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¿QUÉ ES LA AUTODETERMINACIÓN?.

Aunque según el Diccionario de la RALE, autodeterminación significa “decisión de los pobladores


de una unidad territorial acerca de su estatuto político”, teniendo en cuenta la etimología del término, podría
entenderse en un sentido amplio la auto- determinación como la determinación de sí mismo. Una persona
autodeterminada es la que decide por sí misma. Como personas podemos auto- determinarnos en lo que
pensamos o comemos, en el barrio que elegimos para vivir y en el periódico que leemos. Pero no nos auto-
determinamos (como personas) en cómo es la ciudad que elegimos para vivir o el periódico que decidimos
leer. En tanto que vecinos podríamos auto- determinar cómo es el barrio en que vivimos, pero no cómo es la
ciudad a la que ese barrio pertenece. En tanto que habitantes de una ciudad podríamos auto- determinarnos a
ese nivel, y así sucesivamente. Por tanto, autodeterminación es siempre un concepto relativo.

Si lo que comemos o leemos lo decide la publicidad y no nosotros, no nos estamos auto-


determinando individualmente. Si la manera en que es nuestro barrio o nuestra ciudad la deciden otros no nos
autodeterminamos colectivamente. La autodeterminación es un derecho que se conquista, pues si nos la
regalan ya no es fruto de nuestra decisión. La autodeterminación requiere un esfuerzo intencional y constante
para ser nosotros mismos quienes decidamos y que no nos impongan las decisiones las agencias de
publicidad, la familia, los presidentes de las comunidades de vecinos, los alcaldes o los presidentes del
gobierno.

Autodeterminación no es sinónimo de independencia. Defender que una determinada colectividad se


auto- determine es propugnar que en lo que sólo a ella le atañe sea ella misma la que decida. Y en lo que
implica relacionarse con otros, habría que elevar el nivel hasta incluir al otro para juntos podernos
autodeterminar. Por tanto, y dejando de lado usos malintencionados del término, es de suponer que todos los
políticos democráticos han de estar a favor de la auto- determinación, pues lo contrario sería una
manifestación bastante obvia de abogar por métodos dictatoriales. ¿Quién ha de determinar el futuro de los
canarios sino los canarios?. ¿Franco, el Papa o el contubernio judeo- masónico?. Que en democracia un
político abogue por la auto- determinación es como que un futbolista diga que está de acuerdo con que la
pelota se juega con los pies: es tan obvio que se cae por su propio peso. Todos los entrenadores de fútbol están
de acuerdo en que hay unas reglas básicas de juego que respetar, y que el objetivo del mismo es marcar más
goles que el contrario. Las distintas visiones acerca de cómo lograr ese objetivo es lo que caracteriza la
estrategia de cada entrenador. De la misma manera, en la política democrática la auto- determinación debería
ser una regla de juego no cuestionada, y las ideas concretas sobre la manera de alcanzar esto pueden ser
lícitamente por distintos partidos.

Ahora bien, ¿de qué hablamos cuando hablamos de auto- determinación para Canarias?. ¿No
deberíamos estar hablando de construir el futuro entre todos? ¿Queremos que en el barranco de la Ballena se
construya un campo de Golf?. ¿Queremos arrasar Tamadaba con una nueva autopista?. ¿Queremos gastar
miles de millones para hacer una vía rápida desde Moya a Arucas por las medianías?. ¿Queremos triplicar el
número de turistas, y tener que convivir en nuestras playas con tres veces más usuarios de los que somos
ahora?. ¿Queremos llenar de bloques y cemento nuestro patrimonio cultural, arqueológico y natural?
¿Queremos gastar, sólo en Gran Canaria 100.000 millones de ptas en carreteras?. No hay que confundir auto-
determinación, es decir, que entre todos construyamos el futuro que queramos, con automóvil-
determinación, es decir, que la isla del futuro se diseñe en función de los automóviles.

Más allá de las grandes palabras, la autodeterminación se realiza en la cotidianeidad de cómo es


nuestra habitación, nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra isla, y a partir de ahí cuantas y cuales
entidades políticas quiera poner cada quien. Por eso, cuando políticos que están ejerciendo responsabilidades
de gobierno hablan de auto- determinación, creo que es una buena ocasión para plantear (y criticar) los
mecanismos de participación ciudadana en la toda de decisiones públicas. Especialmente ahora que acaba de
terminar el período de exposición pública del PIO de Gran Canaria, y que están en información las D.O.T. de
Canarias. Tener ejército propio, embajadas o derecho a aguas internacionales pueden ser niveles de auto-
determinación deseables para unos, utópicos para algunos, e indiferentes para otros, pero, en cualquier, caso
nos encontramos en el terreno de lo que podría ser. Sin embargo, decidir cuantas kms de carretera queremos,
si queremos campos de golf, muelles deportivos, hospitales o trenes al lado de casa son niveles de auto-
determinación que se encuentran, , en el terreno de lo real. Es nuestra obligación colectiva velar por el
cumplimiento de la auto- determinación en esos terrenos.

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