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I

El protagonista abandona el barco de vapor donde venía prestando sus servicios en un


puerto de Oriente. Era un barco oriental, traficaba entre islas sombrías y su bandera era roja con una
cenefa verde y una media luna blanca en el centro. Pertenecía a un árabe (Sayed) que empleaba a
hombres de raza blanca en su tripulación. Era un vejete menudo, de tez bronceada, tuerto, vestido
con una túnica y calzando unas babuchas amarillas al que solo vio una vez.

El malestar nuevo de la juventud le había arrastrado fuera del barco en el que eran 4 blancos
a bordo con una numerosa tripulación de kalashes y dos malayos de baja graduación. El capitán
(Kent) no podía retenerlo a la fuerza así que lo acepto, pero el segundo maquinista, John Nieven, era
un escocés joven y vigoroso de ojos claros no le sentó muy bien y en su cara había una expresión de
disgusto. El primer maquinista también era joven, muy delgado y con el rostro pálido con una barba
castaña y sedosa, a éste tampoco le sentó bien pero fue más amable. Aquellos últimos 18 meses le
parecieron al protagonista una pérdida de tiempo.

Al día siguiente, el capitán y él arreglaron sus asuntos en la Oficina del Puerto. Siendo ya un
hombre sin barco pensó que lo más conveniente sería alojarse en un hotel pero se encaminó hacia el
Hogar del Marino, que era un gran bungaló, con una amplia galería exterior y un jardincito. Su
gerente tenía el título de primer administrador. Era un hombrecillo arrugado al que le pidió la
habitación que había ocupado la última vez diciendo que no estaría más de dos o tres días allí.
También le preguntó si había algún conocido suyo allí a lo que respondió que estaban alojados el
capitán Giles (gordo y pálido con una frente calva), de regreso de un viaje al mar de Sulú, otros dos
huéspedes y Hamilton (con cortas patillas y el mentón rasurados). El capitán Giles no tenía un
empleo fijo, era un perito, conocedor de los lugares del Archipiélago más lejanos, recibía un sueldo
fijo de un poderoso armador chino y siempre estaba dispuesto a relevar a un capitán que desease
pasar un tiempo en tierra.

El capitán le preguntó que si estaba pasando unos días de licencia en tierra a lo que le
respondió que había dejado el barco definitivamente. Al oir eso Hamilton que estaba cerca se
levantó y abandono la estancia y el capitán dijo que posiblemente se había ido a procurar conseguir
su antiguo empleo, pero él respondió que su puesto ya tenía un sucesor a bordo. El capitán continuo
preguntando e intentando averiguar por qué había dejado su empleo y el respondió que tenía la
intención de regresar a casa.

Al día siguiente oyeron hablar al administrador y Hamilton sin que supieran que estaban
siendo escuchados; estaban discutiendo que no había podido conseguir su puesto después de que él
lo había abandonado. El capitán Giles intentaba hacerle entender que su antiguo capitán lamentaba
su abandono pero él no quería oir hablar del pasado y de su decisión, solo quería regresar a Europa y
le molestaba que el capitán Giles se entrometiera en su vida. Entonces le dijo que como aún no había
tomado su pasaje tenía que saber que allí pasaba algo: Un ordenanza de la Oficina del Puerto había
ido esa mañana con una carta en un sobre oficial (provenía del jefe del puerto, el capitán Ellis.
Cuando el administrador leyó la carta salió corriendo fuera y al regresar no paraba de gemir y
golpearse la frente.

El capitán Giles no paraba de intentar convencerle que fuera a preguntar por el contenido de
esa carta a lo que él no tenía mucho interés por saber pero el capitán era un poco pesado en ese
asunto así que finalmente fue a preguntarle por no seguir escuchándolo más. A regañadientes le dijo
que era un aviso pidiendo un capitán para un navío que según parecía había un mando vacante y el
capitán Giles lo obligó a que fuera a la Oficina del Puerto para conseguir el puesto vacante así que
finalmente se dirigió hasta allí.

El capitán Ellis (tenía un mechón plateado que coronaba su rostro rojizo y liso) era
considerado una especie de emanación divina, el vice-Neptuno de los mares circunvecinos, osea que
pretendía regir el destino de los mortales cuya existencia transcurría sobre las aguas. Rápidamente le
dijo que dónde había estado metido, que era el hombre que necesitaban ya que todos tenía
demasiado miedo para aprovechar esa oportunidad porque los veleros les causaban miedo, temían
una tripulación de blancos, muchas preocupaciones, mucho trabajo y mucho tiempo lejos de tierra.
El cónsul general le había telegrafiado para decirle que el capitán de un barco inglés había muerto en
Bangkok y necesitaban que les enviase un hombre competente para encargarse del mando y Ellis
inmediatamente pensó en nuestro protagonista así que sin más firmaron el contrato aceptando las
condiciones y diciéndole que esa misma noche zarparía para Bangkok el vapor Melita para poder
tomar posesión de su nuevo cargo.

II

El capitán Ellis se despidió de él y ordenó a un marino (señor R) que le preparase la chalupa


para conducirlo a bordo del Melita a las 21:30. Al salir reconoció a Hamilton que estaba dirigiéndose
hacia la oficina. El protagonista consideraba el mando del barco como el resultado de una lenta
promoción al servicio de una compañía respetable, la recompensa de largos y leales servicios.
Cuando llegó al Hogar de los oficiales el administrador parecía estar esperándolo y le recriminó que
le había dicho que iba a regresar a Europa y se dio cuenta que habían intentado perjudicarle
voluntariamente. El capitán Giles le estrechó la mano y el protagonista le pregunta cómo se había
dado cuenta del complot a lo que responde que nada de lo que pasa escapa a su gran experiencia. Le
pregunta si se ha quejado del administrador al capitán Ellis por haberle ocultado la carta y le
responde que no, que solo le ha hecho creer que sí. Entonces el capitán Giles tranquiliza al
administrador para que no cometa una locura. Esto sorprende al protagonista ya que opina que en
una tarde el capitán le ha procurado un mando y ha salvado la vida del administrador.

En la soledad de su habitación piensa en su barco, su propio barco que iba a ser objeto de su
responsabilidad y devoción y descubre hasta que punto es marino de corazón, ya que solo le mueve
el interés por el mar y los barcos. Cuando se traslada al muelle el administrador le ofrece a unos culis
para transportar su equipaje y el capitán Giles le acompaña. El capitán le explica durante el camino
que lo que intentaba el administrador con ese complot era deshacerse de Hamilton haciéndole
obtener el puesto en su lugar. El protagonista le dice que él deseaba encontrar algo nuevo pero no
por eso era más extravagante y creído que nadie al haberlo conseguido. El capitán le advierte que no
van a faltarle embrollos y preocupaciones con el nuevo mando. Lo sabía, ya que el golfo de Siam era
la única parte del trayecto desconocida para él. Le aconseja que siempre se mantenga al Este del
golfo ya que los parajes del Oeste eran más peligrosos en aquella época del año. El protagonista
agradece sus consejos y se despiden brevemente.

Cuando llega al barco que lo esperaba para partir el capitán le recrimina de forma hostil que
llevan un retraso de 3 horas por su culpa ya que deberían de haber zarpado a las 19, el protagonista
se disculpa diciendo que no lo sabía. Durante los 4 días que estuvo a bordo siguió con esa actitud
hostil no perdonándole que hubiera sido un personaje más importante el que hubiera retrasado su
barco, pero al protagonista le da igual y piensa solo en su barco y eso le bastaba para él. Al llegar el
capitán le dijo señalando un barco que ahí lo tenía. Era un barco de primera clase. Una media hora
más tarde cuando puso el pie en el barco experimentó una sensación de satisfacción física. Cuando
quiso bajar a la parte de abajo oyó un débil rumor que cesó al ruido de sus pasos.

III

Allí se encuentra con un hombre que debería ser el primero de a bordo y que enseguida va a
buscar al segundo de a bordo, Mr. Burns, un tipo con un bigote rojo, ojos verdes y con una actitud
algo forzada aunque atenta. Recorrieron el barco juntos sin que éste dejara de mirarlo fijamente.
Vieron al oficial segundo con unos hombres que era extremadamente joven, casi un niño. Volvieron a
la cámara del barco. Allí el protagonista le pregunta por el barco y por el antiguo capitán, éste había
muerto en aquella misma cámara en el sillón en el que ahora estaba sentado, y Mr. Burns le explico
que había sido enterrado en la entrada del puerto en una tumba espaciosa. Le contó que era un
hombre de unos 65 años con cabellos grises y el rostro duro y obstinado, tocaba el violín durante
horas muy ruidosamente. También le contó que en Haiphong el capitán había estado enredado con
una mujer y lo sabía porque había encontrado una foto en uno de los cajones del camarote. Era por
eso que el barco había estado anclado durante tres semanas en un puerto pestilente. Cuando subió a
bordo su aspecto había cambiado; en dos días estaban en alta mar y chocaron con un arrecife, pero
no le dieron importancia, se dirigieron a Hong Kong para reparar los posibles daños. Un viaje
desesperado ya que tendrían que luchar contra un violento monzón, en un barco sin casi agua… pero
el capitán exigió que continuaran y siguió tocando su violín en su camarote. Todos se dieron cuenta
que tenía una enfermedad misteriosa y a medida que pasaban los días el ruido de su violín se hacía
más débil. Mr. Burns intentaba convencer al capitán de que tenían que virar el timón ya que nunca
llegarían en esas condiciones a Hong Kong y aunque él estuviera muriéndose los demás hombres no
tenían la culpa. El capitán cedió y Mr. Burns viró rumbo a Pulo-Condor y aquella misma noche el
capitán arrojó su violín por la borda al mar. El capitán murió al mediodía y Mr. Burns trajo el barco
hasta donde estaba ahora.

El protagonista tras la explicación de Burns se da cuenta que había traído el barco a ese
puerto y no al de Singapur porque suponía que no encontrarían un capitán titulado y así él podría
confirmar su mando provisional. Pero no había contado con el cable telegráfico que le fue enviado.
Le dice a Mr. Burns que él lo eligió ser el capitán que se lo propusieron y aceptó y que iba a intentar
que el barco llegara a su destino y que se ocuparía de cada uno de los hombres de aquel barco. Pero
la cara de Burns era de indignación, le dijo que si no fuera porque tenía una mujer y un hijo
esperándolo se habría ido a lo que el protagonista le responde que él no le hubiera dejado ya que
tenía un contrato firmado.

Después de esto la tripulación empezó a ponerse enferma y tuvieron la visita de un médico a


bordo. El primero que cayó enfermo fue el mayordomo, el primero al que le habló el protagonista
cuando subió al barco. Tenía síntomas de cólera y fue desembarcado y al cabo de una semana murió.
Después Mr. Burns tuvo una fiebre terrible pero se metió en la cama sin decir nada a nadie.
Ransome, el cocinero, que después de la muerte del mayordomo había ocupado su lugar y asumía la
doble función de cocinero y mayordomo, le dijo que no podía estar tanto tiempo con él ya que la
mayor parte del tiempo tenía que estar en la cocina. El doctor recomendó que se enviase a Mr. Burns
a tierra. Y cuando lo estaban sacando dijo malhumorado que ya había conseguido que lo sacaran del
barco. El protagonista lo visitaba regularmente en el sanatorio donde lo habían llevado. Un día le dijo
que él no podía morir allí que tenía que ir a Sidney donde estaba su mujer y su hijo, y así día tras día
hasta que un día le dijo que si no temía cargar sobre su conciencia con la muerte de un hombre.
Quería que le prometiese que no se iría sin él.
En dos o tres días máximo el protagonista esperaba partir pero el doctor le aconsejó que no
llevase a Mr. Burns ya que aquel viaje iba a ser complicado, era un viaje de unos 60 días con mal
temporal, así que le aconsejó que telegrafiase a Singapur para pedir un segundo aunque tuviese que
retrasar su partida una semana. Pero no logró convencerlo y el barco partió con Mr. Burns. Estaban
esperando una brisa para que pudieran aparejar el barco con las velas y éste navegara a la deriva.

SEGUNDA PARTE

IV

El barco emprendió su viaje rumbo al sur como mando el protagonista. Pero no consiguieron
que la enfermedad quedase tras de ellos pues dos de los hombres sufrieron durante la noche una
violenta subida de fiebre. Esperaban que hubiese un poco mas de brisa para poder alcanzar tierra, ya
que estaban cerca del cabo Liant. El capitán bajo al camarote de reserva donde se encontraban los
medicamentos para buscar la quinina y combatir la fiebre y al abrir el cajón encontró una carta
dirigida a él por el doctor. En ella le explicaba que la fiebre tropical podría retornar cuando volviesen
a la mar y había puesto una buena provisión de quinina para que la administrara con cuidado. Así
que mando a Ransome para administrarles una dosis a los dos hombres enfermos.

Mr. Burns parecía recuperarse poco a poco pero siempre estaba murmurando cosas
referentes al difunto capitán ahogado a 8º 20’ de latitud precisamente en la ruta que ellos estaban
haciendo pero el protagonista no quería oírle hablar de nada de eso. Y por eso evitaba muchas veces
hablar con él.

En los días siguientes su recuperación se hizo más evidente, ya no divagaba tanto pero seguía
lamentándose de haber tirado el cuerpo del antiguo capitán justamente en el camino que debían
seguir para salir del golfo.

Pasaron dos días más y habían avanzado un poco, hasta entrar en la parte más ancha
del golfo de Siam. Alli misteriosas corrientes les hacían derivar de un lado a otro. De vez en cuando
se levantaba una brisa engañosa que les hacía despertar nuevas esperanzas para enseguida
perderlas. Día tras día estaban siempre en la isla Koh Ring, parecía que no podían alejarse de ella y
encima aquella enfermedad no abandonaba a los hombres, pasaba de unos a otros de tal forma que
todos presentaban un aspecto enfermizo. Los únicos completamente indemnes eran Ransome y
nuestro protagonista hasta el momento y ellos eran los que distribuían la quinina entre los hombres.
Era una doble lucha. Los vientos contrarios les atacaban por el frente y la enfermedad les perseguía
por detrás. Y aun así la tripulación no paraba de realizar el incesante trabajo del barco.

Mr. Burns repetía continuamente que si pasaban de los 8º 20’ de latitud todo iría
bien a lo que el protagonista finalmente acabo por perder la paciencia recriminándole que siempre
repitiese lo mismo. Hacía falta algo más, mayores calamidades para romper el valor que tenía el
protagonista aunque en ese momento ignorase de lo pronto que sería puesto a prueba.

Al día siguiente el sol seguía al sur de Koh Ring, una brisa les hizo recorrer un gran trecho
fuera de la ruta y luego repentinamente cesó en menos de cinco minutos. Algunos hombres habían
vuelto a caer enfermos por pasarse la noche durmiendo en cubierta en busca de un poco de aire
fresco. El protagonista bajo a la cabina para buscar la quinina ya que creía ciegamente en que su
virtud medicinal salvaría a los hombres y la sorpresa fue que cuando cogió uno de los frascos y se dio
cuenta que lo que contenía era un polvo blanco que nada tenía que ver con la quinina, ya que el
polvo de la quinina era ligero y sin peso al contrario que esos frascos. Se puso nervioso y empezó a
romper todos los frascos porque al cogerlos por el peso resbalaron en sus manos y cayeron. Salió de
la habitación aturdido y se dirigió al camarote de Mr. Burns al que encontró con unas tijeras en las
manos. Creyó que se las iba a clavar en la garganta e intentó frenarlo pero en realidad lo que
pretendía era seguir cortándose la espesa barba rojiza. Le dijo lo que acababa de descubrir.

Mr. Burns estaba molesto porque el capitán pensara que estaba loco y podía quitarse la vida,
a lo que le respondió que no lo creía así, que lo que creía era que él mismo se estaba volviendo loco.
Al parecer el antiguo capitán había tirado la quinina y la había sustituido por otra sustancia. El
protagonista reúne a la tripulación para contarles lo sucedido, ya no podría atender a sus
enfermedades dándoles medicamentos. Ante eso un silencio. Todos comprendían lo que eso
significaba. El capitán les informa que tenía la intención de dirigirse a Singapur y que todos enfermos
y sanos debían prestar su ayuda para tal fin, a lo que la tripulación asintió afirmativamente.

Por fin pierden de vista Koh Ring. Mr. Burns parece más fuerte a medida que pasaban los días
aunque hablaba poco. El resto de la tripulación tampoco lo hacía. Mr. Burns le preguntó si aún no se
había muerto ningún hombre a lo que le contestó irritado que no. Le propuso cambiar de dirección
hacia el oeste para alcanzar la ruta del vapor correo y así poder conseguir quinina pero Mr. Burns
exclamó que no, que si lo hiciese estarían perdidos. Los únicos que todavía resistían la fiebre
continuaban siendo él mismo y Ransome.

Hacía 14 días que permanecía sobre el puente y a veces tenía la impresión de perder la
noción del tiempo. Tenía un diario donde anotaba sus pensamientos para así evitar al menos hablar
en voz alta a solas. Se acercaba un mal temporal de lluvia y el capitán junto con algunos hombres
intentaron poner las velas a resguardo.

VI

Ransome aunque débil por su problema de corazón también ayudó al capitán al igual que los
marineros que más bien parecían fantasmas pero no dejaban así de cumplir con su obligación. Había
un marinero, Gambril que estaba con bastante fiebre también se ocupó del timón con sus escasas
fuerzas. Y de repente empezó a llover estrepitosamente. Todos estaban calados y la única luz de que
disponían también se apagó a causa de la lluvia. El protagonista tropieza con algo pero con la
oscuridad no acierta en un primer momento a ver qué es. Cuando descubre que es Mr. Burns éste le
dice que hay que hacer frente a la maldición del antiguo capitán y plantarle cara. El protagonista lo
mantiene quieto en un lugar mientras le dice a Gambril que no deje el timón pues hay una pequeña
brisa que pueden coger para mover el barco pero intenta que Burns baje ya que le estorba pero éste
no hace caso y se limita a no parar de hablar del maleficio del antiguo capitán.

De repente otra vez la brisa se para y vuelve el barco a estar en calma, anclado, inmóvil; Mr.
Burns empieza a gritar como loco y los demás marineros preguntan qué está pasando. El
protagonista manda que lo sujeten pero Burns para de reir y gritar de golpe. lo cogen por los brazos y
los pies para bajarlo a su camarote y de repente Gambril empieza a chillar que no tiene fuerzas. El
capitán corre rápidamente y alcanza el timón pues una nueva brisa había comenzado. Otro marinero,
Frenchy sujeta a Gambril y lo deja tendido en un lado. Frenchy coge el timón y pregunta que ruta
sigue. El capitán le dice que derecho y viento en popa. Ransome trae una luz y parece que aquella
inmovilidad que tenían desde hacía 18 días empezaba a desvanecerse.
El capitán y Ransome levantaron a Gambril para llevarlo a proa. La brisa continuaba
soplando. Por la mañana los pocos hombres que aún tenían algo de fuerza junto con el capitán y
Ransome efectuaron los trabajo de proa para asegurar la seguridad del barco. El capitán sustituye a
Frenchy en el timón que tenía bastante mal aspecto. Al poco apareció Ransome con comida y le
sustituyó en el timón. Le agradeció a Ransome toda su ayuda ya que sin él no sabe si hubiera podido
salir adelante. Al poco, Mr. Burns subió a cubierta y le preguntó cómo haría para entrar en el puerto
sin tripulación para la maniobra. No lo sabía. Sin embargo 40 horas después entraron en el puerto.
Rápidamente subieron a bordo los médicos para atender a la tripulación incluso al capitán le dieron
una receta para tratarse ya que aunque no estuviese enfermo lo necesitaba.

Ransome le pide la cuenta ya que su deseo es dejar el barco y quedarse en tierra y el capitán
aunque con tristeza acepta. En tierra se entera que el capitán Ellis había pedido el retiro y regresado
a Europa tres semanas después de haber salido él del puerto. El nombramiento que le hizo fue el
último acto de su vida oficial. La gente era muy amable con ellos ya que todos sabían por lo que
habían pasado. Se encontró con el capitán Giles y hablaron sobre su aventura y que se sentía viejo,
que sentía que todo lo que le había ocurrido le había hecho madurar y sentirse menos joven. Le
contó que iba a reunir a su nueva tripulación para ponerse de nuevo en marcha y salir a la mañana
siguiente.

De nuevo en el barco escribe una carta de recomendación para Ransome a uno de sus
amigos de tierra. Se estrecharon la mano y se despidieron.

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