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Gastos generales fijos y variables

Según el Anexo de Definiciones que está incorporado en el Reglamento de la Ley de


Contrataciones del Estado, aprobado mediante Decreto Supremo 350-2015-EF, los
gastos generales son “aquellos costos indirectos que el contratista debe efectuar para la
ejecución de la prestación a su cargo, derivados de su propia actividad empresarial, por
lo que no pueden ser incluidos dentro de las partidas de las obras o de los costos directos
del servicio.”
Acto seguido, se define a los gastos generales fijos, como “aquellos que no están
relacionados con el tiempo de ejecución de la prestación a cargo del contratista” por
contraposición a los gastos generales variables que son “aquellos que están
directamente relacionados con el tiempo de ejecución de la obra y por lo tanto pueden
incurrirse a lo largo de todo el plazo de ejecución de la prestación a cargo del
contratista.”
Aunque el texto no es lo suficientemente claro no deja duda de que los gastos generales
variables constituyen “una figura que se encuentra prevista para los contratos de
ejecución de obras”, como lo admite expresamente la Opinión 28-2015/DTN emitida, es
verdad, el 9 de febrero de 2015 y por tanto referida al Anexo que trajo consigo el
Reglamento aprobado mediante Decreto Supremo 184-2008-EF, ahora derogado, pero
que, dicho sea de paso, reproduce exactamente las mismas definiciones para estos
conceptos.
Ello, no obstante, el Decreto Supremo 138-2012-EF modificó el artículo 175 de ese
Reglamento, relativo a las ampliaciones de plazo. Desde un principio dispuso que éstas,
“en contratos de bienes y para la prestación de servicios darán lugar al pago de los
gastos generales debidamente acreditados.” A partir del 7 de agosto de 2012 se le añadió
que “en el caso de la consultoría de obras, debe pagarse al contratista además del gasto
general variable, el costo directo.” ¿No que el gasto general variable era una figura
prevista para los contratos de ejecución de obras? La buena nueva era, desde luego,
que ese gasto general, en consultoría de obras, ya no debía acreditarse.
El artículo 140 del Reglamento actualmente vigente, en lo que respecta a las
consecuencias de las ampliaciones de plazo, reproduce el agregado, señalando que “en
el caso de la consultoría de obras, debe pagarse al contratista el gasto general variable
y el costo directo, este último debidamente acreditado, además de la utilidad.” Es cierto
que aclara que el que se acredita únicamente es el costo directo y no el gasto general,
y eso constituye un gran acierto –que hemos alentado desde aquí–, pero no menos cierto
es que insiste en referirse al gasto general variable.
Una interpretación podría ser la de asumir que la consultoría de obras, a diferencia de
otros contratos de bienes o servicios, sigue en varios aspectos la suerte de la ejecución
de obras por tratarse de prestaciones vinculadas, al punto que, siempre en lo que
respecta a las prórrogas, según el artículo 140 del Reglamento “en virtud de la
ampliación otorgada, la Entidad amplía el plazo de los contratos directamente vinculados
al contrato principal.” El de supervisión es naturalmente un contrato directamente
vinculado al de obra que se constituye en principal respecto de aquél.
Abona a favor de esta tesis el artículo 14 del mismo Reglamento que, al ocuparse del
valor referencial, estipula que “el presupuesto de consultoría de obras debe detallar los
costos directos, los gastos generales, fijos y variables, y la utilidad, de acuerdo a las
características, plazos y demás condiciones definidas en los términos de referencia.” Esta
es otra novedad introducida por la normativa vigente a partir de este año y que obliga
a distinguir en los contratos de consultoría de obras unos gastos generales de otros en
el entendido de que, frente a una ampliación de plazo, sólo se reconocerán los variables.
La verdad es que si alguno de ellos cabe reconocer, son los fijos y no los variables. O
mejor aún, los gastos generales a secas.
Lo mejor es admitir que el Reglamento se equivocó en estos extremos y que
corresponde corregirlo para que la referencia sea sólo al gasto general fijo o, mejor aún,
al gasto general a secas. Para todos los efectos, debería desaparecer la distinción entre
gastos generales fijos y variables, habida cuenta de que los costos indirectos que están
relacionados con el tiempo de la ejecución de la obra en la práctica son costos directos
y por tanto los gastos generales fijos deberían insertarse dentro de éstos y los variables
quedarse como gastos generales.
El presupuesto de una obra, sea de ejecución o de consultoría, se divide en costos
directos, costos indirectos y utilidad. Costos directos son aquellos en los que debe incurrir
el contratista necesariamente para cumplir sus obligaciones. En ejecución de obras,
costos directos son mano de obra, materiales y equipos. Gastos generales fijos son
aquellos vinculados a la obra pero de manera indirecta: administración, asesoría,
impuestos, alquiler de oficinas y servicios varios, que –como queda dicho– deberían
integrarse a los costos directos. Y gastos generales variables son aquellos no vinculados
a la obra, sino más próximos a la oficina principal y a sus responsabilidades: dirección,
asesoría, contabilidad, áreas de soporte, capacitación, reservas para contingencias,
derechos sociales, licencias y vacaciones, etc., rubros todos ellos perfectamente
cuantificados en la oferta.
En consultoría de obras la distinción siempre ha sido simple. Costos directos son
remuneraciones, leyes sociales, viáticos, alojamiento, alimentación, movilización,
campamento. Todo aquello que está vinculado con la prestación. Costos indirectos, o
gastos generales a secas, han sido siempre aquellos vinculados a la oficina principal. La
particularidad es que estos últimos siempre se han establecido en función de un
porcentaje de una parte de los costos directos –sólo de las remuneraciones y leyes
sociales– que se fija en el contrato. En obras, los gastos generales son un conjunto de
partidas. En cambio, en consultoría son una expresión porcentual. Así funciona en todo
el mundo y esa experiencia debería extrapolarse para hacerla compatible a los contratos
de ejecución de obra en los que a menudo se confunden gastos generales fijos con
variables.

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