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RESUMEN

HERRAMIENTAS DE LA
PSICOLOGÍA SOCIAL

2017

Autores: Estudiantes de psicología 3er Semestre 2017


GENERACIÓN 2016

Psicoresumenes Gen2016
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Índice
Módulo 1

Raggio, A. (2000) Intervención y campo de intervención…….pág.3

Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el
saber……..pág.3

Módulo 2

Fernández , A.M y Herrera, L. (1991) Laberintos Institucionales…….pág.7

Kaminsky, G. (1994) Prólogo y Cap. 1 Propuestas………..pág.16

Módulo 3

Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G., Fernández, T.,
Rizzo, V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación………pág.19

Berriel, F y Pérez, R. (2007) Las demencias. Diferentes paradigmas y


teorías……….pág.27

Gelencser, A., y Scherzer, A. (1979) Dinámica de las estrategias terapéuticas de


abordaje pluridimensional……………pág.35

Rodríguez Nebot, J. (2004) Clínica móvil…………pág.41

Módulo 4

León, A. (2010). Danzando la Psicología Social Comunitaria: revisitando la IAP a


partir de un curso de danza en una asociación cultural de barrio…….pág.45

Martínez Guzmán, A. (2014) Cambiar metáforas en la Psicología Social de la


Acción Pública………………………..pág.51

Montenegro, M. (2002). Otredad, legitimación…………pág.54

Rodríguez, A., Giménez, L., Netto, C., Bagñato, M., y Marotta, C. (2001) De ofertas
y demandas: una propuesta de intervención en Psicología
Comunitaria…………pág.57

Soto, A. (2002). Procesos de intervención comunitaria………pág.59

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Módulo 1
RAGGIO Intervención y campo de intervención

Una dicotomía entre campo clínico y campo comunitario.


Campo de análisis como singularización inmanente al campo de intervención.
De la naturaleza del campo de intervención
El rol de un psicólogo en el ámbito clínico, no puede ser el mismo que tendría en un
ámbito comunitario.
3 líneas de sentido predominante: La evidencia empírica, las lógicas técnicas y los
objetivos disciplinarios.
“La comunidad” es una noción teorico-tecnica, una particular decodificación del
campo social comunitario, que busca hacer operativo este campo a los fines de la
estrategia referida.
Siempre intervenimos en procesos subjetivos. El campo de intervención es pensado
como una red de composición.
Freud: el lugar del médico, el lugar del experto, es desplazado y la producción del
saber (sentido) se resitúa en una dialógica entre paciente y analista.
La apertura de un espacio de análisis queda ubicada en esa dialógica, en el cual es
sentido acerca de lo que se manifieste como padecimiento o conflicto, es
inevitablemente un sentido a producir, no está dado a priori. La cuestión centras es
abrir en el campo de intervención la perspectiva crítica del problema.
La idea de problema, la ética del investigador, quien a priori debe reconocer su
ignorancia acerca de aquello que investiga
La supuesta diferencia entre campo de intervención y campo de análisis: si el campo
de análisis no es inmanente al campo de intervención, no es campo de análisis, es
otra cosa. El campo de análisis es un espacio diferencial en el campo, pero no
diferente.
El campo de análisis o espacio analítico es un espacio diferencial que se forma por
singularización a partir del propio campo de intervención, un pliegue desde ese
mismo campo que reflexiona sobre sí mismo y sus sentidos posibles. Pensar al
campo de análisis como una lógica de subjetivación, reflexivamente establecida y
articulada en una continuidad topológica con el espacio social.

Díaz, E. (2017) El mito de que el poder no tiene nada que ver con el saber

Mi intención es analizar el tema de la interdisciplinariedad desde los campos


prácticos en los que la interdisciplina se ejerce realmente, e investigar así mismo
otros campos en los que se impide que la interdisciplina se despliegue de manera
efectiva.
La primera premisa que sostiene mi trabajo es que a nivel teórico la interdisciplina
es una consigna que casi no se discute. Por ejemplo, la categoría de interdisciplina
fundamenta y diagrama planes educativos en algunos países de nuestra región. Sin
embargo -con honrosas excepciones- la aplicación real de la interdisciplina (en
educación superior, en empresas, en programas de investigación, en institutos de

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salud, entre otros) choca con obstáculos para instrumentarse de manera solidaria,
con respeto mutuo entre disciplinas y sin subordinarse unas a otras, es decir, con
horizontalidad entre los poderes epistemológicos y los poderes de gestión.
Ante esta problemática, la hipótesis que guía mi trabajo es que la creencia de que el
poder se ejerce de modo piramidal o vertical obstaculiza desarrollos sólidos de
diagramas (o agenciamientos) interdisciplinarios, porque la interdisciplina, además
de acuerdos teóricos y técnicos, requiere acuerdos estratégicos consensuados
desde poderes horizontales, reticulares, con autoridad pero sin autoritarismos.
Entre los múltiples interrogantes que suscitan los temas interdisciplinarios he elegido
dos preguntas como guía de esta comunicación:
I. ¿Cómo se forman dominios de saber interdisciplinarios a partir de prácticas
sociales (poder)?
II. Una historia del conocimiento (genealogía), ¿puede despejar el campo de
comprensión de los obstáculos con los que se encuentran los agenciamientos
interdisciplinarios? Considero que la respuesta a la primera pregunta se comienza a
iluminar si pensamos que las prácticas sociales generan dominios de saber. Y esos
nuevos dominios de saber constituyen a su vez nuevos objetos, nuevos conceptos,
nuevas técnicas y nuevos valores. Este proceso cognoscitivos y político (o de poder),
a su vez, conforma nuevos sujetos. La segunda respuesta, por su parte, se
fundamente en que la verdad tiene historia (no es atemporal ni formal), y que nuestro
saber actual surgió de prácticas de control y vigilancia, fundamentalmente desde la
biopolítica moderna reforzada con la biopolítica contemporánea.
La metodología de la presente reflexión se basa en el análisis de los discursos en
relación con las prácticas sociales. No se analiza el discurso como hecho lingüístico
sino desde su irrupción entre diferentes relación de poder. En el caso de las prácticas
interdisciplinarias, como en todo emprendimiento institucional, los discursos y los
silencios se dirimen mediante la polémica y la estrategia. Es decir, son del orden de
lo político.
Apelo a dos metáforas o paradigmas de poder diferentes entre sí. Por un lado el
poder entendido de manera piramidal y jerárquica. Este modelo de poder supone
que quienes están en la cúspide de la pirámide aplican un poder vertical sobre “los
de abajo”, que carecerían de poder recibiendo las coacciones que les imprimen “los
de arriba”. La otra metáfora es la del poder reticular y horizontal. Aquí el poder se
concibe como una red o malla que recorre todo el entramado social y atraviesa a
todos los sujetos de un dispositivo. No se niega que haya ciertos núcleos con mucha
intensidad de poder y otros que casi carecen de poder. Esta red se piensa con
diferentes tramas, en algunos lugares de la red el tejido es muy apretado -he aquí la
concentración del poder- y en otros el entramado es ralo, su entretejido deja buracos
o zona carenciadas de poder.
Sabido es que el poder no se posee, el poder se ejerce. Y no de manera unilateral
sino como poder y contra-poder, como potencia y resistencia. Además el poder es
productor. Si pensamos en la red institucional que sostiene los agenciamientos (o
diagramas) interdisciplinarios, podemos deconstruir el poder piramidal, posibilitando
un intercambio ágil entre diferentes saberes.
El imaginario social que alienta a la mayoría de las instituciones es el del poder
piramidal. Pues independientemente de que el poder siempre se da en dispositivos

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y que estos son reticulares, existen imaginarios institucionales que se rigen como si
el poder realmente fuera piramidal. Algunos de los organismos productores o
ejecutores de saberes en la red institucional que sostienen los agenciamientos
interdisciplinarios son el hospital, la escuela, la empresa, la universidad y las
agencias de investigación. Deconstruir el poder piramidal posibilita un intercambio
ágil entre diferentes saberes. Pero quienes ejercen densamente el poder suelen
formar dispositivos cerrados sobre sí mismos en su afán de hegemonizar.
Esto no favorece el intercambio dificultando por lo tanto el accionar de lo
interdisciplinario.
Ahora bien, cabe preguntarse, ¿Por qué los dispositivos piramidales obstaculizaban
la realización efectiva de diagramas interdisciplinarios? Porque al ser un poder con
pretensiones jerárquicas, y aparentemente “dueño” de la verdad, choca con la
circulación real de los poderes que atraviesa a gobernantes y gobernados, a
autoridades y subordinados, a docentes y alumnos, a todos los miembros de un
proyecto de investigación. Las prerrogativas que otorga un poder jerárquico
propician -entre otras cosas- falta de espacio crítico. La crítica es tan necesaria hacía
el interior de cada disciplinas como en la interrelación de unas con otras. No menos
necesaria es la libertad, que es un elemento indispensable para intercambios
innovadores. Incluso se puede pensar el accionar de la interdisciplina como un
rizoma, en tanto categoría de pensamiento, tal como lo proponen Deleuze y Guattari,
cuya condición de posibilidad sea justamente la horizontalidad de un poder que avale
un saber entre heterogéneos.
Pero aquí se presenta una paradoja, ya que el saber interdisciplinario consiente de
serlo, surge de las universidades. Sin embargo, la institución Universidad, desde su
creación en el siglo IX, ha propiciado el aislamiento de los saberes: Facultad de
Medicina, Facultad de Teología, Facultad de Humanidades y más y más
compartimentos estancos. Estos dispositivos de poder-saber- en su estructura
profunda todavía no se han desarticulado. Recién en la década de 1960 se
originaron fuertes corrientes de opinión rescatando los beneficios de la
interdisciplina. El dispositivo de poder universitario necesita flexibilizarse y presentar
fronteras porosas para que los saberes puedan intercambiarse de manera fecunda.

Los dispositivos de poder tienen sus territorios inmanentes. La arquitectura, por


ejemplo, da cuenta del esquema de poder sobre la que se consolida. Los edificios -
con sus separaciones edilicias para diferentes disciplinas o sus panópticos-
materializan los esquemas jerárquicos. Ejemplo: hospitales o universidades en los
que la salud mental está fragmentada en edificios de “Servicio o Facultad de
Psiquiatría” por un lado y “Servicio o Facultad de Psicología” por otro. Analizar las
disposiciones arquitectónicas es una perspectiva posible para comprender cómo se
distribuye el poder en el interior de dichos edificios y por lo tanto en las instituciones.
Otro importante elemento de análisis es la realización efectiva de las prácticas
profesionales que, en general, suelen reforzar los esquemas piramidales. Es común
que las enfermeras estén subordinadas a los médicos, a pesar de que sus créditos
académicos sean equivalentes o, en algunos casos, existan enfermeros con títulos
habilitantes superiores a los de algunos médicos (doctores en enfermería versus
médicos sin posgrados), pero en la práctica no se termina de reconocer su rango.

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También representa un obstáculo para la puesta en práctica de dispositivos


interdisciplinarios el lugar común del discurso neopositivista, que considera que las
ciencias sociales son epistemológicamente inferiores a las ciencias naturales o
“duras”.
Todo lo aquí expresado no niega que existen espacios en los que los diagramas
interdisciplinarios funcionen. No obstante considero que a nivel general la
interdisciplina real y concreta sigue siendo una ilusión.
Se impone una aclaración, en el presente trabajo utilizo los términos “diagramas” y
“agenciamiento” como sinónimos para referirme a multiplicidades heterogéneas que
se unen o conforman unidades de análisis o tareas en común. Estas relaciones son
equitativas (no jerárquicas ni discriminatorias) entre profesiones, edades, sexos y
diferentes reinos (humano, animal, vegetal). En el agenciamiento se producen
alianzas entre objetos, cuerpos y enunciados de modo horizontal, no se piensa en
infraestructura ni en superestructura. Se trata de pensar desde otro lugar. Desde
territorios no hegemónicos sino desde diferentes perspectivas. Se trata de un inter-
juego entre signos y cuerpos como componentes de una misma máquina. Aunque
obviamente existe pluralidad de máquinas.
Los enunciados interdisciplinarios no soportan sujetos individuales, necesitan
agentes colectivos. Sin personalismos y con consciencia de la circulación del poder
y los inter atravesamientos de saberes. Ocurre que si el poder se considera así
mismo piramidal favorece los intercambios autoritarios y trascendentes que operan
en contra del trabajo interdisciplinario eficaz. Por el contrario, si el poder se asume
como red o malla se favorece la distribución equitativa, las relaciones concretas y
los intercambios democráticos e inmanentes, que favorecen los desplazamientos
entre diferentes epistemes.
Cuando los equipos interdisciplinarios se organizan siguiendo el esquema piramidal
de poder se dificulta la integración real por falta de equidad. Utilizando un concepto
de Bourdieu entiendo que se debe realizar una “vigilancia epistemológica”
consensuada puntillosamente entre todos los miembros de un equipo. El dispositivo
no es jerárquico pero requiere responsables, y la vigilancia epistemológica consiste
(en este caso particular) en estar atento a que los responsables de los equipos no
se enamoren del poder. Es importante también controlar que los discursos sean
adecuados a las prácticas.
Veamos un ejemplo de la vida real. Hace dos meses, en un congreso en un Hospital
Público del conurbano bonaerense (Argentina) no se permitió la asistencia de
enfermeros y obstetras, ¡el tema del congreso era la Interdisciplina! Y, cuando las
conferencias versaban sobre ciencias sociales o humanidades, aproximadamente la
mitad de los asistentes -en su mayoría médicos- abandonaban la sala de
conferencias porque la filosofía o la sociología “no les servía para nada”.
Ilustro el tema con un nuevo ejemplo: Durante 2011, en una Jornada Universitaria
sobre Interdisciplina en la región argentina de Cuyo (zona de conflictos en torno al
abastecimiento de agua). Las primeras conferencias de la jornada fueron filosóficas
y científico-sociales. El resto del día expusieron ingenieros y, en varias
oportunidades, expresaron que “de filosofía ya se había hablado bastante, ahora
había que dedicarse a temas importantes” (!!!).
Entiendo que estos ejemplos son efectos de superficie, pero las raíces de estas

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manifestaciones hostiles a la interdisciplina deben buscarse en las estructuras


profundas de nuestras sociedades y en las prácticas profesionales heredadas. Esas
estructuras y esas prácticas son paternalistas y autoritarias Esto se traslada al saber.
Los profesionales que ejercen poder institucional piramidal inhiben la creatividad de
los equipos interdisciplinarios. También entre pares se pueden detectar coacciones
que imposibilitan líneas de fugas del deseo. Las líneas de fuga son indispensables
para la creación; ya se trate de creación científica, humanística o artística.
Destaco tres ejes de investigación entre las que conforman este marco teórico. En
primer lugar el hecho de que nuestra cultura, desde Platón en adelante, se haya
aferrado al mito de que el poder no tiene nada que ver con el saber. En segundo
término el trabajo genealógico de Nietzsche que ha dejado en claro que detrás de
todo saber se esconden siempre luchas de poder. Y por último las investigaciones
de Foucault sobre esta problemática, que podrían resumirse con su manifestación
de que no existe fragmento de verdad que no esté atado a condición política (es
decir a relaciones de poder).
Considero que la complejidad del presente asunto debería abordarse desde
prácticas discursivas y no discursivas micropolíticas. ¿De qué manera?
Comenzando con una deconstrucción de las formas de discriminación que
representa una tecnología de poder (o contra-poder), para enfrentar las veladas
configuraciones de dominación que entorpece el éxito de las prácticas
interdisciplinarias, a las que aspiramos como parámetro de excelencia.
Expongo ahora algunas consideraciones finales. Entiendo que se trata de resistir la
exclusiones, tanto aquellas monumentales y acuciantes que nos rodean y aplastan,
como las menores y aparentemente insignificantes que entorpecen la interacción
entre los saberes y la reafirmación de la vida. Entiendo asimismo que no es
necesario ser solemne para ser sólido. Por consiguiente si la búsqueda
interdisciplinaria es alegre y vital resulta más fecunda no solamente como
emancipación personal sino también como aporte para la ciencia, la docencia y
demás actividades cognoscitivas y sociales en las que estamos comprometidos.

Módulo 2

Fernández, A.M y Herrera, L. (1991) Laberintos Institucionales

Se reprodujo en esta oportunidad una modalidad en el procesamiento de la consulta,


usual en nuestro medio institucional público: la iniciativa es impulsada y sostenida
por personas integrantes de pequeños grupos que registran en lo cotidiano de la
institución situaciones conflictivas; las mismas pocas veces son comunicadas a las
instancias directivas y, cuando lo son, no se obtienen de ellas respuestas
satisfactorias. Movimiento expulsivo que ocluye la creación de los espacios
necesarios para el análisis, la reflexión y la crítica de las tareas desarrolladas, que
es complementario del estado deficitario en que se encuentra la capacitación
profesional hospitalaria.
Esta se halla sumida en la escasez de recursos, la inarticulación programática o las

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disputas de poder por la hegemonía.* Ambos empujan a aquellos que han atisbado
"algo" a suponer, o ilusionar, que los problemas percibidos puedan comprenderse y
quizá resolverse "afuera" de la institución. De lo manifestado por los integrantes del
colectivo como motivos de la consulta, se destacan el alejamiento del jefe del
servicio, con la consiguiente desorientación y orfandad en las que dicen haber
quedado por tal circunstancia; las serias dificultades para organizar las prácticas en
el servicio; la imposibilidad para materializar lo realizado en una producción escrita;
la lucha desatada en el colectivo por la ocupación de lo que entendían eran los
lugares de decisión. Cuestiones que se formulaban en un primer enunciado
producido grupalmente en las reuniones de asesoría: "¿Qué nos pasa como
grupo?".
El requerimiento de intervención fue presentado como una decisión autónoma de los
integrantes del colectivo respecto de su jefe, el cual había presentado la renuncia al
cargo sin haberla efectivizado aún. (Es de destacar la relevancia que tuvo para el
colectivo consultante abrir este primer espacio donde los integrantes se proponían
indagar sus asuntos internos e institucionales.)
Para iniciar el análisis de esta demanda deberíamos atender todos aquellos
aspectos que convergen en el trabajo institucional: la historia de la institución, su
origen, desarrollo, actualidad, su lugar en el programa oficial de salud mental
diseñado para la región, las políticas que sostienen ese programa, las relaciones
con otras instituciones del sector, historia de la sala de referencia, su lugar en el
hospital, conformación de los servicios que presta relaciones con otras salas, la
formación profesional de cada uno de los integrantes, sus intereses personales, el
sentido que otorgan a su trabajo, la relación que mantienen con las diversas
instancias institucionales. 10

Si "todo grupo nos remite a la institución en la medida en que su definición, sus


características, su inserción en una estructura o en un sistema, residen en el análisis
de aquello que lo instituye, lo produce y garantiza su duración y sus funciones en la
práctica social"3 será importante destacar que la perspectiva de referencia del
colectivo que nos ocupa no era la institucional hospitalaria sino la de un grupo
familiar.
Su apoyatura originaria se ubicaba en un equívoco: el de confundir las condiciones
de producción necesarias e imprescindibles para realizar un trabajo determinado —
en las cuales, sin duda, formaban parte fundamental los sentimientos y emociones
que los actores pudieran generar e intercambiar entre sí— con las finalidades y
objetivos de la tarea. Estas no consistían en el amiguismo o la mutua protección
fraterna, sino en la articulación de recursos diversos en el abordaje de las complejas
situaciones de los internados y las arrevesadas tramas institucionales. Sin embargo
este equívoco ofrecía sus bondades: mantenía y alimentaba la ilusión de un grupo
autosuficiente, repelía "ideológicamente" la contracara de familiarismoamiguismo: el
eficientismo frío, y, lo que es más importante evitaba discurrir por zonas y procesos
de diferenciación que hubieran incluido dolor y soledad, desde las cuales hubiesen
podido construir posiciones críticas y singularizadas respecto del acontecer
institucional.
En primer lugar recordemos que uno de los motivos por los cuales consultan es el

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sentimiento de abandono en el que dicen haber quedado sumidos por la renuncia


del jefe; y otro, ligado a éste, la necesidad explicitada de que la asesoría buscada
se encontrase fuera del lugar de residencia. El grado de dependencia e indefensión
alcanzado habla de algo más que del previsible sentimiento de tristeza que se
experimenta por la separación de una persona con la que se compartieron tareas,
aprendizajes y dificultades, puesto que la indefensión —algo así como una forma
coagulada de la dependencia— ya no será ante esa figura "dadora" y "protectora",
sino ante la institución misma que se presentificará en las responsabilidades,
adentro y afuera de la sala, a las que los actores deberán responder.
En la conjunción de estas dos conductas, la de la jefatura y la de la aceptación de
las mismas por los integrantes del grupo, se construía la fina, firme y resistente pared
de la burbuja. Formación que no tenía para las partes intervinientes el mismo sentido
producido, y menos aún un mismo futuro por lo que la situación así instituida
colocaba a los actores en posiciones diametralmente opuestas frente a las diversas
dimensiones que tiene un trabajo institucional. Podríamos sintetizar la posición del
equipo en una secuencia que comenzaría con el aislamiento del mismo en la
institución, que lo llevó a una suerte de grupo isla5, con una híper auto valoración
interna no contrastada, en un estado de ilusión empobrecedora y sujeción a la
jefatura, que desembocó en los sentimientos de abandono y orfandad motivados por
la renuncia del jefe (llamado padre).
Las dudas eran muchas, pero una certeza circulaba: los costos pagados por la
burbuja y su contracara inseparable: la jefatura modernosa paternalista. El equipo
iniciaba aquí un desafío: salir del efecto masa del "dulce montón". Iniciar un proceso
de particularización de sus integrantes. Recién ahora se abrían condiciones para
formar un grupo.
Luego de haber destinado las dos primeras reuniones a instrumentar un diseño que
incluía juegos dramáticos y que tomaba como situación central la despedida del jefe
(estuvo presente), y que fueron muy emotivas, los actores quedaron enfrentados a
su soledad, y con la perentoria necesidad de organizar el servicio sobre cláusulas
de contrato nuevas.
Prontamente se desató en el equipo una lucha por los lugares de decisión, sobre la
que cabalgó otra que inscribía a los actores en un campo de confrontación y rivalidad
entre las pertenencias profesionales: médicos vs. psicólogos vs. asistentes sociales.
Algunos decían que sólo el saber médico psiquiátrico tenía legitimado su lugar en la
sala, y por tal motivo la jefatura correspondía naturalmente a un médico. Otros
argumentaban en favor del saber psicológico psicoanalítico como el que podía
inteligire interpretar la patología de los internados.
La lectura producida por el colectivo expresa una intencionalidad cohesionante
respecto de los sentidos posibles de todo cuanto acontece en la sala. La
autorreferencia funciona aquí, no sólo como un recurso instrumental que significa
una circunstancia determinada, sino también como la revelación de las formas
restrictivas que la pertenencia profesional trabaja en dicha lectura. La no inclusión
de las numerosas y manifiestas cuestiones que concurren a la producción de las
muertes no hace más que evidenciar la vocación y la astucia hegemónica del
discurso psi.
De la misma manera que sin una organización medianamente sistematizada

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tampoco hay servicio. De allí que proponerse objetivos "pequeños", poco


pretensiosos, de cumplimiento de un horario y una rutina diaria a realizar, puede
parecer una obviedad de inmerecida cita pero no lo es para situaciones
institucionales como en las que los actores debían operar, sobre las cuales luego
volveremos. Había que pensarlo todo nuevamente, imaginar e inventar dispositivos
que comenzaran a dar respuesta a los interrogantes formulados. Se hacía evidente
que los modos de contratar asistencia en el espacio público necesitaban
diferenciarse de los del espacio privado, lo cual se constituía en una nueva
exigenciapara los actores, cuya formación en el nivel universitario había sido
orientada en ese sentido. He aquí otro de los soportes de la demanda de asesoría:
acceder a la producción de un saber acerca de lo grupal en las instituciones.
Por de pronto el grupo se propuso alentar la viabilidad de su proyecto en un criterio
asistencial cuyo fundamento ético era: "Que nadie quede sin atención". Se
instrumentarían cuantos dispositivos fueran necesarios considerando la situación
personal de cada internado. Para ello se efectuó un relevamiento grupal de
pacientes y a continuación se hizo un esfuerzo por crear las mejores condiciones
posibles para abrir diversas actividades grupales, enfatizando en cada una de ellas
de acuerdo a necesidades coyunturales. Así fueron cobrando importancia sucesiva
y/o simultánea el trabajo de huerta, los equipos de fútbol, los grupos de apoyo para
aquellos que tenían posibilidades de comenzar a trabajar afuera del hospital, los
grupos integrados por los pacientes que mantenían su capacidad y habilidad de los
oficios en los que habían trabajado, el viraje en el contenido y sentido de las
asambleas, que orientaron su producción específica a la discusión y critica de las
políticas institucionales, la incorporación de estudiantes de psicología que
trabajaban con los internados en lectura de diarios, teatro, deportes, salidas.
Lentamente, a veces de manera espasmódica, el equipo fue abandonando la ilusión
de aislamiento (para mejor trabajar) respecto de la institución, adentrándose
corporalmente, dicho esto en sentido literal, en la sala y en el hospital, ampliando los
registros de una realidad que anidaba problemáticas nuevas y, aunque puede no
creerse, acechanzas y peligros. Recordemos que el grupo inició este tránsito desde
una posición de dependencia e indefensión respecto de la figura del jefe renunciante,
y que el suceso que desencadenó la consulta viabilizó una demanda que, creemos,
fue de legitimación del anhelo de hacerse cargo de la conducción y responsabilidad
del trabajo clínico en la sala. Pero todo deseo problematiza, contamina, impregna
las acciones de manera irrevocable, y traslada cuestiones de un campo ilusional a
otro material cuya literalidad inicial puede ser perturbadora.
La ruptura de la burbuja introdujo bruscamente la dimensión del tiempo: ya no habría
juventud eterna, "alguien" en "algún" momento pasaría a cobrarse "algo". No se
sabía bien por qué se experimentaba urgencia. De repente los cuerpos develaron su
corporeidad, los espacios crearon las distancias y las diferencias comenzaron su
trabajo de identificación cual proceso fotográfico de revelamiento. Las zonas
oscuras, sorpresivas, inquietantes, mostraron sus secretos, y contribuyeron a crear
una mirada que se posó sobre la historia y la actualidad del grupo: "Se podía
empezar a hablar".
Los problemas organizativos no son, o no responden meramente a problemas de
administración, sino que son obstáculos que la intervención institucional halla en su

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intento de instrumentación, y que requieren por lo tanto un trabajo de análisis


continuo sobre el dispositivo, sus modalidades y efectos, su derrotero clínico e
institucional. Se intenta en esta etapa administrarla gestión, lo que significa
reinventar permanentemente el marco del análisis de las cuestiones administrativas,
el cual permanecía hasta ahora como lo impensado de la actividad de la sala.
Todos construyen y des-construyen relaciones imaginarias que son versiones de la
institución y lo institucional y que circulan en los ámbitos público y privado de la salud
psíquica, y en el real social más amplio de la comunidad de referencia. En el medio
hospitalario con su magro presupuesto, los actores expresan los distintos grados de
implicación en que se hallan, y elaboran desde sus posiciones relaciones
imaginarias que viabilizan anhelos y "corporizan" dificultades respecto de la
institución, y a través de ella del espacio público.
"¿Cómo nos relacionamos con la institución?", que también tuvo su representación
psicodramática: una formación en cuña que avanza sobre un objeto institución, y
que si bien era compacta (apretaron los cuerpos) no perdió discriminación, como lo
evidenciaron los soliloquios requeridos. Es decir que el grupo construyó una figura
de acción y lucha cuya forma (cuña triangular aguzada, su ángulo más agudo
marcaba la dirección y el sentido) anticipaba el tipo de espacios institucionales en
que sería posible trabajar: estrechos, hendiduras, grietas, intersticios en los que
había poco oxígeno, y que requerían por lo tanto precisión y rapidez en la modalidad
de operación, e inventiva y originalidad en el planeamiento de los dispositivos a
implementar en el hospital.
Entre todos habían elaborado una representación de la institución, cuyos rasgos
salientes la mostraban como si fuera un ser añoso, vivo, agazapado a la espera de
su oportunidad para tornar a sus tradicionales modos de instituir. Reconocían el
sesgo caníbal e insaciable que devora a sus miembros y/o genera insatisfacción
permanente en ellos; ninguna de sus demandas puede ser enteramente satisfecha;
propicia estilos de intervención heroicos, kamikazes; transforma en titánicas las
tareas a emprender; genera su contracara: la desidia, el sometimiento y la entrega
prematura por los mismos motivos.
Al advertir que el trabajo diario en sala se encuadraba en esta orientación, el equipo
consultante comenzó a advertir que la producción del lugar de la coordinación es
una estrategia de intervención institucional.
Estas consideraciones forman parte, si se quiere, de una toma de posición que
fundamente prácticas institucionales analizables críticamente por los integrantes de
un colectivo. En el campo de la salud psíquica y en particular en sus instituciones,
abundan situaciones de una "naturalidad" alarmante, que conviven con esfuerzos
razonables y organizados en la dirección contraria: la desnaturalización de todo
acontecer institucional. Dicho fenómeno, en determinadas circunstancias, ha
avanzado hacia una legitimación que funda legalidad y resiste todo intento de des-
montaje.
Los actos clínicos posibles de instituir son, para un colectivo, elementos parciales de
su relación con la institución. En las circunstancias que nos ocupan observamos que
las prácticas son llevadas a territorios límite en donde irremediablemente estallan,
denunciando de manera incontrastable la endeblez de un sistema sanitario que
procura sostenerlas vanamente. Se hace muy difícil en estas realidades

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institucionales crear espacios de ampliación de la capacidad de nominar9 estas


cuestiones, tanto para el equipo consultante como para los internados y enfermeros
que apoyan tales iniciativas.
Resulta contradictorio, entonces, que una tarea deseable como la de abrir espacios
para que circulen las voces de los internados pueda convertirse, más de una vez, en
una amenaza para su supervivencia.
En la institución discurren territorios superpuestos, con sus puntos de contacto y de
enfrentamiento, sus ritmos, sus acuerdos coyunturales, sus propias tácticas,
estrategias y estilos de alianza, con niveles de autonomización10 crecientes, de
corrupción organizada, respecto de la institución oficial, y de ésta respecto del
control de la sociedad. Es sobre este proceso de alienación* que los actores ensayan
una interrogación: "
¿Cómo circula lo oculto en lo oficial?", y propician una crítica elucidativa que tiene
riesgos, peligros y beneficios concretos para quienes la realizan. Baile de máscaras
del pendular institucional que los coloca en una franja caótica de incertidumbre que
puede salir disparada para cualquier lado.
Por último, les queda a los actores caminar por un estrecho sendero, que tiene a
ambos lados los abismos descriptos anteriormente, y articularse y agruparse de tal
forma y fuerza (la cuña) que pudieran instituir contradispositivos que organicen las
prácticas con un carácter de intervención institucional; es decir la apertura de
espacios donde circule una crítica transversalizada de producción colectiva. Si
ocurriese de esta manera, advertirían rápidamente que en una institución oficial.

Cuando se pretende llevar a cabo tal iniciativa, los que la impulsan quedan librados
a su propia suerte; de allí que les sea muy difícil precisar su ubicación, las
condiciones contractuales y el estatuto profesional; cuestiones que, al ganar en
ambigüedad y opacidad, atraen otros problemas. No pensamos que las posibilidades
de funcionamiento mencionadas son patrimonio exclusivo de las instituciones
manicomiales oficiales; por el contrario, pertenecen a una cultura extendida y
acendrada en el imaginario institucional, profesional y social, que refrenda y
enriquece el circuito instituido.
Si bien en este trabajo se presenta una intervención institucional, por tanto singular,
irrepetible, quiere señalarse en este apartado algunas cuestiones que insisten,
recurren en diferentes requerimientos de asesorías institucionales recibidos, se
realicen estos a la Cátedra de Teoría y Técnica de Grupos, o a algunos de los
miembros de su staff en forma personal. Puede observarse una recurrencia en las
formas de algunos requerimientos; son consultas realizadas con motivo de
"conflictos interpersonales en el grupo que obstaculizan la tarea". Más allá de que el
destino del requerimiento esté orientado porque nosotros somos visualizados como
"expertos en grupos", deben aquí abrirse algunas interrogaciones que desmonten la
naturalización del requerimiento.
¿Por qué las peleas de los integrantes de un lugar de trabajo adquieren la
significación de un "conflicto de grupo" de carácter imaginario? ¿Por qué los
obstáculos en la tarea se adjudican a los "conflictos interpersonales"? ¿Por qué las
peleas reiteradas entre estas personas son pensadas como "conflictos
interpersonales"? La significación grupo alude aquí a un espacio de relaciones

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afectivas que, en tanto más armoniosas sean, mayor será la productividad en el


trabajo. Es decir que se supone que en una institución, las relaciones cariñosas,
amables, entre las personas crean mejores condiciones laborales.
Es interesante que en esta versión sentimental de los colectivos se adjudica a los
agolpamientos reducidos de una institución no sólo una prioridad sentimental para
su buen funcionamiento, sino que se jerarquiza de tal manera este componente que
llega a dársele el valor, la potencia, de clivar tal agrupamiento de toda otra inscripción
institucional. Si a esto se agrega que, generalmente, dichos "grupos" despliegan sus
prácticas en situaciones verdaderamente límite de malestar institucional, al
descorrer la naturalización no deja de sorprender este imaginario grupal. Se espera
del "especialista" que recompónga los lazos cariñosos éntrelos integrantes, es
decirse le solicita que ofrezca condiciones ilusiónales de un agrupamiento privado,
sentimental; en suma se le pide que levante un muro amoroso que los proteja de la
intemperie institucional. Imaginería que sin duda da cuenta del grado "ilusión grupal"
de tal colectivo, pero que al mismo tiempo pone de manifiesto, denuncia sin
proponérselo, el grado de malestar institucional en que estas personas inscriben sus
prácticas: condiciones edilicias de deterioro extremo, salarios inconspicuos, eternos
trabajos ad honórem, corruptelas, violencias no sólo simbólicas.
Lo ilusiona no ya como aquello regresivo narcisista, sino como condición material
para tapar el espanto; velo pudoroso frente a un contrato insostenible, más que
referente a supuestos falicismos de una madre completa de la que no se puede
escapar. En la tradición de las teorizaciones sobre grupos suele enfatizarse el
carácter resistencial-regresivo (en el sentido psicoanalítico del término) de las
ilusiones grupales. Cuando desde dicha perspectiva se organizan de tal forma los
visibles del ilusional, necesariamente se constituirán con sus invisibles
(impensables) cuestiones que aquí, por el contrario, interesa reflexionar; es decirse
subraya su negatividad, pero ¿cuál es el anverso en positivo?
Las formas familiaristas son el recurso "a la mano" que todos tienen; reproducir
relaciones sociales pre-existentes a lo que acontecerá en los colectivos es, si se
quiere, fácil de lograr: instituir diferencias es el problema. Por ejemplo, el
abroquelamiento resistente de los residentes en el espacio amoroso-odioso en el
que comparten tareas formativas no es necio; apenas presume de la candida ilusión
de que los "afectos" los llevarán a territorios conocidos o deseablemente anticipados.
Después de todo, la residencia es la casa en donde comen y duermen, y en la que,
como en la casa familiar, las razones de los deseos no alcanzan nunca la sensible
luz del mediodía.
La versión familiarista de los intercambios laborales es una forma de resistencia,
creativa en un primer momento, que conlleva en su interior, cual síntoma neurótico,
la impronta ambivalente de su afirmación y su negación. No le espera otra cosa que
el fracaso, pero permite, hasta que ello ocurra, permanecer en un sitio. Esta es la
consigna indecible, inaudible, que recorre la quejumbrosa cotidianeidad de los
residentes-resistentes. Para cumplirla serán necesarias rivalidades confusas,
asesinatos teóricos, empecinamientos narcisistas, lealtades traicionadas, en fin,
mera narrativa amorosa de seres comunes. Como se apreciará, nada demasiado
importante, a no ser que se considere la crueldad con que esas formas ilusionales
serán abatidas, esparcidas y llevadas por los senderos de la fragmentación. En

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general los consultantes suelen colocar como causas de sus "problemas de grupo"
sentimientos indeseados entre ellos, particularmente envidia y rivalidad. "Todo lo
que pasa aquí es por envidia", "Papá nos abandonó", "No nos animamos a crecer".
En años de consulta de este tipo, no hemos escuchado decir "Nos peleamos porque
no tenemos cada cual su consultorio", o "porque nos pagan una miseria" o "porque
venimos gratis". Con independencia de porqué pelean, lo que quiere subrayarse es
la recurrencia de explicaciones "psi" de lo que les sucede en su trabajo y la rareza o
ausencia de referencias a causas laborales de sus problemas de trabajo. Narrativas
familiaristas, argumentos edípicos, porlos que transcurre la recurrencia de
explicaciones psicologistas del psicoanálisis, de sus dificultades en los lugares de
trabajo. Se producen así dos deslizamientos de sentido: familiarizar (narrativa
sentimental) las dificultades laborales y al mismo tiempo inscribir la familia sólo como
lugar de los sentimientos. Se exilian de estas producciones de significación varias
cuestiones al mismo tiempo; se crea el terreno argumental para poder ver, por
ejemplo, las transferencias como edípicas, las transgresiones sólo como
desplazamientos de la ley de prohibición del incesto, etc. Extrapolación
psicoanalítica que va más allá de una extensión indebida de la cultura "psi".
El familiarismo transferencial suele convertirse en uno de los principales
instrumentos tecnológicos de los "grupos isla", en tanto toma forma allí una noción
de fantasma "privatizado", vaciado de sus posibles afectaciones institucionales.
Quiere destacarse que al denegarse tales afectaciones se deniegan lo público. En
un mismo movimiento se excluyen los juegos de poder de ese colectivo (dentro de
él o en relación a otros poderes institucionales), la problemática del dinero, los
conflictos surgidos en función de los niveles de apropiación de los bienes simbólicos
y materiales que tal colectivo produce, los aspectos transformadores de sus
instancias instituyentes, etc.

En síntesis, se exilia ¡apolítica de un colectivo—o su política—familiarizando,


edipizando sus rebeliones y sumisiones. Otra recurrencia que se destaca es que el
requerimiento suele provenir del sector más "progresista" del equipo y/o servicio.
Integrantes generalmente ubicados en los lugares más bajos del escalafón
institucional, estas bases de anhelos instituyentes realizan verdaderos esfuerzos
para que la intervención institucional tenga lugar; no sólo insisten frente a sus
jefaturas, sino por ejemplo, cuando éstas se realizan en el interior del país,
consiguen pasajes oficiales, alojamiento, etc.
Sin embargo, cuando la actividad se concreta despliegan interesantes
ambivalencias. Impulsan las transformaciones, pero sabotean su instrumentación.
Ideologías progresistas que exaltan la horizontalización, pero toleran muy mal la
institución de formas organizativas, la diferenciación de funciones, las obligaciones
horarias acordadas; en suma, un imaginario autogestivo conspira contra la
institución de la gestión.
Las formas ilusionales de la autogestión no operan solamente como un pasaje
seguro al fracaso de su materialización; ofrecen otras posibilidades que atienden a
ciertas necesidades. Del encuentro con las formas visibles de las instituciones
públicas (edificios, organización administrativa-profesional-científica), no se sale
indemne; se hace necesario, entonces, protegerse en un medio donde todo parece

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hostil, incierto, inseguro. Otra suele ser la imaginería que anima el requerimiento
cuando éste proviene de instancias directivas. También "progesistas", consultan
muchas veces porque perciben que hay cuestiones que "se les escapan de las
manos"; en estos casos la expectativa parece ponerse en que el/la "especialista"
instrumente un dispositivo que disuelva conflictos. Otras veces el staff directivo
necesita saber: "Por qué no haces alguna cosa de psícodrama; no dicen nada,
hacélos hablar". Esto vuelve imprescindible en instituciones jerárquicas ofrecer
dispositivos grupales que creen condiciones de circulación de palabra, pero por
estamentos y resguardados por la reserva profesional
En suma, no confundirla institución y sus formas institucionales con un gran grupo o
con un conjunto de grupos. Que la palabra circule; sí, pero para ello la intervención
institucional debe dar resguardo a esa palabra; entonces más que palabra libre,
palabra resguardada. Dispositivos para que la palabra advenga; pero ¿qué es
palabra de un colectivo? Dispositivos que creen condiciones para abrir a lo
impensado institucional; impensado institucional que, en la resignificación de las
prácticas, los posicionamientos, los discursos, etc., haga posible el registro de las
singularidades y recurrencias de ese grupo en esa institución. Lo impensado
institucional suele arrastrar la remora de una noción de lo inconsciente como algo
oculto en las profundidades.
Sin embargo, muchas veces se observa que una dimensión de lo impensado suele
serlo más obvio, oculto no ya en alguna profundidad, sino tan próximo, tan inmediato
que no puede verse. Lo impensado es lo obvio; algunos obvios que recurren como
impensados suelen ser, por ejemplo, que para que un colectivo institucional pueda
constituirse como equipo tienen que establecer un día y un horario fijo de reunión a
la que todos concurran; que deben estipularse tareas y responsables de las mismas;
que las actividades, más allá de que se instituyan por consenso, deben ser
acompañadas de una instancia de control de gestión. Hay una relación necesaria y
no contingente entre aquello que se demarca como visible institucional y aquello que
se sitúa como invisible; si un colectivo laboral construye una imagen del mismo como
grupo privado sentimentalizado, necesariamente y no por contingencia quedará en
invisibilidad su inscripción como equipo y/o servicio público institucional. Lo
impensado público se organiza desde lo pensado como privado; lo impensado
laboral se organiza desde lo pensado sentimental.
Todo esto es así. Sin embargo seguimos en las instituciones. Se abren sin cesar
espacios alternativos. Se cierran y se vuelven a abrir. En realidad el "se"
impersonaliza aquello que —en rigor— inventan y producen muchos profesionales
que apuestan al desafío de sostener dispositivos instituyentes. ¿Por qué sostenerlos
si habrán de ser vencidos por la fuerza de lo instituido? Así planteada, la cuestión
no tiene respuesta. Muchas veces en el estrecho camino de los intersticios
institucionales parecería que se pierde el sentido de nuestras prácticas. ¿Será ésta
una insistencia, un desatino, una utopía? Sí, pero a condición de semantizar el
término utopía no como algo lejano que esperamos que algún día advenga, sino en
aquella acepción que remite a la actualización de deseos como sostén de tales
prácticas alternativas. Prácticas instituyentes, en tanto conjunto de deseos no
anudados al poder. En tal sentido, utopías que construyen lo real.

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Instituciones III: Prólogo y Análisis y propuestas. Kaminsky

La corriente del denominado “análisis institucional” se instala en el contexto


latinoamericano hace, aproximadamente, 15años. Aún cuando la transición
democrática es metaforizada como el “retorno de las instituciones”, ello ha quedado
solo en el registro de lo jurídico-político; mientras que la sociedad civil y sus
instituciones (FFAA, iglesias, sindicatos, escuelas, hospitales, cárceles, hospicios,
etc) se diluyen dentro de modalidades maniqueas de interpretación.
Se enfatiza una preocupación managerial de las organizaciones, se exalta hasta el
ridículo la órbita recortada y circunscripta de lo individual, se atisban dinámicas
grupales pero poco, y más bien nada, se estudian los problemas específicamente
institucionales.
Las instituciones “no son tan bien conocidas”, damos por obvio muchas cosas de
ellas, y al final, no las conocemos. A la institución, además de vivirlas, las
padecemos, las transitamos, aceptamos y criticamos. Es indispensable.
Toda institución tiene una organización material y también una organización jurídica.
Estas son organizaciones productivas. Las instituciones, además, tienen un sistema
de circulación y distribución (por ejemplo: personas). Todo esto “habla de la
institución”. Lo hablado es todo aquello que podemos conocer o presuponer
previamente de una institución. La dimensión de lo hablado está asociada al plano
de lo instituido.

Lo hablado instituido no es material de desecho, muy por el contrario, las


vestimentas, las inscripciones en las paredes, los modos y costumbres prototípicos,
etc, son elocuentes de los códigos que pueden ser percibidos pero su registro nos
puede introducir en la dimensión de lo “hablante”.
Lo hablante es aquello que nos facilita otra comprensión de la institución. Aparece
bajo la ruptura de lo habitual, las fracturas, contradicciones, oposiciones, las
situaciones paradojales de lo “hablado”. Lo hablante institucional puede ser asociado
con el par complementario de lo instituido que es lo instituyente.
Todas las instituciones, aún las aparentemente más estáticas, se mueven. Este
movimiento está dado por el juego, por la permanente articulación de dos
dimensiones o planes: lo instituido y lo instituyente.
Instituido es estructura ya dada, instituyente no es solo algo dado sino que se va
conformando. Es un constante movimiento psicosocial de la institución. Esta relación
no debe tomarse como sinónimo de actividad/pasividad.
No solo conocemos instituciones singulares y concretas, sino también la dimensión
universal de la institución. Esto se refiere, por ejemplo: hablar de salud mental es
referirse al complejo dispositivo de instituciones singulares que la realizan.
Denominamos las instituciones espacios de condensación social, porque en sus
singularidades conjugan y anudan una constelación de discursos y prácticas
económicas sociales, políticas, jurídicas, técnicas, etc. Es un nudo de relaciones
complejas y móviles. Es algo vivo, no inmóvil ni inerte.
El proceso de institucionalización es el producto permanente de un interjuego entre
lo instituido y lo instituyente. Aquí pueden registrarse fines, objetivo, funciones, pero

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no debemos olvidar también la dimensión de lo imaginario de las instituciones.


Cuando investigamos una institución, no solo interesa conocer que son las
instituciones sino también que creen que son, y esto también forma parte de la
misma dimensión institucional.
Si la institución es un proceso en movimiento, son los grupos quienes pondrán en
juego este movimiento. Aquí podemos identificar a los grupos objeto y los grupos
sujeto.
El grupo objeto es el grupo sometido a las consignas instituidas: soportan la
jerarquización, su acción es lo que se espera de ellos, etc. Los grupos sujeto operan
ciertos desprendimientos de la jerarquización y pueden abrirse a un más allá de sus
propios intereses aunque no sea un más allá institucional. Estos grupos no pueden
sostener de forma permanente una posición instituyente pero son aquellos que
respecto de lo hablado/hablante tienen vocación de “tomar la palabra” mientras que
los grupos objeto son los que tienden a “repetir al pie de la letra”.
No existen grupos sujeto y objeto puros, sino que hay mutaciones grupales
frecuentes.
Aparece el concepto de verticalidad: las instituciones son un vasto sistema de
relaciones y comunicaciones, organizadas en torno a sus reglas formales y también
a las informales.

Existen algunas orientadas a la posición vertical, pero existen otras que dan lugar a
formas horizontales de relación y comunicación.
El coeficiente o producto de la ecuación verticalidad/horizontalidad nos aproxima al
nivel de transversalidad de cada institución, registro que nos induce a considerar
ciertos grados de optimización, alejando los excesos instituidos y también los
excesos instituyentes. Mejorar la transversalidad es uno de los objetivos prácticos
del analista institucional.
El coeficiente de transversalidad es ese grado de optimización que una institución
puede alcanzar ante el complejo anudamiento y condensación de relaciones de
variado carácter. Con el concepto de transversalidad ponemos en juego el
atravesamiento social que tiene toda institución. La transversalidad es un fenómeno
para reconocer en las instituciones y no para diluirlas. Se trata de una realidad
inmanente a las mismas aunque los fenómenos las trasciendan.
Debemos entender que toda perspectiva de cambio o transformación pasa
necesariamente por la autoconciencia de la institución. La autoconciencia supone la
forma de conciencia de las instancias institucionales del juego de fuerzas sociales
que la atraviesan. Autonconciencia de lo que es, de lo que cree ser y de lo que desea
ser; la revelación del plano imaginario articulado en la misma realidad institucional.
El analista institucional no puede estar demasiado lejos del espacio anudado que
analiza, por ello es que se denomina a su trabajo “intervención” institucional;
tampoco puede estar excesivamente próximo, sino se toma a sí mismo como objeto
de análisis y estudio. Nos metemos con los objetos y los objetos de meten con
nosotros, aquí no hay neutralidad posible.
La implicación institucional es el conjunto de relaciones, conscientes o no, del acto
y el sistema institucional. Se trata de todo aquello que articula al actor con la
institución. Se observan los siguientes tipos de implicación:

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1. Implicación epistemológica: el punto de vista del actor “crea” el objeto en el plano


del conocimiento. Se trata de unas cuantas verdades que explicitadas o no
reconocidas, o no operan en la estrategia socioanalítica
2. Implicación semiológica: los elementos de este tipo los tomamos de la lingüística,
operan en 2 niveles, el paradigmático y el sintegmático
3. Implicación paradigmática: corresponde al efe formal de la institución. Toda
institución tiene su realidad, su reglamentación, se trata de una institución
organizada según reglas que no son visibles en el acontecer institucional. El eje
formal y reglamentado se complementa con la dimensión sintagmática de la
implicación que tiene que ver con la sucesión de los acontecimientos de una manera
lineal y extendida. Las instituciones tienen sus planos de acontecimientos los cuales
están ordenados por reglas y disposiciones que les proveen una organización
particular.
4. Implicación social e ideológica: los agentes institucionales son todos actores
sociales y el analista no puede prescindir, salvo imaginariamente, de la dimensión
social que lo y los atraviesa.
5. Implicación afectiva o libidinal: las instituciones no son meros espacios en donde
tan solo se cumplen funciones o alcanzan finalidades, también pasan otras cosas
que van desde la conformación de grupos o subgrupos de afinidades, actos
personales temperamentales que pueden traducirse en autoritarios, amorosos,
hostilidades, etc. Es el infinito universo de las pasiones institucionales.
Lo que el analista busca, al estar insertado en las instituciones, procura detectar
analizadores. Un fenómeno aislado, a veces ínfimo o parcial, un acontecimiento
imprevisto, inesperado o impensado, puede constituirse en analizadores
institucionales. Todo el material institucional puede ser significante.
Existen analizadores de tipo natural, o sea, no causados por el actor pero detectados
por él y también artificiales, generados por el propio analista como táctica de prueba
de los efectos que tal acto o hecho pueden generar. Acá aparece también el
concepto de contratransferencia institucional.
La intervención del analista institucional provoca en las instituciones un proceso de
desplazamiento en la dimensión de lo instituido a través de acciones instituyentes
de éste. Esta es la transferencia institucional. El análisis instituye una crisis en las
instituciones; y una crisis de las instituciones es una forma de análisis.
El nivel transferencial de las instituciones implica al propio socioanalista porque está
dentro del mismo campo en donde interviene; este nivel de la transferencia del
propio analista sobre el campo institucional de la intervención es lo que
denominamos contratransferencia. Porque es el sujeto o el grupo de sujetos que
tienen como objeto la propia institución y no el gobierno de ella o la gestión de alguna
actividad recortada, parcial o especifica en la institución. Hay que estar en la propia
institución para reconocerla en sus dimensiones fundamentales.

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Módulo 3

Almandóz, B., Barceló, R., Castellini, E., Chacón, T., Etcheverry, G.,
Fernández, T., Rizzo, V. y Silvera, M. (2016). Informe final de investigación

La investigación “Corredores terapéuticos: dispositivo de transformación subjetiva”


apuntó a distinguir cuáles son las transformaciones que se producen en el tránsito
por un dispositivo terapéutico grupal. La idea fue identificar los desvíos a ciertos
modos de estar en el mundo que provocan padecimiento.
Dicho tema se justificó en distintos planos, dentro de los que se destacan la
relevancia de la producción de conocimiento en el ámbito universitario, la posibilidad
del aporte a la generación de saberes en torno a la problemática grupal,
fundamentalmente dada la implementación del Programa de Prestaciones en Salud
Mental del MSP -donde el trabajo grupal se presenta destacado-, y la importancia
de sistematizar información a propósito del funcionamiento de un dispositivo grupal
terapéutico que aborda el padecimiento de sujetos humanos.
La investigación se planteó como interrogantes principales: ¿Cómo se caracterizan
los procesos de producción subjetiva que se dan en un grupo terapéutico?, ¿Cómo
se aborda el sufrimiento en un grupo terapéutico? y ¿Cómo el dispositivo de grupo
terapéutico -modalidad corredor terapéutico-, posibilita la transformación de las
personas que en él participan?
Tales interrogantes se originaron en la pregunta ¿cómo cura un grupo?, y tuvieron
como antecedente principal una larga trayectoria del equipo docente en la
implementación y desarrollo de dispositivos terapéuticos grupales, promoviendo la
necesidad de revisar los soportes de la experiencia así como evaluar sus efectos.
La ejecución del proyecto se desarrolló en un tiempo extenso, fundamentalmente
por la necesidad de articular tiempos institucionales y curriculares, dada la
pertenencia del proyecto a la Facultad de Psicología, CIC-P. Tal dimensión, si bien
extendió el desarrollo de aquel, también generó las condiciones de posibilidad para
la participación de un equipo de estudiantes de grado y posgrado que sostuvieron el
despliegue de las estrategias de investigación con alto compromiso, durante algo
más de un año de labor.
En cuanto a los objetivos buscados, eran los siguientes:
Objetivo general:
● Producir conocimientos acerca de los procesos de producción subjetiva que se
dan en un grupo terapéutico. Objetivos específicos:
● Caracterizar los procesos de producción subjetiva que se dan en un grupo
terapéutico -modalidad corredor terapéutico-.
● Identificar de qué manera se aborda el sufrimiento en un grupo terapéutico -
modalidad corredor terapéutico-.
● Explorar cómo el dispositivo de grupo terapéutico, posibilita la transformación.
En función del cumplimiento de tales objetivos, se entiende que esta investigación
ha sido de importante relevancia dado el impacto que puede tener tanto en la revisión
de las condiciones que hacen que las personas -que buscan ayuda para sus
padecimientos- puedan transformar sus vidas, como en la posibilidad de la
construcción de políticas públicas para el abordaje de algunos planos del sufrimiento

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humano.
La caracterización de los procesos de transformación subjetiva que se dan en un
grupo terapéutico -modalidad corredor terapéutico- implicó la elaboración de un
análisis exhaustivo a partir de las entrevistas realizadas, usando para el mismo una
serie de categorías (detalladas en el capítulo anterior). Para el planteo de los
resultados de esta investigación se entiende pertinente colocar como ejes las
interrogantes que se esperaban resolver en el proyecto.

1) En cuanto a la caracterización de los procesos de producción subjetiva que se


dan en un grupo terapéutico, se hace visible que dichos procesos de producción
están vinculados en primer lugar con las posibilidades de aprendizaje que emergen
de la tensión singularcolectivo. Dicho aprendizaje implica la adquisición de nuevas
significaciones, nuevos sentidos, como consecuencia de los procesos de reflexión,
discriminación, reconocimiento y comprensión que el dispositivo posibilita.
Asimismo, dicho aprendizaje está en estrecha relación con la pertenencia grupal por
una parte, y por otra parte con la posibilidad de resignificar la experiencia grupal,
fundamentalmente en relación a una valorización de la misma. Lo grupal como
experiencia permite ubicarla como una práctica transformadora, donde prima la
creación de un compromiso en la escucha en lugar de una mera aceptación de lo
dado.
Desde la perspectiva de los actores la tarea aparece como la actividad que permite
pensar los problemas propios en el encuentro con otros. El grupo es un espacio
donde se pueden expresar las dificultades, sobre todo a través de la palabra, y al
mismo tiempo, se promueve la convivencia de diversos puntos de vista. Se remarca
la existencia de un clima positivo para el trabajo, que está compuesto de varias
dimensiones, entre las que se cuentan la posibilidad de escuchar y ser escuchado,
la creación de acuerdos, la confianza, la interacción y la circulación, la horizontalidad
y la presencia de la tarea como organizador.
El abordaje de esta última tiene como corolario un vector de cooperación y de
comunicación, puestos en juego a la hora de problematizar las situaciones complejas
que atraviesan los participantes. Los entrevistados consideran que a través del
intercambio que realizan aprenden otros modos de relacionarse que incorporan y
utilizan por fuera del grupo.
Tomando lo anteriormente planteado, la tarea se asemeja a una actividad liberadora
donde se produce un aprendizaje pues a través de la comunicación y la cooperación
se accede a la posibilidad de pensar de otro modo lo que acontece en sus vidas,
siendo esto favorecido por la experiencia del trabajo colectivo.
A través de lo que los actores plantean, es posible visualizar que el dispositivo de
grupo terapéutico ha promovido un movimiento desde la producción de subjetividad
-como aquella que posibilita la reproducción de sujetos idénticos a los modos
dominantes- a la producción de subjetivación -entendida como la que permite
singularizaciones en los bordes de la formas más hegemónicas- (Guattari, 1996). El
aquí ahora de la situación grupal sería el espacio-tiempo que habilita -a través del
intercambio entre los integrantes- el acontecimiento dialógico cuestionador de la
posición pasiva ante una supuesta realidad dada e inmodificable.
2) En relación a cómo se aborda el sufrimiento en un grupo terapéutico, en primer

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lugar el proceso de investigación permitió advertir la existencia de un aspecto central


referido a los intercambios que se dan entre los participantes. Tales intercambios
están atravesados por la dimensión que refiere a la palabra hablada y su circulación,
la que aparece con cierta supremacía. En las manifestaciones de los entrevistados
se hizo presente una polaridad valorización-desvalorización del silencio en relación
con el imaginario de que lo terapéutico es hablar y por otra parte la molestia que
significa estar ahí y no estar hablando, es decir en silencio. Los diversos sentidos
del silencio nos conducen a tomarlo como una alternativa a los modos
preestablecidos, y a considerarlo como un elemento comunicativo al igual que los
gestos y los movimientos corporales que operan como componentes estratégicos
del análisis de lo grupal. La palabra hablada aparece muy valorada desde la riqueza
que aporta al trabajo grupal en relación con la transformación del sufrimiento que los
aqueja, destacándose también como obstáculo cuando su circulación se ve limitada
debido a la apropiación que de ella realizan los otros. Visibilizando de este modo un
sentido productivo otorgado a la palabra, y al mismo tiempo dejando ver una
resistencia que está relacionada con una fantasía de homogeneidad, cuando se
reclama la posibilidad de que todos tengan el mismo tiempo asignado para hablar.
En cuanto a la circulación de la palabra, esta fue puesta en directa relación con la
valoración del tiempo en tanto se ha sugerido la idea de que hay situaciones que
requieren más tiempo que otras. Además, se sostuvo que cuanto mayor sea el
tiempo que se le dedica a una situación, más se profundiza en el tratamiento de la
misma. Se detecta un malestar expresado a modo de queja, en cuanto a lo que
podría pensarse como una exaltación de lo individual a través de la propiedad de la
palabra. Los entrevistados también hicieron alusión a la pertinencia de lo que se dice
y por otro lado a la posibilidad de escuchar y ser escuchado. Aparecen dos
dimensiones dentro de la escucha: lo que digo sobre lo que el otro dice, o lo que
digo respecto a lo que siento en relación con lo que el otro dice.
En otro sentido, se manifestó la vivencia acerca de la instancia grupal como aquella
que permite la catarsis, el “largar”, “uno larga y luego larga el otro”. Los actores
plantearon que el lugar de cada uno se reconoce en función de tomar o no la palabra
haciéndose visible, en ciertas ocasiones, la percepción del otro como interceptor,
interruptor y generador de corte. También apareció una referencia a la coordinación
relacionada con la circulación de la palabra como aquello que se habilita y se
encauza y también -pensando en las relaciones de poder que circulan en el espacio
grupal- aquello que se autoriza o se reconoce.
La investigación muestra que el abordaje del sufrimiento también está directamente
relacionado con el clima grupal, es decir con estar bien-mal en relación a la tarea en
la situación grupal. Se trataría de condiciones que permiten o impiden la realización
de aquella. Los entrevistados destacaron que un clima grupal positivo se asocia a
un sentimiento de confianza, sedimentado en la cooperación, la posibilidad de
comunicación, de escuchar y ser escuchado, el sostenimiento de acuerdos, la
composición de lo común y la tarea como organizador.
El clima grupal también apareció articulado con una idea acerca del respeto por el
‘’tiempo’’ propio y de los otros y con la idea de compromiso. Asimismo el buen clima
aparece vinculado con una comodidad, que al tiempo que posibilita al intercambio
sostiene pactos implícitos que no favorecen el abordaje de las dificultades. Esto se

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ve cuando los actores relatan la necesidad de anular las diferencias a los efectos de
no “entrar en conflictos”, agradar y concertar. Tal dimensión relativa a la anulación
de las diferencias fue visibilizada en varios momentos del análisis, lo que daría
cuenta de que la heterogeneidad como condición del trabajo grupal no siempre es
bien soportada.

Otro componente asociado al abordaje del sufrimiento es el que tiene relación con
la cooperación como herramienta para la comprensión, aprendizaje y afrontamiento
de las dificultades, siendo dicha cooperación un vector relacionado a la posibilidad
de la consecución de la tarea. En este sentido, el proceso de análisis del material
mostró que la cooperación se sostiene dando lugar a lo paradójico y lo contradictorio
que implica todo trabajo de pensamiento, como herramienta para la incorporación
de nuevos posicionamientos ante el padecimiento. Se destacó también en este
sentido la posibilidad de dar lugar a la palabra del otro y demorarse en su decir, la
que genera afectaciones y actúa como resonancia habilitante de otros modos de
pensar lo propio. El encontrarse entre otros posibilita la emergencia de tensiones
que muestran el estar envuelto en lo propio y enredado en lo del otro, lo que implica
reconocimiento, demora y respuesta, construyéndose así un “nosotros”.
Los actores relatan que el grupo aparece como un lugar de tránsitos diversos, en
tanto la inhibición y la desconfianza se articulan con momentos de duda, y momentos
de “irse soltando”. La investigación muestra que los participantes reconocen un
cambio de lugar en el grupo así como nuevas formas de habitar el espacio. En la
posibilidad de transformar los modos de habitar aparece el otro como una
oportunidad de evocar las propias experiencias, produciendo variaciones en la
elaboración de procesos propios. Se trata de una movilidad relacional que implica
un aprendizaje, particularmente asociado al desarrollo de la escucha, que desmitifica
la palabra como portadora de transparencia, y posibilita el descubrimiento de
diversos sentidos, donde lo grupal aparece como producto.
El otro en la situación grupal aparece como cooperador y también como interceptor;
también se hace presente con su ausencia, generando la percepción de un lugar no
aprovechado, dando cuenta de lo valorado del espacio. Las características propias
del dispositivo "de corredor" en lo relativo a la permanencia y continuidad de los
integrantes, genera expresiones que parecen reflejar cierta incertidumbre en
relación con lo que provocarían los nuevos ingresos, que podrían identificarse como
fantasías persecutorias, al tiempo que se produce una ficción de que un grupo
“cerrado” produce mayor cuidado. Se reconoce como un factor preponderante el rol
que asume en el grupo cada integrante, donde aparece destacada la antigüedad en
referencia a la realización de aportes importantes para el trabajo grupal. Existe al
mismo tiempo la percepción de que hay quienes necesitan más del grupo y otros
menos, dependiendo también de ello la apreciación que se tenga de su ausencia.
El encuadre grupal aparece como un elemento que genera un soporte en la
perspectiva del abordaje del sufrimiento. Dentro del encuadre, los actores destacan
las reglas de funcionamiento -explícitas e implícitas- como de importante incidencia
en el cuidado del espacio, y de las personas que lo integran. Se mencionan además
de las explícitas (secreto, restitución y abstinencia) reglas de carácter implícito: son
las que ubican el lugar de la coordinación como aquel que puede dar o no permiso

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para el trabajo terapéutico; esto tiene relación con el relato acerca de que dicho
trabajo en ocasiones sale del espacio concreto, semanal, de una hora y media de
duración. A pesar de no existir sanción explícita, de todos modos la regla se instala
en relación con una prohibición. Otra regla implícita está vinculada con la relación
que los integrantes producen en torno a la circulación de la palabra y al tiempo de
uso de la misma.

El lugar de la coordinación forma parte del encuadre en tanto habilita el despliegue


de lo singular, para que cada cual tenga la oportunidad de ir construyendo un
recorrido en el abordaje de su sufrimiento, en el espacio de lo colectivo. Varios
movimientos caracterizan la coordinación en este proceso. Por un lado, el
desplazamiento del lugar de la autoridad hacia un lugar que autoriza, mostrando algo
del imaginario social en relación a la coordinación y al lugar del terapeuta; esto
señala la depositación de un poder en la figura de la coordinación ligado a la
producción de verdad. Tal desplazamiento hace posible el sostén de condiciones
propicias para la producción de nuevos sentidos, habilitando la palabra del otro y su
circulación. En ocasiones el lugar de la coordinación también se visualiza como un
estar invisibilizado, primando la escucha a la intervención hablada, lo que favorece
que los intercambios queden sostenidos entre los integrantes. De igual modo los
actores también relatan situaciones donde la intervención de la coordinación genera
incomodidad o desagrado, y en ese sentido es también productiva en tanto aparece
la generación de condiciones de posibilidad para la interrogación y la movilización.
3) En relación con la pregunta acerca de cómo el dispositivo de grupo terapéutico –
modalidad corredor terapéutico-, posibilita la transformación de las personas que en
él participan, el proceso de investigación realizado permitió poner en el foco el
dispositivo grupal y sus efectos.
Aparece un eje fundamental que tiene que ver con el cultivo de las diferencias. Dicho
eje, teorizado por E. Pichon- Rivière (1982) cuando propone que a mayor
heterogeneidad entre los miembros de un grupo, mayor homogeneidad en la tarea,
se presenta como central en la posibilidad de producir movimientos y
transformaciones. El tránsito por el dispositivo terapéutico está compuesto, en
muchos momentos, por interrogaciones acerca del lugar/espacio que cada persona
puede tener en el grupo, así como reclamos de “mi tiempo para hablar”, lo que se
vincula con una forma de la resistencia que está en relación con las formas
subjetivas dominantes de la actualidad, donde el privilegio de lo individual reduce el
lugar para las producciones colectivas, de la mano de ideas hedonistas del estilo de
“yo valgo, yo primero”, que sostienen la tendencia a liberarse de las coerciones
sociales/grupales (Etcheverry, 2014).
Es visible la necesidad de una afirmación de lo propio, la que en ocasiones va en
detrimento de lo común, y en vinculación con esto último el menosprecio de lo
diferente. Lo antedicho es manifestación de una resistencia cuando se promueve
una ilusión de lo grupal unificado, sin lugar para la diferencia. Asimismo aparece una
valoración de la palabra -hablada- como vía fundamental del trabajo personal, lo que
a la vez deja ver ciertos obstáculos relacionados a la dificultad en la regulación del
tiempo que cada cual toma para hablar. Conjuntamente con la palabra hablada
aparecen destacados los efectos de la palabra escuchada/escuchable; en tal sentido

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y dado que los efectos de un discurso son imposibles de predecir, los actores valoran
la irrupción de enunciados que funcionan como acontecimientos y producen
encuentros, los que a la vez muchas veces favorecen el despliegue de diversas
potencias. En esta dirección, los participantes plantean la posibilidad de romper con
la circularidad de los repertorios interpretativos incorporando modos de acción con
versiones y posicionamientos diversos que le habiliten a vivir con cierto grado de
libertad.

Se destaca como relevante, dentro del dispositivo, el lugar que para los actores
posee la coordinación. Se podría afirmar que conviven al menos dos concepciones
acerca de dicho lugar: es capaz de habilitar la reconfiguración del espacio vital al
mismo tiempo que genera oposiciones y tensiones. Desde la coordinación se
potencian según los entrevistados: la propuesta de salida hacia otros “posibles”
(Guattari, 2013), el sostén de espacios de elaboración, la disposición para la
construcción de recorridos propios, la realización de síntesis que no cierran, el
acompañamiento al despliegue de lo singular, habilitación y promoción de la
circulación de la palabra, la contribución a la reflexión, el “descongelamiento” de
sentidos cristalizados (movimientos de desnaturalización). En igual dirección, la
investigación hace visible la creencia ilusoria en el poder del coordinador en su doble
sentido: como habilitador (sostiene los intercambios, como sabe lo que pasa también
aporta a dar sentidos a lo que pasa) y también como obturador (limitando los
espacios de libertad en tanto ejercicio de poder).
Identificando la transformación posible con procesos de resingularización, los
actores proponen que el trabajo del grupo trasciende las fronteras del mismo, yendo
más allá del espacio-tiempo semanal. Se relata en las entrevistas la relevancia de
los procesos, los que están sostenidos en una temporalidad que generalmente se
distancia del tiempo cronológico. En términos de proceso la referencia no es al
principio y al final del mismo sino al entre, al transcurso por el mismo en tanto
mutabilidad inmanente (Teles, 2010), en tanto potencia que habilita la
transformación a partir de las diferencias, produciendo singularidades, nuevos
modos de hacer, sentir, pensar que acarrean a su vez nuevos modos de
posicionarse en la vida. En la dirección de la resingularización, se destaca la
producción de desviaciones en la perspectiva de una clínica del clinamen (Bocco,
2008; Rodríguez, 2004; Saidón, 2012; Guattari, 2013) : Trabajo con el otro, trabajo
en cooperación, trabajo colectivo, habilitante de la posibilidad de crecimiento/
Posibilidad de ver las cosas desde otro ángulo/ Transformarse en el desarrollo de la
sesión de trabajo/ Posibilidad de irse pensando en otras ideas/ Ponerse en el lugar
del otro, procesos identificatorios/ Resignificación de las experiencias al relatarlas al
grupo/ La palabra como signo de trabajo, asumida como herramienta para generar
movimiento./ Cambios en la manera de comunicarse con el otro./ Aceptación de
cosas que no se sabían de sí mismo./ Aprendizaje acerca de cómo sobrellevar las
situaciones que provocan sufrimiento./ Habilitación para desnaturalizar sentimientos
y conductas que forman parte de lo cotidiano./ Corrimiento del lugar del mero
padecimiento y de la pasividad, reconociéndose dicha posibilidad de movimiento
como una responsabilidad propia./ Aumento y movilización de la potencia de acción
y de la capacidad de obrar.

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La organización que sostiene al dispositivo también tiene relevancia para pensar en


los efectos de este último. Aparecieron entonces enunciados relativos al tiempo de
espera para ser atendido, que fue diverso dependiendo del momento del año en que
la persona se anotó. Según los relatos este tiempo de espera tuvo una varianza de
entre un mes hasta un año y medio. Los tiempos de espera mayores generan
visibilidad acerca de “la espera”, que se hace eterna en ocasiones, o que no
necesariamente funda malestar. En cuanto a la gratuidad del servicio se produjeron
valoraciones positivas y apreciaciones acerca de la buena calidad, y en este punto
se explicitó algo del orden de un imaginario social de que lo gratuito no es bueno.

En otros casos la gratuidad no fue apreciada como característica diferencial respecto


a los servicios pagos. La gratuidad también apareció fundamentada en una
perspectiva de derechos, elemento que en nuestro país tiene relación directa con
las propuestas del SNIS en referencia a la atención en salud mental. Otras derivas
positivas del tema de la gratuidad se hicieron visibles en la conexión con el hecho
de que sea un servicio universitario, mencionando que si la Universidad no tuviera
este servicio quizás algunas personas no podrían acceder a una atención
psicológica. Asimismo los actores plantearon en varias ocasiones cómo la
posibilidad de venir a recibir atención psicológica está diagramada casi totalmente
por la gratuidad, lo que en ocasiones motivó a que la persona forme parte de un
dispositivo grupal a pesar de no haberlo considerado como una opción en primera
instancia. También aparecieron enunciados que cuestionaron el acceso al servicio,
y de ahí se desprende una significación que marca una atención para un
determinado tipo de población -la que no puede pagar-; esto es, para algunos se
percibió como extraña la asistencia a personas que podrían pagar por su atención
psicológica. Por último se propuso la posibilidad de difundir el servicio -en una
perspectiva de derechos- a los efectos de ampliar el acceso.
Otro elemento relativo a la organización y que tiene directa relación con el
dispositivo, es el que refiere a la recepción/derivación. Los actores manifestaron
haber pasado por esa instancia, en ocasiones, sin tener conocimiento de cómo iba
a seguir el proceso, aunque eso no apareció como obstáculo. En otras ocasiones, la
entrada al dispositivo grupal se describió como una especie de “resignación” en
función de que no hubiera otras propuestas de atención. Por otra parte, se valoró la
instancia de la recepción en tanto dispositivo “receptor” de las dificultades, así como
la entrada al terreno del padecimiento; algunos actores mencionaron haber
experimentado en estas entrevistas de recepción un sentimiento de bienestar,
comodidad, y preparación para el espacio grupal.
Las conclusiones de una investigación siempre son provisionales y paradojalmente
inconclusas en el entendido de que todo conocimiento es inacabado e implica una
apertura a nuevas interrogantes que surgen del mismo. Sosteniendo una rigurosidad
en el análisis -al poner de relieve lo dicho por los actores entrevistados- se ha podido
constatar la supremacía de ciertos aspectos al momento de pensar acerca de los
procesos de producción subjetiva que se dan en un grupo terapéutico.
Tomamos en principio la aparición de diversas señales que nos llevan a concluir en
algunas apreciaciones en relación a los objetivos del proyecto. Pensando en los
procesos de producción subjetiva, entendemos que el dispositivo implementado es

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habilitador de procesos de aprendizaje sostenidos en la tensión singular-colectivo.


A través de los relatos de los actores visualizamos una concepción acerca de la
experiencia grupal como creadora de un saber generado colectivamente a partir de
la elaboración de lo vivido. Esto a su vez habilita el acceso a diversas significaciones
y nuevos sentidos de aquello que los afecta, generando la posibilidad de crear
nuevos modos de acción. De este modo el espacio grupal aparece como un lugar
de producción-transformación debido a que permite pensar los problemas que los
aquejan, en el encuentro con otros que portan diversas miradas.

Remarcando la existencia de un clima grupal positivo que hace posible la


cooperación y la comunicación al momento de abordar las situaciones complejas
que los atraviesan.
La expectativa del comienzo de acceder a una terapia individual se modifica durante
el proceso al experimentar los efectos de lo grupal, privilegiando este espacio como
experiencia transformadora. De este modo la pertenencia y permanencia en el
espacio son categorías claves en la valoración y resignificación de tal experiencia.
Los actores también hacen especial hincapié en el tiempo transcurrido para lograr
dicha transformación.
Asistimos a la aparición de diversas dimensiones relativas a la temporalidad, por
ejemplo una dimensión temporal-cronológica, tiempos procesuales asociados a la
intensidad, suspensión del tiempo propio en aras de un tiempo colectivo, la
necesidad de darse tiempo -tiempo de espera- en el transcurso por un proceso que
permite la elaboración de lo acontecido; es decir tiempos heterogéneos que
muestran diversas composiciones en lo grupal. Inferimos de lo anterior que lo relativo
a la temporalidad y sus dimensiones puede estar en la base de las reiteradas
ausencias y el abandono del espacio de algunos consultantes, reforzado por lógicas
actuales que imprimen un sesgo desvalorizante a los encuentros colectivos.
Donde la detención y la espera aparecen como pérdida de tiempo, jerarquizando
espacios que hacen a la individualidad con tiempos regidos por la velocidad.
En relación al trabajo grupal manifiestan aspectos que trascienden las fronteras del
mismo o sea que el pensar y el hacer ocurrirían en diferentes momentos espacio-
temporales. Por lo tanto se podría afirmar que el intercambio entre los integrantes
es generador de un encuentro acontecimental, donde como ellos manifiestan
aprenden otros modos de relacionarse que incorporan y utilizan por fuera del grupo.
Este encuentro posibilita un movimiento cuestionador de las producciones subjetivas
-reproductoras y dominantes- hacia la generación de procesos de subjetivación -de
creación e invención de estilos de vida- que permiten acceder a ciertos grados de
libertad que descentran del sufrimiento.
Es de destacar el movimiento operado en torno a la capacidad de afectar y ser
afectado en la consideración de que la misma es uno de los principales motores que
ponen en marcha los procesos de resingularización en el grupo terapéutico. Lo
grupal se sitúa de este modo como posibilitador de un aprendizaje. Se enlaza con la
idea de agenciamiento, como ensambles de acontecimientos entre la historia
singular y el proceso grupal que confluyen potenciando la transformación. En
síntesis, el espacio grupal aporta en términos de producir un desvío, una
resingularización.

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El análisis realizado nos habilita a concluir que lo grupal como práctica


transformadora es una propuesta que permite la ruptura de los modos
preestablecidos transformándose en instrumento privilegiado de indagación e
invención clínica. Como única recomendación surge la relevancia de pensar los
recursos disponibles para la atención, en función de una demanda siempre presente
para ingresar a los dispositivos grupales.
Por último, no nos proponemos realizar un cierre pues la intención que nos ha guiado
es la de apertura e interrogación acerca de lo que acontece en los grupos
terapéuticos -modalidad corredor terapéutico- en la búsqueda de sentidos que nos
permitan continuar interrogando el campo de lo grupal

Alzheimer y Psicoterapia- Capítulo 3: Berriel, F y Pérez Fernández, R. (2007)


Dispositivo psicoterapéutico en el campo de las Demencias Tipo Alzheimer.
La experiencia clínica.

En el presente capítulo presentamos el dispositivo de abordaje psicoterapéutico para


las DTA que hemos ido construyendo en más de una década de práctica clínica en
equipo. Hacia el final, el lector encontrará también algunos de los hallazgos clínicos
que el desarrollo de este dispositivo nos ha permitido producir junto con los
pacientes, sus familiares y los miembros de su red vincular que han solicitado
nuestra asistencia y se han plegado al trabajo terapéutico.
Como veremos esta perspectiva estratégica resulta muy compleja y exigente, cuanto
estimulante a partir de sus resultados, tanto para el equipo profesional como para
quienes acuden a él. Para presentar este modelo de intervención psicoterapéutica,
se hace necesario volver sobre algunos de los temas abordados en el capítulo 1,
pero no ya en cuanto a los aspectos eminentemente teóricos, sino para analizar lo
que se ha configurado como una calle cerrada en el campo de la asistencia a
pacientes que cursan una DTA: la instrumentación de medidas terapéuticas.
Actualmente, sin desconocer el peso de lo biológico en las demencias, concebirlas
simplemente desde una perspectiva orgánica constituye un reduccionismo muy
difícil de sostener, al menos fuera de las relaciones de poder que han cristalizado en
los ámbitos profesionales y científicos internacionales.
Para resumir, podemos decir que esta perspectiva hegemónica es errónea si se
considera que puede dar cuenta cabalmente de las DTA, ya que un enfoque así de
abarcativo conlleva tres errores conceptuales que representan un callejón sin salida
al momento de abordar la enfermedad y a las personas, grupos e instituciones que,
afectadas por la misma, demandan atención. A saber:
a. Concibe a la DTA como una forma de envejecimiento patológico. Esto tanto
considerando a una persona como una globalidad (el individuo o las poblaciones
constituyen los campos más amplios y complejos de comprensión que llega a
delimitar) como en un plano micro (a nivel celular e intracelular). Como cualquier
gerontólogo formado puede claramente visualizar, esta perspectiva parte del error
de considerar al envejecimiento en clave de declive, de donde se sigue que un
envejecimiento lo suficientemente malo sería patológico y viceversa, cuando el
enfoque adecuado es considerar al envejecimiento como un proceso normal en el

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que podrán o no producirse enfermedades. Resulta clara que esta visión implica un
posicionamiento prejuicioso (de seguro impensado) sobre el envejecimiento.
b. Considera, como ya hemos planteado, que la DTA constituye una enfermedad
individual producida en sujetos que, a lo sumo, interactúan con otros. Esto es así
también en los enfoques que buscan integrar una perspectiva epidemiológica, ya
que aún en ellos se elude a la pregunta sobre los procesos subjetivos (individuales
y colectivos) que están involucrados en la producción de un cierto tipo de
funcionamiento psíquico y social que imbrican los procesos ligados a la enfermedad
antes, durante y después de la constatación de la configuración de la misma.
c. Este paradigma se da por satisfecho cuando considera a la DTA como una
enfermedad definida por su dimensión biológica que tiene su fundamento explicativo
en las bases químicas de los procesos biológicos, aún cuando los resultados
obtenidos en la resolución de los problemas que la DTA implica son
considerablemente reducidos. Este es tal vez, considerando la dimensión ética de la
actividad científica, su principal error. Los aportes de las disciplinas que más
seriamente sustentan esta perspectiva tradicional son innegables, tanto cuanto
injustificables son sus pretensiones totalizadoras y la notoria prescindencia de las
contribuciones de las disciplinas que estudian los procesos fuera de los cuales los
seres humanos y sus circunstancias, incluidas las enfermedades, no tienen lugar
como tales, esto es: los procesos psicológicos y sociales.
La producción científica actual sobre las DTA continúa avanzando y produciendo
conocimientos relevantes. Sin embargo, el tributo que debe pagar por la existencia
de este paradigma hegemónico se expresa al menos en tres efectos no deseados
del abordaje de las DTA que determina:
a. La asistencia que se brinda a los pacientes con DTA y sus familias suele ser
prejuiciosa, básicamente por dos razones. Porque como recién veíamos, ofrece a
los pacientes, en su mayoría adultos mayores, y sus familias, un abordaje basado
en una visión prejuiciosa del envejecimiento, en tanto lo entiende en clave de declive,
de donde se sigue que la psicoterapia con adultos mayores se vea como algo
superfluo o con pocas perspectivas (Berriel, 2000). Y porque, al inscribirse en
dispositivos institucionales de atención que sitúan al paciente y en general al sujeto
de consulta (familia, pareja, grupo) en un lugar pasivo, se refuerza aquella visión
prejuiciosa del envejecimiento.
b. La terapéutica ofrecida es, por fuerza, también reduccionista, ya que exilia a la
dimensión subjetiva del paradigma comprensivo de la enfermedad a un rol accesorio
o, en el mejor de los casos, a un plano meramente sintomático, convirtiendo a los
agentes y servicios de salud en verdaderas presas de sus propias limitaciones de
pronóstico e intervención.
c. La labor técnico – profesional que no excede los límites de este paradigma resulta
en muchos casos patogénica, ya que muchas de sus intervenciones
tendrán el efecto de cristalizar algunos mecanismos psicosociales que el paradigma
ignora que intervienen en el proceso de la enfermedad, convirtiendo muchos de sus
pronósticos, emanados de las experiencias que va recogiendo entre sus límites de
comprensión, en verdaderas profecías auto cumplidas emanadas, al menos
parcialmente, de sus propias indicaciones.
Una forma de posicionarnos ante esta realidad de la aproximación científico –

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profesional al campo de las DTA es la de esperar a que el arsenal de la investigación


financiada por el complejo tecnológico – industrial que le da sustento económico y
social al paradigma hegemónico dé, por fin, algunos frutos sustanciales. Este
posicionamiento sin duda ofrece un lugar relativamente confortable a los aportes de
las disciplinas psi y a los fenómenos por ellas estudiados y abordados.
No es éste sin embargo el posicionamiento por nosotros adoptado. Por el contrario,
consideramos que las disciplinas que abordan los procesos psicológicos y sociales
están llamadas antes bien a contribuir a superar este estado de cosas en la
comprensión y el tratamiento de las DTA, claro está, en forma articulada con las
neurociencias. De otro modo estaríamos insistiendo en avanzar por lo que, al menos
por ahora, se presenta como una vía muerta, un callejón sin salida.
En efecto, la estrechez de los resultados obtenidos en el abordaje clínico de las DTA
no debe verse solamente como un campo externo a las ciencias sociales ni a las
disciplinas psi. La propia Psicología, en sus diferentes vertientes, y en tanto
disciplina relativamente nueva en el campo científico, ha tenido una serie de
limitaciones para abordar clínicamente el envejecimiento (Salvarezza, 1988) y en
particular algunas patologías que presentan una fuerte impronta, ya desde su
definición, de los abordajes biológicos. Tal vez las demencias sean uno de los
ejemplos más claros de esto, en tanto en la producción científica respecto a ellas la
pregnancia de la perspectiva biológica es tan fuerte que ha hecho perder la
dimensión de sujeto de las personas afectadas y también ha invisibilizado la
dimensión subjetiva puesta en juego en la producción y curso de la propia
enfermedad.
En este sentido, nuestra disciplina se ha ubicado mayoritariamente en un plano
instrumental respecto a concepciones hegemónicas de los procesos de salud y
enfermedad que provienen de otras disciplinas.
Por otra parte, en el campo interdisciplinario de la Psicogerontología, se han
desarrollado algunas investigaciones en la última década que fundamentan la
importancia de factores psicológicos, psicosociales y sociales en la etiología y
evolución de la DTA
Teniendo en cuenta los aportes científicos referidos, actualmente existe suficiente
masa crítica para conceptualizar las demencias degenerativas de tipo Alzheimer
(DTA) como una patología multicausal y multidimensional, que se manifiesta a nivel
de los procesos biológicos, psicológicos y sociales, donde el curso de la enfermedad
dependerá mayoritariamente de cómo se conjuguen estos procesos entre sí. Esta
nueva forma de concebir la patología toma distancia de la concepción de
enfermedad individual, para plantear que lo que enferma no es sólo el SNC, sino
que enferman también la vida anímica, los vínculos, las relaciones, la red social y
las instituciones que incluyen/excluyen al sujeto designado como enfermo.
Lo mismo sucede en el área social, donde la enfermedad se desarrolla, y de alguna
forma está ya ahí, en la red social de la persona, en su entorno inmediato, en la
comunidad, en sus soportes institucionales y simbólicos.

Este enfoque, que hemos desarrollado en el Capítulo 1, recibe la denominación de


modelo multidimensional de las DTA. Concomitantemente a la formulación de ese
modelo, hemos construido un dispositivo de intervención psicológica que pretende

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articular las dimensiones más comprometidas en la producción de la enfermedad,


habilitando una nueva perspectiva de intervención psicoterapéutica en la patología,
en un campo donde, hasta hace poco tiempo atrás, la Psicología se limitaba
simplemente a medidas funcionales de entorno.
Consistentemente con el modelo multidimensional de las DTA, el dispositivo que
sustentamos contempla los siguientes abordajes: Psicoterapia individual del
paciente y el cuidador principal; psicoterapia en grupos de pacientes que contemple,
además de los aspectos psicodinámicos, las dimensiones de estimulación cognitiva
y de desarrollo de los procesos creativos; psicoterapia en grupos de cuidadores que
contemple aspectos de psicoeducación; intervenciones psicoterapéuticas familiares;
intervenciones en red.
La pertinencia del abordaje del paciente en un dispositivo individual de psicoterapia
psicodinámica se fundamenta en los desarrollos psicológicos que sitúan en la
producción de la demencia a una elaboración fallida de una serie de conflictos
ubicados en el plano del proyecto identificatorio (Aulagnier, 1994). Esta elaboración
fallida traería aparejada en algunos sujetos una huida de la depresión (Catullo
Goldfarb, 2004), en tanto ésta sería tan insoportable y el vacío identificatorio tan
absoluto que fracasarían todas las estrategias de elaboración. De este modo, el
sujeto se somete a sí mismo a una especie de paulatina muerte subjetiva que, sin
embargo, permite conservar una vida biológica a la que no puede renunciar.
El elemento central del enfoque que postulamos respecto a la psicoterapia individual
es que lo que va a estar en tratamiento no es un “enfermo de alzheimer”, sino un
sujeto que se irá produciendo en el curso del tratamiento, de manera que la DTA es
sólo una de las circunstancias de su historia individual, familiar y social. Tratamos a
un sujeto que ha sido diagnosticado como enfermo de Alzheimer, pero
descentrándonos de tratar la enfermedad para tratar al sujeto de consulta, que se
configura en el curso del tratamiento. De ahí que la psicoterapia psicodinámica con
elementos tomados del psicoanálisis, de la psicología social rioplatense (Scherzer,
1997) y del socioanálisis (Rodríguez Nebot, 2004) desde un enfoque de clínica móvil.
El espacio psicoterapéutico individual con el cuidador principal, por su parte, basado
en las mismas concepciones teóricas, permite abordar tanto las transformaciones
psíquicas que el desempeño de ese rol, con sus consiguientes dimensiones de
adjudicación y asunción del rol, conlleva para quien lo ocupa, como los niveles de
implicación del cuidador en el proceso de producción de la propia enfermedad. A la
vez habilita y promueve el descentramiento de la concentración afectiva que suele
producirse sobre el vínculo con el enfermo como salida, paradójicamente bajo la
forma de una captura, para la conflictiva individual actualizada en el cuidador a partir
de la nueva configuración que conlleva el enfermar del paciente.
La implementación de un espacio de psicoterapia grupal con los pacientes con DTA
ha sido uno de los primeros hallazgos en el programa de investigación que venimos
desarrollando desde 1996 (Berriel, Leopold y Pérez, 1998). El fenómeno de la
grupalidad ha sido ampliamente estudiado en ambas márgenes del Río de la Plata
(Berriel, 2004b) y en otros ámbitos académicos, como un dispositivo de alto potencial
en el campo de las psicoterapias. La especificidad del dispositivo grupal (Del Cueto
y Fernández, 1985) radica en que en situación de grupo se producen fenómenos de
índole psicológica que superan los recursos de cada integrante, en cuanto a

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producciones imaginarias grupales, redes identificatorias y transferenciales, juegos


de roles, acontecimientos de transversalidad y estrategias complejas de
comunicación y cooperación.
Estos elementos son de alta complejidad para el manejo del sustrato afectivo,
intelectual y cognitivo que subyace al despliegue manifiesto de contenidos y
dinámicas grupales pero, a la vez, permiten contar con esos mismos instrumentos
para el despliegue deseante y enunciante en situación colectiva, circunstancia de la
que las personas en situación de estar diagnosticadas de DTA suelen estar
excluidas casi en forma absoluta. Al representar un medio exigente y estimulante de
las habilidades sociales y comunicacionales, al aportar, en la medida que avanza el
proceso grupal, el continente y el estímulo afectivo de la cooperación, este espacio
se presenta como particularmente adecuado para el trabajo con pacientes con DTA
en sus estadíos iniciales y medio (GDS 4 - 5).
El grupo, como es sabido, se presenta asimismo como un dispositivo altamente
favorecedor para el empleo de técnicas psicodramáticas, de expresión corporal y de
desarrollo de los procesos creativos mediante recursos plásticos.
Además, estas metodologías de desarrollo de los procesos creativos elevan el
potencial de las técnicas de estimulación cognitiva logrando un compromiso afectivo
e intelectual más integral en lo individual y colectivo.
El dispositivo terapéutico grupal ha mostrado asimismo su efectividad en el trabajo
con los cuidadores principales. Desde las mismas bases teórico – metodológicas
que el grupo de pacientes, el manejo técnico en este caso reposa, sin embargo, en
una mayor apelación a lo verbal, lo que lo acerca, en el enfoque de la coordinación
por parte de los terapeutas, a la técnica operativa de grupos (Pichón Rivière, 1985).
Destacamos el hecho de que el dispositivo psicoterapéutico se revela como muy
superior al grupo de autoayuda en el tratamiento del proceso que los cuidadores
principales desarrollan a partir del vínculo con el paciente con DTA - el que hemos
descrito en otro lugar como de dependencia psíquica mutua (Berriel, Leopold, Pérez,
1998) - junto con el impacto familiar que implica el trastocamiento de roles y
discursos identificatorios individuales y colectivos que la enfermedad, tanto como
sus condiciones de producción, traen aparejados. La situación grupal con otras
personas que ocupan este lugar asignado – asumido de cuidador principal favorece,
si está coordinado por dos terapeutas grupales entrenados, el descentramiento de
la posición de queja y el discurso fatalista o maníaco (cristalizado) que suele
consolidarse (no sin la complicidad involuntaria de la perspectiva hegemónica de la
DTA) aportando al deterioro de la situación general y del paciente en particular.

Por otra parte, este dispositivo permite no limitarse a un espacio de psicoeducación,


sino a elaborar colectiva e individualmente los obstáculos epistemofílicos (Pichón
Rivière, 1985) que estereotipan la forma de posicionarse ante la enfermedad y ante
sí mismos.
Las intervenciones psicoterapéuticas familiares constituyen un punto nodal del
dispositivo global (Pérez, 2004b). Según varios autores relevantes, los grupos
familiares en su evolución genealógica, constituyen la unidad mínima de los
procesos de “enfermedad mental” (Bauleo, Monserrat y Suárez, 2005).
En la familia se producen los mecanismos psíquicos de orden grupal que, mediante

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complejos procesos de asunción y adjudicación de roles, resuelven conflictos que


por algún motivo exceden las posibilidades de los recursos disponibles para la
elaboración colectiva, mediante la configuración de un depositante que tarde o
temprano se constituye en enfermo designado.
Desde esta perspectiva, entonces, el enfermo es un emergente de su grupo familiar
o, más precisamente, de la historia y de la dinámica de su familia. La familia como
campo de regularidades, es decir, como institución, produce un imaginario familiar
que anuda con el imaginario social, de manera que el proyecto identificatorio será
posible por la disponibilidad de emblemas identificatorios (Berriel, 2003 y 2004) que
este imaginario proveerá. Estas producciones imaginarias familiares, en su
expresión narrativa, constituyen lo que se ha denominado novela familiar.
Ya habíamos mencionado que el conflicto que, desde una perspectiva psicológica,
da condiciones subjetivas para la producción de una DTA, radica en un conflicto
identificatorio. Por lo tanto, el trabajo sobre las condiciones de posibilidad de ese
proyecto a partir del imaginario familiar resulta central.
La intervención terapéutica familiar, implementada estratégicamente en el marco de
un dispositivo complejo pluridimensional, permite a la vez abordar el sustrato
histórico familiar que antecede y da lugar en parte al proceso de enfermar, y también
la crisis actual. Un aspecto concreto en cuanto a ganancia terapéutica que este nivel
de intervención aporta, lo constituye el descentramiento que favorece la depositación
en el “enfermo” de los aspectos insoportables para el grupo y en el cuidador principal
del movimiento reparador y el encargo grupal del cuidado, aumentando de este
modo el índice potencial de transversalidad del grupo, ya no sólo respecto a la
enfermedad, sino a su historia, sus condiciones sociales y deseantes de existencia,
su dinámica, su imaginario, sus narrativas.
Este modelo que venimos planteando se plasma por tanto en un dispositivo complejo
integrado a su vez por diversos dispositivos psicoterapéuticos. No se propone
sustituir el abordaje médico de la enfermedad, sino aportar dialógica, simétrica y
omplementariamente al mismo. Si se producen fricciones con algunos agentes
ubicados en la perspectiva tradicional de asistencia en el campo, siempre que las
mismas puedan enfocarse hacia el bienestar de las personas asistidas y no en el
campo de una lucha por hegemonías disciplinarias y campos profesionales, ellas
son las lógicas y necesarias contradicciones productivas que van implícitas en los
abordajes múltiples.

Nuestro enfoque se define, por lo tanto, como multidimensional.


Eduardo, el hijo menor de la familia Sánchez, consulta porque su padre, ha recibido
hace ya un año el diagnóstico de “probable alzheimer”. Solicita atención psicológica
“para papá, porque la familia ha decidido brindarle toda la atención posible”. El Sr.
Sánchez, de 82 años, es atendido por un médico geriatra. Lo que más preocupa a
la familia, en términos de Eduardo y su esposa, es que “papá está siempre con esas
ideas de que quiere volver a Toledo27 a ver a los padres y cuando la señora que lo
cuida, que tiene orden de no permitirle salir solo, se interpone, él ha llegado a
ponerse violento con ella. Además es como monotemático con esto de que quiere ir
a Toledo, yo lo he llevado y mi hermana también, pero claro, vamos, la casa
pertenece a una familia muy amable que nos deja pasar y todo pero cuando él ve a

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esa gente saluda, preguntan cómo andan y dice


que se quiere volver”.
El trabajo clínico en estos casos suele comenzar con un pedido de asistencia al
paciente que encierra la esperanza de una mejoría. Pero, ¿qué mejoría?
Básicamente suelen plantearse dos tipos de motivo de consulta en estos casos,
motivos que suelen presentarse combinados: una apuesta a que una técnica
novedosa con el paciente pueda surtir algún efecto de mejoría o enlentecimiento de
la enfermedad; o bien una situación de desborde familiar no ocasionado en general
directamente por la DTA sino por lo que suele denominarse trastornos psicológicos
y conductuales (SPCD)
En efecto, la asistencia médica de calidad en general brinda información importante
para que las familias puedan conocer la información básica sobre la enfermedad,
incluido el capítulo de pronósticos. Esto sin duda abre un período de
transformaciones en todo el grupo familiar con facetas más ligadas a los procesos
de duelo y sus etapas (negación, dolor, aceptación) y con la emergencia de nuevos
conflictos.
Una de las aristas centrales de esto lo constituye lo que hemos conceptualizado en
términos de dimensión institucional del diagnóstico (Berriel, Leopold y Pérez, 1998).
Una vez establecido un diagnóstico, y por ese solo hecho, un conjunto de
transformaciones tendrán lugar:
Cambios en el vínculo con el paciente: Quien hasta ese momento era el padre, la
madre, el cónyuge, pasará paulatinamente a convertirse en un objeto de cuidado, y
en una persona cuyas conductas pasarán cada vez más a explicarse a partir de la
enfermedad que padece. Estos nuevos roles comienzan a re – matrizar la realidad
preexistente.
Cambios en los tránsitos institucionales: La determinación del diagnóstico, a la vez
que hace posible el comienzo de una atención adecuada, implicará un conjunto de
nuevos tránsitos institucionales y de asignación de lugares para las personas
involucradas, a la vez que otras inscripciones comienzan a verse obturadas.
Cambios en los códigos de interpretación: La información sobre la enfermedad,
muchas veces parcialmente aportada y comprendida da lugar a un nuevo contexto
de codificación y sobrecodificación de situaciones cotidianas que trastoca el sistema
de significados en el que las relaciones interpersonales tienen lugar. Además, la
formulación del diagnóstico, como enunciado, tiene carácter performativo.
Esto es, constituye un acto de habla, da lugar a una realidad a partir del hecho de
ser enunciado en el contexto institucional y semántico en el que el diagnóstico se
establece. En cierto modo, alguien pasa a estar enfermo de DTA a partir de que el
diagnóstico se pronuncia y la realidad que de ahí en más tendrá lugar será en cierta
medida producto de ese pronunciamiento y no sólo de la realidad “objetiva” que da
lugar a ese enunciado.
Un primer nivel de intervención, por lo tanto, consiste en problematizar el conjunto
de certezas con las que el sujeto de consulta llega.
La actitud clínica lleva a adjudicarle a la reiteración y perseveración en el discurso
de los pacientes, al menos el beneficio de la duda en cuanto a la presunción de
sentido. Habíamos señalado que los trastornos psicológicos y conductuales suelen
ser un motivo de consulta más poderoso que los síntomas más “propios” de la

Psicoresumenes Gen2016
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enfermedad.
Curiosamente, la mirada técnico – profesional hegemónica habitual, junto con la
lógica preocupación por suprimir la mayor cantidad de trastornos posibles, disocia
estas manifestaciones de la enfermedad considerada globalmente cuando las toma
como meramente secundarias al núcleo (biológico) de la enfermedad.
A nivel de la personalidad pre mórbida, la indagación clínica permite identificar
elementos que parecen inscribirse en lo que algunos autores denominan como
“identidad unívoca” (Zarebski, 2005) y que ha sido señalado como un factor de riesgo
contrario a un envejecimiento saludable desde el punto de vista psíquico. Junto con
este elemento se destaca una visión negativa del envejecimiento que comparten el
paciente y su entorno antes de la emergencia de la enfermedad.
Las observaciones clínicas permiten destacar la existencia, en la historia de los
pacientes, de instancias de pérdidas no elaboradas o duelos patológicos. En los
casos estudiados, las historias familiares presentan también conflictos claramente
no elaborados, con poco procesamiento psíquico individual y colectivo, dando lugar
a limitaciones en las posibilidades de subjetivación de lo conflictivo, expresado ello
en el poco espacio de tramitación psíquica ante instancias traumáticas o
circunstancias de pérdidas relevantes para los sujetos.
Ya en 1970 Bleger planteaba la existencia de “formaciones no integradas al
psiquismo individual, que son depositadas en todo vínculo y puestas en juego en
todo grupo” (André-Fustier y Aubertel, en Eiguer y col., 1988: 124). Estos elementos
son subjetividad, pero muchas veces son procesos inconscientes, clivados, a los
efectos de permitir el funcionamiento, y no interferir en el despliegue, de otras
formaciones psíquicas.
Una de las funciones de la intervención familiar y de grupo es recoger y permitir la
inscripción, en la cadena asociativa grupal, de las huellas de lo que ha quedado en
suspenso en la elaboración, en la transmisión psíquica familiar. “Estas huellas,
probables efectos de contra investiduras originarias frente a un exceso traumático,
mantienen a cada sujeto de la familia en la imposibilidad de hacer propio algo que
está grupalmente sostenido… y que, no obstante, lo afecta” (ídem: 123). En tal
sentido lo grupal es psíquico.
Consideramos que los alentadores resultados que habilita el tipo de abordaje
psicoterapéutico que postulamos radica en que, además de contemplar las
dimensiones que la perspectiva tradicional y hegemónica “admite” con relevancia
central, considera con la misma relevancia algunos de sus puntos ciegos, a saber:
Lo psicoafectivo, lo grupal, la dimensión familiar, la red vincular, la red social, los
procesos creativos y la multiplicación de recursos de registro y expresión (cuerpo,
plástica, literaria, entre otros). Sin embargo, este dispositivo no está exento de
algunos inconvenientes que es necesario considerar:
El cuidador principal, la familia y el sistema de asistencia sanitaria suele presentar
serias resistencias al descentramiento del abordaje de la enfermedad del paciente
designado. Ello debe contrarrestarse con un equipo donde existan recursos para
pensar las variables institucionales intervinientes y para desarrollar la capacidad de
visualizar las ganancias de la participación en el dispositivo por parte de las personas
que sostienen la consulta.
A veces los pedidos de asistencia no llegan a formularse sólidamente hasta que la

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enfermedad ha avanzado tanto que los efectos favorables que pueda tener el
dispositivo se ven comprometidos.
Los procesos son largos y ello lleva a que sea difícil sostenerlos con el mismo
nivel de compromiso. En general el abandono del tratamiento, cuando tiene lugar,
no se produce a partir del paciente con DTA, el que suele mostrar gran adhesión al
dispositivo, sino de parte del cuidador principal. Esto puede pensarse a partir de la
dependencia psíquica mutua (Berriel, Leopold, Pérez, 1998) que se desarrolla a
menudo y que configura un vínculo que necesita que el enfermo permanezca
exactamente en la misma posición dependiente con la que llega a la consulta.
Tómese en cuenta que más allá de los déficits
directamente ligados a la enfermedad, suele haber una sobre-disfuncionalidad como
consecuencia de este vínculo de dependencia psíquica mutua.
Aún con estos inconvenientes, el dispositivo funciona en la mayoría de las consultas
en las etapas iniciales y medias de la enfermedad, siempre que se atienda a la
instrumentación de los profesionales como equipo de trabajo y que la estrategia
clínica de cada intervención se maneje con la flexibilidad que requiera. Sin duda es
mucho lo que queda por recorrer en el desarrollo de recursos psicoterapéuticos en
el campo de las DTA y otros trastornos cognitivos graves. Pero el camino ha
comenzado.

Gelencser, A., y Scherzer, A. (1979) Dinámica de las estrategias terapéuticas


de abordaje pluridimensional.

I. Abordaje pluridimensional
“Utilizamos la noción técnica de abordaje pluridimensional, elaborada por Pichon
Rivière, en base a los principios de pluralidad fenoménica, como la aparición de los
síntomas en las tres áreas de expresión (mente, cuerpo y mundo exterior), y al
principio de policausalidad, o expresión etiológica que sigue al principio
configuracional de las estructuras patológicas en sus diversas dimensiones. Esto
parte, originariamente, de las series complementarias de Freud, quien relacionó
varios tipos de causas recíprocas en la aparición del trastorno mental individual.”
“Según Pichon Rivière, el abordaje terapéutico pluridimensional tiene como objetivo
cubrir, lo más extensamente posible, las múltiples dimensiones etiopatogénicas de
los conflictos psicopatológicos y la diversidad de las áreas de expresión de los
mismos. Pichon Rivière sostiene que por su acontecer y su sintomatología, el sujeto
da cuenta de que sus conflictos no son solamente de él, sino que son de su grupo
familiar”.
Nosotros pensamos que los conflictos de un sujeto están en relación con variables
más globales que comprenden, por lo menos, a su grupo familiar” y las instituciones
por las que atraviesa en su tránsito vital (3). O sea, que planteamos que su grupo
familiar y las instituciones delimitarán operativamente una globalidad más amplia por
la que cursa la vida de un sujeto y lo determina en la construcción de su subjetividad.
Abordaje Terapéutico
“Por lo que antecede es que nosotros realizamos nuestra intervención terapéutica

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sobre la situación emergente que apunta al discurso y a la actuación (hacia la


comunicación en un sentido más amplio) que sirve de puente, de pasaje, hacia el
desarrollo sobredeterminado” de la dinámica grupal “que trasciende y va más allá de
lo empírico e individual.” Esto recorta nuestra diferencia de enfoque con otras
escuelas en donde el manejo comunicacional e interaccional no está relacionado
con el plano latente familiar.
Escotomizan desde esta posición estructuralista/sistémica la causalidad histórica y
genética (en el sentido de génesis) de esa familia (Palo Alto, por ejemplo).
“Partiendo de Freud, quien a través de las series complementarias relacionó varios
tipos de causas recíprocas en la aparición del trastorno mental individual, Pichon
Rivière habla de la noción de policausalidad (o sea multiplicidad de causas),
instrumentando por ello un abordaje terapéutico pluridimensional que tiene como
objetivo cubrir lo más exactamente posible a las múltiples dimensiones
etiopatogénicas de los conflictos “psicopatológicos” y la diversidad de las áreas de
expresión de los mismos (mente, cuerpo, mundo exterior).”

“El enfoque pluridimensional permite reconstruir parte del contexto en el cual cobra
otro sentido la organización de la clásicamente llamada ‘enfermedad mental’.
Para nosotros, parte del trabajo estaría dado en delimitar, lo más exactamente
posible, cuál es ese otro contexto al cual nos vemos enfrentados, lo sepamos o no,
lo podamos abordar técnicamente o no, cuando estamos con un ‘paciente’.
“Es decir, que aquí se movilizan, ya no meramente aspectos teóricos y técnicos
vinculados a la psicopatología individual, grupal, familiar, etc., sino problemas
institucionales, epistemológicos, frente a los cuales esperamos tener la oportunidad
de polemizar, cuestionarnos y discutir.”
“Como se ve, nuestra direccionalidad apunta hacia una elaboración del contexto
latente, esto es nuevo, (que late y que se puede tornar “visible y palpable”) y no sólo
hacia lo explícito, ni a lo fenomenológico-descriptivo como meta final del trabajo
psicológico.”
“Por eso instrumentamos las estrategias terapéuticas de un caso clínico hacia un
lugar que está más allá de los sujetos, más que en el inconsciente “individual”: en la
latencia de las configuraciones psicopatológicas.
Reservamos la palabra Inconsciente para una categorización de lo individual, y
latencia para referirnos a elementos no conscientes (preconscientes o
inconscientes) sean grupales, institucionales, etc., conceptualizaciones que
desarrollamos en otro trabajo.
La necesidad de producir transformaciones “terapéuticas” en el contexto latente nos
lleva a movilizarnos con una instrumentación técnica abarcativa de la amplia gama
de unidades operativas en juego, como momentos de intervención en “profundidad”,
y simultáneamente, en la extensión del espacio más global en superficie y amplitud.
Espacio en realidad virtual, expresado en un polo, el del emergente, y con otro polo:
el de su relación con la dinámica latente. Por eso, la orientación de la intervención
en el proceso terapéutico sigue la línea de los emergentes considerados en su
causalidad recíproca.
Queremos decir que seguimos pensando al emergente como el momento del
discurso grupal que surge como parte de la problemática latente expresada a través

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de la comunicación y metacomunicación de los sujetos involucrados en una tarea y


una finalidad común, de cuya intencionalidad da cuenta la sobredeterminación
reglada de las contradicciones, conflictos y el contexto en juego.”
II. Estrategias terapéuticas
“Como corolario de estos aspectos utilizamos, decíamos, distintos encuadres
terapéuticos atendiendo a esas unidades operativas en juego. Por eso,
instrumentamos psicoterapia individual psicoanalítica, psicodramática con base
analítica, grupal, familiar, de pareja, familiar extensa (que incluye los personajes
significativos para la familia), etc.
Para lograr estos objetivos y comprender mejor la utilización de estos recursos
aplicamos una noción técnica proveniente de nuestra experiencia clínica, a saber, la
diferencia entre Psicoterapia Asociada y Psicoterapia Combinada.

Estas denominaciones fueron planteadas, en 1975, en un trabajo denominado


“Diferentes formas de participación de los padres en la psicoterapia de niños”,
reformulado y publicado en el libro “La Familia” (Tomo II), “Diferentes formas de
participación de los padres y personas significativas en la psicoterapia de niños y
adolescentes”.
Aquí, se intentó sistematizar los distintos encuadres técnicos utilizados en
psicoterapia de niños y adolescentes, de acuerdo a la estrategia terapéutica del
caso. Entre esos recursos técnicos surgió la distinción entre Psicoterapia Asociada
y Psicoterapia Combinada. Recordamos aquí, brevemente, que Psicoterapia
Asociada es la unión de diferentes recursos terapéuticos sin que necesariamente
haya similitud entre los esquemas referenciales teóricos, técnicos y metodológicos,
que sustentan dichos recursos terapéuticos.
“Queremos significar la coincidencia temporal de la asociación sin que conformen,
ni siquiera tiendan, hacia el mismo objetivo, aunque sí puedan coadyuvarse o aún
potenciarse. Por ejemplo, en una familia: el esposo en análisis individual y la esposa
en otro análisis individual o en otra psicoterapia con otro esquema referencial.”
“Psicoterapia Combinada es la unión de dos o más técnicas psicoterapéuticas, de
modo tal que constituyan un procedimiento articulado, apunten hacia un mismo
objetivo e integren, simultáneamente, un complementario esquema teórico, técnico
y metodológico.”
Algo de historia
Algo de historia en la aparición de estos temas en nuestro medio.
“En un principio comenzamos haciendo Psicoterapias Asociadas. Recordamos que
hace varios años proveníamos de formaciones donde se visualizaban los problemas
desde una perspectiva psicopatológica individual. Constituyó todo un acontecimiento
para nosotros, el derivar a un paciente individual a otro profesional para efectuar una
psicoterapia de pareja en vez de derivar al otro integrante de la pareja hacia una
psicoterapia individual. Descubrimos (no sin gran asombro) que la cura
psicoanalítica dejaba de ser (para nosotros, al menos) la única técnica
psicoterapéutica, para ir convirtiéndose, como veremos luego, en una técnica de
elección para algunos casos, pero no la única para todos ellos.
A través de las vicisitudes de los procesos terapéuticos se fueron constatando que
diversos problemas surgían, particularmente derivados de la desconexión entre los

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terapeutas participantes, cuyas actividades sólo coincidían en la simultaneidad


temporal en la que se desarrollaban las respectivas psicoterapias. La concepción
psicopatológica se fue ampliando, modificándose, pero los recursos técnicos de
Psicoterapia Asociada no eran suficientes para tales fines. Fue el punto en que
apareció la Terapia Combinada.”
“Diversos problemas surgían entre los profesionales participantes y con los
pacientes (confrontar Terapia Combinada o Asistencia Combinada I (4), 1972), que
nos fue llevando a comprender que eran originados por una no explicitación de
enfoques terapéuticos, por la ausencia de una integración en un equipo terapéutico.
Pasamos, a raíz de ello, a una combinación de recursos técnicos con vistas a un
objetivo común. Combinación en el sentido de la química: unión indisoluble ya entre
los recursos, logro de un efecto nuevo a raíz de esa unión.

La configuración disfuncional se ampliaba en el abordaje concreto: no era más


exclusiva y aisladamente individual.
Se vio, entonces, la necesidad de lograr, primero, una integración en la cual se
pudieran plantear los mismos objetivos (una finalidad común) y, a su vez, determinar
las estrategias, delimitando los campos terapéuticos en los que cada uno iba a
actuar. Para lo cual hubo que constituir, después de fallidos intentos de integración
individual, un equipo terapéutico.
Este es el punto al que se había llegado en “Asistencia Combinada I” (1971) y
“Asistencia Combinada II” (1974).
Luego, englobando los avances anteriores y desarrollándolos en su contexto
ampliado (implícito y latente), apareció más claro el problema estratégico (el de las
Estrategias Terapéuticas). O sea, que había que lograr no sólo un mismo objetivo
en el equipo terapéutico, sino que ese objetivo estaba en función de una ideología
asistencial que, como primer paso, había que elaborarla dentro del equipo para
luego articularla con una visión teórica y una perspectiva técnica coherente con esa
ideología asistencial, que con validez científica propia actuara sobre el campo.
De tal forma, para nosotros, el problema del abordaje de la “estructura”
pluridimensional se convirtió en el centro de la problemática y, su dinámica en el
problema de la elucidación, tanto teórica como técnica, a ser aplicada en las
estrategias terapéuticas. Tal como ejemplificamos anteriormente, nuestro abordaje
lo efectuamos sobre una situación y no sobre un paciente. Es decir, tratamos de
diagnosticar una situación psicopatológica, una “estructura psicopatológica”, y no un
diagnóstico meramente individual.
“La estructuración dinámica del campo no la explicamos solamente por una dinámica
individual, sino que el abordaje de los sujetos empíricos involucrados da cuenta de
las fuerzas en juego a través de ellos, y de otros fenómenos comprendidos en el
abordaje pluridimensional, como ser: la inscripción de los factores culturales y
sociales en el inconsciente individual, la ideología familiar (los mitos de la
“estructura” latente del grupo familiar), los factores institucionales.
Así, como vimos, abordamos diferentes situaciones de acuerdo al caso clínico en
juego.
En nuestra experiencia, algunas veces, fue conveniente iniciar el tratamiento con
una psicoterapia individual, pasar luego a una psicoterapia familiar y luego a una

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psicoterapia de pareja. Otras veces, lo indicado fue comenzar con una psicoterapia
familiar para pasar luego a psicoterapia individual de uno de los integrantes,
particularmente de niños y adolescentes, y derivar a psicoterapia de pareja a los
padres.
Otras, en el curso de una psicoterapia individual efectuamos un psicodiagnóstico de
pareja con otro técnico, para luego realizar una psicoterapia combinada de un
paciente analizándose en forma individual y efectuando, simultáneamente, una
psicoterapia de pareja con otro terapeuta (el de psicodiagnóstico).”
“Otras veces, comenzamos con una psicoterapia individual combinada con
psicoterapia familiar y psicofármacos, particularmente con pacientes psicóticos
(Asistencia Combinada II).

Podríamos así, seguir desarrollando distintos enfoques técnicos con los cuales
abordamos distintos casos clínicos que, en este momento, preferimos no transcribir
por razones de tiempo y porque han sido y serán objeto de otros trabajos.
Lo que sí diremos es que los pasos estratégicos mencionados obedecen a una
teorización determinada y a recursos técnicos subordinados a ella, que fuimos
desarrollando en distintas comunicaciones científicas desde 1971 a la fecha. No
constituyen pasos arbitrarios, “caprichos técnicos” sino una comprensión desde una
perspectiva pluridimensional que requiere la utilización articulada de diferentes
técnicas psicoterapéuticas.
No alcanza con tener una sólida formación psicoanalítica para lograrlo, ni tampoco
una sólida formación como psicoterapeuta grupal, ni aún como psicoterapeuta
familiar. Es menester una integración particular de varias disciplinas sustentadas por
una base epistemológico-metodológica coherente con la concepción
pluridimensional, que permita un uso pertinente de los recursos técnicos.
Las limitaciones de otros enfoques en esta perspectiva lleva a que algunos autores
se planteen dilemáticamente, como alternativas excluyentes, psicoanálisis (o
psicoterapia psicoanalítica) individual o terapia familiar.
Si un paciente (niño, adolescente, o psicótico) no puede analizarse por interferencias
de los padres, o de la familia, o de la institución involucrada, algunos colegas indican
una psicoterapia familiar d’emblé (de entrada) precipitadamente, no respetando las
variadas maniobras de pasaje que articulan las distintas instancias en juego.”
“También observamos como otros profesionales indican la psicoterapia familiar
como el recurso omnipotente que permitirá solucionar los conflictos familiares y
psicopatológicos individuales.”
La Concepción Operativa de la Intervención Familiar no era, ni es, la solución de
alternativa para las lagunas que el psicoanálisis individual no aborda, ni a la inversa.
Sino que el centro del accionar terapéutico pasa por tratar de abordar el
funcionamiento latente según un ordenamiento que privilegiamos desde el ECRO,
quien, según el caso clínico, nos dará la sucesión estratégica de los pasos a seguir.
“Las indicaciones precisas fueron hechas, entonces, después de evaluar en el caso
clínico las posibilidades de los pacientes: culturales, intelectuales, económicas; la
disponibilidad de los técnicos, el esquema referencial, los horarios y las variables
institucionales (cuando era efectuada en la práctica hospitalaria, sanatorial, mutual
o de otra índole).”

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“Para nosotros, los elementos que de alguna manera abarcan los límites del conjunto
y la articulación de los factores involucrados en él, estarían dados por;
1. El grupo familiar.
2. La familia extensa ( o sea aquellas personas significativas que intervienen en la
familia y no sólo por los individuos que la componen).
3. La especificidad de los mecanismos de la latencia grupal familiar, distintos de
aquellos mecanismos inconscientes individuales abordables y descifrables en la
dinámica latente.
4. Los pasajes de un subgrupo a otro y la transformación de los mismos.
5. Los conflictos condensados, desplazados y actuados en el síntoma que se
manifiestan en los emergentes.
6. Las seudotransformaciones y posiciones defensivas adoptadas y actuadas por el
grupo a través de seudorrotaciones de conflictos, ansiedades y roles, posturas
“como si” producto de la racionalización y el formalismo que aluden a un
seudocambio.
7. La organización de las contradicciones en las cuales el conflicto dominante no
toma, por momentos, correspondencia entre su apariencia y las instancias
involucradas en el mismo.”
EN SUMA Nos planteamos el abordaje pluridimensional de las configuraciones
psicopatológicas y la necesidad de una estrategia terapéutica que comprenda las
distintas dimensiones de la misma, con técnicas, métodos y una ideología asistencial
común a los profesionales intervinientes.” No es el “vale todo”, ni la contraactuación
del terapeuta cuando no entiende qué sucede en su trabajo, ni sabe cómo hacer.
“Los obstáculos teóricos y técnicos para explicar ciertos fracasos terapéuticos por
parte de las concepciones psicopatológicas individualistas, nos llevó a plantear una
nueva dimensión, una problemática nueva, para cuya aproximación necesitamos un
planteo instrumental y estratégico distinto, en el cual los recursos técnicos, agotados
en la exploración vertical, aborden esta nueva dimensión de forma tal que no sea
una reproducción analógica de la ideología ni de la técnica individual y que explique
los mecanismos en juego”.
Sin embargo, por ahora en los comienzos de esa delimitación, sólo podemos dar
cuenta de algunas de sus características, desde el campo de la llamada ‘patología’,
a través de los emergentes que plantean y conformarían las aristas y contornos de
esa dinámica latente, conjuntamente con los determinantes institucionales y
sociohistóricos que atraviesan el campo de análisis.
Como corolario de ello, nos hemos planteado diferentes pasos en los tratamientos
de abordaje pluridimensional .
En ese enfoque, nuestro punto de vista parte de una globalidad situacional, grupal,
de un ser social, cuya articulación con el grupo conforma parte de las vicisitudes de
la técnica operacional.
Consecuentes con ello, sostenemos la necesidad de homogeneizar el proceso
terapéutico, que sus técnicas involucren el esclarecimiento de las formas de vida,
hábitos y costumbres de la vida cotidiana, que articulen los abordajes individuales,
grupales, institucionales y comunitarios por medio de un esquema referencial,
conceptual y operativo común entre los profesionales que abordan el campo.” Por
ahora, el que mejor contempla estas variables, es la Concepción Operativa de la

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Psicología Social, de los Grupos.

Rodríguez Nebot- Clínica Móvil

Lo que intento es dar cuenta de esta microexperiencia en mi concepción de trabajo


el socioanálisis se presenta como la posibilidad de armar pequeñas miniaturas
¿nanomáquinas?- cajas de herramientas que producen cierta luz sobre los avatares
del sufrimiento, que permanentemente me cruzan el camino y hacen forma y parte
de mi hacer-ser.
En nuestra herencia pesan como relación de desconocimiento los dispositivos
sedentarios. Son aquellos que hemos heredado de la psiquiatría, la medicina y de la
psicología del Two Bodies. Es aquella que diagnostica, evalúa, examina y categoriza
a ultranza los pacientes, metiéndolos en los cuadros del DSM 4. Los dispositivos
sedentarios manejan una concepción de lo normal y lo patológico que en suma son
condiciones de cristalización que la propia sociedad construye a través de su
imaginario social.
Es una operación epistemológica que tiende a separar al sujeto del objeto, es más,
no da cuenta de la implicación del observador que realiza una operación sobre el
objeto y redunda inevitablemente en su transformación. Dicha transformación
implica necesariamente el acomodamiento del sujeto y del objeto y viceversa del
objeto sobre el sujeto. Esto lleva a entender, a las clínicas como operaciones de
corte muy complejo, y tienden a producir un efecto de transmisibilidad. Por
transmisibilidad, se garantiza un saber, un saber sobre otro, un saber sobre el
sufrimiento y el dolor, de aquella persona que llegando a nuestro consultorio o a
nuestra clínica privada o pública realiza una abreacción, una descarga, en suma una
demanda, un pedido de alivio.
Ya no podemos hablar de la existencia de una clínica sino de una multiplicidad de
ellas. Prueba de ello es la multitud de psicoterapias y de modalidades de
intervención.
La clínica sedentaria es aquella que deviene de la medicina, que ha producido la
psiquiatría a lo largo de los últimos 150 años y que como elemento culminante
tenemos la construcción de este nuevo tabulador o este nuevo scaner denominado
DSM-4.
Estos dispositivos que denominamos sedentarios tienden a tratar de hacer pasar a
los pacientes por determinados lugares prefigurados, prearmados y que de esta
manera van a dar siempre, los mismos resultados, dentro del universo simbólico al
cual están adscriptos.
Es por eso que la clínica no es una sola sino son muchas, pero no son muchas
solamente porque hay una transformación de las subjetividades en el contexto de
las psicopatologías actuales, sino que también son muchas porque el acto clínico es
una operación sumamente compleja de investigación, de elaboración teorética, de
principios de regulaciones de encuadres y dispositivos y de encuentros con el
sufrimiento humano. En este sentido la clínica se transforma en un constructo que

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tiene al sufrimiento psíquico por base y a su vez una elaboración teórica que da
cuenta o intenta dar de un posible devenir, o de una posible respuesta ante la
pregunta de aquel que sufre.

Las clínicas sedentarias son aquellas que refuerzan los circuitos del poder del
imaginario, que refrendan y que potencializan una repetición, la estereotipia, y
permiten por su acción tecnológica categorizar a los sujetos sufrientes, dominarlos
en una suerte de violencia simbólica y que promueven encierros reales, concretos o
simplemente encierros discursivos, tautológicos, que en última instancia no ayudan
en nada a los propios pacientes o a aquellos que sufren y que reclaman con su dolor
algún tipo de alivio, algún tipo de ayuda. Las clínicas sedentarias en realidad basan
su potenciación en esta suerte de naturalización de la estereotipia y la repetición,
con lo cual el análisis es un imposible.
El psicoanálisis como práctica terapéutica ha devenido sedentario y tiende a
repetirse al infinito, no hay escucha, no hay trabajo interpretativo, lo único que hay
es una suerte de hermenéutica que refrenda a si misma en una especie de tautología
al infinito.
El tiempo libre se ha transformado en una verdadera industria que sobre estimulando
a las subjetividades planetarias lo único que hace es exacerbar el propio consumo,
con lo cual uno se consume en tiempo libre y se consume en tiempo productivo.
Cuando el paciente habla y nos relata sus síntomas, en última instancia está dando
cuenta de un problema, como dice Deleuze, plantear el problema no es simplemente
descubrir, es inventar.
Hemos abandonado esa epistemología causal en donde hay un factor que origina
los problemas, sino que al revés, son muchos problemas que originan otros
problemas, estamos en un terreno de policausalidades y de complejidades en donde
la fuerza de la palabra interpretativa es una gestión de articular diferentes planos
lógicos productivos que no guardan una coherencia entre si, sino que la
característica esencial es la incoherencia.
No nos alcanza con la noción edipica, ni con la problemática de la relación temprana,
ni tampoco con la de la castración, sino que encontramos también el hecho que para
llenar la falta de un objeto protector o la falta de uno estructurante, simbolizante y
marcativo con cierta significancia, es que el sujeto cae en una adicción del otro, del
partenaire.
En este sentido consideramos que los proceso de socialización secundaria son tanto
o más importantes o son del mismo orden que esta socialización primaria, en el
entendido socialización primaria aquel derrotero que el psicoanálisis tanto ha
indgado.
En suma: hay que re-tecnologizar y modelizar al psicoanálisis.
Los trabajos de Pichon- riviere en cuanto al esquema de abordaje múltiple, esto es
individual, pareja, grupo y familia se puede armar un pool de trabajo en donde la
subjetividad está allí para poder desplegarse en los ámbitos y los puntos de fuga
provoquen sus pautas de conexiones, en donde el analizador habilite un espacio de
reflexión y de simbolización que permita la posibilidad del encuentro de una función
analítica. La función analítica se encuentra en función del vector de fuerza que marca
una demanda, que plantea un problema y que hay allí un agente, u otro, que está

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para testimoniar el efecto de desarrollo que el otro hace a partir de su sufrimiento o


de su síntoma, y que permita la apertura de juego que inaugure la conformación de
un espacio analítico.

En los últimos años a partir de diversos trabajos de autores que hemos mencionado
y otras formas de modelos de abordaje: el tema de las redes sociales o de las
terapias en red Elkaim, Dabas, etc. lo que se puede visualizar es la potenciación
creadora que tiene el hecho de no quedarse agarrado como psicoterapeuta a una
técnica específica sino al manejo de múltiples técnicas.
Esto lleva a la noción de caja de herramientas instalada por Foucault en la década
de los 70, a partir del análisis genealógico en la conferencia que da sobre Nietzche.
Este enfoque permite distinguir lo que son modalidades sedentarias a nómades. Lo
nómade proveniente de Guattari y Deleuze, es una forma de ser, de devenir ser en
un plano de fuga y tránsito, de senderos que permanentemente determinan rutas,
ya que lo nómade se apropia de un sistema de tránsito, no de un espacio
territorializado sino de un efecto de desterritorialización en donde lo que se
especializa en realidad es una ruta, un sendero. De esos senderos es lo que son las
clínicas actuales.
En este sentido, la clínica debe ser móvil, no nómade, porque nómade implica la
articulación de un tránsito ya prefigurado. Pensar la clínica nómade es pensar a
nuestro entender también desde un punto de vista prefigurativo y preformado. Es
por eso que pretendemos hablar mejor de lo que es una clínica móvil, transhumante
y en tránsito. Por clínica móvil entendemos una clínica no desarrollada, no
taxonómicamente desarrollada ni genéticamente desarrollada, sino que por el
contrario una clínica en vías de desarrollo y de posible inscripción en la medida que
se adosa a problemáticas subjetivas y va pudiendo desarrollar micro espacios en las
estructuras mentales que permitan el desarrollo de una reflexión o el desarrollo
posible de una potenciación del devenir. En este sentido se trabaja con un esquema
multiterapéutico y con la articulación de diferentes referentes teóricos y de
articulaciones tecnológicas diferentes, puede ser el psicodrama, sociodrama,
esquizoanálisis, psicoanálisis, psicología social, teoría de los grupos, las
concepciones de Pichon, las dinámicas de grupo de Lewin, etc. la clínica móvil
implica entonces la construcción de un modelo de estructura cartográfica. No hay un
centro monocausal. El mapa cartográfico no tiene centro, es una red, y esto
permitiría entonces que el punto de la demanda contempla un nodo de la red, y ese
nodo tiene una serie de hilos de estructuras causales que deben de ser analizadas
y deben de ser desarrolladas por un trabajo, es muy semejante a la epistemología
dialógica y o intertextual inaugurada por M. Bajtin.
El nodo se caracteriza por lo siguiente: contiene una res-extensa, que se demarca a
partir de una serie de pautas de conexión de los siguientes elementos construyendo
un territorio de existencia: a- una población, b- instituciones y organizaciones, c- un
universo simbólico consistente –discursos políticos y folklóricos y c- discursos y
prácticas vinculares.
Esto implica que cualquier artefacto técnico, sea una terapia grupal, familiar, puede
de pronto devenir en otra cosa, una familiar puede devenir en pareja, una de pareja
en conjunto de parejas, una de conjunto de parejas en estructuras de técnica

Psicoresumenes Gen2016
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multifamiliar, una de multifamiliar en una técnica de articulación de trabajo


institucional y viceversa.
Los tiempos reales del encuadre no tienen que ver con las temporalidades de la
subjetividad, sin embargo contratamos por tiempos reales, la resolución del conflicto
de las diferencias de tiempos, es resulta por el ajuste permanente de los agentes
implicados en el proceso. Por eso nuestra clínica está basada fundamentalmente en
los emergentes de la producción de acontecimientos que provocan un devenir.
El acontecimiento no lo puede definir el propio terapeuta sino es que es un evento y
un constructo-puerta en la subjetividad. En la clínica un acontecimiento adviene en
la intersección del terapeuta con el paciente, el mismo implica el haber accedido a
otro plano en la medida que el paciente es proyectado a un plano de dimensión de
su potencialidad creadora o recreativa que remite en una redundancia –pliegue- en
la posibilidad de mitigación del dolor y posibilidad esclarecida de dar luz en el camino
al placer. El acontecimiento en el sentido foucaultiano es aquello que revela no
solamente la estructura institucional sino que revela la potencialidad de la
emergencia de nuevos dispositivos. Para Deleuze el acontecimiento puede ser un
instante pero continum, en un tiempo muerto-atemporalidad- en su densidad,
extensión intensidad y expansión. Hay un antes y un después del acontecimiento,
no punto de retorno, porque el sujeto ya no es el mismo es otro, ha devenido en otro,
su realización es una metamorfosis. En la vida de una persona hay muchos eventos
pero no hay muchos acontecimientos más bien muy pocos. En el acontecimiento el
sujeto es tomado por el mismo, sin embargo, su vida ha sido larga espera para
devenir este momento, que inaugura la posibilidad del ser.
Nosotros entendemos que la psicoterapia es un arte- sanía, en donde lo que se
juega es una artesano- hay un aspecto de la invención del propio psicoterapeuta y
hay un aspecto de la potencialidad creadora del conjunto de los pacientes.
Elina Dabas, la potencialidad de trabajo comunitario en red y en articulación con
determinados conjuntos poblacionales que tienen condiciones de existencia
próximas y comunes y que por tanto esas condiciones de existencia próximas y
comunes delimitan una serie de objetivos en el avatar y en la potenciación creativa
del agenciamiento, de poder en la consecución de bienes, servicios, de espacios
territoriales y también de lo lúdico, del placer y de la fiesta.
Victor Giorgi: la permanente revisión de la dinámica institucional, nuestras
motivaciones, nuestros vínculos a nivel de los equipos de trabajo y de la propia
institución en su conjunto de modo de comprender y elaborar la doble inscripción en
lo personal y colectivo.
Se trata de producir agenciamientos de los espacios necesarios para que los actores
produzcan su realidad social y su devenir, en suma de tratar de construir una
esperanza posible de un mundo posible, o sea alcanzar no un deseo arquetípico-
antiguo- presentificado, sino de construir un deseo inmanente pleno que libere el
desarrollo de las potencialidades de cada una de las personas que integran estos
conjuntos de trabajo. En suma el trabajo clínico no es una clínica, no existe la clínica,
sino el trabajo clínico como proceso de producción en donde lo que se juega es no
solamente el sufrimiento, sino que también se juega la esperanza de ese mundo
posible.

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Módulo 4

León, A. (2010). Danzando la Psicología Social Comunitaria: revisitando la


IAP a partir de un curso de danza en una asociación cultural de barrio.

Éste es un primer aprendizaje rico y curioso: los trabajos de psicología social


comunitaria latinoamericana –o de áreas afines- que conozco trabajan más con
participación comunitaria, con la solución de necesidades colectivas (ambientales o
sanitarias, de educación, salud, autoconstrucción, transporte, tierra, contención de
la violencia etc.) y con la producción grupal para generar empleo e ingresos (a través
de trabajos de costura o retazos, venta de comida, confección de artesanía,
agricultura, entre otros). La dimensión afectiva, a pesar de estar presente, no
siempre es trabajada como eje primordial del trabajo psicosocial comunitario (León
y Montenegro, 1998).
Lo mismo sucede específicamente con la dimensión familiar. Sin embargo, la noción
de redes sociales y apoyo social (Herrero, 2004; Arango, 2003), trabajado desde la
vertiente de la salud mental comunitaria, viene cobrando fuerza en diferentes
disciplinas y acercándose a las propuestas transformadoras de la psicología social.
Carlos Arango (2003) llega a decir que después de más de treinta años de
investigaciones sobre apoyo social, los investigadores finalmente reconocen que “la
dimensión afectiva es el fundamento de lo social” (p. 86) y que “desde una
perspectiva psicosocial no existe distancia entre los vínculos afectivos y la estructura
social, lo que nos alerta a desarrollar la capacidad de reconocer de qué manera la
estructura social se manifiesta en la forma como nos vinculamos afectivamente, y
viceversa” (p. 87).
El objetivo último de mi trabajo en Ciranda es apoyar el fortalecimiento de
subjetividades rebeldes, que construyan nuevas formas de vida y que no sean
indiferentes al horror (Sousa Santos, 2007). Ello se busca a través del trabajo
corporal semanal (en mi caso con danza árabe), de conversaciones cotidianas, de
la apertura de espacios pedidos por las participantes para estrechar relaciones
familiares y comunitarias, y de acciones colectivas que se deriven de estos espacios.
Al trabajo psicosocial comunitario se suman aportes de otras áreas, apoyando así el
argumento de Fals Borda (2008), pionero de la investigación-acción participante,
quien dijo antes de morir que diversas perspectivas –que componían “una
fraternidad de intelectuales críticos”- podían hacer aportes importantes y
complementarios para la “liberación de los pueblos que sufren sistemas opresivos
de poder”.
En la presente propuesta de trabajo ¿qué es conocer y cómo se conoce? La
respuesta nos viene de Donna Haraway, una feminista norteamericana que se
localiza dentro de las llamadas epistemologías feministas y habla de los
conocimientos situados.
¿Por qué Haraway, si la psicología comunitaria tiene fundamentos epistemológicos
que hasta hoy revolucionan la ciencia hegemónica? Haraway es feminista y su
mirada trae contribuciones que pueden enriquecer nuestra área. Las feministas
defendieron que lo personal es político, que es necesario reivindicar lo corporal y lo
afectivo, colocando entre paréntesis un sistema moral y científico que descansa en

Psicoresumenes Gen2016
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la racionalidad (Phoca y Wright, 1999). Esto, lo personal-político, lo corporal y lo


afectivo, se reivindica en el día a día con las mujeres de Ciranda, mujeres marrones,
blancas y mestizas, de clase trabajadora, entre 20 y 50 años, todas con hijos (menos
una adolescente que entró hace poco) y ayudando a cuidar a otros hijos, todas
involucradas de una u otra forma con el trabajo comunitario afectivo.
Haraway también viene de las llamadas “ciencias duras”: es bióloga,
estadounidense, y dice trabajar en la “barriga del monstruo” (Haraway, 1999). A
partir de esa experiencia, critica contundentemente la epistemología realista que
dice que la realidad está fuera de quien la observa, que “está allí”
independientemente del observador y que es posible aproximarse a ella
metodológicamente, con procedimientos objetivos y medibles del método científico.
Critica la neutralidad sin compromiso y dice que ella no sólo se encuentra en el
realismo, sino en el relativismo también.
La epistemología de los conocimientos situados propone trabajar en conexiones
parciales, esto es, se construye en relación, pero ésta no es total: es una danza entre
las semejanzas y la distancia productiva entre las participantes –y todas
“conocemos” y “somos conocidas” al mostrar nuestra danza y conversar. Se produce
así una objetividad encarnada. Objetivamente, podemos ver si una alumna aprendió
o no a hacer un paso de danza, pero ésa no es una objetividad sin cuerpo, neutra,
aséptica: nos responsabilizamos por sus consecuencias y por ver, más allá del paso
de danza como algo mecánico, lo que está involucrado en el cuerpo y en la historia
de quien aún no ha logrado aprenderlo, y en lo que su cuerpo puede estar queriendo
decir con esta “dificultad”.
Derivándose de la epistemología, el método seguido en este trabajo se encuentra
dentro del marco metodológico del campo-tema (Spink, 2003), que implica: la
preocupación central por la relación y colaboración entre quien investiga y quien es
investigada; el uso de diversos métodos simultáneamente, sin preocuparse por su
mutua validación; la investigación teniendo un punto de partida pero no una
planificación anticipada de la estrategia, construyendo junto con las personas
“investigadas” en un caminar que no se sabe muy bien adónde va y cómo llegará; y
Siguiendo a Peter Spink formas no ortodoxas de narrar las investigaciones, que sean
adecuadas al tipo de trabajo realizado.
No hay continuidad que no incorpore algún tipo de discontinuidad. Vivir esa
discontinuidad pulsatoria destruye estereotipos, exige que dejemos ir lo viejo y
criemos nuevos espacios, nuevas formas, nuevas conexiones. Negar esta
discontinuidad es una tentativa de establecer seguridad, posesiones permanentes,
una estructura social rígida.
Este trabajo se basa en la propuesta epistemológica de los conocimientos situados
(conocemos a partir de la conexión parcial con otras posiciones, como dijo Haraway
en 1995), pero el conocimiento no se da en cualquier conexión y sí en aquélla que
nos afecta en aquel momento y lugar a partir de la posición que ocupamos. Por lo
tanto, este conocimiento situado, enraizado, afectado y cotidiano genera un
compromiso que se traduce en acciones concretas y necesita entrega para poder
existir, pero no una entrega total y sí parcial, que implique espacios de autocuidado
como lo es este curso de danza, que ayude a poner límites, a asumir limitaciones y
a pedir ayuda: “donde yo no llego, llegan los demás”. Esa entrega es una conexión

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parcial, politizada, construida.


En este curso de danza, además de conversar cotidianamente sobre cómo está la
propia vida, la comunidad y los proyectos, en dos ocasiones hablé con mis alumnas
sobre las anotaciones que sirvieron como base de este artículo. En psicología
comunitaria eso suele llamarse “devolución sistemática de la información”, pero ese
nombre suena seco y distante al compararlo con la riqueza de esas conversaciones
y lo mucho que me hicieron pensar en relaciones de poder que podemos estar
ejerciendo y que, de tan cotidianas, resultan invisibles.
Durante la primera conversación, ellas destacaron cuatro elementos que le daban
sentido al curso al punto de “haber comenzado como unas clasecitas de danza y
haberse vuelto la actividad más importante de los sábados”. Éstos fueron:
“complicidad”, “respeto”, “poder reclamar” y “esto no es terapia, pero se parece, sólo
que es alegre”.
Por complicidad entendieron la apertura de un espacio de cuidado de sí y de las
otras, que las ayuda a recuperarse del enorme trabajo afectivo que implica el hogar,
el empleo y el trabajo comunitario. Decían: “tengo un espacio mío, donde puedo
estar conmigo, un espacio sagrado para mí”. Otros textos (sistematizados por Abrão
y Pedrão, 2005) registran que la danza del vientre puede producir beneficios físicos
y psicológicos semejantes a los que ellas relatan; sin embargo, la concepción de
este espacio como acción colectiva de ayuda mutua es más exacerbada aquí que
en clases “comerciales” de danza.
Quejarse indicaba que hemos construido el curso como un espacio de desahogo de
miedos, preocupaciones, dudas y reclamaciones sobre actitudes machistas de los
maridos; dificultades en la relación padres-hijos, que es una dimensión que continúa
más al cuidado de las mujeres y ellas se quejan por eso; conflictos en la comunidad
–cuando los hay- por violencia, uso abusivo de drogas o tráfico. Aquí es pertinente
recordar a Arango (2003) cuando dice que no hay distancia entre la estructura social
y la vida afectiva y recomienda que estudiemos de qué formas una se manifiesta en
la otra. Estos conflictos cotidianos están situados en un lugar específico, pero
también se trasladan a otros lugares. El machismo, las dificultades en la relación
padres-hijos, la violencia, el uso abusivo de drogas y el narcotráfico no se restringen
a las zonas pobres de Brasil o de Latinoamérica: atraviesan diversas clases sociales
en sociedades de los llamados Primer y Tercer Mundo. En ese sentido, trabajo con
una visión crítica de formas de poder, dominación y control que atraviesan nuestra
cotidianidad.
Las políticas públicas de educación, salud y seguridad social son derechos que
debemos reivindicar y profundizar. Sin embargo, es impactante ver cómo tanta gente
va a educar o a “hacer intervención social” creyendo que lo está haciendo muy bien
y sus acciones pueden generar tantos efectos perversos. Como dice Montenegro
(2001), un peligro de trabajar con intervención social es suponer que ésta es buena
por definición. Al escuchar a mis alumnas, estuve más segura de que lo que quería
hacer profesionalmente – y escribir en este artículo- era ponerle un amplificador a
estos comentarios y que muchas personas que trabajan con proyectos sociales los
pudieran escuchar. Más que escudriñarles la vida a las alumnas analizando lo que
dicen y hacen, quería dirigirme a quien trabaja en psicología comunitaria y áreas
afines para ver hacia adentro y repensar lo que hacemos.

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48

Aunque trabajamos de manera más democrática, en la investigación-acción la


ciencia continúa siendo especial (...) Reason y Bradbury decían que una intención
primaria de la investigación-acción es producir conocimiento práctico que sea útil
para las personas en la conducta diaria de sus vidas, pero las personas no necesitan
apoyo para producir conocimiento práctico: forma parte del proceso de vivir” (Spink,
2007, p. 571)
Después de escuchar estos duros argumentos que hemos ayudado a construir
formando profesionales o “interviniendo” directamente, propongo reflexionar sobre
los principios teóricos y prácticos de la psicología comunitaria a partir de aportes de
la “cotidianidad activista” y de la “cotidianidad académica”. Desde la “cotidianidad
activista”, reivindico lo que estas alumnas me enseñan, así como las lecciones
aprendidas con personas de otros colectivos rebeldes (algunas de ellas relatadas en
León Cedeño, 2006, 2007). Desde la “cotidianidad académica”, reivindico la
epistemología de Haraway y el trabajo teórico-metodológico de Spink, que defiende
la importancia de estudiar lo cotidiano, de revisarlo y de alterarlo, porque es allí
donde transcurre nuestra vida (Spink, 2008). En la dimensión cotidiana es donde
puede aparecer lo que es casi invisible; es donde podemos ver si día a día estamos
ejerciendo prejuicios como los mencionados por las alumnas, construyendo a la
gente de las comunidades populares como “personas en falta” y a nosotros(as) como
profesionales “en sobra” (Montenegro, 2005); es donde podemos revisar todos los
días nuestras pequeñas acciones.
Aunque en perspectivas participativas como la psicología comunitaria y la educación
popular se afirme que los agentes internos son también investigadores y
coconstructores del conocimiento, la creación de estos dos “bloques” genera efectos
de personas “en sobra” y personas “en falta”, y muestra lo que Spink (2007)
denomina escisión epistemológica entre investigador e investigado. La investigación
parte de dos entes: “tú” y “yo”, no de “nosotros”.
Para Spink (2007, 2008), entonces, el conocimiento generado por la psicología
social es un conocimiento más y no un conocimiento especial, ni mucho menos
superior, “en sobra”. Construye saberes junto a otros, conversando, pasando tiempo
juntos, conviviendo, debatiendo, actuando. Esta posición es afín a la de Haraway,
cuando dice que conocer se da gracias al contacto o conexión parcial con otras
posiciones, trabajando juntas en lo que nos afecta de este encuentro y construyendo
así un conocimiento localizado, una objetividad encarnada, posicionada
Por lo tanto, la transformación social propuesta por la psicología comunitaria -y
demás áreas que trabajan con investigación-acción participativa- también implica
revisar y reinventar nuestro quehacer una y otra vez, a partir de los encuentros que
nos indican contradicciones, verticalidades, Ojo Divino. Como dice Keleman (1995),
cuando experimentamos otras posturas y movimientos vivimos una discontinuidad
que es emancipatoria. Las microtranformaciones que propongo, entonces, se
refieren a revisar las fases de la Investigación –Acción Participativa (familiarización
o constitución del equipo, detección de necesidades, sensibilización, priorización,
realizaciones, devolución sistemática de la información), pensando en su
cotidianidad y enraizándolas en el cuerpo para hacerlas cada vez más libertarias.
Para avanzar en este sentido, Peter Spink argumenta que puede ser mucho más útil
trabajar fortaleciendo las iniciativas que ya hay en vez de dedicarnos a crear grupos

Psicoresumenes Gen2016
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nuevos, que en teoría podrían ser muy buenos, pero que nadie del lugar pidió (y
crear grupos nuevos es algo que los(las) psicólogos sociales y otros profesionales
del área social tenemos por costumbre). Para trabajar de manera más útil -y
enraizada, diría Keleman-, Spink propone pasar un buen tiempo conociendo lo que
hay: el lugar, sus organizaciones, sus iniciativas formales o informales, sus formas
de funcionamiento, sus maneras de hablar, las personas que viven o trabajan allí,
sus historias y acciones, sus deseos y necesidades. Esto último puede ayudar a
redescribir la “constitución del equipo” que va a trabajar, porque que a veces sí es
pertinente que sea negociado e instituido, pero a veces ya está constituido (o se
formaliza para “incluir” al agente externo o “contentarlo”) y otras veces es una
iniciativa mucho más informal y difusa que la “constitución del equipo” propuesta en
la psicología comunitaria.
Si traducimos a Spink en clave psicosocial comunitaria, la familiarización, que según
Montero (1994) sería la primera fase de la investigación-acción participante, puede
ser más lenta y profunda, siguiendo algo así como lo que propone el movimiento
“slow food” versus el “fast food”: disponer de tiempo para conocernos más,
acercarnos más y así trabajar mejor y construir relaciones afectivas, porque si
nuestras maneras de relacionarnos construyen la estructura social y viceversa
(Arango, 2003), para cambiar nuestras sociedades debemos cambiar también las
formas de relacionarnos, y para eso nos tenemos que conocer más. Inclusive
cuando tenemos poco tiempo para realizar el proyecto, debido a limitaciones
institucionales o de otra índole, se puede trabajar menos tiempo siguiendo los
mismos principios. Igualmente, aunque una iniciativa tenga años, en tiempos de
crisis es necesaria una familiarización más intensa, para estrechar los lazos entre
las personas e implicarse más con el proyecto.
No pretendo que todos los psicólogos comunitarios tengan que bailar, ni mucho
menos, pero sí me interesa destacar la dimensión corporal que ha comenzado a ser
rescatada en la psicología social apenas a partir de mediados de los años 90. Me
interesa que, cuando sea el caso, se pueda considerar la danza como una
posibilidad de trabajo y no como una actividad menor, banal o meramente recreativa.
Es vital defender la danza y la conversación como dos momentos del mismo proceso
y concretar la “traducción” de lo que la danza nos trae para que vayamos aclarando
lo que nuestros movimientos y gestos nos expresan y lo que la danza nos puede
proporcionar.
La detección de necesidades, como bien dice Martínez (2009), puede redefinirse si
la entendemos como una red de conversaciones para entender los deseos de la
gente con quien trabajamos y de nosotros mismos, basándose en las
potencialidades de la gente en vez de en sus carencias. La sensibilización, al
hacerse un concepto más cotidiano, implica que nos afectemos ante pequeñas
cosas, pequeñísimas cosas, y eso puede cambiar nuestras visiones y acciones:
hacer la tarea con las niñas bajo un árbol, almorzar con alguien del lugar que nos
invitó a su casa, conversar mientras salimos del barrio en autobús, barrer, limpiar,
fregar o cocinar conjuntamente, bailar juntas, respirar juntas, intercambiar
confidencias, convivir más. Es la sensibilización de todos los involucrados(as) y se
da de formas distintas para cada quien, formas que necesitamos expresar y
escuchar, y hacemos eso conversando a medida que actuamos juntas

Psicoresumenes Gen2016
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cotidianamente.
En ese sentido, la priorización y las realizaciones pueden ocurrir de formas
determinantes en momentos clave del proceso, pero también pueden darse día tras
día, cuando priorizamos parar de bailar y conversar sobre la frustración por la gente
que no viene, o sobre las dificultades con los hijos o la pareja, o sobre las alegrías
de la fiesta comunitaria organizada la semana anterior, o sobre la vecina que está
presa y dejó a su bebé sin leche materna.
¿Cómo podemos usar la IAP incorporándole propuestas metodológicas más
“sueltas” cuando sea necesario? Dentro del marco metodológico del campo-tema
(Spink, 2003), y con base en la formación teórico-metodológica de la IAP, propuse
un método de trabajo llamado provisoriamente “trueque constructivo” (León Cedeño,
2006, 2007), que se refiere a apoyar la autoorganización de colectivos trabajando
conjuntamente con ellos y ayudándolos en lo que nos sea posible y a ellos les
interese. El trueque constructivo se construye en tres principios: ayudar sin estorbar,
trabajar por intercambio y ayudar a fortalecer la red afectiva de los colectivos hasta
donde éstos juzguen pertinente. Tales principios se han mostrado útiles en este
curso de danza y en el trabajo conjunto con diversos colectivos de diferentes lugares
geográficos.
Epistemológicamente, el trueque constructivo es harawayano: responde a que
conocemos en el encuentro entre posiciones, trabajando conjuntamente. Ahora bien,
en la práctica esto puede implicar formas tan variadas que tal vez sea inútil e
incoherente querer esbozar una receta. Y tal vez no no haga falta, porque la
propuesta no lineal de fases de la IAP es muy útil (nos sirven como guía de acción
a muchos profesionales) y puede ser “cotidianizada”: con la idea de una
familiarizacion más larga, esa propuesta se resitúa parcial o enteramente,
dependiendo de cada caso. Pero el trueque constructivo y sus tres principios pueden
permear todo el proceso, más allá de si se siguen o no las fases de la IAP y más allá
de las actividades realizadas y de las particularidades de cada experiencia, porque
es una forma de trabajo flexible que responde a una epistemología comprometida,
traducida en acciones concretas y situadas.
Quiero una Psicología Social desde la entrega, desde las conexiones parciales,
desde la acción conjunta; una psicología libertaria que busque la transformación
social que es también personal, que se enraiza en el cuerpo y en lo cotidiano, en las
formas como conversamos, escuchamos y sustentamos físicamente las
consecuencias de nuestras palabras. Y los principios psicosociales comunitarios nos
ayudan, más aún revisitados una y otra vez; pero los tres principios metodológicos
del trueque constructivo atraviesan toda esta discusión; los sigo y pueden parecen
obvios pero aquí son fundamentales: ayudar sin estorbar, trabajar por intercambio y
ayudar a fortalecer la red afectiva de los colectivos hasta donde ellos juzguen
pertinente. Si escuchamos a la gente con quien trabajamos, ellos nos indicarán cómo
podemos trabajar de forma ética y útil para crear cada vez más espacios de vida
intensa y resistencia.

Psicoresumenes Gen2016
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Martínez Guzmán Cambiar metáforas en psicología social de la acción


pública: de intervenir a involucrarse.

Intervención como dispositivo discursivo para concebir y organizar la acción, escape


casi por completo a la problematización y la revisan crítica. Intervención a través de
los lentes de la metáfora y analizar sus implicaciones para la concepción y
construcción de las practicas a las que se refiere.
Involucramiento como metáfora que se aleja del sentido interventivo de la acción y
abre espacio para pensar de distinta manera la acción social en tres aspectos: la
posición del profesional/investigador ante el escenario social, la relación entre los
actores, y la concepción el conocimiento y la acción en un proyecto de
transformación social.
Involucatamiento como una metáfora que sugiere distintas lógicas e acción y
moviliza presupuestos teórico y metodológicos que se alejan del determinismo y la
univocidad presente en la idea de intervención.
Intervención como problema La intervención es usualmente pensada como una
estrategia o un programa para la solución de problemas sociales. Sugiero el
planteamiento contrario: aproximarse a la intervención como problema.
Montenegro, define intervención como “un conjunto de prácticas que buscan incidir
en un estado de cosas para transformarlo a partir de la demanda hecha desde algún
ente social que expresa un descontento con el estado actual de cosas”.
Blanco y Valera definen intervenir “a una actividad presidida por la solución de un
problema practico que abordamos con la inexclusible e imprescindible ayuda de una
determinada estructura conceptual”.
La intervención es considerada como una tarea cardinal de lo que suele llamarse
“psicología aplicada”, en tanto busca poner a funcionar, en contextos específicos,
una serie de herramientas teóricas y metodológicas en la persecución de una fina
practico. La intervención se considera perteneciente al amito de lo práctico.
La metáfora como una herramienta para interrogar el concepto de intervención y
para discutir sus implicaciones
La metáfora como vía de interrogación
la metáfora puede definirse como una figura lingüística en donde una cosa es
comparada con otra implicando que una cosa es la otra, cono el caso de “la laguna
es la ventana a la tierra”. A menudo su función consiste en comunicar lo desconocido
mediante su transposición en término de lo conocido.

La metáfora y la acción mantienen íntimos parentescos. Cuando alguien construye


una metáfora está literalmente haciendo algo.
Los conceptos metafóricos son asociaciones sistemáticas entre dos dominios, uno
conocido, estructurado o manipulable (origen) y otro desconocido, no tan
estructurado o no manipulable (destino).
Ejemplo: “las criticas dieron justo en el blanco” de derivan de la metáfora de una
discusión es una guerra. En esta metáfora el dominio de origen es “guerra” mientas
que el dominio meta es “discusión”, el primero le concede sentido y estructura al
segundo.

Psicoresumenes Gen2016
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Si las metáforas son dispositivos para producir conocimiento y vehiculizar la acción,


entonces su análisis es una buena oportunidad para dar cuenta de lo que podríamos
llamar la dimensión instituida del concepto metafórico de intervención.
La metáfora se vuelve una forma de preguntas y reinventar, un instrumento de
interrogación y producción de conocimiento, un medio para aprehender lo social y
para desarrollar un “entendimiento alegórico” que abre vías para producir figuras
retoricas que hablen de las cosas sin agotarlas.
La intervención como metáfora La intervención es una operación quirúrgica. El
cirujano toma el bisturí y se dispone a ejecutar la cisura. Esta incisión inaugura un
acto de intervención: la intervención quirúrgica. Lo que define este acto e la acción
de las manos del cirujano, invadiendo el espacio anatómico del paciente, rasgando
el tejido para intervenir con una intencionalidad fundamentalmente terapéutica.
Es posible rastrear resonancias de la noción de intervención quirúrgica en la idea de
intervención psicosocial. Hay un “parentesco metafórico” entre las intervenciones
quirúrgicas y psicosocial. Este parentesco es evidente cuando, a definir intervención,
la primera connotación a la que se recurre es a la de “operación quirúrgica”.
Aquello que se hace (procedimientos, aplicación de conocimientos y protocolos,
negociaciones) es una intervención. Cooperación, ayuda o sencillamente acción, se
nombran como intervención.
Intervención social. Suele decirse que debe realizarse un diagnostico social, que hay
que evaluar el resultado de los programas, realizar un análisis de las circunstancias
y los recursos, establecer un diseño de tratamiento y dar un seguimiento adecuado.
Para trabajar sobre el problema o necesidad que precisa análisis e intervención,
tenemos que definirlo en términos de conductas problema, establecer indicadores
para evaluarlo y analizar la pertinencia de esos indicadores. Definir operativamente
el problema es describirlo en términos de las variables relevantes que lo componen,
que nos permitan su media, manejo y/o su tratamiento.
Intervenir es como cerrar una ventana La secuencia de acción que la intervención
psicosocial hereda pueden ilustrarse haciendo referencia a la base metafórica de la
causación.

La causación proviene de la experiencia cotidiana de la manipulación directa. Esta


experiencia consiste en acciones cotidianas como activas un interruptor, abotonarse
la camisa o cerrar una ventana.
Es posible evidenciar esta relación trazando un paralelismo entre a) las propiedades
que caracterizan las manipulaciones directas prototípicas y b) la lógica de acción
asumida comúnmente en el significado de intervenir en un escenario social.
En la intervención social, hay una implícita distinción entre interventor (agente) e
intervenido (paciente); deben estar claramente diferenciado para fines de que la
metáfora funcione.
“se puede definir la intervención social como la acción que se realiza sobre personas
y grupos con la intención de producir una mejor”
La intervención como una metáfora zombie En el sentido de que esta tan
convencionalmente fijada en el léxico de las disciplinas sociales que ha perdido su
aureola alegórica para terminar por percibirse como una expresión literal y objetiva.
Catacresis: una figura que consiste en utilizar metafóricamente una palabra para

Psicoresumenes Gen2016
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nombrar un conjunto de experiencias que carecen de concepto ej.: pata de mesa


La intervención con una tecnología de gobierno: mecanismos, estrategias y
procedimientos utilizados para hacer efectivo un campo de poder, orientadas a
producir efectos determinados en la conducta de otros, de los intervenidos.
LA METAFORA DEL INVOLUCRAMIENTO
Involucramiento como una forma alternativa de situarse y concebir el papel de
investigador/profesional en el campo, de organizar la acción y de generar relaciones
con otros actores sociales.
a)la posición del investigador/profesional ante el problema y el campo b) la relación
entre los actores c) la concepción de conocimiento y acción en un proceso de
transformación social.
La posición del profesional/investigador en el escenario social: formar parte de un
entramado.
Desde esta posición, el sujeto profesional/investigador no es un agente externo que,
desde la distancia y desde fuera, decide intervenir voluntariosamente en una
problemática que, en principio le es ajena. El desafío consiste en pensarse como
parte de la situación problema o del escenario social sobre el cual se quiere incidir,
introducirse en un campo-tema de forma que habitemos un espacio en un panorama
más amplio del que formamos parte.
Involucramiento nos remite a envolverse o a participar, del latín involurum, involucrar
refiere a comprender, abarcar, incluir, involucrarse hacer para dé.

Lewin, campo nos sugiere aproximarnos a las situaciones sociales buscando


comprender las diferentes fuerzas actuando en su entorno y en un contexto más
amplio, sean estas psicológicas o no.
LA ARTICULACION ENTRE LOS ACTORES SOCIALES: ARTICULACION
Esta interioridad del sujeto profesional/investigador y del resto de los actores
involucrados no es identitatia: no se refiere a la pertenencia. Asumir que formamos
parte de una red que conforma el escenario social no significa asumir que los actores
son homogéneos. La red no los homogeniza.
Cuando decimos que “uno se involucra con alguien”, que e “nos hemos involucrado
en algo”, no estamos diciendo que estamos asistiendo a alguien o conduciendo algo.
Involucrarse nos sugiere más bien un “tener que ver con”
Articulación: la noción de articulación desafía la relación representacional en que los
otros son descritos y circunscriptos a una poción de objeto e intervención a través
de los discursos y las prácticas de los ventrílocuos-portavoces que se constituyen
como los únicos actores.
La articulación supone una aposición radicalmente distinta para comprender el
vínculo: el entramado de actores sociales no es el objeto que será representado por
el profesional/investigador sino que será el sujeto de la acción que define y produce
sus propios términos de representación.
CONCEPCION DE CONOCIMIENTO Y ACCION: CONOCMIENTO SITUADO,
ACCION INMANENTE
Involucramiento nos aproxima al a idea de que la dirección de un cambio no está
preestablecida y responde a una sucesión e intereses y fuerzas locales y
temporales.

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No se trata de que los conocimientos en psicología social funcionen para


concienciar, formar, corregir o evaluar a una colectividad o para catalizar cambios
que de otra manera no podrían suceder, sino de que participen en la generación
alianzas y tensiones creativas que permitan articular distintas posiciones de sujeto,
conocimientos, habilidades, deseos.

Montenegro. OTREDAD, LEGITIMACION Y DEFINICON DE PROBLEMAS EN


LA INTERVENCION SOCIAL: UN ANALISIS CRÍTICO.

La intervención social busca transformar un estado de cosas a través de la incidencia


de n equipo de profesionales e una situación definida como problemática. Esta
intervención proveerá elementos de solución de dichas situaciones, aumentando la
calidad de vida de las personas beneficiarias.

En el campo de la intervención social se han desarrollado discursos y prácticas que


buscan la transformación de situaciones que son definidas como problemáticas. Los
agentes como técnicos, políticos y profesionales, a partir del conocimiento científico
y técnico, deben identificar cuáles son aquellos elementos de la sociedad que se
erigen como problemas sociales, encontrar maneras en las que estado puedan ser
resueltos.
Como se definen los problemas sociales.
La definición de los problemas sociales se realiza a partir de dos vías:
1. Criterios objetivos de situaciones que podrían o deberían ser cambiadas y 2.
Cuando un grupo social relevante define algunas condiciones como problema y pone
en marcha acciones para su solución.
El modelo de “observación objetiva de situaciones problemáticas” plantea que un
problema social surge cuando hay condiciones o prácticas que suponen una alta de
armonía con los valores sociales de una sociedad dada.
La responsabilidad colectiva sobre estos actores es una de las diferencias más
importantes entre lo que son problemas personales y problemas sociales. Estos
últimos, son afectados por las formas de organización social o la evolución de las
prácticas sociales, por ejemplo cambios estructurales tales como la guerra, crisis
económicas o políticas. Por esta razón, la solución de los problemas que surgen,
lleva una responsabilidad colectiva que, en el caso de los Estados modernos se
atribuye al Estado como representante del conjunto dela ciudadanía.
Para la perspectiva que propone que un problema social surge cuando grupos de
presión definen algo como problema. Según esta definición son necesarias ciertas
condiciones para que algo sea erigido como problema social.
1. La conciencia de grupo de que existe un problema que eles afecta. 2. La influencia
de este grupo para lograr que el problema ubicado sea considerado como tal por
otros agentes sociales. 3. La posibilidad de actuar para buscar su solución, la
posibilidad (y deseabilidad) de la transformación de la condición problemática.
La asunción de base es que es posible “convertir” alguna condición social especifica
en problema social a través de la influencia que pueda tener un grupo dado en su
definición, en esta postura ciertos grupos sociales erigen un tema como problema al

Psicoresumenes Gen2016
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ver afectados sus intereses como grupo. Se asume que existen diferentes grupos
sociales y que estos tienen intereses diferentes y a veces contrapuestos.
Para estas dos posturas las condiciones sociales son externas al conocimiento que
podamos tener de ellas. En el primer caso, estas condiciones pueden ser definidas
a parir del conocimiento objetivo y en el segundo caso, estas condiciones pueden
ser erigidas como problema por la conciencia de un grupo social influyente. En
ambos casos la definición está hecha desde un grupo social que valora una
condición dada como problema, bien sea científicos (conocimiento objetivo) o grupo
social (conocimiento relativo a intereses).

Ambos parten del supuesto de que las condiciones sociales están en la realidad y
que es posible determinarlas, conocerlas y tener conciencia de ellas como problema,
la diferencia fundamental solo se expresa en que grupo social la propone como
relevante en un momento dado y en la influencia que pueda tener este grupo social
en movilizar recursos para su solución.
Ambos modelos se basan en ciertas premisas:

1. La idea de que existen condiciones sociales determinadas en una sociedad.

2. Que estas condiciones pueden ser convertidas en problema visible por parte de
grupos de presión o instituciones (movimiento sociales, políticos, científicos)

3. Que afectan a los individuos y grupos sociales creando situaciones de malestar


social.

Para poder llevar a cabo la intervención social debe ser posible:

1. El conocimiento de las condiciones que son problemáticas en un momento dado

2. La atención de las situaciones problemáticas por parte de las diferentes


instituciones competentes para darles solución.

3. Las técnicas y recursos para implementar intervenciones que solucionen el


malestar causado por los problemas sociales.

La principal crítica se refiere a que en las intervenciones “tradicionales” los


problemas sociales son definidos desde la óptica de los equipos interventores.
Señalan la importancia de que miembros de la comunidad y colectivos se incorporen,
a través de su participación, en los procesos de transformación social.

Las perspectivas participativa, sostienen que lo problemas sociales son producto de


las relaciones de asimetría presentes en la sociedad. La explotación de los seres
humanos en el sistema capitalista es el problema social fundamental al cual apelan

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estas posturas.
Las perspectivas participativas no se plantean una transformación radical del
sistema, sino intervenciones con grupos y comunidades para lograr su
concientización y su participación en los asuntos que eles aquejan. Aunque el
problema se ubica en la totalidad de la sociedad, la solución está situada en ámbitos
concretos de dialogo entre quienes intervienen y quienes son intervenidos.
La representación de la realidad Vivian Burr hace un recuento de las premisas
fundamentales que sostiene el sociocontruccionismo: 1. Una actitud crítica hacia el
conocimiento dado por sentado. 2. La especificidad histórica y cultura del
conocimiento. 3. Que el conocimiento es sostenido por los procesos sociales. 4. Que
las descripciones o construcciones del mundo sostienen algunos patrones de acción
social y excluyen otros.
El construccionismo social rechaza que el conocimiento sea una percepción directa
e la realidad. No hay maneras en las que la realidad pueda ser percibida
objetivamente.

A partir de esta combinación se define qué e, en momentos y contextos específicos,


lo norma y lo anormal, lo saludable y enfermo, lo correcto e incorrecto, lo susceptible
a cambio y lo que debe mantenerse tal como está.
Las corrientes sociocosnruccionistas (posestructuralistas) han dado lugar a estudios
que enfatizan en los efectos que pueden tener en las prácticas sociales los discursos
de verdad propuestos por la verdad científica. Movimientos como el feminismo o el
movimiento de los derechos homosexuales, han utilizado las herramientas de los
desarrollos posestructuralistas para “deconstruir” aquellos discursos que, desde el
conocimiento científico definen como problema social.
La legitimación propia del conocimiento científico permite definir tanto la “otredad”
como los “problemas sociales” a los que se debe atender a través de la intervención
social. La intervención social, por tanto, produce efectos de control y domesticación
de desviaciones.
Aquello “digno de transformar”
Definición de “aquello digno de transformar” por parte de procesos de
intervención/articulación. Este movimiento pretende abrir caminos de reflexión sobre
la transformación social y de definición de aquello que se quiere transformar que no
impliquen procesos de delimitación de la otredad como espacio de lo “desviado” y
“excluido” pero que, al mismo tiempo, mantengan un carácter político de la acción
social hacia la transformación.
Transformación desde espacios de acción colectiva (o se intervención social). ¿Qué
es necesario para transformar? ¿Cómo son los mecanismos que permiten definir
aquello “problemático”?
Aceptemos el carácter construido de la realidad enmarcada en contextos históricos
y sociales donde procesos de transformación social se pueden llevar a cabo y la
imposibilidad de una mirada total que pueda definir cuáles son los problemas
sociales que afectan a una sociedad. Utilizaremos la noción de articulación como
concepto que describe los mecanismos de creación de puntos nodales específicos
que fijan los significados para definir “aquello problemático”.
La decisión de aquello que resulta problemático o digno de transformar se da en

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fijación (temporales y siempre inestables) de significados a partir de articulaciones


diferentes posiciones de sujeto. La articulación es un espacio social y político
relativamente unificado que se construye como antagónico a otros espacios sociales
y adquiere su significado en contextos y relaciones específicas. Además, estos
espacios están construidos por juegos de poder, en ciertos contextos históricos y
culturales que limitan los discursos y prácticas de definición.
En el caso de la intervención social queremos proponer que la definición de “aquello
que es digno de transformación” sea hecha a parir de las articulaciones donde
participen diferentes posiciones de sujeto, incluyendo interventores, personas
afectadas, grupos, asociaciones y organizaciones preocupadas por la temática a
tratar y en las que sea posible negociar construcciones de lo que puede ser visto,
desde diferentes posturas como problemático.

La delimitación de qué es un “problema social” se dará en el seno de las conexiones


parciales que permitan desde puntos nodales específicos, construir condiciones
como problemáticas o dignas de cambio, la acción de definición, en estos términos
será un asunto político.
“aquello digno de transformación” es conceptualizado en lugar del concepto de
problema social para producir:
1. Un efecto de critica a las formas de definición de “problema social” como algo que
está en la sociedad y que puede ser conocido a través de tecnologías propias del
conocimiento científico utilizado por parte del equipo interventor. 2. Para proponer
una manera alternativa de entender los problemas sociales; a través del concepto
de articulación que implica normas de definición en el seno de la relación entre
diferentes posiciones de sujeto que configuran, en un momento dado, algo como
digno de transformar y se movilizan hacia acciones de transformación.
Estos movimientos teóricos se presentan como figuras que pueden iniciar un dialogo
sobre formas de acción social que eviten las maneras en la que se ha conformado
la “otredad” y las “situaciones problemáticas” en la literatura propia de los modelos
actuales de intervención social.

RODRIGUEZ GIMENEZ. De ofertas y Demandas: una propuesta de


intervención en psicología comunitaria.

Surge la importancia de delimitar y dilucidar las nociones de necesidad, pedido,


demanda y encargo para la especificidad del trabajo comunitario.
Necesidades, pedido, demanda y encargo.
Elementos a tener en cuenta al implementar una intervención comunitaria.
El momento inicial de una intervención, en tanto fundante, pautara el desarrollo de
la misma. Lapalma llama el “establecimiento de la relación inicial”. Permite un ajuste
de expectativas a la vez que obliga a recortar el campo de trabajo.
Las intervenciones comunitarias pueden fundarse de diversas formas:
a) a partir de un pedido formulado directamente por la comunidad. Perciben la
insatisfacción de determinadas necesidades o la presencia de problemas para cuyo
abordaje piden ayuda.

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b) A partir de un pedido formulado por un tercero (técnico, organización) puede


suceder que la comunidad perciba sus necesidades y problemas pero no sepa a
quien recurrir y entonces el tercero oficia de “puente.”

a) A partir de una oferta. Cuando no aparece un pedido y la intervención se genera


desde la oferta de un servicio.

En todos los casos, las estrategias será distinta pero siempre supone transitar por la
construcción de un vínculo para posibilitar el desarrollo de un trabajo.
Conceptos claves para posibilitar el análisis hay cuatro términos, deben ser
abordado: necesidades, pedido, demanda y encargo
Necesidades
El proceso de identificación de necesidades por parte de los propios actores
comunitarios resulta un momento clave para la explicitación de los problemas a
abordar.
Montero, las necesidades pueden clasificarse en normativas o inferidas y sentidas.
En el primer caso, las necesidades surgen de la comparación que un agente externo
realiza entre la realidad y un canon preestablecido. Las necesidades sentidas son
las propias personas que las manifiestan explícita o implícitamente.
Desde la perspectiva de la psicología comunitaria la cuestión no pasa por la “verdad”
de las necesidades así definidas, sino por su condición de existencia para los que
en definitiva serán sujetos de la intervención.
Max Neff, las necesidades serian universales, de número limitado y clasificables, los
satisfactores serian objeto de múltiples satisfacciones históricas y culturales. Las
necesidades según criterios existenciales (ser, tener, hacer y estar) y axiológicos
(subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación,
identidad, libertad)
Pedido. La autopercepción de las necesidades supone que las personas nos
podamos reconocer como carentes.
MaxNeff la necesidad es potencialidad en tanto se constituye en un motor que nos
pone en movimiento para buscar su satisfacción y para pedir ayuda cuando la misma
se hace necesaria. La explicitación del deseo de satisfacer las necesidades y de
resolver los problemas con la ayuda de otro, se constituye en la formulación de un
pedido. El pedido es entonces la explicitación de la necesidad de ayuda, dirigida a
quien o quienes se cree podrán responder a la misma.
Demanda. Proceso de construcción de la demanda.
A partir de la explicitación del pedido, será necesario entonces abrir el juego de la
construcción de la demanda.
La demanda no puede ser entendida sin considerar su relación con la oferta, es
desde esta última que la primera puede desplegarse.
Cuando existe un pedido explicito, el mismo se genera desde la idea de que alguien
puede darle respuesta.

Cuando no aparece un pedido, y la intervención se genera desde la oferta de un


servicio, se abre la posibilidad a la demanda. La propia oferta y la eventualidad de

Psicoresumenes Gen2016
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que ella sea aceptada, implica un cierto diagnóstico de situación y de coyuntura.


La problematización del pedido
La lectura del pedido existe, incluye su problematización y un análisis de los
aspectos implícitos.
Problematizar supone entonces, abrir un espacio para la comprensión. Este
momento de la intervención es un momento de apertura.
No siempre están dadas las condiciones para dar lugar a un intercambio y
problematización del pedido.
Las condiciones para interrogar directamente el pedido pueden no estar dadas por
diferentes razones. Por un lado el tiempo real con el que se sustenta, el pedido lo
realicemos en forma simultánea a la ejecución de la propuesta.
Partiendo desde la oferta de intervención.
En el caso en que el pedido no se formula desde la comunidad, o desde un tercero,
sino que lo que abre la intervención es una oferta, el proceso puede darse de
diferente forma.
Requerirá por parte del psicólogo una serie de acciones tendientes a involucrar en
la propuesta a los actores de la comunidad. Deberá darse lugar a la flexibilidad
necesaria para la introducción de los cambios que la situación requiera. De no existir
articulación con las necesidades del otro la intervención no será posible.
Construcción de Demanda y Diversidad.
Posibilitar el despliegue de las distintas subjetividades presentas respecto a una
misma realidad “objetiva”. La construcción de la demanda no será pues, una
sumatoria de los pedidos formulados, sino más bien el producto del interjugo de las
diversas subjetividades.
Encargo la formulación del pedido lleva consigo una serie de depositacones en el
psicólogo. A ello nos referimos cuando hablamos de Encargo. Depositaciones que
implican el reconocimiento de un saber y de una autoridad en el profesional y que
por lo tanto posibilitan una intervención y también despotiaciones que obstaculizan,
sin dar lugar a un intercambio donde ambos términos de la relación tengan un papel
activo y protagónico.
CONCLUSIONES: como disciplina o como un particular enfoque de la psicología, la
psicología comunitaria se constituye en una oferta que busca dar respuesta a los
problemas sociales que hoy la aquejan.

Soto, A. (2002). Procesos de intervención comunitaria.

En un primer momento, la instrumentación de la licenciatura en psicología se


enfrentó a la necesidad de distanciarse de las concepciones más tradicionales de
esta profesión, caracterizadas, principalmente, por enfoques positivistas y
experimentalistas. Así, la estructuración de la curricula quedaría fincada
básicamente en la problemática del sujeto y la construcción de la subjetividad.
En un inicio, gracias a los aportes de la escuela piagetana, se privilegiaron las
reflexiones en torno a los procesos de aprendizaje. Otro momento en la génesis de
la carrera estaría caracterizado por la influencia del psicoanálisis, teórico como Marie
Langer o Armando Bauleo fueron determinantes en el perfil de la licenciatura. La

Psicoresumenes Gen2016
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escuela de Pichon-Riviére de Argentina orientaría, también, hacia una idea de la


psicología a partir del trabajo de grupos. Desde un inicio quedaría formulada, en el
perfil de la carrera, la necesidad de tomar en cuenta los aportes de otras disciplinas;
de esta manera, la lingüística, la antropología, la filosofía, la sociología y las
reflexiones teóricas y metodológicas del análisis institucional, entre otros, fueron
conformando, a través del tiempo, el marco conceptual de nuestra disciplina.
Si bien los campos de acción que se ofrecen para los profesionales de la psicología
han sido diversos —establecimientos gubernamentales, instituciones de salud,
establecimientos educativos, empresas, iglesias, instituciones de asistencia privada
(IAP), organizaciones no gubernamentales (ONG), grupos populares—, es
importante señalar que las formas de intervención no se han dado sin tropiezos.
Cuando los alumnos y profesores "aplican a la realidad social sus conocimientos"
aparecen serias problemáticas en torno a cuestiones tales como conflictos de
paradigmas, metodología, técnicas o herramientas, demandas y encargos,
presupuestos, contratos, etcétetera. Mencionar lo anterior tiene sentido puesto que
da cuenta de la complejidad que aparece cuando hablamos de las formas de
intervención comunitaria, problemática que hemos heredado de los psicosociólogos
y hasta de los modelos desarrollistas y funcionalistas.
Hablar de intervención, de intervención grupal, institucional o comunitaria no sólo es
referirse a las técnicas que deben ser empleadas para optimizar la acción de quien
interviene. Es necesario comprender que la comunidad, los grupos, las instituciones
u organizaciones, son formas sociales colectivas sostenidas por una subjetividad
social que las dota de sentido; por lo tanto, la implementación de dispositivos de
intervención deberá, necesariamente, tomar en cuenta cuestiones tales como las
relaciones que se establecen entre el sujeto y el objeto de estudio, el saber social y
el científico, la relevancia de las problemáticas, la escucha, la negatricidad, las
creencias, los deseos, las angustias.
La hipótesis que sostiene este trabajo es que la realidad se transforma y por lo tanto
las estrategias de intervención también. La presencia de nuevos actores sociales
que han problematizado cuestiones como violencia, sexualidad, educación o salud,
nos obliga a replantear los modos en los que la psicología social se ha venido
involucrando con estas temáticas. Los paradigmas asistencialistas, que han
determinado muchas de nuestras acciones, han sido fuertemente cuestionados y las
interrogantes en relación con nuestro compromiso y trabajo ético han definido las
rutas de nuestro quehacer profesional.
La intervención comunitaria reconoce en sus orígenes múltiples herencias teóricas
que coincidirán en vincular la investigación y la práctica.
Nuevas formas de análisis social se vuelven concebibles, mientras que, hasta ahora,
las investigaciones tendían a ser una calca de las metodologías experimentales de
las ciencias nobles y maduras a las que las jóvenes ciencias humanas buscaban
asemejarse. De los laboratorios científicos y las experimentaciones reducidas a la
manipulación de variables, en el seno de modelos hipotéticos para la administración
de la prueba, se pasa a la perspectiva de una búsqueda de datos, incluyendo los
testimonios obtenidos en "laboratorios" a cielo abierto, que coincida con tal o cual
resquebrajamiento de la realidad social”.
Indudablemente, la intervención comunitaria hecha desde la psicología, se ha

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fundamentado, en muchos de sus casos, en un modelo médicohigienista de


atención. Centrada en los procesos mórbidos y en la gestión de los riesgos, la
intervención psicológica se convierte en heredera de una intervención de índole
sanitaria fuertemente influida por los trabajos epidemiológicos que desde la
psiquiatría se han llevado a cabo. Otro de los linajes teóricos de la intervención
comunitaria puede ser reconocido en la propuesta de Kurt Lewin en torno a la
investigación acción; en este planteamiento vamos a encontrar una especie de
deslizamiento progresivo del "investigador" al "interviniente".
Considerando los grandes cambios sociales que se darían en el contexto de la
Segunda Guerra Mundial, Lewin estaría planteando la intervención del profesionista
como un dispositivo de ayuda para la solución de problemas y la toma de decisiones.
Si bien se reconoce en este autor una gran contribución al campo de la discusión
metodológica y epistemológica, autores como Ardoino van a hacer notar el carácter
fuertemente praxeológico de esta propuesta.
La investigación acción más corrientemente realizada desde Lewin es praxeológica,
es decir, ciencia de la acción o más exactamente lógica de la acción orientada
esencialmente hacia el conocimiento refinado, para la optimización de la práctica,
articulando para ello, en el seno de un mismo modelo, las intenciones de la política,
los cálculos de la estrategia y los riesgos de la táctica [...] Por supuesto, los objetivos
se hallarán siempre privilegiados respecto de las finalidades, las intenciones y el
proyecto [Ardoino, 1981:33].
En una génesis teórica más cercana, vamos a encontrar los trabajos de Gómezjara
en relación con el desarrollo de la comunidad. En una crítica a las estrategias
gubernamentales de contener la miseria de miles de explotados mediante
programas para desarrollar la comunidad, este autor plantea la idea de que el
desarrollo comunitario, es decir el cambio y el mejoramiento de la comunidad, no
debe venir desde afuera y desde arriba, sino desde dentro, tomando en cuenta sus
necesidades y promoviendo una organización consciente.

Este nuevo desarrollo comunitario significa organizar independientemente y


democráticamente a los explotados de las comunidades rural-urbano no para
adaptar, incorporar o modernizarlas, según el modelo capitalista, sino para oponerlo
y sacarlas de ese proceso, a través de la crítica y la acción cooperativa solidaria en
favor del cambio social radical [Gómezjara, 1977:13].
En el campo del trabajo social parecen encontrarse formas críticas de intervención
que, inspiradas en los métodos antropológicos, amplían sus objetos de observación
e implementan nuevas formas de proceder y de conceptualizar la intervención
comunitaria. Temas tales como cultura, identidad, memoria y conciencia colectiva
van siendo relevantes en las experiencias de terreno que fundamentan al trabajo
social.
En este breve e incompleto recorrido disciplinario sobre la intervención comunitaria,
no puede dejar de mencionarse el modelo de psicocomunidad impulsado por Cueli
y Biro en la década de los setenta. De origen básicamente psicoanalítico, se
planteaba un proyecto preventivo que permitiera un mejor nivel de salud,
específicamente de salud mental. Algunos de los elementos centrales de este
modelo son: la utilización de un grupo como instrumento explorador frente al grupo

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que constituye la comunidad, y el manejo continuo de las fantasías previas de los


miembros del grupo explorador y que se cotejan frente a las experiencias del trabajo
en comunidad. Por ejemplo, el tipo de relación entre padres e hijos, la relación entre
la familia y algunas instituciones del lugar como la iglesia o iglesias, la escuela, la
delegación, etcétera, eran algunos de los elementos que se exploraban en este
proyecto. Para Ricardo Blanco y Pablo Moch algunas de las características de este
modelo son las siguientes: Asimetría en la relación supervisor, promotor y
comunidad.
Unidisciplinar. Estructurado, encuadre rígido: estrictamente definidos rol, objetivo,
espacio y tiempo. Movilizador de ansiedades básicas inconscientes de la comunidad
contenidas por el encuadre. Busca la reactualización de potencialidades de los
miembros del grupo y de la comunidad.
Aparecen también las construcciones teóricas y metodológicas de la psicología
comunitaria o de la psicología social comunitaria, que tienen como fin la prevención
de la enfermedad y la promoción de la salud. Recuperando diversos paradigmas
disciplinarios, la psicología comunitaria trata de definirse a partir de un trabajo
interdisciplinario y comprometido con la transformación de la sociedad. Entre sus
principios, reivindican el contexto social como un texto; el carácter activo de los seres
humanos; las capacidades, fortalezas y posibilidades de las comunidades; el
conflicto como motor de cambio y los métodos cualitativos de intervención. Maritza
Montero señala:
Aproximadamente podríamos describir a la psicología comunitaria como la rama de
la psicología cuyo objeto es el estudio de los factores psicosociales que permiten
desarrollar, fomentar y mantener el control y poder que los individuos pueden ejercer
sobre su ambiente individual y social para solucionar problemas que los aquejan y
lograr cambios en esos ambientes y en la estructura social [Ferrullo, 2000:47].
Finalmente, es importante señalar que en el centro de estas reflexiones teóricas ha
estado presente la discusión en torno a la definición del concepto comunidad; pese
a las diferencias que podemos encontrar, sus planteamientos nos remiten a un
concepto geográfico en su sentido físico y humano. Es decir, comunidad territorial y
comunidad entendida en función de la distribución de la población y su
infraestructura.
Sin embargo, creo que una reflexión sobre los dispositivos de intervención
comunitaria, debe contemplar los sistemas de interferencia que se manifiestan en
ésta; esto es, es necesario plantear a la comunidad como un contexto de máxima
transversalidad, en donde la creación artificial de límites puede hacernos perder la
complejidad de las relaciones que se establecen en ella. Los elementos culturales e
identitarios, la historia, la articulación entre el presente y el futuro, la elaboración de
proyectos y otras de las manifestaciones en las que se organiza el imaginario social
—como producciones utópicas, esperanzas, memoria colectiva— aparecen como
elementos centrales en los procesos comunitarios y de constitución de la
subjetividad social.
En el problema de los sujetos hay una doble realidad: la que es aprehensible
conceptualmente (condiciones estructurales, formas organizativas, patrones de
comportamiento, actitudes), y otra que no es aprehensible con la misma lógica
(experiencias, memoria, conciencia, mitos); esta conjunción de realidades, que

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define una ampliación en los mecanismos de análisis, desafía a la conciencia


cognoscitiva a construir una relación de conocimiento que sea más congruente en
la representación de la realidad con esta complejidad. El análisis de los sujetos
supone como requisito tanto no darlos por terminados como concebirlos desde la
complejidad de sus procesos constitutivos que tienen lugar en distintos planos de la
realidad.
Lo anterior significa que cuando hablamos de intervención comunitaria no sólo
tenemos frente a nosotros un conjunto indiferenciado de pobladores instalados en
una delimitación geográfica. Hablamos de sujetos, no de objetos, con
potencialidades que constantemente están transformando su realidad. Y esta
transformación de la realidad sólo puede ser comprendida en el marco de la
subjetividad social que, en palabras de Hugo Zemelman, incorpora la dimensión de
la posibilidad. La comunidad entonces, deja de ser un agregado de individuos y pasa
a convertirse en un espacio o contexto de reconocimiento común en el que se
articulan información y cultura, conocimientos y tradiciones, experiencias y visiones
y un conjunto de universos y significaciones que dan forma a un pensamiento que
trasciende a cada uno de los sujetos.
De acuerdo con lo anterior, tenemos entonces comunidades heterogéneas con
varios tiempos y espacios que coexisten; si bien la génesis teórica de la intervención
comunitaria poco ha tomado en cuenta estos elementos, podemos plantear también
una génesis social que da cuenta de las transformaciones en las relaciones sociales
y que además de cuestionar nuestro lugar de expertos en los procesos de
intervención, plantean a la psicología social nuevas demandas.
La intervención comunitaria no puede seguir siendo la misma de hace veinte años;
ahora tenemos una sociedad fuertemente politizada, con nuevas demandas y con
procesos de promoción social que confrontan directamente las labores asistenciales
de los especialistas. Así, los trabajos y propuestas para intervención comunitaria
deben tomar en cuenta la profunda transformación de las relaciones sociales,
promovida por la politización de los espacios colectivos y comunitarios.
En el centro mismo de las prácticas de intervención comunitaria, sea en sus orígenes
teórico-disciplinarios o sociales, aparece una fuerte tensión en entre dos tendencias:
los modelos asistenciales y los promocionales. La institución asistencial, heredera
de la caridad, la beneficencia pública y la filantropía, estará caracterizada
básicamente por funcionar como un paliativo de los efectos de la marginación y la
exclusión; por no atacar realmente las causas que originan la infelicidad de millones
de personas; y por establecer un proceso de individualización de la necesidad. La
lógica promocional tendrá, entre una de sus más representativas características, la
polémica de la autorización. La finalidad de la intervención promocional convierte al
actor en autor, en el creador e incluso generador de sus propios procesos de
transformación. El quehacer del psicólogo social, educador, investigador o algún otro
interviniente está centrado aquí en promover en los sujetos la capacidad para
autorizarse, reconocerse y decidir las cosas por ellos mismos.
De esta manera se puede observar cómo la intervención comunitaria, en el contexto
de la psicología social, ha estado fuertemente asociada más que a los procesos
promocionales, a los modelos asistenciales.
Podemos observar entonces cómo, éstos y otros espacios, son dinámicos y por lo

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tanto nuestra labor profesional no puede quedar reducida a las funciones


asistencialistas. Una reflexión constante sobre nuestra práctica profesional y
docente, nos lleva a levantarnos contra la implementación de paliativos que
instituyen la infelicidad como condición para la supervivencia.
De este modo, la intervención comunitaria tiene en los procesos de promoción un
terreno, un espacio social privilegiado para mirarse críticamente y redefinir el
proyecto y el objeto de su acción.
Lo anterior significa también que todo trabajo de intervención debe cuestionar el
recorte apriorístico de su objeto de estudio. En los orígenes de la licenciatura en
psicología de la UAM-Xochimilco, encontramos ya las primeras distancias en torno
a las psicologías abstractas, psicologías que se separan del terreno y elaboran así
sus problemas y supuestos desde un trabajo de escritorio. Tal y como plantea
Ardoino, el trabajo del investigador e interventor deberá buscar la relevancia de la
problemática, no pensar desde la abstracción las demandas del terreno; ello implica
evidentemente la utilización de un método clínico, no en el sentido terapéutico, sino
en la capacidad de escucha del terreno. El terreno de intervención, se convierte de
esta manera, en un referente más.
El vínculo universidad-sociedad se complejiza cuando observamos que:
• Existen múltiples planos de la realidad social y por lo tanto ésta no puede ser
entendida como única y sin movimiento. • No se puede dejar de reconocer la fuerte
politización y concientización que existe actualmente en diversos sectores de la
sociedad.
La reflexión sobre estas dos cuestiones nos ha llevado entonces a distanciarnos de
las lógicas que pretenden cambiar, influir o explicar "la realidad", asimismo se ha
abierto un constante cuestionamiento sobre nuestras prácticas y hemos aprendido
que no sólo existe el saber científico, sino que es necesario reconocer el saber
social, ese saber que portan mujeres, jóvenes, niños, trabajadores, reclusos, grupos
o movimientos organizados, acerca de su sociedad.
Lo anterior significa entonces que todo trabajo de intervención comunitaria debe
reconocer que la complejidad de la realidad no puede ser analizada o dividida en
partes para su "profundización", sino que es necesario entender que lo que
estudiamos son siempre fenómenos complejos. A continuación anotaré algunos de
los elementos que son indispensables para pensar el problema de la intervención
comunitaria.
Los sujetos con los que intervenimos no son indiferentes a las producciones del
saber que les conciernen (saber social), por lo tanto reaccionarán y van a interferir
constantemente con los instrumentos de análisis e investigación que les sean
destinados y perturbarán seguramente su funcionamiento. Como hemos convenido,
la investigación es una estrategia de conocimiento, lo que tenemos que recalcar es
que tal objetivo es susceptible de provocar una especie de contraestrategia. Hemos
visto en nuestra experiencia que existe una gran capacidad de negación, de
negatricidad que difícilmente podrá ser eliminada del campo o del objeto. Reconocer
la negatricidad del objeto es reconocer a éste como sujeto.
El objetivo del enfoque multirreferencial no es el mismo que el de los enfoques trans,
inter o multidisciplinarios, en los que, señala Ardoino, cada una de las disciplinas
quiere conservar el uso propio de su lenguaje sin querer aprender y hablar el de los

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otros. Además, el proyecto de la trans, inter o multidisciplina apuesta claramente a


la ilusión de la "totalidad" del conocimiento, como si los hechos sociales pudieran
ser transparentes de una vez y para siempre.
Lo grupal, institucional y comunitario no deben ser entendidos como instancias
separadas. El conjunto de las relaciones sociales en una sociedad están
atravesadas por estas tres dimensiones. Incluso, debemos anotar aquí también a
las organizaciones. Desde algunas perspectivas teóricas el estudio sobre los grupos
ha dejado de estar centrado en el grupo mismo, para reconocer la determinación de
procesos mas amplios. Cuando Castoriadis propone su tesis sobre el imaginario
social y sobre el conjunto de significaciones imaginarias que lo constituyen, abre la
posibilidad de comprender las fuertes cargas de transversalidad entre estas tres
formas sociales colectivas. Castoriadis, seguido por la vertiente francesa del análisis
institucional, han planteado que cuando se habla de instituciones no se está
hablando necesariamente de establecimientos o de espacios físicos, como
comúnmente lo pensamos; sino que nos remiten más bien a esas formas y prácticas
sociales que otorgan sentido y significado a una sociedad en un momento histórico
determinado. En nuestra sociedad, por ejemplo, se puede hablar de la asistencia,
de la calificación, del castigo o de la moda, como instituciones; en otras sociedades
han sido instituciones el potlach o el derecho de pernada.

Psicoresumenes Gen2016

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