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PSICOLOGÍA

22 de junio de 2017
A propósito del auge de las neurociencias

La “desaparición del
psicoanálisis”, un deseo
de muerte
Aunque el postulado no es nuevo, ahora se plantea la muerte del psicoanálisis
desde las neurociencias que, mal aplicadas al ámbito de lo psíquico, proponen un
rastreo HD de los fenómenos psíquicos así como su manipulación. Pero los
postulados de Freud siguen vivos aún para desenmascarar esos procedimientos,
incluso en sus formas más veladas.
Por Alejandra Jalof *




A nuestros pacientes, que día a día verifican y se sostienen de una
práctica viva.

“Se trata del advenimiento, correlativo a la universalización del sujeto


procedente de la ciencia, del fenómeno fundamental cuya erupción puso
en evidencia el campo de concentración”.

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Lacan
Las resistencias son inherentes al psicoanálisis y nacen con él. Fuera y
dentro del movimiento, nada mejor que leer a Freud para asistir a su
modo de combatir las propias. Comparado con ello, lo demás aburrirá.

Desde sus comienzos y cada tanto aparecen viejas alternativas


diagnósticas y terapéuticas travestidas de novedades que bombardean el
llamado “mundo intelectual” o “científico” y se plasman en algún éxito
editorial destinado al olvido.

¿Verdad que mientes cuando hablas?

Que la verdad tiene estructura de ficción es un relevamiento que toma


Freud de su clínica y al que denomina realidad psíquica.

Por su parte, la antropología y la historia han dado valor de verdad al


mito. La eficacia simbólica no la inventó el psicoanálisis sino el lenguaje,
cuestión que Levi Strauss verifica, ni en Francia ni en Argentina, sino en
tribus del Amazonas.

La verdad absoluta no es problema de la ciencia sino de algunas


religiones y filosofías que aspiran a dicho ideal.

Freud se formó como científico y habló el lenguaje de la época. Su


brújula fue aunar la ética a dicha ciencia. Inventó un camino propio
sostenido gracias a un incansable espíritu crítico y vigilante de su
práctica. Su genio hizo de los tropiezos un campo fértil para la invención
y no meros obstáculos a eliminar.

La paradoja del argumento


Alejandro Magno caminó de la mano de Aristóteles para formalizar las
razones y necesidad de su imperio. La historia hoy ya no se repite en
forma de farsa sino de patetismo. Hoy la indigente elite intelectual va
detrás de los gobernantes con la bandeja de café y una mano lista para
sostenerles el abrigo.

Hace algunos años dos dinamarqueses publicaron “La desaparición del


psicoanálisis”, texto ensayo donde desplegaban la crítica al método
psicoanalítico, así como sus precarias lecturas de Freud. Comparada con
las críticas actuales aquellas eran menos perniciosas porque intentaban
discutir el marco teórico y los fundamentos, y carecían del campo de
aplicación – exclusivamente económico– de las pseudo teorías actuales.

De todos modos, los intentos de desentenderse de la variables del goce


y el deseo se basan en las mismas viejas críticas.

En aquel momento, Mr. B. Jacobsen decía que Freud habría forzado la


empiria para justificar la teoría. De ser así, no la hubiera inventado ni
corregido hasta el final, como lo hizo. La otra objeción –que contradice la
primera– es que Freud cambiaba la teoría según la experiencia de la
clínica.

Se acusa a Freud de una cosa y de su opuesto: de forzar la teoría para


explicar el fenómeno y de cambiar la teoría cuando así lo imponían sus
descubrimientos. La objeción entonces, no se dirige al qué sino al quién.

Freud y su herencia analítica que hasta la actualidad se niega a la


aniquilación de lo subjetivo y particular.
Hay algo que sin duda hubiera incomodado menos a los detractores del
psicoanálisis es que Freud no hubiera existido o bien que hubiera
deslizado su descubrimiento bajo la alfombra.

El alarido parece decir: ¡Estábamos tan bien sin inconsciente, cuando


éramos amos y señores de nuestro ser! Sí, también estábamos tan
cómodos como equivocados cuando creíamos que el sistema planetario
giraba alrededor de la Tierra.

Hacer de Freud un manipulador, de Lacan un amo y de Anna O un mito


como se dijo en aquel momento es más una defensa que un ataque al
psicoanálisis, ya que verifica lo que el psicoanálisis postula sobre el ideal
de autonomía del yo y del afecto llamado angustia frente a su
inconsistencia.

Esta objeción muestra que la pasión que orienta estas críticas no es la


cientificidad sino la ignorancia como modo de desentenderse de la
existencia de aquello que perturba.

El argumento de verificación de lo “verdaderamente acontecido” sobre el


que se apoyan estas críticas es en el mejor de los casos de una
puerilidad abrumadora ya que ni la física ni la matemática resistirían la
prueba de verdad aludida.

Lo que molesta no es Freud sino el advenimiento del sujeto de la


modernidad, que Freud formaliza y subvierte. Como vemos, también se
podrá poner a Descartes en la serie de franceses sospechosos.
En la actualidad la definición de lo oculto es todo lo que subyace al
cráneo y detectable por resonadores de los que ya se ha comprobado su
inutilidad.

Las neurociencias mal aplicadas al ámbito de lo psíquico proponen un


rastreo HD de los fenómenos psíquicos así como su manipulación.

Uno de sus iluminados explicaba que las mentes “fuertes” podrán tener el
control del resto vía bluetoth.

Si no fuera porque todo ello deja abierta una interesante vía de


manipulación de voluntades al servicio de operadores de la economía,
sería un delirio más que didáctico para una presentación de enfermos.

Hacer público lo privado o las prácticas de la obscenidad

Arremetiendo contra la confidencialidad de la práctica analítica, nuestros


encolerizados críticos añoran las épocas donde la observación pública
reemplazaba a la escucha privada.

“¡¿Ni siquiera otro psicoanalista puede asistir a una sesión privada?!”

O bien contra lo que constituye el principio fundamental de la práctica,


transformado en crítica: “Para Freud, el único modo de formarse era
ponerse él mismo en el diván”.

No fisgonear por la cerradura el caso de otro es al parecer un obstáculo y


no una virtud del psicoanálisis.

Como el obsesivo enojado que abre una y otra vez la puerta de la


heladera para ver la luz apagada, el antipsicoanálisis choca contra lo
imposible que carga, como el neurótico, a la cuenta de la impericia del
Otro.

Tomar medidas

De todos modos, los pastores de la objetividad pueden dormir tranquilos


ya que la historia ha demostrado, si bien no eliminar, reducir a un mínimo
la variable subjetiva.

Hubo –de hecho hay–, experimentos “válidos y confiables” en disciplinas


de reeducación que cuentan con métodos de medición precisa. Pautados
por protocolos estandarizados y seguidos a rajatabla por todos sus
operadores por igual, obtienen resultados predecibles. Resultan de
extraordinaria utilidad para la obtención de los más recónditos datos
sobre la vida de las personas y logran la tan anhelada exposición pública
y sin tapujos de sus casos.

Los campos de aplicación que mejor han demostrado la operatividad de


estas técnicas han sido Auschwitz, Birkenau, Terentzingstaad, los Gulags
y Guantánamo, entre otros.

Cabe destacar que también ofrecen datos relevantes sobre la psicología


de los operadores en lo que a sometimiento a la autoridad de los que
indican realizar estos procedimientos.

Ciertas técnicas de evaluación que hoy se nos proponen como


novedosas evocan sin embargo aquellos modelos, vigentes hoy, en
países desde los cuales se alzan exigencias de que el psicoanálisis
demuestre su cientificidad.
El psicoanálisis es molesto y disfuncional a estos patterns, pero de
haber desaparecido, nada se le exigiría. En su defecto lo encontramos
más vivo aún para desenmascarar, denunciar y describir dichos
procedimientos, aun en sus formas más veladas.

Dado que no hay eficacia sin ética sino sólo diligencia disfrazada, frente
al empuje de lo social controlado por la técnica hacia prácticas de
resultados fáciles e inequívocos la posición del psicoanálisis es
radicalmente otra.

Cuando se elimina el malentendido, cuando la marca es la del número y


no la de la letra y las palabras son silencios de piedra sin descanso ni
sueños, nos encontramos entonces en la comarca del horror, de una
locura individual o colectiva.

Afortunadamente, la eficacia del psicoanálisis, así como la poesía y el


amor, seguirá necesitando del secreto, de recuerdos inexactos y
preciosos, de la voz modulada; de sujetos que encuentran en ello un
modo más deseable y digno de habitar el mundo.

* Psicoanalista. Miembro de la Asociación mundial de Psicoanálisis


(AMP) y de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL).

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