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428 DERECHO DE SUCESIONES

A nuestro pensar, la raíz más remota de la institución del albaceazgo,


es el fideicomiso romano: la disposición de última voluntad mediante
la cual el causante rogaba al heredero que cumpliera determinada
manda u orden, en beneficio de un tercero (2) (supra, nos. 27 y 56-B,
D). Sin embargo, la generalidad de la doctrina se inclina por considerar
que se originó más bien en la figura del Salmann, que intervenía en las
adopciones in hereditatem (affatomia) del antiguo Derecho Germáni-
co (3).
Sea lo que fuere, existe consenso respecto de que, cuando en
realidad floreció y se desarrolló el albaceazgo --en forma más o menos
parecida a la que tiene en las legislaciones modernas- fue en la alta
Edad Media y bajo el patrocinio del Derecho Canónico.
Como hemos indicado con anterioridad (supra, nos. 24, infiney 30-
B, A), durante el medioevo, la Iglesia influyó de manera decisiva en la
generalización de la costumbre de testar y en la inclusión, en el acto de
última voluntad, de liberalidades a favor de obras pías y caritativas (las
cuales incluso se presumían ordenadas por el de cujus, cuando éste
fallecía sin haber recibido los sacramentos). Inicialmente, el testador
acostumbraba encargar a alguno de sus parientes, amigos o personas
de confianza, el cumplimiento de esas liberalidades; pero con el
tiempo, la ley canónica designó al obispo de la respectiva diócesis,
como ejecutor testamentario de pleno derecho de todos los legados
píos, independientemente de lo que el de cujus estableciera al respecto
en su acto de última voluntad.
Con el tiempo fue arraigando también la costumbre de designar uno
o más albaceas, para que se encargaran del cumplimiento de las
disposiciones testamentarias distintas de los legados píos. Más aún, en
ciertas regiones -como Inglaterra- se llegó a negar validez al
testamento que no incluyera el nombramiento del ejecutor; y en otras
-como Francia- si el causante no lo había designado o si la
designación resultaba ineficaz, se entendía que el albaceazgo corres-
pondía, de pleno derecho, al obispo, al señor de la tierra o al juez civil,
según el caso.
La institución de la ejecutoría testamentaria llegó a su apogeo en
Europa, en el siglo XIII y comenzó a decaer en el inmediato siguiente,
sobre todo porque a partir de entonces, -el testamento se desarrolla en
un ambiente de juristas animados por sentimientos religiosos más. fríos
que los de sus antecesores ...• (4).
El ejecutor testamentario, en aquellas épocas, tenía por misión
ejecutar y cumplir las mandas dispuestas por el testa dar y sostener la

legatarios universales, con el objeto de obtener una más segura, más exacta y
más diligente ejecución de sus últimas voluntades-.- En todo caso, la frase
transcrita es original de Pothier (Donations Testamentaires, Chapo V, Sect. 1,
Pr.).
2 Institutas, 11,XXIII Y XIV.
3 Al respecto, cfr.: Lepointe, op. cit., n 194, pp. 150-151; Pacifici-Mazzoni, op. cit.,
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T. VIII, n 170, p. 449; De Ruggiero, op. cit., T. 11,Vol. 11, p. 519; Polacco, op.
cit., T. 1, pp. 495-496 (en nota del traductor S. Sentís M.); De Page, op. cit., T.
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VIII-2, n 1327, p. 1423; Castán Tobeñas, op. cit., T. VI, Vol. 11, pp. 359-360;
H. Planitz, Principios de Derecho Privado Germánico, trad. C. Melón l., Bosch,
Barcelona, 1957, nQ 100, pp. 372-373; etc.
4 Cita de O. Martin, hecha por Lepointe, op. cit., n 239, p. 178.
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