En consecuencia, la socialdemocracia alemana en su congreso de 1959, declaró que su objetivo estratégico era consolidar el Estado benefactor “avanzado” y articulado con la economía mixta en un capitalismo domesticado apellidado “social”; y enseguida, los laboristas ingleses y el resto de gobiernos y partidos socialdemócratas europeos proclamaron que el “capitalismo de bienestar social” era ya tanto el medio como el fin último de su lucha política.
La única excepción a la claudicación socialdemócrata fue el Plan Meinder del gobierno
sueco, que pretendía transformar el capitalismo en socialismo transfiriendo paulatinamente las acciones de propiedad de los empresarios a los sindicatos. Pero otra cosa pensaron los prosaicos empresarios capitalistas que arremetieron contra el movimiento obrero y su gobierno socialdemócrata, a los que derrotaron políticamente obligándolos a conformarse con un Estado benefactor “restringido” por la hegemonía capitalista.
Por otro lado, en 1997 en la Inglaterra arrasada por el neoliberalismo thatcherista,
Anthony Blair líder del partido laborista, enarboló la propuesta de situar la socialdemocracia británica a medio camino entre el neoliberalismo canonizado en el Consenso de Washinton y la tradicional izquierda democrática, anclada en el keynesianismo y el Estado de Bienestar. Así, “Tony” Blair, ya elegido primer ministro en 1997, oriento el laborismo británico hacia el “Centro izquierda” o “Tercer Vía”: entre la vieja keynesiana o la nueva derecha neoliberal thatcherista; con el objetivo de fortalecer la solidaridad social pero sin abandonar los dogmas del “libre” mercado.
Más aún, el gobierno de Blair impuso medidas tributarias gravando a empleados y
trabajadores y reduciendo los impuestos a los grandes empresarios.