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Fecha: 14-09-2017
Esta suerte cabe a la colección comprensiva de las leyes del tiempo de los reyes,
compilada por el pontífice Máximo, Sesto, o Publio Papirio en el reinado del
último Tarquino, si se ha de dar fe a Dionisio de Halicarnaso y al jurisconsulto
Pomponio. Se le dio, según se dice, el nombre de Derecho Civil Papiniano y de
Ley Papiria, no porque Papirio añadiese nada propio, sino porque ordenó las
leyes que antes estaban esparcidas. De crear es que se limitaría este trabajo a
las leyes relativas al culto, viniendo a ser un libro de ritos destinado a los
sacerdotes, obra que comentó Granio Flaco en tiempos de Julio César.
Derecho de propiedad y familia
El derecho de propiedad es la base de la constitución de la familia. El jefe de la
sociedad doméstica es dueño de las personas, como lo es de las cosas que
corresponden a los que la componen; no son los vínculos naturales de la sangre,
sino los de la ley y los de la propiedad los que fijan las relaciones entre sus
miembros: la agnación, esto es, el parentesco civil, se sobrepone a los estrechos
lazos de la naturaleza. La mujer nunca es dueña de sí misma; cuando no está
en potestad paterna, queda sujeta a una tutela perpetua y sólo sale de ella para
entrar en poder del marido (convenire in manum viri), o con una fórmula patricia
y sacerdotal (per confarreationem), o por una venta imaginaria (per
coemptionem), o por una prescripción simbólica (per usum): de cualquier de
estos modos viene a ser hija de familia respecto de su marido; pero el matrimonio
no puede confundir las razas patricia y plebeya, que en cierto modo vienen a ser
dos diferentes naciones que habitan un mismo pueblo.
Así sucedió en Roma: la ciencia del Derecho en el periodo que hemos referido,
no tenía existencia propia, sino que formaba una parte de los conocimientos que
en tan ruda edad constituían el saber humano.
Los plebiscitos
Los plebiscitos, que eran los decretos de la plebe votados a propuesta de uno
de sus tribunos, vinieron por el contrario a ser la principal fuente del derecho civil
positivo, y no diferenciándose en los efectos de las leyes, llegaron a confundirse
con ellas y a llevar su nombre. En las asambleas de la plebe la preponderancia
era de las tribus rústicas, pues eran treinta y una, al mismo tiempo que sólo eran
cuatro las urbanas compuestas originariamente de los que no poseían bienes
inmuebles, y que llegaron a tener un número desproporcionado de ciudadanos.
En ellas se introdujo también la votación secreta.
Derecho no promulgado derivado de la costumbre, los edictos de los
magistrados y doctrina de jurisconsultos
El Derecho no promulgado presenta diversidad de orígenes, que tienen mayor
influencia aun que los del positivo: moderando el rigor austero del antiguo
derecho, sustituye a sus principios exclusivos otros más generales reconocidos
por todos los pueblos civilizados de la antigüedad. Se deriva de la costumbre, de
los edictos de los magistrados y de la doctrina de los jurisconsultos: estos dos
últimas fuentes, más adelante, pasarán a ser derecho escrito, como
observaremos oportunamente.
Los decretos de las asambleas del pueblo –en la forma de ley o plebiscito:
muy habituales al principio de este período
Los decretos de las asambleas del pueblo bajo la forma de leyes o de plebiscitos
nunca fueron más numerosas que al principio de esta época en medio de las
sangrientas disensiones que dividían a los ciudadanos. Muchos de estos
decretos conservaron gran importancia en el derecho civil, siendo después
objeto de las tareas de los jurisconsultos clásicos: la ley Julia y la Papia Popea
fueron las más fecundas en consecuencias.
Bibliografía