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Los filósofos, así suena una queja corriente, viven en la Luna, de la cual
tampoco tienen idea alguna. Especulan a la sombra de la propia interpretación
del mundo, no saben nada de las Ciencias Naturales y menos de la
Tecnologíagenética. Entre ellos consideran la paz como algo habitual.
El tiempo apremia. La violencia crece. “Es suficiente aclarar que los próximos
largos períodos serán, para la humanidad, de decisión de políticas de especie.”
Pero Sloterdijk ya ve un “claro”. Y en él, la tecnología genética con sus
instrumentos de selección y cría. “El claro es, al mismo tiempo, también un
campo de lucha y un lugar de decisión y de selección”. ¿No olfateaba ya
Nietzsche la pelea entre “los criadores para la pequeñez y los criadores para la
grandeza, (…) entre hombres y superhombres, entre los amigos del hombre y
los amigos del superhombre”? Aquí no hay rodeos. Puesto que no hay que
permitir que el hombre se vuelva continuamente más inocente, más bárbaro,
las lecciones de la Ilustración deben ser reemplazadas por las se-lecciones de
la técnica genética. Para que esta cuestión vital no sea entregada a la casualidad
o técnicos genéticos defectuosos, Sloterdijk exige un “código de las
antropotécnicas”. En la planificación explícita de rasgos distintivos” sólo son
admitidas élites del espíritu, las así llamadas “principales fracciones
culturales” de la sociedad. Estos “sabios”, aparentemente inmunes al virus del
espíritu de la inocencia humanística disponen de criterios de selección
“cercanos al modelo” y poseen una entrada especial a la verdad esencial
humana.
En mis texto, se dice en un pasaje, por ejemplo, que las visiones criadoras de
Nietzsche eran histéricas y desproporcionadas y que su concepto de
superhombre ya no puede tener significación para nosotros, pero que él, no
obstante –como Platón- permanece como testigo de un amanecer de ciertos
aspectos “pastorales” en la pregunta por la reproducción, educación,
medicalización y autooptimazación de lo seres humanos. Otro ejemplo: en mi
ejemplar se dice que frente a las actuales rupturas en la biotecnología debe ser
formulado un código moral (yo digo, de forma más abarcadora, para las
“antropotécnicas”) y agrego, para su comprensión, que en tal código, entre
otras cosas, habría que delimitar la frontera entre la legítima optimización
genético-médica para el individuo y la ilegítima biopolítica para los grupos.
Usted tiene delante de sí, evidentemente, una versión surrealista, pues lee que
se hablaría a favor de una recría elitista y general de la especie. En mis oídos
eso suena a ciencia ficción, combinada con un estilo gótico biológico y un
sociológico romanticismo sensacionalista.