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Ser arquitectos ayer y hoy

 10:00 - 26 Enero, 2017

 por Sharon Lam

 Traducido por Nicolás Valencia


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© Sharon Lam
La arquitectura, como profesión y disciplina, ha recorrido un largo camino desde Vitruvio.
Continúa evolucionando junto a la cultura y la tecnología, reflejando los nuevos ejercicios y
los valores cambiantes de la sociedad. Algunos de estos cambios son conscientes y
originados dentro del campo de la arquitectura, hechos como actos de progreso
disciplinario o profesional; mientras otros cambios son incontrolables como el propio rol de
la arquitectura en un mundo que está cambiando. A continuación, les presentamos algunos
de los cambios que está viviendo nuestra disciplina en las recientes décadas.
1. Dibujos versus Softwares
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© Sharon Lam, usando imágenes vía David Rutten (Wikipedia), bajo licencia CC BY-SA
3.0
Queramos o no, los tableros de dibujo han dado paso a las pantallas de computador
y softwares como CAD, Revit y Adobe Creative Suite. Sin embargo, el clásico adagio de
impresionar a un cliente con un croquis hecho a mano sigue siendo un gran recurso.
2. El genio solitario versus el trabajo en equipo
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© Sharon Lam
La clásica imagen del arquitecto era ese genio solitario que daba vida a formas esculturales
sacadas de su mente. Hoy en día, los arquitectos se ven a menudo trabajando
colaborativamente para alcanzar grandes éxitos, como el grupo Assemble (ganadores del
Premio Turner) o la histórica dupla Robert Venturi y Denise Scott Brown, ganadores del
AIA Gold Medal en 2015.
3. Aprender reglas clásicas de diseño versus aprender a diseñar
libremente
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© Sharon Lam
Las reglas clásicas de simetría y proporción, junto a los distintos tipos de columnas, son
tratados en las escuelas de arquitectura únicamente cuando se trata de temas históricos. Ya
pasaron hace mucho tiempo los días del diseño bajo estrictas ideas estéticas, y en su lugar,
hoy vivimos una era donde se valida resolver creativa y libremente los problemas formales
del diseño.

4. Un montón de viejos hombres blancos versus (un poco menos


de) viejos hombres blancos
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© Sharon Lam, usando imágenes vía Susleriel(Wikipedia), Rama (Wikipedia), bajo
licencia CC BY-SA 2.0 y © United Press International
Si bien la historia de la arquitectura ha sido dominada por hombres blancos (y ya mayores
en edad), hoy la tendencia indica que vamos cambiando lentamente. La discusión racial y
de género comienza a ser reconocida en la arquitectura: recientemente, y por primera vez
en la historia de la institución, la AIA Gold Medal fue otorgado a un arquitecto negro, Paul
Revere Williams. Sin embargo, la brecha salarial entre hombres y mujeres siguen siendo
abismante. Hay mucho por hacer.

5. La difusión como una opción versus la difusión como una


obligación
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© Sharon Lam, usando imagen de Iwan Baan
Como los medios de comunicación se han convertido en actores cada vez más relevantes en
nuestra sociedad, también lo han hecho en el campo de la arquitectura. Debido a que
nuestra comprensión de la arquitectura está fuertemente ligada a su representación, esto ha
sido un cambio que es tanto complejo como crucial.

6. Exclusividad versus Inclusividad


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© Sharon Lam, usando imagen vía screenshot de YouTube y TED


El aumento de la exposición en los medios también ha incrementado la inclusividad de la
apreciación popular de la arquitectura, con programas televisivos como Grand Designs,
podcasts como 99% Invisible y sitios webs como este, volviendo más accesible la
arquitectura a mucha más gente que solo aquellos que trabajan o estudian en nuestro
campo.
7. Suficiencia versus Sustentabilidad
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© Sharon Lam
La medición del impacto ambiental de un edificio se ha convertido últimamente en un
factor mucho más activo en la etapa de diseño, logrando ser incluso el ethos de una oficina,
como WOHA en Singapur. Esto se debe tanto a una mayor conciencia sobre la creciente
presión en las problemáticas medioambientales, como también a los avances en la
tecnología que vuelven más fácil su implementación en nuestros proyectos.
8. Local versus Global
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© Sharon Lam
A diferencia de muchos estilos arquitectónicos históricos, hoy en día puede ser difícil
ordenar los nuevos diseños en estas categorías. La colaboración entre diversas culturas, el
surgimiento de competiciones internacionales y encargos globales ahora permiten que el
diseño trascienda las fronteras geográficas. Un buen ejemplo es Foster + Partners, que ya
cuenta con más de 15 oficinas trabajando en proyectos repartidos en 40 países del mundo

El papel de la arquitectura actual


La autora sostiene que el reto que se le presenta a la arquitectura es su
capacidad para imaginar soluciones orientadas hacia un crecimiento
racional de las ciudades más centrado en renovar lo que ya existe que en
el desarrollo descontrolado de las periferias.
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MARIA ANTONIA TRUJILLO
3 OCT 2005

La idea de dedicar, en el transcurso de cada año, un día especial a un tema de interés


común es algo que se celebra desde hace décadas. Es cierto que algunas de estas
fechas no cuentan con el apoyo político ni con la trascendencia suficiente como para
calar realmente en la sociedad. Las buenas intenciones no solamente tienen que
existir, sino que deben estar apoyadas por las políticas gubernamentales.
Afortunadamente, el Día Internacional de la Arquitectura, que se celebra todos los
primeros lunes del mes de octubre coincidiendo con el Día Mundial del Hábitat
establecido por la ONU, no va a pasar desapercibido.

La arquitectura está presente en la realidad de la vida y, sobre todo, en la vida


cotidiana de los ciudadanos. El nivel de la cultura de un país, junto con la educación
y la sensibilidad de los ciudadanos, es lo que nos capacita para vivir en una sociedad
más armónica. Por eso la declaración de estas jornadas especiales pretende ayudar a
todos, cada uno en su ámbito, a repensar el desempeño de su trabajo de la mejor
manera posible para comprometerse ante la sociedad con los objetivos de
responsabilidad que constituyen la garantía de futuro de los ciudadanos del mundo y
su espacio habitable.

Los arquitectos deben trazar el mapa físico donde la


sociedad desarrolle su actividad

Este año, el Día Mundial de la Arquitectura tiene como lema Compartiendo la


ciudad, tema propuesto en el Congreso de Estambul realizado por la Unión
Internacional de Arquitectos (UIA) en el pasado mes de julio y en el que tuve el
honor de participar en su desarrollo. Se enfoca hacia una solidaridad en la que se
hagan visibles los diferentes aspectos de las ciudades: valores, cultura y patrimonio,
habitabilidad y calidad, utilidad y excelencia, tecnología y humanidad, y se trate de
compartir con los menos privilegiados y sin hogar los recursos para conseguir un
medio ambiente sostenible.

Por tanto, y dirigiendo nuestra mirada hacia la ciudad del siglo XXI, el reto que se le
presenta a la arquitectura es su capacidad para volver a imaginar soluciones que se
orienten hacia un crecimiento racional, basado más en la renovación profunda de los
tejidos de la ciudad consolidada que en el desarrollo descontrolado de las periferias.
El mundo de la arquitectura debe poder participar de manera intensa en la activación
del potencial de desarrollo de la ciudad moderna, aportando nuevas iniciativas de
usos y programas, de actividades capaces de estimular la conciencia urbana. La
arquitectura tiene que estar cerca de los problemas de los ciudadanos, abriendo
perspectivas y generando horizontes de actividad donde se afiance la cohesión
social, prestando atención a la planificación con programas para conseguir viviendas
asequibles para los estratos de población más necesitados.

Los arquitectos deben ser capaces de trazar el mapa físico donde la sociedad consiga
desarrollar su actividad social. Para ello tienen que estar atentos a las realidades que
presenta el nuevo entorno urbano, como la continua transformación de las
estructuras familiares, sus nuevas configuraciones y la reducción sistemática del
número de sus miembros, el incremento de la población de edad avanzada o la
conciencia de respeto y cuidado del medio ambiente.

Las propuestas efectuadas desde el ámbito de la arquitectura para la solución de un


panorama que cada vez es más complejo requieren de una complicidad total tanto
con todos los niveles de la Administración como con el sector privado y las
asociaciones e instituciones que intervienen en la definición de la nueva identidad de
la ciudad.

Desde el Ministerio de Vivienda estamos trabajando en estrecha colaboración con


todos los agentes que intervienen en el desarrollo de la arquitectura y en la
definición de los espacios habitables y, por supuesto, con los arquitectos, que son un
vehículo esencial hacia el ciudadano. Trabajamos para rehabilitar el patrimonio
edificado, residencial, dotacional y urbano, para aumentar los contenidos y acciones
a favor de la sostenibilidad, como acaba de demostrarse en el Congreso Mundial
sobre Edificación Sostenible, celebrado la semana pasada en Tokio, donde la
representación española, encabezada por el Ministerio de Vivienda y de la que
formaba parte una representación del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos
de España, fue galardonada con el premio Best Assessment Case Studies 2005 en
reconocimiento a la trayectoria de nuestro país en el reto por conseguir un entorno
construido más sostenible.

Por último, desde el ministerio coordinamos la difusión de la arquitectura entendida


como un concepto global, reflejo de la sociedad del siglo XXI. Exposiciones,
seminarios y bienales constituyen una oportunidad para que los ciudadanos
conozcan de cerca los trabajos y proyectos de arquitectos consagrados y noveles.
Exposiciones que tienen como objetivo investigar y difundir las nuevas condiciones
sociales, tecnológicas, ambientales y culturales que deben guiar la construcción de la
nueva vivienda para comienzos del siglo XXI, así como distintas maneras de ocupar
el territorio aportando información sobre diferentes maneras de crear un entorno
habitable. Desde aquí proponemos un programa extenso basado en el diálogo, el
trabajo multidisciplinar y la investigación. Con contenidos amplios y diferenciados
que sirvan como plataforma de reflexión, mediante un programa con objetivos
didácticos que consiga que la arquitectura y sus creadores estén más cerca de la
sociedad, que es en definitiva quien habita y vive la arquitectura.
La arquitectura no es otra cosa que el arte y la técnica de proyectar, diseñar, construir y
modificar el hábitat humano. La etimología de la palabra “arquitectura” proviene del
superlativo griego “arch”, que quiere decir jefe, autoridad o más que, y “tekton” que quiere
decir constructor. Esto quiere decir que ya los antiguos griegos consideraban al arquitecto
como el jefe o director de la construcción y a la arquitectura como la técnica o arte de quien
realizaba el proyecto y dirigía la construcción de los edificios y estructuras. Incluso la palabra
“techné” quiere decir creación, invención o arte. De esta palabra proceden las palabras
técnica y tectónico, palabra esta última que quiere decir constructivo. La importancia de la
arquitectura en nuestras vidas por supuesto se remonta a mucho antes de los griegos, aunque
hayan sido ellos los que acuñaron el nombre con el que reconocemos a la arquitectura hoy
en día.

Hagamos por un instante el ejercicio de imaginar qué habría sido de la humanidad sin la
capacidad del hombre de construir estructuras, edificios y centros urbanos. Seguiríamos
confinados a cavernas que no fueron intervenidas ni construidas por el hombre y que nos
servirían como meros refugios improvisados sin capacidad para extenderse o progresar en
edificaciones.

Y es que parafraseando a William Morris, fundador de Arts and Crafts, la arquitectura


moderna engloba la consideración de todo el ambiente físico que rodea la vida humana y
aunque quisiéramos no podríamos sustraernos a ella mientras formemos parte de la
civilización, ya que la arquitectura moderna es el conjunto de modificaciones y alteraciones
introducidas en la superficie terrestre con objeto de satisfacer las necesidades humanas,
exceptuando sólo el puro desierto.

Estilos de arquitectura de acuerdo con las épocas

A lo largo de la historia han ido surgiendo estilos arquitectónicos, que han perdurado durante
un mayor o menor tiempo, como modelo a seguir en las obras, caracterizando la arquitectura
de una región entera. Obviamente no son los únicos ejemplos de estilos arquitectónicos que
existen, pero se incluyen algunos por encima de otros debido a la importancia que han tenido
no solamente durante su vigencia en una determinada región, sino porque estilos posteriores
se han nutrido de sus principio y características, lo cual ha logrado hacer que perduren en el
tiempo. Algunos de los estilos de arquitectura más notorios son los durante la edad
Megalítica fueron el Arcaico, Sumerio, Egipcio, Babilónico, Asirio, Persa Minoico,
Micénico, Griego, Hindú, Etrusco, Romano, Chino, Maya y Azteca Incaico. En la era
Paleocristiana destacaron la arquitectura Visigoda, Bizantina, Merovingia, Islámica,
Mozárabe, Mudéjar, Románica, Cisterciense, Gótica. Posteriormente entraron en vigencia la
arquitectura Renacentista, Barroca, Rococó, Neoclásica. Hoy en día los estilos de
arquitectura se dividen en Actual o contemporáneo, Art nouveau, Art decó, Orgánico y
Posmoderno.

La arquitectura moderna es una ciencia La arquitectura se considera una ciencia que se


origina y se nutre de muchas otras ciencias y enriquecida por la experiencia y el aprendizaje
del hombre en toda su historia. Es el juicio y los criterios derivados de esa experiencia van
incorporando nuevos elementos, prácticas y tendencias en esta ciencia fascinante que es la
arquitectura. Es una disciplina en la que la práctica y la teoría se entrelazan. La práctica es la
contemplación frecuente y continuada del modo de ejecutar algún trabajo dado, o de la
operación mera de las manos, para la conversión de la materia de la mejor forma y de la
manera más acabada, mientras que la teoría es el resultado del razonamiento que demuestra
y explica que el material forjado ha sido convertido para resultar como el fin propuesto. El
proceso de producción arquitectónica, o de proyecto, involucra la sensibilidad como medio
de recorte de las diferentes disciplinas asociadas. En nuestra era, lo legal y lo técnico dictan
las normas, pero no los modos, ya que la arquitectura desde lo contemporáneo y apoyada en
los nuevos recursos tecnológicos es un ejercicio en el que efectivamente se envuelven orden,
síntesis, semiología, materia, pero aún más importante que aquello, es un trabajo creativo e
innovador. La arquitectura se especializa en la dirección y planeamiento racional, para la
construcción de edificaciones, dando lineamientos artísticos y técnicos para su elaboración.
La arquitectura se relaciona con muchas otras ciencias como la escultura en cuanto a los
relieves, bajo relieves y ornamentaciones, las matemáticas para el cálculo de las proporciones
y por supuesto la ingeniería y la física.

La función del arquitecto en la arquitectura moderna

El arquitecto tiene la función profesional de proyectar, diseñar, construir, y mantener


edificios, ciudades y estructuras de diverso tipo. Su función se basa en reflexionar sobre
conceptos del habitar bajo necesidades sociales. Debe contar con un alto nivel de estudios
superiores a la par de una profunda formación técnica, artística y social. El arquitecto jamás
puede ser un interventor meramente práctico ya que no sería capaz de asignar las razones
suficientes para las formas que él adopta. Por otro lado, si el arquitecto se basara solamente
en la teoría estaría enfocándose en la sombra en vez de la substancia. Un arquitecto que es
teórico a la par que práctico construirá doblemente y será capaz no sólo de probar la
conveniencia de su diseño, sino igualmente de llevarlo en ejecución. Proyectar edificaciones,
espacios urbanos o varias estructuras velando por el adecuado desarrollo de su construcción,
es la consecuencia de la suma de todas sus funciones, conocimientos y destrezas.

Tipos de arquitectura

Arquitectura histórica o estilística. Este tipo de arquitectura es aquel que ha surgido a través
del tiempo en diversos lugares creando estilos arquitectónicos con características propias, a
pesar de poseer características similares en ciertos aspectos. Se clasifican dependiendo del
periodo dominante en cuanto al estilo, el cual abarcó un cierto espacio tanto en el tiempo
como en el territorio, en donde ejerció influencia dicho tipo o estilo arquitectónico. Se pueden
enumerar dentro de este tipo, tanto monumentos y edificaciones del tipo público como
religioso o militar y particular como las casas.

Arquitectura popular o tradicional. Abarca aquellas edificaciones que son realizadas por la
propia gente o por artesanos que poseen poca instrucción como maestros de obra, albañiles,
aprendices o peones, quienes realizan construcción de casas, tanto en centros urbanos en
zonas rurales, así como edificaciones auxiliares como graneros, corrales, pozos y diversas
edificaciones para uso agropecuario, hechas con materiales tradicionales, como madera,
piedra o adobe. Estas obras arquitectónicas se realizan conforme a las necesidades del pueblo
y se hacen con los materiales que se tienen a disposición, incidiendo las tradiciones del lugar,
siendo que las edificaciones varían de país en país, en especial al estar adaptadas para el clima
de la región, así como a los materiales y estilo locales.

Común o vulgar. La arquitectura común o vulgar es aquella cuyas construcciones tienen


como único objetivo la utilidad que prestan, sin que cuenten con características propias de la
arquitectura histórica, artística o de las populares en alguna región, sino que sus formas se
enfocan, únicamente a satisfacer el fin o utilidad para la cual está diseñada, por ejemplo
edificios de oficinas que no siguen un estilo artístico, sino que se proyectan para prestar una
utilidad práctica, y de la misma forma edificaciones como aulas y escuelas, siendo que en
muchas ocasiones suelen ser construcciones de un carácter sobrio e incluso monótono, ajeno
a la arquitectura artística propiamente.
La arquitectura, vista como una disciplina social y humanista, ha sido desde el irrumpimiento de la
modernidad víctima de un lento pero seguro desprendimiento de sus dimensiones espirituales y
filosóficas. En su lugar, se ha dado paso a una actividad que obedece a los principios y
razonamientos del mercado, regido éste por el capitalismo salvaje que caracteriza a nuestra
época. Por lo anterior, esta gran disciplina ha terminado por ser disminuida a poco más que
mercancía inmobiliaria, con un valor comercial y monetario fijo, pero sin fundamentos filosóficos
convincentes que apoyen su existencia ni, por tanto, la labor creativa de los arquitectos. Esto
quiere decir que, si de manera más o menos general, antes del siglo XVIII la arquitectura era una
actividad que tenía como fin último reflejar la conexión entre el hombre y su universo, la
arquitectura hoy en día es tratada como objeto de diseño (arquitectura de autor), lo cual es
equivalente a decir que es poco más que una moda. Es una demostración arrogante de los logros
técnicos en materia de construcción, y poco más que forma vacua.

En la primera década del siglo XXI la crisis espiritual, filosófica y social anunciada desde
el siglo XIX por Nietzsche (“Dios ha muerto”), identificada también por Husserl (“La crisis
de las ciencias europeas”, de 1936) y por Heidegger, se encuentra lejos de superarse. Esta
crisis fue descrita por Octavio Paz de la siguiente manera: “El hombre moderno se sirve de
la técnica como su antepasado de las fórmulas mágicas, sin que ésta, por lo demás, le abra
puerta alguna. Al contrario, le cierra toda posibilidad de contacto con la naturaleza y con
sus semejantes” [El arco y la lira (México: Fondo de Cultura Económica, 2003].

Dado que la arquitectura no se escapa de esta condición de crisis, ésta se refleja asimismo
en la —en su mayoría— inocua producción arquitectónica vanguardista contemporánea
dominada por los “starchitects” (arquitectos megafamosos como Frank Gehry, Saha Hadid
o Rem Koolhaas) desde hace un par de décadas, los cuales junto con las nuevas
generaciones de arquitectos aspirantes a la fama compiten por la forma arquitectónica más
aventurada, más novedosa, más “trasgresora”. El cinismo, la autocomplacencia y el
llamado a la deconstrucción paulatina de todos los valores culturales y comunitarios previos
parecieran ser sus metas.

A propósito de la producción arquitectónica contemporánea, me voy a permitir utilizar un


afamado escrito de Heidegger, “La pregunta por la técnica” [versión en línea], publicada en
1954, para poder analizar el estado de la arquitectura como disciplina técnica y artística y
así poder develar, si los hubiera, puntos de concordancia e iluminación entre las ideas de
Heidegger y sobre la producción arquitectónica contemporánea.
Técnica y tekné

© Xavier Delory
La técnica, sugiere Heidegger, es inescapable, ya sea que la neguemos o que la abracemos; sin
embargo, lo peor que podemos hacer es considerarla neutra. De la misma forma, el quehacer
arquitectónico es ubicuo a nuestra sociedad. La arquitectura encuadra nuestra existencia, da
forma e identidad a nuestras ciudades, a nuestras existencias y percepciones sensoriales, y a pesar
de ello, nos mostramos —en la mayoría de los casos— indiferentes a su influencia, indiferentes a
sus posibilidades como actividad reveladora de conceptos ligados a nuestra existencia. En pocas
palabras, mantenemos a la arquitectura en una postura más bien neutra, codificada, dependiente
del mercado, de las leyes de la compra-venta, de las operaciones inmobiliarias de las que salen
beneficiados políticos, empresas constructoras, y en las que los usuarios son los perdedores. Estos
últimos son, por lo general, relegados a habitar fraccionamientos que les prometen protegerlos
del violento mundo urbano producto de injusticias sociales, y los esconde tras los muros y casetas
de guardias de seguridad. La otra cara de la moneda son aquellos complejos habitacionales donde
reina la economía de espacio, los materiales baratos, y donde es patente la falta de espacios
comunitarios.

Nuestras ciudades son manchas urbanas desarrolladas con poca planeación, poco o nulo
respeto a la naturaleza, y para colmo, nula consideración de las necesidades espirituales y
sociales que podría ofrecernos la arquitectura. De la misma manera, y regresando a su
texto, cuando Heidegger nos habla de la tecnología, y aquí hay que considerar que la
tecnología es también la base instrumental para la ejecución de toda obra arquitectónica, el
filósofo nos demuestra que la tecnología solía tener un papel de revelación de una verdad.
Lo que Heidegger, en un acto de arqueología lingüística o hermenéutica del lenguaje
denomina “tekné”, término del griego antiguo, padre lingüístico de nuestra palabra
tecnología, la cual era para los griegos un término emparentado con la “poiesis”, el acto
poético, el cual permite “la eclosión del traer-ahí-delante”, es el vehículo mediante el cual
se nos permite la revelación artística y poética del mundo, el “pro-ducir”. Así pues, para
Heidegger, la tecnología y el acto de revelación de la verdad están íntimamente ligados.

Ahora bien, un concepto clave para el entendimiento del texto de Heidegger sobre la
tecnología es la relación que ésta establece con la naturaleza, una relación por demás
superflua, de desdén por parte de la tecnología hacia el entorno natural. De esta manera,
Heidegger describe la sumisión de la naturaleza a manos de la tecnología, hasta el punto en
que la agricultura, por dar un ejemplo, se convierte en la “industria mecanizada para
producir alimentos”, a diferencia del campesino que establece una relación de respeto con
su tierra, la cual lo vincula al mundo, sus estaciones y establece el ritmo de su existencia.
Este concepto es el que Heidegger llama “Bestand” en su natal alemán, el concebir a la
naturaleza como una reserva de recursos listos para ser explotados. De manera analógica,
yo me atrevería a sugerir que la arquitectura se ha convertido en un instrumento tecnológico
listo para ser implementado. La arquitectura se ha convertido en una herramienta
tecnológica lista a ser desplegada. Por ejemplo, en un abrir y cerrar de ojos se es capaz de
construir barrios enteros de casas de interés social, idénticas, estáticas, defectuosas de
antemano, y que en la gran mayoría de los casos carecen de la mínima inversión en
espacios comunes o parques. Por otro lado, la arquitectura al servicio del Estado es igual de
deficiente. Se gastan enormes cantidades de dinero en concebir edificios monumentales
carentes de significado para el pueblo, las únicas razones por las cuales la gente les conoce;
sin embargo, son por las grandes fallas, retrasos en sus procesos de construcciones, y por
convertirse en símbolos de la insatisfacción que una gran parte de la población siente hacia
el Estado. Ejemplos recientes: el nuevo edificio del Senado y el Faro de Luz [en la Ciudad
de México].

La arquitectura, vista como una disciplina social y humanista, ha sido desde el


irrumpimiento de la modernidad víctima de un lento pero seguro desprendimiento de sus
dimensiones espirituales y filosóficas. En su lugar, se ha dado paso a una actividad que
obedece a los principios y razonamientos del mercado, regido éste por el capitalismo
salvaje que caracteriza a nuestra época.

La esencia de la tecnología, dice Heidegger, no es nada tecnológico. En otra palabras, lo


que se hace con las herramientas no es en esencia tecnología, la tecnología tiene que ver
con el aspecto ontológico del objeto, el cual tiene la capacidad de revelarnos algo. En este
sentido, me gustaría hacer hincapié en la manera en que la arquitectura, vista como una
disciplina tecnológica, tiene la capacidad ulterior de revelarnos algo. En específico, y aquí
tomo prestado otro concepto visto desde la luz heideggeriana: el concepto de “habitar”. La
preocupación de Heidegger en cuanto a considerar a la arquitectura mero objeto artístico, lo
llevó a desarrollar la idea de “habitar” desde su punto de vista ontológico. Para él, “habitar”
tenía una dimensión de encontrarse en armonía con el mundo; en otras palabras, “habitar”
el mundo es una actividad liberadora, cultivadora, nutritiva espiritualmente. Ideas que
consideraba perdidas a mediados del siglo XX [véase otro texto básico del pensamiento
heideggeriano: “Construir, habitar, pensar”].
Sería ingenuo de mi parte pensar que en este mundo —dominado a través de intricadas
relaciones económicas y sociales—, problemas como la sobrepoblación, la pobreza, la
degradación del ambiente, no desempeñan un papel decisivo en la ecuación. En este
sentido, por ejemplo, demandar que todos los desarrollos de casas de interés social cuenten
con abundantes parques y espacios comunitarios, donde la gente establezca lazos con sus
vecinos y donde los jóvenes particularmente desarrollen habilidades sociales, de empatía y
de vínculo con una comunidad, sería anunciado por muchos como una demanda
desmesurada, dado que los altos costos de semejantes lujos no lo permitirían. Solicitar que
las ciudades en México sean planeadas con los intereses populares por arriba de los
intereses de la especulación inmobiliaria sea tal vez tachado también de ingenuo. Sin
embargo, al parecer no todos tienen la misma actitud de sumisión que la mayoría. Existen
arquitectos que realizan el esfuerzo de mostrar las posibilidades de la arquitectura como
arma y herramienta tecnológica reveladora de soluciones. Habría que ver, por ejemplo, la
labor de arquitectos como Alejandro Aravena, arquitecto chileno que ha puesto gran énfasis
en el desarrollo de conjuntos habitacionales de interés social con una dimensión más
humanista. El ejemplo de Hassan Fathy, notable arquitecto egipcio, viene también a la
mente. En Egipto, Fathy dedicó gran parte de su carrera a rescatar técnicas tradicionales de
construcción y a diseñar vivienda de bajo costo para la población marginada. Como Fathy y
Aravena hay muchos, y habría que demandar que todos nuestros arquitectos tuvieran una
conciencia social, ética, y humanista más desarrollada.

Las últimas palabras de Heidegger en el ensayo sobre la tecnología pudieran interpretarse


como un llamado a la acción. Dice el filósofo: “Cuanto más nos acerquemos al peligro, con
mayor claridad empezarán a lucir los caminos que llevan a lo que salva, más intenso será
nuestro preguntar. Porque el preguntar es la piedad del pensar”. En este sentido, habría que
comenzar a preguntarnos por qué no nos merecemos ciudades más democráticas, con un
desarrollo urbano mejor planeado, o barrios en donde tengamos derecho a salir a caminar o
a jugar con nuestros hijos tranquilamente, y donde la arquitectura fuera capaz de revelarnos
que la existencia humana encierra posibilidades, dimensiones y carismas que ya hemos
olvidado. ®

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Publicado en: Arquitectura y diseño, Septiembre 2011

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