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I. EL AMBITO DE LA ETICA REE i a a 2 a eee eles el 1. ETICA COMO FILOSOFIA MORAL* 1, DE LO QUE NO CORRESPONDE HACER ALA ETICA ‘Aunque tal vez resulte un tanto cursi, me gusta- ria empezar este trabajo diciendo que, a mi modo de entender, la ética es una incomprendida y que tal incomprensién la esta dejando sin quehacer, es decir, sin nada que hacer. Sencillamente, porque nadie sabe bien a las claras qué hacer con ella. La ética ha aparecido hasta hace bien poco en los planes de bachillerato como una disciplina sinuosa, competidora de la religin, especie de «moral para increyentes», pero sin serlo’, Naturalmente, no se la denominaba moral, no fuera a confundirse con una moral determinada o con prescripciones en torno al sexto mandamiento; pero el contenido del pro- grama hubiera sido explicado con gusto por un moralista, porque se desgranaba en una serie de * Reelaboracién de «El quehacer ético», Didlogo Filoséfico, (1985), 35-44. A laaltura del curso 1985-1986, ésta era la situacién de la natura llamada «Etica» en el bachillerato. Posteriores proyectos de reforma de las ensefianzas medias pensaban para ella un futuro ‘menos confuso: su eliminacién. Tal vez porque no se percataban de quela losofia moral y que la moral democratica no es una alternativa a la religidn, sino un modo de enfrentarse a la vida que requiere aprendizaje, Pr ultimo, a a altura del ao 2000, en que ros encontramos, la reforma de las ensefianzas medias incluye a la ética (sin entrar en competencia con la religidn) en el 4.° curso de la ensefianza secundaria obligatoria, bajo el titulo «La vida moral y la reflexidn étican; y, efectivamente, el programa incluye tanto el tratamiento de problemas morales como temas de ética, es decir, de filosofia moral. Un solo curso no es gran cosa para transmitir valores de tal calibre, pero mas drastica era la solucién anterior y ' més confusa la primera de las mencionadas. ' 1 ' 27 problemas frente a los cuales parece que el alumno deberia aprender unas actitudes determinadas. _ Despertar directamente actitudes porque se con- leran mas humanas 0 més civicas que otras ¢s inveteradamente una tarea moral, y se configura sobre la base de una concepcién del hombre, sea religiosa o secular. Pero el temor a las confusiones aludidas, o el miedo a confesar que en las socieda- des pluralistas también nos parecen unos modos de enfrentar la vida mds propios del hombre que otros, sugirié «a quienes competian la ingeniosa idea de sustituir el término «moral» por ese otro, que parece mAs cientifico, civico y secular, «ética». Lastima que a los tres «mas» citados tengamos que afiadir «més inadecuado» porque, en buena ley, el quehacer ético no se identifica con lo que, al pare- cer, se esperaba del profesor de ética y que estaba muy conectado con lo que ha dado en Ilamarse «ética civica», aunque es mas bien una «moral democratica» Tiene pleno sentido que una sociedad democré- tica y pluralista no desee inculcar a sus jvenes una imagen de hombre admitida como ideal s6lo por alguno de los grupos que la componen, pero tam- poco renuncie a transmitirles actitudes sin las que es imposible la convivencia democratica. Sin em- bargo, la solucién no consiste en cambiar el rétulo de «moral» por el de »ética» en la asignatura correspondiente, sino en explicitar los mlnimos ‘morales que una sociedad democratica debe trans- mitir, porque hemos aprendido al hilo de la historia que son principios, valores, actitudes y hdbitos a los que no podemos renunciar sin renunciar a la vez a la propia humanidad. Si una moral semejante no puede responder a todas las aspiraciones que com- pondrian una «moral de mdximos», sino que ha de conformarse con ser una «moral de minimos» com- partidos, es en definitiva el precio que ha de pagar por pretender ser transmitida a todos. Pero cambiar el titulo «moral» por «ética» no resuelve las cosas; més bien las resuelve el percatarse de que la morai 28 | ———evvvvvve democratica es una moral de minimos y la ética es _ filosofia moral. Con este ciimulo de confusiones hacia la ética su entrada triunfal en el bachillerato hasta hace bien poco, No es de extrailar que en las reuniones del ramo se expresaran opiniones de lo mds variadas: desde exigir su supresiOn en los planes de estudios, hasta proponer un dar a luz-inculcar actitudes, pasando por dejar meramente que los chavales hablen, o por pedir que los profesores de filosofia rehiisen dar la asignatura. Desgraciadamente, no le va mejor a nuestra mal- hadada disciplina en las aulas universitarias. Algu- nos alumnos esperan del profesor de ética que, ofi- ciando de moralista, acometa temas morales canden- tes e intente prescribir cémo obrar en tales casos mientras que un buen nimero de profesores, cons- cientes de que el ético no es quien para dirigir la accién, se refugia en el util, pero alicorto, andlisis del lenguaje moral, se pierde asépticamente en los vericuetos de la historia de la filosofia, acumula un farrago de doctrinas sin critica alguna, o reduce el fendmeno moral a otros més facilmente explicables. Todo menos prescribir la accién: que no se nos confunda con el moralista. Y, ciertamente, no debemos propiciar que se nos confunda con el moralista, porque no es tarea de la ética indicar a los hombres de modo inmediato qué deben hacer. Pero tampoco podemos permitir que se nos identifique con el historiador (aunque histo- rie Ia ética), con el narrador descomprometido del pensamiento ajeno, con el aséptico analista del len- guaje o con el cientifico. Aun cuando la ética no pueda en modo alguno prescindir de la moral, la historia, el andlisis lingistico o los resultados de las ciencias, tiene su propio quehacer y s6lo como filosofia puede Ilevarlo a cabo: sélo como filosofia moral. 2. ETICA COMO FILOSOFIA MORAL Es cierto que la ética se distingue de la moral, en principio, por no atenerse a una imagen de hombre determinada, aceptada como ideal por un grupo concreto; pero también es cierto que el paso de la moral a la ética no supone transitar de una moral determinada a un eclecticismo, a una amalgama de modelos antropolégicos; ni tampoco pasar heg namente a la moral ya expresada en las institucio- nes: la ética no es una moral institucional. Por el contrario, el transito de la moral a la ética implica un cambio de nivel reffexivo, el paso de una refle- xién que dirige la accién de modo inmediato a una reflexion filosdfica, que sélo de forma mediata puede orientar el obrar; puede y debe hacerlo. A caballo entre la presunta «asepsia axioldgica» del cientifico y el compromiso del moralista por un ideal de hombre determinado, la ética, como teoria Siloséfica de la accién, tiene una tarea especifica que ‘cumpl En principio, la ética tiene que habérselas con un hecho peculiar ¢ irreductible a otros: el hecho de que nuestro mundo humano resulte incomprensible si eliminamos esa dimension a la que llamamos moral. Puede expresarse a través de normas, accio- nes, valores, preferencias 0 estructuras, pero lo bien cierto es que suprimir o reducir la moral a otros fenédmenos supone mutilar la comprensién de la realidad humana. Y no serd porque fildsofos y cien- ficos de todos los tiempos y colores no hayan intentado empecinadamente dar cuenta de lo moral desde la biologia, la psicologia, la sociologia o la economia; cualquier ciencia que empieza a cobrar un cierto ‘prestigio pretende absorber en sus méto- dos el hecho de la moralidad. Sin embargo, los reiterados fracasos de tales intentos vienen dando fe de que «lo moral no se inde», sino que vuelve reiteradamente por sus fueros’ del modo mas insospechado. La ética, pues, a diferen 30 f de la moral, tiene que ocuparse de /o moral en su especificidad, sin limi- tarse a una moral determinada. Pero, frente a las ciencias empirico-analiticas, € incluso frente a las ciencias comprensivas que repudian todo criterio de validez, tiene que dar razén filosofica de la moral: como reflexién filos6fica se ve obligada a justificar tedricamente por qué hay moral y debe haberla, o bien a confesar que no hay razn alguna para que la haya. Si es importante ese primer momento que trata de detectar los caracteres especificos del fendmeno universal de la moralidad, este segundo momento de sereno distanciamiento 'y elaboracin filosdfica nos sitia en el Ambito de los argumentos que pueden ser universalmente aceptados. Natural- mente, nadie pretende que tales argumentos se manejen, en la vida cotidiana, como moneda corriente para influir en las decisiones diarias: ni la lectura de El Capital ni la de la Critica de la Razén practica decidiran, probablemente, a un obrero socialista a sumarse a la huelga o a pasar por esquirol; en el mundo de la vida son las preferen- cias, las tradiciones, los modelos que inspiran con- fianza o las instituciones facticas quienes mueven la actuacién humana, y sélo en contadas ocasiones una reflexién explicitamente argumentada dirige el obrar’. Pero, si es cierto que en los asuntos morales 7 Me refiero, como es obvio, a los hermeneutas gadamerianos de estricta observancia. Para el proceder de una ética hermenéo- tica de este tipo vid. H. G. Gadamer, Verdad y método, Sala- manca, 1977, pp. 344-360; -Hermenéutica coma filosofia préc- tican, en La'razén en la. época de la ciencia, Barcelona, 1981, pp. 3981. Para la polémica entre hermenéutica radical y hetme- Deutica critica vidi M. Alvarez, «Hlermenéutica y racionalidad sepin las conegpciones de Gadamer, Apel y Habetmas, Apora, ns 4/15-16 (1982), pp. 5-33: A. Cortina, «La hermenéutica cri tica en Apel y Habermas. Ciencia reconstructiva o herme- é , Estudios filosdficos, XXX1V/95 (1985), pp. 83-114; J. Conill, £1 crepiseilo de la metafsica, Barcelona, 1988, caps. 6, Ty 12; El enigma del animal fantéstco, Madrid, 1991! eap. 4 neste sentido creo que la distincién entre moral y ética (0 losofia moral) es pareja. a la distincién que J. L. Aranguren establece entre «moral vividas y «moral pensada». En la moral 31 el mundo,de la vida ostenta el primado sustancial, si es cierto que la reflexion filoséfica solo alza el vuelo al anochecer, no es menos cierto que tnica- mente un provisional distanciamiento con respecto al mundo cotidiano, destinado a construir una fun- damentacién serena y argumentada, permite a los hombres a la larga aduefiarse de si mismos, superar esa voluntad del esclavo que, segiin Hegel, «no se sabe atin como libre y es por eso una voluntad des- provista de voluntad‘y. El quehacer ético consiste, pues, a mi juicio, en acoger el mundo moral en su especificidad y en dar reflexivamente razén de él, con objeto de que los hombres crezcan en saber acerca de si mismos, y, por tanto, en libertad. Semejante tarea no tiene una incidencia inmediata en la vida cotidiana pero si ese poder esclarecedor, propio de la filosofia, que es insustituible en el camino hacia la libertad. Sin embargo —y aqui radica nuestro mayor pro- blema—, para habérselas con un quehacer semejante, se requiere una peculiar vocacién, con la que no siem- pre cuenta quien oficia de ético. {Qué rasgos confi- guran el perfil del hombre que puede tener vocacién ética? vivida cabria descernir una estructura moral y unos contenidos mora- les; mientras que Ia moral pensada reflexionaria sobre ambos (vid. Etica, Madrid, 1968, pp. 71 ss.). El papel conferido por J. Haber- mas en los tiltimos tiempos al mundo de la vida est llevando a KO. Apel a prevenirle de las consecuencias indeseables que podria tener el intento habermasiano de fundamentar normativamente una teoria critica de la sociedad, Vid. K. O. Apel, «Normative Begriin- dung der “krtischen Theorie” durch Rekuts auf lebensweltliche Sit- inchkeit?», en K. O. Apel, Auseinandersetzungen in Erprobung des Traszendentalpragmatischen Ansatzes, Frankrt, 1998, pp. 649- “'G.W.F. Hegel, Principios de filosofia del derecho, tard. es, 1.1. Sermal, Busnes Ares 175. p 61 ° 32 ' a

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