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Pontificia Universidad Javeriana

Departamento de Filosofía
Preseminario Descartes
Profesora: Anna María Brigante
Estudiante: Carlos Palacio Páez
28 de febrero de 2018

LA DUDA CARTESIANA: EL SUEÑO DE LA VERDAD

Quizá uno de los más importantes elementos en el pensamiento de Descartes lo


constituye lo que se denominaría la “duda cartesiana” o la “duda metódica”, que, palabras
más, palabras menos, podría definirse como considerar que:

el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y todas las cosas externas no
son más que engaños de los sueños con los cuales le ha tendido insidias a mi credulidad: me
consideraré a mí mismo como si no tuviera manos, ni ojos, ni carne, ni sangre, ni ningún
sentido, sino que opino falsamente tener todo eso: me mantendré obstinadamente fijo en
esta meditación, y así, aunque no estuviera en mi poder conocer algo verdadero, cuidaré con
mente inconmovible al menos lo que está en mí, no consentir lo falso, y que ese engañador,
por más poderoso y astuto que sea, no pueda imponerme (Descartes, AT VII, 22-23).

Así, para Descartes, la posibilidad de llegar a un conocimiento verdadero de las


cosas debe pasar primero por una negación de la existencia verdadera de las mismas. Una
negación, pues, argumenta, “todo lo que hasta ahora he admitido como lo más verdadero, lo
he recibido de los sentidos, o por los sentidos” (AT VII, 18). Y, ya que estos se equivocan y
nos engañan, y no se debe confiar en quienes nos engañan (AT VII, 18), el paso siguiente es
dudar de todo lo que nos presenta los sentidos, pues nada nos asegura que los sentidos no
siempre nos estén engañando.

El ejemplo que utiliza para explicar este engaño de los sentidos es el de el sueño y la
vigilia. Nos dice entones que bien podríamos decir que hay cosas de las que no se puede
dudar, como estar sentado, junto al fuego, frente a una hoja de papel y que se posee un
cuerpo, unas manos, unas sensaciones (AT VII, 18-19). ¿Cómo dudar de esto, si se nos
presenta tan real? Pues bien, Descartes se remite a la sensación de verosimilitud que, de
estas sensaciones, también se pueden percibir durante el sueño, y, así como tenemos certeza
de que el sueño es el sueño, pero no mientras estamos, qué nos daría la certeza absoluta de
estar en realidad evidenciando la verdad (AT VII, 19).

Así, la duda se dispone frente a la experiencia, mas no a la esencia. Esto se explica


ya que, con la misma metáfora del sueño, se entiende que todas las imágenes presentes allí
son, de alguna manera, una imitación de la realidad, y que lo mismo sucedería si esta vida,
la que consideramos real fuera un sueño: todo lo que vemos, pues, en esta vida, serían
representaciones de algunas otras cosas existentes verdaderamente.

La duda cartesiana, entonces, no significa creer que absolutamente nada de lo que


observamos o sabemos (porque la dimensión de la meditación es epistemológica) es
verdadero, sino dudar porque no existen los mecanismos suficientes para comprobar la
certeza de esto que observamos/sabemos.

Mauricio Zuluaga expone esquemáticamente el pensamiento escéptico de Descartes


de la siguiente manera:

Cuando S sabe que p, entonces S sabe que –q, (Premisa)

S no sabe que –q, (Premisa)

entonces S no sabe que p.

En esta reconstrucción S representa a un sujeto epistémico, p a una proposición empírica y


q a una proposición que se refiere a un escenario escéptico.

Aplicado al argumento del sueño que presenta, como ya dijimos, una contra posibilidad
epistémica, este argumento puede instanciarse como sigue:

(i) Si Ud. sabe que está sentado frente al fuego, entonces Ud. sabe que no está soñando
que está sentado frente al fuego.

(ii) Pero Ud. no sabe que no está soñando que está sentado frente al fuego.
(iii) Entonces, Ud. no sabe que está sentado frente al fuego. (Zuluaga, 2012, 101).

Descartes entonces decide dudar de la certeza de cualquiera de las ciencias que


“dependen de la consideración de las cosas compuestas” (AT VII, 20). Estas “cosas
compuestas”, serían aquellas cosas observables, y tales ciencias serían las que basan su
conocimiento en la experiencia y la observación, como la física, la astronomía, la medicina,
etc. Por otra parte, concluye que las ciencias como “la aritmética (matemática), la
geometría, y semejantes, que sólo tratan de cosas muy simples y en extremo generales (…)
contienen algo de cierto e indudable” (AT VII, 20). Así estemos soñando, dos más tres,
según su ejemplo, siempre será cinco.

Hay, finalmente, una preocupación por recordar el haberse dado cuenta de esta
verdad, pues “las habituales opiniones retornan con frecuencia y toman posesión de mi
credulidad” (AT VII, 22). ¿Se propone así, de alguna manera, la figura de la no certeza
como una posición cómoda? ¿la sabiduría por oposición a la credulidad como escenario que
presupone un esfuerzo?

Referencias:

Descartes, R. (2009). “Primera de las meditaciones” en Meditaciones acerca de la Filosofía


Primera. Seguidas de las objeciones y respuestas. Traducción de Jorge Aurelio
Díaz. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
Zuluaga, M. (2012). “EL PRINCIPIO DE CIERRE LÓGICO DEL CONOCIMIENTO Y
EL ESCEPTICISMO”. Praxis Filosofica, (35), 97-110.

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