones políticas sin ningún tipo de
represalia en todo momento. Ya que la opinión pública es la manifestación
de una expresión colectiva que comparte un número importante de
ciudadanos, los representantes no pueden ignorar estas demandas en la
toma de decisiones (Manin 1998, 210). Por lo tanto, el desarrollo de una
opinión pública es importante porque permite que la ciudadanía influya en
las decisiones de sus gobernantes.

Cabe destacar que la efectividad de estas libertades políticas es


extremadamente importante, en sí y porque son condiciones necesarias
para la existencia del régimen democrático (O’Donnell 2015, 25). Sin ellas
los ciudadanos no tienen el poder real de influir y controlar las decisiones
de los gobernantes, ni de expresar sus opiniones políticas o formar
asociaciones con fines políticos.

Los derechos civiles con usos políticos son necesarios para la existencia de
una democracia y para influir en la toma de decisiones de los gobernantes.

[1] La democracia representativa –o la democracia moderna– se distingue de la democracia


directa antigua que existió en las ciudades-Estados en la antigua Grecia a partir de la
asignación de responsabilidades mediante el voto. En este curso, democracia siempre se
refiere a la democracia moderna.

[2] De acuerdo la Real Academia Española, el adverbio solo y los pronombres demostrativos
este(a), estos(as), ese(a), aquel, aquella(os, as) no deben llevar tilde diacrítica, por lo que en
este curso nos apegaremos a esta regla ortográfica. Para conocer más, puedes consultar RAE
2010.

[3] En algunos países también existen las elecciones judiciales, es decir, elecciones de jueces,
pero es muy inusual.

Unidad 1. Representación política y elecciones

1.2 ¿Qué son y para qué sirven las elecciones?

En un régimen democrático, el acceso a los principales puestos


gubernamentales (con la excepción del Poder Judicial, fuerzas armadas y,
eventualmente, los bancos centrales) se determina mediante elecciones
limpias (O’Donnell 2015, 22). Así, las elecciones son los procesos en los
cuales los ciudadanos con derecho a votar expresan las preferencias
políticas que se tomarán en cuenta para la integración de los órganos
representativos.

Las elecciones, también conocidas como comicios o procesos electorales,


ponen en competencia a distintos aspirantes a un cargo de elección
popular, por lo que, en principio, deben convencer a la ciudadanía para que
los elijan a partir de la promoción de sus planes o estrategias de gobierno
y de sus temas de interés político, entre otros elementos que le permitan
al electorado canalizar sus inquietudes y demandas mediante dichos
representantes a las esferas de toma de decisión.

Las elecciones democráticas son decisivas, pues las preferencias políticas


que expresan los ciudadanos al votar determinan quién ocupará los
respectivos puestos gubernamentales y tomará las decisiones. Asimismo,
las elecciones son inclusivas, ya que todos los adultos que satisfacen el
criterio de nacionalidad tienen derecho de participar en ellas (O’Donnell
2015, 23 y 25). Finalmente, cabe destacar que las elecciones no solo
implican el derecho a votar, sino también incluyen el derecho a ser elegido
para un cargo. En otras palabras, las elecciones permiten a los ciudadanos
votar y ser votados.
Función de las elecciones
Las elecciones tienen un papel fundamental en las democracias modernas,
ya que cumplen con dos funciones específicas: la renovación periódica del
poder de forma pacífica y la legitimación de los representantes electos.

Al permitir la renovación de los representantes de un Estado de forma


pacífica y ordenada, las elecciones “constituyen uno de los instrumentos
clave en la designación de los gobernantes, la participación política de la
ciudadanía, el control del gobierno por ella y la interacción entre partidos
o grupos políticos. La democracia moderna no podría funcionar sin los
procesos electorales” (Crespo 2013, 9). Debido a que las elecciones cuentan
con reglas específicas que garantizan la constante renovación de los
representantes, los grupos de poder suelen abandonar la idea del uso de
la violencia para acceder al poder político.

De igual forma, las elecciones son fuente de legitimación de los


representantes electos pues, al ser seleccionados por la mayoría de la
ciudadanía, existe cierta aceptación, con lo cual se incentiva la estabilidad
política: “La legitimidad de los gobernantes electos directamente por los
ciudadanos contribuye, además, a mantener la estabilidad política, pues la
conformidad de los individuos suele ser mayor” (Crespo 2013, 19).
Asimismo, las elecciones están relacionadas con la rendición de cuentas y
la responsabilidad política; por ejemplo, en los sistemas electorales que
cuentan con reelección, si un candidato o un partido político no cumplen
con las expectativas de su electorado, el apoyo para que se mantengan en
el poder en procesos electorales posteriores puede disminuir. Ello implica
una evaluación del desempeño de los representantes políticos por parte
del electorado mediante el voto.
Representación de un voto

Además de las funciones antes señaladas, las elecciones también cumplen


con funciones adicionales como (Fernández y Nohlen 2015):


o La movilización del electorado en torno a valores sociales e
intereses políticos y partidistas y, por lo tanto, la creación de
vínculos y confianza entre personas y partidos.
o La creación de una ciudadanía mejor informada mediante la
explicación de problemas y exposición de alternativas.
o La integración de instituciones políticas representativas de las
preferencias de los diversos grupos de un Estado.
o El establecimiento de una oposición capaz de ejercer control, lo
cual implica la oportunidad de cambio de gobierno.

Las elecciones son instrumentos clave en la designación de representantes


políticos, la participación de la ciudadanía, la evaluación gubernamental y
la interacción entre partidos o grupos políticos. Entre sus principales
funciones destacan: la renovación del poder de forma pacífica y la
legitimación de los representantes electos.

Tipos de elecciones
Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel, con los
cargos públicos que se eligen, con la forma en la que se elige y con el
momento en que se elige (ACE Project 2017; Fernández y Nohlen 2015).

Al respecto del ámbito o nivel de las elecciones, estas pueden ser de tipo
nacional, local o municipal. En relación con los cargos que se eligen, la
división se relaciona con el poder público (Ejecutivo o Legislativo) y, por
tanto, si es de carácter unipersonal (presidente o gobernador) o si es
pluripersonal (Congreso o Asamblea).

Cuando la clasificación tiene que ver con la forma en la que se elige, existen
dos tipos de elecciones: las directas y las indirectas. En las elecciones
directas los ciudadanos que emiten su voto lo hacen por uno de varios
candidatos a determinado cargo de elección y, tras el cómputo de dichos
votos, el candidato con la votación más alta gana. Por otra parte, en las
elecciones indirectas, los ciudadanos eligen a personas —representantes o
compromisarios— que serán los encargados de seleccionar a quien ocupe
el cargo público. Es decir, en este tipo de elecciones existe una mediación
en la toma de decisión. México es un ejemplo de elecciones directas y
Estados Unidos lo es de elecciones indirectas.

Por último, relativo al momento en que se elige, los procesos electorales


pueden ser simultáneos/concurrentes o no simultáneos. Es fácil inferir que
son simultáneos o concurrentes cuando dos o más procesos electorales se
organizan de forma paralela y su jornada electoral se lleva a cabo el mismo
día, en tanto que, cuando los procesos no tienen fechas coincidentes,
simplemente no son simultáneos. Por ejemplo, en México son frecuentes
las elecciones concurrentes nacionales y locales, es decir, que en una misma
fecha se vota para elegir presidente y gobernador, diputados federales y
locales, ayuntamientos y senadores, etcétera.
De izquierda a derecha: urna de la elección presidencial directa de 2012
en México y mampara de elección indirecta en Estados Unidos

Las elecciones pueden clasificarse con base en su ámbito o nivel (nacional,


local o municipal), con los cargos públicos que se eligen (relacionados con
el Poder Ejecutivo o Legislativo), con la forma en la que se elige (directas o
indirectas) y con el momento en que se elige (simultáneas/concurrentes o
no simultáneas).

Características de las elecciones


Para ser consideradas democráticas, las elecciones deben cumplir en
general con las siguientes características (Crespo 2013, 25-45; CPEUM,
artículo 41, párrafo segundo):


o Periódicas. Los cargos de elección popular deben renovarse tras
un plazo establecido en la ley, mismo que siempre debe
cumplirse.
o Libres. El electorado debe poder participar en las elecciones en
un contexto de ejercicio pleno de las libertades políticas y civiles,
además de que el gobierno en turno no puede intervenir en la
selección de los candidatos o partidos políticos.
o Auténticas. La voluntad del electorado debe reflejarse de
manera cierta y positiva en el resultado de los comicios. Se
requieren reglas claras y equitativas que sean del conocimiento
de todos, que garanticen la imparcialidad, la transparencia y
limpieza en los procesos electorales.[4]
o Competitivas. Debe existir una oposición política con
posibilidades reales de obtener un cargo de elección popular a
través del voto. Es decir, la oportunidad de que la oposición se
convierta en gobierno y las minorías en mayorías.
o Plurales. Deben permitir la representación de los diversos
intereses de una comunidad política.
o Universales. El derecho a participar en las elecciones debe
extenderse a cualquier persona que cumpla con los requisitos
establecidos en las leyes respectivas, como edad mínima, salud
mental o derechos políticos vigentes; sin distinción por sexo,
raza, religión, clase social, educación u otros.
Las elecciones deben ser periódicas, libres, auténticas, competitivas,
plurales y universales

Al votar en elecciones limpias, los ciudadanos son la fuente de la autoridad


ejercitada sobre ellos por el Estado y el gobierno. Esto implica que el poder
proviene del pueblo (O’Donnell 2015, 39). En este sentido, también es
importante señalar que, aunque pueden llevarse a cabo elecciones en los
regímenes autoritarios, estas elecciones tienen únicamente carácter
simbólico, pues no cumplen con los elementos mínimos antes
mencionados. Unos comicios en estas condiciones tienen como propósito,
entonces: “legitimar al sistema, mejorar su imagen al exterior para
promover la inversión económica, o funcionar como válvula de escape de
posibles conflictos internos” (TEPJF 2016a, 7).

Para que las elecciones puedan ser consideradas democráticas deben ser
periódicas, libres, auténticas, plurales y universales. Las elecciones que se
celebran en países no democráticos no cumplen con estos requisitos y son
utilizadas en beneficio del régimen existente.

[4] Entre los elementos que pueden garantizar la limpieza en las elecciones se
encuentra la existencia de un padrón de electores confiable, la credencialización de
los electores, autoridades electorales confiables e imparciales, la vigilancia en el
proceso electoral, la difusión oportuna de los resultados y la persecución y
establecimiento de sanciones por delitos electorales (Crespo 2013, 32-33).

Unidad 1. Representación política y elecciones

1.3 ¿Cómo han evolucionado las elecciones en México?


Para el caso específico de México, a partir de la revolución de 1910 se han
celebrado elecciones periódicas, aunque durante mucho tiempo estas
elecciones no fueron competitivas. Durante siete décadas se observó un
fenómeno de partido hegemónico en el sistema político mexicano, el cual
tenía apariencia de ser democrático, ya que se celebraban elecciones
periódicas y había partidos políticos de oposición, aunque en realidad no
existía la posibilidad de quitar del poder al partido dominante, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) (TEPJF 2016b, 40). Sin embargo, durante
las últimas cuatro décadas se ha logrado la organización y celebración de
elecciones limpias a través de sucesivas reformas electorales
liberalizadoras.

La democratización del sistema electoral


mexicano
La transición hacia la democracia formal efectiva empezó a partir de la
reforma electoral de 1977, con la cual comenzó a modificarse el sistema
político para contar con una mayor competencia política. Esta reforma
incluía las siguientes medidas (Woldenberg 2002, 23):


o Registro condicionado. Con esta medida se facilitó la creación
de nuevos partidos que podían participar en las elecciones,
aunque solo mantendrían su registro si alcanzaban 1.5% de los
votos.
o Diputados de representación proporcional. La creación de 100
diputados de representación proporcional facilitó el acceso de
partidos medianos y chicos a escaños en la Cámara de
Diputados.
o Dinero público y medios de comunicación. Para asegurar la
competitividad de los partidos de oposición, el Estado otorgó
financiamiento para los partidos y tiempos en radio y televisión.
o Participación a nivel local. Una vez registrados ante la
autoridad electoral federal, los partidos automáticamente
obtenían el derecho de participar en las elecciones estatales y
municipales.

Jesús Reyes Heroles, encargado de los trabajos de consulta que dieron


como resultado la ley electoral de 1977

La democratización política se extendió con las siguientes reformas


electorales durante varias décadas, de tal manera que la reforma electoral
de 1987 aumentó el número de diputados de representación proporcional
de 100 a 200 y se estableció que un partido no podía tener más de 350
diputados en el Congreso federal, con lo que se aseguraba que al menos
150 diputados corresponderían a los partidos minoritarios.

Con la reforma electoral de 1990 se creó el Registro Federal de Electores


para asegurar que todos los ciudadanos mexicanos tuvieran garantizado su
derecho político al sufragio conforme a un padrón electoral confiable. En
1993 se crearon las senadurías de primera minoría para disminuir la
sobrerrepresentación del PRI y la subrepresentación de los partidos de
oposición en la Cámara de Senadores (Becerra et al. 2005, 291-292).

Más adelante, en 1996 hubo una reforma electoral muy importante que
determinó, entre otros aspectos, que ningún partido podía tener más de
300 diputados en la Cámara de Diputados y que ningún partido podía tener
una sobrerrepresentación mayor de 8% respecto a su votación obtenida.
Asimismo se crearon escaños de representación proporcional en la Cámara
de Senadores, se robusteció el sistema del financiamiento público y se
instauró un sistema de acceso equitativo a los medios de comunicación
pública (TEPJF 2016b, 62-63). También se obligó a las entidades federativas
a adecuar su legislación electoral para que no hubiera diferencias de fondo
entre los comicios federales y los locales.

Las reformas electorales posteriores (de 2008, 2012 y 2014) básicamente


han mantenido el sistema electoral creado a partir de 1996 y han
introducido cambios para mejorarlo. De esta manera, la reforma de 2008
modificó sustancialmente el modelo de comunicación política y estableció
normas para reducir el gasto electoral y los tiempos de campaña, mientras
que la reforma electoral de 2014 nacionalizó la organización de las
elecciones, reguló las candidaturas independientes —figura que introdujo
la reforma constitucional de 2012—, introdujo la paridad de género como
principio constitucional y acortó los plazos para fiscalizar los informes de
ingresos y gastos de los partidos políticos y candidatos (TEPJF 2016b, 64-
66).

Por las características de su sistema político y electoral, México no podía


considerarse una democracia formal efectiva durante la primera mitad del
siglo XX. La democratización del sistema electoral mexicano se ha logrado
a través de una serie de reformas en la materia a partir de 1977, que han
beneficiado la participación de los partidos de oposición en condiciones de
igualdad.

La creciente independencia y
especialización de las autoridades
electorales
Durante gran parte de la historia del siglo XX, en México la organización de
las elecciones fue responsabilidad del Poder Ejecutivo, lo que afectaba la
certeza en los resultados electorales y la equidad de la contienda política,
de forma tal que la creación de instituciones capaces de garantizar la
autenticidad de los comicios fue el eje central de los cambios democráticos
(TEPJF 2016a, 22). Así, tras los años, las instituciones electorales mexicanas
se han separado de los poderes Ejecutivo y Legislativo, tanto en el ámbito
federal como en el de las entidades federativas, resultando en instituciones
autónomas.

El primer órgano responsable de la organización de las elecciones en el


ámbito federal fue la Comisión Federal de Vigilancia Electoral (CFVE),
creada en 1946, la cual estaba integrada por un diputado, un senador, dos
representantes de los partidos políticos de mayor relevancia y dos
miembros del gabinete presidencial, uno de ellos el secretario de
gobernación, quien presidía el órgano (TEPJF 2016a, 18). Para el año de
1973 la CFVE se convirtió en la Comisión Federal Electoral (CFE), también
presidida por el secretario de gobernación e integrada por dos miembros
del Poder Legislativo (un diputado y un senador), y por un representante
de cada partido político con voz y voto (Carmona 2017).

En 1990, se creó al Instituto Federal Electoral (IFE), encargado de la


organización de las elecciones, aunque aún bajo el control de la Secretaría
de Gobernación. Sin embargo, en 1996 se le otorgó la autonomía al
establecerse que los miembros de su Consejo General debían ser
propuestos por los grupos parlamentarios y aprobados por las dos terceras
partes de la Cámara de Diputados (DOF 1996). Finalmente, el IFE dio paso
al INE con la reforma de 2014, misma que le atribuyó facultades
importantes también en la organización de los comicios a nivel local. Esta
reforma también creó la figura de los Organismos Públicos Locales (Ople)
para organizar las elecciones locales y determinó desvincular el
nombramiento de sus consejeros de los poderes públicos locales para
incentivar una mayor autonomía de los Ople (Consulta Reforma 2014).
Los consejeros del IFE en 1996 y los magistrados de la Sala Superior del
TEPJF en 2004

Por otra parte, la justicia electoral fue responsabilidad del Poder Legislativo
hasta 1987, cuando se creó el Tribunal de lo Contencioso Electoral
(TRICOEL) como un órgano autónomo electoral, encargado de resolver los
recursos de apelación y queja contra los actos de la autoridad electoral. En
1990, se sustituyó por el Tribunal Federal Electoral (TRIFE), un órgano
jurisdiccional autónomo en materia electoral, pero no adscrito al Poder
Judicial; sus resoluciones podían ser modificadas por el Congreso de la
Unión, hasta la enmienda constitucional de 1993 (Santiago 2011, 22-23 y
28). Finalmente, en 1996 se creó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de
la Federación (TEPJF) y se facultó a la Suprema Corte de Justicia de la
Nación (SCJN) como única autoridad para ejercer la acción de
inconstitucionalidad, incluyendo las controversias en materia electoral
(Santiago 2011, 34).

La democratización del sistema electoral mexicano ha ido de la mano con


la creación de autoridades electorales para organizar y juzgar las
elecciones, las cuales se han vuelto independientes y cada vez más
especializadas, dos características de las autoridades electorales en México
que permiten asegurar la autenticidad de las elecciones.
Anteriormente en México el Poder Ejecutivo organizaba las elecciones, lo
que afectaba la equidad de la contienda política. Para garantizar la
celebración de elecciones limpias se han creado autoridades electorales
administrativas y jurisdiccionales independientes y especializadas.

Unidad 1. Representación política y elecciones

1.4 ¿Cómo son las elecciones actualmente en México?

La renovación de los poderes públicos en México es posible solamente


mediante elecciones que deriven de procesos electorales constitucionales
y legales. Por lo tanto, las reglas para llevarlas a cabo están previstas
primeramente en la Constitución federal y son obligatorias para las
autoridades en general, así como para los partidos políticos, candidatos,
personas físicas y morales que tengan relación con la materia electoral.
Dichas reglas se resumen de la siguiente manera (CPEUM, artículos 41, 99,
116 y 122; Tesis X/2001. ELECCIONES. PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES Y
LEGALES QUE SE DEBEN OBSERVAR PARA QUE CUALQUIER TIPO DE
ELECCIÓN SEA CONSIDERADA VÁLIDA):


o Los poderes Ejecutivo y Legislativo son electos mediante el
sufragio universal, libre, secreto y directo.
o Debe garantizarse que las elecciones sean libres, auténticas y
periódicas para considerarlas producto del ejercicio popular de
la soberanía.
o Dichos procesos electorales deben regirse por los principios de
equidad, certeza, legalidad, independencia, imparcialidad,
objetividad y transparencia.
o Las elecciones se realizan mediante procedimientos especiales
que deben satisfacer plenamente determinadas condiciones
para garantizar la validez de la renovación de las funciones
públicas.
o La organización de las elecciones está a cargo de un organismo
público y autónomo.
o Debe existir un sistema de medios de impugnación asignado a
un tribunal de jurisdicción especializada para garantizar que
todos los actos y resoluciones electorales se ajusten a las normas.

Principios rectores para organizar las


elecciones
Como ya se adelantó, la organización de las elecciones en México es una
función estatal regida por seis principios rectores: certeza, legalidad,
imparcialidad, independencia, objetividad y máxima publicidad. Estos
principios se definen de la siguiente manera (CPEUM, artículos 41, base V y
116, base IV, inciso b; Tesis de jurisprudencia P./J.144/2005):


o Certeza. Consiste en dotar de facultades expresas a las
autoridades para que todos los participantes en el proceso
electoral conozcan previamente con claridad y seguridad las
reglas a las que está sujeta su propia actuación y la de las
autoridades electorales.
o Legalidad. Es la garantía formal para que los ciudadanos y las
autoridades electorales actúen en estricto apego a las
disposiciones consignadas en la ley para que no se emitan o
desplieguen conductas discrecionales o arbitrarias al margen del
texto normativo.
o Imparcialidad. Consiste en que las autoridades electorales
eviten irregularidades, desviaciones o la proclividad partidista
durante el ejercicio de sus funciones.
o Independencia o autonomía. Se refiere a la situación
institucional que permite a las autoridades electorales emitir sus
decisiones con plena imparcialidad y en estricto apego a la
normatividad aplicable al caso, sin tener que acatar o someterse
a indicaciones, instrucciones, sugerencias o insinuaciones
provenientes de superiores jerárquicos, de otros poderes del
Estado o de personas con las que guardan alguna relación de
afinidad política, social o cultural. Implican una garantía
constitucional a favor de los ciudadanos y de los propios partidos
políticos.
o Objetividad. Obliga a que las normas y mecanismos del proceso
electoral estén diseñados para evitar situaciones conflictivas
sobre los actos previos a la jornada electoral, durante su
desarrollo y en las etapas posteriores a la misma.
o Máxima publicidad. Todos los actos y la información en poder
de las autoridades electorales son públicos y solo por excepción
se podrán reservar en los casos expresamente previstos por las
leyes y justificados bajo determinadas circunstancias.

Las elecciones en México deben realizarse respetando los principios de


certeza, legalidad, imparcialidad, independencia, objetividad y máxima
publicidad.

La integración de los órganos electos


Como ya se señaló, el pueblo mexicano ejerce su soberanía por medio de
los Poderes de la Unión, aunque únicamente los poderes Ejecutivo y
Legislativo son electos mediante el sufragio universal, libre, secreto y
directo (CPEUM, artículo 41). Cabe señalar que, ya que México es un país
federal, se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel
federal, local y municipal. En cada uno de estos ámbitos hay un titular del
Poder Ejecutivo, así como un órgano legislativo, aunque es importante
destacar que el Poder Legislativo es bicameral a nivel federal y unicameral
en los niveles local y municipal (véase la siguiente tabla).
Tabla 1. Los tres niveles de los poderes Ejecutivo y Legislativo en
México

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículos 50, 80, 115, 116
y 122

Además, la Constitución federal establece un sistema electoral mixto,


predominantemente mayoritario, para las elecciones legislativas a nivel
federal, local y municipal (CPEUM, artículos 52, 56, 115, base VIII y 116, base
II). Esto significa que los integrantes de un mismo cuerpo legislativo se
eligen bajo los siguientes dos principios:


o Mayoría relativa (MR). Los sistemas de mayoría normalmente
utilizan distritos unipersonales o uninominales, siendo ganador
el candidato que haya obtenido la mayor cantidad de votos,
aunque no necesariamente la mayoría absoluta. Los sistemas
mayoritarios tienen el propósito de generar un gobierno
definido, por lo que tienden a premiar al partido más grande (en
términos de votos). Los sistemas mayoritarios privilegian la
gobernabilidad, entendida como la capacidad de gestión y la
estabilidad del gobierno en turno.


o Representación proporcional (RP). Los sistemas de RP utilizan
circunscripciones plurinominales y los ganadores son los
partidos que obtienen determinado porcentaje de los votos,
según lo requieran las fórmulas electorales respectivas. Estos
sistemas privilegian la proporcionalidad entre votos y escaños,
intentando que tal relación sea lo más equilibrada posible. Por
ello, los sistemas de RP favorecen el pluripartidismo, es decir,
facilitan el ingreso al Legislativo de un mayor número de
partidos.

Los sistemas mixtos o combinados, por su parte, combinan elementos de


RP y de MR. Intentan relacionar las ventajas de la gobernabilidad y de la
proporcionalidad, es decir, generar un gobierno determinado y asegurar la
representación de diversas fuerzas políticas.

En México se eligen autoridades de los poderes Ejecutivo y Legislativo en


sus tres niveles de gobierno: federal, local y municipal. Las elecciones a nivel
federal, local y municipal son mixtas, lo cual implica que combinan los
principios de mayoría relativa y de representación proporcional para
generar un gobierno fuerte, pero que asegure la representación de
distintos partidos.

A continuación podrás leer sobre los procesos específicos para la


integración de los órganos electos a nivel federal, local y municipal. Haz clic
en cada tema para conocer el contenido.

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel federal

En el ámbito federal en México, el ejercicio del Poder Ejecutivo se deposita


en un solo individuo, denominado presidente de los Estados Unidos
Mexicanos (CPEUM, artículo 80). Sus funciones principales son promulgar
y ejecutar las leyes que expide el Congreso de la Unión (CPEUM, artículo
89, base I). Para preservar la seguridad del país tiene la facultad de declarar
la guerra en nombre de México (con la aprobación del Congreso de la
Unión) y dispone del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea Nacionales
(CPEUM, artículo 89, bases VI y VIII). Además, es el encargado de nombrar
a los siguientes funcionarios (CPEUM, artículo 89, bases II y IV):

 Secretarios de Estado, embajadores, cónsules generales y empleados


superiores de Hacienda.
 Coroneles y demás oficiales superiores del Ejército, Armada y Fuerza
Aérea Nacionales.

Asimismo, presenta las ternas al Senado para la designación de ministros


de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y puede intervenir en
la designación del fiscal general de la República (CPEUM, artículo 89, bases
IX y XVIII), entre otras facultades.

El presidente de los Estados Unidos Mexicanos inicia su encargo el 1 de octubre


posterior a la jornada electoral y dura en él seis años, sin que exista la posibilidad de
que pueda ser reelecto (CPEUM, artículo 83), aunque el presidente que resulte electo
en 2018 tomará posesión el 1 de diciembre de ese año y concluirá el 30 de
septiembre de 2024. El titular del Poder Ejecutivo es electo por mayoría relativa y
voto directo de los ciudadanos mexicanos (LEGIPE, artículo 12.1), lo cual implica que
para la elección presidencial todo el territorio nacional constituye una sola
circunscripción y que resulta electo el candidato que obtiene más votos, sin la
necesidad de haber superado el 50% de votación, como ocurre con la mayoría
absoluta.
La toma de protesta de los tres últimos presidentes de México: Vicente
Fox Quesada, Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto

Por su parte, el Poder Legislativo se divide en dos instancias: la Cámara de


Diputados y la Cámara de Senadores, que en su conjunto se denominan el
Congreso de la Unión (CPEUM, artículo 50). La elaboración y aprobación
de leyes es la función principal del Poder Legislativo, y para que esto
suceda se requiere la aprobación de ambas Cámaras (CPEUM, artículo
72).[5] Además, el Congreso de la Unión puede admitir o formar nuevos
estados dentro de los existentes, así como imponer las contribuciones
necesarias para cubrir el Presupuesto de Egresos de la Federación, entre
otros (CPEUM, artículo 73, bases I, III y VII).

Asimismo, de manera individual, el Senado tiene la facultad de analizar la


política exterior desarrollada por el Ejecutivo Federal y aprobar los tratados
internacionales y convenciones diplomáticas que este suscriba, ratificar los
nombramientos de los secretarios de Estado, embajadores y cónsules
generales, así como nombrar a los ministros de la SCJN y al fiscal general
de la República (CPEUM, artículo 76, bases I, II, VIII, XIII). A su vez, la Cámara
de Diputados tiene entre sus facultades: ratificar el nombramiento del
titular de la Secretaría de Hacienda y aprobar anualmente el Presupuesto
de Egresos de la Federación (CPEUM, artículo 74, bases III y IV).

La Cámara de Diputados se integra por 500 representantes, que duran en


su cargo tres años, con la posibilidad de ser electos hasta por cuatro
periodos consecutivos a partir de 2018. De los 500 diputados, 300 son
electos por el principio de MR, mediante el sistema de distritos
uninominales, y 200 por el principio de RP, con el sistema de listas
regionales (CPEUM, artículos 51, 52 y 59). Para la elección de las
diputaciones de MR el territorio se divide en 300 demarcaciones, mientras
que para la elección de diputados de RP el territorio se divide en cinco
circunscripciones plurinominales, en cada una de las cuales son electos 40
diputados (CPEUM, artículo 53).
Ilustración 1. Proporción de escaños de MR y RP en la Cámara de
Diputados

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículo 52

Para que los partidos políticos tengan derecho a diputados de RP deben


registrar candidatos por el principio de MR en por lo menos 200 de los
distritos uninominales y obtener como mínimo 3% de la votación emitida
(CPEUM, artículo 54, bases I y II).

Además, para asegurar que la representación en la Cámara de Diputados


no se aleje demasiado de los resultados de las elecciones, existen dos
límites de sobrerrepresentación política (CPEUM, artículo 54, bases IV y V):

 Los partidos no pueden tener más de 300 diputados por ambos


principios (MR y RP).
 Ningún partido puede tener un porcentaje de diputados por ambos
principios que represente un porcentaje mayor al 8% de la votación
nacional emitida a su favor.
Sin embargo, este último límite no aplica al partido que, debido a sus
triunfos en los distritos uninominales, obtenga un porcentaje de curules
mayor a la suma de su porcentaje de votación más ocho puntos, (CPEUM,
artículo 54, base V). Esto quiere decir que es posible que haya partidos que
estén sobrerrepresentados en la Cámara solo por sus triunfos en distritos
de MR, los cuales son irrevocables por haberse obtenido por voto directo,
pero en este caso se les prohíbe participar en la asignación de escaños por
el principio de RP, para evitar todavía una mayor sobrerrepresentación.

Ilustración 2. La integración actual de la Cámara de Diputados por


partido y principio

Fuente: Elaboración propia con base en la Cámara de Diputados

La Cámara de Senadores se integra con 128 representantes que duran en


su cargo seis años y pueden ser electos hasta por dos periodos
consecutivos. Son electos de la siguiente manera (CPEUM, artículos 56 y
59):
 64 senadores se eligen por el principio de MR (dos en cada entidad
federativa).
 32 senadores se eligen a través de la primera minoría o segundo lugar
(uno en cada entidad federativa).
 32 senadores se eligen por el principio de RP, a partir de las listas de
los partidos políticos en una circunscripción nacional, por el método
de cociente y resto mayor.

Ilustración 3. Proporción de escaños de MR y RP en la Cámara de


Senadores

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículo 56

Para acceder a la distribución de escaños por el principio de RP, los partidos


deben obtener por lo menos el 3% de la votación válida emitida, como
sucede con los diputados, pero a diferencia de estos, no existen límites a
la sobrerrepresentación (LEGIPE, artículo 21).

A modo de conclusión, a continuación se muestra una ilustración


esquemática de la integración de los poderes Ejecutivo y Legislativo a nivel
federal.

Ilustración 4. La integración de los poderes Ejecutivo y Legislativo a


nivel federal

Fuente: Elaboración propia con base en CPEUM, artículos 51, 52, 56, 80 y
83

El titular del Poder Ejecutivo a nivel federal es el presidente


de los Estados Unidos Mexicanos, quien es electo por la
mayoría relativa de los ciudadanos mexicanos por un
periodo de seis años, sin la posibilidad de ser reelecto. Por
su parte, el Poder Legislativo está representado por el
Congreso de la Unión que tiene dos Cámaras, la de
Diputados y la de Senadores. Sus integrantes se eligen por
MR y RP, predominando el principio de MR. Para la Cámara
de Diputados hay límites de sobrerrepresentación con el
propósito de garantizar que ningún partido tenga una
representación mayor a su apoyo electoral.

[5] Cabe mencionar que el derecho de iniciar leyes no es exclusivo de los diputados y senadores del
Congreso de la Unión, sino que también pueden ser propuestas por el presidente de la República, las
legislaturas de los estados y los ciudadanos mediante una iniciativa ciudadana (CPEUM, artículo 71).

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito local

En las entidades federativas el Poder Ejecutivo recae en el gobernador o,


en el caso de la Ciudad de México, en el jefe de gobierno. En la Constitución
federal únicamente se señala que los gobernadores están obligados a
publicar y hacer cumplir las leyes federales (CPEUM, artículo 120), por lo
que el resto de sus facultades y obligaciones se establecen en cada
legislación local.

Al igual que sucede con el presidente de la República, los gobernadores de


los Estados no podrán durar en su encargo más de seis años ni tienen la
posibilidad de ser reelectos. La elección de los gobernadores es por
mayoría relativa, es decir, directa con base en los votos emitidos en toda la
entidad, pero las reglas específicas de la elección dependen de la ley
electoral local.

Además, en cada entidad existe un Congreso local que ejerce el Poder


Legislativo. Estos congresos pueden promulgar leyes que solo tienen
efecto dentro de la entidad, además de aprobar anualmente el Presupuesto
de Egresos de la entidad (CPEUM, artículos 116, base II, 121, base I, y 122).
El tamaño de este órgano legislativo es proporcional al número de
habitantes y no puede ser menor a siete diputados, en los estados cuya
población no llega a 400 mil habitantes; a nueve, en aquellos cuya
población excede de este número y no llegue a 800 mil habitantes; y a 11
en los estados cuya población es superior a 800 mil habitantes (CPEUM,
artículo 116, base II). Actualmente, el Congreso local más chico es el de
Baja California Sur con 21 integrantes y el más grande es el del Estado de
México con 75 integrantes, como se muestra en la siguiente ilustración.

Ilustración 5. Tamaño de los congresos locales

Fuente: Elaboración propia con base en Gilas et al. 2016, Anexo 1.

Para elegir a los diputados locales, los estados tienen que emplear un
sistema electoral mixto, según los principios de MR y de RP (CPEUM,
artículo 116, base II). La proporción entre estos principios debe ser
idealmente de 60-40, predominando el sistema mayoritario, como sucede
con el Congreso federal (Acciones de Inconstitucionalidad 7/97, 37/2001,
3/2002, 15/2003, 41/2008, 10/2009 y 21/2009).[6]
Los diputados locales de MR se eligen en distritos uninominales, por lo que
el número de distritos es igual al número de diputados por este principio.
En cuanto a los diputados locales de RP, estos se eligen normalmente en
toda la entidad, aunque dos estados establecen un sistema similar al
federal con un número de circunscripciones plurinominales.[7]

Las entidades federativas tienen libertad para configurar la legislación que


regula sus sistemas electorales, salvo el respeto a las proporciones y a la
aplicación de las nuevas reglas introducidas por la reforma constitucional
de 2014, que son (CPEUM, artículo 116, base II):

 Límite de sobrerrepresentación de 8%.


 Límite de subrepresentación de 8%.

Estas reglas no solo previenen la dominación del congreso local que


eventualmente pueda tener el partido dominante, sino también garantizan
que los partidos de oposición tengan una posibilidad real de ser
representados por diputados locales.

De acuerdo con la Constitución federal, los diputados locales pueden ser


electos hasta por cuatro periodos consecutivos (CPEUM, artículo 116, base
II), aunque cada entidad define las condiciones para ello.

En cada entidad federativa o estado de la República


mexicana el Poder Ejecutivo lo ejerce el gobernador y hay
un congreso local que promulga las leyes locales. Los
gobernadores son electos por la mayoría relativa de los
ciudadanos mexicanos por un periodo máximo de seis
años, sin la posibilidad de ser reelectos. En tanto, los
diputados locales son electos por un sistema electoral
mixto en el que existen límites de sobre- y
subrepresentación para garantizar que su integración sea
similar al porcentaje de votos obtenido por cada partido
político.
[6] Cabe señalar que en la práctica hay gran variedad en la proporción de diputados locales electos
por el principio de RP, siendo el porcentaje más bajo 23.8% en Baja California Sur y el más alto 48.7%
en Jalisco (Gilas et al. 2016, 198).

[7] En Chiapas hay cuatro circunscripciones plurinominales y en Tabasco hay dos.

La elección de los poderes Ejecutivo y Legislativo en el ámbito municipal

En los municipios el titular del Poder Ejecutivo es el presidente municipal


o, en el caso de las delegaciones de la Ciudad de México, el jefe
delegacional.[8] El presidente municipal es el encargado de ejecutar las
determinaciones del ayuntamiento y el responsable del buen
funcionamiento de la administración pública municipal (INAFED 2012, 12).
Algunas de sus facultades son (CPEUM, artículo 115, base VII; Tecnológico
de Monterrey, 2-3):

 Ser el encargado de la policía preventiva.


 Presentar a consideración del ayuntamiento, las propuestas de
nombramientos y remociones del secretario del ayuntamiento y del
tesorero municipal.
 Convocar y presidir las sesiones del ayuntamiento.
 Rendir anualmente el informe sobre el estado que guarda la
administración, el avance del plan y de los programas municipales.
 Promover la organización y participación de la comunidad en los
programas de desarrollo municipal.

En cada municipio se confiere el Poder Legislativo a un Ayuntamiento[9],


el cual se integra por el presidente municipal, uno o más síndicos y el
número de regidores que establezcan las leyes respectivas del estado
(CPEUM, artículo 115, base I). Por lo general, el número de síndicos y
regidores depende de la población del municipio (Hurtado y Macedonio
2012, 19).

La función reglamentaria con la que cuentan los ayuntamientos consiste


en emitir bandos de policía y gobierno, reglamentos, circulares y demás
disposiciones administrativas para el municipio (CPEUM, artículo 115, base
II). Además, algunas entidades contemplan en sus regulaciones que los
ayuntamientos puedan iniciar leyes ante el congreso local, como Jalisco,
Hidalgo y Michoacán, entre otras (Iniciativa de decreto s/f).

Es importante señalar dos particularidades de los ayuntamientos como


autoridades legislativas. Primero, el presidente municipal —la autoridad
ejecutiva municipal— y el síndico —la autoridad jurisdiccional municipal—
participan y votan, junto con los regidores, en el cabildo, que es la reunión
de los integrantes del ayuntamiento para analizar o tomar decisiones de
los asuntos de su competencia. De tal manera que el presidente municipal
preside el órgano de gobierno deliberativo y normativo y, al mismo tiempo,
encabeza la administración pública municipal (Hurtado y Macedonio 2012,
17-19; INAFED 2012, 12).

Segundo, además de facultades legislativas, los ayuntamientos tienen


facultades administrativas, políticas, financieras, de policía y
jurisdiccionales. Esto incluye la responsabilidad de las funciones y servicios
públicos; la administración de recursos; la toma de decisiones sobre el
desarrollo urbano municipal, incluyendo actividades relacionadas con los
permisos de construcción; la utilización del suelo y las zonas de reservas
ecológicas, y la imposición de sanciones a los infractores a la normatividad
municipal (CPEUM, artículo 115, bases III al V; INAFED 2012, 10-11). Por lo
tanto, los ayuntamientos no son órganos meramente legislativos.
La sede de los ayuntamientos de Puebla, San Luis Potosí, Mérida y
Chihuahua

El ayuntamiento es elegido por un sistema electoral mixto, aunque los


criterios que se utilizan para la integración de la representación política y
la elección de los ayuntamientos son muy diversos (Hurtado y Macedonio
2012, 17). Generalmente, los ciudadanos votan por una planilla integrada
por un candidato a presidente municipal, uno o varios síndicos y varios
regidores. La planilla que obtiene más votos resulta electa, según el
principio de mayoría relativa. Asimismo, se eligen regidores por el principio
de RP, aunque no existe una disposición constitucional expresa sobre
cómo, ni en qué proporción se debe incorporar este principio (CPEUM,
artículo 115, base VIII). Ya que el marco normativo tampoco establece
límites de sobrerrepresentación a nivel municipal y que varios estados
permiten que el partido triunfador por MR participe en la asignación de
escaños de RP, el presidente municipal siempre tiene mayoría simple o
absoluta de regidores de su partido en el cabildo (Hurtado y Macedonio
2012, 15 y 21-22). Sin embargo, en aras de garantizar la representatividad
de los ayuntamientos, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación (TEPJF) ha determinado que los lineamientos constitucionales
de sobre y subrepresentación también aplican para la asignación de
regidores por el principio de representación proporcional (Jurisprudencia
47/2016. REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL. LOS LÍMITES A LA SOBRE Y
SUBREPRESENTACIÓN SON APLICABLES EN LA INTEGRACIÓN DE LOS
AYUNTAMIENTOS).

Normalmente los integrantes del ayuntamiento ejercen su cargo tres


años[10] y pueden ser reelectos, a partir de 2018, por un periodo adicional,
siempre y cuando el periodo del mandato no sea superior a esos tres años,
(INAFED 2012, 12; CPEUM, artículo 115, base I).

En cada municipio hay un ayuntamiento integrado por el


presidente municipal, uno o más síndicos y varios regidores.
El presidente municipal preside el ayuntamiento y, al mismo
tiempo, encabeza la administración pública municipal. La
mayoría de los integrantes de los ayuntamientos son
electos por MR a través de una planilla, aunque también hay
regidores electos por RP.

[8] Aunque a partir de la reforma constitucional publicada en el Diario Oficial de la Federación el 29


de enero de 2016, se dispuso que el Distrito Federal se convertiría en una entidad federativa
denominada Ciudad de México, por lo que las delegaciones se convertirán en alcaldías y la
denominación del titular del Poder Ejecutivo cambiará ( DOF 2016).

[9] En el caso de Ciudad de México, se integrarán concejos municipales, en razón de la reforma


constitucional del 29 de enero de 2016 (DOF 2016).

[10] Las excepciones son Coahuila, Hidalgo y Oaxaca. En Coahuila e Hidalgo duran cuatro años en su
encargo, mientras que en Oaxaca las comunidades indígenas determinan la duración de su encargo,
sin poder exceder de tres años (INAFED 2012, 12).

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