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Los contratos consensuales se forman por el solo acuerdo de las partes, solo consenso. Hay
cuatro: la venta, el arrendamiento, la sociedad y el mandato. La simple convención es bastante
para que haya contrato, sin ninguna solemnidad de palabra ni de escritura. El consentimiento
puede, pues, manifestarse de cualquier modo, con tal que sea cierto.
De ahí resulta que los contratos consensuales pueden formarse entre ausentes. Las partes dan,
entonces, a conocer su voluntad por carta, o por un mensajero, al que no se considera como a
un mandatario encargado de realizar el contrato por otro, sino como simple instrumento: un
medio material de transmitir el consentimiento.
Venta
Hay venta cuando dos personas convienen que una debe procurar a otra la libre posesión y el
goce completo y pacifico de una cosa determinada, mediante el pago de un precio fijado en
dinero. El que debe la cosa es el vendedor, el que debe el precio es el comprador.
La venta es perfecta desde que el vendedor y el comprador se han puesto de acuerdo sobre la
cosa vendida y sobre el precio. Ningún escrito se exige para la formación del contrato. Si las
partes hacen redactar uno, no es útil más que para la prueba.
El acuerdo de las partes, necesario para la perfección de la venta, debe recaer sobre la cosa
vendida y sobre el precio, que son el objeto mismo de la obligación de cada uno de los
contratantes, y constituyen, por consiguiente, elementos esenciales del contrato.
i. De la cosa vendida
Todas las cosas susceptibles de entrar en el patrimonio de los particulares pueden constituir el
objeto de una venta. Puede ser vendida una cosa corporal, o una incorporal: una servidumbre,
un crédito, una herencia; pero no una herencia futura.
Para que la venta sea válida, es necesario que el precio consista en dinero amonedado, que sea
cierto y serio.
El equivalente que el comprador debe dar al vendedor, a titulo de precio, no puede ser una
cosa cualquiera. Es preciso que sea una suma de dinero, pecunia numerata.
El precio debe ser cierto, es decir, determinado, o cuando menos, susceptible de serlo. Así, la
venta es válida si es hecha con el dinero que el comprador tiene en su caja, porque es una
cantidad cierta, aunque desconocida de las partes.
En fin, el precio debe ser serio, verum. Al no serlo, la venta es nula, si es insignificante con
relación al valor de la cosa vendida, o cuando el vendedor no tiene intención de exigirlo.
Efectos de la Venta
La venta, como todos los contratos, solo tiene por efecto crear obligaciones entre las partes.
Desde el instante en que se forma, origina obligaciones de ambos lados, a cargo del vendedor y
a cargo del comprador.
La obligación del vendedor puede descomponerse en varios elementos. Para que procure al
comprador el goce pacifico y duradero de la cosa, es necesario, en efecto: que se entregue la
posesión; que le garantice contra la evicción, es decir, que le defienda contra los ataques de
terceros y le indemnice, al producirse el caso de que la cosa le sea quitada legalmente; y que le
garantice contra los vicios ocultos de la cosa.
a. De la Obligación de entregar:
El vendedor debe hacer entrega de la cosa vendida al comprador. Tiene que traspasar al
comprador una posesión libre y duradera, una posesión que no puede serle quitada por un
tercero. El vendedor debe hacer entrega de la cosa vendida al comprador con todos sus
accesorios y con los frutos que ha producido desde el día del contrato, salvo cláusula contraria.
Hasta la entrega, es responsable si la cosa perece o se deteriora por dolo o por su culpa. No se
libera de su obligación más que si el objeto de la venta es un cuerpo cierto que perece por caso
fortuito antes de la entrega.
b. De la garantía de la evicción
No basta que el vendedor haya entregado al comprador la libre posesión de la cosa vendida; es
necesario también que esta posesión sea duradera. Si, pues, un tercero hace reconocer en
justicia su derecho sobre la cosa, y despoja al comprador, es decir, se la quita en totalidad o en
parte, el vendedor está obligado a ir en auxilio del comprador, y si no ha podido impedir la
evicción, reparar sus consecuencias, indemnizándole; tan es la obligación de garantía.
El vendedor debe también garantía al comprador, en razón de los vicios ocultos que pueden
afectar a la cosa vendida y disminuir su valor.
El vendedor debe conocer los defectos de que adolece la cosa. Ya sea de buena o mala fe, si no
los ha declarado al comprador, o si ha afirmado cualidades de que la cosa está desprovista, los
ediles proporcionan contra el dos acciones, a elegir por el comprador según su interés:
1. La acción redhibitoria tiende a la resolución de la venta. Puede ser ejercida durante seis
meses útiles desde la echa del contrato, y tiene a una especie de in integrum restitutio. Es
decir, el comprador devuelve la cosa con los accesorios y los frutos. El vendedor debe restituir
el precio con los intereses.
2. La acción aestimatoria o quantis minoris tiene por objeto obtener una disminución de
precio. Puede ser ejercida varias veces, a medida que el comprador descubre nuevos vicios,
pero solamente durante un año útil a partir de la venta.
· De la obligación del comprador
El comprador debe pagar al vendedor el precio convenido, con los intereses a contar del día en
que ha entrado a disfrutar de la cosa vendida e indemnizarle de los gastos hechos para el
mantenimiento y conservación de la cosa hasta la entrega.
El vendedor tiene las siguientes garantías para protegerse en caso de que su comprador no le
pague:
Derecho de Reservarse hipoteca sobre la cosa vendida.- El vendedor, al hacer al comprador una
tradición traslativa de propiedad, puede también reservarse una garantía de otro orden,
conviniendo con el que tendrá hipoteca sobre la cosa vendida, para seguridad de su crédito.
Este procedimiento proporciona al vendedor la acción hipotecaria en caso de no ser pagado el
precio; pero ha tenido poco uso en el derecho romano.
Arrendamiento
Es un contrato por el cual una persona se compromete con otra a proporcionarle el goce
temporal de una cosa, o a ejecutar para ella cierto trabajo, mediante una remuneración en
dinero, llamada merces. El que se obliga a suministrar la cosa o trabajo es el locutor. El que
debe el precio de alquiler, o merces, toma el nombre de conductor.
Los romanos distinguían dos especies de arrendamiento: a) El arrendamiento de cosas, locatio
rerum; es la aplicación más importante de este contrato, y b) El arrendamiento de servicios,
locatio operarum u operis.
El acuerdo de las partes debe recaer sobre la cosa objeto del arrendamiento, y sobre el precio,
elementos que son esencia del contrato:
1- Por lo general, el arrendamiento puede tener por objeto toda cosa, mueble o inmueble,
corporal o incorporal, susceptible de figurar en el patrimonio de los particulares. Hay que hacer
excepción, sin embargo de las servidumbres prediales, que no pueden ser arrendadas sin el
terreno a que pertenecen.
2- El precio de arrendamiento debe presentar iguales caracteres que el precio de venta. Debe,
pues, ser cierto. Debe consistir en dinero; si por el disfrute de una cosa se ha prometido una
remuneración de otra naturaleza, no hay más que un contrato innominado. Sin embargo, al
tratarse del arrendamiento de un fundo, la renta podía ser fijada en especie. En fin, el precio
debe ser serio: de lo contrario, no hay arrendamiento.
Efectos del arrendamiento:
De la obligación del arrendatario.- El arrendatario tiene que pagar el precio convenido, merces,
y debe, como el comprador, transferir su propiedad al arrendador. Pero la merces no consiste
en un precio único, pagadero en una sola vez para toda la duración den arriendo. Hallase
dividida en una serie de prestaciones periódicas, cada una de las cuales, llamada pensio, solo
es exigible en el plazo convenido.
En principio, los riesgos son para el arrendador. En efecto, si la cosa arrendada perece por caso
fortuito, el arrendatario, que debe devolverla al finalizar el arriendo, y que es deudor de un
cuerpo cierto, queda liberado. Por otra parte, cesa de pagar la merces, pues que no es más que
la remuneración de su disfrute¸ y desde que este se hace imposible, ya no debe nada. Es, pues,
el arrendador quien soporta la perdida de la cosa arrendada. Lo mismo sucede con una perdida
parcial o un simple deterioro, pues el arrendatario puede obtener una reducción de la merces,
y se libera al fin del arriendo devolviendo la cosa tal como está.
En tanto que la venta debe proporcionar al comprador la utilidad perpetua de la cosa vendida,
el arrendamiento no está destinado más que a suministrar al arrendatario el disfrute temporal
de la cosa arrendada. Este contrato, por lo tanto, tiene forzosamente una duración limitada.
Cuando termina, se agota la fuente de las obligaciones que emanan de él.
Las causas que ponen fin al arrendamiento son: 1. La expiración del tiempo convenido. 2. La
pérdida de la cosa arrendada. 3. El mutuo disentimiento, es decir, el acuerdo de las partes para
resolver el contrato. 4. La anulación obtenida por el arrendador. Tiene el derecho de hacer
cesar el arriendo cuando el arrendatario abusa del disfrute, o queda dos años sin pagar la
merces (en roma el pago de la merces era generalmente anual), y cuando quiere recuperar la
casa para habitarla el mismo.
De Servicios
Es un contrato por el cual una persona se compromete con otra a ejecutar para ella cierto
trabajo, mediante una remuneración en dinero, llamada merces. Se distinguen la locatio
operarum y la locatio operis.
1.- Hay locatio operarum - cuando el locutor le presta determinados servicios al conductor.
2.- Hay locatio operis – cuando el que presta sus servicios recibe de la otra parte la tradición de
una cosa sobre la que tiene que realizar su trabajo.
Sociedad
El contrato de sociedad es perfecto por el simple acuerdo de las partes y antes de que hayan
puesto en común los bienes que se comprometen a suministrar. El consentimiento puede ser
manifestado en cualquier forma, oralmente, por carta o por mensajero, como en todos los
contratos consensuales.
Elementos esenciales:
a- Las Sociedades Universales, cuyo carácter común es abarcar la universalidad o una parte
alícuota del patrimonio de los socios.
2. La sociedad omnium quae ex quaestu veniunt que comprendía únicamente los bienes que
los socios adquieran por su trabajo durante la sociedad. Las deudas contraídas en ocasión de
estas adquisiciones son las únicas comunes.
b- Las Sociedades Particulares, en las que los socios solo ponen en común objetos particulares.
Eran de dos clases:
1. La Unius Rei, en que los socios ponen en común la propiedad o el uso de una o varias cosas
determinadas, para explotarlas y repartir los beneficios. Está limitada a una sola operación.
2. La Sociedad alicujus negotiationis, en la que varias personas ponen en común ciertos
valores, con propósito de realizar una serie de operaciones comerciales de genero
determinado.
Efectos de la Sociedad
La sociedad, contrato sinalagmático perfecto, produce a cargo de todos los socios la misma
obligación sancionada por la acción pro socio. Como el de la sociedad es obtener un resultado
en que participen todos los socios, cada uno de ellos debe hacer común a los demás, no
solamente lo que ha prometido aportar, sino también el resultado de las operaciones que ha
realizado para la sociedad. Cada socio debe suministrar lo que ha prometido, es decir, realizar
su aportación y garantizar el disfrute a sus coasociados. Cada asociado debe gestionar los
negocios comunes y comunicar a sus consocios el resultado de esta gestión. En fin, los socios
responden de su dolo y culpa.
Toda sociedad tiene limitada su duración. Entre las causas que pueden traer la disolución del
contrato:
1.La llegada del termino fijado, o la condición a que esta subordinada la resolución de la
sociedad.
3.La muerte de uno de los socios. La sociedad es, en efecto, contratada intuitu personae, es
decir, que cada socio tiene confianza en los demás y sólo se asocia porque cuenta con el
concurso de todos los que acepta como socios.
5.El mutuo disentimiento, es decir, la voluntad común de los socios que están de acuerdo para
disolver la sociedad.
Mandato
El mandato es un contrato por el cual una persona da encargo a otra, que acepta, de realizar
gratuitamente un acto determinado o un conjunto de operaciones. El que da el mandato se
llama mandante, mandator o dominues; el que se encarga de ello se llama mandatario,
procurador. Este contrato tenía una gran utilidad práctica, porque ocurre con frecuencia que
una persona está impedida, por enfermedad o por ausencia de dar cumplimiento a los actos
necesarios para la gestión de sus bienes y tiene que recurrir a la buena voluntad de un tercero.
Así, los poderes confiados al mandatario podían ser más o menos amplios: ya estuviese
encargado de uno o varios asuntos especiales; ya su mandato fuese general y comprendiendo
la administración del patrimonio entero.
El contrato de mandato es perfecto por el solo acuerdo de las partes. El consentimiento puede
ser dado ya expresamente, por palabras, por carta o por mensajero; ya tácitamente, pues el
que sabe que un tercero obra por el y no se opone a ello, es considerado como dándole un
mandato tácito.
b) Cuando el mandato ha sido ejecutado, debe el mandatario dar cuenta al mandante, es decir,
entregarle todo lo que ha adquirido para el.
2. De la obligación del mandante. Este debe hacer de modo que el mandato no ocasione al
mandatario ningún perjuicio Si, pues, el mandatario hace gastos justificados, o ha sufrido
perdidas a causa de la ejecución del mandato, el mandante debe indemnizarle de ellas. Si el
mandatario ha contraído obligaciones, debe procurarle su liberación, ejecutándolas o
tomándolas a su cargo mediante una novación. Por otra parte, es responsable de toda falta
para con el mandatario, puesto que esta interesado en el contrato.
El mandato acaba naturalmente por el cumplimiento del acto de que esta encargado el
mandatario. Puede también tener fin antes de ser ejecutado, o cuando solo ha recibido un
comienzo de ejecución. Cuando es así, las obligaciones ya nacidas y no ejecutadas no son
anuladas. Pero estando disuelto el contrato, ya no se producen nuevas.
2. La voluntad del mandante que tiene el derecho de revocar el mandato cuando le plazca.
3. La voluntad del mandatario, que puede renunciar a cumplir el mandato con tal que no
resulte ningún daño para el mandante, si no, le debe una indemnización, a menos que haya
tenido un motivo legitimo para renunciar.