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El Carácter de un Verdadero Adorador

EL CARÁCTER DE UN VERDADERO ADORADOR


Por Francisco Montealegre

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos


adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque
también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es
necesario que le adoren”.
Juan 4:23

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El Carácter de un Verdadero Adorador

Es fundamental que la Iglesia de hoy sea consciente de la necesidad de vivir


permanentemente un estilo de vida de adoración hacia el Padre, y es
importante además, que los creyentes consideremos que la
responsabilidad de alabar y adorar a Dios no recae en la labor del pastor
de la iglesia ni mucho menos del líder de alabanza.
El tema de la adoración no está limitado al ejercicio individual de una persona o
ministerio por el nivel de influencia que demuestre ante los demás o por
los talentos y habilidades que resalten en su organización. La adoración
es un asunto que nos compete a todos sin excepción. En el Salmo 148
verso 14 se dice: “...¡alábenlo todos sus santos, los hijos de Israel, el
pueblo a él cercano!” y mucho más imperativo con respecto a este tema
es el Salmo 150 verso 6 donde dice: “Todo lo que respira alabe al Señor”.

Ahora, ¿por qué de esa necesidad absoluta?, ¿por qué es necesario establecer un
estilo de vida permanente de adoración hacia el Padre?. Las respuestas
pueden ser muchas, pero todas coinciden en algo muy importante y
crucial para la vida de la Iglesia: Porque Dios sabe que es allí, en la
Adoración, la habitación donde podemos experimentar el poder que
necesitamos diariamente para ser transformados en Su gloria.
Cada domingo, las iglesias cristianas en toda Latinoamérica y el resto del
mundo se ven abarrotadas de millones de personas que
lamentablemente muchas de ellas salen de los cultos siendo las mismas
personas que entraron con las mismas actitudes de culpabilidad,
rechazo, preocupaciones y toda clase de problemas que impiden cultivar
y desarrollar una genuina adoración hacia el Padre. Muchas de esas
personas viven enfrascadas en una mera rutina de religiosidad, donde la
sensibilidad a la presencia de Dios se pierde por no cruzar la línea que
separa la religión de la verdadera adoración.
Ahora, de acuerdo a esto, ¿cuántas veces hemos sentido en nuestros cultos de la
Iglesia que a pesar de hacer el mejor esfuerzo posible para experimentar
la presencia de Dios no logramos romper la barrera que obstaculiza el
contacto de nuestro espíritu con el mismo Espíritu de Dios?, ¿cuántas
veces somos conscientes de lo que nuestros labios están declarando al
entonar una alabanza al Padre?, ¿cuántas veces hemos sido sensibles al
mover del Espíritu Santo obrando a nuestro alrededor?, ¿qué tanto
logramos comprender lo que Dios quiere decirnos cuando el pastor o el
orador está predicando la Palabra de Dios a la congregación?.
Dios no está buscando adoración, sino adoradores genuinos para su reino. Él no
necesita que le adoremos, porque al final de cuentas Él es Dios ya sea que
le adoremos o no y más aún si dejáramos de alabarle, “aún las piedras
clamarían”.
La adoración no es una forma de expresión ni mucho menos una manifestación
de sentimientos humanos; no está relacionado con algún estilo musical ni
tampoco con algún arte o pensamiento filosófico. La Adoración es en su esencia
una experiencia plena y constante de la presencia de Dios en nuestras vidas, un
estilo de vida inobjetable para el creyente nacido de nuevo.
Hace un buen tiempo atrás leí un artículo publicado en Internet del pastor
Robert L. Dickie donde define lo siguiente: “La Adoración es aquella en la que

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el alma desea ver la gloria y hermosura de Cristo, conocer el gozo y


experimentar el placer de la presencia de Dios. La adoración se halla en su
cumbre y punto de riqueza y llenura mayor cuando nuestra alma se pierde en
la maravilla de la gloria y majestad de Dios”.
Algo que es muy importante entender es que la Adoración se basa en una
relación genuina con el Padre, una comunión donde nuestro espíritu percibe
constantemente una clara señal de la presencia divina y en donde nuestros
pensamientos y emociones se enfocan en agradar a Aquél cuya habitación es la
adoración de sus hijos. Debemos entender que sin una relación genuina con
Jesús, nuestra adoración es solo palabras y acciones vacías (1 Corintios 13:1)

En su libro “El Abrazo del Padre”, Danilo Montero, uno de los ministros de
alabanza más prominentes de Latinoamérica, revela un principio fundamental
que muchas veces hemos ignorado: “Para adorar al Dios verdadero necesitamos
conocerlo. Pero sólo podemos conocerlo en la medida en que Él se nos revele”.
Pablo pudo experimentar en carne propia aquella revelación divina que cambió
totalmente el rumbo de su vida y que le motivó a empezar una relación genuina
con Jesús. Aquél encuentro camino a Damasco fue el inicio del ministerio de
uno de los más grandes adoradores que se mencionan en las Sagradas
Escrituras.
En la Biblia se relata la vida de hombres y mujeres que establecieron una
auténtica relación con el Padre y que los llevó a ser los genuinos adoradores que
Él está buscando.
Es allí en la Adoración donde Moisés pudo experimentar la misma presencia de
Dios pasando frente a su rostro sin que éste desfallezca por el poder de Su
gloria (Exodo 33)
Es allí en la Adoración, donde Isaías recibió su llamado y pudo sentir el toque
de Dios limpiando y borrando sus culpas y pecados (Isaías 6)
Es en la Adoración, donde el rey David danzó alegremente delante del pueblo
de Israel cuando trajeron el arca de regreso a Jerusalén (2 Samuel 6:12-19)
Es allí en la Adoración, donde Ana, después de haber derramado su amargura
delante de Dios, recibió lo que tanto había deseado por mucho tiempo (1
Samuel 1)

Jesús fue muy claro en el libro de Juan capítulo 4 donde dice que Dios está
buscando “verdaderos adoradores que le adoren al Padre en espíritu y en
verdad”. Nótese claramente que no solo son simples adoradores, sino que
expresa de manera clara y precisa que son verdaderos adoradores lo que Él
busca.
Si bien es cierto, la Biblia no menciona específicamente acerca de un patrón
bíblico de lo que constituye ser un verdadero adorador, no obstante, brinda
muchos ejemplos registrados entre sus páginas de personas que determinaron
seguir un estilo de vida que los llevara a una auténtica relación con Dios, una
vida plena de adoración.
No pretendo definir un patrón de lo que es ser un verdadero adorador, pero si
deseo enfocarme en lo que realmente tiene que ver con el carácter de un
adorador genuino para el servicio al Señor.

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CUALIDADES EN EL CARÁCTER DE UN VERDADERO ADORADOR

Un verdadero adorador:

1. POSEE UN CORAZÓN DISPUESTO A SERVIR A DIOS Y A LOS


DEMÁS

Tenemos que ser conscientes que un corazón dispuesto a servir en todo


momento y bajo cualquier circunstancia es aquel que refleja la esencia de
una genuina adoración a Dios. Si no hay una disposición total de parte de
nosotros para servir a Dios y a los demás, no podemos hablar de una
verdadera adoración al Padre.
Jesús, siendo el Hijo de Dios y el Señor de toda la creación, se despojó de su
total investidura y toda su gloria para venir a servir a la humanidad ---
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y
para dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). ¿Te imaginas?,
¿Cómo Él siendo el mismo Dios puede venir a nosotros y tomar el papel que
nos corresponde como siervos del Dios Altísimo? ¡Qué gran ejemplo de
humildad!.
El creyente que busca servir a Dios siempre anhela en su corazón agradarle
a Él y conocer su voluntad a través de Su Palabra. Deja a un lado toda
actitud de orgullo y renuncia a una vida vanidosa y egoísta delante del
Padre.
En la Biblia encontramos a una mujer llamada María de Betania (Juan 12:1-8)
quien “ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos” (v. 3). Esto,
constituye un claro ejemplo de servicio y adoración a Dios de parte del ser
humano. María estaba convencida a quién servía y porqué lo hacía, no le
importaba lo que sucediera a su alrededor ni mucho menos de lo que los
demás pensarían, sólo cabía en su mente una sola cosa que era servir al
Maestro. De acuerdo a esto, ¿cuántas veces has podido mostrar la misma
actitud que demostró María cuando alguien te pidió tu servicio a pesar de lo
incómodo y trabajoso que podía ser la tarea?
Esto refleja un hecho substancial en la vida del creyente, partiendo del hecho
de que fue el mismo Jesús quien dio un claro ejemplo de servicio a sus
discípulos al lavar los pies de estos (Juan 13:1-11).
Escuché un mensaje de alguien decir por la radio que “una persona que no
sirve [a los demás], no sirve para el reino de Dios”, algo muy severo, pero
que sin embargo revela una claro concepto de la importancia de servir a
nuestro prójimo, “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los
pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de
nada me sirve” (1 Corintios 13:3).

2. ES TEMEROSO DE DIOS

La Biblia dice que “El principio de la sabiduría es el temor de Dios”


(Proverbios 1:7). Dicho temor implica el conocimiento pleno de lo que Él es
para nosotros y de lo que quiere revelarnos como hijos suyos.

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La persona que no teme a Dios desaprovecha una excelente oportunidad de


agradarle a Él y obedecerle en su plena voluntad y por consiguiente, no es
una clara señal de adoración genuina.
Un ejemplo claro constituye la vida de Abraham, siervo de Dios. En Génesis
capítulo 22 versos del 1 al 19 se relata acerca del sacrificio que él tenía que
hacer como prueba de su obediencia a Dios, el sacrificio de su único hijo,
Isaac. En el verso 12, se expresa claramente el concepto que Dios tenía acerca
de Abraham --- “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada;
porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu
único”. Aquél temor de Dios es lo que le permitió a Abraham anteponer su
obediencia y compromiso con el Padre antes que sus deseos y sentimientos
paternales como humano. Fue el mismo temor de Dios que hizo comprender
a Abraham que Dios es fiel y poderoso para levantarle descendencia como el
número de las estrellas del firmamento. ¡Verdaderamente desafiante!
Otro de los personajes del Antiguo Testamento que más me han desafiado
definitivamente es Job. Aún me cuesta poder concebir la idea y entender
cómo es que a pesar de las difíciles pruebas y luchas que Job atravesaba,
seguía con la misma convicción de adorar a Dios. Él estaba convencido que
no había nada más importante en su vida que la grandeza de Dios ante sus
problemas. En el capítulo 1 verso 8 podemos conocer el concepto que Dios
tenía acerca de Job cuando Satanás se presentó ante Él --- “¿No has
considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra varón
perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”. De este verso,
podemos concluir que el temor de Dios es aquél que nos va a ayudar a
alejarnos del mal por el simple hecho de vivir agradándole a Él en todo
momento y a pesar de cualquier circunstancia adversa en nuestras vidas.

3. ES ÍNTEGRO

La Biblia menciona algo que es muy importante en cuanto a la adoración de


los creyentes; en el Salmo 33 verso 1 dice “... en los íntegros es hermosa la
alabanza”.
Ahora, te has preguntado las veces que has leído este verso ¿Por qué en los
íntegros y no en cualquier persona?, ¿Por qué Dios aprecia y se deleita más
en la adoración de una persona íntegra que le adora?, ¿Qué es aquello que
seduce tanto a su corazón que le motiva a revelarse ante aquél que invoca su
nombre en integridad?
Partamos definiendo ¿Qué es Integridad?. Aunque la respuesta conlleve a
muchos significados podemos entender que integridad es aquella que nos
va a permitir andar en camino de rectitud delante del Padre, la que nos
permite ser conscientes de lo que es correcto e incorrecto delante de Dios. El
Salmo 24 versos 3 y 4 nos ayuda muy bien a complementar el concepto de lo

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que es ser una persona íntegra --- “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y
quién estará en su lugar santo?, el limpio de manos y puro de corazón”.
Una persona íntegra siempre tratará de examinar sus pensamientos y sus
deseos del corazón para no pecar contra Dios. Es aquella que se mantiene
alerta ante cualquier amenaza tentadora del pecado y que rechaza cualquier
intento negativo que interfiera en su comunión con el Padre.
Quiero dar dos ejemplos específicos de personas que mantuvieron de
principio a fin su firme convicción de vivir íntegros delante de Dios. Uno de
ellos lo encontramos en el libro de Génesis capítulo 39, su nombre: José.
Por lo que la Biblia describe, José era un joven de “hermoso semblante y
bella presencia” (v. 6). Él se había convertido en el mayordomo oficial en la
casa de Potifar, prácticamente era el segundo después de su amo, su palabra
era considerada como si fuera una orden de la misma boca de su jefe, tenía
lo que cualquier cristiano hoy en día desearía tener: prosperidad, autoridad,
respeto, un buen trabajo y sobretodo la eterna presencia de Dios sobre su
vida. Sin embargo, José representaba un blanco fácil de distinguir para una
mujer impía como la esposa de Potifar. Ella prácticamente se había
convertido en el “dardo de fuego” que peligrosamente acechaba y seducía
con su hermosura y vanidad. Seguramente para cualquier hombre impío de
aquella época ella era una tentación difícil de despreciar, y nuestra realidad
no es ajena a este cuadro. Lamentablemente, hoy en día muchos cristianos
son alejados de su comunión con Dios al dejarse seducir por los placeres de
este mundo y llevan una vida llena de conflictos espirituales, morales y
emocionales al volverse contra Dios.
Pero José no era de aquellos que fácilmente se dejan influenciar por los
deseos engañosos del corazón humano. En el verso 9 se encuentra la clave
que describe la esencia de lo que es ser una persona íntegra ante los ojos de
Dios --- “...¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?”.
Una pregunta que vale más que mil respuestas.
José estaba determinado a ser aquél “limpio de manos y puro de corazón”
que subiera al monte del Altísimo para ofrecer verdadera adoración a través
del sacrificio de una vida pura e íntegra ante los ojos del Padre.
Pero hay algo muy importante en este capítulo de las Escrituras que todo
adorador debe considerar si desea ofrecer una auténtica adoración a Dios.
En los versos 2, 3, 21 y 23 se menciona un hecho resaltante que puede
apreciarse en la vida de una persona íntegra como José --- “Mas Jehová
estaba con él”.
Una persona íntegra en conducta, pensamiento y ejemplo es sin lugar a
dudas aquél templo donde la presencia de Dios reposa y se deleita en
aquella habitación del corazón puro, santo y agradable.
El segundo ejemplo lo encontramos en Daniel. Daniel era también muy
joven como José, pero no era cualquier joven de aquella época. La Biblia
menciona en el capítulo 1 que durante el cautiverio babilónico,
Nabucodonosor, rey de Babilonia mandó a sus encargados a traer de Israel a
jóvenes del “linaje real de los príncipes” (v. 3), “en quienes no hubiera tacha
alguna, de buen parecer, instruidos en toda sabiduría, sabios en ciencia, de
buen entendimiento e idóneos para estar en el palacio real” (v. 4).
Evidentemente estamos hablando acerca de un joven proveniente de la

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nobleza de Israel, culto y preparado en sabiduría. Pero quiero resaltar aquí


una cualidad especial que el rey de Babilonia buscaba entre los jóvenes
nobles de Israel, era que tenían que ser jóvenes “en quienes no hubiera tacha
alguna”; en otras palabras, íntegros de corazón. Considerando este suceso,
debemos puntualizar que una persona íntegra siempre será considerada
para ser usada por Dios en cualquier circunstancia en que se le requiera.
Siempre será el blanco de las miradas que valoran un buen testimonio ante
los demás.
La Biblia dice que aquellos jóvenes fueron apartados para ser educados
durante tres años, para que al final de estos se presentaran delante del rey
(v. 5). Pero hubo una determinación en el corazón de Daniel. Fue la misma
determinación que motivó a José a salir huyendo de las garras de la
tentación. En el verso 8 se menciona claramente que “Daniel propuso en su
corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey”. La
determinación en la vida de una persona íntegra viene a ser el “ancla” que
frena el deseo de ceder terreno al pecado y que produce una clara
convicción de apartarse del camino equivocado.

4. VIVE EN UNA CONSTANTE COMUNIÓN CON DIOS

La comunión con Dios parte de una premisa fundamental en la vida del


creyente adorador: Sin una relación, no hay comunión. La comunión con
nuestro Padre celestial se dará en la medida en que nos relacionemos con Él
y conozcamos más acerca del propósito que tiene para nuestras vidas. A
través de la comunión:
- Podemos obtener el discernimiento espiritual para saber qué es lo
correcto e incorrecto delante de Dios.
- Podemos ser sensibles a la voz de Dios y a su presencia obrando en
nuestras vidas.
- Lograremos conocer cuál es el plan que Dios tiene preparado para
nosotros.
- El Espíritu Santo nos revelará la manera cómo debemos conducirnos en
nuestro caminar diario.
- Seremos provistos del conocimiento de la verdad que Dios revela a
través de Su Palabra.
- Podemos llevar el fruto necesario para crecer y madurar a la medida de
la estatura de Cristo --- “… y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto,
y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en
mi nombre, él os lo dé” (Juan 15:16b).

La comunión con Dios es la consecuencia de una determinación absoluta del


adorador de querer llevar una vida totalmente dependiente del Padre y de
cumplir Su perfecta voluntad revelada en esa intimidad con Dios.

5. TIENE PASIÓN POR LA PALABRA DE DIOS

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El creyente que busca llevar una vida genuina de adoración siempre será
consciente de la necesidad de considerar a la Palabra de Dios como su eje
fundamental en el cual giran todos sus pensamientos y acciones.
La Palabra de Dios es indiscutiblemente nuestra arma principal para vivir
una vida victoriosa ante los problemas y los conflictos que amenazan
constantemente nuestra vida de adoración al Padre. Asimismo, es nuestra
“brújula” que nos permite tener un claro sentido de orientación en medio de
un panorama difuso y violento propio de nuestra sociedad de hoy.
En 2da. de Timoteo capítulo 2 verso 15, Pablo hace una exhortación a
Timoteo sobre la manera de cómo debemos encaminarnos en el marco de la
Palabra de Dios --- “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado,
como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de
verdad”.
Aquel adorador que busca en todo momento presentarse ante Dios sin
manchas ni reproche, siempre mostrará una clara señal de hambre y sed por
Su Palabra ante los demás. Estará convencido de que no hay otra cosa más
importante en su vida que cumplir la voluntad del Padre revelada en las
Escrituras.
No en vano el salmista escribió: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y
lumbrera a mi camino”. ¡Qué fascinante manera de considerar a la Palabra
de Dios en la vida de un adorador!

6. DESARROLLA SU MANERA DE ADORAR

El creyente que busca mantener una permanente relación con el Padre


celestial siempre buscará desarrollar las diversas maneras de expresar su
adoración a Dios.
Muchas veces cometemos el error de relacionar el tema de la adoración con
un tiempo donde sólo se entonan canciones que denotan quietud y cierto
grado de “pasividad” emocional.
Como ya lo he mencionado, la adoración no esta limitada a una
manifestación de sentimientos de acuerdo a un mover o sentir humano, ni
mucho menos al tipo de canción que entonamos en la iglesia o algún estilo
musical propio de alguna banda de músicos cristianos. Tenemos que romper
el paradigma de creer que la adoración está relacionado a un momento o
circunstancia donde expresamos nuestros sentimientos de una manera más
profunda. En la medida que entendamos esto, vamos a empezar a conocer y
desarrollar diversas maneras de ofrecer nuestra adoración al Padre y por
consiguiente, saldremos de este “conformismo” espiritual en que muchas
veces nos vemos envueltos inconscientemente.
El creyente que asume esta actitud mostrará las siguientes características:
- Es consciente de lo que tiene y de lo que puede hacer con lo que tiene.
Siempre buscará la manera de desarrollar los talentos y habilidades que
adquiera en la medida en que reciba el conocimiento necesario para
saber cómo utilizarlos adecuadamente.
- El creyente que busca desarrollar su manera de rendir adoración a Cristo
siempre considera vital que la preparación y la planificación juegan un
papel muy importante antes de presentar su adoración delante del Rey.

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Aquél que adora con excelencia al Padre celestial es aquél que busca la
manera de ofrecer su ofrenda diez veces mejor de lo que ofrecería si no
estuviera seguro y preparado en lo que hace. No utiliza la improvisación
para no ofrecer una adoración mediocre y sin sentido.
- Trata de aprender y absorber de las experiencias de otros adoradores con
el fin de aplicarlas a su vida y ministerio.
- Es consciente de la necesidad del Espíritu Santo como guía y fuente de
inspiración para ofrecer su adoración a Dios.

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