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Alzheimer

Konrad Maurer y Ulrike Maurer

Alzheimer
La vida de un médico
La historia de una enfermedad

Coordinación e Introducción de la edición española:


J. J. Ruiz Ezquerro
Jefe de Servicio de Neurología
Hospital «Virgen de la Concha»
Complejo Asistencial de Zamora

Traducción:
P. Elena, C. Quijada, S. Roiss, B. Santana, y P. Zimmerman
Facultad de Traducción y Documentación
Universidad de Salamanca
© Versión original:
Konrad Maurer y Ulrike Maurer.
Alzheimer. Das Leben eines Arztes und die Karriere einer Krankheit.
Piper Verlag GmbH, München 1998

© De la Traducción:
Pilar Elena, Carmen Quijada, Silvia Roiss, Belén Santana y Petra Zimmermann, 2006

© De la Presentación e Introducción a la edición española:


J. J. Ruiz Ezquerro, 2006

Reservados todos los derechos.

«No está permitida la reproducción total o parcial de este libro,


ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna
forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico,
por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso
previo y por escrito de los titulares del Copyright».

Ediciones Díaz de Santos

E-mail: ediciones@diazdesantos.es
Internet://http:www.diazdesantos.es/ediciones

ISBN: 84-7978-758-9
Depósito legal: M. 18.752-2006

Diseño de Cubierta: J. J. Ruiz y Ángel Calvete


Fotocomposición e Impresión: Fernández Ciudad, S.L.
Encuadernación: Rústica-Hilo

Printed in Spain - Impreso en España


Dedicado a Viola, Michael,
a las cinco nietas y al nieto
de Alois Alzheimer.
Índice

Prólogo de la edición alemana......................................... XI


Presentación a la edición española................................... XIII
Introducción a la edición española .................................. XIX

Cap. 1. El historial de Auguste D. ................................. 1


26 de noviembre de 1901 .................................. 1
28 de noviembre de 1901 .................................. 4
29 de noviembre de 1901 .................................. 5
30 de noviembre de 1901 .................................. 10
Primeros días de diciembre de 1901 .................... 11

Cap. 2. Antepasados, infancia y juventud de Alois Alzhei-


mer .................................................................. 27

Cap. 3. El estudiante de Medicina ................................ 39


Berlín: en la «meca de la Medicina» ................... 40
Miembro de una asociación estudiantil en Würzburg. 43
Un semestre en Tubinga ..................................... 47
De nuevo en Würzburg: la tesis doctoral ............. 48

Cap. 4. De Würzburg a Francfort ................................. 53


El joven psiquiatra ............................................. 64
Reconocimiento del mundo científico .................. 79
Primeras publicaciones ....................................... 87
Años de felicidad ............................................... 101
El año que marcaría su destino: 1901 ................. 114

IX
Cap. 5. A Múnich pasando por Heidelberg ................... 121
Nuevas tareas .................................................... 125
Venia legendi ..................................................... 137
Vida familiar .................................................... 149
En el laboratorio anatómico ............................... 156
Responsabilidad como jefe clínico ........................ 161
Los frutos del trabajo ......................................... 166
Muere Auguste D. .............................................. 183
Decepción en Tubinga ........................................ 192
Tras las huellas de la misteriosa enfermedad ......... 206
Despedida de Múnich ........................................ 220

Cap. 6. Breslau ............................................................. 229


La Psiquiatría en tiempos de guerra .................... 245
La muerte de Alzheimer ..................................... 253

Cap. 7. El «Alzheimer»: una enfermedad de largo recorrido. 263

Anexos............................................................................ 291
Árbol genealógico ............................................... 293
Cronología ........................................................ 295
Notas ................................................................ 297
Bibliografía ....................................................... 311
Glosario ............................................................ 313
Índice onomástico .............................................. 319
Documentación gráfica ...................................... 323

X
Prólogo de la edición alemana

El mundo entero habla del «Alzheimer», esa enfermedad in-


curable que padecen muchas personas de edad avanzada sin mo-
rir de ella. Mucho más desconocida es, sin embargo, la figura de
Alois Alzheimer, la persona que le prestó su nombre.
Alzheimer procedía de una familia profundamente católica, era
un médico y científico que se dedicó en cuerpo y alma a su profe-
sión. Durante el día interrogaba pacientemente a sus enfermos, los
trataba afectuosamente, y hasta bien entrada la noche se sentaba
ante el microscopio y estudiaba las muestras de cerebro preparadas
por él mismo. Sus coetáneos le llamaban «el psiquiatra del micros-
copio». Él estaba convencido de que las enfermedades psíquicas
eran enfermedades cerebrales, creencia que contradecía al recién
nacido psicoanálisis, que relacionaba los problemas psíquicos con
experiencias traumáticas de la niñez. El inevitable enfrentamiento
llegó en 1906 cuando ambas posturas chocaron bruscamente en un
congreso. Alzheimer tuvo que experimentar cómo su ponencia
sobre el caso Auguste D. no suscitó ningún interés; en el acta apa-
rece anotado: «...inapropiado para una ponencia breve».
No obstante, muy pocos años después la Medicina empieza a
prestar atención a la demencia presenil, enfermedad que enton-
ces padecían pocas personas. Rápidamente surge el término mé-
dico posiblemente más utilizado de la historia de la Medicina:
demencia senil o enfermedad de Alzheimer. Alois Alzheimer no
vive para verlo, muere en 1915 a los 51 años.
Medio siglo después la esperanza de vida en los países indus-
trializados se ha duplicado. La enfermedad de Alzheimer se cobra

XI
ahora sus primeras víctimas famosas. Cuando se le diagnostica
Alzheimer a Rita Hayworth, el mundo se conmueve. Pero todavía
se cree que seguirá siendo una «enfermedad peculiar», el mismo
Alzheimer la denominaba así. Sin embargo, cuando en 1994
Ronald Reagan se despide de sus conciudadanos por medio de
una carta en la que confiesa padecer Alzheimer, la opinión pú-
blica se da cuenta finalmente de la seriedad de la situación. En
todo el mundo están afectados por esta insidiosa enfermedad
entre 30 y 40 millones de personas.
El siglo de la juventud acaba siendo el siglo de los ancianos y
de los enfermos de Alzheimer.
La biografía de la persona que da nombre a la enfermedad
muestra a un Alois Alzheimer en su vida privada como un hom-
bre afectuoso, ocurrente, a menudo incluso divertido, que no ol-
vida nunca que sus raíces están en la región franconiana de
Spessart. Para poder formarse una idea exacta de la vida y el
trabajo de Alois Alzheimer fueron precisas muchas conversacio-
nes con sus descendientes y una labor de investigación en torno
a la familia realizada expresamente para este libro. Los autores ex-
presan su gratitud especialmente a las nietas Hildegard Koeppen,
Ilse Lieblein, Bärbel Lippert, Karin Weiss y al nieto, el doctor
Rupert Finsterwalder; todos ellos contribuyeron también a crear
el museo en la casa natal de su abuelo en Marktbreit.
Agradecemos, asimismo, a Andrea Schultheis su colabora-
ción incansable y creativa en la transcripción de este texto, igual-
mente expresamos nuestro agradecimiento al doctor Hubertus
Hess por la revisión experta y crítica del libro.
Por último, damos las gracias a Markus Dockhorn y al doc-
tor Klaus Stadler, de la editorial Piper, así como a Linda Strehl
por su labor de asesoramiento.

Francfort, julio de 1998.


ULRIKE y KONRAD MAURER

XII
Presentación a la edición española

La Historia no es solo una mera sucesión de fechas, como a


veces se ha intentado hacernos creer. Las fechas solo adquieren la
condición de históricas merced a los acontecimientos a ellas li-
gados. Son estos acontecimientos los que «hacen» la Historia.
En la historia de la Enfermedad de Alzheimer, hay varias fe-
chas señaladas, muchas, sin duda demasiadas, a falta de la fecha
definitiva, aquella que señale el momento histórico en que la
Ciencia venza a la Enfermedad y esta se convierta definitiva-
mente en Historia.
Entre estas fechas, merecen especial mención la del 3 de no-
viembre de 1906, en que Alois Alzheimer presenta por primera
vez a la comunidad científica su trabajo Sobre un proceso patoló-
gico peculiar grave de la corteza cerebral en conferencia ante los
participantes en la XXXVII Reunión de Psiquiatras del Suroeste de
Alemania celebrada en Tubinga.
Aunque la fecha anterior ostente, merecidamente, la prima-
cía histórica al corresponder a la primera descripción de la en-
fermedad en público, la de mayor relevancia es sin duda la de la
primera publicación. Independientemente de la reseña publi-
cada en las Actas de la Reunión de Tubinga (Centralblatt für
Nervenheilkunde und Psychiatrie, 1907, págs. 177-179), es la
publicación, ese mismo año con el título Über eine eigenartige
Erkrankung der Hirnrinde (Sobre una enfermedad peculiar de la
corteza cerebral ) en la revista Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie
und Psychisch-gerichtliche Medizin, número 64, págs. 146-148,
la que, dado el soporte permanente, posibilita su difusión y el

XIII
acceso a toda la comunidad médica a la descripción clínica y los
hallazgos histopatológicos, marcando el inicio de la historia de la
Enfermedad de Alzheimer.
Evidentemente, en aquellas fechas, la enfermedad todavía
no se conocía con el epónimo con que hoy la conocemos, sin
duda, el más conocido y popularizado de la Medicina.
Es en 1910 cuando aparecen ligados la enfermedad y el
nombre del médico que la describió por primera vez. Kraepelin
publica el 15 de julio de ese año el segundo volumen de su ma-
nual de Psiquiatría (Psychiatrie. Ein Lehrbuch für Studierende
und Ärzte, Psiquiatría. Manual para estudiantes y médicos), dedi-
cado a la Psiquiatría Clínica. En el capítulo VII dedicado a la
Afrenia senil y presenil, concretamente en la página 624, aparece
como título La enfermedad de Alzheimer, al igual que en el índi-
ce, tras el concepto de Atrofia cerebral senil.
A partir de esta fecha comienza la verdadera historia de la
Enfermedad de Alzheimer como tal. Se suceden y multiplican las
investigaciones y publicaciones. Los enfermos, verdaderos pro-
tagonistas de la historia, presentes nominalmente en los primeros
estudios, permanecen ahora en el anonimato. La propia enfer-
medad es prácticamente desconocida por la sociedad hasta que
salta a los medios y se convierte en noticia al afectar a determi-
nados personajes famosos. De nuevo el enfermo adquiere prota-
gonismo, tiene una imagen y un nombre conocido (Rita Hay-
worth, Ronald Reagan, y, más recientemente en nuestro país, el
respetado y admirado Adolfo Suárez).
Son los primeros enfermos, Auguste D, la señora B.A, el
señor Sch. L. el señor R. M., que estudiarán y publicarán Alz-
heimer y Perusini (G. Perusini Über klinische und histopatholo-
gische eigenartige psychische Erkrankungen des späteren Lebensalters)
(Sobre enfermedades peculiares clínicas e histopatológicas en edad
avanzada), publicado en 1909 en la revista que dirigían Nissl y
Alzheimer: Histologische Arbeiten über die Groβhirnrinde unter
besonderer Berücksichtigung der pathologischen Anatomie der Geis-
teskrankheiten (Trabajos histológicos sobre la corteza cerebral con es-
pecial atención a la anatomía patológica de las enfermedades men-
tales); Johann F. que estudiará y publicará el propio Alzheimer en

XIV
1911 (Über eigenartige Krankheitsfälle des späteren Alters (Sobre
casos patológicos peculiares en edad avanzada), en: Zeitschrift für
die Gesamte Neurologie und Psychiatrie); William C. F., primer
caso de Enfermedad de Alzheimer en Norteamérica, publicado
en 1911 por Gonzalo R. Lafora (Beitrag zur Kenntnis der Alz-
heimerschen Kranheit oder präsenilen Demenz mit Herdsymptomen
(Contribución al conocimiento de la Enfermedad de Alzheimer o
demencia presenil con síntomas focales) en: Zeitschrift für die Ge-
samte Neurologie und Psychiatrie); o Eugenie D, el caso publicado
por Schottky en 1932 en la misma revista, en el que se reconoce
por primera vez el componente genético de la Enfermedad de
Alzheimer Über präsenile Verblödungen, (Sobre demencias prese-
niles).
Los primeros médicos protagonistas de la historia, si excep-
tuamos a Alois Alzheimer, han quedado relegados a un segundo
plano, cuando no al olvido.
La historia de Alois Alzheimer es bien conocida, especial-
mente desde la publicación del libro que presentamos.
Entre las fechas a destacar se encuentran, como no podía ser
menos, la fecha de su nacimiento el 14 de junio de 1864 en
Marktbreit, los años entre 1884 y 1888 en que realizó los estu-
dios universitarios de Medicina en Berlín, Tubinga y Würz-
burg, 1887 año en el que presentó su Tesis Doctoral Über die
Ohrenschmalzdrüsen (Sobre las glándulas ceruminosas del oído), la
obtención del grado de licenciatura con sobresaliente el 12 de
mayo de 1888, el 4 de junio de 1888, fecha de expedición del tí-
tulo de Habilitación para ejercer la Medicina, el 19 de diciembre
de 1888 fecha en que comienza su trabajo en Francfort a las ór-
denes de Emil Sioli, el 18 de marzo de 1889, fecha en que se in-
corpora en la Institución de Francfort Franz Nissl, con quien
Alzheimer establecería una estrecha relación profesional y per-
sonal, el 1 de marzo de 1903 Alzheimer deja Francfort y se in-
corpora al equipo de Kraepelin en Heidelberg del que forma par-
te su amigo Nissl, en octubre de este año Kraepelin y Alzheimer
se trasladan a Múnich, donde en 1904 presenta su memoria de
habilitación docente sobre Histologische Studien zur Differen-
tialdiagnose der progressiven Paralyse (Estudios histológicos sobre

XV
el diagnóstico diferencial de la parálisis progresiva), el 23 de julio
del mismo año desarrolla la Lección Magistral sobre el tema Die
hysterischen Geistesstörungen (Las demencias histéricas) pero no es
hasta el 30 de diciembre de 1909 cuando recibe el nombra-
miento de Catedrático Extraordinario y, por fin, el 16 de julio de
1912, obtiene la Cátedra de Breslau, donde desarrolló su activi-
dad clínica, docente e investigadora hasta el 19 de diciembre de
1915, en que falleció víctima de una endocarditis y nefritis a la
edad de 51 años.
Otros protagonistas médicos de la historia de la Enfermedad
de Alzheimer como Binswanger, que acuñó el término dementia
praesenilis, Nitsche que siguió la evolución clínica de Auguste D.,
Bonfiglio, que publicó un caso de demencia presenil en 1908,
Perusini, que estudio varios casos (entre ellos nuevamente el de
Auguste D.) bajo la dirección de Alzheimer, Lafora, Stertz o el
propio Kraepelin, ocupan lugares secundarios en la historia de
la enfermedad, aunque muchos tengan un lugar señalado en la
Historia de la Neurología y Psiquiatría por su relación con otras
patologías.
Todos estos aspectos son desarrollados en la obra de Konrad
y Ulrike Maurer Alzheimer. Das Leben eines Arztes und die Ka-
rriere einer Krankheit (Piper Verlag GmbH, München 1998),
cuya primera edición en español presentamos.
Además de constituir la biografía más completa y mejor do-
cumentada de Alois Alzheimer (1864-1915), la obra reconstru-
ye la historia de la enfermedad que lleva su nombre en sus ini-
cios, desde lo que podríamos considerar su prehistoria entre
1901 (incluso antes) y 1906 (fecha de la primera descripción his-
tórica), en su periodo de consolidación desde 1906 hasta 1910
(Kraepelin denomina a la enfermedad con el epónimo de En-
fermedad de Alzheimer) y las primeras descripciones de casos
anatomoclínicos (el propio Alzheimer, Perusini, Lafora) hasta
1915 en que fallece Alzheimer. La obra contempla el desarrollo
histórico de la enfermedad desde la muerte de Alzheimer hasta la
actualidad, si bien de una manera necesariamente más resumida
y con referencias casi exclusivas al ámbito alemán y europeo, en-
tre las que merecen especial mención las relacionadas con la

XVI
controversia suscitada por los términos demencia presenil y de-
mencia senil hasta el reconocimiento de su unidad como entidad
clínico-patológica (que, por otra parte, ya Alzheimer había insi-
nuado).
El interés de la obra no reside exclusivamente en la biografía
de Alzheimer y la historia de la enfermedad que lleva su nombre.
Por sus páginas desfilan figuras clave de la Historia de la Neurop-
siquiatría en particular y de la Medicina en general, con referencias
a sus actividades y trabajos, que dibujan perfectamente el contex-
to histórico y social de la época. Además, la biografía de Alzheimer
desarrolla ampliamente otros campos de sus investigaciones, que
históricamente han sido relegados a un segundo plano tras el pro-
tagonismo adquirido por la Enfermedad de Alzheimer, como los
relacionados con la sífilis, epilepsia, alcoholismo,…
El libro se configura así como un referente excepcional, y
obligado, para todos aquellos interesados no solo en la Enfer-
medad de Alzheimer y en la figura de su descubridor, sino en la
Historia de la Neurología y Psiquiatría.
Es obligado, más allá del mero compromiso, el reconoci-
miento y agradecimiento a Caridad Rojas y Begoña Rodríguez,
Joaquín Vioque y al equipo de traductores dirigido por la pro-
fesora Pilar Elena por su colaboración en esta edición.

J. J. RUIZ EZQUERRO

XVII
Introducción a la edición española

La obra de Konrad y Ulrike Maurer Alzheimer. Das Leben ei-


nes Arztes und die Karriere einer Krankheit (Alzheimer. La vida de
un médico. La historia de una enfermedad) vio la luz en 1998 edi-
tada por la editorial Piper de Múnich. El año siguiente, fue tra-
ducida al francés y al italiano, y en 2003 al inglés. Por cierto,
mientras que las versiones francesa e inglesa de la obra mantie-
nen en portada el retrato de Alois Alzheimer, en la italiana se ha
sustituido por una fotografía de grupo que reproduce a Alzhei-
mer con sus colaboradores, entre los que ocupan un lugar pree-
minente Francesco Bonfiglio y Gaetano Perusini, en un gesto
que no podemos evitar interpretar como reivindicativo del pa-
pel que ambos, especialmente Perusini, jugaron en la historia de
la Enfermedad de Alzheimer.
El profesor Konrad Maurer, es neurólogo, psiquiatra y psi-
coterapeuta y director del Departamento de Psiquiatría y Psico-
terapia I de la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Franc-
fort del Meno.
Su esposa, Ulrike Maurer, es documentalista y se encargó de
la rehabilitación de la casa natal de Alzheimer en Marktbreit y su
adecuación como museo monográfico y centro de reuniones,
así como de la creación de un centro de documentación sobre la
figura de Alois Alzheimer y la enfermedad que lleva su nombre.
El libro se estructura en un prólogo escrito por los propios
autores, siete capítulos y otros tantos apéndices.
El primer capítulo lleva por título El historial de Auguste D., y
comienza directamente con la entrevista clínica realizada por el

XIX
propio Alzheimer a la paciente el 26 de noviembre de 1901, para
continuar con las efectuadas el 28, 29 y 30 del mismo mes y la
realizada a primeros de diciembre (2 de diciembre). Según los
autores, la última anotación de Alzheimer en la historia clíni-
ca de Auguste está fechada en junio de 1902. Recordemos que el
1 de marzo de 1903 Alzheimer deja la Institución para Enfermos
Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno para incorporarse
al equipo de Kraepelin en Heidelberg.
No es frecuente que la biografía de un médico empiece con
la historia de un paciente, aunque dicho paciente se haya con-
vertido con el tiempo en el más significativo de su carrera. Por
otra parte, no parece muy probable que Alzheimer considerase el
caso de Auguste D. como algo especial, al menos no como hoy
lo vemos y como los autores le presuponen.
Personalmente, no puedo evitar la impresión de que este
primer capítulo dedicado al historial clínico de Auguste, inde-
pendientemente de su innegable interés para el conocimiento de
la enfermedad, está fuera de lugar.
Probablemente, la justificación para que sirva de introduc-
ción a toda la obra se encuentre en el hecho de que el hallazgo de
la documentación clínica correspondiente al caso se convirtiese
en punto de partida de un proyecto más amplio, la biografía de
Alzheimer y la historia de la enfermedad.
También podría explicarse mediante el uso del recurso lite-
rario de buscar un inicio impactante. La coincidencia en cuanto
a los orígenes de la enferma y los de Alzheimer, oriundos de Cas-
sel (Eduard Alzheimer, padre de Alois nació en dicho pueblo),
sirve a los autores como nexo entre este capítulo y el siguiente,
dedicado a los antepasados de Alzheimer.
En cualquier caso, el contenido del capítulo no se corres-
ponde completamente con el título del mismo. La historia clí-
nica de Auguste D. no concluye el 2 de junio de 1902, ya que
se prolonga hasta más allá de la fecha de su muerte el 8 de abril
de 1906, la necropsia realizada probablemente el mismo día
por Sioli o Nitsche y con el estudio histopatológico del SNC,
remitido desde Francfort a Múnich por Sioli, realizado por
Alzheimer, Bonfiglio y Perusini. Este último reestudiaría el

XX
caso posteriormente por indicación y bajo la supervisión de
Alzheimer.
En el capítulo cinco del libro, dedicado fundamentalmente a
la estancia en Múnich, los autores retoman el historial de Au-
guste D., que concluye con la presentación del caso en la Reu-
nión de Tubinga y la posterior publicación del mismo en 1907.
En un desarrollo cronológico, que parece el más lógico en re-
lación con una biografía y con la historia, y que por otra parte,
sirve de guía a toda la obra, aunque con frecuentes retrocesos y
avances en el tiempo que complican su lectura, este primer ca-
pítulo debiera estar repartido entre el dedicado a la estancia en
Francfort (cuarto de la obra) y el que refiere la estancia y trabajo
en Múnich.
Otra opción lógica, siempre en mi opinión, hubiera sido su in-
clusión, como punto de partida del séptimo capítulo El Alzheimer:
una enfermedad de largo recorrido.
Independientemente de su ubicación en el desarrollo de la
obra, es innegable su interés e importancia por cuanto nos pre-
senta la transcripción completa de la primera historia clínica
conocida sobre la enfermedad, con datos obtenidos por el propio
Alzheimer. Indirectamente nos informa sobre el método clínico
seguido, el funcionamiento y características de las instituciones
hospitalarias y los tratamientos utilizados en la época.
La historia clínica de Auguste D. fue descubierta en 1995,
tras varios años de búsqueda, varios días después de la celebra-
ción del 80 aniversario de la muerte de Alzheimer y la inaugu-
ración de su casa natal en Marktbreit como museo.
El profesor Maurer y sus colaboradores la localizaron en el
sótano del Hospital Clínico de Francfort, archivada fuera de fe-
cha con documentación correspondiente a 1920. Algunos deta-
lles y transcripciones parciales de la misma fueron publicados
con anterioridad (Maurer, Volk, Gerbaldo. Lancet 1997). En el
libro figuran más desarrolladas las entrevistas clínicas que en
el citado artículo. Sin embargo, en este se informa con más pre-
cisión de las características de la documentación. Por ejemplo, de
la existencia de tres ejemplares, uno en latín (el publicado por
Perusini) y dos en alemán con grafía estilo Sütterlin. Entre am-

XXI
bos es posible apreciar ligeras inconsistencias en cuanto a las fe-
chas, hecho que se repite con relativa frecuencia en el libro.
En el segundo capítulo: Antepasados, infancia y juventud de
Alois Alzheimer, se aprecia una gran labor de documentación e
investigación genealógica que se remonta hasta 1757, fecha de
nacimiento del bisabuelo de Alois.
En lo que puede interpretarse como un exceso de prodigali-
dad documentalista, los autores informan de aspectos históricos
y sociales e incluso de leyendas de la zona, que si bien pueden
contribuir a contextualizar a la familia en la época, muchas veces
parecen excesivos, cuando no superfluos.
Los autores siguen los pasos de la familia desde Regersbrunn,
donde nació Michael Alzheimer, bisabuelo de Alois; el traslado
de Johann, hijo del anterior y abuelo del protagonista, hasta
Cassel (pueblo en que nació Auguste D.) donde nacería Eduard,
padre del mismo.
Eduard Alzheimer se casó en Würzburg con Eva María Sabina
Busch en 1861 y se instaló en Marktbreit. Allí nacería Karl Eduard
y moriría Eva María Sabina Alzheimer de fiebres puerperales. El
padre de Alois, tras el periodo de luto marcado por las costumbres
de la época, se casaría con su cuñada Therese, siguiendo también
una costumbre bastante frecuente y generalizada de la época. De
este segundo matrimonio nacería, si bien en otra casa del mismo
Martkbreit, Alois Alzheimer un 14 de junio de 1864.
Aloysus, Alois, sería bautizado según el rito católico el día 3
de julio de 1864. De los 10 años siguientes sabemos que estudió
en la escuela católica local, hasta que en 1874 es enviado a As-
chaffenburg para realizar el bachillerato, a donde se trasladaría la
familia al completo en 1878.
Al igual que sus hermanos, Alois estudió el bachillerato en el
Instituto Real Humanístico de dicha ciudad, en el que tras nue-
ve cursos, realiza el examen global el 14 de julio de 1883, reci-
biendo un informe muy favorable y unas buenas calificaciones.
Por cierto, desconocemos el motivo por el que estuvo exento de
gimnasia.
En 1882, un año antes de concluir el bachillerato, falleció su
madre, volviéndose a casar su padre con Martha Katherina Ma-

XXII
ría, con quien tuvo una hija. El entorno familiar de Alois se
configura así como una familia numerosa constituida por ocho
hermanos.
El capítulo tercero corresponde al periodo comprendido entre
1884 y 1888, entre los 19 y 24 años de Alois, y reconstruye su
etapa universitaria.
Desconocemos qué motivó a Alzheimer a estudiar Medicina,
pero sí podemos suponer con los autores cuáles fueron los mo-
tivos que le indujeron a empezar sus estudios en Berlín.
Las figuras de Virchow, como histopatólogo, político (fun-
dador del Partido para el Progreso Alemán y rival de Bismarck en
el Parlamento) y humanista (el libro informa de un aspecto
poco conocido de su vida: su afición a la arqueología y su cola-
boración con Schliemann, descubridor de Micenas y Troya) y
Koch (descubridor del bacilo tuberculoso en 1882 y del cólera
ese mismo año) colocan a Berlín en la cima de la Medicina y ani-
man a Alois, junto a la natural atracción de la gran ciudad y al
deseo de independencia propio de quien ha vivido en una pe-
queña ciudad y en el seno de una familia numerosa, a elegir
esta ciudad para comenzar sus estudios.
El 15 de octubre de 1883 se matricula en la Real Universi-
dad Friedrich-Wilhelm para el primer semestre de la licenciatu-
ra, hasta el 15 de marzo de 1884.
En este apartado del capítulo, además de las figuras de Virchow
y Koch, aparecen: Waldeyer, con el que sin duda Alzheimer tuvo re-
lación, pues fue su profesor de Anatomía; y Westphal, catedrático
de Psiquiatría en la Universidad Humboldt y en el Hospital de la
Charité, con el que la relación parece más improbable por tratarse
de otra universidad y de un estudiante novel. Los autores, con la
mencionada prodigalidad documental, aprovechan para glosar estas
figuras y comentar sus logros científicos, contribuyendo a delinear
una visión histórica de la Medicina del momento.
Probablemente el cambio de ambiente resultara demasiado
brusco para Alzheimer o, más probablemente, por motivos fa-
miliares, el segundo semestre de la licenciatura, lo realiza en
Würzburg, donde reside su hermano mayor, hermanastro en rea-
lidad, Karl.

XXIII
El 23 de abril de 1884 se matricula en la Facultad de Medi-
cina Julius-Maximilian de Würzburg. Este segundo semestre
del primer curso, Alzheimer, convencido por su hermano Karl,
entra a formar parte de la hermandad estudiantil Corps Franco-
nia, e inmerso en sus actividades, no parece desarrollar una acti-
vidad académica provechosa, ya que solo asistió a un seminario
de Química Inorgánica.
Durante el primer semestre del segundo curso Alois se dedi-
có con mayor intensidad a los estudios académicos. Entre los
profesores de este semestre destacaban el fisiólogo Fick y el his-
tólogo von Kölliker, que le introdujo y despertó su interés en la
microscopía.
Tras completar con diversas asignaturas el programa del pri-
mer y segundo semestre del segundo curso, aprueba el Physikum,
correspondiente a las asignaturas preclínicas.
En el primer semestre del curso 1885-86 se matricula en
Patología General, Intoxicaciones, en las clases de Exploración
Clínica del profesor Matterstock y en las de Psiquiatría Forense
impartidas por Grashey, en las que probablemente se iniciara su
interés por las implicaciones legales de la Psiquiatría.
Sobre el segundo semestre del tercer curso, el libro no ofrece
información alguna, excepto que el 20 de octubre de 1886 Alz-
heimer abandona la Universidad de Würzburg por motivos to-
talmente desconocidos, para matricularse el 12 de noviembre en
la Universidad Eberhard-Karl de Tubinga.
En este primer semestre del curso 86-87, cuarto curso y séptimo
semestre de su carrera, se matricula de Patología General, Medicina
Clínica, Seminario de Fracturas y Luxaciones, Cirugía Clínica,
Teoría de la Asistencia al Parto, y un Curso de Reconocimiento Gi-
necológico, todos ellos con sus correspondientes prácticas.
Tras este semestre en Tubinga, vuelve nuevamente a Würz-
burg, y en el segundo semestre del curso se matricula en Cirugía,
Oftalmología, Ginecología, Medicina Interna y Técnicas de Va-
cunación. Lo más interesante del programa de este semestre son
las clases de Embriología, con las que retoma el contacto con von
Kölliker, y las de Anatomía Topográfica, que le ponen en con-
tacto con Stöhr.

XXIV
Por sugerencia de ambos realiza su Tesis Doctoral en el Insti-
tuto de Microscopía Anatómica de Würzburg, Sobre las glándulas
ceruminosas del oído, con la que obtiene en 1887 el título de doctor.
Durante el primer semestre del curso 87-88 asiste a clases de
Higiene, Policlínicas, Oftalmología y Cirugía, sin estar matricu-
lado.
El 12 de mayo de 1888 aprueba con la calificación de so-
bresaliente el examen de licenciatura, y el 4 de junio obtiene el
título que le habilita para ejercer la Medicina. En total, han
sido cuatro años de estudios divididos en ocho semestres, con
dos exámenes el Physikum y la Habilitación y la realización de la
Tesis Doctoral.
Pero no todo ha sido estudiar durante estos cuatro años. En
Würzburg, como ya comentamos, fue miembro activo de la
hermandad Corps Franconia, de la que llegó a ser uno de sus di-
rigentes y participó activamente en sus actividades. Ya durante su
etapa de bachiller había formado parte de la asociación estu-
diantil Abituria en Aschaffenburg, señalándose en su expediente
algunas faltas de asistencia a clase por este motivo. De esta épo-
ca se sabe que practicó la esgrima (una de las actividades favori-
tas de las hermandades estudiantiles) y que en el transcurso de
un duelo sufrió una herida en la cara, así como que atravesó el
Main a nado en pleno invierno por una apuesta perdida. Tam-
bién de la época de Würzburg es la anécdota, probablemente
motivada por la euforia tras aprobar el Physikum, en la que Alz-
heimer apareció en la puerta de su casa en un coche de caballos
negros, vestido de frac blanco con lazo púrpura y con un caniche
también con lazo púrpura. En Tubinga también protagonizó
un escándalo ante la comisaría por el que fue multado.
De la pertenencia a Corps Franconia da fe, además de la do-
cumentación existente, la existencia de una fotografía realizada en
1884 que muestra a Alzheimer con el gorro de la Hermandad.
El cuarto capítulo corresponde a la etapa de trabajo en
Francfort entre los años 1888 y 1902.
A modo de preludio, las primeras páginas del capítulo están
dedicadas a glosar la figura de Heinrich Hoffman, que en 1851
(13 años antes del nacimiento de Alzheimer) se convirtió en

XXV
Director de la Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos
de Francfort. No solo se informa de su actividad como psiquia-
tra, también como escritor de libros de cuentos infantiles (Pedro
Melenas) y como diseñador, no solo del nuevo Hospital Psiquiá-
trico de Francfort, sino también de otros hospitales.
Junto al relato de las actividades de Hoffman, los autores nos
ofrecen una visión de la situación y la actividad del hospital an-
tes de la llegada de Alzheimer. El 1 de noviembre de 1888 Hoff-
man y su asistente Lotz se jubilan y dejan la institución. Esa mis-
ma fecha se incorpora como Director de la misma Emil Sioli,
que asistido exclusivamente por Knoblauch, atiende a toda la ac-
tividad hospitalaria con 254 pacientes ingresados.
En mayo de 1888, ya Hoffman, previendo la situación, ha-
bía convocado una plaza de médico asistente. Aunque en la
convocatoria se fijaba como plazo para presentar solicitudes fi-
nales de junio, Alzheimer presenta la suya con fecha 14 de di-
ciembre. Inmediatamente la solicitud es aceptada por Sioli y la
incorporación se produce el 19 de diciembre.
La situación no se modificó con la incorporación de Alzhei-
mer, ya que Knoblauch dejó la institución. El hospital se en-
cuentra saturado y precisa una reforma.
En marzo de 1889 se incorpora como Jefe Clínico (segundo
médico) Franz Nissl, que dejó Múnich tras una depresión moti-
vada por la muerte de su jefe Bernhard von Gudden.
Este hecho es usado como excusa por los autores para con-
tarnos con todo detalle La tragedia del Castillo de Berg, los suce-
sos relacionados con la muerte de Luís II de Baviera, del que
Gudden era psiquiatra y con el que murió, ambos ahogados, en
extrañas circunstancias en el lago cercano al castillo.
Una vez constituido el equipo médico de la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort, con Sioli como
Director, Nissl, como Jefe Clínico y Alzheimer como Médico
Asistente, empiezan las reformas tanto estructurales como de
funcionamiento. A las modificaciones en la obra del edificio se
unen cambios en el trato y en el tratamiento a los enfermos: ba-
ños templados y envolturas húmedas, terapia ocupacional, ex-
cursiones y actividades con los internos,…

XXVI
A los pocos meses de incorporarse Nissl descubre el método
de tinción y los gránulos neuronales que llevan su nombre.
La colaboración entre Nissl y Alzheimer es estrecha en lo
profesional y deriva en una profunda amistad en lo personal. Sin
embargo Nissl prefiere la investigación experimental, mientras
que Alzheimer prefiere la investigación clínica y con humanos.
Con Nissl, Alzheimer examina y estudia el caso de F.R. en
1890, que constituirá en 1891 su primera publicación científica
Über einen Fall von spinaler progressiver Muskelatrophie mit hin-
zutretender Erkrankung bulbärer Kerne und der Rinde (Sobre un
caso de atrofia muscular espinal progresiva con afectación de nú-
cleos bulbares y corteza), Archiv für Psychiatrie und Nervenkrank-
heiten 23:459; 27 págs. y 1 lám. con lustraciones), si exceptua-
mos su tesis doctoral.
Siguiendo la línea de ofrecernos informaciones colaterales,
aunque no por ello de menor interés, el libro da cuenta de que
en aquella época trabajaban en Francfort Weigert y Edinger.
En 1892, Alzheimer pronuncia su primera conferencia en el
seno del Congreso de Psiquiatras del Suroeste de Alemania cele-
brado en Karlsruhe del 2 al 4 de noviembre, sobre la agitación y
su tratamiento con baños prolongados.
En 1894, en la Reunión de la Asociación de Psiquiatras Ale-
manes celebrada en Dresde los días 21 y 22 de septiembre, Alz-
heimer pronuncia una conferencia sobre la arteriosclerosis cerebral
y sus diferencias con la parálisis general progresiva, basándose en el
estudio de 12 casos. En esta conferencia Alzheimer sienta las bases
patológicas de lo que posteriormente se conocería como demencia
vascular o demencia multinfarto. El debate tras la presentación, re-
sumido por los autores del libro, resulta ilustrativo, tanto por su
desarrollo como por su contenido: Die arteriosklerotische Atrophie
des Gehirns (La atrofia arteriosclerótica del cerebro). Neurologisches
Centralblatt 13, publicado el año siguiente con el mismo título en
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Me-
dizin.
En esta Reunión se debatió, entre otros temas, la consideración
de los enfermos mentales en el Proyecto de Código Civil del Im-
perio Alemán, de lo que los autores nos informan profusamente.

XXVII
A continuación de la Reunión de Dresde, se celebra la LXVI
Reunión de Científicos Alemanes en Viena (24-30 de septiem-
bre). Alzheimer presenta sus estudios sobre la parálisis progresiva en
la pubertad, a partir de tres casos que describe con todo detalle y
que serían publicados en 1896: Die Frühform der progressiven Pa-
ralyse (La parálisis general progresiva en su forma temprana) Allge-
meine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 52.
En 1895 Alzheimer dio cuenta en otra publicación sobre
cinco pacientes con parálisis general y psicosis epilépticas en los
que había conseguido producir ilusiones ópticas mediante la pre-
sión del globo ocular (el llamado experimento de Liepmann) y
demuestra la inespecificidad del signo clínico: Über die durch
Druck auf den Augapfel hervorgerufenen Visionen, (Sobre visiones
producidas por presión en el globo ocular) Zentralblatt der Nerven-
heilkunde und Psychiatrie 18.
Sorprende, ante el exhaustivo trabajo de documentación lle-
vado a cabo por los autores, que no se cite en estas fechas el tra-
bajo Kolloide Entartung des Gehirns (Degeneración coloide del ce-
rebro). Neurologisches Centralblatt 14, que aparece citado en otras
revisiones bibliográficas sobre Alzheimer, al que probablemente
se refieren someramente al hablar de la reunión de la Asociación
de Psiquiatras Alemanes en Hamburgo en 1895.
Además del interés por la psiquiatría clínica y la histopato-
logía de las enfermedades nerviosas que, por otra parte, Alzhei-
mer consideraba debían estar unidas, otro de los campos en los
que trabajó fue la psiquiatría forense.
En 1896 publicó en Archivos de Psiquiatria y Enfermedades
Nerviosas (Archiv der Psychiatrie und Nervenkrankheiten, 28) el
caso de Oskar M., un estafador y fetichista, con el título, hoy ex-
cesivamente llamativo, de Ein geborener Verbrecher (Un criminal
nato). Este caso, da pie a los autores para comentar las obras de
Cesare Lombroso y Benedict Morel relacionadas con el tema.
Este mismo año, Alzheimer participó en la Reunión de
Científicos y Médicos Alemanes en Francfort con una confe-
rencia titulada Über die anatomische Ausbreitung des paralytischen
Degenerationsprozesses (La diseminación anatómica de los procesos
degenerativos en la parálisis) Neurologisches Zentralblatt 15.

XXVIII
También en 1896 participó en la Reunión Anual de la Aso-
ciación de Psiquiatras Alemanes en Heidelberg, sobre arterioscle-
rosis severa: Fünf Faelle, in welchen sich neben einer hochgradigen
Arterio-sklerose der Gefässe disseminierte Herde in der Rinde, den
Markleisten und im tiefen Mark finden (Cinco casos en los que coin-
cide severa arteriosclerosis de los vasos y focos diseminados en el cortex
y sustancia blanca profunda) Centralblatt für Nervenheilkunde und
Psychiatrie 7.
En 1897 participó en la XXII Reunión Itinerante de Psi-
quiatras y Neurólogos del Suroeste de Alemania en Baden-Baden
disertando sobre el delirium agudo: Das Delirium acutum (El de-
lirio agudo) Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie 2.
A partir de los casos clínicos de P D., M. S. y M. D., estudia-
dos clínicamente durante 1896 y que Alzheimer incluye dentro de
las psicosis por agotamiento y poco después estudia anatomopato-
lógicamente (sorprende la rápida muerte de los pacientes si consi-
deramos que MS y MD tenían 17 y 32 años respectivamente), pu-
blica sus conclusiones en 1897: Beiträge zur pathologischen
Anatomie der Hirnrinde und zur anatomischen Grundlage einiger
Psychosen (Contribución a la anatomía patológica del cortex cere-
bral y a las bases anatómicas de algunas psicosis) Monatsschrift für Psy-
chiatrie und Neurologie 2.
Los autores no ofrecen referencias a otras actividades y pu-
blicaciones científicas de Alzheimer durante 1897, sin embargo
en otras revisiones bibliográficas se recogen la conferencia titu-
lada Über rückschreitende Amnesie bei der Epilepsia (Sobre la am-
nesia retrógrada en la epilepsia). Centralblatt für Nervenheilkunde
und Psychiatrie 8, el artículo Ein Fall von luetischer Meningomye-
litis und encephalitis (Un caso de meningomielitis y encefalitis lué-
tica) Archiv für Psychiatrie 29, 63; 17 págs. y 1 lám. con ilustra-
ciones, y el titulado Über perivasculäre Gliose (Sobre la gliosis
perivascular) Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-ge-
richtliche Medizin 53, 863; 3 págs.
En 1898 publica de manera más amplia la conferencia pro-
nunciada en Hamburgo en 1895 Die Colloidentartung des Gehirns
(Degeneración coloide del cerebro) Archiv für Psychiatrie 30; 37 págs.
y 1 lám. con ilustraciones.

XXIX
Poco después publica un artículo sobre la demencia senil
con referencias a un caso de demencia presenil y también con re-
ferencias a Otto Binswanger, que acuñará el término: Neuere
Arbeiten über die Dementia senilis und die auf atheromatoser
Gefässerkrankung basie-renden Gehirnkrankheiten (Últimos estu-
dios sobre la demencia senil y enfermedades cerebrales causadas por
enfermedad vascular ateromatosa) Monatsschrift für Psychiatrie
und Neurologie 3.
Ese mismo año publica los resultados anatomoclínicos de su
estudio sobre los casos de Theodor H. y Katarina Anna K., con
el título Ein Beitrag zur pathologischen Anatomie der Epilepsía
(Contribución a la anatomía patológica de la epilepsia) Mo-
natsschrift für Psychiatrie und Neurologie 4.
A finales de 1898 participó en La Reunión de Psiquiatras
del Suroeste de Alemania en Heidelberg, con una conferencia ti-
tulada Beitrag zur pathologischen Anatomie der Seelen-stoerungen
des Greisenalters (Contribución a la anatomía patológica de los
trastornos mentales en la vejez) Neurologisches Centralblatt 18,
1899.
Durante los años 1899 y 1900, la producción científica de
Alzheimer, al menos en cuanto a publicaciones, es prácticamen-
te nula. Solo se conocen referencias del publicado en 1900 con el
título: Einiges zur pathologischen Anatomie der chronischen Geis-
tesstoerungen (Sobre la anatomía patológica de los trastornos men-
tales crónicos) Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-
gerichtliche Medizin 57.
Durante estos años, la situación ha mejorado en la Institu-
ción para Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort, y entre
estas mejoras se encontraba el aumento de la plantilla médica, de
tal manera que además de Sioli, Nissl y Alzheimer, había otros
dos médicos contratados.
Entre las figuras que desfilaron en esa época y con las que
Alzheimer tuvo inexcusablemente relación directa, merecen es-
pecial mención: Raecke, Brodman y Friedlander.
También en el plano personal estos años fueron fructíferos
para Alzheimer. En 1892 es requerido por Wilhelm Erb para
tratar a Otto Geisenheimer, afecto de parálisis progresiva, en-

XXX
fermedad sobre la que Alzheimer tenía una reconocida expe-
riencia. El paciente, sin embargo, murió el 18 de marzo del mis-
mo año.
La relación establecida con la familia del enfermo, culmina
con el matrimonio de Alzheimer con su viuda Cecilie Simo-
nette Natalie, primero civil y posteriormente, tras convertirse Ce-
cilie al catolicismo (era judía), eclesiástico. Franz Nissl actuó
como padrino en el enlace.
Los autores se muestran prolijos en detalles en relación con el
enlace, nos informan incluso del menú y del nombre de la don-
cella de Cecilie. Sin embargo no mencionan qué sucede con la
hija de Otto Geisenheimer, Marion, de cinco años y al parecer
también afecta de parálisis progresiva. Probablemente fuera hija
de un anterior matrimonio del comerciante.
Poco después del enlace católico celebrado el 14 de febrero
de 1895, diez meses después del civil, nace Gertrud el 10 de
marzo, de la que Nissl fue padrino de bautismo.
Este año, la estrecha colaboración profesional con Nissl se ve
modificada cuando este se traslada a Heidelberg para trabajar
con Emil Kraepelin. A partir de ahora y hasta que vuelvan a jun-
tarse en Heidelberg, la relación se limita a algunos encuentros
ocasionales.
Con la marcha de Nissl, Alzheimer pasa a ocupar su puesto
de Segundo Médico (Jefe Clínico) de la institución, con nom-
bramiento de fecha 21 de julio de 1896.
Dos días después de este nombramiento, nace el segundo
hijo del matrimonio Alzheimer, Hans. El tercero de ellos, María,
nacería en agosto de 1900.
En febrero de 1901 muere la esposa de Alzheimer. Elisa-
beth, su hermana, se ocupa de los niños y de la casa. Alzheimer
se vuelca de nuevo en su trabajo.
Así, colabora y participa activamente en el proyecto de su
jefe Sioli de construir una colonia rural de enfermos mentales,
También es durante este año, a finales, cuando conoce y ex-
plora a Auguste D, según vimos con anterioridad.
En 1902 solicita la dirección de una Institución Regional, so-
licitud que no prospera.

XXXI
En esos momentos Kraepelin le invita a trabajar con él en
Heidelberg. Su amigo Nissl, a la sazón Catedrático extraordina-
rio, insiste y logra convencerle, y el 1 de marzo de 1902 deja
Francfort para incorporarse en Heidelberg.
Allí Alzheimer se encuentra con un laboratorio en el que tra-
bajan, además de su amigo Nissl, diversos investigadores de
otros países en un ambiente propicio para el desarrollo de la
ciencia. Sin embargo, no sucede igual con el resto del Hospital.
La situación en él es insostenible: saturación, problemas econó-
micos derivados de ella,…
No resulta sorprendente, ante lo anteriormente expuesto,
que durante estos años las conferencias y publicaciones de Alz-
heimer sean casi nulas. En concreto, durante 1901 no se registra
ninguna de ellas y en 1902 únicamente: Die Seelenstoerungen auf
arteriosklerotischer Grundlage (Alteraciones mentales causadas por la
arteriosclerosis) Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und psychisch-
gerichtliche Medizin 59, 695; 17 págs. y Über atypische Paralisen
(Sobre parálisis atípicas) Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und
Psychisch-gerichtliche Medizin 59, 170; 5 págs.
En junio de 1903 Kraepelin consigue la Cátedra de Múnich
vacante tras la muerte de Antón Bumm, y Alzheimer le sigue, se-
parándose nuevamente de Nissl.
Al igual que hicieran con la figura de Hoffman y con la Ins-
titución de Francfort al hablar de la incorporación de Alzheimer,
los autores se explayan con las figuras de Kraepelin y sus prede-
cesores von Gudden, Grashey y Bumm, así como con la historia
y características del Real Hospital Clínico Psiquiátrico de la
Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich.
A su llegada a Múnich, Kraepelin se encuentra con el pro-
yecto de nuevo hospital iniciado por Bumm y, siguiendo la cos-
tumbre de la época, al igual que hiciera Hoffman, visita diversos
hospitales para recabar información. Ya en su hospital, fue asis-
tido por Alzheimer en el acondicionamiento del mismo hasta la
inauguración efectuada en noviembre de 1904.
En la plantilla del Hospital Clínico no había ninguna plaza
para Alzheimer, y Kraepelin hubo de crear la figura de ayudante
investigador para oficializar su relación laboral con el mismo.

XXXII
Aunque esta plaza no estaba remunerada, no fue una situación
excepcional, puesto que en igual situación estuvieron Rüdin,
Plaut e Isserlin.
Al poco tiempo de llegar a Múnich presenta su memoria
para la habilitación docente en la especialidad de Psiquiatría, que
no había presentado en Heidelberg dado el corto periodo de
tiempo que allí pasó. Probablemente, la preparación de la Me-
moria, junto a las circunstancias familiares y laborales comenta-
das, sea la causa de sus escasas comunicaciones y publicaciones
durante los dos años anteriores.
La Memoria lleva por título Histologische Studien zur Diffe-
rentialdiagnose der progressiven Paralyse (Estudios histológicos sobre
el diagnóstico diferencial de la parálisis progresiva) y consta de
297 páginas con catorce láminas, en las que Alzheimer resumió
sus investigaciones sobre 320 casos de parálisis general progresi-
va estudiados en Francfort, y que es informada muy favorable-
mente por Kraepelin y Bollinger. Fue publicada ese mismo año
en Nissl’s histologische und histopathologische Arbeiten 1.
El 23 de julio de 1904 desarrolla la lección magistral sobre el
tema Las demencias histéricas, y el 10 de agosto Alzheimer es
nombrado profesor de la Universidad.
El tema de la memoria da pie a los autores a una amplia re-
censión sobre la parálisis progresiva, de gran interés histórico,
que contempla aspectos epidemiológicos sobre su relación con la
sífilis, supuestos etiológicos, datos clínicos, y su diagnóstico di-
ferencial con otras enfermedades. En 1905 Schaudinn y Hoff-
man descubren el agente patógeno de la sífilis, un año después
Wassermann y Neisser descubren en Berlín la reacción que po-
sibilita el diagnóstico de la enfermedad en vida, y finalmente
Bumke en 1917 zanja la polémica sobre la relación entre ambas
con la frase «Solo se produce parálisis donde hay sífilis». Los auto-
res nos informan también sucintamente de la historia del trata-
miento de la sífilis.
Al apartado dedicado en el libro a la Habilitación docente, si-
gue otro titulado Vida familiar, con información obtenida por
los autores en entrevistas con los nietos de Alzheimer. Algunas
fotografías complementan gráficamente el texto: la casa de cam-

XXXIII
po en Wessling, una insospechada de Alzheimer saltando a la
comba y otra de Alzheimer con Kraepelin, Nissl y Gaup duran-
te una excursión.
En los tres apartados siguientes del libro titulados En el la-
boratorio anatómico, Responsabilidad como Jefe Clínico y Los fru-
tos del trabajo, se producen en el texto, casi es una constante de
toda la obra, frecuentes saltos, en ambos sentidos, en el tiempo,
que dificultan su lectura y comprensión, por lo que me he per-
mitido resumirlos cronológicamente siempre que ha sido posible.
En cuanto al trabajo, Alzheimer se hace cargo de la dirección
del laboratorio al marchar Nissl a ocupar la Cátedra de Heidel-
berg. El laboratorio recibe a muchos médicos extranjeros, entre
ellos a Nicolás Achúcarro y, aunque no se refiera en el libro a
Gonzalo Lafora, Lewy, Cerleti, Bonfiglio, Perusini, Creutzfeldt,
Jacob, von Ecónomo, Merzbacher y otros muchos a los que
Alzheimer enseña y estimula.
Una vez realizada la Habilitación, reanuda la participación en
congresos y reuniones y sus publicaciones. En 1904 pronunció
en Baden-Baden una conferencia con el título Delirium alcoho-
licum febrile de Magnan, en la que presentó tres casos, que se su-
maban a su amplia experiencia al respecto adquirida en Franc-
fort, donde exploró a 160 pacientes con delirio.
El mismo año publica sus estudios sobre la histopatología de la
idiocia, con declaraciones no solo de interés clínico y patológico,
sino también sociales; Einiges über die anatomischen Grundlagen
der Idiotie (Algunos resultados sobre las bases anatómicas de la idiocia)
Centralblatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie 15, 497; 9 págs.
En 1905 presenta su trabajos: Haben wir bei den verschiede-
nen Geisteskrankheiten mit anatomischem Befund einen histologisch
annähernd gleichen Krankheitsprozess vorauszusetzen? (¿Puede pos-
tularse mediante los resultados anatómicos un proceso histopatológico
similar en diferentes enfermedades mentales?) Neurologisches Cen-
tralblatt 24, 680; 3 págs. y el titulado Progressive Paralyse und en-
darteriitische Hirnlues (Parálisis progresiva y endarteritis luética ce-
rebral) Centralblatt für Nervenheilkunde 16, 443; 3 págs., al
primero de los cuales se hace en el texto una referencia indirecta,
mientras que el segundo no figura.

XXXIV
En 1906 se ve obligado, a instancias de su jefe Kraepelin, a
aceptar el puesto de Jefe Clínico en sustitución de Gaupp, con lo
cual suma a la actividad investigadora y docente la asistencial y la
carga que suponen las frecuentes sustituciones a su jefe.
Durante este año publica Über den Abbau des Nervengewebes
(Sobre la degradación del tejido nervioso) Allgemeine Zeitschrift für
Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 63, 568; 5 págs., y
Zur pathologischen Anatomie der Paralyse und der paralyseähnli-
chen Erkrankungen (Sobre la anatomía patológica de la parálisis y
enfermedades parálisis-like) Münchener Medizinische Wochenschrift
53, 1643; 1 pág. a los que no se hace referencia en el texto.
En 1906 muere en Francfort Auguste D., el día 8 de abril.
Sioli remite a Alzheimer la historia clínica y el cerebro de la pa-
ciente.
La historia clínica contiene, además de las anotaciones refe-
ridas en el capítulo primero del libro, referencias a la situación
clínica de la enferma y a su evolución. Tras la última anotación
de Alzheimer en junio de 1902, se refieren notas evolutivas atri-
buidas a Nistche con diversas fechas, así como relación de los tra-
tamientos efectuados, para finalizar con la relación de sus últi-
mos días hasta la fecha de su muerte.
El material remitido por Sioli contenía además, como es ló-
gico, el informe de la autopsia en el que se informaba que la cau-
sa de la muerte había sido una sepsis secundaria a úlceras de de-
cúbito (se reflejan en la historia de A. D. desde primeros de
1906), neumonía bilateral y nefritis. En cuanto al diagnóstico
neuropatológico macroscópico, se informaba como: leve hidro-
cefalia externa e interna, hidropesía en los ventrículos cerebrales
externos e internos, atrofia cerebral y ¿arteriosclerosis de los vasos
cerebrales pequeños?
Alzheimer resume todos los datos de la historia en una ficha
y se dispone a estudiar el cerebro con la ayuda de sus colabora-
dores Perusini y Bonfiglio. Encuentran una atrofia de la corteza
con citólisis generalizada, una patología extraña en las neurofi-
brillas, fuertes excrecencias de la neuroglia fibrosa y numerosas
células gliales con forma de varilla; además encuentran sedi-
mentos de productos metabólicos en forma de placas en toda la

XXXV
corteza cerebral con signos leves de neovascularización. Las alte-
raciones descritas de las neurofibrillas son mucho más pronun-
ciadas que las encontradas en pacientes de edad mucho más
avanzada.
El 3 de noviembre de 1906, en la XXXVII Reunión de Psi-
quiatras del Suroeste de Alemania celebrada en Tübingen, en la
que participaron figuras de la Neurología y Psiquiatría como
Bumke, Binswanger, Curschmann, Döderlein, Gaupp y Ho-
che, entre otros, hasta 88 participantes, Alzheimer presenta el
caso clínico de Auguste D. y los resultados anatomopatológicos
con la proyección de cuatro imágenes.
La presentación de Alzheimer titulada: Über einen eigenarti-
gen, schweren Erkrankungsprozess der Hirnrinde (Sobre un proceso
patológico peculiar grave del córtex cerebral) Neurologisches Cen-
tralblatt 25, 1134, no suscitó ningún debate y pasó desapercibi-
da en el seno de una reunión marcada por la polémica suscitada
por el psicoanálisis de la que los autores informan con profusión
de detalles.
El año siguiente, la conferencia se publica íntegramente mo-
dificando ligeramente el título: Über eine eigenartige Erkrankung
der Hirnrinde (Sobre una enfermedad peculiar del córtex cerebral)
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychich-gerichtliche Me-
dizin 64, 146; 3 págs.
Sin perder de vista los posibles casos de demencia presenil,
sobre los que encarga especial atención a su colaborador Perusi-
ni, Alzheimer parece diversificar su interés investigador.
Este mismo año de 1907 publica un artículo titulado Einige
Methoden zur Fixierung der zelligen Elemente der Cerebrospinal-
flüssigkeit (Algunos métodos de fijación de los elementos celulares del
líquido cefalorraquídeo) Centralblatt für Nervenheilkunde und
Psychiatrie 18, 449; 3 págs., pronuncia una conferencia en Franc-
fort en el seno de la Reunión de la Asociación Alemana de Psi-
quiatría sobre epilepsia congénita: Die Gruppierung der Epilepsie
(La categorización de la epilepsia) Allgemeine Zeitschrift für Psy-
chiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 64, 418; 4 págs.
También en 1907, probablemente producto de su interés
por la psiquiatría forense, publica un interesante artículo sobre el

XXXVI
aborto y sus indicaciones en diversas enfermedades mentales y en
la epilepsia: Über die Indikationen für eine künstliche Schwan-
gerschaftsunterbrechung bei Geisteskranken (Sobre la indicación
del aborto inducido en pacientes mentales) Münchner Medizinische
Wochenschrift 54, 1617; 5 págs.
Sobre su tema favorito, la parálisis, publicó ese mismo años
dos artículos: Die stationäre Paralyse (La parálisis estacionaria)
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche
Medizin 64, 670; 8 págs y de manera más amplia Die Frage der
stationären Paralyse der Irren (La cuestión de la parálisis estacio-
naria en los dementes) Centralblatt für Nervenheilkunde und Psy-
chiatrie 245; 18 págs. sobre los que tampoco nos informan los
autores.
Durante todo el año de 1908, Alzheimer no publica ningún
artículo ni conocemos referencias a ninguna conferencia pro-
nunciada. Sabemos que entre sus responsabilidades como Jefe
Clínico se encontraba la de sustituir a su jefe Kraepelin durante
sus ausencias. Entre 1907 y 1909, estas sustituciones fueron seis,
alguna de ellas muy prolongada. Probablemente esta sea la causa.
En 1909, tras repetidas solicitudes a su jefe, deja la plaza de
Jefe Clínico, que pasa a ocupar Rüdin, para dedicarse de lleno a
la investigación y la docencia y publica el estudio Die syphilitis-
chen Geistesstörungen (Los trastornos mentales sifilíticos) Allgemei-
ne Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 66,
920; 10 págs.
Este año, Perusini publica cuatro casos de demencia en edades
tempranas (uno de ellos el de Auguste D.) en cuyo estudio, sin
duda, participó Alzheimer: Über klinische und histopathologische
eigenartige psychische Erkrankungen des späteren Lebensalters (Sobre
enfermedades psíquicas en edades avanzadas con peculiaridades clí-
nicas e histológicas) Histologische Arbeiten über die Groβhirnrinde
unter besonderer Berücksichtigung der pathologischen Anatomie der
Geisteskrankheiten, 3.er vol, págs: 297-351 (Trabajos histológicos so-
bre la corteza cerebral con especial atención a la anatomía patológi-
ca de las enfermedades mentales), que dirigían Alzheimer y Nissl.
Casi a modo de compensación, en 1910 publica un extenso
estudio sobre la neuroglia: Beiträge zur Kenntniss der pathologis-

XXXVII
chen Neuroglia and ihrer Beziehungen zu den Abbauvorgaengen
im Nervengewebe (Contribuciones al conocimiento de la patología
de la neuroglia y sus vínculos con el proceso de degradación de los te-
jidos neuronales) (Nissl’s-Alzheimer’s) Histologische und Histo-
pathologische Arbeiten. Band 3, 401; 162 págs. y 8 láms. con ilus-
traciones.
También durante este mismo año publica: Über Degenera-
tion und Regeneration an der peripheren Nervenfaser (Sobre la de-
generación y regeneración de las fibras nerviosas periféricas) Zeitsch-
rift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 654; 2 págs. y Die
diagnostischen Schwierigkeiten in der Psychiatrie (Las dificultades
diagnósticas en Psiquiatría) Zeitschrift für die gesamte Neurologie
und Psychiatrie 1, 1, en la revista de la que era editor junto con
Max Lewandowsky.
El 15 de julio de este año aparece el segundo volumen del
Manual de Psiquiatría para médicos y estudiantes de Kraepelin
(Psychiatrie. Ein Lehrbuch für Studierende und Ärzte), dedicado a
la Psiquiatría Clínica, en el que aparece por primera vez la de-
nominación Enfermedad de Alzheimer. Los autores transcriben la
minuciosa descripción clínica y patológica que Kraepelin hace así
como nos informan de las posibilidades de tratamento en la
época.
En 1911 publica Über die anatomische Grundlage der Hun-
tingtonschen Chorea und der choreatischen Bewegungen überhaupt
(Sobre las bases anatómicas de la corea de Huntington y los movi-
mientos coréicos en general) Zeitschrift für die gesamte Neurologie
und Psychiatrie 3, 566; 2 págs. y un curioso artículo de gestión sa-
nitaria titulado Ist die Einrichtung einer psychiatrischen Abteilung
im Reichsgesundheitsamt erstrebenswert? (¿Es deseable crear un de-
partamento psiquiátrico en el Servicio de Salud Imperial?) Zeitschrift
für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 6, 242; 5 págs.
Este año, ve la luz otro de los artículos significativos en rela-
ción con la enfermedad bautizada el año anterior con el epónimo
de Alzheimer. Desde el 12 de noviembre de 1907 en que ingre-
só, hasta la fecha de su muerte el 3 de octubre de 1903, Alzhei-
mer había estudiado clínicamente a Johann F., de 59 años, que
presentaba una clínica similar a la de Auguste D. Tras el estudio

XXXVIII
de su cerebro, publica los resultados Über eigenartige Krank-
heitsfälle des späteren Alters (Sobre casos patológicos peculiares en
edad avanzada) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psy-
chiatrie 4, 356; 30 págs y 2 láms. con ilustraciones.
En 1912 obtiene la Cátedra de Breslau (hoy Wroclaw, Polo-
nia) que previamente desempeñaba Bonhoeffer, frente a presti-
giosos psiquiatras como Bleuler, Schöder y Bumke. Entre los do-
cumentos que los autores nos ofrecen, se encuentra el contrato
de condiciones suscrito entre Alzheimer y el Ministerio de Edu-
cación y el nombramiento firmado por Guillermo II en Molde el
16 de julio de 1912.
En agosto de ese año, la familia se traslada a Breslau. Alzhei-
mer se siente enfermo, no obstante se incorpora inmediatamen-
te a su trabajo.
Al inicio de este capítulo, el sexto de la obra, los autores
nos informan, a modo de introducción, como en anteriores oca-
siones, de las figuras que precedieron a Alzheimer. Además del
mencionado Bonhoeffer, Neumann y Wernicke, y de las carac-
terísticas del centro hospitalario. También nos informan sobre el
trabajo desempeñado y sus colaboradores: Mann, Förster (que
posteriormente sería el psiquiatra de Lenin), Stertz (que se con-
vertiría en yerno de Alzheimer).
De 1912, conocemos tres trabajos de Alzheimer que no se
refieren en el libro: Ein Beitrag zur Klinik und pathologischen
Anatomie der Westphal-Struempellschen Pseudosklerose (Contri-
bución a la clínica y anatomía patológica de la pseudoesclerosis de
Westphal-Struempel) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und
Psychiatrie 8, 183; 27 págs. y 1 lám. con ilustraciones, en la que
figura como segundo autor tras von Hoesslin; Ergebnisse auf
dem Gebiete der pathologischen Histologie der Geistesstoerungen
(Resultados en el campo de la histopatología de los trastornos men-
tales) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 5, 753;
28 págs. y Die Bedeutung der Symptomenkomplexe in der Psy-
chiatrie, besonders im Hinblick auf das manischdepressive Irresein
(La importancia de los complejos de síntomas en Psiquiatría , espe-
cialmente en relación con los trastornos maniaco-depresivos) Zeitsch-
rift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 806; 5 págs.

XXXIX
También durante el mismo año escribió el trabajo titulado
Über eine eigenartige Erkrankung des zentralen Nervensystems mit
bulbären Symptomen und schmerzhaften spastischen Krampf-
zuständen der Extremitäten (Sobre una enfermedad peculiar del sis-
tema nervioso central con síntomas bulbares y contracciones espás-
ticas dolorosas en las extremidades) Zeitschrift für die gesamte
Neurologie und Psychiatrie 33, 45; 15 págs. y 1 lam con ilustra-
ciones, que fue editado por Spielmeyer en 1916, tras su muerte.
En 1913, participa activamente en la Reunión de la Asocia-
ción de Neuropsiquiatras de Breslau a pesar de encontrase en-
fermo. Al final de la reunión es convencido para recibir trata-
miento en la ciudad balneario de Wiesbaden.
No obstante su situación física, publica durante ese año di-
versos artículos, generalmente en la revista que dirigía: Über
noch nicht genauer bekannte paralyseaehnliche Krankheitsbilder
(Sobre trastornos parálisis-like de origen poco conocido) Zeitschrift
für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 1074; 2 págs.; Über die
Abbauvorgaenge im Nervensystem (Sobre los procesos de degradación
del sistema nervioso) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und
Psychiatrie 81; 2 págs.; Beitraege zur pathologischen Anatomie der
Dementia praecox (Contribuciones a la anatomía patológica de la
dementia praecox”) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psy-
chiatrie 621; 2 págs. y Über zwei verschiedene Typen von Entwic-
klungshemmungen des Gehirns (Sobre dos tipos de malformaciones
del desarrollo cerebral) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und
Psychiatrie 289; 2 págs.
También participa en el homenaje al profesor Sioli con mo-
tivo de su 25 aniversario como director del Hospital Psiquiátrico
de Francfort con un extenso artículo: 25 Jahre Psychiatrie. Ein
Rueckblick anlaesslich des 25jaehrigen Jubilaeums von Prof. Dr.
Emil Sioli als Director der Frankfurter Irrenanstalt (25 años de Psi-
quiatría. Un recorrido panorámico con motivo del 25 aniversario
del Prof. Dr. Emil Sioli como Director de la Institución Psiquiátri-
ca de Franfurt) Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiter 52,
853; 14 págs.
La vida y actividad científica de Alzheimer durante 1914 y
1915 se refiere en un apartado, apropiadamente titulado La

XL
Psiquiatría en tiempos de guerra. Durante este periodo, pronunció
diversas conferencias: Tödliche Auswirkungen des Krieges auf Ner-
vensystem und Psyche (Efectos letales de la guerra sobre el sistema
nerviosos y la psique) en 1915 y Der Krieg und die Nerven (La
guerra y los nervios) en 1915, y realizó varias publicaciones: Über
einen Fall von Poliomyelitis bulbi et cerebelli (Un caso de polio-
mielitis bulbo et cerebelli) Zeitschrift für die gesamte Neurologie
und Psychiatrie 534; 1 pág., Über einen Fall von «hysterischer
Bulbaerparalyse» (Un caso de parálisis bulbar histérica) Zeitschrift
für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 534; 2 págs. y Über den
gegenwaertigen Stand der Lehre von der Epilepsia (Sobre la situa-
ción actual de la enseñanza en epilepsia) Deutsche medizinische Wo-
chenschrift 40, 1451; 1 pág.
De 1915 solo conocemos un pequeño artículo de Alzheimer,
el último que escribiera: Faelle von Methylalkoholvergiftung (Ca-
sos de intoxicación por alcohol metílico) Deutsche medizinische
Wochenschrift 41, 635; 1 pág.
En 1915 Alzheimer está cada vez más enfermo. En mayo su
hija Gertrud se casa con Stertz. La correspondencia de este con
Gaupp y los comentarios escritos de este y algunos amigos nos
informan de que su situación clínica se agrava progresivamente
hasta que finalmente, el 19 de diciembre (el mismo día en que
empezara su actividad en Francfort 27 años antes) Alois Alzhei-
mer fallece a los 51 años de edad.
El 23 de diciembre de 1915 fue enterrado junto a su esposa
Cecilie en el cementerio de Francfort del Meno.
El séptimo y último capítulo del libro lleva por título El Alz-
heimer: una enfermedad de largo recorrido y relata la historia de a
enfermedad desde las primeras descripciones clínicas de Alzhei-
mer y la denominación por Kraepelin como Enfermedad de Alz-
heimer hasta la época actual.
La primera referencia es al histólogo español Gonzalo Ro-
dríguez Lafora, de quien sabemos, aunque no sea mencionado
en el libro, que estuvo en 1909 en Berlín y Múnich y trabajó en
el laboratorio de Alzheimer, becado por la Junta de Ampliación
de Estudios. Lafora le remitió para su publicación el primer
caso de Enfermedad de Alzheimer conocido en América: Beitrag

XLI
zur Kenntnis der Alzheimerschen Kranheit oder präsenilen De-
menz mit Herdsymptomen (Contribución al conocimiento de la
Enfermedad de Alzheimer o demencia presenil con síntomas focales)
Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie 6:15-20.
Ni Kraepelin (a excepción de en el mencionado manual) ni
Nissl utilizan el término de Enfermedad de Alzheimer. Spielme-
yer, que sucede a Alzheimer en Múnich, sí lo menciona en sus
escritos.
Es Stertz, yerno de Alois, quien tras la muerte del mismo re-
gresó a Múnich con Kraepelin, quien en 1921 publicó 22 casos
de dicha enfermedad: Zu Fragen der Alzheimerschen Krankheit
(Sobre cuestiones relacionadas con la Enfermedad de Alzheimer)
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche
Medizin 37:336-339.
En 1926 y 1927, Grünthal comunica sendos trabajos en los
que concluye que no es posible diferenciar desde el punto de vis-
ta histológico, la Enfermedad de Alzheimer de la demencia senil:
Über die Alzheimersche Krankheit (Sobre la Enfermedad de Alz-
heimer”) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie
101:128-157 y Klinisch-anatomisch vergleichende Untersuchungen
über den Greisenblödsinn (Estudios comparativos clínico-anatómi-
cos de la demencia senil) Zeitschrift für die gesamte Neurologie
und Psychiatrie 111:766-818.
En 1932 Schottky publica 19 casos, de los cuales nueve se
corresponden al concepto estricto de Enfermedad de Alzhei-
mer. Uno de estos casos, Eugenie D., constituye el primero de la
historia en que se reconoce un componente genético, registrán-
dose demencia en cuatro generaciones y señalándose el adelan-
tamiento generacional, el comienzo de los síntomas de forma
más temprana en cada generación posterior. En este caso, se re-
gistran además los resultados de una neumoencefalografía, que
mostró, como era de esperar, una atrofia cortico-subcortical de
predominio frontal. Über präsenile Verblödungen (Sobre demencias
preseniles) Zeitschrift für die gesamte Neurologie und Psychiatrie
1140:333-397
Cuatro años después, se reune en agosto de 1936 la Asocia-
ción de Neurólogos y Psiquiatras Alemanes, en la que Pittrich

XLII
presenta un caso clínico de demencia senil con abundante do-
cumentación gráfica que incluye una filmación del paciente.
Durante los años de la Segunda Guerra Mundial y la post-
guerra, la documentación sobre la enfermedad es escasa.
En 1964 Elfriede Albert publica, de forma ampliada, los re-
sultados comunicados en una conferencia en 1962, sancionando
el hecho de que Enfermedad de Alzheimer y demencia senil
son un mismo proceso patológico, aunque reconociendo una
evolución más rápida en la primera: Senile Demenz und Alzhei-
mersche Krankheit als Ausdruck des gleichen Krankheitsgeschehens
(Demencia senil y Enfermedad de Alzheimer como manifestaciones
de una misma patología) Forschritte der Nerologie und Psychiatrie
12:625-672.
Esta opinión se consolidó en 1967 en Lausana, aunque en
muchos círculos médicos se siguió utilizando el epónimo Alz-
heimer para la forma presenil de demencia. De igual manera, la
correlación entre demencia senil y arteriosclerosis cerebral, a pe-
sar de numerosas publicaciones en contra, permaneció durante
años en el concepto y en la práctica médica.
Los autores acaban en estas fechas los aspectos médicos de la
Historia de la Enfermedad de Alzheimer. El desarrollo de los as-
pectos más actuales, con la proliferación de investigaciones y
publicaciones hubiera supuesto un libro mucho más extenso.
Tras estas pinceladas históricas, con un sesgo evidente, dado
que se refieren fundamentalmente al ámbito germánico, e in-
cluso dentro de él, polarizadas hacia las «escuelas» de Francfort y
Múnich, los autores abordan aspectos sociales de la enfermedad,
en relación fundamentalmente con algunos personajes famosos
de la historia reciente que han padecido la enfermedad: Rita
Hayworth y Ronald Reagan en América, y la referencia local a
Herbert Wehner, portavoz del Grupo Parlamentario Socialista en
el Parlamento alemán, al que podríamos añadir en nuestro me-
dio la referencia a la figura querida, respetada y admirada de
Adolfo Suarez.
Sorprende la ausencia de referencias en el texto a los trabajos
de M. Graeber, especialmente el publicado el año anterior a la
edición del libro: Rediscovery of the case described by Alois Alzhei-

XLIII
mer in 1911: historical, histological and molecular genetic analysis,
Neurogenetics. 1997;1(1):73-80, probablemente por encontrarse
en imprenta.
Completan el texto una serie de anexos con el árbol genea-
lógico de Alois Alzheimer, una Cronología con las fechas más se-
ñaladas de su biografía, una Notas sobre los textos, la Bibliogra-
fía, un Glosario de términos, un Índice onomástico y los créditos
de la documentación gráfica. Se ha suprimido de la edición es-
pañola un anexo con direcciones de interes (Asociaciones, Gru-
pos de Ayuda,…) para enfermos y familiares, por referirise ex-
clusivamente al ámbito alemán.
Sirva esta introducción crítica como homenaje personal a
Alois Alzheimer en las vísperas del 90 aniversario de su muerte y
a los enfermos en las del Centenario de la primera descripción de
la enfermedad.

Dr. J. J. RUIZ EZQUERRO


Salamanca, noviembre de 2005

XLIV
Capítulo 1
El historial de Auguste D.

26 de noviembre de 1901

—¿Cómo se llama?1
—Auguste.
—¿Apellido?
—Auguste.
—¿Cómo se llama su marido?
—Creo que Auguste.
—¿Su marido?
—Ah, bueno, mi marido...
—¿Está casada?
—En Auguste.
—¿Señora D.?
—Sí, en Auguste D.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí?
—Tres semanas.
—¿Qué sostengo en mi mano?
—Un cigarro.
—Correcto. ¿Y esto qué es?
—Un lápiz.
—Gracias. ¿Y esto?
—Un plumín de acero.
—También correcto. ¿Esto qué es, señora D.?
—Su monedero, doctor.
—Sí, correcto. ¿Y esto?
—Un libro.

1
Auguste D., la primera paciente de Alzheimer

—¿Y qué hay junto a mi cuaderno de notas?


—Un manojo de llaves.
—¿De qué se compone?
—De diversas llaves.

En realidad, el doctor Alzheimer, jefe clínico de la Institución


para Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno,
sólo pretende hacerse una idea de los ingresos del día anterior,
pero la historia clínica de esa enferma, que en un principio sólo

2
Una muestra de la escritura de Auguste D.

había ojeado, le sigue rondando la cabeza: Auguste D., esposa de


un funcionario de la Administración de Ferrocarriles, nacida el
16 de mayo de 1850...
Su médico asistente, el doctor Nitsche, había examinado a la
paciente entre las 10 y las 11 de la mañana del día anterior.
Hay algo especial en Auguste D., Alzheimer lo intuye. Se pro-
pone explorarla él mismo. Ese sombrío día de noviembre no
sabe aún que ha tomado la decisión más trascendente de su
vida.

3
A mediodía Auguste D. come coliflor y carne de cerdo.
—¿Qué está comiendo?
—¡Espinacas!
Mastica la carne.
—¿Qué está comiendo ahora?
—Primero me como las patatas y luego el rábano.
Alzheimer le vuelve a mostrar varios objetos. Poco después
ella ya no se acuerda de lo que se le ha mostrado. Entre medias
habla una y otra vez de «gemelos».
—Escriba «señora Auguste D.».
Ella escribe «señora», de lo demás no se acuerda. Si se le
dice cada palabra individualmente, la escribe. En vez de «Au-
guste» escribe «Auguse».
Por la tarde habla con mayor fluidez. Emplea palabras que
no se corresponden exactamente con un pensamiento, y muestra
una fijación enfermiza por una idea ya formulada.
Alzheimer está satisfecho con el resultado de su primer re-
conocimiento.
Le pone fecha y nombre a la prueba de escritura de Auguste
D. Por primera vez a lo largo de su carrera puede observar que
una paciente olvida su nombre en el momento de escribirlo.
Describe su comportamiento como «trastorno amnésico de la es-
critura» y decide seguir estudiando el caso.

28 de noviembre de 1901

Auguste D. se muestra desorientada y angustiada. Repite


constantemente: «No voy a dejar que me abran», comportándo-
se como si estuviera ciega, deambula, palpa la cara de otros pa-
cientes y estos la golpean. Si se le pregunta por lo que está ha-
ciendo, dice: «Tengo que ordenarlo todo».

4
La historia clínica de Auguste D. escrita por Alzheimer (26.11.1901)

29 de noviembre de 1901

Auguste D. es trasladada a una habitación de aislamiento,


donde permanece tranquila. Cuando entra Alzheimer, se la en-
cuentra en la cama de nuevo desorientada. Comienza una serie
exhaustiva de preguntas.
—¿Qué tal está?
—Tanto da uno como el otro... ¿Pero quién me ha dejado
aquí?

5
—¿Dónde se encuentra ahora?
—En este momento; no tengo por ahora, como dije, medios no
tengo. Habría que... yo misma no lo sé, no sé en absoluto. Dios mío,
¿qué podría?
—¿Cómo se llama?
—¡Señora D. Auguste!
—¿Cuándo nació?
—Mil ochocientos...
—¿En qué año nació?
—Este año, no, el año pasado.
—¿Cuándo nació?
—Mil ochocientos, no lo sé...
—¿Qué es lo que le he preguntado?
—Ah, D. Auguste...
—¿Tiene hijos?
—Sí, una hija.
—¿Cómo se llama?
—¡Thekla!
—¿Cuántos años tiene su hija?
—Está casada en Berlín, señora Wilke.
—¿Y dónde vive usted?
—Vivimos en Cassel.
—¿Y su hija dónde vive?
—Waldemarstrasse, no, otro...
—¿Cómo se llama su marido?
—No sé...
—¿El nombre de su marido?
—Mi marido no está aquí en este momento.
—¿Cómo se llama su marido?
La respuesta le sale de repente, rápidamente, como si se es-
tuviera despertando.
—August Wilhelm Karl; no sé si lo puedo dar así.
—¿Qué es su marido?
—Funcionario de la Administración, estoy tan confusa, tan
confusa, no puedo.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí?
—Unos dos días...

6
—¿Dónde se encuentra ahora?
—Esto será Wilhelmshöhe...
—¿Dónde está su vivienda?
—Pues, Francfort del Meno...
—¿En qué calle?
—Waldemarstrasse no, o sea otra, espere un momento; estoy
tan, tan...
—¿Está enferma?
—Hacia abajo, más la columna...
—¿Me conoce?
—Creo que ya me ha tratado dos veces; no, perdone, no puedo
tan...
—¿En qué año estamos?
—Mil ochocientos...
—¿Qué mes?
—El segundo mes.
—¿Cómo se llaman los meses?
Auguste D. enumera rápidamente los nombres de los meses,
todos y en el orden correcto.
—¿En qué mes estamos ahora?
—En el undécimo.
—¿Cómo se llama el undécimo mes?
—O sea, el último, no, no el último...
—¿Qué mes?
—No sé bien...
—¿De qué color es la nieve?
—Blanco.
—¿El hollín?
—Negro.
—¿El cielo?
—Azul.
—¿La pradera?
—Verde.
—¿Cuántos dedos tiene?
—Cinco.
—¿Ojos?
—Dos.

7
—¿Piernas?
—Dos.
—¿Cuántos pfennig hacen un marco?
—Cien.
—¿Cuánto cuesta un huevo?
—Seis u ocho.
—¿Seis u ocho, qué?
—Sí.
—¿Seis u ocho marcos?
—Sí, marcos.
Alzheimer le sigue preguntando por cosas cotidianas:
—¿Cuánto cuesta medio kilo de carne?
—Setenta.
—¿Setenta, qué?
—No sé...
—¿Un panecillo?
—Tres pfennig.
—¿2 × 3?
—6.
—¿9 × 7?
—63.
—¿12 × 19?
—27.
—¿6 × 8?
—48.
—¿4 × 12?
—48.
—Si compra seis huevos a siete pfennig cada uno, ¿cuánto es
en total?
—Escalfar.
—¿En qué calle vive?
—Sé decírselo, sólo tengo que esperar un momento.
—¿Qué es lo que le he preguntado?
—Entonces, esto es Francfort del Meno.
—¿En qué calle vive?
—Sé decírselo, Waldemarstrasse... No, no es.
—¿Cuándo se casó?

8
—En este momento no lo sé; pero esa mujer vive en el mismo
pasillo.
—¿Qué mujer?
—La mujer donde vivimos.
Luego exclama en voz alta: «Señora Hensler, señora Hensler,
señora Hensler... ella vive aquí, una escalera más abajo».
Alzheimer vuelve a mostrarle a Auguste D. objetos, le pide
que escriba y lea. Dice correctamente llave, lápiz y libro.
—¿Qué le he mostrado?
—No sé... no sé... tanto miedo, tanto miedo.
Alzheimer le muestra tres dedos.
—¿Cuántos dedos son?
—Tres.
—¿Todavía tiene miedo?
—Sí.
—¿Cuántos dedos le he enseñado?
—Entonces, es Francfort del Meno.
Alzheimer le presenta a Auguste D. objetos que debe reconocer
palpándolos con los ojos cerrados. Ella va nombrando rápidamente
y sin dificultad: cepillo de dientes, pan, panecillo, cuchara, cepillo,
vaso, cuchillo, tenedor, plato, monedero, moneda de marco, cigarro
y llave. Cree que una taza de hojalata es una jarrita de leche con una
cucharilla. Cuando abre los ojos, dice enseguida: «Una taza».
Escribir lo hace como en los días anteriores. Cuando tiene
que escribir «señora Auguste D.», escribe «señora», lo demás lo
ha vuelto a olvidar; hay que repetírselo una y otra vez. Al escribir
dice repetidamente: «Me he perdido, por así decirlo».
Al leer salta de una línea a otra, algunas líneas las lee cinco
veces. Parece no entender lo que lee, acentúa las palabras de
forma distinta a lo que sería normal. De repente le viene espon-
táneamente el apellido «Quilling»: «¿Seguro que usted conoce al
señor Quilling?». Ya no se le va de la cabeza el apellido «Qui-
lling» durante toda la sesión.

Hoy Alzheimer somete a Auguste D. también a un reco-


nocimiento físico, al mismo tiempo examina a fondo su estado
neurológico.

9
Exceptuando su delgadez, su estado físico general es normal.
El latido de la punta del corazón no se percibe, la matidez car-
diaca no está aumentada, no se ausculta el segundo tono pul-
monar, por lo general audible sobre la arteria pulmonar en su na-
cimiento.
Alzheimer se centra, sobre todo, en la exploración neuroló-
gica. Las pupilas reaccionan con normalidad cuando se les acer-
ca una luz, saca la lengua recta y apenas tiembla, pero la tiene
seca debido a una ingesta de líquidos insuficiente. No muestra
trastornos de articulación del lenguaje, aunque Auguste D. se in-
terrumpe a menudo mientras pronuncia las palabras, como si es-
tuviera desorientada o no supiera si está bien lo que dice. Usa
prótesis dental.
Durante el reconocimiento Auguste D. realiza todas las prue-
bas mostrando una comprensión rápida. No se muestra angus-
tiada, pero de pronto dice: «¡Acaba de gritar un niño! ¿Está
aquí?».
—¿Oye a menudo gritar a alguien?
—¡Usted ya conoce a la señora Quilling!
Cuando la sacan de la habitación de aislamiento para
llevarla a la cama, se agita, grita mucho, opone resistencia a
todo, muestra gran temor, y grita repetidamente: «¡No me abri-
rán... yo no me dejo abrir!».

30 de noviembre de 1901

Auguste D. va a menudo a la sala, agarra la cara de los otros


enfermos y los golpea. Puesto que nadie sabe por qué, se la aísla.
Alzheimer prosigue con sus pruebas imperturbable.
—No tengo ganas y tampoco tiempo.
—¿Para qué?
—Le prevengo a usted.
—¿Qué tal está?
—Los últimos días no estuvo mal.
—¿Dónde se encuentra?
—Aquí y en todas partes, aquí y ahora. No me lo tome a mal.

10
—¿Dónde se encuentra?
—Viviremos ahí todavía.
—¿Dónde está su cama?
—¿Dónde va a estar?
—¿Qué tal durmió anoche?
—Bastante bien.
—¿Dónde está su marido?
—En la oficina; funcionario de la Administración de primera
clase...
—¿Cuántos años tiene usted?
—57 años.
—¿Dónde vive?
—Waldemarstrasse...
—¿Ha comido ya algo hoy?
—Sí, sopa y otras cosas.
—¿Qué está haciendo ahora?
—Sí, limpiar o algo así.
—¿Por qué no se ha vestido?
—Tenía cosas que hacer.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí?
—Lo había apuntado usted, 57.
—¿57 qué?
Se queda callada.

Auguste D. se comporta durante todo el día de forma pecu-


liar. Empieza por echar a Alzheimer de la habitación: «Por favor,
no tiene nada que hacer aquí».
Luego, lo saluda de nuevo como si fuera un invitado: «Tome
asiento, es que hasta ahora no he tenido tiempo».
Más tarde le vuelve a echar de la habitación de aislamiento y
grita desesperadamente como una niña pequeña. Después entra
en una especie de delirio, lleva la ropa de cama de acá para allá,
unas veces la dobla, otras la mete debajo de la cama. El miedo le
provoca sudores y grita una y otra vez «Karl» o «Thekla», los
nombres de su marido y de su hija.
Alzheimer le sigue formulando preguntas.
—¿Cómo se llama su marido?

11
—¡August!
—¿Dónde se encuentra usted?
—En casa.
A veces responde también: «En el hospital».
Alzheimer tiene la impresión de que ella no sólo no entiende
la situación, sino que tampoco comprende cosas concretas.
—Haga punto.
Auguste D. saca todas las agujas de la labor y empieza a sacar
varios puntos del centro. Alzheimer le pregunta qué tipo de
mueble es la silla-inodoro.
—¡Esa es mi silla-inodoro, bajad la tapa!

Primeros días de diciembre de 1901

Como anteayer, Auguste D. está sentada en la cama, deso-


rientada y con gesto temeroso. Cuando Alzheimer entra en la ha-
bitación le mira desconfiada. Durante la conversación se muestra
llorosa de pronto y piensa mucho las respuestas.
—Vamos a ver, parece que hoy no soy muy de su agrado.
¿Por qué?
—No sé, nunca hemos tenido deudas o algo parecido. Sólo estoy
nerviosa, no me lo tome a mal.
—¿Cómo se llama?
—Señora Auguste D.
—¿Qué es usted?
—Señora Auguste D.
—¿Cuántos años tiene?
—51.
—¿Dónde vive?
—¿Día de nacimiento...? En Cassel.
—¿Dónde vive?
—Si usted estuvo en nuestra casa. Ay, y estuve tan nerviosa, por
favor, por favor.
—¿Dónde vive?
—Mörfelder Landstrasse.
—¡Correcto! ¿En qué año estamos?

12
—52, cómo estoy de confusa. Ay, estoy tan nerviosa.
—¿En qué año estamos?
—Un momento, estoy tan nerviosa. O sea, ¿que cuántos años
tengo? 51.
—¿En qué mes estamos?
—En el sexto, no, o sea, 51. Oiga, doctor, qué he hecho yo, haga
el favor de decírmelo.
—¿En qué fecha estamos?
—51, no, yo... estoy un poco nerviosa. ¿Es esto tan malo, doctor?
No sé nada de eso.
—¿En qué día de la semana estamos hoy?
—65... por Dios, antes hacía mejor las cuentas.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí?
—51.
—¿Cuánto tiempo?
—Ah, bueno, donde vivimos. Mörfelder Landstrasse.
—¿En qué ciudad estamos?
—Cassel, aquí Cassel, no, Francfort...
—¿En qué casa está usted?
—Esto es... por Dios... 51... pues 51.
—¿Por qué está aquí?
—En realidad no lo sé... pues 51, 1851...
—¿A qué se refiere?
—Junio del 51 y...
—¿Qué son sus vecinos?
—¿También Mörfelder Landstrasse o...?
—¿Qué son sus vecinos?
—Ah, a esa gente ni la conozco...
—¿Dónde estuvo hace ocho días?
—¿Hace ocho días? Dicen que no soy capaz de acordarme.
—¿Dónde estuvo hace un mes?
—Pues, no puedo decirlo.
—¿Dónde estuvo las Navidades pasadas?
—Navidades.
—¿Dónde estuvo las Navidades pasadas?
—Pues, no se lo sé decir exactamente... 51... tengo que acor-
darme primero.

13
—¿Está triste?
—Vaya, siempre, casi nunca; a veces pasa que una es valiente.
—¿Está enferma?
—Bueno, no diría yo eso. Me da tanta lástima en el alma,
cuando yo... como decía... Dios mío...
—¿La persigue alguien?
—Oh, no, no por Dios.
—¿Alguien se burla de usted?
—Oh, no, yo no diría eso.
—¿Oye voces?
—Sí, ya me lo ha dicho usted.
—¿Oye voces?
—Ah, sí, quizás algo así como zumbidos.
—¿Qué zumba?
—Bueno, es algo que se me acaba de ocurrir.
—¿Ve figuras?
—No, en absoluto.
—¿Quién soy yo?
—Pues, lo sé seguro.
—¿Quién soy yo?
Con tono lloroso Auguste D. responde: «De verdad, no soy
capaz de decirlo».
—¿Quién soy yo?
—Pues... pues...
—Diríjase a mí. ¿Cómo me llamaba usted antes? Me basta
con un pequeño intento.
—Doc... doctor...
—¿Qué soy yo?
—Doctor.

Llaman a Alzheimer para atender a una paciente que se ha


alterado de repente. Tras una hora larga vuelve con Auguste D.
Le muestra de nuevo diversos objetos que ella va nombrando sin
tocarlos:
Cuaderno de notas: «Libro».
Moneda de dos marcos: «Dos marcos».
Lápiz: «Lápiz».

14
Monedero: «Monedero».
Gemelos de camisa: «Gemelos».
Cuchillo: «Cuchillo».
Pañuelo: «Pañuelo».
Una hoja de periódico: «Periódico».
Botas: «Botas».
Llave: «Llave».
Cuaderno de notas: «Cuaderno de notas».
Manojo de llaves: «Llaves».
Plumín de acero: «Plumín de acero».
Alzheimer señala el plumín: «¿Qué se hace con esto?».
—Con eso se puede escribir.
Reloj de bolsillo: «Reloj».
—¿Qué hora es?
Señala la esfera.
—Las dos menos ocho minutos, creía que era más pronto: las
cuatro menos cuarto, las cinco menos cuarto, ¡por supuesto!
Alzheimer señala el II en números romanos de la esfera:
«¿Cómo se llama el número que estoy señalando con mi dedo
meñique?».
—¡Veinte!
Auguste D. señala a la cuidadora y pregunta: «¿Quién es
esa? ¿Una señorita?».
Alguien conduce a través de la sala a una paciente con el pelo
suelto que gesticula enérgicamente y hace ruido.
Alzheimer pregunta a Auguste D: «¿Qué le pasa a esa perso-
na?».
—Es ese pelo...
—¿Qué le pasa a esa persona?
—Alegre...
Alzheimer no quiere cansar a Auguste D. y hace una pausa.
De repente Auguste D. dice inesperadamente y con voz clara:
«Pero de los robos no quiero saber nada, no he oído nada de ese
asunto».
Alzheimer continúa con sus preguntas, aunque en la sala
empiezan a agitarse.
—¿Está usted casada?

15
—Creo que sí, que estoy casada.
—¿Está casada?
—Claro que sí, tengo una hija de 52 años en Berlín.
—¿Cuántos años tiene usted?
—56.
—¿Cómo puede tener entonces su hija 52 años?
—53, no, 54.
—Si usted tiene 56 años, su hija no puede tener 52.
—53, correcto, esos son los que tiene...
Alzheimer vuelve a formular la última pregunta.
—Estoy tan nerviosa, 53 tengo.

Alzheimer examina ahora sus habilidades con el cálculo.


Ella da la respuesta correcta a operaciones sencillas:
—¿7 + 7?
—14.
—¿10 – 8?
—2.
—¿5 × 5?
—55, ah, no...
—¿23 × 3?
—...no lo puedo hacer tan rápidamente, ¡en este momento no
soy capaz de leerlo!
—¿2 × 2?
—¿4 ...está claro, no?
—¿33 × 3?
—9.
—¿6 × 6?
—+
—¿5 × 5?
—...
—¿6 × 6?
—36.
—¿8 × 8?
—64.
—¿7 × 7?
—...estoy tan nerviosa, no puedo remediarlo.

16
—¿10 × 10?
—100.
—¿20 – 10?
—10.
—¿30+20?
—50.
—¿5 × 5?
—25.
—¿7 × 7?
—44.
—¿8-5?
—3.
—¿3 × 3?
—...7 × 3 he dicho...

Ahora le pregunta el alfabeto y los nombres de los meses.


—Dígame el abecedario.
Auguste D. nombra con fluidez de la A a la J y se queda ca-
llada.
—Continúe.
—Pero, por favor, no estoy vestida para la ocasión.
Ella toquetea su mañanita.
—Dígame el abecedario.
De nuevo enumera con fluidez de la A a la J.
—Siga.
Auguste D. se queda callada.
—¿Después de la J no hay más letras?
—No sé seguir.
—¿Sabe los nombres de los meses?
Auguste D. se queda callada.
—Enero, ¿y cómo sigue?
—No soy capaz de recordar nada.

Hoy no es posible una exploración física, ya que Auguste D.


muestra un gran rechazo. Por ese motivo Alzheimer se vuelve a
ocupar de otras tareas en la institución. Por la tarde Auguste per-
manece en cama en la sala común, al caer la noche empieza a

17
agitarse. Pasea por la sala quejándose y toca la cara de los otros
enfermos hasta alterarlos. Aparece el doctor Nitsche, que está de
guardia.
—Ay, perdóneme, doctor —dice y añade como cada vez que
está alterada—, y no me lo tome a mal.
No responde a la pregunta de qué es lo que no se le debe to-
mar a mal. Auguste D. es aislada, en la habitación individual em-
pieza a trastear con la ropa de la cama. Le ruega al médico que la
vigila: «Ay, doctor, no me lo tome a mal».
Está angustiada. En la cama, sentada, su cara refleja deso-
rientación. Poco después se dirige con obstinación hacia la puerta.
—Si sólo quiero salir.
Apunta hacia la pared del rincón.
—¿Quién hay ahí?
—Eso es una pared —responde Nitsche y señala la cama:
«¿Qué es eso?».
—Eso es una cama.
Al cabo de dos horas se tranquiliza y es llevada de nuevo a la
sala común.

Esa misma noche Alzheimer prosigue sus pruebas y le da a


Auguste D. lápiz y papel. Él anota en la parte superior la fecha.
Marca las respuestas de Auguste D. numerándolas del 1 al 7.
—¿Cómo se llama usted?
—Mayo.
—Escriba su nombre.
Ella escribe «mayo».
—Escriba cualquier cosa.
Ella escribe algo ilegible.
—¿Quién es usted?
—Señora D.
—Escríbalo.
Ella escribe correctamente «Señora D.», y lee en voz alta:
«Auguste D.».
Alzheimer señala la palabra «Señora».
—¿Cómo se dice esta palabra?
—Sí, señora Auguste D.

18
—¿Dónde pone Auguste?
Auguste D. no reacciona. Alzheimer escribe la palabra «jar-
dín» en el margen izquierdo de la hoja.
Auguste D. escribe: «Señora D.».
Alzheimer le vuelve a pedir que escriba algo. Auguste D. es-
cribe otra vez algo ilegible.
—Escriba un 5.
Ella escribe: «Señora».
—Escriba un 8.
Ella escribe: «Augufe».
Alzheimer le coloca en la mano el lápiz al revés. Al principio,
ella hace algunos intentos de escribir con la parte de atrás del lá-
piz, pero luego lo utiliza correctamente.

A Alzheimer no se le va de la cabeza el caso de Auguste D.


Recuerda casos de demencia asociada a una edad avanzada, que
él había observado hacía algunos años en pacientes con muchos
más años que ella. En aquel entonces había supuesto que la de-
mencia senil, o falta de facultades mentales en la vejez, podía es-
tar provocada por un engrosamiento de los vasos cerebrales, en
términos médicos ateromatosis.
Acerca de este tema Alzheimer había publicado en 1898 un
artículo en la ‘Revista Mensual de Psiquiatría’ (Monatsschrift für
Psychiatrie): «Dementia senilis y enfermedades cerebrales causadas
por patologías vasculares ateromatosas».
Él considera que la degeneración ateromatosa es la causa
de la disminución de las células cerebrales en la vejez, deno-
minada por él en ese momento «atrofia cerebral arterioescle-
rótica».
¿Podría ser posible que tales cambios pudieran aparecer en
un periodo de la vida más temprano, o sea entre los 50 y los 60
años?
Unos años antes Alzheimer había tenido un caso parecido al
de Auguste D. Al realizar la autopsia y posterior examen del ce-
rebro se observó claramente una desaparición de determinadas
células, las células ganglionares; por el contrario, las alteraciones
arterioescleróticas de los vasos eran insignificantes.

19
Ya entonces suponía que había una predisposición genética y,
relacionada con ella, una debilidad del sistema nervioso central
que podría conllevar una temprana reducción de las células gan-
glionares. Pero no podía aportar pruebas concluyentes de aquel
caso, hacían falta más estudios para «confirmar la hipótesis antes
mencionada».
Auguste D. era ese caso que Alzheimer había estado espe-
rando tanto tiempo. Por eso vuelve de nuevo a las anotaciones
que su colega Nitsche hizo aquel 26 de noviembre de 1901, el
día del ingreso de Auguste D.
Nitsche anotó como fecha de nacimiento de Auguste D. el
16 de mayo de 1850, de soltera se apellidaba H. Sus parientes y
la propia Auguste D. indican Cassel como lugar de nacimiento.
El abuelo de Alzheimer, Johann Alzheimer, era también de Cas-
sel, y allí ejerció de maestro. Cuando Auguste D. fue por primera
vez a la escuela, el abuelo de Alzheimer acababa de cumplir 59
años, muy probablemente la tuvo como alumna.
Una razón de más para que Alzheimer le dedique aún mayor
atención a la hoja de ingreso.
«Número de ingreso 7139.
Apellido: D., de soltera H.
Nombre: Auguste.
Lugar de nacimiento: Cassel.
País: Prusia.
Último domicilio: Francfort del Meno, Mörfelder Lands-
trasse.
Fecha de nacimiento: 16 de mayo de 1850.
Estado civil: Casada.
Religión: Protestante.
Oficio o profesión: Esposa de funcionario de la Administra-
ción de Ferrocarriles».
La duración de la enfermedad la anota Alzheimer mismo: «1/2
año»; a la pregunta: «¿Están emparentados el padre y la madre?». Él
responde: «No». En el caso de la madre constaban enfermedades
nerviosas, Auguste D. no era ilegítima. En el apartado «Otras cau-
sas de la enfermedad» Alzheimer anota «arterioesclerosis». A este
tipo de enfermedad lo denomina «atrofia cerebral arterioescleróti-

20
ca», pero añade un signo de interrogación detrás. De la hoja de in-
greso se desprende además que Auguste D. nunca ha tenido «con-
flictos» con la ley, ni ha estado jamás en una institución para en-
fermos mentales.
En el caso de la pregunta: «¿La paciente costea su propio
tratamiento en 1.a, 2.a o 3.a clase, o es un caso de beneficencia
de 3.a clase?», Alzheimer subraya recalcando con su pluma «3.a
clase». Pone «trastorno psíquico leve» en el apartado sobre el
tipo de enfermedad.

Nitsche ya había preguntado el 26 de noviembre de 1901 ex-


haustivamente por los antecedentes familiares. La madre de Au-
guste D. padecía convulsiones desde la menopausia; pero no
dejaba caer los objetos que tuviera en la mano durante los ata-
ques, tampoco perdía la consciencia. Murió de pulmonía a los
64 años. El padre no padecía enfermedades, pero murió joven, al
parecer de un «carbunco en el cuello».
Ninguno de los tres hermanos de Auguste D. padecía enfer-
medades; en la familia no había antecedentes de alcoholismo ni
de trastornos mentales.
El marido de Auguste informó de que su mujer había estado
sana siempre y nunca había padecido una enfermedad grave.
Estaban felizmente casados desde 1873 y eran un matrimonio
armonioso. Auguste sólo dio a luz una vez, una niña, y nunca
tuvo abortos. El marido la describía como una mujer trabajado-
ra y ordenada, en cualquier caso algo nerviosa y miedosa, pero
por lo demás «bastante llevadera». Nunca había bebido alcohol
(en la historia clínica aparece la expresión parcialmente en latín:
«nunca Potus»); en la familia tampoco había habido infecciones
por enfermedades venéreas.
Según las palabras del marido, la conducta de Auguste D.
fue normal hasta marzo de 1901. El día 18 de ese mes de 1901,
él recuerda esa fecha perfectamente, de repente ella le increpa
acusándole de haber salido a pasear con una vecina. Esa afirma-
ción sin fundamento fue lo primero que le llamó la atención. A
partir de ese momento Auguste se mostró muy desconfiada con
él y con aquella vecina. Poco tiempo después el marido notó que

21
perdía memoria. Dos meses más tarde, o sea en mayo, por pri-
mera vez cometió errores graves al cocinar; daba vueltas intran-
quila y sin rumbo por la casa. Empezó a descuidar cada vez más
las tareas diarias, su estado empeoraba de día en día. Decía
«constantemente» que un recadero, que había ido a menudo a su
casa, la tenía tomada con ella.
Se daba por aludida cuando oía determinadas conversacio-
nes. No tenía trastornos del lenguaje o del habla ni tampoco sín-
tomas de parálisis. Últimamente había hablado mucho de la
muerte, y especialmente en las primeras horas del día tenía pe-
riodos de agitación que le provocaban temblores, llamaba a la
puerta de los vecinos y daba fuertes portazos. Violenta, no, nun-
ca lo fue. Poco antes de su ingreso escondía todos los objetos po-
sibles, de tal forma que en la vivienda había un gran desorden.
Alzheimer entendía perfectamente que el marido no pudiera
hacerse cargo de ella en estas circunstancias y la ingresara en la
institución el 25 de noviembre de 1901. En el volante para el in-
greso el médico de cabecera había anotado con letra grande:
«Señora Auguste D., esposa del funcionario de la Adminis-
tración de Ferrocarriles, Carl D., Mörfelder Landstr., padece
desde hace algún tiempo pérdida de memoria, manía persecuto-
ria, insomnio, agitación. Es incapaz de realizar trabajo alguno, ni
físico ni intelectual. Su estado (disfunción cerebral crónica) hace
necesario el tratamiento en esa Institución.
Atentamente,
Dr. Leopold L.
Francfort del Meno, 21 de noviembre de 1901».

A lo largo de sus exploraciones Alzheimer llega a tener con


Auguste D. una relación muy personal y familiar, interés debido
en parte al lugar de procedencia común, Cassel. No obstante,
Alzheimer reconoce muy pronto que el caso de Auguste D. po-
dría tener también una gran importancia para la ciencia. Por eso
dispone todo para documentar exactamente el desarrollo de la
enfermedad. Al fotógrafo del hospital le da instrucciones para to-
mar varias fotografías de Auguste D., entre ellas, también un re-
trato.

22
Se conservan varias fotografías de junio de 1902, en una
Auguste D. está sentada en un banco, en otra se encuentra en
la cama. El 20 de octubre de 1902 es fotografiada otra vez en la
cama.
En noviembre de 1902 se realiza un retrato especialmente
impresionante, una foto que casi un siglo después, en 1997,
daría la vuelta al mundo. Auguste D. está sentada en su cama
con las piernas recogidas y vueltas hacia un lado. Su cabello es
moreno oscuro, espeso y lo lleva largo, le cae a ambos lados de la
cara en forma de mechones desordenados. La cara tiene muchas
arrugas en la frente y bajo los ojos; los surcos que forma la nariz
con la cara están muy marcados a ambos lados. Su cara es más
bien estrecha, la oreja izquierda al descubierto es más bien gran-
de.
Auguste D. mira ante sí pensativa, cuando la fotografían
está serena. Las cuidadas manos, de dedos llamativamente largos,
reposan sobre las rodillas. Auguste D. va vestida con ropa de la
institución, un camisón blanco abrochado por delante.

El mismo Alzheimer traza el plan de tratamiento. Le receta


sesiones de baños. Él ha investigado extensamente desde el pun-
to de vista científico sobre el valor terapéutico de los baños ca-
lientes y templados, que se prolongan durante muchas horas, in-
cluso días, para paliar los estados de agitación de los enfermos.
Un famoso colega, que después sería su jefe, el director del Hos-
pital Clínico Psiquiátrico de Heidelberg, Emil Kraepelin, era
también un ferviente defensor de la balneoterapia y de la clima-
toterapia, como dejó patente en su manual de 1896 para estu-
diantes y médicos.
En Francfort se intentaba luchar contra el insomnio apli-
cando en primer lugar medidas dietéticas. En los casos de enfer-
medades crónicas y de pacientes de constitución fuerte se pres-
cribían actividades físicas prolongadas al aire libre, gimnasia y
masajes; sin embargo, en lo referente al sueño, los esfuerzos físi-
cos fuertes muchas veces tienen un efecto desfavorable en pa-
cientes ligeramente excitables o enfermos recientes. En estos ca-
sos están más indicados los baños templados de cierta duración,

23
con enfriamiento simultáneo de la cabeza, y las envolturas hú-
medas.
Los facultativos consideraban apropiado en algunos casos
tratar la cabeza aplicando la galvanización, corrientes eléctricas de
baja frecuencia, o incluso la inducción hipnótica.
A menudo se conseguía el bienestar de los enfermos intro-
duciendo un descanso después del mediodía, cenando temprano
alimentos fácilmente digeribles, evitando leer por la noche y no
ingiriendo té ni café. Asimismo se aconsejaba efectuar las depo-
siciones antes de acostarse, ir a la cama a la hora apropiada y ai-
rear bien los dormitorios.
El alcohol en pequeñas dosis se prescribía como medica-
mento. Sólo en casos urgentes, por ejemplo, en casos de pánico
o dolores agudos, los médicos empleaban somníferos, porque
pronto se supo que los enfermos con trastornos duraderos, una
vez tratados con este tipo de fármacos, es difícil que alcancen de
nuevo el sueño de manera natural. Se emplea cloroformo en
estados de agitación graves que no responden a ningún otro
tratamiento y que requieren una sedación rápida del enfermo
por otras razones médicas.
Sin embargo, en el caso de Auguste D. y muchos otros pa-
cientes nerviosos, los somníferos adquieren una gran importan-
cia. Se les administra de dos a tres gramos de hidrato de cloral
que les provoca una cierta obnubilación, pero que, a cambio, les
procura un sueño tranquilo y duradero. Si llega un momento en
que el hidrato de cloral no se tolera, la institución dispone de pa-
raldehido, un líquido incoloro, de mal sabor y olor, que fue de-
sarrollado en 1883. Esta sustancia en dosis medias de cinco gra-
mos, que se pueden duplicar o triplicar sin problemas, permite
alcanzar tras sólo un cuarto de hora un sueño profundo, tran-
quilo, de varias horas, parecido al sueño natural. Antes del pa-
raldehido se utilizó el hidrato de amileno, más tarde se emplean
sulfonal, tronal, tetronal y somnol. En ese momento se está pro-
bando en animales el legendario Veronal, un preparado de ácido
barbitúrico de la empresa Merck y Bayer, que hasta años más tar-
de no estará a disposición de los pacientes.

24
En febrero de 1902 Auguste D. se encuentra en una agita-
ción permanente y una desorientación dominada por el miedo.
Muestra durante el día una actitud negativa generalizada
que hace imposible cualquier prueba. Por este motivo pasa la
mayor parte del día, incluso a menudo la noche, en la bañera.
En la sala común no concilia el sueño, abandona su cama, va a la
cama de los otros y los despierta, por eso casi siempre es necesa-
rio aislarla durante la noche. En la habitación individual se
duerme al fin tras deambular durante un periodo de tiempo
más o menos largo.
Alzheimer observa que ella no está nunca tumbada correcta-
mente. Se envuelve con la ropa de la cama de una forma total-
mente inapropiada. Se tapa el cuerpo con la almohada y se que-
da hecha un ovillo encima de la colcha.
Si por casualidad está tranquila durante el día, es trasladada a
la sala. Cuando el médico pasa visita se acerca a él con la deso-
rientación marcada en su rostro y ya sólo utiliza expresiones
como: «Ah, buenos días, ¿entonces?» o «¿Qué desea usted?». De
repente, ella cree estar en casa y que alguien viene a visitarla.
Dice entonces: «¡Mi marido está a punto de llegar!», pero no
prolonga más la escena, le da la espalda al médico, deambula otra
vez desorientada y manosea la ropa de la cama. Al intentar atar-
la empieza a llorar, se queja y manifiesta su rechazo empleando
palabras y frases sin sentido.
Alzheimer ve a Auguste D. casi a diario cuando pasa visita,
una vez a la semana le acompaña el doctor Sioli, director del hos-
pital. La ingesta de alimentos es buena; sin embargo, ya no es
posible mantener con ella conversaciones relativamente largas
como las que tenían tan sólo tres meses antes.

La última anotación de Alzheimer en el historial de Auguste


D. data de junio de 1902: «Auguste D. persiste en su actitud ne-
gativa, grita y golpea en cuanto se pretende examinarla. Grita
también espontáneamente y a menudo durante horas, de mane-
ra que hay que inmovilizarla en la cama. Por lo que se refiere a la
comida, no respeta los horarios. Se le ha formado en la espalda
un furúnculo».

25
La última conversación de Alzheimer con Auguste D. está
bien documentada:
—Buenos días, señora D.
—Déjeme en paz, váyase; yo... no soy capaz de eso... hablar.
Su agitación se manifiesta cada vez más en el vagar sin rum-
bo, en su ajetreo inútil y, sobre todo, en sus intensos quejidos y
gritos, que aparecen a menudo a modo de ataques desde hace al-
gunas semanas y se suelen prolongar durante varias horas. A ra-
tos un miedo atroz parece invadir a Auguste D. y es entonces
cuando grita: “¡Dios mío, Dios mío!”.

26
Capítulo 2
Antepasados, infancia y juventud
de Alois Alzheimer

Los antepasados de Alois Alzheimer, algunos de ellos escri-


bían su apellido «Alsheimer» con s, procedían de la parte fran-
coniana de la región de Spessart. A mediados del siglo XVIII ape-
nas se adentraba un forastero en esa región alemana de sierra
boscosa; los lugareños vivían sobre todo del bosque, elaboraban
duelas con la madera. La importancia de las minas, de las que se
había obtenido cobre y plata, fue disminuyendo y desaparecieron
en su totalidad las antaño numerosas fábricas de vidrio. A pesar
de todo, estas gentes, trabajadoras y temerosas de Dios, perma-
necen en su tierra, a la que se sienten profundamente unidas, y
se conforman con lo que tienen1.
Michael Alzheimer es uno de los primeros miembros de la
familia Alzheimer registrados oficialmente, nació en Rengers-
brunn en 1757. Michael es el bisabuelo de Alois Alzheimer.
Rengersbrunn se encuentra a unos cuantos kilómetros al norte
de Lohr del Meno, en el nacimiento del arroyo Fellabach, y
cuenta en la actualidad con unos 160 habitantes. Sigue mante-
niendo su carácter campesino, «el bosque» es todavía su principal
fuente de ingresos.
En documentos antiguos se puede leer: «Los habitantes de
Rengersbrunn lo tenían difícil y su trabajo era duro». Ya en la
Edad Media, Rengersbrunn era un lugar de peregrinación ma-
riana sobre el que se cuenta una bella leyenda: «Era en torno a
1460; Rengersbrunn tenía únicamente unas pocas casas. Un
pastor cuidaba de su rebaño cerca de una fuente llamada Kö-
nigsbrunnen. El perro del pastor rastreó en un avellano cercano,

27
las ovejas se juntaron alrededor; el pastor pretendía continuar,
pero ni el rebaño ni el perro le siguieron. Después de examinar él
mismo el arbusto, encontró una imagen de tamaño real de la
Virgen, esculpida en madera, con el Niño Jesús en brazos. Como
era de esperar, el descubrimiento despertó una gran expecta-
ción en Spessart. La imagen fue llevada al pueblo de Burgsinn,
donde entonces se encontraba la única iglesia de los alrededores.
Como la imagen era demasiado alta para el lugar elegido se le
cortó un trozo de madera sin pulir de la parte inferior. Entonces
sucedió el milagro: al día siguiente la imagen fue encontrada in-
cólume junto a la fuente. De nuevo volvieron a llevar la estatua a
la iglesia parroquial de Burgsinn, y se repitieron las misteriosas
desapariciones y reapariciones en el mismo lugar»2.
Los campesinos de Spessart, profundamente creyentes, vie-
ron en todo esto una señal divina y erigieron una pequeña capi-
lla al lado de la fuente de Königsbrunnen. En un principio sólo
peregrinaban hasta la pequeña iglesia los católicos de los alrede-
dores, pero pronto vinieron de todas partes. Los numerosos do-
nativos posibilitaron la construcción del santuario, realizado a
instancias de los condes de Schönborn, familia noble franconia-
na, que ocupó repetidamente los obispados de Würzburg, Ma-
guncia y la prepositura de Wangen. Al igual que la mayoría de
los habitantes del pueblo, la familia Alzheimer estaba fuerte-
mente enraizada en su tierra franconiana y eran profundamente
católicos. Todavía hoy, como hace siglos, los creyentes vienen
con sus muchas cuitas a visitar la imagen milagrosa de la Virgen
María para buscar amparo y ayuda.
El 7 de febrero de 1792 Michael Alzheimer se casa con Mar-
garethe Günther, del mismo pueblo, en el santuario de Ren-
gersbrunn. Cinco años más tarde, en 1797, nace Johann Alz-
heimer, el abuelo de Alois, que vive en Rengersbrunn hasta
1825. Entonces el pueblo contaba con 22 casas para 22 familias,
él habitaba la casa número 6.
Johann Alzheimer se hace maestro y se traslada a Cassel por
una disposición oficial, un lugar en la circunscripción de Geln-
hausen, situado al noroeste de la Baja Franconia3. Hoy Cassel,
ahora escrito con K, pertenece a la comarca de Biebergemünd. El

28
ayuntamiento actual ocupa el edificio de la escuela de Cassel,
construida en 1825. En las crónicas de la época se puede leer:
«La escuela se concluyó en el otoño de 1825 y fue ocupada por
el maestro Alzheimer, procedente de Rengersbrunn, y en el mis-
mo año Cassel recibió un segundo maestro»4.
También se desprende de la crónica que el primer puesto de
maestro estaba ligado a la escribanía del municipio. Por tal mo-
tivo Johannes Alzheimer expedía los contratos de compra de
terrenos y otros documentos, por los que recibía los correspon-
dientes aranceles. De esta manera su sueldo anual ascendía a
810 marcos, 90 marcos más por mantenimiento de la calefacción
y vivienda gratis, un buen sueldo para la época. En 1825 Cassel
cuenta con 905 almas, varones sólo 168, seguramente a conse-
cuencia de las guerras napoleónicas.
Dos años después de la mudanza de Rengersbrunn a Cassel
Crescentia Alzheimer, de soltera Bachmann, la esposa de Jo-
hann, da a luz a su primer hijo, Karl Georg, el 6 de octubre de
1827. El segundo, Eduard, que más tarde sería el padre de Alois,
nace el 22 de marzo de 1830.
En un principio el mismo Johann es el maestro de sus dos
hijos, luego los manda al Liceo de Aschaffenburg. Karl Georg, el
primogénito, es un buen estudiante y recibe, estando aún en el
Liceo, una beca de 70 gulden de los Fondos Públicos para el Es-
tudio. Tras finalizar el periodo escolar se matricula en Würzburg
de Teología y ocupa más tarde como sacerdote el puesto de pri-
mer prefecto del Seminario de Aschaffenburg. Es profesor en
Würzburg y párroco en Grosswallstadt, termina su carrera como
párroco honorario de la Iglesia de Sta. Agatha de Aschaffen-
burg. Karl Georg siempre se mantuvo muy unido a la familia de
Eduard, su hermano menor.
También el joven Eduard es extremadamente inteligente.
En 1853 recibe, siendo estudiante de Jurisprudencia, una beca
por valor de 650 gulden del «Fondo Federiciano», un legado del
príncipe elector Friedrich Carl Joseph, barón de Erthal. Eduard
se convierte en notario y se casa en Würzburg en 1861 con Eva
María Sabina Busch. Al año siguiente el recién casado se traslada
a la ciudad de Marktbreit del Meno, en la Baja Franconia, para

29
ocupar el puesto de primer notario real de la Real Audiencia Pro-
vincial. En la gaceta local Fürstlich Schwarzenbergisches Wochen-
blatt, más tarde llamada Marktbreiter Wochenblatt, se anuncia:
«El abajo firmante, Notario Real, comienza su actividad oficial el
2 de julio del presente año. El despacho se encuentra al lado del
tejero Thorwarth, Marktbreit, 24 de junio de 1862, Eduard
Alzheimer»5.
En 1864 el pastor evangélico R. Plochmann informa en su
crónica sobre el pequeño pueblo de la Baja Franconia: «Markt-
breit fue siempre y sigue siendo un próspero enclave comercial,
bien relacionado con las más prestigiosas empresas de las grandes
ciudades comerciales y marítimas de Alemania, Inglaterra, Ho-
landa, Francia y Bélgica, Italia y América.
Aquí se encuentran: una aduana con unos ingresos anuales
de al menos 180.000 marcos y una administración de correos y
ferrocarril con unas ganancias anuales de 1.115.000 marcos.
Estas cifras prueban la importancia del lugar, teniendo en cuen-
ta que en ese momento se viven las consecuencias de una época
desfavorable y las limitaciones y escasa actividad de las relaciones
comerciales y gremiales. Principalmente se negocia al por mayor
con ultramarinos, maderas exóticas, todo tipo de metales, del
país y del extranjero; vino de origen francés, húngaro y español;
telas y lana, productos del campo de todo tipo»6.
Eduard Alzheimer establece su notaría en la casa llamada
«Zur Groe», todavía hoy una de las casas más imponentes de la
ciudad. La entrada estaba coronada por un gablete escalonado.
Sobre el escudo familiar de los Günther domina la alegoría de la
esperanza. A ella se refiere la inscripción latina en la cornisa: «en
Mea spes aeDes Certae aC paX arXqVe beata» («Ved aquí mi habi-
táculo bien dispuesto, mi esperanza, lugar de paz y bastión feliz»).
Las letras mayúsculas de la inscripción en latín MDCCXXV in-
dican el año de construcción, 1725.
En esta notaría Eduard Alzheimer legalizaba todo tipo de
documentos. Un documento del 27 de mayo de 1862 atestigua
el comienzo de la era del ferrocarril: «La ciudad de Marktbreit se
compromete a admitir en el hospital provincial en caso de en-
fermedad a la Sección Real del Ferrocarril de Marktbreit, es de-

30
cir, a los trabajadores empleados en el tramo del perfil topográ-
fico número 362 entre Gnötzheim y Ochsenfurt. La ciudad se
compromete a admitir, cuidar y tratar médicamente a un máxi-
mo de 25 enfermos. El coste diario por enfermo, por tratamien-
to y medicamentos se eleva a 39 kréutzer. Se pagará aparte la
consulta de un segundo o tercer médico»7.

No lejos de la notaría Eduard Alzheimer ocupa con su fami-


lia una vivienda en el primer piso de una casa en el número 336
de la Würzburgerstrasse, que todavía existe.
En julio de 1862 en esta casa una gran alegría precede a
una gran desgracia. Nace el primer hijo del notario, Karl Eduard
Sebastian, y muere la madre, de tan sólo 26 años, de fiebres
puerperales tres semanas después. El 31 de julio de 1862 el no-
tario Eduard Alzheimer notifica a la Administración local la
muerte de su esposa, Eva María Sabina, de soltera Busch: «Fecha
de la muerte: 26 de julio de 1862, a las 7 de la tarde. Causa de la
muerte: Fiebres puerperales. Edad de la difunta: 26 años y dos
meses. Deja un niño de tres semanas de edad».
Después de un año de luto Eduard se casa con la hermana de
la difunta. En el Registro Civil consta: «El 1 de octubre de 1863
contrajeron matrimonio Therese Busch, hermana de la fallecida
Eva María Sabina, y Eduard Alzheimer, Notario Real».
Quizás por pena, y por otros motivos (Therese no quiere vi-
vir en el mismo sitio en el que murió su hermana, ya que sólo el
pensamiento de dar a luz a sus hijos en esa casa le produce ma-
lestar), entre finales de 1863 y principios de 1864, los Alzheimer
se trasladan a una casa mucho más pequeña, con una elegante fa-
chada, situada en el número 273 de la Würzburgerstrasse.
Lo más llamativo de esa casa es una oquedad alargada en la
fachada, con forma de canalón, que fue practicada al construir el
muro para dejar crecer sin trabas a un abedul que había allí. To-
davía hoy un abedul adorna la casa. En ella vino al mundo Alois
Alzheimer el 14 de junio de 1864, segundo hijo del notario real
Eduard Alzheimer y su esposa Therese.
El 19 de diciembre de 1995, en el 80o aniversario de la muerte
de Alois Alzheimer, esta casa se abrió al público como lugar con-

31
La casa natal de Alois Alzheimer en Marktbreit

memorativo. Después de que fuera adquirida por la empresa


farmacéutica americana Eli Lilly, fue restaurada bajo la dirección
de Ulrike Maurer y convertida en museo y centro de reuniones
científicas.

La madre del recién nacido Alois se sobrepone del parto sin


complicaciones. La fiebre puerperal, de la que falleció la pri-
mera mujer del notario real, no causa ya tantas muertes porque
la atención sanitaria ha mejorado considerablemente desde 1864.

32
La habitación donde nació Alzheimer, en la actualidad forma parte
del museo

El ginecólogo húngaro Ignaz Semmelweis había descubierto


la relación entre suciedad y transmisión de enfermedades. Tra-
bajaba en un hospital de Viena donde la mortalidad de las muje-
res alcanzaba el 10% anual, y en algunos meses incluso el 20%,
mientras que en una casa de maternidad cercana, dirigida por
monjas, no llegaba al 3%. Las mujeres morían sobre todo de sep-
ticemia, provocada por infecciones.
A Semmelweis le había llamado la atención que la Materni-
dad estaba más limpia porque las monjas estaban obligadas a la
limpieza personal, según las reglas de su orden. Por el contrario,
los médicos del hospital operaban con uniformes sucios y no
consideraban necesario mantener limpia su ropa porque de todas
maneras la manchaban a diario de sangre y pus. Además, a me-
nudo pasaban directamente de la sala de autopsias a la planta.
Semmelweis ordenó a sus colaboradores lavarse las manos antes
de cada reconocimiento con jabón y una solución de cloruro de
sal. Con esto logró bajar la cifra de mortalidad al 1,2%.

33
En la sección «Anuncios de Sociedad» de la gaceta Mark-
breiter Wochenblatt del miércoles, 15 de junio de 1864, el feliz
padre comunica: «Nuestro hijo Aloysius vino al mundo el mar-
tes, 14 de junio de 1864. Lo que pongo en conocimiento de mis
queridos parientes, amigos y conocidos.
Alzheimer, Notario Real».
El anuncio sobre este gozoso acontecimiento no está en con-
sonancia con la imagen externa del periódico ese día. Lleva des-
de hace meses una ancha orla negra a causa del fallecimiento re-
pentino de su majestad, el rey Maximiliano II de Baviera, cuyo
sucesor sería el legendario rey Luis II.
El mismo día 15 de junio de 1864 se publica en la gaceta
que Eduard Alzheimer llevará a cabo una subasta el 30 de junio
en la casa de Leon Breitenbach; también para el 4 de julio Alz-
heimer anuncia una venta pública a la 1 del mediodía en el
«número 189» en la que salen a subasta, pagando al contado,
«diferentes muebles, sobre todo sofás, sillones, sillas, camas, ar-
marios, cubas para el aceite, prensas de manzanas, mesas, etc., a
la que están invitados los strichsliebhaber», así se llamaba en esa
época a una clase especial de mercaderes ambulantes.
En esa pequeña ciudad franconiana, en su mayoría protes-
tante, Alois Alzheimer es bautizado en la casa de sus padres el 3
de julio de 1864 según el rito católico. En el registro de bautis-
mo, que se puede encontrar hoy en el Archivo Episcopal de
Würzburg, consta:
«Aloysius: 2o hijo del 2o matrimonio. Matrona: la misma. Pa-
dre: Eduard Alzheimer, Notario Real. Casa: Número 273. Ape-
llido y profesión del padre: Alzheimer, Notario. Fecha de naci-
miento: 14. 6. 1864, a las 4 de la mañana. Bautizo: 3. 7. 1864,
en casa de los padres. Bautiza: Ignatz Ruhland, capitular de la ca-
tedral de Würzburg. Padrino: Aloys Alzheimer, capellán de la ca-
tedral de Sulzfeld»8.
Tras el nacimiento del pequeño Alois, Eduard Alzheimer
dispone todo para una larga estancia en Marktbreit. Ese mismo
año compra una pradera, ya que sólo con el justificante de ser
propietario de un terreno puede convertirse en ciudadano de la
comunidad, y adquiere la ciudadanía en Marktbreit previo pago

34
Alzheimer a la edad de 2 años con su madre Theresia y sus hermanos
Karl y Johanna

de una tasa de 25 gulden. Que es admitido por la «sociedad» de


esta pequeña ciudad, lo demuestra el hecho de que es elegido en
1870 tesorero de la Asociación de Música y Canto, de la cual
será presidente a partir de 1872. El mismo año este distinguido
ciudadano es nombrado concejal honorífico.
El pequeño Alois crece, por tanto, totalmente libre de preo-
cupaciones. De su infancia hay una fotografía de Alois en el re-
gazo de su madre que data posiblemente del año 1866. Más
tarde el doctor Alzheimer adulto les cuenta a sus hijos a menudo
la siguiente anécdota:

35
«Me acuerdo perfectamente de una sirvienta en Marktbreit,
a la que nosotros los niños queríamos mucho. Me despertaba cu-
riosidad sobre todo cada vez que había tormenta. Entonces ella
se retiraba a su alcoba y cogía un saquito de lino que colgaba de
la cabecera de la cama en el que había juntado trozos de pan. En
un santiamén se acurrucaba en el rincón más oscuro de la cama
y masticaba haciendo ruido las cortezas de pan duro hasta que
pasaba la tormenta. Me tumbaba en el suelo delante de la cama
para poder observarla con detenimiento, aunque tuviera mucha
curiosidad no dejaban de darme escalofríos»9.
Entre 1870 y 1874 el despierto muchacho va a una escuela
católica en Marktbreit; sin embargo, su padre no ve posible que
en esta ciudad pueda seguir una formación satisfactoria. Tam-
bién el hecho de que Marktbreit y sus alrededores sean mayori-
tariamente protestantes lleva a esta familia, católica, a plantearse
la idea de abandonar la ciudad. El padre habla a menudo de este
tema con su hermano mayor Georg, en aquel entonces párroco
de Grosswallstadt, pero que había solicitado una parroquia en
Aschaffenburg.
Con 10 años Alois es el primero que se traslada a Aschaffen-
burg. El padre y el tío le buscan alojamiento en una casa de
huéspedes, de esta manera empieza allí el bachillerato huma-
nístico en 1874.
Hasta 1875 en el número 273 de la Würzburgerstrasse han
nacido cinco niños, dos hijas y tres hijos. A Karl y Alois les sigue
Anna Johanna Barbara Sabina, que nace el 19 de diciembre de
1865 y que más tarde vistió los hábitos de monja. Eduard Ro-
man nace el 17 de febrero de 1867, será farmacéutico y tras él
viene al mundo el día de Año Nuevo de 1870 Max Theodor
Alexander, que sería párroco. La siguiente hermana, María Cres-
centia Elisabeth, nace el 26 de junio de 1872. El último hijo del
notario real y su segunda esposa Therese es Johann Alfred, nace
el 20 de septiembre de 1875 y más tarde sería director de una es-
cuela agraria.
La decisión de abandonar Marktbreit es firme a principios
de 1878. La familia adopta las medidas oportunas. El 10 de julio de
1878 el notario real Eduard Alzheimer certifica el último docu-

36
mento en Maktbreit: «El Sr. Samuel Hamburger, rentista de
Marktbreit, representado por D. Simeon Eichberg, vende su
casa número 87 con granero, leñera, patio vallado y un jardín
delante de la casa por la cantidad de 35.000 marcos a la comu-
nidad escolar protestante, representada por el alcalde, Julius
Hartmann, y el tesorero municipal, Salomon».
A mediados de 1878 el matrimonio Alzheimer se traslada
junto con sus siete hijos a Aschaffenburg, primero a la Lan-
dingstrasse, hasta que Eduard Alzheimer adquiere en la Dal-
bergstrasse, frente al ayuntamiento, una espléndida casa de me-
diados del siglo XVIII. Al igual que Alois, sus hermanos estudian
en el renombrado Instituto Real Humanístico, aquella institu-
ción donde se formaran también su padre y su tío Georg. El
doctor Nikolaus Feeser es el profesor de latín de Alois en el se-
gundo y tercer curso, en cuarto lo es Lorenz Köppen y en quin-
to, Ludwig Harrer. En los últimos cursos del bachillerato le da-
ban clase hasta tres profesores y el director del Centro. El 14 de
julio de 1883 Alois realiza, tras nueve cursos, el examen global
de bachillerato y recibe el siguiente informe:
«Entre las pruebas escritas destaca su redacción en lengua ale-
mana por la madurez de juicio y habilidad expositiva, aptitudes
que ya demostró en el último año del bachillerato.
También para las traducciones orales de las dos lenguas
muertas demuestra casi siempre una comprensión correcta de lo
leído y sabe expresar adecuadamente su contenido. Sus resulta-
dos en francés fueron peores, en matemáticas e historia, buenos.
En ciencias naturales este bachiller demostró tener unos conoci-
mientos extraordinarios, a lo largo del bachillerato se dedicó
con especial ahínco a esta materia.
Durante su estancia en el instituto se caracterizó por un
comportamiento intachable y dio muestras de una especial in-
clinación hacia el bien. Las ausencias de clase estaban justificadas
por ser miembro del comité directivo de la asociación de alum-
nos de nombre «Abituria», que se ocupaba de la organización de
la fiesta de despedida del instituto. Su aplicación era especial-
mente digna de encomio en aquellas asignaturas que le desper-
taban un mayor interés.

37
Obtiene las siguientes calificaciones por sus conocimientos,
demostrados en el examen global y en las pruebas realizadas en el
curso superior de bachillerato:
Religión: Sobresaliente.
Lengua: Sobresaliente.
Latín: Notable.
Griego: Aprobado.
Francés: Aprobado.
Matemáticas y Física: Notable.
Historia: Notable.
Gimnasia: Exento.

En el año 1882, un año antes del examen global de bachi-


llerato, Alois sufre un terrible revés: muere su madre a la edad de
42 años. El padre se casa en terceras nupcias con Martha Katha-
rina María, de soltera Geiger, que le da un último vástago, su
hija Eugenia Alzheimer. Eduard Alzheimer fue siempre un padre
severo con sus ocho hijos, estaba contento y orgulloso, aunque
no lo demostrara, de que todos ellos llegaran a ser algo en la
vida.

38
Capítulo 3
El estudiante de Medicina

En verano de 1883 y con el título de bachiller en el bolsillo,


el muchacho de 19 años está ante la duda de qué carrera elegir.
Es tradición en la familia que los Alzheimer se dediquen a pro-
fesiones relacionadas intensamente con las personas y sus desti-
nos. Muchos de ellos habían sido maestros o párrocos. El padre
de Alois, como notario, tiene una relación estrecha casi a diario
con las personas de su entorno, al igual que su tío Georg como
párroco. En cambio, él tiene esa predilección por las ciencias na-
turales que tan patente ha quedado en su certificado de bachi-
llerato. Pero no puede decidirse por una carrera relacionada con
las ciencias naturales, ya que le faltaría el contacto con las per-
sonas.
La profesión de médico, para la cual no hay antecedentes fa-
miliares, le va a permitir a Alois combinar a la perfección sus pre-
ferencias. A todo esto se añade un rasgo de su carácter, típico de
un hermano «mayor» en una casa católica de muchos hijos, la
alegría de estar ahí para los demás y el afán de ayudar, que más
tarde se haría evidente una y otra vez.
También tiene que decidir dónde quiere estudiar. Su herma-
no mayor Karl, en realidad su hermanastro, al que se parece
mucho físicamente, quiere que vaya a Würzburg, adonde Karl
vuelve en el primer semestre de 1882/83 después de haber estu-
diado en esta ciudad y en Estrasburgo y Múnich.
En Würzburg dirige la asociación estudiantil «Corps Fran-
conia» de manera ejemplar. Otra ventaja que ofrece Würzburg es
su cercanía a Aschaffenburg, lo que permitiría a Alois mantener

39
un estrecho contacto con su familia; a partir de mediados de si-
glo se llega a Aschaffenburg en tren desde Würzburg en un
tiempo relativamente corto.

Berlín: en la «meca de la Medicina»

Al ambicioso padre le gustaría que su hijo estudiara en Berlín


y le propone a Alois empezar allí su carrera de Medicina, princi-
palmente porque Berlín se consideraba entonces la «meca de la
Medicina».
Allí estaba por ejemplo Rudolf Virchow, figura prominente
de la Facultad de Medicina. Era el padre de la Patología celular,
alcanzó fama internacional como patólogo con su obra sobre tu-
mores patológicos. Sus ideas revolucionan el mundo académico
del siglo XIX. Pero no sólo destaca en esta materia, sino que
también alcanza cotas de maestría muy altas en otros campos
más alejados de su propia especialidad. Se propone perseguir
con ahínco objetivos prácticos y piensa que la ciencia ha de po-
nerse al servicio de estos. A esta manera de pensar le debe el Ber-
lín de la segunda mitad del siglo XIX la fama de ser una ciudad
«moderna» en cuanto a las disposiciones higiénicas municipales
y en relación a la política sanitaria.
Virchow es el científico alemán por excelencia. Su interés por
la arqueología es el reflejo de sus muchas inquietudes.
Las excavaciones de Micenas animan a Heinrich Schliemann
en 1883, a sus casi 60 años, a retomar los trabajos en Troya. Es
ahora cuando, con la ayuda de Rudolf Virchow, consigue en-
contrar la histórica Troya.
Virchow está también muy comprometido con la política:
como uno de los fundadores del Partido de Progreso Alemán
acuña, a principios de los años 70, el término kulturkampf (lucha
cultural) y durante más de diez años es el contrincante de Bis-
marck como diputado del Reichstag (Parlamento alemán).
Además de Rudolf Virchow, Robert Koch contribuye a la
buena fama de Berlín en el terreno científico. Koch convierte el
Servicio de Salud Imperial de Berlín en el centro de investigación

40
bacteriológica más reconocido. En 1882, precisamente poco
antes de que Alzheimer llegara a Berlín, Koch descubrió el my-
cobacterium tuberculosis, el bacilo tuberculoso. La tuberculosis,
que hoy apenas existe en los países occidentales, en aquel en-
tonces era uno de los peores males que acechaban a la pobla-
ción. Alrededor de 1880 en Alemania una de cada siete personas
moría de tuberculosis y en el grupo de edades comprendidas en-
tre los 15 y los 40 años una de cada dos muertes era atribuida a
esta enfermedad. El descubrimiento de Koch es un paso que
contribuye sobremanera al aumento de la esperanza de vida de
las personas.
Koch logra otro triunfo para la Medicina en 1883, cuando
en una expedición a la India descubre el agente del cólera y
prueba que su propagación es debida al empleo de agua potable
sucia. Koch consigue de esta manera probar por primera vez la
«naturaleza parasitaria» de una enfermedad infecciosa humana y
alcanza con este logro la fama mundial. En 1905 es galardonado
con el Premio Nobel.

El deseo de estar al lado de estos grandes hombres de la Me-


dicina anima a Alois Alzheimer a dar el salto de la Aschaffenburg
provinciana a la capital del Imperio. Empieza su carrera de Me-
dicina en el primer semestre de 1883/84 en Berlín y aparece en
el Registro Oficial de Estudiantes y Personal de la Real Univer-
sidad Friedrich-Wilhelm de Berlín correspondiente a ese semes-
tre (15 de octubre de 1883 a 15 de marzo de 1884):
«Nombre del estudiante: Alzheimer, Alois.
Lugar de nacimiento o país: Baviera.
Carrera: Med.
Distrito policial: Noroeste.
Nombre de la calle: Neustädtische Kirch.
Número de la casa: 7».

Se matricula en las clases teóricas y en las prácticas de Ana-


tomía impartidas por el profesor Gottfried von Waldeyer; en
Zoología con el profesor Karl Eduard Martens; en Química
inorgánica experimental con el profesor Adolf Pinner; en Teoría

41
de las criptógamas, es decir, de las plantas sin flores, con el pro-
fesor August Wilhelm Eichler, y en algunos temas de Fisiología
de las plantas con Max Westermaier.
Sobre todo le fascinan las clases de Anatomía de Waldeyer.
Este patólogo publicó entonces un artículo sobre el «desa-
rrollo del carcinoma» en la revista de Rudolf Virchow ‘Archivo
de Anatomía Patológica y Fisiología y de Medicina Clínica’ (Ar-
chiv für die pathologische Anatomie und Physiologie und für die
klinische Medizin).
Según la interpretación de Waldeyer, las células cancerosas
provienen de células normales que crecen sin control y se multi-
plican por división celular. La invasión local es consecuencia de
un crecimiento penetrante en el tejido circundante. La disemi-
nación de tumores secundarios, las metástasis, se lleva a cabo a
través de la corriente sanguínea y linfática y otros fluidos corpo-
rales.
La teoría sobre el nacimiento y la diseminación del cáncer de
Waldeyer es la base de la moderna investigación sobre el cáncer y
de los métodos de tratamiento quirúrgico derivados de ella, to-
davía hoy sigue vigente en los manuales.
En el famoso hospital clínico de la Charité, en la Universidad
Humboldt de Berlín, Carl Westphal imparte la asignatura de Psi-
quiatría. Con su predecesor, Wilhelm Griesinger, introduce la
Patología del cerebro en la Psiquiatría y en 1865 obtiene la cá-
tedra de Psiquiatría en Berlín. El mismo Westphal habla en sus
clases sobre obsesiones y agorafobia, el miedo a los espacios
abiertos, pero en realidad su especialidad es la Anatomía patoló-
gica e intenta descubrir la naturaleza de las lesiones cerebrales en
el caso de las psicosis. Pero lo que se encuentra Alois Alzheimer
por primera vez en las clases de Psiquiatría y le deja totalmente
fascinado es el «principio non-restraint» (sin inmovilización te-
rapéutica) de John Connolly, procedente de Gran Bretaña, un
«tratamiento libre de los enfermos mentales sin los medios co-
ercitivos drásticos, habituales hasta el momento»1.
Pero al estudiante educado en la religión católica y de fuerte
raigambre rural le seducen poco los muchos atractivos que ofre-
ce la metrópolis Berlín, su tierra franconiana le atrae demasiado.

42
Tras finalizar el primer semestre, el 7 de marzo de 1884 devuelve
sus libros a la Biblioteca Real de la Universidad; el 1 de marzo de
1884 había obtenido su certificado de estudios del semestre,
previo pago de una tasa de 12 marcos y 50 pfennig.
«Nosotros, el Rector y el Consejo Académico de la Real
Universidad Friedrich-Wilhelm de Berlín, certificamos que el se-
ñor Alois Alzheimer, nacido en Marktbreit, hijo del notario Alz-
heimer, habiendo realizado el bachillerato en el Instituto de As-
chaffenburg y tras presentar el título correspondiente obtenido el
16 de octubre de 1883, se encuentra matriculado en nuestra
Universidad, donde ha cursado estudios de Medicina hasta la fi-
nalización del primer semestre de 1883/84. Durante este tiempo
ha asistido regularmente a las clases en nuestra Universidad
como prueban los justificantes presentados»2.

Miembro de una asociación estudiantil en Würzburg

En el verano de 1884 Alois Alzheimer empieza su segundo


semestre universitario en Würzburg. Desde su infancia conoce
esta ciudad episcopal, situada a orillas del Meno; allí había estu-
diado su padre y se había casado con la madre de su hermano
mayor Karl. Por las afinidades familiares con Würzburg se ma-
tricula en la Facultad de Medicina de esta ciudad el 23 de abril
de 1884 y se instala al principio en la Badgasse, número 1.
A Karl, su hermano mayor, no le hace falta insistir mucho
para «pescar» a Alois como miembro de la asociación estudiantil
«Corps Franconia». El segundo semestre de 1884 es un semestre
difícil para la asociación. Después de celebrar el tercer centenario
de la Universidad el segundo semestre de 1882, el número de
miembros activos de la asociación se reduce de treinta a sola-
mente cuatro, por eso se necesitan nuevos estudiantes para la
continuidad del «Corps».
Uno de ellos es Alois Alzheimer, que es admitido de buen
grado y que pronto colabora activamente. Aporta la experiencia
que adquirió durante su pertenencia a la asociación estudiantil
«Abituria» de Aschaffenburg, pertenencia que le acarreó una

43
Alois Alzheimer (1884), miembro de la «Franconia» de Würzburg

mácula en su certificado de bachillerato. Alois goza, en su se-


gundo semestre universitario, de la vida de la asociación, asiste a
pocas clases, cambia varias veces de habitación y al final del se-
gundo semestre, el 25 de julio de 1884, llega a pertenecer al «nú-
cleo» de la «Franconia». Más tarde ostentará varios cargos, puesto
que es a todas luces un «franconiano» entusiasta y comprometi-
do; la tradición familiar en la «Franconia», iniciada por Karl, la
sigue también el hermano menor de Alois, Eduard, que formará
parte de su núcleo el 11 de junio de 18903.

44
Durante su estancia estudiantil en Würzburg, Alois Alzhei-
mer despliega más actividades sociales que académicas, entre las
primeras se encuentra también la esgrima estudiantil. Durante
un duelo se produce un tajo enorme. La cicatriz se extiende
desde el párpado inferior izquierdo por la mejilla hasta bordear el
bigote. Ésta es una de las razones por las cuales Alzheimer más
tarde, salvo raras excepciones, sólo se dejará retratar del lado
derecho. Durante el segundo semestre de 1884 asiste única-
mente a una clase de Química, un seminario sobre la química de
los metales con el profesor Johann Wislicenus, que le cuesta 30
marcos.
Durante el primer semestre de 1884/85 el estudiante de se-
gundo curso ocupa una habitación en Innerer Graben, número
45 y se dedica algo más a sus estudios académicos4. La asignatu-
ra principal la imparte el profesor Adolf Fick, un fisiólogo fa-
moso que dio nombre a las leyes de difusión de Fick. Éstas per-
miten una descripción macroscópica, física y matemática de la
difusión.
Pero más importante para Alzheimer será el contacto con el
histólogo Albert von Kölliker, que le introduce en el fascinante
mundo de la microscopía. En el departamento de Kölliker tra-
bajan investigadores famosos como Alfonso Corti, que llegaría
a ser premio Nobel, y Franz von Leydig. Ambos dieron nombre a
órganos y sistemas celulares: el órgano de Corti, el órgano del ca-
racol auditivo, y las células de Leydig, las glándulas del tejido tes-
ticular y lugar de formación de las hormonas sexuales masculinas.
Los estrechos contactos que se producen durante el curso de
microscopía de Kölliker le llevarán más tarde a la elección de su
tema de doctorado y a unas prácticas para completar su forma-
ción en microscopía.
Alzheimer no puede prescindir de sus amadas ciencias natu-
rales y, por eso, se matricula de Física con el profesor Friedrich
Kohlrausch. Le atrae el nombre de este pionero de la teoría de la
electricidad, que le dio nombre a la ley de Kohlrausch, con cuya
ayuda es posible determinar la velocidad absoluta de migración
de los iones. Para poder realizar el examen global preclínico,
llamado también «Physikum», Alzheimer necesita realizar otras

45
asignaturas de ciencias naturales como Fisiología, Zoología y
Botánica, impartidas por el profesor Julius von Sachs. Con esta
preparación aprueba sin esfuerzos el «Physikum» a finales del se-
gundo semestre de 18855.
Después de esto Alois protagoniza una divertida broma es-
tudiantil: nada más acabar el examen se va en tren de Würzburg
a Aschaffenburg. Poco antes de llegar se pone en el comparti-
mento un frac blanco. Su pajarita y el lacito del caniche que le ha
prestado un hermano de la asociación son de color púrpura. Al
llegar a la estación se sube a un coche tirado por cuatro caballos
negros y se dirige con el caniche en el regazo a la notaría de su
padre. Delante de la casa el cochero toca la corneta, en cada piso
de las casas colindantes se abre al menos una ventana y los sor-
prendidos vecinos de Aschaffenburg se muestran incrédulos. A la
familia esta exhibición le parece embarazosa, pero luego todos
ríen la ocurrencia de Alois6.
En el primer semestre de 1885/86 Alois Alzheimer se trasla-
da a la Johannitergasse, número 5, y empieza ahora los estudios
de Medicina «propiamente dichos». Las materias y prácticas clí-
nicas despiertan todo su interés. Se matricula de Patología gene-
ral y de un curso clínico sobre intoxicaciones, además de asistir a
las clases del profesor Georg Matterstock sobre percusión y aus-
cultación, que consistía en dar pequeños golpes y escuchar el
cuerpo, lo que los estudiantes ya llamaban entonces el «curso de
los golpecitos».
Por cada una de estas asignaturas hay que pagar una tasa se-
mestral de 20 a 30 marcos, de modo que cada semestre se van
rápidamente algunos cientos de marcos. A Alzheimer le atraen
especialmente las clases sobre Psiquiatría forense que imparte
el profesor Hubert von Grashey, desde 1884 catedrático de Psi-
quiatría en Würzburg. Grashey se convertirá en sucesor de Von
Gudden, psiquiatra del rey Luis II, y ocupará la cátedra ordina-
ria de Psiquiatría en Múnich en 1886, año en el que, el 13 de ju-
lio, Gudden se ahogará de forma misteriosa junto al Rey en el
lago Starnberger.

46
Un semestre en Tubinga

El 20 de octubre de 1886 Alois Alzheimer abandona la Uni-


versidad de Würzburg para estudiar en el primer semestre de
1886/87 en la Universidad Eberhard-Karl de Tubinga.
Su padre Eduard le firma un certificado dándole permiso
para estudiar allí y obligándose al mismo tiempo a correr con los
gastos. Eso permite a Alois Alzheimer matricularse el 12 de no-
viembre de 1886, el importe de la matrícula asciende a 10 mar-
cos y 90 pfennig. El alojamiento en el hotel «Prinz Karl» en la
Hafengasse, número 6c, parece algo más lujoso, al menos por lo
que se refiere al nombre7.
A Alzheimer, que ya cursa el séptimo semestre, le ha llegado
la hora de dedicarse más intensamente a los estudios de Medici-
na. En las tierras suabias las cosas son bastante más duras que en
Franconia. Y de hecho esto queda reflejado en la documentación
sobre sus estudios en Tubinga. Se matricula de seis asignaturas
teóricas y prácticas: Patología especial y terapia, Medicina clíni-
ca, Seminario sobre fracturas y luxaciones, Cirugía clínica, Teo-
ría de la asistencia al parto y Curso de reconocimiento tocogi-
necológico. Alzheimer tiene que trabajar muy duro, pues en
este semestre hace ocho asignaturas en pocos meses.
En Tubinga existe una asociación hermana de la «Franconia».
A pesar de su ambición y su sentido de la responsabilidad Alz-
heimer no se mantiene alejado de la vida estudiantil e interviene
en algunas novatadas que tienen tradición en Tubinga. Con su
estatura de casi 1,80 metros Alzheimer es un prügel-mannsbild
(hombretón), como dicen los franconianos; sus compañeros
suabios le llaman con respeto mords-kerle (tiarrón) y destacan su
carácter a menudo divertido, y en ocasiones hasta desbocado.
De su época de Würzburg se conoce que, tras perder una
apuesta, atravesó el Meno nadando en pleno invierno. En Tu-
binga una noche hace tanto ruido ante una comisaría que se le
impone una sanción de tres marcos que debe pagar a la admi-
nistración de la Universidad8.
Tales pruebas de valentía y bromas estudiantiles, cuyo único
fin era sacar un poco de sus casillas a los honrados ciudadanos y

47
El registro de la sanción. Universidad de Tubinga, 14.2.1887

a las instituciones, son propias de la vida estudiantil de la época.


Un castigo era más bien un honor que una vergüenza.
Quizás Alzheimer piensa de otro modo veinte años más tar-
de, en noviembre de 1906, cuando vuelve a la ciudad universi-
taria de Suabia para ofrecer una conferencia titulada «Sobre una
enfermedad peculiar de la corteza cerebral» en el marco de la 37.a
Reunión de Psiquiatras del Suroeste de Alemania. Es el caso de
Auguste D. Este trabajo entra en la historia de la Medicina y
contribuye a que a mediados del siglo XX una de las enfermeda-
des más terribles y más extendidas en personas de edad avanzada
lleve el nombre de «Enfermedad de Alzheimer».

De nuevo en Würzburg: la tesis doctoral

Tal vez por influencia de su hermano Karl, Alois Alzheimer


vuelve para el segundo semestre de 1887 a Würzburg y termina
aquí sus estudios. Pero la razón más importante es probable-
mente su marcada predilección por la microscopía, en la que se
inició sobre todo con Von Kölliker en el primer semestre de
1884/85.
Los semestres en Würzburg son muy intensos: Alzheimer se
matricula en el segundo semestre de ocho asignaturas; las tasas
de matrícula suponen 155 marcos, además empieza su tesis doc-
toral. Las asignaturas cubren los campos de la Cirugía, Oftal-
mología, Ginecología, Medicina Interna y las Técnicas de vacu-
nación. En este segundo semestre retoma su relación con Von

48
Kölliker con el que sigue un curso de Embriología; con el pro-
fesor Philipp Stöhr estudia Anatomía topográfica. Von Kölliker
o Stöhr, o ambos, le proponen a Alzheimer el tema para su tesis:
Sobre las glándulas ceruminosas del oído 9.
Aristóteles ya se había ocupado de la procedencia y compo-
sición de esta especial secreción del cuerpo humano. Entonces se
suponía que el cerumen del oído era un producto de desecho de
la actividad cerebral. Nuevas interpretaciones le atribuían una
función de protección frente a toda clase de insectos que pudie-
ran entrar en el oído durante el sueño.
Diez años antes, y precisamente en Würzburg, los tapones
de cerumen habían supuesto para uno de los más renombrados
psiquiatras alemanes, Emil Kraepelin, un triunfo terapéutico
sin parangón. En sus memorias escribe: «Recuerdo a una ancia-
na que curé de una sordera persistente quitándole los tapones de
cerumen endurecidos; ella estaba tan sobrecogida por este mi-
lagro que se puso de rodillas a rezar una oración de agradeci-
miento».
En su tesis, de tan sólo 17 páginas, y realizada en el Instituto
de Microscopía Anatómica de Würzburg, Alzheimer ofrece un
panorama histórico de las obras publicadas hasta el momento.
Sobre la composición anatómica de las glándulas ceruminosas
existe unanimidad general. Sin embargo, hay opiniones encon-
tradas sobre la cuestión del origen de las glándulas y la desem-
bocadura de los conductos glandulares. El doctorando llega a las
siguientes conclusiones tras su propia investigación:
«1. Las glándulas ceruminosas del oído se originan por el
crecimiento de la vaina externa de la raíz capilar del folículo pi-
loso.
2. En los recién nacidos desembocan en los folículos pilosos.
Pero en el caso de los adultos estas desembocaduras se retraen
lentamente y emigran hacia arriba para salir a la superficie por la
piel. Algunas glándulas ceruminosas permanecen en los esta-
dios iniciales».
Las dos últimas páginas de la tesis doctoral sobre la forma-
ción e importancia del cerumen y sus constituyentes son de es-
pecial relevancia: «El cerumen se compone esencialmente de

49
numerosos gránulos de grasa y grumos parduzcos e irregulares y
de células llenas de grasas, visibles con la aplicación de cloruro
potásico, cuyo origen son sin duda las glándulas sebáceas; a esto
se añaden ocasionalmente escamas de la epidermis y pelo».
Característico del pensamiento científico de Alzheimer es
que no deja lugar para las especulaciones, sino que anota escue-
tamente: «A la cuestión de si el cerumen tiene alguna utilidad
especial no podría responderse aún».
Las láminas histológicas, realizadas por el mismo Alzheimer,
son extraordinarias. Reflejan a un investigador que trabaja con
una precisión extremada, y a un gran artista. Al observar las lá-
minas un especialista nota inmediatamente que Alzheimer tenía
que encontrar en la Medicina un campo que le permitiera desa-
rrollar su capacidad para observar, reproducir y describir. Más
tarde contribuirá a la introducción de la microscopía en la Psi-
quiatría.
Al final de su tesis, con la cual alcanzó el título de doctor en
Medicina en 1887 y que publicó más tarde, el doctorando es-
cribió unas líneas de agradecimiento a sus tutores:
«Es para mí una agradable obligación darle las gracias al
profesor Von Kölliker, consejero honorífico, y al doctor Schulze
por su inestimable ayuda. Me siento realmente obligado a mos-
trar mi gratitud al profesor Stöhr que, con su gran amabilidad y
afabilidad, ha sido en todo momento un gran apoyo para la rea-
lización del tema que me propuso».
En el primer semestre de 1887/88 Alzheimer ya no está ma-
triculado; sin embargo, asiste a cuatro asignaturas: Higiene, Po-
liclínicas, Oftalmología clínica y Cirugía propedéutica. En su ex-
pediente no figura ninguna asignatura de Psiquiatría.
1888 es el año de los exámenes y de la decisión final sobre su
profesión. El 12 de mayo de 1888 aprueba el examen de la li-
cenciatura en Medicina ante el tribunal médico de Würzburg
con la calificación de «sobresaliente». El 4 de junio de 1888 el
Real Ministerio Bávaro del Interior, Asuntos Eclesiásticos y Edu-
cación le concede el título que le habilita para ejercer la Medici-
na en todo el territorio del Imperio Alemán10.

50
En el Imperio Alemán 1888 es el año de los tres emperado-
res. En muy poco tiempo se produce un cambio generacional en
el trono. El nieto sucede al abuelo y al padre. Tras la muerte del
emperador Guillermo I a los 91 años, el 9 de marzo empieza la
regencia de 99 días de su hijo Federico III, de 57 años, grave-
mente enfermo, que muere el 15 de junio de cáncer de laringe;
su hijo Guillermo II le sucede con 29 años como Rey de Prusia y
Emperador de Alemania.
El cáncer de laringe de Federico III se convierte el 21 de
mayo de 1888 en asunto político y hace historia en la Medicina.
Para el tratamiento del príncipe heredero de Prusia, la Casa Im-
perial había llamado al especialista en laringe Morrell Mackenzie
de Gran Bretaña. Éste extrajo una biopsia del tumor en cuestión
que le fue entregada a Rudolf Virchow para su examen histoló-
gico. Mientras que el cirujano alemán, «a causa de la posible ma-
lignidad», recomendó una «extirpación total del tumor» y pro-
puso una intervención quirúrgica urgente, el británico mantuvo
que la enfermedad no era cáncer incluso tras haber conocido la
opinión de Virchow.
Cuando Federico, a pesar de inútiles estancias en balnea-
rios y de los vanos esfuerzos de muchos médicos, murió tras un
corto periodo de regencia, la opinión pública se cebó con Mac-
kenzie, «el estafador inglés», en proclamas nacionalistas llenas de
odio.
Pero, aunque esta desabrida diferencia de opiniones fuera
muy comentada, en la historia de la Medicina tuvo una reper-
cusión mucho mayor otro acontecimiento en un principio to-
talmente anodino: Sigmund Freud, que estudió en París con
Jean Martin Charcot en la Salpêtrière, tradujo al alemán en
1888 una monografía de Hippolyte M. Bernheim.
Bernheim define en ésta el concepto de sugestión basado
en un modelo de reflejos, según el cual a través de la palabra se
introducen las ideas en el cerebro y éste se las cree. Este «fenó-
meno centrípeto» pretende convertirse de forma centrífuga en un
desencadenante de sentimientos, imágenes o movimientos cuan-
do el control mental se desconecta por medio de la hipnosis. La
terapia sugestiva o psicoterapia se basa en el aprovechamiento te-

51
rapéutico de este automatismo del cerebro. «La sola palabra bas-
ta» es el lema de Bernheim. Él intenta a través de la sugestión
por la palabra llegar a todos los trastornos orgánicos funcionales
posibles, acercando casi como un hipnotizador las ideas de cu-
ración a sus pacientes.
Así se abre un campo totalmente nuevo para la Psiquiatría, la
psicoterapia clínica. Alois Alzheimer no sólo introducirá en po-
cos años el microscopio en la Psiquiatría, sino que contribuirá,
como lo demuestran sus conversaciones con los pacientes, a que
en Psiquiatría se hable mucho con los enfermos, como lo prue-
ban las publicaciones que reproducen estos diálogos.

52
Capítulo 4
De Würzburg a Francfort

Un conocido psiquiatra alemán de aquellos tiempos, se les


denominaba por lo general «médicos de locos» y ellos mismos
empleaban este término, era Heinrich Hoffmann. Nació en
1809 en Francfort del Meno. Su madre se murió medio año des-
pués de su nacimiento y su padre, arquitecto de profesión, se
casó cuatro años más tarde con la hermana de la difunta. Hein-
rich Hoffmann estudió Medicina en Heidelberg y Halle, y rea-
lizó una estancia de estudios en hospitales de París. El hijo del
arquitecto se convirtió en médico de la beneficencia, anatomo-
patólogo en el Instituto Senckenberg de Francfort e introdujo la
microscopía para el estudio de los tejidos.
En 1848 pertenece al Preparlamento de la Paulskirche de
Francfort como uno de los diez miembros elegidos por esta ciu-
dad y funda la Bürgerverein, una asociación ciudadana que aco-
ge a comerciantes y artesanos sin tener en cuenta su religión.
El año 1848 significaría para Europa el comienzo de cambios
profundos, de una enorme excitación, de grandes esperanzas y
también de grandes desengaños. Pero pronto Hoffmann necesi-
ta todas sus fuerzas para sus intentos de reforma en la Psiquiatría;
abandona el escenario político y en 1851 se convierte en director
de la Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos de Franc-
fort. Una parte del complejo fue en su día manicomio. A partir
de 1780 se llama «asilo de locos» y está subvencionado por el
Departamento de Beneficencia de la ciudad. En 1815 se añade
un edificio al lado que será la «Institución para Epilépticos» y en
1833, al unirse todos estos edificios, nace la Institución para

53
Enfermos Mentales y Epilépticos bajo la tutela de un Departa-
mento de Asistencia común.
En 1859 Hoffmann escribe su primer manual y lo publica
con el título Observaciones y experiencias sobre trastornos anímicos
y epilepsia en la Institución para Enfermos Mentales de Francfort, de
1851 a 18581.
La división de Hoffmann de las distintas formas psicopato-
lógicas es absolutamente clara y está en consonancia con la labor
clínica del día a día. Conoce la melancolía y la manía, la locura
parcial, la locura general, la falta de capacidades mentales (de-
mentia) y la epilepsia.
En una de las más importantes revistas psiquiátricas de mitad
del siglo, la ‘Revista General de Psiquiatría y Medicina Psiquiá-
trico-forense’ (Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-
gerichtliche Medizin) se puede leer sobre esta obra: «Al leer este li-
bro se siente uno atraído y al mismo tiempo atrapado, como si
fuera un paseo por un hermoso parque». El libro de Hoffmann
atrae al lector y contiene, también para los que no son médicos,
emocionantes historias de enfermos que se leen fácilmente. Hoff-
mann demuestra ser un buen y agudo observador que sabe apro-
vechar las experiencias vividas para sí y para el bienestar de los
pacientes a su cargo.
Las manías, caracterizadas como un transcurso enfermiza-
mente rápido de los procesos psíquicos, son clasificadas por
Hoffmann de manera muy ilustrativa como sigue: manías agu-
das, manía transitoria, manía simplex, manía religiosa, ninfo-
manía y manía erótica, megalomanía y manía crónica. En el
caso de la megalomanía, o delirio de grandeza, apunta que «no es
otra cosa que un reflejo equivocado y distorsionado de la vida
psíquica sana». Lo poco que se puede hacer en este caso con en-
señanzas y razonamientos se ejemplifica con una conversación
mantenida por Hoffmann con un enfermo que queda recogida
en su manual:
El enfermo, que se encuentra en una fase tranquila, saluda
educadamente a Hoffmann, dice que todo está bien y que ahora
no iría al infierno. Cuando Hoffmann le contesta sonriendo:
«Bueno, eso está bien», le replica el paciente: «¡Qué pena, pero

54
usted sí irá!». Después añade con gesto serio de autosatisfac-
ción: «¡Hoy es el día de la bendición!».
—¿Qué día de la bendición, señor N.?
—El día en el que voy a ser bendecido como Cristo.
—¿Pero para eso se necesita una bendición?
—Cuando usted se convirtió en doctor, ¿no lo bendijeron tam-
bién?
—Ya lo creo, pero Cristo nació según las Escrituras como
Hijo de Dios, una bendición habría estado de más.
La reacción del paciente la describe Hoffmann: «A conti-
nuación el paciente se molesta, se levanta y dice que no quiere
seguir escuchando mi cháchara absurda».

En el siglo XIX hay dos posturas enfrentadas en relación a la


controvertida cuestión sobre las causas de las enfermedades psí-
quicas, cómo se generan y cómo se pueden tratar: «los psíquicos»
y «los somáticos». Los psíquicos encuentran las causas y posibi-
lidades de tratamiento en el alma, los somáticos, en el cuerpo.
Hoffmann no es un psíquico como muchos de sus colegas
alemanes. Él no quiere «llenar páginas enteras con circunlo-
quios psicológicos». Hoffmann pertenece claramente a los so-
máticos. Cree que las enfermedades mentales están condicio-
nadas somáticamente y sigue a Wilhelm Griesinger, aquel
profesor de Psiquiatría de Berlín que, con su manual Patología y
terapia de las enfermedades psíquicas, aparecido en 1845, inició la
época de las ciencias naturales en la Psiquiatría.
La teoría de Griesinger se puede resumir con la conocida
cita: «Las enfermedades mentales son enfermedades cerebrales».
Por lo tanto, Griesinger concede mucha importancia a la Pato-
logía neurológica, convirtiéndola en la ciencia fundamental de la
Psiquiatría orientada hacia las ciencias naturales.
Hoffmann muestra también interés por las autopsias y los
hallazgos anatomopatológicos. Como somático participa en mu-
chas autopsias y él mismo practica 73 en siete años: «De estos 73
cadáveres 58 eran enfermos mentales, 15 se registraron como
epilépticos». Sobre la edad de los difuntos Hoffmann informa de
que «la epilepsia mata antes que las enfermedades psíquicas, la

55
mayoría de las defunciones en casos de epilepsia se dan entre los
18 y los 30 años, mientras que los enfermos mentales alcanzan
más edad y se mueren entre los 30 y los 70».
Junto al enfoque básico centrado en las ciencias naturales, en
la Institución para Enfermos Mentales se aplican modelos mo-
dernos de la psiquiatría social. Heinrich Hoffmann se muestra
partidario del «principio non-restraint», el «tratamiento libre», a
ser posible sin medios coercitivos.
En Francfort ya todos conocen a Heinrich Hoffmann, que lle-
gará a ser conocido en todo el mundo no tanto por sus obras cien-
tíficas sino por ser el autor de Pedro Melenas (Der Struwwelpeter).
En 1845 se publica este libro de ilustraciones bajo el título His-
torias divertidas e imágenes graciosas con 15 láminas bellamente
pintadas para niños de tres a seis años, que más tarde sería famoso.
Tras el seudónimo de Reimerich Kinderlieb se esconde Heinrich
Hoffmann; hasta la sexta edición del libro no aparecería su ver-
dadero nombre. El manuscrito original, con dibujos a plumilla y
acuarela, se lo regaló a su hijo Carl en las Navidades de 1844. En
1859 Hoffmann dibuja nuevamente Pedro Melenas; esta versión
se traducirá a casi todas las lenguas y a todo el mundo les resul-
tarán conocidas sus historias: la historia del malvado Federico, la
tristísima historia de las cerillas, la historia de los niños negros,
del fiero cazador, del chupadedos, la historia de Juan Babieca y la
historia de Roberto Volador2.
Todavía hoy el autor de libros infantiles es más conocido que
el psiquiatra, aunque habría que destacar especialmente que,
como director de la Institución para Enfermos Mentales de
Francfort, fue el primero en crear un departamento especial
para psiquiatría infantil.
El psicoanalista Georg Groddeck estaba especialmente entu-
siasmado con Heinrich Hoffmann: «Oh, Hoffmann, el más sa-
bio entre los sabios, la gente cree que has hecho un libro para ni-
ños y en realidad has creado y escrito para mayores el cantar de
los cantares del subconsciente»3.

A mediados de los cincuenta Heinrich Hoffmann se dedica


intensamente a la construcción de un nuevo hospital en la lla-

56
mada Affenstein (piedra del mono). El nombre de Affenstein se
había generalizado mucho antes de la planificación del hospital
como imitación del sonido de Ave-Maria-Gebetsstein (monolito
dedicado a la Virgen que se encontraba allí), y pronto se conoce
esta colina como el campo de Affenstein. Heinrich Hoffmann se
muestra muy hábil a la hora de conseguir fondos. Consigue re-
caudar 46.000 gulden por medio de una campaña en la prensa.
Además el hospital Heilig-Geist le concede una hipoteca de
100.000 gulden y el barón Von Wiesenhütten promete legarle en
su testamento otros 100.000 gulden.
Para planificar y construir el nuevo hospital psiquiátrico se
precisan grandes preparativos, pero también interviene el azar: la
joven esposa de un arquitecto acude a la consulta de Hoffmann.
Él lo refleja así: «En esa época ocurrió que la joven esposa del ar-
quitecto Oskar Pichler padeció una enfermedad nerviosa grave.
Me pidieron consejo y yo remití a la paciente al hospital de Ille-
nau, en la región de Baden. El esposo acompañó a la enferma y
en estas tristes circunstancias tuvo ocasión de observar a fondo
este enorme hospital, así como el que se encuentra en el ducado
de Nassau, en el monte Eichberg de Rheingau. Unas semanas
más tarde vino a verme y me preguntó si no podría presentarse él
al concurso (...). Pichler había sido el más fiel a mi proyecto. Es-
cribí un informe razonado a su favor (...). De esta manera el De-
partamento de Asistencia le encargó realizar los planos»4.
El Departamento de Asistencia de la ciudad les envía a am-
bos durante tres meses, del 19 de abril hasta el 21 de julio de
1856, a visitar instituciones sanitarias y hospitales antiguos y mo-
dernos. Hoffmann busca modelos en toda Europa; el médico y
su arquitecto viajan a Königsberg pasando por Berlín, a Danzig,
después a Schwerin, Hamburgo, Kiel y Bremen. Pasan por Ho-
landa y Bélgica de camino a Inglaterra, donde visitan un hospital
londinense y otros centros rurales de nueva construcción, tres
county-asylums. En Francia visitan los hospitales de París, Nancy
y Estrasburgo, y regresan a Francfort de nuevo.
No es fácil compaginar los requisitos estéticos del arquitecto
con las ambiciones artísticas y las necesidades prácticas del mé-
dico. Lo logran porque ambos se reconocen mutuamente como

57
La Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort
del Meno

representantes competentes de sus respectivos campos y porque


la cuestión del estilo del edificio la decide en último término la
ciudad: «La construcción del hospital reflejará el estilo arquitec-
tónico alemán».
Hoffmann ha adquirido tanta experiencia en sus viajes que se
le considera un experto en construcción de hospitales y, a finales
de febrero de 1864, viaja a Zúrich para ayudar a decidir el em-
plazamiento del nuevo hospital psiquiátrico de esta ciudad. Por
indicación suya el hospital se construye en la «Burghölzli», hoy
todavía lleva ese nombre.
En mayo de 1864, a los pocos meses de su viaje a Zúrich,
Hoffmann se traslada con cien enfermos al magnífico edificio
parecido a un palacio de cuento de hadas conocido entre los
lugareños como el «Palacio de los Locos en la Piedra del Mono».
Al principio Hoffmann es el único médico para los cien en-
fermos, pero en el otoño de 1864 recibe a un médico asistente,

58
August Lotz. En el año 1880 el hospital se encuentra saturado
con 220 pacientes. Hoffmann escribe en sus memorias: «Uno
debería preocuparse por el llamativo aumento en los últimos
decenios de las enfermedades nerviosas y especialmente por los
trastornos cerebrales denominados psicosis. La humanidad actual
tiende a estar cada vez más nerviosa, lo que predispone a enfer-
mar de estos males».
La saturación del centro se debe principalmente a que Hein-
rich Hoffmann tiene el hospital «hecho a su medida» y vive
«entre enfermos mentales en bellos jardines a las puertas de la
ciudad», y además a que «la música tiene un papel importante en
nuestra Institución».

Hoffmann ya tiene 71 años pero sigue dirigiendo la Institu-


ción para Enfermos Mentales y Epilépticos y atiende a sus pa-
cientes con la ayuda de August Lotz. Decide retirarse poco antes
de cumplir 80 años. Se lo quiere poner algo más fácil a su suce-
sor, Emil Sioli. El 1 de noviembre de 1888, cuando Sioli em-
piece su contrato, debería contar al menos con un colega más,
puesto que Lotz tiene también la intención de jubilarse. Por
este motivo Hoffmann hace todo lo posible para que creen un
puesto de médico asistente. Finalmente aprueban la plaza y la sa-
can a concurso5.
A este concurso se presentan varios médicos, casi todos jó-
venes e inexpertos. Se presenta también un tal doctor H. Kurella,
pero retira su solicitud, hecho que Hoffmann lamenta profun-
damente, pues Kurella publicará en 1893 La Historia Natural del
Criminal y llegará a ser un conocido psiquiatra.
Por esa razón la ocupación del «puesto de trabajo de un ter-
cer médico», como entonces se denominó a la plaza de médico
asistente, se dilata en el tiempo. Hoffmann no encuentra apro-
piados a tres candidatos que se presentan en el hospital el 18 de
marzo de 1888. La plaza vuelve a salir a concurso, esta vez se
presentan seis candidatos. Estos solicitantes serán rechazados
esta vez por el Departamento de Asistencia. El administrador del
hospital le dirige un escrito a la Administración local con el
ruego de «volver a sacar a concurso la plaza. Quisiera pedirles

59
que el sueldo fijo se eleve de 1.200 marcos a 1.800 marcos. El se-
gundo médico (jefe clínico) recibe 1.500 marcos y 1.000 marcos
de incentivos y, en el caso de que esta plaza saliera a concurso en
un futuro, el sueldo no se podría fijar en menos de 2.500 mar-
cos. Un sueldo de 1.200 parece a todas luces demasiado bajo y
en todo caso nada atrayente, porque un psiquiatra tiene menos
oportunidades de ascender que un médico asistente de una ins-
titución sanitaria de otro tipo».
La Psiquiatría es una especialidad en la que sólo existe un nú-
mero limitado de puestos de trabajo hospitalarios. Las consultas
privadas tienen también grandes dificultades, al contrario de lo
que pasa en otras ramas de la Medicina.
«Y justamente en el caso de Francfort las posibilidades de as-
censo son aún más limitadas que en otras regiones más extensas
y con mayor número de hospitales. Por lo tanto, le rogamos
encarecidamente que nos permitan sacar a concurso la plaza del
tercer médico con un sueldo fijo de 1.800 marcos».

La respuesta del alcalde es rotunda: se considera inútil anun-


ciar el concurso en el periódico de Francfort y en la gaceta oficial
local, pero debería publicarse dos veces en revistas especializadas
importantes y debería buscarse un médico asistente y no un ter-
cer médico. Y se ruega que el sueldo se mantenga en 1.200 mar-
cos. El hecho de que la palabra médico asistente (Assistenzarzt)
está subrayada indica que a este término, probablemente docu-
mentado aquí por primera vez, se le concede más importancia
que a la denominación «tercer médico».
A raíz de esto en el ‘Periódico Médico Alemán’ (Deutsche
Medizinal-Zeitung), en la ‘Revista Clínica Semanal de Berlín’
(Berliner Klinische Wochenschrift), en la ‘Revista Médica Alemana
Semanal’ (Deutsche Medizinische Wochenschrift), y en la ‘Revista
Médica Semanal de Múnich’ (Münchner Medizinische Wo-
chenschrift) aparece el siguiente anuncio:
«Médico asistente.
Se busca médico asistente para la Institución de Enfermos
Mentales de Francfort del Meno. Sueldo: 1.200 marcos, aloja-
miento y comida gratis.

60
Se aceptan solicitudes hasta finales de junio del presente
año.
El representante de la Administración local,
Miquel
Francfort del Meno, 25 de mayo de 1888».

Alois Alzheimer toma nota de este anuncio, ya que le gusta


más la denominación profesional «médico asistente» que la am-
bigüedad del término «tercer médico», pero antes de enviar su
solicitud ocurre algo que va a influir sobremanera en su decisión
posterior a favor de la Psiquiatría: acepta un puesto de médico
para acompañar a una «dama enferma mental» y viaja con ella
durante cinco meses. Por desgracia no se sabe quién era aquella
dama ni a dónde viajaron.
Cuando regresa de ese viaje en el otoño de 1888 saca de
nuevo el anuncio de la ‘Revista Clínica Semanal de Berlín’ y ha-
bla de la oferta con su hermano mayor Karl. Ambos redactan el
escrito de solicitud, pero lo envían tan tarde que lleva la fecha de
14 de diciembre de 1888. Junto con la solicitud envían un cu-
rrículum vitae, el título que le habilita para ejercer la Medicina,
el título de doctor y una carta de recomendación del profesor
Von Leube, pionero en el campo de las enfermedades gastroin-
testinales, en la cual certifica que las aptitudes de Alzheimer
«son muy prometedoras».
El currículum vitae de Alzheimer contiene los siguientes da-
tos:
«El abajo firmante nació el 14 de junio de 1864 en Markt-
breit (Baviera), su padre era el consejero de Justicia Real y nota-
rio Eduard Alzheimer, realizó sus estudios primarios en la escuela
de Marktbreit y el bachillerato en el Instituto de Aschaffenburg.
En el otoño de 1883 empezó los estudios de Medicina en la Uni-
versidad de Berlín y los continuó en las Universidades de Würz-
burg, Tubinga, y de nuevo en Würzburg. Realizó el examen de
doctorado en el octavo semestre y el examen estatal en el noveno.
A continuación, durante un semestre, amplió sus conocimientos
sobre métodos de exploración microscópicos en el Departa-
mento de Anatomía de Von Kölliker en Würzburg y después

61
aceptó un puesto de médico para acompañar a una enferma
mental con la que viajó durante cinco meses».
Ambos hermanos están seguros de que las referencias al via-
je acompañando como médico a una enferma mental y a los
«métodos de exploración microscópicos en el Departamento de
Anatomía de Von Kölliker» llamarán la atención del director y
sucesor de Heinrich Hoffmann, el profesor Emil Sioli. Éste bus-
ca tanto a un médico trabajador como a un científico que sepa
de microscopía.
Lo que Alois Alzheimer y su hermano no saben es que a fi-
nales del año 1888 la situación en Francfort es desesperante.
Hoffmann acaba de dejar la dirección de «su» clínica a la edad de
79 años, tal y como consta en el informe sobre la Institución
para Enfermos Mentales y Epilépticos referente al periodo del 1
de enero de 1888 al 31 de marzo de 1889.
El 1 de noviembre de 1888 Sioli sucede a Hoffmann, y al
mismo tiempo se jubila por deseo propio y con el sueldo com-
pleto Lotz, consejero de Sanidad, que fue durante más de 24
años la única ayuda de Hoffmann. Al principio trabajó como
médico ayudante el doctor Knoblauch, pero está a punto de
aceptar una plaza de médico asistente, que ya había considerado
antes, en el Hospital Clínico Psiquiátrico de Heidelberg. Por
tanto, Sioli se encuentra solo con nada más y nada menos que
254 pacientes. La solicitud de Alzheimer le llega en el momento
oportuno. Para Sioli el doctor Alzheimer, recién doctorado, re-
presenta la solución a sus problemas.
Sioli no lo duda ni un momento. El mismo día que llega la
solicitud le otorga la plaza a Alzheimer por telégrafo, sin contar
con la decisión del Departamento de Asistencia, y solicita su in-
corporación el 19 de diciembre de 1888. Unos días más tarde el
Departamento de Asistencia transmite la petición a la Adminis-
tración local de Francfort con el ruego de «conceder la plaza al
doctor Alzheimer, que puede tomar posesión inmediatamente».
Puesto que Sioli se encuentra sin ninguna ayuda, se ruega «dejar
trabajar al doctor Alzheimer interina y provisionalmente».
Como se desprende de los archivos, Alois Alzheimer es con-
tratado casi con efecto retroactivo y puede «actuar» a partir del

62
19 de diciembre de 1888, es decir, pocos días después de llegar
su solicitud, por un sueldo de 1.200 marcos y con un plazo de
rescisión del contrato de tres meses. Con 24 años, sin pensárselo
dos veces, se marcha de Würzburg y emprende el viaje más de-
cisivo de su vida: hacia Francfort.

De camino a Francfort pasa una noche en Aschaffenburg,


con su familia. Al día siguiente, ya en Francfort, toma un ca-
rruaje en la estación principal que le lleva al parque de Grüne-
burg, donde se encuentra la Institución para Enfermos Mentales
y Epilépticos.
Este hospital es llamado por los vecinos de Francfort «Palacio
de los Locos»6. Es un imponente complejo de edificios, bien
diseñado para sus funciones. El hospital da la impresión de es-
pacioso, no hay muros altos. La fachada principal, que orientada
hacia la ciudad de Francfort, imita las extravagantes casas de
campo de los ciudadanos ricos y se corresponde con lo que, en el
ámbito de los estilos arquitectónicos, se denomina «gótico» o
«alemán» y por eso precisamente parece un palacio.
La entrada trasera al patio con el amplio aparcamiento está
configurada como un paseo con dos filas de árboles. El hospital
psiquiátrico tiene delante de la entrada principal el «jardín para
los pacientes de primera clase», el «jardín para la clase normal» y
un jardín para «los enfermos intranquilos, los paralíticos, los
epilépticos y los enfermos agresivos». Además hay jardines para
aislar a los pacientes agresivos y un jardín que pertenece al salón
de actos. A esto hay que añadir una zona para pasear y otra
para las máquinas, ambas se encuentran en el edificio a modo de
patios interiores.
Todo estaba planificado generosamente, con mucho espacio
y mucha luz, de acuerdo a la divisa de Hoffmann: «Sobre todo
tiene que ser de tal forma que la entrada del médico en una plan-
ta se parezca en algo a la salida del sol»7.

63
El joven psiquiatra

En la imponente entrada de la Institución para Enfermos


Mentales y Epilépticos de Francfort un cuidador saluda al nuevo
médico asistente y anuncia su llegada al nuevo jefe, el profesor
Emil Sioli.
El padre de Sioli era un terrateniente procedente de Solare,
del norte de Italia, de ahí su apellido italiano. Emil Sioli había
nacido en Lieskau, cerca de Halle8. Era 12 años mayor que Alz-
heimer, que en ese momento tenía 24. Sioli se formó en el
hospital de Wietleben, donde conoció las primeras teorías acerca
del tratamiento lo más libre posible de los enfermos mentales y
del beneficio de actividades de estos en un entorno rural. Al
igual que Hoffmann, Sioli considera que las enfermedades men-
tales se asientan en el cerebro.
En la sala de consultas del primer piso Sioli saluda amable-
mente a Alzheimer. Ambos están frente a frente: el vigoroso
Alzheimer y Sioli, una personalidad que impone, de cabellera y
barba pobladas, cara estrecha y ojos un poco juntos.
Sioli empieza por describirle el hospital. Alaba su magnífica
situación, sus amplias instalaciones de parques y jardines, así
como la belleza arquitectónica del edificio, que consta de un
complejo de pabellones, comunicados a través de corredores cu-
biertos, que cumple con las exigencias modernas. Sin embargo,
la distribución de los espacios de estos pabellones no es útil,
puesto que consiste en su mayor parte en filas de habitaciones in-
dividuales, lo que acarrea necesariamente la utilización de medios
coercitivos mecánicos. Pero con esta situación se acabará muy
pronto. «El principio del tratamiento libre», escribe Sioli en uno
de sus artículos, «exige salas más grandes para organizar con la
debida vigilancia el reposo en cama de los enfermos recientes».
Juntos bajan las escaleras hacia la entrada, donde Sioli le
muestra a Alzheimer el plano enmarcado, colgado en la pared, al
lado de la puerta principal. Le explica la situación de las plantas,
dispuestas de igual manera para hombres y mujeres y divididas
por secciones: enfermos tranquilos, enfermos nerviosos, paralí-
ticos generales, dementes, agresivos y epilépticos. Sioli advierte a

64
Emil Sioli

Alzheimer de que les esperan tiempos difíciles. Hay que hacer


frente a 250 ingresos al año; además es inminente una reforma
del edificio.

Los primeros días, en los que el joven doctor Alzheimer se


pone al corriente de todo, son de hecho de los más estresantes
que vivió nunca. Retrospectivamente, 25 años después, cuando
era director del hospital de Breslau escribe sobre ello:
«La institución recibía sólo a los enfermos mentales más
graves. Para poder pasar visita en la agitada planta te cubrían la
espalda unos cuidadores fuertes y, a pesar de ello, a veces era ne-
cesario defenderse uno mismo de ataques de pacientes agitados.
En cualquier rincón había pacientes sentados que insultaban y
escupían. Se comportaban singularmente y vestían de un modo
peculiar, eran totalmente inaccesibles para el médico.

65
Los hábitos más sucios estaban a la orden del día. Algunos
enfermos mostraban sus bolsillos llenos de basura de todo tipo,
otros tenían escondidas cantidades enormes de papel y objetos
para escribir en todas partes y otros los llevaban en grandes pa-
quetes debajo del brazo. Si llegado el momento había que retirar
toda esta basura para respetar las reglas higiénicas, oponían gran
resistencia y proferían gritos desesperados»9.
Sioli y Alzheimer están de acuerdo en que esta situación no
puede continuar; ambos son partidarios del tratamiento libre de
los enfermos, pero son conscientes de su comprometida situa-
ción y perciben el abismo existente entre sus reivindicaciones y la
realidad. Sioli escribe con tono ligeramente amargo en su primer
informe anual:
«Si nuestro método de tratamiento de no inmovilización
terapéutica, el ‘principio non-restraint’, consistiera solamente en
la prohibición del uso de la camisa de fuerza, podríamos justi-
ficarnos diciendo que se prosiguiera con la alimentación a la
fuerza, los baños a la fuerza y la limpieza a la fuerza. Entonces
bastaría con construir un cuartel y apelotonar dentro a cien
personas. Pero un cuidado individualizado de cada paciente
consiste en que se destierre el empleo de la fuerza, que es fre-
cuente en los tratamientos habituales. Este tipo de cuidados ra-
dica en evitar cualquier excitación, en llevar con mucho tacto
los casos agudos, en una higiene corporal muy cuidadosa en
los casos de paralíticos generales; todas estas medidas deben su-
perar las de otros hospitales porque aquí se trata a pacientes
muy graves»10.
El 18 de marzo de 1889 llega al hospital el «segundo médi-
co», al fin un jefe clínico, el doctor Franz Nissl, de 29 años. Nissl
es un facultativo conocido de Múnich que desconoce las técnicas
de la microscopía y de la Histología neurológica hasta su gran
descubrimiento de la tinción de los tejidos. En el plazo de ocho
meses encuentra, tras numerosos intentos, un método que pron-
to permitiría abrir nuevos caminos: la tinción de Nissl y los
cuerpos de Nissl, gránulos en las células nerviosas que tienen una
apariencia especialmente impresionante cuando se les tiñe con
azul de metileno.

66
Franz Nissl

Alzheimer, de Franconia, y Nissl, de Baviera, se entienden a


la perfección. Muy pronto una estrecha amistad une a estos dos
jóvenes médicos; tan a menudo como su horario de trabajo se lo
permite se reúnen en los bares cercanos. En uno de estos mo-
mentos Nissl le cuenta a Alzheimer el motivo por el que aban-
donó Múnich, la tragedia del Castillo de Berg, a orillas del lago
Starnberger. Para Nissl supuso un tremendo golpe la muerte re-
pentina de su director médico, el doctor Bernhard von Gudden,
que murió ahogado en misteriosas circunstancias el día de Pen-
tecostés de 1886 junto con su paciente, el rey Luis II de Baviera.
Nissl se expresa así en su currículum:
«De cara al exterior todo seguía al principio como si nada
hubiera pasado, pero el ánimo que me estimulaba desapareció.
Empecé a enfermar, y el trabajo se me hacía cada vez más cuesta
arriba».

67
Tras unas vacaciones para coger fuerzas y una corta actividad
en el hospital psiquiátrico de Turingia «recalé en Francfort»11.
Alzheimer se interesa por la muerte del Rey y su psiquiatra,
Nissl le cuenta todos los detalles, que se pueden leer también en
el periódico Münchner Anzeiger del martes 15 de julio 1886:
«Tragedia en el Castillo de Berg
Los acontecimientos de Berg nos los cuenta un señor que vi-
sitó el lugar pocas horas después de los hechos. El lugar donde se
ahogaron el Rey y Gudden ofrece una buena panorámica del
lago. El camino está a unos diez o quince pasos de la orilla; en él
se encuentra un banco. En este banco habían descansado una
media hora el Rey y su médico la mañana del día de la desgracia,
observados por dos guardianes. Parece probable que en aquel
momento el Rey ya hubiera tomado la decisión de llevar a cabo
su propósito justamente aquí.
Por la tarde, a las 6 horas y 45 minutos, el Rey, durante su
paseo con Gudden, tomó el mismo camino. Les seguían dos
guardianes. El Rey se mostraba, al igual que antes, extremada-
mente amable con Gudden. Un poco más allá del castillo, los
guardianes, que se mantenían a una distancia prudencial, vieron
cómo el Rey le decía confidencialmente algo al oído a Gudden.
Este último se volvió y les hizo señales para que se retiraran.
Teniendo en cuenta la posición de los cadáveres en el lago,
las diferentes huellas en la orilla y en el fondo del lago, así como
la inspección del lugar a la luz del día, los hechos podrían haber
ocurrido de la siguiente manera:
El Rey iba a la derecha, Gudden a la izquierda. Cuando se
acercaron al lugar, el Rey aceleró posiblemente el paso y se ade-
lantó un poco. Después anduvo hacia el agua con paso ligero, las
huellas se pueden ver en la arena gruesa cubierta de musgo de la
orilla, y ya en el agua se deshizo de su paraguas. Gudden le si-
guió inmediatamente dando saltos y también arrojó su para-
guas. Como iba un poco por detrás debió de intentar cortarle el
camino al Rey, por eso, en el trayecto hacia el agua sus huellas,
muy marcadas, están en posición oblicua.
Inmediatamente antes de entrar en el agua, Gudden debió
de agarrar al Rey por el cuello de la chaqueta, a la altura de la

68
nuca. Le agarró tan firmemente que se partió una uña. El deseo
de avanzar del Rey, que quería escapar, era tan imperioso que
Gudden se quedó con sus dos chaquetas en la mano. Estas cha-
quetas fueron encontradas en la orilla con las mangas todavía
metidas una en la otra.
A saltos Gudden sigue al Rey en el agua. En ese lugar el lago
es cada vez más profundo. Parece que el fondo de arcilla resba-
ladizo no le permite al Rey avanzar tan rápidamente como a su
perseguidor, o bien se vuelve con la intención de mantener ale-
jado a Gudden, o incluso es posible que se peleasen. Aproxima-
damente a diez o quince pasos de la orilla y a una profundidad
de más o menos cuatro pies, se puede apreciar claramente en el
fondo arcilloso que ambos hombres, cuyas huellas se siguen has-
ta ese punto, se paran y pelean durante unos momentos.
¿Qué sucedió en el escenario de la lucha? Nunca se sabrá.
Ahí mismo se quedó Gudden: su cadáver fue encontrado en el
agua medio sentado, medio de pie, con las piernas bastante se-
paradas y los pies hundidos en el fondo de arcilla, clavados en las
oquedades producidas durante la lucha. La espalda estaba muy
doblada y era algo visible desde la superficie. La cabeza colgaba
hacia adelante, metida por completo en el agua, y los brazos
aparecían caídos. La cara de Gudden, como ya se informó, esta-
ba bastante dañada, con marcas de las uñas del Rey. La autopsia
demostrará si la cabeza de Gudden también fue golpeada; por el
momento parece que no fue utilizado ningún instrumento me-
tálico ni puntiagudo. El fondo del lago, como se dijo, está en
este lugar a una profundidad de más o menos cuatro pies. Por
tanto un hombre de la estatura de Gudden no hubiera podido
ahogarse estando de pie.
El hecho de que el sombrero del Rey mostrara un desgarro
en el ala, fruto de haber sido agarrado con fuerza, podría indicar
que en este punto Gudden alcanzara e intentara detener a su pa-
ciente. Este sombrero y el sombrero de copa de Gudden se en-
contraron en la superficie flotando aproximadamente en el mis-
mo sitio.
A partir de ese lugar y del cadáver de Gudden, adentrándose
en el lago, sólo es reconocible una única huella en el fondo arci-

69
lloso. No obstante, el cadáver del Rey fue encontrado a diez o
quince pasos de Gudden lago adentro; y además en la misma po-
sición que él: la espalda en parte fuera del agua, la cabeza incli-
nada hacia adelante dentro del agua, los pies en el fondo. En este
caso el lago tampoco era tan profundo como para que el Rey no
hubiera podido ponerse de pie y respirar.
La pregunta sería: ¿se encontraron los cuerpos exactamente
en el mismo lugar donde les sobrevino la muerte? La tarde era
algo oscura y lluviosa, y en el lago las olas estaban ligeramente
encrespadas. Además, el movimiento del agua a la hora del su-
ceso (entre las siete menos cuarto y las diez horas aproximada-
mente) no era tan fuerte como para pensar que hubiera podido
arrastrar dos cuerpos humanos pesados, cuyos pies estaban an-
clados en el fondo.
Pero si partimos de la base de que ambos fallecidos exhalaron
el último suspiro en el mismo lugar donde fueron encontrados
los cadáveres, hay que suponer que el vencedor de la lucha, que
a todas luces mantuvieron, fue el Rey y que intentó adentrarse
más en el lago después de que Gudden perdiera el sentido por
haber tragado agua o por haberse sumergido o por haber trope-
zado (o ¿quizás por un infarto a consecuencia del esfuerzo so-
brehumano?).
Sobre todo en relación con el cadáver del Rey, no se debe su-
poner necesariamente que permaneciera siempre en el mismo lugar.
Sólo una cosa parece segura: el cadáver no fue arrastrado hacia la
orilla antes de ser descubierto. Si se tiene en cuenta la posición
en el momento de ahogarse, habría que pensar que la muerte se
produjo por inmersión al estar sentado, ya que el Rey podría ha-
ber hecho pie en dicho lugar. Pero tampoco se descarta la posi-
bilidad de que el Rey hubiera intentado adentrarse más y se hu-
biera abandonado a los elementos tras no haber sentido el fondo
bajo los pies. En este caso habría que aceptar que después el ca-
dáver real habría sido arrastrado por el agua hacia la orilla, de tal
forma que sus pies hubieran quedado atrapados en el fondo ar-
cilloso.
Por el propio guardián conocemos fehacientemente la fa-
mosa frase que Gudden pronunció cuando aquél le insistió al

70
experimentado psiquiatra en que no confiara demasiado en la
amabilidad y las promesas de tan alto paciente; en el momento
en el que salió a relucir la palabra ‘jabón’, Gudden respondió
sonriendo: ‘¡A este respecto pueden estar muy tranquilos, seño-
res: quizás me esté dando jabón, pero no me dejaré afeitar!’.
La casi inexplicable confianza del médico en su paciente
sólo se puede entender teniendo en cuenta cómo este último
supo engañar al primero magistralmente. Hasta qué punto con-
fiaba el famoso médico y conocedor de hombres lo demuestra el
hecho de que sólo pocos minutos antes de aquel último y fatí-
dico paseo telegrafiaba a Múnich: ‘Hasta el momento aquí se
está maravillosamente bien’. En realidad las cosas iban muy mal:
el paciente había engañado al médico. ¿Con qué finalidad?
¡Pobre Rey, pobre vencedor! Pobre médico al que en pocos
días su paciente real le llevó a la alegría y a la ruina al final de su
larga actividad llena de triunfos al servicio de la humanidad do-
liente».
En la página siguiente se encuentra un artículo sobre la «pa-
ranoia», la enfermedad de Luis II, y el resultado de la autopsia:
«La autopsia del cadáver de su majestad el rey Luis II ha mos-
trado alteraciones degenerativas importantes en el cráneo, así
como en el cerebro y en las meninges. Éstas son debidas, en
parte, a un desarrollo anormal y, en parte, son secundarias a
procesos infecciosos crónicos antiguos y recientes.
La autopsia le fue practicada por el profesor Rüdiger en pre-
sencia del profesor Grashey y del doctor Halm, médico de la
Corte, y contó con la colaboración del doctor Von Kerschens-
teiner, consejero médico»12.

El profesor Sioli, Nissl y Alzheimer están a punto de con-


vertir la institución en un hospital psiquiátrico moderno con ca-
rácter de sanatorio. Ponen en práctica su principal objetivo, la in-
troducción del «principio non-restraint», y modifican la vida del
hospital de un día para otro. Más tarde escribiría Alzheimer so-
bre esto:
«En cuanto al tratamiento de los enfermos, en un día se
suspendieron todos los medios coercitivos que aquí se habían uti-

71
lizado con mucha precaución y temor durante más tiempo que
en otros lugares. [Sioli] se ha unido a las instituciones más ade-
lantadas al introducir un servicio médico más intensivo, al em-
plear tratamientos en cama y salas vigiladas, al limitar y evitar el
uso de habitaciones de aislamiento, al instaurar baños de larga
duración, al dar la mayor libertad posible a los enfermos»13.
La nueva organización de la institución exige remodelaciones
y nuevas construcciones en beneficio del cuidado de los enfer-
mos, de la formación continua de los médicos y de la adminis-
tración. Sioli escribe acerca de esto en uno de sus informes anua-
les:
«La sala de autopsias y cadáveres se encuentra ahora en me-
dio del edificio, en un rincón sombrío de la planta de los agresi-
vos; esto no es permisible ni higiénica ni estéticamente, hiere la
sensibilidad de muchos enfermos y dificulta la determinación de
los resultados de las autopsias. En lugar de esto fue solicitada una
casa mortuoria separada, con una sala de autopsias luminosa y
un sótano para los cadáveres en la parte trasera de la Institución.
Además, hasta ahora no existe ni una sala de conferencias ni
una sala de consulta ni un espacio para los exámenes microscó-
picos ni la correspondiente sala de biblioteca»14.
Remodelando el edificio principal existente, Sioli consigue
introducir el tratamiento en cama en grandes salas vigiladas.
Más tarde se imponen los baños de larga duración como otra
forma de terapia, los pacientes intranquilos permanecen en una
bañera durante horas, a menudo durante días. Este método lo
aplica Alzheimer de forma preferente, «el calor del agua es vigi-
lado por el personal continuamente y regulado añadiendo agua
caliente o fría, a ser posible según la preferencia de los enfermos;
la temperatura suele estar alrededor de los 34 °C»15.
Sioli, Alzheimer y Nissl consiguen un éxito rotundo en el
caso de estados de agitación de tipo maniaco y paralítico.
El tratamiento con baños es una de las principales contribu-
ciones a la terapia psiquiátrica orientada biológicamente.
Para la investigación de las enfermedades mentales hablar
con los enfermos es una fuente de información muy importante.
Esto requiere del médico la capacidad de ganarse la confianza de

72
La sala de baños en la Institución para Enfermos Mentales de Francfort.

los pacientes y entablar una conversación con ellos. Y tienen


que disponer del don de escuchar pacientemente. Alzheimer y
Nissl saben hacerlo especialmente bien, en muchas de sus histo-
rias clínicas recogen las conversaciones con los pacientes.
Es conocido el caso de F. R., comerciante de 33 años, que
fue ingresado con una disminución de la musculatura del dedo
pulgar de la mano izquierda y una enfermedad psíquica que
empezó de forma repentina. Alzheimer, que siempre examina
muy a fondo el estado neurológico, reconoce enseguida la atrofia
muscular de los brazos y los movimientos involuntarios del teji-
do muscular.
F. R. es el primer caso que Alzheimer examina científica-
mente con Nissl y lo publican juntos16. El 7 de febrero de 1890
al ingresar F. R. está muy excitado y grita continuamente: «¡Si es-
toy muerto, Dios, qué he hecho, me he pegado un tiro, si estoy
muerto, muerto, no sé dónde está usted, no sé dónde estoy yo,
no, si estoy en Berlín, si soy más famoso que Stanley, por todo lo
que he pasado, conoce al pequeño doctor del hospital civil, al pe-

73
queño doctor, Dios, no se me ocurre nada más, usted es un
buen doctor!».
Así prosigue ininterrumpidamente repitiéndose continua-
mente y de forma atropellada, las preguntas que lanza entre me-
dias permanecen sin respuesta. El 10 de febrero de 1890 Alzhei-
mer se acerca a la cama de F. R. Todo el cuerpo del paciente se
columpia como en una mecedora con cortos movimientos rít-
micos de derecha a izquierda, aproximadamente 120 por minu-
to. Cuando se le habla, F. R. abre los ojos, cesan los movimien-
tos.
Alzheimer pregunta: «¿Cómo está?».
El paciente mueve la cabeza.
—¿No puede hablar?
—Ya estoy bien, doctor.
—¿Dónde está usted?
El paciente mueve la cabeza, espira y aspira profundamente,
comienza de nuevo a mecerse y responde a todas las demás pre-
guntas con movimientos de cabeza.
Alzheimer le diagnostica una debilidad muscular progresiva,
debilitamiento a consecuencia de una degeneración de la sus-
tancia gris de la médula espinal y de la médula oblonga, junto
con una enfermedad difusa de las células nerviosas de la corteza.
Recoge minuciosamente la estancia de cuatro semanas del pa-
ciente en forma de diario.
El 7 de mayo de 1890 muere F. R.; trece horas después de su
defunción Alzheimer y Nissl le practican la autopsia. Ésta co-
rrobora el diagnóstico de Alzheimer: F. R. tenía una atrofia mus-
cular espinal progresiva. La enfermedad de las células nerviosas
de la corteza cerebral es considerada por Alzheimer la base ana-
tomoneurológica del trastorno psíquico. En 1891 Alzheimer
publica el caso del comerciante.
La investigación de las causas orgánicas de las enfermedades
mentales es, junto al uso del «principio non-restraint» y la terapia
conversacional, el tercer pilar importante para el éxito del hos-
pital psiquiátrico de Francfort. Esto es sólo posible a través de la
preparación y evaluación de las muestras histológicas tras las
autopsias.

74
El microscopio de Alzheimer

Alzheimer elabora justo al principio de su actividad de mé-


dico asistente en Francfort aproximadamente 200 preparaciones
para su examen microscópico. Casi todas proceden de pacientes
con una parálisis general progresiva, un estadio avanzado de la sí-
filis, como se demostrará más tarde. Durante su época de Franc-
fort, Alzheimer explorará a cientos de pacientes de parálisis ge-
neral, lo que constituirá la base de su habilitación docente.
Para la preparación de las muestras le ayudará el hecho de
que en Francfort el campo de la Anatomía patológica esté cu-
bierto por dos investigadores punteros: Carl Weigert y Ludwig
Edinger.
Weigert es desde el 1 de abril de 1885 director del Instituto
Patológico Senckenberg en Francfort. Cualquiera que quiera
aprender los más novedosos y mejores métodos de exploración
histológica de tejido enfermo debe acudir al instituto de Weigert.
Es el mejor sitio para aprender a «cortar y teñir». La ciencia le
debe los colorantes a base de anilina que tiñen los núcleos celu-
lares y otros muchos métodos de tinción.

75
Weigert es el típico profesor absolutamente despistado, se
puede concentrar tanto en un problema que se olvida del mun-
do. Esto le acarrea el reproche por parte de algunos de ser úni-
camente un «teñidor» y de emplear demasiado tiempo y esfuer-
zos en el perfeccionamiento de métodos técnicos17.
Ludwig Edinger empieza ya con el microscopio cuando era
un muchacho de 12 años y desde entonces se quiere dedicar con
exclusividad a la ciencia. Después de sus estudios sigue traba-
jando en el campo de la Anatomía en un laboratorio privado
montado por él mismo con el objetivo de investigar los tractos
nerviosos de las fibras del cerebro. Tiene la suerte de ser el pri-
mero en descubrir «lo más importante que he encontrado nun-
ca», la hasta entonces desconocida trayectoria del tracto para la
sensibilidad termoalgésica y táctil, el tracto de Edinger18.
Sus Diez lecciones sobre la composición de los órganos nerviosos
centrales aparecen en 1885. El delgado tomo de Edinger, que en-
tonces tenía tan sólo 30 años, es una obra genial que a muchos
les abrió la vía a un campo hasta entonces completamente inac-
cesible.

Para el joven médico asistente Alzheimer es una bendición la


estrecha colaboración, siempre basada en la confianza, con Franz
Nissl. La tinción de Nissl se convierte en el método estándar para
la representación de las células nerviosas. Es la base para los exá-
menes citoarquitectónicos llevados a cabo en Francfort, es decir,
para la división microscópica de la corteza cerebral basándose en
formas celulares diferentes.
Nissl es por lo tanto, junto con Alzheimer, el fundador de la
Histopatología moderna de la corteza cerebral. Con la ayuda de
la tinción de Nissl, Alzheimer obtiene imágenes excelentes de sus
preparaciones microscópicas. En sus publicaciones insiste en
«recomendar en todas partes y en todas las ocasiones la utiliza-
ción de este método, con el que no sólo se puede constatar la
pérdida de los tractos de fibras, sino también probar las altera-
ciones patológicas de las células nerviosas», y no se olvida de
mencionar de forma especial el método desarrollado por su ami-
go Nissl: «Para teñir los cortes en alcohol se emplean especial-

76
mente dalia violeta, rojo magenta y azul de metileno, este último
en relación con el método empleado recientemente por Nissl, a
través del cual se obtienen imágenes excelentes»19.
Todavía hoy todo aquel que se dedique a la Medicina y co-
nozca los dibujos anatómicos e histopatológicos, se maravilla
de las facultades artísticas y la belleza estética con las que Alz-
heimer reproducía sus preparaciones, teñidas por él mismo, con
ayuda de la camera lucida. Con ella es posible copiar los objetos
del natural. El objeto mirado a través del microscopio se proyecta
con ayuda de un prisma en una superficie. De esta forma se
pueden calcar las siluetas de la imagen con un lápiz y a conti-
nuación teñirlas.

Sioli dirige el hospital de Francfort con acierto y prudencia.


Tiene en cuenta los deseos de sus colaboradores y con ello fo-
menta su entrega al trabajo. Una vez al año les concede a todos
los médicos asistentes unas vacaciones de un mes. Según Alz-
heimer, una «excelente oportunidad que posibilita el volverse a
concentrar de vez en cuando en problemas científicos»20.
El buen ambiente entre los compañeros del «Palacio de los
Locos» fomenta también la voluntad de trabajo de Alzheimer.
Sus obligaciones profesionales como médico asistente las de-
sempeña concienzudamente. Su actividad se centra en las plantas
de los enfermos y sigue con tesón, incluso fuera del horario de
visita, aquellos casos que le resultan especialmente interesantes;
explora a sus pacientes durante horas, les escucha atentamente e
informa sobre su comportamiento.
Alzheimer no sólo redacta sus historias clínicas cuidadosa-
mente, sino que también tramita montones de expedientes y se
dedica a las laboriosas tareas de un perito médico judicial muy
ocupado. También trata a numerosos pacientes privados sin des-
cuidar en ningún momento sus amados estudios histológicos.
Llama la atención su afable serenidad con la que, a pesar de las
muchas y urgentes ocupaciones, responde a las necesidades, pre-
guntas y deseos de sus colegas y del resto del personal.
Desde que Alzheimer y Nissl forman parte de su personal
médico, la Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos

77
experimenta un auge lento, pero seguro. Los informes anuales
del hospital lo documentan minuciosamente. Estos informes
están redactados por Sioli después de haberlos comentado con el
jefe clínico Nissl y su médico asistente Alzheimer. Se informa,
entre otras cosas, de que «se emplean cada vez más los baños:
además de los baños que se tomaban regularmente cada mes para
la higiene corporal, todos los enfermos, 92 mujeres y 87 hom-
bres, recibían baños terapéuticos de media a una hora de dura-
ción durante semanas o meses. Además 48 enfermos varones y
32 mujeres recibían envolturas húmedas durante varias horas,
también a lo largo de semanas»21.
El tratamiento, entretanto, ha llegado a ser totalmente libre.
«Ya no se utilizan medios coercitivos; medicamentos narcóticos,
sólo en pequeñas dosis. Se da preferencia al paraldehido, que se
administra por término medio en 14 tomas de 3 a 6 gramos al
día. Más raramente se utiliza sulfonal y todavía más raramente
chloral». En determinados casos se utilizan inyecciones de mor-
fina: «Ésta está indicada claramente, junto con las envolturas,
para el tratamiento de los pacientes muy agitados y de los para-
líticos generales. En el tratamiento de los más graves, de los en-
camados, de los incontinentes y enfermos con escaras lo más in-
dicado parece la cama con colchón de virutas (...).
La superficie de la Institución abarca unas 10 hectáreas y
comprende, aparte del extenso parque, huertos de cierta exten-
sión, por lo que es posible conseguir una ocupación del 30% de
los enfermos, aproximadamente, en el parque y en la jardinería.
Como talleres se crearon, además de la ya existente carpintería,
una sastrería y un taller de encuadernación. En invierno las
principales ocupaciones eran serrar madera y trenzar enea».
Por parte de la institución se ofrecen también pequeñas ex-
cursiones a los alrededores. En los informes se describe, por
ejemplo, «una gran salida con 120 enfermos a los bellos pueblos
de Königstein y Eppstein con subida al castillo», además una se-
rie de veladas musicales en el recinto del hospital, representacio-
nes de pequeñas obras cómicas hechas por ellos mismos e inclu-
so una fiesta de verano con música y baile. En las veladas
musicales tanto médicos como pacientes disfrutan de los esfuer-

78
zos del coro mixto del hospital y aplauden con entusiasmo la co-
laboración de conocidos artistas de Francfort, que brindan de
manera altruista sus habilidades para el canto, la música instru-
mental y la declamación.
Los ciudadanos de Francfort, que al principio se mostraron
muy escépticos respecto a los nuevos métodos que introdujeron
los sucesores de Heinrich Hoffmann, confían ahora en los jóve-
nes médicos del «Palacio de los Locos». La gestión y el funcio-
namiento de Affenstein llama la atención también a los colegas
científicos.

Reconocimiento del mundo científico

«Después de las dudas planteadas durante el debate sobre la


viabilidad del tratamiento de los estados de excitación con baños
prolongados, tengo que decir que en la Institución de Francfort
se ha demostrado que este método no es difícil de aplicar y es
útil en grado sumo»22.
Este final de conferencia pronunciado por Alzheimer cuando
tenía 28 años provoca un prolongado aplauso en la sala. En el
Congreso de Psiquiatras del Suroeste de Alemania, que tuvo lu-
gar en 1892 en Karlsruhe, pronunció esta excelente conferencia
en la que ponía de manifiesto la horrible situación de los enfer-
mos agitados que se encontró en Francfort en 1888. Los pa-
cientes, desvestidos y muertos de frío, estaban postrados en jer-
gones y colchones rotos, encerrados en celdas embadurnadas de
restos de comida y excrementos.
Junto con el profesor Sioli, sucesor de Hoffmann y nuevo di-
rector del hospital de Francfort, introdujo el tratamiento a base
de baños: «Con esto cambió la situación radicalmente y el trata-
miento con baños permanentes demostró ser un progreso enor-
memente beneficioso».
En su conferencia y en las intervenciones posteriores du-
rante el debate, Alzheimer apoya muy eficazmente la argumen-
tación de Emil Kraepelin, psiquiatra ya entonces conocido e
influyente. En 1891, también en Karlsruhe, Kraepelin había

79
pronunciado una conferencia sobre las experiencias positivas
con baños prolongados y se había manifestado a favor del man-
tenimiento constante de la temperatura del agua:
«La temperatura del agua es controlada continuamente por el
personal y se regula añadiendo agua caliente o fría, a ser posible
al gusto del enfermo. La temperatura se mantiene a 34 °C apro-
ximadamente»23. Antes de la conferencia de Alzheimer, Sioli y
Kraepelin alaban las buenas experiencias con el tratamiento de
baños prolongados, especialmente en estados de agitación de tipo
maniaco y paralítico: «Todos los medios coercitivos utilizados
normalmente como las manoplas protectoras, los uniformes in-
destructibles, pero sobre todo el aislamiento, son casi por com-
pleto innecesarios».
Al parecer, Kraepelin recuerda especialmente los congresos de
Karlsruhe, más tarde anotará en sus memorias que, para su
asombro, la terapia de baños prolongados chocó al principio
con una fuerte oposición. Pero «fue apoyada» por algunos seño-
res, en concreto por Alzheimer, «que vio nuestros métodos y
los aplicó en Francfort»24.

Poco a poco el triunvirato Sioli, Nissl y Alzheimer se hace un


nombre en los congresos científicos, dicta conferencias brillantes
y contribuye al progreso de una ciencia joven a través de acerta-
das intervenciones en los debates. Una conferencia de Alzheimer
impresiona especialmente durante la Reunión de la Asociación
de Psiquiatras Alemanes, que tuvo lugar en Dresde del 21 al 22
de septiembre de 1894.
En total participaron 85 psiquiatras importantes. Al iniciar
las jornadas se recuerda al fallecido doctor Lotz de Francfort, que
ejerció como médico junto a Heinrich Hoffmann durante tantos
años.
Después toma la palabra Alzheimer. Informa sobre los pro-
gresos de sus investigaciones y diserta sobre el que será su tema
preferido, la arterioesclerosis del cerebro. Despierta especial cu-
riosidad porque acentúa el hallazgo cerebral microscópico por el
que se pueden reconocer cambios en los vasos cerebrales hasta
en sus más pequeñas ramificaciones. Sus observaciones se basan

80
en doce pacientes en los cuales no se pudo probar en ningún
caso que la sífilis fuera la causa de su mal, al contrario de lo que
pasa en la parálisis general progresiva.
Alzheimer insiste en que la atrofia cerebral arterioesclerótica
se diferencia de la parálisis progresiva clínicamente, pero aún más
anatómicamente, aunque hasta ese momento se hubiera atri-
buido a ella. La característica esencial de la diferencia radica en el
carácter más localizado de la degeneración arterioesclerótica
frente a los «cambios difusos en la parálisis general».
Con esto Alzheimer se adelanta a su tiempo. Aproximada-
mente cien años más tarde se hablará de demencia-multiinfarto,
de la pérdida de capacidades intelectuales adquiridas anterior-
mente a causa de numerosos microinfartos cerebrales, o sea, por
taponamiento u obstrucción de minúsculas arterias del cerebro y
del tronco cerebral.
Sioli ayuda a Alzheimer con un comentario: «Creo que estos
enfermos acuden al hospital psiquiátrico quizás con menos fre-
cuencia, puesto que su demencia es de otra naturaleza. Destacan
en ellos lagunas de memoria y ausencia de defectos éticos. A me-
nudo me encontré con ataques de cardiofobia con una acentua-
da conciencia de estar enfermo».
Moeli, director de un hospital de nueva construcción en
Berlín/Lichtenberg, destaca aún más ciertos aspectos de esta de-
mencia: «Veo en este grupo de enfermos más una forma de alte-
raciones cerebrales seniles. La amnesia extrema, los estados de
confusión típicos los acerca definitivamente a la demencia senil».
Emil Kraepelin, como siempre más bien escéptico y con
tendencia a las preguntas capciosas, se dirige a Alzheimer: «Co-
lega Alzheimer, ¿podría usted excluir los traumatismos como
causa de la enfermedad?».
Se superponen las preguntas y las diversas opiniones, cuando
el Jolly, catedrático de Psiquiatría de Berlín, asevera: «Estoy tam-
bién convencido de que los casos de Alzheimer se asemejan a la
dementia senilis e iría más allá al afirmar que la demencia arte-
rioesclerótica es una forma temprana de la dementia senilis».
Alzheimer se dirige primero a Kraepelin: «Pude descartar
traumatismos, diabetes, nefritis e insuficiencia cardíaca descom-

81
pensada». A Moeli y Jolly les contesta: «También soy de la opi-
nión de que mis casos se asemejan mucho a la dementia senilis y
que se les ha descrito erróneamente como parálisis progresiva.
Pero yo pude separarlos claramente de la llamada dementia seni-
lis praecox»25.
Ésta es una notable apreciación, pues la clara división entre
demencia senil y presenil no se haría hasta siete años más tarde al
examinar a Auguste D., caso que daría lugar a uno de los térmi-
nos médicos más importantes, la «Enfermedad de Alzheimer».

El presidente abre con mucha solemnidad la segunda sesión


de la Reunión Anual de Psiquiatras Alemanes en Dresde el 22 de
septiembre de 1894: «Señores, les ruego se levanten: tengo el tris-
te deber de comunicarles que nuestro muy apreciado colega el
doctor Heinrich Hoffmann, consejero de Sanidad y antiguo di-
rector de la Institución para Enfermos Mentales de Francfort,
murió ayer a la edad de 85 años»26. Las sentidas palabras con las
que el presidente ensalza la trayectoria vital de Hoffmann con-
mueven profundamente a los congresistas. A continuación el
profesor Mendel de Berlín imparte una conferencia sobre «Los
enfermos mentales en el proyecto del Código Civil del Imperio
Alemán en segunda lectura». Con relación a esto se anota en el
acta de la sesión: «El conferenciante empieza refiriéndose a su in-
forme sobre dicha cuestión en la sesión anual de la Asociación de
Psiquiatras Alemanes en Bonn en 1888. Ahora, tras su segunda
lectura, el proyecto ha pasado la comisión del Reich, por lo que
se ha llegado a la versión final de los puntos esenciales, que
entonces fueron puestos en tela de juicio; según Mendel, ha
llegado la hora de comunicar los resultados».
Siguen informaciones sobre «la posibilidad de declarar inca-
paces a los bebedores habituales que sean peligrosos para sí mis-
mos o para otros o estén incapacitados para celebrar por sí mis-
mos negocios jurídicos». Mendel lee ahora la redacción elegida
por la comisión sobre los supuestos de la incapacitación:
«Carecen de capacidad:
1. Los enfermos mentales, cuando a causa de su enfermedad
no puedan atender sus asuntos.

82
2. Los incapacitados por prodigalidad.
3. Los alcohólicos, cuando no puedan atender sus obliga-
ciones o se expongan a sí mismos o a su familia al estado de ne-
cesidad o representen un peligro para la seguridad de otros».
Sobre la incapacidad de celebrar negocios jurídicos informa
Mendel de que la comisión, en consonancia con su propuesta, ha
redactado la regulación de la siguiente manera:
Ǥ 78. Se encuentra incapacitado para celebrar negocios ju-
rídicos aquel que tenga afectada su actividad mental patológica-
mente, lo que le impide una libre declaración de voluntad.
§ 79. La declaración de voluntad de un incapacitado para ce-
lebrar negocios jurídicos es nula. También es nula la declaración
de voluntad que se haga en un estado de inconsciencia tal que no
permita la libre declaración de voluntad».
Mendel sigue informando de que la comisión, a propuesta
suya, ha ampliado el § 79 a las enfermedades mentales del cón-
yuge:
«Un cónyuge puede solicitar el divorcio cuando el otro cón-
yuge tenga una enfermedad mental, la enfermedad haya durado
tres años durante el matrimonio y haya alcanzado un grado tal
que imposibilite una convivencia normal, y cuando se descarte la
posibilidad de que se pueda restablecer dicha convivencia».
A continuación Mendel se centra en aquellos casos en los
que se han cometido delitos bajo la influencia del alcohol o de
las drogas. Este tema le interesa especialmente a Alzheimer como
psiquiatra forense. El acta de la sesión recoge:
«También ha sido reelaborado por la comisión el parágrafo
que contempla la responsabilidad por el daño que se le infrinja a
otro en aquellos casos en los que no exista raciocinio a causa de
un estado de embriaguez provocado por uno mismo, en contra
de otros casos en los que se da una privación del uso racional por
otras causas. Esta versión puede ser considerada mucho mejor y
contempla al menos, en cierta manera, las cuestiones planteadas
desde el punto de vista psiquiátrico. Ahora reza como sigue:
§ 750. Quien infrinja daño a otro estando en estado de in-
consciencia o en un estado de trastorno patológico de la activi-
dad mental que excluye la libre declaración de voluntad, no es

83
responsable del daño. Si alguien se encuentra en un estado tran-
sitorio de esta naturaleza por ingestión de bebidas alcohólicas o
sustancias parecidas, es responsable de los daños ocasionados
abusivamente de igual manera que si hubiera incurrido en ne-
gligencia, a no ser que no fuera responsable de ese estado».
Esta redacción se corresponde con los deseos que habían
manifestado los psiquiatras. La siguiente resolución se aprueba
por unanimidad:
«La Asociación de Psiquiatras Alemanes expresa su satisfac-
ción por que, en los acuerdos de la segunda lectura del Código
Civil, se han contemplado en lo esencial las peticiones que
fueron formuladas por la Asociación en lo referente al trata-
miento de los enfermos mentales en las disposiciones del Có-
digo Civil».
Al cambiar el siglo, en 1900, entra en vigor el Código Civil.

Alzheimer y Sioli no se pierden un congreso, y desde Dresde


viajan inmediatamente a Viena, donde los científicos alemanes
tienen su 66.a reunión desde el 24 hasta el 30 de septiembre.
Abre la sesión Richard, barón de Krafft-Ebing, consejero de la
Corte y director del Hospital Clínico Psiquiátrico II de Viena.
Krafft-Ebing es conocido en su especialidad por ser el autor de
dos manuales importantes: Manual de Psiquiatría y Psicopatolo-
gía sexual.
Alzheimer diserta sobre un tema del que se había ocupado ya
desde el principio de su formación clínica, la parálisis progresiva
en niños, adolescentes y jóvenes adultos, la «parálisis progresiva en
la pubertad»27.
Hace una distinción entre la forma temprana de la parálisis y
la parálisis general en el caso de adultos, teniendo en cuenta las
causas de la enfermedad, la anatomía y el transcurso de la mis-
ma. Tras una introducción necesariamente teórica sabe captar la
atención de sus oyentes presentando algunos casos.
«En tres casos que he examinado se trataba de jóvenes mu-
chachas». Los describe brevemente uno por uno y ofrece datos
sobre los antecedentes de los padres y las madres, sobre todo de
los padres.

84
«Estimados señores: quisiera presentarles a modo de ejemplo
un caso. Se trata de una muchacha, hija ilegítima de una prosti-
tuta con muchos antecedentes penales, que padecía sífilis y pro-
bablemente también parálisis general. El padre, también con
antecedentes penales, y, señores, permítanme expresarlo así, to-
talmente en brazos de Bacchus et Venere.
A la edad de 21 años la chica misma se notó una pérdida de
visión y fue admitida en el hospital. Allí se le encontró una
atrofia de los nervios ópticos, dolores de cabeza, dolores repen-
tinos en la espalda y ausencia del reflejo patelar. A la edad de 26
años esta paciente fue ingresada en nuestro hospital en estado de
agitación. Mostraba síntomas típicos como movimientos fibri-
lares de la lengua y de la musculatura de la cara, demencia seve-
ra, ataques de parálisis, estados de excitación a intervalos y me-
galomanía. El 19 de julio de 1894 yo mismo examiné a la
paciente A. F., que trabajaba de criada, a causa de ‘ataques agre-
sivos’ y le pregunté:
—¿Siempre estuvo ciega?
—Sí.
—¿Veía antes?
—Sí.
—¿Desde cuándo no ve?
—Desde hace 45 años.
—¿En qué año estamos?
—En 1889.
—¿En qué mes?
—No sé.
—¿Es verano?
—Sí.
—¿O es invierno?
—Sí.
—¿4 × 5?
—20. (Y se ríe).
—¿6 × 7?
—20.
—¿Qué tal está?
—Bien.

85
—¿Está contenta? (Se ríe).
—¿Desde cuándo está aquí? (Se ríe).
—¿Dónde está en este momento?
—Dieburg.
En la ciudad de Dieburg, señores, para que lo entiendan
mejor», Alzheimer interrumpe el hilo de la historia clínica, «en
Dieburg, ¡ahí era todavía una joven intacta, antes de irse a la ciu-
dad!. Entonces le pregunté:
—¿Quién soy yo? (Se ríe).
—¿Cuántos años tiene?
—22.
—¿Cuándo nació?
—1867.
—¿De qué se alegra tanto? (Se ríe).
—¿Está ciega?
—Sí.
—¿Pero esto es muy triste, no? (Se ríe).
—¿Tiene dolores? (Se ríe).
Hasta aquí el caso de la criada A. F., señores. De la misma
manera exploré a fondo los otros tres casos. Uno de ellos fue tan
complicado que incluso tuve que pedir consejo al neurólogo
Ludwig Edinger.
Los colegas que nos remitieron estos casos tenían al parecer
dificultades para un diagnóstico más exacto, pues el comporta-
miento de las tres muchachas hacía pensar más bien en una en-
fermedad difusa y localizada. Y así ocurrió que una serie de es-
pecialistas que habían observado a las jóvenes diagnosticaron
tumor cerebral, esclerosis múltiple, lúes en el sistema nervioso
central, pero en ningún momento pensaron en parálisis general
juvenil».
Alzheimer termina la presentación del caso de A. F. con las
palabras: «Me entristece, señores, pensar que en último término
sólo se pueda aclarar a través de la autopsia».
En 1896 se publican las historias clínicas28. Alzheimer puede
probar que la parálisis general en caso de jóvenes aparece prefe-
rentemente entre los 13 y los 16 años de vida. Con una duración
media de apenas cinco años se alarga más que la parálisis general

86
en adultos. En el caso de los jóvenes, ambos sexos son afectados
por igual; por el contrario, en los adultos predomina en el sexo
masculino. Por lo demás, Alzheimer no puede detectar diferen-
cias fundamentales entre la parálisis general juvenil y la de los
adultos, por lo cual no encuentra motivos para delimitar una for-
ma clínica especial de parálisis general en la juventud.

Primeras publicaciones

«Un criminal nato», con este título aparece en 1896 en el


‘Archivo de Psiquiatría y Enfermedades Nerviosas’ (Archiv der
Psychiatrie und Nervenkrankheiten) un trabajo de éxito de Alois
Alzheimer29. Esta publicación, entretenida y muy interesante, re-
coge la actividad de Alzheimer como médico forense.
Alzheimer describe en ella el caso de Oskar M., sujeto de en-
sayos clínicos, que ingresa en la Institución para Enfermos Men-
tales de Francfort el 16 de marzo de 1894 y permanece en ella
durante seis semanas, a lo largo de las cuales es atendido conti-
nuamente por Alzheimer. El doctor Kurella ha escrito mientras
tanto su libro sobre la historia natural del crimen, donde apare-
ce también Oskar M.:
«Se trata de un estafador que, al igual que los pícaros del si-
glo XV que gorroneaban píldoras a los médicos (simulando pa-
decer epilepsia), presenta una interesante enfermedad nerviosa
que le permite vivir de las mentiras (...) y ha sabido engañar has-
ta a un sagaz maestro de la Psiquiatría».
Oskar M. es un joven estudiante de Teología, que llama la
atención en repetidas ocasiones por mendicidad, estafa y desfal-
co, y mantiene ocupados continuamente a psiquiatras, fiscales y
tribunales. Alzheimer realiza las exploraciones clínicas él mismo,
como hace con todos los sujetos de ensayos, y pregunta por los
datos que permitan establecer una predisposición familiar pato-
lógica, para «asentar nuestro informe sobre una base lo más am-
plia posible, a fin de aclarar también los motivos que han llevado
a diagnósticos opuestos en el informe de Kurella y en el de otros
especialistas».

87
Además, y esto es especialmente interesante, Alzheimer mide
muy cuidadosamente el cráneo de Oskar M., lo que permite reco-
nocer la asimetría facial y de determinadas partes óseas. Alzheimer
encuentra, por ejemplo, que la oreja derecha es llamativamente
más larga, con 7 cm, que la izquierda, con 6,5 cm; observa en la
parte derecha una apertura palpebral más estrecha que en la iz-
quierda, al tiempo que la nariz tiende hacia arriba por el lado de-
recho y hacia abajo por el izquierdo, lo mismo que la boca. Alz-
heimer se toma muchas molestias para esclarecer este caso y logra
desenmascarar a un fetichista:
«Puesto que sólo se tenían conocimiento de las mencionadas
inclinaciones sexuales de O. a través de sus palabras, me tomé la
molestia de examinar más detenidamente el grado de credibili-
dad o incredibilidad por medio de una observación objetiva.
Con este fin el 9 de abril, sin llamar la atención, mandé po-
ner un calzado de mujer del tipo de los que excitaban a O., se-
gún su descripción, en el ropero del cuidador jefe, en el que O.
realizaba sus trabajos escritos. Como en otras muchas ocasiones
encargué al cuidador jefe que permaneciera en el cuarto y, mien-
tras se dedicaba a otras cosas, observara permanentemente el
comportamiento de O.
O. se puso a escribir en medio del cuarto y el cuidador in-
formó de que sólo le había llamado la atención la agitación de
O., cada vez mayor, y que a menudo había dirigido la vista al
calzado. Cuando, tras unos segundos fuera, regresó al cuarto, en-
contró a O. ocupado con los zapatos, los cogía y observaba con
detenimiento. Pude comprobar que O. se había dedicado menos
a su trabajo de lo que solía hacer.
Por la tarde parecía algo agitado y tenía una expresión som-
bría. Cuando le pregunté cómo estaba, dijo que se encontraba
bien. Tenía 125 pulsaciones por minuto, cuando, en las repetidas
ocasiones en que le había tomado el pulso, oscilaban siempre en-
tre 80 y 85.
Cuando al día siguiente le apremié a terminar pronto su
trabajo, me contó que no había podido trabajar bien los últimos
días, y cuando insistí en que me dijera el motivo, alegó que le
había excitado tanto la visión de los zapatos en el cuarto del cui-

88
dador que no podía concentrarse fácilmente. Su pulso seguía es-
tando por encima de 120.
En los siguientes días parecía algo deprimido y una vez al to-
marle el pulso comprobé que tenía 65 pulsaciones por minuto.
Algunos días después volvía a mostrar un comportamiento nor-
mal, su pulso se había estabilizado en 80 pulsaciones».
Alzheimer llega a la conclusión de que en el caso de Oskar
M. existe una perturbación mental degenerativa hereditaria. El
síntoma más llamativo de la enfermedad de M. es su perversión
sexual en forma de fetichismo. Alzheimer critica duramente a los
autores de informes anteriores por no haberle dado importancia
a los considerables signos anatómicos de degeneración. Como
tan a menudo suele suceder en casos de esta naturaleza, el perito
tenía una opinión completamente distinta y describía a Oskar
M. como un «tramposo incorregible» y un «candidato al mani-
comio con una tara hereditaria».
Cuando Alzheimer tiene que emitir su dictamen como ex-
perto ante el tribunal, muestra firmeza y rebate la existencia de
signos degenerativos que sean «únicamente propios de los cri-
minales o de los dementes». Insiste especialmente en que hasta
ese momento la investigación no ha conseguido identificar sig-
nos degenerativos unívocos por los que se pueda diferenciar a los
tramposos de los enfermos mentales.
Alzheimer describe las dificultades de entonces para con-
vencer como psiquiatra al tribunal en su obra retrospectiva, 25
años de Psiquiatría: «La relación entre la Psiquiatría y el Derecho
ha cambiado sustancialmente. Cuando uno acudía como exper-
to a un juicio, cosa que ocurría con menos frecuencia que hoy en
día, no se tenía por lo general una posición cómoda frente a jue-
ces y fiscales. Casi siempre parecía completamente imposible
llegar a un entendimiento mutuo por tener dos concepciones del
mundo diferentes.
En el caso de los jueces las ideas extraídas de la Ciencia del
Derecho constituían el fundamento de su pensamiento y de sus
actos, en el caso de los psiquiatras eran las observaciones cientí-
ficas y las experiencias. Los primeros exigían expiación; los se-
gundos, prevención y defensa de la sociedad ante los daños. No

89
pocas veces se desprendía de las palabras de los fiscales la des-
confianza infundada de que el psiquiatra tomaba a cualquiera
por enfermo, con lo que todas las formas jurídicas quedaban da-
ñadas si se pretendía arrebatar al demandado de los brazos de la
Justicia. Por eso, las propuestas de reforma psiquiátricas difícil-
mente podían ser entendidas».
En el caso de Oskar M., Alzheimer presenta el cuadro clíni-
co totalmente desde la perspectiva de la Psiquiatría forense mo-
derna y atribuye el severo retardo del crecimiento óseo del cráneo
de Oskar M. a una condición hereditaria en la juventud tem-
prana.
Alzheimer encuentra signos de degeneración patológicos y, a
la vez, trastornos del desarrollo cerebral con las peculiaridades
psíquicas correspondientes, que en el caso de Oskar M. tienen
importancia ante un tribunal. En su discurso de defensa final
Alzheimer manifiesta claramente y sin lugar a dudas:
«Defendemos la opinión de que Oskar M. padece una per-
turbación mental degenerativa hereditaria. El signo más llama-
tivo de su enfermedad es una perversión sexual en forma de fe-
tichismo. Se manifiesta con todas las características de una
obsesión y acciones obsesivas y con una periodicidad inequívoca.
El vagabundeo y los engaños de O. son consecuencia de esto.
Además también muestra anomalías en su carácter propias de
muchos degenerados psíquicos de tipo hereditario».
Se puede reconocer fácilmente en la exposición de Alzheimer
que éste tiene conocimiento del famoso estudio de Cesare Lom-
broso sobre el «uomo delinquente»30. Según Lombroso, en el
caso de los delincuentes natos se trata de individuos que se han
quedado en un estadio temprano a causa de un defecto orgánico,
por lo que se asemejan, en cuanto a las características físicas y
mentales, a los hombres de civilizaciones pasadas.
Alzheimer rechaza decididamente esta teoría. La tendencia
del criminal violento, escribe en otra parte, no se puede atribuir
a «atavismo» y a regresión a un nivel cultural anterior, como
indica Lombroso, «sino que hay que buscarla, la mayoría de las
veces, en una particularidad patológica del estado mental, propia
de una degeneración psíquica patológica», con esto Alzheimer se

90
muestra claramente partidario de la teoría de la degeneración de
Bénédict Morel.
En su obra principal sobre degeneraciones físicas y morales,
Traité des dégénérescences physiques et morales humaines, Morel
defiende que existe una «depravación» que va aumentando ge-
neración tras generación a consecuencia de un modo de vida ina-
propiado. En la primera generación se traduce en un tempera-
mento nervioso, una incapacidad moral y desviaciones; en la segunda
generación, en una tendencia a neurosis graves; en la tercera, en
alteraciones psíquicas, suicidios e incapacidad mental; en la cuar-
ta, en formas heredadas de demencia, malformaciones e inhibi-
ción del desarrollo. Los niños de esta generación padecerían, en
caso de que alcanzaran la pubertad, una enfermedad psíquica de-
generativa, a la que Morel denomina dementia praecox, una psi-
cosis que desemboca rápidamente en demencia.

Con el examen minucioso de las características físicas, como


pasó en el caso de Oskar M., Alzheimer, al comienzo de su acti-
vidad como jefe clínico, muestra su competencia como neuró-
logo y sus capacidades como psiquiatra, pues domina ambas es-
pecialidades: la Neurología y la Psiquiatría. Ésta será la razón por
la que Kraepelin le propone más tarde como editor de la ‘Revis-
ta de Neurología y Psiquiatría’ (Zeitschrift der Gesamten Neuro-
logie und Psychiatrie). Alzheimer se ocupa ahora todavía más
que antes de la anatomía patológica de la corteza cerebral y de las
bases anatómicas de las psicosis. Sin descanso, también como jefe
clínico, se ocupa de los nuevos ingresos, los examina él mismo
concienzudamente y deja constancia por escrito de las entre-
vistas.
Teniendo en cuenta «la confusión extraordinaria que domina
la nomenclatura psiquiátrica», Alzheimer sabe que es importan-
te «elaborar historias clínicas minuciosas, no para forzar al lector
a creer lo acertado de su diagnóstico, sino para permitirle llegar a
un dictamen clínico propio». Suena casi profético cuando con
respecto a Nissl anota: «El constructor de antaño podrá hacer un
buen uso de ellas solamente cuando pueda visualizar también la
imagen clínica de cada caso y juzgar por sí mismo»31.

91
En 1895 aparece una publicación de Alzheimer que recoge
su vida clínica cotidiana32. En ella informa de que en cinco pa-
cientes con psicosis epilépticas y parálisis general consiguió pro-
ducir artificialmente visiones ópticas ejerciendo presión sobre el
globo ocular, y probar que «esas ilusiones ópticas, que cualquie-
ra puede reproducir en sí mismo de una forma que carece de im-
portancia clínica», no son «específicas del delirio de los alcohó-
licos», como hasta entonces se había creído, sino que pueden ser
provocadas también en pacientes con otros cuadros psiquiátricos
como locura, psicosis epiléptica e histérica y parálisis general.
Alzheimer demuestra con esto que las visiones por presión
no son fruto de la sugestión. En otros enfermos que eran menos
proclives a la sugestión no podían ser provocadas utilizando pre-
guntas sugestivas muy diferentes. Alzheimer había conocido ha-
cía poco el llamado «experimento de Liepmann», que consistía
en causar visiones por presión sobre los ojos cerrados durante las
cuales se veía el sol, la luna, nubes, el cielo, estrellas y escenas en-
teras, incluso muy a menudo hasta se podía ver algo escrito o im-
preso.

El 7 de marzo de 1896 es llevado al hospital P. D., contable


de 62 años, casado. Alzheimer lo ve una semana más tarde, el 14 de
marzo, al pasar visita.
El paciente está en cuclillas en un rincón de la habitación de
aislamiento, con el orinal en la mano, preguntando una y otra
vez aterrado: «¿Qué debo hacer, pero qué debo hacer, qué es lo
que quieren esos de ahí?».
El enfermo deja que Alzheimer lo lleve a la cama, pero repi-
te continuamente: «Yo no puedo morir así».
Algo más tarde se tranquiliza un poco y se vuelve más lúcido;
Alzheimer empieza de nuevo con las preguntas que solía hacer:
—¿Dónde está?
—El hospital psiquiátrico o así, no sé con seguridad dónde es-
taba.
—¿Cuánto tiempo lleva aquí?
—Unos minutos.
—¿Dónde estuvo antes?

92
—No sé, no sé, hospital psiquiátrico o donde yo estaba.
—¿Por qué vino aquí?
—Porque no podía decir de dónde soy ni lo que soy.
—¿En qué año estamos?
—96.
—¿En qué mes?
—Eso lo sé.
Alzheimer insiste en la respuesta: «¿Más o menos?».
—Yo quise antes, ya no sé, quise preguntarle al doctor B. en la
institución literaria. Entonces fui dado de alta, creo, pero yo insistía
en hablar con el doctor B., la última vez dije, todo está según las ac-
tas. No sé qué ocurrirá en el futuro, pues tengo ayer el resultado, no
he firmado nada en casa, sólo por el alboroto he, ahora el tipo se ha
ido, no he firmado más, no puedo, ahora no puedo firmar más,
¡Dios mío, Dios mío, qué pasará!
Alzheimer pregunta: «¿Tiene miedo de que le ocurra algo?».
—Sí, si no firmo, no puedo salir, ayer ése me quiso matar, el
que traía las llaves, pero ya se ha ido también, tengo miedo, alguien
me quiere quemar, las heridas. Ni siquiera tiene una citación, ése
me ha preguntado siempre, qué quería, ése siempre tiene la primera
señal, ése me ha dado también la almohada neumática, el doctor B.
es testigo.

Igual de concienzudamente que al contable P. D., Alzheimer


reconoce a M. S., israelí de 17 años, hija de un comerciante, y a
M. D., costurera de 32 años.
Alzheimer incluye estos tres casos entre las llamadas psicosis
por agotamiento. Más tarde, el examen de las preparaciones del
cerebro de los cadáveres demostrará hasta qué punto se asemejan
estos tres casos.
Publica los resultados de su investigación en 1897 con el tí-
tulo: «Contribuciones a la anatomía patológica de la corteza ce-
rebral y a la base anatómica de algunas psicosis» en la ‘Revista
Mensual de Neurología y Psiquiatría’33. Alzheimer describe en los
tres casos alteraciones patológicas masivas de las células nerviosas
en todas las capas de la corteza, en su mayor parte sin hallazgos en
el tejido de sostén y en el tejido conjuntivo. Las alteraciones

93
son tan similares que apenas es posible «distinguir un corte del
primer caso de otro del segundo o del tercero».
Sin embargo, advierte del riesgo de establecer los funda-
mentos anatómicos de la psicosis por agotamiento basándose
en las alteraciones descritas y destaca, al mismo tiempo, que en la
gran mayoría de los cuadros psicóticos no existe ningún tipo de
base anatómica, totalmente al contrario de lo que pasa en cua-
dros, por ejemplo, de medicina interna, en los cuales, desde
hace tiempo, son conocidas las causas anatómicas que permiten
delimitar claramente diversas enfermedades.
También advierte Alzheimer de llevar a cabo exámenes de al-
teraciones patológicas de la corteza cerebral con métodos inade-
cuados, puesto que tales trabajos sólo resultarían ser «un freno
para el progreso de nuestro conocimiento de la anatomía de las
psicosis».
Precavido y autocrítico como siempre, Alzheimer llega a la
conclusión en su diagnóstico final de los tres casos de que ahora
tiene «únicamente algunas piezas en la mano», a las que «han de
añadirse muchas otras hasta que sea posible ensamblarlas en un
todo».

En el hospital de Francfort, al ser una institución para enfer-


mos mentales y epilépticos, Alzheimer tiene a su cargo estos dos
tipos de enfermos. Es consciente de que aún no existen conoci-
mientos seguros y definitivos sobre la base anatómica de la epi-
lepsia y de la demencia epiléptica. Pero consigue probar tales
cambios en el cerebro de dos pacientes, los examina en vida ex-
haustivamente y con mucha dedicación, les practica la autopsia
tras su muerte y realiza el examen histopatológico de sus cerebros.
El primer paciente, Theodor H., tiene 32 años y es hijo de
un jardinero. Durante la visita médica Alzheimer le pregunta:
—¿Cómo se llama?
—H.
—¿Cuántos años tiene?
—32.
—¿A qué día estamos hoy?
—Miércoles (dato falso).

94
—¿Mes?
—Noviembre.
—¿Año?
—1861.
—¿En qué año nació?
—En 1861.
H. cuenta mal los dedos que se le muestran, pero al efectuar
operaciones comete pocos errores:
—¿2 × 2?
—4.
—¿4 × 8?
—32.
—¿9 + 7?
—16.
—¿Dónde está?
—En una carnicería.
—¿En qué clase de habitación está?
—La pared, 3 × 2 = 5.
H. ve un tintero, lo alcanza, lo nombra correctamente. Re-
conoce una pluma a un metro de distancia, un pañuelo a dos
metros. Nombra correctamente una moneda de un marco, a
una moneda de diez marcos la confunde con una moneda de un
marco. Después, al cogerla, hace un movimiento inseguro con la
mano. Cuando Alzheimer le pregunta por las convulsiones le res-
ponde: «Cuando dos veces el día probablemente, mucho... lar-
go...fuera».
Alzheimer describe en el caso de H. también episodios con-
vulsivos:
«Si se le observa durante largo tiempo, se nota que aparecen
movimientos convulsivos involuntarios de la cabeza y de los
brazos, provocados probablemente por pensamientos, a veces
se cruzan movimientos repentinos, en ocasiones un movimiento
intencionado rebasa todas las proporciones. A primera vista los
movimientos parecen producirse de una manera desordenada.
Muy a menudo se repite un complicado movimiento convulsivo
que consiste en llevar el brazo doblado por el codo hasta la nuca
pasando por encima de la cabeza».

95
A muchas de las preguntas que le dirigía, H. contestaba úni-
camente: «Donde mi hermano está... las dos cosas en la caja».
Después le sobrevienen varias veces los movimientos convulsivos
a intervalos, a continuación un estado convulsivo tónico que
afecta a todo el cuerpo durante unos segundos con aparente
pérdida de conciencia.
De repente, H. grita hacia el techo: «¡Cierra el pico ahí arri-
ba, cerdo asqueroso!», amenaza con sus manos al techo y grita:
«¿Quién está ahí arriba? Mi hermana... ¿insulta ella a alguien?
1861».
En mayo de 1897 se hacen más frecuentes los ataques. En los
días previos a su muerte, aparecen tan a menudo que ya no se
pueden contar, entre medias le domina una profunda obnubila-
ción. El paciente muere finalmente de pulmonía.
En el segundo caso se trata de una paciente de 40 años,
Katharina Anna K. Tras la aparición de los ataques se vuelve cada
vez más irritable e insoportable, amenaza a su marido y a sus hi-
jos con un cuchillo, vuelca lámparas encendidas y en la cocina
hace mal las tareas sencillas; por ejemplo, un día vierte los posos
del café sobre el asado recién hecho. Tras la muerte de la paciente
el resultado del examen microscópico de su cerebro se corres-
ponde con el del primer caso.
Alzheimer publica de nuevo en 1898 sus investigaciones en
la ‘Revista Mensual de Neurología y Psiquiatría’ con el título de
«Una contribución sobre la anatomía patológica de la epilepsia»34
y al final resume sus resultados:
«1. Existen casos de epilepsia, por así decirlo, genuina, o sea
congénita, en los cuales se encuentran alteraciones anatomopa-
tológicas características. Macroscópicamente se ve una superficie
arrugada con protuberancias finas de las circunvoluciones y una
esclerosis, más o menos clara, de la capa superficial de la corteza.
Microscópicamente destaca una proliferación de la glía (tejido de
sostén y tejido nutritivo del sistema nervioso) entre las células
nerviosas y los vasos sanguíneos con una tendencia llamativa a
introducirse en la estructura normal de la glía, una marcada au-
sencia de fibras que contienen mielina y células nerviosas del cór-
tex. La degeneración se extiende por todo el córtex.

96
2. Muchas razones hacen pensar que la sustancia nerviosa es
lo primero que enferma y
3. las alteraciones histológicas explican la demencia epilép-
tica».
Con esto Alzheimer relaciona con éxito los síntomas neuro-
lógicos y las anomalías psíquicas con una enfermedad del cere-
bro.

En 1898 Alzheimer publica varios trabajos sobre la demencia


senil que se desarrolla en una etapa de la vida «en la cual el cere-
bro ya ha experimentado por término medio una pérdida consi-
derable de peso y donde se muestran ya regularmente signos de
senescencia o envejecimiento prematuro», así como sobre enfer-
medades cerebrales cuyo origen es la arterioesclerosis. Con ello
plantea por primera vez una serie de cuestiones que más tarde no
serán el núcleo de sus investigaciones, pero que le harán famoso
en todo el mundo.
En la ‘Revista Mensual de Psiquiatría y Neurología’, Alz-
heimer publica un artículo titulado «Últimos trabajos sobre la
dementia senilis»35, que contiene un párrafo en el que se describe
cómo ya a principios de los años noventa vio a un paciente en
Francfort que mostraba signos de demencia, siendo relativa-
mente joven, y que fue correspondientemente diagnosticado de
demencia presenil:
«Entonces examiné un caso que se podía catalogar de demen-
cia presenil en el que se encontraron severos procesos atróficos de
las células nerviosas, pero muy ligeras alteraciones vasculares ate-
romatosas. Este caso da pie a suponer que quizás, aparte de altera-
ciones alimentarias que pueden provocar enfermedades vasculares,
también una debilidad del sistema nervioso central adquirida con-
génitamente podría conllevar una atrofia temprana de las células
ganglionares. Llegado a este punto no se puede negar que también
en los casos típicos de dementia senilis podrían aparecer, indepen-
dientemente de la enfermedad vascular, cambios degenerativos en
las células ganglionares».
Alzheimer, muy precavido siempre en sus conclusiones, aña-
de inmediatamente que «naturalmente un solo caso no parece

97
concluyente y son necesarias más investigaciones para reforzar
esta teoría». Así se entiende por qué tres años más tarde, exacta-
mente el 26 de noviembre de 1901, se preocupa con tanto inte-
rés y tan intensamente de Auguste D. Ella será la pieza decisiva
de su rompecabezas sobre las demencias.
En la misma publicación se nombra por primera vez a Otto
Binswanger. Alzheimer le dedica todo un párrafo a la encefalo-
patía subcortical arterioesclerótica, más tarde denominada en-
fermedad de Binswanger, una microangiopatía del cerebro en la
cual enferman los vasos más pequeños.
«Merece todavía cierta mención especial la demencia, la de-
mentia praesenilis, a la que Binswanger le dedicó una breve des-
cripción. Según él, esta demencia afecta a individuos cuyo desa-
rrollo intelectual en la juventud fue relativamente débil, y
cuando se encuentran cerca de los cincuenta años experimentan
otra merma, creciente, de su falta de discernimiento. Se vuelven
inválidos, indolentes, apáticos, su memoria muestra lagunas sen-
sibles; también físicamente tienen una apariencia laxa, tiemblan
al hablar y al moverse. Ligeramente excitables, llevan a cabo ac-
tos imprudentes, resultado de sobrevalorar sus capacidades, que
obligan a menudo a ingresarlos en los hospitales.
La demencia presenil se distingue de la demencia senil habi-
tual por la debilidad intelectual que presenta previamente y la
aparición temprana de perturbación senil; y de la parálisis gene-
ral se diferencia por su larga duración y por la falta de signos de
paralización corporales característicos de la parálisis general».
En las siguientes publicaciones Alzheimer se decanta por te-
mas apenas coincidentes. Desde el principio demuestra ser un
psiquiatra polifacético, que no sólo publica observaciones de la
vida clínica cotidiana, sino que también busca respuestas a pro-
blemas médico-sociales de actualidad. Por lo general publica sus
trabajos en los ‘Cuadernos de Enfermedades Nerviosas y Psi-
quiatría’ (Zentralblatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie).

Además de sus numerosas publicaciones Alzheimer sigue


acudiendo a los congresos más importantes, su actividad en este
sentido aumenta, si cabe, hacia finales del siglo.

98
En septiembre de 1895 se reúne la Asociación de Psiquiatras
Alemanes en Hamburgo, donde Alzheimer expone preparaciones
microscópicas de dos casos típicos de degeneración cerebral.
En 1896 se convoca la Reunión de Científicos y Médicos
Alemanes en Francfort, Alzheimer participa en ella con una
conferencia sobre «La diseminación anatómica de los procesos
degenerativos en la parálisis».
También en 1896 celebra su reunión anual en Heidelberg la
Asociación de Psiquiatras Alemanes. Alzheimer diserta esta vez
sobre cinco casos de arteriosclerosis severa. Una parte de los
congresistas, entre ellos también Alzheimer, se reúnen de nuevo
el domingo por la mañana en el hospital, donde Kraepelin
presenta una serie de enfermos con trastornos motores y alte-
raciones en su estado, y discute extensamente los casos con
sus colegas.
En 1897, en el marco de la 22.a Reunión Itinerante de los
Neurólogos y Psiquiatras del Suroeste de Alemania en Baden-Ba-
den, Alzheimer habla sobre el delirium acutum; su intervención
va acompañada de fotografías.
En noviembre de 1898 la Reunión de Psiquiatras del Suro-
este de Alemania tiene lugar en Heidelberg, Alzheimer informa
(también de nuevo con numerosas microfotografías) sobre la
anatomía patológica de los trastornos mentales en la vejez. El di-
rector de la institución de Francfort, el profesor Sioli, ofrece su
hospital como sede de la reunión para el año siguiente; los cole-
gas aceptan la invitación, lo que representa un gran honor para el
hospital y sus médicos.

Precisamente en la institución de Francfort se llevan a cabo


sesiones clínicas sobre clases específicas de trastornos anímicos, a
las que acuden muchos médicos de la ciudad y de los alrededo-
res. El informe del año 1899 dice al respecto:
«El invierno pasado estas sesiones han sido calificadas como
cursos de especialización para médicos de la ciudad. Todavía se
impartía, en ocasiones, el curso de especialidad médica para mé-
dicos externos y un curso de tres semanas sobre psicosis agudas
en colaboración con el doctor Alzheimer».

99
Se informa sobre el gran desarrollo que experimentó la Ins-
titución para Enfermos Mentales y Epilépticos a finales del siglo
XIX: «En los últimos años trabajaron en la Institución, además
del director, otros cuatro médicos contratados, así que cada fa-
cultativo se encargaba de 85 enfermos ingresados y 240 ambu-
latorios.
El 28 de diciembre de 1898 el doctor Lilienstein, médico
asistente, abandonó el hospital después de 9 meses de dedicación
plena al servicio de la Institución para poner una consulta en el
pueblo de Bad Nauheim como especialista en enfermedades
nerviosas. Su puesto lo ocupó el doctor Julius Raecke, pero nos
dejó tras un año y siete meses para empezar como médico asis-
tente en el Hospital Clínico Psiquiátrico de la Universidad de
Tubinga. A él le siguió el doctor Korbinian Brodmann. Desde el
1 de febrero de 1899 el doctor Adolf Friedländer desempeña
el puesto de meritorio en la Institución»36.
El hecho de que Francfort fuera entonces una «cantera de ta-
lentos» de la Psiquiatría lo demuestran los éxitos profesionales de
los tres médicos mencionados en el informe. Raecke llegará a ser
más tarde catedrático de Psiquiatría en Francfort. Brodmann se
convierte en director del Departamento Histológico-Topográfi-
co del Instituto Alemán de Investigación en Psiquiatría de Mú-
nich. Hoy se conocen con su nombre algunas áreas citoarqui-
tectónicas de la corteza cerebral humana.
Friedländer, que había llegado a la Psiquiatría procedente
del Instituto Senckenberg, permanece al principio cuatro años
con Sioli. Más tarde adquiere un terreno de gran extensión en la
zona del Taunus, donde construye una clínica privada llamada
«Hohe Mark im Taunus», que se convertiría en dirección de
culto para la nobleza alemana y extranjera. Hasta la Primera
Guerra Mundial los pacientes de alta alcurnia podían ocupar en
el complejo hospitalario casas enteras con sus criados.
Sin embargo, Friedländer, hasta la construcción de su impo-
nente clínica, que se parece mucho al «Palacio de los Locos», exa-
minará un número ingente de pacientes bajo la dirección de
Alzheimer, entre ellos también a Auguste D.

100
Años de felicidad

En 1892, desde la lejana Argelia Alzheimer recibe un tele-


grama enviado por Wilhelm Erb, un conocido neurólogo de
Heidelberg cuyo apellido fue tomado para designar la enferme-
dad de Erb-Charcot, la parálisis de Erb Duchenne y el punto de
Erb. Erb necesita la ayuda de su colega y amigo urgentemente,
justo ahora que Sioli, Nissl y Alzheimer tienen tanto que hacer
para tratar a sus enfermos, supervisar las obras de remodelación y,
ya bien entrada la noche, seguir investigando con el microscopio.
Erb trata desde hace tiempo al comerciante de diamantes
Otto Geisenheimer, que padece una enfermedad tabú: una pa-
rálisis progresiva que popularmente es conocida como «reblan-
decimiento cerebral». Tras un exitoso tratamiento en Heidel-
berg, Geisenheimer invita a Erb a acompañarle como médico en
una expedición al norte de África, un viaje en el que también to-
mará parte la mujer del comerciante, Cecilie Simonette Nathalie.
Apenas alcanza la expedición su destino en el norte de Áfri-
ca, Geisenheimer, que además padece neurastenia, sufre una
crisis de ansiedad. Erb recuerda entonces las cualidades médicas
y psiquiátricas de Alois Alzheimer, quien le había contado hacía
años su viaje de cinco meses con una enferma mental.
Alzheimer es un especialista reconocido en el campo de las
parálisis; ya había publicado sobre el estadio temprano de la
misma. Es el único que ha tratado con éxito tanto a adultos
como a niños, lo cual es de especial trascendencia, puesto que la
hija de cinco años de Geisenheimer, Marion, también debe ser
tratada. Así pues, Erb pide al especialista Alzheimer que viaje de
inmediato a Argelia para tratar al distinguido paciente in situ y,
llegado el caso, llevarlo consigo de vuelta a Alemania junto con
su mujer.
Alzheimer acude a la llamada de su amigo y colega y consi-
gue llegar con el paciente, ya en estado muy grave, al sur de Fran-
cia, pero no logra curarle y Geisenheimer muere el 18 de marzo de
1892 en St. Raphael.
En lo sucesivo, Alzheimer se ocupará cariñosamente de la
viuda Cecilie Simonette Nathalie Geisenheimer, de soltera Wa-

101
llerstein. No es de una belleza extraordinaria. Una de sus nietas la
describe así: «Cecilie era una mujer de una formación exquisita y
con un gran corazón. Gracias a los grandes viajes que realizó por
todo el mundo, estaba abierta a todo y era realmente espléndi-
da». Cecilie dice una vez, seguramente refiriéndose a sí misma:
«El pelo y los dientes bonitos son atributos de los feos», afirma-
ción que resulta exagerada, puesto que Cecilie no es fea en modo
alguno, tiene una cintura delgada y viste siempre con elegancia.
Alzheimer y Cecilie Geisenheimer intiman y un día la va-
liente dama toma la iniciativa para un futuro común. El 15 de
abril de 1894 contraen matrimonio en el Registro Civil de Franc-
fort, con Franz Nissl, el amigo más leal de Alzheimer, y el co-
merciante Alexander Strauss como testigos del enlace. Mediante
el matrimonio, Alois Alzheimer deja de ser económicamente de-
pendiente, puesto que Cecilie es rica y además generosa.
Tras la boda civil, celebrada en la intimidad, se sirve sal-
món del Rin y caviar en la casa del número 35 de la calle Lie-
bigstrasse (que hoy en día pertenece a la empresa farmacéutica
Novartis), una casa siempre volcada en sus invitados. La donce-
lla de Cecilie se llama Frieda Eiermann y se ocupa, entre otras
cosas, del cuidado del cabello y del vestuario de la señora. Es ella
quien más adelante contará a sus hijas: «Sólo sé que me pareció
muy típico de Francfort; una vez que la acompañé a la estación
de tren abrió su bolso, sacó cien marcos y me los dio»37.
Para el cambio de siglo cien marcos eran una pequeña for-
tuna para una doncella. Todos los días un carruaje tirado por
caballos negros llevaba a Cecilie al centro de la ciudad para
comprar.
Para poder casarse también por la iglesia, Cecilie, que es ju-
día, se convierte al cristianismo, lo cual es algo complicado para
ella. Pasarán casi nueve meses para que, finalmente, el 14 de fe-
brero de 1895 pueda tener lugar la unión religiosa en la capilla
de las Franciscanas de Francfort. El tiempo desempeña aquí,
pues, un papel muy relevante, puesto que ahora ya no se puede
ocultar que queda muy poco para el nacimiento de su primer
hijo. Para Alzheimer y su mujer es importante conseguir la ben-
dición de la Iglesia Católica antes del nacimiento de la criatura.

102
Cuatro semanas más tarde, el 10 de marzo de 1895, llega al
mundo Gertrud, una niña de la que Nissl será padrino. Tampo-
co ahora se repara en gastos y, con la recién nacida, emprenden
su viaje de novios a Italia. Los recién desposados compran sin va-
cilar un arca renacentista que les gusta especialmente y la envían
a casa; una pieza que todavía hoy forma parte del patrimonio fa-
miliar.
De vuelta en Francfort los Alzheimer se instalan en una gran
casa, como se desprende de las notas de una nieta: «La hospita-
lidad era muy preciada en casa de los Alzheimer; Cecilie entendía
que cada visitante debía sentirse como un invitado especial. La
vivienda estaba decorada de una manera exclusiva, dado que en
sus viajes por todo el mundo había visitado muchos museos, en los
que entonces aún era posible comprar. Daba clases privadas a es-
tudiantes de Ciencias Naturales sin recursos para facilitarles su
carrera. Empleó a ocho criados, a quienes trataba muy bien».

Ese mismo año Nissl se traslada a Heidelberg para dedicarse


a la investigación con Emil Kraepelin, director del Hospital Clí-
nico Psiquiátrico de la universidad. A pesar de las nuevas posi-
bilidades que le ofrece su nuevo trabajo, casi ilimitadas, a Nissl se
le hace difícil despedirse. Describe de manera muy ilustrativa el
fuerte lazo de unión que contrajo con Alzheimer entre 1889 y
1895 de la siguiente manera:
«Siempre le he agradecido al destino que me uniera en
Francfort con este colega tan dotado para la ciencia y que Sioli
haya apoyado tan diligentemente nuestros esfuerzos científicos.
Le enseñé mi técnica a Alzheimer y le convencí, mediante pre-
paraciones y resultados experimentales, de la validez de mis ideas,
entonces aún no reconocidas en general. Lo único que sí estaba
claramente definido era el objetivo último de nuestros esfuerzos:
teníamos que dejar constancia de lo esencial del proceso patoló-
gico de nuestros enfermos mentales»38.
Nissl acapara rápidamente el laboratorio microfotográfico
en el sótano del hospital clínico de Heidelberg, un laboratorio
creado por iniciativa de Kraepelin. Desde ese momento, Nissl
prefiere la microfotografía en detrimento de los dibujos debido a

103
su objetividad. Siempre recela de lo subjetivo, puesto que «a to-
dos nos impresiona de forma más negativa lo que creemos haber
registrado intelectualmente»39.
El equipo técnico necesario es, dadas las condiciones actua-
les, primitivo e incómodo, el investigador tiene que trabajar
dentro de la cámara fotográfica. Alzheimer también pasa du-
rante sus visitas a Heidelberg alguna noche allí, aunque, debido
a su altura, sólo puede trabajar estando agachado. Por supuesto,
en el hospital clínico de Heidelberg cada trabajador se ocupa de
sus propias fotografías y preparaciones. La única ayuda que re-
ciben es la de un paciente con una demencia de grado medio
que también cuida de los animales de laboratorio.
La distancia entre Heidelberg y Francfort posibilita que du-
rante los siguientes años los dos amigos tengan algún que otro
encuentro, encuentros en los que Nissl informa con todo lujo de
detalles a Alzheimer sobre sus trabajos con los grandes equipos
técnicos a la vez que intenta convencerle de la nueva técnica.
(Ejemplo de estos detalles es el hecho de que los puros que Nissl
siempre tenía en la boca debían permanecer fuera de la cámara
durante las observaciones microscópicas). Más tarde Nissl relata
con entusiasmo:
«Los viejos tiempos de Francfort, el dar y recibir mutuos se
renuevan en estas horas (...) En una de sus visitas a Heidelberg
se me ocurrió convencerle a él, a un dibujante microscópico de
primera línea, de la utilidad de la microfotografía, con cuya in-
clusión en la microtécnica del sistema nervioso central había
destacado ante todo Kraepelin. Nunca hablábamos por hablar.
Alzheimer traía sus preparaciones consigo y yo le mostraba las
mías. Nunca nos escribíamos»40.

Con la salida de Nissl de Francfort el puesto de segundo mé-


dico, es decir, el puesto de jefe clínico, queda libre y Alois Alz-
heimer se presenta para cubrirlo41. Hace llegar a la «respetabilísima
Administración local» de la ciudad de Francfort del Meno un es-
crito redactado por él mismo con fecha de 6 de octubre de 1895:
«El abajo firmante presenta su solicitud para el puesto anun-
ciado en el semanario Berliner Wochenschrift del 1 del corriente

104
como segundo médico de la Institución para Enfermos Mentales
de Francfort del Meno.
El abajo firmante solicita humildemente ser tenido en cuen-
ta para la plaza de segundo médico. Basa su solicitud en el hecho
de conocer el de todo punto difícil y singular ejercicio de la
Medicina en la mencionada institución debido a haber realizado
su actividad en ella durante casi siete años, y que dicha expe-
riencia también le permitirá, sin duda alguna, asumir las obliga-
ciones propias de un segundo médico. Hoy en día en toda Ale-
mania se ha extendido ya la costumbre de que los médicos de las
instituciones para enfermos mentales sólo pueden acceder a los
puestos vacantes de más categoría en el ámbito de una red de
colaboración de clínicas. Por lo tanto, se ha convertido en
algo muy difícil y casi imposible para un médico empleado
en una institución municipal para enfermos mentales el ob-
tener una posición más elevada dentro de su campo de espe-
cialidad en otra parte, incluso aunque haya realizado todos los
esfuerzos posibles para adquirir los conocimientos necesarios
para ese puesto.
Atentamente suyo, Dr. Med. Alois Alzheimer.
Médico asistente en la Institución para Enfermos Mentales
de Francfort del Meno».
Adjunta su título de licenciado en Medicina, un currícu-
lum vitae y un certificado de su superior, Sioli. El currículum es,
en los primeros pasajes, idéntico al que presentó en su solicitud
de 1888, únicamente ampliado en un párrafo:
«En diciembre de 1888 se incorporó como médico asistente
a la aquí mencionada Institución para Enfermos Mentales, don-
de ha estado en activo hasta el día de hoy. El tiempo restante tras
el trabajo dedicado a la institución lo consagró a estudios de ana-
tomía cerebral y estudios clínicos, cuyos resultados bien ha pre-
sentado en conferencias, bien publicado en revistas de Psiquia-
tría:
— Sobre un caso de atrofia muscular espinal progresiva con
afectación de núcleos bulbares (conferencia ante la Asociación de
Médicos de Francfort, ‘Archivo de Psiquiatría’ (Archiv für Psy-
chiatrie), vol. 23).

105
— Sobre las relaciones entre la parálisis progresiva y la sífilis
(conferencia ante la Asociación de Médicos de Francfort).
— La atrofia cerebral arterioesclerótica (conferencia ante la
Reunión de Psiquiatras Alemanes en Dresde en 1894).
— La parálisis juvenil (conferencia ante la Reunión de Mé-
dicos y Científicos Alemanes en Viena en 1894).
— Degeneración cerebral coloidea (conferencia ante la Reu-
nión de Psiquiatras Alemanes en Hamburgo en 1895).
— Forma temprana de la parálisis.
— Visiones por presión de Liepmann.
— Sobre un caso de meningomielitis y meningoencefalitis
sifilíticas.

Estos artículos han sido elaborados a lo largo del último


año y están actualmente en imprenta.
Dr. Med. Alois Alzheimer».

El certificado de Emil Sioli dice de Alzheimer: «Su eficacia en


esta tarea durante esta época tan difícil, durante una reforma to-
tal de la Institución mientras el edificio estaba al completo de su
ocupación, durante una época de cambio y una remodelación de
todo el personal sanitario, ha sido realmente ejemplar y excep-
cional»:
«El doctor Alzheimer se ha mostrado en todo momento, tan-
to en la formación y supervisión de un numeroso personal, así
como en el tratamiento esmerado, humano y sin reparar en es-
fuerzos de sus pacientes, al igual que en todo tipo de conoci-
miento médico y elevadísimo esfuerzo científico, como un mé-
dico de extraordinario talento e inundado por completo por el
amor más puro a su profesión y se ha acreditado en todas sus ac-
tividades profesionales con un empeño eminente; se ha procura-
do a sí mismo los conocimientos psiquiátricos fundamentales y
un juicio firme en cuestiones de Psiquiatría forense a la vez que se
ha integrado en esta Institución de tal modo que (dominando los
principios básicos necesarios para tratar con este tipo de enfermos
y sus familiares) se ha establecido una relación de reciprocidad de
la que tanto la clínica como el doctor Alzheimer se beneficiarán

106
en el futuro. Se ha integrado de tal modo que, según la opinión
del abajo firmante director de la Institución, una vez ha quedado
vacante el puesto del segundo médico, sólo se felicitará si el doc-
tor Alzheimer puede pasar a ocupar dicho puesto.
6 de octubre de 1895.
Fdo. Dr. Sioli».

El 21 de octubre de 1895 Sioli remite los documentos de so-


licitud al Departamento de Asistencia. En un escrito adjunto se
pronuncia sobre «los requisitos necesarios para trabajar en esta
Institución (...) a la hora de tratar con pacientes de diferentes cla-
ses, así como el trato hacia el público»: «De modo que al abajo
firmante no le cabe la menor duda de que, entre todos los demás
solicitantes, tendrá preferencia aquel candidato que conozca des-
de hace años estas peculiaridades del servicio que aquí se trata,
que se haya formado por completo en él y que ya haya servido a
la Institución para beneficio de la misma y con plena satisfacción
durante un gran número de años. Para ello presento la solicitud
en el Departamento de Asistencia: ruego al Departamento de
Asistencia tenga a bien proponer ante la Administración local,
de entre los candidatos al puesto de segundo médico, al actual
médico asistente de la Institución para Enfermos Mentales, el
doctor Alzheimer, para ocupar este puesto».
En su reunión del 26 de diciembre de 1895, los concejales
municipales reaccionan con una resolución que sella el proceso
de selección: «El puesto de segundo médico en la Institución
para Enfermos Mentales implica contractualmente para las dos
partes un plazo de rescisión de contrato de tres meses, un sueldo
anual de 3.000 marcos, con la perspectiva de un incremento
que oscilará entre 3.500 y 4.000 cada cinco años, así como la
concesión de una vivienda, luz y calefacción, que se traducirán
en una reducción de 1.000 marcos para la pensión. Este puesto,
además, será ocupado de modo que se aplicarán sobre esta rela-
ción contractual las normas generales de contratación de próxima
aprobación. El puesto citado en el párrafo 1 del presente escrito
se le concederá al doctor Alzheimer bajo las condiciones ante-
riormente descritas».

107
Un añadido de Sioli sobre la apertura de una consulta priva-
da retrasa el cierre del contrato; Sioli no pretende «dificultar al
segundo médico el ejercicio privado de la medicina, si bien no
podría ser el caso dado el trabajo a tiempo completo que supone
la actividad en el hospital. No obstante, en los casos en que, por
ausencia o falta de disponibilidad del director, sea necesario rea-
lizar alguna consulta respecto a un enfermo a cargo del delegado
del director, entonces ésta se facilitará bajo cualquier circuns-
tancia». Hoy en día se hablaría de derecho a ejercer la actividad
médica privada, un privilegio que Sioli no quería ceder.
Sin embargo, esto no molesta a Alzheimer en absoluto. Me-
diante el matrimonio con la adinerada viuda Geisenheimer pasa
a tener tanta independencia económica que, más adelante, cuan-
do viaja a Múnich a visitar a Kraepelin, trabaja en el hospital in-
cluso de forma gratuita. Los costes de los artículos y de las nu-
merosas ilustraciones artísticas los paga de su propio bolsillo.
Los Alzheimer organizan una fiesta de despedida a lo grande
para Nissl ante su marcha a Heidelberg. El propio Alzheimer
rara vez habla de dinero, es más bien espléndido.

Numerosos documentos de esta época nos muestran la bu-


rocracia de Francfort y todos los pasos que se deben dar en la
Administración local desde el Departamento de Asistencia para
lograr una autorización. Por este motivo Alois Alzheimer no se
convierte en jefe clínico de la institución mental de Francfort
hasta el 21 de julio de 1896; el informe de la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos reza:
«Entre el personal funcionario de la Institución se han pro-
ducido varios cambios desde la publicación del último informe
detallado. En octubre de 1895, tras seis años y medio de activi-
dad en la Institución, nos deja el segundo médico, el doctor
Franz Nissl, para dedicarse a su carrera científica y habilitarse en
Heidelberg.
El doctor Nissl, mostrando una total entrega a su trabajo y
ejerciendo su actividad con el máximo esfuerzo, personificaba el
afán científico más entusiasmado y se mostraba ante los médicos
más jóvenes como un ejemplo a seguir. Sea esto prueba de nues-

108
tro agradecimiento por su abnegado trabajo y de los mejores de-
seos para el futuro. Su lugar lo ocupará ahora el que durante
años ha sido primer médico asistente, el doctor A. Alzheimer.
Con la apertura en otoño de 1895 de la nueva institución her-
mana se creó otro puesto de médico asistente, que fue asignado
al doctor Friedrich Resch. El puesto de médico asistente dejado
libre por el ascenso del primer médico asistente lo ocupó el doc-
tor Max Sander.
Los costes por día de hospitalización alcanzaron en la insti-
tución principal para un total de 141.731 días la cantidad de
2,76 marcos diarios y en la institución filial, 1,47 al día. Los cos-
tes por alimentación diaria fueron de 1,18 marcos en la institu-
ción principal y de 0,68 en la segunda».
Con la nueva «institución hermana» el informe se refiere a la
nueva institución mental del cercano Weilmünster, que entre-
tanto la ciudad de Francfort emplea, según lo establecido por
contrato, como institución de cuidados para enfermos crónicos y
sin recursos. Para la Institución para Enfermos Mentales y Epi-
lépticos de Francfort esto supone una reducción del número de
pacientes. Está documentado que el 28 de octubre de 1896 se
trasladan allí 50 pacientes y más enfermos en años posteriores.
También se intentará trasladar allí a la enferma Auguste D.,
pero Alzheimer logrará evitarlo.

El 23 de julio de 1896 viene al mundo Hans, el hijo de


Alzheimer. Cecilie se encuentra tan sumamente débil tras el par-
to que debe reponerse fuera de Francfort, pero ordena estar in-
formada escrupulosa y puntualmente sobre el desarrollo del pe-
queño hijo varón de Alzheimer. De este modo recuerda Hans lo
que se le solía contar repetidas veces:
«Había que telegrafiar a madre diariamente mis aumentos de
peso: ‘Hans, 5 gr’; ‘Hans, 10 gr’ y así continuamente. El fun-
cionario de correos preguntó un día: ‘Perdone, este Hans, ¿es un
canario?’. Además, uno de los ocho empleados domésticos se
ocupaba exclusivamente de aprestar los faldones del niño para sa-
carlo de paseo por la tarde»42.
Uno de los primeros recuerdos que tiene Hans Alzheimer es

109
la fiesta de Nochevieja de 1899: «La costumbre de celebrar el
nuevo año con mucho ruido está extendida en muchos pue-
blos. Nosotros vivíamos en un gran piso cedido por el hospital
en Affenstein, en Francfort, justo al lado de la clínica, con una
terraza espaciosa. En ella había un pequeño cañón que brillaba
como el latón, cosa que yo había notado ya el día anterior con el
hijo pequeño del jefe [el hijo de Sioli].
Por la noche mis padres me llevaron a la terraza. También se
habían reunido allí amigos y el personal del hospital y había
mucha animación. De pronto todos se pusieron unas preciosas
máscaras, se agazaparon sobre el suelo y, de repente, no se oía ni
una mosca, luego vino un resplandor, después un trueno, y con
grandes gritos todos se levantaron y se besaron: acababa de em-
pezar el año 1900».

Alzheimer bien puede mirar atrás a los años pasados con


orgullo y satisfacción. Para el siglo XX que comienza tiene gran-
des planes. Tiene claro que potenciará de manera óptima su
trabajo científico en la institución de Sioli, aunque no sea un
hospital clínico universitario. Más adelante él mismo formula
esta idea cuando hace balance del pasado con motivo del 25.o
aniversario de Sioli como director de la institución mental de
Francfort:
«Además de algunas instituciones que hoy en día ya garanti-
zan las necesidades de la investigación científica, existe un nú-
mero aún mayor de ellas en las que ésta debe ceder paso al ser-
vicio médico diario y a la actividad administrativa. Pero en
realidad no hay por qué admitir que sea peor médico aquel que
se esfuerza por impulsar, además de su trabajo, las bases científi-
cas de la Psiquiatría. De cualquier modo, haciendo esto recibirá
todo tipo de estímulos y alegrías por su trabajo.
Hay muchas cuestiones que o bien no se pueden desarrollar
en las clínicas o bien sólo es posible hacerlo con bastante más di-
ficultad que en instituciones de mayor calado en las que se dis-
pone de material más rico y estable. De ser así, se abriría paso
gradualmente una relación más estrecha entre teoría y práctica en
el ámbito de la Psiquiatría, una relación que hoy anhelamos

110
con frecuencia y que, con toda seguridad, será de utilidad para
ambas partes y además posibilitará una más rápida solución de
las tareas que nos aguardan en los próximos 25 años».
De un modo similar se imagina Alois Alzheimer su futuro la-
boral: una combinación de clínica y ciencia como en Francfort y
además la posibilidad de continuar con la investigación psiquiá-
trica con el microscopio para algún día hacerse cargo de su pro-
pia institución mental.
Hasta el momento puede estar satisfecho. Además de su tesis,
ya cuenta con más de 20 publicaciones en revistas de reconocido
prestigio y ya ha pronunciado conferencias en los congresos es-
pecializados anuales, conferencias que cada vez eran más reco-
nocidas. Ya es muy estimado en todos los hospitales clínicos
universitarios de Psiquiatría y en las grandes instituciones y con
frecuencia le piden consejo. Mantiene un feliz matrimonio con su
mujer Cecilie; entretanto han tenido dos hijos, un niño y una
niña; un tercero está de camino y nacerá en agosto de 1900.

El año 1900 también conlleva para la Institución para En-


fermos Mentales y Epilépticos aspectos positivos. Además del di-
rector, están en activo y en nómina en la clínica cuatro médicos,
de modo que a cada médico le corresponden 85 enfermos. Sioli
y Alzheimer continúan, pues, remodelando su institución men-
tal para convertirla en una moderna clínica. El aislamiento de los
pacientes es cada vez menos necesario debido al uso extendido de
los baños continuos; están a disposición (teniendo en cuenta
las bañeras para baños higiénicos y baños curativos cortos) seis
bañeras para la sección masculina y otras seis para la femenina.
Todas se utilizan casi sin interrupción. En el informe de 1899 se
lee:
«Se consigue, mediante baños prolongados, evitar la admi-
nistración de narcóticos, manteniendo a un gran número de
pacientes en estado de agitación melancólico, maniático, catató-
nico y paralítico durante todo el día en la bañera y en la cama de
noche en una habitación individual con la puerta abierta. Sin el
baño sería prácticamente imposible evitar el aislamiento o la
administración de narcóticos más fuertes.

111
Cecilie y Alois Alzheimer con los niños Hans, Maria y Gertrud

Puesto que no es necesario utilizar medios coercitivos para


mantener a los enfermos atados en la bañera, los responsables de
la clínica de Francfort ven en el uso de los baños prolongados un
medio muy útil para tratar estados de grave agitación motora, así
como para la profilaxis y tratamiento de las úlceras de decúbito,
para la curación rápida y revestimiento de grandes llagas y para fo-
mentar la curación de heridas tras úlceras en pacientes paralíticos».
La objeción elevada por parte de la Administración local de
que, con el consumo creciente de agua, los costes de la institu-
ción podrían incrementarse, pueden contrarrestarla los médi-

112
cos mediante un considerable ahorro en lencería, que hasta el
momento rompían los enfermos más agitados.
También el número de «enfermos con libertad de movi-
miento» ha aumentado considerablemente. Creció de un 12%
en el año 1897/98 hasta alcanzar un 34% de los internos en el
año 1900. A partir de ahora en las salas para enfermos tranquilos
o poco agitados, así como en las de ingreso y de paralíticos, se
mantienen las puertas abiertas. Ahora sólo permanecen con las
puertas cerradas la sección de jubilados y la de los enfermos
más agitados. En la sala de ingreso para hombres parece necesa-
rio volver a cerrar las puertas, puesto que sobre todo los alcohó-
licos y los enfermos con defectos morales abusan de la libertad.
Como sedantes y calmantes se emplean (rara vez, y sólo
cuando es absolutamente necesario) trional, paraldehido y cloral;
a los epilépticos se les ordenan sales de bromo, muchas veces
también la cura de Flechsig, un tratamiento combinado de opio
y bromo; a los melancólicos, frecuentemente también opio o
hioscina. La hioscina es un alcaloide del opio que por lo general
se administra mediante inyección subcutánea y sobre todo en ca-
sos de extrema agitación y de pensamientos acelerados o fuga de
ideas. Puesto que los médicos reconocen el peligro de que se cree
adicción, el informe anual de la Institución para Enfermos Men-
tales y Epilépticos hace hincapié en ello:
«En los últimos años se ha hecho menos uso de la hioscina y
ha sido siempre en combinación con morfina, que parece reducir
en gran medida los incómodos efectos secundarios de la primera.
Cuando nos hemos sentido obligados a emplear hioscina, ha te-
nido que ver en la amplia mayoría de los casos con una congestión
extraordinaria en la clínica. Tampoco vimos una utilidad especial
a los últimamente tan alabados dormiol y hedonal. En el caso de
la morfina sólo se le da un uso esporádico en casos de periodos
fuertes de ansiedad y de dolores provocados periféricamente».
Los nuevos enfermos se encuentran en la mayoría de los ca-
sos en un mal estado nutricional. En primer lugar se les atiende
con una alimentación opulenta y equilibrada que les proporcio-
na la institución. Además de los preparados nutricionales artifi-
ciales más habituales (Somatose, Eukasin, Roborat y Legumino-

113
se) que se emplean en casos de graves trastornos alimenticios, se
les proporcionan también alimentos normales como leche, man-
tequilla y huevos.
De este modo, el 31 de marzo de 1901, por ejemplo, se en-
cargan de manera extraordinaria 330 unidades de leche de medio
litro, 83 de cacao, 22 de caldo, 353 huevos, 13 bocadillos, 23
panes tostados, 4 porciones de postres dulces, 33 de mantequilla,
2 de jugo concentrado de carne, 13 de sopa, 83 de cerveza, 39
de vino y 84 botellas de agua mineral.
En la sección que se ocupa sobre todo de los alcohólicos no
hay bebidas alcohólicas. Los epilépticos tampoco reciben ni vino
ni cerveza. Por lo demás, no se impone una abstinencia absoluta
en la clínica, puesto que los médicos no esperan daños de ningún
tipo en sus pacientes por la ingestión moderada de cerveza suave
y vino:
«Tuvimos que contemplar la retirada de un estimulante po-
pular no perjudicial como una regla de obligado cumplimiento
cuya implementación sólo estaba motivada en casos concretos
diagnosticados médicamente. Para algunos enfermos melancóli-
cos y algunas formas de insomnio senil el alcohol en forma de
cerveza ha resultado ser un somnífero valioso. Entre algunos
enfermos la bebida rusa kwas goza de gran popularidad; además,
su bajo nivel de alcohol, su reducido precio, su efecto refrescan-
te y su sencilla elaboración deberían facilitar su difusión general».
Además, se cuida el aspecto de las relaciones interpersonales
y se potencian los lazos familiares en forma de visitas por parte
de los parientes: «De entre 9.000 y 10.000 visitas en el año
1897/98 han aumentado hoy en día a más de 12.000», señala el
informe anual de 1900.
Sioli y Alzheimer pueden estar orgullosos de todo lo que
han logrado desde 1888 hasta el final del siglo XIX.

El año que marcaría su destino: 1901

El año 1901 es el año que marca el destino de Alzheimer. Si-


gue avanzando en su campo profesional y la Institución para En-

114
fermos Mentales y Epilépticos (en gran parte gracias a su gran es-
fuerzo) se amplía con una segunda institución. En cuanto a su
vida profesional, en el año 1901 llega el encuentro con Auguste
D. Pero antes tiene lugar la mayor desgracia de su vida: fallece su
amada mujer Cecilie.
Comienza el año 1901 con una infección de garganta en
principio inofensiva, más adelante Cecilie sufre dolores articula-
res y afectación renal. Cecilie ya no puede ocuparse de la casa y
Alzheimer tiene que recurrir a su hermana Elisabeth para que le
ayude. No obstante, Cecilie, que aún tiene esperanzas de vivir,
deja perfectamente claras las reglas del juego en cuanto a convi-
vencia. En enero de 1901, un mes antes de su muerte, escribe:
«Querida Elisabeth: tu hermano me ha encargado que res-
ponda a tu carta en su nombre; actualmente está muy ocupado.
Preguntas si puedes venir a vivir en nuestro hogar, hemos ha-
blado de ello y te damos la más calurosa bienvenida. Alzheimer
no obstante tiene sus reservas e insiste en que debes guardar
para ti tus opiniones religiosas, como haremos nosotros con las
nuestras, de modo que la paz familiar no se vea perturbada.
María ya come primorosamente con la cucharita, Gertrud y
Hans han estado muy resfriados; será bueno que todo vuelva a la
calma. En verano queremos viajar al mar por los niños».
Lamentablemente eso no llegará a suceder. Aunque se había
consultado a expertos punteros de Francfort, no se pudo evitar la
prematura muerte de Cecilie.
Elisabeth promete a una Cecilie moribunda que cuidará de
los niños y se hará cargo de la casa. A pesar de su severidad, más
adelante los niños la llamarán cariñosamente «Maja» y ella mis-
ma se ocupará asimismo de los hijos de estos y aun de la cuarta
generación, bordando y tejiendo ropa para ellos. Muere a la
avanzada edad de 96 años.
Cecilie es enterrada solemnemente en el cementerio principal
de Francfort del Meno el 28 de febrero de 1901. La lápida, ela-
borada especialmente para el acontecimiento por el escultor ber-
linés Fritz Klimsch, sigue cubriendo hoy la tumba de Alois Alz-
heimer. Es al mismo escultor a quien se encarga en 1910 un
monumento para el famoso Rudolf Virchow. Se asemeja a la

115
lápida de Cecilie Alzheimer: ambos trabajos muestran figuras
dobles que representan alegóricamente la lucha entre la vida y la
muerte.
La sepultura se encuentra junto al muro del cementerio ju-
dío; así, Cecilie descansa muy cerca de su familia, los Wallerstein,
que duermen el sueño eterno justamente al otro lado.

La hija mayor de Alzheimer, Gertrud, más tarde recuerda


con cariño a su madre, que con frecuencia dejaba a los niños a su
aire: «En el desván había un gran cofre misterioso venido de
ultramar en el que solíamos husmear con curiosidad. Emanaba
un fabuloso aroma, almizcle quizá, y en él se guardaban vestidos
de gala y ropajes maravillosos. Cuando de niña de vez en cuando
hacía teatro y me permitían ponerme aquel precioso vestido
con brillantes lentejuelas azules y negras, al que acompañaba el
abanico de plumas de avestruz y la sombrillita con encajes, en-
tonces, aunque estuviera delgada, tenía que contener la respira-
ción para que se pudieran abrochar los corchetes».
También el hijo de Alzheimer, Hans, se acuerda bien de su
madre: «Con frecuencia me solía sentar bien acurrucado junto a
ella en un carruaje negro tirado por caballos negros; qué feliz
era». De la época posterior a la muerte de su madre tiene aún re-
cuerdos imprecisos: «Mi cama estaba en la habitación de mi pa-
dre. Si por las noches me despertaba veía a padre sentado frente a
la mesa iluminada por una lámpara. ‘¿Qué has soñado, Hänser?’,
me preguntaba con una voz cálida y tranquilizadora. Entonces se
desvanecían todos mis miedos infantiles y me sentía protegido».
Con la muerte de Cecilie la vida cambió profundamente en
la casa, se acabó la «espléndida generosidad» que había existido
hasta entonces. Una de las nietas escribe al respecto: «Maja se
hizo cargo rápidamente de sus tareas: despidió a siete criados y
los niños fueron educados de manera estricta en el catolicismo;
por ejemplo, cuando uno mentía tenía que lavarse la boca con
jabón, o cuando otro intentaba dar un golpe a sus padres, decía
que había que cortarle la mano».
Otra nieta explica: «El estilo de vida pasó a ser burgués», y
una tercera, que califica a Elisabeth de «pequeño burguesa y de-

116
vota», señala: «Alois sabía que sus hijos estaban bien cuidados y
la dejaba reinar a sus anchas. Ya no quería volver a casarse tras el
matrimonio tan feliz que había tenido con Cecilie, así que se re-
fugió en el trabajo».
Alzheimer trabaja sin descanso en las secciones de los enfer-
mos, en las que incluso fuera del tiempo de visitas sigue explo-
rando a sus pacientes. Redacta con mucho esmero las historias
clínicas, se ocupa de montones de papeles, se somete a las tareas
de peritaje médico que tanto tiempo exigen, se ocupa personal-
mente de numerosos pacientes a título privado y desarrolla sus
queridos estudios histológicos con un empeño aún mayor. Hacia
el exterior no permite que nadie note su tristeza, más bien al
contrario, con su afectuosa calma habitual responde a las diversas
peticiones, preguntas y deseos de sus colegas.
Su esfuerzo se ve fuertemente absorbido por el trabajo que
desempeña para la clínica filial de la institución. Sioli ya mane-
jaba en 1881 la idea de construir una «colonia de enfermos
mentales» rural, lejos de la ciudad, y en 1901 puede hacerla rea-
lidad junto con su jefe clínico en Köppern, cerca de Francfort.
El 23 de febrero de 1901, sólo algunos días antes de la muerte
de Cecilie, la Administración local de la ciudad de Francfort, ba-
sándose en el informe del Departamento de Asistencia sobre la
Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos, presenta una
solicitud urgente para declararse a favor de la adquisición del
molino de Köppern (en la región de Taunus) y del terreno ne-
cesario en los alrededores con el fin de ampliar la Institución
para Enfermos Mentales, para lo que aprueba un gasto total de
151.000 marcos. A este respecto a la institución le favorece mu-
cho el hecho de que, el 1 de enero de 1901, el empresario Ludo
Mayer y su esposa Luise, de soltera Henle, ponen a su disposi-
ción un capital de 5.000 marcos para la «fundación de un lugar
para enfermos necesitados con posibilidades de curación».
La nueva institución gemela no debe estar demasiado alejada
de la principal para que sea posible la supervisión médica desde
Francfort y también para que los familiares de los pacientes pue-
dan visitarlos sin tener que realizar grandes esfuerzos tanto eco-
nómicos como de tiempo. En un principio, a la institución de

117
Köppern sólo acudirán pacientes de Francfort, también por eso
su lazo de unión con la clínica principal es tan importante. Pero
a Sioli le preocupan sobre todo los enfermos mentales sin recur-
sos que no tienen institución alguna a la que acudir:
«Esto le sucede a un gran número de enfermos, para quienes,
por un lado, su sitio no es una clínica para enfermos mentales y, por
otro, tampoco encuentran lugar en hospitales generales, puesto
que allí no se les puede proporcionar el tratamiento correcto co-
rrespondiente a su enfermedad. Mientras los enfermos mentales
que pertenecen a los círculos ricos y con recursos de la población
tienen a su disposición un gran número de instituciones para en-
fermos mentales, para los muchos enfermos sin recursos y de la
seguridad social no hay lugares adecuados donde poder encon-
trar tratamientos prolongados y curación para sus, por lo general,
graves dolencias»43.
En sus memorias, el propio Sioli se entusiasma: «El lugar de
los terrenos adquiridos es uno de los más bellos en los alrededores
de Francfort, a 27 kilómetros de la ciudad, pero en la vertiente
sureste de la región montañosa de Taunus, a la salida del ro-
mántico valle de Köppern, a veinte minutos por encima del
pueblo de Köppern, a ambos lados del río Erlenbach. Este ria-
chuelo, que nace a más de 500 metros sobre el nivel del mar en
la cara norte del monte Feldberg, tiene un curso que discurre so-
bre la meseta de la región de Taunus a través de fértiles prados;
luego, bajando a unos 330 metros sobre el nivel del mar, penetra
en el valle de Köppern, que a su vez se extiende, quebrado, por
las escarpadas pendientes de dos cadenas montañosas limitadas
en algunas partes por pendientes rocosas, de oeste a este, de un
molino a otro»44.
El proyecto de crear una «colonia para enfermos mentales»
da un resultado tan convincente que Alzheimer es invitado a dar
una conferencia. Fruto de su intervención es la inauguración, el
1 de octubre de 1902 en el monte de Bieber, de una institución
para la curación de alcohólicos por parte de la Asociación co-
marcal contra el abuso de las bebidas alcohólicas de Kassel-
Francfort-Wiesbaden-Darmstadt. En un escrito sobre la inau-
guración de este centro se lee:

118
«Los costes de nuestros internos se cubren prácticamente
por completo con los medios de la finca. Buena leche entera,
inalterada, de las vacas que pastan en libertad, mantequilla y
huevos frescos, verduras plantadas por nosotros mismos. Miel de
abejas de nuestra propia explotación apícola, carne de cerdos, ter-
neros y carneros criados por nosotros mismos... Todo esto es lo
que ofrecemos para que los enfermos, en general muy debilita-
dos, recuperen sus fuerzas.
Tanto las buenas lecturas como las tardes de actividades de
ocio común deberían influir, además, en la convalecencia de los
enfermos. Dependiendo de su profesión y fuerzas, cada paciente
estará ocupado bien en el campo, en los pastos o en la granja, y
conseguirá así volver a acostumbrarse a trabajar con regulari-
dad»45.
Los costes alimenticios, que van de 130 a 180 marcos, se pa-
gan cuatro veces al año, los inquilinos están sometidos a estrictas
normas de convivencia que no permiten dejar la institución du-
rante los tres primeros meses. En posteriores salidas no podrán ir
a cantinas, ni mucho menos probar el alcohol, e incluso las car-
tas, envíos de paquetes, periódicos y libros pasan por la censura y
control del responsable de la casa. En caso de contravenir las nor-
mas, tal y como subraya Alzheimer, el responsable o «padre» de
la casa tendrá derecho a expulsar al inquilino de la clínica inme-
diatamente.

119
Capítulo 5
A Múnich pasando por Heidelberg

Habiendo enviudado a los 37 años, Alois Alzheimer refle-


xiona sobre su futuro. En Francfort no hay nada ya que le re-
tenga. En principio no piensa en una carrera académica, sino en
la actividad en una institución de curación y cuidados en la que
como director pueda unir cuestiones de la ciencia teórica con la
práctica.
Sin embargo, su solicitud para el puesto de director de una
institución regional en 1902 no prospera; se puede decir a pos-
teriori que fue una suerte que Emil Kraepelin se enterara de
esto y así lo expresa en sus memorias: «Fue una gran suerte para
él que fracasara en su solicitud»1. Alzheimer, por su parte, está,
como es de suponer, muy decepcionado por no haber logrado
convertirse en director de una institución, pero, aun cuando
para Kraepelin parece un triunfo, al final todo tiene un feliz
desenlace: Kraepelin le pide que vaya a Heidelberg con él.
El mejor amigo y colega de Alzheimer, Franz Nissl, se ha ha-
bilitado allí y es desde 1901 catedrático extraordinario. Le acon-
seja, de hecho insiste en ello durante una conversación telefónica,
que vaya a Heidelberg. Para convencerle, puede que mencionara
como argumento lo que se puede leer en las notas de Nissl:
«La Psiquiatría que hasta ahora yo he aprendido y que yo
mismo he contribuido a desarrollar científicamente no era una
ciencia. Hasta que no he llegado a Heidelberg no se ha apode-
rado de mí la idea de que existe una Psiquiatría clínica en el sen-
tido estricto de ciencia. Y esto se lo tengo que agradecer a Krae-
pelin»2.

121
Alzheimer deja Francfort, de donde sólo a regañadientes le
dejan partir, como se extrae del informe de la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno que
cubre el periodo que va desde el 1 de abril de 1898 hasta el 31
de marzo de 1903:
«El 1 de marzo de este año nos deja, con gran pesar por
nuestra parte, el doctor Alzheimer, durante años segundo médi-
co de la Institución, para dedicarse a la investigación en Heidel-
berg. Se incorporó el 1 de diciembre de 1888 como médico
asistente a la nombrada Institución y estaba en activo como se-
gundo médico desde el 1 de noviembre de 1895.
Incansable en su trabajo por el bienestar de los enfermos y
mostrando un total interés por la evolución de la Institución, du-
rante un buen número de años se ha dedicado por completo al
cuidado de los enfermos mentales de esta clínica y ha preparado
y posibilitado la extraordinaria mejora que ésta ha experimenta-
do con su sentido de la responsabilidad, siempre infatigable, y su
atención personal para con cada enfermo (...)
Los enfermos, las autoridades, los médicos jóvenes que a par-
tir de ahora echarán de menos su estimulante dirección, así como
los tribunales, que tienen en muy alta estima sus esmerados pe-
ritajes médicos, lamentan su marcha. Sus numerosos trabajos
científicos, que publicó desde aquí, son una prueba de su cons-
tante afán científico. La incrementada carga de trabajo externo,
que cada vez dificultaba más y más el trabajo científico, llevó al
doctor Alzheimer a tomar esta decisión. Le guardamos un inten-
so sentimiento de gratitud por su trabajo de años con nosotros y
le deseamos el mejor de los éxitos en el ámbito científico.
El Director: Dr. Sioli».
La despedida personal entre Alzheimer y Sioli no es fácil
para ninguno de los dos, no en vano se han apreciado mucho en
lo profesional a lo largo de los cerca de 15 años de trabajo con-
junto en Francfort y se han entendido muy bien en lo personal.
Sioli promete a Alzheimer que le mantendrá informado acerca
de los casos más interesantes que pasen por sus manos, especial-
mente sobre el caso de Auguste D.

122
El pequeño laboratorio de Heidelberg que Alzheimer cono-
ce tan bien gracias a las numerosas visitas que había realizado a
Nissl atrae hacia sí, sobre todo debido a la sociedad internacional
de investigadores que allí se ha reunido, a las mentes más pre-
claras de la Psiquiatría. Entre ellas se encuentran Ugo Cerletti,
que más adelante será catedrático de Psiquiatría en Roma; C. B.
Farrar, de EE UU; M. C. Campbell, de Inglaterra; A. Debaux,
de Francia; H. Evensen, de Noruega y G. Biondi, de Suiza.
Así pues, se cumple el deseo de Alzheimer de trabajar en un
laboratorio con contactos internacionales e intercambio de opi-
niones al más alto nivel. Menos gratas son, sin embargo, las re-
laciones en el hospital clínico de Heidelberg, que Kraepelin des-
cribe así:
«Dado que los sanatorios estaban llenos hasta la última cama,
los traslados de enfermos no eran posibles; no podíamos dar un
número suficiente de altas en el hospital con el fin de vaciarlo,
pero a la vez estábamos obligados a atender a nuevos enfermos,
cosa que, como no podía ser de otro modo, nos llevó a la mayor
de las precariedades. No sólo estaban siempre todas las camas
ocupadas, sino que cada vez se hacía más imprescindible acostar
a los enfermos en colchones extendidos por el suelo. Y, puesto
que los enfermos más tranquilos necesitaban menos atenciones,
se acumulaban principalmente los enfermos más agitados de
modo tan insoportable que ya no se podía siquiera hablar de cui-
dados adecuados; es más, los enfermos, el personal y los médicos
sufrían por igual de la imposibilidad de lograr la tranquilidad y el
tan necesario silencio.
A esto hay que añadir que, con el número de días de hospita-
lización, subvencionados sólo con 1,50 marcos, la situación eco-
nómica del hospital empeoraba a pasos agigantados. Mientras
que en los primeros años, mediante una mezcla adecuada de en-
fermos con mayores recursos económicos, me había sido posible
lograr cada año grandes remanentes que ayudaban a mejorar
nuestras instalaciones y sobre todo favorecían también nuestro
afán científico, la evolución aquí narrada de los acontecimientos
condujo de manera inevitable a crecientes déficits que a su vez ha-
cían más difícil la obtención de subvenciones extraordinarias»3.

123
Las condiciones en el hospital clínico de Kraepelin eran cada
vez más insostenibles. Es cierto que el nivel científico, bajo la in-
fluencia de buenos colaboradores, aumentó de modo extrema-
damente satisfactorio, pero «la insoportable saturación seguía
creciendo, de manera que ya era impensable una atención orde-
nada de los pacientes».
En esta época de tan poca calma llega la noticia del falleci-
miento de Anton Bumm, que se había hecho cargo de la direc-
ción del Hospital Clínico Psiquiátrico y de la Institución Regional
para Enfermos Mentales de Múnich en 1896. Si bien es cierto
que en 1901 Bumm había dimitido como director del hospital,
había mantenido su cátedra y se había dedicado a la prevista
construcción del hospital clínico psiquiátrico, cuya conclusión
no llegó a ver.
Kraepelin está internamente muy inquieto, pero, como an-
tiguo discípulo de Von Gudden, se hace ilusiones de conseguir la
cátedra en Múnich: «Temía, pues, que me viera obligado a deci-
dir si yo, a pesar de mi total rechazo, habría de conformarme con
las malas condiciones contra las que había luchado o si rechaza-
ría mi cátedra en beneficio del puesto de Múnich»4.
En junio de 1903 a Kraepelin le conceden la cátedra y se
quiere llevar a Alzheimer a toda costa consigo a Múnich. Tam-
bién anima a Robert Gaupp, que en 1901 se había habilitado
bajo su tutela sobre dipsomanía, el alcoholismo periódico. Así
pues, tras un corto espacio de tiempo en Heidelberg, a principios
de octubre de 1903 Alzheimer se va a Múnich, separándose de
nuevo de su viejo amigo Nissl. Gaupp les sigue un año más tar-
de.
Antes de que Alzheimer abandone Heidelberg, enviará a
Múnich su currículum vitae y una lista de publicaciones, ambos
manuscritos. El índice de publicaciones contiene ahora 17; la
primera parte del currículum no ha variado respecto a currículos
anteriores, pero cierra con las siguientes palabras:
«Para poder dedicarse con mayor intensidad a los estudios
científicos, en marzo de 1903 deja el puesto de segundo médico
en la Institución para Enfermos Mentales de Francfort del Meno
una vez que el Consejero Honorífico Kraepelin le ofrece un

124
puesto como ayudante investigador en su hospital clínico de
Heidelberg. Al igual que Kraepelin, en octubre de este año se ha
mudado a Múnich»5.

Nuevas tareas

El año 1903 es para Alzheimer un año de mucho trasiego,


pero de vital importancia para su futuro. Por un lado, está la de-
cisión de aceptar la oferta de Kraepelin de irse a Heidelberg y por
otro una perspectiva completamente nueva: Múnich. En Hei-
delberg ya no puede presentar su memoria para la habilitación,
un extenso trabajo. Kraepelin escribe al respecto: «Antes de que
pueda tener lugar su habilitación en Heidelberg, soy convocado
para ir a Múnich, adonde él se traslada conmigo».
Con los constantes desplazamientos entre Francfort y Hei-
delberg y otros viajes de búsqueda de información a Múnich,
Alzheimer no logra mantener el ritmo de tantas publicaciones a
como estaba acostumbrado ni frecuentar tantos congresos como
solía.
En el viaje en tren de Heidelberg a Múnich Alzheimer tiene
tiempo de sobra para informarse sobre el Real Hospital Clínico
Psiquiátrico de la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich.
La biografía de su nuevo jefe no es desconocida para él: Emil
Kraepelin es seis años mayor que él y procede de Neustrelitz, en
Mecklenburgo. También estudió Medicina en Würzburg y ter-
minó allí el preclínico y la licenciatura. Mientras Alzheimer ha-
bía permanecido 15 años en el mismo lugar, Francfort, Kraepe-
lin había ampliado su conocimiento y sus horizontes en
diferentes centros de formación: en la Institución Regional para
Enfermos Mentales de Múnich con Von Gudden, en el Hospital
Clínico Psiquiátrico de Leipzig con Paul Flechsig y en la Policlí-
nica de Neurología de Heidelberg con Wilhelm Erb.
Ya en 1883 Kraepelin escribía motivado por Wilhelm
Wundt su Tratado de Psiquiatría; poco después sus manuales
de psiquiatría serían mundialmente conocidos. En 1884 empezó
su carrera clínica con Von Gudden en la Institución Regional

125
Emil Kraepelin

para Enfermos Mentales de Múnich, después se trasladó a Dres-


de como director médico de la sección de enfermos mentales del
hospital general y más adelante ocupó la cátedra de Psiquiatría
en Dorpat, hoy Tartu (Estonia), y después en Heidelberg.
Esta evolución impresiona a Alzheimer, quien se alegra de
trabajar con Kraepelin a la vez que ve la oportunidad, mediante
la colaboración con esta destacada personalidad, de así allanar su
camino hacia la cátedra en la universidad.
La historia del Real Hospital Clínico de Múnich se remonta
a mucho tiempo atrás: primeramente se fundó en 1200 el Hos-
pital del Espíritu Santo, cuyas instalaciones aún continuaban
en mal estado 600 años más tarde: hasta 1803 se seguía trasla-
dando a los enfermos mentales al keiche (así se llamaba la quinta
sección del hospital). Era una casa aislada y estaba acondiciona-

126
da para aproximadamente 30 enfermos, pero en 1803 registró
hasta 64 internos. En 1781 sólo había 24 «locos y medio locos»,
de los cuales dos murieron y tres se recuperaron. Los vigilantes
del keiche de locos recibieron los motes de «Schlögl» y «Schlöge-
lin». Aquí se dieron cita todos los horrores de la locura medieval;
aún a principios del siglo XIX se podían ver cadenas colgando de
las paredes.
«En lugar de simple lino, en lugar de sencillos catres, vi que
muchos enfermos vestían sucios harapos y tenían que dormir en-
cima de bultos apelotonados. Cualquier persona sana enfermaría
aquí en cuestión de semanas, ¿y lo que se pretende [ es curar a
enfermos? ¿Quién podría sospechar que se encontrarían por de-
bajo del nivel de la calle, en dos sótanos de tec `` [{[ ho bajo,
unidos entre sí y similares a una cueva, a 43 hombres en uno y a
86 mujeres en el otro?». Así de ilustrativa era la descripción de es-
tas tristes condiciones según una Historia de las instituciones clí-
nicas de Múnich 6.
En 1601 el príncipe elector Maximiliano I construyó el Hos-
pital Herzog en la actual calle Herzog-Spital-Strasse, que tenía al-
gunas habitaciones para pacientes dementes que no podían ser
llevados al Hospital del Espíritu Santo7.
Como tercer edificio sirvió el llamado Hospital de la Corte,
que originalmente se ocupaba del tratamiento de funcionarios de
la corte con graves enfermedades infecciosas; se comenzó a em-
plear como hospital clínico psiquiátrico en 1803 y en el lengua-
je popular se le conoció por el nombre del lugar en que se en-
contraba, el manicomio de Giesing.
En los años que siguieron hasta 1837 y según una ley del rey
Luis I que asignaba a los distritos la competencia sobre los cui-
dados psiquiátricos, el Hospital de la Corte de Giesing se con-
virtió en un hospital clínico psiquiátrico, en la Institución Re-
gional para Enfermos Mentales de la Alta Baviera. El primer
director de esta institución fue de 1864 a 1872 Karl August
von Solbrig, que también ocupó la primera cátedra de Psiquiatría
en la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich.
A Alzheimer le gusta extraordinariamente la situación geo-
gráfica de la Institución Regional para Enfermos Mentales y le

127
recuerda a la clínica de Hoffmann en Affenstein. En el ala iz-
quierda se ingresa a las mujeres y en la derecha, a los hombres.
Con toda seguridad Heinrich Hoffmann ya conocería muy bien
este sanatorio cuando visitó durante unas vacaciones varias ins-
tituciones para enfermos mentales en Alemania y Austria.
Uno de los discípulos de Von Solbrig fue Bernhard von
Gudden, director de la Institución Regional para Enfermos
Mentales de la Alta Baviera de 1872 a 1886. En un currículum
vitae no publicado, Nissl aporta información sobre la clínica de
Von Gudden: «La ejemplar organización y la actividad en la
Institución Regional para Enfermos Mentales crearon una fuer-
te impresión en mí (...). Con Von Gudden uno aprende cómo
manejar a los dementes. No he olvidado la profunda seriedad
con la que desempeñaba su labor como psiquiatra, el extremo
respeto hacia los seres humanos que veía tras la máscara de la en-
fermedad y la decidida dirección de la gran clínica, en la que rei-
naba un espíritu fresco y risueño. Sin duda Von Gudden era para
nosotros, los médicos, el ejemplo ideal que todos nos afanába-
mos en seguir». No obstante, Nissl añade: «La Psiquiatría clínica
en el sentido científico del término, sin embargo, no se podía
aprender de Von Gudden»8.
En el laboratorio anatómico de Von Gudden, junto a Nissl
trabajaba también S. J. M. Ganser, por quien más adelante se de-
nominará el síndrome de Ganser, una denominada pseudode-
mencia. Los pacientes que la padecen muestran un comporta-
miento que tiene su origen en una reacción ante una situación
insoportable para ellos, con sensación de desamparo y que tiene
el efecto de un trastorno disociativo, comportamiento confuso y
aparente agnosia. Naturalmente, también Emil Kraepelin traba-
ja en el laboratorio de Von Gudden de 1884 a 1885.
Al desafortunado Von Gudden le sucede en 1886 su yerno,
Hubert von Grashey, que ya conoce a Alzheimer de Würzburg,
cuando era director de la sección psiquiátrica del Hospital Julius
y catedrático de Psiquiatría. De Von Grashey es de quien proce-
de la necrológica sobre su suegro, con un claro relato de los he-
chos y del trágico final sin testigos del rey Luis II de Baviera y su
médico.

128
El Real Hospital Clínico Psiquiátrico de Múnich

Su sucesor, Anton Bumm, planeó y logró construir entre


1899 y 1903 el nuevo edificio del Hospital Clínico Psiquiátri-
co en la calle Nussbaumstrasse; murió el 13 de abril de 1903
tras una operación de vesícula biliar. A él le sucede entonces
Kraepelin, jefe de Alzheimer en ese momento, que en sus ne-
gociaciones laborales había solicitado el derecho de influir en la
ejecución final del edificio, pero en realidad se trataba funda-
mentalmente de cuestiones de detalle sobre las instalaciones in-
teriores y mobiliario. De la planta del edificio y de la distribu-
ción de las habitaciones ya se había ocupado ampliamente su
predecesor, Bumm.
Alzheimer se atreve a hacerse cargo de la tarea de cooperar en
la conclusión de las obras del hospital, puesto que en ese mo-
mento en Francfort estaban permanentemente de obras y am-
pliaciones. Littmann, el arquitecto, lo describe así:
«Con la forma de una gran herradura, pero a la vez levanta-
do a lo ancho sobre la explanada, el edificio del hospital clínico

129
se extiende entre las calles Goethestrasse y Nussbaumstrasse ha-
cia el hospital municipal Links der Isar, en el noroeste, y rodea-
do de numerosas clínicas de la Facultad de Medicina de la uni-
versidad.
El edificio principal, con una planta baja y tres pisos, se en-
cuentra en la Nussbaumstrasse, tiene 30 metros de longitud y en
su centro está la entrada principal, cubierta con material que imi-
ta cal de concha. Aquí el muro de delimitación forma una elipse
en torno al edificio uniéndose a él. Sus aberturas enrejadas, ova-
les y redondas ofrecen vistas a los diferentes y amplios jardines
anteriores. En esta larga construcción se unen tres alas: la este, de
37 metros de longitud, lindando con el hospital, y que tiene un
piso superior; el ala oeste en la Goethestrasse, de 45 metros y con
tres pisos, y un ala intermedia»9.
El laboratorio anatómico de Alzheimer se ubicará en el tercer
piso del hospital clínico; su equipamiento interior ya lo tiene
pensado. Pero, hasta que se produzca la inauguración solemne el
año siguiente, aún habrá algunas cosas que hacer.
Mientras llega y no su familia, Alzheimer se aloja temporal-
mente en un hotel; el 2 de octubre de 1903 se empadrona en
Múnich y pronto encuentra una vivienda en el segundo piso de
una casa novecentista en la calle Rückertstrasse, de modo que tan
sólo vivirá a 100 pasos del hospital.
Al vivir tan cerca, más adelante será testigo de estados de agi-
tación de algunos pacientes, pero no sólo él, sino también un
cantante de cámara que incluso llega a enviar una queja por es-
crito al Ministerio del Estado: «Desde hace algún tiempo han
sido trasladados al hospital psiquiátrico varios pacientes agitados
que, desde hace aproximadamente 14 días, desde las 22:30 has-
ta aproximadamente las 5 horas de la madrugada, hacen un rui-
do tan infernal que no sólo privan a los inquilinos de las casas
cercanas de su descanso nocturno cada noche, sino que además
se repiten grandes concentraciones de gente ante el hospital clí-
nico psiquiátrico»10.
La vivienda de Alzheimer, además, tampoco está muy lejos
del Theresienwiese, donde tiene lugar desde 1815 la fiesta de la
cerveza (la famosa Oktoberfest).

130
La familia de Alzheimer, es decir, sus tres hijos y su hermana
Elisabeth, «Maja», llegará pronto. Maja dirige la casa y se ocupa
de los niños. Se desconoce si llegó a examinarse de la prueba para
convertirse en profesora de trabajos manuales, como tenía en
mente. Maja se había acostumbrado finalmente a la «libertad de
pensamiento» citada en cartas personales, si bien no se acomo-
daba del todo al estilo de vida aburguesado de su hermano Alois.
No obstante, es obvio que se trata de una mujer sin miedo alguno,
un rasgo que muy bien puede deducirse de la ocupación, en-
tonces muy poco corriente, en que le gustaba invertir su tiempo
libre: es una de las primeras mujeres que viaja en zeppelín. El
primer viaje en zeppelín data del 1 de julio de 1909 y es descrito
así en una crónica de la época:
«Este viaje se prolongó durante casi doce horas. El zeppelín
partió por la mañana del puerto de Friedrichshafen, después
voló en dirección oeste sobre las ciudades de Stein am Rhein y
Schaffhausen, giró describiendo un gran arco en dirección su-
reste, desde donde el aparato voló sobre Zug en dirección al
lago Vierwaldstädter y alcanzó una altitud de 750 metros». El
viaje fue también único desde el punto de vista histórico, puesto
que «por primera vez dos coronados dirigentes, el Rey y la Reina
de Württemberg, participan en este viaje victorioso entre las
nubes»11.

A Alzheimer le hace bien tener que encontrar su sitio en un


nuevo entorno y las múltiples tareas, que exigen de él toda su
fuerza, le permiten sobreponerse mejor a la pérdida de su esposa
Cecilie.
Con el fin de recabar nuevas ideas, Kraepelin visita algunas
de las clínicas alemanas de más reciente creación, puesto que
debe continuar dirigiendo la construcción del hospital clínico de
Múnich tras la muerte de Bumm.
En primer lugar visita el Hospital Clínico de Giessen, luego
viaja a Kiel, cuyo hospital le gusta especialmente, aunque se
pronuncia de manera crítica sobre las secciones de los enfermos
agitados, y finalmente viaja a Halle para sacar provecho de la ex-
periencia de Eduard Hitzig. Hitzig, amigo del escritor Gott-

131
fried Keller, se convirtió en 1875 en director del hospital
Burghölzli de Zúrich y desde 1879 es profesor de Psiquiatría
en Halle-Nietleben, donde en 1891 se hace cargo de un nuevo
hospital ejemplar y pasa a ser reconocido como un excelente
organizador.
Las memorias de Kraepelin dejan constancia igualmente de
que él mismo y Alzheimer trabajan mano a mano en la decora-
ción de las habitaciones y mobiliario del hospital clínico de Mú-
nich: «Así pues me vi en la necesidad, en un trabajo intenso de
varios meses en el que siempre estuve apoyado con constancia y
perseveración por Alzheimer, de elegir yo mismo cada objeto ne-
cesario para el hospital en función de su tipo, tamaño, número,
características y precio»12.
Si continuamos leyendo, encontramos el siguiente pasaje
sorprendente: «Alzheimer había entrado al servicio del hospital
clínico sin sueldo, puesto que yo no tenía ningún puesto para él
y él quería poder disponer de su tiempo libremente. Para esta-
blecer su relación con el hospital, introduje la categoría de los
ayudantes investigadores, que debía incluir a investigadores que,
sin retribución alguna, pudieran hacer uso de los medios del
hospital para sus trabajos. Además de Alzheimer, ocuparon pues-
tos de este tipo durante bastante tiempo Rüdin y Plaut y más
adelante Isserlin.
Sin la ayuda desinteresada de estos señores habría sido com-
pletamente imposible impulsar, o lo habría sido sólo en cierta
medida, la vida científica del hospital clínico. Así pues sucedió
que pudiera contar con expertos especialmente sobresalientes
en una serie de ciencias auxiliares y lograr con ello una distribu-
ción del trabajo que en todos los ámbitos significaba una pro-
fundización esencial de la investigación».
Lo que para las condiciones de hoy en día sería impensable
parece ser que no era al principio del siglo XX ninguna excepción:
el trabajo científico en un departamento universitario sin sueldo.
Obviamente Alzheimer se puede permitir trabajar sin ganancia
alguna como viudo económicamente independiente que es.
El segundo ayudante investigador, el suizo Ernst Rüdin, se
convierte en 1933 en catedrático de Psiquiatría en Múnich y en

132
miembro del Consejo Consultivo de Expertos para Política De-
mográfica y Racial en el Ministerio de Interior del Reich; es
uno de los defensores del «cuidado de la herencia de la raza».
El tercero es Felix Plaut, que en 1907 descubre el origen si-
filítico de la parálisis progresiva y en 1915 se convierte en direc-
tor del laboratorio serológico. Su obra principal lleva por título
El diagnóstico serológico de Wassermann en la sífilis y su aplicación
en Psiquiatría y se publica en 1908 en Jena.
Finalmente, el cuarto, Max Isserlin, publica en 1926 un ma-
nual de gran trascendencia sobre psicoterapia. Alzheimer, pues,
se rodea de colegas muy válidos y ambiciosos en su carrera, lo
cual no siempre es poco problemático.

Prácticamente justo un año después de que Kraepelin y Alz-


heimer comenzaran su trabajo en Múnich, el 7 de noviembre de
1904 se inaugura oficial y solemnemente el Hospital Clínico Psi-
quiátrico en presencia del ministro de Educación y Ciencia y de
numerosos invitados.
Kraepelin pronuncia allí un discurso solemne en el que hace
un repaso de los casi 50 años de historia de la docencia clínica en
Múnich y los múltiples planes urdidos para edificar este hospital
clínico, pero que afortunadamente no se llevaron a cabo: «Ha-
brían interferido en el camino hacia la única solución válida de la
cuestión, que es la actual». Tras la apertura solemne, los invitados
visitaron en un paseo guiado por el hospital algunas de las habi-
taciones ya preparadas.
En el periódico local Münchner Neueste Nachrichten del 7 de
noviembre leemos:
«Hoy, lunes por la mañana a las 11, se ha abierto e inaugu-
rado el nuevo Hospital Clínico Psiquiátrico.
Los participantes en el acto de inauguración se reunieron en
el aula, ricamente adornada con plantas, en la que se colocó un
busto colosal del Príncipe Regente (...). El director de la institu-
ción, el Consejero Honorífico Doctor Kraepelin, en una inter-
vención de una hora, hizo balance de la historia del hospital
clínico, cuya edificación se contempla y propone ya desde 1863,
hasta que en 1902 las dos cámaras aprueban los medios para su

133
construcción. El orador utilizó palabras conmovedoras refirién-
dose a su predecesor, el doctor Anton Bumm, que hizo de la edi-
ficación del hospital clínico la obra de su vida, pero cuya con-
clusión no llegó a ver. Adjudicó el mérito por las instalaciones y
la distribución del mismo a Bumm; él sólo habría introducido
algunos complementos basándose en su experiencia, como es
el caso de los baños prolongados.
El doctor Kraepelin pasó después a describir minuciosa-
mente las instalaciones y el tratamiento de los enfermos según
las terapias psiquiátricas modernas. Al final de su alocución dio las
gracias al ministro de Educación y Ciencia, a las dos cámaras de
la Facultad de Medicina de la ciudad de Múnich y a todos aque-
llos que han colaborado en la obra. A continuación comenzó la
visita por las habitaciones. Había un total cercano a las 300
personas, que realizaron la visita en siete grupos guiados por
médicos.
Como ya se ha mencionado anteriormente, el hospital clíni-
co está equipado con todos los requisitos de la Psiquiatría mo-
derna y es muy interesante, tanto en lo referente a material di-
dáctico como en cuanto a equipamiento higiénico y terapéutico.
El tratamiento moderno para dementes ha abandonado por
completo el sistema del aislamiento y el nuevo hospital clínico
carece de salas para ello. Mediante el método empírico se ha lle-
gado al tratamiento de los casos muy graves (que antes se trata-
ban aislando a los pacientes) con baños prolongados. Los enfer-
mos permanecen, dependiendo de su estado, días, semanas e
incluso meses ininterrumpidamente en baños calientes, donde se
encuentran muy bien, según demuestra la experiencia, y donde
se comportan con calma casi constantemente.
Mediante ingeniosas instalaciones en las bañeras se ha logra-
do que los enfermos tengan todas las comodidades. Los baños
del nuevo hospital clínico, acorde con la extraordinaria impor-
tancia de ésta en el tratamiento moderno de la demencia, están
cuidados del mejor modo posible. También todas las demás sa-
las, las salas especializadas, las habitaciones, las salas comunes, to-
das denotan buen gusto. Es interesante observar que se han to-
mado todas las precauciones para que los enfermos no sean

134
conscientes del triste estado en el que se encuentran y así prote-
gerles frente al suicidio.
Se puede decir que el hospital está dotado con refinamiento,
tanto en estos dos aspectos como en el más mínimo detalle.
Todo muestra que el que ha trabajado aquí ha sido un fino ob-
servador de la vida del alma enferma. No encierra a los enfermos
a no ser que sea estrictamente necesario, no les cierra las ventanas
con candados, les deja total libertad de movimiento, ocupación
y esparcimiento en las refinadas habitaciones, cómodas y con de-
coración exquisita; en fin, todo lo que puede hacer que los en-
fermos olviden la sensación de tener que permanecer en el hos-
pital por obligación.
Las instalaciones con fines didácticos están aún en sus co-
mienzos, pero en pocos meses estarán concluidas. Aquí casi todo
ha sido construido según las indicaciones del director del hospi-
tal clínico, el Consejero Honorífico Doctor Kraepelin. Entre
los visitantes ha despertado especial interés, entre otras cosas, la
sala de microfotografía.
Está dispuesta de manera que el operador, digamos, se en-
cuentra dentro de la maquinaria, de tal modo que la plancha fo-
tográfica se expone en el mismo espacio en el que está el opera-
dor. Sería demasiado extenso pararse aquí a describir todos los
detalles del equipamiento microscópico, microfotográfico y de
preparación anatómica y exploración fisiológica.
Los visitantes también pudieron entrar en las habitaciones
privadas de los médicos (son nueve los que trabajan en esta ins-
titución), así como en las habitaciones de las Hermanas de la Ca-
ridad y en el edificio dedicado a los servicios, del cual éstas mis-
mas se ocupan. Asimismo, se ha encomendado a las Hermanas
de la Caridad la custodia y cuidado de los enfermos del hospital
clínico. Todo se ha construido de manera extraordinariamente
práctica y cómoda y permite olvidar por completo la finalidad
última del edificio.
Frente a todo esto, chocan de manera repugnante los restos
visibles del tratamiento realmente bárbaro que recibían los de-
mentes en otros tiempos, cosa que el doctor Kraepelin mostró a
sus visitantes en forma de ‘medios de tratamiento’ para demen-

135
tes, entre los que se encuentran diferentes formas de camisas de
fuerza, ‘trajes irrompibles hechos del tejido más áspero, fabrica-
dos casi todos de arpillera, rematados en las aberturas del cuello
y los brazos con cuero duro y con candados de combinación para
imposibilitar que los enfermos se los quitasen’.
En fuerte contraste con todo esto, la presentación del doctor
Kraepelin, realmente instructiva, versó, con la mayor de las
excelencias, sobre el tratamiento moderno que reciben los de-
mentes mediante hidroterapia y el visitante sale con la concien-
cia de haber sido introducido en los secretos del trabajo más se-
rio de todos no sólo por un sabio excelente, sino también por un
auténtico amigo de los hombres»13.

Inmediatamente después de la inauguración comienza la


vida diaria. Se informa de una actividad muy intensa, con casi
2.000 ingresos al año, a la vez que se cuenta con cuatro médicos
ayudantes a sueldo, a los que se añade un médico militar envia-
do por el Ministerio de la Guerra.
Además hay cinco meritorios, de los cuales tres viven en el
hospital clínico y dos fuera, y cuyos puestos no pueden ser ocu-
pados de manera permanente. A Kraepelin le apoya como susti-
tuto un jefe clínico que al principio es el doctor Gaupp y más
adelante el doctor Von Gudden, hijo de uno de sus predecesores,
que dirige la policlínica.
La policlínica está en el primer piso y está equipada con todos
los aparatos que requieren el diagnóstico y la terapia modernos
en las enfermedades psíquicas. De modo que hay una cámara
oscura, lámparas eléctricas para los ojos y, para el examen op-
tométrico, una caja completa de gafas con la tabla de Snellen,
sobre la que se hallan impresas letras de diferentes tamaños.
Para la exploración del oído hay toda una serie completa de dia-
pasones y un otoscopio. También dispone de los reactivos ne-
cesarios para los análisis de orina y objetos para examinar el sen-
tido del tacto.
Para fines terapéuticos hay aparatos de vibración eléctricos,
un generador electroestático y tomas de corriente en un tablón
en la pared. El informe anual del Real Hospital Clínico Psi-

136
quiátrico de Múnich también describe las dos salas de baño,
que contienen «por una parte, baños de cuerpo entero y las du-
chas más efectivas; por otra, un baño eléctrico de cuerpo entero,
denominado bañera de Fayence, y un baño eléctrico con cuatro
módulos».
Sobre sus colaboradores Kraepelin escribe: «De Heidelberg,
además de a Gaupp y a Alzheimer, que se hizo cargo del equi-
pamiento y dirección de las salas de trabajo anatómicas tan mag-
níficamente dotadas, traje conmigo a Múnich sólo a un único
médico, el doctor Nitsche, de quien espero que ante todo pro-
porcione a los demás médicos, procedentes de los más variados
campos, una colaboración decidida y armónica».
De las anotaciones también se desprende lo duro que fue el
primer año en el hospital clínico de Múnich: «Debido a algunas
influencias desfavorables y sobre todo también al gran número
de médicos jóvenes, me resultó sobremanera difícil inculcar pau-
latinamente el espíritu científico y entusiasmo por el trabajo
que tanto perseguía. Tampoco la ayuda fiel de los colegas Gaupp
y Alzheimer consiguió superar estos obstáculos durante bastante
tiempo.
A pesar de todos mis esfuerzos, la estrecha relación personal
que nos unía en las pequeñas dimensiones del hospital clínico de
Heidelberg en la actividad diaria no lograba establecerse aquí.
Esta carencia en el aspecto interno dificultaba aún más si cabe mi
actividad»14.
Esta cita extraída de las memorias de Kraepelin permite con-
cluir que en el ámbito privado crece un cierto distanciamiento
entre Kraepelin y su futuro jefe clínico Alzheimer. También Alz-
heimer nota este hecho con pesar; en Múnich echa de menos el
más que cordial trato con Sioli al que estaba acostumbrado en
Francfort y, sobre todo, su amistad con Nissl.

Venia legendi

El 16 de noviembre de 1903 Alzheimer ya lleva un mes en


Múnich y vive en la calle Rückertstrasse, entrega en la insigne

137
Portada de la memoria para la habilitación de Alzheimer, 1904

Facultad de Medicina de la Universidad Ludwig-Maximilian de


Múnich su memoria para la habilitación y solicita la venia le-
gendi para la especialidad de Psiquiatría, requisito para la carrera
docente15. Su memoria lleva por título Estudios histológicos sobre
la parálisis progresiva16.
Acompañando sus documentos entrega, además de la me-
moria, el grado de doctor con su tesis doctoral, el título de li-
cenciado en Medicina, un currículum vitae y una lista de publi-
caciones hasta el momento.

138
Ilustración realizada por Alzheimer de un corte frontal del lóbulo
occipital de un caso con demencia arterioesclerótica
(de su memoria de habilitación)

En Francfort y Heidelberg había trabajado incansablemente


cada noche revisando y analizando los resultados y finalmente los
había fijado por escrito en 299 páginas. Esto hace que llegue a
Múnich ya con su memoria para la habilitación escrita e impre-
sa. Nissl ya había dicho en Heidelberg que «la habilitación sim-
boliza el fruto maduro de la actividad en la institución mental de
Francfort». Siguen siendo hoy en día admirables las once tablas
artísticamente dibujadas y coloreadas por el propio Alzheimer,
así como las numerosas fotografías.

139
Al día siguiente el Decano se dirige a los catedráticos Emil
Kraepelin y Otto von Bollinger con la petición de que se hagan
cargo de sendos informes de la memoria de habilitación. No se
puede reconstruir con seguridad el porqué del retraso.
A continuación Alzheimer solicita a Kraepelin que vuelva a
enviar los documentos al Decano; está claro que pretende aplazar
la fecha de lectura. Quizá las obligaciones en su nuevo puesto no
le dejan el tiempo suficiente para preparar su lección magistral
que será sometida a examen. En mayo de 1904 Kraepelin solici-
ta al Decanato el reenvío de los documentos para comenzar de-
finitivamente el proceso de habilitación y el 26 de junio de
1904 recibe el informe de Bollinger. Kraepelin sólo escribe ala-
banzas:
«El trabajo que aquí se presenta es, sin duda alguna, una
contribución insólita. Tras estas reflexiones sencillamente pre-
sentadas, y realizado con notable esfuerzo, se esconde una suma
realmente sorprendente de trabajo individual sobre los ámbitos
más difíciles de la patología de la corteza cerebral: las tablas son
ejemplares por su claridad e integridad. La esmerada y completa
distinción de los cuadros clínicos anatómicos por separado su-
pone un paso adelante y muestra que mediante la recopilación
planificada e incansable de observaciones también se obtienen
conocimientos en ciertos ámbitos en los que hasta hace poco
apenas se habían realizado trabajos serios y en profundidad.
Sobre todo ha quedado demostrado por parte del autor el
hecho de que también para las alteraciones mentales la anatomía
patológica puede convertirse en un medio de apoyo importante
e imprescindible de la investigación. Su intento de clasificar por
un lado las delicadas diferencias clínicas de los procesos patoló-
gicos individuales que él distingue y, por otro, los diferentes
cuadros anatómicos permite finalmente, casi por primera vez,
mostrar la Psiquiatría, en lo que se refiere a todos los diferentes
tipos de investigación y resultados que ésta ha logrado, al mismo
nivel que las demás ramas de la Medicina. De ahí que la mono-
grafía de Alzheimer se convertirá durante mucho tiempo en
base y punto de partida de todas las investigaciones futuras
en este sentido. Muestra que su autor es un investigador maduro

140
que posee por completo la aptitud para pertenecer al cuerpo
docente de una universidad».
Bollinger suscribe todas las afirmaciones de Kraepelin: «Con
los resultados del trabajo que aquí se presenta, que se sustenta en
un material insólitamente inabarcable y aprovechado con el ma-
yor de los esmeros, se asegura y amplía la base patológico-ana-
tómica e histológica de una de las patologías cerebrales más im-
portantes, de tal modo que cualquier trabajo futuro sobre este
difícil capítulo tendrá que tomar como base dicho trabajo».
La clase magistral a modo de examen tiene lugar el 23 de ju-
lio de 1904 a las 11.30 en el aula del hospital clínico psiquiátri-
co y lleva por título «Las demencias histéricas». El somático Alz-
heimer pronto se convertirá en psíquico siguiendo así la moda de
la época: no se le ha escapado que el neurólogo Sigmund Freud
había publicado en 1900 La interpretación de los sueños.
Freud había elegido conscientemente la fecha de la publica-
ción porque estaba seguro de haber creado una obra maestra para
el siglo. En su libro, Freud presenta ante todo los resultados de
su autoanálisis, al que se había sometido muy intensamente des-
de el verano de 1895.
El Decano se había expresado de manera positiva ante el
Consejo Académico el mismo día: «Su presentación, en cuanto a
contenido, está muy bien concebida y también la forma es satis-
factoria. El doctor Alzheimer llevó a cabo la defensa de sus tesis
con mucha tranquilidad y con un decidido dominio del tema».
El 10 de agosto de 1904 el Decano recibe del Consejo Aca-
démico la noticia de que Alois Alzheimer es nombrado profesor
universitario por resolución del Ministerio; quien ha autorizado
este nombramiento no ha sido otro que el príncipe regente Luit-
pold. Así, Alzheimer se convierte en miembro de la Facultad de
Medicina de la Real Universidad Ludwig-Maximilian de Mú-
nich.

El trabajo científico que le otorga la venia legendi no versa so-


bre el cuadro clínico que más adelante le hará tan famoso (cosa
que no debe sorprender, puesto que este cuadro clínico entonces
era muy poco frecuente), sino que se trata de una dolencia cuyos

141
enfermos llenaban las clínicas para enfermos mentales en tiem-
pos de Alzheimer: el cuadro clínico de la demencia paralítica o
de la parálisis progresiva de los dementes, el reblandecimiento ce-
rebral progresivo.
«Es la denominación para una demencia progresiva con sig-
nos nerviosos de estímulos y parálisis de muy diversos tipos», tal
y como lo expresa Kraepelin en la séptima edición de su Manual
para estudiantes y médicos en 1904. Entonces no se sabía que se
trataba de una consecuencia tardía de la sífilis. De ahí que exista
la notable necesidad de investigar, propiciada por el alto número
de ingresos en las clínicas.
En la época de la habilitación de Alzheimer, aproximada-
mente un tercio de los residentes de los hospitales clínicos psi-
quiátricos padecían las consecuencias tardías de esta enfermedad,
con una tendencia creciente, especialmente en las grandes ciu-
dades. Las cifras de paralíticos masculinos en Múnich llegaban
hasta un 36% y en la Charité de Berlín, incluso hasta un 45,6%.
El número de ingresos es el doble en las ciudades que en clí-
nicas con un entorno principalmente rural. Kraepelin informa de
que «en algunos países, como en Islandia, la parálisis es prácti-
camente desconocida; entre los negros de América del Norte
apenas ha empezado a extenderse en la última década». De los
dos sexos, en los hombres se ha manifestado con una frecuencia
de aproximadamente dos veces y media por encima del caso de
las mujeres. La duración media de la enfermedad es de 33 meses
para los hombres y 47 para las mujeres, donde las cifras también
bailan sensiblemente.
Alzheimer es uno de los investigadores que cree posible que
haya una relación de esta enfermedad con la sífilis en cerca de un
70% de los casos congénitos, es decir, en paralíticos jóvenes.
Otros médicos la atribuyen a una predisposición hereditaria, así
como al abuso del alcohol. Sin embargo, el diagnóstico anató-
mico es el mismo que en el caso de los adultos paralíticos.
En Kraepelin seguimos leyendo: «Las personas solteras pare-
cen tener mayor riesgo que las casadas; las mujeres paralíticas jó-
venes suelen ser sobre todo prostitutas, en muchos casos mujeres
paralíticas sin hijos. Con no poca frecuencia se observa que un

142
matrimonio sufre simultáneamente, o uno poco tiempo des-
pués que el primero, la parálisis o taboparálisis [acometida por
mieloatrofia].
Entre los tipos de empleo de los enfermos están representa-
dos con bastante frecuencia oficiales, comerciantes, bomberos y
funcionarios del ferrocarril, mientras que los clérigos católicos
rara vez sufren parálisis. Caboureau encontró entre estos últimos
sólo un 1,9% de paralíticos frente al resto de los casos, un
17,5%. Tampoco Von Krafft-Ebing encontró entre 2.000 para-
líticos a ningún religioso católico, pero, por el contrario, entre los
oficiales dementes encontró un 90% de paralíticos».
Sobre las causas de la parálisis, se piensa en primer lugar en la
sífilis: «Mis propias notas proporcionan como resultado, de
acuerdo con los casos documentados de Von Gudden en la Cha-
rité, que entre los hombres se trata con toda seguridad de sífilis
en un 34% de los casos», narra Kraepelin.
«Visto de manera global, a partir de algunos indicios de la
predisposición general a enfermar (especialmente en lo que con-
cierne a las diferencias entre campo y ciudad, la poca frecuencia
de la parálisis entre mujeres de clase social alta, así como en reli-
giosos católicos; su frecuencia en los oficiales, comerciantes y
prostitutas; la existencia de matrimonios y hermanos paralíticos)
se puede deducir que a este efecto existe una muy alta probabi-
lidad de que, a su vez, exista una gran relación entre parálisis y sí-
filis. No obstante, este punto de vista es puesto en duda por la
mayoría de los psiquiatras franceses, que niegan la importancia
de la sífilis como causa de la parálisis y, en su lugar, pasa a primer
plano el abuso del alcohol»17.
La primera aclaración la expresa Oswald Bumke en 1917 en
su Manual de enfermedades mentales: «Hoy en día ya no hace fal-
ta entrar en la polémica histórica sobre si la parálisis siempre es
causada por la sífilis. Cada una de las experiencias individuales,
como aquéllas que prueban que la enfermedad es más frecuente
en hombres que en mujeres y que está más extendida en deter-
minadas profesiones que en otras, así como que sólo se da en una
virgo intacta cuando existe una sífilis extragenital y que en los ni-
ños sólo se manifiesta cuando se puede demostrar la existencia de

143
sífilis en los padres, y que en determinadas épocas no ha existido
en determinados pueblos, todas estas experiencias se pueden
hoy resumir en una sola fórmula: sólo se produce una parálisis
donde existe sífilis»18.
Alzheimer acomete el problema de la parálisis en su trabajo
de manera especialmente concienzuda. «Se probaron histológi-
camente todos los casos de enajenación mental que pasaron por
mis manos a lo largo de los últimos siete años de mi actividad en
la clínica de Francfort del Meno. En total suman 320 casos. El
número de observaciones debería ser lo suficientemente alto
para reconocer las casualidades en el diagnóstico del tejido, fijar
las posibilidades y los límites de las anomalías y descubrir las ca-
racterísticas comunes a todas las parálisis».
De aún mayor trascendencia y además un signo característi-
co de su actividad profesional es el último párrafo de la intro-
ducción: «Los resultados de estas exploraciones serán una escala
para medir hasta qué punto la histología patológica se puede de-
mostrar útil para la Psiquiatría clínica».
De este modo, Alzheimer manifiesta su intención de inves-
tigar los cuadros clínicos psiquiátricos con el microscopio. Quie-
re impulsar la fisiopatología y, al igual que en otras ramas de la
Medicina, sustentar la especialidad sobre unas bases orgánicas só-
lidas.

Es inimaginable todo lo que lleva a cabo Alzheimer de 1888


a 1903 en Francfort: explora a todos los pacientes paralíticos
para su memoria para la habilitación, lleva a cabo las autopsias y
analiza el cerebro macro y microscópicamente.
Las 14 tablas en total que aparecen en su escrito de habilita-
ción y que deben considerarse verdaderas obras de arte son pre-
paradas y firmadas personalmente por él y su colaboradora Eva
Schmidt. Presenta detalladamente 26 casos; las correspondientes
fichas médicas recogen en parte diálogos de Alzheimer con sus
pacientes con todo detalle.
Un ejemplo es el caso del carnicero I. D., de 46 años, que in-
gresa el 21 de agosto de 1901 con un diagnóstico de presunción
de parálisis progresiva. I. D. está muy excitado, angustiado, in-

144
siste continuamente en salir afuera, suda mucho y tiene un fuer-
te temblor, «un grave temblor» en las manos, busca la puerta
donde no está y en su comportamiento se asemeja a un deliran-
te.
En una exploración con mayor detalle Alzheimer diagnosti-
ca que no puede hablar correctamente; muestra falta total de en-
tendimiento respecto de las preguntas que se le formulan y dis-
pone de muy pocas palabras que no cesa de repetir: «Sí, qué
pasa, qué pasa, los tiradores, los tiradores».
Alzheimer, como de costumbre, pregunta inexorablemente y
examina con todo detalle. El paciente designa correctamente
algunos objetos que le muestra:
—¿Moneda de diez pfennig?
—Moneda de diez pfennig.
—¿Moneda de veinte pfennig?
—Moneda de veinte pfennig.
—¿Moneda de marco?
—Eso es un marco, dinero.
—¿Lápiz?
—Lápiz.
—¿Imperdible?
Lo observa y manipula.
—Esto es un binóculo, ¿no?
Mira un momento hacia arriba y observa el binóculo de
Alzheimer con expresión burlona.
Alzheimer continúa:
—¿Panecillo?
—Panecillo.
—¿Cómo se llama usted?
—Mm, sí.
—¿Dónde está?
—Sí.
—¿Cuántos años tiene?
—Sí.
—Saque la lengua.
—Sí, sí.
—Deme la mano.

145
—Sí, sí, la primera pelota, pelota de pase.
—¿Qué tal está?
—Sí, digo que sí.
Alzheimer explora al paciente y encuentra enseguida signos
típicos de parálisis progresiva, pupilas mióticas, anisocóricas y
arreactivas. No se obtienen reflejos rotulianos. Con esto de-
muestra lo que se conoce como pupilas tónicas y que se deno-
mina síndrome de Argyll-Robertson debido a un oftalmólogo es-
cocés.
De las historias clínicas se desprende que Alzheimer visita a
su paciente a diario. El 23 de agosto de 1901 le entrega un pe-
riódico, a lo que al principio el paciente reacciona apartándose
irritado, pero luego lee el titular correctamente: «Gaceta general
Nr. 187, Francfort del Meno, Domingo, 12 de agosto de 1900».
También lee con fluidez las letras más pequeñas, pero de pronto
vuelve a empezar: «No puedo leer, puedo 54, tengo adelante, es-
toy en mi 50 año de vida, soy por delante una herida, yo sí leer,
ahora ya no quiero más».
El 16 de enero de 1902 el paciente fallece después de haber
mostrado en las últimas semanas una rápida disminución de
sus fuerzas. El propio Alzheimer lleva a cabo la autopsia y puede
confirmar su diagnóstico clínico anteriormente establecido:
«La asunción del instruido colega de que aquí se trataba de
una psicosis postraumática debida a una hemorragia cerebral
(...) no se pudo desechar en el ingreso. Pero ya la primera ex-
ploración en profundidad proporcionó resultados que asegura-
ban el diagnóstico de parálisis y remitían a una patología para-
lítica ya en estado avanzado: ausencia de reflejos rotulianos,
pupilas arreactivas, a lo que hubo que añadir pronto afasia y
agrafía».
Al final de la descripción de este caso subraya: «Teniendo en
cuenta la localización de la patología paralítica, nos encontramos
ante un caso de enfermedad grave de los lóbulos temporales y
parietales con poca afectación del lóbulo frontal y de las cir-
cunvoluciones centrales».
Es impresionante la descripción que hace Alzheimer de la
destrucción mental que provoca la parálisis progresiva:

146
«Los daños se manifiestan en todas las funciones. Memoria y
juicio, sentido y voluntad sufren desde el principio. El enfermo
está cada vez más ausente del mundo exterior porque cada vez es
menos capaz de comprender las impresiones de su entorno y de
establecer una relación con su personalidad de lo poco que to-
davía capta. También pierde pronto toda noción de su Yo, todo
juicio.
Así, pierde el conocimiento de su situación y acaba bien en
una euforia demente que representa el extremo opuesto a sus re-
laciones o bien se convierte en una víctima de su cambiante
imaginación, sin espíritu crítico, sobre quien cualquiera puede
influir. Su capacidad retentiva se entorpece, sus viejos recuerdos
y experiencias ya no le suenan y se desmoronan, sus intereses se
desvanecen. De su personalidad anterior ya no queda nada.
Finalmente vegeta, carente de toda emoción espiritual; sólo
se percibe todavía algo de instinto animal en la ingestión de co-
mida. Al desmoronamiento mental se le unen paulatinamente
ataques de parálisis, que aumentan muy rápidamente en grave-
dad y diversidad, provocados en parte por la destrucción pro-
gresiva de la corteza cerebral, en parte por los cambios en el te-
jido, que se han efectuado en las partes más profundas del
cerebro y en la médula espinal».
Con su memoria para la habilitación Alzheimer ha marcado,
sin duda, un hito en la historia de la Psiquiatría clínica. Con
toda humildad es perfectamente consciente del alcance de este
costoso trabajo: «Si se lleva a cabo una exploración histológica en
profundidad, ya apenas será necesario debatir si un caso se pue-
de clasificar como parálisis o no. De este modo la Psiquiatría clí-
nica recibe un apoyo que desde hace mucho tiempo ha sido
útil y exitoso para el resto de la Medicina».
En el resumen de su memoria de habilitación, de tan sólo
una página, Alzheimer llega a la conclusión, como es habitual en
él, de que la parálisis es una enfermedad histológica peculiar.
También la última frase es muy típica de su estilo: «De la explo-
ración completa, no obstante, también cabría deducir que la
histología patológica es una ciencia que presta un apoyo muy útil
a la Psiquiatría». Al final de su memoria de habilitación expresa

147
su agradecimiento, como siempre, a su anterior jefe, Sioli, por
haberle proporcionado las historias clínicas y el material para la
investigación.

Un año después de la presentación de su memoria, el 3 de


marzo de 1905, se lleva a cabo un importante descubrimiento: el
zoólogo alemán Fritz Schaudinn, junto con su colega Erich
Hoffmann, descubre el agente patógeno de la sífilis. En un prin-
cipio, éste le da el nombre de spirochaeta pallida, posteriormen-
te treponema pallidum.
En 1906 el bacteriólogo berlinés August von Wassermann,
director de la sección para terapia experimental e investigación
serológica en el Real Instituto de Enfermedades Infecciosas de
Berlín, junto con el dermatólogo Albert Neisser, puede atribuir-
se un éxito sensacional. Publica en la ‘Revista Médica Alemana
Semanal’ un método mediante el cual se puede diagnosticar la sí-
filis de modo incuestionable. La sífilis y sus estadios avanzados, la
parálisis progresiva y la tabes dorsal, la ataxia locomotriz pro-
gresiva, se pueden diagnosticar también sin autopsia y sin ob-
servación microscópica posterior.
Desde 1907 el Hospital Clínico Psiquiátrico de Múnich dis-
pone de un laboratorio para el diagnóstico serológico de la sífilis
que dirige Felix Plaut. Toma como ejemplo el laboratorio de
Wassermann; Kraepelin, con sus dotes anticipadoras para el fu-
turo desarrollo de la ciencia, ya se había encargado de enviar a
Plaut a Berlín para que éste llevara a cabo allí experimentos con
material de Múnich, sobre todo con líquido cefalorraquídeo de
paralíticos y muestras serológicas. El laboratorio de diagnóstico
serológico de Múnich pronto pasa a ser tan conocido como el de
Berlín y numerosos colegas, tanto de Alemania como de fuera
de ella, llegan al hospital de la Nussbaumstrasse para aprender los
nuevos métodos de investigación.
A partir de este momento la sífilis se trata con mercurio, al
principio en forma de embrocaciones, posteriormente por in-
yección. No obstante, esta terapia produce notables efectos se-
cundarios en los riñones y en los nervios. Hasta 1910 no apare-
ce el tratamiento que es considerablemente más efectivo que el

148
mercurio: el «salvarsán», desarrollado por Paul Ehrlich y Sahats-
chiro Hata.
Tras su obra histórica sobre la parálisis progresiva, Alzheimer
se vuelca ahora con más ahínco en las enfermedades mentales y
las demencias.

Vida familiar

«No fue una casualidad que padre buscara la vivienda en la


Rückertstrasse. Por un lado, estaba sólo a pocos minutos del
hospital y por otro él se sentía atraído casi de manera mágica por
las casas de ese estilo». Las casas de las que habla Hans, el hijo de
Alzheimer, son aquellas exuberantes casas burguesas construidas
a finales del siglo XIX en el estilo novecentista.
Aunque pasa muy poco tiempo en casa, puesto que dedica
toda su energía a su trabajo, Alzheimer cuida intensamente la
vida con sus hijos. En aquella época los padres eran personas
inaccesibles a las que respetar, exigentes y temidos, sobre todo
cuando un niño fracasaba o fallaba en algo. Alois Alzheimer no
responde a este cliché en absoluto: es bondadoso e indulgente y
sobrelleva algunos contratiempos con humor.
Para él es muy importante lograr que sus hijos amen la na-
turaleza, de modo que hace que se conviertan en agudos obser-
vadores para que alcancen así nuevos conocimientos. Su hijo
Hans dice al respecto:
«Para padre era muy importante que nosotros los niños tu-
viéramos siempre animales a nuestro alrededor y aprendiéramos
pronto a cuidar de ellos. Por eso teníamos liebres, conejillos de
Indias y peces, tanto en el jardín como en casa. Incluso trajo un
zorro joven, pero éste rechazó inmediatamente la caseta del perro
y se escapó.
Un día colocó en el suelo con cuidado una cesta grande ro-
deada de gran misterio. A través del mimbre de la cesta pude ver
dos grandes ojos amarillos y oí algo graznar de un modo extraño.
Mi padre me explicó que era una lechuza que había encontrado
en el parque. Alzó ligeramente la tapa que cubría la cesta y de

149
ella saltó el gran pájaro para posarse inmediatamente después so-
bre la cortina. Alguien de la familia debió de protestar por la le-
chuza, porque al día siguiente había desaparecido; padre la había
vuelto a dejar en el parque».
Ya de muy pequeño Hans recibió un estuche de herborista y
una red para mariposas con la que comenzó su «botín», que
presentaba orgulloso a su padre. Si encontraba alguna mariposa
curiosa o un escarabajo desconocido, podía entusiasmar con
ello a su padre, que también estaba siempre buscando rarezas de
este tipo.
Padre e hijo también hacen juntos excursiones en las que re-
únen escarabajos y mariposas de modo sistemático, los anestesian
con éter y matan, los pinchan con un alfiler en una vitrina y los
ordenan en filas. Debajo de cada artrópodo aparece escrito con
letra pequeña el nombre alemán y latino del mismo. El máximo
exponente de esta «investigación» son unas crisálidas exóticas
que Hans recibe como regalo de Navidad en 1904.
Hans observa con asombro el fabuloso proceso mediante el
cual las crisálidas, tan poco llamativas, se convierten al salir del
huevo en enormes mariposas irisadas de múltiples colores. A
pesar de ello, todas acaban en suntuosas cajas de cristal y segui-
rán siendo admiradas una y otra vez durante muchos años.
En otra ocasión Hans descubre una musaraña muerta que
coge su padre y deja en un hormiguero. Transcurrido un tiempo,
ambos desentierran el esqueleto del cuerpo que había sido de-
vorado por las hormigas, y el padre explica al pequeño Hans que
la musaraña no es un roedor, sino un pequeño animal de rapiña,
lo cual se deduce por la dentadura.
Para los niños, y tras la mudanza a Múnich, la casa del lago
Wesslinger es un auténtico El Dorado. Aquí pueden jugar a sus
anchas y desde este momento Alzheimer pasará muchos fines de
semana aquí con su familia. Todavía hoy una nieta vive en esta
idílica casa. Hans describe cómo Alois Alzheimer sorprende a
toda la familia en las Navidades de 1904 con la compra de esta
casa:
«La familia celebraba las Navidades en la Rückertstrasse de
Múnich. El primer día festivo dijo papá: ‘Bien, ahora nos vamos

150
La casa de Wessling, cerca de Múnich

de viaje a Wessling’. ‘¿A Wessling ahora, en invierno?’, se pre-


guntaron los niños, que ya habían veraneado allí. Así pues, to-
maron el tren de vapor y caminaron pesadamente por la nieve al-
rededor del lago helado. Pero, ¿a dónde les llevaba padre? Dio
sacudidas a una gran puerta. No pasó nada. Metió la mano en el
bolsillo y sacó una llave grande. ‘¡Vamos a ver si abre!’. Para
gran sorpresa de todos, abrió.
La puerta se abrió chirriando. Tras ella, y entre un pequeño
hayedo, se escondía una escalera de piedra sobre la que había cre-
cido el musgo y en lo alto, a plena luz, estaba la casa. Una casa
maravillosa. Ése había sido el regalo de Navidades de padre para
los niños. Estaba en un pequeño alto dando directamente al
lago. En la habitación rústica crepitaba un fuego en una estufa de
cerámica de color verde. Recorrimos entusiasmados todo lo que
había por descubrir, las muchas habitaciones y el gran jardín. A
través de la puerta trasera del jardín, y atravesando la colina que
estaba coronada por una cabaña de pino, se llegaba al bosque,
mientras que por la puerta delantera se llegaba a la orilla del lago,
donde había una caseta guardabotes.

151
Alzheimer saltando a la comba

La casa era y es incomparable con ninguna otra, porque,


junto con toda la familia, se instaló allí también un afable espí-
ritu casero que hacía que allí todos se sintieran felices y como en
casa. Era una casa Alzheimer y lo ha seguido siendo hasta hoy».
En las fotografías en que Alzheimer aparece rodeado de su fa-
milia y amigos ante la casa del lago o bien tomando café con
ellos, uno no percibe la impresión de que este gigantesco hombre
sea en realidad un académico. Si bien su actitud rigurosa trans-
mite algo de tipo militar, toda su forma de ser, tranquila y natu-
ral, irradia simpatía y confianza.
Adora la comodidad y es muy amigo de los placeres de la
vida, como demuestra su pasión por los buenos puros. Tiene
mucho sentido del humor; al contrario que en sus años de estu-
diante, en los que podía ser realmente travieso, ahora las ruidosas
reuniones sociales le repugnan. Aunque no sabe mucho de mú-
sica, de vez en cuando rasga una guitarra; las demás artes le
aportan más bien poco a Alzheimer, que se comporta ante ellas
de manera más o menos indiferente y tampoco es proclive a
juegos fantasiosos ni a sueños. Siempre resplandece en él su afa-

152
bilidad, incluso cuando con el paso del tiempo pierde gran par-
te de su alegría y desenfado debido a la tensión de su vida labo-
ral.
Su serenidad se manifiesta también en la calma con la que
maneja las situaciones extraordinarias. Hans describe así un robo
en Wessling:
«A hurtadillas entré con mis malas notas lentamente en la
casa, ¿qué dirá padre? Pero mi hermana pequeña, María, salió a
mi paso nerviosa porque alguien había entrado a robar en nues-
tra casa de Wessling, lo cual a mí me venía de perlas, ya que aho-
ra nadie me preguntaría por mis calificaciones.
Padre estaba sentado en el escritorio mirando las pólizas del
seguro y dijo que Wessling estaba bien asegurada. Sacudió la ca-
beza: cómo era posible que sucediera algo así en una casa con un
buen guardián, dos perros (cuya caseta estaba junto a la casa), rejas,
candados y cerrojos... todo estaba bajo control. Las damas temían
por la ropa, las joyas y la plata, y todos nosotros nos temíamos lo
peor. Padre propuso una expedición inmediata a Wessling, don-
de nos esperaba un guardián avergonzado. Se había emborra-
chado el día anterior y no había oído nada hasta que los perros se
pusieron a ladrar sobre las dos de la mañana, pero luego había
vuelto el silencio.
Parece ser que les habían dado huesos a los perros, de modo
que pudieron entrar por la ventana situada encima de su caseta
con mucha facilidad. Habían robado la ropa y los collares y
todo estaba revuelto. En lugar del sombrero tirolés de mi padre,
colgando de un gancho estaba una gorra sucia y extraña, tam-
bién faltaba un traje suyo y zapatos. El perro dackel de 14 años
que teníamos nos pareció demasiado viejo y se lo regalamos a un
vecino. Necesitábamos un nuevo perro y la elección de padre re-
cayó sobre un doberman de la cría de Apolda. Hicimos el encar-
go por telégrafo inmediatamente. El guardia vino e hizo una lis-
ta de los objetos desaparecidos; dijo conocer a los peores chavales
de la zona y estar seguro de atraparlos. Durante ese día, padre no
me volvió a preguntar por las notas».
La generosidad de Alois Alzheimer apenas tiene límites.
Cuando un día su hija de 13 años, Gertrud, le pregunta: «Papá,

153
cuando un día tenga muchas deudas, ¿qué vas a hacer?», él res-
ponde lacónicamente: «¡Pagarlas!».
Una vez que su hermano Eduard termina sus estudios de
Farmacia, le compra la Elisabeth-Apotheke, una farmacia en el
barrio Schwabing de Múnich. De la misma manera espléndida y
generosa dirigía la casa de Wessling, que pronto se convirtió en
lugar de encuentro para todos los hermanos.
Alzheimer se alegra de tener a su alrededor a sus hermanos y
sus parientes. Sólo escatima su afecto a la tía Malchen, o Amalie,
la mujer de Alfred, puesto que según él habla demasiado. No
obstante, la soporta, aunque a veces le encantaría poder librarse
de ella, lo cual expresa con un latín de andar por casa: «Et libera
nos a Malo!».
Tampoco se libra la tía Anna, la esposa de su hermano mayor
Karl. Para hacer reír a «Doña Consejera Privada», que es como la
llaman por ser una dama muy noble, se sirve de cualquier medio
durante una fiesta de carnaval, de lo que más adelante dirá
Hans: «Se disfrazó de bailarina y se embutió en un tutú rosa, se
puso una minifalda, se empezó a mover con graciosas contor-
siones y le tiraba besitos con la mano a la tía Anna. ¿Ella se reía o
es que simplemente estaba escandalizada?».
En la casa de Wessling entraban y salían, además de los her-
manos de Alzheimer, muchos de sus colegas médicos, con los
que hacía excursiones. El propio Kraepelin describe estos días en
sus memorias:
«Y así era que no salíamos de los alrededores del valle del Isar
y los lagos Starnberger y Ammersee. Al monte sólo fui en una
ocasión, cuando realicé una pequeña ruta con colegas por el
monte Schachen y desde ahí al lago Walchensee y a Herzogstand.
Después solía ir todos los veranos algunos domingos a pasar el día
a la montaña. En invierno también iba con regularidad, una o
dos veces, a montar en trineo, sobre todo a Herzogstand».
De una de estas excursiones se conservan fotografías que
muestran a Alzheimer con Kraepelin, Gaupp y Nissl. Es espe-
cialmente llamativa una de 1908 en la que se ve a los cuatro en
un ambiente muy distendido durante un viaje en barco por el
lago Starnberger.

154
Azheimer, Kraepelin, Gaupp y Nissl en una excursión
por el lago Starnberger

No obstante, Kraepelin, que intenta frecuentemente a título


personal alejar al infatigable científico de su entorno laboral,
explica que estas excursiones son más bien una excepción:
«Debido a mi insistencia se permitía tomarse algo de tiempo
libre en las últimas horas de la tarde para dar un paseo corto por
la ciudad; apenas conocía otro descanso. Era prácticamente im-
posible convencerle de que se tomara unas largas vacaciones;
transcurrido muy poco tiempo, volvía para no tener que dejar
abandonado éste o cualquier otro trabajo. Siempre encontraba
pretextos para librarse del descanso.
Finalmente en los últimos años había adquirido una casa
de campo que le ofrecía la bienvenida posibilidad de trabajar en
el jardín y de dedicarse a su afición a la botánica. En alguna oca-
sión también logré llevarle de paseo por la montaña, lo cual le re-
sultaba difícil, puesto que creía no tener tiempo para el esparci-
miento corporal».
En el hospital clínico Alzheimer también es sensible, con
todo el respeto por el trabajo y la máxima seriedad, a todo tipo

155
de chistes y muestra un marcado sentido del humor, del que una
nieta dice:
«Era carnaval en el hospital de la Nussbaumstrasse de Mú-
nich. De manera completamente inesperada apareció un vende-
dor ambulante que traía colgada una bandeja llena de juguetes y
vendía su mercancía. No debería haberlo hecho, puesto que se le
prohibió rápidamente la venta y se le amenazó con ir a buscar al
profesor Alzheimer, que le iba a enseñar lo que era bueno. ‘No es
necesario’, dijo el vendedor pícaramente, y se quitó el disfraz. To-
dos se rieron. ¡Era el profesor vestido de vendedor ambulante!
Los juguetes los repartió entre los pacientes más pequeños. Re-
galar siempre le había hecho muy feliz».

En el laboratorio anatómico

El motivo principal que lleva a Alzheimer a seguir a Kraepe-


lin a Múnich es que, tal y como su jefe le había prometido, allí
tendrá incontables posibilidades de llevar a cabo experimentos, y
dispondrá de los laboratorios correspondientes para sus investi-
gaciones sobre patología cerebral e histopatología. Kraepelin es-
cribe al respecto:
«Después de que Nissl, al poco tiempo, se fuera a ocupar la
cátedra de Heidelberg, a Alzheimer le tocó hacerse cargo él solo
de equipar y dar vida a las hermosas salas de trabajo del hospital
de Múnich».
Como investigador experimentado que es, Alzheimer sabe
exactamente qué equipamiento y aparatos necesita. Tras unas po-
cas semanas todo está en su sitio y ya puede empezar a trabajar.
La gran sala, en cuyo centro hay varias mesas, permite transitar
entre ellas y las encimeras del laboratorio. Alzheimer hace que se
coloquen varias mesas de trabajo frente a la ventana, que es
donde se instalan los microscopios con taburetes de altura regu-
lable.
Entretanto también se instala la camera lucida, con la que se
pueden copiar y calcar directamente las preparaciones. Los ar-
marios están llenos de reactivos. Al fondo de la habitación hay

156
Sala de microscopía en el hospital clínico de Múnich

un soporte móvil en el que están colocados los cubos con los lí-
quidos necesarios para preparar las muestras. Entre todo este
moderno equipamiento se encuentran también dos teléfonos
de pared con los que se pueden transmitir los diagnósticos di-
rectamente a los médicos que se ocupan de cada caso.
Alzheimer pasa horas y horas en su laboratorio, y las disfru-
ta especialmente rodeado de sus estudiantes, a quienes explica los
pasos histopatológicos muy pacientemente. Karl Kleist, sucesor
de Emil Sioli en Francfort y que trabaja con Alzheimer durante
el primer semestre del curso 1908/09, expresa muy detallada-
mente sus impresiones del laboratorio:
«Su gran laboratorio estaba lleno de estudiantes de todos
los países y Alzheimer enseñaba a todos y cada uno infatigable,
devota y altruistamente sin que se le notara ningún tipo de so-
brecarga de trabajo. Todas las mañanas y tardes (por la tarde du-
rante más tiempo) venía al laboratorio y se movía de puesto en
puesto, nos enseñaba a observar el más mínimo detalle en el cua-
dro microscópico, a distinguir sus particularidades y a extraer
conclusiones de todo ello. Cuando los trabajadores volvían al

157
Médicos visitantes en el laboratorio anatómico. Fila de arriba desde la
izquierda: F. Lotmar, desconocido, St. Rosental, Allers (?), desconocido,
Alzheimer, N. Achúcarro, F. H. Lewy; abajo desde la izquierda: Señora
A. Grombach, U. Cerletti, desconocida, F. Bonfiglio, G. Perusini

laboratorio a las tres, él llevaba allí desde las dos. Adoraba esa
hora en la que nada ni nadie le molestaba»19.
Entre los alumnos que nombra Kleist se encuentran mu-
chos investigadores que más tarde se convertirían en los grandes
de su especialidad: el español Nicolás Achúcarro, el italiano
Francesco Bonfiglio y el estadounidense Louis Casamajor.
Bonfiglio publicará en 1908 un caso con demencia presenil
que despertará el interés de Kraepelin. El italiano Ugo Cerletti
obtendrá fama mundial en 1938, cuando por primera vez, junto
con Bini, introduce las descargas eléctricas en humanos para
provocar convulsiones, inaugurando así la era de la terapia por
electrochoque o convulsoterapia; en 1936 se convertirá en el
director de la Clinica delle Malattie Nervose e Mentali de Roma.
También son mundialmente conocidos Hans-Gerhard
Creutzfeldt y Alfons Jakob por la patología que más adelante re-
cibirá su nombre y que se contará posteriormente entre las in-
fecciones por virus lentos. Se trata de una enfermedad que se

158
transmite a los chimpacés, quienes, tras un periodo de incuba-
ción de un año, enferman. Daniel Gajdusek obtuvo por este
descubrimiento el Premio Nobel de Medicina en 1968.
Constantin von Economo, barón de San Serff, dará más
adelante nombre a una epidemia gripal que se extendió tras la
Primera Guerra Mundial y posteriormente descubrirá en el en-
céfalo medio un «centro de control del sueño». F. Lotmar es de
Suiza y dirige el laboratorio químico; por Ludwig Merzbacher,
que al principio trabaja en Tubinga y más adelante en Buenos
Aires, será designada la enfermedad de Merzbacher. Y por F. H.
Lewy se nombrarán los cuerpos de Lewy, que son determinantes
en la enfermedad de Parkinson.
Se debe destacar especialmente a Gaetano Perusini, que tra-
baja mucho con Alzheimer y publica conjuntamente con él. Pe-
rusini volverá a publicar muy detalladamente el famoso caso de
Auguste D. en 1909, con lo que contribuirá a que 70 años más
tarde el nombre de la enfermedad «Alzheimer» se extienda por
todo el mundo.
Perusini se parece a Alzheimer en muchas cosas: los dos pro-
vienen de buenas familias, ambos son completamente indepen-
dientes económicamente (el primero por su procedencia, Alzhei-
mer por su matrimonio) y ambos poseen un indiscutible interés
por la patología neurológica. La familia de Perusini proviene de
Cormóns, en Friaul, que entonces pertenecía a la monarquía del
Danubio. Las relaciones de la familia con la alta nobleza son ex-
celentes: la madre de Perusini es buena amiga de los Habsburgo,
que poseen el castillo «Rocca Bernarda» en Cormóns. Perusini
nació en 1879 y fue criado por un aya y habla alemán fluido. Tra-
baja hasta 1912 en el laboratorio de Alzheimer20.
No sólo tienen mucho en común en vida, sino que además
el día de su muerte casi coincide; Perusini muere con sólo 36
años el 8 de diciembre de 1915, una semana antes que Alois Alz-
heimer, tras recibir una herida durante la Primera Guerra Mun-
dial cuando intentaba ayudar a un soldado herido.

De este modo, Alzheimer impregna a la siguiente generación


de patólogos neurológicos de un fuerte sentimiento pedagógico.

159
Kraepelin, que emitiendo juicios suele ser bastante reservado,
ahora le alaba sin restricciones: «Era comprensible que en poco
tiempo los puestos de trabajo se ocuparan con investigadores
más o menos hábiles de todos los países del mundo y que, gra-
cias a su incansable dirección y estímulo, surgiera toda una serie
de trabajos de gran valía».
Pronto el símbolo distintivo de Alzheimer serán sus omni-
presentes puros, que, recién encendidos, deja en el puesto de tra-
bajo de cualquier estudiante en plena explicación, de modo que
todo el laboratorio se encuentra envuelto en una nube de humo
de puros consumidos.
Hace ya tiempo que los medios económicos no cubren las
diversas labores y costosos métodos a los que Alzheimer y sus tra-
bajadores se dedican en el laboratorio anatómico. Como ejemplo
de su generosidad, Alzheimer renuncia no sólo a un sueldo para
poder perseguir sus objetivos científicos, sino que además paga
de su propio bolsillo gran parte de los costes que se originan en
su laboratorio, como por ejemplo la preparación de ilustraciones
y fotografías, los sueldos del personal auxiliar y la adquisición de
diversos objetos para las colecciones y aparatos.
«A pesar de todo», escribe Kraepelin, «estaba lejos de limitar
sus trabajos anatómicos. Con la inamovible fidelidad y eficacia
que le caracterizaban me apoyaba con total dedicación no sólo
en las difíciles instalaciones iniciales del hospital clínico, sino
también en la eliminación de las asperezas personales internas
que habían aparecido aquí y allá, así como en la supervisión ge-
neral del servicio médico. La incondicional confianza que todos
depositaban en él y su tranquila objetividad ayudaban a equili-
brar siempre los puntos opuestos y a eliminar dificultades, de
modo que, sin darse cuenta, él era en realidad el sólido pilar so-
bre el que se sustentaba todo el funcionamiento del hospital».
Se puede asimismo observar lo mucho que la investigación
significa para Alzheimer teniendo en cuenta el estoicismo con el
que soporta no estar en primera plana. Es Kraepelin quien mues-
tra los diagnósticos anatómicos y los cortes histológicos durante
las clases, a las que casi siempre asiste Alzheimer. Sólo rara vez
sustituye a su jefe e imparte él la clase, «habla excelentemente, sin

160
ningún tipo de retórica, pero con un gran afán científico. A pe-
sar de la dificultad del material que presenta a su público, mu-
chas veces no experto, logra fascinar y proporcionar una idea so-
bre sus investigaciones»21.
Tampoco la poca atención que Kraepelin muestra por su tra-
bajo le molesta en exceso. De hecho, el gran profesor de Psiquia-
tría rara vez sube al laboratorio anatómico del tercer piso. Adele
Grombach, que trabajó como primera asistente técnica primero
con Alzheimer y posteriormente en el hospital clínico bajo mando
del sucesor de Alzheimer, Spielmeyer, hasta después de terminada
la Segunda Guerra Mundial, introduce a los colegas y médicos vi-
sitantes en la técnica neurohistológica y describe así un momento
en el que, un buen día, Kraepelin aparece por allí:
«Entró atravesando las grandes salas y observó todo con in-
terés. Cuando se disponía a abandonar el laboratorio todos le
miraron con gran expectación: ‘Sí, sí, pero los molinos anató-
micos muelen muy despacio’, dijo el gran pope de la Psiquiatría
alemana. Rara vez pronunciaba alabanzas y sabía perfectamente
que un comentario como ése alimentaría aún más el afán de tra-
bajo de todos los colaboradores»22.
Kraepelin sale finalmente del laboratorio y, según Adele
Grombach, sólo se le volverá a ver por allí pocas veces más.

Responsabilidad como jefe clínico

La seguridad de Alzheimer en sí mismo y su posición en el


hospital clínico son tan fuertes que la solicitud de Kraepelin del
6 de septiembre de 1906 de proponer al profesor Alois Alzhei-
mer como jefe clínico y transferirle el derecho a tener represen-
tación en la junta directiva, incluida la autorización de recibos,
no provoca en Alzheimer una tormenta de entusiasmo, puesto
que de este modo debe ceder parte de su independencia. Krae-
pelin lo describe así:
«En el año 1906 mi anterior jefe clínico, Gaupp, es nom-
brado catedrático en Tubinga. La elección de un sucesor ade-
cuado supuso para mí una gran dificultad. No conocía a nadie

161
más adecuado ni más apreciado por mí que mi fiel colaborador
Alzheimer. En un viaje conjunto que hicimos al manicomio
de Eckberg le pedí que ocupara el puesto de jefe clínico al me-
nos temporalmente. Era un gran sacrificio lo que yo esperaba de
él, puesto que tendría que abandonar la total libertad para rea-
lizar el trabajo científico de la que disfrutaba y no era un hom-
bre que se tomara a la ligera sus deberes una vez adquiridos.
Con pesar de su corazón y tras una larga oposición, dio el brazo
a torcer con la condición de que podría dimitir tras un tiempo
razonable»23.
Así, el 25 de octubre de 1906, Alzheimer pasa a ser jefe
clínico con Kraepelin y sucesor de Robert Gaupp, quien más
adelante será conocido sobre todo por el caso Wagner, la des-
cripción de un cuadro clínico que al mismo tiempo representa
una contribución para la enseñanza de la paranoia. El caso
Wagner es, junto con el de Anna O. de Freud y el de Auguste
D. de Alzheimer, una de las historias clínicas más conocidas de
la Psiquiatría.
Como jefe clínico, Alzheimer también percibe un salario: en
1908 recibe un sueldo de 2.700 marcos al año, compuesto de un
salario base de 2.280 marcos, un complemento salarial y un
plus personal de 60 marcos. En 1909 su salario aumenta hasta
los 3.000 marcos.
Además de su actividad como investigador y jefe clínico,
Alzheimer atiende sus clases en todos estos años y se da cuenta
de que la carga que supone el servicio médico y las clases, con
reuniones y exámenes, hace cada vez más difícil que ni él ni
Kraepelin se puedan dedicar a cuestiones de ciencia. Por eso, pre-
cisamente Kraepelin en concreto tenía poco tiempo para ocu-
parse de las cuestiones de la Psicología experimental.
En este campo de la Psicología experimental es donde Krae-
pelin aporta su epónimo: el «test de cálculo de Kraepelin» para
medir la fatiga y la reacción, que consiste, con minuciosidad
«kraepeliana», en sumar sin cesar durante aproximadamente me-
dia hora dos números de un dígito con paradas cada tres minu-
tos. Se valora el número de aciertos y errores por unidad de
tiempo. De este modo Kraepelin desarrolló una representación

162
gráfica que denominó «curva de trabajo». El procedimiento tam-
bién es conocido como «test de cálculo prolongado».
Con la creciente carga de trabajo, no es de extrañar que
Kraepelin se queje de su situación: «Todos los intentos de con-
vertirme en dueño de la situación ante todas las dificultades
que se presentaban ante mí no hacían sino fracasar y me tuve que
consolar con la esperanza de que quizá al final de mi carrera,
cuando se me liberara de las tareas propias del cargo, podría
volver a mi antigua afición».
Los dos impartían clases de Psiquiatría dos veces por semana
en sesiones de dos horas por la tarde, donde en cada turno se
veía a aproximadamente 5 o 6 enfermos. Así queda demostrado
que esta distribución del tiempo posibilita una mejor explicación
de los cuadros clínicos que las lecciones de una hora. Kraepelin
mantiene su hora doble cuando más adelante cambia de horario
y pasa a ser de 11 a 13.
Su objetivo es enseñar a los estudiantes lo esencial sobre el
conocimiento psiquiátrico durante un semestre mediante de-
mostraciones altamente ilustrativas.
Las clases comienzan regularmente con una enfermedad de
fácil comprensión, por ejemplo la melancolía. Luego Kraepelin,
mediante la presentación de enfermos maniacos, desarrolla el
concepto de afrenia maniaco-depresiva y finalmente presenta
cuadros de naturaleza muy diferente, como la dementia praecox,
es decir, la esquizofrenia, y la parálisis, para finalmente continuar
con las formas tangibles causantes del alcoholismo y el morfi-
nismo.
Para hablar del tratamiento de la parálisis, de las enfermeda-
des cerebrales arterioescleróticas, seniles y sifilíticas implica en las
clases de modo especialmente intensivo a Alzheimer, quien
muestra preparaciones muy frecuentemente.
Kraepelin y Alzheimer siempre llevan al día listas con los ca-
sos especialmente indicados para las clases, eligen a los enfermos
antes de la clase y actualizan sus fichas clínicas, que emplean para
realizar posteriores valoraciones estadísticas. Así ganan mucho
tiempo, puesto que la elaboración de las historias clínicas supo-
ne menos tiempo que la clase en sí. Las clases de Kraepelin, a las

163
que Alzheimer acude casi siempre, son de un gran nivel y tienen
un público regular de aproximadamente 200 asistentes.
En ellas, Alzheimer y Kraepelin utilizan gustosos modernos
medios, como por ejemplo el cinematógrafo. Con este fin pre-
paran una sala que se puede iluminar suficientemente con nueve
lámparas para así poder hacer tomas cinematográficas en cual-
quier momento. Con el transcurso de los años reúnen de este
modo un gran número de tomas que muestran ataques de epi-
lepsia, histeria y parálisis.
Además, se graban periodos de agitación maniaca o catató-
nica, es decir, con trastornos motores, así como estereotipos,
movimientos idióticos, comportamientos delirantes, disbasias
de todo tipo y todo ello se vuelve a proyectar durante las clases.
Al mismo tiempo, Alzheimer conserva una gran colección de
diapositivas que sobre todo muestran las modificaciones mi-
croscópicas que se dan en las enfermedades más importantes de
la corteza cerebral. Kraepelin narra:
«La mayor empresa didáctica que tuvimos entre manos en
nuestra vida consistió, no obstante, en unos cursos de perfec-
cionamiento para expertos que impartimos durante años. Partí-
an de la necesidad de proporcionar a todos aquellos que tenían el
deseo de perfeccionarse en nuestra ciencia la posibilidad de ob-
tener una visión general sobre el estado actual de nuestro campo
de investigación en los diferentes ámbitos en el breve espacio de
tiempo de tan sólo ocho semanas.
Además de las proyecciones clínicas de las que yo mismo me
ocupaba y que eran el centro de los cursos, Alzheimer propor-
cionaba una visión general de la anatomía patológica de la psi-
cosis, mientras que Brodmann, venido desde Tubinga, informaba
sobre la histología topográfica de la corteza cerebral. Sobre cues-
tiones de localización hablaban bien Liepmann de Berlín o bien
Von Monakow de Zúrich; de genética y degeneración se ocupaba
Rüdin; Blaut, de serología; Allers, de estudios metabólicos, mien-
tras que yo mismo hacía un breve resumen sobre psicología clí-
nica experimental. Estos cursos eran altamente satisfactorios y
contaban con un público de entre 40 y 50 participantes, entre
quienes predominaban los extranjeros»24.

164
Así pues, en toda Alemania y en toda Europa se hablaba de
que Kraepelin y Alzheimer eran los representantes más destaca-
dos de su gremio; el primero como experto clínico y el segundo
como patólogo de la neurología clínica; la patología cerebral
ocupa un puesto preeminente; cada vez más investigadores in-
ternacionales llegan al laboratorio neuroanatómico de Alzhei-
mer.

Junto a sus obligaciones académicas como profesor, el jefe


clínico Alzheimer también tiene que sustituir a Kraepelin muy
frecuentemente, sobre todo cuando éste (no pocas veces) está de
viaje o se retira a su casa de campo en Pollenza a orillas del Lago
Maggiore para trabajar allí en sus manuales. Desde 1907 hasta
1909 Alzheimer sustituye a su director un total de seis veces, una de
ellas incluso durante ocho semanas.
Durante una de estas sustituciones tiene lugar un incidente
en el hospital clínico. Una paciente demente, en un momento de
falta de vigilancia, se suicida rociándose con alcohol y pren-
diéndose fuego. Alzheimer escribe un detalladísimo informe que
envía al Real Ministerio del Interior, Asuntos Eclesiásticos y
Educación. Al final del informe se lee:
«Obviamente se ha producido aquí una grave negligencia por
parte de la enfermera, así como un incumplimiento del deber de
la sirvienta, quien actuó contra la reiterada orden de no dejar
nunca solos a los enfermos. A la enfermera se le había repetido
con insistencia esta orden precisamente el día anterior y precisa-
mente en referencia a esa paciente.
Por ello hemos tenido que dar parte a la Real Dirección de
Policía.
P.p. Dr. Alzheimer»25.
Una semana más tarde se celebra el juicio, sobre el que el pe-
riódico local Münchener Neueste Nachrichten del 20 de noviem-
bre de 1907 dice:
«Sala de audiencias. Una enfermera, juzgada por homicidio
imprudente. (Audiencia Provincial I de Múnich).
La enfermera J. W., perteneciente desde hace 21 años a la
Orden de las Hermanas de la Caridad, ha estado asignada en los

165
últimos años a la sección de ingresos del Hospital Clínico Psi-
quiátrico y estaba encargada, junto con muchas otras enfermeras,
del cuidado y vigilancia de 30 enfermos. Entre estos se encon-
traba también la paciente H. Sch., que padecía depresión afecti-
va, pero cuyo estado había mejorado de tal modo que se había
considerado su alta.
Hasta este momento, Sch. había estado trabajando en la co-
cina, donde a partir del 10 de octubre también trabajaban la en-
fermera J. W. y la sirvienta Sch. W. tuvo que ausentarse de la co-
cina durante un breve instante para llevar el desayuno a otro
enfermo y la paciente Sch. se quedó en la cocina con la sirvienta.
Poco después también ésta abandonó la cocina; este breve
lapso de tiempo de su ausencia lo aprovechó la paciente Sch.
para coger alcohol de un armario que casualmente no estaba
cerrado con llave. Se lo echó por la ropa, la encendió e inmedia-
tamente ardió en llamas. Cuando éstas se extinguieron Sch. ya
tenía unas quemaduras tan graves que murió el mismo día.
Contra la enfermera J. W. se interpuso una demanda por ho-
micidio imprudente al haber dejado sola a la enferma pese a las
disposiciones de la institución y a las órdenes verbales dictadas
por el médico asistente. La declaración de los testigos hizo cons-
tar que la enfermera acusada, sobre la que se expusieron los me-
jores testimonios en referencia a su fiabilidad y escrupulosidad,
no era culpable de que la paciente Sch. se quedara sola en la co-
cina, de modo que el fiscal retiró la acusación, con lo que la en-
fermera fue absuelta»26.

Los frutos del trabajo

En el otoño de 1903 Alzheimer llega a Múnich y en el año


1904 se vuelve a involucrar de lleno con gran entusiasmo en el
mundo de los congresos y las publicaciones.
En Francfort, con Sioli, sus temas de investigación funda-
mentales eran más bien las patologías cerebrales claramente de-
finidas, las denominadas demencias exógenas con encefalopatías
inflamatorias, vasculares y neurodegenerativas. En Múnich aho-

166
ra investiga las demencias endógenas y estudia de manera crítica
la nosología de su jefe.
Alzheimer se enfrenta a este desafío y traslada sus métodos
histopatológicos a pacientes con demencia precoz, es decir, es-
quizofrenia, y a enfermos maniaco-depresivos.
Todo ello casi «al mismo tiempo» que desarrolla sus funcio-
nes como jefe clínico y sustituto del director de un gran hospital
clínico universitario. En vista de la inminente explicación que va
a aparecer para la parálisis progresiva (pronto se reconocerá que
tiene su origen en la sífilis), Alzheimer tiene claro que debe bus-
car otro tema de investigación. Lo que no pierde nunca de vista
es la demencia presenil y su caso clave, el de Auguste D.
En 1904 pronuncia una conferencia en Baden-Baden sobre el
«Delirium alcoholicum febrile de Magnan», un tema que sigue
siendo parte de los frutos de sus actividades en Francfort, donde
con su empeño infatigable había explorado a 160 pacientes con
delirio. En Baden-Baden habla de tres casos con su habitual pa-
sión por el detalle. Son casos correspondientes al delirio alcohó-
lico febril de Magnan, que más adelante será conocido como
delirium tremens y cuyos signos son un fuerte temblor, somno-
lencia, sudoración profusa y aumento de la temperatura.
Jacques Joseph-Valentin Magnan (1835-1916) era el jefe de
la sección de ingresos del Hospital Sainte-Anne de París y un re-
conocido especialista en delirios que en 1874 escribió el manual
por excelencia sobre el alcoholismo.
Como siempre, Alzheimer realiza una exposición muy inte-
resante:
«En mis tres casos traté a tres hombres fuertes entre 30 y 40
años, los tres aficionados a beber alcohol de fuerte graduación.
En las familias de mis pacientes ya había habido también casos
de delirio. Los delirios de los pacientes comenzaron con mucha
agitación, el denominado delirio ocupacional, fuertes alucina-
ciones ópticas, desorientación respecto del entorno, un fortísimo
temblor y sudoración profusa. Su estado característico era de
excitación y mal humor.
Tras comenzar las primeras alucinaciones ópticas de delirio
en todos los pacientes se producía un fuerte ataque epiléptico y

167
poco después aparecía la fiebre, que fue de 39,4°, 39,6° e inclu-
so de 40°. El primer paciente falleció transcurridas cinco horas
desde la aparición de las primeras alucinaciones delirantes; el se-
gundo, tras ocho horas y el tercero, tras 14. Poco antes de los fa-
llecimientos medí altas temperaturas: 39,4, 40,1 e incluso 41,8
grados Celsius».
Puesto que Alzheimer también había llevado a cabo él mis-
mo las autopsias, en Baden-Baden puede informar de algo que
todos esperaban: «Además de las características habituales en el
diagnóstico del alcoholismo crónico, se manifestaron en las cé-
lulas ganglionares estados patológicos especialmente graves, así
como fenómenos de desintegración». Se volvió hacia el encerado
sobre el que se proyectaban sus diapositivas y prosiguió:
«En los gliocitos se encontraron ramificaciones. En la corte-
za hallé numerosas hemorragias pequeñas y una degeneración ca-
pilar especialmente grave. No se puede concluir que existieran
huellas de un proceso inflamatorio».
Alzheimer cierra su alocución con las siguientes palabras:
«En mi opinión sí que hay un delirium alcoholicum febrile. Pero
no necesariamente acaba curándose ni convirtiéndose en un sín-
drome de Korsakow [una combinación de desorientación, dism-
nesia y paralalia], sino que puede llevar a la muerte debido a
otras enfermedades que se van complicando y a la gravedad que
suponen los procesos patológicos de éstas, como he podido mos-
trarles en los tres casos que he expuesto»27.
Los impresionados colegas mostraron su admiración en for-
ma de aplauso con intensos golpes en los pupitres y formularon
preguntas sobre la terapia que condujeron a un vivo debate en el
que Alzheimer participa.
Según la doctrina de la época, el opio era «el método ópti-
mo y el más seguro (...). Además, en cuanto aparece cualquier
signo de insuficiencia cardiaca se administra coñac en grandes
dosis. Eventualmente se consideran inyecciones alcanforadas y
aspersiones frías. En caso de periodos graves de agitación fuera
del hospital, cuando no se puede improvisar una habitación de
aislamiento, se inyecta hioscina; la dosis más alta que se admi-
nistra inicialmente en estos casos consiste en 0,6 miligramos. La

168
alimentación tiene que ser controlada con máxima precau-
ción»28.

La publicación «Sobre las bases anatómicas de la idiocia»


aparece en 1904 en los renombrados ‘Cuadernos de Enferme-
dades Nerviosas y Psiquiatría’ y revela lo que Alzheimer tiene de
polifacético y sus amplias concepción y visión clínicas29. Alzhei-
mer incluye la idiocia entre los estados anómalos que se desa-
rrollan durante o poco después del parto y en la juventud tem-
prana.
«Ya en las observaciones macroscópicas de cerebros con idio-
cia se puede ver toda una serie de descubrimientos característicos
más o menos exclusivos de la idiocia, como por ejemplo la micro
y la macroencefalia (del cerebro y del cerebelo), la microgiria y
la macrogiria (sobre las circunvoluciones pequeñas y grandes de la
corteza cerebral) y la porencefalia, en este caso retracciones cra-
teriformes en el córtex, y finalmente la hidrocefalia, es decir,
aumento del líquido cefalorraquídeo».
A continuación menciona la idiocia amaurótica, una lipo-
distrofia con bradipsiquia, disopsia y parálisis progresiva.
También es un reconocido especialista para este cuadro clí-
nico, puesto que había explorado 30 casos en Francfort. Los
primeros síntomas de la enfermedad aparecían en su mayoría ya
en el primer año de vida. Tras pocos meses, la enfermedad con-
ducía a la muerte. El niño, que hasta ese momento se había de-
sarrollado bien, se olvida de cómo se juega, se come y se sienta,
empieza a «babear», traga con mayor dificultad y cada vez se
mueve menos, finalmente permanece tumbado, como sin vida.
El nervio óptico se encoge y desarrolla un signo especialmente
característico, una mancha color rojo cereza en la retina.
Alzheimer concluye el artículo con una declaración que
muestra lo mucho que se preocupa por los intereses de los dis-
capacitados:
«Hoy en día, en Alemania, a los menos dotados, los idiotas,
se les proporciona una asistencia no médica. La diversidad de
opiniones, así como una falta de conocimiento de las tareas de la
investigación médica, no nos permiten, salvo raras excepciones,

169
encontrar la buena voluntad necesaria para lograr un trabajo
científico próspero.
Lo poco que sabemos sobre idiocia se lo debemos a las esca-
sas instituciones para idiotas que existen bajo dirección médica y
a las pocas clínicas para enfermos mentales que se han equipado
con un gran material sobre idiocia. La gran relevancia científica
que supondría una mayor investigación en idiocia justifica de he-
cho el deseo de que las clínicas se dediquen más que hasta ahora
al estudio de esta dolencia y que también las clínicas para enfer-
mos mentales faciliten el acceso científico a su material».

Alzheimer es un neurólogo versado. Conoce a la perfección


el método de punción lumbar, la obtención de líquido cefalo-
rraquídeo con ayuda de una aguja para biopsias, y es consciente
de las dificultades que comporta «fijar de manera satisfactoria las
células del líquido cefalorraquídeo para reconocer las diferencias
morfológicas».
Por eso en 1907 publica en los ‘Cuadernos de Enfermedades
Nerviosas y Psiquiatría’ un trabajo que lleva por título «Algunos
métodos para fijar los elementos celulares del líquido cefalorra-
quídeo»30. Aquí se pueden reconocer con total claridad las célu-
las plasmáticas que él tanto aprecia.
Llega a la conclusión, contra la antigua creencia general,
de que los elementos celulares no se degeneran en el líquido,
sino que algunos incluso presentan un aspecto extremadamente
fresco.
En 1907, la Asociación Alemana de Psiquiatría le invita, como
experto que es en enfermedades epilépticas, a dar una conferen-
cia en Francfort que tratará sobre la forma congénita de la epi-
lepsia. En dicha conferencia informará de los cambios observa-
dos con el microscopio: cambios escleróticos y, en el córtex,
excrecencias en la neuroglía aparecidas en lugar del desaparecido
córtex. Alzheimer enumera una lista de causas a las que se puede
responsabilizar de las enfermedades epilépticas.
Menciona lesiones encefálicas traumáticas, tumores cerebra-
les, determinadas formas de idiocia, cefalitis, patologías sifilíticas,
alcoholismo agudo e intoxicación por plomo. Alzheimer subraya:

170
«Se deben evitar las crisis con todos los medios posibles, puesto
que la desaparición de neuronas va en paralelo con el número de
crisis epilépticas y ocasiona ‘daños convulsivos’»31.
Alzheimer acuña así dos conceptos trascendentales: el daño
convulsivo y el cambio de personalidad. Se le puede considerar,
basándonos en sus investigaciones en el campo de la epilepsia,
uno de los pioneros de una nueva especialidad, la epileptología,
que se establecerá en muchos hospitales clínicos universitarios
poco tiempo después. El «Centro de Psiquiatría» de Francfort si-
gue teniendo en uso hoy en día un ambulatorio para epilépticos,
con lo que continúa la tradición que instauraron en esta ciudad
Heinrich Hoffmann, Sioli y Alzheimer.

En 1907 Alzheimer viaja continuamente de un congreso a


otro. El eje de su trabajo, las demencias en edad temprana y en
edades más avanzadas, es cada vez más foco de su interés. El 22
de mayo de 1907 muestra, con su novísimo sistema de proyec-
ción, preparaciones microscópicas del cerebro de un hombre de
100 años.
Ernst Dupré, un gerontólogo parisiense, le cedió el cerebro
que disecciona con su conocida profesionalidad en el laboratorio
anatómico y cuya patología histológica ahora presenta brillante-
mente. El cerebro no muestra placas ni fibrillas, es decir, sedi-
mentos de albúmina anormales y fibras en el tejido nervioso, y al
público le tranquiliza oír que se puede alcanzar tan avanzada
edad sin llegar a padecer ninguna enfermedad mental.

En Múnich Alzheimer tiene que ampliar considerablemente


su campo de investigación. Kraepelin exige que no sólo investi-
gue los trastornos psíquicos, es decir, las demencias, sino también
las enfermedades mentales centradas en la dementia praecox, es
decir, esquizofrenia, y enfermedad maniaco-depresiva. En el
hospital clínico de Kraepelin se trabaja intensamente en la doc-
trina de las patologías, la denominada nosología, y en la locali-
zación de las enfermedades psíquicas en el cerebro. Otro tema de
investigación en Kraepelin es la doble vertiente de las enferme-
dades psíquicas: dicotomía es la palabra clave.

171
En lo que se refiere a la nosología y clasificación de las pato-
logías, a Kraepelin hace tiempo que le ronda la cabeza el plan de
clasificar en entidades clínicas los numerosos cuadros psiquiátri-
cos en función de su origen, su manifestación clínica y su desa-
rrollo y así introducir una nosología clínica útil. Ya desde su
lección inaugural en 1887 como catedrático de Psiquiatría en la
universidad báltica de Dorpat persigue este objetivo.
Kraepelin aspira a relacionar los fenómenos psicopatológicos
con los cambios histomorfológicos correspondientes. Puesto que
sabe a Alzheimer capaz de hacerlo, lleva consigo a este promete-
dor maestro de la anatomía neurológica primero a Heidelberg y
luego a Múnich y lo vincula a su hospital clínico. Alzheimer
cumple de hecho sus expectativas y tiene, como Kraepelin, la
opinión de que la anatomía patológica del sistema nervioso cen-
tral refleja cuadros patológicos psiquiátricos:
«De ningún modo pretendo extraer de mis cuadros clínicos
conclusiones diferencial-diagnósticas, sino simplemente destacar
que ofrecen un punto de partida para la futura distinción histo-
lógica de diferentes formas de la enfermedad dentro del grupo de
las psicosis funcionales»32.
No obstante, la nosología de Kraepelin, por lo tanto también
la de Alzheimer, recibe una réplica tajante en la reunión anual de la
Asociación Alemana de Psiquiatría, que se celebra en 1906 en
Múnich, de mano de Hoche y Bonhoeffer, los llamados «anti-
kraepelianos», que ven inútil cualquier esfuerzo de pretender
demostrar empíricamente la existencia de entidades clínicas in-
dependientes y «naturales» y rechazan la posibilidad de delimi-
tarlas:
«No se puede hablar de una especificidad nosológica», dice
Bonhoeffer. Hoche considera inútiles los debates sobre este tema
y señala, algo irritado: «Buscar tipos de patologías es como in-
tentar cazar a un fantasma»33.
Kraepelin, más moderado, añade: «Eso que usted califica de
fantasma, estimado colega Hoche, es un ideal que quizá no lo-
gremos alcanzar, pero al que debemos aspirar».
Hoche continúa con agresividad: «La esperanza de que la
anatomía patológica sea una gran ayuda para la delimitación y

172
clasificación de los ámbitos patológicos descritos es pequeña,
por mucho que esta esperanza haya sido hasta ahora el motor de
todas las expectativas».
Alzheimer, como siempre moderado y conciliador, añade:
«En lo que se refiere al dogma anatómico, y pese a las reflexiones
de Hoche, continúo siendo un fiel seguidor del mismo. No es
justificable afirmar que algunas enfermedades psíquicas no
tienen diagnóstico patológico en tanto en cuanto aún estamos
lejos de conocer con exactitud la estructura de la corteza ce-
rebral sana».
Alzheimer y Kraepelin incluso tienen que tolerar que Gaupp,
antes jefe clínico en Múnich, se vuelva contra ellos y se ponga de
parte de Hoche: «No se pueden explicar cuadros clínicos psí-
quicos partiendo de diagnósticos anatómicos».
Finalmente Binswanger encuentra la solución intermedia:
«El dogma anatómico de Alzheimer con prueba de un diagnós-
tico patológico-histológico sólo es válido para psicosis con daños
celulares irreversibles. Lo descarto categóricamente en casos con
daños neuronales reparables, es decir, la mayoría de las psicosis
agudas y tóxicas».
Sin embargo, Alzheimer no se inmuta y replica: «Tengo su-
ficientes casos con los que documentar mi dogma anatómico.
Hace 12 días, el 8 de abril, murió una paciente de Francfort, Au-
guste D. He hecho que me enviaran su historia clínica y su ce-
rebro a Múnich y me he propuesto demostrar con este caso que
existe un dogma anatómico».

Pero no sólo se debate sobre la nosología de Kraepelin, sino


que también la doctrina de las localizaciones cerebrales es objeto
de la más viva discusión. Karl Kleist, que relaciona las caracte-
rísticas psíquicas sobresalientes con los daños cerebrales definidos
y su localización exacta, es durante el curso 1908/09 médico vi-
sitante en el hospital clínico de Múnich y trabaja en el laborato-
rio anatómico de Alzheimer.
Todos están de acuerdo: en Psiquiatría sólo hay dos caminos
para llegar a alcanzar nuevos conocimientos. Por un lado, a tra-
vés de la nosología, es decir, investigando los procesos patológi-

173
cos, y, por otro, con la ubicación de los síntomas en sus corres-
pondientes regiones cerebrales, lo que se conoce por doctrina de
las localizaciones cerebrales.
Posteriormente Alzheimer se dedica más al concepto noso-
lógico que al de las localizaciones:
«Si no tomamos la localización como base para realizar la de-
limitación de las enfermedades una a una, sino la diversidad de
los procesos patológicos de los tejidos, llegamos, de una manera
natural, a una determinación de los diferentes estados patológi-
cos». Esta tesis era el grueso de su relevante publicación titulada
«¿Podemos presuponer un proceso patológico histológicamente
similar en las diferentes enfermedades mentales que tengan diag-
nósticos anatómicos?».
Por el contrario, Kraepelin se centra más en el principio de
localización:
«Podemos esperar que se den nuevas aclaraciones principal-
mente gracias a la evolución de una anatomía patológica topo-
gráfica que, naturalmente, será infinitamente complicada. La
corteza cerebral está compuesta por un número en principio
inabarcable de órganos individuales, de modo que la propaga-
ción local especial de los cambios patológicos ha de influir en el
cuadro clínico de manera trascendental.
Por ello es probable que el mismo proceso patológico pueda
mostrar cuadros clínicos muy diferentes dependiendo de su ubi-
cación y extensión, tal y como ya sabemos por una serie de en-
cefalopatías graves; la investigación anatómica estaría llamada a
demostrar la similitud de las formas que aparentemente son dis-
tintas. Por otro lado, sí se puede pensar que algunos procesos pa-
tológicos similares desde un punto de vista anatómico se podrí-
an diferenciar entre sí esencialmente en función del lugar y
extensión que ocupan en la corteza cerebral»34.
Lo que Kraepelin (el entonces «pope de la Psiquiatría») for-
mula pronto pasa a ser una máxima mundial. Está tan conven-
cido de la utilidad de la doctrina de las localizaciones cerebrales
que en 1918 (Alzheimer ya no lo pudo ver), cuando se funda el
Instituto Alemán de Investigación en Psiquiatría, crea su propio
departamento topográfico-histológico, dirigido por Brodmann,

174
quien explora la estructura de la corteza cerebral. El éxito de este
departamento pronto se hará patente.

Otra necesidad en cuanto a investigación en el hospital clí-


nico psiquiátrico de Múnich es la dicotomía, es decir, la división
de las enfermedades mentales endógenas en, por un lado, las de-
mencias maniaco-depresivas más favorables en cuanto al pro-
nóstico y frecuentemente curables y, por otro, la dementia prae-
cox o esquizofrenia, de desarrollo desfavorable y en cierto modo
incurable.
Esta división es posible porque existen entidades clínicas
psiquiátricas bien diferenciadas para cuya investigación se em-
plean simultáneamente diferentes métodos pero de igual rele-
vancia. En Múnich esta metodología se implantará de un modo
ideal, puesto que Alzheimer casi siempre está presente en las
clases de Kraepelin y muestra allí los diagnósticos anatómicos de
los fallecidos a la vez que los relaciona con la sintomatología clí-
nica. Vuelve una y otra vez a su tema preferido buscando los co-
rrespondientes fundamentos neuroanatómicos para los diversos
fenómenos clínicos.
A lo largo de su vida, Kraepelin y Alzheimer reivindican cua-
dros clínicos claramente definidos, puesto que son de la opinión
de que la naturaleza de una enfermedad sólo se podrá compren-
der, al igual que sucede con la investigación de sus causas y pro-
nóstico de su evolución, únicamente cuando el cuadro clínico se
encuentre totalmente delimitado. A lo que Gaupp dice:
«No fue casualidad que el trabajo le uniera a Kraepelin. El
punto de vista clínico de Kraepelin, así como sus esfuerzos por
tener en cuenta dentro del sistema de las enfermedades mentales
y siempre en la misma medida las causas, los síntomas, el desa-
rrollo y el desenlace, fue el fundamento necesario para la inves-
tigación de Alzheimer. No en vano para él lo primordial era
descubrir los diferentes procesos patológicos para poder entonces
establecer comparaciones con los diferentes cuadros clínicos»35.

En todos los aspectos de la investigación y enseñanza de la


Psiquiatría que se ejercen en el hospital clínico de Múnich, Alz-

175
heimer es el experto y la persona de referencia tanto para estu-
diantes como para médicos visitantes a la vez que el gran maestro
especialista.
Por una parte, tiene su manera objetiva y pragmática de ac-
tuar cuando clasifica la Psiquiatría breve y concisamente en, por
un lado, formas «orgánicas», denominadas exógenas, y, por otro,
formas «funcionales», denominadas endógenas. Por otra parte,
puede ser realmente metafórico cuando plantea la cuestión de si
«la degeneración psíquica se puede equiparar a un tronco del que
crecen en forma de ramas divergentes las formas individuales de
la degeneración, o si hay varios troncos diferentes de la degene-
ración, cada uno con sus propias raíces y sus propias ramas».
Alzheimer nunca abandona la esperanza de que un día la Psi-
quiatría logrará lo que en otros ámbitos de la Medicina se da por
supuesto, a saber: «Clasificar y ordenar los casos en enfermedades
que se engloben por sus agentes patógenos y su naturaleza te-
niendo en cuenta su apariencia y su desenlace, formando así
grupos delimitados de patologías».
No obstante, Alzheimer no logra el objetivo de su vida, que
consiste en distinguir claramente la esquizofrenia y la demencia
maniaco-depresiva basándose en diagnósticos histopatológicos;
debido a su prematura muerte, el libro sobre la «Histopatología
de la psicosis» no llega a serlo y se queda en manuscrito inaca-
bado. Algunos colegas dicen que «está casi acabado», pero Krae-
pelin señala sin ambages: «Tras su muerte sólo quedaron meros
principios por desarrollar de manera definitiva; todo lo demás se
fue a la tumba con él»36.

Una muestra de la versatilidad de Alzheimer es una publica-


ción de 1907 en la ‘Revista Médica Semanal de Múnich’: un de-
tallado artículo con el título «Casos en los que practicar un
aborto inducido en enfermas mentales»37.
Desde 1872 existe el parágrafo 218, que define el aborto
como delito de homicidio contra la persona no nata. Los casos
en los que se podía llevar a cabo el aborto por un médico estaban
entonces muy limitados y sólo estaba permitido si existía peligro
objetivo para la vida por enfermedad durante el embarazo:

176
«Nunca se podrá llevar a cabo el aborto basándose en factores
subjetivos», se añade en un relevante manual sobre ginecología.
Alzheimer aborda este problema con su acostumbrada mi-
nuciosidad y convierte sus presentaciones en explicaciones alta-
mente ilustrativas gracias a dos historias clínicas.
«Una mujer que ya ha tenido cuatro partos sin complicacio-
nes llegó en mayo de 1895 al hospital clínico psiquiátrico debi-
do a un periodo de depresión. Contra toda advertencia médica,
su marido la saca del hospital cuando aún padece una profunda
depresión y poco después ella se queda encinta. A principios de
septiembre vuelve al hospital con una depresión agitada. Sufre
hipercinesia grave, fuertes estados de ansiedad, quiere ‘gritar
muy alto debido al nerviosismo, ansiedad y angustia internos’.
Paulatinamente sus percepciones imaginativas se vuelven contra
su embarazo. Ella misma deseaba un niño para sanarse, lo cual
era una gran injusticia, puesto que no tenía con qué alimentarlo;
toda su familia tendría que arruinarse.
Es trasladada a Eglfing [una clínica psiquiátrica cerca de
Múnich] y crece su agitación. Desarrolla una pertinaz anorexia
nerviosa, muestra intentos constantes de suicidarse y de autole-
sionarse. Ha de permanecer sujeta durante semanas. Finalmente
tiene lugar un parto normal y a día de hoy la madre también ha
vuelto a su casa, aunque aún convaleciente. Pero en este caso la
depresión existía antes de la gestación y la agitación aún persistió
bastante tiempo después del parto».
No siempre las cosas terminan tan bien como en lo aquí des-
crito. Alzheimer ve también la otra cara de la moneda e informa
sobre otro caso «cuyo conocimiento debo agradecer a la amabi-
lidad del profesor Von Gudden. Se trata de un parto prematuro
en el caso de una agitada maniaca grave. El niño muere poco
después de nacer y pocos días después la madre fallece por sep-
ticemia puerperal [fiebre puerperal]».
Después Alzheimer repasa todas las enfermedades psiquiá-
tricas fundamentales y toma posición sobre si hay motivos o
no para llevar a cabo una interrupción artificial del embarazo. En
el caso de las enfermas maniaco-depresivas cree que no hay mo-
tivo para que ésta se practique, es más efectivo trasladar a la en-

177
ferma a un sanatorio con el fin de reducir considerablemente el
riesgo de suicidio. Cree que no está suficientemente demostrado
el efecto curativo de un aborto inducido.
En el caso de la dementia praecox opina de manera similar.
Presenta nueve historias clínicas, de entre las que siete pacientes
ya están enfermas antes del embarazo. El parto no puede influir
de modo determinante en el desarrollo de la enfermedad en
ningún caso. Alzheimer tampoco cree que deba practicarse un
aborto inducido si existe dementia praecox.
En el caso de la parálisis Alzheimer no toma una posición
clara puesto que aún desconoce que la sífilis sea la causa de esta
enfermedad. No obstante, nota que muchos embarazos en mu-
jeres paralíticas desembocan en aborto natural o en un parto pre-
maturo y que en muchos casos vienen al mundo niños con vida,
pero en la mayoría de los casos son niños muy débiles. Por otro
lado, destaca los escasos efectos negativos del parto en mujeres
paralíticas.
Su colega Binswanger cree que debe practicarse el aborto
inducido en casos específicos de epilepsia. Pero Alzheimer indi-
ca que con no poca frecuencia se puede extraer de las historias
clínicas de mujeres epilépticas que las crisis se reducen conside-
rablemente durante el embarazo:
«De hecho esto se ha convertido incluso en una creencia
general en la opinión popular y en Múnich a veces las chicas epi-
lépticas o sus madres preguntan si no sería bueno para las enfer-
mas quedarse embarazadas». Alzheimer deja sin respuesta este
tipo de cuestiones, pero no cree que sea perjudicial la influencia
de un embarazo en el curso de la enfermedad.
En lo que respecta a la histeria, Alzheimer señala correcta-
mente que un embarazo no genera en principio histeria alguna,
pero sin duda se trata de un momento psicógeno importante que
podría producir estados histéricos graves. Al respecto presenta
una historia clínica impresionante:
«Una chica de familia burguesa había sido ultrajada de ma-
nera humillante y, temiendo la deshonra, se metió en el agua
con el serio propósito de quitarse la vida. Una vez rescatada, su-
frió espasmos histéricos. Cuando confesó el motivo que la llevó

178
al intento de suicidio, no hizo sino dar motivos a sus padres
para que le dedicaran reproches y maldiciones. La chica sufrió
toda una serie de crisis histéricas una tras otra y, entretanto,
aparecieron trastornos delirantes; hablaba de pañales, del patí-
bulo, creía estar tumbada sobre paja en un calabozo, como si la
Gretchen de Fausto hubiera sido un verdadero ejemplo a seguir
para ella.
Los padres se negaron rotundamente a llevar a su hija al
hospital clínico porque la deshonra vería así la luz pública. En
casa las cosas siguieron igual durante semanas y luego las crisis se
hicieron menos frecuentes. Entretanto, los padres ya habían lo-
grado calmarse algo más ante la situación. A partir del quinto
mes de gestación se observó una constante mejoría. Luego la chi-
ca dio a luz fuera del hospital y permaneció al menos durante va-
rios años sin ningún tipo de manifestación histérica».
En dos casos de mujeres embarazadas con deficiencias men-
tales de grado medio y en tres casos con idiocia, Alzheimer se-
ñala, algo bruscamente, que «no puede haber mujer que pueda
estar tan enferma de espíritu y ser físicamente tan repugnante
que no esté expuesta al peligro de que se abuse de ella sexual-
mente. El embarazo no influirá, naturalmente, en la enfermedad,
y no hay motivo para hablar de interrupción artificial del mis-
mo».
En el caso de la corea gravídica, es decir, en casos de altera-
ciones psíquicas con trastornos motores durante el embarazo y
en ataques provocados por intoxicación durante la gestación,
por una eclampsia, Alzheimer cree que en los casos graves se ha
de practicar el aborto si la madre puede salvarse.
Remite a un caso en el que, tras un parto prematuro provo-
cado, no notó que disminuyeran los síntomas coreicos, a lo que
se sumó una sepsis tras el parto que desembocó en el falleci-
miento de la madre; el niño murió inmediatamente después de
nacer. Está generalmente reconocido, y el propio Alzheimer lo
recomienda en la publicación, que en casos de estados eclámpti-
cos graves esté prohibido el parto prematuro inducido.
Alzheimer también se pronuncia con toda claridad sobre la
descendencia de los enfermos mentales y señala que «hasta aho-

179
ra nuestra investigación se ha centrado fundamentalmente en la
tendencia de la degeneración. Hasta el día de hoy se ha trabaja-
do bastante menos en el hecho de que hay y debe haber una re-
generación, una desaparición paulatina de la predisposición pa-
tológica en el árbol genealógico, porque, de lo contrario, la
humanidad entera sí que habría acabado completamente dege-
nerada.
Quizá el futuro nos permita ver esto con mayor claridad y
entonces otros principios válidos se unirán a los actuales; hoy no
llegaríamos a ninguna conclusión si nos consideráramos con
derecho a juzgar la inferioridad de los descendientes de enfermos
mentales, si tuviéramos que decidir si debe tener lugar o no una
interrupción artificial del embarazo».
Con esto Alzheimer muy pronto se distingue claramente de
sus colegas Hoche y Rüdin, que más adelante proporcionarán los
rudimentos para un desenlace fatal: en 1922 Hoche publicará su
libro La exoneración de la destrucción de la vida carente de valor38.
Este concepto de «vida carente de valor» que introducen
Hoche y su coautor Binding provoca, bajo la influencia del dar-
winismo social y de la agudizada crisis económica y cultural
que surge tras la Primera Guerra Mundial, un intenso debate de
graves consecuencias sobre la eutanasia, el fallecimiento de per-
sonas provocado por médicos por motivos supuestamente hu-
manos y progresistas.
En 1916 Rüdin se convierte en director de la sección genea-
lógico-demográfica del Instituto Alemán de Investigación en Psi-
quiatría de Múnich. Destaca como científico sobre todo con tra-
bajos sobre la genealogía de la esquizofrenia, pero se le recuerda
lamentablemente como autor de la parte médica del comentario
a la Ley Nacionalsocialista para la prevención de descendencia
con enfermedades hereditarias, en cuya implementación tam-
bién tomó parte.
En 1909 Rüdin libera a Alzheimer de la carga de ser jefe clí-
nico y sustituto de Kraepelin, de modo que ahora Alzheimer ten-
drá tiempo de escribir un artículo de 160 páginas sobre «Con-
tribuciones al conocimiento de la neuroglía patológica y sus
vínculos con el proceso de degradación de los tejidos neurona-

180
les», que publica en 1910 como autor único en la publicación in-
terna de la casa, «Trabajos histológicos e histopatológicos sobre la
corteza cerebral», cuyo co-editor es Nissl39.
Al final de este detalladísimo artículo que contiene un resu-
men de todos sus trabajos hasta el momento, Alzheimer destaca:
«Todos sabemos que con nuestras preparaciones nunca tenemos
delante un tejido inalterado, sino que tenemos que trabajar con
cuadros equivalentes y compararlos constantemente, mediante
los mismos métodos, con partes de tejidos normales y patológi-
cos que se nos presentan. Nissl, el auténtico padre de la anatomía
patológica de la corteza cerebral, ya lo ha señalado en más de una
ocasión.
Que no obstante por este camino podemos alcanzar conoci-
mientos más profundos lo demuestra la evolución de la anatomía
patológica del resto del cuerpo, que trabaja de hecho con las mis-
mas dificultades».
Alzheimer nunca se rinde: «Nunca se ha apoderado de mí
ningún sentimiento de resignación. El conocimiento de las ex-
traordinarias dificultades de mi ámbito de trabajo también me ha
alejado, sin embargo, de la esperanza de que el microscopio
vaya a solucionar todos los enigmas de la Psiquiatría en un fu-
turo próximo. Cuando hago balance de todo lo que la anatomía
patológica del sistema nervioso central ha supuesto desde la úl-
tima década del siglo pasado realmente puedo decir que se trata
de una buena cantidad de trabajo. No mencionaré aquí los nom-
bres y trabajos relacionados con ello por miedo a olvidar algo im-
portante.
La exploración física del cerebro también está indudable-
mente llamada a dar importantes pasos en su campo de conoci-
miento, de modo que tenemos todos los motivos para alegrarnos
por este método de investigación. Los físicos del cerebro deberán
ponderar esta cuestión; nosotros, que queremos seguir apoyando
a la Psiquiatría con el microscopio, no permitiremos que inter-
fieran en nuestro trabajo. Estoy seguro de que no tenemos por
qué tener miedo de las comparaciones que se establezcan».
En esta extensa publicación aparecen siete tablas artística-
mente coloreadas, casi todas dibujadas por el propio Alzheimer.

181
El valor artístico de las mismas es altísimo, lo cual es bien sabido
en el ámbito de la histopatología.

En el artículo titulado «¿Vale la pena crear un departamento


psiquiátrico en el Servicio de Salud Imperial?», publicado en 1911
en la ‘Revista de Neurología y Psiquiatría’40, queda demostrado
que Alzheimer también puede tomar posturas críticas en cuestio-
nes sociales. En dicho artículo remite claramente a las propuestas
de Robert Sommer, catedrático de Psiquiatría de Giessen.
La creación de dicho departamento debería, según este artí-
culo, constar de las siguientes secciones:
1) Una sección de estadística y gestión de la institución.
2) Una sección clínica que se ocuparía especialmente de los
métodos de exploración y de la patogenia.
3) Una sección para psiquiatría forense que se ocuparía, en-
tre otras cosas, de las muchas informaciones llegadas a la prensa
diaria, de las cuales algunas son erróneas, sobre dictámenes pe-
riciales de casos psiquiátricos.
4) Una sección de genética e higiene psíquica en el sentido
más amplio.
Alzheimer rebate críticamente los argumentos de su colega y
presenta buenos argumentos para la creación de una sección de
estadística y gestión de la institución y una sección clínica. Pero
cree que carece de sentido integrar una sección de psiquiatría fo-
rense en el ámbito del Servicio de Salud Imperial: «En lo que
concierne a la jurisdicción, es difícil aceptar que el Servicio de
Salud Imperial pueda hacer un trabajo de provecho».
Se puede alcanzar la perfección de métodos de exploración
psiquiátrica sin la ayuda del Servicio de Salud Imperial, puesto
que ya existen numerosas clínicas e instituciones equipadas con
el material necesario para poder trabajar con éxito en ese campo.
Alzheimer también señala que un organismo de las proporciones
del Servicio de Salud Imperial tendría que adecuarse a las nuevas
tareas que habían traído consigo los nuevos tiempos y los cono-
cimientos en la lucha por la salud de las futuras generaciones.
Cree que en muchos aspectos una institución de este estilo y tan-
ta envergadura tiene poco sentido:

182
«De la misma manera que se ha enviado a investigadores a
países extranjeros para investigar las causas de las enfermedades,
se les puede enviar a clínicas e instituciones para que hagan es-
tudios; se pueden realizar sondeos recopilatorios estadísticos en
Alemania allí donde sea notable una especial frecuencia de casos
de enfermedades degenerativas o también se pueden realizar
estudios en el extranjero en tribus que sufren degeneraciones
espantosas y desaparecen de forma horrible. Justo así es como se
descubrirían con especial facilidad algunas causas y leyes de la de-
generación».
A pesar de todo, al final vuelve a apoyar con vehemencia la
creación de un organismo central que garantice las investigacio-
nes sistemáticas. El trabajo de una institución de este tipo traería
consigo numerosos descubrimientos que serían de incalculable
valor para la prevención de enfermedades psíquicas y de la de-
generación y, además, continuaría la valiosa labor que ya había
iniciado el Servicio de Salud Imperial en la lucha contra las en-
fermedades físicas.
La idea de crear un departamento psiquiátrico dentro del
Servicio de Salud Imperial seguirá estando en el centro del de-
bate y seguro que influye en el hecho de que en 1917 Kraepelin
funde el Instituto Alemán de Investigación en Psiquiatría en
Múnich, que más adelante se llamará Instituto de Psiquiatría
Max Planck.

Muere Auguste D.

Incluso tras su marcha de Francfort en 1903 Alzheimer sigue


teniendo en mente a su paciente Auguste D., de quien se había
ocupado intensamente desde 1901. De vez en cuando llama o
escribe a Francfort para interesarse por su evolución. Sioli le
había prometido al despedirse que se ocuparía de anotar todo el
proceso y que le mantendría informado con todo detalle y sin
omisión alguna.
La llamada de un médico asistente de la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort le llega el 9 de

183
abril de 1906. Le comunica que Auguste D. había muerto el día
anterior. Alzheimer solicita a su antiguo jefe, Sioli, que, además
de la historia clínica, ponga a su disposición el cerebro de la fa-
llecida para explorarlo con el microscopio. Alzheimer presiente
que esta paciente, relativamente joven, esconde tras la sintoma-
tología clínica, plagada de olvidos e ideas celotípicas, una, como
él lo expresa, «enfermedad peculiar» nueva.
Alzheimer lee la historia clínica de Auguste: «Auguste D. sigue
estando a la defensiva, grita y pega en cuanto se le intenta hacer
una exploración. También grita espontáneamente y muchas veces
durante horas, de modo que hay que mantenerla atada en la
cama. En lo que respecta a la comida, ya no respeta los horarios
establecidos. Se le ha formado un furúnculo en la espalda».
Esta anotación en la historia clínica de Auguste es de mayo
de 1902. El acta está cuidadosamente dispuesta, unida con cor-
dones por la parte de atrás. La cubierta anterior es de color azul
oscuro, la cubierta posterior está en blanco y en la portada cons-
ta el nombre de la clínica y los datos más importantes de la pa-
ciente:
«Institución Municipal para Enfermos Mentales Francfort
del Meno
Historia clínica
de
Auguste D., de soltera H.
Edad: 51 años
Religión: protestante».
También hay una tabla numerada del 1 al 12 bajo las pala-
bras «Ingreso» y «Alta». En el número 1 aparece la fecha del in-
greso «el 25 de noviembre de 1901», en el «Alta» sólo hay traza-
da una meticulosa línea horizontal. El espacio libre para nuevas
anotaciones bajo los números 2 a 12 está igualmente cruzado por
una línea recta en diagonal desde la parte superior derecha hasta
la parte inferior izquierda. En el borde inferior de la hoja se lee
en letra impresa «Fallecido el ....... 190.......», rellenado a mano
con la fecha «8 de abril» y un «6».
En la parte inferior de la cubierta se encuentra una tarjeta
desplegable en la que se puede leer, para que sea bien visible para

184
Historia clínica de Auguste D.

una búsqueda rápida, la fecha de nacimiento, 16 de mayo de


1850, y el nombre, Auguste D.
Alzheimer vuelve a plegar la tarjetilla y estudia la historia clí-
nica, que llegó en ese momento por correo; en total contiene 31
hojas, de las que 17 tratan la historia clínica y en 2 de ellas se do-
cumenta el desarrollo de la enfermedad. Alzheimer ya conoce la
mayor parte de las anotaciones. El diagnóstico original fue del
doctor Nitsche, entonces en sus comienzos como médico, quien,
contra la costumbre de Alzheimer, inclina las letras más desde la

185
parte superior izquierda hacia la parte inferior derecha. Todas las
anotaciones que se hacen están escritas a mano, en la clínica
nunca ha entrado una máquina de escribir.
En medio del acta se encuentran las cuatro hojas que escribió
el propio Alzheimer; la primera entrada es del 26 de noviembre
de 1901: «¿Cómo se llama?». También está aquí la hoja en la que
Auguste D. había realizado sus intentos de escribir, fechados
por el propio Alzheimer con la nota «26/XI Señora Auguste D.
Francfort/Meno».
La primera foto, un retrato, es del fotógrafo de la clínica, Ru-
dolph. Las anotaciones de Alzheimer terminan el 30 de no-
viembre de 1901. Después es el doctor Nitsche el que continúa
rellenando la historia. La última entrada firmada personalmente
por Alzheimer es de junio de 1902. Entonces, Auguste D. estaba
muy a la defensiva, gritaba y pegaba cuando la intentaba reco-
nocer. Después, una anotación del 2 de abril de 1904 reza: «Ab-
solutamente invariable».
El 11 de noviembre de 1904, Auguste D. está «tumbada
acurrucada en la cama, juguetea manoseando las sábanas, etc.
Hiperactividad senil, se ensucia con sus heces continuamente. Ya
no grita tanto como antes».
A partir de mayo de 1905 las entradas en la historia clínica se
completan con anotaciones sobre el desarrollo de la enfermedad,
que varias veces al mes están documentadas muy brevemente con
el estado y comportamiento de la paciente mediante una nota
sobre su peso en el margen derecho. Así, por ejemplo, en la en-
trada del 29 de junio de 1905 se lee: «(...) muy ruidosa, a las 10
fue bañada. Peso: 37 kilos».
12 de julio de 1905: «Completamente estuporosa; está siem-
pre tumbada en la cama con las piernas encogidas; regularmen-
te sucia de excrementos y orina; nunca dice nada. Sólo refunfu-
ña entre dientes para sí, hay que darle de comer. A veces se agita
sin motivo aparente, grita muy alto y gruñe».
7 de noviembre de 1905: «Acurrucada en la cama; refunfuña
para sí de modo completamente incomprensible, responde a las
preguntas con algunas palabras inconexas. Tira con las manos de
las sábanas, revuelve toda la cama con frecuencia, muchas tardes

186
hay que bañarla puesto que grita mucho. Ingiere suficientes ali-
mentos, físicamente mejora algo».
29 de diciembre de 1905: «En la sala para insomnes, en la
cama. Está tumbada encorvada, inmóvil, las rodillas pegadas
fuertemente al tórax. Al intentar extenderle las piernas se tensa
mucho y ofrece resistencia, a veces grita muy alto, sobre todo de
noche».
En las páginas sobre la evolución se observa que se le suelen
administrar somníferos. El 7 de mayo de 1905 no logran cal-
marla, mientras que el 12 de diciembre de ese mismo año duerme
continuadamente hasta la mañana siguiente tras haberlos ingerido.
El 1 de marzo de 1906 se le vuelve a administrar un somnífero de-
bido a un estado de agitación fuerte, pero no se tranquiliza, por lo
que a las 11 es llevada a la bañera. De 1906 en adelante hasta
poco antes de fallecer Auguste D. recibirá un baño diario.
Las 15 líneas finales de la historia clínica describen sus últi-
mos días:
«Desde principios de 1906 tendencia a padecer úlceras de
decúbito; en el sacro y en el trocánter izquierdo (protuberancia
ósea en el muslo izquierdo), cada úlcera tiene un tamaño apro-
ximado de una moneda de cinco marcos; muy débil, última-
mente con fiebre alta de hasta 40 grados; neumonía en los dos
lóbulos pulmonares inferiores.
27-28/3/06: continuamente grita mucho. 34 kilos.
29-30/3/06: grita mucho, baño a las 00.30.
6-7/4/06: estaba muy aturdida, a ratos lloriqueaba y sudaba.
7/4/06: estuvo aturdida todo el día, 41 grados de fiebre al
mediodía; por la tarde, 40°.
8/4/06: murió a las 5.45».

La larga enfermedad de Auguste D. duró en total algo más


de cuatro años y medio. Como profesional de la anatomía neu-
rológica, a Alzheimer le interesa sobre todo el diagnóstico de la
autopsia:
«Esta mañana exitus letalis - muerte.
Causa de la muerte: septicemia por decúbito - sepsis por
úlcera de decúbito.

187
Diagnóstico anatómico: leve hidrocefalia externa e interna -
hidropesía en los ventrículos cerebrales externos e internos.
Atrophie cerebri - atrofia cerebral.
¿Arterioesclerosis de los vasos cerebrales pequeños?
Neumonía de los dos lóbulos pulmonares inferiores - pul-
monía.
Nefritis - inflamación del riñón».

El certificado de ingreso en la Institución para Enfermos


Mentales y Epilépticos, que Sioli amablemente envía también
desde Francfort, contiene bajo el epígrafe de «Cambios» datos
que son nuevos para Alzheimer:
«La señora D., por consejo del señor Karl D., con domicilio
en la calle Mörfelder Landstrasse, y según el escrito del Depar-
tamento de Asistencia del 25 de marzo de 1904, deberá ser tras-
ladada con fecha de 1 de abril de 1904.
Francfort del Meno, 5 de abril de 1904.
El Director: Dr. Sioli».
El 7 de agosto de 1902 Auguste ya habría tenido que ser
trasladada a otra clínica debido a los problemas económicos de
su marido, pero Alzheimer logró evitarlo, puesto que entonces ya
sabía exactamente la importancia que el caso de Auguste tendría
para él más adelante. Por eso escribe al esposo de la enferma:
«En referencia a las conversaciones que hemos mantenido
con usted, por la presente le informamos de que no tendrá lugar
el traslado de su esposa enferma Auguste D. a la Institución
para Enfermos Mentales de Weilmünster».
A esto le habían precedido varias visitas del esposo, que el 19
de junio de 1902 declaró al Departamento de Asistencia que pa-
gaba mensualmente todos los costes de tercera clase a razón de
dos marcos diarios por su esposa, lo cual confirmó presentando
los recibos de la Administración. Por lo tanto, la paciente D. no
era una «enferma sin recursos» mantenida por las arcas públicas.
No obstante, siempre cabía el riesgo de que, bajo estas cir-
cunstancias, se tuviera que llevar a cabo un traslado de los pa-
cientes. Ese mismo día (entonces en Francfort la corresponden-
cia funcionaba muy ágilmente) la Institución para Enfermos

188
Mentales y Epilépticos respondió al presidente regional que «no
podemos excluir, en caso necesario, los traslados de un cierto nú-
mero de pacientes que pagan su propia estancia; posteriormente
se gestionarán las solicitudes que vayamos recibiendo. Nos per-
mitimos quedarnos con la solicitud presentada y rogamos al
presidente regional retenga temporalmente la misma hasta que
acumulemos un mayor número de solicitudes».
Por consiguiente Alzheimer logró evitar, con argumentaciones
hábiles y numerosos certificados médicos, el traslado de la paciente
Auguste, tan importante para él. Todo ello fue además funda-
mentado con nuevos certificados médicos redactados personal-
mente por el propio director de la clínica: «(...) que la nombrada
D. padece una enfermedad cerebral que ya ha provocado graves
desequilibrios mentales acompañados de fuertes periodos de agi-
tación. La enfermedad no tiene posibilidad de cura».
Sioli envió este escrito el 28 de enero incluso al fiscal jefe de
la Real Audiencia Provincial después de que desde allí se solici-
tara el 21 de enero información sobre el estado de la paciente.
Una carta en respuesta a ésta de 1904 informa de que «de ahora
en adelante los costes de mantenimiento de la señora D. van a
ser cobrados directamente», de lo que Sioli toma nota unos días
más tarde y responde.
El último escrito data del 5 de abril de 1904:
«(...) que Auguste D., de soltera H., padece una enfermedad
cerebral que ya le ha generado una notable deficiencia mental
acompañada de graves periodos de agitación. No hay posibilidad
de que mejore». De este modo queda claro que Auguste D. per-
manecería en la Institución para Enfermos Mentales y Epilépti-
cos de Francfort del Meno hasta nuevo aviso.

Una vez recibida la historia clínica, Alzheimer anota de nue-


vo en un formulario previsto para los ingresos lo que recuerda de
Auguste D. y lo que deduce de la historia. A mano, escribe en el
formulario rosa:
Nombre: «Auguste D.».
Ocupación: «Esposa de funcionario de la Administración
de Ferrocarriles».

189
Informe diagnóstico de Auguste D., redactado por Alzheimer en abril
de 1906.

Factor hereditario: «Su madre padecía espasmos desde el cli-


materio».
Prehistoria clínica, diagnóstico al ingresar y evolución:
«Siempre sana, felizmente casada, hija única, sin trastorno algu-
no. Cambios desde hace medio año. Delirio celotípico. Dismi-
nución de la memoria, muchas veces al preparar la comida. Tra-

190
jina por la casa sin sentido. Miedo a personas muy conocidas.
Esconde todo tipo de objetos que luego no es capaz de encon-
trar. Parece totalmente perdida. Comportamiento de absoluta
desorientación durante el ingreso. Temporal y espacialmente
desorientada por completo, opone mucha resistencia.
Se comporta con total desorientación, arroja agua a la cara de
otros enfermos en la sala común, a las preguntas que se le for-
mulan responde que quiere limpiar. Hablando de manera es-
pontánea emplea algunas expresiones parafásicas y palifrasias.
Al escribir omite letras y sílabas. Es evidente que no comprende
algunas preguntas que se le formulan, a otras responde con frases
que muestran que sí ha comprendido el sentido. Parece sufrir
alucinaciones.
A veces, como en un delirio ocupacional, lleva sábanas de un
lado a otro, quiere ordenarlo todo. Con frecuencia hace insi-
nuaciones, como si el médico tuviera la intención de hacer cosas
sexuales con ella, lo prohíbe indignada, le echa de «su casa».
Grita mucho y sin sentido alguno, tiene intenso miedo. Repite
giros parafásicos. Se opone a todo impetuosamente. En el último
año permanece totalmente acurrucada en la cama, lo rechaza
todo, habla de manera absolutamente incomprensible. Muere
tras cuatro años de enfermedad en el hospital por complicaciones
de la úlcera de decúbito. Atrofia cerebral».
Formularios como éste que utiliza Alzheimer para el caso de
Auguste D. son los que utiliza Kraepelin, sobre todo para las
revisiones de su manual para descubrir y describir nuevas enfer-
medades. Alzheimer es consciente de que, debido al reducido es-
pacio del que dispone, tiene que reproducir lo esencial de este
diagnóstico casi como en un telegrama.
Por otro lado, reconoce por la evolución de la enfermedad y
por las primeras observaciones microscópicas que realiza del ce-
rebro de Auguste que se debe de tratar de un caso especialmente
notable. Agradece a Sioli que le haya proporcionado la historia
clínica y el sistema nervioso central y también le explica por
qué quiere investigar con tanto detalle este caso:
«Se trataba de un cuadro clínico muy peculiar (...) En una
mujer en edad climatérica se desarrollaron, sin manifestaciones

191
de crisis, alteraciones psíquicas en las que, desde el principio, la
agnosia temporoespacial era un factor importante. Estas altera-
ciones pronto desembocaron en una desorientación total y en un
verdadero comportamiento de agnosia visual. Mientras que al
principio apenas existía manifestación alguna de una afección de
los campos de proyección, pronto se empezó a percibir una lla-
mativa mnemastenia.
A esto se añadieron, si bien sólo indirectamente, múltiples
síntomas focales, expresiones parafásicas, palifrasias, anomia y
trastornos en la escritura. Bajo creciente afrenia, finalmente fa-
llece después de que se le desarrollara úlcera de decúbito. Sin pa-
rálisis ni fenómenos espasmódicos».
Para concluir, informa a Sioli de que tiene en mente presen-
tar el caso en la 37a Reunión de Psiquiatras del Suroeste de Ale-
mania, que se celebrará en Tubinga en noviembre de 1906.

Decepción en Tubinga

Sólo quedan seis meses para noviembre de 1906, por lo que


Alzheimer se pone manos a la obra con gran ahínco. El cerebro
será sometido a un escrupuloso análisis en su laboratorio anató-
mico: primero se le realizará un análisis macroscópico y poste-
riormente, uno microscópico. Él mismo se ocupará de ello jun-
to con sus médicos visitantes Perusini y Bonfiglio.
Los tres coinciden en que tienen ante sí un cuadro clínico
con carácter propio. Anatómicamente se caracteriza por una
atrofia de la corteza cerebral con citolisis generalizada y una pa-
tología extraña en las neurofibrillas, fuertes excrecencias de la
neuroglía fibrosa y numerosas células gliales con forma de vari-
llas. Posteriormente, y para su sorpresa, concluyen que se pueden
observar sedimentos de productos metabólicos en forma de pla-
cas en toda la corteza cerebral con signos leves de neovasculari-
zación.
El proceso patológico les recuerda a diagnósticos que ya co-
nocen por la demencia senil, que sólo se manifiesta en personas
mayores. Pero lo realmente insólito de la paciente Auguste D. es que

192
las alteraciones que padece son mucho más pronunciadas que en
casos comparables de pacientes de entre 70 y 80 años, aunque
Auguste D. sólo tenía 56 años en el momento de su muerte. Así
pues, debe de tratarse de una patología presenil.
Alzheimer tiene la preparación óptima cuando el 3 de no-
viembre de 1906 pronuncia su conferencia en la sesión de la tar-
de, que comienza a las 14.45 y termina a las 18.00 horas.
En la 37a Reunión de Psiquiatras del Suroeste de Alemania,
celebrada en Tubinga41, participan 88 científicos. Uno de ellos es
Oswald Bumke, de Friburgo, que en 1917 escribirá un manual
de gran relevancia sobre enfermedades mentales. De Bumke
procede asimismo el signo de Bumke, la ausencia de los reflejos
de atención de las pupilas en la esquizofrenia o pupilas arreacti-
vas. La enfermedad de Binswanger recibe su nombre por Otto
Binswanger, de Constanza. Su sobrino Ludwig también será fa-
moso como fundador de los análisis existenciales.
Hans Curschmann, de Tubinga, también acude al congreso.
Será quien dé nombre al síndrome de Curschmann-Steinert,
una debilidad muscular y distrofia en la cara, en los antebrazos y
en las manos, unida a disfagia e inactividad de las glándulas.
Albert Döderlein, también de Tubinga, por quien se nombra
al bacilo de Doderlein, se sienta en primera fila, junto a Robert
Gaupp, igualmente de Tubinga, que se presenta con trabajos
sobre cuestiones relacionadas con la paranoia basándose en los
estudios del caso del famoso asesino en serie Wagner.
Alfred Friedrich Hoche, el psiquiatra de Friburgo famoso por
sus críticas burlonas a Freud y Kraepelin, esta vez viene desde
Francfort. Tampoco faltan Carl Gustav Jung, del hospital
Burghölzli de Zúrich (es jefe clínico con Eugen Bleuler y más
adelante desarrollará la Psicología analítica), ni Ludwig Merzba-
cher, de Tubinga, por quien se denominó la enfermedad de
Merzbacher (una enfermedad congénita desmielinizante). Alz-
heimer, por supuesto, se alegra especialmente de encontrarse
allí de nuevo con su viejo amigo de Heidelberg Nissl.
Una vez que termina la conferencia de Bürker, de Tubinga,
sobre la termodinámica del músculo, el presidente Hoche, de
Friburgo, anuncia al siguiente ponente: «El doctor Alzheimer

193
de Múnich nos presentará ahora la conferencia con el título de
‘Sobre un proceso patológico peculiar grave de la corteza cere-
bral’. Colega Alzheimer, tiene usted la palabra».
Con su habitual voz clara Alzheimer presenta la información
acerca del caso de Auguste D., observada en la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno, a la vez
que muestra magníficas fotografías. «El sistema nervioso central
me lo cedió para su exploración, en una muestra de generosidad,
mi anterior director clínico, el profesor Sioli». Continúa:
«Mi caso, el de la señora Auguste D., ofrecía ya en la prime-
ra exploración clínica un cuadro tan llamativo que no permitía
que fuese incluido dentro de ninguna de las denominaciones pa-
tológicas conocidas. A continuación se lo paso a describir.
Una mujer de 51 años de edad muestra como primera ma-
nifestación llamativa de la enfermedad fuertes celos respecto a su
marido. Pronto se manifiesta una mnemastenia de rápido creci-
miento; ya no es capaz de orientarse en su casa, trastea con los
objetos de un lado a otro, los esconde, a ratos piensa que alguien
la quiere matar y comienza a gritar. En la clínica, su comporta-
miento es de un desconcierto total y continuo.
Está temporal y espacialmente completamente desorientada.
En ocasiones hace afirmaciones en las que da a entender que ya
no comprende nada, que no se sitúa. Saluda rápidamente al
médico como si fuera una visita y se disculpa por no haber ter-
minado el trabajo, luego grita muy alto, según ella el médico
quiere abrirla o, completamente indignada, le convence para
que se vaya, dando a entender que teme que él atente contra su
honra femenina. A veces delira por completo, se pasea con su sá-
bana de un lado a otro, llama a su marido y a su hija y parece te-
ner alucinaciones acústicas. Con frecuencia se pasa horas gritan-
do con una voz horrorosa.
Debido a la imposibilidad de comprender la situación, acaba
gritando en cuanto alguien intenta explorarla. Sólo mediante un
constante y prolongado esfuerzo se consigue sacar algo en claro
finalmente.
Su capacidad de retentiva está gravemente dañada. Si se le
muestran objetos, suele nombrarlos correctamente en su mayo-

194
ría, pero inmediatamente después lo ha vuelto a olvidar todo.
Cuando lee mezcla unas líneas con otras, lee deletreando o con
acentuaciones sin sentido. Al escribir repite sílabas sueltas mu-
chas veces, olvida otras y de repente deja de escribir. Al hablar
emplea frecuentemente frases sin contenido, expresiones parafá-
sicas sueltas (jarrita de leche en lugar de taza). Hay algunas pre-
guntas que es obvio que no comprende.
Parece no conocer ya el uso de objetos sueltos. Camina sin
alteración alguna, emplea bien ambas manos, dispone de refle-
jos rotulianos, las pupilas reaccionan, las arterias radiales mues-
tran cierta rigidez, sin aumento de la tensión arterial, sin pro-
teínas.
En la posterior evolución de la enfermedad se manifiestan fe-
nómenos que podemos interpretar como síntomas focales, a ra-
tos con fuerza, otras veces débilmente. La afrenia general, no
obstante, aumenta. La paciente muere tras cuatro años y medio
de enfermedad. Al final se encontraba en un estado de completa
apatía, con las piernas encogidas en la cama, sufría incontinencia
y, pese a todos los cuidados que recibía, desarrolló úlcera de de-
cúbito.
Ahora paso a describir los detalles y las preparaciones. La au-
topsia muestra un cerebro con atrofia uniforme sin lesiones ma-
croscópicas. Los vasos cerebrales más grandes presentan cambios
arterioescleróticos.
En las preparaciones elaboradas con el método de coloración
argéntica de Bielschowsky aparecen alteraciones de las neurofi-
brillas muy llamativas. En el interior de una célula que, por lo
demás, tiene una apariencia en principio normal, se observan
primero una o algunas fibrillas que llaman la atención por sus es-
peciales grosor e impregnabilidad.
Primera imagen, por favor.
En la evolución posterior se muestran fibrillas juntas y alte-
radas de manera similar. Luego se agrupan en gruesos fascículos
y paulatinamente aparecen en la superficie de la célula. Final-
mente el núcleo y la célula se desintegran y ahora ya sólo per-
manece un fascículo de fibrillas cual glomérulo ocupando el lu-
gar en el que antes estaba la célula ganglionar.

195
Neurofibrillas de Auguste D.

Se debe de haber producido una transformación química


de la sustancia de las fibrillas, puesto que éstas se pueden teñir
con otros colorantes diferentes a los que se emplean con las
neurofibrillas normales. Esto bien podría ser la causa de que las
fibrillas perduren sobre la desaparición de la célula. La transfor-
mación de las fibrillas parece ir de la mano del sedimento, en las
células ganglionares, de un producto metabólico patológico aún
poco investigado.
Segunda diapositiva.
Aproximadamente entre uno y tres cuartos de las células
ganglionares de la corteza cerebral muestran este tipo de altera-
ciones. Hay numerosas células ganglionares, sobre todo en los es-
tratos celulares superiores, que han desparecido por completo.
La tercera, por favor.
Dispersas por toda la corteza vemos, especialmente en gran
número por los estratos superiores, pequeños focos del tamaño

196
Placas de Auguste D.

de un grano de mijo debidos al sedimento en la corteza cerebral


de un material particular.
Cuarta imagen, por favor.
Quisiera explicarles esta extraña sustancia con mayor detalle.
Se reconoce sin necesidad de coloración, pero, aplicado el tinte,
es muy refractaria.
La glía ha formado numerosas fibras a la vez que otros glio-
citos muestran grandes sacos de grasa. Ausencia absoluta de in-
filtración de los vasos. En las paredes vasculares internas se ven,
por el contrario, manifestaciones de excrecencias, en algunas
partes también neovascularización.
En definitiva, lo que aquí tenemos parece ser un proceso pa-
tológico muy particular. En los últimos años se ha observado en
gran número este tipo de proceso patológico peculiar. Esta ob-
servación nos obliga a sugerir que ni siquiera esforzándonos
mucho nos podemos dar por satisfechos con clasificar cualquier

197
caso clínico que suscite dudas bajo uno de los grupos de enfer-
medades conocidas.
Sin duda alguna, hay muchas más enfermedades psíquicas de
las que aparecen en nuestros manuales. En algunos de los casos
citados una exploración histológica posterior nos permitirá con-
cluir la peculiaridad del caso. Esto también nos llevará, paulati-
namente, a separar clínicamente patologías individuales de los
grandes grupos de enfermedades que aparecen en nuestros libros
y delimitarlas clínicamente una a una con mayor precisión. Y
con esto quisiera dar por terminada mi presentación»42.

Nadie responde a la invitación del presidente de añadir algún


comentario. Al repetir la invitación nadie formula pregunta al-
guna. Incluso Hoche, que como presidente debería ayudar o
asistir al orador, permanece en su puesto distanciado y sin reali-
zar comentario alguno. Alzheimer está irritado, puesto que está
acostumbrado a involucrarse en vivos debates. ¿Acaso sus colegas
no le han entendido?
El presidente señala: «Colega Alzheimer, gracias, pues, por su
presentación, obviamente no es necesario comenzar un debate»,
y cede la palabra a los colegas Frank, de Zúrich, y Bezzola, de la
Institución Médica Schloss Hardt, que informarán a la sala «So-
bre los análisis de los síntomas psicotraumáticos».
Puesto que en el congreso también está C. G. Jung, de Zú-
rich, un estrecho colaborador de Sigmund Freud y defensor de
su teoría psicoanalítica, se hablará de nuevo del psicoanálisis
freudiano, cuyo método tanto debate y tanta crítica había susci-
tado en congresos anteriores.
Así, el profesor Gustav Aschaffenburg, de Colonia, en la
31a Reunión Itinerante de los Neurólogos y Psiquiatras del Su-
roeste de Alemania celebrada en mayo, había emitido un juicio
destructor sobre Freud. Su conferencia llevaba por título «Las
implicaciones de la vida sexual en el origen de las enfermedades
nerviosas y afectivas»43, que Aschaffenburg introdujo así:
«La observación nos enseña que el onanismo como tal (en
comparación con el coito) no provoca todas las molestias ner-
viosas, sino que lo que las provoca son en realidad las ideas pre-

198
concebidas unidas a éste, la timidez ante el descubrimiento de la
autoestimulación, así como el hecho en sí del onanismo, la sen-
sación de vergüenza y de reprobación moral».
A continuación Aschaffenburg tomó impulso y comenzó a
criticar: «Aunque la masturbación se vea con buenos ojos» —an-
tes había hablado sobre el efecto tranquilizador que produce
una conversación explícita—, «sin duda es incorrecto coincidir
con Freud y decir que los signos histéricos no aparecen casi
nunca mientras exista masturbación, sino únicamente en la abs-
tinencia».
El sensacional discurso de Aschaffenburg se publica poste-
riormente en la ‘Revista Médica Semanal de Múnich’, donde
continúa: «Con la obra de Freud, durante los últimos años se
ha desplazado toda la vida sexual al primer plano de la inter-
pretación de las neurosis y de un modo extremadamente insi-
dioso».
Cita al propio Freud: «En los típicos casos de neurastenia
existía masturbación regular o bien polución frecuente; en el
caso de la neurosis de ansiedad se trataba de factores como el coi-
tus interruptus (...), factores que parecían tener en común la in-
suficiente exteriorización de la libido generada».
Aschaffenburg continúa en su escrito: «Freud ha llegado
incluso a probar en su obra más reciente el onanismo y la per-
versión sexual hasta en edad de lactancia». Finalmente termina
la publicación de Aschaffenburg: «El médico tiene ante todo la
obligación de no perjudicar nunca, y es imposible evitar por
completo este riesgo con los métodos de Freud».
Alzheimer también había debatido sobre psicoanálisis con
Kraepelin. En la séptima edición del manual de Kraepelin, de
1904, no aparece aún el concepto, pero en la siguiente edición,
la octava, se presentará el psicoanálisis con todo detalle.
Por estar presente en sus clases, Alzheimer conoce la postura
de su jefe respecto a los métodos psicoanalíticos que practican
Freud y sus partidarios, que persiguen «sacar a la luz las ideas
ocultas y reprimidas, sobre todo los recuerdos. El procedimiento
consiste en que el enfermo, tumbado tranquilamente, cuenta
al médico, que está en un lugar donde el paciente no le puede

199
ver, todo lo que se le ocurra en ese momento, principalmente
también sus sueños. Esto lo hace por espacio de una a dos horas.
Estas declaraciones, en cierta medida influidas por las pre-
guntas y comentarios que el médico intercala, continuarán pro-
duciéndose, dependiendo de las circunstancias, incluso durante
años, hasta que se encuentre el complejo que ya se intuía. Tam-
bién se puede recurrir a intentos asociativos para luego realizar
un análisis común, durante una entrevista, de las relaciones sus-
ceptibles o sospechosas de formar parte del complejo.
Es obvio que este proceso tan sumamente insidioso está por
una parte perfectamente indicado para que el médico obtenga una
percepción realmente profunda del alma del enfermo. Por el
contrario, los pocos informes detallados publicados hasta ahora
sobre la clase de procedimiento muestran que las ideas que le pa-
san por la cabeza al médico ejercen sobre el enfermo una in-
fluencia extraordinariamente fuerte y parcial. Finalmente, tam-
bién muestran que para lograr el resultado pretendido se
requiere, a pesar de todo, del arte de la interpretación, que ob-
viamente sólo unos pocos logran practicar. Por lo tanto, el mé-
todo nunca podrá ser válido universalmente, al menos no con los
fines actuales».

El primer orador de la siguiente conferencia conjunta sobre


problemas psicosomáticos es el ya mencionado doctor Frank. Se
pronuncia sobre la crítica hecha al psicoanálisis y señala que
«esta crítica sólo se puede entender si se tiene en cuenta que no
existe una extensa verificación de la doctrina de Freud.
Esto puede que se deba, en parte, a las grandes dificultades
que presenta su método, sobre todo en cuanto al empleo obli-
gado de una gran cantidad de tiempo, sin olvidar la existencia
de ciertos prejuicios. Para un investigador libre de prejuicios, el
hecho de que estos tengan que ver con el ámbito sexual no
debe impedir la aplicación de un método por razones éticas, un
método que nos permita vislumbrar el origen, desarrollo y po-
sibilidad de curación de toda una gama de psiconeurosis de
las que hasta ahora sólo hemos sido y somos meros especta-
dores».

200
Tras estas palabras introductorias, Frank presenta a dos pa-
cientes con los que quiere documentar sus hipótesis. En uno de
los casos señala que «no es la excitación sexual temprana la que
provoca la enfermedad, sino la interpretación que de ella hace el
individuo». Lo que se dice a continuación nos ayuda a com-
prender la intensidad del debate que surgió posteriormente:
«La señora Z., nacida en 1857, experimentó a los 10 años
una excitación sexual al escuchar un acto de cohabitación de sus
padres, con quienes compartía alcoba. Desde entonces se mas-
turbaba regularmente hasta el matrimonio, con 24 años; no sabía
lo que hacía; decía que era lo correcto, nunca la habían instruido
en el terreno sexual.
Tuvo un hijo a los 25 y otro a los 26 años. Luego visitó un
gabinete de figuras de cera, donde vio representados los pecados
más ocultos y secretos, entre ellos las consecuencias de la autoes-
timulación. Se asustó muchísimo y se desmayó. Desde ese mo-
mento en adelante se torturaba con pensamientos sobre sus mas-
turbaciones, empezó a pasar un miedo que crecía más y más,
sobre todo durante el siguiente embarazo; creyó que el niño no
podría estar bien en un órgano podrido, tras el parto percibió un
hedor a podrido procedente de su órgano sexual (...)».
El resto de casos también da pie a un intenso debate. El
orador señala la importancia del psicoanálisis en casos de per-
versiones sexuales que se asemejan a las del paciente de Alzhei-
mer Oskar M.: al descubrir el complejo causante de la perver-
sión, Frank logra observar en un hombre de 22 años todo el
proceso que dio origen a su fetichismo por los zapatos.
«La enfermedad tiene su origen por una casualidad aconte-
cida cuando el paciente tenía entre 5 y 6 años. Durante un mo-
mento de excitación sexual, la vista del muchacho cayó sobre los
zapatos de una niña que en ese momento había entrado en la ha-
bitación y se había sentado en un taburete. Este complejo, ori-
ginado tal y como se ha descrito, no se manifestó hasta los 12
años, en el colegio y en forma de una idea asociativa, a la vez que
se despertaba en él un incipiente instinto sexual. La extrema
frecuencia de las asociaciones evitaba que se produjeran mo-
mentos de excitación sexual normales.

201
Hasta que tuvo lugar su iniciación sexual, tanto los zapatos
de las niñas como los de los chicos tenían el mismo efecto exci-
tante; posteriormente, sólo le estimulaban los zapatos femeninos
y finalmente, ya sólo los elegantes zapatos de las damas. El pa-
ciente sufría de manera extraordinaria, era extremadamente des-
graciado. Mediante un tratamiento sugestivo de una hipnosis
leve, se logró reducir notablemente las excitaciones patológicas
para dar lugar a excitaciones normales, que fueron ganando cada
vez más terreno. El paciente es más feliz, está más contento con
su trabajo y comprender el origen de su mal le tranquiliza.
El segundo orador, Bezzola, pasa a describir una modifica-
ción del proceso de Freud-Breuer, al que denomina psicosíntesis,
y llega a la conclusión de que la solución de los estados psico-
neuróticos pasa por la reconstrucción del o de los fenómenos que
los causan:
«A este proceso bien se le puede denominar psicosíntesis o
traumatosíntesis para indicar que, uniendo bajo control médico
fragmentos despedazados de una experiencia identificada de for-
ma primaria, esta misma experiencia se puede luego identificar
de forma secundaria».
Tras estas dos presentaciones se enciende un animado deba-
te. Hoche, aunque obligado a mantener cierta neutralidad por
ser el presidente, reacciona con rechazo:
«Los señores ponentes quizá tengan la impresión de que
sólo la falta de tiempo ha podido motivar el incompleto desa-
rrollo de todas sus demostraciones; me creo en disposición de de-
cir que, aun contando con toda la libertad posible en este senti-
do, no habrían logrado convencer a la mayoría de los aquí
presentes. No se trata en absoluto de una reprobación ética con-
tra las posiciones de Freud; al contrario, no obedece a senti-
mientos lo que a la mayoría de nosotros nos disgusta de las ge-
neralizaciones del ‘método freudiano’, sino a frías consideraciones
racionales; tampoco dudaríamos en esforzarnos más si hubiéra-
mos sido mejor convencidos.
Seguro que hay mucho de bueno y de nuevo en la teoría de
Freud sobre el psicoanálisis de la histeria, entre otras enferme-
dades; pero lamentablemente lo bueno no es nuevo y lo nuevo

202
no es bueno. Que la eficacia médico-terapéutica se ve favorecida
al analizar con mayor profundidad los fenómenos psíquicos y al
ocuparse de un modo más intensivo de la individualidad especial
de cada caso; y que una concienciación sobre las ideas latentes y
opresivas del enfermo, así como verbalizar allí donde haya razo-
namiento, sólo puede traer consigo efectos beneficiosos para los
pacientes; y que, además, todo ello pueda significar efectiva-
mente una solución para los enfermos, todo esto, como digo, no
es nuevo. Pero que, con la frecuencia asumida por Freud y otros,
los momentos sexuales específicos deban tener el papel protago-
nista, eso... eso no es bueno.
Así pues, ¿qué es lo que hemos escuchado hoy aquí? Que hay
médicos que, dedicándose intensamente y con mucho interés y
energía a la psicoterapia, han logrado eliminar, mediante la su-
gestión, una gama de estados subjetivos que atormentan al suje-
to. Ya sabemos desde hace tiempo que esto es posible, y para ello
no hace falta colgarle ninguna etiqueta de un ‘método’ especial
que ahora aparece con la pretensión de ser algo totalmente nue-
vo y relevante.
Aquel que lea de manera imparcial los «fragmentos de un
análisis de histeria» freudianos no dejará de negar con la cabeza
mostrando su desacuerdo; yo por mi parte debo decir que me re-
sulta inconcebible que alguien pueda tomarse en serio los pen-
samientos ahí expresados; y aún entiendo menos que se nos
diga, a nosotros los escépticos, que no tenemos derecho alguno a
hablar de ello mientras no hayamos empleado este ‘método’; y es
que hay cosas en las que un reproche de este tipo pierde su efi-
cacia, puesto que consideramos todas las premisas completa-
mente nulas; por ello me parece incluso cómico que, como ha
sucedido en debates privados, el rechazo que existe a las ideas de
Freud sea comparado con la oposición que mostraban los con-
temporáneos de Copérnico a sus ideas.
Todo este movimiento es perfectamente comprensible para
aquellos que tienen unas miras históricas más amplias; es parte
de una corriente más extendida hacia lo místico que se nutre de
la tediosa reiteración de los puntos de vista anatómico-materia-
listas. Este vaivén del péndulo tampoco es duradero y la mayoría

203
de nosotros acabaremos sobreviviendo a estas cosas. Pero entre-
tanto queremos decir que no necesariamente somos anticuados o
malévolos por no querer participar en lo que consideramos una
moda, y de hecho una moda negativa, que, dicho sea de paso,
está llena de peligros de todo tipo en lo que se refiere a la clase
médica».
Entonces Jung ya no aguanta más:
«La teoría de la histeria de Freud no puede ser calificada de
sin sentido así como así. La sexualidad es de máxima trascen-
dencia en todos los sentidos. Por eso no es imposible que mu-
chos casos de histeria se puedan reducir a traumas sexuales. No
se puede afirmar de buenas a primeras, sin haber empleado el
psicoanálisis, que Freud no tiene razón. Tampoco se puede de-
clarar inútil el método del psicoanálsis sin más; primero habrá
que demostrarlo».
Max Isserlin, médico asistente con Kraepelin, objeta:
«Los experimentos de verificación realizados por Jung en
forma de asociaciones demuestran que las ideas impregnadas
de sentimientos ejercen una influencia que prolonga el tiempo de
reacción; sin embargo, dichos experimentos no ofrecieron datos
que permitiesen unificar estos complejos dentro de la teoría
freudiana. Más bien al contrario, lo que sí se pudo demostrar fue
el carácter marcadamente emocional de varias de las ideas, tal y
como corresponde a la emotividad del carácter histérico. Tam-
poco Jung ha podido corroborar su afirmación de que son pre-
cisamente las asociaciones del complejo impregnadas de senti-
mientos las que se olvidan con mayor facilidad (una afirmación
que fue interpretada según la teoría de la represión de Freud)».
Tras otras contribuciones al debate, Gaupp procura interve-
nir de modo conciliador:
«Quiero creer que el punto de vista de Hoche es demasiado
radical. A pesar de que yo lucho contra los excesos de la doctrina
freudiana, también quiero advertir de que no se debe rechazar de
pleno todo el psicoanálisis tildándolo de reprobable o sin valor
alguno. Sobre todo Bleuler y su escuela [Burghölzli en Zúrich]
tienen derecho a una verificación de las exploraciones obtenidas
con sus experimentos completamente libre de prejuicios; no me

204
parece admisible, tras los trabajos de Jung y otros, mantener un
prejuicio dogmático contra el psicoanálisis teórico y práctico. Por
supuesto que será necesario mucho tacto y la atención crítica
más extrema».
La siguiente conferencia de Hoppe, de Pfullingen, es la últi-
ma antes del descanso. Hoppe habla con mucha profesionalidad
sobre la responsabilidad penal de los enfermos internos en las clí-
nicas, pero a veces le cuesta trabajo hacerse oír debido al debate
anterior. Al igual que sucede tras la presentación de Alzheimer,
tras ésta no tiene lugar debate alguno. Todos los presentes se di-
rigen a la salida y siguen debatiendo en el vestíbulo las escanda-
losas reflexiones de los colegas Frank y Bezzola.

La prensa local informa con mucho detalle acerca del con-


greso y de los controvertidos debates que en él tienen lugar. El
diario Die Tübinger Chronik del 5 de noviembre se ocupa de la
reunión de psiquiatras en la sección titulada «Del campo y de
la ciudad»:
«En la tarde del sábado, a las 15.00 horas, empezaron en el
aula del Hospital Clínico Psiquiátrico las sesiones de la 37a Reu-
nión de Psiquiatras del Suroeste de Alemania, que cuenta con
aproximadamente 90 participantes. Para comenzar, el anterior
director del hospital clínico, el profesor Wollenberg-Strassburg,
da la bienvenida a los asistentes; durante la lectura de las perso-
nas fallecidas a lo largo del año lamenta especialmente la pérdida,
en abril de este año, de quien hasta ese momento había presidi-
do las reuniones, el profesor Carl Fürstner, de Estrasburgo, que
había sobresalido especialmente en el campo de la neurología pa-
tológica como investigador, perito, profesor y médico con igual
relevancia, siempre dedicado a la verificación de los hechos tan-
to en su investigación como en su actividad profesional, con
exactitud y claridad, un auténtico psiquiatra en el mejor de los
sentidos. La ciencia, como también esta reunión, ha sufrido una
tremenda pérdida con su muerte. Todos los asistentes se ponen
de pie, honrando así su memoria.
Tras el visto bueno del presidente y del secretario para de-
clarar inaugurada la reunión, que se extenderá durante todo el

205
sábado y el domingo, el profesor Bürker, de Tubinga, pronuncia
la primera conferencia, titulada «De la termodinámica del mús-
culo», donde se plantea la cuestión de cuánto material combus-
tible emplea la maquinaria de la musculatura.
El profesor Alzheimer, de Múnich, informa sobre un proce-
so patológico grave y particular que provocó, a lo largo de cuatro
años y medio, una considerable pérdida de neuronas.
El doctor Frank de Zúrich y el doctor Bezzola de Schloss
Hardt presentan con exhaustividad siete cuadros clínicos para
demostrar el valor que tiene el desahogo de las sensaciones de an-
gustia mediante el sueño hipnótico para reconstruir las causas
que las originaron; la causa de otras enfermedades melancólicas
posteriores podría encontrarse en muchos de los sentimientos de
pavor sufridos en los primeros años de la infancia.
La mayoría de los participantes en la reunión ve en la teoría
y en las publicaciones del doctor Freud una incursión demasiado
atrevida en la psique de los confiados pacientes, opinión que ex-
presó en voz alta el presidente; según él, la larga repercusión de
los traumas sufridos (lesiones traumáticas del alma) no es nada
nuevo y lo más importante continúa siendo la predisposición ge-
neral. La antigua visión hipocrática de que la histeria deriva de la
sexualidad como única fuente sería errónea. Finalmente un par-
ticipante en el debate, proveniente de Zúrich, interviene viva-
mente a favor de un juicio más justo del doctor Freud, sobre
quien nadie puede demostrar que no tenga razón»44.

Tras las huellas de la misteriosa enfermedad

Al año siguiente, en 1907, se produce un cambio radical. A


pesar de que no hubo debate posterior y de «resultar inapropia-
da para una ponencia breve», tal y como figura en el acta de la
reunión, la conferencia pronunciada por Alzheimer en Tubinga
un año antes se publica en la ‘Revista General de Psiquiatría y
Medicina Psiquiátrico-forense’ como segunda contribución a la
sección «Reuniones de asociaciones psiquiátricas» con el título
«Sobre una enfermedad peculiar de la corteza cerebral».

206
Portada de la ‘Revista General de Psiquiatría y Medicina
Psiquiátrico-forense’ que incluye la primera publicación de Alzheimer
sobre Auguste D.

La conferencia se transcribe de forma íntegra. Esta publica-


ción, sin apenas trascendencia en 1907, es citada en numerosas
ocasiones unos 70 años más tarde, contribuyendo así a que el
término médico «Alzheimer» se asocie a un caso clínico, preci-
samente el de Auguste D., estudiado por Alzheimer con tanto es-
mero en la Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos de
Francfort del Meno.
Alzheimer decide publicar más adelante y con mucha más
profundidad otros casos de demencia presenil aún pendientes de

207
ingresar en la institución. Así, pone el caso de Auguste D. en
manos de su colaborador, Gaetano Perusini, para que éste con-
tinúe con la investigación y le pide que preste especial atención a
nuevos ingresos de pacientes más bien jóvenes en estado de de-
sorientación.
La ocasión se presenta el 9 de marzo de 1907. La paciente, la
señora B. A., había perdido la memoria a la edad de 60 años, en
el momento de su ingreso tiene 65. En el hospital presenta eu-
foria y enajenación mental, repite de forma obcecada e incon-
trolable algunas palabras que se asemejan a expresiones infantiles
y muestra signos de parafasia, es decir, es incapaz de construir a
partir de sílabas correctas una palabra ni frases compuestas.
Si se le muestra un objeto, la paciente se limita a repetir so-
nidos infantiles; además utiliza expresiones como «moquero»
en lugar de pañuelo y reproduce una y otra vez el mismo dis-
curso.
En ocasiones la paciente realiza movimientos peculiares
acompañados de chasquidos y le tira besos al médico. Dos se-
manas más tarde, el 24 de marzo, se produce el fallecimiento.
Alzheimer ordena realizar la autopsia y recomienda utilizar dos
métodos de tinción completamente nuevos para analizar el ce-
rebro, gracias a los cuales se obtienen imágenes impresionantes,
sobre las que Perusini anota: «Basta una ligera ampliación para
que las placas se vean con la máxima claridad»45.
El secretario de la Audiencia Provincial, Sch. L., que rebasa
los 60 años y también fallece en 1907, es examinado en profun-
didad, ya que también él presenta signos de demencia a una
edad relativamente temprana. El 20 de junio de 1904 es trasla-
dado a la Institución Psiquiátrica de Karthausbrüll; su compor-
tamiento patológico es cada vez más frecuente. Así, habla todo el
tiempo con el presidente de su tribunal y él mismo dirige sesio-
nes en las que casi siempre condena a muerte a los acusados y
ordena expulsar a alguna que otra persona del público. En oca-
siones conversa con antiguos amoríos y llama «puta» a otra
paciente.
El 21 de septiembre de 1907 ingresa el cestero R. M., de 45
años de edad. En su caso se había detectado a partir de los 40

208
años un trastorno mental progresivo lento, con predominio de
un déficit de memoria que, con el paso del tiempo, se transfor-
mó en una grave dismnesia acompañada de una desorientación
temporoespacial absoluta y de una deficiencia mental creciente,
así como de dificultades para designar las cosas correctamente.
Según Perusini, «desde hacía algún tiempo no podía retener
la orina, con lo cual se orinaba en la habitación y en los panta-
lones» y decía cosas como: «Ya no puedo alimentaros, lo mejor
será que me meta al agua para que al menos estéis solos». Tam-
poco era capaz de resolver cálculos sencillos:
¿2 × 6?
14.
¿3 × 6?
Eso tendría que escribirlo, ¡qué burro!
A la pregunta de «¿Cómo se llama el emperador alemán?»
respondía «Ahora no caigo»; a la de quién era el príncipe regen-
te de Baviera contestaba «Leopold» en lugar de Luitpold.
El 3 de abril de 1908 el paciente fallece y su cerebro también
es examinado. En las anotaciones sobre este caso, Perusini y
Alzheimer constatan: «También en lo que respecta a las placas,
los particulares cambios neurofibrilares y su frecuencia de apari-
ción sólo nos es posible repetir las descripciones ya realizadas».

Así pues, Alzheimer y Perusini suman cuatro casos que pre-


tenden publicar tras su correspondiente revisión: Auguste D., de
51 años, esposa de un funcionario de la Administración de Fe-
rrocarriles; R. M., de 45 años, cestero; la señora B. A., de 65
años, que perdió la memoria a los 60, y finalmente Sch. L., de
63 años, secretario de la Audiencia Provincial.
La publicación, lista en diciembre de 1908, aparece en 1909
en la colección ‘Trabajos histológicos e histopatológicos sobre la
corteza cerebral con especial atención a la anatomía patológica de
las enfermedades mentales’ (Histologische und Histopathologis-
che Arbeiten über die Grosshirnrinde mit besonderer Berücksichti-
gung der pathologischen Anatomie der Geisteskrankheiten) y lleva
por título «Sobre enfermedades psíquicas en edades avanzadas
con peculiaridades clínicas e histológicas». Perusini figura como

209
N.o 2 (arriba a la izquierda del centro): placa de Auguste D.

único autor; los editores de la colección son Franz Nissl y Alois


Alzheimer.
Perusini comienza el artículo diciendo: «Por iniciativa del
doctor Alzheimer he investigado los cuatro casos siguientes, ca-
racterizados por unos rasgos comunes de tipo clínico y, en espe-
cial, anatomopatológico». Como caso número uno se presenta el
de Auguste D., de 51 años y medio, esposa de un funcionario de
la Administración de Ferrocarriles; por primera vez aparece la
inicial del apellido junto al nombre completo de «Auguste».
Los otros tres casos se describen con el mismo detalle e ilus-
traciones igualmente sorprendentes. En el resumen, Perusini
concluye que en los cuatro casos «se constata un diagnóstico
principal común, esto es, una alteración peculiar de las fibrillas
de las células ganglionares y la formación de unas placas también
peculiares, fenómenos ambos que aparecen en los cuatro casos en
proporciones prácticamente iguales y de la misma forma».

210
Kraepelin ya conoce esta publicación con todo detalle, así
como los diálogos mantenidos con los enfermos cuando revisa el
capítulo VIII titulado «La afrenia en la edad involutiva» de su
manual, cuya edición más reciente data del año 1904.
Tal y como ya le había comunicado su editor, Johann Am-
brosius Barth, a comienzos de 1907 en Leipzig, la necesidad de
una nueva edición era urgente debido a la gran demanda. Krae-
pelin por tanto se pone manos a la obra para revisar minuciosa-
mente lo que será la octava edición de su Manual para estu-
diantes y médicos. Tanto la creciente ampliación del ámbito de las
disciplinas psiquiátricas como el exceso de trabajo generado por
el ejercicio de su profesión obligan a Kraepelin a publicar ini-
cialmente por separado el primer volumen, dedicado a la Psi-
quiatría general.
Así, en 1908, Alzheimer, siempre al corriente de la actividad
de su jefe, se prepara para un largo periodo de sustitución, que
en efecto habrá de realizar entre el 11 de marzo y el 27 de abril
de 1908. Durante ese tiempo Kraepelin se retira a Murnau jun-
to con su hija mayor, también médico, para poder trabajar con
tranquilidad. Allí dispone de una casa de campo cedida por
unos amigos. Así lo recuerda en sus memorias:
«Allí trabajábamos regularmente, desde temprano a las 8
hasta la 1; después del almuerzo y con independencia del tiempo
que hiciera, casi siempre entre una gruesa capa de nieve, dába-
mos un paseo de dos horas, descansábamos un poco y seguíamos
trabajando hasta cerca de las 10. Además de estudiar Medicina,
mi hija se dedicaba a realizar un estudio impulsado por mí sobre
prácticas de tiro en la Escuela Militar del campamento de Lech-
feld. Se trataba de determinar la influencia que ejerce en la pun-
tería la ingesta de cantidades moderadas de alcohol, objetivo
que logramos con éxito».
El propio Kraepelin se oponía explícitamente al consumo de
alcohol. En el hospital clínico de Múnich ordenó su estricta
prohibición tras haberlo ensalzado previamente como medica-
mento para tranquilizar a pacientes agitados. A partir de en-
tonces se suministró a los enfermos en su lugar una limonada
inventada por él mismo llamada «espumoso Kraepelin». Además,

211
en todas sus conferencias públicas Kraepelin exigía la creación de
sanatorios para alcohólicos, demanda que fracasó ante la resis-
tencia del Ministerio del Interior.
Junto con el trabajo de revisión del libro, a Kraepelin le en-
cantaba apuntarse a viajes improvisados, incluso a destinos lejanos,
lo cual prolonga considerablemente el periodo en que Alzheimer
debe sustituirle:
«Una noche me llegó de Estados Unidos un telegrama total-
mente inesperado que requería mi presencia para una consulta.
Resultó que debía viajar a la ciudad de Santa Bárbara, en la cos-
ta californiana del Pacífico. Si bien apenas disponía de tiempo
dada la urgencia de revisar mi libro, finalmente decidí aceptar el
llamamiento (…). Como tuve que limitar al máximo toda la es-
tancia regresé al cabo de siete semanas y media, durante las cua-
les recorrí un promedio de 600 kilómetros diarios»46.
El método de trabajo de Kraepelin resulta muy efectivo:
«Dado que quería revisar toda la Psiquiatría, naturalmente no me
fue posible consultar decenas de miles de historiales, sino que
tuve que conformarme con las breves descripciones contenidas en
mis fichas. Sobre todo era imposible rastrear el destino individual
de todos aquellos pacientes. Por lo tanto, quedaron grandes hue-
cos por todas partes que, de haber sido cubiertos, sin duda ha-
brían contribuido a enriquecer considerablemente el trabajo.
He aquí la tarea más importante de cara al futuro. Pronto se
acallarán las habladurías sobre la inutilidad de la Psiquiatría clí-
nica si se hace el esfuerzo de estudiar minuciosamente series
completas de observaciones médicas de una extensión conside-
rable.
En cuanto me hacía una idea del contenido de los casos dis-
ponibles según el método expuesto, pasaba a describirlos. Con
ayuda de lápices de colores destacaba tanto en los extractos de
trabajos ajenos como en mi propia recopilación de observaciones
los detalles referidos a las causas, los signos clínicos, el desarrollo
y fin de la enfermedad, sus rasgos anatomopatológicos y el tra-
tamiento, para luego elaborar un breve esquema de todas las
cuestiones que se debían tratar como punto de partida para el
posterior desarrollo de los distintos apartados.

212
Cuando no bastaba con informar sobre experiencias ajenas,
me atenía al máximo a mis propias observaciones, sin fiarme de
impresiones generales. Así, puedo afirmar que cualquier detalle
de mis descripciones se desprende directamente de la realidad, es
decir, que sólo está bajo la influencia de los fallos que obedecen
a la propia naturaleza de la observación y la interpretación».
Una de estas fichas y formularios de diagnóstico es la que des-
cribe el caso de Auguste D.
Debido al manual, a los planes de construir una casa y a los
múltiples viajes de Kraepelin («como consideré necesario dedi-
carme a construir una casa de campo en Pollenza, aproveché
para viajar allí rápidamente»), a lo largo de 1908 Alzheimer
tuvo que sustituirle tres veces más: del 27 de julio al 16 de sep-
tiembre, del 1 al 20 de octubre y del 23 de diciembre al 6 de
enero de 1909.
Kraepelin cumple el plazo de entrega: el 28 de febrero de
1909 el primer volumen, la Psiquiatría general, está listo para ser
distribuido a las librerías. Sin embargo, la parte verdaderamente
importante, el segundo volumen dedicado a la Psiquiatría clíni-
ca, no se publicará hasta el 15 de julio de 191047.
También en esta ocasión vuelve a ser Alzheimer quien está
permanentemente en el hospital clínico; el periodo que corres-
ponde a esta sustitución figura en su expediente personal y com-
prende del 12 de marzo al 1 de abril de 1909; no obstante, se
puede afirmar que Kraepelin trabajó durante todo el año 1909 e
incluso hasta la primavera de 1910 ininterrumpidamente en el
segundo volumen, y que fue Alzheimer quien le sustituyó. Kra-
epelin, pues, expresa a Alzheimer su agradecimiento en el último
párrafo del prólogo con fecha del 15 de julio de 1910:
«Debo hacer constar con especial satisfacción el apoyo in-
cansable de mi fiel colaborador durante años, el profesor Alz-
heimer, que me permitió incorporar a mis descripciones textos e
imágenes de los resultados anatomopatológicos de relevancia
clínica».
No obstante, Kraepelin también muestra a Alzheimer su re-
conocimiento por otra vía, que consiste en ampliar el capítulo
VII, dedicado a la «Afrenia senil y presenil».

213
Así, en el índice, después de «Atrofia cerebral senil» aparece
el concepto «Enfermedad de Alzheimer». Bajo este título en la
página 624 se lee lo siguiente: «Alzheimer ha descrito un con-
junto peculiar de casos que presentan graves alteraciones celula-
res».
Estos casos son el de Auguste D., publicado inicialmente
por Alzheimer en 1907 y en una segunda ocasión por Perusini
en 1909, los otros tres casos de Perusini y los casos aislados de
Bonfiglio y Sartechi.

Al redactar el texto Kraepelin se acuerda además del pacien-


te Johann F., quien a los 59 años también se ajusta al cuadro de
senium praecox. La última vez que coinciden es en el marco
de unas exhaustivas visitas realizadas el 31 de mayo de 1910,
durante las cuales el paciente presenta una acentuada activi-
dad psicomotora incesante.
Los pronósticos no son favorables. Hay que contar con su fa-
llecimiento en un futuro no demasiado lejano. F. es paciente
del hospital clínico psiquiátrico desde el 12 de noviembre de
1907. Aproximadamente seis meses antes del ingreso comienza a
perder la memoria, no se orienta, es incapaz de hacer pequeños
encargos o los resuelve torpemente, está siempre en medio, no se
preocupa por comer, pero lo hace con avidez cuando se le pone
algo delante. Ya no puede comprar, ha dejado de asearse y acaba
siendo ingresado a través de los servicios sociales.
Al igual que hizo con Auguste D. y muchos otros pacientes,
Alzheimer reconoce exhaustivamente al jornalero Johann F. Para
ello, el 20 de septiembre de 1907 se acerca a su cama y le pre-
gunta:
—¿De qué color es la sangre?
—Roja.
—¿Y la nieve?
—Blanca.
—¿La leche?
—Buena.
—¿El hollín?
—No hay respuesta.

214
Johann F. cuenta hasta diez correctamente, enumera los días
de la semana y los meses, reza el padre nuestro hasta la mitad,
pero es incapaz de seguir.
—¿2 × 2?
—4.
—¿2 × 3?
—6.
—¿6 × 6?
—6.
Lee la hora del reloj y es capaz de desabotonarse la bata. Se
lleva un puro a la boca, enciende una cerilla, prende el puro y
fuma, todo en el orden correcto. Coge unas monedas con la
mano, las examina por todas partes y dice:
—Esto es, esto es, tenemos esto.
—Alzheimer continúa preguntando:
—¿Cuántas patas tiene un ternero?
—Cuatro.
—¿Y una persona?
—Dos.
—¿Dónde viven los peces?
—¿En el bosque, en los árboles?
Alzheimer repite sacudiendo la cabeza:
—¿En el bosque, en los árboles?
El 8 de octubre de 1907, cuando se le pide a Johann F. que
escriba, éste no coge el lápiz, sino una caja de cerillas y trata de
escribir.
El 12 de junio de 1908, mientras le es permitido, el enfer-
mo se dirige al jardín sin entretenerse, a un ritmo rápido a pe-
sar de estar completamente bañado en sudor, recorriendo siem-
pre un camino circular mientras enrolla continuamente los
largos delanteros de su bata y los junta de forma convulsiva. En
la cama hace lo mismo con la manta. Cuando se le pincha
con la aguja o le hacen cosquillas en la planta del pie tarda mu-
cho en reaccionar, pero acaba queriendo pegar al médico, con
quien ya no intercambia palabra alguna. El 3 de octubre de
1910 el jornalero Johann F. muere a la edad de 59 años víctima
de una pulmonía.

215
Dado que este paciente, sin duda otro caso de demencia
presenil, fallece después de la publicación del libro, Kraepelin
sólo puede aprovechar la parte clínica; sin embargo, en 1911 Alz-
heimer redactará una publicación exhaustiva al respecto48.
De este modo, a partir de la enorme experiencia de Kraepe-
lin por un lado y su práctica clínica por otro surge finalmente el
texto definitivo considerado la fuente que da nombre a una de
las enfermedades más relevantes y cada vez más conocidas de la
historia de la Medicina.
Kraepelin logra exponer magistralmente los síntomas de la
demencia presenil: «Alzheimer ha descrito un conjunto peculiar
de casos que presentan graves alteraciones celulares. Se trata del
lento desarrollo de una larga enfermedad mental de extrema
gravedad que presenta signos difusos de encefalopatía orgánica.
A lo largo de los años los enfermos sufren retraso mental,
mnemastenia y déficit cognitivo, confusión, desconcierto, deso-
rientación, no reconocen a las personas y regalan sus cosas. Más
adelante desarrollan cierta agitación, no dejan de parlotear, ha-
blan entre dientes, cantan y ríen, corretean, toquetean las cosas,
las frotan, las pellizcan y descuidan su aseo personal. Son fre-
cuentes los signos de trastornos asimbólicos y apráxicos; los en-
fermos no entienden ninguna orden ni gesto, no reconocen ob-
jetos ni imágenes, son incapaces de ejecutar acciones ordenadas,
no imitan ni hacen un movimiento defensivo cuando se les
amenaza, si bien los pinchazos de una aguja les resultan muy de-
sagradables.
En especial los trastornos del lenguaje son muy agudos. Los
enfermos bien pueden emitir palabras o frases sueltas de forma
comprensible, pero por lo general producen un parloteo total-
mente absurdo, en el que destaca la repetición múltiple y acom-
pasada de las mismas sílabas átonas (…); al parecer se trata de
una forma especial de «fijación». Tal vez la siguiente transcrip-
ción dé una idea de este trastorno:
‘No bueno, bueno, bébetelo tú, no dulce, dulce. Los jarapos,
jarapos han, todos han roto todos todos rot rotos, tirar hen hen
todos agua. Esa ha dicho debes el el también he ahí no no vienen
tus prisa no arriba por favor mi madre madre niños niños señor

216
diososo ahora también pero no he hecho nada no no corazón co-
razón corazón nuevouevnuev año año…’.
En este fragmento es posible reconocer al menos la mayoría
de palabras e incluso cierto contexto en alguna que otra secuen-
cia. Sin embargo, este parloteo va diluyéndose en una sucesión
totalmente incomprensible de sílabas fijas. En uno de mis in-
tentos, si bien logrado con gran imperfección, por transcribir
algo de estas expresiones lingüísticas obtuve los siguientes frag-
mentos, emitidos en una rápida secuencia rítmica:
‘Un a so säs sa sa sa sa schosche schosche schosche da da da
awä olse ru dis so so so so ro hab man o rä so sä sä sä sä so sa sa
sa sa so geht’s tät so so schä du ta teu schä schä schaä a ra wa ra
se schä schä schä schä…’.
Finalmente los enfermos enmudecen por completo, sólo en
estados de agitación emiten palabras aisladas comprensibles o
grupos de sílabas sin sentido. Son completamente incapaces de
escribir. Al mismo tiempo se alcanza el mayor grado imaginable
de afrenia. Puede que los enfermos aún levanten la mirada cuan-
do uno se dirige a ellos, sonríen ocasionalmente, pero ya no en-
tienden ni una palabra ni gesto facial, no reconocen a sus pa-
rientes más próximos y sólo responden a ataques corporales
inmediatos con gestos de enfado y sílabas fijas proferidas apre-
suradamente, con las que todavía se mezcla de cuando en cuan-
do algún insulto comprensible.
Los enfermos son incapaces de comer solos y de ocuparse de
sí mismos, se llevan a la boca todo lo que se les pone en la
mano y chupan los objetos que se les acercan. A veces se mues-
tran agitados y también temerosos.
En el ámbito físico se observan espasmos musculares más o
menos intensos, sobre todo en las piernas, debilidad generaliza-
da, deambulación a pasos cortos y titubeantes, pero por lo ge-
neral no se detectan signos focales excepto los trastornos asim-
bólicos, apráxicos y parafásicos. Muchos de mis pacientes
sufrieron crisis epileptiformes aisladas. Puede que la reacción
pupilar disminuya ligeramente, así como la sensibilidad cutánea,
en tanto en cuanto es posible examinarlas dada la afrenia de los
pacientes; en ocasiones se observan signos de arterioesclerosis.

217
Al parecer el estadio final aquí descrito puede prolongarse
durante una larga serie de años, bien inalterado o bien con un
empeoramiento muy lento. En los casos examinados por mí el
fallecimiento se debió a enfermedades surgidas aleatoriamente.
Según las descripciones de Alzheimer, el resultado de la autopsia
revela alteraciones coincidentes en cierta medida con las formas
más graves de atrofia senil.
Las drusas [sedimentación proteínica anormal] eran tre-
mendamente numerosas, y casi un tercio de las células corticales
[neuronas de la corteza cerebral] estaban muertas. Su lugar lo
ocupaban extraños ovillos de fascículos fibrilares de tinción in-
tensa como resto evidente del citosoma destruido. Las figuras
143a, b y c de la tercera capa de la corteza del lóbulo frontal re-
producen estas imágenes. La glía mostraba excrecencias extendi-
das que eran especialmente intensas alrededor de las drusas. En
los vasos sanguíneos sólo se detectaron signos de excrecencias le-
ves de manera excepcional y, por el contrario, un exceso de pro-
cesos involutivos.
Por el momento la interpretación clínica de esta Enfermedad
de Alzheimer aún no está clara. Si bien el diagnóstico anatómico
permitiría asumir que se trata de una forma de demencia senil
especialmente grave, esto se contradice en cierto modo con la cir-
cunstancia de que, en algunos casos, la enfermedad se ha mani-
festado ya al finalizar la década de los 40 años de edad. Por lo
tanto, en estos casos habría que partir como mínimo de un se-
nium praecox, a menos que se trate de un proceso patológico pe-
culiar más o menos independiente de la edad.
En cualquier caso, el cuadro clínico de afrenia extremada-
mente grave, trastornos lingüísticos agudos, signos espásticos y
crisis difiere definitivamente de la presbiofrenia, al menos tal
y como ésta suele acompañar las alteraciones corticales pura-
mente seniles. Es posible que exista relación con algún que otro
cuadro de patología presenil de los descritos anteriormente»49.

A pesar de lo detallada que ya entonces resulta la descripción,


en ese momento el tratamiento de la demencia senil y, por tanto,
también de la presenil, no deja un amplio margen de actua-

218
ción. Así, lo máximo que se puede hacer se reduce a «un esme-
rado cuidado corporal y control de los enfermos, con frecuencia
débiles y decrépitos; la supervisión de su modo de vida, espe-
cialmente de la alimentación y la digestión; combatir el miedo
con pequeñas dosis de opio y el insomnio mediante los baños, li-
geras envolturas y el suministro ocasional de paraldehido y Ve-
ronal.
En estados de agitación delirante están más indicados la
cama acolchada o el baño prolongado, así como la alimenta-
ción por sonda con o sin adición de calmantes». Al final del
capítulo Kraepelin apunta que «en el caso de una deficiencia
mental sin periodos de agitación el internamiento es de todo
punto innecesario y ha de sustituirse completamente por el
cuidado en el seno de la familia o en un centro de asistencia
social».
El legendario somnífero Veronal se comercializa en 1909. A
Auguste D. ya no le da tiempo a utilizarlo, pero Kraepelin se da
cuenta rápidamente de la utilidad de este medicamento, sobre
todo en el caso de enfermos muy agitados. El Veronal lo fabrica
la empresa Merck, situada en Darmstadt. Al parecer fueron Fis-
cher y Mering quienes desarrollaron el medicamento y, en el
transcurso de un congreso celebrado en Verona, decidieron lla-
marlo «Veronal». El luminal, un fenobarbital también muy co-
nocido, se desarrolla en 1912.
La historia clínica de Auguste D., en la que se basa toda la
investigación sobre la enfermedad de Alzheimer, no se descubre
hasta 1995. El periódico Frankfurter Rundschau, en su edición
del 4 de junio de 1997, escribe al respecto: «Maurer, Volk y
Gerbaldo habían pasado dos años en el Instituto de Historia
Local, el Archivo Estatal de Hesse y el archivo de la sección de
Psiquiatría del Hospital Clínico Universitario buscando en vano,
si bien de forma sistemática, historiales de pacientes que coinci-
diesen con las iniciales ya conocidas. Así salieron a la luz doce casos
con las iniciales «A. D.», pero ninguno se ajustaba a la descrip-
ción de Alzheimer. Sin embargo, el azar jugó a su favor: cuando
los médicos reanudaron la búsqueda en diciembre de 1995 tro-
pezaron con el importantísimo historial, que estaba archivado en

219
el sótano de la clínica bajo un año totalmente erróneo, junto con
la documentación de los pacientes ingresados a partir de 1920»50.

Despedida de Múnich

En otoño de 1906, una vez su predecesor, Robert Gaupp,


obtiene una cátedra en Tubinga, Alzheimer se convierte en jefe
clínico principal del hospital clínico de Kraepelin.
Kraepelin le promete que podrá dimitir tras un periodo pru-
dencial: «Durante los próximos años me esforzaré en encontrar a
alguien que pueda ocupar su puesto». Lo cierto es que ese «pe-
riodo prudencial» abarca ni más ni menos que tres años. El 22
de febrero de 1909 Alzheimer pierde definitivamente la pacien-
cia y solicita por escrito el cese de su puesto como jefe clínico, ya
que necesita dedicar todos sus esfuerzos a la investigación.
Asimismo, el 1 de marzo de 1909 incrementa la presión
ejercida sobre su jefe solicitando una excedencia para el segundo
semestre de ese mismo año, con el fin de llevar a término sus «es-
tudios sobre las bases motoras de los trastornos mentales y las al-
teraciones histológicas en casos de epilepsia». Para ello debe llevar
a cabo reconocimientos en grandes instituciones para enfermos
epilépticos, pues los pacientes de una clínica psiquiátrica como la
de Múnich ingresan sólo por periodos breves. Puesto que su
obligación docente le impediría llevar a cabo este proyecto, Alz-
heimer solicita una excedencia durante el segundo semestre. El 5
de marzo de 1909 Kraepelin informa favorablemente sobre esta
solicitud y la remite al Consejo Académico.

Sólo Ernst Rüdin es considerado apto como sucesor de Alz-


heimer; es diez años más joven que éste y fue alumno de Krae-
pelin en Heidelberg. En el escrito que Kraepelin dirige al Mi-
nisterio del Estado consta que «Alzheimer continuará con su
trabajo como ayudante investigador y el doctor Ernst Rüdin se
convertirá en su sucesor»51.
Ambas solicitudes son aprobadas el 20 de marzo de 1909 ni
más ni menos que por el propio príncipe regente Luitpold, ha-

220
ciendo mención expresa a que el doctor Rüdin asumirá el pues-
to con un sueldo anual de 3.000 marcos.
Apenas Alzheimer se ha librado del peso del cargo de jefe clí-
nico y es tan sólo ayudante investigador, el 30 de diciembre de
1909, es decir, cinco años después de su habilitación, le llega la
noticia de que el príncipe Luitpold le ha concedido el título y
rango equivalentes a un catedrático extraordinario en reconoci-
miento a su labor como profesor universitario en el Servicio
Bávaro de Educación.
Así, a partir de abril de 1909 Alzheimer puede volver a de-
dicar más tiempo a la investigación, a consecuencia de lo cual
empieza por asumir las obligaciones como editor de una revista
especializada en Psiquiatría concebida por Kraepelin.
Es evidente que, en esta ocasión, Kraepelin no requiere de
grandes dotes persuasivas: «Alzheimer era incapaz de rechazar
fríamente una propuesta urgente siempre y cuando la considera-
se justificada. Cuando en 1909 surgió el proyecto de editar una
nueva revista psiquiátrica y le pregunté si estaría dispuesto a asu-
mir la dirección me sorprendió la rapidez con la que aceptó»52.
De este modo, en el año 1910 nace una notable publicación
especializada, la ‘Revista General de Neurología y Psiquiatría’, en
la que un neurólogo y un psiquiatra comparten las funciones
editoriales. El neurólogo berlinés Max Lewandowsky se encarga
de la parte neurológica y Alzheimer, de la psiquiátrica. Alzheimer
dedica una parte considerable de su tiempo a la dirección de la
revista, de la que será editor y redactor desde 1910 hasta su
muerte, en 1915. En este periodo se publicarán treinta números.
Ya en el primer volumen Alzheimer se reserva espacio para
una publicación y escribe un artículo de 19 páginas sobre «Las
dificultades del diagnóstico psiquiátrico» que concluye el 15 de
febrero de 191053. Buena muestra del rendimiento de Alzheimer
es el hecho de que el primer número de la revista no sólo con-
tiene este artículo, sino también otra publicación sobre «La de-
generación y regeneración de las fibras nerviosas periféricas»54.

Hasta el año 1910, y tras haber asumido la edición de la ‘Re-


vista General de Neurología y Psiquiatría’, Alzheimer no se con-

221
vierte en candidato a una cátedra de Psiquiatría. Entretanto, la
denominación «Enfermedad de Alzheimer» ya se conoce en los
círculos especializados a escala mundial, y se ha corrido la voz de
que Alzheimer no sólo es un notable investigador, sino también
un experto en el campo clínico y que posee unas dotes retóricas
extraordinarias:
«Así, en el transcurso de toda la vida de un maniaco-depre-
sivo suena en múltiples ocasiones y con suma delicadeza, amor-
tiguada sólo por las formas y posibilidades de participación so-
cial, el acompañamiento de una melodía especial que es esa
degeneración psíquica, la cual, llegado el momento, retumbará
acallando todo lo demás: una tendencia a desarrollar, partiendo
de uno mismo, estados de ánimo anormales acompañados ora de
euforia, fuga de ideas e hiperactividad, ora de depresión, difi-
cultades para razonar o inhibiciones o bien, como sabemos ac-
tualmente, de una combinación de ambos fenómenos»55.

La época que Alzheimer pasa en Múnich entre 1903 y 1912


es su periodo de máxima creatividad, que Nissl describe así:
«Mediante exposiciones puramente objetivas, enemigo de
toda exageración, especulaciones y quimeras fantásticas, libre
de cuestiones personales al rebatir un argumento ajeno y más
bien pleno de ardiente entusiasmo por aquello en lo que creía, él
no sólo era defensor de esa línea de investigación, sino también
su mejor reclamo»56.
Sin embargo, Alzheimer es al mismo tiempo un psiquiatra
con gran vocación o bien, como solía llamarse por entonces,
un «médico de locos». Ya fuese en Francfort, Heidelberg o Mú-
nich, durante esos 24 años Alzheimer trabaja intensamente en el
ámbito clínico, y eso es precisamente lo que alimenta su afán por
investigar, diagnosticar y curar.
En 1912 le ofrecen en firme la cátedra de Psiquiatría en el
Hospital Clínico de Psiquiatría y Enfermedades Nerviosas de la
Universidad Silesia Friedrich-Wilhelm, situada en la ciudad de
Breslau, hoy Wroclaw. Su antiguo colega Gaupp, que desde
1906 ocupa la cátedra de Psiquiatría en la Universidad de Tu-
binga, le felicita por ello:

222
«Cuando obtuvo la cátedra de Breslau todos sus amigos se
alegraron por él, pues eran conscientes de cuánto le apetecía
realizar las tareas que allí le aguardaban»57.
También Alzheimer ve así cumplido un sueño que, al mar-
gen de su gran humildad, le colma de satisfacción. Kraepelin
acierta de lleno al creer apreciar en Alzheimer cierta incomodi-
dad por el hecho de que, durante mucho tiempo, su puesto en la
práctica profesional no se hubiese correspondido con su impor-
tancia intelectual, además de intuir el orgullo que sintió Alzhei-
mer al ver cómo con la cátedra de Breslau llegaba por fin un re-
conocimiento largamente merecido.
Sin embargo, Franz Nissl, amigo de Alzheimer, parece ser
de otra opinión; más adelante, él mismo renunciará a su cátedra de
Psiquiatría clínica en Heidelberg para regresar a Múnich y asu-
mir la dirección de la sección de Histopatología.
Alzheimer no duda ni un instante. El 30 de julio de 1912 es-
cribe al Decano de la Facultad de Múnich:
«Una vez nombrado Catedrático de Psiquiatría y Neurolo-
gía y Director del Hospital Clínico Psiquiátrico de la Universi-
dad de Breslau por decisión de su Majestad el Emperador y Rey
de Prusia con fecha del 16 de julio de 1912, me permito pedir
humildemente al señor Decano de la insigne Facultad de Me-
dicina de la Universidad de Múnich que solicite al Real Minis-
terio el cese de mis funciones como docente de dicha Facul-
tad»58.
El 31 de julio de 1912 esta petición es remitida al Consejo
Académico y el príncipe regente Luitpold la rubrica poco des-
pués. No obstante, Kraepelin se muestra reacio a dejar marchar a
Alzheimer: «Cuando en 1912 obtuvo la cátedra de Breslau, Alz-
heimer decidió aceptarla, si bien tuve la impresión de que con
ello se malograría la mejor aportación que él podía hacer a nues-
tra ciencia. La nueva actividad que le esperaba, agotadora y ex-
tenuante, parecía no obstante satisfacerle»59.

La cátedra de Psiquiatría de Breslau no le había caído a Alz-


heimer del cielo. En marzo de 1912 los miembros del comité de
selección constituido en Breslau elaboran una lista de preferen-

223
cias para suceder al catedrático Karl Bonhoeffer, que obtiene
otra cátedra en la Charité de Berlín. En el proceso de selección
concursan cuatro prestigiosos candidatos60.
En primer puesto figura Eugen Bleuler, catedrático extraor-
dinario de Psiquiatría de la Universidad de Zúrich, un científico
de gran originalidad que sigue una atractiva línea de investiga-
ción. Trabaja en el ámbito de la Anatomía y Patología cerebrales
y ha publicado entre otras una obra sobre la esquizofrenia. En
Suiza ha acumulado méritos considerables como director de
una gran institución. Sin embargo, el comité de selección reco-
noce que «su línea de investigación es hasta cierto punto parcial,
debido entre otras cosas a la naturaleza del material con el que
trabaja». No obstante, la Facultad está convencida de que esto se
podría corregir dadas las características del material del que allí
dispondría, mucho más amplio.
En segundo lugar figura Alzheimer, al que presentan de
esta manera: «Como histopatólogo del cerebro es una autoridad
de primera línea y ha investigado con gran éxito las psicosis or-
gánicas, la parálisis, la lúes cerebral, la arterioesclerosis y la epi-
lepsia. No en vano el valor de sus trabajos histopatológicos ra-
dica en que Alzheimer siempre ha dado mucha importancia al
vínculo con la realidad clínica y el diagnóstico clínico. Sus tra-
bajos sobre enfermedades mentales en casos de arterioesclerosis
y lúes cerebral, así como sobre la parálisis estacionaria también
pueden considerarse modélicos desde una perspectiva clínica
(...). Es muy buen profesor y también muy querido, además de
un médico trabajador y meticuloso. La Facultad está convenci-
da de que desempeñaría las labores de este puesto a la perfec-
ción».
El tercer lugar lo comparten el jefe clínico del Hospital Clí-
nico Psiquiátrico de Breslau, el catedrático Paul Schröder, y el ca-
tedrático Oswald Bumke, jefe clínico del Hospital Clínico de
Friburgo.
Las cuatro propuestas llegan al Ministerio de Cultura de
Berlín el 4 de marzo de 1912. Gracias a la minuciosa búsqueda
de referencias emprendida desde Múnich por el catedrático Frie-
drich von Müller, director del Hospital Clínico Médico II, y a

224
través de sus consultas a ayudantes, estudiantes de los últimos
cursos y otros médicos de Múnich, Von Müller logra averiguar
lo siguiente:
«Todas mis fuentes, que han asistido a las lecciones magis-
trales de Psiquiatría clínica impartidas por Alzheimer, han coin-
cidido en afirmar que es un magnífico profesor en este campo.
Uno de mis actuales ayudantes, que también lo fuera en el Hos-
pital Clínico Psiquiátrico de Wollenberg, acude en el presente a
las clases de Anatomía cerebral que imparte Alzheimer y mani-
fiesta un entusiasmo casi absoluto por su labor docente.
Tal y como les he informado, desde hace una serie de años y
aún en la actualidad, Alzheimer es consultado por los médicos de
ambas clínicas en cuanto surgen casos psiquiátricos en nuestros
departamentos. Mis ayudantes me han confirmado que Alzhei-
mer sabe tratar con estos enfermos psíquicos a la perfección y
clarificar el diagnóstico. Yo mismo he asistido en varias ocasiones
a conferencias de Alzheimer y recuerdo especialmente dos mag-
níficas: una sobre la histeria y otra sobre el diagnóstico diferencial
de la arterioesclerosis cerebral.
Desde el punto de vista personal y humano, Alzheimer goza
aquí en Múnich de una admiración generalizada. Estoy firme-
mente convencido de que desempeñará una labor clínica exce-
lente, y en Múnich llevamos muchos años lamentándonos y
preguntándonos con sorpresa por qué Alzheimer nunca había
sido tenido en cuenta hasta ahora»61. Es verdaderamente difícil
imaginar mayor elogio de Alzheimer como médico y como cien-
tífico.
El 15 de junio de 1912 Alzheimer envía un telegrama al
Ministerio de Cultura en Berlín manifestando en principio su in-
clinación a aceptar la cátedra del hospital clínico de Breslau. El
19 de junio firma con el ministro de Asuntos Eclesiásticos y
Educación el siguiente acuerdo:
1. Alzheimer manifiesta su disposición a aceptar una cátedra
en la Facultad de Medicina de la Universidad Silesia Friedrich-
Wilhelm de Breslau a partir del 15 de agosto de 1912.
2. Como Director del Hospital Clínico de Psiquiatría y En-
fermedades Nerviosas se compromete a impartir las lecciones

225
magistrales clínicas y teóricas sobre la totalidad de enfermedades
mentales y nerviosas.
3. A Alzheimer se le comunica que percibirá un sueldo de
4.200 marcos además de una vivienda oficial gratuita, teniendo
en cuenta que, en su caso, no se aplicará el sistema retributivo de
primas por antigüedad.
4. Los honorarios que perciba por lecciones magistrales de
cualquier naturaleza le corresponderán íntegramente hasta un
máximo de 3.000 marcos; en un 75% si oscilan entre 3.000 y
4.000 marcos y la mitad en caso de cantidades superiores.
5. Alzheimer recibirá 1.500 marcos para sufragar los gastos
de mudanza urgente de Múnich a Breslau, pagaderos nada más
llegar a dicha ciudad.
Además de estas condiciones favorables Alzheimer firma una
declaración por la cual se compromete a lo siguiente:
1. En caso de serle ofrecida una cátedra en otra universidad
o cualquier otro puesto, no comenzará a negociar sin informar
previamente al Ministerio de Cultura.
2. Aceptará una cátedra que empiece únicamente el 1 de oc-
tubre o el 1 de abril y sólo previa rescisión del contrato con tres
meses de antelación.
3. En caso de rescindir el contrato durante los tres primeros
años, restituirá a la Tesorería de la Universidad de Breslau los gas-
tos de mudanza (1.500 marcos) una vez abandonada la ciudad.
El 16 de julio de 1912 el emperador Guillermo II firma
personalmente el nombramiento:
«Yo, Guillermo,
Rey de Prusia
por la gracia de Dios
proclamo y hago saber que me digno misericordiosamente a
nombrar al hasta ahora profesor universitario de la Universidad
de Múnich Dr. Alois Alzheimer Catedrático de la Facultad de
Medicina de la Universidad de Breslau. Dicho nombramiento se
produce confiando en que el interesado seguirá profesando una
fidelidad inquebrantable a mi persona y a esta Casa Real, cum-
plirá siempre y con diligencia extrema todas las obligaciones
propias del cargo y, en especial, pronunciará cada seis meses

226
Nombramiento de Alois Alzheimer firmado por el emperador
Guillermo II

ante el claustro una lección magistral gratuita sobre una rama de


las ciencias que él imparte, así como ante mí una lección magis-
tral al menos cada semestre sobre su especialidad, a cambio de lo
cual deberá sentirse honrado por disfrutar de mi máxima pro-
tección en lo que respecta a los derechos relacionados con el
ejercicio de su actual cargo. Este nombramiento ha sido certifi-
cado por mi altísima persona y porta el sello real.
En Molde, a 16 de julio de 1912».

227
Poco antes de que Alzheimer inicie su actividad como cate-
drático en Breslau, una sombra se cierne sobre su felicidad.
El que fuera su fiel ayudante de laboratorio durante años,
Karl G., es víctima de la enfermedad que Alzheimer precisa-
mente ha estudiado con mayor detenimiento: una parálisis pro-
gresiva. Consternado, Alzheimer recibe el informe del comité ad-
ministrativo de la Universidad de Múnich y del Colegio Ducal
Georgiano enviado por el director, el doctor Koepfe, al Real
Ministerio del Interior, Asuntos Eclesiásticos y Educación.
El informe versa sobre la jubilación del auxiliar de primera
categoría Karl G., quien desde el 29 de febrero de 1912 se en-
cuentra en tratamiento en el hospital clínico psiquiátrico debido
a una enfermedad mental. Alzheimer había examinado con él
cientos de casos, preparado cortes histológicos y generado imá-
genes con la camera lucida.
Sobre la base de lo anteriormente expuesto piden ahora a
Alzheimer que «autorice prorrogar provisionalmente el pago del
salario íntegro al ayudante de laboratorio enfermo G. más allá
del 30 de agosto del presente año». Alzheimer accede de inme-
diato y firma sin vacilar.

228
Capítulo 6
Breslau

En 1911 el emperador Guillermo II pronuncia en Breslau el


discurso conmemorativo del centenario de la Universidad Silesia:
«En esta antigua ciudad de la dinastía Piast» —el emperador
rememora así el pasado polaco de Breslau—, «donde a los pue-
blos eslavos les iluminó primero la luz del cristianismo y los hitos
fronterizos de la cultura alemana se desplazaron hacia el este; en
esta altísima obra alemana del emperador Carlos IV, que en su
día compitiera en esplendor y orgullo ciudadano con la dorada
Praga; en la antigua capital de Breslau y en la capital de la her-
mosa región de Silesia, esta nueva Universidad, surgida por vo-
luntad de mi antecesor, el rey Federico Guillermo III, que en paz
descanse, se ha convertido en el punto neurálgico de una inten-
sa vida intelectual y una creciente cultura científica.
Son tres las universidades que deben su existencia a la gene-
rosidad del rey Federico Guillermo III; dos de ellas, Berlín y
Bonn, llevan su nombre. Para que también las futuras genera-
ciones de la Universidad de Breslau recuerden siempre a su fun-
dador quiero aprovechar esta oportunidad para poner también
su nombre a esta institución. Por tanto, vaya mi real agradeci-
miento a la Universidad Silesia Friedrich-Wilhelm y mis mejores
deseos para el segundo centenario. Que bajo esta denomina-
ción siga siendo la que fue por su propio honor, la gloria de su
patria y el progreso de la humanidad»1.

La Universidad Silesia Friedrich-Wilhelm es precisamente


el destino de Alzheimer cuando, en agosto de 1912, éste em-

229
prende viaje desde la estación central de Múnich con la familia
casi al completo. Le acompañan sus dos hijas: Gertrud, que ya
ha cumplido 17 años, y María, de 11, así como Maja, que al-
canza los 40 y está totalmente integrada en la familia.
Su hijo, Hans, de 16 años, no viaja a Breslau, pues en esa
época está interno en el monasterio de Ettal, un instituto hu-
manístico próximo a Garmisch-Partenkirchen. Su padre sabe
que está en buenas manos, puesto que por una parte Karl, el her-
mano de Alzheimer, por el que Hans siente especial cariño, sigue
viviendo en la cercana Múnich y, por otra, Hans se siente muy a
gusto en el colegio.
El día de su marcha, una calurosa jornada de verano, Alz-
heimer está completamente agotado. Los esfuerzos de las últi-
mas semanas tras recoger sus cosas del laboratorio, la trágica en-
fermedad de su ayudante, las múltiples despedidas y la
mudanza favorecen que contraiga una grave enfermedad. Ya
durante el viaje Alzheimer debía de estar gravemente enfermo
sin saberlo. Más adelante Kraepelin hablará de una «angina
infecciosa con nefritis y artritis que le afectó ya durante el viaje
hacia su nuevo lugar de residencia. Jamás pudo recuperarse
del todo»2.
También otros colegas cuentan que Alzheimer ya había en-
fermado en el tren y que, nada más llegar a Breslau, lo primero
que hizo fue acudir a un sanatorio: «Ya durante el traslado a
Breslau contrajo una grave enfermedad séptica que afectaba al
corazón de la que ya nunca se recuperaría». Así, a partir de en-
tonces Alzheimer sufrirá disnea y angina de pecho al realizar el
más mínimo esfuerzo.
Se trata de una situación que Alzheimer, un hombre acos-
tumbrado a derrochar fuerza, de complexión gigantesca, natu-
raleza luchadora y sensibilidad extrema, no está dispuesto a
aceptar. Sin embargo, este padecimiento físico marcará los pocos
años que Alzheimer habrá de pasar en Breslau y le impedirá de-
sarrollar plenamente sus múltiples capacidades. No obstante,
en los inicios Alzheimer no se deja vencer, sino que, si bien tocado
físicamente, pero con una gran fortaleza y seguridad intelectual y
psíquica, se pone a trabajar.

230
Alzheimer sólo conoce la ciudad a raíz de las visitas que rea-
lizó en junio de 1912 con motivo de la negociación de su con-
trato.
Breslau, capital de la provincia prusiana de la Baja Silesia y
situada a orillas del río Oder, es en esa época la séptima ciudad
más grande del Imperio Alemán y cuenta aproximadamente con
medio millón de habitantes, de los cuales 300.000 son protes-
tantes, 180.000 católicos y cerca de 20.000 judíos. Son muchas
las iglesias y altas torres dignas de reseñar que se alzan en el ho-
rizonte, pero por encima de todas ellas destaca como un gigante
la torre de la Iglesia de Santa Isabel; debido a los quince puentes
tendidos sobre los brazos del Oder, Breslau también es conocida
como «la Venecia del Este».
La Universidad Silesia Friedrich-Wilhelm, con sus cerca de
4.000 estudiantes, está a la cabeza del sistema educativo, la bi-
blioteca universitaria contiene más de medio millón de volúme-
nes. Además existe una Escuela Superior Agrícola, un Conser-
vatorio y la Academia de Artes y Oficios y Bellas Artes.
La familia Alzheimer encuentra en Breslau una gran ciudad
de encanto singular, dotada con nueve museos y cinco teatros.
De entrada reúne todas las condiciones necesarias para sentirse a
gusto, si bien a primera vista las posibilidades de hacer excursio-
nes no son tantas como en Múnich. Sin embargo, Alzheimer
promete a sus hijas salidas a los montes de Trzebnica y Karko-
nosze y recorridos en barco de vapor por el Oder y sus bos-
ques.
Tanto el lugar de trabajo como su equipamiento satisfacen
plenamente a Alzheimer. La cátedra incluye una imponente vi-
vienda familiar situada en el recinto del hospital y que siempre
ha pertenecido a su director. Tiene espacio suficiente para toda la
familia.
Esta casa, que aún hoy ocupa el número 42 de la calle
Auenstrasse, está emplazada en la parte suroeste del recinto y en
época de Alzheimer formaba parte de la policlínica. La edifica-
ción, construida de ladrillo con adornos de madera entramada en
el tejado y conservada en la actualidad, ha experimentado algu-
nas modificaciones en su interior, que hoy alberga un jardín de

231
Real Hospital Clínico de Psiquiatría y Enfermedades Nerviosas
de Breslau

infancia y un ambulatorio de asistencia social. La zona inmedia-


ta al río Oder se conoce popularmente como el «rincón de las ca-
tástrofes», pues allí están ubicadas codo con codo la estación de
bomberos, el Registro Civil, el Real Hospital Clínico de Enfer-
medades Nerviosas y el cementerio de San Laurentius.
Un anuncio publicado por dicho hospital en el periódico de
Breslau informa sobre la actividad de Alzheimer en la Universi-
dad:
«Horario de consulta en la policlínica: días laborables, ma-
ñanas de 9 a 11.
Horario de la administración: días laborables de 8 a 1 y de 3
a 6.
Director: Doctor Alzheimer, catedrático.
80 camas. Ingresos diarios. No obstante, el ingreso sólo se rea-
lizará previo reconocimiento por uno de nuestros médicos.

232
Los gastos de tratamiento y hospitalización en primera clase
ascienden a 8 marcos diarios para los alemanes, los extranjeros
deberán pagar 9 marcos; en segunda clase, 5 o bien 6 marcos
diarios y en tercera clase, 2 o bien 3 marcos diarios; los miem-
bros de mutuas profesionales pagarán 2,5 marcos diarios en ter-
cera clase; además, en primera y segunda clase se reserva el dere-
cho a requerir honorarios médicos».
Alzheimer anuncia un servicio de consulta privada que figu-
ra en el directorio de médicos especialistas bajo el número 8:
«Enfermedades nerviosas y mentales. Alzheimer, Alois, Auenstr.
42, Tel. 4335. Todos los días de 16 a 17 horas, incluso los sába-
dos, excepto los miércoles»3.
El hospital clínico, continuador de una excelentísima tradi-
ción en la que precedieron a Alzheimer directores y científicos
tan reconocidos como Neumann, Wernicke y Bonhoeffer, está
organizado de forma ejemplar. No en vano los antecesores de
Alzheimer merecen el respetuoso apelativo de representantes
de la «Escuela psiquiátrica de Breslau».
Heinrich Neumann, su primer director, figura entre los pri-
meros representantes del gremio, los llamados «padres de la Psi-
quiatría», y es considerado el fundador de la concepción unitaria
de la psicosis. Según esta teoría no existen entidades clínicas
claramente divisibles; es más, las diversas manifestaciones de la
demencia se conciben como estadios sucesivos que no son sino
la expresión cambiante de un mismo trastorno psicótico básico.
El siguiente director, en activo desde 1885 hasta 1904, fue
Carl Wernicke, quien dio nombre al «centro de Wernicke» y la
«afasia de Wernicke», un trastorno de la comprensión del len-
guaje, si bien las personas afectadas hablan con fluidez. Es más,
en 1881 Wernicke da nombre a todo un cuadro clínico, la «en-
cefalopatía de Wernicke», una hemorragia cerebral puntiforme
que se presenta en casos graves de alcoholismo. Además, Wer-
nicke dio origen a conceptos como psicosis de ansiedad, aluci-
nosis, psicosis de movilidad y presbiofrenia, una forma de de-
mencia senil caracterizada por mnemastenia, gran locuacidad y
confabulación acompañadas de un temperamento vivo y ani-
moso.

233
De 1904 a 1912 el tercer director y predecesor de Alzheimer
es Karl Bonhoeffer, quien da nombre al principio de tipos de
reacción exógena, según el cual todos los agentes patógenos que
atacan al cerebro desde el exterior, tales como infecciones o in-
toxicaciones, generan el mismo cuadro sintomático a pesar de sus
diferencias. El hospital clínico de Breslau se construye durante
los años 1906 y 1907 bajo la dirección de Bonhoeffer con un
presupuesto de un millón de marcos. Está situado a unos 700
metros al norte del complejo de clínicas universitarias y dividido
en dos edificios principales con tres secciones cada uno, en las
que los pacientes, entre 700 y 900 al año aproximadamente,
ingresan según el tipo y la gravedad de su dolencia. Alrededor de
2.000 casos reciben atención ambulatoria.
Bonhoeffer recuerda en sus memorias los últimos cinco años
de servicio en Breslau: «Durante los primeros cinco años de
vida del hospital clínico, de 1907 a 1912, se desarrolló una acti-
vidad de investigación clínica tranquila y satisfactoria, sobre
todo en el ámbito de las psicosis sintomáticas y de las reacciones
psíquicas psicogénicas». Cuando Bonhoeffer obtiene la cátedra
de Berlín en 1912 y Alzheimer se convierte en su sucesor, Die-
trich, el hijo menor de Bonhoeffer que en 1945 será asesinado en
el campo de concentración de Flossenbürg, tiene seis años.

El segundo semestre de 1913 el nombre de Alois Alzheimer


aparece en el programa de cursos y asignaturas de la Universidad
de Breslau. Su actividad docente comprende lecciones magistrales
de Psiquiatría que incluyen la presentación de algún paciente,
prácticas de Anatomía y Patología cerebrales y lecciones magis-
trales sobre Histología e Histopatología del sistema nervioso.
Alzheimer impartirá todas estas lecciones y prácticas en años su-
cesivos con un mismo horario, rigurosamente establecido.
Otra de sus obligaciones, además de la docencia y la direc-
ción del hospital, es supervisar el trabajo realizado en el Instituto
Patológico, así como realizar consultaciones dos veces por semana
y participar en reuniones sobre casuística médica en el ámbito de
la Anatomía patológica e Histología, citas que tienen lugar los
martes y los viernes de 7 a 8 y los sábados de 7 a 9.

234
Asimismo, Alzheimer es responsable de la formación en el
campo de la Histopatología; los cursos se imparten los martes de
15 a 17 horas, los jueves de 15 a 16 y los sábados de 9 a 11.

Uno de los colaboradores más próximos a Alzheimer es Lud-


wig Mann, que imparte un curso práctico sobre «Diagnóstico y
terapia de las enfermedades nerviosas» en el que muestra a mu-
chos pacientes. Su especialidad son los trastornos nerviosos en el
ámbito de la neurastenia y la histeria, así como el electrodiag-
nóstico.
Otro de sus colegas es el célebre Ottfried Förster, represen-
tante también de la Escuela de Breslau, neurólogo, neurociruja-
no y psiquiatra de fama mundial que destaca por sus extraordi-
narias conferencias, pronunciadas en congresos nacionales e
internacionales. Förster da una conferencia en la Sociedad Pa-
triótica de Breslau, su ciudad natal, con ayuda de fotografías y
películas. Un testigo de la época describe con acierto este acon-
tecimiento:
«A partir de entonces [Förster] se convierte en el maestro de
la fotografía en el campo de la Neurología. Su imagen se nos ha
quedado grabada de múltiples formas: cómo sujeta y dirige a
los enfermos cual músico su chelo. Jamás su labor diaria y ple-
nitud vital volvieron a traducirse en una felicidad tan plena
como la reflejada entonces en aquel rostro, aún joven y de finos
rasgos»4.
También Alzheimer se siente fascinado por la conferencia de
su colega, y Förster, por su parte, admira las contribuciones
científicas de Alzheimer, quien ya en Múnich había llamado la
atención por un novedoso sistema de proyección que convertía
sus conferencias en brillantes ejercicios didácticos, cualidad que
influyó sobremanera en su ascenso a la cátedra de Breslau.
Muchos años después, ya tras el fallecimiento de Alzheimer,
Förster será enviado a Rusia por deseo expreso del Ministerio de
Asuntos Exteriores para tratar a un Lenin gravemente enfermo
que sufre hemiplejía y trastornos del lenguaje.
Förster se gana rápidamente la confianza del enfermo. Tras
largas horas de conversación pronto se siente fascinado por la ex-

235
traordinaria capacidad intelectual de Lenin, su rápido entendi-
miento, la precisión de sus razonamientos y su sentido de la rea-
lidad. Förster será el médico que trate a Lenin hasta su muerte,
en enero de 1924.
Otro de los colaboradores más próximos a Alzheimer es Georg
Stertz, que imparte lecciones magistrales de Psiquiatría y Neu-
rología, Psiquiatría general e Historia de la Psiquiatría; además
ofrece cursos prácticos con demostraciones dirigidas a médicos y
juristas. Asimismo, es responsable de las prácticas de Histopato-
logía y dirige el laboratorio del instituto.
Stertz nació en Breslau, donde también cursa la carrera de
Medicina y se doctora en 1903. Tras unas estancias aisladas en el
Hospital Clínico de Eppendorf, en Hamburgo, y en el Instituto
Patológico de Friburgo, regresa a Eppendorf por espacio de dos
años, de 1904 a 1906, para ser ayudante de Max Nonne, un fa-
moso neurólogo que dio nombre al síndrome de Nonne-Marie,
una ataxia cerebelosa hereditaria que consiste en la atrofia de los
nervios del cerebro.
En 1907 Stertz se convierte en ayudante de Karl Bonhoeffer,
predecesor de Alzheimer en el Hospital Clínico de Enfermedades
Nerviosas de Breslau; en 1910 se traslada a la clínica de Bonn
como ayudante de Alexander Westphal, quien junto con Wil-
helm Erb describe la falta o disminución del reflejo rotuliano ob-
servada en la tabes dorsal, el llamado signo de Erb-Westphal. En
1911 Stertz obtiene la habilitación en Bonn y en 1912, a la
edad de 34 años, Alzheimer lo llama de regreso a Breslau, donde
más adelante le nombrará jefe clínico y en 1914 se convertirá en
catedrático extraordinario.
Stertz, que más tarde se convertirá además en yerno de Alz-
heimer, refiere la minuciosidad con la que éste cumple sus obli-
gaciones. Lo describe como un médico en el mejor y más noble
sentido de la palabra, como un médico y humanista que no
sólo brinda a los pacientes su gran experiencia y extraordinaria
capacidad intelectual, sino también su corazón.
Así, Alzheimer crea a su alrededor una atmósfera de bondad
y humanidad que, tal y como aseguran muchos de sus antiguos
pacientes, dejará un recuerdo imborrable. No obstante, Alzhei-

236
mer es extraordinariamente crítico consigo mismo y con quienes
le rodean y da máxima importancia a valores como la honradez,
constancia y minuciosidad.
Con los ayudantes y alumnos del hospital clínico y el labo-
ratorio se muestra amable, cariñoso y dispuesto a ayudar, pero
sólo si está convencido de que dicha colaboración puede resultar
fructífera para el hospital y la investigación, y siempre y cuando
reconozca en el esfuerzo de sus colaboradores un amor incondi-
cional por la verdad de la obra científica.
Si detecta la más mínima lesión de este principio —circuns-
tancia que recuerdan muy bien sus ayudantes y su jefe clínico
Stertz—, se siente profundamente herido y pasa a actuar con un
rigor inesperado.

A pesar de que las obligaciones docentes consumen gran


parte de su tiempo, Alzheimer siempre está en el hospital clínico
y explora personalmente a muchos enfermos. Entre otras cosas,
el 18 de noviembre de 1912 redacta una minuciosa historia clí-
nica que corresponde a una educadora de 27 años:
«El lenguaje resultaba peculiar por su lentitud y afectación,
razones ambas por las que sus hermanos se burlaban de ella,
quien se disculpaba diciendo que ya no sabía hablar de otra forma.
Poco después empezó a quejarse de debilidad y dolor en el brazo
izquierdo, comenzó a padecer vómitos frecuentes. Al cabo de un
tiempo se hizo perceptible una rigidez al andar, acompañada de
un abatimiento de ánimo y una tendencia al llanto que, en oca-
siones, adquiría un carácter convulsivo. Primero acudió a un
sanatorio y después a la clínica privada del doctor Mann. Desde
allí fue finalmente trasladada al Hospital Clínico de Psiquiatría y
Enfermedades Nerviosas.
En el momento de su ingreso la paciente parecía muy jui-
ciosa y orientada, pero no quería recordar el viaje de regreso de
Londres a Alemania. Según la enferma, al parecer había sido en
abril la última vez que había notado un dolor en el brazo iz-
quierdo, dolor cuya intensidad aumentó con rapidez. Mejoró
transitoriamente tras recibir tratamiento en un sanatorio, pero
después se produjo un empeoramiento progresivo.

237
Según la paciente, nota un calambre en el brazo cuando ha-
bla. Por esta razón evita cualquier acto lingüístico durante una
temporada. Con frecuencia se tuerce el pie izquierdo. Se atra-
ganta fácilmente al tomar líquidos y, en ocasiones, el alimento
acaba en la nariz. Llora con facilidad, pero vuelve a estar alegre
con la misma rapidez»5.
En torno a este caso se entabla un debate médico cuando, el
13 de febrero de 1913, Stertz presenta a la paciente en una reu-
nión de la Asociación Neuropsiquiátrica de Breslau. Stertz la
considera un caso de histeria. Ludwig Mann, por contra, presu-
me la existencia de un trastorno orgánico acompañado de signos
de histeria.
C. S. Freund, colaborador en la clínica de Alzheimer, consi-
dera que los calambres musculares dolorosos se deben a una
afección neurítica leve, es decir, a una inflamación de los nervios.
A diferencia de la hipótesis de Mann, Alzheimer y el neuro-
cirujano Ottfried Förster descartan la posibilidad de que seme-
jante estado sea consecuencia de una patología del cerebro o de
la médula espinal. Alzheimer llama a las cosas por su nombre:
«Una enfermedad orgánica no resulta plausible. La observación
clínica pone de manifiesto una susceptibilidad psicógena aguda».
Alzheimer intuye así un caso de histeria.
El 20 de mayo de 1913 la paciente sufre crisis de tipo epi-
léptico, la fiebre asciende a 41,8 grados y la enferma fallece la
mañana del 22 de mayo de 1913 a las 7.45 en un estado de ob-
nubilación profunda sin que se hubiese producido ninguna otra
crisis. Alzheimer observa al respecto:
«Aunque en ese momento no cupiese la menor duda de que
el cuadro clínico se debía a una dolencia de tipo orgánico, re-
sultaba totalmente imposible atribuirlo a una enfermedad co-
nocida», y continúa reconociendo lo incierto del diagnóstico
en este caso. Ejerciendo la autocrítica admite: «Nuestros cono-
cimientos anatómicos y fisiológicos sufren innumerables caren-
cias que pueden llevarnos fácilmente a sacar conclusiones erró-
neas».
La historia clínica de esta paciente llama tanto la atención de
Alzheimer que éste decide publicarla en forma de artículo titu-

238
lado «Sobre una enfermedad peculiar del sistema nervioso central
con síndromes bulbares y convulsiones espásticas dolorosas en las
extremidades». La publicación no ve la luz en vida de Alzheimer
por razones de salud; el manuscrito se encuentra entre los docu-
mentos de su legado.
Walter Spielmeyer, su sucesor en Múnich, publica el caso a
título póstumo y apunta en una nota a pie de página: «Es evi-
dente que este trabajo estaba prácticamente concluido. Nos he-
mos limitado a realizar pequeñas correcciones del dictado que
Alzheimer no tuvo tiempo de revisar. Lo más probable es que el
texto incluyese ilustraciones. Algunas de ellas, las que representan
la topografía general de la prolongación de la médula espinal, no
pudieron ser localizadas; sin embargo, la descripción que con-
tiene el texto da una idea general de la distribución de esta pro-
longación, de forma que dichas imágenes no suponen una pér-
dida fundamental en el conjunto de la exposición».

El año 1913 está repleto de acontecimientos. Alzheimer da


conferencias sin descanso y redacta diversos tratados a pesar de su
ya grave enfermedad.
En febrero de 1913 pronuncia varias conferencias en el mar-
co de la Asociación Neuropsiquiátrica de Breslau, ante la que se
presenta en un total de tres ocasiones, en las que diserta sobre en-
fermedades metasifilíticas peculiares, es decir, patologías que se
producen tras una larga sífilis, y sobre alucinosis. Más adelante
opina sobre la epilepsia tardía y concluye reseñando un estado
peculiar de demencia con base arterioesclerótica. También sus je-
fes clínicos participan activamente en estas reuniones y realizan
valiosas aportaciones. De las actas de las sesiones se desprende
que Alzheimer participa en los debates con gran viveza y sentido
crítico. Así, en la sesión del 17 de febrero de 1913, tras pronun-
ciar la conferencia sobre una «enfermedad metasifilítica pecu-
liar», Alzheimer rechaza claramente la propuesta de realizar una
punción cerebral con objeto puramente diagnóstico, dado el
riesgo que esto entraña:
«Una intervención tan arriesgada sólo se justifica si su resul-
tado trae consigo medidas terapéuticas». Alzheimer sustenta esta

239
opinión en un caso de demencia surgido a raíz de una punción
cerebral6.

Al concluir la reunión Alzheimer se encuentra al límite de


sus fuerzas. Sus amigos logran convencerle de que se someta a
una cura y, a finales de febrero de 1913, Alzheimer llama a su
famoso colega de Wiesbaden, el doctor Abend, un especialis-
ta en Medicina interna que regenta una clínica privada en la
calle Parkstrasse número 30, la zona más selecta de la ciu-
dad. No parece del todo conveniente acudir a la clínica «Villa
Lina», especializada en enfermedades estomacales e intestina-
les, sobre todo habida cuenta de que, a tenor de los diagnós-
ticos realizados a posteriori, Alzheimer padece una cardiopatía
grave.
El viaje en tren transcurre sin complicaciones. En la elegan-
te ciudad balneario de Wiesbaden «le espera al visitante un par-
que móvil metropolitano que abarca desde el más sencillo coche
de punto de un solo eje hasta el más lujoso carruaje de dos ejes,
que le conducirá al hotel o lugar que desee». El folleto promete
además que «una supervisión modélica del tráfico a cargo de las
autoridades le evitará la más mínima y molesta aglomeración
para llamar a un vehículo. La cuestión del importe está regulada
mediante una tasa fija, de modo que el visitante también está
protegido frente a cualquier engaño».
Alzheimer toma un coche de dos caballos que le conduce
desde una monumental estación de tren, «una de las más her-
mosas y mejor equipadas de Alemania» en esa época, a través de
la Wilhelmstrasse, una calle elegantísima, dispuesta en forma
de bulevar, junto a las lujosas instalaciones del balneario «War-
mer Damm» hasta la clínica privada del doctor Abend, situada
en la calle Parkstrasse.
El domingo, 23 de marzo de 1913, el nombre de Alzheimer
aparece en el suplemento número 82 del diario Wiesbadener
Bade-Blatt en la lista de personas alojadas hasta el 20 de marzo:
«Alzheimer, Catedrático universitario y Doctor en Medicina,
Breslau, Clínica del Doctor Abend», dato que reaparece el 30 de
marzo del mismo año. Cuando el 25 de marzo de 1913 Karl von

240
Ibell, alcalde de Wiesbaden, inaugura el balneario «Kaiser-Frie-
drich-Bad», surge la posibilidad de tratar la dolencia de Alzhei-
mer con las técnicas más modernas de la llamada «cura de Wies-
baden».
Los nuevos descubrimientos de esta terapia se traducen en 50
baños termales con 25 salas de reposo, baños de lodo y ácido car-
bónico, electroterapia, termoterapia e hidroterapia, envolturas de
fango y, sobre todo, en el uso termoterapéutico de los aparatos
eléctricos desarrollados por el doctor Türnauer.
Franz Nissl visita a Alzheimer en este periodo: «En 1913
fui a visitarle a Wiesbaden, donde se sometía a un tratamiento
por sus molestias cardiacas. Cuando pasó por Heidelberg de re-
greso a casa me alegré profundamente de su recuperación. (…)
Sin embargo, él no quería saber nada de posibles cuidados, sino
aguantar mientras fuese posible»7. Éste será el último encuentro
de ambos amigos en Heidelberg tras la estancia de Alzheimer en
Wiesbaden.
Poco antes de la marcha de Alzheimer, su hija María se
presenta en Wiesbaden con las últimas novedades familiares: el
jefe clínico Georg Stertz y Gertrud, la hija de Alzheimer, se han
enamorado.
El generoso padre aloja a Maria en uno de los mejores sitios:
el «Kaiserbad», un «hotel con su propia agua termal» situado en
la magnífica calle Wilhelmstrasse, y pasa unos días más con su
hija en esta ciudad balneario, una de las más elegantes de la úl-
tima fase del Modernismo. Tal y como se desprende de la lista
publicada el 13 de abril de 1913 en el Wiesbadener Bade-Blatt,
María permanece aún varias semanas en la ciudad en compañía
desconocida.
Son varias las altas personalidades que se alojan al mismo
tiempo en el «Hotel Vier Jahreszeiten», situado en la plaza Kai-
ser-Friedrich-Platz: «Su alteza madre del príncipe de Schaum-
burg-Lippe y duquesa de Sajonia con su séquito: mariscal de
campo y chambelán Von Kaisenberg, dama de honor y barone-
sa Von Toll y criados, Bückeburg», así como «Su excelentísima y
serenísima alteza príncipe Friedrich Christian de Schaumburg-
Lippe y acompañantes, Bückeburg» y «Su excelentísima y sere-

241
nísima alteza princesa Elisabeth de Schaumburg-Lippe y acom-
pañantes, Bückeburg»8.

De regreso a Breslau y una vez recuperado, pero no curado


del todo, Alzheimer acomete la siguiente tarea: preparar el pró-
ximo encuentro de la Asociación Alemana de Psiquiatría, que
tendrá lugar en mayo de 1913 y en el que pronunciará una
conferencia sobre la anatomía patológica de la dementia praecox,
la esquizofrenia. Como editor de la ‘Revista de Neurología y
Psiquiatría’ Alzheimer aprovecha la ocasión para publicar varios
artículos sobre el mismo tema. Así, desde que asume el cargo en
Breslau aparecen en dicha revista, tan relevante dentro de su es-
pecialidad, once publicaciones en total.
En el año 1913 Alzheimer publica en el prestigioso ‘Archivo
de Psiquiatría’ un extenso trabajo titulado «25 años de Psiquia-
tría: un recorrido panorámico con motivo del 25o aniversario del
Prof. Dr. Emil Sioli como Director de la Institución Psiquiátrica
de Francfort».
La publicación comienza con estas palabras: «Hace 25 años
el doctor Sioli asumió el cargo de director de la Institución para
Enfermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno. A las
múltiples cargas que conllevaba dicho puesto hace 25 años se
sumó la tarea de introducir a quien esto escribe en el mundo de
la Psiquiatría. Durante los primeros 14 años de actividad en
Francfort trabajé a sus órdenes. Así, pude ver y participar de
cómo hizo propia una institución ajena y, a diferencia de otros
discípulos suyos, puedo dar testimonio de sus logros.
Amigo de una labor callada y enemigo de escribir demasiado,
lo que el profesor Sioli ha dejado en papel no da más que una
idea insuficiente de su extensa actividad. Muchas de las reflexio-
nes más adelante plasmadas y desarrolladas por otros se las es-
cuchamos o vimos cómo las ponía en práctica nosotros, sus
alumnos, mucho tiempo antes. Durante 25 años ha contribuido
al progreso de la Psiquiatría con incansable afán».
Alzheimer sólo tiene elogios para su antiguo jefe y, en la úl-
tima frase del trabajo, expresa un deseo: «(...)se abriría paso gra-
dualmente una relación más estrecha entre teoría y práctica en el

242
ámbito de la Psiquiatría, una relación que hoy anhelamos con
frecuencia y que, con toda seguridad, será de utilidad para ambas
partes y además posibilitará una más rápida solución de las tare-
as que nos aguardan en los próximos 25 años».
A los pocos meses de celebrarse la reunión de la Asociación
Alemana de Psiquiatría, Alzheimer es el anfitrión de la Reunión
Anual de la Asociación de Neurólogos Alemanes, que tiene lugar
en Breslau del 29 de septiembre al 1 de octubre de 1913. Tam-
bién en esta ocasión se muestra muy activo y participa con dos
ponencias propias, en las que diserta sobre los procesos de de-
gradación del sistema nervioso y, con ayuda de una serie de ce-
rebros y cortes cerebrales, demuestra la existencia de dos tipos
distintos de inhibición del desarrollo cerebral denominados ma-
crogiria y microgiria, es decir, cerebros que presentan un desa-
rrollo excesivo o escaso de sus circunvoluciones. Estos casos
también se publican de inmediato y con idéntico título en la re-
vista que edita Alzheimer.
Kraepelin, que también asiste a este congreso, observa que
Alzheimer ya no es el que conoció en Múnich: «Volví a verle en
1913 en Breslau con motivo de la Reunión de Psiquiatras Ale-
manes. Si bien aparentaba gran fortaleza física, mostraba un
ánimo abatido y apagado; miraba hacia el futuro con turbias ex-
pectativas. Fue la última vez que coincidimos. Llevado por el
afán de cumplir a rajatabla sus obligaciones, Alzheimer no supo
cuidarse»9.

No sólo las múltiples tareas que conlleva el día a día del


hospital clínico, sino también las labores rutinarias y los actos ad-
ministrativos desgastan sobremanera a un director necesitado
de cuidados y que cada vez invierte más tiempo en los detalles.
Son muchos los ejemplos documentados de los problemas
administrativos a los que Alzheimer debe hacer frente; el 11 de
junio de 1913 informa al secretario general de la universidad de dos
descubrimientos científicos de gran importancia para la Psi-
quiatría y la Neurología: el hallazgo del germen de la sífilis en
el cerebro y la médula espinal en casos de parálisis progresiva y
mieloatrofia, así como los métodos serológicos desarrollados

243
por Emil Abderhalden para diagnosticar enfermedades men-
tales.
Alzheimer considera su obligación introducir estos métodos
en el hospital, «puesto que ambos podrían conducir a la detec-
ción y diagnóstico precoces de enfermedades mentales y a la ob-
tención de éxitos terapéuticos»10. Por esta razón solicita la finan-
ciación necesaria para adquirir el instrumental, que asciende a
1.281,40 marcos, que le son concedidos el 21 de julio de 1913.
Del año 1914 datan otros dos proyectos de investigación
interesantes tramitados por Alzheimer. Así, el 27 de mayo de
1914 ha de ocuparse de la supervisión de los enfermos de otras
instituciones provinciales ante la amenaza de un posible cerco a
Breslau. La sombra de la Primera Guerra Mundial ya comienza
a asomar.
El 9 de junio de 1914 Alzheimer solicita al Ministerio de
Justicia en Berlín la elaboración de un cuestionario destinado a
las reales instituciones penitenciarias y correccionales con el fin
de obtener información sobre los pacientes alemanes que fueron
miembros de la Legión francesa. Según Alzheimer, «dado que se
acumulan los casos de ingreso en clínicas psiquiátricas de anti-
guos miembros de la Legión aquejados de enfermedades men-
tales, sería deseable investigar los trastornos psíquicos corres-
pondientes que motivaron el ingreso en la Legión francesa»;
Alzheimer argumenta a favor de la importancia de «obtener in-
formación sobre la personalidad y el entorno social de estos
pacientes».
Sin embargo, no siempre se trata de cuestiones científicas,
sino también de asuntos más triviales; el 15 de junio de 1914
Alzheimer solicita autorización para:

1. Revestir los radiadores de la sección de enfermos nervio-


sos.
2. Poner persianas en la biblioteca del ático.
3. Instalar un suelo más cálido en la sala de estar del perso-
nal de servicio, que en invierno resulta muy fría.
4. Acondicionar o renovar la pintura de las camas y demás
mobiliario.

244
5. Adquirir una estantería, un escritorio y dos armarios de
aseo para las dependencias que ocupan los enfermos.
6. Aumentar la comodidad de las habitaciones de los enfer-
mos particulares, por ejemplo, añadiendo asientos, mue-
bles de descanso mejores y cojines.
7. Revestir de linóleo 60 planchas de mesillas de noche des-
gastadas.
8. Por último, reemplazar por una señal luminosa la señal
acústica de las salas de pacientes no agitados y en parte
muy necesitados de tranquilidad.

El presupuesto total del hospital clínico asciende a 3.649,20


marcos. Finalmente, en junio de 1914 Alzheimer dirige una
carta al secretario general de la universidad abogando por com-
pensar económicamente, en función del presupuesto disponi-
ble, a un antiguo meritorio que desea continuar trabajando
en el hospital de forma gratuita; esta autorización se le concede
en julio. En junio de 1914, por el contrario, se le deniegan los
fondos solicitados en varias ocasiones para pagar 1.000 marcos
a una auxiliar de laboratorio responsable de los cortes cerebra-
les. Es evidente que, a partir de entonces, las preocupaciones
son otras.
Estalla la Primera Guerra Mundial.

La Psiquiatría en tiempos de guerra

Los disparos de Sarajevo, que el 28 de junio de 1914 logran


asesinar al matrimonio heredero al trono austro-húngaro, son el
detonante de la Primera Guerra Mundial.
Mientras los jóvenes se dirigen al frente entre hurras, las vo-
ces de quienes advierten de lo peor son sofocadas por el griterío
de «traidores a la patria». También el hijo de Alzheimer, Hans,
que desde 1913 es miembro de la congregación mariana (un
grupo de alumnos que se reúne para orar y meditar en común)
abandona el internado y se alista como voluntario en el ejército
de caballería, hecho que satisface a su padre.

245
A partir de ese momento la guerra no sólo determinará lo
que sucede en el mundo, sino también y en mayor medida los
destinos individuales, tanto en el ámbito personal como en el
profesional. Tampoco Alzheimer escapa a esta situación.
El 6 de noviembre de 1914, con motivo de una velada sobre
medicina militar organizada por la sección médica de la Socie-
dad Silesia de Cultura Patriótica, Alzheimer expone muchos
casos, varios de ellos con un trágico final, de soldados intoxica-
dos por metilalcohol, y pronuncia una conferencia acerca de los
«Efectos letales de la guerra sobre el sistema nervioso y la psi-
que»11.
En la lista de publicaciones de Alzheimer este trabajo lleva el
número 52. Además se conserva otra ponencia más pronunciada
por Alzheimer en 1915 en honor del Servicio Nacional de Mu-
jeres de Breslau como contribución de los profesores universita-
rios en tiempos de guerra. La publicación correspondiente, titu-
lada «La guerra y los nervios» es una de las últimas, y su lectura
merece la pena, pues resulta representativa de la época12.
En ella Alzheimer comienza hablando como el neurólogo
que es: «Si observamos la relación entre la guerra y los nervios,
pensamos en estos últimos no tanto en el sentido estricto de
unos cordoncillos blancos como alambres que van desde el cere-
bro y la médula espinal atravesando el cuerpo hasta llegar a los
órganos sensoriales, la piel, los músculos y las articulaciones
para enviar sensaciones al cerebro o impulsos de actuación a los
músculos, sino en el órgano nervioso central y, en especial, en el
cerebro, el órgano de nuestra alma, donde se alojan la razón, los
sentimientos y la capacidad de acción.
Dotado de una estructura extraordinariamente compleja,
compuesto por innumerables células de las más diversas formas,
que a su vez están unidas entre sí de infinitos modos a través de
finísimos filamentos nerviosos, el cerebro es un órgano creado
por la naturaleza de una complejidad sin igual. A él le debemos
nuestra posición privilegiada entre todas las criaturas de la Tierra
y la posibilidad de haber podido crear la cultura humana. Cuan-
do hablamos de ‘nervios de acero’, un ‘corazón valiente’ o ‘sangre
fría’, en realidad todo eso es mérito del cerebro».

246
Pero es a continuación cuando Alzheimer aborda el verda-
dero tema de su exposición: «El arrojo y la intrepidez, la resis-
tencia y la valentía, la capacidad de sacrificio y la camaradería
son virtudes del soldado relacionadas con nuestro cerebro. Bien
es cierto que todo soldado necesita unas extremidades sanas,
músculos fuertes, unos buenos pulmones y un corazón potente,
pero no son más que herramientas, herramientas sólo capaces de
obtener grandes éxitos si actúan bajo las órdenes del cerebro».
Hasta aquí ha hablado el médico marcado por el influjo de la
ciencia, pero la exposición da un vuelco que permite reconocer
que tampoco él está al margen del ánimo general:
«Sin embargo, hemos podido comprobar por nosotros mis-
mos cómo la guerra no sólo pone a prueba los nervios de los sol-
dados, sino también los de todos aquellos que han tenido que
quedarse en casa. Pesada como el plomo, esa tensión se incrustó
en nuestros nervios aquel día de agosto en el que la guerra se
hizo realidad.
Durante décadas habíamos vivido tranquilos y seguros, y
nada parecía impedir que también en años venideros cosechára-
mos los frutos de nuestro trabajo en paz. Pero de repente todo se
volvió incierto: el destino de nuestros hermanos, hijos y amigos,
a los que vimos partir, e incluso el futuro de toda la familia.
Confiábamos en una victoria definitiva, pero ¿quién nos iba
a decir entonces que nuestra patria sería invadida por un ene-
migo sediento de destrucción que abrasaría nuestras ciudades y
asolaría nuestros campos? ¿Y si nuestras esperanzas hubiesen
sido erróneas? La patria estaba amenazada por todas partes, éra-
mos perfectamente conscientes de que no podíamos esperar cle-
mencia a menos que ganásemos.
Una profunda inquietud se adueñó de la mayoría. ¿Quién
era ya capaz de quedarse sentado en casa junto a sus libros o de-
dicarse tranquilamente a su trabajo? ¡Qué pequeño, cuán ni-
mio resultó de pronto todo frente a lo que nos depararían los
días siguientes!; al poco corríamos a por el último periódico y es-
perábamos impacientes la edición extra».
Alzheimer se vuelve casi militante: «Debemos invertir abso-
lutamente toda nuestra energía en fomentar las virtudes militares

247
que desde siempre ensalzaron los poetas como las más esplen-
dorosas, pues en tiempos de paz apenas tendremos ocasión de
ponerlas en práctica».
Esta actitud explica que Hans, el hijo de Alzheimer, recién
cumplidos los 18 se aliste como voluntario y participe en la
guerra. También muchos médicos, entre ellos Stertz, cada vez
más unido a Gertrud, la hija de Alzheimer, marcha al frente y
Alzheimer, flanqueado por innumerables auxiliares sanitarios
que le son insuficientes, tiene que enfrentarse a una avalancha
creciente de ingresos e informes. Un colega de Breslau lo re-
cuerda así:
«A pesar del aumento de sus molestias físicas, Alzheimer
asumió durante todo un año esa nueva carga laboral, sin evitar
incluso los esfuerzos frecuentes ocasionados por las citas a las que
acudía en tribunales extranjeros». Otro colega y testigo de su de-
clive apunta: «La presión del trabajo derivado de la guerra hacía
mella en Alzheimer, la sombra de la enfermedad ya empezaba a
asomar en su carácter, dotándolo de una irascibilidad impropia
de una naturaleza alegre y robusta».

En la publicación «La guerra y los nervios», Alzheimer des-


cribe asimismo el comportamiento de la población: «Las personas
de naturaleza temerosa, presas entonces de un miedo inesperado,
lo veían todo negro, hacían las maletas, huían y regresaban para
volver a hacer el equipaje a la más mínima noticia preocupante lle-
gada desde el este».
Alzheimer habla de cómo surgen los rumores: «Antes de
que se publicase un parte de guerra oficial, los y las correveidiles
se encargaban de propagar afanosamente rumores fantasiosos
sobre victorias colosales o pérdidas lamentables. Cada boca que
los reproducía engrandecía la dimensión del éxito o del fracaso,
y afirmaba saberlo de muy buena fuente».
Alzheimer también considera la «caza del espía» y los asaltos
a transportes de dinero que se produjeron los primeros días de
agosto signos de una perturbación del juicio debida a una afec-
ción grave. «Toda esa atmósfera bélica y la inquietante sensación
de estar amenazado hacían ver un espía en todo aquel que lla-

248
mase un poco la atención o tuviese rasgos extranjeros, cosa que
hoy en modo alguno despertaría nuestras sospechas, y era fre-
cuente ver cómo no sólo la gente vulgar de la calle, ávida de sen-
saciones, sino también las personas más serias participaban de la
persecución y de la delación, llegando incluso a las manos».
Sobre el acopio de provisiones Alzheimer escribe: «Entre las
manifestaciones de este tipo figuran los asaltos a cajas de ahorro
y tiendas de alimentación que tuvieron lugar los primeros días de
la guerra. Las fuerzas del orden debieron apelar seriamente a la
cordura hasta que aquello llegó a su fin».
Junto a estos efectos, interesantes desde el punto de vista de
la psicología colectiva de un pueblo, Alzheimer alude por fin al
verdadero deterioro psíquico ocasionado por los efectos de la
guerra. Por la precisión con la que Alzheimer describe los dis-
tintos casos clínicos podría decirse que sus ejemplos están extraí-
dos de un Manual de Psiquiatría bélica.
Alzheimer menciona graves trastornos mentales «relaciona-
dos en cierto modo con la guerra, si bien de forma bastante su-
perficial»; habla de la melancolía y, en especial, de mujeres me-
lancólicas que sufren alteraciones del ánimo y cansancio vital,
pues la muerte de tantos soldados les roba toda expectativa de
matrimonio. Describe también el caso de una mujer que se nie-
ga obcecadamente a ingerir el más mínimo alimento con la ex-
cusa de que no quiere quitarles lo poco que queda a los demás.
Alzheimer se da perfecta cuenta de que tanto los estafadores
como los soldados, que desde siempre han tenido grandes fan-
tasías, las viven ahora en plenitud: «De cuando en cuando apa-
rece un joven, apenas maduro para el servicio militar, y cuenta
que por no sé qué magnífico éxito cosechado en el frente ha re-
cibido un grado militar más alto (…) y además que incluso
Hindenburg, el príncipe heredero o el emperador le han felici-
tado especialmente o invitado a su mesa... Estos ‘Tartarins de Ta-
rascon’* reciben en Psiquiatría la denominación de mentirosos
patológicos, estafadores histéricos o Pseudologia Phantastica».

* Una especie de fanfarrón, personaje creado por el escritor francés Alp-


honse Daudet.

249
Alzheimer alude a la inhibición psíquica de los soldados y
constata «que cualquier neurólogo en activo tiene la impre-
sión de que el número de trastornos psíquicos leves, los lla-
mados nerviosos, ha aumentado en un grado considerable».
Estos trastornos psíquicos los divide en aquellos relacionados
con causas externas, ajenas al individuo, y aquellos que se
desarrollan a partir de una predisposición especial y una base
genética.
Para finalizar describe la acción euforizante del alcohol, al
que atribuye el papel más importante como causa de trastornos
psíquicos.
Alzheimer también analiza el surgimiento y desarrollo de
otras enfermedades mentales desde la perspectiva bélica, entre otras
la parálisis progresiva, de la que ya se sabe que es consecuencia de
la sífilis. Respecto a la guerra Alzheimer señala lo siguiente:
«La cifra de casos observados durante la guerra no parece de-
masiado alta; en algunos de ellos es seguro que los primeros
síntomas existían ya antes de la movilización». En lo que atañe a
la denominada neurastenia por agotamiento observada en sol-
dados, Alzheimer ve buenas perspectivas en cuanto a un rápido
restablecimiento: «Unas semanas de descanso y una buena ali-
mentación conducen casi siempre a una plena recuperación de
las facultades para incorporarse al servicio».
Sin embargo, en situación de guerra Alzheimer da más im-
portancia a las enfermedades que se desarrollan a partir de una
predisposición especial y una base genética que a las de tipo
exógeno. «Entre todas ellas las más relevantes en la práctica son
las demencias juveniles y la denominada locura maniaco-depre-
siva, pues ambas representan la cifra más alta de enfermos que
han de ser atendidos en instituciones psiquiátricas. Como es
natural, observamos que estas enfermedades tan comunes afectan
también a los soldados, que representan una parte considerable
de la población; no obstante, nada parece indicar que su fre-
cuencia aumente en periodo de guerra».
Asimismo, Alzheimer considera importante señalar que en la
guerra se producen crisis epilépticas con especial frecuencia tras
haber sufrido graves lesiones físicas y psíquicas.

250
También menciona la histeria: «Uno de los rasgos más ca-
racterísticos y significativos de la histeria es que las fuertes im-
presiones psíquicas sufridas pueden causar trastornos mentales e
incluso físicos de muchos tipos con una facilidad extraordinaria.
Así, por ejemplo, observamos cómo soldados junto a los
que ha estallado una granada sin que ellos resultasen alcanzados
por la metralla ni apenas heridos, es decir, sólo a consecuencia
del tremendo susto, pierden el habla, el oído o ambos sentidos y
se vuelven por tanto sordomudos; presentan parálisis en ambas
piernas o en una mitad del cuerpo; sufren espasmos; desarrollan
un estado denominado crepuscular parecido a la ensoñación,
en el cual se muestran desorientados en el tiempo y en el espacio
y producen todo tipo de manifestaciones confusas, a menudo di-
rectamente atribuibles al terror experimentado o relacionadas
con él».
Alzheimer comenta los efectos de los graves shocks psíquicos
que se presentan tras los combates:
«A veces, en estos casos, a través de una fuerte sugestión del
tipo: ‘¡Levántate y anda!’ logramos eliminar parálisis graves.
Dado que éstas son de origen psíquico, pueden curarse por la
misma vía. No obstante, casi siempre se requiere un periodo
muy largo de sugestión con apoyo de todo tipo de medicamen-
tos para acabar con los signos de la enfermedad».
Además de estas enfermedades mentales clásicas, cuyos efec-
tos se ven casi siempre intensificados por la guerra, Alzheimer
detecta algo totalmente nuevo que él denomina «neurosis de
indemnización»:
«Existen otros trastornos emparentados en los que una heri-
da leve, p. ej. la rozadura de un disparo o una caída de un coche
o del caballo, lleva aparejada multitud de quejas subjetivas que
no resultan explicables mediante la exploración del sistema ner-
vioso, y que en modo alguno están en proporción con la insig-
nificancia de la lesión. No es tampoco infrecuente observar este
tipo de trastornos en periodos de paz en trabajadores que han su-
frido un accidente laboral o personas que han tenido un acci-
dente de ferrocarril; los denominamos histeria postraumática o
también neurosis de indemnización, pues se puede argumentar,

251
y con razón, que la perspectiva de recibir una indemnización por
invalidez es el factor psíquico que alimenta los síntomas».
Alzheimer va incluso más allá y atribuye este comporta-
miento de avidez por obtener una indemnización a un defecto
congénito: «Son los llamados degenerados, psicópatas o seres
inferiores. A menudo se trata de los hijos de enfermos mentales,
epilépticos, delincuentes y borrachos (…). Con frecuencia se
alistan como voluntarios, pero lo que les atrae es casi siempre tan
sólo el uniforme y el aspecto exterior, de modo que el entusias-
mo inicial se desvanece a la menor dificultad».
Alzheimer prosigue: «Hace unos años, en el Congreso inter-
nacional sobre el cuidado de los enfermos mentales celebrado en
Berlín, hubo en el orden del día un informe médico militar so-
bre estos degenerados. Psiquiatras franceses, rusos, ingleses y
alemanes coincidieron plenamente al afirmar que estos enfermos
debían mantenerse lo más lejos posible del servicio militar, ya
que perjudicaban el espíritu y la disciplina de la tropa».
Sorprende la determinación con la que Alzheimer opina so-
bre estos fenómenos teniendo en cuenta que carece de datos
fiables sobre la incidencia de enfermedades psíquicas no sólo
en el seno del ejército alemán, sino también entre las tropas
enemigas. A lo sumo existen reportajes periodísticos que, a su
vez, se remiten a fuentes poco seguras.
Así, en los periódicos se lee que en las trincheras de Flandes
se han detectado numerosas enfermedades psíquicas tanto entre
las tropas inglesas como en algunos sectores del ejército colonial
británico; también se informa de que en el ejército ruso se pro-
ducen numerosos trastornos psíquicos, en concreto que a los
soldados se les aparece la Virgen para augurarles una paz pronta.
Alzheimer da crédito a estas informaciones con cierta ligere-
za al afirmar en su línea optimista:
«Para concluir volvamos al principio y podremos constatar,
pues, que una persona con un sistema nervioso sano corre un
riesgo muy escaso de enfermar mentalmente, incluso en tiempos
de guerra».
De haberlo vivido, puede que al final de la Primera Guerra
Mundial Alzheimer hubiese lamentado pronunciar estas pala-

252
bras: «Sí, podemos incluso rendirnos a la certidumbre de que la
guerra, si bien causa algunas heridas a los nervios, también pue-
de resultarles de provecho. (…) Pues la guerra también estimula
la voluntad, la valentía y el espíritu emprendedor del género
humano.
Así, el pueblo alemán acometerá con nervios reforzados las
tareas que el futuro le depare en tiempos de paz y podrá aplacar
ciertas manifestaciones que proliferaron bajo una paz duradera, y
que fueron consideradas por unos pocos aprensivos prueba de la
depravación psíquica de nuestro pueblo».

La muerte de Alzheimer

En 1915 Alois Alzheimer apenas percibe mejoría tras su es-


tancia en el balneario de Wiesbaden. Cada vez ha de prestar
más atención a su salud e interrumpir casi todas sus actividades
para intercalar largos periodos de descanso, circunstancia total-
mente novedosa para él a tenor de lo acostumbrado y que le mo-
lesta considerablemente.
En mayo de 1915 Alzheimer invierte sus últimos esfuerzos
en organizar la boda de su hija mayor, Gertrud, con su jefe clí-
nico Stertz. El enlace se celebra con la pompa propia de la fami-
lia Alzheimer y entre los invitados figuran muchos amigos y co-
legas. El deterioro físico de Alzheimer llama cada vez más la
atención, también entre los amigos y personas menos próximas.
Gaupp lo nota especialmente:
«Cuando lo visité por última vez en Breslau, en otoño de 1915,
me confesó, con esa serenidad que también en épocas de sufri-
miento daba muestras de la grandeza de su carácter, que se en-
contraba mal y que pronto tendría que poner el cuidado de sus
hijos en manos de sus hermanos y de su yerno». Pero a pesar de
presentir su cercano final, Alzheimer sigue dando repetidas
muestras convincentes del optimismo y humor de antaño.
Gracias a Gaupp se conservan algunas de sus últimas con-
versaciones, en las que Alzheimer recuerda a los muchos colabo-
radores extranjeros del laboratorio anatómico de Múnich: «¡Se-

253
guro que quieren volver cuando acabe la guerra! No creo que de-
seen evitarme por bárbaro, jamás les di motivo alguno de que-
ja»13.
Alzheimer se califica irónicamente de «bárbaro» frente a los
médicos visitantes de Múnich, de origen italiano, sensibles y
elegantes, a los que en ocasiones él resultaba algo rudo debido a
su carácter desbordante. Por entonces Alzheimer solía dar a sus
colegas una fuerte palmada en la espalda como felicitación por
haber obtenido una imagen especialmente lograda de una pre-
paración a través de la camera lucida.
Alzheimer sufre dolorosas molestias cardiacas cada vez con
más frecuencia, pero no deja de trabajar. Ahora se interesa por la
idiocia y planea investigar sobre el tema, pero no logra pasar
de un borrador. En octubre queda postrado en cama y a finales de
noviembre desarrolla una insuficiencia renal y disnea progresiva.
Se le concede el título honorífico de consejero ministerial; no
consta si él se entera de tal distinción dado su estado de cons-
ciencia, sujeto a continuos cambios.
Su yerno, Georg Stertz, destacado en la localidad de Spa, en
el frente occidental, consigue un permiso, llega a Breslau la pri-
mera semana de diciembre de 1915 y se muestra consternado
ante el estado físico de su suegro.
Gaupp llama con frecuencia desde Tubinga para interesarse
por la salud de Alzheimer y escribe además unas líneas afectuo-
sas. Stertz le envía una carta de respuesta con fecha del 12 de di-
ciembre de 1915, pocos días antes del fallecimiento de Alzhei-
mer, en la que comienza agradeciendo, también en nombre de la
familia, tan calurosas palabras:
«A su pregunta por la salud de mi suegro lamento no poder
responderle nada favorable. Desde hace casi una semana sus
fuerzas han comenzado a deteriorarse con bastante rapidez, tam-
bién la consciencia es cada vez menor y a ratos presenta episodios
de completo delirio. La disnea ha sido aguda y bastante conti-
nuada, sólo ha mejorado algo últimamente, de forma que al
menos el sufrimiento subjetivo no es tan grave. No prevemos
ningún cambio y la esperanza de otra mejoría se desvanece cada
vez más.

254
Mucho me temo que la familia pronto perderá para siempre
a su buen padre y yo al mismo tiempo a mi padre intelectual. En
estos días difíciles todos nos hemos convencido de que la muer-
te será un alivio. En su última etapa de plena lucidez, papá se lle-
vó la gran alegría de volver a ver a su Hans, que llegó de repente
para pasar dos semanas de vacaciones. ¡Se sintió tan feliz y agra-
decido por volver a verle y hablar con él! Yo mismo he sufrido
profundamente y sentido en ocasiones gran desesperación por no
poder liberar a mi suegro de su trabajo y ocupaciones en aquellos
periodos tan exigentes en los que un descanso todavía le hubiera
sido de gran provecho.
Mientras desde Spa sólo podía hacer uso de la mitad de mis
facultades, le pedí encarecida y repetidamente que solicitara mi
regreso. Por desgracia él sólo se decidió en el último momento,
cuando ya no había nada que hacer, y además se produjo una de-
mora decisiva ocasionada por un fallo administrativo. Tuve que
darme por satisfecho con haber contribuido al menos a liberarle
en la última etapa de la presión de las molestias respiratorias y
apoyar lo mejor que pude tanto a él como a mi esposa y a toda la
familia en los momentos más graves. Lamento muchísimo no
poder transmitirle mejores noticias.
Espero que su pequeño se haya recuperado y pueda gozar
plenamente con sus hermanos, algunos de los cuales conozco, de
las próximas Navidades. Los niños las disfrutan tanto que no son
conscientes de las preocupaciones actuales y, sin embargo, no nos
arrepentimos de haber vivido con plena consciencia la escasez y
la guerra que sufre nuestro país. Reciba un cariñoso saludo de to-
dos, especialmente de Gertrud, al que también yo me sumo
con la esperanza de ser en algo merecedor de la amistad que us-
ted profesa a la familia Alzheimer.
Suyo afectísimo,
G. Stertz»14.

El domingo, 19 de diciembre de 1915, se acumulan los sig-


nos de un fallecimiento inminente. Alrededor del lecho de muer-
te de Alzheimer se congregan Gertrud y su esposo, Georg Stertz,
y los hijos Hans, de 19 años, y María, de 15. También está pre-

255
sente Elisabeth, la hermana de Alzheimer y siempre fiel Maja,
quien ya había presenciado la muerte de Cecilie. Alois Alzheimer
fallece rodeado de su familia a la temprana edad de 51 años y
medio.

Su muerte produce una gran e inusual consternación que se


refleja en las numerosas esquelas publicadas el martes, 21 de
diciembre, en el diario Schlesische Zeitung15.
La familia y «sus dolientes allegados» así lo notifican: «La pa-
sada noche descansó en paz tras una larga y grave enfermedad
nuestro querido padre, suegro y hermano, Catedrático de la Fa-
cultad de Medicina y Director del Real Hospital Clínico de Psi-
quiatría y Enfermedades Nerviosas, Alois Alzheimer, sin llegar a
cumplir los 52 años.
Breslau, 19 de diciembre de 1915.
Auenstrasse 42.
El entierro tendrá lugar en la intimidad familiar en Francfort
del Meno.
Se ruega abstenerse de enviar flores».
El Rector y el Consejo Académico de la Universidad Silesia
Friedrich-Wilhelm honran así al fallecido:
«Embargados por un profundo dolor, comunicamos la triste
noticia del fallecimiento del Catedrático de la Facultad de Me-
dicina y Director del Real Hospital Clínico de Psiquiatría y En-
fermedades Nerviosas Dr. Alzheimer, quien la mañana del 19 de
diciembre a la edad de 51 años murió víctima de una terrible en-
fermedad.
Con su desaparición la ciencia médica pierde a uno de
sus mejores investigadores, reconocido por la exhaustividad de sus
trabajos; las tristes huestes de personas destrozadas por la enaje-
nación mental y las enfermedades nerviosas pierden a un cuida-
dor hábil y paternal, y el Hospital Militar, a un amigo de los sol-
dados, apasionado por los ideales y la entrega de su difícil
profesión.
El prestigio académico que el profesor Alzheimer ya alcan-
zara como jefe clínico de la Institución para Enfermos Mentales
y Epilépticos de Francfort del Meno (1888-1903) y como ayu-

256
dante investigador en las clínicas psiquiátricas de Heidelberg y
Múnich (1903-1912) se vio del todo consolidado mediante la
docencia ejemplar y la dirección del Hospital Clínico Psiquiá-
trico de nuestra Universidad. Aunque sólo ha estado tres años
entre nosotros, se ganó el cariño de todos sus colegas y alumnos
gracias a su extrema simpatía, su naturaleza abierta e íntegra y
una dedicación plena a la labor académica. Siempre guardaremos
fiel recuerdo de tan querido colega».
Los ayudantes del hospital honran a su jefe con una esquela
propia:
«La noche del sábado al domingo falleció tras varias semanas
de postración el profesor Alois Alzheimer, Director del Hospital
Clínico de Psiquiatría y Enfermedades Nerviosas. Con él perde-
mos no sólo a nuestro admiradísimo profesor, cuyo ejemplo nos
iluminará siempre tanto en lo que respecta al trabajo científico
como al fiel cumplimiento de nuestras obligaciones como mé-
dicos, sino también y por encima de todo a un verdadero amigo
paternal, cuyo recuerdo guardaremos siempre».
El subinspector de los hospitales militares se expresa de esta
forma:
«El 19 de diciembre de 1915 ha fallecido tras una larga en-
fermedad el médico jefe del Hospital Militar de Breslau, sección
del Real Hospital Clínico de Psiquiatría y Enfermedades Ner-
viosas, el profesor Alois Alzheimer. El recuerdo de tan admirado
difunto merecerá siempre mi máximo respeto así como el de los
suboficiales y tropas sanitarias que dirijo y que prestan servicio
en este departamento».
La Facultad de Medicina de la Universidad Silesia Friedrich-
Wilhelm expresa así su duelo:
«La Facultad de Medicina comunica llena de dolor el falle-
cimiento de uno de sus miembros, el Catedrático de Psiquiatría
y Neurología Dr. Alois Alzheimer. Por su extraordinaria y con-
tagiosa simpatía, su entrega a las obligaciones docentes asumidas,
su fuerza creativa y la exhaustividad de sus trabajos científicos,
sin olvidar la concepción noble y desinteresada que tenía de la
profesión médica, fue todo un modelo de académico. Con au-
téntico entusiasmo y una fuerza sobrehumana hizo frente a una

257
doble tarea, debida a su actividad en el hospital militar, hasta que
una terrible enfermedad puso temprano fin a sus ideales. Su
nombre y su obra perdurarán para siempre en la historia del
Hospital Clínico Psiquiátrico de nuestra Facultad.
Breslau, 20 de diciembre de 1915».
El médico jefe del Hospital Militar, el jefe clínico general
Scholz, honra a Alzheimer con estas palabras:
«Tras una larga enfermedad falleció ayer el Catedrático de la
Universidad Silesia Friedrich-Wilhelm Dr. Alois Alzheimer, Di-
rector del Hospital Clínico de Psiquiatría y Enfermedades Ner-
viosas (sección Hospital Militar). Nada más comenzar la guerra
el difunto se puso a plena disposición de la patria y, gracias a sus
ricos conocimientos y capacidad, prestó un valioso servicio al
Hospital Militar, por lo que siempre le guardaremos un honroso
recuerdo.
Breslau, 20 de diciembre de 1915».
Por último se publica una esquela en nombre de sus fieles co-
laboradores:
«La pasada noche ha fallecido nuestro admirado jefe, el pro-
fesor Dr. Alois Alzheimer, Director del Real Hospital Clínico de
Psiquiatría y Enfermedades Nerviosas. Todo el que lo conociese
sabrá valorar la magnitud de tan grave pérdida.
Breslau, 19 de diciembre de 1915.
Los funcionarios y todo el personal del hospital clínico.
Guschall, Consejero General de Cuentas».

La víspera de Nochebuena, el 23 de diciembre de 1915,


Alois Alzheimer es enterrado en la intimidad familiar en el ce-
menterio principal de Francfort del Meno junto a su esposa Ce-
cilie. Su viejo amigo Nissl acompaña a la familia: «Su entierro fue
tan sencillo como callado y austero fue el rumbo que tomó su
vida. Había dejado prohibido cualquier tipo de discurso ante
su tumba. El 23 de diciembre acompañamos a nuestro amigo
hasta su último lugar de descanso»16.
Alzheimer reposa desde entonces junto a su querida Cecilie
entre personalidades ilustres y muy próximo a los antepasados de
su esposa, que fueron enterrados en la parte judía del cemente-

258
Tumba de Cecilie y Alois Alzheimer en el cementerio principal
de Francfort del Meno

rio. Muy cerca yacerá más adelante la escritora Ricarda Huch,


nacida el mismo año que Alzheimer y fallecida en 1947 a una
edad muy avanzada.
También próximo está el panteón de los Bethmann, una
conocida familia de banqueros, benefactores, patronos y mecenas
de Francfort. En 1918 será enterrado allí el neurólogo Ludwig
Edinger; el bacteriólogo y premio Nobel Paul Ehrlich, fallecido
al igual que Alzheimer en 1915, yace en el cementerio judío, lo
mismo que la familia Rothschild. Además allí se encuentran las

259
tumbas de otros psiquiatras, como Heinrich Hoffmann y Johann
Georg Varrentrapp, predecesor de Hoffmann. También la fami-
lia de escultores Klimsch —uno de cuyos miembros talló la lá-
pida de Alzheimer— tiene allí su panteón, no lejos de la tumba
del experto criminalista Feuerbach y el filósofo Arthur Scho-
penhauer.
La austeridad con la que se celebró el entierro contrasta con
el reconocimiento desaforado que expresan las necrológicas pu-
blicadas en 1916 en numerosas revistas especializadas de Psi-
quiatría. El obituario pronunciado por Clemens Neisser en Bres-
lau el 9 de diciembre de 1916, a un año escaso de la muerte de
Alzheimer, en la reunión de la Asociación Psiquiátrica de Ale-
mania Oriental puede considerarse el más acertado y al mismo
tiempo afectuoso. Neisser, por entonces conocido psiquiatra y di-
rector de la institución de Lublinitz (hoy Lubliniec), honra a Alz-
heimer con estas palabras:
«Muy señores míos: me corresponde hoy inaugurar esta se-
sión y darles la bienvenida a la primera reunión que celebramos
en tiempos de guerra. Desde nuestro último encuentro esta aso-
ciación ha sufrido graves pérdidas. En primer lugar figura el
duro golpe que ha supuesto la muerte de nuestro presidente,
el profesor Alzheimer, quien hace casi un año exacto, el 19 de di-
ciembre de 1915, fue víctima de la enfermedad que contrajo
cuando vino a Breslau, destino de una nueva etapa de investiga-
ción y docencia independientes impulsada desde este magnífico
lugar tras haberse ganado desde hacía tiempo un merecido pues-
to en el mundo científico.
Señores míos, las necrológicas publicadas en toda la prensa
médica dan idea de la importancia sobresaliente de Alzheimer, a
la vez que son muestra explícita de la afectuosa admiración pro-
fesada a su persona como científico y como ser humano. No les
diré nada nuevo ni mejor si me limito a mencionar a algunos co-
legas como Lewandowsky, quien le dedicó tan sensibles palabras,
o a nuestro colega Stertz, que tuvo la fortuna de estar tan cerca
del difunto en su etapa de Breslau, o a Spielmeyer, que con tan-
ta maestría y profundo respeto de discípulo ha plasmado la obra
de toda la vida de Alzheimer.

260
En el círculo más íntimo de nuestra asociación, del que Alz-
heimer sólo pudo formar parte en dos reuniones, es evidente que
su trabajo no pudo tener el mismo efecto inmediato que el de
sus predecesores, en especial los inolvidables Wernicke y Bon-
hoeffer, de cuyo afán y progreso científicos estuvimos al co-
rriente y fuimos siempre los primeros receptores.
No obstante, ya en la reunión del 7 de diciembre de 1912,
en la que ingresó en nuestra asociación, Alzheimer nos introdu-
jo en su campo de investigación más personal con la conferencia
titulada ‘Sobre cuadros clínicos similares a la parálisis aún no del
todo claros’, y desde aquí impulsó, con sus propuestas para tratar
la parálisis, un proyecto conjunto entre el hospital clínico y las
demás instituciones provinciales, lo cual alimentó la esperanza de
una colaboración científica más estrecha y una mayor promoción
de nuestro propio trabajo.
Todas las necrológicas y discursos conmemorativos desta-
can la excepcionalidad de Alzheimer como un neurólogo anato-
mohistológico irreemplazable. Sin embargo, creo que sólo es
posible hacer justicia a su especial trascendencia teniendo pre-
sente que Alzheimer mostró, como mínimo, el mismo interés
por las cuestiones clínicas, las cuales siempre tuvo en mente
también durante sus investigaciones anatómicas, no sin descuidar
por ello la autonomía de ambos campos de investigación ni dejar
de ser consciente de las limitaciones a la hora de relacionar los re-
sultados de uno y otro.
Y es esta circunstancia la que considero especialmente im-
portante para entender la progresión científica de Alzheimer y
sus logros como investigador. Esto explica por qué Alzheimer se
sentía más íntimamente unido —también en su fuero inter-
no— a la escuela de Kraepelin que a la de Wernicke, a pesar del
pensamiento más anatómico de este último. (…)
Así, en Francfort, con todo un instrumental de sofisticada
técnica que él manejaba como pocos y en cuyo desarrollo había
participado en persona durante años, Alzheimer pudo trabajar
fructíferamente y delimitar su campo de actuación con esa cla-
ridad argumentativa tan certera que le caracterizaba. Semejante
claridad y sencillez en las cuestiones planteadas, unidas al esme-

261
ro y fiabilidad de su método de trabajo, son el motivo de que,
hasta donde alcanza mi información, jamás tuviese que retrac-
tarse o retirar algo que él hubiese publicado como resultado
científico.
Aunaba de forma excepcional una certidumbre optimista
en cuanto a la consecución de los objetivos científicos marcados
y un prudente escepticismo que afectaba a todos los resultados
parciales. Y a estas características que sustentan su fama como in-
vestigador se sumaba un dominio excepcional de la palabra y
unas grandes dotes didácticas, que hacían disfrutar de sus con-
ferencias y garantizaban el efecto retórico de sus observaciones.
Si se me permite añadir algo personal, he de mencionar
agradecido la relación de amistad que me unió a Alzheimer du-
rante más de veinte años, y recuerdo con especial satisfacción la
visita que me hizo en Leubus a mediados de los años noventa.
Sin embargo, las esperanzas que yo había depositado en mante-
ner un contacto personal más estrecho en esta ciudad no logra-
ron verse cumplidas.
El trabajo derivado de la guerra ejerció gran presión sobre
Alzheimer, y la sombra de la enfermedad ya asomaba en su ca-
rácter, dotándolo de una irascibilidad impropia de una naturaleza
por lo demás alegre y robusta. Pero incluso quien no pudiese
comparar, quien no lo conociese desde hacía tanto, quedaba
aún totalmente cautivado por una personalidad fuerte, afectuo-
sa y de talento, y estoy seguro de que ustedes, señores míos, y to-
dos nosotros guardaremos un fiel y honroso recuerdo del queri-
do difunto»17.
Una larga ovación confirma, una vez más, las acertadas pa-
labras de Clemens Neisser.

262
Capítulo 7
El «Alzheimer»: una enfermedad
de largo recorrido

Emil Kraepelin acuña el término «Enfermedad de Alzhei-


mer» al utilizarlo por primera vez en 1910 en la página 627 de la
octava edición, totalmente revisada, de su manual: «Por el mo-
mento la interpretación clínica de esta enfermedad de Alzheimer
aún no está clara». Con esta frase comienza la historia de una de las
enfermedades más conocidas y que todavía hoy está repleta de
imprecisiones.

A comienzos del siglo XX Kraepelin es uno de los psiquiatras


más prestigiosos de las últimas décadas. Su manual es de lectura
obligada para cualquier estudiante de Medicina y para todos
los psiquiatras en ejercicio, tanto en consultas privadas como en
hospitales; también en el extranjero su libro se considera el ma-
nual de Psiquiatría por antonomasia. El hospital clínico de Krae-
pelin, situado en la calle Nussbaumstrasse, es el más reconocido
dentro del Imperio Alemán y acoge a la mayoría de médicos vi-
sitantes. Dado su prestigio, Kraepelin puede permitirse bautizar
una enfermedad con el nombre de su colaborador más eficiente
y leal y elevar así el apellido de «Alzheimer» a la categoría de epó-
nimo.
Sobre todo hacia mediados y finales del siglo XIX es costum-
bre denominar los objetos más diversos según su inventor, la pri-
mera persona que los observó o los describió. Algunos epónimos
se impusieron por sí solos. Prueba de ello son, en el ámbito de
la técnica, el motor de explosión, en alemán también llamado
«motor Otto», o el motor Diesel.

263
En Medicina sucede algo parecido. En la actualidad se habla
de rayos X o Roentgen, descubiertos por el físico Wilhelm Con-
rad Roentgen en Würzburg. La enfermedad de Parkinson lleva el
nombre de quien la describió por primera vez, James P. Parkin-
son, y ese proceso tan extendido para conservar los alimentos
pronto recibe el nombre de su descubridor, Louis Pasteur: ha-
blamos de la pasteurización. También la más alta distinción de
una obra científica o artística es un epónimo: el Premio Nobel,
así llamado por el nombre de su promotor y además descubridor
de la dinamita, Alfred Nobel.

En el caso de la «Enfermedad de Alzheimer», Kraepelin logra


con esta denominación todo un éxito. Alzheimer, su jefe clínico,
obtiene la cátedra de Psiquiatría en Breslau, lo cual supone un
aumento evidente del prestigio del hospital, ya que hasta ese
momento sólo Gaupp y Nissl habían llegado a ser catedráticos.
El hecho de que Alzheimer consiguiera desbancar del primer
puesto al por entonces ya conocidísimo Bleuler se considera en cír-
culos especializados toda una sensación. Alzheimer también logra
vencer claramente al bastión de la Psiquiatría, ubicado en la ciudad
de Praga, con Arnold Pick a la cabeza. Asimismo, Kraepelin pre-
tende oponer al psicoanálisis, una tendencia recién implantada
basada en las nuevas enseñanzas de Sigmund Freud, un cuadro clí-
nico que demuestre sin lugar a dudas que los síntomas psíquicos se
deben a alteraciones cerebrales y no a traumas adquiridos en una
infancia temprana, tal y como afirma Freud.
Kraepelin no da mucho crédito a esta última teoría: «Lo que
ha trascendido hasta ahora de este arte interpretativo pone en
evidencia que el psicoanálisis nunca formará parte del saber co-
mún; sin lugar a dudas, es más arte que ciencia». Así, es para él
un motivo de satisfacción tardía ver la cátedra de Breslau, anta-
ño ostentada por predecesores tan señalados como Wernicke y
Bonhoeffer, ocupada ahora por Alzheimer y en manos, por tan-
to, de una orientación más biológica de la Psiquiatría; el propio
Kraepelin aspira además a ejercer una mayor influencia en este
sentido mediante la concesión de otras cátedras.

264
La reacción de Alzheimer ante el epónimo es sorprendente,
pues en primer término se muestra más bien autocrítico. A co-
mienzos de 1911, cuando entrega a la ‘Revista de Neurología y
Psiquiatría’ el trabajo titulado «Sobre casos patológicos peculiares
en edad avanzada», afirma: «Es inevitable preguntarse si estos ca-
sos patológicos que he denominado peculiares presentan carac-
terísticas clínicas e histológicas que los diferencian de la demen-
cia senil o si, por el contrario, los relacionan con ésta»1. En
dicho trabajo Alzheimer ofrece un segundo ejemplo especial-
mente adecuado para «ilustrar las dificultades que entraña la
valoración clínica de este tipo de casos»; se trata del jornalero Jo-
hann F., el segundo caso descrito personalmente por Alzheimer
tras Auguste D.
No obstante, el concepto de «Enfermedad de Alzheimer» se
introduce en la bibliografía médica internacional ya en vida de su
descubridor. Es el histopatólogo madrileño Gonzalo R. Lafora
quien, durante su estancia en Washington como médico visitante
en el laboratorio del «Government Hospital for the Insane»,
describe el caso del primer norteamericano enfermo de Alzhei-
mer. Dado que por entonces el alemán sigue siendo el idioma
científico internacional, la publicación está escrita en esta lengua.
Expone el caso de William C. F., de 58 años, cuyo cuadro clíni-
co comienza en 1906, el mismo año en que fallece Auguste D.
El paciente presenta ideas persecutorias y nerviosismo, habla
de forma inconexa y reclama protección. Unas semanas antes ya
había propuesto matrimonio a varias enfermeras. Al poco de
aparecer la enfermedad se vuelve dejado y descuida su aseo per-
sonal, no contiene la orina y después se la restriega por la cara y
el cuerpo. Una vez, presa de un estado de agitación, arroja una
barra de hierro a un enfermero. El paciente se muestra des-
orientado, no sabe el nombre de ningún médico ni enfermera y
tampoco dónde se encuentra. Con mucha frecuencia olvida el
camino de regreso a su habitación.
El siguiente diálogo recuerda mucho al modo en que Alz-
heimer interrogaba a sus pacientes:
—¿Qué día es hoy?
—No estoy seguro, señora.

265
—¿Y la fecha?
—No lo sé, señorita, hombre, señor.
—¿Qué mes y año?
—Justo debajo de esta esquina, señor, hombre.
—¿Cuánto tiempo lleva en este hospital?
—Le digo que justo ahí, señorita, está todo lo que sé.
—¿Qué edificio es éste?
—No lo sé, no sé nada, nada de nada, nada, nada, nada, cero.
—¿Dónde está este edificio?
—Infierno, infierno, infierno, infierno, infierno, infierno, in-
fierno.
—¿De dónde es usted?
—Ya se lo he dicho. Estuve en Lancaster; no sé nada.
De pronto el paciente dice haber oído hablar a una hermosa
mujer.
—¿Qué le dice?
—No sé si se lo he contado o si debería contárselo, señora; lo es
hermoso, hermoso, bonita, bonita.
La publicación continúa:
«Más adelante el paciente solía comerse sus excrementos,
era dejado, destrozaba su ropa, a veces deambulaba sin criterio
alguno o se quedaba todo el día en la cama».
Lafora asocia correctamente el caso de William C. F. con
la enfermedad de Alzheimer. Alois Alzheimer, como editor de la
‘Revista de Neurología y Psiquiatría’, recibe el artículo el 27 de
mayo de 1911 y lo acepta de inmediato2.

Sin embargo, cuando Alzheimer fallece en 1915, la mayoría


de necrológicas no mencionan la enfermedad que lleva su nom-
bre. Incluso Max Lewandowsky, editor junto con Alzheimer de
la ‘Revista de Neurología y Psiquiatría’, no le dedica ni una línea.
Y lo que sorprende más aún: ni siquiera Kraepelin alude ya a
la enfermedad de Alzheimer, aunque fue él quien la introdujo en
el ámbito científico de la Medicina.
Tanto más asombrosa es la contribución de Nissl, que no
utiliza el epónimo «Enfermedad de Alzheimer», pero señala: «El
histopatólogo Alzheimer es considerado con frecuencia mi alum-

266
no. No podría sentir mayor orgullo que el de ostentar el título de
ser considerado su profesor»3.
Es sin embargo Georg Stertz, yerno de Alzheimer, quien lla-
ma a las cosas por su nombre: «Me limitaré a destacar un grupo
de enfermedades, puesto que lleva el nombre de Alzheimer. Se
trata de un caso patológico poco frecuente que se presenta en la
presenectud, alrededor de los 40 años, y que conduce rápida-
mente a una profunda demencia; esta patología resulta tan inte-
resante desde el punto de vista clínico y tan prometedora para
próximas investigaciones porque junto a la debilidad mental
aparecen signos diagnósticos asimbólicos y aprácticos que ra-
yan los signos focales localizables puramente psíquico-asociati-
vos»4.
Walter Spielmeyer, sucesor de Alzheimer en Múnich, escribe
una extensa necrológica de 41 páginas en la que menciona ex-
presamente la enfermedad de Alzheimer:
«En 1906 Alzheimer describió un proceso curioso que él
mismo caracterizó como una enfermedad peculiar hasta entonces
desconocida, cuyo signo anatómico más llamativo consistía en la
sedimentación de sustancias particulares en la corteza cerebral y
la transformación de las fibrillas en gruesos fascículos y plexos.
Una y otra vez se remitía al material recogido en la institución de
Francfort, así también cuando nos ilustró sobre esa peculiar pa-
tología de la corteza cerebral que hoy denominamos con Krae-
pelin ‘Enfermedad de Alzheimer’»5.
A partir de 1920 Karl Kleist es el director del Hospital Clí-
nico Universitario de Enfermedades Nerviosas de Francfort. A
mediados de los años veinte Kleist reconoce junto con un cola-
borador a la paciente M. A. y enseguida decide rodar una pelí-
cula con fines didácticos. El programa de la Semana de Cine
Médico recoge la sinopsis de la cinta:
«La señora M. A. presenta en principio un cuadro de ansie-
dad y depresión con mnemastenia. Pronto desarrolla un estado
muy agudo de déficit de memoria. Se suman trastornos de afasia
sensitiva, así como afasia anómica y agnosia. Finalmente, la en-
ferma es incapaz de ejecutar acciones más complejas, la comu-
nicación es absolutamente imposible y las expresiones espontá-

267
neas sólo se manifiestan a través de la repetición de sonidos ca-
rentes de sentido.
La paciente desarrolla una incesante actividad psicomotora
estereotípica e iterativa, se entretiene todo el día con la ropa de
cama y quita las fundas de las almohadas. En parte da la impre-
sión de que estuviese lavando o vistiendo muñecas, como una
niña; a menudo es imposible reconocer una acción lógica, sino
sólo actos aislados, como pellizcar, cambiar algo de sitio y simi-
lares»6. Esta película, hasta hoy desaparecida, sería la primera ro-
dada sobre la enfermedad de Alzheimer.
A partir de 1919 Georg Stertz, yerno de Alzheimer, es jefe
clínico en Múnich; tras la muerte de Alzheimer Kraepelin le
hizo regresar a su hospital clínico después de haber sido subdi-
rector en Breslau durante dos años.
En la ‘Revista General de Psiquiatría 1921/22’ (Allgemeine
Zeitschrift für Psychiatrie) Stertz se pronuncia «Sobre la enfer-
medad de Alzheimer». Para ello se apoya en los resultados de la
exploración de 22 casos en los hospitales clínicos de Múnich y
Breslau. Sus consideraciones apuntan sin duda alguna hacia
el futuro cuando constata con Kraepelin lo siguiente: «La en-
fermedad de Alzheimer como tal no es en absoluto causa de
muerte»7.
Stertz da la razón a Kraepelin cuando éste «reconoce la de-
mencia presenil como una patología independiente y, en honor a
la concienzuda labor anatómico-clínica de su descubridor, Alz-
heimer, le da el nombre con el que, más adelante, será objeto de
gran interés, sin que hasta ahora pueda considerarse en cierta
manera agotada la multitud de incógnitas que esta enfermedad
encierra».
Ernst Grünthal, que trabaja en el Hospital Clínico de Psi-
quiatría y Enfermedades Nerviosas de Würzburg, publica en
1925 un extenso trabajo sobre la enfermedad de Alzheimer. Pa-
rece obvio que Grünthal se había llevado consigo catorce cere-
bros de Múnich a Würzburg. En Múnich los enfermos «habían
sido observados clínicamente con especial atención, en su ma-
yoría por un largo periodo de tiempo, y diagnosticados de la
misma forma, casi siempre por el propio Kraepelin».

268
Grünthal llega a una conclusión casi sensacional: «Al menos
por el momento nuestros métodos no permiten efectuar un
diagnóstico diferencial entre la demencia senil y la enfermedad
de Alzheimer basándonos sólo en el cuadro histopatológico»8.
Tan sólo un año después se publica otro trabajo de Grünthal
titulado «Estudios comparativos clínico-anatómicos de la de-
mencia senil». Este estudio no contempla casos de personas me-
nores de 70 años, es decir, que en rigor no incluye a pacientes de
Alzheimer. Grünthal llega nuevamente a una conclusión casi
profética:
«En lo que respecta al diagnóstico diferencial de la enferme-
dad de Alzheimer puede decirse que el tipo de alteraciones his-
tológicas no permite actualmente establecer ninguna distinción.
Tampoco desde el punto de vista clínico es posible diferenciar
ciertos casos de demencia senil de casos de enfermedad de Alz-
heimer leves y de gravedad media excepto por la edad. No obs-
tante, creo observar una diferencia esencial en la aparición tem-
prana de afasia anómica en casos de enfermedad de Alzheimer,
cosa que, incluso en casos graves de demencia senil, sólo se pro-
duce en raras ocasiones»9.
Resulta llamativo que el nombre de la enfermedad de los de-
mentes más jóvenes sea «Enfermedad de Alzheimer» y la de los
mayores reciba en alemán denominaciones más peyorativas. Así
pues, el hecho de que el término «Alzheimer» se utilice también
para designar la demencia de las personas mayores es sólo cues-
tión de tiempo.
En 1932 Johannes Schottky publica un trabajo muy extenso
en el que sigue utilizando el término «demencia presenil». De los
diecinueve casos que presenta, nueve son casos de Alzheimer
en sentido estricto. A esta categoría pertenece una paciente, Eu-
genie D., en cuyo caso Schottky es el primero en plantearse la
cuestión genética:
«Dada la oscuridad que envuelve las verdaderas causas de
los procesos de demencia presenil, un análisis exhaustivo de la
predisposición genética debería con toda seguridad aportar
algo de luz, incluso en el supuesto de obtener resultados nega-
tivos.

269
Árbol genético de Eugenie D.

Así, en el caso de Eugenie D., su padre (caso 8) enfermó a la


edad de 56 años de un mal muy parecido al de la hija (caso 12),
la cual fallece víctima de esa enfermedad. Este caso corrobora la
edad más temprana en la que se presenta la enfermedad de toda
la serie estudiada (43 años), lo cual es reseñable en todos los sen-
tidos. Tanto el padre como la hija presentan un fuerte instinto
sexual. Llama la atención la madre del padre (caso 4), que falle-
ció a los 72 años tras mostrar un comportamiento infantil y
desaseado durante seis años. Es probable que se tratara de una
demencia senil; también la abuela del padre padeció una enfer-
medad mental».
Así, Schottky detecta en Eugenie D. «una demencia adqui-
rida que afecta a cuatro generaciones y en las últimas tres se
manifiesta a una edad cada vez más temprana, demencia que, en
el caso de padre e hija, presenta características llamativamente si-
milares».
En el caso de Eugenie D. hay que destacar los resultados de
la exploración neurológica adicional: numerosas punciones lum-
bares y extracciones de líquido cefalorraquídeo arrojan resulta-
dos totalmente normales. Una neumoencefalografía (prueba
en la que los ventrículos cerebrales se llenan de aire) realizada en
la sección de radiología del Hospital Municipal de München-
Schwabing permite un diagnóstico interesante:

270
«Resultó llamativa la rica acumulación de aire que presenta-
ba la periferia, probablemente entre cada circunvolución. En la
imagen lateral se detectó, además de la repleción ventricular,
una gran acumulación de aire en la zona delantera del cráneo.
También un poco más arriba y más abajo de la repleción ventri-
cular se observaron radiolucencias irregulares en forma de ban-
das. De todo ello se desprendía sin lugar a dudas un indicio de
atrofia cerebral que afectaba especialmente al lóbulo frontal.
Dos días después de realizar la encefalografía se produjo, por
cierto, una mejoría clínica transitoria»10.
Este diagnóstico, realizado gracias a la primera radiografía del
cráneo tras llenar de aire los ventrículos, es reseñable en tanto en
cuanto Alzheimer siempre soñó con poder ver el interior del
cerebro de los pacientes. Alzheimer siempre lamentó lo relativa-
mente poco que se podía hacer en vida de los pacientes y que
hubiese que esperar a que fallecieran para indagar en las estruc-
turas internas del cerebro. De este modo, los orígenes de la ob-
tención de imágenes sobre la enfermedad de Alzheimer se sitúan
en el Hospital Municipal de München-Schwabing.
El 6 de diciembre de 1930 fallece Eugenie D. En su cerebro
se detecta una atrofia general, sobre todo en el lóbulo frontal,
que se extiende hasta la región central. La exploración micros-
cópica revela placas y una patología fibrilar tipo Alzheimer.

Del 22 al 25 de agosto de 1936 se reúne en Francfort la Aso-


ciación de Neurólogos y Psiquiatras Alemanes, que celebra su se-
gundo encuentro anual. Pittrich, al igual que su jefe, Karl Kleist,
se interesa por la actividad psicomotora incesante e iterativa, una
actividad compulsiva constante observada con frecuencia en pa-
cientes dementes, sobre la que pronuncia una notable conferencia
ilustrada con diapositivas11. En ella presenta a un enfermo de 70
años al que atribuye el diagnóstico de enfermedad de Alzheimer.
«El propio paciente ha retrocedido intelectualmente en los
últimos años. Desde hace nueve meses da respuestas confusas,
llora mucho, está desaseado y ya no sabe dónde está el inodoro.
Cuatro meses antes de su ingreso era incapaz de comunicarse, se
resistía a lavarse y a que le dieran de comer».

271
Diapositivas que ilustran una conferencia sobre un paciente
de la enfermedad de Alzheimer de 70 años (1936)

272
A continuación procede a mostrar unas impresionantes dia-
positivas en las que se ve al paciente en continua actividad: se
pasa las manos por el rostro, se atusa el cabello, se frota las ma-
nos, se las pasa por el muslo y con la mano derecha pellizca la
palma de la izquierda. Estos movimientos se repiten de forma
monótona. Pittrich denomina este llamativo comportamiento
«actividad psicomotora incesante esterotípico-iterativa» y prosi-
gue diciendo: «La expresión facial es bastante atenta y parece
pendiente de la actividad que corresponda en cada momento.
También el rostro participa de la agitación, tal y como muestra la
siguiente diapositiva:
El labio inferior se adelanta y el superior se encoge, saca la
lengua y hace una mueca estirando las comisuras de los labios. Si
se le acerca un dedo a la boca lo agarra y lo chupa, un reflejo de-
nominado de agarre y succión. El paciente pone sobre la mesa
un pisón, tabaco y cerillas y se le da una pipa. Primero trata de
desmontar la pipa y luego la pone junto al pisón. Sobre la mesa
se coloca un candelabro y cerillas y al paciente se le entrega una
vela en la mano derecha. El paciente deja la vela sobre la mesa,
intenta desenroscar el candelabro por el cuello, saca varias cerillas
de la caja, las ordena juntándolas entre los dedos pulgar e índice
y roza con ellas la caja de cerillas, pero no la superficie de en-
cendido, sino la otra parte; luego se lleva las cerillas a la boca
como si fueran un tenedor, frota con ellas la mesa como si qui-
siera coger algo y vuelve a llevárselas a la boca. Después coge la
vela con la mano, la lame y chupa un extremo.
Utiliza un servilletero para beber. Es evidente que no reco-
noce los objetos, no vislumbra su significado, lo cual se conoce
con el nombre de ceguera psíquica».
Para terminar Pittrich muestra cómo el paciente disfruta to-
mando una sustanciosa sopa de gulasch.
A las diapositivas les sigue una película sobre este paciente
que reproduce con muy buena calidad su patrón de movimiento
y sus trastornos. Los asistentes aceptan estos signos de «actividad
psicomotora incesante esterotípico-iterativa» como signo ine-
quívoco de la demencia. La película, con una duración de 7
minutos y medio, se conserva en la actualidad y, mientras no se

273
encuentre una cinta anterior, se considera la primera película so-
bre el Alzheimer a escala mundial. El diagnóstico microscópico,
llevado a cabo por el profesor Stadler en el laboratorio histopa-
tológico del hospital clínico, presenta rasgos característicos: al-
teraciones fibrilares tipo Alzheimer y numerosas placas seniles.
En la autopsia el cerebro está muy atrofiado y sólo pesa 1.100
gramos.
En cuanto al uso de la denominación «Enfermedad de Alz-
heimer» hay que destacar el hecho de que Pittrich efectúe el
diagnóstico de «Alzheimer» en un paciente de 70 años, es decir,
en un demente senil. Esto demuestra que ya Pittrich apunta en
la dirección correcta, lo cual es propio de la Escuela de Francfort
y supone un avance hacia la unificación del término que designa
esta enfermedad.

Durante los años siguientes, probablemente también a causa


de la Segunda Guerra Mundial, no se habla tanto de la enfer-
medad de Alzheimer; es más, los documentos que muestran
cómo la denominación «Enfermedad de Alzheimer» empieza
poco a poco a abrirse camino en los congresos datan de co-
mienzos de los años sesenta.
En diciembre de 1962 se efectúa en Berlín la demostración
clínica de dos casos: una paciente de Alzheimer y otra que sufre
la enfermedad de Pick, es decir, una atrofia cortical circunscrita.
Le sucede una magnífica conferencia pronunciada por Elfriede
Albert, de Düsseldorf, que lleva por título «Demencia senil y
Alzheimer: ¿una misma enfermedad?».
En 1964 Albert publica una versión detallada de esta po-
nencia con el título «Demencia senil y enfermedad de Alzheimer
como manifestaciones de una misma patología». El trabajo está
dedicado a su profesor, Karl Kleist, y comprende alrededor de 50
páginas. En él Elfriede Albert no observa ninguna diferencia
esencial entre la demencia precoz, la enfermedad de Alzheimer y
la demencia senil propiamente dicha: «Ya Alzheimer se manifes-
tó en contra de la existencia de una diferencia esencial entre las
demencias presenil y senil. No obstante, a los enfermos de Alz-
heimer se les atribuye una evolución patológica más brusca»12.

274
Albert introduce como concepto nuevo la «alzheimeriza-
ción» o el «alzheimerizamiento». Éste designa el proceso me-
diante el cual sobre una demencia senil ya existente se precipita
el proceso brusco de la enfermedad de Alzheimer. «Así, por
ejemplo, la paciente Sch. llevaba ya tres años padeciendo una de-
mencia senil que avanzaba lentamente cuando, a raíz de un
daño exógeno, se desarrolló de forma brusca el proceso patoló-
gico clásico del Alzheimer».
De este caso la autora deduce que la enfermedad de Alzhei-
mer puede manifestarse como síndrome agudo a partir de una
demencia senil. Por esta razón debería tratarse del mismo pro-
ceso, sólo que incrementado y, por tanto, causante de graves
defectos cerebrales con mayor rapidez. También a través de ex-
haustivos análisis verbales y reconocimientos lingüísticos Albert
detecta que tanto en la demencia senil como en la enfermedad
de Alzheimer el tipo de catagénesis lingüística es prácticamente el
mismo. En el resumen constata que no sólo desde el punto de
vista anatómico, sino también clínico, no existen diferencias
esenciales entre ambas patologías.
Así, no transcurre mucho tiempo hasta que se convoca un
congreso internacional con la demencia como tema. Del 15 al
17 de septiembre de 1967 se celebra en Lausana un simposio
con el título «Demencia senil: aspectos clínicos y terapéuticos».
La organización del evento corre a cargo de dos médicos de
orientación más bien analítica: el catedrático Ch. Müller y el
doctor L. Ciompi, ambos del Hospital Clínico Psiquiátrico de la
Universidad de Lausana.
Los participantes proceden de toda Europa, también Elfrie-
de Albert vuelve a estar presente. J. E. Meyer y H. Lauter, ambos
del Hospital Clínico Psiquiátrico de la Universidad de Gotinga,
marcan un hito en la introducción del término «Enfermedad de
Alzheimer». Después de hablar sobre los conceptos clínicos y cla-
sificatorios de la demencia senil, Lauter resume así los resultados:
«De acuerdo con otros médicos, consideramos la demencia
senil y la enfermedad de Alzheimer una sola entidad clínica que
se manifiesta a edades diferentes. Por esta razón proponemos la
denominación ‘Demencia de Alzheimer’»13.

275
Poco después Elfriede Albert expone las diversas formas pa-
tológicas que se dan dentro de los dementes, explica el concepto
de «alzheimerización» o «alzheimerizamiento», introducido por
ella misma, y funde definitivamente en uno los términos de de-
mencia presenil y senil14. Esto responde a una necesidad urgen-
te, pues tanto en Europa como en Estados Unidos se acumulan
los casos de una enfermedad a la que aún no se le ha dado nom-
bre alguno. El diagnóstico de «Alzheimer» tiene entonces todas
las posibilidades de convertirse en la denominación patológica
más conocida.
Sin embargo, esta fama es todavía compartida, pues aún
prevalece el mito de la arterioesclerosis o, como se conoce po-
pularmente, la «calcificación de las arterias». La relación entre la
edad y los sedimentos arterioescleróticos que se depositan en
los vasos sanguíneos produce un deterioro de las paredes arte-
riales de todos los órganos, pero muy especialmente del cerebro.
A este respecto existe la creencia generalizada de que ciertos
colectivos, por ejemplo los corredores de maratón, no sufren
alteraciones arterioescleróticas. No obstante, una vez realizada la
autopsia de corredores de maratón se detectaron cambios en los
vasos coronarios similares a los de los no corredores. Así pues, es
imposible sostener el mito del origen arterioesclerótico de la de-
mencia senil.
En los años sesenta un grupo de patólogos ingleses analizó
los vasos sanguíneos de personas fallecidas por demencia y los
comparó con los de personas que, en el momento de su muerte,
no presentaban ningún deterioro mental. Tanto en dementes
como en no dementes se detectaron prácticamente los mismos
cambios arterioescleróticos15.
Otro equipo de patólogos repite el estudio y analiza más de
cien cerebros; también ellos llegan a la conclusión de que las al-
teraciones arterioescleróticas no son más frecuentes en los cere-
bros de personas con demencia senil.
Es finalmente en 1966 cuando se da el paso definitivo gra-
cias a la publicación de un trabajo científico que hará historia: el
realizado por B. E. Tomlinson, G. Blessed y M. Roth. En él los
autores reconocieron clínicamente a cincuenta pacientes de-

276
mentes y tras el fallecimiento realizaron la autopsia y un análisis
histopatológico de los cerebros. Después procedieron a comparar
los resultados con el grupo de control, compuesto por personas
mayores no dementes, es decir, sanas, y llegaron a una conclu-
sión con la que nadie contaba: más de la mitad de los dementes
presentan un diagnóstico patológico que coincide con la enfer-
medad de Alzheimer16.
Sin embargo, los mitos suelen tener una larga vida: hasta
1974 no puede refutarse oficialmente la «teoría de la calcifica-
ción». V. C. Hachinski proclama con contundencia: «La utiliza-
ción del término ‘calcificación de las arterias del cerebro’ para
describir el deterioro mental de las personas mayores es proba-
blemente el diagnóstico médico erróneo más habitual»17.
De este modo, la enfermedad de Alzheimer se convierte en la
causa más frecuente de degeneración mental, antaño llamada
«demencia senil».

Sin embargo, la enfermedad de Alzheimer habría sido poco


frecuente y tenido por tanto escasa trascendencia de no haberse
producido un hecho hasta entonces desconocido en la historia de
la humanidad: el aumento paulatino, pero inequívoco, de la es-
peranza de vida media del ser humano en los países más indus-
trializados.
Es innegable que los avances higiénicos y sociales relaciona-
dos con los grandes logros de la Medicina moderna en el ámbito
de la contracepción y la lucha contra las grandes epidemias, así
como la mejora de los recursos alimenticios han contribuido, por
lo general, a doblar aproximadamente en los últimos 300 años la
esperanza de vida de los habitantes de Europa y Norteamérica.
Mientras en la época de la Revolución Francesa la esperanza
media de vida rondaba los 30 años, hoy, sin contar con los efec-
tos de las guerras, ésta oscila entre los 70 y 80 años con tenden-
cia al alza.
Hace cerca de 60 años la escritora danesa Elle Key proclamó
el siglo XX como el «siglo del niño». Hoy hemos de reconocer
que, al cabo del siglo, éste se convirtió en el centenario de los
mayores o incluso de los ancianos. Si en 1920 la cifra de mayores

277
de 60 años se aproximaba al 5%, en la actualidad oscila entre el
20% y el 25%. En 1900 la esperanza media de vida de un hom-
bre en Alemania era de alrededor de 47 años, la de una mujer al-
canzaba los 50 años. Esa misma cifra es hoy de 72 años en el
caso del hombre y 78 en el de la mujer.
De aquí se desprende que las mujeres tienen una mayor es-
peranza de vida que los hombres, con lo cual en los grupos ma-
yores de 60 años se constata una clara mayoría de mujeres. Esto
resulta especialmente llamativo en el tramo de edades más avan-
zadas, que rondan los 100 años.
El ‘Diario médico’ (Ärzteblatt) del 27 de febrero de 1998
abría con el titular «La muerte temprana del sexo fuerte»: «En
Alemania las mujeres viven una media de seis años más que los
hombres. Bien es cierto que los diferentes estados de salud se ma-
nifiestan a una edad avanzada, pero las causas de estas diferencias
se remontan mucho más atrás. Entre otros factores, la repre-
sentación del rol típicamente masculino entraña un riesgo más
alto para la salud»18.
Por esta razón cada vez se considera más necesaria la pro-
moción, a medio plazo, de redes de comunicación entre personas
mayores, de las cuales podrían beneficiarse en especial los hom-
bres, dado que tradicionalmente las relaciones sociales que estos
entablan o bien las asociaciones que forman están orientadas a
una determinada actividad o profesión, perjudicando lógica-
mente más su salud que las relaciones sociales establecidas por las
mujeres durante años, de marcado carácter emocional.
La mayor esperanza de vida del sexo femenino obedece a una
causa: la autopsia de una mujer de 90 años revela por término
medio seis de las llamadas entidades clínicas o daños, mientras
que los hombres de la misma edad presentan una media de entre
ocho y nueve afecciones de este tipo. Resulta interesante que di-
cha proporción se cumpla para todos los mamíferos.
¿Qué hay de cierto, pues, en el sueño de tener una vida
cada vez más larga? Lo cierto es que no todo es positivo. Si uno
desea alcanzar la edad bíblica de los 100 años, el riesgo de con-
traer Alzheimer será del 50%. ¿Nos encontramos por tanto ante
una ruleta rusa? Puede tocarle a una de cada dos personas. En

278
Estados Unidos esta enfermedad es la cuarta causa de falleci-
miento, más de 100.000 personas mueren al año a consecuencia
del Alzheimer. Más de la mitad de los ingresados en residencias
de ancianos en los países industralizados padece una demencia.

Ya en el siglo XIX los Hermanos Grimm levantaron la voz ad-


virtiendo de la duración de la vida*:
«Cuando Dios hubo creado el mundo decidió señalar la du-
ración de la vida de cada una de las criaturas.
Llegó el burro y preguntó:
—Señor, ¿cuánto tiempo voy a vivir yo?
—Treinta años —contestó Dios—, ¿te parece bien?
—¡Ay, Señor! —repuso el pollino—, es demasiado tiempo.
Considera mi triste destino: de la mañana a la noche he de llevar
pesadas cargas y transportar sacos de grano al molino para que
otros coman pan, y como estímulo y alivio no recibo otra cosa
que golpes y patadas. ¡Libérame de una parte de tan largo tiempo!
Entonces Dios se apiadó y le dispensó de dieciocho años. El
burro se fue consolado, y entonces apareció el perro.
—¿Cuánto tiempo quieres vivir tú? —le dijo Dios—. Para el
burro treinta años son demasiados, pero tú estarás contento con
ellos.
—Señor —respondió el perro—, ¿es ésa tu voluntad? Ten en
cuenta lo que yo tengo que correr, y mis patas no van a aguantar
tanto tiempo, y cuando haya perdido la voz para ladrar y los
dientes para morder ¿qué otra cosa me quedará sino correr de un
rincón a otro y gruñir?
Dios vio que tenía razón y le dispensó de doce años. Luego
llegó el mono.
—¿Te gustaría a ti vivir treinta años? —le dijo el Señor—.
Tú no tienes que trabajar, como el burro o el perro, y siempre es-
tás de buen humor.
—¡Ay, Señor! —respondió—, eso es lo que parece, pero la
realidad es muy distinta. Cuando llueve la papilla de mijo, no tengo

* N. de las T.: Traducción original de M.a Teresa Zurdo: Hermanos


Grimm. Cuentos. Cátedra (Letras Universales). 1986, pág. 213s.

279
cuchara para cogerla. Constantemente he de hacer travesuras di-
vertidas y muecas para que la gente se ría, y cuando me dan una
manzana y la muerdo, resulta que está ácida. ¡Cuántas veces se
oculta la tristeza tras una chirigota! Yo no aguanto treinta años.
Dios fue compasivo y le liberó de diez años.
Finalmente apareció el hombre. Estaba alegre, sano y ani-
mado, y pidió a Dios que le asignara su tiempo de vida.
—Vivirás treinta años —dijo el Señor—, ¿es suficiente para
ti?
—¡Señor, qué poco tiempo! —exclamó el hombre—. Tendré
que morir justamente cuando ya tenga construida mi casa y
arda el fuego en mi propio hogar, cuando florezcan y den fruto
árboles que yo haya plantado, y cuando empiece a sentirme sa-
tisfecho de la vida. ¡Señor!, alarga mi vida.
—Añadiré los dieciocho años del burro —dijo Dios.
—No es bastante —repuso el hombre.
—También te daré los doce años del perro.
—Todavía es poco.
—Muy bien —dijo Dios—, te concederé los diez años del
mono, pero nada más.
El hombre se fue, aunque no se sentía nada conforme.
Por eso el hombre vive setenta años. Los primeros treinta son
los propios del hombre y pasan muy deprisa. En ese periodo está
sano, alegre, le gusta trabajar y se siente contento de su existen-
cia. A éstos siguen los dieciocho años del burro. Entonces le va
cayendo encima una carga detrás de otra: tiene que acarrear el
grano que sirve para alimentar a otros, y la paga por sus fieles
servicios no suele ser otra cosa que golpes y patadas. Luego llegan
los doce años del perro, y en esa época no hace más que estar
tumbado por los rincones, gruñir y además no tiene ya dientes
para morder. Y cuando ha pasado esa etapa los años del mono
representan el final. Entonces el hombre chochea y está medio
chiflado, hace toda clase de muecas y extravagancias y se con-
vierte en el hazmerreír de los niños».

Además del hazmerreír público en que en un principio se


convierte la propia afectada, la enfermedad de Alzheimer se trans-

280
Rita Hayworth en «Gilda» (1946)

forma poco a poco en un reto para la hija de una mujer de


fama mundial, que por entonces contaba 42 años. Ya en 1960 la
revista ‘Cine y mujer’ (Film und Frau) escribe al respecto: «Rita
Hayworth desprende auténtico brillo, pero ha de consumir todas
sus fuerzas para lograrlo».
Hoy nadie puede decir con certeza si se trataba de los pri-
meros indicios del Alzheimer. Rita Hayworth comienza poco a
poco a experimentar unos cambios insólitos: tiene miedo a ir
sola a un rincón apartado de la casa, empieza a gritar sin motivo
alguno o a culpabilizar a otros al azar y de forma injusta. Poco
después se olvida continuamente de lo que tiene que decir y se
ven obligados a rodar las películas frase por frase.
Fred Astaire, su pareja en numerosas películas mundialmen-
te conocidas, se admiraba en los inicios de la rapidez con la que

281
su compañera aprendía. Cuando le enseñaba unos pasos nuevos
antes del almuerzo, nada más acabar ella los dominaba a la per-
fección: «Debía de ensayar mentalmente el número mientras
comíamos», afirma Astaire sorprendido, «pero hoy ya no retiene
nada».
En 1977 Rita Hayworth se somete a una cura de desintoxi-
cación y muestra la terrorífica imagen de una bebedora solitaria,
la cual, víctima de su embriaguez, lanza por encima de un seto
botellas vacías de ginebra a su vecino, la estrella de cine Glenn
Ford. Cuando deambula perdida y desaseada por las calles de Be-
verly Hills lleva en el bolso un papel con su dirección. Se la ca-
taloga como alcohólica, pero nadie se da cuenta de que bebe por
la desesperación que le generan sus ataques.
Su hija Yasmin, fruto del tercer matrimonio con el príncipe
Ali Khan, trata de aclararle quién es: pone a su madre frente al
espejo y dice señalando la imagen reflejada: «¿Lo ves? ¡Ésa eres tú,
Rita Hayworth!». Pero la madre sólo mira fijamente su cabello
pelirrojo, lo único que no ha perdido brillo.
En 1981 los médicos le diagnostican la enfermedad de Alz-
heimer. Yasmin ha de hacerse cargo de su tutela. Rita Hayworth
es entonces víctima de esta cruel enfermedad que la convierte en
un caso que requiere asistencia continua las 24 horas del día
por parte de su hija y varias enfermeras. La otrora actriz y baila-
rina de arrebatadora belleza duerme 12 horas al día, el resto lo
pasa en un estado de obnubilación, con la mirada fija en ningu-
na parte.
En 1984 tiene 64 años y está en la última fase de la enfer-
medad de Alzheimer. La decadente «Diosa del amor» de carne y
hueso apenas puede hablar al final de sus días. Si dice algo, a me-
nudo es: «Él lo hace así» o «Me ha mostrado cómo hacerlo».
Puede que sean indicaciones del director Orson Welles, con
quien estuvo casada en cuartas nupcias, grabadas en su memoria
a largo plazo.
El 14 de mayo de 1987 la actriz fallece en su piso de Nueva
York incapacitada, paralizada y demente. Para entonces hacía ya
tiempo que los médicos le habían liberado de la sospecha del al-
coholismo: no fue el alcohol, sino esa enfermedad cerebral ma-

282
Ronald Reagan

ligna lo que le hizo perder el rumbo y le destrozó mente y cuerpo:


el «Alzheimer». Su hija Yasmin exime a los médicos del secreto
profesional, logrando así que su célebre madre también dé a co-
nocer mundialmente el término «Enfermedad de Alzheimer».
Los últimos años de Rita Hayworth son muy parecidos a los
de Auguste D., a quien Alois Alzheimer reconoció por primera
vez en 1901 en la Institución para Enfermos Mentales y Epilép-
ticos de Francfort del Meno. Ambos ejemplos son un caso «clá-
sico» de Alzheimer o un caso de Alzheimer en sentido estricto,
caracterizado por la aparición, por motivos aún no esclarecidos,
de una enfermedad mental durante la quinta o sexta década de
vida, acompañada de una atrofia de la corteza cerebral19.

Otra persona de fama mundial va un paso más allá y reco-


noce por sí misma su enfermedad; en noviembre de 1994 el ex

283
presidente de Estados Unidos Ronald Reagan se despide de la
nación con esta carta:
«Hace poco me han comunicado que soy uno de los millo-
nes de estadounidenses que padecen Alzheimer. Nancy y yo he-
mos tenido que decidir si íbamos a mantenerlo en la intimidad
como cualquier ciudadano o si íbamos a hacerlo público. Ambos
sentimos que era importante hacer pública esta noticia»20.
Desde entonces no hubo información sobre Reagan hasta su
muerte. Él apenas era capaz de recordar sus ocho años de man-
dato. La política dejó de interesarle. Recibía a las visitas con
amabilidad, pero ya no sabía quiénes eran. Su vocabulario era
cada vez más reducido.
Esa sincera carta en la que Reagan cuenta la dolorosa expe-
riencia de su degeneración mental logra el efecto pretendido: el
término «Alzheimer» se utiliza cada vez más. Según las estima-
ciones de Robert Katzman, recogidas en un artículo titulado
«Alzheimer Disease - A Major Killer» y publicado en 1975 en el
‘Archivo de Neurología’ (Archiv für Neurologie), el «Alzheimer» es
la cuarta causa de muerte más frecuente en Estados Unidos,
pero el término «Alzheimer», «demencia senil» o «senilidad» no
figura en ninguna estadística de fallecimientos. Ante esta situa-
ción tan confusa Katzman aboga por utilizar el término «Alz-
heimer» y suprimir definitivamente la distinción por edades21.
En Estados Unidos este llamamiento tuvo una notable re-
percusión, lamentablemente no tanta en Europa, patria del
«Alzheimer». De este modo, a consecuencia de haber consen-
suado una definición clara y a tenor del enorme número de
afectados, una conferencia gubernamental sobre envejecimiento
celebrada ya en 1967 había conducido a la creación, en aquel
país, del National Institute of Aging (NIA), integrado en el
National Institute of Health (NIH). De éstas y de muchas otras
fuentes emanan los medios necesarios para investigar sobre en-
fermedades relacionadas con el envejecimiento y, en particular,
sobre el «Alzheimer».
Cuando además personajes tan célebres como Rita Hay-
worth y Ronald Reagan reconocen ser víctimas de la enferme-
dad, el lobby estadounidense del Alzheimer es tan influyente

284
Herbert Wehner

que son muchos los recursos que se ofrecen gustosamente y se


crean numerosos centros de investigación.

¿Qué ocurre en Alemania? A comienzos de los años ochenta,


Herbert Wehner, portavoz del grupo parlamentario socialista
(SPD) en el Parlamento alemán (Bundestag) y poseedor de una
memoria envidiable, se queja un día en estos términos:
«A menudo ya no recuerdo los nombres de los miembros del
grupo parlamentario que piden la palabra durante la sesión». Al
principio este trastorno de la memoria se considera un síntoma
propio de la edad en una persona de 76 años. Así, se pide al se-
cretario del grupo parlamentario que ayude a Herbert Wehner
en caso de que no se acuerde de los nombres. Su esposa Greta
cuenta que un artículo que debía escribir a máquina como apor-
tación a un libro excedía totalmente su capacidad.

285
Reinhard Appel, periodista de la ZDF, el segundo canal de la
televisión pública alemana, planea emitir una entrevista con el
político. El estudio se decora con muebles y objetos de su propia
casa con el fin de proporcionar a Herbert Wehner una sensación
de confianza y seguridad. El proyecto fracasa, aunque la conver-
sación había comenzado mientras hojeaban álbumes de fotos. El
redactor no es consciente hasta mucho después de que Wehner
no es un hombre desganado, sino que está enfermo y por eso re-
pite: «¡Ya no puedo hacer nada, ya no puedo hacer nada!».
Su mujer, que le acompaña a todas partes, describe todo el
proceso de la enfermedad: «En 1981, con motivo de su 75o
cumpleaños, la Universidad Hebrea de Jerusalén decidió nom-
brarle doctor honoris causa. En febrero de 1984 tuvo lugar el acto
honorífico en Bonn. Lo poco que Herbert fue capaz de decir en
modo alguno estaba relacionado con el título que le habían con-
cedido. Él mismo había juntado un montón de frases que otros
le habían escrito en cartas de agradecimiento.
La única frase espontánea que pronunció al final sonó tierna
y torpe a la vez: ‘Siempre ayudaré’. Fue una frase muy represen-
tativa de toda su vida. Creo que la mayoría de quienes entonces
lo escucharon se dieron cuenta de que tenían ante sí a un hom-
bre enfermo.
En 1985 la Federación de Sindicatos Alemanes le otorgó el
Premio Hans-Böckler. Hans Katzer, colega parlamentario de la
democracia cristiana (CDU), pronunció el discurso laudatorio,
y Herbert debía hablar sobre la cogestión. Hasta entonces Her-
bert siempre había escrito personalmente sus discursos y artí-
culos, los manuscritos de los discursos sólo consistían por lo ge-
neral en breves apuntes. Yo no tenía experiencia ni tampoco
tiempo para prepararle un discurso de ese tipo, así que le di
todo lo que él había dicho anteriormente sobre ese tema y lue-
go se lo leí despacio en voz alta. A partir de lo leído redacté el
texto definitivo.
Así fue como los asistentes, en una sala repleta, presenciaron
el último discurso de Herbert cuatro años y un mes antes del fin
de sus días. Aunque él mismo había sido incapaz de formularlo,
aquél era su discurso, que pronunció implicándose totalmente.

286
Algunos dijeron: ‘Herbert vuelve a ser el de antes’. Sin embargo,
un periodista se acercó a mí y exclamó: ‘¡Pero si el señor Wehner
está leyendo!’. ‘Sí’, contesté, ‘ya no sabe hacerlo de otra manera’.
Visto en perspectiva esto ocurrió aproximadamente 3 años y
medio después de que comenzara su demencia»22.
En el caso de Herbert Wehner los médicos jamás le diag-
nosticaron «Alzheimer», de eso se encargó un periódico sensa-
cionalista del que Wehner dijo una vez: «De todos modos esos
siempre imprimen lo que la gente tiene que pensar». Un amigo
neurólogo le diagnostica un «psicosíndrome cerebral orgánico,
crónico y progresivo», es decir, un trastorno de las funciones
cerebrales a consecuencia de una diabetes sufrida durante déca-
das. ¿No era entonces un caso típico de Alzheimer? A pesar de
ello, en 1997 Greta Wehner participa en el Congreso Alemán so-
bre Alzheimer celebrado en Stuttgart para reconocer, en nombre
de su esposo, la demencia que éste padecía, al igual que Ronald
Reagan hiciera por sí mismo.

En junio de 1989, con motivo del 125o aniversario de Alois


Alzheimer, se celebra en Würzburg y Marktbreit, su lugar de na-
cimiento, un simposio internacional organizado por las clínicas
psiquiátricas universitarias de Würzburg y Múnich y por el Ins-
tituto de Patobioquímica de la Universidad de Heidelberg.
El semanario Der Spiegel concede tanta importancia a este
aniversario que decide dedicarle su portada23. En la casa natal de
Alzheimer, su nieta, Hildegard Koeppen, descubre una placa
conmemorativa. En 1995, el día en el que se cumple el 80o ani-
versario de la muerte de Alzheimer, su casa natal se convierte en
un espacio público de reunión y tributo.
Sin embargo, a mediados de los años ochenta se produce una
grave crisis cuando, una vez aceptado mundialmente el término
«Alzheimer», surgen dudas sobre el diagnóstico de Auguste D.
Son muchos los que entonces creen ver en ella un caso de ar-
terioesclerosis o un cuadro clínico neurológico muy poco fre-
cuente. Pero Alois Alzheimer sale victorioso a título póstumo, tal
y como puede leerse en abril de 1998 en la sección de ciencia del
periódico Frankfurter Allgemeine Zeitung:

287
«El neurólogo Alois Alzheimer, que ejercía en Francfort del
Meno, no se equivocó en el primer diagnóstico de la enfermedad
que lleva su nombre. La paciente que él examinó, Auguste D.,
padecía en efecto una demencia de tipo Alzheimer. (…) Unos
investigadores de Martinsried se toparon hace poco con las pre-
paraciones del cerebro que llevaban tanto tiempo desapareci-
das. En ellas reconocieron los fascículos neurofibrilares caracte-
rísticos y las placas de amiloide. No encontraron signos de
demencia de tipo vascular».
Así, tanto el propio Alzheimer como el término «Alzhei-
mer» hacen un doble recorrido: primero describen una enfer-
medad que aparece a comienzos del siglo XX en Auguste D. y en
unos pocos casos más. A finales de siglo se produce una «alzhei-
merización» y una fusión de los conceptos de demencia presenil
y senil que tiene como consecuencia el uso del epónimo «Alz-
heimer» para denominar todo tipo de demencias, e incluso para
designar un tipo de demencia que pone del revés la acepción
«clásica» del Alzheimer, aquella que define una demencia de
avance rápido que se presenta a una edad relativamente tempra-
na. Ejemplo de esta distorsión es un titular del diario Hamburger
Abendblatt en su edición del 25 de febrero de 1998 que reza:
«¿Alzheimer siendo tan joven?» y continúa: «La enfermedad de
Alzheimer se considera una demencia relacionada con la vejez,
pero también es posible que se presente a una edad más tem-
prana».

Bien es verdad que Alzheimer no recibió el Premio Nobel


por su descubrimiento, pero su nombre ha pasado a formar par-
te del lenguaje común como el de ningún otro médico. Y a pesar
de que en alemán el término «Alzheimer» a menudo se ridiculi-
ce abreviándolo como «Alzi» o se utilice de forma irónica, estas
palabras se le atragantarán a todo aquel que, aunque sea por
poco tiempo, trate con una persona que sufra esta cruel enfer-
medad que puede afectar a cualquiera, independientemente de
su procedencia y modo de vida.
No existe remedio para curar esta dolencia tan destructiva; en
la actualidad se investiga febrilmente en todo el mundo para de-

288
La nieta de Alzheimer, Hildegard Koeppen, descubre en 1989 una placa
conmemorativa en la casa natal de Marktbreit

sarrollar algún medicamento. Por fortuna hay medicamentos que


frenan la enfermedad, reducen los síntomas, retrasan considera-
blemente su desarrollo y son de gran ayuda para los afectados.
La gimnasia mental va camino de convertirse en un nuevo
deporte de masas. Los enfermos de Alzheimer, sus familiares y
también las personas sanas se benefician ya de los efectos positi-
vos de este entrenamiento. Cada vez son más los que se dejan
contagiar por métodos sencillos, pero tanto más eficaces para au-
mentar el rendimiento de su cerebro.

289
La introducción de equipos electrónicos, de la que se tiene
noticia en 1998, puede contribuir a proteger a los enfermos de sí
mismos: «Los pacientes de la residencia Meander de Veendam
que sufran una ligera confusión ya no podrán escaparse sin ser
vistos. En los zapatos de unos treinta ancianos que padecen Alz-
heimer se ha introducido un chip informático. Según el director
del centro, ‘los detectores situados en los ascensores y las puertas
que conducen al exterior emiten un pitido en cuanto se acerca
alguien con estos zapatos’. Consecuencia: las puertas se cierran
automáticamente»24.
En definitiva, todo el peso recae sobre los hombros de los
cuidadores, casi siempre familiares, quienes de forma casi so-
brehumana se sacrifican por los enfermos y han de contemplar
cómo estos degeneran mentalmente cada vez más y ni siquiera
son capaces de responder a la sencilla pregunta del médico:
«¿Cómo se llama?».

290
Anexos
Árbol genealógico

Bisabuelos de Alois Alzheimer


Michael Johann Alzheimer OO Margarethe Günther
1757 1768

Abuelos de Alois Alzheimer


Johann Alzheimer OO Crescentia Bachmann
1797-1882 1768

Primer matrimonio de Eduard Alzheimer


Eduard Alzheimer OO Eva María Sabina Busch
1830-1891 1840-1862
Karl Eduard Sebastian
1862-1924

Segundo matrimonio de Eduard Alzheimer


Eduard Alzheimer OO Barbara Theresia Busch
1830-1891 1840-1882
Alois Johanna Eduard Alexander Elisabeth Alfred
1864-1915 1865-1920 1867-1948 1870-1942 1872-1968 1875-1949

Tercer matrimonio de Eduard Alzheimer


Eduard Alzheimer OO Martha Katharina María Geiger
1830-1891
Eugenia
1884-1950

Alois Alzheimer OO Cecilie (de soltera Wallerstein)


14.6.1864-19.12.1915 6.7.1860-28.2.1901

Gertrud, Stertz Hans Eduard María, Finsterwalder


1895-1980 1896-1981 1900-1977

Hildegard Koeppen Ilse Lieblein Barbara Lippert


Gabriele Hager Karin Weiss Rupert Finsterwalder

293
Cronología

14.6.1864 Nacimiento de Alois Alzheimer a primera hora de la


mañana.
1870-1874 Formación en la escuela primaria de Marktbreit.
1874-1878 Traslado a Aschaffenburg e ingreso en el Instituto Real
Humanístico.
1884-1888 Estudios universitarios de Medicina.
1887 Tesis doctoral titulada Sobre las glándulas ceruminosas
del oído.
1888 Licenciatura en Medicina con la calificación de «Sobre-
saliente». Colaboración en el laboratorio histológico de
Albert von Kölliker. Médico acompañante de una «dama
enferma mental». Médico asistente en la Institución Mu-
nicipal para Enfermos Mentales y Epilépticos de Franc-
fort del Meno bajo la dirección de Emil Sioli.
1892 Primera publicación «Sobre un caso de atrofia muscular
espinal progresiva».
1895 Matrimonio con la viuda Cecilie Simonette Nathalie
Geisenheimer, de soltera Wallerstein, y nacimiento de su
primera hija, Gertrud. Publicación sobre la «Parálisis
progresiva en la pubertad». Ascenso a jefe clínico de la
Institución para Enfermos Mentales y Epilépticos de
Francfort.
1896 Nacimiento de Hans.
1900 Nacimiento de María.

295
1901 Fallecimiento de su esposa.
Noviembre: ingreso y reconocimiento de Auguste D.,
paciente de 51 años con signos de demencia.
1902 Traslado a Heidelberg para trabajar con Emil Kraepelin
como ayudante investigador.
1903 Traslado al Hospital Clínico Psiquiátrico de Múnich
junto con Kraepelin, dirección del laboratorio de Ana-
tomía cerebral.
1904 Memoria de habilitación titulada Estudios histológicos so-
bre el diagnóstico diferencial de la parálisis progresiva.
1906 Conferencia «Sobre una enfermedad peculiar de la cor-
teza cerebral»: primera descripción de una demencia pre-
senil, más adelante llamada enfermedad de Alzheimer a
propuesta de Kraepelin.
1910 Primera mención del término «Enfermedad de Alzhei-
mer» en el Manual de Psiquiatría de Kraepelin.
1912 Acceso a la cátedra de Psiquiatría en la Clínica de Psi-
quiatría y Enfermedades Mentales de la Universidad Si-
lesia Friedrich-Wilhelm, en la ciudad de Breslau.
1913 Estancia en la ciudad balneario de Wiesbaden.
19.12.1915 Fallecimiento a causa de una insuficiencia renal.
23.12.1915 Entierro en el cementerio principal de Francfort del
Meno.

296
Notas

El historial de Auguste D.

1 Historial de Auguste D. 1901-1906, Hospital Clínico de la Univer-


sidad Johann-Wolfgang Goethe de Francfort del Meno, Clínica de
Psiquiatría y Psicoterapia I, fragmentos ya publicados en: K. Mau-
rer/S. Volk/H. Gerbaldo, en: Lancet 349, 1997, págs. 1546-1549.

Antepasados, infancia y juventud de Alois Alzheimer

1 K. Maurer: «Anmerkungen zum Geburtshaus, zur Person und


zum Todestag von Alois Alzheimer» [Observaciones sobre la casa
natal, la persona y el aniversario de la muerte de Alois Alzhei-
mer], conferencia pronunciada en el Simposio celebrado con mo-
tivo del 80o aniversario de la muerte de Alois Alzheimer y la inau-
guración de su casa natal como espacio de conmemoración y
tributo. Marktbreit, 19 de diciembre de 1995 (manuscrito).
2 O. Hansmann/J. Schirmer: Marienwallfahrtsort Rengersbrunn [Lu-
gar de peregrinación mariana de Rengersbrunn], Bad Soden, (s.f.).
3 M. Goes: «Alois Alzheimer und die nach ihm benannte Krankheit»
[Alois Alzheimer y la enfermedad que lleva su nombre]. Mittei-
lungen aus dem Stadt- und Stiftsarchiv Aschaffenburg, Vol. 3, cua-
derno 2, sept. 1990, págs. 77-83.
4 1000 Jahre Kassel und Wirtheim [Kassel y Wirtheim cumplen 1000
años]. (Eds.) Comarca de Biebergemünd con motivo de la cele-
bración del milenio, Gelnhausen, (s.f.).
5 Gaceta local Fürstlich Schwarzenberg’sches Wochenblatt del 24 de ju-
nio de 1862, n.o 25.

297
6 R. Plochmann: Urkundliche Geschichte der Stadt Marktbreit in
Unterfranken [Historia documentada de la ciudad de Marktbreit,
en la Baja Franconia], Erlangen, 1864.
7 Éste y los demás datos documentales sobre Eduard Alzheimer y su
familia proceden del Archivo Muncipial de Marktbreit (manuscri-
to).
8 Registro de la parroquia de San Luis en Marktbreit, hoy Archivo
Episcopal de Würzburg, Fol. I, pág. 101.
9 Véase nota 1.

El estudiante de Medicina

1 J. Conolly: The Treatment of the Insane without Mechanical Res-


traint, Londres 1856, reimpreso en 1973.
2 Archivo de la Universidad Humboldt de Berlín, certificado de es-
tudios de Alois Alzheimer con fecha del 11 de marzo de 1884, ar-
chivo n.o 714.
3 H. Fromm: «Alois Alzheimer. Ein übersehener bedeutender
Corpsstudent» [Alois Alzheimer. Un destacado miembro de nues-
tra asociación estudiantil que pasó inadvertido], Beiträge zur Ges-
chichte des Corps Franconia zu Würzburg 101, 1988, págs. 1-8.
4 Archivo de la Universidad Julius-Maximilian de Würzburg, listado
de cursos inscritos por Alois Alzheimer durante el segundo se-
mestre 1884/1885.
5 Archivo municipal de Francfort, expedientes de la Administra-
ción local, expedientes de la Institución Psiquiátrica Municipal
de Francfort del Meno, 1888, 230 II, Q 62 b.
6 Reunión de los nietos de Alzheimer celebrada el 6 de enero de
1998 (s. l.). Asistentes: Bärbel Lippert, Ilse Lieblein, Hildegard Ko-
eppen, Rupert Finsterwalder y Karin Weiss, acta levantada por R.
Finsterwalder (manuscrito).
7 Archivo de la Universidad Eberhard-Karl de Tubinga, expediente
personal de Alois Alzheimer, 5/32.
8 M. Weiss: Tausend Semester Tübingen [Los mil semestres de
Tubinga], Tubinga, 1991.
9 A. Alzheimer: Über die Ohrenschmalzdrüsen [Sobre las glándulas ce-
ruminosas del oído], tesis doctoral, Würzburg, 1888.
10 Archivo de la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, expe-
diente personal de Alois Alzheimer, E II N, 1888.

298
De Würzburg a Francfort

1 H. Hoffmann: Beobachtungen und Erfahrungen über Seelenstörun-


gen und Epilepsie [Observaciones y experiencias sobre trastornos
anímicos y epilepsia], Francfort del Meno, 1859.
2 W. Enzensberger: «Der Struwwelpeter-Hoffmann» [El Hoffmann
Pedro Melenas], en: Symbiose 4, 1990, págs. 27-31.
3 G. Groddeck, en: G. H. Herzog/M. Herzog-Hoinkins/H. Seifert
(Eds.), Heinrich Hoffmann. Leben und Werk in Texten und Bildern,
[Heinrich Hoffmann. Vida y obra en textos e imágenes], Francfort,
1995.
4 Heinrich Hoffmann: Lebenserinnerungen [Memorias], Francfort,
1985.
5 Documentación de la convocatoria y solicitud de plaza por parte
de Alois Alzheimer, en: Archivo municipal de Francfort, expe-
dientes de la Administración local, expedientes de la Institución
Psiquiátrica Municipal de Francfort del Meno, 1888, 230 II-V.
6 H. Siefert, Heinrich Hoffmann (1809-1894), en: cuaderno médi-
co Hessisches Ärzteblatt 5, 1988, págs. 281-283.
7 Véase nota 4.
8 Brigitte Leuchtweis-Gerlach: «Emil Sioli, der geistige Vater des
Waldkrankenhauses Köppern» [Emil Sioli, padre espiritual del
Hospital de Köppern], en: Suleburc Chronik. Schriften zur Ge-
schichte der Stadt Friedrichsdorf, cuaderno 6, 1995, págs. 3-18.
9 A. Alzheimer: «25 Jahre Psychiatrie» [25 años de Psiquiatría], en:
Archiv für Psychiatrie und Nervenkrankheiten 52, 1913, págs. 853-
866.
10 Emil Sioli: Bericht über die Anstalt für Irre und Epileptische in
Frankfurt am Main 1899 [Informe sobre la Institución para En-
fermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno 1889],
Francfort del Meno, 1889.
11 H. Spatz, Franz Nissl, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuropatholo-
gie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Alemania],
Stuttgart, 1961, págs. 43-66.
12 Diario Münchener Anzeiger del 15 de junio de 1886, n.o 166.
13 Véase nota 9.
14 Véase nota 10.
15 E. Kraepelin: «Die Heidelberger Wachabteilung für unruhige Kran-
ke» [Sección de vigilancia de enfermos agitados en Heidelberg], en:
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie 59, 1902, págs. 133-136.

299
16 A. Alzheimer: «Über einen Fall von spinaler progressiver Muskel-
atrophie und hinzutretender Erkrankung bulbärer Kerne und der
Rinde» [Sobre un caso de atrofia muscular espinal progresiva con
afectación de núcleos bulbares y corteza], en: Archiv für Psychiatrie
und Nervenkrankheiten 23, 1892, págs. 459-485.
17 W. Krücke, Carl Weigert, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuro-
pathologie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Ale-
mania], Stuttgart, 1961, págs. 5-18.
18 W. Krücke, Ludwig Edingen, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuro-
pathologie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Alema-
nia], Stuttgart, 1961, págs. 21-32.
19 Véase nota 9.
20 Véase nota 9.
21 Véase nota 10.
22 «Sitzungsberichte der Tagung der Südwestdeutschen Irrenärzte in
Karlsruhe, 2. bis 4. November 1892» [Actas de las sesiones del
Congreso de Psiquiatras del Suroeste de Alemania celebrado en
Karlsruhe del 2 al 4 de noviembre de 1892], en: Neurologisches
Zentralblatt 1893.
23 Véase nota 15.
24 E. Kraepelin: Lebenserinnerungen [Memorias]. Editado por H.
Hippius/H. Peters/H. Ploog, Berlín, 1983, pág. 76.
25 A. Alzheimer: «Die arteriosklerotische Atrophie des Gehirns» [La
atrofia cerebral arterioesclerórica], en: Allgemeine Zeitschrift für Psy-
chiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 51, 1895, págs. 809-812.
26 «Jahresversammlung der deutschen Irrenärzte zu Dresden am 21.
und 22. September 1894» [Reunión Anual de los Psiquiatras Ale-
manes celebrada en Dresde el 21 y 22 de septiembre de 1894], en:
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Me-
dizin 51, 1895, págs. 809-812.
27 A. Alzheimer: «Die Paralysis progressiva der Entwicklungsjahre»
[La parálisis progresiva en la pubertad], en: Neurologisches Zen-
tralblatt 13, 1894, pág. 732.
28 A. Alzheimer: «Die Frühform der progressiven Paralyse» [La pará-
lisis progresiva en su forma temprana], en: Allgemeine Zeitschrift für
Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 52, 1896, págs. 533-
594.
29 A. Alzheimer: «Ein geborener Verbrecher» [Un criminal nato], en:
Archiv der Psychiatrie und Nervenkrankheiten 28, 2896, págs. 327-
353.

300
30 C. Lombroso: L’uomo delinquente, Roma/Turín/Florencia, 1884.
31 H. Spatz, Franz Nissl, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuropatholo-
gie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Alemania],
Stuttgart, 1961, págs. 43-66.
32 A. Alzheimer: «Über die durch Druck auf den Augapfel hervorge-
rufenen Visionen» [Sobre visiones producidas por presión sobre el
globo ocular], en: Zentralblatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie
18, 1895, págs. 473-478.
33 A. Alzheimer: «Beiträge zur pathologischen Anatomie der Hirn-
rinde und zur anatomischen Grundlage einiger Psychosen» [Con-
tribuciones a la anatomía patológica de la corteza cerebral y a la
base anatómica de algunas psicosis], en: Monatsschrift für Psychia-
trie und Neurologie 2, 1897, págs. 82-120.
34 A. Alzheimer: «Ein Beitrag zur pathologischen Anatomie der Epi-
lepsie» [Una contribución sobre la anatomía patológica de la epi-
lepsia], en: Monatsschrift für Psychiatrie und Neurologie 4, 1898,
págs. 345-369.
35 A. Alzheimer: «Neuere Arbeiten über die Dementia senilis» [Últi-
mos trabajos sobre la dementia senilis], en: Monatsschrift für Psy-
chiatrie und Neurologie 3, 1898, págs. 101-115.
36 Emil Sioli: Bericht über die Anstalt für Irre und Epileptische in
Frankfurt am Main 1899 [Informe sobre la Institución para En-
fermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno 1889],
Francfort del Meno, 1889.
37 Reunión de los nietos de Alzheimer celebrada el 6 de enero de
1998 (s. l.). Asistentes: Bärbel Lippert, Ilse Lieblein, Hildegard Ko-
eppen, Rupert Finsterwalder y Karin Weiss, acta levantada por R.
Finsterwalder (manuscrito).
38 Franz Nissl: «Kleinere Mitteilungen zum Andenken an Alois Alz-
heimer» [Breves observaciones en memoria de Alois Alzheimer],
en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche
Medizin 73, 1916, págs. 96-107.
39 Véase nota 11.
40 Véase nota 38.
41 Documentación de la convocatoria y solicitud de plaza por parte
de Alois Alzheimer, en: Archivo municipal de Francfort, expe-
dientes de la Administración local, expedientes de la Institución
Psiquiátrica Municipal de Francfort del Meno, 1888, 230 III Q
16-28.
42 Véase nota 37.

301
43 Emil Sioli: Bericht über die Anstalt für Irre und Epileptische in
Frankfurt am Main 1901 [Informe sobre la Institución para En-
fermos Mentales y Epilépticos de Francfort del Meno 1901],
Francfort del Meno, 1901.
44 Véase nota 8.
45 E. L. Hoffmann: Die ehemalige Trinkerheilstätte auf dem Burgberg
bei Bieber [El antiguo sanatorio para alcohólicos en el monte Burg-
berg de Bieber], Comarca de Biebergemünd, (s.f.), págs. 153-155.

A Múnich pasando por Heidelberg

1 E. Kraepelin: Lebenserinnerungen [Memorias]. Editado por H.


Hippius/H. Peters/H. Ploog, Berlín, 1983, pág. 121.
2 H. Spatz, Franz Nissl, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuropatholo-
gie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Alemania],
Stuttgart, 1961, págs. 43-66.
3 «Über die Wachabteilung der Heidelberger Irrenklinik» [Sobre la
sección de vigilancia de la Clínica Psiquiátrica de Heidelberg], en:
Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie 51, 1895, págs. 1-21.
4 Véase nota 1, pág. 125.
5 Archivo municipal de Francfort, expediente personal de Alois Alz-
heimer, 1903.
6 H. Kerchensteiner: «Geschichte der Münchner Krankenanstalten»
[Historia de las instituciones clínicas de Múnich], en: J. Bauer (ed.):
Festschrift zum 100jährigen Bestehen des Städtischen Krankenhauses
links der Isar 1812-1913 [Volumen conmemorativo del centenario
del Hospital Municipal Links der Isar 1812-1913], Múnich, 1913.
7 H. Hippius (ed.): Die Psychiatrische Klinik der Ludwig-Maximi-
lians-Universität München. Dokumente zur Baugeschichte [La
Clínica Psiquiátrica de la Universidad Ludwig-Maximilian de Mú-
nich. Documentos sobre su construcción], Múnich, 1991.
8 Véase nota 2.
9 H. Littmann: «Grundrissanlage und Aufbau» [Planta y construc-
ción], citado en: H. Hippius (ed.), Op. Cit., pág. 52.
10 Archivo capitalino de Baviera, expedientes del Ministerio de Cul-
tura sobre la Universidad de Múnich, MK 11250.
11 Deutscher Volkskalender für Stadt und Land auf das Jahr 1909 [Ca-
lendario popular alemán para el campo y la ciudad, año 1909],
Odessa, 1908.

302
12 Véase nota 1, pág. 133.
13 Diario Münchner Neueste Nachrichten del 7 de noviembre de 1904,
n.o 921.
14 Véase nota 1, pág. 135.
15 Archivo de la Universidad Ludwig-Maximilian de Múnich, expe-
diente personal de Alois Alzheimer, E II N, 1904.
16 A. Alzheimer: Histologische Studien zur Differentialdiagnose der
progressiven Paralyse [Estudios histológicos sobre el diagnóstico di-
ferencial de la parálisis progresiva], Jena, 1904.
17 E. Kraepelin: Psychiatrie. Ein Lehrbuch für Studierende und Ärzte
[Psiquiatría. Manual para estudiantes y médicos], 7.a edición, Leip-
zig, 1907.
18 O. Bumke: Lehrbuch der Geisteskrankheiten [Manual de enferme-
dades mentales], 3.a edición, Múnich, 1917.
19 J. E. Meyer, Alois Alzheimer, en: W. Scholz (ed.): 50 Jahre Neuro-
pathologie in Deutschland [50 años de Neuropatología en Alema-
nia], Stuttgart, 1961, págs. 67-78.
20 G. Macchi/C. Brahe/M. Pomponi, Alois Alzheimer and Gaetano
Perusini: «Should Man Divide What Fate United?», en: European
Journal of Neurology 4, 1997, pág. 210-213.
21 R. Gaupp: «Alois Alzheimer», en: Münchner Medizinische Wo-
chenschrift 63, 1916, págs. 195-196.
22 Véase nota 19.
23 Véase nota 1, pág. 171.
24 Véase nota 1, pág. 149.
25 Véase nota 10, MK 11255.
26 Diario Münchner Neueste Nachrichten del 20 de noviembre de
1907, n.o 543.
27 A. Alzheimer: «Das Delirium alcoholicum Magnas», en: Zentral-
blatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie 27, 1904, págs. 437-
441.
28 Th. Ziehen: Psychiatrie für Ärzte und Studierende [Psiquiatría para
médicos y estudiantes], Berlín, 1894.
29 A. Alzheimer: «Einiges über die anatomischen Grundlagen der
Idiotie» [Sobre las bases anatómicas de la idiocia], en: Zentralblatt
für Nervenheilkunde und Psychiatrie 27, 1904, págs. 497-505.
30 A. Alzheimer: «Enige Methoden zur Fixierung der Cerebrospinal-
flüssigkeit» [Algunos métodos para fijar los elementos celulares
del líquedo cefalorraquídeo], en: Zentralblatt für Nervenheilkunde
und Psychiatrie 30, 1907, págs. 449-451.

303
31 A. Alzheimer: «Die Gruppierung der Epilepsie» [Clasificación de la
epilepsia], en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-ge-
richtliche Medizin 64, 1907, págs. 418-421.
32 A. Alzheimer: «Haben wir bei den verschiedenen Geisteskrank-
heiten mit anatomischen Befund einen histologisch annähernd
gleichen Krankheitsprozess vorauszusetzen? [¿En las distintas en-
fermedades mentales con diagnóstico anatómico podemos presu-
poner un proceso patológico histológico similar?], en: Neurologi-
sches Zentralblatt 24, 1905, págs. 680-682.
33 A. Hoche: «Kritisches zur psychischen Formenlehre» [Considera-
ciones críticas sobre la nosología psíquica], en: Allgemeine Zeit-
schrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin 63, 1906,
págs. 559-563.
34 E. Kraepelin/J. Lange: Psychiatrie, 9.a edición, Leipzig, 1927.
35 Véase nota 21.
36 E. Kraepelin: «Lebensschicksale deutscher Forscher», [El destino de
algunos investigadores alemanes], en: Münchner Medizinische Wo-
chenschrift 3, 1920, págs. 75-78.
37 A. Alzheimer: «Über die Indikation für eine künstliche Schwan-
gerschaftsunterbrechung bei Geisteskranken», [Casos en los que
practicar un aborto inducido en enfermas mentales], en: Münchner
Medizinische Wochenschrift 54, 1907, págs. 1617-1621.
38 K. Binding/A. Hoche: Die Freigabe der Vernichtung lebensunwerten
Lebens - ihr Mass und ihre Form [La exoneración de la destrucción
de la vida carente de valor], Leipzig, 1922.
39 A. Alzheimer: «Beiträge zur Kenntnis der pathologischen Neuro-
glia und ihren Beziehungen in den Abbauvorgängen im Ner-
vengewebe» [Contribuciones al conocimiento de la neuroglía pa-
tológica y sus vínculos con el proceso de degradación de los
tejidos neuronales], en: F. Nissl/A. Alzheimer: Histologische und
histopathologische Arbeiten über die Grosshirnrinde [Trabajos his-
tológicos e histopatológicos sobre la corteza cerebral], Leipzig,
1911.
40 A. Alzheimer: «Ist die Einrichtung einer psychiatrischen Abtei-
lung im Reichsgesundamt erstrebenswert?» [¿Vale la pena crear
un departamento psiquiátrico en el Servicio de Salud Imperial?],
en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 6, 1911,
págs. 242-246.
41 Zentralblatt für Nervenheilkunde und Psychiatrie, 1907, págs. 177-
179.

304
42 A. Alzheimer: «Über eine eigenartige Erkrankung der Hirnrinde»
[Sobre una enfermedad peculiar de la corteza cerebral], en: Allge-
meine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin
64, 1907, págs. 146-148.
43 G. Aschaffenburg: «Die Beziehungen des sexuellen Lebens zur
Entstehung von Nerven- und Geisteskrankheiten» [Las implica-
ciones de la vida sexual en el origen de las enfermedades nerviosas
y afectivas], en: Münchner Medizinische Wochenschrift 37, 1906.
44 Diario Tübinger Chronik del 5 de noviembre de 1906.
45 G. Perusini: «Über klinische und histopathologische eigenartige
psychische Erkrankungen des späteren Lebensalters» [Sobre en-
fermedades peculiares clínicas e histopatológicas en edad avanzada],
en: F. Nissl/A. Alzheimer (eds.): Histologische Arbeiten über die
Grosshirnrinde unter besonderer Berücksichtigung der pathologischen
Anatomie der Geisteskrankheiten [Trabajos histológicos sobre la cor-
teza cerebral con especial atención a la anatomía patológica de las
enfermedades mentales], 3er vol., págs. 297-351.
46 Véase nota 1, pág. 172.
47 E. Kraepelin: Psychiatrie. Ein Lehrbuch für Studierende und Ärzte
[Psiquiatría. Manual para estudiantes y médicos], 1er vol. 1909, 2o
vol. 1910.
48 A. Alzheimer: «Über eigenartige Krankheitsfälle des späteren Alters
[Sobre casos patológicos peculiares en edad avanzada], en: Zeit-
schrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 4, 1911, págs.
356-385.
49 Véase nota 47, págs. 624-628.
50 Diario Frankfurter Rundschau del 4 de junio de 1997, n.o 126/23.
51 Véase nota 10, MK 11245.
52 E. Kraepelin: «Lebensschicksale deutscher Forscher», [El destino de
algunos investigadores alemanes], en: Münchner Medizinische Wo-
chenschrift 3, 1920, págs. 75-78.
53 A. Alzheimer: «Die diagnostischen Schwierigkeiten in der Psy-
chiatrie» [Las dificultades del diagnóstico psiquiátrico], en: Zeit-
schrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 1, 1910, págs. 1-19.
54 A. Alzheimer: «Über Degeneration und Regeneration an der pe-
ripheren Nervenfaser» [La degeneración y regeneración de las fibras
nerviosas periféricas], en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie
und Psychiatrie 1, 1910, págs. 654-655.
55 «J. E. Meyer, Alois Alzheimer», en: K. Kolle: Grosse Nervenärzte.
[Grandes neurólogos], 2o vol., Stuttgart, 1964.

305
56 Franz Nissl: «Kleinere Mitteilungen zum Andenken an Alois Alz-
heimer» [Breves observaciones en memoria de Alois Alzheimer],
en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche
Medizin 73, 1916, págs. 96-107.
57 Véase nota 21.
58 Véase nota 15.
59 Veáse nota 1, pág. 171.
60 Geheimes Staatsarchiv Preussischer Kulturbesitz, Sachakten Irren-
anstalt Breslau [Archivo estatal secreto del patrimonio cultural
prusiano, expediente sobre la Institución Psiquiátrica de Breslau],
vol. 12, pág. 123, Berlín, 1912.
61 Véase nota 10, MK 11288.

Breslau

1 «Wilhelm II., Der neue Name der Universität (1911)» [Wilhelm


II.: el nuevo nombre de la Universidad (1911)], en: D. H. Klein
(ed.): Breslau. Ein Lesebuch, Husum, 1988.
2 J. Raecke: «Alois Alzheimer», en: Archiv für Psychiatrie und Ner-
venkrankheiten 56, 1916, págs. 1-6.
3 A. Kiejna: «Der Breslauer Zeitabschitt von Alois Alzheimer» [La
etapa de Alois Alzheimer en Breslau], conferencia pronunciada
en el Simposio celebrado con motivo del 80.o aniversario de la
muerte de Alois Alzheimer y la inauguración de su casa natal
como espacio de conmemoración y tributo. Marktbreit, 19 de di-
ciembre de 1995 (manuscrito).
4 K.-J. Neumärker: Karl Bonhoeffer, Leipzig, 1990.
5 A. Alzheimer: «Über eine eigenartige Erkrankung des zentralen
Nervensystems mit bulbären Symptomen und schmerzhaften spas-
tischen Krampfzuständen der Extremitäten» [Sobre una enferme-
dad peculiar del sistema nervioso central con síndromes bulbares y
convulsiones espásticas dolorosas en las extremidades], en: Zeit-
schrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 33, 1916, págs.
45-59, (publicado a título póstumo por W. Spielmeyer).
6 «Breslauer Psychiatrisch-neurologische Vereinigung, Sitzung vom
17. Februar 1913» [Sesión del 17 de febrero de 1913 de la reunión
de Asociación Neuropsiquiátrica de Breslau], en: Berliner Klinische
Wochenschrift 19, 1913, págs. 1-8.
7 Franz Nissl: «Kleinere Mitteilungen zum Andenken an Alois

306
Alzheimer» [Breves observaciones en memoria de Alois Alzhei-
mer], en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-ge-
richtliche Medizin 73, 1916, págs. 96-107.
8 Diario Wiesbadener Bade-Blatt, lista de pacientes alojados el 13 de
abril de 1913 y el 23 de mayo de 1913, Wiesbaden, 1913.
9 E. Kraepelin: Lebenserinnerungen [Memorias]. Editado por H.
Hippius/H. Peters/H. Ploog, Berlín, 1983, pág. 172.
10 Geheimes Staatsarchiv Preussischer Kulturbesitz, Sachakten Irrenans-
talt Breslau [Archivo estatal secreto del patrimonio cultural pru-
siano, expediente sobre la Institución Psiquiátrica de Breslau], vol.
5, pág. 27, Berlín, 1912.
11 A. Alzheimer: «Fälle von Methylalkoholvergiftungen» [Casos de in-
toxicación por metilalcohol], en: Deutsche Medizinische Wo-
chenschrift 41, 1915, pág. 635.
12 A. Alzheimer: Der Krieg und die Nerven. [La guerra y los nervios],
Sonderdruck Breslau, 1915.
13 R. Gaupp: «Alois Alzheimer», en: Münchner Medizinische Wo-
chenschrift 63, 1916, págs. 195-196.
14 Carta de G. Stertz dirigida a R. Gaupp con fecha del 12 de di-
ciembre de 1915, casa natal de Alois Alzheimer en Marktbreit
(manuscrito).
15 Diario Schlesische Zeitung del 21 de diciembre de 1915.
16 Véase nota 8.
17 C. Neisser, en: «Verhandlungen psychiatrischer Vereine. 101. Sit-
zung des Ostdeutschen Vereins für Psychiatrie am 9. Dezember
1916» [Reuniones de asociaciones psiquiátricas. 101.a reunión de la
Asociación Psiquiátrica de Alemania Oriental celebrada el 9 de
diciembre de 1916], en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und
Psychisch-gerichtliche Medizin 73, 1917, págs. 369-372.

«El Alzheimer»: una enfermedad de largo recorrido

1 A. Alzheimer: «Über eigenartige Krankheitsfälle des späteren Alters


[Sobre casos patológicos peculiares en edad avanzada], en: Zeit-
schrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 4, 1911, págs.
356-385.
2 G. R. Lafora: «Beitrag zur Kenntnis der Alzheimerschen Krankheit
oder präsenilen Demenz mit Herdsymptomen» [Contribución al
conocimiento de la Enfermedad de Alzheimer o demencia presenil

307
con síntomas focales], en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie und
Psychiatrie 6, 1911, págs. 15-20.
3 Franz Nissl: «Kleinere Mitteilungen zum Andenken an Alois Alz-
heimer» [Breves observaciones en memoria de Alois Alzheimer],
en: Allgemeine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche
Medizin 73, 1916, págs. 96-107.
4 G. Stertz: «Das wissenschaftliche Wirken Alois Alzheimers» [La
obra científica de Alois Alzheimer], en: Berliner Klinische Wo-
chenschrift 9, 1916, págs. 235-238.
5 W. Spielmeyer: «Alzheimers Lebenswerk» [La obra vital de Alzhei-
mer], en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie 33,
1916, págs. 1-41.
6 K. Kleist/K. Herz: «Die Alzheimersche Krankheit» [La enfermedad
de Alzheimer], en: Programme der Medizinischen Filmwoche V/18,
1925/1926.
7 G. Stertz: «Zu Fragen der Alzheimerschen Krankheit» [Sobre cues-
tiones relacionadas con la Enfermedad de Alzheimer], en: Allge-
meine Zeitschrift für Psychiatrie und Psychisch-gerichtliche Medizin
37, 1921/1922, págs. 336-339.
8 E. Grünthal: «Über die Alzheimersche Krankheit» [Sobre la En-
fermedad de Alzheimer], en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie
und Psychiatrie 101, 1926, págs. 128-157.
9 E. Grünthal: «Klinisch-anatomisch vergleichende Untersuchun-
gen über den Greisenblödsinn» [Estudios comparativos clínico-
anatómicos de la demencia senil], en: Zeitschrift für die Gesamte
Neurologie und Psychiatrie 111, 1927, págs. 766-818.
10 J. Schottky: «Über präsenile Verblödungen» [Sobre demencias pre-
seniles], en: Zeitschrift für die Gesamte Neurologie und Psychiatrie
140, 1932, págs. 333-397.
11 H. Pittrich: Die Alzheimersche Krankheit. [La Enfermedad de Alz-
heimer]. Reichanstalt für Film und Bild in Wissenschaft und Un-
terricht, película universitaria C 387/1941, Berlín, 1941.
12 E. Albert: «Senile Demenz und Alzheimersche Krankheit als Aus-
druck des gleichen Krankheitsgeschehens» [Demencia senil y en-
fermedad de Alzheimer como manifestaciones de una misma pa-
tología], en: Forschritte der Neurologie und Psychiatrie 12, 1964,
págs. 625-672.
13 J. E. Meyer/H. Lauter: «Clinical and Nosological Concepts of Se-
nile Dementia», en: Ch. Müller/L. Ciompi (eds.): Senile Dementia,
Stuttgart/Bern, 1968, págs. 13-26.

308
14 E. Albert: «On the Nosology of Senile Dementia», en: Ch. Mü-
ller/L. Ciompi (eds.): Senile Dementia, Stuttgart/Bern, 1968, págs.
33-34.
15 J. A. N. Corsellis/P. H. Evans: «The Relation of Stenosis of the Ex-
tracranial Cerebral Arteries to Mental Disorder and Cerebral De-
generation in Old Age», en: Proceedings of the International Congress
of Neuropathology 5, 1965, pág. 546.
16 B. E. Tomlinson/G. Blessed/M. Roth: «Observations on the Brains
of Demented Old People», en: Journal of Neurological Sciences 11,
1970, págs. 205-242.
17 V. C. Hachinski/N. A. Lassen/J. Marshal: «Multiinfarct-Dementia:
A Cause of Mental Deterioration in the Elderly», en: Lancet, 27,
1974, págs. 207-209.
18 T. Klotz, K. Hurrelmann, H. U. Eickenberg: «Der frühe Tod des
starken Geschlechts» [La muerte temprana del sexo fuerte], en:
Deutsches Ärzteblatt 95, cuaderno 9, 27 de febrero de 1998, pág.
21.
19 Apropos Rita Hayworth. Mit einem Essay von Marli Feldvoss [A pro-
pósito de Rita Hayworth. Con un ensayo de Marli Feldvoss] (sin
ed.), Francfort del Meno, 1996.
20 Diario Frankfurter Allgemeine Zeitung del 31 de enero de 1995.
21 R. Katzman: «The Prevalence and Malignancy of Alzheimer’s
Disease - A Major Killer», en: Archives of Neurology 33, 1976.
22 G. Wehner: «Mein Miterleben der Demenz» [Mi convivencia con
la demencia], conferencia pronunciada en el 1er Simposio alemán
sobre Alzheimer celebrado en Stuttgart del 4 al 6 de septiembre de
1997, publicada parcialmente en: Ärztliche Allgemeine Zeitung del
13 de mayo de 1997, págs. 7-8.
23 «Alterskrankheit Alzheimer» [El Alzheimer: una enfermedad de
la vejez], en: Der Spiegel N.o 25 del 19 de junio de 1989.
24 Diario Bildzeitung del 18 de abril de 1998.

309
Bibliografía

311
312
Glosario

Los autores se han esforzado al máximo en abordar los temas médicos


con un lenguaje comprensible; no obstante, ha sido necesario utilizar
un mínimo de términos médicos especializados, como por ejemplo en
las citas. Dado que los incisos o las notas a pie de página ralentizan la
fluidez en la lectura, se ofrece aquí un resumen de la terminología es-
pecializada con sus correspondientes definiciones.

Agorafobia
Miedo a los espacios abiertos, reacción psíquica de temor desenca-
denada por la sensación insoportable de la inmensidad de un es-
pacio al aire libre.
Amnesia
Pérdida de la memoria.
Arterioesclerosis
Calcificación de las arterias.
Atrofia
Disminución de tamaño, p. ej. del cerebro o de un órgano.
Auscultación
Método de examen físico que consiste en escuchar los sonidos que
se producen dentro del cuerpo.
Capilares, vasos capilares
Vasos sanguíneos del grosor de un cabello.
Catatonia
Forma de esquizofrenia con trastornos de la actividad motora vo-
luntaria.
Células ganglionares
Células nerviosas.

313
Confabulaciones
Expresiones verbales inconexas.
Degeneración ateromatosa
En la arterioesclerosis aparición de alteraciones en las paredes de las
arterias.
Dementia, demencia
Pérdida de las facultades mentales. Si se manifiesta claramente an-
tes de los 65 años, se habla de demencia presenil.
Dementia paralytica, demencia paralítica
Denominación de la parálisis progresiva.
Dementia praecox, demencia precoz
Término empleado por Emil Kraepelin para la esquizofrenia.
Eclampsia
Enfermedad que se presenta durante el embarazo debida a un es-
pasmo de los vasos con disminución del riego sanguíneo.
Encefalitis
Inflamación del cerebro.
Encefalografía
Término que engloba diversos procedimientos para poner de ma-
nifiesto la actividad cerebral. Mediante una pneumoencefalografía se
inyecta aire en el cerebro y posteriormente se le practica una ra-
diografía con el fin de visualizar las condiciones espaciales dentro
del cerebro. Hoy en día las tomografías computarizadas han susti-
tuido en gran parte a las encefalografías.
Endógeno
Que se origina en el cuerpo. Las enfermedades endógenas se deben,
por ejemplo, a una predisposición hereditaria, a influencias pro-
ducidas en el útero materno o a peculiaridades de la constitución
física.
Enfermedad de Binswanger
Forma frecuente de demencia vascular.
Enfermedad de Creutzfeld-Jakob
Enfermedad del sistema nervioso central que progresa lentamente
hacia una demencia y produce la muerte. Pertenece a las enferme-
dades por virus lentos. [Así en el original alemán].
Enfermedad de Erb-Charcot
Parálisis espinal que aparece ya en la infancia y se acompaña de es-
pasticidad en las extremidades inferiores.
Enfermedades por virus lentos
Enfermedades infecciosas provocadas por virus que aparecen tras
un largo periodo de incubación.

314
Esquizofrenia
Denominación introducida por Eugen Bleuler para un tipo de
psicosis endógena que se caracteriza por la coexistencia de sensa-
ciones y comportamientos normales y alterados. Emil Kraepelin
denominó esta enfermedad dementia praecox.
Fibrillas
Pequeñas fibras microscópicas.
Glía
Tejido de sostén y nutrición del sistema nervioso entre las células
nerviosas y los vasos sanguíneos.
Gyrus, plural Gyri
Pliegues visibles de la corteza cerebral.
Histeria
Término que engloba varios trastornos de la conducta de origen
psíquico que van acompañados de diversos signos físicos y menta-
les cambiantes tales como parálisis, desvanecimientos, dolores de
cabeza, etc., en los que suele predominar un afán de notoriedad.
Histopatología
Estudio de las alteraciones patológicas de los tejidos.
Idiocia amaurótica
Trastorno en el metabolismo de los lípidos acompañado de altera-
ciones progresivas de la visión, pérdida de inteligencia y parálisis.
Latido de la punta cardiaca
Vibración de la pared torácica anterior provocada por la actividad
cardiaca.
Logoclonia
Repetición rítmica de la última sílaba de una palabra.
Lúes
Otra denominación de sífilis.
Manía
Trastorno psíquico normalmente acompañado de euforia despro-
porcionada.
Meningomielitis
Inflamación de la médula espinal y sus membranas circundantes
(meninges).
Microangiopatía
Lesiones de las paredes de arteriolas y capilares que producen el es-
trechamiento de estos vasos y a menudo conducen a su oblitera-
ción.
Nefritis
Inflamación de los riñones.

315
Neurastenia
Debilidad nerviosa.
Nosología
Descripción y clasificación sistemática de las enfermedades.
Parafasia
Trastorno del habla.
Parálisis
Parálisis total. La parálisis progresiva, antes denominada reblande-
cimiento cerebral, es el término que designa la forma tardía de la sí-
filis, en la que el agente patógeno penetra en el cerebro y produce,
sobre todo en la corteza cerebral, alteraciones claramente recono-
cibles, como inflamaciones vasculares y, más tarde, procesos dege-
nerativos del tejido nervioso hasta llegar a la atrofia de la corteza ce-
rebral.
Parálisis de Erb-Duchenne
Parálisis de los nervios del brazo.
Paranoia
Alteración de la actividad mental con delirio sistemático al tiempo
que se mantienen casi intactos otros rasgos de la personalidad.
Patología
Estudio de las enfermedades y sus formas; en sentido estricto, es-
tudio de las alteraciones patológicas del organismo.
Patología neurológica
Estudio de las enfermedades del sistema nervioso.
Percusión
Acción de golpear la superficie corporal con fines diagnósticos.
Perseveración
Persistencia enfermiza en una idea fija.
Placas
Estructuras focales en el cerebro que se presentan en la Enfermedad
de Alzheimer.
Polución
Emisión involuntaria de semen durante la noche asociada a me-
nudo con sueños de carácter sexual.
Presbiofrenia
Forma especial de pérdida de la capacidad intelectual en personas
de edad avanzada combinada con importante déficit de atención,
gran verbosidad y expresiones verbales inconexas.
Psicopatía
Estructura de la personalidad anómala, predominantemente de
carácter genético, que padece el propio portador de la enfermedad.

316
Psicosis
Trastorno mental en el que las funciones psíquicas están de tal
forma alteradas que falta conexión con la realidad o bien se altera
notablemente la capacidad para hacer frente a las situaciones nor-
males de la vida.
Punto de Erb
Punto situado unos 7 cm por encima de la clavícula. La presión so-
bre este punto puede estimular el plexo del hombro.
Pupilas arreactivas
Inmovilidad de la pupila que puede estar ocasionada temporal-
mente por la parálisis del músculo que contrae la pupila o por
una excrecencia del borde pupilar, pero que, en la mayoría de los
casos, tiene su origen en una parálisis de los nervios que controlan
el movimiento pupilar. Si la pupila no se contrae al aproximar
una luz, esto puede ser un signo importante de varias enfermedades
cerebrales, p. ej. la parálisis progresiva.
Reflejo patelar
Reflejo del tendón rotuliano.
Salvarsán
Primer medicamento contra la sífilis. Un derivado benzolarsénico
que tiene actividad antimicrobiana.
Senil
Relativo a persona de edad avanzada.
Senilidad precoz
Envejecimiento precoz.
Diagnóstico serológico
Examen para detectar componentes del suero o del líquido cefalo-
rraquídeo.
Sífilis
Enfermedad venérea denominada también lúes que puede afectar al
sistema nervioso.
Subcortical
Que se sitúa por debajo de la corteza cerebral.
Tono pulmonar
Sonido cardiaco audible sobre la arteria pulmonar.
Trauma
Lesión y el padecimiento que conlleva. Un trauma psíquico puede
estar causado por choques emocionales especialmente agudos y
conducir a enfermedades psíquicas o psicosomáticas.
Virgo intacta
Mujer que no ha tenido trato carnal.

317
Índice onomástico

Achucarro, N. XXXIV, 158 Bumke, Oswald XXXIII, XXXIX,


Albert, Elfriede XLIII, 274, 276, 143, 193, 224, 303
308, 309 Bumm, Anton XXXII, 124, 129,
Appel, Reinhard 286 131, 134
Aschaffenburg, Gustav 198, 199, Bürker, Karl B. 193, 206
305 Campbell, M. C. 123
Astaire, Fred 281 Carlos III, Rey 229
Barth, Johann Ambrosio 211 Casamajor, Louis 158
Bernheim, Hippolyte M. 51-52 Cerletti, Ugo XXXIV, 158
Bezzola, Reto 198, 202, 205-206 Charcot, Jean Martin 51, 101, 314
Binding, Karl 180, 304 Ciompi, L. 275, 309
Bini, L. 158 Conolly, John 42, 298
Binswanger, Otto XVI, XXX, Corti, Alfonso 45
XXXVI, 98, 173, 178, 193, 313 Creutzfeldt, Hans-Gerhard
Biondi, G. 123 XXXIV, 158
Bismarck, Otto von 40 Curschmann, Hans XXXVI, 193
Blaut 164 Debaux, A. 123
Blessed, G. 276, 311 Döderlein, Albert XXXVI, 193
Bleuler, Eugen XXXIX, 193, 204, Dupré, Ernst 171
224, 264, 314 Economo, Constantin von 159
Bollinger, Otto von XXXIII, 140- Edinger, Ludwig 75-76, 86, 259,
141 300
Bonfiglio, Francesco XIX, XX, Ehrlich, Paul 149, 259
XXX, XXXIV, 158, 192, 214 Eiermann, Frieda 102
Bonhoeffer, Karl XXXIX, 172, Erb, Wilhelm XXX, 101, 125,
224, 233-234, 236, 261, 264, 236, 314
306 Evensen, H. 123
Brodmann, Korbinian XXX, 100, Farrar, C. B. 123
164, 174 Federico III, Emperador 51

319
Federico Guillermo III, Rey 229 Hata, Sahatschiro 149
Feuerbach, Anselm 260 Hayworth, Rita XII, XIV, XLIII,
Fick, Adolf XXIV, 45 281-284, 309
Flechsig, Paul 125 Hitzig, Eduard 131
Ford, Glenn 282 Hoche, Alfred Friedrich XXXVI,
Förster, Ottfried XXXIX, 235- 172-173, 180, 193, 198, 204,
236, 238 304
Frank 198, 200, 205-206 Hoffmannm, Erich 148
Freud, Sigmund 51, 141, 193, Hoffmann, Heinrich XXV-XXVI,
198-199, 202-203, 206, 264 XXXIII, 53-59, 62-64, 79, 80,
Friedländer, Adolf XXX, 100 82, 128, 171, 260, 299
Fürstner, Carl 205 Huch, Ricarda 259
Gajdusek, Daniel 159 Isserlin, Max XXXIII, 133, 204
Ganser, Sigbert 128 Jakob, Alfons 158
Gaupp, Robert XXXVI, XLI, Jolly, Friedrich 81-82
124, 136-137, 154, 161-162, Jung, Carl Gustav 193, 198, 204
173, 193, 204, 220, 222, 253- Katzer, Hans 286
254, 264, 303, 307 Katzman, Robert 284, 309
Geisenheimer, Otto XXX-XXXI, Key, Ellen 277
101-102 Kleist, Karl 157-158, 173, 267,
Geisenheimer, Cecilie Simone- 271, 274, 308
tte Nathalie, (de soltera Wallers- Klimsch, Fritz 115
tein) 101-103, 109, 112, 115- Koch, Robert XXIII, 40-41
117, 131, 256, 258, 293, 294 Koeppen, Hildegard XII, 287,
Gerbaldo, Hector XXI, 219, 297 289, 293, 298, 301
Grashey, Hubert von XXIV, Kohlrausch, Friedrich 45
XXII, 46, 71, 128 Kölliker, Albert von XXIV, 45,
Griesinger, Wilhelm 42, 55 48-50, 61-62, 295
Grimm, Gebrüder 279 Kraepelin, Emil XIV-XV, XX,
Groddeck, Georg 56, 299 XXXIII, XXXVIII, XLI-XLII,
Grombach, Adele 161 23, 49, 79-81, 91, 99, 103-
Grünthal, Ernst XLII, 268-269, 104, 108, 121, 123-126, 128,
308 131-137, 140, 142, 148, 154-
Gudden, Bernhard von XXXII, 156, 158, 160-165, 171-176,
46, 67-71, 124-125, 128, 136, 180, 183, 191, 193-194, 204,
143, 177 211-213, 216, 219-223, 229-
Guillermo I, Emperador 51 230, 243, 261, 263-264, 266-
Guillermo II, Emperador XXXIX, 268, 296, 299-304, 313-314
51, 226-227, 229, 306 Krafft-Ebing, Richard von 84,
Hachinski, V. C. 277, 309 143

320
Kurella, H. 59-87 124, 128, 139, 154, 156, 181,
Lafora, Gonzalo R. XV-XVI, 193, 210, 222-223, 241, 264,
XLI, 265, 307 266, 299-307
Lauter, Hans 275, 308 Nitsche, Paul XVI, XX, XXXV,
Lenin, Wladimir I. 235-236 3, 18, 20-21, 137, 185
Lewandowsky, Max XXXVIII, Nobel, Alfred 264
221, 260, 266 Nonne, Max 236
Lewy, F. H. 159 Parkinson, James P. 264
Leydig, Franz von 45 Pasteur, Louis 264
Liepmann, Hugo 164 Perusini, Gaetano XIV, XVI, XIX-
Littmann, Max 129, 302 XXI, XXXV, XXXVII, 159,
Lombroso, Cesare XXVIII, 90, 192, 206, 209-210, 214, 303
301 Pichler, Oskar 57
Lotmar, F. 159 Pick, Arnold 264
Lotz, August 59, 62, 80 Pittrich XLII, 271, 273-274, 308
Luis I, Rey XXVI, 127 Plaut, Felix XXXIII, 133, 148
Luis II, Rey 34, 46, 67 Raecke, Julius XXX, 100, 306
Luitpold, Prinzregent 141, 220- Reagan, Ronald XII, XIV, XLIII,
221, 223 283-284, 287
Mackenzie, Morrell 51 Roth, Martin 276, 309
Magnan, Jacques Joseph-Valentin Röntgen, Wilhelm Conrad 264
167 Rüdin, Ernst XXXIII, XXXVII,
Mann, Ludwig XXXIX, 235, 237 132, 164, 180, 220
Maurer, Ulrike 32, 219 Schaudinn, Fritz XXXIII, 148
Maximiliano I., Príncipe 127 Schliemann, Heinrich XXIII, 40
Maximiliano II, Rey 34 Schopenhauer, Arthur 260
Mendel, Kurt 82-83 Schottky, Johannes XV, XLII,
Merzbacher, Ludwig 159, 193 269, 308
Meyer, J. E. 275, 303, 305, 308 Schröeder, Paul 224
Moeli, Karl 81-82 Semmelweis, Ignaz 33
Monakow, Constantin von 164 Sioli, Emil XV, XX, XXVI,
Morel, Bénédict XXVIII, 91 XXX-XXXI, XXXIV-XXXV,
Müller C. H. 275, 308 XXXVII, XL, 25, 59, 62, 64-
Neisser, Clemens XXXIII, 260, 66, 71-72, 79-81, 84, 101,
262, 307 105-108, 110-111, 114, 118,
Neumann, Heinrich XXXIX, 233 122, 137, 148, 157, 166, 171,
Nissl, Franz XIV-XV, XVI-XVII, 183, 188-189, 191-192, 194,
XXX-XXXII, XXXVII, XLII, 242, 301
66-68, 71-74, 76-77, 80, 91, Solbrig, August von 127-128
101, 103-104, 108, 121, 123- Sommer, Robert 182

321
Spielmeyer, Walter 161, 239, Wassermann, August Paul von
260, 267, 308 XXXIII, 148
Stertz, Georg XVI, XXXIX, XLI- Wehner, Herbert XLIII, 285-287,
XLII, 236-238, 248, 254-255, 309
260, 267-268 Weigert, Carl XXVII, 75, 300
Suárez, Adolfo XIV, XLII Welles, Orson 282
Tomlinson, B. E. 276, 309 Wernicke, Carl XXXIX, 233,
Varrentrapp, Johann Georg 260 261, 264
Virchow, Rudolf XXIII, 40, 42, Westphal, Carl XXIII, 42
51, 115 Westphal, Alexander 236
Volk, Stephan XXI, 219 Wundt, Wilhelm 125
Waldeyer, Gottfried von XXIII,
41-42

322
Documentación gráfica

Págs. 2, 3, 5, 185, 190: Hospital Clínico de Psiquiatría y Psicoterapia I,


Universidad de Francfort del Meno (Historial de Auguste D.).
Págs. 32, 33, 35, 75, 112, 126, 152, 259, 289: Casa natal de Alzheimer
en Markbreit: centro de reunión y tributo.
Pág. 44: Material cedido por la Asociación estudiantil «Franconia» de
Würzburg.
Pág. 48: Material cedido por H. Wormstall, Hospital Clínico Univer-
sitario de Psiquiatría y Psicoterapia de Tubinga.
Págs. 58, 65: Museo de Pedro Melenas, Francfort del Meno.
Págs. 67, 158: en: W. Scholz (véase nota 18 del capítulo De Würzburg
a Francfort).
Págs. 73, 272: Hospital Clínico de Psiquiatría y Psicoterapia I, Uni-
versidad de Francfort del Meno.
Pág. 129: Hospital Clínico Psiquiátrico de la Universidad de Múnich
(en: Documentos sobre su construcción, véase nota 7 del capítulo A
Múnich pasando por Heidelberg).
Págs. 138, 139: en: Memoria de la habilitación de Alois Alzheimer,
Jena, 1904.
Págs. 151, 227: Material privado cedido por la Señora H. Koeppen.
Pág. 155: en: E. Kraepelin: Lebenserinnerungen [Memorias] (véase nota
1 del capítulo A Múnich pasando por Heidelberg).
Pág. 157: Hospital Clínico Psiquiátrico de la Universidad de Múnich.
Págs. 196, 197, 210: en: G. Perusini (véase nota 45 del capítulo A Mú-
nich pasando por Heidelberg).
Pág. 232: Material privado cedido por el profesor A. Kiejna.
Pág. 270: en: J. Schottky (véase nota 10 del capítulo El «Alzheimer»:
una enfermedad de largo recorrido).
Pág. 281: en: Apropos Rita Hayworth [A propósito de Rita Hayworth]
(véase nota 19 del capítulo El «Alzheimer»: una enfermedad de lar-
go recorrido).
Pág. 282: dpa Múnich.
Pág. 285: Material privado cedido por la señora G. Wehner.

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