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Filosofía, Cultura y Sociedad

La vida

Nuestro entorno está lleno de seres vivos. Estamos rodeados


de plantas, aves, insectos, en fin, animales y también de
personas. El objetivo del presente escrito es mostrar,
precisamente, que la vida es una gratuidad, un proyecto y
una responsabilidad. "La vida no debe ser una novela que se
nos impone, sino una novela que inventamos" (Novalis).

La defensa y protección de la vida humana es un objetivo que


los pueblos y las culturas han concebido y realizado de
modos diferentes. Históricamente, a partir de las teorías del
transformismo y evolucionismo en el siglo XIX, tal como las
propusieron J. B. Lamarck, Ch. Darwin y H. Spencer,
surgieron las llamadas éticas biológicas.

El principio fundamental o la filosofía que las soporta, puede


formularse más o menos como sigue: las leyes de la vida son
las leyes de nuestra propia existencia y, por lo mismo, ellas
encierran la explicación de nuestro fin y destino. "Es a la vida
-escribe Guyau (1944, 75)- a quien nosotros pediremos el
principio de la moralidad". Aquello que la naturaleza impone a
todo cuanto vive y el fin hacia el cual ella encamina la
inmensa marejada de los vivientes es el destino y finalidad
hacia el cual debemos aspirar. Luego es engañoso y
quimérico buscarle un fin a la vida fuera de la vida misma. Al
respecto escribe Federico Nietzsche (1998, 48): "Los juicios y
las valoraciones relativas a la vida, en pro y en contra, no
pueden ser nunca, en última instancia, verdaderos: sólo valen
como síntomas, y únicamente deben ser tenidos en cuenta
como tales; en sí, dichos juicios son necedades. Hay que
alargar totalmente los dedos e intentar captar la admirable
sutileza de que el valor de la vida es algo que no se puede
tasar". Cuanto el individuo necesita hacer, es velar por su
conservación y desarrollo. "Demos, pues, al término biología
el sentido comprensivo que debería tener, que quizá alcance
algún día -señala Bergson (1996, 124)-, y digamos para
concluir que toda moral, presión o aspiración, es de esencia
biológica".

Aristóteles, en su libro Acerca del alma (1983, 168), parece


identificar vida y alma. Al referirse al hombre dice que es el
ser que nace, se alimenta, crece, se reproduce, envejece y
muere, siente, apetece, se desplaza, entiende, razona y
habla. El conjunto de estas actividades se suele denominar
vida. Por lo que la vida, para Aristóteles, es una actividad.
Tomás de Aquino hace consistir la vida en el movimiento:
"Son vivientes aquellos seres que se mueven a sí mismos".
La vida es, en pocas palabras, un misterio. "Filosóficamente -
escribe Sanabria (1987, 84)-, la vida ha sido determinada de
diversas maneras, pero en general se acepta que la vida se
caracteriza por la autoposesión, pero también por una
apertura hacia algo diferente: la vida es autotrascendencia,
que es precisamente su modo propio de realización. Y como
hay tres modos de autotrascendencia, hay tres grados de
vida: vida vegetal, vida animal y vida humana".

Aun tratándose de un valor importante, fundamental, la vida


no es un valor absoluto. Razón tiene Mounier (1965, 43)
cuando escribe: "querer vivir a cualquier precio es aceptar un
día vivir al precio de las razones de vivir. Solo existimos
definitivamente desde el momento en que nos hemos
constituido un cuadro interior de valores o de abnegaciones
contra el cual, sabemos, ni siquiera prevalecerá la amenaza
de la muerte". Porque la calidad de la vida es más importante
que la vida misma.

Si la vida es un don precioso que debe suscitar en el hombre


un eco de agradecimiento y una voluntad decidida de aprecio,
el ejemplo de Jesús de Nazaret integra otra dimensión. "El
héroe cristiano fue el mártir -escribe Erich Fromm (1981,
138)-, porque en la tradición judía el hecho más grande era
ofrecer a Dios o a nuestros semejantes la propia vida. El
mártir es exactamente lo opuesto del héroe pagano,
personificado por los héroes germanos y griegos. La meta de
los héroes era conquistar, triunfar, destruir, robar; la
realización de su vida era el orgullo, el poder, la fama y una
insuperable capacidad para matar… Las características del
mártir consisten en ser, dar, compartir; las del héroe son:
tener, explotar, violar" (cf. Vasconcelos, 1918, 83).

¿Qué es entonces la vida?


Es una gratuidad. La vida es algo que se nos ha dado sin
contar con nosotros. Por lo mismo, es algo gratuito.
"Nacemos, y nada podemos rehusar. Son otros quienes
dibujan, diseñan, garabatean y proyectan sobre el papel de
nuestra vida. Nos echan flores y, al mismo tiempo, espinas.
Nos besan y, a la vez, recibimos miradas de desprecio… No
tenemos capacidad para escoger, y nada podemos rehusar.
Somos plena acogida. A todo decimos que sí. Y todo lo que
entra en nosotros a través de los sentidos lo guardamos
como bagaje para la vida. Un bagaje que no podemos
seleccionar ni escoger" (cf. Wilson, 1983, 17).

Es un proyecto. "El hombre no es cosa ninguna, sino un


drama -señala Ortega y Gasset (1958, 36)- su vida, un puro y
universal acontecimiento que acontece a cada cual y en que
cada cual no es, a su vez, sino acontecimiento". El hombre se
encuentra existiendo, pero no con una existencia ya dada o
hecha como las cosas, sino que al acontecerle existir no tiene
más remedio que hacer algo para no dejar de existir. La vida
humana es quehacer, mejor dicho, una dificultad de ser, un
modo difícil de ser, en fin, una problemática tarea de ser: "el
hombre no sólo tiene que hacerse a sí mismo, sino que lo
más grave que tiene que hacer es determinar lo que va a
ser". No se puede hablar del ser (humano) como ser ya lo que
se es: fijo, estático, invariable y dado. Lo único que el hombre
tiene de ser es lo que ha sido. "El hombre no es, sino que "va
siendo" esto y lo otro… Ese "ir siendo" es lo que, sin absurdo,
llamamos "vivir". No digamos, pues, que el hombre es, sino
que vive" (cf. Ortega, 1958, 48).

Es una personal responsabilidad. Todo hombre tiene derecho


a la vida, reza el artículo tercero de la Declaración Universal
de los Derechos Humanos. Pero hay que añadir que todo
hombre tiene el deber de vivir como persona la vida humana.
"El vivir -señala Aristóteles (1981, 9)-, con toda evidencia, es
algo común, aun a las plantas; mas nosotros buscamos lo
propio del hombre". El hombre, si se diferencia de los
animales, tiene que hacer efectiva esta diferencia, viviendo la
vida como persona y no como otro ser cualquiera. Escribe V.
E. Frankl (1985, 108) al respecto: "Como quiera que toda
situación vital representa un reto para el hombre y le plantea
un problema que sólo él debe resolver, la cuestión del
significado de la vida puede en realidad invertirse. En última
instancia, el hombre no debería inquirir cuál es el sentido de
la vida, sino comprender que es a él a quien se inquiere. En
una palabra, a cada hombre se le pregunta por la vida y
únicamente puede responder a la vida respondiendo por su
propia vida; sólo siendo responsable puede contestar a la
vida".

Quizá el hombre nada espere de la vida, pero la vida sí


espera algo de él. En vez de pasar todo el tiempo con
preguntas e interrogantes sobre el sentido de la vida, el
hombre debe responderle a la vida que le cuestiona de una
manera constante y continua. Y esto lo hace, o lo puede
hacer, cuando toma conciencia que es más que su vida. El
ser humano es un ser hecho para sobrepasarse. "De seguro
no ha encontrado la verdad el que hablaba de una "voluntad
de existir"; no hay tal voluntad. Porque lo que no existe no se
puede querer; pero, ¿cómo lo que existe podría aún desear la
existencia? Unicamente donde hay vida hay voluntad, pero no
voluntad de vida, sino como yo enseño, voluntad de dominio.
El viviente aprecia muchas cosas más que la vida misma"
(Zaratustra).

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