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16/8/2017 Algunas consideraciones acerca de las semejanzas y diferencias entre la adopción y el acogimiento familiar | Psicoanálisis <> Ley - ElSigma

    

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03/11/2008- Por Adriana Abeles - Realizar Consulta
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Estamos hablando de la vida. La cuestión es que haya destino, que no
» Psicoanálisis<>Filosofía es una llegada sino un trayecto en el que se trata, con la adopción y el
acogimiento, de otro comienzo. Recordemos que la vida se construye
» Psicoanálisis y Ciencias con el conjunto de las decisiones tomadas. Propongo dos
descentramientos:
» Lecturas
A. Descentramiento del pathos
» Literatura B. Descentramiento del psicoanálisis ocupándose sólo lo privado
Hay futuro, es decir, destino, si hay decisión y elección y de eso se
» Historia Viva trata la adopción y el acogimiento familiar. La vida se elige y termina
siendo el conjunto de decisiones que se toman. Se trata de elegirse,
» Coleccionables incluso en el padecimiento. Es imprescindible contar con que el niño
deje de ser paciente, es decir, pasivo; y que esté puesto en posición de
» Subjetividad y Medios elegir y decidir, que la orientación sea: una vida sin coartadas.
» Audio y Video
La Fundación Campos del Psicoanálisis cuenta con el Equipo de Adopción REaNUDAR y el
» Agenda de Eventos Equipo de Acogimiento Familiar Nuevos Lazos, ambos equipos interdisciplinarios.
Voy a realizar un agregado al título del trabajo: “Algunas consideraciones acerca de las
» Noticias semejanzas y diferencias entre la adopción y el acogimiento familiar”. Agrego, la adopción:
nombre de familia; el acogimiento familiar: familias de nombre.
» I Congreso elSigma
 
Ambas prácticas están ordenadas por una política cuya orientación se dirige a la no Actividades Destacadas
institucionalización de niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad o a la
desinstitucionalización cuando se ha producido. Centro Dos
Conferencias
Estamos hablando de la vida.
La cuestión es que haya destino, que no es una llegada sino un trayecto en el que se trata
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con la adopción y el acogimiento, de otro comienzo.
Recordemos que la vida se construye con el conjunto de las decisiones tomadas.
Propongo dos descentramientos: Realizar consulta
A. Descentramiento del pathos
B. Descentramiento del psicoanálisis ocupándose sólo lo privado
A) Primer descentramiento: El pathos. “Lo que no anda”, por ejemplo, las familias de
origen que no funcionan. Lo patológico está en la cultura misma, no es lo propio de
algunos o muchos de sus integrantes, como las familias de origen. No hay por fuera del
síntoma en la cultura misma; la aparición de lo anómalo está en su funcionamiento, lo que
no anda es propio de lo humano.
« »
Hay futuro, es decir, destino, si hay decisión y elección y de eso se trata la adopción y el
acogimiento familiar. La vida se elige y termina siendo el conjunto de decisiones que se
toman.
Se trata de elegirse, incluso en el padecimiento. Es imprescindible contar con que el niño
deje de ser paciente, es decir, pasivo; y que esté puesto en posición de elegir y decidir,
que la orientación sea: una vida sin coartadas.
B) En cuanto al segundo descentramiento, se trata del analista ocupándose no sólo de lo
privado sino de lo público. En la Fundación los dispositivos que se han constituido para
tratar la adopción y el acogimiento familiar, los consideramos campos del psicoanálisis.
¿Por qué la adopción y el acogimiento? Porque hay una apuesta a la familia.
Los discursos contemporáneos tienen una enorme eficacia, afectan las decisiones más allá
de las intenciones de vida de un padre, de una madre, etc. Es la familia la que está en
condiciones de obstaculizar lo nocivo de los discursos contemporáneos y dejar pasar lo que
es de interés para ellos.
Estamos orientados en la práctica en función del lugar que le damos a la familia respecto
de la comunidad. Es fundamental volver a la familia. Es necesario redefinirla y volver a
ella, en términos de sus incidencias sociales. De ningún modo se trata de pensarla como
un ideal, sino en términos de una estructura real que es la que va conformando la
comunidad.
La familia implica lazos sociales, vínculos; una red de lazos y vínculos que engendran
amor. ¿Qué producen estos lazos que engendran amor? Producen defensas, el aparato Del mismo autor
defensivo. Si hay lazos sociales contamos con vínculos, hay con qué responder a las » ¿Qué es un padre, para la medicina,
distintas contingencias de la vida. Los vínculos generan recursos, reservas: el capital
personal -lo más valioso para el ser hablante-. el derecho y el psicoanálisis?
¿Qué es responder a las contingencias de la vida? Responder es responsabilizarse, que no
es hacer lo que “hay que hacer”, sino responder a las circunstancias que al sujeto se le
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presentan. Si hay lazos, vínculos, responsabilidad, hay amor. Lazo, responsabilidad y amor
son tres términos equivalentes. Hay familia cuando se produce la transmisión del » familia
fundamento de lo humano. ¿Qué es esto del fundamento de lo humano? La función del
padre y el lugar de la madre son las vías de transmisión del fundamento de lo humano. El » adopción
fundamento de lo humano es necesario ubicarlo respecto de la imposibilidad de » acogimiento familiar
satisfacción completa y absoluta, es decir, la imposibilidad de colmarse, por lo tanto, es
propio de lo humano la insatisfacción. Se trata de poder hacer con lo que hay y no » ley
padecer por lo que falta, es un tema ético, fundamental en el campo de la adopción y del
» pathos
acogimiento.
Se trata de una apuesta a la familia, con la forma que toma, a la manera de cada época;
pensándola como quien mejor tiene la posibilidad de responsabilizar que es lo que
posibilita hacer comunidad con otros.
Ustedes saben que Aristóteles - hablando de la familia- sostuvo una posición contraria a

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Platón en esta temática. Para Aristóteles la familia se define como una comunidad que
sirve de base a la ciudad, a la constitución de la polis, acentúo: como base real para la
ciudad, evitando cualquier tipo de deslizamiento a una posición idealista.
La familia para el psicoanálisis no es la familia para la sociología o para la antropología,
éstas aportan otras miradas absolutamente interesantes de tomar en cuenta cuando se
aborda la temática.
Hoy estamos haciendo referencia a la familia para el psicoanálisis, en términos de su
función de transmisión, he allí su valor.
Fundar una familia es un acontecimiento. No se trata de ser buena o mala madre, buen o
mal padre. Si el acento está puesto en el lazo, cae la vigencia de este acoso moral, que es
clasificar en buenos y malos a los padres.
Se hace necesario establecer una distinción entre la función del padre y el papá de la
cotidianeidad, y distinguir a la mamá de la cotidianeidad de la función de la madre. La
función del padre consiste en una función de transmisión que se va dando de generación
en generación; más allá de las anécdotas cotidianas, y también con las anécdotas
cotidianas. Por un lado prohíbe, es decir existe lo imposible -todo no es posible- pero tiene
otra cara y es la que permite hacer. En el animal no hay prohibición, se trata de un hacer
según el instinto le indica. La función del padre, la ejerza quien la ejerza, tiene que ver con
el don de la ley, que implica disponer del no, y de este modo va conformando la ética de
cada uno. Estamos hablando en términos de funciones, las cumpla quien las cumpla.
El problema - vamos a hablar de lo contemporáneo- es cuando las funciones se saturan. La
cultura, los medios masivos, se ocupan de saturar las funciones, es muy importante
impedir esa saturación.
¿Qué quiere decir funciones saturadas? Las imágenes publicitarias invitan, obligan, a ser
de un determinado modo o de otro: indican modos, formas. Es interesante trabajar para
obstaculizar esas indicaciones. Es necesario dejar a las funciones libres. Libres de modos
particulares, libres del “hay que ser de un determinado modo”. Las funciones son mínimas
y hay que dejarlas andar.
Es en ese ámbito familiar en el que alguien se ha constituido donde se generan las
imágenes de padre, de madre. Este es el imaginario que se va creando a lo largo de la
vida, un imaginario familiar. Y se trataría de la posibilidad de disponer de este imaginario
familiar, que es con el que luego se tomará el lugar de padre, el lugar de madre.
Lo que me parece importante de transmitir es que es importante no moralizar la familia,
que ya está bastante moralizada. Es interesante operar hacia el alivianar las cargas del
“deber ser”. Porque cuanto más se trata del deber ser, más comprimido está el sujeto, y
más dificultades hay para disponer de las funciones y encontrar el propio modo. Sobre
todo es interesante hablarlo en un momento donde si bien estamos en una época con una
paternidad caída, alivianarla la hace más posible, es de sumo interés. Cuánto menos padre
hay, hay más moralización, más normas, más indicaciones, más gente que dice cómo hay
que ser y cómo no hay que ser. Lo interesante es despegarse de los ideales de
funcionamiento. La moralización lleva a ideales de funcionamiento, a fundamentalismos. Lo
singular es lo que nos concierne y va en otro sentido, en el sentido de la vida.
¿Qué es una madre? La madre tiene que ver con el deseo de un hijo. Digamos que si este
deseo es sin padre, será dueña de una pertenencia, no tendrá un hijo. Y si este deseo es
con padre, la madre tendrá la oportunidad de ser la madre de un hijo. Hemos hablado del
padre como un operador, otorgando este don de la ley; y a la madre la consideraremos
como referencia fundamental, como un lugar, concediendo el don de responsabilizar. La
madre como lugar es garante de la palabra, es sede de los cuidados. Varios pueden
ocuparse de un niño, pero hay algo que tiene que ver con el lugar de la madre que se va
constituyendo para cada niño, no necesariamente con la genitora. Respecto de los avatares
del lugar de la madre, a menudo nos encontramos aquellas que padecen, temiendo que
este lugar pueda serles robado; esto es del orden del fantasma, porque cuando se toma un
lugar, no hay posibilidad de hurto. Es un fantasma habitual en el campo de la adopción con
la familia de origen.
La cultura ha supuesto a la madre un saber natural, otorgándole con esta creencia un gran
poder. Resulta interesante entonces, cuestionar la idea del instinto maternal y nos
encontramos con dos opciones. Un instinto maternal, es decir, un saber perfecto –porque si
es instinto es perfecto- o bien, sostener que ese saber se produce; me inclino
decididamente por esta segunda opción. Para nosotros, los humanos, no existe lo instintivo
en el cuidado de un hijo; no hay un saber innato acerca de cómo atender a un niño. La
posibilidad de cuidar depende de la construcción, en cada mujer, del lugar de la madre.
Creo que es necesario que la comunidad dé apoyo al sostenimiento del lugar de la madre y
que posibilite alejar, tranquilizar, suavizar la tiranía cultural que ha esperado siempre de la
madre algo sacrificial.
El niño puede ser responsabilizado desde que nace: responsabilizado de su dormir, de lo
que ingiere y de lo que escupe. Va constituyendo su subjetividad con lo que va decidiendo
en esas sucesivas autorizaciones, desde el comienzo de la vida va tomando forma.
Para el humano no hay un saber perfecto que funcione, sino un saber fallado. Entonces, en
esa falla, en esa brecha aparece la posibilidad de sustituir la idea de la maternidad
identificada sólo con los cuidados al niño y agregarle a éstos -como tales indispensables-
la idea de autorización. Fíjense la diferencia entre pensar la maternidad de esta manera, y
pensar un cuerpo sometido a las suposiciones de lo que debe hacerse. Observen la
diferencia que encontramos en una frase graciosa: “este chico no me come”. Precisamente,
estoy hablando de la diferencia entre “no me come” y “no come”.
Verdaderamente importante es que se pueda transmitir que “se puede poder”, que hay en
la vida un don que tiene que ver con la posibilidad, que no está contenido en el cuidado,
que es algo más. Pues tradicionalmente se ha identificado la maternidad con el cuidado,
intentamos agregarle algo más: responsabilizar.
Bien podemos decir ahora que el don paterno es el de la ley, y que el don materno es el de
responsabilizar, los done quien los done.
¿Qué es un hijo? Si hay padre hay hijo, que es el que viene después. Ser hijo es ser
deudor, ¿deudor de qué?, deudor de la anterioridad con los otros en relación a quienes se
ha constituido.
Pensemos en el hecho cotidiano de la reproducción, respecto del cual es necesario pensar
un cierto reordenamiento. La aparición de un cuerpo, el nacimiento de un niño, supone
siempre – aun en los casos más desesperantes – para cada uno –madre, padre, adultos–
hacer pasar ese cuerpo por el tamiz de lo legal. Desde la inscripción en el Registro Civil a
todo lo que viene después, digamos que se trata de hacerlo entrar en lo jurídico: entra en
la comunidad.
Afirmamos que hablando se responsabiliza, se trata de dar la palabra al niño, el derecho a
ser oído.
Hemos tenido experiencia de grupos de hermanos que pudiendo ser adoptados a la
brevedad, separados, deciden esperar y ser adoptados juntos, tomando el costo que esta
decisión implica: aquí hablamos de hermanos que son hermanos.
Resulta de interés ubicar la hermandad como una categoría que da cuenta de la fuerza de
lo común pero no en el sentido de la masa que en pos de lo común arrasa con la

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diferencia. La hermandad se constituye en función de atender a lo común y a la vez, al
mismo tiempo, sincrónicamente, da lugar a lo singular, es decir, al mismo tiempo que los
hermanos son hermanos, cada uno es uno.
Recordemos que etimológicamente la hermandad en común con la fraternidad proviene de
la raíz latina frater-ris hermano.
La hermandad pone en juego lo común desde el compartir los padres hasta el compartir
propósitos e ideales y más allá de esto lo común de ser mortales, nos diferencian sólo
pequeñas diferencias, no hay nada más común con los otros que el hecho de que todos
somos seres hablantes, todos somos mortales.
Consideremos que la práctica del psicoanálisis es no solo posible sino necesaria en el
trabajo con la adopción y el acogimiento.
No se trata de “poner a punto” madres y padres. El mundo global, la política, las
instituciones en general funcionan con parámetros universales. Las leyes reflejan los
valores de una cultura, en nombre de los derechos del hombre. Nos dirigimos a producir,
en la medida de lo posible, un uso singular de esas normas.
En nuestro dispositivo de adopción operamos con la concepción de familia como
estructura que se funda y genera un lazo amoroso comandado por un deseo de
transmisión y en esa dirección ámbito imprescindible para que un niño forje su
subjetividad con la impronta de un estilo singular, sostenido en el amor generado por el
lazo entre sus miembros.
Los lazos de sangre no son suficientes para que esto se constituya en una familia.
Concebimos la adopción como un acto ineludible para que un niño advenga “hijo”. No son
los vínculos consanguíneos ni la transmisión hereditaria los que garantizan que los
genitores de un niño lleguen a ser sus padres. Por lo tanto, una cuestión es que haya
genitores y otra es que alguien pueda sostener el decir “soy tu padre” o “soy tu madre”,
sostenimiento de un decir que constituye el consentimiento a la paternidad, acto del que
no se exime la paternidad biológica.
Nuestra orientación clínica en el trabajo con adopciones, propone un abordaje que excede
y subvierte el circunscribirlo a una evaluación técnica de la aptitud adoptiva de los
aspirantes. El equipo de adopción REaNUDAR fundamenta la necesidad de hacer un
tratamiento de la decisión de adoptar, considerando a la misma como una conclusión a la
que deben arribar tanto los aspirantes a adoptar como los niños en vías de adopción. En
este sentido no es suficiente que se instituya anticipadamente con la “imagen” del futuro
hijo sino que requiere que se realice como consentimiento en cada uno de sus pasos,
primero respecto de la significación de un hijo, y luego en el lazo que se forja en el
transcurso de las sucesivas instancias del proceso: pre vinculación-vinculación – guarda
pre-adoptiva – adopción.
Nuestra intervención toma forma en el dispositivo en términos de “asistir a la decisión de
adoptar”, lo cual comprende las diferentes instancias del proceso que culminan en el juicio
de adopción. El asistir tiene una doble vertiente: asistir en el sentido de “asistencia” y
“asistir” en términos de ser testigos de un decir, “el escuchar ser escuchado” produce en
quien habla, efectos respecto de su consentimiento con lo adoptivo. Se trata de que el
aspirante localice si una ética deseante preside un genuino deseo de paternidad, o si solo
se trata de una respuesta sintomática a un imperativo moral: “hay que tener hijos”.
Nos dirigimos a que esa decisión se produzca en términos de consentimiento: no se trata
solamente de que alguien enuncie estar dispuesto a tomar como hijo a un niño del cual no
es su genitor, sino del trabajo de acordar con lo que presentifica otro ser con quien no ha
recorrido un tramo de su existencia. No puede haber un real consentimiento con la
adopción en la medida en que no se da entrada a lo diferente del otro. Solo cuando esto
sucede, hay posibilidad de que se funde lo común con otro y que con el despliegue de lo
más genuino de cada uno se haga posible un encuentro con lo propio que de lugar a la
fundación de una familia y al consecuente advenimiento de padres e hijos.
El Equipo Nuevos Lazos de acogimiento familiar cuenta con dispositivos destinados a dar
respuesta a una de las problemáticas del vasto campo que constituyen los niños y
adolescentes en situación de vulnerabilidad. La finalidad del trabajo del equipo consiste en
evitar o reducir la internación de niños y adolescentes en instituciones de minoridad y las
consecuencias negativas derivadas de no haber vivido en el seno de una familia.
El Equipo Nuevos Lazos apuesta en primera instancia a la restitución de los niños y/o
adolescentes a la familia de origen y de no ser posible se dirige a una resolución definitiva.
El programa de acogimiento familiar brinda a los niños, menores de 18 años, una
alternativa a la institucionalización que les permite vivir en un ámbito familiar dentro de
una comunidad. A diferencia de los institutos de menores en los que el niño no resuelve su
condición de excluido, el programa de acogimiento familiar incluye a los niños en una
cotidianeidad familiar. Los niños y/o adolescentes pueden asistir a la escuela de la zona,
participar de diferentes actividades barriales y así poder llevar una vida, integrados a la
sociedad desde una familia.
A partir del derecho de todo niño de vivir en una familia, el acogimiento familiar vehiculiza
la oportunidad de producir un encuentro entre una familia que anhela integrar a un niño y
un niño que desea y requiere para su favorable despliegue subjetivo, vivir en el seno de
una familia. El propósito del programa es proveer una familia de manera temporaria: de
corta, mediana o larga permanencia. Se ocupa de los niños que han sufrido negligencia,
maltrato, abuso, o crisis que hacen necesaria la separación de su familia de origen hasta
que puedan retornar a sus hogares. Si esto no es posible hasta que se encuentre una
familia adoptiva o permanezcan con la familia de acogimiento hasta la mayoría de edad o
hasta que lo decida. Estos niños, han sufrido experiencias traumáticas a lo largo de su vida
y necesitan del cariño, el apoyo y la contención que sólo una familia les puede brindar. Es
común que algunos institutos brinden un trato despersonalizado y que no puedan darle a
cada niño la atención singular que necesitan para poder superar esas adversidades.
El Acogimiento Familiar resulta una alternativa favorable a la subjetivación del niño. La
integración a una familia permite reducir tanto los efectos del desamparo como las
distorsiones en la incorporación de las normas, producto del desvanecimiento de las
diferencias entre lo privado y lo público que se opera como consecuencia de la
institucionalización.

El título del trabajo invita a pensar en las semejanzas y diferencias entre la adopción y el
acogimiento y encuadra una propuesta que intenta tomar en cuenta lo que pasa en las
familias, no lo que debería pasar idealmente. Parte de lo real no lo ideal. Parte de una
lectura de los efectos de las acciones. Parte de la tierra no del cielo, es decir la familia real
no lo ideal.
Desde ambas prácticas, adopción y acogimiento, se trata de la realización de una apuesta
a la comunidad. Se trata de apoyar la conciencia del acto, es decir adoptar o acoger – con
sus diferencias – cómo cada familia colabora con introducir un sujeto responsable en la
comunidad. Enfatizo lo de introducir por el valor que conlleva la salida de la marginalidad
en la que están los niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad, a diferencia de los
niños, que han podido crecer con sus familias de origen. Es una apuesta a la realización de
una comunidad más humana a partir de la reunión de sujetos responsables. Llamo

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responsable, no en un sentido moral sino en términos de quién puede responder a las
contingencias que la vida presenta.
El consentimiento con la paternidad, maternidad adoptiva o de acogimiento, no es
propiedad, no se trata de hacerlo al niño propio sino de alcanzar el sentido de la
comunidad tanto en la adopción como en el acogimiento. Cuando el hacerlo propio se
reúne con el sentido de comunidad, nos encontrarnos con el don, con el dar, con el amor,
un efecto sobre lo común hace comunidad.
Resulta de interés sumar la conciencia, la conciencia de la comunidad. Tiene un valor
fundamental lo que se transmite en cada propuesta porque en función de ésta serán los
efectos, es decir la posición con la que llegan los padres que responden.
Hay propuestas de acogimiento tomadas por fuertes ideales, que esconden una gran
crueldad para con los niños, ¿qué es esto? Cada convocatoria transmite en sus líneas y sus
entrelíneas, por ejemplo las que se dirigen a algunos niños y no todos los que están en
situación de vulnerabilidad. Las respuestas no son independientes de estas líneas, son su
consecuencia, son efectos.
Volvamos a la familia.
Además del amor, es necesario también contar con la crueldad. Es necesario distinguir
entre el consentimiento que ser padre o madre de un niño, que hace de un niño un hijo y
el sentido de propiedad que hace de un niño un objeto.
El tema del consentimiento es el tema de la decisión.
Es propio de la familia la búsqueda del parecido, por lo tanto es propio de la familia la
crueldad y la segregación, algo del “pathos humano”.
Tratemos de llamar a las cosas por su nombre y pensar los medios de mantener a raya a la
crueldad y a la segregación que son propias de toda familia, empezando por la familia de
origen y siguiendo por todas las demás en diferentes grados.
Hay una crueldad propia de la relación adulto – niño. Hay crueldad en la demanda al niño
de que se les parezca. Querer hacerlo parecido, que sea parecido, allí está la crueldad. Allí
se va contra lo singular del niño. Se va contra el niño porque no se les parece.
Pensemos en los casos en que en la adolescencia, cuando aparecen los más marcados
rasgos de cualquier índole, como aparecen los distintos tipos de abandono. Se los quiere
dejar especialmente a los menos dotados. Los más dotados dan un retorno narcísistico a
los padres que achica el riesgo de abandono o posibilita con esta ganancia la tolerancia de
las diferencias.
Hay que contar con que en la maternidad y la paternidad de origen, adoptiva y de
acogimiento, hay crueldad.
Es necesaria tratarla, no suponer que no está. Entiendo que es uno de los temas
fundamentales en los seguimientos. Cuanto más real es una convocatoria a los padres,
cuanto menos ideal hay en juego, más posibilidades de “poder hacer” con un niño real y
por lo tanto menos crueldad.
Construir una familia no es educar, aunque es propio de la familia también educar.
Tener que corregir al niño para que sea semejante, esa insistencia ortopédica para hacer
entrar lo que no entra de ninguna manera, es cruel. Por supuesto no estamos hablando de
todos los casos.
Permanentemente nos encontramos con mayor y menor tolerancia a las diferencias.
Aceptar las diferencias es aceptar esa distancia con el niño, es lo que posibilita no querer
transformarlo sino acompañarlo en su despliegue. Cuanta más tolerancia a la diferencia, es
decir a la distancia, hay posibilidad de menor crueldad.
El carácter temporal del acogimiento – de corta, mediana o larga permanencia – que en un
punto tiene los inconvenientes de lo precario, en otro sentido, podemos rescatar algo: lo
temporario reduce las expectativas propias de la maternidad y la paternidad. Está la
posibilidad de que haya una menor incidencia del ideal de trascendencia en los hijos.
Menor incidencia de la búsqueda del querer parecerse. Por lo tanto puede calcularse que
hay posibilidad de menor crueldad.
Las expectativas de los padres constituyen uno de los elementos fundamentales en la
evaluación de éstos. La potencia de las expectativas, se corresponde con la potencia de la
crueldad.
Remarquemos la diferencia entre hacerlo a la propia semejanza y a acompañarlo a que
despliegue lo más propio de si. Cuanto menos se espera de un niño o un adolescente,
menor crueldad, porque hay menos ortopedia. Se trata entonces del dar, del don, de lo que
se suelta, la mano que se abre, sin esperar el retorno, esto genera espacio, genera otro
espacio para cada uno.
Es interesante pensar respecto de la adopción, en algunos casos, el comienzo tuvo que ver
con un acogimiento. Sabemos que no es propio del acogimiento ser una vía para la
adopción, esto está claro. Pero sí hemos podido comprobar que resoluciones que tuvieron
como vía de comienzo el acogimiento - en el que se probaron fehacientemente los lazos
familiares- casos donde era imposible el retorno a la familia de origen, dieron lugar a
adopciones con un escaso riesgo de fracaso.
También podemos decir que encontramos ciertos casos en que la familia de acogimiento
funciona mejor si han tenido hijos biológicos, hay una satisfacción satisfecha y queda un
campo más franco para el rasgo solidario que el acogimiento tiene.
La solidaridad en la adopción es un inconveniente. La solidaridad en el acogimiento
interesa.
Hablé de nombre de familia, familias de nombre. La familia implica la función del padre, el
lugar de la madre y por lo tanto el lugar para el hijo.
En estos términos se reúne la familia de origen, la adoptiva y la de acogimiento, todas
tienen la posibilidad de efectivizar la función de transmitir esta palabra, paterna y
materna. Si transmiten, todos son familia. Con la familia de origen y con la de adopción, se
produce la transmisión del nombre de familia.
Reservamos para el acogimiento la denominación de las familias de nombre, es decir,
llamadas familias, no hay transmisión del nombre de familia, pero es posible la transmisión
de la función del padre y el lugar de madre.
Adopción y acogimiento son apuestas a la familia, el lugar de ésta es indiscutible en
nuestra sociedad.
En relación al acogimiento podemos decir que esta en las raíces de nuestra comunidad
desde siempre bajo la forma de familia extensa o no, este alojar fue argentino.

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