You are on page 1of 2

Sobre la cultura griega

No tenemos en español una palabra con la que pueda traducirse exactamente el término griego πόλις 1.
Comprender cabalmente qué es la πόλις es una tarea nada simple para el hombre moderno; principalmente
porque ésta fue creada y vivida por los griegos desde una concepción de totalidad, sentido esencial que la
caracterizaba, en cambio, el pensamiento moderno tiende a la fragmentación, a la división en categorías.

La πόλις era la ciudad y el pueblo mismo, el Estado en su totalidad: la ciudad física, la vida cultural,
política, religiosa, económica y moral, educadora y formadora del carácter del pueblo que era la πόλις.

El surgimiento de la πόλις constituye, en la historia del pensamiento griego, un acontecimiento decisivo.


Desde su advenimiento entre los siglos VIII y VII a.C., marca una verdadera creación: por ella la vida social y las
relaciones entre los hombres adquieren una forma nueva.

El sistema de la πόλις implica, ante todo, la preeminencia de la palabra. Ésta llega a ser la herramienta
política por excelencia. La palabra es el debate contradictorio, la discusión, la argumentación. Todas las
cuestiones de interés general están sometidas al arte de la oratoria y deberán ser puestas en debate, por lo
que será necesario formularlas en discursos, plasmarlos como demostraciones y argumentaciones.

Un segundo rasgo de la πόλις es el carácter público que adquieren las manifestaciones más importantes
de la vida social. La exigencia de prácticas abiertas lleva a colocar ante la mirada de todos, el conjunto de los
conocimientos que constituían originariamente el privilegio exclusivo del βασιλευς o de los γενέ detentadores
de la αρκέ. Este doble movimiento de democratización y divulgación tendrá decisivas consecuencias en el
plano intelectual. Al convertirse en elemento de la cultura común, los conocimientos y los valores son llevado
al αγορά y sometidos a crítica y discusión. No se los conserva ya como garantía de poder reservado a los
αριστοι.

En adelante la discusión, la argumentación, la polémica pasan a ser las reglas del juego intelectual y del
político; la palabra se constituye en el instrumento de la vida política.

La escritura es también vehículo de la divulgación de los conocimientos anteriormente reservados. En


este sentido, la redacción de las leyes –sustraídas a la autoridad privada del βασιλευς, cuya función era la de
“decir” el derecho– permitió asegurar en el tiempo la permanencia de las νόμος que constituían uno de los ejes
fundamentales de la vida en la πόλις.

En virtud del carácter público que adquieren las leyes, la δική, sin dejar de aparecer como un valor
ideal, puede encarnarse en un plano propiamente humano, realizándose en la ley, regla común y superior a
todos.

Cuando los individuos deciden hacer público su saber mediante la escritura, su ambición es hacer de su
mensaje el bien común de la ciudad, esto es hacer accesible el conocimiento exponiéndolo a plena luz ante la
mirada de la πόλις.

1
“Ciudad-estado” no es más que una mala e incompleta traducción.
El paso del saber “secreto” a un saber divulgado públicamente se aprecia en varios aspectos de la
sociedad. Los antiguos sacerdocios pertenecían en propiedad a ciertos γενέ; cuando se constituye la πόλις ésta
hace de ellos los cultos oficiales de la ciudad. Los relatos y oraciones secretas se despojan de su misterio y su
poder religioso puestos bajo la mirada de los ciudadanos y pasan a convertirse en “verdades” que los sabios
debaten.

Quienes componen la ciudad, por diferentes que sean en sus funciones, son en cierto modo similares los
unos a los otros. Esta similitud funda la unidad de la πόλις, ya que para los griegos sólo los semejantes pueden
encontrarse mutuamente unidos por la φιλία. Todos los que participan de la πόλις son definidos como ίσοι y
ésta se constituye en un sistema cuyo equilibrio es la ley y su norma la igualdad.

El funcionamiento de la πόλις transforma la figura del guerrero, cambia su puesto en el orden social y su
esquema psicológico. La democratización de la función militar –antiguo privilegio de los άριστοι– implica una
renovación completa de la ética del guerrero. Aparece la figura del οπλίτης, guerrero que combate en fila, en
forma cerrada, siguiendo el principio de la falange. El οπλίτης desplaza al ιππεύς para quien tenía importancia
la proeza individual, la hazaña realizada en combate singular, para él el valor militar se afirmaba en una forma
de αριστεια, en una superioridad enteramente personal. El οπλίτης no conoce el combate singular, rechaza la
tentación de una proeza puramente individual; es el hombre de la batalla codo a codo, se lo ha adiestrado para
guardar la formación, para marchar en orden. La virtud guerrera no es ya fruto del θιμός, es el resultado de la
σωφροσύνη: un dominio completo de sí, la sangre fría necesaria para refrenar los impulsos instintivos que
amenazan con perturbar el orden de la formación. La falange hace del οπλίτης, como la πόλις del πολίτης, un
elemento semejante a todos los otros y cuya αριστεια no debe manifestarse sino dentro del orden impuesto por
la maniobra de conjunto, la cohesión de grupo, nuevos elementos de la victoria. Hasta en la guerra, el deseo
de triunfar sobre el adversario, de afirmar la superioridad sobre los demás tiene que someterse a la φιλία, al
espíritu de comunidad.

La πόλις rechaza las conductas tradicionales de la aristocracia, tendientes a exaltar el prestigio y a


llevar a las γενέ por encima del común. Al igual que el furor guerrero y la búsqueda en el combate de una
gloria puramente privada; se consideran también como exorbitancias, como ύβρις, la riqueza, el lujo en el
vestir, la suntuosidad en los funerales, el comportamiento muy llamativo de las mujeres.

Todas estas prácticas son rechazadas porque acusan las desigualdades sociales, ponen en peligro el
equilibrio de la πόλις y, en definitiva, su unidad.

You might also like