LA EXPLORACIÓN MINERA EN EL PERÚ
LA EXPLORACIÓN MINERA
EN EL PERÚ
Debo reconocer que me he sentido y me siento sumamente hala-
gado al recibir la invitación de los organizadores de este importante
certamen para que les dirija unas palabras sobre el tema “La Explora-
ción Minera en el Perú”.
Me halaga por el tema que se ha seleccionado. Modestia aparte,
creo que al hacerlo parecen haber reconocido en mi persona a un
prospector por antonomasia. Por mi parte no oculto mi vocación por la
prospección y exploración de yacimientos minerales que ha sido la
característica principal de mi vida profesional.
Permítanme iniciar estas palabras con un breve recuento de lo que
ha sido la exploración minera en el Perú.
Es de todos conocido el hecho que durante el Virreinato hubo un
buen número de ciudadanos españoles o sus descendientes dedicados
a la minería e indudablemente también a la prospección y exploración
de filones y cuerpos mineralizados. La importancia que España daba a
la explotación minera en el país ha quedado evidenciada en la Memo-
rias de los Virreyes. De especial interés son las del Virrey Toledo quien
dictó las primeras ordenanzas de minería, pero también es interesante
anotar que en la memoria de Don Juan de Mendoza, Marqués de
Montesclaros, Virrey del Perú del año 1615, en el capítulo de los
mineros dice: “Asientos formados: Potosí, Pasco, Oruro, Vilcabamba,
Castrovirreyna, Nueva Potosí, éstos de plata; Carabaya y Laruma de
oro; Huancavelica de azogue”.
A pesar de la importancia que, a juzgar por estas referencias de
los virreyes se daba a la minería, no fue hasta la segunda mitad del
Siglo XVIII que la corona española muestra verdadero interés por la
descripción y estudio de diversos distritos mineros. Es así como encon-
tramos en la literatura escritos como el llamado “Derrotero de Monroy”
y cuyo título completo es “Representación dirigida al Virreinato del
Perú en julio de 1769 para el restablecimiento del mineral de
Castrovirreyna en el Departamento de Huancavelica, fundada en el
reconocimiento que hizo de ese mineral don Alvaro de Monroy”. Este
documento contiene una descripción detallada del distrito minero de
Castrovirreyna. Luego vendría al Perú la misión presidida por el Barón
de Nordenflicht que luego de visitar Potosí (vía Montevideo) a fines de
Alberto Benavides de la Quintana
CÍA. DE MINAS BUENAVENTURA
1788, llegó a Lima en abril de 1789. La misión Nordenflicht hizo
trabajos mineros en Cerro de Pasco y otros asientos mineros, pero
concentró sus actividades principalmente en Hualgayoc.
Durante la República, poco es el interés que muestra el Gobierno
de Lima por el desarrollo de la minería, pero aparecen figuras como
don Antonio Raimondi y Mariano de Rivero y Ustáriz que publicaron
textos sumamente valiosos referentes a las riquezas minerales de
nuestro país.
Si bien es cierto, los sucesivos Gobiernos de Lima no prestaron
mayor atención al conocimiento de nuestro potencial minero, es justo
reconocer que en 1876 se funda la Escuela de Ingenieros del Perú de
donde egresan un grupo de ingenieros de minas que aparte de su
capacidad técnica, muestran un gran entusiasmo por la minería. Son
conscientes que para desarrollar nuestros recursos minerales era nece-
sario primero conocerlos y darlos a conocer. Es así como el Cuerpo de
Ingenieros de Minas fundado en 1902, inició la publicación de
Monografías sobre distintas partes de nuestro territorio. Los nombres
de Lisson, Fuchs, Bravo, Málaga Santolalla, Dueñas, Balta, Denegri y
tantos otros aparecen como autores de estos interesantes y valiosos
estudios. La Sociedad Geológica del Perú se funda en 1924 y contri-
buye también al conocimiento de la Geología del territorio nacional.
Las colecciones de los Boletines del Cuerpo de Ingenieros de Minas del
Perú y de la Sociedad Geológica del Perú constituyen dos valiosas
fuentes de información para quienes estén interesados en conocer la
historia de muchos de nuestros yacimientos. Las descripciones geológicas
que allí se encuentran pueden parecer hoy en día desactualizadas. Sin
embargo, tienen observaciones interesantes que pueden haber pasado
desapercibidas. A pesar de todo lo anterior, fue sólo con la promulgación
del Código de Minería de 1950 que se produce en el Perú el verdadero
despegue de actividad minera. Se amplían las operaciones mineras, se
pone en marcha nuevas operaciones y se inicia la exploración de pros-
pectos mineros, muchos de ellos descritos en los boletines a que he
hecho referencia en párrafos anteriores. Fue así como se puso en
evidencia la importancia por ejemplo, de Tintaya, Antamina y Marcona.
En esa época se descubrió Cuajone. Conviene por eso señalar que el
Código de 1950 no solo impulsó la producción minera. En mi opinión,
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tan o más importante que el aumento de la producción, el Código de
1950 fue el impulso que se dio a la exploración minera que puso en
evidencia la existencia de importantes yacimientos aún por explorar y
eventualmente, como en efecto ha sucedido, ponerlos en producción.
Desafortunadamente, el Código de Minería se mantuvo incólume
solamente por unos pocos años. Al poco tiempo de su promulgación se
iniciaron los recortes a unas disposiciones promocionales. A pesar de
ello se logró mantener el artículo que establecía los contratos de esta-
bilidad tributaria, al amparo del cual se firmó el contrato de Cuajone en
los primeros años de la década de los setenta. Fue el último contrato
que se firmó al amparo de ese dispositivo legal y bien puede decirse
que marcó el fin de la vida del Código del 50.
Vinieron luego 20 años de marcado estatismo durante los cuales
se estatizó la gran minería con excepción de Southern Perú Copper
Corporation, operadora de Toquepala y Cuajone.
A partir de 1990 se revisa la legislación minera y se inicia un
agresivo y exitoso programa de privatización. Se logra la estabilización
de nuestra economía que había llegado a una inflación de más de
7000 % por año, restableciendo así el clima favorable para la inver-
sión minera que había imperado en los años 50.
Fue en esas circunstancias que en 1992 la empresa que represen-
to, Cía. de Minas Buenaventura, en asociación con el Bureau des
Recherches Géologiques et Minières y Newmont Mining Co., logró poner
en producción el yacimiento de Yanacocha que habíamos venido explo-
rando tímidamente desde 1983.
Dejando de lado toda modestia personal, creo que es justo señalar
que la puesta en marcha de Yanacocha fue el detonante que marcó el
inicio de una intensa y profícua labor exploratoria en el territorio nacio-
nal con descubrimientos importantes dentro de los cuales resalta el de
Pierina, recientemente puesto en marcha. Para nosotros, en Buena-
ventura, es motivo de orgullo haber participado y seguir participando
en Yanacocha que, repito, resultó ser el detonante de este exitoso
período de exploración al que los peruanos nos hemos referido con un
boom minero y que en realidad deberíamos llamarlo boom de exploracio-
nes.
Mientras tanto, el Estado concentró su acción en la regula-
ción y supervisión de la actividad minera a la vez que, a través del Insti-
tuto de Geología, Minería y Metalurgia, ha logrado completar el mapa
geológico del Perú a escala 1:100,000 que representa una muy valio-
sa colaboración que merece nuestra más calurosa felicitación.
Hubiera querido poder resumir aún más esta breve reseña de la
historia de las exploraciones en el Perú pero mi poder de síntesis
parece limitado y no lo he logrado.
Debo agregar, además, que soy plenamente consciente que no
sólo la situación política y las disposiciones legales son responsables
del reinicio de las exploraciones en el país. Es evidente que la introduc-
ción de nuevas tecnologías ha sido un elemento sumamente importan-
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te para el éxito de nuestras actividades. Debo aclarar que nosotros, los
mineros peruanos, estábamos plenamente informados del desarrollo
de las nuevas técnicas en el campo de las imágenes satelitales, la
geofísica y la geoquímica, etc., pero no había habido la oportunidad de
aplicarlas. El clima político existente durante los años 1960 a 1990
que coinciden con los años en que se producen importantes desarrollos
en estas técnicas, hacía poco atractivo encontrar nuevos yacimientos
que en aquellas circunstancias parecía difícil poder ponerlos en produc-
ción. No había el incentivo para hacerlo.
En cuanto al futuro de la exploración minera en el Perú, soy un
convencido de que las perspectivas son sumamente alentadoras. Uste-
des conocen mejor que yo estas perspectivas y no voy a entrar en
detalles. Solo quiero mostrarles un mapa del Perú superpuesto sobre
los Estados del Oeste de los Estados Unidos. Este gráfico fue prepara-
do por Joe Kovalic y creo que es elocuente. El territorio peruano puede,
creo yo, con todo derecho pretender ser llamado los Rocky Mountains
de América del Sur.
Para terminar, permítanme unas palabras sobre la manera de
enfocar estas exploraciones.
Hace un par de años en un certamen similar a éste en Vancouver,
se expusieron dos puntos de vista que son aplicables al Perú. Para
unos, el descubrimiento de yacimientos minerales es un privilegio re-
servado a individuos dotados de un sexto sentido que generalmente
cuentan con modestos recursos financieros. Entre ellos se encuentra
David Lowell, famoso descubridor de Pierina y otros grandes yacimien-
tos minerales a quien tenemos el gusto de tenerlo con nosotros en esta
reunión, y de quien copio la siguiente cita: “Estudios sobre el compor-
tamiento de leones monteses demuestran que un león hambriento,
después de siete días de ayuno, tiene seis veces más posibilidades de
cazar un venado que un león bien alimentado”. Así mismo, dice
Lowell: “un grupo explorador tiene mejores posibilidades de encontrar
mineral cuando sabe que se le está terminando el presupuesto”.
Lowell considera que lo que se requiere es un buen mapa geológico,
un cuidadoso estudio geoquímico, y como resultado de estos trabajos,
una campaña de perforaciones diamantinas.
Las grandes empresas mineras, por el contrario, consideran nece-
sario mantener un equipo de profesionales con importantes recursos
económicos que les permita la utilización de las más sofisticadas técni-
cas para así agotar el conocimiento de las características geológicas de
una determinada área antes de decidirse a iniciar una campaña de
sondajes diamantinos.
John A.S. Dow de Newmont Mining Co. se siente orgulloso y con
razón que su empresa en 1985 producía 220,000 onzas de oro finas
al año con reservas de 4 millones de onzas y que en la actualidad su
producción se está acercando a los 4 millones de onzas finas por año,
con reservas de 55 millones de onzas.
Agrega Dow que esto se ha logrado asumiendo como filosofía
básica “continuidad en sus programas de exploración secundados por

esfuerzos en investigaciones de nuevas tecnologías no sólo en el cam-
po de la exploración minera sino también en el campo de la metalur-
gia”. Dow señala que “Newmont es una de las pocas empresas en la
minería aurífera que cuenta con sus propios laboratorios de
mineragrafía, metalurgia y geofísica y que el próximo paso es el estu-
dio de imágenes satelitales de alta resolución”. Termina señalando
que para que todo este esfuerzo tenga éxito se requiere de personal
calificado. El presupuesto anual de exploraciones está en el orden de
los 70 millones de dólares.
Son pues dos enfoques diferentes. El de Lowell preconiza la
austeridad. Hace gala que no tiene oficina ni máquina de escribir. El
geólogo debe estar en el campo que es donde están los yacimientos
y señala que no es necesario tener grandes calificaciones para en-
contrar un yacimiento. Más que un “geólogo” el hombre en el campo
es un “exploracionista”. En cambio, Dow señala la necesidad de una
organización para mantener un continuo esfuerzo de exploración
usando las tecnologías más sofisticadas plenamente respaldado
por la alta gerencia que proporcionará los fondos necesarios. Para
mí estas dos posiciones son sumamente ilustrativas y me atrevería a
decir que mi vida ha transcurrido por ambas posiciones desde Jefe
del Departamento de Exploraciones de la Cerro de Pasco Corporation,
a un prospector individual cuando en los primeros años de Buena-
ventura buscaba yacimientos que pudieran reemplazar a Julcani,
hasta verme involucrado en el descubrimiento y desarrollo de
Yanacocha.
Creo pues, haber vivido muy cerca de lo que es la Exploración
Minera tanto en reducida escala como lo hacía en Buenaventura en sus
primeros años de vida institucional, como en mayor escala al entrar en
estrecho contacto con organizaciones experimentadas como la Newmont
Mining Co. y el BRGM.
Parecería que las posiciones descritas son extremas pero no irre-
conciliables y como tal, es conveniente extraer de ellas lo que es
positivo y evitar lo que pueda ser negativo.
Quizás porque no puedo ni siquiera soñar con alcanzar los niveles
de sofisticación de Newmont me inclino más por la posición de Lowell
con quien concuerdo que no hay substituto para un buen mapa
geológico, la aplicación de la geoquímica y eventualmente unos cuan-
tos sondajes diamantinos. Por otro lado, no creo en la historia del
“león hambriento”. En el Perú decimos que “la necesidad es mala
consejera” y hasta dicen que tiene “cara de hereje”; también decimos
que “a los perros flacos se le pegan las pulgas”.
Creo firmemente en la necesidad de localizar lo antes posible las
áreas de interés y focalizar en ellas todos los esfuerzos sin que exista
la rigidez de un presupuesto ajustado. Esto no quiere decir que propi-
cie el excesivo gasto. Lo que sugiero es, más bien, evitar la dispersión
de esfuerzos. En otras palabras, una vez definida o seleccionada una
determinada área, es necesario estudiarla en el mayor detalle. Estu-
diarla a medias es como dejar un canal o una carretera inconclusa.
Preferible no hacerlo.
LA EXPLORACIÓN MINERA EN EL PERÚ
La primera tarea, entonces, es seleccionar el área o las áreas que
se quiere explorar. Para ello, no me cansaré de insistir, es indispensa-
ble revisar toda la bibliografía existente.
Una vez revisada esta bibliografía existente, es indispensable ana-
lizar si el posible yacimiento, de encontrarse, reuniría las característi-
cas del yacimiento que estamos buscando. Para Buenaventura, que
pretende explotar directamente el yacimiento que se busca, debe ase-
gurarse que se trata de un yacimiento de alto valor unitario. Un
yacimiento filoneano con altos contenidos de metales preciosos reuni-
ría, por ejemplo, estas condiciones. Si por otro lado, lo que se preten-
de es la venta o promoción de un yacimiento, el panorama se amplía
notablemente pues es perfectamente factible lograrlo con yacimientos
de Pb y Zn que se presentan como reemplazamiento en rocas calcáreas,
pórfidos de cobre, sulfuros masivos, epitermales (tipo Yanacocha) etc.
Si se trata de empresas de mayor magnitud, su interés estará en
yacimientos de gran volumen y con la excepción hecha de los yacimien-
tos filoneanos estarán interesados en cualquiera de los otros tipos de
yacimientos.
Si de lo que se trata es de encontrar yacimientos de gran volumen
y relativamente baja ley, la posición de Dow creo que es la adecuada.
Debe utilizarse todas las técnicas disponibles para tratar de ubicar el
yacimiento que se busca. Dice Dow con toda razón: “En la medida que
cada día es más difícil encontrar yacimientos de oro en la superficie y
las masas no aflorantes muestran indicios sorprendentemente débiles
en la superficie es indispensable recurrir a la geofísica y/o a cualquier
técnica que pueda ayudarnos a detectarlas”.
Una vez seleccionada el área a ser prospectada, el explorador
minero deberá decidir si iniciará su labor a partir de alguna estructura
geológica para luego extender su trabajo al resto del área o, si al revés,
decide explorar el área en su integridad y localizar tantas estructuras
geológicas como sea posible para establecer un cierto “modelo
geológico” y seleccionar la estructura más favorable para estudiarla en
detalle.
Ambos enfoques tienen sus ventajas y desventajas. En mi opinión,
la decisión correcta dependerá en gran medida de la geología general
de la zona.
En el caso de existir innumerables estructuras geológicas, lo lógico
será naturalmente tratar de descifrar el conjunto del área antes de
seleccionar la estructura o estructuras que podríamos llamar “maes-
tras” y cuyo conocimiento podrían llevarnos al descubrimiento de algún
yacimiento no aflorante.
Adicionalmente, para tener éxito es necesario tener en cuenta
otros factores no geológicos. Un factor sumamente importante en el
estudio de un hallazgo es el comportamiento metalúrgico de los mine-
rales encontrados. Es, por ello, recomendable realizar pruebas meta-
lúrgicas desde las fases iniciales de la exploración. Por ejemplo,
determinar la cianurabilidad de minerales auríferos es sumamente im-
portante. Si se trata de minerales cianurables en rumas sin requerir
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trituración, llevan gran ventaja sobre minerales cianurables en tanques
luego de ser triturados y sometidos a una fina molienda. Así mismo, la
presencia de arsénico y otras impurezas pueden hacer inviable la ex-
plotación de un yacimiento que sería explotable si no contuviera arsé-
nico.
Otro factor importante es la accesibilidad del área que se está
estudiando. Un yacimiento de plomo y zinc cerca de la Costa peruana
sería explotable en relativa pequeña escala; el mismo yacimiento en la
Selva podría ser inviable.
La disponibilidad de agua para consumo humano e industrial pue-
de influir en forma importante al determinar la viabilidad de una ope-
ración minera.
Lo contrario también es verdad. Un exceso de agua puede resultar
sumamente oneroso en una operación minera.
No puedo dejar de mencionar los peligros que una operación mine-
ra pueda causar pasivos ecológicos. En la actualidad, la contaminación
ambiental no está permitida.
En fin, creo que existe una serie de factores que deben ser consi-
derados antes de iniciar una exploración y que escapan el campo de la
Geología Minera como la conocíamos hace unos años.
Agradezco a los organizadores de este importante evento, por
haberme permitido dirigirles estas palabras en esta reunión de
prospectores mineros y hacerles una invocación para que me acompa-
ñen en la búsqueda de yacimientos minerales que existen en nuestro
territorio nacional deseándoles la mejor de las suertes.
Muchas gracias,
ALBERTO BENAVIDES Q.