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SEGUNDA PARTE
OTROS HEROES PUNEÑOS
TUPACAMARISTAS
APAZA, Carlos.
No sabemos en que momento es plegó a la
sublevación, pero de su radicalismo tenemos noticia
por su apodo “el maldito” con que los zahirieron los
virreynales estuvo en el primer cerco de Sorata, el
lado da Andrés Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza y
Miguel Bastidas, tal como lo narra la crónica de
Melchor de Paz; más tarde tomaría la ciudad, junto a
los demás en el segundo asedios tras una lucha de tres
meses. Sabemos que destacó en los alzamientos de
pueblos de todo el altiplano puneño, tal como lo
denuncia el informe del Cabildo del Cuzco de 1784.
Vinculado al Inca Diego Cristóbal, combatió a su lado
por espacio de varios meses pero no lo siguió en su
decisión de acogerse al indulto virreynalicio. Habría
de luchar por lo menos hasta mayo de 1782, con
montoneras propias, en diversos parajes del Lago
Titijaja, como lo revela el citado cronista Paz. Al final
se refugió en el cerro Quillina, donde perece que fue
asesinado el 14 de junio de ese mismo año, tras sus
correrías en Larecaja y Achacachi.
La versión oficial que la descerrajaron un balazo de
sorpresa, en su refugio; y que luego lo destrozaron,
sablazos. Su cabeza fue clavada en una pica en
Achacachi, ciudad a la cual intentó cercar.
Sus proezas a veces se confunden con las de otros
caudillos altiplánicos que adoptaron las nombres de
Catari (muchísimos) y de Puma. A veces también
Carlos Apaza fue llamado Carlos Catari.
Carlos Apaza actuó casi siempre, con su nombre de
combate, Carlos Puma Catari; por esta rezón se
confunde a veces su vida con la de los varios Catari
de este período y con uno que otro montonero que
adoptó el mote de Puma.
APAZA, Dionicio Valentín.
Fue uno de los más destacados Coroneles del Inca
Diego Criatóbal durante, los períodos más difíciles de
la rebelión. Mas tarde lo apoyo en las gestiones de
paz, pero recelando de la sinceridad de los virreynales
se retractó y volvió a la guerra en noviembre da 1781,
quizá conmovido por las crueles ejecuciones de
varios líderes contumaces. No sabemos más de este
dirigente y lo poco que se conoce a través de la obra
del historiador fray Eulogio Zudaire. A través de este
Apaza es posible también percibir en la obra de
Zudaire las vacilaciones y dudas tremendas del Inca
Diego Cristóbal.
Hay otro Apaza, Damián, ubicado como agitador y
organizador en Carabaya durante al mes de diciembre
de 1780. María leticia Cáceres ha estudiado el
personaje no lo incluimos en estas páginas porque no
nos consta que llegase vivo hasta octubre de 1781.
También pudo ocurrir que es retirase de la lucha.
CALISAYA, Alejandro,
Fueron tres por lo menos los Colisaya participantes
en la gran rebelión tupacamarista y no sabemos si
eran parientes a deudos. El que más nos interesa
ahora, Alejandro, es inició en la lucha combatiendo
en el primer asedio a la ciudad de Puno, bajo el mando
de caudillos como Andrés Ingaricona, Nicolás Sanca
y José Mamani, tal como asegura Sir Clament
Markham, ese notable paruanista inglés que recerrió
paso a paso gran parte del altiplano hace casi siglo y
medio, recogiendo todo tipo de
Informaciones nativas y, naturalmente, datos de lo
acaecido entre 1780 y 1782.
Markham sostiene asimismo que Calisaya, fue
oriundo da Carabaya aunque por desgracia no
consiguió el sitio de su nacimiento.
Resulta altamente probable que Calisaya combatiese
contra Pumacahua y el Mariscal del Valle al momento
de la ofensiva sobre el Lago Titijaja; y más tarde en
la atroz retirada de las deshechas huestes virreynales,
acciones bélicas que se desenvolvieron bajo el
Incazgo de Diego Criatóbel Túpac Amaru, sucesor en
el mando de José Gabriel. Así mismo por sus
condiciones militares, Calisaya debió concurrir a
otras acciones da importancia, como la toma de
Sorata el lado de Pedro Vilcapaza y Miguel Bastidas,
todos a ordenes de Andrés Túpac Amaru “el inca
mozo", sobrino de Jose Gabriel y de Diego Criatóbel.
Por último Calisaya bien pudo haber ido a reforzar el
asedio a la ciudad de La Paz y tal deducimos porque
en aquella ocasión al Inca Diego Criatóbel buscó
también disciplinar al turbulento Túpac Catari, jefe de
esa operación y para esta finalidad política quizá
nuestra personaje era útil dado que los otros dos
Calisaya que conocemos, Tomás y Pascual, -
probablemente sus parientes- gozaban de la confianza
del gran líder aimara.
Todo Inca que Calisaya estuvo entre quienes
rechazaron el Indulto del Virrey Agustín de Jauregui
y las negociaciones que finalizaron en le tregua de
Lampa, debió respaldar a Vilcapaza en su negativa e
negociar con los virreynales. Por ello debió estar entre
quienes se opusieron decididamente a la firma del
Tratado de Paz en cicuani en enero de 1781. Así,
proseguiría combatiendo, el melchor de otros jefes
puneños valerosos como Melchor Laura, Carlos
Catari, Carlos Apaza, Antonio Surpo y Andrés
Guargua , formando montoneras aisladas, aunque
bajo la orientación general de Vilcapaza.
La presencia de Calisaya se ilumina
documentalmente en esos meses de posprera
resistencia el poder virreinal, cuando tuvo que luchar
contra la columna del Mariscal Joseph del Valle, el
vencedor de los Túpac Amaru y contra las huestes del
temido Corregidor de Puno, Joaquín de Orellana. Es
precisamente, a través de un extenso porte Militar de
este último que conocemos muchas de las hazañas de
esos líderes de la hora final, Calisaya entre ellos.
Para esa época, Calisaya habría retornado a ciertas
prácticas pre-cristianas, dentro de un original
sincretismo religioso. Tal deducimos del informe
elevado por el Mariscal Del Valle en la siguiente
forma:
“...de tránsito por el lugar de Paca, pudo divisar “a un
indio" arrimado a un rancho en ademán de adorar
alguna efigie; encaminéme para aquel lugar dejando
pasar la tropa y averiguando el caso era que una india
moza de no mal perecer tenía una piedra con un cierto
bosquejo de bulto y algunas ramas nada
extraordinarias, de cualquiera otra piedra bruta. Esta
se adoraba por los indios de aquella comarca
intitulándola santuario. Se la atribuían algunos
milagros y tantos cuantos se figuraban los tenían
numerados con algunos palos clavados por de fuera.
Luego que me presencié concibieran todos ellos que
iba a adorar la piedra del milagro, como ellos la
llamaban y apartando con brevedad en un tiesto un
poco de candela y echándole algún incienso sacaron
con mucha veneración la consabida piedra, que la
tenían envuelta en algunos paños y con muchas velas.
Sorprendióme más la veneración con que la trataban,
cuando me explicaron que en aquel lugar es celebraba
la Pascua de Pentecostés y que unas cimientos que es
iban levantado es fabricaban de orden de Calisaya
quien, reconocido e algunos milagros que había
recibido de le piedra, quería manifestar su
reconocimiento con aquel obsequio religiosa"
Este cristianismo insurreccional no la impedía a
Calisaya actuar contra los sacerdotes, aun cuando no
en la actitud de barbarie que adoptaron otros en el
altiplano. Así, conociendo que cierta falla predicaba
contra los rebeldes (aun cuando entes había sido
capellán de Diego Cristóbal Túpac Amaru) señaló
tajantemente que "no debiendo los frailes mezclarse
en asuntos puramente civiles, procurasen retirarse a
su convento".
TERCERA PARTE
EL TUERTO OBAYA
Pedro Obaya fue uno de los próceres de las luchas
precursoras por la Independencia del Perú y de
América; sin embargo, es un desconocido en la
Historia oficial de nuestra patria.
Nació en lampa, Puno. Era mestizo y seguramente
arriero, a juzgar por sus costumbres y conocimientos.
Y si consideramos la confianza que le fue mostrada
por los Tupac Amaru en marzo y abril de 1781, Obaya
(a quien le decían “el tuerto”, por faltarle un ojo)
debió ser de los conspiradores iniciales al lado del
“Inca” José Gabriel en los días de Tungasuca.
El alto grado de confianza a que aludimos es el que
permitió que se le encargara la debelación de la
peligrosa escisión dispuesta en el Alto Perú por el
líder aimara Túpac Catari; fue el propio José Gabriel
TupacAmaru quien encomendó la delicada misión.
Obaya se llamaba a sí mismo “soldado de Tupac
Amaru”. Como esa lealtad sólo se adquiere en la
lucha, estimamos muy probable la presencia de
Obaya desde el inicio de los acontecimientos en el
altiplano, en los principios de diciembre de 1780.
La doble rebelión de Túpac Catari
Obaya pasó a un primerísimo plano a raíz del doble
levantamiento de Túpac Catari: contra España y, en
la práctica, contra los Túpac Amaru, porque a estos
les restaba cuantiosas fuerzas bélicas y arrebataba un
control general de la situación. Lo cual se explica, en
parte, porque era plebeyo y pertenecía a la nación
aimara, que mantenía divergencias con los quechuas.
Agréguese que simpatizaba tal vez con la sanguinaria
secta de los cataris y estará todo dicho.
Túpac Catari (cuyo verdadero nombre era Julian
Apaza) había además iniciado el ataque a la ciudad de
La Paz aplicando medidas muy violentas. Confundía
venganza con justicia. Lo más grave era el racismo
desde abajo que parecía practicar. Constituía un delito
tener el rostro blanco, o negro y los mestizos eran
vistos con recelo.
Así las cosas, hacía peligrar todo el alzamiento.
Por estas razones a los sublevados cuzqueños se les
hizo urgente sofrenar a Túpac Catari, porque el
radicalismo que mostraba ponía en peligro la unidad
del movimiento. Su oposición a criollos y hasta
mestizos y negros, a los cuales mataba muy
frecuentemente, rompía los principios ideológicos de
la sublevación. No obstante, era seguido de
muchísima gente, indígena casi toda. Para contener a
tan revoltoso lugarteniente fue enviado Obaya desde
Azángaro, con órdenes concretas, que amparaba su
reconocido coraje.
Entre tanto, el Inca hacía frente con dificultad a los
diecisiete mil soldados del Mariscal Joseph del Valle,
en Vilcanota, librando varios encuentros.
Al marchar por la orilla sur del Lago Titijaja, Obaya
debió reparar en la hecatombe desatada por los
seguidores de Túpac Catari. Llegó a La Paz en los
primeros días de abril. Consciente más que nunca en
el ascendiente del apellido Túpac Amaru, se fingió
mañosamente, su sobrino, con lo cual pudo evitar que
se desatara la violencia contra su persona, porque era
grande el ascendente del líder aimara sobre las masas
que lo seguían, integradas por gente de su propia
colectividad collavina, sin quechuas casi.
Los dos caudillos: Obaya y TúpacCatari, se
entrevistaron a solas y no debió serle fácil a Obaya
marginar al belicoso caudillo que, por si mismo, se
había autonominado Virrey en nombre del Inca, sin
ningún derecho.
Mientras negociaba con Túpac Catari, Obaya remitía
cartas a destacados paceños, criollos pero patriotas.
Lo hizo con la firma de Túpac Amaru, y presionó con
éxito para que túpac Catari hiciese lo propio. Los
destinatarios de las misivas de los dos dirigentes eran
criollos de influencia y, seguramente, se tenia la mira
de que la significación de esas cartas –que marcaban
un viraje en el sesgo racista que se había venido dando
al alzamiento en el altiplano- llegase a los antiguos
conjurados tupacamaristas de La Paz, que no debían
ser de escaso número a quienes convenía rescatar para
la causa patriota.
Las misivas lograron el fruto de una entrevista entre
dirigentes de los dos grandes bandos; sublevados y
virreinales. En ella, Obaya actuó ya como jefe
máximo de las fuerzas sitiadoras de la Paz ausente
Túpac Catari. Las condiciones fueron claras:
1) el reconocimiento del inca Túpac Amaru como rey
2) la entrega de los cuatro corregidores virreinales; 3)
la entrega de los hacendados y aduaneros; 4) la
entrega de las armas de fuego; 5) la destrucción de los
atrincheramientos.
La negociación fracasó. Varias versiones han
quedado del bravo Obaya en ese momento, con su
poncho terciado y un hablar altanero, pues trataba de
“tu” aún a los altos dignatarios coloniales.
Los combates por la ciudad se reanudaron luego con
más furia. Entre tanto, Obaya desarrollaba con el
destituido TúpacCatari una doble actitud de firmeza y
de inevitables festines estilo indígena. Se lucia
tocando el charango. Al fin, Túpac catari optó por
retirarse del todo del asedio, lo cual otorgó a nuestro
personaje más libertad de acción. Se libraron
entonces los más furiosos choques por La Paz. Jamás
se habían peleado con tanta rabia, pero la resistencia
virreinal era igualmente valerosa y se amparaba en
una neta superioridad en armamento, fusiles y
cañones marcadamente.
Convencido de la inutilidad de un ataque frontal.
Obaya ideo una estratagema a fin de obtener que los
paceños saliesen de sus trincheras y fortines. Falsificó
una carta anunciando la llegada de refuerzos
virreinales rioplatenses del sur. Poco después visitó a
todos los que pudo con uniformes de los coloniales y
les puso banderas españolas al frente. Este engañoso
socorro apareció por las alturas de La Paz, en medio
de la alegría de los paceños coloniales que creían ver
a sus libertadores. Una falla organizativa permitió, sin
embargo, que la treta patriota se descubriese al último
momento. Pero creyendo Obaya que vacilaban los
sitiados en abrirles paso, todavía quiso animarlos con
un combate falso, tan reñido como aparente, que
dispuso entre los disfrazados virreinales y otras
fuerzas patriotas, en el cual menudearon disparos,
cargas y fingidos heridos y muertos. Esto sucedía el
27 de abril
La Captura
Fue entonces cuando Obaya en un alarde de valor, se
acercó demasiado a las trincheras virreinales,
retándolo a la pelea, tropezando su caballo, rodo por
el suelo.
Conducido Obaya preso a la ciudad de La Paz Túpac
Catari recuperó su posición en el ejército, sitiador,
que era básicamente de su nación. Por su lado, el
cautivo Obaya, viendo frustrada toda opción de
restaurar la precaria alianza antiespañola entre indios
y criollos, se dedicó a confundir al enemigo mediante
diversas declaraciones, unas veces reales y otras
fraguadas, sembrando la incertidumbre en esa gente
cercada, que pasaba por una gravísima hambruna y
que no veía solución a la guerra. Para esto contó
Obaya con la circunstancia que varios criollos de
nivel estaban de un modo u otro comprometidos con
la sublevación, desde la época de la conjura (cuando
se proyectó el frente indio-criollo). Apellidos
destacados de La paz salieron entonces a relucir con
tan hábiles intrigas, agudizando las nunca apagadas
rivalidades entre españoles y criollos. Pero era
demasiado tarde; de todos modos de las sospechas no
escaparon el importante Juez Tadeo Ruiz de Medina,
ni el coronel Ignacio Flores, quien se acercaba con
refuerzos rioplatenses, orureños y cochabambinos,
dispuesto ya a romper el asedio visto el viraje social
y racial de la situación.
Como es conocido, los virreinales paceños tuvieron
un respiro cuando Flores ingresó a la ciudad tras
romper el cerco con sus huestes, pero este intervalo
duró poco, pues se vio obligado a retirarse por el
apremiante de su situación militar, agobiado como se
hallaba por el hambre y las deserciones.
Contramarcha que le valió, no pocas criticas, entre
ellas las del propio Corregidor Sebastián de Segurota.
Ejecución de pedro Obaya
Antes de replegarse a oruro Flores ahorcó a Obaya el
4 de agosto del mismo año de 1781 A su lado fueron
ejecutados otros prisioneros, como Bonifacio
Chuquimamani, mestizo que había sido el principal
secretario de Túpac Catari. También Bartola sisa,
mujer de Túpac Catari.
El ataque a la ciudad de La Paz se reanudaría de
inmediato, primero bajo Tupac Catari y sus aimaras y
luego bajo el comando general cuzqueño de andrés
Túpac Amaru, sobrino del Inca José Gabriel y de
Faustino Tito Atauchi, quienes tuvieron que destituir
al empecinado Túpac Catari, nuevamente, a fin de
tratar de ajustar el movimiento a las pautas
ideológicas de los conjurados de Tungasuca.
Sobre aquel gran peruano que fue Obaya, hijo de la
tierra puneña, se han emitido varias opiniones.
Rescatamos la de quien fue, en la practica, su
obligado rival, Túpac Catari.- Dijo éste que “el tuerto
Pedro Obaya era hombre muy caviloso y apreciado de
valor” y quien “dio la idea de las invasiones nocturnas
a la ciudad (de La Paz) y el combate fingido entre los
mismos alzados.
Reunió así Obaya las dos prendas esenciales de todo
verdadero jefe militar: coraje e inteligencia. Pero
estos factores no bastaron para enderezar la
revolución en La Paz ni en muchos lugares de los
Andes que había ido adquiriendo características de
guerra de razas, sin que los esfuerzos que había
realizado Túpac Amaru para evitarlo hubiesen dado
mayores resultados..
Fin de la Obra de Juan José Vega
Que es una recopilación de sus trabajos editados
previamente por la Universidad Nacional de
Educación como la Universidad Nacional del
Altiplano, a los que se suman algunos articulos
adicionales que fueran publicados en el Diario
"Expreso" y en la Edición Nº 1 de la Revista de la
A.C. Brisas del Titicaca
Gracias por su atención y su interés por Pedro
Vilcapasa
Atte.
Bruno Medina Enriquez
Colofón
Omár Aramayo C.
ANEXOS
Acerca de Vilcapaza