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\ MINISTERIO ,DE EDUCACIÓN NACIONAL

BTBLIOTECA .C¡.TEDR^,! ESTUDIOS -Y ENSAYOS


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LA FIGURA DE ENEAS
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EN HOMERO
POR

VALENTÍN GARCfA YEBRA

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DIRECCIÓN GENERAL DE ENSEÑANZA MEDIA
MADRID
U n ¡v€ rs¡dad de Navarr¡
S e rv icio de Bibliotecag
. /2«'77133
PUBLICACIONES
DE LA

DIRECCIÓN GENERAL
DE

ENSEÑANZA MEDIA

Director de ediciones: Dacto RoDRfcuEz LESM.ES NOTA PREVIA

No427
Desde hace varios años, nuestros alumnos de la sec-
ción de I-etras del curso Preuniversitario estudian la
Eneidiz y la llíada como libros de traducción de latín y
griego. EI personaje capital de la Eneida es, naturalmente,
@ Dirección Gene¡al de Enseñanza Eneas, Ayudará, por consiguiente, a que nuestros mucha-
Media chos comprendan mejor la gran epopeya latina todo lo
Es propiedad que contribuya a esclarecer la figura de su protagonista.
Prohibida la reproducción tota¡ Este es el objeto del presente trabajo: estudiar en sus
o parcial
fuentes, es decir, en la llíada, y subsidiariamente en el
Himno homérico a Af rodita, los rasgos primitivos de la
figura central de la Eneida. ¡
El influjo de la lliada en la'Eneida"És reconocido por
todos. La dependencia de Virgilio con relación a Homero
Dep. legal: M. 14715-1964 ha sido analizada desde antiguo hasta en los más peque
N.o de registro: 5248-64 ños detalles, a veces con maligna complacencia. La crítica
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tendenciosa gomenzó ya en vida del poeta latino. Pero


las pruebas acumuladas para demostrar la falta de origi-
I
Di¡ección: Publicaciones de la Dirección General de Enseñanza nalidad de Virgilio no lograron reducir su prestigio ni
Media.
- Atocha, 81, 2." Teléfono 230 43 00. _ Madrid_ls mermar su popularidad inigualada. Tácito cuenta que oel
¡
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pueblo, habiendo oído en eI teatro unos versos de Vir-
'Gráficas Cóndor, S
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A.
-Aviador Li¡dbergh, 5. - Madrid-2 2362& gilio, se levantó un¿i¡rimemente y tributó al poeta, que
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8 L,a Eneas en Homero
figura d.e
por azar asistía al espectáculo, muestras de veneración
semejante a Ia que tributaba a Augusto, r.
No intentaremos defender aquí lo que no necesita de-
fensa. La admiración. entusiasta de Virgilio, especialmente
como autor de la Eneida, permaneció incólume hastá Ia
época moderna, situándole incluso por encima de Homero.
Se atribuye a Voltaire la siguiente frase: «Si Virgilio es
obra de Homero, es sin duda su mejor obra». J. W. Mac- LA FIGURA HOME,RICA DE ENEAS
kail ha dicho que la Eneid.a, «con todo lo que debe a la
Ilíada y a la Odisea, es, no menos que ellas, una unidad.
orgánica y una obra maestra original de arte creador» 2.
Eneas es, en algunos aspectos, la frgura más interesante'
En el presente trabajo no se trata d.e señalar fuentes entre los héroes homéricos. No es el más distinguido por
ni dependencias virgilianas. Lo que aquí se pretend.e es sus acciones guerreras; en ellas, del lado troyano, le aven-
sólo reunir y coordinar los rasgos originales de la figura taja Héctor, y, en el campo aqueo, le supera indiscutible-
de Eneas, dispersos y un tanto difuminados en la ltíada. mente Aquiles. Pero ninguno de los héroes que intervienen
La comparación de la imagen resultante con la que Vir- en la guerra de Troya lleva vinculado a su persona un des-
gilio ha trazado en la Eneida, puede ser, si el tiempo dis_ tino tan glorioso. Aquiles y Héctor, los dos antagonistas.
ponible lo permite, objeto del trabajo de clase. por nues_ principales de la epopeya, sucumben ante los muros de [a
tra parte, no renunciamos a escribir más adelante algunas ciudad. E1 poderoso Agamenón perecerá trágicamente,.
páginas sobre este tema.
por obra de su propia esposa, adúltera y parricida. Otros
| «Populus qui, auditis in theatro versibus Vergilii, surrexit uni- más dichosos, como Odiseo, después de mil fatigas y peli-
versus et forte praesentem spectantemque VergiliLm veneratus est gros, llegarán a su añorada patria, donde no hallarán nada
sic quasi Augustum». DiaI. 13, mejor que lo que ya tenían antes de la guerra, porque el
2 J. W. Mlcx¡rl, Virgil and. his meaning to the
tvorld ol to¿ay, tiempo no mejora nada para el hombre adulto y dichoso,
p.89; cit. por J. DE EcHAvE SusraEra, Vitgilio, ¿d,. Labor, 194'1,
reimpr. de 1956, p. ll0 '\\ y, dur'ante su ausencia, la fiel Penélope, aunque había acri-
solado sus virtudes de esposa, había perdido para siempre
los mejores lustros de su vida joven. Sólo Eneas sale ga-
nando al fin con la ruina de Troya, La destrucción de la
I ciudad y el derrumbamiento de la familia reinante son
para é1, sin mengua de su honor, pues ha hecho todo lo.
posible para defender a su patria, el comienzo de la s_u-
bida a los altísimos destinos que el poderoso Zeus, origen
de su estirpe, le tenía reservados.
tr0 La figura de Eneas en Homero
La figura de Eneas, tal como se presenta en la epope
ya homérica, no tiene rasgos totalmente precisos. Aparebe,
sin embargo, dibujada con los trazos necesarios para cons-
tituir un personaje acabado e inconfundible. Es semejante
¿ esos retratos en que el pintor dibuja claramente las
Iineas que caracterizan al retratado, pero difumina el con-
torno, de suert€ que el espectador reconoce perfectamente
a la persona representada, pero no discierne los objetos ORIGEN DIVINO DE ENEAS
que la rodean, ni siquiera percibe bien dónde comienzan
o terminan las líneas extremas del retrato.
No tenemos bastantes elementos de juicio para con-
vencernos de que la imprecisión de contornos del Eneas La ascendencia de Eneas es de origen divino por am-
homérico se deba a una técnica deliberadamente aplicada; bas líneas. Por el lado paterno, es el último representante
pero tampoco se puede excluir sin apelación la voluntad de la rama más joven de Ia familia real establecida en
poética de nimbar con un.halo de misterio esta figura, la Tróade, cuyo árbol genealógico, según refiere el propio
que, por su estrecha vinculación a 1o divino, mejor que Eneas en Il. X)(, 215 ss., es el siguiente :
inundada de luz cruda, queda envuelta en un discreto Zeus
claroscuro. J
Dárdano
Pero no anticipemos conclusiones. Veamos primero qué
es lo que sobre Eneas nos dice Homero, intentando al J
Erictonio
mismo tiempo una interpretación de los datos obtenidos. J
,Consideraremos fundamentalmeqte las manifestaciones que Tros
sobre el héroe se hacen, en la llíada, y !ólo subsidiaria- .t J J
mente lo que de él se dice en el '( imno homérico a Afro-
Ilo Asáraco Ganimedes
.dita. . {
JJ Capis
\ J.IJ
Titono Príamo Anqüises
JJ
-Laomedonte
Héctor Eneas

Por la línea materna, Eneas enlaza directamente con Ia


divinidad, como hijo de la diosa Afrodita. Esta diosa,
cuyos orígenes y filiación, así como su introducción en el
panteón griego, no están del todo claros, es, según la
t2 La ligura de Eneas en Homero Origen divino de Eneas l3
Ilíada, hija de Zeus y de Dione. Por consiguiente, Eneas Y todavía se podría citar el pasaje de V, 311 ss., en que
entronca también por el lado materno con el más pode- el poeta nos dice que Eneas habría perecido, al caer de-
roso de los dioses, con un parentesco tan próximo como rribado por el terrible golpe que le diera Diomedes con
es el de nieto y abuelo. una gran piedra, "si no lo hubiera advertido aI punto su
La afirmación de este origen divino, especialmente en madre, la hija de Zeus, Afrodita, que lo concibió de An-
lo relativo a la maternidad de Afrodita, se repite en la quises, pastor de vacas,:
Ilíada cor, cierta insistencia: en II, 820 s., la primera vez
que en la epopeya se menciona a Eneas, se hace en tér- et ¡rt¡ d.p' ó§ü vór¡oe Aróg Ouyátr¡p 'AQpo6ttr¡,
minos solemnes, poniendo de relieve el carácter divino UúrIp, ñ ¡rLv ót' 'Ay¡[o¡ réxe pouxo].éovrr.
de la madre del héroe: "Eneas, al que concibió de An-
quises la divina Afrodita, habiéndose unido diosa a mortal Incluso un dios, Apolo, aunque disfrazado con la aparien-
en las boscosas cumbres del Idar: cia de un mortal, alude en XX, 105 s. a este origen divino
de Eneas: npqes dicen que has nacido de Afrodita, hija
Alve[ag, róv úr' 'AyXto¡ tÉxe 6t' 'AqpbStin,
-l6r¡q Év xv¡¡-roioL Oed ppotQ eóvr¡Oeiocr. de Zeus":

xcl 6é oÉ q«ot Aróq xoúp¡q 'Agpo8ttr¡q


En Y, 247 s. se pone de manifiesto que la filiación divina éxyeyá¡rev.
de Eneas era conocida, no sólo por los troyanos y sus
aliados, sino también por los sitiadores de Troya. En
efecto, Esténelo, hijo de Capaneo, puede decir al Tidida El llamado «Himno homérico a Afrodita,, de cuya pos-
Diomedes : oEnéas se gloría de ser hijo del magnánimo
.
terioridad con relación a la llíada no cabe duda, como
Anquises, y su madre es $frodita,: tampoco de su procedencia de un poeta distinto 1,, cuenta
con mucho detalle cómo sucedió el encuentro y la unión
' Atve[«q 6' utóq Uey«].íropoq 'Ay¡lo«o de Afrodita y Anquises. En los vv. 196-9, la diosa, diri-
e6¡et«L éxyeyá¡rrv, ¡rril¡n 6é ot Éor' 'AQpoñtrI. giéndose al noble vaquero amado por ella, no sólo le
anuncia el nacimiento de un hijo de ambos, sino que le
\ profetiza incluso el regio destino del recién concebido, al
Palabras repetidas casi exactamente por el propio Eneas
en XX, 208 s., en el momento decisivo en que el héroe cual impone ya el nombre: "Te daré un hijo querido, que
va a enfrentarse en singular combate con Aquiles: «Pero reinará sobre los troyanos, y de sus hijos nacerán hijos
yo me glorío de ser hijo del magnánimo Anquises, y mi por siempre. Su nombre será Eneas, porque una aflicción
madre es Afrodita» :
I Cfr. el Prólogo de J. HUMBERT a su edición de los Himnos
«ürdp éyóv utóg ¡raycrL{ropoq 'Ay¡[o«o homéricos: Hom¿ra: Hyt?tnes, Soc. d'Ed. nl-es Belles Lettres,, Paris,
1951, y OTr{MAR ZUMB^R, Neuerungen in der Sprache der homeri-
eü¡o¡.rar éxyeyd¡rev, Urjrnp 6é ¡ro[ éot' 'Aqpobtt¡. schen Hymnen (Tesis). VII + 66 pp. Winterthur, 1955.
l+ La figura de Eneas en Homero
terrible se ha apoderado de mí por haber entrado en el
lecho de un hombre mortal» :

Iot 6' Bor«L qt).oq utóq, 6q év Tpóeoorv dvdseL,


r«l nai6eq r¡«[6eoor 8r«¡rnapéq ÉxyeyáovrcL,
TQ 6A xai Alvel«q 6vo¿r' Éooetcrt, oüvex& ¡r' «lvóv
ÉoXev dXoq, Éver« pporoO dvépoq É¡rreoov eóvfl.
EL MISTERIOSO ANQUISES
Y en el v. 255 insiste la diosa: «He concebido un hijo,
fruto de mi unión con u¡ hombre mortal» : I

Sobre el padre de Eneas son escasísimos los datos que.


ncri6« 6' r)nó (óv¡ E0é¡l¡v ppore eüv¡0eio«. nos da la llíada. Lo nombra siempre con gran respeto,
aplicándole calificativos sumamente honoríñcos: «de gran
corazón (¡reya).ritop, Y,247, 468; XX, 20S); «príncipe de
hombres" (tivctl <iv6p6v, V , 268). En este último pasaje
se le presenta como autor de un fraude, al ayuntar sub.
repticiamente yeguas suyas con caballos de Laomedonte,
de la estirpe que Zeus había regalado a Tros como com-
pensación por haberle quitado a su hijo Ganimedes. Pero
esta acción no es censurada, sino tan sólo expuesta como
una manifestación de astucia y como explicación del ori-
gen de los magníficos corceles que arrastran el ca¡ro de
guerra de Eneas.
i ' La lliáda conoce los amores de Anquises con Afrodita
en las cumbres boscosas del Ida (II, 820 ss.; V, 247 ss.;
§ XX, 208 ss.). Pero la descripción detallada de estos amores.
hay que buscarla en el Himno a Afrodita. En la llíada,.
quizá más importante que'lo que se dice de Anquises es
el silencio un tanto extraño acerca de su persona. En nin-
gún momento de la acción épica interviene este personaje,
que, sin embargo, parecia llamado, por su parentesco con
Príamo, a desempeñar un papel importante en la vida
pública de la ciudad sitiada. Acaso este retiro absoluto de
ló La figura de Eneas en Ho mefo lil misterioso Anquises t7
Anquises sea el fundamento de la tradición que le supone
rh:l espectáculo guerrero y de la amena conversación de
privado del uso de sus piernas por el rayo de Zeus,
en los nobles de su edad. Puede pensarse razonablemente que
castigo de haberse gloriado de sus amores con Afrodita.
El eco de esta tradición resuena hacia el fin d,el Himno a {u constante ausencia se debe a razones . de otra índole.
Afrodita (lv. 286-288), en la amonestación de la diosa: Sin duda había entre él y Príamo cierta tirantez, incluso
rrrr sordo rencor, que, por parte de Príamo, se extendía
"Pero si descubres el secreto y te glorías neciamente de tlmbién a Eneas, como puede verse en XIII,460 s., donde
haberte unido en el amor a Citerea Coronada, Zeus,
enco_ sc nos advierte que el héroe siempre estaba irritado con
lerizado, te fulminará con su ardiente rayo».
Príamo porque éste no le honraba como su valor merecía,
El 6é xsv §€etnnq xai énerl{e«L dqpovL 0u¡_re ¿Cuáles podían ser las causas de la desavenencia entre
Év gr).órr¡tr ¡rLyfrv«L éúoreqávqr Ku0epef¡, cl rey y unos deudos tan allegados? La rivalidad entre las
Z xúg ae XoLcooá¡rsvog tlt.¡s ramas de dardánidas e¡a sin duda antigua. El inci-
Bcr¡.érr q.,o¡,óEvrt xep«uve.
dcnte de las yeguas ayuntadas por Anquises con los divi-
Y se repite luego constantemente, a través de la anti_ nos corceles de Laomedonte parece indicar que ya en vida
güedad, no sólo en la poesía, hasta llegar. a Virgilio, del padre de Príamo eran poco amistosas las relaciones
'Io
. que
amplifica en la conmovedora escena del 1ibro II de la cntre ambas familias. De lo contrario, no habría realizado
Eneid.a, vv.707 ss., sino también en la pintura y en Anquises furtivamente una acción que podía haberse lle-
la
escultura. La llíada, sin ernbargo, no sabe nada de este vado a cabo con el consentimiento de Laomedonte; incluso
supuesto castigo de Anquises; ni siquiera dice que habría sido natural entre parientes bien avenidos, siendo
su-
friera parálisis natural. por lo demás, su falta de reta_ tan sencillo el procedimiento para obtener caballos de esta
'ciones con Príamo no quedaría suficientemente explicada raza extraordinaria, que no se hubiera reservado al pri-
por una causa semejante. En III, 146_60 hay una escena rnogénito de Tros su posesión exclusiva. Este motivo de
en que resulta extraña la dusencia de Anquises: rod.eand.o fricción entre ambas ramas de la familia existiría proba-
a Príamo, en la torre que se, alza sobre las puertas Esceas, blemente desde su bifurcación, a la muerte de Tros, re-
están sentados los más nobies ahcianos de la ciudad,
in- novándose durante la iuventud de Príamo y de Anquises,
utilizados por la vejez para(l combat", p".o;";;;;;;"o_ a causa del hurto cometido por éste.
gadores, «semejantes a cigarias que, posadas en Otra de las razones que pueden explicar el rencor de
un árbol,
hacen sonar por el bosque su melodiosa voz,: Príamo contra Anquises es el origen divino de Eneas. Ya
el hecho de que Afrodita hubiera concedido su amoroso
tert[yeooLv Éorxóteq, of te xaO, ü].¡v favor al vástago de la rama secundaria de la familia y no
6ev6pÉq Éqs(ó¡rsvoL 6n« ).eLpLóeooav leioLv.
al futuro rey de la poderosa Ilión heriría hondamente el
orgullo del joven principe. Y a esta humillación personal
Anquises paralítico, por achaque natural o por
castigo di_ se añadiría lo que pudiera llamarse una razón de Estado:
vino, podría haber sido llevado a la torre y participar allí
Príamo barruntaría, o incluso conocería ya oscuramente
E\'EAS. 2
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18 La figura d.e Eneas en Homero 8l misterioso Anquises 19

el hundimiento de su propia estirpe y el desti¡o glorioso Y le asegura que, si él pudiera vivir eternamente tan her-
reservado para Eneas y sus descendientes; todo lo cual nloso y esbelto como entonces, no se avergonzaria ella de
sería algún día solemnemente profetizado por un dios ¡'r¡cibirle para siempre con el nombre de esposo (vv, 241-
(cfr. XX 30ó-308), y sin duda se rumoreaba ya entre el 43):
pueblo, según parece indicar el hecho de que, a pesar de
'AII'
et ¡rév roro0roq Eóv el6óq te 6É¡l«9 re
ser por todos conocida la mala voluntad de príamo para
Eneas, éste «era públicamente venerado por los troyanos
(óorq, igérepóg ra nóorq xexL¡¡révoq ei¡q,
oüx dv é¡eLrú $' dXoS nuxtvcq qpÉv«q d¡rQLxcr).únror.
como un dios» (XI, 58):

Atvelqv 0',69 Tpoot Oeóq áiq rtero Cuando Afrodita, bajo la figura de una doncella ena-
6ri¡rqr.
morada, se presenta a Anquises, éste se halla en las bos-
Pero todo esto se basa en conjeturas, a falta de datos cosas cumbres del Ida cuidando vacas (v.34 s.), oficio que
explícitos de la llíada, El Himno lnmérico a Afrodita des- cn aquellos tiempos no desdecía de la dignidad de un
arrolla la ñgura de Anquises con datos más abundantes y prfncipe. Y esta ocupación era para él habitual, como in-
precisos, aunqlre no siempre concordes con Ios de la epo- dica el sufijo del verbo usado por el poeta (pouxo),éeorcev).
peya, En el Himno se esboza eI retrato físico del perso- Tenía en el monte una tienda bien construida (xtrLolaq
naje, se nos habla de sus actividadei e incluso se perfila eünoLrjrouq, v. 75), y sin duda era el jefe de los pastores
su carácter. de su padre, pues podía permitirse, mientras los demás
Anquises, por su estatura, es «semejante a.los inmo¡- cuidaban el ganado, quedar solo en el aprisco, paseando
tales» (6¿Uds d§«v&roLoLv ÉoLxóq, v. 55), con una hermo- tranquilamente y tañendo la cítara (w. 79 s.):
su¡a recibida de los dioses (O¿6v tino xá|Loq éXovrcr, ....,. 6 6¿ oroO¡loior Le ).eL¡r¡révoq, oloq <in' d).)rov,
v.78) y que no sólo da re{ce a su talla, sino también a ncll.elt' Ev0cr x«t év0« 8LanpóoLov xL0op[(cov.
su rostro (xo).d :rpóoo.n«, v. 183). Esto no puede extra-
ñarnos : era de la misma esti[pe que Ganimedes y Titono, Su lecho bien construido (eüno[r¡rov, v. 16l) estaba rica-
arrebatados ambos por los dioses a causa de su hermq mente aderezado: sobre él habÍa tendidos, para el reposo
sura; el primero para serrir Se copero a Zeus, el segund.o del príncipe, blandos cobertores, y lo cubrían pieles de
para ser esposo de la Aurora. Afrodita misma, después de osos y de rugidores leones, que el propio Anquises
haberse manifestado ya como diosa, se complace en recor- detalle nos lo muestra como valiente cazador- había-y este
ma-
darle a Anquises que «de entre todos los hombres morta- tado en los altos montes (v. 160):
les, los más parecidos a los dioses en belleza y estatura
son siempre de vuestra estirpe»' (w. 200 ss.): roüg «r1tóq KcrréTEQv€v Ev oüpeorv ó{q}.oioLv.

'Ay¡[0eoL 6A ¡rá).tor« x«ra0v¡t6v dvOpón<lv La diosa se le presenta como una virgen casadera, que
atei dq' ú¡rerép¡q yevefrg et6óq re Quriv te. desea ser su legítima esposa y darle hijos espléndidos,
I

20 La ligttra de Eneas an Homero


8l misterioso Anquises 2l
y con este fin
Hermes (w. 12ó -les.):dice_ ha sido conducida hasta él por Y no podemos pensar que esta hija y las otras le nacieran
I Anquises después de su encuentro con Afrodita, pues
'AyXloeo bÉ ¡re qáoxe n«poi ),éXsoLv dc Hipodamia veremos luego que, según 11. XIII, 465 s.,
xo),éeo0qL
xoupL6[¡v &LoXov, ooi 6' dy],«« ¡Éxvq crió a Eneas en casa de su marido Alcátoo.
rexetoOor.
El hecho de que Eneas fuera confiado durante su
nlñez a su cuñado y a su hermana parece indicar o que
De esta proposición de la diosa, y de Ia súplica Anquises quiso ocultar a su esposa la gran aventura del
que An-
quises le dirige después cle haberta conocicü, Ida o que la esposa legítima no aceptaba que su marido
pa.ec" d"_
ducirse que él era un muchacho soltero, que tuviera hijos fuera del matrimonio, ni §iquiera con diosas-
aúi no había
tenido hijos:
"No me hagas vivir impotenie entre los hc¡m_
bres tembloroso-; ten compasión de mi, pues
-ruega
no llega a ver florecer su r¡icla el que duerme iio"u. El carácter de Anquises, tal como se refleja en el Him-
inmortales" (w. 188-90): "o., no, está dotado de considerable nobleza y simpatía. Cierto
que no podemos tomar muy en serio el elogio que le dirige
¡rÍ¡ ¡.re (6vt' <i¡_revqvóv év dv0pónororv éáo¡q la diosa cuando le llama «Anquises, el más glorioso de los
vcletv, d],].' É].ÉaLp'. Énei oú pro0áIgroq árip hombres mortaleso (v. 192):
ylyver«t, 6q re Oe«tq eúvá(et«L d0cvir¡oL.
'AyX(o¡, rúbrore xarc0v¡r6v <ivOpónov,
Este pasaje, sobre el que hemos de volver más
adelante, pues Afrodita está aqui enamorando a un hombre y a
está en contradicción con la llíad.a, que nos
habla de Hipo- renglón seguido miente sin reparo negando su propia di-
damia, la mayor de las hijas ,de Ánquises, tiernamente
vinidad; y, cuando se.repiten exactamente las mismas pa-
querida por su padre y por su venerable
madre, porque labras en el verso 192, donde la situación exige que la
superaba a todas las muchachai de su edad
h".*o- diosa hable con s,inceridad, hay que enten<ier la expresión
sura, en labores y en talento; 'ppr toclo lo cual "., se casó en un sentido lelativo, como si Afrodita dijera : Para mí
con ella Alcátoo, el varón más ilüstre de la
ancha Tróade eres tú el más glorioso de los hombres, el único. al que
(n. xrtf , 429_33):
he considerado digno de tener conmigo un hijo.
:rpeoputát¡r 6' 6¡ure 0uyorp6v .l:rro6ágercv, Sin hacer hincapié en esta reiterada alabanza, hay
otros rasgos de la figura mo¡al de Anquises qlue el Himno
ri¡v nspl Kipr Qi),Io€ :rcri¡p xai nótvra g4r¡p
pone de relieve. Cuando Afrodita se encuentra con él en
Ev ¡reyáprp' ndoav yap é¡_r4).rxt¡v Cxéx«oro
xd).).ed.xcl EpyotoLv t6i qpso(. rotívex« xcrl ptv
el aprisco, el joven se halla entregado a una ocupación
yfr¡rev <ivi¡p óptotoq Évl Tpot¡ erlpet¡. artística: pasea de un lado a otro, separado de los demás
pastores, tañendo la cítara. Anquises es sensible a la
22 mlsterioso Aiquises 23
La figura de Eneas en Hotn
muslca y más sensible aún al amor. pero
es tam bién mente se alzra en el pecho de Anquises una llama-
hombre profundamente religioso.
Al ver ante sla tle amor y deseo, que hace exclamar a este muchacho
doncella hermosísima y ricamente
ataviada, sup ¡¡s5e; ..Si es verdad que eres mortal y que la madre
reacción nace de su vi¡ilidad, que
enciende en él un a te dio a luz es una mujer..., llevarás para siempre el
diente deseo : 'AyXlor¡v 6 ' Épog
el).ev (v. 9l ). pero inme. bre de esposa mía, (w. 145-148):
diatamente se sobrepone su sentido
religioso, que le
pensar que tal belleza no puede
ser humana. y entonces Et ¡rév Ovr¡tl¡ t' Éool , yuvi¡ 6é oe ye[vmo g{t¡p '
Anquises dirige a la he rmosísima esta
oración llena de
ternura y poesía: tSalve, oh Soberana, que
llegas a esta
morada, cualquiera que seas de las bienaventuradas
Arte-
. ¿Ut 6' citroXog xex).1¡oe«L íi¡r«ta ndvrcr.
misa o Letona o la dorada Afrodita o la
, noble Tetis o
Atenea de lucientes ojos; o quizá tú, que
has venido aqui, l,¡rrrastrado por un ardor que le torna incluso irreverente
eres una de las Gracias, que acompanan
a todos los dioses 3on los dioses, añade: «y ninguno de los dioses ni de los
y llevan el nombre de inmortales; o una
de las Ninfas que hombres mortales podrá ya impedir que me una a ti en
moran en los hermosos bosques sagrados,
o de Ias que ll amor ahora mismo, (l'v. 149-51):
habitan este bello monte, las fuentes de sus
ríos y sus
verdes praderas. A ti, sobre una altura,
en un lugar visible oú rtq ÉrEtra 0e6v oÚr¿ 0v¡t6v <lv0pónc:v
desde todas partes, te erigiré un altar, y
te ofreceré her_ év0ú6e ¡re o¡rloet, nptv oñ Qttrórnrt UtYnvcrt
mosos sacrificios en todas las estaciones. y <rütlxcr v0Y'
deme benigna q ue sea yo entre los troyanos
tú concó
un varón
ilustre; haz que, más tarde, florezca mi descendencia, Aunque ello hubiera de costarle la vida, pagaría con gusto
v
que yo mismo vi va dichoso ¡nuchos años y
contemple la cste precio (w. 153 s'):
luz del sol, rico en medio de mi pueblo, y que
alcance una
vejez extrema» (w. 92-106). Estf, plegar ta, que poutrot¡-r¡v xev énettcr, yúvar Éixul« 0efloL,
es en pri-
mer lugar oración de alabanza' luego o ración
impetrato. ofrq eúvflq éntp«g 60vat 6ó¡rov "Ai6oq eioo'
)q
rra, pone de manifiesto, en su !egunda parte,
las aspira-
crone s del joven Anquises: ante todo quier.e Mas, cuando, al despertar, comprende ya sin lugar a duda
Ia gloria
(ciprnpenÉcr É¡.r¡rev«r Civ6p«); después,
una prole brillante; que se ha unido a una diosa, vuelve a su primera actitud
sólo en tercer lugar picie u na vida larga y dichosa. de veneración, reforzada ahora por el terror que le pro
Pero, al hacerle creer Afrodita que no tiene duce lo que él considera involuntario sacrilegio' Aparta
ante sus
ojos a una diosa (v. 109): <te Afrodita su mirada y, con un gesto profundamente
religioso, que recuerda el de Moisés en el monte Horeb, se
oü r[§ ror Oeóg el¡_rt.ti cubre el rostro con la ropa del lecho' Pero la diosa le
¡.r, d0«vár¡orv Étoxerg;
24
4 figura de Eneas en Hom efo
tranquiliza : oNada tienes que temer
de mí ni de los de.
más bienaventurados, puesto que
_
los dioses te aman»
(r,.v. 193-95):

0ápoeL, ¡r¡6É rr oñor


¡rera qpeol 6st6L0r ).tr¡v.
oü-yáp roi rL 6éo9 n«Oéetv x«xóv
Es é¡réeev ye,
oó6 ' Ci),l,ov ¡.r«xdp<»v , Éneri¡ gt).oq
i.of g..i",.' INFANCIA Y PRIMERA JUVENTUD DE ENEAS

El nacimiento y los primeros años de Eneas están en-


vueltos en densa niebla. Es como si el carácter marcada-
mente religioso del personaje pidiera que su venida al
mundo y sus primeros pasos por la vida perteneciesen a
los dominios del misterio. Ni la Iliada ¡i el Himno saben
mucho de los primeros tiempos del héroe. Y lo poco que
nos dicen no está exento de contradicciones.
La única información expresa de la llíada sobre la
lnfancia de Eneas se halla en XIII, 465 s. Según este pa-
saje, Eneas pasó la niñez en casa de su cuñado Alcátoo.
Ert el Himno se nos dan más pormenores, pero no se
narran como suceso acaecido, sino como objeto de pre-
dicción por parte de Afrodita. La diosa misma instruye
§ a Anquises sobre los primeros años del niño. Tan pronto
como nazca, «serán sus nodrizas las montañesas Ninfas
de hermosos bustos que habitan esta grande y sagrada
montaña» (w. 256-58):

róv ¡rAv Éti¡v 6i¡ tp6tov i6n qáog {e}.[oro,


Nú¡rqoL ¡-rLv OpérpouoLv ópeoxQoL pa0úxo).noL
'«t tó5e v«LerúouoLv 6poq ¡réya re (áOeóv re.
I
I
I
l
:26 La figura d.e Eneas en Hometo Infancia y primera iutentud de Eneas 27
Viene luego un pasaje contradictorio, sobre la presenta- Paris de los hombres de aquella estirpe-, la más
.ción del niño a su padre. Sin duda se han fundido aquí -uno
hermosa de las diosas.
dos versiones del Himno sin unificar los datos divergentes. Antes de separarse de Anquises, Afrodita le manifiesta
En los ve¡sos 274 s., Afrodita le dice a Anquises que, tan su voluntad sobre dos aspectos de la vida de Eneas a
pronto como Eneas alcance la encantadora juventud, las partir del momento en que sea confiado a su padre: éste
,diosas nutricias se lo llevarán allí mismo : debe llevarlo inmediatamente a la ventosa Itión (v. 280):

róv éni¡v 6l np6tov é).¡ :ro).u¡p«tog iip¡,


¡-rév Ci{eLg 6' «ür[rq vLv noti " l].rov f¡va¡róeoocrv,
Cilouolv toL 6e0po Oeo[, 6e[Qouo[ te rrcri6<r.
y, si alguien le pregunta por. el origen de aquel niño,
Pero inmediatamente después (vv. 276 s.), la diosa promete Anquises debe contestar de manera que no sólo quede en
volver ella misma con el niño, dentro de cinco años 1: secreto el nombre de la madre, sino incluso su propia
paternidad: «Dicen que es hijo de una Ninfa semejante
oot 6' Éyó ... a una flor, de las que habitan este monte vestido de ár-
Bq né¡rnrov Érog aürrg étreóoo¡r«t utóv Ciyouoa. boles» (rv. 284 s.):

El padre, al verlo, se alegrará en su corazón, pues el niño O«o[v roL vóUQnq KqIuKórL6oq éxyovov eiv«t,
será muy hermoso, verdaderamente semejante a un dios al ró6e vqLetáouoLv 6poq xarost¡rÉvov ü),¡.
(w. 278 s.) :

Si Anquises incumple este mandato, Zeus, irritado, le ful-


róv ¡rév ért¡v 6t¡ np6rov I6¡q 0á).oq óQ0«),¡roior, minará con su ardiente rayo (r,. 288):
y¡OrloeLq ópóov' ¡rd).c ydp 0eoetxa),oq ¿or«r.
Zeóg oe ¡o).ooá¡.tevog p«).éer r.foLóevtt xepcuvQ
Era de esperar tanta hermosura; pues, si ya la estirpe
paterna podía gloriarse de haben producido los hombres Esta amenaza de la diosa fue sin duda el origen de la
más hermosos de cuantos habíE nacido en la tierra, tradición relativa a la parálisis o incluso a la ceguera de
Afrodita era, según dictaminarÍa ' pocos años más tarde Anquises. Pero ni la llíada ni el Himno dicen que Anquises
incumpliera el mandato de la diosa.
I Que el pequeño Eneas sea criado por las Ninfas hasta la ado-
lescencia está de acuerdo con otros casos célebr'es de la leyenda
la infancia de Aquiles o la de Jasón, criados
griega. Recuér&se Sobre la educación recibida por el héroe en su infancia
ambos y educados por el centauro Quirón. La variante parece y adolescencia tampoco nos informa ninguna de las dos
conforme con una tradición asiática, atestiguada para los persas fuentes. Podemos suponer que sería aproximadamente Ia
(Hdto. 136, I: oantes de alcanzar los cinco años, no se presenta
que por entonces, es decir, en el s. xrrt a, de C., se daba
[el niño] ante los ojos de su padre, sino que permanece conti¡ua-
mente con las mujeres»). a los hijos varones de las familias aristocráticas, tanto
28 La figura de Eneas en Homero lnlttncia y primera juventud de Eneas 29
entre los aqueos como en la misma Troya. El papel quc. que, según nos informa el Himno a Afrodita, eran cor-
habían de desempeñar en la sociedad feudal a que celes velocísimos, de los que llevan a los inmortales
perte-
necían era más o menos el mismo. «pasada tu p.i.ar.." (vv. 210 s.):
infancia, era menester enseñarle al niño gradualmente
el
manejo de las armas, adiestrarle en los deportes y Koi Zsüg E).É¡oe, 6(6ou 6é o[ uiog dnoLva
¡-rLv
acos-
tumbrarle a hacer uso elocuente de la palabra; y, lnnouq dpotno6«q, to[ t' riO«vároug Qopéouor.
en un
plano ya de estricta relación social, iniciarle
e, los .ro._u.
de cortesia y buen vivir en uso en una sociedad. refinada, Regalo digno de Zeus, «porque son los mejores caballos
y el realzar sus encantos personales con una serie de que hay bajo la aurora y el sol» (Il. Y,266 s.):
ha_
bilidades bomo el canto, la música y la danza» 2,
oüvex'&ptotoL
Tenemos en la llíada y en el Himno algunos indicios
que nos permiten pensar con fundamento que en
Inro:v 6oooL Écrorv ün' i6 t' lé),tóv te.
la edu-
cación de Eneas se cuidarían los tres aspectos que re_
Diomedes sabe incluso de qué treta se valió Anquises para
quería la de un muchacho de su alcurnia: los ejercicios
hacerse con caballos de aquella raza divina: ayuntó fur-
deportivos ordenados a desarrollar la fuerza y agilidad
tivamente yeguas de su propiedad con los corceles de
del cuerpo necesarias a un buen guerrero; ta practira ae
Laomedonte. Estas yeguas le parieron seis potros, de los
la elocuencia, sin la cual sería difícil o poco eficaz la in_
cuales él crió regaladamente cuatro en sus establos «y
tervención en la vida política y en Ias asambleas del ejér_
csos dos se los dio a Eneas, temible guerrero" (w.268-72):
cito, y, finalmente, la adquisición de hábitos cortesanos
que le permitieran brillar en las fiestas de la nobleza. tlg yevefrq ¿K¡.Erlrsv civ«€, dvDp6v 'AyXior¡q,
En Il. Y, 260-73, el intrépido Diomed.es manifiesta a ).á0p¡ Aoo¡ré8ovroq ünoo¡óv Ori).eag írnouq.
Esténelo, hijo de Capaneo, su árdiente deseo de apode- r6v oi E€, éyévovro évi ¡-reyápoLoL yevé0).r¡'
rarse de los caballos de Eneas, quq debían de ser famosos, roüg ¡rAv téoocrp«g oüróq É¡ov drír«LL' énl gótv¡,
puesto que también los aqueos coriocían su historia.
Estos tó 6é 6ú' Alvelg 66rcev, ¡rriotopr qópoLo.
a
caballos descendían de los que .fieus habia reqalado a
Tros para consolarle del rapto üe su hijo Giime¿es Hay que observar aqui que la furtiva adquisición fue lle-
(w. 265 s.): vada a cabo por Anquises durante el reinado de Laome-
donte, padre de Príamo. Ignoramos cuántos años media-
rqq yáp tor ysvefrg, iq Tpot :rep eúpúo.na Zeúg ron entre la muerte de Laomedonte y la guerra de Troya.
66¡' uioq noLvi¡v I-rvu¡rri6eog, Pero sabemos que.Eneas, a comienzos del décimo año de
glrerra ---que fue cuando sucedieron los episodios canta-
2 LuIs GL, «Familia e individuo», eD Introducción a Homero, dos por la lliada (cfr. II, 134, 295 y 328)-, estaba en lo
t, 369. 1
mejor de su juventud. Así lo alirma el ya canoso Idomeneo
30 La figura de Eneas en Homero Infancia y primera iut,entud de Eneas 3f
en XIII,484, donde dice que Eneas otiene la flor de la !u cuñado Alcátoo) poco después de. que nacieran. Eneag
juventud, cuando la fuerza es más grande»: lería, pues, dueño de los dos potros antes de cumplir los.
ral 6' ÉXeL ijp¡q dveoq, 6 re rpdtoq éori ¡rÉyLorov. quince años. El hecho indica gran interés educacional por
parte del padre y capacidad deportiva en el muchacho..
La juventud de un héroe de aquellos tiempos y latitudes que a tan temprana edad sefia ya diestro en el oficio que
florecería sin duda entre los veinte y los veinticinco años; valió a los habitantes de la Tróade el epíteto de «domado-
en todo caso, no después de los treinta. partiend.o de esta res de caballos,.
última cifra y descontando nueve años de guerra, Eneas Sabemos también por 11. XX,9l y 188 que Eneas ejer-
tendrÍa al comenzar ésta a lo sumo veintiún años. Comr¡, cía en el Ida, como antaño su padre, el oficio de pastor.
según XXIV, 243 ss., Príamo disfrutó antes de la guerra Era un buen ejercicio, que desarrollaba la fuerza física y
de un período de esplendor que Aquiles contrapone a los también el valor personal; con frecuencia los pastores te-
tiempos luctuosos pará el viejo rey, cabe pensar que los nÍan que defender sus ganados luchando contra las fieras.
años dichosos no serían menos que los desgraciad.os; de que poblaban los montes de Asia Menor. (Recordemos las.
Io contrario, no se hablaría de ellos, incluso entre los pieles de osos y leones que cubrían eI lecho de Anquises)..
aqueos, como de una época brillante, sino que más bien Eneas sería pastor desde su temprana juventud, y todavía
darían pie a Aquiles para contraponer la fugacidad de los lo era, como se deduce de los pasajes citados, al comenzar
dfas felices a la penosa duración de los tiempos aciagos. la guerra de Troya 3.
Podemos, pues, conjeturar con fundamento que entre la
subida de Príamo al trono y el comienzo de la guerra pa. Tenemos en la llíada datos acreditativos de la elocuen-
sarían aI menos ocho o diez años. Ahora bien, los caballor cia de Eneas. En varias ocasiones se le llama Tpócrv
que Anquises regaló a su hijo fueron engendrados, segr-in
Y, 269, en vida de Laomedonte. Por consiguiente, cuando 3 En XX, 91 se nos dice concretamente que cuidaba vacasr
nacieron no podía tener Eneas más de doce o trece años. (pouoiv f¡¡retdp¡orv). En XX, 188 se habla simplemente de po6v,
sin determinar el género. Pero, como ambos pasajes se refie¡en al
En Ios versos 271 s, se cdntrapone el destino de los mismo acoDtecimiento, es evidente que se trata también del mismo
cuatro potrillos que se reservó Anquises: ganado. Por eso resulta extrai¡o que Segalá, cuya traducción me-
rece en general la calificación de «exacta, sobda y castiza, que ¡e
roüq ¡rAv rÉooapag «r1róg é¡<,:v drtrcr].),, Énl qúrv¡ otorga RuIz BUENo ("Versiones castellanas de la llíado", en Hel-.
mdntíca 19 (1955) 8l-ll0), traduzca la primera vez por «vacas» y
al de los dos que regaló a Eneas: la segunda por obueyes,. La versión de Bergua, uinfiel y novelescar.
(Rurz BuENo, l. c.) y, en muchos de sus aciertos, calcada literal-
tó 6A 6ú'Alvs(g 66rev. mente sobre la de Segalá, escurre el bulto, en el segundo pasaje,
traduciendo Po6v por «rebaños». Auuque en ninguno de los dos
[.a contraposición indica que estos dos no fueron criados pasajes se determinara el género de pouotv y po6v, sería más
por Anquises, sino que éste se los regaló a su hijo (recor- razonable traducir por «vacas» que por nbueyes,, pues en una ecc
norDla fundamentalmente ganadera y poco agricultora, como la.
demos que Eneas no vivía con su padre, sino en casa de troyatra, interesaban más las primeras.
32 La figura de Eneas en Homero Infancia y primera juventud de Eneas 33
pou).¡qópe (V, 180; XIII, 463; XVII, 485; XX, 83). Este orperrl 6A y),6oo' Éort ppor6v, noLéaq 6'Évr ¡rOgot
epiteto, que en la epopeya se aplica a caudilios como n«vtotot, Énéov 6ts notrüg vo¡róq Ev0c xcrt Ev0cr.
Agamenón (11,24, etc.), significa aproximadamente «qq¡- ó¡notóv x' aln¡o0« É:roq, roióv x' Én«xor5o«Lq.
sejero del pueblo o del ejército en las asambleas» y pre-
supone el hábito de hablar en público de manera con- Y a continuación pone un ejemplo de elocuencia desor-
vincente.
denada, que revela un interés especial por la materia.
En VI,78 q., Héleno, hijo de príamo y «el mejor, con
¿Qué necesidad tenemos tú y yo dice a Aquiles- de
mucho, de los adivinos, de Ilión, afirma que Eneas y -le
zaherirnos con palabras, como suelen hacer las mujeres,
Héctor son, de entre los troyanos y los licios (representan- «que, enfurecidas en la enconada riña, salen a insultarse
tes aquí de todos los aliados de Troya), los dos que más en medio de la calle, con verdades y con mentiras, pues
sobresalen, ora se trate de combatir o de razonar: la cólera inspira también ésl.as»? (w. 253-55):

ndocrv Én' toúv Éote $&x€oodt ,rt';tj;r:|.JT:l «l te Xo).ooá¡revaL épL6oq


,rÉpL 0u¡ropópoLo
veLxeOo' d),).ri).¡oL ¡réor¡v éq tiyuLov loDocrt,
En el pasaje de la Ilíada que, según veremos, pued.e 'ró).L' éreá re x«l oüx['¡ó].oq 6é re x«l t& xe].erieL.
'ser considerado como la glorificación de Eneas, el héroe
se muestra consciente de su facilidad de palabra para Por último, sabemos que Eneas tomaba parte en las
responder debidamente a su adversario, que no es otro fiestas de la aristocracia troyana. En XX, 83-85, Apolo,
sino el terrible Aquiles (XX, 200-202): adoptando la figura de Licaón, hijo de Príamo, para exci-
tar a .Eneas a luchar contra Aquiles, se dirige a él en
fl4),et6r¡, gi ¡i U' inéeoo[ ye vr¡nútrcv 6q estos términos: «Eneas, consejero de los troyanos, ¿qué
É).neo 6et6í{eo0«1, Én¿l o&q« oi6u xai «óróq ha sido de aquellas bravatas que proferías en los ban-
r]¡rév xepto¡-riaq fi6' aioul,« quetes ante los nobles de Troya, asegurando que pelearías
_ ¡ruOrjo«oO«1.
{ cuerpo a cuerpo con el Pelida Aquiles?»:
Y, en efecto, le responde sin'ppjarse arrastrar por él al
terreno de las injurias, con un\ Iargo parlamento de cin- ALve[« Tpóov pou).¡Qópe, noD tou rineL].q[,
cuenta y ocho hexámet¡os, en los cuales hay verdaderas éiq Tpóo:v pcoLLe0oLv ü'n(oXeo olvonotá(ov,
máximas sobre la moderación en el hablar, que no es fI¡).et6eo'AXt).froq év«vríptov no).e¡r[(eLv;
una de las cualidades menores de la elocuencia: «Voluble
es la lengua de los mortales; abundan en ella los más va_ En estas reuniones de Ia mejor sociedad troyana bri-
¡iados dichos, y el campo de las palabras es amplio en llaría Eneas no sólo por las cualidades físicas heredadas
todas direcciones. Cuales sean las que uno diga, tales de tal padre y de tal madre, sino también por su educa-
pueden ser las que oiga, (w. 248-50) : ción cortesana, sin duda refinada. Anquises, que tenía sen-
ENEAS. 3
-
I
I
I
l 34 La figura de Eneas en Homero
sibilidad artística, especialmente para la música, no des-
cuidaría esta faceta de la educación de su hijo, aunque
no lo albergara en su propia casa. Y la crianza de Eneas
por su cuñado contribui¡ía a inculcarle buenos modales,
pues Alcátoo era, como hemos visto, «el hombre más dis-
tinguido de la vasta Tróade».
ENEAS EN LA ILfADA
Pero la educación de un muchacho como Eneas no
podía limitarse a lo físico y a lo social. Tenía que llegar
más al interior de la persona. uEra preciso inculcar bien
aI joven e1 código del honor, despertar su espíritu de Se ha dicho y repetido que Eneas es en la llíada w
cmulación, su arrojo, la conciencia de su valia personal, personaje secundario, Esta opinión se basa probablemente
el amor a la fama; en una palabra, hacerle sentir apasio- en el hecho de que sus acciones bélicas no son tan bri-
nadamente los ideales heroicos resumidos, de modo tan llantes como las de Héctor, entre los troyanos, ni pueden
escueto como certero, en el consejo de Hipóloco a Glauco compararse con las de héroes aqueos como Aquiles o in-
., en el de Peleo a Aquiles: cluso como Diomedes. Del ímpetu de estos dos guerreros
a' sólo pudo salvar a Eneas, como veremos, la reiterada in-
. «ltv dptoteúeLv x«L ÚnelpoXov É¡rpev«L d]']'cov» tervención de dioses. Por lo demás, el espacio que se le
dedica en la narración épica es mucho más reducido que
Que Eneas supo asimilar bien estas enseñanzas, Io vere- el que ocupan las gestas de varios personajes de ambos
mos en 'el comportamiento de su edad adulta, sobre la campos.
cual ya tenemos en la lliadd testimonios abundantes v No obstante, tiene justificación plena la afirmación ini-
precrsos. cial de este trabajo: Eneas es, en algunos aspectos, la
i figura más interesante entre los héroes homéricos. Un
4 Lurs GIL. l. c., p. 370.
\ análisis de la llíada llevado hasta sus últimas consecuen-
cias demostraría que una de las intenciones fundamen-
tales de la epopeya, si no la principal, es la glorificación
de Eneas y de sus descendientes. Pero no anticipemos las
conclusiones. Estucliemos primero los rasgos que van per-
frlando la figura del héroe a lo largo del relato homérico.
Eneas en la llíada 3t

te»; pero, si efectivamente está relacionado con el latín


er¿¿s «señor», fem. era (lat. a. esa), el sentido etimológico
será más amplio que la implicación moral de «bueno»
o la guerrera de «valiente». Acaso la mejor equivalencia
sea, en español, «noble,.
"Av«§ es un titulo honorífico que Homero da con fre-
cuencia a dioses, incluso al más poderoso de todos, Zeus;
,{MBIENTE CARACTERIZADOR entre los hombres, reciben este título los reyes y los gran-
des héroes. A Eneas se le aplica en V,311.
I En Y , 467 , Ares, que ha tomado la figura de Acamante,
I caudillo de los tracios (notemos de paso cuántas veces
Consideremos en primer lugar la atmósfera poética que enaltecen los dioses a Eneas), dic.e refiriéndose al hijo de
va creándose en torno al personaje mediante los epítetos Anquises: «yace en tierra un hombre a quien honrábamos
caracterizadores que se le aplican. Es cierto que los epí- como al divino Héctor»:
tetos homéricos no pueden interpretarse en sentido es-
tricto, pues muchas veces vienen a ser como meras fórmu' xeitaL dvi¡p 6v r' toov Étlo¡rev "Exropt .6[q,
las de cortesia poética. Pero su reiteración, y más aún e inmediatamente después, en el verso 469, le llama ¿o§)róv
su conjunto, sirve en cierto modo para enmarcar el cua- éroipov, otra expresión dificil de traducir, por el sentido
dro; son como el fondo que ilumina u oscurece la figura del adjetivo 3o0).óq, más amplio que los habitualmente
del héroe. usados en nuestras traducciones, «bueno», «valiente», «no-
Podemos agrupar los epítetos o expresiones caracteri' ble», y que acaso pueda traducirse con cierta aproxima-
zadoras de Eneas en cuatro grrupos: los que tienen por ción por «excelente»2. Este epíteto se le atribuye de nuevo
objeto realzar al héroe de una manera general, los que en XIII, 461 y en XX, 312, aquí por boca de una diosa,
subrayan su fuerza física o lus dotes guerreras, los la potente Hera, enemiga irreconciliable de los troyanos.
que ponen de relieve sus cualidades psiquicas y, finalmen- En V,513, el poeta se refiere a Eneas como Torpilv
te, los que se refreren a su funcl$n social. trcr§v, «pastor de pueblos,, bella imagen tomada del pas-
toreo real y verdadero, y que en Homero se aplica fre-
En II, 819, la primera vez que se menciona a Eneas cuentemente a los reyes más poderosos o a los héroes
en la lliada, se le llama éüg táLq 'AyXio«o; esta expre- más ilustres. La expresión se repite, aplicada a Eneas, en
sión se repite en XVII, 491. El adjetivo ÉÚs o ñúq, del V, 570 y XX, 110.
indoeuropeo ¿s¿r-s !, suele traducirse por obueno, valien-
2 étcipov, más que «amigo, (según traduce Segalá), es aquf
«compañero de armas»; oamigo, implica una relación afectiva que
1 Cfr. J. PoKoRNY, Inloger¡nanisches Etymologisches Wótterbuch,
Berna, 1950 ss., p. 342.
no incluye forzosamente éTcipoq.
T-----------n

38 La figura de Eneas en Homero Eneas en la llíada 39


El verso 58 del canto XI constituye un elogio de Eneas sentido se aproxima mucho a dp¡toooq, "rápido en el
ya de suyo hiperbólico, pero que aquí resalta más aún combate,, otro compuesto homérico que suele traducirse
por la comparación con Héctor. Ambos nombres encabe- también por «belicoso»); se le aplica a Eneas e¡ XIII,477.
zan dos versos seguidos, el 57 y el 58: En el mismo canto, pocos versos más adelante (482), el
valiente Idomeneo califica a Eneas de nó6«q rcrXúv, «rá-
"Exropú t'
pido de pies,, expre5ión afín a la que habitualmente se
Alvetov 0' aplica a Aquiles: ró6crq óxrJqi en efecto, Ia ligereza de
Eneas no debía de ir en zaga a la del Pelida, pues, como
Pero el poeta se limita a llamar a Héctor yÉyav ogran-
veremos más adelante, en cierta ocasión se salvó por pies
de»: "EKropá t' <i¡rQt ¡rÉycrv..., mientras que de Eneas
de su temible lanza. A en el verso siguiente (483), Idome-
nos dice que «era honrado públicamente por los troyanos
neo completa el elogio de Eneas como guerrero diciendo
cgmo un dios»:
que <(es muy fuerte para matar hombres en el combate»:
Alvelcxv 0', 69 Tparol Oeóq 6q rtero 6{gq.
69 ¡rú).a x«ptepóq Éort ¡rá¡¡ ÉvL q6r«g Év«lpeLv.
El contenido de este verso, que incluimos aquí entre las
expresiones caracterizadoras de la figura de Eneas, tiene
En los versos 499 s. de este mismo canto se tributa una
un alcance mucho más amplio, y hemos de volver sobre
alabanza común al valor guerrero de Eneas y de su ad-
él cuando estudiemos las relaciones de Eneas con Príamo.
versario Idomeneo, destacándolos entre todos los demás
Finalmente, en XX, 104, es nuevamente un dios reves-
como combatientes: dpiror É{o¡ov dl}.ov, y comparán-
tido de figura humana que ha tomado el aspecto
-Apolo, dolos con el plopio Ares, dios de la guerra:
de Licaón, hijo de Príamo-, quien califica a Eneas de
«héroe», ñp<¡q. r
Alve[«g te x«t 'l6opeveúq, <irá].cvtoL 'Ap¡r.
He aquí ahora epítetos o exqresiones que ponen de
relieve la fuerza física, la agiliQ4d, la valentía u otras El superlativo Ciprorog, vinculado semiá.nticamente al
cualidades guerreras de Eneas. \ positivo dy«oóg, significa «el mejor» en algo, y, habland<.r
E¡ Y, 272, es nada menos que «el fuerte Diomedes" de guerreros, «el más valienter. Este epíteto lo reciben al
quien califica a Eneas de ¡rriorr»p gópoLo,
"inspirador de mismo tiempo Héctor y Eneas, en XVII, 513, de boca del
rriedo". En V,571 se dice de él que es Ooóq no).e¡rLotriq, aqueo Automedonte, quien, ante los dos Ayantes y Mene-
«ágil combatiente». gorg6oa es un compuesto de póri, lao, proclama a ambos adversarios «los más valientes dc
«grito», especialmente «grito de guerra», y del adjetivo los troyanos»:
Ooóq, "corredor, ágil», y significa propiamente oque acude
veloz aI grito de combate» (por su formación y por su "Exrc»p Alve[«g 0', oI Tpóov etolv Ciptotor,
40 La ligura d.e Eneas en Homero Eneas en la lliada 4I

¡reyá0u¡roq para calificar a dioses; así en Od. VIII, 520 y


Y en el canto XX, que, como veremos luego, puede consi-
derarse como el canto glorificador de Eneas, culminan los XIII, 121, referido a Atenea. Aplicado a hombres, signiñca
elogios a su valentía con el que el poeta les tributa junta. generalmente, como en lalín magndnim¿¿s, «noble, gene-
mente a él y al terrible Aquiles: .,dos guerreros, con mu- roso, de elevados sentimtentos».
cho los más valientes, iban a encontrarse en medio de Sentido afin es el de ¡reycr).rirop, que se aplica a Eneas
los dos ejércitos anhelando combatir, el Anquisiada Eneas en tres pasajes de 11. XX, en los versos 175,293 y 323;
y el divino Aquiles, (rv. 158-ó0): la segunda vez, por boca de Posidón, uno de los dioses
enemigos de los troyanos, pero no de Eneas, como ve-
6úo 5' dvÉpeq É(oX' &pLotoL remos más adelante. Signifrca exactamente «de gran co-
éq ¡.rÉoov dFQorépr,:v ouv[tr¡v ¡re¡rcr6re gú¡eo0aL, razót»,
Alvsicrg t''AylLoLá8¡q Kqt 6toq'AyL).).eúq.' Finalmente, en el verso 267 del mismo canto XX, se'
caiiflca a Eneas de 6atqpov, que en sentido propio se
Consideremos en tercer lugar los epítetos que se refie- refiere a la calidad mental y puede traducirse por «pru-
ren más directamente a cualidades psíquicas. Algunos de dente, discreto, ingenioso, hábil». Suele aplicar Homero
los catalogados en los dos grupos anteriores podrían igual- este adjetivo a personajes célebres por su astucia o su
mente incluirse aquí; por ejemplo ér5q, Éo0).óq ! Ciprorog. prudencia, como Odiseo o su hijo Telémaco, o el noble
Pero, como no se trata de establecer una distinción rigu- rey de los feacios, Alcínoo.
rosa, y, por otra parte, esos ad.ietivos o bien tienen una
amplitud significativa muy grande o bien se aplican habi- En el cuarto y último grupo podemos situar dos epíte-
tualmente a un guerrero para expresar su valentía, hemos tos que se refreren más bien a la categoría social de Eneas
reservado para este apartado sólo los que de una manera o a la función desempeñada por él entre los troyanos. En
más precisa se re.ñeren a cualidades anímicas. V, 180, y nuevamente en XIII, 463; XVII, 485, y XX, 83
En V, 534 se califica a Eneas de ¡reyúOu¡roq, «magná-
de A. Bailly); "entre los flexipedes bueyes» traduce Segalá el pa-
nimo». !16¡¡9¡6 aplica este adjetii/o en cierta ocasión a un saje en cuestión. Yo creo que aquí no se trata de «bucyes», sino
toro (Il. XVI, 488), en un conté¡to en que apenas puede de «vacas», pues ni suele haber rebaños de bueyes (y menos los
referirse al valor o a la acometilXdad de este animal, que habria en la Tróade, cuya economía era esencialmente ganadera;
el buey sólo es útil en las primitivas economlas labradoras), y en
allí cae sin lucha bajo las mandibulas de un león; más el v. 487 se dice que el león se ha presentado nen medio del re'
bien pone de relieve la noble sensación de superioridad baño" (dyéI¡Or), ni se ve qué pintaría un toro en un rebaño de
que experimenta el toro Év el).Lnó6eooL Bó€ool.v, bueyes Lo de ntourner les jambes en marchant,, defecto que tanto
"entre puede afectar a los bueyes como a las vacas, e incluso a los toros,
las vacas de redondeados pies" 3. En otras ocasiones, usa no viene a cuento; y sl sg¡ «de paso tardo», propio de los bueyes
o vacas de labor, tampoco se aplióa bien a las vacas que pastan
I Son muy variadas las interpretaciones del adjetivo ell,inouq: libremente en el campo. Por todas estas razones, hay q!¡e pensar
.que arrastra los pies, de paso tardo' (Dicc. de Pabón-Echauri); que el adjetivo etLlnouq no se refiere al moümiento, si¡o a la
.qui tourne les jambes en marchant,, en parlsnt des b@ufs (Dict forma de los pies de las vacas.

I I
42 La ligura de Eneas en Homero
(aquí por boca de Apolo, bajo Ia figura de Licaón), se
llama a Eneas Tpóc¡v pou).¡qópe, siempre en vocativo,
como título o tratamiento dado directamente a la persona
con quien se habla. Este epíteto, como ya hemos dicho,
viene a significar «consejero del pueblo o del ejército en
las asambleasr,
El segundo calificativo de este grupo, Tpóov ¿tyoq
ENEAS, CAUDILLO DE LOS DARDANOS
<V,217) es de significación clara; Ciyoq equivale al térmi-
oo latino d¿¿r, «conductor», «jefe», "caudillo".

La primera vez gue se menciona a Eneas en la llíada


se le menciona como caudillo. nA los dárdanos los man-
daba el noble hijo de Anquises, Eneas, al cual concibió
de Anquises la divina Afrodita, habiéndose unido diosa a
mortal en las boscosas cumbres del lda, (II, 819-21):
Acrp6«viov o0t' flpXev Éüg nriLg 'AyX[oao
Alve[aq, tóv ün' 'AyX(o¡ rÉxe 6i' 'AQpobtr¡,
"16¡q Év xv¡¡-toiot Oed pporQ eóvqOetocr.

Eneas aparece aquí como el jefe principal de los dárdanos,


pero no como el único. Compartían el mando con él nlos
dos hijos de Antenor, Arquéloco y Acamante, diestros en
\ toda clase de luchas" (w. 822 s.):
11
oüx oiog, ti¡-ra tQ ye 6ó<» 'Avrrjvopoq uie,
'Ap¡é).o¡óq r' 'Axd¡r«q te, ¡rá¡¡q e6 el6óre náor¡q

Este pasaje viene a continuación de la llamada poLc»rlcr


o xardtroyoq r6v ve6v, en que el poeta hace el recuento
de las fuerzas contendientes. La enumeración es más de-
tallada y precisa para las tropas aqueas que para las tro
yanas. Pero el dato relativo a Eneas y a los dárdanos no
41 La figura de Eneas en Homero Eneas, caudillo de los dárdanos 45

puede atribuirse a inspiración u ocurrencia momentánea dad de hombres de inteligente mirada, sino que habitaban
del poeta, pues se repite casi con las mismas palabras en todavía al pie del Ida, abundante en fuentes":
XII, 98-100: cuando los troyanos y sus aliados, favorecidos
por la suerte de las armas, se proponen cruzar el foso xrtooe 6é A«pbavlr¡v, É'nei oü rro " I ].toq ipi
que protege eI campamento aqueo y prender fuego a las év re6[E ¡eÍó],ioto, rrótrLg gspónov dvOpónov,
naves, el cuarto grupo de guerreros lo manda Eneas, se- dII ' É0 ' ünrope[ag rilxsov no].uní.6«xog " I 6qg.
cundado por los dos Antenóridas:
Dardania estaba, pues, en una ladera del Ida. Que Dar-
r6v 6é teráprrov fipXev Éüg ráLg 'AyX[o«o dania, por una parte, y Troya o IIión, por otra, no son
Alve(crg, á¡r« rQ ye 6óo 'Avrrjvopog uie, una sola ciudad con tres nombres distintos, es evidente
'Ap¡ÉIo¡óq r' 'AKá$dq rs, UúXnq sú et6óte náo¡q. por lo que nos dice el texto citado, según e1 cual Dardania
fue fundada en sitio distinto del que más tarde ocupó la
No puede pensarse que sea casual un dato repetido a nueva ciudad: Dardania estaba situada en una ladera del
tanta distancia. Eneas, y junto con él los dos hiios de Ida, ür<¡petcq "I6¡9, mientras que Ilión fue ediflcada
Antenor, eran indudablemente los jefes de los combatien. en la llanura, Év ns6trp, En XXIV, 6ó0 ss., Príamo basa
tcs dárdanos. Estos guerreros parecen haber sido, inme- la petición que hace a Aquiles de una tregua de once días
ll cliatamerlte después de los propios troyanos, los más im- para los honras fúnebres de Héctor en el hecho de que
portantes defensores de Troya. Así se desprende de la el monte, adonde habrá que ir a buscar la leña pára la
manera de comenzar Héctor su arenga al conjunto de las pira, está leios de la ciudad (v. óó2 s.):
tropas en Ylll, 497l. "Escuchadme, troyanos y dárdanos
y auxiliares,: t¡).ó01 6'útr¡
d§É¡rev é{ 6peoq .........
xÉx).uté ¡.reu, Tp6eq xai Aág5«voL f¡6' é,rlxoupoL.
No podria aducirse esta razón si la ciudad de Príamo es-
Esta situación, aparentemente '§encilla, plantea un di- tuviera, como la antigua Dardania, en una ladera del
fícil problema, para cuya solución tonvincente no tenemos monte.
bastantes datos. ¿Eran Anquises y\Bneas troyanos en sen- La llíada no nos dice quién fue el fundador de Troya.
tido estricto, o, más bien, los señores de la antigua Dar- Sólo indica que sus muros fueron construidos durante el
dania?1. reinado de Laomedonte (XXI,446). El nombre de la ciu-
En XX, 216-18 se nos dice, por boca del propio Eneas,. dad nos induce a creer que su fundador sería Tros, hijo
que Dárdano, hijo de Zeus, .fundó a Dardania, pues aún de Erictonio. Pero también cabe pensar que éste, de quien
no había sido edificada en la llanura la fuerte Ilión, ciu- se nos dice en XX, 220 que "llegó a ser el más rico de los
hombres mortales» :
r Advirtamos ya aquí que esta Dardania no debe confundirse
con la Dárdanos histórica, situada a orillas del Helesponto. 6q 6n dqvetót¿xroq Yév€ro 0v¡t6v tiv0pónolv,
46 La figura de Eneas en Homerct Eneas, caudillo de los dárdanos 47

insatisfecho quizá de la modestia de Dardania y de su decir, de Ia Tróade (así, en II, 826 se llama 1p66q a los
posición poco propicia para un amplio desarrollo, de- habitantes de Zelea, ciudad situada r5not nó6« vel<rroy
cidiera fundar una nueva ciudad, más en consonancia -[6¡9; igualmente, el nombre de Tpotn se aplica por ex-
con sus inmensos recursos, Para esta segunda hipótesis tensión a la Tróade, por ejemplo en IX, 328 s., cuando
pudiera haber quizá también algún fundamento en la ex- Aquiles se gloría de haber tomado doce ciudades por mar
presión de XX, 230.: y once por tierra en la fértil Tróade, xcrrd Tpot¡v ápt-
po).ov); pero el nombre de la región procede de la ciu-
Tp6« 6' 'Epr¡OóvLoq téxero Tpóeoorv dvcxrq, dad, y no a la inversa. Por consiguiente, si en tiempos de
Tros había ya «troyanos», es que también existía ya la
que parece dar a entendcr que Troya existia ya durante ciudad de Troya. Por lo demás, del texto citado en apoyo,
la juventud de Tros, cuando reinaba todavía Erictonio; de esta tercera hipótesis se deduce que Tros reinó tam-
éste sería quien, en honor de su hijo, habría impuesto bién sobre Dardania y otros lugares de las estribaciones.
a la ciudad el nombre de Troya. del Ida, pero no que durante su reinado no existiera aún
Una tercera hipótesis retrasa la fundación de Troya Troya, pues la expresión é€ oD tó " ILrov, referida a su
hasta el reinado de Ilo. Cfr., por ejemplo, PluLy-Wrssow,r, hijo Ilo, puede aplicarse razonablemente al origen,' no
s. u, Dardanidal.' «Por quién fue fundada la posterior ca- de la ciudad, sino del nombre de «Ilión».
pital Troya-Ilión no lo dice la Iliada; sólo menciona la Por su situación y por su r.iqueza, Troya superaría a
construcción de los muros por Laomedonte. Erictonio y Dardania desde el principio. Al suceder Ilo a su padre
Tros, en todo caso, son considerados como residentes Tros, la primacía estaba ya ciertamente en Troya, como
todavía en Dardania; si el último aparece como Tpóroorv lo demuestra el hccho de que ocupase el trono de esta
&vo.l (Il. XX, 230), Tp6eq debc entenderse aquí en el ciudad el primogénito. Ilo daría a Troya su segundo nom-
signiñcado general de habitantes de toda la región. La bre, Ilión, que en Homero aparece en la forma " I 1169
recta conclusión de las indicaciones de la llíada nos la (i)'?, A1 frente de Dardania quedaría probablemente el
ofrece Conón 12: rfi n6pl fpc¡óq.i,., 69 ÉpaotLeuoe r6v segundogénito de Tros, Asáraco, Se trataría de un repar-
rept rtv " I6¡v X<,>ptr,:v xat yevX§. . . ' I trov , É( o0 ró to de los dominios paternos entre los hijos, semejante
"l).rov, cfr. Strab. XllI,593. Asi) el epónimo de Troya al que solían hacer los reyes y los señores feudales de
se retrotrae en la leyenda griega a antes de la fundación nuestra Edad Mcdia. Cualquiera de las dos primeras hi-
de Troya". Pero esta hipótesis es vulnerable por varios pótesis sobre la fundación de Troya es conciliable con
puntos. En primer lugar, no hay en la llítLda nada que
obligue a pensar que Erictonio y Tros residieran todavía
en Dardania. Por otra parte, es cierto que el nombre de 2 Sólo en XV, 7l aparece 'l),Lov olrü É¡.ot€v, aunque también
podía leerse, como advierte Faesi,'ltrrov qt¡üv ÉLotev. Cfr. J. U.
Tp6eq se aplica en la lliada no sólo a los habitantes de FAFsI, Homers lliade, erklaert von..., dritter Band, fiinfte Auflage,
la ciudad de Troya, sino también a los de la región, es besorgt von F. R. FR-ANKE, Berlin, f876, p. 85, nota al v. 71.
,+8 La ligura d.e Eneas en Homero Eneas, caudillo de los tltirdanos 49

(esta nueva hipótesis de la división de los dominios de Y esta información se nos da inmediatamente antes de
'Tros entre sus hijos Ilo y Asáraco. A Ilo le sucedió en mencionar a Eneas como caudillo de los dárdanos, po-
Troyá Laomedonte, y a éste, su hijo Príamo. En Dardania niendo asi de relieve la diferencia entre el poderío de
sucedería a Asáraco su hijo Capis, y a éste, Anquises, ambos pueblos.
padre de Eneas 3. En XXIV,543 ss., Aquiles habla en estos términos al
En la lliada no se nos dice nada sobre la suerte ulte- viejo Príamb, que ha llegado hasta la tienda del héroe
rior de la ciudad de Dardania. Es probable que, por su aqueo para suplicarle que le entregue el cadáver de
situación poco ventajosa al pie de la montaña y por Ia Héctor: nDicen que también tú, anciano, eras antes di-
escasez de recursos que hay que suponer para su fun- choso; y aseguran que en el espacio que limita por abajo
.dador teniendo en cuenta su condición de inmigrante, Lesbos, reino de Mácar, y por arriba Frigia y el Heles-
fuese siempre un poblado muy inferior a Troya desde ponto inmenso, sobresalías tú, oh anciano, por tus rique-
los comienzos de la nueva ciudad, tanto por su riqueza zas y tus hijos»:
como por el número de sus habitantes. Ciertamente lo era
en tiempos de Príamo, como se desprende de varios pa- r«i oÉ, yépov, tó rrpiv ¡rév dxoúo¡rsv 6),pLov etv«L'
sajes de la lliada, principalmente de II, 817 s., y XXIV, 6ooov Aéopog &vo, Máxapoq E6oq, évróq éépyer
543-46. Kcri Opuytn xcroúnsp0e x«i 'E).).Í¡onovrog dnetpr»v,
El primero de estos pasajes rndica que las tropas que t6v oe, yépov, n).oúrrp re xcri otáot Qcol xex&o0«r.
combatían a las órdenes de Héctor, formadas por tro-
yanos en sentido estricto, «eran con mucho las más nu- Tampoco nos dice nada la lliada sobre la probable des-
merosas y mejores» del ejército que defendíd la ciudad:
trucción de Dardania por los aqueos. No dcbe olvidarse
9.ue la lliada no es una historia de la guerra de Troya,
&$o tQ ye ro),ü n).etoror x«t
sino la descripción de un episodio de esta guerra: la
, dÍpLoroL
cólera de Aquiles y los efectos de esta cólera. Podemos,
Acror url)p4ooovfo...
sin embargo, conjeturar la destrucción de la ciudad por
, *r- M. BowRA, Trudition ora '*"¡co in the lliad, 278 pp. un pasaje del canto IX, versos 328 s., cn que Aquilcs sc
Oxford,2.' ed. 1950. Bowra compara, situiendo una tendencia fre- gloría de haber destruido durante la guerra ndoce.ciu-
cuente entre los anglosajones, los poemas homéricos con la lite- dades por mar y once por tierra en la fértil Tróade,:
ratura épica medieval, nacida en condiciones similares a las de la
.epopeya de Homero.
- Acaso pudiera interprctarse también en este
sentido el hecho de que Anquises, según nos informa XVII,323-25,
6ó6exa 6i¡ oüv v¡uoi ró),arg ri).únof ' &vOpónov,
tuviera su propio heraldo, Perifante, que había envejecido ejer- ne(óq 6' Év6exá gri¡-u x«t« Tpr»l¡v éptBo].ov.
ciendo su oficio, y era hijo de otro heraldo llamado Epita. Si los
heraldos constituían entonces "un tipo de funcionario público, Que la destrucción de estas veintitrés ciudades, entre las
(cfr. L. GrL, e\ Intloducción a Homero, p. 432), Anquises no podría
tener años y años a su servicio un funcionario de esta clase, sien- cuales es probable .que estuviera Dardania, se llevó a
do él en Troya un simple particular. cabo durante la guerra de Troya, es evidente por lo que
ENEAS. _ 4
I
I

50 La figura de Eneas en Homero


Aquiles dice a continuación (w. 330-33): «de todas ellas
saqué abundante y rico botÍn, que entregué sin reserva
al Atrida Agamenón; y é1, que se habia quedado junto
a las veloces naves, lo recibía y, repartiendo siempre la
menor parte, se reservaba la más grandeo:

tá¿¡v Éx naoéov xet¡rri).tc no).Ld xct éoOl'd


ENEAS, GUERRERO
É{elógr1v, xql núvtc Qépóv 'AycgÉ¡rvovL 6óoxov
'ArpeÍ6¡' é 6' 6nLo0e ¡révov n«pd v¡uol 0ofloLv'
bsfa¡revoq 6tcr naOpcr 8ao&oxeto, tol'L« 6' éXaorev'
Los caudillos de la epopeya homérica, como los de
Era natural que, al ser destruida Dardania, su rey y . nuestras gestas heroicas, eran también guerreros; capi-
su pueblo, unidos a la poderosa Troya por la sangre y por taneaban a sus tropas en el sentido etimólógico
de Ia
la alianza, se refugiasen en esta ciudad, sin que fuese palabra, yendo a la cabeza de sus hombres, y
iranejaban
obstáculo para ello la desavenencia entre los jefes de personaknente las armas. El título de «matador
de hom-
ambas casas reinantes. Era natural también que Eneas br"sr, ¿y6pog6vo§, era uno de los más gloriosos que
siguiera ejerciendo en Troya el r¡ando de las tropas apor'' podia recibir un héroe.
tadas al ejército común por su pueblo. La gloria de Eneas
-ya lo guerreras.
principalmente a sus aciiones
hemos dicho_ no se debe
No obstante, en
repetidas ocasiones aparecé en la llíada combatiendo
bra-
vamente y matando con su propia mano a guerreros
aqueos muy distinguidos. En V,533 ss., Agamenón mata
a Deicoonte Pergásida, compañero de Eneas; pero éste
\ replica al hecho del Atrida matando a los mellizás Cretón
y Orsíloco, hijos del magnánimo Diocles, «guerreros ex-
\ celentes» (Ctv6pag dplorouq, v. 541),
"diestrós en toda
clase de combates» (F&¡¡q e6 ei6óte náo¡g, v. 549), «se-
mejantes a dos leones» (oto tó ye l.Éovte 6úc>, v. 554);
cayeron a manos de Eneas <<como altos abetos» (¿I&rnolv
éoLxóreq óqr¡I¡orv, v. 560) abatidos por el leñador..La
yuxtaposición, en este pasaje, de las acciones
de Aga-
menón y Eneas implica, en cierto modo, Ia superioridadt
bélica del segundo.
52 La ligura de Eneas en Homero Eneas, guerrero 53

Sigue inmediatamente otro pasaje del que se deduce el prestigio de Eneas: nEn seguida las tropas siguieron
asimismo la superioridad de Eneas sobre Menelao. Al ver a sus jefes como siguen las ovejas al carnero para ir
éste caídos a los mellizos, se dispone a vengarlos. Y dice a beber después del pasto; y el pastor se alegra en su
el poeta que «Ares excitaba su coraje, con intención de corazórt. Así se alegró el ánimo de Eneas en su pecho,
que pereciese a manos de Eneas» (1.v. 563 s.): al ver el grupo de hombres que le seguía" (w. 492-95):
ro0 6' ótpuvev gÉvog "Ap¡q, L«ol ÉnovO', óq ei re ¡-rerd xr[].ov Éonero ¡-ri].cr
td qpovéov, Iv« ¡epoiv ún' Alve[oo 8c¡rsiq. nLó¡.rev' Éx poráv¡q' ydvurar 6' Cipa re gpév« nor¡r{v..
69 Atvelg Ou¡róg Évi orri0eooL yey{0et,
Acaso el mejor elogio de Eneas como guerrero sea el óq i6s ).a6v É0voq énLonó¡levov Éot aürQ.
que hace su valiente adversario Idomeneo en XIII, 481 ss.
Idomeneo acaba de matar a tres de lo§ mejores guerre-
En el feroz combate que se traba entonces en torno al
ros troyanos, entre ellos a Alcátoo, cuñado de Eneas, y se cadáver de Alcátoo, dos hombres se distinguen por su
jacta de su hazaña con sarcasmo. Mas, apenas llega a valor, nEneas e Idomeneo, semejantes a Ares» (v. 500):
oídos de Eneas la noticia, corre en busca de Idomeneo Alvelcg re xcrl ' I 6oyeveúg, <irú].«vroL ,,Apr¡r
.
para vengar al marido de su hermana. Al verle avalrzar,
no retrocede e1 aqueo, pero pide auxilio a cinco de sus Otros aqueos ilustres perecieron a manos de Eneas:
compañeros, todos ellos guerreros ilustres: Ascálafo, Afa- Afareo Caletórida (XIII, 541), a quien Eneas atravesó la
reo, Deípiro, Meriones y Antíloco : .Acudid, amigos, y garganta con su lanza; Medonte, hijo bastardo de Oileo
ayudadme grita*, que estoy solo, y temo horrible- y hermano de Ayante, y Yaso, caudillo de los atenienses
-les
mente a Eneas, ligero de pies, que se me viene encima. (xv, 332).
Es muy vigoroso en el corrlbate para matar hombres, y En el canto XVII, vv.319 ss., Eneas aparece. incluso
está en la flor de la juventud, cuando la fuerza es más como superior a Héctor. Los teucros pretenden refugiar_
grande»: , { se en Troya, abandonando el combate. pero el propio
.\ Apolo, adoptando la figura de un heraldo, instiga el valor
6e0rs, q[].or, roi ¡r' oirp ]¡.,úr.... 6sí61« 6' oiv6g de Eneas. EI héroe reconoce al dios, y, cobrando nuevos
Alvel<rv Éntóvt« nó6ag taXúv, 6q ¡roL éneLotv, bríos, grita: «¡Héctor y demás caudillos de los troyanos
6q Uá¡.« xaptepóg ÉorL ¡rúX¡ Évr q6t«g év«lperv' y aliados! Es una vergiienza que entremos cobardemente
xai b' ÉXsL ljpr¡q üv0oq, 6 re xp&tog éotl ¡réyLotov. en Ilión, vencidos por los belicosos aqueos. Un dios ha
venido a decirme que Zeus, árbitro supremo, es aún nues-
Pero Eneas, que sabe unir el valor y la prudencia, llama tro protector en la batalla. Marchemos, pues, contra Ios
también a sus amigos Deífobo, Paris y Agenor, que esta- dánaos, para que no se lleven tranquilamente a las naves
ban cerca. Y sigue una comparación que pone de relieve el cadáver de Patroclo, (w. 335-41) :
I

54 La figura de Eneas en Homero Eneas, §uerrero 55

"Exrop r' f¡b' Ci).).oL Tpóov dyot f¡6' énLxoúparv, Iv' dné),eOpov É¡ovr«q, é ¡riv rósov eE et6óq,
«16óq ¡r'üv vOv ÍiDe y', dp¡Lqt).a:v ún' 'A¡«L6v fláv8«poq, utóg 6' qüte Aux&ovog elí¡et«L elv«1.
*
I l,Lov elo«v«pftv«L dva).xef¡ot 6«¡rÉvr«q. Atvslcrq 6' ulóg ¡reyc].f¡topoq'AyXtooo
d).).' érr yúp rtq Qnor 0€6v, épot dyXr :rcpcoráq, etí¡et«L éxyeyú¡-rev, ¡r{t¡p 6é oI éo¡' 'Agpo6tr¡.
Zfrv', ünatov g{ot<,rpa, ¡rá¡¡q ÉnLtáppoOov eiv«r. tiXL' Ciye 6r) ¡a(ó¡reO' Éq' hn<,rv, ¡r¡5é goL otítoq
tQ p' tOüq Acxv«dv lo¡-rev, 9¡6' oI ye Exr¡trot €úve 6ra npo¡.rúXcov, ¡rr] norq qt).ov fitop óIÉoo¡g.
IlútpoxLov vr¡uoiv neL«ocrl«ro te0vr¡drt«.
Pero es Pándaro el que cae bajo la lanza del Tidida. En-
tonces Eneas, temiendo que los aqueos se apod.eren del
Y no se limita Eneas a dar ánimos a los demás con sus
palabras, sino que quiere darles ejemplo, y, «saltando cadáve( de su amigo, salta del carro, embrazando el es-
cudo y empuñando fuertemente la larga pica, y Io deñen-
muy por delante de los combatientes, hace frente al ene-
de «como un león confiado en su fuerza, (),éov 6q d).xt
migo" (v. 342):
nenoL0óq, v. 299), dando terribles gritos y
"dispuesto a
dig qáto, x«t p« no),ü 'npo¡r&¡<ov É(átrgevog Éor¡ matar a quien se le ponga delante» (v. 301):

Y derriba de una lanzada al valiente Leócrito, hijo de tóv rrá¡lsvar ¡re¡rcróq 6q rrq toO y' <ivtloq E],0o1.
Arisbante (v. 344).
Es entonces cuando Diomedes le hiere con una piedra
Eneas llegó a enfrentarse en singular combate con los
enorme, de tal modo que Eneas hubiera perdido allí la
dos héroes más temibles del ejército aqueo: el fortísimo
vida, a no ser por la intervención de los inmortales.
Diomedes y el incomparable Aquiles.
Sobre esta escena hemos de volver más adelante. Ne
En V, 239 ss,, Eneas y Pándaro suben al carro de temos aho¡a tan sólo que el canto V de la ltíada es el
guerra y dirigen los briosoq corceles contra Diomedes.
de la exaltación de Diomedes (Arop{6ouq <ipLorela). El
A1 verlos Esténelo, hijo de Capanco, advierte al esforzado
héroe aqueo, protegido y apoyado por Atenea, realiza aquí
aqueo: «¡Tidida Diomedes, carp a mi corazón! Veo a dos portentosas hazañas, mata a gran número de enemigos
fuertes guerreros, dotados de inmenso brío, que quieren y ni siquiera se arredra ante Ios dioses, Ilegando a herir
luchar contigo; uno es Pánd)fo, hábil arquero, que se a Afrodita y al propio Ares, dios de Ia grlerra. No supone,
gloría de ser hijo de Licaón; el otro, Eneas, que blasona
pues, mengua para Eneas haber sido vencido por tal ad-
de habe¡ sido engendrado por Anquises, y su madre es ve¡sario en el momento culminante de su brío y de su
Afrodita, Ea, retirémonos al carro, y no me andes así gloria.
por entre los combatientes delanteros, no sea que pierdas
Finalmente, en el canto XX, Eneas Ilega a entatrlar
la dulce vida, (w. 243-50): combate singular con el irresistible Aquiles. y no por-
Tu6et6¡ ALó¡r¡beq, é¡rQ reX«pLo¡réve Ou¡rQ, que Aquiles le salga al paso, haciendo inevitable la lucha.
dv6p' épóro Kpcrr€pó Éni ooi peg«6te ¡láXeo0aL, Es el hijo de Anquises el que va en busca del pelida.
56 La figura de Eneas en Homero
Y, si es cierto que. sólo por nueva intervención divina
se libra de la lanza de su terrible adversario, tambiétr lo
es que la superioridad . que Eneas reconoce al aqueo se
debe a la asistencia que los dioses, y especialmente Ate-
nea, le prestan continuamente. Que, si un dios igualara
las concliciones de la lucha el héroe troyano
(w. 10&102)-, no le venceria -afrrma
Aquiles fácilmente, aunque LOS CORCELES DE ENEAS
se glorie de ser todo de bronce.

En la época a que se refrere la llíada, el caballo no


tenía aún la importancia bélica que adquirió más tarde,
buando se formaron en los ejércitos cuerpos de caballe-
ría. En la epopeya homérica hay alusiones sueltas al no-
ble bruto en función de cabalgadura. Pero el caballo era
entonces esencialmente un animal de tiro. Los héroes
se dirigen al combate, delante de las tropas, sobre carros.
de guerra tirados por dos corceles, aunque, generalmen-
te, combaten a pie: "el carro de guerra se ha convertido,
para Homero en un simple medio de transporte» l.
Sin embargo, los héroes hon'róricos tenían ai caballo
en gran estima. Su posesión era un signo de riqueza. Un
regalo consistente en caballos era digno de reyes: Aga-

\ 1F. RoDRfcuEZ ADRADoS, .La imagen homérica del Estado: Ia


organización militar,, en Introdltcción a Homero, p. 353. A veces,
Do obstante, el guerero dispara su lanza desde el carro. Cfr., por
ejemplo, V, 221, donde Eneas invita a Pándaro: «sube a mi carro»
(é¡r6v óXé<,>v Énrprloeo), ny yo subiré también para luchar" (éyó
6' ttnr¡v é:rtprioo¡r«L óqpa ¡<ÍXcop«t, 'v. 227), que Segalá, leyendo,
sin duda droprjoopqr, traduce «y bajaré del carro para combatir',
en desacuerdo con 28G96, donde Pándaro dispara su lanza desde
el carro sin herir a Diomedes, quien, por el contrario, hiere mor-
talmente a Pándaro, que entonces «cayó del carro, (ipLne 6' É€,
ó¡Éov, v. 294).
t
58 La figura d.e Eneas en Homero I
Los corceles de Eneas 59
i
menón, jefe supremo de los Aqueos, para d.esagraviar a padre once magníficos pares de caballos, «alimentados
Aquiles, quiere entregarle magníficos presentes, y entre .con blanca cebada y espelta» (xpi treuxóv épentó¡levor
ellos ofrece al héroe «doce robustos corceles, ganadores xat ótrópoq, V, l9ó), y no se llevó ninguno a Troya «por
.de premios, vencedores en las carreras » (lX, 123-24): consideración a los caballos, no fuera que, acostumbrados
a comer hasta saciarse, me a carecieran de ¡iienso en una
6ó6excr 6' [nnouq ciudad sitiada" (vv. 202 s.):
nr¡yoüq dOilogópoug, of dÉO),rc¡ noootv Cipovto, I

tnn<»v qeLbó¡revoq, gi¡roL 6euo[«ro qoppfrq


nl-as complacencias de aquella sociedad aristocrática en riv6p6v e l).o¡rÉvov, slo0óreq É6¡revaL Ci66r¡v.
el noble bruto se ponen de relieve en los epítetos que le
dedica el poeta y en las afeótuosas exhortaciones de los El caballo no es utilizado para servicios menos nobles,
héroes a sus corceles» 2. Se les tributan cuidados exqui- como llevar pesos a lomo o arrastrar carros cargueros, de
,sitos: Pa¿roclo lava los caballos de Aquiles con agua .cuatro ruedas; se le reserva el btQpoq o carro de guerra,
pura, y luego vierte sobre sus crines aceite perfumado de dos ruedas, para dos personas. Cuando Príamo
(XXIII, 281 s.), igual que se hacía con las personas des_ "o., "uju
se dirige a la tienda de Aquiles para rescatar el cadáver
pués del baño. Andrómaca en persona servÍa diariamente de Héctor, lleva un carro mular (ti¡rc(«v f¡¡rLovet¡v, XXIV,
a los corceles de Héctor sabroso trigo 3, antes incluso que 266) con los presentes del rescate, y caballos para sí mismo
a su marido (VIII, 18ó-89). Pándaro tenía en casa d.e su (Innouq 6A l-lpL&gr¡r únayov (uyóv, 279), sin duda uncidos
2I. GII., «Economla y trabajo: a un carro de guerra, como se deduce de los versos
ganaderfa», en Intr. a Hometo, 701 s,, en que Casandra, desde la ciudadela de Troya, ve
p.398.
3 «Y les mezclaba el vino para que bebiesen cuando tuvieran regresar a su padre, «de pie en el difror, acompañado
gana, (VIII, 189): I
por un heraldo, y, en el carro tirado por mulos, el cadáver
olvóv r' Eyxepdoooo nrriv, 6tc 0o¡róg dvóyoL. de su hermano:
Este verso, que los editores suelen ir,o¡er entre corchetes, fue ya 4 ¿Por qué habrá tenido tan mala suerte con la posteridad este
desechado pór Aristófanes y Aristarco.\haesi observa que, .prcscin_ Pándaro, que aquf demuestra una sensibilidad exquisita? Se Ie ha
diendo de lo extraño de la cosa en si» (es decir, que se les diese tachado de guerrero mediocre, y algunos, como PlgneE GRhlAL, en
vino a los corceles), ohabrla que esperar al menos un olvóv ¡, su Diclionnairc de la Mythologie grecque et romaine, atribúyer. a
éyxépcoev nréerv». La razón gramatical es más convincente que avaricia este gesto, que a mi me parece de una gran delicadeza,
la objetiva. Yo he oído, de niño, a personas que solían cruzar con llevada hasta el extremo de preferir la propia incomodidad a que
caballerías cargadas los montes que separan el Bier¿o de Ia Mara_ sus caballos se vicran expuestos a una ración mermada. No se
gatería y de la Cabrera cómo, a veces, cuando los animales desfa_ trata de avaricia, sino de verdadero afecto, como demuestra ese
lleclan, leó daban pan empapado en vino, o incluso en aguardiente, dativo ético, que erpresa la participación moral de Pándaro en
.con lo cual recobraban las fuerzas en el acto. No sería, pues, las imaginadas privaciones de sus corceles. Por otra parte, el
im_
posible q"e A¡drómaca diera a los corceles de su mariáo, sobre hecho de alimentar en casa con todo regalo once pares de caballos
todo en vísperas de combate, un estirtrulante parecido. ociosos no es propio de un avaro.
ó0 La figura de Eneas en llomero Los corceles de Eneds ót
É3rcr¡t' év 6iqpg, xr¡purá re ciotupoótr¡v, no sea que, «echando de menos tu voz» (r€dv Qeóyyov
tóv 6' cip' ép' l¡rróvcov i6e xeí¡revov Év ieXÉeooLv.. r¡ogéovre, v. 234), se espanten y se desboquen.
El aprecio en que los hombres tenían a los caballos se Hasta aquí no es mucho lo que se nos dice de los
pone de relieve con el que el poeta atribuye corceles de Eneas. Sin duda el hecho de que su dueño
a Ios mis- los alabe ante un hombre tan entendido en caballos como
mos dioses. Hemos dicho que un regalo consistentc
en. Pándaro indica que eran excelentes. Por otra parte, Eneas
caballos era digno de reyes. Homero lo considera
incluso se ¡efiere a elios diciendo que son TpóLoL írnoL, «caballos
digno de dioses. Los corceles inmortales cle Aquiles
ha-
bían sido regalados por posidón a peleo, qrie.r, -, de Tros". El adjetivo Tpótoq significa generalmente ode
s, ,"r, Troya,, "troyano»; y el hecho de que Eneas pueda em-
se los regaló a su hijo. También tos caballos
de Eneas plearlo sin ninguna aclaración en el sentido que aqui
eran de origen divino. ya nos hemos referido a ello. pero
su historia merece ser contada con más detalle. tiene demuestra que el origen de sus caballos era sobra-
En V,221, Eneas invita a pándaro _que lamenta ha_ damente conocido. Era conocido incluso por los aqueos.
ber dejado en Zelea sus corceles, por lo cual ahora lucha Es precisamente Diomedes quien nos informa de este
desventajosamente- a subir a su carro, y le ponclera origen, al contárselo, unos versos más adelante (265-272)
con a su compañero Esténelo, encomendándole encarecida-
satisfacción las excelencias de los caballos de Tros (IcóLoL
l,rnot, ), nque lo mismo saben perseguir que retirarle mente que no deje de apoderarse de ios caballos, si é1
galope veloz por la llanur.a» (vv. 222 s.):
en. logra matar, con la ayr:da de Atenea, a Eneas y a Pán-
daro: «pues son descendientes de aquellos que el longi-
Éntor&¡_revoL ne6ioLo vidente Zeus regaló a Tros en compensación por su hijo
rp«tnv« ¡rá),'év0« rol Év0o 6rcoxé¡.rsv f¡6é gépeoe«1. Ganimedes, porque son los mejores entre los caballos
Y le da a escoger entre guiar los caballos como auriga o que hay bajo la aurora y el sol; de esta estirpe hurtó
empuñar la fanza para resistii el empuje de Diomedes, el caudillo de hombres Anquises, haciendo cubrir yeguas
que es a quien en este caso se,trata de suyas a espaldas de Laomedonte. Estas le parieron seis
combatir. pánda_ potros en su palacio; cuatro los guardó para sí y los
ro, que, como hemos visto, te¡l.ía en casa de su padre
once pares de lustrosos corceles a los que sin duda crió regaladamente en su establo, y esos dos se los dio
cuj- a Eneas, inspirador de miedo,:
daba él mismo, se muestra buen conocedor de la psico-
logía equina: «ten tú mismo las riendas y guía tus
caba_ rRq yáp roL yeveflq, flq Tpo( nsp eüpúono Zeúq
llos, pues llevarán mejor el .,r.rro.u..o Áandados por
el auriga a que están acostumbrados » (230_32): 66X' uiog noLvlv I-«vu¡r{6eoq, oúvex' &pLotot
Ínn<¡v 6ooor ÉcroLv ón' 116 t' i¡éItóv re,
Aiveí«, oü ¡rév cúróg éX, lvi« xc¡l teó Ínno¡. tfrq yeveiq gKtrsqrev dva( dv6p6v 'AyXto¡q,
¡rd).).ov úQ' f¡vLóXp skr0ótr xo¡lnú).ov &p¡_ra ).á0p¡ A«o¡rÉ6ovroq ú'nooXóv 0Í¡).eog innouq.
oloetov, r6v o[ Éd Éyévovro Évi ¡reyápoLoL yevÉ0].¡'
l

62 Ia figura d.e Eneas en Homero Los corceles d.e Eneas óf,

roüq pév téoocp«q «rhóq éXov dri¡«).).' ¿nt Qárvn, los dioses. La llíaila nos lo dice expresamente de los dos
ró 6ü 6ú' Aivetg 66xev, ¡.rrjot<»pr Sóporo. de Aquiles, que habían sido regalados por Posidón a Pe-
Los caballos de Eneas no solr, pues, exactamente los leo: dO&varol te yáp elot, XXIII, 277).
de Tros, pero sí descendientes de los que Zeus regaló al I No podemos seguir la pista a los de Tros durante el
padre de Ganimedes. El Himno a Afrodita, que induda_ reinado de Ilo, padre de Laomedonte. Es de suponer que
blemente trata de desarrollar los elementos legendarios ejercerían las funciones adecuadas a corceles de tal es-
cle la llíada, nos cuenta con más detalle cómo sucedió I
tirpe; la reproductora no estaba excluida en principio,
esto (w. 202-17). Zets, movido por la belleza del rubio pues si los dioses no desdeñaban la unión con mujeres,
Ganimedes, se lo llevó a su morada, para que viviera
I
I
bien podian los caballos divintrs procrear con yeguas
entre los inmortales y le sirviera de copero. Ganimedes, i mortales. Los de Tros mejorarían sin duda la estirpe de
I
ejerciendo este oficio, causaba la admiración de los dioses los establos reales, que ya en tiempos de Erictonio había
( 0o0¡r« t6etv, v. 205) y era honrado por sido enriquecida con aportaciones de orden extranatural:
todos ellos. pero
a Tros le oprimía eI corazón un dolor terrible, pr"s oo de las tres mil yeguas del padre de Tros había algunas
sabía a dónde se había llevado a su hijo la tempestad tan hermosas que Bóreas se enamoró de ellas y, tomando
divina, y le lloraba incesantemente. Zeus se compadeció forma de caballo, las hizo madres de doce potros (XX,
221-25) 5.
de é1, y le dio, en compensación por su hijo, «corceles
velocísimos, de los mismos que llevan a los inmortales,, De los divinos corceles regalados a Tros por Zeus, la
(v. 2ll): Ilíada no menciona más deécendencia que la que logró'
Anquises sometiéndoles sus yeguas. Es posible que los
fnnouq <ipolno8crq, to[ r'
d0«vúrouq Qopéouor. reyes de Troya, con el fin de reservarse la posesión ex-
Se los dio como regalo, para que se quedara con ellos. clusiva de aquella estirpe, impidieran su cruzamiento.
Y Hermes, por orden de Zeus, le explicó con todo detalle Siendo inmortales los caballos de Zeus, su perpetuidad
cómo Ganimedes sería inmortal y siempre joven, lo mis_ estaba asegurada.
mo que los dioses. El regalo y e[ mensaje de Zeus tuvie_ s El caso no fue único. La Iliada misma nos habla de otro sq
ron pleno éxito, y Tros, en adeli¡1te, lejos de lamentarse, i mejante (XVI, 149 s.): los corceles de Aquiles.Iar¡fo y Balío, sqte
tenía el corazón alegre, oY gozaü haciéndose llevar por volaban como las brisas, (ró ü¡rc nvotfrot netéo0¡v), «habían sido
sus corceles, rápidos como la tempestad» (v. 217): engendrados por el viento Zéñro y la harpía Podarga,:
toüq Etexs ZegúpQ dvÉprp &pnut« [o6úpy¡.
y¡0óouvog 6' [;rnoLoLv de],,].onó6eooLv óXetro.
Y Virgilio, Geórg. 1ll, 272 ss,, sabe de yeguas que
Ni la llíada ni el Himno nos dicen cuántos fue¡on los Ore omnes versae in Zephyrum stant rupibus alus
caballos que Zeus regaló a Tros; para llevar el carro del Exceptantque leves auras: et saepe sine ullis
Coniugiís vento gravidae (mirabile dictu)
rey bastaba una pareja. Pero sí sabemos que eran in- Saxa per et scopulos et depressas convalles
mortales, pues tal era la condición de los caballos de Diffugiunt.'.
t64
La figura de Eneas en Homero
Seis fueron los potros nacidos del ayuntamienio
fur_
tivo con las yeguas de Anquises; dos de ellos
.que tiraban del car¡o de eran los
Eneas. La t¡eta de Anquises
se llevó a cabo, según nos dice expresame.rt"
el io"tu,
durante el reinado de Laomedonte. ya vimos,
al hablar
'de Ia educación de Eneas (p. 30), que .ntre el comienzo
del- reinado de príamo y los aco.rtecintientos
cantados SEMBLANZA MORAL DE ENEAS
e.n la llíada hay que suponer un lapso
de, por lo menos,
,dieciocho años. por consiguiente,
tos caballos d" Eo"r.,
cuando éste se enfrenta con Diomedes,
tendrán ya pro_
bablemente más de cuatro lustros. A
esa edad,
"r,
ballo de ahora ya no está para muchos trotes. y "o_ Lo que confiere a la figura de Eneas su peculiar gran-
,duda les pasaría lo mismo sin d.eza, lo que hace a nuestro héroe merecedor de la pro-
en tiempos de Eneas a los
,caballos corrientes. pero
de los suyo. .ro prr"á" tección especial de los dioses y de que el más poderoso
ñarnos que se conservaran en plena forma. de e1los, Zeus, le elija para ser el continuador de la más
Si los "*,.u_
hijos querida de las estirpes humanas por é1 fundadas, no son
de dioses y mujeres eran, naturalmente,
superiores a los
hombres nacidos de simples mortales, lo sus dotes guerreras, con ser éstas de primer orden, sino
mismo sucede_
ría con los caballos. las cualidades morales que le enaltecen y en las qué, dc
Pero ya hemos dicho que la gloria de Eneas todos los héroes de la epopeya, sólo Héctor Ie es com-
no se cifra parable,
precisamenle. en sus acciones guerreras
ni, mucho me_ Enri Goelzer, en su Introducción a la edición de la
en la posesión de un par de caballos de
13s., origen semi-
divino. Por eso nuestro hérop pudo ,". d"..Jtudo Eneida traducida por A. Bellessort, hace un magistral v
po. bellísimo análisis de la figura de Eneas, en el que co-
Diomedes y perder sus caballos sin merma
de su presti-
gio 6. Su derrota fue ocasión p[ra que mienza diciendo: uEneas'me parece una de las creacio-
los aio.", i" Ai"-
sen nueva prueba de su singul4r afecto, y nes más originales y atrevidas de la poesia. En él se rom-
la pérdida de
sus caballos en VIII, 105\s., reaparecen en el crrm- pe la tradición de los héroes épicos. No tiene sus bri-
bate llevando-que,el carro de Diomedes_ pudo se. la inicla_ llantes cualidades, su espíritu de aventura, su temeridad,
ción en el renunciamiento para un hombre destinad<.¡ su seducción, o al menos no las tiene en eI mismo grado
perderlo todo antes de reconstruir sobre a
que ellos. Tampoco tiene el defecto que a casi todos
bases nuevas un
reino mucho más duradero que el puede reprochárseles: el vivir externamente. Eneas es el
Ce sus antepasados.
primero en quien sentimos una vida interior» l.
0 lo demás, la derrota de Eneas sucede en el mismo
-bate Por
en que Diomedes llega a herir n do. ir;;ri;i";, c<¡m_
t Virgite. par HENRI GoELZER, et traduit par
Enéide , Texte établi
Ares, el dios de Ia gucrra. """'i" "rrr. ANDRÉ BEIjSSORT Septiéme édition. Paris, 1952; w. XII-XIII.

ENEAS. 5
-
66 La figura de Eneas en Homero Semblanza noral de Eneas 67
El análisis de Goelzer se refiere al
Eneas de Virgilio. que como más apropiatlos. El pasaje de 11. V, 16ó ss., en
Del Eneas homérico, yo cliría que no ostenta las brillan- que Eneas se dispone a luchar contra el fortísimo Dio-
tes cualidades de otros héroes épicos, no porque no las medes, perfila la figura del héroe en este sentido.
posea ocasiones da buena prueba de eilas-, sino Advirtió Eneas que Diomedes aniquilaba filas enteras
-en
porque es un hombre reservado 2, en el doble sentido de de troyanos. Su primer impulso fue sin duda ir a[ en-
que no hace ala¡des innecesarios y de que aún no ha cuentro de aquel guerrero que tales estragos causaba,
llegado su hora. Sí se aplica plenamente al Eneas homé- No es miedo lo que le detiene; esto lo demost rará en
rico 1o que Goelzer dice sobre la vida interior: ningún seguida. Eneas piensa que las hazañas de aquel hombre,
t1
otro héroe épico la vive como ól; Hóctor la vive tam- al que no conoce o no reconoce todavía, no pueden rea-
bién, en algún aspecto quizá más intensamente que Eneas, lizarse con fuerzas meramente humanas; o bien alguno
pero en un plano menos alto, a un nivel puramente hu- de los inmortales presta vigor a su brazo para que así
mano. triunfe, o tal vez sea un dios airado contra los troyanos
a causa de Ios sacrificios (v. 177 s.). En cualquier caso,
Mo¡e n¡cróN REFLExIvA sería imprudente enfrentarse con é1, pues las fue¡zas
humanas no son comparables a las divinas:.
Una de las virtudes que caracterizan a Eneas es la Entonces Eneas, cruzando por entre los combatientes,
moderación basada en la refleíión y en la prudencia. Co- en medio del estruendo de las armas, va en busca del
noce su fuerza, semejante a la de un león nos divino Pándaro. Y tan pronto como lo encuentra, se llega
-según
dice el poeta-, y se sabe protegido por los dioses. Pero junto a él y le dice: «Pándaro, ¿qué se ha hecho de tu
sabe también que no conviene mostrarse arrogante y que,' arco, de tus aladas flechas y de tu gloria? No hay aquÍ
después de implorar la ayuda divina, el hombre debe quien se compare contigo, ni en toda Licia quien presu_
aplicar a cada empresa los rüedios que la razón le indi- ma de aventajarte. Ea, alza tus manos a Zeus y dispara
contra ese hombre que así domina y tantos males causa
{ a los troyanos, pues a muchos valientes ha hecho ya
2
"La grandeza y la
irrecuperablel unidad poética de Ios poemas doblar las rodillas» (.vv. 171-176):
homéricos, perdida eternamente par\ nosotros, consiste en que sus
hombres pLredcn decir y dicen con toda franqueza lo que les falta
y lo que tienen... Pueden decir sencillamente su verdad y su men- Iláv6«pe, noO roL tó{ov l6i .nrspóevreq olotol
tira, y ambas son automanifestaciones naturales. Eneas no puede xcrl r).Éog; (r oú riq roL épi(eror Év0á6e y, dv:ip,
hacerlo. Como todo hombre reservado, tiene que decir a veces su oü6É rLq Év Aux[n oÉo y' eüXet«L etv«L d¡relvov.
verdad en palabras oscuras, y, como todo hombre reservado por
necesidad o lolunlariamente, no hace, ni con mucho, tan buen 3 «Pronto aprendió Eneas esta máxima que transmitió
papel como Aquiles u Odiseo: puede fácilmente ser mal interpre- a
posteridad: Cede deo!, ¡cede ante un dios! ¡Si descubres que un
Ia
tado, lo cual es difícil tratándose de la astucia de ¡Odiseo o de dios está contra ti, cede!». TH. HAncrGR, ,. c., p. ll0. Lo que
la franqucza de Aquiles". TH. HAECKER, Vire¡lio, Padre de Occi- Haecker dice aquí refiriéndose al Eneas virgiliano se aplica anti-
dente. Trad. esp. de VAENTÍN G.¡ YEBRA. Madrid, 1945, p. 121. cipadamente al homérico.

I
68 La ligura de Eneas en Homero §tnthlanza moral de Eneas 69

d).).'
CÍye tQ6' égeq dv6pt pé).oq, ALt
lsrts contra tu arco? Esa actitud es propia de un niño.
¡eip«g dv«o¡óv,
6q rLg 66e xpatéeL x«t 6l¡ xcx& no),).cr Éopyev " Lo que debes hacer es reflexionar para ver lo que con-
Tp6«q, Éret roLL6v te xc¡i Éo0),6v yoúv«r' É).uoev. vlsne ahora. Y él misrno le propone la solución razona-
Pánda¡o confirma las sospechas de Eneas. Tiene in_ §lg; «Las cosas no cambiarán hasta que nosotros vaya-
cluso más motivos que él para creer que allí and.an por nlos al encuentro de ese hombre con caballos y carro, y
medio fuerzás de origen divino. pero, en vez de reflexio_ ¡rlobemos la suerte con las armas, (w. 218-20) :
nar como Eneas y adoptar medidas razonables, se deja
rápoq 6' oüx éooetqt &L).oq,
arrastrar por la impresión del momento, se irrita consigo
nptv y' éni vó tQ6' <iv6pi oüv tn'notoLv x«t óXeoqtv
mismo, para acabar volcando su irritación, como todo
hombre que vive hacia fuera, contra lo que tiene a ma_
dvtLp(¡v étr0óv¡e oüv ÉvreoL TreLp¡0iv«t.
no; en este caso, contra su propio arco. En el guerrero
de quien Eneas habla, cree reconocer al Tidida Diome_ Si efectivamente se trata de un hombre, aunque sea el
des, se lo hacen pensar así sus armas y sus caballos. valiente y fortísimo Diomedes, Eneas está dispuesto a
Pero tampoco éI se atrevería a jurar que no sea un dios. atacarle y medir con él sus fuerzas. Pero si, como parece,
Y, aunque sea el hijo de Tideo, no'realizaría tales haza_ un dios está prestándole ayrrda, «si el mismo Zeus quiere
ñas sin la ayuda especial de alguno de Ios inmortales. La
glorificar al Tidida Diomedes» (w. 224 s ):
prueba está en que poco antes le ha disparado é1 una
el 'rep dv a0te
flecha que'le hirió en el hombro; aquel tiro tenia que
Zeüc ént Tu6et6¡ ALo¡libei x06oq óp駡'
haberle enviado al Hades, y no hizo más que espolear su
brlo. ¡En mala hora descolgué este arco el día en que,
es preciso tomar las medidas necesarias para retirarse a
para complacer a Héctor, me rpuse en camino hacia Tro_
t¡empo {.
ya! Si Iogro regresar y volver a ver con mis ojos a mi
patria, a mi esposa y mi palacip, «i córteme al punto un Un lector apresurado pudiera confundir la prudencia
enemigo la cabeza, si no hago p.e¡lazos con mis manos este
de Eneas con el miedo. Los hechos demuestran lo con-
trario. Eneas ha dado a elegir a Pándaro entre manejar
arco y lo echo al fuego, pues dJinada me sirve!, qvv.21L
las riendas o las armas, y el arquero, que no había tenido
ló):
suerte con las flechas, ha preferido manejar ahora la
crút(r' EneLr' dn' Égslo xáp¡ rá¡roL &).).órpLoq qóq, lanza. Se produce el ataque, y Pándaro arroja con ímpe-
el gi Éyó rá6e ró(« gcreLve Év nupi oeíqv tu su potente bronce, que va a clavarse con violencia
¡epo[ 6L«x],áoo«q' cive¡ró].ra yáp ¡rot ónr¡6et. en el escuclo cle Diomedes, de suerte que el guerrero de
Zelea, siempre tan impulsivo, exclama sin poder contener
"No hables asi» (Ui 6' oüroq dyópeue, v. 21g), le re-
plica Eneas., Como si le aconsejara: ¿De qué te sirve irri_ 4 Es entonces cuando Eneas invita a Pándaro a subir a su ca'
rro, y hace el elogio de sus caballos, ya comentado.
ll
I
li 70
La ligura d.e Eneas en Homero liemblanza moral de Eneas 7l
:
su feroz alegría : «Tienes el ijar
I
atravesado de parte a salta del carro, con su escudo y su larga lanza, «temiend.o
I Parte, y no creo que todavia resistas
Grande e s la gloria que me mucho tiempo. que Ios aqueos le arrebataran el cadáver» (6etoaq pri róq
l has dado» ( w. 284 s.): o[ épuo«í«to vexpdv 'A¡cILol., v. 298) s, «y daba vueltas
xeve6v« 8ra¡.trepéq, oú6é o, en torno a él como un león conliado en su fuerza, con Ia
!É13|n"1 ótr¡ lanza en ristre y el liso escudo bicn embrazado, dispuesto
blpdv Ér' <ivoXrioeo0«1. é¡rol 6A
¡rÉy, e8¡oq ü6ox«q. u matar a cualquiera. que se le enfrentase» (tv. 299-301):
Pero Diomedes ni siquiera ha
sido tocado, y ahora d¡rgi6' dp' oúrQ pcxive ).éov toq d¡.xt netotOóg,
para su pesada lanza. ou d.is-
. npóoOe 6é ol 6ópu r' éo¡a xc¡i dor[6« návroo, É[o¡v,
a". *'," ,i".,;1í;H;.jl::li: ::l i::T:,rnT[ tóv xtá¡rev«L ¡re¡raóg 69 rrg ro8 y, dvr[oq É].0o1.
Ios dientes, le cortó lal
debajo de i; ;;;;. v asomó la punta por
;;,;""u"u'
uto cae pesadamente del carro'
Del contexto resulta que no se trata aquí de un combate
con gran estruendo o" au,
su clrajel (.oo a' singular entre Eneas y Diomedes, semejante al que en-
"oe,
i¿3ffijil'.j'Xri:1':.:"J*rí
-.".,r"iJ"r"i- frentará al héroe troyano con Aquiles. Apenas caído pán-
¿Qué hará entonces Eneas? jiiuirá."."
mos caballos, que sin gran esfue.zo daro, un nutrido grupo de enemigos ¡odearía su cadáver,
p,r"a"r, dispuestos a arrastrarlo al canpamento aqueo. por eso
enemigo, a quien evidentemente "f "¡u."r""'a"f
favorecen los dioses? Eneas po puede dirigir su lanza sóIo contra Diomedes,
Tiene las riendas en -;o la m¿
y tras raria, n, u;r sino que da vueltas como un león en torno al cuerpo de
;; ;T:;:J.?,:I, T,:',:Ti.L; su amigo, dispuesto a matar a quien,se atreva a acer-
saben perseguir que retirarse
en galope veloz por la IIa_ carse, En tal situación, acaso ni siquiera vio que Diome-
nura» (w. 222 s.):
des cogía una gran piedra dos de los hombres de
-nque
ahora», comenta el poeta, «no podrían llevar,- y la lan-
é¡Lorá¡.rsvoL ne6[oro
Kp«{.nvd ¡rá).' Év0« - zaba contra é1. Eneas cayó sin sentido por efecto del te-
x«l Bvgq ür alkéF€v ñ6¿
Qép€oe«r, rrible golpe, y allí le hubiera rematado el enardecido
le pusieran a salvo. pero ahora aqueo, de no haber acudido a salvarle dos clioses: su
$o se trata ya de obede_
u.r, voz de la prudencra, que madre Afrodita y el flechador Apolo.
":: innecesariamente;
vida.
ordena no exponer Ia Esta de¡rota de Eneas nci tiene nada de deshonrosa,
se trata de un deber más alto:
la piedad para el amigo, en virtud sino que sirve, en definitiva, para realzar lo que consti
impedir ¿ toda costa que su
a" fu .u"i t tuye su gloria: el privilegio de haber sido elegido por el
cadáver "y*q,:"
á"t
adversario, que, llevando su "uigu
crueldad más ".r.prJá. hado, que aquí se identifica con la voluntad de Zeus,
muerte, le privaría de los ritos allá de Ia
fúnebres V l" s Nótese el dativg ético ot, con el cual se expresa que Eneas
en pasto de perros ".r""li¡.i.
vagabundos y ur"s d" ..OiO;.';;;r" consideraba el cadáver de Pándaro como algo suyo, que él estab¡
obligado a defender.
72 La figura de Eneas en Home 7!,
Slmblanza moral de Eneas
como inaugurador de un nuevo reino, en el que, segúr¡
anunciará r,nás tarde uno de los tres dioses que se repar. EN¡es, .clttco t.eel-
ten el mundo, sucederán a Eneas sin interrupción
.los
hijos de sus hijos. La amistad es un afecto desinteresado, que se basa
en
La moderación, basada en la reflexión y en la pru. kt mutua estimación y simpatía' Es un sentirriento
noble
tlencia, y perfectamente compatible con un valor inmen- v ennoblecedor, que eleva simultáneamente a las personas
so, aparece en este pasaje como una de las virtudes fun_
iror él vinculadas; porque la dignidad
de los verdaderos
damentales de Eneas. En este mismo canto, w..5ól ss.,
cmigo, como la luz proyectada sobre un espejo: al
volverá a ponerla de manifiesto. ",
comunicarse al cristal, en vez de sufrir mengua'
se am-
Habiéndole curado Letona y Artemisa la tremenda plifica. Cada amigo es, al mismo tiempo, foco y espejo'
herida que le había causado el peñasco lanzado por Dio- El comportamiento de Eneas con Pándaro le acredita
medes, vuelve Eneas a la batalla con valor y fuerzas
como dech;do de amistad perfecta: no hay mejor
amigo
renovados, y, por uno de sus amigos que cae atravesado que el que arriesga la vida por su amigo'
por la lanza de Menelao, mata él a dos de los más valien- ' P".o -uu-o, a considerar otra relación ami§tosa de
tes jefes aqueos. Al verlos muertos, Menelao quiere ven- Eneas, en la que, teniendo en cuenta las circunstancias'
garlos y, enardecido por Ares, que deseaba hacerle sucum_ generosidad' su deli-
se ponen espeáalmente de relieve su
bir a manos de Eneas (rd ppovéov, [v« caáeza y su constancia de amigo' Me refiero
a su amistad
Xspoiv ün,
Alve[cro 6«¡re[r¡, v. 564), avanza contra éste. ?a estaban con Héctor.
a punto de acometerse, cuando llega Antíloco, hijo clel Sabemos que Príamo miraba a Eneas con malos ojos
magnánimo Néstor, a ayudar al Atrida. Entonces Eneas, y que nunca le manifestaba aprecio, a pe§ar de ser el
viendo a dos excelentes guerreros unidos contra é1, no i-,i¡á a" et q,ri.es'un súbdito leal y un guerrero excelente'
juzgó prudente esperar la ddble acometida.
Por otra parte, Eneas tenía conciencia de que Héctor
Otro menos reflexivo acasg se hubiera dejaclo cegar que podía
era, entre iodos los hijos de Príamo, eI único
por el portento que con él actbaban de realizar los dio_ hacerle sombra. No harían falia más motivos' si se
tra-
ses. Eneas sabe que el favo{ divino se pierde por la tara de almas menos nobles que las de Héctor y Eneas'
úpprg, por Ia soberbia, que mueve al hombre a consi- cierto receló' incluso anti
derar los dones recibidos gratuitamente como debidos a -Slt surgiera entre ellos
para que
p"ti". reinaba entre ambos verdadera amis-
sus propios méritos. Sabe que los dioses no estaban obli_ "-bu.go,
tad y camaradería, que la epopeya parece complacerse
gados antes, ni lo están ahora, a salvarle ia vida mila_ plr". de relieve. Esta amistad es conocida por todos''
grosamente. No debe, pues, tentar su benevolencia expo- ",
y toaos unen a los dos amigos en la misma aureola de
niéndose con temeridad al peligro. veneración Y afecto.
gn V, qá7 ss., cuando Eneas ha sido derribado por el
terrible cantazo de Diomedes, el propio Ares' dios de la
74 La figura de Eneas en Homero Scmblanza moral de Eneas 75

guerra, tomando la figura de Acamante, oomente como a un dios" (Atvetov 0' , 69 Tpool Oeóq
caudillo de los
tracios, y dirigiéndose a los hijos de príamo, 6q tteto S,1pe, ,. 58). Era el mismo honor que tributa-
trata de
excitar su valor para que acudan a salvar a bgn a Hóctor, como.acabamos de ver enY, 467'
.exclama: uYace en tierra Eneas, y
un vaión a quien honrábamos En XIV, 409 ss., Fléctor, golpeado por Ayante Tela-
como al divino Héctor: Eneas, hijo del magnánimo lnonio con una piedra enorme, ha caído al suelo sin sen-
An_
quises» (w. 467 s.): tlclo; exactamente lo mismo le había ocurrido a Eneas
dn su encuentro con Diomedes. Los aqueos quieren apo-
xeitar dvi¡p 6v r, loov ér[o¡_rev ,,ExtopL 6tq:, derarse del caudillo troyano. Pero al punto le rodean
ALvei«g ulóg ¡reya),rjropoq,AyXtocro. cinco de sus capitanes -Eneas uno de ellos-, los más
valientes («pLoroL) entre los teucros, que le libran de caer
Sl, los caudillos y el pueblo h<¡nraban igualmente en podcr del enemigo y 1o retiran del lugar del combate'
a am-
bos amigos. En XVII,484 ss., Héctor, que ha dado muerte a Patro
_ En VI, 72 ss. se presenta una situación apurada para clo y lo ha despojado de las gloriosas armas que Ie
los troyanos. Entonces el priámida H¿leno, el había prestado Aquiles, quiere apoderarse también de los
-"¡oi a"
los augures de Ilión, se dirige a Eneas y o He"to.
y te" inmortales corceles del Eácida, conducidos entonces por
'dice: oEneás y Héctor, ya que el peso de la lucha iecae un auriga inexperto. Y al punto se dirige a Eneas, que
'principalmente sobre vosotros entre estaba a su lado (ÉyyÜq Éóvrcr, v. 484), con estas pala-
los troyanos y los
Iicios, pues sois los mejores para toda empresa,
tanto bras, que revelan una cama¡adería 1o¡¿l; «Si tú quisie-
para combatir como para razonar (W. 77_79): ras, creo que podríamos adueñarnos de ellos, pues si ata-
camos nosotros dos, no se atreverán a resistirnos y com-
batir frente a frente» (w. 488-90):
rpóov x«r n,,.,,, rriliL,l:l:t"r:*T,
náoqv
*::::
É¡' loúv Éore ¡_róryeoo«t .. qpouÉ.,, ró x¿v Ée),no[¡r¡v «ipr1oé¡rev, el oÚ ye Ou¡rQ

\ "., oQ éOétrotq, énei orlx &v ÉQop¡-r¡OÉvt€ YE vót


resistid aquí y, recorriendo ldql ñlas, detened a
los gue_ r).«tev Év«vrtpLov otávreg $crxáocoedt "Aplt'
rreros antes que, Ilegando a lasluertas de la ciudad,
cai_
gan huyendo en brazos de sus mujeres, dando Esa expresión condicional: nsi tú quisieras», no significa
motivo
de regocijo a nuestros enemigos,. HéIeno, al tratar por que Héctor dude ni remotamente que Eneas esté dis-
igual a los dos caudillos, sabe que no puede haber I
puesto a secundarle; es, senciliamente, una fórmula ins-
riva_
lidad entre ellos. pirada por la exquisita delicadeza de Héctoró' ¡Y qué
XI, 56 ss. nos presenta mandando a los troyanos, junto
ton caudillos, ó No puedo desviarme aquí para demostrar que esta afirmación
gran Héctor (.,Exropo ¡,tyor,
v. 57) y «a Eneas, a "a]
-otros quien Ios troyanos t on,rUun''piiLn
sobre la delicadeza de Héctor no es gratuita. Tqngo el propósito
de hacer una semblanza de Héctor, el personaje más humano y
76 La ligura de Encas en Homero Semblan¿a moral de Eneas 77

confianza rebosan sus otras palabras: «si atacamos nos- óq re qop6v véQoq Ép¡er«L f¡é xo).oL6v,
otros dos, no se atreverán a resistirnos,! Confi.anza en si, oüLov rextrr¡y6req, 6te Tpot6<»otv ióvtc
pero definitivamente reforzada por, la confianza en eI i x[pxov, 6 te o¡rLkpfloL Qóvov QéPtt ópvl0eooLv,
amigo. <,tq tip' úr' Alveíg te xai "ExtopL xo6poL 'A¡«L6v
Eneas aceptó sin vacilar la propuesta de Héctor, y los o0Lov rextr¡y6req io«v, trriOovto 6é XápF¡q'
los dos avanzaron juntos, protegiendo sus hombros con
los resistentes escudos. Pero el aqueo Automedonte llama Finalmente, en XX, 240, cuando Eneas traza, para c@
a grandes voces a los dos Ayantes y a Menelao: u ¡Ayan- nocimiento de Aquiles, su propia genealogia, concluye con
tes, Menelao!..., acudid a librarme del día cruel, pues estas palabras, que ponen de relieve el altísimo aprecio
vienen hacia mí Héctor y Eneas, que son los más valien- en que tenía a su amigo : «Anquises me engendró a mí,
tes de los troyanos» (v. 513): I
y Príamo al divino Héctor,:
"Extcop Atvel«g 0', ot Tpór,:v eloiv dpLorot. «ür«p é¡r' 'AyXior¡g, flpl«¡rog 6' ÉteX' "Extop« 6iov.

También el adversario junta en el mismo elogio a los Es el momento decisivo en que va a trabar combate con
clos amigos. Estos no pudieron adueñarse de los inmor- el más temible de los aqueos, con quien sólo Héctor y
tales corceles de Aquiles, porque el Cronión en persona é1, de entre los héroes troyanos, se atreverán a enfren-
había resuelto impedirlo lo consentiré», había di- tarse por propio impulso. Y Eneas no olvida, en tan
-"No
cho (oú ydp éúo<o, v.449)-; pero su amistad subiría de peligroso trance, la mención elogiosa de su amigo.
Punto con esta nueva empresa.
EI canto XVII se cierra con una imagen sumamente
expresiva, de cuya acción 3on protagonistas los dos cau- LA PIEDAD DE ENEAS
dillos troyanos: «Como huyg una bandada de estorninos
o grajos chillando horribleihente, cuando ven venir al Este rasgo del carácter de Eneas, que será primordial
gavilán, portador de muertqJpara las aves pequeñas, así en el protagonista de la Eneida1, se maniflesta ya clara'
huían entonces, perseguidos ptor Eneas y Héctor, Ios jóve- mente en el personaje homérico. Y se manifiesta no sólo
nes guerreros de los aqueos dando gritos siniestros, sin en su faceta de piedad humana, que ordena las relaciones
acordarse ya de combatir» (w. 755-59): con los familihres y con los amigos (el mundo no conocía
aún la sublime dimensión de esta piedad humana que
más amable de toda la llíadq; enfonces será el momento de poner abarcaría a todos los hombres, incluso a los enemigos),
de relieve este rasgo de su carácter. Baste recordar aqrrí su des-
pedida de Andrómaca, sus gestos de ternura ante el niño, sus. sino también en.un sentido religioso, que resulta sor-
relaciones con su hermano Paris, causante de la guerra; su acti- I
tud, en fin, co,n Hclena, tal como se refleja en el elogio fúnebre 7 Cfr. un profundo análisis de la pietas del Eneas virgiliano en
que ésta dirige al cadáver de Héctor. TH. HaECKER, o. c., pp, 105 ss.

I
78 La figura de Eneas en Homero Semblanza moral de Eneas 79'
prendente en el mundo homérico, donde las arrastra en su terrible marea también a los que la odian,.
relaciones
con la divinidad son puramente rituales y externas. y Eneas no había podido sustraerse a ella. Ya hemos.
La piedad humana de Eneas irnpera en él de tal visto cómo, a pesar de todo decir, a pesar de su
que, cuando se trata de cumplir sus mandatos,
modo -es
odio a la guerra y a pesar de la mala voluntad de Pría-
todas las
potencias del héroe se ponen a su servicio.
En XIII,424 ss-
mo-, luchaba como un valiente. A veces, sin embargo.
hallamos el pasaje que mejor pone de relieve se sentiría desalentado, lleno de hastío, por el injusto.
esta virtud
de Eneas. El valiente fdomeneo, con Ia ayuda directa comportamiento del rey para con él y por la injusticia
de
Posidón, hace sucumbir de modo lameniable general de aquella estúpida contienda. En uno de esos.
al ilustre momentos lo encontró DeÍfobo,
Alcátoo, cuñado de Eneas. EI dios ofuscó Ios ojos
del
troyano e inmovilizó sus miembros, de suerte Llegó eI hijo de Príamo junto a él y le dijo estas.
podía retroceder ni evitar Ia acometida del lue ni palabras: oEneas, consejero, de los troyanos, ahora es
enemigá, sino
que quedó inmóvil una o muy necesario que deliendas a tu cuñado, si algo te im-
"como columna como r., á.Uol porta el parentesco, Sígueme; acudamos a ayuclar a AI-
de copa» (óq re orrj).¡ l] 6Év6peov üq.rLnÉrr1).ov,
_1l_1vada
v. 437). Idomeneo le envasó la ianza en medio a"f p!"f,o- cátoo, que, siendo tu cuñado, te crió en su palacio cuan-
Alcátoo cayó pesadamente, y la lanza, que se le habÍa do eras niño. Te lo ha matado Idomeneo, famoso por su.
clavado en el corazón, palpitó convulsamente durante ta¡zv» {vv. 462-67):
unos momentos.
Deífobo, hijo de príamo y hermano predilecto Alveto Tpócov pou).¡qópe, vOv oe p&l,cr Xp{
de Héc- yapl3pQ ci¡ruvÉ¡rev«r, e[ nep r[ oa xi6oq lxdveL,
tor, ha presenciado el triste suceso, y corre en busca de
Eneas. Lo halla en la retaguardia (üor«tov d),tr' Ereu, 'A).x«0órp Éncr¡-rr1vo¡-rev,6q os nápog rep
éu[].ou, yc$Pp¿q Éóv éOpstpe 6ó¡rorq ÉvL rur0óv Éóvrc'
v. 459), quieto y sin combatir (éotcrótcr, v. 4601) pues
siempre estaba irritado contü príamo, porque, siendo róv 6é roL 'l8opeveüq 6oupLx).utüg é{evápr(ev.
él
un valiente (Éco).óv Éóv.r«, v¡ 461), el rey ono le daba
la menor muestra de aprecip\ (oú tr rieoxev, v. 461). Deífobo sin duda conocía muy bien a Eneas; sabía qué
Eneas-, hombre reflexivo, qr" frbra debía tocarle. Sus palabras están calculadas para
$bo..""" las disputas apa-
sionadas, en que la cólera mezcla con la verclad *r"Ár. producir el mayor efecto, «Si algo te importa el paren-
mentiras', tenía que odiar Ia guerra, que es la más apa_ tesco, es preciso que ahora mismo acudas a defender a tu
sionada de las disputas, y sobre todo aquella g.r".., cuñador. Alcátoo ha sido para Eneas un segundo padre;
ub-
surda, en que tantos pueblos se dest¡ozaban por culpa lo ha criado de niño en su palacio. La piedad familiar
de un alindado.y de una mujer adúltera. pero la guerra exige que Eneas acuda en su ayuda. Pero Eneas no podrá
salvar ya la vida de Alcátoo. «Te lo ha matado Idomeneo»..
3 Recordemos Ese dativo ético, ese ro[ lo pronuncia Deífobo sabiendo
las palabras de Eneas a Aquiles en XX, 255,
mentadas en Ia p. 33,
co_ que con él expresa todo el alcance afectivo de aquella
!r

'd0 La figura de Eneas en Homero Scmblanza moral de Eneas 81

muerte; la noticia se clavará en el corazón de Eneas como


el misterio de lo incomprensible y de lo divino» e. La pre-
la lanza de Idomeneo se había clavado en el de Alcátoo. dad en su vertiente puramente humana, en cuanto preside
oAhora es muy necesario socorrerler. ¿Por qué ahora, si
las relaciones con los parientes y amigos, se basa en la
ya está mue¡to? Precisamente por eso, porque Alcátoo gratitud: el hombre que reflexiona sobre sí mismo y sobre
ya no puede defende¡se a sí mismo. ¿Y qué podría de- lo que le rodea, comprende muy pronto que todo se lo
lender aún, o en qué puede ser defendido por Eneas, si
debe a otros: sin sus padres, ni siquiera tendria la des-
ya ha perdido la vida? En algo más importante que la nuda existencia; sin sus amigos por tales a
vida misma, en su derecho al descanso eterno. Por de- -entendiendo
todos los que le aman, y, por consiguiente, también a sus
fender este derecho para su hermano muerto, Antígona, padres y parientes-, no le sería posible la vida del espi
la mujer más admirable de la leyenda antigua, inmola su ritu. Este sentimiento de dependencia agradecida es el
vida joven; a Eneas ya lo hemos visto arriesgar la suya que engendra Ia actitud piadosa.
por defender el mismo derecho para un amigo, el infoi- Un hombre reflexivo como Eneas, que no detiene su
tunado Pándaro. ¿Cómo no va a arriesgarla de nuevo por consideración en los datos de superfrcie, sino que ahonda
el marido de su hermana, que para él había sido como en busca de los cimientos de las cosas, no tarda en des-
un padre? cubrir que también los padres y los amigos lo deben
Las palabras de Deifobo llenaron de dolor el pecl-ro todo. Y, entonces, su sentimiento de gratitud se extiende
de Eneas, que se fue en busca de Idomeneo, anhelando hasta el acreedor de la deuda común. Surge así la actitud
combatir. Su aspecto debía de ser terrible, pues, al verlo, de piedad religiosa.
el héroe aqueo grita a sus amigos: «Acudid, amigos, y Eneas conoce su origen divino por ambas líneas, la
ayudadme, que estoy solo: Y temo espantosamente el ata- materna madre es Afrodita»: ¡rritrlp 6É po[ Éor'
que de Eneas, ligero de pies, que se me viene encima"
'AQpobttrl
-«rni
(XX,209)- y también la paterna Dárda-
(w. 481-82): -«a
, no lo engendró Zeus»: [(p§syov réxero ZeúS (XX, 215).
6e0te, qí),o1, x«t ¡r' oirp, d¡rúvere. 6e[61« 6' cfv6q El sentimiento de piedad familiar era también, en su
Alvel«v dnLóvr« nó6«g tüXóv, 69 ¡ror ÉneLoLv. caso, piedacl religiosa. Mas, por encima de esta vincula-
'\ ción original con lo sagrado, Eneas profesa una religio-
La piedad para con sus fam\liares y amigos podía trans- sidad activa, que se expresa en la relación individual con
formar a Eneas en león para sus enemigos. la divinidad, ya por la oración de súplica, ya por el reco-
nocimiento de sus favores, ya, en fin, por la proclamación
de su grandeza.
La nsllcroslo¡.» ne ENsas En el pasaje tantas veces citado de V, 166 ss., en que
Eneas aconseja a Pándaro que dispare sus temibles fle-
«Esta piedad, que tiene su rranantial en la familia...,
no pierde sus rasgos ni su esencia cuando se sumerge en
9 TI{. HAECTGR, o, c., p. 108,

E\EAS. _ 6
1

82 Ld ligura de Eneas en Homero §emblanza moral d.e Eneas 83


chas contra Diomedes, no olvida recomendarle que, antes rQ oúx Éor' 'A¡L).froq Évcrvríov &v6p« ¡rúXeo0aL.
de disparar, se encomiende a Zeus, porque, sin la ayrrda «lel y«p náp« elg ye 0e6v, 69 l,otyóv d¡rúveL.
de los dioses, no hay empresa que llegue a buen término :
«Ea, alza tus manos a Zeus y dispara contra ese hombre" t Cuando Eneas hace estas manifestaciones, cree estar
(v. 174): hnblando con Licaón, hijo de príamo; pero su verdadero
dI).'&ye rQ6' Éqsq civ6pl péIoq, Art ¡eipcrq <iv«oXóv. lnterlocutor es Apolo, que ha tomado la figura del priá_
¡nida. Sin duda agradaria al dios la respetuosa actitud
Los dioses han dado a este varón piadoso frecuentes de Eneas para con los inmortales. «Héroe exhorta_,
muestras de su favor, y él se complace en reconocerlo y t'uega tú también a los dioses sempiternos..-le
. Enristra tu
manifestarlo. En XX, 92 s., Eneas confiesa que debe a potente lanza, y no dejes que (Aquiles) te atemoribe con
Zeus el haberse salvado de Aquiles cuando éste le átacó tcrribles palabras y con insultos» (w. 104-109):
en el monte Ida mientras él se hallaba solo cuidando
su vacada. También él era "ágil combatiente" (66¿g iipr»q,'d).I' dye xcrt oü 0eoiq dleryevér¡otv
:roLe¡-rLorriq, V,571), .ligero de pies" (nó6aq t«¡úq, XIII, eúXeo
482); pero reconoce que, en aquella ocasión, la rapidez
de su carrera no se debió a sus dotes naturales, sino a dII' teüq Qépe ¡a).xóv <irerpÉcr, ¡rr¡6é oe nú¡rncv
la intervención de Zeus, que quiso salvarle: "Pero me Leuya).éoLq é.xéeooty cinorpenéro: x«t dperfr.
salvó Zeus, infundiendo brío y rapidez a mis rodillas,:
Y, habiendo hablado así, infundió grand.es bríos en el co_
«ürclp É¡ré Zeúq fazón de Eneas, que avanzó por entre los combatientes
6q ¡.rot Én6poe pévoq ¡.crrrlnpú te yoOvcr.
elpr5o«O' , dclanteros en busca de Aquiles,
Es cierto que también Aquilcs gozaba en aquel momento Puesto ya en el trance decisivo, en el momento en que
de ayuda divina, pues Atenea,le precedía dándole la vic- va a trabarse entre Aquiles y él un combate que sólo por
toria, Este recuerdo no suscita en el corazón de Eneas lntervención divina dejará d.e ser mortal, Eneas pronun_
ningún rencor contra esta digsa; más bien le mueve a cla ante su adversario estas palabras, qr" p^."""., to*"_
considerar que los hombr". .rt .o., nada frente a los in- das de un himno religioso : «Zeus aumenta o disminuye
mortales, y que su única actitud razonable ante ellos es como le place el valor de los guerreros, porque él es el
la sumisión y el acatamiento : las fuerzas humanas, por más fuerte de todos, (vtt. Z4Z s.):
grandes que sean, no pueden nada contra los dioses ni Zeüq 6' <ipsri¡v Civ6peoorv óqÉ),).et ts ¡_rrvó0eL te,
contra los protegidos de los dioses. .,Por eso ú:rncoq xsv É0É).¡oLv' ó ycrp xáprLorog dnávtcov.
Eneas- ningún hombre puede luchar contra -concluye
Aquiles,
pues siempre está a su lado algún dios que le libra de No es extraño que hasta dioses hostiles a Troya, como
la muerte» (w. 97-98): Posidón, miren a Eneas con benevolencia, le declaren
34 La figura de Eneas en Homero
libre de culpa (<ivc[rLoq, v. 297 ) y alaben su constancia
en ofrecer udones agradables a los dioses que habitan el
ancho cielo" (w. 298 s.):
xeXcrpLogÉvcr 6' alsl
66p« OsoioL 6[6c¡oL, tot oúpcrvóv eÜpÜv á¡ouotv'

EL FAVOR DE LOS DIOSES

A esta actitud religiosa de Eneas, que implora la ayu-


da divina para sus empresas, agradece los favores reci
bidos, proclarira la majestad de los dioses y les ofrece l

constantemente dones agradabies, corresponden los dio_ i

ses con Ia concesión de nuevos favores y librando al


héroe de mayores peligros.
Es preciso volver sobre el pasaje del canto V que
contiene el episodio de la lucha de Eneas con Diomédes.
El héroe troyano, que ha saltado del carro para defender
el cadáver de Pándaro, da vueltas en torno a él .rcomo
un león confiado en su fuerza, con la lanza en ristre y el
liso escudo bien embrazado, dispuesto a matar a cual-
quiera que se le enfrente» (w. 299-301) :
{ d¡rQt 6' &p' oútQ paivs ).Éov 6q dlxt nsnorOóq,
.1 ttpóoOe 6é o[ 6ópu r' Éo1e xai <ior[6« návtoo' É[o¡v,
tóv xrá¡rev«L ¡re¡r«óq 6q. trg toO y' dvr[oq É].0o1.
Pero entonces Diomedes, cogiendo una gran piedra nque
dos de los hombres actuales I no podrían llevar, aunque
él la manejaba fácilmente» (rw. 303 s.):
t El tópico según el cual ulos hombres antiguos eran mucho
más fuertes que los de ahora» tenía ya plena vigencia en tiempos
dc Homero.
86 La figura de Eneas en Hemero El favor de los dioses 87

6 orl 6úo y' Civ6pe QÉPottv, para librarlo de los aqueos. Con obstinación empederni-
elo" é 6é ¡rLv páá náIIe xol oloq, da, el terrible Diomedes
oioL vOv ppotot -que en aquel momento «estaría
dispuesto a luchar incluso contra el padre Zeus" 16q ,6,
la larzó contra Eneas. Le dio en la parte superior del ya r«[ ttv ALi n«rpl ¡-rdXoLro, v. 362)2, según palabras de
muslo, donde se juntan el isquion y el fémur, le rompió
la asustada Afrodita-, cierra nuevamente contra Eneas,
la articulación de estos huesos y le rasgó los tqndones. aun sabiendo que es Apolo el que 1o protege ahora. Ce-
gado por su deseo de acabar con el héroe y despojarlo
Cae el héroe de rodillas, apoyando su fucrte mano en el
suelo, mientras una espesa niebla cubrc sus ojos' "Y alli
de sus armas, ni siquiera a este gran dios respeta. Tres
veces asaltó a Eneas con intención de matarlo; pero otras
habría perecido el señor de h<¡mbres Eneas, si al punto
no lo hubie¡a advertido su madre, Afrodita, hija de Zeus, tantas agitó Apolo el refulgente escudo. Y, cuando ata-
que 10 concibió de Anquises, pastor de vacas, (w' 3l l-13): caba por cuarta vez, le increpó el dios con voz aterra-
dora: "¡Piénsalo, Tidida, y retírate! No pretendas igua-
xq[ vó xev Év9' dT¡ótroLto üv«§ áv6p6v Aive[crq' larte a los dioses, que nunca ha sido igual la raza de los
et ¡rt¡ &p' ó(ü vó¡oe Atóq 0uyátr¡p 'AQpo6ttr¡, in¡nortales y la de los hombres que habitan la tierra,
(vv. 440-442):
F)irnp, ii pLv ün' 'AyXto¡ téxe pouxol'éovtL.

Es natural que una madre acuda presurosa en socorro Qpá(eo, Tu6et6¡, xcri Xá(eo, y¡64 0eoioLv
del hiio cuando lo ve en un trance difícil; sobre todo si
to' É0e).s QpovéeLv, Énet oü nota Q0).ov ó¡roiov
d0«yárov re 0e6v X«¡lat épXo¡révov r' <ivOpónov.
este hijo, como afirma la propia Afrodita, «es, con mu-
cho, el más querido de todos» (6q É¡rol návr<,:v nol.ü Retrocede entonces Diomedes, atemorizado por el
qt).t«tóq éotrv, v. 378). Por eso Afrodita vuela inmedia- dios, y éste, sacando a Eneas del campo de batalla, lo
tamente aI lado de Eneas. I¡a diosa tiende los brazos a
su hiio predilecto y le cubre con un pliegue de su níveo 2 Diomedes Dcurre aqui, frente a los dioses, en u¡a actitud
manto, no sea que alguno dri los dánaos, clavándole el diametralmente opuesta a la de Eneas. La de Eneas es la d,el Cede
deo! a que nos hemos referido arriba, p. 62; Diomedes, en cam-
bronce en el pecho, le arrangge la dulce vida. Pero Dio' bio, ha olvidado oque no llega a viejo el que lucha contra los in_
medes, en quien el arclor bél%o puede más que to reli- mortales, ni, al regresar de la guerra y del terrible combate, le
gioso, sabiendo que Afrodita es una divinidad asustadiza, reciben sus hijos abrazándose a sus rodillas y llalnándole padre»
(w. 407409) |
le da alcance, rasga con su impía lanza el divino peplo,
obra de las Gracias, y rasguña una mano de la diosa, 6ttr ¡rd),' oü 6¡vctóq tig d0av<ltoror ¡.rdX¡rcxL,
oó6é r[ ¡rLv rcri6eq notl yoúvcor ncnn<i(ocrotv
haciendo brotar el icor, que es como la sangre de los ¿I0óvr' Ért roLé¡roro rot clvfrq 6¡Lotfrtog.
inmortales. Al sentirse herida Afrodita, lanza un agudo
Diomedes, sin embargo, se muestra conocedof (en VI, 128 ss,) de
grito y suelta a su hijo amado. Pero allí está Febo Apolo, Ios castigos reservados a los mortales que se at¡even a combatir
que 1o recoge en sus brazos y lo envuelve en espesa nube, contra dioses,
88 La figura de Eneas en Hontero El lator de los dioses 89

lleva a su propio templo de la ciudadela de Troya. Den- Ni siquiera Héctor, que a un nivel puramente huma'
tro del gran santuario, dos diosas, Letona y Artemisa, la no briLla con fulgor externo muy superior al de Eneas,
madre y la hermana gemela de Apolo, curan al héroe. recibe de los dioses favores tan señalados. En XIV, 402
La inter-vención directa y personal de un dios para se desarrolla entre Héctor y Ayante un combate que
librar a un guerrero de la muerte no es en la epopeya acaba casi exactamente igual que el de Eneas y Diome-
un hecho insólito. Ya en III 369 ss. se describe un caso des: el gran Ayantb Telamonio, con una piedra de las
similar al de Eneas. Afrodita interviene en la lucha para que servían para calzat las naves, hirió a Héctor en el
salvar a Paris, que está a punto de perecer a manos de pecho con tal fuerza que el caudillo troyano cayó al suelo
Menelao. ¡Pero con qué signo tan diferente quedan mar- sin sentido. Ningún dios acudió a librarle de los aqueos,
cadas ambas liberaciones! Paris, envuelto en densa nie- que con grandes gritos corrieron hacia él para arra§trarlo
bla, es llevado «a su oloroso y perfumado tálamo" (Év hacia su campo; fueron sus capitanes y soldados
-entre
0«trá¡rg eüó6ai x¡óevtL, v. 382, para gozar los placeres ellos Eneas- los que le protegieron con sus armas; le
que procura Afrodita, mientras los troyanos y sus aliados llevaron en brazos a su carro y, sin que recobrara el sen-
luchan y mueren por su culpa. Eneas, en cambio, aban- tido, le condujeron hacia la ciudad. Cuando llegaron a la
donado por su mad¡e-diosa, levemente herida, es reco- orilla del Janto, le bajaron del carro y rociaron su rostro'
gido por Apolo, no para ser llevado a su propia casa, con agua. Héctor abre entonces los ojos, medio se arro-
sino al templo de este dios fuerte y guerrero. Allí, «en el dilla, vomita negra sangre, y al punto l'uelve a caer de
gran santuario, Letona y la flechadora Artemisa le cura- espaldas, con los ojos velados por oscura noche. Cuando,
ban y fortalecían» (V, 447 s.): bastante después, en XV, 23ó ss., llega Apolo a recon-
fortarle, enviado por el propio Zeus, le encuentra ya sen-
firoL tóv Ar¡tó ra xai "Apregrq toXécrLp« tado, aunque no del todo repuesto.
év ¡reyú),qr d6úrg dxáovró te xúDqLvóv re. La salvación frente al enemigo y el proceso de recu-
peración hasta la llegada de Apolo han sido, en el caso
i de Héctor, puramente humanos. En el caso de Eneas
Y, tan pronto como el héroe'¿ecobra sus fuerzas, el dios todo ha transcurrido, desde el principio al fin, en un
Io saca del templo, le infundl grandes bríos y lo resti- plano divino. Esta diferencia me parece simbolizar o re-
tuye al combate. «Eneas se juntó con sus compañeros; sumir perfectamente el verdadero sentido de la figura
y éstos se alegraron, al verle avanzar vivo e incólume, y homérica de Eneas, con sus limitaciones, que son, al mis-
animado de gran valor" (w. 514-16): mo tiempo, sus prerrogativas.
No es preciso detallar aquí las distintas ocasiones en
Aiveícrg 6'éráporor ¡re0[ororo' rol 6' éXúp¡o«v, que Apolo se aparece a Eneas para infundirle valor o'
óg ei6ov (coóv te xcrl dpregéa npooróvtc darle consejos. En XVII, 332 ss. se le presenta bajo la
x«i ¡rÉvog ÉoO).óv é¡ovr«. figura de Perifante, heraldo de Anquises. Eneas recono-
l

(90
La ligura de Eneas en Homero
ce al dios (Atvetcrg 6' éxor¡pó).ov 'Anó).).r»v« Eyvor,
w. 333 s,) y, cobrando grandes brios, contiene la huida
de los troyanos. Y no duda en manifestar a Héctor y a
todo el ejército que un dios ha venido a revelarle la
voluntad de Zeus (rtq Qnor 0e6v, t¡rol dyXL n«p«oráq,
v. 338). En XX, 79 ss. se Ie aparece de nuevo, esta vez
en forma de Licaón, hijo de Príamo, para animarle a
Iuchar contra Aquiles.
LA GLORIFICACIÓN DE ENEAS
Ya nos hemos referido al pasaje de XX, 92 ss., en que
Eneas confiesa que Zeus le qalvó la vida dando ligereza
a sus pies cuando fue atacado por Aquiles en el Ida, El pasaje de la llíada donde más noticias se nos dan
mientras guardaba sus vacas. Por lo demás, el propio sobre Eneas se halla en el canto XX. Más de la mitad
Aquiles reconoce que, en aquella ocasión, Eneas se salvó de este canto tiene por objeto describir los preparativos
por manifiesto favor de «Zeus y otros dioses» (<trdp oA del combate o el combate mismo que el héroe troyano
I

Zeüq Éppúocrro xal Oeol dtrtror, v. 194). sostuvo cuerpo a cuerpo con el gran Aquiles. Conviene,
I

Finalmente, en XX, 291 ss., en el momento decisivo pues, exponer con cierto detalle el contenido de este
de la lucha entre Eneas y Aquiles, interviene Posidón, largo pasaje, que es donde propiamente se contiene la
uno de los dioses enemigos de Troya, para librar de la glorificación de Eneas; pero no una glorificación al uso
muerte al héroe troyano. Pero este pasaje entra ya de por ejemplo, a la de Diomedes en eI can-
lleno en lo que podemos considerar'como la glorificación -semejante,
to V, que es purarnente externa y consiste en matar a
.de Eneas en la llíada. Y esto pide ser tratado aparte, muchos enemigos-, sino una gloriñcación de carácter
religioso, en la que se pone de manifiesto la voluntad
divina, que reserva al héroe para grandes destinos. Esta
{ glorificación de Eneas, esbozada ya en el canto V, surge,
paradójicamente, de una nueva derrota.
'\\ En el feroz combate que sostienen aqueos y troyanos,
instigados unos y otros por los dioses que se han mez-
clado en la lucha (vv. l-74), Aquiles trata de abrirse paso
en dirección a Héctor, pues su corazón arde en deseos
de matar al mátador de Patroclo (75-78). Pero Apolo, to-
mando la frgura de Licaón, hijo de Príamo, incita a Eneas
a oponerse al Pelida, infundiéndole valor y hablándole
de este modo: «Eneas, consejero de los troyanos, ¿qué
92 La figura de Eneas en Homeio La glorilicación de Eneas 93
ha sido de.aquellas bravatas que proferías en los banque_ sufra hoy algún daño por parte de los troyanos. Hagá-
tes, ante los nobles de Troya, asegurando que te enfren_ mosle saber esto, a fin de que no se asuste, allnque una
tarías en la lucha con el pelida Aquiles»? (79-g5), Eneas, deidad se le ponga enfrente.
al principio (86-102), se muestra reacio a buscar esre Posidón trzrnquiliza a Hera (132-143), y, a propuesta
combate. Ya en otra ocasión se había enfrentado con suya, los dioses protectores de los aqueos van a sentarse
Aquiles, en el monte Ida, cuando el aqueo atacó la va- en el montículo llamado de Heracles ( 144-157), mientras
cada que él guardaba. En aquella ocasión, Eneas tuvo que que las deidades amigas de ios troyanos se sitúan en la
huir, perseguido por la lanza del pelida y por la propia cima de la Colina Hermosa.
Atenea, y sólo gracias a Zeus, que infundió ligeieza a Relampaguea el bronce en la llanura y el suelo se es-
sus pies, pudo refugiarse en Lirneso. Aquiles, ayrrdado tremece bajo las pisadas de guerreros y caballos. Mien-
por la diosa, tomó esta ciudad; pero a Eneas lo sálvuro, tras tanto (158-166), «dos guerreros, con mucho los más
de nuevo Zeus y otros dioses, según Aquiles mismo re- valientes, iban a encontrarse en medio de los dos ejér-
conoce más adelante ( 194). citos, anhelando combatir: Eneas, hijo de Anquises, y el
Mas Apolo insiste (103-lll). Aconseja a Eneas que divino Aquiles, ( 158-ó0) :
ruegue también él a los dioses, pues tiene mayores títulos
que Aquiles para ser atendido por ellos: Eneas.ha na_ 611o 6' <ivépeg E(o¡4' dpLotoL
cido de Afrodita, hija de Zeus, mientras que la madre Ég ¡réoov dgQorÉpov ouvír¡v pe¡roórs ¡r&Xeog«1,
de Aquiles es una divinidad inferior, ?etis, hija de Nereo. Aivet«g r' 'AyXtotá8¡q x«i 6toq 'AXL).),eúq.
Y le infunde grandes bríos para el combate.
Eneas, enardecido por las palabras del dios, se abre, Adelantóse primero Eneas, con aire amenazador, hacien-
paso por entre los combatientes delanteros, armado de do tremolar la cimera de su fuerte casco. Llevaba prote-
reluciente bronce. El momento que se avecina promete giendo el pecho un poderoso escudo, y blandía la bron-
ser tan grandioso, que hasta los inmortales se sienten cinea lanza. «Del otro lado salió contra él el Pelida, se-
impresionados. Hera, la implacable enemiga de Troya, mejante a un león voraz, al que acosan y quieren matar
teme incluso que Eneas llep$B a vencer a Aquiles (112_ los hombres de todo un pueblo, (164-166):
131). I-lama entonces a posidór} y a Atenea, que, junto con
ella, son los principales dioses protectores de los aqueos, fl¡Ietbr¡q 6' érépo:Oev évqvr[ov 6pto, ].éov 6q
y les dice: Considerad, posidón y Atenea, lo que puede olvr¡q, óv re rc«i dv8peg dnoxrápsvoL ¡re¡-rá«oLv
suceder. Eneas, instigado por Apolo, avanza contra el dypó¡revot, trdg 6fr¡roq.
Pelida. Hagámosle retroceder, o que alguno de nosotros
se ponga al lado de Aquiles y le infunda gran vigor, a fin La comparación de Aquiles con un león se desarrolla a 1o
de que no desfallezca y sepa que le aman los más pode- largo de diez versos. Ni siquiera eI encuentro con Héctor
rosos de los inmortales. Es preciso evitar que Aquiles en este mismo canto (r,v. 419-454) se presenta tan solem-
! I

94 La figura de Eneas en Homero La glorilicación de Eneas 95

nemente. También Héctor, como Eneas, es salvado aquí conseguirlo. ¿Quizá no recuerda ya su fuga por el Ida,
de la lanza de Aquiles por un dios. Pero incluso en esta hasta que logró refugiarse en Lirneso? Cuando Aquiles
manera de terminar el combate ieviste mayor grandeza tomó esta ciudad, Zeus y otros diosés salvaron a Eneas;
la suerte de Eneas : a Héctor lo salva Apolo, dios amigo pero sería temerario esperar que ahora van a salvarlo de
y defensor de Troya; a Eneas, un dios hostil a lo§ tro- nuevo. «Te aconsejo
-concluye
insultante Aquiles- que
yanos, Posidón, que se digna, al mismo tiempo, aconse- te retires y te metas entre tus tropas, y no esperes frente
jarle, y revelarle en parte su destino (332-40), después de a mí hasta que te suceda algo malo : sólo después de
haber expuesto a los demás dioses la voluntad de Zeus ocurrido conoce su daño el necio» (196-98):
y el futuro glorioso que reservaba aI hijo de Anquises y .

Afrodita (293-308). Por lo demás, Héctor, al enfrentarse o' Éyoy' dvo¡oprioqvrq xe)reúc¡
d).).á
con Aquiles, se reconoce de antemano inferior a é1, mien- ¡-1116' <ivrloq lorao' Egeio,
Ég n).¡0üv lévcrL,
tras que Eneas expresa su convicción de que la superio- np[v rL x«xóv ncx0é¿Lv' peX0év 6é re vri,nroq Éyvo..
ridad del aqueo no se debe a factores humanos, sino a la
intervención constante de los dioses. De hombre a hom- Eneas, en quien, como hemos visto, el valor no está re-
bre, no se considera inferior al Pelida: «Si un dios igua- ñido con la moderación y la prudencia, Ie responde con
lara las condiciones de la lucha, no me vencería fácil- ¡ un largo parlamento, que, por ser la fuente principal de
mente, aunque se glorie de ser todo de bronce» (100-103):
I
datos sobre su ascendencia, reproducimos casi íntegra-
I
mente (w. 20G258) t :
' no esperes asustarme con palabras como a
«Pelida,
ei 6é Osóq nep
loov te IveLev noLé¡rou rétroq, olí ¡re ¡rá).« pécr un niño; también yo sé proferir injurias y denuestos.
vLxr]oeL, oü6 ' et ncy¡á),xeog eó¡etcL e[vcrr. Conocemos nuestros respectivos linajes, y conocemos a
I nuestros padres, por haber oído los afamados relatos de
Ios hombres mortales, pues con nuestros propios ojos,
Antes de dar comienzo al te4rible combate, ambos hé- i

ni tú has visto a los mÍos ni yo a los tuyos. Dicen que


roes se cruzan duras palabras.\En este duelo verbal se
tú eres vástago del irreprochable Peleo, y que'tu madre
muestra Eneas mucho más noblg que su adversario. Aqui-
es la marina Tetis de hermosas trenzas. Yo me glorío de
les habla en tono burlón y despbctivo (175'98). ¿Acaso se
haber sido engendrado por el magnánimo Anquises, y es
ha decidido Eneas a luchar contra él animado por la
mi madre Afrodita. De éstos, unos u otros llorarán hoy
esperanza de suceder en el trono a Príamo? ¡Qué insen-
a su querido hijo; pues no vamos a separarnos habiendo
satez! Aun cuando Aquiles sucumbiera en este combate,
rematado el combate con pueriles insultos. y, si quieres,
Príamo no cometería la locura de proclamar a Eneas su
aprcnde también esto, para que sepas cuál es mi linaje,
heredero, en contra de sus propios hijos. ¿O es que los
troyanos le han prometido un hermoso campo de frutales I Teniendo en cuenta la extensión de este pasaie, omitiré los
y labranza, si logra matar al Pelida? Pe¡o no le será fácil versos griegos.
I

La figura de Eneas en Homero 97


I 96 La glorificación d.e Eneas
I
por muchos hombres conocido. Primero, Zeus, amonto- podría con su pe§o. Voluble es la lengua de los mortales;
naclor de nubes, engendró a Dárdano, y éste fundó a ab..rda., en ella los más variados dichos, y el campo de
Dardania, pues aún no había sido edificada en ia llanura las palabras es amplio en todas direcciones, y cuales sean
Ia poderosa 2 Ilión, ciudad de hombres de inteligente mi- las que uno diga, taled pueden ser las que oiga' Mas ¿que
rada, sino que habitaban todavía aI pie dei Ida, abun- necesidad tenemos tú y yo de zaherirnos con altercados
dante en mánantiales. Dárclano engendró a su hijo, el e injurias, como mujeres que, enfurecidas en la encona-
rey Erictonio, que fue el más rico de los hombres mor- da riña, salen a insultarse en medio de la calle, con ver-
tales". (Sigue la descripción de la yeguada de Erictonio, dades y con mentiras, pues Ia cólera inspira también
vv. 221-29). «Erictonio engendró a Tros como príncipe éstas? ius palabras no me quitarán valor ni el deseo
de
para los troyanos. Y Tros tuvo tre! hi¡os irreprochables: luchar contigo. Ea, ataquémonos ya con las broncÍneas
Ilo, Asáraco y Ganimedes, semejante a un dios, el más lanzas,. (Sigue la descripción del combate singular' en
hermoso cle los mortales; a causa de su belleza lo arre' que ambos contendientes se muestran dignos de su ad-
bataron los dioses, para que escanciara el néctar a Zeus versario, w. 259-91).
y viviera entre los inmortales. Ilo engendró al irrepro- Apenas acabó de habiar, Eneas lanzó su poderosa lan-
chable 3 Laomedonte, y Laomedonte engendró a Titono, za, que fue a clavarse con ímpetu en el escüdo de Aqui-
a Príamo, a Clitio y a Hicetaón, retoño de Ares. Asáraco, les. Resonó el escudo de tal modo, que el Pelida se
a su vez, engendró a Capis, y éste engendró a su hijo asustó y to desvió instintivamente (v' 261 s):
Anquises, y Anquises me engendró a mí, y Príamo en-
gendró al divino Héctor. De esta estirpe y de esta sangre nlleibrlq 6é oáxog ¡rlv d:ró Eo ¡eLpi ncnlet¡
me glorío de ser. ÉoXero taPPrio«q,
Pero Zeus aumenta o disminuye, según le place, el
valor de los guerreros, porqpe es el más fuerte de todos' creyendo que la larga lanza del magnánimo Eneas lo atra-
Ea, no sigamos hablando como niños, parados en medio vesaría con facilidad, sin acordarse de que los eximios
tlel campo de batalla. Los do§ podríamos decirnos tantos dones de los dioses no pueden ser destruidos por los
denuestos, que una nave de,,.pien bancos de remeros no mortales ni ceden a sus fuerzas. Por eso la pesada lanza
\ de Eneas no perforó entonces el escudo de Aquiles, que
2 Cfr. u¡ resumeD conciso y olaro sobre el problema de los dos había sido fabricado Por Hefesto'
signiñcados principales de t€póq: "rápido, vigoroso», de uná parte, Es ahora Aquiles el que dispara su enorme lanza' que
y .sagrado,, de otra, en la res. del Griechisches etlmologisches da en el escudo de Eneas y lo atraviesa cerca del borde
'W¿jrterbuch de HJALNIAR FRISK, por W. BRANDENSTETN, en Deutsche
,Literaturzeiturlg, febrero de l9(A, pp. lü'28- superior, haciéndolo resonar con eI golpe' Eneas, para
3 Esta calificación elogiosa de Laomedonte, empedernido que-
'brantador de sus promesas y violador de la palabra dada, mue§-
evitar el tiro, se encoge, levantando eI escudo' La la¡za
tra hasta qué punto es formulario el uso de estos cpítetos en la
del Pelida voló sobre su espalda y fue a hincarse en el
Jtíada. Só1o su reiteración puede tener verdadero valor calificativo. suelo. El hijo de Anquises, habiéndola evitado, quedó in-
ENEAS. 7
-
98 La figura de Eneas en Homero lt glorificación de Eneas
99
móvil, con gran espanto en los ojos, al ver cuán cerca {e muestran propicios al hijo de Anquises, le proclaman
se había clavado. Pero Aquiles, desnudando la espada, lnoccnte, alaban su constante y perfecta religiosidaa
salta hacia él con horribles gritos. Reacciona Eneas, y y
ro dipponen a salvar su vida. y profetizan el d-estino gto
coge una piedra enorme, «que difícilmente podrían llevar
I'loso que les está reservado a él y a ., a".""ra.rr"iu.
dos hombres de los de ahora, aunque él la manejaba Crlticos racionalistas, especialmente en el siglo
fácilmente». Y habría golpeado con la piedra a su adver_ fasa_
rlo., tacharon de inoportuno este largo aiscursá que
sario en eI casco o en el escudo, que habrían alejado de pocta pone en boca de posidón en el momento
el
él la triste muerte, y entonces el pelida le habría arran- rnr.nte crítico del combate. Según ellos, la
verd-adera-
cado la vida con la espada, si no lo hubie¡a advertido acción salva_
rkrra de Posidón se ve impedida largo tiempo,
Posidón, que dijo a los demás dioses : ¡ Oh, dolor! Me eI
" tlcseo de los Iectores, por las palabrá, d"l
;.;i; "ortla
;., y
da pena del magnánimo Eneas, que pronto, vencido por
el Pelión, va a descender al Hades, por haber hecho caso lrJr Ia ¡espuesta. de Hera. Al hacer .ro tenían
tn cuenta que Homero no compuso"rt, sus""arauaa,
poemas para dar
a las palabras de Apolo. ¡Insensatol Ese clios no le librará
¡r¡t isfacción al gusto de apresurados
de la triste muerte. Mas ¿por qué ha de suf¡ir dolores, lectores _od"-o".
l,r¡s cantos homéricos estaban destinados a la
a causa de inquietudes ajenas, éste, que es inocente y y los oyentes se complacían en el ritmo y recitación,
siempre ofrece dones agradables a los dioses que habitan en la armonia
lilrmal de los versos tanto como
el ancho cielo? Ea, librémosle nosotros de la muerte, no p. r o demás, n.,
;;;;:I;# "r, ",, "..--,r^,"^.
sea que se irrite el Cronida, si Aquiles lo mata, El des-
r
n," :"""'"1"::y:"i":ffi_
brrtc ya está jndicado en los versos "i290_91, que preceden
tino quiere que se salve, para que no perezca sin descen_ n las primeras palabras de posidón, cuando se ii"" q,r"
dencia ni se extinga el linaje de Dárdano, a quien el (l Pelida habría arrancado Ia vida a Eneas
Cronida amó más que a todos los hijos nacidos de él con la espada,
y de mujeres mortales. "Pués el Cronión aborreció ya la
rl l,osidón no lo hubiera advertido. Los oyentes del aedo
yn quedaban tranquilizados por estos dos
descendencia de Pr.íamo. Por, eso el valiente Eneas rei_ versos, y en
tondiciones de escuchar con pleno agrado los raiona_
nará sob¡e los troyanos, y Iqsl hijos de sus hijos que naz-
micntos que.el poeta ponía en boca áel dios. Toda
can en el futuro» (w. 306-30$: Ia
tilccna está planeada para glorificar a Eneas y a sus
des_
(!(ndientes, continuadores de la estirpe
ii6e ydp liptá¡_rou yevei¡v ij¡O¡pe Kpov[o:v. más amada por
Zcus entre todas las que habían t"rrido o.ig",
vDv 6A 6i¡ Alv¿Íqo pt¡ TpósooLv dvú{er .,r"
x«t n«[6ov nol6eq, to[ xev ¡rerónLo0e yÉvovrcrL.
utnorcs con mujeres. "n
Tampoco se puede achacar a despreocupación
del poe_
l¡1, como hace el mismo Faesi en Ia nota citada,
Esta es la auténtica glorificación de Eneas; glorifica_ que,
ción basada, no en la fuerza de las armas, sino en el . Clr. Honrcrs lliade, erklaert lon J. U. F^Esr; vierter Band,
"n."i2,";*"
favor de los dioses, pues hasta los que combaten a Troya lllnftc Auflage, besorgt von F. R. FRANKE. S".llr,-IáZZ,
tl v. D3.
100 La figura de Eneas en Homero La glorificación de Eneas l0r
para salvar a Eneas, haga intervenir a uno de los dioses comienzan la lucha, o detienen a Aquiles y no le dejan
hostiles a Troya, mientras que el dios de quien más combatir, inmediatamente iremos también nosotros a lu-
podía esperar aquí su salvación el héroe, es decir, Apolo, char contra ellos, y creo que muy pronto tendrán que
«permanece ausente sin ningún motivo». En primer lugar, retirarse y volver al Olimpo a reunirse con 'los otros dio-
debe observarse que la intervención de Posidón pone ses, vencidos por ia fuerza de nuestras manosr. Apolo,
más de relieve la importancia que entre las deidades se que contemplaba el combate desde otra altura, no muy
concede a la vida de Eneas y a sus regios destinos. Por I
alejada de la que ocupaban Hera, Posidón y Atenea, no
otra parte, la ausencia de Apolo se explica perfectamente ignoraba la proximidad de estos dioses, sólo ocultos para
por el contenido 'de los versos 115-152, en que los dioses los mortales por la nube que los envolvía, y conocía sus
amigos de los aqueos se disponen a combatir contra cual- intenciones.
quier otro dios que trate de amenazar a Aquiles o, sim- Con el consentimiento de Hera y de Atenea, Posidón
plemente, de estorbarle en su lucha contra Eneas. Véan- se adelanta en el momento decisivo para salvar a Eneas-
se especialmente los versos 119-26, donde Hera, al ver Llega junto a los dos guerreros y cubre de niebla los ojos
avarlz.ar a Eneas contra Aquiles, inquieta por lo que pu- del Pelida Aquiles; arranca su lanza del escudo de Eneas
rliera ocurrir al héroe aqueo, propone a Posidón y a y la deposita ante los pies de su dueño. Levanta por los
Atenea o bien hacer retroceder a Eneas o que alguno del aires al héroe troyano y lo lleva hasta la retaguardia, don-
poderoso t¡io formado por ella y estos dos dioses se de los caucones se estaban armando para entrar en com-
ponga al lado de Aquiles y le dé ánimos, haciéndole com- bate. Y entonces el dios hostil a Troya, acercándose mu-
prender que es amado por los dioses más potentes; «todos cho al héroe (v. 330):
hemos bajado del Olimpo a combatir en esta lucha, para
que Aquiles no sufra hoy ningún daño por parte de los rQ 6é
troyanos» (vv. 125-27) :
¡iáI' ÉyyúOev fitr0e floost8árov évoo(¡0cov,

návreq 6' OúLó¡rnoro x qT¡ \, ).0opev dvrróovteq


en actitud casi paternal, como reprendiendo cariñosa-
rfro6e ¡.ráXr¡q, [v« ¡.r{ rL Ft rd TpóeooL náO¡otv mente a un hijo travieso que acaba de exponerse a un
orj¡.repov. grave peligro, le dice: "Eneas, ¿cuál de los dioses te ha
incitado a cometer la locura de luchar contra el altivo
En los versos 133-43, Posidón la tranquiliza: «Hera, no Pelión, que es más fuerte que tú y más amado por los
te irrites innecesariamente. No quisiera yo que la lucha inmortales? Retírate siempre que lo encuentres, no sea
entre Ios dioses fueée promovida por nosotros, que somos que, incluso contra el destino, desciendas a la mansión
lt los más fuertes. Sentémonos en aquella altura, y, de la de Hades. Mas, cuando Aquiles haya muerto, siguiendo
guerra, que se ocupen los hombres". Pero, al mismo tiem- su suerte, lucha entonces audazmente entre los primeros,
po, advierte amenazadoramente : «Si Ares o Febo Apolo pues ningún otro aqueo ha de matarte."

Universidad de Navarra
Servic¡o de B¡bliotecas
100 La ligura de Ensul gl<trit'icación cle Eneas 10i

para salvar a Eneas, haga intervenir a uno (lÉ lcnzan la lucha, o detienen a Aquiles y no le dejan
hostiles a Troya, mientras que el dios tlrr. mbatir, inmediatamente iremos también nosotros a Iu-
il podía esperar aqui su salvación el héroc, or
«permanece ausente sin ningún motivr¡», En
lur contra ellos, y creo que muy pronto tendrán que
tlrarse y volver al Olimpo a reunirse con los otros dio-
debe observarse que la intervención clc l$r, vencidos por la fuerza de nuestras manosr. APoIo,
más de relieve la importancia que entro ls¡ qttc contemplaba el combate desde otra altura, no muy
concede a la vida de Eneas y a sus rcg[ox y
ClcJada de la que ocupaban Hera, Posidón Atenea,
no
otra parte, la ausencia de Apolo se expllctt noraba la proximidad de estos dioses, sóIo ocultos para
por el contenido 'de los versos 115-152, en qu¡ hl¡ mortales por la nube que los envolvía, y cono cía sus
amigos de los aqueos se disponen a combnllf lntcnciones.
quier otro dios que trate de amenazar a AqUl Con eI consentimiento de Hera y de Atenea, Posidón
plemente, de estorbarle en su lucha conlt,$ li ¡s adelanta en el momento decisivo para salvar a Eneas-
se especialmente los versos 119-2ó. dontlo [Jcga junto a los dos guerreros y cubre de niebla los ojos
avar:zali a Eneas contra Aquiles, inquicta pot' le ¡lcl Pelida Aquiles; arranca su lanza del escudo de Eneas
diera ocr¡rrir al héroe aqueo, proponc á y la deposita ante los pies de su dueño. Levanta por los
Atenea o bien hacer retroceder a Encas o qU€ trlres al héroe troyano y lo lleva hasta la retaguardia, don-
poderoso trio formado por ella y estor dot tlc los caucones se estaban armando para entrar en com-
ponga al lado de Aquiles y le dé ánimos, hno bote. Y entonces el dios hostil a Troya, acercándose mu-
prender que es amado por los dioses más Follfi cho al héroe (v. 330):
hemos bajado del Olimpo a combatir cn ortt I
que Aquiles no sufra hoy ningún daño pol
tQ 6ü gáI' éyyÚ0ev fltrOe flooeL6dov Évoo(¡Or»v,
troyanos» (vv. 125-27 l:

návteg 6' OúLúp.roto xdr{).0o¡rev dvrr cn actitud casi paternal, como reprendiendo cariñosa-
rfro6e ¡rá¡¡q, ivc ¡-rri rL ,pet« TpóEott lnente a un hijo travieso que acaba de exponerse a un
origepov. grave peligro, le dice: oEneas, ¿cuál de los dioses te ha
lncitado a cometer la locura de luchar contra el altivo
En los versos 133-43, Posidón la tranqulllrnl I Pclión, que es más fuerte que tú y más amado por los
te irrites innecesariamente. No quisiera yo dlll lnmortales? Retírate siempre que lo encuentres, no sea
entre los dioses fueée promovida por nos(llf(ltl que, incluso contra el destino, desciendas a la mansión
los más fuertes. Sentémonos en aquclla ullultr de Hades. Mas, cuando Aquiles haya muerto, siguiendo
guerra, que se ocupen los hombres», Pero, Al t|t 8u suerte, lucha entonces audazmente entre los primeros,
po, advierte amenazadoramente : «Si Ar(.¡ lt pues ningún otro aqueo ha de matarte."
Un ivers ¡da d de Navarra
Servic¡o de B¡bl¡otecas
102
La figura de Eneas en Homero ilicación d.e Eneas 103
Dicho esto, el diós desapareció
y disipó a niebla de los ojos de Ia vrsta de Eneas, hrlo, a la que está reservada por la providencia la sobe-
de Aquiles. Este comprendo íla sobre su país en el futuro. Su carácter, asÍ como
entonces que allí acaba
de realizarse un gran prodigio, profecía que le concierne, sólo pueden explicarse si el
exclama : «Ve¡daderamente,
también Eneas es caro a poGta tenía conocimiento de una familia de Enéadas que,
dioses in mortales.
¡y yo creía que se jactaba de ello sin ducños del país, estaban vinculados po, .í
motivoJ» (w. 347 s.):
tbuclos míticos a un culto determinado» s.
-is-o. o po.
fi pa.xct AlveIcq qt].oq <iOcvároroL 0eoiorv ,In"*,r-.a Cults !1, p. 63g; cit. por J.
¡rv úrúp ¡rLv Eqr¡v ¡rarp «útroq eóXstáaooar. -
id¡.
HUMBERT,
Soc. d'Ed. .Les Beltes te¡tres,. paris, lSSf,
Hom¿r€: Eynr_
p. i¿+. i;i've, ;.,.,
¡lrlc¡roas ruesen los anteDasados de aquellos a quienes
se refiers
!¡11UOn tfOZ ss.), at haülar de Ia fundación á"' e.."r-"t""r", 1."
. _Inte¡esa comparar esta conclusión de Aquiles con el g6tccndientes de Escamandrio hijo de
Héctor, y a" Ár""nio,-¡ijo
irritado que hace más adelante (w. de Encas: .y se dice que estas á.. r",nlu".'J"iriá, ^.18""i"0","
-comentario
cuando Hécto( 449-53), duronre mucho'tiempo. pero después Ia
escapa a su lanza po. inte*"r"ió"
O"ir._ "tua"a
.u_üi¿
Dor.¡a oligarquia. Luego se les unieron politi"am"nü-lo-s*
;;_""
"; m]ts;os,
lo : «Q1¡¿ vez ha¡ evitado
la muerte, p"..o. ," f vlvlan democráticamente. Sin embargo, 1., a" .q"áil"'.ijrp.
llegó el exterminio. pe¡o te :"'
"i"r'J'.á . 3onservaron el titulo de reyes y tenÍan pr"r.tguii,u"r,
il sin duda .,"r,, ",1;-;:;^;^:;' tql 6L,o yév¡ ro0t« pcor)\eüoar no).üv ¡póvov "i".to,
¿, >^iü.,'¡.'¿_
"uo.,ü","t".,iiJ: fl:y". yatql F€rd rdorq 6' elg ó),Ly«p¡(«v "n-
las armas arrojadizas. Ciertam;re-;;;.", ".j,L;f."::
"t :::::'-"" . ¡reréotr¡oav,".I.«'-mrf.4_
otor ouve¡oLrreúO¡ocrv cútoig x«t 6¡¡roxpatrx'6q
6*our,: Li' a,
tarde si te
"r"r"ni--y
de los dioses».
;"rlffi#"" 11?';:t#::Trff; dró too yévor,,q oú6tv ñttov ixq).oovro páo,¡..ii, E;;;;;q
r¡úq. ;,"..
Estas palabras, que ya en XI,362-61
Diomedes a Héctor, sitúan dirige
la ;;;;;; ."
trata simplemeite de un aplazamiento
".""rru "r,
á"- i^-.í"".i" o"
Héctor. En el caso de Eneas, el
adve¡sario se Iimita a
expresar un gran asombro
v s¡rs palabras, que son ras
,nltim". ¿" ir'iiJd;.;;;"*
que envuerve ra figura .",
de un misterio religioso.
*ll$,."."rffji:,;i,"r::,rl;l:

Leídas a la luz de este pasaje


de la ltíada, descubren
su honda verdad estas palabras
de Farnell: .,Éf ,""". O"
Homero es diferente de tod,
troyanos.Aparece".;;;;"";['."tlTiJ,Il.]ii;"riirli,l
Unlversidad de Navarra
Servic¡o de'Bibliotecas
l0:

en
ex
di
fn

ÍNolcr
I
Págs.

ir Nota previa 7
ct La figura homérica de Eneas . 9
Ic Origen diüno de Eneas 11
lt El misterioso Anquises ... ., . l5
si Infancia y primera juventud de Eneas ... 25
l¿ Eneas en la Ilíada 35
tt Ambiente caracterizador 36
d Eneas, caudillo de los dárdanos ... ... 43
T Eneas, guerrero 51
t Los corceles de Eneas 57
I Semblanza moral de Eneas 65
( Moderación reflexiva 66
i \ Eneas, amigo leal 73
( La piedad de Eneas 77
\ i. iáiiglárl¿.a á" s.,"". ... ...'.' 80
a

E[ favor de los dioses ... .. 85

La glorificación de Eneas ... 9l


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ex
di
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ERRATAS ADVERTIDAS

Pdgina
ir Línea Dige I¿ase
19
cl 19 oloq, otoq
33 12 to0oqt
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5l 14 Atrida Atrida
II ó5 10 Enri Henri
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