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Los primeros cien años del siglo XIX (sostengo que hasta el momento España no ha
salido del siglo XIX), son un hervidero de muchas cosas, y casi ninguna agradable, y la
inestabilidad y el conflicto que ya hemos analizado en el reinado de Fernando VII, no
sólo no iba a desaparecer con su muerte, sino que, bien al contrario, tomaría fuerzas
inusitadas. Las convulsiones de muerte padecidas por España hasta este mismo
momento, se presentaban como definitivas, de manera creciente, en el periodo que nos
ocupa.
El siglo XIX, los doscientos dieciséis años que ocupa este aciago periodo, tiene pocos
momentos de los que un español pueda sentirse orgulloso. Más de dos mil
pronunciamientos, levantamientos, revoluciones…
Desde la muerte de Fernando VII en 1833 y hasta el final del periodo que nos ocupa,
1874, final de la revolución cantonalista, no desentona el número de pronunciamientos
si tenemos en cuenta que también hubo casi sesenta gobiernos, casi una media de uno y
medio por año. No tenía así, nada que envidiar el número de gobiernos al número de
pronunciamientos. Pero aquí, lo que queremos es hablar de los pronunciamientos y las
sublevaciones.
Lo vamos a hacer dedicando nuestra atención a las acaecidas a partir del año 1820,
dejando de lado, y tan sólo citando la sublevación de Riego de este año, por haber sido
tratada en otro lugar. Sólo señalar que el 1 de Enero de 1820, en Cabezas de San Juan
(Sevilla), Rafael de Riego se negó a encabezar la expedición a América. Durante dos
meses el ejército de Riego permaneció sublevado recorriendo Andalucía sin que el
gobierno pudiera impedirlo, ya que por todo el país se multiplicaban los
pronunciamientos liberales y los levantamientos campesinos. El 3 de enero, el coronel
Antonio Quiroga, designado para encabezar el movimiento, tomaba San Fernando y se
disponía a entrar en Cádiz, que era el objetivo más importante.
Pero si en 1823 se acababa con la vida de esa pobre marioneta llamada Rafael de Riego,
no se iba a acabar también con la inestabilidad en ningún punto de la Hispanidad. Ahora
nos centraremos en exclusiva en la parte del territorio nacional que conservó el nombre
sacrosanto de la Patria, y veremos que no había pasado un año desde la ejecución de
Riego, cuando el tres de agosto de 1824 se produce lo que podemos considerar como el
primer conato liberal, el protagonizado por el Coronel Francisco Valdés, quien partiendo
de Gibraltar el 3 de agosto de 1824 se apoderó de Tarifa. Derrotado por inconexión con
los conjurados del interior, Valdés pudo salvar la vida, y volverá a tener cierto
protagonismo en la expedición de Vera en 1830.
Esa conspiración sería neutralizada, pero como queda señalado en la relación inicial,
1827, 1828, 1830, 1831 y 1833.
Santos Ladrón, que fue el organizador de las primeras partidas carlistas, y el primero en
proclamar como rey a Carlos María Isidro, tras la muerte de Fernando VII, sería
fusilado el día 14 de octubre de 1833 tras haber sido vencido en la batalla de Viana.
La primera guerra carlista ya estaba incendiando España, cuando el año 1835 se iniciaba
con conspiraciones varias. El principal motivo de la conspiración: el general Manuel
Llauder, a la sazón ministro de la Guerra.
Toda la guarnición y la Milicia Urbana, que se habían puesto sobre las armas
empezaron a aproximarse hacia las avenidas de la casa de Correos, pero solo
hizo fuego la infantería de la guardia, y sola a ella los hacían los encerrados.
La compañía de granaderos del 4º batallón de urbanos mandada por su capitán
Berrueta, se aproximó por la calle de Carretas, mas al oír que desde correos
gritaban viva Isabel II, viva la libertad, se abstuvo de hacer fuego a los que
daban sus mismos gritos.
Los muertos y heridos de resultas de las descargas han sido tres de los de
correos, ocho ó diez de la guardia, un aguador y otro paisano.
Un acontecimiento que no calmó la situación, sino que no fue sino un hito más, de
menor importancia, premonitorio de lo que ocurriría año y medio después en el que la
Guardia Nacional tuvo una especial significación, con una consecuencia subsiguiente: el
triunfo de la rama liberal-progresista.
El 12 de Agosto de 1836 tuvo ocasión el motín de los sargentos de la Granja, donde los
sublevados, al parecer utilizando todo tipo de vejaciones, incluida la agresión sexual a la
regente María Cristina, consiguieron restablecer la Constitución de 1812. Este
levantamiento tuvo su causa en los problemas de tipo económico y social, sobre todo en
la industria textil de Barcelona. Los liberales implantaron la Constitución de 1812 de
manera provisional, siendo que la guardia real se manifestó con vivas a la constitución,
a Mina y a Inglaterra…. (Pirala 1868 III: 301), y siendo que en Barcelona, donde Mina
ejercía sus funciones de capitán general, estaba siendo asistido por el jefe de la armada
británica, comandante Parker.
Y en la provincia de Jaén:
La Guardia Nacional de vuestra capital, identificada en sentimientos con las
demás clases de su población, ha unido su pronunciamiento al que
sucesivamente han hecho en Cádiz, Zaragoza, Málaga, Sevilla, Granada y
otras ciudades populosas de esta monarquía. El convencimiento irresistible de
los males en que nos tiene envueltos una política ministerial, vaga y
cautelosa , reclama ya esta firmeza en nuestra decisión , y al ejemplo de esas
otras capitales debemos sostenerla invocando la Constitución política de la
monarquía española, en que se salva verdaderamente el trono y sus
prerrogatívas, en que se afianza la corona en las sienes augustas de nuestra
inocente REINA, y de la que emana nuestra libertad y se robustece con los
derechos de una segura representación nacional.
Así, en 1841 tiene lugar una rebelión frustrada en Zaragoza a cargo del General Emilio
Borso di Carminati, que significó su fusilamiento el 11 de octubre. No sería la única de
este año, ya que el 27 de septiembre, los generales Leopoldo O'Donnell, Montes de Oca,
Diego León, y Manuel Gutiérrez de la Concha llevan a cabo su particular intentona, que
tiene nueva réplica con protagonismo de O’Donnell el siete de octubre. En el curso de
esta intentona, los generales Ochoa y Diego de León, intentan secuestrar a Isabel II.
¿Quién olvida la mañana del 2 de octubre [de 1841] en Pamplona? Sólo podrá
hacerlo quien fuese bastante insensible para no haber participado de aquella
profunda impresión que causó en todos los ánimos la difusión de la noticia de
la sublevación de O'Donnell, circulando de boca en boca con la rapidez del
rayo la nueva de que O'Donnell se había apoderado de la ciudadela de
Pamplona proclamando la regencia de María Cristina. Los pronunciamientos
de Bilbao y de Vitoria y los sucesos de Zaragoza se miraron como
consecuencias naturales de la insurrección de O'Donnell como el desarrollo de
un plan que debía de, estar combinado de antemano. (Balmes 1950: 134 vol 6)
Estas intentonas eran fruto del permanente ambiente conspiratorio auspiciado por una
junta anti esparteriana radicada en París en la que tomaba parte O’Donnell y un núcleo
de liberales moderados, al amparo del gobierno francés. La intentona acabaría en
fracaso, si bien en esta ocasión las represalias no fueron tan sangrientas como en otras
ocasiones.
Pero el enemigo era, sin lugar a dudas, el Carlismo, y en él convergían todas las
diatribas, tanto del gobierno como de quienes conspiraban contra él. Tan es así que el
sistema, presumiblemente con el único objetivo de insultar, como en nuestros tiempos
hacen apellidando fascista todo lo que muestra insumisión con el poder establecido,
hacían lo propio en el momento, apellidando carlista a todo aquel que criticaba el
sistema del momento.
¿Cuáles son hasta ahora los beneficios que nos ha traído la libertad?.../… Yo
creo que nadie podrá decírnoslo, y así es que no ha de parecer extraño que el
pueblo español no se tome por las nuevas formas políticas el interés que
algunos quisieran…/…(Balmes 1950: 76 vol 6)
Como consecuencia prodigaron las conspiraciones contra Espartero, lo que dio lugar a
movimientos populares de protesta en Barcelona en el que tomaron parte republicanos y
obreros de la industria textil. Espartero prohibió las asociaciones de obreros, al tiempo
que prodigaban las acciones violentas.
Abundaron las barricadas y las luchas callejeras contra las tropas del gobierno
presidido por el marqués de Rodil, creándose una Junta Popular Directiva
Provisional, que fue liderada por los republicanos locales. (Rolandi 2005: 7)
El día 4 entraron en Barcelona Van Halen y Espartero. La Ciudadela y los edificios más
emblemáticos habían sido tomados militarmente, y Van Halen, capitán general y
reconocido masón, declaró la ciudad en estado de sitio por tiempo indefinido. Las
medidas de castigo fueron muy duras, aplicándose la pena de muerte para los cabecillas
de la revolución, deportando a Filipinas a otros responsables de la revuelta. La milicia
fue disuelta y fueron condenados a muerte trece componentes de las patuleas que
habían protagonizado la revuelta.
Los sucesos de Barcelona, a la que como castigo la obligó a pagar una contribución
extraordinaria, supusieron el comienzo del final de la Regencia de Espartero.
Alarmado él mismo por los acontecimientos que había provocado, acabó disolviendo las
Cortes el 3 de enero de 1843, y es que
Espartero temía que las Cortes, a las cuales debía la regencia, le pidieran
estrecha cuenta de sus actos, y por evitarse un voto de censura, se apresuró a
disolverlas, convocando la reunión de un nuevo Parlamento para el 3 de abril
de 1843. (Blasco 1892: 45)
Todo quedaba, pues, listo para una nueva asonada que podía producirse en cualquier
momento. Éste llegó el 27 de Mayo de 1843, con un pronunciamiento del coronel Juan
Prim, en Reus. Consecuencia inmediata del mismo fue que Mendizábal partió
nuevamente al exilio.
El día 30, en el Puerto de Santa María embarcaría para el exilio el regente, conde de
Luchana, duque de la Victoria y de Morella, Baldomero Espartero, acompañado del
general Van Hallen... en un navío inglés, el Malabar, naturalmente con destino Londres.
En la lucha entre las distintas facciones o ramas masónicas se alza Prim quien
ordena un segundo bombardeo de Barcelona. Se inició éste desde la Ciudadela
y se lanzaron cerca de 3000 bombas durante los dos meses que duró el asedio.
(Orte 2015: 4)
Los moderados tomarían el poder dando lugar a la década moderada (1843-1853), bajo
los gobiernos de Luis González Bravo (5-12-1843 a 3-5-1844) y de Ramón María
Narváez (3-5-1844 a 12-2-1846).
La broma no terminaba ni con los cambios de gobierno ni con los fusilamientos; así, el
24 de Octubre de 1844 se descubre conspiración para asesinar a Narváez (la
conspiración de los trabucos). Los detenidos involucraron al general Prim, que fue
detenido tres días más tarde, y para quién el fiscal pediría pena de muerte, y de cuyo
caso salió libre el acusado… en unos momentos en los que el fusilamiento se producía
casi antes de haberse cometido el delito… Todo hace indicar que la acusación fue
también una conspiración contra Prim.
Nuevamente reinó la calma en los cuarteles durante ocho meses, gracias a la represión y
al soborno, armas utilizadas magistralmente a lo largo de los doscientos dieciséis años
de este malhadado siglo XIX. Pero como la estructura para desintegración de España no
En medio de todo este embrollo, la corona no era ajena, y las críticas más ponderadas a
la situación eran presentadas en mayo de 1847 por Jaime Balmes, uno de los pocos
pensadores que sobrevivían en la hecatombe, como sigue:
Dos años de salutífera discordia pasaron sin conspiraciones de menor índole hasta que
el 2 de Febrero de 1852 se produjo un atentado contra Isabel II por parte del cura Martín
Merino, que nada tiene que ver con con Jerónimo Merino Cob (Burgos, 1769 - Alençon
1844 ) héroe nacional y guerrillero en la lucha contra los franceses durante la guerra de
la Independencia. Isabel II salvó la vida gracias a que el corsé le sirvió de coraza en una
puñalada que apuntaba ser mortal.
Con firmeza confesó su delito, declarando que sólo él lo había meditado y que
no tenía cómplices; y condenado a muerte en garrote vil, marchó al patíbulo,
atravesando una inmensa concurrencia, más sereno, más impasible que todos
cuantos presenciaron su suplicio. El Gobierno mandó quemar el cadáver y
aventar las cenizas del regicida. (Orellana, II: 404)
Más de dos años transcurrieron sin que las permanentes algaradas y conspiraciones
alcanzasen grado de mención hasta que el veintiocho de junio de 1854, los generales
O'Donnell (que se había ocultado en Madrid durante las persecuciones contra liberales y
diferentes sectores moderados en toda España), Dulce y Ros de Olano llevaron a cabo
un pronunciamiento contra la corrupción.
Este pronunciamiento dio lugar durante varios días a una verdadera revolución en
Madrid con resultados muy relevantes en personas y edificios. Los revolucionarios
asaltaron las casas de los nobles y de los Ministros del Gobierno. Importantes fueron los
daños causados en los palacios del marqués de Salamanca y de María Cristina, que
fueron asaltados e incendiados. Igualmente fueron asaltadas la casa del Ministro de
Fomento, en la calle Prado con León y la del Ministro de Hacienda. Las barricadas se
vieron por la zona de la Puerta del Sol, produciéndose numerosos asesinatos
"populares". Destacado fue el linchamiento y maltrato público del jefe de la policía que
acabó su vida siendo fusilado en la Plaza de la Cebada.
Los moderados luchaban entre sí. Los miembros a favor del gobierno y los que estaban
en contra luchaban entre sí, aunque la disputa acabó en tablas. Aprovechando el
pronunciamiento, se proclamaron juntas. La reina intentó sofocar las revueltas mediante
una nueva táctica: Decidió llamar a Espartero (que estaba retirado y a pesar de su
fracaso anterior era recordado como una vieja gloria nacional) y le ofreció la
presidencia del gobierno
La explicación a esta pregunta acaba de darla el propio Carlos Marx, que abona con su
señalamiento la evidencia de lo que realmente había sucedido. La Vicalvarada, sí, había
sido capitaneada por Leopoldo O’Donnell y Domingo Dulce, y también sí que fue
dirigida por los intereses de Inglaterra y de Estados Unidos, a quienes había de
complacer el gobierno de Luis José Sartorius, que se mantenía desde el 19 de
septiembre de 1853. Y son esos mismos intereses los que pusieron al frente a Espartero.
Carlos Marx, en su referencia de 18 de julio, señala que las noticias del levantamiento
indicaban que la finalidad secreta del levantamiento era declarar vacante el trono,
unificar la península en un solo estado y ofrecer la corona a Pedro V, príncipe de
Sajonia-Coburgo-Gotha.
"Hace dos noches que está la tropa sobre las armas. La de caballería tiene
ensillado y pronta a montar a la primera orden.
Ayer durante todo el día corrieron rumores de próximas asonadas preparadas
por los moderados y los absolutistas. La oficialidad de la mayor parte de la
milicia pasó anoche a ver a sus respectivos comandantes, para significarles lo
descontenta que se halla con la marcha del gabinete origen de todas las
alarmas y de todos los temores" (Urquijo 1981: 26)
Al respecto de estas revueltas, Carlos Marx dice el 18 de agosto del mismo año:
Pero si en julio era aventado Espartero por O’Donnell, éste sería aventado por Narváez
el doce de Octubre del mismo año. Narváez completa la represión contra los
progresistas, y como su partido carecía de alternativas, la reina acabaría llamando de
nuevo a O´Donnell a legislar.
Pero antes de estos acontecimientos, en la madrugada del 12 de enero de 1857 fue hecho
preso Juan Prim, en Madrid, acusado de alteración del orden público en Barcelona en
los altercados que tuvieron lugar en Barcelona en los últimos días de diciembre anterior
y primeros del año 1857. Fue condenado a seis meses de castillo en Alicante, condena
que finalmente quedó reducida a que viviese seis meses en Alicante. Pero en las
elecciones del 26 de marzo, Prim, que ya era diputado, salió nuevamente elegido por
Reus.
En este ambiente, que a pesar de los saltos de fechas que aquí acometemos era
permanente, el 10 de Abril de 1865 ocurren los hechos de la Noche de San Daniel.
Muchas de las víctimas eran simples viandantes que andaban paseando en aquella
primaveral noche madrileña, conocida como La noche de San Daniel. Era Narváez
Presidente del Consejo, y su ministro de gobernación González Bravo, ambos del
Partido Moderado.
El ambiente guerracivilista no daba tregua, motivo por el que, el tres de enero de 1866, en
Villarejo de Salvanés se produjo un nuevo levantamiento a cargo del general Juan Prim
y del general Lorenzo Milans del Bosch, que resultando fracasado, significó el exilio de
Prim, que desde Portugal envió un manifiesto en el que señalaba:
¿He terminado mi obra?, ¿me declaro vencido? No y mil veces no.
Después de una lucha encarnizada, no sólo a tiros, sino con arma blanca y cuerpo a
cuerpo, el Gobierno logró vencer la Revolución y desató su sed de venganza contra los
vencidos. Se declaró el estado de sitio en casi todas las provincias, y los Tribunales
marciales comenzaron su tarea, haciendo fusilar treinta y cuatro sargentos, diez y nueve
cabos y soldados de artillería y dos paisanos. Condenaron, además, a muerte, de la que
se libraron por haber huído al extranjero, a Becerra, Aguirre, Carlos Rubio, Castelar,
Sagasta, Martos y a otros muchos militares y paisanos. Cuando comenzó la represión,
anunció la reina a su Gobierno que había de negarse terminantemente a firmar ningún
indulto. Finalmente, un indulto del día 8 libró de ser fusilados a 118 infelices.
Dos años largos sin asonadas de envergadura pasarían hasta que el dieciocho de
septiembre de 1868 sucediesen los acontecimientos de La Gloriosa, a cargo del general
Juan Prim, el general Francisco Serrano y Domínguez, el comandante Juan Bautista
Topete y el general Francisco Serrano Bedoya.
Y es que España esos dos años sin asonadas se caracterizaron por una grave crisis
económica, financiera, agraria e industrial, ante las que el deterioro del sistema político
monárquico no era más que una triste compañía.
No obstante, Lersundi se equivocó en sus predicciones. Todo estaba muy bien calculado
desde Inglaterra, donde se había producido una alianza entre progresistas y unionistas,
con la aprobación de los demócratas.
Desde Gibraltar, y con el apoyo de la flota, que estaba controlada por masones, tomaría
Prim la iniciativa de derribar a Isabel II, entrando el 19 de Septiembre en Cádiz,
suprimiendo, el día siguiente, la Junta Revolucionaria. Junto a Prim llegaron Práxedes
Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla.
Pero las juntas locales, que habían manifestado su voluntad de existencia, serían
suprimidas por decreto del día 21 de octubre, si bien el ya el día 20 se habían disuelto
algunas, caso de Madrid, Gijón, Avilés, Aranjuez…, mientras otras acaban haciéndolo a
primeros de noviembre, como en el caso de Barcelona, de Cádiz, o de Las Palmas….
Una vez aprobada la Constitución, el general Francisco Serrano fue elegido regente y
Prim pasó a dirigir el gobierno, dedicándose a la búsqueda de nuevo rey, de la que
excluía a toda costa a la casa Borbón.
Ese fue, tal vez el principal cometido que se marcó, consiguiendo su objetivo con la
aceptación que Amadeo de Saboya hizo del cargo.
Pero Prim no pudo ver completada su obra ya que sería asesinado el 27 de Diciembre de
1870, cuando Amadeo se encontraba en camino hacia España. Prim, en principio,
sobrevivió al atentado, acaecido en la madrileña en la calle del Turco, pero murió
sorpresivamente tres días más tarde, el 30 de diciembre, contando 56 años de edad.
Prim recibió ocho impactos directos de bala en el hombro izquierdo dos más en el codo,
que le voló la articulación y un tercer disparo en el dedo anular derecho, que tuvo que
ser amputado.
Hay quien afirma que posteriormente fue estrangulado. Sospechoso del atentado fue el
duque de Montpensier, padre de la futura reina, María de las Mercedes, y no lejos de la
conspiración, al parecer, se encontraba Francisco Serrano, y José Paúl y Angulo, todo
dentro de una trama masónica.
España continuaba inmersa en una marejada política y parlamentaria que dura hasta hoy
mismo.
Como no podía ser menos, las discusiones vanas inundaban no sólo el hemiciclo, sino la
entera vida nacional, apoyando o recriminando la acción del día tres. El propio Pavía
justificó su actuación asegurando que, de no haber entrado él en el parlamento el tres de
enero, lo hubiese hecho el pretendiente don Carlos en Madrid.
Con clara sumisión a los intereses británicos, desea que España sea como las naciones
más grandes y prósperas, haciendo clara la alusión a Gran Bretaña, donde existe un
sistema monárquico parlamentario.
Alfonso XII era hijo de Isabel II, y su padre legal fue Francisco de Asís de Borbón.
Debido a la supuesta homosexualidad de éste, rey consorte, diversas fuentes apuntan
como plausibles verdaderos progenitores al capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó o
al general Francisco Serrano y Domínguez, ambos conocidos amantes de su madre.
Catorce días más tarde, el 14 de Enero de 1875. Alfonso XII llegaba como rey a Madrid.
Si no hubiese ejecutado aquel acto, quizá no hubiera terminado aquel mes sin
que hubiera entrado en Madrid D. Carlos de Borbón (...) Yo, Sres. Diputados,
no me he vanagloriado nunca, ni me vanagloriará jamás, de haber ejecutado el
acto del 3 de enero. Ya he dicho que lo hice contra mi voluntad.., pero no me
he arrepentido nunca ... cíen veces haría lo mismo. (Toro 1997: 106)
BIBLIOGRAFÍA
Ugalde Zubiri Alexander (Coord.), Cecilia Arrozarena, Félix Julio Alfonso López,
Joseba Agirreazkuenaga Zigorraga. Patria y libertad Los vascos y las Guerras de
Independencia de Cuba (1868-1898)
Vilches, Jorge. (2006). Los republicanos e Isabel II: El mito del trono contra el pueblo
(1854-1931). En Internet https://www.ucm.es/data/cont/docs/297-2013-07-29-5-06.pdf
Visita 13-3-2016