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EL PARADIGMA DE LA INCLUSIÓN: SALUD Y ENFERMEDAD

La Real Academia Española define la enfermedad como “la alteración más o menos grave
de la salud // Pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual”. La idea de que hay
personas que se encuentran sanos y se sienten mal, como también, personas que se
encuentran enfermos y se sienten bien nos hace pensar que hay aspectos emocionales, y
psicológicos que afectan de manera positiva o negativa al individuo. Desde hace mucho
tiempo se ha tenido presente solo la presentación (reacción) somática de la enfermedad
desde una perspectiva biológica, centrada en las alteraciones patológicas del organismo
humano que refleja la enfermedad. Sin embargo, el humano siempre será un amplio
conjunto, por lo que se debe tener en cuenta los diferentes factores que pueden afectarlo,
así pues, hay que considerar que la enfermedad no es un tema netamente biológico, sino
que también está influenciada por aspectos simbólicos, sociales y psicológicos. Estas dos
posiciones se ven reflejadas en los modelos biomédico y biopsicosocial, respectivamente.

Desde hace mucho tiempo se ha utilizado y aceptado el modelo biomédico, que se


caracteriza por diferenciar el síntoma somático del psiquiátrico, no incluye la dimensión
social, psicológica o comportamental de la enfermedad, produce posiciones reduccionistas
y exclusionistas ante las enfermedades y los enfermos. Aunque este modelo permitió un
gran avance de la medicina, es un modelo incompleto que ha desperdiciado recursos, como
la hospitalización innecesaria y la sobreutilización de fármacos, además muchos de los
pacientes se preocupan por un patrón de insensibilidad en los médicos, esto pudo ser
evitado creando un vínculo médico-paciente, haciendo al paciente parte de la solución y no
un elemento pasivo que se limita a recibir tratamiento. (Conde)

Según el artículo “El curandero y la modernidad: reflexiones en torno a la eficacia simbólica”


(Milmaniene, 2011) Cuando se piensa en un modelo biomédico, también se debe pensar
en la separación absoluta entre el sujeto y el objeto de conocimiento, es decir, se disocia el
sujeto de la enfermedad, de ese modo, se han desplazado a las concepciones imaginarias
e ideológicas que habitan al sujeto, y su relación con el deseo y la muerte, para considerar
al cuerpo como un mero mecanismo biológico universal. Esta concepción “biologista” de la
enfermedad sólo puede conducir a que el enfermo se entregue pasivamente a las manos
de un médico, y espere el tratamiento que haga efecto. En tanto la enfermedad es algo
distinto de él, el esfuerzo que pueda hacer para curarse, y la colaboración activa que éste
pueda instrumentar, no se consideran elementos significativos (LE BRETON, 2006). En
este sentido, el paciente no es conducido a interrogarse sobre el sentido subjetivo del mal
que le aqueja, ni responsabilizarse por él.

Por otro lado, se encuentra el modelo biopsicosocial postulado por Engel en 1997, en donde
hace una integración de aspectos biológicos, psicológicos y de carácter social en los
eventos importantes referentes a la salud. Engel criticó el modelo biomédico, partiendo de
las siguientes razones:

1. Una alteración bioquímica no siempre se traduce en enfermedad. Ésta aparece por la


interrelación de diversas causas, no sólo moleculares, sino también psicológicas y sociales.
A la inversa: de alteraciones psicosociales pueden derivarse enfermedades o «dolencias»
que constituyen problemas de salud, incluso a veces con correlación bioquímica.

2. La simple anomalía biológica no arroja ninguna luz sobre la significación última de los
síntomas para el paciente, ni asegura tampoco las actitudes y habilidades del clínico para
recoger la información y procesarla de manera adecuada.

3. Las variables de índole psicosocial suelen ser importantes a la hora de determinar la


susceptibilidad, gravedad y curso del padecimiento más biológico que pudiera considerarse.

4. La aceptación del rol de enfermo no viene determinado de manera mecánica por la


presencia de una anomalía biológica.

5. El tratamiento biológico puede tener diversas tasas de éxito influido directamente por
variables psicosociales, tal como deja patente el llamado efecto placebo, entre otros.

6. Además, la relación del profesional de la salud con el paciente también influye en el


resultado terapéutico, aunque sólo sea por la influencia que pueda tener sobre el
cumplimiento del tratamiento.

Una manera de demostrar que el modelo biopsicosocial es el ideal, es estudiar las


comunidades indígenas, puesto que, tienen perspectivas más integradas del mundo, de la
tierra, la salud y la enfermedad, estas no hacen una separación entre el yo, la comunidad,
el cuerpo y la mente, tal y como lo hace el modelo biomédico, por ello estas comunidades
conciben la enfermedad como la ruptura de una armonía natural, por lo que no es posible
la curación sin cierto conocimiento de la espiritualidad que determina la enfermedad o de
las relaciones que consideran esenciales entre los individuos, las familias y con la
comunidad en conjunto, de esta forma integran aspectos emocionales, espirituales y
culturales en las dolencias biológicas (Milmaniene, 2011). Tal es la preeminencia de la
armonía con los otros, que cualquier ritual de sanación por una enfermedad grave requiere
la presencia inexcusable de familiares, vecinos, que participan en las oraciones, danzas y
ritos que están encauzados por el curandero. Se trata de ceremonias que en una retórica
ancestral se dirigen a los espíritus de la naturaleza para que eliminen el mal y convoquen
el bien, pero que cuentan fundamentalmente con un entramado de redes y de lazos
sociales, compuesta por la familia, amigos y vecinos, lo que otorga un sólido apoyo
emocional al enfermo, lo que a su vez opera terapéuticamente (FERNANDEZ JUÁREZ:
2000). (Milmaniene, 2011)

El hecho de integrar cada parte que pueda influir en la enfermedad da paso al médico de
comprender muchas realidades clínicas, que fuesen imperceptibles si se destaca un modelo
dualista. Engel afirmaba también que la biomedicina defendía un modelo causal «clásico»
de causa-efecto, cuando la realidad es mucho más compleja, con una serie de sistemas
que interactúan unos con otros: el sistema familiar con la personalidad, los hábitos de vida
con la biología del sujeto, etc. Pocas entidades morbosas pueden interpretarse desde la
simplicidad de «tal germen tal enfermedad», sino como una multitud de causas.

Por ello, en la práctica diaria de la comunidad de la salud se debería plantear el modelo


biopsicosocial, dado que, como se ha comentado ya, el paciente es una poli articulación
que abarca distintos campos, lo ideal sería que el médico ofrezca en sus consultas tiempo
para hablar y escuchar, realizar gestos, hacer uso de la humanidad compartida,
demostrándole al paciente que lo que está sintiendo, también el médico y otras personas lo
han sentido, y no solo enfocar la consulta en el órgano o la función alterada; el médico debe
hacer uso de su humanidad pero también debe ser capaz de resistir las angustias de los
pacientes, ya que como lo hemos visto, la angustia de los demás puede tomarse como
propia y reflejar una enfermedad. Esto permite establecer una relación médico-paciente,
que va a ser un paso fundamental en la curación de la enfermedad, pues valoriza una
conexión directa que va a permitir encontrar datos importantes relacionados con la causa
de esta alteración, además de tomar en cuenta percepciones del paciente frente a la
enfermedad y como ayudan o entorpecen el tratamiento, tales como, su estado de ánimo,
su capacidad de asimilar, que sesgos tiene, sus determinaciones simbólico-imaginarias.
Además, hay que contextualizar el entorno en el que se encuentra el paciente y generar
estrategias adecuadas a cada uno. Muchas veces una palabra de aliento o ser tratado de
manera especial establece una verdadera terapia. Por ello, encontrar la integración de lo
social, psicológico y biológico permitiría a la comunidad médica, encontrar soluciones
eficaces y eficientes.

Por todo lo anterior, podemos concluir que el modelo biopsicosocial puede hacer frente a la
idea que la cuestión “estar sano” o “estar enfermo” no se decide en términos biológicos,
porque además de un tema bioquímico, nos componemos de ideas, símbolos, emociones,
y el entorno que nos rodea y nos influye, pasando así, de ser un individuo pasivo a uno
activo, adaptándose a sus propios requerimientos personales y culturales, pasa a ser parte
de sí mismo sin ser cuestionada su forma de pensar o hacer.

Bibliografía
Borrell-Carrió, F. (2002). The model of biopsychosocial evolution. ResearchGate(45714).

Conde, M. (s.f.). Psicoanálisis, medicina y salud mental. Madrid: SINTESIS, S.A.

Engel, G. (8 de Abril de 1977). The Need a New Medical Model: A Challenge for
Biomedicine. SCIENCE, 196(4286).

Milmaniene, M. (2011). El curandero y la modernidad: reflexiones en torno a la eficacia


simbólica. Litteris, 2.

VEGA, Leticia; GUTIERREZ, Rafael; JUAREZ, Angélica; RENDÓN, Ernesto, La


investigación de las trayectoria interculturales en las comunidades indígenas migrantes del
Distrito Federal, Salud Mental,31:139-144, 2008.

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